La Sociedad de los Campos de Urnas en el nordeste de la Peninsula Iberica: La necropolis de El Calvari (El Molar, Priorat, Tarragona)
 9780860547662, 9781407348940

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INTRODUCCION
INDICE
I. LA NECROPOLIS DE MOLAR. UN YACIMIENTO CLAVE EN LA SISTEMATIZACION DEL BRONCE FINAL Y DE LOS CAMPUS DE URNAS DE LA PENINSULA IBERICA
II. DESCRIPCION, ANALISIS Y CLASIFICACION DE LA CERAMICA FUNERARIA DE MOLAR
III. EL CONTEXTO DE LA CERAMICA FUNERARIDEL YACIMIENTO DE MOLAR
IV. LA NECROPOLIS DE MOLAR: TEMPORALIDAD, ESPACIO Y SOCIEDAD
V. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
ENGLISH SUMMARY
VI. APENDICES

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La Sociedad de los Campos de U rnas en el nordeste de la Peninsula lberica La necropolis de El Calvari (El Molar, Priorat, Tarragona)

Pedro V. Castro Martinez

BAR International Series 592 1994

Published in 2019 by BAR Publishing, Oxford BAR International Series 592 La Sociedad de los Campos de Urnas en el nordeste de la Peninsula Iberica © Pedro V. Castro Martinez and the Publisher 1994 The author’s moral rights under the 1988 UK Copyright, Designs and Patents Act are hereby expressly asserted. All rights reserved. No part of this work may be copied, reproduced, stored, sold, distributed, scanned, saved in any form of digital format or transmitted in any form digitally, without the written permission of the Publisher. ISBN 9780860547662 paperback ISBN 9781407348940 e-book DOI https://doi.org/10.30861/9780860547662 A catalogue record for this book is available from the British Library This book is available at www.barpublishing.com BAR Publishing is the trading name of British Archaeological Reports (Oxford) Ltd. British Archaeological Reports was first incorporated in 1974 to publish the BAR Series, International and British. In 1992 Hadrian Books Ltd became part of the BAR group. This volume was originally published by Tempvs Reparatvm in conjunction with British Archaeological Reports (Oxford) Ltd / Hadrian Books Ltd, the Series principal publisher, in 1994. This present volume is published by BAR Publishing, 2019.

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INTRODUCCION

El trabajo que presentamos es resultado del estudio de un conjunto artefactual de primer orden en el ambito de la prehistoria de la Peninsula Iberica, junto a una labor de definici6n de los problemas conceptuales y paradojas empiricas en la explicaci6n de las manifestaciones ligadas a los grupos de los Campos de Urnas en el Nordeste peninsular. Ambos aspectos constituyeron parte importante de trabajos academicos presentados como Tesis de Licenciatura y como Tesis de Doctorado en los aflos 1987 y 1993 respectivamente. La direcci6n de ambos por M!! Encarna Sanahuja Yll ha sido fundamental para lograr con ellos no solo un trabajo concluido sino, sobre todo, la continuidad de un camino iniciado en la Universidad de Barcelona muchos afios antes y que seguimos recorriendo en la Universidad Aut6noma de Barcelona. El interes de la necropoli s de Molar para compr ender el proceso hist6rico durante la primera mitad del Ier milenio en el Nordeste de la Peninsula Iberica, estriba en gran parte en el registro que ofrecieron las excavaciones de Salvador Vilaseca. La documentaci6n del asentamiento presumiblemente sincr6nico de la necr6polis es muy escasa, pero la serie de enterramientos de incineraci6n en umas, asociados en muchos casos a ajuares metalicos, proporcion6 uno de los conjuntos de objetos funerarios cuantitativamente mas importantes del valle del Ebro. Desafortunadamente no resulta posible implementar estudios sobre los restos humanos que contenian las umas cinerarias, ni disponemos en la actualidad de analiticas fisico -quimicas suplementarias

del conjunto artefactual, pero una primera aproximaci6n a las ceramicas funerarias, ineditas en gran parte hasta ahora , resultaba imprescindible para la investigaci6n sobre los Campos de Urnas peninsulares. Con ello espero que se podra disponer de una parte de la informaci6n empirica manejada en las sistematizaciones arqueol6gicas de la Peninsula Iberica. Este libro no habria podido realizarse sin las condiciones necesarias creadas, en lo disciplinar y en lo personal, junto con M!!E. Sanahuja, por Paloma Gonzalez Marcen, Vicente Lull, Rafael Mic6, Marina Picazo, Cristina Rihuete y Bob Chapman. Ellas y ellos y otras personas que me han acompafiado estos aflos, han hecho posible que siga aquf, a pesar de todo. En particular Gloria Luis , que ha enrai zado el tiempo invertido en este libro . El trabajo en el Museo " Salvador Vilaseca" de Reus pudo llevarse a cabo por la amabilidad de la conservadora, Ana Mir, a quien agradezco la posibilidad de estudiar los fondos del museo . El acceso a las umas del Museu-Arxiu de Falset nos fue facilitada por Anton Vidal Ingles del Centre d'Estudis Falsetans. La disponibilidad de Santiago Palomar de Reus permiti6 que el trabajo resultara posible , superando una situaci6n de escasa disponibilidad infraestru ctural con buenas dosis de solidaridad. Tampoco puedo olvidar que esa situaci6n fue compartida por Josep M!!Mir6.

INDICE

I.-La necropolis de Molar. Un yacimiento clave en la sistematizaci6n del Bronce Final y de los Campos de Urnas de la Peninsula Iberica.... ................................. .... .. .. .... .... ...... .. . . . . .. .. .. .. .... .... .... .. 1 I. 1.-El yacimiento de El Calvari (El Molar, Priorat, Tarragona).......... .... .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. .. .. .. .. . .. .. .. 2 1.2.-La cultura de los Campos de Urnas. A la busqueda del f6sil-director.. ... .. .. . .. . . .. . . . . . . . .. . . .. . .. .. . . .. . 5 1.3.-Los periodos de los Campos de Urnas..... ... . ..... .. .. . . . . . . . .. . .. . ... . .. .. .. . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . .. . ..... ... ... . 11 1.4.-La cronologia de las periodizaciones............................. .. .. .. . .. .. . . . .. .. ... .. .. . . .. . .. .. . .. .. . .. . .. .. . . 15 1.5.-El Molar y su papel en las periodizaciones de los Campos de Urnas peninsulares . ....................... 17 II.-Descripci6n, analisis y clasificaci6n de la ceramica funeraria de Molar.......................... .. ....................... II. l. -Principios del analisis y clasificaci6n de la cenimica. ... .................................... ............ ........ II.2.-Conservaci6n y problemas de identificaci6n de las urnas................................ ... ................... II.3.-Los perfiles de las umas: morfotipos................. .................... .................. .............. .. .. ... .. 11.4.-Analisis morfometrico de la Forma I....... ....................................................................... II.5.-Analisis morfometrico de la Forma II................. ...................... ...... .. .. ......... ................. II.6.-Formas III, IV y V.......... ... .......................................................... ........... ..... ............ 11.7.-Variabilidaddel tarnafio de las urnas... ............................. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II.8.-Analisis morfometrico de las bases................................. .... .................. ....................... 11.9.-Morfotipossecundarios: Borde, cuello y base.................................................................. II.10.-Elementos de prensi6n y perforaciones...... .................................................................. II.l l.-Decoraci6n: tecnicas y temas.... .. .. ..... .. .... .. .. ... . .. .. .. .. . . .. .. ... .. . .. .. .. .. .. .. ... . . . . . .. .. .. . .... .. .. . .. II.12.-Indicadores de los procesos de producci6n ceramica.. .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . II.13.-Los agrupamientos de atributos (AGA)..... .. . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . .. . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . .

23 24 27 29 37 46 59 59 61 62 75 75 79 82

III.-El contexto de la ceramica funeraria del yacimiento de Molar ......................................... .. .................... III.1.-Las incineraciones.................... ................ .... ........................................................... III.2.-Los ajuares metalicos ................................................................................................ III.3.-Las estructuras de protecci6n de las tumbas..................................................................... III.4.-Expresi6n espacial de la necropolis ................................................................................. III.5.-El poblado de El Calvari de Molar .................................................................................

101 102 102 114 118 125

IV.-La necr6polis de Molar: Temporalidad, espacio y sociedad .................................................................. IV.l.-Discusi6n de la fasificaci6n de la necr6polis ..................................................................... IV.2.-La etapa anterior: el Period.o I de Vilaseca y el grupo de/ Segre.. .. ... ... . .. ............................... IV.3.-Discusi6n sabre la cronologia de las ceramicas de los Periodos II y Ill de Vilaseca........ .. . .. . .. ..... IV.4.-El territorio de Molar............................ ...... ............. ... ...... ....... ...... ......... ..... ... .......... IV.5.-La necr6polis de Molar y la sociedad del Bajo Ebro (c. 800-600 cal ANE)....... ..... .....................

129 130 132 137 148 154

V.-Referencias bibliognificas .........................................................................................................

157

English summary. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 YI.-Apendices................................... -.......................... : ............................................................. VI.1.-Las umas de la necropolis de Molar VI.2.-Las ceramicas sin contexto de la necr6polis de Molar VI.3.-Las agrupaciones de atributos (AGA) de la cenimica funeraria VI.4.-Las dataciones radiometricas citadas

173

I

LA NECROPOLIS

UN YACIMIENTO DEL BRONCE

DE MOLAR.

CLAVE EN LA SISTEMATIZACION

FINAL

Y DE LOS CAMPOS DE URNAS

DE LA PENINSULA

IBERICA.

decada de los afios 30 como consecuencia de los trabajos agrfcolas que se realizaban en el campo de almendros de Les Comes . Como resultado de esos trabajo se vieron afectadas varias tumbas . Probablemente la explotaci6n agrfcola ya habfa incidido en el yacimiento desde tiempo atras, destruyendo enterramientos, cuyos recipientes ceramicos y ajuares metalicos fueron hallados desplazados de su posici6n original durante la excavaci6n de Vilaseca.

1.1.-EL YACIMIENTO DE EL CALVARI (EL MOLAR, PRIORAT, TARRAGONA) El conjunto del poblado y la necr6polis de Molar se encuentra situado en el cerro de El Calvari, en las estribaciones orientales de la Serra del Tormo. Se localiza en la cuenca inferior del valle del rfo Siurana, al Noroeste del pueblo de El Molar . a cuyo termino municipal pertenece (fig. 1.1)1. El rfo Siurana es un afluente del rfo Ebro, que desemboca en su margen izquierda a unos 50 Km . en lfnea recta de su desembocadura en el Mediterraneo . La localizaci6n del yacimiento ocupa una posici6n central en la regi6n del Priorat , una cuenca rodeada por serranfas prelitorales que separan las llanuras costeras de la depresi6n interior correspondiente a la cuenca del Segre.

La noticia de los hallazgos dio lugar a actividades clandestinas de remonici6n del terreno por vecinos de El Molar, que se detuvieron ante la intervenci6n de la Guardia Civil. El resultado fue la destrucci6n de nuevas tumbas. Poco despues, el doctor S. Vilaseca realiz6 una excavaci6n en extensi6n de toda la necr6polis, e identific6 el poblado adyacente, en el que excav6 un pequefio sector . La documentaci6n recogida sirvi6 de base para la monograffa a la que constantemente nos referiremos (Vilaseca 1943).

El Calvari es un cerro de calizas estratificadas del Triasico medio, que presentan buzamiento hacia el Noroeste, donde hay una fuerte pendiente. En la cumbre las capas de caliza est.an cortadas transversalmente, determinando la formaci6n de una meseta. de unos 100 metros de longitud Norte-Sur y de una anchura de unos 30 metros Este-Oeste.

El registro de la excavaci6n proporcion6 una documentaci6n asociada a un total de 172 localizaciones de umas en la necr6polis (fig. 1.2). Algunas de ellas solo corresponden a fragmentos cen1micos heterogeneos. se refieren a emplazamientos de umas desaparecidas o bien se trata de umas halladas desplazadas.

En esta meseta y en la ladera occidental se localiz6 el area del yacimiento correspondiente al asentamiento . Actualmente esta zona esta ocupada por pinos y matorral, que se extienden tambien hacia el Norte. Al Este, un escarpe de 2 a 3 metros de altura separa la cumbre del cerro, de un llano con sedimentos cuaternarios -Els Planars-, dedicado al cultivo . En el extremo Sur de la meseta se encuentra el dep6sito de agua del pueblo de El Molar.

Sin embargo, en su conjunto, la informaci6n gue proporcion6 la excavaci6n es cuantitativamente muy importante, y la necr6polis de Molar inmediatamente pas6 a considerarse uno de los yacimientos de referenda para la investigaci6n prehist6rica peninsular. Incluso con anterioridad a la publicaci6n de la monograffa la necr6polis de Molar se incorpor6 a la documentaci6n manejada en las sisternatizaciones cronol6gico-culturales del Nordeste peninsular. Posteriormente, enmarcada en la periodizaci6n que el propio excavador propuso, el yacimiento ha mantenido su papel de conjunto arqueol6gico de referenda en las seriaciones y demarcaciones de fases y entidades arqueol6gicas.

Un escarpe de aproximadamente 1 metro de altura. separa el area del poblado de una antigua era, utilizada los fines de semana como campo de tiro al plato . Al Sur de la era se situan las ruinas de un pajar. y. al Sur de estas. el campo de almendros de Les Comes, donde se excav6 la necr6polis. a unos 50 metros de la meseta ocupada por el poblado.

Puesto que la necr6polis presentaba las caracterfsticas esperadas de una necr6polis de los campos de urnas, su posici6n ha estado siempre ligada a la concepci6n que se ha tenido sobre las necr6polis de incineraci6n en umas: culturas hallsttitticas. poblaciones indoeuropeas y grupos de los campos de urnas se han definido teniendo en cuenta las ceramicas y metales de Molar. Paralelamente, estas entidades arqueol6gicas se han vinculado a la periodizaci6n derivada de los esquemas tripartitos de las edades prehist6ricas, de manera que la seriaci6n cronol6gica de las urnas y el valor temporal otorgado a los f6siles-directores metalicos de los ajuares funerarios se ha integrado en el esqueleto de la fasificaci6n del Bronce Final y del Hierro Inicial del Nordeste de la Penfnsula lberica.

Un camino atraviesa toda el area arqueol6gica en direcci6n al Norte. El declive aumenta en la vertiente occidental, en un sector con suave pendiente por donde se extiende el yacimiento correspondiente al poblado . Este declive llega hasta la Clotada de Les Comes. donde hay huertas que utilizan el agua de la Font dels Reguerals. En el territorio comprendido entre El Calvari y el rfo Siurana. se encuentran las instalaciones abandonadas de explotaciones de los minerales de plomo y plata de los afloramientos hercinianos: Minas Linda Mariquita, Jalapa , Mineralogfa, Francisca, Bertha y Mangrane. El yacimiento arqueol6gico fue identificado al iniciarse la Las

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Situacion del yacimiento arqueologico de El Calvari (El Molar, Priorat, Tarragona) (los pianos inferiora partir de Vilaseca 1943)

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Las culturas

11.2.-LA CULTURA DE LOS CAMPOS DE URNAS. A LA BUSQUEDA DEL FOSIL DIRECTOR.

hallstatticas

y el hierro.

La introducci6n del hierro y de la tecnologfa siderurgica en la Penfnsula Iberica se atribuy6 durante mucho tiempo a las invasiones indoeuropeas reconocidas arqueol6gicamente en las llamadas culturas hallstcitticas. La difusi6n de! hierro fue considerada como una de las principales aportaciones renovadoras de los grupos transpirenaicos llegados desde la Europa Central a la Penfnsula (Bosch Gimpera 1932; Maluquer 1946; Almagro Basch 1952; Palol 1958; Schille 1969; Vilaseca 1973). Asf, la identificaci6n hallstcittico = primera edad del hierro asumida en los esquemas transeuropeos desde principios de siglo, tenfa como fundamento el cambio de poblaciones y de culturas, y la difusi6n via desplazamiento etnico, concebida como fen6meno generalizado a escala europea.

Las necr6polis han servido de base para la caracterizaci6n de culturas arqueol6gicas en numerosas ocasiones. Normalmente este recurso ha sido utilizado sin considerar otras fuentes informativas de las que, por cieno, se carecfa en numerosas ocasiones. No cabe duda, que el caracter de conjuntos cerrados de las sepulturas, que proporcionan asociaciones mas seguras que los contextos habitacionales, muchas veces de dificil valoraci6n, ha determinado en gran medida esa orientaci6n. Sin embargo, tambien ha pesado la gratificaci6n que el estudio de yacimientos funerarios ha proporcionado a arque6logos y arque6logas. La facil localizaci6n, gracias a la monumentalidad de algunas construcciones, y la espectacularidad de la excavaci6n de tumbas con el consabido hallazgo de ajuares ceramicos o met.alicos, ha tenido como consecuencia que el registro del ambito funerario constituyera durante mucho tiempo uno de los mas apetecidos. Como resultado la documentaci6n funeraria a crecido exponencialmente en los catalogos arqueol6gicos, facilitando su uso en la elaboraci6n de seriaciones tipol6gico-cronol6gicas y en la definici6n de entidades culturales.

Sin embargo, la tesis de la aportaci6n transpirenaica de la tecnologfa del hierro asociada a migraciones poblacionale s, perdi6 fuerza con la adopci6n de una nueva propuesta para la Penfnsula lberica. Durante los a.nos 70 se forj6 una nueva teorfa que consideraba que habfa sido el establecimiemo de enclaves fenicios en el Sur peninsular el factor que dio lugar a la introducci6n de la siderurgia en la penfnsula. La documentaci6n de talleres de producci6n de hierro en esos enclaves aseguraba la existencia de centros de manufacturaci6n desde Ios que podrfan distribuirse productos ferricos a las diversas comunidades peninsulares. Esta posici6n ha sido asumida de manera casi general, y ha formado pane de los lugares comunes en las sistematizaciones de los ultimos afios (Almagro Gorbea 1977, 1986; Arteaga, Padr6 y Sanmartf 1978, 1986; Snodgrass 1980; Ruiz Zapatero 1985).

Quizas dos de las manifestaciones arqueol6gicas que mejor ejemplifican este aspecto e la investigaci6n arqueol6gica sean los estudios sobre megalitismo y sobre campos de urnas. En ambos casos, se han extrapolado rasgos estructurales y asociativos de las tumbas a la categorfa de indicadores culturales, hasta el punto de que muchas veces se han entendido como manifestaciones ligadas a la presencia de grupos etnicos. La fenomenologfa arqueol6gica lefda en clave hist6rico-cultural ha pesado particularmente en estas manifestaciones funerarias, dotandolas de un sentido ahist6rico. Pero tambien en ambos casos los problemas que esconden las aparentemente homogeneas caracterf sticas de! fen6meno exceden de lo meramente contingente, para afectar a la propia fundamentaci6n de las entidades arqueol6gicas construidas a su costa y, por supuesto a las explicaciones de! pasado hist6rico que las acompafia.

Paralelamente, Maluquer de Motes, desarroll6 una sugerencia alternativa para la difusi6n del hierro en las costas del nordeste peninsular, que tambien otorgaba al comercio colonial el papel inductor de la difusi6n del hierro. En su caso tomaba en consideraci6n la actividad de! comercio griego y etrusco previo a la implantaci6n colonial focense en el golfo de Le6n para justificar la introducci6n de objetos ferricos (Maluquer 1969, 1972, 1984 1987). No obstante, la tesis griega no ha contado con un seguimiento posterior por parte de otros/as investigadores/as.

En el caso de la llamada cultura de los campos de urnas de la Penfnsula lberica la historia de la investigaci6n ejemplifica las condiciones de perduraci6n de determinadas construcciones con independencia dcl estado de la documentaci6n empfrica. La idea de una cul Luraasociada a las necr6polis de incineraci6n impuesta por la arqueologfa germana en los afios 30 influy6 decisivamente en la investigaci6n peninsular, que ha reiterado la idea de una entidad arqueol6gica diferenciada y vinculada a poblaciones transpirenaicas, de origen centroeuropeo en ullima instancia, incluso modificando sustancialmente los argumentos arqueol6gicos que permitfan su identificaci6n. La historia de los campos de urnas peninsulares es en muchos sentidos la busqueda de f6siles-directores.

El resultado de las teorfas que otorgaban al comcrcio colonial el protagonismo en la difusi6n del hierro fue el abandono de las viejas perspectivas de idemificaci6n entre £dad del Hierro y culturas hallstatticas de filiaci6n centroeuropea. La definici6n arqueol6gica de estas ultimas perdfa uno de sus puntales mas importantes. En Ios ultimas afios ha vuelto a surgir la idea de una difusi6n continental de la tecnologfa del hierro, al menos para el Nordeste peninsular (Pons 1984, 1986; 1986-87, 1989; Junyent 1978, 1992; Gallart y Junyent 1989), siguiendo la lfnea de los/as prehistoriadores/as franceses/as que mantienen la propuesta de que de la adopci6n de esta tecnologfa fue la consecuencia de las redes de contactos transeuropeos de inicios del Ier milenio (Louis, Taffanel y

5

Taffanel 1955, 1958, 1960; AA.VY . 1975; Mohen 1980; Nickels 1989). En esta perspectiva, se situa en el siglo VIII el desarrollo de una metalurgia del hierro en el Midi frances, en Aquitania yen el nordeste peninsular. Sin embargo, ya no se enfatiza la identificaci6n de la tecnologfa siderurgica con los pueblos hallstatticos

Recientes seriacione s tipol6gi co-cronol6gi cas (Almagro Gorbea 1977, 1986; Maya 1977, 1990, 1990 c; Ruiz Zapatero 1985) al plantear la definici6n fase de los Campos de Urnas Antiguos ode los comienzos del B ronce Final apuntan la presencia de necr6polis de incineraci6n desde aproximadamente el aflo 1100 arq ANE , contando con el cementerio de Can Missert (ferrassa, Barcelona) en el litoral catalan y con los hallazgos en Torre Filella (Lleida) o en El Puntal (Fraga, Huesca) en la cuenca del Segre-Cinca2•

La Incineracion como fosil director. Sise asume como principio arqueol6gico que el cambio de patr6n funerario responde a una profunda transformaci6n en las comunidades en las que tiene lugar, no hay duda de que la implantaci6n de los ritos de incineraci6n de los cadaveres muestran una marcada ruptura respecto a las tradiciones de enterramiento precedentes en la Penfnsula lberica.

