La Violencia De Las Formas Juridicas (Sociologia Del Poder Y El Derecho En Bourdieu)

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La Violencia de las Formas Jurídicas

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La sociología del poder y el derecho de Pierre Bourdieu

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Andrés García Inda Profesor de filosofía del derecho Universidad de Zaragoza

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Cedecs~-Editorial s.L. Centro de Estudios de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

Barcelona 1997

Primera edición, noviembre 1997

A mis padres

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ri su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, ni su préstamo, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso del ejemplar, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Copyright© Andrés García Inda

C edecs Editorial s. L. París, 1-7 Nave 31 Polígono Cava Solera 08191 Rubí (Barcelona) ISBN: 84-89171-96-3 Déposito Legal: B-45.963-97 Diseño de coleección: Josep Rom Impreso en Españó Printed in Spain

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«La libertad no consiste en negar mágicamente esta necesidad, síno en conocerla, lo que en níngún caso obliga ni autoriza a reconocerla: el conocimiento científico de la necesidad encierra la posibilidad de un acción tendente a neutralizarla, y por lo tanto una libertad posible. Por lo mismo, el desconocimiento de la necesidad implica la forma más absoluta de reconocimiento: mientras la ley es ignorada, el resultado del laisser-faire, cómplice de lo probable, aparece corno un destino; cuando ella es conocida, éste aparece como una violencia.» Pien·e Bourdieu ( ............................................ 145

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II.2. El derecho como fuerza (como lucha): La estructura del campo jurídico ....................................... . 149 ll.2.1. El campo jurídico: la lucha en el derecho y la lucha por el derecho ..................................................... . 152 II.2.2. Campo jurídico y campo estatal: el Estado co1no campo social. ..................................................... .. 166 II.2.3. Campo jurídico y transfonnaciones del derecho: El poder del derecho y el poder en el derecho .............. . 180 Il.3. El derecho como forma ............................................... . 187 II.3.1. Economía jurídica y economía lingüística ......... .. 188 II.3.2. La construcción jurídica de la realidad .............. .. 193 11.4. La fuerza de las formas jurídicas II.4.l. Eficacia y fuerza del derecho ............................... .. 198 II.4.2. La "Vis formae": la lógica de la objetivación ...... .. 205 II.4.3. Eficacia simbólica y condiciones de posibilidad: la aplicación del derecho ............................................. . 213 II.S. La reproducción jurídica II.S.l. Reproducción jurídica y dominación social... ...... 216 1!.5.2. El"coste simbólico" de la reproducción jurídica ........................................................................... . 221 Epílogo ............................................................................................... . 226

Introducción Hoy en día es un hecho medianamente constatable que la filosofía se ha tornado sociológica en su ambiciosa pretensión de explicar la realidad. También ha sucedido así en el ámbito jurídico, en el que la sociología del derecho sigue intentando expandirse académica y científicamente como una referencia epistemológica indispensable en la observación del derecho. Semejante afirmación puede verificarse empíricamente en la existencia de asignaturas, manuales, grupos de investigadores, revistas científicas, etc. que de un tiempo a esta parte vienen tratando de forjar un marco científico y acadél"nico, en el que desarrollar de un modo explícito el conocimiento sociológico y antropológico del derecho. Sin embargo, a pesar de esa expansión (o gracias a ella), lo cierto es que la sociología del derecho sigue siendo un marco por definir, un lugar por conquistar, en el que entran en juego diferentes opciones metodológicas e ideológicas, no sólo científicas sino también políticas. Y no son pocos los obstáculos o Jas dificultades --tanto de tipo sociológico como jurídico-que se plantean a esa definición. Las propuestas metodológicas y la lectura de la realidad que se hace desde ellas, del sociólogo francés Pierre Bourdieu ofrecen, sin ninguna duda, un sugerente acerbo conceptual tanto para tomar parte en ese proceso como para poder analizarlo. Y no porque pensemos que la teoría de la práctica de Bourdieu es la explicación, única y definitiva, de la realidad social (más aún: pensar con las categorías que ofre.ce el sociólogo francés impediría concebir su propia obra de esa manera). Sin embargo, sí se trata de un proyecto intelectual que actualmente no puede (o no debería) dejar de ser considerado ---junto con oh'os- en la búsqueda de tma explicación total y radical (esto es, que vaya a la raíz) de la realidad social. Más que como una suerte de bloque compacto y homogéneo que es preciso asumir conjunta y dogmáticamente, dicho

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proyecto ofrece la posibilidad de un haz de herramientas intelectuales de las que tanto el filósofo o el sociólogo como el jurista pueden servirse para tratar de comprender y dar razón de la realidad jurídica en tanto realidad social. O dicho de otra manera: más que un sistema o una teoría social global, definitiva y homogénea, la obra de Bourdieu aporta un conjunto de insh·umentos o útiles conceptuales que pueden ser utilizados independiente o complementariamente, con Bourdieu o contra Bourdieu -da lo mismp-, y una serie de intuiciones y actitudes epistemológicas (encabezadas por la idea de reflexividad) de las que apropiarse para una labor científico-social y científico-jurídica en constante vigilancia. Por lo tanto, más que como tesis que exigen ser afirmadas o refutadas, es preciso comprender las ideas que se proponen como instrumentos que pueden ser utilizados o no, según convenga, en la investigación y la reflexión social. Y que encuentran su validez, precisamente, en su capacidad de servir para explicar coherenten1E'nte la realidad y abrir nuevos horizontes de expectativas en esa explicación. Por eso mismo, también pensamos que no es sólo el jurista, el científico del derecho o el sociólogo quien puede encontrar en estas páginas ideas clarificadoras de cara a hacer mejor su trabajo y a comprenderlo. Como sociología del poder, globalmente entendida, se trata de una propuesta que trata de ofrecer claves de lectura, elementos de juicio, esquemas teóricos básicos en los que cualquiera pueda encontrar referencias o coordenadas para entender la realidad, hacerla consciente y, por lo mismo, apropiarse de ella. Dicho eso, el libro viene a responder a dos objetivos que tratan de algún modo de llenar dos lagunas existentes. En primer lugar, a modo de parte general, se trata de ofrecer una lectura global de la teoría de la práctica de Bourdieu, exponiendo, sistematizando y tratando de desarrollar una visión sencilla y accesible de los principales elementos conceptuales y el entramado que éstos forman en la propuesta teórica de Bourdieu, entendida por nuestra parte como una sociología del poder; dicho de otro modo, pretendemos presentar una especie de guía de estudio que puede servir de introducción (y traducción) al a veces excesivamente enmarañado y confuso discurso del sociólogo francés. El segundo objetivo, por otro lado, viene a ser la parte especial, dedicada 14

INTRODUCCIÓN

específicamente al análisis del derecho que se deriva de esa arquitectura conceptual previamente esbozada. En ambos casos pensamos que es una tarea útil si tenemos en cuenta no sólo la fuerza atractiva y sugerente, intelectualmente combativa, de ese discurso, sino además la todavía escasa atención que en determinados contextos culturales (como el nuestro) se le ha dedicado. En todo caso es al lector a quien corresponde juzgar tanto el interés y la oportunidad de las ideas planteadas, como la utilidad de nuestra exposición de las mismas. Richard Jenkins, en su libro sobre Pierre Bourdieu, en el que también intenta ofrecer una visión accesible y crítica de la obra del autor francés, se pregunta en las primeras páginas de su trabajo por el interés o la valía de la tarea, así como sobre la posibilidad de efectuarla sin violentar «la sutileza y la profundidad» de los argumentos del sociólogo francés. La importancia del esfuerzo, se contesta él mismo, es equivalente a la de las contribuciones que Bourdieu ha hecho a la sociología y a la antropología social actuaP. Yrealmente basta echar una ojeada a la lista de publicaciones del autor así como al interés y debate que dicha obra ha suscitado para constatado. Sin embargo, la dificultad es también proporcional a ese interés. En primer lugar, porque el esfuerzo de Bourdieu por aprehender y comprender la lógica de las prácticas, el sentido de las diferentes prácticas, ha llevado a este autor a una abundante producción intelectual que, al estilo de la sociología clásica, aborda prácticamente todos los campos de la actividad humana. Una sociología de la cultura, en general, que es una sociología de los diferentes campos particulares de la cultura. Harker, Mahar y Wilkes separan convencionalmente los principales trabajos del autor en cuah·o grupos 2 • El primero de ellos incluiría aquellas obras derivadas más o menos de su experiencia en Argelia, donde comienza sus investigaciones y de dónde nacerán obras como Socíologie de l'Algérie (1958), Le déracinement (1964), Esquisse d'une théorie de la pratique (1972) o Algérie 60 (1977), entre otras. Un segundo grupo lo integran los trabajos

l. Richard Jcnkins, Pierre Bourdieu, Routlcdge, London, 1992,9-10. 2. Richard Harkcr, Cheleen Mahar y Chrís Wilkes (Eds.), An Introduction to the Work oj Pierre Bourdieu, MacMillan, London 1990, pp. xi-xii.

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INTRODUCCIÓN

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de sociología de la educación, y aquí se incluirían obras individuales o colectivas como Les étudiants et leurs études (1964), Les héritiers, les étudiants et la culture (1964), Rapport pédagogique et communication (1965) y, la más importante de todas ellas, La reproduction (1970), en colaboración con Jean-Claude Passeron. Para los tres autores neozelandeses, el tercer grupo de obras importantes agruparía a aquellas dedicadas a la sociología de la cultura y el consumo cultural, tales como Un art moyen (1965), L'amour de /'art (1966) o La distinction (1979). Y el cuarto grupo lo integrarían los trabajos en los que Pierre Bourdíeu ha reflexionado sobre su propia práctica como sociólogo, agrupando libros como Le métier de sociologue (1968), Questions de sociologie (1980), Le9on sur la le9on (1982), F-lomo academicus (1984), Choses dites (1987) o Réponses (1992). Es preciso sin embargo remarcar el carácter convencional de dicha clasificación, que si bien puede servir como punto de partida no recoge la pluralidad y variedad de enfoques y perspectivas de dicha obra. En primer lugar porque obras «derivadas de la experiencia de investigación argelina» como el Esquisse o Le sens pratique, que dichos autores incluyen en el primer grupo, van mucho más allá de lo que sería solamente una sociología de la situación argelina, y se conciben como un proyecto de reflexión socio-antropológico mucho más global. Pero, además, en Bourdieu encontramos una sociología del lenguaje, de la religión, del derecho y de la política, etc. Quizás por eso se comprende mejor globalmente la obra de este autor como una sociología de la cultura y de los sistemas simbólicos (lenguaje, arte, religión, derecho ... ) que es en sí misma una sociología del poder o la dominación. Pero, además de la complejidad derivada de la prodigiosa productividad de la obra bourdieuniana, encontramos una segunda dificultad en el propio lenguaje del autor. Jcnkins hablaba de «sutileza y profundidad» (subllely and depth), y no es menos cierto equiparar dichos adjetivos con los de oscuridad y densidad. Al adentrarnos en la obra de Bourdieu nos topamos con un lenguaje opaco, difícil, plagado de citas y referencias culturales, donde las propuestas teóricas se confunden en un abigarrado discurso de metáforas conceptuales y ambigüedades literarias, lo que hace del suyo, con palabras de Verónica Muñoz, «un lenguaje de intelectual, con referencias intelectuales, dirigido a los

intelectuales, a los que se dedican constantes guiños de complicidad, incomprensibles si no se tiene el corpus de referencia cultural al que se hacen alusiones más o menos irónicas» 3 • Nos encontramos así con un Bourdieu «pedante y tortuoso», que «salta deliberadamente de nivel discursivo sin tregua» y que parece cimentar sus éxitos en una forma de proceder y de expresarse a la vez arrogante y combativa 4 • El mismo Bourdieu no es ajeno a este tipo de críticas, y preguntado en una entrevista por la dureza de su discurso y la complejidad técnica de su vocabulario, lo que hace difícil la lech1ra y comprensión a aquellos a los que en principio iría dirigido, que no son sólo los intelectuales, responde aludiendo al carácter esotérico de la sociología, ya que «lo complejo no se puede decir más que de forma compleja» y el riesgo de un discurso simplificado es el riesgo de la falsa claridad que se identifica con el discurso dominante: «producir un discurso simplificado y simplificador sobre el mundo social, supone inevitablemente dar armas a peligrosas manipulaciones de ese mundo. Tengo la convicción -confiesa Bourdieu- que, tanto por razones científicas como políticas, es necesario asumir que el discurso puede y debe ser tan complicado como lo exija el problema (más o menos complicado) de que se trata. Sí la gente retiene al menos el hecho de que es complicado, eso ya es una enseñanza. Por otro lado -añade-, yo no cree en las virtudes del y de la «claridad>>, esos dos ideales del canon literario clásico» 5 Ello no obsta, sin embargo, a la crítica que hace Verónica Muñoz, ni la desvirtúa, cuando ésta dice que el lenguaje bourdieuniano «forma exactamente lo contrario de un discurso accesible, no ya por la complejidad de fondo, sino por la artificiosidad muy literaria de un lenguaje que acumula todas las estrategias de «distinción» que se denuncian por otra parte» 6 • En este sentido, además, las «acrobacias verbales>> del sociólogo francés serían un ejemplo más del estilo intelectual de su generación, cuya escritura vendría caracterizada, como 3. V. Muñoz Dardé, «Bourdieu y su consideración social del lenguaje», ReviDta

española de investigaciones sociológicas 37 (1987), 54. 4. José E. Rodríguez-Ibáñez, , ap. cit., 54-55.

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dicen Luc Ferry y Alain Renaut, por .«el culto de la paradoja y, si no el rechazo de la claridad, al menos la reivindicación insistente de la complejidad>i; para Ferry y Renaut, los filósofos del 68, entre los que se contaría Bourdieu, «han alcanzado su más grande éxito llegando a acostumbrar a sus lectores y oyentes a creer que la incomprensibilidad era el signo de la grandeza y que el silencio del pensador hacia la incongruente demanda de sentido constituía, no la prueba de la impotencia, sino el indicio de la resistencia ante lo h1decible» 7 • Con todo, corremos el riesgo de simplificar a su vez nosotros esa misma crítica si tomamos tan sólo como una cuestión de estilo la forma de un discurso que precisamente está diciendo (o va a decir) que la fonna es fondo (o viceversa: que el fondo está en la forma). En ese sentido, la oscuridad, la Slj.tileza o la complejidad, pretendida o no, del lenguaje de Bourdieu, es aÍgo más que una virtud o un vicio estético añadido al contenido de sus propuestas, sino que tiene una fw1cionalidad propia en el esfuerzo por redefinir la expresión ideológica de la ciencia social. La forma, el lenguaje, no es transparente ni puede reflejar al modo de un espejo la realidad, sino que tiene un poder velador y desvelador en el conocimiento de la misma. O como el mismo Bourdieu sei1ala, no existen palabras inocentes8 • Por lo tanto el discurso sociológico, en tanto lo vivido por las personas o privarles precisamente de ese sentido: «Yo creo, a pesar de todo -dice Bourdieu-, que las relaciones sociales serían menos desgraciadas si las personas dominaran al menos los mecanismos que les determinan a contribuir a su propia miseria. Pero quizás la única función de la sociología es hacer ver, tanto por sus

16. P. Bourdieu, «La teoría», en Roland Barthes y otros, La teoría, trad. de Carmen Arta!, Anagrama, Barcelona, 1971, 29; Questions de sociologie, Minuit, Paris, 1984, 95. Afirmaciones idénticas a las recogidas pueden encontrarse también, por ejemplo, en Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, La reproduction. Éléments pour une théorie du systerne d'enseignement, Minuit, Paris, 1970, p. 250, nota 35. 17. Pierre Bourdieu, Choses dites, Minuit, Paris, 1987, 27; Le sens pratique, Minuit, Paris, 1980, 41. De ambos textos hay traducción española: Cosas dichas, trad. Margarita Mizraji, Buenos Aires/Barcelona, Gedisa, 1988; El sentido práctico, trad. de Alvaro Pazos, Taurus, Madrid, 1991.

