La plusvalía oculta: ¿Cómo funciona el imperialismo?
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Colección: «Lee y Discute»

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Título original: Hidden surplus value

Colección: «Lee y Discute», n.° 93 Edita: ZERO, S. A. Artasamina, 12. Bilbao. Distribuidor exclusivo: ZYX, S. A. Lérida, 82. Bilbao. Portada de Ignacio Pérez Piño. Traducción de María Teresa Rojo y Luis Sanz © Hosea Jaffe © Zero, 1978 Madrid, Noviembre, 1978 I. S. B. N.: 84 - 317 - 0478 - 0 ' Depósito legal: M. 34.103-1978 Fotocomposición: M. T. - Telf. 255 12 13 - Madrid. Imprime: Gráficas Color, María Zayas, 15. Madrid.

Hosea Jaffe

LA PLUSVALIA OCULTA * Cómo funciona el imperialismo

Colección: «Lee y Discute», n.° 93

• Conferencias pronunciadas en la Facultad de Ciencias Econó­ micas de la Universidad de Madrid, patrocinadas por esta Editorial. Navidad de 1976.

I. CUATRO SIGLOS DE EXPLOTACION IMPERIALISTA. NACE EL CAPITALISMO

Marx estableció la base analítica microscópica para entender el capitalismo a través de su teoría del valor, de la plusvalía, con su modelo de reproducción simple y am­ pliada, con su explicación acerca de la formación de la tasa general de beneficio y su subdivisión del beneficio en beneficio industrial, beneficio comercial, interés y renta. Todo esto permanece como punto de partida para cualquier estudio macrocósmico del capitalismo. Marx situó el comienzo del capitalismo a principios del siglo xvi. Mauny y otros historiadores de Africa han demostrado que hubo un período que podríamos llamar acumulación primaria primitiva1 en el Norte de Africa, 1. Tras este concepto (en el original «primitive primary accumulation») H. J. está haciendo referencia a una serie de procesos, que hoy, con formas nuevas, se repiten en el proceso de acumulación de capital. Estos procesos, que describe en el presente texto, podemos resumirlos con pala­ bras de Marx en el Capital —citado por H. J. en su obra El Imperialismo hoy, Madrid 1976, ed. Zero-Zyx, 1976— «El descubrimiento del oro y plata en América, la extirpación de los indígenas, a veces, su esclavización y su sepultura en la miel, otras veces; el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales; la transformación de Africa en un recinto para el abastecimiento de negros que eran la materia prima en el comercio de los esclavos: éstos fueron los accidentes que han caracterizado el brillante nacimiento del área de la producción capitalista. Estos fueron los procesos idílicos que formaron los factores primarios de la acumulación primaria (cursiva H. J.)_ .

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Sahara y Africa del Oeste, por intereses franceses, portu­ gueses, españoles e italianos a lo largo del siglo xv, durante el cual, solamente de oro fueron trasvasadas 700 Tm. de Africa a Europa. Este período siguió, en orden, a la primera «expedición de saqueo del capitalismo», como ha llamado B. M. Kies —de Sudáfrica— a las Cruzadas de los siglos x y XII, durante las cuales una burguesía costera se enriqueció rápidamente a expensas de los reyes feudales de Inglaterra y Francia, que respaldaron las Cruzadas cuyas expediciones fueron equipadas por esta burguesía mercantil, asentada en las costas y constructora de barcos; y por el botín capturado del mundo árabe-turco. Incluido en este saqueo estaba un elemento ideológico que más tarde llegaría a ser muy preciado para el capitalismo, es el concepto de «raza» o «razza» en la lengua franca de las Cruzadas mediterráneas. Las conquistas de las Américas y Asia y el mercado de

Para aclarar un poco más citaremos a Andre Gunder Frank, aunque no mantiene las mismas posturas de H. J. «En la medida en que la acumu­ lación “primitiva” se refiere a la acumulación basada en la producción bajo relaciones de producción no capitalistas, no tiene por qué ser anterior, sino que puede ser también contemporánea con la producción y acumula­ ción capitalistas. Tal producción no capitalista, y la acumulación basada en ella, pueden llamarse —para distinguirlas de la acumulación pre-capitalista originaria o “primitiva”— acumulación “primaria”(...) Tal acumula­ ción primaria, basada parcialmente en la producción mediante relaciones de producción no capitalistas, ha sido compañera frecuente, si no constan­ te, del proceso capitalista de acumulación de capital también en sus fases desarrolladas de predominio del trabajo asalariado y, posteriormente, de la plusvalía relativa. En realidad, tal acumulación primaria ha supuesto una contribución sustancial, si no esencial, a la acumulación capitalista de capital. Tal acumulación primaria puede implicar o no también sobre­ explotación del productor no asalariado más allá de sus necesidades míni­ mas de subsistencia y reproducción. Implica sobre-explotación de la fuerza de trabajo en cuanto su fondo de consumo y la reproducción de su fuerza de trabajo se alimentan directamente de esta producción no capitalista». (La acumulación mundial, 1492-1789, Barcelona, 1978). Conceptualmente algo ha podido aportar esta cita (cursiva del traductor).

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esclavos en Africa fueron pre-financiados por estas expe­ diciones coloniales de los siglos x al xv y comenzaron propiamente a principios del siglo xvi. Podríamos llamar acumulación primaria propiamente dicha a este proceso global en los tres continentes coloniales. Marx describió este proceso en El Capital, capítulo 24, apartado 7.°, volumen 1, y en sus artículos de los años 1850, para el New York Tribune, sobre China, India, la esclavitud americana, Irán, Afganistán, etc., así como en otros capítulos y libros del Capital y en su correspondencia con Engels, los populistas rusos y los miembros de la Primera Internacional. El proceso de acumulación primitiva en Asia Occidental o en Oriente Medio y en Africa se transformó en un proceso generalizado con la derrota de los árabes en Granada y su expulsión de España por Isabel y Fernando, quienes en ese mismo momento, en 1492, autorizaron la primera expedi­ ción trasatlántica de carácter esclavizante y de usurpación de tierra, el llamado «Viaje del Descubrimiento» de Cristóbal Colón, en busca del oro de «Cathay» (China) del que había hablado Marco Polo durante su estancia en China desde 1274 a 1294. La expedición comercial de Polo fue, en sí misma, parte de la acumulación primaria primitiva anterior al siglo xvi, la cual sentó las bases de las propias conquistas de Europa sobre el resto del mundo. La confis­ cación de las ciudades, el comercio, la cieñcia, arquitectura y arte de los árabes —incluidos musulmanes, judíos y agnósticos— por la corona española fue en sí mismo un proceso masivo de acumulación primaria, que sentaba las bases del capitalismo propiamente dicho. Esta inmensa riqueza cayó, a bajo costo, en manos de las amalgamas de clase feudal-burguesa de Europa suroccidental y de los financieros y mercantilistas, «ocultos promotores colonia­ listas», de Amberes, Brujas, Gante, Amsterdam y Hamburgo, y su subsecuente Liga «Teutónica» Hanseática. La acumulación primaria primitiva a costa de los árabes,

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Africa del Noreste y el comercio vía transasiática, promovió el proceso de acumulación primaria primitiva dentro de Europa misma: separación de la tierra de los campesinos productores independientes, ruina de los artesanos, trans­ ferencia de la riqueza terrateniente feudal y posesiones per­ sonales a las manos de una burguesía naciente. Este proceso europeo de acumulación primitiva, descrito con algún detalle en El Capital de Marx, fue solamente un pequeño elemento en el proceso total de acumulación capitalista primaria primitiva, el cual, en su propio lugar, no fue sino el pequeño y prolongado comienzo de un vasto proceso de acumulación primaria que asentó los cimientos globales —a nivel mundial— del sistema capitalista después de 1500. La emergencia del capitalismo en Europa fue un proceso mundial, no solatnente europeo. El contenido más impor­ tante de este proceso mundial fue el contenido colonial, desde las Cruzadas, las expediciones de Samarcanda2, Tombuctú3, marroquí, senegalesa, Guinea... de los mercaderes de la costa y reyes europeos, hasta allende la expulsión de los árabes fuera de Europa. Este contenido colonial de acumulación primaria vino, a finales del siglo xix, a conver­ tirse formalmente, por turno, en un proceso colonial de acumulación o reproducción ampliada. Este contenido colonial, que domina completamente en la economía capitalista a través de la historia del capitalismo, es el que forma la sustancia principal de los procesos «macrocósmicos» del capitalismo. La incipiente burguesía europea tenía hacia el siglo xvi en sus manos la riqueza material de los árabes, en España y en cualquier otro lugar de Europa, la ciencia y la cultura de 2. Región de la Rusia asiática, donde tuvo su sede el imperio de tamerlán. 3. Comarca del Sudán actual en la zona del Sahara Meridional cerca de Niger que fue un centro comercial.

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los árabes, los inventos chinos de la pólvora, el compás y el papel, y un volumen creciente de esclavos africanos y de oro que estaban extrayendo de Africa ya por aquellas fechas. Con estos recursos iniciales y armados más y más por el invento mítico europeo de la «raza» y de la superioridad de la raza «blanca», los capitalistas europeos quedaron situa­ dos en una posición de embarque para su conquista del mundo.

Desde el final del siglo xv los portugueses a las órdenes de Díaz, Gao, Da Gama, D’Almeida saquearon las costas de Africa y de la India; capturaron esclavos y, con los españoles, iniciaron el tráfico de esclavos a las Américas, que entonces habían sido conquistadas y diezmadas por ellos con la bendición de todos los Papas (desde Martín V en adelante) quienes habían legalizado el primer tráfico de es­ clavos en tiempos de Enrique el Navegante —en el siglo xv—. Tierras, minerales,'esclavos, ciudades, barcos, todo cayó en manos europeas a bajo coste, barato, por debajo, muy por debajo, de su valor. El genocidio perpetrado por Europa —desde los por­ tugueses y españoles a los británicos, franceses, holan­ deses, italianos y alemanes—, en las Américas se estima, solamente en el siglo xvi, en 25 millones de personas. El genocidio de Europa, incluyendo todas las naciona­ lidades citadas y también daneses, suecos, noruegos, griegos y prusianos, fue mucho mayor en Africa, donde, de acuerdo con M. Indiaye del Museo de Esclavos Goree (Dakar), Senghor —Presidente de Senegal—, y mis propios cálculos previos, unos 200 millones de personas fueron destruidas durante el proceso capitalista de tráfico de esclavos en Africa. Esto significa que alrededor de una de cada tres personas que vivieron durante todo este período, desde el siglo xvi hasta mediados del xix, fueron asesinadas por el esclavismo europeo, utilizando reyes y jefes afri11

canos, incluidos «árabes», bantúes4 y «nilotic»5, e incluso tribus enteras convertidas por el cristianismo en ejércitos de esclavos. En las Américas las vidas indias no contaban nada, no podían haber sido «valoradas» más barato. En Africa la vida humana se estimaba por los europeos por menos que nada. Las expediciones genocidas de saqueo financiadas por portugueses, holandeses, franceses, bri­ tánicos y alemanes a la India acabaron con un número incontable de vidas. En el hambre Orissa de 1860, causada únicamente por la destrucción por los británicos de los antiguos sistemas de irrigación hindú-musulmanes, Marx habla de 1 millón de muertos, según cifras británicas de carácter conservador. Es probable que más adelante los historiadores sean capaces de aunar cifras. Mi propia conjetura es que no menos de 500 millones de personas fueron masacradas por el capitalismo europeo durante los cuatro siglos de su acumulación primaria, en las Américas, Africa y Asia: una media de 100 millones por siglo, en un momento en que la población total mundial era del orden de 300 a 1.000 millones de habitantes. Este largo proceso genocida de 400 años dejó un efecto permanente sobre el valor de la fuerza de trabajo humana de los trabajadores coloniales o semicoloniales, y sobre la inmediata «valo­ ración» de su tiempo de trabajo. Las gentes de América, Africa y Asia fueron separadas de su tierra y de sus medios de producción por la muerte misma, allí donde «menos» violencia no era suficiente. Genocidio y expropiación fueron métodos gemelos de acu­ mulación primaria. Más tarde, durante la acumulación normal la necesidad de trabajo actuó como una limitación 4. Grupo de pueblos diversos del Africa ecuatorial y meridional que hablan lenguas afines (bantú). 5. Tribus sudanesas del alto y medio Nilo que eran conocidas por su elevada estatura.

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al genocidio. La vida humana era barata para la temprana iglesia colonial, tanto para la católica como para la protestante, los esclavos paganos ni siquiera poseían alma y por eso podían ser arrojados al Atlántico con absoluta impunidad. La tierra era barata, incluyendo toda su riqueza, natural y manual. Ciudades enteras, del interior y de la costa, fueron tomadas como botín, sin pagar. Ambos elementos del «capital», humanos y materiales, fueron obtenidos a una escala global, colosal, por el precio de unas expediciones que en definitiva los conquistados tuvieron que pagar en su mayor parte. La vida y las materias primas de Africa, América y Asia estaban literalmente allí para co­ gerlas —lo que no significa que las gentes de los tres continentes no lucharan hasta la muerte misma y durante cuatro largos siglos, en la más épica de todas las resistencias humanas. Pero la Corona española pagó simplemente 5 millones de dólares (en los precios de hoy) para la primera expedición de Colón. Solamente las máscaras de oro que trajo Colón cubrieron el coste. Por añadidura en la segunda expedición a Haití hizo 1.600 esclavos. El saqueo de H. Cortés al reino de Moctezuma6 pagó en demasía el coste de . las expediciones a «Cathay» y los fracasos de Colón. Los opulentos «despotismos asiáticos» de los maharajás7 y mongoles, de los hindúes de Ceilán y de las civilizaciones islámicas javanesa-malaya fueron expropiados por Europa. Al final las poblaciones de Asia fueron separadas de su propio continente como lo fueran también africanos y* americanos. Tres continentes completos, con toda su riqueza material y su fuerza de trabajo humana pasaron a ser el capital básico del capitalismo europeo. Este capital fue conseguido al precio mínimo, el de la guerra, carga 6. Se refiere al Imperio azteca de Moctezuma II al que se enfrentó Hernán Cortés a su llegada a Méjico. 7. Título que recibían los grandes príncipes hindúes.

