Las Puertas Del Bicentenario

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Las Puertas Del Bicentenario

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“... Lo que proponemos hacer con la llegada del Bicentenario contiene la audacia imperdonable de anclarnos, sí, en una efeméride, pero no para izar una bandera y entonar el himno, sino para torcer el sentido mismo que las efemérides solían tener para nosotros. Somos perfectamente concientes de que no se puede hacer política ni gestión mediante alusión a las efemérides. Lo que queremos hacer y vamos a hacer es impulsarnos en la ponencia simbólica gigantesca que tiene el Bicentenario, en su capacidad unificadora, para intentar convertirlo en un hito, en una instancia de debate crucial acerca de la Buenos Aires que queremos. Todas las culturas desde siempre han tenido ritos, Y si el rito de las conmemoraciones ha persistido desde la Antigüedad, es que seguramente contiene alguna sabiduría, alguna razón de ser. Nosotros, sencillamente, queremos convertir al Bicentenario en un hito de sabio encuentro de todos. Un hito para pensar mejor el largo plazo, posibilidad siempre negada por las recurrentes crisis e inestabilidades argentinas y hoy potenciada por un tiempo de reencuentro, de esperanzas, de crecimiento...” Jorge Telerman

Indice Prólogo

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Capítulo I:

La potencia simbólica y la oportunidad histórica del Bicentenario Lic. Jorge Telerman

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Capítulo II:

El Bicentenario, una visión desde las Instituciones Arq. Silvia Fajre

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Lic. Alberto Sileoni

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Dra. Verónica Gómez

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Lic. Rodrigo Herrera Bravo

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Capítulo III:

La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología Marcas de la memoria. Arq. Jaime Sorín

45

Buenos Aires. Autenticidad y mensaje. Arq. Carlos Moreno

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La Primera Buenos Aires (1536-1542). Arq. Daniel Schávelzon / Lic. Marcelo Weissel

69

Carácter, Identidad, Patrimonio. Arq. José María Peña

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Capítulo IV:

El Bicentenario desde una mirada histórica El concepto de la revolución a través de los escritos de los integrantes de la Generación de Mayo. Lic. Liliana Barela

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La idea de la Independencia en el discurso histórico, entre la Academia y la divulgación. Dres. Ema Cibotti - Sergio Lischinsky

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Buenos Aires como Museo del Bicentenario. Prof. Rodolfo Giunta

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Visión nacional sobre el Bicentenario. Dr. Hugo Chumbita

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Capítulo V: La visión latinoamericana del Bicentenario De Miranda a Chávez. Dra. Carmen Bohórquez

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El ciclo de la Independencia en México y el Perú. Dr. Ricardo Melgar Bao

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El Bicentenario chileno y la modernidad. Dr. Jorge Vergara Estévez

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Abordar el Bicentenario desde una visión geopolítica. Dr. Edgar Montiel

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Identidad argentina y compromiso latinoamericano. Dr. Hugo Biagini

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Capítulo VI:

Mayo, una utopía de libertad vigente Mtra. Silvana Giudici

Antecedentes de los expositores

255 263

Prólogo

Este libro se terminó de imprimir el 20/12/2006

Pensar sólo en términos de futuro sobre el Bicentenario es un error que puede atribuirse a aquellos que olvidan que el 25 de Mayo de 2010 es una fecha de absoluta actualidad. Proyectar una lúcida lectura sobre nuestros orígenes como Nación constituye un ejercicio que siempre debe conjugarse en tiempo presente. Mayo fue tiempo y síntesis de esa maravillosa utopía de libertad e inclusión social. Fue el ideal de los revolucionarios de entonces, es el compromiso de los soñadores de hoy. Buenos Aires ha sido el escenario del inicio y desarrollo de la gesta revolucionaria de 1810, base de la construcción de la identidad argentina. En ese sentido, es substancial, además, reflexionar sobre el papel que tuvo la ciudad en las luchas por la liberación de las demás naciones hermanas de América y así comprender su participación en el marco regional. Desde la Unidad de Proyectos Especiales del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, planteamos, con ese espíritu, las “Primeras Jornadas Internacionales Puertas del Bicentenario” -que se realizaron el 14 y 15 de noviembre de 2006 en el Centro Cultural General San Martín de esta Ciudad-, las cuales constituyen el primer eslabón de una cadena de actividades orientadas al análisis y reflexión sobre nuestra historia, cultura, patrimonio, en esencia, sobre nuestras comunes raíces latinoamericanas. Diferentes enfoques sobre el Bicentenario: “Una visión desde las Instituciones”; “Planeamiento y Ambiente. Buenos Aires a las Puertas del Bicentenario con proyección de futuro”; “Patrimonio y Arqueología. Buenos Aires de 1810 a 2010”; “El Bicentenario desde una mirada histórica. La historia y las historias de 

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Buenos Aires” y “La Visión Latinoamericana del Bicentenario”, fueron los disparadores de las mesas redondas que se llevaron a cabo a sala llena. Historiadores, urbanistas, sociólogos, funcionarios y profesionales de nuestro país y de distintos países latinoamericanos aportaron desde sus especialidades una mirada enriquecedora sobre el desafío de pensar qué nos pasó en estos doscientos años de joven historia, la comprensión del presente y una proyección hacia el futuro. Con la mirada en la década del Bicentenario, dimos el primer paso. Silvana Giudici



Capítulo I

La potencia simbólica y la oportunidad histórica del Bicentenario

Jorge Telerman, Jefe de Gobierno de la Ciudad y Silvana Giuduci, Ministra a cargo de la U.P.E., “Puertas del Bicentenario”

Jorge Telerman Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Quienes pertenecen a nuestra generación y seguramente a las que nos antecedieron, saben hasta qué punto nos resultaba problemática la enseñanza y transmisión de la historia Argentina y la relación que se establecía entre cierta concepción de la historia y nociones tales como la Patria, sus héroes y las graves efemérides nacionales. Desde hace unos cuantos años resulta casi un lugar común poner en tela de juicio aquel viejo ideario que se centraba en un universo de sublimidades absolutas. Hoy se problematiza con justa razón ese imaginario de bronces, fanfarrias, paraguas en la Plaza y fechas aprendidas de memoria para todas y cada una de las batallas de la independencia. Crecimos en una suerte de esquizofrenia múltiple: un amor imposible de ser cuestionado por nuestra historia y nuestras cosas, un cierto aborrecimiento por las efemérides y mucho más grave, una suerte de desazón o de desconfianza respecto del ideal de Patria. En nombre de los valores de la nacionalidad y la Patria se cometieron en nuestro país tantas y tan espantosas atrocidades que muchos, especialmente aquellos que se educaron en los años de la dictadura, salieron de esa misma dictadura convencidos de que no existen conceptos más horrorosos que los de Nación, Patria, identidad y nacionalismo.

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Esos fenómenos reactivos suelen darse y ocurren, no sólo en Argentina, cada vez que como en tantas naciones del mundo el concepto de Patria a menudo funciona como refugio de los hipócritas y también de los fanáticos. Es que durante demasiado tiempo el ideario de Patria fue apropiado en nuestro país por las derechas más cerriles y más autoritarias. Incluso en la maravillosa Buenos Aires de 1910 la idea del Centenario fue apropiada sólo por un sector de la sociedad. En buena medida ciertos sectores de las clases dirigentes, los más retrógrados, veían en la inmigración un problema y un peligro, así como verían un problema y un peligro en eso que se llamaba la chusma, el populacho, los descamisados. Cuando tiempo atrás nos propusimos impulsarnos en el concepto del Bicentenario como un hito posible para iniciar la historia futura de Buenos Aires, lo hicimos entre otras cosas como un modo de dar una batalla cultural siempre inconclusa acerca de qué queremos decir cuando decimos Patria, cuando hablamos de proyectos, cuando hablamos de futuro. Ni el 25 de mayo de 1810 enseñado en la vieja escuela primaria ni el Centenario tuvieron el sentido inclusivo que nosotros nos proponemos darle al Bicentenario casi inminente. Lo que proponemos hacer con la llegada del Bicentenario contiene la audacia imperdonable de anclarnos, sí, en una efeméride. Pero no para izar una bandera y entonar el himno, sino para torcer el sentido mismo que las efemérides solían tener para nosotros. Somos perfectamente concientes de que no se puede hacer política ni gestión mediante la alusión a las efemérides. Lo que queremos hacer y vamos a hacer es impulsarnos en la potencia simbólica gigantesca que tiene el Bicentenario, en su capacidad unificadora, para intentar convertirlo en un hito, en una instancia de debate crucial acerca de la Buenos Aires que queremos construir, la ciudad que queremos. Todas las culturas desde siempre han tenido ritos. Y si el rito de las conmemoraciones ha persistido desde la Antigüedad, es que seguramente contiene alguna sabiduría, alguna razón de ser. Nosotros, sencillamente, queremos convertir al Bicentenario en un hito de sabio encuentro de todos. Un hito para pensar mejor el largo plazo, posibilidad siempre negada por las recurrentes crisis e inestabilidades argentinas y hoy potenciada por un tiempo de reencuentro, de esperanzas, de crecimiento. Si toda historia es una historia pendiente de resoluciones, una historia abierta, el proyecto de Mayo, como todo horizonte de utopías, aún bus12

La potencia simbólica y la oportunidad histórica del Bicentenario - Capítulo I

ca ser desplegado. Todavía está vigente ese proyecto en lo que tiene que ver con la inclusión social y la igualdad jurídica y política. Las metas de inclusión están más vigentes que nunca desde que nuestra sociedad sufrió el retroceso dramático iniciado en 1976. Buenos Aires y el país sufrieron mucho en los últimos treinta años y es mucho lo que en este tiempo de recuperación debemos hacer para construir una sociedad integrada, justa, moderna, respetuosa de su identidad y de la complejidad diversa de esa misma identidad. La diversidad es un concepto que revindicamos largamente en nuestra historia política. Pero a su vez se superpone problemáticamente con un fenómeno mucho más ríspido y delicado: el de la fragmentación económica, social, cultural. Sin necesidad de pensar ni a la sociedad ni a la ciudad de Buenos Aires como totalidad uniforme, sino siendo enormemente respetuosos de la diferencia, nuestra meta es pensar al Bicentenario como una instancia superadora de esa fragmentación. Pensamos al Bicentenario como un proceso de construcción cultural en torno de realidades múltiples, un tipo de construcción que involucre a toda la sociedad porteña y no a dos, tres o cuatro “islas de sentido”. Lo que pretendemos es recrear nuevos sentidos envolventes de ciudad, nuevos entusiasmos colectivos, en una dirección transformadora. Lo que pretendemos es convertir esos entusiasmos en realizaciones y proyectar al exterior y al mundo una Buenos Aires cada vez más vital, cada vez más pujante, cada vez más creativa y dinámica. Esa proyección necesariamente debe anclar en lo mejor de nuestro pasado, en los valores compartidos de compromiso, liberación e independencia de 1810 y en los grandes hitos históricos que Buenos Aires fue capaz de generar. El Bicentenario es entonces una oportunidad para hacernos cargo de al menos tres cuestiones fundamentales: qué Ciudad queremos para el futuro, con qué tipo de gobierno y Estado nos proponemos transformar a Buenos Aires, y en base a qué tipo de relación entre Estado y Ciudadanía apostamos para consolidar y hacer viable cualquier proceso de transformación. Es obvio que no estamos inaugurando estas preguntas, tanto como que es evidente que no siempre surge la oportunidad histórica de tomar al toro por las astas. Es igualmente evidente que, ya sea a la hora de discutir como de contestar mediante realizaciones estas tres preguntas fundamentales, se requiere de una amplísima participación del conjunto de la sociedad. Y eso es exactamente lo que nos proponemos: alentar, 13

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mediante la convocante potencia simbólica del Bicentenario, ese vasto proceso de discusión entre absolutamente todos los sectores de nuestra sociedad, generando la mayor cantidad de espacios de intercambio posibles. Cuando mencioné esa primera dimensión de La Buenos Aires que queremos, lo que pongo en debate son múltiples políticas de gobierno; hablo de políticas de Estado. Me interesa subrayar al menos tres ejes principales de cara a la Buenos Aires que queremos construir en torno a la fecha del 2010: a) La Definitiva reconciliación de Buenos Aires con el río, un proceso que comenzó muy felizmente a consolidarse tras años de negligencia y de modos de privatización al menos desprolijos. Hoy ya no es cierta como lo era apenas diez años atrás la frase que afirma que nuestra ciudad le da la espalda al río. Pero aún así hay mucho por seguir haciendo para recuperar la relación con el Río de la Plata, particularmente desde el punto de vista medioambiental, el de generación de más espacios verdes para absolutamente todos en una ciudad que los necesita como la sed al agua y pensando además en el potencial turístico de esa recuperación. b) El Desarrollo de la Zona Sur, una estrategia de acción particularmente querida y reinvindicada por nosotros desde hace años y que viene dando frutos múltiples, más que diversos y concretos. Venimos trabajando muy fuertemente ya sea en inversión social o en la creación de infraestructura, así como en la radicación de polos productivos. La ciudad sin embargo sigue siendo desigual. Es necesario seguir promoviendo emprendimientos que reviertan las asimetrías que se registran en términos de inversión privada. Es necesario construir una Buenos Aires mejor equilibrada. Es necesario dar respuestas a las necesidades populares de esa zona que durante años virtualmente permaneció olvidada en las agendas de acción públicas y privadas. c) El tercer eje tiene que ver con la Integración con el Área Metropolitana, un tema absolutamente central que a mi juicio aparece más en la retórica de los discursos y en los documentos de trabajo que en acciones y construcciones concretas de quienes tenemos responsabilidades de gobierno. Sea por carencia o ahora por crecimiento, hay demasiados temas urgentísimos que sólo pueden abordarse racional y eficazmente trabajando y actuando en un Área Metropolitana entendida como unidad y no como aglomeración de pequeñas jurisdicciones 14

La potencia simbólica y la oportunidad histórica del Bicentenario - Capítulo I

aisladas, encerradas en su impotencia. Los temas en juego son muchos: desigualdad, pobreza, el tema medioambiental, transporte, vivienda, infraestructura, salud, inseguridad, etc. Definitivamente, tenemos que construir mejores vínculos en esa unidad a la que aludo, crear la institucionalidad necesaria, mediante políticas de Estado que garanticen un desarrollo sustentable para el AMBA. La segunda dimensión que mencioné, la de Con qué gobierno lo hacemos, replantea la discusión acerca del Estado que necesitamos para trabajar en una agenda a futuro múltiple y nutrida. Algunos de los temas que con certeza seguirán siendo prioritarios en los próximos años tienen que ver con la plena inclusión educativa, la garantía de que todos los niños puedan construir su futuro según un proyecto de vida basado en sus derechos, intereses y deseos, la erradicación definitiva de las situaciones de indigencia y el combate integral contra la pobreza. Igualmente prioritarios seguirán siendo los temas medioambientales, los de producción limpia, los del transporte y los de generación de una mejor infraestructura. Me interesa decir muy especialmente que, desde el gobierno local, se debe proponer un documento disparador de propuestas en materia legislativa que incluya temas institucionales como la ley electoral, la división territorial integral y la reforma administrativa. Y me interesa muchísimo insistir en la necesidad de discutir de qué modo la Ciudad llega al 2010 con una Autonomía Plena, prerrequisito ineludible para fortalecer un estado local que esté en condiciones de asumir todas sus responsabilidades. La tercera dimensión, la de la participación y el vínculo entre Estado y Ciudadanía, se empalma muy directamente con eso que hasta el año pasado se parecía a una utopía y el año próximo se convertirá en realidad: la Buenos Aires de las comunas y el tipo de relación que sepamos establecer entre el gobierno local y los vecinos. Pero remite también a la visión y el mandato constitucional, al Plan Urbano Ambiental y el Plan Estratégico, como instancias de reflexión, discusión y participación absolutamente centrales. Yo decía hace unas cuantas semanas atrás, cuando inaugurábamos las nuevas obras del parque Centenario, que todos debemos ser capaces de mirar hacia atrás y ver qué sueños latían en aquel primer Centenario de Buenos Aires. Decía que debemos saber apreciar qué cosas se habían hecho bien por entonces, como por ejemplo las bellísimas intervenciones 15

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de Carlos Thays. Estoy seguro de que necesariamente, en el contexto de la época, aquel Centenario no fue todo lo inclusivo que debió ser. Pienso sin embargo en algunas de las áreas más bellas de la ciudad y también en aquella infraestructura que fue construida por entonces y que hoy seguimos usando, o abusando, y se me hace absolutamente evidente la necesidad de pensar mejor el futuro que queremos para la ciudad. En aquellas épocas ya lejanas, aunque con mucho de excluyente, Buenos Aires simbolizaba algo así como el futuro mismo de las grandes ciudades del mundo. Buenos Aires creía con absoluta convicción en un mejor futuro. De modo que nuestro desafío es aún mayor que el de entonces: porque debemos recuperar el tiempo perdido, porque debemos seguir consolidando la recuperación muy particularmente en lo social y en la creación de nueva infraestructura. Pero muy especialmente, porque debemos recobrar el entusiasmo y la confianza en nosotros, en nuestros modos de convivir, en la posibilidad de construir futuro. Y porque debemos proyectar ese futuro para absolutamente todos y eso incluye a los más desfavorecidos, a las minorías, a los nuevos inmigrantes. Tenemos la oportunidad de alentar el viejo sueño de Buenos Aires, la oportunidad es el Bicentenario.

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Capítulo II El Bicentenario. Una visión desde las Instituciones

Legisladora Verónica Gómez, Ministra de Cultura Silvia Fajre, Legislador Rodrigo Herrera Bravo y Ministro de Educación Alberto Sileoni.

Silvia Fajre

Ministra de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

1) Apuntes para una construcción colectiva El punto de partida para pensar nuestro origen y destino en la Ciudad de Buenos Aires a las puertas del Bicentenario de la Revolución de Mayo es estimular procesos de apropiación identitaria que sean legitimados socialmente partiendo de un debate que no llega desde “el afuera”, ni baja unilateralmente desde la esfera política. La conciencia identitaria, queda claro, nace, se desarrolla y se consolida en el mismo seno de la comunidad. La celebración ofrece oportunidades para reformular objetivos en la ciudad que queremos. La promoción de Buenos Aires como capital cultural de América Latina implica llegar a esa fecha con algunas acciones, en proceso de realización, ya concretadas: significará la certeza comprobada de que la cultura es un óptimo dinamizador y creador de oportunidades para la integración, una herramienta fundamental para acortar la brecha entre el sur y el norte porteño, para consolidar vínculos entre los ciudadanos y estimular el desarrollo sustentable de los bienes y edificios culturales. 19

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Debe quedar claro que para mejorar la calidad de vida de los porteños, para comprometerlos afectivamente con su territorio y con sus bienes patrimoniales no basta con la mera acción unilateral desde el Estado: la participación, en debates, foros, actividades, encuentros multidisciplinarios, de los vecinos y del sector privado es imprescindible para involucrarnos y comprometernos en el proyecto de construcción colectiva de la Ciudad del Bicentenario. 2) Una oportunidad histórica Es central la creación de la Comisión para el Bicentenario de la Revolución de Mayo, creada por la ley 1.787 de la Legislatura Porteña, cuya irrupción representa el inicio de las actividades previstas para dar comienzo al decenio del Bicentenario, cuyo ícono porteño es el 2010. El Bicentenario ofrece una oportunidad única para revisar nuestras historias, valorar la diversidad de identidades que nos constituyen y, a partir de esa reflexión, construir colectivamente el país que queremos. Las iniciativas del Estado (nacional y metropolitano, en tándem) impulsan para eso la ejecución de obras, programas y acciones que permitan cumplir con el desafío de llegar al Bicentenario como una “nación plena y justamente desarrollada e integrada en su diversidad”. El Bicentenario debe apoyarse, al menos, sobre tres pilares: la infraestructura (las obras), las ideas (reflexión) y las personas (participación ciudadana). En el plano de la reflexión y la participación ciudadana, el desafío es motivar a los ciudadanos a contribuir a este proyecto desde sus propios sueños e iniciativas. Como una manera de estimular el pensamiento, las instancias de intercambio generan instrumentos para fomentar la discusión abierta y plural en torno a nuestra realidad cultural, social, política y económica. Un punto de partida insustituible para un debate es pensar el nuevo rol del Estado en las actividades y las obras que tenemos por delante. Cuando buena parte de los países de América Latina también van hacia el Bicentenario, ¿cómo somos capaces de fortalecer nuestra democracia, nuestra cultura, nuestras identidades, en un mundo que se globaliza cada vez más y, por lo tanto, donde las respuestas a las que estábamos acostumbrados se diluyen? Desde 1810 hasta nuestros días algo ha ocurrido en el mundo. Sin embargo, las motivaciones fundamentales siguen siendo las mismas y no han cambiado. Pero cómo adaptamos esos objetivos formulados en los 20

El Bicentenario. Una visión desde las Instituciones: - Capítulo II

comienzos de nuestra Nación (igualdad de oportunidades, sin distinción de calidad, fortuna, sexo o edad), 200 años después. ¿Cómo somos capaces de abrir mayores oportunidades y de facilitar el acceso a la cultura? Es decir, de retomar un ideal que ya se formuló en los comienzos de nuestra identidad nacional pero que deberá aplicarse a condiciones muy distintas. Sucede que la cercanía del Bicentenario se transforma en un motivo para evocar y valorar lo que hemos hecho como país y, por otro lado, en un hito desde el cual es posible imaginar e inventar futuro. 3) Nuevo desafío: construir en la continuidad El momento histórico que se avecina nos impone hacer un nuevo balance de nuestros logros, de nuestras deudas en la construcción plural de Nación y democracia. Dos siglos después no es posible mirar el país desde un solo punto de vista, porque la sociedad es mucho más plural. Esto nos lleva a pensar que los desafíos de una Comisión para el Bicentenario son apostar a algo más que la suma de proyectos individuales, parciales, fragmentarios. Por encima de las iniciativas de puesta en valor de nuestros edificios emblemáticos, más allá de la organización de actividades que tienden a comprometer a los ciudadanos con su territorio (porque sólo se cuida, se preserva y se respeta lo que se conoce profundamente y lo que se ama), prima la necesidad de mancomunar esfuerzos entre todos los gestores políticos y sociales, de generar “conjunto” y unidad regida por la reflexión, la valoración, la crítica, en la perspectiva de lo que hemos aprendido durante el Siglo XX. Construir y gestionar en el marco de un proceso de globalización, de una nueva sensibilidad cultural, impone el desafío de revisar las estrategias y las acciones concretas sin perder los valores y los ideales que sembraron los hombres y mujeres que nos precedieron. 4) La cultura en el centro de los preparativos La gestión en cultura ocupa un rol fundamental en el camino hacia el Bicentenario: combate una homogeneización a la que tiende el consumo masivo de ciertos bienes o productos universales. El desafío es nuevo porque los procesos de globalización son nuevos. Frente a un mundo que borra fronteras y diferencias, que diluye identidades locales y pretende universalizar fórmulas y formas dentro de un mercado de consumo, la cultura ofrece una forma de resistencia. 21

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Si llegar al Bicentenario es un reencuentro con lo propio, un tiempo de repensar quiénes somos y qué lugar ocupamos en el mundo, la cultura es la herramienta que tenemos para evitar un ataque a la diversidad e identidad cultural de cada país. La cultura (y por eso la necesidad de otorgarle un lugar protagónico en la concreción de objetivos de aquí al 2010) ayuda a que todos entendamos que nuestras historias son irrepetibles, como también lo son los valores que rigen nuestra vida en comunidad. Lo cultural es el campo en el que posibilitamos un encuentro con nuestras raíces, pero también es el espacio simbólico en el que somos capaces de crear una identidad nacional que no eluda la noción de soberanía territorial y de enraizamiento en el marco de un mundo con reglas cada vez más complejas que se desentienden de las concepciones clásicas de países y ciudades. La cultura nos permite seguir avanzando para que haya reglas claras que nos encaminen a un desarrollo que se nos presenta complejo y difícil. La mira puesta (a través de la obra, la difusión, la restauración y la generación de actividades) en Buenos Aires como Capital Cultural del Mercosur es mucho más que un eslogan, mucho más que un titular en busca de liderazgo regional. No es una frase vacía. Es la certeza de que en ese camino, con la cultura como punta de lanza, estaremos construyendo una sociedad que sea más democrática y no menos democrática, más libre y no menos libre, más abierta y no más cerrada, más plural y no más monolítica. En definitiva, una sociedad en donde entendamos que tiene que haber más diversidad, como sinónimo de riqueza. 5) Confianza en la palabra La organización de jornadas de debate, exposición e intercambio, organizadas por la Comisión para el Bicentenario, son a la vez una toma de partido: más allá de los grandes proyectos de infraestructura, lo que sobrevive son las ideas, las visiones, los nuevos paradigmas. La Ciudad que construimos no podría sino apoyarse en un proyecto teórico que oriente y guíe, que no permita un desarrollo y un crecimiento azarosos, fragmentarios, arbitrarios. Lo prioritario es ir en busca de un proyecto de ciudad, de país, armónicos, regidos por ideas. En la medida de que haya más y mejores instancias de debate vamos a estar mejor preparados para llevar a cabo las acciones pendientes con los pies en la tierra. Siempre, el deseo es que la Nación no sea pensada 22

El Bicentenario. Una visión desde las Instituciones: - Capítulo II

y construida en oposición a sus vecinos, sino en una articulación que potencie la inserción regional. Nada podría ser imaginado concretado si no es en el marco de un horizonte de múltiples bicentenarios articulados que incentiven una edificación común. 6) Pensarnos “con los otros” Por la coincidencia con la que se producen los bicentenarios de las Naciones latinoamericanas (México, Chile, Argentina, Ecuador, entre otras), ésta es la primera oportunidad que tenemos para examinar de qué manera confluyeron o no en nuestra región los anhelos y logros independentistas. El desafío es llegar a saber si detrás de los acuerdos comerciales de los últimos años existe una confluencia de tipo identitaria. El diálogo y las experiencias de intercambio son fundamentales; no hay posibilidad de entendimiento democrático con países en los que la mercadotecnia es la única democracia que se concibe. Al hablar de la celebración de la independencia estamos pensando en la comprensión de la historia como un modo de distribución de la cultura. La cuenta pendiente es pensar qué les falta a los acuerdos de integración para ir más allá de los puros contratos de intercambio económico. La válvula de escape hacia otro modelo posible está en el concepto de ciudadanía (en su forjamiento, su consolidación), entendida como posibilidad de participar en la construcción de un presente y un futuro. No será tarea fácil: habrá que ir hacia una ciudadanía fuertemente identitaria, fortalecida, consciente de su pertenencia nacional en el contexto actual de desarraigo y migraciones. También es un tiempo histórico en el que “democracia” ha sustituido a “revolución”, donde reina el consenso sobre la idea de que la violencia no puede ser interpretada como una acción utópica. En ese estado de situación, con avances en el modo en que aprendemos a convivir y dificultades para pensarnos como parte de un conjunto específico, es donde afrontamos los desafíos que vienen de aquí en más. 7) Hacia una nueva relación del ciudadano con su territorio En resumen, la celebración del Bicentenario brinda la oportunidad de reflexionar sobre la historia institucional de la Ciudad de Buenos Aires en el marco de la construcción del Estado Nacional en Argentina. En ese sentido, uno de los objetivos es involucrar a la sociedad civil en distintas actividades de reflexión y construcción colectiva. 23

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Este proceso impone reemplazar la escala de lo urgente por la de lo importante: se trata de incorporar la capacidad de pensar en términos que van más allá del hoy y el mañana. Un ejemplo significativo es la restauración emprendida en el Teatro Colón. Nosotros decimos como toma de partido: “Lo estamos restaurando para otros cien años”. Esos son los términos que se manejan en la Ciudad del Bicentenario: la vida larga para un edificio con historia, una de las cartas de presentación de Buenos Aires para el mundo, que se merece no el arreglo provisorio sino su puesta en valor integral. La intervención profunda y sostenida en nuestros edificios de Cultura prepara a la Ciudad no para mañana ni para el año próximo sino para que pueda atravesar en plenitud otro centenario, pensando “en grande” como hicieron las generaciones de argentinos que nos dejaron el Teatro Colón, el Centro Cultural Recoleta, el Teatro San Martín, entre otros grandes emblemas de nuestra vida cultural. Pero es necesario ir por más. Esto implica fortalecer los vínculos de la Ciudad con el área metropolitana, rompiendo insularidades y aislamientos territoriales, fomentando políticas comunes especialmente en el desarrollo cultural. Así daremos un nuevo paso en el camino que venimos recorriendo: ser definitivamente el centro proveedor de contenidos culturales para el mundo latinoamericano de habla hispana.

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Alberto Sileoni Ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Buenas tardes a todos y a todas. agradezco a Silvana Giudici, y a su equipo felicitaciones por el puntapié inicial de esta Comisión que seguramente nos va a enorgullecer a todos. Es muy convocante poder hablar del futuro, además, es muy necesario hablar del futuro. Aquí veo que hay amigos y amigas de la Educación; para nosotros los educadores el futuro siempre es una dimensión constitutiva de nuestro hacer. Yo digo, que en general nosotros tenemos simpatía por el mundo que viene porque ésta es la clave de la educación. Voy a realizar algunas reflexiones, no voy a aburrirlos con cuáles son nuestros planes pero sí quiero compartir algunos conceptos. Comienzo con un filósofo contemporáneo que ustedes conocen, Woody Allen, que dice: “Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mis días.” Me parece que esta reflexión es interesante en relación con el mundo que viene y lo que tenemos que hacer por él. En general uno puede pensar en el futuro cuando hay un presente que se lo permite. En épocas de crisis lo que se agiganta es la mirada hacia el pasado y nosotros tuvimos crisis muy fuertes hace poco en el país; tengo la sensación de que los presentes turbios lo que hacen es hacernos mirar

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para atrás e incentivarnos la nostalgia. En educación es muy clara esta tendencia a la nostalgia, expresada en afirmaciones tales como “quiero volver a la escuela en la cual me eduqué”, dicho en términos simbólicos. Porque es evidente que no estamos satisfechos con la educación que tenemos, entonces hay algunos que dicen “bueno, pero por qué no volvemos a aquella escuela de los años ‘50 que enseñaba más”. Aquella escuela de los ‘50, de los ‘60, los que tenemos más de 50 años sabemos que era una escuela que quizás era mejor en términos de calidad pero en ella apenas egresaban del Nivel Medio 3 ó 4 jóvenes sobre 10, había muchos que se quedaban afuera. Un poco provocadoramente afirmo que es bastante fácil hacer una escuela mala para todos y es bastante fácil hacer una escuela buena para pocos. El desafío que tenemos, y este es un desafío que se agiganta de cara al 2010 y que por ahora no nos sale bien, es hacer una escuela de calidad a las que todos puedan ingresar. Entonces, una primera reflexión: no a la nostalgia. “Debemos volver a la Ley 1.420”, escuchaba a algunos en relación con esta discusión de la nueva Ley. Hacia principios del siglo XX había 90% de deserción en la escuela pública argentina. En la escuela se aprendía a ser argentino, se aprendían las primeras letras, pero muy pocos terminaban sexto grado. Entonces repito, no debemos mirar tanto para atrás. Supongo que debe ser un reflejo propio de la condición humana. Siempre recuerdo la escena bíblica del Éxodo, en la cual el pueblo de Israel en el trascurso de la huida quiere volverse. Dicen “No queremos seguir, queremos volver para atrás” y atrás estaban dejando la esclavitud, no es que estaban dejando el paraíso terrenal, “queremos volver para atrás” y atrás estaba la opresión, la esclavitud. Sin duda siempre nos inquieta el temor a lo que vendrá. Me parece que debemos celebrar este momento del país, soy de los que piensan que nuestra Ciudad y nuestro país están recuperando la esperanza y cuando uno recupera la esperanza se da permiso para pensar el futuro. En definitiva, el futuro se postula desde el presente y si el presente es muy amarrete no permite postular futuro. Como estamos en un presente un poco más promisorio nos damos permiso para pensar hacia adelante. Antes de referirme a qué ciudad queremos, haré una breve reflexión sobre qué ciudad tenemos. Tenemos un sistema educativo muy dotado. Tiene todos los niveles y modalidades, es un sistema que tiene recursos que apoyan la tarea 26

El Bicentenario. Una visión desde las Instituciones: - Capítulo II

docente, como gabinetes psicológicos, que tiene una infraestructura que en líneas generales es buena, un salario prácticamente blanqueado, etc. Pero también podemos afirmar que es un sistema partido en algún sentido, en el marco de una ciudad partida. En el sur de la Ciudad de Buenos Aires hay menos Estado que en el centro y norte y esa es una deuda de cara al 2010. Cuando digo menos Estado es que hay menos educación, menos salud, la media de la mortalidad infantil es de 7 puntos en la Ciudad, y en el sur es de 12, la desocupación es de 4% en la Ciudad, en el sur es de 13%, la Tasa de Pobreza es de 7% en la Ciudad, en el sur es de 30% y las Necesidades Básicas Insatisfechas son del 6% en la Ciudad y se triplican en el sur. O sea que tenemos una deuda, nuestros chicos repiten en un promedio de 3% en la Ciudad y el 9% en el Distrito 19, que está ubicado en el sur de la ciudad. Estamos en presencia de problemas de equidad, tenemos problemas de calidad. El Estado asiste con becas, con libros, transporte, comedores, pero siempre se exhibe como insuficiente. Para decirlo de un modo provocador, la mejor política educativa es una buena política económica. Nos preocupa el ingreso y la permanencia de los chicos en el sistema educativo, pero tanto más nos preocupa el ingreso y la permanencia de sus padres en el sistema productivo porque esa es la cuestión de base. Somos de los que pensamos que nuestro país está mejorando y estamos avanzando en términos de calidad de vida, de bajar el desempleo, aunque todavía no lo podemos vencer, hemos bajado la pobreza, hemos bajado la indigencia pero todavía no resolvemos estos problemas de raíz. El Estado colabora, el Estado trabaja para la emergencia, aquí en el auditorio hay docentes que lo han hecho y lo siguen haciendo y ésta es la tarea de la escuela porque ésta es una de nuestras funciones, pero sabiendo que el destino de la escuela no se juega en el comedor sino en el aula. Y teniendo conciencia de que es muy bueno que el Estado a los chicos los asista y distribuya libros entre los niños que no tienen, pero lo mejor que les puede ocurrir, como nos ha ocurrido a muchos que estamos aquí, es que el libro se lo compre el padre con el fruto de su trabajo. Esta es una cuestión esencial para pensar la educación del Bicentenario, porque la educación del Bicentenario no la podemos pensar sin la sociedad del Bicentenario. Nosotros cuando pensamos el Bicentenario lo hacemos a través de cuatro grandes líneas, que por supuesto no excluyen al resto y que simplemente las voy a enunciar. 27

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Una que tiene que ver con la inclusión educativa. A pesar de ser una ciudad que exhibe muy buenos resultados de cobertura educativa, todavía nos preocupa que haya chicos de 5 años fuera de la escuela. Es cierto que son muy pocos, y que el año que viene los vamos a incluir a todos, pero la educación de 5 años es obligatoria y todavía hay algunos que no la reciben. En el país hay 70.000 chicos que están afuera, y en esta Ciudad deben ser no más de 200, y además tenemos alrededor de 9.000 chicos del Nivel Medio que están fuera de la escolaridad, y en la Ciudad el Nivel Medio es obligatorio. Estamos pensando en construir una gran cantidad de escuelas en el sur de la Ciudad para resolver la inclusión de los chicos de 5 años, y luego de 4 años, para consolidar el primero y más importante tramo de la Educación que es el nivel Inicial en donde se define en gran medida la trayectoria escolar de nuestros niños y niñas. Esta Ciudad tiene una muy buena Educación Inicial pero todavía tenemos que mejorar, vamos a hacer escuelas primarias de doble jornada, vamos a hacer escuelas medias en el sur, escuelas de adultos y escuelas especiales. Otro tema importante, es que hay que mejorar la calidad de la educación. La calidad educativa se resuelve con más y mejor capacitación docente, con mejor formación docente inicial, con mejores salarios y mejores condiciones de trabajo, con dotación de equipamiento informático en todas las escuelas de la Ciudad. También se resuelve dotando a las escuelas de mayores recursos en personal, de mayores perfiles técnicos y más equipos de orientación. En esa línea queremos revitalizar los Consejos de Convivencia en las escuelas medias para el año que viene. Educamos para la inclusión, educamos para los valores, para la democracia, educamos para la identidad nacional, nunca con más razón en un mundo globalizado. Al mundo globalizado hay que incorporarse con una voz propia y esta voz solamente la puede dar una fuerte identidad que nos distinga. Además creemos que hay que educar para el trabajo, que es mucho más que educar para el empleo. Concebimos al trabajo como ordenador de la vida de las sociedades, como ordenador de las familias y ésta es una línea muy importante. Y hay otra línea de gestión, que simplemente la enuncio, que tiene que ver con la infraestructura escolar, la que termina siendo una de las cuestiones más importantes. Poca gente nos critica por la didáctica de la Biología u otros aspectos más específicamente pedagógicos, que en general 28

El Bicentenario. Una visión desde las Instituciones: - Capítulo II

no suelen interesar. Nos interpelan por los techos que se llueven, por la infraestructura que debemos mejorar. Tenemos 800 edificios escolares, muchos de 60 a 70 años de antigüedad, pensados para otro país. Recordemos si cuando estudiábamos había estufas en todas las aulas, si había rampas en todas las escuelas; hoy éstas son necesidades que debemos satisfacer y realmente en ese punto tenemos una deuda. Pero ¿qué ciudad queremos? Esto es un poco más interesante. Miremos al Bicentenario no como una fecha, ni como una efeméride, sino como una oportunidad, una excelente oportunidad para una sociedad que quiere construir más justicia y equidad. Queremos en el Bicentenario una ciudad más homogénea y siempre que hablo de ciudad hablo de educación. Ustedes recuerdan aquello de Durkheim que la escuela, la educación, es un anticipo de la sociedad. Claramente la escuela es un anticipo de la sociedad. Y nosotros aspiramos algún día a volver, en ese sentido sí que esto no es nostálgico sino que es mirar a un pasado que fue mejor, a una escuela en donde puedan volver a socializarse los diferentes. Muchos de nosotros nos educamos en una escuela donde compartíamos con otros que eran distintos y se vivía el valor de la diversidad. Y lamentablemente como la sociedad es una sociedad segmentada y encerrada en ghetos, la escuela también, y en la escuela hoy conviven los que son iguales. Y nos perdemos de ese modo una riqueza fenomenal, la que se produce al convivir con uno que piensa distinto, que tiene un origen distinto, un color distinto, una religión distinta, cuyos padres vienen de sectores sociales diferentes. José Pedro Varela el gran educador uruguayo, decía “aquellos que estuvieron juntos en un banco de escuela se van a sentir iguales para toda la vida”. Y esa sentencia describe algo más que una realidad educativa, se trata de un proyecto de sociedad. Aquellos que estuvieron juntos en un banco de escuela se van a sentir iguales para toda la vida. En este punto hay una amalgama que la escuela de hoy lamentablemente no lo hace, y no por errores propios, sino porque la sociedad no lo hace, que es la convivencia en la diversidad. La diversidad es muy buena porque rompe la dinámica del ellos y nosotros y crea una gran primera persona del plural, somos sólo un nosotros. Hay que eliminar las desigualdades sociales, las desigualdades territoriales, las desigualdades etáreas. Las desigualdades territoriales que tenemos que resolver en esta Ciudad y que también están en el país, lo decía el Jefe de Gobierno en su introducción. En este 29

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país hay cinco jurisdicciones, Ciudad de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe y Córdoba que producen el 85% del Producto Interno Bruto Geográfico del país y concentran el 75% de las inversiones. Hay que resolver también este problema de país porque este problema entra en la escuela. Queremos una ciudad integrada a la Nación y esto en educación también está claro. Un autor define el Sistema Educativo Argentino como un “archipiélago triste con algunas islas felices”. Nosotros formamos parte de una de las pocas islas felices pero no tenemos un Sistema Educativo Nacional. Soy de los que cree que este anteproyecto de nueva Ley de Educación Nacional va a mejorar esta situación, va a intentar reconstruir un sistema educativo integrado, no fragmentado. Y en ese sentido me parece que la Ciudad de Buenos Aires tiene una tarea fundamental, que es reforzar su autonomía, pero construyendo integración. A mí me parece central que esta Ciudad deje de mirar para otro lado como hace doscientos años lo viene haciendo. Utilizando una metáfora educativa: en los certámenes de belleza Buenos Aires siempre sale primera porque es la ciudad más linda; también se destaca como la mejor alumna en tanto ciudad, porque tenemos los mejores promedios en evaluación de la calidad educativa, pero sería bueno que empecemos a tener la medalla a la mejor compañera, una buena compañera de la Nación en términos de la construcción de la nacionalidad. En ese sentido nosotros, y cuando digo nosotros digo los docentes de la Ciudad, hemos trabajado en dos Jornadas con dudas, con discusiones, con la duda que siempre aparece. -“¿Para qué voy a opinar si esto ya está resuelto?”- muy comprometidas referidas a la discusión sobre la nueva Ley Nacional. Por tanto, queremos una ciudad integrada a la Nación, no sirve más que seamos la más linda, la de mejores estándares educativos si no es en consonancia con el resto de las jurisdicciones. Otro deseo de cara al Bicentenario: queremos una ciudad sin miedos, y esto tiene que ver con la seguridad, que tenemos que mejorar y que también incide en las escuelas. No nos gusta el grado de violencia que hay en algunas de nuestras escuelas, el que sin duda se relaciona con los violentos comportamientos sociales. No hace falta más que prender el televisor y ver el fútbol u otros espectáculos. Queremos una ciudad con trabajo. Hay un gran desempleo de jóvenes, jóvenes que nunca trabajaron, un gran desempleo en jefas de hogar, mujeres, un gran desempleo en los que perdieron la carrera tecnológica, en 30

El Bicentenario. Una visión desde las Instituciones: - Capítulo II

aquellos que están desempleados hace 6 ó 7 años y se desactualizaron tecnológicamente, o sea que ahí hay que recuperar todo este capital humano que tenemos. Una ciudad que se pueda dar su propia Ley de Educación. Es inexplicable que con los recursos, con la valía de nuestra gente, con la capacidad, con la historia de nuestro sistema educativo carezcamos de una Ley de Educación. Me parece que somos la única jurisdicción que no la tiene. Debemos trabajar mucho por los más débiles, que son los ancianos y los niños y niñas. Hay muchos chicos que no tienen infancia en el sentido en que nosotros conocimos la infancia; es decir, la infancia es una institución, un momento de la vida compuesto por dos instituciones que son la escuela y la familia. Hay muchos chicos a los que les faltan esas dos instituciones, por lo que es válido afirmar que carecen de infancia. En algunos lugares de la pobreza más extrema no hay infancia, como dirían algunos autores, hay chicos sueltos. Una ciudad donde la cultura sea una herramienta de la integración. La educación es una manifestación de la cultura y la educación es decisiva en la integración de las personas, en su empleabilidad, en términos de sacar a los chicos de la calle, de recuperar la autoestima de las personas y las sociedades, de bajar el embarazo no querido, de bajar la reincidencia en aquellos que delinquen, todo esto está absolutamente probado, y fundamentalmente en términos de darle a la gente un proyecto de vida. En circunstancias extremas, campos de concentración, situación de cárcel, y otras, lo que necesita una persona es un proyecto de vida, y la cultura y la educación son una buena herramienta para obtenerlo. Voy concluyendo. Un pueblo no se emancipa para siempre ni logra su independencia para siempre. Si bien hay fechas patrias que celebramos, en 1810 y en 1816 no terminó nuestra emancipación. Es una construcción en la cual se nos va la vida y se nos irá la vida de todos los que nos sobrevivan y los que vengan después de nosotros. Pensamos que recuperar también la independencia es tener capacidad de hacer aprendizaje con la experiencia, no repetir los mismos errores y cumplir la ley. Somos una sociedad que no cumple la ley, para la cual la ley es una opinión. La ley no es una opinión, la ley es una norma que hay que cumplir. Tenemos que dejar de tener siempre en la agenda los mismos problemas, hace años que en la agenda argentina siempre están los mismos problemas y eso realmente es muy desgastante como sociedad. Yo sueño, y todos soñamos, con un 2010 en donde podamos superar 31

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estas contradicciones. Porque es muy desalentador pertenecer a un colectivo social que siempre incumple sus objetivos. A veces nos da la sensación de que pertenecemos a una sociedad que siempre incumple sus objetivos, entonces nos parece muy desafiante el horizonte del 2010. El primer Centenario mostró una Argentina opulenta, pero una Argentina para pocos. En 1910 éste era un país que estaba séptimo en el ranking de las naciones, una Nación absolutamente exitosa; pero ese primer Centenario fue para pocos, y fue celebrado bajo estado de sitio. Creemos que podemos aspirar a un segundo Centenario un poco más austero, y que en ese segundo Centenario la fiesta sea compartida por el pleno de la sociedad, por todos. Para eso debemos construir la mejor educación. Muchas gracias.

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Verónica Gómez Legisladora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

En primer lugar quería agradecer a los organizadores muy especialmente, a la Coordinadora del Programa “Puertas del Bicentenario”, la Ministra Silvana Giudici, la posibilidad de compartir con ustedes estas jornadas que constituyen, de alguna manera, el puntapié inicial de un conjunto de encuentros, actividades y obras con miras a la conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo. Comparto, asimismo, esta concepción en virtud de la cual el Bicentenario se nos presenta como un tiempo de celebración y festejos pero también, y fundamentalmente, como una oportunidad para reflexionar juntos sobre nuestro pasado y nuestro presente y para generar experiencias abiertas e inclusivas destinadas a pensar colectivamente nuestro futuro. Trasladando lo anterior al plano de nuestra Ciudad, el Bicentenario se vuelve un marco propicio para el surgimiento de espacios a través de los cuales expresar los deseos y aspiraciones sobre la Ciudad que queremos, para evaluar las dificultades que tenemos por delante y los desafíos que, en materia política, institucional, económica y social, se encuentran pendientes.

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En este sentido, a mi me gustaría detenerme en lo que a lo institucional se refiere en un aspecto que estimo trascendente como es el del nuevo status jurídico que la Reforma Constitucional de 1994 otorgó a Buenos Aires, al reconocerle facultades propias de legislación y jurisdicción, en el marco de un gobierno autónomo. No hago este planteo con el propósito de identificar la autonomía con el aislamiento, sino en el convencimiento de que, muy por el contrario, constituye un factor de integración y un motor de desarrollo impulsado por la posibilidad de tomar decisiones propias en temas que hacen a la vida cotidiana de los vecinos y vecinas de Buenos Aires. Lo hago porque, aunque este año se cumplieron diez años de la sanción de la Constitución de la Ciudad, todavía no se han resuelto muchas cuestiones importantes en lo atinente a la organización institucional de Buenos Aires, cuestiones que plantean - lamentablemente - la vigencia de un debate que a esta altura debería estar agotado como es el que se dirime entre los defensores de una autonomía restringida y aquellos que proclamamos la autonomía plena. Esto no es casualidad y se remonta a los orígenes mismos del proceso autonómico, a cómo se abordaban estas cuestiones de manera contradictoria en la Constitución de la Ciudad, por un lado, y en la Ley Nacional dictada en el marco del artículo 129 de la Constitución Nacional, por el otro. Una Ley Nacional - la Ley 24.588 - que, desde mi punto de vista, abona una visión administrativista de la autonomía que la vacía de contenido político y sobrepasa notablemente la función de resguardo que le otorga la Constitución Nacional, al establecer, entre otras cosas, que el Gobierno Nacional seguirá ejerciendo en la Ciudad competencia en materia de seguridad y protección de personas y bienes y al limitar las facultades de jurisdicción propias de la Ciudad a las materias de vecindad, contravencional y de faltas, contencioso administrativo y tributario local. Me parece, entonces, una de las preguntas centrales que debemos hacernos en la Ciudad, de cara al Bicentenario, es hasta dónde alcanza la autonomía de la Ciudad, hasta dónde puede y hasta dónde queremos que alcance. La respuesta, indudablemente, va a tener que ver con la voluntad de propiciar o limitar esa autonomía por parte del Estado Nacional pero también y mucho, de la voluntad de extenderla por parte de nosotros, los porteños. 34

El Bicentenario. Una visión desde las Instituciones: - Capítulo II

Con esto quiero decir que es impostergable la reformulación de las reparticiones nacionales orientadas a la atención de problemáticas que son específicamente locales pero también lo es, avanzar en el diseño de políticas públicas del Estado de la Ciudad destinadas a profundizar, a ahondar en el rediseño institucional planteado en nuestra Constitución. En relación a la reformulación de las reparticiones nacionales, sin dudas, ocupa un lugar jerárquico la creación por parte de la Ciudad de su propia fuerza de seguridad (sustentada en la inconstitucionalidad de la Ley Cafiero) o, en su defecto, el traspaso de la división metropolitana que hoy, dependiendo del Gobierno Federal, ejerce funciones de policía preventora de los delitos previstos en el Código Penal e infracciones contravencionales, de control de tránsito y como auxiliar de justicia en el ámbito exclusivo de la Ciudad de Buenos Aires. El mismo lugar ocupan el traspaso definitivo de la justicia ordinaria (que hoy se encuentra limitado a algunas cuestiones de carácter correccional), la administración del puerto y la recuperación del poder de regulación y control del transporte público urbano. Por su parte, el planteo relativo al desarrollo de políticas públicas por parte del Estado local, no se contradice con la necesidad o la importancia del reclamo permanente a las autoridades nacionales, sino que apunta a hacerse cargo, a hacernos cargo de los retrasos y de las demoras de las que somos enteramente responsables. Se trata de acciones, medidas, leyes cuya implementación refuerzan, fortalecen la autonomía, como la Ley de Compras de la Ciudad, la recientemente sancionada Ley de Amparo o la Ley 1251 que modificó la Ley Nacional 17.714 reemplazando a la Comisión Municipal de la Vivienda por el Instituto de la Vivienda de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. También, está el caso de la Ley de Comunas que, cumpliendo un mandato constitucional prevé la descentralización político-administrativa del Gobierno de la Ciudad, favoreciendo la eficiencia de la prestación de servicios, el control ciudadano de la acción de gobierno y la participación popular en la definición de los asuntos públicos. Como contrapartida y abonando lo que decía párrafos atrás respecto a la necesidad de hacerse cargo, todavía no se ha dictado por ejemplo, la Ley de Justicia Vecinal, no se ha avanzado en la puesta en funcionamiento de los tribunales de vecindad que absorberían numerosas materias del Código Civil como medianería, propiedad horizontal y locaciones hasta determinado monto. 35

Puertas del Bicentenario

Todavía no tenemos una Ley de Partidos Políticos y un Código Electoral propios. La autonomía se resiente cuando por no arribar a los consensos necesarios en la Legislatura de la Ciudad seguimos consintiendo la aplicación de leyes nacionales en nuestro territorio y respecto a cuestiones comprendidas dentro de nuestra facultad de legislación. Se resiente, cuando no decimos ni hacemos nada frente a actos del Estado Nacional referidos a servicios que se prestan exclusivamente en el territorio de nuestra Ciudad como es el caso, por ejemplo, de la empresa de Aguas. Como balance y más allá de estas vicisitudes, si algo queda claro es que Buenos Aires ha dejado de ser un Municipio para convertirse en algo diferente. Los obstáculos y los desafíos son muchos pero el camino hacia la consolidación de la autonomía está abierto. Mi anhelo, anhelo compartido por muchos, es que la fuerte carga simbólica que tiene en nuestra Ciudad la memoria de la Revolución de Mayo, se proyecte y convierta al Bicentenario, en un escenario privilegiado para terminar de transitar ese camino.

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Rodrigo Herrera Bravo Legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Buenas tardes a todos, muchas gracias en principio a la Ministra Silvana Giudici por la invitación, quiero agradecer también a algunos de los iniciadores de esta idea, como en su momento fueron el Embajador Laperche, el actual Subsecretario de Función Pública de la Nación, Juan Manuel Abal Medina, quienes comenzaron junto con algunos legisladores a trabajar esta idea y que hoy ha dado sus frutos y está tan bien conducida por la Ministra Giudici. La celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo, acontecimiento del que nos separan poco más de tres años, no solamente implica la conmemoración de uno de los hechos fundacionales de la República sino también la ocasión de reflexionar y debatir sobre el pasado, el presente y el futuro de la Nación. Qué hemos hecho, dónde estamos y cómo llegamos hasta aquí, hacia dónde nos dirigimos como sociedad, cuáles fueron nuestros aciertos y nuestros errores, cómo hacer para persistir en los primeros y evitar repetir los segundos, cómo nos vemos y cómo nos ve el mundo, cómo somos y cómo pensamos y decimos que somos, cuánto hemos logrado, cuánto nos falta, qué nos falta. 37

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Doscientos años de historia y de presente nos dan una gran oportunidad para replantearnos algunas de estas cosas. La Revolución nació en Buenos Aires y se extendió luego a las provincias, la Ciudad fue su gran protagonista y habrá de serlo en la conmemoración que se aproxima. A cuatro meses de la Revolución Mariano Moreno rebatía en la Gaceta de Buenos Aires un bando del Virrey del Perú, José de Abascal, que pretendía anunciar la incorporación a su Virreinato de las provincias sublevadas: “(...) La elección de un poder soberano que subrogue la falta del rey ausente es propia y privativa de la nación, o de aquellos representantes a quienes se haya conferido expresos poderes para el efecto: los vocales de la Junta Central no eran la nación, nunca tuvieron poderes de esta para elegir un poder soberano, tampoco pudieron presumir estos poderes en unas circunstancias en que eran el blanco del desprecio y de la indignación de los pueblos; y sus empleos ni eran existentes cuando formaron el Consejo de Regencia, pues los habían perdido con ignominia, ni en tiempo alguno los constituyeron conducto legítimo para la elección de un poder soberano, porque la soberanía no es transmisible, sino por las mismas que se adquiere.” “(...) Se presenta materia abundante para innumerables reflexiones: pero como estas ocurrirán fácilmente a todo el que lea el bando con imparcialidad, nos reduciremos a una observación importante que ofrece en sus primeras líneas. Habla en ellas de los principales promotores de la Junta de Buenos Aires, y comparando la calidad de la empresa con la de las personas, caracteriza a estas de hombres destinados por la naturaleza para vegetar en la oscuridad y abatimiento. El gran escollo que no ha podido vencer la resignación de nuestros émulos es que los hijos del país entren al gobierno superior de estas provincias, sorprendidos de una novedad tan extraña, creen trastornada la naturaleza misma, y empeñándose en sostener nuestro abatimiento antiguo como un deber de nuestra condición, provocan la guerra y el exterminio contra unos hombres que han querido aspirar al mando contra las leyes naturales que los condenaban a una perpetua obediencia. He aquí el principio que arrancó al virrey Abascal la exclamación contra

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nosotros, graduándonos hombres destinados por la naturaleza para vegetar en la oscuridad y el abatimiento. (...).” ¡Cuán errado estaba el Virrey del Perú! Hombres destinados por la naturaleza para vegetar en la oscuridad y el abatimiento fueron los que nos legaron nada menos que una Nación. Un siglo más tarde la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo permitió a la Argentina de la época presentarse ante el mundo, exhibir su pujanza, su progreso, sus características de sociedad moderna, en crecimiento, cosmopolita abriendo sus brazos a los hombres de buena voluntad que quisieron habitar el suelo argentino, como había prometido y comprometido en el Preámbulo la Constitución de 1853. Los festejos del Centenario fueron para el país, y en especial para nuestra Ciudad una oportunidad de exhibir el crecimiento y desarrollo como sociedad. Aquella “París de Sudamérica” brilló y deslumbró a sus ilustres visitantes y al mundo todo. Cuando en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires se votó el Proyecto de mi autoría creando la Comisión del Bicentenario de la Revolución de Mayo dije que el Bicentenario que se avecina nos vuelve a dar similar oportunidad permitiéndonos esta vez reflexionar sobre los desafíos pendientes: la mejora de la calidad de vida, la inclusión social, la recomposición ambiental, el desarrollo con equidad y la justicia social. Me alegra profundamente coincidir con el Señor Jefe de Gobierno en los objetivos que hoy ha planteado. Así como aquella generación que celebró el Centenario de la Gesta de Mayo generó en su momento Puerto Madero, Puerto Nuevo; hoy nosotros debiéramos plantearnos qué clase de porteños somos que no tenemos puerto. Sí, el Jefe de Gobierno ha hablado de nuestra porteñidad, de nuestra condición de porteños y la Ciudad de Buenos Aires no administra su propio puerto. Creo que es un enorme desafío para el 2010, para el Bicentenario, volver a administrar nuestro puerto. Un puerto que permita entrar y salir de él sin destruir la Ciudad, un puerto que permita ser una perfecta unidad de recepción para el turismo que crecientemente se ha volcado hacia nuestra Ciudad. Así como la Generación del ‘80 fue la primera en Sudamérica en instalar en la Ciudad de Buenos Aires una línea de subterráneos, creo que el desafío ineludible de esta época, el signo de estos tiempos, es llegar al 2010 en el convencimiento de que debemos trabajar sobre la 39

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interconexión multimodal del transporte público de pasajeros. Tratando de llegar, en lo posible, al boleto único que tantas ciudades del mundo, a las que decimos admirar, poseen y que simplifican tanto la vida de quienes allí habitan. Otro gran desafío que asumió la Generación del ‘80 y que se tradujo en el primer Centenario de la Revolución de Mayo tuvo que ver con la creación de una red cloacal, de una red de saneamiento modelo para América Latina a fines del siglo XIX. El Señor Jefe de Gobierno planteó claramente el desafío del saneamiento de la cuenca del Riachuelo-Matanza, que creo tiene que ser un objetivo que ha comenzado a cumplirse con la integración de este ente tripartito que tiene que tomar a su cargo las tareas definitivas de saneamiento de la cuenca. Otro hito importante para cumplir hacia el Bicentenario y que la propia Ley incluye como etapa fundamental en el 2010 tiene que ver con la “Ley de Basura Cero”, aquella Ley que votamos recientemente en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y que fija objetivos específicos y cumplibles en materia de aprovechamiento de los residuos sólidos urbanos. Así como la Generación del ‘80 dio la solución, que entendió, era la mejor para el problema de la Ciudad y las provincias y planteó la federalización de la Ciudad de Buenos Aires creo que hoy, desde el punto de vista institucional el desafío de cara al 2010 tiene que ver con realizar efectivamente lo que señala la Constitución y la Ley 1.777, y concretar definitivamente la descentralización política y administrativa de la Ciudad; constituir las autoridades comunales y que éstas tengan las competencias y el presupuesto necesario para dar respuesta a las demandas de los vecinos de cada una de las comunas de la Ciudad de Buenos Aires y avanzar desde allí a la conformación de una autoridad metropolitana sólida. Cuando digo metropolitana lo digo en términos de lo que señaló el Jefe de Gobierno, considerando al Área Metropolitana como un espacio institucional que debe actuar en todas aquellas cuestiones que exceden los límites físicos de la Ciudad de Buenos Aires. Cuando hablamos del desafío que asumió en su momento la Generación del ‘80 en relación al embellecimiento de la Ciudad, la creación del Zoológico, la creación del Botánico, parques, paseos, monumentos, etcétera, me parece que allí también tenemos un enorme desafío que tiene que ver con el 2010. Con el aumento sostenido y progresivo de 40

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la cantidad de metros cuadrados de espacio verde por habitante y la recuperación del arbolado urbano en la Ciudad de Buenos Aires. El arbolado que no es solamente un elemento estético sino que, además es un elemento muy importante en la prevención de las inundaciones, sobre todo en aquellas zonas de la Ciudad de Buenos Aires que tienen napas freáticas elevadas. Finalmente plantear que así como la Ciudad de Buenos Aires fue hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX un gran receptor de trabajadores que venían a trabajar en los frigoríficos, en los mataderos, en la industria de la carne, que encontraron en la Ciudad un ámbito para su desarrollo personal y para el desarrollo de esta actividad nosotros hoy tenemos un enorme desafío que se llama Mercado de Hacienda de Liniers, y creo que para el 2010 el gran desafío, así como decía el Jefe de Gobierno cuando hablaba de las malas copias, es copiar lo que hizo París con sus mataderos. Los mataderos de París que estaban localizados en la periferia de la ciudad pero dentro de París hoy son la ciudad de la ciencia y la industria; son un centro de desarrollo tecnológico, sobre todo de desarrollo educativo y científico que concentra gran parte de la actividad educativa en materia de ciencia y tecnología de París. Me encantaría que la Ciudad de Buenos Aires hiciera de lo que hoy es el Mercado de Liniers un gran centro universitario, un gran centro de desarrollo educativo, científico y tecnológico que reemplazaría en términos de lo que significa para el barrio de Mataderos y para la zona de Liniers un polo de desarrollo económico como lo fue y lo sigue siendo el Mercado por otro polo de desarrollo. Le imprimiría un gran dinamismo a la zona, le plantearía una meta concreta a cientos de miles de jóvenes que viven en la zona sur y que viven en la zona oeste de la Ciudad de Buenos Aires y que sencillamente no pueden concurrir a este tipo de establecimientos porque no tienen plata para el boleto. En definitiva y para terminar yo creo que como sociedad estamos obligados y es nuestro ineludible deber, conmemorar el hecho histórico de la “Patria Naciente”, pero fundamentalmente repensar nuestro presente y nuestro futuro a la luz de la gesta de los Hombres de Mayo. Muchísimas gracias.

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Capítulo III La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología.

Lic. Marcelo Weissel, arquitectos José María Peña, Carlos Moreno, Daniel Schávelzon, Juan Manuel Borthagaray y Jaime Sorín.