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lagunas visibles como por sus adquisiciones, los límites del conocimiento del mundo social y hacer así difíciles todas las formas de profetismo, comenzando ciertamente por el profetismo que se reclama de la ciencia» 18 • Aunque también es necesario poner de relieve el peligro o los riesgos de caer en un pesimismo sociológico al comprobar que «el rey está desnudo». Así lo explica Giovani Bechelloni al introducir la desilusión, el desvelamiento en que consiste el análisis sociológico del sistema educativo contenido en La reproduction: «El riesgo es el de encontrarse frente a un aparente cul de sac del que no se logre salir. Es decir, el riesgo es el de caer en un pesimismo sociológico que al destruir sistemáticamente todas las propuestas de intervención -sean reformistas, racionalizadoras o «revolucionarias»- termine por convalidar como legítimo el status qua. En cambio, se trata de ver si las tesis que se pretenden modificadoras de ese status qua, cuya validez cuestionan Bourdieu y Passeron, lo son de verdad o más bien constituyen ilusiones y en cuanto tal está bien que se derrumben: hay que decir, si nadie lo dice, que el rey está desnudo aunque esto no es suficiente para decidir qué hacer» 19 • Así, toda la obra de Bourdieu, es en cierto modo una sociología del sentido común, que, como se dice literariamente de la filosofía, «trata de decir lo que el sentido común calla: en contra del dictamen de Wittgenstein, se empeña en enunciar aquello que no puede ser dichcm 20 • O, como dice Rodríguez-lbáñez: «una antropología materialista del sentido común», que trata de descifrar o desvelar lo que ese sentido común esconde bajo la apariencia de inevitabilidad que se le supone' 1 • Para hacer sociología, por eso mismo, es necesario denunciar y romper con las evidencias del sentido común que se identifica socialmente con el buen sentido. Así lo dice, por ejemplo, al hablar de la encuesta: 18. Pierre Bourdieu, Questions de sociologie, op. cit., 33. 19. Giovani Bechelloni, «Del análisis de los procesos de reproducción de las clases sociales y del orden cultural al análisis de los procesos de cambio», (Introducción a la edición italiana de La reproduction), en P. Bourdieu y J.-C. Passeron, La reproducción, Laia, Barcelona, 1982, 21. 20. Fernando Savater, La filosofía tachada, Taurus, Madrid, 1972, 159. 21. José E. Rodríguez-Ibáñez, : Revista de Occidente, 137 (1992), 187. Cfr. también Pierre Bourdieu (dir.), Un art

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«solamente al precio de una denuncia activa de los presupuestos tácitos del sentido común se pueden contrarrestar los efectos de todas las representaciones de la realidad social a las que encuestadores y encuestados están continumnente expuestos» 22 •

del mundo social como una ética. Si es verdad -dice Bourdieu- que únicamente a través del conocimiento de las determinaciones que sólo la ciencia puede conocer, es posible una forma de libertad que es la condición de una ética, «entonces es verdad también que la ciencia es una ética -lo cual no implica que sea un científico ético». La moralidad reside, para el autor francés, en hacer posible por una toma de conciencia, lo que la ciencia pone en el disparador (aunque eso no es, aclara, el único camino para construir una ética)".

La sociología, la ciencia social en general, lo que hace precisamente es poner de manifies~o, descubrir lo oculto, denunciar esos «mecmusmos» que parece que «gobiernan» la vida social y que, al menos, ciertamente la orientan. Mecanis:¡:nos que en realidad no son leyes. Bourdieu critica expresamente la idea de «leyes sociales», de supuestas «leyes» que gobiernan el mundo social, un término para él peligroso que lo que hace en realidad es considerar «como un destino, una fatalidad inscrita en la naturaleza social», lo que de hecho no es más que «una ley histórica, que se perpetúa tanto tiempo como se la deja actuar», es decir, tanto tiempo como aquellos a los que sirve están en condiciones de perpetuar las condiciones de su eficacia. Precisamente porque contra lo que sostienen quienes. «querrían encontrar en el enunciado de leyes sociales convertidas en destino la coartada de una dimisión fatalista o cú1ica», la explicación científica lo que hace es dar la vuelta a esas leyes y de esa forma dar los medios de comprensión, necesarios para cualquier transformación. Es decir, que descubrir la necesidad es el paso verdadero para encontrar «la libertad posible» (la cursiva es del propio sociólogo francés): 26 Por lo tanto, si, por utilizar el adagio típico de la tradición moderna, coincidimos en que «saber es poder>>, la pregunta siguiente será por el «saber» como tal -cuándo y cómo podemos saber o decir que sabemos-, que nos remite a los planteamientos epistemológicos y metodológicos de la ciencia social, al discurso sobre la naturaleza y status del conocimiento. Porque más allá del optimismo (o utopismo) de Bourdieu en su consideración de la ciencia social, lo cierto es que dicha ciencia, tal corno se presenta socialmente, no sirve en muchas ocasiones de instrumento o arma de liberación y sus auténticos efectos pueden ser todo lo contrario: la consagración de lo existente como inevitable (cuando no como deseable). ¿Quizás porque no es > de la sociología sobre sí misma es, por lo tanto, instrumento consecuencia y condición a la vez del propio discurso sociológico, científico, que se convierte, desde esa perspectiva, en un constante juego de espejos que se reflejan unos a otros, y en el que la tarea científica obliga a una constante vigilancia y aplicación de la misma tarea sobre sí y sobre sus condiciones de posibilidad y eficacia. «La socio-logía de la sociología, que permite movilizar contra la ciencia utilizando las adquisiciones de la ciencia ya hecha, es un instrumento indispen-sable del método sociológico: se hace ciencia -y sobre todo sociología- contra su formación tanto com.o con su formación. Y sólo la historia nos puede desembarazar de la historia» 29 • Del mismo modo que sólo la socio-logía puede despejarnos o desempacharnos, esto es liberarnos de las ansiedades y los lastres, de la misma sociología. Por lo tanto es en esa relación y en esa reflexión donde se puede encontrar la verdad, por decirlo de alguna manera, científica, No en una formación científica concreta, ni en su contraria, sino en la relación que se 'establece (y en la que se establece) en esa formación. Con ella y contra ella. En esa reflexividad radica una de las principales aportaciones de Bourdieu a la ciencia social, quizás la más importante, puesto que en ella estriba su concepción de lo que el sociólogo es y hace. De hecho toda su obra es a la vez un diálogo y una reflexión con su propia obra.

Cheleen Mahar, Chris Wilkes (eds.), Jl.n Introduction lo tite Work of Pierre Baurdieu, MacMillan, London, 1990, 180-194. 28. P. Bourdieu, Le¡:on sur la le!;on, op. cit., 8. 29. Ibídem, 9,

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En primer lugar, podemos decir que hacer sociología de la socio-logía supone replantear la relación del sociólogo con el objeto de su investigación. Para Bourdieu «una de las principales fuentes de error en las ciencias soc:iales reside en una relación incontrolada con el objeto que conduce a proyectar dicha relación no analizada en el objeto de análisis», de forma que «quienes hacen profesión de objetivar el mundo social se muestran raramente capaces de objetivarse ellos mismos e ignoran a menudo que su discurso aparentem.ente científico habla menos de su objeto que de su relación con el objcto»"0 • Las rupturas epistemológicas de Bourdieu en este sentido eran fruto de los experimentos epistemológicos llevados a cabo en la investigación de realidades sociales como las del Béarn (su región de origen) o el campo intelectual y universitario francés en el que el investigador es casi o totalmente parte del objeto, y del divorcio observado entre la lógica teórica de la investigación y la lógica práctica de la práctica, también en los trabajos etnológicos en Argelia. Y desde ahí sostenía que el encuentro reflexivo con lo aparentemente familiar, por conocido, era una fuente de cono~imiento cuya integridad epistemológica estaba auténticamente objetivada, frente a la falsa elección entre la irrealidad intimista del subjetivismo o la superioridad objctivista del estructuralismo, y superando así la tradicional alternativa entre «a view from below», de lo primero, o «a view from above», de lo segundo 31 • El intento de distanciarse explícitamente tanto de un modelo como oh·o, sobre el punto de vista del observador, se convierte en una constante en la obra de Bourdieu, cuyas páginas estan plagadas de afirmaciones en ese sentido.

LA SOCIOLOGíA DEL PODER Y EL' PODER DE LA SOCIOLOGÍA

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epistemológica» comenzada conscientemente al principio de los años sesenta cuando empezó a aplicar en un universo familiar (Béarn) los metodos de investigación que había utilizado anteriormente en un universo extraño a él (Argelia). Esa objetivación participante, ((demanda la ruptura de las adherencias y las adhesiones más profundas y más inconscientes, en las que a menudo estriba el «interés» mismo del objeto estudiado para aquel que lo estudia, todo aquello que él menos quiere conocer de su relación con el objeto que busca conocer». O dicho de otro modo, implica como condición de objetividad, la objetivación de los intereses que podemos tener para objetivm:'2 • Esa tarea de objetivación, que es en opinión de Bourdieu el ejercicio más dificil del oficio sociológico, es lo que permite al científico escapar en el juego de los espejos y las interpretaciones, a alguna suerte de círculo cerrado o vicioso en el que las objet~vaciones se anulan unas a otras: ((De hecho, no se puede salir de la serie indefinida de interpretaciones que se refutan mutuamente --el hermeneuta se halla en presencia de una lucha entre hermeneutas, que se baten por decir la última palabra a propósito de un acontecimiento o de un resultadomás que a condición de construir realmente el espacio de relaciones objetivas (estructura) del que los intercambios comunicativos directamente obervados (interacción) son la manifestación. Se trata de aprehender una realidad oculta, que no se desvela más que velándose, que no se deja ver más que bajo la fonna anecdótica de las interacciones en las que se disimula» 33 • O como dice Le métier de socíolcgue, puesto que

Frente a ambas posiciones, Bourdieu propone lo que él llama la

objetivación participante como la ((posibilidad de una objetivación sociológica completa tanto del objeto como de la relación del sujeto con su objeto», cuyo ejemplo más importante se encuentra en Homo academicus, donde se culmina esa especie o suerte de «experimentación

30.

P. Bourdieu y Lo'ic

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D. Wacquant, Réponses. Pour une anthropologie

réflexive, op. cit., 48. 31. Richard Jenkins, Pierre Bourdieu, Routledge, London, 1992, 47-52.

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32. P. Bourdieu y Lo'ic J. D. Wacquant, Réponses, op. cit., 47-48 y ;224; «Sur l'objectivation participante. Réponse il quelques objections»: Actes de la recherche en scien~es sociales, 23 (1978) 67-69. Esta objetivación participante no debe confundirse con la observactón participante, como técnica esp.ecífica de ?bservación par~ cono~er el objeto: Una investigación llevada a cabo med1ante la técmca de la observacwn parhcipante, pod~amos decir, no necesariamente implica que haya sido objetivada tal como lo plantea Bourd1eu. Y viceversa: la objetivación participante puede (y debe) plantearse para investigaciones llevadas a cabo con otro tipo de técnicas. 33. P. Bourdieu y Lo'ic J. D. Wacquant, Réponses, op. cit., 227.

31

LA VIOLENCIA DE LAS FORMAS JURíDICAS

la objetividad de la ciencia no puede descansar en algo tan incierto como la objetividad de los científicos, es preciso objetivar la objetividad del científico 34 • Así, frente a la objetivación objetivista de todas las representaciones del mundo social que luchan por el monopolio de la definición legítima y objetiva, incluida la del científico, y que son objeto de estudio del mismo científico, la objetivación participante, la de la relación del sociólogo con su objeto, es da condición de la ruptura con la propensión a invertir en el objeto lo que sin duda está en el principio de su «interés» por el objeto»35 • Richard Jenkins ha descrito los experimentos epistemológicos de Bourdieu que conducen a la denominada objetivación participante con la imagen de dos pasos hacia atrás (tuJo steps baclc) para observar la investigación. El primero, «desde la situación en cuestión», lo que usualmente se entiende por objetividad. El segundo, «desde el mismo acto de observación», es decir, la objetivación del acto de objetivación. Este segundo paso, necesario para desvelar auténticamente la relación del observador con su objeto, que define el objeto investigado, es el que permite, según Jenkins, la confrontación de Bourdieu con su mundo social desde una perspectiva científicamente válida, superando la «ruinosa oposición epistemológica» entre el objetivismo y el subjetivismo del observador, desde la doble distancia que supone lil objetivación de la distorsión de la realidad producida en la observación y la conciencia de esa distorsión y del observador como un actor social competente36 • En efecto, y esta sería una segunda apreciación del planteamiento reflexivo, el sociólogo al realizar su tarea es también al fin y al cabo un actor social, esto es, un '>. Los agentes sociales no son simples autómatas que ejecutan reglas según leyes mecánicas que se les escapan, pero tampoco se mueve~ por un cálculo racional en su acción: ni marionetas de las estructuras, m dueños de las núsmas, Bourdieu trata por eso de recuperar el punto de vista de los agentes en el análisis de la práctica social sin recaer en la filosofía del sujeto que hace de éste el protagonista de esa pr~ctic~82 • Así, para superar la disyw1.tiva canónica entre la reducción de l~ hwtona a un «proceso sin sujeto» o su sustitución simplista por,~. «su¡et~ c:e~dor», Bourdieu propone tomar como esquema para el anahs1s la «dialectica ~e las estructuras objetivas y las estructuras incorporadas»; o mas concretamente, la relación dialéctica de las estructuras y los habituS 83 •

[(Habitus)(Capital)] +Campo= Práciica8

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b)

Una antropología relacional

Desde ese esfuerzo de superación, surge el proyecto de >, op. cit., 3. 145. A. Accardo, Initation ,1/a sociologie, op. cit., 73. 146. P. Bourdieu, Questions de sociologie, op. cit., 115. 147. P. Bourdieu, Clzoses dites, op. cit., 124-125.

