Las cartas de San Pablo. Meditaciones

Table of contents :
Las cartas de san Pablo
Hernando Silva
Introducción General
Introducción Histórica
El ambiente cultural
Primeros años
Primer viaje de Pablo (cf. Hch 13 y 14)
El concilio de Jerusalén (cf. Hch 15, 1-36)
Segundo viaje de Pablo (cf. Hch 15, 36—18, 23)
Tercer viaje de Pablo (cf. Hch 18, 23–21)
Prisión de Pablo y su viaje a Roma 
(cf. Hch 21, 1 – 28, 30)
Carta a los Romanos
Introducción
Capítulo 1
Capítulos 2 y 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulos 9, 10 y 11
Capítulo 12
Capítulos 13, 14 y 15
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Primera carta a los Corintios
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Segunda carta a los Corintios
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Carta a los Gálatas
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Carta a los Efesios
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Carta a los Filipenses
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Carta a los Colosenses
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Primera carta 
a los Tesalonicenses
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Segunda carta 
a los Tesalonicenses
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Primera carta a Timoteo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Segunda carta a Timoteo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Carta a Tito
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Carta a Filemón

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LAS

CARTAS DE SAN

PABLO

HERNANDO SILVA

LAS CARTAS DE SAN PABLO Meditaciones

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INTRODUCCIÓN GENERAL

Ya escribí unas meditaciones sobre los evangelios. Ahora quiero ofrecer a mis lectores algo de la inmensa riqueza espiritual que nos ofrece san Pablo en sus cartas. No será otro libro sobre exégesis de san Pablo. Tampoco será un libro más sobre la teología de san Pablo. Será lo que anuncia su título: unas meditaciones sobre las cartas de san Pablo. La obra estará precedida por una breve biografía de san Pablo tomada, principalmente, de los Hechos de los Apóstoles. Tiene como finalidad ubicar al lector en las circunstancias históricas de la vida del gran Apóstol. Además, cada carta contará con una breve introducción. En las meditaciones omito todas las adiciones introductorias, como la presencia de Dios, la oración preparatoria y la composición de lugar. Empezaré, directamente con las consideraciones que ayuden a la oración. También omitiré las adiciones finales, como el coloquio. Supongo, pues, que los que utilicen este libro ya son personas versadas en la oración. Sin embargo, me permito recordar algo sobre el método de oración que san Ignacio llama contemplación; porque este método puede ayudar a hacer bien las meditaciones. La contemplación, pues, es de dos clases: contemplación de escenas y contemplación de textos. En la contemplación de escenas nos portamos como cuando contemplamos un cuadro o un paisaje: nos contentamos con mirar una cosa tan bella, sin hacer consideraciones especiales. De la misma manera actuamos cuando contemplamos una escena de la vida de Jesús, nos contentamos con ver cada uno de sus detalles, sin hacer consideraciones especiales. La otra manera de contemplación es la contemplación de textos. En ella nos portamos de manera semejante: nos contentamos con saborear el texto mismo. En las meditaciones que vienen a continuación, al texto se añaden unas consideraciones: ellas sirven para ayudar a la contemplación del texto. Recuerdo estas cosas porque ellas pueden servir para la contemplación de los textos de san Pablo que vendrán a continuación. Los mapas sobre los viajes de san Pablo los tomaré de la Biblia de Estudio. Para los textos, emplearé la traducción que nos ofrece la Biblia de Jerusalén, porque son muy aptos para meditar. Respecto a las fechas de su vida, anoto que son aproximadas, pues no nos es posible conocerlas con certeza. Respecto a las cartas de san Pablo, éstas se dividen en protopaulinas y deuteropaulinas. Las protopaulinas son las que no ofrecen duda de que fueron escritas por el mismo Apóstol; y las deuteropaulinas son aquellas cartas de las cuales se duda si fueron escritas por el mismo Pablo, o por alguno de sus discípulos. En la práctica, yo prescindiré de esa división pues, de todas maneras, todas las cartas poseen el espíritu del Apóstol. También prescindo del orden en que fueron escritas; y las comentaré siguiendo el orden en que se 4

encuentran en la Biblia, pues juzgo que eso es más cómodo para mis lectores.

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INTRODUCCIÓN HISTÓRICA

El ambiente cultural Cuando Pablo nació, a principio del siglo primero, la humanidad de Occidente ya poseía tres grandes culturas de las que Pablo fue heredero: La cultura judía. Para el siglo primero ya hacía unos 2.000 años que Dios había llamado a Abrahán para que dejara la tierra de Harán y se dirigiera a la región de Canaán. Durante esos 2.000 años se había forjado la riquísima cultura judía, primero con los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob; luego, hacia el siglo XIII a.C., vino Moisés que sacó al pueblo de Egipto y le dejó la ley. Después de Moisés vinieron los jueces, hasta el siglo X a.C. A continuación de los jueces vinieron los reyes, desde el siglo X. Durante el tiempo de los reyes ilustraron al pueblo los grandes profetas de Israel. Por último, en tiempos más recientes, y después del cautiverio de Babilonia, los sabios de Israel nos dejaron sus reflexiones en los libros del género sapiencial. Toda esa sabiduría, acumulada a lo largo de 20 siglos, es lo que tenemos en el Antiguo Testamento, que Pablo estudió a los pies del rabino Gamaliel. Ese Antiguo Testamento constituye la máxima expresión del espíritu humano, antes de los evangelios. La cultura griega. Para cuando Pablo nació, ya la cultura griega había donado a la humanidad algunos de los mayores genios de todos los tiempos. En literatura, ya Homero, Sófocles y Esquilo habían dejado sus grandes creaciones. En escultura, ya Praxiteles había esculpido sus obras maestras. En arquitectura, ya se había construido el Partenón de Atenas. En oratoria, ya Demóstenes había pronunciado sus filípicas. En filosofía, ya Sócrates había bebido la cicuta y ya teníamos las obras de Platón, Aristóteles y los estoicos. La ciudad de Tarso, donde nació Pablo, pertenecía a la cultura griega, y en ella creció el Apóstol. La cultura romana. En el siglo primero Roma ya dominaba toda la cuenca del Mediterráneo. En ese entonces el general Pompeyo había vencido a los piratas con lo cual había asegurado el Mediterráneo para el comercio del mundo. Además de las vías marítimas, todos los puntos del imperio estaban conectados por las famosas calzadas romanas que facilitaban, tanto el comercio, como el paso de las legiones. Ya el derecho romano se había impuesto a la humanidad. Y el siglo primero corresponde con el siglo de oro de la literatura romana con Cicerón, Virgilio y Horacio, muertos hacía poco, y Ovidio y Séneca que vivieron hasta ese siglo. Primeros años Pablo nació en la ciudad de Tarso, perteneciente a la provincia romana de Cilicia, en el sur del Asia Menor, hacia el año 8 de nuestra era. Recuérdese que todos los datos que se darán sobre la vida de Pablo son simplemente aproximaciones, pues no podemos fijar 6

con exactitud los años de su vida. La ciudad de Tarso pertenecía a la cultura griega. Allí, pues, Pablo aprendió con corrección la lengua griega y recibió todo el influjo de esa admirable cultura. Cuando llegó a la juventud, partió para Jerusalén a estudiar las Sagradas Escrituras a los pies del famoso rabino Gamaliel (cf. Hch 22, 3) y allí aprendió el hebreo y toda la cultura judía. De acuerdo a las tradiciones paternas, Pablo siguió la corriente de los fariseos (cf. Hch 23, 6), que era la facción judía de observancia más estricta de la ley de Moisés. Aún dentro de los fariseos, Pablo se distinguió por su fanatismo, pues estuvo presente y aprobó la lapidación de Esteban (cf. Hch 7, 58) y, después, se convirtió en perseguidor de los cristianos. Él mismo nos cuenta que metió en la cárcel tanto a hombres como a mujeres del cristianismo (cf. Hch 22, 4). Poco después de la muerte de Esteban, hacia el año 36 de nuestra era, Pablo decidió extender a otras ciudades la persecución contra los cristianos que él lideraba en Jerusalén. Pidió, pues, cartas al sumo sacerdote y partió para Damasco con ánimo de encarcelar a todos los cristianos. Ya cerca de Damasco una luz del cielo lo rodeo. Saulo cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, porqué me persigues?”. Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?” y la voz le respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” y le ordenó entrar en Damasco y que allí se le diría lo que tenía que hacer. Por motivos de este episodio, Saulo se convirtió al cristianismo (cf. Hch 9, 1-20). Saulo quedó ciego. Los compañeros lo introdujeron, de la mano, en Damasco. Allí recuperó la vista, adquirió la fe, se hizo bautizar y empezó a predicar el cristianismo. Después se retiró, un par de años, a los desiertos de Arabia. ¿Qué hizo todo ese tiempo? A mí me parece que Pablo necesitó un par de años para meditar lo que le había pasado. La revelación de Jesús, que tuvo en el camino de Damasco, echó por tierra todas sus ideas, todos sus principios, todos sus afectos y todas sus opciones. Pablo necesitaba tiempo para asimilar un cambio tan profundo y pasar de ser un rabino judío a ser un apóstol cristiano (cf. Hch 9). Después de Arabia, Saulo subió a Jerusalén. Al principio no fue bien recibido por aquella comunidad, que recordaba bien al antiguo perseguidor; pero Bernabé se lo presentó y, entonces, fue bien recibido por todos. Pablo se demoró en Jerusalén un tiempo breve y pasó, luego, a Tarso donde permaneció alguno años (cf. Hch 9, 26-31). Hacia el año 43 de nuestra era, Bernabé fue a buscar a Pablo a Tarso y se lo llevó a Antioquía. Saulo vivió con comunidades cristianas en Damasco, en Jerusalén y en Antioquía y allí aprendió la vida y organización de una comunidad cristiana. Primer viaje de Pablo (cf. Hch 13 y 14) Después de vivir como un año en Antioquía de Siria, el Espíritu Santo inspiró a esa comunidad que enviara a Pablo a la misión que el mismo Espíritu le asignaba. Les impusieron, pues, las manos y enviaron a Pablo y a Bernabé a la primera misión apostólica. Fueron primero a Chipre, de donde era natural Bernabé, y el joven Marcos 7

los acompañó. En esta primera misión, Saulo cambió su nombre por el de Pablo y así se llamó en adelante. Chipre (cf. Hch 13, 4-13). Aquí fueron bien recibidos y muchos abrazaron la fe. Primero predicaron en la ciudad de Salamina. Luego atravesaron la isla. Al llegar a Pafos se encontraron con que el gobernador Sergio Paulo se hallaba bien dispuesto hacia la fe y quería oír la predicación de Pablo; pero un brujo judío, que tenía mucho influjo en el gobernador, se opuso. Entonces Pablo le dijo al brujo que quedaría ciego por oponerse a la fe. El brujo, efectivamente, quedó ciego y el gobernador abrazó la fe. Antioquía de Pisidia (cf. Hch 13, 13ss). Después de predicar la fe en la isla de Chipre, Pablo y Bernabé se embarcaron de nuevo y se dirigieron al puerto de Perge, en el sur del Asia Menor. Allí los abandonó el joven Marcos y se volvió a Jerusalén. Pablo y Bernabé atravesaron los montes Tauro y fueron a predicar en la ciudad de Antioquía de Pisidia. El sábado se presentaron en la sinagoga y predicaron la fe cristiana. Fueron muy bien recibidos y mucha gente los siguió. Pero los judíos, envidiosos por su éxito, les levantaron una persecución. Pablo entonces les dijo que primero había que llevar el mensaje a los judíos; pero, si ellos se creían indignos de la gracia de Dios, entonces predicarían a los no judíos. Pablo y Bernabé sacudieron el polvo de sus sandalias, en protesta contra ellos, y salieron de la ciudad. Iconio (cf. Hch 14, 1-8). Pablo y Bernabé dejaron, pues, Antioquía de Pisidia y se dirigieron a la ciudad de Iconio. De acuerdo a su costumbre, el sábado fueron a la sinagoga y predicaron. Muchos judíos y no judíos aceptaron la Palabra de Dios. Pablo y Bernabé se demoraron bastante tiempo en Iconio; pero los judíos organizaron una persecución contra ellos. Pablo y Bernabé, al saber que pensaban apedrearlos, dejaron la ciudad. Listra (cf. Hch 14, 8-21). Pablo y Bernabé fueron a la ciudad de Listra. Allí había un tullido que escuchaba con atención la predicación del Evangelio. Pablo, viendo que tenía fe, le ordenó levantarse. El tullido se levantó y empezó a caminar. Viendo esto los habitantes de Listra empezaron a gritar que los dioses habían venido a visitarlos. El sacerdote de Zeus les iba a ofrecer un sacrificio, pero los apóstoles protestaron diciendo que ellos eran simples hombres. Sin embargo, les costó trabajo disuadir a la gente de su propósito. Pablo, entonces, les anunció el Evangelio y muchos aceptaron la fe. Pero los judíos promovieron un tumulto. Cogieron a Pablo, lo sacaron de la ciudad, lo apedrearon y lo dejaron por muerto. Los creyentes fueron a verlo. Pablo se levantó y volvió con ellos a la ciudad. Derbe (cf. Hch 14, 21ss). De la ciudad de Listra, Pablo y Bernabé se dirigieron a Derbe, donde ganaron muchos creyentes. Después, Pablo y Bernabé volvieron a visitar las ciudades donde habían predicado: animaron a los discípulos y dejaron organizadas las Iglesias nombrándoles presbíteros que las gobernaran. Volvieron a Antioquía de Siria, de donde habían salido, y donde dieron cuenta de su misión. Todos se alegaron mucho al saber que habían nacido nuevas Iglesias en las ciudades del Asia Menor. 8

El concilio de Jerusalén (cf. Hch 15, 1-36) En esas circunstancias unos judíos fueron de Jerusalén a Antioquía y comenzaron a decir a los no judíos, que se habían convertido al cristianismo, que si no se circuncidaban y no obedecían a la ley de Moisés, no se podrían salvar. Pablo y Bernabé sostenían la doctrina contraria: que ya no hacía falta la circuncisión ni la ley de Moisés; que la fe en Cristo Jesús era lo que salvaba. Ante estas dos opiniones contrarias, la Iglesia de Antioquía resolvió consultar a los apóstoles y a los ancianos de Jerusalén. Nombraron, pues, una delegación con Pablo y Bernabé, para que fueran a consultar a los apóstoles. En Jerusalén los recibieron bien. Se reunieron, pues, los apóstoles con los ancianos y, después de una larga discusión, resolvieron de acuerdo al parecer de Pablo y Bernabé: que la fe en Cristo Jesús es lo que salva; y que ya no hacía falta la ley de Moisés. Escribieron una carta, con esta determinación, y la mandaron a Antioquía con Pablo y Bernabé y otros representantes de la Iglesia de Jerusalén. Esa carta causó gran alegría en la Iglesia de Antioquía. (A esa reunión de Jerusalén se le ha dado el nombre de concilio de Jerusalén). Segundo viaje de Pablo (cf. Hch 15, 36—18, 23) Un tiempo después, hacia el año 49 de nuestra era, Pablo invitó a Bernabé a ir y visitar las ciudades donde habían plantado la fe. Bernabé aceptó, pero exigía que los acompañara Marcos, mientras que Pablo se oponía a ello por lo que ese joven los había abandonado en el primer viaje. Pablo y Bernabé discutieron por este motivo y los dos se separaron. Bernabé se fue, con Marcos, a Chipre; y Pablo, acompañado de Silas, salió a visitar las ciudades del Asia Menor. Visitaron a Derbe y a Listra, donde encontraron a un joven, llamado Timoteo, hijo de un griego y una judía y que, en adelante, acompañó a Pablo en muchos de sus viajes. Filipos (cf. Hch 16, 11ss). El Espíritu Santo no le permitió a Pablo predicar más en Asia y lo llamó a predicar en Grecia. Pablo y Silas, pues, llegaron a la ciudad de Filipos situada al norte de Grecia. El sábado fueron a un río donde los judíos solían reunirse y predicaron a las mujeres que asistieron. Una de ellas, llamada Lidia, comerciante en telas muy finas, los invitó a su casa y ellos aceptaron. Había en Filipos una esclavita, poseída por un demonio, que tenía el arte de adivinar y sus amos ganaban buena plata con sus predicciones. Esa esclavita se puso a gritar, de Pablo y Silas, que ellos eran servidores del Dios altísimo y que enseñaban el camino de la salvación. Pablo ordenó al espíritu que saliera de ella. El espíritu la dejó, pero ella no pudo volver a adivinar y sus amos perdieron esa renta. Entonces los amos se enfurecieron; agarraron a Pablo y a Silas, los llevaron ante los jueces y los acusaron de alborotar a la gente y de enseñar doctrinas prohibidas. Se armó un alboroto. Los jueces ordenaron apalear a Pablo y a Silas y meterlos en la prisión. Los apalearon, pues, y los metieron en el cepo de la prisión. 9

Pero esa noche hubo un temblor de tierra: se abrieron las puertas de la cárcel y se les soltaron las cadenas a todos los presos. El carcelero, pensando que los presos se habían escapado, se iba a suicidar; pero Pablo le gritó que no se hiciera daño, que todos estaban dentro. Entonces el carcelero lavó las heridas de Pablo y Silas, oyó su predicación y se convirtió al Evangelio con toda su familia. Al día siguiente los jueces ordenaron dejar libres a Pablo y Silas; pero ellos no quisieron salir de la cárcel hasta que vinieran los jueces y los sacaran con honor, pues ellos eran ciudadanos romanos. Pablo y Silas se demoraron algunos días más en Filipos y luego pasaron a Tesalónica. Tesalónica, Berea y Atenas (cf. Hch 17). En Tesalónica Pablo fue muy bien recibido. Muchos aceptaron la fe. Pero algunos judíos promovieron un alboroto, cogieron a Jasón, que era el que había hospedado a Pablo, y lo llevaron ante los jueces. Pero Jasón pagó su fianza y quedó libre. Tesalónica se convirtió en cristiandad ejemplar, que no dio al Apóstol ninguna aflicción y sí grandes consuelos. Pablo entonces pasó a Berea donde también fue muy bien recibido y muchos aceptaron el Evangelio. Pero algunos judíos de Tesalónica fueron a Berea y se opusieron a Pablo de manera que éste tuvo que salir para Atenas. En Atenas habló en el famoso Areópago. Su discurso siguió el estilo griego clásico. Los atenienses lo oyeron con atención, pero, al llegar al tema de la resurrección de los muertos, se rieron de él y lo abandonaron. Corinto (cf. Hch 18, 1-23). De Atenas, Pablo pasó a Corinto y empezó a predicar en la sinagoga todos los sábados. Vivía con Áquila y Priscila que eran tejedores de tiendas, lo mismo que él. Mucha gente se convirtió. Pablo, en Corinto, tuvo una visión: el Señor le dijo que continuara predicando sin temor, que nadie le haría daño, porque en esa ciudad había muchos que pertenecían al Señor Dios. Unos judíos promovieron un alboroto y llevaron al apostol ante el gobernador Galión; pero éste no les hizo caso, dado que Pablo no había cometido ningún delito. En Corinto, Silas y Timoteo se volvieron a reunir con Pablo. Pablo permaneció en esa ciudad cerca de dos años. Allí se embarcó de nuevo y volvió primero a Jerusalén y luego a Antioquía, de donde había salido. Tercer viaje de Pablo (cf. Hch 18, 23–21) Éfeso. Pablo permaneció en Antioquía de Siria algún tiempo y, hacia el año 53 d.C., emprendió su tercer viaje misional. A este tercer viaje le podemos dar nombre propio: Éfeso, porque en esa ciudad permaneció Pablo unos tres años, es decir, la totalidad del tiempo que duró su tercer viaje. Pablo, pues, se asentó en esta ciudad: las ciudades del Asia Menor central (como Listra y Derbe) las visitó de camino a Éfeso; y las ciudades de Grecia, lo mismo que Tróade, las visitó en rápidas salidas que hizo desde su sede. A Corinto es posible que la haya visitado más de una vez para atender a los graves problemas que se presentaron en esa ciudad. Desde Éfeso escribió sus principales cartas. Antes de llegar a Éfeso, se presentó allí un judío llamado Apolo, que hablaba muy bien 10

de Jesús, aunque él no lo había conocido ni había tenido trato con los apóstoles. Áquila y Priscila lo llamaron aparte y lo acabaron de instruir en el cristianismo. Desde entonces, Apolo se convirtió en gran apóstol del Evangelio. Cuando Pablo llegó a Éfeso, encontró allí a un grupo de creyentes que habían sido bautizados en el bautismo de Juan. Les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo. Ellos respondieron que ni siquiera habían oído hablar de Espíritu Santo. Pablo los instruyó, los bautizó y recibieron el Espíritu Santo. Pablo, pues, se dedicó durante unos tres años a establecer la Iglesia en Éfeso. Fue tan grande su éxito que afectó el mercado de estatuillas de plata de la diosa Artemisa, cuyo templo se hallaba en Éfeso. Los plateros de la ciudad, pues, viendo que su negocio disminuía, promovieron un alboroto. Sin embargo, el tumulto pasó cuando las autoridades dijeron a los plateros que no había peligro de que su negocio se acabara. Al regreso de la última salida, que hizo Pablo desde Éfeso, no quiso entrar en la ciudad, sino que pidió a los ancianos que fueran al puerto de Mileto. Allí se despidió de ellos y les anunció que él iba a Jerusalén, donde le esperaban cárceles y cadenas. Fue una despedida muy emotiva. Prisión de Pablo y su viaje a Roma (cf. Hch 21, 1 – 28, 30) Partió Pablo de Mileto, rumbo a Jerusalén. Hizo escala en varios puertos donde había cristianos. En todas partes le rogaron que no fuera a Jerusalén; pero Pablo respondió siempre que, por el Señor Jesús, él estaba dispuesto a soportar las cárceles y la misma muerte. En Jerusalén fue bien recibido por Santiago y los otros miembros de la comunidad. Le advirtieron que en Jerusalén ya sabían que él enseñaba en contra de la circuncisión y la ley de Moisés. Que cumpliera su promesa de hacer oración en el templo durante siete días y que le costeara a otros cuatro judíos los gastos de esa misma promesa. Pablo accedió y, con sus compañeros, empezó su oración en el templo. Prisión en Jerusalén (cf. Hch 21, 26 – 22, 22). Ya estaba Pablo para acabar sus siete días de oración en el templo de Jerusalén, cuando un judío de Asia lo reconoció: lo agarró y empezó a gritar que lo ayudaran, que ese era el hombre que había revolucionado toda el Asia hablando contra la ley de Moisés. Se formó un tumulto enorme. Entonces el comandante romano salió con su guardia, cogió a Pablo, y lo libró del populacho. Pablo pidió permiso para hablar y el comandante se lo concedió. Empezó, pues, Pablo a contar al pueblo su propia historia y cómo de perseguidor se había convertido a ese nuevo camino; pero el gentío empezó a gritar que lo mataran. Entonces el comandante de la guardia lo metió en la Torre Antonia: se dispuso a azotar a Pablo, pero se abstuvo de hacerlo cuando supo que era ciudadano romano. Al día siguiente, el comandante de la guardia reunió a los sumos sacerdotes y a los ancianos para que juzgaran a Pablo. Él, al ver que la mitad del consejo era farisea y la otra mitad era saducea, gritó: ¡yo soy fariseo y de familia farisea! ¡Me están juzgando, 11

porque creo en la resurrección de los muertos! Entonces la asamblea se dividió y se armó un alboroto enorme pues unos gritaban a favor de Pablo y otros en contra. El jefe de la guardia volvió a tomar a Pablo y lo llevó, nuevamente, a la Torre Antonia con intención de reunir, al día siguiente, al sanedrín y volverle a presentar a Pablo. Pero un muchacho, que era sobrino de Pablo, avisó al jefe de la guardia que unos judíos pensaban asesinar a Pablo al día siguiente. Entonces el jefe de la guardia, esa misma noche, lo envió a Cesarea custodiado por doscientos hombres de a pie y setenta de a caballo. Pablo en Cesarea ante el gobernador Félix (cf. Hch 23, 31–25, 1). Cinco días después llegaron a Cesarea el sumo sacerdote en compañía de algunos ancianos y de un abogado, y acusaron a Pablo de organizar divisiones entre los judíos. Pablo se defendió muy bien y Félix comprendió que era inocente, pero no lo soltó. Félix estaba casado con una mujer judía y quiso oír la predicación de Pablo. Lo oyó, pero quedó aterrado ante las exigencias de la vida cristiana. No oyó más a Pablo, pero ordenó que se le tratara bien. Pablo ante Festo y el rey Agripa (cf. Hch 25 y 26). Entre tanto, cambiaron a Félix y nombraron gobernador a Festo. Éste, en cuanto se posesionó, quiso juzgar a Pablo. Los judíos lo acusaron, pero Pablo se defendió muy bien y no fue condenado. Pero Festo, queriendo complacer a los judíos, propuso llevar a Pablo a Jerusalén para ser juzgado allá. Pablo comprendió que eso significaba la muerte. Entonces apeló al César. Mientras esperaban que se presentara un navío con destino a Roma, llegó el rey Agripa, acompañado de Berenice, su hermana, con la cual vivía maritalmente. Festo le presentó a Pablo, quien hizo buena defensa de su causa, de modo que tanto Agripa como Festo, pensaban que se podía dejar libre, si no hubiera apelado al César. El viaje a Roma (cf. Hch 27–28). A Pablo lo apresaron en Jerusalén hacia el año 58 d.C. Su encarcelamiento en Cesarea duró unos dos años, es decir, que hacia el año 60. se embarcó con destino a Roma. Hicieron escala en el sur de Creta, pero el capitán del barco resolvió pasar el invierno en el norte de la isla, aunque Pablo se oponía a ese plan. Tomaron, pues, rumbo al norte de Creta, pero, antes de rodear la isla, un temporal violentísimo se apoderó del barco y lo llevó, en unas dos semanas, hasta la isla de Malta. Allí encalló la proa del navío y el resto de la embarcación se deshizo por la furia del oleaje, aunque la tripulación logró llegar a tierra. Pablo ya les había anunciado que todos se salvarían. En tierra, los náufragos encendieron una gran hoguera para calentarse. Pablo cogió algunas ramas para arrojarlas al fuego, pero allí venía una víbora que lo mordió. Todos pensaron que moriría; pero, como no le pasó nada, pensaron que él era algún dios. Los habitantes de Malta recibieron muy bien a los náufragos. El personaje principal de la isla se llamaba Publio y tenía a su padre enfermo de disentería; pero Pablo lo curó. En la isla de Malta la tripulación pasó todo el invierno. Roma (cf. Hch 28, 11ss). Pasado el invierno en Malta, los prisioneros y la tripulación se embarcaron en un navío que había invernado en la misma isla. Hicieron una escala en Siracusa y luego, por fin, llegaron a Pozzuoli, que era el puerto de Roma en aquellos 12

años. Debieron llegar a Roma, pues, a finales de la primavera del año 61. A Pablo se le concedió la “custodia libera” que equivalía a lo que hoy llamamos “la casa por cárcel”; pues lo custodiaba un soldado, pero el preso podía vivir en su casa o en una casa alquilada. Tres días después, Pablo convocó en su casa a los principales judíos y les expuso su causa. La “custodia libera” significaba que las autoridades romanas estaban convencidas de la inocencia del acusado. Basados en este supuesto, los autores creen que a Pablo se le concedió la libertad en esa ocasión y que pudo volver a su trabajo apostólico; pero que, después, ya en los tiempos de Nerón, volvió a ser encarcelado y, en la primera persecución contra los cristianos, fue decapitado en las afueras de Roma hacia el año 68 d.C.

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CARTA

A LOS

ROMANOS

Introducción Pablo no fundó la comunidad de Roma y ni siquiera la conocía. Pero pensaba ir a predicar la fe en España y, para ello, necesitaba pasar por Roma y conseguir el apoyo de esa comunidad. Escribe, pues, la Carta a los Romanos, para preparar su paso por esa ciudad. La Carta a los Romanos es la más larga y más teológica de san Pablo. Allí expone los fundamentos de la fe cristiana y añade una exhortación más breve. Da la impresión de que la Carta a los Gálatas, escrita poco antes, le sirvió de borrador. La Carta a los Romanos fue escrita hacia el año 55 desde alguna de las ciudades de Grecia. Capítulo 1 Pablo comienza su carta, en primer lugar, saludando a los fieles de Roma y dando gracias a Dios por la fe de los mismos. En seguida, en los vv. 16ss enuncia la finalidad de la carta: va a tratar de la justificación. Y entra, de inmediato, en materia diciéndonos que el verdadero Dios se podía conocer por medio de sus obras, pero que los gentiles lo desconocieron y que, por ese motivo, Dios los entregó a sus malos deseos. La descripción, que nos hace Pablo, de la situación moral de los paganos es bastante fuerte: nos dice que los paganos están “llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados…” (Rm 1, 29-32). Texto: Los saluda Pablo, siervo de Cristo Jesús llamado por Él para ser apóstol y apartado para anunciar el Evangelio de Dios (Rm 1, 1).

Para este primer texto escogí la traducción que nos ofrece la Biblia de Estudio, porque la traducción de la Biblia de Jerusalén es más literal, pero mucho más enredada por la cantidad de incisos que trae. La costumbre griega y romana era la de empezar las cartas con un saludo. Pablo, pues, sigue esa buena costumbre de su tiempo y empieza su carta saludando a los romanos. Con este proceder nos da ejemplo de buena urbanidad. La urbanidad es toda una virtud porque ella está basada en la estima y el respeto a los demás. Aquí conviene que yo examine si mi comportamiento y mis palabras se ajustan a las normas de la urbanidad, es decir, si se basan en el aprecio y el respeto mutuo. Al saludo, Pablo añade una presentación personal: se presenta como “siervo de Cristo Jesús llamado para ser apóstol y apartado para anunciar el Evangelio de Dios”. En la 14

traducción de la Biblia de Jerusalén, la presentación de Pablo y los títulos del Señor Jesús, ocupan como siete versículos. El que nos presentemos, cuando no somos conocidos, es también norma de la urbanidad. Recordemos que Pablo escribe a una comunidad que no lo conocía a él. Texto: A ustedes gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (Rm 1, 7).

Pablo acaba su largo saludo deseando a los romanos la gracia y la paz. Voy a detenerme en la consideración de la paz. La paz fue el saludo pascual de nuestro Señor Jesucristo: siempre que se apareció a sus apóstoles les dijo “la paz esté con ustedes” (cf. Jn 20, 19.26); y pidió a sus discípulos que ellos también saludaran deseando la paz, pues les dijo que cuando entraran en una casa, saludaran y, si la casa era digna, la paz vendría sobre ella (cf. Mt 10, 12ss). La paz fue una de las grandes obras de nuestro Señor Jesucristo, pues él pacificó nuestras almas consiguiendo el perdón de nuestros pecados; y Él estableció la paz entre nosotros, pecadores, y el Padre, Dios, por medio de su muerte redentora. La paz del alma es uno de los grandes deseos de nuestro corazón. Pocas cosas deseamos tanto como la paz interior. Jesús ya puso los fundamentos de esa paz cuando perdonó nuestros pecados; ahora nos corresponde a nosotros educar nuestro espíritu en la paz: alejar toda zozobra, toda inquietud y llenar nuestra alma de paz. Para las necesidades de la vida hace falta que confiemos en Dios; de esa manera nuestra paz será inquebrantable. La paz entre las naciones, y en medio de los pueblos, es también, uno de los grandes deseos de la humanidad. Nuestra patria, Colombia, está necesitadísima de paz; pues lleva adelante una guerra hace más de cuarenta años. Una guerra costosísima en dinero y en sufrimientos humanos. Texto: Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo, por todos ustedes, pues su fe es alabada en todo el mundo (Rm 1, 8).