Marcas de la Memoria Arq. Jaime Sorín

En primer lugar quiero agradecer a algunos integrantes de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), especialmente a la Cátedra de Historia I, II, III, dirigida por las arquitectas Margarita Gutman, Rita Molinos, Victoria Baeza, Sandra Rúa, Marina Vasta y el arquitecto Luis Tosoni. Ellos están trabajando en este momento en un “Programa Bicentenario” propuesto desde la FADU y por esta Cátedra, que esperamos sea una contribución importante para la conmemoración que está organizando la ciudad. También les quería agradecer porque esta intervención, de alguna manera, tiene muchas marcas de lo que ellos están pensando y buscando. En ese sentido habíamos estado mirando un primer tema, que denominamos como Marcas de la Memoria, y una primera pregunta, que el mismo contenía, era dónde se concentra la memoria, si la memoria es la representación del pasado concentrada en un objeto; si es así, como a veces se suele interpretar -lo cual no quiere decir que sea mi interpretación personal- y por otro lado aportes como los de Musil, cuando habla sobre los monumentos y dice que, en realidad, no hay nada en el mundo tan invisible como los monumentos. 45

Puertas del Bicentenario

Posiblemente algunas de las imágenes producto de la conmemoración del Centenario de la Revolución de Mayo nos permite construir memoria. Entonces podríamos preguntarnos si del tema de los monumentos se trata (en realidad, de lo que dice Musil sobre la visibilidad como una observación crítica a un modo histórico de construir memoria), que la memoria se objetiva en diversos dispositivos y que no deberíamos encerrarnos solamente en el tema de los monumentos, que es una forma. Otras, evidentemente, son los museos, los archivos, el documento histórico. Son otras formas diferentes que la de mirar un monumento. Pero en realidad la temática nuestra no es exclusivamente la visión objetual sino que nos deberíamos detener a mirar la Ciudad y su arquitectura. Si la memoria es “monumental”, si fuera solamente “monumental” la memoria de la Ciudad, estaría concentrada y reducida a objetos.

Fuente: Archivo General de la Nación

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La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología. - Capítulo III

En consecuencia la memoria urbana existiría, solamente, donde fue preestablecida por alguien, donde alguien planteó una obra, ya sea un arquitecto, un urbanista o un escultor. Si la memoria no está concentrada sólo en un objeto, sino que está hecha de marcas varias, la memoria urbana es la Ciudad misma. En definitiva las marcas que hacemos… se hacen Ciudad. Concebida más allá de los objetos, la memoria urbana no es una objetivación institucional sino una marcación colectiva, no es una construcción terminada sino una configuración en construcción, que emerge aquí y allá y así concebida, la Ciudad tiene - o adquiere - otra manera de ser vivida. Ahora ¿qué nos dicen estas situaciones? Muchas cosas, pero sobre todo ante la pregunta por la Ciudad como lugar de la memoria, nos invitan a indagar las situaciones urbanas como generadoras de memoria. En este sentido el arquitecto Pablo Sztulwark, en un interesante artículo sobre las marcas que han quedado en la Ciudad a partir de los años de la

Fuente: Archivo General de la Nación

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Puertas del Bicentenario

Dictadura del ‘76 al ‘83 que publicó la Revista de la Biblioteca Nacional, reproducía una cita de Borges donde claramente él planteaba que los ojos ven solamente lo que están acostumbrados a ver. Y justamente por eso es tiempo de indagar estas otras formas de la memoria, más allá del archivo, del monumento, de la plaza oficial. Es tiempo de pensar la memoria como algo que está actuando permanentemente, todo el tiempo. En el caso de los aniversarios, conmemorarlos significa una elección y uno puede decidir tomarlos en cuenta o no, y las formas y funciones de una conmemoración, así como la memoria que deja a su paso, son una construcción colectiva. Construcción que debe tener sus actores y tenemos que decidir quiénes están habilitados a hacerlo. Nuestra memoria retiene una serie de imágenes del primer Centenario, donde había una parte de la población habilitada a festejar y otra parte, evidentemente, quedaba afuera. El Bicentenario debe ser otra cosa, es un camino a recorrer, una oportunidad para construir ciudadanía. Las conmemoraciones deberían ser, desde su concepción y ejecución,

Fuente: Archivo General de la Nación

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La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología. - Capítulo III

hasta la memoria que dejen para el porvenir, actos de inclusión, de movilización y de justicia social. ¿Qué marcas dejó el primer Centenario? Los sectores dirigentes decidieron mostrar al mundo la cara del progreso y estrenar una flamante ilusión de modernidad dejando de lado o escondiendo los conflictos sociales. Sin embargo el 8 de mayo de 1910 se llevó a cabo en Buenos Aires una multitudinaria manifestación que reclamaba una huelga general y el 14 de mayo, ante una oleada de huelgas obreras el gobierno nacional declaró el estado de sitio en todo el país. Así, el primer Centenario se celebró bajo el estado de sitio, y es de desear que el segundo podamos festejarlo en democracia. Es más, debemos festejarlo en democracia. En este sentido señalaba José Pablo Feimann que el primer Centenario se festejó en una modalidad inmediatista, efímera, de despilfarro, casi un espejo anticipatorio de los ‘90 que cerraron el siglo XX . Esto lo digo yo, no lo decía Feimann, pero lo entiendo así. ¿Qué otras posibilidades se presentan en la Ciudad para narrar un acontecimiento que la exaltación del monumento desde lo sublime? ¿Es posible un enfoque desde lo cotidiano o las marcas futuras deben concentrarse en las temáticas monumentales? ¿En el corte de cintas continuado y en las visitas de las nuevas Infanta Isabel y las banalidades de los diversos Clemenceau contemporáneos que suelen visitarnos? En un contexto de globalización ¿queda lugar para festejos locales? Y si es así ¿de qué localización hablaremos? Buenos Aires, decía Saskia Sassen, es un territorio fragmentado, desasosegado. Es allí donde debemos buscar la modalidad específica de estos festejos. ¿Qué lugar ocupan la Ciudad y la Arquitectura en el pensamiento crítico? ¿Hay lugar hoy en nuestra sociedad para el pensamiento crítico, para festejar críticamente? Lamentablemente hoy en muchos casos el pensamiento crítico es reemplazado, en la cultura dominante, por la lógica de la renta, que organiza gran parte de nuestra profesión y lo estamos viendo claramente en la polémica que vive la Ciudad en estos días. El Bicentenario debe “inventar” su conmemoración desde el derecho a 49

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repensar el pasado y a construir un proyecto de futuro desde un conflictivo presente. El derecho a conmemorar es un derecho que debería ser ejercitado por todos los sectores de la sociedad, en particular por aquellos que fueran excluidos en 1910 y - con mayor razón todavía - los excluidos en la década del ‘90. Desde la Arquitectura y el Diseño, debe ser una celebración política, una intervención en el entorno cotidiano, que se diferencie de la enajenación que producen en el diseño actual las políticas de mercado. Desde el Urbanismo imaginar una ciudad otra, proponiendo la utopía del encuentro entre lo viejo y lo nuevo y recuperando la presencia de los lugares invisibles, de los así llamados “terrenos vagos” para la vida pública. La Ciudad tiene una deuda, un compromiso futuro con sus partes feas, sus partes ocultas, las que se alojan lejos de la renta. El Bicentenario puede ser tranquilizante o puede ser molesto, puede sosegar conciencias moralizantes o ponernos en el lugar de la utopía. Yo creo que si nosotros queremos tener una ciudad donde se profundice la democracia, donde tengamos inclusión, donde tengamos justicia social, debemos colocarnos en el lugar de la utopía. Desde allí, trajinar el camino para tratar de construirla. Muchas gracias.

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Buenos Aires. Autenticidad y mensaje. Patrimonio y autenticidad Arq. Carlos Moreno

Introducción La ciudad, tal como la define G. Argan es “consecuencia de la naturaleza y la historia”. Por un lado, la naturaleza posee la singularidad de cada espacio geográfico; y la memoria por su parte, expresa los esfuerzos de muchas generaciones. Así, en la ciudad se va conformando un paisaje que es la suma de resultados del quehacer de sus habitantes, siendo la mayor expresión material del trabajo y el ingenio humano. Desde sus centros de mayor intensidad hasta sus bordes, el paisaje cultural y urbano aparece como una síntesis de este proceso. En la espacialidad donde se desarrolla la vida se pueden contrastar dos extremos. Por un lado, lo urbano con sus distintas escalas y su gran intensidad para rehacerse en el lugar de mayor protagonismo, y por otro lado, lo rural, con su baja intensidad y la oportunidad de supervivencia de sus referentes, que se corresponden con la disponibilidad de espacio con escasa densidad. Los agrupamientos humanos aparecen como consecuencia de diversos 51

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motivos, entre ellos, la distribución organizada del territorio, la defensa, la eficacia en la producción y la jerarquización de la estructura social. Su razón de ser consiste siempre en alimentar la eficacia funcional frente a una circunstancia vital. Con los excedentes que genera, sostiene otras funciones, que van surgiendo, y que no están directamente relacionadas con la producción, tales como son los servicios. La proximidad física dentro de la ciudad, permite desarrollar el intercambio que contribuye a la transferencia cultural, así como también, una comparación constante, que a su vez impulsa los cambios. En ella, los individuos tienen la posibilidad que, de acuerdo a sus capacidades, en los trabajos a escala social se puedan ir especializando en aquello en lo que son más eficaces. El hombre en escala social, a diferencia del que vive en una escala más elemental, generará estructuras cada vez más complejas y que acumulan en el tiempo sus resultados como son las obras de infraestructura regional. La ciudad es un complejo sistema de respuestas de un grupo social a una circunstancia vital determinada. La ciudad no es solamente su materialización arquitectónica con los espacios privados y públicos entre los cuales se establece una intensa interacción que es su razón de ser y permanencia. En su espacio se van condensando los efectos del accionar humano a lo largo del tiempo que resultará en su patrimonio tangible el sobreviviente y aquel otro que hoy ha desaparecido en su materialidad pero que es fundamental para comprender la memoria colectiva. La ciudad resulta en un complejo integrado entre sus habitantes con sus formas culturales y las materializaciones espaciales que le dan porte. La ciudad es el centro de control y dominio de un territorio del cual extrae sus insumos. La ciudad puerto de Buenos Aires tuvo un rol de intermediación, de control y dominio de sus regiones dependientes y también fue funcional a los lejanos territorios, de los cuales era puerta de entrada y salida. Esa relación equilibrio / desequilibrio fue motivo de crisis que muchas veces se resolvieron por medio de luchas fraticidas y otras tantas, mediante la negociación. La ciudad es el contenedor de los agrupamientos humanos, que facilita sus actividades vitales con la fuerte interdependencia que genera entre los diferentes pobladores. 52

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1. Autenticidad y Equilibrio Creemos que la idea de autenticidad está en las cosas que conforman el patrimonio cultural de un pueblo teniendo una lectura equilibrada, que exprese e integre a las diferentes modalidades del accionar del hombre frente a su circunstancia histórica. La idea de patrimonio cultural ha sido asociada durante muchos años a las obras que expresan la excelencia de la labor humana y por tanto se han valorizado algunas y olvidado otras, las más. No es posible explicar la memoria local o regional sin considerar la relación funcional entre el poblado y su territorio. La relación entre el referente cultural con su circunstancia física y espiritual nos aproxima a lo que fue su razón de ser referente. Como toda ciudad, Buenos Aires tiene un funcionamiento orgánico, con un corazón (centro), cuerpo (Barrios), y borde (orilla) en su contacto con la campaña. Cada uno de ellos interactúa entre sí y si falta alguno, el sistema no funciona, el patrimonio cultural representa esta complejidad que a su vez es evolutiva. 2. Fragmentación de los Sistemas En otras ocasiones la falta de autenticidad es el resultado de lecturas incompletas al haberse rescatado las partes paradigmáticas olvidando el resto, sin lo cual pierde su sentido. No se debe olvidar el concepto de que todas las cosas que funcionaron lo fueron dentro de un sistema integrado. El emplazamiento de la Ciudad de Buenos Aires cuenta con una característica peculiar de su paisaje en el hecho de posibilitar una doble percepción de lo infinito: en lo terrestre con la pampa y en lo acuático con el Río de la Plata. La ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana (AMBA) se basa entonces en dos geografías de naturaleza opuesta: el Río y la Pampa. El punto de contacto entre ambos se produce en la barranca (de gran extensión y mediana altura). En los altos se desarrolló la población y en los bajos los contactos con el río. La barranca aparece como el eje del paisaje (la iconografía histórica la destaca siendo la primera imagen que se percibía, llegando. Desde mediados del siglo XIX se trató de equilibrar el sistema urbano por medio de rellenos, resultando un espacio de oportunidad que permite nuevos desarrollos en las cercanías del centro histórico y luego sobre la orilla con los parques del XIX y las urbanizaciones del XX. Sobre esa matriz natural se adosó una matriz cultural, expresada en el 53

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diseño urbano en cuadrícula, que reforzó dicha percepción y posibilitó un paisaje cultural singular. Tal como lo enuncia Ezequiel Martínez Estrada “A Buenos Aires se lo interpreta con los ojos porque ha sido construido para ser visto”. 3. Autenticidad y la Gente La ciudad es un complejo sistema de respuestas de un grupo social a una circunstancia vital determinada y no es sólo su materialización arquitectónica, con los espacios privados y públicos, sino que es la intensa interacción que se establece entre la gente, lo que le da su razón de ser y permanencia. 4. Los Componentes a) Un Área Central que coincide con el centro histórico con su centro en la Plaza Mayor. Las formas están definidas por estrechas calles fundacionales y las fachadas que definen el espacio. Un punto de mayor protagonismo se percibe en el encuentro de calles y las esquinas de las líneas de fachada. b) Los Barrios cuya funcionalidad mayor es la de habitación y los servicios complementarios. Los barrios más antiguos terminan de consolidarse a comienzos del siglo XX. Se extienden hacia el sur, en un proceso de conurbación a fines del siglo XIX. Lo integra en continuo con la Boca y otras localidades como Belgrano o Flores. Encontramos fundamentalmente viviendas de diferentes tipos y calidades. Materiales diversos según las clases sociales que la habitan. Conviven casas de renta con varios pisos para las clases medias, casas chorizo uni o polifamiliares para las clases intermedias hasta conventillos donde los inmigrantes venidos de muchas y diferentes partes del mundo pudieron convivir en la precariedad que les daba la posibilidad económica. Muchas veces la idea de superación que tendrá forma, al desarrollarse la infraestructura de transporte (desde 1857 el ferrocarril y 1870 con el tranvía) permitió incorporar nuevas tierras para la vivienda con el loteo de las chacras y quintas y la construcción de casas chorizo. Una forma flexible y modular de simple tecnología que albergó a gran parte de la creciente población. En la zona de la Boca con terrenos bajos y poco consistentes, se desarrolló un tipo de vivienda relativamente liviana que dio singularidad al área. 54

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c) El Puerto. Es el área de la actividad fundamental, el lugar de las transferencias entre el mar y la tierra firme. Sus formas se desarrollan según las posibilidades tecnológicas para la función. Las más definidas se construyen en los años ochenta, cuando se construye el PUERTO MADERO, una forma que nos muestra la transferencia cultural europea sin mayor comprensión de la circunstancia local. A poco de

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su construcción perdió funcionalidad para acompañar el crecimiento de comercio y fue necesario construir el Puerto Nuevo. Por otro lado ya desde 1870 se empieza a poner en valor un área de transferencia, la del Riachuelo a partir de los estudios del Ingeniero Huergo y las posibilidades de dragado que las nuevas tecnologías basadas en el vapor aportaron. Los trabajos de los puertos, transforman el borde, que pierde su paisaje relativamente natural para transformarse en un definido PAISAJE CULTURAL con sus diques, depósitos, grúas, silos barcos alineados, instalaciones ferroviarias etc.. Una forma que es directa consecuencia de las tecnologías del hierro y la energía del vapor. Dragados, rellenos y excavaciones transformaron el borde e hicieron funcional el punto de transferencia. Sobre los bordes también forman un paisaje definido las usinas para las nuevas formas de la energía como la ELECTRICIDAD. Las usinas eléctricas en su macro escala, con sus naves y chimeneas o sus depósitos de combustible, definen una parte del paisaje. d) Las Áreas Verdes. Hacia la zona norte de la ciudad, sobre las antiguas chacras de Pan Llevar y con eje en el camino real que llevaba a las tierras de arriba, se consolida un paisaje vinculado con el verde y los espacios abiertos. Primero con las plantaciones de árboles y sementeras de las chacras siguiendo las formas de las estrechas divisiones de la tierra. Luego en el siglo XIX con los nuevos hábitos de vida surgió la posibilidad de uso de muchas quintas como espacio complementario para el descanso y el ocio, esto se extenderá hasta las islas del Delta. Desde los años treinta Juan Manuel de Rosas construye en las cercanías del arroyo Maldonado, un gran espacio transformando terrenos bajos en un parque con su caserón. Luego en 1870 esos espacios darán lugar a un parque publico con la formas de los jardines franceses (un paralelo a las modelos de la arquitectura y urbanismo que por esos años incorpora la ciudad). El área en años sucesivos incorpora nuevas formas culturales en respuesta al conocimiento científico y las nuevas formas de educación, el Jardín Zoológico, el Jardín Botánico, el Planetario. En otras expresiones en orden a la cultura cosmopolita de la ciudad se incorporan sectores con caracteres singulares como el Jardín Andaluz (1929) o el Jardín Japonés. e) Reserva Ecológica. La reserva ecológica de la Costanera Sur se desarrolló sobre un relleno artificial, que en principio estaba destinada a 56

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un emprendimiento inmobiliario y cuyo destino fue corregido por la presión de la sociedad. Las fuerzas de la naturaleza en el sistema ecológico que se forma desde el río Paraná, y aunque cultural por su forma, da espacio para el reencuentro con especies naturales originales más la inclusión de algunas foráneas que hoy son parte del sistema. La Evolución del Patrimonio y la Autenticidad 1. Período de las comunidades indígenas. Quedan testimonios de baja intensidad, algunos estudios arqueológicos. La percepción es el paisaje natural con una culturalización de muy baja intensidad, de éste quedan algunos sectores aislados en la Reserva de Punta Lara y se está recomponiendo relativamente en la Reserva Ecológica. Hacia tierra adentro la imagen de una pampa sin horizonte definible ha desaparecido por la incorporación de árboles antes desconocidos (montes de eucaliptus, etc.) 2. Período de la conquista y colonización, gobernación a) Implementación. Se conserva la traza original de Don Juan de Garay (c 1580). Se ha modificado la relación con el río. (causas naturales y culturales ). b) Diseño. Las viviendas, iglesias, conventos y cabildo tienen las simples formas que permiten los escasos recursos locales. c) Materialidad. Muros de tapia de tierra, estructuras de “par y nudillo” de maderas traídas del Paraguay, cubiertas de paja, en algún caso de tejas, aberturas de cuero o madera, no se usan casi herrajes, lo común es el quicio. Uso del hierro excepcional, (reja del cabildo 1610) sin mayores terminaciones superficiales. Los encalados son deseables pero escasos. d) Mano de Obra. Sin mayor calificación, construcción con técnicas vernáculas traídas de España. Mano de obra esclava e indígena (indios Quilmes y Tapes traídos por los jesuitas desde las misiones del Paraguay). La percepción aun conserva la baja intensidad de imágenes culturales. El poblado incorpora una relativa forma regular apoyada en la traza. Se definen algunos caminos hacia el interior, especialmente en función de los vados para sortear el Riachuelo, hacia el norte siguiendo la línea del alto, y hacia el oeste la de menor distancia. En el perfil de la 57

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población se levantan algunas torres de relativa altura. Aparece el color blanco sobre alguna de las construcciones. Lo vegetal solo aparece en el interior de los solares. 3. La ciudad entre 1700-1776. El período corresponde a la consolidación funcional del puerto con las rutas hacia el interior, como punto de transferencia. a) Implantación. La traza fundacional es el soporte físico del crecimiento de la ciudad. Se van ocupando los solares, algunos de los cuales especialmente en las cercanías de la Plaza Mayor se van dividiendo en función de ventas o herencias fragmentadas. b) Diseño. Desde fines del siglo XVII, con las construcción de la iglesia de San Ignacio, la Compañía de Jesús trajo de Europa, especialmente de Italia, arquitectos y artesanos que conocen de formas más complejas de construcción. Se difunden la construcción de bóvedas y cúpulas de mampostería. Para ello hizo falta de ladrillos cocidos, arena y cales. La nueva forma de cubrir el espacio permitió iglesias con naves de mayor luz, 12 o más metros frente a los seis o poco más que permitían las cerchas de “par y nudillo” tradicionales. También fue posible levantar altas torres que perfilan una nueva imagen de la ciudad. c) Materialidad. Ya en el siglo XVII el Cabildo frente a la escasez de combustibles en la región, impulsa la plantación de durazneros. Recién a principios del siglo XVIII se superó el problema y a poco, vemos aparecer gran cantidad de hornos de ladrillos y tejas. En los morteros se usan arenas de extracción dificultosa en los bajos del río, otro agregado era el polvo de ladrillos que se molía en una cancha con el pisoteo de caballos. La cal de relativa calidad se producía a partir de conchilla en Magdalena y la Calera de los Franciscanos (Belgrano) y la de mejor calidad y más cara provenía de Córdoba. En las partes menos solicitadas se continúa usando el mortero de barro para muros y revoques interiores. Se usa poco hierro, siendo el material más usado para los vínculos el cuero (soguillas de cuero crudo). Las maderas se siguen trayendo de los bosques del Paraguay, especialmente de las misiones, se las traía en jangadas por el río Paraná. d) Mano de obra. las obras de cierta envergadura son realizadas por profesionales, y en la primera mitad del siglo se destacan los hermanos jesuitas Bianchi y Primoli. Se cuenta con artesanos calificados (carpinteros, ebanistas, alarifes, plateros, etc.) en directa relación a la demanda 58

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de una población creciente y más refinada. La Compañía de Jesús trae muchos operarios calificados desde sus reducciones en el Paraguay. Las posibilidades especialmente en los componentes de valor estético se enriquecían con las piezas que se traían desde el Alto Perú o las reducciones. Percepción: Se consolida el paisaje cultural en contraste con la campaña, apenas modificada. En la iconografía de época se perfila una imagen con fuerte acento en las cúpulas y torres de las iglesias, desde

Ilustración: Arq. Carlos Moreno

mediados de siglo también aparece la torre del cabildo. La ciudad de poca extensión a poco se convierte en la campaña, donde se han consolidado chacras de Pan Llevar, al norte y oeste y estancias al sur y en la cuenca de algunos ríos. En 1759 se levanta en la Plaza Mayor una escenografía de gran dimensión construida con materiales efímeros (Se la pinta de azul y blanco incorporando una nueva imagen en la blanca ciudad. Fachadas encaladas y remates del rojo de las tejas y la 59

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“faxa” de almagre en la parte baja. Un nuevo olor se incorpora según los vientos: el de los hornos de ladrillos. El verde sigue siendo parte del espacio privado. 4. Virreinato.- (1776-1810) a) Implementación. Como consecuencia de ser Buenos Aires cabeza del virreinato y por el crecimiento de la actividad económica aumenta la población y por tanto la extensión de la ciudad y la construcción de viviendas, iglesias y otros edificios como una plaza de toros con capacidad para 10000 personas sentadas para una ciudad de 40000 habitantes (1810). Organización de barrios, b) Diseño. A partir de la construcción de la iglesia de San Ignacio (c1690). La necesidad de equilibrar las fuerzas horizontales de las bóvedas induce a la construcción de grandes contrafuertes o profundas capillas laterales. Las viviendas crecen y se complejiza su organización alrededor de patios con sus distintas funciones. Desde 1785 se impone la construcción sobre la línea de fachada. Aparecen las primeras construcciones de alto, con los bajos destinados al comercio. Se consolidan

Ilustración: Arq. Carlos Moreno

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las recovas en el cabildo y el primer edificio comercial: la recova vieja (1803). A imagen de algunas ciudades españolas y americanas se construyen edificios en “firme” para la plaza de toros y se organiza un “paseo” en el borde. c) Materialidad. Desde fines del siglo XVII se difunde la mampostería de ladrillos asentados en mortero de cal, las bóvedas y cúpulas como cubierta de mayores luces. Las terminaciones son con revoques de barro en los interiores y mortero de cal en los exteriores y terminaciones, los pisos empiezan a ser cubiertos con baldosas cerámicas sin compactar y los muros se encalan. Desde 1780 las cubiertas de las viviendas se construyen con el sistema de azotea con vigas de madera, alfajías, tejuelas en dos o tres ordenes con terminación de baldosas de techo. Las aberturas tienen marco y herrajes de hierro forjado, se usan hojas de madera con tableros y postigos. Los papeles aceitados o las berengelas, en alguna iglesia se reemplazan con vidrios de pequeñas dimensiones. Se usan cielorrasos de tela y desde 1790, empapelados. d) Mano de Obra. Se usa mano de obra esclava, en la ciudad trabajan muchos artesanos de origen europeo o americano. Se consolida la dirección calificada de ingenieros militares y arquitectos europeos. Percepción: La mayor actividad comercial se refleja en la extensión de la ciudad y la intensa actividad en el borde, con el desembarco de hombres y mercaderías. Plazas de carga de carretas, depósitos en las cercanías, la aduana, la actividad comercial con su bullicio y colorido son los elementos protagónicos del paisaje urbano. Los edificios especializados (Procuraduría) reemplazan a las anteriores vivienda-depósito. Tentativas de construir un puerto. La ciudad sigue siendo blanca, desde 1780 se deja de usar el techo de tejas y aparece una nueva imagen con las azoteas y pretiles. El verde sigue en el espacio privado que cada vez tiene menos lugar por la división de los solares originales. Los olores y la contaminación que se originan en el mercado obligan a algunas regulaciones. Aparece una nueva imagen, la noche con las calles alumbradas con débiles faroles. 5. Período de la independencia y las guerras civiles 1810-1850. Apertura del comercio, proteccionismo relativo, bloqueos. a) Implementación. La ciudad crece desde los 40.000 habitantes en 1810, hasta más de 70.000 en 1850. Este crecimiento que casi duplica la población necesita de infraestructura, viviendas y servicios 61

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proporcionales. Se densificaron las áreas centrales, extendiéndose a lo largo de los caminos (Provincias de Arriba, Rivadavia hacia el Riachuelo, y la Boca, calle Defensa, al Paso de Burgos (Puente Alsina), hacia

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Santa Fe, hacia Los Santos Lugares de Jerusalén, San Martín. En 1811 se construyen puentes para facilitar el tránsito al puerto de la Ensenada. Se pavimentan algunas calles centrales. La iluminación se logra con faroles de vela de sebo. Se recoge la basura desde 1805. Se organizan los mercados (1821) y los puntos de transferencia de las mercaderías para el comercio interior, playas para carretas. Se organiza un servicio de vigilancia con serenos. Con el desarrollo de la industria del saladero, la ciudad incorpora un nuevo perfil con las altas chimeneas de las graserías (1830), o desde 1845 cuando en las cercanías del convento de San Francisco se construye el Molino de San Francisco con sus cinco pisos, chimeneas y motores a vapor (1845). b) Diseño. Con la incorporación de inmigrantes no españoles, se traen nuevas formas que modifican las locales, entre ellas las constructivas. La arquitectura incorpora los estilos neoclásico (Pirámide de Mayo 1811, fachada de la Catedral 1821, Arco de triunfo de la entrada al fuerte 1821, Sala de Representantes, Iglesia Escocesa etc.) y el neogótico menos difundido (capilla del cementerio de los disidentes, casa del Gral. Angel Pacheco 1848, etc.). Las luchas y convulsiones de la época, dejan pocos períodos de paz que faciliten una mayor calidad en la arquitectura. Los resultados son de construcciones relativamente simples, adecuadas a un momento de cambio. Las viviendas sufren pocas alteraciones con excepción de casos muy relacionados con los nuevos valores europeos como la casa de Mariquita Sánchez de Thompson o la casa del Gral. Ángel Pacheco. Se incorporan algunos componentes para el mayor confort, como las cocinas a la moderna o con cocinas económicas de hierro (fábrica de cocinas en 1837), braseros o un sistema elemental de distribución de agua en la casa de Mariquita. Hacia el fin del período se complejiza la estructura funcional de las viviendas (gabinetes, salas de costura, antecocinas, escaleras señoriales), se simplifican los antiguos portales coloniales, aparecen los dinteles rectos en lugar de los arcos escarzanos. En las formas constructivas se afirma la cubierta plana de azotea incorporando una nueva superficie a la vivienda. Se extiende en las áreas centrales, la vivienda en los altos y los comercios en los bajos. Las caballerizas cuando están en relación a la vivienda tienen entrada por los fondos. c) Materialidad. Se importan maderas blandas (pino, pinotea, etc.) de los países bálticos y norteamérica. Se usan rejas y verjas de diseño neogótico o neoclásico de origen inglés (catálogos). Se difunden el uso 63

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de cielorrasos (telas de brin tensados), cornisas de madera, contramarcos. Hasta mediados de siglo siguen en uso los herrajes forjados de forma neoclásica clavados. En 1845 se tienen referencias de columnas de hierro fundido, chapas de zinc (1847. Mac Cann) cerámicas de confección artesanal, baldosas, ladrillos, caños con enchufe simple, etc. Por otro lado, las cerámicas de material seleccionado importadas (Pas de Calais), baldosas de piso de material seleccionado y prensadas con marcas de fábrica. d) Mano de obra. Es una época de transición con la incorporación de artesanos extranjeros. La construcción sigue siendo simple. Las obras importantes están proyectadas por arquitectos e ingenieros especializados (Catelin - Senillosa - Adams - Zuchi - Benoit, etc.) y se extienden los talleres para la fabricación de componente y los artesanos que manejan las nuevas modas (pintores, decoradores, empapeladores, etc.) Percepción: El perfil de la ciudad ve surgir muchas construcciones especialmente para la actividad comercial, sobre el Paseo de Julio, desde 1821 con la internación del mercado, en la Ranchería de los Jesuitas, a su alrededor se consolidan locales, depósitos, fondas etc. Sobre la Plaza de Mayo se construyen la Recova Nueva (1819) y en 1830 los Altos del Crisol. Estos edificios incorporan nuevas formas del color, al acentuar el contrapunto de fondo y ornato. Con las nuevas ideologías de la Revolución de Mayo se trata de dar una nueva imagen y el color es un componente fundamental, los edificios importantes que se construyen o completan, lo son con colores contrastados o con los ocres desaturados (fachada de la Catedral, Arco de entrada en el Fuerte, Iglesia Escocesa, etc.) El primer monumento, la Pirámide de Mayo recibe distintos colores según las ideologías de cada momento: celestes o rosados. En época del gobierno de Don Juan M. de Rosas se extiende el uso del color punzó como muestra de adhesión y esto se ve claramente en el interior, en los colores de puertas, ventanas y también edificios. Los olores de la ciudad incorporan los muy desagradables que provienen de los cercanos saladeros en Barracas, estos van asociando la actividad y la contaminación. Como ya dijimos desde 1805 se recogen las basuras, también se las usa para rellenar los pozos de las calles produciendo olores cuando fermentan. La mayor densidad genera por los pozos negros y residuos un aroma desagradable especialmente en verano. Un nuevo olor lo producen las graserías y el molino a vapor de San Francisco, a fin 64

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de dispersar los humos se levantan las primeras chimeneas que se destacan en el perfil de la ciudad. El verde sigue en el espacio privado, se incorporan nuevas especies y formas en los jardines (Caserón de Palermo). 6. Desde 1850 hasta 1880. Con la incorporación a pleno de la producción argentina especialmente las áreas de la Pampa de economía agropecuaria hay una gran importación de mercaderías extranjeras. a) Implementación. La ciudad se extiende apoyada en el sistema de transporte -ferrocarril (1857) y líneas de tranvías a caballo (1865/1870)con lo cual se pueden incorporar caseríos y pueblos cercanos. La ciudad a partir de 1857 tiene servicio de gas de alumbrado, sistema sanitario (agua y cloacal, 1870), empedrados, puentes y mejoramiento en el puerto, Aduana y muelle de Taylor (1857), muelle de pasajeros complementado con depósitos y sistema de carga. b) Diseño. Se incorporan fuertemente los modelos de la arquitectura del Renacimiento italiano difundidos por los inmigrantes de ese origen. En las áreas suburbanas aparece la arquitectura pintoresca con techos de fuertes pendientes basados en un mayor conocimiento estructural. Se construyen edificios de varios pisos. Se incorporan los servicios centrales conectados a la red domiciliaria (gas, agua y desagües). c) Materialidad. El componente que transforma los sistemas constructivos es la columna de fundición y como complemento las vigas de hierro compuestas roblonadas. También se usan cerchas de gran luz de hierro, entre ellas la viga Polonceau o las vigas de retícula en los puentes. Las estructuras se basan en el conocimiento científico. Hasta fin del período se sigue usando la viga de maderas con alfajías y tejuelas en varios órdenes. Se difunde como otras tecnologías la chapa ondulada en reemplazo de las de ripia o paja y la teja francesa (c. 1860) en las cubiertas de mayor calidad. d) Mano de obra. La incorporación de una fuerte corriente inmigratoria europea, muchos de ellos artesanos especializados, permite disponer de abundante mano de obra calificada. Es fundamental la de origen italiano, incluso con algunas especialidades regionales como los estucadores venecianos. En la organización de las construcciones se destacan los constructores italianos y en el diseño y dirección arquitectos como Canale, Buschiazzo, Tamburini, etc. En los edificios públicos, el 65

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Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires. Entre los profesionales argentinos, Prilidiano Pueyrredón quien se había formado en la Escuela Politécnica de París o Bunge, en Alemania. Percepción: el perfil de cúpulas y torres va quedando sumergido por las nuevas intensidades de la ciudad. la actividad comercial. Se construyen varios muelles de carga y pasajeros, se levanta el imponente edificio de la Aduana como un símbolo de la razón de ser de la ciudad. La organización de los gobiernos provincial y nacional que disponen de crecientes recursos permite la construcción de grandes edificios especializados, escuelas, hospitales, administración, etc. Nuevas formas de la arquitectura, nuevos materiales y nuevos colores. Se extiende el uso de los colores en contrapunto tectónico entre fondo y ornato. En los edificios destinados a la producción, el trabajo o los depósitos no hay mayor intención decorativa, y el ladrillo visto es la dominante. El uso de árboles aparece aunque con timidez en la plaza de Mayo con el diseño de Prilidiano Pueyrredón de una plaza a la francesa. El espacio público se disciplina. La plaza deja de ser el espacio multiuso donde el hombre era el protagonista y es reemplazado por otro con canteros, árboles, un cerco para que no entren los caballos, canteros con pasto, ornato, bancos para sentarse y luego con el agua corriente: fuentes con surtidores de agua. Las calles tienen una nueva actividad la incorporación de ómnibus y tranvías a caballo. El alumbrado con lámparas de gas estiran la posibilidad del tiempo y la actividad. La noche va dejando de ser tiniebla. Con los nuevos conocimientos sobre la higiene y la salud se trata de controlar muchas formas de contaminación, prohibición de los saladeros y mataderos en las cercanías. Vaciadero de las basuras alejados. Olores relativamente controlados. Se extiende los de los humos y aparecen cada vez con mayor intensidad los ruidos mecánicos de las máquinas. El ferrocarril en rápida expansión modifica espacios y posibilidades. 7. Desde 1880 a 1914. a) Implementación. La ciudad crece hasta incorporar algunos de los partidos vecinos y luego de su federalización acentúa su carácter simbólico. Teniendo como referencia a París se realizan varios proyectos para modernizar su trazado. En primer lugar la Avenida de Mayo y en complemento unas diagonales que rematan en edificios significativos. La ciudad incorpora grandes palacios civiles localizados en la zona 66

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Norte dejando como áreas de vivienda popular las de la zona sur y oeste. El loteo de las antiguas quintas y chacras de Pan Llevar permite la expansión de barrios conectados con 70 líneas de tranvías, ómnibus o ferrocarril. b) Diseño. La construcción basada en las nuevas tecnologías supera los límites tradicionales. Basados en el ascensor hidráulico, (1878) y la estructura de hierro rápidamente se elevan edificios que superan los 14 pisos con las Galerías Güemes (1914). Se acentúa la diferencia entre las construcciones del área central con su poder económico y los barrios con recursos limitados. Los diseños de arquitectura son de amplia variedad destacando hasta los ‘90 el sobrio renacimiento italiano y luego la arquitectura académica. Desde comienzos de siglo se ven algunos ejemplos de influencia Art Noveau pero que muchas veces son solamente un tratamiento de fachada. Las formas de la construcción pasan de ser abiertas con patio a partidos compactos basados en la posibilidad de la luz eléctrica (1886). Los servicios sanitarios se incorporan en las cercanías de los locales principales a partir del water closet y el agua corriente. c) Materialidad. A partir de 1880 se construyen estructuras de hierro normalizadas con distintos tipos de perfil. Para los cerramientos horizontales se usan bovedillas de ladrillo. Los remates se construyen con mansardas de pizarra y zinc con muchos elementos ornamentales. Se difunden los asesores eléctricos primero con motores de corriente continua, luego alterna. Para elevar el agua se usan bombas eléctricas. En las aberturas se incorpora elementos de ventilación como las banderolas. Los espacios centrales se cubren con grandes claraboyas. Las terminaciones superficiales usan para exteriores la piedra París a veces coloreadas y con esgrafiados. En las áreas de menor capacidad de resistencia de los suelos: en La Boca se usaron sistemas constructivos livianos basados en estructuras de madera aserrada forradas con tablas y a partir de 1890 con chapas onduladas, todo coloreado con tonos simples. Otro material que tuvo gran influencia en la construcción fue la tierra romana en las últimas décadas del siglo XIX. Primero se lo usó en la construcción de baldosas calcáreas para refuerzo de bases y partes vulnerables de muros y revoques. En 1906 se lo utiliza como parte de la estructura de hormigón armado diseñada por el Arq. Le Monier en el Yacht Club de Buenos Aires. En 1911 el Arquitecto húngaro Kronfuss usó estructura de hormigón armado portante en el Hotel de Inmigran67

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tes. En 1919 el Arq. Palanti lo utiliza para la estructura de h ormigón armado portante en el Hotel de Inmigrantes. En 1919 el Arq. Palanti lo utiliza para la estructura de hormigón armado del rascacielos más alto de Buenos Aires (80 m) el Pasaje Barolo. d) Mano de obra. Se acentúa la calidad de la mano de obra para soluciones técnicamente cada vez más complejas. Esto va acompañado del aprendizaje de la mano de obra local. Se organizan escuelas técnicas (1899) para la preparación de técnicos especialistas. Desde 1870 se organizó en la Facultad de Ciencias Exactas la Escuela de Ingeniería, de la cual surgieron muchos de los profesionales nacionales entre los que se destacó el Ing. Luis A. Huergo. Un elemento importante en el desarrollo de los modos y organización de las obras fue el aporte de las empresas europeas contratadas para las grandes obras nacionales. Percepción: La ciudad tiene un nuevo perfil especialmente con las posibilidades del hierro y el ascensor sobre la Avenida de Mayo se construyen edificios que aunque normalizados en sus fachadas, tienen identidad en la diversidad, tratando de dar una nueva imagen de ciudad moderna con referencia en París. La ciudad se llena de proyectos en función de la modernidad del momento. Se demuelen viejos edificios, se abren diagonales incorporando un nuevo marco escénico que rematarían en edificios paradigmáticos. La percepción del centro de la ciudad se modifica adquiriendo una escala momumental que va perdiendo intensidad cuando se aleja de las grandes avenidas. Los olores dominantes han perdido cualquier referencia al campo dando lugar al intenso tránsito y su contaminación. Casi no hay olores referenciales en la ciudad. Estos aparecen en los bordes: el puerto o el Riachuelo, la Reserva Ecológica o el área de los parques.

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La Primera Buenos Aires (1536-1542): Nuevas búsquedas de sus restos arqueológicos* Arquitectos Daniel Schávelzon y Marcelo Weissel

Desde hace 150 años los porteños hemos discutido, entre la ciencia, la historia y la mitología, acerca de la ubicación del primer asentamiento que existió en estas tierras, hecho por don Pedro de Mendoza en 1536. Si bien muchas veces llamada “Primera Fundación”, fue en realidad un sitio precario como todos los de su tiempo y fue destruido por los mismos españoles al abandonarlo en 1541 para radicarse mucho más al norte, en Asunción, por órdenes llegadas desde España. Cuando Juan de Garay llegó desde allí para volver a fundar allí una ciudad en 1580, decidió establecerse con los suyos en la amplia meseta que es ahora Plaza de Mayo, olvidando rápidamente lo poco que hubiera quedado del sitio de Don Pedro, posiblemente mucho más al sur. Con los años, con los enormes cambios que tuvo el valle y el trazo del Riachuelo y luego con las obras modernas desde el siglo XIX, nada quedó de ella. En 1989-1990 se hicieron excavaciones arqueológicas en Parque Lezama, sitio que durante mucho tiempo se atribuyó -sin prueba alguna como veremos-, como el verdadero lugar de esa primera población; pero nada se encontró que lo demostrara y así continúa. 69

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Este nuevo proyecto intenta iniciar una búsqueda sistemática en la ciudad, con el apoyo de tecnología moderna, para encontrar los restos materiales de dicho asentamiento, recuperarlos y lograr que el sitio se transforme en un hito urbano patrimonial con la significación que eso merece. Pero además queremos iniciar con esos restos -una vez hallados-, una larga serie de estudios acerca de las condiciones vida, alimentación, motivos de enfermedad y muerte, acceso a bienes locales, relaciones con los indígenas y muchas otras preguntas que nos hacemos desde el presente acerca de nuestros orígenes. Antecedentes historiográficos Desde el final del siglo XIX los historiadores y los interesados en la historia de la ciudad se preocuparon por un interrogante nunca resuelto: el sitio en donde estuvo la primera Buenos Aires. En esa época la pregunta tenía un carácter más curioso que académico y fue parte de una limitada polémica entre eruditos entre los que destacó Paul Groussac en sus excelentes biografías de Pedro de Mendoza y Juan de Garay; para él el lugar era la orilla del Riachuelo en lo que hoy es Caminito. Pero ese era el límite de la preocupación y tampoco tenían métodos que fueran más allá de discutir con papeles. Igual que él hubo otros historiadores que penetraron con mucha seriedad el tema, en especial Aníbal Cardoso en 1911, quien publicó un estudio ubicando el primer asentamiento en la orilla del Tercero del Sud, en su margen derecha (actual calles San Lorenzo y siguiendo por Chile después de Defensa). Fue quizás el segundo intento serio de darle una ubicación concreta y el manejo documental era metódico aunque restringido. En la década de 1925/35 se produjo un movimiento historiográfico importante en todo el continente, en relación con los orígenes españoles, ya que se acercaba el año de los festejos del V. Centenario de ese evento. El país se encontraba inmerso en una corriente de hispanismo muy marcado, que se expresaba desde la política con los movimientos de ultra derecha, hasta en la ornamentación Neocolonial de la arquitectura; la historia era el campo científico que debía consagrar los altos valores de la Conquista, duramente criticados por las corrientes latinoamericanistas. En ese contexto se formó una Comisión Oficial destinada a ubicar el “sitio exacto” donde se asentó Mendoza, publicar documentos y textos relativos a ese evento y, más que nada, exaltar la memoria y la 70

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importancia de dicha expedición, destacando todo lo posible sus sufrimientos, hambres, canibalismo... La Comisión tuvo grandes problemas internos, cambió varias veces de miembros y terminó firmando los libros con disconformidad entre sus participantes (publicó sus resultados recién en 1941). Pero quedaron varias cosas ineludiblemente asentadas en el papel: una serie de volúmenes de tamaño impresionante, la reedición de una enorme cantidad de documentos de archivos españoles, facsimilares de textos de cronistas como Ulrico Schmidl y la apertura de nuevas líneas de investigación que se seguirían por años. Y la ubicación indeleble de un sitio en el plano de la ciudad: Parque Lezama. A partir de allí a nadie le importó demasiado que el texto firmado no dijera que fue precisamente allí, sino “en algún lugar arriba de la barranca de la zona sur”, lo que no es lo mismo: el Municipio necesitaba emplazar un monumento, hacer fiestas, poner placas de bronce y tenía que ponerlos en un sitio que no estuviera destruido: Lezama fue el elegido. A partir de ese momento el imaginario y la educación pública hicieron el resto y si habían dudas para salvar existían enormes textos ilegibles para cualquiera que no fuera un erudito paleógrafo, que demostraban que eso era cierto. La Academia Nacional de la Historia hizo suyo el fallo de 1936 y no ha vuelto a discutir el tema pese a que han habido numerosos pedidos. El peso historiográfico de este planteo, que en última instancia no se contradecía demasiado con lo dicho por Cardoso y algunos otros (arriba de la barranca y en la zona sur), tuvo apoyos muy fuertes desde otros campos del conocimiento. En este caso un geólogo, Juan José Nájera, en un estudio de ese mismo año 1936, intentó forzadamente “releer” los grabados del libro del alemán Ulrico Schmidl, nuestro primer cronista, en especial sus vistas fantásticas de esa Buenos Aires imposible, para demostrar que el sitio era el Tercero del Sud. No le importó que los dibujos del libro de Schmidl fueron hechos por un grabador que no conoció al autor ni vivió en la misma época, sino que sólo hizo fantasías en función de un texto bastante reticente en datos concretos. Incluso Nájera se tomó la libertad de “completar” el dibujo de Schmidl, diciendo que ¡el autor no lo había hecho completo! Es decir, pese a la obvia acientificidad del libro el Municipio porteño lo reeditó varias veces y fue usado por más de medio siglo como prueba científica indiscutida. Pese a eso, cabe la salvedad que es el único que tomó conciencia de la 71

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irregularidad geomorfológica del lecho del Riachuelo y que sectores hoy en agua o destruidos, eran zonas secas antiguamente, y no era un dato menor. Con los años y a partir de estar instalado en la memoria y el imaginario que el primer asentamiento estuvo en algún sitio entre la calle Chile por el norte y el parque Lezama por el sur, los historiadores escribieron docenas de textos, desde Roberto Leviller, Mariano de Vedia y Mitre, Enrique de Gandía, Enrique Peña, José Torre Revello y una lista extensa. Y la monumental Historia de la Nación Argentina editada por la Academia desde 1937 consagró la postura. Nunca se discutió seriamente la ubicación. Con los años, los muy pocos que se atrevieron a cuestionar este monolito historiográfico no tuvieron demasiada suerte, salvo Guillermo Furlong que editó un artículo muy interesante ubicando el sitio en Parque Patricios, en 1968. Y lo que resulta más interesante es que los que hicieron críticas utilizaban las mismas fuentes documentales que a quienes criticaban, simplemente discutiendo la forma de ubicar las distancias en el espacio. Y aún más llamativo es el manejo discrecional de las fuentes documentales, donde se dejaron de lado documentos de peso, incluso escritos hechos por los mismos pobladores de la ciudad que sobrevivieron, que pese a estar publicados jamás fueron usados o citados, como con Antonio Rodríguez publicado desde 1936 por el brasilero Serafín Leite en Madrid. Antecedentes arqueológicos En 1988 se estableció el Proyecto Arqueológico Primera Fundación, bajo la dirección conjunta de la Dra. Ana María Lorandi y el Dr. Daniel Schávelzon, con el objeto de llevar a cabo excavaciones arqueológicas en Parque Lezama, las que se hicieron durante los dos años siguientes. Los objetivos eran claros: ubicar restos materiales de ese evento; pero la decisión del sitio se basó en dos factores: el historiográfico y el arqueológico. En ese momento era claro que la única alternativa para saber con exactitud donde estaba ubicada era la arqueología y se tenían datos de excavaciones en varios sitios de la parte superior de la barranca aunque no tan al sur. Pero lo excavado en las orillas del Tercero del Sur no mostraba ningún contexto que pudiera asociarse siquiera lejanamente con el siglo XVI; habiendo quedado fuera esa zona, la mirada se centró en la zona de Lezama. Pero el uso de la historia no iba más allá de las dos grandes hipótesis. Para dicho trabajo se hizo una relectura de 72

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cronistas y textos a la búsqueda de información, pero resulta evidente que el peso de lo establecido era tan fuerte que no pudo ser salvado. También se trabajó en la búsqueda de información sobre datos concretos, es decir sobre hallazgos que aunque no tuvieran valor arqueológico pudieran ser pistas útiles a seguir, pero todo lo encontrado eran datos sin comprobación de ningún tipo, como hallazgos de una espada, un casco, esqueletos después destruidos o información imposible de corroborar o no referida por otras fuentes; no había un solo dato concreto. Las excavaciones en el parque se centraron únicamente en la parte alta de la barranca, no hallándose ningún contexto, ni siquiera un fragmento de cerámica, que pudiera referirse al siglo XVI temprano. Pero con el objeto de explorar la hipótesis en todas sus posibilidades se hizo otra excavación menor en la calle Defensa 1469, sitio en que un historiador menor pero de formación geológica (Marcelo Irigoyen) había centrado su hipótesis de ubicación, ya que en esa manzana la cota de nivel es ligeramente más alta que en el parque mismo. Pero tampoco hubo resultados concretos. Esto completó el proyecto y todo quedó en la comprobación de “que allí no fue”, aunque se dejaba constancia de que la zona del Tercero del Sur mostraba materiales más antiguos que Lezama. El trabajo en ese momento se cerraba con la siguiente frase: “La ciencia no avanza sólo con grandes descubrimientos, si no por el ejercicio diario de la prueba y error, descartando y abriendo nuevas alternativas; la historia (o la arqueología) no es una ciencia cerrada que pueda dar explicaciones definitivas, sino a través del reconocimiento de lo que no sabemos. Quizás la primera aldea fundada por Pedro de Mendoza, desprovista de la exageración, de la apologética y de la difusa memoria de sus sobrevivientes, ya haya sido destruida por obras urbanas; o quizás lo está siendo en este mismo momento por la absoluta falta de planes de investigación previos a las obras destructivas. Y como muchos ya dijeron antes, quizás el no poder hallarla sea un justo precio a pagar por nuestra falta de memoria, de identidad y de respeto por nuestra propia historia y por nosotros mismos”. Nuevas hipótesis para un nuevo proyecto El cierre del proyecto descrito no significó el final del pensamiento sobre el tema y una investigadora del Instituto de Arte Americano, involucrada lateralmente en estas investigaciones, decidió hacer un 73

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nueva relectura documental: la historiadora de la arquitectura Beatriz Patti hizo un largo estudio en el cual llegaba a varias conclusiones interesantes: que las fuentes documentales de todos -no importa que hipótesis sostuviera- han sido las mismas, que los aparatos eruditos sólo se usaban cuando era necesario desacreditar las hipótesis opuestas a las propias, que se tomaban como paradigmas lo que no fueron más que hipótesis débiles y que aún quedaban muchas fuentes por explorar. En 1995 se desarrolló un nuevo proyecto de investigación arqueológica que intentó cubrir un aspecto diferente: la arqueología de superficie en las plazas y parques de la zona sur de la ciudad. Este trabajo consistió en una recolección de cerámicas de superficie en los sitios disponibles sobre la barranca entre plaza Constitución y Parque Patricios y hacer algunas cuadrículas de sondeo en el parque mismo; las chances no eran muchas, pero si se podía hacerlo, había que hacerlo. Si bien las evidencias son de una profunda alteración de suelo y subsuelo, no se encontró un solo fragmento que pudiera ser fechado para el siglo XVI. Una nueva oportunidad de revisar el problema desde la arqueología, o al menos de la información histórico-arqueológica disponible surgió a publicar Daniel Schávelzon un libro en Estados Unidos en el que había un capítulo sobre el tema, que intentaba actualizar el problema. Allí se plantean varias hipótesis: que el asentamiento no fuera más que una pequeña aldea, cabecera de puente militar, y que la imagen de una “ciudad” no era más que una exageración producto de la historiografía hispanófila para borronear la verdad de lo que fuera planeado, y que sólo actuó como una verdadera avanzada de rapiña sistemática en un territorio imaginado como enemigo. Que las evidencias materiales encontradas en excavaciones en asentamiento similares en el Caribe mostraban siempre sólo una fuerte impronta militar, en sitios reducidos de tamaño y casi sin arquitectura estable, que la cultura material española de 1536 no puede ser confundida con otras posteriores como la de 1580 que trajo Garay, y se usó como comparación el primer asentamiento de Asunción, Paraguay construido por los miembros de la expedición y de la que se cuenta con una descripción. El proyecto de investigación El proyecto que se presenta se basa en asumir el fracaso de las hipótesis “fuertes” establecidas por la historia en base a lo ya discutido. Ni los datos documentales realmente sostienen que la ubicación haya sido la 74

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parte superior de la barranca ni la arqueología ha permitido hallar nada, por mínimo que fuese. Se plantea entonces avanzar en forma puramente arqueológica a partir de una nueva hipótesis: que el asentamiento -tal como lo predijera Paul Groussac en 1916 y fue descartado- estaba ubicado en la parte baja de la barranca, cerca de la antigua orilla del Riachuelo, ligeramente aguas arriba. Estos enormes terrenos nunca fueron trabajados arqueológicamente, salvo una excepción: en los últimos años que ha sido Marcelo Weissel, participante de este nuevo proyecto, quien excavó en las orillas del Riachuelo pero en terrenos transformados por rellenos en el siglo XIX. Los enormes espacios que conforman esta zona no han sido estudiados, habiendo aun grandes zonas libres no destruidas por la edificación de la ciudad posibles de ser excavadas con detenimiento. La revisión de la historiografía muestra que son fuertes los indicios que, al contrario de cómo fueron leídos en su época, nos llevan hacia allí, y cabe citar algunas descripciones como el que la capilla construida con maderas de un barco fue destruida tres veces por las aguas, que ahora entendemos como las inundaciones frecuentes del Riachuelo -que aun no tenía la boca actual que le permite desaguar rápido y que se formó en el siglo XVIII-, y no por las lluvias como se ha establecido. La dicotomía que se crea al leer a Schmidl sobre la milla y media desde la que se “subía” del puerto, también ya ha sido discutida por Guillermo Furlong como de aguas arriba y no como de un terreno más alto. Por eso es que se parte de asumir que la arqueología con sus técnicas es el único camino para resolver este problema y lograr ubicarla. Pero quede claro, y luego se verá en los objetivos, que el objeto de esta investigación no es únicamente el encontrar el lugar -ya de por sí importante para el patrimonio y la historia- sino los estudios que se pueden hacer encontrándola; es la posibilidad científica de investigar las condiciones reales de vida, enfermedad y muerte en un lugar único en el país por su situación y condiciones. En realidad lo que interesa saber con certeza son las condiciones de vida en ese sitio temprano, cómo vivieron y murieron esos centenares de personas, cómo y de qué murieron, dónde fueron arrojados casi 500 cadáveres. Apuntamos a saber cómo vivía una población considerablemente alta numéricamente hablando, haciendo una fuerte presión sobre un área ecológica de bajos recursos y con indígenas cazadores y recolectores que no podían sostener a dicha masa humana no productiva. Nos interesa saber cuán permanente fue el 75

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asentamiento, el abasto de productos locales, el abuso de mujeres indígenas, si realmente hubo hambre y hasta canibalismo o esto es resultado de una exageración para obtener mercedes reales. Es una vía única para conocer la vida y muerte en el primer asentamiento en lo que después sería Buenos Aires, y además lograr preservarlo para futuros estudios. Objetivos primarios Ubicar el sitio del primer asentamiento de Buenos Aires en 1536. Salvar el sitio de su destrucción al señalarlo y hacerlo público. Estudiar la población esqueletaria sobre las condiciones de vida, enfermedad, alimentación-hambre y muerte. Conocer las relaciones con la ecología local en especial con el consumo de animales y plantas regionales. Estudiar la cultura material europea y si hubo o no aceptación de las manufacturas locales. Forma en que se resolvió, o no, la arquitectura y el patrón de asentamiento de un hábitat temporal en los inicios de la conquista. Objetivos secundarios Demostrar o descartar las leyendas acerca de posible antropofagia. Demostrar o descartar las hipótesis acerca de una situación holgada y no de hambre. Posibilidad de que hayan integrado al sitio mujeres indígenas cautivas. Incorporación de cerámicas y otros objetos indígenas a la vajilla y uso cotidiano. Formas diferenciales de uso del espacio según jerarquías sociales y militares. Metodología Estudios históricos: La primera etapa de trabajo consistirá, en función de las nuevas hipótesis establecidas para ubicar el sitio del establecimiento, en una relectura documental minuciosa, con el aparato erudito necesario, a lo que se sumará una búsqueda intensa de otras fuentes no exploradas aún o al menos poco trabajadas. Es la base de este trabajo el estar abierto a amplias posibilidades de resultados, sin pre-asumir posturas historiográficas. Se trabajará con las fuentes éditas conocidas en especial con los juicios promovidos contra la sucesión de Pedro de Mendoza, asimismo se leerán los textos en correlación con lo que la 76

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historia conoce actualmente sobre las formas de escritura y dicción del siglo XVI temprano y sus significados. Esta etapa ya ha sido concluida. Estudios geológico-geográficos: La nueva posibilidad de estudiar los terrenos de la zona baja de las barrancas de la ciudad necesita tres tipos de estudios preliminares: la reconstrucción de la zona en el siglo XVI antes del movimiento de la boca del Riachuelo a su postura actual, la reconstrucción de su recorrido antes de la rectificación para conocer exactamente su trazado original y sus movimientos, estudios geomorfológicos de la zona para conocer los cambios y transformaciones del suelo y el subsuelo en el tiempo Para los estudios de cambio geográfico se cuenta en la ciudad con excelentes compilaciones cartográficas, al menos desde el siglo XVIII temprano, depositadas en archivos públicos; cabe citar al Instituto Histórico del GCBA como el más completo y ya catalogado, las compilaciones clásicas de Difrieri y Taullard, el Museo Mitre y el Archivo General de la Nación. En buena medida esto ya ha sido relevado y transportado a un sistema de grilla referencial por computación. Estas técnicas digitales para superponer los planos a una misma escala, permiten lograr una reconstrucción ajustada de la barranca y el recorrido del Riachuelo en el siglo XVI, mostrando que el cambio ha sido notable. Hasta ahora los trabajos hechos con técnicas de fotocopias ampliadas no han logrado los resultados esperados por la simpleza del método y lo difícil de lograr una misma escala para planos hechos a veces en varas y otras en metros. Se utiliza como base estable la cartografía inglesa de cotas de nivel hechas entre 1880 y 1890 para los desagues de la ciudad por las empresas inglesas que lo construyeron. Técnicas y métodos La superficie a trabajar es de dimensiones considerables para los métodos tradicionales de la arqueología, por lo que se asume la necesidad de implementar técnicas más modernas, tecnológicamente eficientes en términos de costo y tiempo. No hay en el país experiencias sistemáticas en esto, pero sí se han encarado en el mundo trabajos arqueológicos que han implicado grandes superficies; obviamente existen técnicas de muestreo adecuadas para esos casos. El problema pocas veces enfrentado se presenta cuando hay una ciudad encima; una ciudad en la que se excava donde se puede y no donde se quiere. En 77

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base a esto es que en muchas ciudades se ha optado por desarrollar sistemas de muestreo rápido hechos en forma mecánica. A partir de 1964 comenzaron a hacerse cada vez más comunes estos métodos en especial en Estados Unidos. Como primer ejemplo puede citarse el sistema desarrollado por J. C. Price (1964) para obtener muestras de sedimento y que más tarde fue utilizado y perfeccionado por Julie Stein (1978 y 1986). Un sistema más simple y eficiente fue desarrollado por R. R. Polhemus (1982) y con los años se ha avanzado a métodos cada vez más complejos y con mejores resultados; ejemplo de esto es el libro Mechanized Archaeology de David van Dorm publicado en 1987. Existen ya hechos en el mundo estudios similares a este, en los que se implementaron técnicas de muestreo rápido y mecanizadas; en forma sintética podemos recordar como primer ejemplo la ciudad de Saint Augustine en donde K. Deagan lo utilizó para determinar el área de protección arqueológica total que ocupaba la ciudad fundacional (1981). Hay otros sitios en que se optó por usar muestreos hechos por sondeos rápidos a pala, el más conocido ya sirvió para establecer las posibilidades del sistema es el caso de Santa Elena bajo la dirección de S. South y Ch. De Pratter y que fuera usado también en Concepción de la Vega en Santo Domingo, en excavación bajo la dirección de K. Deagan. En Buenos Aires hemos iniciado un tipo de muestreo similar al de South y De Pratter ya citado: pozos de sondeo de 50 cm de ancho a pala que permitan de primera instancia y en muy poco tiempo determinar la profundidad y la complejidad del sitio, para de esa manera determinar las horas/hombre y los costos de cada operación. Esto permite hacer muchos sondeos en poco tiempo y se van dibujando los perfiles a medida en que se avanza; en un día se logran resultados que permiten definir los tiempos y costos de una excavación por más amplia que sea. Para este trabajo se utilizará primero el sistema mecanizado de toma de muestras de sedimento mediante maquinaria rotativa de 50 cm de ancho, con motor a gasoil, transportable manualmente; es la intención fabricar al menos cinco de esas máquinas, las que no existen en el país y su costo es bajo. Luego de definido el contenido y calidad del sedimento y su profundidad se procederá a trabajar con los sondeos sistemáticos. En base a esos resultados pueden diseñarse excavaciones más amplias y detalladas, con las técnicas habituales de la arqueología. 78

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Área de trabajo a cubrir La superficie de desarrollo del proyecto está delimitada actualmente por Dársena Sud, posiblemente coincidente con la entrada original del Riachuelo, hasta la Av. Sáenz. Esto incluye muchas áreas abiertas no edificadas como los terrenos de Casa Amarilla, hasta ahora en gran parte libres de edificación, las plazas Matheu y Alte. Brown, espacios laterales sobre la orilla derecha del Riachuelo, los terrenos de las estaciones Solá y Buenos Aires, el parque Fray Luis Beltrán, las cinco plazoletas de su entorno, los terrenos del Ceamse y los ubicados entre Perito Moreno, Iguazú y Lavardén, el Barrio Espora, Hospital Aeronáutico, Plaza Espora, Club Huracán, plaza José C. Paz, Maternidad, Hospital Pena, los hospitales Garrahan, Udaondo y Muñiz, los espacios verdes de los Hospitales Borda y Moyano y el Instituto Malbrán. Es necesario considerar la necesidad casi inmediata de llevar adelante este proyecto si nos basamos en el rápido proceso de destrucción que vive la ciudad, en especial el de los últimos años. Todos los observadores, desde cualquier postura, han notado el rápido recambio inmobiliario que ha padecido Buenos Aires, con mayor violencia en la década de 1980 y 1990; cada día son más comunes -crisis mediante y todo- las grandes obras que abarcan cada vez espacios mayores. Lo que en un inicio fueron sólo supermercados, luego shoppings y más tarde urbanizaciones completas, es un fenómeno que ha transformado áreas enormes de la ciudad y su periferia al igual que con el tendido de redes de infraestructura de kilómetros de longitud que afectan profundamente el subsuelo. La tecnología permite además hacer estas operaciones cada vez en forma más acelerada: lo que antes era una demolición a martillo de operario, ahora es una máquina que derriba una casa completa en sólo horas de trabajo. Actualmente la Corporación del Sur ha trazado planes claramente delimitados para la zona que queremos estudiar, basados en el Plano Estratégico Ambiental de la ciudad, que implican la lotificación de los terrenos de Casa Amarilla al igual que varios otros de gran tamaño ubicados en la zona y el aumento de la inversión en construcción para el cambio inmobiliario en la zona. Si algo se ha logrado conservar bajo ese sector de la ciudad, desaparecerá a la brevedad. Esto es lo que ha llevado al Grupo Responsable del proyecto a retomar esta investigación, considerando que posiblemente sea la última oportunidad para hacerlo; de otra manera y si realmente la hipótesis 79

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acerca de la ubicación resulta cierta, es posible que un hallazgo casual o una denuncia permita que alguien especializado salve algo de esa información, pero sólo un proyecto sistemático puede afrontar con seriedad científica el problema. Bibliografía Cardoso, Aníbal “Buenos Aires en 1536”, Anales del Museo Nacional de Historia Natural, tomo XIV, pp. 309-372, Buenos Aires. “El Río de la Plata desde su génesis hasta la conquista”, Anales del Museo Nacional de Historia Natural tomo XXVII, pp. 153-284, Buenos Aires. De Gandía, Enrique Historia de Alonso de Cabrera y la destrucción de Buenos Aires en 1541, Librería Cervantes, Buenos Aires. Comisión Oficial Vo. Centenario Documentos histórico-geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatense, Comisión Oficial del Quinto Centenario, 5 vols, Buenos Aires. Furlong, Guillermo “¿Donde estuvo situada la Buenos Aires de Pedro de Mendoza?”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, volumen XLI, pp. 241-250, Buenos Aires. Groussac, Paul Mendoza y Garay, las dos fundaciones de Buenos Aires, J. Menéndez Editor, Buenos Aires. Malbrán, América Informes sobre los trabajos arqueológicos hechos en plazas de Buenos Aires, mecanoescrito, Centro de Arqueología Urbana, Buenos Aires Nájera, Juan José Puntas de Santa María del Buen Aire, Cuadernos de Buenos Aires, Municipalidad de la Ciudad (edición original de 1936), Buenos Aires. Patti, Beatriz 1991 Primera fundación de Buenos Aires (1536): la historiografía tradicional y las recientes excavaciones arqueológicas en la determinación de su emplazamiento geográfico, mecanoescrito, Instituto de Arte Americano, Buenos Aires. La instalación de Pedro de Mendoza en el Río de la Plata en 1536: crítica de sus fuentes, Crítica no. 44, Instituto de Arte Americano, Buenos Aires. Polhemus, R. R. 1982 “Small Diameters Cores: a Versatile Investigative Technique and Findings”, American Antiquity vol. 33, pp. 137-148. Price, J. C. 1962 “Core Drilling in an Archaeological Site”, American Antiquity vol. 30, pp. 219222. Schávelzon, Daniel 1988 Excavaciones en Defensa 1469, Buenos Aires: 1er. Informe, Programa de Arqueología Urbana, Buenos Aires.

