La naturaleza contra el capital. El ecosocialismo de Karl Marx
 9788418684296

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La naturaleza contra el capital

Director de colección R. Lucas Platero

Consejo editorial María Eug e nia Aubet Barbara Biglia

Elvira Burgos Díaz

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D olo res Juliano

Raquel Osborne

Oriol Rom a ní Alfonso

Carmen Romero Bachiller

María Rosón Villena Amelía Sáiz López

Verena Stolcke

Meri Torras Francés

Francisco Vázquez García Olga Viñuales Sarasa

BELLATERRA EDICIONS

1

SERIE GENERAL UNIVERSITARIA

j

275

KOHEI SAITO

La naturaleza contra el capital El ecosocialismo de Karl Marx TRADUCCIÓN DE JAVIERA MONDACA

®l

Bellaterra Ed1oons ...... ;...... .. ......,.,IÍUJi.11

Diseño de la colección: Dani Rabaza {Munster Studio)

Diseño original: Joaquín Monclús

Ilustración de la cubierta: Dani Rabaza (Munster Título original: Karl Marx's Ecosocialism:

Studio)

Capital, Nature, and the Unfinished Critique ofPolitical Economy

Título: La naturaleza contra el capital. El ecosocialismo de Karl Marx Corrección de Manuel

Azuaje

Traducción de Javiera Mondaca

© Kohei Saito, 2017

© Monthly Review press, 2017

© Edicions Bellaterra (Cu1tura21,

SCCL), 2022

Bellaterra Edicions (Cultura21, SCCL)

C. Balmes, 25-27, b aj o s izquierda, 08242 Manresa

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Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio

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ISBN: 978-84-18684-29-6

Déposito L egal : DL B 18061-2021

Impreso por Cevagraf, SCCL

Índi�e

Prefacio a la edición

en

castellano

9

Introducción

15

Parte l. Ecología y economía

35

1. La enajenación de la naturaleza como el surgimiento de lo moderno

¿La «enajenación» como una categoría filosófica?

La disolución de la unidad originaria entre la humanidad y la naturaleza

La continuidad de una teoría

Abandonando la filosofía

37 39 51 63 71

2. El metabolismo de la economía política La naturaleza como la materia de toda riqueza A propósito de la genealogía del concepto de metabolismo La limitación del materialismo antropológico Más allá del «materialismo científico-natural» El rol de la fisiología en los Grundrisse

87 89 94 109 118 125

3. El capital como una teoría del metabolismo El proceso de trabajo como un metabolismo transhistórico

135 137

La reificación como el núcleo de la teoría de Marx «Formas» y «contenido»

140 153

La transformación capitalista del metabolismo

La contradicción del capital en la naturaleza

162 174

Parte II. La ecología de Marx y la Marx-Engels-Gesamtausgabe

185

4. Liebig y El capital La teoría de la renta de la tierra antes de 1865 El reconocimiento de Liebig de los límites naturales

187 189 201

La recepción de Liebig por parte de Roscher

La intensificación negativa de la agricultura moderna

5. ¿Los fertilizantes contra la agricultura del robo? ¿Optimismo o pesirnismo? Los optimistas químicos del siglo x1x La problen1ática polérnica de Liebig

El surgimiento de una crítica de la agricultura moderna El imperialismo ecológico y las crisis globales

Desde el despilfarro a la producción sostenible

6. La ecología de Marx después de 1868 ¿Dudas sobre Liebig?

El fantasma de Malthus Un

encuentro

con la «física agrícola»

La agricultura de la fuerza y la

teoría de los aluviones de Fraas

El cambio climático como un peligro para la civilización

El cambio climático como un límite del mundo 1naterial

213

221 231

233 243 250

255 264 277 283

285

292 298 306 313 322

Conclusión

333

Bibliografía

345

Prefaelo a la edlelón en eastellano

Es un gran placer ver la publicación al castellano de mi libro La natu­

El ecosocialismo de Karl Marx, que fue publicado por Monthly Review Press el 2017. Aunque fue escrito originalmente raleza contra el capital

en alemán como parte de la tesis doctoral que presenté en la Universi­

dad Humboldt d e Berlín bajo el título Natur gegen Kap ital: Marx'

Ókologie in seiner unvollendeten Kritik des Kapitalismus, tuvo una mejor

acogida en inglés. Afortunadamente, en 2018 ganó el Deutscher Me­

morial Prize, el premio más importante en estudios marxistas. Mientras tanto, volví

a Japón,

de donde soy originario, pa ra enseñar

economía marxista en el departamento de economía de

la Universidad

de la Ciudad de Osaka. Desgraciadamente, el marxismo en Japón ha estado decayendo rápidamente en los últimos años a pesar de su extensa y sólida tradición de economía marxista. Pero mi trabajo mantiene una

conexión i nternacional con los (eco)socialistas de todo el mundo. Esta traducción al castellano es uno de esos maravillosos ejem pl9s que se

suman a otras traducciones en coreano, portugués y francés, y agradezco profundamente la decisión de Bellaterra Edicions de publicarlo, así

,como

el ahínco y la dedicación de la traductora, J aviera Mondaca. En la primavera de 2019, publiqué la edición japonesa titulada ** ; segu i d a p or la s e cción, el volum e n y el número de págin a ( ej : l\!I EGA 2 i v/32, p . 2 1 , en este c a s o ) . 29 Martin Hu ndt, «Der :Fortgang dcr MEGA und einige aktuelle Debatten um IVlarx' Werb, Z Zeilsehrfj-1 Mm:'ICistische Emeuenmg 85 (mar1.01 201 1), pp. 105-121 , en p. 1 1 6. 3 0 Solo la introducción de Annelise Gricse a Jos volúmenes IV/26 y IV /3 1 de la

Gesamtausgabe,

s ección

lvlEGA 2 y la introducción de Carl- Erich Vollgraf al volumen II/4.3 de la MEGA 2 exami nan en detalle los cuadernos de ciencias naturales de lVlarx. Existe solo un puñado de otras pub l icaciones que examinan los cuadernos de Marx en general: Frcd E. Schradcr, Revo/11tio11 mul Reslaumtion: Die Vorbere;1en zmn '1C"p ital" vo11

Kar� Mar.v: Í1I reinen St11dienheftc11 1850- 1858 (Hildeshcim: Gerstenberg, 1980);

Ke�11� Andc rson, Mar.� o/ the• Marghts: Nationalism, Eth11icity1 tmd Non- Westt:m SO(tt.'f1es, 211 cd. rev. (Chica�>: Universicy of Chicago Prcss, 2016); Kolja Lindncr, Euro centrism. Postco l onial ism S tudics and Marx Scholarship», Radical Ph1/osophy 1 6 1 (mayo-junio1 2010), pp. 27-4 1 . Foster y Burkett n o ve n ninguna diferencia importante e n térm i nos de ccologín e n tre M arx y Engcls. Sin embargo, m e ce n traré solo en la ecolog ía de Marx y no entraré en la de Eng els.

«!Y�arx's 31

29

La n aturaleza

con tra

el capital

Por medio d e la reco n s t rucción del proceso de trab aj o de M arx, documentado en sus cuadernos de ciencias naturales , ahora será po sible ver cómo la ecolog ía ganó constantement e una m ayor importancia en

su proyecto. A lo la rgo del camino, Marx abandonó de manera b astante consciente su anterio r evaluación optimista del p otencial emancip ador

del capitalism o. C omo ya se s eñaló, el m aterialis mo histórico de Marx ha sido crit icado en diversas o casiones por sus ingenuas suposiciones tecnocráti cas . Una lectura cuidadosa de sus cuadernos , sin emb arg o, revela que e n realidad Marx no fantas eó con una visión utópica del futuro socialista basada en un aumento infinito de las fuerzas produc­

tivas y la libre manipulació n de la naturaleza. Por el contrario, recono­ cía s eriamente los límites naturales y consideró la complej a e intensa relación entre el capital y la naturaleza como una contradicción central del capitalismo. De hecho, durante la prep aración de su teoría de la

renta de la tierra en El capital, Marx leyó con entusiasmo diversos libros de ciencias naturales , especialmente la

Química agrícola

de Justus von

Liebig, que le entregó u n a nueva b as e científica p ara su crítica de la «ley de los rendimientos decrecientes» de Ricardo. En El capital, Marx

llegó así a demandar la regulación cons ciente y s o s tenible del meta­

bolis mo e ntre lo s humanos y la n aturaleza como una tarea central del so cialismo, cues tión que discuto en el cuarto c apítulo.

En

este contexto, es esencial destacar que los cuadernos de Marx

necesitan analizarse en estrecha relación con la formación de su crítica de la economía política en vez de como un imponente proyecto mate­ rialista para explicar el universo. En o tras palabras, la intención de los cuadernos no puede reducirse a la búsqueda de una cosmovisión cientí­ fica. La literatura anterior usualmente afirma que, a través de los nuevos descubrimientos en las ciencias naturales, Marx siguió la tradición clá­ sica de la filosofía de la naturaleza de Hegel y S chelling e intentó des­ cifrar las leyes univers ales que de forma materialis ta explican todos los fenómenos dentro de la totalidad del mundo32 • Por el contrario, el pre­ s ente estudio examina la investigación de M arx sobre las ciencias na­ turales independientemente de cualquier cosmovisión totalizadora, pero 32 Véase también Hans Jürg S andkühler, «Wissenschaftliches Weltbild als naturalisier­ te Philosophie. Der Theorietypus Marx und die epistemologische B edeutung der Naturwiss cnschaften im M arxschen Werk Teil 1 », en AG Marx-Engels-Forschung, Natur- wissenschaften und Produktivkrajte bd Marx

und Engels. Marx-E11gel.f-Fars­

chung heute 3 (Fráncfort del Meno: IMSl\ 1 99 1 ) , pp. l l -23 , en p. 22 ; Manfrcd K.licm, Karl Marx: Dokumente seines Lebens 1 81 8 bis 1 883 (Leipzig: Reclam, 1970), p. 482 .

30

Intro ducción

te vi n c ul ada a su p r oyec to inacabado de eco n o m ía p olíticaJJ. es tr ec h a m en mp l e ta r e sta tare a , la e c o lo gí a de Marx es i n c lu s o más E n a r as de co importante, p u es es en su c rític a ecológica del capitalismo d onde empleó

los nuevos descubri m ientos de las ciencias naturales para analizar las modificacio nes des tructivas del mundo material por la lógica reificada del c ap ital. C o m o d i s cuto en el quinto capítulo, la re c e p ción de Marx de la teorí a de Lieb ig e n 1865-1866 lo llevó a abandonar co n s c iente mente cu alquier mo d e l o p ro meteico reduccionista de de s a rrollo social y a e stablecer una con su visión de un desarrollo humano soste­ te o rí a cr ít ica q ue converge nib le. E n co mp aración co n sus Cuadernos de Londres de la década de 1850, e n lo s q ue e l o p t i mi sm o de Marx más bien d e s cu idó el pro b lema del ago tam iento del suelo en la agr icultu r a moderna, sus cuad e rn o s de 186518 66 demues tr a n cl ara ment e que dive rs os científic o s y economist as, tales Lieb ig Jam e s F. W. Johnston y L é o n c e de Lavergne, lo co m o Justu s von ayud aron a desarrollar una crítica más s o fi sticada de la agric ultu ra mo­ dern a. Com o resultado Marx comenzó a a n aliza r las contradicciones de la p ro ducc ió n cap itali sta como una p er turbación global del m etab oli s m o natu ral y s oc ial. La crítica de Marx a Ricardo, especialmente como s e pre senta en «La cue s ti ón irlandes a», mu e s tra más cl a r ame n te que s u uso de las cienc ias na turales no se restringía simp l emente a la te o r í a de la renta de la tierra, sino que ta mbi é n tenía la intención de preparar los ci­ mie ntos p ara su análisis del imp eriali s mo ec oló gi co . Pero Marx no absolutizó la Química agrícola de Liebig en su crítica al capitalismo, a p e s a r de la importancia obvia de la teoría del m et ab o ­ lismo de Liebig. E n el s exto capítulo, exp lico por qué en 1868 -es decir, in mediatamente después de la publicación d e l tomo I de El capital en 1867- decidió e stu di ar más lib ro s de ciencias na tu rale s y lo hizo aún más intensivamente. En particular, en este tiempo leyó una serie de libros que eran muy c rí ti c os de la t eo r í a del agotamiento del suelo de Liebig Des­ pués de u n tie mp o Marx relativizó su evalua ción de la teo ría de Liebig e incluso defendió más apasionadamente la neces i d ad de una s oc i eda d postcapitalista de realizar un in t erc ambio racional con l a naturaleza. La figu ra importante en este context o es el agrónomo alemán Carl Fraas, q u ien e r a crítico de Liebig. M arx incluso encontró una «tendencia ,

,

.

,

33

�arl-E rich Vollgraf: «Marx auf Flucht

vor

dcm Kt1pitaR)>, e n Beitrage zu r Marx-

1�gels- Forsch1mg, Neue Fo/ge 19 94: Que/len tm d Grenzen v o n Wusenschaflsversliindnis (Ham burgo : Argu ment, 1994) p . 8 9 - 9 3 p . 9 2 . ,p ,

Ma rx '

31

La n a turaleza

co n t ra

el cap ital

so cialista incons ciente» en la investigación histórica de Fraas. Aunque no pudo integrar completamente su nueva apreciación de Fraas en El capital, sus ex tractos del trabajo de este agrónomo alemán documentan por qué l as cienci as naturales se volvieron cada vez más importantes para su pro­ yecto económico. En este sentido, el año 1868 marca el comienzo de un nuevo periodo para su crítica de la economía política con un alcance muc ho más amplio que antes. Desafortunadamente, esto hizo que la fi­ nal ización de su crítica fuera extremadamente dificil. A pesar de su estado inacabado, la economía política de Marx nos permite entender la crisis ecológica como una contradicción del capi­ talismo, pues describe la dinámica inmanente del sistema capitalista, según la cual el impulso ilimitado del capital hacia la valorización des­ truye sus propias condiciones materiales y con el tiempo lo confronta con los límites de la naturaleza. Aquí es importante entender que refe­ rirse a los límites de la naturaleza no significa que la naturaleza automá­ ticamente ej erza su «venganza» contra el capital ismo y ponga fin al régimen del capital. Por el contrari o, en realidad es posible que el capita­ lismo se beneficie de la despiadada extracción de riqueza natural de ma­ nera indefinida, destruyendo el ambiente natural hasta el punto de que una gran parte de la tierra se vuelva inapropiada para la ocup ación humana34• Sin embargo, en la teoría del metabolismo de Marx la natu­ raleza posee una importante posición de resistencia contra el capital, pues este no puede subsumirla arbitrariamente en pos de la máxima valorización. De hecho, al intentar subsumir la naturaleza, el capital no puede sino destruir en una escala cada vez mayor las condiciones ma­ teriales fundamentales para el libre desarrollo humano. En esta destruc­ ción irracio n al del amb iente , y en la imp o rtante exp eriencia de enajenación creada por el capital, Marx encontró una oportunidad para construir una nueva subj etividad revolucionaria que conscientemente exij a una transformación radical del modo de producción para realizar el desarrollo humano libre y sostenible. En este sentido, la ecología .d e Marx no es determinista ni apocalíptica. Más bien, su teoría del meta­ bolismo subraya la importancia estratégica de refrenar el poder reificado del cap ital y transformar la relación entre los humanos y la naturaleza para asegurar un 1netabolismo social más sostenible. Aquí se encuentra 34 P»> . Sin emb argo, según Marcuse, la crítica radical d e Marx a la enaj enación y el extrañamiento «tom [ ó ] una orientación to­ tal me n te n ueva » y su crítica so l o surgió d espués de que «la división 5 4 C arlos J\!Iarx, Obrasfimdamenta!es de Marx y Enge!s L Escritos dejuventud de los Marx

( D . F : Fo ndo de

Cultura Económica, 1 9 82) , p.