Los pueblos paganos, en tiempo de Pablo, eran pueblos muy religiosos y, en sus cartas, daban gracias a los dioses inmediatamente después del saludo. Pablo sigue esa buena costumbre y, después del saludo, da gracias a Dios por la fe de los romanos. La gratitud, el que demos gracias a Dios, es una virtud muy bella. Nuestro Señor Jesucristo, cuando curó a diez leprosos, se quejó porque solamente uno volvió a dar las gracias (cf. Lc 17, 11-20). Que nosotros no vayamos a ser como esos leprosos que no son agradecidos. Hace falta que nos acostumbremos a darle gracias a Dios cada vez que sentimos su providencia. La ingratitud es vicio de los corazones pequeños. El agradecimiento nos llena de claridad el alma y nos ayuda a tomar posiciones positivas en la vida ante los distintos acontecimientos que se nos presentan. Texto: Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente réproba, para que hicieran lo que no conviene (Rm 1, 28).

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Desde el v. 18 hasta el fin del capítulo primero, san Pablo trata sobre la situación moral de los paganos y nos pinta un cuadro oscurísimo, principalmente a partir del v. 28. San Pablo nos dice que los paganos sí conocieron a Dios pues Él se manifiesta en sus obras, pero que no le rindieron gloria porque se pusieron a adorar a los ídolos y demás dioses falsos y que, por este motivo, Dios permitió su corrupción moral. Nosotros no hemos descendido tanto en el orden moral. Quizás la conciencia no nos acusa de ninguna falta grave. Pero sí estamos llenos de imperfecciones que restan valor a nuestras vidas. Imperfecciones en los pensamientos, en los deseos, en los afectos, en las palabras y en nuestro modo de actuar. Debemos ejercitar la contrición de corazón ante una vida llena de imperfecciones. Capítulos 2 y 3 En el capítulo segundo Pablo trata de la situación moral de los judíos y afirma que ellos, a pesar de la ley de Moisés y de la circuncisión, cayeron en los mismos pecados que los gentiles. Concluye, pues, en el capítulo tercero, que todos pecaron y que todos estaban necesitados de la gracia de Dios. Pasa, luego, a exponer, en forma de tesis, la justicia que Cristo trajo al mundo: Texto: Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado,... Por la fe en Jesucristo, para todos los que creen... (Rm 3, 21ss).

Para Pablo y para todo el pueblo judío, el que la santificación de los hombres se llevara a cabo por la fe en Cristo Jesús, sin que hiciera falta la ley de Moisés, constituía un problema terrible y por este motivo hace referencia a Él en muchísimos textos de sus cartas. Pero a nosotros la ley de Moisés no nos preocupa en absoluto. A nosotros lo que nos interesa es que ya hemos recibido la gracia de Dios, la participación de la naturaleza divina y la herencia del reino de los cielos, por la muerte redentora del Señor Jesucristo. Él es el principio de todo nuestro bien. Por este motivo Pablo afirma en La Carta a los Romanos 3, 28 que “el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley”; es decir, sin el cumplimiento de la ley de Moisés. Capítulo 4 La afirmación de Pablo, de que ahora somos santificados por la fe en Cristo Jesús, y no por el cumplimiento de la ley de Moisés, era demasiado inconcebible para su tiempo. Por este motivo el Apóstol apela al ejemplo de Abrahán: en efecto, Abrahán fue santificado por su fe en Dios, no por el cumplimiento de la ley de Moisés, porque ésta vino varios siglos después. Capítulo 5 Pablo comienza a tratar el tema de la justificación, es decir, de nuestra santificación, que viene por nuestra fe en Jesús y no por el cumplimiento de la ley de Moisés. Para 16

hacer más verosímil esta afirmación, Pablo apela al ejemplo de Adán, y dice que como por la desobediencia de un solo hombre, Adán, entró el pecado y la muerte en el mundo, así por la obediencia de un solo hombre, Jesús, nos viene la justificación, es decir, la santificación y la vida eterna. Texto: Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo (Rm 5, 1).

En san Pablo, la palabra “justificación” significa que dejamos de ser pecadores y pasamos a ser justos y santos y merecedores de la vida eterna, lo cual se logra por medio de la gracia santificante que invade nuestra alma. Pues bien, la justificación la obtenemos por Cristo Jesús, por su pasión y muerte y por nuestra fe en Él. Capítulo 6 Habla de la necesidad de morir al pecado los que hemos sido bautizados. Texto: Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva (Rm 6, 4).

Pablo se refiere al bautismo de inmersión. Éste consistía en que la persona era sumergida en un río para, después, volver a salir al aire. Ese bautismo Pablo lo compara con la muerte y la resurrección de Cristo. Como Cristo se “sumergió” en un sepulcro para, luego, resucitar glorioso; así el cristiano se sumerge en el agua del bautismo, para luego salir de ella como quien resucita a una vida nueva. Pablo insiste en que el hundimiento en el agua significa la muerte con Cristo, pues el que se bautiza debe morir al pecado. Y el salir del agua significa la resurrección con Cristo. Como Cristo resucitó a una nueva manera de ser, el ser glorioso, así el que se bautiza debe comenzar una vida nueva. Ya no puede vivir más para el pecado, sino que debe vivir para el bien de manera exclusiva. Pablo repite este pensamiento a todo lo largo del capítulo seis usando diversas comparaciones, pero insistiendo siempre en lo mismo: por el bautismo morimos al pecado y empezamos a vivir para Dios. Capítulo 7 Pablo quiere insistir en que ya no nos obliga la ley de Moisés. Para ello, se vale de un argumento curioso. Dice que quien ha muerto ya no está sometido a las leyes. Por ejemplo, la mujer, mientras vive el marido está sometida a él por la ley de la fidelidad: pero si ha muerto el marido, ya queda libre de la ley de fidelidad a él. Que lo mismo nosotros, una vez muertos por el bautismo, ya quedamos libres de la ley de Moisés. Después, desde el v. 14, pasa a describir la lucha que se da en todo hombre entre el bien y el mal: Texto: La ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco (Rm 7, 14ss).

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Todos nosotros sentimos en nuestro interior la lucha entre el bien y el mal. Deseamos hacer lo noble y lo correcto; eso es lo que nos pide nuestro espíritu; pero sentimos en nosotros otro deseo, que Pablo atribuye a la carne, por este segundo deseo buscamos lo que nos da placer, pero que está mal. Ésta es la lucha de la vida en todo hombre y toda mujer. Pablo exclama: “¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?” (Rm 7, 24) y él mismo se responde: “Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor” (Rm 7, 25). Con esta exclamación nos indica que, con la gracia de Cristo, podemos hacer el bien y cumplir con nuestra conciencia. Capítulo 8 El capítulo octavo trata sobre la vida de los cristianos en el Espíritu. A mí me parece que este es el centro y el culmen de toda la carta, pues los capítulos anteriores le sirven como de preparación y los capítulos siguientes son como una aplicación de lo dicho hasta ahora. Texto: Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús (Rm 8, 1).

En los primeros capítulos de la carta había tratado sobre la situación espiritual tanto de los no judíos como de los judíos, antes de Cristo, y había concluido que “tanto judíos como griegos están bajo el pecado” pues “no hay quien sea justo, ni siquiera uno solo” (Rm 3, 9ss). Ahora exclama, en tono triunfante, que “ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús” (v. 1.) La contraposición es, pues, suficientemente fuerte. En la meditación debemos dar gracias al Señor Jesús que, con su muerte, nos libró del pecado. Texto: Los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el Espíritu, lo espiritual (Rm 8, 5).

Nosotros sentimos, en nuestro interior, tendencias a lo bueno y a lo malo. Esas tendencias provienen de nuestra naturaleza que quiere el placer sobre todas las cosas. Pablo da el nombre de “carnales” a las tendencias al mal; y da el nombre de “espirituales” a todas las tendencias que nos dirigen al bien. De aquí se sigue que debemos educarnos a nosotros mismos. Todas nuestras tendencias deben ser educadas por nuestra razón. Para eso se nos dio la razón. No hablo, pues de mortificar o de matar las tendencias al mal, sino de “educar” todas nuestras tendencias. En la literatura espiritual (Sagrada Escritura y libros de los santos) encontramos muy buenas directrices para educar nuestras tendencias. A ello se agregan los buenos consejos de nuestros mayores. Texto: Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios (Rm 8, 14).

Destacamos aquí, en primer lugar, el que ya seamos hijos de Dios, familia de Dios y herederos del reino de los cielos. Esta fue una gran obra de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Más que borrar el pecado, hizo algo positivo, nos constituyó hijos de Dios 18

por la gracia santificante y el Espíritu Santo que ha dado a nuestras almas. En segundo lugar destaco la guía del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios habla en nuestro interior: nos reprende cuando obramos mal y continuamente nos exhorta al bien y a lo más perfecto. Hace falta que seamos “dóciles” a esta guía del Espíritu Santo. En la meditación, debo examinar si escucho, de continuo, la voz del Espíritu Santo y si he sido fiel a esa voz aun en las cosas más pequeñas. Texto: El Espíritu de Dios habita en ustedes (Rm 8, 9).

Cristo, con su vida, pasión, muerte y resurrección, no solamente borró nuestros pecados y nos concedió la gracia santificante, que es una participación de la naturaleza divina, por la cual somos hechos hijos adoptivos de Dios y herederos del reino de los cielos; también nos trajo al Espíritu Santo que pasó a habitar en nuestra alma. Más aún, toda la Santísima Trinidad pasó a habitar en nosotros. Por eso somos templos vivos de la Santísima Trinidad. En la meditación debo hacer muchas veces actos de fe en estas verdades del cristianismo; debo adorar a Dios que habita en mí; y debo acostumbrarme a escuchar y a seguir las inspiraciones del Espíritu Santo. En la meditación, también, debo leer despacio y meditar los versos que van de Romanos 8, 9 a 8, 14. Texto: Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios (Rm 8, 14).

En este texto quiero insistir en el hecho de que nosotros somos guiados por el Espíritu de Dios. Él ha guiado nuestro pasado. Los que somos religiosos atribuimos a Él nuestra vocación: Él fue el que nos llamó. Él fue el que nos dio una sensibilidad especial para las cosas espirituales. Él fue el que nos acompañó durante los años de formación religiosa y Él nos ha acompañado y guiado hasta el día de hoy. Los que somos sacerdotes también atribuimos a Él nuestra vocación. Desde nuestra juventud y quizás desde nuestra niñez Él hizo oír su voz en nuestro interior. Él nos acompañó y orientó durante los años de nuestra formación. Él nos ha guiado en nuestra predicación y nos ha dado fortaleza para perseverar en nuestro ministerio sacerdotal. Los que tienen profesiones civiles, como abogado, médico, ingeniero, etc. También pueden atribuir a Él su vocación; pues Él es el que guía a todo hombre y a toda mujer por el camino de la vida. Y los que han adoptado el sacramento del matrimonio como el camino de sus vidas, pueden esperar que el Espíritu Santo los guíe y los acompañe y les dé fuerzas para cumplir con todas las altísimas virtudes que pide la vida familiar. Texto: No recibieron un Espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibieron un Espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15).

El temor de Dios es de dos clases: temor servil, propio de los esclavos; y temor filial, propio de lo hijos. Debemos desterrar de nuestros corazones el temor servil, el exagerado temor de Dios, porque no somos esclavos; pero también, debemos fomentar el temor filial, el temor propio de hijos, nacido del respeto y del amor y que, por eso, teme ofender a su padre o darle disgustos. Durante muchos años se practicó en la predicación un exagerado temor de Dios. Tengo 19

que examinar mi corazón para ver si en él quedan rastros del temor servil. En ese caso, debo desterrar de mi corazón ese temor exagerado, porque no es propio de los hijos de Dios; y debo practicar muchos actos de amor y de confianza en Dios hasta que sienta que, en mi corazón, ha desaparecido el exagerado temor de Dios y le ha dado paso al amor. También, debo meditar muchas veces en que Dios es mi Padre. Debo repasar mi vida para ver cuán grande ha sido la providencia y el amor de Dios sobre mí. Quizá conviene que, en el Evangelio según san Juan, yo seleccione los textos que me hablan de que Dios es mi Padre y que los medite muchas veces. Texto: El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rm 8, 16ss).

En el interior de nuestro espíritu, nosotros sentimos que podemos comunicarnos con Dios: que Él nos habla; que nosotros podemos escuchar su voz; y en Él, en el Dios que nos oye, sentimos a un Padre que nos ama y en el cual podemos confiar. Ese es el testimonio que da nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. A ese testimonio se añade la voz del Espíritu Santo que nos dice, en nuestro interior, que sí, que somos hijos de Dios. Estos son testimonios de una realidad presente. A ello se añade nuestra esperanza de que, como somos hijos, seremos, también, herederos del reino de los cielos. Que la herencia del reino de los cielos nos espera después de nuestra muerte. Texto: Sufrimos con Él (con Cristo), para ser también con Él glorificados (Rm 8, 17).

En san Pablo está muy metida la idea de que nosotros, en esta vida, sufrimos con Cristo para que, después de nuestra muerte, seamos glorificados con Él. Sobre esta idea volveremos varias veces, porque es un pensamiento muy profundo que se encuentra en varios lugares de las cartas de san Pablo. Nuestro sufrir, pues, no es inútil. Por una parte, el sufrimiento nos purifica, nos eleva y nos da madurez; y, por otra parte, nuestros sufrimientos están unidos al sufrimiento redentor de Jesús. Además, después de nuestra muerte, nuestros sufrimientos colaborarán a nuestra glorificación con Cristo Jesús. Texto: Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros (Rm 8, 18).

El salario guarda proporción con el trabajo. A trabajo de mayor categoría, salario más alto. A mayor trabajo, mayor salario. Pero con los sufrimientos de esta vida no sucede lo mismo: ellos no guardan proporción con la gloria que nos espera. Porque la gloria que nos espera no guarda proporción con nuestros pequeños sufrimientos; sino que se proporcionará a nuestra categoría de hijos de Dios. En nuestra meditación, conviene recordar los sufrimientos de nuestra vida; para ver que son pequeños, casi insignificantes y que, por ellos mismos, no merecerían un premio de gloria que es eterno y que es de inimaginable grandeza. También conviene que 20

examine mis sufrimientos actuales y ver que, por ellos mismos, no merecerían una recompensa eterna. La recompensa del cielo se proporciona con nuestra gracia santificante, que es una participación de la naturaleza divina, y con nuestra dignidad de hijos de Dios. Texto: La ansiosa espera de la creación desea vivamente la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8, 19).

En los v. del 19 al 23, del capítulo 8, Pablo hace una personificación de toda la creación y nos dice que ella fue sometida a la vanidad, no por cuenta propia sino por el hombre, que la sometió con su pecado. Pero que toda la creación espera la manifestación de los hijos de Dios para que ella misma sea liberada de la vanidad y la corrupción. Éste es el pensamiento del Apóstol y nosotros, naturalmente, solo podemos detenernos y meditar en sus palabras. Texto: Y no solo ella (la creación); también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo (Rm 8, 23).

Así pues, según san Pablo, la creación espera ser liberada de la corrupción. Después él reflexiona sobre nosotros mismos y nos dice que esperamos el rescate de nuestro cuerpo, pues éste ahora se ve sometido a innumerables necesidades pequeñas, y a la enfermedad y la muerte, y nosotros esperamos que, en nuestra resurrección gloriosa, vayamos a tener un cuerpo glorioso que no estará sometido a esas vicisitudes. En nuestras oraciones, pocas veces meditamos en nuestro cuerpo. En este punto, conviene detenernos en la actual situación corporal y ver a cuántas pequeñas cosas estamos sometidos; y debemos hacer actos de fe y esperanza en nuestra resurrección gloriosa, cuando estaremos libres de todas esas pequeñeces. Texto: Nuestra salvación es objeto de esperanza (Rm 8, 24).

La esperanza es una de las tres virtudes teologales, junto con la fe y la caridad. La esperanza es una virtud muy bella, ella llena de luz nuestra vida. Muy distinta sería nuestra tonalidad afectiva si fuéramos hombres y mujeres sin esperanza. La esperanza es una virtud muy fuerte: por grandes que sean las dificultades y los dolores de la vida, la esperanza los alivia. La esperanza en la vida eterna es la que da fuerzas a millones de hombres y mujeres que sufren los rigores de la pobreza. En la meditación, debo examinar mi vida para observar cómo la esperanza en la vida eterna me ha dado fuerzas en el dolor. Y debo agradecer al Señor que nos haya concedido la virtud de la esperanza. Texto: El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm 8, 26).

Realmente, nosotros no sabemos comunicarnos con Dios. Aprender a orar nos costó años de trabajo; y son pocas las personas que saben orar. Yo mismo escribí un libro para enseñar a orar: ojalá vea pronto la luz pública, porque hace falta. Pero, aun en los que sabemos orar, nuestra comunicación con Dios es muy deficiente y está sujeta a múltiples distracciones. Todo esto nos muestra la objetividad de la frase de Pablo: “Nosotros no sabemos pedir como conviene”. 21

Pero el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda y, desde el fondo de nuestro corazón, clama a Dios, nuestro Padre. El verdadero maestro en la oración es el Espíritu Santo, que nos enseña a comunicarnos con nuestro Padre. Pidámosle que no nos abandone, que nos enseñe a comunicarnos con Dios, nuestro Padre. Texto: En todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman (Rm 8, 28).

El texto supone una visión optimista de la historia y de la marcha de la humanidad, pues no duda de que todos los acontecimientos serán para bien de los que aman a Dios. Esto es una verdadera visión filial del universo, una visión propia de los hombres y mujeres que se siente hijos de Dios y que no dudan de que su Padre sea el que dirige la marcha del mundo. Contraria a esta visión filial es la visión existencialista de la historia. Esa manera de ver las cosas supone que el hombre es un ser sin sentido y sin razón de ser y que, tanto la historia como el universo entero, son absurdos e hijos del absurdo. Muy distinta es la visión cristiana que sabe que el hombre y el universo procedieron del amor de Dios y caminan hacia la plenitud del amor que encontrarán en la vida que sigue a la muerte. También es distinta la visión cristiana de la visión naturalista. Esta visión nos dice que la finalidad de la vida es la misma vida. Es decir, que la vida es para vivirla y que no hay nada después de la muerte. Ciertamente la vida que nos ha dado el Padre es una vida muy bella que bien vale la pena de vivirla y está llena de alicientes, de retos y de satisfacciones muy dignas. Pero, para nosotros los cristianos, hay algo todavía mucho más grande que la vida natural; y es la vida sobrenatural a la cual estamos llamados todos y que tiene su culmen después de la muerte. Texto: A los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito de muchos hermanos (Rm 8, 29).

Lo primero que Dios tuvo presente, cuando creó el universo, fue a su Hijo Jesucristo, que sería el centro y la meta de todo el universo, de la evolución y de la historia. A los hombres nos creó para que fuéramos semejantes a su Hijo por nuestra virtud, nuestro comportamiento ejemplar y por la gracia santificante que nos constituye en hijos adoptivos de Dios. Todo ello en esta vida. En la otra vida seríamos todavía más semejantes a Jesús, por nuestra glorificación eterna. De esta manera, el Señor Jesús sería el primogénito de muchos hermanos. Este fue el plan grandioso de Dios sobre el universo. En ese plan, nosotros estábamos predestinados a ser hermanos de Jesús y coherederos de su gloria. Texto: Y a los que predestinó, a esos también los llamó; y a los que llamó, a esos también los justificó; a los que justificó, a esos también los glorificó (Rm 8, 30).

El Padre eterno, pues, nos conoció desde toda la eternidad. Y desde toda la eternidad nos amó y nos predestinó a ser semejantes a su Hijo Jesucristo por la santidad de nuestra vida. Santidad que se encuentra, en primer lugar, en la gracia santificante que recibimos en el bautismo y que nos hace santos a semejanza de Jesús. La santidad deberá estar, 22

también, en la bondad de nuestras obras, palabras, sentimientos y pensamientos. De esta manera, el Padre que nos predestinó nos podrá glorificar después de nuestra muerte. Texto: Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien lo entregó por nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? (Rm 8, 31ss).

Estas palabras del apóstol Pablo son fuente de nuestra confianza en Dios. Si el Padre no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, eso significa que está dispuesto a darnos todas las ayudas, de naturaleza y de gracia, que sean necesarias para que lleguemos a la vida eterna. Ante este pensamiento, la desconfianza en Dios, no solamente resulta insultante para Dios, sino que resulta también absurda. ¡Dios no pudo hacer más por nosotros! ¡Su misericordia llevó a su omnipotencia hasta el límite! Texto: Estoy seguro que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro (Rm 8, 38ss).

El amor de Dios a nosotros fue un amor gratuito, pues Él nos amó desde toda la eternidad antes de que nosotros hubiéramos hecho nada de bueno ni de malo. El amor de Dios a nosotros está sobre todo lo creado, pues Él no perdonó a su propio Hijo por nosotros. Por este motivo dice san Pablo que ni lo presente ni lo futuro, ni ángeles ni demonios, ni criatura alguna nos puede separa del amor que Dios nos tiene a nosotros. Desgraciadamente, nosotros mismos nos podemos separar del amor de Dios por el pecado. ¡Es una ingratitud muy grande! ¡Es un error inconmensurable! ¡Es una ofensa gravísima a la majestad de Dios! Pero nosotros podemos, por medio del pecado, despreciarlo a Él y separarnos de su amor. Capítulos 9, 10 y 11 Para nosotros, la suerte del pueblo judío, respecto de la vida eterna, no constituye problema: el pueblo judío rechazó a Jesús y Dios lo rechaza a él; sin embargo, se salvará el que viva con buena conciencia. Pero Pablo era judío; se hallaba en medio de los acontecimientos; a sus ojos, el pueblo judío se perdía; y Pablo no acababa de comprender aquello. Por este motivo, vuelve a considerar la suerte del pueblo judío: ¿cómo explicar el rechazo de Dios, después de la elección hecha a los patriarcas? Pablo da distintas respuestas: que Dios elige al que quiere y rechaza al que quiere, teniendo en cuenta sus obras; que no todos los hijos de Israel son israelitas, pues Ismael y Esaú fueron hijos de patriarcas, pero no pertenecieron al pueblo elegido; y que, de todas maneras, queda un resto de Israel, que es el elegido. A toda esta argumentación Pablo dedica los capítulos 9, 10 y 11, pues se trataba de responderse a sí mismo y de responder a los romanos que fueran judíos. Texto: Desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne (Rm 9, 3).

El celo de Pablo, por salvar a los hombres, nos deja sobrecogidos, pues él mismo 23

desearía ser un anatema (un condenado), para salvar a sus hermanos, los israelitas. Ante este celo increíble, nosotros quedamos muy mal, pues nuestro celo, por la salvación de los hombres es bastante tibio. En la meditación, pidamos al Señor que inflame nuestro corazón para que colaboremos decididamente en la salvación de los hombres. Texto: –Los israelitas– de los cuales es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne (Rm 9, 4ss).

Ciertamente, la justicia de Dios nos deja aterrados. Los israelitas fueron elegidos por Dios desde los tiempos de Abrahán, unos 2.000 años antes de Cristo. Durante todos esos siglos Dios tuvo una providencia muy especial con su pueblo: lo sacó de Egipto, le envió a Moisés y a los profetas, pactó con ellos la alianza, lo perdonó innumerables veces y Cristo mismo tomó su carne humana del pueblo de Israel; y, sin embargo, en la plenitud de los tiempos, Dios rechaza a ese pueblo. Ante esto no puedo menos de pensar en que yo también he recibido muchos y admirables dones de Dios; pero no estoy seguro; yo puedo hacerme digno de mi rechazo, por parte de Dios, como lo fue el pueblo de Israel después de 20 siglos de elección. Texto: ¿Es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para usos despreciables? (Rm 9, 21).

Pablo se refiere, sin duda alguna, al episodio de Jeremías, que fue invitado por Dios al taller del alfarero para que viera cómo éste, de un mismo barro, saca vasijas para usos nobles y vasijas par usos despreciables (cf. Jr 18, 1-7). La escena de Jeremías está presente en Pablo cuando acepta que Dios, del mismo pueblo judío hizo una nación elegida y una nación reprobada. La enseñanza que debemos sacar de aquí es que estamos en las manos de Dios y que debemos pedirle, con mucha humildad, que nos conceda su gracia para que nosotros seamos un pueblo de su elección y no de su reprobación. Texto: Porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo (Rm 10, 9).

Ya vimos que Dios puede hacer del hombre un objeto de su elección o un objeto de su reprobación. El pueblo judío fue reprobado, mientras que a nosotros se nos concedió la fe en el Señor Jesús, en su muerte y en su resurrección; es decir, nosotros hemos sido constituidos vaso de elección, mientras respondamos bien a la gracia de Dios. Esta elección es tan grande que bien podríamos pasarnos la vida dándole gracia a Dios. Probablemente pasaremos la eternidad alabando al Señor y dándole gracias por sus infinitos beneficios. Texto: La fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo (Rm 10, 17).

Pablo se pregunta: “¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados?” (Rm 10, 14). Pablo se refiere a los de su raza, a los judíos: no pueden creer en Cristo si no se les predica. Pero esta afirmación tiene un valor general: nadie puede creer en aquello que no ha oído; pero para oírlo hace falta predicarlo y para predicar se necesita ser enviado. Esta afirmación, que 24

Pablo aplicaba a los judíos de su tiempo, vale, pues, para todo aquel que no cree porque no se le ha predicado. Es decir, esto vale para más de la mitad de la humanidad actual: no cree en Cristo porque no se le ha predicado. Las misiones, pues, que estuvieron tan de moda en la primera mitad del siglo XX, continúan siendo indispensables. Hace falta que todos nosotros nos sintamos misioneros, donde estemos, y que dejemos oír la voz de nuestra fe en Cristo. Texto: ¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e irrastreables sus caminos! (Rm 11, 33).

Pablo prorrumpe en esta exclamación al contemplar la suerte de su pueblo: del elegido de Dios solamente se salvó un resto que llegó a creer en el Evangelio. Tengo que confesar que yo también me siento aterrado ante el juicio de Dios. Del pueblo elegido y objeto de extraordinarias providencias, solamente llegó al puerto un pequeño resto. Siento temor y temblor ante los juicios de Dios. No puedo menos de suplicar al Señor que tenga misericordia conmigo hasta el fin de mi vida. Capítulo 12 Pablo deja sus consideraciones sobre la suerte del pueblo judío y vuelve sus ojos a la comunidad cristiana. Comienza la parte exhortativa de la carta. Pablo exhorta a llevar una vida santa. Recuerda que todos los creyentes de la comunidad formamos un solo cuerpo y, por este motivo, cada uno de los miembros ejerce diversas funciones. Texto: Los exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcam sus cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será su culto espiritual (Rm 12, 1).

Pablo habla a judíos y paganos convertidos al cristianismo. Probablemente se ofrecían dudas sobre el trato que debían dar a sus cuerpos una vez que pertenecían a la nueva religión. Pablo no desciende a detalles: solamente da una ley general: que el cuerpo de los cristianos se debe tratar como una hostia ofrecida a Dios y que, por consiguiente, deben llevar sus cuerpos con dignidad. Texto: Y no se acomoden al mundo presente, antes bien transforménse mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios. Lo bueno, lo agradable, lo perfecto (Rm 12, 2).

Recordemos que Pablo se está dirigiendo a judíos y romanos convertidos al cristianismo y les está explicando cómo debe ser la conducta de los cristianos. Pues bien, a este propósito les da, como norma, que no se acomoden al mundo presente, es decir, que el mundo no es la norma que debemos seguir en nuestro modo de proceder. Pablo se refería al mundo romano del siglo primero y es claro que ese mundo no era ningún ideal de conducta. Pero esa misma norma sigue valiendo para nuestros días: nuestro mundo, el mundo del siglo XXI, no es el ideal moral del cristiano. Todo lo contrario, debemos oponernos a ese mundo lleno de frivolidad, de pansexualismo, de avaricia, de materialismo, de culto al dinero, a la fama, al poder, al cuerpo, al placer. Se acepta que, también, en nuestra cultura hay elementos muy valiosos, como los derechos 25

humanos, la ciencia, etc. Esos elementos los debemos aceptar y promover. Pablo invita a los cristianos a que hagan un discernimiento sobre su conducta para que se porten como agrada a Dios; que busquen lo bueno, lo agradable a Dios, lo perfecto. Eso fue lo que hicieron los primeros cristianos y así nos dejaron modelos de conducta. También la actual generación debe hacer un discernimiento semejante y dejar a sus hijos modelos de conducta. El discernimiento se hace consultando a la propia conciencia hasta que ella nos diga que está de acuerdo con la forma de conducta que proponemos; pero hay que tener una conciencia muy delicada para que podamos oír lo que nos dice. Texto: Pues así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno, por su parte, los unos miembros de los otros (Rm 12 ,5ss).

La doctrina del cuerpo místico de Cristo Pablo la había explicado a los fieles de Corinto en su primera carta, c. 12. Entonces lo hizo para evitar las divisiones entre los fieles en esa Iglesia. Aquí lo hace, simplemente, porque esa doctrina es fundamental y él tenía que enseñarla a los fieles de Roma, sacando de ella las consecuencias obvias. Entre el pueblo de Roma había dones diferentes: los dones de profecía, enseñanza, de milagros, etc. Todos esos dones debían servir para la edificación del cuerpo de Cristo, es decir, de la comunidad cristiana. Esta doctrina del cuerpo místico de Cristo: el que todos nosotros formamos un solo cuerpo, debe estar siempre presente en nuestra mente para que evitemos la soberbia y consigamos la humildad, pues todos, aun los que poseen los dones de gobierno, de predicación, de enseñanza, no son más que servidores de los demás. En los vv. 9 a 14, del c. 12, Pablo aplica la doctrina del cuerpo místico a la caridad y dice a sus fieles: “Su caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndose al bien; amándose cordialmente los unos a los otros…”. Efectivamente, la primera aplicación de la doctrina del cuerpo místico es a la caridad, como lo hace Pablo. Texto: Constantes en la tribulación (Rm 12, 12).

Como ya dijimos, esta carta fue escrita hacia el año 55. Para esa época, ya Nerón gobernaba el imperio romano, pero todavía no se había convertido en perseguidor de los cristianos. La “tribulación”, pues, a la que se refiere Pablo no es la persecución contra los cristianos. Pablo se refiere, pues, a las tribulaciones normales de la vida. No hay que olvidar que entre los cristianos probablemente había esclavos y éstos eran tratados con mucha crueldad. Además, están las tribulaciones ordinarias de la vida: el trabajo, la enfermedad, la pobreza, los disgustos, etc. A todas esas tribulaciones sí se refiere Pablo y en ellas nos pide constancia. Texto: Perseverantes en la oración (Rm 12, 12).

Pablo se refiere a cristianos comunes y corrientes; no se refiere a monjes; y, sin embargo, les pide perseverancia en la oración. De aquí se sigue que la oración debe ser 26

virtud, no solamente de los monjes, sino también de todo el pueblo de Dios. Está la oración en comunidad que se practica asistiendo a misa todos los domingos y días de precepto; está la oración en familia, que la debe practicar toda familia cristiana; y está la oración personal, la comunicación con Dios, que todos nosotros debemos practicar. Hace falta pues, que todo cristiano y cristiana reserve algún tiempo de su día para reflexionar, para meditar, para orar y comunicarse con el Señor. Esto es una verdadera necesidad de todo hombre y de toda mujer. No nos podemos pasar la vida sin comunicarnos con el Señor Dios, nuestro Padre. Texto: Bendigan a los que los persiguen, no maldigan (Rm 12, 14).

Dios bendijo a Abrahán y lo constituyó en una bendición para todos los pueblos de la tierra. También el Señor Jesús fue bendición para todos los hombres. Así, el Señor quiere que nosotros seamos bendición; bendición para todas las personas que tratan con nosotros y que, de ninguna manera, seamos maldición para nadie. Igualmente, las palabras que salen de nuestros labios deben ser palabras de bendición, siempre y en toda ocasión, aun respecto de las personas que no nos quieren bien, que nos insultan y nos hacen daños. Texto: Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran (Rm 12, 15).

Nuestros sentimientos, con la demás gente, tanto con los cercanos como con los lejanos, no pueden ser de frialdad e indiferencia respecto de su suerte. Lo propio de un cristiano es compadecerse con los demás: alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran como nos lo dice el apóstol Pablo. Pues también el Hijo de Dios se compadeció de nosotros, cuando estábamos lejos de él, se encarnó y murió para librarnos del pecado y de la muerte eterna y llevarnos al reino de Dios. Texto: Vence al mal con el bien (Rm 12, 21).