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financiera que fue transferida, punto por punto, a los mismos conquistados. Asiáticos, africanos, americanos indo-negros y todos sus vastos continentes fueron tomados a un bajo coste, infinitamente inferior al valor actual o potencial en el mercado europeo. El tráfico de esclavos separó a la fuerza —hasta una escala genocida— a los productores de Africa de sus medios de producción, en un proceso «clásico» de acumulación primaria. El posterior sistema capitalista de plantación esclavista hace evolucionar la acumulación primaria hacia la acumulación ampliada capitalista normal en las Américas y el Caribe, Ciudad del Cabo, I. Mauricio, Java, mientras que la expropiación sistemática en la India, Ceilán, Java, Brasil, proveía también las bases de acumulación normal de estas áreas coloniales. Esta acumulación se basaba en una superexplotación, ya se apoyara en la esclavitud, en los tributos, en los bajos_ salarios o en el beneficio comercial. Como dijo Marx en El Capital vol. 1, el sistema colonial y el mercado mundial sentaron las bases, las condiciones generales, del sistema capitalista. Esta base no fue europea, sino global. Europa misma era el producto visible de este proceso colonial. Como mostrara Cairnes en 1862 y 1863 en El poder esclavo y como ha confirmado André G. Frank en un artículo reciente, demostrando la falsedad del «Marx de la burguesía» de Weber, con respecto a por qué los Estados del norte de los EE.UU. llegaron a ser «metrópoli» y por qué Estados Unidos y no Brasil o Méjico, llegó a ser potencia colonial. La misma Nueva Inglaterra se convirtió en un «imperio» y en una metrópoli porque era una de las esquinas del «cuadrilátero» basado en los esclavos: Inglaterra (Liverpool, Bristol, Plymouth, Londres) que exportaba manufacturas a Africa y embarcaba esclavos hacia el Caribe. En contrapartida, mercancías como azúcar, melaza, etc. se embarcaban hacia Nueva Inglaterra (New 14

York, Boston), y azúcar, tabaco, añil y luego algodón de las indias occidentales y de los Estados sureños eran embar­ cados a Inglaterra, etc. Así el cuadrilátero y no el triángulo explicó por qué Nueva Inglaterra se hizo mercantil, manufacturera luego y finalmente se convirtió en el centro del colonialismo de los Estados Unidos: sobre las bases de la esclavitud y trabajo de africanos, indios occidentales y sureños. El trabajo esclavo fue tanto extranjero (Africa hacia Indias occidentales y Estados sureños) como domés­ tico. Después de la abolición del tráfico de esclavos en 1808 en el Imperio Británico y tras la invención de la máquina algodonera de Witney (posibilitando que el tipo de algodón americano se separara de forma adecuada por las textiles de Manchester) y la de Watt, Arkwright, Hargreaves y Crompton en Inglaterra, la demanda de esclavos se elevó tan rápidamente que se criaban en Virginia y Carolina del Norte para exportarlos a Luisiana y Alabama, en particular, en un vasto tráfico doméstico, al que se refiere Marx en su capítulo sobre «acumulación primaria». El amo de esclavo, a diferencia de la antigua Grecia y Roma, era un capitalista. El esclavo era su capital principal. Durante un siglo, el trabajo-esclavo, (no «trabajo libre asalariado»), pro­ duciendo superbeneficios, fue la forma de trabajo básica y más beneficiosa para el sistema capitalista. Tanto la Historia de Gran Bretaña de Winston Churchil, quien atribuye su ascenso a los colonos británicos de las plantaciones de azúcar en las Indias Occidentales, como el trabajo original de Eric Williams sobre Capitalismo y Esclavitud, cada uno a su manera, mostrarán que la escla­ vitud fue la primera forma colonial de acumulación capitalista normal. El trabajo esclavo era «barato», reducido brutalmente al mínimo nivel animal y exprimido al máximo el trabajo del cuerpo humano. Los colonos capitalistas amos de esclavos de Brasil, Indias Occidentales, Estados americanos sureños, 15

Ciudad del Cabo, Java, I. Mauricio, Santo Tomé, etc., sabían muy bien lo barato que conseguían su azúcar, tabaco, café, índigo y algodón. Sabían cuánto les costaba la esclavitud y el trabajo esclavo. El coste era mínimo. Pero cuando ellos colocaban en el mercado sus productos los negociaban con el valor de los bienes de consumo capita­ listas y, junto con los diversos armadores e importadores, se embolsaban la plusvalía completa. Era lo mismo cuando vendían sus «baratos» esclavos. Los vendían y compraban al valor propiamente capitalista. La industria esclavista entre Africa y las Américas proporcionó plusvalía para la construcción de los puertos de Liverpool, Plymouth, Bristol, Burdeos, los puertos normandos de los siglos xv y xvi, Amberes, Amsterdam y Hamburgo. El mismo tráfico de esclavos proporcionó el móvil de la ganancia y la plusvalía, que por último financió el crecimiento de las flotas mercantiles de Inglaterra y Holanda, las cuales, transformadas en oro, llenaron las arcas de los bancos de Lombardía en Italia y de los alemanes dentro y fuera de la Liga Hanseática. Los puertos, la construcción naval y las industrias navales, los bancos mercantiles y las primeras compañías de seguros se basaron todos, en última instancia, en el tráfico de esclavos. La soga de riqueza que se extendió alrededor del cuello de Europa estaba hecha de perlas sacadas de las lágrimas de Africa. La esclavitud y el despojo de la tierra, seguidas de la explotación minera de metales preciosos con esclavos indios le dio a Gran Bretaña la mayor parte de la acumulación primaria, primero a través del robo de Drake e Isabel a los ladrones españoles de las Américas, luego a través del saqueo directo. El mismo proceso le dio a Alemania su inicial acumulación primaria hacia el capitalismo. Gran parte del oro y plata que fueron a España y no terminaron en Inglaterra, fueron a Europa del Este y Alemania para ser preservadas allí o para ser usadas en gestar nuevas fortunas 16

coloniales. De esta forma, Hamburgo fue un centro principal en la financiación de la esclavitud holandesa en Ciudad del Cabo ya en el siglo xvn. No era una coin­ cidencia el que la mayoría de los colonos en El Cabo segregado del siglo xvm fueran alemanes (la mayoría en el siglo xvn fueron hugonotes holandeses y franceses, y en el siglo xix la mayoría eran ingleses, galeses y escoceses). El «imperialismo oculto» de Alemania tuvo sus orígenes en el tráfico de esclavos de los siglos xvi a xix. Las plantaciones de esclavos en las Indias Occidentales y en los Estados sureños y más tarde la expropiación del sistema de castas indio proporcionó el algodón y la riqueza para financiar la revolución industrial inglesa. Esto es por lo que James Stuart Mili, el gran sacerdote del liberalismo británico, sostuvo abiertamente el derecho de Gran Bretaña a someter a las «razas» conquistadas, para las cuales los principios de igualdad no eran aplicables, dice él en sus Dissertations and discussions, vol. 3, a mediados de la era victoriana del incipiente imperialismo. El tráfico de esclavos era el centro del torbellino del mer­ cantilismo capitalista. Como explica Engels en un apéndice al libro III de El Capital, titulado «La ley del valor y la tasa de beneficio», el mercantilismo fue el primero en sentar una tasa general de beneficio. Se hizo así a través del monopolio —el transgresor sería expulsado del «gremio» si violaba la tasa acordada de beneficio. Esta, bajo el capital industrial, evolucionó hacia una tasa competitiva de beneficio, cuyas bases, explica Marx en este libro III, están asentadas en las leyes del valor y la plusvalía. En última instancia, el comercio de esclavos, la mayor empresa del mercantilismo, cuyas metrópolis eran los puertos europeos (y los de Nueva Inglaterra) construidos por este tráfico, financió negocios mercantiles y fue responsable del principio de funciona­ miento del capitalismo: la tasa general de beneficio. A mediados del siglo xvn el esclavista Hawkins, de Ply-

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mouth, vendía esclavos africanos de la costa de Guinea a precios de 25 libras en el mejor de los casos (este simple embarque le hizo el hombre más rico de Plymouth. Otro hizo a su familia la más rica de Inglaterra, incluso se decía que de la corte isabelina). La mayor parte de las 25 libras era beneficio. Un siglo más tarde los precios se duplicaron sin inflación. En 1750 John Newton, un esclavista más tarde convertido en predicador y fundador del movimiento aboli­ cionista de Wilberforce, anotaba en su diario que estuvo comprando esclavos de la costa africana entre 60 y 86 bars., equivalentes a 8—12 libras. («Comienzo del lunes 7 de enero a miércoles 9 de enero de 1750».) Un esclavo exportado por unas 10 libras. Se vendería a un precio especial en las Indias Occidentales, Brasil y Estados Sureños. El precio especial era «europeo», el precio de coste era «africano». «El precio pagado por un esclavo», dice Marx en el capítulo 47 del libro III de El Capital (Apartado V, «Génesis de la renta capitalista del suelo»), «no es sino la plusvalía o ganancia anticipada y capitalizada que se piensa arrancar del esclavo». Esta definición y forma de cálculo prevaleció «donde, como en las plantaciones americanas, las miras capitalistas prevalecen» (mismo capítulo parte V). Habría, desde el comienzo de la implantación de esclavos de las costas africanas —en Brasil, las Indias Occidentales, los Estados sureños, en las minas mejicanas y peruanas, etc.—, una gran diferencia entre el coste de un esclavo en Africa y su precio cuando es vendido por los europeos. En otras palabras, allí surgió una diferencia históricamente estable­ cida entre lo que un europeo pagaba a un africano y lo que recibía cuando vendía él mismo su artículo. La diferencia estaba entre el europeo como comprador en Africa y como vendedor en el mercado mundial. Esta diferencia volvió a aparecer en nuestro propio tiempo cuando las principales compañías imperialistas ya no tienden a poseer medios de producción en Asia y Africa, sino a extraer su plusvalía

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como compradores y vendedores, dejando los medios de producción como propiedad nominal de los Estados inde­ pendientes de Asia y Africa. Como comprador en Asia y Africa, «el capital comercial8, allí donde predomina, implanta por doquier un sistema de saqueo, de forma que su desarrollo, lo mismo en los pueblos comerciales de la antigüedad que en los tiempos modernos, se halla siempre directamente conectado con el despojo violento, la piratería, el secuestro de esclavos y las conquistas coloniales; así sucedió en Cartago, en Roma y más tarde entre los venecianos, portugueses, holandeses, etc.» (El Capital, libro III, capítulo 20, Consideraciones sobre el capital comercial) (el subrayado es mío, Hosca Jaffe). El precio de importación europeo no fue durante siglos, desde después de las cruzadas hasta nuestros tiempos, un precio determinado «económicamente», fijado por el tiempo de trabajo y el mercado. Fue parcial o totalmente un precio fijado por «robo», «saqueo», «piratería», «secuestro de esclavos o conquista colonial». El «precio» pagado iba desde cero a muy por debajo del precio de mercado. Cuando el saqueo directo no fue el responsable de esto, como lo fue en las Américas, Asia y Africa al menos durante los siglos xv, xvi, xvn, y xix, la fijación de precios mediante el monopolio se impuso en el establecimiento de precios subvalorados para los productos africanos, asiáticos e indonegros. Estos capitalistas «mercantiles» y capitalistas hacen­ distas dueños de esclavos no ponían en duda que el tra­ bajo esclavo de africanos e indios fuera trabajo produc­ tivo. De hecho «la base de su teoría era la idea de que el trabajo solamente era productivo en aquellas ramas de la producción cuyos productos, al ser exportados, devuelven 8. En la traducción hemos utilizado como sinónimos capital mercantil y capital comercial.

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más dinero del que costaron (o más de lo que tenía que ser exportado a cambio de ellos)» —tales como las chucherías musicales con las que Colón solía inducir a los indios de Haití y Cuba para enajenarles el oro y otros ornamentos; o bolitas usadas como «dinero» entre los khoi-khoin por los holandeses; o ron, brandy y revólveres intercambiados por esclavos guineanos por los británicos, franceses, holan­ deses, alemanes, daneses, portugueses a lo largo de la costa oeste africana— «lo cual, por consiguiente, permitía a un país participar en alto grado de los productos de las minas de oro y plata (de Méjico, Perú, etc.) recién abiertas» (Marx, El Capital, libro IV, Teorías sobre la plusvalía, volumen 1, capítulo 4). El bajo coste de producción del oro y plata americana era debido al robo mercantil y a la utili­ zación de trabajo esclavo barato, que los españoles y portugueses consumían lo más rápidamente posible. En la práctica los europeos tendían, como Marx observó en El Capital, a subvalorar el oro y la plata por debajo de los ya bajos costes de producción en las Américas. Esto fue una expresión del bajo coste de su «saqueo» y del bajo coste del agravio y la violencia, incluyendo el de los jesuítas y la Inquisición genocidas, requeridas para extraer estos metales preciosos del suelo de las regiones conquistadas de las Amé­ ricas, ya desde el siglo xvi e incluso a fines del siglo xv (el viaje de Colón de 1492 coincidió con la expulsión de los árabes de España después de su derrota en la batalla de Granada). Los ladrones mercantiles compraron oro y plata a «precios americanos» pero los ponían en el mercado español a precios europeos... «sólo las mercancías ex­ portadas eran medidas en oro y plata sobre la base de su valor reducido, mientras las de consumo diario continuaron midiéndose en oro y plata de acuerdo con su valor formal (hasta que la competencia entre capitalistas puso fin a esta medición de dos sistemas diferentes)» (ibíd. libro IV, volumen 1, capitulo 4). El hecho era que el oro y la plata 20

eran más baratos de producir en América que de obtener en Europa. Había una diferencia entre el «precio» europeo de compra (importación) y de venta (exportación). La dife­ rencia constituyó «plusvalía oculta». Esto es claramente cierto para la mercancía más general del capitalismo, el oro, y para su primera forma de trabajo fundamental: esclavos africanos. El «valor actual» de un esclavo era el valor en ese momento de los beneficios esperados, puesto en relación a la tasa media de beneficio esperada. La «duración» esperada del capital así comprado era como la de la tierra, infinita, tanto en cuanto podía producir niños esclavos y ellos más tarde crecer para trabajar como esclavos, ad infinitum. El precio pagado era calculado sobre las mismas bases que el precio de la tierra, esto es el beneficio anual esperado (por ejem. la renta) dividido por la tasa de beneficio medio esperado (normalmente la media co­ rriente). Mark Balug, en su An introduction to the economics of education (Londres 1970), tiene un capítulo titulado «La economía de la esclavitud» en el que compara el precio de un esclavo con la fórmula de la renta de una máquina; por ejemplo, una máquina costaría una renta anual de 10 libras, si nunca se gastara, si su precio fuese de 100 libras y la tasa de «interés» un 10%. Si durase 30 años, el «valor actual» sería 94,3 libras porque después de un año esta suma, al 10% de interés, sería 103,73 libras, de las que 10 libras de renta se pagarían quedando 93,73 libras. El segundo año vendría a ser, con interés, 103,1 libras, de las que 10 libras de renta serían descontadas, dejando un «capital» de 93,1 libras esta vez, y así durante 30 años, hasta que todo el capital estuviese agotado y la renta pagada (incluido mantenimiento y costes de amortización). La fórmula de este proceso de capitalización de renta anticipada es:

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Renta producida Precio =---------------------r

1 (1 - ——— ) (1 + r)n

donde r es la tasa de interés, y n es el número de años. Si n es infinito (reproducción de esclavos o máquina eterna),

Renta producida anual Precio =-------------------------------tasa de interés Si la «renta producida» se sustituye por «beneficio» y el «interés» por «beneficio», obtenemos la fórmula de Marx en el caso de un esclavo haciendo perpetuo su trabajo me­ diante reproducción. Pero Blaug comete el error de definir el precio de un esclavo como «el valor actual de manteni­ miento esperado» a tasas de interés corriente, es decir el precio depende de los «salarios» (no de la plusvalía producida por el esclavo) y de la tasa de interés, (no de la tasa de beneficio). A pesar de estos dos errores de principio Blaug es algo más que un «crítico» de Marx. La fórmula correcta usada por los mismos compradores de esclavos era beneficio anual (plusvalía de un esclavo o familia esclava) Precio de un esclavo = ----------------------------------------(reproducido hasta el) tasa media general de beneficio infinito) Cuando los Hawkins (padre e hijo) y más tarde los pira­ tas de Sir. Francis Drake en el siglo XVI capturaron o «com­ praron» esclavos lo hicieron al coste de 1/3 de su precio de venta. «Compraron» de Africa y vendieron como europeos. La diferencia representaba un beneficio mercantil «ro­ bado». Cuando Newton a mediados del s. xvin pagaba de 8 a 12 libras por esclavos, durante un período de enorme'

