La sociedad justa según Marx

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Julio Barreiro

monte avila editores

LA SOCIEDAD JUSTA SEGUN MARX

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julio Barreiro ·.

La sociedad justa según M arx . Julio'"Barrei:r�� Profesor de Cienci� Política en la Universidad de Mon­ tevideo, aporta con este libro una de las visiones más documentadas y

agudas de la obra de Marx.

El autor centra su análisis en algunos puntos esenciales del pensamiento marX:ista: el proceso de alienación; su origen y los tipos de alienación,

derivando sus implicaciones en términos de sociedad justa; los conceptos

dé "ciudad comunista:" y "hombre total" y los medios mediante los cuales

en la práctica se puede ·llegar a ellos. Su panorama crítico comprende por

consiguiente tanto la parte explicativa de la obra de Marx, como sus

conclusiones, que miran hacia una nueva estructura social.

El estiló de Barreiro es riguroso, siempre en . función de fa sistemática

interna que informa el desarrollq del -estudio, pero a la ve1 fluido dentro de un concepto . dinámico . de la expresión científica.

.

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CARLOS BERMAN

JULIO BARREIRO

LA SOCIEDAD JUSTA SEGUN MARX

MONTE AVILA EDITORES, C.A.

©

Copyright para. todos los pa íses .

by Monte Avila Editores C. A. Caracas

/

Venezuela

Portada

/

Vlctor Viano

Impreso en Venezuela por Editorial Arte

A Bertina

" ... la humanidad se propone siempre única­ mente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos,. se están gestando, las con­ diciones materiales para su realización". CARLOS MARX (Del "Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política").

"Porque no tenemos aquí ciudad permanente, más buscamos la por venir". ANONIMO (De la "Epístola a los Hebreos'', Cap. vs. 14).

13,

PRIMERA PARTE

LA EVIDENCIA DE LAS ALIENACIONES

l.

LA ALIENACION ECONOMICA

I.

EL

TRABAJO HUMANO

EN

LAS PUERTAS de la Catedral de Chartres que miran hacia el Sur, hay seis jóvenes· mujeres de piedra que, con sus manos, trabajan la lana. Sus rostros revelan alegría; representan la vida activa. El tra­ bajo parece haber perdido, a través de sus gestos, todo sentido penoso. En la misma época en que esas figuras fueron esculpidas, el trabajo era la más dura y dolorosa de las cargas para la inmensa mayoría del pueblo.

"Ganarás el pan con el sudor de tu frente'', tuvo siempre, en el sabor popular, el significado de una maldición. De poco valieron los intentos de los teólogos medievales, distinguiendo el trabajo-castigo (labor) del trabajo-creación (opus), oponiendo el primero, consecuencia del peca­ do, al segundo, consecuencia de la gracia de Dios, para borrar de la mentalidad de los hombres la memoria de la maldición bíblica. No obstante, se presentía en aquellos esfuerzos teológicos, una posibilidad abierta para la conciencia humana, de transformar la maldición en oportunidad. El siglo XVI, con el Renacimiento y la Reforma Protestante, enrique­ cen aquella posibilidad. Por lo pronto, el trabajo es algo más que una maldición ; algo más que una penitencia para alcanzar el Cielo. Tras­ pasa los límites estrechos de un valor interior; empieza a ser conside­ rado como un valor social. Las condiciones de la empresa artesanal permiten desarrollar esa noción. La transformación de la jerarquía de valores provocada por la Reforma, considera el acto creador del arte­ sano, como un valor religioso en sí mismo. La vida contemplativa se somete a la vida activa. Pero la historia no conoce progreso lineal y el desarrollo de las ideas, en su seno, está sometido a la discontinuidad. En los comienzos del siglo XVII, los Fisiócratas estaban convencidos que sólo la tierra daba un "producto neto" y que los trabajadores de la industria y del comercio debían ser considerados como "clases esté­ riles". Antes de finalizar ese mismo siglo, los talleres y fábricas engen-