Desde el v. 14 en adelante, Pablo ha venido dando una serie de consejos encaminados a que sus cristianos no sean vengativos, sino que respondan al mal con el bien. Les ha dicho: “Bendigan a los que los persiguen… sin devolver a nadie mal por mal… no tomando la justicia por su cuenta… antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” y termina con su frase lapidaria, la que estamos comentando: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien”. El responder al mal con el mal es cosa completamente indigna de un cristiano. En la meditación debo examinar mi corazón para ver si existen en él algunas fibras que reaccionen con la venganza. Capítulos 13, 14 y 15 En estos capítulos se continúa lo comenzado en el c. 12, es decir, sigue exhortando a la práctica de todas las virtudes. Texto: Sométanse todos a las autoridades constituidas (Rm 13, 1).

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Tenemos que tener presente que, cuando Pablo dio este precepto, la autoridad, en todas partes, era pagana y el que gobernaba a Roma era Nerón, aunque todavía no había ordenado matar a su madre ni a su mujer, ni era sospechoso del incendio de Roma. Este mandamiento de Pablo hizo sentir toda su dureza pocos años después, cuando empezaron las persecuciones romanas a los cristianos. Aun en medio de esas persecuciones, los cristianos continuaron pensando que el mandamiento de Pablo era mandamiento de Dios y que ellos tenían que someterse a las autoridades civiles. En la democracia, con mucha frecuencia sucederá que la autoridad pertenece a otro partido, distinto del mío. No hay duda de que, aun entonces, continúa siendo válido el mandamiento de Pablo: “Sométanse todos a las autoridades constituidas”. Sucede que, en las democracias, cada persona tiene que hacerse su propio juicio sobre todos los acontecimientos públicos. Eso es correcto. Eso pertenece a la virtud de tener una conciencia crítica sobre todas las cosas; pero, aun así, debo someterme de buen grado y de manera positiva a la autoridad. Aceptando sí, que, en algunos casos, es lícita la rebelión. Es claro que también debemos someternos a la autoridad de la Iglesia. Forma parte de ese sometimiento el tener paciencia con las limitaciones humanas de quienes nos gobiernan. Y respecto a la conciencia crítica, esta también la debemos practicar con las disposiciones que provienen de alguna autoridad de la Iglesia. Texto: Den a cada uno lo que se le debe (Rm 13, 7).

El mismo Pablo explica este versículo diciendo a continuación que al que se le deben impuestos, se le paguen impuestos; al que se le debe tributo, se le pague tributo; al que se le debe respeto, se le dé respeto; y al que se le debe honor, se le dé honor. Pero este texto ha pasado a ser el ideal de la justicia, que se enuncia así: “Dar a cada uno lo suyo”. Después, en el v. 8, Pablo añade: “Con nadie tengan otra deuda que la del amor mutuo”. Esto se llama estar en paz con todo el mundo. Texto: La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud (Rm 13, 10).

Ese versículo también se puede traducir así: el amor es la plenitud de la ley. En el versículo anterior, v. 9, Pablo nos había explicado que los otros mandamientos como no robar, no matar, no mentir, todos ellos se cumplen con la ley del amor; pues el que ama al prójimo no roba, no mata, no miente, no hace mal alguno. Ya esto nos lo había dicho nuestro Señor Jesucristo cuando explicó que el amor es el mandamiento más importante (cf. Mt 22, 36ss). En este punto debo examinar mi propio corazón: ¿sé amar? Sólo saber amar no es fácil; hay que salir del propio egoísmo e ir hasta el otro, hasta el prójimo para comprenderlo, estimarlo, amarlo y ayudarlo. También me debo preguntar: ¿la tonalidad de mi vida es de amor? ¿Amo en todas mis acciones? ¿Amo mi trabajo, mis cosas, a mis amigos, a mis familiares, a los extraños? Texto: Como en pleno día, procedamos con decoro (Rm 13, 13).

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Pablo especifica, un poco, su mandamiento de andar con decoro. Nos dice, en el mismo versículo: “Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias”. Pero en la conducta cristiana quedan todavía muchos puntos por determinar. Pablo no los determina; deja que cada cristiano, de acuerdo con su conciencia, determine las pautas de su conducta. Es, pues, necesario, que nosotros consultemos diariamente a nuestra conciencia para que cada uno se fije las normas de su modo de proceder. Capítulo 14 En tiempos de Pablo, los cristianos tenían que elegir si aceptaban o no algunas costumbres paganas. Por ejemplo, unos admitían y comían la carne de animales que habían sido inmolados a los ídolos; mientras que otros no aprobaban esa costumbre, ni comían esa carne. Eso daba lugar a divisiones en la comunidad. Pablo resuelve el problema diciendo que los fuertes en la fe (los que comían de esa carne) lleven con paciencia el proceder de los débiles en la fe y que no los desprecien. Texto: Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que ya vivamos, ya muramos del Señor somos (Rm 14, 7).

Con estas palabras, llenas de sabiduría, Pablo afirma nuestra total dependencia del Señor nuestro Dios. Sin embargo, lo que Pablo pretende es que cada uno se fije en sus propias acciones y en la cuenta que de ellas debe dar a Dios (v. 12) y deje de fijarse en lo que hacen los demás y deje de criticarlos. Todo ello se refería al problema de comer o no comer carne inmolada a los ídolos, como lo acabamos de decir. Capítulo 15 Pablo termina el problema que había comenzado en el c. 14, y aun desde antes, sobre aceptar o no aceptar carne de animales sacrificados a los ídolos. Avisa que los no judíos están recibiendo, ahora, la revelación de Dios y señala que él ha sido encargado, por Dios, de este ministerio. Por último, comunica a sus fieles de Roma su intención de viajar a España. Texto: Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado (Rm 15, 1).

Pablo se refería, como es obvio, al problema de comer o no comer carne inmolada a los ídolos. Llama “fuertes” a los que aceptan la costumbre de consumir ese tipo de carnes; y llama “débiles” a los que no se atrevían a hacerlo. Pablo resuelve el problema invitando a los fuertes a que sobrelleven con paciencia las flaquezas de los débiles. Pero ese mismo problema es de todos los tiempos; pues en todos los tiempos se presenta variedad de procederes entre el pueblo cristiano por diversas circunstancias. Y la solución es la misma: que los fuertes lleven con paciencia las flaquezas de los débiles.

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Capítulo 16 Al final de su carta, Pablo termina enviando saludos a sus amigos de Roma, de parte suya y de parte de los fieles que estaban con él. Termina la carta invitando a la alabanza de Dios. Texto: Saluden a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús (Rm 16, 3).

Ya dijimos que el final de esta carta y de todas sus otras cartas, Pablo lo reserva para enviarles saludos a sus numerosos y muy queridos amigos. Con esto, Pablo nos da ejemplo de persona que supo querer en la vida y que tuvo numerosos amigos. Llegar a querer no es fácil. Hay que salir del propio egoísmo, del exagerado amor a sí mismo, para ir hasta el otro y quererlo. La socialización de la persona empieza con el amor de amistad. Es la primera extensión del amor hacia otra persona. Eso se suele lograr en la niñez, con los primeros amigos del colegio. Pero si no se consigue el amor de amistad, se permanece en el egoísmo infantil. Es el caso de las personas que son niños o niñas toda la vida. Pablo nos da el ejemplo de amistades amplias y muy sinceras.

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PRIMERA

CARTA A LOS

CORINTIOS

Introducción Corinto era un puerto griego situado en el estrecho que une al Peloponeso con Grecia. Tenía todas las características de un puerto de aquellos años: estaba formado por una muchedumbre abigarrada procedente de distintas partes del imperio, con distintas costumbres, distintas lenguas, distintas religiones y con una vida moral bastante laxa. Pablo dedica casi dos años al trabajo de evangelizar esa ciudad. Pero los vicios y las malas costumbres estaban demasiado arraigados en esa comunidad, así que se continuaron manifestando aun después de su evangelización. Esa comunidad le dio mucho trabajo a Pablo: además de sus casi dos años de evangelización, Pablo tuvo que hacerle varias visitas y escribirle varias cartas: una primera carta que se perdió; una segunda carta, que es nuestra Primera Corintios; una probable tercera carta, que también se perdió; y una cuarta carta que es nuestra Segunda Corintios. Los corintios se habían dividido en bandos, de acuerdo al apóstol de sus preferencias: unos eran de Pablo; otros eran de Apolo (un hombre muy fervoroso que ayudó a evangelizarlos); otros eran de Pedro, etc. Pablo les reprende esa actitud infantil y les dice que todos son de Cristo. Además, se habían presentado ciertos abusos sexuales por lo cual Pablo los reprende. Da la doctrina sobre los distintos carismas que se presentaban entonces y, por último, les aclara las dudas que tenían sobre la resurrección de los muertos. Capítulo 1 Después del saludo y las gracias a Dios, propias de todas las cartas de san Pablo, el Apóstol entra en materia, en primer lugar, para acabar con las divisiones de esa Iglesia. Texto: Los conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengan todos un mismo sentir, y no haya entre ustedes disensiones; antes bien, unidos en un mismo pensar y un mismo sentir (1Co 1, 10).

Pablo no se opone a un sano pluralismo; pues él mismo permite la existencia de pareceres y de procederes diversos y aún contrarios, por ejemplo, en el caso de de la carne de animales inmolados a los ídolos; en ese caso, Pablo no condena ni a los que aprueban ni a los que reprueban comer esa carne, como se verá más adelante en el c. 8; pero, en este caso, la división de la Iglesia de Corinto debía ser muy profunda y debía estar unida a una gran animosidad. Sucedió que, después de que Pablo evangelizó a Corinto, vino un judío llamado Apolo a predicar, también, en este puerto. Entonces los fieles se dividieron entre partidarios de Pablo y partidarios de Apolo. Pablo les escribe, pues, para decirles que se dejen de esas 31

divisiones. Que todos son de Cristo, que es el Señor de todos. Hoy, afortunadamente, nos estamos acostumbrando al pluralismo ideológico, en puntos libres de doctrina, sin que eso afecte nuestra unidad. Texto: No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio (1Co 1, 17).

No es que el bautismo no tenga importancia, ni que Pablo desprecie el bautismo; lo que sucedía entonces era que la comunidad de Corinto estaba dividida entre seguidores de Pablo y seguidores de Apolo. Por este motivo el Apóstol da gracias a Dios de haber bautizado a muy pocos, para que su influjo no dé lugar a divisiones en la Iglesia. Este texto se puede aplicar a nuestros días de la manera siguiente: son pocos los que hoy tienen la misión de bautizar; eso está reservado a los párrocos; pero la misión de anunciar el Evangelio sí nos corresponde a todos. Es verdad que la predicación oficial de la Iglesia está reservada a los obispos y los sacerdotes; pero todos debemos anunciar el Evangelio en nuestra conversación diaria y en nuestro modo de proceder. Texto: La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan es fuerza de Dios (1Co 1, 18).

Nosotros estamos acostumbrados a ver la cruz con gran respeto y con veneración. Pero para los hombres del siglo primero, que habían presenciado alguna crucifixión, la cruz era algo horroroso, algo que no se podía mirar, ni venerar. Y el que Jesús, el Mesías, el redentor del mundo, hubiera muerto en la cruz, eso constituía todo un escándalo incomprensible. Esta situación explica el texto que estamos comentando: la muerte de Jesús crucificado era un escándalo para los que no tenían fe; pero, para los cristianos, era manifestación de la sabiduría de Dios. Aquí me pregunto: ¿qué es la cruz para mí? ¿Qué es para mí el fracaso, la quiebra, la enfermedad, la contradicción? Es decir, todo lo que significa cruz. Texto: ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? (1Co 1, 20).

Este versículo también se puede traducir así: “La sabiduría del mundo, Dios la ha convertido en tontería”. Efectivamente: la sabiduría de este mundo, como la fama de las estrellas del cine y de la televisión, ¿qué vale ante Dios? ¡Nada! Es pura tontería! La embriaguez de la adicción a los narcóticos: ¿qué vale ante Dios? ¡Nada! Es error lamentable! El éxito económico proveniente del dinero fácil: ¿qué vale ante Dios? ¡Nada! Es un valor negativo! Realmente, la sabiduría de este mundo es tontería ante Dios. ¿Y la ciencia? La ciencia sí es un valor, si se emplea para el bien. ¿Y la riqueza? ¿Y el éxito en la política? Todo ello puede ser valor, si se ha obtenido honestamente y si se emplea para el bien. Texto: Mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado (1Co 1, 22ss).

Lo que dice Pablo, en estos versículos, era enteramente cierto. Los judíos pidieron a Jesús una señal del cielo y los griegos pedían a Pablo la sabiduría de los filósofos; pero lo que ofrecía Pablo era su predicación sobre Jesús crucificado. 32

Hoy sucede algo semejante: este siglo lo que pide es la ciencia; y la ciencia sí es buena; pero por la ciencia se llega al mundo; por la ciencia no se puede llegar a Dios. A Dios se llega por la fe; por la experiencia de Dios en nuestros corazones. La fe es una necedad para el científico; pero, para Dios, es el principio de nuestra salvación. Texto: Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es (1Co 1, 28).

En la ciudad de Corinto, en tiempos de Pablo, los que se convirtieron al cristianismo no fueron los ricos, ni los nobles, ni los sabios. Al cristianismo se convirtió gente del pueblo, gente sencilla, gente de vida común y corriente. Quizá en nuestros días esté sucediendo algo semejante: los cristianos fervorosos no pertenecen a los potentados de la tierra ni por sabiduría, ni por ciencia, ni por poder, ni por riqueza. Los cristianos fervorosos son gente del pueblo, gente modesta; y nosotros nos gloriamos de pertenecer a esa gente sencilla, a esa gente del pueblo, a esa gente común y corriente. Capítulo 2 Pablo continúa su contraposición de la sabiduría de Dios y la sabiduría del mundo y nos dice que él no quiso conocer otra cosa, sino a Jesucristo crucificado. También nos habla del Espíritu y nos dice que solamente el hombre espiritual puede conocer las cosas de Dios. Texto: No quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado (1Co 2, 2).

Pablo se refiere al tiempo de su predicación del Evangelio en Corinto. En ese tiempo Pablo no quiso emplear el lenguaje de la sabiduría griega, sino que empleó un lenguaje sencillo; y no quiso hablar de cosas de la sabiduría griega, sino que habló de Jesucristo y de éste como crucificado. Está bien que nosotros conozcamos las ciencias. Las debemos conocer. Pero nuestro principal conocimiento debe ser de Jesucristo. A Jesucristo lo debemos conocer, sentir, gustar, saborear y su cruz la debemos amar. Texto: El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios (1Co 2, 10).

Pablo se refiere, en primer lugar, al Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, que penetra los secretos de Dios. En segundo lugar, se refiere a la acción del Espíritu Santo en nosotros, que nos hace entender los planes de Dios. El hombre que recibe la acción del Espíritu Santo, y comprende las cosas de Dios, ese hombre se llama espiritual. Y mundano, o carnal, se llama el hombre que no ha recibido la acción del Espíritu Santo y que, por tanto, no entiende las cosas de Dios. Nosotros, para ser espirituales de verdad, necesitamos ser completamente dóciles a la acción del Espíritu Santo en nuestro interior. Capítulo 3 33

Pablo vuelve al tema de las divisiones en la Iglesia de Corinto y dice a sus fieles que ellos no son espirituales, pues mientras tengan divisiones, son puramente humanos. También Pablo vuelve al tema de la sabiduría humana y la sabiduría divina. Texto: ¿No saben que son santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? (1Co 3, 16).

Pablo explica, a sus fieles de Corinto, que ellos son templo de Dios; que él, Pablo, echó los cimientos de ese edificio, es decir, realizó la evangelización fundamental; que Apolo edificó; pero que el edificio es templo de Dios y que el Espíritu de Dios vive en él. Esa misma afirmación de Pablo es válida para nosotros: nosotros también somos templo de Dios y el Espíritu Santo habita en nuestra alma: nos ilumina, nos instruye, nos corrige, nos alienta y nos da la fuerza y la esperanza. Texto: Todo es de ustedes; y ustedes de Cristo y Cristo, de Dios (1Co 3, 22).

Pablo les estaba recordando, a sus fieles de Corinto, que se dejaran de divisiones diciendo que unos son de Pablo, otros de Apolo y otros de Pedro. Pablo les dice que tanto él, Pablo, como Apolo y como Pedro son simples servidores de Dios. Que todo es de ellos: Pablo, Apolo, Pedro, lo presente y lo futuro, la vida y la muerte; que ellos son de Cristo y Cristo de Dios. Esa misma palabra vale para nosotros: todas las cosas son para nosotros, para nuestro servicio: el sol, la luna, las estrellas, la luz, las tinieblas, el firmamento, las nubes, el agua, la tierra, los animales y las plantas; pero también el Papa, los obispos, los sacerdotes, las autoridades civiles, la ciencia el arte, la cultura; todas las cosas son para nosotros; y nosotros somos de Cristo y Cristo de Dios. Capítulo 4 Pablo dice, a sus fieles de Corinto, que tanto él, como Apolo, son sus servidores; pero que no los juzguen porque el juicio pertenece a Dios. Les indica la dura suerte de los apóstoles y les avisa que le enviará a Timoteo para que él les recuerde sus enseñanzas; y que el mismo Pablo piensa visitarlos. Texto: Que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se exige de los administradores es que sean fieles (1Co 4, 1ss).

Pablo les estaba diciendo, a los fieles de Corinto, que no se crean sabios, porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios (1Co 3, 18ss). Después, continúa con el versículo que comentamos: que se consideren, simplemente, como ayudantes de Cristo; pero les recuerda, a continuación, que un ayudante debe mostrarse fiel y digno de confianza. Esta misma consideración es válida también para nosotros. Nosotros todos, sacerdotes, religiosos y laicos somos simples ayudantes de Cristo en su misión de salvar al mundo; pero se nos exige la fidelidad total a nuestra misión, que es distinta en el padre, en la madre de familia, en el religioso y en el sacerdote. No podemos defraudar nuestra misión 34

buscando nuestro propio éxito o nuestra propia complacencia. Texto: Mi juez es el Señor (1Co 4, 4).

Por lo visto, Pablo había sido muy desacreditado por algunos de sus fieles en Corinto. Por esto les dice que no le interesa el juicio humano (1Co 4, 3); porque el que juzga es Dios. Esta misma frase vale para nosotros; para que seamos muy cuidadosos en nuestros juicios, pues el que juzga es Dios y nosotros nos exponemos a equivocarnos muy gravemente en nuestros juicios. No lo olvidemos nunca: el que juzga es Dios. También nos sirve este texto para valorar, en su justa medida, los juicios y aun los insultos, que profieran contra nosotros. Tenemos que acostumbrarnos a despreciar ese juicio ajeno; pues el que juzga es Dios. Pero también debemos andar muy cuidadosos de la perfección de nuestras actitudes, pues el que juzga es Dios. Texto: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué gloriarte...? (1Co 4, 7).

En los problemas de la Iglesia de Corinto había mucho de orgullo. Los miembros de las distintas facciones, en que se había dividido la Iglesia, se despreciaban los unos a los otros. Más aún, llegaron a criticar severamente y aun a condenar al apóstol Pablo. Por este motivo, en su carta, ataca esa soberbia diciéndoles que todo lo que tienen lo han recibido de Dios y que no hay motivo alguno para esa soberbia. La soberbia es algo que todos llevamos muy metido en el corazón. También nosotros necesitamos que Pablo nos diga que todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios y que no hay motivo alguno para la soberbia. Texto: ¡Ya son ricos! Se han hecho reyes sin nosotros! (1Co 4, 8).

Pablo continúa atacando la soberbia de los corintios. Les dice, en tono sarcástico, que ellos se sienten reyes; y contrapone, con bastante fuerza, la suerte del Apóstol. Les dice: “A nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Nosotros, necios por seguir a Cristo; ustedes, sabios en Cristo. Débiles nosotros, ustedes fuertes” (1Co 4, 9ss). Y Pablo continúa, de esta suerte, contraponiendo la situación de los apóstoles y de los fieles. Nosotros debemos meditar estos duros párrafos del apóstol Pablo porque, probablemente, también nosotros nos sentimos reyes, y sabios, y fuertes, y nobles. Texto: Les ruego, pues, que sean mis imitadores (1Co 4, 16).

Pablo se pone a sí mismo, y de manera franca y abierta, como modelo para sus hijos de Corinto. Pablo era consciente de lo mucho que había sufrido por el Señor y de que, en todas partes, había llevado un género de vida verdaderamente ejemplar. Esto mismo se lo repiten los padres de familia a sus hijos cuando ya están en edad de abandonar la casa paterna para formar sus propios hogares. Los padres dicen a sus hijos: les hemos dado ejemplo de vida; ¡imítenos! Esto mismo deben decir los pastores a sus 35

fieles: ¡les hemos dado ejemplo de vida! Capítulo 5 En la Iglesia de Corinto se estaba presentando un grave escándalo: uno de sus fieles estaba viviendo con la segunda esposa de su padre. Pablo pide a sus cristianos que expulsen de la comunidad a ese que está dando semejante escándalo. Texto: Purifíquense de la levadura vieja, para ser masa nueva (1Co 5, 7).

Pablo llama “levadura vieja” a los criterios y sentimientos del mundo. Esa levadura vieja, y los inficionados por ella, deben ser echados de la comunidad de fieles para que todos se presenten ante Dios como panes ázimos, que eran los que se comían en la pascua y habían sido cocidos sin levadura. La lección que nos da Pablo es muy dura: echar de la comunidad a los escandalosos. Esto no se ve cómo lo podamos practicar hoy, en tiempos del ecumenismo y del pluralismo ideológico. Capítulo 6 Entre los fieles de Corinto se presentaban pleitos que eran llevados ante los tribunales paganos. Pablo les pide que, a ser posible, no haya pleitos; pero, que si los hay, que los lleven ante algún hermano cristiano y no ante jueces paganos. Después, desde el v. 12 en adelante, el apóstol trata de los problemas sexuales, prohíbe todo uso del cuerpo fuera del matrimonio y recuerda, a sus fieles, que ellos son templo del Espíritu Santo. Texto: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor (1Co 6, 13).

Pablo dice a sus fieles que el cuerpo no es para la inmoralidad, sino para el Señor. Que Dios es el Señor del cuerpo y que Él lo resucitará; y que, por tanto, debemos tratar el cuerpo como cosa de Dios; lo debemos llevar, durante la vida, con dignidad. Texto: ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? (1Co 6, 15).

Cristo, con todos sus fieles, forma un solo cuerpo que se llama “el cuerpo místico de Cristo”. Cada uno de nosotros es un miembro de ese Cristo total. Así pues, si nosotros somos miembros del cuerpo de Cristo, debemos tratar nuestro cuerpo con todo respeto, porque nuestro cuerpo no es del todo nuestro, es de Cristo. Esta doctrina del cuerpo místico de Cristo la encontramos en san Pablo en varios lugares: aquí, al tratar de la sexualidad (1Co 6, 15); y en el c. 12, de esta misma carta, cuando trata de los diversos dones de Dios concedidos a diversas personas. Capítulo 7 En este capítulo el apóstol Pablo aborda el tema del matrimonio. Es partidario de que la gente no cambie de estado cuando se convierte al cristianismo, sino que siga en el estado que tiene: si es casado, que no se separe; si es soltero, que no se case. Lo mismo, 36

el que tenga una hija en edad núbil y resuelve casarla, que no peca; pero si resuelve conservarla virgen hace mejor. En general, el Apóstol es partidario de que la gente no se case, sino que permanezca soltero o soltera, lo mismo que Pablo; pero advierte que, si se casa, no peca. Sin embargo, hoy, cuando se mira el matrimonio como un estado que tiende a la perfección y que posee recursos excelentes para llevar, tanto al hombre como a la mujer, a la santidad, toda esa doctrina parece un poco pesimista. Probablemente en esa doctrina estaba influyendo la idea que tenían entonces, de que el fin del mundo estaba cerca (cf. 1Co 7, 29-32). Capítulo 8 En el siglo primero, en tiempos del apóstol Pablo, era cosa común y corriente que toda la carne, que se vendía en el mercado, procediera de animales que habían sido sacrificados a los ídolos. Esa costumbre dio lugar a las posiciones contrarias que dividían al pueblo cristiano. Unos no comían carne, porque había sido sacrificada a los ídolos; mientras que otros pensaban que los ídolos eran nada y, por tanto, sí comían la carne que había sido inmolada a la nada. Pablo es partidario de esta segunda opinión pero advierte a los fuertes en la fe (los que sí comían carne) que había que tener cuidado de no escandalizar a los débiles en la fe (los que no comían carne). Capítulo 9 Es posible que algunos miembros de la Iglesia de Corinto criticaran a Pablo porque recibía hospedaje y alimentación de algunos de sus fieles. Pablo responde, en esta carta, recordando la antigua costumbre de Israel, consignada en la Sagrada Escritura, de que “el que trabaja para el altar, vive del altar”. De la misma manera, los que trabajan por el Evangelio tienen derecho a vivir de su trabajo. Al derecho de vivir de su trabajo, Pablo añade el derecho de tener una esposa cristiana, cosa que ya practicaban los otros apóstoles y también los hermanos del Señor. Pablo cita el caso concreto de Pedro, cuya esposa lo acompañaba en sus viajes apostólicos. Texto: ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! (1Co 9, 16).

El mensaje evangélico, que predicaba Pablo, era el mensaje de la liberación del pecado y de la muerte; era el mensaje de la resurrección y de la vida eterna. Pablo lo predicaba por convicción pero, también, por obligación, emanada del encargo que había recibido de Dios. En esto somos semejantes al apóstol Pablo, procuramos predicar el Evangelio por convicción pero, también, por obligación emanada de nuestra vocación. Texto: Me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda (1Co 9, 19).

Después de este texto, el apóstol nos dice que se ha hecho judío con los judíos para salvar a los judíos; que se ha hecho griego con los griegos, para salvar a los griegos; y 37

que se ha hecho débil para salvar a los débiles en la fe. Sin embargo, el texto nos da la posición general de Pablo con sus fieles, pues él estaba entre ellos, no como quien manda, sino como quien sirve: se había hecho el servidor de todos. Igual cosa practicó y enseñó nuestro Señor Jesucristo: Él estuvo entre sus discípulos, no como quien es servido, sino como el servidor de todos. Ésta debe ser norma de nuestro comportamiento, nuestra actitud ante los demás: debe ser de servidores, en todo tiempo y en toda circunstancia, y nunca adoptar el papel del señor y el amo. Texto: ¿No saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corran de manera que lo consigan! (1Co 9, 24).

Después de este texto, Pablo continúa diciendo que los atletas se privan de todo por conseguir una corona que se marchita. Pero nosotros corremos por un premio eterno; y se pone como ejemplo a sí mismo, pues él no se ejercita dando puños en el aire, sino que castiga su cuerpo y lo reduce a servidumbre para que él no vaya a quedar descalificado después de haber enseñado a otros. Este texto nos guía en dos aspectos: en el orden de vida personal, que debe ser exigente y austero; y en el cumplimiento de mi deber: mi trabajo debe quedar perfecto. Capítulo 10 Pablo quiere que todos sus fieles, tanto judíos como griegos, se liberen de la idolatría, que era un peligro en esos tiempos. Para esto les pone el ejemplo de los antiguos hebreos, que habían recibido muchos dones de Dios y, sin embargo, muchos de ellos cayeron en la idolatría y fueron gravemente castigados por el Señor. Después, Pablo vuelve al problema de si se podía comer carne de animales inmolados a los ídolos, que ya tratamos arriba. Texto: El que cree estar en pie, mire no caiga (1Co 10, 12).

Pablo había acabado de dar el ejemplo de los antiguos hebreos que, a pesar de los dones recibidos de Dios, cayeron en la idolatría y fueron castigados con la muerte. Ahora vuelve los ojos a sus fieles y les dice el texto que comentamos: “El que cree estar en pie, mire no caiga”. Desgraciadamente, mientras estamos en esta vida, y por grandes que fueren los dones recibidos de Dios, siempre podemos caer en el pecado. Por esto, también a nosotros se aplica el texto: “El que cree estar en pie, mire no caiga”. Texto: Fiel es Dios que no permitirá que sean tentados sobre sus fuerzas (1Co 10, 13).

No sabemos a qué pruebas se refería el Apóstol con estas palabras. En Corinto no había persecución de la sinagoga y las persecuciones de los emperadores romanos no habían comenzado todavía; así que, probablemente, él se refería a las pruebas ordinarias de la vida: la pobreza, el frío, el desamparo, la injusticia, la crueldad, etc. Pablo supone que habrá pruebas y habrá sufrimientos, que de todas maneras van a venir, serán tales 38

que los podremos soportar con las fuerzas ordinarias que nos da Dios y que, si vienen pruebas mayores, Dios nos dará la gracia necesaria para superarlas. Texto: El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos (1Co 10, 16ss).

Pablo exhorta a sus fieles a evitar la idolatría y, para ello, les da su argumento: el que ha recibido la eucaristía se hace uno con Cristo y con los demás fieles; ahora no puede ir a hacerse uno con los ídolos, el que ya es uno con Cristo. El mismo argumento lo emplea Pablo para evitar que sus fieles caigan en los pecados de la carne; y el mismo argumento es válido para que nosotros evitemos todo pecado pues, el que ha recibido la eucaristía se ha hecho uno con Cristo y ahora no puede entregarse al pecado. Texto: Ya coman, ya beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios (1Co 10, 31).

Pablo se refería a comer o beber alimentos que habían sido inmolados a los ídolos. Esos alimentos se podían comer o beber, con tal de no escandalizar a otras personas. Por eso dice: “Háganlo todo para gloria de Dios”. Hoy nosotros no tenemos peligro de comer o beber alimentos inmolados a los ídolos pero, de todas maneras, debemos hacerlo todo para gloria de Dios. Pero el Apóstol no se refiere solamente a comer o beber, se refiere a todas nuestras acciones; todas las debemos hacer para la gloria de Dios. En ello se comprende, principalmente, el trabajo, las ocupaciones en el hogar y el trato con amigos o familiares: todo debe ser “para la gloria de Dios”, es decir, debemos obrar y portarnos con tal perfección, que dé gloria a Dios. Capítulo 11 Trata de la manera de actuar en la Cena del Señor: que las mujeres se cubran la cabeza; que se destierren los abusos; como las divisiones y el exceso en comer o beber. Después, recuerda la fundación de la santa eucaristía y exhorta a participar en ella con santidad. Texto: Sean mis imitadores, como yo lo soy de Cristo (1Co 11, 1).

Este versículo, propiamente, pertenece al final del c. 10, cuando el Apóstol decía que no se diera escándalo a nadie, ni a judíos ni a griegos. Pero el texto tiene un valor general: Pablo se pone como ejemplo para que nosotros lo imitemos lo mismo que él sigue el ejemplo de Cristo. También nosotros debemos ofrecernos como modelo a las demás personas y por el mismo motivo, porque nosotros somos imitadores de Cristo. Texto: La cabeza de la mujer es el hombre (1Co 11, 3).

El Apóstol trata de organizar las relaciones sociales del hombre y la mujer dentro de la comunidad. Para esto establece que el hombre es la cabeza de su esposa y que las 39

mujeres, en el culto, lleven la cabeza cubierta. Esta costumbre, establecida por Pablo, duró unos veinte siglos, hasta el concilio Vaticano II a mediados del siglo XX. Hoy las relaciones de esposo y esposa son diferentes. Cada pareja busca la manera como se deben desenvolver en sus relaciones sociales, que son distintas en los diferentes cónyugues. Respecto al comportamiento de la mujer en el culto, hoy se da una libertad muy grande. Podemos decir que el velo ha desaparecido y que hoy se invita a la mujer a que tome parte activa en el culto. Texto: Pues quien come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propio castigo (1Co 11, 29).