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competencia francesa sobre la costa de Guinea, él conside­ raba el precio extrañamente alto. Pero todos estos esclavis­ tas vendieron su cargamento en las posesiones americanas de los españoles, portugueses, británicos y franceses de 50 a 100 libras. Un esclavo era barato como mercancía en Africa antes de convertirse en un elemento de capital en las Américas. Su valor como capital era de 5 a 10 veces su valor como mercancía. Su precio de exportación de Africa era de 1/5 a 1/10 o incluso menos, de su precio en el mercado europeo. Lo que fue verdad acerca del oro y la plata también fue verdad para los esclavos. Y estos fueron los bienes básicos de la acumulación primaria del capital. Cairnes (op. cit., 1862, pág. 122) dice que «los benefi­ cios anuales a menudo igualaban al capital completo de las plantaciones». Si tomamos el capital material como igual al capital humano, esto significa que, sobre 1850, las planta­ ciones sureñas de esclavos estaban produciendo una tasa de plusvalía del 200%. En 1840-50 el tráfico de esclavos domésticos, la mitad de los cuales venían de Virginia a Alabama y Luisiana, efectuó una venta de 235.000 esclavos por un total de 16,45 millones de $ (antes igual a 3,29 millones de libras) aúna media de 700$ ó 140 libras cada uno. En 1850 había 4 millones de esclavos en los Estados sureños, mante­ niendo a 8 millones de «blancos», de los cuales 400.000 eran amos de esclavos, así como manteniendo los cultivos de algodón, azúcar, tabaco, etc., para los Estados Libres, de los que Cairnes escribe: «las ciudades del norte habían sido una vez el emporio del comercio de esclavos africanos». Del 33 al 50% de los esclavos eran esclavos trabajadores. En 1850 los niños recién nacidos se vendían a 200 $. Un niño es­ clavo habría de ser mantenido durante unos 10 años antes de producir plusvalía durante unos 20 años, al cabo de los cuales, como norma, él o ella morían. La plusvalía esperada era casi la mitad (tomando 15 años de productividad adulta) en comparación con la de un esclavo adulto (adoles-

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cente o mayor), formándose así un precio adulto equivalen­ te de unos 400 $. Dado que la subsistencia facilitada por los amos para el esclavo capacitaba fuerza de trabajo no sola­ mente de él, sino de toda su familia, incluidos niños, la plusvalía por trabajador esclavo era más elevada que la producida por su propio grado individual de explotación, comparado con el trabajo libre asalariado, donde el salario pagado no producía necesariamente fuerza de trabajo de la mayor parte de su familia —sin duda escasamente ya que el imperialismo corrompió a los trabajadores metropolita­ nos—, sino solamente de sí mismo. La tasa de plusvalía o grado de explotación de un esclavo era igual al coste de producción y reproducción de su fuerza de trabajo, pagada por su amo, usualmente al nivel mínimo casi animal, es decir el esclavo equivalente de «salarios», dividido entre la plusvalía generada por la familia completa. A un precio de 700 $ hacia 1850, y una tasa de beneficio del 50% (que era una tasa media para el período), la plusvalía por esclavo y año era alrededor de 350 $ á 70 libras... El coste de produc­ ción y reproducción de la fuerza de trabajo de un trabajador británico en ese momento era 1/3 de su plusvalía, en la agricultura (Leonce de Lavergne, citado por Marx, El Capi­ tal, libro I, capítulo 16). Su salario en ese época era alre­ dedor de 2 chelines diarios, o 30 libras al año, para él y su familia. Su plusvalía era 90 libras al año, cerca de la del esclavo de las plantaciones de algodón americanas. Pero parte de esta plusvalía británica, que era obtenida después de la generalización de la tasa de beneficio, incluyendo la industria transformadora de algodón de América, necesa­ riamente incluía «plusvalía oculta» contenida en este algo­ dón y en otras importaciones «coloniales». Pero los «salarios» de un esclavo eran incluso menores que los bajos salarios de los trabajadores británicos de entonces. Fabri­ cantes manuales de clavos y muchas mujeres estaban ganan­ do solamente 12 libras a la semana en 1860. (El Capital, 1¡-

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bro 1, capítulo 18). A finales del siglo xvm en Ciudad del Ca­ bo había poca diferencia entre el coste de mantener un escla­ vo o los salarios de los trabajadores libres. Después de la abolición en Estados Unidos, cientos de miles de esclavos liberados pasaron hambre hasta morir gradualmente en el mercado de trabajo asalariado libre, es decir el salario medio repartido entre todos los esclavos libres tendía a ser incluso menor, que el coste de subsistencia de los esclavos bajo la esclavitud. Durante la primera mitad del siglo XIX, así como para todo el siglo xvni, los salarios de los trabaja­ dores británicos, flamencos, franceses, holandeses y alema­ nes tenía poca diferencia con los «costes de mantenimiento» de los esclavos en las Américas y en El Cabo, Java, etc... Las tasas de plusvalía eran también bastante iguales en los dos grupos de países (es decir la proporción S/V), pero con la transición al imperialismo esta proporción aumentó para los trabajadores coloniales y cayó para los trabajadores en los países imperialistas. Partiendo de una cosecha anual y una rotación anual de «capital variable» para el amo de esclavos, su propia tasa de beneficio era r =

plusvalía producida anualmente ---------------------------------------------------------------------«salarios» anuales + «capital constante» (incluido el coste de comprar sus esclavos)

S r ” (V + C + P)

donde P es el coste de los esclavos,

Si esta tasa de beneficio es igual a la tasa media general de beneficio, su «capital esclavo», P, sería:

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Por ejemplo, en 1850, con 4 millones de esclavos, valorado cada uno por término medio en 700 $, P = 2.800 millones de $9 (igual a unos 30.000 millones de $ de hoy, o 7.500 $ por «trabajador»). «V» a 100 $ (20 libras) por familia esclava de 6 (incluyen­ do los menospreciados niños explotados, oprimidos y racial­ mente discriminados por los amos de esclavos y sus robustos hijos e hijas), era entonces alrededor de 66 millones de $. C, excluyendo, por supuesto, las lujuriosas mansiones de los dueños de esclavos, pero incluyendo sus máquinas toscas y a prueba de siniestro a causa del resentimiento y rebelión de los esclavos, (éstos siempre trataron de destruir o averiar las máquinas, mucho antes del movimiento «Luddita»10, similar de Inglaterra en los comienzos del siglo xix), era, con bueyes y caballos de tiro, casi igual a «V», unos 66 millones de$. C y «V» juntos, por consiguiente, eran unos 133 millones de $, comparado con un capital-esclavo unas 20 veces superior, que posibilitaba al comprador de esclavos para ganar casi la misma tasa de beneficio que entonces era la corriente, por medio de la cual él tenía que computar el precio de compra de acuerdo con la fórmula dada (P = S/r). Durante la fuerte demanda de esclavos, después de la abolición del tráfico de 1808 en los mares altos (que permi­ tía a Inglaterra y Francia capturar muchos «negros precia­ dos» y establecer asentamientos de neo-esclavos en Sierra 9. Hay que advertir que H. J. utiliza en todo el texto el término billón en el sentido que se le da en Estados Unidos y Francia de 1.000 millones y no en el sentido castellano de 1.000.000 de millones. 10. Se refiere al movimiento, del que habla Marx en El Capital, que surge como expresión primitiva de la indignación de los obreros contra las máquinas. En Inglaterra el movimiento alcanzó su apogeo en la 2.a década del XIX, como rechazo a la implantación del telar a vapor. (Marx, K. El Capital, Libro I, Capítulo XIII, Apartado titulado «la lucha entre el obrero y la máquina»).

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Leona y Gabón) y después de la captura por parte del ejército de los Estados Unidos y de los cazadores de tierras de las partes de territorios de los mejicanos —posteriormen­ te denominadas Texas, California, Colorado y Florida, ya saqueadas por España— y con el surgimiento de las minas de oro californianas y la industria del algodón en Europa, los precios de esclavos se dispararon a 4.000 $ en la década de 1850 en Virginia. Cairnes (op. cit., pág. 129, edición 1968) dice que si California hubiese permitido el uso de esclavos en las minas de oro como España hiciera en Méjico, «el precio de cuerpo negro capacitado hubiera subido a 5.000 $». Esto pondría la plusvalía anual esperada a S =P x r = 5.000 x 50% en 2.500 $ con una tasa correspondiente de S/V de alrededor de 25, ocho veces superior que en la industria y agricultura inglesas de la época y superior al promedio de «valor añadido» (S + V) del imperialismo que se da en la actualidad en los Estados Unidos. El precio de compra de un esclavo en las Américas era, por consiguiente, de 700 a 4.000 $ a mediados del siglo xix. De 7 a 40 veces el precio pagado por los esclavistas en Africa. El precio final de venta era de 7 a 40 veces mayor que los precios de exportación africanos. Cuando la esclavitud fue abolida en 1834 en el Imperio Británico se sustituyó por un sistema de contrato, bajo el cual el amo de esclavos podía retener los servicios del esclavo durante 4 años. Aparte se les pagaba compensación por 1 /3 del valor asignado de sus esclavos. El pago se hacía en metálico y 3*/z% de acciones en Londres. En Ciudad del Cabo había, en 1831, 3.024 amos de 35.900 esclavos. Cuando la esclavitud legal cesó el 1 de diciembre de 1834, se quejaban de la baja compensación. Esta totalizaba 1,25 millones de libras (H. Jaffe, 300 Years Cape Town, 1952, cap. 25, vol. 1). El valor promedio estimado de un esclavo era 125 libras o 625 $ para El Cabo y las Indias Occidentales 27

y otros plantadores del Imperio. Este precio se compara adecuadamente con el precio promedio de 700 $ en los Estados esclavistas del sur de Norteamérica. Los esclavos de El Cabo importados de Java, Madagascar, Sta. Helena y la costa africana fueron obtenidos en el lugar de origen por 1/10 de su valor, este último se basaba en el valor desconta­ do de los beneficios que se esperaba extraer del esclavo y su progenie. El valor de exportación desde Africa y Asia era un décimo del «valor mercantil» del esclavo. Esta diferencia fue establecida «como un problema de hábito» a lo largo de un período que va desde finales del siglo xv a mediados del siglo xix, un período de 400 años, incluyendo el período que va desde la acumulación primaria y primitiva organizadas, hasta el período de implantación de la acumulación capitalista normal. La diferencia entre los precios europeos y no europeos para esclavos, metales preciosos y especias, sal, era un hecho profundamente esta­ blecido, un hecho «material» y no un problema de «prejui­ cio», de un factor «psicológico», independiente de cual­ quier racista subvaloración del «trabajo» africano, asiático e indo-negro. Este racismo entraba en el pago de la fuerza de trabajo y sus productos en los lugares de origen (labrado­ res de coco en Ghana, cultivadores de café en Kenya, confeccionadores indios, cultivadores de adormidera de Bengala, etc.). Pero una vez en manos de los compradores racistas europeos, ellos valoraban, completa y apropiada­ mente, el tiempo de trabajo como tiempo de trabajo univer­ sal y vendían sus baratas adquisiciones no por encima de su valor, sino a su valor propio de tiempo de trabajo. No era una cuestión de ocultar subjetivamente la plusva­ lía, aunque cuando aparecieron los impuestos aduaneros, esto jugó un papel obvio induciendo a las compañías colo­ niales a declarar valores bajos para sus importaciones de Asia, Africa y América Latina. Más tarde, con los impues­ tos a las compañías en las colonias, las compañías natural28

mente trataban de declarar bajos precios para sus exporta­ ciones desde las colonias a fin de evitar los altos impuestos coloniales; y de la misma manera evitar pagar elevadas tarifas de embarque por tren, tierra y mar. Los factores de obligaciones de aduanas, impuestos y tarifas de portes (en tanto en cuanto el último dependía del valor, no del peso) eran adicionales tendentes a abaratar más el precio «noeuropeo» (y más tarde también el no-norteamericano) de los bienes coloniales, especialmente materias primas. Eran tres elementos aditivos de una totalidad interrelacionada: el sistema de coacción, trabajo barato, desempleo masivo y discriminación racial, las que hicieron posible la obtención de mercancías por debajo de su valor desde Africa y Asia, etc... A la vista está que esto se puede considerar robo, es acumulación primaria.

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II. EL IMPERIALISMO ACTUAL. CONTINUA LA ACUMULACION PRIMARIA

La prueba del robo manifiesto, es que esta combinación (coacción, trabajo barato, desempleo masivo, discrimina­ ción racial) continúa durante el período posterior a la inde­ pendencia de varias maneras, se puede sostener que esta acumulación primaria continúa siendo una parte de la acumulación normal. En la medida en que el sistema está basado en «trabajo asalariado libre», esta acumulación primaria se oculta en la propiedad, práctica comercial y costumbres legales y está incluida bajo la acumulación normal, como forma dominante del capitalismo. En la práctica el punto es académico. La realidad es que el sistema real del colonialismo actual, tanto pre-imperialista como imperialista, necesariamente subvaloró los productos colo­ niales, como importaciones en Euroamérica, quienes a igualdad de necesidad, vendían estos productos a su valor completo. La diferencia está en lo que yo he llamado «plus­ valía oculta» (desde mi monografía Colonialism Today, Londres, 1962)*. El origen y perpetuación histórico real de este tipo de ♦ Traducida por Zero-Zyx, bajo el título Imperialismo hoy con las ediciones de un prólogo y un epílogo del autor para la edición española. (N. del. E.).

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plusvalía no es «puramente económico» sino que se encuen­ tra en la «Economía política». Por ejemplo, no es anneconómico, ni una violación de la ley del valor, la cual de hecho, especialmente en los primeros siglos de secuestro de esclavos, no era aplicable. Pero donde se aplicó, los «sa­ queadores» coloniales usaron la «tasa general de ganan­ cia», basada en sus propios costes de embarque, secuestro, transporte de esclavos, el coste medio del pasaje, los costes de pagar a los jefes y otros intermediarios, etc., para sacar su coste de compra de un esclavo. Este coste no estaba rela­ cionado con sus costes de venta, los cuales estaban determi­ nados conjuntamente por otra fórmula, cuyo único ele­ mento común es la mencionada anteriormente tasa de beneficio. El precio del esclavista y de su adquisición y el del amo de esclavos eran cualitativamente cosas distintas. La plusvalía oculta surge aquí de una forma estrictamente «económica». Pero había poco «puramente económico» en el proceso de «producción de esclavos» por la vía del asalto de tierras, secuestro, masacre de tribus enteras (Stanley estima que el colmillo de un elefante costaba la vida a una aldea), destruyendo el búfalo de los indios americanos o los trabajos de irrigación de los hindúes y musulmanes en Asia, o en el uso de ejércitos, misioneros, «tratados» fraudulen­ tos, pólvora, ron y prostitutas para corromper a los jefes, o en el prejuicio y discriminación racial. Todos estos tenían motivaciones económicas al final. Pero la totalidad com­ prendida en la acumulación primaria y el bajo precio noeuroamericano para los esclavos y bienes era social, político, «cultural» así como «económico». Uno no puede explicar por ejemplo los salarios bajos en Africa, como trató de hacer Lewis en vano, por el «desem­ pleo», a menos que al mismo tiempo explique, como Lewis olvidó de hacer, por qué el desempleo en Africa no es el 10% de la fuerza de trabajo, sino más del 1.000%. Los estados imperialistas tienen un desempleo total de unos 20 millones,

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un 10% de la fuerza de trabajo. La OIT" en 1970 computó el número de desempleados del «Tercer Mundo» en 300 a 400 millones (adultos). Unos 100 millones de trabajadores semi-coloniales trabajan en la producción económica pro­ piamente hablando («economía de subsistencia», «cul­ tivo tradicional» son eufemismos euroamericanos para el desempleo masivo en vastas reservas de trabajo barato desempleado, en las «reservas» del campo y cercanías de las ciudades). Explicar este complejo desempleo requiere un análisis de la economía mundial, en particular del imperia­ lismo, con su internacionalmente desigual división social del trabajo, su «distancia» entre las naciones ricas y pobres, sus superbeneficios, su negación de industria a las naciones «independientes» semicoloniales, sus frecuentes guerras de reocupación y contrarrevolución (a menudo vía ONU como en Palestina en 1948, Corea en 1950-54, Congo 1961-63). Economía nacional, a escala afroasiática, cae dentro de economía internacional y desempleo masivo, es en sí mismo un producto de acciones socio-político-económicas del imperialismo. Por encima de todo está causado por las férreas dictaduras coloniales, bien directamente por el capital monopolista y sus modernas multinacionales (Chile después de la caída de Allende, Sudáfrica, Rhodesia, Estados petrolíferos del Golfo, etc.), o por la vía de la burocracia militar dictatorial (Uganda, Ghana, etc., Pakis­ tán) subsirviendo y encubriendo al imperialismo, el cual, ya no en control abierto, desplaza el peso de la responsabilidad y la culpa a los regidores semi-coloniales, la «burguesía colonial» (un término sin significado en sí mismo ya que muchas colonias en las que el imperialismo nunca permitió surgir una burguesía, dejadas, se forman y funcionan normalmente). El factor coacción llega entonces a ser un factor «económico» fundamental, manteniendo salarios 11. Organización Internacional del Trabajo.