49 1 .

Car­ 47

La n a turaleza

contra

el capital

[fuera] trabajo

abandonada». Marcuse fue más tri a rtita no [fuera] respetada, p a medida que ella se lej os y afi rm ó que «la noción de hace salt ar el cuad ro dentro del cual se mueve el pensa1niento económi p. 130. Recientemente, en Alcm�mia, lngo Elbe juzgó negativamente el fra�aso de la explicac i ón de Marx en «Entfre­ mdctc u nd abstr akrc Arbeit: M arx' Ó konom isch-philosophischc Manuskriptc im Vcrgl dch zu seiner spateren Kritik der politischen Oltonomie», Oldenlmrgcr ]ahtbu(h.fiir Philosophie 2012 (OJdcnburg: BIS Verlag, 2014), pp. 7- 69 , p. 45 . 62 Michael Quantc, «Kommentan�, en Karl Marx, Ókonomisch-philosophische Ma1111skripte (Fránc fort del Meno: Suhrkamp, 2009), p. 23 1 , p. 258. 50

l . La

enajenación

de la n atu raleza

como

el s u rgimiento de lo m o d e r n o

al roblema, pues s u comprensión reduccionista de la dialéctica lógica e de f-Icgel no puede evitar la crítica del determinismo, aunque Qyante no est'.í interesado en defender a Marx de tales consecuencias. Como se rá demostrado en la siguiente sección, Feuerlicht y Qyante no entienden el propósito original de Marx y terminan haciendo un a crítica «imagi n aria». Es «imaginaria» porque la aporía de la enajenación 00 existe en absoluto. Parece existir solo porque los estudios anteriores dividie ron arbitrariamente el texto del cuaderno en dos partes y se cen­ lusiva men te en la segunda parte «filosófica». Un académico traro n exc marxista j aponés, Masami Fukutomi, señaló la importancia de la pri­ mera parte económica, especialmente la discusión de Marx sobre «la relació n afectiva del hombre con la tierra»63• Esto nos dará una base sól i d a pa ra comp render consistentemente todo el proyecto de Marx.

hi:rórica

L a di so lu ción de la unidad originaria e ntre la hum anidad y la naturaleza párrafo del primer cuaderno que es casamente llamó la atención de la literatura .filosófica, Marx compara la forma capitalista de la propie­ d ad con la forma feudalista de la posesión. Este descuido es sorprendente, pues en este párrafo de los Cuadernos de París es donde Marx discute por primera vez la relación entre la realidad patológica de la producción mo­ derna y el concep to de trabaj o enajenado. Después de describir la total mercantilización de la propiedad territorial co mo la consumación de En un

la relación capitalista, Marx aporta una razón de por qué esta transfor­

mación

de la propied a d territorial

aparición del trab aj o enaj enado. Primero, Marx dej a claro que ·

tiene su

un impacto tan decisivo en la

c o m p aració n históri c a no debe

confundirse con una idealización romántica de la sociedad feud a l terior,

como

si no hubiera habido trabaj o enaj en ado en

las

an­

socieda d es

precapitalistas. Marx argumenta que e s ta idealización solo ocurre por

una

falta de investigación científica:

No com p artimos las sentimentales lágrimas que los románticos vierten

por esto. Estos confunden siempre la abominación que la comerciali­

zación de la tierra implica, con la consecuencia, totalmente racional,

6 3 Karl M arx, Man uscritos: economía yfilosofía, p.

101. 51

La natu raleza

contra

\

el capital

neces aria dentro del sistema de la propiedad privada y deseable, que va

contenida en la comercialización de la propiedad privada

de la tierra.

En

primer lugar, la propiedad de la tierra de tipo feudal es ya, esencialmente,

la tierra comercializada, la tierra extrañada para el hombre y que por eso se

le enfrenta bajo la figura de

unos

pocos grandes señores .6•1

Los románticos se lamentan del colapso de la dominación feudal junto con la resultante mercantilización de la tierra y de que los nobles valores de los señores hubieran sido reemplazados por la avaricia de los mercade­ res. Rechazando esta perspectiva, Marx argumenta que «la comercializa­ ción» de la tierra también existió con la propiedad territorial feudal, así que el trabajo y la tierra e n cierta medida fueron extrañados para los huma­ nos bajo el dominio de «unos pocos grandes señores». Además, la «abominación», dice Marx, no es la característica funda­ mental de la aristocracia moderna del dinero, pues el ilimitado deseo de dinero, que les parece inaceptable a los defensores de los ideales románticos, es realmente un resultado «racional» y «necesario» desde la perspectiva histórica más amplia, ya que no es otra cosa que la materia­ lización de la racionalidad de la sociedad burguesa moderna. En otras palabras, el comportamiento «abominable» de los terratenientes mo­ dernos no es u n defecto moral, sino que vuelve concreta la nueva racio­ nalidad social después de una transformación radical de la estructura social. Los románticos, como Pierre le Pesant de Boisguilbert, no pue­ den reconocer esto, solo pueden reprochar moralmente el comporta­ miento abominable de los individuo s en el capitalismo65• En clara oposición a la idealización del pasado, Marx apunta al hecho de que existían relaciones de dominación fundadas en la propiedad territorial

64 Ih id. , p.

9 8 . El último é n fasis e n l a cita fue añadido p or K. S. Aunque no n o m ­ b ra aquí l a fuente origi nal, .Marx co n s truye su propi a crítica con el Esbozo de critica t!e la economía polftíca de Engel s. Antes que Marx, Engels había escrito

de este tema de la sigu i e nte mane ra: «Negociar con la tierra, que e s para nosotros lo uno y el todo, la condición primordial de nuestra existencia, repre­ senta el últi mo paso hacia lo más extremo: el negociar con nosotros mismos». Carl.os Marx- Federico Engcls, e n Escritos eco11óm icos t1a,.ios (D. F. : Edit o rial Grijalbo, 1966), p. 1 3 . Marx recoge la idea de Engels en su propio análisis para com prender la enajenación, la t.:omcrcializadón de u no mis mo, como u n resu l­ tado de la comerci alización de la tierra. 65 Véase MEGA 2 n/2 , p . 2 0 . ac erc a

52

1 . La

enajenación de la n atur a leza com o el s u rgi m iento

de lo

moderno

feudal, bajo cuyo sistema las personas también estaban «extrañadas» de la tierra y era n «enfrentadas» por ella66• Marx co ntinúa su análisis de la posesión feudal de l a tierra descri­ biendo la si tuación de los siervos en oposición a la de los señores: Ya e n l a p ropiedad territorial feudal está implícita la dominación de la tie rra com o un poder extraño sobre los hombres . El siervo de la gleba a tierra. Igualmente, a la tierra pertenece el mayo­ e s un accid ente de l

ra zgo, el hij o pri mogénito. La tierra lo hereda . En general, la domin a ­ ción d e la propiedad privada comienza co n la propiedad territorial, esta es su rece,

base. Pero en la propiedad territorial del feudalismo el señor apa­

al meno s , como rey del dominio territorial. Igualmente existe aún

la ap ari e ncia de una relación entre el p o s eedor y la tierra más íntima que la de la pura riqueza material. La finca ñor, tiene su

se

individualiza con

rango, es, con él , baronía o condado, tiene

sus

su

se­

privilegios,

s u j u risd icción, sus relaciones políticas, etc. Ap arece como cuerpo inor­ gánico d e su señor.67

Los siervos, por otro lado, han perdido su capacidad para llevar a cabo una actividad independiente y libre, pues no pueden relacionarse con la tierra como propiedad suya, sino solo como propiedad del señor. Su existencia está reducida a mero «accidente» de la tierra, que es la base de la riqueza material. Marx reconoce que, debido a esta subyugación, exis te un cierto nivel de enaj enación de su propia actividad y de la 6 6 Esta forma específica de e n aj e nación c apitalista es precis ame nte aquella q u e in terpretación

la

«filosófica» n o puede expli.c ar adecuadamente. En consecuencia, comparte u n sesgo con los román ticos. Todo análisis critico requiere una investi ­ gación sobre cómo se diferencia el trabajo enajenado en el capi talismo de s u forma feudal. El análisis de Margaret A. Fay e s u n o de los pocos que considera la comparación de Marx de la enajenación e n la sociedad capitalista y la sociedad feudal, pero termina negando cualquier «ruptura» en el proceso del surgimiento de la sociedad moderna. Más bien, enfatiza la «continuidad» y «similitud» e n tre ambas. Fay argumenta que, debido a la "propiedad privada» bajo el feudalismo, el siervo era explotado por el propietario de los medios de producción tal como el jornalero. Por consiguiente, toda la problemática de la enajenación es reducida al problema de la propiedad privada de los medios de producción . Sin embargo, Marx cuestiona no solo el hecho de la enajenación y la explotación, sino también las formas históricas específicas de apropiación . Véase Margarct A. Fay, Der Eh1fllffl �on Adnm Smith m'.fKt1rl Marx' Th1orie der E111fremd11ng: Efot Rel:.omt1·11ktion de,. Oko11omisch-philosophis(ht M111111sR.ripte aus dtm jahr 1 844 (Fráncfort del Meno: Campus, 1986), pp. 166 - 1 72. 67 Karl Marx, Ma11usaito.f: t(o11om fa yfilosofía, p. 98, énfasis en el original. 53

La naturaleza co n tra el capital

nat u raleza incluso en las relaciones sociales feudales . La naturaleza fun­ cio na s olo como un « cuerpo inorgánico» del señor que puede apropiar

el producto de la tierra y el trab aj o de los si ervos . De esta forma, lo s

siervos se vuelven p arte del cuerpo inorgánico en el proceso de produc­

ción . La tierra como tal es «privatizada» e «individualizada» por el señor, lo que M arx estima como el principio de la «dominación de la propie­ dad priva d a» . Sin embargo, sin deducir directamente la causa del trab aj o enaj ena d o moderno de este antagonismo de clase en el sis tema social feudal, M arx señala su importante diferencia cualitativa respecto a la propieda d te­ rritorial en la sociedad capitalista. S egún Marx, las relaciones sociales feudales e stán basadas en la dominación «personal» y «política», es de­

cir, la apropiación de los pro ductos de la tierra ocurre p or medio del dominio d irecto d el señor de los siervos con su poder p ersonal y político

gracias a los privilegios i nnatos y al m onopolio de la violencia. Por consiguiente, los siervos son totalmente conscientes de esta d ominación

p ersonal del señor y esto explica por qué la « h istoria fa miliar, la h istoria de su casa, etc . » se vuelve tan importante p ara legitimar las relaciones de dominación, pues «todo esto individualiza para él la propieda d te­

rritorial y la convierte formalmente e n su casa, en una p ersona» . La

historia de la tierra y de la fam ilia individualiza la propie d a d territorial

y legitim a su monopolio, lo cual transforma un pedazo de tierra en el « cuerpo inorgánico » del s eñor68 •

La domin ación y explotación directa, que ocurre en términos p er­ sonales y político s en esta socie d ad precapitalista, depende de la tra di­

ción y la costumbre, lo que d a como resultado una relación única del

trab aj ador con la tierra . M arx destac a la notable diferencia e ntre los siervo s y los j ornalero s :

De igual modo, los cultivadores d e l a pro p ie d ad territorial no e s tán con ella en relación de jornaleros, sino que, o b i e n son ellos mismos su

p ro p ieda d , como los siervos de la gleba, o bien están con ella e n rela­ ción d e respeto, sometimiento y d e ber

.

La posición del señor para con

ellos e s inmediatamente política y tiene igualmente una faceta

va

[gemiithliche] . Costumbre s , carácter, etc . , varían

de una finca

y parecen identificarse con la p arcela, en tanto que más tarde 6 8 !b id. , p.

54

99.

afecti­ a

otra

es

solo

1 . La

enajenación de

la b o ls a del ho mbre y cio na co n la fin ca . 6 9

no s u

la naturaleza

como

el surgimie nto

de lo moderno

carácter, su individualida d , lo que lo rela­

Aquell o s que trabaj an la tierra bajo dominación feudal son negados de tal form a que el señor no reconoce su independencia personal. Los siervo s siderados como una parte de la propiedad territorial del señor. Esta so n c on relaci ó n de dominación y dependencia se diferencia esencialmente de la si tu aci ón de lo s jornaleros en la sociedad burguesa moderna, pues es tos últi mos está n libres de cualquier dominación política inmediata y son reco n ocid os como sujetos jurídicos «libres» e «iguales». Esto no significa, sin embargo, que los jornaleros pueden disfrutar de u na vid a más libre y mejor que la de los siervo s . Marx argume nta que sucede todo lo contrario. Precisamente porque a los siervos se les niegan sus derechos y son privados de esto s , se mantiene su unidad con las condiciones obj etivas de producción y reproducción, de modo que su existencia física está garantiza d a. Como señaló Masami Fuku­ tomi, la singular relación de los siervos con la tierra es decisiva para el análisis de la enajenación de Marx en los Cuadernos de París70 • Par­ ticularmente, Marx destaca en el pasaje citado que la dominación per­ sonal posee «una faceta afectiva» en la sociedad feudal, a pesar de la oposición antagónica de la tierra con respecto a los que la trabaj an . Aunque la situación concreta varía d e acuerdo a las diferentes costum­ bres y caracteres de los señores, la característica fundamental común a la producción feudal es la unidad de los productores con la tierra. A pesar de la negación de su independencia como suj etos jurídicos, los siervos pueden lograr tanto una garantía para su propia existencia física c o m o libertad e independencia en el proceso de producción. No hay espacio para la dominación reifi.cada del capital, pues la dominación directa y personal evita que penetre el poder autónomo del cap ital. En este contexto, los productores suministran plustrabajo y plusproductos solo mediante la amenaza, y generalmente la realidad, de la coerción fí sica, lo que inevitablemente impide el aumento de la productividad. El señor feudal tampoco se esfuerza por obtener el máximo provecho de su tierra, antes bien «consume lo que allí hay y abandona tranquila­ me nte el cuidado de la producción a los siervos y colonos»71• 69 !bid. , én fasis en el origi n al. 70 Mas ;uni Fukutomi, Keizaigaku to Shizm Tttsugalm (Tokio: 7 1 Karl Marx, Ma1111scrilos: economía yfilosojfa, p. 99.

