La narración usos y teorias
 9789580460022, 9580460027

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E n c ic l o p e d ia L

a t in o a m e r ic a n a

DE SOCIOCULTl'RA Y COMUNICACIÓN I

Enciclopedia Latinoamericana de Sociocultura y Comunicación

La

n a r r a c ió n Usos y teorías

María Eugenia Contursi y Fabiola Ferro

G rupo Editorial N orm a http://www.norma.com Barcelona, Buenos Airts, Caracas, Guatemala, Lima, México, Panamá, Quito, San José, San Juan, San Salvador; Bogotá, Santiago

Primera edición: agosto de 2000 © 2000. Derechos reservados por Grupo Editorial Norma Apartado aéreo 53550, Bogotá Diseño de tapa: Ariana Jenik Fotografía de tapa: Eduardo Rey Diagramación: Daniela Coduto Impreso en Cargraphics S.A. - Red de Impresión Digital Printcd ín C olom bia

Impresión: junio de 2006 ce: 24804 IS D N :

958-04-6002-7

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso escrito de la editorial

Tabla de contenidos

Agradecimientos

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Introducción

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Primera parte: Las teorías de la narración I. Los procedimientos textuales I.a. Las estructuras narrativas II. El discurso narrativo lia . Discurso/relato II.b. Autor, narrador, narratario, lector II.c. Narración, tiempo y sujeto

21 21 24 34 40 49 56

Segunda parte: Los usos de la narración III. Un uso particular: el discurso histórico III.a. La operación escrituraria lll.b. Explicación e inteligibilidad III.c. El efecto de realidad IV Hacia una reflexión sobre los usos de la narración IVa. La narración folklórica IV.b. La narración etnográfica IV.c. La narración de casos IV.d. Los usos de la narración

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Bibliografía

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Agradecimientos

Escribir un libro no es una larea fácil, en particular en un contexto como en el que vivimos actualmente en Argentina y en América Latina, Por eso queremos agra­ decer especialmente al Prof. Aníbal Ford, por el apoyo y la confianza que nos brindó tanto cuando nos convocó para trabajar en su cátedra de la Universidad de Bue­ nos Aires como cuando nos posibilitó un espacio y una guía para la realización de este trabajo. También queremos agradecer a la universidad públi­ ca argentina, muy especialmente a quienes la sostienen y defienden, porque a ella y a sus integrantes debemos nuestra formación. En este sentido, queremos destacar la tarea que realizan desde hace años la Prof. Elvira Arnoux y el Prof. Roberto Bein, quienes nos iniciaron en la docencia y la investigación académ icas y quienes siempre nos alentaron a continuar con nuestra labor, aun en momentos adversos. Por último, pero no por ser menos importantes en su contribución, queremos agradecer y dedicar este libro a nuestros familiares, quienes han soportado ausencias y convivencias (a veces, excesivas). En orden alfabéti­ co, para evitar ofensas: Anita Contursi, Graciela Rotger, Guillermo Darré, Irma Cusac, Jo sé Luis Chiappa, Luis Rodolfo Ferro, Paola Ferro y Sofía Darré Contursi.

Introducción

La narración es una forma comunicacional que atra­ viesa los más diversos ámbitos. Cuando nos introducimos en su estudio, nos encontramos, por lo menos, con dos problemas contrarios: la diversidad de consideraciones acerca de qué es una narración y el hecho de que se ha­ ya naturalizado cierto sentido asociado a ella. Por un la­ do, no todas las teorías acuerdan a la hora de catalogar un discurso o texto como narrativo; tampoco coinciden siempre las clasificaciones cotidianas que hacen los suje­ tos sobre ella. Pero, por otro lado, esas incoincidencias no son tantas, por lo que es posible suponer que hay un cierto grado de naturalización (teórica y cotidiana) sobre la concepción de narración y que la reflexión sobre ella, sistemática o no, es importante en “nuestra” cultura. índice de esa importancia es el hecho de que, entre otras, exista una disciplina en la que el término narración aparece tematizado. Así, la narratología se propone como la teoría de los textos narrativos, en especial de los litera­ rios, aunque no exclusivamente. Una importante repre­ sentante de este campo de estudios es Mieke Bal (1998). Esta autora sostiene que "Un texto es un todo finito y estructurado que se compone de signos lingüísticos. Un tacto narrativo

será aquel en que un agente relate una historia. Una historia es una fábula presentada de cierta ma­ nera, Una fábula es una serie de acontecimientos lógica y cronológicamente relacionados que unos actores causan o experimentan. Un acontecimiento es la transición de un estado a otro. Los actores son agentes que llevan a cabo acciones. No son necesariamente humanos. A ctuar se define aquí como causar o experimentar un acontecimiento.’’1 Esta cita m erece algunos com entarios. Sí b ien las definiciones que presenta son un tanto esquemáticas, tienen la ventaja de b rin d am os un punto de partida para discutir la noción de narración, que aparece vin­ culada a las siguientes cuestiones: • la narración se presenta bajo una forma material que supone el uso de un lenguaje (Bal restringe la narración al lenguaje verbal, pero podemos ampliarla a otros tipos de lenguaje, com o el del cine); • la narración está indisolublemente ligada a una no­ ción de tiempo que transcurre, que avanza; y, • la narración, para ser tal, necesita de actores que produzcan o sufran cambios. Si bien esta caracterización es útil inicialmente, no es suficiente. La primera característica es la más evi­ dente. Sin embargo, las dos siguientes (que refieren al tiempo y a los actores) brindan una importante “pista” para establecer algunas hipótesis.

1 N.B.: las cursivas son un agregado nuestro. En todas las cita bibliográficas seguimos un sistema de referencia interno en el que el año que consignamos no siempre remite al de la primera publicación, sino al indicado cii el listado bibliográfico anexo.

