Las diez leyes de la teoría de la información (Ciencias de la Información) [1 ed.]
 8490771537, 9788490771532

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LAS DIEZ LEYES DE LA TEORÍA DE LA INFORMACIÓN

PROYECTO EDITORIAL

Consulte nuestra página www.sintesis.com CIENCIAS DE LA web: INFORMACIÓN En ella encontrará el catálogo completo y comentado Director: Mariano Cebrián Herreros

BIBLIOTECONOMÍA Y DOCUMENTACIÓN Coordinador: José López Yepes

LAS DIEZ LEYES DE LA TEORÍA DE LA INFORMACIÓN

Eva Aladro Vico

Ilustración de cubierta: Maxiseverit Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de la Editorial Síntesis, S. A. © Eva Aladro Vico

© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid Teléf.: 91 593 20 98 http://www.sintesis.com Depósito legal: M. 21.346-2015 ISBN: 978-84-907770-3-9 ISBN: 978-84-907715-3-2

Impreso en España - Printed in Spain

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ...................................................................................................

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CAPÍTULO 1: LA LEY DE LA EXTENSIÓN SENSORIAL DE LA COMUNICACIÓN ..............................................................

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1.1. La extensión sensorial y cognitiva............................................................. 1.2. La mente extendida y la cultura humana ................................................. 1.3. La extensión sensorial/cognitiva y la comunicación ...............................

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CAPÍTULO 2: LA LEY DE LA PROYECCIÓN COMUNICATIVA ................

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2.1. La proyección en el mundo perceptivo .................................................... 2.2. El poder de la proyección comunicativa como constructora de realidad................................................................................................................. 2.3. La naturaleza proyectiva de la comunicación en la vida social: imaginarios y sensorios............................................................................... 2.4. La información periodística y su poder proyectivo................................. 2.5. La ley de la proyección en la comunicación de las masas ...................... 2.6. La proyección en la comunicación interpersonal e intrapersonal.........

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Las diez leyes de la teoría de la información CAPÍTULO 3: LA LEY DE LA ATROFIA U OBSOLESCENCIA DE LOS MEDIOS .............................................................................. 3.1. 3.2. 3.3. 3.4.

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La atrofia y la paradoja de Diderot .......................................................... La ley de la atrofia en el campo comunicativo ........................................ La obsolescencia comunicativa.................................................................. La crisis del periodismo tradicional ..........................................................

51 53 55 58

CAPÍTULO 4: LA LEY DE LA CARGA INFORMATIVA ................................

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4.1. 4.2. 4.3. 4.4. 4.5. 4.6.

La carga informativa y los umbrales ......................................................... La información en infracarga..................................................................... La sobrecarga informativa ......................................................................... Más allá de los umbrales: el inconsciente cognitivo................................ La carga informativa y la creatividad ....................................................... La carga informativa y las teorías profesionales del periodismo ..........

63 68 70 74 76 78

CAPÍTULO 5: LA LEY DEL ORDEN EN LA COMUNICACIÓN ...................

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5.1. 5.2. 5.3. 5.4. 5.5. 5.6. 5.7.

La ley del orden y la información.............................................................. La selección perceptiva y la ley del orden................................................ La teoría cuántica y la ley del orden implicado....................................... La ley del orden en la sociedad de masas................................................. La ley del orden y la innovación................................................................ La ley del orden en la comunicación interpersonal e intrapersonal ..... La ley del orden en el periodismo profesional ........................................

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CAPÍTULO 6: LA LEY DE SIMETRÍA O COMPLEMENTARIEDAD DE LA INFORMACIÓN ..................................................................

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6.1. 6.2. 6.3. 6.4. 6.5. 6.6. 6.7.

La homeostasis comunicativa .................................................................... Las órdenes familiares en el grupo interpersonal ................................... Simetría y complementariedad en las transacciones comunicativas..... La complementariedad en las narraciones y relatos............................... La simetría en la comunicación humana .................................................. Simetría y complementariedad en la difusión de innovaciones............. La simetría en acción: escaladas y contagios ...........................................

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Índice CAPÍTULO 7: LA LEY DE LA RECUPERACIÓN O REMEDIACIÓN COMUNICATIVA............................................................................. 7.1. 7.2. 7.3. 7.4. 7.5.

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La remediación comunicativa.................................................................... La remediación y el equilibrio sensorial de la cultura ............................ Internet y la ley de la remediación............................................................ La evolución de los medios como una genealogía .................................. La remediación comunicativa y el arte.....................................................

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CAPÍTULO 8: OCTAVA LEY: TODOS LOS INTERCAMBIOS COMUNICATIVOS SON ANALÓGICOS O DIGITALES ......

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8.1. 8.2. 8.3. 8.4. 8.5.

La codificación de la información en los umbrales de carga ................. La codificación de la información como herramienta cognitiva ........... El aprendizaje y lo analógico/digital......................................................... La escalabilidad de la información en las nuevas tecnologías ............... La reducción de carga mediante la conversión analógico/digital..........

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CAPÍTULO 9: LA LEY DE LA METACOMUNICACIÓN .................................

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9.1. 9.2. 9.3. 9.4.

Todo signo es metacomunicativo .............................................................. La metacomunicación humana.................................................................. La metacomunicación en la cultura y en el humor ................................. El poder metacomunicativo profesional y social.....................................

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CAPÍTULO 10: LA LEY DE LA REVERSIÓN COMUNICATIVA..................

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10.1. La reversión sensorial: hiperestesia y anestesia ....................................... 10.2. El arte y la reversión comunicativa ........................................................... 10.3. La reversión en la cultura de masas........................................................... 10.4. La reversión en los grupos humanos ......................................................... 10.5. La reversión en el periodismo profesional ...............................................

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BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................

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Introducción

Este texto explica diez grandes leyes de la Teoría de la Información. Estas leyes provienen de tres grandes teorías: los llamados axiomas comunicacionales formulados por los teóricos de la comunicación de la Escuela de Palo Alto, Watzlawick, Beavin y Jackson, y de la tétrada de leyes de los medios que Marshall McLuhan enunció junto a su hijo Eric en los años 80. A estas dos grandes construcciones teóricas se añade la ley de la carga informativa desarrollada por primera vez por George Miller en el nivel de estudio de la comunicación intrapersonal. Este texto, para enriquecer y completar estas bases categoriales, se nutre de formulaciones de estos diez principios realizadas por Gregory Bateson, por los teóricos de la psicología Gestalt y otros autores y escuelas de gran importancia en las teorías de la información y la comunicación. Hasta ahora nadie había unificado los axiomas comunicacionales de Watzlawick, con las leyes de los medios de Marshall McLuhan y la ley de la carga de Miller. Sin embargo, tienen una relación clara. En los tres casos estamos ante categorías que nos permiten contemplar la comunicación desde una perspectiva teórica que abarca la profundidad de los enigmas de este campo. Además, tratándose de ideas de gran capacidad, nos permiten ver la comunicación desde una altura teórica pero conectada con los elementos concretos, con las evoluciones de los medios y de los hábitos de información humanos, con los fenómenos más peculiares de la comunicación. Aquí se realiza una fusión creativa de tres esquemas de categorías que sirven para pensar más en profundidad los fenómenos de la comunicación. Hemos llamado leyes de la información a las diez formulaciones que se derivan de unificar las 4 leyes de los medios de Marshall y Eric McLuhan, con los cinco axiomas comunicacionales de Paul Watzlawick, Janet Beavin y Don Jackson, y añadiendo la ley de la carga o del número mágico enunciada por George Miller en los años 50 del siglo XX. Algunas de las formulaciones que aquí se explican tienen una relación más literal y cercana con las iniciales realizadas por estos autores fundadores de las disciplinas de la teoría de la comunicación y de la

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Las diez leyes de la teoría de la información

información. En otros casos se trata de formulaciones más abstractas, como le ocurre a la denominada ley de la naturaleza proyectiva de la comunicación. En absolutamente todos los casos, la dimensión informativa aparece como parte o base de la ley. El texto se basa en el principio que los autores de Palo Alto establecieron; a saber, que los axiomas comunicacionales eran aplicables como categorías al estudio de la comunicación en niveles diversos, siendo de utilidad en distintos contextos o tipos de análisis. Así, la enunciación de cada ley adquiere diversas formas y se aplica al menos a alguno de cada uno de los niveles de estudio de la comunicación, que son cuatro: la comunicación intrapersonal –fenómenos asociados a la comunicación interna del individuo, es decir, a la percepción, el pensamiento y la construcción de cogniciones y programaciones del comportamiento dentro del individuo–, la comunicación interpersonal –la interacción a pequeña escala entre individuos, en los grupos primarios y en pequeños sistemas de conducta, siempre en dimensiones cara a cara o persona a persona–, la comunicación masiva o grupal masiva –que tiene lugar en espacios públicos comunes, con grandes conjuntos de individuos– y la comunicación mediada de tipo profesional –realizada a través de tecnologías o medios masivos–. Cada una de las leyes de la información se aplica y se muestra en estos distintos niveles de estudio de la comunicación. Puede apreciarse que las tres bases de teoría pertenecen respectivamente cada una a un nivel de estudio diferente de la comunicación. Así, las denominadas leyes de los medios analizan medios de comunicación, pertenecen al nivel de análisis de este género comunicativo. Los axiomas comunicacionales son fundamentalmente categorías del análisis de la comunicación interpersonal, no mediada. Y la ley de la carga informativa se generó en el nivel de estudio intrapersonal de la comunicación. Se trata de las teorías que son el punto de partida, y que, al provenir de estos diferentes niveles de análisis de la comunicación, podemos aprovechar su fusión para mostrar la complementariedad de sus puntos de vista. Hoy en día la comunicación mezcla estos distintos niveles de análisis y tenemos categorías nuevas que surgen de la influencia de las nuevas tecnologías. Así, nos encontramos con comunicaciones interpersonales múltiples y masivas, que son posibles mediante la red de Internet y sus desarrollos sociales. La categoría de la comunicación de masas como tal ha pasado a ser menos frecuente, porque hoy en día hay procesos que son dirigidos a grupos numerosos pero no masivos, o que se difunden de persona a persona, mediados interpersonalmente, pero a un número masivo de individuos. La comunicación intrapersonal se encuentra ahora con extensiones y herramientas nunca vistas, y ve potenciado su ámbito enormemente en la configuración de la nueva sociedad. Las leyes de la información también muestran su eficacia en estas nuevas dimensiones de la comunicación. Esto hace que este texto mezcle dimensiones de observación, y escuelas o aportaciones, de distinto tipo y perspectiva teórica, en un enfoque multidiscipli-

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Introducción

nar. Sin embargo, las leyes de la información unifican estas diferentes aportaciones en un mismo estudio de la comunicación, en el que las categorías de la Teoría de la Información sirven de guía para enfocar de manera global los fenómenos de todo tipo, del grupal al profesional, del tecnológico al psicológico profundo. El texto es resultado de reflexiones realizadas por su autora en el marco de la Teoría de la Información. En esta disciplina, la tendencia a formalizar categorías con voluntad generalista, y aplicables a distintos sectores del estudio de la comunicación y de la información, es constante. La docencia de esta materia va además generando perspectivas nuevas en las que es posible agrupar las categorías y extraer conclusiones de sus analogías, derivaciones y aplicaciones innovadoras. Las teorías de la información, como las antiguas teorías griegas, no explican todos los fenómenos de la comunicación y sus procesos, sin embargo convierten en central el misterio de su acción en el ser humano y nos asombran con la complejidad siempre nueva que tiene el mundo de la comunicación y la información en el mundo actual. Como todas las teorías, nacieron más para hacerse preguntas que para dar respuestas, y su importancia está en hacernos pensar en un nivel de abstracción que al mismo tiempo pone el foco de la atención sobre los aspectos más cercanos de esta actividad humana. Por último, este texto pretende, además de proporcionar ideas creativas y de investigación en el campo de la Teoría de la Información y la Comunicación, resultar de utilidad a los estudiantes de estas materias, porque presenta los contenidos de ellas en una estructura trasversal, a la vez sencilla de abordar, y por otro lado, diferente a la tradicional de los manuales de texto que se fundamenten en una descripción cronológica o, incluso, en los modelos de la comunicación o las teorías de información tradicionales. El enfoque basado en las leyes de la información pone el acento en las estructuras y las analogías de fondo que dominan el pensamiento en torno a la comunicación, y que emanan directamente de los fenómenos comunicativos, actualmente en un proceso de mutación y de desarrollo muy intenso, que nos obliga a pensar en ellos con profundidad teórica y, al mismo tiempo, con recursos interpretativos nuevos. Para los estudiantes, entrar en el mundo de las Leyes de los Medios y las Leyes de la Información significará abrir la puerta a la reflexión sobre los enigmas y las ideas en torno a la información y la comunicación, que como todas las ideas, teñirán de una fuerza y color la reflexión que las contemple ya para siempre. Madurar el pensamiento gracias a las ideas teóricas es un proceso que solamente se produce cuando entramos en contacto con esas ideas originales, y empiezan a vivir en nuestra mente, usando nuestra misma fuerza para irradiar. Tal proceso debe darse en los estudios universitarios, esa es una de sus funciones más sagradas, porque regala al estudiante un impulso hacia la reflexión teórica que para siempre le acompañará, y cambiará su manera de afrontar la vida profesional, las situaciones comunicativas que le esperen e incluso su más general visión del sen11

Las diez leyes de la teoría de la información

tido de la existencia. Las teorías, las visiones profundas e impersonales sobre los elementos más densos de nuestra existencia, son necesarias para la vida. Quien accede a la universidad, y entra en contacto con ellas, recibe un regalo que crece indefinidamente en su consciencia. Las leyes de los medios de Marshall y Eric McLuhan, y los axiomas comunicacionales de los autores de Palo Alto permanecen demasiado a menudo olvidados para los propios científicos y dados por obvios y sabidos por parte de los innovadores en el campo de la comunicación y la información. Son incluso desconocidos, por ser ya antiguos, para muchos autores que consideran que las teorías no tienen relación directa con la realidad. Sin embargo, entenderemos mucho mejor la comunicación, y la desarrollaremos más en profundidad, si ponemos nuevamente estas leyes teóricas encima de la mesa de las reflexiones actuales, y comprobamos que son ideas fértiles, que contienen múltiples sugerencias y significados que enriquecen nuestra idea de la comunicación. Una vez que empezamos a trabajar con ellas, se abre un universo de posibilidades de comprensión de los nuevos fenómenos de la vida humana, o de los eternos aspectos de nuestras experiencias, que las hace enormemente útiles e interesantes. Como todas las grandes teorías, son necesarias para la vida, tal y como afirmaba el gran filósofo de la historia Osvald Spengler. Es fundamental seguir jugando con ellas en nuestras reflexiones. La estructura del libro viene constituida por diez capítulos que desarrollan cada una de las diez leyes, partiendo de sus definiciones originales en los autores citados, y extendiendo en espiral sus aplicaciones a los distintos niveles de la comunicación. Hemos procurado que de cada ley haya una aplicación y discusión para cada uno de los niveles de análisis de la comunicación, del intrapersonal al masivo mediado, pasando por el interpersonal y por el aspecto profesional. En algunos casos el aspecto profesional es muy específicamente el del periodismo y su actividad, los medios de comunicación de masas o los efectos y fenómenos asociados a ellos. En algunas de estas leyes es imposible abarcar todos los aspectos que despiertan en nuestras reflexiones, tal es su carácter axiomático. En otras, que están relacionadas genealógicamente con las anteriores, el desarrollo es menor, porque se trata de subleyes, de derivaciones de las leyes principales. No obstante, hemos distinguido y diferenciado diez de estos grandes constructos teóricos porque su carácter es bien claro y sus efectos y aplicaciones merecen una consideración aislada en cada uno de los casos. Al final del texto hemos agrupado la bibliografía de todos los capítulos, con la intención de que pueda trabajarse, si se precisa, en cada caso concreto de ley. Algunas de estas leyes han sido reformuladas por los teóricos de la comunicación y de la información con distintos nombres y bajo distintas disciplinas científicas. Es fácil entender que estos autores desarrollaron en un nivel concreto del 12

Introducción

estudio de la comunicación una teoría específica. Dado que la Teoría de la Información es un compendio de teorías, y su objetivo es precisamente organizar y aglutinar, bajo un único eje, las muy diferentes teorías, escuelas y autores, Las diez leyes de la información es un texto que encaja en la tradición de aportaciones de los autores de esta disciplina. Esperamos que este texto aclare, interese y enseñe a los estudiantes y a los investigadores los contenidos en torno a la Teoría de la Información, y les anime a pensar la teoría como una base fundamental del desarrollo humano más vanguardista e innovador.

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La ley de la extensión sensorial de la comunicación

La primera ley que vamos a explicar está entre las leyes enunciadas por Marshall McLuhan en su texto Las leyes de los medios (1998, 2009), quien con su hijo Eric categorizó una tétrada de principios aplicables a los medios de comunicación, entendiendo por tales todos los artefactos, facultades o sistemas que permiten transmitir contenidos, y por tanto, aplicables a todos los fenómenos de comunicación. McLuhan, perfilando definitivamente junto a su hijo su aporte más profundo a los estudios de comunicación, presentó en un libro póstumo la idea de que todos los medios, entendiendo por tales todos los sistemas y facultades humanos de contacto con el entorno, cumplen y son resultado de cuatro procesos distintos, que enunció con frases completas, y que se resumieron posteriormente en estos cuatro conceptos: – – – –

Ley de la extensión sensorial. Ley de la atrofia u obsolescencia. Ley de la recuperación. Ley de la reversión.

De acuerdo con estas cuatro leyes, todo medio supone una extensión de un sentido o facultad humanos, ya sean físicos o psicológicos. Con esta ley McLuhan había trabajado toda su vida, y de hecho tuvo una formulación muchos años atrás, en su libro Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del hombre (1964, 2009). La idea de contemplar toda la cultura humana como un proceso de extensión sensorial fue probablemente el rasgo más genial del pensador canadiense. 15

Las diez leyes de la teoría de la información

Las siguientes leyes vinieron a perfeccionar esta idea con los procesos opuestos o complementarios. Así, la ley de la atrofia matiza cómo todo medio que extiende un sentido o facultad, al mismo tiempo hace obsoleto o reduce, atrofia o sustituye, a otro medio anterior establecido en la cultura humana. Cuando McLuhan apreció el crecimiento y decrecimiento de los diversos medios en los procesos de expansión y de atrofia, pudo diseñar una visión genealógica, evolutiva, de la vida de los medios de comunicación. La ley de la recuperación es resultado de una importante sutileza a la hora de estudiar los medios en la disciplina que comenzó a crearse en torno a las investigaciones de McLuhan: todo medio es parcialmente una recuperación, o como ha formulado David Bolter, una re-mediación de otro anterior, que había quedado obsoleto en procesos previos de evolución mediática. Así, la puerta para investigar a los distintos medios en clave cultural, rastreando su arqueología como dispositivos que reproducen y hacen revivir formas culturales previas, quedó abierta. McLuhan iba a enlazar con el análisis de las grandes evoluciones formales de la cultura que autores de la filosofía de la historia o del estudio del arte acometían desde hacía décadas. Es una lástima que nuestro autor no pudiera desarrollar esta historia de los medios a partir de la idea de la ley de recuperación. Sí lo han hecho posteriormente algunos de sus discípulos, como Bolter y Ong. La última ley establece que todo medio, cuando su extensión es excesiva, revierte su efecto hasta constituir una atrofia o pérdida de sus propias utilidades como tal. Esta ley es una combinación de las dos primeras, y nos explica un aspecto crucial de la comunicación humana y de los procesos naturales relacionados con la misma. La comunicación y sus medios, del arte al armamento, de los medios mecánicos a los cognitivos, están todos ellos sometidos a la ley de la carga, al fenómeno de la reversión, por el cual un uso abusivo genera justamente el opuesto de lo que queríamos producir. Esta ley, que afecta con enorme intensidad a las facultades sensoriales humanas, explica ni más ni menos que el funcionamiento de la sensibilidad, y enlaza directamente con el mundo del refinamiento de la misma que culturalmente se ha dado en otros entornos diferentes al occidental en algunos aspectos. McLuhan sí desarrolló a su modo reflexiones en torno a la relación entre la estética, como fenómeno cultural diverso en diferentes áreas del mundo, y la teoría comunicativa. No obstante, queda todavía por analizar a fondo, y por explicar, la muy compleja relación entre la evolución mediática y la evolución cultural humana a partir de la clave de la sensibilidad. Las cuatro Leyes de los medios, por tanto, habían sido parcialmente desarrolladas por McLuhan en su célebre texto Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del hombre (1964, 2009), texto en el que el autor había explicado su idea de que la civilización humana es un conjunto de extensiones de facultades y sentidos humanos mediante artefactos y todo tipo de sistemas, tanto materiales como abstractos o inmateriales. Si un medio es literalmente la exten16

La ley de la extensión sensorial de la comunicación

sión de un sentido o facultad humanos, podemos ver toda la cultura humana, y su evolución, como una evolución de los medios, o mediática, en la que el hombre se distribuye en múltiples formas y dispositivos para ampliar sus capacidades y traspasarlas a otros. Así, de la escoba, extensión del brazo y mano humanos, al libro, extensión de la memoria, de la luz eléctrica, extensión de la vista, a Internet, extensión de nuestro sistema nervioso central, todos los medios, por dispares que sean, extienden alguna capacidad humana ampliando el horizonte de experiencias y los campos sensoriales y culturales humanos. La cultura es un inmenso mecanismo morfogenético –la idea se la inspira Spengler (1922, 1988) a McLuhan–, en el que unos medios o formas culturales generan otros en un mecanismo de constante amplificación y proyección de posibilidades de experiencia de todo tipo.

1.1. La extensión sensorial y cognitiva El surgimiento de las herramientas y de los instrumentos supone el descubrimiento de la capacidad humana de extensión sensorial o fisiológica. Las herramientas, los objetos contenedores, los utensilios, son también, en ese momento de la historia humana, soportes para el ornamento artístico o para la simbolización de su fuerza o de su gracia. Se convierten también en extensiones de facultades psíquicas, y el hombre desarrolla igualmente utensilios y herramientas para la mente. El lenguaje es una de las extensiones humanas cognitivas, una de las más grandiosas, responsable de la evolución y el crecimiento exponencial del humano en el desarrollo de su pensamiento. Pensar la civilización humana como un fenómeno centrado en el individuo y la cultura como un producto del yo ha impedido que viéramos la importancia de este hecho: los seres humanos somos seres distribuidos, extendidos, y los límites del yo son constantemente ampliados por las experiencias de la vida, por el avance en la creación cultural, y por las herramientas y tecnologías de todo tipo. En la cultura occidental es importante cambiar esta perspectiva para notar cómo el desarrollo humano es el resultado de la ruptura de los límites individuales a la experiencia, y la comunicación de esta entre distintos individuos, distintas generaciones o las distintas raíces culturales. Las extensiones, como vemos, son de dos tipos en la cultura: sensoriales o cognitivas. Una extensión sensorial es la luz eléctrica, o las gafas, o el aspirador, o la pistola. Todos ellos son dispositivos o utensilios que facultan a la persona para un mayor desarrollo de alguna capacidad o actividad física. La luz eléctrica posibilita que veamos de noche, las gafas solventan la incapacidad del miope, el aspirador acelera nuestra capacidad de limpiar el suelo y la pistola la de agredir con un objeto proyectado a alguien. Una extensión cognitiva es el ordenador, el

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libro, la pintura, el arte musical. Todos estos objetos o dispositivos nos permiten incrementar nuestra inteligencia, imaginación, memoria o empatía. En gran medida las extensiones humanas cumplen las dos funciones, pues en realidad cognición y percepción sensorial, y acción consecuente, son dos caras de un mismo y único fenómeno de comunicación intrapersonal. El ser humano surge de una interconexión genética y biológica, que tiene lugar cuando es concebido por sus progenitores, y su desarrollo es también el resultado de su extensión celular y fisiológica, en primer momento, y de la extensión e interconexión que tiene lugar al nacer, con el entorno y con otros organismos humanos o con otros no humanos. La extensión es en realidad la forma que cobra el avance de la vida, que siempre resulta de un ensamblaje, sea entre células, sea entre seres vivos en simbiosis, sea entre macroorganismos, como ocurre en la biosfera. De unas extensiones surgen otras: la evolución es una extensión de conexiones previas que van desarrollándose en aspectos no solamente fisiológicos. Así, del surgimiento del lenguaje proviene la posterior extensión del conocimiento científico, y de este, interactuando con el desarrollo de herramientas, la tecnología avanzada. Es posible contemplar la historia humana como un conjunto de extensiones consecutivas que surgen unas de otras, y cuyo núcleo central es la comunicación. Podemos analizar así la morfogénesis de los medios, también llamada mediamorfosis, que es la genealogía por la que unos medios extienden facultades o sentidos y con los cambios que ellos generan en el ser humano, producen a su vez otros medios nuevos, requeridos para continuar la acelerada evolución de las capacidades humanas de comunicación con el entorno. Pongamos un ejemplo. Un medio como la reproducción de imagen mediante imprenta, que extiende la capacidad de reflejar una imagen producida manualmente, a múltiples copias exactas, genera una mediamorfosis que va desarrollando los sistemas de reproducción icónicos cada vez más eficaces y perfectos en su iconicidad, como las litografías, estampaciones, fotografías, fotografía digital, imagen digital, holográfica, y así sucesivamente. El proceso es una extensión, en primer lugar, por la capacidad de producir imágenes humanas a sistemas rápidos, distribuidos y automatizados en los que ya no es precisa la tarea manual inicial y es cada vez más perfecta la fidelidad al original –o debería serlo, aunque debemos tomar en cuenta las otras leyes de los medios para juzgar con claridad–. Pero además cada nuevo paso en la evolución de los sistemas de reproducción viene sugerido por el medio anterior, que hace posible su ideación. Cada nuevo medio extiende además la capacidad de los anteriores, y va desarrollando las potencialidades planteadas por ellos. La historia de un medio como el cine es resultado de una extensión de medios previa, que han participado en el desarrollo de esta técnica: la representación de la imagen mediante proyecciones de sombras en la pared fue el ancestro más curioso, responsable de los efectos teatrales que animaban las religiones mistéricas 18

La ley de la extensión sensorial de la comunicación

griegas. El teatro también interviene directamente en la morfogénesis del cine. La fotografía y sus antecedentes participan en esta evolución, porque automatizan la representación de la imagen, dando un paso más hacia la imagen cinemática mediante un aparato. Otros dispositivos de ilusiones ópticas en movimiento han ido contribuyendo al surgimiento del cine. Si rastreamos la historia de este medio, veremos que la evolución hasta su desarrollo nos ilustra de un proceso en el que se prolonga y perfecciona el hallazgo humano, de un crecimiento de sus potencialidades. Esta evolución, por supuesto, no se detiene ahí, y el cine da lugar a la televisión, el video y la imagen digital en la extensión a otros soportes para la generación del mismo efecto icónico cinemático. No solamente estos medios reciben la influencia del cine: la red de Internet usará como uno de sus estilos de extensión y desarrollo el lenguaje cinematográfico. McLuhan creó el concepto de sensorium (1964, 2009) para reflejar los cambios en la sensibilidad que crea el establecimiento de un medio en la vida social. Así, la llegada de la imprenta genera un sensorium en el que la escritura mecanizada y la lectura más fácil, la difusión masiva de copias, y los procesos de representación de tipo icónico, de imágenes o signos estampados e impresos, copias fieles de sus originales, se ven privilegiados, abocando finalmente a la cultura que hemos llamado de la Imagen y de la Información. Un medio potencia, intensifica, una gama de sensaciones y percepciones, y por tanto, ahorma una cultura, que en definitiva es energía morfogenética de unión con el entorno, como Spengler afirmó. La civilización occidental contemporánea está marcada por el sensorium visual de la imprenta y de la imagen impresa todavía. Ha desarrollado un carácter visual, racional, lineal y lógico, tendente a juzgar por la apariencia y a observar y conocer mediante la observación visual. Es el sensorium occidental. Otras culturas no son tan visuales, sino más acústicas, táctiles o kinestésicas, por ejemplo la islámica. En ella se privilegian otros sentidos porque otros medios tuvieron importante peso, como por ejemplo el del lenguaje oído o el del olfato y el tacto. La cultura oriental, china y japonesa, privilegia sobre la linealidad y racionalidad la sensualidad y sutileza de las representaciones intrincadas y complejas, no aparentes. Son distintos sensoriums que ahorman formas culturales y condicionan el desarrollo de sus ciudadanos. La historia de las culturas está también marcada por estos muy diferentes sensorios y por los medios que de ellos han surgido o dejado de surgir. La ley de la extensión también considera como tales los edificios y los interiores de estos –extensiones del esqueleto, el cuerpo o la piel humanas–, las ciudades –extensiones de los sistemas digestivo o nervioso del individuo–, las armas –extensiones de brazos, piernas o dientes humanos, como dispositivos agresores–, o los lenguajes y la cultura –extensiones de la mente humana y su sensibilidad en conexión con el entorno, de la memoria o la capacidad de almace19

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nar información individual–. Toda la cultura se basa en las experiencias de comunicación primaria con el entorno –el sentimiento de la tierra y del paisaje de que hablaba Spengler, que marcan profundamente a una cultura y le permiten desarrollar su morfogénesis de conexión con el universo (1922)–, y a partir de ahí surgen los medios para potenciar o materializar de nuevas maneras esa primera conexión o extensión humana. Como estudió Simmel (1986), las ciudades, que extienden y potencian la sensibilidad y la vida emocional humana, producen una civilización en la que la psicología individual está acrecentada, y radicalizada por así decir, en unos entornos donde la vida psicológica pasa a un primer plano, y marca la evolución de todos los aspectos del desarrollo, hacia una mayor presencia del sistema nervioso en la vida de la especie (Simmel, 1986). Este hecho nos lleva a un viraje psicológico de nuestra civilización y de nuestra sensibilidad, a una mayor presencia de la vida emocional en la humanidad. Y así sucesivamente: cada medio creado extiende y da forma al desarrollo dúctil y maleable del propio conjunto humano. De un medio se genera otro medio en una extensión. Pero de cualquier sentido humano se puede inventar o desarrollar un medio, que ocupando un espacio nuevo en la civilización permita extender la experiencia humana. Lo habitual es que un nuevo medio se genere en hibridación o combinación con otros. Así, el teléfono móvil surge del antiguo teléfono fijo, pero combinado con el aparato de radio y con el walkie talkie. Twitter es un híbrido resultante de las ideas del telegrama y de la red social. O la tableta es una mezcla entre el cuaderno o cartilla de notas de toda la vida, la pantalla de televisión y el ordenador portátil.

1.2. La mente extendida y la cultura humana En su núcleo, la ley de la extensión indica, como afirma Alva Noé muy recientemente (2010), que somos seres expandidos y distribuidos desde nuestro más profundo núcleo: desde que nacemos formamos sistemas ensamblados de interacción para alimentarnos y sobrevivir, y ellos nos conforman de manera que el desarrollo de nuestro pensamiento, como estudió Jean Piaget, no es sino el desarrollo de los esquemas de movimiento y relación que experimentamos en comunicación con el entorno o con los demás, que se interiorizan, adaptan y dan lugar a las conexiones abstractas (Piaget, 1931) en procesos más complejos. Las extensiones sensoriales y cognitivas forman a cada individuo, desde que nace y se vincula a su madre o a su padre, hasta que incorpora conocimientos, símbolos, experiencias descritas en los sistemas culturales, o el lenguaje mismo, que le permite desarrollar su propio pensamiento al ensamblarse y generar un mecanismo creativo de interacción con el entorno. Todo cuanto el hombre ha creado son sistemas de comunicación y extensiones que le permiten superar sus

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barreras corporales y psicológicas, temporales y espaciales, para desarrollarse y avanzar hacia el futuro. Una primera forma muy estudiada de ensamblaje y coevolución es la de la propia criatura humana en contacto con su madre o padre. El sistema madre/bebé o padre/bebé es uno de los ejemplos más claros de la necesaria condición que rige a la supervivencia humana, de vincularse y extenderse. El bebé y su madre ensamblan un sistema de intensa sincronización en el que comienzan a desarrollarse las formas de comunicación, de la nutrición y protección fisiológica al amor y expresión del afecto, en un sistema de identificación y traslado de experiencias entre ambos seres que permite la incorporación de esquemas e información muy importantes para el niño. El mimetismo, el entrelazamiento que se da en las múltiples formas de simbiosis entre los niños y sus padres, es el responsable del trasvase de un riquísimo conjunto de información de unos a otros. La cultura más elaborada no es sino una continuación de la extensión de nuestra mente en la dirección de dotarnos de las formas idóneas para que esas extensiones funcionen. Así, las formas culturales como el arte de todos los tiempos son transmisiones de experiencias a las que tenemos acceso gracias a nuestra estructura mimética neuronal, constituida por las denominadas neuronas espejo (Rizzolatti y Sinigaglia, 2005). La formación cultural de la persona le permite extender su conocimiento y su sensibilidad a las experiencias y conocimientos de otros individuos en su sociedad y cultura, de modo que puede extenderse gracias a las obras de estos y acceder a sus logros. No podríamos acceder a la superación individual si no tuviéramos esta capacidad de extensión y de acoplamiento con lo que está más allá del individuo, sean herramientas culturales o sean tecnologías. En tanto el ser humano es capaz de internalizar o externalizar herramientas, lenguajes o tecnologías, es capaz de superar sus límites y hacer suyos los más altos avances humanos. Pensemos en una persona que sencillamente está leyendo un libro: es una mente ensamblada con otra u otras mentes, lo que produce en muchos casos una extensión exponencial de la experiencia de ese individuo. La capacidad, la posibilidad de heredar las experiencias, extensiones, sabiduría de otro está condensada en este sencillo medio. Es literalmente un ascensor que le permite saltar los pasos de una evolución muy dificultosa, y poder acoplarse al último de los peldaños de una trabajosa escalera de superación. Hay acoplamientos que instantáneamente producen un aprendizaje que se automatiza. Así ocurre con las herramientas que nos habilitan para realizar tareas. Una vez que las incorporamos en una pericia, no somos conscientes de que las usamos, dejando paso en nuestra mente al contenido que nos permiten extender. Internamente, el individuo extiende sus facultades cuando incorpora estos sistemas culturales de conocimiento y experiencia, y cuando puede automatizarlos y dar paso a otros en una evolución interior constante. Los hábitos, que no son otra

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cosa que contenidos convertidos en herramientas, como afirma Alva Noé (2010: 145), tienen la función de dejar lugar a la adquisición de nuevos contenidos porque la consciencia se desplaza, de ellos, hacia otros ámbitos. Cuando usamos la costumbre y la pericia o fluidez en la automatización de facultades, podemos trabajar de maneras muy rápidas y mecánicas, y con ello, salvar las barreras que existen en la mente humana y los límites de capacidades más dirigidas por la conciencia. Las extensiones humanas, de los idiomas a los ordenadores, de los automóviles a los satélites, son posibles porque cognitivamente el ser humano puede ensamblarse con esas extensiones y automatizar e internalizar su uso. Podemos hablar un idioma aprendido con la fluidez necesaria como para que se convierta en un medio de transmisión automática de nuestro pensamiento. Podemos incorporar una prótesis de pierna de manera que la movamos como si fuera la nuestra propia. Podemos adaptar y evolucionar con ellas, todo tipo de extensiones, mentales y materiales, que nos hacen coevolucionar en el tiempo y nos llevan a nuevos tipos de sensorios y de mundos de experiencia humanos. Ramachandran (1988) es un neurobiólogo hindú que ha mostrado la capacidad de la mente para incorporar a su sistema motor cualquier ensamblaje, aunque sea ilusorio. Para tratar el llamado “síndrome de la mano fantasma”, enfermedad por la cual personas con un miembro amputado sentían dolor en él, este científico creó una ilusión óptica en un espejo, que permitía a personas amputadas tener la impresión de que conservaban el brazo o pierna perdidos y, de esta forma, tratar la disfunción mental y motora que les hacía sentir dolor en el miembro inexistente. Esta terapia de espejo demuestra que en el ensamblaje con herramientas y tecnologías se produce tal extensión mental que es posible asumirlas como propias y que estas ejerzan una influencia en el individuo, aunque sean ilusorias. El cerebro humano nos muestra aquí toda su plasticidad, su capacidad de asimilar ilusiones y representaciones de manera que las considera reales y propias. La capacidad de proyectarnos en representaciones ilusorias, la capacidad de asumir cogniciones fabricadas, es la misma que nos permite disfrutar con el cine o jugar con un ordenador. Si pudiéramos representar esta capacidad para salir de nuestros estrechos límites y ser mentes extendidas, tendríamos que imaginar una mente porosa, llena de ramificaciones y vías de desarrollo al exterior, entreverada con las otras mentes y fruto ella misma del entrelazamiento de otros sistemas de extensión mental. Este debate sobre el externalismo de la mente ha llevado a muchos pensadores a considerar que aquello que llamamos la conciencia es en realidad algo distribuido, expandido, una especie de momento de confluencia entre múltiples procesos de interacción y de trasvase de experiencias y representaciones. El “yo” de los individuos no es un objeto limitado por un cuerpo ni tiene una forma fija e inmutable. Por ello mismo, admite el crecimiento indefinido, la educación más allá de sus circunstancias físicas o contextuales. 22

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Si Alva Noé afirma que los hábitos son herramientas o tecnologías cognitivas para aumentar y extender nuestra conciencia a otros sectores de atención, las herramientas y tecnologías creadas por el hombre son la demostración de que podemos extender nuestras capacidades a objetos o entornos no humanos, externalizarlos, trasvasarlos y posteriormente ensamblarnos con ellos para aumentar nuestra capacidad de experiencia. Así lo ha estudiado Bruno Latour (2001: 252). Latour afirma que las herramientas son extensiones de nuestras capacidades a objetos o seres no humanos. Somos capaces de crear máquinas, instituciones o conceptos que tienen depositada, más allá de la agencia humana, la capacidad para actuar en el entorno humano, para revelar información, almacenarla o instrumentarla ante nosotros. Son herramientas y sistemas de ensamblaje a disposición de la humanidad, que pueden ser incorporados y aplicados según nuestra necesidad de ellos. Así, por ejemplo, “la Ley” es una extensión cognitiva que se halla ya externalizada, reificada en instituciones, libros o plataformas, y que actúa contra o a favor de los individuos, se traslada de unos a otros, y supera en pervivencia al humano. Igual ocurre con universos externalizados y cosificados como es “el Estado” o “la Ciencia”, tal y como estudió unos años atrás la corriente de la fenomenología social de los autores Peter Berger y Thomas Luckman (1986). Las herramientas humanas, del hacha de sílex a la tableta electrónica, del aspirador al libro de poemas, de la ciencia a los idiomas, son un inmenso conjunto de extensiones materiales o simbólicas que permiten al ser humano ahorrar energía, disponer y canalizarla de manera más eficaz, trasplantarla directamente, y ampliar sus facultades y sentidos de manera casi infinita. Las máquinas y herramientas se crean a partir de una idea de extensión: el avión para poder volar, el automóvil para poder ir lejos y deprisa, el satélite para poder comunicar con mayor eficacia y amplitud. Todas ellas nacen en conexión con un sentido o facultad, y son un desarrollo humano que refleja los modos naturales de experiencia en el individuo. Toda herramienta es un medio de comunicación porque facilita o mejora una conexión con el entorno, que a su vez es la clave de su desarrollo. Las herramientas y tecnologías son creaciones humanas resultado de la interacción con el entorno en dos sentidos: primero, porque surgen como algo que pide esa relación previa. Segundo, porque una vez que se interponen, cambian la relación del individuo con el entorno haciéndolo coevolucionar con él, como veremos. Es necesario pensar que toda la civilización humana, y la evolución de nuestra especie, así como la de las demás, es el resultado de un entrelazamiento de factores que se condicionan y se vuelven a condicionar circularmente. En nuestro universo no hay fenómenos aislados con causas aisladas. Aquel elemento que causa un determinado estado de cosas viene en parte generado por dicho estado, porque en su origen existe ya una conexión previa. La reflexión de los científicos cuánticos nos muestra claramente este hecho. Todos los elementos que forman parte de la realidad están entrelazados en procesos de interacción o en sistemas que se 23

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mantienen en constante cambio e influencia. La coevolución es el proceso que hace interactuar al individuo con su entorno, de manera que ambos mutuamente se condicionan, y es difícil saber cuál es el factor más determinante o qué es primero en la evolución generada. Una parte fascinante de la extensión humana es la sensorial. Los seres humanos podemos acoplar extensiones creadas como prótesis, y reaccionar en ellas como sistemas ensamblados del mismo tipo a los que se crean en la familia o en el conjunto madre-bebé. Estos sistemas ensamblados son tan naturales y a la vez tan especializados que han dado lugar al concepto de mente extendida, es decir, una exteriorización de la mente humana que, ensamblada con un sistema tecnológico o de herramientas, da lugar a un complejo sistema que pone en cuestión lo que podemos llamar los límites de la conciencia humana. Dos filósofos, Andy Clark y David Chalmers, han trabajado sobre la idea de que la mente humana está extendida (2011). Cuando vemos a un individuo interactuando con un ordenador estamos viendo un sistema de cognición extendida, en el que una tecnología que constituye una extensión de memoria y otras facultades intelectuales se ensambla con las facultades de ese individuo en particular. Como dicen estos autores, es difícil saber dónde termina ese individuo y dónde comienza la máquina. Es complejo saber, sobre todo, cuando las herramientas tecnológicas digitales se ensamblan a la mente humana en sistemas de interacción como los que se producen en las prótesis electrónicas o en dispositivos que interactúan con el sistema nervioso directamente, cuál es el límite de la identidad humana, y dónde llegaremos en este sentido. La clave más esencial de este fenómeno radica en el hecho de que una vez que se forma un sistema ensamblado y el hombre interactúa con una tecnología o herramienta, aunque sea inmaterial, se produce una co-evolución (Chalmers y Clark 2011: 17). La influencia recíproca entre la plasticidad de nuestra mente y el entorno hace que haya un condicionamiento recíproco que moldee el conjunto y lo haga evolucionar de una manera concreta. La evolución de la especie con el uso de herramientas y la preparación de alimentos cocinados y cocidos dio lugar a una menor necesidad de uso de las mandíbulas como herramientas de fuerza, y a un mayor desarrollo de la capacidad craneal como consecuencia de la menor necesidad de espacio mandibular. La coevolución que se desarrolló con la cultura de la alimentación más blanda dio lugar a un ser humano de cráneo más grande y menor mandíbula. Este ser humano pudo desarrollar por ello el pensamiento en mayor medida. Este es un ejemplo de cómo el uso de una herramienta genera un condicionamiento que afecta al desarrollo humano. El proceso sin embargo es más complejo, pues es el desarrollo intelectual el que causa el mayor uso de herramientas e instrumentos agrarios que finalmente llevan a la cocción de los alimentos. Es difícil saber cuál es el desencadenante en el proceso, pero el entrelazamiento de factores es evidente.

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En la naturaleza existen muchísimos sistemas ensamblados en los que un organismo se extiende en un entorno para crear las condiciones adecuadas a su pervivencia. El hombre ha creado el entorno artificial de las ciudades donde todo un contexto de ensamblajes y externalizaciones de capacidades y facultades permite aumentar la sensibilidad, memoria, dinamismo o actividad de un solo individuo. Todos estos factores, a su vez, han generado un tipo humano adaptado a este entorno, y que desarrolla nuevos medios para potenciar las nuevas capacidades. Se ha analizado en el caso de las coevoluciones que producen las herramientas externalizadas de nuestra mente en la cultura, cuando se ensamblan con otras mentes nuevas (Aladro, 2012), ensanchando las capacidades de las distintas generaciones. Igual que existen las externalizaciones de la cultura, existen las internalizaciones culturales de las que es capaz la mente humana cuando incorpora sus facultades a herramientas o a tecnologías. Los sistemas ensamblados potencian infinitamente la libertad humana para crecer y superar las limitaciones en cada situación. Uno de los fenómenos más estudiados de extensión cognitiva es el que se produce con el aprendizaje y manejo del lenguaje. La filosofía del lenguaje (trabajada por filósofos como Hillary Putnam y Donald Davidson y lingüistas como Noam Chomsky, 2002) se ha interesado por el complejo fenómeno de la adquisición de la lengua como un dispositivo que, aun cuando tiene una raíz profunda en el individuo, generada por su presencia en la especie y en la psique humana, es sin embargo añadido o ensamblado al niño cuando se le enseña, y que, sin embargo, una vez que el niño adquiere la “caja de herramientas” que constituye la lengua, puede hacerla suya y manejarla de tal modo profundo que emite frases originales en infinitas variaciones, con capacidad generativa propia, y ensanchando su propia capacidad cognitiva con el contenido de esa caja de herramientas creativa. El uso del lenguaje y la circunstancia de que sea a la vez adquirido e intransferible como medio de expresión de cada individuo, es la demostración de la capacidad de la mente humana para extenderse y ensamblarse con herramientas externas, y para utilizarlas en provecho del crecimiento de la propia capacidad individual. Pero no solamente eso: un niño que adquiere el lenguaje puede llegar a crear con él elementos nuevos y de este modo hacer evolucionar y crecer el lenguaje mismo. Así, las extensiones tecnológicas son un camino de ida y vuelta que permiten a la especie generar individualmente evoluciones que nuevos individuos pueden asumir como propias. El caso del lenguaje es un ejemplo claro de entrelazamiento: poseemos una estructura profunda del mismo, de gran capacidad creativa, que ha ido conformándose en la especie humana, y cuyas transformaciones y adaptaciones se incorporan, practican e innovan con cada hablante que asume la herramienta lingüística. Esta es a la vez interna y externa, y precisamente por ello permite el 25

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desarrollo y la expansión de la experiencia humana, tanto la del individuo como la de la especie en su conjunto, mediante la creación lingüística.

1.3. La extensión sensorial/cognitiva y la comunicación Uno de los principios fundamentales de la comunicación que subyacen a la ley de la extensión sensorial es la idea de que el individuo, en realidad, es una cocreación en el entorno, tanto natural como social. Lo que llamamos una identidad, un yo, es en realidad una construcción en diálogo, y el pensamiento de una persona solamente surge cuando comienza a conversar con el otro en su mente, tal y como afirmó Charles Cooley en su teoría del “yo espejo” (2005, 1920). Somos seres en constante interacción y coevolución con el entorno y con las herramientas comunicativas, y los medios que creamos nos hacen evolucionar a nosotros mismos. Solamente desarrollamos el pensamiento cuando hemos aprendido a dialogar interiormente, como afirmó George Herbert Mead (1934, 2005). Tanto Cooley como Mead trabajaron con la idea de que el yo individual es en realidad una extensión de la misma sociedad, que es interiorizada y desarrollada mediante la conformación del pensamiento y de las representaciones que internaliza y asume del entorno. Pensar no es otra cosa que interiorizar el mecanismo de la interacción comunicativa. Una identidad es una extensión de formas que, suscitadas desde el entorno, pero también corregidas y generadas por cada uno a partir de ahí, va evolucionando en múltiples maneras, sin final. Es importante resaltar de nuevo la idea clave de que la ley de la extensión es la responsable de la capacidad de las personas para crecer y extender sus capacidades más allá de los límites del individuo, físicos y mentales. Podemos extendernos en sistemas ensamblados, podemos adoptar herramientas y ensamblajes, y con ello ensanchar nuestro horizonte y evolucionar hacia el futuro. Esta capacidad de incorporar y heredar, así como de externalizar y legar a la especie, capacidades y facultades, es la que crea la libertad más absoluta para el ser humano, la libertad para crecer hacia el futuro. Esta ley de la extensión está directamente relacionada con la capacidad de empatía, que extiende las capacidades de cada individuo a los demás, y nos hace sensibles a sus emociones y sentimientos. Como las neuronas espejo, de las que hablaremos un poco más adelante, nuestras mentes asumen determinados estímulos generados en el exterior y emulan sus circunstancias y características. La extensión sensorial no solamente es eficaz en los sistemas ensamblados hombreherramienta, sino sobre todo en los sistemas interpersonales, con la familia y amigos, y en los colectivos en los que una multitud de individuos reaccionan de manera extendida, es decir, mediante contagios fílicos o fóbicos, es decir, en formas orgánicas colectivas. Los fenómenos estésicos (explicaremos algunos más adelan-

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te), en los que las sensaciones se colectivizan o se producen reacciones masivas de un grupo a estímulos emocionales o sensoriales, no podrían darse sin la ley de la extensión sensorial. Múltiples situaciones de sincronización de las emociones, sensaciones, ritmos biológicos, de sueño, etc., se deben a la capacidad extensiva de la mente humana que esta ley resume. No es extraño que la empatía y la sensibilidad grupal se estén viendo acrecentadas cada vez más en nuestra especie. Es parte del desarrollo de extensiones sensoriales que las tecnologías digitales están impulsando enormemente. Las mentes extendidas en herramientas tecnológicas también se extienden a otras mentes conectadas a las mismas, generado lo que ha sido denominado “inteligencia conectiva” (De Kerckhove, 1999b). La tendencia a la conexión e interconexión también afecta a los individuos, y genera formas de vida colaborativas, más ensambladas y sociales. La ley de la extensión sensorial y cognitiva de la comunicación nos ilumina sobre cómo el ser humano toma y devuelve al entorno la energía que genera las formas en que se desarrolla, y esas formas son medios de comunicación. Con esta ley vemos cómo el ciclo de energía que va del individuo al entorno se completa y va generando la evolución humana y de todos los seres vivos. Un último ejemplo para entender hasta qué punto es vital la extensión humana es recordar que McLuhan, en los años 60, vislumbró cómo un día la humanidad dispondría de una red eléctrica lo suficientemente extendida como para que por ella circulara la información a todos los hogares. Lo que el fundador de la Escuela de Toronto previó fue la gigantesca extensión cognitiva, tecnológicamente creada, de Internet. Internet, como han afirmado los seguidores de McLuhan, es una externalización de los sistemas nerviosos e intelectuales humanos, como si le hubiéramos dado la vuelta, como a un guante, a la mente humana, y hubiéramos hecho externos todos los cerebros, cuyas interconexiones fácilmente se ensamblan con las conexiones de los otros cerebros. Si vemos bien esta metáfora, efectivamente la red de redes se establece por una confluencia de extensiones. En primer lugar, los ordenadores son extensiones de la memoria y del pensamiento humano. Cuando se conectan entre sí y mediante cable telefónico, satélite y fibra óptica, las conexiones de estos sistemas multiplican las potencialidades de coordinación de los datos. Desde el punto de vista de los lenguajes y codificaciones, aparece la idea de ensamblar y de protocolizar los códigos de manera que sean fácilmente compartibles, así como la de uniformizar el flujo de informaciones. Para que todo el gigantesco ensamblaje de tecnología y lenguajes pueda ser útil a los usuarios, surgen interfaces, lenguajes y programas que están creados para generar una asimilación intuitiva, espontánea en los receptores, o al menos, sencilla en su manejo general. Todo el conjunto de simbiosis y de sinergias de la gran conexión de múltiples tecnologías en el proceso de la digitalización no po27

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dría haberse dado si el ser humano no siguiera de manera natural procesos de extensión de sus sentidos y asimilación de herramientas extensoras. La clave para la extensión humana en la red es precisamente la información. La información es el ladrillo fundamental que construye la estructura de Internet, en múltiples aspectos. Si observamos el aspecto que para un usuario común tiene esta red, veremos que se presenta siempre como un universo de noticias, textos por los que navegar a la búsqueda de lo interesante, o textos conectados entre sí que se revisan o se salta de uno a otro en búsqueda del dato o elemento que deseamos. Internet usa el mecanismo de informarse como actividad esencial, que organiza todo el universo contenido. Incluso las imágenes aparecen codificadas siempre como elementos que desplegar, activar o reproducir, encajados en páginas similares a las antiguas de los periódicos en papel, con una estructura modular, desplegable y escalable, que podemos afinar y usar para acceder en mayor o menor detalle. La velocidad de absorción de esta innovación tecnológica no sería tan sorprendente si la extensión natural del conocimiento humano no trabajara en ella para una asimilación rápida de este nuevo entorno de actividad. El universo de la red es una gigantesca proyección cognitiva, posible solamente por la capacidad de extensión de la mente en lenguajes, superficies y entornos creados artificialmente. El hecho de que no distingamos entre actuar en dicho entorno y hacerlo en la vida no mediada por un sistema digital nos da idea de hasta qué punto somos capaces de asimilar las herramientas. En el caso de Internet se da además una asimilación que es a la vez material y psicológica, simbólica y tecnológica. La aceleración del desarrollo de las tecnologías digitales se está dando también por un proceso que ha sido llamado de convergencia cultural, en el que lo nuevo es fundamentalmente el reenganche de todos los sistemas de comunicación y conexión con el entorno, que se reutilizan, mimetizan o aprovechan en este universo multifuncional que constituye Internet. La facilidad que la tecnología digital tiene para emular anteriores tecnologías contribuye a que también termine generando asimilaciones reales. Por ejemplo, Internet puede hacer circular archivos cinematográficos muy antiguos de la industria del cine. Y también, se pueden editar películas hechas hoy para que remeden el efecto de una película antigua. También es posible aprovechar su tecnología para rodar con bajo coste nuevos filmes. La confluencia de contenidos, y la idea de que la interconexión es la ley universal, está también acelerando el surgimiento de nuevos soportes para la red misma. Quién sabe si en el futuro no habrá una nueva síntesis que rescate un medio tradicional como el rodaje en soporte analógico, porque en dicho ensamblaje surjan algunas ventajas o virtualidades que actualmente no existen y que la digitalización puede aprovechar. Así pues, la extensión es una clave fundamental de los procesos más modernos que afectan a la comunicación humana. Es una ley categorial que afecta a 28

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todos los niveles que hemos visto de comunicación e información. Aunque exponemos aquí estos distintos niveles de una manera trasversal, es posible comprender este proceso como algo que es común a todas esas actividades. La ley de la extensión sensorial es el punto de partida que a partir de ahora habremos de matizar con las leyes subsiguientes, que nos van a ir dando una visión cada vez más amplia de la comunicación y la información humanas. La extensión sensorial parece un proceso imparable y constante en la humanidad, pero hemos de esperar a considerar la acción de las otras leyes con las que se complementa y combina, para entender por qué en muchos sectores esta evolución no se encuentra tan desarrollada o incluso puede verse revertida en un sentido opuesto o perjudicial para la humanidad. Para entender bien el proceso de la evolución humana, es preciso tener en cuenta esta ley de la extensión sensorial, que no se podría producir jamás si no existiera una ley más básica que es la ley de la proyección comunicativa de la mente humana, que nos posibilita convertir en autónomas nuestras percepciones, actuar mediante nuestras comunicaciones y extender su poder más allá de los límites de nuestra propia conciencia.

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Hemos visto una primera ley relativa a los medios, tecnologías y sistemas de comunicación. La ley de la extensión nos instruye sobre la capacidad de extroversión humana y nuestra esencia y libertad profunda, en contacto con el mundo que nos rodea. Ahora vamos a tratar una ley que versa sobre la acción profunda, introvertida, intrapersonal, de la comunicación en la mente. Esta es una ley que señala el poder de la información. Este poder es el de definir y formar la realidad. Llamamos proyección a la capacidad de un mensaje, señal o forma, de cobrar autonomía en la vida humana. Una proyección es una creación humana que se independiza de la conciencia del individuo que la genera y le afecta como un factor externo, a dicha persona o a los demás. En principio, se trata de una actividad mental humana. Los hombres somos capaces de proyectar cogniciones de manera que les otorgamos autonomía y capacidad de organizar nuestra vida. Esta ley aparece por primera vez en las formulaciones de los psicólogos estudiosos de las patologías mentales relacionadas con la incapacidad de distinguir entre ficción y realidad, y la fijación de imágenes o conceptos obsesivos en la mente humana. Fueron los antecesores de las teorías psicoanalíticas y del condicionamiento los primeros teóricos que mencionaron el proceso de proyección mental. Según estos primeros autores, la mente humana puede otorgar autonomía a imágenes creadas por ella misma, reaccionando ante ellas como si no fueran tales. Una vez que el psicoanálisis freudiano estableció con claridad el fenómeno de proyección en la mente enferma, el proceso se fue estudiando hasta constatarse que la mente no enferma también realizaba constantemente proyecciones e identificaciones proyectivas, de modo que otorgaba carta de naturaleza a representaciones mentales y a su vez las generaba a partir de experiencias naturales o emociones. 31

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Por poner un ejemplo sencillo, todos nos guiamos por el sistema de la hora para medir el tiempo en la sociedad. El sistema horario es una gran proyección aceptada y extendida a toda la vida social, autónoma con respecto a los individuos particulares, y que se generó por la mente humana para estructurar el tiempo. Es una imaginación creada para dividir el tiempo, proyectándolo en un recorrido espacial o en un continuo numérico. Es una proyección psicosocial que se ha convertido en compartida y aceptada. Hasta tal punto es autónoma de nuestra conciencia individual, que nos constriñe y presiona y, aunque la hayamos imaginado y proyectado los humanos, se convierte en algo ajeno e impuesto (por ejemplo, cuando llegamos tarde a una cita). Hay proyecciones en todos los niveles, individuales, grupales, masivas, e interpersonales también.

2.1. La proyección en el mundo perceptivo Esta ley admite otra formulación más sencilla que tiene que ver con la naturaleza de la comunicación: todo mensaje y toda señal genera su propio contexto. Cuando una señal de comunicación, o un mensaje informativo se transmiten, automáticamente configuran una estructura en la que ordenan las partes de la realidad que van a interactuar en torno, y el poder que la comunicación y la información tienen en este sentido está basado en muchas dimensiones de los procesos comunicativos a la vez. Cuando un mensaje o señal genera su contexto adquiere autonomía, se convierte en un todo. Se ha proyectado en una o más mentes humanas. Imaginemos que un titular de periódico dice “El populismo ha vuelto”. Esta frase tiene un poder proyectivo en los lectores. A este poder se le ha denominado, en las teorías profesionales del periodismo, “poder factitivo”, poder de generar los hechos de los que se informa. Automáticamente genera un estado de opinión en los lectores, que asumen su veracidad y el contexto que crea dicho mensaje, actuando en consecuencia. Aun cuando la frase original fuera falsa, el poder proyectivo que tiene, al ser leída, incide sobre lo real. Muchas veces grandes falsedades se hacen verdad por la simple propagación de las mismas. Ése es el poder proyectivo de la información. Los autores de la Escuela de Palo Alto, reflexionando sobre la extensión del poder proyectivo de la comunicación, enunciaron el axioma “Es imposible no comunicar”, para expresar parte de este fenómeno. Todo cuando hacemos o decimos se proyecta en nuestras mentes generando imágenes o cogniciones autónomas. No existe ni una sola acción humana que no sea proyectiva. Aunque estos autores no desarrollaron más el fenómeno, sí mostraron por primera vez la complejidad enorme de la realidad comunicativa. Vamos a estudiar paso a paso esta ley, que afecta, de los niveles masivos a los niveles intrapersonales y sensoriales, a todos los sistemas informativos.