Pablo está tratando sobre la santa eucaristía. Condena las divisiones en la comunidad; y condena las diferencias sociales en la Iglesia, el que, en la Cena del Señor, algunos pasen hambre mientras que otros están hartos. Después, narra lo que fue la fundación de la santa eucaristía e invita a participar en ella con dignidad. Hoy la recepción de la santa eucaristía es muy frecuente y abundante. Los domingos y días de fiesta las iglesias se llenan de gente y casi todo el mundo comulga. Yo tengo muy buena impresión de esta práctica en la Iglesia; pero siempre nos viene bien el aviso del Apóstol: que cada uno examine su conciencia para ver con qué dignidad está recibiendo la eucaristía. Capítulo 12 Éste es el capítulo donde Pablo consigna su doctrina sobre el cuerpo místico de Cristo. Nosotros somos muchos, de muchas lenguas y de muchas razas, y habitamos varios continentes, pero formamos un solo cuerpo: el cuerpo místico de Cristo. Texto: Nadie puede decir: “¡Jesús es Señor!”, sino por influjo del Espíritu Santo (1Co 12, 3).

Nosotros hacemos muchas cosas buenas: cumplimos con nuestro deber en el trabajo y en la familia; pero todas esas cosas buenas las hacemos movidos por el Espíritu Santo que, en nuestro interior, nos impulsa a obrar el bien. Igualmente, nosotros podemos decir muchas cosas buenas: palabras de verdad, de sabiduría, de virtud; pero todo ello lo podemos decir movidos por el Espíritu Santo; y lo mismo vale para nuestros pensamientos y sentimientos. Texto: Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo (1Co 12, 4).

En tiempos del apóstol Pablo se presentaban en la Iglesia de Corinto varios dones (carismas) del Espíritu Santo, como el don de lenguas, que consiste en hablar en lenguas desconocidas, el don de interpretar lo que se decía en lenguas extrañas, el don de profecía, etc. Pablo nos dice que esos diversos dones (o carismas) son como las distintas partes del cuerpo que, a pesar de ser distintas, constituyen un solo cuerpo, al cual deben servir todos los dones del Espíritu Santo. Hoy también existen en la Iglesia distintos dones que proceden del Espíritu Santo: 40

como el don de gobierno en el Papa y los obispos; el don de profecía en los predicadores; el don de dar limosna; el don de atender a los pobres, etc. Todos esos dones deben servir para atender al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Capítulo 13 Este es el capítulo que contiene el bellísimo himno de la caridad. Después de haber enseñado sobre los diversos dones (carismas) recibidos de Dios, el Apóstol nos dice que nos va a enseñar un camino más perfecto, que es el camino del amor. Para este capítulo emplearé la traducción que la liturgia nos ofrece en el ritual del sacramento del matrimonio. Texto: Si yo hablo las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un tambor que resuena o unos platillos que aturden (1Co 13, 1).

Hay que tener en cuenta que, en la Iglesia de Corinto, el don de hablar en lenguas extrañas era estimadísimo. Pues Pablo baja esos humos y nos dice que, si no hay amor, el tal don de lenguas no vale nada. El amor parece fácil; pero es muy difícil y son pocos los que logran llegar a la plenitud en el amor. Para amar hay que salir del propio egoísmo y llegar hasta el prójimo para abrazarlo con mi amor. Además, en el amor se presenta el siguiente engaño: primero existe el amor sensible que es muy ardiente, pero no dura. Al verdadero amor, el amor espiritual, se llega con la madurez de la vida. Texto: Si tengo fe, como para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada (1Co 13, 2).

Jesús había dicho a sus apóstoles que si tuvieran fe como un gran de mostaza le podrían decir a una montaña que se quite de ahí y ella obedecería (cf. Mt 17, 20). Pues Pablo toma el mismo ejemplo y dice que, aunque esa fe se diera, si no hay amor, no sirve de nada. El amor se divide en amor sensible y amor espiritual. El amor sensible proviene de la sensibilidad y los animales también lo tienen. Es muy ardiente, pero no dura. Es lo que los psicólogos llaman enamoramiento, propio de los novios. El amor espiritual, en cambio, proviene del alma: es muy durable y fuerte como para superar las tormentas de la existencia. Es propio de la madurez de la vida. Texto: Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo: si no tengo amor, de nada me sirve (1Co 13, 3).

En tiempos de san Pablo, lo mismo que hoy, daba gran prestigio trabajar por los pobres. Eso se hizo, durante muchos años, por amor a nuestro Señor Jesucristo y a los pobres y ello era muy benemérito. Pero hoy el trabajo por los pobres se puede hacer por otros motivos: por odio de clases; por intereses políticos; por motivos sociológicos, etc. En todas esas motivaciones es posible que no haya amor. En ese caso se aplican las palabras del Apóstol: “Si no tengo amor, de nada me sirve”. Texto: El amor es comprensivo (1Co 13, 4).

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El sacramento del matrimonio es el sacramento del amor porque se contrae por amor y se vive en el amor. Pues en este sacramento es donde más se practica la comprensión: comprensión entre los esposos porque cada uno de ellos tiene sus defectos y piden mucha comprensión. Y comprensión con los hijos principalmente en la época de la adolescencia, cuando ni ellos mismos se comprenden. En la vida religiosa de comunidad también hace falta la comprensión que procede del amor: comprensión de los superiores para con los cohermanos; y comprensión de éstos para con los superiores, que también son seres humanos y piden comprensión; y comprensión de los cohermanos entre sí porque, aunque todos han hecho lo posible por acabar con sus defectos, de todas maneras siempre quedarán defectos. Texto: El amor no tiene envidia (1Co 13, 4).

La envidia es una pasión muy baja, propia de corazones arrugados, pero que ha hecho grandes males en la humanidad. Los príncipes de los judíos condenaron a nuestro Señor Jesucristo por envidia y Pilato lo sabía (cf. Mt 27, 18). En la familia, si no hay amor, la envidia se puede meter en cualquier parte: se puede meter entre los esposos, por ejemplo, a propósito de sus familias, cuál de ellas es más importante. Pero donde entra la envidia con mayor frecuencia es entre los hermanos y principalmente a causa de la herencia. De allí surgen enemistades que duran toda la vida. En las comunidades religiosas, si no hay amor, la envidia se puede meter, por ejemplo, a propósito de los cargos u honores recibidos. Texto: El amor aguanta sin límites (1Co 13, 7).

Soportar defectos ajenos es siempre muy pesado. Sin amor resulta imposible. Pero con amor la cosa es muy posible y bien puede pasar a la rutina diaria de un matrimonio: soportar los defectos del cónyuge. Aunque se trate de defectos muy pesados, como el roncar o el mal aliento, el amor tiene fuerzas para sobrellevar esos defectos por años enteros. Y aunque se trate de verdaderos vicios, como el alcohol o el cigarrillo, el amor tiene fuerza para sobrellevarlo todo. Cosa semejante podemos decir de los defectos de los hijos: las infinitas travesuras infantiles; la rebeldía de la adolescencia; y aun defectos naturales como la ceguera o los que se atribuyen a niños especiales: son cosas muy pesadas de sobrellevar; pero el amor lo puede soportar todo. También en la vida comunitaria y aun en los campos del apostolado nos podemos encontrar con defectos muy pesados, pero que se pueden soportar con la debida caridad y amor. Texto: El amor perdona sin límites (1Co 13, 7).

Dios nuestro Señor nos ha perdonado sin límites: perdonó todo el pecado del mundo y a cada uno de nosotros nos ha perdonado innumerables veces. A semejanza de Dios, en el sacramento del matrimonio el perdón se administra sin límites: los esposos tienen que 42

perdonarse sus defectos y sus errores todos los días; y los padres tienen que perdonar a sus hijos sus innumerables travesuras. En la sociedad también hay que perdonar todos los días a los amigos, a los conocidos y a los enemigos. Igualmente, en los ambientes de trabajo, hay que perdonar a los jefes, a los compañeros y a los subordinados todos los días sus continuas deficiencias. Texto: El amor no pasará jamás (1Co 13, 8).

El Apóstol nos avisa que el don de lenguas pasaría como, de hecho, vemos que ha pasado en la Iglesia. También pasó el don de profecía, porque el tiempo de nuevas revelaciones ya pasó en la Iglesia. Lo que no pasará nunca será el amor. También están las grandes virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. De estas tres virtudes, la fe pasará al llegar a la otra vida, pues entonces ya no tendremos fe en Dios porque veremos al mismo Dios. También pasará la esperanza, porque ya no esperaremos la vida eterna, pues la poseeremos. En cambio, el amor no pasará en la otra vida. Al contrario, el amor en la vida eterna llegará a su plenitud. Por esto podemos decir que “el amor no pasará jamás”. Capítulo 14 El don de hablar en lenguas extrañas era muy frecuente en la época de san Pablo hasta el punto de constituir un problema. Pablo quiere poner orden en la Iglesia y ordena que, si no hay alguno que interprete lo que se dice en lenguas, pues que no se hable en lenguas. Texto: Si no hay quien interprete (lo que se dice en lenguas) guárdese silencio en la asamblea (1Co 14, 28).

Hoy no se dice nada en lenguas. Ese carisma ya no existe. Pero, en cambio, la teología ha elaborado su propio lenguaje de manera que hablar en lenguaje teológico es como hablar en lenguas que nadie entiende. Siguiendo, pues, la indicación del Apóstol yo propongo que, si no hay alguno que pueda explicar al pueblo en lenguaje sencillo y claro la doctrina de la fe, es preferible que se guarde silencio en la asamblea. Capítulo 15 Todo este capítulo está dedicado a la resurrección de nuestro Señor Jesucristo como fundamento de nuestra fe; y después, a la resurrección de todos los hombres. San Pablo nos dice que no todos resucitaremos porque, los que estén vivos, serán transformados en cuerpos gloriosos sin pasar por la muerte; y los que ya hayan muerto resucitarán, no con el mismo cuerpo mortal, sino con un cuerpo glorioso. Texto: Porque les trasmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí (1Co 15, 3).

Con estas palabras (las del texto) Pablo introduce su enseñanza fundamental: que Cristo murió por nuestros pecados y que resucitó al tercer día. Esa enseñanza la trasmite como él la recibió: ese es el fundamento de nuestra fe. 43

Texto: Del mismo modo que en Adán todos mueren, así también todos revivirán en Cristo (1Co 15, 22).

El Apóstol nos ha dicho que si Cristo resucitó, también resucitaremos nosotros; y añade que si todos morimos por ser descendencia de Adán, también todos resucitaremos por ser de Cristo. Pero hay que tener en cuenta que no resucitaremos con el mismo cuerpo con que morimos, cuerpo ya viejo y acabado por las enfermedades y los achaques; sino que resucitaremos con un cuerpo espiritual, inmune a la muerte, a las enfermedades y a las limitaciones corporales. Resucitaremos con un cuerpo parecido al cuerpo con que Jesús resucitó, un cuerpo inmortal, impasible y glorioso. Capítulo 16 Este es el último capítulo de la carta. Está destinado a avisos generales. En primer lugar, las recomendaciones sobre la colecta que se estaba haciendo a favor de los fieles de Jerusalén. En segundo lugar, les expone sus planes de viaje y su intención de visitar la Iglesia de Corinto. Y, por último, les envía saludos a sus queridos fieles.

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SEGUNDA

CARTA A LOS

CORINTIOS

Esta segunda carta a los corintios se entiende mejor dentro de los siguientes supuestos: la primera carta a los corintios no produjo el efecto deseado. La visita de Timoteo a Corinto no logró nada. Pablo hizo una rápida visita a Corinto que fue mal recibida y fue insultado en público. Entonces él escribe otra carta a los corintios en medio de dolor y lágrimas y en tono muy severo. Esta segunda carta se perdió; no la conservamos; pero produjo buen efecto: los corintios se arrepintieron y castigaron al culpable. Entonces el Apostol escribe una tercera, que es nuestra Segunda Carta a los fieles de Corinto. Capítulo 1 Contiene el saludo normal y la acción de gracias a Dios acostumbrada en todas las carta de Pablo. El tono de la carta supone que los problemas con los corintios ya fueron superados y por eso atribuye ese gran consuelo a Jesús, de quien procede todo consuelo. Por último, Pablo explica que no fue una segunda vez a visitarlos porque eso era lo que pedía el bien de los corintios. Texto: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la misericordia y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones (2Co 1, 3ss).

Pablo bendice a Dios, como acostumbra a hacerlo en todas sus cartas, y lo llama “Padre de la misericordia y Dios de todo consuelo”. El Apóstol había sufrido mucho por los problemas de la Iglesia de Corinto y por la persecución que sufrió en Éfeso; pero ahora se ve consolado en esos dos grandes sufrimientos y atribuye ese consuelo al Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien proviene todo consuelo. Además, promete que el Señor Dios nos consolará en todos nuestros sufrimientos. Texto: El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra conciencia, de que nos hemos conducido en el mundo, y sobre todo respecto de ustedes, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios (2Co 1, 12).

Pablo había sido muy criticado por sus fieles de Corinto. Entonces él apela al testimonio de su propia conciencia que le dice que se ha portado con santidad y sinceridad en el mundo. Hace falta que también nosotros sintamos el testimonio que nos da nuestra propia conciencia diciéndonos que nos hemos portado con santidad y sinceridad. Si tenemos el testimonio de nuestra propia conciencia, en ese caso los pareceres de los hombres no nos inquietan mucho. Si nos alaban, no logran que nos llenemos de vanagloria; y si nos critican, eso no nos deprime. Texto: Cristo Jesús, a quien predicamos Silvano, Timoteo y yo, no fue sí y no; en Él no hubo más que sí (2Co 1, 19).

Pablo había prometido, a sus fieles de Corinto, ir a visitarlos; pero, después, le pareció más prudente omitir esa visita por el bien de los mismos corintios. A propósito de esto 45

les dice, a sus fieles de Corinto, que él no es un sí y un no al mismo tiempo, como el que quiere y no quiere a la vez. Que él es un sí a semejanza de Jesús con quien nos vino el sí de Dios respecto a nuestra salvación. Los que muchas veces somos sí y no, es decir, que queremos y no queremos al mismo tiempo somos nosotros, pues proponemos entregarnos a Dios, pero, al mismo tiempo, queremos conservar la propia voluntad y el propio bienestar. Capítulo 2 Pablo termina el problema (de no haber viajado a Corinto) diciendo que lo hizo por el bien de los mismos corintios. El principal responsable de los problemas de Corinto había sido severamente castigado por la misma comunidad. A este propósito Pablo pide que se le perdone ya, pues es persona necesitada de salvación. Termina el capítulo diciendo que su vida es como un incienso que se quema ante Dios y que salva a algunos y condena a otros. Texto: Nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se condenan (2Co 2, 15).

La vida de Jesús fue salvación para unos y condenación para otros. La vida de Pablo fue salvación para unos y condenación para otros; y es posible que la vida nuestra resulte salvación para unos y condenación para otros. Capítulo 3 Pablo dice, a sus fieles de Corinto, que él no les está pidiendo carta de recomendación, porque esa carta son ellos mismos. Después, vuelve al cotejo con la ley de Moisés y dice que esa ley, que era transitoria, fue promulgada con grande gloria de modo que los israelitas no podían mirar el rostro de Moisés; y que muchas más gloria supone la nueva ley, que es eterna. Texto: Ustedes son nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres (2Co 3, 2).

Parece, pues, que la costumbre de pedir cartas de recomendación existía ya en los tiempos de Pablo. Pero él no va a pedir carta de recomendación porque ésa son los mismos fieles que, con su fe, están hablando bien del apostolado de Pablo. En los trabajos no apostólicos todavía hace falta pedir cartas de recomendación; pero, en los trabajos apostólicos la carta de recomendación es el mismo trabajo apostólico. Él debe hablar bien del apóstol. Texto: No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios (2Co 3, 5).

Pablo acababa de decir que su carta de recomendación eran los mismos fieles, pues era evidente que él había plantado esa fe. Entonces vuelve sobre sí mismo y nos confiesa que todo lo que puede hacer viene de Dios; pues para Pablo es evidente que, aunque él 46

predicó, el que hizo brotar la fe en los corazones de sus oyentes fue Dios, de quien procede todo bien. También nosotros nos esforzamos por trabajar y hacer algún fruto; pero el que nos da inteligencia y ánimo y fuerzas par trabajar, es Dios; y el que concede fruto mayor o menor a nuestro esfuerzo, es Dios. Capítulo 4 El apóstol nos dice que él no se desanima nunca porque lo que hace, lo hace por encargo de Dios. Por grandes que sean las dificultades, él no se desanima nunca, por la gracia de Cristo y el don del Espíritu Santo. Texto: Por esto… no desfallecemos (2Co 4, 1).

El apóstol Pablo había recibido grandes tribulaciones de parte de sus fieles de Corinto: había sido criticado; se había dudado de su carácter de apóstol y hasta había sido insultado en público; sin embargo, él no se desanima y confía en Dios que le encargó ese ministerio. También nosotros, muchas veces, recibimos contrariedades y aun verdaderas persecuciones en nuestro trabajo. Hace falta que no nos desanimemos, sino que continuemos confiando en Dios. Texto: Mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios (2Co 4, 2).

Pablo fue atacado en todos los aspectos posibles. También su mensaje fue atacado criticándolo de pernicioso para la sociedad y de contrario a la ley de Moisés. Pablo se defiende diciendo que él ha dicho solamente la verdad y que de esta manera se recomienda ante la conciencia de los fieles. El decir siempre la verdad es una fuerza inconmovible que nos acredita ante todos los hombres. Hablar bien es muy difícil. Tenemos que atender, en primer lugar, a decir la verdad; pero también tenemos que atender a que mis palabras sean oportunas; y a que mis expresiones estén regidas por la caridad que debo a todos los hombres. Texto: El mismo Dios que dijo: del seno de las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones (2Co 4, 6).

El relato del Génesis es sobrecogedor: al principio las tinieblas cubrían todo el universo; entonces, el primer día de la creación, dijo Dios: hágase la luz; y la luz existió. Aplicando este relato a nuestra situación de fe, como hace san Pablo, encontramos que el corazón de la humanidad eran puras tinieblas; entonces Dios dispuso que la luz de la fe iluminara nuestros corazones y nuestro interior se llenó de luz: de la luz de la fe, más brillante que la luz del sol. Nosotros no somos bien conscientes de este milagro de Dios. Pero si en nuestro interior hay luz, la luz de la fe, se debe a un milagro de Dios, tan grande como cuando creó la luz en el universo. 47

Texto: Pero llevamos este tesoro en vasos de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y que no viene de nosotros (2Co 4, 7).

El Apóstol había acabado de decir que el poder de Dios hizo que la fe iluminara nuestro corazón. Acto seguido nos dice que ese tesoro (la fe) lo llevamos en vasos de barro para que se vea que ese poder viene de Dios y no de nosotros. A continuación él hace una lista de diversas contradicciones que padecía para concluir que de todo le da la victoria la gracia de Dios. Si el Apóstol decía que la fe la llevaba en su cuerpo, que era como un vaso de barro, ¿qué no podremos decir nosotros? Pues nosotros también tenemos que decir que la fe la llevamos en nuestro cuerpo que es un vaso de barro muy frágil y expuesto a muchos golpes; pero de todo nos puede librar la gracia de Dios. Texto: Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día (2Co 4, 16).

El joven piensa que sus fuerzas son infinitas y eternas. Solamente, cuando llega la madurez de la vida se da cuenta de que sus fuerzas son limitadas y de que, poco a poco, se acerca el fin. Cuando Pablo escribió esta carta tendría unos cincuenta años pero, probablemente, sus innumerables luchas y sufrimientos ya estaban haciendo mella en su cuerpo, pero su espíritu sí se sentía fuerte. Nosotros, cuando nos llega la edad madura, empezamos a sentir que nuestro cuerpo empieza a fallar por todas partes pero, al mismo tiempo, empezamos a sentir que el espíritu no decae, que sus fuerzas permanecen. Texto: La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna (2Co 4, 17).

La lista de los sufrimientos de Pablo es larga: fue apaleado; fue apedreado y dejado bajo el montón de piedras; fue encarcelado; sufrió naufragio; fue expuesto a innumerables peligros; fue calumniado; fue insultado; y, sin embargo, todo eso le parece a él cosa “leve”, comparado con el premio de gloria que todo eso nos traerá. Nuestros sufrimientos nunca se podrán comparar con los sufrimientos del apóstol Pablo. Hace falta que también nosotros los veamos como cosa “leve” comparados con la gloria que ellos nos traerán. Capítulo 5 En la primera parte del c. 5, Pablo continúa el tema que venía tratando en el capítulo anterior sobre tener confianza en Dios en medio de los sufrimientos. En la segunda parte del c. 5, Pablo quiere reafirmar nuestra confianza en Dios, pues ya estamos reconciliados con Él. Texto: Sabemos que si esta tienda, que es nuestra habitación terrestre, se desmorona, tenemos una casa que es Dios: una habitación eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos (2Co 5, 1).

Pablo, en su discurso, llega a un punto extremo: la muerte. Pero ese punto extremo no 48

lo mira como un aniquilamiento, como una destrucción total; al contrario, Pablo mira la muerte como la entrada a nuestra mansión eterna en el cielo. Estas palabras de Pablo nos dan paz y esperanza en la muerte de nuestros seres queridos, y para nuestra propia muerte también. Texto: Preferimos salir de este cuerpo para estar con el Señor (2Co 5, 8).

Pablo nos dice que, en esta vida, vivimos en nuestros cuerpos como en casas que no duran; pero que, llegada nuestra muerte, seremos revestidos de inmortalidad; y que él quisiera, más bien, dejar de vivir en este cuerpo, para vivir con el Señor. Hoy la gente está muy amañada en este mundo; encuentra este mundo muy bello, agradable y no quiere morir; quiere vivir largo tiempo. Muy a regañadientes acepta la muerte y tiene alguna esperanza de otra vida. Esto, naturalmente, se debe a un debilitamiento de la fe. No es la fe fuerte y vigorosa de san Pablo. Es una fe débil y vacilante. Personalmente, acepto la vida y los años que el Señor quiera conservarme en su servicio. Espero del Señor que mi vida le sea agradable; pero sí preferiría estar ya con el Señor. Claro que ya soy un anciano y comprendo que el fin no puede estar lejos. Espero en el Señor. Texto: Es necesario que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal (2Co 5, 10).

Este presentarnos ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo, de acuerdo a nuestras obras, es lo que se ha llamado “el juicio particular” y tiene como base el texto que comentamos. El Apóstol nos decía, en los versos inmediatamente anteriores, que él procuraba agradar en todo a Dios en previsión de su “juicio particular”. También nosotros procuramos agradar en todo a Dios: en todas nuestras palabras, acciones, pensamientos y sentimientos, no sólo en previsión de nuestro “juicio particular”, sino porque amamos a Dios; y queremos pertenecerle a Él; y queremos agradarle con todas las acciones de nuestra vida. Texto: Si hemos perdido el juicio ha sido por Dios; y si somos sensatos, lo es por ustedes (2Co 5, 13).

Los criterios de Dios y del mundo son tan dispares que el que obra de acuerdo a los criterios de Dios parece un loco para el mundo. Eso fue lo que le pasó a san Francisco de Asís cuando se despojó de sus vestidos, se los devolvió a su padre, y quedó desnudo ante el obispo; y lo mismo le pasó a san Ignacio de Loyola cuando dejó sus vestidos de noble, los regaló y empezó a vestir hábito de peregrino. Lo mismo le pasó a san Pablo cuando se convirtió de perseguidor en predicador. Ojalá nosotros tuviéramos la valentía de parecer locos por Cristo; de seguir el ejemplo de Cristo hasta llegar a parecer locos ante el mundo. Desgraciadamente tenemos los criterios del mundo muy adheridos a los huesos y no sabemos romper con ese mundo, que es loco para Dios. Texto: Cristo murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para Aquél que murió y resucitó

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por ellos (2Co 5, 15).

Este texto contiene la gran verdad que movió a Pablo a dejarlo todo e irse a predicar a su Señor crucificado, y que le dio fuerzas para sobrellevar todos sus sufrimientos: que el Señor Jesús murió y resucitó por todos nosotros. Ésta es la gran verdad que, todavía hoy, sigue moviendo a sacerdotes y religiosos a entregarse a su Señor Jesús y a pasar toda la vida en su servicio. Ésta es, también, la gran verdad que nos debe mover a todos nosotros (sacerdotes, religiosos y laicos) a ofrecerle al Señor Jesús todos nuestros trabajos y todos nuestros sufrimientos. Texto: El que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo (2Co 5, 17).

Hay personas que estuvieron llenas de complejos psicológicos y, a veces, de desviaciones psicológicas; pero que se sometieron a un tratamiento psicoanalítico y quedaron convertidas en personas completamente nuevas. Un convertirse en persona completamente nueva es lo que debe suceder a quien se entrega a Cristo. Esa novedad es principalmente interior, pues, por el bautismo se pasa a ser criatura enteramente nueva, hija de Dios, familia de Dios con derecho a entrar en el reino de los cielos, y toda la Santísima Trinidad baja a habitar en esa persona. Pero esa novedad también debe ser exterior; pues esa persona, en sus conversaciones, en sus procederes y en sus pensamientos debe mostrarse como persona superior, que se ha entregado por completo a Dios. Texto: Dios nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación (2Co 5, 18).

Antes de Cristo todos éramos pecadores y objeto de la cólera de Dios; pero el mismo Dios nos reconcilió con Él por medio de la vida, pasión y muerte de Cristo. Ahora nosotros tenemos que hacer lo posible por reconciliar a los demás con Dios. Si somos sacerdotes o religiosos, por medio de nuestro trabajo; y si somos laicos tenemos que procurar que la familia esté reconciliada con Dios; tenemos que hacer que el ambiente de trabajo sea digno; y tenemos que colaborar con la parroquia en la obra de reconciliar a la sociedad con Dios. Texto: A quien no conoció pecado, los hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él (2Co 5, 21).

Ésta es una de las expresiones más fuertes que encontramos en la Sagrada Escritura. No nos dice que Cristo cargó con el pecado del mundo; sino que nos dice que a Cristo Dios “lo hizo pecado” y el motivo de este proceder de Dios es para que “viniésemos a ser justicia de Dios en Él”. También esta expresión es fuerte, pues no dice que el proceder de Dios tuvo por motivo hacernos justos; sino que dice que el motivo de ese proceder de Dios fue hacernos a nosotros “justicia de Dios”. La palabra “justicia de Dios” no se refiere a la justicia vindicativa ni a la justicia conmutativa. Se refiere a que Dios nos hizo “justos”, es decir, “santos”; no solamente por nuestras buenas obras, sino principalmente porque empezamos a participar de la 50

justicia de Dios, es decir, de la santidad de Dios por medio de la gracia santificante. Capítulo 6 En este capítulo, Pablo primero termina lo que venía tratando en el c. 5 sobre nuestra reconciliación con Dios y declara que ahora es el tiempo oportuno para nuestra conversión. Después, el Apóstol pone su propia conducta como modelo para el pueblo cristiano, y termina el capítulo con una exhortación a la práctica de la virtud. Texto: Ahora es el tiempo favorable; ahora el día de salvación (2Co 6, 2).

El Apóstol nos viene a decir que, para convertirnos al Señor, no hay que esperar fecha especial ni fiesta especial; que cualquier momento y cualquier día es bueno para reconciliarnos con el Señor y, si ya estamos en paz con Dios, entonces cualquier día y cualquier hora es buena para empezar a servir al Señor con fervor. Texto: A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que no se haga mofa del ministerio, antes bien, nos presentamos en todo como ministros de Dios (2Co 6, 3ss).

En Corinto, el Apóstol fue sometido a la crítica más implacable. Hasta se negó su cualidad de apóstol. Pero su buen ejemplo, su conducta, no pudo ser criticada. Por esto Pablo apela al testimonio de su buen ejemplo a favor de su apostolado. Esa misma es la obligación de todo sacerdote, de todo religioso y de todo fiel laico: dar buen ejemplo en todas las cosas, para que este buen ejemplo hable a favor de la fe cristiana. Texto: Como quienes están a la muerte, pero vivos (2Co 6, 9).

Este texto viene al final de una larga enumeración de sufrimientos y persecuciones que nos pone el apóstol Pablo desde el v. 3, de este capítulo. En el texto se nos describe la situación en que se encontraba Pablo: se sentía medio muerto; pero constata que todavía está vivo, que no lo han matado y, por tanto, empleará la vida que le queda en predicar al Señor Jesús. Nunca nosotros hemos sufrido tanto como el apóstol Pablo, ni de lejos; pero también nosotros encontramos que estamos vivos y, por tanto, también emplearemos la vida que nos queda en servir al Señor. Texto: Como tristes, pero siempre alegres (2Co 6, 10).

En medio de sus sufrimientos, Pablo encuentra que, no solamente está vivo, sino que está alegre. ¿Cómo hacía el apóstol Pablo para conservarse alegre en medio de tantos sufrimientos como son los que él enumera en este capítulo, a partir del v. 3? Esa alegría no provenía de las circunstancias externas, que le eran adversas; esa alegría tenía que provenir de su interior, de su espíritu, de su fe en el Señor Jesús, de su amor a su Señor y a sus cristianos, y de su firme esperanza en los bienes eternos. Pablo nos da un ejemplo altísimo: hay que conservarse alegre en toda circunstancia; aun en las más difíciles y adversas. Pero esa alegría, que siempre debemos tener, no 51

puede provenir del exterior; tiene que venir de nuestro interior: de nuestro espíritu de oración y de la unión con nuestro Señor Jesús. Texto: No se junten con los infieles (2Co 6, 14).

Pablo pide a sus fieles de Corinto que no se junten con los infieles. Probablemente lo hizo para que la comunidad cristiana se robusteciera, adquiriera su propia identidad y fuera formando cultura cristiana. Hoy el consejo que recibimos es contrario: que procuremos unirnos con los hombres y mujeres pertenecientes a otras religiones para que, unidos, podamos emprender obras de mayor envergadura a favor de los necesitados y porque esas otras religiones contienen “semillas de verdad” que podemos aprovechar para esclarecer nuestra propia fe. Capítulo 7 Primero termina lo que venía tratando en el capítulo anterior. Luego comenta que Tito ya llegó con las óptimas noticias que trae de Corinto; la carta anterior de Pablo produjo su efecto: entristeció a los corintios por el tono severo, en que fue escrita, pero luego los movió al arrepentimiento, a corregir sus errores, a castigar al culpable y a volver a la amistad con Pablo. Capítulo 8 Por motivo de la persecución de la sinagoga, a los fieles de la Iglesia de Jerusalén les habían quitado sus bienes y se hallaban en extrema pobreza. Entonces, las Iglesias de Grecia organizaron una colecta para ayudar a los fieles de Jerusalén. En este c. 8, Pablo invita a los fieles de Corinto a que se unan a la colecta que se está haciendo en todas las Iglesias de Grecia a favor de la Iglesia de Jerusalén. Capítulo 9 Pablo continúa tratando el tema de la colecta a favor de la Iglesia de Jerusalén. Texto: El que siembra escasamente, escasamente cosecha; y el que siembra a manos llenas, a manos llenas cosecha (2Co 9, 6).

Con estas palabras, Pablo invita a sus fieles de Corinto a que sean generosos con la colecta que se estaba haciendo a favor de la Iglesia de Jerusalén. Pero esas palabras valen para ser generosos con todas las colectas que hoy se hacen a favor de los más necesitados y de las víctimas de las tragedias. Esas mismas palabras valen para nuestra generosidad en el servicio de Dios: si somos tacaños con el Señor y le ofrecemos poco, pues poco recibiremos de Él; pero si somos generosos con el Señor y ofrecemos toda nuestra personalidad a su servicio, pues el Señor será generoso con nosotros y nos dará su gracia en abundancia. Texto: Dios ama al que da con alegría (2Co 9, 7).