Sin embargo, la documentaci6n sobre practicas de incineraci6n y necr6polis de urnas cinerarias de la Penfnsula Iberica tambien ha desvirtuado la identificaci6n arqueol6gica de una cultura a partir de este tipo de manifestaciones funerarias . Nuevamente ha sido en yacimientos en los que no puede establecerse ningun lazo con el mundo centroeuropeo donde se han confirmado estas practicas. Las culturas arqueol6gicas del Sur peninsular se han ido definiendo progresivamente en cuanto a sus manifestaciones funerarias, mostrando la existencia de necr6polis de cremaci6n en urnas desde momentos mu y tempranos, que pueden remontarse al tercer cuarto del IIQmilenio (Molina 1978, 1983; Castro 1992).

Sin embargo, cuando se asume la identificaci6n arqueol6gico-cultural entre cambio de ritual funerario y sustituci6n etnica, necesariamente obtendremos como consecuencia una lectura de difusi6n poblacional acorde con las interpretaciones con las que se ha justificado la generalizaci6n de los campos de urnas en la Penfnsula Iberica. o incluso su sustituci6n, se esta admitiendo que precisamente el componente religioso-ideol6gico del mundo de la muerte serfa una parte esencial del esp(ritu de Los pueblos. Esta opini6n, ampliamente admitida, no deja de reflejar la idea subyacente de que los comportamientos ritualizados son los que caracterizan a las culturas humanas, y que la relevancia hist6rica se situa en las transformaciones acaecidas en la esfera ideol6gica ligada a los comportamientos sociales que determinan las pautas ceremoniales. Con ello se situa en una posici6n predominante la ideologfa frente a cualquier otra esfera de relaciones sociales o econ6micas.

Las redes de intercambios y contactos transmediterraneos han surgido otra vez como alternativa a la difusi6n continental de un rasgo cultural considerado propio de las relaciones transpirenaicas. Precisamente la documentaci6n funeraria de las prim eras necr6polis fenicias occidental es consiste en necr6polis de incineraci6n, tanto en el Sur peninsular como en la primera etapa de ocupaci6n de la isla de Ibiza (Ramos 1990; G6mez Bellard 1990). Ramos ( 1990) ha llegado a sugerir que las practicas funerarias fenicias en la Penfnsula lberica, frente a las normas funerarias de las comunidades del Norte de Africa y de las costas de Siria-Palestina , la practicaron como tratamiento funerario exclusivo, durante la primera fase de los establecimientos, y hasta un momenta avanzado del siglo

Es sabido que la sustituci6n de los enterramientos de inhumaci6n por las turnbas con cremaci6n de los cadaveres es uno de los cambios funerarios a los que mas importancia se ha otorgado en la disciplina arqueol6gica. Esto ha sido asf, ademas de por la aplicaci6n de los mecanismos de interpretaci6n habituates en arqueologfa, porque en esa sustituci6n se ha visto la presencia de un nuevo protagonista hist6rico: los pueblos indoeuropeos o celtas en los que se ha sustentado la genealogfa de unas rafces europeas comunes desde tiempos prehist6ricos. Este planteamiento se ha sustentado en el reconocimiento de una cultura hallstdttica en expansi6n. La difusi6n de la incineraci6n, de los pueblos indoeuropeos y de la cultura hallstattica se ha mantenido indisolublemente ligada durante mucho tiempo.

Seguimos aqui el sistema de terminologia cronol6gica que propusimos en su momento para discinguir las bases sobre las que se sustenta la atribuci6n temporal (Castro 1992). Distinguimos cuatro referencias: • arq ANE/DNE. Fecha antes de nuestra era/de nuestra era, segun la cronologia arqueol6gica convencional. -ane/dne. Corresponde a fechas antes de nuestra era/de nuestra era, segun la cronologia radiom etrica convencional, sobre la base de vida media de! Cl4 de! Valor Libby de 5568 anos. -cal ANE/DNE. Referencia a fechas calendaricas antes de nuestra era o de nuestra era. Habitualmente se trata de fecha s obtenidas con la mediaci6n de la cronologia radiometrica calibrada dendrocronol6gicamente de acuerdo con la propuesta de la 12th International Radiocarbon Conference celebrada en Trondheim (AA. VY. 1986b ), pero en algunos casos pueden ser resultado de otros procedimientos cronometricos (dendrocronologia, termoluminiscencia). -ANE/DNE . Fechas antes de nuestra era/de nuestra era, derivadas de las fechas historiograficas que se ponen en relaci6n con nuestro calendario a partir de una lectura de las refer encias extraidas de documento s escritos .

En la Penfnsula Iberica la expansi6n celta-indoeuropea hallst-

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Esquemas de periodizacion de los Campos de Urnas y del Bronce Final Figura 1.3

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-BronceFinal II= 1550/950 cal ANE, -BronceFinal Ill= 1350/690 cal ANE -Primera Ed.adde/ Hierro= 1200/620 cal ANE .

esa regi6n con las del entomo centroeuropeo sistematizado por la investigaci6n alemana. El modelo ha sido adoptado como sistema de referencia en todas la regiones francesas. En el Midi frances las sistematizaciones regionales de Guilaine (1972) y de Roudil (1972) se realizaron a partir de la ordenaci6n de los materiales y de los yacimientos de acuerdo con los perfodos del esquema de Hatt. La periodizaci6n del Midi qued6 ordenada en un Bronce Antigua, un Bronce Medio-Reciente, un Bronce Final II y un Bronce Final III que darfa paso a la 19 Ed.addel Hierro. Por su parte, el Bronce Final II y el Bronce Final III habfan sido fasificados en dos etapas, A y B, de manera que resultara mas facil ordenar las series de materiales. El esquema de Guilaine para el Languedoc Occidental, Ariege y Rossell6 se presentaba como una periodizaci6n simetrica a la del Languedoc Oriental (Roudil 1972). Esta versi6n regional del sistema de Hatt es la que ha tenido mayor incidencia en el Nordeste peninsular, especialmente, en Catalunya.

Los solapamientos de los intervalos de cada fase son en gran medida el resultado de la utilizaci6n de toda la amplitud del intervalo de probabilidad de la calibraci6n, sin ajustes a las tendencias centrales o a los extremos significativos. Sin embargo, las grietas del esquema se derivan fundamentalmente de los problemas de secuenciaci6n apuntados en el parrafo anterior. Por ello, finalmente Guilaine y Gasc6 reconocieron que los perfodos manejados son nominales y que, teniendo en cuenta el solapamiento existente vefan necesario proceder a la unificaci6n entre Bronce Medio-Bronce Final I y planteaban que debfa aceptarse que las fades Bronce Final 11-BronceFinal II/A y Bronce Final 11/B-Primera Edad de/ Hierro representan sincronfas cuyos matices escapan a los criterios con los que los sucesivos perfodos han sido reconocidos. No obstante, a pesar de que el fracaso del esquema habfa sido asumido, los ultimos trabajos que han abordado de nuevo la sistematizaci6n del Bronce Medio, del Bronce Final y del Hierro han seguido utilizando el esquema de referenda de los afios 70 (Gasc6 y Carozza 1989; Gasc6 1988; Roudil 1988).

Sin embargo, el exito alcanzado por la periodizaci6n de Hatt, Guilaine y Roudil no resulta parejo a su capacidad para resolver suficientemente la ordenaci6n cronol6gicocultural del Sudeste frances. El esquema de estructuraci6n tripartita de la Edad del Bronce ofrecfa serios problemas, tanto respecto a la propia seriaci6n convencional como en cuanto a su confrontaci6n con las series radiometricas que han sido asociadas a los yacimientos de la zona. Respecto a la primera cuesti6n, la demarcaci6n de rupturas en la periodizaci6n arrastraba fisuras graves, puesto que los puntos de inflexi6n mas importantes se encontr~ban en los cambios de una subfase a otra (del Bronce Final I al Bronce Final II, o del Bronce Final II/A al Bronce Final Ill B ) y no tanto en el paso de una a otra de las grand es divisiones del esquema. Estas ultimas se presentan atravesadas por continuidades y tienen dificultades para establecer criterios de cambios claros de cambios en el paso del Bronce Medio al Bronce Final I o del Bronce Final ll/B al Hierro lnicial. De hecho, se acepta que los cambios mas relevantes corresponden a la aparici6n de los modelos ceramicos y metalicos de tipo campos de urnas asociados al grupo de RSFO (Bronce Final II ) y al inicio de las necr6polis de incineraci6n que coinciden con las manifestaciones de la cultura de Mailhac I

(BronceFinal Ill B ). Las dificultades para mantener la cronologfa absoluta convencional propuesta para el esquema han quedado claramente reflejados en una reciente sfntesis cronol6gica, que incorpora las dataciones radiometricas del Midi y de Catalufia (Guilaine y Gasc6 1987). Los investigadores franceses no consiguen establecer lfmites cronol6gicos entre los perfodos de la Edad de! Bronce al utilizar las dataciones calibradas dendrocronol6gicamente, segun la curva del grupo de Tucson. Los intervalo cronol6gicos resultantes ofrecf an las siguientes fechas:

Las periodizaciones catalanas que adoptan el modelo frances presentan tambien problemas similares en cuanto a la indefinici6n del contenido de los distintos perfodos, tanto en las sistemalizaciones generales (Maya y Pons 1982; Pons y Maya 1988; Maya 1990) como en los esquemas de caracter regional (Maya 1977, 1990b, 1990c; Rovira 1978). El Bronce Medio se identifica por la presencia de tazas carenadas con asas de apendices de bot6n, pero a la vez, la primera fase del Bronce Final tambien se caracteriza por esas ceramicas, en conjunci6n con la aparici6n de las primeras ceramicas acanaladas sobre umas carenadas. Existe un acuerdo general en admitir que Bronce Medio y Bronce Final I no ofrecen una discontinuidad relevante y que se mantienen los mismos rasgos en las diversas culturas regional es del Nordeste peninsular. Los f6siles directores metalicos para ambos perfodos incluyen las hachas planas de filo ensanchado, las hachas de rebordes y las hachas de tal6n con una anilla. La cronologfa del BM se iniciarfa entomo al 1500, mientras BF I ocuparfa el intervalo de 1250-1100 arq ANE. El Bronce Final II se caracteriza a partir de la implantaci6n general de ceramicas acanaladas y de las practicas de incineraci6n en umas, aunque se supone que ya estaban presentes antes en ambos casos. Las ceramicas acanaladas serfan indicadores de la primera fase de la cultura de Los campos de urnas , elperiododelos C.U. Antiguos (Almagro Gorbea 1977, 1986; Ruiz Zapatero 1985). Esta etapa se incluye en una cronologfa convencional de 1100900 arq ANE . Sin embargo, las ceramicas acanaladas aparecieron reiteradamente contextualizadas en asociaci6n a vajillas domesticas que inclufan vasos carenados y tazas con

-Bronce Antiguo = 2300/1650 cal ANE, -BronceMedio-Reciente= 1820/1150 cal ANE,

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asas de apendice de bot6n, presuntos f6siles directores del La dificultad para mantener la divisi6n entre los perfodos del esquema, al igual que en Francia, ha implicado un uso habitual de subfases conjuntadas, de manera que Rovira ya apuntaba la necesidad de plantear una etapa correspondiente al BF II-BF II/A (Rovira 1978:56).

Bronce Medio-Final I.

Finalrnente, la tercera etapa(BronceFinal III) se reconoce a partir de las urnas caracterfsticas de los Per(odosII-Ill re Vilaseca, con decoraciones acanaladas, perfiles de cuerpo c6ncavo y cuello diferenciado, en el marco de la implantaci6n de nuevos asentamientos y de la generalizaci6n de las necr6polis de incineraci6n. Los principales conjuntos de poblado-necr6polis se inician ahora. Este periodo se sitlia en una cronologfa de c. 900/850 a c. 700 arq ANE. En definitiva, la adecuaci6n a Catalufia del esquema del Bronce Final ha heredado todas sus contradicciones: el Bronce Final I no tiene entidad, se situa en el Bronce Final II el inicio de los campos de urnas sin que pueda diferenciarse claramente el Bronce Final II/A, y el Bronce Final 11/B constituye una primera etapa de una situaci6n que continua en los inicios de la Edad del Hierro.

1.4.-LA CRONOLOGIA DE LAS PERIODIZACIONES.

torno, en particular al manejar ceramicas de filiaci6n colonial que cuentan con anclajes s6lidos en secuencias propias . As f, las ceramicas de importacion, fundamentalmente en el caso de la ceramica griega, han constituido una tabla de salvaci6n para las cronologfas del Nordeste peninsular en el Ier milenio. Pero al consolidarse este sistema de fechaci6n el efecto resultante ha sido que las dataciones nunca se alejaba demasiado de las fechas seguras de las ceramicas a tomo. La fecha de las ceramicas a tomo se ha extrapolado a todos aquellos contextos donde hacfan su presencia, y con ellos a los tipos de objetos que las acompanaban . Estos se pasaban a considerar, por lo tanto, como las versiones finales de modelos producidos en fases anteriores a la presencia de importaciones, y cuando ha resultado posible se ha llevado a cabo un escalonamiento de cronologfas relativas en un sentido inverso al de las series tipol6gicas de cariz evolucionista. Los ultimas ejemplares de un tipo proporcionaban la fecha final a la cadena de seriaciones tipol6gicas y, por lo tanto, los eslabones que los antecedf an recibfan fechas progresivamente mas elevadas. El problema basico, sin embargo, ha sido que, ante el desconocimiento de la distancia temporal de transformaci6n de los modelos de producci6n de los tipos secuenciados, las fechas atribuidas han mostrado una tendencia a la baja, aproximandose a los hitos de anclaje temporal. Asf, se ha generado un efecto aplastamiento en las cronologfas, con fechas que orbitaban en elfpticas cercanas a las fechas cruzadas de las cerarnicas egeas.

Un factor comun a todas las periodizaciones, desde los primeros ensayos de Bosch Gimpera hasta las recientes sistematizaciones de los grupos de los C.V. y de los perfodos del Bronce Final, ha sido el procedimiento para ubicar temporalmente las diferentes fases. La ordenaci6n relativa se apoya habitualmente en la seriaci6n tipol6gica de metales y ceramicas, para los que se han buscado apoyos en las escasas estratigraffas disponibles, aunque estas ocupan un lugar secundario en los esquemas.

Un ejemplo reciente de aplastamiento cronol6gico se encuentra en la revisi6n de las cronologfas de la &bi Oscura del Mediterraneo. El trabajo que han iniciado James y otros autores 11• Su propuesta pretende rebajar las cronologfas del final de la cultura micenica hasta hacer desaparecer practicamente la Edad Oscura egea, sobre la base de la inexistencia de anclajes cronol6gicos que permitan elevar las fechas. Asf, contando con referencias de las fuentes escritas y con la seriaci6n de los estilos ceramicos En segundo lugar, al plantearse la cronologfa absoluta de los egeos, aplastan las fechas de la transici6n Bronce-Hierro perfodos definidos, se atiende a las periodizaciones europeas del Mediterraneo Oriental, desplazandola casi tres siglos, convencionales, bien en el marco de la seriaci6n de la MxJ. hasta situar el final del Bronce Reciente entomo al aflo 950 . de/ Bronce de las propuestas francesas, bien en relaci6n con Entre los argumentos para negar apoyo a las cronologfas los esquemas del Bronce-Hallstatt o del Bronce-C.V. de los altas egeas se sefiala la inexistencia de fechas radiometricas esquemas de la tradici6n acadernica germanica. Las fechas de para la etapa de c. 1200 a 800 en el Mediterraneo Oriental. estas periodizaciones clasicas, con cuyos f6siles directores se Pera esa deficiencia es real en muchas regiones, no en todas, ponen en relaci6n los que se reconocen en la Penfnsula y los autores parecen por completo las extensas serie de iberica, pasan asf a convertirse en la dataci6nindependienLe dataciones de Cl4 de la Penfnsula Iberica que es mencionada de las secuencias peninsulares. Evidentemente, este recurso tan s6lo en relaci6n a una crftica muy superficial de la fecha no deja lugar a dudas, y de resultar necesario cuestionar la de la fundaci6n, segun las fuentes clasicas, de la colonia ordenaci6n tipol6gica relativa, se harfa necesario llegar hasta fenicia de Gadir. las bases que fundarnentan la construcci6n de la cronologfa europea en general, dadas las intrincadas correlaciones de Por otra pane, James y sus colaboradores no son dataciones cruzadas que existen. conscientes de que su hip6tesis principal, al acortar forzosamente el desarrollo temporal de las diversas &Jades De todas maneras, la incertidumbre de una cronologfa Oscuras y estirar la duraci6n del Bronce Final en el calendru-ica a partir de dataciones obtenidas con el metodo Que han contribuido a la realizaci6n de Centuries of comparativo solo se ha considerado superada cuando lo que Darkness (1991) y de la serie de publicaciones, Studies in se usaba como f 6sil-gufa eran ceramicas manufacturadas a Ancient Chronology .

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contexrualizadas 12

Mediterraneo oriental entra en contradicci6n con los calculos realizados a partir de diversas series bien conocidas de fechas radiometricas procedentes de diversas regiones de! Mediterraneo Oriental, incluyendo Egipto. En ese contexto habrfa de si tuarse su otra crftica, precisamente a partir de las dataciones de Cl4 egipcias, a la utilizaci6n del radiocarbono que incide en un t6pico frecuente sobre las dificultades y la imprecisi6n de la tecnica. El unico argumento frente a los datos dendrocronol6gicos-radiocarb6nicos es que las fechas que proporcionan se refieren unicamente al ante quern de lo que est.an datando, dado que las construcciones se utilizan normalmente maderas de arboles viejos, que incluso pueden tener fechas distantes entre sf hasta 500 anos. La crftica esencial siempre es la de que la madera siempre serd mds vieja que su contexto.

Cronologia arqueol6gicas.

radiometrica

vs



Las contradicciones entre ambos procedimientos de dataci6n, de todas maneras no han cobrado por el momenta rango de problema aceptado, puesto que habitualmente se han descalificado las fechas radiometricas, asumiendolas como aberranJes, o bien se han aceptado como validas las cronologfas convencionales no calibradas del radiocarbono. El tema podrfa enfocarse desde la posibilidad de replantear la confrontaci6n entre arqueolog{a cldsica (dataciones ceramol6gicas) y arqueolog{a cientifista (dataciones radiometricas), y proponer una posible aportaci6n de informaci6n complementaria. Si algunas ceramicas cldsicas pueden contar con un margen suficiente de confianza en lo que respecta a su ubicaci6n temporal, podemos asumir que la fecha de su fabricaci6n constituira un terminus ante quern a su presencia en un determinado contexto arqueol6gico. Los eventos que convergen en esa presencia pueden ser variados, y la distancia temporal desde el momento de producci6n puede resultar mas o menos amplia, todo lo cual introducira un margen de imprecisi6n a la cronologfa del contexto arqueol6gico de referencia.

fechas

Por supuesto, los problemas de ajuste entre las dataciones radiometricas y las fechas convencionales no son pocas. En principio, diffcilmente se puede poner en cuesti6n una cronologfa independiente como la proporcionada por la ceramolog{a clasica, puesto que la elaboraci6n de sofisticadas secuencias de manufacturas en serie, tales como las ceramicas, ha sido uno de los principales objetivos de la arqueologfa durante mas de un siglo. Cuestionar las fechas proporcionadas por las presencias de tipos industriales de las civilizaciones mediterraneas parece una labor que, de scr efectivamente posible, exigirfa un arduo trabajo de revisi6n de los fundamentos del sistema.

Incluso en cl caso ideal de que el contexto arqucol6gico constituyera un conjunlo cerrado (tumba intacta, dep6sito artificial, unidad habitacional con estructuras y ajuar in situ ), los criterios de demarcaci6n cronol6gica ofrecidos por la ceramologfa seran solo de fndole aproximativa: la ceramica cldsica pudo llegar a un dep6sito funerario o a un ajuar domestico mucho tiempo despues de su fabricaci6n. Pero aunque el lapso temporal fabricaci6n-abandono fuera muy reducido, no nos ofrecerfa ninguna informaci6n directa, por ejemplo, sobre la fecha de construcci6n de las edificaciones a las que se asocia. Serfan necesarios en cualquier caso criterios de dataci6n complementarios para valorar cual es la medida de distancia temporal entre el abandono y la fabricaci6n de la ceramica cldsica en cucsti6n, o para establccer la fecha de las unidades estructurales que la

Por nuestra parte, unicamente querrfamos sef'ialar que, por el momenta, y para la Penfnsula Iberica, contamos con documentaci6n arqueol6gica y radiometrica suficiente como para no tener que asumir como demarcadores cronol6gicos las citadas dataciones ceramol6gicas, que nos situarfan en un debate que necesariamente nos alejarfa de los objetivos de nuestro tema de estudio, de manera que no cntraremos en la problematica que del mismo se pucde derivar.

llemos utilizado en este trabajo las series radiometricas disponibles, intentando cualificar, en la medida de lo posible, la significacion de la muestra fechada y su contexto. La datacion de referencia utilizada ha sido la fecha correspondiente a la mediana del intervalo de confianza para una probabilidad de 1 sigma del resultado de la calibracion dendrocronologica. Este resultado se ha obtenido mediante el programa CALIB, version 2.0 (Stuiver y Reimer 1986, 1988). El procedimiento descriptivo y los criterios de valoracion de! contexto y de las muestras sometidas a analisis radiomctricos coincide con el que propuso P. Gonzalez Marccn en su trabajo su trabajo sobre la fasificacion de! g rupo argcirico (Gonzalez Marcen 1991 ). El mi smo sistcma de analisis c intcrpretacion de las series radi o mctric as lo hemo s utilizado para revisar las periodi zacione s y cronologias de la Peninsula lberica en el intervalo entre 1600 -900 cal ANE (Castro 1992). En este momento sc encuentra en preparacion y saldra a la luz en breve un trabajo colectivo con la documentacion radiometrica completa de la Peninsula lberica correspondiente al Iller y al 112 milenios anteriores a nuestra era, con la revision de los fundamentos en los que se asientan las fasificaciones de la £dad de/ Bronce y las cronologias otorgadas a los distintos grupos arqueologicos (Castro, Gonzalez Marcen, Lull y Mic6, e.p.) .