Según Frangois Ju llíen2, las culturas de lo que habi­ tualmente se denomina Occidente conciben que el tiem­ po es progresivo y medible. La unidad que permite dar cuenta de que el tiempo avanza y es suceptibie de ser segmentado es la de ocasión, entendida com o la coin ­ cidencia (estratégica) entre el tiempo y la acción’. Esta estrecha relación entre tiempo y acción, más precisa­ mente, entre el tiempo y las acciones de los hombres, ha marcado la noción de temporalidad en la cultura occidental4. Podemos sostener, al menos a modo de hi­ pótesis, que, si la narración se define com o discurso construido sobre una línea temporal, no resulta extraño que la noción de actor sea necesaria. Y esta correlación entre tiempo progresivo y acción puede ser una de las 2 FranQois Jullien es Presidente del Colegio Internacional de Fi­ losofía y Director de Lengua y Civilización de Asia en la Universidad de Parts Vil. En octubre de 1997 dictó, en Buenos Aíres, el seminario “Regímenes de temporalidad en. China y Occidente", en el marco del Seminario Internacional y Programa de Actualización “Regíme­ nes de Temporalidad en las Ciencias Humanas". Hemos asistido a ese seminado y la exposición que sigue es producto de la reformu1ación de las notas que hemos tomado durante el curso. Lamenta­ blemente, no nos ha sido posible conseguir publicaciones de este autor concernientes a esta temática. 3 El pensamiento griego antiguo tiene como gran lugar común la reflexión sobre la ocasión (Ktxipot;), sobre el aprovechar estraté­ gicamente las ocasiones y, en contrapartida, sobre el error de desapro­ vecharlas. Homero, Píndaro, Sófocles, Platón, Aristóteles, entre otros, dedican gran parte de sus reflexiones al problema del tcavpoq 4 Un ejemplo de cómo se ha naturalizado esta concepción de la temporalidad es el de las metáforas cotidianas sobre el tiempo. En la frase “hay que calcular el tiempo”, aparece una metáfora (“calcular el tiempo") que hace hincapié tanto en su posible medi­ ción como en su aprovechamiento. Otros ejemplos son “aprove­ char el tiempo", “perder el tiempo", "actuar a tiempo”, “no dejar pasar el tiempo”.

razones por las que se producen coincidencias en las clasificaciones: el suslrato de las teorizaciones sobre la

narración y de sus clasificaciones cotidianas es, en parte, nuestra concepción cultural del tiempo, que incluye la noción de actor. Es decir, la naturalización del sentido sobre qué es narración podría ser el producto de la na­ turalización de qué es el tiempo y de nuestra posición respecto de él. Si esto es cierto, aunque sea en alguna medida, po­ dríamos encontrar que las culturas ajenas a O ccidentet o las que tienen una concepción diferente de la tempo­ ralidad, también tienen otra concepción de la narración o hacen usos diferentes de ella. Además, la importancia que ha adquirido el tiempo en nuestra mentalidad y vida cotidiana podría explicar el hecho de que la narración, en tanto representación de la temporalidad, haya cobrado un valor central en nuestra cultura y se haya transformado en una práctica cultural general izad a\ Así, posturas como la de Roland Barthesr\ que sos­ tienen que la narrativa tiene un carácter dominante, casi tautológico, se basan en la afirmación de que no existe ni ha existido nunca un pueblo sin relatos; el relato es internacional, transhistórico, transcultural, es decir, uni­ versal. Sin embargo, esta afirmación ha sido puesta en discusión. Por ejem plo, Ja c k Goody (cf. 1 9 9 9 ) ha e x ­ plicado que no existen en África relatos extensos como

5 Cf. el desarrollo de diferentes formas de medir el tiempo a través de calendarios (cf. Ewing Duncan, (1999), cuya temática central es “el esfuerzo épico de la humanidad para medir el tiempo") y la conse­ cuente trasposición metonímica entre el tiempo y su representación. 6 Cf. “introducción al análisis estructural de los relatos". En Níccolini (1977).

los registrados en los pueblos de la parte sudoccidental de los Estados Unidos o corno en los europeos. En el mis­ mo sentido, sostiene que no en todas las culturas las personas se presentan ante un desconocido constru­ yendo relatos de su vida cotidiana. Estas son muestras de que la narración no siempre se usa bajo los mismos modos y con idénticos valores. Este autor plantea que no se ha comprendido hasta qué punto la narrativa, entendida como largas secuen­ cias con un valor simbólico dentro de una sociedad, en nuestra cultura, está íntim am ente relacionada con la alfabetización. Podem os agregar que, aunque existen narraciones orales y narraciones escritas, en sociedades com o las llamadas occidentales, tan fuertemente m ar­ cadas por la racionalidad de la escritura, ésta ha dado forma a los esquemas narrativos y a sus valores asocia­ dos en función de su propia lógica.7 Por otro lado, la perspectiva de la psicología cognitiva estudia la narración en tanto forma de conocimiento. Por ejemplo ,J eróme Bruno* sostiene que la narración es una de las dos modalidades fundamentales del funcio­ namiento cognitivo (la otra es la forma paradigmática9 o

7 Cf. infra capítulo III. 8 Citado por Goody, (1999). 9 La distinción entre relaciones paradigmáticas o asociativas y relaciones sintagmáticas es obra de F. de Saussure (1994). Según este lingüista, la paradigmática es una relación en ausencia (de los signos, almacenados en la mente de los hablantes) que forma una serie mnemónica virtual entre los signos lingüísticos que componen el repertorio de una lengua. Por ejemplo, las asociaciones de grupos de sinónimos o de palabras que tienen aspectos fonéticos similares en su pronunciación. En oposición, las relaciones sintagmáticas se dan en presencia de los signos lingüísticos, regulando su combinación.

lógico-científica). Donakl Polkinghorne'0 ha definido la narrativa como la modalidad más im portante a través de la,cual se atribuye un significado a la experiencia hum ana. Entonces, el significado narrativo resulta de un proceso cognitivo que organiza la experiencia en episodios temporalmente significativos. Desde una perspectiva tanto cognitiva com o sociohistórica, Aníbal Ford " sostiene que en la revolución industrial y la modernidad se han reducido las concep­ ciones del tiempo y de la temporalidad a las grandes estructuras y procesos socioeconómicos, que han redun­ dando en la construcción de falsos binarismos (com o el de tiempo subjetivo/tiempo objetivo) y de la noción de tiempo instrumental, que obtura la comprensión de dispositivos de conocim iento “elementalmente hum a­ nos”, Así, el tiempo objetivo, medible, adm inistrable, lineal, secuencial, instrum ental, ubicado en el centro de la modernidad, se opone al tiempo de la memoria, de los sueños, de los recuerdos, del desorden cronológico, de la focalización, de la corriente de la conciencia, que ha sido expulsado a la periferia. “Sería absurdo negar que la modernidad y la re­ volución industrial le dieron una o varias vueltas de tuerca a la noción instrumental del tiempo, y con esto a las formas de conocer, de dar sentido

Asi, cualquier combinación de signos corno "las casas" o “el nene co­ rre" (compárese estas construcciones con *“la casas" o *“la nene corre*') constituyen sintagmas. 10 Citado por Goody, (1999). 11 “Mientras hablo huye el tiempo. Temporalidad: dispositivos cognitivos e historia" (Ford. 1999).