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En una dimensión básica, de percepción, podemos ver la ley proyectiva en la teoría gestáltica. Esta es la escuela o teoría psicológica que más profundizó en las consecuencias de la ley proyectiva. Sus formulaciones fueron diáfanas y, al mismo tiempo, siguen dando frutos de ideas nuevas. Como los psicólogos teóricos de la Gestalt estudiaron, percibimos siempre objetos en relación (Koffka, 1979: 11), es decir, lo que notamos como una señal en cualquier contexto es en realidad una proyección, un conjunto o contexto creado por la comunicación y mediante la interacción de las señales, cuyo efecto total es mucho más potente que la suma de las partes que lo componen, lo que los autores de esta escuela llamaron efecto gestáltico o gestalt. Cuando vemos una señal percibimos un todo y definimos un conjunto o contexto. Esto ocurre por el poder proyectivo de la mente humana en el nivel sensorial. Las ilusiones y efectos ópticos que popularizaron los autores de esta escuela de psicología perceptiva son una demostración significativa de que existe un poder proyectivo de la comunicación sensorial, que es autónomo. Todos hemos visto las célebres ilusiones gestálticas en las que una composición de elementos genera un efecto de conjunto que varía cuando variamos la orientación de la imagen, o que genera falsas impresiones por la interacción de las partes que lo componen. Nuestros más instintivos sentidos de percepción organizan el procesamiento de los datos siempre en formas estructuradas, imponiendo o extrayendo un orden de lo real. Cuando percibimos, ejercemos un poder sobre la realidad que establece en ella las formas, los contextos, y autoorganiza en un sistema reflexivo todo el conjunto. Ese “efecto de conjunto” que puede crear una ilusión óptica o sencillamente definir lo que vemos en una forma concreta, se genera por la actividad proyectiva tanto de los sentidos como de la mente abstracta. Uno de los fundadores de la psicología gestáltica, Max Wertheimer, indicó el principio general de esta escuela psicológica según el cual “el todo es mayor que la suma de las partes” (1925) en la percepción sensorial. Este es otro modo de formular la ley proyectiva. Efectivamente, el efecto de la composición de elementos en un conjunto visual, o sonoro, es mayor que sus componentes sumados uno por uno. Hay un valor añadido en la concatenación, combinación o suma de los elementos comunicacionales. Ese valor es exactamente la información. Este valor se puede apreciar cuando el conjunto produce una ilusión óptica muy clara: define una totalidad, que en realidad podría verse de otra manera. Los efectos ópticos que los psicólogos de la Gestalt utilizaron para mostrar la capacidad proyectiva de la percepción condujeron a otros psicólogos a descubrir que la cognición también es proyectiva: pensamos ilusiones generadas por los datos en nuestra mente, aunque esas proyecciones reviertan luego en comporta-

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mientos que las confirman. El ciclo proyectivo en el mundo intrapersonal es muy conocido, y explica el poder de las señales y las formas en nuestra conducta. El pensamiento es resultado de una serie de efectos de conjunto y de proyecciones generados por las señales perceptivas que llegan a nuestros receptores sensoriales, en combinación con otros elementos. Y nuestro pensamiento, a su vez, ejerce una función selectora y automatizadora sobre las nuevas percepciones y sobre las emociones que estas nos generan. Todo el ciclo ha sido estudiado a fondo por la psicología, desde la escuela psicoanalítica a la teoría cognitivista. En estas escuelas se pone de manifiesto cómo es posible autogenerar estados emocionales a partir de las proyecciones y su manipulación por parte de la mente humana, que a su vez confirman o generan de nuevo las señales perceptivas que los motivaron. Las proyecciones a todos los niveles de la conducta humana individual son retroalimentadas y se construyen a sí mismas en ciclos cerrados de los que muy habitualmente es difícil salir, como ocurre en muchas enfermedades psicosomáticas o en las depresiones. El poder proyectivo se da a todos los niveles de la comunicación humana. La formulación más simple de esta ley es la frase según la cual “es imposible no comunicar”, como Watzlawick, Beavin y Jackson indicaron en su libro Teoría de la Comunicación Humana (1986: 46 y ss.) como axioma exploratorio de la comunicación humana. Debemos recordar aquí que en este libro que fundó los estudios de comunicación, los geniales investigadores de Palo Alto definieron cinco axiomas o leyes que describieron de esta manera: – – – – –

Es imposible no comunicar. Todo comportamiento es una forma de comunicación. No existe, en el universo, la “no comunicación”. Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación, de tal manera que la relación califica al contenido, constituyendo lo que estos autores denominaron “metacomunicación”. La naturaleza de una relación, y el significado de una comunicación, depende de la puntuación de sus secuencias comunicativas. El orden y la estructuración de la comunicación afecta profundamente a su contenido. Todos los intercambios comunicativos son analógicos o digitales, y en el estudio de estas dos conformaciones podemos obtener importantes conclusiones sobre la carga informativa de los mensajes. Todos los intercambios comunicativos son simétricos o complementarios. Esta división categorial es una herramienta muy interesante para la observación de la estructura profunda de las interacciones.

En nuestras leyes nos ocupamos de cada uno de estos axiomas. El primero de ellos nos indica, por tanto, que todos los comportamientos, por primarios que 34

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sean, tienen un carácter ostensorio, es decir, generan significación y proyectan contextos. Cualquier objeto, ruido, aspecto de la realidad, comunica: es decir, se expande y proyecta su significado. La mente de quien percibe ese fenómeno necesariamente extrae un significado porque proyecta el mismo. Es imposible que ambos aspectos, el subjetivo y el objetivo, de la constitución de la realidad, se separen. Por eso es imposible no comunicar, y por ello esa comunicación es una proyección.

2.2. El poder de la proyección comunicativa como constructora de realidad Si llevamos hasta el final el razonamiento que esta ley nos indica, veremos que la información es el ladrillo fundamental que construye la realidad. Lo que esta ley indica es que toda señal, todo mensaje, toda expresión, se proyecta, es decir, genera un contexto o campo de significados asociado a su presencia. Cuando esto ocurre, se condiciona la situación y se determina su desarrollo futuro, porque las proyecciones son autónomas con respecto a los individuos. Vamos a ver algunas ideas de la física y de la filosofía que han trabajado en esta ley. En las dimensiones microscópicas, este fenómeno ha sido demostrado por las teorías cuánticas de la Física, que analizaron, en la misma época que la teoría Gestalt, el universo como un orden en el que la implicación de los componentes de que consta llega a modificarlo radicalmente. El poder proyectivo de la interacción de los elementos que constituyen la realidad es inevitable, está en la naturaleza misma del universo, igual que en la configuración misma de nuestra percepción sensorial. La cuántica se fundamenta en el principio de indeterminación de la realidad, establecido por W. Heisenberg en 1926. La realidad es en su observación más concreta una manifestación multiprobable de estados simultáneos y excluyentes entre sí, que sin embargo son determinados por la acción de quien la observa. La física puso en el centro de la esencia del universo un proceso de comunicación, el del observador y la realidad observada. La interacción de estos dos componentes es la que inclina la naturaleza del universo en un sentido determinado, en una compleja serie de niveles de influencia recíproca. El universo en el que vivimos es una gigantesca proyección comunicativa. Es decir, se forma por la combinación de diferentes componentes que interactúan y dan así forma al mundo en que vivimos. Como proyección comunicativa, el universo es cambiante, moldeable y está sujeto a la influencia de cada ser que en él existe. Debemos pensar que la comunicación es la fuerza fundamental que mueve el universo. Este no es algo que tenga una esencia estática, sino un proceso de con35

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formación constante. La información es la forma que queda determinada en cada interacción, y que a su vez desvía o lleva hacia un sentido determinado la proyección comunicativa en la que vivimos. Todo cuanto existe es resultado de un proceso de comunicación, y es causa a su vez de otros. La conformación biológica de los seres vivos es una demostración de esto. Cada individuo se genera a partir de una serie de interacciones genéticas que determinan mediante información el desarrollo celular que va a seguir. La interrelación con otros factores va a su vez modificando o desencadenando esa información que conforma la complexión, características, rasgos o factores biológicos del ser vivo. Cada nuevo ser vivo es resultado igualmente de una recombinación de los procesos interactivos de sus progenitores, y de otros factores ambientales evolutivos. La esencia única del individuo, proviene, paradójicamente, de la influencia recíproca de otros, de su comunicación genética. El proceso se proyecta indefinidamente en el tiempo. Cada individuo es información determinada, que surge de la conexión comunicativa de elementos presentes en el universo, en proyecciones concretas, en el tiempo en desarrollo. Cuando se estudia la información en una aproximación teórica seria, se descubre que lo que entendemos por tal es siempre el resultado de una relación: la información es una relación o pauta conectora (Bateson, 2006: 23). Así la definió uno de los autores más brillantes y esenciales de los estudios de la comunicación, Gregory Bateson. Bateson se dio cuenta de que la esencia de la información no es un objeto, ni un elemento aislable: es un proceso. El proceso por el cual todo se interrelaciona en proyecciones que van conformando la evolución de la realidad es la información. Si deseamos aislar un solo componente informativo, siempre nos encontramos que este interactúa en sistemas binarios, de manera que no es posible aislar un solo elemento, sino una relación significativa: la del sonido y el silencio, la palabra escrita y el papel en blanco, o la de la luz y la oscuridad, son ejemplos de relación proyectiva binaria que autodefinen un universo de señales o de componentes, lo que se denomina un umbral informativo. Cada mensaje es único en una combinación de elementos binarios previamente dados, que podemos llamar yin y yang, día y noche, hombre y mujer, activo y pasivo, muerte y vida. Bateson utilizó el lenguaje de la filosofía y del pensamiento más profundo para acercarse más a la comunicación como ladrillo fundamental de la existencia. La capacidad de la información para reducir la incertidumbre o multiprobabilidad de estados se basa en esta naturaleza proyectiva. Cuando emitimos información, determinamos y reducimos a una proyección concreta el estado indeterminado e infinito de opciones posibles de conexión, y con ello ponemos en relación decisiva a los componentes del proceso de la comunicación. En realidad, cuando emitimos información definimos la realidad, estabilizando un proceso anteriormente indeterminado e indefinido.

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La información es ese estado de nitidez gracias al cual es posible reducir la indeterminación universal, y avanzar en un sentido concreto, en el desarrollo de la vida. Esa determinación concreta, llena de significado, es cada forma de vida que existe. En cada forma se ha generado una combinación única de elementos, que formando un todo mayor que las partes que lo componen se ha proyectado, como si se tratara de una creación ex nihilo, de la nada, y ha recomenzado el proceso vital por completo. Bateson afirmó que era muy parecido al establecimiento de un ritmo, es decir, de la relación entre un punto sonoro concreto y el silencio, que constituye una secuencia completa, que tiene en su esencia la capacidad de desarrollar su pauta rítmica. Podemos ver en acción este poder en todas las dimensiones de la comunicación, y desde muy distintos prismas de acercamiento. No hay mayor disparate que considerar que los lenguajes o la capacidad comunicativa son privativos de una especie como la humana o de un grado de evolución. La capacidad que todas las especies y formas vitales tienen para emitir significado es la base de esta existencia, y lo que le da su energía y fuerza para ir hacia el futuro, pero no es algo específicamente humano. Si renunciáramos un poco a la visión individualista y antropocéntrica del universo, veríamos hasta qué punto el universo habla, se comunica, se expresa, y eso es su propio desarrollo. Debemos entender que el hombre está en el mundo en una gigantesca proyección interactiva, en la que su más profunda esencia se encuentra al exterior, por un proceso de relación, y al mismo tiempo, el entorno en su infinitud está proyectado en el interior humano. La hondura de esta circunstancia se nos escapa completamente. Cuando nos sentimos realmente vivos, exultamos. Nos expresamos, transmitimos, irradiamos una energía que tenemos en nuestro interior, pero también cogemos del entorno. Con ella creamos, es decir, informamos lo real. Nuestra esencia más profunda es la comunicación. Nos disolvemos en ella, con nuestros genes, nuestras palabras y sentimientos. El ser humano es fundamentalmente un medio y un mediador. El resultado de ese proceso es siempre la generación de formas que son nuevas. El universo es un gigantesco proceso de comunicación, y el modo como se va determinando y desarrollando tiene que ver con la capacidad de interacción de los innúmeros componentes que lo constituyen. El punto de partida del mismo es un acto de comunicación: una relación básica entre elementos primordiales que entran en interacción y con ello proyectan y determinan la realidad. A partir de ahí, todo cuando existe comunica y genera sentido. La información es el paso concreto a partir del cual se va definiendo el modo como se lleva a cabo esa comunicación. El pensamiento humano ha vislumbrado cómo todo cuanto nos rodea no es solamente una dimensión objetiva, material o primaria, sino que el mundo mismo 37

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es resultado de un proceso de significar, en el que el mismo observador está involucrado. Para los pensadores de las culturas antiguas, el universo es una ilusión o proyección de formas, de ideas, como dicen la filosofía oriental o la griega antigua. Es el resultado de un proceso interactivo en el que hay un margen de libertad y de participación que hace que pueda considerarse una proyección imaginativa e incluso una ilusión, pero también una creación conjunta. La idea que deseamos transmitir es la de que cada cosa que tenemos ante nosotros es resultado de una proyección: es una fabricación en la que interviene nuestro propio poder y, sobre todo, es una determinación entrelazada por todos los factores que lo rodean, que no son ajenos a esa fabricación, y que deben ser tenidos en cuenta a la hora de actuar o de juzgar aquello.

2.3. La naturaleza proyectiva de la comunicación en la vida social: imaginarios y sensorios Hemos llamado naturaleza proyectiva de la información a todos los fenómenos asociados con la capacidad de la comunicación para extender su acción y generar nuevos procesos asociados. La comunicación y la información se proyectan en sus contextos, amplían sus capacidades de manera sistemática, en la comunidad humana y en el entorno natural. La información es constructiva. Esto significa que cualquier mensaje tiene el poder de proyectarse y generar un efecto mayor del que era esperable. Ese poder proyectivo está activo en la mente humana individual, en las comunidades y redes sociales, en los procesos informativos en las dimensiones macroscópicas de la vida humana, y en la interacción del hombre con la naturaleza en todos los aspectos. Para mostrar con claridad cómo actúa el poder proyectivo de la información, vamos a verlo en acción en el mundo social. Es este uno de los mundos donde con más claridad se aprecia ese poder proyectivo. La vida social del mundo moderno nos ofrece un espejo exacto del poder proyectivo de la comunicación. Vivimos inmersos en universos simbólicos como los de la red y la comunicación de masas, que han sido y son generados constantemente en el proceso de emisión de mensajes comunicativos. Este inmenso mundo de formas, presencias arquetípicas, motivos estéticos, señales, mensajes, figuras, es lo que se denomina el imaginario colectivo (Morin, 1963), la atmósfera psíquica que dinamiza la vida humana y otorga sentido a las actividades de los seres humanos. Edgar Morin llamó imaginario colectivo al hemisferio de formas psicológicas, tipos, mitos, figuras, presencias, que pueblan la vida mental de una sociedad en un momento dado. El imaginario es la atmósfera psíquica que envuelve a una comunidad, que es generada por ella misma en sus procesos de comunicación e 38

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información, y que constituye el contrapeso de la vida puramente material y física de dicha comunidad. El imaginario moriniano y el sensorio mcluhaniano son dos conceptos complementarios, uno describe un fenómeno desde el punto de vista interno, cognitivo, y el otro desde la posición externa, sensorial. En ambos casos la extensión y proyección comunicativas generan universos, formas y modos de sentirlas, que son complementariamente sensoriales y cognitivos, dentro de los cuales evolucionan la sociedad y cultura humanas. Al igual que la mente humana proyecta y da autonomía a las formas y figuras que procesa, la comunidad social proyecta, vive, comparte y necesita de la psique colectiva que es el imaginario proyectado, dentro del cual adquieren realidad y significación muchas experiencias de la vida humana. El imaginario es la mente social que nos rodea, el medio psíquico que conforma, con el material, el conjunto esférico de la vida humana. Es imprescindible para la vida humana colectiva como lo es la psique para la vida individual. El imaginario, esa atmósfera psicológica en la que respiramos, imbuye con sus formas nuestra actividad, nos conecta con el tiempo pasado, y proyecta hacia el futuro los destinos humanos. Hay una analogía entre la mente individual y la psique colectiva que constituye el imaginario. Al igual que la mente proyecta y concede autonomía a sus proyecciones, que son las representaciones por las que se guía y actúa, el imaginario está repleto de imágenes, de formas, que orientan el desarrollo social y lo determinan. Del mismo modo que las imágenes mentales individuales programan el comportamiento o generan nuestras emociones, el imaginario colectivo moldea los comportamientos generales, psicologiza la vida común, puebla de presencias nuestros espacios públicos o dimensiones de encuentro entre individuos, llegando a dominarnos, a dirigir la memoria cultural, a sustituir incluso la memoria individual. El imaginario nos muestra, a escala, la naturaleza misma de la vida en el planeta. Un sistema en constante circulación de formas simbólicas en el que las interacciones entre la información y los fenómenos materiales es constante, de manera que una alimenta a los otros, y viceversa. Las formas del imaginario se anclan e identifican con los objetos, materia o productos de la sociedad. La vida imaginaria da sentido a la vida material, cuando esta se conecta con sus formas, y la vida material insufla de energía informacional, de determinación e individuación a la vida imaginaria de las formas, mitos, temas. Los mensajes, formas, motivos, descubren y se alían con elementos materiales, que a su vez dan energía al proceso semántico, prolongando su efecto en el tiempo, haciendo resurgir constantemente un flujo comunicacional en el que viven las grandes presencias numinosas del alma de la especie. En el imaginario de los medios de la cultura masiva del siglo XX habitan todas las formas culturales, 39

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que han sido recolectadas mediante la creatividad comunicativa, y se han individuado sensorialmente y asociado a nuevas capas de producción y a nuevas generaciones. Esas formas culturales pueden haber sufrido procesos de evolución y metamorfosis en contacto con las nuevas vidas materiales, llegando a perder significados, a cobrar sentidos aberrantes, o al revés, a recargarse de contenido en ese nuevo contacto con el medio físico. Las dos direcciones circulares del proceso de generación de la cultura de masas son la proyección al imaginario y la identificación, individuación o materialización de formas imaginarias en el mundo sensorial. Vivimos en ambos mundos, material e individuado, imaginario y proyectivo. Hay medios y hay figuras con una doble naturaleza, imaginaria y sensorial, que ejercen de constantes interfaces en los procesos de circulación cultural. Un objeto, una personalidad del mundo de la comunicación, o un medio, pueden servir para recargar la conexión con formas arquetípicas residentes en el imaginario de la sociedad en que existen. Pueden también pasar a formar parte de ese imaginario, por el curioso y paradójico proceso de materializar e individuar esas formas, permitiendo el acceso sensorial a las mismas. Así, una diva del cine pasa a ser un mito y se acerca a formas arquetípicas femeninas una vez que muere y consuma el ciclo de la materialización en la vida humana. Su forma física real ha sido la puerta de acceso a esa proyección. Además, hay formas individuadas o materializadas de baja energía, como hacía notar el psicólogo Carl Jung (2008, 2009), en las que la energía psicológica asociada a dichas formas del imaginario decae o decrece, y hay formas de canalizar lo imaginario con alta energía, las más artísticas y profundas, que en nuestra cultura nos reconectan con la vida cultural más elevada. La cultura de masas produce conexiones con las formas proyectivas del imaginario de muy diversa calidad. Algunas de ellas conservan muy poco de la energía simbólica y comunicativa profunda que las generó en su origen. Quedan como superficies, como huellas de un proceso imaginario perdido. Otras formas resemantizan y enriquecen enormemente un elemento arquetípico casi olvidado, por virtud de la capacidad de creación de quien las comunica en formas nuevas, por ejemplo, recreando un mito, o rescatando una significación profunda, numinosa, de algo. El conjunto de la vida imaginaria y la vida material es interdependiente y empuja hacia el futuro el desarrollo de la vida humana. Pero esta vive dentro de ese gigantesco mundo psíquico envolvente. Nuestros nuevos medios, la nueva comunicación social, está inmersa en los imaginarios creados, navega en ellos y es transmedia (Scolari, 2013) precisamente porque nace en el imaginario mismo, y en él permanece cada vez de una manera más profunda. Cada vez más, vivimos en un mundo virtual que nos envuelve y nos conduce hacia la realización personal 40

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dentro de él. El mundo material se va volviendo más fluido y moldeable como influido por el imaginario colectivo. Actualmente se está generando, por la acción de las tecnologías digitales, un inmenso proceso de fusión de imaginarios que, a su vez, alimenta la fusión de medios materiales, géneros de comunicación, y tecnologías y códigos adaptados a un universo transmedia. Las interacciones entre géneros, formatos, soportes, trascienden ya las categorías tradicionales y nos muestran un universo donde el imaginario es la base de los medios informativos, y las redes permiten la convergencia de estilos, lenguajes y retóricas que provienen de los antiguos compartimentos de la cultura de masas del siglo XX. Todos los procesos de la comunicación de masas generan formas o conectan con formas del imaginario. La fusión, las interacciones entre formas del imaginario, son cada vez más frecuentes, llevando la cultura de masas hacia un mayor sincretismo, mayor mezcla e hibridación de formas. La fusión de formas en el imaginario, que siempre fue posible, es uno de los motores que impulsa las transformaciones de las tecnologías digitales, guiadas por los principios de variabilidad, trascodificación, remediación y recombinación de elementos. El fabuloso mundo digital proyectado de Internet es el colmo del desarrollo de las formas imaginarias, convertidas ya en medio ambiente de la actividad comunicativa, y en interfaz de acceso a la misma.

2.4. La información periodística y su poder proyectivo Para materializar un poco más esta explicación, pasamos a una dimensión más cercana al periodismo para ver en acción la proyectividad comunicativa. En ese mundo igualmente la información construye la realidad, genera su contexto, en este caso mediante la interacción de profesionales, instituciones y estructuras de poder. Esta ley ha sido muy estudiada en el mundo de la comunicación informativa, y en el periodismo profesional bajo la denominación, que citábamos anteriormente, del principio de la facticidad de la información en las dimensiones periodística y de medios de la comunicación de masas en los pasados siglos (Fishman, 1983). Se denomina así a la capacidad de una noticia para instituirse en hecho social. Las noticias que se convierten en hechos se apoyan en el poder factitivo, el poder de dominar la realidad, de las instituciones sociales que dominan la organización humana y que generan noticias. Pero a su vez, los periodistas hacen fáctico ese poder con su propia difusión de la información, colaborando con él y retroalimentando el circuito. Cuando aparece Internet y nuevas formas de información circulan desde centros informativos nuevos, el poder factitivo de las noticias decae en parte. Las redes sociales empiezan a ser decisivas sobre lo que hay y es importan-

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te, introduciendo nuevos temas en las agendas temáticas de la vida social, y forzando a nuevos modos de establecimiento de la facticidad de la información. El poder factitivo obedece a la ley proyectiva, según la cual la información proyectada genera realidad. Si no existiera una interacción entre los distintos actores de la vida social, no se generaría este poder, ni proyectaría una imagen del mundo, que tiene consecuencias en cómo lo vemos y lo que decidimos hacer en él. Por ejemplo, un periodista recibe una información de una fuente con poder político. Cuando el periodista escribe la noticia, se apoya en el poder de su fuente para justificar la publicación y su enfoque. A su vez, la fuente de poder político, que necesita del periodista, se consagra gracias a la publicidad y difusión que el periodista le proporciona. En el entrelazamiento de capacidades de ambos, el poder factitivo surte su efecto. Lo que los periodistas al servicio del poder nos relatan es más real que la realidad misma, aunque en su origen fuera falso. No nos hacemos idea del dramatismo que este hecho tan simple implica. Si la interacción que proyecta la información en la vida social no estuviera controlada por el poder, la idea de la vida social, y la justicia en este mundo, serían muy diferentes. Porque las ilusiones proyectivas cierran la posibilidad de cambiar el mundo cuando impiden que en él interactúen informativamente hablando los que no tienen poder definidor de lo real. Aquello que no es noticia no existe en la conciencia colectiva. Y la información solamente proviene de quienes son atendidos por los periodistas. Si los informadores no tratan a fuentes alternativas al poder, sea político, económico o cultural, darán una visión terriblemente parcial de cuanto existe. Y así es. En la denominada “industria de la conciencia” de los medios las tres cuartas partes del mundo real no existen literalmente. No hay nada más terrible que ser aniquilado comunicativamente, porque eso implica la incapacidad de futuro, de un cambio del sistema, de una interacción creativa y de verdadera comunicación global. Si queremos entender por qué hay tanto sufrimiento, por qué existe tanta injusticia y desigualdad social, debemos darnos cuenta de que no hay consciencia ni comunicación sobre otra posibilidad, y eso determina la incapacidad para cambiar. Una verdadera implicación y poder de participación de todos en la comunicación cambiaría radicalmente el universo.

2.5. La ley de la proyección en la comunicación de las masas Debemos mencionar, por tanto, la influencia de esta ley en dimensiones masivas de la vida social, a nivel de grandes grupos y comunidades. Los fenómenos de contagio masivo, los climas de opinión, el desencadenamiento de grandes procesos en dimensiones macrosociales siempre tiene su origen en la acción de esta ley. Aquí aparece muy intensamente el fenómeno por el cual los individuos au-

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mentan el poder proyectivo de un mensaje cuando lo comparten masivamente. Y en estas dimensiones otro dispositivo proyectivo entra en acción: el de la vida social colectiva. Este es un peculiar proceso que ha sido estudiado desde el inicio de la teoría social y la psicológica. Se le denominó la “ley psicológica de la unidad mental de las masas” (Le Bon, 1898: 2), y con ello se quería expresar la inmensa fuerza que las proyecciones masivamente alimentadas por procesos comunicativos pueden llegar a tener. El ser humano siente la imperiosa necesidad de saber qué opinan los demás, bien sea sobre sí mismo, lo que se denominaba, como dijimos, en sociología clásica “el yo espejo” (Cooley, 2005: 13), bien sobre asuntos del entorno. La necesidad de construir una identidad acorde con los demás, adaptada a ese espejo que los otros constituyen, se ve intensificada y multiplicada exponencialmente cuando los otros, el espejo en el que miramos o percibidos la realidad, son muchos. El grupo masivo ejerce una enorme presión sobre el individuo, hasta el punto de hacerle creer lo que no cree o manifestar lo contrario de lo que en realidad piensa. Noelle Neumann (2010) estudió la dependencia que los individuos tienen, para evitar el aislamiento, respecto al clima de opinión reinante, fenómeno análogo al imaginario colectivo, que en definitiva es la información proyectada y determinante de la vida social que se comparte a través de la comunicación masiva. Estudió esta autora la tendencia que las personas tienen a secundar la opinión que creen predominante, y a guardar silencio (generando espirales masivas) cuando se está en contra de ella. En gran medida, la capacidad masiva de proyección de la comunicación se acelera cuando las personas creen en su poder e influencia, y actúan conforme a ella. Como Noelle Neumann analizó, este poder factitivo que alimenta la idea mayoritaria llega a crear la consciencia social o a hacerla desaparecer respecto de los temas o de las personas, y de esta manera, los medios de comunicación masivos del siglo xx llegaron a constituir la industria de la consciencia. Aquí tenemos de nuevo a la ley proyectiva actuando en dimensiones grandiosas de la comunicación. A la natural proyectividad de cada mente se añade la presión proyectiva de la masa, y el resultado es que se puede deformar, o perder completamente el control racional sobre el comportamiento humano. El poder definidor de la vida social masiva es especialmente llamativo. Tanto, que desde comienzos del siglo XX William Thomas establece la denominada Profecía que se cumple a sí misma como axioma de la vida social. Según este axioma, “Cuando los individuos definen una situación como real, es real en sus consecuencias” (1926, 2005). Thomas estudió la difusión de los prejuicios y sus efectos drásticos en la vida social, demostrando que cuando las masas sociales ejercen su poder comunicativo de influencia proyectiva pueden conformar la vida de las personas con mayor fuerza que si hicieran una presión física o material sobre las mismas. Este poder proyectivo, que para él tenía la forma de una profe-

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cía que se cumple a sí misma, es el mismo del clima de opinión, agigantado por los efectos encadenados de su aplicación a un gran número de individuos. Los individuos en dimensiones grupales tienden a sincronizar sus emociones, sus opiniones, y a conformar macroorganismos por lo menos ocasionalmente, cuando la cohesión es grande y el grupo es homofílico (es decir, muy homogéneo en sus opiniones y forma de ser (Rogers 1983) y uniforme. En estas situaciones surgen contagios emocionales, proyecciones psicopatológicas de diversos estilos –fóbicas, de pánico, de odio y cólera, o fílicas, de efusión amorosa, empatía, melancolía–, que afectan a las multitudes de manera muy drástica, porque en ellas se impone la mentalidad grupal (Janis) y los individuos no captan la esencia creada, proyectiva, de lo que sienten o piensan. Estos contagios son responsables de las escaladas bélicas y de violencia, y de las revoluciones emocionales que llevan a cambios muy importantes también (Dayan, 2000). La proyectividad actúa de un modo drástico en el nivel grupal. Puede llevar al fanatismo, a la cólera o al pánico, o a la efusividad desbordada en duelos o en euforias masivas, que vemos a lo largo de la historia humana moderna. Es difícil oponerse a ella, y el individuo que se enfrente a una masa dominada por una proyección emocional es como si se enfrentara a un animal furioso, su vida corre peligro absoluto. Las proyecciones masivas pueden dominar durante siglos a una cultura, y salir de ellas requiere todo un cambio evolutivo y pasos adelante en los sistemas de información y de educación de esa sociedad.

2.6. La proyección en la comunicación interpersonal e intrapersonal Vamos ahora a cambiar de nivel de observación, abordando la ley proyectiva en el mundo de la comunicación interpersonal. Las leyes de la información que provienen de los axiomas comunicacionales de la Escuela de Palo Alto fueron todas ellas originadas a partir de los estudios de la comunicación cara a cara, la denominada interacción comunicativa. Es en este complejo nivel de análisis donde los autores de esta escuela vieron por primera vez en acción la proyectividad de la comunicación humana. La ley según la cual “es imposible no comunicar” surgió de la observación de la comunicación interpersonal en el nivel básico de la relación comunicativa. En las dimensiones interpersonales, el poder de autogenerar la realidad a partir de la comunicación fue conocido también desde los comienzos de los estudios. Así, los autores de Palo Alto llegaron a la conclusión de que la relación de comunicación califica y determina el contenido de la misma (Watzlawick et al., 1976: 47), además de impregnar de significado todo contacto entre individuos. Muchas teorías posteriores han demostrado que la información tiene un poder definitorio básico en la interacción humana cara a cara.

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Uno de los aspectos más complejos del poder proyectivo de las señales es precisamente en las relaciones humanas directas e interpersonales. En el estrecho espacio de mediación entre individuos cara a cara, las señales que se intercambian definen la relación y la situación, proyectan sus implicaciones y elaboran el denominado “marco” comunicativo, el significado general de la situación compartida. Estas señales son emitidas e interpretadas en operaciones proyectivas. De su correcto manejo depende la siempre complicada comunicación interpersonal, en la que lo más común es precisamente el malentendido, el autoengaño y la situación de incomunicación generalizada. Vamos a ver lo que los autores de Palo Alto llegaron a saber en este ámbito. Las familias, las parejas, los grupos primarios, proyectan las situaciones generando marcos comunicativos (Bateson, 1972), que son formas imaginarias definidoras de las relaciones, que delimitan el significado de sus propios mensajes y señales, y condicionan las relaciones humanas. Los marcos quedan establecidos por señales que se envían, comparten y complementan. Un marco de situación “de juego”, una vez proyectado, incide en el significado de los gestos, señales y mensajes que se intercambian, modificando su sentido incluso –cuando un gesto agresivo se transforma en algo lúdico, por ejemplo–. En la vida social establecemos marcos de significado mediante señales proyectivas. Estos marcos adaptan a su sentido todas las señales compartidas, aunque tienen límites y pueden llegar a quebrarse cuando las señales que se intercambian no encajan de ningún modo en ellos. Saber generar, compartir y adaptar marcos de comunicación es una habilidad vital en las relaciones sociales. En los marcos de la comunicación podemos ver estructuras proyectivas interpersonales que se complementan y adquieren de su complementariedad el poder definitorio. Las personas que colaboran en los marcos interpersonales contribuyen a su permanencia porque de ellos depende el sentido de la relación. Pero hay marcos que evolucionan en los denominados sistemas de conducta. Las señales, los mensajes y los gestos intercambiados por los individuos generan sistemas de conducta entre ellos cuando se convierten en estructuras invariables con un poder coercitivo muy importante. Jackson (1953) estudió el concepto de homeostasis en la familia como fenómeno de proyección de roles o conductas que una vez establecido tiende a permanecer y se resiste al cambio, determinando la situación. Los sistemas de conducta establecen ciclos viciosos de señales y de roles comunicativos que no pueden ser variados y esclavizan al individuo. Dos personas entre las que la relación es de poder y de sumisión, respectivamente, experimentan el poder proyectivo del sistema complementario creado, que resiste al cambio. La unidad de comportamiento que surge en esos casos a veces solamente puede cambiar de sentido, invirtiendo los papeles, pero no puede deshacerse. El poder proyectivo intenso en el mundo interpersonal genera el fenómeno de las escaladas, que estudió en detalle Paul Watzlawick (1976). Una escalada es un 45

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marco que ha derivado en una estructura no complementaria, como el sistema, sino simétrica, en la que las personas hacen exactamente el mismo papel e intercambian señales del mismo tipo, con la consecuente inflación del capital simbólico en el proceso. En una escalada los individuos implicados duplican y redoblan los signos ante el otro, bien para aumentar una efusividad positiva (escaladas fílicas) o negativa (escaladas fóbicas o violentas). En ambos casos vemos el fenómeno proyectivo en su pleno poder sobre la mente individual. Viendo una escalada de violencia entre dos individuos podemos entender el poder proyectivo de las señales intercambiadas por ambas personas, que reducen literalmente la interpretación de la conducta del otro a una agresión renovada en la escalada simétrica. La intensidad de las escaladas de violencia o fóbicas, en las que dos individuos intercambian gestos, señales y acciones agresivas, cada vez más intensas y determinantes, reduciendo las opciones e intensificando el vínculo agresivo, puede llevar a la aniquilación del otro en una acción completamente enajenada. Las escaladas fílicas –de emociones positivas, eufóricas– muestran cómo la percepción de las señales incide directamente en las cogniciones, emociones y comportamientos automáticos, proyectándose y determinando muy estrechamente la realidad que se vive. En el caso de las escaladas amorosas, los enamorados pierden también el sentido de la realidad, aunque sea para estar completamente encandilados por todo lo que hace o dice la persona con la que están llevando a cabo la escalada. Las personas en una escalada comunicacional simétrica de violencia literalmente se ciegan, se autoengañan, no ven al otro ni saben lo que hacen, del mismo modo. En una escalada la interpretación de una señal se adapta siempre para encajar con un estado emocional previo, y a partir de ahí, para responder con señales doblando el efecto producido. El otro individuo responde, del mismo modo, interpretando siempre según el contexto de agresión o de afecto y redoblando la respuesta agresiva o afectiva. El marco de la situación y el vínculo creado se refuerzan crecientemente. El resultado en el primer caso es la escalada de violencia, donde la proyección es simétricamente e intensamente agresiva, y además, absorbente, porque los individuos no pueden salir de ese fenómeno mental fácilmente. Lo mismo ocurre en una escalada amorosa, un “enamoramiento”, en el que toda señal se proyecta al marco definitorio de emociones de amor y de exaltación, llevando a una cada vez mayor convicción del amor al otro. Es evidente que el ser humano no conoce ni sabe controlar el poder proyectivo de las señales de la comunicación en las dimensiones interpersonales ni en las masivas. Si así fuera, habría muchísima menos violencia, agresión y desarrollo de dramas en la vida humana, generado a partir de estas construcciones mentales relativas. Debemos mencionar, por último, el ejercicio de esta ley en la dimensión intrapersonal más particular, que puede ejercer un contrapeso al gigantesco poder 46

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definidor de la comunicación en la vida social. Es el mismo poder proyectivo, pero instrumentado por el individuo, en los ejercicios de autosugestión, meditación y control mental que distintas ramas del conocimiento, escuelas y autores, han estudiado desde hace muchos siglos. Las personas podemos manejar y dirigir la capacidad proyectiva de las señales que pueblan nuestra mente. Podemos conducirlas en la dirección más positiva, vinculándolas con realizaciones prácticas y con información concreta, de manera que obtengamos de ellas mayor energía. Somos completamente libres para generar, mediante la comunicación y la información interpersonal, proyecciones que nos den plena felicidad. La capacidad proyectiva de la información adquiere poder inmenso en la vida social, pero es igualmente poderosa en la libertad del campo individual de la mente. A este poder se le ha denominado de muchas maneras: los filósofos estoicos lo llamaban la acción humana, porque podía realmente cambiar la realidad del individuo manejando sus opiniones (Epícteto, 2012). Las opiniones, para Epícteto, eran la materia sobre la que la persona podía trabajar para cambiar su propia actitud ante la vida y, de este modo, progresar. Así, cuando mediante los procesos de control, reflexión, recapitulación de nuestras opiniones, cambiamos las proyecciones cognitivas que son su base, podemos llegar a adoptar distinta actitud ante sus contenidos y, en general, en la existencia misma. Esta operación, que posteriormente sería abordada por la psicología en sus muy diversas escuelas, supone entrar a moldear los mecanismos proyectivos de la mente intrapersonal. La presión, el trabajo y la proyección en las opiniones, ideas o razones de la mente pueden literalmente cambiar la realidad que el individuo vive, al cambiar su actitud en ella. El estoicismo fue una gran escuela filosófica que descubrió cómo este poder proyectivo de nuestra mente atrae literalmente la realidad hacia sí. De nuevo vemos el entrelazamiento de lo real en acción en ese proceso. En nuestro siglo se comprueba definitivamente el poder de las proyecciones representacionales internas a la mente cuando se descubre hasta qué punto inciden en las emociones de las personas, en un nivel automático de la conducta humana. El conjunto formado por las emociones, sensaciones percibidas del entorno y proyecciones cognitivas internas constituye una unidad que motiva el comportamiento y la acción humana de un modo automático y casi reflejo. Distintas escuelas psicológicas, del psicoanálisis a la terapia cognitivo-conductual, pasando por la programación neurolingüística o el análisis transaccional, han mostrado hasta qué punto puede cambiar la actitud y conducta personal con el trabajo en las proyecciones, es decir, en las imágenes mentales, a las que las personas otorgan poder de dirigir su comportamiento. Se trata del mismo efecto de las otras dimensiones de la comunicación. Un individuo que trabaja en su mente, construyendo o reforzando determinadas representaciones, cogniciones e imágenes, produce efectos en su disposición física, 47

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y en su actitud frente al entorno, efectos que a su vez generan cambios y correspondencias en el entorno o en los otros seres humanos. El efecto determinante de la interacción proyectiva puede producir, guiado por una energía comunicativa bien concentrada, efectos psicosomáticos, sociales, culturales enormes. Y puede, por supuesto, contrarrestar otras proyecciones colectivas o masivas que buscan socavarlo. Pensemos en la capacidad de un líder espiritual como Gandhi para sostener su opinión y conseguir imponerla, utilizando solamente su capacidad proyectiva –su insistencia, paciencia y coherencia de toda su conducta en ella–. Por ello mismo, la ley proyectiva debe estar siempre presente en la vida humana, pues nos indica que tenemos literalmente el futuro en nuestra capacidad de comunicación y de información. De nuevo volvemos a hablar aquí del entrelazamiento que desencadenar el poder proyectivo autocontrolado puede generar con el entorno. Las personas que aprenden a controlar las propias proyecciones intrapersonales –conociendo las representaciones mentales que tienen en sus mentes, analizándolas, observando sus conexiones emocionales y sus consecuencias en los comportamientos propios– emiten hacia el entorno una serie de señales proyectivas que, a su vez, generan automáticamente respuesta en los otros. Este proceso puede cambiar las actitudes de los demás hacia uno mismo, y con ello, las respuestas que nos dan a cuanto deseamos o queremos con ellos. No se trata de ningún tipo de poder más allá de las condiciones psicológicas y físicas de las que todo ser humano está dotado. Simplemente ser consciente de que cada señal que emitimos, aun cuando sea dirigida hacia nosotros mismos, y permanezca secreta, proyecta y determina nuestro estado general y por ello es notada por los demás y genera efectos. De las sutilezas de la capacidad proyectiva de la información todavía tenemos que conocer e investigar muchísimo más.

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La ley de la atrofia u obsolescencia de los medios

Esta ley, que hemos ubicado en tercer lugar, es la segunda de las que enunciaron los McLuhan en su célebre tétrada de los estudios de los medios. Podemos definir esta ley como la ley de la sensibilidad. Así como hemos visto que la ley de la extensión nos ilustra el potencial de la mente a la hora de asumir una herramienta o tecnología, y de extenderse en los sistemas de cognición de la cultura o de la civilización, y la ley de la proyección nos habla de la potencia imaginativa y creativa de las construcciones mentales humanas, la ley de la atrofia u obsolescencia, complementaria a la primera, nos habla de fenómenos que podemos ver cada día ejemplificados en nuestra propia sensibilidad. Esta ley indica que todo medio, a la vez que extiende o potencia un sentido o facultad humanos, atrofia o hace obsoleto otro que se utilizaba previamente (McLuhan, 2009). Esta ley ilustra el desequilibrio que se introduce en las facultades o sentidos humanos con la aparición de una extensión. Toda extensión en un sentido implica la atrofia de otro, tal y como expresa otra redacción de esta misma ley. La extensión y avance en un sentido genera o implica la atrofia o limitación en otro. Por ejemplo, para leer debemos permanecer inmóviles. Debemos concentrarnos en la visión de las letras y no distraernos con percepciones acústicas o táctiles. Debemos aminorar voluntariamente nuestra atención lateral a otros estímulos. Cuando vamos al cine, y vemos allí potenciada la sensibilidad o la percepción psicológica, debemos permanecer a oscuras y sentados para que se den estas condiciones óptimas de potenciación de la comprensión de la película. Un medio que potencia un sentido o facultad siempre implica una atrofia de otro. Grandes capacidades adquiridas mediante una herramienta extensiva atrofian otras capacidades. El ejemplo característico en estos casos es el de la invención de las armas, herramientas que hacen enorme la capacidad de aniquilación humana y, consecuentemente, atrofian la sensibilidad hacia la agresión: es mucho más frío 49

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y menos sensible matar con una pistola o con un mando a distancia de un avión de combate robotizado, que matar a golpes de palo, o con las manos. Todos los medios de ensanchamiento de las facultades tienen un precio, por así decir. Nos facilitan algo, y a cambio perdemos otro aspecto de nuestra situación inicial. Debemos contemplar el desarrollo humano sin perder de vista la ley de la atrofia u obsolescencia. Todo cuanto hemos desarrollado para potenciar nuestro crecimiento ha limitado otros posibles crecimientos. El inmenso avance en las tecnologías nos ha alejado de la naturaleza. Nuestras capacidades de transporte y desplazamiento nos han hecho dependientes de máquinas para nuestra vida cotidiana. Todos los sistemas y herramientas que acoplamos a nuestro cuerpo tienen en cierta medida la capacidad de esclavizarnos a su uso, y podemos perder importantes riquezas en esa nueva conformación de nuestra vida. La ley también recoge el carácter contrastante de la percepción sensorial que era ya conocida por la cultura de muchas civilizaciones. Cuando se produce una hiperestesia, es decir, un fuerte impacto o avance en la sensibilidad, ello conlleva necesariamente la anestesia o falta de sensibilidad en otros mecanismos o áreas sensibles. El abuso o exceso de sensaciones en un campo o sector conlleva necesariamente la incapacidad, atrofia o anestesia de otro alterno. Podemos ver muchísimos ejemplos de esta ley polar, que indica que un exceso hacia un determinado extremo en facultades, medios o sentidos, nos lleva necesariamente a la compensación que genera una atrofia, anestesia u obsolescencia de otras. Esta ley se cumple tanto para el individuo particular como para la sociedad en general. Así, una cultura altamente visual no suele desarrollar al mismo tiempo la sensibilidad kinestésica, radicada en gusto, olfato o tacto. Y viceversa, una cultura anicónica tiende a desarrollar los otros sentidos, como el oído o el gusto. El desarrollo de la tecnología de transporte automovilístico nos ha llevado a entornos urbanos intransitables a pie y contaminados para el viandante. El abuso del automóvil nos vuelve más obesos e inmovilistas. El acceso a los aparatos digitales nos comunica instantáneamente con los demás al precio de perder de vista el entorno que nos rodea. Y así sucesivamente. Hay una cierta tendencia a la proporción o equilibrio, que hace que el exceso sensible en un determinado aspecto quede compensado con una atrofia en otro sentido o tipo de percepción. Como si necesariamente tuviéramos que perder en un sentido lo que se gana en otro. Son muchos y muy interesantes los tipos de compensación que pueden darse en cumplimiento de la ley de la atrofia. Por ejemplo, sabemos, como explicábamos anteriormente, por el antropólogo Lévy Strauss, que la cocción de los alimentos llevó al desarrollo mayor de la inteligencia por la atrofia de la mandíbula y el mayor espacio para la caja craneal. El desarrollo de la inteligencia racional humana también produjo seguramente una atrofia de la intuición y del pensamiento mítico que anteriormente dominaba. 50

La ley de la atrofia u obsolescencia de los medios

Uno de los sectores donde más se conoce el fenómeno de la atrofia es en el campo de las innovaciones tecnológicas. Como decíamos, la tecnología de último momento en comunicación digital está atrofiando algunas capacidades de expresión no mediada, al decir de los expertos. La concentración de la atención que exigen dispositivos como el teléfono móvil, la tableta o las consolas está afectando, por ejemplo, a la comunicación interpersonal en el medio familiar y de amistad. Los dispositivos tecnológicos más avanzados requieren un mayor aislamiento del entorno inmediato. Y así sucesivamente.

3.1. La atrofia y la paradoja de Diderot Esta ley fue desarrollada por muchos pensadores antes de ser formulada para los medios de comunicación. Diderot, el célebre filósofo francés del siglo XVIII, habló de su paradoja (1999), centrada en el mundo del comediante, pero que podemos cifrar en un ejemplo de sensibilidad muy sencillo, el del ciego y su bastón: según la paradoja, la extensión de la sensibilidad del ciego, a la punta de su bastón, conlleva necesariamente que no sienta su mano empuñando el mismo. Diderot estudió el hecho paradójico de que una extensión o asimilación en un proceso comunicativo requiere necesariamente anular algunas partes integrantes del mismo, para que no sean autónomas e impidan la extensión sensorial. Diderot analiza el mundo del teatro, donde se sabe que un actor, para representar a fondo su papel, debe asimilarse completamente a él y convertirse en un cauce para la total expresión del personaje literario, anulando su propia personalidad. Muchas extensiones de tipo físico encajan exactamente con el proceso que Diderot describe, y es necesario por decir así “suprimir” una parte sensorial o facultad para generar la correspondiente extensión: pensamos en la incorporación de aparatos ensamblados al cuerpo humano que nos protegen al precio de eliminar movilidad, sensibilidad, precisión de movimientos, etc. Lo contradictorio del fenómeno que estudia Diderot radica en el hecho de que en muchos casos los actores, que llevan a cabo una completa extensión de sus capacidades expresivas al interpretar a grandes autores de la literatura dramática, llegan a pensar que su personalidad es el fenómeno extensivo que viven cuando encarnan papeles teatrales, y ello les induce a desarrollar una falsa idea de sí mismos. No ser más que una herramienta al servicio de un texto puede conducir al error de pensar que hemos generado nosotros mismos el proceso, en un claro mecanismo proyectivo erróneo. Así, los actores, o en general los artistas, de ser simples mediadores en un proceso creativo que los supera, pueden llegar a pensar que son el origen y el centro del mismo. Este paradójico engaño es el responsable, como sabemos, de muchas pérdidas de orientación vital de personas sometidas a extensiones sensoriales y proyectivas.

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Lo mismo puede ocurrir a cualquiera que haga uso de dispositivos o mecanismos para extender su ego. En general, todos aquellos que trabajen en dispositivos extensivos, particularmente en el mundo de la comunicación, pueden sentirse el centro de un proceso que no crean ellos mismos. El mecanismo puede, alimentado por una mala concepción del yo del artista o del mediador comunicativo, llegar a anular su propio sentido más controlado de ser. El periodismo está muy afectado por esta paradoja. Incluso, en una evolución aún peor, estas personas convertidas en parte de un proceso extensivo llegan a depender de esos dispositivos, sean comunicacionales, sean artísticos, para volver a sentir la proyección que su ensamblaje con estos sistemas genera: así ocurre con las estrellas de los medios de masas, cuya dependencia del éxito puede llegar a ser trágica, o con los artistas aclamados que, una vez deshecha la extensión, y convertidos de nuevo en simples seres mortales, ven cernirse sobre ellos la sensación de no ser nada. Si continuamos explorando esta ley, veremos que explica muy bien los efectos atrofiantes que todo medio extensor de la sensibilidad puede generar. El consumo de sustancias alucinógenas o euforizantes potencia enormemente la sensibilidad o la imaginación humana, al precio de generar, en el estado de abstinencia, unas sensaciones de ansiedad o de vacío insoportables, que terminan condicionando la adicción o dependencia de dichas sustancias. Solo el conocimiento de cuál es el precio que tiene una extensión debida a un medio de esta naturaleza puede ayudarnos a decidir, o a mantener, un equilibrio sensorial o de facultades natural y no forzado a hiperdesarrollos y atrofias. Como decimos, la ley de la atrofia indica que toda extensión sensorial o facultativa tiene un precio, o una contraparte, y que es necesario conocerlo así para que la extensión sea realmente una ventaja y no un proceso reversivo. Podemos ver esta ley en acción en un individuo que hiperdesarrolle un sistema de comunicación y se vea absorbido por el mismo, como describía Cortázar en su célebre texto “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj” (1966). Cuando a uno le regalan un reloj valioso, le regalan tal cúmulo de obligaciones, presunciones, obsesiones y prejuicios que al final es uno el regalado al reloj en realidad, porque termina dependiendo de él y obsesionado con él. Se puede dar el caso de que el individuo se convierta en un apéndice de la tecnología o sistema con el que se ha ensamblado para potenciar su sensibilidad: no otra cosa son las adicciones a tecnologías que reducen nuestro contacto con el entorno, como les ocurre a los jóvenes enganchados a los mensajes de texto que describe Sherry Turkle (2011). Desde el punto de vista de la cultura, cualquier crecimiento en un sentido lleva consigo un decrecimiento en otro. Toda tecnología y todo conocimiento tienen un aspecto de desequilibrio que es necesario medir y prever. Es el célebre concepto de la virtud como término medio y la armonía o proporción como clave de la 52

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felicidad humana que es fundamental en la filosofía griega clásica: todo sistema, todo conocimiento, que exceda su dosis ideal, su proporción áurea, genera en realidad un perjuicio. Una medicina tomada en exceso se convierte en un veneno, como explicaba Platón en su diálogo Fedro o de la Belleza. El gran peligro que existe para el hombre es la desmesura, la hybris, la falta de proporción que hace que cualquier cosa en exceso se convierta en nociva, y si en cambio es usada en adecuada cantidad, sea muy beneficiosa.

3.2. La ley de la atrofia en el campo comunicativo Aquí estamos viendo además la ley de la carga en acción, que explicaremos en seguida. Pues los fenómenos de anestesia o atrofia que genera un exceso de sensibilidad o de extensión sensorial en un medio no son otra cosa que sobrecargas informativas que tienen una consecuencia en el sistema de comunicación que estemos usando en cada caso. Las atrofias producidas en los organismos no son tanto consecuencia de una infracarga en el uso de una facultad o sentido, como por el desarrollo de otra facultad o sentido. Así, el hiperdesarrollo de la imaginación lleva al desarrollo pobre del razonamiento lógico, el hiperdesarrollo de tecnologías de transporte lleva a la atrofia de la capacidad de caminar o desplazarse a pie, el hiperdesarrollo de un tipo de operaciones mentales lleva a la atrofia de otras, y así sucesivamente. La ley de la atrofia establece, por tanto, que en el mundo de los medios, un cambio en la carga o extensión producido al generarse un nuevo medio debe compensarse con una limitación o atrofia de otro. El fenómeno es tan universal que afecta a todas las dimensiones de extensión tecnológica o de herramientas que se nos ocurran: las gafas nos ayudan a ver mejor, pero nos hacen más frágiles. Los teléfonos móviles nos ayudan a comunicarnos con lo lejano, pero nos aíslan de lo contiguo. La televisión nos evade de lo real, pese a ser un sistema de conexión. Y así sucesivamente. Es así un conocimiento básico de la civilización humana el tener presente la ley de la atrofia u obsolescencia, pues nos habla de que el cultivo de la sensibilidad exige un desarrollo mesurado, no excesivo, que no atrofie otros aspectos y sea armonioso en su conjunto. Como muchas culturas han expresado mediante símbolos de equilibrio y estructuras polares, es necesario manejar la unión de los extremos para alcanzar la plenitud. Vamos a explicarlo en detalle. Muchas civilizaciones y culturas tienen el concepto de equilibrio polar como una condición de la existencia y del desarrollo de la vida. El equilibrio entre dos opuestos es la clave para alcanzar una mejor sensibilidad y un mayor refinamiento en cualquier facultad o sentido humanos. Así, saber que por ejemplo la sensibilidad no es mayor cuando se excita o estimula más, sino cuando se combina con su

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opuesto, es un tipo de sabiduría que muchas civilizaciones han alcanzado. Sócrates lo expresaba en el diálogo de Platón Fedón o de la inmortalidad del alma: para sentir una determinada sensación, por ejemplo una sensación de saciedad, a menudo debemos cultivar la sensación opuesta, es decir el hambre, de modo que en el juego de contraste y en el ritmo de evolución de ambos extremos podamos definir con riqueza lo que supone el placer en la comida. Este criterio nada tiene que ver con el que sería simplemente extensivo, y que se basaría, en nuestro ejemplo, en la satisfacción cada vez mayor del deseo de comer, que nos conduciría a la constante sensación de hartazgo, por la ley de la atrofia. Incluso, comer platos crecientemente refinados nos llevaría a perder el placer de la comida sencilla, y del gusto que produce cuando se tiene suficiente hambre, y apetito, como para disfrutar de ella como si se tratara del más fastuoso de los banquetes. El juego sutil de los opuestos genera un umbral de carga en el mundo del placer gastronómico que es necesario conocer y sobre todo practicar. Igualmente ocurre con cualquier otro campo de la sensibilidad humana, en el que solamente experimentamos la plenitud sensorial o cognitiva cuando no perdemos de vista la carencia total en ese dominio. Debemos mantener bien abiertos los umbrales de carga, con el conocimiento o la sensación de los opuestos, para poder definir en detalle cada sensación. Muchas formas de sabiduría oriental han trabajado con esta ley de la sensorialidad, como hace el yoga, por ejemplo. El conocimiento de la dualidad de los opuestos como umbral para alcanzar una unidad superior es una de las nociones en las que las civilizaciones tradicionales han insistido más. Las culturas donde los opuestos unidos forman una unidad superior –sean el ying y el yang, o la vida y la muerte, o el día y la noche, o la deficiencia y la saciedad– nos hablan de la necesidad de considerar que el único modo de extender las capacidades humanas es mediante la superación de la paradoja de la atrofia, es decir, mediante la integración de las facultades y sentidos en una evolución equilibrada. En dicha evolución, lo cualitativo aparece como algo superior a lo cuantitativo. En el mundo de los medios y las facultades y sentidos humanos, lo extremo nos lleva al desequilibrio. Se puede ahondar o elevar más el desarrollo en estos planos con el ajuste de los contrarios u opuestos en un sistema sensible a ambos. El desarrollo en profundidad de un sistema de extensiones siempre ha de basarse en un equilibrio constante con las privaciones que incrementan su valor. ¿Qué queremos decir? Del mismo modo que el cuerpo humano puede aprovechar la riqueza de los nutrientes cuando experimenta su carencia hasta cierto límite, mediante una dieta sobria e incluso basada en la carencia más que en la abundancia, así el cultivo de otras facultades y sentidos se basa en no perder de vista el opuesto sensorial o cognitivo al efecto de la extensión. El actor debe recordar siempre que su grandeza estriba en ser la mejor voz que pueden tener las ideas de 54

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otro. El informador debe recordar que su misión es moverse hacia las noticias, y no al revés, que las noticias vengan a él. El creador debe tener presente que el proceso por el que está creando algo nuevo lo supera a él mismo, y que solo en esa medida es capaz de transmitir genialidades. Todos los medios de extensión del individuo deben ser acogidos con humildad, y estudiados con verdadera maestría sensible, analizando lo que nos dan, y a qué precio, y lo que nos quitan. Una vez que entramos en este tipo de visión de la vida, comprobaremos que la felicidad y el progreso humano se construyen a golpes de sencillez y de simplicidad, la misma que nos permite sentir más, y hacer más cosas, una vez que nos centramos en su juego de oposiciones. Estos principios generales son de aplicación a todos los planos comunicativos. Por ejemplo, en el periodismo. El equilibrio entre fuentes de información es clave para ahondar en los procesos de conocimiento de los hechos. O por ejemplo, en el mundo de la comunicación intrapersonal: el equilibrio en la sensibilidad consigue profundizar más en su desarrollo que el cultivo de un estímulo único y en aumento constante. En la comunicación interpersonal, la proporción, armonía y unión de opuestos es clave para dominar el fluir de la información o de la innovación comunicativa. Y así sucesivamente.

