La moneda del pueblo
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Índice
Prólogo. Manolo Monereo
1. La Teoría Monetaria Moderna: una respuesta al neoliberalismo
2. ¿Qué es el dinero?
3. El trayecto vertical del dinero
4. El ahorro neto del sector privado
5. La función de los bancos como intermediarios de crédito
6. El circuito horizontal del dinero
7. Los bancos centrales
8. La gestión de las cuentas de reservas
9. La endogeneidad del dinero bancario
10. La independencia de los bancos centrales
11. La utilidad de la política monetaria
12. Una mala teoría de la inflación
13. Las causas de la inflación
14. ¿Cómo puede un gobierno estabilizar los precios?
15. ¿Para qué sirven los impuestos?
16. La identidad de los balances sectoriales
17. ¿Estamos dejando una pesada carga a las generaciones futuras si nos endeudamos?
18. La hacienda funcional
19. Para qué sirve el comercio exterior
20. La moneda en el comercio exterior
21. Los movimientos del tipo de cambio
22. Porfiar en gestionar el tipo de cambio socava la potencia del sistema monetario
23. La Teoría Monetaria Moderna en los países en desarrollo
24. El euro
25. El filtro monetario y la estratificación capitalista
26. ¿De dónde salen los beneficios?
27. La lacra del desempleo
28. La solución al desempleo: el trabajo garantizado
29. La gestión del programa de trabajo garantizado
30. La Teoría Monetaria Moderna y los retos contemporáneos
Referencias
Abreviaturas empleadas en esta obra

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STUART MEDINA MILTIMORE

LA MONEDA DEL PUEBLO Prólogo de Manolo Monereo

El Viejo Topo

© Stuart Medina Miltimore, 2017 Edición propiedad de Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo Juan de la Cierva 6, 08339 Vilassar de Dalt (Barcelona) Diseño: M. R. Cabot ISBN: 97884-16995-50-9 Depósito Legal: B 28402-2017 Impreso en España

A todas las víctimas de las políticas de austeridad insensatamente promovidas por los economistas convencionales y las instituciones multilaterales y tan cruelmente aplicadas por los políticos respetables.

ÍNDICE

Prólogo

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1. La Teoría Monetaria Moderna: una respuesta al neoliberalismo

17

2. ¿Qué es el dinero?

24

3. El trayecto vertical del dinero

33

4. El ahorro neto del sector privado

35

5. La función de los bancos como intermediarios del crédito

39

6. El circuito horizontal del dinero

42

7. Los bancos centrales

44

8. La gestión de las cuentas de reservas

49

9. La endogeneidad del dinero bancario

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10. La independencia de los bancos centrales

64

11. La utilidad de la política monetaria

67

12. Una mala teoría de la inflación

78

13. Las causas de la inflación

81

14. ¿Cómo puede un gobierno estabilizar los precios?

85

15. ¿Para qué sirven los impuestos?

89

16. La identidad de los balances sectoriales

95

17. ¿Estamos dejando una pesada carga a las generaciones futuras si nos endeudamos?

100

18. La hacienda funcional

105

19. Para qué sirve el comercio exterior

108

20. La moneda en el comercio exterior

111

21. Los movimientos del tipo de cambio

117

22. Porfiar en gestionar el tipo de cambio socava la potencia del sistema monetario

124

23. La Teoría Monetaria Moderna en los países en desarrollo

130

24. El euro

134

25. El filtro monetario y la estratificación capitalista

140

26. ¿De dónde salen los beneficios?

144

27. La lacra del desempleo

159

28. La solución al desempleo: el trabajo garantizado

163

29. La gestión del programa de trabajo garantizado

168

30. La Teoría Monetaria Moderna y los retos contemporáneos

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Referencias

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Abreviaturas usadas en esta obra

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Prólogo

Manolo Monereo

Se trata de una aventura, de una aventura intelectual. Para emprender el camino hace falta intrepidez, ojos abiertos y capacidad para ver lo nuevo. Este libro es una introducción a la Teoría Monetaria Moderna. El camino no será fácil, pero resultará apasionante. Todo lo que hemos aprendido, lo que ha sido socialmente construido y convertido en sentido común, será puesto en cuestión. Insisto, socialmente construido y que actúa como un pre-juicio y un marco desde donde actuamos, pensamos y votamos. ¿Qué hay en este libro? En primer lugar, una crítica de la economía política dominante que expresa las ideas de la oligarquía financiera y empresarial que hoy nos dirige y manda. En segundo lugar, un discurso económico alternativo con vocación científica y dirigido a la práctica. Y en tercer lugar, un conjunto de herramientas de política económica que pretenden argumentar la posibilidad de superar el paradigma neoliberal para construir una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales comprometidos con la justicia. Dicho de otro modo, se pueden y se deben superar las políticas dominantes, no hay obstáculos teóricos o técnicos significativos; solo hace falta voluntad y decisión política. No hace demasiado tiempo, un conocido sociólogo británico (Colin Crouch) se preguntaba cuánto capitalismo podían soportar las sociedades y el “por qué” de la enorme fuerza del neoliberalismo como política y como teoría. No es una mala pregunta. Tiene que ver, de un lado, con la economía como ciencia social; mejor dicho, con la conversión de esta 11