13

drados por la Revolución Industrial provocaban problemas sociales de ­ tal magnitud, que el trabajo humano sólo podía ser considerado por las masas proletarias, como la mayor de las maldiciones. Paradojalmente, es la época de los socialistas utópicos, que emprenden con más nobleza que visión de la realidad económica, la rehabilitación del trabajo. En todos los intentos de los grandes socialistas franceses del siglo XIX ( Saint-Simon; Fourier, etc., etc . , ) hay un empeño firme de analizar las condiciones del trabajo en la nueva era industrial, pero la rapidez de las transformaciones técnicas ; la voracidad brutal de los empresarios ; la atonía, ignorancia y resignación de las clases trabaja­ doras, cuyos estallidos violentos y esporádicos de cólera no tenían sen­ tido constructivo; y la falta de perspectiva histórica de los aconteci­ mientos, que explican en gran parte la ingenuidad de muchas de sus reformas, contribuyeron para que aquellos intentos se desintegraran, no dejando sino el fermento para la obra de un Proudhon o de un Marx. De esa manera, los socialistas utópicos alcanzaron a c �mprender lo que más tarde Carlos Marx habría de remarcar; la imposibilidad de buscar toda rehabilitación del trabajo humano, que no tenga por base la comunidad, "la unidad del hombre con el hombre". Los grandes filó­ sofos materialistas ( D'Holbach, Diderot, Helvetius ) habían trabajado sobre esa base. Sus investigaciones sobre la naturaleza como realidad objetiva y origen del hombre, encontraron su culminación, quizá, en el pensamiento de Feuerbach, cuya influencia Marx reconocerá ex­ plícitamente. El trabajo humano es el punto central del pensamiento de Marx. Pá­ ginas enteras del tomo 1 de "El. Capital"1 están dedicadas a trazar el cuadro de las miserias humanas provocadas por las nuevas condicio­ nes de trabajo que había creado la Revolución Industrial. Tarea seme­ j ante desarrolló Federico Engels en "La situación de la clase trabaja­ dora en Inglaterra". Todavía en el día de hoy no se pueden leer sin sentir vergüenza, cólera y culpa ; sin poder evitar la reflexión de que en esa etapa de la historia moderna, se inicia el proceso más agudo de la corrupción de las relaciones entre hombre y hombre, y la sepa­ ción más profunda, en la historia del trabajo, entre el ser humano y su quehacer. Como consecuencia de esa visión de la sociedad industrial, cuyas m¡us­ ticias eran tan evidentes, el pensamiento de Carlos Marx no puede con­ formarse con la contemplación del mundo. Su primera característica es rechazar el camino del idealismo, para aceptar apasionadamente el ·

1 .

J lf

Véanse en especial, las págs. 25 5 a 344 del T. 1, vol. 1, de "El Capital",. de C. Marx, Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1946.

de la acc1on. "Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diferentes maneras, pero se trata de transformarlo", escribe en su XI Tesis sobre Feuerbach. 2 No se trataba, por cierto, -como bien se ha señalado- de romper con el pensamiento desinteresado, de poner fin a la actitud puramente explicativa de la filosofía clásica .. Se trata­ ba de una nueva actitud : hacer de la acción la llave del pensamiento. "La verdadera realidad, o sea la verdadera actividad, es crítica y prác­ tica a la vez, (praktischkritisch) es teoría dentro de la acción y acción conforme a la teoría inmanente de lo real".3 En su II tesis sobre Feuerbach, Marx dice : "Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pen­ samiento aislado de la práctica es un problema puramente escolástico"4 La filosofía de la praxis es la filosofía del "horno faber". Para Marx, el hombre se hace a sí mismo, se produce por su propio trabajo. " . . ._pa­ ra el hombre socialista, -escribe en los "Manuscritos de 1844"-, el total de lo que se llama historia del mundo, no es más que la creación del hombre por el trabajo humano y el surgimiento de la naturaleza para el hombre, éste tiene, pues, la prueba evidente e irrefutable de su autocreación, de sus propios orígenes". 5 Desde el punto de partida, el pensamiento de Marx se afirma como un verdadero humanismo del trabajo, situado "en las antípodas del huma­ nismo occidental y renacentista, de esencia intelectual y personalista".6 Librará su lucha en dos campos: en el de las relaciones sociales y en el de las relaciones con el mundo de la Naturaleza. Su filosofía será dialéctica: filosofía del esfuerzo y de la lucha, del anta­ gonismo que termina afirmando. En el campo social, el hombre luchará contra las fuerzas que lo oprimen, alienándolo del fruto de su trabajo y de los demás hombres. Su arma será la Revolución. En el campo de la naturaleza, luchará oponiéndose a las potencias que procuran aniqui­ larlo. Su arma será la Técnica. Pero tanto la Revolución como la Téc­ nica serán imposibles de alcanzar si no es mediante el Trabajo. Y ambas,

2.

C. Marx, "Tesis sobre Feuer bach",

C. Marx..P. Engels, Obras escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjetas , Moscú, 195 5 , pág. 428. Jean-lves Calvez, "El Pensamiento de Carlos Marx", Ed. Taurus, Madrid, 1962, pág. 156. "Tesis sobre Feuerbach", ibíd, pág. 426. C. Marx, "Manuscritos de 1844", integrando el volumen titulado "Marx y su concepto del hombre", de Erich Fromm, Brev. del Fondo de Cultura Econó­ mica, Nº 1 66, Méjico, 1962, pág. 147- 48. André Piettre, "Marx et Marxisme", Presses Universitaires de France, París, 1962, pág. 34. T.

3. 4. 5. 6.

II,

15

la Revolución y la Técnica, sólo es posible concebirlas en el seno de la comunidad social. 1 or esa razón, la esencia del trabajo es social. A través de la historia,

b sociedad humana, bajo una. forma u otra, cualquiera sea su estruc­

tura, lucha contra la naturaleza para poder subsistir. La actividad r al, material, sensible, en suma, es el primer dato, -en la concepción marxista-, sin el cual se hace imposible toda comprensión de la his­ toria humana. El trabajo es, pues, esencial y representa todo posible contenido de lo real. "El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza. En este proceso, el hombre se enfrenta como un poder natural con la materia de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales que, forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y la mano, para de ese modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las ma­ terias que la naturaleza le brinda. Y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y some­ tiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina".'