No obstante, no puede dejar de sef'ialarse la cxistcncia de no pocas contradicciones entre las fechas proporcionadas por las ceramicas cldsicas y las obtenidas mediante datacioncs radiometricas, que sin duda hay que atribuir a la indeterminaci6n existente en la cualificaci6n de las muestras analizadas y a los problemas de contextualizaci6n de las asociaciones en los yacimientos. Sin embargo, si puedc ponerse en duda la viabilidad de las datacioncs radiometricas asociadas a contextos con ceramicas clasicas, a partir de los problemas de contextualizaci6n de las muesrras fechadas, no es menos cierto que las fechas de estos f6silcs gufa , sin entrar en los fundamentos por los cuales sc asume como valida su referenda cronol6gica, pueden ser cvaluadas con la misma dureza. De hecho, la amplitud de los intervalos de ciertos f6siles gufa cldsicos no es menor que la proporcionada por los intervalos de confianza de datacioncs radiometricas calibradas bien fundamentadas, cualificadas y

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contienen. Es en esta perspectiva en la que las cronologfas radiornetricas, u otros procedirnientos de dataci6n ffsicoqufrnica, pueden ofrecer esos valores de contrastaci6n.

La incorporacion de las dataciones dendrocronologicas y radiometricas a las periodizaciones de los C. V.

ANE.

En el apendice de fechas radiometricas incluiremos todas aquellas dataciones mencionadas a lo largo del texto y que nos han servido de apoyo a la hora de revisar una serie de aspectos de las cronologfas relacionadas con las manifestaciones de los C.U. del Nordeste de la Peninsula Iberica.

Este trabajo no podrfa abarcar una revisi6n de los apoyos de la cronologfa europea, pero mantener los esquemas cronol6gicos convencionales podrfa resultar excesivamente forzado en muchos casos de contradicciones entre las dataciones radiometricas y las fechas convencionales. Para el caso de las series asociadas a los C. V. existe una acumulaci6n de anomalf as creciente, sobre todo a raf z de las recientes aportaciones de las fechas radiornetricas y dendrocronol6gicas del entorno circurnalpino (AA. VY. 1986). Recientemente esta problernatica ha sido planteada para las etapas correspondientes al Brance Antigua y al Brance Media convencionales por Gonzalez Marcen, Lull y Risch ( 1992).

1.5.-EL MOLAR Y SU PAPEL EN LAS PERIODIZACIONES DE LOS CAMPOS DE URNAS PENINSULARES.

Desde la excavaci6n de la necr6polis de Mo la r en 1930 hasta la actualidad la ubicaci6n cronol6gico-cultural del yacirniento se ha visto rnodificada sustancialmente. La inestabilidad en las propuestas, fundamentalrnente en lo que se refiere a la cronologfa absoluta, es consecuencia de la reiteraci6n de la argumentaci6n utilizada en los afios 30 y 40: la seriaci6n tipol6gica de la ceramica y los rnetales de las tumbas. Modificaciones de criterio o de enfasis en la Muchas veces las dataciones de C14 se usan como una mera comparaci6n han acarreado cambios sustanciales en las ilustraci6n de las periodizaciones convencionales, de manera cronologfas adscripciones a periodo. Las dataciones basadas que una f echa radiometrica se ernplea para ejemplificar la en tecnicas ffsico-qufmicas de contextos del periodo en que se situa Molar son todavfa escasas y apenas han sido cronologfa ya asumida de un perfodo, y, en todo caso, para adscribir un yacimiento o un nivel a un perfodo cuya tenidas en cuenta. Respecto a la cronologfa relativa, son cronologfa ya se supone conocida previamente, a veces con contadas las estratigraffas o registros contextualizados de independencia de las asociaciones de la muestra datada . No yacimientos localizados en comarcas pr6xirnas que pennitan son extrafios los casos en los que la dataci6narqueal6gica establecer comparaciones en cuanto a secuencias diacr6nicas se ha utilizado para contrastar la viabilidad de las fechas de conjuntos artefactuales. En un apartado posterior profundizarernos en ambos aspectos para ubicar la radiometricas 13 • necr6polis de Molar en su contexto. En este apartado nos Ademas, al empleo de las dataciones convencionales del centraremos en la valoraci6n que se ha hecho de la necr6polis y de sus hallazgos y en la relevancia que ha radiocarbono como referente cronol6gico, con fechas nonnalrnente inferiores a las que corresponden en cronologfa alcanzado la seriaci6n de sus urnas como referente de las calendarica, se ha uni do al efecta aplastamienta que hace periodizaciones de! Brance Final de la Penfnsula Iberica. girar las cronologfas alrededor de los hitos de fechas otorgadas por ceramicas de importaci6n. El resultado ha sido la consiguiente consolidaci6n de esquemas cronol6gicos con Las primeras cronologias para Molar. fechas bajas, y con evidentes desfases entre las regione s mediterraneas orientales y las mediterraneas occidentales y Luis Pericot , al poco tiempo de la excavaci6n, situaba por centroeuropeas (Gonzalez Marcen, Lull y Risch 1992). primera vez la necr6polis de Molar en Ios esquemas de Mientras en las areas donde se rnantenfan fechas calendaricas periodizaci6n general de la prehistoria catalana . Proponfa su basadas en cruzamientos asentados en extrapolaciones adscripci6n al primer periodo de la cultura costera de astron6micas (Egipto en ultima instancia, y sus los campos de urnas en Catalunya, con una cronologfa correlaciones egeas), en el resto de las regiones las fechas se equivalente a la del Hallstatt BIC centroeuropeo de iban desacelerando a medida que se alejaban del referente Reinecke. La necr6polis quedaba asf ubicada entre los siglos segura de las importaciones egeas. VIII y VII arq ANE . En ese momento, los inicios de las culturas hallstatticas peninsulares se consideraban Este problema ha afectado menos al Mediterraneo central, representados por las ceramicas del sector oriental de la donde las importaciones micenicas de! 119 milenio han necr6polis de Can Missert (ferrassa, Barcelon a), que se venido asentando criterios para la dataci6n cruzada, que a la fechaba alrededor de! 800, mientras que el segundo periodo Penfnsula lberica, donde las primeras ccramicas imponada s de la cultura se situaba en el siglo VP (Pericot 1934: 241, de fechas seguras se han venido datando en el siglo VIII arq 250). Con este procedimienlo, se mantiene la idea de una cronologia subordinada. Las fechas de las manifestaciones de los C. U. en Europa Central aparecen siempre mas elevadas, lo cual ha facilitado interpretaciones de indole difusionista.

Con su propuesta Pericot integraba la necr6polis en el esquema cronol6gico que venfa proponiendo Bosch Gimpera desde afios atras (Bosch 1919:175; 1920:586; 1932:454). Cuando este investigador incorpor6 el yacimiento excavado

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del Hallstatt D. No obstante, plante6 que su cronologfa en Tarragona debfa ser posterior a la de los referentes comparativos continentales. Este matiz a la dataci6n cruzada centroeuropea de los ajuares metalicos se apoyaba en los paralelos entre las urnas cinerarias de Molar y las ceramicas de los poblados del Bajo Arag6n. En estos poblados aparecfan ceramicas lisas de perfiles comparables con los de Ia necr6polis del Priorat en asociaci6n a las primeras ceramicas a tomo ibericas. Sobre esa base la cronologfa de Almagro para Molar era del siglo Vl 2 arq ANE, adscribiendo el yacimiemo al 2 2 periodo de las culturas hallsttitticas peninsulares. La dataci6n baja resultaba equiparable a la de Maluquer .

por Vilaseca a sus sfntesis, mantuvo la adscripci6n de Pericot: Molar serfa una necr6polis del periodo 1-b, con una cronologfa de los siglos VIII-VII, sincr6nica a la fase reciente de Can Missert, argumentando la similitud morfol6gica y decorativa de las umas de ambas necr6polis (Bosch 1939). Despues, ya desde el exilio, Bosch Gimpera dej6 sentadas las bases de una propuesta que contemplaba la existencia de dos etapas de evoluci6n intema en la necr6polis. Partfa de la apreciaci6n de una dualidad morfol6gica en las umas para establecer una lectura cronol6gica. Mientras mantenfa en el periodo 1-b de los campos de urnas catalanes las umas decoradas con acanalados y con cuello diferenciado de tipo Can Missert, situaba en el periodo II las umas de perfiles "globulares". Para sustentar esta propuesta se basaba en paralelismos establecidos entre estas urnas y piezas procedentes de poblados del Bajo Arag6n que habfa excavado desde el Institut d 'Estudis Catalans en afios anteriores . lndirectamente hacfa ref erencia tambien a las urnas de la necr6polis de Angles (Emporda , Girona) caracterizadas por presentar pie alto . La cronologfa de esta segunda serie se situaba en el siglo VI arq ANE (Bosch 1941: 142), o con malices entre los siglos VII y VI (Bosch 1944: 338).

Molar y las culturas

Schille tambien utiliz6 los paralelos de los ajuares metalicos, en su caso para correlacionar Molar con los yacimientos del Midi trances correspondientes a los Pedodos 11-lll de Louis y los Taffanel (Schille 1961, 1969). Lo mismo hizo Schauer, aunque este investigador propondrfa un cronologfa alta , sincronizando Molar unicamente con el Periodo II de la Primera £dad de/ Hierro del Languedoc, correspondiente a la necr6polis de Le Moulin de Mailhac ya la segunda fase de las necr6polis de Millas, Can Bee de Baix de Agullana y Can Missert de Terrassa, en un momento anterior al horizonte re Grand Bassin I de Mailhac (Schauer 1975: fig. 7). Los referentes del Sudeste trances constituirfan Ia base de la sistematizaci6n de Vilaseca ofrecida en los afios 60.

hallstattica.

Con posterioridad a la publicaci6n de la monograffa de la necr6polis (Vilaseca 1943), en su trabajo sobre las culturas hallsttitticas en Catalunya, Maluquer asociaba Molar a la necr6polis de Can Bee de Baix de Agullana, subrayando las similitudes de diversos ajuares metalicos: ffbulas, cadenas, cuchillos de hierro . Con ambos yacimientos definfa el Grupo C del Hal/stat/ catalan y proponfa para el mismo una cronologfa correspondiente a sus perfodos II y III. Para ellos defendfa una cronologfa que rebajaba Ios planteamientos de Bosch Gimpera en anos anteriores. Asf, Molar se fecharfa entre los siglos VI y V arq ANE, situandose su momento final en el siglo IV, antes del inicio de la cultura iberica (Maluquer 1946:128, 182).

Molar y la periodizaci6n

de Vilaseea.

En 1943 Vilaseca public6 la monograffa de la excavaci6n de la nccr6polis y el poblado de Molar, aceptando la cronologfa alta de Bosch y sus argumentos (Vilaseca 1943: 48). Sin embargo, no acept6 de la misma manera la periodizaci6n intema que se habfa sugerido. A parte de las comparaciones de los materiales de la necr6polis con los referentes centroeuropeos, habituates en aquel momento, Vilaseca centr6 su estudio en la evoluci6n de las ceramicas en el Sur de Cataluna. Con ello iba perfilando su conocida periodizaci6n, que presenta, en un primer ensayo, poco despues (Vilaseca 1947: 41-45). En esta primera sistematizaci6n se introducfa una sugerencia de cronologfa baja, que suponfa dar a Molar una temporalidad correspondiente a los siglos VII-VI arq ANE. En esta propuesta se aprecia claramente la influencia ejercida por la publicaci6n del trabajo de sistematizaci6n de las culturas hallstatticas catalanas realizado por Maluquer de Motes (1946), que rebajaba sustancialmente las cronologfas de Bosch Gimpera. No obstante, cuando Vilaseca present6 la elaboraci6n definitiva de su periodizaci6n retom6 la dataci6n alta en los mismos terminos que se habfa manejado en los afios 30.

Esta cronologfa baja fue muy pronto criticada por MacWhite, quien subrayaba la presencia en la necr6polis de una ffbula de pivote, un tipo para el que seflalaba paralelos en Sicilia del siglo VIII arq ANE (Mac White 1951: 117). Por su parte, Almagro Basch efectu6 una revisi6n crftica de la periodizaci6n mantenida por Bosch Gimpera desde los aftos 20. Seftalaba que las etapas que distingufa el prehistoriador catalan carecfan de definici6n y se basaban exclusivamente en las formas de las umas, a las que se otorgaba unas cronologfas que cambiaban con cada nueva versi6n del esquema (Almagro Basch 1952: 173). Como altemativa a las seriaciones ceramicas Almagro propuso asentar la cronologfa de Molar en las tipologfas de los objetos metalicos, y para ello recurri6 a paralelos con Europa Central . El resultado fue plantear la correspondencia de los ajuares de Molar con los f6siles directores metalicos

En el esquema definitivo (Vila seca , Sole y Mane 1963; Vilaseca 1973) Molar se presenta como el yacimiento -tipo del Periodo Ill de la cultura hallstattica del Sur de Catalunya . La argumentaci6n de la cronologfa relativa se fundamenta en su posici6n intermedia las primeras

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momenta anterior, representado en las cuevas. Los citados rasgos morf ol6gicos de las ceramicas y la casi total ausencia de ajuares metalicos en las tumbas, distanciaban estas necr6polis de las del Periodo Ill. En Molar y en la necr6polis de La Tosseta de Guiarnets (Priorat, Tarragona) se constataba ceramicas f unerarias evolucionadas respecto a las del Periodo II, con la desaparici6n de los biseles internos y la arista marcada de uni6n en los bordes, que ya no seran c6ncavos, sino rectos. Las bases presentan pies anulares clararnente diferenciados. Se mantend.rfan los temas decorativos acanalados, con la innovaci6n de su asociaci6n a motivos de impresiones y la presencia de nuevos perfiles, en los que ya no aparece un cuello dif erenciado entre el cuerpo y el borde. Estas ultimas podfa presentarse decoradas con botones en relieve o sin decorar.

ceramicas acanaladas del Periodo I y la aparici6n de las primeras ceramicas a torno en el Periodo IV, representado por Can Canyis (Banyeres, Tarragona) y otras necr6polis costeras. En estas ultimas se constataba la incorporaci6n del torno rapido en la producci6n ceramica y un aumento cuantitativo y cualitativo en la utilizaci6n de artefactos de hierro, lo que permitfa precisar su dataci6n en los siglos Vlinicios del V arq ANE. Este periodo ha pasado a formar parte de la cultura iberica en las propuestas vigentes en la actualidad. Molar serfa inmediatamente anterior, sin ceramicas a torno pero presentando los primeros objetos de hierro y algunos tipos de elementos de bronce que perdurarfan en el periodo de Can Canyis (ffbulas de doble resorte). Paralelamente, se ubicaba en un momento posterior al Periodo I, caracterizado por la continuidad de las cuevas del Priorat, de acuerdo con un sistema de ocupaci6n constatado a lo largo de etapas precedentes. En estos yacimientos en cueva aparecerfan las primeras ceramica decoradas con acanalados, conjuntamente con ceramicas adscritas a una tradici6n de la Ed.ad del Bronce . Para las ceramicas acanaladas de las cuevas se conocfan ejemplares similares en las cuevas del Midi frances y en la fase temprana de la necr6polis de (Terrassa, Barcelona). Se trata de ceramicas con perfiles de carena angular, bases planas sin realce externo, bordes exvasados de curvatura c6ncava, labios planos hacia el interior, biseles en la pared intema y uni6n en arista interna en la uni6n del borde. Su decoraci6n presenta temas de lf neas, zigzags, series de trazos oblicuos en la carena y lfneas concentricas en la pared inferior, alrededor de la base o en el fondo externo de esta, realizadas con la tecnica del acanalado. Su cocci6n serfa reductora y sus superficies presentaban un acabado bruf'iido. Estas ceramicas estaban asociadas a conjuntos sepulcrales de inhumaci6n, coma la cavidad funeraria con un enterrarniento multiple de la Cova N de Arbolf (Priorat, Tarragona). Tarnbien eran conocidas en yacimientos, presumiblemente de habitaci6n, al aire libre.

Pero seran sobre todo los ajuares metalicos que aparecen en estas necr6polis, los que definan las practicas funerarias de este momento. Se trata fundarnentalmente de objetos de bronce (torques, cadenas, ffbulas, brazaletes y otros adomos), pero tambien de hierro (cuchillos). La cronologfa del Periodo Ill para Vilasecaquedaba ubicada en los siglos VIII-VIIarq ANE, mientras la fase I se elevaba a los siglos X y IX. El periodo II tendrfan un reducida arnplitud cronol6gica, en la primera mitad del siglo VIII arq ANE. Los argumentos basicos para precisar la cronologfa absoluta de Molar fueron sobre todo los tipos de ajuares de bronce: los paralelos de los temas decorativos de los brazaletes, con motivos de volutas y trazos fueron paralelizados con hallazgos en yacimientos del Iago de Le Bourguet, en los Alpes Orientales y en necr6polis del Midi frances, concretamente en Los Fados (Pepieux, Aude). La presencia de ffbulas del doble resorte tenfan su contrapartida en la necr6polis de Le Moulin de Mailhac, y por ende en la primera fase de la cultura de Mailhac. Finalmente, la presencia de los objetos de hierro, considerados aun hoy los mas antiguos del Sur de Catalunya tarnbien se comparaba con los ajuares mailhacienses.

El abandono de las cuevas y el inicio de las practicas de incineraci6n en necr6polis, serfan los cambios fundarnentales en la transici6n hacia el Periodo Ill, en el que el poblado de Molar representa un nuevo modelo de asentamiento. Sin embargo, se definfa una etapa intermedia, el Periodo II, documentado unicarnente en necr6polis del Priorat y del valle del Segre -Les Obagues de Montsant, Llardecans, Roques de Sant Formatge- . Esta etapa estaba caracterizada exclusivamente por las ceramicas funerarias, con una evoluci6n de rasgos intermedia entre las tfpicas del Periodo I y las del Periodo Ill. Mantenfan el modelo de bordes c6ncavos con biseles intemos y uni6n en arista por el interior, pero el perfil presentaba formas nuevas, de carenas redondeadas y cuellos diferenciados de orientaci6n convergente hacia el eje de simetrfa . Las bases segufan siendo planas o convexas sin realce, o presentaban un modelo de pie anular muy poco desarrollado. Los temas decorativos eran los mismos queen el Periodo I, pero aparecfan las guirnaldas de semicfrculos concentricos.

Esta correspondencia permiti6 a Yilaseca precisar la cronologfa intuida por la anterioridad a las necr6polis con las primeras importaciones ceramicas coloniales de la costa catalana: Molar podfa fecharse a partir de su sincronizaci6n con la secuencia de la Primera Edad del Hierro languedociense. La influencia de las sistematizaciones francesas se habfa vista facilitada por la publicaci6n de la sistematizaci6n de las necr6polis de incineraci6n y las estratigraff as languedocienses (Louis, Taffanel y Taffanel 1955, 1958, 1960). La coherencia de la periodizaci6n de Vilaseca facilit6 su aceptaci6n por investigadores franceses, coma la mejor sistematizaci6n catalana, perf ectamente correlacionable con los esquemas del Bronce Final del Midi (Guilaine 1972: 343). Asf mismo, ha sido adaptada a las seriaciones propuestas para las nuevas excavaciones realizadas desde los anos 60 en el valle del Segre (Pita y Dfez-Coronel 1968; Maya 1977) y ha influido decisivarnente en las recientes

La practica de la incineraci6n suponfa una ruptura con el

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sistematizaciones generales de la cuLtura de Los campos de urnas en el Nordeste peninsular (Almagro Gorbea 1977; Ruiz Zapatero 1985).

Molar y los perfodos de los C. U.