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bajos y posibilitando, así, altos superbeneficios. Esto es aplicable, también, a la «plusvalía oculta». La plusvalía oculta es la superplusvalía hecha en adición a, sobre y por encima de, la inversión directa o indirecta de la superplusvalía (superbeneficio). Ello ocurre tanto en la realidad como en teoría, después de la inversión del super­ beneficio. No hay una tasa general de beneficio internacio­ nal. Hay, en cambio, dos tasas básicas: una para los países imperialistas y otra para las semi-colonias, con su propia variación para Africa, Asia y América semi-colonial (lo que incluye a las Islas del Caribe). La tasa media de beneficio colonial es la plusvalía semi-colonial por año dividida por el total del capital variable y constante y es tres veces mayor que la tasa de beneficio intra-imperialista. Esta última está basada en el beneficio de «ingresos nacionales» como parte del «valor añadido». La tasa colonial se obtiene y define de forma similar. Pero la tasa colonial es más alta de lo que aparenta, porque gran parte del beneficio europeo entra en forma fiscal y estadística de ingresos personales y entra dentro de «V» (salarios), cuando pertenece a «S» (plusva­ lía). En un grado relativamente menor esto también ocurre en los países imperialistas, donde los honorarios de directo­ res se anotan como ingresos de «empleado» y no como beneficios. Pero el elemento de beneficio de «ingresos nacionales» del país imperialista es, por otro lado, menor de lo que parece, a pesar de la mencionada deflación del bene­ ficio por honorarios de directores y formas similares. Es menor en realidad que en las estadísticas de ingresos nacio­ nales porque incluye, inevitablemente, la «plusvalía oculta» procedente de las colonias. La tasa de beneficio intra-impe­ rialista real puede, en efecto, ser cero o negativa (H. Jaffe, Processo Capitalista, Milán, 1972; El Imperialismo hoy, Madrid, 1976). La plusvalía oculta, más las transferencias netas «invisibles» pueden sumar más del beneficio declara­ do en datos estadísticos. En otras palabras, el «valor 34

añadido» es entonces igual o menor que los salarios. El beneficio viene entonces enteramente de las colonias. Los salarios están entonces super-subvencionados por los superbeneficios coloniales. Este subsidio existe en todos los países imperialistas, de acuerdo con Engels y Lenin. En el caso de los trabajadores europeos y los trabajadores americanos que ganan más dinero del que producen, en términos tanto reales como monetarios, no están explotados por simple empleo legal y tecnológico. Este ha sido desde hace tiempo el caso del trabajo llamado «blanco» en Sudáfrica, Rhodesia, Zambia, etc., donde su «valor añadido» ha sido menor que sus salarios ya desde 1930. Este hecho hace tiempo que ha sido aceptado en los círculos liberales de Sudáfrica después de que sus economistas, incluido yo mismo, hubieran llamado la atención hacia este hecho y lo hubieran demostrado de forma concluyente, ya a finales de los años 30 y principios de los años 40. Esta situación se generalizó de alguna manera después de la Segunda Guerra Mundial, en tanto en cuanto los trabajadores «blancos» forman una parte extrema (con los «trabajadores» israelíes) del «proletariado imperialista». El subsidio de los salarios euroamericanos y japoneses, israelíes, australianos, sudafricanos «blancos» por los superbeneficios semi-coloniales tiene su fuente en el trabajo barato de los trabajadores coloniales no-europeos. Estos salarios pueden ser directos, en dinero y/o similar, como en las minas de propiedad extranjera en Sudáfrica, o indirec­ tos, como en la compra a nivel de salario de subsistencia de cacao, café y otros cultivos de exportación por parte de supuestos «campesinos» en Ghana, Zaire, Nigeria, Kenya, etc. Los superbeneficios a los que nos referimos son de dos clases: abiertos y explícitos por un lado y por otro, ocultos e implícitos. Los superbeneficios abiertos son aquellos que obtienen las compañías en Africa, Asia, Oriente Medio, América colonial. Desde el punto de vista económico la

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mayor parte de la región al sur de la frontera de Texas es semi-colonial, pero no toda la región, ya que parte de ella contiene un factor de «asentamiento» europeo que es domi­ nante y representa una extensión de Europa y Norteamérica en América Central y del Sur. Por consiguiente la mitad de Argentina es italiana, quienes forman la mayoría en las ciudades. Luego, hay pobladores o colonos portugueses, de todas clases, en Brasil, alemanes en Chile, etc... Tales grupos sociales, exceptuando sus vástagos más bajos, son parte del imperialismo, de la misma forma que la población «blanca» de Sudáfrica, en masa. Los beneficios abiertos son aquellos por encima de la tasa media de beneficio intraimperialista, hechos de la exportación minera de materias primas. Desde la guerra, los bienes de la industria ligera, desde Hong Kong en particular donde una fuerza de trabajo concentrada trabaja 100 horas a la semana para compañías británicas y otras, han entrado de forma creciente a formar parte de las exportaciones semi-coloniales (en este caso, realmente colonial, ya que Hong Kong es todavía una colo­ nia británica). Las mercancías semi-coloniales pueden verse en los mares y aeropuertos de Europa, Norteamérica, Australasia12, Israel, Japón. Su contenido de valor incluye entonces también seguros y flete (c.i.f.)13 añadido después de su exportación (f.o.b.)14 desde Africa, etc. Algunos de estos superbeneficios normales abiertos son reinvertidos en Africa, etc... Otros son repatriados a los países imperialistas. El proceso viene a ser uno en el caso de Sudáfrica y otro en las áreas de asentamiento europeo, incluyendo un número de países americanos sub-Estados Unidos de América. En el caso de Africa, los europeos 12. Se refiere al conjunto de países «blancos» de la zona de Oceanía: Australia, Nueva Zelanda... 13. Abreviatura inglesa de «coste de seguros y fletes». 14. Abreviatura inglesa de «libre de gastos a bordo».

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residentes en el continente constituyen unos 6 millones, o sea menos del 2% de la población, que se apropian cerca de la mitad de los ingresos nacionales totales («valores añadi­ dos»). El ingreso africano per cápita es por consiguiente la mitad de lo que muestran las estadísticas para el continente africano. Una situación similar, mutatis mutandis, se da en las compañías imperialistas y sus sirvientes en Asia, y en la América sub-USA para los europeos. Para Asia, el Oriente Medio, Africa y América semi-colonial el reparto imperia­ lista total «blanco» o «europeo» de los ingresos nacionales agregados es del orden del 50%. Casi todo es superbeneficio. En la actualidad éste suma alrededor de 300 billones de dólares, en cifras de carácter moderado, basadas en ingresos nacionales aparentes, declarados, los que, por las razones explicadas, son superiores a como aparecen en las estadís­ ticas. No es este tipo normal de superbeneficio el que aquí nos concierne, sino la subsecuente superplusvalía «oculta». En el caso del comercio de esclavos, el beneficio del esclavista era el superbeneficio total, tanto abierto como oculto. El vendía el esclavo a valor completo en las lonjas de subasta de Jamaica, Brasil, Virginia, I. Mauricio y Ciudad del Cabo. A partir de entonces el esclavo vino a ser la propiedad de un productor colonial creando superplusvalía regular, por la superexplotación del esclavo. Cuando el producto de este trabajo esclavo —vino del Cabo o café de Brasil, o azúcar de Jamaica o algodón de Virginia— se introducía en la manufactura euroamericana, ellos, a su vez, vinieron a ser portadores de una nueva superplusvalía oculta. Este elemen­ to fue por encima y sobre todo el superbeneficio abierto hecho por el propietario de esclavos que vendía su algodón a Nueva Inglaterra o Manchester, o por el cultivador de azúcar haciendo lo mismo, etc. Es este tipo de superbeneficio el que aquí nos concierne. Pero el comercio de esclavos fue en sí mismo el primero y principal vehículo de superplusvalía 37

.1 oculta. Era igual a la diferencia entre los precios de venta ' coloniales y metropolitanos. La industria de cría de esclavos i domésticos de Virginia y Carolina del Norte hizo el mismo tipo de superbeneficio oculto, que estaba fisícamente escon­ dido en los esclavos criados y luego vendidos. El beneficio era equivalente a la diferencia entre los costes de crianza y el precio de un esclavo. El coste formal estaba determinado por el coste de producción de un esclavo, como el de cual­ quier otra mercancía. Pero el precio de venta estaba deter­ minado, como el precio de la tierra, por todo un diferente entramado de leyes y fórmulas económicas, aunque las últimas tenían en su base la producción en general de plusvalía. Estamos hablando aquí de la esclavitud capi­ talista (la que Frederick Pyor, en el primer número del Journal of comparative economics, marzo, 1977, New York, Londres, págs. 25-50, elimina de su teoría y defini­ ción de la esclavitud, junto con otras sociedades esclavas importantes de la antigüedad, dejando solamente trivialida­ des para mantener una teoría de la poligamia, inferioridad femenina y poder político para «explicar» la esclavitud). La exportación colonial subvalorada surgió, simultánea­ mente, de forma sucesiva y creciente de: 1. Saqueo (comercio de esclavos, conquista, despose­ sión de tierra, oro, plata, especias, ganado, caballos, ciertos cultivos durante el período de acumulación primaria, así como durante el imperialismo —propiamente— después de la conferencia de Berlín en 1884-5).

2. Monopolio de los precios pagados a los africanos por los europeos, en la época de las Reales Compañías de Fletes, Corporaciones Mercantiles Navales, compañías de esclavos como la Real Compañía Africana, el Asiento Español15, 15. Se refiere al monopolio que tenían los españoles de llevar esclavos a América, que fue obtenido, junto con la Isla de Menorca, por los ingleses en el Tratado de Utrech (1713).

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comprado más tarde por Inglaterra; y luego las compañías imperialistas, poderosos monopolios, tales como La Cámara de Minas en Sudáfrica, los Boers en Sudáfrica hacia el Congo, la Compañía del Oro de Nigeria, dirigiendo la Compañía anglo-holandesa Unilever en la costa oeste, la Compañía Brooke Bond de Té y Café en Africa del Este, y, los monopolios petrolíferos de los anglo-holandeses, france­ ses, belgas, italianos y estadounidenses, el imperio indus­ trial-financiero de los Krupps —que primero exportaba masivamente armamento a Africa para barrer toda la resis­ tencia a la desposesión alemana y también británica, y que luego, después, como antes de Hitler y durante el Tercer Reich, mantuvieron un trabajo barato en estado de esclavi­ tud en las zonas del hierro angolano y demás lugares—, bancos británicos, franceses, alemanes, holandeses, suizos, y americanos detrás de empresas coloniales importantes, líneas de navegación desde USA a Japón y Noruega, la casa de las grandes plantaciones y, finalmente, los intercambios de stocks en todos los países imperialistas así como en áreas colonizadas de dominio europeo (Joannesburgo, Beirut, Hong Kong, etc.). Estos monopolios a menudo se fundían con aparatos policiales-militares y Estados pre-nazis (en Europa) y nazis entre Estados tales como los Departamen­ tos de Asuntos Nativos en las colonias del este, oeste y sur británicas, francesas, portuguesas, italianas, alemanas y belgas. Estas organizaciones fascistas se unían al capital monopolista (la combinación es la marca político-económi­ ca del fascismo, cuyo componente es una base social amplia, provista por los colonos en estos casos) asegurando una provisión sin límites de trabajo organizado, a menudo forzado, al coste más bajo.

3. Fuerza totalitaria (policía, militar o realmente fascis­ ta) para prevenir y romper la resistencia, huelgas, rebeliones, además de las invasiones militares (Congo, 1961, 39

1964-5 por Bélgica; Gran Bretaña, Francia, Israel en Egipto en 1956; la ONU misma en Corea en 1950-54; alemanes, africanos, franceses y estadounidenses apoyando al Frente de Liberación Nacional de Angola (FLNA) y Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) en Angola; mercenarios «blancos» norteamericanos, euro­ peos occidentales y surafricanos en Katanga 1960, en Biafra 1968-70; las dictaduras en Sudamérica; la tendencia a Esta­ dos policiales unipartidistas en Africa, especialmente cuando surgió la depresión mundial en 1970; regímenes militares en el Asia independiente, etc.). 4. Desempleo masivo de carácter crónico de la vasta mayoría de la clase trabajadora en las semi-colonias y colo­ nias. Esta actúa como un ejército clásico de desempleados que estructuralmente rebaja los salarios. Constituye la parte principal de los que Marx describió como ejército de reserva de desempleados en su Capital, siendo unas 20 veces mayor que el ejército de reserva desempleado en las naciones impe­ rialistas. Este desempleo adquiere forma de localización masiva en barrios bajos alrededor de enclaves urbanos imperialistas (Kinshasa, Río de Janeiro, Johanesburgo, Nairobi, Seúl, Tánger, Lagos, Bombay, etc.) y de reservas rurales de trabajo barato desempleado. Estas reservas adquieren la forma de áreas de «economie du traite»16 o «tribales» o de bantustan17. La primera es en sí una forma de trabajo barato mezclado con desempleo (Ghana, 16. En francés en el original. Traite en francés significa tráfico, pero es femenino, con lo cual el término debería ser, en nuestra opinión «economie de la traite» que equivaldría a economía de tráfico o trata. 17. Nombre que se utiliza para designar a las reservas de población africana en la República de Sudáfrica, creadas en 1959, fruto de la política de apartheit. En los últimos años muchas de estas zonas (Lesoto...) han recibido una supuesta independencia, que las ha convertido en supuestos Estados libres.