No se trata meramente, de un trabajo en el plano instintivo. El hombre supera rápidamente esa etapa y se eleva a la etapa de las creaciones inteligentes. "El animal no se produce más que a sí mismo, mientras que el hombre reproduce a la naturaleza entera. Lo que el animal produce, forma parte integrante de su cuerpo físico, mientras que el hombre se yergue libremente frente a su producto. El animal opera solamente a la escala de la especie a que pertenece y según las necesidades de ésta, mientras que el hombre sabe producir a la escala de cualquier especie, y aplicando al objeto la medida que le es inmanente". 8 Así, la esencia de lo humano no puede comprenderse a partir de una abstracción unda da sobre individuos aislados ; el hombre se hace hombre . _ en el conjunto de las relaciones sociales fundadas en el trabajo y a tra­ vés del desarrollo histórico.

t

Parece inútil a esta altura, destacar el inmanentismo del pensamiento marxista. Parece más importante destacar su radical humanismo. El ser histórico del hombre se desenvuelve, según Marx, en este triángulo: Na turaleza-Humanidad-Sociedad. El problema de los QrÍgenes absolutos de la historia humana ( cualquier intento de discusión sobre un posible Logos ) está más allá de los l ímites del pensamiento marxista. Tal dis7.

"El Capital",

8.

C. Marx, "L'ide ologie allemande",

/6

ibíd, pág. 199. Eds. Sociales, París, 1965, págs. 18-19.

· cus10n equivaldría a un planteo vacío de todo sentido, indescifrable sobre el terreno de la experiencia humana. Los seres humanos se plan­ tean esas cuestiones en una etapa determinada de su historia ; pero su historia no es más que el resultado de su propia acción. "Tampoco la naturaleza objetiva ni la naturaleza subjetiva se presen­ tan directamente en una forma adecuada al ser humano. Y como toda cosa natural debe tener su origen, el hombre tiene su proceso de génesis, -la historia-, que es para él, sin embargo, · un proceso consciente y, como tal, que se supera conscientemente a sí mismo".9

El pensamiento de Marx comienza, pues, con la manifestación y el de­ senvolvimiento del trabajo y de la técnica, que dominan paulatinamen­ te la Naturaleza. Los análisis del trabajo humano que hace en el pri­ mer tomo de "El Capital'',1° llevan a la conclusión de que lo considera bajo tres aspectos: la actividad personal o trabajo humano, propiamente dicho ; el elemento mediador, o sea, " . . . aquel objeto o conjuñto de objetos que el obrero interpone entre él y el objeto que trabaja y que le sirve para encauzar su actividad sobre este objeto".11 Así utilizará las propiedades mecánicas, físicas o químicas de ciertas cosas, para hacerlas actuar como fuerzas sobre otras cosas, con arreglo a su fin. Y, por último, la posible transformación de esas cosas, o elemento mediador, en instrumentos de trabajo, en útiles. "De este modo, los productos de la naturaleza se convierten directamente en órganos de la actividad del obrero, órgano que él incorpora a sus pro­ pios órganos corporales, alargando así, a pesar de la Biblia, su figura natural".12 A esta altura del proceso del trabajo, el acto humano se ha objetivado. La materia ha pasado a ser algo humano. El trabajo es, en suma, el elemento de mediación entre el hombre y la naturaleza. "El proceso. de trabajo, tal y como lo hemos estudiado, es decir, fij án­ donos solamente en. sus elementos simples y abstractos, es la actividad racional encaminada a la producción de valores de uso, la asimilación de las materias naturales al servicio de las necesidades humanas, la condición general del intercambio de materias primas entre la natura­ leza y el hombre, la condición natural eterna de la vida humana, y por tanto, independiente de las formas y modalidades de esta vida y co­ mún a todas las formas sociales por igual. Por eso, para exponerla, no hemos tenido necesidad de presentar al obrero en relación con otros

9. lo. 11 . 12 .

"Manuscritos de 1844",

ibíd, pág. 189. ibíd, pág. 199 en adelante. pág. 2 01. "El Capital", idem, idem.

"El Capital", T. 1 , vol. 1 , "El Capital", idem, idem,

17

obreros. No bastaba con presentar al hombre y su trabajo parte, y de otra la naturaleza y sus materias" .13