- n o de construir-, de percibir, de organizar la vida cotidiana: “Pagos cronometrados, contratos cronometrados, trabajo cronometrado, comidas cronometradas: a partir de este período nada es­ taba completamente libre del calendario o el reloj. El desperdicio del tiempo se convirtió para los predicadores protestantes, com o Richard Baxter, en uno de los más horribles pecados”, dice Lewis Munford (1 9 8 7 ). Time is money. Pero también es salvación, terror por el ocio. (Desvío: nec-otium ge­ neró “negocio").” (Ford, 1999) Este autor agrega que, si bien no todas las culturas procesan el tiempo del mismo modo, si consideramos la producción de sentido, el hom bre parece haber ne­ cesitado siempre de alguna concepción del tiempo y de su m edición. Así los ciclos de la naturaleza y las activi­ dades asociadas a ellos, como las cosechas, fueron uno de los primeros marcadores objetivos de la temporalidad. Desde la posición de este autor, existen dos niveles de objetivar el tiempo y, por lo tanto, de medirlo: por un lado, el tiempo propio de los procesos de conocim ien­ to, por el otro, el tiem po instrum ental, reificado. El primero es tan viejo com o el hom bre, mientras que el segundo ha aparecido con el desarrollo del capitalismo industrial. Retomando el problema de la narración, éste ocupa un lugar de privilegio en las ciencias sociales (si se sostie­ ne una distinción entre éstas y las humanidades, también en estas últimas) porque permite dar cuenta de num e­ rosos procesos, prácticas y fenóm enos que exceden lo meramente narrativo.

En el siglo XX, han sido muchos los esfuerzos por explicar diversos aspectos de la narración. Así, se han construido diversas teorías que intentan analizar as­ pectos. t; itt_d¡síffliles_como son los procedimientos ver­ bales que en una determinada lengua se utilizan.para narraix-los aspectos sociocognitivos que_posibiljtan la producción y la recepción de la narración; la relación entre el objeto de la narración y la construcción lin­ güística; los usos sociales de la narración; la narración literaria; la narración en la vida cotidiana, etc. En la medida en que las teorías sobre la narración constituyen más un conjunto que un sistema, puesto que unas veces se superponen, otras se desconocen, etc., hem os optado por presentar una selección de teorías de la segunda mitad del siglo XX bajo la organización de dos ejes que constituyen la,primera parte, En el primer capítulo, presentarem os lo que hem os denom inado “procedimientos textuales”, es decir, las estructuras lingüísticasTde organización de la narración. En el segundo, daremos cuenta de lo que clasificamos como, “discurso narrativo”, es decir, de la relación entre la n arración y -jüguñolleT os aspectos contextú a lesde.su producción. Allí estudiaremos la oposición entre discurso y relato, la construcción del narrador y del narralario, y las rela­ ciones entre narración, tiempo y sujeto. Obviamente, la distinción entre procedim ientos textuales y discurso narrativo es sólo un intento taxonóm ico realizado úni­ cam ente para organizar ese conjunto al que .hacíamos referencia. En la segunda parte, nos ocuparemos de los diferen­ tes usos de. la narracióp . En el capítulo tercero, abordare­ m os el problem a del discurso histórico, a través de su

operación escriturarla, sus estrategias de explicación y construcción de inteligibilidad y el efecto de realidad que produce. Por último, en el cuarto capítulo, problematizaremos algunos de los diferentes usos de la narra­ ción, ejemplificando con los del folklore, la etnografía, y la casuística, para así dar cuenta de su carácter com unicacional y sociocultural.

P r im e r a

pa rte

:

L a s t e o r ía s d e la n a r r a c ió n

I. Los procedimientos textuales La narración interesó a la lingüística en tanto es una de las formas típicas y principales en la que aparecen los textos, es decir, las producciones lingüísticas de los sujetos hablantes de una lengua. En un primer momento, la gramática textual abordó su estudio desde las perspectivas estructuralísta-formalista, generativista y de la lógica, focalizando sus teorizacio­ nes en la estructura interna del texto, su segmentación en unidades mínimas, la distribución de la información, la progresión temática y las propiedades textuales de la cohesión y la coherencia como inmanentes al texto, en­ tre otros conceptos fundamentales. Subyace en estos in­ tentos la concepción saussureana de que el único objeto de estudio plausible para la lingüística es la lengua, en tanto sistema formal y relación al. Es por esto que la gram ática textual intentó expandir el objeto de estu­ dio de la lingüistica en la dirección que aparecía com o más natural; de la oración al texto, visto com o un con ­ ju nto de oraciones relacionadas entre sí. A este formalismo le siguió otro con mayor poder ex­ plicativo que superó los límites de la oración al conside­

rar el texto como la unidad primordial de análisis, la lin­ güistica del texto, que apareció en Europa a mediados de la década de 1960 gracias a los desarrollos de la prag­ mática lingüística12: así com o ésta se preocupó por la relación entre uso de lenguaje y contexto, la lingüística del Lexto incorporó -e n realidad, al comienzo sólo tem atizó- la relación entre texto y contexto, pero princi­ palmente se interesó por desarrollar una tipología que diera cuenta, desde distintos criterios clasificatorios, de todas las manifestaciones discursivas: “La irrupción y el auge de la pragmática, el convencimiento científico general acerca~cte"1a necesidad de los estudios interdis­ ciplinarios así com o la tendencia a la ampliación de los objetos de estudio en las ciencias sociales y humanas favorecieron el interés por las tipologías textuales, desde distintas perspectivas, con diferentes herramientas y obje­ tivos". (Ciapuscio, 1994). Al mismo tiempo, especialmen­ te en Francia, se desarrollaba la corriente denominada análisis del discurso que, si bien com parte con la lin ­ güistica textual la necesidad de la clasificación de las producciones verbales, centra su interés en la relación entre la instancia de enunciación y el enunciado, y en las características formales que permiten dar cuenta de ella en los discursos (cf. Benveníste, 1993, 1987). Así, del es­ tudio de los significados y las formas se pasó al estudio de la producción social de sentido. A partir de estos desarrdttosrsítTgteron tendencias que ponen en relación el uso de la lengua, fundamentalmente la escrita, con la situación de com unicación, ya que el