Almagro Gorbea (1977: 101-102, 126) y Ruiz Zapatero (1985: 162-170) retomaron la propuesta de Bosch de una periodizaci6n intema de la necr6polis de Molar a partir de la variabilidad morf ol6gica de la ceramica, articulando los datos de esta con los que ofrecfan los ajuares metalicos. Definen basicamente dos perfodos. El periodo antiguo de la necr6polis se define contando con las ceramicas acanaladas y los brazaletes con decoraciones incisas o sogueadas como f6siles directores. En esta fase se incluyen tambien la ffbula de pivote y los torques con extremos bic6nicos y decoraci6n incisa hallados sin contexto durante la excavaci6n. Ruiz Zapatero subdivide este periodo en dos etapas: En la fase I-a se incluyen algunas tumbas sin ajuares metalicos consideradas contemporaneas a la necr6polis de Les Obagues ya la fase III de Can Missert. Se trata de urnas que pueden ponerse en relaci6n con el modelo caracterizador, segun Vilaseca, del Periodo II . Esta etapa inicial se situa en la 1e Pase de los C.U. Recientes, data1a por Almagro Gorbea en el siglo IX arq ANE. Se citan como umas tfpicas de este momento las nQ86, 117 y 137, que se describen por su perfil bitroncoc6nico,su carena suave, el horde c6ncavo y la base plana 14 • La fase 1-b de la necr6polis estarfa caracterizada por las umas de tipo Can Missert Ill -Les Obagues evolucionadas, en las que junto a la decoraci6n de acanalados aparecen las decoraciones de impresiones metalicas y los pezones en la carena. El borde ya no es c6ncavo sino recto y se presentan pies anulares. En esta etapa empezarfan a aparecer ajuares metalicos, que antes no existfan, en forma de brazaletes y torques con decoraci6n incisa y ffbulas. Esta etapa de la necr6polis se adscribe al 2 2 periodo de LosC.U. Recientes, con una cronologfa del siglo VIII arq ANE. El segundo periodo de la necr6polis se ubica en la J'l Jase de los C.U. de la Edad de/ Hierro, con una cronologfa de! siglo VIIQ arq ANE, correspondiente al horizonte protocoLoniaL fenicio. Se caracteriza por la desaparici6n de las urnas decoradas con acanalados y por el empleo de recipientes funerarios que carecen de decoraci6n o que presentan relieves o incisiones (uma nQ91). Estas umas se caracterizan por presentar pies altos y perfiles bic6nicos o globulares. A este momenta corresponderfan los ajuares metalicos mas importantes de la necr6polis, con brazaletes lisos de secci6n rectangular, torques, cadenas, ffbulas de doble resorte y piezas de hierro, fundamentalmente cuchillos La caracterizacion de las umas se basa en la descripcion y el material grafico proporcionado por Yilaseca, que evidentemente acarre6 errores de apreciacion. Como veremos todas estas umas presentan pie anular, incluso de los relativamente mas altos en el caso de la uma 137.

tipo Grand Bassin I. Ruiz Zapatero (1985: 170) considera que el momento final de la necr6polis se situa en tomo al afio 600, corresponderfa a las tumbas cuyos ajuares presentan los cuchillos de hierro y cadenas tipo Can Canyis, asf como a la presencia de umas sin ajuar decoradas con cordones impresos. Esta propuesta de seriaci6n cronol6gica de la necr6polis de Molar, la mas reciente, y que se imbrica en la periodizaci6n general de los grupos de Los C. U. es la queen este momento cuenta con mayor aceptaci6n 15 • ofrece claramente demarcadas varias etapas en las tumbas, de manera que la seriaci6n particular del yacimiento coincide con la propuesta de secuencia global para todo el Nordeste peninsular. Sin embargo, merece la pena subrayar las contradicciones que conlleva la propia definici6n de la secuencia, puesto que de la misma se deriva la existencia de una dicotomizaci6n temporal en la presencia de ajuares metalicos que fundamenta una lectura social disociada de los enterramientos. En la formulaci6n de la fasificaci6n se aprecia un continua solapamiento de los criterios que pretendidamente sustentan la demarcaci6n temporal. Asf, se afirma la desaparici6n de las ceramicas acanaladas en el segundo periodo, pero se acepta su perduraci6n debido a que la urna 155, que corresponde al modelo propio de la fase 1-b se asociaba a un cuchillo de hierro, f6sil director del ultimo momenta de la fase siguiente 16 • Paralelamente, la presencia de decoraci6n de botones en relieve se considera propia de las ceramicas del segundo periodo, a pesar de que entre las urnas tfpicas de! primer momenta de la necr6polis (fase I-a) se incluye la nQ 137 que presentaba esa misma de decoraci6n, aunque asociada con acanalados. En definitiva, y en cuanto a la dinamica cronol6gica de la necr6polis, parece mas prudente partir por el momenta de la propuesta inicial de Vilaseca de considerar en conjunto la La cronologia incorporada a este esquema cronologico es actualmente admitido de manera general. No obstante, existen ciertas opiniones ue plantean rebajar la datacion de la necropolis . Pellicer ha puesto en duda las fechas de los Periodos I y JI de Vilaseca y ha considerado como unico criteria de datacion la presencia de fibulas de doble resorte y de cuchillos de hierro . Es tos objetos serian, en su opinion, objetos orienlalizanles del siglo Vl 11, por lo que situa el Periodo Ill de Yilaseca y la necropolis de Molar enLTclos siglos VII-YI arq ANE (Pellicer 1982: 212) . 16

De hecho, no es solo esta uma la que presenta el tipo de perfil propio de la Fase I y un cuchillo de hierro como ajuar, ya tambien lo mismo ocurre en la tumba 146, del "tipo de la n2 19" segun Vilaseca-. Puesto que solo son cuatro las tumbas con cuchillos de hierro, y dado que la urna de una de ellas no fue descrita por Yilaseca (ni hemos podido identificarla en nuestro cstudio de la ceramica), unicamente la urna 150 representa la asociacion ceramica-metal propia del momenta final de la necropolis en la fasificacion de Almagro Gorbea y Ruiz Zapatero.

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necr6polis como parte de una determinada etapa de la prehistoria de las comarcas meridionales catalanas, posterior a la fase mas temprana de las ceramicas acanaladas en la regi6n y anterior a los inicios de la cultura iberica.

Molar y los inicios de la cultura

iberica.

Molar se considera en la actualidad una necr6polis representativa de los conjuntos artefactuales implicados en redes de intercambios gestionadas con la mediaci6n de comercio fenicio en el umbra! de los inicios de la cultura iberica. Por lo tanto, el yacimiento se situa a caballo entre el final de la Prehistoria y los comienzos de las sociedades ligadas a la Protohistoria de manera que forma parte de los contenidos que se proponen para las fases transicionales de los inicios de la iberizaci6n. Asf, contando con la existencia de esa etapa de comercio fenicio en el entomo del Bajo Ebro, se ha venido definiendo la existencia de un horizonte preiberico que a grandes rasgos corresponde a la J'! Jase de los C.U. de la Edad del Hierro de Almagro Gorbea y Ruiz Zapatero. Esta f6rmula se inscribe en la periodizaci6n de E. Junyent (1976, 1987; Junyent y Barbera 1982) de la cultura iberica de la cuenca del Segre, y ha sido incorporada a la perioclizaci6n de esta en el Sur de Catalunya y el Bajo Arag6n (Sanmartf y Padr6 1978; Sanmartf 1987). Este horizonte se plantea como una etapa, fechada en la segunda mitad del siglo VII arq ANE, en la que el comercio fenicio introduce por el delta del Ebro una serie de manufacturas metalicas y ceramicas (ffbulas de doble resorte, hierro, anforas, vasos pintados polfcromos a tomo). Inmediatamente despues se situarfa el inicio de la cultura iberica, el Horizonte lberico Antigua I fechado entre 600 y 550 arq ANE, en el que situan las primeras ceramicas a torno con decoraciones pintadas de estilo iberico, importaciones de ceramicas finas griegas y etruscas, escarabeos y ffbulas de bronce. Estos materiales se documentan en los poblados y necr6polis de las llanuras costeras catalanas, de la Ribera d'Ebre y del Bajo Arag6n y constituyen los indicadores de una inflexi6n en las caracterf sticas de las manifestaciones arqueol6gicas en la zona. Tambien desde la misma perspectiva del proceso de iberizaci6n, se ha acufiado el termino de periodo Protoiberico, que hace referencia al intervalo de 800-650 arq ANE y que corresponde a la fase de comercio precolonial que supondrfa la introducci6n entre las comunidades de los C. V. catalanes de piezas de hierro (Maluquer, 1982: 35).Esta idea es similar a la del Periodo de F ormaci6n vertido en una sfntesis del estado de la cuesti6n sobre los orfgenes de la cultura iberica. Esta etapa agruparfa los horizonte preiberico-iberico antfguo y se situarfa en unas cronologfas entre 750 y 500 arq ANE. El indicador de esta etapa lo constituyen las importaciones de hierro en el entorno del Bajo Ebro, vinculadas a la actividad comercial fenicia desde Ibiza (Junyent y Barbera 1982: 94).

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En definitiva se trata de vincular la etapa tradicionalmente denominada Hierro antiguo o inicial a la cultura iberica, como referente del final del desarrollo hist6rico de la primera mitad del Ier milenio. En esta etapa de inflexi6n es donde la necr6polis de Molar aparece como expresi6n de los conjuntos artefactuales propios de las comunidades de las areas del curso bajo del rf o Ebro, precisaente representando la etapa previa al momento de inicio de las nuevas condiciones hist6ricas que se desarrollan a partir de! siglo VIQ.

II

DESCRIPCION,

ANALISIS Y CLASIFICACION

LA CERAMICA FUNERARIA DE MOLAR

DE

y/o dar un acabado a las superficies mediante determinados tratamientos, asf como a una coccion que provoca un cambio fisico-qufmico y que asegura la creacion de una materia inexistente en la naturaleza. Las diferentes maneras de procesar la arcilla para obtener ceramica seran el resultado de las decisiones y condiciones tecnicas y sociales ligadas al acceso a las materias primas, a la organizacion tecnica y social de la producci6n, y a los conocimientos, experiencias y medios materiales al alcance de las unidades productivas.

11.1.-PRINCIPIOS DEL ANALISIS Y CLASIFICACION DE LA CERAMICA. La descripci6n, analisis y clasificaci6n de la ceramica de Molar constituye el contenido de este apartado. Pero antes de pasar a exponer el procedimiento analitico, hemos considerado necesario explicitar los fundamentos que sustentan el tratamiento de los datos. Para organizar la informaci6n hemos elaborado un sistema de clasificacion abierto, operativo a la hora de proponer vinculos entre las categorias tipol6gicas y las diversas esferas de las actividades econ6mico-sociales. Hemos intentado apartamos de las tipologias basadas en una unica lfnea taxon6mica jerarquica, que s6lo permiten lecturas sociales unidimensionales. Las urna s de la necr6polis fueron manufacturadas, distribuidas y utilizadas en el seno de una comunidad en la que cubrieron unas necesidades sociales especificas. Fueron concebidas y fabricadas siguiendo modelos de produccion detenninados y de acuerdo con los medios y saberes tecnicos disponibles. Se seleccionaron para su uso funerario con criterios detenninados, que es preciso diferenciar de aquellos por los cuales se gestionaron los productos cerarnicos en el marco de otras actividades economico-sociales. Finalmente, las urnas fueron asociada s a uno u otro enterrami ento dependiendo de las decisiones del grupo involucrado respecto a los rituales funerarios y de las condiciones material es en que estos tenfan lugar. Ademas , cada uno de los ambitos que pueden poner en relaci6n ceramicas y dinamica economicosocial de la comunidad de Molar probablement e sufrieron cambios en su expresi6n material con el paso del tiempo. Modelos de producci6n, tecnologfa alfarera, selecci6n funeraria, asociacion a diversas categorias de enterramientos y marco cronol6gico de cada clase de urna s constitu yen esferas de variabilidad que contaran con expresiones tecnomorfometricas que deben dilucidarse. Cada una de las esferas de expresi6n econ6mico -social pudo materializarse en una o mas esferas de variabilidad de la ceramica. La reiteraci6n de atributos en las mismas umas subrayara la existencia de tendencias en la fabricaci6n y/o utilizaci6n. En nuestra propuesta, sera esa convergencia la que indique la existencia de una expresion economico-social y, por lo tanto , solo despues de detectar las asociaciones significativas podremos involucrar las tendencias de produccion en su uso social y en su marco hist6rico. La esfera tecnologica y las tendencias de produccion pueden evaluarse contando con la ceramica como unico objeto de estudio y considerando en esta clase de productos la asociaci6n de atributos continuos o discontinuos. Cualquier conjunto ceramico, comparte unos factores comunes tecnol6gicos derivados del empleo de la misma materia prima, arcillas y desgrasantes accidentales y/o intencionales. Esa materia prima esta sometida a ciertos procesos de transformaci6n, amasado y modelado, a una actuacion secundaria para affadir elementos adicionales, decoracion es

Para evaluar los productos ceramicos en cuanto a su uso y obtener de ello una lectura social, resulta imprescindible la contextualizacion, la asociacion entre productos . El conjunto constituido por la ceramica procedente de la necropolis de Molar ofrece garantfas de contextualizacion, dada su utilizacion en el ritual funerario y su deposici6n en relaci6n con las tumbas . Disponemos de conjuntos cerrados cuyos limites cronol6gicos no son excesivamente amplios. Contamos con la posibilidad de asociar producciones ceramicas a producciones metalicas y a estructuras constructivas en el propio ambito de la necropolis. Esta potencialidad se hace extensiva a los restos humanos y a los indicadores de f ndole paleobiologica que estuvieron asociados a los enterramientos, aunque las deficiencias del registro y la imposibilidad de efectuar analfticas sobre las evidencias conservadas ha mermado esta posibilidad hasta anularla. Mas alla de la necropolis , las convergencias-divergencias en los artefactos de uso funerario en Molar tambien pueden redimensionarse, contando para ello con la asociacion necropolis-asentarnie nto en el cerro de El Calvari, y con la disponibilidad de un elevado numero de registros de excavaci6n en el entorno geografico de la cuenca del Siurana, del valle del Ebro y en general del Nordeste peninsular. Antes de considerar las diversas escalas de contextualizacion de la ceramica de la necropolis, resulta necesario disponer en primer lugar de una taxonomfa que de cuenta de las diversas esferas de variabilidad que pudieron Lenersentido social en el pasado. Vamos a centrarnos, pues, en los atributos intrinsecos de la ceramica, como base de la construccion taxonomica que desarrollaremos a continuacion, y en una reflexi6n previa sobre las implicaciones arqueol6gicas de la taxonomfa. Respecto a este ultimo aspecto, debemos seguir teniendo en cuenta las aportaciones de Clarke (1968, 1984): dificilmente se puede acometer una aproximaci6n taxonomica que desconsidere la evaluaci6n que hizo este investigador sobre los procederes de las metodologfas arq ueologicas. La primera afirmacion taxonomica debe valorar el lugar que ocupan las ceramicas en cuanto a elementos de informaci6n arqueologica . Las ceramicas son productos resultantes del trabajo social, obtenidos mediante la utilizaci6n de detenninados instrumentos y procedimientos, actuando sobre unas materias primas. Las ceramicas constituyen evidencias de las condiciones de gesti6n social de la materia. Son artefactos, y, como tales , proporcionan una informacion sobre la materialidad socializada (Lull 1988).

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El proceso de definici6n de categorfas a partir de los atributos que comparten grupos de artefactos, constituye el "metodo tipol6gico". Por supuesto, la taxonomfa es un procedimiento mediador de caracter instrumental. Aislar y reconocer "tipos", su estructuraci6n intema y su articulaci6n con el resto de las evidencias arqueol6gicas carece de sentido (arqueol6gico en cuanto hist6rico), si no es para vincular las clases taxon6micas a la inferencia hist6rica: el concepto "tipo" debe contener la noci6n de modelos de producci6n (Estevez y Lull 1984: 235). Los "tipos" no pueden considerarse meros modelos abstractos, coherentes con la 16gica intema de estructuras o sistemas formales, puesto que de pensarlos asi constituirian callejones sin salida: la explicaci6n de los objetos se veria limitada a su adscripci6n a un tipo. La informaci6n relevante vinculada a los artefactos esta contenida en la manifestaci6n fisica que estos ofrecen como objeto de estudio arqueol6gico. Para ello es precisa la selecci6n entre los atributos observables (variables epistemicamenteindependientes) que presenta cada artefacto. Deberan proponerse y aislarse aquellos atributos que estan imbricados en las actividades sociales de una comunidad. Para alcanzar este objetivo deberan desplazarse aspectos irrelevantes o resultantes de situaciones aleatorias (ruido en clave de teoria de la informaci6n), asf como los que son fruto de las concliciones que median entre el abandono social de los objetos y su estudio arqueol6gico (Castro, Lull y Mic6 1993). Para lograr vincular atributos materiales y dimensiones sociales es necesaria una clasificaci6n previa de las variables seleccionadas. A partir de ella, podremos establecer convergencias entre variables y sustentar la articulaci6n de los datos en sistemas de relaciones, en nuevos esquemas de referenda que alcancen significaci6n. Nos situamos en las proximidades de la clasificaci6n politetica que constituye el modelopara las entidadesarqueo/6gicas de Clarke.

econ6mico-sociales del pasado. En tal caso, las tipologfas pueden ser suficientemente expresivas como para cobrar valor arqueol6gico. Sin embargo, este tipo de clasificaciones solo puede tomar en consideraci6n facetas muy concretas, y unicamente en ellas tienen sentido. En ultima instancia, las tipologias de esta indole se convierten en clasificaciones basadas en una unica categoria. Que duda cabe de que la dicotomizaci6n de las ceramicas en funci6n de su fabricaci6n o no como resultado del empleo del tomo rapido puede ponerse en relaci6n con el grado de especializaci6n del trabajo exigido para manejar ese instrumento de producci6n. Pero sera necesaria siempre la -existencia de diversas taxonomias monoteticas para integrar en ellas la materializaci6n de la situaci6n social estudiada. Por ello, finalmente, la evaluaci6n de la ceramica exigira un planteamiento politetico que englobe las diversas clasificaciones monoteticas, que se veran relegadas a ocupar un papel de segundo orden, una esfera de informaci6n parcializada. No obstante, un proceder muy extendido en la confecci6n de tipologias adopta una perspectiva monotetica que no permite una aproximaci6n como esa. Muchas clasificaciones de ceramicas se han aproximado a modelos monoteticos, no tanto por el rigor de la jerarqufa ordenadora de los taxones como por el enfasis en la busqueda de la identidad y en la creaci6n de tipos dependientes de una atribuci6n singularizada. Los f6siles-directores de la arqueologia tradicional consisten en la mayor parte de los casos en tipos identificados en muy pocos casos concretos, hasta el punto de que a veces el ejemplo del tipo es el unico caso conocido. La tipologia tiende a destacar ciertos rasgos singularizadores. La unidimensionalidad de la taxonomizaci6n de f6silesdirectores dirige la interpretaci6n de los tipos exclusivamente hacia una lectura cronol6gico-cultural. En esta manera de tipologizar se solapa, ademas, la falta de sistematizaci6n propia de las aproximaciones impresionistas: un perfil, una tecnica decorativa, un tema ornamental o un tratamiento de superficie suelen ocupar en una tipologia cronol6gico-cultural el mismo nivel taxon6mico, definiendo variantes del mismo orden, que dificultan la adscripci6n. El manejo de f6siles-directores con valor cronol6gico-cultural, definidos a partir de variables de diversa naturaleza, resulta muy dificil cuando se da la convergencia en el mismo caso de rasgos considerados propios de diversos periodos o culturas. Entonces unicamente nociones de tradici6n e influencia, de prototipos ode perduraciones, resuelven aparentemente casos concretos, a pesar de que ponen en entredicho el sistema en su conjunto.

La contraposici6n entre clasificaciones monoteticas y politeticas fue claramente expuesta por Clarke (1968, 1984). El sistema de clasificaci6n monotetico se caracteriza por la adscripci6n de cada objeto a un tipo a partir de la idea de identidad: la pertenencia o no al tipo se vincula con la presencia-ausencia de los caracteres tfpicos que constituyen la esencia del tax6n . La clasificaci6n de artefactos consiste en encontrar para cada uno un tipo, su lugar en la tipologfa previamente definida y jerarquizada. Para proceder dentro de este sistema se hace necesaria la elaboraci6n de una clasificaci6n basada en la determinaci6n de una clave ordenadora. El modelo de taxonomfa biol6gica ilustra los modelos monoteticos: familia, genero, especie y subespecie son unicos y cada animal o vegetal ocupa un solo lugar en la clasificaci6n. La multiplicidad del mundo fisico y la diversidad de contextos que definen cada situaci6n se restringen a la unidimensionalidad taxon6mica.

Las clasificaciones impresionistas-monoteticas (Mont6n 1993:264), ademas, son resultado de la pretensi6n de "poner en orden" a la totalidad del material de referencia. Asi, aunque en ocasiones pueden resultar acertadas ciertas impresiones percibidas en los conjuntos artefactuales, estas no se acotan y se sistematizan, sino que se sobredimensionan hasta implicar a todos los criterios clasificatorios . Los rasgos atisbados como relevantes en esa

Una taxonomizaci6n rigurosa de caracter monotetico proporciona clasificaciones especificas que se pueden poner en relaci6n con determinado s ambitos de las actividades

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perspectiva subjetiva, guian entonces la clasificaci6n, pero esta se ofrece en un formato que se pretende estructurado, bien bajo la nominaci6n de entidades que sobrepasan la esfera de las manifestaciones arqueol6gicas consideradas, bien bajo el subrayado de uno o varios rasgos. Frente a ese enfoque, la propuesta de una taxonomfa politetica (Clarke 1968, 1984) permite obtener una clasificaci6n en la que tengan cabida las distintas esferas de variabilidad, como expresi6n de los distintos ambitos sociales del pasado que configuran la producci6n, acceso y uso de los productos. El grupo politetico esta fonnado por casos que se adscriben al grupo porque poseen un determinado mimero de atributos caracteristicos, no porque se identifiquen con la totalidad de rasgos definidores; cada atributo puede ser un factor comun a muy distintos elementos adscritos al grupo pero ninguno de los atributos es a la vez suficiente y necesario para asegurar la calidad de miembro del grupo (Clarke 1984: 31). Las agrupaciones politeticas, obtenidas mediante la demarcaci6n de tendencias de asociaci6n de variables permiten ordenar los casos empiricos en funci6n de la aproximaci6n a esas tendencias y no de la identidad con una atribuci6n demarcadora.

perspectiva funcional, se ajusta tambien a patrones estilfsticos, y ambos no son incompatibles con la asociaci6n de elementos secundarios o de atributos morfol6gicos considerados en otra esfera de variabilidad. Cada producto contara con elementos que lo singularizan, lo mismo que con elementos que comparte con aquellos que igualmente intentan reproducir una norma de producci6n. Las multiples dimensiones de la ceramica (Van der Leeuw y Pritchard 1984) tienen que quedar clarificadas en cuanto a su caracterizaci6n intrinseca (arqueol6gica sensu estrictu ) para redimensionarse en una interpretaci6n econ6mico-social (hist6rica).