de una

ontinuará Marx su análisis señalando en las p áginas siguientes cómo el trabajo llegará a ser, además de un mediador entre el hombre y la naturaleza, un elemento de mediación social. Es entonces cuando se dará la posibilidad total de la separación entre el trabajador y el fruto de su trabaj o; comenzará la "mistificación", el "fetichismo" de los productos, de las cosas. En otras palabras, habiéndose producido la ob­ jetivación del hombre en el producto de su trabajo, éste se alienará del hombre. Para ello, es suficiente con que la fuerza de trabajo entre en el mercado intercambista. Empezará, de esa manera, la explotación del trabajo y del trabaj ador, del hombre por el hombre. Marx reacciona casi violentamente contra Hegel, cuando éste al consi­ derar el trabajo como el acto de auto-creación del hombre, no ha visto sino el aspecto positivo del trabajo. Para Marx, el trabajo .tiene tam­ bién su aspecto negativo. Aquél precisamente, que conduce a la aliena­ ción del trabajador. "Lo más importante en la "Fenomenología" de Hegel, -la dialéctica de la negatividad como principio motor y gene­ rador-, es, primero, que Hegel concibe la autogeneración del hombre como un proceso ( . .. ) que concibe, por tanto, la naturaleza del tra­ bajo y al hombre objetivo ( verdadero, por real) como el resultado de su propio trabajo ( . . . ) Concibe el trabajo como la esencia, la esencia del hombre que se autoconfirma; observa sólo el aspecto posi­ tivo del trabajo, no su aspecto negativo ( . .. ) El trabajo como lo entiende y lo reconoce Hegel, es trabajo mental abstracto".14 Apasionadamente comprometido con la situación miserable de las cla­ ses trabajadoras de su época, Marx no puede poner el acento en el as­ pecto positivo del trabajo. Los hombres en los cuales él piensa y por los cuales luchará toda su vida, son seres humanos que se están ne­ gando a sí mismos, alienándose en el trabaji¡>. Por eso no le puede per­ donar a Hegel su tendencia a deificar el trabajo. Pero la pasión por la acción revolucionaria nunca llegó a enceguecer el talento analítico de Marx. No todo trabajo es alienante. Hubo un trabajo creador en el pasado. Habrá en el futuro una rehabilitación del trabajo, en una etapa en la historia por venir en la cual cumplirá una función de recon­ ciliación del hombre con la naturaleza y del hombre con su prójimo. Mientras tanto, en el presente histórico, y dentro de la sociedad ca­ pitalista, el trabajo se desenvuelve en tales condiciones que hace al hombre extraño a sí mismo y al fruto de sus esfuerzos. 1.3.

"fl..t Capital", ídem, ídem, pág.

l Ji.

"Mnnttscr itos de 1844", ibíd, pág.

IR

206. 18 4.

II.

EL TRABAJO ENAJENADO

; e ÓMO

PUDO el hombre llegar a esa situación afligente? ¿Acaso no es cierto que en la inmensa mayoría de los casos, el indivi­ duo siente el trabajo como una carga, como algo que le es ajeno y que debe soportar todos los días? "¿Qué constituye la enajenación del trabajo?, pregunta Marx en los "Manuscritos de 1844". Y contesta : "Primero, que el trabajo es externo al trabajador, que no es parte de su naturaleza; y que, en consecuencia, no se realiza en su trabajo, sino que se niega, experimenta una sensa­ ción de malestar más que de bienestar, no desarrolla libremente sus energías mentales y físicas sino que se encuentra físicamente exhausto y mentalmente abatido. El trabajador sólo se siente a sus anchas, pues, en sus horas de ocio, mientras que en el trabajo se siente incómodo. Su trabajo no es voluntario, sino impuesto, es un trabajo forzado. No es la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio para satisfa­ cer otras necesidades". Y agrega, líneas más abajo: "Por último, el carácter externo del trabajo para el trabajador se demuestra en el hecho de que no es su propio trabajo sino trabajo para otro, que en el trabajo no se pertenece a sí mismo sino a otra persona".1 En el régimen capitalista, el trabajador es un ser humano ajeno al producto de su trabajo, pues éste no le pertenece. Es a la vez, un ser alienado con respecto a la naturaleza y con respecto a su trabajo. Y es, por último un ser extraño a los demás seres humanos; o sea, enajenado de la sociedad. Y, como muy bien lo señala Jean !ves-Calvez, "el no-trabajador sufre u.na alienación rigurosamente complementaria de la precedente. Pero lo que en el trabajador es pérdida efectiva de sí mis­ mo en el acto mismo de la producción, es en este caso una pérdida de sí teorética, por ausencia de contacto con el acto de producción, que es el único que humaniza".2

\,.

1 2. .

"Manuscritos de 1844", ]ves-Calvez,

ibíd, pág. 1 08. ibíd, ibíd, pág. 266. 19

Se vuelve a plantear la dialéctica del Amo y del Esclavo. El no-traba­ j:ldor, o sea, el capitalista, en el papel del primero y el trabajador en el papel del segimdo. El Amo se opone al Esclavo pero lleva en sí su propia enajenación. Es un ser-para-sí, que sólo toma conciencia de tal rn el seno de aquella oposición. Lo mismo le ocurre al Esclavo, pero lo que en aquél es independencia en éste es dependencia : su vida, su

esencia es el ser-para-otro. · l lcgcl describe primero al Amo; Marx describirá primero al Esclavo. Hegel trabaja con esa descripción en el campo filosófico de la conciencia de sí, en su "Fenomenología del Espíritu"; Marx trabajará con esa descrip­ ción, en el campo de la conciencia de lo real, o sea, la vida, pues es ésta "la que determina la conciencia".3 Y como el Proletariado está, llamado a cumplir una función única e intransferible en el proceso de creación del ser social, su oposición-dependencia con el Amo empezará la obra de transformación poniendo en evidencia la enajenación del hombre en el trabajo humano, demostrando en suma, que en las con­ diciones del régimen capitalista, el ser humano está dramáticamente dividido. Y aparece aquí la respuesta a la cuestión planteada al ini­ ciarse este capí tulo. El hombre ha llegado a esta situación afligente, por­ que la producción capitalista significa, por un lado, un inmenso y des­ proporcionado crecimiento de las riquezas, en manos de unos pocos y, por otro lado, un continuo empobrecimiento de la mayor parte de la población. Marx lo expresa así : "El trabajador se vuelve más pobre a medida que produce más riqueza y a medida que su producción crece en poder y en cantidad. El trabajador se convierte en una mercan­ cía aún más barata cuantos más bienes crea. La devaluación del mundo humano aumenta en relación con el incremento de valor del mundo de las cosas. . . ( . . . ) el objeto producido por su trabajo, su producto, se opone ahora a él, como un ser ajeno, como un poder in­