12 En realidad, la pragmática le debe mucho a la teoría de lo actos de habla, fundada por el Filósofo del lenguaje J. Austin. (cf. Austin, 1980).

texto es visto como un evento comunicativo particular en el que participan miembros de una comunidad lingüísti­ ca que desempeñan papeles sociales (enunciador-enunciatario/narrador-na rratario) y entre los cuales existen relaciones sociales también determinantes (por ejemplo, de formalidad o informalidad). En esta línea, M, A. K. Halliday (cf. 198 2), además de los aspectos anteriores, incluye, en el estudio de la situación com unicativa, el tema del que se habla que, por su parte, incide en el uso de la lengua determinando la forma y el contenido de las producciones lingüísticas. “Actualmente predominan los enfoques de varios niveles, capaces de considerar rasgos internos y externos de los textos, y se admite, en términos generales, la imposibilidad de tipologías tex­ tuales basadas en un criterio de clasificación ú n ico .” (Ciapuscio, 1994) Los estudios literarios también se ocuparon, mucho antes, por cierto, de establecer distinciones entre los textos. Así, Mijail Bajtín (cf. 1978), circa 1930, define el con cep to de géneros discursivos com o “los tipos re­ lativamente estables de enunciados” que “cada esfera del uso de la lengua elabora” y cuya “riqueza y diver­ sidad” se corresponde con las múltiples posibilidades de ia praxis humana. Si bien la teoría bajtim ana no se ocupa de la especificidad formal de los textos para su clasificación, puesto que surge como una teoría de la novela, su vigencia ha obligado a los lingüistas a esta­ b lecer ciertas precisiones terminológicas, com o la di­ ferenciación entre género y tipos discursivos: “en tanto que los géneros discursivos se relacionan con una di­ m ensión histórico-cultural más general que incluye la com petencia sobre los tipos discursivos, estos últimos

hacen referencia a una dimensión estrictamente lingüís­ tica”. (Ciapuscio, 1994) La lingüística del texto hace la distinción entre tipos y clases textuales: los primeros son categorías construidas desde un intento científico de tipologización textual, mientras que las segundas se refieren al conocim iento intuitivo que tienen los miembros de una comunidad lingüística sobre las estructuras textuales globales que emplean en su vida cotidiana.13 Pero nos ocupa aquí el enfoque que las teorías textua­ les aplicaron al estudio de la narración. Para dar cuenta de los modelos más representativos, tomaremos como ejem­ plos la tipología textual de Egon Werlich (cf. 1975), la propuesta secuencial de Jean-M ichel Adam (cf. 1992), la teoría superestructura! de Teun van Dijk (cf. 1978) y la clasificación textual de Roberl Longacre y Stephen Levinsohn (cf. 1978). La. Las estructuras n arrativas E. Werlich (cf. 1975) sostiene que es esperable que la coherencia y completitud de los textos estén decisiva­ mente determinadas por la presencia o ausencia de lazos referenciales de los elementos textuales (es decir, conexio­ nes dentro del texto). 13 Cf. Gülich, E : “Textsorten in der Kommunikationspraxis". F.n Kallmeyer (1986). La autora explica que la diferenciación de cla­ ses textuales es relevante para los participantes de la comunicación ya que el conocimiento de sus características es parte de su «saber cotidiano. Afirma que en la interacción social hay una cantidad de géneros que forman ciertamente el budget comunicativo de una so­ ciedad. Es así que las clases textuales o los conceptos de clases tex­ tuales no están dados objetivamente, sino que se constituyen en la interacción comunicativa.

Denomina bases textuales a las unidades estructura­ les elegibles como inicio de texto que son parte de un texto potencial, que tienen la extensión de un grupo de palabras (especialmente en títulos manifestados co n ­ cretam ente) o de oraciones o unidades más amplias (parágrafos introductores, secciones, etc.) y que pue­ den ser desplegados en textos a través de secuencias sucesivas. En tanto esas bases textuales estructurales se forman en textos concretos con lexemas que tienen referencia, y que, por lo tanto, se refieren a determ i­ nados recortes del m odelo de realidad com ún de ha­ blante y oyente, representan bases temáticas. Las bases temáticas (textuales) introducen, por su parte, los ini­ ciadores obligatorios para el desarrollo temático de un texto en secuencias, las que caracterizarán al texto como uno de los cinco tipos textuales básicos: descrip­ tivo, narrativo, expositivo, argumentativo, instruccional. Un inicio típico de texto narrativo es la fórmula “había una vez una niña...” o “érase una vez, en un reino lejano un pastorcito...” b, en la com unicación cotidiana, “una vez me pasó que...” La base textual temática típica narrativa es seleccio­ nada para expresiones textuales sobre ocurrencias y cambios en el tiempo. Según este autor, se trata de una estructura simple sujeto-predicado-adverbio. El verbo núcleo del predicado, en imperfecto o perfecto, señala cambio y los adverbios de lugar y tiempo funcionan co­ mo complementos. El adverbio de tiempo, con referencia deíctica o no deíctica, establece un marco referencial tem poral en el que el/los sujeto/s oracional/es aparece/n com o cambiante/s o activo/s, gracias a la forma verbal. Justam ente, a raíz de su efecto referencial, es-

pedficamente temporal, Werlich denomina a esie lipo de oración “denotadora de cambios/acciones”. Esta tipología, generada en el marco de la gramática textual - o de la incipiente lingüística del texto-, tiene el inconveniente de no trascender los limites oracionales. No obstante, aporta una dimensión cognitiva al análisis textual, ya que sostiene que los tipos textuales, en tanto normas ideales para la estructuración textual, sirven al hablante como matrices preexistentes para su produc­ ción lingüística frente a su experiencia, Desde una perspectiva similar, Jean-M ichel Adam (cf. 1 9 9 2 ) trabaja los diferentes planos de organización textual y también define el texto com o una estructura compuesta de secuencias. Así, la secuencia es uno de los planos de organización de la textualidad, sobre el que va a construir su tipología. La hipótesis de base de este autor es que existe un núm ero reducido de tipos de reagrupamiento de proposiciones elementales a las que denomina secuencias prototípicas. La secuencia es una estructura, una red relacional jerárquica, una entidad relativamente autónoma, dota­ da de una organización interna que le es propia y en relación de dependencia/independencia con el conju n­ to más vasto del que forma parte. El texto, a su vez, es una estructura secuencial. La secuencia es la unidad cons­ titutiva del texto, conformada, a su vez, por grupos de proposiciones (m acroproposiciones), integrados por un núm ero indefinido de proposiciones. La proposi­ ción, por su parte, es una unidad ligada según el m o­ vim iento doble com plem entario de la sccuencialidad y la con exidad, que la hace, dado un con ju nto de pro­ posiciones, conform ar un texto. La primera propiedad