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Nigeria, extracción del cacao en Africa francesa, y también en Brasil, cultivo del café etíope y keniata, recolección del aceite de palma en Africa del Oeste). La llamada economía de subsistencia, «tribal» o «tradicional» es una creación del Gobierno Imperialista Indirecto de los imperialismos britá­ nico, franceses y belgas particularmente, y que hace tiempo que está desposeído de su contenido tradicional (la base antigua era la tierra que era expropiada por los europeos y el jefe que fue convertido en un policía y recolector de impues­ tos). Las «reservas» africanas tanto en el interior como en el exterior de Sudáfrica son «bantustans» de jure o de facto —es decir reservas de trabajo barato, sin viabilidad económica local, incluyendo agricultura y pastoreo. 5. Asociado con este desempleo .masivo de la mayoría de los trabajadores, está la sustitución sistemática de culti­ vos de alimentación por cultivos de exportación, la exporta­ ción de materias primas vegetales y minerales a procesar en los países imperialistas, el hambre industrial y educacional de la gente —en suma, lo que André G. Frank llamó el «des­ arrollo del subdesarrollo»—. Esto no ha decrecido en absoluto con la exportación de Europa de ciertas industrias de trabajo intensivo, de alguna industria textil ligera, elec­ trónica y relacionada con coches, o sistemas de vía férrea, aeropuertos e incluso metro. La industria pesada básica continúa denegada, así como las computadoras de capital intensivo de alto nivel, industria nuclear y espacial, la cual ha venido a concentrarse de forma creciente en las metrópolis imperialistas, como una parte fija del capital constante general del sistema capitalista mundial. La re­ organización después de la guerra de la división social mundial del trabajo ha empeorado relativamente la posición de Asia, Africa y América semi-colonial. El crecimiento de una industria ligera, de úna pantalla de infraestructura de aspecto llamativo, impide ver el desarrollo de una brecha 41

industrial y tecnológica entre las naciones ricas y pobres. En este caso, las últimas pagan un precio excesivo por esta «tecnología», los «expertos» que van con ayuda, y perma­ necen hoy en una deuda externa al ritmo de más de 200 miles de millones de $, acumulada sólo en las últimas dos dé­ cadas y principalmente en medio de 1973 —depresión actual—. Esta deuda está en el orden de los «ingresos nacio­ nales» totales de los pueblos semi-coloniales, es decir, dado que están a nivel de morir de hambre, no tienen medios de pago excepto hipotecando su trabajo y el de sus hijos al imperialismo por los siglos de los siglos. Su alternativa será la cancelación de toda la deuda mediante la revolución y la vuelta a empezar sobre unas bases nuevas y bastante dife­ rentes, fuera de las garras y buches de la OCDE18 y de la CEE19en particular.

Estas cinco fuerzas interactuantes del colonialismo tendían y tienden siempre a rebajar los precios de exporta­ ción de los continentes coloniales por debajo del valor de las exportaciones. Se puede preguntar ¿cómo es que los mono­ polios controladores de las exportaciones no fueron capaces de obtener precios monopolistas de hecho más altos, incluso teniendo en cuenta la presencia de una vasta demanda industrial en el emporio imperialista? Las estadísticas durante siglos, incluyendo el siglo xx, afirman decisivamen­ te lo contrario, es decir bajos precios para las materias primas coloniales y semi-coloniales (a diferencia de las materias primas exportadas por Noruega, Suecia, Dinamar­ ca que eran caras —madera, hierro, o la lana australiana y el grano norteamericano—). No era su naturaleza de materias primas lo que motivaba su bajo precio, ya que los 18. Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Esta agrupa a todos los países desarrollados de occidente capitalista. 19. Comunidad Económica Europea.

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países ricos obtenían y obtienen precios altos por sus mate­ rias primas. No era su naturaleza de materias primas la causa real del «desarrollo del subdesarrollo» y su concomi­ tante: «subdesarrollo del desarrollo» para los nuevos países independientes. La causa de sus bajos precios, era su natu­ raleza colonial y semi-colonial, no su naturaleza física, ni tampoco su lugar en la división social internacional del trabajo. Por esta razón los bienes procesados y elaborados en las colonias como Hong Kong o Singapur o Corea del Sur o Filipinas son baratos, teniendo en cuenta que son productos de industria no primaria sino secundaria. El dato estadístico de los precios bajos, crónicos y permanentes, de los productos coloniales expresa claramente, no solamente los bajos «costes de producción» o de compra de los mono­ polios sino también su impotencia para obtener precios máximos en Europa. La vieja corporación mercantil de vendedores coloniales fue obligada a adherirse a un precio acordado. Dentro de este monopolio había competencia a la cabeza de este precio. Más tarde los monopolios, excepto en el caso de los diamantes de los boers de Kimberley20, y la Transvaal y Namibia, no eran todopoderosos en cualquier lugar y tiempo. Incluso Goldie y Rhodes tenían serios com­ petidores. Unilever y Cadbury fueron rivales del cacao. Había monopolios compitiendo en la Cámara de Minas, después de 1880 en Johanesburgo, en Rhodesia, en las minas de cobre de Zambia, en todas las explotaciones mine­ ras de aluviones en Namacualandia 21 y Africa del Sudoeste (Namibia), entre varias compañías de base británica así como entre compañías respaldadas por americanos, británi­ cos, belgas, franceses y alemanes, sin hablar del «suspicaz 20. Municipio sudafricano en la provincia de Cabo de Buena Espe­ ranza, muy rico en diamantes. 21. Región del sudoeste africano en el curso bajo del río Orange, está habitada por los hotentotes y es rica en minas de cobre y de diamantes.

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por excelencia» suizo. En nuestro propio período hay com­ petencia a escala gigantesca entre los monopolios belgas, franceses, británicos y americanos en el cobre de Shaba, petróleo de Cabinda, sin mencionar «Biafra» a quien inten­ taron desmembrar del cuerpo político nigeriano y entre las compañías petrolíferas holandesas, británicas, americanas, francesas, italianas, belgas, aparte de la competencia entre las «siete hermanas» en Estados Unidos mismo. La unifica­ ción de monopolios en multinacionales no ha creado mono­ polios absolutos ni superado el dominio nacional sobre las «ipultinacionales». Por el contrario, ha elevado la compe­ tencia al nivel de una guerra económica global entre gi­ gantes. Esto es aplicable a todos los campos de la vida económi­ ca. Es también aplicable a las «mercancías» —es decir materias primas semi-coloniales—. Estas tendieron y tienden a tener un precio mundial. Este precio, inevitable­ mente superior al coste de producción o de compra de los productores africanos, asiáticos, etc., fue «fijado» en los «mercados» de Nueva York, Londres, París, Bruselas, Zurich, Tokio y otras metrópolis imperialistas, así como en ciertas ciudades específicas dentro de las semi-colonias, como es el caso de Nairobi para el café. Los vendedores son monopolios altamente competitivos, todos de base imperia­ lista. (Incluso los jeques del petróleo y el Sha iraní no son los jefes últimos en lo que se refiere a la venta del petróleo, que no es colocado en el mercado por ellos sino por multi­ nacionales imperialistas de base nacional cuyo negocio principal es el petróleo). Los compradores son, sin em­ bargo, los agentes decisivos: ya que son ni más ni menos que la clase capitalista imperialista en su conjunto. El objetivo de esta clase capitalista no es la producción de valores de uso, sino la producción de beneficio. Necesita las materias primas no para satisfacer la demanda del com­ prador, sino para realizar beneficios. Como los costes

dentro de los países imperialistas suben con el incremento de los salarios de los trabajadores, déla misma manera lo hace la necesidad de compensar subidas. Los salarios más eleva­ dos fueron sólo el resultado aparente de la organización sindical y política (socialdemócrata, comunista). Fueron objetivamente el resultado de los superbeneficios coloniales, no de la lucha de clases doméstica. Esta clase capitalista tenía razones socio-políticas para conceder las demandas de salario y horas de sus trabajadores: el mantenimiento de una alianza de clase con estos trabajadores contra los pueblos coloniales, en guerra y en paz. Ellos tenían que pagar un precio por esta alianza, por la democracia de los países imperialistas, sus Estados de bienestar social, sus «socialismos». Este precio quedaba saldado con los super­ beneficios de las colonias. Ellos no lo podían pagar de ningún superbeneficio temporal obtenido por una u otra industria nacional, ni obtenido por una industria nacional en competencia con su equivalente en otro país imperialista (acero japonés y americano, industria pesada alemana y americana, industria naval japonesa y británica, etc.). Este tipo de superbeneficio tuvo una corta vida, barrido por la igualación de productividades. Necesitaban un superbenefi­ cio permanente y éste vino únicamente de las colonias (E. Mandel falla en el punto referente a la productividad, que interpreta como causa de los superbeneficios, habiendo descartado el análisis leninista referente a los beneficios coloniales como fuente principal). Con los superbeneficios coloniales en ascenso fueron creciendo los medios para comprar a la clase trabajadora imperialista. Con sus resul­ tantes salarios reales y monetarios crecientes (ambos irrefu­ tables estadísticamente), vino una demanda creciente de materias primas coloniales baratas y trabajo barato para elevar los superbeneficios. Este es el círculo vicioso de la economía política capitalista dentro de los países imperia­ listas.

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La clase de los capitalistas industriales (a menudo sola­ pados con compañías coloniales de industria primaria) favorecía muchos monopolios debido a sus materias primas durante los días del colonialismo directo, antes de la inde­ pendencia general. En cada campo, para cada «mercancía» —oro, latón, cobre, aluminio, fosfatos, goma, aceite de palma y de la tierra, cacao, café, té, sisal22, algodón, azúcar— se podía comprar a muchos vendedores monopo­ listas, normalmente operando en muchas colonias: (ej. latón en Bolivia o Malaya; cobre en Chile, Shaba o Zambia; goma en Asia, Liberia o Nigeria; café en Brasil, Colombia, Kenia, Etiopía; té de Kenia, Ceilán o India; petróleo de Venezuela, el Golfo Pérsico, Java, Norte de Africa, Africa Occidental; algodón de Egipto, Sudán, Etiopía, Uganda, Asia; cacao de Ghana, Nigeria, Brasil). A menudo, cuando no podía ob­ tener su suministro lo bastante barato, iniciaba la apertu­ ra de minas y plantaciones para la obtención de sus propias materias primas directamente o a través de subsidiarias. Montándose sobre los compradores industriales y los vende­ dores de materias primas, solapándose ellos mismos, esta­ ban los monopolios de barcos, seguros, ferrocarril y comu­ nicaciones, en poderosa competencia unos con otros. En este largo período hubo abundancia de materias primas, no un suministro escaso. La clase industrial capitalista, más y más ligada al capital bancario, mayormente invertido en la industria primaria colonial, especialmente en minas, ferro­ carril y buques, no solamente podía sino que tenía que comprar las materias primas coloniales a precios por debajo de su valor. Además, tenían el poder para hacerlo así. Este poder era inherente a la dominación político-económica de los países imperialistas —Europa Occidental, Norte­ américa, Japón, Australasia, Sudáfrica «blanca» e Israel— 22. Fibra de agrave o pita o de diversas plantas que suele utilizarse en zonas agrícolas para atar las gavillas en la siega.

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sobre los países coloniales y semi-coloniales (ahora toda Africa, toda Asia excepto Corea del Norte, Vietnam, Rusia, Mongolia y China, toda América semi-colonial excepto Cuba). Los bajos precios de las materias primas fueron una parte inamovible de la participación de los países capitalistas en países imperialistas dominantes, opresores y ricos y los países pobres, dominados oprimidos coloniales y semi-coloniales. Esta es la razón fundamental de los bajos precios de materias primas, crónicos y perma­ nentes (incluso ahora) de los países «coloniales».

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III. MECANISMOS DE LA PLUSVALIA OCULTA

La capacidad de la clase imperialista capitalista de impo­ ner bajos precios- a los exportadores de materias primas imperialistas monopolistas y, más tarde, a los Estados inde­ pendientes, reside en la dominación cualitativa total —pro­ ductiva, financiera, comercial, tecnológica, política, de cohesión social y «racista»— de los países imperialistas sobre los países semi-coloniales y coloniales. Esta capacidad cuali­ tativa era casi ilimitada en tanto en cuanto: 1. El suministro de materias primas era «limitado» por naturaleza y; 2. se concentraba casi exclusivamente en los países colo­ niales, sujetos que podían ser superexplotados de «forma ilimitada». La razón de esta superexplotación «ilimitada» era: el desempleo «ilimitado» establecido históricamente en Asia, Africa y América indo-negra por medio del cual nunca pudieron extraerse más baratas las nuevas materias primas. La combinación de 1) y 2), componentes «natural» y «humano» de la producción, ofrece la explicación real del sobre-suministro crónico o el sobre-suministro potencial de materias primas baratas y subpreciadas (y más tarde también ciertos productos acabados), de ios países semi-coloniales a los imperialistas. Estos dos forman el lado «cuantitativo» de la condición cualitativa básica de las materias primas colo49

niales baratas, a saber el sistema de dominación mundial capitalista-imperialista. Esta economía macroscópica y no ninguna «economía» microscópica cuantitativa o cuantificable, subraya y explica el hecho de que las materias primas semi-coloniales han sido siempre vendidas y todavía son vendidas en el mercado mundial por debajo de su valor. Ya que esto no es «Ricardiano», es debido al momento de acumulación primaria llevada adelante por el capital dentro del período de acumulación ampliada normal. Después de todo, no es «oferta y demanda», sino violencia desnuda lo que ha determinado durante mucho tiempo el «salario míni­ mo» en Africa y en Asia. Ésta violencia puede no, ser vista por aquellas compañías alemanas en India que pagan a hombres y mujeres hindúes 1 marco diario, mientras sus «compañeros trabajadores» alemanes ganan 200 marcos. Unos 100 millones de trabajadores semi-coloniales forman un «proletariado externo» produciendo directamen­ te para los países imperialistas, pero desde fuera. En el sentido del capital variable. Con esto va la sobreproducción regular de capital constante circulante —combustibles, materias primas— producidos por el proletariado externo. Con relación a la población de Europa Occidental, Norte­ américa, Japón, Australasia, Sudáfrica «blanca», Israel y las partes imperialistas de Sudamérica (colonos), esta es una población trabajadora extra, aproximadamente igual a la productora en estos países imperialistas en sus industrias actuales. En relación a los salarios imperialistas, esta clase trabajadora de fuera es trabajo casi gratis, trabajo exceden­ te. Su grado explotación es de 3/1 a 5/1 o incluso más elevado. El grupo de explotación en los países imperialistas (H. Jaffe Colonialism Today, y en Marx and Colonialism, Milán 1977), es de 1/5 a cero y negativo. Esta masa de traba­ jo no pagado o excedente pasa a formar parte de la economía imperialista. Parte de ello es absorbido dentro de los «ingre­ sos nacionales» de la economía última, incluso aunque sea

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producida externamente. (He intentado explicar el mecanis­ mo actual y teórico de esta transferencia en mi Proceso Capitalista, Milán 1973; y en Cómo será 198423 —Samir Amín, Gunder Frank, Hosea Jaffe, Madrid 1977—. Parte de lo que sigue es una simplificación de esa explicación). La importación barata de materias primas no significa en absoluto que los exportadores coloniales no hagan superbeneficios. Si

r = tasa de beneficio, , , , ... S anual . e = grado de explotación (------------ ;--------- --------- ), salarios anuales = S/V, por cosechas anuales (rotación una vez al año del variable, el cual es entonces igual a los salarios).

0 = composición orgánica del capital = C/V, S Se tenemos r =------------- =--------------------- =-----------(C + V) v ( C j (0+1) V + 1

Entonces, para C/V = 1 (baja composición orgánica —común en plantaciones y «economie du traite»—, a pesar de los bajos salarios, directos o indirectos); y para S/V = 5 (es decir, los salarios son 1/6 del «valor añadido», el cual es común en Africa, Asia, Caribe y Brasil, etc., tanto en plantaciones como en minas), 23. ¿ Cómo será 1984? Debate sobre la crisis, y las tendencias actuales del capitalismo. S. Amín, A. Gunder Frank, H. Jaffe. Madrid, 1976, Ed. Zero-Zyx.