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Carácter, identidad y patrimonio Arq. José María Peña

Buenas tardes. Como amablemente me indicaron personas que respeto, escribo y luego leo, así que voy a ser muy concreto. Pero algo que se dijo hoy, o varias de las cosas que se dijeron son las que generan lo que yo les voy a decir. Cada vez que va a haber una conmemoración determinada, la ciudad o el corazón o la médula de la Ciudad tiembla, porque los entusiasmos son muchos y generalmente, se proyectan en estudios o en escritorios, y no se acuerdan de las Mil y Una Noches cuando Scherezade le decía al Califa “Hay que salir y mirar”. Es difícil, por supuesto, que esto es complejo y cuando uno elige como título lo que voy a leerles “Carácter, identidad, patrimonio”, y uno trata de ver el significado de estas palabras, no puede dejar de recordar la historia de la Ciudad, la historia de su gente y que además los cambios sucede. Muchas veces, los cambios, no están mal, lo que pasa es que hay que ver cómo se cambia. Yo voy a tener una pequeña diferencia de opiniones con Carlos (Moreno) respecto al tango que se baila hoy, que viene bien como ejemplo, porque no es el tango de los ‘40 ni de los ‘50 y mucho menos el de los ‘20, es el tango de ahora. El tango desapareció como baile a fines de 83

Puertas del Bicentenario

los ‘50, principios de los ‘60, hubo un impasse en que nada sucedió y empezó a tomar fuerza, no bailando, sino por medio de cantantes como Susana Rinaldi, que la gente iba a escuchar. No lo bailaba nadie. Y en estos últimos años el tango fue retomado por la gente joven, que hace su tango. A mí personalmente me parece que es válido. Si los jóvenes actualmente bailaran el tango de los años ‘40 algo les fallaría, no es lo que corresponde, me parece bien como aporte, porque si se mantuviera en

Antigua esquina porteña (AGN)

una época determinada se transformaría en latín, muy respetable pero es un idioma muerto. El título de esta ponencia es “Carácter, identidad, patrimonio”. Jornadas Puertas del Bicentenario es la denominación de este encuentro y es bueno que comencemos por plantearnos que Bicentenario significa 200 años de presencia y lo que venga en el futuro por añadidura. Bicentenario en el caso particular de la Ciudad y su historia, que es el tema que se me ha requerido, significa que no somos generación espontánea, en el paso de los años fuimos configurando un carácter, una personalidad. 84

La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología. - Capítulo III

Esta es una realidad que fue sufriendo cambios con el correr de los años, en algunos para bien, en otros negativamente. Buenos Aires es una gran ciudad pero ¿qué la hizo así? ¿En qué se basa el crecimiento de esta ciudad diferente de las otras en el correr del tiempo? La respuesta está en la suma de circunstancias que vivió el país, esto es un hecho concreto a tener en cuenta. Los argentinos estamos acostumbrados a referirnos a Buenos Aires nostálgicamente, muy pocas veces nos planteamos por qué es como es, cuál es su carácter y cuál es su identidad. Pocas veces se tiene en cuenta que históricamente en su continente cuentan tanto lo tangible como lo intangible y que es imposible separar el uno del otro. Esto es un hecho concreto a tener en cuenta. Si visualmente nuestra ciudad es, a través del tiempo, una permanente superposición de épocas, influencias y estilos no es menos cierto que esto no es casual. Ya algo dijeron, desde comienzos del siglo XIX, la actuación de los extranjeros en diferentes actividades empresariales o de trabajo manual,

Vista desde la Casa de Gobierno hacia el sur de la Ciudad (AGN)

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Puertas del Bicentenario

sus costumbres entremezclándose con las locales, con nuestro clima y con las tecnologías y materiales aquí existentes configuraron el carácter de Buenos Aires. Esto también es un hecho concreto a tener en cuenta. En esta totalidad la gente cuenta de manera especial, los hechos se generan, la mayor parte de las veces, de forma espontánea y cuando esto es imitado instintivamente se convierte en un rasgo de personalidad colectiva. Tal es el caso, esto es totalmente anecdótico, cuando comienza la Ave-

Exposición de proyectos de monumentos durante el centenario (AGN)

nida de Mayo con sus grandes veredas, se transforma en el gran salón de Buenos Aires y los bares sacan las mesas a la calle. La Avenida de Mayo es obviamente de inspiración francesa, tomada por los españoles, se mezcla todo pero todo con un sello local. Esas mesas se colocan sobre el cordón de la vereda y el público pasa entre las mesas y el edificio. Es exactamente lo contrario de lo que sucede en Europa, que era lo que se estaba copiando. ¿Por qué? Porque sí, hay muchísimos porque sí y no vale la pena seguir profundizando porque la razón es muy simple. Si se actúa con real conocimiento de causa y no basados en propuestas de escritorio,los cambios y las intenciones en la ciudad son válidos de por sí. 86

La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología. - Capítulo III

Es en parte equiparable a las cirugías estéticas, que no necesariamente están mal, hasta el momento en que cambian el carácter de la persona que se la hace. Muchas veces se habla de Buenos Aires y se dice “Bueno, pero qué quieren, Buenos Aires es muy nueva, es muy joven, esta es una ciudad

El Cabildo y la plaza hacia fines de la década de 1840 (AGN)

nuevita”. Pero Buenos Aires es una señora decrépita de cuatrocientos y algo más años, que cada cinco años se hace un lifting en una mutual fundida, más o menos así! En estos tiempos de pre-festejos la obligación mayor recae en las autoridades responsables y esto es así. Éstas, entusiasmadas con la conmemoración aprueban o alientan medidas que en el aparente entusiasmo de la novedad desvirtúan el carácter y la identidad que a través del paso del tiempo ha ganado con derecho la ciudad. Eso es un hecho concreto a tener en cuenta. Si tuviésemos que citar algún ejemplo determinado, y acá yo creo que voy a ser reiterativo de algo de lo que mostró históricamente Carlos Moreno, que por así decirlo, es como una continuación. 87

Puertas del Bicentenario

Si tuviésemos que citar algún ejemplo determinado por lo actual, valdría mencionar la posible remodelación de Plaza de Mayo. Buenos Aires nació alrededor de la actual Plaza de Mayo. Carlos Moreno explicó muy bien las diferentes etapas y las diferentes circunstancias, pero él marcó que Plaza de Mayo era y es Plaza de Mayo con su impronta. Yo no comparto tanto su concepto. El hecho de que a partir de su diseño original a fines del siglo XIX cambió, lo que pasa es que todo cambió. Hay épocas en las cuales una ciudad sufre modificaciones en distintos lugares, por ejemplo, la construcción de una autopista, no es sólo eso, si no los cambios que se van originando a partir de su presencia. Entonces, no pocas circunstancias convirtieron a la Plaza en un enclave único y con identidad propia. En ella se levantó el primer monumento conmemorativo de los sucesos de 1810. En este caso esa conmemoración dio por resultado un monumento muy simple, muy modesto, pero era lo que podíamos, fue humilde, acorde con las posibilidades de ese momento. En 1910 se decidió realizar uno nuevo, grandioso, ya que la Pirámide resultaba a los porteños de entonces muy modesta. Los porteños siempre estamos acomplejados y confundimos las cosas, las iglesias del siglo XVIII eran simples. Y bien, a principios del XX las consideraron pobres, entonces les cambiaron todas las fachadas. Tenemos ejemplos como la fachada de la Iglesia de San Francisco, que según los Franciscanos responde al estilo Barroco berlinés. Yo he hablado con algunos berlineses y me dijeron que allá no saben cuál es ese estilo Barroco berlinés. Felizmente, por diversas razones no se concretó este monumento y aún tenemos, creo que con orgullo, nuestro primer monumento patrio. Esto es un hecho concreto a tener en cuenta, los hitos ciudadanos son testimonios de la historia y los afectos de la gente. Pocas veces se habla del afecto hacia las cosas vividas, hacia el barrio. El que nace en un barrio, aunque se mude, siempre tiene un recuerdo de afecto y en muchos casos, al menos con tanta de la gente con las que yo he conversado, pasado un tiempo vuelven porque “es lo mío”, así me lo han dicho algunas veces. La desconsideración hacia nuestro patrimonio emblemático, tangible e intangible, por modesto que éste sea, una vez perdido será totalmente irrecuperable. 88

La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología. - Capítulo III

A las puertas del Bicentenario debemos hacernos responsables todos, ante las generaciones venideras, de nuestra actitud hacia la memoria de la Ciudad y de su gente. La buena memoria es aquella que sabe integrar el pasado con el presente sin gestos rimbombantes, a los cuales somos bastante afectos. Nuestro tiempo es el resultado y la consecuencia de quienes nos precedieron y nuestra responsabilidad, para más allá del Bicentenario, es saber transmitir sin deterioros sus valores. Esto hay que tenerlo en cuenta. Sepamos valorar nuestro carácter e identidad, que son nuestro patrimonio pero hagámoslo sin caer en lo nostalgioso, no porque la nostalgia sea necesariamente mala, pero es muy peligrosa porque cuando uno se envuelve en ella, la nostalgia se convierte en anemia de la memoria. Entonces todos los proyectos nefastos de los que se ha hablado acá y otros más, pueden aflorar con una facilidad enorme. Yo creo que lo principal, pensando en el Bicentenario, es que tratemos de vivir la ciudad, de conocerla y no estar en contra de los cambios. Los cambios son lógicos, son naturales. Pero interesémonos e intervengamos cuando veamos que puede suceder algo peligroso. Ya tenemos el conocimiento y la seguridad de que cada vez que hay una conmemoración la tropilla de propuestas se desboca y entonces podemos llegar a festejar los 200 años de una ciudad que ya no va a estar más. Una visión de la Plaza de Mayo de alrededor de 1845, mostraba un terreno extendido, sin senderos, pero que tiene un entorno. Los entornos siempre existen, aún si son poco visibles o no demasiado llamativos. Será a partir de 1856 cuando las plazas de Buenos Aires empiezan a ser algo parecido a lo que conocemos. Comienzan con trazados muy simples, con paraísos, la rodean calles, algo que está delimitando la plaza porque eso es lo que sucedía en otras partes, pero siempre manteniendo los canteros. En la esquina de Victoria, hoy Hipólito Irigoyen y Balcarce se veían los tres arcos del viejo Congreso. Las veredas son angostas, pero son veredas, el peatón no circula al nivel de la calle. Alrededor de 1871-72 según mi información, ya se ven los canteros, los árboles algo más crecidos, las fuentes que ahora están en la avenida 9 de Julio, que no fueron aquellas donde descansaron sus pies los concurrentes del primer 17 de Octubre, como se dijo otros días en una audición de radio. Esas son las que están actualmente en la Plaza. 89

Puertas del Bicentenario

Yo insisto en que no hay que ver nunca nada aislado sino hay que verlo como una totalidad o un conjunto. Todas las plazas de Buenos Aires nacieron con rejas: Plaza San Martín, Plaza Lavalle, pero la Plaza de Mayo sólo tuvo rejas en las fuentes y la Pirámide, no era por una cuestión elitista sino porque esto garantizaba que las personas que se sentaran, no serían molestadas por los los transeúntes. La Pirámide, por entonces todavía estaba en su lugar original. Cuando se tira abajo la Recova, años después, la trasladan al centro de la Plaza. Mirando desde el Cabildo hacia la pirámide, a la izquierda se emplazaba el primer Teatro Colón (donde actualmente está el Banco de la Nación). En las fotografías de fines del siglo XIX, principios del XX, aparecen las palmeras. Las palmeras son parte de la identidad de Plaza de Mayo, éstas y la plaza, aparecen en bandejas de loza, en vasos, en floreros y en pañuelos hechos como recuerdos del primer Centenario. Eso significa que el lugar tenía identidad. Imagínense ustedes que esto tiene ciento diez años, que abarca por lo menos de cuatro a cinco generaciones que vieron la Plaza de esta manera y la vieron limitada por cordones de granito de un escalón, no estaba fundida con el resto. Curiosamente se habla de remodelar Plaza de Mayo y no es una gestión, son dos, tres, cuatro gestiones que no reemplazaron los árboles que estaban viejos o que se caían. Las palmeras son tan nobles que una de ellas que se incendió y hoy está perfecta. He podido comprobar a través de treinta años que Plaza de Mayo es un lugar al que la gente va a sentarse, a tomar sol, en algunos casos leer el diario pero lo notable es utilizarla para tomar sol. Sí, es una plaza que en los últimos años ha tomado una fuerza muy grande en la comodidad de los porteños, que toman sol, que almuerzan y siempre hay algún perro rondando por allí. Las fuentes estuvieron desde hace mucho tiempo y ahí están, con un único agregado, porque en los principios de los años ‘50 se quitaron todos los canteros para que la Plaza pudiera contener más gente. El drama no sería tanto esa modificación (que yo personalmente creo que no fue feliz), sino que se pusieron baldosas blancas por este motivo, cruzar la Plaza con el sol del verano es absolutamente una tortura o simplemente imposible de hacer. Después, en los ‘70 se hicieron los bancos rodean90

La Ciudad a las Puertas del Bicentenario, Planeamiento, Patrimonio y Arqueología. - Capítulo III

do las fuentes que son, como les digo, realmente muy utilizados por el público. En fin, como conclusión, digamos que siempre es útil una conmemoración como ésta a la que invita el próximo Bicentenario, para lograr realizar muchas cosas que a veces quedan relegadas… pero también puede ser transformado en una tortura, si no aplicamos criterios racionales frente a los proyectos que se propondrán, como decíamos más arriba, en tropel. Muchas gracias.

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Capítulo IV

El Bicentenario desde una mirada histórica. La historia y las historias de Buenos Aires

Panel de Historiadores: Lic. Liliana Barela, Lic. Ema Cibotti, Dres. Hugo Chumbita y José Carlos Chiaramonte y Prof. Rodolfo Giunta.

El concepto de la revolución a través de los escritos de los integrantes de la generación de mayo Lic. Liliana Barela

Dedicada como estoy a escuchar y evaluar testimonios orales de actuales protagonistas en la reconstrucción de las historias de los barrios de Buenos Aires contemporáneos, intentaré escuchar en este trabajo a los protagonistas de la Revolución. Tomaremos aquí los testimonios de algunos protagonistas, no de todos. Elegimos a políticos involucrados, y dentro de ellos, los escritos antes y durante la actuación revolucionaria. Dejamos de lado los elaborados “a posteriori” porque creemos, son más “reinterpretados” que los otros. De esta forma podremos comparar estos testimonios más frescos con el de nuestros primeros historiadores, recreadores de nuestra historia inicial. Es decir, elegimos los escritos de los protagonistas que se realizan mientras la acción se desenvuelve y los envuelve: el testimonio que no tiene tiempo de “revisar” sus ediciones. En lo referente a la calidad de los testimonios y a los contextos hay otro aspecto que es necesario tener en cuenta. Hay algunos testigos -léase Saavedra- que poseen una tendencia a endilgar a otros -léase Morenotodo el jacobinismo de la revolución, cuando en realidad ésta es una vi95

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sión posterior de los hechos ya que a la hora de firmar medidas extremas se encontraba la firma de todos los integrantes de la Junta de Gobierno. Existe hoy una nueva corriente de pensamientos que tiende a minimizar la conciencia revolucionaria de los protagonistas de la revolución (1). Aquí otra vez el contexto determinando los cambios de opinión. Se ha instalado entre nuestros intelectuales una suerte de escepticismo que llevaría a la aceptación de un destino de fracaso; para poder admitir un futuro sin salida para nuestro país necesitaron desmerecer los momentos lúcidos de nuestro pasado, de nuestra historia. Este trabajo intenta rescatar a los protagonistas vinculando sus pensamientos a la acción y verificando además el concepto de revolución que los alentó y que definieron. Será justamente a partir del análisis de este concepto que descubriremos la esencial coincidencia entre la Revolución de Mayo y la francesa, que es nuestra hipótesis. Dijimos que íbamos a hacer hablar a los protagonistas y otra vez creemos necesario explicar por qué elegimos las voces de Manuel Belgrano, Hipólito Vieytes y Mariano Moreno. ¿Por qué no elegimos a precursores como Azara, Maziel o Lavardén? Porque si bien en ellos había críticas al sistema económico y también un proyecto de desarrollo económico, su definición final será la preponderancia y felicidad de la metrópoli. ¿Por qué no elegimos a otros integrantes de la generación de mayo? Belgrano y Vieytes fueron elegidos porque son los que, en tanto precursores y revolucionarios a la vez, intentaron suscribir un modelo de desarrollo global y sistemático para el Río de la Plata, teniendo como base los desarrollos logrados por las burguesías de otros países europeos, planteándose con lucidez la realidad de estas regiones y conteniendo al pretender superar los obstáculos, el concepto de ruptura revolucionaria. Moreno fue elegido porque creemos que constituye la figura que con más coherencia ideológica intentó llevar a cabo el concepto de revolución, como expresión de la ruptura con el antiguo orden español y su tradición política e ideológica. Son los escritos de estos tres personajes los que nos brindan un detalle minucioso del proyecto pre-revolucionario y este concepto es sin duda el de la revolución como ruptura. Comenzaron sus análisis en los as-

(1) Cfr. ROMERO, José Luis. “La generación de Mayo”, en revista Todo es Historia Nº 242, junio, 1987.

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pectos económicos que eran, por otra parte, los más fáciles de criticar sin romper con el lazo político. En estas propuestas, si bien no se proclama, la revolución, las reflexiones llevan implícito este concepto. Como Vieytes y Belgrano plantean el camino del desarrollo de estas tierras, todavía, lo vinculan al de la metrópoli de la que dependen. Serán en los planteos de las causas del ahogo de estas regiones y en las propuestas para resolverlas en donde aparecen las diferencias entre precursores y protagonistas: para los primeros no hay ruptura, para los segundos, será inevitable. Los protagonistas miraban hacia Francia en busca de herramientas, pero sabían que aquello era Europa y muy diferente era la realidad americana que describieron con especial conciencia histórica. Es por ello que lo primero que advierten es la desigualdad de desarrollo en estas regiones con respecto a aquellas, y sería a partir de la descripción de las causas y la búsqueda de soluciones que llegarán a la independencia, aún cuando los documentos utilicen artilugios vinculados más a la estrategia revolucionaria que a la realidad histórica. Dentro de esta estrategia se encuadraría el pacto social de Suárez y la máscara de Fernando VII. Otra tesis que surge en torno al pensamiento de Mayo es la noción de que los hombres de esta generación serían meros repetidores del pensamiento francés del Siglo XVIII. Chiaramonte en su trabajo demuestra que los intelectuales de Mayo, en especial Belgrano y Moreno, en los que la elaboración ideológica alcanza mayor lucidez, manifiestan el máximo nivel de su conciencia histórica “justamente en comprender el grado peculiar de desarrollo de la estructura social de la colonia y la distancia que la separa de las nociones europeas más adelantadas”. (2) La necesidad de aceleración de los tiempos que se plantean estos pensadores es real. Aquí se vivió en poco más de medio siglo lo que en Europa llevó 400 años. Esta irregular maduración tuvo costos demasiado altos. En un interesante artículo sobre el tiempo, destiempo y contratiempo, Gregorio Weinberg analiza el valor del tiempo en el análisis histórico y en especial el de la imposición del tiempo ajeno en Latinoamérica. Con respecto al tiempo de la ilustración, dice este conocedor a fondo de nuestra historia y pensamientos argentinos: “pues bien al rechazar el pasado colonial se toma conciencia de la necesi-

(2) CHIARAMONTE, J. C., La crítica ilustrada de la realidad, Buenos Aires, 1972, p. 47.

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dad de acompasarse a lo que ocurría en el resto del “mundo civilizado”... Pero admitamos que el propósito de ponerse “a la altura de los tiempos” en modo alguno puede reputarse en equivalente de la percepción de la especificidad del tiempo latinoamericano, y menos aún de sus propios requerimientos... De todos modos convengamos que el tiempo del iluminismo permite alcanzar un denominador común: negar in totum el pasado, conceptuado apenas como “memoria o tradición”... Esta homogeneización de la diversidad de los tiempos... facilitaba, por lo menos en el plano ideal de las imputaciones, la instalación de estados nacionales que, para lograrlo, debían superar simultáneamente los ritmos regionales... (3) El problema que tanto preocupara a revisionistas y nacionalistas sobre la originalidad del pensamiento de Mayo es poco relevante. En casi todos los escritos de precursores y revolucionarios aparece la necesidad de aplicar los principios a realidades locales. Tenía conciencia de las diferencias, lo que tal vez habría que descubrir es hasta qué punto esa conciencia se reflejaba en la práctica. Tal vez el escrito más auténtico, categórico y revolucionario lo constituye el plan de operaciones de Mariano Moreno, el más lúcido y realista de su generación. Curiosamente este escrito estuvo, siendo el más auténtico, cuestionado por apócrifo. (4) Nosotros en este trabajo analizaremos algunos escritos de Vieytes y Belgrano, y dejaremos para el final el análisis del pensamiento de Moreno. Vieytes y Moreno se dedican a elaborar la culminación del pensamiento económico de Mayo. Con ellos se pasa de la mención de hechos aislados a una sistematización de las cuestiones económicas y sociales locales. El centro de las preocupaciones era el desarrollo agrícola de estas tierras. El espíritu de la ilustración está aquí presente en la necesidad de difundir, a través de periódicos, correos, semanarios, las ideas técnicas e instrumentales para crear una agricultura a lo grande. En el Semanario se reconoce esta importancia y el papel relevante de la difusión. (5)

(3) WEINBERG, Gregorio. Tiempo, destiempo, contratiempo en De historia e historiadores, homenaje a José Luis Romero, Buenos Aires, Siglo XXI, 1982. (4) Crf. LEVENE, Ricardo. Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno, Buenos Aires, Peuser, 1980, tomo II. (5) VIEYTES, Hipólito. “Prospecto de la agricultura, industria y comercio”, publicado en Antecedentes económicos, Buenos Aires, Raigal, 1954, p. 138. El Semanario de Agricultura, Industria y Comercio fue crono-

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Interesante papel le adjudica Vieytes a la iglesia ya que hasta ese momento eran los párrocos a través de sus púlpitos el único ámbito de difusión de ideas, principios, etc. en el mundo colonial. El programa económico presentado por Belgrano y Vieytes se apoyaba en la corona y en la iglesia para concretarlo. En este sentido Belgrano, en su Memoria presentada al Consulado en 1796, afirma: “Ya es preciso que despertemos de este letargo, que discurramos y meditemos en el arte más soberano del mundo, en la agricultura. Ella ha de ser la que nos ha de proporcionar todas nuestras comodidades, la población se aumentará, las riquezas se repartirán y la patria será feliz: haciendo igualmente la suya la metrópoli, a quien en recompensa de la seguridad que nos franquee deberemos presentarle todas nuestras materias primas para que nos dé las manufacturadas y prontas a nuestro servicio.” (6) La transición entre la fe en la Corona y la desilusión la expresa tardíamente Belgrano en su autobiografía: “Al concluir mi carrera por los años 1793, las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto se debía que me colocaran en la Secretaría del Consulado de Buenos Aires... Cuando supe que tales cuerpos en sus juntas no tenían otro objeto que suplir a las sociedades económicas, tratando de agricultura, industria y comercio, se abrió un vasto campo a mi imaginación, ...que ignoraban el manejo de la España respecto a sus colonias, y sólo había oído un rumor sordo a los americanos de quejas y disgustos, que atribuía yo a no haber conseguido sus pretensiones y nunca a las intenciones perversas de los metropolitanos que por sistema conservaban el tiempo de la conquista” (7) La agricultura aparece como el principio ético del programa; la agricultura pensada dentro de un desarrollo de base capitalista. Pero el desarrollo de una agricultura a lo grande en un país ganadero tendría sus propios límites. El impulso que la ganadería había logrado en estas regiones era algo que ni Vieytes ni Belgrano desconocían. Las voces de labradores y hacendados en la representación de 1793 y la memoria de

lógicamente el segundo periódico del Río de la Plata. Su primer número apareció el primero de septiembre de 1802. Estos fueron 218 números agrupados en 5 tomos. (6) BELGRANO, Manuel. Escritos económicos, Buenos Aires, Raigal, 1954, introd. Gregorio Weinberg, P. 76. (7) Idem pp. 48-49-50.

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1794 expresaron la influencia de los principios de la ilustración y mostraron una coincidencia en sectores a menudo separados por conflictos permanentes. Los argumentos de los labradores consisten en afirmar que la agricultura es el origen de la riqueza de todo el país y por tanto es necesario adoptar una serie de medidas para impulsar su desarrollo. La más importante consistía en asegurar la libertad de granos, es decir eliminar el estanco; a la vez ponían de manifiesto lo inadecuado de las medidas de abastecimiento para evitar la escasez. En lo fundamental de este pensamiento aparece la concepción liberal enfrentada al mercantilismo. Pero el escrito, de autor anónimo, no sólo critica doctrinas económicas, hay conceptos políticos y filosóficos que expresan la influencia del enciclopedismo: “la ganancia que hallan los que trabajan las tierras es el resorte que los aviva y este deseo es el que hace florecer la agricultura, todos se fatigan por su interés y utilidad y el que se persuade que puede haber hombre que se dedique al trabajo por otro motivo piensa puerilmente, porque así se arruina la nación, inclinándose a la ociosidad y al fanatismo.” (8) Las Memorias de 1794 reitera los principios de la de 1793, pero se refiere a la ganadería y la salazón de carnes. También aquí se insiste en liberar de trabas a la producción rural que junto con el comercio son la base de la riqueza; rechaza las manufacturas, exaltando las producciones agropecuarias. Idéntica propuesta en lo que se refiere a la manufactura expresa Belgrano en la Memoria del Consulado de 1796, donde en un claro mensaje de subordinación económica rechaza la posibilidad de manufacturar en el ámbito colonial dejando esta actividad para la metrópoli. (9) Sin embargo tanto el Semanario como el Correo de Comercio se presentan programas de desarrollo manufacturero. El Semanario lo registra de esta manera. (10) Inclusive Belgrano ensaya una suerte de protección industrial en su Co-

(8) Los labradores de Buenos Aires piden que no se impida en aquella provincia la extracción de sus frutos. Según Chiaramonte (op. cit.) el autor de esta representación y la de los hacendados podría ser el padre de Belgrano. (Chiaramonte, J.C., La crítica ilustrada... op. cit.) (9) VIEYTES, Hipólito. “Semanario...” en Escritos Económicos, (op. cit., p. 149). (10) Correo de Comercio, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1970 (Reproducción facsimilar). El Correo de Comercio apareció el 3 de marzo de 1810 y su último número es del 6 de abril de 1811. Su director fue Manuel Belgrano y su colaborador Hipólito Vieytes. Es sorprendente que no haya registrado los cambios producidos a partir de mayo de 1810.

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rreo de Comercio del 2 de septiembre de 1810. (11) Vieytes alienta la producción industrial y como en el Río de la Plata del Siglo XVIII, salvo la de cuero, prácticamente no existía, propone alternativas interesantes. El aprovechamiento de la carne para exportar, elaboración de manteca, etc., e incluso el fomento de nuevas especies arbóreas y sus usos racionales, aplicando la madera a la industria. Los temas del Correo de Comercio, semanario que apareció, según Belgrano, a pedido del propio Cisneros, fueron el reflejo de las grandes preocupaciones de la libertad de comercio, el desarrollo de la agricultura y la ganadería, el fomento industrial y la distribución de la propiedad. En todos los temas planteados aparece el utilitarismo contra la ociosidad para el logro del desarrollo y la felicidad. Será a partir de estos principios que llegará a dudarse de la fe cristiana de estos pensadores aún cuando ellos no lo mencionen, aún cuando expresen una adhesión a los principios religiosos procurando el concurso de la iglesia en la ejecución del programa ilustrado (Belgrano, Vieytes) o eliminen aspectos irritantes como el propio Moreno dirá en el prólogo al Contrato Social de Rosseau (12). Aún cuando no lo expresen directamente la reiteración del utilitarismo como principio conducente a la felicidad, se contraponía a los principios religiosos que aseguraban la felicidad fuera de este mundo. Más que ello, como dice Halperín, lo que aparece es una nueva “fe ilustrada” que compite con la vieja fe religiosa, claro que con objetivos diferentes en tanto ésta simboliza la dominación, la nueva fe simbolizaba la liberación (13). Frente a esta nueva concepción del mundo aparece como necesaria una nueva concepción en la educación. En la educación colonial de tradición escolástica en el Correo de Comercio. “no es fácil comprender en qué ha podido consistir, ni en qué consista que el fundamento más sólido, la base digámoslo así,... origen verdadero de la felicidad pública, cuál es la educación, se halla en un estado tan miserable, que aún las mismas capitales se resisten de su falta” “El cuadro es horroroso, y aunque su asunto es cierto, es positivo, su (11) MORENO, Mariano, Escritos políticos y económicos, Buenos Aires, La Cultura Argentina. 1961, p. 236. (12) Véase HALPERIN DONGHI, Tulio. Tradición política española e ideología revolucionaria. Buenos Aires, 1985, La primera edición es de 1961. (13) Correo de Comercio, op. cit., pp. 18/19.

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colorido no está todavía, con la energía que se desea para que no halla uno que dexe de convencerse que de la necesidad en que estaban de los más principales establecimientos de educación “ (14). En el Seminario Vieytes ratifica la misma preocupación (15). Un problema asociado al desarrollo de la agricultura y la realidad de la explotación de la tierra será la propiedad de la misma. En este sentido será Félix de Azara el primero en formularlo cuando advierte que el escollo del problema agrario rioplatense es el régimen de propiedad (16). La propiedad privada fue un principio que se respetó entre los pensadores ilustrados franceses con algunas pocas excepciones. “(...) ¿queréis de buena fe la felicidad del pueblo? ¿queréis tranquilizarlo? ¿queréis ligarlo indisolublemente al éxito de la revolución y al establecimiento de la república? ¿queréis acabar con sus inquietudes y con indigestiones intestinas?, declarad hoy que la base de la Constitución republicana de los franceses es el límite al derecho de propiedad.” “(...) No es más en (los espíritus) donde hay que hacer la revolución; no es allí donde hay que buscar el éxito: desde hace tiempo ya está hecho y es perfecta, toda Francia os la atestigua: Es `en las cosas´ donde es necesario que esta revolución, de la que depende la felicidad del género humano, se haga (17)”. El problema en el Río de la Plata consistía en reducir el gran número de propiedades y expropiar los latifundios. En Azara la solución es la distribución gratuita de parcelas, concepto además que manejan los funcionarios de la Corona española. Vieytes en el Semanario se manifiesta por la distribución, pero no adhiere a la enfiteusis, que menciona Jovellanos en su informe agrario, que Vieytes no desconocía ya que había publicado parte del mismo en su publicación (18). En el Correo de Comercio Belgrano propone: “...pero es tiempo ya de que manifestemos nuestro concepto diciendo que todos esos males son concausas de la principal, cual es la falta de propiedades de los terrenos que ocupan los labradores: este es el gran

(14) Cfr, VIEYTES, Hipólito, op.cit., p. 164 y sig. (15) AZARA, Féliz, Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata y otros informes, Buenos Aires, Bagel, 1943. (16) BABEUF, Realismo y utopía en la Revolución Francesa, Barcelona, Península, 1970, p. 129. (17) VIEYTES, Hipólito, op. cit., p. 23. (18) Correo de Comercio, op. cit., p. 158.

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mal de donde provienen todas sus infelicidades y miserias, y de que sea la clave más desdichada de estas provincias...” (19) Ninguno de ellos habla de “confiscación” y con esta falta de radicalización la situación quedaría solamente planteada. Incluso la posición expresada el 23 de junio sería suavizada el 4 de agosto de ese mismo año y cuando Belgrano dice: “yo no digo que la propiedad de terrenos en ellos, no pudiera influir algún más conato para su adelantamiento; pero esto no lo debemos tener por causa única de sus progresos: porque hay porción de estos que tienen propiedades y no adelantan un paso en establecer ni casas para sus moradas de subsistencia, no ponen montes.” (20) En este sentido el proyecto -con clara influencia de Azara- propuesto por Artigas era una alternativa que será derrotada por el grupo porteño integrado por el sector más conservador de la burguesía- y los caudillos del litoral que veían en el programa agrario artiguista un riesgo para socavar la base de su propio poder. Con esta derrota se destruyó definitivamente el sector más radicalizado de la burguesía ilustrada. Estas contradicciones dentro de los ideólogos revolucionarios tienen que ver con los problemas de una clase todavía indefinida. Así resultaría un gobierno aristocratizante en Rivadavia -más vinculado al despotismo ilustrado- y más plebeyo en Moreno - a la manera jacobina de la revolución francesa (21). Decíamos que aparece a partir del distanciamiento entre la Corona y los economistas, una nueva categoría para pensar la realidad: la ruptura. Pero en ellos aparece tardíamente. Aún cuando sean precursores revolucionarios, hay indefiniciones con respecto a la metrópoli en sus escritos. Incluso el patriotismo localista coexistente con la devolución hacia España, lo vimos en Belgrano y claramente en Vieytes (22). Lo que ocurrió con los escritos de los economistas ilustrados es que la aceleración que provoca la situación metropolitana, produjo baches entre esos escritos, previos y la acción revolucionaria misma. No pudieron registrar por escrito -salvo que fuera su función específica- porque tuvieron que actuar. Los tiempos se aceleraron y la acción revoluciona(19) Correo de Comercio, op. cit., p. 180. (20) Cfr. CHIARAMONTE, op. cit. (21) VIEYTES, Hipólito, op. cit., p. 187. (22) MORENO, Mariano, op. cit., p. 216

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ria los comprometió directa y desgarradoramente. El patriotismo adquiere a partir de la revolución otra categoría y los escritos de Moreno lo expresan más definidamente. Aquí el concepto de falta de patriotismo, está vinculado a la no aceptación del nuevo orden: “Si hasta aquí hemos sofocado, a esfuerzos de nuestra moderación, la grave injuria que los europeos nos infieren con esta conducta; si hemos procurado separar la vista de ellos, y convertirla solamente a otros europeos (aunque pocos) que lamentan la ceguedad de sus paisanos, y concurren con igual patriotismo que nosotros a la firmeza y consolidación del nuevo gobierno; justo es que los que glorían de ser nuestros enemigos se convenzan de que no ejercerán sus hostilidades impunemente” (23). Aparece finalmente esa nueva categoría para pensar la realidad, la revolución; “el nuevo sistema” y “nueva fuente de legitimidad”. Dice Moreno en la Gaceta del 21 de junio de 1810: “dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se ataca jamás impunemente el mérito y la virtud porque hablando por el mismo a su favor y teniendo siempre su árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que indignamente osasen atacarles. La verdad como virtud, tiene en sí misma su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo; si se oponen restricciones al discurso, vegetar el espíritu como la materia; el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria.” (24) Con respecto a la legitimidad lo refleja cuando dice: “Colonos de la España, hemos sufrido con paciencia y con fidelidad las privaciones consiguientes a nuestra dependencia. Trescientos años de pruebas continuadas han enseñado a nuestros monarcas que las Américas estaban más seguras en el voluntario vasallaje de sus hijos que en las fuerzas de sus dominadores... cuando los naturales del país parecían destinados por la naturaleza misma de las cosas a subrogar en (23) MORENO, Mariano, op. cit., p. 172 (24) MORENO, Mariano, op. cit., p. 209

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rango de sus dominadores, se ofenden éstos de la moderada pretensión con que aquellos se contentan, de que todos seamos iguales...” (25) Este principio se iría consolidando en los actos de gobierno que los reflejan. El mismo se revela en la explicación de la guerra, compañera de la revolución: “-No, generosos peruanos! Vuestra ilustración está muy acreditada para que os dejéis alucinar de pretextos tan ridículos: uníos estrechamente a vuestros hermanos de Buenos Aires, que no quieren dominaros, sino romper vuestra cadena. Todos reconocemos un mismo monarca, guardamos un mismo culto, tenemos una misma costumbre observamos unas mismas leyes, nos unen los estrechos vínculos de la sangre y todo género de relaciones; ¿por qué, pues, pretenden los déspotas dividirnos? Si su causa es justa, ¿por qué tememos que los pueblos la examinen? Si nuestras pretensiones son injuriosas a los demás pueblos, ¿por qué impiden que éstos se impongan a ellas? Abrase la comunicación, déjese votar a los pueblos libremente, consúltese su voluntad, examínese los derechos de la América (26)”. La revolución planteaba sus categorías a través de un pensamiento ahistórico, es decir necesidad de negar todo lo anterior para poder romper con ello y consolidar la estructura nueva. De esta forma negaron el pasado y todo aquello que lo contenía, esta es sin duda la gran coincidencia con la revolución francesa. Dice Bernard Richard: “La revolución Francesa fue pensada y vivida por sus protagonistas como un acto fundador, un punto cero de la historia humana, el juicio de una nueva era. Los “principios de 89” son principios en el doble sentido de la palabra. Para los hombres de 1789, la historia anterior tiene un fin, una muerte, pero no tiene principio: por eso se habla del antiguo régimen, muerto en el 89 nacido no se sabe cuándo. Al contrario, la revolución crea un tiempo nuevo que tiene inicio y no puede tener fin.” “La revolución francesa `hace tabla rasa del pasado´ y confía en la razón humana y en su imaginación para crear una sociedad nueva, un modelo de validez universal. Esta ruptura voluntarista radical con el (25) MORENO, Mariano, op. cit., p. 193. (26) RICHARD, Bernand, “La hora cero de la revolución”, en Diario La Razón del domingo 14/07/1985. durante un seminario organizado por CLACSO en diciembre de 1984. Francois Furet, presidente de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París subrayó esta diferencia entre la Revolución Francesa y la Inglesa del Siglo XVII o la Norteamericana. Estos dos movimientos no se consideraron de un paraíso perdido, de una edad de oro, La Carta Magna de 1215 en unos, los Padres Peregrinos del Mayflower en otros.

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tiempo es la representación más dinámica y movilizadora en su legado simbólico (...) La experiencia más importante de esta voluntad de ruptura con el pasado fue el nuevo calendario republicano” (27). Un sistema nuevo necesitaba una definición y una estrategia. Ya vimos la definición en los escritos de Moreno, la estrategia es el plan de operación, documento de mayor coherencia ideológica, que le fuera encargado por la junta de gobierno. Hoy ya la autenticidad ha quedado comprobada. Y lo que es más importante: si el plan no hubiese existido, el pensamiento de Moreno hubiese quedado incompleto. Estamos frente a un teórico -la Gaceta y el de la Representación lo demuestra- y un práctico -los postulados del plan lo confirman-. Es la Representación de los Hacendados un escrito jurídico presentado al Virrey en nombre de los agricultores de ambos márgenes del plata, en medio del debate sobre la decisión del derecho del 6-11-1809. Este texto postula la libertad de comercio como principio esencial para el desarrollo, a la vez que denuncia los falsos temores del agente de Cádiz sobre la suerte de las provincias interiores frente a la competencia de las artesanías con las mercaderías extranjeras, si se acordaba el decreto del comercio libre. Aunque estos escritos son anteriores a Mayo, ya Moreno advierte la hipocresía del monopolio de Cádiz y sus verdaderas intenciones al oponerse al comercio libre (28). Decíamos que el plan de operaciones dotaba a la revolución de la estrategia que necesitaba para concretarla. Dice Moreno: “Hablemos con franqueza: hasta ahora sólo hemos conocido la especulativa de las conspiraciones, y como tal cuando tratamos de pasar a la práctica nos amilanamos: Pues no; no son estas las lecciones que nos han enseñado y dado a conocer los maestros de las grandes revoluciones; fíjese la vista sobre los anales de las historias del norte, de la Francia, etc. y aún de la misma España, y se observarán las tramas y astucias políticas, únicamente dirigidas a conseguir por todo camino aquellos fines a que se han aspirado”. “Últimamente, demos un carácter más solemne a nuestro edificio, mire-

(27) MORENO, Mariano, op. cit., p. 150. (28) MORENO, Mariano, op. cit., p. 274.

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mos sólo a la patria, y cuando la constitución del estado afiance a todos el goce legítimo de los derechos de verdadera libertad, en práctica y quieta posesión, sin consentir abusos, entonces resolvería el Estado Americano el verdadero y grande problema del contrato social (29)”. Sobre el objetivo de la independencia y el concepto de revolución ya no quedan dudas. Dice Moreno: “La moderación fuera del tiempo no es cordura, ni es una verdad; al contrario es una debilidad cuando se adopta un sistema que sus circunstancias no lo requieren; jamás en ningún tiempo de revolución se vio adoptada por los gobernantes la moderación ni la tolerancia; el menor pensamiento de un hombre que sea contrario a un nuevo sistema, es un delito por la influencia y por el estrago que puede causar con su ejemplo y su castigo es irremediable”. “En esta atención, ya que la América del Sur ha proclamado su independencia, para gozar de una justa y completa libertad, no carezca por más tiempo de las luces que se le han encubierto hasta ahora y que pueden conducirla en su gloriosa insurrección. Si no se dirige bien una revolución, si el espíritu de intriga, ambición y egoísmo, sofoca el de la defensa de la patria, en una palabra: si el interés privado se prefiere al bien general, el noble sacudimiento de una nación es la fuente más fecunda de todos los excesos y del trastorno del orden social, lejos de conseguirse entonces el nuevo establecimiento y la tranquilidad interior del estado, que es en todos tiempos el objetivo de los buenos, se cae en la más horrenda anarquía, de que se siguen los asesinatos, las venganzas personales y el predominio de los malvados sobre el virtuoso y pacífico ciudadano”. “La insubsistencia perpetua y continuada de la corona de España, lo está evidenciando; la familia real envilecida, había ya dejado de serlo y perdido su derecho; el 25 de Mayo de 1810, que hará célebre la memoria de los anales de América, nos ha demostrado esto, pues hace 20 años, que los delitos y las tramas de sus inicuos mandones y favoritos, le iban ya preparando este vuelco”. “Si no nos uniesen generalmente los intereses de la Patria; ¿quién de vosotros, señores, sería capaz de poner en cuestión la libertad y felicidad de ella, no teniendo sino unos conocimientos superficiales de las

(29) MORENO, Mariano, op. cit., pp. 270/273/275.

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causas secretas de la revolución? ¿Acaso se necesitó más fortaleza el 25 de Mayo de 1810, para derribar los colosos de la tiranía y despotismo, que se necesita para erigir los cimientos de nuestro nuevo edificio? Desembrácese el suelo de los escombros, quiero decir, concluyamos con nuestros enemigos, reformemos los abusos corrompidos y póngase en circulación la sangre del cuerpo social extenuado por los antiguos déspotas, de este modo se establece la santa libertad de la Patria” (30). Respecto a las relaciones británicas y portuguesas. Moreno propone se trate de promover rebeliones de las posesiones portuguesas, para conquistar Río Grande del Sud. Él advierte las razones geopolíticas que incluían este territorio como parte de la Banda Oriental. El plan se nos representa como un todo coherente para difundir la estrategia y proyección de la revolución en el ámbito de la América-hispana. Pero este plan no llegó a concretarse. Los límites del programa de Mayo estaban en la esencia de su propia construcción intelectual. La revolución estaba empeñada en cambiar la vieja estructura de la sociedad. Para ello necesitaba destruir en la mentalidad del pueblo tantos años de dominación. Pero este enfrentamiento se estrellaba con la realidad y llevaría a una aristocratización de la clase dirigente. A pesar de ello la coincidencia programática y las necesidades de los más postergados provocaron las adhesiones de las masas rurales que formarán la base del ejército revolucionario. De todos modos faltó entre los intelectuales más radicalizados, el instrumento de vinculación con las masas aún -Moreno lo advierte- sólo contando con ese apoyo se hubiera logrado la transformación de la sociedad colonial. (31) No es tema de este trabajo evaluar el camino de la revolución. Junto con el triunfo del sector más conservador aparece un grupo ascenso: los hacendados porteños. Este grupo tuvo un proyecto progresivo: primero, terminó la guerra revolucionaria -aún cuando San Martín estaba en Perú- y con ello cerró el destino americano de la revolución. Segundo, puso al frente del gobierno a un hombre de su confianza, Martín Rodríguez y un programa que beneficiara sus intereses. Tercero, frente al programa de nacionalización (30) MORENO, Mariano, op. cit., pp. 253/254. (31) Discurso del 25 de Mayo de 1836 de J. M. de Rosas en el acto celebrando la conmemoración de la Revolución de Mayo, en Levene Ricardo. Ensayos sobre... (op. cit., tomo III. P. 233

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de Rivadavia, directamente puso al frente del gobierno a un hombre de su clase: el hacendado Juan Manuel de Rosas. Sería justamente Rosas el primer recreador de una nueva tradición de la revolución. Dice el discurso de Rosas: “Y cuan glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad en ejemplo. No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la Nación, habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia. No para componer los vínculos que nos legaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud poniéndonos en disposición de auxiliarlo con mejor éxito en su desgracia. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella, y no ser arrastrados al abismo de males en que se hallaba sumida la España.” (32). Esta tradición legitimaría su gobierno creando una versión historiográfica que tendrán sus seguidores toda vez que el irracionalismo triunfe. La respuesta de los integrantes de la generación del 37 sería esclarecedora pero limitada. Serán ellos los primero recreadores de la revolución en tanto enunciadora de los principios fundamentales que aún no habían podido ser concretados: “Los revolucionarios de Mayo sabían que la primera exigencia de la América era la independencia de hecho de la metrópoli, y que para fundar la libertad, era preciso emancipar primero la patria” (33). “La revolución es para nosotros progreso... Progresar es civilizarse, o encaminar la acción de todas sus fuerzas al logro de su bienestar...” (34). Su versión de la soberanía popular es el gran cambio ya que pasó de los opresores a los oprimidos (35). Según sus palabras la emancipación política estaba resuelta, faltaba concretar la social. Advierte también las fallas en la relación entre la burguesía y las masas rurales. “El partido unitario no tenía reglas locales de criterio socialista; des-

(32) ECHEVERRIA, Esteban, Dogma socialista de la Asociación de Mayo, Buenos Aires, Perot, 1953, p. 156. (33) Ibidem p. 134 (34) Ibidem p. 159 (35) Ibidem p. 54

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conoció el elemento democrático; lo buscó en las ciudades estaba en las campanas. No supo organizarlo, y por lo mismo no supo gobernarlo. Faltándoles esa base todo su edificio social debió desplomarse y se desplomó” (36). Juan Bautista Alberdi define su postura sobre la revolución en su “crónica dramática” que sólo puede ser entendida a partir de su idea primera expresada en su Fragmento Preliminar. Como dice Feijoo en la introducción de la obra: “Por primera vez, en la historia de la cultura americana, se intenta afirmar una filosofía desde fuera de la cátedra; subsistir a la filosofía del claustro una filosofía de la palestra; a la filosofía pura una filosofía para; a la filosofía-metafísica una filosofía-social” (37). En este trabajo Alberdi afirma: “Nosotros hemos tenido dos existencias en el mundo, una colonial, otra republicana. La primera nos la dio España; la segunda, la Francia. Cambiamos la autoridad española por la autoridad francesa el día que cambiamos la esclavitud por la libertad. A España le debemos cadenas, a la Francia libertades. Para los que están en los íntimos orígenes históricos de nuestra regeneración, nuestras instituciones democráticas no son sino una parte de la historia de las ideas francesas. El pensamiento francés envuelve y penetra toda nuestra vida republicana” (38). La revolución y la emancipación para él es una trabajo incompleto. Dice al respecto: “Y a propósito de la emancipación, sabemos los americanos que somos menos independientes de la España de los que nos figuramos? La hemos vencido por las armas, pero nos posee todavía por muchos respectos. Conserva entre nosotros un fondo de poder, fragmentos de tiranía, restos de feudalismo que es menester aniquilar, para conseguir un vuelo más rápido y más libre” (39). Es interesante el planteo que Alberdi hace de su crónica: “se ha considerado como poco respetuoso a la Revolución de Mayo y a sus grandes hombres, el que se les haya tratado en las formas lijeras del drama” (40). La obra tiene cuatro actos: la operación, la conspiración, la revolución (36) ALBERDI, Juan Bautista, Fragmento preliminar al estudio del Derecho, Buenos Aires, Solar, 1955, p. 25. (37) Ibidem p. 81 (38) Ibidem p. 249. (39) ALBERDI, Juan Bautista, La Revolución de Mayo, Buenos Aires, Municipalidad, 1960. p. 125. (40) Ibidem p. 129

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y la tiranía, pero sólo se publican los dos centrales. El autor por propia decisión eliminó el pasado, ya que ni siquiera lo necesita como tradición, y el presente, que siente a los principios revolucionarios mismos. Así lo explica Alberdi en clara alusión al presente: “Faltan aquí la primera y la cuarta parte de esta Crónica. En la primera está el establecimiento, y en la cuarta el desenlace principal del Drama, que se desenvuelve al favor de la revolución sucedida en la tercera cuarta parte. Hay pues un doble acontecimiento individual y general que sirve al progreso de una acción fundamental y única, y en aquella que sostiene en el drama del mundo los elementos siempre en lucha, de la libertad y de la tiranía, el progreso y el estado que, del porvenir y del pasado de la civilización y la barbarie” (41). Considera a la revolución como hecho que no se acompaño con la guerra. Decía Alberdi: “La parte histórica se ha tomado casi literalmente de las actas y de las memoria: la parte fanática de tradición popular. La Revolución de Mayo en la imaginación del pueblo, es una epopeya: en la realidad histórica, no es, por su forma, más que una evolución parlamentaria, como las que se hacen todos los día en Inglaterra y los Estados Unidos, los grandes postulados militares y políticos que la han sucedido son los que han cubierto del esplendor que tiene ante los ojos del pueblo... Baste decir que el 25 de Mayo no se quemó un gramo de pólvora, ni se desenvainó una espada” (42). Pero afirma como Echeverría que la revolución ha quedado inconclusa: “pero la doctrina resultante del drama es, que la libertad Americana comienza recién sus conquistas, que la lucha no ha concluido... La América está en descubierto la revolución está vendida; la bandera es compromiso, expuesto todo a quedar en palabras vanas...” (43) En el análisis de los primeros recreadores podemos colegir que creyeron necesario inventar Mayo, es decir, dudan de la guerra como “compañera de la revolución”. Tienen las limitaciones propias de la época, analizan los hechos pero no advierten el proceso histórico, a pesar de

(41) Ibidem p. 126 (42) Ibidem p. 129/130. (43) HALPERIN DONGHI, Tulio, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina Criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, p. 175.

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ello admiten la existencia de tiempos lentos dentro de la historia: las mentalidades. La necesidad de inventar Mayo, es decir, un pasado, un mito, respondía, en la mentalidad de los proyectistas, a la imperiosa necesidad de construir una nación. Escuchamos las veces mezcladas de protagonistas y recreadores. Este trabajo intentó recrear el mito fundador, esa nueva fe ilustrada y universal, que apostó a la ruptura no sin desgarros e intentó crear un orden nuevo basado en la libertad y la justicia. Sus contradicciones y sus límites -las complejidades de la historia- exceden este trabajo, pero no pueden enturbiar el concepto de revolución que forjó esa generación y que como la francesa se manifiesta adhiriendo a un orden nuevo que proclama universal y desconoce lazos con el pasado con el que se enfrenta. Como dice Halperín: “ni la revolución ni la guerra han osado decir su nombre; sin embargo una y otra se instalan en el Río de la Plata, y no lo abandonan antes de haberlo transformado profundamente” (44). A partir de Mayo se reformula una nueva etapa, el de la revolución. Revolución entendida como mito, programa político, nueva era. Fundamentalmente la derrota del antiguo orden con miras a un “autoritarismo americano” el de la justicia y el de la razón. Rescatar el concepto de revolución creo que es un compromiso cívico que atañe a la función social de la historia, responsabilidad que los historiadores contemporáneos no podemos eludir. Pues como dice Pierre Nora “los esencial no estriba hoy en soñar en un prestigio de ayer o de mañana. Estriba en saber hacer la historia que hoy se precisa”.

(44) LE GOFF, Nora, Pierre, Hacer la historia, Barcelona, Laia, 1984, Tomo I, p. 11/12.

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La idea de la independencia en el discurso histórico, entre la academia y la divulgación. Dres. Ema Cibotti y Sergio Lischinsky

¿Sobre qué tradición histórica se podrá apoyar la celebración bicentenaria de la Independencia? La pregunta no es ociosa porque todas las evocaciones públicas presuponen la existencia de un legado que se transmite implicando en un “nosotros” a quiénes lo reciben y celebran. Nuestra pregunta ronda pues sobre el sentido y la significación, que ha tenido y tiene la idea de Independencia a la hora de conjugar un nosotros social. Tal vez dicho significado haya que inventarlo sobre bases diferentes a las que hoy rigen en el sentido común. Primera aproximación al problema del sentido En 1880, el eminente escritor y jurista argentino, Vicente Quesada, en viaje por las provincias del norte argentino, se preguntaba si la Revolución de Mayo había llegado hasta Salta y Jujuy, dada la realidad social del vasallaje al que estaban sometidos los indígenas de aquellos territorios provinciales. Desde su perspectiva, Mayo, o sea la Independencia, debía ser también un movimiento de emancipación social, fenómeno 113

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que él observaba muy demorado en el Norte, aunque no así en el Litoral, donde se había concretado. Esta mirada acompañaba un análisis histórico, que tenía muy diferente tenor. En efecto, de la prolífica pluma de Quesada saldrá lo que el historiador Paulo Cavaleri ha definido muy bien como la “nostalgia del Virreinato” (1). Esta visión se ha multiplicado a través de las versiones editoriales que todavía hoy, reproducen muchos textos escolares y es común hallar en estos libros, afirmaciones que conllevan la concepción de Quesada, quién veía en el Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776 por Carlos III, el origen de la unidad territorial que acunaba la semilla de una “gran Nación”, aquella que la Argentina debió ser y no fue. Como veremos, un poco más adelante, esta perspectiva ha alimentado varios prejuicios en los textos escolares, que se desparraman a granel sobre las figuras de quienes pretendieron generar un nuevo orden social anticolonial a partir de 1810. Y aunque estas versiones son muy posteriores a la obra de Quesada, lo cierto es que el escritor tampoco reparó en anacronismos, a la hora de aseverar que el desmembramiento del Virreinato, sancionado a partir de la anarquía de 1820, habría sido el resultado de una libertad desquiciadora (que remplazó) a la unidad histórica y tradicional (2), a la que le siguió la acción antipatriótica de los exiliados unitarios (3) que conspiraban contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Cabe recordar, que el caudillo y jefe de la Confederación, nunca aceptó la existencia jurídica de la República del Paraguay, lo haría Justo José de Urquiza después de la derrota de Rosas en Caseros. Tampoco reconoció la independencia del Uruguay en donde intervenía de manera directa, como si se tratara de una provincia disidente, expresión acuñada por el mismo Quesada para justificar la política de Rosas en la vecina orilla. Resulta interesante remarcar aquí el origen de otro anacronismo. En efecto, es común que en muchos textos escolares se mida el intervencionismo rosista con la vara de la política regional, lo que es correcto. Sin embargo, no se hace lo mismo cuando se califica de antinacional a la reacción unitaria, que no era otra cosa que una visión regional del (1) Cavaleri, Paulo, La restauración del Virreinato. Orígenes del nacionalismo territorial argentino. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2004. (2) Ob.cit., p 59. (3) Ob.cit., p. 63.

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territorio rioplatense, solo que contraria al federalismo de Rosas. En ninguno de los dos casos había una definición del estado nacional, pues esta realidad jurídica y política recién se consolidó en 1880.

Propaganda “patriótica” de cigarrillos Centenario (Anuario La Nación 25 de Mayo de 1910)

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No nos parece menor este último dato, que sirve para contextualizar, el punto de partida elegido por Quesada a la hora de postular un ideario destinado a perdurar en los manuales de historia: la nación, la patria, es el territorio desmembrado que clama por su perdida unidad. Así y de manera muy confusa, aparece en los mismos textos, un desplazamiento cronológico del mito fundador de la nación, que no se asocia a la Revolución de Mayo, sino a la etapa colonial de los virreyes rioplatenses, entre los cuales descuella la acción de Pedro Cevallos.

Esta resignificación nunca ha sido neutra, ha minimizado el significado de la Independencia con enorme éxito, pues si lo que importa es el territorio heredado, Mayo aparece como un paso inconcluso, o peor aún, un paso mal dado. ¿Acaso no hemos escuchado nunca recusar la fecha? o decir que fue una conquista deficiente, una efeméride patria de significación sospechosa que exige revisión.

Si Quesada fue el primero en formular esta idea (cuyos cultores contemporáneos han simplificado hasta el hartazgo) conviene que nos detengamos un minuto en lo que significa. Parece adecuado puntualizar que esta no fue la única versión de la idea de patria que acuñó el siglo XIX en el Río de la Plata, fue la que se impuso, no la única. La otra, se basaba justamente en la misma desquiciadora libertad, que fustigaba Quesada, y nos parece interesante y revelador que de ella no queden casi ecos. Este ideario olvidado puede leerse en la piedra, está escrito en uno de los laterales del monumento que recuerda a Esteban Echeverría en diagonal a la Plaza San Martín, en el barrio de Retiro. La inscripción dice: Los esclavos o los hombres sometidos al poder absoluto no tienen patria, porque la patria no se vincula a la tierra natal sino al libre ejercicio de los derechos ciudadanos. La estatua ha sido fotografiada en el libro que dedicó Arturo Jauretche para identificar lo que él denominó: zonceras argentinas (4). Resulta pues obvio que para el escritor nacionalista y revisionista, esta definición era despreciable. Sin embargo, no había sido así para quienes vivieron en la primera mitad del siglo XIX. El mismo Echeverría, en su exilio en Montevideo, había acuñado la fórmula, Mayo, Progreso, Democracia, en la que definía a la Independencia como una alborada. Sobre estos pasos la llamada Generación del (4) Jauretche, Arturo, Manual de zonceras argentinas, Buenos Aires, A. Peña Lillo Editor, S.R.L, 7ª edición, 1974, p. 80.