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Esta es una cita que hace Pablo del libro de los Proverbios y la acomoda a su interés de exhortar a los fieles de Corinto a que sean generosos y contribuyan alegremente a la colecta que se estaba haciendo a favor de la Iglesia de Jerusalén. Pero la frase tiene un valor general: si vamos a contribuir con una colecta, hagámoslo con alegría. Pero la frase tiene un valor más general: el Señor nos hace muchas peticiones a lo largo de nuestra vida para que nos corrijamos de algo, que le ofrezcamos algo: pues demos con alegría al Señor lo que nos está pidiendo. Capítulo 10 Este capítulo lo dedica Pablo a defenderse de dos acusaciones: primero, lo acusaban de debilidad; que era muy severo por carta, pero que, personalmente, era débil. A esto responde Pablo que piensa ser severo también personalmente cuando vaya a visitar la Iglesia de Corinto. Segundo, lo acusan de vanagloria. Pablo responde que él ha sido moderado en su apreciación personal, pues “no es hombre de probada virtud el que a sí mismo se acredita, sino aquel a quien Dios acredita” (2Co 10, 18). Capítulo 11 A Corinto llegaron los judaizantes, eran judíos que se presentaban como maestros y querían exigir a los cristianos el cumplimiento de la ley de Moisés; como si fuera esa ley la que lo salva a uno y no la fe en Cristo Jesús. Esos judaizantes trataron de desacreditar a Pablo y, por ello, se defiende. Los llama “superapóstoles” de manera irónica y dice que él es tan judío como ellos y que los aventaja en sufrimientos por la fe en Cristo Jesús. Pablo hace una larga lista de sus títulos y de sus sufrimientos por la fe desde el v. 22. Capítulo 12 Pablo continúa defendiéndose de los judaizantes de Corinto. En el c. 11 había hecho una larga enumeración de sus sufrimientos, ahora apela a las gracias que ha recibido de Dios y nos cuenta que fue arrebatado hasta el tercer cielo donde “oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar” (2Co 12, 4). Después nos cuenta que, para que no se fuera a gloriar de esas revelaciones, le fue dado “un aguijón a mi carne”, sin que sepamos si hace referencia a alguna enfermedad o a qué otra cosa. También apela a “prodigios y milagros” (2Co 12, 12) que él debió realizar en Corinto y que son prueba de su calidad de apóstol de Jesucristo. Por último, les recuerda que, cuando estuvo en Corinto, no le fue gravoso a nadie en parte, porque se sostuvo él mismo con su trabajo y en parte por los auxilios que recibió de otras Iglesias. Por último se excusa de haberse gloriado, porque lo hizo por el bien de los corintios y expresa su temor de que, cuando vuelva a Corinto, no los encuentre como él desearía que estuvieran en cuanto a virtudes cristianas. Texto: Fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar (2Co 12, 4).

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Por este testimonio, del mismo Pablo, tenemos alguna idea de las revelaciones y demás gracias extraordinarias que él recibió de Dios. Sin embargo, hay que anotar que la santidad no consiste en esas bendiciones. La santidad consiste en la gracia santificante que nosotros recibimos en nuestro bautismo. Esas gracias extraordinarias las suele conceder Dios en bien de la Iglesia, en general; y son gracias que el Señor también las puede conceder a pecadores y aun a personas de otras religiones. Nosotros, a lo que debemos aspirar, es a servir al Señor con humildad y fidelidad. Texto: Fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría (2Co 12, 7).

No sabemos a qué se refiere el Apóstol con aquello de “un aguijón a mi carne”; pudo haber sido alguna enfermedad o pudo haber sido alguna persecución, solamente sabemos que era algo con lo cual el Apóstol se sentía humillado y molesto. Lo que sí sabemos es que a nosotros no nos faltarán enfermedades, humillaciones y molestias sin medida que Dios permitirá para que no nos llenemos de soberbia por los éxitos que Él nos conceda. Texto: Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza (2Co 12, 9).

El Apóstol había rogado al Señor que lo librara de esa prueba, de ese “aguijón en su carne”; pero la respuesta del Señor había sido “mi gracia te basta”. Probablemente también nosotros rogaremos al Señor que nos libre de las pruebas que su providencia nos depara; pero la respuesta del Señor será siempre “mi gracia te basta”; y con su gracia sí podremos contar siempre. Texto: No les seré gravoso pues no busco sus cosas sino a ustedes (2Co 12, 14).

Pablo, mientras evangelizaba la ciudad de Corinto se sostuvo con su propio trabajo para no ser gravoso a sus fieles. Él juzgó que eso era lo más prudente en esa ciudad; pero esa no es la norma general; la norma general es que el Apóstol del Evangelio viva de su trabajo. Hoy los fieles de una parroquia deben sostener a su párroco. Texto: Muy gustosamente me gastaré y me desgastaré totalmente por sus almas (2Co 12, 15).

No dudamos de que el apóstol Pablo se gastara y se desgastó por la salvación de sus fieles. Él mismo nos hace la lista de sus sufrimientos, como lo vimos arriba en el c. 11. Pero esa es la obligación de todo sacerdote y de todo religioso: gastarse totalmente en su trabajo apostólico. Pero también el fiel laico debe gastarse y desgastarse totalmente por el bien de su familia. Ésta es una obligación general de todo hombre y de toda mujer. Texto: Todo esto, queridos míos, para edificación de ustedes (2Co 12, 19).

Pablo había dedicado una buena parte de su carta a justificarse de las acusaciones que se le hicieron en la Iglesia de Corinto. Al final del c. 12 da la explicación de su modo de proceder: lo había hecho porque eso era lo que pedía el bien de la Iglesia de Corinto. También nosotros, muchas veces en la vida, tendremos necesidad de justificarnos cuando nos acusen o cuando nuestros superiores nos interroguen sobre alguna de nuestras conductas.

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Capítulo 13 Este es el capítulo final de la carta. Al principio, Pablo continúa con los temas que venía tratando: los problemas de la Iglesia de Corinto. Promete hacer una tercera visita a esa ciudad pero, esta vez, sería una visita rigurosa en la cual Pablo va a castigar a los culpables. Termina la carta con una brevísima despedida.

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CARTA

A LOS

GÁLATAS

La Galacia era la región central del Asia Menor. Pablo había evangelizado esas Iglesias durante su segundo viaje y, luego, las volvió a visitar en su tercer viaje. Pero, después de que el Apóstol partió de allí, llegaron los judaizantes, que eran los que enseñaban que, para salvarse, no bastaba la fe en Cristo Jesús, sino que era necesario practicar la circuncisión y las demás prescripciones mosaicas. Pablo comprendió que ese era un ataque frontal al Evangelio y, por este motivo, escribe a los gálatas su carta. En la carta, Pablo primero defiende el Evangelio que les predicó (1, 11–2, 21). Luego, expone el tema de la libertad cristiana respecto de la ley de Moisés (3, 1–5, 12). Y, en una tercera parte, explica sobre cómo se debe entender esa libertad cristiana (5, 13–6, 10). Termina la carta escribiendo, de su puño y letra, algunas exhortaciones a sus fieles. La carta fue escrita hacia el año 54. Los temas de ésta Pablo los desarrolló, con mayor amplitud, en la carta que después escribió a los romanos. Capítulo 1 Pablo comienza con el saludo, propio de todas sus cartas. Luego, omite la acción de gracias a Dios y entra en materia. Eso nos habla del estado de excitación y angustia con que escribe esta carta. Al entrar en materia, primero muestra su extrañeza de que los fieles de Galacia hubieran hecho caso a los judaizantes. Insiste en que su Evangelio no lo recibió de hombre alguno, sino directamente del mismo Jesucristo. Termina el capítulo haciendo un recuento de su historia personal desde su conversión, su viaje a Arabia, a Jerusalén y su regreso a Damasco. Texto: Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre (Ga 1, 1).

Pablo hace hincapié en que su apostolado lo recibió del mismo Jesucristo y de Dios Padre y no de hombre alguno. A esto comento que la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa también procede hoy del mismo Dios. Después viene la aprobación del obispo o de los superiores. Personalmente, yo considero que también la vocación al matrimonio procede de Dios, pues Él es el que da las cualidades necesarias para llevar adelante una vida de familia, con toda la virtud que ello supone. Texto: El Señor Jesucristo se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este perverso mundo (Ga 1, 3ss).

El texto tiene dos afirmaciones: primera, que Jesús se entregó a la muerte por nuestros pecados; segunda, para librarnos de este perverso mundo. Me voy a fijar en la segunda afirmación: realmente el mundo del siglo primero era perverso: reinaba el esclavismo, la 56

idolatría, la crueldad, el pansexualismo, etc. Hoy el estado del mundo no es tan perverso porque la cultura continúa siendo cristiana en gran parte pero, de todas maneras, hay mucha maldad: la violencia, el narcotráfico, la drogadicción, el pansexualismo, etc. Nosotros, en virtud de nuestro cristianismo, estamos llamados a mantenernos libres de ese mal del mundo. Texto: Si alguno les anuncia un Evangelio distinto del que han recibido ¡sea anatema! (Ga 1, 9).

El problema que se presentaba en las Iglesias de la Galacia era que, después de haber recibido el Evangelio de Pablo, se presentaron los judaizantes y los convencieron de que, para salvarse, no bastaba la fe en Cristo Jesús, sino que se requería la práctica de la circuncisión y la observancia de los demás preceptos de la ley de Moisés. Eso equivalía a negar el poder de la muerte de Cristo. Por eso Pablo se muestra tan severo y declara anatema a esos judaizantes. Hoy, desgraciadamente también se presenta el peligro de que algunos predicadores anuncien un Evangelio distinto del que recibieron cuando niños. Ese peligro existe porque hoy son numerosas las sectas que se presentan como poseedoras de la verdad y confunden a los fieles. Texto: El Evangelio anunciado por mí, no es cosa de hombres, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo (Ga 1, 11).

Efectivamente, el Evangelio anunciado por Pablo: que Jesús es el Salvador, el Hijo de Dios, Pablo lo aprendió directamente del mismo Jesucristo tanto en su revelación del camino de Damasco, como en sus otras revelaciones. Pero el Evangelio que aprendemos nosotros, el que enseña la santa Iglesia, también procede del mismo Jesucristo. Fue el Evangelio que nos dejó Jesús con su predicación, su vida, su muerte y su resurrección. Nosotros, en nuestra predicación, tenemos que ser fieles a ese Evangelio y no mezclarle ideas u opiniones nuestras. Capítulo 2 Pablo continúa narrándonos la historia de su vida, la que había comenzado en el capítulo primero. Nos cuenta, en este capítulo, que él subió a Jerusalén y allí recibió la aprobación de su conducta, por parte de Pedro y de Santiago. Nos cuenta, también, el incidente que tuvo con Pedro. Pablo se vio obligado a reprenderlo porque él, de ordinario, se portaba como libre de la ley de Moisés; pero una vez, ante unos enviados de Santiago, se portó como observante de esa ley. Pablo termina el capítulo diciéndonos que él se convirtió a la fe en Cristo Jesús y que, por ello, se siente libre de la ley mosaica. Texto: Con Cristo estoy crucificado (Ga 2, 19).

Pablo se sentía como un crucificado con Cristo porque no se daba gusto en nada; y porque se sentía rechazado por la comunidad judía, a causa de su cristianismo, pues él ya no cumplía la ley de Moisés, dado que ya no la necesitaba para salvarse. También 57

nosotros debemos sentirnos como crucificados con Cristo porque no nos debemos dar gusto en nada y porque debemos sentir el rechazo del mundo, a causa de nuestra entrega a Jesucristo. Texto: Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 20).

Dado que Pablo no se daba gusto en nada, es como si él ya no viviera, sino que fuera Cristo quien vivía en Pablo. Esa misma debe ser la situación nuestra: no debemos darnos gusto en nada, de manera que es como si nosotros no viviéramos sino que fuera Cristo el que vive en nosotros. Texto: El Hijo de Dios me amó y se entregó a la muerte por mí (Ga 2, 20).

Pablo, después de su conversión, recorrió el Asia Menor y la Grecia predicando a su Señor Jesús y fundando Iglesias en las distintas ciudades. En su conducta hay un elemento intelectual: el convencimiento de que la ley de Moisés ya caducó y de que la salvación la encontramos en la fe en Cristo Jesús; pero también hay un elemento afectivo: su amor a su Señor hasta dar la vida por Él. Esos mismos dos elementos se deben encontrar también en la conducta nuestra: la fe y el amor a Cristo Jesús, en respuesta al amor con que Él nos amó y se entregó a la muerte por nosotros. Capítulo 3 El gran problema, que se presentaba en las Iglesias de la Galacia, era que los judaizantes vinieron, después de Pablo, y convencieron a los fieles de que lo que salvaba era la ley de Moisés y no la fe en Cristo Jesús. Por este motivo Pablo dedica todo el capítulo tercero de su carta a refutar la enseñanza judaizante. Dice, pues, a los fieles que lo que justifica es la fe en Cristo Jesús y no la ley de Moisés. Que ellos recibieron el Espíritu Santo por virtud de su fe en Cristo Jesús y no por las obras de la ley de Moisés; y que Abrahán se justificó por su fe en Dios, en que Dios le daría una descendencia con la cual serían benditas todas las naciones de la tierra, y no por las obras de una ley que vino cuatrocientos treinta años después. Que los que creen en Cristo Jesús son descendientes de la fe de Abrahán y por su fe serán justificados. Texto: Comenzando por espíritu ¿terminan ahora en carne? (Ga 3, 3).

Pablo se dirige a sus fieles de Galacia. Ellos, primero se convirtieron a la fe en Cristo Jesús y recibieron el Espíritu Santo; pero ahora, se han hecho circuncidar como si la salvación la recibieran de la ley de Moisés, y no de su fe en Cristo. Por este motivo Pablo les dice que comenzaron con espíritu y ahora terminan con carne. Ese es el significado del texto que comentamos. Pero ese texto se puede aplicar, también, a los que comienzan una buena obra con buenas intenciones y, después, continúan en esa obra por otros motivos, como el dinero o la familia. Texto: Todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Ga 3, 28).

Pablo se refiere a que las diferencias entre griegos y judíos, esclavos y libres, han 58

quedado anuladas porque todos, por el bautismo, pasamos a ser miembros del cuerpo místico de Cristo; de manera que ya no somos multitud, sino que somos uno en Cristo. Tenemos que examinar nuestro corazón para que veamos si nosotros estamos haciendo diferencias por motivo de raza o de estrato social. Capítulo 4 Pablo continúa en su empeño de lograr que los fieles de la Galacia abandonen las prácticas judías, que habían adoptado, y vuelvan al Evangelio. Para ello, primero les recuerda la dignidad del cristiano, que es hijo de Dios y heredero del reino de los cielos (vv. 1-8); después les recuerda la bondad con que recibieron a Pablo y la alegría de su conversión (vv. 12-17) y termina poniéndoles la comparación de las dos mujeres de Abrahán, Agar, que era esclava, y Sara, que era la libre, y les dice a sus fieles que ellos son hijos de la libre, que no tienen por qué someterse a la ley de Moisés. Texto: Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Ga 4, 4).

La argumentación de Pablo se encamina a probar que los cristianos estamos libres de la ley de Moisés; pero el texto nos recuerda la condición humana de Jesús: “Nacido de mujer”, lo cual nos dice que Dios estima todo lo que Él mismo dispuso en la naturaleza humana: el Hijo de Dios nació de una mujer de manera semejante a como nacimos cualquiera de nosotros. El texto habla de la bondad de la naturaleza humana y de la dignidad de la mujer. Texto: La prueba de que son hijos de Dios (Ga 4, 6).

Pablo se refiere con toda claridad a que ya somos hijos de Dios. Con ello quiere decir a sus fieles de la Galacia que ya no somos esclavos, para vivir sometidos a la ley de Moisés; que ahora somos hijos de Dios y nos corresponde la libertad propia de los hijos. Ésta es una de las grandes verdades del cristianismo: que somos hijos de Dios; que el Señor Dios nos ha adoptado por hijos suyos; que ya somos familia de Dios; que podemos llamar a Dios Padre; que el cielo es nuestra casa; que allá nos espera nuestro Padre al final de nuestros días. Pero hace falta que tengamos el espíritu propio de los hijos y confiemos en los buenos sentimientos de nuestro Padre Dios. Texto: Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abba, Padre! (Ga 4, 6).

El texto tiene dos partes: primera, “Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo”; segunda, “el Espíritu clama ¡Abba, Padre!”. Consideraremos cada una de estas dos partes. Primera parte: para Pablo, el envío del Espíritu Santo a nuestros corazones, es una consecuencia del ser hijos de Dios. Pues, si somos hijos, lo natural es que tengamos el espíritu que corresponde a los hijos, en nuestro caso, lo natural es que recibamos el Espíritu de Dios, nuestro Padre. Esta es una verdad del cristianismo que sí la sentimos en nuestro corazón. Todos somos testigos de que sentimos el efecto de la presencia del Espíritu Santo, que se nos ha dado, porque de allí procede nuestra vocación; de allí 59

procede la devoción y el fervor que sentimos cuando oramos; de allí procede el que sentimos una reprensión en nuestro interior cuando obramos mal; y de allí procede la invitación que sentimos de servir al Señor cada vez mejor. Segunda parte: nosotros sí nos sentimos hijos de Dios y que Dios es nuestro Padre. Jesús, durante toda su vida, estuvo unido a su Padre: hizo las obras que el Padre le encomendó; pronunció las palabras que oyó a su Padre; escogió a los discípulos que el Padre le indicó; fundó la Iglesia de acuerdo a la voluntad del Padre; y subió a la cruz para cumplir su santa voluntad. Nosotros, en nuestra vida, procuramos cumplir la voluntad del Padre; oramos a nuestro Padre y confiamos en nuestro Padre. Todo, movidos por el Espíritu Santo que pasó a habitar en nuestros corazones y que, desde allí, clama al Padre. Texto: Si hijo, también heredero por voluntad de Dios (Ga 4, 7).

En el texto anterior se afirmaba que somos hijos de Dios; ahora se nos informa que, si somos hijos, también somos herederos de Dios. Así pues, el reino de los cielos lo recibimos en herencia. El cielo pasa a ser nuestra casa, en la cual tenemos un lugar y se nos espera desde antes del principio de los tiempos, desde antes de la creación material. Y en esa casa de la otra vida nosotros nos sentaremos al banquete eterno y disfrutaremos de la misma alegría con la cual Dios es feliz, porque disfrutaremos del mismo Dios, pues lo veremos tal cual Él es. Texto: ¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto (Ga 4, 19).

El Apóstol habla a sus fieles de la Galacia con mucho cariño; se compara a una madre con sus hijos; y la angustia por ellos la compara con los dolores de parto. Él es un verdadero modelo de amor apostólico y de celo por sus fieles. Ojalá nuestro amor por los fieles y nuestro celo por su salvación eterna se compararan con estos afectos del apóstol Pablo. Capítulo 5 Pablo termina su exhortación a dejar las prácticas judaizantes, que los fieles de Galacia habían adquirido, y a volver a la fe en Cristo Jesús. Después, exhorta a vivir según el Espíritu y no según la carne, pues las obras de la carne son: “Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriaguez, orgías, y cosas semejantes” (Ga 5, 19ss). En cambio, “los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Ga 5, 22). Texto: Para ser libres nos liberó Cristo (Ga 5, 1).

Este texto se ha entendido como si los cristianos hubiéramos quedado libres de toda ley y de todo precepto, aun de la ley de Dios, de los diez mandamientos, de las leyes de la Iglesia y de los preceptos de los superiores. Pero las palabras de Pablo se refieren a nuestra libertad de la ley de Moisés y en ese sentido se deben entender. Continúa, pues, 60

vigente la ley de Dios, las leyes de las naciones, las leyes de la Iglesia y los preceptos de los superiores. Texto: Un poco de levadura fermenta toda la masa (Ga 5, 9).

Pablo se refiere a que unos pocos cristianos, que aceptaron la circuncisión, con su mal ejemplo pueden hacer que toda la comunidad se desvíe. La frase no es exclusiva de Pablo es, más bien un dicho popular. Hoy tiene la misma aplicación que tenía en tiempos de Pablo: el bueno o el mal ejemplo de unos pocos puede hacer que toda la comunidad tome buen camino o se desvíe. Texto: Sírvanse por amor los unos a los otros (Ga 5, 13).

Pablo deja ya su preocupación por los judaizantes y pasa a hacer recomendaciones de tipo general. La primera recomendación que hace se refiere a la caridad mutua y pide a sus fieles que se ayuden los unos a los otros. Como razón da que en el amor se cumple toda ley. Texto: Pero si se muerden y se devoran mutuamente ¡miren no vayan mutuamente a destruirse (Ga 5, 15).

También este dicho de Pablo era popular. Se refiere al cuento de dos serpientes que se empiezan a devorar mutuamente por la cola. El dicho popular decía que las dos serpientes se devoran mutuamente y no quedaría nada. Ese dicho se aplica a las críticas mutuas y a la murmuración mutua. Pablo quiere que los cristianos hablen bien los unos de los otros y que se estimen mutuamente. Texto: Si viven según el Espíritu, no den satisfacción a las apetencias de la carne (Ga 5, 16).

Para Pablo, la palabra “carne” significa el mal, no necesariamente el cuerpo humano. Pablo ya deja sus consideraciones contra los judaizantes y hace a sus fieles algunas exhortaciones de índole más general. Los invita a obrar según el Espíritu y no según la carne. A continuación nos especifica lo que él entiende por obras de la carne y obras del Espíritu. Las obras de la carne son: “Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes” (Ga 5, 19ss); en cambio las obras del Espíritu son: “Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Ga 5, 22). Capítulo 6 Es el último capítulo de esta carta. En él, Pablo continúa haciendo las exhortaciones de índole general, que había comenzado en el capítulo quinto. Termina la carta con unas palabras escritas de su puño y letra. Texto: Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, ustedes, los espirituales, corríjanlo con espíritu de mansedumbre (Ga 6, 1).

Con este verso, el Apóstol establece en la Iglesia la corrección fraterna. Pablo supone 61

que va a haber faltas, que va a haber errores y, para remediarlo, establece la corrección fraterna. Es algo que nos incumbe a todos, corregir al hermano cuando éste cambia el camino de Dios por el camino del pecado. De parte del que corrige, se requiere un cúmulo de virtudes: la prudencia, para distinguir si es el momento oportuno para corregir o si conviene esperar; la mansedumbre, para corregir sin ira, sin palabras ofensivas, sin tonos desproporcionados; y la caridad, que debe ser la que inspire la corrección. Texto: Cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado (Ga 6, 1).

Inmediatamente después de establecer la corrección fraterna, Pablo vuelve los ojos al que se supone que corrige, y le advierte que tenga cuidado, pues él también puede equivocar el camino. Cuidado con nuestros pasos, con nuestras acciones, con nuestros sentimientos, con nuestras ideas e intenciones debemos tener todos, de continuo, mientras estemos en esta vida; esto es lo que pide la caridad con la propia persona. Texto: Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas (Ga 6, 2).

Nos debemos ayudar, unos a otros, a llevar nuestras cargas de varias maneras: ayudando al hermano en sus obligaciones, cuando son muy pesadas o cuando él mismo pide ayuda; supliéndolo con buena voluntad, cuando él lo solicita; corrigiéndolo en sus equivocaciones; advirtiéndole cuando se prevé algún peligro, etc. Texto: Si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo (Ga 6, 3).

La soberbia y la vanidad es algo que todos llevamos muy pegado al corazón. Por este motivo el Apóstol previene a sus fieles contra la vanidad y les dice que “si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo”. La vanidad es un vicio muy difícil de desarraigar del alma. Se necesita que en la vida nos demos varias veces contra el suelo para que, poco a poco, vaya entrando en nosotros la sospecha que no somos grandes, sino que somos pequeños, muy pequeños. Texto: De Dios nadie se burla (Ga 6, 7).

El Apóstol se refiere a que no hay medio de evitar el juicio de Dios; pues ese juicio viene implícito en la naturaleza misma de las cosas; así, el que escupe para arriba recibirá su propia saliva en su misma cara, porque esa es la naturaleza de las cosas. No hay medio de evitarlo. Texto: Lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna (Ga 6, 7ss).

Pablo se refiere a la siembra de esta vida: “El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción” se refiere al que no hace el bien sino el mal, en esta vida. Ese no cosechará vida eterna sino castigo eterno. En cambio “el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna”. Se refiere al que en esta vida practica el bien, ese, naturalmente, encontrará su premio en la vida eterna. Texto: Hagamos el bien a todos (Ga 6, 10).

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El Apóstol nos invita a obrar siempre el bien. Esta debe ser nuestra posición en la vida: obrar siempre el bien. Los niños exploradores tienen como propósito hacer, cada día, alguna obra buena. Nuestra posición debe ser más general: obrar siempre el bien y únicamente el bien. Nunca el mal. Texto: ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! (Ga 6, 14).

Hoy la cruz preside nuestras catedrales y es signo de distinción y de honor; pero en los tiempos de Pablo era signo de tormento, de humillación, de dolor, de reprobación; sin embargo, ya en el siglo primero, el apóstol Pablo declara que la cruz es su gloria. Ojalá también nosotros aspiráramos al desprecio y al dolor por imitar a nuestro Señor Jesucristo lleno de dolores y de desprecios en su agonía, en la cruz. Así nos lo enseña san Ignacio de Loyola en sus Ejercicios. Texto: Por medio de la cruz de Cristo: el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo (Ga 6, 14).

En la parábola de la vid Jesús había dicho que debíamos estar unidos a Él como el sarmiento tiene que estar unido a la vid (cf. Jn 15, 1ss). Pues eso fue lo que hizo Pablo: se unió a Jesús hasta formar uno con Él; y, como Jesús ha muerto para el mundo, pues Pablo también ha muerto para el mundo y el mundo está muerto para Pablo. Lo mismo tenemos que hacer nosotros: identificarnos con Cristo, con su cruz, con su pasión y muerte, de manera que vivamos para Cristo y para el reino de Dios; pero estemos muertos para el mundo y para sus valores. Debemos vivir para lo que es válido para Dios; y debemos estar muertos para lo que es válido para el mundo. Texto: Llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús (Ga 6, 17).

Pablo fue apaleado, fue apedreado, fue puesto en el cepo, sufrió naufragios y muchos otros males por predicar a Jesús. Por lo visto, él conservaba en su cuerpo las señales de estos sufrimientos y eso se los recuerda a los fieles de Galacia al concluir su carta. Nosotros también debemos llevar en nuestro cuerpo las señales de que somos servidores de Jesús. Esto se debe manifestar en nuestro modo de proceder, en nuestro modo de hablar, en todo nuestro comportamiento y en todos nuestros sentimientos. Toda nuestra conducta debe decir que somos servidores de Jesús.

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CARTA

A LOS

EFESIOS

Esta carta supone que Pablo está en prisión y que escribe desde la cárcel. Igual supuesto tienen las cartas a los filipenses, a los colosenses y a Filemón. Por eso estos escritos han recibido el nombre de “cartas de la cautividad”. El estilo de esta carta es bastante distinto de las otras cartas paulinas; por este motivo algunos exegetas piensan que la carta fue escrita por algún discípulo de Pablo en época posterior. Esta es de las cartas que se llaman “deutero-paulinas” porque se duda que hayan sido escritas por el mismo Apóstol, aunque conservan todo su espíritu. La carta tiene dos partes: una, que va hasta el c. 4, habla de la obras salvadora de Dios que nos libró de la perdición eterna por la encarnación y muerte de su Hijo; y una segunda parte, del c. 4 hasta el final, en la cual da consejos y recomendaciones particulares. Capítulo 1 De acuerdo a su costumbre, Pablo empieza su carta con el saludo a sus fieles. Después, en el v. 3, convierte la acción de gracias a Dios, común también en sus cartas, en un himno bellísimo a la obra salvífica de Dios. En ese himno Pablo nos revela el plan de salvación que tuvo Dios desde antes del principio de los tiempos. Texto: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… por cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor (Ef 1, 3ss).

Con estas palabras empieza Pablo su bellísimo himno al plan salvífico de Dios; y nos dice que el Señor nos eligió antes de la creación del mundo para ser parte de su plan de salvación; y lo hizo, sencillamente, por amor. Nosotros hemos sido elegidos por Dios, desde antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados. Ese fue el plan de Dios. Pero nosotros, con nuestra libertad, podemos apartarnos de ese plan de Dios. Texto: Eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos (Ef 1, 5).

Ahora somos los hijos adoptivos de Dios. Él nos adoptó por hijos en nuestro bautismo. Pero esto no fue una actitud improvisada, Él nos había elegido para ser sus hijos desde antes de la creación del mundo. En el libro de los Proverbios encontramos un elogio a la sabiduría. Allí se nos dice que ella estaba presente cuando Dios asentó lo cielos; cuando dio su precepto al mar para que no sobrepasara sus orillas; cuando asentó los cimientos de la tierra (cf. Pr 8, 27ss). Algo semejante podemos decir de nosotros: Dios ya nos tenía presentes cuando creó el universo, cuando formó las estrellas, cuando creó la variedad de las plantas, cuando dio a las flores sus aromas y sus colores. Al principio de los tiempos ya Dios nos tenía presentes. 64

Texto: En Él tenemos, por medio de su sangre, la redención, el perdón de los delitos (Ef 1, 7).

El pecado había apartado a los hombres de Dios y la humanidad no tenía medio de volver a la gracia del Señor. Pero, llegada la plenitud de los tiempos, el Padre envió a su Hijo para que nos diera ejemplo de vida y nos reconciliara con Dios por medio de su sangre. Los hombres no tenemos cómo agradecerle a Dios este beneficio. Texto: Dándonos a conocer el misterio de su voluntad… para realizarlo en la plenitud de los tiempos (Ef 1, 9).

Que Dios quería salvar a toda la humanidad, que quería hacer hijo adoptivo suyo a todo hombre y a toda mujer, y que se disponía a darnos en herencia el reino de los cielos; todo eso era un secreto de Dios, era el misterio de salvación, que el Padre lo reveló solamente por medio de su Hijo Jesucristo, cuando llegó la plenitud de los tiempos. También a nosotros se nos ha concedido, no solamente conocer este misterio, sino también, realizarlo en nuestras personas y en nuestros días. Texto: Hacer que todo tenga a Cristo por cabeza lo que está en el cielo y lo que está en la tierra (Ef 1, 10).

Al misterio de Dios, revelado cuando llegó la plenitud de los tiempos, pertenecía también el designio sobre su Cristo: que fuera su Hijo; y que presidiera la creación entera: lo visible y lo invisible, los hombres y los ángeles, lo material y lo espiritual. A ese cuerpo de Cristo, lo que se llama “el Cristo total”, pertenecemos también nosotros como miembros de su cuerpo místico. Texto: Para ser nosotros alabanza de su gloria (Ef 1, 12).

Nosotros estamos destinados, no solamente para dar gloria a Dios con nuestra oraciones y nuestras obras, sino también para “ser” su gloria. Es decir, que nuestra vida debe ser tal que constituya una alabanza de la gloria de Dios. A eso nos ha predestinado el Señor. Texto: Fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es prenda de nuestra herencia (Ef 1, 13ss).

Nosotros hemos recibido el Espíritu Santo y lo sentimos en nuestro corazón. Ese Espíritu Santo es a la vez el culmen de nuestra santificación (su sello) y la prenda de nuestra herencia en el cielo. Texto: A Cristo lo constituyó plenitud del que lo llena todo en todo (Ef 1, 23).

Cristo es la plenitud de la obra de Dios. Con Él la creación llegó a su cumbre. El Señor Dios no producirá obra que sea superior a su Hijo encarnado. Eso no es posible. Cristo es, también, la plenitud nuestra en cuanto que, cuando lleguemos al cielo, también nosotros llegaremos a nuestra plenitud, a algo que no podremos sobrepasar. Capítulo 2 En el capítulo primero se enunciaba el plan de Dios sobre la humanidad. En el capítulo segundo se nos dice que también nosotros hemos sido elegidos por Dios para formar parte de ese plan: para ser hijos adoptivos de Dios y herederos del reino de los cielos. Y 65

que esto lo hemos obtenido por la gracia de Dios y no por mérito de nuestras obras. Texto: Por gracia han sido salvados (Ef 2, 5).

Pablo recuerda a sus fieles que ellos, antes de que abrazaran la fe en Cristo Jesús, estaban muertos por sus pecados; pero que vino la misericordia de Dios y los llamó a formar parte del designio de salvación de Dios Padre y ahora han sido salvados, no por méritos propios, sino de manera gratuita por la bondad de Dios. Esta es, también la suerte nuestra, hemos llegado al reino de salvación del Señor Jesús, no por méritos propios sino por la bondad de Dios. Texto: Porque Él es nuestra paz (Ef 2, 14).