dependiente del productor. . . ( . .. ) La realización del trabajo apa­ rece en la esfera de la economía política como una invalidación del �rabajador, la objetivación como una pérdida y como servidumbre al objeto y la apropiación como enajenación. . . ( . . . ) Todas .estas con­ secuencias se originan en el hecho de que el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto ajeno".4 Pocas páginas más adelante, en el mismo Manuscrito escribía Marx las palabras siguientes, que hoy pueden sonarnos un tanto melodramáticas, pero que deben ser consideradas en una doble visión histórica: la que corresponde a las condiciones de la sociedad industrial de su época, por un lado y, por otro lado, la correspondiente a las condiciones de la sociedad actual, donde si bien el capitalismo se ha esforzado por sobre3. 4. 20

"L'idéologie allemande", "Manuscritos de 1844",

ibíd, pág. 26. págs. l o 4-lo5. .

vivir aceptando de buen o de mal grado, la elevación de las condiciones de vida del proletariado, en su esencia la situación ha cambiado muy poco en lo que tiene que ver con la dialéctica Amo-Esclav o : "El tra­ bajo produce, ciertamente, maravillas _para los ricos, pero produce pri­ vaciones para el trabajador. Produce belleza, pero deformidad para el trabajador. Sustituye al trabajo por l:;i maquinaria, pero desplaza a algu­ nos trabajadores hacia un tipo bárbaro de trabajo y convierte a los demás en máquinas. Produce inteligencia, pero también estupidez y cretinismo para los trabajadores".5 En . tales condiciones, el hombre-obrero se pierde, pues se ha cosificado, expresión que usa Marx en su "Crítica de la Dialéctica y la Filosofía en general de Hegel" : "La enajenación de la conciencia de sí esta­ blece la "cosificación". Como el hombre es igual a la conciencia de sí, su ser objetivo enajenado o "cosificado" se establece mediante esta ena­ jenación. (La "cosificación" es lo que es un objeto para él y un objeto para él es realmente sólo lo que es un objeto esencial, en consecuencia, su esencia objetiva. Y como no es el hombre real, la naturaleza -sien­ do el hombre naturaleza humana- lo que se convierte como tal en sujeto, sino sólo una abstracción del hombre, la conciencia de sí, la "cosificación" sólo puede ser la conciencia de sí enajenada). Es com­ prensible que un ser viviente, natural, dotado de facultades objetivas (es decir, materiales ) tenga objetos naturales reales de su ser e, igual­ mente, que su autoenajenación sea el establecimiento de un mundo real, objetivo, pero en forma de exterioridad, como un mundo que no per� tenece a su ser y lo domina. No hay nada incomprensible ni misterioso acerca de esto. Lo contrario sería más bien lo misterioso".6 El análisis de la "cosificación" continúa en el mismo manuscrito, con­ cluyendo con la necesidad de su negación, puesto que contradice "la naturaleza de la actividad pura" y perturba el proceso normal de génesis del ser humano -la historia-, proceso consciente y que se supera cons­ cientemente a sí mismo. Esa "cosificación" del trabajador, que entraña la pérdida ya señalada (el hombre-obrero se pierde a sí mismo, en el acto económico de la producción, -su trabajo-, pierde su relación con el producto de su trabajo y se aliena, además, con respecto a la naturaleza) , trae como consecuencia una constante acumulación del capital, fuerza hostil en­ frentada al obrero y que se transformará de más en más, en el instru­ mento de explotación de su fuerza de trabajo. Marx caracteriza de esa manera la situación de todo trabajador, en el régimen capitalista, por

5. 6.

Idem, pá , g. Idem, pág.