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37, prosiguió su obra ya que gran parte de los miembros de la primera generación post independentista compartía esa visión. Por ejemplo, las mujeres que multiplicaban sus voces a través de las revistas femeninas de circulación reducida habían definido en términos idénticos el Amor a la Patria. En 1830, la revista La Aljaba, publicaba en Buenos Aires, sin firma, el artículo siguiente: “El amor que debemos tener a nuestra patria no es aquella ternura de que no podemos prescindir con respecto a los que nos han dado el ser o a los que estamos ligados por los vínculos de sangre, sentimiento, algunas veces muy fuerte, pero siempre limitado. Tampoco es el amor a la patria el afecto que tenemos a los que han nacido en nuestro país. Amor a la patria es esa fuerte e irresis-

Almanaque de 1910 (Colección LC)

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tible adhesión a las leyes que nos rigen, cuando estamos convencidos de sus ventajas benéficas (5). Pero no fue ésta, la concepción que legó el siglo XIX al siglo XX, sino que la que acuñó Quesada fue la que ganó tribunas después de la crisis de 1930 y modeló la idea de Independencia que llegó al gran público en los años 1960. Esa es la versión que hoy animan muchos libros de texto que afirman, sin más, la existencia de la Argentina y de un “nosotros” definido en términos anacrónicos, una esencia inmutable, prefigurada antes de 1810, esencia inalterable al paso del tiempo y a cualquier mezcla poblacional. Por eso ni los españoles durante la conquista (europeos que nos sojuzgaron durante 300 años, explican los manuales) ni los inmigrantes que llegaron en masa durante el siglo XIX, (nuevamente europeos que pretendieron suplantar a los criollos, según los mismos textos) forman parte de ese nosotros, “ellos son los otros”. Es paradójico que quienes defienden esta filiación esencial, no se detengan ni un instante a evocar su propia procedencia, pues, o descienden en línea directa de alguna de las colectividades de inmigrantes y/o de los españoles conquistadores mezclados con los aborígenes del territorio y los negros esclavos, todos ascendientes negados. Solamente gracias a semejante omisión, resulta posible sostener día a día, a través de los textos, de los medios de comunicación y de las simplificados relatos de divulgación histórica, el ideal de un nosotros, americano y autóctono, sin raíces en la historia. Ese ideal nació de la ideología nacionalista que acunó primero la prosa de Quesada y alimentó después de 1930, lo que se ha denominado revisionismo histórico. Pero antes de analizar esta versión perdurable en el tiempo, resulta necesario señalar que hacia 1910, en vísperas del primer Centenario de la Revolución de Mayo, hubo un momento de notable eclecticismo en las fórmulas elegidas para evocar el acontecimiento, y que dicho eclecticismo es una demostración de que la primera concepción de la Independencia, la que hemos mencionado en la pluma de Echeverría, pugnaba por sobrevivir. Veamos. En 1904, el gran educador Pablo Pizzurno, en ese momento Inspector General de Escuelas, escribió en su Memoria anual del Consejo Nacional de Educación sobre el estado de la enseñanza en las escuelas de la (5) Masiello, Francine (compiladora), La mujer y el espacio público, el periodismo femenino en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Feminaria Editora, 1994, p 20.

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ciudad de Buenos Aires. En el capítulo destinado a enseñar “cómo se forma al ciudadano”, Pizzurno expuso una visión muy diferente de la que finalmente se impuso en la liturgia escolar: Estamos en días de Julio, conmemoramos con este acto el aniversario de nuestra Independencia. Hablemos entonces de la patria. Hablemos de la patria como ciudadanos que la aman y mucho pero como ciudadanos a quienes el patriotismo no les pone una venda ante

Coche Comedor del Ferrocarril Roca (C. 1910) - Foto AGN

los ojos, que sólo les permite ver las bellezas de su tierra, recordar la fecundidad de su suelo, cantar himnos a la gloria de sus próceres, y después… Dormir sobre los laureles que ellos ganaron (…) Hablemos de la patria como educadores obligados a servirla no con frases enfáticas y explosiones patrioteras, a fecha fija, en Mayo y en Julio, sino con la acción serena, meditada, perseverante y también entusiasta, de todo el año y de todos los momentos. “debemos continuar no ya en los campos de batalla, pero sí en el campo que fecunda la tierra, hace andar las máquinas de la industria, activa el comercio que enriquece, civiliza las masas con la educación… que también tiene sus héroes en 119

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el campo del trabajo, (…) con armas que no son el máuser ni el cañón, que son el arado, los instrumentos del trabajo, el microscopio, el bisturí, el libro. (…) La clase de Historia sirve para presentar ejemplos múltiples que seguir o evitar; (…) Ella nos ofrece anticipadamente la experiencia de que la civilización es el resultado del trabajo y de la perseverancia; a cada paso nos muestra el valor de la fraternidad, de la cooperación, de la solidaridad entre los hombres y los efectos terribles de la intolerancia y del sectarismo (6). El texto continúa pero he aquí lo central. El dispositivo didáctico y pedagógico que postulaba Pizzurno estaba muy distante de aquellas otras voces que en la misma época ganaban predicamento y que veían en la “educación patriótica” un tributo al nacionalismo de los hombres que rodeaban el Consejo de Educación. El reemplazante de Pizzurno fue Ernesto Bavio quien asumió en 1909 y cuyas ideas estaban en las

La Boca, puerto de los inmigrantes (Archivo AGN)

(6) Pizzurno,Pablo, Estado de la enseñanza en las escuelas, Memoria del Consejo Nacional de Educación, 1904, pp.179-181.

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antípodas. Según él, en torno de Mayo había que enseñar: Problemas concretos en los que se haga mención a fechas de batallas, al número de patriotas antes y después de entrar en combate, al nacimiento y muerte de algún prohombre, a las fechas en que se reunieron las distintas Asambleas (7). Estos conceptos acompañaban la nueva función nacionalizante que tenía que tener la escuela, ciertamente menos pluralista que la formulada por Sarmiento en su “Educar al soberano”. En 1902 se había dispuesto la exhibición del escudo y la bandera, y la obligatoriedad de la celebración del 25 de Mayo y del 9 de Julio. En 1908, se dispuso como hito explicativo en el calendario de efemérides escolares, “la semana de Mayo”, el uso de retratos de los próceres en las aulas y en 1909 se instituyó como obligatoria la Jura de la Bandera. (Liturgia escolar que por su continuidad, tal vez explique por qué hoy en día en las encuestas de opinión, los entrevistados recuerden perfectamente qué significa el 20 de junio, la militarización de Belgrano ha sido todo un éxito de los años 30), pero no sepan qué se conmemora el 11 de septiembre y también se equivoquen con el 17 de agosto, además de confundir el sentido del 25 de Mayo y del 9 de Julio. La fijación oficial de las efemérides continuó al compás de una recuperación de las relaciones políticas y culturales con España, que le dio al 12 de octubre, el carácter de fiesta hispánica, a partir de 1916. En definitiva, fueron las ideas de Bavio, y no las de Pizzurno, las que perduraron en los planes de enseñanza primaria vigentes entre 1910 y 1939. Estos planes no recogían la historia de Mitre, Adolfo Saldias o Vicente Fidel López, es decir no incorporaron la incipiente historia académica del siglo XIX y sus debates historiográficos, que por cierto no demonizaban a Rosas ni santificaban a San Martín. Los planes de enseñanza del Consejo se nutrieron en cambio de la obra harto más simplificada del historiador Ricardo Levene, el más claro exponente de la denominada Nueva Escuela Histórica, que surgió durante la primera década del siglo XX. La obra académica dirigida por Levene, hacía gala de una rígida metodología, básicamente fáctica, y explicaba en clave política, institucional y militar procesos más complejos como lo era la propia Revolución de (7) Escudé Carlos, El fracaso del proyecto argentino. Educación e Ideología, Buenos Aires, Tesis/Instituto Di Tella, 1990, p.31

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Mayo. Pero ciertamente, esta perspectiva servía mejor para adocenar la narrativa de los textos escolares, mientras que las lecturas en las que había buceado Pizzurno y que no eran otras que las obras de Alberdi, Sarmiento y Mitre, resultaban por cierto mucho más complejas. En definitiva, la Nueva Escuela Histórica basada en la crónica de los hechos, de neto corte positivista, consiguió una sólida posición institucional que le dio no sólo hegemonía sobre la investigación histórica, sino también preponderancia sobre la enseñanza de la historia en las escuelas y la divulgación del pasado de cara a la sociedad. Pero esta preponderancia sin atenuantes fue acompañada de una creciente indiferencia hacia los profundos cambios que sacudían al mundo desde la Primera Guerra Mundial, como la Revolución Rusa de 1917 y la caída de la Bolsa de Nueva York de 1929. El sentido propuesto por los revisionistas La crisis del comercio mundial que se precipitó también sobre la Argentina, sacó de quicio a la tradicional historia leveniana. ¿Cómo comprender lo que estaba sucediendo? En la búsqueda de una explicación que contemplara el principio del fin del progreso argentino, un nuevo grupo de escritores retomó la senda iniciada por Quesada. Se trataba de Raúl Scalabrini Ortiz y de los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, a los que siguieron Ernesto Palacio y Arturo Jauretche (ya mencionado, aunque no historiador). Estos autores integraron un nuevo movimiento historiográfico, el de los revisionistas y tuvieron un éxito editorial casi inmediato, porque la sociedad necesitaba comprender la crisis. Se abocaron a la tarea de reinterpretar los hechos ya identificados por la historia tradicional dirigida por Levene, a la que bautizaron como “historia oficial” (8). Así, sin que mediaran hallazgos documentales ni búsqueda de nuevas fuentes en los archivos, el pasado argentino fue revisado a la luz de lo que fue definido como un perverso vínculo económico entre el país y Gran Bretaña. Esta larga y fluida relación comercial, quebrada por la firma del Tratado Roca-Runciman de 1933, ahora era vista como el producto de un largo y pernicioso vínculo desigual. El libro de los Irazusta, publicado en 1934, era muy claro sobre la necesidad de criticar

(8) Una excelente síntesis de este proceso puede verse en Halperín Donghi, Tulio: “Un cuarto de siglo de

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la duración del período cuestionado: La Argentina y el Imperialismo británico, los eslabones de una cadena, 1806-1933. Esta perspectiva que fustigaba el tenor de las relaciones anglo-argentinas, ponía a la Revolución de Mayo en entredicho. Esta recusación, primero muy tímida en los escritos de Quesada, adquiría con los revisionistas mayor crudeza, pues no sólo glorificaron el Virreinato sino incluso toda la etapa colonial. La “Independencia” aparecía teñida de la sospecha de “mera formalidad, sin contenido real”, un acontecimiento devaluado que había arrojado a la nación pre-existente en brazos de “la pérfida Albión”. Este movimiento historiográfico emergía en un contexto peculiar. Levantaba vuelo, en un mundo de modelos políticos autoritarios y dictatoriales que sembraba la Europa de entreguerras, concluida la larga etapa liberal del siglo XIX. En ese marco de época los autores no hallaron dificultad para criticar la interpretación que había hecho Bartolomé Mitre de la Revolución de Mayo. En dicha prosa se hallaba asimilada la idea de la Generación del 37 que había postulado a Mayo como el principio de la nacionalidad, movimiento inicial que debía permitirle a la Argentina formar parte del mundo moderno, liberal y constitucional, abandonando el atraso de la tradición colonial hispana y católica. Fue precisamente para combatir esa concepción sobre los hechos de 1810, que el revisionismo de los Irazusta buscó en el pasado una raíz que justificara una relación distinta entre sociedad y política. Para los hermanos, la debacle del liberalismo implicaba también la marginación de la democracia política, de la que ambos descreían, ya que habían apoyado sin tapujos el golpe de Estado de 1930, y lo justificaban predicando la revalorización de las jerarquías sociales que sujetaban a las masas bajo la sabia autoridad de sus clases dirigentes (9). La figura histórica que sobresalía en el pasado no podía ser la de ninguno de los próceres de Mayo, sino la de aquel que había logrado cancelar la etapa de la Revolución y que no era otro que Juan Manuel de Rosas. Otro factor intervino también para sentar todo el proceso de la Independencia en el banquillo de los acusados. Este aspecto estaba ligado a la modalidad narrativa empleada por la historiografía revisionista. En Historiografía Argentina (1960-1985)”, en Revista Desarrollo Económico n.° 100. Enero-Marzo de 1986. (9) Irazusta, Julio, El pensamiento nacionalista I, de Alvear a Yrigoyen, Buenos Aires, Obligado Editora, 1975.

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efecto, sus primeros cultores, eligieron la autobiografía. Paradójicamente ésta también había sido la fórmula elegida por Mitre, Saldías, Vicente Fidel López y el propio Quesada, descendientes directos de quiénes habían participado de los hechos de Mayo de 1810. Pero, a diferencia de estos historiadores del viejo patriciado criollo, los revisionistas, que también pertenecían a la misma estirpe y exhibían con orgullo su antiguo arraigo al suelo, se sentían ahora defraudados por el curso de los acontecimientos que les tocaba vivir y que los había marginado de la vida política desde 1880. Quienes pertenecían al catolicismo antiliberal recuperaron espacios que mantuvieron por décadas e incluyeron en la curricula escolar tanto un nacionalismo más exacerbado (por ejemplo el día de la bandera y la escarapela data de la década del 30) como una revalorización del catolicismo que se remontaba a la época colonial. Este conjunto de fechas patrias que la escuela mantuvo durante todo el siglo XX ha configurado el imaginario histórico de la sociedad argentina. Este imaginario, por cierto muy desencantado por la prosa revisionista, ancla su horizonte en la primera década revolucionaria, un período demasiado corto para entender el desarrollo de nuestro pasado y presente. Paradójicamente, esta etapa histórica continúa asociada a la idea de que en ella reside una clave explicativa esencial, (que el desencanto del revisionismo confirmaría). Para la escuela y el gran público, los hechos de la Independencia y sus personajes son la historia con mayúsculas. Y por eso interesan menos, otros procesos que influyen aún hoy, como la inmigración, el modelo agroexportador, las migraciones internas y la industrialización sustitutiva de importaciones. En definitiva, frente a las duras consecuencias de la crisis del 30, los revisionistas desarrollaron un tono interpretativo que no remitía ya a la remembranza sino al amargo descubrimiento de su nueva situación social. La prosa de Ernesto Palacio instruye bien esta cuestión: Pertenezco en efecto a una raza calumniada. Cuando hace más de cuatrocientos años vivía en el territorio que es hoy nuestra patria apenas un puñado de blancos españoles (menos de un centenar) ya había entre ellos gente de mi sangre, Fundaron ciudades, gobernaron provincias y villas, poseyeron encomiendas y fundos, guerrearon con indios, en cuyas manos varios perecieron. Sus descendientes lucharon por la independencia y la libertad y asistieron a Congresos y Asambleas, participaron activamente de las vicisitudes nacionales. Soy por consiguiente un viejo argentino: es 124

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decir, una víctima de la oligarquía que proclamó la superioridad del extranjero sobre el criollo y del hijo de inmigrantes sobre los descendientes de los conquistadores. No es de extrañar mi escasa simpatía por Sarmiento y Alberdi, con quienes tengo una cuenta pendiente de carácter personal. Debido a su prédica, quienes nos hallamos en aquella situación debemos reclamar, ya que no privilegios, por lo menos un estatuto de igualdad, así sea para la tarea inofensiva de escribir la historia (10 ). Esta versión afirmaba la idea de continuidad entre la conquista y la independencia. No había ruptura, entre una época y otra. Pero además de postular la continuidad de sangre en el mismo territorio, Palacio desdeñaba una creencia cara a los próceres, quiénes se habían presentado como los redentores de la América Indiana frente a 300 años de yugo español. Baste recordar, por ejemplo, la alocución de San Martín antes de su partida del Perú en 1821, cuando decide legar al pueblo el estandarte de Pizarro, el conquistador español que había sometido el imperio de los Incas. En la perspectiva revisionista tampoco había espacio para la historia social. Por el contrario sus cultores no sólo recusaron el fenómeno de la inmigración de masas, sino que lo prejuzgaron como un hecho viciado por la influencia blanca europea. Por otra parte, la tradición académica de Levene, tampoco había tomado en cuenta esta cuestión. La renovación histórica llegó tardíamente, durante la década de 1950, de la mano de un sociólogo italiano, Gino Germani. Pero sus análisis no podían interesar al revisionismo, y menos abonar una visión del pasado social argentino destinada a la escuela, pues como hemos señalado, la Academia no lo había incorporado. En rigor, la historia que contaban en la escuela los maestros y maestras seguía siendo profundamente tradicional, tanto como lo era la que impartía la formación docente, pues la Nueva Escuela Histórica se mantenía firme en las Universidades y en los Institutos formadores de profesores de enseñanza media. En la década de 1960, la Argentina no había renovado los estudios históricos, y los aportes de la Escuela de los Annales (francesa) y del marxismo influían solamente en algunos ámbitos universitarios muy marginales (11). Mientras tanto, en las inter(10) Palacio, Ernesto, Historia de la Argentina, Buenos Aires, Peña y Lillo Editor, Prólogo de 1954, 7ª edición, 1974, p. 13. (11) Ver Tulio Halperín Donghi, ob.cit.,

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pretaciones revisionistas comenzaba un claro deslizamiento intelectual desde posiciones elitistas y católicas militantes hacia una perspectiva que también se definía como revisionista y que unía la visión de la izquierda con la del peronismo que reclamaba como punto culminante de la historia nacional, la figura de Evita y de Perón, en reemplazo de la de San Martín. En cualquier caso, la Revolución de Mayo seguía bajo sospecha, por su matriz liberal, mientras que la inmigración de masas era fustigada como una medida antinacional, hija de aquella revolución. Por eso, desde la izquierda, un autor como Jorge Abelardo Ramos, arrojaba con gran desparpajo una afirmación que podría haber suscripto un escritor de otro cuño ideológico como Palacio o como Irazusta: Los hijos de los inmigrantes aposentados en la región litoraleña aprendieron la historia argentina en los textos de la oligarquía triunfante (12). Un balance inconcluso En definitiva, recién después de 1983, con el regreso de la democracia se propusieron algunas actualizaciones en los libros de texto nutridos de los estudios más recientes (13), frutos de las nuevas investigaciones históricas que finalmente alojaban en las aulas universitarias no sólo a la Escuela de los Anales, y al marxismo, sino a otras perspectivas más recientes como la microhistoria. Estas investigaciones se mantienen en los ámbitos académicos con una continuidad anteriormente desconocida. Sin embargo, si lo que ha llegado a la escuela es poco, es menos aún lo que conoce el gran público cuyo imaginario sigue en manos de una historia tradicional limitada a la primera mitad del siglo XIX y donde los grandes hombres son los protagonistas. Los libros de autores que curiosamente también se autodefinen como revisionistas, se concentran ahora mayormente en describir supuestos aspectos no develados de la vida de los próceres. De suerte que José de San Martín aparece a veces como un agente inglés y otras como un pobre hombre que desconoce sus verdaderos orígenes familiares; Mariano Moreno resulta un enemigo acérrimo de los ingleses, o un sanguinario feroz pro británico; Rivadavia es siempre maquiavélico y Manuel

(12) Jauretche, Arturo, El paso de los libres, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, (1ª edición 1934), 2ª edición, 1960, prólogo de Jorge Abelardo Ramos. (13) Un análisis sobre el contenido de los textos escolares en: Romero, Luis Alberto, (coord.) La Argentina en la escuela, la idea de nación en los textos escolares. Buenos Aires, Siglo XXI editores, Argentina, 2004.

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Belgrano, su contracara perfecta, resulta ser un tímido enamorado que conoce mejor que nadie las leyes de la economía del siglo XX, pero no sabe de las exigencias militares de su época. Este voyeurismo es un invento contemporáneo, que se acomoda en cada caso a los dictados del mercado y convengamos, no está solamente alimentado por los medios de comunicación, como se ha señalado con mucha arbitrariedad, sino que encuentra un campo aún más fecundo, dado el impacto de la letra impresa, en la misma industria editorial que lo promueve vigorosamente, desde hace más de una década. Desgraciadamente no hay en estos libros nada que permita analizar sobre qué bases se prepara nuestra sociedad para conmemorar el Bicentenario de una fecha que como sabemos, ¿sabemos?, no es nacional, sino continental. La pregunta sigue en pie: ¿sobre qué tradición histórica evocaremos, en 2010 el movimiento de la emancipación? Tal vez debamos empezar por recuperar el desafío que significó la independencia para sus protagonistas y que no fue sino crear algo nuevo de la nada. El antecedente norteamericano fue sin duda fundamental. La república, la solución moderna al problema político por excelencia, estaba ahí y era indudablemente el camino a seguir pero no el único. La tentación de la monarquía constitucional era demasiado atrayente para descartarla de plano. No se diferenciaba demasiado de la república y podía lograr la estabilidad necesaria en una coyuntura demasiado peligrosa para la estabilidad social y económica. De hecho, la primera década revolucionaria transcurrirá con esta discusión de fondo aunque todavía no estaba tan claro qué límites territoriales que tendría la República. Podía ser una gran confederación sudamericana o una entidad aún menor como lo quería Artigas, pero siempre una confederación como en el primer momento lo había sido Norteamérica. La idea de confederación significaba no subordinarse a un poder superior, permitía mantener la autonomía y por eso estaba muy lejos del federalismo que posteriormente triunfó. En realidad el problema político estaba opacado por las urgencias de la guerra independentista que echaba por tierra el esbozo de cualquier solución. Así quedó signada esa primera década de vida institucional, larvada, y recién en la siguiente se empezaron a definir nuevos actores: las provincias. Creaciones casi enteramente posteriores a la Independencia, que evocaban al mundo rural pero tenían su origen en la ciudad que estiraba su influencia y su poder a la campaña. Esta característica 127

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nunca fue olvidada por las provincias: cuyo dominio se medía a partir de la ciudad capital. Después de 1820, la idea de república dejó de ser una utopía. Pero su construcción implicó compatibilizar la convivencia entre las provincias, esas nuevas creaciones jurídicas rioplatenses. Esta tarea pareció irrealizable hasta que se impuso la fórmula de Alberdi, quien unió a la provincia -creación rioplatense- la idea norteamericana de la figura presidencial. El segundo centenario puede ser una buena oportunidad para repensar la realidad de nuestra república, cuya construcción histórica exigió tantos esfuerzos sociales e intelectuales, todos puestos al servicio de una enorme imaginación que se ejercitó durante muchas décadas sin desmayos… y que hoy hace falta.

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Buenos Aires como Museo del Bicentenario Prof. Rodolfo Giunta

Un Museo Urbano En la primera parte del texto voy a presentar un ejercicio teórico que consiste en pensar un fragmento de la historia de la ciudad de Buenos Aires (1580-1930) como si ésta fuera un museo cuya evolución respondiera a diferentes tipologías; el objetivo –con las limitaciones propias de toda analogía- es propiciar otras lecturas de su patrimonio histórico cultural, con la intención de que sean operativas con vistas al Bicentenario. Desde hace ya bastante tiempo está aceptado que, como sostuvo Tomislav Sola (1), “no es por los objetos que se tiene un museo sino por los conceptos e ideas que estos objetos aportan”. Al privilegiarse el mensaje que se brinda a la comunidad mediante un guión, surge la necesidad de saber quién es el sujeto de enunciación, lo cual no siempre (1) Sola, Tomislav «La identidad: reflexiones acerca de un problema crucial para los museos». En: Tercer Encuentro Nacional de Directores de Museos Futuro del patrimonio: señal de alerta en los museos argentinos. Mar del Plata, Ministerio de Cultura y Justicia, 1986.

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está explícito. Recientemente Tereza Cristina Scheiner (2) manifestó que “es esencial para los museos definir quién habla, y verificar muy claramente los lugares desde donde operan los discursos, procurando el equilibrio, pero sin silenciar la voz de aquellos que construyen las interpretaciones”. Identificar el sujeto de enunciación del guión museológico, permite a su vez comprender el horizonte ideológico que posibilita la expresión de ciertas voces del pasado y su correspondiente proceso de legitimación. En el caso de Buenos Aires todavía es escasa la presencia de manifestaciones culturales aborígenes o de la comunidad afroporteña, permaneciendo la mayor parte de su patrimonio en los depósitos subterráneos de la ciudad, lo cual condiciona su visibilidad a los esfuerzos de la arqueología urbana. Para interpretar las funciones del Museo, tomaré la propuesta de Marc Maure (3): Espejo: en tanto el museo es un instrumento de concientización para la comunidad y le permite incrementar el conocimiento sobre su propia historia y tener conciencia de los valores que representa. En ese espejo, la comunidad se mira, se reconoce, se encuentra “linda” y aprende a amarse. Ventana: entendida como una abertura hacia el mundo exterior que permite el diálogo y los intercambios con los otros. Vitrina: con relación a las actividades del Turismo, el visitante también es un cliente y esto es importante para el desarrollo económico de la comunidad. El análisis de los mensajes de este Museo urbano en sus diversas tipologías, estará complementado con la recepción de los mismos por los visitantes. En este sentido, los “relatos de viajeros” serán considerados como minuciosos “estudios de público” que nos permiten contar con valiosas representaciones urbanas. A continuación presentaré diferentes etapas de la historia de la ciudad de Buenos Aires como un tipo de Museo que a su vez tuvo una función privilegiada.

(2) Scheiner, Tereza Cristina «Museología e Interpretación de la Realidad: El Discurso de la Historia». En: International Council of Museums. Museología e Historia. ICOFOM Study Series: Munich (Alemania) y Alta Gracia (Córdoba/Argentina), 2006. (3) Maure, Marc «Un miroir, une fenêtre ou une vitrine? Le musée et le passé». En: International Council of Museums. Museología e Historia. ICOFOM Study Series: Munich (Alemania) y Alta Gracia (Córdoba/Argentina), 2006.

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1.- Buenos Aires Colonial (1580-1810): El Museo de Arte Sacro de la Santísima Trinidad (ventana). El soporte natural, procuraba una peculiar percepción de lo infinito, en tanto la pampa prolongaba la perspectiva plana del Río de la Plata. A su vez la matriz cultural adosada, mediante la cuadrícula, reforzó esta percepción mediante calles rectas. Cunninghame Graham. (4) en el proceso de acercamiento a la ciudad desde el río, destacó cómo “la ciudad continuaba apareciendo como sin base” hasta prácticamente la costa

Rosedal de Palermo. (AGN)

“porque el suelo era tan plano que las casas más inmediatas ocultaban a las demás”. La cuadrícula conforma un patrimonio relevante de la ciudad de Buenos Aires, por el hecho de ser una marca cultural que sigue vigente en la actualidad. La retícula, condensadora de toda una tradición de la civilización occidental donde se destacaron los proyectos de Hipodamo de Mileto, el castrum romano (con la incorporación de una cruz central conformada por el cardo y el decumano), las Bastidas del mediodía francés (ciudades amuralladas con una organización

(4) Cunninghame Graham, Robert B. El Río de la Plata. Londres: Wertheimer, 1914.

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reticular en su interior). Dicho diseño reticular se introduce en la Península Ibérica mediante recomendaciones como en las Siete Partidas (1491) de Alfonso X “El Sabio” o en el Dottzé del Crestiá (1385) del monje franciscano Francesc Eximenic. A estas tradiciones se podrían sumar diseños renacentistas coetáneos a la expansión (herederos de la tradición platónica que derivó en formas de polígonos y estrellas) e incluso las propuestas utópicas de Tomás Moro. Por último en América se incorporó la Plaza Mayor a partir del diseño de la ciudad de Panamá y se fue perfeccionando, por influencia también de diseños locales aborígenes, la cuadrícula, que a partir del diseño de Lima conformó un modelo (5), que precisamente Juan de Garay aplicó en Buenos Aires.

Desfile celebración del Centenario por la Av. de Mayo (AGN)

En el período colonial, la colección más destacable para los visitantes, como lo reseñó enfáticamente, Tadeo Haenke, eran las instituciones religiosas, y a su juicio “fuera de las iglesias no hay en la ciudad otros edificios que llamen la atención” (6). El principal esmero constructivo (5) Tradicionalmente, la historiografía ha reseñado un estricto seguimiento a las pautas de las Ordenanzas de Su Majestad hechas para los nuevos descubrimientos, conquistas y pacificaciones dictadas en 1573 bajo el reinado de Felipe II. De haber sido así, por ejemplo, las ciudades contarían con dos plazas, una civil-comercial y otra religiosa. (6) Haenke, Tadeo. Viaje por el Virreinato del Río de la Plata. Buenos Aires: Emecé Editores, Colección Buen Aire, 1943.

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estuvo en manos de las diversas órdenes religiosas que actuaron en la ciudad, entre las cuales se destacaron los jesuitas: Nuestro Colegio –sostuvo el padre Carlos Gervasoni- podría figurar decorosamente en cualquier ciudad de Europa, hecho todo de bóveda maciza, de dos pisos y bien grande(/...). La Iglesia también es soberbia, hecha a la romana, con cúpula y cinco capillas por cada lado, sin contar las tres grandes que están a los lados de la cúpula. En estos momentos se está haciendo la bóveda de toda la nave, bajo la superintendencia de un hermano Primoli, milanés de la Provincia romana, que vino en la misión pasada (7). En los museos, la sacralización de los objetos es un dispositivo que posibilita cierta idealización que rinde cuenta más de un “deber ser” que de una manifestación de autenticidad. Mediante la valoración de los objetos por sus cualidades artísticas, suele sustraérselos de todo conflicto. Si la fabricación del mismo implicó mano de obra aborigen o afroporteña, en condiciones de algún grado de explotación, esta dimensión no era contemplada. Las ciudades coloniales, en una función similar a la expresada por Isidoro de Sevilla con relación a los visigodos, era un poderoso instrumento de evangelización, por lo cual se constituía en un ámbito de reconciliación de diferentes culturas. El guión, fue muy adecuado para un museo de arte sacro, en tanto contaba la historia de un milagro: una ciudad, que había nacido de expectativas locales y resultó absolutamente marginal a los intereses de la corona y, sin embargo, llegó a ser capital de un virreinato. Dicho museo contó con una importante “folletería” iconográfica vinculada a la función de ventana. A través de la misma se podía mirar la ciudad desde el río, tal como lo atestiguan la mayor parte de la cartografía (que no respetó la orientación Norte), la iconografía y los propios relatos de los viajeros en sus primeras impresiones; este fenómeno siguió vigente durante mucho tiempo (8). (7) Carta de Padre Carlos Gervasoni al Padre Comini de la Compañia de Jesus. (Buenos Aires, 9 de Junio de 1729). En Navarro Viola, Miguel (y) Vicente G. Quesada (Dir) La Revista de Buenos Aires. Tomo Octavo. Buenos Aires: Imprenta de Mayo, 1865 (p. 214). (8) A título ilustrativo podemos citar: “Vista de a bordo, la ciudad de Buenos Aires tiene una apariencia muy agradable. Entre los objetos más prominentes visibles desde el buque, están las cúpulas de muchas hermosas iglesias cubiertas de tejas de porcelana azul y blanca” (Hutchinson, 1865). “Los elegantes minaretes, las torres de las iglesias y las centellantes cúpulas le dan una apariencia ligera y fantástica a la ciudad” (Mulhall, 1863); “Las altas cúpulas y blancas torres de las iglesias y del Cabildo se destacan con gran contraste contra el cielo azul puro” (Hinchliff, 1863).

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En lo espacial, el sistema de referencia predominante eran las parroquias. Por pedido del Obispo Manuel Antonio de la Torre, se obtuvo la real cédula del 8 de julio de 1769, para la creación de seis parroquias: San Nicolás, Socorro, Concepción, Monserrat, La Piedad y La Catedral. Por otro lado, la mayor parte de las calles eran nombres de santos. 2.- Buenos Aires Independiente (1810-1880) El Museo Histórico de la Gran Aldea: cívico – militar (espejo).

A partir de las Invasiones Inglesas, Buenos Aires privilegiará todo lo vinculado al plano militar. En el relato de Brackenridge se advierte una nueva tipología urbana:

“Lo compacto de la ciudad, lo plano de los techos, la incombustibilidad de las casas, los patios abiertos que semejan áreas de fuertes y las rejas de hierro, componen una fortificación completa, y no sé de situación peor en que puede hallarse un enemigo que en una de estas calles. No es de sorprender que una ciudad tan bien fortificada hubiese resistido con tanta eficacia a un ejército de doce mil hombres, al mando del General Whitelock” (9).

La Plaza Mayor, el núcleo simbólico de la ciudad, quedó subdividida a principios del siglo XIX por la Recova Vieja. Por lo cual se conformaron las Plazas “Victoria” y “25 de Mayo” para hacer referencia a la Reconquista de la Invasiones Inglesas y al Proceso de Emancipación. Se evidencia así en el espacio público, tanto en el nombre de plazas y calles, un cambio de tendencia de lo religioso a lo militar. A título ilustrativo podemos hacer mención del “Paseo de Guardia Nacional”, el “Campo de Marte” (actual Plaza San Martín), la “Plaza del Parque” (actual plaza Lavalle), proceso cuyo remate podría verificarse en la formación del principal parque de la ciudad: el “Parque 3 de Febrero” para marcar el hito de la Batalla de Caseros en el complejo proceso de la organización nacional.

Nombres y estatuas, de quienes irían conformando toda una galería de personalidades, en calles y plazas, fueron entramando la función de espejo del museo urbano, cuyo guión consistía en una construcción de la identidad nacional. (9) Brackenridge, H. H. Voyage to South America, performed by order of the American government in the years 1817 and 1818 in the Frigate Congress. London: John Miller, 1820.

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3.- Buenos Aires Moderno (1880-1930). El Museo de Ciencias de la Modernidad: tecnológico y artístico (vitrina)

Hacia 1890, Théodore Child, sostuvo que se había operado una completa transformación en la ciudad de Buenos Aires, con un gran protagonismo del hierro como nuevo material de construcción. Enfatizó que los edificios destinados al comercio o a la vivienda, que ya contaban con varios pisos, estaban “provistos de todas las comodidades que pueden reclamar la arquitectura y el higienismo”. Concluyó que todas las nuevas modificaciones tuvieron por meta “dar a la capital un aspecto totalmente europeo” (10). Aquella “Gran Aldea”, descripta por Lucio V. López, aspiraba a convertirse en la “París de América del Sur”

La Ciudad de Buenos Aires podría considerarse un museo de ciencias, que puso especial énfasis en ocultar infraestructuras propias de la ingeniería industrial mediante ornatos de sofisticada arquitectura palaciega. El museo contó con algunos ejemplos emblemáticos en este sentido. Desde un conjunto de tanques para la provisión de agua potable con una capacidad para millones de litros, enmascarado con un palacio de peculiar belleza, diseñado por Bateman, Parsons, Nystromeyer y Boyle, hasta grandes naves metálicas para cubrir andenes, como la terminal de Retiro de Conder, Follet, Farmer y Hume, quedaron ocultas por un notable edificio.

El espíritu de época fue crear un gran escenario de modernidad para ser mostrado al mundo, sobre todo en ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo, lo cual privilegió la función de vitrina del museo urbano.

“La Ciudad Nueva: Así es que el Buenos Aires moderno presenta la apariencia de una obra de arte híbrida. En ella pusieron sus manos muchos maestros italianos y españoles; fue trazada como una pequeña ciudad, pero la inmensa riqueza de la Argentina, desconocida entonces, ha ennoblecido la concepción de los primeros artistas hasta excitar gran entusiasmo, y por todas partes se ve que el gusto refinado está tratando de mejorar los imperdonables errores de tiempos pasados. Se puede decir que esta extraordinaria actividad arquitectónica data del año 1880, (10) Child, Théodore A travers l´Amérique du sud. Paris: La Librairie Illustrée, 1890.

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cuando se declaró a la ciudad Capital Federal de la Nación Argentina. Pero el orgullo de sus grandes obras municipales, públicas y particulares, se debe al siglo XX. Ya se están preparando avenidas diagonales para cortar el antiguo cuadro de ajedrez, y hay en estudio ferrocarriles y tranvías subterráneos que cruzaran las calles mas estrechas” (11). Consideraciones finales En esta segunda parte del texto, presentaré un proyecto concreto para realizar en vistas del Bicentenario. A la tradicional clasificación de patrimonio material (tangible) e inmaterial (intangible) podríamos agregar para la ciudad de Buenos Aires un predominante patrimonio ausente (invisible) en tanto tres cuartas partes de su historia no son visibles materialmente a escala urbana, de allí que resultaría todo un desafío el pensar un recorrido turístico de la “Buenos Aires colonial”. Sin embargo, la Ciudad de Buenos Aires cuenta con una gran cantidad y variedad de museos, cuyas colecciones, además de ser funcionales a los objetivos propios de cada institución, pueden pensarse como indicios para una historia de la ciudad.

Los museos porteños, en su conjunto, serían un espejo para poder apropiarnos de al menos tres siglos de historia que la “modernización” borró. Cada uno de esos museos sería una ventana para espiar un Buenos Aires invisible en su patrimonio material e incluso en el intangible si quisiéramos abordar ciertas culturas silenciadas como la aborigen y la afroporteña. Al trascender la oferta “insular” de cada museo, contaríamos con una mejor vitrina para el turismo cultural.

El proyecto es crear un guión para recorrer las colecciones de los museos porteños con el objetivo de visibilizar un amplio fragmento de la historia de Buenos Aires que no cuenta con manifestaciones materiales a escala urbana. Dicho guión debería cumplir al menos con dos condiciones, la primera es la de estar confeccionado en función del objetivo propuesto y no desde la oferta específica del museo, porque más allá que puedan ser (11) Lloyd, Reginald (dir) (1911) Impresiones de la República Argentina en el siglo veinte... London: LLoyd’s greater britain publishing company LTD., 1911 (p. 400).

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coincidentes, el contexto de significación es diferente; la segunda es que tendría que confeccionarse como un hipertexto, similar a un página web, para que el recorrido se efectúe desde las inquietudes y disposición de tiempo de cada visitante o contingente. Se trata de un trabajo interdisciplinario cuyo desafío epistemológico consiste tanto en una profunda resignificación del acervo patrimonial de nuestros museos como en la necesaria reinterpretación de la historiografía urbana de Buenos Aires.

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Una visión nacional del Bicentenario Dr. Hugo Chumbita

Los conceptos que manejamos tienen distintas acepciones y se habla de resignificarlos. Para poder plantear una discusión, las reglas lógicas exigen ponerse de acuerdo en el significado de los términos. Aunque como dijo alguien, si nos ponemos de acuerdo sobre el significado, ¿de qué vamos a seguir hablando?, ¿para qué ya? Esto puede parecer un chiste, pero es una advertencia de que a menudo los historiadores no hacemos más que disputar por los significados. Y la primera cuestión es qué Bicentenario. Es el bicentenario de la Revolución de la Independencia sudamericana, de la cual el 25 de mayo porteño fue un foco importantísimo, pero por cierto no el único. No digo argentina sino sudamericana. Y digo sudamericana y no latinoamericana, porque concuerdo con algunos colegas en tratar de evitar esa definición “latina” tan equívoca, que se inventó en la época de Napoleón le Petit para justificar la pretensión de los franceses de ocupar un espacio en América. Hablar de revolución es un modo de acentuar el carácter de una ruptura, un cambio radical, lo cual parece obvio, pero sin embargo hace poco oí decir a la directora de un museo de esta ciudad que el 25 de mayo no 139

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era una revolución porque no fue más que un cambio dentro del orden jurídico vigente. A lo mejor algunos no la vieron, porque la guerra no se libró en Buenos Aires, pero desde aquí se la llevó a todas partes del interior del continente. Y el objetivo de la independencia estaba claro para los que se llamaron “patriotas” desde la primera hora. Claro que también estaba presente, y en el propio seno del gobierno, la contrarrevolución. Pero para los revolucionarios el propósito era la emancipación, la liberación. ¿Dónde está ese proyecto? En el Plano de Operaciones de Moreno, iniciativa de Belgrano, adoptado por la Primera Junta. Aunque historiadores como Levene han tratado de negarlo, éste era el proyecto. El que siguieron Castelli, Monteagudo, también Artigas, y con el que coincidían San Martín y la Logia Lautaro. Era el plan de una nación sudamericana, como lo proclamó el Congreso de Tucumán, las Provincias Unidas de Sud América, independientes de España y de “toda otra metrópoli”. Y además, una sociedad republicana igualitaria, porque se pugnaba por liberar a los esclavos y a los indios y equiparar los derechos de los mestizos, como lo proponía Moreno ya en Charcas y en la representación de los hacendados, como figura en su Plan y en las instrucciones a Castelli, como lo planteó Belgrano en su Reglamento para los guaraníes de Misiones, como lo intentaron realizar el Protectorado de Artigas en las provincias del litoral y el Protectorado de San Martín en el Perú. Se trataba de la emancipación nacional y social. Éste es el significado americanista y popular de la independencia. Pero después, la generación de 1837 cuestionó el sentido de la revolución sudamericana. “Europa es el centro de la civilización y del progreso” afirmaba el documento liminar de la Asociación de Mayo, desplegando el paradójico razonamiento de que la independencia no había sido para liberarnos de los europeos, sino para estrecharnos más a ellos (1). Uno de los miembros más maduros del grupo, Juan María Gutiérrez, advirtió, sin embargo, que la conquista hispana había interrumpido la evolución de las culturas originarias al destruir “una civilización que se encaminaba a su cenit” decía, aludiendo al incario, lo cual impedía al continente americano “alimentarse con su propia sustancia” y, si bien era necesario librarse del legado oscurantista y clerical español,

(1) Esteban Echeverría, Dogma Socialista y otras páginas políticas, Buenos Aires, Estrada, 1965, p. 116.

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“la importación del pensamiento y la literatura europea no debe hacerse ciegamente” sino “en armonía con nuestros hombres y nuestras cosas” (2). Echeverría era un romántico que llamó la atención sobre la suerte de los hombres de las campañas sacrificados en las guerras de la independencia y las posteriores: “Se ha proclamado la igualdad y ha reinado la desigualdad más espantosa: se ha gritado libertad y ella sólo ha existido para el poderoso. Para los pobres no han hecho leyes ni justicia, ni derechos individuales, sino violencia, sable, persecuciones injustas” (3). No obstante la advertencia de Gutiérrez y las sugerencias de Echeverría de educar a las masas criollas para acceder a la igualdad social, dada la evidente resistencia de los pueblos y los gauchos a someterse a los planes “civilizadores” europeístas, el joven Alberdi y Sarmiento concibieron que la alternativa era crear una nación a la medida de ese proyecto, sustituyendo a la población existente con inmigrantes europeos. Claro que con los “industriosos” nórdicos, y no con los meridionales que finalmente vinieron. En Conflicto y Armonías, Sarmiento explicita una concepción antidemocrática para gobernar a las masas de bárbaros e hijos de bárbaros. La “civilización” sólo podía imponerse contra ellos. Y la escuela debía servir para extirpar la herencia cultural hispana e indígena, con la “vacuna” europeísta: “A introducir esta vacunación, para extirpar la muerte que nos dará la barbarie insumida en nuestras venas, consagró el que esto escribe su vida entera”. Las palabras finales de este último libro de Sarmiento eran: “seamos Estados Unidos” (4). Mitre fue tanto o más explícito. En su biografía de San Martín, explica los orígenes de nuestra sociedad distinguiendo cinco razas, y la dirección de la revolución de la independencia la atribuía exclusivamente a los criollos blancos “de sangre pura”: “la potencia civilizadora de la colonia”, destinados a heredar a los conquistadores “obedeciendo a la ley de la sucesión”, ya que este sector “era un vástago robusto del tronco de la raza civilizadora índico-europea a que está reservado el gobierno del mundo” (5). (2) Juan M. Gutiérrez, discurso del 23 de junio de 1837 en el Salón Literario, en El ensayo romántico, Buenos Aires, CEdAL, 1967. (3) Esteban Echeverría, “Lecturas en el Salón Literario”, en Obras completas, Buenos Aires, 1972. (4) Domingo F. Sarmiento, Conflicto y armonías de las razas en América, Buenos Aires, 1915, cap. IX, p. 445-446, 454 y 456. (5) Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, Buenos Aires, 1887, cap. I, XI.

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Desde Buenos Aires, la clase dirigente “liberal” impuso por todos los medios la vocación y la ficción de una identidad europea del país. En el período roquista, el proyecto de la generación de 1880 consolidó el régimen oligárquico sobre la base del auge económico agro exportador, e instauró la correlativa pedagogía de una “democracia blanca” fundamentada en la historiografía de Mitre. La política oficial, antipopular y anglófila, fue respaldada por las instituciones educativas invocando la autoridad de las ciencias. El proyecto de la independencia fue negado, traicionado, desvirtuado por los dirigentes de la organización nacional y del 80, por el país oligárquico. Y fue rescatado, continuado en lo esencial y actualizado por los movimientos populares del yrigoyenismo y del peronismo que vinieron después, y por eso, a pesar de sus limitaciones, son todavía dos fuerzas históricas vigentes. Sobre todo para los países periféricos, la independencia no es un acto consumado, sino un proyecto necesariamente renovable y renovado. Esta es una cuestión central, y permítanme insistir en el tema de las palabras y los significados. Dialogando tiempo atrás con un lingüista africano que nos contaba la lucha de ellos por recuperar una lengua propia, eran inevitables las comparaciones con la realidad americana y reflexionábamos en el dato de que aquí nosotros perdimos las lenguas autóctonas, y sólo hablamos la lengua de los colonizadores. Y la cuestión de la lengua con la que hablamos y pensamos es una cuestión crucial de identidad. Para nosotros, mestizos de la cultura europea y americana, todo es más ambiguo y difícil. La independencia es un proyecto que implica la autonomía de Europa, adaptando la cultura, los sistemas tecnológicos y las formas políticas occidentales a las necesidades de pueblos que tienen su propia identidad, no adoptando lo que nos imponen. Y frente a esa otra vuelta de tuerca del coloniaje que es la globalización neoliberal, el problema no son los europeos o los norteamericanos, sino los sudamericanos que piensan como europeos o norteamericanos. En el Centenario de 1910, la Buenos Aires de entonces se engalanaba para recibir a los príncipes europeos, de espaldas al interior y a nuestra América. Ignorando las miserias de las clases trabajadoras del interior que denunció Bialet-Massé en 1904 (6), y tratando de ocultar (6) Juan Bialet-Massé, Informe sobre el estado de las clases obreras argentinas a comienzos del siglo, Buenos Aires, CedAL, 1985.

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El Bicentenario desde una mirada histórica. La historia y las historias de Buenos Aires. - Capítulo IV

sus propias llagas urbanas. Quiero recordar que el año del Centenario se inició bajo estado de sitio, a raíz del atentado contra el jefe de policía Ramón L. Falcón, famoso represor de las luchas obreras y de la huelga de los conventillos. En las elecciones de marzo de 1910 se había impuesto el candidato oficial de los conservadores con la abstención del radicalismo, que luchaba contra el fraude. En el mes de mayo el gobierno de Figueroa Alcorta restableció el estado de sitio para sofocar una anunciada huelga general, llenando las cárceles con sindicalistas, anarquistas e incluso dirigentes socialistas. Al día siguiente de la explosión de una bomba que bañó de sangre una función del Teatro Colón, el Congreso sancionó una ley prohibiendo cualquier forma de agitación anarquista y amenazando con penas de cárcel el activismo gremial, en términos tan drásticos que el diario La Nación la calificó como “un instrumento terrorista análogo a la misma propaganda que se propone extirpar” (7). Aquella Buenos Aires estaba “europeizada” por arriba y por abajo, por una clase alta que educaba a sus hijos en francés y en inglés, y por las clases bajas de inmigrantes a los que se les negó la posibilidad de adquirir la tierra y se hacinaban en los conventillos. En el diario La Prensa del 9 de julio, aniversario de la independencia, un editorial señalaba que la gran masa de inmigrantes arribados a lo largo de medio siglo conservaba la nacionalidad de origen e infundía a sus hijos el culto de la “patria paterna”, ante la ausencia de leyes de naturalización, pues los círculos políticos temían incorporarlos como votantes, todo lo cual abonaba “los prejuicios de que la República Argentina era más una colonia que una nación”. Ese mismo año Roque Sáenz Peña asumía la presidencia, y aunque era un demócrata que iba a propiciar el derecho al sufragio que reclamaba Yrigoyen, era rehén, como todo el país, de un sistema económico perverso. En su mensaje a las cámaras hablaba de colonizar, de la necesidad de equipar y dar la tierra en propiedad a los colonos, pero como no había más tierra, porque toda había sido ya “distribuida”, la salida era el arrendamiento. Lo único que se podía hacer, dijo, era confiar “en la prodigalidad de la naturaleza” (8). Pero aquel invierno la Providencia no

(7) Ley 7029, llamada “de Defensa Social”. (8) Mensaje del presidente ante el Congreso Nacional, 1910.

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mandó lluvia, y en los campos pampeanos un movimiento de arrendatarios ruso-alemanes y otros se lanzaron desesperados a exigir comida, iniciando el movimiento de las huelgas agrarias - y la represión con aquella ley “terrorista”que iban a conmocionar al país durante más de una década. Hay que recordar, para eso sirve la historia. Y hay que revisar la historia, para no repetir los errores de generaciones anteriores. La patria es el territorio y es también donde se ejercen los derechos. Esperemos que en el 2010 no pase lo mismo que en 1910. Esta ciudad capital ha cambiado, se ha “sudamericanizado” con los migrantes del interior y de los países hermanos, basta mirar hoy sus veredas para advertirlo. Buenos Aires es la capital de la república. Es una ciudad que no pertenece sólo a los porteños. Que pertenece a los pueblos de la nación, y la nación es Sudamérica. En resumen, la visión que he intentado exponer es la propuesta de un Bicentenario que sirva para rescatar, para acentuar, para resignificar el contenido sudamericano y popular de una causa vigente: la lucha en todos los terrenos político, económico, social y cultural por nuestra independencia.

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Capítulo V

La visión Latinoamericana del Bicentenario

Panel internacional: Lic. Leandro Querido y Dres. Carmen Bohórquez, de Venezuela; Ricardo Melgar Bao, de Perú; Jorge Vergara Estévez, de Chile; Edgar Montiel, de México y Hugo Biagini, de Argentina.

La visión Latinoamericana del Bicentenario - Capítulo V

De Miranda a Chávez: Doscientos años de lucha por la Independencia de nuestra América Dra. Carmen Bohórquez

Desde que Francisco de Miranda concibiera la idea, a fines de 1783, de independizar la América Meridional y constituir en ella una inmensa nación que integrara bajo un solo gobierno y un solo cuerpo de leyes, las diversas provincias que desde el sur del Mississipi hasta la Patagonia conformaban el reinado español en América, ambos temas, independencia e integración han sido obligados objetos de reflexión del pensamiento latinoamericano y urgentes desafíos de vacilantes o dolorosos intentos de realización. En sus raíces, la problemática de la independencia lleva implícitas tres condicionantes fundamentales, sin las cuales no es posible ni su comprensión ni mucho menos el trazado de un proyecto histórico-práctico de liberación, y éstas son: la conciencia y necesaria clarificación de la identidad propia; la conciencia de estar viviendo una situación de opresión, coloniaje o dependencia y la conciencia del derecho a un proyecto histórico propio que responda a las reales necesidades y determinaciones culturales de los pueblos. Lo que Montesquieu llamaba “naturaleza, carácter e índole de los habitantes”. Tanto el tema como las condi147

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cionantes se mantienen como constantes históricas, con las variantes de tiempo y circunstancias, y en ellas se juega su resolución definitiva. Hemos titulado esta exposición “De Miranda a Chávez: 200 años de lucha por la emancipación de América”, tomando a ambos como referentes y sin pretensión de minimizar o relegar a ningún otro hombre o mujer que a lo largo de nuestra vida republicana han empeñado vida, esfuerzos y aportes teóricos fundamentales a la causa de la independenca, porque de cierta manera ellos son los que mejor encarnan el inicio y el momento actual de esta lucha aún inacabada. Por lo que toca a Miranda, cuando en 1790, se entrevista por primera vez con el Primer Ministro inglés William Pitt para hablarle de su proyecto emancipador, y le plantea como exigencia fundamental la necesidad que tiene la América española de que Inglaterra “le ayude a sacudir la opresión infame en que la España la tiene constituida”, está asumiendo por primera vez como causal de insurrección, no un hecho circunstancial o local, sino una razón esencial y universal: América ha sido constituida como oprimida (1). Esta afirmación de Miranda constituye, sin duda, una clara expresión de la conciencia del hecho colonial, entendido éste ya no como limitación de derechos particulares, sino como negación de todos aquellos derechos esenciales que en tanto seres humanos tienen los americanos. En otras palabras, Miranda denuncia la negación del ser americano mismo. Establecida y hecha conciente esta condición colonial, Miranda se plantea entonces como un imperativo, la negación de dicha negación, es decir emprender una acción que permita superar esta condición y afirmar, por el contrario, el ser propio: “En esta situación, pues, la América se cree con todo derecho a repeler una Dominación igualmente opresiva que tiránica - y formarse para sí un gobierno libre, sabio y equitable (sic); con la forma que sea más adaptable al País, Clima e Indole de sus habitantes.” (2) Afirmación que subraya no sólo el derecho de los americanos a ser y vivir libres de toda dominación, sino a ejercer plenamente su sobera-

(1) Archivo del General Miranda, Negociaciones, T. XV, pp. 114-119. Edición preparada por Vicente Dávila. Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1938. (Colombeia. T. IX, pp. 39-44. Ediciones de a Presidencia de la República, Caracas, 1988). (2) Idem, p. 115.

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nía, determinando autónomamente la forma de gobierno que consideraran más apropiada a sus intereses. Aspiración legítima que todavía hoy algunas potencias pretenden negar y en cuya defensa, al igual que Miranda, debemos estar todos plenamente comprometidos. En aquel entonces, Miranda debió argumentar contra la tesis del imperium mundi que el Papa ejercía por derecho divino y que le permitía a España no sólo alegar - por ser concesión papal - propiedad legítima sobre América, sino, más que eso, atribuirle a la misma un cierto carácter sagrado que convertía de antemano en herejía cualquier cuestionamiento al ejercicio de este dominio. Contra esta pretensión, Miranda, siguiendo la tradición de Francisco de Vitoria (1480-1546) (3) y de Francisco Suárez (1548-1617) (4), asume y defiende la tesis de una comunidad internacional basada, no en un imperium mundi que se pretende necesario, perpetuo e inmutable, sino en la interdependencia de Estados soberanos que acuerdan someterse a los mismos derechos y obligaciones, esto es, a un Derecho de Gentes que es universal, evolutivo y contingente. Concepción bajo la cual todo pueblo preserva el derecho inalienable a la libertad y a la autonomía y, en consecuencia, el derecho a combatir por todos los medios a su alcance a quien quiera mantenerlo en un estado de opresión y tiranía. Así, pues, es con Miranda que se reconoce por primera vez, de manera expresa, que hay una situación de negación de la esencia de los americanos y que en consecuencia estos, como hombres dignos, tienen todo el derecho o están plenamente justificados para rebelarse contra aquello que los niega: “seremos libres, seremos hombres, seremos nación; entre esto y la esclavitud no hay medio, el deliberar sería una infamia”. La afirmación de ser americano resulta entonces para Miranda inconciliable con cualquier forma de sujeción. Ser, es ser libre, sólo en libertad se puede ser verdaderamente humano, como sólo en libertad un pueblo puede llegar a constituirse verdaderamente en Nación. De allí, pues, que el proyecto político de Miranda se plantee, desde sus inicios mismos, acompañado de una búsqueda real de la identidad de nuestra América y, consecuencialmente, de una definición del ser americano. Búsqueda que comienza a cristalizar en el forjamiento del nombre ‘Colombia’ y

(3) De jure belli, relectiones theologicae (15). (4)Tractatus de Legibus ac Deo legislatore (15)

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del gentilicio ‘colombiano’, como afirmación de una conciencia de saberse siendo otro que la totalidad vigente y como proyecto histórico de construcción de una nueva realidad. Desde esta concepción Miranda no podía ver las luchas de independencia como una empresa de unos pocos, sino como una lucha colectiva: “un movimiento insurreccional parcial podría dañar a la Masa entera”, y por las mismas razones se muestra convencido de que la única manera de consolidar la independencia en el continente era fortaleciendo esa unión a través también de un único proyecto político colectivo. Para sustentar su propuesta de “unión indispensable” de toda la América Meridional, recurrirá a argumentos geopolíticos, económicos, pero también socioculturales. A su entender, no sólo compartíamos una historia común de opresión, es decir una misma problemática social y política, derivada de la secular situación de dominación, sino también un acervo cultural común que a pesar de esa misma dominación, se fue consolidando hasta conformar una identidad propia sobre la cual, una vez conquistada la independencia, se podría construir un solo Estado. De allí que cuando hablamos de Miranda como Precursor lo estemos pensando fundamentalmente desde estas tesis. Claramente encontramos ya aquí expresada la conciencia de la necesaria relación entre identidad, independencia e integración; conciencia que se reafirma en su búsqueda incesante de los fundamentos del ser americano y en su proponer como principio generador de identidad el nacimiento en tierra americana, válido para todos por igual, independientemente del color de su piel o de su origen; visión evidentemente precursora y revolucionaria. Y precisamente porque es el primero que piensa la americanidad a nivel continental, como principio diferenciador y fundante de derechos, es que puede pensar - el primero también - en la integración de todos los pueblos que componen la América meridional y la piensa además en el sentido auténtico en que debe entenderse la integración, es decir, como voluntad de conjugar esfuerzos para construir una nueva entidad, una sola nación que llegara a ser, como le gustaba decir, un cuerpo preponderante en el mundo que habría de contribuir a mantener el equilibrio de poder en éste. Con Miranda se asocia ya unidad cultural y proyecto político de emancipación, cuya traducción práctica no es otra que la construcción de una única nación americana. Estas ideas las desarrolla en la llamada Acta o Instrucción de París, escrita en 1797, a la que podemos considerar -independientemente de 150

La visión Latinoamericana del Bicentenario - Capítulo V

las condiciones en que fue producida - como el primer documento integracionista referido a nuestra América, así como en la Proclama a los Habitantes del Continente Colombiano (alias Hispanoamérica) (1801), y en sus proyectos constitucionales de 1801 y de 1808, en los cuales explicita la estructura político-jurídica sobre la cual se ha de sustentar, regular y preservar dicha unidad continental, siempre basada en principios republicanos. Ciertamente que Bolívar abrevó en esta fuente y que su idea de la integración la toma directamente de Miranda. Posteriormente, elaborará su propia versión de cómo ha de darse esa integración e igualmente pensará que la misma es necesaria como estrategia de defensa común, no ya para oponerse a Francia, como pensaba Miranda, sino a los Estados Unidos, que comienzan a demostrar desde entonces su ambición imperialista. La realidad de las guerras de independencia y la historia que siguió después mostraron, sin embargo, que este criterio de defensa común no era suficiente para asegurar el establecimiento y permanencia de las propuestas integradoras, como lo probó luego la disolución de la Gran Colombia. Desde entonces pareciera que si bien las propuestas integradoras buscan afianzar y “proteger” las autonomías locales o nacionales de amenazas mayores, estas mismas autonomías se erigen contradictoriamente en sus principales obstáculos. En ello parecen intervenir múltiples factores, entre los cuales, el desconocimiento mutuo, el desarrollo desigual de las economías, la profundización de las contradicciones sociales gestadas bajo la relación de dominación colonial española y en mucho mayor grado, aunque extrañamente poco mencionada, la continua interferencia de los Estados Unidos, quien en una aplicación continuada y permanentemente renovada de la Doctrina Monroe, ha venido actuando desde entonces cual Penélope, tejiendo y destejiendo nuestra historia; todo lo cual ha incidido en la ausencia de un proyecto político compartido de gran alcance que pueda sobreponerse a los intereses particulares de los grupos de poder dominantes y, sobre todo, ha impedido u obstaculizado la construcción de lo que ya desde Miranda se revelaba como la condición sine qua non y posibilitante de todo proceso emancipador y de todo proyecto de integración: una autoconciencia claramente diferenciada. Si examinamos el discurso de la independencia y de la unidad americana producido desde fines del siglo XVIII y hasta el presente, nos encontramos con que este discurso se ha mantenido en gran medida circunscrito 151

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- forzado indudablemente por las circunstancias - al ámbito económico, en menor medida al político y poco o casi nada al ámbito cultural. Se pasó de súbdito a ciudadano, pero el ethos y el logos continuaron siendo españoles, primero, anglosajón después y desde fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, más concretamente estadounidense. Sin embargo, algo se avanzó. No puede negarse, por ejemplo, que los discursos independentistas tuvieron el mérito de haber señalado, y en cierta manera delimitado, los problemas fundamentales del nuevo sujeto americano. Como también se deja ver en algunos de ellos la preocupación por desmontar los mecanismos de la dominación que aún seguía determinando conductas y pensamientos, como se muestra, por ejemplo, en los Catecismos Americanos que fueron apareciendo por toda América, así como en la obra de Simón Rodríguez, el representante más original de esta crítica del lenguaje de la dominación (5). De allí que el maestro Arturo Roig diga que, en tanto hecho histórico, la revolución independentista pasó a ser “un polo referencial que daba sentido a la estructura total del universo discursivo” americano, convirtiéndose así en otro de sus a-prioris (6). Posteriormente, la necesidad de continuar esta labor deconstructora del discurso dominante y de completar el proceso independentista, liberando esta vez las conciencias de los códigos y símbolos de dicho discurso, así como al espíritu de los prejuicios y las prácticas sociales mediatizantes y discriminatorias, llevó a proponer lo que se dio en llamar la “independencia mental” o “segunda independencia”; tema que se convirtió en una constante en el pensamiento crítico latinoamericano a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y cuya dirección ya había señalado igualmente Simón Rodríguez, así como Andrés Bello. Como ya es de conocimiento general, el comienzo de esta segunda independencia es ubicada en la década de los cuarenta del siglo XIX con Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, quienes van a ser, además, los primeros en plantearse la necesidad de una filosofía americana (7). Es con Alberdi, por ejemplo, que el pensamiento filo(5) Cf. RODRIGUEZ, Simón. Obras Completas. Caracas, Universidad Simón Rodríguez, 1975. (6) Cf. A. ROIG. “La filosofía latinoamericana en sus orígenes. Lenguaje y dialéctica en los escritos chilenos de Alberdi y Sarmiento”, en Caminos de la Filosofía Latinoamericana, ed. cit. (7) Al respecto, ver ALBERDI, Juan Bautista. Fragmento preliminar al estudio del Derecho (1837) e Ideas para presidir a la confección de un curso de filosofía contemporánea (1840). De D.F. SARMIENTO, ver los artículos periodísticos de los años 40, particularmente el llamado Polémica del romanticismo (1842).