3.3. La obsolescencia comunicativa Un aspecto importante de esta ley es el de la obsolescencia. Llamamos obsolescencia a la pérdida de valor de un objeto o medio por el simple paso del tiempo. La ley de la atrofia y obsolescencia de los medios establece también, en la historia de estos, procesos de reequilibrio en las funciones desarrolladas por cada extensión humana comunicativa. Como decimos, los medios de comunicación son afectados igualmente por la ley de atrofia, solo que en su evolución técnica y material. Por ello, cuando nace un medio nuevo, ello lleva consigo la muerte o casi desaparición de algún medio anterior, que queda obsoleto. Todos sabemos que hay medios o sistemas humanos de comunicación que han quedado obsoletos por el surgimiento de un nuevo medio, que sustituye o reencauza el uso del anterior. Así, la litografía quedó obsoleta cuando se estableció la fotografía como medio de reproducción visual. El libro encuadernado en papel dejó obsoleto el volumen en papiro enrollado, y este a su vez había dejado obsoleto el sistema de memorización de contenidos de las culturas orales tradicionales. La historia de los medios de comunicación es una genealogía en la que unos medios, que surgen como extensiones de otros, superan a aquellos dejándolos obsoletos en la civilización humana. La prensa, como medio para reproducir la escritura de modo automático y masivo, surgió de la reproducción manual de los

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libros escritos, e hizo innecesaria la copia de originales por los amanuenses medievales. La digitalización de los sistemas de reproducción impresos y el surgimiento de los ordenadores e Internet está dejando obsoletos los sistemas de reproducción impresa en papel, de modo que cada vez se usan menos. La fotografía digital hizo innecesaria la reproducción de imágenes en sistemas analógicos, y esta, a su vez, acabó en su día con el uso del retrato al óleo como modo de reflejar la identidad social de las personas. Cada medio surge de uno anterior, como una extensión o derivación, y a la vez que supera o redefine el contexto de la comunicación, inutiliza o atrofia otros medios anteriores. Este proceso es análogo a la atrofia sensorial que antes hemos explicado. Nos da una idea del parentesco que existe entre el desarrollo de una civilización cultural, como si fuese un organismo dotado de sentidos o de facultades, y un individuo concreto. Los desarrollos y extensiones aplicados en un caso producen reequilibrios en la estructura sensorial y facultativa del conjunto, en los dos casos. En el caso de las civilizaciones y culturas, los reequilibrios, extensiones y atrofias van definiendo el carácter de las mismas, a menudo con cambios importantes en la forma comunicativa que adoptan. A menudo la obsolescencia no es total, y podemos ver cómo se mantiene un equilibrio proporcional entre dos medios, uno más novedoso, y otro anterior. Así, los medios anteriores siguen teniendo un lugar en la cultura comunicativa de una sociedad, aunque ese papel no sea masivo o central. Y muchas veces, aun quedando como medios residuales, su función es vital porque estos medios conservan la capacidad de compensar artísticamente el hiperdesarrollo de otros medios. Así ocurre, por ejemplo, con la comunicación impresa frente a la digital, y siempre ha sido así con el teatro y el cine o el vídeo. Cada medio, aunque reducido a una cierta obsolescencia o atrofia, tiene una función, e incluso puede ser vital por su capacidad para conservar el equilibrio cultural de una sociedad. En muchas culturas las formas tradicionales de arte o de comunicación, así como otras costumbres y comportamientos, conservan medios que han pasado a ser residuales, pero que sin embargo son cultivados porque en ellos se conservan significados y mensajes que han quedado, por así decir, adheridos a esos medios. Pensemos cómo el teatro sigue siendo un medio importante en nuestra civilización, aun cuando técnicamente haya sido superado por tecnologías como el cine o el vídeo a la hora de producir la ilusión de realidad. Sin embargo el teatro, como medio, conserva la capacidad de transmitir determinados significados que los públicos no encuentran en el cine o en el vídeo digital, y puede transmitir mejor la sensación de realidad en muchos casos. El medio conformó una sensibilidad, y llegó a desarrollar con ella tal tipo de extensión y ensamblaje, que sigue funcionando a la perfección en una cultura técnicamente más desarrollada en ilusionismos ópticos. Lo mismo ocurre con determinados tipos de instrumentos artísticos, como los musicales. Se siguen usando, a pesar de que hoy en día podríamos conseguir una

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perfección sonora mucho mejor mediante tecnologías muy desarrolladas, pero que precisamente atrofian los aspectos que aquellos medios anteriores desarrollaron más. Así, puede sonar mejor una vieja pieza de música interpretada en una grabación sobre vinilo con un instrumento que cruje en medio de la misma, que una reproducción perfecta en un soporte digital sin la menor mácula sonora. De nuevo tenemos en acción el equilibrio de los opuestos, que en este caso hace más bella la melodía en la que el medio es imperfecto. Lo cierto es que todos los medios adhieren a su hábito humano los contenidos que albergaron y a menudo no hay modo de conseguir la comunicación de esos contenidos si no es mediante el medio viejo, obsoleto. Esto explica que conservemos medios muy antiguos de comunicación, como el teatro y la música antigua, y que sigan siendo centrales para un proceso cualitativo de transmisión de una experiencia. Cada forma cultural, cada medio, lleva adherido un tipo de mensaje, una calidad de contenido. Cuando un medio desaparece, desaparece también el contenido que podía canalizar. En todos los casos, uno de los modos de evitar la atrofia y obsolescencia de un medio o de una facultad humanas es utilizar el principio artístico, tal y como los griegos nos enseñaron. Esto quiere decir que cuando se utilizan las proporciones y armonías, un medio o facultad puede evadir la atrofia y conseguir permanecer eficaz y activo en la cultura humana o en el individuo. Las proporciones y armonías consiguen equilibrar el juego de opuestos que la hiperestesia de la sensibilidad impone, y de esta manera, superar las limitaciones que usar o extender un medio implican. A menudo son los artistas los que conocen de modo intuitivo el juego de la ley de la atrofia sensible y cómo el uso de los opuestos puede paliar la falta de expresividad de un medio determinado. En el mundo del arte, lo cuantitativo no tiene un valor intrínseco. Los artistas saben que el azar, y la pobreza de medios, pueden ser vitales para potenciar la expresión. También respetan la armonía, es decir, la composición proporcionada, de los elementos de que se compone un proceso expresivo, como una ley fundamental de equilibrio para conseguir su objetivo. Ello hace que el arte sea efectivamente el mejor medio de comunicación en cualquier sector en el que lo apliquemos como sistema. Así, hay una relación directa entre el uso de la técnica y el arte. Los griegos unieron ambas palabras en su raíz, llamando precisamente técnica al arte puro. Su idea era ensamblar los principios materiales que rigen la sensibilidad y la comunicación con el entorno con el arte como sistema de control y de dominio de las condiciones de ambos procesos. El arte nos permite refinar la sensibilidad mediante el juego de opuestos. Ello es así porque mediante la sensibilidad artística procedemos a menudo paradójicamente, es decir, utilizando los contrastes, el azar o el desequilibrio como principios estéticos, avanzando así sobre la linealidad cuantitativa que el uso de una técnica o de una facultad nos impone. Así, el uso artístico evita la sobrecarga de un medio utilizándolo de modos nuevos, de modo no lineal ni lógico, y siguiendo principios que tienen que ver con la elusión de la

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hiperestesia y la búsqueda de la armonía perceptiva o sensorial, y al trabajar de esta manera, no se produce la atrofia. La prueba de este hecho la tenemos en la supervivencia milenaria de tecnologías, medios y sistemas culturales asociados a la expresión de arte, como es el teatro, la literatura oral, la pintura rupestre, la danza ritual, la poesía. Todos estos medios de comunicación de experiencias han sobrevivido a la evolución morfogenética, porque llevan en su seno contenidos y capacidades desarrolladas artísticamente, y dichos contenidos permiten que se conserven sus modos de canalización, adheridos a los viejos medios. Su presencia en nuestra cultura siempre será cualitativamente superior a cualquier extensión de nuevos medios. Si deseamos evadir la ley de la atrofia, por tanto, debemos actuar siguiendo las leyes del arte, la consecución del equilibrio como superación de los opuestos y la búsqueda de la expresión que no sature y cuide su forma o medio. También para el periodismo es vital este principio, pues si desea no quedar obsoleto y seguir siendo vital en la sociedad, debe generar aquellos contenidos que lo conserven como potente transmisor de experiencias humanas.

3.4. La crisis del periodismo tradicional El periodismo como medio de transmisión de informaciones ha experimentado una auténtica sacudida con la llegada de la red de redes y la dispersión de los antiguos privilegios de acceso a las fuentes que los medios conservaban. Internet, en sus primeras décadas de desarrollo, amenaza con dejar obsoleto al periodismo como sistema estable de transmisión de información mediante un canal centralizado y de masiva difusión. Hoy en día, los públicos pueden informarse de manera difusa y desagregada mediante las redes sociales, u otro tipo de plataformas e interfaces donde el periodista ya no aparece. Tradicionalmente, los medios de comunicación de masas habían ocupado el lugar central del espacio social, mediando entre las fuentes de información, o los poderes públicos y privados, y los receptores que masivamente recibían los mensajes, noticias o contenidos de los medios. El surgimiento de la red de Internet crea repentinamente nuevos medios de acceso a la información. Las redes sociales, los blogs y las plataformas de grupos, instituciones o asociaciones, aparecen para convertirse en agentes de pleno derecho a la hora de difundir, acceder o distribuir mensajes e informaciones. Este hecho introduce el factor de obsolescencia en el esquema tradicional de negocio de los medios masivos. Tanto los periódicos, como las cadenas de televisión, las industrias del cine, o de la música, se ven asediados por estos nuevos actores sociales que compiten directamente en la tarea antes centralizada en los medios de masas.

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Paulatinamente, a finales del siglo XX, los medios de masas pierden el papel central, para convivir con las redes sociales, los blogs independientes y las plataformas web de todo tipo de instituciones, que pueden difundir la información en un plano de igualdad frente a los medios periodísticos tradicionales. El descalabro del negocio mediático es absoluto. Este proceso puede llevarse de un plumazo los valores, la calidad y los contenidos que el periodismo supo vehicular a lo largo del siglo XX, su siglo de oro. Una simple extensión en el esquema tradicional de la comunicación de masas, que consigue poner en contacto directo a los receptores con las fuentes directas e indirectas, amenaza con dejar fuera de juego a los medios tradicionales informativos, que, desgraciadamente, han estado muy mal preparados para afrontar ellos mismos la conocida ley de la obsolescencia. La razón por la que el periodismo se ha defendido muy mal del embate de la nueva tecnología digital radica en el mismo síndrome de Diderot que hemos descrito anteriormente. Los medios de información se han instituido durante décadas en centro, eje y máximo poder del sistema de difusión de informaciones, acumulando una visión profesional inflada, centrada en el máximo beneficio, rutinizada y asentada en las tramas de negociación con los poderes factitivos, demasiado convencida de su propio protagonismo. Los medios de comunicación periodísticos han abusado de una situación tecnológica que parecía inmutable, y que les permitía controlar y rentabilizar al máximo el proceso informativo en la sociedad. El simple vuelco tecnológico, que ha puesto en manos de muchos nuevos agentes la difusión de la información, ha hecho que se ponga en cuestión la necesidad de contar con los periodistas profesionales. Hoy los públicos creen que mediante Twitter o Youtube pueden acceder igualmente a las noticias. Incluso, consideran que estos medios, aunque más fragmentados y subjetivos, son más dinámicos, y se orientan por los intereses de los públicos. Aunque la pérdida de calidad de la información, antes centralizada y procesada por los medios, es patente, no hay posible retorno al sistema centralizado y controlado de los antiguos medios de masas. Si estos hubieran conservado una función vital en la vida social por su dinamismo, humildad, buen hacer, independencia, los públicos hubieran seguido prefiriendo las noticias contadas por los informadores profesionales a las relatadas por redes o plataformas. Pero el periodismo, aquejado de un exceso de confianza en la situación, había dejado sus estándares de calidad de trabajo hacía muchas décadas, y la obsolescencia tecnológica ha venido a poner de manifiesto la incapacidad de acoplarse a la nueva situación de los negocios informativos. La única solución para este proceso radica en el retorno a los criterios de calidad artística aplicados para la supervivencia de un medio de comunicación. Si los públicos pueden seguir eligiendo a los periodistas y sus productos, frente a métodos más rápidos, informales o dinámicos de informarse, será únicamente 59

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porque el periodismo transmita algo más, algo especial, en sus contenidos adheridos al sistema en el que se emite. Ese algo más ha de relacionarse con la función social, la independencia de juicio, la capacidad de procesamiento, la calidad de escritura, la vitalidad y el dinamismo, que deben ser el arte propio de los informadores del siglo XXI, en un mundo donde los periódicos no serán ya el centro del panorama informacional. En este sentido, la decadencia que un proceso obsolescente genera es muy clara. Una vez que la difusión de la prensa masiva en papel cae, los ingresos por publicidad también, y con ellos la financiación crediticia de los medios debe aumentar. Ello afecta profundamente a la independencia de estos medios, por un lado, y a la solidez de sus plantillas de informadores, que también merman y pierden calidad de trabajo. El resultado es un ejercicio del periodismo de baja calidad, torpe, entrampado en dependencias y deudas, que huye hacia adelante. La obsolescencia del periodismo profesional y del sistema de los medios masivos de difusión que fue característico del siglo XX no significa que la comunicación social esté desapareciendo: al contrario, con la nueva situación, se vive un auténtico fermento de iniciativas nuevas, que están reorganizando el negocio informativo adaptándolo al medio digital, con una estructura más dinámica, redacciones más jóvenes y multitarea, y una atención no sesgada hacia las redes sociales, con las que se coopera intensamente. Se vive ahora mismo un vuelco, en el periodismo regenerado, hacia los valores primordiales de la profesión: la ética y el buen hacer periodístico se han convertido en un reclamo para el consumidor, en tiempos en los que la información circula sin ningún tipo de cuidado o de compromiso por parte de los difusores. Además, los lectores y públicos tienen hoy a su disposición muchas maneras de comprobar la calidad del trabajo del periodista, pues la comparación entre medios, el comentario en las redes sociales, el contraste con las imágenes en directo que hay en los nuevos medios, o con la experiencia directa que llega por las redes, permite evaluar muy bien cuanto está pasando. La transparencia es el efecto más importante de la llegada de la red de redes: absolutamente todo circula y emerge tarde o temprano en el nuevo sistema trasparente de información. Este hecho coloca a la profesión periodística de nuevo en el ojo del huracán mediático, pero esta vez los informadores tienen menos poder para controlar el flujo de la información. En su lugar, debe moverse y redirigirse hacia los propios públicos, que ahora hacen circular la información, pues su papel se está entremezclando con el de las propias fuentes informativas. Este vuelco hacia los públicos se pone de manifiesto en algunos de los nuevos periódicos digitales, que aunque prestan una atención desmedida hacia la información que llega por las redes, se distinguen claramente de ellas por la calidad con la que abordan los mismos asuntos. Estos medios digitales empiezan a adelantarse a las redes en la difusión de los asuntos. Y ofrecen su propio producto sin

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La ley de la atrofia u obsolescencia de los medios

confusión ni estrategias de marketing forzadas que han llevado a algunos medios de masas a introducir forzosamente contenidos en las redes, que son rechazados por los públicos cuando se capta que se trata exclusivamente de publicidad de un medio o de intentos de captación de nuevos públicos emulando los consejos interpersonales que se dan en esta nueva dimensión de la comunicación social. Lo que se nos presenta en el periodismo y los medios informativos con este gigantesco proceso de obsolescencia es también la oportunidad de renovar la profesión periodística, desprendiéndola de una visión estática, de gran negocio, asentada e inmovilista que dominó la profesión en la segunda parte del siglo XX. Hoy en día el periodismo recupera funciones ciudadanas que deben distinguirlo de otras actividades informativas en la red. Es una profesión dura, en un entorno muy competitivo, lo que obliga a refundar constantemente su base y a trabajar en los criterios de calidad, de manera que en un mismo plano de igualdad frente a las redes sociales pueda elegirse la visión profesional de los asuntos de interés porque es la más independiente, seria y fiable. Es una profesión que debe aceptar el dinamismo de las innovaciones tecnológicas constantes en su campo, con una mentalidad artística, de modo que ya no habrá fórmulas fijas, trabajo rutinario ni tecnologías seculares para trabajar en este oficio.

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La ley de la carga informativa

Así como las leyes de la proyección, la atrofia o la ley del orden son leyes intuitivas, que cualquiera puede adivinar en los procesos comunicativos, la ley de la carga informativa es más especializada y desconocida. Pero por ello mismo es una ley fundamental si queremos especializarnos y profundizar en los fenómenos de la comunicación y de la información. Esta ley establece que en información, la carga o cantidad de elementos afecta al resultado del proceso comunicativo. La información es relativa a la carga. Quiere esto decir que no existe la información en términos absolutos, sino que la información es siempre relativa a un umbral, es decir, a unas cantidades mínima y máxima, entre las cuales constituye su existencia, se define como tal. Para entenderlo muy sencillamente, sabemos que lo que para una persona es completamente novedoso, para otra persona puede ser ya conocido. Si un individuo posee una cantidad grande de información sobre un tema, será difícil darle a conocer algo nuevo para él. En cambio, una persona con pocos datos en un tema determinado encontrará novedoso e informativo muchos más elementos, o también puede ocurrir, si no posee nada de información, que su ignorancia le haga no captar nada de las señales que se le están ofreciendo. Lo que para cada una de estas dos personas es información, es diferente. Según sus conocimientos previos, así será la información a la que puedan acceder. La información es algo que depende de la cantidad de elementos de que disponemos.

4.1. La carga informativa y los umbrales Llamamos umbral informativo al espacio de todas las posibilidades de carga informativa que es posible procesar, comprender, captar o descodificar en un sistema comunicativo. El umbral está entre el punto o cantidad mínima de elementos, a partir de la cual podemos captar información, y más allá del cual se da la infra-

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carga informativa, y el punto máximo de elementos que es posible captar informativamente hablando, a partir del cual hay sobrecarga informativa. Por ejemplo, acústicamente, el ser humano tiene un umbral perceptivo que se sitúa entre dos frecuencias de onda (entre los 25 y los 120 decibelios), a partir de las cuales se dan los ultrasonidos imperceptibles por el oído humano o el daño acústico directo por un exceso de volumen. A partir de cierto volumen el sonido comienza a deteriorar el oído. Y si es muy imperceptible, no es notado siquiera. Existe un umbral entre esos dos límites, donde se configuran las posibles señales acústicas perceptibles por el ser humano. En este caso, lo que hemos explicado es un umbral sensorial condicionado biológicamente. Hay muchos tipos de umbrales biológicos, que vienen dados por la especie animal a la que se pertenece, y el entorno en el que dicha especie evoluciona. Así, los seres humanos distinguimos unas gamas cromáticas en la luz, los colores y sus matices, cuyas múltiples distinciones y sutilezas constituyen un umbral perceptivo visual. El arco iris ejemplifica muy bien lo que es un umbral perceptivo: en él apreciamos los principales colores en los que se descompone la luz. La combinación de todos los posibles matices cromáticos constituye la definición de cada coloración de los objetos en el entorno. Por debajo y por encima de dicho umbral existen radiaciones lumínicas que no percibimos –infrarrojos, ultravioleta–, pero que sí producen efectos en objetos, seres o entornos, como sabemos por su uso en diferentes situaciones tecnológicas humanas. Exactamente igual ocurre con las abstractas categorías de la información. En todo proceso comunicativo hay un umbral de carga, dentro de cuya posibilidad de combinaciones de elementos se define cada señal, conformada necesariamente por la combinación de al menos dos de ellos –los que constituyen sus límites de carga, el 0 y el 1 en el caso del bit o unidad mínima de información. Por debajo y por encima de dicho umbral existe la denominada información subliminal, que no por pasar inadvertida en un umbral informativo dado deja de ser activa en la mente humana, como veremos un poco más adelante. Hay umbrales para todos los sentidos, facultades y procesos informativos. La percepción cromática se mueve en el umbral de los colores que podemos distinguir en la descomposición de la luz, más allá de los cuales existen los rayos infrarrojos o los ultravioletas, que no son perceptibles en condiciones habituales por el ser humano. Un umbral menos lineal, pero igualmente biológico, lo constituyen los sabores que podemos gustar a través de las papilas en la lengua. Estos receptores sensoriales están capacitados para captar umbrales de sabores, es decir, diferenciales que distinguen sabores de mayor a menor dulzura, de mayor a menor gusto salado, de mayor a menor acidez o de mayor a menor amargor. Obsérvese que en todo el ámbito sensorial el concepto de umbral de carga es clave para la organización de la experiencia. Un proceso perceptivo que comienza 64

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distingue básicamente entre un mínimo de dos elementos: luz y oscuridad, silencio y sonido, frío y calor, malestar y bienestar, son algunos de los elementos que conforman diversos umbrales de percepción. Una vez que estos umbrales definen los límites de un proceso comunicativo, surge entre dichos límites el juego informacional de combinaciones y gradaciones posibles entre los elementos discernibles: ritmos sonoros, figuras en la gama de los grises, sensaciones térmicas de tibieza, frescor, calidez, o sensaciones generales de tranquilidad, inquietud, vitalidad, relajación. Cada situación va conformando una determinación de las múltiples combinaciones que los umbrales abren a la percepción o sensación. Los humanos, los animales, y probablemente otros seres vivos, disponemos de todo tipo de umbrales, perceptivos y cognitivos, que vienen señalados por nuestras condiciones biológicas, pero también son establecidos por las circunstancias evolutivas, por las condiciones culturales o por los procesos y experiencias vitales. Los umbrales de carga informativa caracterizan a cada especie. Así, hay especies cuyos umbrales de carga son extensísimos y muy desarrollados para un determinado sentido perceptivo (por ejemplo, el sentido del olfato hiperdesarrollado que tienen los perros y lobos, o el sentido de la vista y la capacidad de percepción visual de las corrientes térmicas que tienen las aves rapaces). Hay umbrales cognitivos animales más amplios que los humanos también: por ejemplo, la capacidad de orientación de aves o mamíferos como las ballenas, e incluso, se sabe que determinadas especies pueden tener un más amplio umbral de tolerancia a la percepción numérica automática (es decir, determinados animales captan de un golpe de vista un conjunto numeroso de elementos, sin necesidad de reducir su carga con el conteo lineal, con más capacidad que los humanos). Muchos de estos umbrales sin duda han evolucionado con las especies. Marcan su desarrollo y, al mismo tiempo, condicionan su evolución en el entorno. Es el caso del umbral de tolerancia a alimentos vegetales que los perros tienen frente a los lobos, su antepasado genético. Los perros toleran y digieren bien alimentos provenientes de cereales, vegetales y demás, en tanto los lobos no digieren bien estos alimentos y su dieta es principalmente carnívora. Los perros se hicieron omnívoros probablemente en contacto con el ser humano, cuando empezaron a rondar a las poblaciones humanas buscando alimento. En la compleja interacción que dio lugar al surgimiento del perro como especie, su adaptación a la alimentación humana, y el consiguiente cambio de hábito marcó la simbiosis que se dio con la especie humana. Este cambio se muestra también en el cambio y ampliación del umbral de digestión de alimentos, relacionado directamente con la “alianza” entre los hombres y los perros, que dio lugar a las nuevas funciones que los lobos empezaron a ocupar en los poblados humanos. Este ejemplo anterior nos sirve para introducir un tema apasionante como es el trabajo con los umbrales cognitivos, sensoriales y culturales.

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Los umbrales informativos por lo general son dúctiles, pueden ser más extensos o reducirse, e incluso los más marcados genética o biológicamente admiten el trabajo y la ampliación de sus límites. Esto implica también que con los cambios en los umbrales cambia la capacidad para captar información, pudiendo notar mucha más y más allá de los límites convencionales de carga para otros individuos. Un individuo puede ampliar los límites de sus umbrales de carga cuando se somete a un proceso comunicativo frecuente, que ensancha, valga la metáfora, su capacidad de percepción de señales que llegan en infracarga o en sobrecarga. El conocimiento en profundidad de un campo conlleva la capacidad de captar sutiles diferencias en datos de dicho contexto, es decir, una mayor capacidad de captar información en infracarga, de carácter muy reducido o cantidad pequeña, e igualmente, a una persona con umbrales de carga muy trabajados es difícil sobrecargarla de información, puede tolerar ingentes cantidades de datos o desenmarañar la complejidad de los mismos. Los umbrales de la información, en el proceso que sea que estemos analizando, son porosos. Esto quiere decir que admiten la interacción con sus límites, y que en esa interacción consiguen crecer, o ampliarse, dando lugar a extensiones de sentidos y facultades. La frecuencia de información en un campo o sector permite ensanchar los umbrales de infra y sobrecarga de manera que la información que a menudo llega subliminalmente, es decir, pasa inadvertida para la mente focalizada y atenta, puede recuperarse y usarse una vez que se genera apertura de los umbrales mediante las iluminaciones creativas, y por el carácter más poroso hacia esas cámaras no conscientes de acceso a la información que tienen las personas que están muy atentas y familiarizadas con un tema o campo de conocimiento. Es el típico caso del desarrollo de la capacidad para resolver enigmas o cuestiones desconocidas –infra o sobrecargas informativas– que una mente detectivesca o superdotada puede tener para apreciar, organizar o sintetizar la información clave en un asunto. Cuando hablábamos del modo artístico de solventar las atrofias sensitivas en el capítulo anterior, hacíamos notar que también la proporción y el juego con los opuestos permite superar las atrofias. La razón es que las infracargas definen umbrales de sensibilidad y los amplían cuando estos se hayan atrofiados por efecto de la sobrecarga: poníamos el ejemplo del ayuno que potencia el placer de comer posterior a él. Ayunar es infracargar el proceso sensorial del gusto, es ampliar o redefinir su umbral de carga, para que se genere información con él. Información y umbral de carga son por tanto dos entidades funcionalmente interdependientes. Los umbrales de carga, por tanto, también pueden encogerse o empequeñecer en sus límites, de modo que se produzca una pérdida de capacidad de procesamiento informativo, sensorial o cognitivo. Vamos a poner diversos ejemplos para

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mostrar hasta qué punto esta ley nos da una impresión bien diferente de los procesos de comunicación y sus efectos en los individuos y especies. Cuando no leemos, tendemos a entender menos ideas y cada vez nos resulta más difícil acceder a información que mantenga los umbrales de carga con buena capacidad de captación de información. La sensibilidad cultivada mediante el acceso a las obras de arte, que genera por ejemplo una educación en un país desarrollado, permite a las personas disfrutar de la cultura y generar experiencias maravillosas en su vida. Cuando no hay acceso frecuente a la cultura, los individuos tienden a despreciarla, y por ello mismo, cierran sus umbrales a las experiencias de la sensibilidad cultural. Parecido es el caso que se da en la sensibilidad epidérmica a determinados estímulos, aunque en este caso vemos en acción una reducción de la capacidad sensorial por sobrecarga de estímulos: cuando nos golpeamos la piel durante un buen rato, terminamos por no sentir nada en ella. Esta hiperestimulación o sobrecarga sensorial genera un vacío absoluto. Los umbrales, aun cuando tiendan a modificarse, tienen sus límites claros. Los umbrales también son cognitivos, o culturales, decimos. Para un estudiante de inglés de nivel Proficiency hay un umbral de comprensión textual de la lengua inglesa muy diferente al que existe para un estudiante de nivel básico A.1. Un lector habitual de periódicos capta las palabras clave y comprende los asuntos de manera más rápida y amplia que un lector ocasional, y por tanto sus umbrales de sobrecarga e infracarga son distintos: el lector experto entenderá más cosas complejas (menor nivel de sobrecarga) y también detectará datos que a alguien no experto le parecerán irrelevantes (mayor capacidad en infracarga). Sus umbrales cognitivos en la lectura de información serán más amplios. Fue el psicólogo George A. Miller el que en su artículo “The Magical Number 7±2. Some Limits in Our Capacity of Processing Information”, publicado en 1956, estableció por primera vez de modo científico la existencia de los umbrales de carga informativa. Miller, que trabajaba sobre algunas ideas de psicólogos anteriores, estableció de manera muy ilustrativa que en nuestro procesamiento mental de las percepciones hay umbrales, es decir, límites cuantitativos, que anulan o por el contrario hacen eficaz la información. Ello quiere decir que, informativamente hablando, un mensaje depende de los umbrales de carga de su receptor, para transmitir realmente información. Para un receptor cuyos umbrales impidan la captación de un mensaje, todo su contenido será informativamente nulo. La información depende, para efectuar su acción, de la carga en la que se condensa, pues si dicha carga es excesiva, no producirá efecto alguno, igual que si es insuficiente. Miller demostró su tesis sobre el campo de la memoria de trabajo, o inmediata, y sobre la percepción numérica. En ambos casos percibimos un número fijo de elementos, y tendemos a memorizar idealmente o a percibir conjuntos, que rondan los 7 elementos. Si se excede el número límite 7+2, el umbral de percepción

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numérica habitual, la sobrecarga memorística numérica hará que no se pueda recordar ni saber de qué cantidad hablamos. Si no se llega a la cantidad mínima, tampoco tendrán sentido memorización o cálculo. Nuestra especie, pues, tiende a aislar, tanto para el recuerdo como para la cuantificación, un número ideal de 7 elementos. Por encima de 7+2 se da la sobrecarga: difícilmente recordaremos 9 elementos diversos usando nuestra memoria de trabajo, o inmediata. Igual ocurre para la percepción de un conjunto inmediato de elementos: otros animales tienen este umbral definido de otro modo. El humano parte, básicamente, de estos umbrales de carga en estas facultades determinadas. Cuando recibimos un mensaje o conjunto de señales cuya carga excede nuestros umbrales de procesamiento de la información, solemos trocear la carga en paquetes de menor tamaño. Así, la memorización de números de teléfono, por ejemplo, que exceden los 7 elementos, se suele trocear en tres o cuatro secuencias de tres o dos elementos unidos, de modo que la memoria encuentre sencillo recordar los paquetes de información. En general, la dosificación de la carga informativa es una operación común que está en la raíz de muchos procesos de comunicación. Pensemos, por ejemplo, en la estructura de las noticias, que sintetiza su carga informativa en elementos fragmentarios y sencillos (titulares, encabezamientos, hashtags) que se van desplegando posteriormente y unificando en el conjunto total de lo que se procesa en un tema.

4.2. La información en infracarga Podemos entender lo vital que es esta ley en el mundo de la comunicación. En general, cuanto reduce su carga informativa tiende a ser preferido en nuestros mensajes y conjuntos de señales. Muchos procesos informativos son simples reducciones de carga que permiten el acceso a un umbral informativo. Pensemos en el llamado Principio de simplicidad que estudiaron los psicólogos de la Gestalt, y que Rudolph Arnheum desarrolló posteriormente (Arnheim, 2005: 49) en sus fabulosos estudios comunicativos sobre el arte. Percibimos mejor y captamos las formas simples, que tienen poca carga cognitiva. Es el mismo principio que los científicos llaman lecho de Procusto o principio de Parsimonia: las teorías tienen que ser armoniosamente simples y ajustadas con los problemas que vienen a solventar, tienen que responder al principio de Parsimonia, de sencillez, como también se le denomina. También Guillermo de Ockham, el filósofo y franciscano medieval inglés, conceptualizó esta ley en su célebre navaja de Ockham, principio de reducción de la complejidad de elementos, factores o variables en un asunto como método de conocer la verdad, y recomendaba no multiplicar los entes sin necesidad. Pues bien: cuando algo es absolutamente genial, normalmente tenemos

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la impresión de que es sencillo, infantil. Nos produce un aligeramiento de la carga cognitiva, y al mismo tiempo, sin embargo, la está aumentando. A este fenómeno, más recientemente, Robert Sternberg, psicólogo cognitivo experto en creatividad, lo ha llamado codificación selectiva (Sternberg, 2005: 116): muchas operaciones creativas son simples eliminaciones de elementos sobrantes, en una selección o búsqueda de la carga idónea de un conjunto de elementos. Así, para muchos, la consecución del logro creativo tiene que ver con la poda o eliminación de elementos superfluos. Grandes invenciones o descubrimientos se producen por la casual reducción de elementos que produce, por ejemplo, una coincidencia. El lenguaje simple y sencillo de la expresión más nítida es el más eficaz comunicativamente hablando, tal y como se estudia en el mundo de la redacción periodística. Muchos fenómenos de solución de problemas, hallazgo de claves de enigmas, innovaciones o creación de nuevas ideas en realidad llevan a cabo una síntesis que elimina información sobrante y deja solamente las piezas clave de una nueva construcción de conocimiento. La explicación de por qué a menudo el olvido de determinadas informaciones, la relajación de la atención muy focalizada o el simple paso del tiempo nos permiten abordar la solución a un enigma o aclarar un problema está en el juego con la carga reducida que pueden generar la desatención, relajación, olvido e inconsciencia sobre un campo, y con ello, contribuir a solventar el trabajo en ese campo. En mucha medida, la incubación de asuntos que la teoría de la creatividad recomienda –es decir, relajar y olvidar, encargando a la mente inconsciente el trabajo con la información disponible– no es sino una operación de reducción de carga, que por un lado permite a la mente consciente desocuparse y desbloquearse para afrontar nuevamente los temas, y por otro hace que toda la información disponible pase a manos de nuestra mente no dirigida, que opera con ella de un modo necesariamente sintético, reductor, simplificador, vital en el campo informativo. Con el caso de la infracarga comprobamos cómo el número ideal de elementos, la dosis idónea de señales o estímulos, es clave para que algo tenga valor informativo. La información no es un absoluto: es el resultado de una composición de elementos, que deben estar dotados de una armónica capacidad para comunicar. Así, se da la paradoja de que mensajes con mayor simplicidad de elementos son más eficaces comunicativamente hablando, generando más información de conjunto, y que a menudo para conseguir mejor efecto comunicativo la reducción del mensaje genera más información. Este criterio es bien conocido por los artistas y los creadores, como hemos dicho antes. Recuerdo que Frank Capra, célebre director del cine en los años 50 en EE.UU., decía que había conseguido convertir una de sus películas en un éxito, después de haberla proyectado con muy malos resultados ante una audiencia de preestreno, eliminado los primeros rollos del filme. El recorte fue decisivo para

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esta película, pues al eliminar un buen pedazo del conjunto, la película empezó a funcionar para el público. Hay muchos ejemplos similares de cómo la poda de elementos, y la reducción del conjunto hasta conseguir un equilibrio interno o una buena armonía de conjunto, son vitales para generar el efecto informativo o comunicativo buscado. Pongamos un último ejemplo sensorial de la eficacia de la infracarga para potenciar la capacidad humana: cuando nos sometemos a un clima frío, toleramos mejor el frío en general y podemos vivir con temperaturas relativamente más bajas que las personas que nunca pasan frío, y cuyo primer contacto con este genera una crisis completa en su sistema termorregulador, dejándolos ateridos durante horas. Además, con un poco de calefacción tendremos bastante para generar la sensación de calor. Como indicamos, la información (en este caso el calor) depende del establecimiento de un umbral con la infracarga. Vamos a analizar ahora los fenómenos de sobrecarga, y cómo afectan igualmente al proceso de conocimiento y comunicación.

4.3. La sobrecarga informativa Existen fenómenos de sobrecarga informativa cuando la complejidad, abundancia o carácter abstruso de los elementos en un mensaje o sistema comunicativo anulan la información que estos contienen. Existen sobrecargas tecnológicas en la mayoría de los sistemas de comunicaciones, como los que se generan en la red eléctrica, o en la telefonía. Sabemos por la experiencia en esos sistemas que las sobrecargas anulan completamente la funcionalidad de un medio, sistema o mensaje. Existen sobrecargas cognitivas que tienen que ver con el aumento de la complejidad de una materia educativa, por ejemplo, y que son las responsables de gran parte del fracaso educativo en determinadas disciplinas. A partir del punto en que el alumno no entiende un paso en la explicación matemática, la sobrecarga informativa anula cuanto pueda añadirse informativamente hablando a dicha lección. La sobrecarga educacional es uno de los problemas más graves y más difíciles de detectar, pues en muchas ocasiones la carga cognitiva de una materia, o de una lección, no es intrínseca, es decir, por el tema en sí y los elementos que lo integran, sino que es extrínseca (Sweller, 1998), es decir, producida por una mala presentación, exceso de elementos ornamentales, desorden, mal diseño o codificación abstrusa, y ello puede impedir el acceso cognitivo al mensaje, materia o ejercicio que sea. Es importante conocer, en muchas profesiones, desde la de educador a la de informador, cuándo nuestro modo de comunicar aumenta la carga del mensaje y lo pone en peligro. Uno de los problemas que afronta el periodismo actual es la sobrecarga extrínseca que genera una mala adaptación a las nuevas tecnologías. Los periódicos todavía hoy en día tienen una estructura renuente a abandonar la amplitud de

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columnas y la dispersión o el orden tradicional de la página en papel, cuando el nuevo medio del monitor de PC, móvil o tableta, exige una carga formal más simple, con menos columnas, más lineal. Otros ejemplos artísticos y culturales pueden ilustrarnos sobre el poderoso efecto de la sobrecarga informativa. Por ejemplo, lo que ocurre cuando en el mundo de la moda se satura una tendencia y pasa a ser repelida por los compradores o los usuarios. La moda es un proceso cultural que se basa en los fenómenos de sobrecarga e infracarga para desarrollarse. Cuando algo pasa de moda es porque ha sido usado en exceso, repitiéndose y convirtiéndose en manido y muy visto. Entonces surge una moda nueva, que en sus comienzos suele ser rara y poco común, y que poco a poco va apareciendo con mayor frecuencia, hasta llegar a un umbral de percepción para todos los usuarios o consumidores de la industria que se trate. Pasado el límite de carga adecuado, el proceso vuelve a comenzar. En general, la sobrecarga produce el efecto de anular la información contenida en una señal, mensaje o proceso. Como sistema de censura es muy eficaz. Así, no hay nada como sobrecargar de información un sistema para impedir que funcione adecuadamente. Así aprendieron los políticos a manejar a los medios informativos con la llegada de los medios de masas. Los presidentes norteamericanos comprendieron en seguida que, en lugar de huir de la prensa, debían cebarla con información abundante, dirigida en un sentido determinado y muy completa, lo que, si no la confusión, sí produjo el completo desarme de la atención de los periodistas. Los regímenes totalitarios contemporáneos optan a menudo por saturar los canales informativos –ocupando medios como la televisión y la prensa–, y con ello consiguen su objetivo. Las situaciones de abundancia de información son muchas veces más peligrosas y desorientadoras que las situaciones de escasez de datos. Conviene desconfiar siempre de la aparente riqueza que un sistema de comunicación opulento parece generar, para su análisis y desarrollo. Una gran pieza musical, por ejemplo, o una película, pueden verse arruinadas por un exceso de metraje o de desarrollo. La armonía –que para los pitagóricos griegos era una ley de proporción que determinaba la perfección en cualquier sector de actividad humana– está basada en la composición idónea de los elementos de una secuencia o mensaje. Un exceso de elementos destruye la armonía del conjunto y elimina su valor en total. La “resta de las partes” que produce una sobrecarga informativa borra literalmente la capacidad para informar, o para producir efectos oportunos, en cualquier dimensión de la comunicación. La saturación de actividades en un individuo puede producir un síndrome de déficit de atención que impida su procesamiento mental y concentrado de lo que percibe. La constante abundancia y el exceso de datos pueden generar una rigidez en el estudioso académico que impida que este pueda flexibilizar su atención adecuadamente y ser creativo. La sobrecarga informativa es un arma poderosa en 71

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manos de quienes deseen manipular a un informador o a una audiencia, puesto que ejerce exactamente la misma función que una mordaza: una enorme cantidad de árboles impide que veamos el bosque informativo. En creatividad, sabemos que existe una relación entre la capacidad creativa de los individuos y la carga o nivel formativo que estos individuos tienen en el sector en que trabajan. Así, hay una ley de la “U” invertida según la cual, a partir de un grado de erudición, formación y saturación de conocimiento, la creatividad tiende a decaer. Como explica Robert Weisberg (Sternberg, 1996), hay una relación curiosa entre el sistema educativo y cultural y la creatividad. Este autor explica en su teoría de la “relación en U” invertida que una cierta liberación con respecto a los límites y reglas del conocimiento o el arte ya formalizados es necesaria para pasar a ser creativo. Así, estudiando las circunstancias vitales de inventores y creadores de la talla de Darwin, Proust o Faraday, vemos que estas personas o bien no tuvieron una formación erudita o bien disfrutaron o se vieron obligados a periodos de relajo, abandono o escasez de acceso a la carga de conocimiento en sus sectores de trabajo. Un cierto grado de desconocimiento permite, podríamos decir, la osadía de lanzar teorías nuevas y la libertad de defenderlas. Cuando una persona está formada en mucha profundidad en un sector, puede ocurrir que la propia erudición le haga demasiado precavido a la hora de tener perspectivas nuevas. Digamos que el conocimiento se convierte en un caparazón que impide el libre movimiento de la mente creativa. Así, una buena formación, pero acompañada de determinados reequilibrios de su carga que armonicen con la necesidad de sintetizar la información, reorganizarla y despreciarla si es necesario nos permite lanzar nuevas ideas en un sector. La sobrecarga educativa adquiere a veces la forma de lo que se denomina redundancia en la carga cognitiva (Sweller, 2003, 1998), es decir, cuando se repite y hace monótono el contenido de una lección o tarea. La redundancia cognitiva es nefasta en la adquisición de conocimientos, literalmente impide al estudiante generar interés en el tema o asunto que se estudia. La repetición o la copia de contenidos por sistema puede ayudar a un alumno con problemas de atención, pero tiene el efecto contrario para el alumno que busca una carga cognitiva idónea a su interés. Otra gran parte del fracaso de la enseñanza en los sistemas actuales radica en su tendencia a la redundancia. Podemos considerar la redundancia como un veneno informativo muy nocivo, que tiende a desmotivar, a aburrir y a generar menor energía en la comunicación en que aparezca. La redundancia es lo que mata la creatividad en muchos sectores académicos, así como en la educación de los niños. Nuestra tendencia a habituarnos a la información, y a estabilizarnos en procesos repetitivos, nos aporta mucha seguridad, pero desde el punto de vista comunicativo destruye la capacidad de contacto con la realidad. Si trasladamos al mundo de la comunicación de pareja 72

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esta ley, veremos como ocurre precisamente eso: las relaciones sentimentales humanas mueren por efecto de redundancias que literalmente impiden renovar y refrescar la relación comunicativa. Uno de los modos de manipulación de la información más seculares es el mantenimiento de la infracarga informacional para toda una sociedad. Vemos que democracias consolidadas revierten sus libertades, e incluso no son conscientes de ello, después de años de manipulación, censura e infracarga generada desde un poder autoritario que controla los medios de comunicación. La sobrecarga puede generarse a la hora de exponer o expresar un mensaje informativo, arruinando su contenido. Es el caso de oradores monótonos o lentos, o de expositores de presentaciones en las que la redundancia se adueña del conjunto. Mucho del fracaso del arte moderno es la infracarga o la redundancia semántica en la que se han embarcado algunos supuestos creadores. La falta de sentido es clave a la hora de impedir el mantenimiento de cualquier modo de actividad humana. Infracarga y sobrecarga son acciones muy importantes en los umbrales, sea de un individuo, sea de grupos o de masas humanas. Los umbrales informativos son moldeables, pueden ensancharse, como ocurre cuando nos volvemos expertos y sensibles en un tema, o encogerse, cuando no accedemos a información de un tema y cada vez notamos menos su existencia. Los umbrales pueden trabajarse para poder acceder a informaciones más sutiles (infracarga) y para poder dominar situaciones más complejas y amplias (sobrecarga), así que un umbral de carga informativa permite trabajarlo de modo que se amplía su radio de acción de manera indefinida. El simple acceso constante a información en un sector amplía los umbrales de carga sistemáticamente, decimos, porque va abriendo a mayores sutilezas la captación de información. Por eso, los lectores habituales de periódicos llegan a adivinar gran parte del contenido de las noticias sin tener que leer todo, pues la habituación les permite desarrollar la captación de mucha información con pocas señales –dominio de la infracarga–. No podemos olvidar a los detectives privados, que con su mente indicial, son capaces de detectar información muy rica que llega en infracarga –detalles nimios para los demás, gestos, rastros o residuos insignificantes, que se convierten en claves para conocer lo que ha pasado–. Tampoco debemos de olvidar cómo ese mismo detective puede, al final del caso, explicar muy gráficamente lo ocurrido sin necesidad de que todos accedamos al complejo proceso de investigación que ha llevado, porque es capaz de producir también simplicidad expositiva a partir de lo complejo. Todos los canales informativos tienen la naturaleza de umbral, es decir, constituyen un conjunto diferencial de significados o señales que son perceptibles, en sus diversas combinaciones y contrastes. Es precisamente el juego entre las posi-

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Las diez leyes de la teoría de la información

bles diferencias perceptivas o semánticas que pueden captarse lo que genera la información. Dentro de cada umbral hay una infinidad de matices cuya combinación y juego permite hacer crecer la información y producir diferencias perceptibles. Los umbrales no solamente pueden ensancharse, sino también profundizar en ellos y lograr mayores sutilezas en el dominio de la información que contienen. El cultivo del gusto estético, por ejemplo, es una profundización de los umbrales de la sensibilidad, hasta captar los matices más refinados.

4.4. Más allá de los umbrales: el inconsciente cognitivo Más allá de los umbrales de carga, la información que llega al cerebro humano entra en el denominado inconsciente cognitivo, es decir, es procesada o almacenada en esas otras cámaras cerebrales que han sido reconocidas desde siempre por las teorías psicológicas, y que cada vez tienen más importancia en la consideración de los expertos en la ciencia cognitiva. El inconsciente cognitivo (Claxton, 2006: 2) son todos aquellos procesos y registros que se producen más allá de la focalización consciente de la información. La amplitud, capacidad y potencia de los procesos emprendidos desde estas cámaras mentales son cada vez más notorias para los investigadores, pese a la dificultad de su análisis experimental. El inconsciente cognitivo deriva del inconsciente perceptivo, que es aquella facultad de captación sensorial de datos más allá de los umbrales de carga cognitivos. Se sabe experimentalmente que la captación de señales perceptivas se produce más allá de los límites sensoriales de carga, es la denominada percepción subliminal. Cuando se comprueba que no solamente nuestros sentidos captan información en infracarga, sino que esta es procesada en cámaras cognitivas no accesibles a la consciencia, pero registrables experimentalmente en los procesos de sueños, incubatorios o de hipnosis, surge la idea de una franja más amplia para el procesamiento no consciente de la información, lo que se denomina inconsciente cognitivo. Un ejemplo de inconsciente perceptivo es lo que se denomina persistencia retiniana. Nuestra retina y nervio óptico captan mucha más información sensorial de la que finalmente es procesada por el cerebro de manera consciente. Por decir así, vemos mucho más de lo que creemos ver. La retina queda a menudo impresionada con datos sensoriales que no llegan a la consciencia, pero sin embargo, sí producen efectos e incluso restauran imágenes complementando elementos o completando los mismos. Cuando recordamos imágenes, y volvemos a pensar en los datos que contienen, a menudo descubrimos aspectos en los que no habíamos reparado. Y si son datos importantes, descubrirlos entre el caudal de datos sensoriales de que disponemos por la capacidad retiniana de retención de la informa-

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ción supone un recurso a una cámara distinta de información, no consciente, que podemos reutilizar conscientemente cuando pensamos. Toda la información que llega a los distintos sentidos y que no va directamente a una atención consciente y clara constituye lo que se denomina inconsciente cognitivo. Así mismo, toda la información que decidimos postergar, no atender, olvidar, y que quitamos de delante de nuestra atención dirigida, también comienza a ser almacenada en ese segundo circuito o cámara donde los datos continúan en nuestra mente, aunque los desconozcamos o hayamos olvidado. Cuando soñamos podemos percibir claramente cómo es el interior del inconsciente cognitivo: cantidades ingentes de información se hayan almacenadas, combinadas, desmembradas, en procesos similares a los de la codificación racional pero no guiados por ningún tipo de racionalidad, en los que el cerebro funciona con automatismos no dirigidos por la conciencia, sino liberados de ella. Este hecho supone, paradójicamente, una gran liberación y una gran capacidad para que nuestra mente crezca y evolucione más allá de sus límites adquiridos. Vamos a ver cómo. Cada vez se conocen más aspectos del inconsciente cognitivo. Por ejemplo, su ductilidad, la capacidad de condicionamiento, su velocidad de procesamiento de la información, su adherencia, que hace que en estas cámaras informacionales se estructuren fácilmente cadenas de informaciones con vínculos que la mente inconsciente interpreta como causales y que son resultado de aleatorias combinaciones de automatismos mentales. Todos notamos que nuestra memoria involuntaria capta a menudo detalles muy significativos, más allá de nuestra intención, que resultan ser útiles en extremo. Igualmente, sabemos que podemos vernos muy condicionados en nuestra conducta si imágenes o mensajes nos obsesionan y se instalan en nuestra mente en sueños o se hacen omnipresentes en la imaginación. Vemos que podemos captar de manera rauda, y memorizar rapidísimamente, aquella información que tiene una codificación preferida por nuestra mente irracional, como la que se ancla a la imaginación, a la fantasía y a los soportes icónicos y primarios en general –a indicios, residuos, olores…–. El inconsciente cognitivo tiene una poderosa capacidad para complementar la consciencia, y a menudo es más capaz de acceder a la información, porque se ve liberado de umbrales y constricciones. Sabemos que dado que en este modo de procesamiento de información no existe la lógica, las cadenas causales o la linealidad del raciocinio, la información es unida y ensamblada en conjuntos casuales, y por tanto se habla de que el inconsciente es la llamada mente asociativa, en la que los datos se asocian simplemente por aparecer a la vez, o combinarse aleatoriamente. La adherencia y asociatividad del inconsciente cognitivo nos permite comprobar el poder de esta parte involuntaria de nuestra mente. Todos tenemos supersticiones e impulsos irracionales que guían parte de nuestra conducta. Cuando 75

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tenemos suerte en un examen y hemos utilizado un tipo de bolígrafo, una parte de nuestro cerebro considera que hay un nexo de asociación entre el bolígrafo y el éxito en el examen. Seguramente, para nuestros adentros, usaremos ese bolígrafo, por si acaso. Otro ejemplo: tenemos fuertes creencias en la dimensión espiritual de la existencia, y sabemos que cuando el cuerpo muere, nada queda en él. Sin embargo, llevamos flores al lugar donde descansan los restos de una persona, en una operación asociativa que alimenta la idea de una acción ante esa persona. Llevamos a cabo muchas acciones en nuestras vidas siguiendo el poder informativo que el inconsciente cognitivo desarrolla en nuestra mente.

4.5. La carga informativa y la creatividad Se sabe que el inconsciente cognitivo es vital en la denominada fase de incubación creativa (Wallas, 1926), cuando la mente no dirigida procesa de manera automática la información, estructurándola de modos no deliberados y casuales, y abordando los datos sin seguir las rutas establecidas por los razonamientos lógicos. En esas fases en que la mente relajada y no dirigida procesa desordenadamente la información, sin condicionamientos espacio-temporales, sin el apremio de la consciencia, surgen modos nuevos de combinar, seleccionar o estructurar los datos, que una vez pasan a la mente consciente, en la carga idónea, se convierten en las ideas propiamente dichas mejores que podemos tener. Son los umbrales de carga los que regulan el proceso de generación de ideas nuevas. Como Graham Wallas estudió hace casi un siglo, cada fase mental tiene una carga determinada de información y un sistema de procesamiento de la misma. La fase inicial de todo proceso generador de pensamiento es la denominada fase de información, en la que trabaja la mente dentro de los umbrales, es decir, la atención focalizada. Cuando esta fase termina, y llega el descanso, la relajación y la dispersión mental, se cierra el umbral de carga consciente y toda la información pasa a manos del inconsciente cognitivo. Allí es trabajada de otra manera, en la fase incubativa. Cuando en esta fase, involuntaria y relajada, se produce un cambio absoluto de carga, bien porque la información encaja en una cadena lógica y coherente por casualidad, bien porque es combinada en el modo idóneo, bien porque se eliminan elementos que entorpecían su procesamiento, se genera la fase de iluminación creativa (vid. Wallas, 2005 y 1926) y se abre el umbral que conecta la información en las dos cámaras de la mente: se produce la idea creativa. La última fase, en la que la mente consciente de nuevo toma el mando absoluto y comprueba la idoneidad de las ideas, complementando o perfeccionando el conjunto, es la fase de verificación. Los umbrales de carga deben abrirse y cerrarse de manera natural en todo este proceso, en diversas ocasiones. Debe favorecerse el cierre de umbrales con el

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descanso, la relajación y la voluntaria dejación de toda atención, que genera la puesta en marcha del inconsciente cognitivo y de la incubación. Wallas, que fue fundador de la London School of Economics, insistía en la necesidad de infracargar la mente humana para dejar que el inconsciente procese la información con toda su capacidad. No solamente es vital para generar ideas nuevas, sino para memorizar bien, y para ordenar o resumir bien los datos. Pero igualmente, en la fase de iluminación, una atención interior debe estar preparada para captar las iluminaciones que se generan al abrirse el umbral de carga, por una estructuración idónea que se produzca en el momento menos pensado. Saber abrir, cerrar y observar los umbrales cognitivos internos es la clave para desarrollar la creatividad y la inteligencia. Se trata de la capacidad para prestar una atención cuidadosa e intensa, y también para saber relajarla y olvidarla en determinados plazos de tiempo indefinido. Está muy claro que la mente usa complementariamente su estructura bicameral, de modo que permite la interacción creativa de la información que es captada a través de los umbrales de carga, con la que captura la mente no deliberada e inconsciente más allá de ellos. La creatividad es un ejemplo de interacción más allá de los umbrales cognitivos. Hablaremos de esta complementariedad al abordar la ley de complementariedad de la información. Es evidente que en las fases de tratamiento no deliberado o inconsciente de la información nuestra mente sigue procesando los datos de diversas maneras: o los asocia y compone arbitrariamente (los sueños, hemos dicho, nos muestran a menudo estas actividades)–, o bien elimina elementos olvidándolos, o bien realiza lo que se denomina, en creatividad, analogías estructurales o comparaciones selectivas (Sternberg, 2005: 119), es decir, proyecta unas estructuras sobre otras, generando visiones diferentes. Es el característico pensamiento en metáfora o figurativo de las fusiones o imaginaciones creativas. Para todas estas operaciones, la mente inconsciente usa fundamentalmente imágenes y representaciones analógicas, es decir, composiciones visuales o icónicas, metáforas, esquematizaciones y formalizaciones representadas. Esta mente no trabaja con información abstracta o digital, con formas lingüísticas complejas ni con lógica. Pero influye decisivamente en la mente que, en los umbrales cognitivos de la racional, codifica digitalmente sus contenidos. Esto explica algunos de sus rasgos fundamentales. Por ejemplo, la mente no dirigida “habla” un lenguaje de imágenes, asocia imágenes entre sí creando secuencias que considera causales pero son resultado de asociaciones azarosas, y también proyecta imágenes unas sobre otras, en juegos mentales que seguramente son resultado de automatismos asociados a la capacidad racional o en vigilia, que se repiten o emulan durante los descansos y las desconexiones mentales. Así es como la mente se mantiene en forma, trabajando constantemente, aunque de un modo mucho más automático, disparado e instintivo, en los sueños y en las fases 77

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de bajas frecuencias de energía. De esas operaciones se deduce que esta mente primaria no admite la metacomunicación, es decir, no clasifica los mensajes en conjuntos ni ordena su jerarquía en conjuntos más abstractos. Esta mente, por ello, no admite mensajes metacomunicacionales –la negación, la recodificación–, y por eso mismo puede mezclar contenidos de signo opuesto –lo prohibido y lo permitido, por ejemplo, los aspectos negativo y positivo de un asunto o forma–. Hablaremos de todo ello al abordar la metacomunicación como ley informativa.

