La voz de la mujer - periódico comunista-anárquico
 9789584494443

Table of contents :
INTRODUCCIÓN
9
INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN DE BARCELONA............................................................II
LA VOZ DE LA MUJER No 1..........................................................................................................14
LA VOZ DE LA MUJER No 2.......................................................................................................... 28
LA VOZ DE LA MUJER No 3......................................................................................................... 42
LA VOZ DE LA MUJER No 4..........................................................................................................56
LA VOZ DE LA MUJER No 5........................................................................................................ 70
LA VOZ DE LA MUJER No 7..........................................................................................................88
LA VOZ DE LA MUJER No 8....................................................................................................... 100
LA VOZ DE LA MUJER No 9....................................................................................................... 117
NI DIOS, NI PATRÓN, NI MARIDO
Feminismo anarquista en la Argentina del siglo XIX............................................................... 135

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avizor y aten to oído, a escu­ char las mil frases de la refinada hipo­ cresía de un fraile, sea un puerco C as­ tellano o un m astín Jara. ¡Id a ser el hazme reír de esa fiera insaciable, de esa h ien a jam ás satisfe­ cha, de ese roedor cán cer, de ese pon­ zoñoso reptil a quien, por decirlo to ­ do, se llama “Burguesía”, palabra que quizá no com p ren d éis, porque en sí encierra todo lo inicuo, todo lo infa­ m e, todo lo más asquerosam ente re­ pugnante que co n ceb ir pueda el per­ vertido y sanguinario cerebro de u n ... ¡hom bre! Id, pero a! menos, daos cuen ta del triste, sí, muy triste papel que a llí de­ sempeñáis. Mirad, ¿veis, allí en aquellas que se llam an R om erías, a q u ello que tien e tantos escudos y colores? pues aquél es el “palco oficial7’, ¿sabéis? pues allí no tenéis entrad a, a llí no perm iten que entréis, pues vuestras torpes maneras, vuestras m anos callosas (que a ellos sustentan), no pueden, ni deben (di­ c e n ), estrech ar la fina y enguantada d iestra de ta n to y t a n t o ... Burgués (puff), de tanta y cama noble y em pe­ rifo lla d a ... Bu rgu esita: sabéis, se os d e s p r e c ia y c a u s á is a s c o , ¿ e n t e n ­ déis? ¿asco.' ¿Veis aquello, m irad; aquello que se llanta palo ja b o n a d o ? pues b ien , aquel palo está puesto allí para voso­ tros, para los obreros, ¿sabéis para qué? para ellos poderse reír de nuestra torpe c o n d u c ta , sí, para vernos fo rc e je a r, 16

Año I. N. 1. - 8 de enero de 1896 con refinada “arte” delante de él, ¿veis cóm o mueve sus tiernas manirás agi­ tando sin cesar ese ronco y desapacible trasto o acordeón? ¿oís esa música que a muchos hace reír y a otros aplaudir? ¿la oís? pues bien, ¡esa música es la del h am b re! Ese gu sto os dem anda una limosna, y esos delicados y tiernos deditos que veis agitarse y oprimir fe­ briles el teclado debieran m anejar un lápiz y ejercitarse en algo más bueno, más adecuado a la edad de la persona que los m aneja. Pero, que, ese que veis niño aún (le ! hemos visto, tendría seis o siete años) ' tiene padres quizá y ellos se ven obli|gados por esta socied ad (rep le ta de virtuosas damas) a enviarlo a m endi­ gar: ¡es tan cara la subsistencia! ¡G a ­ nan tan poco! Y m añana, hom bre ya, ese que hoy crece com o parásita planta, y vive de la pública caridad (m ald ita sea ella) lejos, muy lejos de las m aternales cari­ cias, entregado a sí mismo, después de haber cruzado la primera etapa de la vida c o m o m ísero ilo ta ¿qué h a rá cuando se vea sin pan, sin hogar, sin amor? ¿qué hará? M atará, quizás, ¡ah ! e n to n ce s, sí, entonces la sociedad lanzaráse sobre él com o fuña, com o ircana fiera, y le e n ­ viará a un hond o y fétid o calabozo, ¡entonces sí, que esta sociedad decré­ pita y corrompida, tendrá leyes, jueces y verdugos, con que hacerse justicia y castigar! ¿Y quién, pregunto yo, quién castigará a ella por haber robado al padre del n iñ o , y at n iñ o m ism o ios m edios de su sten to y de educación? ¿quién tomará en cuenta los actos de la sociedad para juzgar, quién en tre ella y el n iñ o es más crim inal? ¡A h ,