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La visión Latinoamericana del Bicentenario - Capítulo V

sófico latinoamericano se plantea por primera vez el problema de la conciencia nacional, entendida ésta además como conciencia cultural y al igual que Sarmiento, considera que para tener éxito en el programa civilizador y avanzar en la construcción de la nación es necesario conquistar aquellos elementos de la cultura sobre los cuales se sustenta ésta, como lo son la filosofía, el arte, la industria, la lengua, las costumbres, etc. Sólo así podremos emancipar el pensamiento de las concepciones conservadoras de la metrópoli y contribuir a la transformación de la realidad y al progreso de la sociedad. Contradictoriamente defenderá la inmigración europea. Esta concepción se ve reflejada en su idea de integración continental, la cual va a plantear no sólo como integración política y económica, sino también como integración cultural: una integración sustentada sobre el patrimonio que compartimos y que nos permite pensarnos como unidad continental, como lo muestra en su “Memoria sobre la conveniencia de un Congreso general americano”, que presenta en la Facultad de Leyes de la Universidad de Chile en 1844, para recibirse como abogado. Igualmente se va a ocupar Alberdi del concepto de soberanía y de defender la especificidad de la América Latina frente al derecho internacional, y particularmente frente al imperialismo norteamericano, siendo uno de los más agudos críticos de la Doctrina Monroe. De nuevo la constante: identidad, conciencia de la dependencia, proyecto de liberación e integración. Aunque esta línea trazada desde Miranda y retomada por Alberdi va a ser continuada por la mayor parte de los pensadores latinoamericanos, la misma se desarrollará de una manera cada vez más divergente de lo que en adelante se va a entender por integración en los ámbitos del poder político y económico. Y en esto tuvo mucho que ver la acción decidida de los Estados Unidos a partir de la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos, que se realizó en 1889-1890 en Washington. No hay que olvidar que si entre nosotros la idea de integración aparece simultáneamente con la idea de independencia, también la política expansionista es asumida por los Estados Unidos prácticamente desde el momento mismo de su independencia. De hecho, Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro, gran amigo de Miranda y tal vez el primero a quien el Precursor expuso en 1783 su proyecto de independencia y unión de la América hispana en una sola nación, Colombia, concibió por su parte y quien sabe si inspirado en Miranda, pero con propósitos 153

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totalmente opuestos, la idea de crear un imperio americano a través de la unión de los Estados Unidos, América Central y América del Sur.

Esta Primera Conferencia fue presidida por James Blaine, Secretario de Estado de los EEUU. Monroísta de convicción, Blaine aprovechó la ocasión para ratificar que en vista de la ingerencia de Inglaterra en la guerra chileno-peruana, “en un futuro muy próximo, los Estados Unidos tendrán que adoptar en Sudamérica un tono mucho más decidido que el que ya adoptó (en esa ocasión) y fue rescindido, porque de no hacerlo, se tendrá que volver atrás y declarar que es un dominio que no nos concierne, debiendo entonces cederlo a Europa”. Se aprovechó también para imponer el criterio de los Estados Unidos sobre la necesidad de lograr un acuerdo sobre siete puntos que fueron presentados como “medidas que puedan tender a conservar y aumentar la prosperidad de los diversos Estados americanos”, pero que en realidad respondían a las necesidades de mercado para su creciente producción excedente, a saber: propiciar una unión aduanal; establecer reglamentos aduanales y cobros portuarios; establecer un sistema común de pesas y medidas, patentes, derechos de autor y marcas de fábrica; establecer una moneda de plata común; acuerdos sobre comunicaciones y, finalmente, un plan de arbitraje para resolver los conflictos que pudieran presentarse.

De esta primera conferencia surgió una institución que luego se convertiría en un instrumento del panamericanismo norteamericano: la Unión Internacional de Repúblicas Americanas, cuyo objeto declarado era, en principio, recopilar y distribuir información comercial entre todos sus miembros, pero que muy pronto amplió sus funciones hasta llegar a dirigir prácticamente las políticas económicas de las repúblicas americanas. En 1948 estas Conferencias dieron nacimiento a la OEA.

Más de un siglo después de esta Conferencia, nos encontramos de nuevo enfrentados a una nueva versión de la Doctrina Monroe: el ALCA, que no es otra cosa que un nuevo intento de hacer aparecer como integración lo que no es más que el mismo viejo plan expuesto por Blaine, y para satisfacer los mismos objetivos imperiales. Y la razón fundamental de que esto siga siendo así parece seguir estando en nuestra incapacidad para generar la conciencia de nuestra particularidad americana, de nuestra valía como pueblos libres y del derecho a construir nuestro propio proyecto histórico de realización humana, que no es otra cosa también que la vieja fórmula mirandina: identidad, independencia, integración 154

La visión Latinoamericana del Bicentenario - Capítulo V

para alcanzar nuestros fines propios y para que Nuestra América se consolide definitivamente como nación. Derecho que todavía hoy los pueblos del mundo siguen estando obligados a defender con sus vidas ante pretensiones imperiales de nuevo cuño, pero igualmente insaciables, que siguen queriendo imponer el imperium mundi, alegando no ya el derecho divino sino el derecho de su santa voluntad y su fuerza militar. El dilema, pues, sigue siendo el mismo y en nuestras manos está su solución definitiva. Sigue vigente la frase de Miranda: entre esto y la libertad no hay medio, el deliberar sería una infamia. Solidaridad y justicia en el ALBA de una verdadera integración de los pueblos ante un contexto mundial cada vez más excluyente, los pueblos del Sur, y en particular de América Latina, se hacen cada vez más concientes de que no pueden seguir viviendo de la esperanza ni basta ya con la resistencia, sino que es necesario pasar de inmediato a la construcción colectiva de alternativas reales al modelo económico neoliberal que los invisibiliza como personas, y contra el poder imperial que los atropella en su soberanía. Una mirada somera a los cambios políticos ocurridos en América Latina nos muestra el resurgimiento de las fuerzas populares como protagonistas de la historia. Lo hemos visto en Bolivia, Ecuador y Argentina, donde prepotentes presidentes han salido corriendo no por manu militari, sino por la acción concertada, valiente y radical de campesinos, obreros, comunidades indígenas, estudiantes, y otros grupos sociales que han demostrado tener más conciencia de lo que está hoy en juego, que la propia intelligentsia de sus países. Como también vimos en Venezuela a un pueblo revirtiendo en 47 horas un golpe militar apoyado por el Departamento de Estado, y regresando al poder a su presidente legítimo. Algo le está saliendo mal al imperio en su patio trasero. Y tan colectiva es la lucha, que se multiplican por doquier los movimientos sociales, los foros, las redes, los movimientos de solidaridad, la unidad por abajo, independientemente y hasta en contra de la dirigencia política tradicional; se trata de nuevas formas políticas de conducción de la lucha que a menos que sean militarmente aniquiladas - lo que es una posibilidad que no podemos dejar de lado - están dando nacimiento a nuevos modos de entramado social y de distribución del poder que avanzan en la dirección de ese otro mundo necesario que estamos obligados a construir. 155

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En esta construcción de alternativas y de un nuevo modelo de desarrollo económico - pues de eso se trata si queremos acabar realmente con el hambre y la exclusión y ser verdaderamente independientes - Venezuela está jugando hoy un papel de primer orden en América Latina. A la cabeza de esa lucha y habiéndose constituido en su principal e incansable motor, se encuentra Hugo Chávez Frías, con un discurso que se inscribe claramente en esta tradición latinoamericana de un pensamiento liberador que se inicia con Miranda: conciencia de la identidad, conciencia de la opresión, conciencia del derecho a un proyecto histórico propio y conciencia de la necesidad de acompañar esta conciencia con acciones concretas de lucha por la emancipación definitiva de nuestra América. La mejor prueba de que se está avanzando en esa dirección está en las permanentes condenas de sus propuestas y acciones por parte de los Estados Unidos y del resto de los grupos de poder en el mundo, y en la inclemente campaña mediática en su contra tanto dentro como fuera de Venezuela. Pero no es sólo Chávez. Como él mismo dice, parafraseando a Bolívar, él no es más que una pluma arrastrada por el huracán revolucionario que se ha desatado en Venezuela y en América Latina, y que como hace 200 años, no sólo se hace históricamente posible, ante un evidente proceso de declinación del imperio actual, sino absolutamente necesario para la supervivencia misma de la humanidad. Para nadie es un secreto que la capacidad de producción del modelo capitalista ha sido superada con creces por su capacidad de destrucción de la naturaleza y de sus recursos, con lo cual queda sellada - de no construir con urgencia una alternativa - la suerte de la especie humana. La disyuntiva socialismo o barbarie es hoy una realidad que aunque a algunos asuste, está planteada con imperativa urgencia. Por ello, junto a Chávez está un pueblo y está un gran movimiento latinoamericano que crece con fuerza y que se nutre de los aportes de muchos otros líderes y de las luchas actuales de los pueblos del continente. Por lo que toca a Venezuela y aunque pueda parecer pretencioso, creemos estar llevando adelante un proyecto realmente emancipatorio, como es el de intentar construir un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, en el que todos los ciudadanos se vean reconocidos, en primer lugar, en su dignidad esencial como persona; en segundo lugar, en el derecho que les asiste de tener garantizadas las condiciones que le permitirán reproducir su vida y desarrollar sus potencialidades crea156

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doras, y en tercer lugar, en ser igualmente reconocidos como agentes fundamentales en la construcción de la nueva sociedad con plenas y equitativas condiciones de participación. Todo lo cual se resume en la noción de democracia participativa y protagónica, pivote sobre el que se estructura la propuesta bolivariana de construcción de una sociedad justa, solidaria y corresponsable del destino colectivo. Es decir, no se trata de construir sólo un régimen político sino, más que eso, de construir un nuevo espacio de realización humana en el que la satisfacción de los derechos humanos básicos, la libertad y la justicia se conviertan en ejercicio y disfrute real y efectivo de todos los ciudadanos y no sólo de unos pocos. Este concepto de democracia participativa y protagónica, desarrollado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (8), rescata el sentido ético de la democracia y se opone de manera radical al concepto de “democracia” que defiende el neoliberalismo; y ya este sólo hecho marca su sentido emancipador. Es claro que se trata de la reivindicación de la persona humana como eje y télos de la organización de la sociedad, y no de una defensa del propietario o del consumidor, que es la definición que se hace desde el mercado y que necesariamente condena a muerte a gran parte de la humanidad. Es en función de estos principios que el Estado queda obligado, al igual que la sociedad, a facilitar las condiciones más favorables para la práctica de la participación, asegurando la inclusión y el respeto a la diversidad mediante múltiples vías y desde el fiel cumplimiento de los derechos humanos: el de la vida en primer lugar, pero también el derecho a una vivienda digna, a una educación de calidad, a la salud, mediante una atención inmediata y eficiente, al trabajo y, en general, a todo aquello que asegure una participación justa y equitativa en el desarrollo de la nación, sin discriminaciones de ningún tipo. Como ejemplo de inclusión, vale citar el reconocimiento de los derechos indígenas y el artículo 88 de la Constitución, que asegura la igualdad y equidad de hombres y mujeres en el ejercicio del derecho al trabajo y reconoce el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social, por lo que las amas de casa tienen derecho a la seguridad social. Y puesto que ninguno de es(8) El texto de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela puede ser consultado fácilmente por Internet.

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tos derechos podría cumplirse plenamente en un Estado cuya soberanía esté comprometida por su subordinación económica, la Constitución vincula y hace mutuamente dependientes estos derechos de la superación de esa condición de subordinación. Es así como estipula y fomenta la diversificación de la economía, la soberanía alimentaria, la economía participativa, popular y alternativa mediante el apoyo efectivo y privilegiado a las cooperativas, a la pequeña y mediana industria y sobre todo, mediante una verdadera reforma agraria que prohíbe el latifundio y convierte a la producción agrícola en un instrumento estratégico de liberación.

En virtud de ello y concientes de que ninguna de estas disposiciones podría cumplirse y menos sostenerse en el tiempo bajo el actual modelo económico, se trabaja intensamente en la construcción de un modelo de desarrollo endógeno que esté determinado por las necesidades sociales y no por los índices macroeconómicos; un modelo que asegure la soberanía alimentaria, la independencia económica y la autonomía política. Asimismo, la participación y el protagonismo de los ciudadanos en la construcción de este modelo han de dar como resultado una verdadera transformación del Estado, en el sentido de una real democratización del poder, de la riqueza y del conocimiento. Se trata, pues, de una revolución, que busca además sus fundamentos en la propia tradición histórica y en los valores propios, y se la llama bolivariana, por tener su máxima inspiración en el pensamiento y las acciones de Simón Bolívar. Y por ser bolivariana, es una revolución de clara vocación latinoamericanista. Más aún, Venezuela está obligada por su propia Carta Magna a pensarse y a trabajar por la integración latinoamericana.

En este sentido y entendiendo que todo proceso de liberación es un proceso de afirmación de la dignidad humana y que por tanto estamos moralmente obligados, como decía Martí, a echar nuestra suerte con los que se enfrentan a condiciones similares de negación de esa dignidad, desde Venezuela se está impulsando con mucha fuerza una Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, el ALBA, que como un nuevo amanecer haga visible el camino que conduce hacia la verdadera integración de Nuestra América, y con el concurso de todos, hacia su definitiva independencia.

La propuesta del ALBA la formuló por primera vez el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, en el marco 158

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de la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe, celebrada en la isla de Margarita, al noreste de Venezuela, en diciembre de 2001. Esta propuesta de unir a los países de América Latina y el Caribe en un solo bloque económico, político y social resume los principios rectores de una verdadera integración latinoamericana y caribeña basada en la justicia, la solidaridad, la equidad, la cooperación, la complementariedad, la voluntad común de avanzar, el desarrollo equitativo y el respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos, con énfasis en el desarrollo humano y social, además del político y económico. Ideológicamente, el Alba está sustentada en el pensamiento de los próceres latinoamericanos: Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, José de San Martín, José Martí, Augusto César Sandino, entre otros, sin nacionalismos egoístas ni políticas nacionales restrictivas que nieguen el objetivo común de construir esa Patria Grande Latinoamericana que soñaron los héroes de nuestras luchas emancipadoras. Se trata de un modelo de integración alternativo que efectivamente nos conduzca hacia ese otro mundo de justicia y libertad que es urgente e imprescindible construir. Un modelo sustentado no sólo en la cooperación, sino también en la solidaridad. Lo actuado hasta ahora muestra que la solidaridad es una real necesidad práctica para que la verdadera integración pueda funcionar y consolidarse, pues sólo ella puede hacer de las fronteras nacionales puentes de unión y comunión. Así, contra el ALCA que profundiza la pobreza y eterniza la dependencia y la dominación, el ALBA anuncia el principio de un verdadero cambio histórico a partir de una toma de conciencia radical de lo que somos como pueblos y de la convicción de que ha llegado la hora, como anunciaba Martí, de que la América Latina declare su segunda y definitiva independencia. Podríamos entonces decir que doscientos años después, la Colombia de Miranda parece estar haciéndose realidad a través del ALBA, o más poéticamente, que el Alba está anunciando el nacimiento definitivo de la Colombia de Miranda. Es en este contexto que consideramos debe abordarse la celebración que ya se anuncia en diversas partes y en otras ya comenzó, del Bicentenario de las independencias. A nuestro juicio, esta celebración dejaría de tener sentido si no se la piensa con sentido latinoamericanista y como necesario pivote de la liberación actual. Si la independencia

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respecto al imperio español fue vivida y construida en conjunto, necesariamente debemos conmemorarla en conjunto. Plantearla de otra manera es traicionar la memoria y el sacrificio de nuestros libertadores. Por lo demás, en una coyuntura histórica que abre la posibilidad de grandes transformaciones, se impone iniciar sin mayor demora una seria reflexión crítica, un profundo debate, una gran discusión colectiva sobre los diversos procesos de emancipación de los países de América Latina y el Caribe; sobre su génesis y su significado en términos de afirmación propia, de igualdad y de libertad para todos los que aquí habitamos; sobre sus causas y consecuencias económico-sociales; sobre los aspectos culturales en ellos implicados; sobre los valores sobre los que se ha intentado fundar nuestra particular visión del mundo y, sobre todo, sobre su proyección histórica y sentido paradigmático en un momento como el actual en el que nos enfrentamos a un nuevo y más agresivo intento de recolonización por parte del moderno imperio. En este sentido, la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de América Latina constituye una ocasión más que propicia para dar esta discusión, así como para emprender un conjunto de proyectos que por sus efectos perdurables sobre el colectivo contribuyan a afianzar la conciencia de nuestra valía como pueblos y a afirmar los valores fundamentales de la libertad, la igualdad y la justicia social. Vale subrayar que este desideratum forma parte constitutiva de la historia de todo el subcontinente. Y puesto que estamos hablando de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de toda la América, creemos que estas celebraciones e iniciativas deben emprenderse de manera coordinada entre todos los pueblos y gobiernos de la región; lo que contribuiría no sólo a potenciar su valor simbólico liberador, sino también a afianzar en la conciencia colectiva la idea fundamental de la integración latinoamericana; mandato histórico aún no alcanzado y condición necesaria para consolidar esa libertad conquistada; tal como siempre lo vieron y exigieron Miranda, Bolívar, San Martín, O’Higgins y todos los grandes constructores de esta Patria Grande. Ya decía Francisco de Miranda que el hecho de haber sido “injuriados del mismo modo”, nos obligaba aún más a juntar nuestras fuerzas y a emprender al unísono un movimiento general de liberación, pues “Un movimiento parcial podría dañar a la masa entera”. Hoy esa percepción sigue siendo tan válida como entonces. 160

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En este sentido, se hace entonces necesario que las fechas particulares que en cada nación marcaron el inicio de la marcha hacia la independencia, sean tomadas y celebradas como referencias continentales y en todo el continente, pues cada una de ellas constituyó en sí misma un paso más, una etapa necesaria y determinante para que se hiciera posible la liberación continental respecto al imperio español. Sin olvidar incluir en este Calendario Bicentenario algunas fechas que ya se cumplieron, pero que deben recordarse y reconocerse como igualmente determinantes, entre ellas la revolución de Haití en 1804: primera revolución anti-colonial triunfante y primera república libre de la América Latina y el Caribe; así como la expedición de Miranda en 1806: primera expedición libertadora que se intentaba igualmente en el continente y que se proponía independizar a la América entera. En Venezuela, la conmemoración de este Bicentenario, iniciada el 3 de agosto de 2005 y que aún continúa, ha buscado y creemos haberlo logrado, no sólo colocar a Miranda en el primer plano de la conciencia colectiva, sino sobre todo ubicar su acción como el inicio de un proceso histórico continental de liberación y aún en construcción. La conmemoración del Bicentenario de la independencia de Nuestra América tiene, además, una trascendencia histórica que desborda nuestras fronteras, pues como en todo proceso de liberación la humanidad se ve realizada en esa acción. América Latina ha sido vanguardia de cambios históricos, cuna de grandes hombres y mujeres defensores de la igualdad y de la justicia social, es decir, somos un pueblo que tiene elementos más que suficientes para sentirse orgulloso de sí mismo y para hacerse respetar en el concierto de las naciones; lo que de por sí es la mejor defensa que un pueblo puede tener ante el avasallamiento cultural y los intentos de neocolonización. En consecuencia, es necesario que todos estos logros y valores estén presentes y formen parte de la autoconciencia individual y colectiva de los latinoamericanos y latinoamericanas y particularmente de las nuevas generaciones, que son las llamadas a relevarnos en esta tarea de resistencia y conquista de la autonomía plena y de construcción de una sociedad justa. Con esto quiero decir que las actividades conmemorativas que se emprendan deben tener un alto contenido pedagógico y deben proyectarse como una obra permanente. Desde estos criterios, proponemos la realización de cinco tipos de actividades: 161

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1- De investigación y análisis Dirigidas al rescate y valoración de nuestra memoria histórica a través de la realización de proyectos de investigación que contribuyan a esclarecer problemas determinantes de nuestra historia republicana, a rescatar el pensamiento precursor, a revisar críticamente algunas “verdades” instituidas, a sentar las bases de un pensamiento anti-colonial y anti-imperialista, a fundamentar histórica y políticamente la idea de la integración, a dilucidar conceptos y categorías de gran trascendencia en el momento actual, etc. 2- Educativas Desarrollar una serie de estrategias educativas en todos los niveles de enseñanza que permita a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes acercarse de una manera viva y a la vez crítica a la historia regional, nacional y continental. Si bien el énfasis estará puesto en el significado y trascendencia de la gesta independentista, es fundamental que ésta sea entendida como una obra colectiva y, sobre todo, como un proceso en permanente revisión y superación. Sólo de esta manera es posible crear en la ciudadanía el sentido de corresponsabilidad histórica tanto con el pasado como con el porvenir. Actividades de aula, libros, charlas, teatro, música, poesía, congresos escolares, concursos, etc., entre otras estrategias, han de servir para despertar en las nuevas generaciones el orgullo de su gentilicio y la conciencia de su compromiso con la sociedad y con su país y con la Patria Grande. Igualmente, dada la urgencia con que se impone hoy el tema de la Integración latinoamericana, idea propuesta inicialmente por Miranda, y a fin de contribuir a sustentar y crear la conciencia necesaria para su concreción definitiva, crear la Cátedra libre respectiva en todas las universidades latinoamericanas y del Caribe. 3- De discusión y confrontación de ideas Creación de espacios para la discusión de los resultados obtenidos en los diversos proyectos de investigación, para el planteamiento de nuevos enfoques, para la revisión crítica de la historia institucionalizada, para una mejor comprensión de nuestro proceso histórico, para el abordaje de los problemas y desafíos que nos impone la compleja realidad actual y para la construcción conjunta de alternativas de superación de esos desafíos. Nos referimos aquí a la realización de foros, seminarios, 162

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congresos, etc., que tanto a nivel regional, como nacional e internacional convoquen a investigadores, estudiosos y a la ciudadanía en general a una amplia discusión de los temas que al efecto se decidan. Los resultados obtenidos deberán ser, por supuesto, objeto de publicación y divulgación, esto es, de sucesivas discusiones. 4- De conmemoración y testimonio Para asegurar su continuidad histórica y crear en sus integrantes el sentido de pertenencia, todo pueblo requiere referentes y símbolos materiales que perpetúen sus valores, sus logros, sus hazañas. Es el rol y la justificación de panteones, estatuas, banderas, himnos, etc. La ocasión del Bicentenario es más que propicia para contribuir a consolidar ese sentido de pertenencia y reafirmar esos valores. La gesta mirandina, la lucha de indígenas y esclavos por su reconocimiento como personas dignas y libres, las sucesivas declaraciones de independencia, la primera Constitución, el Congreso de Angostura que crea la Gran Colombia, la abolición de la esclavitud, etc., son hechos cuya rememoración encierra un gran potencial movilizador y merecen ser traídos a la memoria presente mediante su concreción simbólica en monumentos u otra forma de materialización, siempre desde el entendido de que formarán parte del patrimonio continental. 5- De divulgación Un pueblo que no deja registro escrito de sus saberes y de sus haceres, y, sobre todo, que desconoce el valor de los mismos, es un pueblo condenado a la imitación, a la asimilación de saberes y haceres ajenos, y es un pueblo que nunca tendrá el coraje de asumirse como ente libre y autónomo. Si queremos celebrar la independencia política conquistada hace doscientos años, no hay mejor manera de hacerlo que contribuyendo a asegurar nuestra independencia cultural poniendo al alcance de todos el conocimiento de nuestra historia y nuestros valores propios. Al respecto, existen en los diversos Archivos oficiales, Academias de la Historia y otros fondos documentales de las diversas naciones latinoamericanas cientos y cientos de documentos históricos cuyo contenido y significado no han sido todavía procesados y dados a conocer. Existen igualmente obras que constituyen hitos en el pensamiento continental pero que hace tiempo se encuentran agotadas. Existen otras de fundamental importancia para la comprensión de nuestro pasado y hasta del 163

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propio presente que se deterioran en depósitos de editoriales o de entidades públicas. Existen investigaciones documentales de gran importancia cuyos resultados no encuentran cómo salir a la luz. Es necesario entonces emprender una seria y sostenida campaña de publicaciones y de divulgación de esos saberes y de esos aportes; campaña que debe ser diseñada y dirigida con criterios científicos y éticos que eviten los consabidos padrinazgos y monopolios de la cultura. Se impone también digitalizar documentos fundamentales relativos al proceso de emancipación, así como otros que recojan la memoria histórica de las diversas Repúblicas, y colocarlos a disposición del público a través de una página WEB, así como producción de micros de radio, TV y videos sobre personajes y hechos fundamentales de este período. Finalmente, queremos llamar la atención en cuanto a que todo lo anterior debe ser hecho desde un espíritu integracionista y latinoamericanista. Si la emancipación fue posible por la conjunción de esfuerzos de todos los pueblos de Nuestra América, así debe ser también su conmemoración. En lo posible, todos los gobiernos latinoamericanos deberían trabajar concertadamente en la organización y realización de estas actividades. Queden estas ideas para la libre discusión, para ser rebatidas o mejoradas. Lo importante en todo caso es que coincidamos en la necesidad de tomar el advenimiento del Bicentenario como la ocasión propicia para confrontarnos con nosotros mismos y para hacer una seria evaluación de lo que como pueblo hemos hecho o dejado de hacer en estos doscientos años. Muchos de los retos de entonces siguen en pie; no esperemos otros doscientos años para enfrentarlos y vencerlos.

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El ciclo de la Independencia en México y el Perú: utopías y proyectos de la diversidad etnocultural (1) Dr. Ricardo Melgar Bao

Una aproximación comparativa entre las regiones andina y mesoamericana durante el ciclo de la independencia y la formación de sus estados independientes, nos revela la emergencia tanto de las utopías como de los proyectos político-culturales de la diversidad etnocultural. Y esta veta merece ser retomada como línea de reflexión y de investigación, considerando el drama de las poblaciones originarias (indígenas) que aún sobreviven en México y el Perú en vísperas del bicentenario de la Independencia. Las corrientes historiográficas oficiales han distorsionado u omitido los procesos disidentes que cuestionaban los fundamentos de los proyectos de construcción de los Estados-Nación en dichas regiones. La fácil caracterización de los movimientos indígenas como anacrónicos o restauracionistas, así como sus cruentas y sucesivas derrotas, han carica(1) Mi agradecimiento a tres colegas y amigos, obviamente, quedan exonerados de compartir mis tesis: a Miguel Morayta por brindarme solidariamente su apoyo bibliográfico, a Hugo Biagini, por propiciar esta provocadora aventura escritural, y a Xavier Solé por sus atinadas sugerencias.

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turizado su esperanza y ocultado su condición subalterna dentro de la real y muy contemporánea diversidad etnocultural. En la actualidad, en aras de la democracia se exorciza a los movimientos indígenas, tildándolos nuevamente de anacrónicos o descalificándolos bajo el marbete del “fundamentalismo étnico”. Se podrá argüir de cara al bicentenario que la agenda contemporánea es frondosa; que existen otras urgencias y riesgos nacionales, continentales y globales, que los indígenas ya no cuentan demográficamente como antaño; aunque claro, se garantiza que se les reservará un simbólico lugar en la retórica oficial y oficiosa. Somos de los que piensan que conmemorar no es sólo reproducir y recrear el pasado: recordar y olvidar, sino también actualizar con sentido crítico nuestra agenda política y académica. En lo particular, sabemos que cada presente condiciona la forma y el tenor del conmemorar, por lo que asistimos tanto a un reto y una afrenta, como a una tradición y una ruptura en la forma de leer Nuestra América y sus múltiples tiempos, sentidos y esperanzas. Decía José Martí y no sin razón que: “Cada época se pone en una fiesta que la representa y refleja sus ideales. Naturaleza, en todas partes igual, celebra sus mudas, con uno u otro vestido, en todas partes, ya libando la sangre de las uvas, ya segando la garganta del cordero (...) Jamás llegaron a fiesta pública, fuera de aquellos que la pasión exagera y deshace, sino aquellos sentimientos potentes que de vez en cuando, como energías volcánicas levantan los pueblos, y quedan para siempre visibles en ellos, como los montes en la tierra” (2). Cómo olvidar que el Perú no ha logrado curar sus más recientes heridas cribadas en la guerra interna de las décadas del 80 y 90 del siglo pasado, dejando un saldo de 70 mil muertos, en su mayoría indígenas, y el más perverso saldo de limpieza étnica en el continente, tras la aplicación de programas contrainsurgentes de esterilización masiva de mujeres indígenas. Y qué decir del México criollo-mestizo, que ha transitado dolorosamente de la insurrección indígena de Chiapas en 1994, pasando por una ley etnocida que, rompiendo los acuerdos de San Andrés en 2001, en 2006, busca aplastar una nueva rebelión en Oaxaca, la zona de mayor densidad indígena del país, cuyo curso y costos todavía siguen siendo impredecibles. Sin lugar a dudas, el desencuentro entre los indígenas y

(2) Martí, José, Obras Completas, t. 11, p. 299.

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las nuevas repúblicas criollo-mestizas continúa. Una revisión del ciclo independentista y la formación de las repúblicas independientes no será un ejercicio inútil en la medida en que pueda iluminar el punto de quiebre y construcción del conflicto interétnico. Consideramos que la cosmovisión y la politicidad étnica se revelan más allá de las categorías ideológicas que sostienen a cada forma discursiva, a cada proyecto político. A diferencia de los enfoques etnicistas que particularizan únicamente estas expresiones en los sujetos étnicos nativos -los indígenas-, hemos tratado de ubicarnos en ese ámbito de frontera que es el de las mediaciones interculturales, es decir, de la posibilidad de pensar y coexistir con la otredad cultural. El propio estado como categoría política no puede ser visto al margen del código etnocultural que enmarca su perfil etnocrático criollo-mestizo, cribado bajo un zigzagueante curso pos independentista. Las posibilidades de traducción cultural de las ideologías, no siempre garantizaron fluidez y comprensión en la comunicación entre criollomestizos y los “indígenas”, tampoco sellaron pactos o alianzas interétnicas que fuesen más allá de la coyuntura política. Las más de las veces, los ejes de comunicación y unidad en la acción, propiciaron escisiones, diferendos y fricciones, restaurando en la mentalidad de unos y otros, viejos estereotipos coloniales acerca de la simulación y el engaño innatos del otro cultural. Así las cosas, las luchas étnicas nativas tendieron a situarse en un terreno prohibido y cruento: el de las afirmaciones autónomas o reactivas de la violencia. Pasaremos revista somera a las dos fases que signan a estas sociedades pluriétnicas durante los años que van del proceso independentista, hasta la década de los cincuentas del siglo pasado. En cada fase trataremos de precisar los rasgos nacionales, sin perder de vista las afinidades más profundas que en su dimensión étnica aproximan a México y Perú. Trazando paralelos y recuperando utopías culturales Moverse bajo las coordenadas de un enfoque comparativo entre México y el Perú, obliga a precisar también lo que les otorga distintividad, lo que diferencia a sus procesos históricos. En esa dirección, sostenemos que la primera particularidad que diferencia el caso peruano del mexicano radica en que, en el primer país, el tributo indígena marca un hilo de continuidad más profundo de la república criolla con la estructura colonial hasta 167

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1854, toda vez que en México, su abolición data del año de 1810, aunque las historias regionales de sus formas encubiertas maticen tal aserto. La segunda particularidad está signada por el impacto diferenciado que tuvieron para el Perú las frustradas insurrecciones de los líderes indígenas Juan Santos Atahualpa (1742-1756) y José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru II (1780-1783), a la que habría que sumar la fallida rebelión de Mateo Pumacahua (1814) (3). En el caso de la Nueva España, la masiva presencia indo-mestiza en las revueltas e insurrecciones de 1810, fue parcialmente homologable al caso andino de 1780, aunque sin la presencia de notorios liderazgos indígenas. En el Virreynato del Perú, tampoco volvieron a aparecer liderazgos indígenas en las filas de los ejércitos libertadores de San Martín y Bolívar, algo tuvo que ver en ello, además del saldo devastador de las rebeliones precedentes, la estrategia seguida por el virrey Abascal en el Perú de establecer una política de “concordia” entre criollos y peninsulares, apoyada en los intereses y sentimientos encontrados de las élites peruanas contra el virreynato del Río de la Plata (1776), así como en sus inducidos temores frente a una imaginaria reaparición en los andes del fantasma tupacamarista (4). En el terreno ideológico, las corrientes independentistas mexicanas y peruanas se aproximaron, bajo la construcción de ideologías nativizadas: aztequistas e incaístas, cultivadas con matices por medios letrados, iconográficos y orales, vinculadas a complejos referentes religiosos cristianos y amerindios. En este terreno, las élites dirigentes criollo-mestizas de México y el Perú se fueron diferenciando y enfrentando por la manera de abordar el nexo existente entre la independencia y el pasado prehispánico o colonial: los orígenes y los legítimos herederos de los mismos, subalternizados, expoliados y dominados. Los neoindigenistas y neohispanistas peruanos y mexicanos construyeron sus propios proyectos utópicos, apoyándose en el imaginario político y religioso de una sociedad conflictuada por su régimen de castas, la desarticulación de los espacios coloniales y la lucha por las hegemonías regionales de los viejos y nuevos grupos de poder. A ello habría que agregar, los problemas y posibilidades nacionales, que emergieron de los lugares diferenciados (3) Choy, Emilio, “Los contemporáneos de Túpac Amaru” en Antropología e Historia 3, pp.83-105. (4) Hamnet, Bryan, Revolución y contrarrevolución en México y el Perú : liberalismo, realeza y separatismo, 1800-1824, p. 392.

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en que se colocaron México y el Perú, en el nuevo orden internacional. En el caso de la Nueva España la emergencia del llamado nacionalismo novohispano impulsado por ideólogos criollos como Fray Servando Teresa de Mier y Francisco Javier Clavijero, al reivindicar los orígenes de su autoctonía política en clave aztequista, generaron reacciones diferenciadas, entre los que desvinculaban estos referentes de las urgencias y esperanzas de los indígenas de su tiempo, y algunos que las articularon en opciones a debatir sobre la fundación del México independiente. Hubo también, como en Servando Teresa de Mier, que mudaron de parecer, tras un acercamiento al liberalismo aristocrático de Blanco White, reforzado por el temor al potencial desborde de las masas indígenas (5). La muy amplia circulación de la segunda edición de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de 1723, y la de Los Incas o la destrucción del Imperio del Perú (1777) de Jean-François Marmontel (1723-1799), nutrían de referentes utopistas el imaginario de las élites indígenas letradas, así como la tradición oral y ritual, a través de los mitos del renacer colectivo y las danzas de conquista, reproducían la esperanza en el pachacuti, es, decir, en el tiempo de la inversión de los órdenes (6). A todo ello, se sumaba la no extinción de las esperanzas y el linaje de los Túpac Amaru. Juan Bautista Condorcanqui Túpac Amaru, tras un larga condena en prisiones españolas fue liberado en 1813, posteriormente viajó a Buenos Aires donde recibió la protección de Monteagudo, dedicándose a escribir sus memorias y transmitir su mensaje liberacionista e incaísta, falleció en 1827. Frente a todo ello, actuó con diferente rango de eficacia la política del virrey Abascal, impidiendo o menguando el estallido de un descontento popular anticolonial como el acaecido en el México de 1810. Lo cierto es que las élites indígenas andinas, tras la represión de la oleada tupacamarista quedaron muy debilitadas y fragmentadas, aunque sin quebrar su tradición de resistencia. En ese contexto ¿Cómo olvidar a Dionisio Ucho Inca Yupanqui, delegado antes las cortes de Cádiz? (7) En la sesión del 16 de diciembre de (5) Méndez Reyes, Salvador, Las élites criollas de México y Chile ante la Independencia, pp. 244-247. (6) Wachtel, Nathan, Los Vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570), p. 63 y ss. (7) Dionisio perteneciente al linaje del Inca Huayna Cápac, después de servir tres décadas como oficial en la marina española, había pedido su baja para retornar a la tierra de sus ancestros vísperas de la rebelión de Túpac Amaru. La exención por edad y salud le fue denegada, previendo que se tratasen de ardides de un potencial y peligroso líder. Véase: García Martínez, José Ramón, “Dionisio Ucho Inca Yupanqui un peruano en la armada española de mediados del siglo XVIII.

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1810, Dionisio, en su primera intervención, invocando a Fernando VII, conforme a la retórica dominante en las Cortes, demandó una resolución a favor de los indígenas de las tierras americanas, apoyándose en razones de equidad y otras de fundamento religioso como la “protección a los humildes”, esgrimió otra, más política, la del hartazgo de su paciencia y amargura “con que se alimentan aquellos naturales”. Y agregó : “Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo”. La conclusión del delegado Inca fue inapelable: “Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre. V.M. toca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tirano de la Europa su esclava, apetece, marcar con este sello a la generosa España. Esta que lo resiste valerosamente, no advierte el dedo del Altísimo, ni conoce que se le castiga con la misma pena que por el espacio de tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos. Como Inca, Indio y Americano, ofrezco a su V.M. un cuadro sumamente instructivo” (8) . Por su parte, el delegado criollo de la Nueva España en las Cortes de Cádiz, descalificó a los indígenas como “seres envilecidos y degradados” (9) El impacto del discurso liberal criollo-mestizo, de la generación que le tocó cumplir la gesta emancipadora peruana del dominio español, se acrecentó en sus zonas de influencia político-militar, al proponer una traducción de los móviles y objetivos de su causa anticolonial. Las proclamas y manifiestos en quechua y aymara se sostuvieron a partir de 1810, hasta la batalla de Ayacucho, en 1824. Del otro lado, cómo hemos visto, hubo voces indígenas que enarbolaron la defensa de la libertad de los pueblos frente a España, sin discriminar a sus diversos agregados etnoclasistas. No faltaron los referentes cristianos a la manera de construir una visión insurgente que oscilaba entre una teología y una simbólica religiosa de la Independencia del Perú. No fue casual que el ejército libertador de San Martín fuese puesto bajo la advocación de Santa Rosa de Lima, cuyo culto se había expandido hasta el Río de la Plata. Santa Rosa fue una de las figuras que presidió la sala de sesiones del Congreso de Tu(8) Discurso del Diputado Dionisio Inca Yupanqui en El Perú en las Cortes de Cádiz de Guillermo Durand Florez, pp. 8-9. (9) Bonfil Batalla, Guillermo, México profundo. Una civilización negada, p.147.

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cumán. Y en el imaginario social del todavía virreynato del Perú, las profecías de Santa Rosa se hermanaron con las imágenes del utopismo incaico popularizadas por los Comentarios Reales y otras tradiciones andinas. En 1750, Antonio Cuba, líder de la rebelión indígena de Huarochirí, sostuvo que Santa Rosa, había profetizado que “ese año el imperio volvería a sus legítimos dueños“ (10). La toma de la capital limeña por el ejército libertador comandado por José de San Martín el 14 de julio de 1821, abrió la posibilidad de tentar la construcción de un proyecto nacional de amplia base etnopopular que se entrabó a medio camino. El 12 de agosto del mismo año, San Martín decretó la libertad a todos los esclavos nacidos a partir de la proclamación de Independencia (28 de julio), así como la abolición del tributo indígena y toda forma de coerción extraeconómica en su perjuicio. En los hechos sólo los adherentes al ejército emancipador lograron parcialmente beneficiarse de estas medidas. Fue su idea trocar la nominación de indios por la de peruanos, más genérica e igualitaria, ya que a nivel del discurso eliminaba las diferencias de castas y se presentaba como una bandera de unidad popular. A la larga, esta idea marcó profundamente la mentalidad liberal. No obstante, el debate acerca de la peruanidad enfrentaría a los defensores de los componentes hispánicos con aquellos que se sentían más próximos a la defensa del legado incásico. La iconografía generada por los pintores indígenas, ha dejado huellas de una peculiar recepción de San Martín que lo ubicaba en línea de continuidad con la dinastía inca (11). Bajo esta orientación se reunió, en 1822, el primer Congreso Constituyente. Este expidió una proclama en quechua que dejó abierta otra lectura, es decir, que aproximó el ideario liberal anticolonial a los términos del pensamiento andino, pero al mismo tiempo, posibilitó una versión propia. Ésta, como otras traducciones culturales, se distanció del sentido y la literalidad del texto en castellano en la medida en que fue afectada por la propia versión del traductor (entendido como mediador cultural), así como por las formas de hacer y pensar la lectura por

(10) Flores Galindo, Alberto, Buscando un inca: Identidad y utopía en los Andes, pp. 170-171 y 217. (11) En los primeros años posteriores a la independencia, Marcos Chilli Tupa y otro pintor indígena anónimo trazaron sus respectivas composiciones sobre la relación entre San Martín y los Incas. Una de ellas, presenta al Inca con las plumas rojas y blancas de un ave sagrada conocida como chururu o pariwana (flamenco andino), asociadas simbólicamente a la bandera peruana. Véase: Flores Galindo, Alberto, Ob. cit., pp. 219-220.

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parte de sus lectores y oyentes andinos. El texto en referencia comienza diciendo: “Nobles hijos del sol, amados hermanos, a vosotros virtuosos indios, os dirigimos la palabra, y no os asombre que os llamamos hermanos: los somos en verdad, descendemos de unos mismos padres; formamos una sola familia y con el suelo que nos pertenece hemos recuperado también nuestra dignidad y nuestros derechos [...]” (12). Y en otros pasajes, luego de aludir con cierta ambigüedad a la voluntad divina que ayuda a explicar el viraje histórico, el referente solar, refrendó la inversión de tiempos, espacios y órdenes sociales. El contraste con la enumeración de afrentas padecidas por las poblaciones andinas, se hizo más visible al precisar los contornos utópicos del proyecto emancipador que rubricaron los más granados exponentes del liberalismo criollo anticolonial: Javier Luna Pizarro, José Sánchez Carrión y Francisco Javier Mariátegui: “Vosotros indios sois el primer objeto de nuestros cuidados. Nos acordamos de lo que habéis padecido y trabajamos para hacerlos felices. Vais a ser nobles, instruidos, propietarios y representaréis entre los hombres todo lo que es debido a vuestras virtudes” (13). El mensaje apeló a su vieja identidad colonial y de casta. Nos referimos a su condición de indígenas, incorporando al discurso liberal ese doble juego nominativo de indios y peruanos, según los casos. Para los liberales de ese tiempo, no había contradicción entre la postura de San Martín y la de las autoridades de la proclama que venimos comentando. Esa dualidad discursiva persiste hasta la actualidad, aunque no es patrimonio exclusivo del liberalismo peruano, responde más bien a una misma y cultivada matriz ideológica del liberalismo latinoamericano. No debe extrañarnos que mensajes como el promovido por el Congreso Constituyente de 1822, alentasen en los alicaídos linajes cusqueños esperanzas acerca de la recuperación de sus añoradas cuotas de poder. Algunos historiadores han creído ver en estas apelaciones, simples anacronismos y arcaísmos andinos, sin interrogar más a fondo el contexto ideológico-político de las repúblicas criollas. Pareciera más bien cumplirse un cierto diálogo intercultural a partir de estos marginales aunque

(12) Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, vol. I, p.209. (13) Ibid., p. 207.

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periódicos intentos de aproximación al ala indigenista del liberalismo criollo-mestizo. Las respuestas andinas, a veces algo tardías en la coyuntura, tuvieron siempre un interlocutor definido en el nuevo poder: el presidente y/o el Congreso. Durante la influencia bolivariana en el Perú, se sostuvo la dualidad discursiva del liberalismo criollo frente a lo indígena, aunque marcada por su concepción individualista, contraria todo aquello que se pareciese a una estructura corporativa. Es así como se expidieron los decretos del 8 de abril de 1824 y del 4 de julio de 1825, refrendando la contradicción existente entre el nuevo derecho que sancionaba la vigencia de la libertad y propiedad individual frente al carácter de las comunidades andinas (14). He aquí el primer gran desencuentro. Las comunidades andinas, unidades básicas de reproducción étnico-cultural, fueron gradual y violentamente avasalladas por la expansión latifundista de los terratenientes criollo-mestizo. No obstante ello, la capacidad de resistencia étnica les permitió a éstas encontrar formas de supervivencia hasta el presente. En cambio, desde el mirador mesoamericano, encontramos las proximidades y diferencias anotadas al inicio. El caso mexicano nos remite necesariamente al explosivo contexto social de 1810, en el que Miguel Hidalgo supo traducir a “términos religiosos el hecho político” de la independencia, a través del lema: “¡Viva nuestra Señora de Guadalupe y mueran los gachupines!” (15). Esta concepción dual del símbolo religioso, que articuló los rostros de la virgen de Guadalupe con la deidad mexica conocida como Tonantzin, reforzó la capacidad de convocatoria político-religiosa de las masas indo-mestizas en este país mesoamericano. La milagrería de la Guadalupana se había puesto a la alza en los pueblos indígenas en el curso del siglo XVIII (16) y la conformación de la Logia de los Guadalupes, tan comprometida con la Independencia no puede ser disociada de su figura emblemática y sus modos de recepción popular. La configuración de una activa iglesia insurgente ha sido recientemente documentada, así como la lucha intra eclesial católica y la guerra de símbolos. (17) (14) Ernesto Yepes del Castillo, Un siglo de desarrollo capitalista. Perú, 1820-1920, p. 41. (15) Jacques Lafaye, Quetzalcóatl y Guadalupe. La formación de la conciencia moral en México, pp. 173-175. (16) Florescano, Enrique, Memoria indígena, p.267. (17) González M., José Luis, Encrucijada de lealtades. Don Antonio Bergosa y Jordán, pp.249 y ss.

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Esta concepción fue ampliada por el particular manejo utopista del Anáhuac Libre que hizo en su oportunidad, José María Morelos y Pavón: El romanticismo de la acción revolucionaria había reemplazado en él a la nostalgia del pasado indígena, pero la referencia al pueblo elegido de Israel, al Anáhuac, a ese “mundo maravillosos” que recuerda a la Primavera Indiana no deja lugar a dudas en cuanto a la continuidad del iluminismo criollo. Como lo había anunciado Hidalgo, ¿el “día de Gloria” había llegado para la [...] “democracia india” (18)? Uno de los rasgos más relevantes del proceso independentista mexicano se finca en la relación sostenida entre Hidalgo y las etnias insurrectas a su mando. Más allá de su rol mesiánico, pesaron mucho sus bandos agrarios y antidiscriminatorios. El 5 de diciembre de 1810, expidió un bando referente a las tierras de los pueblos. En él, ordenó “la recaudación de las rentas vencidas hasta el día, por los arrendatarios de las tierras pertenecientes a las comunidades naturales” que deberían incorporarse a la Caja Nacional. Prescribió igualmente que “se entreguen a los referidos naturales las tierras para su cultivo, sin que para lo sucesivo puedan arrendarse, pues es mi voluntad que su goce sea únicamente de los naturales en sus respectivos pueblos” (19). Esta orientación fue reafirmada por Morelos en su Bando del 17 de noviembre de 1810, por el que suprimía las castas y abolía la esclavitud, reivindicando su postura comunalista al prescribir que: “No hay cajas de comunidad y los indios percibirán los reales de sus tierras como suyas propias” (20). En realidad, hay muchos indicios para sostener un cambio en la representatividad étnica durante el primer período de la lucha independentista. El liderazgo de Hidalgo a partir del grito de Dolores del 16 de septiembre de 1810 contó con una base social indígena conforme a su llamado, la cual inflingió 2 mil bajas entre los españoles, de una población estimada en 15 mil en el virreynato de la Nueva España. Hidalgo proclamó como meta final la independencia en nombre de Fernando VII. En contraste, Morelos y Pavón, proclamó la Independencia contra Fernando VII y su base social tuvo visible preponderancia mestiza (21). (18) Ibid., .p. 182. (19) Antonio Ibarra, “La tierra y el poder, 1810-1910”, en Enrique Semo, comp., Historia de la cuestión agraria mexicana, vol. 2,p.56. (20) Ibid., p. 58. (21) Véase: Anna, Timothy, “La independencia de México y América Central” en Historia de América Latina. 5. La Independencia de Leslie Bethell (editor), pp.41-74.

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En la capital virreinal ante el avance de la rebelión, un clima de desconfianza atravesó las relaciones interétnicas. Los indígenas que salían de las murallas por trabajo, comercio, peregrinación eran constantemente hostigados por los guardias. Muchas quejas de los gobernadores de los barrios y parcialidades indígenas se dejaron oír. La presunta lealtad de los batallones de lanceros indígenas al rey ya no fue creíble para las autoridades españolas. Los celos y contradicciones en las propias repúblicas de indios tuvieron su clímax en la relación entre las autoridades tradicionales y las de las milicias, independientemente de que fueran familiares entre sí. Sucedió que los hermanos Marques de la Villa de Guadalupe se querellaron: el menor era autoridad tradicional, y el mayor, jefe de milicia. Desde el mirador indígena eran claras las jerarquías comunitarias, aunque el de las milicias contase con el respaldo español. El argumento comunitario fue contundente: “no reconocía a su hermano, mayor y también indio; ...que aunque fuera soldado tenía él más mando que el oficial, porque la república de vale más que la milicia y que la tiene debajo.., que más manda la república que la milicia” (22). En el curso del huracanado año de 1812, los representantes electos del ayuntamiento de la ciudad de México fueron únicamente nativos, entre criollos, mestizos e indígenas, quedando fuera los españoles. Un año más tarde al instalarse el primer ayuntamiento constitucional, varios de sus miembros fueron sindicados como pertenecientes a la logia secreta de los Guadalupes, la cual promovía la independencia de México y colaboraba con las fuerzas insurgentes. Tras la derrota insurgente, las filas de los filiados como “guadalupes” presentó algunas fisuras. En 1918, dos de los representantes de 1912 presentaron una querella, rompiendo la hermandad. Cenobio Palpa, alcalde indígena de la parcialidad de San Juan, impugnó la gobernatura de Crescencio Cano, acusándolo de ser “muy apasionado de los rebeldes”, llevando “el mismo partido que Moctezuma” (23). Más allá de sus disputas por el liderazgo, las repúblicas de indios que tenían mil habitantes o más, resentían su conversión en ayuntamientos e integración al gobierno de la ciudad. Pero esta conversión, no garantizaba fidelidad colonial, el jefe político de la ciudad de México negó los derechos a los ayuntamientos de expedir pasaportes a sus vecinos indígenas, los tiempos de la guerra interna, podían justificar estas medidas restrictivas (22) Lira, Andrés, Comunidades indígenas frente a la ciudad de México..., p.55. (23) Lira, Ob.cit,p. 54.

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aunque violentasen la normatividad vigente. Además de ello, la lucha por la tierra y los derechos de parcialidades y ayuntamientos siguió a la alza. Las posiciones neoaztequistas que acompañaron el proceso independentista, luego de la derrota de Hidalgo y Morelos, se sostuvieron a contracorriente de las mayorías liberales y conservadoras. Los ataques de Lucas Alamán en 1821 a la denominada por él “corriente vulgar”, que sostenía que la independencia era un resurgimiento del Anáhuac prehispánico, apuntaban a reafirmar las bases del legado hispano apropiadas y defendidas por los conservadores: la religión católica, el castellano y los principios de propiedad y autoridad (24). No había figuras prominentes en este sector plebeyo, pero sin lugar a dudas hacían sentir su presencia. Es notable el papel de mediadores interculturales que desempeñaron algunos criollos y mestizos liberales. No obstante, son escasas las referencias periodísticas al respecto (25). La presión popular que culmina con la coronación de Iturbide como emperador del Anáhuac, bajo el nombre de Agustín I, contraría la interpretación de Hale, en el sentido de que la utopía mesoamericana se agotó hacia 1821 (26). La dimensión carismática que envuelve a Iturbide, opera como una bisagra bicultural que posibilita dos lecturas utópicas. La conservadora, promovida por un importante sector criollo-mestizo, y la neoaztequista, que pobló la imaginería popular indo-mestiza. El “pacto” de Iturbide con las etnias norteñas de frontera (pápagos y kikapues) para enfrentar las incursiones de comanches y lipanes, abonan en favor de esta lectura (27). Entre 1825 y 1826, Juan Ignacio Jusacamea, más conocido como Banderas, organizó a los Yaquis y Mayos y se levantó en armas secundado parcialmente por los Opatas, proclamando la Independencia de la Confederación India de Sonora del dominio español, y apelando a la Guadalupana y el pasado azteca, se declaró sucesor de Moctezuma y restaurador de su reino (28). El perfil de la politicidad mesoamericana reapareció en la figura señera de otro caudillo, el cual expresaba el movimiento pendular de estas fuerzas etnoclasistas, nos referimos a Vicente Guerrero, al que un panfleto

(24) Cf. Charles Hale, El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, p. 24. (25) Cf. Diario de México (25-3-1816) y El Poblano (29-4-1827). (26) Cf. Jacques Lafaye, Op. cit., p.194; Charles Hale, op. cit., p. 223. (27) Cf. Periódico Oficial del Imperio Mexicano (8-10-1864). (28) Florescano, Enrique, Etnia, Estado y Nación, pp.305-306.

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aztequista proclamó: “[...] inmortal, hijo predilecto de Nezahualcoyoltzin que luchó por la reconquista de este suelo por sus legítimos dueños” (29). El nacimiento de una literatura indigenista, que recreó a través de la ficción narrativa la arcadia mesoamericana, indica la presencia activa de esta corriente de pensamiento en las primeras décadas del siglo XIX. La primera novela de autor anónimo se tituló Jicotencal (1821) y la segunda, redactada por el liberal federalista José María Lafragua (18131875), se publicó bajo el nombre de Netzula (1839). Evidentemente, la distancia cronológica entre una y otra obra subrayan el carácter marginal de esta corriente utópica del pensamiento en la sociedad mexicana. Al fundarse el año de 1836 la Academia de Letrán y postular como finalidad “mexicanizar la literatura emancipándola de toda otra, dándole carácter peculiar”, reveló en su tenor más general esta búsqueda de reinvención de las raíces milenarias prehispánicas. La obra mayor del romanticismo mexicano, no por casualidad respondió al título de La profecía de Guatimoc de Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), autor también de La Visión de Moctezuma (30). Una de las principales vetas heterodoxas del liberalismo criollo-mestizo descansó en cierta actitud solidaria y respetuosa frente a las estructuras comunitarias indígenas. Estos liberales, además de la obvia constatación de que existía realmente una diversidad etnocultural sujeta a diversos códigos de politicidad, recibieron el impacto del romanticismo y del socialismo utópico de su tiempo, ensanchando el marco de su propia heterodoxia. Sin embargo, este liberalismo tuvo un horizonte limitado a sus marcos regionales. En las regiones semi-áridas del norte de México, los satanizados grupos indígenas itinerantes, como los apaches y comanches, quedaron fuera los proyectos nacionales y regionales. Fue excepcional la postura de José Joaquín Calvo gobernador de Chihuahua entre los años de 1834-35, de combatir a los apaches para pacificarlos, sin dejar de incluirlos en la “familia mexicana”. Tampoco se puede olvidar a su contraparte apache, ilustrada por la postura de su líder Juan José Compá, quien abogaba a favor de la coexistencia y el diálogo con los criollos y mestizos (31). La ruptura de la coexistencia indo-mestiza en el marco de los poderes locales, es decir, de los municipios, inclinó la balanza a favor de los no (29) E.A.D. Los indios quieren ser libres y lo serán con justicia. (30) García Quintana, Josefina, Cuauhtémoc en el siglo XIX, p.18. (31) Orozco, Víctor, Las Guerras Indias en la Historia de Chihuahua, p.22.

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indígenas. Persiste a la fecha el hecho de celebrar este proceso de subalternidad integracionista desde el mirador académico criollo-mestizo, al asumir como premisa que la diversidad etnocultural correspondía al viejo orden colonial, encapsulándolo en el régimen de castas. A partir de esta premisa, se intenta explicar cómo la dinámica del mestizaje y del liberalismo dan fin a la arcaica sociedad biétnica, y cómo el nacimiento de los ayuntamientos interétnicos marchan hacia una “mayor y más adecuada integración social” (32). La configuración de la ciudadanía y de la cultura política es percibida desde una clave mestiza, como la historia de la expansión de los derechos del hombre. Esta apología del liberalismo republicano, es polémica más que por sus acusados tonos evolucionistas y sustancialistas, por su acusado etnocentrismo. Las identidades prohibidas La década de los cuarentas signa, tanto en México como en el Perú, los más importantes procesos de definición y concentración ideológico-política acerca de la cuestión étnico-nacional, las cuales marcaron en perspectiva el carácter integracionista de sus respectivos estados. Mientras que en el Perú se afianzó la corriente hispanista con Bartolomé Herrera, en México, las ideologías del mestizaje cobraron fuerza legitimadora como proyecto nacional. En ambos casos, estas ideologías del mestizaje cobraron fuerza legitimadora como proyecto nacional, negando la pluralidad cultural y justificando las políticas etnocidas del siglo XIX. Hay, sin embargo, algunas particularidades que diferencian a uno y otro país. El Perú salía de una larga fase de guerras civiles en las que las poblaciones indígenas fueron desangradas, al aparecer como masas de maniobra y combate al servicio indistinto de liberales y conservadores. No se reportaron más que luchas étnicas locales y dispersas. El boom guanero había permitido sentar las nuevas bases del poder criollo-mestizo sobre el enmudecimiento coercitivo de las etnias nativas. En cambio, México vivió a fines de los años cuarentas una crisis económica y política sin precedentes en su corta existencia como república criollo-mestiza. La recomposición de sus espacios económicos y políticos lo orillaron a sostener una doble confrontación, motivada por la intervención norteamericana y las grandes rebeliones étnicas del norte y del sureste. (32) Hernández, Alicia, La tradición republicana del buen gobierno, p.25.

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Es, en este clima epocal, que emerge la figura señera del conservadurismo hispanista peruano, nos referimos al teólogo y político Bartolomé Herrera (1808-18), que siendo rector del Colegio de San Carlos, en Lima, pronunció un discurso de alcances polémicos en torno al Estado y la soberanía popular, con motivo del veinticinco aniversario de la declaración de la independencia (28-2-1846). El sermón dado por Herrera durante el Te Deum cobró particular relevancia no sólo porque inauguró un debate de especial trascendencia en el seno de las élites dirigentes, sino porque, en perspectiva, sus tesis se convirtieron en los soportes ideológicos del Estado y sus diversos proyectos y campañas etnocidas. Pero, además, la postura hispanista anti indígena de Herrera alcanzó mayor significación porque de alguna manera respondía a las tendencias democráticas y pluralistas del liberalismo radical. El intelectual andino José Domingo Choquehuanca, desde el Cusco, había publicado, poco antes del discurso de Herrera, un original y controvertido ensayo acerca de la soberanía popular, acorde con los postulados más democráticos del liberalismo del medio siglo, en su escrito Complemento del régimen representativo para el establecimiento de sociedades encargadas de la formación de proyectos de ley para acelerar los adelantamientos de la ilustración y en consecuencia la consolidación del gobierno que hoy rige al Perú (1845). Choquehuanca postulaba la promoción y organización de sociedades de carácter popular-representativo. Estas entidades deberían cumplir funciones de investigación, ensayo, educación y debate de alternativas en torno a los problemas nacionales, es decir, ampliar la base social de un Estado popular y soberano, así como en sus políticas a seguir. En los hechos, el proyecto de Choquehuanca proponía la constitución de un Estado y Gobierno popular democrático, en el que la sociedad civil se hiciese presente a través de estos órganos de mediación política, tesis que lo distanciaba y antagonizaba con los liberales autoritarios (33). Frente a Choquehuanca y los que pensaban de manera convergente con él, les salió al paso el sermón de Bartolomé Herrera, la defensa más elaborada del ala conservadora del liberalismo criollo-mestizo. Desde el púlpito de la catedral de Lima, Herrera justificó la conquista española

(33) Cf. Jorge Basadre, Op. cit., vol. II, p. 135.