lo7. 186-187. 21

lo ·ual, "la realización del trabajo aparece en la esfera de la economía poli t ica como una invalidación del trabajador, la objetivación como una pérdida y como servidumbre al trabajo y la apropiación como enaje­ nación". 7 Su situación de deshumanización es tan dolorosa que " cuanto más se gasta el trabajador en su trabajo más poderoso se vuelve el mundo de los objetos que crea frente a sí mismo, más pobre se vuelve en su vida interior y menos se pertenece a sí mismo".8 Pero Marx agrega aún, como consecuencia de las alienaciones señaladas, la más dramática, quizá: la alienación del hombre para con el hombre. No se trata de un fenómeno puramente económico, sino de la consecuen­ cia directa de los mismos. Cuando al hombre se le separa del producto de su trabajo, la naturaleza entera termina por serle ajena. En la concepción marxista, la diferencia entre el hombre y el animal es que mientras la actividad de éste resulta de una adaptación instintiva y necesaria, el hombre en cambio, escoge libremente los elementos de la naturaleza y su actividad sobre ellos mediante el trabajo puede ser infinita. Usando una expresión marxista, el hombre se hace coextensivo a la naturaleza entera. "Decir que el hombre vive de la naturaleza significa que la naturaleza es su cuerpo, con el cual debe permanecer en continuo intercambio para no morir. La afirmación de que la vida física y mental del hombre y la naturaleza son interdependientes significa simplemente que la na­ turaleza es interdependiente consigo misma, puesto que el hombre es parte de la naturaleza ".9 Esta nueva característica del trabajo alienado, Marx la apunta así: "Como el trabajo enajenado: 1 ) enajena a la naturaleza del hombre; y 2) enajena al hombre de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, así lo enajena de la especie. Convierte la vida de la especie en un medio para la vida individual". 1 0 Y luego: "La enajenación humana, y, sobre todo, la

relación del hombre consigo mismo, se realiza y se expresa primero en la relación entre cada hombre y los demás hombres. Así, en la rela­ ción del trabajo enajenado cada hombre considera a los demás hombres según las normas y las relaciones en las que se encuentra colocado como trabajador". 1 1

No hay duda que cuando Marx piensa en la separación de los hombres entre sí, la premisa de su razonamiento parte de la separación entre

lo.

Idem, pág. lo5. Idem, idem. Idem, pág. l lo. Idem, idem.

11.

Idom, pág.

7. 8.

9.

22

1 1 3.

el trabajador no-propietario y el capitalista ( que es otro hombre ) , opuesto a él. Explotados y explotadores. Y que de tal oposición de raíz económica surgirán las demás oposiciones que contribuyen a crear todas las relaciones en el organismo enfermo de la sociedad capitalista. P�ro, de cualquier manera que sea, de esa alienación, no puede surgir sino la imagen de una humanidad dividida, truncada. "El ser ajeno al que pertenecen el trabajo y el producto del trabajo, al que se dedica el servicio del trabajo y a cuyo goce va el producto del trabajo sólo puede ser el hombre mismo. Si el producto del trabajo no pertenece al trabaja­ dor, · sino que se enfrenta a él como un poder ajeno, esto sólo puede

producirse porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su actividad es un tormento para él debe ser fuente de goce y placer para otro. No los dioses, ni la naturaleza, sino sólo el hombre mismo puede ser este poder ajeno sobre los hombres".12 "A través del tra­ bajo enajenado, pues, el hombre no sólo produce su relación con el objeto y con el proceso de la producción como una relación de otros hombres con su producción y con su producto y la relación entre él mismo y otros hombres. Así como él crea su propia producción como envilecimiento, como castigo, y su propio producto como pérdida, como un producto que no le pertenece, crea el dominio del no-productor sobre la producción y su producto. Así como enajena su propia acti­ vidad, confiere al extraño una actividad que no es suya".13 ¿Es necesario decir que de esa oposición fundamental, resultado del acto de producción en el régimen capitalista, surgirán por un lado el trabajador no-propietario y por otro lado el propietario? Y sin embargo, se encuentra tan alienado con respecto al trabajo, el segundo como el primero. Porque, mientras la situación del obrero es la de una actividad que lleva el desposeimiento y que hace de él un ser truncado, la situa­ ción del propietario, es la de quien, al recibir pasivamente un producto que no le pertenece, que no es el resultado de su trabajo, se coloca también, dentro de la estructura social, en una situación de enajena­ ción respecto al trabajo y a su producto dado que "todo lo que aparece ante el trabajador como una actividad de enajenación, aparece ante el no-trabajador como una condición de enajenación".14 El propietario también es un ser truncado, separado y a la corta o a la larga, un ser frustrado. Con el hecho agravante de que se crea en éste una menta­ lidad que le lleva a desconocer al otro como un ser humano, puesto que, dirá Marx, "el no-trabajador hace contra el trabajador todo lo que éste 12.

Idem, pág. 114.

13.

Idem, págs. 114-115.

14.

Idem, pág. 118. 23

hace contra sí mismo, pero no hace contra el trabajador". 1 5

contra



mismo lo que hace

El análisis de Marx no se detiene en esta opos1c10n; va más lejos aún y descubre las raíces de la explotación capitalista. "La relación del tra­

bajador con el trabajo produce también la relación del capitalista ( o co­ mo se quiera llamar al dueño del trabaj o) con el trabajo. La propiedad privada es, pues, el resultado necesario, del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo. La propiedad privada se deriva, así, del análisis del concepto del trabajo enajenado; es decir, el hombre enajenado, el trabajo enajenado, la vida enajenada y el hombre separado".16 Es a partir de este descubrimiento que Marx expondrá con toda cru­ deza el fenómeno de la explotación capitalista y se apartará radicalmente de lo que hasta allí habían dicho 1os economistas de la escuela clásica. No en vano, su obra cumbre, "El Capital'', llevará como subtítulo "Crítica de la Economía Política". Hubiera sido más gráfico decir, quizá: "crítica de las ilusiones de la economía política". · En efecto, hasta ese entonces los economistas veían en la propiedad privada todo el fundamento de la producción. Marx analizará la propie­ dad privada como una consecuencia del trabajo humano enajenado. "La economía política, dice en los "Manuscritos de 1844'', parte del trabajo como el alma verdadera de la producción y luego no atribuye nada al trabajo y todo a la propiedad privada. Proudhon ante esta contradic­ ción se ha decidido en favor del trabajo, contra la propiedad privada. Percibimos, sin embargo, que esta contradicción aparente es la contra­ dicción del trabajo enajenado consigo mismo y que la economía política ha formulado simplemente las leyes del trabajo enajenado".17 ·