textual (secuencialidad) se refiere a la estructura je rá r­ quica en la que se integran las proposiciones y la se­ gunda (conexidad) al modo de sucesión lineal de esas proposiciones. Las secuencias elementales se reducen a algunos tipos básicos de articulación de proposiciones. Esta articulación genera las secuencias prototípicas: narración, descrip­ ción, argumentación, explicación y diálogo. En el nivel textual, la combinación de secuencias es compleja, de ahí que la heterogeneidad pueda aparecer antes que la regu­ laridad (como planteaba Bajtín en su noción de géneros discursivos). Lo más frecuente es la ocurrencia de estruc­ turas secuenciales heterogéneas, en las que se dan los casos de inserción y de dom inancia secuencia!. Si en un texto domina l a secuenrin narrativa, se trata de un texto narrativo. La secuencia narrativa se articula en función de sus aspectos constitutivos en tanto relato'4, y se puede esquematizar del siguiente modo:

secuencia narrativa

ituación inicial

complicación

re(acción)

resolución

situación final moraleja

14 las fuentes que menciona Adam son la Poética aristotélica y la Ji>gií}HC du rccit de Claude Bvemond

Los elem entos narrativos son: la sucesión de even­ tos, la unidad temática (por lo menos un actor sujeto), los predicados que indiquen transformación, un pro­ ceso transformacional de unidad de acción com puesto por una situación inicial, una transformación (m edio) y una situación final -q u e permite precisar la tem po­ ralidad de la sucesión de eventos-, la causalidad na­ rrativa (la tensión de la puesta en intriga, que domina el proceso transformacional o acción), y la evaluación o moraleja. La especificidad de la narración está dada por el pasaje de la simple sucesión lineal y temporal a la lógica singular'del relato que, por su parte, se caracteriza por .introducir un problema por medio de la inserción de una complicación y una resolución entre la situación inicial y la final (com o parte de la transformación del proceso). Uno de los aportes de la propuesta de Adam no es su originalidad descriptiva, sino el hecho de caracterizar las secuencias com o herramientas cognitivas y com u­ nicativas. Tal es así que la narración se vincula con las actividades cognitivas de diferenciación y relación de percepciones y experiencias en el espacio y el tiempo y con su expresión. También desde una perspectiva textual, Teun van D ijk (cf. 1 9 7 8 ) propone la noción de superestructura para dar cuenta de que los diferentes tipos de textos se distinguen entre sí no sólo por sus funciones comuni­ cativas y sociales, sino por la estructura de su con s­ trucción. Define Ja superestructura como la estructura global que caracteriza el tipo de un texto, es decir, co­ mo un tipo de forma de texto. Así, en las diferentes si­ tuaciones comunicativas, utilizamos diferentes formas

textuales, aún cuando nos refiramos al mismo suceso (es decir, cuando el contenido semántico, la macroestructura, sea el mismo). Es preciso señalar que, según este autor, tanto las superestructuras como las macroestructuras son pro­ piedades globales del texto en su conju n to15, vale decir que no se trata de fenómenos oracionales o locales. Las superestructuras, además, determ inan el o r­ den global de las partes del texto. En este sentido, la superestructura es una especie de esquem a abstrac­ to al que el texto se adapta, independientem ente del contenido. Una persona puede hablar y entender su lengua sin estar, por ello, necesariam ente capacitada, por ejem ­ plo, para narrar o entender narraciones. Es decir que la capacidad lingüística y comunicativa no incluye só ­ lo el con ocim iento de la gram ática y el léxico, sino también el dominio de las reglas com binatorias en las que se basan las superestructuras. Estas reglas siiperestructurales son de carácter convencional y es por es­ to que la mayoría de los hablantes de una comunidad lingüística las conoce o reconoce y puede aplicarlas adecuadamente. Las mismas superestructuras, es decir, los mism os esquemas, se pue3eH~mahíféstar en diferentes siste­ mas semiót icos. Por ejempIoT ilrialfsfrúCtúra d é relato se puede concretar en un texto, en una historieta o en un film. 15 Con esto Van Dijk no afirma que necesariamente todo texto deba responder a una superestructura ya dada. El mismo autor sos­ tiene que el problema teórico de si todos los textos tienen superes­ tructura es, sobre todo, empírico.

Por su parle, los textos narrativos son formas bási­ cas globales de la com unicación textual. Ejem plos de textos narrativos son las narraciones que se producen en la vida cotidiana, en la literatura, entre otros campos: chistes, mitos, cuentos populares, sagas, leyendas, cuen­ tos, novelas, biografías, memorias, etc. La característica fundamental del texto narrativo es que éste se refiere, ante todo, a acciones de personas, de manera que las descripciones de circunstancia, objetos u otros sucesos quedarásubordinadas. Esta característica semántica se com bina con otra ele orden pragmático: en general, un hablante explicará unos sucesos u accio­ nes que en cierto modo resulten interesantes. Esto pre­ supone que solamente se dará cuenta del suceso o de las acciones que, hasta cierto punto, se desvían de una norma, de expectativas o costumbres. No se narra una historia adecuada sobre el almuerzo, el peinado del ca­ bello, etc., sin que ésta no esté unida a algún suceso es­ pecial. Un texto narrativo debe poseer com o referente un suceso o una acción que cum plan con el criterio de suscitar el interés De este criterio de interés se obtiene una primera categoría de la superestructura narrativa: la complicación. Esta complicación puede ser un suceso en el que no in­ tervienen personas, como un terremoto, pero debe invo­ lucrarlas, en tanto, com o ya se explicó, sus accion es (incluidas sus reacciones) frente al suceso son el nú­ cleo de toda narración. Esta acción podría ostentar el carácter de una dilución de la com plicación. La cate­ goría de la narratología tradicional que caracteriza esa dilución es la de resolución, que puede ser tanto nega­ tiva com o positiva.