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aparecer como desinteresadas si no es, como dice Accardo, «por referencia a intereses ligados al funcionamiento específico de otros campos», como sucedería entre los campos científico o artístico, por un lado, e intereses econónucos y políticos, por otro; y desde ese punto de vista «no existe, en rigor, práctica absolutamente desinteresada», aunque su interés estribe precisamente en el desinterés (como suele ser lo propio de los intelectuales)"'". Pero dando un paso más, para Bourdieu la noción de interés es necesaria por su función tanto de ruptura con la ideología del desinterés como de oposición a la noción de indiferencia. La illusio para Bourdieu es lo opuesto a la ataraxia estoica; «[La illusio] es el hecho de estar investido, cogido en el juego y por el juego. Estar interesado, es acordar a un juego social determinado que lo que allí sobreviene tiene un sentido, que sus jugadas son importantes y dignas de ser seguidas» 149 • Por eso tampoco es lo mismo utilizar el término interés, que supone una constatación sociológica, que hablar de egoísmo en las prácticas (decir que no hay práctica que no sea egoísta, porque todas se mueven por un interés), que es una valoración moral que además parece incluir en la acción el cálculo racional de los beneficios que ésta implica. Además la noción de interés supone también en ese sentido la posibilidad de evitar un doble reduccionismo: la reducción de la acción al cálculo consciente (a lo que Bourdieu opone «la relación de complicidad ontológica» entre el habitus y el campo) y la reducción «al interés lucrativo, a reducir los fines de la acción a los fines económicos», puesto que existe un interés social en la acción, aunque éste no sea un interés económico 1' 0 • Dicho de otra forma, ningún espacio social puede pasar de un consenso que funciona como una especie de inconsciente social: «un acuerdo suficientemente amplio y profundo del que en regla general los agentes no toman concienc\a más que cuando empieza a ser disonante» 151 • Y no hay

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transgresión posible que no se manifieste sobre ese acuerdo básico en el interés que produce el campo social específico. Por lo tanto, es esencial a la constitución misma del campo social lo que Bourdieu llama la ilusión de los agentes (illusio), esto es «el interés por el juego, alimentado por el nusmo juego, y la creencia en el valor irreductible del juego y de sus jugadas»: Cada campo reclama y activa una forma concreta de interés (no hay uno, sino múltiples y diferentes intereses, variables según el momento y el lugar), «una illusio específica como reconocimiento tácito del valor de las jugadas comprometidas en el juego y como matriz práctica de la reglas que rigen el juego», y que «Se diferencia según la posición ocupada en el juego (dominante en relación a dominada u ortodoxa en relación a herética) y según la trayectoria que conduce n cada participante a esa posición» 152 • En suma, actuar siempre implica socialmente hacerlo desde un interés: «hay una forma de interés o de función en el principio de toda institución y de toda práctica»; así se afirma «el principio de razón suficiente, que implica el proyecto mismo de dar razón y que es constitutivo de la propia ciencia: este principio pretende en efecto que existe una causa o una razón que permite explicar o comprender porqué tal práctica o tal institución es en vez de no ser y porgué ella es así y no de otra manera» 153 • Ese principio es, según Bourdieu, el postulado básico de la sociología, que dice que >, además la institución tiende a consagrar agentes que dan todo a la institución ( al ((Partido>> o a la

160. P. Bourdieu y L. J. D. Wacquant, Réponses, op. cit., 79; P. Bourdieu, Questions de sociologie, op. cit., 137. También a la inversa, según Bourdieu, podrían encontrarse ejemplos de evolución histórica de espacios sociales que funcionando según la lógica del aparato, pasaran a funcionar según la lógica del campo.

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«Iglesia» por ejemplo), y que llevan a cabo tanto más fácilmente esta oblación cuanto menos capital tienen fuera de la institución, por lo tanto de libertad en relación a ella y en relación al capital y a los provechos específicos que ella ofrece>> 161 • Siguiendo con el ejemplo del campo político, anteriormente expuesto, Bourdieu ha analizado cómo, aunque no hay espacio político, por muy monolítico que éste sea, que no sea el lugar de enfrentarrúentos e intereses diversos, sin embargo, existe una tendencia de los partidos (como sub-espacios del campo político) y del campo político mismo, a funcionar según la lógica del aparato. Una tendencia que se debe a un conjunto de factores como son la debilidad del capital cultural de los mandantes y por lo mismo su inclinación a la delegación incor1dícional y duradera y la tendencia a favorecer la concentración de capital político y la organización militarista que conduce a muchos partidos hacia un funcionamiento del tipo del aparato. En ese funcionamiento, «la dinámica histórica del campo de luchas entre ortodoxos y herejes, de quienes están a favor y quienes están en contra, cede su lugar a la mecánica del aparato que anula toda posibilidad práctica de estar en contra, por una exaltación semiracional de los efectos psicosomáticos de la exaltación de la unanimidad de las adhesiones y de 'las aversiones, o, a la inversa, de la angustia de la exclusión y la excomunión, que hace del «espíritu de partido>> un verdadero espíritu de cuerpo, 162 • Por último, Bourdieu también ha establecido algunas diferencias entre su teoría de los campos sociales y la teoría de sistemas, a pesar, como reconoce él mismo, de ciertos paralelismos posibles entre ambas teorías, como la vinculación entre las nociones de autonomía y autorreferencialidad, o la importancia que el proceso de diferenciación juega en ambos modelos (como decíamos con Lewin, también en ambos resuena una misma música). Sin embargo, dice Bourdieu, las diferencias entre

161. P. Bourdieu, «Le mort saísit le vif», ap. cit., 10-11. 162. P. Bourdieu, «La réprésentation politique>>, ap. cit., 22-24. 163. Para este punto cfr. P. 13ourdieu y L. J. D. Wacquant, Réponses, op. cit., 79-80. Por otro lado, más en concreto, 13ourdieu distingue el campo jurídico del sistema jurídico luhmanniano, por la confusión, dice el sociólogo francés, que en la noción de sistema se da entre la estructuras simbólicas (el derecho propiamente dicho) y las instituciones sociales

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ambos proyectos teóricos son radicales, concretamente dos 163 • En primer lugar, dice > dans la sociologie de Pierre Bourdiew>, op. cit., 201-212. En la historia reciente de la filosofía española podemos encontrar un cierto paralelismo, quizás por su raigambre escolástica, entre el habitus de Bourdieu y la noción de habitud, por ejemplo en la filosofía de Xavier Zubiri, : Revista de Occidente, 1 (1963) 5-29.

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166. Erwin Panofsky, Architecture gothique et Pensée scolastique, trad. francesa y «Postface>> de P. Bourdieu, Minuit, París, 1967, 137-167. El libro de Panofsky ,parece ser el punto de partida de la elaboración y utilización por Bourdieu de la noción de ltabitus. Panofsky trataba de demostrar, refiriéndose explícitamente a la cuestión 49 de la Suma Teológica de Tomás de Aquino, que >>; G. Rist, > se ahorra esa operación y no es sino «el olvido de la historia que la misma historia produce realizando esas estructuras objetivas que ella engendra en esas cuasi-naturalezas que son los habitus». En ese sentido el habitus es, a diferencia deJ inconsciente estruch1ralista, «historia incorporada» que permite recuperar la propia historia 180• Según el sociólogo francés, la tentativa de Levi-Strauss de superar la oposición entre

179. P. Bourdieu, Esquisse d'une théorie de la pratique ... , op. cit., 200. 180. P. Bourdieu, Le sens pratique, op. cit., 94.

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la acción guiada por fines racionales y la reacción mecánica a las determinaciones recurriendo a la noción de inconsciente supone inscribir la finalidad en el mecanismo, «suerte de Deus ex machina que es también un Dios en la máquina», lo cual conlleva una naturalización de la finalidad y un olvido de la acción histórica que lleva precisamente a inscribir los fines de la historia en los misterios de una Naturaleza' 8 '. El «inconsciente» estructuralista, por lo tanto, no ahorra para Bourdieu la verdón mecanicista de la práctica, el mecanismo contra el cual construye él precisamente la noción de habitus, así cómo frente a la diferenciación de dichas prácticas en dominios más o menos reglados, sometidos a reglas Gurídicas, éticas, sociales ... ) que detcrmÍ11an la conducta y las opciones de los agentes. El lrabitus, por lo tanto, es inconsciente (o una forma de inconsciente), pero no es el inconsciente. Pero eso no implica tampoco una apuesta por leer la práctica en términos de cálculo racional absoluto: «Espontaneidad sin consciencia ni voluntad, el habitus no se opone menos a la necesidad mecánica que a la libertad reflexiva, a las cosas sin historia de las teorías mecanicistas que a los sujetos «sin inercia» de las teorías racionalistas» 182 • Si el inconsciente estructuralista suponía aunar las ideas de finalidad y mecanicidad, el habitus bourdieuniano trata precisamente de superar ambas ideas en la lectura de la lógica de la práctica, de manera que las conductas no son el resultado de «secuencias objetivamente orientadas por referencia a un fin» (ya sea económico o ya de otro tipo), ni son por tanto el producto de una estrategia consciente ni una determinación mecánica. Para Bourdieu «los agentes caen de alguna manera en la práctica que es la suya, más que elegirla en un libre proyecto o verse obligados a ella por una coacción mecánica» 183 • Así, respecto al cálculo económico racional que puede orientar las acciones de los agentes, Bourdieu señala que «la mayor parte de las acciones son económicas objetivamente sin ser económicas subjetivamente, sin ser el producto de un cálculo económico

181. Ibídem, 69. 182. lbidem, 95. 183. P. Bourdieu, Choses di tes, op. cit., 127.

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racional», y cada agente actúa no en función de ese cálculo consciente o inconsciente sino «en función de un sistema de preferencias que le es propio, pero que no se distingue más que por diferencias secundarias de los sistemas de preferencias comunes a todos los agentes situados en condiciones económicas y sociales equivalenl:es» 184 • La práctica, en cuanto producto del habitus que incorpora la necesidad objetiva, no es por lo tanto el resultado de una acción racional, aunque precisamente por ser producto del habitus tenga todas las apariencias de esa acción que «diseñaría un observador imparcial, dotado de toda la información útil y capaz de dominarla racionalmente. Y sin embargo no tiene la razón por principio» 185 • La lógica que guía las prácticas no es por eso la lógica de la razón, pero no es una razón sin lógica, sino la lógica del haf;ítus («orquestación sin jefe de orquesta»). O dicho de otra manera, los esquemas o principios que constituyen el habitus (schemes) pueden ir «de la práctica a la práctica sin pasar por el discurso y por la consciencia» 186 • Y el hecho de que no pase por el discurso o la consciencia es también lo que da su específico sentido a las prácticas o su , trad. de Julia Varela en Varios Materiales de sociología crítica, La Piqueta, Madrid, 1986, 183-194. ' ' . 190. P. Bourdieu, Questions de sociologie, op. cit., 133. 191. A. Accardo, Initiation ii la sociologie, op. cit., 87. 192. P. Bourdieu y J.-C. Passeron, La reproduction, op. cit., 48.

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dos realizaciones de la acción histórica. Es decir, la doble relación oscura entre los habitus (... ) que resultan de la institución de lo social en los cuerpos (o en los individuos biológicos), y los campos, sistemas de relaciones objetivas que son producto de la institución de lo social en las cosas» 193 • El habitus es la socialización de la historia colectiva: «Producto de la historia, el habitus produce prácticas, individuales y colectivas, por lo tanto historia, conforme a los principios engendrados por la historia» 194 • De ahí que el «sujeto» de la acción que promueve el habitus no sea simplemente «el ego instantáneo de una suerte de cogito singular, sino la huella individual de toda una historia colectiva» 195, que es el agente. Y en cuanto incorporación de la historia, en el habitus se hace presente el pasado y se anticipa el porvenir (aunque esa anticipación resulte falsa en ocasiones al no concurrir las condiciones objetivas propias de la misma constitución del habitus) 196 • Como resultado de la incorporación en los cuerpos de una misma historia, el habítus por eso permite igualmente tanto la concertación de las prácticas como las prácticas de concertación, ya que en la medida en que son producto de esa misma historia, y sólo en la medida en que lo son subraya Bourdieu-, las prácticas de los agentes son «mutuamente comprensibles e inmediatamente ajustadas a las estructuras, objetivamente concertadas y dotadas a la vez de un sentido objetivo unitario y sistemático a la vez, trascendente a las intenciones subjetivas y a los proyectos conscientes, individuales o colectivos»; es decir, que uno de los efectos fundamentales de ese acuerdo entre el sentido práctico y el sentido objetivo es, con palabras del mismo Bourdieu, «la producción de un mundo de sentido común, cuya evidencia se dobla de objetividad» 197 • Más específicamente, y en cuanto productos concretos de un aprendizaje y una inculcación que a través de la familia, el contexto social y cultural, el entorno, etc, incorporan la historia en forma de

193. P. Bourdieu y L. J. D. Wacquant, Réponses, op. cit., 101-102. 194. P. Bourdieu, Le sens pratique, op. cit., 91. 195. P. Bourdieu, Choses dítes, op. cit., 129. 196. P. Bourdieu, Le sens pratique, op. cit., 104-111. 197. Ibidem, 97 y 99 .