El texto se refiere a que nuestro Señor Jesucristo ha establecido la paz entre la humanidad y su Creador, al reconciliarnos con Dios por medio de su muerte en la cruz; y el mismo Señor Jesucristo estableció la paz entre la nación judía y los no judíos al llamarnos a todos, indistintamente, a formar parte de su reino. Texto: Ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo (Ef 2, 19ss).

Los fieles de la ciudad de Éfeso, antes de su conversión al cristianismo, eran personas extrañas al pueblo elegido de Dios; pero, una vez convertidos, ya no son “extraños ni forasteros”, sino que pasan a formar parte del pueblo elegido del Señor: “Son conciudadanos de los santos y familiares de Dios”. Lo mismo nos sucede a nosotros, una vez bautizados, ya somos Iglesia, pueblo elegido de Dios “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo”. Capítulo 3 Pablo, primero expuso el plan de salvación de Dios, el misterio escondido desde la creación del mundo que fue revelado por su Hijo Jesucristo. Ahora Pablo vuelve los ojos a sí mismo y nos declara cuál ha sido su papel en este misterio salvador de Dios. Nos dice que él ha sido constituido apóstol de este misterio para darlo a conocer a las gentes. Termina el capítulo con una oración a Dios en la que pide por sus fieles, para que lleguen a conocer bien este misterio de salvación. Texto: A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo (Ef 3, 8).

El Apóstol dice que él es el menor de todos los santos por humildad y porque no ha olvidado su pasado de perseguidor de los cristianos. A continuación enuncia la gracia recibida de Dios: “La de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo”, la gracia de llevar a todas las naciones al conocimiento de Cristo y de su salvación. Nosotros, también, somos muy pequeños, pero hemos recibido grandes gracias de parte del Señor: la gracia de creer en Él, que es el principio de nuestra salvación; la gracia de proclamar nuestra fe; y la gracia de llevar la fe, al menos, a los miembros de la familia y al círculo de mis amistades. 66

Texto: Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra (Ef 3, 14).

Lo primero que hay que notar es que el término griego con que se digna “familia” indica al grupo que tuvo su origen de un padre. Pablo juega, pues, con la palabra. La segunda observación es que Pablo distingue muy bien a las tres personas de la Santísima Trinidad, cosa que tuvo que haber aprendido por revelación, pues él no fue discípulo directo de Jesús. Texto: Que sean fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior (Ef 3, 16).

Esto es lo primero que Pablo pide al Padre para sus fieles: que sean fortalecidos en el interior por la acción del Espíritu Santo. También nosotros debemos volver nuestros ojos a nuestro interior y comprender que necesitamos la acción del Espíritu que nos fortalezca. Texto: Para que… puedan comprender con todo los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento (Ef 3, 18ss).

Jesús había dicho que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (cf. Jn 15, 13), y Él dio la vida por nosotros; pero, además, está el amor del Hijo que es Dios, y que, como Dios, posee un amor infinito con el cual nos ha amado. Este amor infinito del Hijo de Dios nunca lo podremos comprender porque supera todo conocimiento. Sin embargo, lo más digno, de nuestra parte, es que tengamos algún conocimiento de ese amor de Cristo; y que ese conocimiento nos mueva a corresponder, también, con nuestro amor y nuestra vida. Capítulo 4 Con el c. 3 termina la exposición del plan salvífico de Dios, oculto desde el principio del mundo y revelado por Jesucristo, Hijo de Dios. En el c. 4 Pablo da algunas recomendaciones para que la vida de los fieles sea digna de la vocación a la cual han sido llamados. Texto: Los exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados (Ef 4, 1).

Pablo quiere enfatizar sus recomendaciones con uno de sus grandes títulos: que está preso por amor al Señor Jesús. Valiéndose de este título exhorta a sus fieles a que vivan de una manera digna de la vocación a la que han sido llamados al hacerse cristianos; con lo cual señala la meta, el ideal de vida cristiana: que sea digna de su vocación. Ésta es, también, la meta de nuestra vida: vivir de una manera digna de nuestro cristianismo. Texto: Con toda humildad, mansedumbre y paciencia sopórtense unos a otros por amor (Ef 4, 2)

El vivir de acuerdo a nuestra vocación de cristianos pide la práctica de todas las virtudes; pero Pablo destaca tres virtudes: la humildad, la mansedumbre y la paciencia. La humildad no consiste en despreciarse a sí mismo, sino en estimarse de acuerdo a la 67

verdad, ni más ni menos de lo que se es. Esa virtud parece fácil, pero es muy difícil; porque es muy difícil llegar a tener una estima propia de acuerdo a la objetividad. Para ello se necesita haber madurado en la vida y haber abandonado la soberbia que todos tenemos adherida al alma. La mansedumbre pide portarse con ecuanimidad en las circunstancias difíciles de la vida. Pide no perder los estribos en la adversidad. También esta virtud es señal de madurez en la vida y de haber dejado ya los ímpetus juveniles. La paciencia pide soportar con magnanimidad los defectos de los prójimos como lo dice el mismo texto: “Soportándose unos a otros por amor”. Texto: Poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz… un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos (Ef 4, 3ss).

Ya desde el siglo primero se empezaron a presentar dificultades para conservar la unidad de la Iglesia. Estuvieron, en primer lugar, los judaizantes, que se empeñaban en obligar a los cristianos a cumplir la ley de Moisés; en segundo lugar, se presentaron divisiones en la Iglesia dependiendo del apóstol que le hubiera predicado, como en Corinto; y, en tercer lugar, se presentaron verdaderos herejes, como los que afirmaban que el cuerpo de Jesús era aparente, no real. Hoy la Iglesia se halla muy dividida: se hallan, en primer lugar, los ortodoxos, que no aceptan la autoridad del Papa; y, en segundo lugar, está la muchedumbre de las Iglesias protestantes. Se han dado pasos para volver a la unión; pero esa unidad está todavía muy lejos. Texto: A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo… dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros (Ef 4, 7ss).

La carta de Pablo nos da una idea de la variedad de dones divinos que existían en aquella comunidad. Hoy, también, el Señor adorna su Iglesia con numerosos dones: catequistas, predicadores, gobernantes, escritores, maestros, etc. Todos esos dones, Dios los concede para el bien de los fieles. Aquí, yo debo pensar qué dones he recibido de Dios y cómo los he empleado. Texto: Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo (Ef 4, 13).

Los dones recibidos de Dios son los que le dan vitalidad a la Iglesia y, gracias a ellos, nosotros podemos crecer espiritualmente hasta que logremos la plenitud de santidad a la cual nos destina la providencia del Señor. Texto: Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina (Ef 4, 14).

La Iglesia apenas estaba naciendo y ya se presentaban doctrinas diversas que pretendían atraer a los fieles. Estaban los judaizantes y estaban los primeros herejes. Pablo quiere evitar que sus fieles se desvíen hacia direcciones equivocadas en materia doctrinal y, para eso, les pide la madurez en la fe. 68

Texto: Les digo, pues, esto y los conjuro en el Señor que no vivan ya como viven los gentiles (Ef 4, 17).

Una primera desviación, que se presentaba en los tiempos de Pablo, era la de volver a la manera de vida propia de los gentiles. La gentilidad poseía los mejores filósofos de todos lo tiempos, los mejores poetas de todos los tiempos, los mejores escultores y arquitectos. Era una civilización brillantísima que atraía mucho y los cristianos podían sentir el deseo de volver a la gentilidad. Hoy la civilización en gran parte ya no es cristiana. Pero es una civilización brillantísima. Posee la ciencia y posee inventos que nos admiran. Los cristianos hoy sienten la tentación de aceptar todos los valores de la civilización actual y de abandonar la Iglesia. Son millones los que se apartan de la Iglesia. Las recomendaciones del Apóstol, pues, valen también para nosotros. Texto: A revestirse del Hombre Nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Ef 4, 24).

Los cristianos, a los que se dirige la carta, habían sido convertidos del paganismo; habían sido hombres y mujeres que, antes de su conversión, habían vivido de acuerdo a las costumbres del paganismo en la idolatría y el libertinaje sexual. Eso es lo que el Apóstol entiende por “Hombre Viejo”. El “Hombre Nuevo” al cual invita Pablo es el cristiano que vive de acuerdo a la voluntad de Dios “en justicia y santidad”. En nosotros, “el Hombre Viejo” se entiende el que vive de acuerdo a los bajos instintos de su naturaleza; y el “Hombre Nuevo” se entiende el que se ha despojado de sus bajos instintos y vive de acuerdo a la voluntad de Dios “en justicia y santidad”. Texto: No se ponga el sol mientras estén airados (Ef 4, 26).

Después de invitar a sus cristianos a que se revistan del “Hombre Nuevo”, Pablo pasa a determinar en qué consiste este hombre. Pide, pues a sus cristianos que desechen la mentira (v. 25), que no se dejen llevar de la ira (v. 26), que se reconcilien antes de que se ponga el sol (v. 26), que no roben (v. 28), que no se entreguen a la maledicencia (v. 29) ni a cualquier clase de maldad (v. 31). Texto: No entristezcan al Espíritu Santo (Ef 4, 30).

Entre las recomendaciones que da el Apóstol para que sus cristianos se revistan del “Hombre Nuevo”, está esta: que no entristezcan al Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos ha sido dado desde el día de nuestro bautismo. Él habita en nuestros corazones y podemos decir que Él se alegra cuando practicamos el bien y se entristece cuando obramos el mal. Capítulo 5 En el capítulo quinto, Pablo continúa sus exhortaciones a llevar una vida santa, digna del nombre de cristianos. Texto: Sean, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos y vivan en el amor como Cristo los amó y se entregó por nosotros (Ef 5, 1ss).

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Aquí Pablo pone una meta altísima, la más alta posible, para el actuar del cristiano. Le dice que imite a Dios, que es la santidad misma, y le pide el amor mutuo con el prójimo, a semejanza de Cristo que nos amó y se entregó por nosotros. Jesús había dicho: sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto (cf. Mt 5, 48). Pablo también pone la santidad infinita de Dios como meta de la perfección del cristiano. En los versos siguientes el Apóstol explicita, un poco, en qué consiste nuestra imitación de Dios. Nos dice que tratemos a todos con amor, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros (v. 2); que ni siquiera hablemos de la inmoralidad sexual ni de ninguna clase de impureza o avaricia (v. 3); que no digamos indecencias ni tonterías ni vulgaridades (v. 4). Para reforzar estas exhortaciones, Él avisa a sus fieles que los que cometen inmoralidades sexuales y los que se dejan llevar por la avaricia, no poseerán el reino de Dios. Texto: Vivan como hijos de la luz (Ef 5, 8).

Pablo emplea el símil de la luz y las tinieblas para explicar la diferencia entre el bien y el mal. Avisa a sus fieles que ellos pertenecen a la luz y, por tanto, deben portarse como tal. Que eviten las obras propias de las tinieblas. Que todas sus obras puedan ser contempladas en plena luz, pues lo que se hace en las tinieblas es vergonzoso. Texto: Miren atentamente cómo viven, que no sean como imprudentes, sino como sabios (Ef 5, 15).

Vivir con prudencia es lo mismo que vivir con sabiduría. La sabiduría es distinta de la ciencia. Puede darse un gran científico que no sea sabio, sino un necio en la vida, porque no sabe vivir con dignidad. También puede darse un analfabeta que sea un hombre sabio, porque ha sabido vivir; ha sacado de la vida lecciones de moderación, de prudencia, de cordura, de manera que su vida resulta un modelo para propios y extraños. La sabiduría era muy alabada y buscada en la civilización griega, en tiempos de Pablo. Hoy se estima que la ciencia y la sabiduría escasea bastante. Está bien que se estime la ciencia; pero la falta de sabiduría es un mal muy grande para nuestra sociedad. Texto: Aprovechen bien el tiempo presente porque los días son malos (Ef 5, 16).

Los cristianos tenían únicamente el breve tiempo de sus vidas para labrarse la eternidad dichosa. Por este motivo el Apóstol los exhorta a aprovechar bien el corto tiempo de sus vidas. Lo mismo nos pasa a nosotros: para labrarnos la eternidad feliz contamos, únicamente, con el breve tiempo de nuestras vidas y ese breve momento tenemos que aprovecharlo bien. Texto: Las mujeres deben estar sujetas a sus maridos como al Señor (Ef 5, 22).

Esta carta del apóstol san Pablo se leyó, durante siglos, en la ceremonia del matrimonio. Hoy se toman lecturas diversas: la realidad también ha evolucionado, las esposas estuvieron sujetas a sus esposos durante siglos. Fue el tiempo de matrimonios estables y felices, y de familias estables y felices, cuando las separaciones eran un fenómeno rarísimo. Hoy las cosas han cambiado. Hoy se espera que la autoridad, en el 70

hogar, sea compartida por los dos esposos. Ese ideal es muy bonito, pero la realidad no lo es: el fracaso matrimonial es enorme; la infelicidad en el hogar, tanto en lo padres como en los hijos, es muy alta; y las separaciones son el pan de cada día. Sin embargo, el Señor me ha concedido conocer hogares ejemplares, debido a que la esposa, con mucha discreción, se ha sometido al esposo y cede el primer lugar al esposo en todas las cosas posibles. Texto: Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Ef 5, 25).

Este mandamiento de san Pablo es muy bonito y todos los esposos dirán que eso es lo que quieren ellos. Pero la cosa es difícil. Antes del amor espiritual, durante el noviazgo, se presenta el amor sensible, que es muy parecido al amor espiritual. Ese amor sensible se presenta, también, entre los animales. Es muy ardiente, pero dura poco. Está destinado a acabarse pronto. El problema está en que el matrimonio se suele contraer durante el período del amor sensible y, no lo olviden, ese amor dura poco. Así que, al poco tiempo de casarse, encuentran que el amor se acabó, y los esposos se separan. El remedio está en llegar al amor espiritual; pero este pide salir del egoísmo, pide entregarse el esposo a la esposa y la esposa al esposo y eso es fruto de la madurez de la vida. El problema del amor sensible no es más que uno de los problemas que se presentan en la vida matrimonial. Porque hay muchos otros problemas, como la diferencia de carácteres, la diferencia de gustos, la diferencia de ideas, las diferencias sociales y familiares, etc. Lo que pasa es que el matrimonio pide mucha virtud: pide amar sin límites, comprender siempre, perdonar siempre, aguantar sin límite, como lo dice el apóstol san Pablo en su Primera carta a los Corintios (c. 13). Capítulo 6 Es el capítulo final de la carta. En él, Pablo continúa su exhortación a la práctica de la virtud. Al final del c. 5 daba consejos a los esposos: que la esposa se someta al marido y que el marido ame a la esposa. El c. 6 comienza pidiendo a los hijos que obedezcan a sus padres y a los padres que no exasperen a sus hijos, y termina con una exhortación a luchar bien en la vida. Pues la vida cristiana es una verdadera lucha. Texto: Hijos, obedezcan a sus padres (Ef 6, 1).

Consideraciones. En la cultura romana, de tiempos de san Pablo, el padre podía aceptar al hijo, o podía desecharlo y ordenar que lo pusieran entre los esclavos, o que lo mataran, o que lo expusieran para que se lo llevara el que quisiera. El padre, pues, tenía derecho de vida y muerte sobre sus hijos. Del padre provenía la vida, los derechos, la cultura, la educación, la categoría social y la herencia. Con semejante autoridad era casi imposible que un hijo desobedeciera. Hoy los padres no se atreven a mandar, ni a corregir, ni a regañar ni a castigar a los hijos porque eso se ha vuelto muy complicado: los dejan crecer espontáneamente. El punto se vuelve más crítico cuando llega la adolescencia, porque entonces el hijo se vuelve rebelde y grosero. 71

Texto: Padres, no exasperen a sus hijos (Ef 6, 4).

Es la exhortación que se sigue de la anterior. En el v. 1 el Apóstol había pedido a los hijos que obedecieran a los padres; ahora san Pablo se vuelve hacia los padres y les pide que no exasperen a sus hijos. ¿Qué significa esto? Puede haber padres que corrijan excesivamente a sus hijos y los vuelvan tímidos. Se pide, pues, a los padres, que corrijan a sus hijos, pero no en demasía, para que no se vuelvan apocados. Texto: Esclavos, obedezcan a sus amos de este mundo con respeto y temor, con sencillez de corazón, como a Cristo (Ef 6, 5).

El Apóstol se dirige a los esclavos cristianos y les pide que obedezcan a sus amos, no solamente cuando están presentes, sino también en su ausencia, pues se les debe obedecer como a Dios, que siempre está presente. Esa misma exhortación, dirigida a los esclavos, vale para nosotros, que somos libres, pues todo el mundo tiene algún superior; y debemos cumplir con nuestro deber, no solamente cuando el jefe está presente, sino siempre. Siempre debemos cumplir con nuestro deber, como quien sirve a Dios. Texto: Amos, obren de la misma manera con ellos, dejando las amenazas; teniendo presente que está en los cielos el Amo suyo y de ellos, y que en Él no hay acepción de personas (Ef 6, 9).

Pablo pide a los amos que traten bien a sus esclavos. El buen trato a los trabajadores es algo que piden hoy las buenas relaciones laborales. Los patrones y los jefes deben tratar bien a sus empleados. Hace falta, en primer lugar, que los jefes estimen a sus empleados. Si los cristianos debemos amar a todo hombre y a toda mujer, se entiende que, de una manera especial, debemos estimar a las personas que están próximas a nosotros, a nuestros colaboradores. En segundo lugar, hace falta que los jefes den buen trato a sus empleados y que establezcan un buen ambiente laboral en el trabajo: un ambiente sano, de tal manera que resulte agradable trabajar. Texto: Tomen las armas de Dios, para que puedan resistir en el día malo (Ef 6, 13).

A partir del v. 10, el Apóstol compara la vida cristiana con un combate. Por esto pide a sus fieles que tomen todas las armas que Dios les ha dado: el escudo de la fe (v. 16), el casco de la salvación (v. 17) y la espada de la palabra de Dios (v. 17), y así, revestidos de la verdad (v. 14) salgan a pelear el combate de la vida contra el maligno que nos engaña y contra los poderes del mal (v. 12). Desgraciadamente hoy, la vida cristiana ha dejado de concebirse como un combate contra las fuerzas del mal que están en mí mismo y en la sociedad que nos rodea con sus antivalores. La vida cristiana, en vez de concebirse como un combate contra el mundo, se concibe hoy como un dejarse llevar de la tradición. Nada más falso. Hay que volver al concepto de que la vida cristiana es un combate.

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CARTA

A LOS

FILIPENSES

La ciudad de Filipos era una importante ciudad de Macedonia. Quedaba situada al norte de la actual Grecia. Pablo evangelizó esa ciudad en su segundo viaje. Fue la primera ciudad de Europa que conoció el Evangelio. Las relaciones de Pablo con los filipenses fueron siempre muy cordiales. Fue una comunidad que no ocasionó problemas al Apóstol y sí muchos consuelos. Sus buenas relaciones llegaron al punto de que Pablo recibió la ayuda económica que le ofrecieron los filipenses, a pesar de que él tenía como ideal anunciar el Evangelio de manera gratuita. Después del saludo y la acción de gracias, propia de todas sus cartas, pablo trata los siguientes temas: comunica a sus fieles el progreso que ha tenido la predicación del Evangelio (1, 12-26); exhorta a cumplir con los deberes propios de la vida cristiana (1, 27–2, 18); presenta a sus colaboradores Timoteo y Epafrodito (2, 19-30); advierte sobre el peligro judaizante (3, 1–4, 1); les hace diversas exhortaciones (4, 2-9); y agradece la ayuda económica recibida (4, 10-20). Concluye con una breve despedida. Esta carta pertenece a las cartas llamadas “de la cautividad” porque fue escrita desde alguna prisión. Pero no podemos determinar a qué prisión se refiere. Capítulo 1 En el capítulo primero, Pablo, según su costumbre, saluda a los fieles de Filipos y da gracias a Dios por la fe y la caridad de estos sus fieles. Esta acción de gracias es especialmente afectuosa. Eso se explica por las especiales relaciones de amistad y aprecio que unían a Pablo con los fieles de Filipos. Después, Pablo, que se halla en prisión, plantea un pequeño problema: parece que algunos fieles (de otras Iglesias) predicaban el Evangelio pero con espíritu revanchista: para que no fuera solo Pablo el apóstol, sino también ellos. A esto Pablo comenta que lo que importa es que Cristo sea anunciado. Texto: Firmemente convencido de que, quien inició en ustedes la buena obra, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús (Flp 1, 6).

Pablo sabe, perfectamente, que él predicó el Evangelio, pero el que dio la fe fue Dios, porque nuestra fe proviene de lo divino. Pero también sabe Pablo que el mismo Dios, que plantó la fe en los corazones, la continuará cultivando y perfeccionando hasta que nosotros nos presentemos ante el tribunal de Cristo Jesús, después de nuestra muerte. Texto: Para ser puros y sin tacha para el día de Cristo (Flp 1, 10).

El Apóstol pide a sus fieles que sean “puros y sin tacha para el día de Cristo”. Les pide, pues, una pureza total, la ausencia total de toda mancha de culpa y con toda razón, 73

en el cielo no puede entrar nada manchado. Todo tiene que ser puro. En este trabajo de purificación algo colaboramos nosotros procurando evitar, en nuestras vidas, cualquier mancha de pecado, aun de pecado leve. Sin embargo, el que hace la obra principal de purificar nuestras almas es el mismo Dios. Él, con su providencia, dispone las cosas para que nos sobrevengan pruebas y contradicciones que serán las que nos purifiquen en la vida. Entre estas pruebas se podrán contar, la enfermedad, el fracaso, el desprestigio, la cárcel, la muerte de algún ser querido, etc. También al apóstol Pablo el Señor lo purificó por medio de cárceles, golpes, latigazos y contradicciones sin medida. Texto: Lo que me ha sucedido ha contribuido, más bien, al progreso del Evangelio (Flp 1, 12).

Con estas palabras, Pablo se refiere a su situación de prisionero y encuentra que esta contradicción más bien ha servido para dar a conocer el Evangelio. Todos conocemos los trabajos, por los que pasó el apóstol Pablo durante su predicación del Evangelio: cárceles, pedreas, azotes, litigios, persecuciones de propios y extraños, naufragio, caminos, hambre y sed, etc. El mismo Apóstol decía que, con esos trabajos, estaba cumpliendo lo que faltaba a los sufrimientos de Cristo (Col 1, 24); pero, con esos sufrimientos, también Dios estaba purificando a su Apóstol. Texto: Pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia (Flp 1, 21).

Pablo había acabado de hablar de sus cadenas y de sus tribulaciones por predicar el Evangelio; pero dice que se alegra de sus sufrimientos porque, para él, “la vida es Cristo”, es decir, su vida y sus sufrimientos ya no le interesan, lo que le interesa es la causa de Cristo, la difusión de su Evangelio. El Apóstol dice, también, que “la muerte es una ganancia”, pues ésta, para el cristiano, significa el paso a la eternidad feliz. Por este motivo Pablo estaba un poco dudoso de si elegir la muerte, para ir pronto a estar con Cristo o elegir la vida, para poder servir a los hermanos. Por fin se inclina por la vida, para servir a los hermanos que todavía lo necesitan. Texto: Lo que importa es que ustedes lleven una vida digna del Evangelio (Flp 1, 27).

Pablo dice a sus fieles que, aunque la muerte significaría para él, entrar en la gloria, sin embargo, prefiere la vida, para ayudarlos a ellos. Para Pablo, los sufrimientos son parte de lo que un apóstol debe sobrellevar por sus fieles, naturalmente, con la condición de que sus fieles lleven una vida digna del Evangelio. Texto: Se les ha concedido la gracia de que por Cristo… no sólo que crean en Él, sino también que padezcan por Él (Flp 1, 29).

La fe en Cristo es un don de Dios que hemos recibido desde la niñez. Es verdad que, de nuestra parte, hemos hecho lo posible por recibir ese don y por acrecentarlo. En la familia, probablemente, hemos recibido ejemplos de fe y práctica de la fe. Sin embargo, continúa siendo, en lo fundamental, un don de Dios. No solamente la fe es un don de Dios; los sufrimientos de la vida son, también, un don 74

de Dios que se nos ha concedido para purificarnos y para colaborar con los sufrimientos de Cristo, en la redención del mundo (cf. Col 1, 24). Toda persona tiene que tener en esta vida sufrimientos de múltiples clases: la enfermedad, la contradicción, el trabajo, la pobreza y los tormentos de tipo moral que son, probablemente, los más dolorosos. Repito, todo eso se nos ha concedido para purificarnos y para colaborar con los sufrimientos de Cristo en la redención del mundo (cf. Col 1, 24). Capítulo 2 El Apóstol exhorta a sus fieles a la unidad, a que tengan un solo sentir y un solo querer y para ello les recomienda la humildad; que no obren por vanagloria, sino con humildad. Después, del v. 6 al 12, él trae un bellísimo himno cristológico en el que alaba a Cristo porque, “siendo de condición divina” se despojó de su categoría y se hizo igual a los hombres; y se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Luego, del v. 12 al 19 exhorta a los fieles a que trabajen en su salvación “con temor y temblor”. Y termina el capítulo prometiendo que les enviará a Timoteo y a Epafrodito. Texto: Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo (Flp 2, 5).

El Apóstol fija a nuestros sentimientos una meta altísima: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo”. Es una meta tan alta que jamás ningún hombre ni mujer podrá llegar a ella. Cristo nos amó hasta dar su vida por nosotros; siendo Dios, se anonadó a sí mismo y, no solamente se hizo como un hombre cualquiera, sino que, entre los hombres, entre sus discípulos, estuvo como quien sirve. Llegó a lavar los pies a sus discípulos. Jamás nosotros llegaremos a tanto. Texto: El cual (Cristo), siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, y haciéndose semejante a los hombres (Flp 2, 6ss).

Consideraciones. Estas son las primeras estrofas del himno cristológico que trae san Pablo en esta carta. Aquí se nos recuerda que Cristo es de condición divina; pero que no quiso, durante su vida mortal, que su categoría fuera reconocida por los hombres; al contrario, se humilló hasta hacerse semejante a cualquier hombre. Texto: Cristo se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2, 8).

Por soberbia entiendo el que uno se crea superior a lo que es; y por humildad entiendo la verdad: sentirse uno en lo que de hecho uno vale sin aumentar ni disminuir. Vistas así las cosas, parece sencillo ser humilde; pero no lo es. La soberbia es uno de nuestros peores vicios, La llevamos pegada al corazón y es muy difícil el paso a la humildad. Hace falta darse contra el suelo muchas veces y quizá la humildad no se logre sino con la madurez de la vida y, probablemente, sólo hasta la ancianidad. A este respecto, el ejemplo de Cristo resulta desconcertante: Él, que era Dios, “se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de cruz”. Como en todas las cosas, el ejemplo de Cristo nos superará infinitamente y nos sentimos muy pequeños e impotentes ante semejante ejemplo. 75

Texto: Por lo cual Dios lo exaltó (a Cristo) y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre (Flp 2, 9).

En el plan del Padre estaba en que su Hijo padeciera la muerte de cruz y, así, fuera exaltado a lo más alto de los cielos. Pero Jesús es el camino que nos lleva al Padre: hace falta que también nosotros suframos, que también nosotros nos humillemos, para que también nosotros sigamos el camino de Cristo y lleguemos a la casa del Padre. Texto: Trabajen con temor y temblor por su salvación pues Dios es quien obra en ustedes el querer y el obrar (Flp 2, 12ss).

Si con los hombres debemos ser humildes, con Dios debemos ser mucho más humildes, pues fue Él el que nos dio la fe y nos dio innumerables gracias y beneficios. Pero Él, que lo dio, también lo puede retirar y dejarnos en nuestra impotencia. Por este motivo el Apóstol dice a sus fieles que trabajen con temor y temblor por su salvación, pues, aunque ya tenemos la fe en esta vida, todavía no tenemos la salvación eterna, de la cual no somos dignos y está en la mano de Dios concedernos el llegar a ella. Capítulo 3 El Apóstol previene a sus fieles contra el peligro que significan los judaizantes. A este propósito, Pablo recuerda sus títulos en el judaísmo: circuncidado al octavo día y fariseo e hijo de fariseo; pero nos dice que todo eso él lo estima como basura comparado con lo que significa conocer a Cristo. Aun estando en su situación, Pablo se lanza hacia adelante para ver si consigue la gloria eterna, pues todavía no la tiene. Termina el capítulo exhortando a sus fieles a que lo imiten a él y a los que andan según el Evangelio, y se aparten de los que no caminan según Dios. Texto: Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura para ganar a Cristo (Flp 3, 8).

El Apóstol acababa de sacar a relucir todos sus títulos de judío: “Circuncidado al octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos… fariseo... perseguidor de la Iglesia”; y ahora nos viene a decir que todos esos títulos nobilísimos, que llevaban siglos de tradición, él los tiene como “pérdida” y como “basura” ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús. Aquí nosotros tenemos que examinarnos a ver si el conocer a Cristo y el pertenecerle a Él lo tengo en más que cualquier valor de esta tierra: el dinero, la categoría social, los conocimientos, los influjos, las relaciones, absolutamente todo lo tengo en nada con tal de pertenecer a Cristo. Texto: Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que quedó atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama (Flp 3, 13ss).

El apóstol Pablo estaba todavía en esta vida; por eso nos dice que todavía no lo ha alcanzado (refiriéndose a la gloria eterna); pero que olvida todo lo pasado y se lanza a lo que está por delante; es decir, hacia los nuevos méritos de su vida en su trabajo 76

apostólico. Algo semejante debemos hacer nosotros: olvidar todo lo que no importa y lanzarnos hacia una vida llena de méritos para el cielo. Texto: Hermanos, sean imitadores míos, y fíjense en los que viven según el modelo que tienen en nosotros (Flp 3, 17).

Pablo se pone a sí mismo como modelo de conducta para sus fieles. Esta es una obligación de todo cristiano y de toda cristiana: ser modelo de vida para los demás y poder decir: fíjense en mí, obren, hablen como yo obro y como yo hablo. Acto seguido, san Pablo dice a sus fieles que se fijen también en quienes lo imitan a él; pero que no se fijen en los que llevan una conducta desordenada y “se portan como enemigos de la cruz de Cristo”. Esto es, también, algo que todos debemos hacer en la vida: no podemos imitar todo ejemplo que vemos, pues en la sociedad se dan, también, muy malos ejemplos. Texto: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como salvador al Señor Jesucristo, el cual transformará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo (Flp 3, 20ss).

San Pablo enuncia una de las grandes verdades de la fe cristiana: que somos ciudadanos del cielo, el cielo es nuestra patria, aquí, en la tierra, somos peregrinos que caminamos hacia nuestra patria: el reino de los cielos. En este texto, también, san Pablo canta nuestra gran esperanza: que el Señor transformará nuestro cuerpo frágil en un cuerpo glorioso, como el suyo. De acuerdo a esto, nosotros no resucitaremos con nuestro mismo cuerpo, sino con un cuerpo glorioso como el de Cristo. Capítulo 4 Este es el último capítulo de la carta. Está dedicado a las exhortaciones finales: primero hace recomendaciones a Evodia, Síntique, y Sicigo. Pasa luego a recomendar la alegría y la paz del alma. Por último, agradece a los fieles de Filipos las ayudas económicas que le han enviado. Texto: Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres (Flp 4, 4).

La alegría es una virtud muy importante. Desde la alegría cumplimos con facilidad nuestros deberes. Sin la alegría todo se nos hace penoso y difícil. La alegría se parece al medio ambiente: si hay buen medio ambiente, allí crecen todas las flores y los árboles dan su fruto; pero si el medio ambiente es adverso, eso agosta todas las plantas. Lo mismo sucede con el medio ambiente del alma, la alegría, con ella se dan bien todas las virtudes; pero sin ese medio ambiente todo pasa a ser muy difícil. Tanto insiste Pablo en la alegría, que ella pasa a ser como un mandamiento del Apóstol: ¡estén siempre alegres! Se lo repito, ¡estén alegres! Texto: No se inquieten por cosa alguna (Flp 4, 6).