Sekaíshoin, 1989), p. 2 3 . 55

La naturaleza

co n t r a

el capital

Los románticos elogian el comportamiento aparentemente mode­ rado del señor como una manifestación de su carácter noble, pero está c l aramente condicionado por las relaciones obj etivas de pro ducci ó n

sociedad feud al adquiere un c arácter estable p o rque su finalidad está dirigida funda­ mentalmente a la s atisfacción de las necesidades sociales concretas . A diferencia de los romá ntico s , Marx concluye que es la relación entre lo s subya cente s . En este sentido, tod a la producción en la

hu manos y la tierra, y no el carácter moral del señor, lo que realiza la

« condició n aristocrática» de la propiedad territorial y arroj a « s obre

su

señor u n a romántica gloria»72 •

Marx luego investiga la sociedad burguesa moderna donde , j u nto

con la disolución de la dominación personal feudal, la propiedad terri­

torial ha sido completamente transformada en un obj eto de « comerc ia­ lizació n» . E s te c ambio cre a un tipo de dominación completamente

diferente, la dominación no-personal y reificada del capital, acompañada de una forma específica de trabaj o enaj e nado :

Es neces ario que sea superada e s ta apariencia, que la propiedad territo­

rial, raíz de la p ropiedad p r ivad a , sea to talmente arreb atada al movi­

miento de esta y co nvertida e n mercancía, que la dominación del

propietario,

desprovista de

todo

matiz político, aparezca como d o m i ­

nación pura de la p ro p ie d ad privada, del capital, desprovista de todo

tinte político; que la relación entre propietario y o b re r o

la relación e c o n ó m i c a

personal

del

sea

reducida

a

de explotador y explotado, que cese toda relación

propietario con

su

propiedad y la mi s ma se reduzca

riqueza simpleme nte materi al, de cosas; que en lugar

a

la

del matrimonio de honor con la tierra s e celebr.� con ella el matrimonio de conveniencia, y que la tierra, como el hombre, descienda a valor de tráfico.71 A medida que la propiedad territorial se vuelve una mercanda y se

integra así en el sistema de comercialización de la propiedad privada después de la dis olución de la anterior relación personal de dominación y dep endencia, los individuos , por u n lado, pueden enfrentarse entre s í como suj etos formalmente libres e iguale s . Todos son uniformemente

reco nocidos como suj etos j urídico s en la sociedad civil. Por otro lado, también pierden la conexión directa con la tierra, de modo que

72 !bid. )

énfasis e n el original. 73 !b id. , pp. 1 00- 1 0 1 ) é nfasis en el o riginal. 56

ahora

l . La e n aj enación de la natur a leza como el surgimiento de

lo moderno

aparecer en el mercado para vender su fuerza de trabaj o . E n · esta nueva re1 ac10n m o l descripciones de los economistas po l'1t1cos, na proporciona los fundamentos para un reino ideal y armonioso de e igualdad en el cual la relación de dominación aparente � en te . de' a de existir. Marx rechaza esta perspectiva y argumenta que el i deal de «libertad» e «igualdad» de ningún modo significa el fin de la dominación . Este ideal resulta ser una apariencia, pues en lugar de la inación personal entre el explotador y el explotado, relació n de do m aparece u n a relación impersonal y reificada de dominación. Los jorna­ fo moderna de enajenación, cuali­ lero s d eben subordinarse a una rma tativamente diferente, y sus condiciones de trabajo resultan ser mucho peores y m ás enajenadas en diversos aspectos comparadas con las de la sociedad feudal. La d om ina ción en la sociedad capitalista debe ser estrictamente dife ren ciada d e la dominación en el mundo feudal . Con la mercanti­ liz ac ión de la tierra, los p roductores en la sociedad moderna pierden cua lqui er conex i ón directa con esta y son separados de sus medios o rigin ales de producció n , mientras que los siervos todavía estaban estrech ame nte ligados a la tierra74 • Entonces, todos los individuos mo­ dern os están constantemente o b ligados a vender su propia fuerza de t rab aj o -l a ú n i ca mercancía que tienen- a otra persona, y así se vuel­ ve n j o r na leros que sufren del ex tr añamie n to de su propia act ividad. Según M a rx, e sta transformación de l a relación entre los humanos y l a t i e r r a es decisiva para entender la especificidad del modo de pro­ d u c ci ó n capi talista75• . nen ne

que

·

:s u:ertad bJrgués

74 Marx

·

·

,

vida feudal au n cu a n d o enfatizó sus aspecto s positivos e n con la vida enaj enada moderna. Estaba c l a ra m e n t e consciente de las relaciones de dominación en e l pasado y sostenía así que e l desarrollo to tal del individuo lib re solo p uede llevarse a cabo a través d e la experiencia de la enaj ena­ ción moderna y su trascen d e n c i a c o n s c i e n t e en la s o ciedad futura. Pa r ticularmente, M arx debía esta opinión a Engcls que e s c r ibi ó en Esbozo de c ríti­ ca de la economía política: «La con secuencia i nmediata de la propiedad privada es que escin de la producción en dos términos antagónicos, la p roducción natural y l a producc ión hu mana; l a tierra, muerta y e stéril si el trabaj o humano no l a fecu nda, Y � a actividad del hombre, cuya condición primordial es precisamente l a tierra» (C arlos Ma rx-Federico Engcls, en Em·i/1)$ economicos varios, p. 1 4). Cuando Marx leyó el EsbQZO de Engels, en efecto, prestó ate n ción a esta «separació n» m oderna tal como queda documentado en sus Cuadernos de Par1s: «Separación entre suelo y ho1�b rc. Trabajo humano dividido en trabajo y cap i tal». Carlos Marx, Cuademos de Paro [Notas de lectura de 1 844 ] (D. F. : Ediciones Era, 1 97 4), p. 104. no

idealizó la

comp aración

75

57

La

naturaleza co n tra el capital

L o s t r abaj ad o r e s modernos p i e r d e n cualquier garantía de su e xis ­ te n c i a física y su activida d e s extrañada, controlada y dominada p o r

fu e rza s aj en as . La carencia d e p ropieda d , la pre c a ri e d a d , la enaj en aci ó n

p l o ta c i ó n están e s trechamente conectadas . E s cierto que los si e r vo s eran e xplo t ado s y tenían q ue pr o p o rc iona r le al señor su plus ­ trabaj o y plusproductos . S in em b a rgo , contrastando esta situació n c o n la d e los t r ab aj ad o r e s modernos , M arx argumenta que el trabaj o de los sie rvo s todavía p o s eía una «faceta afectiva» , pues gracias a la conexi ó n con la tierra los siervos mantenían su autonomía e n el proceso de p ro ­ ducción y su vi d a material estab a as egurada . Irónicamente, este es u n r e s ul t a do p a r t i c u l ar de l a n e gac i ó n de su personalidad en la socied ad feu d al, la cual los transforma en m eras p artes de los medios de pro duc­ ción o bj et ivo s . C on respecto a esto, Marx r e co n o c e sin duda un aspe cto y la

ex

positivo del modo de producció n feudal. La regulació n del poder autónomo del c ap i t al puede

tomar diversas

como «el monopolio, el gr e m i o , la c o rp o r aci ón , etc. , dentro de cuya s determinaciones el trab aj o todavía tiene aún u n a aparente sig­ nificación social, tiene aún el s ig n ifi ca do de la comunidad real, no ha p ro gre sado aún h asta l a indiferencia respecto del p ro p i o contenido, hasta el pleno ser p ara sí m i s m o, es decir, h asta la abstracción de todo otro ser, y por ello no h a llegado aún a c ap i t al liberado»76• Dentro d e l m o ­ n op o l i o , el g r e m i o , la c o rp o raci ó n, etc. , ya no existe la unidad dire c ta entre los humanos y la tierra, pero todavía hay una conexión e stable de lo s p r o d u c t or e s con s us medios de p ro du c ci ó n gracias a la coordi­ nación i n te r su bj e t iv a de toda la producción, lo que entorpece la pe­ n e t r aci ó n total del poder del capital. La completa dis olució n del lazo entre los trab aj adores y sus medios de producción obj etivos p rep ar a por formas , tales

primera vez el t r abaj o «libre» en u n «se ntido doble» y, por tanto, la dominación i m p ers on al , reificada del «ca pi t a l liberado» .

Los

trabaj adores modernos ,

por e l

contrario, p ierden c u a l q u i er

co­

nexión dire c ta con la tierra. Por u n lado, están libres de la d om in a c ión

p ers o n al . Po r otro, t ambi é n están l ib re s de p o r e s o ya no pueden r e l ac i on a r s e con la

los medios de producción y n aturaleza como su propio

«cuerpo inor g ánico » . La unidad originaria con la t i e rr a d e s ap a re c ió

el

colap so de la dominación per s o n al

enaj enación

de la

p r e c ap i t a l i s t a .

con

Su resultado es la

naturaleza, d e la actividad, del ser genérico y de otras

p ersonas o, d icho en términos más s imple s : la e n aj ena c i ón moderna 7 6 Karl Marx, Ma n uscritos: econ o m ía yfilosofía, pp . 1 2 6 - 1 2 7 ,

58

énfasis

en

el origin al.

1 . La enaj enación de la naturaleza como el surgimiento de lo moderno

e de l a aniquilación total de la «faceta afectiva» de la producción . ndo la tierra se vuelve una mercancía, se modifica radicalmente la entre los humanos y la tierra y s e reorganiza en aras de la pro­ de riqueza capitalista. Después de la universalización de la de mercancías en toda la sociedad, el conjunto de la pro­ cción no se dirige principalmente a la satisfacción de las necesidades c oncre tas , sino solo a la valorización del capital. Siguiendo nal idad de la producción, el capitalista simplemente no nu eva racio ermite que los trabajadores realicen su trabajo a su antojo, antes bien, acuerdo con su «sucio egoísmo», transforma activamente todo el proceso de producción de tal manera que la actividad humana e s com­ pletamen te som etida a una dominación reificada, sin consideración por la autonomía del trab ajo y la seguridad materia177• En las sociedades donde la lógi ca de la producción de m ercancías se vu elve do min ante, la forma moderna de la enajenación adquiere unos co ntorn os to talmente diferentes comparados con el extrañamiento pre­ c a p i ta li s t a Puesto que la dominación reificada del capital no depende de la legi tim ación por medio de la historia personal y el honor, el «ca­ pital liberado» ig nora todo tipo de «relació n de respeto, sometimiento y deber» y hasta la vida materi al concreta de los trabajadores individua­ les. E l cap i t al es si mpl e mente i n diferente i n cluso s i e sos t rabajadores est án m uriendo, siempre y cuando no s e extinga «la raza de los trabaja dore s »78• El contenido concreto del trabaj o es completamente abstraído por el capital. El capital solo considera los salarios del trabajo c o m o meros «costos», además de los costos requeridos para el mante­ n i m ien t o d e otros instrumentos. En otr a s palabras , no existe una di­ ferencia importante entre los salarios de los trabaj adores y el aceite p ar a los engranaj es . De acuerdo con las nuev as relaciones sociales, l os c a pitalistas actúan con egoísmo y avaricia. Sin emb argo, esto no s e trata d e simple co rrup c ió n moral, sino del resultado d e l a nuev a ra­ cionalidad de la competencia por más ganancia. E sto se debe a que «es nece sario, por último, que en e s ta competencia la propiedad de la tierra, bajo la figur a del capital, muestre su dominación tanto sobre l a clase obrera co m o sobre los propietarios mismos , e n cuanto que las leyes del movimiento del capital los arruinan o los eleva m>79 •

�rg ;:ión � �ción ;oducción � �rsonales fa �e

.

77 Ibid. , p . 1 0 0 . 7 8 !bid. , p. 1 24, 7 9 !b id. p . 100. ,

énfasis

en

e l o rigi nal.

59

La naturaleza

contra

el capital

M arx apunta así a una gran transformación histórica de la relaci ó n h u m an o-naturaleza que subyace al extrañamiento del trab aj o moderno , cuyo resultado es que la actividad de los trabaj adores ya no puede fun­ cionar como realización subj etiva de la capacidad libre y consciente d e lo s s eres humanos en y con la naturaleza. Los seres humanos son redu­ cidos a «trabaj adores asalariados» que dependen del capital para la s u ­ per vivencia de sus propias vidas físicas y, por consiguiente, toda s u actividad es reducida a «trab ajo asalariado». Aunque los humanos como trabaj adores asalariados solo pueden sobrevivir en relación con el capi­ tal ajeno, esta relación entre el capital y el trabajo es «una relación in­ diferente, exterior y casual», pues el capital ajeno no está interesado e n los trabaj adores y sus vidas concretas80• Por lo tanto, el argumento circular que Lars y Feuerlicht encuentran en el primer manuscrito respecto a la condición histórica específica d el trabaj o enajenado moderno no existe. Esto se debe a que, en la secció n sobre la «renta de la tierra» en el m ismo cuaderno, Marx discute la es­ pecificidad de la enajenación y el modo de producción capitalista en comparación con el modo feudal. Para Marx, la causa del extrañamiento moderno es bastante clara y su argumento es consistente81• Aunque en su cuaderno privado, j amás destinado a la publicación, Marx no repitió cada punto de una manera fácil de leer, un análisis cuidadoso de sus extractos del Esbozo de Engels demuestra que la propiedad privada, en tanto dominación de las relaciones reificadas de la mercancía y el dinero, surge de una pérdida de la unidad originaria entre los productores y sus condiciones objetivas de producción. Si no se considera la sección de la renta de la tierra, se corre el riesgo de que se produzca un malentendido aún mayor. Sin entender adecua­ damente la causa fundamental de la enajenación, es imposible recono­ cer la visión de Marx p ara trascenderla. S olo si se comprende el extrañamiento en la sociedad capitalista como una disolución de la unidad originaria de los humanos con la tierra, se vuelve evidente que 80 lbid. , p . 1 2 4 .

81

60

También está claro que e n es te punto Marx s e diferencia d e Feuerbach. L a críti­ ca de Feuerbach de la enajenación religiosa está basada en el argumento ontoló­ gico de que los individuos finitos se sie nten sin poder fren te a Dios. La enajenación reHgiosa como tal fü> es un producto específico de la sociedad mo­ derna, aunque su trascendencia consciente requiere de la subjetividad moderna. Feuerbach, a diferencia de Hegel, no revela el movimiento dinámico de la histo­ ria a través de la negación de la negación (!bid. , p. 1 84-1 85).

l . La enaj enación de la naturaleza como el surgimiento de

lo moderno

el royecto comunista de Marx apunta consistentem ente a una rehabi1. P 'ón consciente de la unidad entre los humanos y la naturaleza. itaCl r e 1 nuc 1eo de « h umarusmo natura1'1smo», puesto Esta idea iorma Marx ya es taba consciente de la tarea de realizar la individualidad en la sociedad fun1ra cuando usa el concepto de «asociación»:

e tl�re

,

·

.