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sistemas de disposiciones, podemos distinguir entre habitus primarios Y secundarios. Los primeros están constituidos por las disposiciones más antiguas y duraderas y que, por lo mismo, condicionan la adquisición posterior de nuevas disposiciones por lo que llamaríamos «el. pe~o particular de las experiencias primitivas» (por ejemplo, la expenenc1a familiar) 198, Entre los segundos, que se construyen sobre el tejido de los primarios y vienen generalmente a redoblar su eficacia, cabría subrayar la importancia del habitus escolar. Esa distinción no quiere decir que existan en los agentes diferentes sistemas de disposiciones simplemente superpuestos (el habitus escolar sobre el familiar, el profesional sobre el escolar, etc.), sino sobre todo que, como dice Accardo, «el hab1tus es una estructura interna permanentemente en vías de reestructuración» 199 • Una reestructuración que está precisamente en función de las circunstancias y del contexto en el que el habitus se impone con su propia inercia. Pero esos habitus que llamaríamos en cierta manera individuales, también podemos considerarlos habitus colectivos o de grupo cuando guardan una homogeneidad objetiva que resulta de la ho_moge~eid~d de las condiciones de existencia en que se fraguan, de esa m1sma histona de la que hablábamos antes. De hecho, una de las funciones que, según Bourdieu, tiene la noción de habitus es que permite «dar cuenta de la unidad de estilo que une las prácticas y los bienes de un agente singular 0 de una clase de agentes» 200 • Así, podemos hablar del habitus de clase como el producto de una «clase de condiciones de existencia y condicionamientos idénticos o semejantes», y que va ligado, inseparablemente, a la comprensión de la clase social como «una clase de individuos biológicos dotados del mismo habitus, como sistema de disposiciones común a todos los productos de los nüs~os condicionamientos>>; el habitus de clase es, al fin y al cabo «el habltus individual en la medida que expresa o refleja la clase (o el grupo) como

198. Il'idem, 102. ., 199. A. Accardo, Initiation a la sociologie, op. cit., 91-92. Accardo tamb1en r~cuerda la tendencia existente a una que explica precisamente la armonización espontánea ele las prácticas de los agentes pertenecientes a una misma categoría social. En suma, el habítus de clase es da clase incorporada», lo que c1uiere decir también que para definir o, mejor dicho, para construir la clase social será necesario recurrir al habitus en que ésta se objetiva (a la par, paradójicm'nente, que se subjetiva)' 01 • De la existencia de ese sistema de disposiciones de clase es de donde nace la coherencia y la unidad ele las diferentes prácticas de los agentes. No su homogeneidad total, ya que se trata ele una «relación ele homología, es decir, de diversidad en la homogeneidad que refleja la diversidad en la h01nogeneidad característica de sus condiciones sociales de producción, que une los habitus singulares de los diferentes miembros de una misma clase>>; de manera que la historia del individuo se inscribe en la historia de su grupo o clase y cada sistema de disposiciones indiviclualr los diferentes habitus individuales, son «una variante estructural de los otros, en los que,se expresa la singularidad ele la posición en el interior de la clase y de la trayectoria» social, es decir, una variante del habitus de clase o de fracción de clase202 •

e) Sistematicidad e histéresis de los habitus En cuanto estructura estructurante, el habitus es a la vez «principio generador de prácticas objetivamente enclasables y sistema de enclasamiento (principium divisionis) de esas prácticas» 201 • Esa doble tarea ele producir prácticas y producir la capacidad de apreciar esas prácticas es fruto de una serie de propiedades de los sistemas de disposiciones, relacionadas entre sí, que permiten actuar al habitus en determinadas condiciones y permiten a la vez la armonización de las prácticas producto de ese habítus. En primer lugar, permítasenos el juego de palabras (tan bourdieuniano por otra parte) para decir que el habítus es un sistema de disposiciones (resultado de un sistema de condiciones) que actúa de

201. P. Bourdieu, Le sens pratique, op. cit., 100-101 y La distinclion, op. cit., 112 y 512. 202. P. Bourdieu, Le sens pratique, op. cit., 101. · 203. P. Bourdieu, La distinction, op. cit., 190.

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De esas propiedades, y más concretamente de su durabilidad, se deriva el efecto de histéresis de los habitus, utilizando un término físico del que la sociología se sirve para designar aquel efecto que se prolonga después de que cese la causa que lo ocasiona. Existe un movimiento inercial del habitus que hace que éste actúe aunque desaparezcan las condiciones objetivas que lo han estructurado. Y ello conlleva también que el habitus no se modifique de la misma forma que las condiciones objetivas que en principio tiende a reproducir. Al ser duraderas las disposiciones, dice Bourdieu, los habitus también funcionan «a contratiempo», con lo que se produce un efecto de retraso (rdard), de desajuste (décalage) cuyo ejemplo por excelencia sería Don Quijote quien, según el sociólogo francés, «pone en práctica en un espacio económico y social transformado un habitus que es el producto de un estado anterior de ese mundo» 207 •

forma sistemática y universal en todas nuestras prácticas, lo que quiere decir que origina a su vez productos sistemáticos, estilos de vida que pueden ser percibidos en sus relaciones mutuas según los esquemas y los principios del habitus, y que devienen «sistemas de signos socialmente calificados». Es decir, que las elecciones que son orientadas o dirigidas por el habitus no son prácticas incoherentes y desorganizadas, sino que forman un sistema lógico, aunque su lógica, insistamos una vez más, no sea la de una lógica racional sino la de la razonabilidad del habitus. O como dice Bourdieu: la sistematicidad existe en el opus operatum precisamente porque existe en el modus operandP01 • Esa sistematicidad del habitus (y por lo tanto de las prácticas engendradas por él) es a su vez fruto de su durabilidad y transferibilidad. Es decir, de su capacidad de engendrar duraderamente prácticas conforme a los principios de la arbitrariedad inculcada, así como de hacerlo en un gran número de campos o espacios sociales diferentes. En ese sentido los sistemas de disposiciones del habitus son sistemas duraderos y transferibles o trasladables de un campo a otro, de una situación a otra distinta. En el mismo sentido, Bourdieu señala también cómo la capacidad generativa del habitus se mide en función de su exhaustividad, esto es, en tanto que él «reproduce lo más completamente posible en las prácticas que engendra los principios del arbitrario cultural de un grupo o una clase» 205 • En suma, podrímnos decir, con palabras del mismo Bourdieu, que «en tanto que disposición general y transportable, [el habitus] realiza una aplicación sistemática y universal, extendida más allá de los límites de lo que ha sido directamente adquirido, de la necesidad inherente a las condiciones de aprendizaje: es lo que hace que el conjunto de prácticas de un agente (o del conjunto de los agentes que son el producto de condiciones parecidas) sean a la vez sistemáticas, en tanto que son el producto de la aplicación de esquemas idénticos (o mutuamente convertibles) y sistemáticamente distintos de las prácticas constitutivas de otro estilo de vida» 206 •

j) Habitus y reproducción Si, como hemos dicho, pensamos que se trata de disposiciones duraderas, poseídas por (y poseedoras de) una fuerte inercia en sus efectos, y sabemos que las prácticas se producen en el encuenh·o entre el habitus, por un lado, y las determinaciones, demandas y oportunidades del campo social en que el actor se mueve (y en el que el habitus es apropiado) por otro lado, una lectura muy básica de dicho encuentro entendería que se establece una suerte de círculo vicioso entre esas dos realizaciones de la historia, que no daría margen de cambio alguno en la génesis de las prácticas, ya que ese encuentro entre campo y habitus no contribuiría sino a reproducir el mundo cultural y social que a su vez lo produce y, por lo tanto, a perpetuar el status qua a través de la exterio-

207. P. Bourdieu, Le sens praiique, op. cit., 104··11; También hace referencic" a dicho efecto _en Questions de sociologie, op. cit., 135; y en Choses dites, op. cit., 128. Por ejemplo, Bourd1eu ha constatado en alguna ocasión, respecto al campesinado argelino, cómo éste mantiene lo que llamaríamos su personalidad incluso cuando ya no existen las condiciones de una cultura y organización social y económica que lo permitan: «Puesto que su ser es sobre todo una cierta manera de ser, un habitus, una disposición permanente y general ante al mundo y los otros, el campesino puede seguir siendo campesino incluso cuando ya no existe la posibilidad de comportarse como tal»; P. Bourdieu y A. Sayad, Le déracinement. La crise de l'agriculture traditionelle en Algérie, Minuit, Paris, 1964, 102 . Hay traducción española: Argelia entra en la historia, trad. de Angel Adad, Nova Terra,

204. Ibídem, 190-193. Cfr. también P. Bourdieu, Questions de sociologie, op. cit., 134-135. 205. P. Bourd1eu y J.-C. Passeron, La reproduction, op. cit., 48-49. 206. P. Bourdieu, La distinction, op. cit., 190 .

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rización de las pautas y valores interiorizados o incorporados. En tanto comporta siempre esos dos momentos que son la interiorización de lo exterior y la exteriorización de lo interior, al transformar la necesidad en virtud y encerrar así el desconocinüento de dicha necesidad, el habitus «contribuye tanto mejor a la reproducción de las estructuras sociales, por cuanto que bajo la apariencia de manera natural de ver, de sabiduría, de buen sentido, enmascara y disimula la necesidad -o si se prefiere el arbjtrario- que está en. su fundamento» 208 • Si por lo tanto existe una relación recíproca entre las condiciones objetivas y las disposiciones subjetivas, ¿qué posibilidad de cambio existe? ¿dónde queda la innovación y la acción en la práctica?. O como seüala Jenkins, ¿no será entonces la teoría del habitus una forma más o menos sofisticada de ftmcionalismo? 209 • Es decir, cabe preguntarse por la dosis que existe de determinismo en los habitus que, sin embargo, está lejos de las intenciones y reflexiones del autor, que responde diciendo, en primer lugar, que el habitus es duradero pero no imnutable: «Siendo el producto de la historia, es un sistema de disposiciones abierto, que está continuamente enfrentado a experiencias nuevas y por lo tanto continuamente afectado por ellas»¡ o como dice en otro lugar, el habitus es «un principio de invención que, producido por la historia, es relativamente arrancado a la historia» 210 • Como principio de invención, el habitus tiene una capacidad si no creadora al menos generadora, «inscrita en el sistema de disposiciones como arte (... ) y en particular ars inveniendi», que permite respuestas diferentes, márgenes de imprecisión en los límites de esa necesidad incorporada; más aún, Bourdieu subraya el hecho de que él no habla de lzábito o costumbre (habitude), sino de habitus, precisamente para resaltar esa «capacité génératrice» del sistema de disposiciones como una noción construida «con tre le mécanisme» 211 •

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208. J. J. Sánchez de Horcajo, La cultura. Reproducción o cambio, op. cit., 88-89. 209. R. Jenkins, Pierre Bourdieu, op. cit., 81-82. 210. P. Bourdieu y L. J. D. Wacquant, Réponses, op. cit., 108-109; Questions de sociologie, op. cit., 135. 211. P. Bourdieu y L. J. D. Wacquant, Rrponses., op. cit., 97.

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Pero además, en segundo lugar, la propia historicidad del habitus es la que no permite hablar en términos de una reproducción estrictamente mecánica o mecanicista, ya que el habitus funciona en relación al campo social y produce o genera prácticas diferentes según lo que acontece en el campo: «el habitus se revela solamente (... ) en la relación con una situación determinada (... ) y según los estímulos y la estructura del campo, el mismo habitus puede engendrar prácticas diferentes, e igualmente opuestas», de forma que a situaciones y campos distintos, reacciones diferentes 212 • Por eso mismo es preciso plantearse la cuestión de las condiciones sociales en las que el habitus es eficaz o en las que, por el efecto de histéresis anteriormente descrito, el sistema de disposiciones resulta inadecuado o contradictorio. Y en las que el habitus también va, con mayor o menor dificultad o mayor o menor lentitud, cambiando, transformándose o reestructurándose. Desde el punto de vista de su historicidad, podríamos decir, el habitus conlleva siempre un margen de contradicción al no revelarse plenamente nunca, si no muy ocasionalmente, el conjunto de condiciones sociales e históricas objetivas en que se gestó. Y en ese mismo sentido, el habitus es a la vez continumnente gerundio, puesto que continuamente se va actualizando, arrancando historia en función de las nuevas condiciones. Por último, deberíamos tener en cuenta además que, para Bourdieu, es precisamente la vigilancia que ofre>, y que sirven de careta a criterios que permanecen ocultos, aunque basados en un origen social determinado 227 • Una vez más, por lo tanto, para entender lo que sea la clase social es preciso superar la filosofía sustancialista de la realidad social que entiende que existe algo, cosa o estado objetivo, a lo que podernos llamar clase social; mediante la perspectiva relacional para la cual lo que existen en ese mundo social son relaciones que sólo se pueden aprehender relacionalmente. De ahí que, como para otros autores, no son clases los grupos sociales o movimientos, comunidades o corporaciones; ni las meras relaciones de desigualdad y dominación jerárquica son relaciones de clase; ni basta fijarse en la distribución ocupacional o según los ingresos; ni mucho menos todavía las autoclasificaciones y representaciones mentales de los individuOS 228 • Como para muchos otros, para Bourdieu la clase social también es una relación; o una realidad que se define en relación a otras. Aunque es una relación con sus propias especificidades, que nacen precisamente del esquema dialéctico entre el campo (las estructuras) y las disposiciones (los habítus) donde se define la clase social, con el que trata de superar la dicotomía que también existe entre un punto de vista objetivista y un punto de vista subjetivista en este tema. Desde un punto de vista objetivista, las clases sociales son conjuntos homogéneos, perfectamente separables en la estructura social siguiendo unos criterios objetivos que normalmente tienen que ver con la relación que mantienen con los medios de producción (y normahnente excluyendo todo otro factor posible). Para una visión subjetivista, por el contrario, son los factores subjetivos los que definen las clases sociales, esto es, la percepción que los agentes tienen de sí mismos en el espacio social y la

227. Ibidem, 113. 228. R. Díaz-Salazar, ¿Todavía la clase obrera?, op. cit., 20-23.

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a) Clasificación y clase social: la clase construída

Objetivamente, como hemos señalado, es preciso superar la filosofía sustancialista por el «realismo de la relación». Lo que trasladado a este punto quiere decir que «lo que existen no son «clases sociales» tal como entiende el modo de pensamiento realista. sustancialista o empirista adoptado tanto por los oponentes como los defensores de la existencia de clases, sino más bien un espacio social en el verdadero sentido del término, si admitimos( ... ) que la propiedad fundamental de un espacio es la externalidad recíproca de los objetos que encierra»2:1'. Y la tarea de la ciencia, desde esa perspectiva relacional, no es comenzar discutiendo la existencia o no de las clases sociales, sino llevar a cabo la construcción de ese espacio en el que poder advertir las diferentes distancia3 que

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229. Pierrc Bourdieu, «What Makes a Social Class? On The T11coretical and Practica! Existence Of Groups»: Berkeley Journal of Socíology: A Critical Reviezv, XXXII (1987) 1-2. 230. A. Accardo, Initiation ii la sociologie, op. cit., 163-172. 231. P. Bourdieu, «What Makes a Social Class?>>, op. cit., 3.