4.6. La carga informativa y las teorías profesionales del periodismo Vamos a cambiar radicalmente de ámbito, pues las leyes de la información exigen aplicarse a todos los sectores de esta actividad. La ley de la carga informativa está detrás de muchos fenómenos que podemos analizar en el ámbito periodístico y de los medios de comunicación. A comienzos de las teorías profesionales se estudiaba la denominada dieta informativa (D. M. White, 1955), que era la cantidad de información que los periodistas administraban en las noticias. Se descubrió por entonces que la dieta informativa tiene mucha relación con los hábitos y rutinas laborales de los periodistas, así como con su socialización en las redacciones. Lo más interesante de aquellos primeros análisis fue mostrar que, al igual que en la mente individual, en la redacción de un medio informativo hay unos umbrales de carga que impiden que se capte información más allá de determinados puntos. El establecimiento de esos límites tiene que ver con el modo como los periodistas entienden su profesión, las formas en que se trabaja, los hábitos adquiridos en las redacciones y en general la interacción con otros profesionales e instituciones. Unos años más tarde, la teoría de la dieta informativa desarrolló ideas teóricas como la Teoría de la Agenda o la Teoría de la Tematización Informativa. Estas teorías, ya en mitad del siglo XX, mostraron que la selección de la carga noticiosa tiene efectos de control social muy decisivos a la hora de orientar la ideología. Quien define la agenda, es decir, la carga informativa que circula en la vida social, domina dicha vida social. De nuevo vemos que el umbral de carga define la información. La atención de los medios informativos está regida por leyes que, al seleccionar los temas, ejercen una clara presión sobre la conformación de la vida social. A los efectos que la carga informativa genera en la vida social, mediante la acción de los medios informativos, se los denominó también efectos cognitivos de los medios de masas. Como indicaba un estudioso del momento, los medios de comunicación puede que no tengan éxito al decirle a la gente lo que tienen que pensar sobre las cosas, pero su éxito es abrumador al decirle a la gente las cosas en que tienen que pensar (Cohen, 1963: 13). Un tema asociado a la dieta de los informadores y el establecimiento de la agenda es, por tanto, que determinada carga noticiosa genera opiniones y estados

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de opinión en la vida social, en tanto otra carga diferente generaría otras opiniones y por supuesto favorecería diferente posición ideológica. En general, un sistema informativo centrado en los conflictos, infracargado informativamente hablando, y que genere constantemente debates en torno a temas como la seguridad nacional o la defensa del ciudadano, favorece un clima de opinión conservador extremo. Un sistema mediático más abundante en información, interesado, por ejemplo, en la educación, o en la sanidad ciudadana, favorece posiciones ideológicas que traten estos temas, es decir, más bien socialistas o de izquierdas. Ello condujo a estudiar también los criterios por los que los informadores deciden publicar o no una noticia. En la segunda mitad del siglo XX, grandes investigadores como Fishman, Tuchman o los noruegos Galtung y Ruge, entre muchos otros, investigaron a fondo los criterios de noticiabilidad, es decir, los umbrales de carga noticiosa que los informadores tendían a establecer. Y descubrieron criterios o umbrales que tenían que ver no solamente con la importancia objetiva de los sucesos, sino con fenómenos mucho más irracionales, como por ejemplo la previsibilidad del relato –que lo hace más fácilmente organizable en su cobertura– o la cercanía al lugar de los hechos, e incluso, factores como el momento o la estación del año en que ocurre un hecho. Todos estos fenómenos indicaban nuevamente el carácter relativo de la información, a los umbrales de carga. Las investigaciones profesionales continuaron con estudios muy importantes sobre la dieta informativa, la noticiabilidad y los umbrales informativos de los periodistas a lo largo de toda la pasada centuria. Se consolida en ese periodo la idea de que lo que es noticia es una pequeña parte de cuanto ocurre, y que la capacidad de captar y difundir la información va poco a poco limitándose de acuerdo con intereses de poder, rutinas, tecnologías o criterios profesionales más o menos subjetivos. Esto quiere decir que los periodistas y las organizaciones de medios no son independientes a la hora de valorar de modo absoluto la información, y trabajan con umbrales profesionales que impiden el acceso a toda la información que hay. Por ello, es necesario trabajar en profundidad qué es la información y qué es una noticia, para poder evitar el sesgo que estas dietas informativas y umbrales de carga suponen. La llegada de la red de redes supone un importante cambio en esos umbrales noticiosos, que estaban rígidamente establecidos en el sistema estructural de la información de los últimos decenios. Internet implica romper las agendas tradicionales y las dietas informativas rutinarias, porque trae la posibilidad de difundir información desde cualquier punto receptor y con la potencialidad de llegar a ser masiva. Esto ha supuesto, en primer lugar, una sobrecarga inmensa de información en el mundo social, y también la necesidad de romper los umbrales de carga profesionales del periodismo tradicional. Uno de los autores de esta última época, que está analizando el enorme cambio que supone la digitalización de la prensa en cuanto a la relación con los intereses y preferencias de los lectores, es Pablo

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Boczkowski (2006). Los nuevos escenarios de la información están haciendo que los medios tradicionales se abran a nuevos intereses, enfoquen las noticias de maneras nuevas e intenten entrar en la perspectiva transmediática y de convergencia que se impone, en la que los modos tradicionales de compartimentar la información ya no son válidos. Los periodistas, que necesitan adaptarse al nuevo entorno digital, están cambiando sus umbrales de carga profesional. Trabajan menos rutinariamente, y abiertos a la necesidad de variar de soporte las noticias y relatos. La extensión de las noticias, sus temáticas, es todo ello algo que está cambiando. El periódico The New York Times publicó hace un par de años un reportaje transmedia que es un ejemplo de la variablidad de temas, medios y enfoques que se está imponiendo en el periodismo. El reportaje en cuestión, titulado Snow Fall, es un ejemplo de un estilo que ya no es breve ni se ciñe a texto e imagen fija, sino que se construye como un espacio donde tienen cabida el vídeo, la animación en 3D y el juego interactivo. Además, no solo cambia la forma, sino la concepción misma de la información como algo en lo que profundizar, extenderse en detalle y aportar innovaciones o conocimiento muy especializado. Podemos entrar más a fondo en la función cognitiva de las noticias y ver que, en gran medida, los problemas de gestión de la información son problemas de carga cognitiva. Las noticias, como mensajes de valor social, son organizaciones de la carga semántica que estructura la visión de la vida social –lo que el fenomenólogo social Alfred Schutz llamaba hace años el “mundo de la vida” (Schutz, 1954, 2004). Las informaciones noticiosas suponen una esencial interfaz socializadora, en la que se estructuran las grandes cuestiones y universos de sentido, que quedan fijadas en la memoria semántica de los lectores de medios informativos. Las noticias constituyen episodios que en su carácter más general ayudan a reforzar las estructuras semánticas de la memoria de los lectores que dan sentido al mundo social que comparten, y la interacción entre memoria episódica –más asociada a cada situación concreta– y memoria semántica sirven para distribuir, en la carga cognitiva adecuada, el conocimiento de la realidad. Leer noticias, como hemos estudiado desde hace algunos años (Aladro, 1995) sirve para reforzar las estructuras memorísticas a largo plazo, en las que la memoria semántica de la información organiza y estructura todos los asuntos de la realidad, mediante la constante atribución de episodios y situaciones puntuales noticiosas a esos grandes archivos generales. La lectura de las noticias, al igual que su redacción, ejercita ambas memorias, la más de trabajo o a corto plazo, que deriva en la semántica más profunda y general, enlazadas en el lenguaje y formas de escritura de las informaciones. Los lectores adivinan y recuperan la carga memorística de las noticias gracias al estilo periodístico (Aladro, 1995: 3) y al mismo tiempo postergan la lectura en detalle cuando pueden resumir y sintetizar a conocimientos previos aquellas novedades que no implican cambio esencial. 80

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Estas operaciones de distribución de carga semántica se han visto en gran medida afectadas por la llegada de la digitalización también. El sistema de Internet es muy diferente, puesto que en él, y gracias a la vinculación hipertextual, es posible acceder a la información de base semántica general directamente, sin recurrir a la memoria semántica. Ello hace que la lectura en Internet sea un tanto diferente, pues no precisa de memorizaciones tan constantes, aunque sí acentúa las adivinaciones estratégicas propias de las inferencias hipertextuales (vid. las referencias en Aladro, 2011). La lectura hipertextual divide de distinta manera la carga cognitiva, y por ello está siendo estudiada su influencia en educación, por ejemplo (Burbules y Callister, 2004; Jonassen et al., 1996). Parece que la presencia actualmente cada vez más frecuente de sobrecarga informativa obliga a un mayor desarrollo de la memoria de trabajo, episódica y a corto plazo, que de la memoria semántica, que se ve infracargada en los nuevos sistemas. Justamente es el modelo inverso al que existía en los sistemas de reproducción impresos y de copia y en el periodismo, en los que la memorización de la carga semántica era vital para sostener el sistema social del conocimiento. Antiguamente los periódicos nos ayudaban a resumir los asuntos en grandes áreas y secciones. Las noticias eran los pequeños cambios, los episodios concretos, que continuaban el desarrollo de los temas generales, las estructuras semánticas. El reparto de la carga cognitiva se producía aligerándola mediante constantes tareas de resumen y síntesis, que se realizaban mediante el uso y lectura de las palabras clave de los titulares y sumarios de los periódicos y otros medios. Los lectores debían memorizar la conexión entre cada noticia y su asunto general o área para poder comprender bien el conjunto. El entorno de Internet supone que ahora es más importante afrontar la carga cognitiva a corto plazo, la abundante información que fluye en medios y red. En cambio, no es necesario memorizar la vinculación de esa información con temas generales, porque esa conexión se realiza físicamente en la red. Por ello, es necesario otro estilo informativo que ponga el acento en la organización de la memoria de trabajo, a corto plazo, y no tanto en la memoria a largo plazo, semántica y estructural, que no trabaja tanto en este entorno. Es muy importante, como ha estudiado David Jonassen, tener en cuenta qué carga cognitiva y de qué tipo demanda cada proceso informativo, y qué operaciones la reducen en los puntos donde es necesario. Todos los investigadores están de acuerdo en que el control de la carga cognitiva tiene mucho que ver con el control de la información y sus efectos en los públicos y receptores. La carga cognitiva se asocia con la herramienta mediante la cual los ciudadanos incorporan la información con la que construyen su visión del mundo, y también su ideología.

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Las diez leyes de la teoría de la información

Hasta hace unas décadas, los periodistas y los medios de información eran los controladores de la carga informativa que circulaba en la vida social, tenían el privilegio del acceso a las fuentes y podían dosificar el flujo de la información. Pero la llegada de la red de Internet acaba con ese sistema de control de carga por los medios informativos, y establece nuevos umbrales mucho más libres en los que la sobrecarga de información fluye en la vida social y los receptores se ven anegados por una inmensa marea de datos, con los que están aprendiendo a convivir. Los profesionales de la información ven alterado su papel, de ser los gatekeepers o los vigilantes de las compuertas informativas, a ser ahora más bien los enlaces o los mediadores en un sistema que no los necesita para el control de la carga, aunque sí siguen siendo esenciales para centrar el flujo de información en torno a lo esencial y para seleccionar la carga importante (vid. el estudio de Gitlin, 2013, y el mío del mismo año). Cuando hablamos, así, de la carga informativa, debemos tener en cuenta que es una ley vital de las diferentes esferas de la comunicación, y que influye radicalmente en los procesos de todo tipo que desencadena la comunicación. Pero también vemos que hablar de carga tiene que ver con cámaras de procesamiento de la información, que multiplican el potencial informativo de que disponemos a todos los niveles. No debemos olvidar nunca, por tanto, que la información depende siempre del establecimiento de un umbral de carga, es decir, de una puerta de acceso a ella misma.

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La ley del orden en la comunicación

Esta es una de las leyes que se formuló más tempranamente en los procesos de comunicación más básicos. Es la ley más antigua en las formulaciones teóricas. Su expresión más simple nos dice que, en información, el orden de los factores altera el producto. La configuración, forma y orden de los elementos en un mensaje informativo es vital para el resultado significativo de ese mensaje. En toda comunicación, la forma afecta profundamente al contenido del proceso. Los autores de Palo Alto formularon con una metáfora lingüística esta ley. Afirmaron en uno de sus axiomas, que “el significado de un mensaje depende de la puntuación de sus secuencias comunicativas”. Con ello expresaron cómo la disposición, separación y orden de los elementos que integran una secuencia comunicativa o mensaje afecta al significado del conjunto del mismo. Esta quinta ley comunicativa adquirió sus primeras formalizaciones en dos escuelas de comienzos y mediados del siglo XX: la psicología vienesa de la Gestalt, que ya hemos citado en el capítulo anterior, y la escuela comunicacional de Palo Alto, en California, entre la que se encontraban los estudiosos Paul Watzlawick, Don Jackson, Janet Beavin y Gregory Bateson. Ellos formularon el axioma según el cual el significado depende de la puntuación de las secuencias comunicativas (Watzlawick et al., 1986: 46 y ss.). Watzlawick y sus colegas de la Escuela de Palo Alto quisieron formular con palabras de la lingüística esta ley, que indica que la forma, el orden, la presentación de los mensajes, incide directamente en su significado. Más en general, en el mundo de la comunicación, el orden de los factores afecta profundamente al resultado del mensaje comunicado. Igual que no es noticia que un perro muerde a un niño, pero sí lo es cuando el niño muerde al perro, en el mundo de la comunicación, el orden de la comunicación cambia radicalmente la información producida. 83

Las diez leyes de la teoría de la información

5.1. La ley del orden y la información Como hemos afirmado antes, el concepto de información constituye una relación de elementos, un conjunto de un mínimo de dos elementos –la entidad binaria informativa– cuya concreta combinación está asociada a la proyección de un significado y, con ello, a la reducción de la incertidumbre. Como hemos visto al hablar de la carga informativa, en el mismo núcleo del bit informativo hallamos la importancia de la combinación de sus elementos constitutivos, es decir, lo que los autores de Palo Alto llamaban la puntuación de su secuencia. Así pues, la información, además de ser relativa a la carga idónea que debe entrar en un umbral determinado, también es relativa a la forma, combinación, orden o puntuación de sus elementos constitutivos. Es vital que nos familiaricemos con este axioma fundamental para entender la naturaleza intrínseca de los fenómenos comunicativos. Hay procesos humanos en los que el orden o la forma de los elementos de que constan no es importante ni determina el resultado: pensemos en ciertas operaciones matemáticas (la suma o la multiplicación de números naturales). En dichas operaciones, el orden es indiferente. Sin embargo, todo cuanto constituye un proceso de comunicación se ve afectado por el orden implicado en el mismo, por la forma como se constituye. Pensemos, por ejemplo, en una frase escrita. El orden de disposición de sus elementos afecta al significado, tanto porque la influencia de las palabras cambia sutilmente sus campos semánticos cuando se ubican de una u otra forma, como porque, en los casos más drásticos, la puntuación de dicha frase altera el significado final si es alterada de determinado modo. Esta ley es claramente perceptible en los ejemplos e ilustraciones en el mundo de la puntuación ortográfica de las frases. Todos hemos visto ejemplos en los que el sentido de una frase cambia si ubicamos la pausa o coma en una parte o en otra de la frase. Los mismos elementos significativos, unidos de diversa manera, arrojan significados opuestos. La proyección significativa tiene una directa conexión con el orden en que se combinan los elementos de un mensaje. Por eso, en semiótica y en estudios del lenguaje se contempla siempre el aspecto combinatorio de los textos comunicativos, su entramado que moldea el significado más allá de cada elemento por separado. Pero tal efecto no es exclusivo del lenguaje verbal: en el mundo del lenguaje visual, como veremos, ocurre otro tanto. Y en los complejos procesos de la comunicación cultural, o en la comunicación profesional masiva, sucede igual: el orden de los factores altera profundamente el producto. La ley del orden como axioma fundamental de la comunicación ha sido formulada en todos los niveles de estudio de la información y la comunicación, co84

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mo vamos a estudiar aquí, y establece, por tanto, que en el mundo comunicativo el orden de los factores afecta al resultado del proceso. Fue Gregory Bateson (2006) quien primero mostró que la información es una pauta conectora, desarrollando la teoría matemática de la información en términos conceptuales. Bateson extrajo de la binariedad fundamental del concepto de información (cuyo número mínimo es una combinación de dos elementos, bit, que determina una situación entre diversas combinaciones posibles) la idea de que la información es una relación, o bien una entidad relacional cuyos elementos se diferencian entre sí. Lo que genera información no son los hechos aislados, sino su ordenación o combinación en un conjunto. Lo que llamamos la forma de un mensaje se obtiene a partir de la interacción de sus partes constitutivas. Así, una secuencia sonora está constituida por la forma que se genera en la combinación de sonidos y silencios en una pauta o ritmo, que configuran un todo con una forma o sentido determinado. La idea de Bateson era generalizar una reflexión en torno al concepto de información que no lo simplificara a una cantidad numérica, o a una fórmula. La información es una relación de elementos que interactúan de determinada forma. En la misma etimología del concepto aparece la idea de que esa combinación de elementos está asociada a una forma o determina una forma (del latín in-formare). Es imposible separar el acceso a la información de lo que podríamos llamar una innovación formal: todos los datos que nos llegan de manera nueva, que constituyen ampliaciones de los datos previos, son notados y apreciados porque constituyen formas perceptibles de manera diferenciada. Es imposible que accedamos a información sin que ello implique notar formas. Vamos a estudiar en detalle este proceso, a partir de una escuela que inspiró a Bateson algunas de sus ideas: la psicología de la Gestalt de comienzos del siglo XX.

5.2. La selección perceptiva y la ley del orden La Psicología Gestalt fue la primera escuela de psicología de la percepción que formalizó sus aportaciones de un modo muy claro y muy fecundo para todas las teorías del conocimiento que llegarían posteriormente. Los teóricos de la gestalt –palabra alemana que podemos traducir como “forma” o “estructura”– fueron los primeros en afirmar que la percepción sensorial tiene siempre una estructura relacional de elementos. Así, afirmaron tajantemente: “Percibimos siempre objetos en relación” (Koffka, 1979). Esta afirmación fue el punto de partida que los autores de esta psicología de la forma tomaron para avanzar en el conocimiento de la percepción sensorial. En sus primeras experimentaciones comprobaron que cuando vemos un determinado campo o espacio, este siempre se compone de al menos dos elementos en relación, cuya

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interacción determina el sentido de lo que se percibe. Veremos que en ese fenómeno ya detectaron la necesidad de analizar las proyecciones e ilusiones perceptivas, así como las organizaciones de los campos perceptivos en estructuras formales. Una vez que tenemos claro el carácter proyectivo de todo mensaje, y su capacidad para generar sentido más allá de sus componentes esenciales por el efecto de la suma de sus partes, es fácil entender que es el orden de esos elementos lo que genera diversas proyecciones. La Gestalt mostró esta ley en su famoso axioma sobre la configuración figura y fondo (Koffka, 1972). El axioma de los psicólogos gestaltistas establece que percibimos siempre una estructura binaria compuesta por la denominada configuración figura/fondo. Necesariamente, en la percepción sensorial existe siempre una figura o señal en primer plano, destacada o notoria, y un segundo plano, fondo o contexto, que ejerce un contraste con la señal, y que causa en gran medida la notoriedad o carácter destacado de la figura o señal central. La configuración de una imagen, sea acústica, visual o kinestésica (táctil, gustativa, etc.) siempre observa la estructura binaria figura/fondo. Edgar Rubin ideó diversas ilusiones gestálticas para demostrar que un simple cambio de orden entre la figura y el fondo de una escena cambiaba la definición misma de la escena. El célebre “vaso de Rubin” es el ejemplo más conocido. En él, dos rostros enfrentados, o por el contrario una copa o vaso decorativo pueden verse, según se decida el orden de percepción, considerando primordial o secundario uno de estos dos aspectos. Es el ejemplo más claro de que en información, el orden de los factores afecta al resultado de la información perceptiva. La ilusión del vaso de Rubin nos muestra además que las dos configuraciones figura/fondo son mutuamente excluyentes, es decir, son determinantes de la información que transmite la imagen en conjunto. Debemos ver una o la otra, podemos incluso elegir entre ellas si aprendemos a distinguirlas en igual medida, pero son incompatibles entre sí puesto que son dos órdenes distintos de relación entre elementos visuales. Es muy importante señalar el drástico carácter selectivo de cada una de las formas en que elegimos ver una imagen: obsérvese que cuando vemos una de las configuraciones, ello implica el “borrado”, la omisión, la ceguera o incapacidad de percibir la otra. Esto nos muestra con claridad cómo la selección de la forma de un mensaje o secuencia de percepción no solamente dota de forma a un determinado conjunto, sino que priva de forma al conjunto alternativo. Esto es esencial, porque ahí radica el carácter de la información determinante. Cuando imponemos una forma al mensaje, seleccionamos una realidad, y omitimos u ocultamos otra alternativa. Así, nuestra percepción, tal y como los autores como Rubin o Koffka ilustraron con sus célebres juegos visuales, no solamente inclina nuestra percepción en un sentido, sino que la hace irreversible si el proceso no es cuestionado, al impo86

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ner puntos ciegos que literalmente impiden otro tipo de percepción, y por tanto, literalmente in-forman lo real. Así, mostraron ejemplos en los que se genera una distorsión automática e incorregible en la percepción de líneas que son paralelas y no lo parecen, o en formas concéntricas que parecen en espiral, y muchas otras ilusiones más. Entre ellas, estudiaron cómo podemos generar la ilusión de movimiento o “fenómeno fi”, base de la cinematografía, mediante procesos de proyección de continuidad en elementos discontinuos que nos permiten percibir un movimiento de un objeto inexistente, basado en un conjunto de figuras discontinuas. La ilusión de forma llega en estos casos a ser automática, una vez proyectada a velocidad adecuada a los umbrales de carga e infracarga visual. Este sencillo ejemplo señalado por Edgar Rubin y por los otros psicólogos de la Gestalt nos conduce a comprobar cómo en la percepción básica de señales, el orden de los factores y su disposición o jerarquía afecta drásticamente al significado de lo que vemos. Es imposible percibir aisladamente nada. La configuración de la realidad, tal como es sentida por el ser humano y por los animales, es binaria o compuesta por múltiples elementos, y relacional. No existe un dato o señal aislado. Cuanto captamos es resultado de una interacción previa de factores. Y esa interacción define lo que se ve de manera selectiva. Hay procesos perceptivos donde esa interacción previa está condicionada por circunstancias biológicas, por características de cada especie. Este tipo de condicionamientos genera configuraciones figura/fondo de un tipo determinado. Por ejemplo, nosotros, los humanos, tendemos a considerar que una forma redondeada o esférica, con formas convexas, es un objeto con contenido, en tanto una forma cóncava es un no-objeto, un vacío o un hueco. Si observamos dibujos de un cómic y buscamos ambas formas veremos cómo las primeras se asocian a elementos, contenidos y centros de atención, en tanto las concavidades suelen expresar huecos, vacíos, e incluso, sonidos –algo ajeno al código visual del cómic–. Se trata de condicionantes perceptivos muy arcaicos en la especie, que todavía vemos en acción en los dibujos, debidos probablemente a nuestros hábitos de alimentación u otros biológicos en el planeta. Hay procesos de percepción donde el orden establecido no viene marcado por una marca biológica sino social o cultural. Así, la organización de una ciudad en una cultura determinada es muy distinta en otra, porque lo que se considera central y axial es diferente. Comparemos, por ejemplo, cómo se configura una ciudad árabe en la España medieval, y cómo se configura otra de nueva planta en el siglo XIX en Norteamérica. Lo que para los hispano-árabes es central –el aspecto laberíntico y en espiral del mapa urbano, en torno a un centro en lo alto– es sin embargo desechado en la ciudad de época moderna norteamericana, mucho más plana, extensa y rectilínea en sus estructuras. Los ejes urbanos son completamente diferentes, la vida en cada una de esas ciudades es muy diferente también. Lo que

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para una cultura tiene un valor, es completamente inexistente o es un antivalor, por así decir, en la otra. Los psicólogos de la Gestalt pusieron el pilar fundamental para que muchos otros investigadores de la cultura y la vida humana analizaran el carácter relativo de cada canon cultural y social: los valores, criterios y conocimientos humanos son estructuras en relación, generadas a partir de interacciones previas, y debemos interpretarlos siempre discerniendo esas interacciones previas. Pero muy esencialmente, además, ha de tenerse en cuenta que cada selección de valores, formas de percepción, significados o figuras centrales en cada cultura necesariamente tiende a generar puntos ciegos respecto a otros valores, formas de percepción o significados. Los gestaltistas no solamente se ocuparon de la forma asociada a las interacciones figura-fondo. Por ejemplo, investigaron a fondo otros fenómenos que comprobaron que se convertían en leyes o principios rectores de la percepción humana: así, el principio del cierre, por ejemplo, que registra la tendencia a percibir formas completas, cerradas, con la denominada pregnancia perceptiva, o “buena forma” (Koffka, 1979). Este principio es el responsable de la ilusión de movimiento que citábamos antes. Incluso, cuando en los componentes de una determinada estructura percibida no hay una pregnancia o cierre completos, tendemos a proyectar, como decíamos, formas completas y a rellenar o restaurar una forma a la que tendemos de manera biológica, cultural o social. La importancia de estas leyes tan sencillas trasciende el orden de la simple sensorialidad. La ley del cierre, por ejemplo, se cumple en el mundo de las noticias periodísticas. Los periodistas tienden a preferir y seleccionan las noticias con cierre y pregnancia, noticias con un final claro, que adoptan una estructura en fases narrativas bien visible, y que no quedan incompletas o inacabadas. Deben cumplir igualmente la ley de la figura-fondo, y presentar señales precisas que destacan sobre un fondo de antecedentes y otros datos. Deben estar bien definidas en su apariencia y observar otras leyes formales que estos autores señalaron hace ya un siglo. Recordemos que la preferencia por este tipo de formas necesariamente implica no captar las formas alternativas: en el mundo de las noticias, y como lo estudiaron autores de la teoría profesional del periodismo, aquello que no encaja en la estructura de fases y cierre preferida por los informadores no existe literalmente, de manera que, cuando un asunto informativo se desmadeja en un conflicto perpetuo o no termina ni se cierra, desaparece del interés periodístico. Los teóricos de la Gestalt señalaron también la búsqueda de la simetría en nuestros procesos perceptivos y cognitivos, la búsqueda de ritmo y la tendencia a la uniformidad, y muchos otros principios que los llevaron a entender los mensajes y procesos de comunicación como campos de fuerzas. Así, dichos campos de fuerzas determinan un sentido o producen una definición de lo que nos transmiten por la interrelación de esas fuerzas y vectores de fuerzas en equilibrio. 88

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Para los artistas, estos hechos son clarísimos, y así, un pintor o un escritor advierte claramente que sus mensajes y expresiones manejan una materia moldeable que cambia cuando se combina en un conjunto, de manera que el significado y la forma final son resultado de un entrelazamiento, de una síntesis. Para un músico, el efecto es clarísimo, porque el mundo del sonido muestra claramente la armonía solamente como una Gestalt, es decir, una configuración global, que se va formando sucesivamente en el desarrollo de la melodía en un tiempo, ritmo o tono dados, y que solamente en el conjunto podemos definir como acabada o completa. La sucesión de los sonidos va conformando un todo final en cuyo efecto importan absolutamente todos los elementos. Lo mismo podemos decir de la escritura literaria: también configura esa Gestalt con las fuerzas narrativas que van interviniendo. Los mensajes, por tanto, son objetos activos, vivos en su desarrollo, y los significados están en la relación de los elementos que se mueven en esa actividad comunicativa. La configuración figura/fondo, es decir, el orden impuesto a los elementos percibidos, es por tanto el que define la realidad observada. En el mundo comunicativo podemos generalizar la conclusión de la escuela gestáltica, y afirmar que la configuración de los elementos sobre los que se comunica define la realidad que deseamos comunicar. No debemos olvidar en ningún momento el carácter drástico de esa definición: la forma seleccionada para comunicar lo real expulsa hacia la inexistencia elementos y factores que no se perciben, notan o expresan en el mensaje. Un informador jamás debe olvidar que cada vez que actúa profesionalmente está conformando, y seleccionando, una realidad para que exista.

5.3. La teoría cuántica y la ley del orden implicado Cuando se estudia la Teoría Matemática de la Información, se aprende en primer lugar que la unidad mínima de información es binaria, es decir, una combinación de dos elementos, en sus posibles ordenaciones diversas. Cada bit informativo es un orden o combinación de dos elementos, que se asocia a la reducción de equiprobabilidad que todas las otras posibles combinaciones generan. Un bit es una combinación en un orden que necesariamente genera significado porque reduce la incertidumbre asociada a los múltiples significados posibles. Pero cada bit, y si multiplicamos los elementos que combinamos, cada byte, kilobyte, gigabyte o petabyte, asocian su combinación única de elementos a una capacidad informativa única que generan de manera muy simple, mediante una combinación de formas posibles. Estas formas que se combinan, si nos fijamos, son precisamente los elementos de los que nos hablaba la Gestalt, distinguibles en un umbral de carga, por ejemplo, los elementos contrastantes entre la luz blanca y la oscuridad forman un um-

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bral de matices del blanco al negro que podemos combinar en una imagen, o más sencillamente, las posiciones variables en una corriente eléctrica, que dan lugar a un sistema binario entre la corriente continua y la interrupción de la misma. Son las combinaciones que la existencia de un umbral nos permite entre sus elementos componentes, las que generan información. Por eso, la ley del orden depende de la existencia del umbral de carga informativo. Si no existieran diferencias perceptibles en todos los sistemas comunicativos, no podríamos generar información con ellas en forma de combinaciones rítmicas, como le gustaba decir a Bateson, de ellas, que además imprimen su definición sobre el canal, reduciendo las múltiples opciones que pudieran haberse dado del mismo. La información es la forma que cobra la realidad al determinarse, al concretarse en una combinación de fuerzas única. Hay una profunda relación entre forma y esencia, que los antiguos pensadores conocieron. La forma de los mensajes, su configuración y su expresión está relacionada con la esencia de los mismos e incluso con la esencia generativa de la realidad. Ese orden expresivo está asociado a las fuerzas que componen el universo. Y su acción es visible en dimensiones macrofísicas, al igual que en las dimensiones psicológicas profundas de la existencia humana. En la ley anterior de la proyección hemos descrito la esencia proyectiva del mismo universo físico, en el que la interacción de las partes componentes del mismo es la que determina la realidad. Pues bien, esa interacción es esencialmente una combinación de elementos. Lo que en física se llama el “orden implicado” en el universo, es el fenómeno por el cual la interacción de las partes, incluyendo entre ellas al observador del mundo, es lo que determina el conjunto y genera el desarrollo de la vida. Los experimentos que los físicos cuánticos han realizado acerca de la doble naturaleza del electrón (Talbot, 1986) nos muestran que hay una incidencia directa entre lo real y el conocimiento y observación de lo real. El universo es una relación en la que la disposición de estos elementos, la forma como se estudian, el sistema comunicativo que se crea con ellos, afecta profundamente al resultado que se produce, es decir, a la realidad misma. El universo en la física cuántica, cuya esencia es la de un gigantesco proceso interactivo, va siendo determinado por lo que hemos denominado entrelazamientos, es decir, ordenaciones de sus elementos constitutivos, que se influencian unos a otros. Cada concreto aspecto de lo real es siempre, de acuerdo con esta concepción física, el efecto de ese entrelazamiento. Cuanto ocurre es causado por las circunstancias mismas de que está compuesto. El proceso es análogo al de la determinación de la información mediante una combinación formal de elementos. Para captar en detalle la complejidad de esta concepción del universo físico que nos rodea debemos dejar de lado el pensamiento lineal y pensar de un modo más circular, más abierto. Un ejemplo nos puede servir para ello. 90

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Hay una persona que, tras haber alcanzado altísimo poder y prestigio en su vida social, es descubierta como corrupta y como culpable de múltiples acciones vergonzosas. A continuación, esta persona cae en el mayor desprestigio y termina en prisión. Si observamos esta “combinación” de elementos, desde un entrelazamiento cuántico, diríamos que esta persona ha buscado el poder y el altísimo prestigio, que como todos sabemos, son a menudo cosas ajenas al buen hacer o al verdadero mérito en la vida, precisamente porque esta persona terminará siendo considerada lo más bajo de la sociedad. Hay una relación de equilibrio en la vida de tal individuo, un guión vital, como diría la teoría transaccionalista, que va definiendo una trayectoria de grandes subidas y bajadas desde el comienzo. En el inmenso poder y fama del individuo, al comienzo de su carrera, está ya predestinada su caída al oprobio y pérdida de todo poder. Si invertimos la linealidad temporal y vemos esta historia de su final hacia su principio, comprobaremos que lo que ocurrió al comienzo de la vida de este individuo está influido por lo que va a ocurrir al final de la misma, incluso, como estudian los psicólogos, está determinado por ese final. Este tipo de pensamiento abierto, o circular, está en la famosa frase de Jesucristo, según la cual es más difícil que entre un rico en el reino de los cielos que hacer entrar a un camello por el ojo de una aguja. Con claridad comprobamos que para conocer la justicia del mundo hay que esperar a su final completo para ver cómo se acaba. Lo que para las religiones hindúes es “karma” encaja bastante bien con ese entrelazamiento circular de lo real. Por tanto, el orden implicado en todos los desarrollos de nuestra vida es la trayectoria que va determinando y definiendo el conjunto de elementos, de modo que el conjunto total de los mismos, es decir, el desarrollo completo, está implicado en el mismo comienzo. La concepción del universo en la teoría del “big bang” trabaja sobre esa misma hipótesis. El universo es un gigantesco y único proceso en desarrollo, originado desde un comienzo, y cuyo desenvolverse va generando formas implicadas que, a su vez, son parte del origen y avanzan hacia un final que de nuevo no es distinto al estallido originario.

5.4. La ley del orden en la sociedad de masas Vamos ahora a analizar algunas de estas complejas ideas en el campo del desarrollo de la vida social. Si trasladamos estas bases al mundo social masivo, veremos que también en esa dimensión, el orden de los factores, aquello que llamábamos la puntuación o disposición de los elementos o secuencias comunicativas, afecta al resultado o producto. Aunque saltamos de nivel de pensamiento, las analogías con los anteriores ejemplos son muy claras. La vida social es un orden abstracto de universos simbólicos que han sido proyectados y compartidos por los seres humanos. Ese orden tiene una serie de

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dimensiones, de espacios de desarrollo. Esos espacios, elementos organizados, interacciones de los mismos, perviven fundamentalmente porque nuestras acciones comunicativas así los perpetúan. Los procesos de comunicación resaltan y muestran el orden de la construcción social del significado, lo actualizan y materializan constantemente, lo determinan a cada momento. En esta dimensión también se cumple que el cambio en el orden o construcción social de significados altera el producto o significado social. Por ejemplo, el cambio en la ubicación de un elemento social, de un espacio a otro, genera un nuevo o diferente significado: con el simple cambio de dimensiones, se produce una nueva perspectiva, que genera información o emana un valor de sentido. La sociedad evoluciona en conformaciones diversas donde van generándose nuevas interacciones, esferas de sentido, procesos de influencia recíproca. Esa evolución puede hacer crecer el espacio público o atrofiar la vida privada, puede generar subuniversos de valor simbólico en miríadas o simplificar la vida en comunidad a espacios físicos únicos. Cada orden implicado produce una civilización distinta. Muchas de las informaciones que consideramos curiosas son simples cambios de orden en una secuencia o espacio comunicacional. Por ejemplo, cuando se revela un comportamiento o el rasgo de un carácter de una personalidad pública conocida, que nos lo muestra en otro ámbito, por ejemplo, el ámbito privado, de su existencia. Ello puede cambiar absolutamente la visión que de esa persona se tiene en la vida social. Es lo que ocurre cuando parte de la información de orden íntimo o privado de una persona se hace pública. El cambio que se genera en muchos casos cambia la óptica con la que veíamos a esa persona. La misma no ha variado, pero su ubicación en el espacio social sí lo ha hecho. Podemos ver el proceso informativo de la sociedad como el mantenimiento del orden implicado en la vida de la comunidad, con sus construcciones de instituciones, esferas de acción, ejes de valor en la existencia de sus ciudadanos. Y ese orden está siendo constantemente modificado, en parte porque la sociedad evoluciona y se extiende, y en parte porque va decidiéndose en qué dirección evolucionar o extender todo ello. La función de los medios informativos es vital porque constituye una constante combinación de elementos de la vida social que son renovados, recombinados, adaptados a las situaciones o circunstancias nuevas. De hecho, la era de la información se caracteriza por basar todo el desarrollo social en los procesos comunicativos e informativos, que mantienen activo y con poder de decisión a un colectivo como es un país, una comunidad, un grupo. Cada orden de comunicación es también una disposición de poder comunicativo. Los medios, pero también el poder económico o político, son los que organizan y ordenan la vida al nivel masivo, y con ello protegen su propia función. Los medios pueden preservar dicha organización, o trabajar en contra de la misma. 92

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Basta ver lo que ocurre cuando aparece un nuevo sistema que organiza la información de modo diferente, por ejemplo, gracias a una tecnología, para que el delicado edificio de la construcción del poder y del orden público establecido pueda verse puesto en cuestión por una simple nueva óptica social. Muchas noticias son simples cambios de perspectiva o iluminaciones sobre el orden social. Su función, a menudo, es la que un investigador de los textos informativos ha denominado “macrosemántica” (Van Dijk, 2000), es decir, consiste en reforzar el significado de las grandes estructuras del conocimiento y la vida social. Las noticias son combinaciones novedosas de elementos que previamente conocemos, cuyo juego de contraste y cambio –recordemos la idea del ritmo de Bateson, o la de configuración figura/fondo gestáltica– va conformando nuestra idea del mundo en el que actuamos. Es muy importante señalar, como hacíamos cuando hablábamos de la psicología gestáltica, que el poder de selección de las informaciones, marca, perpetúa o difunde un orden social u otro. Por eso, la función de la información es profundamente ideológica, puesto que implica una visión selectiva del orden social, y lo hace más eficaz, determinándolo. Aquí podemos ver cómo efectivamente también la forma de los mensajes incide poderosamente en el significado de los mismos. Las noticias son ventanas al mundo, como decía Gaye Tuchman, una investigadora de este sector. Pero son, sobre todo, mundos en los que entramos y compartimos, y que determinan nuestra vida cotidiana con su organización establecida. Es cierto que los cambios drásticos que se han dado en las tecnologías de la información han cambiado el orden implicado en este sistema social. Así, muchos de los grandes cambios que las nuevas tecnologías están generando tienen que ver con esta ley. La digitalización y representación numérica de todos los sistemas representacionales de la comunicación humana ha llevado a un fenómeno general de trascodificación y variabilidad total de los sistemas de representación, en todos los niveles (como ha estudiado el experto Lev Manovich en recientes investigaciones [2005]). Este fenómeno ha creado nuevos elementos comunicacionales que ocupan un nuevo lugar, han variado su posición, o incorporan nuevos espacios en el orden comunicativo tradicional. Por ejemplo, las redes sociales de receptores. Mediante la tecnología digital y las redes de telecomunicaciones, los receptores ocupan un nuevo espacio en el sistema de la comunicación de masas, generando nuevos roles, cambiando su tradicional papel más inactivo por una función de dinamización de la vida social y de diversificación de los grandes canales masivos de comunicación tradicionales. Las redes de receptores pueden por primera vez mostrar su orden de percepción de la vida social. Este cambio no implica nada nuevo: lo que ha cambiado es el orden en el modelo de comunicación tradicional, que ha invertido o enlazado circularmente los papeles del emisor y del receptor con esta nueva tecnología.

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Pero el cambio ha sido inmenso, porque ahora son los receptores los que deciden qué vídeo va a ser viral o qué noticia es susceptible de votarse para que se difunda en una plataforma. Nos dicen cuáles son sus intereses y qué asuntos de los tratados tradicionalmente por los periodistas no les interesan ya lo más mínimo. Las redes han cambiado la forma como la comunicación masiva se difundía, de modo unidireccional y masivo, y sin apenas capacidad de invertir el proceso, hace veinte años. Y con ese cambio han obligado a evolucionar al sistema de los medios, y probablemente forzarán cambios en los sistemas políticos de representación y en la visión más o menos complaciente que se tenía antaño de ellos. La revolución digital ha dado a la ley del orden una dimensión más esencial si cabe en el mundo comunicativo. El juego con las formas, las infinitas combinaciones de lenguajes que hoy se producen de manera natural en el ecosistema informativo en que vivimos, son el modo básico en que este ecosistema vive y se mantiene. La variación, la modularidad y constante trascodificación de toda forma en toda forma, es el hábitat en el que hoy vive la sociedad humana. El principio por el cual es posible volcar una forma en todas las demás es una clave fundamental del nuevo habitante del mundo futuro. Lo que este hecho nos está indicando es que el orden social está en profunda transformación en su núcleo definitorio.

5.5. La ley del orden y la innovación Hay, como estamos viendo, una nueva plasticidad del mundo de las formas y del orden cambiante de la comunicación, que es necesario entender como base de la vida social. La generación de nuevos estilos, lenguajes y códigos es el medio en el que se mueve esa vida social. El juego con las formas y el orden está intrínsecamente relacionado con la creatividad y la innovación, como vamos a ver ahora. Muchas innovaciones sociales son nuevas formas de ver las mismas cosas de siempre, o formas nuevas de aplicar viejas leyes humanas. El juego con el orden es un principio fundamental de creatividad, el que Sternberg (1996, 2005: 117) llamó combinación selectiva de elementos, que la inteligencia sintética y compositora puede crear. Así, muchas invenciones son visiones “en otro orden” de cosas previas, o combinaciones de orden diferente de cosas ya conocidas: fusiones de elementos de diferentes ámbitos, analogías o relaciones nuevas entre campos o contextos de cosas, que son simples operaciones de orden sobre la realidad, y no generaciones de cosas en sí. Lo que llamamos invenciones son muchas veces reorganizaciones o nuevos usos de elementos previamente conocidos o presentes. Pensemos en algunos célebres descubrimientos científicos o tecnológicos: la física newtoniana se fundamentó en un cambio de perspectiva, basado en ver el átomo como un sistema

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solar; Facebook es resultado de la aplicación de la idea de la agenda escolar o el anuario académico a Internet, y el descubrimiento de la estructura de la molécula genética ADN reorganizó su forma en nuestro conocimiento al operar con la idea matriz de verla como una escalera de caracol. Se trata de enormes invenciones o descubrimientos humanos basadas en juegos formales, o en las que un cambio en la disposición o ámbito de aplicación de los componentes de un asunto genera información novedosa. Mary Hesse estudió en los años 60 este fenómeno con claridad. Descubrió que las invenciones en ciencia a menudo eran resultado de aplicar metáforas y analogías, es decir, reorganizaciones de las estructuras cognitivas, en los sectores de la ciencia. Así, la proyección de una estructura mental, a un campo diverso al habitual, es el dispositivo que genera no solamente ideas nuevas en un sector, sino que también aporta un léxico y una estructura organizativa a un campo desconocido, permitiendo su manejo y abordaje. Por ejemplo, la concepción que citábamos antes, del origen y naturaleza del universo de acuerdo con la teoría del “big bang”. Efectivamente, vemos una metáfora inicial, resultado de aplicar la imagen de una gran explosión, a la concepción de la naturaleza del universo. La idea de la explosión aporta no solamente una metáfora, sino toda una estructura dinámica, de la que hemos hablado aquí, ya que unifica elementos, detalla fenómenos con paralelismos visuales y permite abordar de un modo nuevo la imagen del universo en el que vivimos. Pensemos, por ejemplo, en el universo de Internet: este mundo se halla cartografiado gracias a una serie de imágenes guía o analogías que organizan y facilitan nuestra idea del mundo virtual. La metáfora del mundo marino, en el que nos sumergimos, al entrar en la red, en el que navegamos y del que podemos salir o entrar, es esa imagen que estructura un complejo sistema de intercambios de información, códigos y protocolos de actuación. Pero no es la única, hay otras metáforas y analogías que en complejas interacciones y fusiones permiten tener una imagen que oriente al usuario. Innovaciones absolutas son en muchos casos nuevos espacios, ritmos u órdenes de vida humana, que aparecen como nuevos modos o nuevas combinaciones de formas en el vivir. Cuando descubrimos un espacio o interfaz comunicativos nuevos, que amplían nuestra perspectiva o visión de la realidad, estamos jugando con el orden implicado en la sociedad. A menudo tenemos la sensación de que las innovaciones tecnológicas son formas nuevas de ver procesos de comunicación que eran latentes o no habían emergido a la presencia social y ahora sí lo hacen. Por ejemplo, podemos ver las innovaciones que suponen los nuevos usos de los medios que hacen los receptores. Se trata de modos o formas nuevas de combinar viejos medios. Cuando los jóvenes adoptan un medio como Youtube para jugar con amigos, convirtiéndolo en un medio personal lúdico, están innovando con la combinación novedosa de elementos previos (la red, el teléfono, el vídeo, el juego). 95

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Hemos hablado antes de cómo el orden selecciona aspectos de lo real e instaura una definición de la realidad. El juego de cambiar el orden, de alterar la combinación habitual de elementos, constituye una innovación en sí, porque, cumpliendo el principio que antes mencionábamos, nos permite generar nuevas realidades, al extraerlas del olvido, el vacío o el papel secundario y relegado. Cada medio de actividad humana es sometido a cambios formales por el uso que los seres humanos le dan, variando a menudo su función y extendiendo o recortando su campo de acción humana. Los cambios en el uso son también innovaciones basadas en el orden, forma o modo de trabajo con un medio o proceso social. Muchas innovaciones y operaciones creativas han constituido revoluciones profundas en la vida humana. Y muchas de ellas han sido simples cambios de óptica: pensemos en los hábitos y costumbres establecidas, que limitaban enormemente el desarrollo humano. Pensemos en las maneras establecidas de estructurar las tareas de las mujeres y de los hombres, o los espacios en los que se prescribe su actividad, al igual que muchos otros órdenes formales de acción humana que han condicionado enormemente que el ser humano haya tenido la evolución que ha tenido y no otra. El perspectivismo como fenómeno teórico, es decir, la tesis según la cual la realidad es según la perspectiva en la que se la percibe, es una escuela filosófica que ha ahondado en este tema desde el mundo del pensamiento. Efectivamente, el orden de configuración de nuestra propia mirada introduce una selección en la realidad, y con ello organiza e imprime en ella un poder o una limitación de la libertad con la que la realidad se desarrolla. El perspectivismo nos muestra que necesariamente siempre nos colocamos unas “gafas” a la hora de percibir o procesar la realidad, y que ese condicionamiento afecta a nuestras ideas y hace inexistentes aquellos aspectos que no podemos ver desde nuestra perspectiva o color de cristal usado para observar lo real. Este hecho afecta al periodismo, a la ciencia y a toda forma de conocimiento, que debe contar siempre con la influencia de la perspectiva, de la posición formal del observador, que altera profundamente la realidad observada. Un paradigma, social o científico, es una configuración formal. En esa configuración, en el caso de la ciencia, y como estudió T. S. Kuhn (1971), una teoría o descubrimiento constituyen el eje en torno al cual se organiza toda una visión de la realidad. Un paradigma científico es una disposición de axiomas, conocimientos, métodos e instituciones materiales asociadas a ellos, cuya selección de lo real y poder factitivo es enorme. Aquellos descubrimientos, conocimientos o hechos que no encajan con el paradigma que domina son ignorados, despreciados o no captados por las comunidades del conocimiento o la vida científica en torno al paradigma de que se trate. Las revoluciones científicas se producen cuando una teoría, hecho u observación claves no encajan en el paradigma dominante, pero su fuerza atractora llega a 96

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reconfigurar la visión de la realidad en el campo de conocimiento que sea, generando un nuevo paradigma, es decir, una nueva forma poderosa capaz de ordenar todo el conocimiento en torno suyo. Cada paradigma, cada orden y organización determinados en un campo, sea científico o sea social, en general, implica una selección de la realidad, y la omisión de elementos que no encajan o no armonizan con el sector de que se trate. La creatividad está muy asociada a saber cambiar de perspectiva o jugar con ella, y a cambiar de paradigma, es decir, de orden implicado, consiguiendo el mejor de los órdenes posibles, que es el que evoluciona constantemente en un proceso de combinaciones y determinaciones muy parecido al de la información. Si un sistema social es creativo, cambiará constantemente el orden, adaptándolo a los cambios y aparición de nuevos elementos. En creatividad, se sabe que uno de los elementos más importantes que las personas más innovadoras desarrollan es lo que se denomina un “metaconocimiento”, es decir, la capacidad de ver el orden o la forma en la que se configura un problema o asunto, o un campo de trabajo. Esta visión general, metacognitiva, permite apreciar el paradigma dominante, la forma general y el mapa general de los sucesos o aspectos de un campo, y abstrayéndolo o saliéndose de él, por así decir, empezar a teorizar, a jugar con el mismo, de modo que se generan nuevas opciones posibles reconfigurando el conjunto. En muchas ocasiones, las informaciones acerca de las cosas que el conocimiento atento nos proporciona nos ayudan a obtener esa capacidad metacognitiva, que es la misma que capta las formas globales o el orden de los elementos en un conjunto que interactúa. Muy a menudo podemos acceder a las visiones de las formas, gestalts y orden implicado, cuando superamos un determinado nivel de conocimiento o de carga informativa, lo que nos lleva a las visiones formales, “panorámicas” por así decir, de las cosas, donde el pensamiento puede generar nuevas concepciones formales, es decir, nuevas ideas. La información constante es por ello la clave para desarrollar la creatividad necesaria para cambiar de perspectiva cuando sea necesario.

5.6. La ley del orden en comunicación interpersonal e intrapersonal Los autores interaccionistas simbólicos sabían bien que el control de la forma es una moneda que en la vida social regula las situaciones y equivale a la seguridad y estabilidad de los comportamientos. Los rituales de interacción, y los marcos comunicativos, de los que hemos hablado antes, son formalizaciones y órdenes de gestos, roles o secuencias de señales, cuya función principal es regular la relación territorial y de coexistencia en la sociedad. Exhibimos y reforzamos órdenes de comportamiento, rituales y formas, también en nuestra vida interpersonal cotidiana, y de este modo demostramos poder social. Hoy incluso este factor es más notorio que nunca.

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Muchos órdenes comunicacionales establecen sistemas o cadenas de conductas que tienden a mantenerse y a resistir los cambios. La formalización y organización de las secuencias de comunicación se hace rígida y controladora tanto en el mundo individual como en el interpersonal y en el grupal. El interaccionismo simbólico las estudió en profundidad en el campo interpersonal de las relaciones primarias, en grupos humanos muy pequeños. Los sistemas de conducta son órdenes de comportamiento que se hacen rígidos y tienden a la homeostasis, es decir, al equilibrio constante (Jackson, 2009: 15). La tendencia a la homeostasis hace que el orden de los factores en un sistema sea más importante que la realidad misma o que la vitalidad de ese sistema conductual. Así, una familia que cuida durante años a un enfermo tiende a desarrollar un orden familiar sistémico en el que los papeles se dividen rígidamente, repartiendo el poder, el vínculo, la prelación de los miembros de la familia, y también estableciendo un equilibrio muy rígido. Ello se prueba cuando el enfermo se cura, es decir, desaparece su rol en el sistema, y todos los demás entran en crisis total. El sistema homeostático de una familia de cuidadores y un enfermo intenta resistir incluso a la mejora del enfermo, luchando a un nivel no consciente por que no se produzca. Vemos el enorme peso que el orden establecido tiene a la hora de garantizar seguridad en un sistema de comunicación. Es muy patente cómo el orden distribuye la información y acceder a él es como abrir la llave del poder comunicacional. Una teoría del ámbito interpersonal familiar, denominada teoría de las constelaciones familiares (Hellinger, 2013) nos ilustra profundamente este aspecto de la ley. Esta teoría trabaja con el espacio y la memoria interpersonal familiar, es decir, el ámbito de la información más compleja que se comparte, a niveles de familia, y que resulta muy valiosa para romper un orden familiar rígido, pero que a menudo no está accesible a la memoria individual. La teoría de Hellinger muestra que en el mundo de la familia existe una serie de leyes o de principios vitales que están más allá de la lógica humana individual, y provienen en gran medida de la mente de la especie, del modo como se constituye la acción en el grupo humano primario. Estas leyes tienen que ver con la necesidad de mantener los vínculos generados, con el orden que esos vínculos deben sostener, y con el equilibrio que ese sistema u orden debe también lograr constantemente. Pero lo curioso es que estos principios o leyes llegan a imperar sobre las vidas humanas de manera irracional, y a unos niveles totalmente inconscientes, forzando conductas nocivas y bloqueando posibilidades de actuación de manera completamente férrea. Por ejemplo, el vínculo y la necesidad de mantenerlo puede forzar a un individuo a no aceptar un cambio vital que debe darse en la familia. El vínculo puede forzar a las personas a sustituirse entre sí para mantenerse unidos, de modo que, por ejemplo, de manera aberrante, un hijo tenga que hacer de mari98

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do de su madre o un hermano esté en el lugar de un miembro fallecido de la familia al que no se reconoce en el sistema, padeciendo en su lugar una serie de problemas. Las leyes del vínculo, el orden o prelación, y el equilibrio, en su ciega consecución más allá de la consciencia humana, generan desequilibrios emocionales, traumas o incluso problemas fisiológicos graves. Lo que impera aquí sobre la mente individual es un sistema de orden no consciente pero fuertemente constrictor del grupo humano. Y sin embargo, para descargar todos estos fenómenos de su poder inmenso sobre el individuo, basta con reconocerlos con la visión consciente. Hellinger y su escuela llevan a cabo una teoría muy original, representando en el espacio las figuras familiares, mediante voluntarios actores improvisados en un grupo, que actúan de acuerdo a las leyes genéricas de las constelaciones. Con esta operación se visualizan en el plano de la representación interpersonal una serie de mecanismos que actúan a un nivel inconsciente, y solamente con ese cambio de plano, su significado aflora y la capacidad para actuar reduciéndolos o reubicándolos se desarrolla espontáneamente. Esta teoría es muy importante porque acciona un sistema de información alternativo para generar un poder comunicacional y significacional enorme en la mente humana. Hemos hablado de otros casos de escuelas que utilizan la expresión y la forma como herramientas para acceder al significado de situaciones, problemas o comprensión de la realidad. Quizás las primeras teorías eran las de sugestión, terapia de charla y terapias representacionales como las psicoanalíticas y las de la Gestalt también. Este último caso de las constelaciones familiares es muy notorio, porque la representación tan sumamente evidente es la que pone en la mente de las personas información sobre leyes y órdenes que actúan en una cámara de la mente que es interpersonal, compartida al nivel familiar, y de muy difícil acceso. Los sistemas de conducta y las constelaciones se establecen y actúan más allá del individuo, en la interacción entre varias personas, de ahí su poder generador de secuencias comunicativas inalterables. Pero una representación como esta puede acceder al nivel en el que se desarrollan y con la simple información graduar su poder o eficacia en el individuo y en el grupo social. Uno de los sectores donde más drástico es el cambio que se produce cuando alteramos la forma o el orden de los mensajes es en la programación cerebral individual. Sabemos, desde que las escuelas psicológicas del siglo XX así lo trabajaron, que en nuestra mente existe una asociación automática entre pensamientos, sensaciones y emociones, y comportamientos, que hace que estos componentes de nuestra vida intrapersonal actúen como definidores de nuestra situación y de nuestra existencia. Algunas escuelas modernas de programación conductual y neurolingüística trabajan con la ley del orden de la comunicación, mostrando el carácter moldeable de las programaciones cerebrales organizadas.

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En estos casos se ve muy claramente que nuestro lenguaje, con sus metáforas, traduce el modo como las formas inciden en nuestra existencia marcándola intensamente. Así, un leve cambio formal en un pensamiento automático generador de emociones y condicionante de la conducta de un individuo puede alterar profundamente su situación personal. Igualmente, un simple cambio de plano, del mundo interior autoprogramado y proyectado, a la representación en el mundo exterior, mediante la conversación interpersonal, o mediante la expresión escrita, o artística, puede cambiar el valor, significado o el peso de un mensaje, imagen o forma mental que está condicionando a un individuo. De nuevo se hace notar que el mundo de la forma en comunicación afecta a la esencia de la realidad que el individuo vive. Por eso, y aunque en algunas ocasiones parezca que se trata de frívolas manipulaciones o de planteamientos infantiles del interior mental humano, las teorías que analizan la influencia de la forma, el orden y la puntuación o secuenciación de los mensajes en la vida interna individual tienen una enorme importancia porque efectivamente indican un factor de control sobre la vida humana basado en un simple control de modo, de la forma, de la apariencia o el ritmo de los mensajes, imágenes y contenidos.

5.7. La ley del orden en el periodismo profesional La vida social está llena de sistemas de orden que se establecen para garantizar el vínculo, la seguridad, para evitar la incertidumbre o la mutabilidad, y sobre todo, para repartir el poder en las situaciones humanas. Un ejemplo evidente, muy estudiado, son los rituales y órdenes preestablecidos que los informadores crean en el mundo de la producción de las noticias. Sabemos desde hace muchos años que los periodistas tienden a seguir rutinas informativas, a crear rituales estratégicos de actuación y de comunicación para protegerse de las críticas y para establecer unos términos claros de reparto de poder en el mapa social de la información. Autores de las teorías profesionales, como Gaye Tuchman (1999) o Phillip Eliott los han estudiado a fondo. No vamos a aislar un extenso epígrafe aparte en torno a este tema, como es la influencia de la forma y la ley del orden informativo en el campo de periodismo profesional, porque es un aspecto que desarrollamos en todo este libro en múltiples momentos. El periodismo en el siglo XX ha sido una profesión rígidamente formalizada, con sistemas de trabajo fijos, un reparto homeostático del poder de control de las fuentes, y una serie de rutinas profesionales que en gran medida han impedido que la profesión evolucionara con más agilidad hacia los desafíos del nuevo milenio.

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La estructuración del periodismo profesional a lo largo del siglo XX, en sus rutinas, modelos de negocio, ubicación en el mapa social y entre las instituciones con poder social, es un factor que se ha estudiado profusamente, porque ha condicionado la situación del sistema informativo y su pervivencia en el siguiente siglo. Sabemos por las teorías profesionales que en el mundo informativo hay sistemas de conducta, formalizaciones automáticas del comportamiento y del trabajo, que han sido más poderosos a la hora de condicionar el ejercicio profesional que los criterios objetivos y esenciales del oficio. Cuando el orden social establecido ha sido, en el periodismo, más decisivo que la necesidad de informar sobre sus desequilibrios, el periodismo ha perdido la esencia de su función. Por ejemplo, el control de las fuentes de información y la tendencia a consolidar a las fuentes de poder fáctico, para generar mayor poder proyectivo, como hemos explicado antes, ha hecho que los periodistas fueran poco sensibles al surgimiento de nuevas fuentes –en las redes sociales, por ejemplo, o en entidades ajenas al sistema de información oficial, público o privado–. Esta resistencia a dejar de lado modos ya establecidos de trabajo ha llevado a los informadores a una crisis de circulación y también de ingresos económicos, que solamente después de una década está siendo combatida con una mayor capacidad de improvisar y crear nuevos sistemas de información por parte de los periodistas. Vemos cómo en este sector, el orden que generaba una serie de modos estereotipados de comunicación ha sido más bien un inconveniente para poder cambiar el estilo y el alcance de la profesión periodística. El periodismo profesional es una actividad que, por diferentes razones, se ha visto invadida por una rigidez organizativa y una fosilización práctica que la ha alejado del cumplimiento de sus dinámicas funciones sociales. Desde los años 50 del pasado siglo hay análisis pormenorizados de cómo el culto a formas de trabajo establecidas y posiciones estables de los medios en la distribución del trabajo han llevado a un periodismo en el que las noticias son sencillamente “novedades sin cambio”, como afirmaba Tuchman, o peor, “el ejercicio del poder sobre la interpretación de la realidad”, como denunciaba Herbert Gans. Si volvemos de nuevo a la formulación inicial de la ley del orden, que nos dice que el orden de los factores en un proceso de comunicación afecta al resultado, podremos poner en alerta nuestra atención hacia las rutinas, formulismos automáticos, visiones formales y rígidas del ejercicio profesional, que ciegan literalmente a los informadores para que puedan cumplir con su trabajo. La segunda mitad del siglo XX ha mostrado hasta qué punto un periodismo burocratizado, de protocolo, aliado del poder y que pacta con sus fuentes un reparto de la información siempre regular y fácil de procesar deja de cumplir su esencial misión de vigilancia de los posibles peligros, regresiones y abusos en el mundo social. La consecuencia del imperio de los criterios rígidos, de los órdenes absolutos, en una profesión como el periodismo es la pérdida de frescura, vida y

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espontaneidad en los medios e informadores, y con ello, la pérdida de prestigio y utilidad social de esta profesión entre los públicos, con la caída del consumo y la crisis en todo el modelo profesional. Prestar atención a la forma y al método en los sistemas de comunicación es una clave importantísima para acceder a los contenidos esenciales y conocer las relaciones profundas entre los elementos de un sistema de comunicación en cualquier nivel de reflexión. Siempre se ha sabido que todos los sistemas comunicativos establecen un orden y un ritual de desarrollo. El orden genera siempre un valor adicional en un sistema de comunicación. Pero puede constituir, como vemos, un corsé completamente nocivo para la capacidad informativa, creativa y evolutiva de un sistema de comunicación, sea el que fuere. Sea en el universo informativo periodístico, sea en las formas creadas tecnológicamente, sea en los rituales de interacción primarios, sea en los sistemas de conducta familiares o tradicionales, el orden es un poderoso elemento cuya incidencia puede determinar no solamente los modos de trabajo, de visión de la realidad o de amplitud de visión de la misma, sino incluso el destino individual y los sentimientos y experiencias de cada persona. Hemos comprobado que la creatividad y el dinamismo exigen jugar con el orden de un sistema, y pensarlo en términos de relativismo, perspectivismo y libertad es vital para conservar su valor en la vida comunicativa.