=

asociación aplicada a la tierra y el suelo participa de las ventajas La y del latifundio des de el punto de vista económico realiza, por prime­ te nde ncia originaria de la división, e s decir, la igualdad, al ra vez , la

[gemüthliche]

del hombre con tiemp o que establece la relación afectiva la tierra d e una manera racional y no mediada por la servidumbre de la gl eb a, la do minación y u n a estú p ida mística de la propiedad, al

dejar de ser la tierra un objeto de tráfico y convertirse de nu evo, me­ dia nte el trabajo libre y el libre goce, en u na verdadera y personal 82 prop ieda d del hombre .

Hablando de la tarea práctica de la asociación, M arx vuelve a la dis­ cusión anterior y demanda enfáticamente la reconstrucción de «la relación afe ctiva del hombre con la tierra» ah ora en un nivel más alto después de su destrucción en el capitalismo. A diferencia de la sociedad feudal y su monop olio de las tierras, la construcción consciente de la unidad entre los humanos y la naturaleza debe estar libre de cualquier subyugación y dominio personal y político; y la asociación debe realizar las relaciones intersubjetivas libres por medio de la apropiación social de los medios de producción y los productos por parte de los productores directos. Por lo tanto, este modo de producción totalmente nuevo hace posible una relación «racional» con la tierra a escala social, lo cual es radicalmente diferente de su despiadado «tráfico» en el capitalismo. Toda la actividad social de la producción y sus productos, por consiguiente, no enfrenta a los productores como obj etos aj enos, sino que la unidad más elevada con la tierra, como una «verdadera y personal propiedad del hombre», sirve para hacer pos ible «el trabaj o libre y el libre goce» de todos los productores . La visión de Marx de la sociedad del futuro es, sin duda, plenamente coherente con su crítica del trabaj o enaj enado moderno. Es en este sentido económico que Marx insiste en 1 844 que la tarea ce ntral del comu nismo es el establecimiento de la unidad absoluta de la human idad y la natural eza: 82 !bid. , p. 1 0 1 , énfasis añadido .

61

La naturaleza

co n tr a

el capital

El c om u n is m o como superación positiva de la prop iedad privada en

cuanto a utoextrañamiento del hombre, y por ello como ap rop iación real

de la esencia humana por y para el hombre ; por ello como retorno del

hombre p ara sí en c u a nt o hombre social, es decir, hu m ano ; retorno

pleno, c o n s c i e n te y e fe c tu a d o dentro de toda la r i q u e z a de la evolu­

ción humana hasta el p res ente. E s te comunismo es, como completo naturalis mo

=

humanismo, como c o mpleto humanismo

=

naturali s ­

m o ; es l a verd adera solución del conflicto e nt r e e l hombre y la natu­

raleza, entre el hombre y el homb r e , la s o l u c ió n definitiva del litigio

entre existencia y esencia, entre obj etivación y auto afirm ación, e ntre

l ib e r t a d

y necesidad, e n tr e

individuo y género. 83

Marx describe el movimiento histórico hacia la trascendencia de la autoenajenación y la pérdida del objeto bajo el sistema de la propiedad privada como el proceso de la verdadera reconciliación de la humanidad y la naturaleza. Como condición para su realización, señala la necesidad de una transformación radical del modo de producción existente y la abolición de la propiedad privada. La «sociedad» que viene es nada más que una organización y regulación consciente y co] ectiva de la relación entre los humanos y la naturaleza: «La sociedad es, pues , la plena unidad esencial del hombre con .la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza»84• La unidad entre el cuerpo orgánico e inorgánico de los humanos solo puede realizarse mediante la regulación completamente racional y consciente de su interacción con la naturaleza. La crítica de M arx a la enaj enación en 1 844 considera esencial la reorganización «racional» de la relación entre los humanos y la naturaleza; y, por lo tanto, vislumbra la idea del comunismo como el «humanismo natu-­ ralismo» realizado. Este es un comienzo, aun cuando s olo sea un co­ mienzo, de la crítica económica y ecológica del capitalismo de Marx. =

L a continuidad de una teoría Marx no alteró de forma significativa su original y fundamental c o m ­ prensión de 1 844 respecto de la unidad de los humanos y la natural eza 8 3 !b id. , p. 1 43 ,

énfasis

en

el original .

8 4 Ibid. , p. 1 46 , énfasis en el original.

62

1 . La

enajenación

de la n aturaleza

como el surgimiento de lo moderno

El capital. Así, e n Miseria de lafilosofía de 1847 criticó consismente l a mercant1·1·1zacron y 1 a co merc1·a1·1zac1on mo d ernas d e 1 a . t�nte om o l a separación de los humanos de la naturaleza: «La renta, tierra c . 1 gar d e atar al hombre a la naturaleza, no ha hecho m as que atar en u ss 1 xplotación de la ti erra a 1 a comp etenc ia» . ª e tro párrafo más notable se encuentra en el Fragmento de la versión O la Contribución a la crftica de la economía po/(tica de ·m itiva [Urtext] de do nde M arx, empleando la misma terminología, se refiere a l� .di ­ solución de la unidad entre los humanos y la naturaleza como la condioón d ese ncial de la socied ad mo erna: hasta

·

·

'

'

,

.

·

{�s,

Al t e rr a te niente ya no se le enfrenta el campesino como c ampesino

co n su produ cto rural y su trabaj o rural, sino como poseedor de dine­ ta suerte, por otra parte, el terrateniente ya no está en r o [ . . ] . De es rel aci ón con él e n cuanto individuo rústico que produce e n condicio­ ne s d e vid a particulares , sino en cuanto individuo cuyo producto, el valor d e cambio obj etivado, el equivalente general, el dinero, no se distingue del producto de cualquier otro. Se desvanece así la aparien ­ cia campechana [der gemühtliche Schein] que, en la fo rma precedente, encubría la transacción.86 .

En este pasaj e es evidente la continuidad teórica desde 1 844, p u e s Marx vuelve a tratar la disolución de la dominación personal feudal en la relación entre los propietarios de mercancía y dinero en el mercado y tematiza este cambio como la desaparición de la «apariencia campe­ chana que [ ] encubría» el proceso de producción . Con palabras simi­ lares, describe la transformación de la relación de dominación en una forma económica pura como un resultado de «otros tantos retaceos a las relaciones personales de dependencia, corno triunfo s de la sociedad burguesa»87• Las relaciones sociales se reifican, pues son mediadas por el dinero y la mercancía, aunque, a diferencia de la sociedad precapitalista, los individuos parecen capaces de comportarse en pie de igualdad e in­ dependiente el uno del otro. Las transacciones de mercado parecen ocu­ rrir entre propietarios de mercancías «libres» e «iguales», pero en realidad . . .

85 Karl Marx, Miseria de lafilosofía (D.F. : Siglo XXI Editores, 1 987), p . 109, énfasis en el original. 8 6 Karl Marx, Contrib ución a la crítica de la economía política (D. F. : S iglo XXI Edi­ tores , 2 008) p. 1 87, énfasis añadido.

8 7 !bid. , p. 1 8 8 .

63

La n a turaleza

con tra

el capital

se trata de la exp a n s ió n del p roceso de ap ropi ac ió n de la riqueza de otr a s p e rs o n as y de conce ntración de la riqueza s oc i al en ma n o s de u n o s pocos . Así, incluso la « ap ariencia campe c ha n a desaparece en la soci e­ dad capitalis ta. Ad emás , en la década de 1 8 6 0 , Marx apunta en d ive r s a s ocasione s a la separación entre los productores y la tierra c o m o un s up ue s to his tó ­ rico y lógico del surgimiento del modo de producción capitalista: »

Para que se constituya una clas e de trabaj adores as alariado s , ya sea en la manufactura o en la misma agricultura -pues al principio todos los ma­ n ufacturiers s e co nc ib e n simplemente como stipendiés, como trabaj ado­ res a s alariados del cultivateur propr i étaire- es ne c e s a r io que las condiciones de trabajo se divorcien de la capacid a d de trabaj o, y l a base para que se opere este d ivo rc io es que la tierra misma se c o nvie r t a e n propiedad privada de una parte de la s o ciedad , excluyendo a l a otra par­ te de es ta condición objetiva p a r a la valorización de su trabajo.88 Marx

argumenta de manera

E n la

s e cc

c ó m o ese

ió n

co nsagrada a

similar

en El capital·

la acumulación

o r ig i n ar i a hemos vi sto

p ro d u c c ió n presup one, por una parte, que lo s pro­ ductores directos se aparten de la p o s i c i ó n de meros accesorios de la tierra (en la forma de siervos ligados a la tierra o al señor, e s c lavo s etc. ) , y por la otra , la expropiación, a la m asa del pueblo, de la tierra . E n este s e n t i d o el monopolio de la p r o p i eda d territorial es una pre­ m isa histórica y sigue siendo el fundamento permanente del modo ca­ pitalista de producción, así como de todos los modos de pro ducció n anteriores q u e se b a san en la explotació n de las masas de u n a u o tra forma. Pero la forma e n la que el incipiente modo capitalista de pro ­ ducción encuentra a la propiedad de la tierra no s e corresponde c o n él. S olo él mismo c re a la forma corres p o ndiente a sí mismo mediante la subordinación de l a agricultura al capital; de esa manera, la propiedad territorial feudal, la p ro p i e d a d dánica o la p equeña p ro p i e d a d cam­ pesina, s e transforma e n la forma eco n óm ica corres p o ndiente a e ste modo de producció n, por muy d iv er s a s que sean sus formas j urídi cas . U no de l o s gra n d e s resultados del modo capitalista de producción es modo de

,

,

88 Karl

lVl arx, Teorías sobre

1 9 80), p. 47 .

64

la plusvalía I (D . F. : Fondo d e Cultura Eco nó mica,

l . La

enaj enación de la naturaleza corno el surgi m i e n to de lo mod e rno

ue, or u n l ado, transforma la agricultura, de conju nto de pr o ce d ip q , . . ento s que s e 11 e re d a d e una m a n e ra e mp1nca y m e c anica y q ue e s mi p or la p arte menos des arrollada de la s ociedad , e n u n a ,

r ac tic a d o �ons ciente aplicación científi c a de la agronomía ,

en

la medida

en

qu e

d el todo posible dentro de las condiciones dadas con la pro­ pie da d p riv ada; que libera p or completo la prop iedad de la tierra , por una rte, d e las relaciones d e domi nación y servídumbre, mientras pa e s to s e a

que por la o tra s epara por completo el suelo,

trabajo,

ad emás, di to en

en

cuanto condición

de

d e la propiedad de l a t i e r r a y del terrate niente, p a ra quien, la tierra ya no repre s e nta otra cosa que determinado i mpues­

ne r o

q ue re cauda, mediante su monopolio, del capitalista in­

dustrial, d el arrendatario

[

. . .

] . De

este modo, la propiedad de la tierra

ad q ui ere s u fonna puramente económ ica al despoj arse de todas sus an. 1e s .8 9 y socia . ter io re s o r 1 ad uras y ama1 gam as p o 1,1ticas

Co mo se indica claramente en este párrafo, Marx explica en reite­ ra da s oca sio nes la especificidad del modo de producción capitalista con el m on opol io de la propiedad territorial como su « condición histórica». Aún cuando el m onopolio de la propiedad territorial también es una condición permanente en «los modos de producción anteriores basados e n la explotación de las masas de una forma u otra», su forma capitalista es distinta porque adquiere una «forma puramente económica», mien­ tras que la explotación precapitalista se lleva a cabo por medio de rela­ ciones políticas « de se ñorío y s ervidu mbre » . S egún M arx , esta transformación cualitativa de la rel a c i ó n entre los h u m a n os y la tierra resulta de la «subordinación de la agricultura al capital». En este sentido, Marx todavía mantiene su comprensión de 1844 de que la sepa ra ció n absoluta de los humanos de sus condiciones de p rodu cción obj etivas es el supuesto esencial para el surgimiento de la relación de capital y trabajo asalariado, mientras que en las sociedades precap italistas, a pesar del monopolio de la p ro p ied a d territorial como una condición de la exp lo ­ tación de los siervos ligados a la tierra o al señor y los esclavo s estos producto res directos tenían garantizado el acce s o a los medios de ,

89 Karl Marx, Man.·'s Eco11omic M,muscript of1864-1865 (Leiden: Brill 201 5), pp. 715-717, énfasis e n el original. [El pasaje puede e ncon trarse de m anera íntegra, aun.qu e si n las respectivas cursivas, en la edición de Engcls del tomo l l l de El capttal. Véase Karl M arx, El capital, tomo 1 1 1 , pp. 794- 796 . En esta traducción cad a vez que Saito refiera al Manuscrito eco111Jm üo de 1 864-1865, ci taremos la fue nte ori ginal e n inglés. (N . de la t.) ]. 65

La natumleza

contra

el capital

Mediante la transformación de la forma de la propiedad territorial en el proceso de «acumulación originaria», una masa de cam­ p esinos fue expulsada y perdió s u relación i ndependiente con la tierra como medio de producción y subsistencia, de modo que estaban forzados a vender su propia fuerza de trabajo como una mercancía en el mercado. El surgimiento de la «forma puramente económica» de la propiedad te­ rritorial -la « comercialización de la tierra» que causó la enajenación mo ­ dern a de la naturaleza- es el fundamento del modo de apropiación capitalista. Es precisamente en este sentido que los Grundrisse de Marx dis cuten el problema de la «enajenación» e n relación con la disociación de lo s productores de la condición obj etiva de pro ducción. En las relaci o n e s precapitalistas del «sujeto que trabaj a» con la naturaleza, la «primera con­ dición objetiva de su trabajo aparece como naturaleza, como tierra, co mo su cuerpo inorgánico; él mismo no es solo cuerpo orgánico sino también esta naturaleza inorgánica en tanto suj eto»9º. Marx llama a esta uni d ad dentro del proceso de producción, donde tanto el lado subjetivo co mo el obj etivo de la producción se combinan estrechamente, «la unidad del trabajo con sus supuestos materiales»91 • La enajenación y el empobreci­ miento en la sociedad burguesa son, por el contrario, los productos de esta «disociación , separación absoluta respecto de la propiedad, o sea de las condiciones objetivas de trabajo respecto de la capacidad viva de trabajo». Marx continúa a rgumentando que: producción.

Esta separación ab soluta entre propiedad y trabajo, entre la capaci d ad viva del trabajo y la s condiciones de su realización, entre trabaj o ob ­ j etivado y trabajo vivo, entre el valor y la actividad creadora de valor -de ahí también la aj enidad del c o n t e n i d o del trabaj o respecto al obrero mismo-; esta separación preséntase ahora también como pro­ ducto del trabajo mismo, como objetivación, m aterialización de sus elementos propios . [ ] No solo [la capacidad de trabajo, n . de la t. ] no sale del proceso más rica, sino más pobre de lo que entró. Porque no solo ha establecido las condiciones del trabaj o neces ario como pertene­ cientes al capital, sino que la val orizació n inherente a la capacidad de trabaj o como posibilidad, como posibilidad de creación de valores, . . .

90 Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía polít ica drisse) 1857-1 858 (D. F. : Siglo XXI Editores , 2007) , vol . 1 , p. 4 4 8 . 9J

66

!b id. , vol . I , p . 43 3 .