d in am ita! ¡cu án ta nudridez hay que remover y extirp ar!!: Pero basta. Ven herm ano mío, ven com pañero, ven, vamos a esa Catedral a cuyas puertas tú y otros van a abrir la boca, vamos y te. explicaré lo que en ella pasa. Lo ves, tú y yo, y con nosotros, to­ dos, los obreros tenem os la en trad a p ro h ib id a, no som os h o m b res, y es forzoso quedarnos a la puerta corno quedan los cab allo s: ¿y qué? ¿somos acaso para el burgués al gormas que tur caballo? no, por vida mía, somos sí un o b je to de ex p lo ta ció n y de servicio, com o un par de botas o un paraguas, pero menos, m ucho menos apreciable que un caballo o un coche; y si n o o b ­ servad, y veréis cuál cuidan y tapan en invierno a los lujosos troncos, m ien ­ tras tú y yo, y todos los obreros, vamos semi-desnudos, andrajosos, y ateridos de frío con el sem blante demacrado y vacío el estóm ago, a nuestras embrutecedoras ocupaciones. ¿Lo ves? hoy hay fiesta patria, la plaza llena de infelices hom bres, que más que tales parecen espantajos, se­ gún están de m acilentos y flacos, ¿los ves, c o n esos disfraces y esos instru­ m entos, n o de trabajo, sino de muerte al hombro? los ves, ¿con ese trapo de color atado a un palo? ¿qué parecen? ¿qué serán ? ¿lo co s ral vez? n o , son hombres que la moral y cariñosa p ie ­ dad burguesa tien e, para que cuando tú pidas pan te den plomo, y para de­ fender el producto del robo hecho, día a día, ¡a ti a mí y a tocios los obreros¡A h! ¡y pensar que esos hombres son nuestros herm anos! que debieran ver­ lo ai m en o s, y que son. en em ig o s a quienes nos veremos obligados a salu­ 17

LA V O Z DE LA M U J E R a sus pies hum illados, escarnecidos y ham brientos y por ello se regocijan. ¡Vedlos! allí está el obispo con el general, el fraile con el diputado, feli­ citándose m utuam ente de su obra, es decir de nuestra estupidez. ¡Vám onos obreros, vámonos, y ja ­ más volvam os a tales fiestas o escar­ nios m ejor dicho, en las cuales se nos desprecia y humilla hasta tanto de lla­ marnos sus hermanos; vámonos, pues para ellos somos la “plebe” que viene al espectáculo de las banderas, de las' músicas, y de tas... porquerías! ¡Vám onos, y que cuando volvamos seam os preparados, con la dinam ita en la mano para ponerla en acción, y entonces veremos huir a toda esa co ­ barde canalla, cual huyen al fulgurar el nuevo día, los espectros, que la pe­ sadilla de un horrible sueño forjó du­ rante la noche ! ... La pesadilla es la burguesía. El nue­ vo día: la Anarquía. ¡ ¡Hurra, pues por ella!! ¡Muera ia explotación! ¡ ¡ ■V iva el com unism o-anárquico!!! ¡V iva la libre iniciativa!