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en razón de que conjuró el peligro de escisión que entrañaba el curso de la guerra entre los linajes de Huáscar y Atahualpa en la sociedad inca; primera virtud de la autoridad que emanaba de la fuerza del poder blanco. Herrera interpretó la soberanía popular como la obediencia a las autoridades amparadas en la voluntad divina, con lo que maquillaba en términos más modernos las viejas tesis de Tomás de Aquino y Ptolomeo de Lucque expuestas en su obra El Gobierno de los Príncipes. Las razones neotomistas de Herrera justificaban la obediencia y consentimiento del pueblo ante su “príncipe”, es decir, su presidente. Además, nuestro clérigo se nutría de los argumentos ideológicos y jurídicos más conservadores del pensamiento político francés de la época. Alineándose detrás de Roger Collard y del vizconde de Bonald, devaluaba a la “soberanía popular” denominándola “soberanía de la fuerza”. Se trataba de legitimar la razón de la fuerza de los grupos comerciantes y terratenientes criollo-mestizos, frente a las potenciales amenazas igualitarias de las masas indo-mestizas y de esclavos libertos. El rector del Colegio de San Carlos, bastión conservador limeño, fustigó durante su larga y elocuente disertación político-religiosa, a aquella concepción dominante que prevalecía en los medios y círculos liberales, la cual consideraba el Perú de su tiempo como la continuación del Imperio de los Incas y, por ende, negador del legado colonial. Bartolomé Herrera se abocó a lanzar sus ataques a Túpac Amaru, símbolo casi demoníaco de la potencial amenaza de la mayoritaria población indo-mestiza del Perú, es decir, contra las tradiciones de casta todavía imperante en la república criolla. Así, su sermón se convirtió en la primera reivindicación pública, pos independentista, del legado colonial español. Electo presidente de la Cámara de Diputados en 1849, nuestro clérigo reafirmó sus posiciones elitistas y reaccionarias, al proponer la exclusión del derecho de sufragio a los indios y mestizos, dada su pretendida “incapacidad natural”, refrendada según su peculiar lógica, por la voluntad divina. Este planteamiento indica con claridad meridiana el componente étnico que emergía de manera subversiva, cada vez que se discutía el tema no menos polémico, en el terreno constitucional de la soberanía popular. Para Herrera y sus adherentes, que representaban una fuerza en vías de ser hegemónica, los indios deberían convertirse en masa disciplinada y obediente. Sin embargo, los medios adicionales 180

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de la fuerza material del poder fueron objeto de disenso entre este sector conservador. Herrera le confería algún lugar a la educación al lado de la evangelización manipulatoria, mientras que la mayoría se contentaba con la simple prédica religiosa con fines de contención etno-popular, porque avizoraban en la escuela la penetración de un saber lingüístico y cultural potencialmente peligroso. Las réplicas a Herrera por parte del ala radical del liberalismo criollomestizo no tardaron en llegar, pero fueron débiles y episódicas. Benito Laso, un prominente liberal neosaintsimoniano, cuestionó desde las páginas del periódico El Correo Peruano, con su noción igualitaria y libérrima de la soberanía popular, la versión reaccionaria que sobre la misma tenía el máximo exponente del neohispanismo criollo. Por su lado, Pedro Gálvez defendió el derecho de sufragio de los peruanos de “color”, indios, negros y mestizos. Gálvez impugnó el argumento de Herrera acerca de la supuesta limitación natural de estos grupos étnicos subalternos. Pedro Gálvez consideraba que si la ley exigía requisitos ficticios para ejercer un derecho natural, se negaba a sí misma al convertirse en injusta y opresiva. Nuestro polemista argüía que de ninguna manera podía considerarse que el conocimiento de la escritura del español garantizase al sufragante aptitud para elegir. Gálvez pensaba que los verdaderos requisitos giraban en torno a la libertad de obrar y la razón para conocer, ya que todo individuo tiene capacidad para algo. Por último, afirmó: “Yo apelo al mismo principio de la dignidad humana que proclamó el señor Herrera, para acusar de atentatoria contra la personalidad del hombre y la nobleza de su destino, la ley que, dividiendo la humanidad en dos porciones, confía exclusivamente a una dirección de la otra, sometiéndola a perpetua tutela (34)”. A la larga, más que las razones de Laso, Gálvez y Choquehuanca, entre otros liberales demócratas, se impusieron los nuevos alineamientos políticos que emergieron al ritmo del boom guanero y la reactivación del latifundio agro-exportador, y que consagraban el ideario elitista e hispanizante de Herrera. Sin embargo, la corriente democrática logró al filo de 1854, que se aboliese el régimen de contribución indígena “con el que desde 1826, la república criollo-mestiza encubría el infamante tributo colonial” (35). (34) Jorge Basadre, Op. cit., vol. II, p. 866. (35) Richard. C. Smith, “La ideología liberal de las comunidades indígenas en el Perú Republicano”, en América Indígena, p. 592.

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En el Perú decimonónico, la década de los cuarenta fue de elevada polarización ideológica, abriendo un flanco notable de sensibilización interétnica en un sector de la joven inteligentzia criollo-mestiza, marginada del polo criollo hispanista en el poder. El periódico cusqueño El Demócrata Americano, que comenzó a publicarse en 1846, portó algunos síntomas del tenaz aunque marginal, liberalismo radical antihispanista. El hecho de que se reivindicase en su páginas a Túpac Amaru como “el primer campeón de la independencia sudamericana” fue harto significativo, ya que la gran rebelión étnica andina de 1780 distaba de tener simpatías en la mayoría liberal y conservadora (36). En dirección convergente apareció en el curso del año de 1848, en el diario El Comercio de la ciudad de Lima, bajo la modalidad de novela por entregas, el primer texto narrativo de corte indigenista: El padre Horán de Narciso Aréstegui (1826-1869). Esta novela no proponía una reconstrucción literaria del drama indígena, ni tampoco configuraba una apología de la resistencia étnica, sólo se atenía a constatar la reproducción de la condición colonial y marginal de este sujeto social en el contexto republicano. Recordemos que la primera característica de la condición colonial del indígena radicaba en su condición y carácter de tributario de casta en favor del Estado criollo-mestizo, que le enajenaba sus míseros jornales o excedentes agropecuarios y su propia vida: esta situación se hizo visible en el Padre Horán. En uno de sus pasajes, la palabra de las etnias nativas irrumpió a quemarropa: “¡Infelices! [...] ni de esos dos reales somos dueños porque de ellos tenemos todavía que pagar tributos” (37). Narciso Aréstegui, no dejó de apelar de manera indirecta y sutil a un ideario liberal que permanecía en contradicción con el régimen de opresión económica y política en que vivían los indios del Perú: “Y aún se abusa del sufrimiento de esta raza desgraciada. Apartando la vista de su indigencia, se le encarece llamándolos infelices, porque callan, sufren y obedecen, quizás por la fuerza, puesto que no pueden dejar de conocer cuando están evidentemente obligados y no se preocupan de aliviar siquiera la triste suerte de sus hijos, mediante una mediana instrucción, suficiente tal vez para su ventura (38)”. (36) Cf. El Demócrata Americano (21-12-1846); José Tamayo Herrera, Historia del indigenismo cuzqueño siglos XVI-XX, p. 120. (37) Narciso Aréstegui, El padre Horán, escenas de la vida de Cuzco, p. 163. (38) Ibid., p. 165.

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El indigenismo literario de Aréstegui, se postuló en su tiempo como integracionista. El modelo civilizador que lo proponía vía la educación, no consideraba las diferencias culturales como soportes de las diferentes vías del desarrollo. Para el autor de El padre Horán, la incorporación del indio se encuadraba en los marcos de las tradiciones culturales de occidente, aunque bajo el influjo del radicalismo liberal-republicano del ciclo revolucionario del cuarenta y ocho. Narciso Aréstegui asumió una postura militante al aparecer como cofundador de la Sociedad Amiga de los Indios (1867), al lado del puneño Juan Bustamante, desempeñando el cargo de vicedirector de la misma. Bustamante se erigiría como el líder de la rebelión indígena de Azángaro y Huancané: (Puno), entre 1866 y 1868. Pero esta referencia sólo quiere marcar el hilo de continuidad con el siguiente período. Otro indigenista activo por estos años, y próximo al grupo de Aréstegui y de Bustamante, fue el general José Miguel Medina, quien por esos años se desempeñó como prefecto del Cusco (1845-1851), fundando el primer Museo y Biblioteca andinos en donde se exhibieron textiles y cerámicos incaicos (39). Con motivo del debate constitucional de la segunda mitad de los años cuarenta, las discusiones acerca de la cuestión étnico-nacional cobraron fuerza e intensidad inusual en este país andino. El impacto de la conmoción de ideas en el seno de la tradición liberal fue un fenómeno transcontinental. La simultaneidad de los debates en Europa y América Latina, matizados por los contornos de sus problemas sociales, nos permiten hablar del ciclo revolucionario del cuarenta y ocho, antes que de los ecos o réplicas del tempestuoso movimiento liberal-popular que recorrió Europa. El camino seguido en México muestra algunos acercamientos con el peruano. El liberalismo en el país de los aztecas y los mayas, tuvo un sesgo interesante allí donde intentó fundirse con las aspiraciones de los sujetos étnicos mestizos e indígenas. Éste, a partir de allí, propuso una vía alternativa de desarrollo y un nuevo pacto social. El proceso de arraigo del pensamiento liberal en el seno de las masas indígenas no tardó a su vez en ser moldeado por los cánones de su cosmovisión cultural, resultando un complejo ideológico-político de difícil perfil. (39) José Tamayo Herrera, Op. cit., p. 135.

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Un sector de los intelectuales criollo-mestizos, todos ellos hispanoparlantes, adheridos al liberalismo, elaboraron ensayos, proclamas y propuestas programáticas de acusado cuño heterodoxo que la historiografía ha clasificado bajo el denominado liberalismo social (40) o dentro de las variantes del socialismo utópico (41). La inflexión heterodoxa de este liberalismo mesoamericano siguió un camino análogo al desarrollado en los países andinos, al proponer un nuevo pacto social-cultural entre los grupos étnicos, los agregados criollo-mestizos y las diversas categorías de inmigrantes transcontinentales. De esta propuesta destacaba su actitud solidaria y respetuosa frente a las estructuras comunitarias indígenas de acceso y control de la tierra. Hemos de subrayar el hecho de que las herejías del liberalismo social y utopista, a su vez fueron objeto de una particular traducción cultural por los grupos étnicos en los que arraigó su mensaje, resultando una versión ideológica diferenciada de su matriz de referencia. De cualquier manera, hubo entre uno y otro discurso puntos de contacto y coincidencia, así como antinomias y exclusiones conceptuales y simbólicas. Lo dominante en el pensamiento político mexicano del medio siglo no procedía de esta vertiente del pluralismo cultural. Bajo la matriz racionalista y ecuménica del liberalismo occidental, la mayoría criollomestiza, tanto en Mesoamérica como en el área andina, reprodujo bajo nuevos términos los problemas político-culturales legados por el régimen colonial hispano. Difícilmente podían entender y menos aceptar la cosmovisión de los grupos étnicos nativos, preñados de ideas mágicoreligiosas que la más de las veces las externaban a través de idiomas inasibles, así como de prácticas ceremoniales consideradas contrarias a la civilización. La racionalidad discursiva de tenor político de las jefaturas y liderazgos étnicos les resultaba si no extraña, insolente o anacrónica. En México, José María Luis Mora fue uno de los escasos y raros adherentes del liberalismo que llegaron a conocer y estudiar el náhuatl, sin que por ello morigerase su valoración racialista de los grupos étnicos nativos. En el pensamiento de Mora no se disoció su interés por las ruinas y antigüedades de la civilización mexicana, de su reconocimiento de Hernán Cortés como el presunto fundador de la nación. La única vez que Mora utilizó el náhuatl lo hizo para traducir a ese idioma nativo, (40) Jesús Reyes Heroles, El liberalismo mexicano, III, pp. 539-626. (41) Gastón García Cantú, El socialismo en México, Siglo XIX, pp. 15-54.

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el “Evangelio de Lucas”; así se lo había requerido contractualmente la British and Foreign Bible Society (42). Los liberales mexicanos entendieron su misión en el campo como una especie de cruzada civilizatoria. El problema agrario fue encarado desde cinco ángulos: el primero, jurídico-doctrinario con el fin de liberalizar y regularizar el mercado de tierras; el segundo, impulsando la modernización técnica de la agricultura, cruzando las innovaciones agropecuarias con la expansión de las líneas férreas y la modernización portuaria; el tercero, con el orden y disciplina laboral y política de las masas indígenas y campesinas. Los dos restantes aspectos tenían que ver con la estructura social arcaica del campo y la situación lingüístico-cultural. La igualdad jurídica y la abolición de las formas corporativas iban aparejadas a las primarias iniciativas laicas de impulsar, simultáneamente, la castellanización y la instrucción primaria. Esta misión civilizadora de los criollo-mestizos articulaba los intereses terratenientes y burgueses a su proyecto de homogeneización étnica de la sociedad mexicana, negación teórico-práctica de un necesario pacto social en una república multicultural y multiétnica. La fantasmagoría urbana de las élites liberales y grupos de poder fue poblada por los peligros de extensión de las denominadas “guerras de castas”, las cuales pretendían aniquilar a los “blancos”. Muchas veces, las pretendidas “guerras de castas” atribuidas a los indígenas fueron un instrumento ideológico autolegitimador de los terratenientes y de sus campañas genocidas, pero ante todo, se reveló como la sin razón de un poder y una concepción etnocéntricos. La frondosa literatura ideológica del mestizaje, acuñada por conservadores y liberales, se desarrolló al ritmo intermitente de las rebeliones etnocampesinas del centro, sureste y noreste del país, como un intento de matizar los alcances etnocidas de un pacto social excluyente de las mayorías culturales, políticamente subalternas. Los grupos étnicos, jaloneados por los intereses político-regionales en conflicto, así como por las intervenciones de las potencias extranjeras y las fuerzas criollo-mestizas de resistencia nacional, se movieron pendularmente entre alianzas político-coyunturales y la rebelión autónoma. Durante la guerra contra la intervención norteamericana (1847) estalló (42) Charles A. Hale, Op. cit., p. 226.

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una rebelión otomí en Querétaro, la cual forzó al gobierno a celebrar un acuerdo de alcance regional sobre los cupos de guerra (43). Luego vino la rebelión maya, condicionada por la avasallante expansión henequera en el sureste. Los mayas insurgentes en menos de un año pusieron en peligro la propia seguridad de la principal ciudad de la península de Yucatán: Mérida. Tal situación llevó a posiciones extremas a connotados liberales que, a partir de ella, justificaron: la supresión de los derechos políticos para los indios (Luis de la Rosa), y la represión de las “clases de color” o “perder esa parte del territorio más bien que cederla a tribus que apenas se hallan iniciadas en la civilización” (44). El punto de vista de las élites yucatecas no fue distinto al de los ideólogos liberales. El editorial de un periódico de Mérida fue harto expresivo al respecto; así dice: “La raza indígena no puede amalgamarse [permítasenos esta metáfora] con ninguna de los otras. Esa raza debe ser sojuzgada severamente [sic] y aún lanzada del país [sic], si eso fuera posible. No cabe más indulgencia con ella: sus instintos feroces, descubiertos en mala hora, deben ser reprimidos con mano fuerte. La humanidad, la civilización lo demanda así (45)”. La élite dirigente liberal, frente al curso que seguía la denominada “guerra de castas” en el sureste mexicano, perdió la brújula en materia doctrinaria al no poder reconciliar el principio de la soberanía nacional con la elaboración de un plan de paz social que fuese, al mismo tiempo, la base de un auténtico proyecto nacional, respetuoso de la pluralidad étnico-cultural. Los llamados de José María Luis Mora, en favor de la intervención británica para aplastar a los mayas insurrectos, son coincidentes con los realizados por Justo Sierra O’Reilly en favor de una cruzada militar estadounidense con la misma finalidad. Fue muy distinto el razonamiento de Mariano Otero, quien se lamentó de la destrucción del ejército federal frente a las tropas de ocupación estadounidenses que debilitaron al gobierno en su afán de refrenar estas “sublevaciones de indios” en el corto plazo. Sin lugar a dudas, el problema de la “guerra de castas” resultaba mayor que el de la invasión extranjera, como diría el liberal (43) Cf. Leticia Reina, Las rebeliones campesinas en México (1819-1906), pp. 291-292. (44) José María Luis Mora, apud Charles A. Hale, op. cit., pp. 245-247. (45) El Fénix (15-11-1848).

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Bernardo Couto en epístola dirigida a Mora, el 14 de mayo de 1849 (46). No obstante lo anterior, la mirada de la élite liberal hacia el mundo anglosajón, distaba de ser compartida por la sociedad civil mexicana. Una revisión de algunos periódicos de la época como: El Mosquito Mexicano, El Diario y aún, El Siglo Diez y Nueve, desde antes de la guerra del 47 veían con creciente preocupación la manera como el racionalismo norteamericano hacía homologables a los mexicanos a las categorías de “indios” y “negros”. Ya en 1840, Manuel Eduardo de Gorostiza, que había cumplido una misión diplomática en los Estados Unidos, escribió un libelo antiyanqui en el que defendía los fueros mexicanos sobre Texas y proveía el curso de una “guerra de raza, de religión, de lenguaje y de costumbre (47) contra su país. A pesar de que la polarización interétnica aparecía como el rasgo dominante, articulando los litigios de tierras con antagonismos político-culturales, en la sociedad mexicana, se hicieron visibles ciertas aproximaciones. La más notable fue la del general Juan Álvarez, de extracción indígena, que apareció como mediador en los conflictos rurales del México central. Incluso, las movilizaciones de los grupos étnicos en su región de origen fueron promovidos y/o capitalizados por él para la creación del estado de Guerrero (48). Los vínculos de Álvarez con las poblaciones indígenas de dicha área databan de 1832; la labor de arbitraje en los litigios por tierras y aguas sostenidos por los pueblos de indios con los terratenientes, mantuvo constantes las expectativas y lealtades etnopopulares sobre esta personalidad carismática y disidente. El ciclo de revueltas étnicas del medio siglo se cerró con una paz etnocida que consolidó la hegemonía de las ideologías del mestizaje. Sin embargo, la década siguiente abriría viejas heridas con motivo de las leyes de reforma y la intervención francesa en México. Puntadas de cierre Este rastreo en paralelo, de la historia de las relaciones interétnicas, entre la independencia y las primeras décadas republicanas nos ha permitido, creemos, mostrar los dos primeros capítulos de un proceso fratricida que sigue su curso en el siglo XXI en el continente. (46) Ibid,. (47) Gene Brack, “La opinión mexicana, el racismo norteamericano y la guerra de 1846”, en Josefina Soraida Vázquez, Mexicanos y norteamericanos ante la guerra del 47, p. 276. (48) Leticia Reina, Op. cit., p. 118.

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Más allá de los particularismos nacionales del Perú y México, hemos hecho visible un anclaje cultural excluyente y racista, el cual modeló a sus respectivos estados republicanos y a sus tradiciones liberales, configurando variantes de un modelo de poder etnocida muy extendido en el continente. A las exclusiones y prohibiciones de tipo étnico-cultural sancionadas por las constituciones liberales, se sumaron arbitrarias formas de división política que enajenaron y fracturaron los territorios culturales de los pueblos originarios. En otros casos, las políticas de exterminio, limpiaron los “nuevos territorios” de presencias consideradas contrarias a la civilización, la modernidad y la nación. La paradoja contemporánea, es que la democracia, sirva de coartada para negar, no en la retórica, sino en sus programas y políticas neoliberales, la diversidad realmente existente. A lo largo de dos centurias, la construcción de las identidades nacionales hicieron, de lo peruano y lo mexicano, dos máscaras diferenciadas de una misma ficción leucológica, las cuales marcaron profundamente sus respectivas historiografías oficiales, sus instituciones y aún el imaginario criollo-mestizo. En el sistema de representaciones político-culturales, el hecho de que la ciudad capital del país mesoamericano se sentase sobre el mismo espacio del que fuera el poder mexica, marcó una peculiar orientación a la ideología del mestizaje. Ésta podía reconciliar así la dualidad simbólica de sus orígenes en la construcción de su identidad nacional. En cambio, en el Perú el disloque entre Lima, la capital criolla de hechura hispano-colonial frente al centro del poder incaico, el Cusco, permitió forjar una ideología de lo criollo o mestizo, apoyada artificialmente en los símbolos de una siempre remozada hispanidad. Sin lugar a dudas, la revisión de las tradiciones ideológicas de los grupos de poder criollo-mestizos, así como de las prácticas de resistencia de las poblaciones indígenas en una y otra experiencia nacional, nos han permitido aproximarnos a la comprensión de las raíces algo que va más allá de un secular malentendido histórico-cultural, sobre nuestra diversidad étnica y sus vías de coexistencia y desarrollo. Los reiterados agravios a los pueblos originarios, decíamos al principio de este trabajo, están por cumplir un bicentenario. Sin lugar a dudas, la independencia, no puede ser para ellos motivo de fiesta, sino para los continuadores de su opresión y marginación. Es tiempo que en aras del celebrado valor político y cultural de la diversidad, rectifiquemos el 188

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rumbo. La guerra interna en el Perú no liquidó los viejos antagonismos etnoculturales; muy por el contrario, los sujetó a una nueva política de pacificación etnocida que no ha tardado en reactivar nuevos furores andinos, algo de eso salió a luz en las elecciones de 2006. La primavera de inversiones mineras en las zonas indígenas, avalada por los últimos gobiernos, afecta sus territorios sagrados, profana sus apus, es decir, sus deidades tutelares, erosiona sus estructuras comunitarias y contamina sus aguas y cultivos. La extensión de los litigios y conflictos entre comunidades andinas y empresas mineras, bordean los 2000. En México, la esperada ley indígena tras la sublevación de 1994 en Chiapas rompió los acuerdos de San Andrés, y se reforzó el cerco militar de sus espacios de vida. Cerramos el 2006, con una nueva rebelión en Oaxaca, rural-urbana e indomestiza, frente a la cual sólo hemos visto hasta el momento, una escalada represiva, sin abatir ni el conflicto ni desactivar la resistencia. Tampoco es casual que el nuevo partido gobernante, haya querido eliminar de la enseñanza de la historia nacional en las escuelas, el capítulo prehispánico y sus grandes culturas (maya y azteca). Tampoco es casual que la escultórica promovida en los espacios públicos, recupere los valores de la hispanidad. En las ciudades norteñas, la figura escultórica del conquistador Juan de Oñate, el gran exterminador de indígenas, se multiplica al ritmo que se incrementan los flujos de migrantes indígenas y mestizos en la frontera norte. Los migrantes mexicanos, que ahora aportan la principal fuente de divisas del país, saben de los riesgos de vida de cruzar el muro de acero, y burlar a los cazadores de “indocumentados” y al desierto inclemente; saben también de la mirada complaciente del gobierno mexicano. Pensando en el bicentenario, más allá de los casos mexicano y peruano, el panorama indígena continental es preocupante. Ninguna retórica celebratoria y paternalista de los actores criollo-mestizos, presenta variantes discursivas frente a lo ya conocido, tampoco va acompañada de políticas de rectificación histórica. La soñada diversidad del siglo XXI como sostén de una vía democrática para nuestros pueblos, todavía sigue lejana, pero no perdida.

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El Bicentenario chileno y la modernidad Dr. Jorge Vergara Estévez

Introducción Este texto es una reflexión preliminar sobre el Bicentenario chileno, desde la perspectiva de la modernidad. Su conclusión provisional es que a través de historia republicana ha habido un significativo esfuerzo para hacer de Chile una sociedad moderna, en el amplio sentido de la expresión. Esto significa que su modernidad se realizaría en todas las dimensiones sociales: la económica, la política, la jurídica y la cultural. Dicha sociedad debería asegurar un nivel aceptable de realización de los ideales normativos de la modernidad: libertad efectiva en diversos ámbitos y no sólo económico, y posibilidades de auto desarrollo para todos; igualdades ciudadanas y disminución de las desigualdades socioeconómicas; y democracia con participación ciudadana. Este proyecto no ha podido ser realizado y la actual modernización neoliberal se ha centrado en la esfera económica social, por ello existe un gran déficit de modernidad en los otros ámbitos sociales. La modernidad de la sociedad chilena es unilateral, incompleta e insuficiente. Habermas y otros autores han destacado que las sociedades modernas se constituyen y reproducen reflexivamente, preguntándose siempre qué 193

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han sido, qué son actualmente y qué desean llegar a ser (1). A diferencia de las sociedades tradicionales y premodernas que se orientan por un sistema de tradiciones y que no tienen conciencia de su historicidad, las sociedades latinoamericanas saben que son creaciones históricas recientes, que se constituyeron como Estados y naciones, conjuntamente con el proyecto de convertirse en Estados nacionales modernos. Sin embargo, en el caso de Chile, la historia y la historiografía no han sido, en general, un espacio de autorreflexión social, como sucede en Francia y en Argentina que poseen conciencia histórica, y son capaces de debatir en el espacio público sobre las interpretaciones de los acontecimientos y procesos, incluso los más complejos o dolorosos (2). En Chile, hasta los ochenta, el pensamiento conservador e incluso autoritario dominaba la historiografía, la cual fue durante el siglo pasado un espacio privilegiado en la constitución del pensamiento conservador de la derecha chilena (3). La obra de los historiadores Alberto Edwars, Antonio Encina, Jaime Eyzaguirre y Mario Góngora, independientemente del juicio que se haga sobre su valor científico, ha tenido una indudable influencia en la formación del imaginario sobre la sociedad chilena, y en la educación (4). Ciertamente, que hasta los setenta había historiadores de izquierda que sostenían otras interpretaciones, pero sus análisis eran muy delimitados o eran considerados muy esquemáticos (5). Esta situación cambió en los ochenta con el surgimiento de una nueva generación de historiadores críticos que han renovado y actualizado la (1) Jürgen Habermas en El discurso de la modernidad, Ed. Taurus, Bs. As. (2) Por ejemplo, en las universidades chilenas no existe, en el ciclo inicial, una asignatura como la de “Estado y sociedad”, de la Universidad de Buenos Aires. En ella los estudiantes deben conocer y discutir las principales interpretaciones del proceso histórico argentino del siglo XX. Tampoco, se ha producido en Chile en el período postautoritario una significativa producción cinematográfica, como la argentina, que aborde, lúcidamente los temas de violación de los derechos humanos. (3) Véase el valioso estudio de Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile, Ed. Universitaria, Santiago, 1992, el cual dedica cuatro de sus seis ensayos al análisis de los mencionados historiadores conservadores de la primera mitad de siglo XX. (4) La historia de Chile de Encina de veinte tomos fue un éxito editorial, tanto en su edición en libros como la que se hizo en fascículos que se vendían con una revista en los quioscos, así también como su resumen de tres tomos. Durante cincuenta años, el manual de historia nacional de Francisco Frías Valenzuela fue usado en las escuelas. Este era una vulgata que contenía todos prejuicios de la referida historiografía conservadora. Incluso Pinochet durante su dictadura dictó “una clase magistral” en la Universidad de Chile, dirigida entonces por un Rector militar. Esta Visión futura de Chile es una síntesis escolar de las interpretaciones de los historiadores conservadores, División nacional de Comunicación Social, Santiago, 1979. (5) Los principales eran el historiador argentino que reside en Chile, Luis Vitale, autor de una interpretación marxista de la historia de Chile, Hernán Ramírez Necochea y Julio Cesar Jobet.

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investigación historiográfica (6), y del creciente interés por los temas históricos de cientistas sociales y filósofos (7). En las últimas décadas en la sociedad chilena se observa una pérdida de interés del público por su historia, que forma parte de un desinterés por la cultura nacional y sus tradiciones (8). Resulta extraño lo que viene dándose de un tiempo a esta parte. Un deseo por enterrar y patologizar el pasado, sentido como algo incómodo o anacrónico, que es menester superar. Incide en esto una cierta prepotencia de un presente que sólo mira al futuro. Expectativas de crecimiento, triunfalismo económico y tecnológico, todo eso endiosa el presente y el futuro. A un nivel más profundo influye también que la modernidad avasallante exige que le rindamos un culto sacrificial (9). En un sentido similar, también es posible preguntarse: ¿No son acaso tan “nuestros” el pasado como el presente y el futuro? ¿Una intelectualidad moderna no debiera, acaso, ser capaz de enfrentar el pasado y productivizarlo creativamente? ¿Si fuéramos efectivamente un país culto y moderno no debiéramos ser capaces reasumir nuestra historia con creatividad y altura de miras? (10). La evolución de la sociedad chilena del siglo XIX y XX “El orden social en Chile se mantiene por el peso de la noche: la tendencia general de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad pública. Si ella faltase nos encontraríamos a oscuras y sin poder contener a los díscolos más que con medidas dictadas por la razón, o que la experiencia ha enseñado a ser útiles” Diego Portales, 1830. La Independencia en el caso de Chile, como en la mayor parte de nuestros países, fue un conflicto que se produjo no sólo entre los criollos y el decadente imperio español, sino que fue a la vez fue una guerra civil (6) Los más relevantes son Cristián Gazmuri, Sergio Grez, Alfredo Jocelyn- Holt, María Angélica Illanes, Julio Pinto y Gabriel Salazar. (7) Entre los primeros destacan los estudios de etnohistoria mapuche de Rölf Föester, Jorge Iván Vergara y José Bengoa, y los de historia política de Tomás Moulián. Entre los filósofos que se han ocupado de la historia nacional el más importante por su rigor y profundidad es Marcos García de la Huerta. Destacan también los aportes en historia de la ideas en Chile de Renato Cristi, Eduardo Devés, Cristina Hurtado, Carlos Ossandón, Carlos Ruiz y Bernardo Subercaseaux. (8) En este sentido, es pertinente destacar que sólo el 34 % de los chilenos cree que tenemos una identidad nacional basada en tradiciones, Desarrollo humano en Chile, 2002, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Santiago, 2002. (9) Alfredo Jocelyn-Holt en Espejo retrovisor, Ed. Planeta, Santiago, 2000, pág. 21 y 22. (10) Bernardo Subercaseaux en Chile ¿un país moderno?, Ediciones B, Santiago, 1996, pág. 23.

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entre los criollos que querían la Independencia y aquellos, que junto a los españoles residentes deseaban seguir siendo parte de los dominios del rey de España. Ya en la Primera Junta de 1810 encontramos los gérmenes de un pensamiento de organización de un Estado: un proyecto de defensa militar, de reforma educativa y otros temas. El Estado Nacional empieza a constituirse con el triunfo de los patriotas. A corto andar, la elite independentista se dividió en dos grupos, los liberales y los conservadores. El triunfo militar de éstos últimos en la batalla de Lircay definió el desarrollo del nuevo Estado nacional. El sistema democrático de carácter oligárquico se construyó, desde el pensamiento político de Portales y Mariano Egaña, y se institucionalizó en la Constitución de 1833. Su carácter era marcadamente presidencialista y convirtió al Presidente en el centro del poder. Como dice el historiador conservador Alberto Edwards, los conservadores convirtieron al Presidente en el sucesor del Gobernador español (11). La Constitución de 1833, a diferencia de otras naciones de la región, estuvo realmente vigente durante noventa años, por supuesto con importantes modificaciones después de 1891. Ella establecía una democracia censataria, que exigía para ser ciudadano saber leer y escribir, en un país con altos niveles de analfabetismo, especialmente de los sectores populares. El Estado estaba unido a la Iglesia Católica, y las fuerzas armadas estaban sometidas al poder civil. El sistema jurídico comprendía el Código Civil, Penal y otros y una legislación electoral que permitía el cohecho y la intervención electoral del gobierno, por la cual el Presidente designaba a su sucesor. Este fue un caso de circulación de las elites, como diría Michels, en el cual las elites españolas fueron sustituidas por los criollos, los cuales ya eran parte, aunque subordinada, de las elites coloniales. Las elites oligárquicas concentraban todo el poder social: el político, el económico y el cultural. El sistema social, basado en las haciendas no tuvo modificaciones Posteriormente, empezó a desarrollarse un sector comercial y a crecer el de los funcionarios y profesionales que fueron la base de la clase media que alcanzó un importante desarrollo a fines del siglo XIX y durante el siglo XX. Chile se convirtió, desde la primera mitad del siglo XIX, en un Estado nacional, tempranamente, si se compara con otras naciones de la región. Según Aníbal Quijano, éste es uno de los pocos

(11) Alberto Edwards en La organización política de Chile, Ed. Del Pacífico, 1943/1972.

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que realmente lo son en América Latina; un “Estado en forma” como decía el historiador Edwards, tomando una expresión de Spengler (12). El orden oligárquico del siglo XIX no tuvo opositores internos significativos, más allá que los conflictos generados por las divisiones de la elite, “la fronda aristocrática”. De una parte, se enfrentaron la elite santiaguina con las elites regionales lo que significó dos guerras civiles en 1851 y 1959, en que triunfó la primera; y, de otra, la cruenta guerra civil de 1891 que enfrentó a los partidarios del Presidente Balmaceda contra los del Congreso, el cual se rebeló con el apoyo de la armada y creó su propio ejército. Asimismo, Chile tuvo dos guerras con sus vecinos, la Confederación Peruano-Boliviana y posteriormente, en 1879, con estos mismos países, la cuales le permitieron expandir su territorio al norte haciéndose dueño de los entonces importantes yacimientos de salitre (13). El Estado nacional chileno consolidó su expansión territorial invadiendo los territorios indígenas del sur. Estas referencias históricas muestran la continuidad del poder de las elites oligárquicas durante el siglo XIX, lo que no sucedió en Venezuela ni en otros países del subcontinente. En las últimas décadas del siglo XIX, surgió un nuevo conflicto en el interior de las elites oligárquicas: entre los conservadores y los liberales. El liberalismo del período fue también aristocratizante y conservador, y no pretendió como el europeo fundar un nuevo orden social. En términos generales, la modernidad que alcanzó la sociedad chilena fue limitada y se redujo a lo económico, a la continuidad del orden jurídico constitucional, y en algunos aspectos culturales:logró limitar el poder de la Iglesia Católica en la educación, en la libertad de prensa, libertad de cultos, y con la laicización del Estado en el registro de los nacimientos, matrimonios y la creación de cementerios públicos. El orden social colonial se mantuvo es su aspectos centrales. En la base social estaba la mayoría de campesinos analfabetos, en condiciones de pobreza y vasallaje, viviendo en las haciendas; un sector intermedio de funcionarios del Estado civiles y militares, pequeños comerciantes y artesanos, y en la cúspide, una pequeña oligarquía terratenientes de origen colonial, a la que se sumaban grandes comerciantes, generales y obispos. Esta era una “minoría consistente” que era el poder, la verdad y la ley, y la cual se llamaba a sí misma “la sociedad”. (12) Ibíd. (13) Alfredo Jocelyn-Holt en El peso de la noche. Nuestra frágil fortaleza histórica, Ariel. Buenos Aires, 1997.

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Durante el siglo XIX, se distinguen dos etapas de políticas económicas. La primera de carácter proteccionista y alto crecimiento económico, favoreció la exportación de productos agropecuarios y mineros, la limitación de las importaciones y favoreció el desarrollo de una importante marina mercante. Aunque el siglo XIX fue el de la primera revolución industrial, en los países centrales, el desarrollo industrial en Chile fue muy incipiente y su economía se definió como exportadora de materias primas, con un “desarrollo hacia fuera”. La economía dependía del comercio externo, especialmente con el británico, lo que subordinó la economía nacional a la potencia hegemónica a nivel mundial. Dicha influencia se acrecienta en la segunda mitad del siglo, donde se impuso el “librecambismo”, la influencia del liberalismo llamado “manchesteriano” en el cual se articularon los intereses de los capitalistas británicos y de las oligarquías nacionales. Chile conoce el desmantelamiento continuo del Estado como factor económico, proceso que culmina con la derrota de la política intervencionista de Balmaceda (14). Los propietarios agrícolas tuvieron ciertas tensiones con los empresarios mineros, y con los principales grupos comerciantes y financieros, pero a diferencia de Inglaterra donde el desarrollo económico fue dirigido por los sectores industriales, en Chile no hubo clara diferenciación entre terratenientes y burgueses, ni tampoco conflictos significativos. El desarrollo de los nuevos medios productivos no hizo surgir una bourgeoisie que conquistara el poder, sino que los sectores no agrarios se generaron en transformaciones de la misma oligarquía. No hay antagonismos fundamentales en el terreno económico. Como grupos, todos son productores primarios o servicios anexos o subordinados, todos son más o menos librecambistas por que sus mercados primordiales están afuera y en el exterior también se hallan los aprovisionamientos que requiere su demanda habitualmente refinada (15). Las primeras décadas del siglo XX marcan la decadencia del poder oligárquico. La razón principal de la misma fue la llamada “cuestión social”. La pobreza y marginación de los obreros salitreros, portuarios, campesinos y otros que se hacinaban en viviendas insalubres, y tenían (14) Norbert Lechner en La democracia en Chile, Ed. Signos, Buenos Aires, 1970, p. 35 (15) Aníbal Pinto en Chile. Un caso de desarrollo frustrado, Ed. Universitaria, Santiago, 1959, p. 39.

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graves problemas sanitarios, se convirtió en un gran problema nacional, en la medida en que los sectores populares se organizaron y adquirieron conciencia de su identidad e intereses. Se desarrolló un importante movimiento sindical, especialmente de los obreros salitreros, y en las ciudades con los tipógrafos, entre otros, realizaron importantes huelgas, especialmente en las zonas salitreras, las cuales fueron cruelmente reprimidas por el gobierno. En ese proceso tuvo influencia el pensamiento anarquista, especialmente argentino. A fines de la década de los veinte se fundó el Partido Comunista y en los treinta el Socialista, ambos con una importante base sindical. Paralelamente, los sectores medios reformistas también se organizaron y desarrollaron su autoconciencia. El Partido Radical los representaba. Las elites de poder conservadoras, a partir de 1938, con el triunfo del Frente Popular, una coalición de centroizquierda dirigida por el Partido Radical, dejaron de gobernar directamente, pues el sistema presidencialista de la Constitución de 1925 limitaba el poder del parlamento. Sin embargo, dichos sectores mantuvieron un poder de veto, y desde entonces, y hasta 1964, los distintos gobiernos debieron acordar sus programas con la oposición. Se ha dicho que, por ello, la derecha ejerció una “hegemonía subsidiaria” (16). En un contexto de profundización de la crisis del llamado “Estado de compromiso” (17), de declive electoral de la derecha, de debilitamiento generalizado de las posturas conservadoras y de tendencias de izquierda en toda América Latina, se produjo el triunfo electoral de Eduardo Frei Montalva en 1964. El nuevo presidente y el Partido Demócrata Cristiano compartían la convicción de representar una vía propia, “la tercera vía”, distinta del capitalismo y el socialismo. Por ello emprendieron un programa de reforma agraria con sindicalización campesina, promoción popular con la incorporación política de los sectores urbanos marginales, reforma impositiva, educativa, y otras, todas las cuales cuestionaron los enclaves de poder de la derecha en las zonas agrarias, universidades y otras (18). El cuestionamiento al poder de los sectores conservadores llegó a ser

(16) Norbert Lechner en La crisis del Estado en América Latina, El Cid editor, Buenos Aires, 1977. (17) Tomás Moulián en Chile actual. Anatomía de un mito, Ed. Arcis-Lom, Santiago, 1997. (18) Los análisis de la evolución del pensamiento conservador muestran que la derecha, a medidos de los sesenta, asumió una postura radicalmente rupturista frente a la democracia y las estructuras sociales que habían contribuido a generar. Vd. Renato Cristi y Carlos Ruiz, op. cit.

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radical con el triunfo electoral del Presidente Allende y la “vía chilena al socialismo”. El período de 1938 a 1973 del llamado “Estado de compromiso” chileno corresponde al del populismo en América Latina, aunque se diferencia de éste, especialmente del argentino. No encontramos en Chile un gran líder carismático con capacidad de crear un gran partido policlacista alrededor de su figura. La política chilena se realiza en ese período mediante partidos, en los cuales el componente ideológico es importante y que corresponden, en general, al modelo europeo de partidos de derecha, centro e izquierda. En estas década se creó un modelo desarrollista, industrialista y de promoción del mercado interno, de “desarrollo hacia adentro”, inspirado en las teorías keynesianas y cepalinas. El Estado asumió un papel protagónico en el desarrollo de la infraestructura de puertos, caminos y otros, así como en la creación de industrias claves como el acero con la Compañía de Aceros del Pacífico y en energía con la Empresa Nacional del Petróleo. Las tasas de crecimiento económico fueron de las más altas de la región. Paralelamente, se dictó una legislación social que fue, junto a la argentina y uruguaya, una de las más avanzadas de América latina. Asimismo, se modificó el sistema impositivo para hacerlo proporcional. Ambos aspectos contribuyeron a que la distribución del ingreso durante dicho período fuera la más equitativa en la historia del país.

Durante el período 1938 a 1973, continuando con el proceso de laicización se desarrolló el sistema público educacional en todos sus niveles o que significó la disminución del analfabetismo, un aumento significativo de cobertura, de años de escolaridad y de mejoramiento de la calidad. Se creó un Sistema Nacional de Salud que fue uno de los más avanzados y equitativos de la época, el cual consiguió realizar notables avances de salud pública. Se realizaron importantes planes de vivienda social, los cuales disminuyeron el déficit habitacional. Los niveles de empleo se mantuvieron altos. A la vez, se fundó un sistema provisional público de carácter solidario, que pese a sus falencias, es el mejor que ha existido en el país. En suma, Chile se convirtió en un país en camino hacia la modernidad Luces y sombras de la modernización neoliberal en Chile “Aspiramos a una modernidad que tenga por lo menos tres componentes básicos: uno de expansión económica; otro de desarrollo autónomo 200

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de áreas como justicia, la política y la ciencia, y un tercero de democratización que logre incorporar todos los habitantes del país a los beneficios de la educación, el salud, el trabajo, la comunicación, el deporte y la cultura”. Bernardo Subercaseaux, Chile ¿Un país moderno? Se ha proyectado una imagen idealizada y exitosa de la modernización chilena, que se inició con el golpe militar de 1973, y que ha continuado en el período post autoritario, desde 1990 hasta ahora. Incluso se ha llegado a presentarla como modelo para los países latinoamericanos. Esta imagen ha sido difundida, desde los ochenta, por los gobiernos chilenos, por los sectores empresariales y otras elites sociales, inclusive de la jerarquía católica (19). También se ha sido publicitada profusamente por los principales organismos crediticios internacionales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, e importantes medios de comunicación internacionales los cuales en el pasado hablaron de “el milagro brasileño”, y del ejemplo de la economía argentina en la época de Menem (20). Un conjunto de indicadores económicos avalan esta interpretación: (a) desde 1990 ha habido un alto nivel de crecimiento que fue de más de 6 % anual desde 1984 a 1997; (b) Chile es uno de los principales destinatarios en América Latina de la inversión extranjera productiva en las últimas décadas, (c) su tasa de inflación se ha mantenido baja, una de las menores de la región; (d) los niveles de desempleo de los últimos diez años, de alrededor del 8%, son menores que los de varios países europeos, (e) su volumen de exportaciones sigue creciendo (21). Incluso los indicadores de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo: alfabetismo de adultos; tasa combinada de matrículas; esperanza de vida al nacer; índice de logro en educación; (19) Hay sacerdotes católicos que no comparten esta “placentera mirada desde las cúpulas”, como la denomina El ciudadano, y se atreven a expresarlo, pese a que la jerarquía eclesial piensa distinto. Por ejemplo, el teólogo Rolando Muñoz ha dicho recientemente: “La mayoría de nuestro pueblo es un pueblo sufrido, con una juventud muy torturada, abuelitos abandonados, cuyas condiciones son una vergüenza nacional. Un millón de niños y jóvenes están en una situación no sólo de marginalidad, sino de daño severo. Nos sentimos en un gran país, pero cualquier extranjero que viene aquí se va asqueado de las desigualdades escandalosas, del abandono que sufre el sector más importante de la población que son los niños y jóvenes de los sectores medios para abajo, que son la mayoría, que son el futuro del país”, en El ciudadano, segunda quincena de agosto del 2006, La Unión, Chile. (20) La notable armonía entre los gobiernos de la concertación y el FMI se manifiesta en las trayectorias profesionales de los últimos tres Ministros de Hacienda: Eduardo Aminat, se convirtió en Director-Gerente del Fondo; Nicolás Eyzaguirre, trabajaba en el mismo organismo, y el actual Andrés Velasco es profesor en la Universidad de Harvard. (21) PNUD en Desarrollo humano en Chile, 2000, PNUD, Santiago.

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y los índice de salud y de ingreso se encuentran entre los más altos de la región. A eso habría que agregar la disminución notable del déficit habitacional en los últimos quince años. Sin embargo, esta modernización económica presenta importantes deficiencias. Se expondrán, brevemente, una información básica sobre: distribución del ingreso, sueldos, pobreza, revolución de expectativas, endeudamiento privado, nivel de empleo y deficiencias del mercado La distribución del ingreso se encuentra entre los peores del mundo, según informes del Banco Mundial. El 20 % de los hogares más ricos concentra el 57,1 % de los ingresos, y el quintil más pobre sólo el 3,9% (22). El 70 % de la población recibe poco más del 30 % del ingreso nacional, mientras el 10 % recibe más del 40% (23). Más del 75 % de las familias de Chile no alcanzan el ingreso per capita familiar promedio, de cuatro personas, estimado en 32.000 dólares anuales. El salario básico es de sólo 230 dólares, similar al de Argentina, aunque los precios de muchos artículos básicos son mayores en Chile; el sueldo promedio de las personas que trabajan con contrato es de sólo 830 dólares, y hay muchos que trabajan sin contrato con salarios menores. La medición de la pobreza resulta muy insatisfactoria, pues se sigue usando un indicador de la época de la dictadura que establecía que la línea de la pobreza equivalía al valor de “dos canastas básicas”, de 65 dólares cada una, lo que significa que una familia deja de considerarse pobre si su ingreso supera los 520 dólares mensuales. Estos cálculos han permitido decir que en Chile muchas personas ya han dejado de ser pobres. En realidad, la mayoría de las familias son pobres, alrededor del 70 %, según calculó un estudio de un centro independiente, pues no alcanzan a reunir un ingreso de 1000 dólares mensuales, necesario para cubrir sus gastos básicos de una familia de cuatro personas, con los actuales niveles de precios. El economista Fernando Fanjnzylber señalaba que en América Latina, especialmente en Chile, se observaba, desde los ochenta, un alto y creciente consumo de medios de comunicación (televisores, videos, teléfonos portátiles, computadores). Estos instrumentos, junto a la publicidad intensiva operan como un eficaz medio de aculturación en nuestras sociedades, de los modelos de vida de los países desarrolla(22) PNUD en Desarrollo humano en Chile 1998.Las paradojas de la modernización, PNUD, Santiago, 1998. (23) Alfredo Castro et als. en Cuadernos de el Avión Rojo Nº 7, otoño, Santiago de Chile.

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dos. Esto ha generado una segunda revolución de expectativas, pues la primera fue la que produjo la migración urbana y el industrialismo de los sesenta. Sin embargo, en el mismo período los ya bajos salarios reales sólo han experimentado un lento crecimiento. De este modo, la distancia entre los niveles de dicho consumo y el de los salarios aumenta crecientemente. Esta disparidad genera altos niveles de frustración que se expresa en el aumento de la delincuencia de los jóvenes de los sectores populares, el crecimiento del consumo de alcohol y drogas y la frustración generalizada, especialmente de los jóvenes (24). Si los sueldos no alcanzan o si las expectativas de consumo son desproporcionadas en relación a los ingresos reales, entonces queda el recurso de endeudarse, no sólo para la compra de bienes durables de alto precio, sino para seguir viviendo. Los sectores populares y medios presentan un alto grado de endeudamiento con bancos, financieras, casas comerciales e incluso supermercados, los cuales prestan dinero con un interés que es más del doble del que rige el sistema financiero. Dichos intereses son considerablemente mayores para los que tienen menos ingresos y bienes, aunque su porcentaje de morosidad no sea mayor, pues ellos no pueden acceder a los créditos personales de los bancos que requieren mayores ingresos. En el caso de atraso en los pagos, las multas son desproporcionadamente altas, y si no alcanzan a pagar en ciertos plazos son inscriptos como morosos en un registro de una empresa privada, DICOM, y con ello se dificulta sus posibilidades de trabajar, arrendar o realizar cualquier operación comercial. Más de un millón de chilenos se encuentran en esa condición de exclusión. En las encuestas que miden en Chile el nivel de empleo, se considera que una persona está empleada si trabajó algunas horas las dos últimas semanas. De este modo, muchos desempleados aparecen como si no lo estuvieran, por ejemplo, los más de cien mil que trabajan en las ferias libres de modo informal ganado unas monedas al día. La cifra de desempleo no incluye el porcentaje de personas que estando desempleados no dedicaron al menos una hora a buscar empleo. En Chile existe un alto grado (24) Hay diversos hechos en el caso chileno que apoyan la hipótesis de Fanjnzylber: El consumo de alcohol, especialmente juvenil, es más alto de la región, se ha dicho que en una población de 16 millones hay 1,8 millón de adictos al alcohol, y 700 mil bebedores excesivos. El consumo de drogas prohibidas es también uno de los mayores de la región. Una encuesta del PNUD mostró que más de la mitad de los jóvenes se sienten perdedores. La compra de ropa usada, importada de Estados Unidos y Europa, es muy alto, incluso en los sectores medios.

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de flexibilidad, y el promedio cercano a las 50 horas de trabajo semanal es también de los más altos del mundo, y muchas veces las horas extras no son remuneradas. Los sindicatos están minimizados y, en casi todos los casos, son incapaces de defender a los trabajadores. Asímismo, los seguros de desempleo son bajísimos, no son universales y el que pierde el trabajo cae de inmediato en la pobreza. Existen muchas deficiencias del mercado y éstas perjudican, especialmente, a los consumidores de menores ingresos. Por ejemplo, altos intereses por compras a crédito, por préstamos en bancos o financieras, las que operan oligopólicamente; frecuentes cobros injustificados en cuentas de servicios y créditos; múltiples reclamos por productos de baja calidad o fallados, incumplimiento de garantías, etc. La actual ley del consumidor es relativamente ineficiente y los niveles de abusos son altos. Como se decía, hay un conjunto de indicadores que indican un mejoramiento en las condiciones de vida, sin embargo, hay otros aspectos en los cuales se observa un decrecimiento y deterioro. Estos corresponden a consecuencias perversas e indeseadas de esta forma de modernización. Contaminación ambiental y empobrecimiento de la biomasa Estudios de CEPAL muestran que, en importante medida, el crecimiento de las exportaciones se ha realizado en estas décadas por una sobreexplotación de recursos naturales de todo tipo. Se liquida el bosque nativo, colapsan especies pesqueras, desechos tóxicos contaminan el agua y la atmósfera, agroquímicos afectan directamente a la vida de las trabajadoras y trabajadores en el agro y a sus hijos (25). Se constata el aumento de la contaminación, no solo en las ciudades sino en la agricultura y zonas mineras, a consecuencia de la intensificación de actividades productivas contaminantes y la disminución de controles. En las últimas tres décadas la contaminación atmosférica y acústica de Santiago, donde vive casi el 40 % de la población, ha llegado a ser una de las más altas del mundo y, consiguientemente, la ciudad presenta un altísimo nivel de enfermedades respiratorias, cáncer y alergias. El Estado no destina recursos suficientes a la supervisión de la actividad contaminante de las empresas, y tampoco desea entrar

(25) Castro et als, op.cit., pág, 85.

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en conflicto con sus dueños que argumentan que el país no puede por motivos ambientales detener, ni introducir modificaciones necesarias, en proyectos importantes por su inversión y rentabilidad (26). De este modo, todos los proyectos importantes han sido aprobados políticamente, y sólo algunos se han podido mejorar, aunque muchas veces había informes técnicos contrarios. Aumento de la delincuencia El carácter desigual y excluyente del sistema económico social ha potenciado los niveles de delincuencia proveniente de los sectores populares. Un estudio del Banco Mundial muestra que no es la pobreza por sí misma la causa del aumento de la delincuencia, pues hay países pobres con bajos niveles, sino que su aumento está en directa relación con el aumento de las desigualdades. Se ha intensificado la violencia y ha disminuido la edad de los ejecutantes de los delitos. Muchos no aparecen en las estadísticas porque sus víctimas no los denuncian porque los procedimientos son lentos, engorrosos e ineficaces. La recurrente difusión de estos delitos y los mensajes de los políticos de la derecha han hecho que la población sienta un desproporcionado temor y amenaza. Asímismo, proporcionalmente, Chile tiene una de las más altas tasas de la región de presos por delitos comunes (27). Los estudios especializados muestran que, desde 1973 hasta el presente, el país está viviendo quizá el período de mayor corrupción en su historia (28). Durante la dictadura, las principales empresas públicas fueron compradas por los funcionarios y partidarios del régimen a precios bajísimos y con créditos blandos otorgados por el propio Banco del

(26) En general, los gobernantes de la Concertación comparten la argumentación economicista. El ex Presidente Eduardo Frei decía que ningún proyecto importante se detendría por razones ambientales, el ex Ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre decía que Chile no podía tener una legislación de protección ambiental propia de un país desarrollado. Por su arte, el ex presidente Lagos no cumplió sus reiteradas promesas de disminuir los niveles de contaminación atmosférica de Santiago, generada en gran medida por los vehículos de la locomoción colectiva privada y las industrias contaminantes instaladas en la cuenca de Santiago. (27) El modelo para los sectores conservadores es el de Estados Unidos que tiene dos millones de presos, que corresponde a la mayor tasa de presos por habitante. (28) Patricio Orellana en “Probidad y corrupción en Chile. El punto de quiebre”, Polis Nº 8, Universidad Bolivariana, Santiago, 2004. Por su parte, el historiador Rafael Luis Gumucio ha destacado la importancia de la corrupción en el período oligárquico, cuestión apenas abordada por otros investigadores, Vd. “Chile entre dos centenarios. Historia de una democracia frustrada” en Polis Nº 10, vol. 4, 2005. Oscar Godoy, uno de los principales intelectuales de la derecha, recuerda que en una comisión sobre el tema nombrada por el gobierno de Frei, en la cual participó, propusieron un conjunto de medidas que no han sido aplicadas.

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Estado. Casi todos los ex funcionarios directivos civiles y militares se enriquecieron, partiendo por el propio General Pinochet, cuya fortuna depositada en bancos extranjeros supera los 26 millones de dólares. En el período postautoritario, hay cientos de ex ministros, parlamentarios, alcaldes, concejales municipales, jefes de servicios públicos, etc. que han sido enjuiciados por corrupción. Esto incluye, también, personeros de la oposición. Más aún, hay servicios públicos como ChileDeportes, INDAP y otros que presentan una generalizada corrupción. Al parecer, una parte importante de esos dineros se usaron para financiar campañas políticas de los candidatos de la Concertación. Sin embargo, se dice que la corrupción en Chile es sólo un fenómeno esporádico, porque en las evaluaciones internacionales aparece como un país con bajo nivel de corrupción, y también porque en Chile no se dan una serie de delitos de corrupción que se dan en otros países. Las evaluaciones se hacen entrevistando empresarios nacionales y extranjeros a los cuales se les consulta, principalmente, si han detectado irregularidades en el comercio exterior, una zona donde efectivamente hay bajos niveles de corrupción. Respecto a la no ocurrencia en Chile de ciertos delitos de corrupción, esto se debe a que la legislación chilena es muy restrictiva en el tema. Lo que pasa es que por falta de modernización, muchas figuras delictuales que expresan actos de corrupción en Chile no existen como tales. Uno de los miembros de la Comisión Frei de 1994 (creada para combatir la corrupción), dijo: “el día que se transforme en delito el nepotismo, todos los políticos chilenos tendremos que irnos a vivir a Mendoza (29)”. Los gobiernos postautoritarios han incrementado el gasto en los servicios públicos, sin embargo, no han logrado realizar las reformas necesarias para mejorar su calidad, salvo en el caso de salud y justicia. Asimismo, el sistema provisional privatizado en los ochenta presenta graves falencias. El sistema público de salud presenta graves déficit porque la atención es lenta y a veces tardía e insuficiente, dada la limitación de los recursos humanos y materiales; sin embargo, el índice de productividad de este personal es bastante alto. En los últimos años se están recuperando los niveles de inversión pública en salud. El porcentaje de gasto del PGB correspondiente había caído (29) Oscar Godoy en “El griterío no es la solución” (entrevista), La Nación, 3 de diciembre del 2006, p.13.

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al 0,6%, durante el régimen militar, pero en los noventa ha subido al 1,3%. El sistema público de salud no incluye la atención dental, en consecuencia, el nivel de salud es muy bajo en esa área. Sin embargo, con todas sus limitaciones el sistema de salud público chileno es uno de los más eficientes de América Latina, considerando el bajo gasto por habitante. En el sector privado los costos son muy altos, y no siempre la atención es de calidad. Hay restricciones indebidas de las licencias y, constantemente, se introducen modificaciones que perjudican a los usuarios. Por ejemplo, cuando las personas llegan a los sesenta y cinco años, su seguro de salud aumenta considerablemente, o bien se termina el contrato. Por esta razón, sólo un porcentaje bajísimo de las personas de tercera edad pueden seguir en el sistema privado, los demás vuelven al sistema de seguro público (30). Las instituciones de salud privada excluyeron de sus contratos de seguros de salud cuatro importantes enfermedades: (tratamientos hospitalarios de) afecciones psiquiátricas, adiciones de drogas, alcoholismo, y problemas dentales. El alcoholismo es la principal enfermedad de los varones de cuarenta años (31). En ambos sistemas, la cobertura de las enfermedades crónicas de alto costo es muy insuficiente, aunque una parte de ellas esté cubierto por el nuevo plan AUGE. El sistema previsional chileno está completamente privatizado, desde los ochenta, y la ley que lo rige obliga a los que trabajan con contrato a inscribirse en una de ellas. Pero, su cobertura no es universal, porque crece el número de personas que trabajan sin contratos. Estas empresas cobran altos gastos de administración, entre los mayores del mundo. Sus pensiones son muy bajas, menores al 1 % mensual del dinero acumulado durante toda la vida laboral. Más aún, el 50 % de los pensionados han obtenido pensiones bajo el mínimo, y están siendo subvencionados por el Estado (32). El 72 % de los usuarios opinan que su jubilación no le permitirá satisfacer sus necesidades básicas o bien sólo les alcanzará para cubrir éstas (33). El sistema educacional, a nivel primario y secundario, atiende al 90 % de los escolares y está constituido de escuelas municipales, y de priva(30) María Inés Arribas y Jorge Vergara Estévez “Modernización neoliberal y organizaciones del Tercer Sector en Chile” en Polis Nº 1, vol. 1, p. 287. (31) Periódico MTG, “ISAPRES no dan cobertura a enfermedades mentales”, 8 de junio del 2000, Santiago, p. 9. (32) María Inés Arribas y Jorge Vergara Estévez, Ibíd., p. 288. (33) PNUD, Desarrollo Humano 1998, op. cit., p.172.

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das con subvención estatal (34). La educación que proporcionan, por la escasez de sus recursos, y la baja remuneración de los profesores es, en general, de baja calidad y no otorga conocimientos técnicos que permitan trabajar, ni tampoco preparan bien a los estudiantes para la educación superior. Su nivel se deterioró durante el régimen militar. Desde 1990 ha aumentado en más de 100 % el gasto en educación primaria y básica, y se está realizando una reforma educacional, que hasta ahora ha tenido magros resultados. En los noventa ha mejorado su nivel, especialmente en las escuelas más pobres y, en general se ha elevado el rendimiento escolar de la educación primaria, no así la secundaria, pero se requerirá una reforma radical del actual, irracional e injusto sistema heredado de la dictadura, y bastante tiempo, esfuerzo e inversión para que alcance un buen nivel (35). En 1970, los niveles de conocimiento científico de los estudiantes secundarios chilenos eran bajos como lo son ahora, si se compara con los de los países desarrollados, pero los de comprensión lectora eran comparables a los de algunos países europeos. Una encuesta realizada, hace pocos años, en diversos países europeos y algunos de América Latina mostró que el 75 % de la población chilena no está en condiciones de comprender un texto sencillo y tampoco representaciones estadísticas elementales, lo que sí puede hacer un niño sueco de 15 años. La educación universitaria, especialmente de la Universidad de Chile, tenía prestigio en varios países latinoamericanos desde donde venían muchos estudiantes a hacer pre y postgrado. Aún la Universidad de Chile aparece en rankings internacionales de las mejores universidades, pero en lugares menores que las más importantes de México, Brasil y Argentina (36). Hace mucho tiempo que el sistema judicial tanto civil como penal es lento, caro y corrupto, y empeoró desde el régimen militar. En los últimos años, sólo ha habido algunas escasas condenas en los interminables juicios a los miembros de los aparatos represivos de (34) UNICEF en “Matrícula de niños y jóvenes” en MTG, 19 de diciembre del 2000, Santiago. (35) PNUD, Ibíd., 178. (36) José Joaquín Brunner, en “Ranking Mundial, Latinoamericano y Chileno de universidades en la Red” en http://mt.educarchile.cl/mt/jjbrunner/archives/2005/11/ranking_mundial.html Noviembre 11, 2005 (consultado 4.12.2006). Allí se muestra que sólo una universidad chilena, la Universidad de Chile, está incluida entre las 1000 mejores, en el lugar 270, y en el 38 de América Latina, muy por debajo de la Universidad Autónoma de México, (108 en el mundo, 1ª en el América Latina), la Universidad de Sao Paulo (112), la UBA, la Universidad de Campinas (146), y otras. Y entre las 2000 mejores se encuentra otra nacional, la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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la dictadura, pero en ningún caso a Pinochet. La reforma del sistema penal que ha comenzado a aplicarse ha creado algunas expectativas de mejoramiento de este sistema, y ha significado una reducción de los larguísimos procesos anteriores. Los tribunales de familia que fueron presentados como un importante avance en el acceso a la justicia y en la rapidez de los procedimientos se empantanaron por el gran número de procesos que no fueron previstos. El poder judicial continúa gozando de privilegios de desigualdad ante la ley (37). El sistema político chileno (38) Este sistema político está basado en la Constitución de 1980. Ésta fue el resultado de una larga elaboración que realizó una comisión constitucional designada por la Junta Militar. Finalmente, ese mismo año, aún durante el período dictatorial, el proyecto fue presentado y aprobado por mayoría, en un plebiscito que careció de las garantías mínimas jurídicas, electorales y políticas. Es el único caso de la historia política contemporánea, de América Latina y Europa, en el cual una dictadura logró que, su constitución y legislación principal continuaran vigentes durante el período democrático postautoritario. El modelo jurídico político establecido por este texto es regresivo respecto a las principales tendencias del constitucionalismo contemporáneo y respecto a la propia Constitución de 1925, que fue derogada de hecho por la dictadura militar. En primer lugar, el texto establece que “la soberanía reside en la Nación. Su ejercicio se realiza por el pueblo a través de elecciones periódicas y, también por las autoridades que esta constitución establece” (Honorable Junta de Gobierno de Chile 1980: 8, (Art. 5). Esta norma se basa en las posturas políticas de Pinochet, quien señala en un discurso que: El sufragio no tiene por sí mismo la virtud de ser el único medio válido de expresión de la voluntad de la Nación y de constituir la fórmula

(37) La periodista Alejandra Matus publicó una importante investigación periodística que mostraba la corrupción, el nepotismo y arbitrariedad de los niveles superiores de la judicatura. Su obra El libro negro de la justicia, Planeta, Santiago, 1999, fue requisada en la editorial, por orden judicial, basándose en una antigua ley que protege de críticas a los altos funcionarios públicos. Los ejemplares fueron destruidos, y su autora debió exiliarse, por algunos años, en Estados Unidos. Por supuesto, ni la Corte suprema, ni el parlamento, ni el gobierno han mostrado interés en investigar las graves acusaciones contenidas en dicho libro. (38) Este parágrafo corresponde a una versión revisada y actualizada de la primera parte del artículo “La democracia neoliberal en Chile” publicado por Pasos N° 119, mayo-junio del 2005, DEI, San José de Costa Rica.