Nosotros tendemos a inquietarnos por toda clase de cosas: por el cumplimiento de 77

nuestros deberes; por el bienestar de la familia; por la salud de los familiares; por los problemas económicos; por las relaciones con amigos y familiares, etc. Pues bien, el Apóstol nos dice que no nos dejemos inquietar por cosa alguna. Dejemos todo en manos de Dios. Eso sí, a Dios hay que encomendarle todos nuestros cuidados; pero, una vez encomendados a Él, hace falta que confiemos en la bondad del Señor: Él cuidará de nuestros asuntos. Es verdad que, de nuestra parte, debemos poner todo lo necesario para que las cosas marchen bien; pero, el resultado, dejémoslo en manos de Dios. Texto: La paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos (Flp 4, 7).

Este texto es complementario del anterior. En él, el Apóstol nos invitaba a no inquietarnos por cosa alguna; en este texto, se nos promete que recibiremos la paz de Dios “que supera todo conocimiento”. La paz es un don de Dios muy grande. En el mundo entero se elevan oraciones al Señor pidiéndola. Aquí, en Colombia, hace cuarenta años que venimos suplicando a Dios la paz. Pues el Apóstol nos promete que, si hemos dejado todas nuestras inquietudes en manos de Dios, la paz del Señor vendrá sobre nosotros. Esa paz del corazón, que se nos promete es algo supremo, pues, si algo ansiamos en la vida, es la paz. Texto: He aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado (Flp 4, 11ss).

Nuestro Señor Jesucristo, después de su vida oculta, escogió el género de vida de profeta itinerante: profeta que no poseía nada; andaba predicando por las aldeas de Judea y Galilea y vivía de lo que le gente le daba. En esa situación, probablemente pasó hambre y necesidad. También el apóstol san Pablo se acogió al género de vida propio del profeta itinerante, que no poseía nada y vivía de la generosidad de sus fieles. En esa situación, pasó por el hambre y la necesidad aunque, a veces, sus discípulos se mostraban generosos con él. De todas maneras él nos dice que se acostumbró a todo: a la necesidad y a la abundancia. Texto: Todo lo puedo en Aquél que me conforta (Flp 4, 13).

Pablo se está refiriendo a su situación de Apóstol que, a veces, pasaba por penuria y, a veces, tenía la abundancia. Pablo reconocía que su fortaleza, para superar sus dificultades, provenía de Dios y por eso, nos dice que “todo lo puedo en Aquel que me conforta”. Ojalá nosotros, los sacerdotes y religiosos, imitáramos su situación de profeta itinerante de manera que pudiéramos decir: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta”.

78

CARTA

A LOS

COLOSENSES

Colosas estaba situada hacia la mitad del Asia Menor. Esa ciudad fue evangelizada por Epafras, discípulo de san Pablo, no por el mismo Apóstol. Después de su evangelización, los fieles de Colosas introdujeron en sus prácticas religiosas el culto a los ángeles y algunos otros espíritus. Pablo les escribe para poner, con claridad, que Jesús está por encima de todo espíritu creado, sean ángeles, principados o potestades. La carta no fue escrita por el mismo Pablo, sino por alguno de sus discípulos y no conocemos la fecha en que fue redactada. Capítulo 1 La carta empieza con el saludo de Pablo y con el agradecimiento a Dios por la fe y la caridad de los fieles de Colosas, procedimiento normal de Pablo en todas sus cartas. Inmediatamente viene, a partir del v. 15, un bellísimo himno cristológico en el que se recuerda a los fieles de Colosas los títulos de Cristo Jesús. Texto: Cristo es imagen de Dios invisible (Col 1, 15).

En la última cena, Felipe le dijo a Jesús que les mostrara al Padre, que eso les bastaba; pero Jesús le contestó que quien lo ve a Él, a Jesús, ve al Padre (cf. Jn 14, 8ss) porque Jesús es la imagen del Padre; pues la misericordia de Jesús procede del Padre; la comprensión de Jesús y todas las demás virtudes admirables de Jesús, todo eso procede del Padre. Texto: Primogénito de toda la creación (Col 1, 15).

Jesús es el primogénito de toda la creación, no en sentido temporal, como si lo primero que creó Dios fuera a Jesús, antes de la misma tierra; pero Jesús sí es el primogénito de toda la creación en el sentido de la dignidad y de la intención de Dios; pues nada, en la creación, tiene alguna dignidad siquiera comparable a la de Jesús. Además en el orden de la intención de Dios, primero fue Jesús, que estuvo presente en la mente de Dios cuando creó la esfera primigenia de energía pura de la cual procedió el universo. Texto: En Él (en Cristo) fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra (Col 1, 16).

El texto se refiere a Cristo en cuanto Dios y nos dice que en el Hijo de Dios fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra. Recordemos que el problema de los colosenses consistía en haber introducido en su culto cristiano, el culto a los ángeles, dominaciones, principados y potestades, que se suponía que eran seres espirituales intermedios entre Dios y el hombre. El Apóstol les dice, a sus fieles de Colosas, que esos seres fueron creados en Cristo y que, por consiguiente, la primacía de Cristo sobre todos ellos no deja duda. 79

Texto: Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en Él su consistencia (Col 1, 17).

El texto se refiere a Cristo en cuanto Dios. Efectivamente, el Hijo de Dios, es anterior a todo lo creado y todas las cosas tienen en Él su consistencia, pues todas ellas son una participación de su ser divino. Texto: Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia (Col 1, 18).

Por el mismo apóstol Pablo (cf. 1Co 12, 12ss) sabemos que todos nosotros, los cristianos, constituimos un cuerpo, que es la Iglesia y que la cabeza de este cuerpo es Cristo. Este es uno de los títulos que nos obliga a la caridad fraterna, el saber que todos somos miembros de un solo cuerpo, y que Cristo es su cabeza. Texto: Él es el principio, el primogénito de entre los muertos (Col 1, 18).

Cristo “es el primogénito de entre los muertos” no en el sentido de quien fue el primero que murió; sino en el sentido que Cristo fue el primero, de entre los muertos, que resucitó a la vida eterna. Porque Lázaro, la hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naín resucitaron antes que Cristo, pero no a la vida eterna, sino a esta vida temporal. El primero que resucitó a la vida eterna fue Cristo. Texto: Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud (Col 1, 19).

La palabra plenitud, en griego pleroma, es palabra que inventa san Pablo para indicar que en Cristo reside toda la plenitud de la perfección, por cuanto Cristo es Dios y, como Dios, es infinitamente perfecto; pero, aun como hombre, en Cristo residen todas las gracias que el Padre envía a la humanidad. Texto: Y reconciliar por Él y para Él todas las cosas (Col 1, 20).

Por Cristo, efectivamente, por su vida, pasión y muerte, Dios ha reconciliado el cielo con la tierra, Dios con los hombres; y aun la creación material recibe, de alguna manera, la paz de Dios. Texto: Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo (Col 1, 24).

Pablo se refiere a sus sufrimientos y nos dice que, con ellos, él está completando lo que faltó a los sufrimientos de Cristo. El Apostol viene a decir que Dios necesita de nuestros sufrimientos para acabar de redimir al mundo y para acabar de interceder por Él. Este pensamiento es válido también para nosotros: con nuestros sufrimientos estamos colaborando a la redención del mundo. Texto: El misterio escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora a sus santos (Col 1, 26).

El plan de la redención del hombre y de su exaltación a ser hijo adoptivo de Dios y heredero del reino de los cielos, ese plan no lo conocieron ni Abrahán ni Moisés, ni los profetas, es un proyecto que estuvo oculto a los hombres y que fue revelado a los apóstoles; y, para nosotros, es el principio de nuestra esperanza. Capítulo 2 80

Al principio del capítulo, el Apóstol termina sus consideraciones sobre su misión respecto a los fieles de las distintas Iglesias. Del v. 6 al v. 9 nos habla de la vida según Cristo. Del v. 9 al v. 16 nos vuelve a hablar de Cristo, de su supremacía respecto a toda criatura y de su labor salvífica. Y del v. 16 en adelante el Apóstol se esfuerza por librar a los cristianos del falso culto a los ángeles y a otras entidades intermedias entre Dios y el hombre. Texto: Alcancen en toda su riqueza la plena inteligencia y perfecto conocimiento del misterio de Dios, en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2, 2ss).

Ya indicamos arriba que por “misterio de Dios” el Apóstol entendía el plan salvífico de Dios, que consistió en enviar a su Hijo al mundo para redimirlo y para que nosotros fuéramos constituidos en hijos adoptivos del Padre y herederos del reino de los cielos. En ese “misterio”, efectivamente, están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la misericordia divina. Texto: Vivan, pues, según Cristo Jesús (Col 2, 6).

En tiempos de Pablo había dos maneras de vivir: la manera pagana, con la aceptación de todas las pasiones y concupiscencias; y la manera cristiana, en paz, en humildad, en respeto, en cariño mutuo, en cumplimiento de todos los deberes, en oración, en acción de gracias a Dios, en el cumplimiento de todas las virtudes. Esta segunda manera de vivir, es lo que Pablo llama “vivir según Cristo”, según el ejemplo que nos dejó Cristo Jesús, y a ello invita a sus fieles. Texto: Miren que nadie los esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas (Col 2, 8).

Pablo se refiere a los que, partiendo de la filosofía gnóstica, pretendían introducir en el cristianismo el culto a un conjunto de seres intermedios entre Dios y los hombres. Hoy la lucha es distinta; hoy el mundo pretende imponerse con una visión materialista del universo y de la historia para acabar con todo lo sagrado. Hacer frente a esa tendencia es la lucha cristiana de nuestros días. Texto: Ustedes alcanzan la plenitud en Él (en Cristo) (Col 2, 10).

El Apóstol había acabado de decir que en Cristo “reside toda la plenitud de la divinidad” por lo que Jesús es Dios, Dios como el Padre y como el Espíritu Santo. Después, Pablo vuelve sus ojos hacia nosotros y declara que en Cristo nosotros alcanzamos nuestra plenitud. Se refiere, en primer lugar, a la plenitud humana, con toda la altura moral que le corresponde a un hombre. Esa plenitud, en grandeza interior, los hombres la logramos en Cristo Jesús. Pero el Apóstol se refiere, principalmente, a la plenitud espiritual, a la plenitud en el orden de la gracia santificante y, también en ese orden, nosotros lograremos nuestra plenitud en Cristo Señor. Texto: (Cristo) canceló la nota de cargo que había contra nosotros… clavándola en la cruz (Col 2, 14).

El Apóstol procede como si Dios hubiera escrito una nota de cargo contra nosotros, 81

por el pecado, y nos dice que Cristo canceló esa nota de cargo clavándola en la cruz. Lo cual significa que, por Cristo Jesús, nuestros pecados fueron ya perdonados y nos espera la gloria que nos corresponde como hijos adoptivos de Dios. Capítulo 3 Desde el v. 16, del capítulo dos, san Pablo había venido tratando de que los cristianos ya no estamos sometidos a las cosas de la tierra y que, por consiguiente, ya no tenemos porqué andar guardando ayunos especiales ni tiempos especiales en honor de los seres extraterrestres. Esta argumentación concluye con los cuatro primeros versículos del capítulo tercero. A continuación el apóstol se dedica a exhortar a sus fieles sobre diversos puntos de la vida cristiana. Texto: Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspiren a las cosas de arriba, no a las de la tierra (Col 3, 1ss).

El Apóstol se refiere a dejar el culto a los seres extraterrestres, pues nosotros ya morimos con Cristo a estas cosas y ya vivimos a una vida nueva. Pero estas mismas palabras valen para que dejemos toda preocupación y toda angustia por cosas de la tierra como el dinero, la fama, el poder, la ciencia, etc. Nuestra preocupación debe estar ahora por la virtud y demás cosas que pertenecen al reino de los cielos. Texto: Mortifiquen sus miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría (Col 3, 5).

Pablo sabe muy bien, que nosotros tenemos pasiones y malos deseos. Los instintos tanáticos, de que hablan los psicólogos y el Apóstol nos pide que mortifiquemos todos esos deseos del mal. Hoy hablamos, más bien, de educar las pasiones humanas para que no nos desvíen del recto camino. Texto: Despójense del hombre viejo con sus obras y revístanse del hombre nuevo (Col 3, 9ss).

Pablo llama “hombre viejo” al que existió antes del bautismo; pues los fieles de Colosas eran paganos y, como tales, estaban entregados a toda clase de vicios; pero, una vez que se convirtieron al cristianismo y se bautizaron, ahora ya son “hombres nuevos” que deben vivir para la virtud, no para el vicio. Texto: Revístanse, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente (Col 3, 12ss).

En este texto el Apóstol nos recomienda un conjunto de virtudes que son necesarias, tanto en familia como en sociedad, pues se refieren a la convivencia. Esas mismas virtudes son indispensables, también, en los ambientes de trabajo. Texto: Como el Señor los perdonó, perdónense también ustedes (Col 3, 13).

Este mandamiento del perdón mutuo, como el Señor nos perdonó, es algo que el pueblo cristiano tiene muy grabado en el corazón. En Colombia, la violencia ha causado 82

sufrimientos atroces a muchas familias; pues he tenido la oportunidad de presenciar reconciliaciones que parecían increíbles. Me ha tocado presenciar cómo las víctimas de actos atroces perdonan a sus victimarios con una generosidad que pasma. Texto: Que la paz de Cristo presida sus corazones (Col 3, 15).

El Apóstol pide a Dios que “la paz de Cristo presida sus corazones”. Una vez que los miembros de una familia se han perdonado mutuamente, entonces la paz de Cristo baja sobre sus corazones. Lo mismo sucede en sociedad: una vez que los enemigos se han perdonado y se han reconciliado, entonces una paz muy grande desciende sobre sus corazones. Texto: La palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza (Col 3, 16).

“La palabra de Cristo”, esa expresión se refiere, no solamente a lo que Jesús dijo, sino, también, a los ejemplos de vida que nos dejó Jesús y a sus instituciones, como los sacramentos y la santa Iglesia. Cuando el Apóstol pide que “la palabra de Cristo” habite en nosotros con toda su riqueza, se está refiriendo a los efectos que el cristianismo produce en nuestras vidas: las cambia completamente y la vuelve ejemplares. Texto: Instrúyanse y amonéstense con toda sabiduría (Col 3, 16).

En la familia, los padres deben instruir y corregir a sus hijos, pues deben hacerlo “con toda sabiduría”. En la sociedad, el amigo, al amigo, debe instruirlo cuando la oportunidad lo pide, pues debe hacerlo “con toda sabiduría”. En la Iglesia, la instrucción al pueblo santo de Dios se debe impartir siempre y se debe hacer con toda sabiduría. Una de las obligaciones de todo hombre y de toda mujer, es la de instruir a los hijos, a los familiares, a las amistades, a los subordinados, siempre que lo oportunidad lo aconseje, pues ese deber hace falta que lo cumplamos “con toda sabiduría”. Texto: Mujeres, sean sumisas a sus maridos como conviene en el Señor. Maridos, amen a sus mujeres, y no sean ásperos con ellas (Col 3, 18ss).

En estas dos frases se compendian los consejos que da el Apóstol para la vida matrimonial. Esas dos frases sostuvieron la unidad del matrimonio durante siglos. Hoy la mujer aspira a ser igual al hombre y esto ha traído la quiebra matrimonial. En los matrimonios felices y ejemplares, que me ha tocado conocer, la esposa ocupa su lugar, con mucha discreción. Texto: Hijos, obedezcan en todo a sus padres (Col 3, 20).

Esta recomendación del apóstol Pablo forma parte del conjunto de obligaciones que se derivan de la misma naturaleza de las cosas, de la misma naturaleza humana. Los hijos obedecen a los padres en todo, cuando son pequeños, pero cuando llega la adolescencia, el hijo empieza a buscar su libertad y se vuelve rebelde y grosero. Es una etapa en la cual los padres deben hacer gala de paciencia y comprensión. Esto se ha tornado hoy más difícil, de manera que a los padres de hoy les da miedo dar indicaciones a los hijos por temor a sus respuestas desobligantes. Pues aunque el corregir a los hijos se ha vuelto más 83

difícil, es necesario que los padres no renuncien fácilmente a su obligación de instruir y corregir. Texto: Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que se vuelvan apocados” (Col 3, 21).

Consideraciones. Hace falta educar a los hijos y corregirlos cuando las circunstancias lo exigen. Pero hace falta, también, que los padres no exageren su autoridad y permitan que la personalidad de los hijos se desarrolle normalmente. Capítulo 4 Es el último capítulo de esta carta. En el v. 1 termina sus exhortaciones dirigiéndose a los amos y pidiéndoles que traten bien a sus esclavos. Del v. 2 al v. 5 exhorta a la oración y pide que seamos perseverantes en ella. En los vv. 5 y 6 dan consejos sobre nuestra conversación y pide que sea amena y graciosa. En los vv. 7, 8 y 9 dan noticias sobre su propia persona; y del v. 10 en adelante termina la carta con los saludos finales.

84

A

PRIMERA CARTA LOS TESALONICENSES

La ciudad de Tesalónica era la capital del distrito de Macedonia. Quedaba situada al norte de Grecia. Pablo evangelizó esa ciudad en su segundo viaje. Primero predicó el Evangelio en la vecina ciudad de Filipos y, cuando se armó un alboroto en esa ciudad, pasó a Tesalónica. Las relaciones de Pablo con la Iglesia de Tesalónica fueron siempre óptimas. Esa ciudad no dio disgustos al Apóstol sino, únicamente, consuelos y alegrías por la fe de sus habitantes, y porque allí no se presentaron las persecuciones que fueron normales en otras ciudades. Pablo deseaba volver a Tesalónica; pero sus trabajos apostólicos se lo impidieron. Por este motivo les escribe esta carta que es el primer escrito del Nuevo Testamento. La carta fue escrita desde la ciudad de Corinto hacia el año 50. Pablo, primero recuerda sus buenas relaciones con la Iglesia de Tesalónica; luego explica la situación de los que han muerto en el Señor; y termina con exhortaciones a la vida cristiana. Capítulo 1 Como de costumbre, Pablo comienza su carta con un corto saludo a sus fieles. Inmediatamente después, a partir del v. 2 y hasta el final del capítulo, dedica esa larga sección a dar gracias a Dios por el buen estado de los fieles de Tesalónica. La acción de gracias es especialmente larga y afectuosa, lo cual nos muestra las excelentes relaciones que Pablo mantenía con los tesalonicenses. Texto: Se han convertido en modelo para todos los creyentes (1Ts 1, 7).

Dentro de la acción de gracias a Dios por el buen estado de la Iglesia de Tesalónica, Pablo felicita a sus fieles porque ellos se han convertido en “modelo para todos los creyentes”. El mismo Pablo comunica a sus fieles que la fama de su comportamiento cristiano se ha extendido por toda la provincia de Acaya y ha servido mucho para la conversión al cristianismo. El buen comportamiento y la buena fama eran, simplemente, obligaciones de esos fieles, como también son obligaciones nuestras. Nosotros debemos procurar tener buena fama para que ella anime a los demás fieles. Capítulo 2 El capítulo segundo empieza recordando a los fieles de Tesalónica, el ejemplo y los trabajos y los sufrimientos de Pablo. También recuerda a los fieles su excelente respuesta a la predicación del Apóstol y su paciencia y fortaleza en superar las dificultades que se les presentaron. Termina el capítulo diciendo a sus fieles que ellos son su gloria y su 85

gozo. Texto: Trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de ustedes (1Ts 2, 9).

Pablo sabía el oficio de tejedor de tiendas. Pues, mientras evangelizó a la Iglesia de Tesalónica, el Apóstol no quiso hospedarse en casa de ninguno de sus fieles, sino que trabajó “día y noche” para ganar su sustento y, de esta manera, no ser gravoso a ninguno. Es un ejemplo admirable de laboriosidad y de celo apostólico el que nos dejó Pablo con esta actitud. Texto: Pues también ustedes han sufrido de sus compatriotas (1Ts 2, 14).

No conocemos a qué sufrimientos se refiere el Apóstol; pero, por sus palabras, deducimos que también los fieles de Tesalónica tuvieron que sufrir durante su proceso de conversión al Evangelio. Esto nos recuerda que, como Cristo sufrió para redimirnos, también nosotros tenemos que sufrir para llegar a la gloria eterna. Texto: Ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo (1Ts 2, 20).

Gran parte del capítulo segundo la ha empleado san Pablo en recordar los tiempos de su conversión al Evangelio. Allí el Apóstol recuerda la excelente respuesta de los fieles de Tesalónica a la predicación y los muchos trabajos que tuvieron que soportar por su nueva fe. El Apóstol termina el capítulo segundo diciendo a sus fieles que ellos son su gloria y su gozo. Y con toda razón, pues los fieles de Tesalónica fueron verdaderamente ejemplares. Capítulo 3 Timoteo, el discípulo de Pablo, acababa de regresar de Tesalónica y fue la persona que llevó a Pablo las óptimas noticias de la fe y la caridad de esa Iglesia. Ahora Pablo les vuelve a enviar a Timoteo para que conforte a esos fieles en su fe y para que les lleve noticias del mismo Pablo que está muy deseoso de volver a ver a sus fieles de Tesalónica. Capítulo 4 En el c. 4 comienzan las exhortaciones de Pablo para que los fieles lleven una vida digna de su vocación de cristianos. Probablemente en la evangelización de los tesalonicenses Pablo se había olvidado tratar lo referente a la resurrección de los muertos; por este motivo, aprovecha su carta para instruir a los fieles en este punto y calmar la preocupación que tenían los fieles de Tesalónica sobre la suerte de los difuntos. Texto: Ésta es la voluntad de Dios: su santificación (1Ts 4, 3).

Aquí Pablo nos anuncia, con toda claridad, la voluntad de Dios sobre nosotros: lo que Dios quiere de cada uno de nosotros es que nos santifiquemos, que lleguemos a la mayor perfección posible. De hecho, Dios quiere que cada una de sus criaturas evolucione hasta 86

que logre la plenitud de su perfección: las plantas deben crecer y desarrollarse, producir flores y frutos, llegar a la mayor perfección posible; los animales nacen pequeños, pero deben desarrollarse hasta lograr la plenitud de su desarrollo; igualmente, los hombres y las mujeres debemos lograr nuestra perfección corporal, espiritual e intelectual, pero, en el orden sobrenatural, también todos debemos lograr la mayor perfección posible, es decir, debemos lograr la santidad. Texto: Los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes (1Ts 4, 16ss).

Los fieles de Tesalónica estaban preocupados por la situación de sus difuntos. Eran personas, familiares y amigos, muy queridos para ellos; pero no sabían qué suerte les tocaría en el juicio final. Pablo calma sus ansiedades declarando que, los que murieron en Cristo, resucitarán. Hay que tener en cuenta que, en esos tiempos, se creía que la segunda venida de Jesús, para juzgar al mundo, era inminente. Por este motivo el Apóstol dice que, primero resucitarán los muertos y, luego, nosotros, los que estaremos vivos “seremos arrebatados en las nubes”. Capítulo 5 Este es el capítulo final de la carta. En él, san Pablo continúa sus exhortaciones a estar siempre preparados porque no sabemos a qué hora vendrá el Señor. Recomienda a la caridad de los fieles a los que los gobiernan. El Apóstol termina la carta pidiendo oraciones. Texto: El día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche (1Ts 5, 2).

Pablo se refiere a la segunda venida del Señor, cuando venga, rodeado de gloria, y con sus santos ángeles a juzgar al mundo el día del juicio final. Ya habíamos anotado que ese día era esperado de un momento a otro en los tiempos de san Pablo. Hoy pensamos que el mundo va a durar, todavía, muchos miles de años. Sin embargo, el momento de nuestra muerte sí nos es desconocido; vendrá “como ladrón en la noche”. Como san Pablo invitaba a sus fieles a estar siempre preparados para la venida del Señor, nosotros debemos estar siempre preparados para el momento de nuestra muerte, porque no sabemos cuándo sucederá. Texto: Todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día (1Ts 5, 5).

“Hijos de la luz e hijos del día”, esos términos eran muy empleados en la predicación del siglo primero y todavía se usan hoy. Significan que nuestras obras, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos son buenos, son algo que se puede mostrar a los demás a la plena luz del día. No son cosa que se debe ocultar en las tinieblas, no, se pueden sacar a la luz tranquilamente. Texto: Les pedimos, hermanos, que tengan consideración a los que trabajan entre ustedes, los presiden en el Señor y los amonestan (1Ts 5, 12).

87

Pablo pide a sus fieles, que guarden la caridad con sus superiores. Que los tengan en la “mayor estima” y que les guarden amor. El trabajo de gobernar es un trabajo pesado y, a veces, ingrato. Se puede volver todavía más pesado si los súbditos no estiman a sus superiores. Pablo, pues, pide que se estime a los superiores para que el gobierno y la obediencia procedan de manera suave y sin estridencias. Texto: Los exhortamos, asimismo, hermanos, a que amonesten a los que viven desconcertados, animen a los pusilánimes, sostengan a los débiles, y sean pacientes con todos (1Ts 5, 14).

Pablo conoce muy bien la realidad de una vida de comunidad eclesial, donde no falta gente que vive desconcertada, no faltan pusilánimes, ni débiles. Por este motivo exhorta a sus fieles a que lleven con paciencia los defectos ajenos y hagan lo posible por superarlos. Texto: Miren que nadie devuelva a otro mal por mal (1Ts 5, 15).

El devolver mal por mal es un peligro al cual está muy inclinada nuestra naturaleza humana. Por este motivo el Apóstol exhorta a sus fieles a que vigilen para que “nadie devuelva a otro mal por mal”; es decir que el cumplimiento de este consejo no se deja a la iniciativa privada, sino que se encomienda a la vigilancia de la comunidad. Texto: Estén siempre alegres (1Ts 5, 16).

Los motivos para estar alegres son muchos: porque Jesús resucitó; porque nosotros hemos sido llamados al reino de Dios; porque tenemos la esperanza de la felicidad eterna; y porque la alegría es una virtud que fomenta el crecimiento de todas las demás virtudes. La alegría es como el aire que respira el alma para estar completamente sana. Texto: Oren constantemente (1Ts 5, 17).

Nuestro Señor Jesucristo, después de su bautismo, se retiró al desierto a hacer oración durante cuarenta días y cuarenta noches (cf. Mt 4); durante su vida pública oró constantemente, pasaba las noches en oración y con frecuencia se retiraba a algún lugar solitario para orar. Los apóstoles siguieron el ejemplo de Jesús y nombraron unos diáconos para que les ayudaran en el servicio con la finalidad de dedicarse ellos a la oración y la predicación (cf. Hch 6, 4); pues Pablo sigue el ejemplo de Jesús y de sus apóstoles, y recomienda a sus fieles la oración. Texto: No extingan el Espíritu (1Ts 5, 19).

Todos los cristianos hemos recibido el Espíritu Santo el día de nuestro bautismo. Ese Espíritu Santo nos ilumina en nuestro interior: nos corrige cuando nos equivocamos y nos estimula a caminar por la vía del bien. Pero nosotros, con nuestros pecados o con nuestra negligencia, podemos extinguir la voz del Espíritu Santo. Texto: No desprecien las profecías (1Ts 5, 20).

En la primitiva Iglesia, en tiempos de san Pablo, Dios concedió en abundancia el carisma de la profecía. En las reuniones de los fieles, pues, siempre había alguno que 88

levantaba la voz y empezaba a exhortar a los demás. Como no era de los jefes de la comunidad, existía el peligro de que sus palabras fueran despreciadas por los demás. San Pablo exhorta a no despreciar esas profecías pues solían contener avisos provechosos para la comunidad. Hoy también, no falta alguien que nos dé un aviso importante, eso bien puede proceder de un niño que, en su inocencia dice la pura y santa verdad; otras veces el aviso puede proceder de un familiar o de algún amigo. Tenemos que tener cuidado de recibir, como de Dios, esos avisos, aunque ellos procedan de una mala voluntad. Texto: Examínenlo todo y quédense con lo bueno (1Ts 5, 21).

Cuando los griegos paganos se convirtieron al cristianismo, en tiempos de san Pablo, se les presentaban muchos problemas prácticos; pues ellos vivían en una cultura que tenía grandes valores, como la familia, el derecho romano, el arte, la filosofía; pero, también, esa cultura tenía muchos antivalores, como la esclavitud, los juegos de gladiadores, el echar hombres a las fieras, la crucifixión de los criminales, etc. Pues bien, san Pablo no les dice qué es bueno y qué es malo, sino que les dice “pruébenlo todo y quédense con lo bueno”. Es decir, deja en manos de los mismos cristianos la manera concreta como deben servir a Dios. Hoy nos pasa algo semejante: la cultura moderna nos ofrece grandes valores, como la ciencia, pero también nos ofrece grandes antivalores, como la drogadicción. Hace falta que cada uno sepa “examinarlo todo y quedarse con lo bueno”.

89

A

SEGUNDA CARTA LOS TESALONICENSES

Recordemos, en primer lugar, las especiales relaciones de afecto que ligaban a Pablo con los fieles de Tesalónica. Por este motivo les escribió su primera carta; pero, al parecer, quedaron algunas dudas sobre la segunda venida del Señor. Esto es lo que motiva la presente carta, escrita, probablemente, poco después de la primera. Capítulo 1 El capítulo comienza, como en todas las cartas, con el saludo habitual, seguido de la acción de gracias a Dios por la fe y la caridad de los tesalonicenses. Texto: Esto es señal del justo juicio de Dios, en el que serán declarados dignos del reino de Dios (2Ts 1, 5).

Los tesalonicenses estaban soportando algunos padecimientos, a los cuales se refiere el Apóstol, y por esos padecimientos Pablo dice que ellos han sido juzgados dignos de entrar en el reino de Dios. Así pues, para Pablo, el sufrimiento es señal de la elección de Dios. Desgraciadamente nosotros no sabemos a qué sufrimientos se refiere; pero sí nos queda claro que el sufrimiento es señal de la elección de Dios. Capítulo 2 El principal motivo para esta carta, era acabar con la idea, que se había metido entre los fieles de Tesalónica, acerca de que la segunda venida del Señor ya había tenido lugar. El Apóstol, pues, dice a sus fieles que no se dejen engañar por falsas revelaciones; que antes de la segunda venida del Señor, tendría que aparecer el hombre malo que promovería la rebelión contra Dios. Texto: Porque el misterio de la impiedad ya está actuando (2Ts 2, 7).

A mí me parece que no hace falta acudir al diablo para explicar la presencia del mal sobre la tierra; que la maldad que procede del corazón del hombre explica, suficientemente, el reino del mal. Que del corazón del hombre procede la bondad; pero de ese mismo corazón procede, también, la maldad. Recordemos que los psicólogos nos hablan de los instintos de muerte que todos tenemos en nuestro interior. Capítulo 3 Es el último capítulo de esta brevísima carta. Comienza pidiendo oraciones por el mismo Pablo. Luego, el Apóstol dispone que sus fieles se aparten de los que no llevan una vida digna. Invita al trabajo, para que cada uno coma su propio pan; y ordena que el que no trabaje, que no coma. Termina la carta con una breve despedida de sus fieles. 90

Texto: Hermanos, les mandamos en nombre del Señor Jesucristo que se aparten de todo hermano que viva desconcertado (2Ts 3, 6).

Cuando la Iglesia era pequeña, tenía que defender su identidad pidiendo a sus fieles que se apartaran de los que no llevaban una vida digna. Hoy, este sistema es poco usado: rara vez se hecha de la familia a un hijo o a una hija que no lleve buena conducta y la excomunión ha caído, prácticamente, en desuso. Hoy se prefiere conservar vínculos de caridad con la oveja descarriada para ver si vuelve al rebaño. Esto se hace, siguiendo la indicación del mismo Apóstol que nos dice que al descarriado no hay que mirarlo como enemigo, sino amonestarlo como hermano (cf. 2Ts 3, 15). Texto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma (2Ts 3, 10).