La complicación y la resolución constituyen, enton­ ces, el centro del texto narrativo. T. van Dijk denomina suceso al conjunto de esas dos categorías. Cada suceso tiene lugar en una situación determinada (en tiempo y circunstancia) a la que llama marco. Por su parte, el mar­ co y el suceso conforman un episodio. Hay que tener en cuenta que dentro de un marco se pueden dar varios sucesos. Además, los sucesos pueden tener lugar en situaciones diferentes. Esto conform ará una serie de episodios que se define com o trama. ju n to a estas categorías superestructurales (com pli­ cación, resolución, suceso, marco, episodio y trama), que, según este autor, constituyen la parte más impor­ tante de un texto narrativo, existen otras categorías que, si bien aparecen regularmente, son accesorias. En m uchos textos, los narradores aportan su opinión, su valoración, es decir, una evalu ación de la trama. Al conjunto conformado por trama y evaluación se lo de­ nomina historia Muchos textos poseen también conclusiones prác­ ticas a las cuales se llama m oraleja, com o por ejemplo la fábula, en la que al final aparece una lección.

16 Cí. infra el capitulo III. En ese apartado se estudia los pro­ blemas concernientes al discurso histórico. Si tenemos en cuenta la superestructura propuesta por Van Dijk, para que haya una histo­ ria, en tanto estructura verbal, no basta con una trama (es condición necesaria pero no suficiente), sino que debe aparecer una evaluación por parte del narrador, quien, en el caso del discurso histórico, se fusiona con la figura del historiador. 17 En el esquema, la tipografía negrita sirve para destacar las categorías necesarias (en el sentido de indispensables).

En síntesis, la superestructura de un texto narrativo se puede esquematizar17 del siguiente modo; Narración

historia

trama

moraleja

evaluación

episodio’6

marco complicación

suceso resolución

Con una concepción semántico-generativista19, Ro­ ben Longacre y Stephen Levinsohn (cf. 1978) proponen una clasificación de textos a partir de dos parámetros primarios, concebidos en términos de oposiciones b i­ narias que se construyen por lapresencia (indicada por el signo +) o la ausencia (señalada con ün"^) de rasgos. 10 Los episodios pueden ser más de uno. Cada episodio, por su parte, incluirá un suceso y un marco. 19 El generativismo, corriente fundada por Noam Chomsky (cf. su primera producción, Esírucfurassinfctcticas, escrito en 1957), distingue una estructura profunda y una estructura superficial en toda producción verbal. Según este autor, la estructura profunda co­ rresponde a universales sintácticos innatos, que se rastrean en todas las lenguas. La estructura de superficie corresponde, en contrapar­ tida, a la forma idiosincrática que cada lengua particular asigna a las estructuras subyacentes. El generativismo, como corriente, luego se expandió al campo de la semántica, manteniendo esta distinción entre profundidad y superficie, pero, naturalmente, ocupándose de los problemas concernientes al significado.

Los parámetros son +/~ encadenam iento cronológico (que se refiere al marco de sucesión témpora! en el cual al­ gunos eventos se encadenan con hechos previos) y +/orientación hacia el agente (que concierne a la identidad, mínimamente parcial, ae la referencia del agente a !o largo del discurso). Estos parámetros les permiten distin­ guir cuatro tipos de discursos20: narrativo, procedural, de conducta y expositivo. Desde esta perspectiva, el discurso narrativo es el úni­ co que está marcado positivam ente con respecto de ambos parámetros. Es decir, en la narración hay un en­ cadenam iento de sucesión temporal y, además, existen referencias a los participantes. A estos dos parámetros principales, los autores agre­ gan dos secundarios, +/- proyección v +/- tensión, para caracterizarr“súbtipcisn dentro de esos cuatro tipos básicos. El rasgo tensión se refiere a la expl¡citación de un conflic­ to o a la polarización de concepciones. Básicamente, la categoría “+ tensión” da cuenta del discurso polifónico, aquel en el que se incluye más de un punto de vista (el caso por excelencia es el de la polémica), mientras que la marca tensión” clasifica los textos en los cuales hay una manera objetiva de presentar los puntos de vista.21 El rasgo proyección hace referencia a si una situación o acción es contem plada, ordenada o anticipada pero

20 Si bien estos autores utilizan la categoría de discurso, prefe­ rimos incluir su teoría entre las textuales porque centran su interés en los procedimientos narrativos más que en la relación entre las producciones lingüisticas y la instancia de enunciación. 21 N.B.: Longacre y Levinsohn no sostienen que haya una ob­ jetividad real, sino un modo de presentación que es considerado objetivo.

no realizada. El tipo narrativo. puede dividirse de acuer­ do co n este parámetro: por ejem plo, la profecía, que cum ple con los dos parámetros básicos de la narración, tam bién contiene el rasgo “+ proyección ”, m ientras que una, crónica periodística se caracteriza por poseer proyección”. Este rasgo merece una atención espe­ cial, ya que tiene la particularidad de desarticular la concepción tradicional que hace equivaler “narración” a “referencia a un pasado” (ya sea éste real o irreal). Pero, para explicar la narración, ¿alcanza con analizar estos procedimientos textuales? Desde un punto de vista com im icacional, la respuesta es, necesariam ente, no, puesto que esta perspectiva no toma en consideración la relación entre narración y contexto de producción.

II. El discurso narrativo El análisis discursivo de la narración permite ver las relaciones entre texto y contexto más ampliamente que los entoques puramente textuales, Um berto Eco (cf. 1996) retoma la clásica distinción entre fá b u la y sjuzet (trama) del formalismo ruso (cf. Todorov, 1 9 9 1 ), una de las m aneras más reconocidas por los especialistas de abordar la especificidad del dis­ curso narrativo. La fábula procede de manera lineal desde un momen­ to inicial (Tiempo 1) hacia un momento final (Tiempo x). Esquemáticamente:

Tiempo 1 _____ Tiem po 2 _____ Tiempo 3 ______________ Tiempo x

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------3» F á b u la

Por su parte, la trama se forma con los salios tempo­ rales (prolepsis y analepsis, com o se verá más adelante en la explicación sobre la diferencia entre discurso y relato que postula Gérard Genette) a través de los cua­ les aparece la fábula en el discurso narrativo. En este sentido, la trama es la forma del contenido, la fábula es la sustancia del contenido y el discurso narrativo es la expresión de trama y fábula.22 El esquema correspondiente a la trama es el siguiente: Tíempo-3 Jiem p o-2 ...Tiempo-1

Tiempo 0/1 _Tíempo 2 Tiempo 3 -Tiempo x ---------:-------------------------------------- j* . Tram a

Las relaciones entre fábula, trama y discurso narrativo se representan en el diagrama, propuesto por este autor, que reproducimos a continuación: Fábula CONTENIDO trama te x to

mmmmmm EXPRESIÓN

A

discurso narrativo

22 Esta distinción entre plano de la expresión y plano del conteni­ do y entre contenido y forma de cada uno de ellos se debe al lingüista danés Louis Hjelmslev (cf. 1971).