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5 r = (T+ì)

= 250%

5 r = ---------- = 166,6% (2 4- 1)

por lo mismo e y 0 = 2,

paraO = 3, r = 125% paraO = 4, r = 100% (un valor de 0 común en muchas minas) para 0 = 9, r = 50% (par el número de ingresos efec­ tuados de capital variable por año solamente 1).

para e como arriba, es decir 5, y n (número de ingresos de capital circulante, incluyendo capital variable, por año) igual a 12 (ingreso mensual por metales, es decir, S S r =------------- = --------------- , después de dividir por V. (C + V) V (0 + 1) peroW = salarios (representando tiempo de trabajo ne­ cesario), = V tiempos n,

de manera que e = S/W (y no S/V) = S/V n, y S/V = en, por consiguiente en , donde 0 es el cociente de ambos, capital (0+ 1) fijo y circulante, a capital variable. es decir en este caso

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5 x 12 (0+ 1) = 600% paraO = 9, por ejemplo,

r =

y para e = 3 (bajo en Africa y Asia), y n = trimestral, es decir 4, y 0 = 10 (en las minas de oro puede ser superior que la 0 en Europa Occidental, la cual puede ser baja a causa del capital variable masivo debido a los altos salarios, a pesar de los enormes capitales constantes), r = 3 x 4/11 = por encima del 100%. Estas cifras muestran que con e tan alto como es en las semi-colonias, el exportador imperialista tiene un margen colosal de superbeneficio a la mano, incluso si vendiera sus materias primas por debajo de su valor (es decir, para un S menor para sí mismo). Si ni siquiera coge la mitad de S, todavía le queda una e igual a S/2V, la cual es de 1 Vi a IVi o más y en este caso su propia tasa de beneficio sería la mitad de los ejemplos vistos anteriormente, lo cual le dejaría con vastos superbeneficíos, los de una proporción de benefi­ cio por año por encima de la del interior de los países impe­ rialistas de alrededor de un 10% en condiciones de prosperi­ dad. Para lós ejemplos anteriores su superbeneficio sería:

r = 250% antes a valor completo, ahora a mitad del S para sí mismo, r’ = 125 % y superbeneficio = = 115% r = 125% r’ = 62,5% y super-beneficio (s. b.) = = 52/2% r = 100%, r’ = 50 %ys.b. = 40% r = 50%, r’ = 25 % y s. b. es 15% mayor del doble del beneficio normal. r = 600%, r’ = 300%ys.b. = 290%. Hay por consiguiente poca probabilidad de que vendien­ do las materias primas por debajo de su valor, como incluso a los monopolios internacionales les está limitado hacer (dejando sólo los Estados semi-coloniales «independientes» después de haber nacionalizado las minas y plantaciones imperialistas), pueda resultar que los monopolios no obtengan superbeneficíos. Después de la nacionalización, él toma este superbeneficio, incluso cuando vende cobre de 53

Shaba o de Zambia, o petróleo de Arabia, Nigeria o el Líbano, en el mercado mundial de mercancías por debajo de su valor. Sustrae el superbeneficio, después de la nacionali­ zación, de varias formas, según los «acuerdos» efectuados por el capital pesado capital imperialista con el capital ligero, endeudado, de los Estados «independientes» pobres. Una forma semejante, la que posibilita las minas y bancos belgas como lo anterior a partir del cobre de Shaba, consistía en tomar posesión del monopolio cercano para colocarlo en el mercado del cobre (y uranio, diamantes, etc) a «cambio» de una amplia comisión. La comisión, más varios «beneficios» cubiertos comprendían el superbeneficio. Los «superbeneficios ocultos» vienen después de este proceso. Los belgas continúan sustrayendo esta comisión, incluso durante el período de depresión-colapso de los precios de un cobre zairés en el mercado mundial. Esta sobreproducción era parte de un proceso general de sobreproducción semicolonial de materias primas. La quema regular de café brasileño testifica la misma sobreproducción crónica la cual bajo las condiciones de dominación imperialista posibilita que el precio del mercado mundial permanezca crónicamente por debajo del valor. Parte del tiempo de trabajo excedente, por consiguiente, permanece para ser utilizado. Esa parte es la «superplusvalía oculta». Cualquiera que sea la teoría usada para explicar el fenó­ meno, es un hecho incontrovertible que los precios de materias primas semicoloniales y coloniales (para acortar: coloniales): a) siempre han sido bajos; b) donde materias primas similares (oro, cobre, fertili­ zantes, bauxita, hierro, azúcar, arroz, algodón, tabaco) eran producidas en países imperialistas, las materias primas colo­ niales generalmente costaban menos que las materias impe­ rialistas y eran vendidas por debajo de su valor interna­ cional; 54

c) donde quiera que los precios de exportación imperialistas tendían a elevarse, los precios coloniales de exportación tendían a subir la mitad que los imperialistas, es decir la diferencia de precio aumentaba y la subvaloración se hacía mayor con el tiempo.

Indice de precios entre 1900 y 1975

1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1975 1977

Indice de precios de consumo europeos

Indice de precios de materias primas coloniales

100 105 200 150 120 200 250 350 400 450

100 95 125 100 100 140 150 250 300 300

Si tomamos la tasa de cambio de productividad como si fuera igual para los bienes de consumo europeos y para el oro, entonces los precios, aparte de devaluación y deprecia­ ción, son constantes para estos bienes. Si los bienes colonia­ les son repartidos entre productos de plantación y minerales (la proporción permanente cambió en favor de las minas), y si tomamos la productividad de plantación como que aumentó menos que la del oro y de las minas (incluidas las minas de oro), como habiendo aumentado a la misma tasa que la productividad de la producción de oro, entonces el

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precio del oro, en promedio, de estos productos coloniales se elevaría (ya que el valor de un peso dado de oro cae más rápidamente que el valor de un peso dado de, por ejemplo, té o cobre. El valor es, por supuesto, equivalente para el tiempo de trabajo necesario universalmente para tales mer­ cancías internacionales). La creciente diferencia de precio mostrada en la tabla es por consiguiente una afirmación por debajo de la diferencia real. Si sus precios fueran propor­ cionales a su contenido en oro, los precios de los productos coloniales caerían más lentamente y se elevarían más rápida­ mente que los precios de los productos imperialistas. La tabla muestra las tendencias contrarias, en este siglo XX. Cualquiera que sea la teoría para explicar esta «paradoja», al final hay solamente una explicación, esto es que las exportaciones coloniales se precian por debajo de su valor, (es decir por debajo del precio que corrresponde a su valor). Ño estamos hablando aquí de las variaciones de oferta y demanda, sino de un hecho crónico, permanente y regular. Oferta y demanda sencillamente hacen que el precio se mueva hacia arriba o abajo, alrededor de alguna media, durante un período dado. Ésta media está determinada, en última instancia, por el contenido de trabajo de la mer­ cancía. Para las exportaciones coloniales este contenido nunca ha sido completamente expresado en el precio medio. El cuadro anterior es un argumento incompleto de la diferencia entre las exportaciones imperialistas y coloniales, no solamente por la razón anteriormente expresada de las productividades relativas de la manufactura, minería, plantaciones y minería del oro. Es un argumento incomple­ to también porque la inflación ha golpeado generalmente la economía colonial y a los pueblos mucho más duramente de lo que ha afectado a los países y consumidores imperialistas. La inflación colonial es peor que la inflación imperia­ lista porque: a) la burocratización del aparato de Estado es relativamente mayor. La política imperialista de hambre

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industrial, regla indirecta por la vía de jefes indignos, sá­ trapas o déspotas, la dominación del comercio por el tráfico imperial extranjero, el hambre educacional, el sistema de reserva y localización causó el hambre de una burguesía. En la mayor parte de Africa tal burguesía no existió y todavía no existe realmente. Los Estados independientes están lleva­ dos por una burocracia. El sistema de ayuda imperialista, además de los sangrantes impuestos para pagar las deudas al imperialismo y a los «expertos» imperialistas aumenta el gasto de carácter improductivo a proporciones colosales, con efectos proporcionales sobre los precios vía inflación. b) el saqueo del oro y otras reservas de las primeras colonias, dejando a casi todas sin reservas de oro en sus propias capitales, y con sus asentamientos en Londres, Bruselas, París, Nueva York, Bonn, Roma, Madrid, Amsterdam, Zurich, Tokio, etc., ha devaluado a menudo las monedas coloniales de forma disparatada (Ejemplo: Zaire en la actualidad ha tenido la unidad zaire devaluada a 1/40 de su equivalente franco belga durante la independencia política). Bélgica, a lo largo de los años que van desde los tiempos de Stanley-Leopold en 1886, cuando las primeras cifras para el Congo sobre tráfico extranjero fueron publi­ cadas en Bruselas, ha sacado de Zaire no menos de 10.000 millones de dólares USA en valor oro. Zaire permanece sin embargo en deuda crónica con Bélgica. Su «deuda» tiene que ser pagada en dinero de Zaire devaluado, recibido principalmente a través del cobre exportado a precios por debajo de mercado (la diferencia va a las casas de finanzas mineras belgas). Con la proporción zaire/franco belga cayendo permanentemente, Zaire recibe, cada día, menos y menos de Bélgica por las exportaciones de cobre. Los belgas, franceses, americanos, japoneses, etc., pagan fijando cuentas con el dinero imperialista —el equivalente del dinero devaluado zaire en la actualidad, con las compras de ayer cuando el Zaire tenía unas tasas de intercambio más elevadas. 57

La tasa más rápida de inflación resultante de a) y b) capacita a los compradores imperialistas a depreciar los precios de exportación coloniales por una cantidad extra. El bajo precio de base es de esta forma rebajado aún más por las diferentes tasas de cambio de productividad y de infla­ ción como son las existentes entre los países imperialistas y coloniales. La «diferencia», como es bien conocida por las estadísticas de la ONU, Anuario europeo y Almanaque USA, está ensanchándose permanentemente. La «crisis del pretróleo» en 1973 no ha hecho nada para frenar este ensan­ chamiento en precios relativos. La Convención Lome en 1974 de la CEE con 52 países africanos y del Caribe —la cual Samir Amin ha definido como «neocolonialista» en la conferencia de Suresnes tutelada por el Partido Socialista Francés en los días 5 y 6 de junio de 1976 (The Courier; N.° 33, 1975 —órgano de la CEE—), proporciona a la industria europea un suministro masivo garantizado de materias primas coloniales baratas a cambio de un progra­ ma Stabex mínimo coste para compensar la caída de los precios por debajo de un nivel subvalorado básicamente bajo. La Convención Lome. La regularidad de materias primas baratas es asegurada, donde quiera que sea necesario, mediante la intervención militar. «Los últimos 30 años», dice Samir Amin en Sures­ nes, «han sido 30 años de guerra y forcejeo...» Fueron los años de la guerra de Vietnam, años de lucha permanente por el sudeste de Asia; años de intervención de la CIA en Indo­ nesia y la masacre de 300.000 indonesios; intervención en Malasia, en Burma, en las Filipinas; guerra en el subconti­ nente indo-pakistaní y además, por añadidura, mucho más. Han sido años de represión ininterrumpida de los pueblos africanos y de las revueltas campesinas. Esta era la realidad de la vida internacional durante estos 30 años. Fueron un período caracterizado no por la ayuda a los países subdes­ arrollados, sino por las intervenciones del imperialismo

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contra ellos». (Ibíd., pág. 7). El imperialismo, en última instancia, siempre asegura sus materias primas baratas y trabajo barato que las produzca por medio de violencia y guerra. Esta es su «economía política». En la actualidad un vasto ejército norteamericano de «expertos» de la CIA mantiene el precio del petróleo bajo en Arabia Saudita; un ejército similar, con armamento nuclear potencial de respal­ do, pero esta vez no solamente americano sino también, alemán y del imperio Krupp del hierro, mantienen bajos los precios del petróleo en el Irán. La independencia de Asia y Africa ha demostrado, como en América Central y del Sur, ser ideal para los bajos precios de exportación coloniales. Para mí, esto no ha frenado las intervenciones imperialistas. A la lista de Amín se puede añadir el Congo, 1960 y 1965; los atentados a «Biafra» de las compañías de petróleo, Sudáfrica, Francia, Portugal, etc., el 1969-71; el intento de la Somalia ameri­ cana-alemana-italiana y «Eritrea», en la actualidad, de destruir Etiopía; las invasiones sionistas imperialistas de 1948, 1956, 1967 y 1973 a Egipto; el aplastamiento británico de 1977 de la revuelta de las Bermudas; la intervención del imperialismo euroamericano, vía FLNA y UNITA, en Angola; el asesinato por parte de los monopolios, la CIA y Estados Unidos del gobierno de Allende en Chile; el intento de USA-CEE-ONU para prevenir la propia victoria de Zimbawe, Namibia y la ruptura de la revolución anti-racial de Sudáfrica en elementos de «no-violencia». No hay por consiguiente evidencia de que la sustitución de un gobierno colonial directo por una «independencia» «neo-colonial» indirecta, haya prevenido de ninguna manera la interven­ ción militar imperialista en defensa de sus materias primas baratas, trabajo colonial y mercados de bienes manufactu­ rados y de su «esferas de influencia». La independencia política ha parecido, en un sentido, debilitar el imperialismo por la nacionalización y por el 59

control estatal de las inversiones y negocios imperialistas. Pero esta desventaja era más aparente que real. Para mí, las compañías imperialistas fueron bien compensadas. Enton­ ces, bajo la seminacionalización 49-51, e incluso bajo el lOOff7o de nacionalización, las viejas multinacionales fueron «compañeros» financieros y/o de mercado tecnológico del Estado independiente, cuyos recursos eran usualmcnte más débiles que los del compañero extranjero. Además este último tenía oficinas ahora dentro y ocupaba parte del Estado independiente mismo, como co-propietario, o «donante de ayuda», o «consejero» o contratista de présta­ mos-ayudas. A partir de ahí el capital monopolista llegó a ser una parte Tísica del mismo Estado independiente. «El suplemento educacional del Times» de Londres y otros periódicos del mismo tipo en otros países imperialistas están llenos, cada viernes, con anuncios para «profesores» y «expertos» en casi todos los Estados independientes. A muchos se les requiere su anexión a compañías multinacio­ nales del pretóleo, minas de cobre, contratos-préstamos y de ayuda. Las oportunidades de supervisión imperialista de, control sobre, y determinación sobre el terreno de los precios de exportación así como del nivel de salarios del trabajo barato, si acaso han aumentado y no disminuido desde alrededor de 1950 en Asia, cuando se generalizó la independencia y desde alrededor de 1960 en Africa cuando pasó allí lo mismo. La misma Convención Lome es un producto de la forma de independencia, de la moderna dominación imperialista sobre los precios de las materias primas en particular. La UNCTAD24 y la penetración imperialista en la OPEP25 (Estados productores de petróleo) cuyos beneficios han sido 24. Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Des­ arrollo. 25. Organización de Países L¿xportadores de Petróleo.