Parece que, en la comunidad de Tesalónica, algunos fieles resolvieron no trabajar y vivir de la generosidad de los cristianos; quizá con el pretexto de que no valía la pena trabajar porque el fin del mundo iba a ser de un momento a otro. San Pablo, a este respecto, nos deja su famosa frase: “El que no trabaja, que no coma”.

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PRIMERA

CARTA A

TIMOTEO

La dos cartas a Timoteo y la carta a Tito, reciben el nombre de cartas “pastorales”. No están dirigidas a una comunidad, sino a una persona concreta, discípulo de Pablo, que éste había dejado al frente de una Iglesia para que la gobernara, es decir, para que tuviera cuidado pastoral de ella. Las cartas pastorales poseen un estilo y lenguaje distinto al de las otras cartas paulinas. Además, reflejan una organización de la comunidad más evolucionada. Esto ha hecho pensar a algunos que estas cartas no fueron escritas por el mismo Pablo, sino por algún discípulo suyo, y que son posteriores a la vida de Pablo. La totalidad de la Primera carta a Timoteo está dedicada a dar orientaciones pastorales sobre el gobierno de la Iglesia. Capítulo 1 Pablo empieza con un saludo a la persona o personas a quienes se dirige la carta. En este caso, a su discípulo Timoteo. Luego, pasa a enunciar uno de los motivos de su escrito: evitar que falsas doctrinas penetren en la comunidad de sus fieles. A partir del v. 12, Pablo da gracias a Dios que lo eligió para la fe en Cristo Jesús y para la predicación del Evangelio. Pide a Timoteo que se mantenga en la fe. Texto: Pretenden ser maestros de la ley sin entender lo que dicen (1Tm 1, 7).

Esta carta está dedicada a dar indicaciones sobre el gobierno de la Iglesia y a prevenir contra los falsos doctores que enseñaban doctrinas equivocadas. En los tiempos de Pablo se presentaban los judaizantes que pretendían obligar a los cristianos al cumplimiento de la ley de Moisés; se presentaban, también, otros que enseñaban distintas teorías que solo servían para meter a los cristianos en discusiones inútiles. Los falsos doctores se han presentado siempre en la Iglesia y hace falta estar en guardia contra ellos. Texto: Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia (1Tm 1, 13).

Pablo se refiere a su caso: fue perseguidor de los cristianos; pero Dios tuvo misericordia de él: se le presentó en el camino a Damasco, lo convirtió al Evangelio y lo eligió para ser su Apóstol. La historia de cada uno de nosotros es una historia de la misericordia de Dios que nos llamó a su servicio. Texto: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo (1Tm 1, 15).

Esta era una idea muy profunda grabada en Pablo y uno de sus sentimientos más hondos: que “Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores” y que, dentro de esos pecadores, Pablo era el primero. Este era un sentimiento que enternecía a Pablo hasta las lágrimas y lo impulsaba a sacrificar su vida por predicar el Evangelio. Esta debe ser, 92

también, la fe nuestra: por esta fe vale la pena enternecernos hasta las lágrimas y entregar nuestra vida por el Evangelio. Capítulo 2 En este capítulo el Apóstol, en primer lugar, pide que se eleven oraciones a Dios por todos los hombres y por sus gobernantes. En segundo lugar, a partir del v. 8, Pablo se dedica a exhortar a la vida cristiana: que los hombres oren a Dios; que las mujeres se vistan con sencillez y que guarden silencio en las asambleas. Texto: Para que podamos vivir una vida tranquila (1Tm 2, 2).

Pablo pide oraciones por todos los hombres y por sus gobernantes “para que podamos vivir una vida tranquila”. Pablo no es un revolucionario que esté llamando a la guerra, no; es un apóstol que pide oraciones “para que podamos vivir una vida tranquila”. En ese tiempo había problemas sociales graves: estaba la esclavitud; esa era una cultura esclavista; pero Pablo no llama a la guerra, sino a la paz. Texto: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tm 2, 4).

Gracias a este texto, del apóstol Pablo, conocemos que la voluntad salvífica de Dios es universal. Dios, pues, no es avaro con sus dones, sino generoso hasta lo infinito, dado que no se contenta con salvar a unos pocos, sino que quiere que todos los hombres se salven y que todos lleguen al conocimiento de la verdad; es decir, que todos conozcan a Jesús como el Hijo de Dios y como el salvador de los hombres. Texto: Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús (1Tm 2, 5).

La enseñanza del Apóstol es clara: hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús. Hoy nosotros acudimos a la intercesión de los santos y de la Virgen María, pero sabemos bien que el único mediador es Cristo Jesús. La intercesión de los santos no quita nada al carácter de mediador único de Cristo Jesús. Texto: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones. (1Tm 2, 8).

El Apóstol pide muchas veces que todos los hombres oren; supone que también la mujer debe orar, pero su exhortación se dirige de manera directa a los hombres, que oren en todo lugar: en la iglesia y en la casa y en el trabajo. Capítulo 3 Pablo dedica el c. 3 a hablar de las cualidades que debe tener, tanto el obispo como el díácono. Del obispo pide que sea “irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar” y del diácono pide que “sea digno, sin doblez, no dado a beber mucho vino ni a negocios sucios”. Aprovecha la oportunidad para dar indicaciones, también, sobre la conducta de las mujeres.

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Capítulo 4 En el c. 4 Pablo, previene contra los falsos doctores que prohíben el matrimonio y el uso de alimentos naturales. Pide que se rechacen las fábulas profanas y los cuentos de viejas. Da consejos a su discípulo Timoteo sobre la piedad y sobre su labor apostólica. Dice que nadie debe despreciar su juventud y le pide que sea ejemplar. Texto: Éstos prohíben el matrimonio y el uso de alimentos (1Tm 4, 3).

Los que prohibían el matrimonio eran los gnósticos, probablemente se habían introducido en la Iglesia con sus teorías; y los que prohibían algunos alimentos fueron los judaizantes. Hoy el matrimonio se considera, y con toda razón, un camino excelente que lleva a la santidad; pues la convivencia es tan difícil y pide tanta virtud que son pocos los que la pueden vivir. Texto: Todo lo que Dios ha creado es bueno (1Tm 4, 4).

La ley de Moisés prohibía algunos alimentos como impuros y declaraba impuras a algunas criaturas. El Apóstol nos expone, con toda claridad, la posición cristiana: todo alimento es bueno y todas las criaturas de Dios son buenas. Con Cristo se acabó la división del mundo entre criaturas puras e impuras: todo es puro y bueno. El mal puede estar en las intenciones o en las circunstancias que rodean una acción. Texto: Si nos sacrificamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo (1Tm 4, 10).

La esperanza es una fuerza muy grande; mientras tengamos esperanza tendremos fuerzas para luchar en esta vida; si perdemos la esperanza perderemos, también, las fuerzas para la lucha; y nuestra esperanza está puesta en Dios que es veraz y no defrauda. Texto: Que nadie menosprecie tu juventud (1Tm 4, 12).

San Pablo había dejado como obispo de la gran ciudad de Éfeso a su discípulo Timoteo, que era muy joven. Para el cargo de obispo se elegía a uno entre los presbíteros, es decir, entre los ancianos de la Iglesia; pero resulta que Pablo eligió al joven Timoteo. Era natural que existiera la tendencia de despreciar a Timoteo por demasiado joven, entre los presbíteros de esa Iglesia. Pablo trata de darle ánimo diciéndole que nadie puede despreciar su juventud porque él, Timoteo, era el mejor preparado para ese cargo pues había oído la predicación y las enseñanzas de Pablo durante varios años. Texto: Procura, en cambio, ser modelo para los fieles (1Tm 4, 12).

Pablo se dirige a su joven discípulo, Timoteo, a quien había dejado como obispo de Éfeso y le pide que sea modelo para los fieles. Esta es una obligación de todo obispo: ser modelo para sus fieles; pero es, también, obligación de todo fiel cristiano ser modelo para los demás: el padre y la madre de familia tienen que procurar ser modelo para sus hijos y para las demás familias cristianas; los cargos de autoridad pública, desde un policía, deben procurar ser modelos para los demás; un profesor y una profesora deben 94

procurar ser modelos para sus estudiantes; en suma, todos debemos procurar ser modelos en la Iglesia de Dios. Texto: Hasta que yo llegue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza. (1Tm 4, 13).

Pablo pide al obispo Timoteo que se dedique a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza. Este es un buen consejo para todos: todos debemos dedicar tiempo a la lectura para mantenernos actualizados en lo que se refiere a la doctrina, que va evolucionando. No solamente el obispo debe dedicar tiempo a la lectura: hace falta que cada uno, en su profesión, se mantenga actualizado; y hace falta que todos nos mantengamos actualizados en lo que se refiere a los acontecimientos públicos y a los avances doctrinales. Capítulo 5 Pablo continúa sus exhortaciones. En este capítulo aconseja a Timoteo sobre la manera como debe tratar a los ancianos, a los jóvenes y a las jóvenes. Da especiales consejos sobre el cuidado que Timoteo debe tener con las viudas; y termina el capítulo recordando a Timoteo el cuidado con los presbíteros de la Iglesia. Texto: Al anciano no lo reprendas con dureza, sino exhórtalo como a un padre (1Tm 5, 1).

En tiempos de Pablo había muy pocos ancianos, y de no muchos años, porque la vida era muy corta; pero esos pocos ancianos tenían la dirección de la Iglesia. El Apóstol, pues, recomienda que se tenga cuidado espiritual de ellos. Hoy los ancianos son muchos, y de muchos años, están fuera de las posiciones de mando, pero tienen necesidades espirituales propias de su edad. Ya hay una disciplina especial que se llama geriatría, y está dedicada al cuidado de las enfermedades de los ancianos. También hay casas para ancianos, donde todo está acomodado a su condición; pero quizá haga falta una pastoral de los ancianos, que trate los problemas espirituales de ellos, como la soledad, la desocupación, el no hallarle sentido a sus vidas, etc. Texto: Trata a los jóvenes, como hermanos… A las jóvenes, como hermanas (1Tm 5, 1).

Ya desde tiempos de san Pablo hay preocupación pastoral por la juventud. En los tiempos modernos las comunidades religiosas se han distinguido por sus apostolados con la juventud. Pero hoy la juventud presenta nuevos desafíos. A la universidad están entrando muy jóvenes y su principal problema es la inmadurez. Ellos quieren disponer de sus vidas; pero no tienen ni idea de qué dirección tomar. Texto: Honra a las viudas, a las que son verdaderamente viudas (1Tm 5, 3).

El problema de las viudas, en el siglo primero y principalmente en la cultura judía, era un problema social grave: la mujer, para su subsistencia, dependía siempre de algún hombre, fuera este padre, esposo o hijo. Pero si una mujer se quedaba viuda, y no había tenido hijos, en ese caso, para su subsistencia, dependía de la caridad de la Iglesia. Hoy las cosas han cambiado mucho. La viuda, con frecuencia, es profesional 95

competente, propietaria de sus propios bienes y con todos los derechos ciudadanos. Las viudas, pues, hoy no son un problema social; pero sí hay muchas personas que necesitan de la caridad de la Iglesia, principalmente en las naciones subdesarrolladas. Texto: Los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble honor (1Tm 5, 17).

Da la impresión de que Pablo, siguiendo la costumbre judía, encargaba el gobierno de cada Iglesia a un grupo de ancianos. Pues bien, Pablo pide para estos ancianos un doble aprecio. A nosotros nos viene a decir que estimemos mucho a nuestros obispos y sacerdotes por el ejemplo de vida que nos dan, por las enseñanzas que imparten y por el cuidado que tienen de la comunidad con su gobierno. Texto: No bebas ya agua sola. Toma un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones (1Tm 5, 23).

El pobre Timoteo era apenas un muchacho y ya Pablo lo dejó como obispo de la gran ciudad de Éfeso; de esta manera, él quedó gobernando a personas superiores en edad, en sabiduría, en fama y en posición económica. Era natural que Timoteo sintiera angustia permanente por su posición; y era natural que esa angustia le causara molestias digestivas. Pablo, no solamente da consejos a Timoteo sobre el gobierno de la Iglesia; se preocupa, también, por el cuerpo y por la salud de Timoteo, y le da este consejo que brilla por su humanidad. Capítulo 6 San Pablo continúa haciendo exhortaciones para que sus fieles lleven una vida cristiana. Primero se refiere a los esclavos y nos dice que, si sus amos son cristianos, deben respetarlos todavía más. Luego, vuelve a insistir en las doctrinas equivocadas para que las evitemos, pues traen discusiones inútiles. Por último, recomienda a Timoteo que permanezca en la verdadera doctrina y que exhorte a los ricos para que hagan obras buenas. Texto: Ciertamente es un gran negocio la piedad, con tal de que se contente con lo que tiene (1Tm 6, 6).

El Apóstol previene contra la avaricia y el deseo inmoderado de riquezas. Nos dice que esos deseos son fuente de muchos males: que hay que contentarse con lo que se tiene. Hay que tener en cuenta que un joven está obligado a allegar riquezas como para fundar un hogar y sostenerlo con dignidad; y los que tienen la habilidad de crear riqueza, deben crearla, pues es el medio de acabar con la pobreza propia de un país subdesarrollado. Texto: A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino en Dios (1Tm 6, 17).

Las primeras comunidades estaban formadas por gente más bien pobre; los ricos serían pocos, y ellos, no muy ricos. Aun así, el Apóstol se preocupa y pide a Timoteo que los aparte del orgullo, que suele estar unido a la riqueza. Que dejen de confiar en las riquezas y confíen, más bien, en Dios que no defrauda. 96

SEGUNDA

CARTA A

TIMOTEO

La Segunda carta a Timoteo se presenta como el testamento de Pablo y su último escrito. Se supone que su muerte estaba próxima. Pablo le escribe a Timoteo para darle sus últimas instrucciones sobre el gobierno de la Iglesia. Le recomienda que se aparte de las falsas doctrinas y que guarde la fe. Pablo hace a Timoteo algunas peticiones de tipo personal como, por ejemplo, que vaya a verlo y que lleve a Marcos. Termina con una breve despedida. Conviene recordar que esta carta, como todas las pastorales, probablemente no fue escrita por el mismo Pablo, sino por algún discípulo. Capítulo 1 Lo mismo que en las anteriores cartas, Pablo empieza esta con el saludo y la acción de gracias a Dios. Luego, recuerda los dones que Dios ha concedido a Timoteo y le pide que proceda con fortaleza. Por último, a partir del v. 15, Pablo describe su situación: su causa está perdida ante el tribunal del César; y ya ha sido abandonado por todos; aunque Onesíforo sí lo ha consolado varias veces. Texto: Evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice (2Tm 1, 5).

La fe de Timoteo no era solitaria; era una fe que él había heredado en su ambiente familiar. Lo mismo sucede hoy con la fe: rara vez es una fe solitaria; lo normal es que sea una fe que hemos bebido en el ambiente familiar. De aquí se sigue la importancia de fortalecer las familias que están en crisis, pues las separaciones son muy frecuentes. También hace falta que insistamos en la piedad en el seno de la familia, pues en ella es donde un niño conoce a Dios y aprende la manera de dirigirse a Él. Texto: Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos (2Tm 1, 6).

Era posible que Timoteo hubiera decaído un poco en su fervor apostólico. Por este motivo Pablo le recomienda que reavive el carisma que está en él por la imposición de las manos del Apóstol. Pablo se refiere a la ordenación episcopal de Timoteo como obispo de Éfeso. Eso de reavivar el carisma de Dios es algo que todos tenemos que hacer de vez en cuando: llamarnos a un nuevo fervor en el sacerdocio o en la vida religiosa. A los casados se les recomienda que hagan un alto en el camino y asistan a algunos de los ejercicios espirituales dirigidos a ellos para reavivar sus votos conyugales. Texto: Soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la gracia de Dios (2Tm 1, 8).

No sabemos a qué sufrimientos se refiere Pablo; bien pudo haberse referido a los sufrimientos provenientes de que Timoteo era obispo de hombres superiores a él en muchos aspectos. De todas maneras, la carga pastoral trae muchos sufrimientos que hay 97

que sobrellevar con fortaleza movidos por la caridad pastoral. Esto se refiere no solamente a los obispos, sacerdotes y religiosos; se refiere también a los casados: la lucha diaria en la familia trae muchos sufrimientos que hay que saber sobrellevar. Texto: No nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza (2Tm 1, 7).

Timoteo, siendo apenas un muchacho, debía sentirse temeroso de predicar a hombres superiores a él; por esto Pablo lo exhorta a que hable, sin temor, el mensaje de Dios; pues Dios nos ha dado el poder de llevar al reino de los cielos a los que se conviertan. Hoy, ante la magnitud y esplendor de las ciencias, es posible que nosotros nos sintamos temerosos de predicar un mensaje, que no es de ciencia, sino de fe. Nosotros, pues, también debemos recordar el mensaje de Pablo y animarnos a predicar el Evangelio, que es poder de Dios para salvar. Texto: Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quien tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito (2Tm 1, 12).

Los sufrimientos, a los cuales se refiere Pablo son, probablemente, los que se siguen de su segunda encarcelación en Roma. Esos sufrimientos se debieron a su condición de predicador del Evangelio y Pablo no se avergüenza de ellos, pues ellos son su gloria y su alegría. Pablo nos dice, también, que él sabe en quién ha puesto su confianza: en Dios; y que Él es poderoso para guardar su depósito. Se refiere, tanto al depósito de la fe como al de sus méritos. Capítulo 2 Pablo exhorta a Timoteo a sufrir con valentía por el Evangelio, como buen soldado. Le encarga que transmita el mensaje cristiano a hombres prudentes, para que también ellos lo puedan enseñar a otros. Le pide que se aparte de las discusiones porque son pura palabrería inútil. Le pone el ejemplo de Himeneo y Fileto que estaban enseñando que la resurrección ya había tenido lugar, refiriéndose, probablemente, a la regeneración del bautismo. Texto: Cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros (2Tm 2, 2).

El mensaje del Evangelio es un mensaje de salvación, que no hay que tenerlo guardado; sino difundirlo para que salve, también, a otros. Así fue como se difundió el Evangelio y se extendió por todo el inmenso Imperio Romano: todo el que lo conocía, fuera esclavo o libre, lo enseñaba, también, a sus amigos y conocidos. En este versículo tenemos el origen de la tradición cristiana, que es fuente de fe. Texto: Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús (2Tm 2, 3).

Pablo se hallaba en la cárcel, encadenado y próximo a su ejecución. Desde allí, invita a Timoteo a que soporte el sufrimiento con él. Pablo supone que no se puede servir al 98

Evangelio sin tener parte en los dolores de Cristo Jesús. El supuesto de Pablo, me parece, que va todavía más lejos: incluye los sufrimientos normales de toda vida cristiana. Pablo supone, pues, que para llevar una vida cristiana digna, hay que tomar parte en los sufrimientos de Jesús. Texto: Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos (2Tm 2, 8).

Pablo pide a Timoteo que se acuerde de Jesucristo. ¿Había peligro de que Timoteo olvidara a Jesús? Pues ese peligro existe siempre, tanto para el sacerdote y el religioso, como para el laico. La cultura en que vivía Timoteo era una cultura pagana que prescindía, totalmente, del Dios verdadero. También la cultura en que vivimos nosotros prescinde de Dios y, por este motivo, también nosotros tenemos peligro de olvidar a Jesús. El consejo de Pablo, pues, vale también para nosotros. Texto: Si hemos muerto con Él, también viviremos con Él (2Tm 2, 11).

Pablo se refiere a la muerte al mal. Muertos con Cristo significa que ya no tenemos existencia para el mal; ya no se puede seguir de nosotros mal alguno. “Viviremos con Él”, significa que ya pertenecemos al orden de la gracia, en esta vida, y perteneceremos al orden de la gloria en la vida eterna. Texto: Si nos mantenemos firmes, también reinaremos con Él (2Tm 2, 12).

Mantenerse firme en la fe no era fácil en los tiempos de Pablo: al Apóstol su perseverancia en la fe le costó varios cautiverios, el ser apedreado, el ser apaleado e innumerables tribulaciones. Tampoco hoy es fácil mantenerse en la fe pues la cultura actual es una cultura atea que prescinde de Dios. Las enormes fuerzas de la cultura, pues, nos mueven a dejar la fe. Texto: Si lo negamos, también Él nos negará (2Tm 2, 12).

San Pablo se refiere a negar a Cristo. Eso es posible de manera teórica, negando que Jesús es el Mesías de Dios; o de manera práctica, prescindiendo de Jesús en la realidad de nuestra vida. El resultado de esa negación será que también el Señor Jesús nos negará delante de su Padre celestial y de sus santos ángeles. Texto: En una casa grande no hay solamente utensilios de oro y plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos nobles y otros para usos viles (2Tm 2, 20).

Este texto equivale a aquel otro que dice “de todo hay en la viña del Señor”. Lo que hay que procurar es pertenecer a los utensilios que son para usos nobles y no ser leña destinada al fuego. Esto se consigue sirviendo al Señor con pureza de corazón. Texto: Huye de las pasiones juveniles (2Tm 2, 22).

Timoteo era apenas un muchacho; era natural que sintiera en su pecho el nacer de las pasiones juveniles. Sin embargo, el apóstol lo exhorta a superar la inmadurez, propia de los años juveniles y a mostrarse hombre maduro en sus comportamientos y en sus juicios. 99

Texto: Evita las discusiones necias y estúpidas (2Tm 2, 23).

En esta carta, el Apóstol exhorta varias veces a evitar las discusiones. El seguidor de Jesucristo debe mostrarse como hombre de paz, superior a las discusiones; y sin tomar parte por bando alguno. Capítulo 3 Los cristianos del siglo primero tenían la idea de que el fin del mundo iba a ser pronto, de un momento a otro. Dentro de este supuesto, san Pablo avisa a Timoteo que los hombres que vivan en tiempos del fin del mundo serán “egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios”. La semblanza que hace, pues, el Apóstol, de los hombres de los últimos tiempos, es bastante pesimista y exhorta a Timoteo a que se libre de semejante gente. Texto: Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones (2Tm 3, 12).

El que “los que vivan piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones” éste es un tópico frecuente en las cartas de Pablo. Él estaba en la cárcel, cargado de cadenas y en medio de sufrimientos. Además tenía muy presentes todos los sufrimientos por los que tuvo que pasar durante su predicación del Evangelio. También tenía presentes los sufrimientos de Cristo Jesús. De ahí, Pablo saca la ley general: “Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones”. Texto: Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo en cuenta de quiénes lo aprendiste (2Tm 3, 14).

Ya en los tiempos de Pablo había personas que abandonaban la fe; por este motivo el Apóstol exhorta a Timoteo a que persevere en ella. Hoy el número de los que abandonan la fe es inmenso, son millones, y nosotros mismos tenemos peligro de abandonar la fe; por esto, la exhortación de Pablo a Timoteo es válida, también, para nosotros. Pablo pide a Timoteo que persevere en la fe “teniendo en cuenta de quiénes lo aprendiste”. Timoteo había recibido la fe de su abuela Loida y de su madre Eunice. También nosotros hemos recibido la fe de nuestra familia. Dentro de los grandes valores que hemos recibido de la familia, uno de los primeros es este: la fe. Texto: Toda Sagrada Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia (2Tm 3, 16).

Las palabras del Apóstol se refieren, en primer lugar, a la Sagrada Escritura, a la Biblia, de cuya inspiración no dudamos y a cuyos textos acudimos con frecuencia; pero también valen para los libros piadosos que alimentan nuestro espíritu. Timoteo se había iniciado en el estudio de las Sagradas Escrituras ya en el seno de su misma familia. Capítulo 4 100

El c. 4 es el último de esta carta. Empieza con una solemne invitación a Timoteo para que no deje de predicar a tiempo y a destiempo. El apóstol le avisa que vendrá un tiempo en el que la gente se buscará doctores a su acomodo que les prediquen lo que les conviene a sus intereses. Sobre su propia situación le comunica que su fin está próximo, que ya lo han abandonado sus amigos y que lo han dejado solo. Termina su carta dando los saludos acostumbrados. Texto: Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta (2Tm 4, 1ss).

La solemne amonestación del Apóstol se refiere, en primer lugar, a los obispos y sacerdotes; pero se extiende, también, a los padres de familia, que tienen que corregir y educar a sus hijos en toda ocasión, “a tiempo y a destiempo”; y, por último, este aviso comprende a todo cristiano y a toda cristiana que tiene que exhortar al bien a toda persona y ello “a tiempo y a destiempo”. Texto: Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades (2Tm 4, 3).

En tiempos de Pablo, los cristianos podían oír varias predicaciones, y era peligroso que no buscaran la doctrina sana, sino que buscaran oír novedades. Eso mismo sucede en los tiempos actuales. El Vaticano II trajo una gran renovación teológica y abundancia de pareceres sobre todos los aspectos de la doctrina cristiana; pero es posible que dejemos de buscar la sana doctrina y procuremos, más bien, oír novedades. De hecho, son millones los que se apartan de la Iglesia católica y se van a una gran cantidad de iglesias nuevas, que están naciendo, fundadas en novedades doctrinales. Texto: Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio (2Tm 4, 3).

Estas palabras que Pablo dirige a su discípulo Timoteo se aplican, en primer lugar, a los obispos y sacerdotes. Pero son aplicables a toda persona, pues a todo el mundo se le puede decir que desempeñe con perfección su oficio, sea el que sea, puede que sea policía, u obrero de la construcción, o conductor de bus, o cocinero, o panadero, o padre de familia, o profesor, o profesional de cualquier trabajo: a todos se les puede decir que desempeñen su oficio con perfección. Texto: Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente (2Tm 4, 6).

Consideraciones. De estas palabras nosotros deducimos que Pablo ya daba por segura su muerte. Prácticamente ya estaba condenado a muerte y solamente faltaba su ejecución. Nosotros, también, ya estamos condenados a muerte y solamente falta la ejecución que, esperamos, no sea inminente. Conviene, pues, que nos portemos en la vida como personas que tienen segura la expiración. Sin embargo, este pensamiento de la muerte no debe llenarnos de temor, sino de alegría; porque ella, para nosotros, significa el paso a la gloria eterna. 101

Texto: He competido en la buena competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia (2Tm 4, 7ss).

El pensamiento de Pablo, sobre su muerte, es un pensamiento confiado, lleno de paz y de esperanza. Echa una mirada sobre su vida: es una mirada sin angustia, sin temor; es una mirada objetiva: él ha peleado la buena batalla y ahora espera “la corona de justicia”. Pablo es un ejemplo que nosotros debemos imitar en estas virtudes: una visión llena de paz sobre nuestra muerte, y una visión objetiva sobre nuestra vida.

102

CARTA

A

TITO

Tito fue un colaborador de Pablo. Era de origen griego, no judío. Pablo lo había dejado como obispo de Creta para que acabara de organizar esa Iglesia. En la carta, Pablo le da varias recomendaciones sobre el gobierno y la organización de la Iglesia. Esta fue escrita, probablemente, por un amanuense; y se sitúa entre la primera y la segunda carta a Timoteo. Capítulo 1 Pablo empieza la carta con su saludo habitual. Omite la acción de gracias, propia de las otras cartas. Pasa a indicar las virtudes que deben tener los presbíteros (ancianos) encargados del cuidado de la Iglesia. Nos dice que “el candidato debe ser irreprochable, casado una sola vez, cuyos hijos sean creyentes, no tachados de libertinaje ni de rebeldía”. Del obispo nos dice que “debe ser irreprochable, no arrogante ni colérico, no bebedor, no violento, no dado a negocios sucios; sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí”. Termina el capítulo previniendo contra los falsos doctores, principalmente contra los provenientes del judaísmo. Texto: Para los limpios, todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio ( Tt 1, 15).

Se me ocurre que el Apóstol se refiere a la pureza ritual, que para los judíos era un gran criterio y andaban preocupados con eso y hablando de eso a todo el mundo. Probablemente los judaizantes predicaron eso en la isla de Creta. Pablo, pues, nos dice que “para los limpios, todo es limpio” pues para los cristianos no había alimentos impuros; en cambio, para los judaizantes casi todo alimento era sospechoso de impureza. Sin embargo, las palabras de Pablo pueden tener un sentido más amplio: “Para los limpios” es decir, para la gente de buena conciencia que procede en la vida con recta intención, “todo es limpio”, es decir, ven las cosas con sencillez y desconocen todo lo que se refiere a intenciones torcidas. En cambio “para los contaminados e incrédulos”, es decir, para la gente con intenciones dobles o poco rectas, “nada hay limpio”, pues esa clase de gente ve el mal en todas partes y no hallan el bien por parte alguna. Capítulo 2 Ya en el c. 2 el Apóstol empieza a dar consejos prácticos sobre la vida Cristiana. A los ancianos les pide que “sean sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia, en el sufrimiento”. A las ancianas les pide que “sean en su porte cual conviene a los santos: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, maestras del bien, para que enseñen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de sus hijos, a ser sensatas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos”. Los jóvenes deben ser “sensatos en todo”. 103

Capítulo 3 Es el último capítulo de esta breve carta. Al principio, recomienda la obediencia a los magistrados y gobernadores civiles. Luego, recuerda su propia historia, que también fue rebelde un tiempo hasta que la gracia de Dios se manifestó en él. Termina con unos breves consejos a Tito y algunas recomendaciones prácticas. Texto: Amonéstalos a que vivan sumisos a los magistrados y a las autoridades (Tt 3, 1).

Las autoridades, cuyo respeto y obediencia pide Pablo, eran autoridades paganas, no cristianas y, sin embargo, el Apóstol pide respeto y obediencia para ellas. Las autoridades hoy, han procedido con toda prudencia, pues se han granjeado el respeto de los ciudadanos; pero no está por demás exhortar al respeto y obediencia a las autoridades.

104

CARTA

A

FILEMÓN

Onésimo era un esclavo. Se escapó de su amo y se dio a la fuga. Durante su huída, se encontró con Pablo, escuchó su predicación y se convirtió al cristianismo. Se quedó ayudando a Pablo, que era ya anciano y se encontraba en la cárcel. Pero Pablo pensó que, lo más correcto, era volver el esclavo Onésimo a su amo Filemón, que también era cristiano. Para este fin le escribe esta breve carta en la que ruega a Filemón que reciba bien a Onésimo, ya no como esclavo, sino como hermano en Cristo. San Pablo no trata el problema de la esclavitud, pero, al decirle a Filemón que reciba a Onésimo como hermano en Cristo, está poniendo las bases de la futura libertad de los esclavos pues, en el cristianismo, todos somos hermanos e iguales ante Dios.

105

Índice Las cartas de san Pablo Hernando Silva Introducción General Introducción Histórica

2 3 4 6

El ambiente cultural Primeros años Primer viaje de Pablo (cf. Hch 13 y 14) El concilio de Jerusalén (cf. Hch 15, 1-36) Segundo viaje de Pablo (cf. Hch 15, 36—18, 23) Tercer viaje de Pablo (cf. Hch 18, 23–21) Prisión de Pablo y su viaje a Roma (cf. Hch 21, 1 – 28, 30)

6 6 7 9 9 10 11

Carta a los Romanos

14

Introducción Capítulo 1 Capítulos 2 y 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulos 9, 10 y 11 Capítulo 12 Capítulos 13, 14 y 15 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16

14 14 16 16 16 17 17 18 23 25 27 29 29 30

Primera carta a los Corintios

31

Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4

31 31 33 33 34 106

Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16

36 36 36 37 37 38 39 40 41 43 43 44

Segunda carta a los Corintios

45

Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13

45 46 46 47 48 51 52 52 52 53 53 53 55

Carta a los Gálatas

56

Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6

56 57 58 59 60 61

Carta a los Efesios

64

Capítulo 1

64 107

Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6

65 66 67 69 71

Carta a los Filipenses

73

Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4

73 75 76 77

Carta a los Colosenses

79

Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4

79 80 82 84

Primera carta a los Tesalonicenses

85

Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5

85 85 86 86 87

Segunda carta a los Tesalonicenses Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3

90 90 90 90

Primera carta a Timoteo

92

Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6

92 93 93 94 95 96

Segunda carta a Timoteo

97

Capítulo 1 Capítulo 2

97 98 108

Capítulo 3 Capítulo 4

100 100

Carta a Tito

103

Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3

103 103 104

Carta a Filemón

105

109