Eco dice que fábula y trama no son una cuestión de lenguaje, sino que son estructuras casi siempre tradu­ cibles a otro sistema sem iótico, ya que se puede contar la misma fábula de, por ejemplo, la O disea, organizada según la misma trama o no, a través de una paráfrasis lingüística» de una película o de una historieta. Además, mientras en un texto narrativo puede no haber una trama particular, no pueden faltar la fábula y el discurso. El autor da el ejemplo de la fábula de Cap eru áta R oja, que nos ha llegado a través de discursos diferentes: el de Grim m , el de Perrault, o el de nues­ tra madre. En cuanto a la construcción del discurso narrativo, Eco presta especial atención a las técnicas de dilación o m oderación del ritmo, que concibe com o estrategias del autor y que son las que deben permitir al lector paseos inferenchiles. Con esta metáfora da cuenta de las opera­ ciones de razonamiento que son necesarias para cons­ truir la inteligibilidad del texto: “En la narrativa sucede que el texto presenta verdaderas señales de suspense, casi com o si el discurso moderara el paso o incluso frenara, y com o si el autor sugiriera: “y ahora intenta se­ guir tú ..,”. Cuando hablaba de paseos inferenciales me refería, en los términos de nuestra me­ táfora forestal, a paseos im aginarios fuera del bosque [narrativo): el lector para poder prever el desarrollo de la historia se remite a su expe­ riencia de la vida, o a su experiencia de otras historias.” (Eco, 1996)

Estas estrategias Lienen que ver fundamentalmente con el manejo de la temporalidad en la narración ya que se pueden distinguir tres tiempos diferentes: el tiempo de la fábula, el tiempo del discurso y el tiempo de la lectura. El tiempo de la fábula forma parte del contenido de la historia. Si el texto dice “pasaron mil años”, el tiempo de la fábula es de mil años. Pero en el nivel de la expre­ sión lingüística, es decir, en el nivel del discurso narra­ tivo, el tiempo para escribir (y para leer el enunciado) es brevísimo. He ahí como acelerando el tiempo del discurso se puede expresar un tiempo de la fábula lar­ guísimo. Y viceversa. Los tres tiempos (de la fábula, del discurso y de la lectura) pueden, coincidir o no. Cuando coinciden, se puede dar el caso de que la finalidad sea “muy poco artística”. No siempre la dilación tiene que ver con el goce estético en térm inos convencionales. Por ejem ­ plo, el problem a de cóm o establecer científicam ente si una película es pornográfica o no, que se plantea Eco, lo lleva a concluir que la dilación puede tener di­ ferentes efectos. En síntesis, el tiem po del discurso es, por lo tanto, el efecto de una estrategia textual en interacción con la respuesta del lector, al que impone un tiempo de lectura. También existe una manera de detenerse en el texto, de perder tiempo en él, para traducir el espacio. Este procedimiento corresponde a una figura retórica poco conocida: la hipotiposis, que consiste en dilatar el tiempo del discurso y el de la lectura en relación al de la fábula para conseguir poner bajo nuestra mirada una configu­ ración espacial como si la estuviésemos viendo.

En relación con la polémica enire realismo y antirealismor\ Eco sostiene que todo texto narrativo piesupone que el lector acepta, tácitamente, un pacto ficcional con el autor: la “suspensión de la incredulidad”. Este pacto implica que todo relato es ficcional, y ficción, en su sentido etimológico, significa “construcción", en este ca­ so, lingüística, por lo que pertenece, inequívocamente, al terreno discursivo. El lector tiene que saber que lo que se le cuenta es una historia imaginaría, construida, sin por ello pensar que el autor está diciendo una mentira. Sencillamente, como dice Joh n Searle (cf. 1 9 7 5 ), el autor finge que ha hecho una afirmación verdadera. “Nosotros aceptamos el pacto ficcional y fingimos que lo que nos cuenta ha acaecido de verdad. Los mundos narrativos son parásitos del mundo real. No hay una regla que prescriba el número de los elem entos ficcionales aceptables, es más, existe una gran flexibilidad sobre este tema. Form as com o el cuento de hadas nos predisponen para aceptar a cada paso correcciones de nuestro cono­ cimiento del mundo real. Pero todo aquello que el texto no nombra o describe expresamente com o diferente de! mundo real, debe ser sobreentendido com o correspondiente a las leyes y a la situación del mundo real.'’ (Eco, 1996) El problema del estatuto de realidad de los textos narrativos impone al autor la necesidad de reconsiderar

23 Cf. inl'ra 11.a.

ia distinción, bastante usada por los teóricos del texto, entre narrativa natural y narrativa artificial (van Dijk, 1974). Una narrativa se clasifica como natural cuando se cuenta una secuencia de acontecim ientos (reales o no, verdaderos o falsos), ues narrativa natural el relato que podría hacer sobre lo que me pasó ayer, una noticia de un periódico o toda la Historia del reino de Ñ apóles de Benedetto Croce". Por su parte, la narrativa artificial es­ taría representada por la ficción narrativa, la cual finge solamente, como se ha dicho, decir la verdad, o presume decir la verdad, en un ámbito de discurso ficcionaL Pero no existe una marca incontrovertible de ficcionalidad» a menos que intervengan elementos del paratexto, como el subtítulo “novela" o “cuento”, que nos predispo­ nen a interpretar el texto asumiendo el pacto fíccional En el mismo orden de cosas» E co plantea que k na­ rración tiene funciones. En este sentido analoga, m an­ teniendo la metáfora kinésica, el pasear por un mundo narrativo con el juego para un niño, ya que los niños juegan para familiarizarse con las leyes físicas y con las acciones que, en la edad adulta, deberán llevar a cabo seriam ente. Entonces, leer relatos significa hacer un juego a partir del cual se aprende a dar sentido al mundo y a explicar nuestra posición en él, com o diria Gramsci (cf. 1986). Esta función de la narrativa, según Eco, es terapéu­ tica, además de ser el motivo por el cual se cuentan historias desde los orígenes de la humanidad. Esto ex­ plicaría también la función de los mitos en tanto dan forma al desorden de la experiencia. En este orden de co­ sas, poco importa si una narración es artificial o natural.