Las esferas de variabilidad agrupaciones de atributos.

de la ceramica y las

De acuerdo con el modelo taxon6mico propuesto, hemos delimitado varias esferas para considerar en ellas la variabilidad de la ceramica y para definir los atributos continuos y discretos sometidos al analisis. Las variables se han agrupado en las siguientes esferas: 1.-Morfotipos de perfil. 2.-Tendencias morfometricas del Perfil. 3.-Capacidad de los recipientes. 4.-Morfometria de la base y de los elementos sustentaci6n. 5.-Morfotipos secundarios: borde, cuello y base. 6.-Elementos adicionales de caracter funcional. 7 .-Tecnicas y temas decorativos. 8.-Indicadores de los procesos de producci6n ceramica.

Puesto que no hay dos casos identicos, seran los factores comunes los que otorguen valores a la proximidad. Cuando existe una tendencia de producci6n que da lugar a series de productos, la mayor o menor proximidad a la nonna de los modelos productivos indicara en que medida existen o no homogeneidades en la normalizaci6n productiva. Cuando las tendencias de producci6n son el resultado de la convergencia de distintos modelos de referencia, la asociaci6n relevante de atributos obtenidos por ajustes a cada tendencia productiva permitira establecer como se expresa la materializaci6n de las diversas esferas que engendran los modelos y los usos sociales.

de

Cada esfera de variabilidad ha sido definida de acuerdo con una serie de variables excluyentes, cualitativas o cuantitativas, y contando con ellas se han establecido categorias significativas. Dentro de cada esfera de variabilidad se ha establecido una clasificaci6n unidimensional, de manera que podriamos definir tipologias aut6nomas (de caracter monotetico). Con esta clasificaci6n ha sido posible controlar la dependencia de cada categorizaci6n con aquellos ambitos de inferencia directa que la informaci6n intrinseca de la ceramica permite, con el objetivo de establecer mas tarde las asociaciones significativas. La convergencia de taxones de las diversas esferas de variabilidad se ha establecido mediante la instrumentalizaci6n de la estadistica inferencial.

En definitiva, las regularidades que posibilitan la clasificaci6n taxon6mica podran detectarse en funci6n de proximidades, no de identidades esenciales. Y las decisiones adoptadas al clasificar los objetos expresanin diversas esferas de variabilidad de los productos. Los resultados abiertos que ofrece una taxonomia politetica nos permitira detectar asociaciones significativas dentro de la variabilidad infinita de atributos, mientras que una clasificaci6n cerrada de tipos monoteticos unicamente nos informaria de manera circular de aquel espacio de expresi6n demar""'io al concebir la clasificaci6n.

Las asociaciones corroboradas estadisticamente, de acuerdo con la teoria de la probabilidad, cumplimentan la caracterizaci6n de Agrupaciones de Atributos (AGA), que consideraremos la expresi6n taxon6mica de nivel superior, puesto que esperamos hallar en ellas la expresi6n de tendencias de producci6n ceramica socialmente significativas. En la medida en que las distintas AGA pueden ser el resultado de convergencias de esferas de variabilidad de diverso grado, hemos otorgado mayor relevancia a aquellas que implican un numero de categorias mas elevado.

La definici6n de tendencias-modelos a traves de una clasificaci6n politetica pretende reconocer la norma, impuesta o admitida, y destinada a mantener la utilidadexigencia de los productos en el marco de las actividades de los grupos sociales. Las tendencias reconocidas como expresiones ajustadas a normas mas o menos estrictas pueden entenderse como manifestaciones de modelos de referencia, y como tales son reproducidas, dentro de una heterogeneidad acorde con la variabilidad de rasgos de todo conjunto artefactual. En el caso de la ceramica, la manufacturaci6n de un modelo de recipiente, desde la 26

alteracion postdeposicional que han afectado a las tumbas han incidido fundamentalmente en la parte superior de las urnas, mas pr6xima a la superficie, ya que se colocaban verticalmente. Vilaseca nos informo que el hallazgo de las urnas se producia a profundidades de un maximo de 50 cm. de la superficie del terreno. La destruccion mecanica de la parte superior ode la totalidad de la urna ha sido el resultado de las labores agricolas efectuadas en el el campo de cultivo en que fue localizada la necropolis donde actualmente existe una plantacion de almendros. lgualmente debi6 afectar a las tumbas el acondicionamiento y uso del camino que delimita la necropolis y atraviesa de Sur a Norte el cerro de EI Calvari, asi como la construcci6n a poca distancia de estructuras relacionadas con actividades agropecuarias -pajar, establo y era-. Los trabajos agricolas en la ladera fueron los que evidenciaron la presencia de la necr6polis: resultaron destruidas varias tumbas de las que Vilaseca pudo recuperar 11 recipientes ceramicos -n2 6 a 16-.

Las tendencias de produccion expresadas en las AGA pueden cobrar relevancia en la medida en que muestren una presencia recurrente en ambitos contextuales, tanto de la necropolis (asociaci6n a ajuares met:alicos y a estructuras) como del marco arqueol6gico en el que pueden ser ubicadas mediante procedimientos comparativos. La presencia significativa de AGA en los diversos contextos ha permitido proponer los vinculos con las posibles fases de la necropolis (dependencia temporal), con las pautas generadas por seleccion de conjuntos de artefactos funerarios (dependencia social intracomunitaria) y con los yacimientos sincronicos en los que existen afinidades por la convergencia de objetos derivados de similares tendencias de produccion (dependencia social intercomunitaria). El analisis y valoracion de estas esferas de dependencia basadas en las afinidades ceramicas sera el contenido del siguiente apartado.

11.2.-CONSERVACION DE IDENTIFICACION

Y PROBLEMAS DE LAS URNAS.

Por otra parte, la fracturaci6n de las urnas pudo ser el resultado del peso de las estructuras de proteccion, losastapaderas, piedras y tierras de relleno de los hoyos, y eventualmente de la deposici6n de nuevos enterramientos. Las raices intervinieron tambien decisivamente en la rotura de los recipientes y en la dispersion de los fragmentos, asi como en la erosion de las superficies. La acci6n fisicoquimica del suelo y de la filtracion de aguas provoc6 la degradaci6n y disoluci6n de los engobes y/o la formaci6n de concreciones calcareas en las superficies, afectando de forma diferencial a las umas, en funcion de sus diferentes calidades como veremos en su momento.

Las excavaciones emprendidas por Salvador Vilaseca en 1930, segun el propio investigador, afectaron a toda la necropolis. El registro efectuado fue publicado en forma de inventario en la monografia del yacimiento (Vilaseca 1943). Los recipientes ceramicos recuperados constaban en el listado de hallazgos del n2 1 al n2 172, de acuerdo con el orden de registro del hallazgo durante los trabajos de campo. Sin embargo, este inventario no expresaba el numero real de umas documentadas en la necropolis. Desde el primer momento de las excavaciones faltaban 5 urnas -n2 38 a 42-, desaparecidos en trabajos clandestinos previos, mientras otra serie de 15 entradas en el catalogo recogia fragmentos ceramicos inconexos, fragmentos informes o bordes de urnas que pueden corresponder a contenedores cuya base fue registrada con otro numero -n2 20, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 35, 39 y 39 bis, 46, 47, 63, 98, 126 y 167-.

Teniendo en cuenta las circunstancias de conservacion, hallazgo y registro, podemos asegurar la existencia de un numero minimo de 161 recipientes ceramicos, contabilizados a partir de la presencia de bases, y una documentaci6n de 141 urnas in situ durante la excavaci6n. Sin embargo, el registro original de los trabajos de campo se ha visto mermado como consecuencia de los avatares a los que se han visto sometidas las urnas y ajuares de la necr6polis con posterioridad a la excavaci6n.

Debido a los problemas que pudieron existir en la agrupaci6n de fragmentos de las urnas, debido a su desarticulaci6n y dispersi6n resultantes de procesos no controlables, hemos considerado que la base del recipiente constituye el indicador mas significativo para el recuento de recipientes funerarios. Como ya reconocia Vilaseca, determinadas piezas, por sus caracteristicas y/o tamafio, pudieran no ser umas cinerarias, sino a contenedores de uso en contextos habitacionales. En estos casos habria que explicar su localizaci6n en la necr6polis como resultado del desplazamiento de residuos del asentamiento de la cumbre del cerro, por la ubicacion de vertederos en la propia ladera de la necropolis o por la frecuentaci6n del area de enterramientos para actividades no estrictamente funerarias. La elecci6n de la presencia de la base para el recuento de recipientes permite solventar los problemas que se derivarian de una cuantificaci6n basada en otro criterio que tomara como referente cualquier otra parte del perfil. Los factores de

El conjunto ceramico procedente de la excavaci6n de la necropolis pas6 a formar parte de la coleccion personal de Salvador Vilaseca, que constituyo, hasta su muerte, parte fundamental del Museo Comarcal de Reus. Un numero importante de urnas fueron restauradas, a partir de los fragmentos originates, empleando escayola para completarlas. Tras la muerte del Dr. Vilaseca, su colecci6n ha servido de base para la creaci6n del Museu d'Arqueologia "Salvador Vilaseca", en cuyas instalaciones pudimos estudiar la mayor parte de las umas de la necropolis 1 • Sin embargo, no todas las piezas del yacimiento se encontraban en el Museo de Reus, ya que pudimos localizar dos unas en el Museu-Arxiu de Falset i Comarca. De otras urnas restaurada, publicadas en dibujos y fotograffas, como por ejemplo las n 2 91 y 106, desconocemos el paradero. El estudio de la ceram.ica fue realizado durance varios meses del afio 1985. Agradecemos a la Dra Ana Mir, responsable en ese momento del Museo, y a todo el personal del mismo la amabilidad y atenciones mostradas.

27

Respecto a este, hay que senalar las deficiencias tecnicas de los dibujos y fotografias publicadas, queen gran parte son responsables del desconocimiento que existe de la mayor parte de la ceramica funeraria de Molar.

Probablemente, parte de las umas pudieron dispersarse por distintas colecciones. La existencia de una publicaci6n con un inventario detallado nos habfa llevado a concebir la esperanza de que todo el conjunto de materiales de la necropolis habria sido archivado en funcion de la numeraci6n de referencia. De haber sido asi, toda la serie de unidades ceramicas y su asociacion contextual y espacial habria quedado documentada. Sin embargo, al enfrentamos a las ceramicas depositadas en el Museu de Reus, nos encontramos con que las vicisitudes del conjunto durante mas de 50 afios de almacenamiento, exposici6n y traslados, habia supuesto la perdida de un mimero importante de referencias. La ceramica de la necropolis conservada en el Museo de Reus estaba catalogada en dos series. Un lote de urnas completas o casi completas contaban con su propio numero de catalogo y con una adscripci6n explicita al yacimiento -nQ 4721 a 4756, 4769, 4781, 4785, 4794, 4832, 4833, 4906 y 4927- . Pero la mayor parte de la ceramica se encontraba en cuatro cajas catalogadas bajo un numero general -nQ4 720-. En estas cajas se encontraban individualizadas en bolsas una serie de umas incompletas y/o fragmentadas que tenian el numero de referencia del inventario de Vilaseca. Como en las urnas catalogadas por separado, el numero de excavacion se encontraba escrito sobre papel, cartulina o cart6n, o bien pintado en negro sobre la superficie exterior de la urna. Entre ambas series fue posible identificar con seguridad en el inventario de la excavaci6n un total de 35 urnas. El resto ofrecian problemas de una u otra indole, aunque hemos podido ampliar a partir de distintos procedimientos el numero de urnas asociadas al registro original.

La parte grafica de la monografia de 1943 consiste fundamentalmente en las fotografias publicadas de las laminas II a XI2 . Las tres primeras son fotografias del momento del hallazgo de algunas urnas durante la excavacion, y debido a la fragmentaci6n en que se encontraban no perrniten apreciar claramente la forrna de las urnas. Las fotografias de las urnas n° 19 a 172 de las laminas VII a XI, son recortes de una fotografia de conjunto de unas estanterias en las que se encontraba la colecci6n ceramica de la necr6polis (Vilaseca 1973: lam. 125). Como consecuencia de esa ubicaci6n la distorsi6n derivada de la proyecci6n conica sobre el negativo es muy fuerte, e impide en la mayor parte de los casos apreciar las proporciones. 1 Los dibujos publicados de urnas de Molar tambien son deficientes, tanto por su reducido numero, como por su precision. En la monograffa se presentan unicamente los esquemas de 8 urnas decoradas con acanalados, de poca utilidad, y s6lo anos despues se publicaron los dibujos con la seccion de las urnas 76, 94, 117, 136 y 156 (Vilaseca, Sole y Mane 1963: fig. 26; Vilaseca 1973: fig. 159). En este caso la precisi6n es mayor, pero hemos observado importantes diferencias en las proporciones, con respecto a las reproducciones que obtuvimos, como puede verse en la parte grafica de nuestro inventario. Algunos de estos dibujos han sido reproducidos en recientes trabajos de conjunto (Almagro Gorbea 1977, 1986; Ruiz Zapatero 1985)4 • La descripcion de las urnas en el inventario tambien ofrece problemas y carencias. Hemos podido identificar decoraciones y otros atributos de deterrninadas umas, que se pasan por alto en la monografia de 1943: las dobles perforaciones simetricas en los pies de las urnas nQ15 y 53, las lineas horizontales y el zigzag de impresiones de cuerdas de la urna n° 114, las lineas de acanalados de las urna n° 115 o las lfneas de acanalados e impresiones de cuerdas de la uma nQ 121.

En algunos casos comprobamos que bajo un mismo numero de urna se englobaban fragmentos correspondientes a distintos recipientes -n° 17/18, 22, 25, 4 7, 60, 73-, que se repetfa un mismo numero para dos urna-142-, o bien que no existfa ninguna referencia al inventario de la excavaci6n. Ademas de las urnas individualizadas, las cajas del n° general 4720, inclufan bolsas con todos los demas fragmentos ceramicos, sin referencia a la numeracion de campo. En la catalogaci6n del Museo han sido siglados con los digitos MN en una serie numerica del I al 3218. Esta serie incluye un total de 2503 fragmentos informes , 101 bases , 100 hordes, 10 fragmentos con relieves, 6 fragmentos con decoracion acanalada, 3 asas y 2 cordones impresos. Es evidente que diversas urnas restauradas, fotografiadas y publicadas por Vilaseca sufrieron posteriormente accidentes que supusieron su fragmentacion y la dispersi6n de los restos. A ellas deben corresponder muchos de los fragmentos de la serie :MN.En cuatro casos -n122, 25, 36 y 58- pudimos reconocer el numero de inventario de campo pintado en negro en fragmentos aislados de la zona central de la uma.

En los pies de las fotograffas existen errores en la adscripci6n al n2 de inventario. Basandonos en la descripci6n del inventario publicado y en los numeros consignados en las piezas depositadas en el Museo de Reus, hemos observado que estan carnbiados los pies de las figuras 2 y 3 de la lamina III de la monograffa, correspondientes a las urnas 95 y 96. Lo mismo ocurre entre las fotograffas de las urnas 162 y 169 en la lamina

XI. 3

En diversas ocasiones se ha reproducido dibujos realizados a partir de las fotografias de la monograffa de Vilaseca (Louis, Taffanel y Taffanel 1958: fig. 187-189; Ruiz Zapatero 1985:fig. 43 y 45). 4

Los errores a los que ha dado lugar esta deficiente documentaci6n grafica publicada se pueden resumir en la creaci6n de dos categorfas diferentes, urnas "bitroncoc6nicas" y "globulares", ejemplificadas respectivarnente en las urnas n° 150 y 148 (Ruiz Zapatero 1985: 739), que como veremos son del mismo grupo morfometrico, aunque en las ilustraciones conocidas aparecfan distorsionadas.

Pero, a pesar de la perdida de inforrnacion que suponia esta situacion, contabamos ha sido posible recuperar la asociaci6n original al inventario de campo en muchos casos. Para ello acudimos a la descripcion publicada en el inventario de la necr6polis y al material grafico disponible. 28

producciones ceramicas peninsulares de c. 1600-900 cal ANE (Castro 1992) yen el analisis de las ceramicas griegas de c. 2250-1600 cal ANE (Monton 1993).

No obstante las deficiencias mencionadas, la documentacion empirica publicada nos ha permitido identificar los numeros originales de algunas urnas incompletas, como las bases de las piezas nos 12, 15 y 53, el borde-cuello de la n2 51 o la mitad superior de la n2 25. Tambien hemos podido adscribir las umas catalogadas en el Museo de Reus como dudosas entre los yacimientos de Molar, Obagues de Montsant y Tosseta de Guiamets, con los registros 4772, 4874, 4771 y 4773, a los n 2 s 19, 108, 150 y 157 de la excavaci6n. Finalmente hemos identificado las urnas depositadas en el Museo de Falset con el n2 48 y 89 del inventario de la necropolis. Paralelamente, hemos utilizado la documentacion publicada para completar las descripciones de aquellas urnas cuyo estudio directo no pudimos llevar a cabo -forma, decoracion, determinadas medidas del inventario- en nuestros analisis de asociaci6n de los atributos ceramicos a los atributos del contexto de la tumba. En conclusion, hemos podido estudiar directamente, completas o fragmentadas, un total de 91 umas que podemos asociar al inventario de la excavacion.

El perfil de los recipientes

ceramicos.

Para la definici6n de los morfotipos de perfil hemos diferenciado tres partes que, respetando la terminologfa tradicional que asume la analogfa anatomica en la descripcion, responderan a las denominaciones de cuerpo (cpo), cuello (cu) y borde (lxk). En el cuerpo distinguimos pared superior de/ cuerpo (psu) y pared inferior (pinf). En la definicion de las partes del perfil se introducen criterios de diferenciacion entre las mismas, de curvatura y orientaci6n de las paredes del cuerpo y de orientaci6n de las paredes del borde y del cuello en caso de estar diferenciados. El morfotipo de perfil mas simple es aquel que no muestra discontinuidades que permitan distinguir entre pared superior e inferior del cuerpo, cuello y borde, mientras que el modelo mas complejo presentara rupturas que separen cada una de las cuatro partes del perfil, que se presentaran como paredes diferenciadas e identificables.

11.3.-LOS PERFILES DE LAS URNAS: MORFOTIPOS.

A.- CUERPO. Constituye la parte del perfil que tiene como funci6n primaria la de contenedor. Se desarrolla desde la base hasta el cuello y/o borde, si estos estan diferenciados, o hasta la abertura de la boca si no existe esa diferenciacion (fig. 11.1). En ninguna uma de Molar se identifica esta ultima caracterizacion del perfil, ya que en todos los casos, como minimo, se individualiza el borde. Como atributos primarios, consideramos los siguie .ntes:

El analisis de la ceramica ha sido llevado a cabo a partir de la caracterizacion cualitativa y cuantitativa de la estructura formal del recipiente. En primer lugar, hemos agrupado los atributos descriptivos en varios niveles, tratando la morfologfa mediante caracteres discontinuos del perfil, puesto que la caracterizaci6n de las bases se ha efectuado independientemente. La validez de los morfotipos y la existencia o no de tendencias normalizadas asociadas a ellos han sido consideradas en el apartado II.4 a partir del analisis de sus proporciones.

Al .-Caracterizaci6n dela Carena: Es el pun to de union entre las dos partes del cuerpo, superior e inferior, cuando estas existen. Esta union supondra la existencia de un angulo teorico extemo superior a 1802, identificado por la presencia de una inflexion o por un cambio de orientacion respecto al eje vertical de simetrfa, entre la pared superior e inferior del cuerpo. Diferenciamos tres posibles perfiles (fig. 11.2):

El perfil de cada recipiente queda definido por las paredes que delimitan el espacio util intemo. El fondo y los elementos accesorios de sustentacion se han analizado independientemente, ya que corresponden a un ambito funcional especffico de los contenedores ceramicos. Ademas, con el analisis por separado del perfil y de los elementos de sustentaci6n, el modelo analitico se adecua igualmente a las condiciones de fragmentacion del conjunto ceramico de Molar, en el que la identificacion de la parte del fondo y los apoyos de la base ha sido mas facil. Como hemos dicho, la cuantificaci6n de las ceramicas de la necropolis se efectu6 a partir del recuento de las bases.

-Ausencia de carena (OCA=Sin Carena): No existen discontinuidades en la pared del cuerpo del recipiente, que presenta siempre la misma curvatura y orientaci6n. Es decir, no existe la posibilidad de distinguir entre pared superior y pared inferior. Es el modelo mas simple de perfil. No cuenta con representacion en Mo Ia r. -Carena marcada (CAR=Cuerpo con Angulo de Ruptura): La union entre la pared superior e inferior del cuerpo se produce mediante una inflexion angular, provocando una ruptura. La discontinuidad no presupone un cambio de orientacion entre la pared superior y la pared inferior del cuerpo, aunque en todos los casos documentados en Molar si tiene lugar un cambio de orientacion de las paredes.