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agotados en bienes raíces, seguros y cajas bancadas de Zurich, Londres, París, Bonn, y Nueva York, son otros mecanismos permitidos por la independencia dentro del sistema imperialista. Los delegados de las ex-colonias en todas y otras conferencias tuteladas por las Naciones Unidas están siempre tratando de conseguir precios más altos y propios para «sus» materias primas. El imperialista siempre resiste y siempre gana, gracias a su completa supe­ rioridad política, militar y económica. Cuando la OPEP amenazó de subir los precios del petróleo después de la subida de 1973 (realmente local y pequeña), los poderes de la OTAN amenazaron con la intervención militar en Oriente Medio. Cárter ha repetido esta amenaza en 1977 cuando las balanzas comerciales norteamericanas fueron golpeadas por la recesión industrial y por las continuadas importaciones de petróleo para consumo, así como por la competencia japonesa y alemana a escala mundial. El hecho de que la independencia, legalmente y en térmi­ nos de responsabilidad en la producción, haya convertido la mayor parte de las materias primas, por primera vez, en propiedad real de los Estados africanos y asiáticos, ha tendido no a elevar sino a bajar más los precios de exporta­ ción de estas materias primas. Cuando la Unilever, la Angloamericana, la Real Holandesa, Texaco, Gulf Oil, los plantadores de té británicos, antes de la nacionalización ceilandesa por Banderenike y sus ex-tratskistas asesinos de la rebelión compesinos-estudiantes, y otras multinacionales mismas poseían plantaciones en masa, o compraban en ellas mismas cacao, café, etc., del trabajo barato de la «economie du traite» estaban en una posición de obtener el «más elevado bajo precio». Ellos eran, después de todo, parte de la clase capitalista-imperialista mundial cuyos inte­ reses tenían que servir, así como los suyos propios. Ellos hicieron esto último tan bien como pudieron mientras eran obligados a hacer lo anterior también. Ellos mismos eran a 61

menudo fabricantes de sus propias materias primas, de manera que los bajos precios nominales de exportación favo­ recían sus fines respecto a impuestos y derechos de aduana. Eran financieramente infinitamente más poderosos, con masivas reservas y valores bancarios y reales, que la mayoría de los Estados independientes que están buscando la moratoria de la bancarrota, la semibancarrota, la «ayuda-liberadora». Por consiguiente la diferencia entre los precios europeos y los precios coloniales se ensanchó de forma particularmente rápida después de la Segunda Guerra Mundial, como muestra la tabla de índices de precios. Se debería recordar, en conexión con esto, que la base «100» para los precios europeos en 1900 refleja el valor completo de las mercancías, mientras que la base «100» en 1900 para los precios de exportación coloniales estaban notoriamente por debajo, ya entonces, de su valor, como era de común conocimiento en la época (pero lo cual economistas exmarxistas y pseudo-marxistas de después de la guerra han tenido cuidado de no recordar, hipnotizados como estaban por la «productividad» del «proletariado» europeo «abur­ guesado», se hacían cada vez más ciegos a los orígenes coloniales de los superbeneficios a medida que este aburgue­ samiento se apropiaba de la mayor parte del proletariado imperialista). Entonces, si la base de «100» de 1900 estaba ya subvalorada, las cifras muestran un descenso permanente de este nivel subvalorado de precios de exportación colo­ nial. El lugar para una «plusvalía oculta» vino a hacerse mayor y mayor con la expansión del imperialismo (y su intensificación después de las revoluciones en China y en otras partes). En las condiciones de semi-colonias independientes, la presión sobre los precios viene, además de la «amenaza» —muy real— dirigida a una débil burocracia dependiente e incluso burguesía, de cese de facilidades de crédito o présta­ mos y de «ayuda» si estos Estado rechazan vender sus 62

materias primas a precios lo bastante bajos. Zaire otra vez, tuvo virtualmente que hipotecar una década de producción de cobre para evitar volver a incurrir en el congelamiento unilateral de la CEE de los valores de Zaire y el cierre del mercado de intercambio con el Zaire a mediados de los años 1970. Esta presión por arriba está reforzada por la amena­ za, siempre sostenida por los Estados y caridades e iglesias europeas, de que habrá hambre sin «ayuda». El miedo de la revolución popular y del mismo hambre es usado por el imperialismo como un arma, un arma muy real y efectiva, contra los Estados independientes para mantener bajos los precios de exportación de las materias primas. Sin duda, la alternativa a estos no es otra que la revolución social. La burocracia y/o burguesía local no puede encarar tal alterna­ tiva y permanecer preferentemente (con la excepción de los Castros en Cuba y otros sitios posibles) dentro de la desas­ trosa estructura imperialista por miedo a la tormenta fuera de este marco. La condición material para confrontar constantemente a la burguesía o burocracia colonial con el espectro de la revolución o el hambre, es la existencia de 400 millones de desempleados con carácter crónico en los barrios bajos y en las llamadas reservas de «subsistencia» o «tradicionales» de trabajo barato. Bajo todas estas condiciones, en su totalidad, el impe­ rialismo ha usado y subvertido la independencia para volver a los métodos de saqueo pre-imperialista de acumulación primaria, en una nueva y sofisticada forma. Los precios de las exportaciones de materias primas cada vez más vienen a ser como los precios de esclavos en los viejos días del colo­ nialismo: muy por debajo de su valor como capital-mer­ cancía. Para materias primas con precio normal, tales como el trigo norteamericano, la madera noruega, el hierro sueco, la cantidad añadida al precio, tomando la tasa de beneficio

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multiplicada por el precio de coste, no es plusvalía oculta. Ni crea plusvalía. Es simplemente una forma de cálculo basado en la tasa nacional de beneficio, la cual se saca de la plusvalía nacional dividida por el C + V nacional. La misma S nacional incluye la oculta y otros superbeneficios coloniales, (ejemplo ciertos dividendos «repatriados» que se ganan fuera pero que se acumulan en las sedes impe­ rialistas de las firmas). Por consiguiente la S colonial aumenta la tasa nacional imperialista de beneficio, r. Esa r es hinchada, todavía más, a causa del C nacional, capital constante, que incluye capital constante circulante colonial barato, tal como combustibles y materias primas para trans­ formar. El valor completo del capital circulante es mucho mayor del que actualmente se gasta como capital. Esta inflación de r es sustancial, ya que exportaciones semicoloniales, las materias primas avasalladoramente, en 1976-7 acapararon cerca de 1/3 del total de importaciones de países imperialistas. El valor nominal importado de las semi-colonias era 183.000 millones de $ (Germán Tribune, 11 dic., 1977) de una importación total de 642.000 millones de $ (ex­ cluyendo 28 de los países socialistas). La plusvalía oculta y no clarificada en estos 183.000 millones de $ se incluiría inevitablemente en los cálculos nacionales del Producto Nacional Bruto e Ingresos «nacionales» en los países imperialistas, cuyo S corriente declarado está en el orden del valor f.o.b. declarado de estas importaciones coloniales. Por otro lado, los «ingresos nacionales» de las semi-colonias son declarados inevitablemente sin el S oculto y son por consi­ guiente más elevados que lo que su apariencia estadística dice. Parte del bajo capital constante circulante importado de las colonias considera la baja valoración de importaciones como debida a la más alta productividad de cierta produc­ ción colonial, comparada con la producción imperialista en el mismo campo. Pero el valor doméstico del país impe-

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rialista es usado, porque este es «trabajo socialmente necesario» y los precios son protegidos (por ejemplo por la CEE versus Hong Kong en noviembre de 1977; Estados Unidos versus Japón en 1941, y ahora un elemento en las negociaciones de diciembre de 1977). La productividad (rendimiento físico por trabajador por año) es más alta en las minas de carbón sudafricanas que en las británicas, luxemburguesas, belgas y francesas; es más alto en las minas de cobre de Shaba y Zambia que en las de Estados Unidos; en la extracción en Namibia de tungsteno, seelita, etc., que en los países imperialistas; en la bauxita de Guinea más que en las minas de bauxita suizas; es casi igual la minería de hierro colonial que la del Sarre en Alemania y en Suecia; en el oro de Sudáfrica, de Ghana y Sierra Leona y minería asociada que en las minas de Canadá y Australia (con costes de trabajo de 10-20 veces superior); en las plantaciones y refinerías de azúcar de Wonji, Etiopía y Bajo-Zaire que en las plantaciones de Australia, a pesar del uso de la quema de plantaciones y de movimiento hacia áreas nuevas después del fuego; en las fábricas electrónicas y textiles de Hong Kong —con trabajo altamente intensivo y altamente productivo en fábricas ultra-modernas así como estandari­ zadas—, que en las fábricas textiles de Manchester, flamen­ cas y de otros países de la CEE lo cual forzó a la CEE a declarar aranceles contra Hong Kong en noviembre de 1977; en las fábricas de Corea del Sur construidas por capital americano y japonés y de la CEE después de la guerra de 1950-54; en ciertas fábricas filipinas, en la producción de jeans26 generalmente. En lo que se refiere a las plantaciones de producción de café, té, tabaco, sisal, yute en Africa y Asia y Brasil, etc., estos cultivos no crecen generalmente en los países imperialistas y la productividad no puede ser . comparada. Contra-ejemplos tales como el trigo norte26. Tipo particular de algodón.

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americano, algo de arroz, algodón, son mínimos en la escala de producción de materias primas como una totalidad. La productividad en el campo del petróleo es una, moderna y universal. Pero los «costes de producción» actuales son menores en Arabia, Nigeria, Libia, Méjico, Indonesia, que en el Mar del Norte, Alaska y Texas donde se usa trabajo de alto coste y no trabajo barato en prospección, construcción y funcionamiento, como en los países semi-coloniales de la OPEP. Porque ellos confunden desempleo masivo (ahora 2/3, incluso en un Méjico relativamente «desarrollándose») con «economía de subsistencia» e incluyen esta última en una vaga idea y sin significado de «productividad» (pero no incluyen «trabajo doméstico» en Europa), economistas socialistas euroamericanos como Bettelheim, Mandel, Cario y también A. Emmanuel en su teoría del «intercambio desigual» (el cual él ve en el mercado, no en la producción por la vía de trabajo colonial barato superexplotado), asociaban más alta productividad solamente con los países imperialistas. En segundo lugar, algunos de ellos, y otros, asociaban esta más alta productividad supuesta con salarios más elevados, en contra de todos los principios del Capital de Marx (según el cual, de hecho, la más alta productividad tiende a bajar los salarios reales, ya que abarata la produc­ ción de bienes de consumo). Hay una forma de «valor» de medida y comparación de productividad. Yo he intentado utilizarlo durante una inves­ tigación sobre la productividad y la balanza de pagos de los zaireses. Consiste en coger el rendimiento total completa­ mente valorado del mercado mundial dividido por el número de trabajadores efectivos produciendo para este mercado mundial. Cuando esto está hecho globalmente, disponiendo que se añade un factor razonable a las materias . primas que no sea las exportaciones semi-procesadas y acabadas, obtenemos unos 10.000 $ USA, por trabajador

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por año para ambos tipos de países capitalistas. Para todos los países imperialistas obtenemos alrededor de 3.000 miles de millones de $ producidos por 300 millones de trabaja­ dores; y para los continentes semi-coloniales, alrededor de 800 miles de millones de $ producidos por unos 80 millones de trabajadores. Los economistas eurosocialistas no han usado nunca este método. Por el contrario han caído bajo la impresión heurística de las estadísticas comparativas de in­ gresos nacionales. Estas últimas no expresan productividad comparativa sino desempleo comparativo dentro de una división social internacionalmente desigual del trabajo. Se puede alegar que, después de todo, es el consumidor europeo o americano o japonés quien paga el valor comple­ to, cuando no se lleva a cabo ninguna S oculta. Pero el beneficio se hace (crea) en la producción, no en la realiza­ ción. Es irrelevante para la producción de S quien compre la mercancía. El hecho de que los europeos paguen valor completo por una mercancía no significa que ellos creen ese valor. En efecto, la mayor parte de la S del mundo es creada en las áreas coloniales, pero se realiza en las áreas imperia­ listas. Rosa Luxemburg sentó la tesis opuesta en su Accumulation of Capital de 1913. Cuando Bujarin la replicó, él mismo, no advirtió propiamente este error global, el cual entendió Lenin muy bien, como mostró en su Imperialism donde él, como Marx, remarcó el trabajo colonial barato como la fuente de sobrebeneficios. Rosa Luxemburg vio la necesidad de un mundo no capitalista («subsistencia», campesinaje, etc.), como un entorno comercial para el capitalis­ mo que devoraría este mundo permanentemente y de ahí cavaría su propia tumba. Era pues una hipótesis revolucio­ naria, sin sostener el hecho de que la totalidad del mundo (no socialista) es capitalista y que las formas aparentemente no-capitalistas son formas mixtificadas de un mundo capitalista imperialista. El bajo poder de compra de las ’ colonias, 2/3 del mundo capitalista, es parte de un 67

problema general de comercialización y realización, el cual sin embargo puede, en teoría y para finalidades prácticas, ser superado dentro de un sistema capitalista cerrado unita­ rio, (este era el punto señalado por Bujarin). En datos actuales, sólo 148.000 millones de $ de exportaciones, de un total de exportaciones de 607.000 millones de $ (excluyendo 36.000 millones de $ a los mercados socialistas), va a 2 Vi millones de personas, cuando 642.000 millones de $ de ex­ portaciones como parte de una producción total mayor, va a unos 700 millones de personas en los países capitalistas. Sin embargo, el problema está no en el mercado, sino en el pro­ ceso de producción. Lo mismo es verdad para la «superplusvalía oculta». No es creada en ningún mercado, sino en el proceso de transformación de las materias primas en mer candas acabadas dentro de los países imperialistas. En don­ de ocurre esta transformación en Hong Kong, Corea del Sur, Timor, Brasil, Méjico, India, etc., los superbeneficios pueden todavía ser ocultados parcialmente. Ya que en tales casos los importadores británicos, alemanes, americanos, japoneses, etc., pagan menos de los que obtienen cuando se realizan sus importaciones en el mercado imperialista, en Gran Bretaña, Alemania, etc... Tampoco estamos hablando aquí de costes de seguro y fletes, sino de los frecuentemente vastos beneficios constituidos en, y por la diferencia entre los precios de compra y venta, como era el caso en el tiempo de la esclavitud. El mecanismo de esta transferencia de plusvalía desde la base colonial a la cúpula imperialista del sistema capitalista puede mostrarse por medio de un diagrama global de sistema cerrado de reproducción ampliada, basado en el usado por Marx en El Capital, libro II. Dividimos la producción en dos apartados principales, bienes de produc­ ción y bienes de consumo (Pp y Pe) cada uno con su C (gastado, no totalmente fijado) y V (tomado como salarios, no como capital variable actual) y S del cual una parte Spj y 68

SCp es consumida personalmente y la otra Sp2 y Sc2, es consumida productivamente (reinvertida).

También dividimos la producción mundial en dos partes: producción (ambos apartados) en la cúspide imperialista (pape y pa) y en la base colonial (Pbpe y pb).