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unen a los agentes implicados en él. Una tarea que como hemos visto consistía en la construcción del campo social específico en el que se juega un capital y un interés propio. Con ese punto de partida, para Bourdieu la clase «en tanto construcción analítica fundada en la realidad, no es otra cosa que el conjunto de ocupantes de una misma posición en un espacio». La clase se entiende como la condición de clase que va ligada a una posición determinada en el espacio social, posición que se define intrínsecamente (condiciones materiales de existencia, experiencias del mundo social, etc.) y relacionalmente (esto es, en relación a otras posiciones en ese mismo espacio). De ahí que, dice, la clase construída teóricamente puede definirse como el «conjunto de agentes que, estando sujetos a condiciones similares, tienden a parecerse unos a otros y, como resultado, están inclinados a conjuntarse prácticamente, ( ... ) y por ello a reforzar sus puntos de similitud»; o de otro modo como el conjunto o «conjuntos de agentes que, en virtud del hecho de que ellos ocupan posiciones similares en el espacio social (esto es, en la distribución de poderes [o capital]), están sujetos a condiciones similares de existencia y factores condicionantes y, COITlO resultado, están dotados con disposiciones similares que les mueven a desarrollar prácticas simílares>> 212 • Desde esa perspectiva, y desde el análisis en términos de campo social que ya hemos reseñado, es posible por lo tanto averiguar las diferentes clases sociales como partes de la estructura que constituye una sociedad. Fundamentalmente a partir de las propiedades de posición que atribuye a los agentes el lugar que ocupan en el espacio social y que son «relativamente independientes de propiedades intrínsecas tales como cierto tipo de práctica profesional o de condiciones materiales de existencia» 233 • Esa posición diferencial en el espacio social que caracteriza

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a las distintas clases se define, de acuerdo a lo expuesto al hablar del campo social, según el volumen global del capital, la composición de éste y la trayectoria social. Pero además de la diferencia en la posición, las características de las diferentes clases dependen de «su peso funcional en esa estructura, peso proporcionado a la contribución que aportan a la ~onstitución de tal estructura y que no está solamente ligado a su Importancia numérica» 234 • De manera que aunque no exista una variable independiente que pueda definir la clase social como un ente o una cosa (como una sustancia social), sí existe ese peso funcional del grupo 0 ~lase en la t:structura social y sí existen variables o factores objetivos mterdepend1entes (categoría socio-profesional, origen familiar, edad titulación, ingresos económicos, etc.) que sirven para definir su situa;ión Y su posición en el espacio. Dichos factores, si bien no actúan de forma automática, sí que trazan (como dice Accardo) «generatrices de un posible proceso de movilización» social 235 • En suma, y aun a riesgo de parecer tautológicos, podemos decir que para Bourdieu el criterio fun.d~:nen tal para definir una clase social, dada su situación y su po~1~10n en una estructura social, estriba en las relaciones que mantiene obJetivamente con las demás clases sociales. . Por eso, el ma_ror objetivo de la ciencia social no es en principio constrmr las clases, smo los «espacios sociales en el interior de los cuales pueden ser recortadas las clases, pero que no existen más que sobre el papel»; u_n .e~pacio ;o~ial cuyas coordenadas .en el caso francés (pero cuyo a.nalls1s es facllmentc trasladable al caso español) vienen deter~u~adas por el volumen de capital económico y capital cultural, conshtmdos como los dos principios básicos de diferenciación en las sociedades avanzadas 7·16 • La cuestión siguiente radica en analizar hasta qué punto las clases construidas teóricamente o recortadas en ese espacio ~la~ ~lases sob~e el papel), son clases reales o «grupos reales de mdtviduos movidos por la conciencia de la identidad de su condición e

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232. Ibidem, 4-6. También P. Bourdieu, ocial, como el lenguaje o el acento, el vestido, la cultura y el buen gusto, el estilo de vida, y sobre todo -dice Bourdieu- las «maneras», vienen a reduplicar las diferencias económicas o culturales, o sociales estrictamente hablando (como capital social), al naturalizarlas y legitimarlas en el orden de lo significativo: convirtiendo una vez más dichas propiedades en propiedades naturales de la persona, »> 281 • Del orden de lo normal, podríamos añadir. Una observación que, como ya hemos apuntado, Bourdieu pareció haber verificado empíricamente en sus investigaciones en Argelia o en el caso del campesinado bearnés, al comprobar el peso y la resistencia que determinadas «costumbres» ofrecían a la imposición de reglas que encarnaban tradiciones opuestas.

279. Max Weber, Economía y Sociedad, trad de Jm:é Medina Echevarría y otros, FCE, México, 1987, 258. 280. M" José Fariñas Dulce, La sociología del derecho de Max Weber, UNAM, México, 1989, 154. 281. Max Weber, Economía y Sociedad, op. cit., 259 y 260.

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--·-----------L~. REGLA Y LA PRÁCTICA: LO NORMAL Y LA NORMA

La convención, por el contrario, se da para Weber «cuando no se trata de influir en una conducta determinada por medio de ninguna coacción física o psíquica, ni, en general, por lo menos normal e inmediatamente, por ninguna otra reacción que no sea la mera aprobación o desaprobación de un círculo humano que forma un «mundo circundante» específico del actor» 282 • Por lo tanto, en el caso de la convención ya parece existir una obligatoriedad, pero que no reposa sobre la coacción física o psíquica sino sobre «la mera aprobación o desaprobación» del mundo circundante del actor, esto es, que depende de la presión social que ese espacio contextua! pueda ejercer. Con lo cual en cierta manera hemos pasado de la regularidad en que se basaba la costumbre a cierto carácter reglado, no explícito, sobre el que se sostiene la convención, que es ya un orden social cuya validez se garantiza externamente, a través de la reprobación social. Ese carácter reglado de la convención aparece de modo más explícito al referirnos al derecho, al orden jurídico. Weber diferencia expresamente la convención del derecho consuetudinario, en el que el aparato coactivo se pone en movimiento «para que se cumpla una norma válida» no en virtud de ley estatuida (que sería el caso del derecho estatuido) sino «de un consenso». En ambos casos hay una obligatoriedad y existe, podríamos decir, un aparato coactivo, si bien en el caso de la convención se trata de un aparato difuso que depende del ambiente, que se hace más específico en el caso del derecho 283 •

relacionados desde un punto de vista empírico que, aunque difícil de distinguir en la práctica, permite afirmar la existencia de un «tránsito fluido y constante» entre las distintas regularidades empíricas de la conducta: «Ciertas uniformidades de hecho (costumbres) pueden convertirse en fuente de reglas (convenciones y derecho) y, viceversa, las reglas del actuar pueden producir uniformidades de hecho». Por otro lado, es indudable que para Weber «la regulación jurídica y su garantía coactiva sólo constituye un componente más dentro del conjunto de motivaciones del actuar humano real, pero en ningún caso el motivo principal».

Dos ideas importantes podernos subrayar de la propuesta teórica de Weber 284 • En primer lugar, los conceptos así delimitados (orden jurídico, convención y costumbre) desde un punto de vista teórico se encuentran

282. Ibidem, 258. 283. Ibídem, 258. M" José Fariñas, La sociología del derecho de Max Weber, op. cit., 155ss. Precisamente, lo decisivo en el concepto de derecho weberiano es, según el mismo sociólogo alemán explica, que orienta la conducta de los individuos y que «está garantizado externamente por la probabilidad de la coacción (física o psíquica) ejercida por un cuadro de individuos instituidos con la misión de obligar a la observancia de ese orden o de castigar su transgresión>>. Max Weber, Economía y Sociedad, op. cit., 25-28; Ma José Fariñas, La sociología del derecho de Max Weber, op. cit., 137ss .. 284. Cfr. Ma José Fariñas, La sociología del derecho de Max Weber, op. cit., 161-164.

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II.1.2. La regla y el «habitus>> Refiriéndose explíctarnente al esquema conceptual de Weber como punto de partida, Bourdieu afirma que la regla (ya sea jurídica o de costumbre) opera como un «principio secundario de determinación de las prácticas» que no interviene más que sustitutivamente, en defecto del principio primario que es el interés subjetivo u objetivo; interés que se define «en la relación entre el habitus corno sistema de estructuras cognitivas y motivadoras y la situación (o el objeto)» 285 • Es más, la regla codificada, desde la experiencia etnológica de Bourdieu en la sociedad de Cabilia, «tiene por principio no esquemas explícitos, objetivados, por lo tanto ellos mismos codificados, sino esquemas prácticos» 286 • La codificación tiene en este sentido una relación de continuidad con el habitus, al «traducir» en forma simbólica lo que existe en forma de habitus, sobre todo, como decíamos antes, cuando es precisa (dada una situación de violencia, o de irnprevisibilidad) una «certeza» que proporciona la lógica de objetivación que la codificación (y sobre todo la codificación jurídica) supone. La regla facilita y simplifica, tal corno subrayábamos antes, las opciones de los agentes en el curso de la acción. La parte de

285. P. Bourdieu, Esquisse d'une théorie de la pratique précédé de trois études d'ethnologie lcabyle, Droz, Paris-Geneve, 1972, 205-206 y 256. 286. P. Bourdieu, Choses dites, op. cit., 95.

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indeterminación y de incertidumbre que tiene el habitus hace «que uno no pueda remitirse completamente a él en las situaciones críticas, peligrosas». De ahí que Bourdieu enuncie «corno ley general que cuanto más peligrosa es la situación, más codificada tiende a ser la práctica»; y más aún: que «el grado de codificación varía según el grado de riesgo» 287 • Por lo tanto, el criterio básico y primario desde un punto de vista antropológico, en la génesis y orientación de las prácticas, es el habitus en cuanto conjunto de esquemas o principios clasificatorios, disposiciones incorporadas, etc., y el interés que surge de la relación entre ese sistema de disposiciones y las posibilidades y censuras del entorno. La acción obedece a un sentido práctico, a tma lógica práctica, que es la de la «espontaneidad generadora» del habitus. Y recurre a la regla, al ritual codificado, en las situaciones de incertidumbre y de violencia en las que precisamente dada esa espontaneidad, el interés se decanta hacia la formalización de las prácticas. La regla, la codificación, ofrece así una posibilidad objetiva u objetivada que supone poner formas o poner en formas (formalizar) lo que previamente existe en estado práctico. Así sucede, por ejemplo, en el caso de la lengua: «en ausencia de la objetivación en la escritura y sobre todo de la codificación cuasi-jurídica que es correlativa a la constitución de una lengua oficial, las : Actes de la recherche en sciences sociales, 64 (1986) 14. p 290. P. Bourdieu, Le sens pratique, op. cit., 185-186 .

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provecho 0 un beneficio particular, material o simbólico, derivado de los efectos y la fuerza propia de la regla: «Podemos to.mar, c.omo una le: antropológica universal que existe un provecho (s1mbohco y a. ve~es material) en someterse a lo universal, en darse (al me~~s) las. apanenCias de la virtud, en plegarse, exteriormente, a la regla ofiCial. Dtcho de otro modo, el reconocimiento que es universalmente acordado a la regla oficial hace que el respeto, incluso formal o ficticio, a la regla asegure beneficios de regularidad (siempre es más fácil y más confortable .estar en regla) o de «regularización» (como die~ a veces. el r~~hsr:~ burocrático que habla por ejemplo de «regulanzar una sltuacwn»)» · Hay, por eso mismo, una eficacia propia de la norma (y en concreto de la norma jurídica) que reside sobre todo en su capacid.a~ o fuerz~ en cuanto forma simbólica: en la vis formae, que dua Bourd1eu, constituyéndola en elemento esencial del análisis del derecho en c:1anto sistema normativo y sistema simbólico. Pero para entender meJOr la importancia y la eficacia que esa violencia o fuerza de .la form~ be~1e en la génesis de la práctica, esto es, para comprender .meJor la eficacia del derecho, habrá que analizar también lo que constderemos que sea el derecho mismo, es decir la práctica jurídica misma: el derecho (la norma) como práctica.

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11.2. El Derecho como fuerza (como lucha): La estructura del campo jurídico

El derecho, decía Thering, no es una idea lógica, sino que es una idea práctica y una idea de fuerza, que encuentra su génesis en la lucha y se desarrolla asímismo en la lucha: «la lucha no es, pues, un elemento extraño al derecho; antes bien es una parte integrante de su naturaleza y una condición de su idea» 292 • Una lucha que tiene su arranque en el interés y que cuando triunfa se ve traducido en derecho. Y una lucha, además, que se desarrolla fundamentalmente en el campo jurídico. Pero, ante esa lucha, surge la eterna pregunta entre lo que llamamos las condiciones internas y las condiciones externas del derecho que la definen, entre la determinación internalista o externalísta del juego jurídico. Una pregunta que con Weber podríamos resumir de la siguiente forma: «el sentido en el que se desarrollan las cualidades formales del derecho está condicionado directamente por eso que podemos llamar las «relaciones internas al derecho», es decir, la particularidad del círculo de personas que por profesión están en condiciones de influenciar la manera de formar el derecho, aliado de la influencia indirecta que tiene su origen en las condiciones económicas y sociales»,. es decir, las relaciones externas 2''3 • De acuerdo a esta idea de Weber, cuando Bourdieu sostiene la necesidad de hacer «una ciencia rigurosa del derecho» está precisamente apuntando a la necesidad de escapar a esa alternativa, dominante en el debate científico, entre una visión estrictamente internalista o formalista del

291. P. Bourdieu, Raisons pratiques. Sur la théorie de /'aclion, Seuil, París, 1994, 240-241.

292. Rudolpl1 von Ihering, La lucha por el derecho, trad. de Adolfo Posada, Civitas, Madrid, 1985,59-60. 293. Max Weber, Rcchtssoziologíe, Ed. Luchterhand, Neuwied, 1960, 196; citado en Julien Freund, : Archives de Philosophie du Droit, 23 (1978) 72. 294. P. Bourdieu, >. Nicolás M" López Calera, Yo, el Estado, Trotta, Madrid, 1992.

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virtudes consecuentes a dicha dedicación. El proceso de racionalización del Estado se construye sobre esa idea de lo público, lo general, por opuesto a lo privado, lo particular, lo íntimo, y alrededor de la cual surge· toda una percepción de la realidad, una ideología («la ideología del interés general», como lo han denominado algunos) y una sociodiceam. Así, la antítesis entre lo público y lo privado, o entre el interés gene-ral y el particular se constituye en uno de los criterios estructuradores (si no el fundamental) de la lógica en que se mueve el campo burocráticoestatal. Por ejemplo, en los análisis que Bourdieu ha llevado a cabo de la política de vivienda de su país la estructura del campo burocrático y la percepción tecnocrátíca del mundo que en ella se genera aparece marcada por dos conjuntos cte oposiciones: «el primero, que está inscrito a la vez en la estructura burocrática misma, en la forma de toda la serie de divisiones y subdivisiones que hacen corresponder niveles jerárquicos cada vez más bajos a unidades territoriales cada vez más pequeñas, y en las estructuras mentales de todos los funcionarios, con la oposición entre los lugares «centrales» de «ccmmandement» y de «conception» y los puestos «locales» y «exteriores» de «ejecución»; el segundo, que se establece entre la misma burocracia y todo lo que le es exterior ( ... ), es decir, entre el «servicio público» y los «intereses privados», entre el «interés general» y el «interés particular»>>321 • En ese conjunto de oposiciones que constituye el «principio

323. Fram;ois Rang,eon, L'idéologie de l'intérét général, Ed. Economica, Paris, 1986. P. Bourdieu, La noblesse ri'Etat., op. cit., 546-5,±7, donde el autor francés acude al discurso que sobre La independencia del abogado hacía en 1693 un «gran parlamentario nacido de dos grandes familias parlamentarias>>: el Canciller D'Aguesseau, que representa «una de las primeras encarnaciones del tecnócrata moderno». En dicho discurso, D' Aguesseau se refiere precisamente al servicio público y a lo Público, con significaciones variables, que en forma potente y abstracta se convierte en garantía del desinterés del magistrado y en > y, en más de un caso «la suprema justicia es la suprema injustícía>»> 325 • Esa situación se complica (para los súbditos) cuando además se va anulando la diferenciación entre los diversos poderes y los diversos campos y se va imponiendo una misma lógica en el conjunto de las prácticas sociales (tal puede ser, por ejemplo, la imposición de la racionalidad político-administrativa en las diversas esferas sociales, o li1 consagración del poder económico como capital dominante en el conjunto de los campos burocrático-estatales).

b) Estado objetivo y Estado subjetivo. Un poco más arriba hemos definido el Estado, con Bourdieu como un «conjunto de campos de fuerzas donde se desarrollan las luchas que tienen por objeto el monopolio de la violencia simbólica legítima». Según esto, si el Estado ejerce una violencia simbólica quiere decir «que él se encarna a la vez en la objetividad en forma de estructuras y de mecanismos específicos y en la «subjetividad>> o, si se prefiere, en los cerebros, en forma de estructuras mentales, de categorías de percepción y de pensamiento. Realizándose en estructuras sociales y en estructuras mentales adaptadas a esas estructuras, la institución instituída hace

325. Ibídem, pág. 95.

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olvidar que es el resultado de una larga serie de actos de instihrción y se presenta con todas las apariencias de lo natural>>"6 •

tácito, prcrreflexivo, inmediato, sobre el sentido del mundo, que está en el principio de las experiencia del mundo como «mundo del sentido cornún>»>329.