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La ley de simetría o complementariedad de la información

Conforme avanzamos en las leyes de la información, el nivel de complejidad va siendo mayor. Tras la ley del orden vamos a profundizar en dos leyes derivadas de esta, que tienen también carácter trasversal, es decir, se aplican a todos los niveles de la comunicación. La ley de la simetría o complementariedad estudia fenómenos estructurales de la comunicación en todos los niveles. Esta ley fue formulada por los comunicólogos Watzlawick, Beavin y Jackson en su texto ya citado de Teoría de la Comunicación Humana, libro fundacional de las teorías comunicativas e informativas, en la siguiente formulación: “Todos los intercambios comunicativos son simétricos o complementarios” (Watzlawick et al., 1986: 46 y ss.). Esta ley se refiere a la estructura interna de los intercambios comunicativos. Nos indica que hay dos estructuras alternativas en todos los sistemas comunicativos: o tienen una estructura simétrica, y por tanto siguen este principio en sus componentes y forma, o bien su estructura es de complementariedad, observando entonces este rasgo en la composición de partes, papeles o elementos de que conste. Se trata de dos formas de establecer la interacción y el equilibrio comunicativos. Esta ley es tan profunda que nos revela características universales de la comunicación en todos los niveles, del intrapersonal al masivo. Se ha estudiado fundamentalmente en la comunicación interpersonal, donde varios conceptos, como los de sistemas de conducta, escaladas y homeostasis están directamente relacionados con esta ley. También fue la base para el estudio de las estructuras de los grupos en las dimensiones sociales más numerosas y masivas, y para analizar las estructuras del flujo de la información en los grupos humanos, y hoy es

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vital para entender las redes sociales. La veremos además en acción en la mente interpersonal familiar, donde muchos fenómenos obedecen a adaptaciones de las leyes de simetría y complementariedad. Fue Paul Watzlawick quien más investigó inicialmente la tendencia de la comunicación a seguir dos ritmos, uno marcado por la simetría, es decir, de carácter imitativo, de equilibrio idéntico y no proporcional, en las señales, roles o funciones de los actores de un sistema de comunicación. El otro ritmo comunicativo, igualmente universal, es el marcado por la complementariedad, es decir, por un equilibrio proporcional, en el que se compensan las funciones, caracteres o señales de cada actor de un sistema comunicativo con lo que hacen los otros componentes de dicho sistema. En la Teoría Matemática de la Información estaban ya indicados estos dos ritmos o estructuras del sistema binario, basadas en la reiteración de las señales o en su cambio o contraste. De una manera muy general, las combinaciones binarias de la información, a partir del bit, también son o simétricas –con sus dos elementos iguales– o complementarias –es decir, diferentes y en contraste–. Bateson trabajó estas estructuras para elaborar junto con los otros teóricos de Palo Alto este principio estructural general. Cuando el principio se extendió a otros niveles de estudio de la comunicación, se comprobó la riqueza que introducía en el análisis de comportamientos y de fenómenos informativos. Tanto la simetría como la complementariedad de un sistema refuerzan el vínculo creado por el intercambio comunicativo. Son modos de combinación de las partes de un sistema que tienden a permanecer, y que actúan bajo el principio de cohesión, formando una totalidad. Una de ellas está basada en la uniformidad, en la identidad de los elementos del conjunto, y otra en la diferencia y contraste armónico entre los elementos de dicho conjunto. Se trata de dos fisionomías de la comunicación, cuyo equilibrio diverso y carácter marca la naturaleza de los intercambios, a todos los niveles. Estas dos tendencias o combinaciones estructurales pueden actuar por encima de las tendencias individuales y generar comportamientos grupales masivos, así como también son responsables de conductas individuales instintivas.

6.1. La homeostasis comunicativa Se llama homeostasis comunicativa a la tendencia al equilibrio complementario en la comunicación y en las conductas comunicativas. Este fenómeno fue estudiado por Don Jackson en los años 50 del siglo XX (Jackson, 2009), dentro de la denominada Escuela de Palo Alto. Todos los intercambios comunicativos, si se estabilizan y mantienen en el tiempo, tienden a la complementariedad y a la homeostasis.

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La ley de simetría o complementariedad de la información

La homeostasis es un fenómeno general que afecta a los organismos vivos, a los sistemas autorregulados de los órganos e incluso a entornos y ecosistemas. La tendencia a mantenerse en una situación estable, compensando los cambios mediante una serie de dispositivos internos, sea en un órgano o sea en un sistema vivo más amplio, es uno de los dispositivos básicos de la vida en el planeta. La homeostasis aprovecha los sistemas de retroalimentación para detectar los cambios en un conjunto de elementos que interactúan, y adaptarse o regularlos mediante algún tipo de regulación interna al sistema. Son sistemas homeostáticos, por ejemplo, el mantenimiento de la temperatura de un organismo, o el termostato regulador de un aparato calefactor. A menudo, cambios externos producidos –el frío, la bajada de temperatura– son compensados mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior, por ejemplo, con la ingesta de alimentos, o el abrigo en el caso de un organismo humano, o mediante un dispositivo de conversión de energía eléctrica en calorífica, en el caso del aparato. Los teóricos de Palo Alto vieron la analogía con lo que ocurría en el campo de la comunicación interpersonal, y aplicaron el concepto al estudio de este ámbito, obteniendo el concepto de homeostasis comunicativa, que sigue el mismo patrón que la homeostasis fisiológica o cibernética: se trata de un sistema de retroalimentación que hace que las interacciones comunicativas humanas se hagan estables mediante una serie de fenómenos de compensación y adaptación. Estas compensaciones y adaptaciones son precisamente las estructuras y patrones de simetría y de complementariedad que se establecen casi instintivamente por los humanos en sus interacciones comunicativas estables. Es decir, si lo vemos en un ejemplo humano concreto, en toda situación de comunicación estable, por ejemplo realizada en una organización de trabajo profesional, se produce un reparto de funciones, roles y poder en las relaciones que constituye un todo equilibrado y complementario. La homeostasis es un equilibrio proporcional sostenido, en el que el reparto de trabajo, de capacidad, de poder de expresión, en los intercambios comunicativos, se mantiene, aunque de manera desigual, pero su equilibrio de conjunto suma una unidad. En este caso nos encontramos ante un sistema que puede ser jerárquico, es decir, que sigue un patrón de complementariedad y no de simetría. La organización de la comunicación en esta empresa está estabilizada y tiende a la homeostasis, mediante constantes adaptaciones internas que hacen que, si algún factor compite contra el equilibrio establecido, sea reducido o apartado del mismo, o reconvertido para retornar a la situación habitual. Si trasladamos nuestra observación a una relación humana interpersonal, encontraremos que la homeostasis aparece en muchos tipos de relaciones. Así, un sistema de conducta de dos individuos en el que uno trabaja mucho y el otro no hace nada, puede constituir un sistema homeostático con tendencia a permanecer 105

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y resistencia a cambiar, de tipo complementario. Se trata de una estructura muy común en los intercambios humanos estables, y podemos decir que la tendencia a la estabilidad genera la adaptación sistemática necesaria para que este patrón no cambie. Veamos cómo. Cuando se genera un cambio en uno de los individuos del sistema, que no responde al rol tradicional que debe cumplir con su compañero, se produce una inestabilidad grave en la relación, y con ello se determina un “parón” en el sistema. El individuo que trabaja decide no hacerlo en tanto el otro no lo haga de igual modo. En este caso, o el sistema se deshace, rompiendo la posible red de cooperación o de unión habitual entre los dos individuos, o bien tiene lugar una inversión de los papeles, de manera que el individuo que antes no trabajaba empieza a hacerlo mucho más, y el otro, a trabajar mucho menos. Este tipo de fenómenos, que estabilizan nuevamente el sistema humano, son muy comunes. La inversión de roles sirve para recuperar el sistema homeostático, que revierte el conjunto y de nuevo recupera la homeostasis perdida. Don Jackson, en los años 50, estudió en detalle este fenómeno en las familias y en los sistemas comunicativos primarios. El descubrimiento de la homeostasis de los organismos y sistemas organizativos se llevó a cabo en teorías previas a la comunicativa, como la cibernética (Wiener, 1942, 2013) o las teorías de sistemas matemáticos. Como hemos dicho, la homeostasis es la interdependencia de elementos variables para generar un resultado siempre igual. La tendencia a la homeostasis es un dispositivo generador de retroalimentación en la biología animal y en los entornos automáticos de las máquinas. Cuando existe homeostasis, una serie de sistemas de elementos desiguales se complementan y generan su propia energía, cambios o mutaciones metabólicas con el entorno para mantenerse. Jackson fue quien descubrió que las familias forman lo que denominó sistemas conductuales, es decir, conjuntos de comportamientos diversos adheridos en una homeostasis, con conductas repetitivas marcadas por la complementariedad, es decir, unas son causa y a la vez resultado de las otras. De esta manera, al aplicarse a la teoría de la comunicación y a la teoría de la información el concepto de homeostasis, se señaló el poder de control que la comunicación y la información tienen sobre individuos, grupos o sistemas sociales completos. Los sistemas conductuales, como las homeostasis descubiertas por la cibernética, son circulares, en ellos se da la retroalimentación del proceso, puesto que al ser los comportamientos complementarios, inducen unos a los otros, en círculos viciosos. En el caso de la homeostasis comunicativa, las adaptaciones son fundamentalmente reducciones de información, tanto del entorno, como del propio sistema interactivo humano. Para mantener siempre la estructura complementaria del sistema, los individuos tienden a pensar siempre lo mismo de los otros compañeros en el sistema, a reforzar sus conductas con la comunicación adecuada, a 106

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eludir los ruidos comunicativos que desafíen al sistema, y a torcer, por así decir, todo el flujo informativo hacia la consolidación de su retroalimentación. Veremos cómo el control o dominio de la información es uno de los mecanismos más poderosos no solamente para mantener la complementariedad de un sistema de conducta, sino también la simetría de una escalada de conducta, y cómo en el mundo grupal numeroso o profesional masivo se cumple también este principio. Este curioso fenómeno llevó a Don Jackson a generar la denominada terapia sistémica familiar, una escuela de estudio del comportamiento psicológico en la vida familiar marcada por los fenómenos informacionales que interfieren y afectan a la consciencia individual. Jackson descubrió que los intercambios comunicativos en relaciones estables tienden a generar sistemas complementarios: los de la familia, en los que se complementan las conductas protectoras y vulnerables de diversos miembros; los de las parejas, en los que se complementan las actitudes más activas y las más pasivas de los dos, y los de los grupos de amistad o profesionales, donde hay homeostasis, equilibrios complementarios, en lo que se refiere a actividades, demostraciones de afecto o control del poder en la situación. Los estudios sobre comunicación en sistemas de conducta complementarios han experimentado un crecimiento enorme en los últimos años, pues su radio de acción no solamente es la familia o la pareja, sino cualquier unidad de interacción comunicativa, donde aparece la complementariedad que se impone sobre otras configuraciones menos rígidamente establecidas. Así, recientes investigaciones analizan los sistemas conductuales en el trabajo, entre socios, entre enfermos y médicos, en grupos de iguales (McKay, Fanning y Paleg, 1996), donde la ley de la complementariedad se impone generando sistemas de conductas con infra y ultratrabajadores, enfermos y cuidadores, perseguidores y víctimas, o ansiosos y retraídos. Los sistemas conductuales homeostáticos se generan en la comunicación humana y pueden controlar el comportamiento de un individuo, instalando en su comportamiento una especie de servomecanismo que impide la destrucción del sistema. Cuando Jackson descubre la resistencia al cambio de los sistemas conductuales, incluso aunque estos sean nocivos para la salud o la psique individual, se abre una puerta de análisis al comportamiento interpersonal y grupal largo tiempo buscada por los expertos en comportamientos colectivos. Los teóricos actuales analizan cuidadosamente la comunicación interpersonal mantenida en los grupos estables de personas, con estructuras complementarias homeostáticas o con tendencia a saltar a estructuras simétricas conflictivas. Comprueban que en la comunicación establecida por el sistema, la información se ha adaptado a la complementariedad: no existe información que ponga en cuestión el sistema, y la que se genera dentro de él colabora férreamente en mantenerlo como es. 107

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Pensemos, por ejemplo, en una pareja en la que hay un sistema complementario en el que uno de los miembros de la misma experimenta constante ansiedad afectiva hacia el otro, mientras que este siente la necesidad de liberarse de la presión al afecto y su manifestación que le dirige su pareja. Cuando la persona más agresiva decide ceder en su conducta, se produce una inversión de roles, que tampoco beneficia al sistema puesto que mantiene la tensión como parte definitoria del mismo. Si el sistema muta hacia la simetría y se produce una escalada de tensión, el sistema se colapsa y retorna de nuevo a los roles iniciales. Analizando la comunicación de la pareja, los autores descubren muy diversas distorsiones de los mensajes que se intercambian ambos integrantes. Así, hay una saturación de signos y señales, de palabras y mensajes que corroboran la imagen instalada del otro en la mente de cada uno de los componentes de la pareja. Incluso cuando los signos y señales se corrigen, las imágenes distorsionadas instaladas en la mente de ambos eliminan dichas señales, las consideran erróneas, y las adaptan a una idea fija. Se producen las denominadas “descodificaciones aberrantes” y distorsiones cognitivas, es decir, interpretaciones forzadas de los actos comunicativos en un sentido ya fijado. En algún momento del sistema, la pareja evolucionó hacia esta estructura complementaria y redujo el flujo de información y comunicación que entraba en el sistema, de manera que, como si se tratara de un engranaje de ruedas que ya no encajan, comenzaron a no generar diversidad de roles e innovación de datos en el sistema creado de la pareja. Lo que apreciamos es efectivamente un sistema en el que la entrada de datos se ve sesgada metabólicamente al estado homeostático que existe, que puede ser muy desagradable y frustrante, y que desafía constantemente con la destrucción total del sistema creado. La comunicación interpersonal en un sistema como este, o en otro de otro nivel, sea organizacional, sea grupal, sea masivo, debe tener en cuenta que cuando se genera un proceso de homeostasis y complementariedad comunicativa, hay una reducción sustancial del flujo informativo, y que en muchos casos esto supone la pérdida de capacidad comunicativa real. La comunicación en los sistemas homeostáticos rígidos resiste al cambio y a la información novedosa. Así, Jackson mostró cómo las familias en torno a un enfermo, estabilizadas en su sistema de codependencia, resistían al cambio a mejor, y preferían mantener los roles tradicionales aprendidos, siendo incapaces de cambiarlos. Igualmente ocurre cuando la complementariedad se instala en una organización informativa, de manera que se prefiere que no haya nuevas fuentes de información, a pesar de su rica capacidad de mejorar la comunicación de que se dispone, simplemente porque irrumpen, disturban o desestabilizan el sistema de acceso a los datos estable. Este no es un caso poco común en los medios informativos, sino todo lo contrario. La simbiosis creada con las fuentes de poder es un sistema de homeostasis 108

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que resiste al cambio, es decir, a canalizar información que no refuerce el sistema. Cualquier novedad que llega por un cauce no consolidado es rechazada. A pesar de que la vida social genera constantes transformaciones e innovaciones, los medios de masas se han mostrado en los últimos tiempos incapaces de abrirse a estas innovaciones. Solamente la llegada de las nuevas tecnologías de difusión de innovaciones, como las redes sociales, han forzado a los medios informativos a abandonar sus sistemas rígidos de trabajo. Vamos a analizar los diferentes sectores en que estos fenómenos actúan en la comunicación social humana.

6.2. Las órdenes familiares en el grupo interpersonal Uno de los ejemplos más sorprendentes del nuevo enfoque basado en el análisis de los fenómenos de complementariedad y homeostasis es la teoría de las constelaciones familiares de Bert Hellinger (2003) que hemos introducido en el capítulo anterior. Hellinger ha profundizado en las leyes fundamentales que actúan como servomecanismos inconscientes de los grupos familiares extensos, que abarcan varias generaciones. Ha descubierto que más allá del tiempo y del espacio, las leyes de la complementariedad y los sistemas homeostáticos humanos tienden a continuar y a ejercer sobre las personas una presión importante. Hellinger tomó el nombre de esta ley de la teoría de Jung (1988), según la cual contenidos irracionales de nuestra mente quedan constelados, y proyectados, en estructuras simbólicas externas, con poder sobre la vida individual e influencia muy grande en la vida social y cultural. Las constelaciones son fenómenos en los que la información interna de un grupo humano unido, como es la familia, ejerce una serie de funciones sobre el individuo una vez que establece sistemas y relaciones comunicativas, con poder por su capacidad de generar simetrías, complementariedades y fuerza en el nivel interpersonal de actividad humana. Hellinger habla de las denominadas “órdenes del amor” (2003: 5). Se refiere fundamentalmente a las leyes del orden, vínculo y equilibrio que dominan la vida de los grupos humanos. Vamos a estudiarlas en detalle porque con ellas ha detectado poderosos mecanismos estructurales en estos grupos humanos. La ley del orden establece la prevalencia de los miembros más mayores sobre los más jóvenes, de modo que cuando en una familia no se cumple esta ley, los individuos en el sistema experimentan desequilibrios y descompensaciones. Esta ley es poderosísima sobre todo cuando actúa de modo no consciente en el individuo. Para que este tenga plena libertad es necesario que conozca y controle el orden, honrando la memoria de los miembros familiares previos a él, y reconociendo su presencia. En las religiones, morales y en muchas culturas aparece esta

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ley formulada en forma del respeto y honra debido a antepasados y muertos del clan o familia. La segunda ley del amor es la ley del vínculo. Esta ley establece la necesidad de reconocer el vínculo contraído con la organización familiar o grupal que produce la vida. Respetar la orden del vínculo implica reconocer –no por ello apreciar o rendir culto, pero sí atender o dar su sitio– a todos los vínculos, por amorales, irracionales o incomprensibles que sean, establecidos por el individuo en un grupo. Si no se produce tal coordinación, el individuo sufre desequilibrios psicológicos que le impiden progresar más allá, hacia la total libertad en el desarrollo de su vida. La ley del vínculo establece sistemas complementarios, es decir, de retroalimentación, que sustituyen o mantienen elementos humanos en los grupos con los que existe un vínculo, aunque ya no estén en este mundo. Por ejemplo, miembros desaparecidos de una familia, personas que han tenido un vínculo de amor en el grupo, y que en su día dejan de ser reconocidos por el sistema comunicativo familiar. Estas ausencias generan un enorme desequilibrio que puede ser compensado por miembros nuevos de la familia que se colocan en sus lugares y por tanto cumplirán la función de sustitutos afectivos, con todo lo que ello implica. A menudo estas situaciones donde las personas rinden culto al vínculo no cumplido con otras figuras generan gravísimos problemas psicológicos y dejan al sistema familiar en regresión y congelado en el tiempo. El mundo de la moral, con el que se superpone esta ley, tiene relación con ella, aunque las leyes de las constelaciones familiares son inconscientes y actúan a un nivel supraanimal de la vida humana. La tercera orden es la orden de equilibrio. Directamente implicada en la estructura profunda de los grupos comunicativos, esta orden o ley establece la necesidad de mantener el grupo en su desarrollo en la existencia, hacia el futuro, equilibrando el poder y el dominio de las situaciones entre los más ancianos y los más jóvenes. La ley del equilibrio determina que en las acciones comunicativas se mantenga la consistencia del grupo creado con vistas a poder prolongarse hacia el futuro, y ello supone dar y repartir capacidad de acción en el grupo a todos sus miembros, sobre todo a los recién incorporados, a los más jóvenes. En las familias, el equilibrio lleva a poder desarrollar nuevos vínculos, y a que estos tengan prioridad sobre los viejos. Pero también puede generar una tendencia a no avanzar hacia el futuro. La ley del equilibrio lleva a establecer criterios de sustitución de unos individuos por otros en el grupo humano. En este aspecto vemos todo su poder en acción sobre la consciencia individual. Por ejemplo, un joven puede estar cumpliendo la orden de equilibrio tomando el lugar de un miembro de la pareja de padre y madre que ha desaparecido o abandonado el grupo. El hijo cumple las veces, en el sistema, de su padre ante su madre. El equilibrio del sistema, su tendencia a la homeostasis, lleva a esta peligrosa sustitución de roles en la que el joven pierde su capacidad de salir del sistema paterno anterior a él, y formar uno nuevo, porque 110

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está magnéticamente atraído a cubrir un rol que es de otro tiempo. En este caso, esta ley es peligrosamente regresiva. Algunas de estas leyes pueden actuar contradictoriamente en los grupos humanos. Por ejemplo, la ley del orden y la del equilibrio son contrarias en su función. Y sin embargo, complementan en un conjunto la persistencia de los grupos humanos y sus funciones de protección y de impulso a la vida, de traslado de la información, de las generaciones anteriores a las siguientes. Pero estas leyes, además, son contradictorias porque actúan más allá de la lógica individual, y como decíamos antes, son inconscientes. Su poder sobre la persona cesa cuando pasan al nivel consciente, y allí pueden ser racionalizadas o reducidas a su mínima influencia. Sin embargo, cuando actúan con toda su potencia sobre la mente individual, en forma de mecanismo servodirector, pueden empujar al individuo a situaciones altamente incapacitantes y peligrosas, pues su función que precisa llevarse a cabo no actúa en favor de la persona: por ejemplo, por respetar la ley del vínculo una persona puede ser incapaz de despegarse de su familia de origen, o por sustituir a un miembro ausente puede perder su libertad personal. En todos estos casos vemos cómo la comunicación genera unas cámaras de acción en un nivel no individual, sino colectivo, de la acción humana. Y cómo en ese nivel es difícil acceder a la información, constituye lo que podríamos llamar un “inconsciente grupal” o interpersonal. No es posible racionalizar la necesaria obediencia a la ley del vínculo que lleva a una mujer, por ejemplo, a aceptar a su primera pareja que la maltrató. El vínculo creado va más allá de la moral y de la razón. Tampoco se trata de no distinguir entre el bien y el mal, pero, en el nivel estructural profundo al que trabaja esta ley, con efectos sobre la estabilidad psicológica de esta mujer, es necesario reconocerla. Una vez hecho así, su fuerza desaparece. Hellinger ha dispuesto una serie de mecanismos que trasladan esta fuerza consteladora grupal al espacio humano, mediante la representación con personas reales de las figuras familiares en un espacio o escena. Ello lleva a los integrantes del sistema familiar a ver con sus propios ojos el sistema de su familia en acción. Las posiciones espaciales traducen las leyes y órdenes familiares a formas visuales, y así se hacen conscientes (Aladro, 2009). Esta es una teoría muy innovadora que muestra cómo la información en el nivel grupal tiene un poder sobre el individuo que puede manejarse mediante cambios de plano, o llegar a actuar salvajemente si no podemos controlarla informativamente hablando. Hemos explicado tan profusamente la teoría de constelaciones familiares para mostrar estructuras de complementariedad y simetría en un grupo humano como es una familia extensa en el tiempo. Los mecanismos de generación de la estructura familiar tienden a perpetuarse mediante el desarrollo de los principios que guían a la familia. Pero una vez establecido el sistema familiar, entra en marcha la retroalimentación y los procesos de homeostasis, que restringen la información a 111

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nivel de individuo en muchos casos, ocultando elementos y forzando comportamientos sin explicación. Para recuperar la información que desbloquea un sistema es necesario cambiar su canal y que pueda operar en la mente de cada persona mediante una visualización dramática como es la representación de la familia. Muchos procesos de representación, sea dramática, sea en diversos soportes y géneros, nos proporcionan información que es necesaria mediante canales indirectos, que disturban o interrumpen rígidos equilibrios homeostáticos en la vida social. Como los procesos homeostáticos se valen de información que los retroalimenta constantemente, rechazan aquella información que no cumple esta función. Hacer aflorar en un sistema, mediante estas canalizaciones indirectas, la información que lo relativiza, es fundamental en muchos procesos. Vamos a ver otra teoría interpersonal que trabaja del mismo modo.

6.3. Simetría y complementariedad en las transacciones comunicativas A partir del trabajo de los interaccionistas, y de los hallazgos de los psicólogos y psicoanalistas, surgieron muchas teorías que descubrieron aspectos de la complementariedad en las relaciones comunicativas humanas muy profundas. No podemos obviar el trabajo de detección del comportamiento humano transaccional en la obra de Eric Berne (2007), fundador de la Teoría del Análisis Transaccional, un conjunto de herramientas y constructos teóricos de enorme profundidad sobre la vida social. Berne concibió la comunicación grupal como transacciones que en muchos casos siguen programaciones y estructuraciones marcadas por la complementariedad. Empezó estudiando los intercambios comunicativos más sencillos, los rituales de preguntas y respuestas, y en ellos encontró ya las tendencias al equilibrio, simetría y complementariedad. Así, ideó el término “transacción” para aplicarlo a la comunicación de dos personas, puesto que en dicha comunicación se produce un intercambio de estímulos. Analizó pormenorizadamente los tipos de transacciones, mostrando la tendencia a la complementariedad. En la teoría de Berne, la ruptura del nivel de comunicación en una transacción implica el rechazo de la comunicación y la aparición de formas ulteriores, ocultas, de intercambio entre los individuos. La información clara y directa propia del intercambio de iguales adulto queda fuera de juego en las transacciones asimétricas, en las que los estados de ego y comportamientos de las dos personas que se comunican son diferentes, y mucho más en las transacciones cruzadas, en las que las personas envían mensajes sin simetría ni complementariedad. Berne trabajó la tendencia humana a huir de la espontaneidad e intimidad, propias de transacciones completas, complementarias y simétricas, hacia formas

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más enrevesadas e indirectas de comunicación. Detectó la tendencia humana a estructurar el tiempo, en las relaciones de todo tipo, lo que nos lleva a someter la comunicación a planificaciones y repartos de poder relacional que son llevados a cabo por la parte menos racional de la conducta humana. Así, descubrió los llamados juegos comunicativos, una serie de intercambios de estímulos más complejos con finalidades ocultas en las que dos o más individuos pactan a un nivel preconsciente un resultado previsto para sus relaciones, que satisface una serie de motivaciones inconscientes egoístas, y que se engranan en complicados mecanismos que producen resultados siempre ayudados por el principio de complementariedad, es decir, de la obtención de un equilibrio retroalimentador en la relación. Vamos a explicar cómo. Los juegos comienzan siempre por el denominado truco o cebo, en el que se establece una relación de complementariedad entre dos individuos, el jugador y su “víctima”. Este pacto, que establece un beneficio oculto para ambos jugadores, se produce a un nivel no adulto, es decir, no deliberado ni racionalmente consciente. Tiene lugar mediante una comunicación o transacciones de doble sentido, ulteriores. Aquí vemos la tendencia de la ley de complementariedad a servirse de principios inconscientes nocivos para el individuo, y a imponerse en una relación interpersonal. Una vez que ambos individuos aceptan jugar, se desencadenan los mecanismos del juego que inevitablemente producen un sistema conductual complejo, que acaba siempre con emociones programadas y reglamentadas desde la parte más inconsciente de la personalidad, y que en definitiva son perjudiciales y destruyen al individuo. Así, muchos juegos psicológicos terminan en situaciones de ira, cólera y rencor, de exhibición de impotencia y desánimo, o en situaciones físicas dramáticas de todo tipo. Lo sorprendente es que esos resultados han sido pactados y aceptados por la parte menos adulta de los individuos que interactúan. Los juegos psicológicos son sistemas de conducta guiados por diversas formas de la personalidad humana irracional, que llegan a encontrar en los estados irracionales del ego de los demás piezas complementarias para desarrollar su final previsto. Los juegos, que en muchos casos son estrategias diseñadas desde la infancia para huir de cosas que aterrorizan al niño, aparecen dominando las relaciones de muchísimas personas, tanto las relaciones de amor o de pareja, como las de amistad, las profesionales o las organizacionales. Los juegos psicológicos son mecanismos que impiden a las personas avanzar en las relaciones y mantienen estas en círculos viciosos. Para ello, el jugador y su víctima pactan, a un nivel no adulto, el desarrollo del timo o estafa del juego, la situación en la que se embarcan sabiendo que desencadenará un pago final destructivo para la persona, aunque repleto de beneficios parciales de diverso tipo, como es rehuir la inseguridad, obtener emociones negativas, desencadenar la ira contra los demás, justificar la incapacidad y la debilidad o simplemente rellenar o estructurar el paso del tiempo con incidentes. 113

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Los juegos y su dimensión superior de desarrollo, el denominado guión de vida, son complejas estructuras complementarias, en las que el equilibrio sirve al cumplimiento de las leyes o mandatos profundos que cumple la persona, aun contra su voluntad racional. Los guiones de vida son estructuras similares, que planifican la vida entera de un individuo, con un mecanismo servodirector que le conduce inevitablemente a un destino a menudo trágico o anodino. Lo que vemos en esta compleja teoría es cómo, al igual que en los mecanismos automáticos de los organismos vivos, en la psicología individual y en la interacción comunicativa de los individuos, se instauran mecanismos estructurales que, en lugar de proporcionar mayor capacidad para interactuar con el entorno y enriquecer la vida del individuo o grupo en cuestión, reducen la información y retroalimentan la estabilidad de un sistema perverso de relación, y con ello, abocan a las personas a círculos viciosos de comportamientos en los que incluso el sistema conspira para su perpetuación contra la propia vida de sus integrantes.

6.4. La complementariedad en las narraciones y relatos Berne mostró así el camino a otros investigadores que analizan la influencia de las leyes de complementariedad y simetría en la comunicación de las situaciones humanas. Vamos a mencionar aquí una construcción teórica similar, que nos sirve de puente con otras teorías y escuelas de estilo cultural, como es la de Stephen Karpman (Gill 2011) y su triángulo dramático, un sistema conductual que generó a partir de la teoría transacccional de Berne en 1968. En él se muestra que las relaciones humanas tienden a estructurarse en un triángulo con una víctima, un perseguidor y un auxiliador o socorredor que evita el desastre. Esta tríada de elementos en un sistema aparece, en la teoría de Karpman, asociada a múltiples situaciones humanas, reales o ficticias. El triángulo dramático de Karpman muestra la misma reversibilidad de roles e inversiones de papeles que hemos visto actuar en los sistemas conductuales analizados por Jackson. De nuevo se trata de estructuras complementarias de conducta con tendencia a la homeostasis, a la perpetuación. Parecida descripción estructural es la de Georges Polti, de 1895, en sus 36 situaciones dramáticas en las que sintetizó las tramas de todas las obras teatrales y situaciones reales, desde la “súplica” hasta la “persecución” pasando por rivalidad, lucha o logro, describiéndolas con sus roles complementarios y su tendencia a la continuidad. Polti mostró cómo la literatura dramática de todos los tiempos puede reducirse a una serie de situaciones con tendencia a reaparecer y repetirse. No se trata de clichés, sino de estructuras simétricas y complementarias habituales de grupos como las parejas, las familias o las ciudades y comunidades.

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Lo que estos autores van describiendo son formas estructurales de establecer las relaciones grupales, que se desarrollan en sistemas con tendencia a la homeostasis. En estos casos se forman tipos de relación que la literatura o la narración fantástica describen en su fórmula de acciones y situaciones. Vamos a mencionar algunos otros autores que han trabajado el análisis de las formas de complementariedad y simetría en la cultura. Vladimir Propp (1998), en su estudio morfológico de los cuentos, encontró estructuras de complementariedad en las narraciones de los cuentos maravillosos de todas las culturas del mundo, comprobando que unas acciones o funciones van automáticamente seguidas de otras en las narraciones de los cuentos. Propp, y el desarrollo posterior de las teorías estructurales de la narratología y otras teorías de relatos, ahondaron en la estructura de complementariedad que caracteriza a los ciclos narrativos y a los modos de organización de los mensajes narrativos de diversos tipos. Los ciclos estructurales y de equilibrio circular dominan los relatos igual que las relaciones pragmáticas comunicativas, porque retroalimentan los procesos en los que aparecen, sean relatos maravillosos, narraciones humanas como las noticias u otros tipos de mensajes comunicativos. Igual que Propp, Kermode o Ricoeur, son autores que han trabajado con las estructuras temporales cíclicas y simétricas de narraciones y relatos. Han mostrado que, al igual que existe un juego con la forma estática en los mensajes, que aporta significado a los mismos, existe un juego con la sucesión temporal y el ritmo de los acontecimientos consecutivos, que tiende también al cierre y al equilibrio, indicando estructuras de lo real más allá de la simple acción inmediata. Las aportaciones de la teoría narratológica, con sus estudios de los roles, funciones, pasos y desarrollos en los relatos, son interesantísimas para que detectemos la importancia del principio de complementariedad y equilibrio proporcional en el establecimiento de un mensaje comunicativo. La complementariedad, como vemos, no solamente actúa en el nivel interpersonal de la comunicación de una manera evidente. Está presente en otros niveles de la comunicación, y en la comunicación cultural de manera notoria, por ser un principio que reduce la carga de información, estructura y orienta la conducta, crea ritmos y equilibrios y por tanto puede servir para entender las relaciones asimétricas o desiguales entre personas o cosas. Su función es esencialmente descriptiva, mostrándonos pautas y ritmos que exceden la perspectiva individual y que conectan grandes periodos de tiempo, peripecias y destinos o espacios vitales. La complementariedad, así, resulta un principio formal fundamental en la creación literaria y creativa, y tiene directa relación con el principio de creatividad que Sternberg llamó “combinación selectiva”, y que hemos descrito al hablar de la ley del orden en la comunicación. La complementariedad tiene relación con la reducción de carga en un sistema o proceso comunicativo, sea del tipo que sea. Cuando un conjunto de elementos 115

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se complementan, reducen la cantidad de energía que el sistema precisa, estabilizándolo. La tendencia a la complementariedad es psicológicamente atrayente porque reduce la complicación de un mensaje, y refuerza la asociación de los elementos que lo constituyen. Nuestra mente inconsciente tiende a buscar elementos complementarios en su constante asociación de los mismos que realizamos en los sueños, y cuando consigue encadenar algunos elementos que encajan, puede generar una iluminación creativa. Pensemos en los puzles y rompecabezas, donde una serie de elementos asimétricos se complementan y constituyen una unidad. La tendencia a formar, describir, y familiarizarse con estructuras complementarias es muy grande en la civilización y en la cultura, porque permite unir lo disímil y crear la cohesión necesaria para que se mantenga dicha unión. Muchos procesos comunicativos enseñan, en la vida social, las virtudes de la complementariedad, y el periodismo es uno de ellos. Los informadores trabajan con estructuras de relatos donde hay repartos desiguales de poder, causas de diverso nivel de los hechos, o fases dispares de desarrollo de los sucesos. Pero el conjunto de una noticia, como relato narrativo que es, tiende a generar una unidad, mostrando la complementariedad y la coherencia del conjunto en que se constituye. Cuando los periodistas escriben, difunden y procesan noticias que tienen una estructura de complementariedad en sus componentes y factores, contribuyen a un mayor conocimiento del mundo social por parte de los receptores. Cuando las noticias carecen de orden interno, y nos presentan relatos deslavazados, inconexos, sin proporción ni equilibrio en sus partes, tenemos la sensación de que desconocemos la realidad y de que se nos está escapando la parte fundamental que cohesiona la misma, que es precisamente esa información que, retroalimentando el sistema del conocimiento de los medios, contribuye a su funcionamiento adaptado.

6.5. La simetría en la comunicación humana Vamos a tratar ahora la ley de la simetría en las estructuras de comunicación humana. La simetría es si cabe más poderosa en el mundo de las relaciones interpersonales y grupales que la complementariedad. Si la ley de la complementariedad tiende a establecer equilibrios resistentes, por su capacidad de vincular y asociar, reduciendo la carga de un sistema, la simetría refuerza intensamente el vínculo en las relaciones, ejerciendo sobre este un enorme poder. Muchos de nuestros comportamientos comunicativos son simétricos, muchas de nuestras emociones y nuestro sentido de las relaciones se basan en la simetría, y la simetría afecta profundamente a nuestra mente, a nuestra comprensión de la realidad, a la intensidad de nuestras emociones y a la capacidad de reacción que podemos desarrollar.

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Desde que se comenzó a estudiar el comportamiento psicológico de las masas, se sabía que la tendencia de los grupos a la denominada “unidad mental” producía lo que en principio se denominó “contagios” (Tarde, 1908), es decir, conductas orgánicamente unidas en una multitud o conjunto de individuos. Gabriel Tarde estudió pronto contagios fílicos y fóbicos en los que los individuos tienden a estructurar su comportamiento de acuerdo con una emoción primordial. El fenómeno de los contagios quedó relacionado con el dominio de las emociones sobre el individuo, dando lugar a estudios sobre los fenómenos proyectivos que se asocian a estos contagios, en los que las personas o los animales copian o imitan literalmente los comportamientos de los demás, hasta constituir una unidad de acción. La capacidad para establecer una simetría en el comportamiento resultó ser automática e impulsiva en los individuos (vid. una recensión de estas teorías en Aladro, 2009). En la interacción comunicativa, las primeras formas de intercambio son simétricas. Existe un equilibrio transaccional que estudió Eric Berne, en las formas ceremoniales básicas de intercambio de reconocimiento y afecto hacia el otro (Berne, 2007) que se manifiesta en la simetría completa, en una especie de espejo de las acciones del otro. La tendencia a repetir lo que hacen los demás, a mimetizar su conducta, y a copiar y generar de esta manera marcos comunicativos, (Bateson, 1972) es general, afectando a todos los modos de comunicación de seres vivos. Probablemente el fenómeno está basado en la tendencia mimética de la mente humana, una base neurobiológica que entre otras cosas ayuda al cerebro a aprender, a incorporar información del entorno, y a hacerlo con la mayor eficacia. Hoy sabemos que el mimetismo y la simetría en los comportamientos tiene una base neurológica en las denominadas “neuronas espejo” (Rizzolatti y Sinigaglia, 2005), que hemos citado ya, un tipo de tejido celular neuronal especializado en imitar las conductas y comportamientos o movimientos percibidos en el exterior. Las “neuronas espejo” son clave para entender mejor la comunicación humana y animal, puesto que estas neuronas reaccionan igual a un estímulo percibido en el exterior que a uno interno: cuando ven a alguien esquiar, estas neuronas “esquían”, cuando ven a alguien sentir algo, estas neuronas “sienten” eso mismo. Son las responsables de nuestra empatía, pero también, y aún más esencialmente, nos transmiten directamente las expresiones y conductas ajenas para ser copiadas por nuestro sistema sensorio-motor. Explican por qué podemos sentir la belleza de un cuadro aun cuando no lo hayamos pintado, o comprender la impresión de un poema sin ser poetas. La base del comportamiento humano natural, e incluso su capacidad para incorporar la información que se obtiene a partir de la imitación, explica la importancia de las neuronas espejo. Gracias a ellas circula múltiple información en nuestra mente que no se ha generado directamente en nuestro organismo o en su interacción con el entorno. Es “información de terceros”, que es asimilada mediante la mímesis empática. 117

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6.6. Simetría y complementariedad en la difusión de innovaciones Esta es la explicación para los comportamientos que en comunicación denominamos simétricos y de contagio. En general, estos comportamientos son básicos en la constitución de los vínculos, afectos y cohesión de los intercambios comunicativos. Sabemos por los estudios de las teorías de grupos, que la simetría y la denominada homofilia, es decir, la tendencia a unirse con los iguales, a constituir grupos de pares con similares gustos, tendencias o actitudes, es uno de los impulsos más importantes en los grupos humanos. A partir de las investigaciones interaccionistas, y conociendo las bases de la teoría matemática de la información, algunos importantes autores abordaron el estudio de la comunicación en grandes grupos humanos a partir de 1950. Rogers, Kincaid, Janis o Granovetter fueron autores vitales para investigar cómo fluye la información en estas dimensiones estructurales de la sociedad. La comunicación en grupos que están caracterizados por relaciones de simetría y homofilia tiende a conservar información y a no cambiar, resistiendo a las innovaciones. Las comunidades tradicionales que estudió Everett Rogers en los años 60 (Rogers, 1983) mostraban homofilia cuando sus miembros eran similares, evolucionaban simétricamente y rechazaban la difusión de las innovaciones o la adopción de nuevas costumbres. A los grupos humanos no simétricos los denominó heterofílicos, y en ellos hay personalidades, gustos y perfiles humanos diversos, de distintos comportamientos y actitudes de todo tipo. También los denominó “colegios invisibles”, ahora explicaremos por qué. Los grupos heterofílicos, son los que tienden a absorber información nueva, y en ellos aparecen los individuos que adoptan tempranamente las innovaciones. Estas personas, con capacidad de hacer que las cliques o grupos cerrados se abran a las innovaciones, tienden a ser cosmopolitas y a someterse a múltiples tipos de información. Los grupos homofílicos tienen alta simetría y ello les permite desarrollar resistencia a las convulsiones y a los cambios. Estos grupos, cuyo ejemplo puede ser una institución o una comunidad cerrada, presentan una virtud especial, y es la de que como refuerzan siempre la información que instituye sus sistemas de conducta, almacenan y conservan bien la información. Los grupos heterofílicos son asimétricos, en ellos es más fácil acceder a los cambios y difundir las innovaciones. Los denominaron en su día “colegios invisibles”, porque en ellos personas distantes y diferentes se ven unidas más allá de las circunstancias en rasgos innovadores que comparten y difunden. Sin embargo, estos grupos innovadores tienden a conservar menos información, y son menos estables. Las estructuras de los grupos van desde la alta simetría a la total asimetría, estructurándose en torno a un líder o varios, y permitiendo diversos tipos de comunicación. 118

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Mark Granovetter (1983) desarrolló aún más esta teoría dando un salto que permitió establecer el nexo entre simetría y asimetría en los grupos. Así, su teoría del eslabón débil puso de manifiesto que en los intercambios comunicativos de los grupos humanos debe existir una complementariedad entre homofilia y heterofilia para que dichas comunidades adopten innovaciones y evolucionen con la información nueva de que van disponiendo. El proceso tiene lugar cuando en grupos homofílicos se acepta la participación de un denominado eslabón débil, un individuo no simétrico ni igual a los demás, que permite cumplir el papel de enlace con otros grupos y difunde las innovaciones en la comunidad cerrada. Esta estructura grupal es la que se da, por ejemplo, en los sistemas sociales donde los medios de comunicación ejercen de eslabón débil que permite a los públicos ver cosas distintas y acceder al mundo cosmopolita y diverso donde se difunden las innovaciones. Así ocurre igualmente en las redes sociales, donde hay redes de innovadores (Twitter es un ejemplo) conectadas a otras redes más homofílicas y simétricas, y la unión complementaria de ambas dinamiza la comunicación. Sin la tendencia a la simetría, la información tiende a perderse en las comunidades, pues las redes puramente innovadoras carecen de la fuerza grupal para mantener y conservar información. Sin la tendencia a lo disímil, y a absorber nuevos datos, las comunidades simétricas no evolucionan y quedan prisioneras de su propia tendencia a cerrarse, perdiendo información. El régimen ideal, comunicativamente hablando, es el que permite complementar ambas estructuras mediante sistemas de mediación (ver nuestro estudio de 2014). Así, la complementariedad en los roles de integrantes de los grupos es clave en el equilibrio grupal para el acceso a nueva información, y la simetría es esencial en el mantenimiento del grupo y conservación de la información. Estas ideas generales explican muchas de las dinámicas de grupo en las que el cambio en la composición del mismo genera cambios en la capacidad de absorber o rentabilizar la información del grupo.

6.7. La simetría en acción: escaladas y contagios Un aspecto crucial de la simetría fue estudiado por un autor fundador de la Teoría de Comunicación, el austríaco Paul Watzlawick. Watzlawick (1986) fue el descubridor de las denominadas escaladas comunicativas, fenómenos de comunicación interpersonal en los que la simetría de los comportamientos genera una serie de trastornos y conmociones en la realidad compartida por quienes participan en ellos. Nos interesa sobremanera esta teoría porque no solamente explica fenómenos como la violencia interpersonal, sino que en el mundo de los grandes grupos so-

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ciales, y de la comunicación de masas, podemos ver en acción su poder sobre los individuos. Si Jackson analizó la complementariedad homeostática de los sistemas conductuales, Watzlawick mostró que la simetría creciente de las escaladas genera una serie de fenómenos de alto interés en el análisis de la comunicación interpersonal. Cuando dos individuos que se comunican entran en una escalada, ambos individuos realizan la misma conducta y siguen el mismo patrón de comportamiento, intensificándolo a cada paso. Las escaladas pueden ser básicamente de dos tipos, fílicas o amorosas y fóbicas o de rechazo, odio o pánico. En los dos casos las conductas de las personas que intervienen en las escaladas se extreman. Ello significa que responden a los estímulos recibidos redoblándolos en el mismo sentido: en una escalada de agresión, los dos que se agreden redoblan sus gestos o acciones hacia el otro, en la pugna por vencer y forzar la retirada del contrincante. Lo mismo ocurre, desde el punto de vista de la estructura interactiva, en una escalada afectiva, en la que los signos y demostraciones de afecto crecen exponencialmente. Lo interesante en ambos casos, en las escaladas fílicas y en las fóbicas, es el efecto túnel que se produce en la conciencia de los participantes en el proceso: se produce una reducción de la percepción de la realidad, que queda influida intensamente por el vínculo creado en este tipo de interacciones. Ello genera una pérdida de sentido de lo real en quienes participan en contagios o escaladas fílicas o fóbicas. El proceso es muy interesante: en la interpretación de las señales y conductas del otro, el individuo reduce cada vez más el marco comunicativo en una sola dirección, la que le conduce a reforzar el vínculo creado –sea de amor, sea de odio–. Todas las señales son interpretadas como desafíos de poder en dicha situación, que precisan un refuerzo del poder del que las percibe. Ello lleva a ignorar o despreciar posibles interpretaciones alternativas a lo que está pasando. De este modo, se instala un peligroso autoengaño en la relación, que conduce a la autodestrucción de la misma. Así ocurre, como estudió Terry Warner (2009), en las situaciones de cólera e ira. En ellas la persona realiza complejas operaciones de refuerzo entre emociones y creencias que le conducen a autoocultarse que las causas de un enfado se generan por uno mismo. En un proceso de enfado, cólera o ira se instala una visión de la otra persona como merecedora de un castigo, y todo cuanto haga es distorsionado para reforzar la impresión de que el castigo es necesario e imprescindible. Gestos amables son interpretados como cínicos, o dudas posibles sobre el propio juicio del enfadado son teñidas por sentimientos de ansiedad y reducidas a la nada. Esta escalada fóbica es un autoengaño en el que el individuo busca justificar de todas las maneras su enojo y desautorizar o despreciar la capacidad justificativa de su víctima.

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El proceso es una demostración de cómo las situaciones de contagio emocional simétrico aíslan al individuo de la realidad, le impiden juzgar con equidad las señales que recibe, y le llevan a sobrecargar sus propios puntos de vista en una espiral autoenerada que conduce solamente a exacerbar las actitudes y emociones de partida. Son un ejemplo claro de reducción de información. Las escaladas simétricas son muy desconocidas en su mecanismo comunicativo, a un nivel común de conocimiento en la sociedad. Si su estructura autogenerada, engañosa y compulsiva, fuera más reconocida, podrían paralizarse muchos procesos fóbicos de la vida social, que llevan a violencia o a enfrentamientos de todo tipo. La psicología cognitiva trabaja en la interceptación de las imágenes automáticas que las emociones exacerbadas producen en nuestro intelecto, y que nos llevan a redoblar dichas emociones. Se trata de un trabajo muy delicado, pero eficaz a la hora de permitir al individuo contrarrestar el poder de las emociones sobre la vida humana. Parte de este trabajo es lo que se conoce como desarrollo de la “inteligencia emocional”. El avance en la descripción de las estructuras comunicativas que están orquestadas para la gestión de las emociones ayudaría muchísimo a controlarlas y producir un verdadero beneficio social en niveles primarios de relación como son la familia, el grupo de iguales o la pareja. La simetría, como principio comunicativo, es pues un fenómeno relacionado con la reducción de la carga comunicativa en un sistema, igual que la complementariedad. Cuando un grupo humano o un sistema primario de conducta entra en simetría en forma de escalada, se produce una reducción del umbral de carga de ese sistema o grupo, de modo que se percibe cada vez menor información del entorno. Vemos cómo puede reducirse un umbral de carga, precisamente mediante un proceso comunicativo. La comunicación de masas y la información a través de estos medios generan simetrías comunicacionales y reducen los umbrales de captación de la información cuando aquilatan y distorsionan las escaladas emocionales que transmiten, en el sensacionalismo, el amarillismo y la violencia emocional o simbólica. Con ello, y aunque en apariencia parezca que estén comunicando, lo que están haciendo es reducir su capacidad de transmitir experiencias, y encogiendo sus propios umbrales comunicacionales. No es extraño que se diga que cavan su propia tumba, profesionalmente hablando, porque una vez que acostumbran o resignan a los públicos a una comunicación tan pobre y simétrica, reducen sus posibilidades de ser aceptados en el futuro. Por eso es muy importante que en el ejercicio profesional, los periodistas y los comunicadores renuncien a la intensidad simétrica de determinadas escaladas emocionales para no cerrarse los horizontes de futuro una vez que sea necesario que los públicos acepten o demanden otro tipo de contenidos en esos sistemas masivos. Los grupos humanos muy numerosos son susceptibles de entrar en formas simétricas de comunicación que toman la forma de contagios fílicos o fóbicos. El 121

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abuso de comunicaciones emocionales, que apelan a órdenes estructurales inconscientes como los que hemos descrito, o que exacerban los sentimientos negativos, cobran poder en tanto más uniformes, homofílicos y unánimes son los grupos con los que interactúan. La propaganda política es un conjunto de técnicas que han ido perfeccionando los modos de crear este tipo de procesos al servicio del apoyo a un líder, o un partido político, con el fin de llevarlos al poder. En la comunicación de masas de finales del siglo XX y comienzos del XXI ha existido un abuso de la ley de simetría, de la empatía emocional y de las escaladas fílicas y fóbicas en el periodismo de la televisión hiperrealista, deformante y espectacularizante. El efecto final es el de una pérdida de capacidad informativa en estos medios, sometidos a los imperativos de sus propias escaladas, de sus números de audiencias masivas, cada vez más difíciles de sostener en el nuevo panorama tecnológico. El uso de la ley de simetría y de los fenómenos homofílicos en los regímenes totalitarios, mediante la manipulación de medios de masas, ha producido también monstruosas deformaciones sociales, porque los países donde se hace un uso demagógico de los medios para generar contagios y escaladas terminan perdiendo el sentido de lo que es importante y degenerando en sistemas subdesarrollados y personalistas en torno a un líder o partido. El surgimiento de los nuevos medios sociales introduce factores de asimetría, heterofilia y desequilibrios en los sistemas de acceso a la información en la vida social actual. Ello hace que se haya visto en parte compensada esta tendencia a manipular e instrumentalizar las escaladas emocionales y los contagios como se daba en el siglo XX. Sin embargo, no existe aún una integración que permita unificar y dar mayor solidez a los sistemas comunicativos, aprovechando su complementariedad. Así, los medios de masas siguen buscando la homogeneidad y uniformidad de sus públicos y la difusión simétrica de mensajes y datos, en tanto que los nuevos medios digitales están ocupando los lugares del “colegio invisible”, es decir, la agregación más allá de los canales tradicionales, de la información variada, innovadora y diferente, con la que trabajan los individuos que están en la vanguardia de la vida social. No existe todavía una integración entre ambos sistemas, que permitiría que la información innovadora y decisiva que circula por las redes sociales adquiriera el peso y la solidez que aporta el canal masivo y centralizado de comunicación. Una vez lograda esta fusión, tendremos un sistema de comunicación muchísimo más avanzado, eficaz y ágil que el actual.

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La ley de la recuperación o remediación comunicativa

Vamos a retomar las leyes de los medios de Marshall y Eric McLuhan, y a analizar su tercera ley, que se adentra en las formas de la genealogía de los medios de comunicación, y por extensión, nos ilumina sobre los procesos culturales de todo tipo en los que la comunicación está implicada. Esta ley nos presenta un aspecto crucial de toda comunicación, como es el de su carácter siempre relacionado con las formas comunicacionales previas, con las que mantiene una relación cultural. La historia de la comunicación es la historia de los desarrollos y extensiones de formas sensibles, pero también de los enlaces que entre todas ellas existen, de manera que, igual que los medios extienden nuestras facultades y sentidos, los medios de comunicación también se extienden unos en otros, en los complejos entramados de evolución mediática. La ley de la recuperación o remediación profundiza extraordinariamente en la naturaleza de la comunicación y nos lleva a reflexionar con gran amplitud sobre qué son los medios y qué es la comunicación. Formulada de una manera muy sencilla, esta ley indica que todo medio recupera o remedia, es decir, contiene y revivifica, a un medio anterior, que previamente había quedado obsoleto o atrofiado. Como si se tratara del contrapunto al proceso que hemos visto al hablar de la ley de la atrofia u obsolescencia, esta ley actúa en un sentido inverso, de manera que cualquier innovación y desarrollo de un nuevo medio contiene, recicla o imita a un medio anterior, constituyendo una prolongación, por nuevas vías, del desarrollo cultural que el medio inicial supuso. Como este fenómeno es muy visible mediante ejemplos, podemos citar uno de ellos. En la actualidad informativa ha surgido un nuevo soporte para la publicación de información en reportajes y artículos, lo que se denomina información transmedia. Se trata, como hemos comentado antes, de reportajes periodísticos o artículos informativos digitales que incluyen, además de texto verbal escrito, ví123

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deos que se activan conforme se va leyendo la página, infografías en 3D que sitúan en mapas o visualizaciones espaciales el lugar o cadena de hechos de que se informa, y también otros documentos de archivo que pueden consultarse si se desea hacer una recuperación adicional de información en el caso de que se trate. Pues bien: los transmedia incluyen, como vemos, otros medios anteriores que son reciclados y empastados, es decir, combinados, en el texto digital: el vídeo de entrevistas, género propio de la televisión, aparece aquí. También se recupera el soporte de archivo documental que se daba en el periodismo de recuperación histórico, y que se incluye como un elemento adicional en el reportaje global. Y se remedian los infográficos y mapas desplegables, no solamente del periódico impreso, sino de las enciclopedias y atlas tradicionales. Muchos transmedia, además, ponen el acento en la construcción en puzzle de su contenido, que el lector puede desplegar, activar en una animación o navegar de muy diferentes maneras. El transmedia nos presenta muy diferentes remediaciones o recuperaciones combinadas en un novedoso soporte digital. Entendemos su estructura puesto que hemos usado y conocido las fotografías de archivo, los vídeos, las animaciones en 3D o los infográficos y desplegables de los manuales interactivos del pasado. Es un ejemplo claro de la ley de la recuperación: a menudo, lo que se nos presenta como novedosísimo tiene un aspecto de rescate o de recuerdo a formas comunicativas del pasado, que reviven en la nueva tecnología. De manera general, por tanto, podemos rastrear la historia de los medios de comunicación, de sus estilos y de sus soportes, mediante la observación cuidadosa de nuestros medios de comunicación actuales, que en muchos casos presuponen o llevan implícitas las formas de comunicación anteriores. En la ley de la recuperación o remediación, como veremos en todo este capítulo, no solamente se registra esa historia de los medios que pervive en las formas comunicativas contemporáneas. Es la misma vida de las formas culturales la que es posible observar en acción al analizar esta ley, y nos transmite la interesante idea de que la especie humana tiene una vida en la dimensión cultural, que podemos observar y estudiar. La cultura no es un simple almacén inerte de experiencias, ni un conjunto de logros que se atesoran y traspasan, sino un organismo vivo, de dimensiones supraindividuales, con sus propias formas de reproducción y de desarrollo.

7.1. La remediación comunicativa La ley de la recuperación fue, como decimos, formulada por McLuhan e hijo en los años 60 del siglo XX (2011), pero luego ha sido brillantemente desarrollada por David Jay Bolter (2003, 2011) en su concepto de remediación: todo medio contiene un medio anterior, que aparece glosado, o con el que el nuevo medio dialoga en su propia construcción estructural.