Producción Imperialista

Nuestras ecuaciones son entonces:

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No estamos aquí interesados en ningún intercambio entre departamentos de la cúpula y base de la misma clase (es decir, departamentos de bienes de producción o produc­ ción de bienes de consumo). Tampoco estamos aquí intere­ sados en el intercambio clásico entre V + Si en el depar­ tamento bienes de producción y la C en el departamento bienes de consumo. Lo que nos concierne aquí es la trans­ ferencia de plusvalía oculta desde el departamento base al departamento cúpula. Esta viene mostrada por las líneas de flechas marcadas A, B, C, D..., A es un intercambio de materias primas entre el departa­ mento productos de bienes de la base y el departamento consumidor de bienes en la cúpula. A’ es la transferencia asociada de «plusvalía oculta», por vía del departamento de capital constante de la cúpula a su cuenta de beneficio. No es un intercambio, sino una transferencia unidireccional (intercambio desigual). B es un intercambio de materias primas y combustible desde el departamento productor de bienes de la base, para maquinaria del departamento productor de bienes de la cúpula. B’ es la transferencia asociada de «plusvalía oculta» por vía de la sección de capital constante de la cúpula a su cuenta de beneficio. No es un intercambio, sino una transfe­ rencia en un solo sentido (o intercambio desigual). C es la transferencia de bienes de consumo de la base a cambio de bienes producidos en la cúpula, principalmente maquinaria. C’ es la transferencia unidireccional asociada de «plus­ valía oculta» de la base por la vía del capital variable y a cuenta del consumo personal de la cúpula (es por consi­ guiente un intercambio desigual). D es un intercambio de bienes de consumo de la base por bienes de consumo de la cúpula. D’ es la transferencia unidireccional asociada (intercam70

bio desigual) de la «plusvalía oculta» de la base a la cúpula por medio de la cuenta salarial de bienes de consumo y por la cuenta del consumo personal del capitalista. Ciertas «mercancías», con precios de mercado mundial, son ya bienes acabados o semi-procesados. Estos normal­ mente se venden como tales y por consiguiente a su propio valor (traducido en precios, por supuesto). Ejemplos son el oro (acabado), pero éste durante largo tiempo (30 años) fue vendido claramente por debajo de su valor oficial de 35 $ la onza y el precio presente refleja más verdaderamente su valor contenido. Esto puede ser confirmado por el hecho de que el trabajo de minería de oro africano es el «trabajo universal» más representativo. En los países imperialistas, el promedio equivalente de una hora de trabajo humano es de unos 5.000 $ (valor añadido por ahora, no salarios). A 150 $ la onza, un gramo vale unos 5.000 $ y esto es lo que produce el minero de oro africano como «valor añadido» en una hora, es decir un gramo de oro. Estuvo por consiguiente subvalorado durante 30 años. Barras y alambre de cobre pueden considerarse que contienen la plusvalía normal más superplusvalía colonial, ambas realizadas en el precio de mercado en Bruselas, Nueva York y Londres. Este precio es el mismo que el precio americano, pero allí no hay superbeneficios, porque el trabajo asalariado obtiene la mayor parte del «valor añadido». Nos acercamos ahora a algunos ejemplos particulares de «mercancías» que necesitan procesarse antes de llegar a ser «bienes acabados». El trabajo de procesar añadido puede ser relativamente pequeño, como el de los granos de café, el arroz indio, cacao, azúcar cruda (donde la proporción de trabajadores de refinería y trabajadores de plantación puede ser de 1/10 del valor de «trabajo muerto» en la mate­ ria prima). El valor final = valor de materias primas + + valor de capital fijo (trabajo muerto) transferido sobre la mercancía + valor de combustible y materias primas auxi-

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liares utilizadas 4- «valor añadido» (V + S) en el proceso, y luego, según la localidad, valor del transporte y conserva­ ción necesaria. Petróleo. Esta es una de las mayores importaciones semi-coloniales de carácter singular. Incluso Estados Unidos es dependiente en un 50% de su petróleo de Arabia Saudí, Irán y otras fuentes semi-coloniales. (El Oriente Medio sustenta un 59% y Africa un 5,6% de las reservas mundiales de petróleo; Europa Occidental, 2,1%, Estados Unidos 7%; la URSS 14,1%; China 3,4% —cifras de la OCDE, 1975). La CEE es dependiente del exterior en un 61% (Eurostat, N.° 8, 1977). Después de la decisión de diciembre de 1973 de las semi-colonias de la OPEP de elevar el precio del petróleo crudo, éste fue fijado a un «prix affiche»27 de 11,65 $ por barril de petróleo crudo «ligero árabe». El 40% de la producción global fue vendida direc­ tamente por las compañías de petróleo imperialistas y el 60% en «participación» con el Estado productor. La parti­ cipación significó un ingreso para la OPEP de 10,73 $ por barril; el 40% un ingreso por impuesto de 1,94 $ por barril. A esto es añadido 6,31 $ de ingreso impositivo. El Estado productor consiguió por consiguiente 10,73 $ por barril (p. b.) por el 60% del petróleo crudo y 8,25 $ por un 40% (por «concesión petrolera»). La media ponderada de los ingresos de la OPEP después del acuerdo de 1973 era de 9,74 $ por barril (los precios fijados en enero de 1974 eran 10,8 para Indonesia, 11,67 para Irán, 14,69 para Nigeria, 15,76 para Libia y 16,21 para Argelia.) El precio, alrededor de 10 $ por barril, de compra de Africa y Oriente Medio era el precio de compra euroamericano de las multinacionales. Los países de la OCDE y de la OPEP aceptaron un «principio», estableciendo la proporción de 40% entre el «prix affiche» y el precio del 27. En francés en el original. Precio indicador o guia.

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mercado mundial. De elevarse el precio del mercado mundial de manera que el «prix affiche» cayera por debajo del 40%, este último precio se elevaría a fin de mantener esta proporción. El «principio» sufrió dificultades prácticas y fue abandonado efectivamente en 1975. El precio del mercado se elevó invariablemente más alto que la propor­ ción 100/40 del «principio», el cual tendía a ser una guía mínima solamente. La diferencia entre el «prix affiche» y el precio del mercado mundial no es otra cosa que la superplusvalía oculta corriente, una vez descontadas las tarifas de seguros y fletes, que eran 1,3 $ por barril en enero de 1974. En 1976 los 9 países de la CEE importaron 520 millones de toneladas de petróleo crudo por un coste de 50.000 millo­ nes EUA-UCE (Unidades de cuenta europeas = 1,21 $ ame­ ricanos) . Esto es 120 $ por tonelada de petróleo crudo a 120 $ por 4,4 barriles, es decir alrededor de 26 $ el barril de petróleo crudo. El «precio de compra» multinacional medio en 1976 en alrededor de 12 $ c.a.f. La plusvalía oculta era de 14,0 $ por barril. En el caso de las importaciones de petróleo crudo de la CEE, la plusvalía oculta era un 120% del precio de coste en Africa y Oriente Medio e Indonesia, etc. La mitad de las importaciones de petróleo crudo eran plusvalía oculta. El consumo total de petróleo en la parte capitalista del mundo es de 2.500 millones de toneladas aproximadamente. De estas alrededor de 2.000 millones de toneladas es impor­ tado de semi-colonias por los Estados capitalistas-imperialis­ tas. El valor total de la importación del petróleo crudo está por encima de 120.000 millones de $ (excluyendo los suminis­ tros de la URSS a Occidente). La plusvalía oculta incluida en las estadísticas de «ingresos nacionales» de los países de la OCDE, solamente en petróleo, está por encima de 30.000 millones de $, si tomamos los precios de importación de los países de la OCDE como iguales a los precios del mercado mundial. De hecho el precio de importación no es todavía el 73

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precio del mercado mundial, pero, dado que las multinacio­ nales pueden importar ellas directamente en «sus propios» países, es a menudo el precio de coste c.a.f. Por consiguiente cuando la BP-Shell importa en Inglaterra u Holanda, o la Texaco o la Gulf Oil en Estados Unidos, el valor de importación, en estadísticas, es el precio de coste c.a.f de unos 10 $. Cuando los Estados imperialistas importan de las multinacionales tienen que pagar a los precios del mercado mundial. Este es el precio de comercia­ lización, no de importación (a menos que el último sea el precio de mercado para países específicos). Los países sin multinacionales de petróleo propias (Japón, Escandinavia) participan parcialmente en ambos precios, el precio de importación resultante estando entre el precio de comercia­ lización y el precio de coste c.a.f. Siendo el anterior «en principio» 100/40 del último menos gastos de seguro y fletes, el precio del mercado mundial a las exportaciones totales de petróleo crudo semi-colonial a los países imperia­ listas es igual a las importaciones nominales c.a.f. (c.i.f) más la cantidad por la cual los precios de mercado son mayores, sobre la media ponderada, que el precio de coste c.i.f. Si nosotros, para ser moderados, tomamos un factor de 2,0 obtendríamos un valor de mercado total para las exportaciones de petróleo semi-coloniales a los países imperialistas de por encima de 240.000 millones de $, el 60% de esto es superplusvalía oculta, es decir unos 140.000 millo­ nes de $ solamente de petróleo crudo. Para la CEE (Eurostad, Ibid.) las importaciones de petróleo crudo son 2/3 del valor de las importaciones semi-coloniales totales, excluyen­ do manufactura. Sobre la base de esta distribución, la plus­ valía oculta total sería del orden de 210.000 millones de $, la cual está alrededor de los «beneficios» totales declarados en todas las estadísticas de ingresos nacionales de la OCDE. De ser los países de la OPED los que comercializaran su pe­ tróleo a precios de mercado mundial ellos mismos, estos 74

210.000 millones de $ de valor pertenecería a y serían capita­ lizados en Asia, Africa, Oriente Medio y América semicolonial y no en sus superexplotadores de todas clases. Mercancía

Café

Cacao

Precio de Importación

Precio de Procesado

Precio de Mercado

c.i.f.

(Av. Londres/ Nueva York.)

(Av. Londres/ Nueva York.) libre de impues­ tos

2 $ aprox. por Kilogramos 50% normal y superbeneficio.

3,2 por Kg.

8 $ Kg. (paquete grano)

papel



8 $ por Kg. (polvo solamen­ te empaqueta­ do)

Azúcar

por debajo de 1,8 $ por 10 Kg. 1,5 $ por 10 Kg. (4,5 $) para sa­ cas de papel de 50 Kg. de la Tate & Lyle.

0,7 $ por Kg. (blanco refina­ do simplemen­ te empaqueta­ do)

Arroz indio (largo)

0,2 $ la libra



0,8 $ (por deba­ 2 $ por 1 libra jo, por princi­ caja (empaque­ pales importa­ tada Ceilán) dores cultivado­ res)

2 $ aprox. por 4,0 $ por Kg. Kilogramo

1 $ la libra

1 $ una libra (empaquetada simplemente)

3 $ por libra, caja empaque­ tada en Ceilán, India. Bolsas de té 12 $ (tasa de superplusvalía oculta 1.500%).

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Parte de la plusvalía ocuylta está escondida no solamente en S, sino en «V» o salarios en los países imperialistas. De hecho, una parte creciente de las estadísticas de todos los ingresos nacionales de la OCDE, muestran G. Myrdal y otros economistas, han observado este desplazamiento en la distribución de los ingresos nacionales en los países imperia­ listas, con un creciente reparto dirigido a los trabajadores y una parte decreciente a los patrones. Más ejemplos: La superplusvalía oculta del petróleo crudo se realiza cuando éste es vendido como tal, o como refinado industrial o doméstico o combustible de vehículo o en la industria química del petróleo (plásticos, etc.). Con mercancías como el café, la realización es generalmente en el «producto acabado», el cual, frecuentemente, es el producto tal como viene de Brasil o Kenia o Etiopía, más un paquete e impresión. Las cifras al final de 1977 eran: (Times, Londres diciembre 1977. OCDE, datos de importación). La plusvalía oculta (beneficios extras y normales —a tasas de la cúpula— y superbeneficios de inversión) es: Café: Alrededor de 6 $ por Kg. o 300% de los precios de importación (café instantáneo: 26 $ = 1.300%). Cacao: Alrededor de 300% de precio de importación. Azúcar: Alrededor de 0,55 $ por Kg. o 360% de los precios de importación. Las bolsas de 50 Kgs. de la Tate & Lyle contienen una plusvalía oculta de 200% de los precios de importación. Arroz indio de grano largo: La plusvalía oculta es de alrededor de 400% de los precios de importación. Té: La plusvalía oculta es alrededor de 150% de los precios de importación. Los bienes eléctricos ligeros de Taiwan y Hong Kong se venden en la CEE de 200% a 1.000% de su precio de importación. Los jeans, etc. de Taiwan, Hong Kong, Corea del Sur, Timor se venden a 200% y más de su precio de importación. En diciembre de 76

1977 la CEE elevó barreras arancelarias contra 22 «países desarrollados». Para países específicos los economistas anti-imperialistas harían bien en comparar los valores de exportación con los precios mundiales. Por ejemplo, en 1973 el café robusta y arábico de Zaire tenía un promedio de 25% por debajo de los precios mundiales; aceite de palmera exportado a 10.000 Francos Belgas (FB) y vendido a precios mundiales en el mercado de Amberes por una media de 16.000 FB; cacao se vendió en agosto de 1973 a 900 libras una tonelada en Londres, pero se exportaba a 330 libras una tonelada larga; la goma se vendía en Londres a 28 FB el Kg. en 1972 y se exportaba f.o.b. desde Matadi28a 15 FB el KG.; el precio mundial de té londinense era de 42,7 peniques el Kg. en 1973, pero el precio de exportación de Zaire era 25 peniques el Kg. (Conjoncture Economique, 1974, N.° 14, Kinshasa). En los productos agrícolas zaireños la propor­ ción media de precio mundial/precio de importación europeo era de alrededor de 200%. Esto forma parte de una estampa del mundo. No es debido a ningún engaño de los importadores, ni a ninguna «conspiración» de monopolis­ tas. Es un fenómeno histórico-económico. Estudios anti-imperialistas específicos también compen­ saría hacerlos con respecto a la plusvalía oculta realizada cuando se venden materias primas altamente procesadas, tales como bolsas de té, cafés «instantáneos» y productos del cacao, chocolates. En 1977 las importaciones imperialistas de Africa, Asia y América semi-colonial se aproximan a 200.000 millones de $. Tomando una proporción de valor realizado/precio de importación c.i.f. de 150% para todas las importaciones semi-coloniales, incluyendo metales, petróleo, materias primas agrícolas y alimentos y manufacturas, llegaríamos a una plusvalía oculta global de alrededor de 300 millones de 28. Región del Zaire.

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$. A esto debe ser añadido la inversión «normal» y superbeneficios contratados (muy altos para Alemania e Italis en Argelia, India), parte de los cuales (por contratos, por ejem­ plo) son también «ocultos», de un promedio del 33% sobre un capital (parte del cual es capital «prestado» y «ayuda» —como se reflejaba en la deuda externa corriente de 250.000 millones de $ de las semi-colonias) de alrededor de 500.000 millones de $, es decir por encima de 166.000 millones de $. La contribución semi-colonial a la plusvalía mundial se aproxima a 500.000 millones de $ a la plusvalía del sistema capitalista total. De este total la plusvalía oculta de 300.000 millones de $ es la parte principal, económicamente y también socio-políticamente. Porque esta plusvalía oculta, más los superbeneficios coloniales repatriados forma la reserva para la corrupción de la clase trabajadora impe­ rialista en su prolongada, pero no permanente, alianza con el imperialismo.

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INDICE

I. CUATRO SIGLOS DE EXPLOTACION IM­ PERIALISTA. NACE EL CAPITALISMO............

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II. EL IMPERIALISMO ACTUAL. CONTINUA LA ACUMULACION PRIMARIA...................... 31

III. MECANISMOS DE LA PLUSVALIA OCULTA.

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El nacimiento del capitalismo se produce gracias a la explo­ tación esclavista que el capitalismo europeo realiza, durante sus cuatro siglos de acumulación primaria, sobre las Américas, Africa y Asia, al precio incluso de 500 millones de muertos,.debidos a esta superexplotación, a lo largo de estos cuatro siglos.

La capacidad de la clase imperialista capitalista de imponer bajos precios a los exportadores de materias primas imperialistas monopolistas y, más tarde, a los estados inde­ pendientes, reside en la dominación cualitativa total de los países imperialistas sobre los países semi-coloniales y colo­ niales.

Hosea Jaffe, economista y militante anti-imperialista sudafricano ha escrito varios libros sobre el tema, de los que Zero-Zyx ha publicado Neo-imperialismo portugués, 1975 y El Imperialismo hoy, 1976, y Siglo XXI anteriormente, Del tribalismo al socialismo. Este folleto es un claro desenmascaramiento de todos los mecanismos ocultos de acumulación, de la plusvalía por parte del capitalismo.

Colección «lee y discute»