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que, necesaria y mecánicamente, dé origen a la autoridad (39). El origen de esta doctrina de limitación de la soberanía popular se encuentra en el liberalismo conservador del siglo XIX, para el cual existían algunas instituciones y derechos, especialmente el de propiedad, referidos al sistema de poder capitalista, que no podrían ser afectados por las decisiones los gobernantes y legisladores elegidos democráticamente. Benjamín Constant sostenía, contra Rousseau, que la soberanía del pueblo debe ser limitada, pues existe una esfera de derechos individuales pre estatales, el principal de los cuales es el de propiedad, los cuales no pueden ser afectados (40). En la Constitución de 1980 se establece que el ejercicio de la soberanía no pertenece sólo a los representantes políticos elegidos, sino que es ejercido y compartida con los directivos de los principales organismos burocráticos del Estado: los comandantes en jefe de las fuerzas armadas y la policía y los jueces de la Corte Suprema, los cuales protegen dichos derechos e instituciones. Dicha doctrina que limita y condiciona la voluntad política de los representantes políticos elegidos se opone a las concepciones actuales sobre la democracia representativa, las cuales buscan potenciar los mecanismos participativos. En su versión original, que rigió desde los inicios del período postautoritario, desde 1990, y que sólo recientemente ha sido modificada, esta Carta establecía la existencia de un poder tutelar y suprapolítico al instituir que: “las Fuerzas Armadas garantizan el orden institucional de la República” (Ibíd: 72, (Art. 90)). Este “poder de seguridad” que fue definido por Pinochet (41), se ejercía, en primer lugar, mediante la participación política permanente de los tres comandantes en jefe de las fuerzas armadas y el Director General de Carabineros en el Consejo de Seguridad Nacional. En su versión original, dichos funcionarios uniformados no podían ser depuestos por el Presidente de la República, como se estipula en casi todas las constituciones. Dichos funcionarios, junto a la Corte Suprema, designaban a cinco de los siete miembros del Tribunal Constitucional al que le corresponde pronunciarse sobre la (39) Augusto Pinochet, op. cit., p. 29. (40) Benjamín Constant en “Principes de la politique” (1815) en Oeuvres, Gallimard, Paris,1957, pp. 1103 1112. (41) “Creación de un poder de seguridad que contemple el papel de las Fuerzas Armadas en su deber de contribuir a garantizar la supervivencia del Estado, los principios básicos de las institucionalidad y los grandes y permanentes objetivos de la Nación” Augusto Pinochet en Normas para la nueva constitución emitidas por su S.E. el Presidente de la República, La nación, 1977, p.5.

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constitucionalidad de las leyes, y, también, nombraban a siete senadores designados, en un senado de sólo 38 senadores elegidos (Ibíd: 37, art. 45). Los senadores designados casi siempre votaban junto con los sectores conservadores, lo que distorsionaba gravemente la expresión de la voluntad política de la mayoría. En segundo lugar su concepción de los derechos humanos, es insuficiente y unilateral. Excluye derechos fundamentales y privilegia el derecho de propiedad como el fundamental, incluso respecto al derecho a la vida. Por ello, la mayor parte del texto está dedicado prolijamente a la consagración de las libertades económicas empresariales: de crear empresas, incluidas las educacionales, de adquirir toda clase de bienes, la concesión de explotaciones mineras, los derechos de autor; las únicas limitaciones provienen de la seguridad nacional y las expropiaciones por utilidad pública. Se limita el derecho a la salud y a la educación, al no garantizar la calidad de estos servicios (Ibíd: 14-15 art. 19, 9 y 10). Se excluye el derecho a la propiedad, a la vivienda familiar, al trabajo, a recibir asistencia del Estado en casos de pobreza extrema, a no ser discriminado, para acceder a un sistema previsional que ofrezca pensiones decorosas, y otros importantes derechos económicos sociales contenidos en los Pactos de Naciones Unidas suscritos por Chile (Ibíd: 20-23 art. 19, 21, 22, 23, 24 y 25). Tercero, esta Carta es ideológica, pues otorga rango constitucional al modelo económico neoliberal. A la vez favorece la libertad empresarial y de acumulación, minimiza la acción del Estado al prohibirle crear o participar en empresas, salvo que lo autorice una ley de quorum calificado; obstaculiza la función reguladora del Estado frente al mercado; y establece la autonomía del Banco Central. Por ello, la política monetaria depende de un organismo cuyos directivos son nombrados de acuerdo al senado, justamente concebido como una cámara que limita las atribuciones del presidente y de la cámara de diputados. De este modo, el gobierno no tiene la posibilidad de dirigir la política monetaria de acuerdo a su programa político, y debe negociarla con la oposición. Cuarto, se establece un presidencialismo extremo que convierte al Presidente de la República en una especie de dictador legal, minimizando el poder del parlamento, y de los partidos políticos que representan o intentan representar las corrientes de opinión ciudadana. Quinto, es una constitución extremadamente rígida, cuya reforma exige “el voto conforme de las tres quintas partes de los diputados y senadores en ejercicio”, y en las materias principales “de las dos terceras 211

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partes de los diputados y senadores en ejercicio”, además del acuerdo del Presidente de la República (Ibíd: 82, art. 117). Las últimas reformas constitucionales permitieron la eliminación de los senadores no elegidos; reestablecer la facultad del Presidente de la República para remover los comandantes en jefe de las fuerzas armadas; la transformación del Consejo de Seguridad Nacional en un órgano asesor, carente de capacidad resolutiva; y el reforzamiento de las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados. Esta reforma constituye un avance importante en la democratización del sistema político chileno, pero éste continúa siendo, constitucionalmente, una democracia neoliberal. La dictadura militar estableció por decreto un sistema electoral binominal, único en el mundo para la elección de los parlamentarios, cuyo único precedente se encuentra en la legislación electoral de la república parlamentaria, promulgada en 1912 (42). Los partidos de derecha han rechazado hasta ahora la modificación de este sistema. El cuentista político francés Oliver Ihl señala: “No existe en ninguna parte del mundo. Es una anomalía en las clasificaciones jurídicas (43)”. En cada circunscripción se eligen dos candidatos provenientes de las dos listas con mayor votación. Si una de ellas obtuviera más de los dos tercios de los votos, válidamente emitidos, elige los dos parlamentarios. Si así no fuera, la segunda lista elige su candidato con más votos. Este extraño y regresivo sistema electoral exige crear coaliciones de partidos; otorga al sistema una gobernabilidad que se basa en las limitaciones de la voluntad política de la mayoría, y obliga a la mayoría a cogobernar con la minoría electoral. En el caso chileno, sus efectos negativos han sido considerables. Establece una absurda desproporción entre número de votantes por región y representantes elegidos con lo cual se vulnera el principio de la igualdad de voto: le permite a una pequeña región como Aysén de 60 mil habitantes, contar con dos diputados y dos senadores y a la Región Metropolitana con más de cinco millones obtener (42) Rivas Vicuña, Manuel en Historia política parlamentaria, tomo 1. Ed. Biblioteca Nacional, Santiago, 1930/1964, p. 245 y 246. (43) Oliver Ihl, en “No vote por mí” (entrevista) en La Nación, 10 de octubre. Santiago, 2004, p. 57

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cuatro senadores y 32 diputados (44). Otorga una sobre representación a la coalición minoritaria, distorsionando la voluntad popular y el principio de mayoría. La exigencia de crear coaliciones permanentes de partidos ha debilitado la identidad de éstos, y los ha obligado a potenciar sus acuerdos, en detrimento de sus legítimas diferencias, creando un amplio espacio de luchas de poder y hegemonía dentro de cada coalición; esto hace que, en gran medida, la actividad política en Chile consista en conflictos entre los partidos que forman cada bloque, y éstos carecen de mecanismos para ser resueltos. Empobrece el debate público, pues cada coalición debe autolimitarse, y debe realizar una oferta política amplia y ambigua generalmente al nivel de eslóganes imprecisos-, para atraer la mayoría heterogénea de votantes. Restringe el pluralismo político puesto que excluye a los partidos que no pertenecen a las coaliciones, y bloquea la creación de nuevos partidos, que muy difícilmente pueden elegir representantes. Se produce así un congelamiento del cuadro partidario, y con ello disminuye las posibilidades de representación en una sociedad como la chilena crecientemente diferenciada. Asegura la elección en cada circunscripción de al menos un candidato para la coalición mayoritaria, por ello se asemeja más a un sistema de designación de parlamentarios que de elección de representantes. Según un ex ministro de la Concertación es: “un sistema ridículo que hace el voto de la gente perfectamente inútil” (45). Este sistema es, en gran medida, el responsable del creciente desencanto de la democracia, y el aumento de la apatía política, especialmente en los jóvenes. Sin embargo, las posibilidades de cambiarlo por un sistema proporcional que rige en casi todos los sistemas políticos democráticos, son muy limitadas, pues no basta que la presidente sea de la Concertación, y ésta tenga mayoría en ambas cámaras, pues según la propia Constitución, ésta es una ”ley orgánica constitucional” de quórum calificado que requeriría el acuerdo con los partidos de derecha. Más aún, el reciente rechazo de todos los partidos, incluidos los de coalición de gobierno, a la propuesta de modificación de la Comisión Boenninger (44) Ibíd., p. (45) Nicolás Eyzaguirre, cit. por Pedro Ramírez en “Eyzaguirre versión 2.0”, en La Nación, 13 de agosto del 2006, p. 8.

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la imposibilita por ahora. Un diputado de la Concertación acusó a sus colegas de tener intereses personales que podrían perjudicarse con su modificación: Puesto que el rediseño de los distritos en muchos casos pone en riesgo la estabilidad laboral de muchas personas que les corresponde votar esta reforma (46). Asimismo, la ley de partidos políticos es también de carácter orgánica constitucional. El referido ex ministro: la calificó de “desastre” porque no garantiza las prácticas democráticas dentro de las colectividades (47). La conclusión de sus reflexiones es lapidaria, y mucho más radical que la de los críticos de izquierda extraparlamentaria. Es una paradoja que después de tres gobiernos de la concertación que vienen afirmando que ya ha terminado la transición a la democracia, hoy se diga que no existe la democracia: La forma como estamos generando nuestras autoridades y quienes nos representan en la Cámara y el Senado, no tiene nada que ver con la democracia (48). En el ámbito las prácticas, el sistema político chileno presenta un alto grado de elitización de su autodenominada “clase política”, cuya función corresponde a la descripción clásica de Mosca: “La clase de los gobernantes es siempre la menos numerosa, desempeña todas las funciones políticas, monopoliza el poder y disfruta de las ventajas que van unidas a él (49)”. La Constitución de 1980 establece un sistema en el cual el poder político está concentrado en un pequeño grupo de dirigentes partidarios, tecnócratas, y jueces de la Corte Suprema. Paralelamente, en los partidos políticos chilenos se ha producido un proceso de burocratización, similar al descrito por Weber, y de “oligarquización organizacional”, por el cual cada partido está dirigido, permanentemente, por un pequeño grupo de dirigentes profesionales que se alternan en los cargos principales. Touraine ha dicho que los partidos políticos latinoamericanos no están asumiendo los problemas sociales; tienen directivas y aparatos admi-

(46) Alvaro Escobar, cit. en “El estallido de Escobar”, La Nación, 13 de agosto del 2006, Santiago, p. 9. (47) Pedro Ramírez , op. cit. p.8 (48) Nicolás Eyzaguirre, op. cit. p. 8 (49) Gaetano Mosca, La clase política. Ed. F. C. E., México D. F. 1975/1896, p.106 (subr. nuestro)

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nistrativos, pero ya no tienen militantes; y su relación a la sociedad se realiza, básicamente, mediante el marketing intensivo de los períodos eleccionarios. En Chile, sólo un pequeño porcentaje de los ciudadanos está inscripto en los partidos políticos, de los cuales muy pocos tienen actividad partidaria, y, en general, su relación a la organización asume formas clientelísticas, especialmente ligadas al empleo y cargos público. Un dirigente de la Democracia Cristiana señaló que era necesario hacer esfuerzos para que su partido fuera algo más que una agencia de empleos. La elitización se expresa, asimismo, en la identificación de la clase política con los sectores de mayor ingreso. A diferencia de los dirigentes políticos del período democrático anterior a la dictadura, los cuales provenían en gran medida de la clase media, e incluso una parte pequeña de sectores populares, la mayoría de los parlamentarios actuales son miembros de la elite social, económica y profesional, y casi todos provienen de algunos exclusivos colegios privados de Santiago y del Instituto Nacional público, que es un liceo de excelencia. Asimismo, la mayor parte de los dirigentes políticos, parlamentarios y tecnócratas comparten el estilo de vida de los empresarios, frecuentan los mismos lugares y ambientes sociales, y se ubican en el primer quintil de ingresos y propiedad.

Parte importante de los dirigentes, no sólo de los partidos conservadores, sino también de la centroizquierda en el gobierno, incluyendo el ex presidente Frei, son empresarios profesionales que a la vez se dedican, paralelamente, a la política. A diferencia de otros países, en Chile no hay legislación que limite la actividad empresarial de los representantes políticos. A la vez, muchos dirigentes se han hecho empresarios o poseen importantes intereses comerciales, como sucede con los hermanos Zaldívar, uno de los cuales fue presidente del Senado y el otro de Presidente de la Democracia Cristiana. Gran parte de los senadores posee sociedades comerciales o son miembros del directorio de importantes empresas privadas.

El financiamiento de las campañas electorales favorece las conexiones e interdependencias entre dirigentes políticos y empresarios. Como se ha dicho, todos los partidos son financiados, por los grupos económicos y empresas. Situación que ha empezado a variar con la aplicación de la nueva ley de financiamiento de los partidos políticos. Un empresario ha dicho: 215

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“Nosotros contribuimos con todos los partidos para que no nos coloquen en listas negras y para tener buena llegada.” Esta situación crea compromisos espurios entre los parlamentarios y alcaldes con los empresarios, lo que ha conducido a muchos casos de corrupción, como lo han mostrado un estudio reciente (50). Asimismo, los principales empresarios se han convertido en relevantes actores políticos, especialmente los dirigentes de las mayores asociaciones empresariales. Ellos son consultados por el gobierno sobre cualquier tema que pudiera interesarles, y en muchos casos las decisiones, especialmente de política económica, son previamente consensuadas con ellos. Más aún, han desarrollado un influyente discurso sobre los principales problemas de la sociedad chilena, incluido derechos humanos, educación, salud, seguridad ciudadana, desempleo, etc., que se difunde, cotidianamente, por los diversos medios de comunicación (51). Más aún, en las últimas dos comisiones nombradas por la Presidenta, sobre previsión y educación, han sido incorporados empresarios y directivos de empresas de estas áreas. De este modo, los representantes empresariales han sido convertidos, directamente, sin mediación parlamentaria, en consejeros legislativos de la presidencia. Otra modalidad de articulación entre dirigentes políticos y mercado lo constituye su circulación entre el sector público y privado. Muchos ministros y funcionarios políticos de alto nivel pasan del sector público a cargos gerenciales en el área empresarial, y también empresarios y directivos de empresas son designados en importantes cargos públicos. En el gobierno de Lagos, se produjo incluso la anómala situación por la cual más de ochenta gerentes de empresas públicas eran, simultáneamente, miembros del directorio de empresas privadas, que incluso estaban en controversias y juicios con el gobierno. Esta modalidad de “circulación de las elites” es una exacerbación de la que se produce en el sistema político norteamericano, conceptualizada y analizada hace treinta años por Maurice Duverger como “tecnodemocracia”. Dice este autor: “Se forma una tecnoestructura política que se parece a la tecnoestructura económica. En ambas encontramos la misma asociación de ex(50) Patricio Orellana, op.cit. (51) Jorge Vergara Estévez en “Identidades culturales en la sociedad chilena actual”, Praxis No. 4, Universidad Diego Portales, Santiago, 2002.

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pertos, técnicos, administradores, organizadores, y de quienes poseen el poder de zanjar las cuestiones: propietarios del capital, presidentes elegidos, ministros y jefes de los partidos (52)”. Esta relación se refuerza, en el caso chileno, por la presencia de empresas de lobby creadas por ex dirigentes políticos que emplean -casi siempre, exitosamente-, sus influencias y contactos con el gobierno, sus ministros y partidos para favorecer a las grandes empresas que los contratan, las cuales desean impedir o inducir decisiones gubernativas. Su papel es similar al Dios relojero de Newton que cada cierto tiempo ajustaba el funcionamiento de la leyes naturales del universo. Lo sorprendente es que varios de estos lobistas sean, a la vez, asesores del gobierno. En conclusión, se ha producido una profunda articulación entre políticos y empresarios que asegura que las principales orientaciones y decisiones políticas se adecuen al desarrollo del mercado. El malestar frente a la modernización (53) La diversidad y heterogeneidad de los análisis de la modernización chilena no se deben sólo a la “posicionalidad”, la perspectiva política y el lugar social y simbólico donde se sitúan quienes los realizan, sino también a sus opciones epistemológicas. Es decir, los más coherentes y elaborados de dichos análisis se basan en distintas concepciones de las ciencias sociales. De una parte, los predominantes siguen el modelo empírico deductivo, de carácter objetivista y privilegian, por tanto, los datos ”objetivos” de los indicadores económicos construidos a partir de teorías, en este caso la neoliberal y las teorías políticas conservadoras que privilegian la gobernabilidad. Desde este enfoque la modernización neoliberal y su sistema político son exitosos. De otra parte, algunos analistas se basan en teorías políticas críticas que destacan la libertad, la ciudadanía participativa y no sólo la reproducción del orden político y el control de sus opositores, y apoyándose en teorías de sociología comprensivista, incorporan la dimensión subjetiva del fenómeno social. Es decir, consideran relevante las percepciones, opiniones y representaciones de los actores de la sociedad civil. Por ello, consideran como un aspecto fundamental de (52) Duverger, Maurice, Las dos caras de Occidente. Ed. Ariel, Barcelona, 1973/1975, p. 210. (53) Este parágrafo está basado en una parte del referido estudio de María Inés Arribas y Jorge Vergara E., op. cit.

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los procesos estudiados la dimensión de la subjetividad de los actores. Hasta 1998, existía en las elites una visión optimista sobre la aceptación de la población, “la gente”, del modelo económico social y su sistema político. Hasta entonces, dirigentes sociales, sectores políticos de izquierda intelectuales, antiguos exiliados, ecologistas, religiosos comprometidos con los sectores populares habían expresado diversas críticas. Pero, se pensaba que esa era una minoría disidente y que la mayoría de la población adhería al “modelo” y sus valores. Sin embargo, en ese año se publicó el informe del PNUD sobre Desarrollo Humano en Chile 1998 (54). Por una parte, dicha investigación se realizó bajo el supuesto de que el sistema de organizaciones privadas y públicas era el adecuado para un país de las características de Chile; de otra mostraba, mediante una cuidadosa y amplia investigación empírica que combinaba encuestas, entrevistas, grupos discusión e historias de vida, la existencia de un profundo y generalizado malestar de la sociedad civil, del “peatón que va a pié” respecto a esta modernización. El estudio atribuía dicho malestar a la desarmonía, la disimetría entre las orientaciones y dinámicas de la sociedad y sus organizaciones y la subjetividad de la gente. Desde entonces, se han realizado numerosas encuestas y estudios que amplían y corroboran las tendencias señaladas en dicho informe. El Chile actual se caracteriza por un desacople entre ambos procesos que, a falta de una mediación, distorsiona tanto el despliege de la subjetividad como la sustentabilidad de la modernización (55). En la sociedad chilena sólo el 32 % muestra aceptación por el funcionamiento de la economía de mercado; un 75 % considera que el sistema es injusto. Las encuestas muestran que el 82,8 % opina que, actualmente, la gente no vive más feliz que en el pasado (56). Los estudios del PNUD han revelado que los chilenos tienen muy pocas expectativas respecto al mercado laboral: viven atemorizados de perder el trabajo, y de no encontrar uno nuevo (68,9 %); tampoco creen en la eficiencia de los planes de seguridad ciudadana del gobierno y temen en un alto porcentaje ser asaltados. Tampoco confían en los sistemas de salud público y privado,

(54) La molestia del gobierno del ex Presidente Frei fue tan grande que el comité de ministros políticos encargó al entonces secretario General de Gobierno, José Joaquín Brunner, que saliera a criticar el referido informe, lo que realizó mediante dos artículos. (55) PNUD, Desarrollo humano 1998, op. cit (56) Ibíd, p. 220.

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pues tienen miedo de enfermarse y sufrir enfermedades catastróficas y no tener el dinero para solventarlas, por la precariedad de los sistemas de salud. El sistema privado de jubilación es objeto de su desesperanza: la mayoría cree que su futura jubilación no les alcanzará para cubrir las necesidades básicas (37 %), o sólo ellas (36,1 %) (57). Los principales protagonistas de esta modernización tienen muy poca credibilidad y su imagen es negativa. Los ciudadanos opinan que los parlamentarios sólo están preocupados de su (re)elección (74,9 %); que los partidos políticos sólo están ocupados de sus intereses (65 %); que las empresas privadas persiguen sólo sus intereses y no les importa el país (79, 5 %); que las asociaciones empresariales tiene la misma actitud (59, 6 %). Respecto del sistema judicial, su imagen pública está muy deteriorada (58). Sólo el 26% piensa que funciona bien, el 69 % cree que sólo “favorece a los poderosos”, se piensa que “para gente como yo no existe” (36 %) y que la justicia siempre favorece sólo a los poderosos (69 %). Asimismo, sólo el 12 % opina que en Chile existe igualdad ante la ley, y el 86 % que no la hay (59). Existe, asimismo, una profunda frustración que surge ante la imposibilidad de acceder a los niveles de consumo prometidos por esta modernización. Desde su inicio ésta estuvo acompañada por un marketing agresivo y sin limitaciones de productos y servicios, mediante todas las formas de publicidad y la difusión masiva de series televisivas y filmes, casi todas de origen norteamericano. De este modo, y en el vacío político y cultural creado por el régimen militar, se fue produciendo una nueva revolución de expectativas, que ya se había mencionado. Treinta años después para la mayoría de la población, dichas expectativas sólo se han realizado muy parcialmente, pues sus bajos ingresos le permiten alcanzar sólo una parte pequeña de los bienes deseados. Sin embargo, la inversión de tiempo, esfuerzo y esperanza han sido tan altos que las personas se esfuerzan por seguir creyendo en la promesa del consumo deseado. Ellas intentan cumplir sus expectativas aumentando el endeudamiento, tratando de acrecentar sus ingresos trabajando más y manteniendo su dedicación absorbente a dichos fines, con el consiguiente desgaste. Ahora bien, no parece adecuado considerar, desde una actitud (57) Ibíd, p. 73. (58) Alejandra Matus, op. cit. (59) PNUD, op.cit, p. 137.

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ascética o aristocratizante, estas conductas como “consumismo”, es decir como un defecto moral. Más bien, pueden ser consideradas conductas adaptativas a un estilo de vida donde el consumo es la actividad considerada más valiosa. Haciendo una paráfrasis de una frase de Marx sobre el dinero y la personalidad, en Chile actual, podría decirse; “yo soy lo que consumo, los límites de mi yo son los límites que alcanza mi capacidad de comprar y de exhibir mis bienes; mi poder y valor reside en mis bienes”. El consumo se ha convertido en una suerte de ciudadanía social, “el ciudadano credit-card” (60). Alcanzar los niveles de consumo considerados “normales” en cada sector social, se ha convertido en una suerte de obligación; quien no lo hace se expone a ser considerado incapaz de ganar el dinero necesario, y debe sufrir la marginación consiguiente. De ahí la necesidad de exhibir lo que se posee, o de fingir un nivel de consumo que no se ha podido alcanzar, haciendo marketing de sí mismo. Esta es una de las razones de la proliferación de pequeñas estrategias de engaño: alto consumo de ropa usada de marca proveniente de los países del Norte; uso de celulares de madera; se hacen imprimir tarjetas como representante de firmas norteamericanas inexistentes, etc. Pese a su disconformidad, las personas siguen actuando de acuerdo a las reglas que establece el sistema institucional, con ello se produce una separación creciente entre conductas y normatividad. Se siguen las reglas establecidas por las instituciones, no porque se las considere justas, adecuadas, correctas y convenientes para todos, sino porque se cree que las consecuencias indeseables, los costos de no cumplirlas, son mayores que los beneficios de su trasgresión. Dicho de otra manera, se las obedece por su coercitividad, porque su cumplimiento es visto como un mal menor que su trasgresión, y no porque que se las valore por sí mismas, como condiciones de un orden deseable. Esta actitud, definida por Norbert Lechner como “hegemonía fáctica”, es un sistema de control de conductas que no requiere del consentimiento y el convencimiento, sino del condicionamiento de las conductas (61). Se trata de nuevas formas de disciplinamiento que no requieren ya de instituciones cerradas, como las que analizó Foucault, sino que son ubicuas, se ejercen a través del espacio fluido y del tiempo, como lo mostró Deleuze (62). (60) Tomás Moulián en Chile actual: anatomía de un mito, 1997. (61) Norbert Lechner en La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado, FLACSO, Santiago, 1984.

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El referido estudio del PNUD se preguntaba si existía un alto grado de malestar, porque no había una expresión pública notoria y masiva de disconformidad. La respuesta parece encontrarse en encuestas que lamentablemente no se han difundido (suficientemente). Ellas muestran que aunque la mayoría de los chilenos están profundamente disconformes con los procesos de modernización, no tienen (muchas) esperanzas de cambio y asumen actitudes que van desde el conformismo, la resignación y la desesperanza. Por su parte, Marcos García de la Huerta atribuye este conformismo a la “desesperanza aprendida” a través de la larga dictadura y el frustrante período postautoritario (63). La subjetividad vulnerada Los procesos de modernización neoliberal de la sociedad chilena, y el desarrollo de su sistema político han estado acompañados y han favorecido la emergencia de lo que podríamos llamar “una crisis de subjetividad”. Es decir, se han producido un conjunto de procesos negativos que implican una pérdida de referentes, propios de períodos de profundos cambios sociales, como ya lo analizó Durkheim (64). Estamos en presencia de conductas psicosociales que se han hecho crónicas, que implican mucho sufrimiento y significan una situación -no sólo de “saturación del yo” como los analizados por Gergen-, sino a la vez la pérdida de seguridades básicas, frente a una forma de existencia atravesada por los miedos y la pérdida de sentido. Existe crisis de subjetividad porque, en la sociedad chilena actual, los sujetos tiene muchas dificultades para construir proyectos de vida con sentido para ellos; para mantener un buen nivel de integración de la personalidad y de vivir una “buena vida” (Aristóteles). Estamos sobreexigidos trabajando y realizando tareas para sobrevivir y “adaptarnos” a un sistema de organizaciones privadas y públicas que se yerguen frente a nosotros como poderes autónomos; estamos inmersos en una sociedad amenazante, ajena e inhóspita. Todos los indicadores de salud mental muestran que se ha producido una crisis de subjetividad en la sociedad chilena. Las adiciones han aumentado: tabaco, alcohol, y las distintas drogas. Como ya se decía, la tasa de bebedores excesivos es una de las más altas del (62) Gilles Deleuze en “Las sociedades de control” en Ajoblanco Nº 51, abril 1993, Madrid. (63) Marcos García de la Huerta, Reflexiones americanas. Ensayos de intra-historia, Ed. Lom, Santiago, 1999. (64) Emile Durkheim en Le suicide, PUF, París, 1986.

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mundo, y más de un cuarto de las muertes están asociadas al consumo excesivo. Estas conductas están relacionadas directamente con estados depresivos. Un estudio de la Organización Mundial de Salud de Naciones Unidas mostró que Santiago es una de las ciudades del mundo con mayor nivel de depresión. Los médicos de la Pontificia Universidad Católica calculan que la cuarta parte de la población presenta trastornos del sueño. Asimismo, se observa un alto consumo de todo tipo de psicofármacos. En los consultorios que atienden a los sectores populares, cerca de la mitad de las consultas se refieren a trastornos y enfermedades psicosomáticas. Otra dimensión significativa de esta crisis de subjetividad lo constituye la presencia de marcadas tendencias hacia la discriminación e intolerancia y la violencia cotidiana. Estas transformaciones expresan un profundo cambio cultural de las identidades y modelos de vida en la sociedad chilena; y en este proceso ha sido relevante la influencia de la cultura estadounidense en los cambios de subjetividad. En Santiago, y las grandes ciudades, el estrés se ha convertido en una enfermedad frecuente que afecta los adultos, y también los jóvenes. Estudios recientes muestran que la mitad de los chilenos se manifiestan con estrés o deprimidos, o con ambas sintomatologías a la vez (65). El smog, la contaminación acústica, la enorme distancia que existe entre la casa y el trabajo, obligan a las personas a usar tres o más horas del día sólo para transportarse. El aislamiento, la falta de un sentido de pertenencia y la no participación en proyectos sociales más trascendentes, reducen los recursos con que cada trabajador podría enfrentar las demandas que le impone este modelo de sociedad. El estrés es uno de los mayores problemas laborales porque es en el trabajo donde se dan las situaciones estresantes (66). Se han mencionado los principales miedos de la población chilena, pero hay uno que pocas veces se explicita, el miedo a ser excluido por alguna “razón”: apariencia física, origen étnico, género, edad, religión, ingreso, etc. Pero, también se experimenta el temor que produce la pérdida de sentido. (65) La Segunda, 24 de noviembre del 2000, Santiago. (66) Jorge Norambuena en “El estrés es uno de los problemas laborales”, MTG, Suplemento Trabajo, 8 de junio del 2000, Santiago. Este autor era entonces Director del Instituto Nacional Previsional, organismo público.

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El miedo al sinsentido a raíz de una situación social que parece estar “fuera de control”, y, sobre todo “el miedo al otro”, que suele ser visto como un potencial agresor (67). El miedo al otro es casi patológico en la sociedad chilena: las encuestas del indican que el 91,1 % opina que hay que tener cuidado con los extraños (68). Esta cifra altísima concuerda con los altos grados de discriminación e intolerancia que se encuentran en la sociedad chilena: el otro es temible, no sólo porque es extraño y podría perjudicarme, sino porque es otro, ajeno y amenazante por su edad, sexo, aspecto físico, condición social, religión, etc. “Si el extraño causa alarma, es porque desconfiamos de nuestras propias fuerzas. El miedo a los otros es tanto más fuerte cuanto más frágil es el “nosotros” (69). El ritmo de la modernización aumenta las interacciones, pero no favorece la creación de lazos sociales. Más aún, el otro se ha vuelto un competidor en la lucha por acceder a un trabajo, para ascender socialmente, para conseguir bienes escasos, y en un obstáculo a mis planes y expectativas. En este contexto, las identidades culturales y sociales se erosionan. En la sociedad chilena actual, muchos se sienten un individuo, un warrior, empeñado en una lucha de todos contra todos, para llegar a ser un winner o mantenerse siéndolo, procurando realizar el único modelo de vida deseable, “el sueño americano”: alto ingreso, estatus y consumo conspicuo. Es una paradoja que la modernización neoliberal, aparentemente tan pragmática y tecnológica, haya convertido en filosofía popular y masiva la concepción de “la teoría política del individualismo posesivo”, creada por los clásicos fundadores del liberalismo -Hobbes, Locke y Smith. Esta sostiene la concepción metafísica de que el hombre es un individuo esencialmente egoísta y antisocial, que nada debe a los demás, que es básicamente un ser económico y del mercado, y que está movido por el insaciable deseo de propiedad y de placer, especialmente mediante el consumo (70). Su versión más radical es la del neoliberalismo contemporáneo que en Chile se ha convertido en una filosofía popular (71).

(67) Norbert Lechner “Nuestro miedos”, en Cuadernos del El Avión Rojo Nº 7, op., cit., p.134. (68) PNUD, Ibíd, p. 141. (69) Norbert Lechner, ibíd, p. 136. (70) Crawford Macpherson, La teoría política del individualismo posesivo, Ed. Fontanella, Barcelona, 1062/1970, pp. 225 a 236. (71) Friedrich Hayek, Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial, Madrid, 1960/1978; Milton Friedman,

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“El modo de vida actual produce trastornos en la personalidad de los chilenos. Un estudio del Ministerio de Salud señala que en Chile cuatro de cada diez personas presentarán durante su vida algún trastorno mental, y tres de ellas ya lo han sufrido en los últimos seis meses (72)”. Los especialistas calculan que entre un quinto y un cuarto de la población sufre algún tipo de alteración psicológica que requeriría tratamiento especializado. Se observa una fuerte tendencia a actuar sin considerar a los demás, a no reconocerlos ni respetarlos. Un psicólogo social escribe: El modo de vida de la modernización neoliberal tiende a ‘psicopatizar las relaciones humanas’. El síntoma central tiene que ver con la violencia social. Asistimos a una creciente falta de respeto de los derechos ajenos y un relajo de los deberes interpersonales, asociados a una exacerbación de la satisfacción de deseos (73). En la vida cotidiana de Santiago y de las principales ciudades del país, existe una “insociabilidad” que se manifiesta en conductas de indiferencia, cuando no de franca agresión a los demás. La percepción de la opinión pública coincide con estos análisis: el 80 % piensa que “Chile es una sociedad cada vez más agresiva”, un 64 % afirma que “cada vez es más egoísta”, un 81 % cree que no es igualitaria socialmente y un 70 % no cree que sea justa (74). Las opiniones son concordantes: el 76,1 % opina que “las personas pasan a llevar con tal de conseguir sus objetivos”, y el 68 % piensa que “es difícil que hagan algo por los demás sin esperar algo en cambio”. Un psicólogo social señala que se ha producido: Una expansión de los espacios de anomia. Aumenta, al parecer, la percepción de que las normas sociales son inadecuadas para los propios objetivos. “Si los otros pueden hacer lo ilegítimo y les va bien, ¿por qué no yo?” (75). Uno de los fenómenos menos conocidos y más preocupantes de la dimensión psicosocial, -que afecta profundamente a que podría llamarse la calidad de vida psicológica en la sociedad chilena actual-, es el Capitalism and Freedom, The University Chicago Press, Chicago, 1962 y Jorge Vergara Estévez, L’utopie neoliberal et ses critiques, tesis de doctorado en la Universidad de París 8, París, 2005. (72) MTG , op. cit, p. 9. (73) Pablo Gutierrez, Factores psicológicos y psicosociales del neoliberalismo en Chile, 2000 (inédito), p. 3. (74) PNUD, op.cit. p. 52. (75) Ibíd, p.147.

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de la discriminación y la intolerancia. Lamentablemente, no tenemos investigaciones empíricas y cuantitativas del período precedente de la modernización desarrollista que permitieran una precisa comparación. Sin embargo, existen numerosos antecedentes y testimonios, incluso de observadores extranjeros, de que hace tres décadas los niveles de intolerancia y discriminación eran menores que actualmente. Más aún, la imagen compartida por chilenos y extranjeros era que la sociedad chilena era, entonces, tolerante y conciliadora. La Primera Encuesta (sobre) Intolerancia y Discriminación, realizada en 1997 (76), reveló que en primer lugar, existen altos grados de ambos fenómenos hacia una gran diversidad de personas: por su género, contra las mujeres; por su nivel etario se discrimina a los niños, jóvenes y las personas de tercera edad; dadas sus características étnicas a los mapuches, coreanos y orientales, judíos, peruanos, bolivianos y otros; por su religión, se manifiesta contra los evangélicos, los miembros de otras religiones y los agnósticos; social y educativa, se discrimina a los pobres y los de menor educación; a personas con impedimento, con sida y otros. Segundo, los niveles de intolerancia y discriminación son altísimos y recorren una gama que va desde un “preocupante” 20% de discriminación hacia los discapacitados, hasta un “gravísimo” 60 %, hacia los homosexuales. Todos los casos superan el 20%, y casi todos tienen el carácter de “alarmantes” o “gravísimo”, de acuerdo a los criterios internacionales (77). Tercero, la diversidad y nivel de la intolerancia y discriminación conducen a una situación perversa y paradojal. La gran mayoría de la población, constituye la mayoría marginada y marginalizante. Sólo una minoría de varones profesionales, de ingreso alto, católicos, de aspecto europeo, sanos y heterosexuales, no podría ser objeto de discriminación en la sociedad chilena. Desde la niñez a la ancianidad, nadie está libre de ser discriminado por alguna razón. Pero así como en algún momento hemos sufrido discriminación e intolerancia, también nosotros hemos discriminado y hemos sido intolerantes (78). (76) Fundación Ideas y Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, Primera encuesta de intolerancia y discriminación. Informe y análisis, Santiago, 1997. (77) Ibíd, pp. 26 y 27. (78) Francisco Estévez en “Palabras de F. E” en Primer foro de la ciudadanía por la tolerancia y la no discriminación, Fundación Ideas, Santiago, 1996, p. 255.

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La violencia cotidiana, por su parte, asume diversificadas formas, todas ellas de alta incidencia. De una parte, ha aumentado la violencia familiar contra mujeres y niños, así como las agresiones y violaciones sexuales: en un 80 % sus víctimas son niños (79). De otra, la violencia cotidiana se manifiesta entre los conductores de vehículos, respecto a los peatones; en grupos juveniles y universitarios, y en cualquier espacio y ocasión (80). Asimismo, se constata la violencia policial, denunciada ante organismos internacionales de derechos humanos. El retorno a la democracia, contrariamente a lo que se creyó, no significó la disminución de la violencia en la sociedad, sino sólo la desaparición de la represión política (81). En esta transformación ha sido y es de mucha importancia “el modelo (norte)americano”. De modo mucho más profundo y radical que en España (82), las elites nacionales han dirigido, desde hace veinte y cinco años, un profundo proceso de aculturación estadounidense que se expresa en las pautas de consumo, los hábitos alimenticios, en el lenguaje cotidiano, en el uso del tiempo libre, en las costumbres, en la formación profesional, en las estrategias de administración, en el culto de la eficiencia en todos los planos, en la cultura política y en muchos otros aspectos. Dicho proceso, sin embargo, no intenta reproducir todos los componentes de la compleja cultura norteamericana, sino aquellos más visibles y adecuados al proceso de modernización chilena. Es así que valores como el respeto de la libertad individual, la tolerancia, y la posibilidad de expresar opiniones divergentes o innovadoras que son importantes en la sociedad norteamericana, en Chile tiene escasa vigencia. Para las elites empresariales, políticas y una parte de las culturales esta aculturación se justifica porque es parte de la globalización. El sociólogo Alberto Moncada ha descrito muy bien lo que denomina “la americanización de España”: “La privatización del comportamiento es pensar que la vida hay que disfrutarla en privado; al precio que sea hay que ganar dinero, como el dinero es ahora el valor principal y abstracto, te da igual donde lo ga(79) David Montoya, (Médico jefe en Sexología Forense del Servicio Médico Legal), (Entrevista en) “Violencia afecta a los niños”, Diario MTG, 19 de mayo del 2000, Santiago, p. 9. (80) La Epoca en “Jóvenes violentos”, 28 de abril de 1996, y “Accidentes de tránsito”, 5 de mayo del 1996, Santiago (81) Jorge Vergara Estévez en “La cultura de la violencia en Chile” en Nueva Sociedad Nº 105, enero-febrero 1990, Caracas. (82) Alberto Mondaca en “Estamos americanizados a tope”, Interviú Nº 1013, septiembre 1995, Madrid.

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nas; triunfar es ganar dinero; el propósito común es tener éxito. El estilo americano consiste en la endogamia del poder político y económico; el último capítulo de la americanización es la globalización” (83). Esta descripción es aplicable, en gran medida, a la sociedad chilena. Este tipo de transformaciones culturales ya habían sido ampliamente descritas y analizadas críticamente en la sociedad norteamericana por Erich Fromm, Herbert Marcuse, Rollo May, Vance Packard, y otros autores. Especialmente significativos, por su analogía con el caso de Chile, son los estudios de Robert Merton sobre la contradicción entre el intenso deseo de éxito y las normas morales y jurídicas, las cuales son vistas como obstáculos. Esto favorece las conductas de trasgresión (84). La situación de la sociabilidad se muestra en la precariedad del “nosotros”, la cual se expresa de varios modos. Uno, en la relación entre las personas y las instituciones sociales, al cual ya nos referimos. Segundo, en la sociabilidad interpersonal. Las encuestas muestran: la escasa confianza en recibir ayuda de los demás (41,5 %), que desciende al mínimo si se tratara de una agresión (11,7 %); y la percepción que no hay facilidad para organizar la gente (63, 4 %) (85). Como se ha mostrado anteriormente predomina una imagen negativa sobre la disposición de los demás a respetar las opiniones ajenas, a la posibilidad de que hagan algo desinteresadamente, a la autoregulación ética de no pasar a llevar a los demás, cuando uno está tratando de realizar sus objetivos. Una de las expresiones de la baja calidad de la sociabilidad en la sociedad chilena actual es el hecho de entre las actividades recreativas, las actividades sociales y la participación en agrupaciones sociales ocupan sólo el 22,5 % la primera, y 5,4 % la segunda, como promedio en todos los sectores sociales. En síntesis, podría decirse que, en el plazo de unas pocas décadas, se ha producido una impresionante mutación cultural análoga, en algunos aspectos, a “la gran transformación” de la sociedad europea en el siglo XIX, descrita magistralmente por Balzac, Zola, Marx y Polanyi (86). Como lo han mostrado los estudios comparados de Danilo Paéz y otros psicólogos sociales, la sociedad chilena está transitado desde una cultura de carácter comunitario, donde predominaban los valores culturales (83) Ibíd, p. 52 a 54. (84) Robert K. Merton, (1949-1957), Teoría y estructura social, (espec. cap. IV), Ed. F.C.E., México, 19491957/ 1970). (85) PNUD, op. cit. 142 (86) Kart Polanyi, La grand transformation, Gallimard, Paris, 1944/1983.

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“femeninos”: la solidaridad, la preocupación por los otros, el respeto de las opiniones ajenas, la búsqueda de acuerdos favorables a todos, la justicia social y la minimización de la desigualdad, hacia una cultura individualista, de valores culturales “masculinos” que privilegian la búsqueda del poder y el consumo, y que se orienta hacia el logro individual medido por el éxito material, en desmedro de la persona y las relaciones humanas; la competencia y el rendimiento remplazan a la solidaridad; en lo afectivo, la vivencia y la expresión emocional bajan y la gente recibe menos apoyo emocional (87). Finalmente, podemos decir que la sociedad chilena ha superado a través de su historia diversas situaciones graves, épocas de crisis, guerras y conflictos internos. Esto hace pensar, con moderado optimismo, que existe en ella la potencialidad de recobrar su capacidad para reorientar su propio desarrollo hacia una modernidad incluyente que le permita convertirse en una sociedad solidaria de ciudadanos con derechos reales, sin pobreza y sin miedos.

(87) Gutiérrez, op. cit.

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Abordar el Bicentenario de la Independencia desde una visión geopolítica Dr. Edgar Montiel

Antes de efectuar una valoración del Bicentenario desde los desafíos de la mundialización quisiera evocar con respeto y gratitud un hecho que reviste un valor simbólico. Se trata de la decisión de las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires, en pleno proceso de Independencia, de conceder su apoyo a Don Juan Bautista Túpac Amaru para que escribiera las Memorias de su lucha y su largo cautiverio. ¿Quién era Juan Bautista? Era el hermano menor de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru, el líder de la Revolución de 1781, que desde el Cuzco se expandió a otras zonas de América. Él fue expulsado del país con los sobrevivientes de su familia, entre ellos un niño de ocho años llamado Fernando. Parten desterrados hacia la Península para cumplir con la consigna de que nadie de aquella estirpe se quedara en América. Así Fernandito siguió estudios en Cádiz y Juan Bautista fue trasladado a Ceuta, a una prisión que España reservaba a los patriotas o los resistentes de América. Cuando se inicia la emancipación de América se produce también la liberación de Juan Bautista, quien a elevada edad viene a Buenos Aires. Aquí escribió una de las memorias más reveladoras sobre 229

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lo que fue el levantamiento de Túpac Amaru, la primera gran rebelión en el Continente. I. Nuestra reflexión deseamos hacerla desde esta época. ¿Cómo se puede hacer una lectura de la Independencia desde el ahora, desde el aquí? Es necesario comenzar planteando cuál sería el mejor uso de una conmemoración o para qué sirve una conmemoración. Tal vez valga la pena recordar que conmemorar en latín es equivalente a aprender, pues si uno ha aprendido algo, uno puede recordarlo. Cuando alguien le dice a un niño: “¿has aprendido la lección?” es equivalente a decir: “¿eres capaz de recordarla?”. Por consiguiente, cuando hablamos de la conmemoración de nuestros procesos de independencia, decimos qué hemos aprendido de estos 200 años. Pero no individualmente, como el niño, sino colectivamente como naciones. O quizás no hemos aprendido las lecciones que podemos extraer de estas experiencias compartidas, pues puede ocurrir que no hayamos comprendido lo que ellas en verdad representan. Es cierto también que el aprendizaje es siempre por etapas y que no todos aprendemos igual, no todo el mundo tiene la misma visión de las cosas. Es por esto que para este ejercicio conmemorativo es necesaria una actitud hermenéutica. Es decir, la posibilidad de realizar una incursión del modo más esencial posible a ese pasado para repensarlo con los ojos del presente, pues estamos seguros que en ese ejercicio vamos a encontrar los déficits interpretativos que han tenido, por ejemplo, las lecturas de estos hechos en el primer Centenario o en las que se han vuelto lugares comunes a lo largo de los 200 años. Pero este recorrido hermenéutico al pasado no lo hacemos por el placer que nos proporciona la propia travesía, sino porque en él se puede encontrar los orígenes de las tendencias que continuarán en el futuro, es decir, este mirar hacia atrás es una manera de encontrar el rumbo para ir mejor hacia delante. Si aplicamos lo dicho, podríamos interpretar hoy, con los ojos de la globalización, el ciclo que abarcó de 1781 hasta 1830 con la Independencia del Ecuador. Son casi 50 años de lucha. En realidad, sería conveniente hablar de los Procesos de Independencia, pues ellos arrancan con la Independencia de los Estados Unidos (1776) y la de Haití. (1804): la primera República “latina” fue una República negra. En su momento, Petion ayudó a Bolívar.

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II. Un segundo elemento por recuperar es una visión geopolítica que con frecuencia ha estado ausente en la historiografía tradicional. Ésta nos permitiría dejar de lado visiones idílicas en cuanto a las influencias mutuas que existieron entre acontecimientos paralelos como la Independencia Americana, la Revolución Francesa y nuestros propios procesos. Además, es necesario profundizar el papel que cumplió Inglaterra. En todo esto hay cálculos y lógicas, unas veces de aliados, otras de competidores. (1). Por ejemplo, la Declaración de Independencia de Estados Unidos, en 1776, la escribe un escritor e intelectual como Jefferson. Esta declaración fue una novedad planetaria, pues hasta entonces “declararse independiente” no era una categoría jurídica reconocida: ¿qué eso de que una nación se declare independiente? El panorama histórico por tanto es éste: estamos en 1781 en el momento en que Washington libra una guerra contra Inglaterra para hacer efectiva su independencia, mientras que Túpac Amaru está levantado en el Sur, todo el Continente está movilizado. Es necesario estudiar los vínculos entre el Proceso de Independencia de los Estados Unidos y el de la América Hispana. Cada vez se conocen más archivos sobre este período, como los de Rufus King y del Gobernador Morris, embajadores de Estados Unidos en Londres y París (2). Cada uno luchaba contra su propia Metrópoli. Hay puentes, como la historiadora Carmen Bohórquez lo señaló (3). Francisco de Miranda, por ejemplo. Él combatió en Pensacola como oficial del ejército español, en apoyo a la causa de Washington. Luego mantuvo con él una relación privilegiada, pues vivió en Filadelfia entre 1783 y 1784, después de abandonar el ejército español. Cuando se generan los primeros movimientos de emancipación, las primeras acciones, hay una participación, hay discusiones, hasta el punto que oficiales caribeños y sudamericanos luchan en Estados Unidos. Hay que tener presente esa parte de nuestra historia con los Estados Unidos.

(1) Este “juego de influencias y de intereses” es bastante complejo,y constituye el tema del volumen colectivo La France et les Amériques au temps de Jefferson et de Miranda reunido por Marcel Dorigny y Marie-Jean Rossignol. Société des Etudes Robespierristes, Paris 2001. Esta es una visión francesa. (2) Gouverneur Morris. Journal 1789-1792. Ministre plénipotentiaire des Etats-Unis en France. Texte inédit. Mercure de France, Paris 2002, 394 pp. (3) Carmen L. Bohórquez. Francisco Miranda. Precursores de las Independencias de la América Latina. El Perro y la rana ediciones, Caracas 2006, 395 pp.

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Otro tanto sucedió con la Revolución Francesa. La Revolución Francesa está estrechamente relacionada por la Revolución Americana. Diría influenciada por la Revolución Americana, porque siempre nos cuentan la historia al revés. Con frecuencia se afirma que Rousseau es el autor intelectual de las revoluciones latinoamericanas. Se olvida de modo interesado el cambio de paradigma que significó para los autores de la Revolución el surgimiento del concepto “Independencia” creado por los americanos del Norte y del Sur. Los Diarios de Franklin, quien fue el primer Embajador de los Estados Unidos en Versalles, muestran la difusión de las nuevas ideas libertarias. Jefferson, que fue Embajador en la víspera de la Revolución, se presentó en la Corte escoltado por una hermosa negra norteamericana, que era su mujer, algo que causó escándalo en la sede de la “pureza de sangre”. El interés por su persona y por las novedades americanas era tal, que Jefferson fue invitado a todos los salones de entonces. Y luego están Francisco de Miranda, Pablo de Olavide, Vizcardo y Guzmán, los cuales pasaban temporadas en París y mantenían relaciones amicales con los embajadores norteamericanos en Londres y París. Téngase presente que 14 años después de la Americana, se inicia la Revolución en Francia y tres años después se produce el cambio de régimen (1792): la abolición de la monarquía. Y cuando digo Revolución Americana, estoy incluyendo en el proceso a América del Sur: las cancillerías, los hombres ilustrados sabían de los movimientos revolucionarios que se producían en el subcontinente, especialmente el de Túpac Amaru. Pero no solamente éste. Los historiógrafos ingleses por ejemplo han estimado que no había día en que no se produjera un conato de resistencia en el Caribe. No había en consecuencia un esclavismo pasivo como tampoco hubo una opresión pasiva y receptiva del lado del mundo indígena. Y por último tengamos en mente a Inglaterra, que se interesó mucho por lo que haría posible, con la derrota de España, la libertad de comercio en esta parte del mundo. Inglaterra, que era una potencia en búsqueda de la hegemonía, sabía muy bien qué tanto de comercio había aquí: el oro, la plata, la madera, las frutas, las papas, etc. Es necesario investigar tanto en los archivos diplomáticos como en los archivos de las antiguas prefecturas de Londres, París o Cádiz la actividad de las logias y de los grupos de conspiradores “españolesamericanos” que actuaban es estos países. El Acta de París, concebida y suscrita en aquella ciudad en diciembre 232

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de 1797, fue patrocinada por el General Miranda, contando además con el aval de los comités de activistas e ideólogos de la independencia que estaban en París, Londres y el resto de Europa. Entre ellos, se cuentan Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, Manuel de Solar, Sucre, Pedro José Caro, Pablo de Olavide, y probablemente Antonio Nariño, el precursor neogranadino. Referente a los apoyos externos propone: “Una alianza defensiva formada por Inglaterra, los Estados Unidos de América y América meridional, se desprende fácilmente de la naturaleza de las cosas, de la situación geográfica de cada uno de los tres países…y del carácter de las tres naciones, por lo que es imposible que esta alianza no sea de larga duración, sobre todo si tenemos cuidado de consolidarla en su forma mediante la analogía política de los tres gobiernos, es decir, por el disfrute de libertad civil sabiamente entendida (4)”. Este acta fue enviada a los gobiernos de Inglaterra y Estados Unidos, a través de sus embajadores en París, que mantenían una relación fluida con los principales portavoces de los independentistas. Hay que incorporar esta dimensión geopolítica también por otras razones: por ejemplo, en 1798 los revolucionarios franceses le proponen al General Miranda ir a derrocar una insurrección negra, germen de la Revolución Haitiana. Sin embargo, él se opone, argumentando: “no voy a ser un agente de la expansión revolucionaria de Francia”. Era claro, se había declarado la República, pero no la liberación de las colonias que mantenían. Ellos eran revolucionarios pero no antiesclavistas o anticolonialistas. Había comenzado el expansionismo de la Revolución francesa que acabó instalando el Imperio Napoleónico y los proyectos coloniales decimonónicos. Tanto Inglaterra como Francia estaban muy interesadas en los procesos americanos por intereses económicos y estratégicos. Lástima por Rousseau, pues una de las embarcaciones más conocidas de la trata negrera llevaba el nombre del ilustre pensador (y Voltaire poseía bonos de la Compañía de Indias, que le daba estupendos dividendos gracias a la trata). III. Un tercer elemento es -digámoslo así- epistemológico. ¿Qué significa, qué ha significado para la Ciencia Política, para el Derecho Interna-

(4) Bohórquez, op. cit.

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cional, para la Historia de las naciones el Proceso de Independencia? Éste era un concepto tan de vanguardia que los enciclopedistas no lo incluyeron en la Enciclopedia. Si revisamos la Enciclopedia, podemos encontrar tres o cuatro acepciones de independencia: la independencia del hijo frente su padre, del esclavo frente al amo, pero ninguna se refiere a la dimensión política y colectiva. Como todo concepto pretende expresar una realidad, la formación de los conceptos es histórica, son procesos sociohistóricos. Primero es el hecho mismo, luego es la noción que se tiene de él, después es una categoría. Por ejemplo, tenemos un hecho cualquiera, luego éste es un titular de periódico, luego la tesis de un escrito y así va avanzando hasta que se le considere un concepto de hecho y de derecho. Así pasó con este concepto forjado en tierras americanas, primero se decía “Viva el Rey, abajo la corrupción local”, luego surgió la palabra separatismo, después emancipación, hasta que se acuñó el término independencia y se produjo una revolución epistemológica. Gracias a este concepto, se generó una revolución en el orden colonial impuesto por las potencias, de la que se sirvieron luego otros continentes como África, Asia y Europa central. Esto se olvida con frecuencia porque la historiografía europea y latinoamericana a menudo repite: “nosotros les dimos a Rousseau para que ustedes hagan su independencia, además los uniformes eran napoleónicos”. Efectivamente se leyó mucho a los ilustrados, y los insurgentes utilizaron a veces uniformes y tácticas que correspondían a la tradición militar napoleónica pero incluso en esto hubo muchísima creatividad política y militar. San Martín constituyó su Ejército del Sur reclutando mapuches, guaraníes, aimaras, negros libertos y cimarrones, y recurrían tanto a las guerrillas, las montoneras y a la guerra formal (5). En otro ámbito, ¿cómo se podían organizar institucionalmente estos 25 millones de kilómetros cuadrados?, ¿cómo elegir las autoridades? Miranda decía: “no, para la América del Sur es necesario un Inca”. No es que ellos tendrían un Inca del Cuzco, sino que se elegirían dos representantes llamados así, uno para la Capital, otro para que viaje por todo el Continente. Estaban creando, estaban haciendo propuestas. Se discutió también si la división administrativa sería en unidades territoriales como las municipalidades, los condados (siguiendo la tradición inglesa) o las prefecturas (siguiendo (5) Hugo Chumbita. Hijos de la Tierra. Emecé Editores. Buenos Aires 2004. 295 pp.

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la visión administrativa de Francia). Era -claro está- un desafío enorme cómo organizarse territorialmente. Otro tanto sucedía con la propuesta de creación de una Confederación de Provincias del Sur, tal como se había planteado en Argentina. El experimentalismo, hacer su propia experiencia, es entonces una tradición de este Continente. Así acuñamos la palabra independencia, que luego vinculamos con la autodeterminación de los pueblos y luego en el siglo XX, en una de las tantas evoluciones, la Doctrina Estrada no injerencia en los asuntos internos de las naciones y de los Estados. Hemos hecho una contribución al mundo en el plano jurídico-político que hay que valorar. IV. Esta tradición de experimentación se manifiesta plenamente hasta hoy. Ello se advierte en la dificultad que tiene la ciencia política convencional, la sociología europea y norteamericana de calificar a los regímenes de nuestra región. No entiende la floración de proyectos alternativos. Lo más fácil es decir: “es populista, es heterodoxo”. No han entendido así por qué el PRI gobernó 70 años ni tampoco entendieron lo que es el Peronismo y por qué gobierna hoy en día. Es decir, con las categorías que emplean no pueden entender esta realidad inasible para ellos. Cuando algo escapa el canon establecido, dicen: “no, eso es un Gobierno autoritario”. Un líder del Caribe no tiene porque actuar igual que un ministro suizo. Puede ser que se hable alto y fuerte en estas tierras broncas, pero no tiene nada de autoritario. A este modo de ser expresivo del hombre americano, se le llamaba el Rusticatio Americano, lo decían en latín además. Sin embargo, fue precisamente ese modo franco que le dio éxito a Francisco De Miranda (hasta con Catalina II, zarina de Rusia). En estos momentos que se rompen muchos paradigmas de la modernidad, nuevas propuestas surgen a partir de enfoques antes no tomados en cuenta. La sabiduría estratégica china, la sagesse africana, el Arthasastra Hindú (6), las teorías de la complejidad y el caos, son una fuente para repensar los problemas del mundo. Esto muestra una gran versatilidad para pensar en nuestra propia realidad. Repensemos sin complejos nuestros proyectos políticos. Hace unos años fui testigo de un debate (6) Kautilyan. Arthasastra. Traité de Politique. Editions du Felin, Paris 1998, 155 pp. Han Fei. El Arte de Gobierno (escrito quinientos años antes de Cristo). Existe edición en español.

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entre un presidente a quien se le acusaba de populista, Luis Echeverría, y Alain Touraine, sociólogo francés que trabajó el tema del populismo Latinoamericano. En medio de la disputa, Echeverría respondió: “usted me acusa de ser populista porque yo hago una política popular”. El ex presidente de México argumentó: nosotros no somos una sociedad industrial con un proletariado mayoritario o con una gran clase media, ni tampoco contamos con una cobertura social para atender las necesidades de la mayoría de la población. Es por esto que aquí las políticas tienen que ser pluriclasistas, sino el Estado no tendría legitimidad. Hoy mismo, los actuales procesos tienen dimensiones geopolíticas y estratégicas, que se dan en Brasil, Bolivia, Venezuela, Argentina, Nicaragua y ahora Ecuador, y son gobiernos que difícilmente entran en los modelos imperantes o las categorías sociológicas europeas o norteamericanas, significa que es necesario que aprendamos también a formular nuestras propias categorías. Que en Chile una mujer asuma la presidencia, eso también es apertura. En nuestras tierras existe por tanto una tendencia que podemos identificar como experimentalismo y una apertura creativa hacia el mundo. V. Me gustaría mencionar en esta última parte los desafíos de la globalización hoy, es decir, cuáles son los retos que enfrentarán nuestras naciones en este período de Conmemoraciones. Uno de los participantes, Hugo Chumbita, se preguntó cómo vamos encontrar al 2010 y lo hizo desde la realidad de Argentina, yo quisiera hacerlo a nivel regional. La primera gran novedad es la presencia de nuevos actores de la política internacional, un nuevo orden mundial con la China, la India, Rusia, Corea del Sur, Brasil. Un estudio prospectivo del Banco Mundial dice que en el 2020 estos cinco países estarán en el Grupo de los Diez y otros se despedirán, tal vez Inglaterra, Italia, Francia. En este nuevo esquema, no hay que perder de vista que la entrada de la China, de la India o de Rusia, podría jugar a nuestro favor en tanto que tienen una tasa de crecimiento elevado, del orden del 9% como sucede con China, lo que hace que nuestras materias primas sean sumamente codiciadas. ¿Qué políticas tendremos con nuestros recursos naturales?, ¿cómo vamos a manejarlos para favorcer a nuestras naciones o al mercado global? Ellos son los que hacen viables tanto el crecimiento económico de 236

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estas nuevas potencias como la superación de nuestro retraso. Aquí hay decisiones cruciales a tomar. Esto nos plantea además un tema muy serio: en el supuesto que China dirigiese el nuevo orden mundial -es claro que esto puede ocurrir-, ¿cómo va a ser nuestra relación con la China y con los Estados Unidos? Si esto ocurre, tendríamos entonces un tipo de acercamiento distinto con los Estados Unidos. Un libro de reciente aparición que llamó la atención es “Who are we? (¿Quiénes Somos?) de Samuel Huntington (7). Un capítulo está dedicado a los “latinos”. Esto es interesante, pues es la percepción de un agudo científico social sobre la primera minoría de Estados Unidos (en este país hay en este momento 35 millones de hispanohablantes, 35 millones de primos que nosotros tenemos allá). En él, afirma que el modelo de vida de los latinos o hispánicos es muy atrayente: tienen una gastronomía condimentada, bailan salsa, tango, saben cantar, tienen sentido de la familia, son católicos, etc. Se produce de esta manera una mezcla entre culturas, que incluye un gran número de matrimonios mixtos. Se da entonces un fenómeno de mutua influencia. Y estos 35 millones mueven 10 mil millones de dólares semanales entre viajes, comidas, discos, ropa, etc. Es por esto que Samuel Huntington, Consejero del Departamento de Estado, considera que Estados Unidos es hoy no solamente anglosajona, sino también hispanoamericana y bilingüe. Otro tema crucial es la reducción de la pobreza. En un continente marcado por una gran desigualdad, la conflictividad social es muy grande. Efecto de ello es una institucionalidad deficiente. Tenemos instituciones que no duran mucho tiempo, gobiernos que no concluyen su mandato. En varios países, el 40% de la población está en la franja de la “pobreza extrema”. No es posible llegar al 2030 con cifras que harían contradictorio el mensaje de libertad, igualdad y equidad contenido en las gestas de emancipación. Tenemos que proponer cambios estructurales, crecimiento con equidad, redistribución, fomento de la participación social a través de la vida asociativa. Un desafío de extrema importancia es la preservación de la biodiversidad y el uso adecuado de los recursos acuíferos. Una constatación

(7) Samuel P. Huntington. Who are we ? The Challenge to America’s National Identity. Simon & Schuster. New York 2004, 488 pp.