(Gru 11 -

1 . L a en aj e nación de la n aturaleza como el surgimiento de lo mode rno

ahora

existe también

como

plusvalor. plu s producto,

en una

palabra:

capital, como dominación sobre la capacidad viva de trabajo, como valor dotado de poder y voluntad propios y contrapuesto a ella en s u pabrez.a abstracta, inobjetiva, puramente subjetiva.92 como

Ma rx no usa el término «enajenación» en este pasaje, la Aunque ntinuidad teórica desde 1844 es bastante obvia. La condición «inob­ iva» y «puramente subjetiva» de los trabaj adores modernos no les Jeermite realizar s u propia capacidad de trabajo, pu es no poseen l as Pondiciones objetivas que son necesarias para esto. La realización de L'l de trabajo solo e s posible cuando, en tanto propietarios vo­ ndientes de una mercancía -es decir,. la fuerza de luntario s e in depe trabajo-, la venden en el mercado solo para ser sometidos al dominio ajeno del capital. Sin control sobre la base material de su vida, él o la trabajador/a «libre» se mantiene siempre como «pauper virtual»93• A partir del carácter ajeno de la actividad laboral, que inevitablemente se pro duce por el extrañamiento de la capacidad subjetiva del trabajador organizado por el capital, también se pro­ en d proc eso de producción duce el carácter ajeno del mundo objetivo, pues el trabajo solo puede producir productos de su propia realización como una realidad ajena. Los productores no pueden apropiarse del producto del trabajo; bajo i un do minio re ficado, s u propia actividad s e realiza solo como u n poder ajeno subyugador. Este proceso de des- realización y empobrecimiento, junto con la acumulación de capital, p ro du c e un mundo aj e n o en cons­ tante c re ci m i e n t o más allá del control humano. En los Grundrisse, Marx contrasta n uev a m e n te esta s i tuaci ó n mo­ derna con la sociedad preburg uesa: « E n la relación de esclavitud y ser­ vidumbre esta separación no tiene lugar» porque el trabajo, en la forma del esclavo o d el siervo, «es colocado c om o condición inorgánica de la pro ducción dentro de la serie de los otros seres n atu r ale s ju nto al ganado o co mo acce sorio de la tierra»94• Además , sostiene que, en «la relac i ón preburguesa del indivi duo con las condiciones obje tiv a s del trabajo», el in dividuo actúa c o m o un « suj e t o que tr abaj a»95• Precisamente en esta forma de la subjetividad del suj e to que t r ab aj a preburgués, Fukutomi



�apacidad

,

;i Ib�d., �� �bbi:d. ,

vol . 1 , p. 413, énfasi s en el origin al. Ib 1d. , vo l . II, p. 1 10 . vol. 1 , pp. 449-50, énfas is en el o rigin al. td. , vol . I, p. 448 .

67

La n aturaleza con tra el

capital

en contró la potencialidad para el libre desarrollo de la individualidad de los siervos que trabajan como productores directos96• Aunqu e l os siervos estaban sometidos a la dominación personal y su existencia e s ­ taba reducida a la propia condición objetiva de la producción, man te­ n ían, sin embargo, una cierta independencia y libertad de activid ad e n el p roceso de producción gracias a la unidad con la tierra y, por cons i ­ guiente, podían ap ropiarse de los frutos del trabajo para sí mismos e n la forma de operaciones a pequeña escala . Aquí estaba la base mate ri al para el «libre desarrollo de la in d ividualidad» tal y como floreci ó du­ rante la transición a la pro p iedad territorial capitalis ta, cuando los productores realmente se emanciparon del dominio personal después del colapso del feu d alismo. Marx denomina a este periodo posterior a la caída del sistema feu­ dal «la época de oro del trabajo en p roceso de emancipación», como lo ejemplifica la yeomanry de I ngl aterra en el siglo x1v y en la primera mitad del siglo xv97• Tamb ién escribe en El capital: La propiedad privada del trabaj ador sobre sus medios de producción

e s el fundamento de la p e queña industria, y la p equeña industria es

una condición neces aria para el des arrollo de

la

de la libre i ndividualidad del trab aj ador mismo. [ [este modo de producción] > solo libera toda

ta

su

producción social y

. . .

]

Pero solo florece

energía> s olo conquis­

la forma clásica adecuada, allí donde el trab aj ador

privado

libre

de

s us

propietario él mismo: el

es

condiciones de trabajo, manejadas por

c ampesino, de la tierra que cultiva; el artesano, del instrumento que m anipula como un virtuoso.98

desarrollo de la «libre in d ividualidad del trabaj ador» es una ex p resión que Marx generalmente usa en el contexto de una socieda futura establecida entre los pro ductores asociados, pero de forma ex cepcional l a usa para caracterizar la pequeña agricultura familiar pre capitalista, donde el trabajador puede compor tarse como el «propietari El

96 M asami Fu kuto mi, Keiza igaku to Shiu11 1dts11g1Jk11, pp. 72- 74. 9 7 Kar l Marx, Elemmtosfimdammta/es par11 la crítira de la cco11omía poNliw

(Grundr1 se) 1857-1858, vol. t , p. 473. [La yeomanry refiere a los pequeños campesinos lib1

que por lo general eran propietarios comunales de las tierras que cultivaban, lo q los difere ncia de otra clase de campesinos que era arrendataria. (N. de la t.)]. 9 8 Karl M arx, El capital, tomo I (D. F. : Siglo XXI Editores, 2008), p. 95 1 , énfasis

el

68

original.

1 . La

enajenación

de la

naturaleza como el surgi miento de lo

moderno

. do l ibre de su s condiciones de trabajo», aunque todavía sea u n a a premod e ma limitada. Esta libertad del trabaj o s e hizo posibl e or.tn ue, después de la disolución de la relación de dependencia personal, pueden relacionarse libremente con la tierra co m o su os io medio de producción. Por lo tanto, la relación de los humanos naturaleza como una relación libre en la que el productor � cto ahora podía disfrutar del aspecto «afectivo)) de la producción p e ro sin un terrateniente. Así, en oposición a la popular crítica que la perspectiva optimista de Marx sobre el desarrollo tecnológico ueña agricultura familiar, Marx explica por qué este ub es ti m a la peq producción podía sos�ener más �ue a las fami­ lias campesinas, aunque declinó despues de la mtroducc1on del modo de producción capitalista en la agricultura inglesa por ser poco adecuada «para que el trabajo se desarrolle como trabajo social y se desarrolle, con él, su productividad . De ahí la necesidad de este divorcio, de este des­ garram ien to, de este antagonismo entre el trabajo y la propiedad»l)9. En la medi da en que la condición objetiva de la existencia física tod aví a está presente en la sociedad feudal -gracias a la con ex ión afec­ tiv a c on la tierr a-, la mercantilización u niversa l de la capacidad de tra­ el dominio b ajo no puede penetrar toda la sociedad. Por lo reific ado del capital necesita, prime ro asegurar la disociación de la uni­ dad o rigina ria entre los humanos y la tierra y reemplazarla con una rela­ ció n de capital y trabajo asalariado. Como resu l tado de la separación de la t ierra, de los medios de prod u cción y de subsistencia que se manifiesta e n la historia del cercamiento, los p rodu c tores de ope r acione s a peque ñ a escala en el campo ahora son enviados a las grandes c iu dad e s como pro­ letarios «doblemente libres», liberados no solo de la d o m i n ació n perso­ nal, sino también de las condiciones de p ro d ucción y r e p roduc ci ó n S in la capa cidad objetiva de producc i ón, los trabaj adores modernos «libre [s, n . de la t.] como el aire» s e ven ob li g ados a enajenar su propia capacidad viva de t rab aj o y a tr ab aj a r bajo las órdenes aj enas del capital para ob­ ten er una cantidad mínima de medios de subsistencia100• Marx llama a

�riva fºirabajadores floreció pro�a �: :�erior, �po de

sufi�enteme�:e

,

tanto,

.

99 Karl Marx, TeorftlS sobre la plusvalfa JI[ (D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 375, énfasis en el original. Marx no idealizaba la pequeña agricultura fanuhar Y scii ala que n o poseía los medios necesarios para realizar una agricultu­ ra sos�cn.i ble. tales como fcrtil.i7...antes y máquinas, debido a una falta de capital y con oc 1m 1en to cie ntífic o. lOO Ka rt Marx, El rnpital. tom o l, p. 9 1 8.

198?�1

69

La n a tu raleza con tra el capital

esta privación de toda posibil idad obj etiva de producción la absoluta» de los trabajadores modernos: El trab aj o disociado de todos los med i o s de trabaj o y

«mis eria

obj e tos

de

de toda su obj etividad; e l trab aj o vivo existente como abs­ tracción de e s to s aspectos de s u re a l i d a d efectiva (igualmente no­ valor) ; este despoj amiento total, esta desnudez de toda obj etividad, e s ta existe ncia puramente subj etiva del trab aj o . El trabaj o como m iseria absoluta: la miseria, no como carencia, sino como exclusión plena de la riqueza obj e tiva. 101 trab aj o ,

cuánto salario obtengan los trabajadores, este no les permite escapar de su miseria absoluta. La exclusión total d e la riqueza obj etiva se mantiene como la caracterización esencial de la situación del trabajador baj o el modo de producción capitalista y su causa fundamen ta l es la enajenación de la naturaleza. A lo largo del proceso de desarrollo de su crítica de la economía política, Marx nunca renunció a su comprensión de 1844 sobre la unidad originaria de los humanos y la naturaleza. Desde el principio, entendió la negación histórica de una determinada relación entre los humanos y la naturaleza como una característica central del modo de producción capitalista, y su negación como una rehabilitación positiva de la unidad originaria en un nivel más elevado -«la negación de la negación»- sigue siendo la tarea esencial de la sociedad futura102• Así, Marx escribió: «La unidad originaria solo puede restablecerse sobre la base material así creada y por medio de las revoluciones por las que, en el proceso de esta creación, pasan la clase o brera y toda la sociedad»1º3• De acuerdo con la causa del extrañamiento, Marx propuso la misma necesidad de una rehabilitación consciente de la unidad originaria entre los humanos y la naturaleza mediante la «asociación»: «La propiedad ajena del capitalista sobre este trabaj o solo puede abolirse con la transformación de su propiedad en propiedad del no-individuo dotado de su singularidad autónoma, por lo tanto, en propiedad del individuo asociado, social»io.:1• No

im p orta

..

1 0 1 K a rl :M a rx, Elementosfun da mentales para la crítica de la eco n o m ía política

drisse) 1 85 7-1 858, vol. 1 , p p . 235 -23 6 , énfasis

e l ori gi n al. 1 02 Karl Marx, Man uscritos: econom ía yfilosofía, p. 1 8 4 . 1 03 Karl Marx, Teorías sobre la plusvalía 111, p . 3 75 .

104

70

en

Karl M a rx y Fricdrich E ngel s , Co!lected works 1 9 75), vol . 34, p . 1 0 9 , énfasis en el original .

(.Moscú:

(Gmn-

Progre s s Publishers,

1 . La

enaj enación de la n aturaleza

como

el surgimiento de lo moderno

C ontr aria mente a la interpretación de Althusser, que simplemente d scarta lo s textos de Marx anteriores a 1845, los Cuadernos de París de contienen ideas importantes que caracterizan de manera fundaental el proyecto de toda la vida de Marx de crítica de la economía Su formulación, sin embargo, no es en absoluto definitiva, sino P 0 boceto personal que no tiene la intención de publicarse. Por consi­ ente , la inte rpretación humanista de los Manuscritos económicos yfi­ losóficos resulta ser unilateral, pues Marx renunció rápidamente a su concepciónfilosófica de la enajenación, que tomó prestada de Feuerbach y Moses Hess, aunque conservó cierta comprensión económictl alcanzada en 1844. El hecho de que Marx abandonara la filosofla antropológica de feuerbach también fue importante con respecto a su ecología, pues su nu e va crítica de la filosofía en las Tesis sobre Feuerbach y La ideolog{a alem a na preparó la base teórica para una comprensión más adecuada de las m o dificaciones históricas de la relación entre la humanidad y la na tu ralez a. ¿Por qué Marx tuvo que abandonar su esquema feuerba­ ch iano a nterior, aunque mantenía su comprensión económica? ¿ Cómo reco nc eptu alizó la relación entre los humanos y la naturaleza?

1;44 ':utlca. �

Abandonando la filosofía junto con las Tesis so b re Feuerbach, documenta el mom e nto en que Marx se distanció de manera decisiva de la filosofía y c o m e nz ó a moverse hacia la concepción no-filosófica de la unidad en­ tre los humanos y la naturaleza. Su apreciación de Feuerbach cambió rápidamente durante este tiempo y se dio cuenta de que la evasión de Feuerbach de cualquier compromiso práctico con el movimiento socia­ lista era una consecuencia inevitable de su filosofía abstracta, que apun­ tab a a educar a las masas con la verdad sobre el s er genérico. En consecuencia, Marx rechazó no solo el idealismo de Hegel, sino también el ma teriali smo de Feuerbach, que aseguraba haber revelado la verdad oculta bajo la mistificación extrañada por medio de la «sensibilidad». En esta divergencia de la filosofía de Feuerbach s e puede encontrar u n desarrollo crucial para toda la teoría de Marx. Aunque e n 1844 s u crítica de la sociedad burguesa todavía oponía conceptos feuerbachianos como «am or» , «sensibil idad», «Ser genéric o », etc . , a una rea l i d a d extrañada par a describir el progreso histórico como u n proceso de reapropiación de la esencia hum ana, la primacía de la praxis en La ideología alemana

La ideología alemana,

71

La natur aleza co n t r a

el capital

ap unta al análisis de las propias relaciones sociales concretas, relaciones

la conciencia invertida y los comportamientos de los individuos atrapados en ellas. Sin embargo, hay que tener cuidado de no confundir el rechazo de Marx del cuestionamiento filosófico con una «ruptura epistemológica» con un viejo paradigma. Como fue demostrado anteriormente, la com­ prensión económica central de 1844 indudablemente se mantiene tam­ bién en el Marx tardío. Es necesario hacer otras preguntas: ¿Por qué Marx cambió su evaluación del materialismo de Feuerbach a pesar de esta contin u idad teórica? ¿ Cómo reconceptualizó su perspectiva anterior de «humanismo = naturalismo» como un análisis verdaderamente m a ­ terialista de la relación entre ] os humanos y la naturaleza de acuerdo con este distanciamiento de Feuerbach? En este contexto es importa nte la formación del «método materialista» de Marx105• El punto central de la crítica de Marx a Feuerbach y a o tros jóvenes hegelianos en La ideología alemana es que ellos oponían simplem ente una «esencia» oculta a la «apariencia» extrañada, sin examinar las rela­ ciones sociales es p ecíficas qu e otorgan una realidad objetiva a esta apa­ riencia. Por ej emplo, Feuerbach argumenta q ue la enajenación religio sa frente a Dios es una «ilusión» que los mismos humanos producen en sus cabezas, debido al reconocimiento erróneo de su propio ser genérico, y que permite que una esencia invertida domine su concienc i a y activi­ dad. En los Cuadernos de París, Marx apoyó ampliamente este discurso joven hegeliano, pues creía que mediante la aplicación del esquema de que estructuran