en algo distinto y superior a las demás ciencias sociales, fundamentada en formalizaciones cada vez más sofisticadas, en el empleo de modelos matemáticos extremadamente complejos, dotados de una presunción de verdad que la equipararían con las “ciencias duras”. Por otro lado, este discurso se ha hecho absolutamente dominante en las universidades, en los medios de comunicación y en el debate político. Aquí hay que pararse un momento. No por casualidad el avance del discurso neoliberal está íntimamente unido al hecho de que la economía se convierte en el eje del discurso público, colonizando la política, las ciencias sociales y la ética. El neoliberalismo es mucho más que una teoría. Es una estrategia política que ha mostrado su eficacia para construir sociedades, personas y Estados a la imagen y semejanza de sus supuestos ideológicos y teóricos básicos. Cuando un Estado pierde su capacidad de emitir moneda, desmonta el sector empresarial público, privatiza los servicios, rebaja los impuestos y crea condiciones que impiden gravar fiscalmente al capital, nos está diciendo que la vocación del neoliberalismo es hacerse irreversible. Repito, hacerse irreversible por el ejercicio del gobierno, sea éste municipal, autonómico, estatal o europeo. Para profundizar un poco más: cuando mañana llegue una fuerza democrática al poder, pongamos que en España, constatará inmediatamente que el poder del Estado ha venido a menos y que tiene que superar un conjunto de obstáculos extremadamente potentes que le impiden, en muchos sentidos, el ejercicio de la soberanía popular. Todo esto es el producto de unas políticas perfectamente diseñadas, que tienen su centro en la Unión Europea, que pretenden “encadenar” a la soberanía popular y limitar el Estado social y, más allá, reducir la democracia sustancial que se fue construyendo en Europa después de la II Guerra Mundial. Como se indicó, la Teoría Monetaria Moderna nos viene a decir que este estado de cosas, que esta postración de la izquierda social, política y cultural se puede superar si hay voluntad, coraje intelectual y compromiso con las clases populares. La Teoría Monetaria Moderna tiene una larga historia, como señala con mucha eficacia Stuart Medina, no solo de crítica a lo existente, sino de posibilitadora de políticas que pueden superar los males infringidos por los gobiernos de la UE (paro, precariedad, desigualdad, 12

pobreza…) y, más allá, la construcción de modelos sociales basados en la democracia, la justicia y la igualdad. Como señala el autor, por esto se llama Teoría Monetaria Moderna, la clave está en el concepto de la moneda. Para esta teoría, la moneda es una institución social emitida y gobernada por el Estado en condiciones de monopolio. Monopolio de la violencia legítima y de la moneda son los supuestos básicos del Estado soberano y condición para el ejercicio de una democracia real. La moneda no es una mercancía ni está ligada, como lo estuvo en otros momentos, a otras mercancías. La moneda que conocemos es una moneda fiduciaria, es decir, basada en la confianza que genera en los usuarios de la misma el Estado que la gobierna. Estos supuestos evidentemente chocan con ideas recibidas que, machaconamente, nos repiten los medios de comunicación de la UE una y otra vez. El Estado, como emisor de la moneda en condiciones de monopolio, –Stuart lo repite con mucha pedagogía– comparte esta función con las instituciones bancarias; de ahí la necesidad de una estricta regulación de la banca que le impida autonomizarse de los poderes públicos y convertirse en el centro del poder económico como ocurre hoy. La idea clave, la que la hace en muchos sentidos revolucionaria, es que, cuando un Estado tiene el monopolio de la emisión de moneda, fiat, no tiene restricciones financieras ni presupuestarias. Las restricciones son políticas o de la economía real, es decir, del modelo productivo, de la dotación de recursos, del papel y de la importancia del Estado o de la inserción en el comercio internacional. La moneda, desde este punto de vista, se convierte en un arma que, usada democráticamente, es capaz de domesticar a los poderes económicos y promover políticas públicas basadas en el pleno empleo, la democracia social y la igualdad. Después de la moneda, el autor nos introduce en la otra pata de la Teoría Monetaria Moderna que son las “finanzas funcionales”. Esta potente construcción se debe a una figura apasionante que se llamaba Abba Lerner. La Teoría Monetaria Moderna sostiene que la función principal de los impuestos es crear demanda para la moneda del Estado y, desde ahí, regular la economía y la estructura productiva. Para Lerner, la clave es que 13