dar con la explosión! ¡M aldita seas so­ ciedad que ta n to nos obligas, ruede pronto tu m aldito régim en y con él las cabezas de tanto y tan to infam e ver­ dugo de la humanidad: Mira hermano mío; ¿ves cual brilla rev erb eran d o en m il ca m b ia n te s la profusión de las innumerables bujías? ésas se '.¡nenian a rus expensas y el ca ­ lor y ia claridad que producen, falta en tu hogar, en las tristes y (irías noches del invierno y ... pero escu cha ¿oyes esa señal? anuncia que van a salir los enguantados canallas que para m ejor engañarte han estado durante cin co m inutos golpeándose el p ech o, para que nosotros les imitemos y así coger­ nos desprevenidos para saciar en noso­ tros su set! de sangre, en nuestras hijas su lujuria y en nuestros hijos su brutal pasión de pederastas y sodomitas! Escucha, suena su señal de salida y todas esas momias o soldados, presen­ tan las armas, c omo indicando que es­ tán dispuestos a matarnos, por defen­ derles ¿los ves? ahí salen, mírales bien, todos on.-. ee za o ia donna loro indirizzo per es.-¡..-re pro c h ia m a ta di alcu n ¡iv u s'it,. esercito di sensali. J i orarmii --InniSli sono impiegaü i:¡ mu ;¡-n •>!l:inns: industria, poríandi ne e il doleré di ¡am ! tuendogli le ¡oro ¡¡.une. E Cosí, Signo; n. io.;lu m i vizio o la corrí i:: i'u le 'á-n g i \í.” prosr.ituzione, se ¡itm alrr. ¡i v : < { ? * > ini. fame regime e le v. isite ¡mu; Borghesi siete la c.ms M-m * i o n*..tí la don na neíPigm uan:;» e n< iíd ore denza del la sua debo luz. a, d!*tí :m%!v leggi nocivo alia h n n !a¡ i dere al popolo ¡nco.-vi>.

íli u n’eclucazione m o h o lim itara; u inu a poi con la vita d om estica, re la donna é destinara al servizío l’uom o; dopo ne!3a scalla soda le, la ma é considerara in feriere aü ’uo). indegna di quatunque sia cosa; 10 queseo per mantenere. la donna uno stato di dipendenza económ ica' m oraíe verso luom o. L'educazione srfetta e pessima, ia difierenra del roro, pió ó meno degradante, che gh d estín ate, ¿1. salario piú misero e la sticuzione che l’aspetta quancto non iva chi veglia sulla sua esistenza.

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V.

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N on esist.e una siruazione piú rragica ch e qu elía di una ragazza povera; Le occupazioni ch e trova sono podre, e molte volte son trame tese per la sua perdizione. M a questo non é u n to; a curarsi del he,sistema física, viene q u i­ lla di amare e di essere am ata, di tro­ vare a ch i confídarsí. di godere le deli­ cie deíla vita; ma sem plice, ingenua, ridata, ace ita la m ano del primo che la sollecita, consac rancios i ¡m eram en­ te 1.a vita alia sua fe lic ita . Pero non trova nitro che inganno, egoísmo, c a l­ cólo, per abusare ciella sua m ínim a debolezza; e Puomo non tiene clre ironía e disprezzo. E ia donna combar t uta per la necessitá di amare e ribassata la sua dígnirá, per instinto di conservasione, d iv en ta allo ra disconfidar.a, astu ta, ipocrita, dissimula e inganna. IPinnocenca é sparita, ogni sem intento m o­ ra le, perduro; discacciaca da tutri la S o c ie tá gli atrib u isce la co lp a; non trova alenno che gli rechi un soliovo alie sue pene; co sí loteando ¡n quesea

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!... S i es niña, ¡oh! entonce*, mi ti¿mor se torn a en angusa ia, mi tii:-, te:: a en horrible inquietud. la lúbrica , el t slier, el capataz, las uts i nuuc too*ÍS '\Yleras del dueño o auto. la am en; iza dv. fas despedidas si no *e accedo a rr. es claro, re­