El Estado, dice Bourdieu, es «la institución instituída» y «el resultado de una larga serie de actos de institución». Entre los diferentes actos de institución y de magia social, que atribuyen y consagran una identidad podemos destacar un ejemplo importante por lo que hace a la comprensión del Estado: el establecimiento de las fronteras nacionales y las luchas por el reconocimiento regional o nacional. Nadie, dice el sociólogo francés, sostendría hoy día que existen «criterios capaces de fundar clasificaciones «naturales» en regiones separadas por fronteras «naturales»». La frontera no es más que el producto de una división cuyo fundamento en la realidad depende del parecido más o menos numeroso o más o menos fuerte, entre los elementos que agrupa 327 . Pero esas fronteras que son el resultado histórico de un conjunto de luchas (físicas y simbólicas) por la definición del mundo social y que hacen aparecer la realidad que definen como una realidad «natural>>, son parte integrante, constituyente e instituyente de esa realidad estatal que a su vez las instituye como tales.

En nuestras sociedades diferenciadas, dice Bourdieu, «el Estado contribuye en una parte determinante a la producción y reproducción de los instrumentos de construcción de la realidad social. En tanto que estructura organizadora e instancia reguladora de las prácticas, ejerce permanentemente una acción formadora de disposiciones duraderas, a través de todas las coacciones y disciplinas corporales y mentales que impone uniformemente al conjunto de los agentes. Además, impone e inculca todos los principios de clasificación fundamentales, según el sexo, la edad, la «competencia», etc., y está en el principio de la eficacia simbólica de todos los ritos de institución, de todos aquellos que :>on el fundamento de la familia por ejemplo, y también de todos aquellos que se ejercen a través del sistema de enseñanza, lugar de consagración donde se instituyen, entre los elegidos y los eliminados, diferencias duraderas, a menudo definitivas» (y como hemos dicho en páginas anteriores, el trabajo de clasificación va ligado a un efecto de enclasamiento social, y viceversa). Así, el Estado no sólo conh·ibuye a la consh·ucción de la realidad social, sino que lo hace de manera determinante, puesto que, precisamente, la construcción del Estado va acompai1ada de la construcción de «una suerte de trascendental histórico común, imnanente a todos sus «sujetos»>>. El orden estatal reposa sobre un orden simbólico, que contribuye a reproducir, mediante la imposición al conjunto de los agentes de «estructuras estructurantes que deben una parte de su consistencia y de su resistencia al hecho de que ellas son, en apariencia al menos, coherentes y sistemáticas y que ellas son objetivamente acordes a las estructuras objetivas del mundo social». Es decir que, una vez más, deben su eficacia al reconocimiento que supone el desconocimiento de su arbitrariedad. O dicho de otra manera, a su legitimidad. Y esa reproducción sirribólica se lleva a cabo fundamentalmente desde las formas jurídicas y de su fuerza específica para construir la realidad social33".

Definíamos además el Estado corno aquel X que reclama para sí, con éxito, «el monopolio de la violencia simbólica legítima». Una violencia simbólica legítima que consiste en «el poder de constituir y de imponer como universal y universalmente aplicable en el resorte [ressort] de una nación, es decir en los límites de las fronteras de un país, un conjunto común de normas coercitivas>> 328 . O dicho de otra manera, el poder de imponer un nomos, es decir, un orden, «un principio de visión y de división común, estructuras cognitivas y evaluativas idénticas o parecidas», desde el cuál el Estado se convierte en «el fundamento de un «conformismo lógico» y de un «conformismo moral» (... ),de un acuerdo

326. P. Bourdieu, «Esprits d'État», op. cit., 51 . , . .. 327. P. Bourdieu, «L'identité et la représentation. Eléments pour une réflex10n cntlque sur l'idée de région»: Acíes de la recherche en sciences sociales, 35 (1980) 63-72. 328. P. Bourdieu y L. J. D. Wacquant, Réponses, op. cit., 87.

329. P. Bourdieu, «Esprits d'Étab>, op. cit., 58-59. 330. Ibídem, 59-60.

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análisis sociológico de Bourdieu, no sería sino el discurso ínstituído en función de la estructura de distribución del capital de los agentes que poco a poco han ido produciendo un discurso universalizador de sus posiciones e intereses específicos en el campo social. Una ficción jurídica que, dice el sociólogo francés «va dejando poco a poco de ser una simple ficción de juristas para devenir un orden autónomo, capaz de imponer ampliamente la sumisión a sus funciones y a su funcionamiento el reconocimiento de sus principios». Es decir, realidad postulada o imaginada que se convierte paso a paso en imagen de la realidad·m. Y el derecho, como capital simbólico acumulado y monopolizado, ocupa un lugar central en la constitución de ese campo o meta-campo social.

. Resumiendo lo ya apuntado: el Estado, en cuanto monopolio de la violencia simbólica, es la instancia fundamental en la construcción de la realidad social. Lleva a cabo la construcción legítima de dicha realidad. Y con ella impone una percepción del mundo social en la que él ocupa precisamente un papel básico y central sobre todo a través del derecho, y así, a su vez el Estado es el resultado de dicha construcción. De ahí qw~, como dice Bourdieu, para comprender la dimensión simbólica del efecto del Estado, construcción simbólica a su vez, sea necesario '> como democráticas. 335. Y que además, tal como Bourdieu analiza respecto a determinadas realidades sociales de su país, no contribuiría sino a reforzar esas relaciones de fuerza y la distancia (la dominación) que conllevan. La oposición entre liberalismo y estatalismo, desde esa perspectiva, no sería, según Bourdieu, sino una falsa alternativa entre la mano izquierda y la mano derecha del Estado. P. Bourdieu, >. Sobre este tema, en concreto sobre el título escolar-profesional como capital simbólico y la garantía (la sanción) jurídico-simbólica que el Estado iroyone a través de él (o en él) a una realidad social concreta, ver P. Bourdieu, La Noblesse d'Etat, op. cit., 535ss. 370. M. Beltrán, La realidad social, op. cit., 170.

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lógica, una racionalidad concreta: la racionalidad de la forma jurídica. De ahí que Bourdieu considere al derecho y al discurso jurídico corno el paradigma de la violencia simbólica, la que se ejerce en las formas, poniendo formas, sustituyendo e imponiendo a la realidad por (o desde) la imaginación de la norma y al presunto desorden social por el orden jurídico-formal. Por eso la eficacia del derecho, que es su eficacia simbólica, reside en la propia fuerza de la forma y en la impresión o apariencia de necesidad lógica sugerida por la forma con que ésta «tiende a contaminar el contenido» 371 • Es a través de esas formas, y a partir de la fuerza que imprimen, cómo el derecho, en cuanto posible instrumento de determinadas políticas, y quienes lo manejan actúan sobre la realidad social. Así, «La racionalidad de la norma es impuesta a la realidad, y el orden jurídico al presunto desorden social. De esta forma se construye por la Adrnüústración la realidad social sobre la que opera. El primer paso fue delimitarla de lo que la Administración no está dispuesta a tornar en consideración; el segundo paso es simplificarla y ordenarla, suplantando a la realidad por los textos con valor jurídico; el tercer paso consistirá en intentar modificarla (en el sentido que sea)» 372 •

hacen desde la teoría del derecho en general 6 más estrictamente desde la sociología jurídica. Desde la primera perspectiva se tiende a diferenciar la eficacia de la norma de su validez y vigenci.a, ya que la primera noción «tiene que ver con las condiciones de oportunidad que afectan a la realización de la fuerza significativa de las normas jurídicas», mientras que la validez y la vigencia «nos informan sobre las condiciones formales para que una norma pueda y deba hacerse efectiva»374 • La eficacia, así entendida en un plano normativo, se identifica con la eficacia formal, a diferencia de la efectividad o eficacia real, que trata de indagar y analizar las consecuencias de la aplicación de la norma y contrastarlas con la intención del legislador, esto es, «con los intereses y objetivos de política legislativa que determinan su producción» 375 • Sin embargo la utilización de los conceptos de eficacia, efectividad, etc., varía y se contradice según los u'sos de los diversos autores. Desde una perspectiva sociológica, por ejemplo, puede distinguirse entre la pregunta por la eficacia social del derecho (la «función relativamente instrumental del derecho con respecto a la dinámica de la totalidad social») y la pregunta por su vigencia o efectividad (esto es, la «capacidad que tiene una norma o un sistema normativo de ser observado y aplicado» )376 • Así, la consideración sociológica o política añade al punto de vista más estrictamente normativo la preocupación sobre «la disociación entre el Derecho y la realidad», es decir, la resistencia en el nivel de cumplimiento de las normas. Dicha resistencia se plantea a causa de la entropía o desorgmúzación creciente de los sistemas jurídicos debida a la inflación normativa, la desmesura en la concreción de las normas, la utilización abusiva de la discrecionalidad técnica, la lentitud de los operadores

II.4. La Fuerza de las formas jurídicas II.4.1. Eficacia y fuerza del derecho

a) Sobre eficacia y efectividad del derecho. La pregunta por la eficacia atañe al núcleo mismo de lo jurídico. Desde la teoría del derecho dicha eficacia se ha discutido corno condición necesaria de la existencia jurídica. O planteado al revés: examinando si la ineficacia es una condición suficiente de la no existencia del derecho 373 • Los pronunciamientos al respecto, sin embargo, son diferentes si se 371. P. Bourdieu, «La force du droib>, op. cit., 8. 372. M. Beltrán, La realidad social, op. cit., 171. 373. Peter Ingram, «Effectiveness>>: Archiv für Rechts und Sozíalphílosophie, LXIX, 4 (1983) 483-503.

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374. De donde se deduce, por otro lado, que las condiciones formales ~on también condiciones de oportunidad y de eficacia; Manuel Calvo García, Teoría del derecho, op. cit., 59. Esas circunstancias de oportunidad pueden ser según Calvo García, objetivas, sistemáticas o técnicas y subjetivas. Sobre este tema además, vid. Pablo Eugenio Navarro, La eficacia del derecho, CEC, Madrid, 1990. 375. La crítica de la eficacia del derecho sería objeto de la ciencia jurídica y la teoría del derecho, la crítica de la efectividad sería una tarea propia de los sociólogos del derecho; M. Calvo García, Teoría del derecho, op. cit., 60. 376. Gilberto Giménez, Poder, estado y discurso ... , op. cit., 95.

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jurídicos, etc., que conducen a la perplejidad y a la cns1s de la certidumbre jurídica377 • Más aún, desde la práctica administrativa, y quizá debido a esa disociación entre los textos jurídicos procedimentales y la dinámica cotidiana de la Administración se suele entender la eficacia como algo contrapuesto a la legalidad. Y quizás para resolver esa contraposición la dogmática y la práctica jurídico-administrativa tiende a diferenciar entre eficacia «en el sentido del cumplimiento de la legalidad y de los objetivos señalados por el ordenamiento; por contraposición a efectividad o eficiencia, de contenido más bien económico»37". Desde una perspectiva sociológica, además, la cuestión de la eficacia puede confundirse (y de hecho está imbricada totalmente) con la de las funciones del derecho. Aparte de la extendida confusión entre el análisis funcional del derecho (como método), y el funcionalismo como teoría social del derecho, que desde el mismo Bobbio ha habido autores que se han encargado de diferenciar, también es necesario distinguir conceptualmente entre la consideración de las funciones que lleva a cabo el derecho a partir de la relación entre fines y medios, fijándose en los efectos que produce (opus operatum), o la eficacia respecto al modo y capacidad de producirlos (modus operandi).

377. José Luis Villar Palasí y José Luis Villar Ezcurra, , en Varios, La protección jurídica del ciudadano. Estudios en homenaje al prof Jesús González Pérez (Tomo I), Civitas, Madrid, 1993, 79-104. O también por ejemplo cuando se considera la eficacia de la Administración como un problema de desgobierno, que no puede funcionar de acuerdo a la ley. En ese sentido apunta la clásica obra de Alejandro Nieto, La organización del desgobierno, op. cit. 378. M' José González Ordovás, «El papel de los juristas en la Administración Local>>, op. cit., 452. Que, por otro lado, es en cierta manera la distinción entre una racionalidad con arreglo a fines y una racionalidad con arreglo a los medios. Así, la eficacia en el caso de la racionalidad formal con que opera el sistema jurídico se define , mientras que en caso de la racionalidad material del funcionamiento político-administrativo se mide ; Claus Offe, «Criterios de racionalidad y problemas del funcionamiento político-administrativo>>, en Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Sistema, Madrid, 1988, 7-21. En todo caso, por lo que a estas reflexiones se refiere, tal vez debamos tener en cuenta las implicaciones que respecto a la eficacia jurídica conlleva el desplazamiento creciente o la invasión de los espacios jurídicos, de la racionalidad político-administrativa, como es el caso de la del control social represivo.