11.a. D iscu rso/relata Según Émile Benvenisle, existen dos planos de enun­ c ia ció n 2'4 diferentes: e] del relato (o h istoria) y el del discurso. El relato se caracteriza p or ser un modo de enunciación que excluye toda forma lingüística “auto­ biográfica", es decir los deícticos como “yo”, “tú”, “aquí”, “ahora”, los cuales forman parte del aparato formal de la enunciación. También el tiempo verbal presente estará excluido, salvo en el caso de que ese tiempo verbal esté usado con un valor atemporal (como el de las definicio­ nes). En contrapartida, el discurso es una enunciación aue suoone un hablante y un oyente, y utiliza no sólo los deícticos de primera y segunda persona, sino también los tiempos verbales del presente y del futuro, los cuales, com o ya se ha explicado, no forman parte de lo que Benveniste denomina el sistema del plano de la enun­ ciación del relato.^ Sobre la propuesta de Benveniste es posible hacer algunas consideraciones. Podemos agregar que la dis­ tinción entre relato y discurso supera los límites de la referencia a la situación de enunciación: en la medida 24 Benveniste define la enunciación como un acio individual por el cual un locutor se apropia de la lengua. Más específicamen­ te, cada locutor se apropia del aparato formal de la enunciación, es decir, enuncia su posición de locutor mediante índices específicos (deícticos como “yo", “ahora”) y a través de procedimientos acceso­ rios (formas modales). El producto de ese acto de enunciación es el enunciado. (Cf, Benveniste, 1993, 1987). 25 Una perspectiva similar a la de Benveniste es la Harald Weiprich (1975), quien distingue dos actitudes de locución según los tiempos verbales utilizados: una en la que se borran las marcas sub­ jetivas y otra en la que el enunciador se compromete en lo enunciado. A la primera actitud de locución la llama mundo narrado o relato y a la segunda, mundo com entada ó discurso.

en que hay un borrado de las marcas deícticas persona­ les, el relato se inviste de una apariencia de objetividad, mientras que la presencia de esos rasgos en el discurso, al relacionarlo con su enunciador, lo presentan como subjetivo. Por otra parte, Jenny Sim onin-G rum bach26, partiendo de la distinción que postula Benveníste entre enunciación y enunciado, sostiene que la distinción en­ tre relato y discurso no es la presencia o no de formas deícticas, sino el hecho de que refieran a la situación de enunciación o al enunciado. Es decir, en la medida en que en el relato se conforma un sistema de referencias interno al enunciado (tanto en relación con la tem po­ ralidad como en relación con las personas), en el dis­ curso ese sistema remite a la situación de enunciación. Desde una perspectiva de los estudios literarios, Tzvetan Todorov (cf. 1 9 6 6 ) sostiene que la obra litera­ ria narrativa presenta dos aspectos al mism o tiempo; una historia y un discurso. Por una parte, es historia en la medida en la que esa obra evoca una cierta realidad, en tanto ios hechos y personajes de la obra se confun­ den con los de la vida real. Pero esa misma historia po­ dría haber sido narrada a través de otros géneros y de otras materialidades, tales como una película, una his­ torieta, el testimonio oral de un testigo, etc. Por otra parte, la obra literaria narrativa es también discurso^ puesto que existe un narrador que relata la historia y un destinatario de la misma. En este nivel, no son los, hechos y los personajes referidos lo que importa, sino la manera, el modo, en que el narrador los pone en co ­ nocim iento del destinatario.

26 Cf. “Pour tme typologie des discours”. En Kristeva (1975).

Cérard Genede (cf, 1972), retomando esa distinción

de Todorov; explica que el análisis del discurso narrativo im plica, constantem ente, el estudio de las relaciones entre ese discurso y los acontecimientos que relata, y en-

irr m mismo ütair^o y d acto que It? produce, íiukpendientem ente de \a naturaleza de estis relaciones (es decir, dejando de lado él problema de si se, las categoriza coniii reitlcs, liccíuriales, vero«imiles, Ble,), As(, propone definir historia c o m o el significado o contenido narra­ tivo; relato como eí significante, enunciado, discurso o texto narrativo; y, narración como el acto narrativo pro­ ductor, y, por extensión, el conjunto de la situación (real 0 ficcional) que relata. Desde este punto de vista, el discurso narrativo es el único de los tres niveles que es plausible directamente de un análisis textual. Así, historia y narración son me­ diados por el relato, y, a su ver, el discurso narrativo (relato) es tal en la medida en la que da cuenta de una historia (sin la cual no seria narrativo) y es referido por un productor (sin el cual no sería discurso). El relato es una secuencia temporal en dos sentidos; conviven el tiempo de la historia narrada y el tiempo específico del relato. Et relato (ya sea oral o escrito, li­ terario o fílmico, etc.) sólo puede ser actualizado en el tiempo que dura la lectura (o la escucha, etc,).i7 Genette estudia tres tipos de relaciones entre el tiempo de la his­ toria y el tiempo del relato: la de orclerOa de durácíoH'y 1 a d e f recu en c ia . 27 Aquí aparece, para la escritura, la relación entre tiempo y es­ pado. El relato escrito existe en una dimensión espacial (50 hojas, por ejemplo), y el atravesar ese espacio o el recorrerlo supone el paso de un tiempo (2 horas, por ejemplo).

La relación entre el orden temporal de sucesión de los acontecimientos en la historia y el orden (seudo) temporal de su disposición en el relato aparece bajo di­ ferentes formas de discordancia. Esas diferentes formas (IlamadasCcinocronífli* narrativas) aparecen porque es im­ posible la existencia de un tipo de grado cero com o el de un estado de perfecta coincidencia temporal entre relato e historia. Las anacronías narrativas pueden ser divididas en dos grandes categorías: las prolepsis (anti­ cipaciones) y las analepsis (retrospecciones). La prolepsis se refiere a toda estrategia narrativa que consista en evo­ car (incluso narrar) anticipadamente un acontecimiento ulterior al punto de la historia en el que se encuentra el relato y la analepsis denomina toda evocación de un acontecimiento anterior (también en referencia al punto de la historia en el que se encuentra el relato). La relación entre la duración variable de los aconte­ cim ientos en la historia y la (seudo)duración (es decir, longitud del texto) del relato de los mismos será el re~sü¡tado de la diferencia entre la duración de la historia, medida en segundos, minutos, horas, días, meses, años, y la longitud del texto, medida en líneas y en páginas. Esa diferencia recibe el nombre de velocidad. UnJbjpotético grado cero de velocidad (llamado