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Bolter, experto en formas culturales relacionadas con textos en los medios de comunicación, aporta este concepto en un reciente trabajo, en el que acomete un análisis de las formas estilísticas de la comunicación a través de los medios que ha resultado muy útil como modelo de reflexión. Bolter se interesó en un origen por los estilos de escritura y de representación textual que caracterizaron a las distintas épocas de la cultura occidental. Poco a poco comprueba un presupuesto que los herederos de la teoría de McLuhan han remachado en sus análisis: cada medio de comunicación pertenece a un momento cultural con el que tiene una relación morfogenética, es decir, conforma a la cultura y al mismo tiempo es moldeado por esta. En esto, el autor continúa las investigaciones de otros herederos de McLuhan como Walter Ong y Eric Havelock, en torno a la influencia que el paso de la cultura oral a la escrita supuso en la civilización europea. Ambos autores comprueban en sus anteriores trabajos cómo los medios escritos influyeron en el desarrollo del pensamiento lineal, del conocimiento racional y del sistema científico de organización del mismo, así como de una cultura más cercana al laicismo y relacionada con modelos políticos y sociales asociados a esos valores. Bolter analiza el mundo de la imprenta en sus primeros trabajos, y comprueba que el texto impreso introduce aún más la importancia de la organización visual del texto, de la organización de sus contenidos en estructuras bidimensionales claras, y del peso del autor como elemento clave de un sistema de múltiple copia de originales. Lo que el autor norteamericano emprende, a partir de sus primeras reflexiones, es ni más ni menos que una historia genealógica de los medios que se mueve con tres paradigmas, que aquí explicaremos por su importancia en la vida cultural hasta la modernidad: los paradigmas distintivos de la inmediatez, la hipermediación y la remediación. Se trata de tres psicologías sociales bien distintas que surgen con cada medio de comunicación en cada época del desarrollo del mundo moderno. El paradigma de la inmediatez surge con la cultura de la reproducción mediante imágenes del final de la Edad Media y con la aparición de los sistemas de reproducción de copias mecánicos, así como con los sistemas automáticos de reproducción de imágenes posteriores. En este paradigma, los medios producen la sensación o la experiencia de la inmediatez de la realidad que comunican. Así, un cuadro al óleo, con perspectiva en fuga, técnica realista y con la intención de borrar las huellas de su elaboración por parte del pintor, se realiza con esta idea. En este modelo cultural existe el intento de hacer desaparecer el medio en un proceso trasparente u “objetivo” de comunicación, consiguiendo la inmediatez completa de lo real en el proceso. Bajo este paradigma cultural, que llega hasta nuestros días, se hallan importantes procesos comunicativos, de los que el periodismo de actualidad es un buen 125

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ejemplo. Cuando un reportaje informativo se elabora bajo este modelo, procura generar la impresión de fidelidad absoluta al suceso real y de trasparencia total ante el lector o telespectador. Grandes fenómenos de la comunicación audiovisual moderna son posibles por estar bajo la influencia del paradigma de lo inmediato: la televisión en directo, los reportajes en vivo, incluso los eventos y sucesos que se generan frente a las cámaras o que no aparentan haber sido mediados o manipulados de ningún modo, responden a la tendencia por la generación de realismo absoluto. El segundo paradigma es el de la hipermediación. Se trata del modelo contrario desde el punto de vista comunicativo. En este paradigma, el medio no busca desaparecer en el resultado de su acción, sino permanecer presente y dejar clara huella de su acción. Es hipermediación la tendencia a hacer presente y hasta omnipresente la función del medio en el proceso comunicativo. Este paradigma ha sido menos poderoso culturalmente hablando, puesto que la presencia del medio en el mensaje o proceso que genera es, desde el paradigma de la inmediatez, un defecto o fallo del sistema. La hipermediación ha existido en determinadas épocas de la historia del arte, como en una especie de contrapunto, compensando el excesivo peso de lo inmediato y de los efectos de presencia real, de muchos medios y sistemas culturales. Así, en el mundo de la representación pictórica, a una época de iconicidad total en la que las imágenes y representaciones se prefieren idénticas a lo real y abundan los efectos de desaparición de la misma manera de elaborar las pinturas, siguen otras épocas en las que se acentúa, como ocurre en el Barroco, lo caprichoso de las formas, lo ilusorio o relativo de las mismas, y se insiste en el carácter fabricado de cuanto se representa, recargando la presencia del medio o del artista hasta hacerlos evidentes. La hipermediación y su paradigma se complacen en mostrar la carpintería de los espectáculos y efectos, e incluso se prefiere un modo de representar más imperfecto y artesanal, en el que es visible la costura, por así decir, del mensaje o de la obra realizada. Son medios bajo el paradigma de hipermediación los del arte impresionista, en los que vemos claramente que la obra genera una ilusión mediante operaciones pictóricas claramente patentes, o las del teatro tradicional, donde la ilusión teatral se fabrica de manera ostensible ante los espectadores, con cambios de escenografías o de vestuarios e incluso, como ocurre en el teatro tradicional japonés, con la presencia en la escena de los sastres y utileros trabajando durante la representación. Siempre que encontremos el medio de comunicación, o al emisor o mediador, patentemente presente en el mensaje de que se trate, estaremos ante procesos de comunicación hipermediados. Este modelo no es exclusivo de la antigüedad cultural, pues muchas de las nuevas tecnologías actúan, paradójicamente, presentándonos procesos hipermediados, en los que es imposible desprendernos de la idea 126

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de que lo que vemos es producto de un medio o mediador. Pensemos, por ejemplo, en algunos programas de televisión en los que el paradigma es el de crear una hiperrealidad en directo, por ejemplo, haciendo interactuar a un grupo humano dentro de un espacio durante varios meses, o en algunos videojuegos para los que es necesario dotarse de una compleja estructura de cascos, guantes o sensores para generar la ilusión de realidad. Las nuevas tecnologías producen ilusiones de transparencia, pero están a menudo muy presentes en dichas ilusiones. El tercer paradigma, que encaja con nuestra séptima ley de la información, es el de la remediación, paradigma basado en el guiño a los medios anteriores, que también coexiste con los dos modelos que hemos explicado y que constituye una forma cultural especialmente interesante para David Bolter. La remediación se constituye en momentos culturales de cambio y mutación de medios, sirviendo de elemento dialogante entre formas culturales anteriores, abandonadas por obsolescencia o atrofia, y las circunstancias nuevas de cada sociedad. Es notorio que en algunos sistemas de comunicación y mensajes aparece una alusión, retorno o emulación de sistemas, estilos o mensajes comunicativos que aparecen en un contraste claro con los sistemas actuales. En un diálogo estilístico y comunicacional, un medio de vanguardia recurre siempre, en una estructura binaria, a códigos, retóricas y estéticas de medios anteriores. El proceso es muy interesante puesto que la remediación introduce la estructura de contraste y binariedad en la historia de los medios de comunicación. La cultura, gigantesco proceso de comunicación, se nos aparece como un sistema en el que cada nueva extensión sensorial y cognitiva debe apoyarse en otras anteriores, reextendiéndolas más allá de la evolución directa. Todos los nuevos medios remedian medios anteriores, en el total sentido de esta palabra: por un lado, se sirven de la emulación y de la apelación a estos viejos sistemas para orientar a los públicos o usuarios en el nuevo sistema. Por otro lado, reparan la necesaria obsolescencia sensorial que se va generando en la cultura y que nos impide conservar a menudo la riqueza de un procedimiento de comunicación cuando este se extiende y generaliza. Además, entran en contacto con los sensorios e imaginarios asociados a cada medio y extensión permitiendo la simbiosis y la prolongación de la vida cultural asociadas al mismo. Vamos a estudiar en cierto detalle estas funciones de la recuperación o remediación.

7.2. La remediación y el equilibrio sensorial de la cultura En gran medida, la remediación nos muestra las tendencias al equilibrio del desarrollo sensorial humano. Cuando se produce el desarrollo de un medio o sistema comunicativo, ello siempre implica, como hemos dicho, la atrofia o pérdida de capacidad en una facultad o sentido preexistente. La remediación permite recupe-

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rar la pérdida sensorial, cultural o cognitiva, mediante un proceso de reequilibrio. Vamos a ver un ejemplo. El desarrollo del universo digital se produce fundamentalmente en superficies y soportes bidimensionales, que en espacios planos como pantallas o monitores representan múltiples formas que pueden ser emuladas en la ilusión generada por las superficies en perspectiva. Mediante la ilusión de perspectiva, las pantallas y monitores nos generan impresiones de tridimensionalidad, inmersión y completa coordinación en un universo envolvente. La remediación, sin embargo, ha llevado a que en las pantallas bidimensionales digitales hagamos lugar a formas de representación arcaicas como el ilusionismo teatral de las cajas, compuertas y trampas espaciales, o a las estructuras en pop up o que imitan a los libros infantiles, que pueden verse imitadas en muchas animaciones transmedia actuales, en novelas hipertextuales, y en webs de diseño. Lo que se produce aquí es un reequilibrio entre medios capaces de producir una ilusión de transparencia inmersiva total, y medios que muestran cómo se fabrica una ilusión de tridimensionalidad de manera artesanal. Lo artesanal de la ilusión hipermediada viene a compensar el exceso de ilusiones inmediatas digitales. El reequilibrio que la remediación genera puede permitir compensar atrofias o pérdidas sensoriales y culturales importantes en nuestra civilización. A menudo, la remediación actúa haciendo recuperar un medio antiguo que coexiste con uno nuevo. Un medio con tendencia a la obsolescencia, como puede ser la edición artesana tradicional en papel, se puede ver potenciado por el auge de la edición digital sin papel, ultrarrápida y multifacética. El retorno a las ediciones artísticas de obras de gran valor, a las llamadas ediciones príncipe, es una tendencia del mercado que introduce de nuevo un valor en nuestra cultura, el del cuidado que en la elaboración de un libro, está implicado en la edición artesanal en papel. En medio de ese proceso desaparece la edición mecánica en papel. La remediación compensa esta pérdida, recuperando una forma previa, y más notoria si cabe, de edición no digital. Como vemos, es un principio que supera las habituales leyes de evolución irreversible de otros procesos vitales humanos. La recuperación y remediación nos muestran el mecanismo sensorial que trasciende la evolución de todos los medios, y que permite reequilibrar y retomar aspectos del desarrollo comunicacional colectivo a partir de fenómenos sensoriales colectivos de especial interés y complejidad. Estos tres son modelos o paradigmas que han dominado la historia cultural de Occidente en el último periodo. El paradigma de la inmediatez es la búsqueda de la comunicación trasparente y fiel al objeto representado, que es propia de una psicología icónica de la comunicación –la búsqueda de la semejanza perfecta, de la transparencia y la objetividad del medio–. 128

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Bajo este paradigma se ha desarrollado la sociedad en múltiples rasgos culturales de fondo, como el desarrollo del realismo e hiperrealismo, las tecnologías de reproducción exacta de imágenes y de recreación de contenidos, la ciencia como trabajo social en busca del acercamiento a lo real más exacto y fiel. El paradigma de la hipermediación también ha dominado momentos de esta historia cultural, como decimos en las épocas de amaneramiento y saturación estilítica, y también en la era de los medios de masas, en forma de omnipresencia de los medios, señalando su presencia y poder. La hipermediación pone el acento sobre el medio, sobre el carácter fabricado del proceso comunicativo, y a menudo está ligada a la reflexión sobre ese proceso, iluminándonos sobre él. Por ello, muchos procesos artísticos utilizan este paradigma y se complacen en mostrar cómo son hechas las obras e incluso el carácter imperfecto, humano, material, de sus efectos, de manera que constituye esto parte del mensaje que transmiten. La recuperación o remediación es un movimiento natural que se produce en la historia de los medios de comunicación y de extensión de facultades humanas. Responde a un mecanismo de equilibrio, que hace que los más modernos avances en estos sistemas tengan siempre un aspecto de reciclaje y renovación de anteriores experiencias comunicativas o sensoriales. Así, lo más nuevo en un sistema de comunicación puede ser la recuperación de posibilidades, estilos o elementos de un medio perdido en la evolución.

7.3. Internet y la ley de la remediación Vamos a analizar ahora cómo la llegada del hipermedio por excelencia, es decir, la red de redes, ha supuesto gigantescos procesos de remediación cultural que están mostrándose en la sociedad actual. Internet es un ejemplo muy claro de la ley de la remediación. Siendo fundamentalmente el resultado de una reconexión de una serie de sistemas tecnológicos preexistentes, cuya sinergia ha sido posible por la elaboración de una serie de codificaciones comunes a todos ellos, la red de redes se presta, como ningún medio anterior, a convertirse en soporte de todos los medios preexistentes, sus códigos característicos y sus estilos de representación. El análisis desde el punto de vista comunicativo más brillante sobre los procesos asociados a Internet desde el punto de vista cultural se lo debemos a Lev Manovich, experto analista de cultura visual, que ha trabajado desde un profundo conocimiento del lenguaje iconográfico tradicional, y está mostrando los rasgos fundamentales del medio Internet y su lenguaje. La digitalización y numeralización, como ha sido llamada, de todos los sistemas representacionales anteriores, que comenzó con el surgimiento del ordenador aislado, y continuó con la conversión al lenguaje binario de cualquier forma re-

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presentativa, nos conduce al ensamblaje a su vez de todos los soportes informáticos una vez establecido un sistema de telecomunicaciones adecuado. La gran conexión tecnológica que es Internet permite a los ordenadores conectados glosar, emular, encastrar o vincular absolutamente todas las representaciones generadas en los principales sistemas anteriores de comunicación, en una remediación total: el estilo propio de la red se basa en su capacidad mimética frente a medios anteriores. Internet contiene todos los medios, los modernos, y muchos de los antiguos, de la radio a la televisión, de la literatura a la música antigua, del cine al videojuego (vid. el estudio completo del autor rusoamericano, de 2005). Esta capacidad de recuperar y ensamblar sistemas representacionales anteriores ha conformado el estilo de la red, que es, como dice Lev Manovich en su teoría de los lenguajes de este nuevo medio (2005: 40), modular, es decir, divisible en unidades discretas que admiten vinculaciones o desarrollos en otros documentos o páginas. En realidad, la página web típica de Internet se configura como una remediación clara de la página modular de un periódico o de una revista (como indica Bolter, 2011: 40), pero no por razones puramente estilísticas, sino porque la recuperación de esta estructura cumple funciones en la web, para adaptar al receptor y usuario de estas nuevas interfaces con elementos que ya son familiares en su habilidad cognitiva relacionada con los medios de información. Una característica fundamental de la red de Internet es que aprovecha los recursos de la retórica de los medios de comunicación más populares para constituir sobre ella interfaces de acceso a contenidos. Así, la modularidad, es decir, que el universo de la red aparezca fragmentado en elementos móviles, desmontables y acumulables, que además son escalables, es decir, admiten un desarrollo óptico que nos da acceso a más información, son elementos recuperados de anteriores medios: el periódico, como sistema de módulos –columnas, recuadros, filas– escalables –desarrollados en secciones interiores del texto– aporta la modularidad y escalabilidad de los contenidos, además del uso de titulares, etiquetas y claves cifradas y abreviadas de acceso a la información en detalle. El universo de Internet introduce y remedia otro lenguaje esencial de un medio de comunicación extenso: el lenguaje cinemático e ilusionista del cine, que se convierte igualmente en un recurso, interfaz o soporte para el acceso a las páginas de información. El cine es remediado en Internet para aprovechar su extensión cognitiva. La retórica del movimiento, desplazamiento, mezcla de ópticas y planos, ilusiones de profundidad, envoltura, se desvinculan de una narración cinematográfica única y aparecen en la red para cumplir funciones igualmente de localización de la información, cartografía de espacios, organización de los datos. La retórica del cine aporta un ilusionismo generalizado en la web que se abre, a su vez, a otros medios previos: los efectos teatrales, los trampantojos e ilusiones ópticas, recuperan peso 130

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en el mundo digital, donde es posible trascender los géneros, retóricas y estilos, generando un producto transmedia como el que mencionábamos antes, para uso periodístico. Comentábamos antes que la remediación es en realidad un movimiento de complementación constante que se produce en el desarrollo de los medios: lo que los más innovadores sistemas tecnológicos nos traen, suele ser una revisión de contenidos, estilos, hábitos comunicativos, que ya han estado antes en la cultura humana, y que por virtud de la nueva tecnología son recuperados. Esto explica fenómenos como el auge del consumo de cómics que la red favorece, recuperando una cultura de este género de comunicación que languidecía antes de la llegada de la red. Youtube, la red de vídeo global que ha revolucionado las costumbres de todo el mundo en consumo de mensajes visuales, se alimenta en muchísima medida del archivo visual cinematográfico y televisivo del que se vuelcan las imágenes existentes en música, cine, conferencias, reportajes, muy anteriores a la aparición de la red. Este proceso es probablemente muy similar al que se produjo con el surgimiento de la escritura. El proceso de recuperación de mensajes y formas que está llevando a cabo Internet debió darse de forma análoga cuando un medio igual de potente, como fue la escritura, permitió recuperar y poner nueva forma a los contenidos orales que la memoria cultural conservaba en el mundo antiguo. Sin embargo, el medio digital es más moldeable que la escritura secuencial y permite un mayor juego con las formas que, provenientes de antiguos medios y procesos, pueden desvincularse de ellos y generar nuevas remediaciones. El proceso no viene solamente generado por la tecnología digital. La cultura moderna es un constante retorno y recreación de formas tomadas de medios previos. Pensemos que la cultura del siglo XX, la denominada cultura de masas, ya ambicionaba crear un imaginario global en el que se hibridan y sintetizan formas de todas las civilizaciones. El desarrollo de la globalización económica y de la industria cultural en sus formas más extensas condujo rápidamente a generar múltiples soportes, versiones y aplicaciones de los motivos, retóricas y arquetipos de la cultura de masas. Lo que Internet nos proporciona es un soporte universal que admite la variación constante de los contenidos en un proceso de gigantesco reciclaje constante de esas formas comunicativas. Y el rasgo más sorprendente es que el juego formal no solamente aporta contenidos, sino sobre todo modos de operar y códigos de conducta en el nuevo medio digital. Así, llegamos a un sistema en el que la variabilidad constante, la apertura total de los medios a un juego de formas inacabable, se instala como ambiente comunicativo, como entorno de la sociedad del siglo XXI. En ese universo, la remediación y recuperación de formas es un juego igual que el de la hipermediación, es decir, la manipulación ostensible de la mediación. El “todo vale” comunicativamente hablando empieza a impulsar la mezcla de géneros, modelos de negocio,

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indistinción entre original y copia, entre información y ficción, entre autenticidad e impostura. Uno de los elementos más interesantes del nuevo entorno comunicacional tiene que ver con una visión completamente diferente del valor del original y de la copia en el siglo XXI. Las tecnologías digitales no solamente permiten realizar copias idénticas de mensajes o textos, sino también manipular dichas copias, crear nuevas versiones, actualizar los textos o generar híbridos formales. La convergencia cultural y de lenguajes alienta el juego con los mensajes. El carácter único, inamovible, completo, de la obra o mensaje tal y como la era de los medios impresos suponía, desaparece. Esto supone la llegada de una nueva filosofía en la construcción y en la recepción de los mensajes comunicativos, que pasan a ser, como mensajes digitales que son, variables, escalables, modulares y moldeables. El concepto de original, de mensaje único, desaparece como valor absoluto, y aparece el valor de la variación del original, la mutación del mismo por su receptor, o la generación de “memes” o variantes imaginativas de un mensaje o texto. Esta cuestión supone importantes implicaciones en la comunicación. En primer lugar, el proceso de autoría de los mensajes y de los textos se difumina en un universo donde una copia puede ser más perfecta que un original. En segundo lugar, los mensajes en el universo remediador de la red se convierten en fluidos y variables, y no hay una obra definitiva ni un punto final al proceso comunicativo. En tercer lugar, se impone la experimentación constante y la búsqueda de remediaciones sobre remediaciones en crecimiento exponencial, de modo que todos los productos de la información y comunicación entran en interacción, sin distinción de género, producto o código, en ese universo transmedia. Esta ebullición de las formas recupera tradiciones estilísticas perdidas: por ejemplo, la del lenguaje del cómic, al que insufla nuevo impulso. También es responsable la remediación de Internet y el mundo digital de la curiosa reaparición de estilos tipográficos arcaicos. Este curioso ejemplo es resultado último de una tecnología innovadora en una cultura tradicional todavía viva. Siempre se señala que uno de los rasgos de mayor personalidad de los tratamientos de texto por ordenador es el cuidado de la tipografía, caligrafía y estilos de imprenta, como si el ordenador remediara el taller de un impresor del siglo XVIII. Este cuidado caligráfico ha pasado a ser parte de las potencialidades de diseño de todo el universo de la web, en el que el juego con la variabilidad de las formas escritas es parte de su retórica global. El juego con las letras y sus tipos no existía con tanta importancia en los textos impresos del siglo XX, donde había menor variabilidad y menor gusto por el juego caligráfico. En parte, la capacidad de los ordenadores para evocar caligrafías arcaicas es un rasgo creado por los primeros diseñadores, de acuerdo con su gusto y con su personalidad creativa, pero también, por otro lado, muestra cómo

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en lo más nuevo existe esta “resonancia mórfica” que enlaza viejas y nuevas tecnologías mediante la innovación. En definitiva, nos hallamos ante un medio cuyo paradigma fundamental ya no es el de la transparencia de un medio, sino sobre todo el de la remediación y recuperación de todas las formas comunicativas preexistentes, que alentadas por la posibilidad de ser emuladas en el soporte digital, empieza a arrojar sus estilos, contenidos y lenguajes en el abundante universo comunicativo de la red. Un cambio radical, para la cultura de masas, lo va a constituir precisamente el entorno de abundancia, en el que absolutamente de todos los contenidos hay copias y versiones disponibles que nos permiten jugar con su conformación y adaptarla a nuestras necesidades. El hábitat informativo de Internet es radicalmente distinto del de otros momentos culturales marcados por la escasez de contenidos y por la rigidez en los modos de difusión de contenidos. Hay una estrecha relación entre el tipo de ecosistema informativo en el que vive una sociedad y los medios que ha desarrollado en dicho sistema. Cada invención de un medio conforma, como vamos a ver, la vida social y la cultura en la que aparece, tal y como McLuhan describió en su día. Pero, una vez que un sistema mediático se instala, sigue ejerciendo su función y afectando a la sensibilidad y desarrollo psicosocial de dicha cultura. La recuperación, como fenómeno de los medios, aparece en entornos comunicativos de abundancia, en los que orienta y sirve de contraste a las nuevas tecnologías, matizando su valor. Vamos a estudiar ahora, valiéndonos del proceso de recuperación de los medios, parte de la evolución genealógica de la comunicación de masas, tal y como fue descrita por los autores de la Escuela de Toronto a partir de la impronta de McLuhan.

7.4. La evolución de los medios como una genealogía Es posible aprovechar la ley de la recuperación para reflexionar sobre la aparición de los medios de comunicación en un proceso ligado y prolongado en el tiempo humano. Sabemos, por lo que hemos mencionado en este libro hasta ahora, que la historia de los medios de comunicación es una historia de extensiones y atrofias de las facultades y sentidos humanos, de resurrecciones y desapariciones de sistemas de experiencia humana. Todos los medios tienen al menos un aspecto de recuperación o remediación, en el que dentro de ellos, necesariamente, aparece un medio anterior. McLuhan describió ese fenómeno, afirmando que “el contenido de un medio es siempre otro medio” (McLuhan, 1964, 2005). Es posible estudiar por tanto la genealogía de los medios, que se puede rastrear en las mutaciones, cambios radicales, hibridaciones o recuperaciones que se van generando a lo largo del desarrollo de una cultura.

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La idea es muy compleja, pues como indica Neil Postman, un medio contiene en su interior una cultura (1994). Existe en cada estilo y época cultural la utilización y reubicación de los diversos medios y técnicas comunicativas. La cultura se nos presenta como un organismo perceptivo que potencia o desplaza procesos sensoriales, cognitivos, en forma de sus distintos modos de extensión e interacción con el entorno. Como si viéramos un cuadro en perspectiva, cada sistema mediático, es decir, cada sistema conformado por una civilización en una época dada, con sus medios, formas culturales, extensiones e incorporaciones del entorno, nos ilustra sobre una evolución sensible, su equilibrio supraorgánico, y cómo ha afectado todo ello al desarrollo humano. Las formas culturales, como sabemos desde Spengler (1922), son efectivamente extensiones o raíces del hombre en la tierra, en su paisaje y espacio vitales. El hombre tiene una raigambre con el entorno que le rodea, y establece formas de perpetuar y potenciar esa conexión, y a partir de esa extensión o interconexión florecen las formas de la cultura (Spengler llama a la cultura “energía morfogenética religiosa”, entendiendo por religión el sentido de re-ligación y unión humana con el entorno del que proviene). Si, como Spengler nos revela, la primera forma de comunicación es ya una recuperación de una conexión previa con el alma de la tierra, todas las formas de expresión posteriores, nacidas en interacción unas con las otras, revierten necesariamente a una evolución constante. Y por ello necesariamente la exploración de los sistemas de comunicación es un desarrollo de formas que resuenan unas en otras. Cada cultura desarrolla sus sensorios, es decir, sus gamas de sensaciones y percepciones, además de sus imaginarios, es decir, sus cámaras de representaciones de formas y sustancias, y dispone el mundo material de los instrumentos para recordar, almacenar y descargar toda la información sensorial e imaginaria. También ordena el conjunto de estos medios de extensión en jerarquías que al configurarse y ocupar espacios en el universo de una cultura adquieren distinta importancia y ejercen más o menos influencia en el desarrollo de la misma. El sistema cultural se retroalimenta constantemente, adaptándose a los cambios mediante equilibrios internos, exactamente igual a como hemos visto en el caso de organismos más pequeños. La remediación es un aspecto de ese reequilibrio que surge cuando una cultura configura su sensorio e imaginario mediante distintos dispositivos. Al recuperar, emular o encastrar un medio en otro, se produce un reequilibrio sensorial, que es vital para conservar la memoria de la cultura precedente, además de evitar, probablemente, los efectos de atrofia que genera la extensión en los nuevos medios. McLuhan se inspiró en estas ideas para desarrollar, siquiera fragmentariamente, sus descripciones de genealogía de los medios. Así, apreció evoluciones claras en el mundo de los medios icónicos, que podemos describir aquí, para ver cómo

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efectivamente los medios de reproducción de imagen están relacionados en una evolución de parentescos y derivados. La reproducción mediante la imagen es uno de los campos donde más claramente puede verse una evolución cultural muy marcada, con el desarrollo potenciador de medios adecuados, que ha conformado toda una psicología social. Si estudiamos la reproducción por la imagen en la cultura occidental, comprobaremos que en un momento dado la representación icónica, mediante pinturas y retratos, se convierte en central en la sociedad. A partir del final de la Edad Media, la pintura icónica, la copia y el retrato, se convierten en elementos fundamentales de la vida social. Cuando surgen los primeros medios de reproducción icónica de copias, como las estampaciones, xilografías o litografías, la imagen icónica se convierte en la moneda comunicativa de mayor valor en la vida social europea. Los sistemas mecánicos de reproducción de imágenes que la cultura occidental desarrolla incluyen por supuesto a la imprenta, a partir del siglo XVI. La cultura de la múltiple copia inunda el mundo, paulatinamente, de imágenes que se reproducen en cada vez mayor cantidad, en carteles, pasquines o en periódicos. El siguiente paso de esta genealogía llega cuando surge un sistema de captura de imágenes a partir de la impresión sobre una superficie química, una película que queda impresionada por la irradiación lumínica del objeto. Esta evolución hacia una cultura eminentemente marcada por la iconicidad y por el mundo de la imaginación –el desarrollo de las copias y la difusión de las representaciones en múltiples soportes– fomenta el crecimiento de las formas imaginarias, representaciones y copias mentales, que pueblan la vida social, haciendo que la misma desarrolle exponencialmente el mundo de la imaginación. Esta condición es la base para el desarrollo genealógico de la siguiente fase de evolución tecnológica. La litografía, el daguerrotipo y otros sistemas mecanizados de obtención de imágenes de copia son el siguiente paso en la genealogía tecnológica de la era de la imagen, que, cuando se consigue automatizar y proyectar secuencialmente, da lugar al surgimiento de la cinematografía. El cine es el medio que domina el comienzo del siglo XX en su capacidad para generar una atmósfera psicosocial de psiquismo fluido y envolvente, que se exterioriza mediante la industria de exhibición y va condicionando los criterios, modos de pensamiento y formas de vida de la sociedad moderna. En esta evolución aparecen evidentemente factores interpuestos que van matizando y cambiando la tecnología de reproducción de cada época. Así, la cinematografía se nutre también de otra tradición menos icónica y más simbólica como es el teatro, que aporta desde el comienzo los contenidos al nuevo medio. Esta evolución progresa con el desarrollo de la televisión, que hibrida los desarrollos paralelos de la radiofonía con la cinematografía, y posteriormente con el vídeo, de nuevo un híbrido icónico entre la cinta electrónica y la fotografía. La

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digitalización de la fotografía y del vídeo, volcados ya al soporte digital, se abre hacia los efectos posibles mediante el diseño en soporte digital, dando lugar al cine digital, en el que los efectos especiales, de 3D, son extensiones de la cinematografía en el nuevo medio. La evolución genealógica de la cultura de la imagen continúa con el surgimiento de la denominada realidad virtual, generación tecnológica de entornos e imágenes inexistentes, y con las holografías y realidades aumentadas de último momento, en las que de nuevo vemos hibridaciones entre el mundo proyectivo cinemático, los efectos teatrales, la perspectiva pictórica y los trampantojos e ilusiones generadas por juegos de superficies en papel u otro soporte. Del mismo modo que hay una derivación formal, que conecta, por ejemplo, el retrato al óleo, con la fotografía, la foto digital, el vídeo o el holograma, hay también una resonancia en todos estos medios, que en un momento dado de su evolución tienden a recobrar el juego con formas previas. Cada vez que aparece una hibridación, con medios anteriores en esta evolución particular que hemos descrito, aparece también una remediación de los soportes o tecnologías propios de dichos medios. Así, el teléfono surge, por poner un ejemplo, de una integración entre el telégrafo y la radio. En el medio telefónico hay una “radio remediada” que se usa con fines particulares o interpersonales, y una remediación del telégrafo que proporciona la idea de comunicación cableada o radiada punto a punto. Igualmente, el cine en 3D es un cine mezclado con las ilusiones teatrales tridimensionales, donde recobramos parte de los trucos lumínicos, espaciales o de encuadre de este medio para potenciar la experiencia cinematográfica tradicional. Es por tanto posible estudiar la historia de los medios como una “morfogénesis” de medios, es decir, como una genealogía de formas que van potenciándose sucesivamente, aprovechando los cambios tecnológicos, y en forma de constante cambio y contraste. Lo habitual es que un medio nuevo contenga aspectos ya desarrollados en un medio antiguo. A menudo la remediación recupera medios muy antiguos, y no inmediatos, en la cadena genealógica: así, hay quien ve en los blogs de Internet una resurrección del antiquísimo rollo de papel o papiro de escritura continua y obras ligadas, o en el uso de las letras capitulares y las ilustraciones miniadas en los iconos de los hipertextos un retorno de las formas de iluminar los textos en la época medieval. Lo cierto es que la sensibilidad cultural nos conduce siempre a colocar en paralelo las formas comunicativas más novedosas con el retorno a las más artesanales y simples, a las más hipermediadas o evidentes en sus composturas y manipulaciones humanas, como en una tendencia a compensar la posible atrofia causada por la extensión de la tecnología más avanzada en la sensibilidad cultural común. Este fenómeno es muy evidente en la expresión artística más elevada en cada uno de estos medios, donde el guiño a las formas anteriores es un profundo reto136

La ley de la recuperación o remediación comunicativa

mar la tradición de formas de una genealogía expresiva dada. Así, por ejemplo, muchos artistas de la fotografía actual trabajan con foto analógica en blanco y negro, porque prefieren expresarse mediante una técnica antigua cuyas constricciones pueden representar el papel de complementaria armonía a toda la técnica innovadora digital en foto. La evolución tecnológica de la imagen en la era del cine en 3D nos ha llevado a disfrutar de una época dorada del teatro tradicional, en el que con tecnologías arcaicas podemos sin embargo canalizar contenidos de una riqueza inmensa, que son muy preferidos de los públicos actuales. Como hemos indicado anteriormente, cada medio lleva adheridos contenidos que transmite mejor, sentidos y aspectos sensoriales de los mensajes que quedan de algún modo alojados en el mismo medio, y que solamente cuando accionamos su dispositivo, cuando recurrimos a dicho medio, adquieren resonancia. De hecho, existe un factor denominado resonancia cultural que analizó un experto en literatura y mitología llamado Northrop Frye. Frye estudiaba las grandes obras de la literatura de todos los tiempos, y mostró que estas obras tienen la capacidad de resonar, es decir, arrojar significados, de manera constante. Podemos aplicar la idea de resonancia a los propios medios transmisores, sobre todo cuando el contenido que transmiten depende directamente, en su forma, del medio en que es producido. Así, un teatro antiguo tiene, como medio, resonancia también. Cuando lo usamos como vehículo de representaciones, este entorno conserva de algún modo una memoria cultural que repercute en el público y en los mismos actores o músicos que allí actúan. El medio de comunicación conserva capas de memoria cultural que vincula con un espacio, con una técnica, con unos materiales o unos modos de trabajo, y todo ello constituye una unidad que revive cuando retornamos a dicho medio. Esta es, hemos dicho, la explicación que podemos dar de por qué determinadas tecnologías de comunicación, y determinados medios ya antiguos, se conservan como vehículos ideales de canalización de ciertos contenidos. Pero además, hay que pensar que lo que llamamos un medio de comunicación es en sí mismo un fenómeno cultural que conlleva muchos rasgos de psicología, sensorialidad y fisionomía de cada época y lugar. Conservar y revivir los medios es un fenómeno que nos permite trasladar en el tiempo y en el espacio formas vivas de cada momento cultural dado. De ahí que sea tan importante.

7.5. La remediación comunicativa y el arte La expresión con arte es siempre una remediación, porque como hemos indicado anteriormente, el arte permite trabajar la técnica con proporción o armonía y salvar los problemas de carga. Así, el uso artístico de una tecnología a menudo eva-

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de el problema de atrofia que puede generar la nueva técnica en otros modos de sensibilidad, mediante el recurso o la recuperación de las formas previas, con las que el nuevo medio reconecta en las formas recuperadas o remediadas. Un ejemplo de ello es la capacidad, por ejemplo, que un cineasta en 3D puede tener para recrear la visión de una cueva de pinturas rupestres (como ha hecho Werner Herzog al filmar la cueva de Chauvet, de 40.000 años de antigüedad). Vemos en la capacidad tecnológica de este medio nuevo, pero sobre todo en el acierto recursivo del artista, a volverse hacia lo ancestralmente antiguo, una compensación de la fascinación que la ilusión tridimensional puede crear, cegándonos al contenido, al complementarla con un fenómeno visual único, y completamente opuesto desde el punto de vista temporal. La remediación del mundo ancestral de Chauvet, en la película en 3D es en realidad una genial idea artística (Herzog, 2013). Esto nos conduce a pensar que la mayoría de las realizaciones comunicativas más creativas son en realidad recuperaciones o remediaciones: puesto que es necesario compensar la acción de la ley de la atrofia, y los fenómenos de paradójica reducción de la eficacia de los medios tecnológicos actuales, con un constante diálogo con las formas anteriores. No se trata de nada nuevo, puesto que, como indicamos, toda forma artística necesariamente dialoga tanto con el entorno que le rodea como con la tradición temporal en la que se inscribe. Para ratificar aún más este fenómeno, mencionaremos que una de las formas de creatividad que se señala como mecanismo de ideación de cosas nuevas es la denominada por Robert Sternberg (2006) combinación selectiva, es decir, la ubicación de los elementos de un medio o conjunto significativo en un orden diverso al habitual, que produce la innovación conceptual. Por ejemplo, utilizar algo en orden no habitual, o en otro contexto diverso al suyo, o descomponiendo sus partes y ordenándolas de otro modo. La remediación o recuperación es precisamente presentar algo nuevo que en el fondo es ya conocido o existe previamente, pero en otra forma u orden de como antes se presentaba o existía. Se trata de un juego con el orden, en este caso, sensorial y temporal en la cultura humana. Así, podemos ver la historia de las creaciones en los medios y en la comunicación como una serie de remediaciones que establecen un ritmo discontinuo, pero armónico, de evolución formal. Piénsese en cómo los nuevos medios –por ejemplo las redes sociales– son simplemente remediaciones de sistemas anteriores –en este caso, se parecen a los grupos primarios no mediados o mediados por sistemas tradicionales de comunicación–. Que medios novedosos son simples transpolaciones de medios, estilos o sistemas previos a contextos creados en otros medios es un rasgo muy señalado por los investigadores en innovación: Twitter recupera para las redes el sistema del telegrama, Facebook aplica en ellas la agenda social, o Linkedin no es sino la electrónica digital incorporada a la agencia de colocaciones, como indicábamos antes. Y la innovación es a menudo una simple 138

La ley de la recuperación o remediación comunicativa

traslación o reubicación en el espacio comunicativo, o una simple apropiación de un espacio previo, inutilizado para la comunicación, que se incorpora ahora a las dimensiones de la conexión humana. Se suele poner como anécdota la invención del post-it, esas pequeñas hojas de papel que se pegan y despegan de cualquier parte, para usos de oficina. Se trata de una reubicación de un pegamento que resultó ser un fracaso porque se despegaba constantemente. Los inventores del pegamento, que buscaban algo más eficaz en adherencia, supieron encontrar un uso diverso al pegamento inestable, de modo que lo remediaron para un uso intermitente en estas hojillas de papel. Hablando en grandes dimensiones, la resonancia de unos medios en otros, una vez que se instauran como innovaciones con valor en la vida social, tiene que ver con ese impulso de resonancia de las formas culturales, que se materializa en las invenciones de dispositivos materiales y también en los estilos simbólicos. Esto explica que un mismo medio –el hipertexto, por ejemplo– pueda “remediar” al mismo tiempo al lenguaje periodístico en su estructura de palabras clave y despliegues textuales, y a la oralidad antigua en su carácter continuo e intertextual, o incluso al mismo tiempo al texto ilustrado de la época enciclopédica por su carácter ecléctico. Como veíamos, la recuperación no es infrecuente en la comunicación humana, más bien es un rasgo permanente, y en la esencia fundamental del arte de comunicar se halla siempre la reconexión con las formas anteriores de comunicar, con los medios y tradiciones previas, con las que la relación forzosamente ha de ser de continuación o recuperación de procesos que superan la dimensión individual humana. El arte y sus criterios de trabajo, basados en armonía, proporción y estética, a menudo recurre a la remediación para canalizar esos criterios de mejor modo en una circunstancia dada. El trabajo con materiales previos, con estilos ya existentes, remediados o glosados, es una técnica que permite dialogar con formas culturales previas y hacer que una obra artística resuene en la tradición a la que pertenece. Anandas Coomaraswamy, experto en la llamada tradición normal del arte (1936), habla de la necesidad que tiene la comunicación artística de constituir parte de una función normal que sirve para enseñar cómo hacer las cosas, y cómo hacerlas bien. Los artistas deben mostrar, recordar y atesorar los medios, estilos y tradiciones anteriores, porque en ellos hallamos las razones profundas por las que se hacen oficios, tareas, productos o bienes. Todos ellos tienen necesariamente un sentido más amplio que el puramente material, son reflejo de conocimientos humanos que envuelven la experiencia y la conciencia en torno suyo. Los artistas, necesariamente, continúan la larga cadena dorada de los creadores que han producido, conocido y transmitido las realizaciones humanas, y por tanto, siempre retornan a dicha cadena, cuya expresión es el arte en todos sus géneros y estilos, del puramente manual o fabril al más abstracto y simbólico.

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La comunicación es entonces un eterno retorno sobre lo esencial, un proceso unificado, y esto explica que haya un nexo en la creación artística de todos los tiempos, que vuelve sobre sí misma, porque retoma su desarrollo unificado. En este marco, la remediación no es sino una muestra del proceso normal del arte en el que unas formas dialogan con las otras, nos remiten a las mismas y a la cadena de hallazgos y tesoros que se transmiten mediante la emoción artística. No se trata simplemente de estética, aunque precisamente esta nos puede llevar a la recuperación de formas y medios anteriores, primero por resultado del uso del contraste, la armonía y otras leyes que producen una recuperación de modos antiguos, y segundo porque las formas siempre conectadas unas con otras nos llevan en su exploración a traer de nuevo las más remotas. André Malraux, experto en estos temas, habló del museo imaginario del arte mundial (1951), el fenómeno por el cual todo el arte de la humanidad es un gigantesco museo en el que las obras van respondiendo a preguntas esenciales, metamorfoseando las diferentes maneras en las que el destino humano ha ido haciéndose claro a los artistas, para ser expresado o evocado. Y uno de los milagros del museo imaginario es precisamente la metamorfosis de los dioses, que decía Malraux, es decir, la capacidad de las formas numinosas de expresión humana de adquirir nueva vida en las formas nuevas, resurgiendo gracias a la creación, de entre las ruinas del tiempo milenario. A Malraux le resultaba sorprendente que la cultura europea hubiera redescubierto, y luego remediado, formas ancestrales de expresión como el arte egipcio milenario, o las máscaras del arte tribal africano. Estas formas artísticas eran buscadas por los arqueólogos y académicos europeos con el fin de volverlas a la vida en nuestra civilización. Pero estas formas además comenzaban a influir en los artistas europeos de vanguardia, que recuperaban con ellas dimensiones normales de experiencia artística y formas primarias esenciales de comunicación. El fabuloso renacer de los dioses humanos parece que estaba descrito en su propio mito, y nuestra civilización vuelve una y otra vez sobre esos dioses resurrectos. El arte, quizás el modo supremo de comunicación que existe, que transmite experiencias hondísimas mediante la manipulación de las formas, y que permite que, no importa cuál sea la circunstancia humana, los hombres y mujeres compartan el mismo impacto creativo, atravesando distancias temporales y espaciales gigantescas, es un inmenso legado único, en el que hay una dimensión global, conjunta, y en esa dimensión que unifica el arte, las formas necesariamente están interconectadas. Lo que vemos en los procesos de comunicación es el modo como se engranan y conectan los diferentes modos de generar experiencias, y cómo unos aluden a otros, los recuperan o reciclan, porque de la energía que transmiten unos sistemas es posible generar otros nuevos. Así lo afirmaba, no sin base metafísica, McLuhan: de todo medio surgen otros nuevos medios. En el caso técnico es evidente que la estampación de pigmentos, conduce a la escritura, y esta a los códigos binarios, y estos al hipertexto. Pero la ley de McLuhan tiene un plano más

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La ley de la recuperación o remediación comunicativa

profundo de reflexión, que tiene que ver con el desbloqueo de la energía comunicativa poderosa que yace en un medio antiguo, resucitado en una forma nueva, por un medio actual. Es posible ver fenómenos como el que describimos en artes muy consumadas como la música o el teatro. En algunas obras actuales, vemos la remediación de formas arcaicas de comunicación, como el retorno a la expresión mediante elementos primarios –tierra, fuego, aire, agua–, como hace, por decir un ejemplo, la danza Butoh japonesa de vanguardia. Este retorno a formas primarias de expresión escénica, que debieron ser vitales en las formas teatrales mistéricas ancestrales, nos permite reconectar con la expresión eterna del hombre mediante el teatro. Cerrar el círculo de la búsqueda de la dramatización, y hacer que parte de su energía circule hasta el presente: este es el sentido profundo de la remediación, y lo que hace que toda forma de comunicación, si es eficaz, contenga en sí y en su desarrollo creativo todas las otras formas en las que los humanos han trabajado para el mismo fin.

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Octava ley: todos los intercambios comunicativos son analógicos o digitales

La octava ley que vamos a citar tiene un carácter abstracto, y cuando se formuló constituyó una de las más complejas, pero es fundamental como clave para entender el procesamiento de la información a diferentes niveles de comunicación. Al igual que la ley de la simetría o complementariedad de la información, la ley que distingue los intercambios comunicativos en analógicos o digitales se refiere a la estructura y la naturaleza interna de dichos intercambios, estableciendo dos patrones estructurales que contribuyen a entender mejor la comunicación en muy distintos contextos. Como en el caso de aquella ley de simetría o complementariedad, la ley de los intercambios analógicos o digitales resulta una subley de la ley de carga informativa que hemos formulado anteriormente. La existencia de los umbrales de carga se aclara suficientemente gracias a esta formulación relativa a la estructura de la carga informativa en dos grandes conjuntos o tipos, que realizaron los autores de la Escuela de Palo Alto. Entre los principios esenciales de la comunicación, Watzlawick, Beavin y Jackson formularon el axioma según el cual, todos los intercambios comunicativos son analógicos o digitales (Watzlawick, Beavin y Jackson, 1986: 46 y ss.). Dejaron esta cuestión en un nivel general de abstracción, que estudiaron en su texto, mostrando que en comunicación, analógico y digital no son sencillamente

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tipos de transmisión de la información mediante una tecnología de señales, sino que se trata de dos modos, o dos estilos diferentes, de combinar la información que se emite o difunde. Esta ley nos indica que existen dos tipos de cuantificación de la carga informativa, bien en pasos discretos y discontinuos (digital) y en una gradación continua (analógica). Muy similar es la distinción que hacen los autores entre comunicación abstracta, mediante señales definidas en una codificación digital, y codificación en un sistema primario, gradual y continuo, y relacionado con la iconicidad representacional. Así, algunos investigadores entienden que es digital la comunicación mediante señales abstractas como el lenguaje verbal o los números, por su discontinuidad con el ámbito que representa, su carácter diferenciado, y es analógica la comunicación mediante la imagen icónica, los gestos o las fotografías, por ejemplo, que obedecen a un directo influjo de lo real y presentan un carácter continuo y gradual. Así, el sistema binario de la información es naturalmente digital, y se basa en una cuantificación abstracta en pasos discontinuos. En cambio, la imagen es por su naturaleza básica un medio de carga analógica, descomponible en elementos graduales que están unidos en su base. La descripción de lo digital como codificación discontinua, y lo analógico como gradación continuada en la representación, es una diferenciación que se da a muchos niveles de la comunicación. Tanto tecnológicamente como desde el mundo de los lenguajes más abstractos, los saltos digitales de los continuos creados por sistemas analógicos caracterizan a la comunicación. Se trata, podríamos decir, de dos ópticas informacionales distintas, complementarias entre sí, que ilustran la dinámica por la que la información se genera. Watzlawick, Beavin y Jackson mostraron además que para comunicar con mayor eficacia es necesario utilizar ambas codificaciones de modo complementario. A diferencia de las estructuras simétricas y complementarias, lo analógico y lo digital están unidos en la comunicación a muchos niveles. Constituyen dos dimensiones complementarias de la comunicación, como iremos comprobando a lo largo de este capítulo. La distinción analógico/digital dio pie a avances tecnológicos, mas su importancia teórica es grande. En nuestra mente existe una simultánea actividad de codificación en los niveles digitales y analógicos, y saber recurrir a ambas esferas de la comunicación intrapersonal nos ayuda a memorizar, a procesar con agilidad la información, y hacerla más eficaz en muchos entornos. Estos fenómenos sirven para entender cómo funcionan los umbrales de carga informativa en todos los sistemas comunicativos. Vamos a estudiar los contextos en los que más se reconoce la importancia de esta estructura.

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Octava ley: todos los intercambios comunicativos son analógicos o digitales

8.1. La codificación de la información en los umbrales de carga Dentro de un umbral de carga –por ejemplo, el que visualmente distingue entre blanco, negro, como dos límites absolutos de percepción de señales visuales, podemos encontrar la estructura binaria en algunas codificaciones abstractas de símbolos, como son por ejemplo las letras sobre el papel o sobre la pantalla del ordenador. La combinación binaria de estos signos, en un sistema de contrastes absoluto, constituye una estructura digital. Notamos que en este caso hay una discontinuidad absoluta entre el blanco y el negro, cuya combinación en un sistema de umbrales aprovecha la diferencia esencial entre ambas posiciones, una a cada extremo del umbral, para generar significado asociado a ellas. Todos los sistemas sensoriales considerados en este nivel de abstracción son digitales: el sistema acústico usa el umbral entre el sonido y el silencio, el sistema táctil, entre el contacto y la ausencia del mismo. Las codificaciones numéricas, que operan con valores discontinuos, y extraen de los mismos combinaciones con valor en el campo matemático, son también sistemas digitales, como nos dice la etimología misma de este nombre. Los dígitos eran originariamente los dedos de las manos con los que se realizaban inicialmente operaciones aritméticas. Cada dedo representa una unidad discontinua y diferente con las cuales se puede operar. Este es un ejemplo de carácter esencial de la comunicación digital, que en definitiva está implicada en la estructura básica de la vida. Recordemos, en este sentido, la teoría Gestalt que nos hablaba de un orden binario en la percepción de cualquier estímulo, que siempre ocurre en contraste entre una figura o señal principal y un fondo o no-señal, secundario, cuyo juego de discontinuidad es el que nos permite abordar, centrar y definir la realidad que percibimos. Cuando citábamos este principio recordamos que toda percepción es selectiva, es decir, es una ordenación de la realidad. Ahora podemos añadir que esa percepción realiza además una abstracción de lo real, es decir, una reducción a una estructura en umbral, es decir, que busca diferencias esenciales entre elementos y combina las mismas de manera significativa. Como Bateson decía, la información es “una diferencia que hace una diferencia”, refiriéndose con esta frase enigmática al uso de la estructura digital en la percepción básica de señales con contenido. La secuencia de elementos digitales constituye en sí una estructura con significado propio, aunque no tenga un carácter de semejanza con los significados que comunica. Veremos cómo es importante reflexionar sobre la comunicación digital en la base de nuestras operaciones más simples de comprensión de la realidad, y por qué ello explica las capacidades que hemos desarrollado, a la hora de elaborar códigos y sistemas de representación, que pueden ser usados, traducidos y transitados por los seres humanos en su comunicación. 145

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Imaginemos que estamos contemplando una fotografía en blanco y negro que muestra un paisaje obtenido del natural. Las gradaciones de grises en que se combinan los matices perceptivos visuales en blanco y negro nos muestran un mensaje que tiene comunicación analógica, puesto que existe un juego de carga analógico, gradual, que permite la combinación ilimitada de los elementos dentro del umbral. Imaginemos que esa misma imagen aparece en la pantalla de un ordenador. El pixelado de la imagen en inicio es una digitalización, pero como este sistema permite graduar en combinaciones mínimas las gamas de grises, en una infinidad de elementos no registrables por el ojo, nos encontramos nuevamente ante una estructura analógica. Se trata de una estructura gradual, en la que jugamos con los valores intermedios, de manera muy detallada, entre dos extremos. Un cuadro es una combinación analógica de matices, tonos y mezclas de colores hasta conseguir la estructura idónea para el artista. Es posible combinar de mil maneras los colores, de modo que se consiga una refinada evocación perceptiva o sensorial. El pintor, como hizo Rembrandt, puede incluso renunciar a algunos colores para forzarse al uso de gamas de matices que sugieran impresiones al espectador. Las combinaciones infinitas de elementos en una gradación constituyen la forma analógica de comunicar. Por ejemplo, los matices semánticos en una expresión verbal funcionan analógicamente y el contexto semántico del lenguaje tiene una naturaleza analógica, a pesar de que la expresión verbal mediante el lenguaje escrito o sonoro es digital. Hemos dicho al hablar de esta ley general que lo analógico y lo digital están interconectados en las estructuras comunicativas. La lengua es un ejemplo de un sistema que parte de señales sonoras y escritas de naturaleza digital, pero cuyo desarrollo en el mundo del significado termina generando los diferenciales semánticos y las isotopías graduales de los significados y sonidos. De manera general, lo analógico y lo digital son dos caras de un mismo fenómeno comunicativo, dos modos de aproximación que, además, revierten una en la otra, como vamos a ver ahora. Existen procesos comunicacionales que a partir de cierto nivel de carga pasan de una codificación a otra, produciéndose un cierre o cambio de umbral. Así, imaginemos una fotografía que es fotocopiada y la tinta de impresión de copia acrecienta la tintura en negro de todos los elementos que registra, hasta dejar irreconocibles las figuras, quedando finalmente una imagen de borrones negros sobre blanco. Lo que ha ocurrido es un una reducción de la carga analógica en un mensaje o conjunto de señales que nos ha llevado hasta el umbral de infracarga, en el que se produce el salto a un sistema digital, y desaparece la percepción por hacerse imposible la distinción de grados. Imaginemos que, a la inversa, la fotocopiadora no tiene tinta y disminuye el contraste en la copia de tal modo que al imprimir la fotografía pierde toda nitidez y solamente vemos un fondo blanco. Ya no 146

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notamos señales, cuando todo es completamente blanco o completamente negro. Se acaba de producir un cambio absoluto en el que ni siquiera percibimos señales sobre un fondo. Hemos sobrepasado la infracarga digital. Pues bien, múltiples procesos comunicativos experimentan cambios cualitativos cuando exceden sus cargas analógica o digital, en cada caso. Como veremos, y de manera general, el aumento de la carga analógica en un mensaje o conjunto de señales lleva hasta el umbral de carga en el que se produce el salto digital, en el que un cambio absoluto de nivel tiene lugar, un cambio cualitativo. Por el contrario, el aumento en la carga digital de un mensaje, con múltiples combinaciones y sutiles diferencias entre dos o más elementos discontinuos termina generando una comunicación analógica, en la que aparece la continuidad de las gamas de elementos conexos entre sí. Ambos sistemas constituyen límites complementarios el uno del otro. Muchas situaciones en las que el aumento o disminución de la carga informativa fluctúa analógicamente pueden conducir a un cambio de enteros, por así decir, en el sistema informativo de que se trate, que redefina los umbrales de carga y sitúe en otro nivel de percepción la comunicación. Puede que el traspasar el límite de carga nos conduzca a la anulación total del proceso informativo, en una reversión total del sistema que estudiamos. Pensemos en lo que ocurre cuando, en la exposición de un tema que va complicándose gradualmente, llegamos al punto en el que ya no comprendemos nada de nada: se ha producido un cambio digital de un sistema analógico. Y viceversa, cuando conseguimos empezar a comprender algo en un campo de conocimiento que al principio era inaccesible empezamos a distinguir matices y combinaciones cada vez más sutiles y graduales de los elementos, pasando de la comunicación más discontinua y digital a un diálogo de los elementos combinables casi hasta el infinito dentro de un umbral de carga. Cuando somos expertos en un tema, la gradualidad de nuestros conocimientos se extiende y diversifica, generando un infinito de matices. Estamos en el nivel analógico de un umbral de carga. Esto, a su vez, va generando cambios digitales de salto de nivel cualitativo de modo que llega un momento en que dominamos el campo. Podemos estructurar el campo digitalmente, utilizando grandes diferencias y combinaciones abstractas, y también podemos ahondarlo analógicamente, detallando muy detalladamente cada una de esas abstracciones. Los dos tipos de conocimiento y estructura comunicativa se complementan. Cuando, por ejemplo, estamos aprendiendo un idioma, empezamos a distinguir matices de significados, al principio discontinuos y muy aislados, y llega un momento en que nuestra fluidez en dicha lengua nos permite afirmar de manera decidida que hablamos dicha lengua. Podemos captar prácticamente cualquier frase que oigamos o leer cualquier texto que caiga en nuestras manos. Si nos preguntan, diremos que conocemos el idioma. Se produce entonces ese salto

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cualitativo que el dominio de un campo continuo de elementos genera en este contexto. Como veremos, la comunicación digital nos conduce a la analógica y viceversa, la analógica nos lleva a las abstracciones propias de la comunicación digital. Una de las capacidades más importantes de nuestra mente es la de complementar abstracto y concreto, digital y analógico, de manera que podemos pasar de una estructura a la otra en diferentes momentos y circunstancias. La información está siempre asociada a estos cambios, pues las combinaciones en las estructuras analógica y digital son diversas y permiten generar distinto tipo de información respecto a un tema. Así, si saltamos de una estructura a la otra podremos distribuir la carga informativa, anclarla en distribuciones con distinta naturaleza en nuestra mente, y pasar de unas a otras con facilidad. Vamos a ver cómo funciona esta ley en nuestra mente.

8.2. La codificación de la información como herramienta cognitiva Idealmente, la complementariedad del sistema analógico y digital está demostrada en el propio funcionamiento de nuestra mente. La psicología percibió hace tiempo que la comunicación digital, con discontinuidades abstractas, es propia del razonamiento deliberado y de la mente lógica, y aparece en esta parte de nuestra actividad mental, en la que elaboramos signos y símbolos cuya relación en un umbral de carga transmite, por juegos de contraste y codificación complejos, significados a menudo abstractos y difícilmente relacionados con la materialidad inmediata. La comunicación analógica, basada en la percepción de matices en el conjunto, más gradual, y concreta, más cercana a la propia realidad material en la que se inspira, es el medio natural de la mente no deliberada, de la percepción involuntaria o no forzada. Vemos que también, como se deja ver en los sueños o en la imaginación, esta estructura es de algún modo el medio comunicativo general de esta actividad característica de la mente. Si el inconsciente cognitivo trabaja con la mente analógica, la mente consciente tiende a la codificación digital. Este es un presupuesto con el que trabajan los psicólogos cognitivistas. Así, la metacomunicación y los niveles secundarios, de alta abstracción simbólica, de nuestra comunicación más racional, no llegan, por así decir, a la parte de nuestra mente más desatenta y relajada, que sigue procesando información, pero en continuos sin jerarquías, examinados en un mismo nivel sin lógica, y que provienen directamente de la realidad experimentada o percibida de algún modo. Ello explica que en este nivel de procesamiento no exista la negación de un mensaje, ni la etiqueta clasificatoria para conjuntos de mensajes o de datos, de manera que no es posible que se den, para esta concreta forma de tratar los datos sensoriales y cognitivos, las distinciones del tipo realidad/ficción, apariencia/realidad,

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forma/contenido ni incluso las categorizaciones morales y emocionales que distinguen bueno y malo o placer y dolor. No obstante, hay una tendencia de nuestra actividad cognitiva a integrar ambas formas de codificación en estructuras de variada naturaleza, que son más potentes como herramientas de procesamiento informativo y comunicativo. La complementariedad analógico/digital, que es la forma como se estructuran los propios umbrales perceptivos, ha sido y es un recurso muy utilizado en la comunicación. Percibimos y procesamos información en estos dos contextos y modos estructurales, y podemos reforzar nuestra eficacia funcional usando ambos sistemas conjuntamente. Por ejemplo, para memorizar, muchos sistemas nemotécnicos se basan en vincular mensajes y codificaciones digitales, que son difíciles de notar para la mente no focalizada o no dirigida, con mensajes y codificaciones analógicas, que sí son notados y procesados por la mente no racional. Al combinar imágenes con números, o nombres y rasgos visuales, potenciamos enormemente la capacidad de memorización porque usamos las dos estructuras cognitivas y sensibles a la vez, dando, por así decir, mucha mayor energía a la información que debemos retener. Para percibir o entender claramente, se recomienda siempre codificar en sistemas mixtos la información: visualizar aquellos enunciados abstractos, verbales o escritos, o abstraer y escribir síntesis de aquellas imágenes o impresiones sensibles que vienen en clave analógica. Al traducir de un sistema al otro la información, se duplica su fuerza en nuestra atención y también en la capacidad que tenemos para captar la atención de los otros. Para disminuir la carga cognitiva es también muy interesante proporcionar codificaciones digitales de un complejo mensaje analógico, o imágenes analógicas de un sistema de complejidad digital. Esta, por ejemplo, es la explicación de por qué en el periódico, sea tradicional, sea digital, se tiende al llamado transmedia, que nos permite codificar en imágenes en movimiento, imágenes fijas, textos de palabras o mapas, la información. Al cambiar de sistema, pasamos de codificaciones digitales a analógicas, lo que ayuda muchísimo a situar la información y a transmitirla. Los modos de escritura periodística están también relacionados con usos digitales y analógicos de la lengua escrita. Así, aunque hemos dicho que los significados verbales son codificaciones digitales, el periodismo se ha dotado de las denominadas “palabras clave”, que son formas crípticas, muy resumidas, de alusión a los temas informativos de gran complejidad. La escritura de titulares reduce la complejidad analógica de un mensaje, dejándolo circunscrito a pocas palabras, que juegan digitalmente a crear señales únicas en un continuo informativo dado. Como veremos luego, cuando el lector desarrolla la lectura del texto en detalle, al acceder al cuerpo de la noticia vemos que entra en ese mundo de matices semánticos que le llevan a construir la comprensión de la noticia en su totalidad. 149

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Cuando ello ocurre, y aunque el lector se hace una imagen analógica de lo ocurrido, lo conservará bajo una etiqueta muy abstracta en su memoria más general. El conocimiento juega así entre la abstracción y el despliegue de datos constantemente, y su constante combinación y cambio nos permite reducir la carga cognitiva que implica ese proceso. La mente no focalizada, hemos dicho, se mueve en representaciones analógicas, y no distingue niveles digitales de la comunicación. Así, para ella no existe la representación como tal, ni las distinciones entre grados de realidad o irrealidad de los mensajes. No existen planos lógicos ni saltos de umbral o de escalabilidad de las representaciones. Es una mente que trabaja con índices e iconos básicos, con imágenes generadas a partir de objetos, y cuyas codificaciones analógicas no admiten simbolización, más propia de la mente focalizada y racional. Pero a menudo precisamente por ello esta mente puede encadenar simbolizaciones muy originales porque no respeta las convenciones ni la coherencia en la vinculación entre elementos en su seno. Como vemos en los sueños, o cuando elucubramos con la imaginación, es posible ver con esta mente lo abstracto de manera concreta y lo concreto como una abstracción. Los sueños que se producen en nuestra mente involuntariamente son un ejemplo de una conversión en un solo flujo de todos los sistemas representacionales de la mente consciente. Cuando se vuelcan en una codificación analógica, se mezclan y combinan realidad y ficción, figuración y abstracción, de unas maneras muy características. A menudo los códigos digitales no nos permiten conocer el profundo significado de contenidos que alojamos en nuestra mente, bien porque están olvidados, bien porque la mente no sabe cómo expresarlos, o porque están asociados a niveles de experiencia en los que la verbalización no se da. En estos casos, la mente analógica, es decir, la mente más allá del umbral consciente, que vemos expresarse en la fantasía, los sueños, las ensoñaciones o intuiciones, puede ser el vehículo que exprese esos contenidos. A menudo lo hace mediante un simbolismo complejo, que combina en un sistema indicial de señales. Puede expresar, por ejemplo, la maduración de la médula espinal en el crecimiento de un niño con sueños relacionados con reptiles gigantes y dinosaurios. Conocer esta capacidad del sistema analógico es también una experiencia muy rica para los investigadores, como sabía muy bien Carl Gustav Jung. Nuestra mente racional es la mente que trabaja con sistemas digitales de codificación basados en la combinación de elementos discretos y discontinuos, y en sistemas abstractos, no icónicos, de representación, como son los lenguajes de la escritura y los números. También es la que distingue escalas de abstracción y grados de iconicidad de los mensajes, y la que utiliza la metacomunicación que etiqueta y define conjuntos de mensajes y los niveles de la cognición, que para el sistema analógico de la mente dispersa son todos elementos de un mismo conjunto.