no hay que tener miedo a la inflación cuando existen abundantes recursos excedentarios y una alta tasa de paro involuntario. El centro de la política económica debe ser una lucha decidida y enérgica contra el desempleo a la que deben subordinarse todos los demás objetivos que, de una u otra manera, la academia ha venido concretando. Lerner, como no podía ser de otra manera, entronca con Michal Kalecki y con las teorías post keynesianas sobre el empleo en las sociedades capitalistas desarrolladas. El gran economista polaco escribió en 1943 un conocido artículo donde venía a formular la incompatibilidad del pleno empleo y los intereses de los grandes capitalistas y gerentes empresariales. El pleno empleo, las políticas públicas a favor de él, generan un poder estructural a favor de los trabajadores, tanto en la empresa como en la sociedad. La crisis del fordismo tiene aquí su origen y su causa. Desde el punto de vista político había un problema añadido, las políticas gubernamentales centradas en el pleno empleo exigían una creciente intervención del Estado y un control cada vez mayor de éste sobre la empresa privada. Pleno empleo y estabilidad de precios, esa es la promesa que pretende cumplir la Teoría Monetaria Moderna. Señala, no solo su compatibilidad, sino su necesidad y la convierte en el centro de su política alternativa. No es casualidad que para los promotores de esta teoría, la derrota de la izquierda sindical y política tiene que ver directamente con el abandono de este objetivo que ha sido siempre central en el movimiento obrero organizado. Pleno empleo, derechos laborales y sindicales, servicios públicos y pensiones dignas han sido las reivindicaciones fundamentales que han estado por delante y por detrás de más de 150 años de conflictos sociales y de lucha de clases. Inevitablemente, estas políticas chocan directa o indirectamente, con aquellas posiciones que consideran que el pleno empleo de hombres y mujeres no es ya posible hoy, ni seguramente necesario. La renta básica universal y sus conflictuales relaciones con las políticas de pleno empleo han provocado debates, digámoslo así, agrios, que prometen acentuarse en el futuro; la polémica está servida, solo cabe esperar que sea productiva y que ayude a diseñar buenas políticas para las personas. No voy a entrar en 14

el debate, ya lo hace Stuart, quizás solo una reflexión final. Para un viejo marxista como yo, el desempleo es la otra cara de la contradicción básica del sistema, entre el desarrollo productivo (cada vez más destructivo) y las relaciones y modos de organización social dominantes. Hoy se trabaja más que nunca, en peores condiciones laborales y económicas, con un paro estructural enorme y con unas relaciones laborales cercanas a la servidumbre. El pleno empleo que la Teoría Monetaria Moderna defiende parte de un supuesto que entronca con la vieja tradición socialista: la liberación de los y las trabajadoras y del trabajo es un mismo movimiento; la condición previa es el pleno empleo que construye sujetos sociales y laborales dotados de poder, capaces de plantearse en serio la reducción radical de la jornada laboral y la formulación de proyectos factibles de transformación social. Termino como empecé. En el libro de Stuart Medina hay buena teoría, hipótesis interesantes que obligan a pensar y, sobre todo, propuestas que nos dicen con mucho coraje moral que no estamos eternamente condenados al paro, a la precariedad y a la desigualdad. Podemos cambiar el mundo, nuestro mundo, si queremos, soñamos y somos capaces de pensar por nosotros mismos. Que el viaje sea provechoso. 2 de Octubre de 2017

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1 La Teoría Monetaria Moderna: una respuesta al neoliberalismo

Esta manual es una breve introducción a la Teoría Monetaria Moderna (TMM). El honor de su primera formulación corresponde a Warren Mosler, un outsider de la profesión económica académica dotado de una inteligencia excepcional, un exitoso hombre de negocios, un operador en el mercado de deuda pública, un banquero y un fabricante de coches de carreras. Mosler se dio cuenta de que la narración de los economistas neoclásicos sobre la deuda pública y el déficit fiscal era inconsistente con sus observaciones. Gracias a sus operaciones en los mercados de deuda comprendió algo tan sencillo como que un estado emisor de moneda nunca dejará de pagar la deuda emitida en su propia divisa y por tanto nunca puede ser insolvente. Su análisis fue recogido en un interesante trabajo llamado Soft Currency Economics que daba origen a lo que él mismo inicialmente denominó “Mosler Economics” (Mosler, Soft Currency Economics, 1996). Poco después Mosler entroncaba con economistas de la escuela postkeynesiana como William Mitchell, Randall Wray, Pavlina Tcherneva, Matt Forstater, Stephanie Kelton y otros economistas del Levy Institute que supieron enlazar sus conclusiones con una larga tradición académica que había sido marginada por las instituciones a partir del triunfo ideológico del pensamiento neoliberal en la segunda mitad del siglo XX. La colaboración entre ellos fue fraguando un cuerpo de doctrina coherente a la par que heterodoxo. Teoría Monetaria Moderna quizás no sea el nombre más acertado para 17