105 Ryuji Sasaki comprende el giro crítico de Marx contra Fcues·bach como el momen­ to en que estableci6 su propio «método materiali$ta» y se separó definitivamente de la filosofía. Marx escribe

El mpital acerca de su propia forma «científica» y >, Jo ur11al oftht Hiswry ofMedicin e ami Al/ied Sdmces 26/2 (1971), pp. 1 58- 1 80, p. 1 68. Hoy es más fácil encontrar un ejemplo más antiguo gracias a la digitalización de los libros y es posible se ñalar un u s o anterior, por ejemplo, Friedrich L. Augustins, Leh rbuch der Physiologie des Menschen , vol . 1 (Berlín: Christian Gottfried S chone, 1 809) , p . 279. Pero no es relevante encontrar la p r i me ra ap arición del concepto. En cualquier caso, sigue siendo válida la afirmación de Bing de que el concepto de metabolismo se volvió p opular en la década de 1 84 0 . O tros autores us aron el con­ cepto casi al mismo tiempo que Liebig. Como señala Reinhard Mocck, Rudolf Wagner ded icó toda una secció n al metabolismo en Lehrhuch der speciellen Physio­ logie [Libro de t ex t o de fisiología especial], cuyo manuscrito terminó de e s c ri b i r en 1 8 3 8 . Véase Reinhard Mocek, « Roland Daniel's physiologíscher Materialis­ . mus» , en Roland D aniels, Microkosmos ( Fráncfort del Meno : Pctcr Lang, 1988), pp. 26 1 -274. Puede resultar e n gaños o enfocarse unilateralmente en Liebig como el fundador del concepto de metaboli smo, pues esto esconde la c o m pl eji d ad del discu rso sobre el concepto en ese momento . Sin embargo, está más allá del alcan­ ce de este estudio hacer un a n álisis histórico extensivo porque el enfoque aquí es el concepto en relación con la economía política de Marx. 1 4 4 David C. Goodman, «Chemistry and the Two Organic Kingdoms of Nature in the Nineteenth Century», Medica/ History 1 612 (1972), pp. 113-130, pp. 1 171 1 8 . El dualismo vitalista de Dumas y Boussignault se manifiesta en s u atirm.:'s Capital, p. 35. Sin embargo, M arx no está interesado en una reconstrucción de la totalidad capitalista en el pensamiento. C o rn o vimos en el primer capírulo, la trascendencia filosófica de la dialéctica de Hegel no era tan i mportante para l\llarx después de 1845. Véase tambié n Andreas Arndt, « ' . unbedingt das let1.tc Wort aller Philosophie': fvlarx und die hegelsch e Dialektib, en Karl Marx: Perspcktiven der Gesellsrhaftskritik, cd. Rahel Jaeggi y D aniel Loick (Berlín: Akademic Verlag, 2013), pp. 27-37. 294 Karl M arx, El capital, tomo I, p. 279 .

2 93 Tony

. .

167

La naturaleza

contra el cap i ta l

D eb ido a su « necesidad ilimitada de p l u strab aj o » el capital in t en t a b ene ficiarse de esta característica elástica de la fuerza de trabaj o humana y ap ro p ia r se del trabaj o más a llá de un límite dado, incluso dur ante l as vei nticuatro horas del día295 • D ado que el lugar para producir plusvalor es principalmente el proceso de trabajo, el capital, siguiendo su propia lógica formal, explota la fuerza de trabajo sin preocup arse d e l as vidas de los trabajadores individuales. Por consiguiente, se fortalece la ten­ dencia al empobrecimiento, de modo que los trabajadores pierden su tiempo libre d e b i d o a la extensión de la jornada laboral, aunque la di s ­ posición de tiempo es esencial para recup erarse físicamente del tr ab aj o y para el cultivo de la mente. La naturaleza elástica de la fuerza de trabaj o, que permite la inte n­ sificación y la extensión de la jornada laboral, tiene ciertas limitaci ones materiales296• El deseo ilimitado de capital confronta inevitablem e n te el «agotamiento» de la fuerza de trabajo: ,

L a producción capitalista, que e n esencia e s p ro du c ció n d e plusvalor, ab­ sorción de plustrabaj o, produce por tanto,

nada laboral,

no

solo la

con

la prolongación

de la jor­

atr?fia de la fuerza de trabaj o humana, a la que

despoja -en lo moral y en lo físico- de sus condiciones normales de de­ sarrollo y actividad. Produce el agotamiento y muerteprematuros de lafuerza de trabajo

misma. Prolonga, durante u n lapso dado, el tiempo deproducción

del obrero, reduciéndole la duración de su vida. 297

La producción capitalista demanda una «cruel e increíble prolonga­ ción» de la jornada laboral no solo porque es el camino más directo hacia un au me n to absoluto del plustrabajo y el plusvalor, sino también 295 lhid. , pp. 282-283. Este significado social de la explotación del trabajo se ha vuelto algo totalmente diferente comparado con las sociedades precapitalistas. Los esclavos son trarndos como meros medios de la producción capitalista y forzados a prod1.1cir plusvalor a través de la violencia, pero la producción precapitalista de plusp roduc tos se mantuvo más o menos limitada dentro del ámbito de ciertos deseos concretos de valores de uso. El deseo de plustrabajo se vuelve ilimitado solo después de establecer­ se el infatigable movimiento cuantitativo de la valorización del capital y, en este sentido, la extensión ilimitada de la jornada labornl y la despiadada intensificación del trabajo son un producto específicamente moderno . 2 9 6 Esta elasticidad natural funciona como u na propiedad material del pro pio cap 1tal . Por ejem p lo, la elasticidad de la fuerza de trabajo pued e usars e duran te u n a ª crisis econó mica de tal forma que unos cuantos trabajadores son ob ligad os

trabajar m ás horas con el mismo s alario p ara aumentar la tasa

297 Ibid. , p. 320, énfasis 168

en

el origi nal.

de gana nci a.

3 . El capital como u n a teoría del metabol i s m o

porque el constante funcionamiento de la fábrica evita la depre c iaci ón fisica y moral y perm i te que el capital constante sea usado más efi c iente ­ mente, ahorrando tiempo, por eje1nplo, al no tener que calentar l as m á­ quinas en la mañana. El capital se valoriza a sí mismo con un sacrifi cio del bienestar y la seguridad de los trabaj adores : «¿Qié p odría caracterizar mejor al modo capitalista de producción que la necesidad de imponerle, medio de leyes coactivas del Es tado, los más sencillos prece p tos de por limpieza y salubridad?»298• C omo Marx describió cuidadosamente, la clase trabajadora sufre de diversas deformaciones físicas, degradación moral y muerte prematura debido a una peligrosa cantidad de trabaj o que es dañi na para l a salud. Existe, de hecho, la tortura a través del sobretrabajo, el trabajo nocturno y el trabajo en dom i ngo. El trabajo infantil también e en la norma a menos que esté regulado por la ley, como fue s e c o nviert claramente documentado en una serie de informes parlamentarios que Marx es taba leyendo. Las enfermedades mental es y físicas prevalecen cuando niños de siete u ocho años de edad son obligados a trabajar desde las s eis de la mañana hasta las diez de la noche. A pesar de la gravedad de la situ ación, los capitalistas individuales no tomarían ninguna medida e n co ntra de esta a menos que sean obligados a través de la aplicación de una ley. Un capitalista caritativo que hiciera lo contrario encontraría que su ga nancia disminuyó si otros capitalistas no hicieran lo mismo. Por lo tanto, este «desmesurado y ciego impulso» o esta «necesidad ilimi tada de plustrabajo» no es un déficit mo ral de los capi talistas indi­ viduales. A raíz de la competencia con otros capitalistas, están ob ligados a compo r tarse de esta forma si quieren sobrevivir como capitalistas. La decisión de actuar de acuerdo con ese impulso ciego les parece racional, de l o cu a l emerge nuevamente una conciencia y práctica social que busca una explotación cada vez más eficiente de la fuerza de trabaj o. Preocu­ parse por la vida de los trabaj adores parece in necesario . La primera divis a de los capitalistas e s : «Ap res moi le déluge! [ . . . ] . El capita l, por con si g u iente, no tiene en cuenta la salud y la d uración de la vida del obrero, salvo cuando la s ociedad lo obliga a tomarlas en consideración» 299 • Cua ndo este tipo de toma de decisiones parece racional, los capita ­ listas i n d ividual es están actuando como la «personificación del capital»300• El sis te ma soci al que los obliga a adoptar este modo de comportamiento 298 !bid. , p . 5 8 6 . !bid. ' p . 3 2 5 , 00 !bid. , p . 7 3 1 .

;99

é nfasis e n e l original.

1 69

La n aturaleza

con tra

el capital

es, si n embargo, totalmente irracional desde otra perspectiva, pues vu elve impos ible la repro du c ci ón sostenible a largo plazo de la clase trab ajadora L a l ó gica del capital no conoce ninguna limitación al plusvalor, ya que el m ovimiento puramente cua n ti t a tivo de la a u t o val or iz aci ó n n o r e ­ conoce el a spe c to material de la fuerza de trabajo: «Dej ando a un l ad o límites sumamente elásticos, como vemos , de la naturaleza del inte r ­ cambio mercantil no se desprende límite alguno de la jornada la bo r al, y por tanto límite alguno del plustrab ajo»301 • Por lo tanto, el lími te d e la jornada laboral no puede derivarse exclusivamen te de la lógica fo rm al del capit al y esta es la r azó n de por qué la restricción del poder de r ei ­ ficación debe i mp on e r s e a través de la co a cci ó n externa. Así es com o aparece la re s is ten ci a consciente de los trabajadores contra el «imp uls o desmesurado» y M a rx describe este proceso como la «lucha p or u n a jornada laboral nor m al» En el contexto de una brutal extensión de la jornada laboral , lo s trabaj adores d e ma nd a n la i m posici ó n de una j orn ada l ab oral norm al y la proh ib i ci ó n del t r ab aj o infantil para proteger su existencia. Puesto que los capitalistas individuales no pueden aceptar tal regulación si otros capitalistas todavía siguen beneficiándose del mismo método anterior, la i mp osi ció n de una j ornada laboral normal de ocho o diez horas debe hacerse por ley. En El capital, Marx reproduce cuidadosamente las luchas reales entre c ap i ta li st as y trabaj adores en el proceso de legisl ació n Aun­ que la extensión de una jornada laboral normal varía en cada sociedad , dependiendo del equilibrio de poder entre las dos cla s e s la l egislaci ó n fabril como tal es el «producto n e c e sa rio de la gran industria», pues de otro modo la repro du cc ió n de la clase trabaj adora sería i mp o s ib le Es sorprendente que Marx valore tanto la legislación fabril e incluso la ll a me la «pr im er a reacción planificada [planmiiflig] y consciente de la sociedad s obre la figura natural de su proceso de producción»3º2• La «lucha por una j ornada laboral normal» es de gran importancia estratégica para M arx, prec i s a me n t e porque transforma consciente­ ment e la práctica social que de forma inconsciente confiere poder a la reificación. Es cierto que la producción como un todo todavía está orien­ tada hacia la val o riz aci ó n del capi t al y que los trab aj a dores son explo­ tados. Sin embargo, la restricción de la j or nada laboral y el correspondiente mejoramiento de las condiciones de trabaj o, con cláusulas legislativas .

.

.

,

.

3 0 1 !bid. ' p. 302 !bid. , p.

170

28 1 . 585 .

3 . El capital

como

una

te o rí a del metabolismo

sobre s alud , salubridad, salarios y educación, son logros importantes d el 111 0vimi en to obrero naciente. S e c ae en un error si se asume que Marx habría rechazado la legi s­ lación por una jornada laboral norm al como una política socialde mó ­ crata o reformista. Por el contrario, Marx apoyó apasionadamente los intentos sociales para regular el poder reificado del capital. Esto se debe a que la legislación e s el resultado de la transformación consciente de una práctica social reificada. De este modo, Marx, quien estaba activa­ men te involucrado e n la Asociación I nternacional de Trab aj adores [AJT], escribió u n texto para el Congreso de la AIT celebrado en Gi­ nebra, que cita directamente en El capital: «Declaramos que la restricción de /a jornada laboral es una condición previa, sin la cual han de fracasar todos /os demds esfuerzos por la emancipación [ . ] . Proponemos 8 horas de trabajo co mo límite legal de la jornada laboral»3º3• La restricción de la jorn ada laboral crea tiempo libre dis ponible, que también prepara a los trabaj adores para posteriores luchas contra el poder aj eno del capital. Esta legi slación es una primera regulación consciente del poder reificado del capital desde el punto de vista d e las características materiales de la fuerza de trabajo. En términos de la subsunción real del trabajo bajo el capital, Marx también describe cómo las condiciones materiales del p roceso de trabaj o s o n radicalmente reorganizadas e n aras d e l a producción de plusvalor relativo en el capítulo «Maquinaria y gran industria» . El modo de pro­ ducción capitalista reduce a los individuos a trabaj adores con «particu­ laridades petrific adas» confinados a una actividad e s trecha. E l desarrollo d e l a maquinaria permite que el cap ital reemplace el trabajo especializado por trabajo no especializado y los trabajadores sufren del robo d e su independencia y autonomía en el proceso de producción. Como H arry Braverman explica espléndidamente en Trabajo y capital monopolista, el dominio del capital no está basado únicamente en su monopolio de los medios de producción , sino en su monopolio de la tecnología y el conocimiento. Como resultado de la subsunción real, el proceso de trabajo se organiza independientemente de las habilidades ) la tr adici ón y el conocimiento d e los trabajadores, lo que según Braver­ man es el « p rimer p rincipio» del modo de producción capitalista, a sab er) la «disoci ación del proceso del trabajo de la pericia de los obreros». L a prod ucc ión capitalista se libera de las habilidades de los trabajadores . .

303

Ibid. , p. 363, énfasis afi.adido.