El analisis formal del perfil se centra en las paredes laterales de las urnas, desde la union con la base hasta la abertura del recipiente. Han resultado utiles para nuestro esquema los conceptos y criterios aportados en trabajos ya clasicos por Dedet y Py (1975) y por Gardin (1976), pero el desarrollo del sistema de clasificacion utilizado en este analisis responde a un sistema propio. Ha sido adoptado en el tratamiento analitico de la ceramica dentro del Proyecto Gatas (Castro et a/ii 1987), en la clasificacion de las

-Carena redondeada (CCY=Cuerpo Concavo): La union entre la pared superior e inferior del cuerpo se presenta como una continuidad de la curvatura concava del cuerpo, pero existe un cambio de orientacion respecto al eje de simetria que 29

sefiala el punto de inflexion y de separaci6n entre las dos partes del cuerpo.

r:r

[:]

Se pueden definir otras variantes (cambio de curvatura de las paredes sin cambio de orientaci6n, carena realzada por bisel extemo y/o intemo, carenas en diversos puntos del perfil) que no hemos verificado empiricamente en Molar, aunque, en su caso, podrian introducirse entre los morfotipos del perfil para el analisis de otros conjuntos ceramicos.

'

bde cue

1

0

cpo

cpO"$. bde (cuello U)

cpo = bde (cuello S)

cpo"$.cu"$.bde (cuelloT)

Morfotipos de Perm: Diferenciaci6n Cuerpo-Cuello-Borde

Figura 11.1

A2.- Orientaci6n de las paredes: Se considera en relaci6n al ejede simetria vertical del recipiente ceramico. La orientaci6n de la pared permiteestablecer varias posibilidades (fig. 11.3):

OJ CD

-Convergencia (E): La pared se inclina hacia el eje de simetria desde su inicio, situado siempre en el punto inferior en altura. Por lo tan to, presenta su punto mas pr6ximo al eje en la parte superior.

OCA

CCV

, I; ( I >L I

-Divergencia (S): Desde su pun to inferior a su pun to superior, se separa del eje vertical de simetria. El punto mas pr6ximo al eje se encuentra en la parte inferior.

CAR Morfolipos de Cuerpo : Diferenciaci6n Pared Superior-Pared Inferior

-Paralela (V): La lfnea de la pared es vertical y paralela al eje de simetria. En todos los puntos se encuentra a la misma distancia del eje.

Figura 11.2

-Perpendicular (H): El trazado de la pared es horizontal y forma un angulo recto con el eje de simetria. A2.- Curyatura delas paredes: Considerando la curvatura intema de las paredes distinguimos tres modelos~ que en cada caso deberan definir la parte superior y la parte inferior del cuerpo, demarcadas o no por la carena (fig. 11.4):

mwrn

-Pared C6ncava (CV): Trazando una linea recta entre el inicio y el final de la pared considerada, la curvatura se produce en el exterior de dicha linea.

E

s

V

Morfolipos de Paredes: Orienlacion

-Pared Reeta (RT): No existe curvatura y la pared discurre paralela al trazado de una Hnea rec ta de uni6n entre el inicio y el final de la pared.

Figura 11.3

-Pared Convexa (CX): La curvatura se produce hacia el interior de la linea recta de union entre inicio y final de la pared. En el analisis de la ceramica de Molar, cualquier secci6n horizontal correspondiente a cualquier punto del eje de simetrfa vertical, es decir, a cualquier pun to de la pared de un recipiente, ha sido considerada circular. No obstante, en algunos casos, por deficiencias de manufactura, pueden presentarse irregularidades y una cierta tendencia a la forma oval. Esta irregularidad se ha considerado a la hora de obtener las medidas correspondientes, pero no se ha considerado relevante como criterio morfol6gico.

CV

RT

Morfotipos de Paredes: Curvalura

Figura 11.4

B.- CUELLO.Sedefinecomo la partedel recipientesituada entre el cuerpo y el horde, cuando este est.a diferenciado.

30

ex

I

I

I

B 1.-Caracterizaci6n del Cuello: Existen tres variantes segun se diferencieo no de otros elementos del perfil (fig. 11.1): -Ausencia (S): No existe demarcacion de otras paredes del perfil que aquellas que corresponden al cuerpo del recipiente y, por lo tanto, el borde no esta diferenciado. Se trata del modelo de contenedor ceramico mas simple, inexistente en

correspondiente al cuello. C2.-Orientaci6n de la Pared del Borde, Otro atributo prioritario en la definicion del perfil sera la orientaci6n del borde respecto al eje de simetria, cuyas variantes corresponden a las definidas para las paredes del cuerpo y del cuello (fig. 11.3).

Molar.

-Inflexion (U): Se trata de un punto del perfil que marca la ruptura entre el cuerpo y la parte diferenciada del perfil que corresponde al borde. En este caso el cuello constituye unicamente la inflexi6n, el angulo inferior a 180Q, que separa cuerpo y borde. -Cuello Diferenciado (T): Constituye la pared situada entre el cuerpo y el borde, diferenciada de ambos elementos por un cambio de orientaci6n y/o de curvatura. En este caso, existen dos inflexiones delimitadoras: una correspondiente a la union del cuerpo con el cuello y otra a la union del cuello con el borde. Este modelo complejo de perfil aparece reiteradamente en las urnas de Molar. Se han planteado otros modelos descriptivos para el estudio de las diferencias entre borde y cuello, entre los que podemos destacar la definici6n matematica propuesta por Gardin (1976: 32 y 76). Este utiliza el indice de relacion entre la medidas de altura del cuello y de altura del cuerpo para establecer diferencias segun intervalos fijos. El indice morfometrico ha sido incorporado a nuestro · analisis, pero creemos que en la caracterizacion primaria de la forma del perfil resulta mas operativo el uso de morfotipos, de acuerdo con los conceptos que presentamos, sobre todo cuando deben incluirse en la descripci6n recipientes incompletos o de medidas indeterminables.

Morfotipos

Los morfotipos seleccionados para elaborar la clasificacion primaria del perfil de las umas han permitido distinguir en el conjunto ceramico de la necropolis de Molar unicamente 5 formas (fig. 11.5). Sus caracterfsticas se presentan en la tabla II.I. La verificaci6n de la asociaci6n empirica de estos atributos se basa en las umas que han conservado completo el perfil. La adscripcion de cada uma de Molar a una determinada forma, se recoge en el inventario que presentamos en forma de apendice, como haremos con las demas variables que consideramos y/o con las categorfas establecidas a partir de los analisis correspondientes . La asociacion de caracteres que define cada forma no implica la existencia de un modelo ideal de fabricaci6n -tipo-, cuya identificacion, como ya hemos senalado, solo se podra realizar a partir del analisis cuantitativo y de la asociaci6n del morfotipo de perfil a otros atributos o categorias . Form a I. Hemos identificado la asociaci6n de atributos correspondientes en 45 umas observadas directamente. Esuin completas o casi completas, en lo que respecta al perfil, 35 de ellas, y excepto en dos casos -MNI y MN8-, hemos documentado el numero de excavacion original que les dio Vilaseca. Otras 10 urnas est.an incompleLas y solo se han conservado algunos fragmentos, pero entre estos se puede distinguir la presencia de un cuello convergente diferenciado de cuerpo y borde, elemento esencial en la definici6n de esta caLegoria.

C.- BORDE. Es la parte superior del recipiente, que delimita la abertura de la boca. Cl .-Caracterizaci6n del Borde: Puede o no estar difercnciado, criteria que permite distinguir tres modelos (fig. 11.1): -Borde no diferenciado del cuerpo (cpo=bde). Se trata de perfiles sin cuello, en los que el borde es simplemente el extremo superior del cuerpo. Este modelo no se documenta en la ceramica en la ceramica funeraria de Molar.

-Borde diferenciado del cuello (cuello tipo T). El borde es la pared superior del recipiente y se une al tramo de pared

de Molar.

La asociaci6n de variantes de los atributos seflalados nos permitira establecer las formas primarias presentes en el conjunto ceramico de Molar. Estas formas constituiran la propuesta inicial de la clasificaci6n taxon6mica. Se configura como hip6tesis que debera verificar el analisis de las variables cuantitativas que determinan las proporciones y el tamafio, que, en su caso, permitiran la definici6n de tipos morfometricos dentro de una forma de perfil.

B2.-Orientaci6n de la pareddel cuello. Cuando existe cuello diferenciado, consideraremos un atributo prioritario en la definici6n del perfil la orientaci6n de las paredes, con las mismas variantes que las paredes del cuerpo (fig. 11.3). En la definicion del cuello se hace referencia exclusivamente a la parte de pared situada entre el cuerpo y el borde.

-Borde unido al cuerpo mediante una inflexion (cuello tipo U). El borde es la pared superior del recipiente, diferenciada del cuerpo.

de la necropolis

Ademas, el material grafico de la monografia de 1943 nos ha permitido identificar otras 4 umas de este grupo, que no hemos estudiado directamente -nQ68, 78, 100 y 132-. En el texto del inventario de la monograffa, Vilaseca se refiere a tres grupos de umas como I) de/ tipo de la no

Gratico 11.34

Gratico 11.33

49

45

50

55

-El diametro de la boca oscila entre el 70 y el 90% de las medidas de altura total y diametro maximo (8% de variabilidad en la relaci6n con 0 mx). Estos tres indices corresponden a una concepci6n de proporciones globales proxima a la que se expresa en la Forma I. Se puede detectar, por lo tanto la existencia en Molar de un modelo de urna cineraria que se manifiesta en la reiteracion de proporciones: las urnas muestran un perfil que se puede inscribir en un cuadrado regular , tienen la anchura maxima entomo al 45% de la altura y su abertura representa alrededor del 75/80%de la anchura. Sin embargo, al igual que en las urnas de la Forma I, la Forma II tambien presenta algunas proporciones especificas que la singularizan. La inclinacion del borde , expresada en el indice 0cu-cpo/0bo varia entre el 70 y el 80% (9% de variabilidad) y tienen una esbeltez del cuerpo que oscila entre el 56 y el 86% (12% de variabilidad). No obstante, la homogeneidad en estas proporciones no correspo nde al conj unto de umas correspondientes a perfiles de la Forma II, puesto que entre ellas exis te una variabilidad mucho mayor queen los perfiles de la Forma I, de manera que no resulta posible considerar que el modelo de forrna del perfil coincida, en este caso, con un tipo morfometrico. De hecho, las proporciones homogeneas corresponden a uno de los tipos que podemos identificar en la Forma II.

Heterogeneidad en la proporciones de la Forma II.

Tipo

IIA.

En esta tendencia morfometrica encontramos umas en las que las medidas de anchura se mantienen correlacionadas, mientras que las medidas de altura parcial son las que ofrecen una variabilidad sin normalizacion (tabla 11.7). Esto nos remite a un comportamiento similar al de la Forma I, con una tendencia a la homologaci6n de proporciones globales, que respeten el concepto de "uma", pero con singularidades e n las partes, derivadas de una manufacturacion independiente de las mismas . Las proporciones del tipo IIA estan en conjunto muy estandarizadas y presentan los siguientes valores: -La relacion altura-diametro maximo es la proporcion mas ajustada, con una variabilidad de so lo el 5%. -El diam etro maximo se locali za en un altura del 46±3% de la altura. -E l diametro maximo deterrnina la variabilidad del diametro de la boca (70/90%), del diameLro en la uni6n borde-cuerpo (50/70%) y el diametro de la union base-cuerpo (30/50%), y se expresa en indices con una variabilidad del 8%, 6% y 12% respectivamente. -El diametro de la inflexi6n del cuello oscila entre el 70 y el 85% del diametro de la boca (variabilidad del 7%) . Podemos seflalar que la interrelaci6n Ht/0mx varia respccto a la misma proporci6n de la Form a I. En el tipo IIA la altura total tiende a supcrar en un 5% la medida de diametro maximo, y como veremos mas adelante, esta tendencia se asocia a la presencia de los pies con mayor desarrollo en altura.

de las urnas

A diferencia de lo que documentaba la Forma I, no todas las medidas de anchura est.an normalizadas y los indices de estrechamiento superior e inferior del cuerpo muestran claramente la existencia de dos tendencias.

Como en la Forma I existe una fuerte correlaci6n entre los fndices hcu/hcpo y de hcpo/0mx (graf. 11.37), que tiene como consecuencia una relacion inversa entre las proporciones del borde y del cuerpo: a mayor esbeltez y altura del borde el cuerpo se presenta mas achatado y con menor altura, mientras que las urnas de cuerpo mas esbelto presentan bordes mas cortos. Sin embargo, esta variabilidad de las partes no afecta al esqucma que cquipara altura totalanchura maxima ni a la posici6n en altura dcl diametro maximo , que se mantienen constantes.

La relaci6n 0eu-cpo/0mx presenta una elevada correlaci6n entre medidas y un coeficiente de variaci6n de los indices relativamente bajo. Sin embargo, observamos que este indice est.a vinculado a la relaci6n 0ba-cpo/0mx, cuyas medidas est.an determinadas solo a un nivel del 35,3%,y que ofrece un coeficiente de variaci6n alto , dcl 21,2%. Considerando ambos indic es se aprecia que los valores extremos corresponden a las misma s urnas (graf. 11.35). Asi pues, podemos distinguir claramente dos grupos:

La unica uma excl uida de los Ifmite s de variabilidad te6rica de los indices del tipo IIA, es la n° 76, a partir del fndice hcu/hcpo: la correlaci6n entre ambas medidas, lo mismo que entre hcu y 0bo, segun el coeficiente de correlaci6n, no es significativa. La independencia que muestran la altura del borde y las medidas de altura del cuerpo y de diametro de la boca, al nivel del conjunto de umas del grupo IIA, puede explicarse por la prcsencia de tres tendencias morfometrica s, que se ponen en evi dencia con claridad al relacionar los indices obtenidos para ambas correlaciones (graf .11 .36). Podemos, por lo tanto, difer enciar trcs variante s y caracterizar su expresio n matematica (tabla 11.8):

-Tipo IIA.- Grupo normalizado, de cuello y base estrechos. Caracterizado por el estrechamiento superior del cuerpo, que varia entre el 56 y el 68% de la anchura maxima, y por el estrechamiento inferior, entre el 31 y el 49%. Este grupo esta formado por 16 umas .

-Grupo 11B.- Umas de cuello y base anchas. Prese ntan un escaso estrecham iento del cuerpo, tanto en la union con el cuello (mas del 70% del 0mx) como en la union con la base (mas del 50% del 0mx), por lo que han sido denominadas como "cilindricas" o "subcilindricas" en la bibliografia . -Variante IIA-1.- Urnas de borde bajo, el 30% de la altura del Solamente hay 4 umas que podemos incluir en este grupo. cuerpo aproximadamente. Solo hay 3 urnas de este grupo. 50

95

X

90 85 ~ 80

g

~

~

)C

i75 70

65

60



55

30

.....

•• •• 35



IIB

)0(





50

45

40

55

65

60

~ bl. -CIO~TTLX

70

Grafico 11.35

45

[81

0

42..5 40

,·. -

37.5

.B

t

-

35

32,.5 30

l7.5 2.5

□ □

2,2,.5

□ ■

IIA-1 IIA-2.

cg] IIA-3





2.0

15

2.0

2,5

30

35

45

40

50

55

60

65

70

lLcullLqo Grafico 11.36 85



/■

80 75

I

~

170



65 60

□ ■



..

r8]

0

55 15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

h.cuJh.cpo Grafico 11.37 51

70

IIA-1 IIA-2 IlA-3

Indices de relaci6n

Correlacion

Descripcion

hcu/ hinf/ hcpo Ht

hcpo/ 0mx

Ht/ 0mx

0bo/

0bo/

Ht

0mx

N

13

13

14

13

13

15

16

S2

1936

1422

1401

103

853

1190

r

0,90

0,85

0,86

0,19

0,88

r2

81,6

71,6

74

0,67x+ 28,6

R (y=)

0,86x + 0,7x + 36,7 20

R (x=)

0,94y + 3,5

0CU- 0bacpo/ cpo/ 0mx 0mx

0 cucpo / 0 bo

hcu/ 0bo

16

16

16

1000

494

719

241

0,73

0,89

0,72

0,88

0,46

76,6

52,9

78,6

51,3

77,2

0,4lx + 10,5

0,6x + 22,3

0,53x + 0,26x + 17 28,6

0,65x + 17

X

104,6

77,9

81,1

37,8

46,1

70,4

61,8

40

75,3

33,6

s

5,7

7,3

6,5

12,3

2,8

7,6

4

5

5

8,3

CV

5,4

9,4

8

32,6

6

10,8

6,4

12,5

6,6

24,7

Intervalo 95/113 Empirico

62/90

68/93

19/66

42/52

61/84

56/67

31/48

67/82

17/49

Intervalo de 92/117 Confianza

62/93

68/94

14/59

40/52

55/86

52(72

30/50

66/85

17/50

Excepciones

76

Definici6n morfometrica de las urnas del tipo IIA. Tabla 11.7

52

En definitiva, hay 22 umas del tipo IIA, la variante IIA-1 incluye 3 umas, la variante IIA-2 11 y la variante IIA-3 un total de 4 urnas. Los graficos 11.38-11.47 muestran la expresion metrica de las variantes.

-Variante IIA-2.- Urnas con una relacion hcu/hcpo normalizada, que se situa entre 35 y 41 %. Hay 8 umas de perfil completo correspondientes a este grupo. -Variante IIA-3 .- Urnas cuyo borde presenta una altura mayor que la mitad de la altura del cuerpo (ind.ice hcu/hcpo entomo al 60%), y relativamente cerrado, con una relaci6n hcu/0bo superior al 40%. Se trata de umas de borde alto y saliente. Solo contamos con dos piezas completas.

Grupo 11B. Este grupo se diferenci6 del tipo IIA por sus elevados fndices de anchura inferior y superior del cuerpo; estos serfan el unico caracter metrico comun, puesto que nos encontramos con umas de proporciones muy diferentes en todos los fndices.

En la descripcion estadfstica de estas tres variantes no hemos incluido analisis de correlaci6n de medidas, ni hemos definido los intervalos de variabilidad teorica, dado el reducido numero de efectivos de los grupos. Sin embargo, hemos verificado la segregaci6n de las tres categorfas mediante el test de la "t" de Student, que nos sefiala la existencia de diferencias significativas entre los indices siguientes: -Variantes IIA-l/IIA-2: 2,3 /), 0cu-cpo/0mx (t hcu/0bo (t = 4,6 //). -Variantes IIA-l/IIA-3: = 5,9 II), 0cu-cpo/0mx -Variantes IIA-2/IIA-3: 5,8 ///).

hcu/hcpo (t = 7,7 ///), hcpo/0mx (t = = 7,1 ///), 0ba-cpo/0mx (t = 2,5 /) y hcu/hcpo (t = 11,4 ///), hcpo/0mx (t (t = 6,1 //) y hcu/0bo (t = 22,3 ///) hcu/hcpo (t = 9,2 ///) y hcu/0bo (t =

En general, se trata de umas que se apartan del modelo de rec1p1en te funerario q ue com parten los tipos correspondientes a la Forma I y al grupo IIA, de manera que podemos subrayar que constituyen una serie de recipientes atipicos en la necropolis de Molar; su presencia esporadica subraya el caracter anomalo de su uso como umas cinerarias. El estado de fragmentaci6n de la mayorfa de las umas del grupo IIB y su reducido numero no nos permiten realizar un analisis de la significacion estadfstica de la variabilidad, ya que solo se han conservado dos umas completas -n2 4 y 34-. Solo podemos diferenciar las variantes de manera tentativa: -Tipo IIB-1.- La urna n 2 4 presenta unas proporciones excepcionales dentro del conjunto de umas de la necropolis. Quedaba excluida de los intervalos de confianza de la Forma II en indices tan significativos como los que relacionan Ht/0mx, h inf/Ht, 0bo/Ht, 0cu-cpo/0bo y 0cu-cpo/0mx. Podemos subrayar que se trata de una uma en la que no existe equiparaci6n entre altura total y diametro maximo, que su diametro maximo esta en una posici6n muy alta y que su borde esta muy poco exvasado.

Como era de esperar, son altamente significativas las diferencias en la relaci6n de la altura del borde con la altura del cuerpo y con el diametro de la boca. Sin embargo, tambien se confirma la tendencia a diferenciarse los grupos definidos por fndices de estrechamiento superior e inferior del cuerpo y por el indice de "esbeltez" del cuerpo, confirmandose una correlaci6n entre proporciones distintas a las que fundamentaron la identificaci6n de los grupos.

-Tipo IIB-2. - Las urnas 34 y 160, segun los indices que podemos comparar, presentan una gran similitud, con el estrechamiento superior e inferior del cuerpo mas fuerte del grupo 11B. Este rasgo serfa el que permitiria diferenciar estc tipo. A difcrcncia de las urnas de los tipos 11B-1 y IIB-3, la urna 34 respeta las proporciones Ht/0mx y h inf/Ht quc caracterizan a las urnas cinerarias de Molar, puesto que entran dentro de la variabilidad constatada en los recipientes de la Forma I y del tipo IIA.

La definici6n morfometrica de las variantes nos permite adscribir a las mismas varias umas para las que no tenfamos todas las medidas del perfil. Asi, las urnas 24 y 82 y la urna "142bis" se incluyen en la variante IIA-2. En cuanto a la variante IIA-3, podemos incluir en ella la urna n2 91, en la que segun Vilaseca (1943: 12) " ...el cuello es tan alto como la mitad, o mas, del cuerpo de la urna" y que relaciona con la uma n2 76; el fragmento de borde MN 138/144 presenta las proporciones de relacion hcu/0bo de IIA-3, y quizas pertenecfa a la uma 91. Finalmente, la uma n 2 111 tambien puede adscribirse con seguridad a esta variante.

-Tipo IIB-3 .- La urna n2 172 presenta unas proporciones en las medidas del cuerpo, que la distancian del resto de las urnas, confirmando la descripcion de Vilaseca "subcilfndrica"-, referida a esta pieza ya otra pequefia serie de urnas.

Sin poder precisar a cual de las tres variantes pertenecfan, podemos incluir en el tipo IIA las urnas 61, 151, 153 y 161, documentadas unicamente por las fotograffas publicadas en la monograffa de 1943, dado el fuerte estrechamiento superior e inferior que se observa en el cuerpo. La urna n 2 13, documentada por una serie de fragmentos en el Museo de Reus, presenta una curvatura de las paredes que tambien nos permite adscribirla a IIA.