Aquella separación entre el trabajador y el no-trabajador que se apro­ pia de los frutos del trabajo, engendrará como resultado inevitable, la propiedad privada. Lo que hasta allí se veía como causa, ahora se verá como consecuencia, "así como los dioses son fundamentalmente no la causa sino el producto de confusiones de la razón humana".18 "Sólo en la etapa final del desarrollo de la propiedad privada, -agre­ gará-, se revelará su secreto, es decir, que es por una parte el producto del trabajo enajenado y, por otra, el medio a traves del cual se enajena el trabajo, la realización de esta enajenación".19 15 . 16. 17. 18.

1 n de las sociedades referidas, surge la pregunta que preocupa 1 1 1 . �= ¿ /J()r/rrí11 desaparecer las clases sociales en las sociedades futuras? 1.o� m!lrxi tas aventuran una respuesta afirmativa, precisamente por­ q 11 • •I principio de estructura de las sociedades humanas lo basan rn b propiedad privada de los medios de producción. Eliminando ésta, e l iminarán tod�s las diferencias de clases. Dejando de lado, por el mo­ mento, el problema en la Rusia actual, que si bien ha eliminado la propiedad privada de los medios de producción, no ha conseguido eli­ minar las clases sociales, aunque éstas respondan a una categorización distin ta de la que cabe aplicar a las sociedades burguesas, tenemos que aceptar que la respuesta peca por estrecha, por ingenua. Así como pe­ caría por mal intencionada la conclusión extraída del mismo razona­ miento hecho a la inversa, según la cual, puesto que no se pueden eli­ minar las diferencias de clases, no hay por qué eliminar la propiedad privada de los medios de producción. Son dos problemas diferentes que el marxismo ha corrido el grave riesgo de tratarlos inseparablemente, pagando así, el tributo debido a toda posición dogmática. Pero si ex­ plicamos la existencia de las clases sociales por una heterogeneidad de factores: condiciones y méritos desiguales de los individuos ; cir­ culación social mayor o menor según la medida de las posibilidades económicas ; ascensión y caída de familias; asimilación desigual de las mismas oportunidades de educación ; distintos modos de vivir; distintos modos de consumir; etc., etc., tendremos que llegar a la conclusión de que el fenómeno persistirá aunque resulte muy difícil toda previsión respecto a sus caracteres y a su evolución. Puesto en tela de juicio, entonces, el determinismo económico que el marxismo propone para definir las clases sociales, ¿no habría que criticar el absolutismo conte­ nido en la tesis marxista de la lucha de clases? Es imposible negar, por ejemplo, que la burguesía y el proletariado continúan y conti­ nuarán luchando. Pero si se admite que ya no hay tal polarización de la lucha social, en el sentido marxista de que el resto de la sociedad terminaría agrupándose junto a una o junto a la otra clase, también es necesario admitir que han aparecido nuevos faC:tores, representados precisamente por las características propias de los diversos grupos so­ ciales, que actúan a mane.ra de mediación y a veces de separación, cons­ c iente o no, circunstancial o no, en aquella lucha entre la burguesía y el proletariado. Por lo pronto, la lucha ya no es a muerte, en la medida en que las sociedades industriales tienden a ser cada vez más, sociedades globales; t!lmpoco hay garantías empíricas de que el desarrollo de esa lucha p.I Í �t·�

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1 t omo consecuencia un desarroilo paralelo de la conciencia de 1 /.1 11· 1 . Por el contrario, los hechos demuestran que qda vez es más d t l 1 1�,1 l'n l a sociedad moderna, la conciencia de clase entre los indivi­ o l t 1 1 1 � q u • la integran. Y, sin embargo, es forzoso reconocer que 1 1 l 1 1 1 1 •d ida del debilitamiento de esa conciencia social y de la persis­ ' . 1 1 1 hl de las desigualdades económicas, habría que llegar a conclusiones 1 11 � 1 1 1 1 1 � l :1S, contrariamente a lo que hace Marx. Si la lucha de clases 1 d 1 tNl • es porque subsisten diversas formas de desigualdades; si los 1 1 11• t l io.� ·mpleados o los objetivos perseguidos en esa lucha, se han trans­ l 1 1 11 1 1:1Jo, perdiendo su radicalismo, es porque la burguesía ha sabido 1 d , 1 p t l1 rsc a nuevas condiciones de combate, al mismo tiempo que el ¡ i 1 1 1l1• t :1riado ha ganado ventajas económicas y ha perdido fuerza revo1 1 11 ionaria; si se aceptan, en las estructuras actuales de las sociedades 1 1 p i i a lis tas, los criterios tendientes · a "conciliar antagonismos'', como por •jcmplo, el viejo c riterio de la conciliación entre el capital y �l 1 1 ,dia jo, se admiten a la vez, como algo natural, las más eficaces armas d1· In reacción burguesa, pues nada cambiaría - en sustancia. 1 1 1 1 ¡1