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Cuando estamos más profundamente desconectados de esta mente, sus construcciones coexisten mezclando los niveles de abstracción. A veces es posible que de ese juego surjan visiones diferentes de la realidad, o modos nuevos de organizar su conocimiento. Cada vez que complementamos mensajes analógicos y digitales, evocamos cómo funciona el cerebro cuando está en plenitud de sus facultades, permitiendo que se pase de lo analógico a lo digital y viceversa de una manera ágil y organizada. Parece que una de las maneras de complementar y aumentar la eficacia de los sistemas comunicativos de todo tipo es combinar representaciones analógicas y digitales, por las diferentes funciones que pueden tener para la mente humana, y por su capacidad para completar el nivel comunicativo en el que nos movemos. Usando ambas codificaciones podemos acceder al mismo tiempo a ambas cámaras mentales. Este es el secreto de la comunicación visual y verbal, que utiliza ambos sistemas, así como aquellos sistemas de memoria y reglas nemotécnicas que antes citábamos, o de captación de la atención, que combinan imágenes y lenguajes abstractos, no icónicos. Su eficacia para traspasar umbrales de carga es mucho mayor. Vamos a ver ahora cómo la conexión analógico-digital está culturalmente desarrollada en los mapas y mensajes escalables, que se han convertido en uno de los instrumentos fundamentales de nuestra moderna comunicación en la red de Internet.

8.3. El aprendizaje y lo analógico/digital La combinación de lo analógico y lo digital es clave, también, para ayudar en la ideación de los conceptos y nuevos elementos del conocimiento humano. Así, una experiencia en la realidad analógica puede llevar a un científico a un cambio absoluto de punto de vista, como le ocurrió a Arquímedes en la bañera. Y viceversa, confrontarse con una abstracción como un enigma o una paradoja lógica pueden hacerle ver detalles que hasta ese instante no había captado, como le pasó a San Pablo cuando se cayó del caballo, conmocionado, ante una simple pregunta de dónde iba. El salto de niveles comunicativos puede describirse como un cambio de analógico a digital. Recordemos la anécdota de Gregory Bateson en su entrenamiento con delfines marsopas, en los años 50. Bateson (2006) mostró cómo los delfines eran capaces, cuando debían resolver un comportamiento complejo en respuesta a un estímulo de los entrenadores, de “trascender” el ejercicio realizando un despliegue de todas las posibles respuestas que el ejercicio debía tener, diferenciándolas claramente. Estos delfines recibían una recompensa solamente cuando realizaban una variación sobre diferentes acrobacias que eran capaces de hacer. Pero captar que la

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recompensa llegaba solamente con la variación era una cuestión muy compleja. A menudo, los entrenadores les mostraban que por repetir la misma pauta no recibían premio alguno, y los animales buscaban sin dar con la clave digital que explicaba aquel comportamiento. De repente, después de algunos días, uno de ellos realizó toda una serie de variaciones de acrobacias una detrás de otra, como demostrando su amplia comprensión de lo que se le pedía. El salto digital que daban los delfines, a “teorizar”, por así decir, sobre la condición misma del entrenamiento, comprendiendo por fin que lo que se pedía era una variación, es un salto de lo analógico –con sus posibles grados o matices de codificación– a lo digital, que nos muestra el aspecto general absoluto de algo, permitiéndolos contemplarlo en su totalidad, y aplicar esa visión general al caso concreto que necesitamos solventar. De hecho, lo que se denomina deuteroaprendizaje, concepto igualmente desarrollado por Bateson (1972), es la capacidad para desarrollar un cambio absoluto en la perspectiva de acceso a la información, pudiendo comunicarse al respecto de ella misma, generando teoría al respecto. Esta capacidad de superar la primariedad de un lenguaje, llegando a reflexionar sobre su conjunto, en un nivel secundario y más abstracto, es también un salto de lo analógico a lo digital. Grandes pedagogos han analizado la metacomunicación (cuya ley abordaremos en seguida en este libro) que se genera en el dominio de un campo de conocimiento –por ejemplo Milton Erikson, o más recientemente Guy Claxton (2001)–. La superación de un nivel de acceso a información produce un ascenso teórico, si entendemos por tal lo que etimológicamente significa, una “visión panorámica”, es decir, absoluta, sobre la que de nuevo empieza a constituirse un sistema gradual. Hay otro aspecto en el que la codificación analógico y digital es muy importante. En la enseñanza sabemos que existe una carga cognitiva intrínseca, generada por la complejidad de los temas a estudiar o aprender, y una carga cognitiva externa (Jonassen, 1997) relacionada con la forma en que se exponen, presentan o detallan esos contenidos. La combinación de carga cognitiva intrínseca y extrínseca es clave para aprender, porque si un texto es excesivamente complejo, por muy sencillamente que se presente, no será procesado adecuadamente, y viceversa, aunque el contenido sea idóneo, si la carga extrínseca asociada a la forma del mensaje, su exposición o su grado de redundancia son grandes, bloquearán el acceso a la información que contienen. Existe además otro tipo de carga que tiene que ver con la relación de los temas y su estructuración en sistemas análogos. Cada tipo de carga influye en quien aprende, y además, no influye del mismo modo si quien aprende es ya alguien experto en el tema –en cuyo caso la carga extrínseca es muy importante, porque rehúye la complejidad formal innecesaria– o es un principiante de nivel bajo –para el que la carga extrínseca no es tan determinante e incluso puede ser grande y no causar problemas–. 152

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La carga extrínseca tiene que ver con la distribución en estructuras digitales y analógicas complementarias de la información. Es necesario distribuir muy bien ambos conjuntos, y permitir el paso de uno al otro en la exposición de ambos estilos comunicativos. De la armónica combinación de ambos elementos resulta además la posibilidad de hallar analogías con otras estructuras aprendidas. En enseñanza, como veremos en el siguiente capítulo, se complementa la capacidad de abstracción y de detalle mediante las adecuadas estructuras expresivas. Como decimos, son necesarios los dos tipos de códigos para poder almacenar, facilitar y transmitir la aproximación al conocimiento desde puntos de vista completos.

8.4. La escalabilidad de la información en las nuevas tecnologías La mente humana utiliza un sistema para poder pasar de codificaciones analógicas a digitales de un modo culturalmente organizado. Se trata de los mapas y representaciones a escala, que además de aumentar el nivel de abstracción de una representación y acercarlo a la digitalidad de código, conservan siempre la capacidad de desarrollarse hacia su iconicidad de origen, de manera que pueden revertir hacia la dimensión analógica de la comunicación. Los mapas y representaciones a escala son a la vez analógicos y digitales, por lo que son interfaces entre los dos tipos de comunicación. En tanto simplificaciones abstractas y tendentes a la señalización de contrastes y combinaciones simples, son digitales. En tanto iconos o copias fieles de las realidades primarias que representan, son analógicos. Nuestra mente es capaz de interpretar mapas. Esta facultad aparentemente sencilla implica sin embargo un alto grado de complejidad cognitiva. La mente es capaz de hacer los saltos de nivel adecuados para contemplar un conjunto de elementos en una totalidad simplificada (digital), y orientarse en ella, o detallar infinitamente dicha totalidad hasta desmenuzarla en componentes puntuales, interpretándola para adaptarla al terreno que representa. Un mapa es un icono digital, es decir, es una copia o representación que sin embargo es abstracta, tiene una capacidad informativa propia, ajena al objeto mismo que representa. Por ejemplo, podemos ver en un mapa meteorológico procesos que no podemos apreciar sobre el terreno que aquel representa. El cambio de escala que los mapas generan produce cambios informativos importantes en el contenido que representan. Dado que la información está intrínsecamente relacionada con la combinación de elementos de que consta, las combinaciones digitales discontinuas producen información de un tipo, en tanto las combinaciones analógicas basadas en elementos continuos generan información en otro nivel combinatorio.

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Los mapas son en definitiva un tipo de representaciones. Todas las representaciones humanas tienen un aspecto reductor de la realidad a la que representan, por lo que necesariamente son cartográficas, son sistemas digitalizados de expresión del continuo analógico que es lo real. Nuestra mente no solamente sabe reconocer una representación como algo que sustituye a su objeto, sino que, muy especialmente, es también capaz de reconocer un objeto más extenso en una representación sintética, más simple. La capacidad de desplegar y de replegar la referencia en los signos está directamente relacionada con la capacidad de crear signos que son representaciones de algo no representable, por su extensión o inconmensurabilidad. Llamo la atención sobre lo fabuloso de esta capacidad. Los mapas y representaciones a escala trabajan con los dos niveles de codificación que estamos viendo en esta ley. Son interfaces, es decir, intermediarios, entre formas sintéticas y formas analíticas de conocimiento, orientación o comunicación con el entorno. Nos permiten trabajar a la vez con dos niveles distintos de codificación y ordenación de lo real, y aprovechando esos dos órdenes diversos, poder aumentar la información en nuestro cerebro. La capacidad de escalabilidad está muy relacionada con las capacidades comunicativas, como vemos. Alfred Korzybski, fundador de la Escuela de Chicago, y creador de una teoría semántica general muy similar a la teoría informativa, afirmaba que el ser humano actúa ante la información abstracta como si se tratara de realidades concretas. Por ello, lanzó su célebre frase “El mapa no es el territorio”, indicando la necesidad que tenemos los humanos, y otros animales superiores, de distinguir claramente entre representación y realidad. El dictum de Korzybski, de los años 20 del XX, es un axioma igual de esencial que los que estamos viendo, porque pone el acento en la tendencia y facilidad humana a confundir el signo con su objeto, la realidad y la representación, la imagen y el hecho. Esta facilidad humana, que nos permite al mismo tiempo generar muchas formas de empatía y agilizar la comunicación mediante el uso de la abstracción, es también responsable de las grandes calamidades de la especie, que es incapaz de reaccionar a la propia manipulación que las representaciones ejercen sobre ella. Otro pensador que hizo hincapié en esta paradoja es Jorge Luis Borges, en su famoso texto “Del rigor en la ciencia”, en el que el genio argentino relata la historia de un Imperio donde el arte de la cartografía llegó a tal perfección, que llegaron a construir un mapa del tamaño mismo del Imperio. Aquel pueblo cultivaba la construcción de estas representaciones con tal exactitud que saltaron, por así decir, del nivel digital al analógico, en el momento en que en vez de reducir, aunque fuera levemente, el tamaño de los mapas que ocupaban ya provincias enteras del reino, ampliaron con tal celo la precisión del mapa que llegó el momento en que se hizo completamente igual al mismo reino,

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resultando inútil su manejo para las generaciones siguientes, que lo descuidaron y destruyeron. En esta preciosa alegoría del conocimiento científico, Borges hace visible la tendencia humana a la exactitud analógica en las representaciones científicas, de manera que se vuelven completamente absurdas, toda vez que abandonan su condición de simplificaciones, es decir, de mapas diferentes al propio territorio. Es por tanto fundamental que las codificaciones sean inexactas en cierto límite, porque la exactitud absoluta, en el nivel representacional, hace inútil la representación. Este cuento nos enseña también cómo el nivel de simplificación, de discontinuidad con lo real, de los signos, códigos y lenguajes, es lo que los hace informativos, puesto que los ubica en un umbral de contrastes y combinaciones donde generan información: un mapa es útil cuando podemos ver en él largas distancias representadas en un espacio pequeño, de modo que podemos orientar nuestra dirección en él, aplicándola luego al terreno real. Cada nivel de abstracción proporciona información a una escala que luego puede trasladarse al nivel de lo concreto, en una operación de proyección cognitiva. Que podamos llevar a cabo esta operación aparentemente sencilla es un auténtico milagro cognitivo, porque es la responsable de nuestras ideas, de nuestras estructuras metafóricas, de nuestras teorías y avances mentales. Muchísimas actividades humanas están basadas en la proyección de representaciones a escala cambiando esta. Entre ellas, la enseñanza, la información periodística o la ciencia misma en muchas de sus áreas de trabajo. Simples técnicas de procesamiento de información que manipulan la escalabilidad de los lenguajes que usan, aprovechan la complementariedad analógico/digital, porque se mueven de un nivel más abstracto y general de la información a un nivel gradualmente más continuo y detallado. El lenguaje periodístico es un buen ejemplo de ello, además de por el uso que se hace de imágenes y textos, por el uso de palabras clave y textos completos en las noticias. El uso de mapas y estructuras en escala no deja de crecer con el desarrollo humano en nuevas tecnologías. Hoy en día uno de los criterios fundamentales para orientarse y abordar las tecnologías de la información y comunicación es la filosofía de la escalabilidad. Hemos visto que manejar representaciones a escala que se proyectan a dominios diversos es una actividad fundamental de la mente. Lo que la tecnología digital está permitiendo hoy es usar la escalabilidad como un lenguaje general, como la retórica fundamental que rige el acceso a la información. Pensemos en cómo está configurada una página web. En ella, codificaciones simples, como los módulos con enlaces y las etiquetas vinculadas a otras páginas o subpáginas aparecen como el mapa general del sitio web. Este mapa es escalable: pinchando sobre sus puntos básicos, se despliegan elementos representados ya de manera más detallada, en subpáginas o módulos extensos. 155

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El paso de lo digital a lo analógico ordena esta mecánica de fusiones de elementos, y viceversa, es posible retornar a las abstracciones más generales para iniciar a partir de ellas otros recorridos virtuales. En estas fusiones puede darse que las visualizaciones de datos nos permitan reducir su escala y manejarlos informativamente hablando, o puede darse que los despliegues de datos a partir de visualizaciones nos permitan acceder a nueva información sobre los mismos. La escalabilidad móvil, es decir, los efectos de ampliación y de reducción de la óptica utilizada, es el mecanismo general que estructura el acceso a la información en múltiples contextos de actividad en la red. Esa escalabilidad móvil introduce el principio de profundidad. Análogamente, entendemos que el aumento de escala sobre una imagen, texto o mapa, nos lleva a un mayor detalle informativo. Con esta misma estructura de los mapas territoriales organizamos la estructura de los sitios web, las páginas de los periódicos e incluso las obras hipertextuales. Los usuarios solemos desplegar estos mapas mentales y proyectarlos también de unos sectores a otros de la web, pero no solamente esta estructura radica dentro de ella, sino que aparece también en el mundo exterior a la misma. El gusto por los juegos de escala se ha convertido, como decimos, en un hábitat nuevo en el que la mezcla y unión de contextos que tradicionalmente pertenecían al mundo representacional, con espacios que eran primarios, es decir, no representacionales, está ocupando la vida cotidiana. Hay ahora mismo un proceso de descubrimiento de los nuevos espacios proyectables en el espacio físico compartido, que está comenzando a jugar con las dimensiones, compartimentaciones y organizaciones de escala tradicionales, e invirtiendo las proporciones de uso, los accesos a los distintos códigos de representación analógica y digital, propios de la sociedad tradicional. Podemos encontrarnos las calles donde ventanas que dan a casas se convierten en pantallas que nos reenvían al mundo de los medios, la publicidad o el cine, o inversamente espacios de nuestro hogar donde pantallas nos comunican directamente con el espacio exterior, negando los tabiques existentes. Los cambios en la codificación, escalabilidad y grado de representatividad en todos los sistemas son constantes, y se han convertido en la atmósfera simbólica en la que debemos buscar la adaptación para evolucionar con ella. Estos cambios a menudo juegan con el contraste que produce la coexistencia de dos modos de representación provenientes de dos ópticas muy diferentes. Encontrar e incorporar posibilidades de representación a escala en áreas antes dominadas por una única escala –por ejemplo, la calle urbana, antes dominada por las representaciones tridimensionales no mediadas o bidimensionales encajadas en esa estructura, y ahora posible entorno de desarrollo de efectos 2D en claro choque con las perspectivas tradicionales, es uno de los grandes desarrollos del espacio público en los últimos años. Supone incorporar algunas codificaciones digitales en zonas 156

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donde el espacio analógico dominaba con sus leyes de perspectiva y proporción. Estos juegos nos muestran la infinitud de nuestro propio entorno, su carácter construido, y la capacidad que tenemos para generar más mundos en este que vivimos, parafraseando a Paul Eluard (“hay otros mundos, pero están en este”). La paradoja de Borges y el imperio cartográfico, así como la frase de Eluard nos muestran cómo la escalabilidad es vital como hábito humano, que nos permite simplificar la observación de lo real para poder manejarla a cierto nivel que es útil representativamente hablando. Las tecnologías actuales tienen como una de sus principales dinámicas el juego con la escalabilidad, es decir, de lo analógico a lo digital, y viceversa. El cambio que desde el punto de vista operativo se produce con un cambio de escala de observación nos permite organizar todo el contenido en los sistemas de archivo de los ordenadores, pero también en nuestra memoria semántica. Y el juego entre gran y pequeña óptica en todo tipo de recursos hipertextuales nos conduce a la posibilidad de manejar muchos documentos a la vez y trabajar simultáneamente en diversos sistemas a la vez. La escalabilidad ahora mismo es ya un recurso estilístico omnipresente, parte de la retórica general de la red, que es necesario dominar, es decir, saber desplegar y replegar, en todas sus posibles formas y alusiones y remediaciones, para poder moverse en la red.

8.5. La reducción de carga mediante la conversión analógico/digital Hemos explicado en el capítulo anterior cómo la conversión de la información, de código digital, a analógico, o viceversa, es uno de los elementos más interesantes para analizar en la cultura comunicativa. Una de las funciones de la interacción entre la información digital, de distinto nivel de complejidad, y la analógica es precisamente la reducción de carga y el acceso rápido a las estructuras que pueden luego desarrollarse en formas detalladas. Vamos ahora a explicar en detalle por qué nuestra mente convierte información digital en analógica y viceversa, y cómo estas conversiones ayudan a múltiples actividades comunicativas. Las representaciones analógicas y digitales tienen un importante papel en la carga informativa, porque son la base para la creación de los esquemas cognitivos que subsumen y organizan la información en nuestra mente (Aladro, 2006). Si, como veíamos al hablar de los marcos interpersonales de la comunicación, los marcos de referencia rotulan o delimitan el significado y campo de implicaciones de la comunicación en curso, y los mapas nos orientan en la extensión de territorios inabarcables por nuestro conocimiento en el terreno, las imágenes digitales también ejercen esta función de marcos para la memoria y de mapas en la generación de nuevas concepciones, en la macroestructura semántica de la información, es decir, en la organización de contenidos que compartimos y que utilizamos para entender y reducir lo complejo en la vida real.

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Cuando las imágenes simplificadas de lo real sirven para representar un objeto más extenso, con ellas realizamos, como afirmábamos antes, una proyección cognitiva: un paralelismo entre la representación digitalizada y el campo analógico sobre el que nos informa. La mente está constantemente llevando a cabo proyecciones o cartografías a partir de codificaciones digitales, que tienen sin embargo un carácter de escala, es decir, icónico, con respecto a un hecho o espacio real. Y también lleva a cabo traspolaciones de esas proyecciones a otros campos diversos del que provienen, a través de lo que se ha denominado las metáforas cognitivas (Black, 1966). Metáforas e ideas, en general, son proyecciones analógicas, con cierto grado de simplificación y escalabilidad, que se aplican a campos o dominios que no son los propios de los que provienen. Nuestra mente, como indicó Max Black, es capaz de extraer mapas digitales de lo real, que conservan la capacidad de despliegue analógico, y aplicarlos o proyectarlos sobre un dominio diverso, generando así visiones nuevas de lo real, a partir de la proyección cognitiva. Nuestras metáforas y proyecciones eidéticas a menudo cambian la visión de la realidad de un golpe, lo que en creatividad se denomina insight o iluminación (Wallas, 1926). Las metáforas constituyen, de hecho, el modo como se desarrollan nuevos esquemas mentales en campos o dominios, que con esta operación proyectiva producen nuevas perspectivas y el hallazgo de elementos antes desconocidos en el ámbito cognitivo que sea. La gran mayoría de las ideas (siguiendo la etimología de la palabra, que significa “visión”) son conformaciones analógicas muy sintetizadas que admiten luego un desarrollo en un nivel más complejo. Aquí vemos en acción la complementariedad analógico/digital de las representaciones humanas y sus referentes. La información analógica, es decir, las representaciones de analogía, los iconos, en términos semióticos, y las imágenes conceptuales, que son simplificaciones digitales de las mismas, desempeñan un papel clave en los umbrales de carga cognitivos. Nos permiten agrupar enormes masas de vocabulario, articular ejes radiales para las cogniciones, y “colgar” de dichos ejes todo tipo de asociaciones que luego pueden ser recuperadas. El cambio de digital a analógico en la mente es un cambio de una gran óptica a una pequeña óptica que permite trabajar la información a la mente de manera óptima. Lo que vemos actuar aquí es muy similar a lo que veíamos al hablar de los mapas a escala. La interpretación del mapa exige una proyección final sobre el terreno, en el que se produce una identificación entre imágenes conceptuales e imágenes materiales, entre las representaciones discontinuas y simbólicas y sus referentes en el continuo espacio-temporal. Esto mismo está desarrollado en el interior de la mente humana cuando despliega, a partir de imágenes conceptuales, mapas cognitivos o abstracciones y estructuras generales, el conocimiento más en detalle que termina generando un universo de elementos propio que se extiende analógicamente. 158

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Cuando los periodistas organizan los asuntos informativos en grandes estructuras de sucesos o temas, en las que los epígrafes generales conforman desarrollos conceptuales que nos orientan, están trabajando bajo el mismo principio cognitivo. Como decíamos anteriormente, las noticias son episodios analógicos que vienen a conformar acumulativamente un mapa digital informativo, al que se suele denominar memoria semántica de la información. Para entender las noticias, los lectores se orientan mediante el uso de ese mapa digital, formado de grandes rasgos, que describen los titulares y sumarios de las informaciones. Esas estructuras conceptuales no son completamente abstractas, sino que admiten la escalabilidad y pueden desplegarse, dentro de los periódicos y otros medios, hasta conformar un universo de detalles, episodios y antecedentes informativos. El vocabulario, los elementos clave, su orden, sus fases, se conforman en las grandes proyecciones que no solamente pueden reconocerse de un vistazo, sino que pueden coordinarse unas con otras y relacionarse en todos los asuntos de la actualidad. Debemos relacionar directamente el dominio de las conversiones analógico/digitales con un ámbito externo e interno a la mente, pues tienen que ver, como hemos visto ya varias veces en este capítulo, con la eficacia de los sistemas profesionales y sociales masivos de comunicación e información. El mundo periodístico, a través de los estilos de redacción, del uso de la tecnología, y de las maneras profesionales de acceder y difundir la información, maneja ambas codificaciones para complejas operaciones en las noticias, como hemos explicado al hablar de la carga informativa. Analógico y digital representan un papel clave en la distribución de la carga en las memorias semántica y episódica de la información, siendo ambas, como parece, un trasunto de los dos tipos de codificación. Las formas más generales y abstractas, las imágenes conceptuales, los mapas mentales periodísticos ocupan la memoria semántica de la información, en tanto los detalles y episodios concretos, que van siendo desarrollados en las noticias, son el material de trabajo de la memoria de trabajo más a corto plazo. La interacción entre ambas memorias es similar al manejo de las dos codificaciones desde el punto de vista cognitivo. Los periodistas aprenden a sintetizar, ver las cosas en conjunto, abstraer y escalar los temas, y enseñan con su lenguaje y operaciones profesionales a los lectores a hacer lo mismo. La escritura de informaciones periodísticas exige una serie de competencias desde estos puntos de vista. Así, nos encontramos que al igual que en otras actividades sociales diversas que van de la enseñanza a la creatividad, el juego de conversión entre ambas codificaciones es vital en el periodismo, ha marcado nuestra cultura informativa y seguirá haciéndolo mediante múltiples versiones, sean tecnológicas, sean estilísticas o mediáticas. 159

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Probablemente el periodismo sea una de las actividades donde más se generaliza, difunde y orienta a los integrantes de la vida social sobre la necesidad de sintetizar y desplegar estructuras para la distribución de su carga informativa. Hoy en día, con las nuevas tecnologías, estas actividades informativas empiezan a ser compartidas por los usuarios de la red, que en sus múltiples plataformas, sistemas de difusión de información, redes grupales y otros, utilizan tanto los mecanismos de escalabilidad como su pertinente actividad directa sobre los tipos de memoria y los modos de recuperar la información en todos los sectores. La información y sus codificaciones, las variaciones que experimenta aquella cuando su codificación pasa a tener una estructura digital a partir de una analógica, por ejemplo en los infográficos y visualizaciones de datos, o cuando, al contrario, aumentamos su escala hasta hacerla constituir el universo primario de referencia, por ejemplo cuando integramos en los mapas las fotografías y holografías adecuados o cuando incluimos en las noticias las filmaciones directas de los sucesos, son en realidad una operación constante de la vida social actual. El hábitat actual de la información incluye la mutación constante de su codificación, a partir de las relaciones proyectivas que pueden darse entre esos códigos diversos. Lo que llamamos la “usabilidad” o naturaleza “intuitiva” de muchos sistemas de representación analógico-digital en los medios actuales de comunicación no es sino el recurso que hacemos a nuestra facultad especial para extraer lo digital de lo analógico y viceversa. Como hemos indicado antes, se trata de dos modos de acceder a lo real que arrojan distinta información sobre la misma, que, combinados, multiplican nuestra capacidad de actuar en ella y operar con eficacia en ella. En el fondo de esta ley encontramos hondas ideas sobre la estructura misma de la vida que vivimos. Recuerdo una frase del novelista griego Nikos Kazanzákis: “Que el conocimiento suba hasta la colina más alta, para que se haga contemplación”. Esta frase poética expresa perfectamente la intrincada naturaleza de lo real, donde lo más abstracto y elevado es precisamente lo que más integra elementos y es más perfecto en su comprensión de lo real, puesto que nos comunica directamente con ello. Ese conocimiento elevado es una experiencia directa de comunicación, en toda su primaria simpleza, una contemplación del panorama inmenso, y extenso, de la vida, donde no cabe la omisión de un solo elemento. Cuando avanzamos en la teoría, a menudo tenemos ideas que son visiones directas de realidades que conocemos, recuerdos de experiencias vividas u observadas, que nos inspiran conceptos, pero se hallan en lo más profundo de nuestro pensamiento. Quizás por ello, estas dos formas de lenguaje comunicativo están presentes en nuestra mente, para, alternándose, permitirnos avanzar hacia las alturas más perfectas de sensibilidad con nuestro mundo. No debemos olvidar la plasticidad increíble del cerebro humano, que obtiene información diversa de una misma realidad, alterando las codificaciones en las que dicha realidad se conserva.

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La ley de la metacomunicación

Esta penúltima ley fue enunciada por la Escuela de Palo Alto y es uno de sus axiomas fundacionales de la teoría de la comunicación, que hemos citado ya varias veces. Es además uno de los campos de mayor desarrollo en disciplinas como el interaccionismo, la semiótica o la teoría literaria. La formulación que los autores de Palo Alto adoptaron fue a la vez simple y muy general: “Toda comunicación tiene dos aspectos distintos, uno de contenido y otro de relación. La relación califica al contenido” (Watzlawick et al., 1986: 46 y ss.) Cuando hemos estudiado la percepción básica y las formas elementales de información, ya mostrábamos que el uso de cualquier señal necesariamente supone una selección de lo real, y un juego de combinaciones y órdenes de lo real que, al tiempo que nos explica algo o lo manifiesta, imprime una determinación sobre ello. Pues bien, la ley de la metacomunicación no es sino un resultado, y un desarrollo, de este mismo fenómeno. Toda comunicación es metacomunicativa, y por ello, aun cuando se trate de un intercambio tan inmediato como instintivo, tiene siempre un aspecto reflexivo, se autodefine y con ello condiciona el significado de cuanto nos muestra. En esta unidad vamos a analizar la amplitud de los factores de la ley. Hay formas de metacomunicación muy simples, que compartimos con los animales, y que son estudiadas en los rituales de interacción. Hay modos de metacomunicación que determinan complejos modos de comunicación cultural, y están asociados a interacciones tan complejas como las del humor o la experiencia estética más refinada. Hay, por último, metacomunicación asociada a la constitución del poder social, del poder de los mismos medios profesionales, y al ejercicio de sus funciones en el mundo social, cuyos aspectos más complejos derivan de la importancia de esta ley.

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9.1. Todo signo es metacomunicativo La ley de la metacomunicación, como las leyes de la simetría y complementariedad y la de la analogía/digitalidad de los mensajes, nos iluminan sobre la naturaleza muy compleja de la comunicación más básica. Vamos a ver cómo se presentó el fenómeno de la metacomunicación a los primeros investigadores de nuestro ámbito. Uno de los autores que más trabajó esta ley fue Gregory Bateson, quien dedicó gran parte de sus estudios a mostrar este doble aspecto de la información, ligado al contenido por una parte y por otro a la relación establecida o predeterminada en la transmisión del contenido. Si Jackson estudió los sistemas conductuales, y Watzlawick las escaladas, Bateson estudió la metacomunicación y sus estructuras básicas en la interacción comunicativa. Lo que Bateson descubrió, y en lo que profundizó, fue en el fenómeno de la metacomunicación, es decir, la comunicación al respecto de la propia comunicación (Bateson, 1972) que aparece siempre en la actividad. Llamamos metacomunicación a la comunicación reflexiva que se establece sobre el mismo intercambio comunicativo. La metacomunicación define el significado del intercambio comunicativo en el que nos situamos. Es el aspecto de relación, que califica al contenido, en todo intercambio informativo. Imaginemos a dos animalitos jugando, por ejemplo, dos monos pequeños. Como Bateson descubrió, los signos que intercambian no son primarios, es decir, no significan sencillamente lo que hacen: los monitos juegan a morderse, pero los mordiscos que se dan no son agresiones. Son, como él indicó, secundarios, y están calificados por la relación comunicativa de juego. Fijémonos que los signos de morderse en la relación comunicativa de juego pierden parte de su carácter inicial, para ganar otro. Pero además, han sido estos mismos signos, utilizados de una manera particular, los que han establecido la relación de juego. Se han utilizado graduando su significado en unos primeros intercambios, hasta establecer lo que antes denominábamos el “marco” comunicativo. Estos dos animales están utilizando signos metacomunicativamente, es decir, están graduando su significado para que responda a una relación establecida con ellos. Este uso secundario de las señales tiene la capacidad de establecer los significados reflexivamente sobre los signos que los vehiculan. A esta capacidad, altamente refinada, la denominamos metacomunicación. Es muy interesante conocer que lo primero que los signos hacen es establecer la definición de la situación comunicativa en la que actúan, y por lo tanto, todos los signos tienen un aspecto de metacomunicación, que ahora explicaremos. Todos los signos tienen un aspecto metacomunicativo, y al mismo tiempo que comunican un significado, definen la relación en la que lo comunican. En el 162

La ley de la metacomunicación

momento en que se usan establecen la situación, determinándola. En realidad, el carácter secundario de los signos frente a objetos o entes primarios no metacomunicativos hace que siempre que deseamos significar algo estamos al mismo tiempo definiendo el grado, implicación, o modo de la relación establecida por dichos signos. Los animales usan la metacomunicación cuando emplean signos, y eso fue lo que llevó a Bateson a pensar que todo signo es una acción u objeto que en la interacción es usado en un sentido secundario al directo que emana de él. Comunicarse es aprender a controlar la metacomunicación, a saber delimitar, dirigir o disfrutar con el significado estipulado de los signos, a crearlos o modificar su sentido inicial, y a padecer también las consecuencias de los posibles cambios de la relación generados por los propios usuarios de los signos que la establecen. Cuando una abeja baila su danza para indicar a las otras abejas la posición, distancia y calidad de una fuente de polen, está llevando a cabo una metacomunicación, porque representa una conducta primaria con fines secundarios: imita su propio vuelo, y su propia reacción, ante las otras abejas, para comunicar dónde están y cómo es un conjunto de flores que ha descubierto. Esta secundariedad de la conducta simbólica de la abeja le permite usar los signos que ella hace en un contexto concreto, para obtener de ellos una función diferente. Lo mismo hacen animales como los lobos, o los delfines, cuando quieren que sus crías aprendan a no alejarse de ellos, e imitan a un depredador que los captura. La representación de una conducta de caza de sus crías en un sentido metacomunicativo está indicando una situación posible que debe alertar a las crías de los peligros que corren. Cuando los animales juegan, gradúan los signos de lucha y persecución con los que se divierten, mediante metacomunicación. Así, un animal más grande que juega con otro pequeño se sienta o agacha para poder simular una lucha de iguales. De esta manera, está adaptando su conducta primaria de lucha al contexto de juego, y permitiendo que la relación califique a los propios signos que usa. Lo mismo nos ocurre a los seres humanos. Todos los signos y señales que empleamos definen la relación que establecen y son definidos por ella si esta está ya predeterminada. No puede darse una comunicación sin metacomunicación, puesto que en la propia naturaleza del signo está implicada la duplicidad esencial de niveles en lo real. Emplear signos supone manejar un doble nivel de realidad, o si queremos, un aspecto primario y otro secundario de la realidad. Ello es así por la propia esencia de los signos, pues, como Charles Peirce, siguiendo a retóricos medievales, definió el signo, es “algo que está en lugar de otra cosa, lo cual representa” (Peirce, 1900, 1988). Hay un aspecto en el cual el signo nos remite a algo distinto a sí, y ese aspecto, además, varía según la relación establecida con el interpretante del signo. 163

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Peirce determinó que los signos siempre sustituyen a otra cosa diferente a ellos, mediante la función de representación. En esta función es precisamente donde se desdobla el nivel de realidad, de modo que la representación necesariamente puede modificar, crear o suplantar aquello que significa. En la medida en que hace necesariamente una de estas tres cosas, lleva a cabo una actividad reflexiva, metacomunicativa, a muy sutiles dimensiones de la interacción mediante signos. En una definición muy conocida de este grandísimo autor, los signos son aquellos elementos “que al conocerlos nos hacen conocer algo más” (1900: 8.332). Ese “algo más”, que los signos nos transmiten, es sobre el que aplicamos las actividades reflexivas y metacomunicativas. Cuando usamos un signo, lo hacemos definiendo al mismo tiempo lo que significa, y por tanto realizando una metacomunicación sobre él. Ello supone desdoblar la comunicación en dos niveles, el metacomunicativo y el comunicativo propiamente dicho, para cada elemento, unidad o componente del propio mensaje. Vamos ahora a explicar cómo se estudió esta ley en las escuelas diversas que se ocuparon de los signos en la interacción social humana, donde estos puntos de partida arrojaron fecundos resultados que marcaron la originalidad y la profundidad de las conclusiones de los autores del interaccionismo simbólico y otras perspectivas similares.

9.2. La metacomunicación humana Partiendo de la imposibilidad de dejar de lado el aspecto de relación en toda actividad comunicativa, los autores que trabajaron en el interaccionismo simbólico obtuvieron, decimos, interesantísimas visiones de para qué sirve la comunicación humana y cuáles son principales rasgos. Para los autores de la Escuela de Palo Alto, y para los estudiosos de la Escuela de Chicago, es imposible conocer la actividad comunicativa si no partimos del presupuesto de que se trata siempre de una actividad de relación, que tiene lugar en una situación activa, y que se encuadra dentro de universos sociales, grupales e interpersonales. Desde el principio, por tanto, la perspectiva social, e interaccionista, marcó la orientación del análisis de la comunicación. La Escuela de Bateson, y también otros interaccionistas celebérrimos de Chicago como Ervin Goffman, avanzaron en el aspecto metacomunicativo de la comunicación humana, descubriendo toda la gama de elementos en los que los seres humanos nos metacomunicamos para ordenar las relaciones de comunicación. Goffman estudió toda la interacción humana como una dramaturgia, es decir, un conjunto de elementos de representación, como los de “rol” o papel comunica-

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tivo, fachada o máscara, escenario de comunicación, y por supuesto puesta en escena comunicativa. El autor descubrió que en nuestra conducta comunicativa cotidiana llevamos a cabo estas representaciones y tenemos la capacidad de producirlas graduando su nivel de intensidad, verosimilitud, extensión, convicción, o fluidez. Goffman conectó por primera vez la metacomunicación con el dominio de la situación social. Comprobó cómo todo individuo en su entorno social tiene, en la medida en que es hábil en su presentación como persona y en la expresión de su identidad, una confianza social obtenida a cambio precisamente de la metacomunicación que muestra respecto de las señales que emite y la expresión que genera. Cuando algo va mal, una de las primeras cosas que el individuo pierde es la capacidad de controlar esa metacomunicación de su identidad, y ello es percibido, en la vida social inmediata, como algo de lo que desconfiar. Nuestra seguridad personal es un delicado edificio construido mediante actividades comunicativas y metacomunicativas. Cuando una persona es desprovista de poder, y pasa a estar controlada por una institución, como ocurre cuando es encarcelada o recluida en una institución cerrada, lo primero que se hace es privarle de la capacidad metacomunicacional de control de su propia identidad comunicativa: se le despoja de señales personales, del nombre, de la capacidad para definir las situaciones o para actuar y hablar a su antojo. En las situaciones de las personas que padecen algún defecto o estigma social se produce un desequilibrio en la presentación del individuo en su vida social, que debe compensarse mediante operaciones que se producen en el nivel metacomunicacional, donde es posible reconducir la expresión deteriorada o deformada del “yo” hacia su control por parte del individuo. En todas las situaciones, Goffman mostró cómo la metacomunicación tiene un aspecto estratégico clave, y no es únicamente una habilidad sígnica impersonal. Una clave crucial para Goffman fue el estudio del denominado “marco” de comunicación o frame, que antes hemos explicado, es decir, aquel elemento abstracto que determina el nivel de significado de los signos. El marco de comunicación, establecido mediante actividades comunicativas, es lo que delimita y controla la situación o relación comunicativa establecida. Todos los signos al mismo tiempo que transmiten contenidos, establecen su propio marco, indicando la implicación, grado de realidad, tipo de interacción, que debe desarrollarse para ellos. Así, los marcos de juego que antes hemos descrito, en los que individuos de diversas especies se implican y gradúan sus gestos y signos para poder continuarlos, son curiosas metacomunicaciones en las que los significados de estos no corresponden a su sentido habitual, sino que experimentan una variación de intensidad, e incluso un vuelco completo en su significado. Por ejemplo, los juegos de luchas o enfrentamientos entre animales que juegan se gradúan en fuerza o agresividad hasta el punto en que constituyen una diversión para los jugadores. 165

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El desempeño de una profesión establece una serie de metacomunicaciones al respecto de cómo se representan las distintas facetas, formas de ejecución, papeles sociales, rituales de comportamiento, en dicha ocupación profesional. Y mucho del efecto que causamos profesionalmente viene establecido por el sutil influjo de la metacomunicación sobre la actividad directa desarrollada. La metacomunicación se controla adquiriendo las capacidades de imitar conductas, fachadas o papeles comunicativos, y usándolos estratégicamente para que tengan un aspecto ostensorio ante los demás. Se trata de una capacidad en parte innata y mimética, y en parte adquirida, aprendida mediante las experiencias de comunicación. Los signos que hacemos confirman, debilitan o contradicen los marcos de sentido en los que aparecen, ejerciendo sobre ellos una metacomunicación clara. Veamos un ejemplo simple: cuando vamos al teatro, el marco establece que aquello que se representa no ocurre realmente, y su significado se puede traspolar a la vida real, pero no es esta. Cuanto vemos en escena, la escenografía de madera, los trajes, etc., corrobora y confirma este presupuesto inicial de relación. Pero imaginemos que algo le sucede a un actor, que se ve obligado a dejar de interpretar su papel, y emprender otra conducta, por ejemplo, sujetar en escena una pancarta en defensa del teatro, que va a ser demolido en breve porque se ha vendido a una empresa. De repente, los signos que el actor hace no encajan con el marco de la representación: se produce un cambio de relación, y lo que se representa ahora tiene directa relación con la inmediata situación. Contemplando el concepto de marco, nos topamos con la primera paradoja de la metacomunicación. Si nos fijamos, el marco es la relación establecida por los signos que los participantes en ella establecen, pero a su vez, los signos que se usan en un marco están condicionados por dicho marco. Solamente si ese marco se rompe por una contradicción profunda de un signo, este puede establecer otro marco diverso, dándose una confrontación de posibles definiciones de la situación. La paradoja está en que los marcos vienen establecidos por los signos mismos, y esos signos que se ven circunscritos por los marcos creados, a su vez dependen del marco. Se trata de una paradoja lógica, pues un elemento interno a un conjunto lo define y el conjunto se ve afectado por él. Pero al mismo tiempo, el signo se ve afectado por el conjunto definido, en su desarrollo posterior. Es un rasgo definitorio de la comunicación, el que se pueda saltar el tipo lógico mediante un elemento que trasciende el orden establecido, en el propio proceso de la interacción. La existencia de un doble aspecto de la comunicación, el de relación y el de contenido, deja así en un estado abierto, podríamos decir que no definido del todo, el significado de los signos que usamos en una comunicación. Los signos evocan mediante su uso metacomunicativo tipos de relación, pero al mismo tiem166

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po mantienen un fondo primario que interactúa directamente con el otro aspecto, y que, además, como vamos a ver, proporciona a los signos y a la comunicación la riqueza de elementos que nos sirve para expresarnos. Así, una conducta agresiva en un entorno lúdico o de amistad, no significa agresión real, sino diversión. Pero la relación establecida puede verse contradicha por un signo dentro de su desarrollo, y si un signo o gesto es muy agresivo, terminará rompiendo el marco amistoso y generando un nuevo marco o relación de lucha simétrica. Pensemos en un niño pequeño al que perseguimos corriendo. Cuando más siente el niño que lo vamos a alcanzar, más se divierte por el miedo relativo que siente cuando, en el marco de juego, la situación significa la ilusión de peligro y riesgo de ser alcanzado. La diversión del niño emerge de la situación de peligro ficticio. La relación de juego ha cambiado relativamente el significado de las acciones y gestos del niño y de quien le persigue, y ahí radica la diversión. Pero algo del peligro y riesgo real hay en el marco relacional del juego, que es precisamente lo que genera la inmensa diversión del niño. En este ejemplo vemos en toda su complejidad el aspecto de relación y contenido de una comunicación, actuando para generar la conducta de juego, que es responsable, además, del crecimiento cognitivo de las especies hasta llegar a la adultez. Lo que aquí vemos es cómo la conducta mimética del juego se confronta con la situación primaria que actúa a un nivel sensorial y emocional muy básico, y es usada por un nivel más racional y relacional, para generar su contrario desde el punto de vista social: del miedo a la diversión. A menudo el segundo sentido es completamente opuesto al sentido primario de una conducta, y ahí radica su riqueza simbólica. Muchas actividades de comunicación son metacomunicaciones, es decir, establecimientos de una relación o marco significacional que a su vez define y matiza el significado de los signos, y que sin embargo no es definitivo, ni actúa definitivamente en nuestra conducta básica. El marco es susceptible de cambiar cuando los signos que aparecen no encajan con el mismo. Cada signo tiene la capacidad de irradiar un marco, bien confirmando su existencia previa, bien contradiciéndolo y conformando uno nuevo. Incluso, como veremos a continuación, un signo puede ser deliberadamente ambiguo en su metacomunicación, de manera que nos transmita la sensación de que significa diferentes relaciones, y deja abierta la posibilidad de cambiarlas. Los marcos constituyen estructuras metacomunicativas que dirigen el significado de los signos, delimitan las implicaciones de los actos y gestos, orientan la interpretación y su intensidad, y en definitiva definen la comunicación. Un signo, dentro de determinado marco, puede invertir su significado, y esta es la capacidad que la comunicación tiene para determinar la realidad con su acción. Así, signos originariamente agresivos de los homínidos se convierten, por virtud de enmarca167

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dos metacomunicativos, en gestos de amistad, como le ha ocurrido a la sonrisa, o a los empujones o pequeños golpes entre individuos. Aquí vemos cómo un signo empleado metacomunicativamente puede invertir el significado que originariamente tenía. Esto puede ocurrir culturalmente, por ejemplo cuando empleamos palabrotas de manera cariñosa, o cuando mordemos a alguien suavemente para mostrarle cuánto lo queremos. Los signos pueden también desbocarse en su sentido primario, desencadenando situaciones que no estaban previstas. Por ello, la vida social desarrolla todo un aspecto metacomunicativo para contener y exhibir el control de las relaciones mediante los signos. Muchas habilidades sociales, como estudiaron Goffman y Bateson, son pericias adquiridas en el manejo y establecimiento de marcos, es decir, niveles de relación. Hay una relación intensa entre los signos y los marcos que establecen estos por implicación. Los marcos, empero, son muy sensibles a las incongruencias o posibles dobles sentidos de los signos que se usan en ellos, y de ahí que jugar, divertirse o reírse en las distintas situaciones comunicativas esté muy relacionado con el límite del sentido de los gestos, signos y situaciones simbólicas en las que nos implicamos. La capacidad para generar mediante los gestos o signos diversos tipos de relación comunicativa –del juego a lo solemnemente serio, de lo profesional a lo íntimo, de lo convencional a lo heterodoxo– es clave además en el desarrollo cognitivo, pues exige una capacidad para entender los signos en un tono o marco específicos, y para adaptarse a este, que juega entre la plasticidad y mimetismo de la mente y la estrategia para sobreponerse a ellos. La vida social es el aprendizaje de los diferentes marcos de comunicación y la llamada dramaturgia social que mencionábamos antes (Goffman, 1974). Cuando nos integramos en las interacciones sociales, desempeñamos conjuntos de gestos y signos que denotan marcos determinados. Cada conducta social define la relación en la que está y se atiene a dicho significado social. Todos los gestos y signos tienen el potencial de generar marcos de significado, y con ello, situarse en el nivel en el que controlan la propia actividad. La pericia, la fluidez, la capacidad para definir roles y marcos, adaptarse a sus rituales, improvisar sobre sus esquemas o hacer ostentación de ellos es una moneda social que transmite la seguridad y confianza en el mundo social urbano, pero no solamente en este. Existen contextos de nuestra vida social que no admiten demasiada flexibilidad en los signos metacomunicativos. Es en estos rituales de cortesía, de atención a los demás, en las representaciones profesionales dentro de instituciones simbólicas, o en entornos impersonales, donde el control de la metacomunicación que emana de los signos se hace muy férreo. Así, los rituales de atención, o de omisión de atención, a determinados signos, señales y representaciones de papel, son obligados, y quien no los lleva a cabo convenientemente transmite un mensaje de

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anormalidad o irregularidad en el control de lo que ocurre. La relación y el vínculo comunicativos ocupan gran parte de las actividades de la propia comunicación. Es en estos sectores donde nuestra metacomunicación se ocupa fundamentalmente de tres actividades: confirma, desconfirma o rechaza las relaciones establecidas de comunicación, como indicaron los autores de Palo Alto. En gran medida los rituales metacomunicativos tienen por objetivo confirmar las relaciones previamente establecidas y predeterminadas. Empleamos mucha energía en confirmar a personas y situaciones, con la finalidad de remachar el orden social establecido. Mucha metacomunicación social está destinada a esta actividad. Precisamente por ello, cuando no hay confirmación, y aparece la desconfirmación de personas, situaciones o marcos de significado, se produce una auténtica crisis en la vida comunicativa. Los autores de Palo Alto afirmaban que era peor la desconfirmación comunicativa que el rechazo, y la razón de ello es precisamente que el rechazo implica, aunque de manera negativa, el reconocimiento significativo del otro, pero no así la desconfirmación, que omite al otro, la situación o la relación establecida con él. Cuando existe desconfirmación metacomunicativa nos encontramos con la omisión y el vacío al que sometemos a los demás. Por ello, los rituales sociales de interacción ponen especial énfasis en el reconocimiento de la presencia de los otros, en los intercambios de todo tipo de apoyos y caricias interpersonales, con la finalidad de mantener sólidamente establecido el sentido de las situaciones compartidas. En cambio, hay contextos donde precisamente la flexibilidad, la apertura de la metacomunicación, y la posibilidad de jugar con los marcos y relaciones establecidas aparece como elemento que dinamiza la vida social: son las situaciones creativas, como las del juego lúdico, el arte, el humor o el conocimiento creativo, en las que los dos aspectos de la comunicación interactúan complementándose de una manera muy diferente, como vamos a ver a continuación.

9.3. La metacomunicación en la cultura y en el humor Vemos que en el desarrollo de la ley de la metacomunicación surgió todo el estudio de las interacciones humanas en sus rituales más variopintos, mostrando la complejidad de las relaciones comunicativas y la creatividad que está asociada a las mismas. Pero lógicamente los marcos de comunicación no actúan únicamente en el nivel de la interacción primaria. Los seres humanos y otros animales tenemos la capacidad de cambiar rápidamente el significado de un signo cuando cambia su marco. Esta capacidad, y la misma duplicidad de significados que tienen los signos según el tipo de relación en que se inscriben, es una parte esencial de nuestro

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desarrollo de herramientas culturales. La creatividad, como vamos a ver ahora, está íntimamente relacionada con nuestra habilidad especial para poder desdoblar marcos, metacomunicarnos sobre signos contradictorios y para generar múltiples significados a partir de signos aparentemente primarios. Uno de los resultados humanos de la paradoja de la metacomunicación es precisamente todo el mundo del arte, la cultura y el humor. No solamente en estos contextos la paradoja metacomunicacional no supone una amenaza al sentido creado, sino que es lo que se aprovecha para a partir de ella expresar libremente al espíritu humano. Vamos a ver cómo tiene lugar esto. Así es lo que ocurre en el humor. Luigi Pirandello decía que el humor era un sentimiento de lo contrario (Pirandello, 2002) es decir, es un brusco cambio de sentimiento producido al superponerse dos situaciones contrarias en su sentido. La profundidad de esta idea de Pirandello es enorme. Como decíamos antes, algo parecido ocurre con las emociones de diversión y juego en la recepción de narraciones fílmicas o teatrales en las que existe el suspense o la intriga, y el miedo o la aventura. El marco establecido para estos rituales de comunicación es claramente el de la ficción evasiva, que divierte: vemos o recibimos narraciones en un contexto en el que la mente conoce con claridad que cuanto presencia es pura ficción, y lo hace en una situación de relajo, de distracción y con agrado, aunque lo siente como real. Las emociones que se generan en el establecimiento de los marcos internos de dicho contexto son experimentadas por los espectadores, aunque matizadas por el doble marco superpuesto, que palía con su lógica la emoción inicial. Así, una película de terror produce miedo, pero no es el mismo miedo que la situación de miedo ante un peligro real. Es un miedo mimético el que se produce en el contexto de la ficción, que convive con la sensación placentera de estar ante una ficción, y la sensación o sentimiento de esa duplicidad, en la que hay además una relajación general de las emociones, genera la diversión, e incluso, cuando más mimético y entronizado está el sentimiento en la relación ficticia comunicativa, más divertido es sentirlo en la relación metacomunicativa. Así ocurre igualmente en los juegos que analizó Bateson, en los que la relación establecida graduaba, recordemos el efecto de los signos y gestos, aunque siempre existe la posibilidad de que estos liberen su sentido original y con ello constituyan la diversión del juego. En la película, deliberadamente se mantienen abiertas ambas posibilidades de sentido, para generar la diversión. Hay toda una serie de ámbitos culturales en los que reconociendo la pluralidad de posibilidades de interpretación de las situaciones, y la infinitud de desdobles del sentido que se pueden dar cuando usamos los planos o marcos de significado, se aprovecha para enriquecer la comunicación. En estos ámbitos, la metacomunicación es un instrumento al servicio de la creatividad humana.

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El humor es precisamente uno de los sectores donde se puede dar un marco metacomunicativo que promueva una determinada sensación y emoción, y unos signos incluidos en él que tienen la virtud de provocar los contrarios emotivos y sensibles. La metacomunicación que nos permite cambiar e invertir el efecto de una acción o representación está implicando también la posibilidad de que instintivamente sintamos a la vez las emociones asociadas a los dos niveles distintos de significación. Para Pirandello, cuando se producía este efecto, se creaba la diversión, o la risa directa. Imaginemos a un payaso de cara triste, que se tira encima cubos de agua y llora como un bebé. Nos causa enorme risa ver a un hombretón simple que se hace sufrir a sí mismo y lo lamenta como si fuera otro quien lo maltratara. Sentimos a la vez el efecto de ese cubo de agua, y por otra parte, lo irreal de un ser que se hace tal cosa a sí mismo. Sentimos y no sentimos a la vez tal situación, es real y absurda a la vez, y eso nos hace reír. Muy parecida es la idea de Arthur Koestler (2002), según la cual el humor es resultado de una confluencia o bisociación de dos marcos o planos de significado divergentes. Así, un signo o una cadena de signos definidos por un plano de significación pueden en una narración generar repentinamente un marco o plano contradictorio y opuesto al otro, y ello genera el arte de la comedia y el humor. Efectivamente, el humor es resultado en muchas situaciones de cambios de relaciones que son captados de manera repentina, haciendo trabajar a la mente en la construcción de un marco completo y retrospectivo para interpretar lo que se narra u ocurre. En estos casos, la relación y el significado se ven claramente vinculados y son los causantes de la risa y la comicidad. Un chiste es una historieta que establece un plano, relación o marco de significado determinado. El golpe del chiste es un elemento que repentinamente desvela otro marco completamente diverso, disociando la situación en dos planos diferentes a la vez. La sorpresa, el hallazgo, el choque mental que supone el desdoble de relaciones establecido es lo que nos hace reír, porque de repente hace visibles nuestras propias operaciones de mantenimiento del plano único, y las relativiza con los nuevos signos. Cuando reímos, siguiendo la teoría de Koestler, a partir del humor de situaciones, chistes u obras de comedia, nos reímos de nosotros mismos. Nos distanciamos de la construcción de planos de relación rígidos, y vemos la flexibilidad y la libertad que podemos alcanzar al comprobar que son relativos y maleables. También nos divertimos al comprobar que nuestra propia inteligencia es capaz de liberarse de la constricción simbólica. El humor puede generar múltiples significados diversos de los mismos gestos y signos, mostrándonos la amplitud con la que podemos jugar con ellos, y esto es profundamente gozoso y liberador. Manejar los signos y gestos y convertir las transacciones comunicativas en programaciones de significado estable es una tendencia social humana. Pero las 171

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relaciones humanas no pueden estar programadas, deben ser espontáneas y flexibles, para poder conectarse con el entorno de manera auténtica. El ser humano utiliza la expresión creativa, y la libertad artística, para generar espontáneamente nuevas relaciones de significado no programadas ni cerradas. Si es cierto que todo signo define una relación, también es verdad que hay infinitas formas de cambiar esa estructura y de variarla conforme a la expresión humana. Koestler estudió la bisociación de planos de sentido mediante signos en tres sectores fundamentales: el humor, el arte y la ciencia. Según el autor, también el arte en todas sus formas y la creación nos muestran y desvelan la metacomunicación como una parte esencial de las obras humanas, en un sentido liberador. Las obras artísticas suelen tener múltiples planos de desarrollo simbólico a la vez, permitiéndonos las múltiples lecturas características de las grandes piezas creativas. Así, una obra como Don Quijote de la Mancha es un universo de múltiples planos de significación que generan constantemente nuevas relaciones con sentido en la lectura. El humor en esta obra también es otro modo de generar bisociaciones de planos. Pero Cervantes consigue que su obra sea a la vez un espejo de la realidad y una especulación filosófica sobre ella, un retrato de nuestro país y sus rasgos eternos e inmemoriales, y una composición surrealista que se presta a la representación de lo que no es habitual. No hay límites a la hora de producir planos expresivos en una obra de arte de este calibre, porque además todos están relacionados en una metacomunicación que los unifica. Lo mismo ocurre con las grandes obras de arte en cualquier sector creativo. Polisemia y carácter simbólico profundo las hace ser interpretables en muy diferentes haces de significados, que pueden además simultanearse y ser armónicos entre ellos. El artista es un maestro de la evocación de múltiples significados, algunos de ellos opuestos entre sí, que quedan unidos en la obra de arte, mediante la síntesis y composición de una forma armónica. A menudo podemos leer simultáneamente, o recibir simultáneamente, estas diferentes relaciones de significación para un solo conjunto comunicativo. Esto nos permite conocer de un modo total. Esta capacidad también la tiene el conocimiento profundo, según Koestler. La ciencia en su estado más desarrollado, que es la sabiduría, tiene la misma capacidad de componer y extraer nuevos y diferentes planos de significación para datos y hechos de lo real, de manera que nos enseña a ver su carácter complementario e infinito en posibilidades. El pensador, el conocedor en profundidad, transmite esa capacidad de distanciarse de la primera impresión causada por algo, para teorizar o avanzar en su comprensión hacia múltiples impresiones diferentes. Y nos indica igualmente que la relación califica el contenido, es decir, que el punto de vista del observador influye en la realidad observada. En el conocimiento científico la metacomunicación desarrolla lenguajes propios y se desdobla en múltiples códigos que intentan aumentar las perspectivas de acercamiento a la realidad. Los metalenguajes son lenguajes dentro del lenguaje 172

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general con capacidad de operar sobre un conjunto de elementos y, mediante las traducciones oportunas, proporcionar información sobre los mismos. Todo desarrollo del conocimiento presupone la adopción de una perspectiva metacomunicativa en la que se reflexiona sobre la realidad, incluyendo las herramientas que usamos para investigarla. En todas estas actividades que componen la vida social, pero están ligadas a la cultura, lo que vemos es la capacidad para trascender los marcos de comunicación y multiplicarlos para generar nuevas visiones de la realidad y promover la intervención creativa en la misma. La metacomunicación y su paradoja aquí no implica tanto el férreo control de las representaciones, como la posibilidad de jugar con las mismas y obtener de ellas claves para liberar al individuo y hacerlo creer en sus posibilidades de expansión.