Se trata de las umas n2 51, de la que solo se ha conservado parte del cuello, n 2 168, conservada solo en su mitad inferior, 133, cuya morfologfa desconocemos, y 152, correspondiente a nuestra Fon11a III. La proximidad en las proporciones de las umas de la variante 11B-3 y de la urna n2 152, pucde constatarse a partir de los fndices de relaci6n de medidas del cuerpo de Ja uma 172. 53

Definici6n INDICES

Ht/0mx

0bo/0Ht

0bo/0mx

hcu/hcpo

hinf/Ht

hcpo/0mx

0cu-cpo/ 0mx

0ba-cpo/ 0mx

0 cu-cpo / 0bo

hcu/0bo

Variantes

N

X

s

CV

Intervalo Empirico

1

3

103,3

3

2,9

100/106

2

8

104

6,6

6,4

95/113

3

2

109

4,2

3,9

106/112

1

3

73

9,5

13

62/79

2

8

79,5

6,9

8,7

71/90

3

2

79

5,6

7,2

75/83

1

3

76

7,2

9,5

68/82

2

8

82,9

4,2

5

78/91

3

2

86

10

11,6

79/93

1

3

23,3

4

17,3

19/27

2

8

37,4

2,2

5,9

35/41

3

2

61

7,1

11,6

56/66

1

3

46

1

2,1

45/47

2

8

46,6

3,4

7,4

42/52

3

2

44,5

0,7

1,6

44/45

1

3

79,3

4

5,1

77/84

2

8

70

6,4

9,2

63/82

3

2

61,5

0,7

1, 1

61/62

1

3

57

1

1,7

56/58

2

8

62,6

3,2

5, 1

58/67

3

2

64,5

3,5

5,5

62/67

1

3

34,7

4,7

13,6

31/40

2

8

42,2

4,2

9,9

37/49

3

2

40,5

4,9

12,2

37/44

1

3

75

6,5

8,7

69/84

2

8

75,9

5,9

7,8

67/82

3

2

75

4,2

5,6

72/78

1

3

23,6

1,1

4,9

23/24

2

8

31,5

2,8

9

27/35

3

2

43,5

0,7

1,6

43/44

Definici6n morfometrica de las variantes del tipo IIA TablaIl.8 54

300 ...£,_,__.__......____,__ _,_____,_ _ _,_____,_ _

__.__-+-

2.40

2.80

2.2.0

2.60

2.00

uo no

180

.8 160

.., 2.00

:i::

Q

180

140

160

12,0

140

□ ■ rzl IlA-3

IlA-1 IlA-2.

12.0

100 80

□ ■

100 80

--L--------------~

75

100 12.5 150 175 2.00 2.2.S 2.50 2.75 300 ~mx Grafico 11.38 2.40 ~___.. _____________ _,_ _ __.___

llA-1 llA-2.

[8J llA-3 80 100 12.0140 160 180 2.00 2.2.02.402.602.80300 Ht Grafico 11.39

90

no

-+-..__._ __

......_..__.__,__._..__.__,__,__.,___.,_,__,__....__.,_

□ IlA-1 ■ Il.A-2. t8J IlA-3

80

2.00 70 180 60

,.2 160 Q

]

140

50

□ ■

100 80

40

IlA-1 IlA-2.



30

[8J IlA-3

60

2.0 75

100 12.5 150 175 2.00 ~TTI.."{

ns 2.so2.1s300

40

60

Grafico 11.40

80

100 120 140 160 1so 2.00 no liq:o Grafico 11.41

90

□ ■ l8l

80

10

IlA-1 IlA-2. IlA-3

J

60

] so 40

□ □

30 2.0 40

60

80

100 12.0 140 160 180 2.00 2,2.0 hep:, Grafico 11.42 55

2.2,0

180

2.00

160

180 140 160 ~

140

t

} ltO

12,0

,cp.

100

80

□ IIA-1 ■ IIA-2. rzl IIA-3

80 60

100

□ ■

60

IIA-1 IlA-2.

l8] IlA-3

40

40 75

100 12.5 150 175 2.00 2.2.5 2.50 2.75 300 ¢imx

75

100 12.5 150 175 2.00 zz.5 2.50 2.15 300 ~mx

Grafico 11.43

Grafico 11.44

2.00

140

180 12-0 100

~

i:

160



140

~g 12.0

80

'G.

Q

100

60

□ ■

40

IIA-1 IIA-2.

60

[gJ IIA-3 2.0

----------------a-

75

□ ■

80

40

-+----------------------"80

100 12,0 140 160 180 2.00 2.2.0 2.40

~oo

Grafico 11.45 90

-+-,__,_

___

□ ■

80

....__._ ___

.__._ ___

.,,__.__-'--L-+-

IlA-1

IIA-2.

[gJ IIA-3

70 60

] so 40 30 2.0

-+--...-.,. ____________________ _....... 60

80

100 12.0 140 160 180 2.00 2.2.0 2.40 " 56

00

IIA-2.

[g1 IIA-3 60

100 12,5 150 175 2.00 2.2.5 2.50 2.75 300

IIA-1

Grafico 11.47

Grafico 11.46

-------------7 II

I

"\ /

J

U. 150 U. 76

IIA-1

IIA-2

IIA-3

r---..-.-.-;.. 10 cm

Variantes de urnas del tipo 11A Lamina 11.2

U.4 U.172

U.34

IIB-1

,.._..._.._._._

IIB-3

IIB-2

10 cm

Variantes de urnas del tipo IIB Lamina 11.3

(

/

---j

/

U.172 U. 115

F. III Urnas de las Formas III, IV y V Lamina 11.4

57

\

U.138

F. V

l""--------10 cm

Indices de rclaci6n

Medidas Forma Urna

Ht

h cu

h cpo

hlnf 0bo

0CU• 0 cpo mx

0ba- Ht/ cpo 0 mx

0bo/ 0bo/ hcu/ hlnf Ht / Ht 0mx h cpo

0CU• 0bah cpo/ cpo/ cpo/ 0mx 0mx 0mx

0CU• hcu/ cpo/ 0bo 0bo

III

152

185

20

150

115

150

150

178

104

104

81

84

13

62

84

84

58

100

23

IV

115

262

28

227

126

172

148

270

97

97

66

64

12

48

84

55

36

86

16

130

.

.

240

90

. .

.

.

.

.

37

. .

88

lfi6

125

227

96

70

55

42

75

36

. .

152

120

170

76

. .

71

45

79

20

86

.

150

189

78

64

78

41

. .

95

.

.

215

100

46

.

.

92

92 V

138

230

60

158

.

31

1 7

44 IND.

. . .

52 131 MN 104 MN 131

160

. 121 . . . . . . . . . . . . . . . . . .

180

84

95 85

195

.

.

.

. . . .

114 215

72

200

78

206

82

101

72

73

37

. .

.

89

.

. .

38

.

. .

. . . . . . . . . .

.

. .

.

. .

.

. . . . . . . . . 33 . . . . . . 39 . . . . . . 40 . .

Medidas e indices de relaci6n de las urnas de las Formas III, IV y Vy de las urnas de forma indeterminable. Tabla 11.9

1-1

I-la

I-lb

1-2

I-ex IIAI IIA2 IIA3 11B111B2 11B3 III

Tipos y variantes Gratico 11.48

58

IV

V

138 y los de las urnas 92 y 158 no presentan otras particularidades. Es de destacar, sin embargo, la fuerte variabilidad que presentarian algunas proporciones al comparar los distintos ejemplares con carena angular de la necr6polis, lo que sugiere la posibilidad de diferenciar tipos morfometricos en caso de contar con una muestra significativa de producciones de la Forma V.

La pieza incompleta MN 278/292, cuya curvatura de las paredes tambien sugiere una proximidad al concepto de "subcilindrica"presenta un indice de ~u-cpo/0bo de 95, que acerca, por lo tanto, la orientaci6n del borde a la vertical y al modelo de la Fonna III (Uma 152). A pesar de su fragmentaci6n, consideraremos tambien del grupo IIB las umas n12 11 -definida por Vilaseca como "tinaja"- y n12 25 que, excepcionalmente, presenta un asa, teniendo en cuenta la curvatura de las paredes del cuerpo.

En la tabla 11.9 presentamos las medidas y los indices de las umas de las Formas III, IV y V, asi como de una serie de umas cuya adscripci6n morfol6gica no ha sido posible.

11.6.-FORMAS III, IV Y V. Estos tres modelos de perfil, junto con las umas del grupo 11B,constituyen urnas atfpicas en la necr6polis de Molar. Como hemos visto, los recipientes funerarios propios de esta necropolis muestran caracteristicas morfometricas bien delimitadas (identidad entre altura y anchura maxima, diametro maximo situado entorno al 45% de la altura, diametro de la boca alrededor del 75% del diametro maximo) que comparten las umas de la Forma II y del tipo IIA, cuya presencia es numericamente significativa. Por el contrario, solo podemos adscribir una uma a la Forma III, otra a la Forma IV y tres a cuatro a la Forma V. Por lo tanto, no sera posible definir estos grupos, ni evaluar la existencia de tendencias morfometricas mas alla de las umas-tipo. La urna 152 -Forma III- presenta unas proporciones del cuerpo que, como ya hemos visto mas arriba, corresponden a las que podrian definir el grupo de urnas "subcilfndricas" del tipo IIB-3, diferenciandose claramente de la Forma I y del tipo IIA. Las diferencias 11B-3 vs III dependen de la orientaci6n del borde, aunque la tendencia hacia un bajo indice de exvasamiento en las umas IIB-3 las aproxima. La urna 115 -Forma IV-, es una de las que presentan mayores dimensiones de la necr6polis, a parte de por su especifica morfologia, con el cuerpo de paredes c6ncavoconvexas -. Sin embargo, estas peculiaridades se confirman en cuanto a la singularidad del indice hcu/hcpo (12), muy distante de las medias de la Forma I o del tipo IIA. Esta especificidad revierte en una escasa abertura de la boca (0bo/Ht y 0bo/0mx). Sin embargo, indices tan definitorios de la mayoria de umas de Molar, como la relaci6n Ht/0mx altura total y diametro maximo, la posicion en altura de la carena o el estrechamiento superior e inferior del cuerpo, entran dentro de los intervalos de variabilidad te6rica de la Forma I y del tipo IIA

11.7.- VARIABILIDAD DEL TAMANO DE LAS URNAS. En una primera aproximacion al conjunto ceramico de la necropolis de Molar, se puede apreciar inmediatamente que la variabilidad morfometrica del perfil de las urnas era independiente de sus dimensiones: urnas de diferentes tamafios presentaban la misma morfologfa y proporciones y a un tamafioequiparable corresponden perfiles heterogeneos. La capacidad de los recipientes funerarios corresponde a una esfera de variabilidadindependientede aquella que determinan las proporciones de las urnas. Las variantes morfometricas son el resultado de la existencia de distintos modelos de perfil, mientras que la capacidad es un parametro vinculado a las medidas absolutas de las urnas y a su uso. La variabilidad de tamafio da lugar a una escala de volumen ya una disimetria en cuanto a la potencialidad de los recipientes como contenedores. Tanto las variantes morfometricas como los diferentes tamaflos de las urnas pueden coincidir para dotar a las urnas de una determinada funcionalidad. Sin embargo, esta coincidencia es innecesaria y la variabilidad de perfiles puede vincularse a un marco de la producci6n ceramica distante de las exigencias funcionales ligadas al volumen de las umas. Esta proposicion se ha puesto de manifiesto en el analisis morfometrico de las urnas con perfiles de la Forma I y del tipo IIA, puesto que en los limites de variabilidad de los indices de relaci6n entre medidas que definen las tendencias morfometricas, se incluyen piezas de tamaflos muy diferentes. Por ello vamos a establecer una clasificacion paralela de la capacidad, para posteriormente observar la significaci6n de la asociaci6n entre categorias. En un contexto funerario de incineraci6n como el que estamos estudiando, las exigencias de capacidad seran aquellas ligadas a la suma del volumen de residuos de la cremaci6n seleccionados para el enterramiento en la urna y del volumen de objetos (metalicos exclusivamente en el caso de Molar) que acompaflaban los restos.

Entre las umas de la Forma V, caracterizadas por presentar una carena angular, s6lo disponemos de la totalidad de las medidas del perfil de la uma n12 138. Es destacable que sea precisamente esta uma la que presenta una situaci6n de la carena mas baja entre todas las del conjunto estudiado (38% de la altura total), con lo que quedaria excluida del intervalo de confianza de las umas de Forma I y del grupo IIA, en uno de los indices mas normalizados en las producciones ceramicas de ambas categorfas. Los demas indices de la urna

No disponemos de datos sobre la selecci6n de partes del esqueleto o del tratamiento sufrido por los restos, ni, por supuesto sobre las edades de los individuos de cada uma. 59

Urna Litros Urna Litros .9 2.89

114

5

115

4.29 11.86

19

3.77

117

1.71

26

9.11

127

4.05

34 48

2.29

135 136

.33 2.46

64 65

5.52 12.67

5.07

66

2.57

138 139 142

67

3.49

145

6.42

71 74

.44 4.32

147

2.78

148

5.6

76

4.16

150

3.63

83

.11

3.02

87

3.04

152 154

88

1.56

155

3.4 2.91

89 94

9.55 2.67

156 157

3.94 5.94

95

5.75

162

3.39

99

163

3.08

108

5.71 4.91

165

7.23

110

3.39

169

3.54

4

1.92

Grupos Capacidad

N

X

s

CV

Intervalo Empirico

Intervalo de Confianza

Total

44

4,24

2,7

63,7

0,11/12,67

3,14/5,34

Cl

4

0,45

0,33

75

0,11/0,9

0/1,42

C2

3

1,73

0,1

10,5

1,56/1,92

0,69/2,7

C3

10

2,77

0,07

9,6

2,29/3,08

2,5/3

C4

12

3,78

0,36

9,5

3,39/4,32

3,46/4,1

cs

11

5,76

0,64

11

4,91/7,23

5,15/6,4

C6

4

10,8

1,73

16,1

9,11/12,67

5,7/15,9

5.41 5.75

Definici6n Estadistica de los grupos de urnas segim su capacidad Tabla 11.11

Capacidad de las urnas Tabla 11.10

18

-+----~..__...__.__.__....

________

....._.__ --t-

14 ---------------12.

16 14

u

10

10

8

8

6

6

4

4

z.

z. 0 -+-.....-...-~....--.

-2.

0

......... -.&...r----pl,.-.---+--.--.Lr-=1..-..--+-

2. 4 6 8 10 CAPACIDAD (litres)

12.

0

14

C1

C2.

C3 C4 CA'IE.OORIA Grafico 11.50

Grafico 11.49

60

CS

C6

excepcionalmente eran de menor o de mayor tamafio.

No obstante, la edad, fundamental a la hora de seleccionar el volumen del contenedor cuando se efectuan enterramientos de inhumaci6n (primaria o secundaria) 6 no constituye, en principio, una variable determinante del volumen de los restos enterrados. Parece probable que el procedimiento de selecci6n de restos de la pira y el tamafio de los ajuares, cuando estos se colocan en el interior del contenedor funerario, pueden generar exigencias de capacidad mas importantes que el tamafio del cuerpo incinerado.

Debido a la variabilidad de proporciones de las umas no resulta posible extrapolar de manera directa ninguna de las medidas absolutas para calcular la capacidad de los recipientes, al menos en los grupos centrales de la distribuci6n (C2 a CS). Sin embargo, hemos considerado prudente incluir en el grupo de urnas de menor tamafio (CI) los fragmentos de pie correspondientes a los n°s 15 y 53 del inventario de Vilaseca, puesto que por su reducido tamafio unicamente podfan adscribirse al intervalo inferior.

Para evaluar la capacidad de las umas hemos considerado solamente el espacio correspondiente a la parte util de los recipientes. El espacio util de los contenedores es aquel demarcado entre el fondo y la abertura de las cualquier recipiente. Los pianos horizontales correspondientes a la boca y al fondo de las vasijas y las paredes que definen el contenedor permiten establecer la capacidad de las urnas. El calculo se ha efectuado en unidades metricas de capacidad y se expresa en litros 1 (tabla 11.10). El procedimiento analftico seguido sera el mismo que en los indices de relaci6n.

11.8.-ANALISIS MORFOMETRICO DE LAS BASES. El analisis de las bases independientemente del perfil queda justificado por el caracter de la documentaci6n disponible: mas de la mitad de las umas que hemos podido estudiar directamente (51 %) conservaba unicamente la parte correspondiente a la base. La conservaci6n pref erencial de esta parte de las urnas responde a varios factores: la deposicion de la urna cineraria se hacfa con esta en posici6n vertical. El resultado ha sido una mejor preservacion de la zona inferior, menos afectada por las remoniciones del sedimento superficial en los trabajos agrfcolas o en otras actividades y por la erosion de la pendiente de la ladera donde se ubica la necropolis.

La distribuci6n empirica correspondiente a la capacidad de las umas no se ajusta a la Ley Normal (graf. 11.49). Esta situacion es resultado de la marcada distancia de los valores extremos correspondientes a las urnas de mayor tamafio respecto al resto de la muestra y de la marcada ruptura existente entomo a los 2 litros de capacidad, con muy pocos ejemplares con valores inferiores. El elevado coeficiente de variabilidad (64%) pone de manifiesto la heterogeneidad de las umas de la necropolis. Las tendencias empiricas identificadas en la distribuci6n de valores de capacidad de las urnas nos ha permitido, con la mediaci6n del ajuste a la distribuci6n de t, proponer la existencia de seis categorias de tamafios (tabla 11.11). La categorfa Cl, la de menor capacidad es muy heterogenea (75% de variabilidad), pero agrupa las urnas de menos de 1 litro de capacidad. Las escasas umas de entre 1,5 y 2 litros se agrupan en la categoria C2. Los grupos mas homogeneos son C3 a CS, que integran, respectivamente, las umas de 2 a 3 litros, de 3 a 5 y de 5 a 7 litros. Finalmente C6 incluye las umas mas voluminosas, con una capacidad de 9 a 13 litros. La distribuci6n de las umas en estas categorias muestra una amplia dispersion, fundamentalmente entre las categorias C3 a CS (graf. II.SO). Podemos plantear que la selecci6n de las umas se efectuaba sobre recipientes de capacidades comprendidas entre los 2 y los 7 litros, y que solo

La conservaci6n diferencial tambien puede relacionarse con las caracteristicas intrf nsecas de las urn as. La base es el elemento mas solido de los recipientes y su pared es de mayor grosor, a la vez que el fondo refuerza las paredes adyacentes del inferior del cuerpo y del pie en su caso. Esta solidez hace a las bases mas resistentes a las fracturas y dispersion resultante de avatares posteriores a la excavaci6n. De hecho, en muchas urnas rotas despues de su restauracion solo la base nos remite al recipiente original. Asi una clasificaci6n propia de las bases nos proporcionara una vision mas completa del conjunto de umas de la necropolis y de la definici6n de la ceramica funeraria. Para el estudio contamos con un total de 167 bases de la necr6polis de Molar. Como ya sei'ialabamos al caracterizar la documentaci6n disponible para el analisis de la ceramica de este yacimiento, probablemente este numero corresponde al numero original de recipientes ceramicos presentes en el sector excavado del area funeraria. Estas 167 bases pueden considerarse a efectos practicos una muestra casi completa de las bases recuperadas durante la excavacion de la necropolis. Hemos incorporado seis casos que no hemos podido estudiar directamente, pero que fueron descritos detalladamente por Vilaseca. Sin embargo, solo podemos adscribir a la numeracion original que les dio Vilaseca, 78 piezas (45%).

En nuestros trabajos en la necropolis de Gatas hemos podido determinar la existencia de una correlaci6n directa entre los grupos de edad y la capacidad de los contenedores funerarios y proyectar sabre ese punto de partida la edad probable de los individuos contenidos en tumbas conservadas de manera incompleta (Buikstra et alii 1990). 7

Se ha calculado la capacidad de los recipientes ceramicos a partir de su descomposici6n en las figuras geometricas que pueden inscribir el espacio de los las urnas (segmentos esfericos, zonas esfericas y troncos de cono).

61

Forma B

Forma A

Forma C

Forma E

Forma D Formas de las bases de Molar

Figura 11.7

Morfotipos debases

paredes del perfil, diferenciamos entre fondos convexos (CX), fondos pianos-rectos y fondosc6ncavos (CV).

(Rn

En el analisis de las bases hemos seguido el mismo procedimiento que en el analisis del perfil, definiendo previamentelos atributos que tendremosen cuenta en la clasificaci6nmorfol6gica.La propuestade morfotiposha servido como punto de partida para el analisis de los parametroscuantitativos.

C.-Presenciao ausenciade talon. Para las basesplanas,con fondorecto (RT),hemossefialadola existenciao no de realce exterior.La presenciade este elemento no resultaposibleen bases c6ncavas (se trata de un pie) ni en bases convexas.

Como criterios de determinaci6nde las formas primarias de las bases, utilizaremoslos siguientes: A,-Presenciaoausenciade pie, El pie constituyeun realce adicionalafiadidoal fondodel recipienteconposterioridad al modelado del cuerpo, con la funci6n de actuar como soporte de sustentaci6n. Esta formando por un anillo, sobre el que se apoya la uma. Este modelode "pie anular" se caracteriza por presentarse como realce extemo de la base, diferenciadodel cuerpo, mientrasque porel interior el fondodel recipienteaparecelevantadorespectoal piano en que se apoya la uma1 • Frentea las bases con pie existen bases con un piano horizontalde apoyo, que corresponde al fondo del recipiente, que aun cuando presenten un realceextemo,nodefineun "pie"segunnuestraconcepci6n. Este tipo de bases pueden contar o no con un realce extemo, que denominaremostalon.