La naturaleza contra el capital

y e n su lugar los adminis t ra. Los trabaj adores ya no pueden rea liz ar el trabajo basados en su propia concepción. Lo que Braverman de no mi n a «segundo principio» del taylorismo moderno, «divorciar la concep ción de la ejecución», fortalece el dominio del capitaP04. Marx define el tr ab aj o como una actividad humana única, debido a su carácter deliberado y co ns ­ ciente, y materializa la concepción ideal de la humanidad a través d e la ej e cución de t rab aj o. En su forma origin al, existe una uni dad e n tre la concepción y la ej ecución. Sin embargo, baj o la avanzada divisió n capi talista del trabaj o, los trabaj adores son solo accesorios de l as má­ q uinas. Son incapaces de imponer su voluntad sobre el proces o d e tra­ bajo; más bien, este último se les impone. B raverman muestr a que la dominación del capital tiene sus raíces en una dimensión much o más profunda de lo que usualmente se asume. Como resultado de la sub sun­ ción real, los trabaj adores no solo son privados de los medios obje tivos de p roducción, sino también de sus pro p i as cap acidades subj etiva s, cuando no tienen acceso a la tecnología ni tampoco al conoci mi e nto como base ma t erial para la producción au t ónoma. Estas deficiencias son evidentes no solo en la pérdida del objeto, sino también en la del sujeto. Es por eso que los trabaj adores deben estar completamente subyugado s a las órdenes del cap i tal para poder producir cualquier cosa. Esto h a ce que su degradación y domesticación sean facilitadas considerablemen te. Sin embargo, la incesante revolución del proceso de p roducción bajo esta lógica crea dialéc t icamente las condiciones para una movilidad, va­ riedad y flexib i lidad omnifacét i cas de estos t rabaj adores, q u e son así capaces de adaptarse a los diferentes tipos de trabaj o re queridos . Marx los llama «individuos to t almente desarrollados». Dado que el capi t al constantemente revoluciona, mecánica y químicamente, todo el proceso de producción y crea nuevas esferas de producción, la rápida adaptación de los trabaj adores a las condiciones cambian t es se convierte en «cues­ tión de vid a o muerte» para el capitalismo : Pero si hoy en día el c ambio de trabaj o solo s e impone como ley

tural avasalladora y

na­

con el efecto ciegamente destructivo de una ley n atu r al que por todas partes topa con obstáculos , la gran industria, precisamente por sus m i s m a s catástrofes, c o nv i e r t e e n cuestión de vida o muerte la necesidad de reconocer como ley social general de la Trabajo y capital monopolista: La degradación del trab ajo s(�-lo .x:< (D . F. : E dito rial Nues tro Tiempo, 1 9 8 1 ) , pp. 1 3 9 - 1 40 .

3 04 H arry B ravcrman,

1 72

en

el

3 . El capital como

producción el cambio de los

ralidad

teoría del me tabolismo

tanto la m ayo r multilate­

posible de los obreros, obligando, al mismo tiempo,

circunstancias

en

trabajos y por

una

se

a

que la s

adapten a la aplicación n o r m a l de la ley. C o nvie rt e

cuestión de vida o muerte el sustituir esa monstruosidad de que se

rnantenga e n

reserva u n a

miserable población o brera, pronta para s a­

ti sfa c er las variables necesidades de explo tación que exp erimenta el capital , por la disponibilidad absoluta del ho mb re para cumplir las

vari ables exigencias laborales ; el reemplazar a l indivi duo parcial, al mero portador de u n a función social de detalle, por el individuo to­ t alm e nte desarrollado, para el cual las d iver sa s funciones sociales son m odos altern ativos de ponerse en actividad .-' º5

Es te desarrollo del modo de producción capitalista hace que surj a la necesidad social de instituciones públicamente :fi n a n c i ada s para el en­ tre na m iento de las habilidades y los con o c i m i e n to s de los obreros . Como enfatiza correctamente Ryuj i Sasal, demostraré que Marx claramente reconceptualiZ6 el problema de los «límites naturales», y las contradicciones que de ellos se derivan en el capi talismo, a medida que su econom ía política se profundizaba. Por consiguiente, llegó a concebir la interacción sosteni­ ble de los humanos con su entorno como una tarea práctica central de la futura sociedad socialista. En el transcurso de su desarrollo teórico Marx realmente comenzó a prestar especial atención al «carácter concreto de las materias primas, el trabajo o el producto». Sin duda, existen dificultades al reconstruir el tratamiento de M arx de los límites naturales, pues durante su vida no pudo completar el to m o III de El capital; por consiguiente, no es posible encontrar en su s m a ­ nuscritos una versión final de su análisis de la agricultura. En este co n­ texto, se hace neces ario estudiar cuidadosamente los m anus c rit o s económicos que ahora están totalmente disponibles en la segunda sec­ ción de la MEGA 2. No ob s t a nte los cuadernos de extractos de Marx publicados en la cuarta sección son tan importantes como sus manus­ critos económicos, pues documentan un conjunto de aspectos que no son completamente di scutid os en los manuscritos. En muchos párrafos y notas al pie del tomo III, Marx apuntó solo un nom b re o un comen­ tario sin entrar en detalles y sus intenciones no siempre son claras . Si bien sus cuadernos fueron marginados en la literatura temprana sobre El capital, ayudan a comprender qué habría dicho Marx si hubiera po­ dido completar el borrador final de El cap ital 328 • Su teoría de la renta de la tierra también adquiere un nuevo contexto cuando se consideran sus cuadernos de extractos, especialmente, en términos de la emergencia genética de una crítica ecológica del cap italismo. La figura central de nuestra investigación actual e s Justus von Liebig, cuya obra Química orgdnica aplicadtl a la agricultura y a lafisiología (¡a ed. , 1862) tuvo una gran influencia en la teoría de Marx. Aunque las ,

,

328 Los tomos II y III de El capital, editados por Engels después de la muerte de Marx. no represen tan, e n to nces, la forma final de la teoría de Marx, lo que dio lugar a debates sobre la adecuación de la edición del seguidor y amigo de toda la vida de Marx. La publicación de los manuscritos económicos origi nales en la MEGA 2 revela diversas diferencias entre Marx como «autor» y Engels co mo «editor» de El capital. Véase Regina Roth, uThe Author Marx and His Edi tor Engels: Differcnt Views on Volume 3 of Capital», Rethinking Marxism 1414 (2002). pp. 59-72. 188

4 . Liebig y

El c apital

. vestigaciones anteriores demostraron claramente que la críti ca eco­ de Liebig a la agricultura moderna es muy valorada por Marx, cabe señalar que su razón original para leer a Liebig fue económica329• d S ería una exageración ecir que desde el principio Marx estuvo intere­ sado e n el problema de la ecología, pues a veces hay ingenuas indica­ ciones prometeicas en sus textos tempranos que son similares a las que se encuentran en el pasaje citado de Engels . Vale la pena preguntarse, entonces, cómo llegó M arx a reconocer la insostenibilidad ambient al del m o do de producción capitalista como la contradicción del capita­ lis m o e in star a realizar una producción sostenible en la sociedad futura. Par a esta investigación actual, los análisis de M arx de la ley de los re ndim ientos decrecientes de dife rentes periodos son útiles para recons­ d tr uir el desarrollo de su concepción e la naturaleza. Esto s muestran que, com o resultado de la profundización de sus conocimientos so b re ciencias n atu rales, Marx se alejó conscientemente del mito del joven Engels so­ bre un p rogreso infi n ito de la productividad agrícola y reconoció la in­ superab l e limitación de l as condiciones natu r ales de la agricultura, la cual debe respetarse en cualquier sociedad postcapitalista330• Este reconoci­ miento de los límites naturales, sin embargo, no hizo que Marx cayer a en un pesimismo apocalíptico. Más bien, comenzó a argumentar m á s apasionadamente en favor de una inte racci ó n racional con la naturaleza a t r avés de la trascendencia del poder reificado del capital.

i�gica

La teoría de la renta de la tierra antes de 1 8 65 La teoría de la renta de la tierra de Marx no aparece de repente en El capital,· p or el contrario, tiene una larga prehistoria que comienza con una recepción de la teoría de la renta de David Ricardo e n su polémico trabaj o contra Pierre-Joseph Proudhon> Miseria de lafilosofía. Primero comenzaré esbozando el influyente argumento de Ricardo con un foco particular en la «ley de los rendimientos decrecientes», para que se vuelva evidente la importancia de la recepción de Ricardo hecha por Marx. 329

330

John Bellamy Foster, La ecología de Marx, pp. 240-2 4 1 ; Paul Burkett, Marx a n d 126. Engels tampoco se mantuvo apegado a los a rgumen tos presentados e n el Esbozo de crítica de la e.co11omia polltica. Por consiguiente, B urkctt y Foster n o ven n i ngu­ na diferencia deci siva entre Marx y Engels en térm i nos del te ma «e cología».

Nflture, p.

189

La n aturaleza

contra el capital

Ricardo propone su te o rí a de la renta en un libro que hizo época Principios de economía política y tributación, publicado en 1815. Su se abstrae i ni cial m en te de l a realidad concreta y presupone un proceso lineal de rec up er ac i ón de ti e rr as durante el transcurso de la civilización según el cual las demandas de al i mento crecen con el aumen to de p ob l a c ión de m o do que los agricultores se ven continuamente obligados a cultiva r tierras con suelos cada vez más infértiles. Ricardo asume que s i hay suficiente tierra d i s p o n ib le primero se cultiva la mejor para aho­ rrar trabajo y capital adicional. Con un c o nt i nu o aumento de la població n bajo el desarrollo de la civilización, las m ej o re s tierras so n rápid am ente cultivadas, pues su disponibilidad es limitad a . D ada la sup o s i c i ó n de que el valor de to do s los pro du c to s está determinado por la produc ción en las c o n dici o n es más desfavorables , Ricardo afirmaba que los preci o s de los p ro ductos ag ríco l as necesariamente suben en el transcurso del de­ sarro llo de la so ci edad de modo que el propietario de la mejor tierra qu e continúa p ro du ci e nd o con menos trab aj o y capital puede recibir la d e­ ducc i ón como renta diferencial331• S egún Ricardo, la inversión ad i c i o na l de capital sobre las mis m a s tierras no puede co mp e ns a r las d i fe rent e s fertilidades naturales , pues el p ro duc to no aumenta proporcionalmente a la inversión, si n o solo a u n a tasa d ec r ec i ent e de modo que , por ej e mp l o el precio del g r an o inevi­ tablemente sube a l a rgo plazo :

análisi; ¡�

,

,

,

,

Acontece con bastante n.0 2, 3, 4 o 5 o los de

,

frecuencia que ante s d e cultivarse los terrenos

inferior calidad, puede ser e m ple a d o más pro­ ductivamente el capital en aquellos que están en cultivo. Puede s u c e ­ der, acaso, que duplicando el capital original e mpleado en el n.0 1 ,

aunque el producto no fuese duplicado, e s decir, no aumentase o tros

1 00 quarters, aumentase 8 5 , y que e s ta cantidad excediese a la que

puede o b t en e rs e empleando el mismo capital en

la ti e rra

n.º

3 .332

33 1 «El valor de cambio de todas las mca·candast bien sean manufacturadas, bien producto de minas o de tierras, se regula siempre no por la menor cantidad de trabajo que será suficiente para s u producción en circu nstancias muy favorables, y poseídas exclusivamente por quienes disponen de facilidades especiales para su obtención, sino por la cantidad mayor de trabajo em pleada necesarinmen tc para su producción por quienes no disfrutan de tales facilidades, [ . . . ] entend iendo por tal cosa las circunstancias más desfavorables bajo las cuales puede mante­ n e rs e una cantidad determi nada de producción». David Ricardo, Principios de t(o11omla polftfra y h·ibutación (Madrid: Ediciones Pirámide, 2003), p. 67. 332 Ibid., p. 66. 1 90

4 . Lieb ig y El capital

Edward West, a quien Marx también considera como uno de los ¡rneros economistas en teorizar sobre la renta diferencial, argumenta misma forma en su Essay on the application ofcapital to land [Ensayo acerca de l a aplicación del capital a la tierra], publicado en 1815:

�:la

Así pues, supongamos cualquier cantidad de tierra tal que el capital de 100/. (100 libras inglesas] dispuesto en ell a reproduzca 120/, es decir, el 20 por ciento de ganancia, digo que u n capital doble, es decir, 200/, no

produci ría 240/. o el 20 por ciento de ganancia, sino probablemente 23 01. o alguna suma inferior a 240/. El monto de la gananci a sin duda aumentaría, pero la proporción de la misma en el capital se reduciría.333 Lo que tanto Ricardo

como West entienden como la ley de los ren­ dimientos decrecientes es que el producto del suelo no puede aumentar proporcio nalmente a través de sucesivas inversiones de capital. Al du­ plicar las inversiones no se obtiene el doble de producto, sino que siem­ pre se genera una porción más pequeña de grano, carne, leche, etc.114 La ley de los rendimientos decrecientes pretende describir, por un lado, la retirada constante hacia tierras m e nos fértiles y, por otro, la producción decreciente del suelo como resultado de sucesivas inversio­ nes de capital sobre la misma tierra. Ambos factores aumentan la renta diferencial p ara el propietario de mejores tierras, quien continúa obte­ niendo el producto al mismo costo, pero lo vende a un precio mayor. Esta perspectiva, avanzada por Ricardo y West, encontró una amplia recepción durante su tiempo y es la fonna en que los «economistas burgueses» tratan la idea de los límites naturales del ca pital que el de­ sarrollo industrial no puede superar135• La cuestión que todavía perma­ n e ce abierta es si y en qué medida esta presu p osición a nivel abstracto de los «límites naturales» y «la ley» es apropiada para explicar la renta 333 Edward West, Essay 011 the Application of Capital to the Lnnd. with Observatiom Shewing the Impolicy ofA,,y Great Restrictio11 ofthe lmportalio11 of C()rn a11d that the Bou11ty o/1688 Did Not L()'Wer the Price ofJt (Londres: Underwood, 1815), pp. 2-3. 334 Según Ricardo, es posible aumenta!' e n cierta medida la productividad agrícola con fertilizantes y mejores instrumentos, pero explica que a través de tal mejo­ ramien to la tendencia de la tasa de ganancia a caer solo puede ser «con trarresta­ da en repetidos intervalos» (Principios de eco11omfa polftica y tributación, p. 105). 335 David Harvey, El enigma del capitaly las crisis del capitalismo (Madrid: Ediciones Akal, 2012), p. 7 1 . 191

La n aturaleza con tra

el capital

d e la tierra en la sociedad capitalista. Marx luchó con este p ro bl em a durante much o tiempo. E n Miseria de lafilosofía, publicado en 1847, Marx aceptó en princi­ p io el mecanismo de la teoría de la renta diferencial de Ricardo y argu­ m e n tó d e forma si milar qu e lo s dueños del producto de sue los fructíferos pueden obtener un excedente debido a la diferencia d e pre­ cio en comparación con la producción en condiciones desfavorab les . Al mismo tiempo, Marx intentó separarse de la ley de Ricardo . Resumió así el argumento de este: Si se pudiese disponer siempre de te rreno s del mismo grado de fertili­ dad; si e n l a agricultura se pudiese, como en la industria manufacturera, recurrir constantemente a máquinas menos costosas y de mayor rendi­ miento, o si las consecutivas inversiones de capital en la tierra produje­ sen tanto como las p r i m er a s entonces el pre cio de los productos agr í co la s sería determinado por el precio de las mercancías producidas por los mejores instrumentos de producción, como lo hemos visto en lo que atañe a los p re ci os de l o s productos manufacturados. Pe ro en­ tonces la renta desaparecería.336 ,

Marx sintetizó correctamente el supuesto de Ricardo de que tanto la disponibilidad de buenas tierras como el aumento de la p roductividad agrícola a través de sucesivas inversiones de capital son en realidad li­ mitados , de modo que las diferencias insuperables en la fertilidad del suelo siguen ofreciendo la base para la categoría de «renta de la tierra». Marx estaba de acuerdo con Ricardo solo en términos del mecanismo de la renta de la tierra, pero no respecto a s u suposición de los rendi­ mientos decrecientes . La crítica de Marx a la «economía burguesa» rechaza su tratamiento fetichista, ahistórico, de las categorías económi­ cas , incluyendo la renta de la tierra. Al final de la sección sobre la renta de la tierra Marx se alej a del supuesto de Ricardo, señalando la posibi­ lidad de un gran mejoramiento de la productividad del suelo : ¿ E n qué consiste, en general, toda mej ora, ya sea en la ag ricultura o en

la manufactura? En p ro ducir más con el mismo trab ajo, en producir tanto e incluso más con menos trabajo. Gracias a es tas mej oras, el arrendatario no tiene necesidad de emplear una mayor cantidad de 3 3 6 Karl Marx, Miseria de lafilosofía (México: 1 92

S iglo XXI Editores, 1987), pp. 107-108.