9.4. El poder metacomunicativo profesional y social Hemos visto, pues, que la metacomunicación está muy presente en la actividad interpersonal y en la cultura humana. Todos los marcos metacomunicativos definen las situaciones generales, sus contenidos, a los emisores y receptores y hasta la propia cultura y el conocimiento en los que se inscriben. También la metacomunicación es una estrategia para situar una actividad, tipo de comunicación o elemento en el centro de la vida social, puesto que cuando un medio o un mensaje es metacomunicativo, vuelve sobre sí mismo reflexivamente, controlando la relación que establece. Quien domina la metacomunicación en un campo determinado, domina la relación que se establece, y por ello, múltiples estrategias de la vida social van destinadas a establecer un discurso metacomunicativo o un metalenguaje que controle las relaciones establecidas en colectivos y actividades. Pensemos en un campo como el de la ciencia. El conocimiento científico, en todas sus ramas, es un tipo de actividad que una vez que se establece y se institucionaliza, comienza a desarrollar estrategias de autoorganización. Una de las estrategias que emprende es la metacomunicación, dotándose de un lenguaje propio que define la realidad de un modo único. Los metalenguajes científicos restringen el acceso a modificar el universo de la ciencia a quienes dominen dichos lenguajes, es decir, accedan a las instituciones y a los códigos científicos que en ellas se aprenden. Poco a poco, la ciencia comienza a ser más importante, como universo autorreferente, que la realidad sobre la que trabaja, en las comunidades humanas destinadas a su desarrollo. Y se da la paradoja de que cuanto más se comunica la ciencia acerca de sí misma, y más se centra en su propio crecimiento, menos capaz es de alcanzar la realidad externa a la que se debe.

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Vemos así cómo el crecimiento desmesurado de la metacomunicación, en los entornos destinados al conocimiento o a la transmisión de información en torno a la realidad, es más bien un obstáculo que un síntoma de la capacidad de dichos entornos. Es un mal síntoma de que en el entorno que estudiemos, el poder y las relaciones de dominio han cristalizado en estrategias fijas de comunicación cuya finalidad es convertir esos entornos en centrales y autorreferentes de sí mismos. Los autores de la Escuela de Palo Alto hacían notar que cuando los aspectos de relación dominan sobre los de contenido en una comunicación, es señal de que la relación es enferma. Lo mismo podemos decir de los metalenguajes científicos y sociales: cuando dominan sobre la capacidad de transmitir contenidos, haciéndolos opacos, la comunicación está viciada y es ineficaz. Ello implica que la metacomunicación es también una estrategia de poder, sobre todo si la consideramos desde el punto de vista de los medios profesionales de información. Metacomunicar es también dominar los lenguajes y controlar los significados y efectos de los mismos en el ámbito de la comunicación de masas. Uno de los aspectos más importantes de la metacomunicación es, como hemos estado viendo, la definición de los marcos o niveles de significado de las situaciones. Lo que suelen hacer los medios de comunicación es enmarcar los asuntos de la realidad, sabiendo que ello tiene aspectos clave, puesto que los marcos afectan profundamente al enfoque que se tenga de la realidad (Valbuena, 1997). Los medios de comunicación son esenciales definidores de los marcos. Cuanto más se centran en la definición de marcos, el papel metacomunicativo de los medios es mayor, y también, el poder político e institucional que detentan. La razón para ello es que los marcos son estructuras que se convierten en la base cognitiva, porque pueden esquematizar lo real y organizarlo para ser mejor entendido y afrontado. Los marcos establecidos en estrategias metacomunicativas focalizan la atención social hacia unos temas y alejan de la atención pública de otros. En torno a ellos surgen los nodos de nuestra memoria semántica de la información. Además, tienen una directa relación con la reducción de carga cognitiva. Por eso, cuando los hechos de la realidad no encajan con un marco, como ha estudiado George Lakoff, pueden ser ignorados (Lakoff, 2004). Los marcos de comunicación y su establecimiento metacomunicativo son una herramienta política de primer orden, como han estudiado los especialistas en este concepto como George Lakoff. Es así porque los marcos establecen la relación existente en cualquier dimensión de la realidad social, y por tanto, definen la realidad. Cuando los medios acceden y reconocen su poder como instituciones que median en el conocimiento de la realidad, empiezan a desarrollar estrategias cada vez más claras para influir en este nivel profundo de la comunicación. Conocíamos desde hace mucho tiempo la capacidad de los medios para actuar en el nivel de significado de la realidad y con ello inclinar la visión política en uno u otro 174

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sentido. Lo que encontramos en los medios de la segunda mitad del siglo XX es una completa capacidad para controlar este aspecto de la metacomunicación profesional. En gran medida los definidores de lo real, los medios o actores sociales que establecen los marcos comunicativos, son los poderes fácticos como el gobierno, el Estado, el poder económico. Y los medios de comunicación propagan los marcos establecidos que definen las relaciones y los actores clave en cada dominio. Pero una vez que los periódicos y grandes medios son conscientes de las estrategias reflexivas idóneas que pueden utilizar, su poder en este sentido va siendo mayor, aliándose con aquellos. Mucha actividad social insidiosa y frenética gira exclusivamente en torno a la definición de las relaciones sociales, de los marcos, puesto que aquello que se define como activo y real se hace poderoso, siguiendo en el mundo político y económico. La Profecía Thomasiana que hemos descrito al hablar de la capacidad proyectiva de la información indica hasta qué punto definir las situaciones supone hacerlas reales. Los marcos establecen las relaciones esenciales que centran la atención de la vida social, y la lucha por definir uno u otro marco es la clave de la acción política, pues, como Foucault afirmaba en 1975, existe un poder para ejercer una violencia en el nivel definidor de la sociedad y establecer así control sobre la misma. Nuestra dramaturgia social se orienta casi exclusivamente a definir los vínculos entre individuos, y con ellos, las implicaciones y grado de compromiso de las personas en ellos. El aspecto de maniobra y de estrategia en este nivel de la comunicación es enorme. Ya hemos visto, al hablar de las relaciones interpersonales, que por cumplir la ley del vínculo las personas pueden verse abocadas a sacrificar su vida personal de manera ciega. Pues bien, el vínculo y la definición del mismo ocupa también a la realidad política, como hemos dicho, y a la misma configuración administrativa y de poder de la vida social, donde en gran medida se controla al individuo mediante las definiciones de vínculo y relación que está obligado a sostener. La metacomunicación que establece la relación de dominio en la vida social se convierte en un arma en manos de los medios de comunicación también, pues ellos son quienes definen quién es quién en la vida social, lo que el ciudadano puede esperar, o lo que debe acometer y pensar, mediante la influencia cognitiva que estos medios tienen. Podemos decir de manera general que cuando la metacomunicación pone el acento en definir los vínculos y relaciones, y situar el propio papel de los medios en ese mapa social, estamos ante un aspecto de estrategia de la propia comunicación, que deja de lado la primariedad y la espontaneidad de la actividad informativa, para ocuparse de manera mucho más compleja e interesada de las relaciones humanas. 175

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Durante todo el siglo XX, los medios han tenido un papel decisorio en el establecimiento de las relaciones en la vida social con las instituciones de poder social. Poco a poco, los profesionales en las instituciones mediáticas han ido desplegando un papel más y más autorreferente y reflexivo, en el que se habla fundamentalmente del propio mundo comunicativo. Este tipo de tendencia de los medios a discurrir sobre sí mismos y a hacerse más presentes en la vida social se desarrolla mediante todo un conjunto de estrategias profesionales. Los periódicos se convierten en su propia referencia fundamental, de manera que entre sus actividades, una de las más importantes es la de hablar de sí mismos, señalar su importancia y su papel de interventores en los procesos de los que informan ellos mismos. Medios de comunicación de masas como la televisión comienzan a generar metacomunicación en torno a sus propios procesos convirtiéndose en el centro de la comunicación social. Generan los mismos eventos y sucesos mediáticos, atraen a su ámbito todas las empresas relacionadas con la publicidad, las relaciones públicas o el ocio, promueven contenidos en otras industrias, como el cine o la literatura, que luego absorben y usan en el propio medio para generar mayor impacto y controlar todos los aspectos de interés de los distintos medios. Los periodistas de mayor prestigio, en el desarrollo profesional del siglo XX, se convierten en líderes de referencia con poder de influencia sobre los procesos que ellos mismos generan. El periodismo profesional de toda la segunda parte de esta centuria se caracteriza por ver crecer su metacomunicación en mensajes, discursos o formas de trabajo profesional, de modo que el desempeño de la profesión se convierte en el principal foco de interés de periódicos y medios de masas en general. El resultado de este proceso de autorreferencia no ha sido positivo para el prestigio y el reconocimiento de la profesión periodística una vez terminado el siglo XX. Y la razón para ello es que el periodismo es una profesión que debe estar regida por el principio de mediación transparente de la realidad. Los informadores y los medios no pueden ser más importantes que aquello que nos transmiten y de lo que nos informan. Desde el instante en que la comunicación de masas pasa a ser un poder de referencia que define las reglas del juego comunicativo, pierde capacidad de denuncia, de autonomía de criterio, y deja de ser y de cumplir su principal esencia de transmitir la realidad. La metacomunicación es responsable de muchas estrategias y maniobras de ocultación de las realidades básicas en procesos de la vida social. En el mundo informativo, cuando los medios se vuelven autorreferentes y metacomunican constantemente sobre su propio papel como actores sociales, instituciones poderosas o entidades de valor, comienzan a volverse opacos en su verdadera capacidad para transmitir con trasparencia y para moverse en el tablero social en busca de la información.

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Podemos considerar que la inflación de formas de metacomunicación en la vida social, en sus muy diferentes sectores, está directamente relacionada con la pérdida de capacidad de comunicar en el nivel primario de la realidad. Pensemos, por ejemplo, en el uso metacomunicativo en la política profesional: hasta qué punto, cuando el mundo de la política se profesionaliza, comienza a hablar de sí mismo, de su utilidad social, y a medida que va perdiendo capacidad para cumplir funciones de servicio real a la comunidad, se hincha literalmente de discursos metacomunicacionales sobre los valores democráticos y su lugar vital en la preservación de los mismos. Lo mismo ocurre, pensamos, en el campo de la enseñanza. La metacomunicación y los metalenguajes pedagógicos que comienzan a crecer en demasía cuando los sistemas de enseñanza se vuelven problemáticos, terminan por deformar este campo por la presión que ejercen sobre el mismo, intentando definir desde el exterior del propio ejercicio de enseñar, y controlar sus aspectos como si se tratara de fórmulas de aplicación mecánica. El famoso lenguaje de madera que la pedagogía usa para metacomunicar en torno a la enseñanza, que es el código menos pedagógico que pueda existir, es una prueba de cómo la abundancia de metacomunicación, a partir de determinado nivel, puede convertirse en un impedimento para la verdadera comunicación en un campo concreto de actividad social. La metacomunicación, por tanto, es un fenómeno asociado a las formas más creativas de nuestra cultura y actividad social, pero también puede ser una herramienta al servicio del poder y actuar como una constricción de la verdadera comunicación humana.

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La ley de la reversión comunicativa

La última ley de los medios, ideada por Marshall y Eric McLuhan, recoge un fenómeno particular, que tiene directa conexión con la ley de la carga que trabajábamos en este libro anteriormente. Esta ley tiene también conexión con la ley de la atrofia, y con la estructura analógico/digital de la comunicación en todos los niveles. Esta ley indica que cuando un medio o extensión, cognitiva o sensorial, se lleva a su extremo, genera el efecto inverso al que se quería producir, deteniendo el proceso y dejando la facultad o sentido extendidos en estado insensible o impracticable. McLuhan establece que cuando un medio sobrepasa un límite en su extensión, se produce una reversión que lo anula. La observación de muchos fenómenos humanos nos conduce directamente a la demostración de esta ley, como vamos a ver en este capítulo. Al igual que ocurriera con la ley de la atrofia, la sensibilidad es precisamente uno de los entornos donde se cumple esta ley y el exceso de estimulación genera una reversión sensorial completa. Para distinguir bien la ley de la reversión, de la ley de la atrofia, hay que ver con claridad que una de ellas se refiere siempre al mismo sentido, medio o facultad, y la otra se refiere a un medio diverso o facultad diversa a la extendida comunicativamente hablando. A diferencia de la paradoja de Diderot, o ley de la atrofia, cuando actúa la reversión comunicativa el resultado no es una disminución parcial de otra sensibilidad o facultad, por extensión de una primera, sino que todo ello ocurre en un solo medio o sistema. De ahí que los autores mencionaran la palabra “reversión” para indicar con claridad una inversión de la extensión sensorial o cognitiva producida por un medio. El ejemplo que más ilustrativo resulta (McLuhan y McLuhan, 2009), es el del atasco automovilístico, en el que un medio creado para producir velocidad y comodidad de desplazamientos genera la inmovilización total del individuo, encap179

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sulado en el propio sistema, e incapaz siquiera de caminar a pie o alcanzar la velocidad del caminar como sistema de transporte humano. Una reversión comunicativa es el límite absoluto para el proceso de extensión sensorial o cognitiva creado por el hombre. Cuando potenciamos, más allá de cierto límite, facultades o capacidades humanas, podemos encontrarnos con fenómenos de reversión que indican que hemos sobrepasado el límite o la proporción armoniosa en la que actúan los medios. La reversión comunicativa cierra los umbrales de carga que estaban siendo potenciados por el medio, y genera un retroceso de los mismos. Así, el medio se convierte en un impedimento para llevar a cabo las funciones normales que existían antes de su extensión. La reversión genera una involución comunicativa o informativa que coloca al proceso en una situación peor que la que existía antes de que se pusiera en marcha. Una reversión, por tanto, anula el medio para el que se creó. Es un resultado de una sobrecarga informativa en algún plano del sistema comunicativo, de manera que se produce la anulación de la eficacia de dicho sistema. Cuando un medio excede la carga, se convierte en su propio impedimento y revierte el proceso informativo. En el cumplimiento de la ley de la reversión vemos cómo la carga, la composición y la armonía de los elementos constitutivos de la comunicación son vitales para que exista eficacia en su acción. En términos de información, la reversión que produce una sobrecarga no solamente hace disminuir la capacidad informativa, sino que la anula. Es decir, cierra completamente el umbral de carga. Cuando un sistema satura informativamente hablando, impide la captación de un solo elemento informativo más, y deja inservible el canal o sistema en el que se ha producido la reversión. La reversión no es sino consecuencia de la misma existencia de umbrales de carga informativa, como vemos. Y el primer sector donde podemos estudiar el fenómeno reversivo es en la comunicación más inmediata con el entorno, en la percepción y en la sensibilidad humanas.

10.1. La reversión sensorial: hiperestesia y anestesia Uno de los campos comunicativos donde más evidentes se hacen los fenómenos reversivos es en los sentidos humanos y el desarrollo de la sensibilidad. Todos comprobamos a diario que nuestras facultades sensoriales tienen unos umbrales precisos, ante cuyo exceso de carga se generan fenómenos de reversión. Cuando se produce un constante estímulo visual, llega un momento en que nuestra vista deja de captarlo. Así lo indicaron los psicólogos de la Gestalt. Para mantener la capacidad de atención sensorial visual necesitamos el cambio constante, el contraste constante. A partir de la redundancia o iteración informativa de

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unos elementos visuales, señales o formas, se genera una auténtica ceguera que solamente puede evitarse mediante un cambio de estímulos y variación. En el campo de la sensibilidad táctil, sabemos que se puede generar insensibilidad cuando por ejemplo aumentamos hasta más allá de un límite los estímulos o impactos sobre una zona de la piel. Puede inducirse una sordera crónica cuando escuchamos música a muy alto volumen constantemente. De hecho, las personas que sufren este proceso tienden a escuchar cada vez más alta la música, y llega un momento en que por más que suban su volumen, no la oyen bien. De nuevo se trata de una reversión sensorial generada por el aumento de la extensión sensorial acústica generada mediante un medio: los reproductores de música con auriculares, por ejemplo. Es corriente que las personas que echan mucha sal a sus comidas tiendan a echar cada vez más, porque la estimulación gustativa generada por la sal deja de tener su efecto una vez que no hay un contraste con otro sabor diferente. Así, las personas que echan mucha sal siempre encuentran soso cualquier alimento. En el caso de la sensibilidad nerviosa interna, ocurre igualmente el proceso reversivo que esta ley describe: las personas habituadas al uso de calmantes terminan por hacerse insensibles a su efecto, a menos que doblen las dosis. Llegados a un punto, ni siquiera incrementando las dosis se consigue el efecto calmante. Las sobredosis a las que tienden las personas adictas a alguna sustancia potenciadora de efectos sensoriales o cognitivos de algún tipo son igualmente efecto de la ley de la reversión, y en último término, su demostración más palmaria. Estas personas se sienten impelidas a incrementar el efecto de la droga que toman precisamente para paliar su falta de efecto, bien en el momento de su consumo, bien en las fases posteriores. El círculo vicioso de la adicción está muy relacionado con la reversión sensorial, aunque tenga también que ver con otros elementos psicológicos con los que también se interrelaciona –por ejemplo, con la mortificación que el drogadicto se inflige mediante este sistema automático de pérdida de sensibilidad–. Lo que vemos en todos estos ejemplos es que la reversión sensorial es un fenómeno común. La llamada hiperestesia, es decir, el exceso de sensaciones o estímulos sensoriales en un campo determinado termina generando anestesia, es decir, narcosis, adormecimiento o entumecimiento sensorial. Este es un hecho fundamental de nuestra conformación sensorial y nerviosa. Hay, como veremos, culturas que no lo han ignorado y han tenido en cuenta el fenómeno fundamental según el cual la sensorialidad necesita del contraste, de la combinación armoniosa de elementos, e incluso de su naturaleza informativa, y por tanto, binaria y digital, de acuerdo con nuestras leyes de la información. Esto quiere decir que en materia de sensibilidad, es necesario respetar la ley que establece que potenciamos la misma mediante el uso de combinaciones binarias, es decir, discontinuas y contrastantes entre sí. 181

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Cuando, por ejemplo, nos acostumbramos a entornos con mucha calefacción y a abrigarnos en exceso en el invierno, nos volvemos completamente incapaces de sobrevivir en un ambiente natural frío y además siempre tenemos frío en casa. Para conservar esta capacidad, debemos acostumbrarnos a sentir cierto frío, de este modo, haremos un uso de la calefacción menos incapacitante y a la vez más económico. Si matizamos el uso de los sabores en pequeñas cantidades, potenciaremos nuestra sensibilidad gustativa. Igualmente, la escucha de música a volumen no excesivo nos mantendrá capaces de escuchar todos sus matices. La capacidad para estimular nuestros sistemas sensoriales debe tener en cuenta la estructura binaria y en contraste de la información, y jugar con los contrarios, para generar el umbral de la señal informativa. La discontinuidad, es decir, recordemos, el carácter digital de la información, se ve aquí perfectamente: todo proceso que se hace continuo y constante deja de ser percibido y no genera información, en este caso, sensorial. Para recuperar el carácter sensible de un estímulo o señal debemos proceder a hacerlo discontinuo, o combinarlo con su contraste. De esta manera recuperamos su capacidad, y evitamos la reversión comunicativa. La señal informativa, en el nivel de la sensorialidad y de la estimulación nerviosa, debe combinarse, en cierta medida, con el “cero” sensorial de que se trate, para obtener un contraste que permite su completa percepción o captación. Esto quiere decir que, por ejemplo desde el punto de vista de la captación de los sabores, no hay nada como el ayuno para potenciarlos al máximo. Ni el mejor y más delicado banquete puede generar la sutileza de sabores que tiene quien ha ayunado unos días. Igualmente ocurre con cualquier proceso sensorial o nervioso: la hipoestimulación, combinada con un estímulo leve, genera mucha más información y efectos que la hiperestimulación, que tiende a llevarnos al “cero” informativo. Como decimos, las civilizaciones no han ignorado este hecho, y muchas de ellas consideran culto y refinado el control absoluto de la sensorialidad, para potenciarla precisamente. Por ejemplo, se puede dar un enorme grado de sutileza sensorial en una cultura altamente protocolaria y rigurosa en el acceso a las sensaciones, precisamente para generar ese juego de contrastes, como se da en algunas culturas asiáticas. Desde el punto de vista espiritual, las áreas de influencia budista, o las antiguas áreas de la cultura griega en Europa, han reconocido esta ley y han dispuesto mecanismos y principios –la vía media, el término medio– para evitar los trastornos humanos que se generan por la ley reversiva. Pues como veremos después, toda hipertrofia de un determinado medio y sensorio asociado tiende a generar la reversión correspondiente, que a su vez genera la búsqueda mediante todos los recursos posibles de mayor hipertrofia, con la 182

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consiguiente deformación cultural que ello implica, y sus catastróficas consecuencias en el nivel humano. Vamos a tratar este fenómeno, por su interés y su importancia en nuestro ámbito, en mayor detalle en el siguiente apartado.

10.2. El arte y la reversión comunicativa Desarrollando los fenómenos de la reversión, y actuando sobre ellos, los artistas de todos los tiempos nos ejemplifican cómo luchar contra la reversión sensorial y cognitiva. Un aspecto interesante de la ley de la reversión es precisamente este: si un medio, usado con abuso, se convierte en un impedimento, también es cierto que un impedimento, obstáculo o limitación de una facultad o sentido humanos se pueden convertir en un medio de extensión si se utilizan con cierta dosis y con finalidades expresivas o comunicativas. André Malraux, en su novela L’espoir, relata la experiencia de un prisionero de guerra, que consigue usar los muros que le aprisionan como sistema de comunicación con otro prisionero que está recluido cerca de él. Lo que constituye un impedimento grave de comunicación con el entorno, se convierte en el medio que precisamente soporta o permite la transmisión. Este es un efecto inverso al de la reversión, que nos indica que cualquier limitación puede convertirse en una extensión humana. Lo que vemos en el relato de Malraux es el uso de la dinámica reversiva, pero en un sentido inverso: aquellos elementos que limitan, impiden o cercenan las capacidades humanas sensoriales y cognitivas, pueden convertirse, con la adecuada transformación sensorial, en potenciadores de procesos sensoriales o cognitivos. La prodigiosa Helen Keller, escritora sorda y ciega, describe en uno de sus libros, con una vividez más que visual, la llegada de la primavera, que puede sentir en percepciones táctiles o de temperaturas, además de en perfumes o en zumbidos y vibraciones. En este caso, sus limitaciones sensoriales se convirtieron en medios para desarrollar por otros planos de sensación una sensibilidad refinada y única en su profundidad y sutileza. También percibía, con sensibilidad refinadísima la energía artística de la bailarina Martha Graham, hasta el punto de que sus descripciones de los movimientos musculares y vibraciones de la bailarina son tan bellos como si hubiera presenciado la danza. En el caso de Helen Keller (2009), quien vivió a comienzos del siglo XX en una situación muy discapacitante –sorda, ciega y prácticamente muda desde muy pequeña–, se hizo claro para la escritora que una discapacidad o limitación puede servir de puente, por así decir, de mediación, para el desarrollo de una mejor percepción y comunicación con el entorno.

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A diferencia de lo que ocurre en otros procesos biológicos humanos, la privación sensorial, emocional o cognitiva y también la discapacidad física generan lo que algunos autores llaman un “florecimiento de la conciencia”, es decir, un redescubrimiento de capacidades alternativas a las que están revertidas o anuladas, que por contraste se ven desarrolladas de una manera muy poderosa. Esto explica que personas que tienen graves discapacidades en su situación o estado personal puedan sin embargo hiperdesarrollar facultades determinadas mediante una reorganización sensorial o física, cognitiva o emocional, completa. Dado que nuestro mundo comunicativo se rige por armonías de contrarios, a menudo podemos potenciar nuestra conciencia, imaginación o capacidad expresiva cuando nos vemos seriamente limitados para hacerlo. Esta es la explicación comunicacional para fenómenos que todos hemos experimentado, por ejemplo, cómo se potencia nuestra creatividad cuando no tenemos condiciones para desarrollarla, o cómo nuestra imaginación desafía las situaciones de presión o de pérdida de libertad, para poder evitarlas. En creatividad se ha estudiado cómo las personas que han visto cercenada su carrera o acortado su periodo formativo son a menudo grandes creadores en un sector. Se ha estudiado cómo hay incluso una correlación entre cierto grado de impedimento o limitación en un sector y la capacidad para generar innovaciones en el mismo. Una de las explicaciones radica en la ley de carga, de manera que una limitación en la carrera de un potencial superdotado en un campo le permite desembarazarse de las reversiones que la propia formación académica ejerce sobre la iniciativa personal creativa. En general, y así lo registran escritores y creadores de todos los campos, las limitaciones pueden ser bendiciones a la hora de recomponer y rearmonizar la capacidad en un sector de la comunicación innovadora. Todos vemos el efecto desencadenante de la comunicación que producen las situaciones limitantes en muchos casos, como ocurre en los grupos humanos cuando hay personas a quienes hay que ayudar o que son diferentes a los demás. La reorganización comunicacional de un grupo humano cuando se ve sometido a condiciones de privación de algún tipo, o cuando debe aceptar en su seno a personas con alguna privación o discapacidad, es un ejemplo de cómo calibramos de diferente manera, más eficazmente, nuestra capacidad sensorial, emotiva y cognitiva cuando las condiciones son peores. En el arte, los creadores conocen a menudo de manera intuitiva cómo es necesario aprovechar el fenómeno inverso a la reversión comunicativa. A menudo, los artistas voluntariamente reducen la hiperestesia de sus condiciones de creación, o la riqueza de sus herramientas creativas, para potenciar la expresión. Recordamos el ejemplo que poníamos de Rembrandt, que renunció al uso del azul para trabajar mejor los matices de sus cuadros. Los artistas a menudo se obligan a trabajar sobre elementos, condiciones o situaciones azarosas, para potenciar su capacidad artística. Por ejemplo, deciden 184

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pintar sobre superficies casualmente deformadas, o en entornos no habituales, o en condiciones difíciles. El recurso al azar, a la constricción a un material y el uso de un cambio de plano están relacionados con la reversión y su contrario comunicativamente hablando. Cuando un artista tiene unas reglas, materiales y recursos perfectamente organizados y garantizados, y las condiciones son de extrema facilidad, se produce a menudo menor creatividad que cuando materiales, criterios o condiciones de trabajo son peores o menos estables. Unas condiciones siempre iguales de trabajo anulan la creación, porque revierten el proceso. Por el contrario, aprovechar las situaciones de desequilibrio, o las circunstancias casuales que se producen en una superficie artística o en una situación determinada, permite al artista eliminar esa limitación, porque se sobrepone a la misma. Es muy típico el caso de pintores que aprovechan una superficie irregular para crear formas –desde las cuevas rupestres hasta los creadores del siglo XX–, o de los que usan materiales de desecho para generar nuevas construcciones o composiciones artísticas. A menudo los artistas aprovechan, por ejemplo, restos de elementos despreciados por otras personas o reciclan objetos. En el aprovechamiento de este material que es contrario, conceptualmente hablando, a la idea de una creación propia, el artista encuentra un modo de reequilibrar su capacidad y de eludir la ley reversiva. Como decíamos al hablar de la ley de obsolescencia, el arte es uno de los dominios donde el equilibrio y la proporción de carga se cuidan mediante los criterios estéticos, lo que permite salvar los problemas de reversión también. El cultivo de la sensibilidad en el mundo del arte ha sufrido también los problemas de la anestesia por hiperestesia, cuando los artistas se embarcaron en un proceso de impacto constante sobre la sensibilidad, a la búsqueda de la conmoción estética cada vez mayor, en las vanguardias artísticas. Una vez que este proceso se desarrolla, y se exterioriza la búsqueda de una cada vez mayor estimulación en el mundo estético, mediante los recursos que sean, se genera un proceso reversivo, de pérdida de capacidad de atracción. Nuevamente vemos aquí cómo se cumple la ley del equilibrio de carga en el mundo de la comunicación, de modo que un exceso de carga tiende a anular el proceso. Algunos de los artistas de última generación se ven sometidos a la ley reversiva de tal manera que tienen que provocar auténticos terremotos estéticos para llamar la atención, llevando a cabo monstruosos montajes con la intención de socavar de algún modo las expectativas de los espectadores. Pero la hiperestesia tiene su límite y termina generando anestesia total en el entorno comunicativo de que se trate, de manera que la capacidad de atraer la atención termina limitándose a sí misma completamente. Este es un ejemplo de reversión, que en el mundo del arte moderno lleva a la desaparición de todo criterio estético y a la degeneración del propio proceso de la creación artística socialmente organizada. Pero como decimos, siempre es

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posible que, a partir de una regresión, un artista pueda combinar de manera sensible un conjunto de estímulos, para generar verdadera información en su ámbito sensorial.

10.3. La reversión en la cultura de masas Uno de los sectores culturales donde más se reconoce la acción de la ley reversiva es en la cultura de masas. La cultura de masas es la heredera de la cultura literaria y teatral europea, que a partir del desarrollo de una serie de sistemas técnicos de reproducción potenció enormemente el desarrollo de la imaginación. La hipertrofia de la imaginación, en la cultura europea, dio lugar a curiosos fenómenos reversivos, que mostraremos a continuación. Europa desarrolló una hipertrofia imaginativa que no se dio en otras civilizaciones, por ejemplo, la asiática o la árabe. A partir del surgimiento de los medios de reproducción, tanto icónica –litografía, fotografía, cine, vídeo– como verbal simbólica –prensa, libros de bolsillo, revistas, etc.–, mecanizados, Europa se convierte en el continente que fomenta la imaginación fantástica en todos sus sectores. Paradójicamente, y por efecto de la ley reversiva, nuestra cultura tiende a perder capacidad imaginativa y los productos de la comunicación de masas son cada vez más mediocres e incapaces de sugerir cosas nuevas, al menos en los medios tradicionalmente dirigidos a crear atención sobre ellos. El exceso en el desarrollo de este proceso cultural llega en el siglo XX, cuando los productos de la fantasía y la imaginación, aliados con las industrias de consumo, generan un universo de formas imaginarias completamente hiperdesarrollado e invasivo, dentro del cual se sostiene toda la economía productiva. La iconorragia, es decir, la hemorragia de imágenes, es total y constante, y no hace sino seguir creciendo con la llegada de la red y de los dispositivos digitales de uso individual. Esta hipertrofia de la imaginación genera fenómenos reversivos. Así, la carrera a la búsqueda de una impresión de realidad técnicamente garantizada conduce a tecnologías cada vez más complejas de las que se depende para producir el juego o entretener a las audiencias. Resulta mucho más difícil, cada vez, para los espectadores habituales de estas tecnologías, apreciar sistemas tradicionales de estímulo a la imaginación, mucho más potentes, como el libro o la pintura. Pero no solamente la tecnología se convierte en una obsesión. La producción de todo tipo de mensajes para la estimulación de la imaginación genera inmensas cantidades de subproductos, de sucedáneos creativos y de monstruosas deformaciones para atraer la atención.

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Pensemos por ejemplo en el género de cine de terror. Para asustar a un joven de hoy ya no basta con escenas horripilantemente verosímiles de mutilaciones o destripamientos, porque este joven, habituado a tales escenas dentro de este género, necesitará algo realmente impensable si se quiere causar un impacto sobre él. Necesitados de estímulos imaginativos cada vez más permanentes y constantes, la calidad de la imaginación creativa es sin embargo menor, y ello impide la verdadera innovación en estos sectores. La complejidad y la saturación de formas fantásticas termina generando un tremendo hastío y falta de interés en los públicos, que se vuelven cada vez más exigentes a la hora de obtener ilusiones perfectas, y que desarrollan cada vez menos la imaginación personal creativa. Recuerdo la reflexión del gran poeta francés Charles Baudelaire sobre el juguete del niño pobre. Como nos relata, para un niño pobre, una caja de cartón con un hilo y cuatro ruedas es un prodigio de diversión, que el niño, mediante la imaginación, convierte en el más fabuloso cochecito de juguete. En cambio, el niño rico se queja porque el modelo de coche de juguete que le han comprado no es del color que a él le gusta. El niño pobre mantiene su capacidad imaginativa intacta, porque es una facultad compensatoria, que surge de la pobreza de medios de la realidad. El otro niño, que atiborra su imaginación con estímulos constantes, es incapaz de disfrutar de su propia fantasía, porque siempre le parece pobre. La imaginación, por lo tanto, es una de las facultades más afectadas por los fenómenos reversivos, porque su naturaleza es también comunicacional: la imaginación suple la pobreza de medios. Pero si saturamos de medios a la imaginación, para fomentarla, la haremos progresivamente más raquítica. Es lo que vemos que ocurre en algunos medios de masas cada vez más incapaces de entretener, como le ocurre a la televisión generalista de los últimos tiempos. Desgraciadamente en la historia de la televisión, hay una relación inversa entre la calidad de la programación de este medio y los números de audiencias que van creciendo a lo largo del siglo XX. Ello ha conducido a la desaparición de la televisión como metamedio, es decir, como medio principal conformador de nuestra civilización, y su consumo ya mediatizado por la red, con la que se seleccionan solamente algunos contenidos. Lo que en periodismo llamamos el sensacionalismo, y que en la cultura televisiva ha invadido todos los criterios de programación, es un ejemplo de extensión absoluta de una serie de fórmulas de éxito, que han conducido no solamente a una pérdida de funciones del medio televisivo, sino a una auténtica anestesia social en los públicos de televisión, cada día más acostumbrados a un universo donde la aberración es la norma de selección de contenidos. Desde finales del siglo XX, en la televisión se impone la extensión creciente de la facultad de ver aquello que se considera prohibido o privado, con la consecuente reversión en la pérdida del sentido y función pública de este medio. El hiperrealismo televisivo es la tendencia a generar en los estudios de televisión

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y en los programas un mundo deformado por la tendencia a visualizar absolutamente todas las realidades humanas, por íntimas y privadas que sean, y a someterlas a la deformación que una industria como la audiovisual puede crear sobre ellas. El sensacionalismo en los métodos, contenidos y criterios profesionales en un medio como la televisión produce igualmente, decimos, reversiones sensoriales enormes. En primer lugar, las hiperestesias que los impactos sobre el buen gusto, el pudor, la intimidad protegida o el sentido del espacio público producen estos modos profesionales, terminan por generar insensibilidad en general en el público masivo de la televisión, acostumbrado a lo grotesco o lo éticamente inaceptable como contenido más habitual de este medio. Además, el interés antes centrado en la discusión de contenidos de la cultura o de la esfera pública queda completamente mutilado, y hasta los debates o discusiones políticas se sensacionalizan y falsean, malversando su naturaleza. Todas las funciones tradicionales de este medio, formativas, de control social, de movilización de opiniones o difusión de innovaciones quedan completamente abandonadas. El medio televisivo se convierte en lo que Hans Magnus Enzensberger llama el “medio cero” de comunicación. Un programa de televisión que alcanza el grado “cero” que describe Hans Magnus Enzensberger (1991), y en el que el contenido anula toda estimulación intelectual o perceptiva y genera una especie de estupor mental sin ideas ni significado alguno, es una reversión de las funciones que puede llegar a tener un medio como la televisión. Este medio es un claro ejemplo de cómo es posible perder absolutamente todo criterio en la programación, con el único fin de generar audiencias crecientes. Hay muchos fenómenos de reversión comunicativa patentes en nuestros días, dentro de la cultura de masas. Uno de los ejemplos más preocupantes y también interesantes para reflexionar es el del género publicitario en la cultura de masas al final del siglo XX. La publicidad en medios de masas tradicionales se ve afectada por la reversión, por un problema de exceso de presencia e hiperdesarrollo en los múltiples soportes y canales posibles con la llegada de los sistemas digitales de comunicación también. La publicidad a comienzos del siglo XXI satura tanto y abusa tanto del refuerzo perceptual y psicológico, que no solamente no se percibe, sino que se evade e incluso genera un efecto repelente. La reacción del universo publicitario está siendo precisamente la de intentar variar su posición y funciones en los medios de masas, y empezar a generar contenidos o a desarrollar roles creadores de una manera inédita, con el fin de recuperar la capacidad de captar el interés de los públicos. Muchos medios aparentemente usados por los receptores, durante todo el siglo XX, están generando una reversión, y literalmente son el ruido de fondo que

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no es procesado y que sirve a las personas literalmente para evadirse, adormecerse o no pensar. Este ambiente de hiperestesia comunicativa está haciendo que los receptores no valoren en absoluto ni distingan un medio de otro. Hay muchos autores que han trabajado el fenómeno de la degeneración cultural asociada a la masificación del proceso comunicativo. Neil Postman (1998) analizó la muerte de la cultura que se produce en la civilización norteamericana con la llegada del imperio del entretenimiento y la diversión como criterio absoluto. El abuso de las risas, la diversión, el espectáculo, en todos los sectores de la cultura masiva del siglo XX, generó una verdadera extinción de todos los otros valores e intereses transmitidos por los medios, y la cultura “se murió literalmente de risa” en los medios audiovisuales de la época, estado del que no se ha recuperado en los medios generalistas. Otro caso de posible reversión por el abuso de un medio es lo que ocurre en los jóvenes aislados e incomunicados por la hiperconexión digital que describe Sherry Turkle (2010). En este caso se trata de una reversión tecnológica asociada a los medios interpersonales masivos. Estos medios, como la consola, el teléfono móvil, el portátil o el PC conectado a la red tienen una enorme potencialidad reversiva. Por el hecho de generar la denominada hiperconexión, es decir, la conexión durante las veinticuatro horas del día con cualquier punto o distancia y para cualquier fin, estos medios aíslan al individuo de su entorno inmediato. Los teléfonos móviles se sitúan en el espacio personal del joven y literalmente lo absorben hacia su universo de hipercontacto con el entorno de la red del móvil, a una edad en la que este tipo de reclamo es muy poderoso en su psicología. La consecuencia es la pérdida de comunicación con el entorno inmediato, y el anonadamiento de la atención que estos jóvenes sufren. La multitarea que los medios digitales masivos exigen como práctica habitual de su manejo, puesto que se superponen entre ellos o con espacios interpersonales de comunicación y vida social como la familia, la escuela o el grupo de amigos, está revertiendo la capacidad de los jóvenes para relacionarse en profundidad con estos entornos. Este proceso reversivo afecta a una enorme cantidad de jóvenes, incapaces de notar el efecto perverso de una herramienta que parece potenciar su mundo personal. Los Hikikomori, los jóvenes japoneses que practican el aislamiento total afectados por la sobreestimulación social de la cultura moderna de ese país, son un extremo ejemplo de reacción adversa generada por la hipertrofia de los medios de comunicación digital. Estos jóvenes terminan por adaptar el mundo a los límites, escenarios y mundos imaginarios de los medios digitales, renunciando a la vida real fuera de sus habitaciones, porque esta resulta muy compleja a diferencia de la vida generada por la extensión tecnológica digital. En este caso extremo vemos acrecentado el efecto que el universo digital tiene en todos nosotros, que, al facilitar aparentemente las relaciones, operaciones o actividades en dicho mundo, nos 189

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tienta y reduce nuestra atracción hacia el mundo no mediado de las relaciones y actividades en la vida fuera de las pantallas. La ley de la reversión es muy importante porque relativiza el valor de los medios de comunicación y de todas las tecnologías extensoras sensoriales o cognitivas: muestra cómo, más allá de una cantidad, un medio se convierte en un impedimento. Cualquier instrumento cultural, absolutizado como sistema de poder humano, se convierte en una esclavitud y por tanto, en una lacra para una cultura. Decíamos anteriormente que las civilizaciones han tenido en cuenta, en algunos casos, el peligro que el desarrollo ilimitado de medios, tecnologías o extensiones sensibles, pueden generar en una civilización. No es el caso, evidentemente, de nuestra civilización. Hay autores que han señalado cómo la hipertrofia de la fantasía sin duda tiene una relación con el desaforado crecimiento de la economía capitalista financiera y el desarrollo de las mortales burbujas especulativas de nuestras áreas económicas. También este hiperdesarrollo tiene consecuencias desde el punto de vista de la inconsciencia desarrollada en la visión clara del sistema económico y social en el que vivimos, y en la falta de percepción de las desigualdades humanas en el planeta. La hipertrofia de la imaginación, y de la fantasía o el juego sensacionalista en la comunicación masiva, como vemos, ha revertido en una mayor insensibilidad hacia la propia especie y hacia las consecuencias de los modelos de vida que desarrollamos como tal. Una sociedad de masas que crece ilimitadamente en sus fabulaciones fantásticas, en las tecnologías que las producen, que abusa de la estimulación sensorial mediante todo tipo de dispositivos o fórmulas, pero es cada vez más insensible al propio sufrimiento que generan y al sistema de desarrollo no sostenible que las mantiene, es evidentemente algo que debemos cambiar reflexionando sobre los principios de contraste, discontinuidad y equilibrio sensible que hemos mencionado antes. No es casualidad que el ser humano sea ahora mismo uno de los más perversos y malévolos animales del planeta. La “golosina visual” con la que lo alimentamos es en buena parte responsable de ello.

10.4. La reversión en los grupos humanos Hay un aspecto, como vemos, muy interesante de la ley de la reversión que se ha aplicado y estudiado en el nivel grupal humano, sea el que sea. Conocemos la existencia de fenómenos reversivos en el manejo de la información en los grupos humanos masivos, a partir de los estudios sobre procesamiento de información que se llevaron a cabo continuando las teorías interpersonales de los años 50 del pasado siglo. En los años 70 hubo una serie de investigadores que se plantearon extender las nociones en torno a la información al ámbito de la comunicación en grupos

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grandes. Una de las principales ideas que se planteó fue de la aplicar la teoría informativa, en sus leyes fundamentales, a estos grupos. Así, se descubrió que en estas dimensiones, la capacidad de generar y transmitir información también dependía de los procesos de equilibrio, contraste y discontinuidad. Así, se estudió el denominado groupthinking o pensamiento grupal, fenómeno en el que las personas cohesionadas frenéticamente en grupos aislados del resto social, numerosos y bajo la influencia de un líder, hacen dejación de su capacidad de pensar individual en favor de las decisiones del líder. En estos casos, el grupo humano, que tiene la función de permitir al individuo comunicarse con el entorno y transmitirle experiencias, se convierte en el impedimento que fuerza la percepción distorsionada y aberrante que favorece solamente al grupo como entidad o al líder del mismo. Lo que ocurría en el pensamiento distorsionado dentro de grupos fanáticos era un efecto generado por la redundancia y la falta de comunicación con el entorno, que impedía a estas personas literalmente distinguir la información que les llegaba y reconocerla. Un exceso de cerrazón, y una serie de procesos relacionados con la complementariedad grupal hacían que los individuos no fueran capaces de captar ni aprovechar la información del entorno. Estos fenómenos mostraron cómo la comunicación dentro de un grupo, redundante y dirigida siempre en una misma dirección, tenía el poder de revertir la capacidad de juicio crítico de las personas y la de reconocer información contraria a la habitual del grupo humano. Así, se comprobó que, para que se difundiera adecuadamente la información, es vital que exista cierta variedad en los grupos, y la capacidad para someterse a información diferente y no esperada. Conocemos el fenómeno desactivador de la comunicación que se produce en las denominadas situaciones de homofilia grupal, y que podemos relacionar con los fenómenos de sobrecarga informativa y reversión consiguiente. Estudiado por Rogers y Kincaid (1983, 1988) y por Granovetter (1983), este fenómeno nos indica que en los grupos humanos que son excesivamente similares y cohesionados se produce una escasa información y escasa apertura a las innovaciones. Un exceso de homofilia, es decir, de simetría, igualdad y coincidencia en los grupos, genera una reversión en el proceso comunicativo, de modo que estos grupos no generan ni están abiertos a información, aunque sí la conservan y asientan en su interior de una manera repetitiva. Lo que Rogers primero, y Granovetter después, descubren, es que el exceso de comunicación siempre redundante y confirmatoria en un grupo humano revierte la capacidad de acceder a información original de dicho grupo. En cambio, los grupos en los que un grado menor de homofilia y redundancia se da, y donde hay enlaces con otros grupos diversos, mediante personas cosmopolitas o curiosas, son más activos comunicativamente hablando, se adaptan mejor a las innovaciones y son capaces de evolucionar más fácilmente. Hasta tal 191

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punto les pareció análogo el fenómeno a la reducción de información por redundancia de la teoría matemática de la información, que Granovetter denominó a su teoría “la teoría informativa de la fuerza del enlace débil en las redes”. Lo que descubrieron ambos autores es que el exceso de redundancia informativa induce a una incapacidad de acceder a información diversa. También indicaron que los grupos muy heterofílicos, es decir, los conjuntos de individuos donde se busca siempre lo diferente y que solamente están unidos en la transmisión de novedades y cosas diversas, no tienen capacidad para conservar la información y asimilarla de manera práctica. Los ambientes donde la innovación y la diversidad es constante son evanescentes desde el punto de vista de la memoria informativa, y no suelen reaccionar sólidamente ante la información que reciben. Aunque las personas innovadoras tienen que comunicarse con sus iguales, y buscar los ambientes creativos para poder sentirse confirmados, luego es necesario que las innovaciones pasen a los grupos más conservadores y estáticos, porque estos son más capaces de incorporarlas finalmente. Estos autores indicaron que la adecuada combinación de homofilia y heterofilia era vital para que las comunidades y grupos humanos pudieran absorber innovaciones. Los grupos humanos debían estar sometidos a procesos informativos heterofílicos mediante enlaces con personas o grupos diferentes e innovadores, pero a su vez, los innovadores debían integrarse en grupos homofílicos, ejerciendo de enlaces con ellos, para favorecer la correcta incorporación de las innovaciones. Esta teoría nos muestra cómo en los grupos humanos la composición informativa es clave para que se mantenga la capacidad comunicativa global de los mismos, a la hora de evolucionar y de crecer socialmente. Una sociedad o grupo humano en exceso igual a sí mismo, obsesionado con determinados tipos de mensajes, actitudes u opiniones, o hipertrofiado en determinados aspectos de su vida y formas de comunicación, se vuelve incapaz de registrar y aceptar lo nuevo. Desde el punto de vista de los procesos informativos en los grupos humanos, influye decisivamente que el grupo tenga una variedad que no revierta el proceso de comunicación. Es necesario, así, que en los grupos haya individuos diferentes, que canalicen y abran el interior de las comunidades a nuevas informaciones, pues cuando un grupo humano es muy homogéneo únicamente conserva la información de que ya dispone y es reacio a la información diferente o nueva que pueda circular. La dosis idónea de elementos innovadores es vital en los grupos y redes, para que no existan reversiones de los procesos informativos. Vamos a tratar, por último, cómo actúa la ley de la reversión en el panorama profesional del periodismo, y de esta manera tendremos una visión completa de los niveles de la comunicación donde este fenómeno se presenta. 192

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10.5. La reversión en el periodismo profesional Al igual que en la reversión sensorial, el contraste, los elementos discontinuos y el juego con la diversidad es vital para mantener la capacidad informativa, es decir, la capacidad evolutiva y formativa de una comunidad. Esta es la función que pueden ejercer hoy en día el periodismo y la información mediante las nuevas redes sociales, que constituyen los enlaces novedosos transmisores de información diferente en nuestra cultura. Tradicionalmente era el periodismo el agente social que mantenía las funciones de vigilancia del entorno y de transmisión de la cultura, mediante su acción cotidiana sobre el sistema de la comunicación de masas. Pero como vamos a ver ahora, el periodismo también ha sufrido reversiones debidas a excesos en el ejercicio de esta actividad comunicativa. Cualquier intento de estabilización o estancamiento del poder de un medio nos conduce a los efectos de la ley de la reversión. Vemos que el periodismo y los medios masivos, que durante el siglo XX han tenido hegemonía en la vida social, han llegado a ser abominados por mucha parte de los públicos, a pesar de una aparente estabilización masiva. Ha habido, probablemente, un abuso de poder en la estructura del negocio profesional en torno a la comunicación periodística. Durante todo el siglo XX, el periodismo se asienta en estructuras empresariales estables que controlan tanto el suministro de la información por parte de las fuentes, como la difusión de la misma información, una vez procesada, a los públicos. Este modelo, que es el de la comunicación de masas tradicional, parecía inamovible en las décadas de los años 30, 40, 50 o 60 del pasado siglo, que podemos considerar la edad de oro de este tipo de comunicación. Durante todo este periodo, los medios periodísticos masivos son los únicos agentes sociales que pueden difundir la información de manera eficaz a millones de ciudadanos en los países desarrollados. El predominio y la hegemonía del periodismo es incuestionable en este periodo, y este poder se manifiesta en las mismas alianzas que las empresas periodísticas establecen con formas de poder político, institucional o empresarial ajeno al sector. Ello conduce a un sistema informativo, del que dependen los públicos, que consolida grandes conglomerados de comunicación masiva, cuya expansión va ligada sobre todo a la obtención de inmensos beneficios económicos. La extensión de los grandes medios de masas, y la consolidación del periodismo masivo, se hacen a costa del sacrificio de varias virtudes de los medios de menor tamaño y ambición: desaparece la idea vocacional, desinteresada, de periodista profesional, o la de comunicador con funciones sociales, de vigilancia, difusión, protección de la libertad o de los derechos ciudadanos. La expansión desmesurada de los sistemas periodísticos convierte a los periódicos en empresas 193

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conducidas por los intereses comerciales y empresariales de su grupo financiero, con miras a un desarrollo siempre creciente, insostenible. Automáticamente, en este panorama que fermenta a lo largo del siglo XX, la ley de la reversión comunicativa entra en funcionamiento, y en la segunda mitad de la centuria el periodismo profesional ha perdido ya el norte en cuanto a su sentido como oficio y su valor social. El sensacionalismo, el servicio a las fuentes de poder, la dependencia financiera, la búsqueda de los números millonarios a costa de la calidad generan un sistema mediático en los países del área occidental que es todo menos ético, beneficioso o incluso necesario para la comunicación social. Como sabemos, el final del siglo XX ve llegar una nueva tecnología que acaba con uno de los pilares fundamentales del sistema de la comunicación de masas, que es precisamente la dependencia de los públicos respecto de los periódicos como únicos difusores de información vital. La red de Internet nace en los años 90 como un pequeño David frente al Goliat de la comunicación de masas periodística, pero en diez años, este pequeño nuevo enfoque de la comunicación tumba a los gigantes mediáticos, incapaces, por su reversión profesional, de luchar contra los nuevos valores que se plantean. La obsolescencia y la reversión se combinan para generar un efecto nefasto en el periodismo de masas. Una vez que, a finales del siglo XX, cesa la dependencia de los medios de masas, con el surgimiento de nuevos sistemas informativos, como la red y las redes sociales en ella, el fenómeno reversivo se materializa más claramente, de modo que lo que en realidad era una espiral de silencio, en torno a la falta de valor social y profesional del periodismo, se convirtió en una crisis de negocio mediático con abandono del consumo en cascada, que revierte la situación de los medios de masas industriales a la de cincuenta años antes por lo menos, poniendo en grave riesgo de desaparición a industrias tan asentadas como la televisión generalista, los grandes periódicos o las grandes productoras audiovisuales del sector. El periodismo, como actividad profesional, ha sido poco consciente de la ley de reversión, pensando que los procesos de comunicación, por ínfimo que sea su contenido, no pueden anularse a sí mismos. Lo que nos enseña esta ley es que no es así. La saturación informativa es equivalente al cero comunicativamente hablando, y el abuso en categorías como el sensacionalismo, el mal gusto, el criterio comercial y mercantilista, genera realmente un repudio del medio de comunicación una vez llegados a un límite. El matiz clave de esta ley radica en el hecho de que en comunicación podemos generar una situación mucho peor de la que es punto de partida, desde el momento en que optamos por un hiperdesarrollo ciego de un sistema mediático determinado. La búsqueda de los grandes números, de los negocios multimillonarios, de los sistemas hegemónicos de los periodistas profesionales frente al resto de los mortales, conducen a una pérdida de la orientación profesional y empresa-

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rial. Solamente se está pudiendo recuperar dicha orientación ahora, que la ruina del sistema de la comunicación de masas exige redescubrir lo que realmente importa en el periodismo. El periodismo actual vuelve a proporciones más humanas de desarrollo. Los nuevos modelos de empresa periodística son más pequeños, más voluntariosos y necesariamente conservan una función social y una ética que los revaloriza. La profesión vuelve a sus orígenes más humildes, y a medidas profesionales mucho más modestas. No hay, ahora mismo, una visión estable de esta profesión, obligada a cambiar de nuevo sus métodos, tecnologías o rutinas, para adaptarse a un entorno en el que, por primera vez en su historia, compite con otros medios de distribución de la información en manos de otros profesionales o de los públicos, los nuevos actores de la difusión masiva interpersonal de la información en las redes sociales. Y es interesante que el periodismo deba refundarse, puesto que la ciega expansión profesional había llevado a una esclerosis fundamental de esta profesión. Es curioso que los periodistas y los medios olvidaran la ley de la reversión. La reversión se utiliza a veces como mecanismo de manipulación y de censura ante los periodistas. Y así ha ocurrido a lo largo del siglo XX. Por ejemplo, en las ruedas de prensa, cebar a los periodistas con información deliberada, ha sido durante décadas el mejor modo de impedir que estos pregunten por temas de los que el poder convocante no desea que se hable. La reversión en el ámbito profesional masivo ha sido una constante en el panorama social. Es un medio de manipulación de las masas, a las que, atiborradas de comunicación de baja calidad, se las puede controlar fácilmente, como han mostrado regímenes totalitarios populistas de todos los tiempos. Hay ejemplos bien recientes del tipo de intoxicación, malformación y obturación de la democracia que se puede generar con la utilización de los medios masivos y la censura periodística combinadas. Por su carácter engañoso, la reversión puede servir para fingir que un sistema de comunicación es potente y poderoso en recursos o efectos, cuando en realidad está anulando su propia capacidad de comunicación. Son muchos los autores que han trabajado cómo la sobrecarga informativa puede enfermar a una sociedad y producir el efecto opuesto al que parece pretender (uno de ellos es Todd Gitlin, en 2005). Una sociedad “enferma de información” es aquella que aparentemente vive en un entorno opulento de mensajes, medios, cifras de audiencias millonarias o de beneficios enormes para las empresas del sector, pero en la que realmente no se produce una relación con el desarrollo social, ni hay conciencia crítica sobre el modelo de vida, ni hay capacidad de reaccionar ante crisis o conflictos graves, de una manera madura e inteligente. Así, puede ocurrir que nuestra mente esté completamente atiborrada de datos, y precisamente por ello viva narcotizada o embelesada por estos, impidiéndose

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que una reflexión idónea permita llevar a la práctica conclusiones o elegir las mejores opciones para el futuro. De nuevo nos encontramos con el fenómeno por el cual la proporción humana es la clave para no destruir el desarrollo. Igual que ocurre en los ámbitos ecológico y en el modelo de sociedad sostenible que debemos desarrollar, no hay mayor enemigo que la desproporción y la desmesura. Un exceso comunicativo, una pérdida de la proporción en el uso de un medio extensor, nos conduce a la catástrofe porque altera profundamente el equilibrio de factores interconectados de los que dependemos. Así, si la comunicación no se mantiene al servicio de los ciudadanos y comienza a dominarlos, les impide ver realmente el modelo de sociedad que están construyendo y cómo una costra de insensibilidad, fantasía proverbial e inconsciencia está generando un desarrollo amorfo que ni el animal más primario elegiría. Somos muy poco conscientes de que el respeto a la ley de la reversión no solamente es un matiz estético o un detalle menor en el sistema comunicativo o social en el que nos integramos. Ni más ni menos que el futuro de la misma humanidad y la capacidad de no ir hacia atrás en la evolución están basados ambos en el conocimiento y el respeto de esta ley, que está intrínsecamente relacionada con la ley de la carga informativa, así como, en definitiva, con todas las otras leyes de la información. Cuando un medio excede la carga, se convierte en su propio impedimento y anula el proceso informativo. Nada hay más grave que el engaño propio que supone contar con un medio que parece hacernos desarrollar y en realidad nos está degenerando en nuestra capacidad innata. El ser humano debe ser consciente de que, al igual que existe la evolución progresiva, existe la regresión: podemos ir hacia adelante, pero también podemos degenerar y perder capacidades. Nada nos está dado por el hecho de vivir en el momento presente. No sabemos lo bajo que podemos llegar a caer. En el cumplimiento de la ley de la reversión vemos cómo la carga, la composición y la armonía de los elementos constitutivos de la comunicación son vitales para que exista eficacia en su acción y un verdadero desarrollo de las capacidades humanas. Llegamos así al final de la explicación en torno a las diez leyes fundamentales de la información. Hemos visto que estas leyes se pueden aplicar en los ámbitos más dispares, y que sus efectos son estudiados por los autores expertos en ciencias y disciplinas autónomas, que van de la sociología a la psicología, de la teoría matemática a la etología animal. Vemos que en todas esas disciplinas los autores coinciden en dar a los fenómenos de la comunicación unas categorías generales como son estas leyes informativas, con el fin de esclarecer la importancia que tienen en la formación de la vida humana y animal en el planeta. Esperamos que estas diez categorías sirvan para que, una vez reconocidas en cualquier ámbito comunicativo, permitan al lector generar ideas sobre cómo obte196

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ner de ellas el mejor servicio, sea profesional, sea filosófico, sea terapéutico o artístico. Como leyes que son de nuestra sensibilidad también, esperamos que ayuden al objetivo fundamental de todo el conocimiento humano, que no es otro que el de proporcionar felicidad, y que las personas vivan conforme a aquello que más desean.

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