0 ba

B,-Curvaturadel fondode lasbasessinpie,Las diferencias en la morfologiadel fondo cuando no existe pie anular en la baseconstituyenuncriterioparadistinguirtresvariantes. Siguiendoel modelo descriptivoestablecidopara las 1

Con estadefinici6n nose distingue el morfotipo pie del morfotipo de bases c6ncavas con realce externo. Esta diferenciaci6n propuesta, por ejemplo, en la clasificaci6n de Declet y Py (1975) no cuenta con ningun argumento suficiente para man ten er la. Las diferencias entre ambas variantes se lirnitan a la existencia o no de inflexiones en la pared del fondo: la continuidad o no de esa pared marcarfa la ausencia o la presencia de pie para las investigadores franceses, pero en todos las casos el realce es el resultado de la presencia de un anillo de sustentaci6n.

hf

0 ba

Dimensiones de las bases

Figura 11.8 62

pertenecen a la serie MN. Tampoco en esta categoria hemos podido utilizar el inventario de Vilaseca para identificar piezas que no conservaran el numero original en el museo.

D.- Orientaci6n del pie. La orientaci6n del eje del pie nos permite distinguir dos variantes: Vertical y paralelo al eje de simetria, y convergente desde el punto de apoyo al punto de uni6n con el cuerpo. No tenemos en cuenta la posibilidad te6rica de pies con orientaci6n divergente, de dificil constataci6n empirica, dado que no responderfa a las necesidades funcionales de sustentaci6n del recipiente.

Forma E. Incluye las bases con pie anular de orientaci6n convergente hacia el eje de simetria y exvasado respecto a la uni6n del cuerpo. A partir de nuestra observaci6n directa del material ceramico, hemos documentado que pertenecen a este grupo 66 bases de umas adscritas al numero de inventario original de la excavaci6n y otras 56 sin identificaci6n, es decir, un total de 122 piezas. Evidentemente representan el modelo-tipo en la necropolis (73%). Remos creido justificado incluir en esta categoria los datos de Vilaseca de las medidas de altura del pie y de diametro de la base de 6 umas (58, 69, 90, 125, 149 y 171)11 •

Los atributos seleccionados para definir la morfologia primaria de las bases, nos ban permitido establecer 5 formas (fig. II. 7). Forma A, Corresponde a bases planas, de fondo recto sin pie ni realce externo. No hemos constatado mas que cuatro fragmentos de esta categoria entre las piezas del Museo de Reus sigladas en la serie MN. No hemos realizado ningun analisis cuantitativo de este reducido grupo.

Analisis Forma B. Se trata de bases planas, de fondo recto con realce externo -talon-. Remos identificado c6mo pertenecientes a este grupo, a partir de nuestro estudio, 13 piezas. De ellas 5 cuentan con numero de excavaci6n original, otras 5 son de la serie MN sin posibilidad de adscripci6n al numero de tumba y otras 3 aparecian en el museo junto a otros fragmentos del n° general 4 720 del museo bajo la denominaci6n de n°s "22" y "47". Hemos considerado como perteneciente a este grupo la fonna de la base de las umas 51 y 54 a partir de la documentaci6n de Vtlaseca9 •

morfometrico

de las bases.

Las formas de base identificadas empiricamente se ban analizado a partir de una serie de parametros para establecer la variabilidad de sus proporciones y diferencias aquellas categorias morfometricas que pueden resultar relevantes. Las medidas consideradas en este analisis seran las siguientes (fig. 11.8):

Forma C, Son bases convexas, sin pie ni realce externo. Este modelo de base hemos podido documentarlo en un total de 12 piezas, tres de ellas con el numero de excavaci6n y el resto de la serie MN. No ban res ·ultado utiles las denominaciones que da Vilaseca en su inventario a estas bases, puesto que se refiere a ellas como bases deprimi.das, categorfa en la que incluye urnas con pie anular (4, 45, 57).

-Anchura de la base (0ba). El diametro de la base se ha considerado en el exterior del punto de apoyo del pie, o bien en el punto externo de union con el cuerpo si no existe dicho elemento.

Forma D. Define aquellas bases con pie anular de orientaci6n vertical, paralelo al eje de simetria 10 • El anillo de sustentaci6n de la urna con eje paralelo al de simetria, esta presente en 14 piezas del conjunto estudiado, de las que 10 ban conservado el numero de excavaci6n y otras 4

-Altura del realce extemo (hp). Esta medida afecta tanto al realce extemo de los pies anulares (Formas D y E) como al tal6n de las bases planas realzadas (Forma B). Tiene como puntos de referencia el apoyo de la base en el piano de sustentaci6n y la union con el cuerpo. -Altura del fondo (hf). Es la medida de distancia maxima entre el exterior del fondo del recipiente y el piano de sustentaci6n. Afecta tanto a las bases con pie (Formas D y E) como a las bases convexas sin pie (Forma C). En las bases planas, esta medida es 0.

9

La uma 51 fue descrita por Vilaseca c6mo base plana y presenta un realce externo segun la fotograffa publicada (Vilaseca 1943: lam. VII), y la base de la uma 54 se caracteriz6 c6mo pie piano, igual que la base de la uma 52, correspondiente al modelo de bases B.

A partir de estas medidas hemos establecido dos indices de relaci6n, que nos permitiran el analisis de las proporciones de las bases:

10

En este caso el excavador de la necropolis se enfrent6 a dudas en la definici6n del modelo de pie que consideramos. Mientras se refiere con claridad a la presencia de pies en ciertas umas (71, 79), describe otras sin pie (94) o con poco pie (117) en el inventario de la monograffa de 1943, aunque en posteriores descripciones (Vilaseca Sole y Mane 1963: 79; Vilaseca 1973: 261) describe estas ultimas tambien sin pie (urna 117). Estas v acilaciones no tendrfan ma yores repercusiones, pero la diferenciaci6n entre la presencia-ausencia de pie fue uno de los criterios morfol6gicos que fundamentaron la diferenciaci6n entre las umas del periodo II y del periodo III de Vilaseca, con Les Obagues y Molar como necr6polis-tipo y precisamente con la uma 117 como ejemplo de transici6n entre ambos perfodos. De acuerdo con nuestra definici6n de pie esta pieza o la n 11 94 poseen como elemento adicional un pie anular.

Cuando se refiere a pies en el inventario de 1943, Yilaseca hace referencia a nuestro grupo E en 31 ocasiones y solo en dos casos a bases del grupo D, para las cuales ya hemos vista que tiene dudas sobre la definici6n. Otras dos veces se refiere a bases planas con realce de la Forma B aplicando el calificativo de pie piano. En todo caso, tambien aplica a bases E la descripci6n de base deprimida con hordes salientes (60,121 y 160) y se refiere a la uma 115 como casi sin pie. Las umas que adscribimos al grupo de pies E se describen, en lo que respecta a su base, como pie bien diferenciado (58), pie alto y hueco (125), pie saliente (90), pie alto (171) y simplemente con pie (69 y 149). El termino pie se aplica en el inventario a otras 30 urnas que no hemos identificado, pero hemos preferido no incluirlas en la categorfa E para no aumentar el riesgo de que se tratara de otros modelos de base.

63

140 -------'-----'-----'---~--...._

se confirman con variantes morfometricas al ajustarse a intervalos de variabilidad te6rica excluyentes, aumentando sus coeficientes de correlaci6n -sin alcanzar el nivel de significaci6n dado el reducido numero de efectivos de los grupos- y reduciendose el coeficiente de variaci6n respecto al conjunto de la Forrna B. El grupo B2 aparece con un mayor grado de normalizaci6n.

___

120

100 80

60 40

Las bases convexas de la Forma C.

20 0 _._....... ___ __.__,--__.,_-r-

A

B

_______

C BASES

El estudio cuantitativo de esta forma de base se apoya en las medidas del diametro de la base (0ba) y de la altura del fondo (hf). El coeficiente de correlaci6n entre ambas medidas no es significativo y el coeficiente de variabilidad es relativamente elevado-42,3%-, el intervalode variabilidad te6rica noexcluye ninguna pieza, y no existen argumentos para diferenciar tendencias a partir de la distribuci6n empirica de los indices de relaci6n entre medidas (tabla 11.14, graf. 11.54 y 11.55).Una muestraconmasefectivoshabriaperrnitidomatizarlaexistencia de tendencias,sinembargo, en nuestros analisisconsideraremos como un conjunto homogeneo las bases de la Forma Cante la ausencia de indicadores estadisticos para proponer variantes.

_...L----,--~~

D

E

Grafico 11.51 -Diferenciaci6n del realce extemo (hp/ 0ba). Utilizando como referente el diametro de la base, nos indica las proporciones de altura de los realces extemos de los pies anulares y de las bases planas con tal6n. -Ahuecamiento del fondo extemo (hf/ 0ba). Nos indicara la mayor o menor concavidad intema de la base, en el caso de los pies anulares y de las bases convexas.

Los pies anulares verticales de la Forma D.

Estos indices son apropiados sobre todo para el analisis de los pies anulares (D y E), que constituyen la categoria con un mayor numero de efectivos en la ceramica funeraria de Molar (graf. 11.51).El procedimiento seguido en el analisis utilizara los mismos recursos estadisticos que en el estudio de los perfiles.La tabla 11.12incluye las medidase fndices de relaci6n de las umas analizadas.

El anal isis de los indices de relaci6n entre el diametro de la base (0ba) y las alturas del pie y del fondo (hp y hf) tampoco permite identificar variantes. No obstante, se constata la independencia entre las medidas correlacionadas (los coeficientes de Pearson no son significativos) y una variabilidad relativamente alta. El intervalo de confianza para el indice hp/0ba documenta una distribuci6n normalizada, mientras en el fndice hf/0ba unicamenteexcluyela baseMN2387 (tablall.15 y graf.11.5611.59). Por lo tanto, consideraremos que los pies anulares verticales re ponden a un conjunto homogeneo por sus proporciones.

Las bases realzadas de la Forma B.

La definici6n y analisis estadfsticosdel fndicede relaci6n entre las medidas de altura del realce (hp) y diametro de la base (0ba) nos ha permitido identificar dos variantes morfometricas mediante el ajuste de la distribuci6n empirica a los intervalos te6ricos definidos por la distribuci6n de lat de Student-Fisher (tablas 11.13). Estas variantes son el resultado de las proporciones del desarrollo en altura del talon y se expresan tanto en la distribuci6n empirica del fndice hp/0ba como en la correlaci6n entre ambas medidas (graf.11.52 y 11.53).

Los pies anulares convergentes de la Forma E.

Bases de tipo B2 Bases planas con un realce cuya altura oscila entre el 6 y el 13% del diametro de la base. Corresponden a este modelo 4 bases.

Estegrupo,quecuentacon unamuestrade 119piezasanalizadas. Hemos documentado que las distribuciones empiricas de los indicesderelaci6n entre0 bay hp-hf seajustan a la Ley Normal (graf.11.60 y 11.61).Sin embargo, los coeficientcsde variaci6n son muy altos (32,9 y 39,7%) y los de determinaci6n entre medidas bajas (15,9 y 13,6%), mientras que los intervalos de variabilidad normalizada excluyen un numero elevado de piezas en ambos indices. Estos parametros nos indican, al margen del ajuste a la Ley Normal, la presencia de tendencias en la altura de los anillos de sustentaci6n de las umas y en la distancia al piano de apoyo desde el fondo extemo, cuyo comportarniento resulta independiente de la anchura de la base que usamos como referente (graf. 11.62).

El intervalo de confianza para el conjunto de bases B no excluia el indice de ninguna pieza. Sin embargo, observamos que la correlaci6n entre medidas es muy baja y no resulta significativa y que existe una clara bipolarizaci6n de los fndices.Los valoresagrupadosen losextremosde la distribuci6n

Entre las alturas del pie y del fondo constatamos una correlaci6n elevada (con una determinaci6n del 49%), lo cual nos permite abordar el amilisis de los pies E jerarquizando los fndices y considerando en primer lugar las variantes de la relaci6n hp/ 0ba. Puesto que existe la tendencia a mantener el fondo del

Bases de tipo B 1. Bases planas con un realce de altura equivalente a menos del 6% del diametro de la base. Al grupo B 1 pertenecen 7 de las bases analizadas, pero tambien podemos incluir las bases 47/1 y MN 2420. 1

64

Mcdidas Urna

Indices hf/

hf

48

73

7

7

hp/ eba 9.6

49

75

8

6

10.7

8

9.2

53

40

8

6

20

15

10

10

57

70

8

5

11.4

7.1

4

3.4

58

90

20

.

4

3.8

60

95

8

8

8.4

64

95

9

7

9.5

12

160

15

hp/ tlha 9.4

52

116

4

3.4

152

109

10

157

100

168

116 106

"47/1"

B

Indices hf/ t,ba 9.6

hp

hp

"2'}/5"

Mcdidas Urna

eba

-,ba

hf

tlha

2

Mcdidas Urna

ttba

hp

hf

165

100

16

18

169

88

15

13

171

83

20

Indices hf/ eba 18

hp/ t,ba 16 17

14.8

24.1

172

111

5

3

4.5

2.7

"142bis"

105

20

12

19

11.4

8.4

"47/4 "

100

15

15

15

15

7

"?bis"

60

9

5

15

8.3

222

"47/3"

120

6

5

65

96

13

17

13.5

17.7

MNl

80

9

6

11.2

7.5

MNl0l

110

5

4.5

66

74

6

12

8.1

16.2

MNlOO

86

7

11

9.2

12.8

MN 1293

112

10

8.9

69

90

10

10

11.8

11.8

MN2398

100

3

3

73

100

14

11

MN2407

160

6

3.7

74

88

8

76

93

18

.

4

MN2420

11.1

MN 104

85

10

MN105

112

20

6.8

MN114

116

9.7

MN123

14

11

6

9.1

9

19.4

17.9

13

18

10

9

11.2

15.5

34

98

7

7.1

82

112

25

22

22.3

19.6

MN126

84

13

11

15.5

13.1

67

80

10

12.5

83

40

9

11

22.5

27 .5

MN127

92

10

6

10.9

6.5

92

90

5

5.5

85

84

12

5

14.3

6

MN128

86

8

8

9.3

9.3

MN91

110

86

95

12

7

126

7.4

MN 130

100

9

10

9

10

MN99

96

6

6.2

87

84

6

6

7.1

7.1

MN131

100

12

12

12

12

MN174

78

8

10.3

88

82

11

13

13.4

15.9

MN 132

86

15

12

17.4

14

95

7

7.4

89

106

16

12

15.1

11.3

MN 133

90

12

10

13.3

I I.I

MN181

74

4

5.4

90

I 10

20

MN 182

108

6

6

95

121

20

14

MN180

C

MN 186 80

MN2396

MN 134

80

10

6

12.5

7.5

16.5

I 1.5

MN 135

94

16

10

17

10.6

102

14.7

12.7

18.2

96

84

5

10

6

11.9

MN 1591

99

95

12

8

12.6

8.4

MN171

15

13

10

9

MN2416

65

2.3

103

95

10

7

10.5

7.4

MN172

110

15

15

13.6

13.6

9

73

8

6

11

8.2

. 108

87

8

7

9.2

8

MN178

86

11

8

128

10.7

23

80

7

6

8.7

7.5

111

92

17

15

18.5

16.3

MN179

100

16

15

16

15

43

88

5

6

5.7

6.8

115

100

7

5

7

5

MN2381

85

13

13

15.3

15.3

71

58

6

3

10.3

5.2

121

84

10

9

11.9

10.7

MN 2386

100

14

9

14

9

79

95

9

10

9.5

10.5

125

85

15

MN 2388

78

15

10

19.2

12.8

94

78

8

6

10.2

7.7

127

85

10

8

11.8

9.4

MN 2389

18

II

110

82

6

6

7.3

7.3

130

78

10

8

12.8

10.3

MN 2390

70

9

4

12.9

5.7

94

8

7

8.5

7.4

131

90

22

17

24.4

18.9

MN 2392

78

10

5

12.8

6.4

80

6

6

7.5

7.5

135

50

5

7

10

14

MN 2395

14

9 11.2

114

D

117

1

E

17.6

.

E

134

60

7

6

11.6

10

136

75

7

4

9.3

5.3

MN 2397

80

10

9

I 2.5

MN 129

105

8

6

7.6

5.7

137

60

10

6

16.7

10

MN 2399

98

15

9

15.3

9.2

MN 177

88

12

10

13.6

11.3

138

100

10

6

10

6

MN2401

108

8

8

7.4

7.4

MN 2387

68

9

10

13.2

14.7

139

86

9

8

10.5

9.3

MN2402

70

10

7

14.3

10

MN 2394

65

8

6

12.3

9.2

142

94

7

7

7.4

7.4

MN2409

84

9

5

10.7

6

1

88

13

13

14.7

14.7

143

104

9

5

8.6

4.8

MN2410

80

15

9

18.7

11.2

4

74

9

10

12.2

13.5

145

110

17

14

15.5

12.7

MN2413

80

11

5

I 3.7

5.2

5

96

22

14

22 .9

14.6

147

79

8

5

10.1

6.3

MN2414

99

17

12

17.2

12.1

7

100

10

7

10

7

148

98

15

18

15.3

18.4

MN 2417

92

11

9

12

9.8

8

89

7

7

7.9

7.9

149

102

15

MN8

68

10

7

14.7

10.3 12.9

14.7

11

100

8

3

8

3

150

96

17

13

17.7

13.5

MN87

85

9

ll

10.6

13

108

12

10

11.1

9.3

154

103

22

16

21.4

15.5

MN88

85

10

6

l l.8

7.1

40

12

11

3

27.5

155

95

13

7

13.7

7.4

MN90

110

12

15

10.9

13.6 14.3

15

E

18

85

9

7

10.6

8.2

156

96

11

10

11.4

10

MN92

77

10

II

13

19

80

8

5

10

6.2

158

80

12

9

15

11.2

MN94

90

13

8

14.4

8.9

24

105

20

13

19

12.4

159

90

10

10

11.1

II.I

MN95

86

15

15

17.4

I 7.4

26

100

12

4

12

4

160

141

10

13

7.1

9.2

MN96

82

12

12

14.6

14.6

44

95

6

5

6.3

5.3

162

86

8

9

9.3

10.5

MN98

85

12

11

14.1

129

45

89

8

10

9

11.2

163

100

13

13

13

13

Medidas e indices de relacion de las bases Tabla 11.12

65

Regresion Indice

N

S2

r

X

s

CV

lntervalo Empirico

Intervalo Confianza

11

29,9

0,38

5,8

2,9

49

3/10

0/12,6

Bl

7

13,9

0,63

3,8

0,7

18,3

3/5

1,6/6,1

82

4

46,7

0,74

9,4

0,5

4,9

8,9/10

6/12,8

Tipo

Forma

B hp/ ba

Definicion

Definicion morfometrica de las bases B Tabla 11.13

16 14 12.

[ID

10

2,

~ 8

6

4

2. 1

2.

3

4

S

6

7

h~oo.

8

9

10

11

90

100

110

12.0 130

140

150

160

170

tlOO.

Grafico 11.52

Grafico 11.53

Definici(m

Regresi6n Indice

Forma

N

S2

r

X

s

CV

Intervalo Empirico

lntervalo Confianza

hp/ ba

C

9

12,7

0,39

6,97

2,95

42,3

2,3/12,5

0/14

Definicion morfometrica de las bases C Tabla 11.14

11

)C

10 9

45

~----'--'--'---L--'-------'-...._~--_.__,_-+-

)(

8

4

1

35

--

6

3

)(

5

2.S

4

2. 1,5

3

1

2,

)(

1

0

4

6

8

M,~ba Grafico 11.54

12-

0

14

60

65

70

75

85 90 95 100 105 110 00. Grafico 11.55 80

~

66

Definicion

Regresion Iodice

N

S2

r

X

s

CV

Intervalo Empirico

hp/0ba

14

8,1

0,34

9,8

2,4

24,3

4,7/14,8

hf/0ba

14

10,1

0,37

8,5

2,5

29,2

3,2/13,7

Tabla 11.15.Definicion morfometrica

3.S -+-.L..-L-'-~_._

8

........-'- ......... '-'-.....,_.__._.....,_~--~

3

7

i.s

6

l\1N

2387

de los Pies E

-+--'--'--""--"-

..........._.___._._ ....................... __

.__._ ..................... _.__....__._T'

5

2,

4

1.5

3

1

2.

.5 0

Excepcion

1 ...-~.-p-o..,.___,...&......_,,_.,...~r-+--,--r--t---,--,.....,..

6

5 13

7

8

4--

O

Oo

0

Oa_

0

0

O 0°

8

00

0

o O

0

NO

O



TIPO

0

6

4

0



0

z.

0

0 ~---r-..--.--,,........--,----r--.--r 8 6 0 z. 4

10

0

0 0 -+---~..--r--,,........--,----r--.--r--.--,--.---r--.---r(5 8 10 12. 0 z. 4

......... -,--r--r-...........-t12. 14 16

Graflco 111.18

14

16

Grafico 111.19

AGAl0

AGA7 18

18

16

16



0

!or

lZ.

o oa>oo

8

0

00

0

°

0

o

oOo o

8 &:>

°0

0

0

0

8

0

0

0

NO



TIPO

0

0

o oa>ea 0

10

0

0

0

0 0 0

0



0

0

6 0

0

0

0

8

0

8

oooo

0

Oo

6

0

12.

0 0

0

~oO ooo

14

0

00



0

O



'TIPO

8

0

0

0

0

0

0

6

0

0

6 0

O

4

4

z.

z.

0 0

0

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0

6

4

8

12.

10

14

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z.

6

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........

1

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CATALUNYA

1090

90

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lliidio-Ait....

CATALUNYA

1070

90

1-7

1270

150

Cab