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l•: I problema parece mucho más complejo que una simple disyuntiva optimismo y pesimismo. El optimismo marxista, cae en posi1 iones utópicas, quizá reflejo de las mismas actitudes mentales y afanes l'\'Mcneradores que con tanto ardor Marx criticó en los socialistas de l .1 generación anterior a la suya : bastaría con suprimir toda alienación 1•c11 nómica para que fuese suprimida toda alienación social. En fin, l.1 q uerida utopía de la socíedad sin clases. Utopía, mientras se pretenda q lit: b raíz de todas las alienaciones humanas es la alienación económica. 1 v s-Calvez lo señala con mucho acierto : " . . . si la historia entera ( y no sólo la de un pasado estrechamente limitado ) es la historia de L1 l u c h a de clases, habrá que preguntarse si la lucha de clases (en una forma o en otra) no será un factor constitutiV() de la historia humana. Y si la lucha de clases es, pues, constitutiva de la historia humana, se puede uno preguntar ya si la supresión de ese elemento no suprimirá .d mismo tiempo la condición misma de esa historia y el principio, o los principios-, de su movimiento".25 Si b lucha de clases es, en cambio, un factor reducible (y vamos a .id herirnos por un momento al optimismo marxista ) , hay que admitir q ll • lo es en cuanto a la solución de las desigualdades económicas. En 1· fccco, seamos o no marxistas, no podremos renunciar jamás a la pre­ t •n ·ión de construir una sociedad donde los seres humanos tengan el d •rccho y la seguridad de nacer exentos de consumir sus existencias •n l a lucha por librarse de la miseria económica. El grado de expansión 1· 1 1 1 rc

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]ves-Calvez, op. cit., pág.

264. 85

l l1' l' 1 1 k,1 q u e b h u m ani dad ya ha alcanzado, permite prever como pos1li ll' t .1 1 �·orH· ·pci6n de la nueva sociedad, aunque el camino a recorrer y l .1� d ist :1 nc ¡as a c ubrir entre las riquezas de unas pocas naciones y la poh n·:r.n de la mayor parte, sea todavía largo y aparezca cargado de Ntln 1brios p res a gi os. De cualquier manera, sin renunciar a �a transfor111,1�·ión tota l de la vida económica de los hombres, donde las desigual-. d:id ·s de cuna sean borradas, es lícito pensar que el total de la exis­ t ·ncia humana, o para decirlo con términos marxistas, el hombre total t icnc otros horizontes y otros campos de acción ¡ Aquella pretensión, pues, no es de ninguna manera una renuncia a 1a luch'11. Pero, ¿quedaría asegurada así , la liberación de las demás enajenaciones? ¿La enajenación en el dinero o, simplemente, en el tener; la enajena­ ción en toda forma de poder humano; o la enajenación en la técnic a ; o sexual, o religiosa, o artística, etc., etc . ? Se podrían elaborar diversos criterios a partir de esas posibles enajenaciones para explicar, todavía, la persistencia de la lucha de clases. El optimismo radical, entonces, daría paso a un pesimismo relativo. Y éste, a una pregunta funda­ mental: ¿puede esperarse todo de la acción humana?

¿No es tiempo ya, de abandonar todos los optimismos abstractos y de recordar lo trágico del mal, siempre presente, no como una catego­ ría del pensamiento sino como una realidad concreta, hasta en los momentos de progreso de la historia humana ?

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1 1 1.

LA ALIENACION POLITICA

LA SOCIEDAD CIVIL

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1j

L 846, MARX le escribía desde Bruselas a Paul Annenkov,1 y le decía, entre otras cosas: "Los hombres son libres de elegir tal o forma social? De ninguna manera. Tome Ud. un cierto estado • 1 1,i l d1· desarrollo de las facultades productivas de los hombres y tendrá t J d. L:d forma de comercio y de consumo. Torne Ud. ciertos grados dr desarrollo de la producción, del comercio, del consumo y tendrá l Jd. cal forma de constitución social, tal organización de la familia, d1· las órdenes o de las clases, en una palabra, tal sociedad civil. Torne l Jd. cal sociedad civil, y tendrá Ud. tal Estado político, que no es más q uc b expresión oficial de la sociedad civil". 2 Y poco más abajo, en el mismo texto, continuaba diciendo : "No es 1w ·csario agregar que los hombres no son libres árbitros de sus fuer­ �.1 s productivas, -que son la base de toda su historia-, pues toda (u ·r;¿:i productiva es una fuerza adquirida, el producto de una acti­ v id:id anterior. Es así que las fuerzas productivas son el resultado de la ·nergía práctica de los hombres, pero esta misma energía está cir­ · u nscrita por las condiciones en las cuales los hombres se encuentran · locados, por las fuerzas productivas ya adquiridas, por la forma NO