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Vista, por lo tanto, la confusión que se produce en la utilización de los diversos términos (en función, por otro lado, de la perspectiva, más estrictamente dogmática o sociológica que se adopte), conviene aclarar definitivamente el sentido de los mismos o la utilización que vayamos a hacer de ellos. Por efectividad, en primer lugar, podemos entender el «grado de realización, en las prácticas sociales, de las reglas enunciadas por el derecho» 379 • La efectividad del derecho, en este sentido, tiene que ver con la implementación, aplicación o puesta en práctica a nivel de decisiones, organización y comportamientos de los actores sociales, del plan establecido en la ley. En segundo lugar, nos encontramos con la eficacia del derecho, definida como el «modo de apreciación de las consecuencias de las normas jurídicas y de su adecuación a los fines a los q~e éstas apuntan» 380 • Si la efectividad tenía que ver con el grado de realización, podríamos decir que la eficacia se refiere al modo de realización (de apreciación, más estrictamente). Por último, o en tercer lugar, el término función se refiere de un modo genérico a la «tarea, o conjunto de tareas, que el derecho -concebido en general o en sus instituciones particulares- realiza (o debe realizar) en la sociedad humana» 381 • En ese sentido, existe una estrecha vinculación también entre el análisis de la eficacia del derecho y el análisis de sus funciones: «la eficacia corresponde a la 382 • Teniendo presente esa caracterización, podemos decir que la eficacia del derecho es, en el esquema de Bourdieu, la fuerza del derecho para

379. Pierre Lascoumes, , en André-Jean Arnaud (dir.), Dictionnaire encyclopédique de théorie el de sociologie du droit, LGDJ/E. Story-Scientia,Paris/Bruxelles, 1988, 130. 380. Romano Bettini, «Efficacité>>, en A.-J. Amaud (dir.), Dictionnaire encyclopédique de théorie et de sociologie du droit, op. cit., 132. La eficacia señalaría así las consecuencias de las normas jurídicas. Dicha efectividad, para la ciencia del derecho, se entiende solamente como eficacia jurídica, mientras que para la sociología del derecho hace referencia además a la eficacia , esto es, «la facultad de las normas para tener efectos sustanciales (y no solamente formales), effets en vue desquels celles-ci ont été édictées» (p. 133). 381. Niklas Luhmann, «Fonction>>, en André-Jean Arnaud (dir.), Dictionnaire encyclopédique de théorie et de sociologie du droit, op. cit., 160-161. 382. Romano Bettini, en las sociedades actuales como un proceso hacia Anomia (lo define así, con mayúscula, en paralelismo con lo que podría ser el camino hacia Utopía), en el c1ue se subraya como un elemento importante «la declinante efectividad del derecho» 384. La quiebra, según él, de la base ficticia del contrato social, ha derivado en esa situación

383. Como señala Habermas, «La expresión 'juridización' se refiere, dicho en términos muy generales, a la tendencia que se observa en las sociedades modernas a un aumento del derecho escrito. En esta tendencia podemos distinguir entre la extensión del derecho, es decir, la regulación jurídica de nuevos asuntos sociales regulados hasta el momento de manera informal, y el adensamiento del derecho, es decir, la desmenuzación de una materia jurídica global en varias materias particulares» Cfr. Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, II, Taurus, Madrid, 1992, 504 y 510ss. 384. Ralf Dahrendorf, Ley y orden, trad. de Luis M" Díez-Picazo, Civitas, Madrid, 1994, pp. 16, 18 y 38.

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anómica entendida como una «situación social en la cual las normas que regulan el comportamiento de la gente han perdido su validez. Una de las garantías de esa validez consiste en la fuerza clara y presente de las sanciones. Allí donde prevalece la impunidad, la efectividad de las normas está amenazada. En este sentido, Anomia describe un estado de cosas en que la violación de las normas queda impune». Para el defensor del «nuevo liberalismo», la validez de las normas reside en las nociones de legalidad, que define como «efectividad positiva», y legitimidad que identifica con la «efectividad como moralidad». Es decir, que las normas son válidas «SÍ y cuando son a la vez efectivas y morales, es decir (consideradas) reales y (consideradas) correctas»; y, por el contrario, Anomia es la «situación en la que tanto la efectividad social de las normas cuanto su moralidad cultural tienden a cero». La existencia de «zonas prohibidas», al decir de Dahrendorf, «en las que el Estado ha abandonado de hecho su monopolio», parecen apuntar a esa situación de crisis de la legalidad actuaP 85 • A un nivel más politológico, Alain Mine también parece hacer un análisis parecido cuando en su reflexión sobre lo que llama el vacío ideológico de la nueva Edad Media se refieré al «triunfo de las sociedades «grises»» en el contexto social y político actual. Esos espacios grises serían para Mine aquellas zonas sin autoridad legal que se multiplican actualmente: «enormes espacios desheredados y abandonados [en los que] el Estado de derecho cede su lugar a los caciques locales que establecen con sus vecinos o frente a la capital relaciones de vasallos y soberanos» 386 • Para Mine, la nueva Edad Media que parece surgir «es también la reaparición de la anomía, de la marginalidad y de la invisibilidad», como es el caso de las «zonas sin ley», en las que «el orden retrocede y, con él, el derecho, la moral, y los principios sobre los que se

385. lbidem, 40, 42 y 50ss. Dahrendorf pone cuatro ejemplos de esas «zonas prohibidas>>: ciertas clases de violaciones de normas, los jóvenes, zonas urbanas e infracciones masivas. 386. Alain Mine, La nueva Edad Media. El gran vacío ideológico, trad. de José Manuel López Vidal, Temas d(' Hoy, Madrid, 1994, 85 y 89.

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edificaron nuestras sociedades desde la Revolución», y que da origen a un proceso similar al que aludía Dahrendorf, en el que «el país legal y el país real se separan»3s7 • Pero ese triunfo de los espacios o las sociedades grises, las zonas prohibidas o zonas sin ley, en las que el Estado parece retroceder, también podríamos pensar que se dan en el interior del mismo Estado, con el auge de la incertidumbre jurídica, la aparición de nuevas formas de discrecionalidad cada vez más amplias, la administrativización de amplios procesos sociales o la colonización de formas de vida a través de «la hipernomia o codicia de normas que amenazan con asfixiar toda iniciativa y libertad» 388 • Catastrofismos aparte, podemos entender por lo tanto que existe realmente, según diversos análisis, una transformación importante en el modo en que las normas se hacen presentes y efectivas en la sociedad actual, y tratan de ordenarla, que parece afectar a la certidumbre como principio básico del orden jurídico y al sentido que pueda tener el derecho en la sociedad actual. Desde esa perspectiva, la crisis de la eficacia del derecho entendida como crisis de legalidad, obliga a replantear de alguna manera ese modo de realización en el que las normas se presentan como enunciados discursivos que tratan de comunicar un mensaje e imponerlo en la práctica. ¿Dónde reside la eficacia del derecho? Dicho de otra manera: ¿Dónde reside la fuerza del derecho?.

e) La ley y el bando. Podemos partir, al efecto de responder a dichas preguntas de la relación entre la eficacia simbólica y la eficacia instrumental del derecho. De forma que aunque conceptualmente podamos distinguir entre las normas «como instrumentos prácticos dirigidos hacia la acción», en cuyo caso «la existencia de una norma no se explica simplemente por su validez formal sino por su capacidad de producir un cierto comportamiento en los individuos receptores de la norma» (postura representada por autores como Austin o Kelsen), o las normas jurídicas «Como símbolos dirigidos hacia la representación», en cuyo caso «la fuerza del derecho radica en su misma condición de derecho>>, pese a esa doble 387. Ibídem, pp. 93, 101 y 105. 388. R. Dahrcndorf, Ley y orden, op. cit., 179.

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presentación de lo jurídico, como decimos, no se puede olvidar que la consideración de la eficacia instrumental del derecho está en relación con su eficacia simbólica como derecho. Es decir, «la relación entre el contenido jurídico y sus formas, entre la ley y el bando, [que] sigue siendo una de las mayores dificultades para comprender el sentido de lo jurídico» y para plantear científicamente la cuestión de su eficacia en la ordenación y el control de las conductas389 • El poder y la fuerza del derecho, por la tanto, reposa sobre la violencia simbólica que ejerce como tal derecho y desde la que contribuye a la dominación simbólica aportando su fuerza específica. Esa fuerza simbólica permite al discurso jurídico asegurar la obediencia espontánea o la adecuación de los comportamientos a los valores y principios que propone sin necesidad de recurrir sistemáticamente al empleo de la fuerza física. Su fuerza y su eficacia como derecho reside por ello en la propia fuerza de la forma, en el espectáculo de su capacidad, espectacular o no, para comunicar una decisión proveniente del poder o un poder decidido. Fuerza para crear y transmitir, construyéndola o reconstruyéndola y comunicándola, una determinada realidad. La fuerza está en la forma y la forma es la fuerza, de modo que la mera promulgación de la norma ya se convierte en un poder que se ejerce con su sola realización: «la fuerza del espectáculo está en lo espectacular de la fuerza>> 390•

II.4.2. La «vis formae»: la lógica de la objetivación De ahí que sea necesario fijarse en los efectos que ese derechoforma produce en la práctica jurídica de acuerdo a una lógica propia, la que impone la actividad de formalización de los agentes jurídicos, en función también de los intereses sociales de dichos vgentes formalizadores 391 • Es decir, los efectos de la codificación como actividad que supone a la vez «poner en forma y poner formas>> (mettre en forme et rnettre des formes). Dicha codificación, como decíamos antes, implica

389. M. García, «Eficacia simbólica y eficacia instrumental del derecho>>, op. cit., 12. 390. Ibidem, 13. :391. P. Bourdieu, «La force du droit>>, op. cit., 14.

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traducir al orden de la realidad simbólica lo que podríamos llamar la realidad-real, a través de la formalización. Ello conlleva, como señala Bourdieu, un auténtico cambio de estatuto ontológico que es el que se realiza cuando se pasa de esquemas dominados en un estado práctico al esquema de la norma. Es decir, cuando se pasa del lenguaje a la gramática del lenguaje. O dicho de otro modo, cuando se va de los esquemas lingüísticos de la práctica a los esquemas lingüísticos de la norma. La lógica y la racionalidad de la norma que se impone a los esquemas prácticos (del habitus) es una lógica de la objetivación que «introduce la posibilidad de un control lógico de la coherencia, de una formalización. Ella hace posible la instauración de una normativa explícita, la de la gramática», esto es, la del derechd 92 •

justificarlas, confiere el sello de la universalidad, factor por excelencia de la eficacia simbólica, a un punto de vista sobre el mundo sociah> que no se opone en nada al punto de vista de quienes ocupan en ese mundo social el lugar dominante. La decisión y la situación que se generaliza en la norma (y no sólo en la ley entendida como norma con carácter general, sino también en la jurisprudencia y en los actos administrativos como actos particulares que de acuerdo a una lógica del precedente más o menos estatuida o más o menos desarrollada a nivel de esquemas prácticos, de habitus, y garantiza las correspondencia entre las decisiones presentes y las del futuro) y su visión del mundo se convierte por eso en modelo general. La realidad construida es la realidad de todos y para todos, sobre la que se supone que existe (o se impone como supuesto) un consenso generalizado.

Los efectos que esa objetivación ligada al trabajo de formalización del código (jurídico) implica, podemos distinguirlos o agruparlos, siguiendo a Bourdieu, en tres fundamentales, a su vez relacionados y dependientes entre sí (lo que quiere decir que dependen unos de otros y se hacen unos a otros, quizás porque, al fin y al cabo, no son sino causa y efecto a la vez de esa «suerte de círculo cuyo centro está en todas partes y en ninguna»): el efecto de universalización, el efecto de normalización y el efecto de oficíalizacíón y homologación393 •

a) Universalización/generalización: En primer lugar, la codificación que se produce en el trabajo jurídico (y que produce ese mismo trabajo) opera un efecto de universalización y generalización al arrancar una situación de «la contingencia de una ocasión particular» y convertirla en una «decisión ejemplar» que sirva de modelo a decisiones posteriores. El derecho, dice Bourdieu, «mediante la sistematización y la racionalización que hace soportar a las decisiones jurídicas y a las reglas invocadas para fundarlas o

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Dicho efecto de universalización y generalización, que transforma lo particular en general, tiene dos consecuencias importantes según el sociólogo y antropólogo francés. Por un lado conduce a la universalización práctica, «es decir a la generalización en las prácticas de un modo de acción y de expresión>> que es el modo de actuar y de expresarse contenido y propuesto en la norma. Pero además, por otro lado, la universalización ínsita a las formas jurídicas, como las del veredicto judicial, o la ley, o el acto administrativo (también la dogmática o la ciencia jurídica), inscribe el trabajo jurídico en la lógica de la conservación, como «uno de los mayores fundamentos del mantenimiento del orden simbólico», ya que como dice Bourdieu, salvo la posibilidad de una revolución «capaz de poner en cuestión los fundamentos mismos del orden jurídico, el porvenir será a imagen del pasado>>, y «las transformaciones y las adaptaciones inevitables serán pensadas y habladas en el lenguaje de la conformidad con el pasado». Es decir, que salvo el caso de una revolución simbólica que permita pensar y decir, esto es construir la realidad de otra manera, el derecho, la forn1a jurídica, supone una fórmula de conservación y justificación de lo establecido.

b) Normalización/naturalización: 392. P. Bourdieu, Choses dites, op. cit., 96-99. 393. Salvo que se especifique otra cosa, las referencias de toda esta lógica de la «vis formae>> se toman de P. Bourdieu, , op. cit., 15-17.