Año II. N. 9. - ) Hde enero de 1897 nació la indignación de! pueblo y juzgó que aquella masacre era justa y volvió todo a la calm a; y para mostrar que era m a g n án im o el g o b ie rn o , e n vez de veintiocho se conform ó con masacrar a ocho, condenando a los demás a presi­ dio perpetuo. Ésta es la historia de los hechos. Pero aun suponiendo que fuera obra de los anarquistas la bomba arro­ jad a en C am bios Nuevos ¿creen por ventura los obreros que se precisa para arrojarla o ch e n ta y siete de nuestros com pañeros? Huelga la con testació n . Lo que hay es que se teme a nuestras ideas y es a ellas a quien se quiere des­ truir. N o se nos odia por nuestros he­ chos, sino por nuestras teorías. Jam ás hemos negado la paternidad de nuestros hechos, ni tampoco quere­ mos negar que estamos conformes con las bombas y con otros procedim ien­ tos, porque comprendemos que la re­ belión de hechos es la que puede com o en rodos tiempos en la lucha (...] (una y) mi! veces, odiamos a muerte a los ti­ ranos y para com batirlos ftodos los m e­ dios) nos parecen buenos y más desde, que vemos los que cora nosotros usan ellos. Ni libertad de pensar ni de escri­ bir, ni de hablar ni de reunirse, de n a­ da en fin, ninguna nos quieren co n ce­ der; bien hayan pues las explosiones para hacer comprender a los tiranos y a sus sostenedores que no estamos dis­ puestos a cejar en nuestro empeño. Y a aquellos que nos acusan de que ta m b ié n m a ta m o s in o c e n t e s c o n nuestras explosiones, contestam os: lo sentim os; no es sin dolor que procede­ mos así, mas la ley de Darwin se impo­ ne, somos los malditos; desde el últi­ mo polizonte hasta el obrero estúpido, todos son c o n tra n osotros; desde el

más ton to socialista hasta el más en­ cum brado burgués, todos nos odian, ¿qué hem os de hacer pues, sino odiar? Y no obstante no odiamos, bien claro lo dicen los periódicos, folletos, etc., que a costa de m iles sacrificios esta­ mos ed itan d o c o n tin u a m e n te y con peligro de nuestra libertad y hasta de nuestra vida, pues esos mismos obre­ ros .a quienes dedicam os nuestros es­ fuerzos son los primeros que nos trai­ c io n a n c u a n d o p u e d e n , d ad a su estúpida ceguera. N o ob stan te noso­ tros no por eso los odiamos, los com ­ pad ecem os y si algu no ca e b a jo los golpes de nuestra cólera vengadora, lo repetim os, somos ios primeros en sen­ tirlo, mas no por eso vamos a sacrifi­ car por ellos nuestra vida. Por o tra p a rte , los burgueses no vengan, al m atarnos, la vida de esos que c a e n , porque si así fuera ¿quién m atará al juez qu e basándose en su c r e e n c ia y e n su cód ig o c o n d e n a a muerte a un sem ejante? Nosotros tam­ bién nos basamos en nuestras creen­ cias. ¿Quién juzgará al general que sa­ crifica útiles de hombres en un día en un cam po de batalla? ¿Y al gobierno que manda a esos generales? ¡Es tuerza que esto con clu ya y ha de con clu ir, nosotros lo queremos y será 1 C onste, no obstante, que a nosotros los anar­ quistas se nos odia más por nuestras ideas que por nuestros hechos. Sí, nuestra idea de paz, todo anuonía; esa idea do amor, todo cariño que rechaza todo lo malo y lo podrido; sí, esa id ea, s ím b o lo de lib e rta d y de igualdad amada, esa bella anarquía li­ sonjera, esperanza del que sufre, ésa es la que temen y,od ian, la que quieren destruir.

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L A V O Z D E Í.A M U J E R

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Nuestra idea es