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simple es que no hay suficiente agua en el mundo y los complejos ecosistemas de nuestro planeta están al borde del colapso. Las guerras futuras van a ser guerras por el agua, y van, por la apropiación de la biodiversidad. Nuestra región tiene el 40% de la biodiversidad planetaria: el Chaco, la Amazonia, la gran biodiversidad de los países andinos, Costa Rica, Cuba, México. Nuestra región forma parte del exclusivo Grupo de los Doce, que son los doce países con mayor biodiversidad planetaria. A pesar de esto, en los países de la región existen importantes carencias en la gobernabilidad del medio ambiente, el manejo adecuado de los recursos hídricos y el desarrollo sostenible. Es necesario, para que se cumpla uno de los objetivos del milenio propuestos para el 2015, que el Estado tenga un papel más activo en la resolución de conflictos entre los intereses privados y los bienes que por su naturaleza pertenecen al conjunto de la población. En estos precisos momentos, en la Amazonia una especie de árbol está desapareciendo debido a la tala indiscriminada, un río en los Andes es contaminado por relaves mineros y en las selvas de Costa Rica los campos de cultivo desplazan la flora existente. Quisiera terminar mencionando el diálogo de los pueblos, la interculturalidad. En este momento en que se revalorizan los pueblos originarios, se acrecienta un diálogo intercultural en nuestro Continente. Una recuperación de nuestra identidad es recordar nuestros orígenes, posibilidad misma de toda conmemoración. Nuestros orígenes que son a la vez la fusión de pueblos indígenas, hispánicos, africanos y -no lo olvidemoslusitanos, por nuestro hermano Brasil. Interculturalidad que estuvo presente en el origen mismo de nuestros próceres. El historiador Hugo Chumbita realiza una lectura multicultural a propósito de la identidad étnico-social real de algunos próceres de la independencia. Su investigación muestra, documentos en mano, que José de San Martín era hijo de una joven guaraní; Bernardo O’Higgings tenía por madre una joven de origen tehuelche (la familia Riquelme) y Simón Bolívar como Bernardo Monteagudo tenía orígenes afro-americanos. Esto explicaría algunas de las decisiones y comportamientos de estas grandes figuras por los pueblos más oprimidos de América (8). Hay señales que pueden llenarnos de esperanza. El español será hablado por 700 millones hacia el 2020. Brasil se ha propuesto para ese año

(8) Chumbita, op. cit.

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ser un país bilingüe: hablar español y portugués y para eso preparan a más de 25.000 profesores. Hay cambios geopolíticos y todo esto resulta alentador. Todo depende de una gestión política sabia, visionaria y de largo plazo. Gobernar es saber. Gobernar es prever (9). VI. ¿Qué aprendizaje hemos hecho de dos siglos? En América palpita una alteridad política, económica y cultural, un campo abonado para la innovación y la experimentación basada en su propia realidad (10), impulso plenamente vigente hoy en día si se observan con atención los diversos procesos políticos que afloran en la región: Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Nicaragua, Cuba, Chile, Ecuador, donde en medio de la tensión entre fuerzas políticas creativas y fuerzas repetitivas surgen al fin vías alternativas (11), propuestas societales innovadoras, medidas económicas endógenas, democracias abiertas a la diversidad étnica y de género para poder escapar así a los modelos hegemónicos impuestos y experimentar caminos propios para alcanzar la justicia social, la equidad económica y hacer de la democracia una idea menos ilusoria.

(9) Edgar Montiel, Gobernar es Saber. Formar hombres y mujeres de Estado para la Nación. FCE, Lima 2005. 105 pp. (10) Edgar Montiel, El Humanismo Americano. Filosofía de una Comunidad de Naciones. FCE. Lima 2000, 310 pp. (11) La riqueza y variedad de los planteos y movimientos alternativos lo han recogido Hugo E. Biagini y Arturo A. Roig en tres volúmenes dedicados al Pensamiento Alternativo en Argentina y América Latina, publicado en Buenos Aires (editorial Biblos 2004).

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Identidad argentina y compromiso latinoamericano. De Mayo a la Unión Meridional de Naciones Dr. Hugo E. Biagini

¿Hasta qué punto podemos partir aludiendo al compromiso latinoamericano cuando han sobreabundado los lugares comunes acerca de nuestro acendrado rechazo o distanciamiento hacia el resto del continente, a saber: Argentina, “el único país blanco al Sur de Canadá”, una perla en la corona británica, etc; Buenos Aires como la Atenas del Plata, el París americano, la Cartago del Sud, o los chistes sobre el carácter suficiente de nuestros compatriotas como los yanquis del sur y como una nación poblada por italianos que hablan en español, piensan en francés pero en el fondo quieren ser ingleses... El ciclo revolucionario Así y todo, también cabe observar que, a diferencia de los enfoques reduccionistas que acentúan los rasgos puramente imitativos de nuestra cultura general y nuestro alineamiento automático con los poderosos, ya durante el ciclo emancipador, encabezado por ciudades como la de Buenos Aires -supuestamente de espaldas al interior y a nuestra América-, se perfilaron claros posicionamientos tendientes a perseguir la especificidad socio-política e intelectual de lo americano, a sobrepasar las 241

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barreras geográficas en favor de la unidad continental; una integración fáctica que fue puesta de manifiesto, por ejemplo, en distintas latitudes como en tierra peruana, donde confluyen tantos patriotas latinoamericanos a romper con el yugo español. Bastaba haber nacido en América para poder actuar en cualquier parte del continente como oriundo de Ella. Los ejemplos son innumerables. Hubo oficiales argentinos al mando del ejército chileno y centenares de voluntarios chilenos […] pelearon por la libertad del Plata como la del propio país. Parecida solidaridad se manifestó en las luchas que tuvieron como escenario la Nueva Granada y Venezuela, alternativamente. Luchando por la emancipación del continente se trabajaba por la de la patria pequeña.(1) La misma gesta emancipadora fue visualizada como un gran esfuerzo continental, como una revolución americana. Además se trataba de instrumentar un programa vasto y orgánico que venía recorriendo nuestras tierras de un extremo a otro a través de expositores tales como Miranda, Monteagudo, Bolívar o Andrés Bello hasta llegar a la Guatemala de José Cecilio del Valle, quien afirmaba: “La América será desde hoy mi ocupación exclusiva. América de día cuando escriba: América de noche cuando piense. El estudio más digno de un americano es América” (2). El mismo Del Valle presenta un proyecto de alianza sudamericano que será retomado una ilustre figura de nuestra propio suelo, como fue el caso de Bernardo Monteagudo -lugarteniente de San Martín y asesor de Bolívar-. Concluidas las guerras de la Independencia, en su Ensayo sobre la necesidad de una Federación General [y una Liga Republicana] entre los Estados Hispanoamericanos, Monteagudo exhorta a la unión continental para neutralizar los afanes anexionistas de aquellos bloques que, al estilo de la Santa Alianza, “condenan la soberanía de los pueblos”. En esa pieza anticipadora, Monteagudo señalaba los fundamentos profundos sobre los cuales podía sustentarse su proyecto integrador, que implicaba ingresar en el sistema de la mayoría como “el único capaz de dar a la América, que por desgracia se llamó antes española, independencia, paz y garantías”: Existen entre las repúblicas hispanoamericanas –aducía Monteagudo– (1) Roubik, C. y Schmidt, M., Los orígenes de la integración latinoamericana. México. IPGH, 1994. (2) Citado por Carrilla, Emilio, La literatura de la independencia hispanoamericana, Buenos Aires, Eudeba, 1964, pg. 23.

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afinidades políticas creadas por la revolución, que unidas a otras analogías morales y semejanzas físicas, hacen que la tempestad que sufre, o el movimiento que recibe alguna de ellas, se comunique a las demás, así como en las montañas que se hallan inmediatas se repite sucesivamente el eco del rayo que ha herido alguna de ellas. (3) Dichos planes autoctonistas denotaron también la negación de una Europa sumida en las peores tinieblas de la monarquía y empeñada en someter a los salvajes americanos sin admitir los avances considerables que esos supuestos bárbaros se hallaban protagonizando y que ponían un fuerte mentís a su pretendida inferioridad; avances ejemplares como los de la moral republicana y el propósito de edificar institucionalmente una nueva humanidad y una nueva nación a través de hondos sentimientos patrióticos sin exclusiones chovinistas. Componentes que no pudieron ser cumplimentados por las truncas epopeyas del siglo XIX y que todavía aguardan su más cabal realización. Los intereses oligárquicos e imperiales pudieron promover la disgregación y el desmembramiento de nuestros países o su fusión indiscriminada con diversas potencias dominantes. Pese a las presiones externas y locales que terminaron por imponer la división territorial, comienza a insinuarse por aquella época la idea de una patria y de una ciudadanía común, la concepción de América Latina como un mismo país diferenciado de España, el credo sobre la unión moral de nuestras repúblicas y sobre una Federación de Estados Hispanoamericanos. Con la gesta misma de Mayo, con los primeros gobiernos patrios, con la Asamblea del XIII o con la constitución de 1819, se verifica en dichos exponentes una nítida reivindicación de nuestros aborígenes, no sólo en su condición humana y civil sino también por erigirse en valiosos símbolos a emular: “vamos a ser independientes o morir como héroes, imitando a los Guatimozines y Atahualpas”. Otros patriotas asumen una postura similar: Manuel Belgrano les suspende a los indígenas paraguayos el tributo que debían rendir y en el Congreso de Tucumán propone un gobierno para las Provincias Unidas encabezado por un descendiente directo del incanato; el libertador chileno Bernardo O’Higgins incitaba en quechua a los indios del Perú para que se alzaran contra los espa-

3 B. Monteagudo, Revolución, independencia, confederacionismo, Buenos Aires, Grupo Editor Universitario, 2006, pp. 146, 144.

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ñoles y busca una análoga reacción por parte de los nativos australes evocando sus luchas identitarias. Varias disposiciones de la Asamblea Constituyente de 1813 fueron traducidas al guaraní, al quechua y al aimará; estamos refiriéndonos a un corpus republicano antológico en el cual se resolvió, entre otras avanzadas ideológicas, abolir la esclavitud y la servidumbre, los tormentos y la tortura, los títulos nobiliarios, los juramentos y la invocación a Dios en los juicios y contratos (4). En torno al centenario Un capo laboro en esa misma dirección fue emprendido por el sociólogo Alfredo Colmo, en su libro Los países de AL (1915), a cuyos habitantes, por mentadas razones climáticas les endilgó un rosario de disvalores caracterológicos: por ejemplo, considerarlos como seres impulsivos, volubles y contradictorios, carentes a su vez de método, espíritu laborioso, seriedad, sentido práctico, moralidad y, según Colmo, “de lo que hay más noble en el hombre”: iniciativa, espontaneidad e independencia; para el mismo autor, los latinoamericanos, a diferencia de los británicos y los estadounidenses, eran considerados fanáticos, autoritarios e improvisados, por querer “hacer en 24 horas y para siempre lo que requeriría meses y años de consagración”. En diversos congresos científicos internacionales, efectuados en Buenos Aires durante los fastos de 1910, se objetó el sentimentalismo pro-aborigen y se puso de relieve la incompatibilidad entre civilización e instituciones occidentales y población india o mestiza; asimismo, se llegó a cuestionar la cruza entre tipos opuestos por producir un resultado híbrido inferior (psíco-fisico y etico), algo “disolvente y corruptor”. Joaquín V. González, en El juicio del siglo, festejó la eliminación del indio fronterizo, al cual calificó como un “monstruo” antinacional con el cual no debe mezclarse la sangre seleccionada y pura de la raza europea (5). Desde un perfil etnocéntrico, se restringía o subordinaba los valores humanos principales a un acotado núcleo geográfico o nacional, por ejemplo, a la luz del triunfalismo occidental, al legado europeo y nordatlántico, cuya supremacía era sostenida a rajatabla. Dentro de ese conglomerado ideológico se acentúa

(4) Cfr. H. E. Biagini, “El republicanismo en acción”, en F. Colom González (ed.), La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico, vol. 1, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2005. (5) Más consideraciones sobre el particular, en H. E. Biagini, Filosofía americana e identidad, B. Aires, Eudeba, 1989 y La generación del Ochenta, B. Aires, Losada, 1995.

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la noción de extranjería y el intento de levantar murallas ante lo desconocido o diferente. El racismo y luego la mentalidad fascista han visto al otro como un enemigo a exterminar: desde los herejes al indígena y desde los judíos al subversivo. Sin embargo, paralelamente a esas concepciones pigmentocráticas, que estuvieron acompañadas en distintas épocas por una fuerte represión a los movimientos sociales y a los partidos populares, se fueron reanudando los planteamientos indoamericanistas –como los de Manuel Ugarte o Ricardo Rojas- y se buscaron arquetipos culturales surgidos del propio medio circundante. A la luz de distintos avances políticos e institucionales posteriores al Centenario se va configurando un camino integrador que, ante una modernización excluyente, promueve el desarrollo nacional y social con actitud crítica y democratizadora. Mientras la plataforma latinoamericanista se enfrentó con fuertes obstáculos tendientes a agudizar las divisorias fronterizas, van aumentando las referencias a Estados Unidos como a una plutocracia expansionista, en lugar del hermano mayor como se lo visualizó durante el siglo XIX. Durante el período de alta ebullición transformadora que va de 1900 a 1930 ha abundado la ensayística socio-política en torno al problema de la integración y a la necesidad de establecer ligas continentales defensivas. También ha estado entonces presente la narrativa imaginaria sobre sociedades ideales, lo que hace propiamente al género utópico en el cual se destaca una pieza titulada, A través del porvenir. La Estrella del Sur, en estrecha conexión con la metrópoli porteña. Buenos Aires, en vísperas del primer centenario, resultaba la ciudad más importante del hemisferio sur y la segunda en el orden latino, tanto desde el punto de vista de su crecimiento económico como de su receptividad sociocultural. La exaltación de la capital meridional como urbs magna cobra perfiles llamativos en una subyugante pieza predictiva escrita hacia 1903 por el polígrafo español, Enrique Vera y González, quien formó parte de los primeros contingentes republicanos que arribaran a la Argentina desde la península. En La Estrella del Sur, Vera y González, valiéndose de un viaje hipnótico, traza una predicción en torno a los inicios del siglo XXI, signado por extraordinarios avances científicos que habían permitido eliminar el hambre y la miseria, introducir el cooperativismo y la jornada laboral de cuatro horas, impulsar trenes a mil kilómetros por hora o medir la fuerza moral y mental de los individuos. En ese tiempo hipotético, hacia 245

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el 25 de mayo de 2010, la Argentina marcha a la cabeza del desarrollo científico y la rutilante Buenos Aires reviste dimensiones colosales: “un océano de viviendas,” 300.000 km de calles y unos ochenta millones de habitantes distribuidos equilibradamente. Además de constituir la capital de una “supernación” como Argentina, Buenos Aires había sido elegida como capital de una Confederación Latinoamericana en vigencia y termina convirtiéndose en la principal metrópoli del mundo, por encima de Nueva York. En el centro de la ciudad aparece emplazada una estatua de 512 metros como símbolo de “La República Argentina difundiendo la libertad en América del Sur”. En esa obra futurista, mientras se visualiza para el año 2010 a una Argentina ideal, como país de enorme peso que combate los monopolios financieros, Estados Unidos se muestra en cambio como preso de los trusts y de un capitalismo desenfrenado, enunciándose de este modo el contraste entre ambas formas de desarrollo: “En los Estados Unidos hay 450 millones [de habitantes] y no viven, por cierto, mejor que nosotros; pues la lucha por la existencia es allí más ruda, por la exageración del feudalismo industrial y propietario. Allí alcanzan fabuloso poderío las personalidades vigorosas y también las favorecidas por las circunstancias, pero los vencidos por la vida y aplastados sin compasión se cuentan por muchos millones. También aquí tienen premio, y no escaso por cierto, los hombres excepcionales que prestan servicios de valía a la colectividad; pero nos preocupamos mucho de los débiles y no identificamos la desgracia con el crimen. Necesitamos muchas pruebas para definir como parásito a un ser humano […] En suma, hemos aplicado una gran dosis de socialismo a nuestra organización” (6). Asimismo, en esa prospectiva centenaria, junto a la declaración de principios y a la toma de posición, se destaca cómo se han zanjado las asechanzas norteamericanas sobre el continente, pese a los diversos intentos finalmente fallidos que se habían realizado por parte de los Estados Unidos para apoderarse de nuestros dominios: “Venezuela, Colombia previamente desmembrada y Centro América fueron invadidas en 1950 por los Estados Unidos y hubieron de libertarse a costa de grandes sufrimientos. Las amenazas de absorción llegaron a ser tan duras que se

(6) E. Vera y González, Buenos Aires, La Sin Bombo, A través del porvenir. La Estrella del Sur, 2da. edición, 1907, pp. 84-85.

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impuso la más estrecha inteligencia entre los países de nuestro idioma […] y entonces se echaron las bases de la Confederación Latinoamericana […] Ahora ya no estamos en el caso de temer guerra con los Estados Unidos ni con cualquiera otra nación o grupo de naciones [con] más de 800 millones de habitantes [para la Confederación]. Los Estados Unidos, contando el Canadá, tienen, según el censo del último trimestre […] 606 millones de habitantes de modo que no saldrían bien librados en una lucha. [Además] Las repúblicas unidas de Iberia, con sus sesenta y cuatro millones de habitantes, están aliadas de corazón a los intereses sudamericanos y otro tanto sucede con Italia (7)”. Un pronóstico que, más allá de su desacierto y su trasfondo tecnocrático, reflejaba muchos afanes incumplimentados para establecer una América más fraternal y equitativa. Doscientos años Que los Estados Unidos del Sur, que ahora sí parecen más a punto de preanunciarse bajo la égida de gobiernos menos impopulares, puedan llevar a mejor puerto a un continente irredento. Ello dependerá por cierto de los intereses que vayan en definitiva a instrumentarse. Un programa como el de la integración regional, que suscitó tantos desvelos generacionales, no puede quedar meramente librado al hombre de negocios o a un empresariado escasamente innovador como sucede en la mayoría de nuestros países latinoamericanos. No deberá ensayarse más que un recetario ultraconocido: desalentar la mentalidad rentística, las políticas monetaristas que han conducido a un verdadero Estado de Malestar y la práctica de asimétricas relaciones carnales con los poderosos. Por otro lado, priorizar la producción, las demandas comunitarias y las grandes zonas marginadas, en suma, atender la deuda social antes que la externa, la cual ha ido hipotecando hasta el futuro para el grueso de la población. Tras mucho más de un siglo de aislamiento y luchas fraticidas en Nuestramérica, agravado en la década del noventa por la aplicación indiscriminada del dogma neoliberal y sus gravísimos efectos sobre el mismo caballito de batalla de la productividad, se ha creado un organismo supranacional que, de cumplimentarse su cometido primordial -acceder a

(7) Ibidem, pp. 86-87.

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una modernización inclusiva- cabría referirse a una utopía realmente a vivir, según nos lo formula la Comunidad Sudamericana de Naciones, instituida en el Cuzco a fines de 2004. A través de ese organismo podría irse plasmando el sueño del Novecientos de revitalizar una patria y una ciudadanía comunes; cuando se insinuó una vía de integración similar a la que nos hallamos hoy atravesando, en la cual, frente a un modelo excluyente, se promueva el desarrollo nacional con actitud crítica y democratizadora. Dicha preocupación se ha hecho presente en muy diversas manifestaciones de la intelligentsia nacional en las cuales se ha enfatizado, con mayor o menor medida, la unidad y peculiaridad de nuestra América o se ha intentado preservar y promover el patrimonio común tanto en el orden material como en el plano simbólico. Dicha temática, en la cual se enlazan diferentes tradiciones políticas e intelectuales, trasciende la esfera erudita para convertirse en uno de los desafíos primordiales de todos los tiempos y muy en particular en un imperativo de máxima vigencia, ante la necesidad de recuperar equitativas expresiones identitarias y apuntalar programas representativos como el del MERCOSUR y como la de la más reciente iniciativa para establecer un espacio institucional común mucho más dilatado como el aludido de la Unión Sudamericana. Además de concentrarse en ese superbloque quince países de distinta membresía –con una población superior en 100 millones a la de Estados Unidos y una superficie equiparable a la mitad del continente– se contempla en él a largo plazo nuestra unificación constitucional, jurídica, política, parlamentaria, monetaria y aduanera. Interin se han proyectado varias obras ambiciosas en materia de integración física, como una carretera interoceánica y un anillo energético, sin que ello denote forzosamente una plataforma tecnocrática, pues las áreas prioritarias se han focalizado en la lucha contra las asimetrías sociales y en la atención a diferentes sectores del campo popular. Semejante Unión Sudamericana podría convertirse en la quinta economía mundial, como primera exportadora de alimentos, de la mayor biodiversidad y reserva ecológica, con su vasto caudal en agua dulce, bosques, minerales e hidrocarburos, sumado a la gran demanda de materias primas proveniente de India y China. También está prevista la implementación de un Banco Sudamericano que permitiría absorber los 200 mil millones de dólares depositados en el Norte y prestados a 248

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su vez a los propios países depositantes, lo cual ha hecho que América Latina contrajera deudas impagables. A todo ello se añade una serie de medidas de distinto tenor: organizar las fuerzas Armadas del Sur, promover el turismo regional mediante la interconexión aérea, privilegiar el comercio dentro del bloque, sin desestimar los acuerdos con otras naciones hacia un mundo multipolar. No se trata, como se ha pretendido invalidar, de un panorama improvisado, de una quimera retórica ni de un puro gesto político que procura unificar elementos inconciliables. Por lo contrario, estamos frente a la posibilidad de mancomunar países y pueblos poseedores de una afinidad histórico-cultural muy superior a la europea, que cuenta además con un respaldo de muchos años en la construcción de entidades supranacionales, por limitados que hayan sido sus logros y finalidades, desde la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) en adelante. Obviamente, el desenvolvimiento adecuado de megabloques como el expuesto (CSN) depende de diversos factores: orientación de los gobiernos que lo componen, su grado de representatividad y su accionar junto a los nuevos movimientos civiles. Entre los síntomas que permiten aguardar un porvenir más venturoso para esta nueva organización, se encuentra la prevista convergencia tercermundista, en su propia cumbre, por ejemplo, con la Unión Africana así como la Alianza Social Continental que la misma CSN ha convocado para alentar una legítima integración de los pueblos. Ello podría implicar un eclipse o una recomposición de espacios como el MERCOSUR, comúnmente inclinado hacia una lógica fuertemente capitalista y hacia la profundización de las desigualdades regionales, en detrimento de los intereses nacionales y laborales; lo cual no le ha restado empero una considerable utilidad en varios órdenes de cosas: el amparo a regímenes frágilmente democráticos como el paraguayo, el crecimiento internacional del Uruguay, el aumento sustancial del comercio intrabloque, la neutralización de crisis financieras agudas como las que vivieron Brasil y Argentina. A la postre, como ha señalado Modesto Guerrero (8), la cuestión de la unidad latinoamericana constituye una tarea de liberación sólo realiza-

(8) En su libro El Mercosur, Caracas, Vadell, 2005.

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ble por las clases oprimidas y los sectores sin ataduras con los poderes imperiales. Pueden rechazarse así motivaciones tan frívolas como las sugeridas por un alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, para dar cuenta de las fracturas supuestamente terminales que vienen padeciendo los bloques subregionales cuando se refirió a “la incapacidad para trabajar juntos” (9); un simplismo que nos retrotrae a las peores justificaciones del coloniaje. Con el avance del nacionalismo defensivo y de las izquierdas gubernamentales, el panorama en materia de integración, reflejado también en otras postulaciones como las de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) o el de una Comunidad Antiimperialista de Naciones, resulta bastante más alentador que la perspectiva ofrecida por los años ’90 en esmerados trabajos de científicos sociales como el de Darío Salinas en sus conclusiones: “En lo que va de la última década ningún país latinoamericano […] ha conseguido nada significativo, y menos aún alguna cuota sustantiva de beneficio y seguridad para el bienestar de sus pueblos”(10). En tal sentido podría aludirse, comparativamente, a una especie de giro copernicano desde el horizonte sombrío de aquel entonces a la actualidad, gracias al ímpetu que ha ido cobrando el pensamiento y las salidas alternativas en nuestros suelos irredentos, a través de nuevas expresiones, movimientos, sujetos y espacios: contrapoder, democracia sustantiva, derecho indígena, neozapatismo, neobolivarismo, economía solidaria, empresas recuperadas, consumo responsable, asentamientos, asambleas barriales, piqueteros, cartoneros, “mandar obedeciendo”, “nunca más”, museo de la memoria, socialismo del siglo XXI, etcétera (11) . Ello denota una agenda más ofensiva que no se reduzca a denunciar los estragos provocados por la mercadofilia, la libertad de comercio y la libre empresa sino que bregue, contrario sensu, por la regulación estatal y por la preservación del patrimonio público. En síntesis, a diferencia de lo ocurrido con fenómenos como los de la Comunidad Europea o el Nafta (Tratado Norteamericano de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México), la idea latente de

(9) Citado por Paula Clerici en su nota, “Divide y vencerás”, Tiempos del Mundo, Zona Andina, 11 mayo 2006. (10) D. Salinas, “Gobernabilidad en la globalización”, Aportes, 19, 2002. 11 Términos que se han acuñado, v. gr., en H. Biagini y A. Roig, Diccionario del pensamiento social alternativo, en prensa.

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La visión Latinoamericana del Bicentenario - Capítulo V

una gran nación americana exhibe una tradición teórica y activa que, desde los tiempos de la Independencia, renovados con la generación del Centenario y la Reforma Universitaria, ha sido sostenida por diversos expositores y corrientes cuya divulgación ha dado lugar a un vastísimo corpus literario y político junto a una exégesis no menos frondosa. Las campañas libertadoras de América aportaron el sentimiento de una nación y una ciudadanía comunes. Tales campañas emancipadoras culminan en 1824 con la batalla de Ayacucho, sitio en el cual, un 9 de diciembre de 2004, se ha firmado el preámbulo de la Unión Sudamericana, es decir, una alianza que representa la posibilidad de crear la Patria Grande y de construir uno de los bloques más gravitantes y humanitarios del planeta.

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Capítulo VI Mayo, una utopía de libertad vigente

Silvana Giudici Ministra responsable del programa Puertas del Bicentenario

El Bicentenario del 25 de Mayo de 1810 representa para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mucho más que el simple festejo de una fecha patria. Es una oportunidad histórica para redescubrir nuestros orígenes como Nación y proyectar hacia Latinoamérica y el mundo aquel espíritu revolucionario que hoy se expresa en un ineludible compromiso para alcanzar una ciudad más justa, participativa e integrada. La cuenta regresiva hacia el 2010 ya empezó. Las “Puertas del Bicentenario” están abiertas. Desde sus orígenes, la Ciudad de Buenos Aires se caracterizó por resistir a toda forma de sujeción política. En ella comenzó el heroico camino de los revolucionarios por alcanzar la independencia en América del Sur y se bosquejó el primer modelo de integración latinoamericana, inclusión social y cambio democrático. Desde estas latitudes rioplatenses la Revolución del 25 de Mayo de 1810 contagió su espíritu libertario por todas las arterias del debilitado edificio colonial. Propuso hacia todos los confines latinoamericanos un nuevo modelo de integración social basado en el concepto de ciudadanía, terminando con la pirámide social estática de la colonia. De allí en más se sentaron las bases para consagrar un régimen de inclusión social y de igualdad jurídica y política. 255

Puertas del Bicentenario

Los dramáticos debates, los enfrentamientos y las contradicciones en el seno de la Revolución sirvieron para mostrarnos, doscientos años después, la claridad conceptual de muchos de sus protagonistas. La integración política y económica de las distintas regiones que conformaron el Virreinato fue para ellos una condición para la consagración de un futuro próspero. Así lo entendieron Moreno, Castelli, Belgrano, Monteagudo, San Martín y por supuesto, Miranda, Artigas y Bolívar entre tantos otros. No fueron pocos los objetivos cumplidos por este esfuerzo emancipador. Sin embargo, el proyecto de Mayo aún busca ser desplegado para materializar algunas de sus proclamas pendientes. Están frescos, todavía, los recuerdos del Primer Centenario de la Revolución, cuando los exultantes dirigentes del Orden Conservador organizaron los festejos con la mirada puesta en Europa. Pero los tiempos cambiaron. Si el Centenario estuvo marcado por la impronta de los inmigrantes europeos, el 2010 nos encontrará con un nuevo perfil de sociedad, que tal como aquella, seguirá integrando distintos orígenes y capas sociales. Por eso, el Bicentenario representa mucho más que una conmemoración. Constituye la oportunidad de afirmar los lazos que unen a los habitantes de Buenos Aires para consolidar una sociedad integrada, inclusiva y respetuosa de su identidad. Supone un proceso de construcción de realidades múltiples en una unidad socio ambiental que involucre a toda la sociedad porteña y que brinde un nuevo sentido a la ciudad, a su protagonismo y a su proyección hacia Latinoamérica y el mundo, Un sentido, protagonismo y proyección que trascienda las efemérides. Este Programa, “Puertas del Bicentenario”, invita a la participación de todos, de la sociedad porteña en su conjunto, para realizar un proyecto común, que abrigue las diferencias y atienda la diversidad cultural para el 2010. Para iniciar el camino, la Coordinación del Programa ha planificado espacios de reflexión basados en una serie de encuentros. Serán acciones destinadas a integrar propuestas de los diferentes Ministerios de la Ciudad, coordinar programas con el Gobierno Nacional y con diversas ciudades hermanas latinoamericanas y especialmente convocar a todas las organizaciones que representan a los distintos sectores y vecinos porteños. 256

Mayo, una utopía de libertad vigente - Capítulo VI

Pensar Buenos Aires requiere tener como cimientos las huellas de un pasado que nos hablan de compromiso, liberación e independencia, hitos insoslayables para transitar el camino hacia el futuro. Pensarla es descubrirla desde la perspectiva de la gestión pública y privada, considerando sus diferentes dimensiones; es analizar desde una mirada histórica y sociológica los procesos de construcción de su sociedad y es proponer un proyecto común que incorpore los aspectos urbanísticos, ambientales, patrimoniales, arquitectónicos y su proyección. Plantear la proyección y construcción de nuevos caminos nos remite especialmente a los niños y jóvenes, los actores del presente y protagonistas del futuro. Pensando en ellos y en la Ciudad que los cobijará, en la que completarán sus sueños y aspiraciones, de la que serán responsables y destinatarios, nos imponemos la necesidad de desarrollar múltiples acciones que los involucren de una forma activa y genuina. En este sentido, el “Programa Puertas del Bicentenario”, junto a otras áreas de gobierno, propone diferentes espacios que garanticen esta participación. La oportunidad que representa el 2010 como una meta a alcanzar nos permite proyectar tres dimensiones. La primera se expresa a través de la pregunta ¿Qué Ciudad queremos? Un interrogante que nos ayudará a pensar la ciudad como un faro que se constituya en referencia de lo regional y latinoamericano. La experiencia nacional e internacional permite vislumbrar estas celebraciones como constituyentes de hitos importantes en materia de urbanismo y planificación. Por eso, Buenos Aires 2010 priorizará los proyectos y emprendimientos que por su perfil se ajusten a los objetivos de alcanzar una definitiva reconciliación de la ciudad con su costa y el río, recuperando el espacio costero y el río como paisaje urbano porteño; desarrollo de la Zona Sur, para la promoción de emprendimientos tendientes a revertir la desigualdad de inversiones en infraestructura y servicios entre el norte y este postergado sector de la ciudad y una integración con el Área Metropolitana, para constituir un punto de inflexión en la consolidación de los vínculos y la definición de las políticas de estado que garanticen un desarrollo sustentable en el área. La segunda dimensión surge al preguntarnos ¿Con qué Gobierno la hacemos? Se trata de un importante desafío para arribar a Buenos Aires 257

Puertas del Bicentenario

2010, promoviendo un amplio debate sobre el perfil del Estado en la nueva era. La oportunidad que ofrece la nueva relación de los vecinos con el gobierno local y las futuras comunas propician un marco adecuado para establecer los ejes de ese debate y la definición de los lineamientos sustantivos de una gestión proactiva, tendiente al desarrollo de políticas de Estado en materia de cultura, educación, salud, derechos humanos y sociales, planeamiento, producción y medio ambiente. La ocasión es ideal para analizar y consensuar temas como la promoción de Buenos Aires como Capital Cultural del MERCOSUR, reafirmando su identidad histórica y sociocultural; el impulso de programas tendientes a la plena inclusión educativa, para que todos puedan recibir una educación de calidad y la garantía para todos los niños de tener la posibilidad de construir un proyecto de vida que respete sus derechos, deseos e intereses. El debate no debe pasar por alto la erradicación en forma definitiva de las situaciones de indigencia y el arbitrio de soluciones integrales para la exclusión social y la pobreza; el ejercicio de la memoria con el pasado reciente, desde una mirada que consolide nuestro compromiso con la vida y el respeto irrestricto de los derechos humanos; y el fortalecimiento del sistema público de salud, con prestaciones de calidad y políticas de transformación del área de salud mental. El perfil del nuevo Estado supone una autonomía plena, con competencias claras en materia de leyes electorales, seguridad, justicia, partidos políticos, división territorial integral y reforma administrativa. El Bicentenario es la oportunidad de jerarquizar ese Estado autónomo, obteniendo el estatus jurídico que nos está dado por la Constitución. Finalmente, la tercera dimensión propone preguntarnos ¿Quiénes participamos? Este interrogante nos conduce a involucrarnos y comprometernos, todos, ciudadanos y gobierno, en establecer de qué forma recorremos el camino hacia la ciudad del Bicentenario. Será fundamental promover la participación de los ciudadanos, sin distinción de credos, ideologías o sectores sociales. Los aportes de los consejos temáticos creados por la Constitución, como el Plan Urbano Ambiental y el Plan Estratégico, trabajadores, intelectuales, artistas, profesionales, maestros, miembros de cámaras, organizaciones sociales o grupos barriales, se convertirán en el núcleo 258

Mayo, una utopía de libertad vigente - Capítulo VI

fundamental para la formulación de ideas y la concreción de acciones con vistas a un Bicentenario de todos y para todos. Desde el “Proyecto Puertas del Bicentenario” insisto en la necesidad de comprender que el modo de relacionarnos con esta cercana conmemoración no debe limitarse a la celebración de una fecha patria. Por el contrario, habría que asumirla a través de los dos criterios centrales expresados a lo largo de mi exposición: primero debe ser utilizada como una oportunidad para consagrar el encuentro definitivo entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las otras ciudades del país, al igual que las latinoamericanas. Todo proyecto político se enhebra con ideas y, doscientos años después, los ideales de Mayo de Libertad, Igualdad e Integración merecen ser revitalizados. En segundo lugar, y desde la gestión, el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene que considerar el 25 de mayo de 2010 como una trascendente meta a alcanzar y una oportunidad para mostrarse al mundo. Con la seguridad de saber qué camino debemos recorrer, estamos convencidos que esta década del Bicentenario nos abrirá las puertas a una ciudad más justa, participativa e integrada.

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Antecedentes de los expositores

Liliana Barela

Liliana Barela dirige el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría de Cultura, GCBA, desde 1992. Profesora de Historia, (1972) Licenciada en Historia, F.F y L, UBA (1983). Dictó Cursos y Seminarios dirigidos a docentes de todos los niveles en diversas instituciones. Organizó y coordinó Jornadas, Congresos y Seminarios relacionados a la Historia de la Ciudad y a Historia Oral. “Historiadora Porteña 1999”. Vocal de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. (1992/1995) y Presidente de la misma (2001/2002). Fue Directora Nacional de Patrimonio, Museos y Artes durante el período (2000/2001). Es Secretaria de Investigación Histórica de la Comisión de Preservación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2000- continúa). Fue Subsecretaria de Acción Cultural, GCBA, 1999). Ha realizado, entre otras, las siguientes publicaciones: dirigió la publicación “El libro del barrio” y es autora del artículo “El Barrio en el recuerdo””Barrio y Memoria”, 1992. “Otra manera de hacer historia” (en colaboración), 1992. “Manual informativo de la Ciudad de Buenos Aires” (en colaboración) 1982. Directora de la Revista de Historia Oral “Voces Recobradas”. (1992- continúa).“Los `70: Participación, compromiso y violencia” 1998. “La vigencia del pensamiento de Manuel Ugarte”.1999., Editora de la Colección Patrimonio Argentino (20002001). Autora de numerosos artículos en diferentes publicaciones nacionales e internacionales. Dirigió el Foro de Patrimonio del MERCOSUR (2001). Experta Regional por Argentina en la presentación de la Candidatura del Universo Cultural Guaraní ante la UNESCO (2000). Coordinadora de la presentación de la candidatura del Tango como Patrimonio Intangible (2000) y del la Quebrada de Humahuaca como Itinerario Cultural ante la UNESCO (2002) Presidente de la Academia de Historia de la Ciudad de Buenos Aires (2005, continúa). Presidenta de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Montserrat (2004) continúa. 263

Puertas del Bicentenario

Hugo E. Biagini

Doctor en Filosofía summa cum laude Investigador principal del CONICET Director de Investigaciones en Pensamiento Argentino, Academia Nacional de Ciencias. Director del Centro de Estudios Históricos, Universidad Nacional de Lanús. Cofundador del Corredor de las Ideas del Cono Sur Publicó una veintena de libros que han cosechado numerosos premios y distinciones en el país y el exterior, entre ellos: La generación del Ochenta, cultura y política Filosofía americana e identidad, Historia ideológica y poder social, Intelectuales y políticos españoles a comienzos de la inmigración masiva, Fines de siglo, fin de milenio, La Reforma Universitaria: antecedentes y consecuentes. Utopías juveniles: de la bohemia al Che. Lucha de ideas en Nuestramérica.

Carmen Bohórquez

Venezolana. Profesora Emérita Titular de la Universidad del Zulia. Ha publicado numerosos libros, artículos y ensayos sobre temas filosóficos, históricos y sobre Francisco de Miranda. Ha sido Directora de investigación del Instituto “Rómulo Gallegos”, de Caracas, directora de Relaciones Internacionales del Ministerio de la Cultura y presidenta de la Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Expedición Revolucionaria de Francisco de Miranda. Dirige la Oficina de Coordinación a nivel mundial de la “Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad”, capítulo Venezuela. Entre sus libros se encuentra Francisco de Miranda. Precursor de las independencias de la América Latina.

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Ema Cibotti

Ema Cibotti es historiadora y ha investigado las cuestiones de la inmigración y el periodismo durante el siglo XIX en Buenos Aires. También es autora de textos de Historia para la educación básica y de libros destinados a la formación docente. Se ha dedicado a divulgar el pasado nacional en los medios de comunicación. Su último libro es Queridos enemigos, de Beresford a Maradona, la verdadera historia de la relaciones entre ingleses y argentinos, editado recientemente por Aguilar/Alfaguara. Actualmente preside la Fundación Mujeres en Igualdad.

José Carlos Chiaramonte

Nació en el año 1931, en la República Argentina. Investigador, cat. Superior, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Director del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires. Doctor Honoris Causa por las Universidades Nacionales del Centro de la Provincia de Buenos Aires y de Salta. Premio Bernardo Houssay a la Trayectoria Científica, SECyT, 2005. Entre otros trabajos, el Dr. Chiaramonte es autor de: Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina, 1970. Formas de sociedad y economía en Hispanoamérica, 1983. Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina, 1991. Nación y Estado en Iberoamérica, 2004.

Hugo Chumbita

Doctorado en la Universidad de Barcelona. Profesor Adjunto de Derecho Público en la Universidad de Buenos Aires Fue director del Instituto de Estudios regionales de la Universidad de La Pampa, también profesor titular de Historia Económica y Social Argentina y latinoamericana. Ha sido investigador del Instituto Nacional de Administración Pública. Actualmente es profesor titular de Historía Argentina y de Derecho en 265

Puertas del Bicentenario

la Universidad Nacional de la Matanza. Coautor del Diccionario de Ciencias Sociales de Torcuato Di Tella y otros. Es autor de El enigma peronista (1989), Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en la Argentina (2000), El Secreto de Yapeyú, el origen mestizo de San Martín (2001), Hijos del país: San Martín, Yrigoyen y Perón (2003).

Rodolfo Giunta

Profesor en Historia, egresado de Universidad de Buenos Aires. Encargado del Área de Historia Cultural Urbana del Museo Histórico “Sarmiento” dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación. Es además investigador del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires y docente de los Institutos Superiores Obra Cardenal Ferrari y Dante Alighieri. Se desempeña como Prosecretario y Miembro de Número de la Academia de Historia de Buenos Aires; Vicepresidente alterno del Plan Estratégico de la Ciudad de Buenos Aires y Vicepresidente de la Fundación Taller de Investigación y Acción Urbana (TIAU). Autor de numerosos artículos y trabajos publicados en revistas especializadas sobre los temas de su competencia.

Sergio Isaac Lischinsky

Licenciado y Profesor de Historia de la Universidad del Salvador (1985) Ejerce como Profesor adjunto de Historia de la Educación Latinoamericana y Argentina de la Universidad Abierta Interamericana y de distintas materias del Profesorado de Historia en Institutos de la Provincia de Buenos Aires. Ha cursado también la Maestría en Sociología y Ciencia Política de FLACSO. Se ha dedicado al estudio de la historia social argentina del siglo XX, tema que ha investigado con Becas del Conicet y presentado en Congresos de Historia. 266

Como investigador participa del área Historia de las Políticas Sociales en el CEDES. Ha participado en Seminarios organizados por la Dirección de Educación Superior de la Provincia de Buenos Aires y ha sido elegido para participar en los Coloquios de Investigación educativa que organiza ese organismo y la Universidad de La Plata. También forma parte de los Equipos Técnicos Regionales de la Dirección General de Escuelas como especialista en Enseñanza de la Historia y capacitador de profesores de Historia y Ciencias Sociales . Es asesor en contenidos disciplinares de textos de historia y colaborador en textos sobre enseñanza de la Historia. Participa del proyecto educativo “Construir Futuro con Trabajo Decente” a cargo del Instituto Nacional de Educación Técnica, el Ministerio de Trabajo y la Organización Internacional del Trabajo.

Ricardo Melgar Bao

Antropólogo e historiador, nació en .Lima, Perú 1946, pero reside en México desde 1977 y optó por la nacionalidad mexicana en 1987. Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales (1971, Universidad Nacional “Hermilio Valdizán”) y Antropología (1976, Universidad Nacional Mayor de San Marcos), ambas en Perú. Obtuvo su Maestría en 1983, el Doctorado en 1990 y realizó Posgrados en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es Profesor Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (México) desde 1977, adscrito al CENTRO INAH MORELOS, sede Cuernavaca; Profesor de Historia de las Ideas en América Latina e Historia de la Cultura en América Latina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM desde 1989. Investigador Nacional (área Antropología, SNI/CONACYT) desde 1990. Su experiencia docente abarca áreas de Historia y Antropología Social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la UNAM y otras universidades. Ha impartido cursos y conferencias sobre temas de su especialidad en diversas universidades latinoamericanas y europeas y presentado más cien ponencias sobre temas latinoamericanos en eventos académicos nacionales e internacionales entre 1978 y 2006. Ha publicado más de un centenar de artículos y ensayos en revistas

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Puertas del Bicentenario

mexicanas y latinoamericanas. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: El Libertador 1925-1929, órgano de la Liga Antiimperialista de las Américas, FyL/UNAM-INAH, México, 2006; Cuernavaca y el monte: prácticas y símbolos, INAH, México 2004; Redes e imaginario del exilio latinoamericano en México 1934-1940, insumisos latinoamericanos, Buenos Aires, 2003); Morelos Imágenes y miradas 1900-1940: un ensayo de antropología e historia visual (INAH/Plaza y Valdés, 2003).

Edgar Montiel

Economista y filósofo, ensayista, funcionario internacional. Inició sus estudios en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, donde obtuvo en 1973 el Primer Premio Ensayo en los Juegos Florales con el trabajo Mariátegui y la Reforma Universitaria . En esa época frecuentaba, ex-Cátedra, a los maestros Augusto Salazar Bondy, Francisco Miró Quesada, Gustavo Gutiérrez y Juan José Vega. Diplomado de Estudios Avanzados en Filosofía Política y Sociología, y Doctor en Desarrollo Económico y Social por la Universidad de Paris I, Pantheon-Sorbonne (1974-1982). Ha sido discípulo de los profesores Fernando Henrique Cardoso, Celso Furtado, Alain Touraine, Serge Latouche, Etienne Balibar, Louis Sala Molins, con quienes mantiene relaciones de colaboración hasta hoy. Ha cumplido misiones diplomáticas para la Cancillería Peruana y de experto para Naciones Unidas y Organización Internacional del Trabajo en materia de desarrollo económico, políticas sociales, culturales y de participación popular para el desarrollo. Miembro del Grupo de Expertos de la ONU para el Año Mundial de la Juventud, 1985. Fue Secretario y Consejero del Presidente de México, Luis Echeverría Álvarez. Funcionario de la UNESCO desde 1993, Consejero para los países del MERCOSUR y Representante en el Paraguay (1998-2001). Actual Jefe de la Sección Cultura y Desarrollo (División Políticas Culturales) de la UNESCO, Paris Ha sido profesor de la Academia Diplomática del Perú, de la Universidad Nacional Autónoma de México (asistente del Maestro Leopoldo Zea), y Profesor Honorario de la Universidad Ricardo Palma, miembro de diversas sociedades científicas de América y Europa, y co-fundador de la Red Internacional de Investigación sobre la Mundialización (GERM, Francia) 268

Ensayista alerta a los temas cruciales del mundo de hoy, ha publicado recientemente los libros El humanismo americano. Filosofía de una comunidad de naciones (FCE, 2001); El nuevo orden simbólico. La cultura en la era de la globalización. (SECIB, Madrid 2002); y ha dirigido los volúmenes Pensar la mundialización desde el Sur (UNESCO, MERCOSUR 2002) y Hacia una mundialización humanista (UNESCO, Paris 2003). El FCE viene de publicar Gobernar es saber. Formar hombres y mujeres de Estado para la nación.

Carlos Moreno

Buenos Aires, 1939. Se gradúa como arquitecto en 1967 en la Universidad de Buenos Aires. Profesor de Metodología de la Organización en el Posgrado de Preservación del la FADU-UBA; profesor del curso de Conservación, Preservación y Restauración de Monumentos y Sitios (Universidad Católica Argentina - Santa Fe) Profesor Posgrado de Preservación, Universidad de Mar del Plata; Profesor Posgrado de Preservación, CICOP. Miembro del Comité Argentino del ICOMOS; Miembro de Número de la Academia de Historia de la Ciudad de Buenos Aires; Asesor de Patrimonio Arquitectónico de la Secretaría de Cultura de la Nación y del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; Vocal de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y del Instituto Histórico de la Manzana de las Luces. Realiza numerosas actividades orientadas hacia la preservación del patrimonio, como por ejemplo, asesora en los estudios sobre autenticidad en las estancias jesuíticas de Córdoba y la Quebrada de Humahuaca. Sobre sus especialidades, ha dictado y dicta numerosos cursos , seminarios y conferencias en el exterior y el interior del país y en distintas universidades. Entre sus numerosas publicaciones se destacan los libros “La casa y sus cosas”; “Un pasado, un futuro”; “De viejas tapias y ladrillos”; “Patrimonio Rural Bonaerense”; “Del mercado a la pulpería”; “Depósitos, almacenes y tiendas”; “El hombre, el trabajo y los recursos”, etc. Colabora con el diario “La Nación” y las revistas “Vivienda” e “Historias de la Ciudad”.

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Puertas del Bicentenario

José María Peña

Arquitecto (Facultad de Arquitectura y Urbanismo, U.B.A.) Desde 1960 hasta 1974 se desempeñó como investigador en el Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas de la Facultad de Arquitectura de la U.B.A. Entre otros cargos públicos, fue Director fundador del “Museo San Roque”, Convento de San Francisco, Cap. Fed. 1967-1976; Director fundador del “Museo de la Ciudad”, MCBA, 1968-2006; Presidente de la “Comisión Técnica para la Preservación de las Zonas Históricas de la Ciudad”, MCBA, 1979-1983. Integrante de la misma Comisión 1983-1992; Vicepresidente de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, Secretaría de Cultura de la Nación, 19841994. Vocal de la misma Comisión Nacional , 1994-2000 y Secretario de Preservación y Conservación de la Comisión de Preservación del Patrimonio Histórico y Cultural de la ciudad. Ha sido panelista en el Congreso sobre Conservación y Restauración de Lugares y Monumentos Históricos. San Juan de Puerto Rico y representante de la Municipalidad porteña al “Seminario sobre experiencias de Rehabilitación de Centros Urbanos Antiguos en América Latina”, Berlín, participando en numerosos seminarios y encuentros sobre patrimonio realizados en el país. Entre otras publicaciones se cuentan “Los Murales”, fascículo para la serie “Argentina en el Arte”. Editorial Viscontea. (1967); “El Azulejo un Motivo Ornamental muy caro a los Rioplatenses”, (1968); “Casas Italianas en Buenos Aires”. (1973); “Buenos Aires Anteayer” (1980); “Buenos Aires Ayer” (1984); “El Luto, la Pompa y los Bemoles Silenciosos”, fascículo para la serie: “El Diario Intimo de un País”, Diario La Nación, (1998) y “Aquel Puerto de Buenos Aires”, Publicación de “ABN AMOR” (2001) Como integrante del equipo “Arquitectura Argentina de los siglos XIX y XX” en el Instituto de Arte Americano, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, U.B.A., participó, entre otros, en “La Ornamentación en la Arquitectura de Buenos Aires”, 2 tomos, 1850 - 1900 y 1900 - 1940 (1966 y 1967) y “Alejandro Virasoro, un precursor de la arquitectura moderna” (1970). En colaboración con Eduardo Santaella publicó “Escultura Buenos Aires”. (1972) y con Aldo Sessa y Manuel Mujica Láinez, los siguientes: “Letra e Imagen de Buenos Aires” (1977); “Mas Letras e Imágenes de 270

Buenos Aires”.(1979); “Nuestra Buenos Aires” (1980) y “Rincones de Buenos Aires” (1986), fotografías de Aldo Sessa, textos de José María Peña. En publicaciones extranjeras aparecieron “ Escultura pública en Buenos Aires, 1880-1940” y “Vitrales y Herrería Art Nouveau en Buenos Aires”, capítulos para la publicación: “The Journal of Decorative and Propaganda Arts”. Wolson Foundation, Miami, (1992) y “Buenos Aires”, uno de los dos textos para la Edición de Cultura Hispánica: colección “Ciudades Iberoamericanas”, España, (1993). También ha publicado numerosos artículos en diversas publicaciones nacionales y extranjeras. Ha recibido las siguientes distinciones: Premio “MEDAM 1982”, Ministerio de Salud Pública y Medio Ambiente, “Por su constante actividad en pro de la defensa y conservación del patrimonio histórico, cultural y arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires; “Premio 400 años” otorgado por el “Círculo de la Ciudad de Buenos Aires”, 1980; Declarado Ciudadano Ilustre en el año 2004 y Nominado “Historiador Porteño”, Decreto 422/997 del H. Concejo Deliberante. Es Miembro titular vitalicio de la Sociedad Argentina de Historiadores, (5/7/1985) y Miembro de Número de la Academia de Historia de la Ciudad de Buenos Aires.(2001)

Daniel Schávelzon

Arquitecto, se especializó en arqueología urbana y en la conservación del patrimonio cultural. Ha recibido importantes premios internacionales. Es investigador del CONICET y dirige el Centro de Arqueología Urbana del Instituto de Arte Americano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Lleva adelante el Programa de Arqueología Urbana de la Dirección General de Patrimonio del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Realizó y realiza nuemerosas investigaciones que comprenden excavaciones en antiguos pozos, en sitios como la Casa Marcó del Pont, la Imprenta de Coni, el Jardín Botánico y en viviendas del barrio de San Telmo, La Boca del Riachuelo y otros barrios de la ciudad. En la actualidad con su equipo está dedicado a la investigación arqueológica sobre el primer asentamiento español precursor de la ciudad. 271

Puertas del Bicentenario

Entre sus publicaciones se destacan “Arqueología de Buenos Aires”; “Túneles y construcciones subterráneas - Arqueología histórica de Buenos Aires”; “Arqueología Histórica de Buenos Aires - La cultura material porteña de los siglos XVIII y XIX”; “Buenos Aires negra - Arqueología histórica de una ciudad silenciada”.

Jaime Sorín

Nació en la Ciudad de Buenos Aires, en 1945. En 1970 obtuvo el a Universidad de Buenos Aires. Arquitecto. Desde 1971 ejerce la docencia y la investigación en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la U.B.A. Es a la fecha Profesor Asociado de la Materia Arquitectura 1 a 4, Proyecto Arquitectónico y Proyecto Urbano y desde marzo de 2006, Decano de la misma unidad académica. Su tarea profesional abarca temas diversos. Obtuvo varios premios en Concursos Nacionales organizados por la FADEA y por entidades privadas. En la actualidad está orientado hacia el desarrollo de proyectos relacionados con el hábitat social, especialmente conjuntos de vivienda realizados por sistemas cooperativos y de autogestión. Ha efectuado como Director del “Programa de Rehabilitación de edificios en trama urbana” de la FADU-UBA investigaciones ligadas principalmente a la resolución de la Emergencia Habitacional y al desarrollo urbano de los barrios deprimidos de la Ciudad de Buenos Aires.

Jorge Vergara Estévez

Realizó sus estudios de licenciatura en filosofía en la Pontificia Universidad Católica de Santiago (Bachiller en Filosofía) y en la Universidad de Chile (Licenciado en Filosofía). Doctorado con máxima distinción en la Universidad de París VIII con una tesis sobre “L’utopie néolibéral et ses critiques”, diciembre del 2005. Profesor de planta de epistemología y teoría de la educación del Magíster de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, y académico de media jornada y editor de la revista Polis, en la Universidad Bolivariana de Santiago, desde 1998. Ha sido profesor invitado del Doctorado de Estudios de la Paz del Instituto de Estudios de la Paz de la Universidad de Granada (enero del

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2006); del Magíster de Teoría Política del Centro de Estudios Superiores de postgrado de la Universidad San Simón de Cochabamba y de la Universidad de San Andrés de La Paz (2003 y desde 1991 a 1995); consultor y profesor del Magíster de Integración del Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello de La Paz (1996-1997); de epistemología de la Universidad de San Juan, Argentina (1995); del Magíster de Ciencia Política de la Sede Ecuador de Flacso (1994-5); y del Magíster de Ciencia Política y Epistemología de la Universidad Mayor de San Andrés de la Paz (1995). Fue Coordinador Académico (para América Latina) de la Comisión de Epistemología y Política del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) (1990-1995). También fue Consultor Internacional de la Maestría de Ciencia Política del CIDES de la Universidad de San Andrés de La Paz (1995-1996). Fue elegido ponencista principal de la Comisión de Epistemología del XIX Congreso Latinoamericano de Sociología de Caracas (1993). Obtuvo un Premio en el V Certamen Latinoamericano de Ensayo Político de la revista Nueva Sociedad de Caracas (1990). Es colaborador habitual de la revista Laberinto de la Universidad de Málaga. Miembro del Comité Internacional de la revista Polisemia de la Corporación Universitaria Minuto de Dios de Colombia. Ha realizado investigaciones para el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), SUM, el Instituto Internacional de Integración, la Universidad Bolivariana y otras instituciones. Ha sido coinvestigador en los proyectos (FONDECYT Chile) “La crisis teórica de la sociología latinoamericana” e “Identidad cultural y crisis de identidad en América Latina”. Evaluador de proyectos de investigación de filosofía y ciencias sociales de la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT) de Chile. Ha hecho arbitraje de libros de dichas disciplinas de la Universidad de Santiago, la Bolivariana y la Editorial Andrés Bello. Sus investigaciones han sido publicadas en Alemania, España, Inglaterra, Canadá y diez países latinoamericanos, incluyendo Chile, Argentina y México. Escribió sobre identidad cultural en el diccionario internacional El pensamiento alternativo y sus dimensiones, coordinados pro los Drs. Arturo Roig y Hugo Biagini. L’utopie néolibéral et ses critiques, será publicado en 2007 por la Editorial Harmattan de Paris. En 2007 aparecerá Modernidad, racionalidad y solida273

Puertas del Bicentenario

ridad. El pensamiento critico de Franz Hinkelammert, obra colectiva de la cual será editor y uno de sus autores; publicada por la Universidad Bolivariana. En 2006 se editara Los dilemas de la identidad cultural latinoamericana, en coautoría con el Dr. Jorge Iván Vergara de la Universidad Arturo Prat, así como su investigación sobre la filosofía de José Echeverría. Obtuvo al Beca Presidente de la República de Chile para hacer la defensa de su tesis de doctorado en París, desde noviembre del 2005 a febrero del 2006. Ofreció conferencias sobre esa temática en el Departamento de Filosofía de la Universidad de París VIII, en el 2002; en ese mismo año, el Departamento Académico Alemán (DAAD) le otorgó una estadía en Berlín para apoyar la investigación de dicha tesis. Fue invitado especial en un seminario de la Universidad de Valencia, realizado en Barcelona, en diciembre (2001); al Congreso de Dublin de la ISTR, junio del 2000; del XXI Congreso de Sociología de ALAS de Concepción (1999). Conferencista del “Primer Encuentro de Investigación y Desarrollo del Tercer Sector” (1999), y del “Segundo Encuentro de Investigación y Desarrollo del Sector Social” (2001) de la Universidad Católica de Córdoba.

Marcelo Weissel

(Buenos Aires, 1966). Licenciado en Ciencias Antropológicas con Orientación en Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires 1997. Cursa el doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras UBA sobre el tema ”Arqueología de La Boca del Riachuelo. Puerto Urbano de Buenos Aires”. Desde 1997 a la actualidad, Arqueólogo Profesional. Director de proyectos de investigación y estudios de impacto ambiental. Departamento de Ciencias Naturales y Antropología del Área de Arqueología Historia y Patrimonio de la Fundación de Historia Natural “Félix de Azara” CEBBAD Universidad Maimónides y desde 1999, docente universitario (Facultad de Filosofía y Letras, Facultad de Ciencias Sociales y Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA) y de la Ciudad de Buenos Aires (CENT Nº 7). Desde 1994 integra Guía Lihue Expeditions y la Asociación de Guías de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires (AGUITBA). Desde 2003 a la actualidad, Director Programa “Historias Bajo las Baldosas” de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. 274

Agradecemos Al Ministerio de Hacienda y a la Secretaria Legal y Técnica del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; al Archivo General de la Nación, al Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires y al Centro Cultural San Martín; a los panelistas, coordinadores y moderadores; al Dr. Hugo Biagini; a Rodolfo Alvarez, Nora Capaccioli, Fernando Capotondo, Roberto Castro, Luis Cortese, Wanda Epstein, Daniel Forster, Susana Martin, Diego Martinez, Leandro Querido, Luis Quevedo, Daniel Ríos y a todo el equipo del Ministerio Puertas del Bicentenario.

El Bicentenario representa mucho más que una conmemoración. Constituye la oportunidad de afirmar los lazos que unen a los habitantes de Buenos Aires para consolidar una sociedad integrada, inclusiva y respetuosa de su identidad. “Puertas del Bicentenario” invita a la participación de todos, de la sociedad porteña en su conjunto, para realizar un proyecto común, que abrigue las diferencias y atienda la diversidad para el 2010” Silvana Giudici

El Bicentenario representa mucho más que una conmemoración, es la oportunidad de afirmar los lazos que unen a los habitantes de Buenos Aires para consolidar una sociedad integrada, incluyente, respetuosa de su identidad. Supone entonces un proceso de construcción de realidades múltiples, en una unidad que involucre a la sociedad porteña en su conjunto y que brinde un nuevo sentido a la Ciudad, a su protagonismo y su proyección hacia latinoamérica y el mundo. El Gobierno de la Ciudad Autónama de Buenos Aires en el marco del Programa “Puertas del Bicentenario” a cargo de la Ministra Silvana Giudici propone reflexionar sobre la Ciudad, el Patrimonio, la Arquitectura, el Planeamiento, la Historia, y la Sociología de la Ciudad de Buenos Aires y sobre el contexto Latinoamericano del Bicentenario, en el marco de tres dimensiones explicitadas a través de los interrogantes ¿Qué Ciudad queremos?, ¿con qué Gobierno lo hacemos?, y ¿Quienes participamos? Este libro es un disparador para abordar estos temas, donde exponen sus puntos de vista importantes pensadores de la Ciudad de Buenos Aires. La visión del Bicentenario, está plasmada en las diferentes ponencias del Sr. Jefe de Gobierno Jorge Telerman; la Ministra a cargo del Programa Puertas del Bicentenario, Dip. Silvana Giudici; el Sr. Ministro de Educación, Prof. Alberto Sileoni; la Ministra de Cultura, Arq. Silvia Fajre; los legisladores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Verónica Gómez y Rodrigo Herrera Bravo; los arquitectos Jaime Sorín, Carlos Moreno, Daniel Schávelson y José María Peña; los historiadores Liliana Barela, Ema Cibotti, Rodolfo Giunta y Hugo Chumbita; exponen sobre la visión Latinoamericana del Bicentenario los Dres. Ricardo Melgar Bao, de Perú; Carmen Bohórquez, de Venezuela; Jorge Vergara Estévez, de Chile; Edgar Montiel, de Mexico y Hugo Biagini, de Argentina. El libro tiene el objetivo de instalar el necesario debate que nos debemos los porteños en la década del bicentenario de la independencia argentina.