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En relación directa con ese efecto de universalización está el de normalización o naturalización de las formas y fórmulas del derecho, que 207

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«viene a redoblar el efecto de autoridad social que ya ejercen la cultura legítima y sus detentadores para dar toda su eficacia práctica a la coacción jurídica». La acción pedagógica que ejerce el derecho es tal que «cada uno se pliega a las normas que dicta no tanto porque las sienta obligatorias sino porque se adhiere imperceptiblemente al orden que designan, al esquema ordenado y racional que trazan, a la representación que dan de la vida en sociedad, de sus coacciones y de sus necesidades»394• Al diseccionar o desmenuzar (découper) el mundo como si de un recortable se tratara, el derecho presenta su descripción de la realidad «como inherente a la naturaleza misma de los seres y de las cosas, ocultando el carácter arbitrario de las selecciones y simplificaciones que opera en el seno de una realidad más vasta y compleja», de manera que el orden impuesto con la misma existencia de las proposiciones jurídicas se revela como evidente y necesario, por ello resolviendo la «artificialidad» o arbitrariedad de la decisión jurídica en la naturalidad de una decisión inevitable 395 • «Mediante la promoción ontológica ~dice Bourdieu~ que opera transmutando la regularidad (lo que se hace regularmente) en regla (lo que es de ley hacer), la normalidad de hecho en normalidad de derecho (... ) la institución jurídica contribuye sin duda universalmente a imponer una representación de Lh normalidad en relación a la cual todas las prácticas diferentes tienden a aparecer como desviadas, anómicas, es decir, anormales, patológicas (especialmente cuando la «medicalización» viene a justificar la «juridización»)». Es decir que, como ya habíamos advertido al hablar de la relación entre la regla y el hnbitus, por la fuerza de la forma, lo que es norma se irnpone como normal y natural: la norma dice qué es lo normal (la otra parte de la afirmación es cómo lo normal se convierte en norma, lo regular en regla, esto es, la dimensión normativa de la normalidad, y la «disolución de lo normativo en la normalidad» 396 ). En esa naturalización, por eso, reside «el efecto más específico de la puesta en forma jurídica>> (la mise en forme), que es la vis fonnae, la

394. Daniele Loschak, «Droit, normalité et normalisation», op. cit., 59. 395. Ibídem, 61. 396. D. Loschak, , distribuir y clasificar la realidad, el derecho impone un esquema en las relaciones sociales que es además el esquema «natural» de las mismas. Además, de lo «natural)) a lo «bueno>> no hay más que un paso sociológicamente hablando (de lo inevitable a lo evidente y a lo necesario), que es el que se opera en esa disolución o confusión entre el deber ser y el ser, entre lo normativo y lo descriptivo, que se produce a través de la forma. Bourdieu pone como ejemplo las prácticas y las relaciones familiares, en las que el derecho de familia recogido en el Código Civil contribuye a acelerar la generalización de un modelo de unidad familiar y su reproducción, esto es: la familia «normal». Pero son muchos más los ejemplos que podrían cítarse a este respecto' 97 • Además, la patologización de las conductas antijurídicas que produce la norma, la identificación del delincuente y el disidente con el loco como ejemplo básico, como lo raro (aun a pesar de la regularidad estadística con que pueda producirse esa delincuencia o esa disidencia), podría plantearnos algunas cuestiones, que no ha lugar aquí resolver, desde una perspectiva filosófico-moral, respecto al tema ~tan kantiano por otra parte-- de la responsabilidad del infractor. Puesto que el derecho sugiere eficazmente una visión del mundo y del hornbre en el mundo, cualquier desviación de ese modelo tiene que f,cr anormal, anti-natural,

397. El mismo concepto de extranjero-inmigrante, hoy día tan inevitablemente de interés, goza del carácter de normalidad (ser extranjero es algo «natural>>) que le refuerzan

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esto es extrafta a la propia naturaleza (humana y social) quizás porque no es capaz de «comprender» lo más elemental, lo que dice el derecho 39 s. e) Oficialización/homologación:.

Pero aún podemos comprender mejor lo que esa normalización significa si tenemos en cuenta otros dos efectos a los que Bourdieu hace un sitio particular entre los propiamente simbólicos del derecho: por un lado, la oficialización que supone el «reconocimiento público de normalidad», y cuyo acto por excelencia es la promulgación formal de quien representa a todos y la publicación de la norma (en el Boletín Oficial del Estado) para que sea conocida, obedecida y defendida por todos («respetada y hecha respetar>>), pero que también podemos advertir en el principio de publicidad que rige el proceso judicial: hacer algo oficial es hacerlo público y conocido de todos, proclamándolo frente a todos, «por oposición a lo que es oficioso, hasta secreto y vergonzoso>>. Lo que es oficioso es mutable, provisional e incierto, algo

las formas jurídicas. Cuando de hecho, el de «extranjero-inmigrante» es de por sí un concepto ideológico y, en este sentido, una representación simbólica que impone una determinada visión del mundo y de las cosas. No es un hecho > 420 • En ese sentido, pueden atribuirse al Derecho y la práctica jurídica las consideraciones que hace Bourdieu para encontrar «Un fondement paradoxal de la morale>>. Parafraseando al sociólogo francés, éste podría ser también un fundamento paradójico del Derecho. Como ya hemos visto, el discurso y la práctica jurídica puede comprenderse, desde el análisis de Bourdieu, como una de las estrategias de universalización (si no la estrategia por antonomasia) que son estrategias de legitimación de intereses y posiciones de poder en los diferentes campos sociales. Bourdieu concluye entonces como una posible «ley antropológica universal» el hecho de que «existe un provecho (simbólico y a veces

418. P. Bourdieu, , op. cit., 14. 419. Gilberto Giménez, Poder, estado y discurso, op. cit., 98. 420. P. Bourdieu, Le sens pratíque, op. cit., 226.

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material) en someterse a lo universat en darse (al menos) las apariencias de la virtud, en plegarse, exteriormente, a la regla oficial. Dicho de otro modo, el reconocimiento que es universalmente depositado en la regla oficial hace que el respeto, incluso formal o ficticio, a la regla asegure beneficios de regularidad (siempre es más fácil y confortable estar en regla) o de «regularización» (como dice a veces el realismo burocrático que habla por ejemplo de «regularizar una situación»)>> 421 • Por lo tanto Bourdieu parte de que la universalidad que se predica de la regla (moral o jurídica) es en realidad una «estrategia universal de legitimación», mediante la que se generalizan objetivos particulares de quienes pretenden obtener el provecho simbólico que se deduce de las apariencias de universalidad, de virtud, de la regularidad o la regularización formal. Además, el sociólogo francés ya nos había advertido cómo esas estrategias de universalidad adoptan muchas veces la forma del «desinterés>>, cuando socialmente todo acto se mueve por un interés y a veces incluso un interés en ser o aparecer como desinteresadas. Entonces, podemos preguntar, ¿qué fundamentación podemos hacer de la regla (moral o jurídica) como regla universal? ¿Será el consenso sobre el interés lo que nos permita hablar de moral en la política? ¿Pero no es ese pretendido consenso una nueva forma de universalización como estrategia legitimadora?. Bourdieu no renuncia a su análisis previo del interés en su teoría de la acción, y necesariamente parte de él, pero subrayando el hecho de que de él no se deduce la imposibilidad de buscar una moral en la política, sino que hay que buscarla por oh·as vías. En el mismo sentido, la sospecha sobre el derecho no tiene por qué conducir necesariamente al desencanto o, mejor dicho,. el desencanto que el análisis del campo jurídico pueda suponer no conlleva una afinnación evidente de algún tipo de «nihilismo jurídico» 422 • Para Bourdieu «el desencantamiento que puede producir el análisis sociológico del interés en el desinterés no conduce inevitablemente a un moralismo de la

421. P. Bourdieu, Raísons pratiques, op. cit., 240-241. 422. Paolo Flores D' Arcais, : Jueces para la democracia, 19, 2 (1993) 33.

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intención pura que, atendiendo solamente a la usurpación de la universalidad, ignora que el interés en lo universal y el provecho de lo universal son indiscutiblemente el motor más seguro del progreso hacia lo universal. Cuando se dice, con el proverbio, que «la hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud», se puede estar más atento a la hipocresía, negativa y universalmente estigmatizada, o, de manera más realista, al homenaje a la virtud, positivo y universalmente reconocido» 4'-1 • Dicho de otra manera, decir que la universalización es una estrategia de legitimación no implica abandonarla como forma de progreso en la fundamentación de valores y objetivos sociales, sino reconocerla como tal; es decir, como estrategia de legitimación. Así sucede en la crítica y la fundamentación ética de la política como lucha por legitimar un estado de cosas. Y así puede suceder en el caso de la regla jurídica.

elevar el coste simbólico que permite legitimar las acciones políticas y la tasa de universalización para que una acción aparezca como desinteresada. Esas ideas de Bourdieu sobre la fundamentación de la moral podrían ser asimilables al mundo jurídico y a las estrategias que los agentes llevan a cabo en sus prácticas de producción (y reproducción) jurídica. Si el sometimiento a la regla jurídica es otra forma de «hipocresía» con la que rendir un homenaje a la virtud (si, como decíamos, la racionalización que implica la puesta en forma del trabajo y la lucha jurídica permite a quienes monopolizan el capital jurídico necesario «poner el derecho de su parte, y, si se presenta el caso, ejercitar el máximo cumplimiento del rigor formal, summum íus, al servicio de los fines menos irreprochables, summa iníuria»), también podemos pensar en las posibilidades que conlleva someter a los propios agentes formalizadores a su propio juego de formalización, así como elevar la tasa de universalización, el esfuerzo de simulación jmídica necesario o el coste simbólico que haga más caro el homenaje que ese «vicio» rinde a la virtud.

Por eso mismo, señala Bourdieu, no se trata de obviar (por imposible o por innecesaria sociológicamente) la moral de la política, sino de preguntarse «sobre las condiciones que deberían cumplirse para que las prácticas políticas se encuentren sometidas, permanentemente, a un test de universabilidad». Y en ese sentido, según Bourdieu, para fundamentar socio lógicamente una moral en política es preciso «crear los medios institucionales de una política de la moral», que se tTaduce, de tm lado, en someter a los agentes «oficiales» a su propio juego de «oficialización», y de otro (y sobre todo) en un trabajo constante por «elevar el coste del esfuerzo de simulación necesrrio para ocultar la distancia entre lo oficial y lo oficioso, el proscenio y los bastidores de la vida política» 424 • Es decir, en

423. P. Bourdieu, Raisons pratiques, op. cit., 242. La frase proverbial aparece entre las sentencias del Duque de La Rochefoucauld, Reflexiones o sentencias y Máximas morales, trad. de Emma Calatayud, Bruguera, Barcelona, 1984, 59, aunque parece ser que éste la había tomado del Tratado de la paz del alma, del pastor Du Moulin (1660). El contrapunto de ese realismo moderado que propone Bourdieu lo encontraríamos ya en Rousseau, quien en la Carta al rey de Polonia criticó duramente la máxima de La Rochefoucauld, considerando que puede tratarse de un pensamiento brillante, que . Jean-Jacques Rousseau, Escritos de combate, trad. de Salustiano Masó, Alfaguara, Madrid, 1979, 65-66 . 424. P. Bourdieu, Raisons pratiques, op. cit., 243-244.

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EPÜDGO

estructuralista» ), que, pretende aunar diferentes tradiciones científicas y explicar la realidad social a partir de la relación dialéctica entre un momento objetivista y un momento subjetivista en la tarea científica. En el primer momento, el sociólogo tiene que reconstruir el espacio objetivo de posiciones sociales y de relaciones entre esas posiciones que los diferentes agentes ocupan y mantienen en función de la estructura de distribución de las diferentes especies de capital o poder, por las que se compite, se lucha o se juega en los diferentes campos sociales. En el segundo, se trata de incorporar las representaciones que influyen y determinan también recíprocamente las condiciones objetivas, a través de los habítus, ese instinto estructurado socialmente que incorpora las estructuras objetivas a la acción y estructura el mundo social a su vez desde la acción. Una doble apuesta, por lo tanto, por una filosofía de la acción relacional (frente a la representación sustancialista del mundo social) y una filosofía disposícional (que atiende también a las disposiciones de los agentes en la comprensión de las prácticas sociales).

Epílogo

1. Una topografía de la razón jurídica

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~o largo de las páginas anteriores he1:nos tratado. de sistematizar las 1deas fundamentales de la obra de Pwrre Bourdwu que, en nuestra opinión, ofrecen un conjunto de ideas sugerentes y de herramientas útiles para el análisis de las prácticas sociales y, más concretamente, para un análisis del derecho y las prácticas jurídicas. El punto de partida de la aproximación del sociólogo francés estribaba en el esfuerzo genérico por superar un dilema teórico básico en la construcción del objeto sociológico: la oposición entre un punto de vista objetivista, que tendería a explicar los hechos sociales a partir de causas y factores estructurales que van más allá de la conciencia de los actores; y una perspectiva subjetivista, para la que lo importante es fijarse en las representaciones que del mundo social se hacen esos actores y a través de las cuáles construyen ese mundo. Para tratar de superar esa «ruinosa oposición», tal como la llama Bourdieu, el sociólogo francés apue.st~ por una suerte de «estructuralismo genético» (o de «construct1v1smo

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Sin embargo la relación dialéctica entre uno y otro momento parece remitir en última instancia a esas estructuras objetivas que orientan o determinan las representaciones, que a su vez legitiman las condiciones objetivas, en una suerte de proceso de reproducción social que en principio tiende a garantizar las relaciones de dominación existentes en la práctica. De ahí la consideración de la obra de Bourdieu como una «antropología materialista», a la que se ha calificado como una variante refinada del marxismo, que explica la razón de las prácticas sociales sobre todo en función de las condiciones materiales de existencia (aunque éstas condiciones no sólo sean económicas), y de las relaciones de fuerza que en función de esas condiciones, y por tanto del poder acumulado P or los diferentes agentes, llevan a nmntener determinadas estrateeias -o en el juego que se desarrolla en los diferentes espacios o campos sociales. Pero sometiendo a ese propio materialism.o, reflexivamente, a su misma crítica: «El materialismo, que nos remite a creer que las condiciones materiales determinan la creencia, nos lleva a olvidar que la creencia -la creencia en la primacía de las condiciones materiales- está también en el origen del materialismo. Entonces se olvida que el mate227

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rialismo es también él mismo el producto de condiciones materiales, aquellas condiciones que nos llevan al reconocimiento de la primacía de los intereses materiales en juego (y de las condiciones materiales)» 425 • Desde esa perspectiva, podemos entender que en la intención originaria de la obra de Bourdieu está el esfuerzo por encontrar el lugar del hombre en el mundo, empezando por poner al mundo y al hombre en su lugar: Denunciando la arbitrariedad original o el sinsentido como la única manera de construir del derecho y «afirma la autonomía absoluta de la forma jurídica respecto al mundo social») y una visión externalísta o instrumentalista (para la cual el derecho es «un reflejo directo de las relaciones de fuerza existentes», fijándose, por tanto, en las «condiciones externas» del discurso jurídico), el análisis del sociólogo francés parece acabar por reconducirse hacia este último modelo, aunque afirme lo contrario. Si lo afirma es porque entiende que lo que ese punto de vista estrictamente externalista ha olvidado es el segundo aspecto de la metodología jurídica que presenta el autor francés; a saber: la triple dimensión del derecho como sistema simbólico, en cuanto estructura estructurada y estructurante, o «instrumentos de conocimiento y de construcción del mundo objetivo>> que traducen el sentido que a su vez los produce; e instrumento de dominación o de legitimación de la dominación que se establece en las distancias y distinciones de una configuración social que le estructura y que tiende a traducir. Y que también confiere una autonomía específica al trabajo que se desarrolla en el campo jurídico. Por eso es necesario fijarse en la capacidad o la eficacia simbólica de ese discurso jurídico para, a su vez, construir el mundo social, a partir de la lógica de la objetivación y de los efectos propiamente simbólicos (universalización, normalización, homologación) que imprime la regla jurídica en tanto regla oficial; y con los que la forma de la norma jurídica tiende a contaminar al contenido que se atribuye a esa norma. Desde esa perspectiva, el derecho aparece como el ejemplo básico de la violencia simbólica que se impone a través de las formas, «poniendo 229

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formas», y que contribuye a reproducir a través de esa violencia, legitimándolas, las relaciones de fuerza que a su vez generan ese discurso. Desde ese punto de vista, codificación e interpretación del derecho aparecen como resultado de las estrategias de los agentes en el campo jurídico, y el envite, la apuesta de una geometría jurídica en un sentido amplio o, más específicamente, la puja por una metodología jurídica racional no es sino eso, mera ilusión de una neutralidad propia del campo jurídico y de sus agentes que permita