4.

Liebig y El capital

trab aj o para obtener un producto proporcionalmente menor. E n to n ce s no necesita recurrir a tierras inferiores y las sucesivas inversiones de ca pital en un mismo terreno siguen siendo igualmente productivas .337

C o n trariamente a la suposición de Ricardo, la renta de la tierra debe­ ría disminuir en el transcurso del desarrollo de la civilización a raíz del progreso en la agricultura. La base material de la renta podría incluso de s apare cer en el futuro si se aboliera la propiedad privada y se produje­ ran «mej oras», gracias a la libre aplicación de las ciencias naturales mo­ d e r n as , como la química y la geología, y la tecnología, que pueden aumentar proporcionalmente la productividad agrícola. Además, la pro­ du c tividad agrícola puede aumentar hasta tal punto que la diferencia de fe r tilidad entre las distintas tierras puede equilibrarse, p or lo qu e la re nt a de la tierra tiende continuamente a disminuir. La observación de Marx de que «las sucesivas inversiones de capital en un mismo terreno siguen siendo igualmente productivas» comparte l a op inión optimista de Engels sobre la posibilidad de mejoras infinitas e n la actividad productiva. En lugar de «recurrir a tierras inferiores», es p os ible recibir una renta de la tierra en relación con las mejoras propor­ cionales de la fertilidad del suelo. Marx vuelve al mismo punto en su carta a Engels del siete de enero de 1851 y critica una vez más la teoría de la renta de la tierra de Ricardo. Marx argumenta que el análisis de Ricardo no debe rechazarse com­ pletamente, pero requiere de algunas modificaciones para que su ley de la renta diferencial «sig[a, n. de la t.] siendo correcta» a pesar de su crítica . La crítica de Marx continúa apoyando la refutación de la ley de los rendimientos decrecientes, la cual contradice los «hechos históricos»: «Lo esencial en todo esto es establecer una ecuación entre la ley de la renta y el progreso de la fertilidad agrícola en general, único medio, por una parte, de explicar los hechos históricos»338• A diferencia de la abs­ tracción ahistórica de Ricardo, el análisis de Marx trata de encontrar una base empírica caracterizada por el «progreso» de la agricultura. Sostiene que el esquema de Ricardo explicaría el aumento de la renta de los últi­ mos c i n cuenta años con el cultivo de suelos menos fértiles debido a l as crecientes demandas de producto agrícola. S in embargo, no es necesaria, 3 3 7 Ibid. , p . 1 1 4 . 3 3 8 C arlos Marx y

Federico E ngels, Cartas sobre «El capital» (La H ab a n a : Editora Política, 1 9 8 3 ) , p. 4 1 , p. 3 9 , énfasis e n el original. 1 93

La naturaleza

co n t ra

el capital

seg ú n Marx, la suposición de Ricardo de una fertilidad decreciente. El a umento de la renta puede ocurrir aunque el producto agrícola se vuelva m ás barato. Esto es así porque gracias al desarrollo de la tecnología se p roducen más productos y la suma total de las rentas se vuelve mayor que antes339• Según Marx, con el mejoramiento general de la tierra, es posible que más tierras sean cultivadas con el propósito de obtener una renta, por lo que aumenta la suma total de la renta, mientras que, cont1"a Ricardo, el precio del grano disminuye constantemente gracias al des a ­ rrollo tecnológico. Hacia el final de la carta a Engels, Marx escribe: sabes que en la cuestión de la renta, l a principal artimaña es que pro­ viene de la nivelación del precio resultante de diferentes costos de pro­ ducción, pero esta ley del precio del mercado no es sino una ley de la competencia burgues a . Sin embargo, aun después de la abolición de la producción burguesa, quedaría una dificultad : la tierra se tornaría relativamente menos fértil; con el mismo trabaj o se produciría cada vez menos, aunque la mej or de las tierras no rendiría un producto tan caro como la peor de las tierras , como es el caso en el régimen bur­ gués . Con lo que expo ngo más arriba esta reserva caería.3�0 Tú

Marx le dice a Engels por qué la ley de los rendimientos decrecien­ tes necesita rechazarse, es decir, está preocupado de que si la suposición de Ricardo es correcta, la futura sociedad socialista estaría amenazada para siempre por el problen1a de medios de subsistencia insuficientes y la teoría de Malthus de la sobrepoblación absoluta resultaría ser correcta. Marx cree haber superado esta preocupación después de probar el aumento de la renta de la tierra que se deriva precisamente de una tendencia histórica de mej oramiento general de la tierra a través de sucesivas inversiones de capital. Aunque esta demostración no refuta directamente la ley de los rendimientos decrecientes, cuando afirma haber refutado la objeción de que «el suelo se volvería relativamente más infértil, que con la misma cantidad de trabajo sucesivamente se conseguiría menos», Marx todavía asume que las sucesivas inversiones de capital deb erían poder realizar un aum ento proporcion al de la 3 3 9 !bid. , p . 41 -42. Marx p are ce corregir s u p ersp ectiva anterior d e que l a renta d e l a tierra disminuiría con e l aumento d e l a productividad agrícola. 340 !b id.

1 94

4. Liebig y El capital

ductividad agrícola. Engels reacciona positivamente a esta carta y su . i a a M arx . vi al acci ón re Como muestra el estudio anterior, algunos de los aspectos principales de la teoría de la renta diferencial de Marx ya existían en la década de 1850. :No obstante, hubo otro desarrollo teórico a principios de la década de 1860 cuando Marx volvió a tratar intensivamente la teoría de la renta de Ricardo en los Manuscritos económicos de 1861-1863. Primero que todo, a diferenc ia de la teoría de Ricardo, Marx formuló la teoría de la renta de tal form a que las tendencias crecientes y decrecientes del desarrollo agrícola en la historia pueden analizarse con u n a ley. Trató de encontrar una prueba d e «la falsed ad de la concepción de Ricardo, según la cual la renta diferencial condiciona el paso de las minas o tierras más productivas a las menos pro­ ductivas, la productividad decreciente del trabajo. [Lejos de ello,] es p er­ fectamente compatible con la marcha inversa [de las cosas] , es decir, con la productividad creciente del trabajo»341• Por lo tanto, esta vez, Marx hizo cálculos concretos de renta diferencial, de modo que la teoría de la renta diferencial pueda extenderse y generalizarse de forma flexible para incluir esos casos que empiezan con suelos 1nenos fértiles y proceden a los más fértiles con el aumento de la productividad del trabajo. ptO



Además , M arx formuló la posibilidad de una «renta absoluta de la

criticó a Ricardo por con­ siderar solo la diferencia de la fertilidad del suelo como la fuente de la renta de la tierra. Pero existe, según Marx, otra fuente. Debido a su retraso y a las condiciones naturales que la rodean, la «composición orgánica del capital» -e s decir, la proporción de valor entre el capital constante y variable (dv) que está determinada por la composición tecnológic a del capital- es menor en la agricultura que en los ramos industriales. En­ tonces , la venta de p roductos agrícolas p ermite obtener una ganancia tierra» que Ricardo ni siquiera abordó. Marx

mayor que el promedio social. Debido a las limitaciones naturales de la

cantidad de tierra disponible el capital, que busca ganancias mayores, no se puede mover libremente a la agricultura desde otros ramos de la producción. Existe una com petencia limitada e n la agricultura, l o que permite que

el

propietario

del plusvalor como

de la tierra s iga apropiándose de una parte plusganancia sin preocuparse del típico aj uste al

precio de producción. Marx argumentó que la plusganancia que emerge

341

Karl Marx, Teorías sobre la plusvalía IL p. 246 , énfasis

en

el original.

1 95

La naturaleza

el capital

con tra

de la diferencia entre el valor y los pre ci o s de producción constituye una fuente de renta absoluta342 • D e spués de discutir las dos formas de renta de la tierra, Marx de s cri­ bió su plan para la sección 3, « C ap ital y g ana n ci a» que correspond e am­ pliamente en términos de con tenido al o rd e n del tomo III de El capital· ,

la plusvalía en gananci a . La tasa de g a n a n c i a , a diferencia de la tas a de plusvalía. 2) Conversión de la ganancia e n ganancia media. Formación d e la tasa ge n e r a l de ganancia. Conversión de los v al o re s en precios de pro­

1)

Convers ión de

ducción .

3)

Te o r í a s

d e A [ dam ] Smith y Ricardo sobre l a ganancia y los

precios de producció n .

4) La renta

los p re c i o s

5) 6)

d e l suelo

(ilustración de l a diferencia

de producció n) .

entre e l valor y

Historia de la llamada ley ricardiana de la renta.

L ey

de la caída de la tas a de ganancia . A [dam] Smith, Ricardo,

Carey [ . . . ] .343

La tarea de la teoría de la renta de la tierra de Marx puede verse cla­ ra1nente en esta anotación: « I lu s tr aci ó n de la diferencia entre el valor y el precio de producción». La teoría de la renta de la tierra no posee un ca­ rácter independiente s im ila r al de la categoría de la «tasa de ganancia», sino que más bien tiene un rol secundario, pues solo funciona como un ej e mplo para ilu strar la diferencia entre el «valor» y el «precio de los pro­ ductos», que Ricardo no captó. Por con s iguie nte Marx usó esta categoría de «renta absoluta» como su categorí a principal. En el p la n de Marx de 1861-1863 para el tomo III de El capital, la teoría de la renta dife renci al es teóricamente s ub o rdi n ada a la renta ab s oluta pues p rete n día de scrib irla s i mpleme n te como la «historia» de una categoría e co nó m ic a La preemi­ ne n cia teórica de la teoría de la renta absoluta es comprensible p orque es t a c ategoría es la que demu e s tra la original comprensión de Marx, que contrasta con la de Ricardo, basada en su d i s t i nc ión entre « p lusvalo r» y « g a na n c ia » y entre «valor» y «p re ci o de producción». ,

,

.

Esta disponibi lidad limitada de tierra, que la in muniza de l a libre comp e tencia del capi tal, e s natural. Aquí, la dimensión material nuevamente s e convierte e n objeto de i nvestigación de la econom ía política. 3 4 3 KarJ M arx, Teorías .robre In plusvalfa l, p. 383.

342

196

4. Liebig y El capital

Pero este plan no es idéntico al que Marx escribió en su manuscrito de 1864-1865. Ahora, la construcción del capítulo sobre la renta de l a ti erra to ma u na perspectiva diferente: A l . Co ncepto

de

la ren ta

difere n c ia l como

tal . Ilustraci ón con la

en e rgía hidráulica. Transición a la renta agrícola propiamente dicha . A2 . Ren ta

diferencial I, que

dis ti ntas porciones de terreno.

surge d e l a diferente fertilidad d e las

A3 . Ren ta dife re n c ial 11, que surge de las suce sivas inversiones de

cap ital en el mismo suelo. Esta debería dividirse posteriormente en:

a) renta diferencial con precio de producción estacionario,

b) renta diferencial con precio

e) d)

de p roducción decreciente,

renta diferencial con precio de producción creciente, y tra nsformación

de la plusga n a n cia en

ren ta.

A4 . Influencia de esta renta sobre la tasa de ganancia. B. Ren ta absolu ta

C . Precio de la tierra

D. Co ns ideracion es.finales acerca de la re n ta del suelo. 344

Sorprendentemente, en el manuscrito, la teoría de la renta se convierte en un capítulo independiente como el capítulo sobre la «ganancia». Ya no tiene como objetivo una «ilustración» ejemplar de la teoría de la ganancia. En este manuscrito, Marx primero comenzó a escribir la sección sobre la re nta absoluta. Luego escribió la sección sobre la renta di ferencial, pero terminó escribiendo muchas más páginas (80 páginas i mp re s a s en el vo­ lumen de la MEGA 2). Después de un nuevo examen, la teoría de la renta diferencial p arece alcanzar una posición más importante que la renta absoluta en el manuscrito para el tomo III de El capital. Dado que este plan tardío para la teoría de la renta de ] a tierra no era una versión final, no es seguro que Marx lo hubiera seguido en el tomo III de El capital. Pero al menos es el orden que Engels más o menos siguió durante su trabaj o de edición. Este plan de 1 864- 1 8 65 sugiere que en este tiempo Marx se sintió obligado a des arrollar en mucho más detalle la teoría de la renta diferencial, de modo que ahora la renta absoluta parece tener una importancia secundaria. La razón detrás de esta modificación se encuentra en el p ropio manuscrito y, al 344 Karl M arx , Economic Manuscrip t oJ 1 864- 1 865, p. 864, é n fasis en el o rigi nal.

1 97

La naturaleza

con tra

el capita l

compararlo con el de 1861-1863, es evidente que Marx ahora añadió una nueva subsección en el capítulo sobre la renta diferencial: «Renta dife­ rencial JI, que surge de las sucesivas inversiones de capital en el mismo suelo». De hecho, hay una nueva discusión sobre la «ley de los rendi­ mientos decrecientes» y un nuevo tratamiento de la fertilidad n atu ral en el manuscrito. Esto es un resultado de la recepción de la teoría d e Liebig por parte de Marx. Como ya vimos, con respecto a las «sucesivas inversiones de cap ital en el mis mo suelo», Marx asumió el aumento p roporcional de la pro duc ­ tividad agrícola en Miseria de lafilosofía y en sus cartas, al igual que Engels en las décadas de 1840 y 1850. En los manuscritos económicos de la dé c ada de 1860 todavía es posible encontrar esta temprana suposición, co mo s e observa en la tabla que trata los dos casos, A y B, donde el doble de in­ versiones de capital produce, en consecuencia, una cantidad proporcio­ nalmente incrementada de cosechas. He reproducido una versión má s c o rta de la tabla con los números correspondientes (véase la tabla 1)345• Ta b l a 1 . A

111

-

Tota l

- -

-

1 20

1 00

65

1 30

300

75

-------- - -- 200

1 50 �

C a p i ta l

N ú m ero d e tone l a d a s

11

50

111

32

1 00

Tota l

3 4 5 Karl Marx,

---

250

'

Va l o r total 60

1 38

l5

1 00 -

400

�- j -- ----

B

IV

198

60

1 00

¡

--- - ----------------.-----