una descripción del funcionamiento real de nuestros sistemas monetarios y bancarios. Cuando algún lego en la materia escucha por primera vez esa expresión no puede evitar pensar erróneamente en los conservadores monetaristas de Milton Friedman. Pero el nombre surgió en discusiones en las redes sociales y tuvo fortuna (Pierce, 2013). Lejos de ser contemporáneos, en realidad los antecedentes de la TMM se remontan a ideas formuladas a principios del siglo XX: la teoría estatal del dinero o chartalismo desarrollada independientemente por Mitchel-Innes en el Reino Unido (Mitchell-Innes, 2004) y Georg Knapp en Alemania (Knapp, 1924). Muchos de los postulados de la TMM son consistentes con los trabajos de grandes economistas que muchos académicos contemporáneos han preferido olvidar como Michał Kalecki, Abba Lerner, Wynne Godley o Hyman Minsky. Abba Lerner ya sabía que un estado emisor de moneda nunca podía quebrar. Wynne Godley, merced a su análisis de la identidad de los balances sectoriales, comprendió la importancia del déficit público como contrapartida del ahorro privado. La célebre ecuación de beneficios de Kalecki explica que estos surgen de las decisiones de inversión de los capitalistas pero también necesitan del déficit público y del superávit comercial. Minsky estudió la inestabilidad financiera y fue un proponente del trabajo garantizado. La obra de todos ellos se reconoce en la TMM. Pero la intuición de Mosler sobre la separación funcional entre impuestos y deuda, por un lado, y gasto y transferencias del gobierno, por otro; su demostración empírica en sus operaciones especulativas; y su comprensión de que el déficit público debe ser permanente, salvo en raras ocasiones, permitieron recuperar estos conocimientos y reelaborar una síntesis provocadora, sugerente y necesaria. La TMM se formuló oportunamente en los años 90, antes de que llegara la gran crisis económica global que muchos postkeynesianos venían augurando con años de antelación. La crisis financiera global (CFG) iniciada en 2007 fue el producto de las políticas económicas aplicadas por gobiernos, tanto de derecha como de izquierda, inspiradas por el neoliberalismo a partir de la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado y que habían consentido un crecimiento económico basado en un endeudamiento masivo del sector privado. 18

El neoliberalismo es la doctrina que considera que el mercado es un mecanismo de procesamiento de información y asignación de recursos superior al estado. Solo se puede contar con el mercado para aportar las mejores soluciones incluso para los problemas que crea el propio mercado. Según esta doctrina, el estado debe estar sometido al mercado antes que al ciudadano, actuando mediante una democracia constreñida que lidere una tecnocracia impermeable a las exigencias sociales. El neoliberalismo coloca a la economía en el centro y a los hombres al servicio del mercado. Bajo la guisa de la liberalización en realidad se crea una nueva regulación que deja inerme al individuo pero libera a la gran corporación multinacional. Si bien el neoliberal asegura defender una libertad sin límites el suyo es un concepto restringido que emancipa a algunos individuos para que puedan realizar sus aspiraciones egoístas en el libre mercado pero nos ata las manos a los demás. Por ello aspiran a eliminar todas las barreras al libre movimiento de bienes, personas y capitales ya que, una vez lograda la total libertad de movimiento de los factores, los trabajadores y los pequeños empresarios quedan desprotegidos ante la explotación implacable de las oligarquías (Mirowski & Plehwe, 2009). El neoliberalismo inició un ataque implacable contra el factor trabajo que impidió el crecimiento de las rentas salariales al mismo ritmo que el de la productividad con la finalidad de recuperar la tasa de beneficios de las oligarquías capitalistas. Sin embargo esta estrategia planteaba un dilema para el capitalismo. Para mantener la tasa de beneficios también era necesario que los hogares aumentasen su consumo de forma continuada. Congelando los salarios esto solo era posible si el consumo se financiaba con endeudamiento. El consiguiente deterioro de los balances de los hogares fue el talón de Aquiles de esta estrategia de crecimiento que desembocó en la CFG. El neoliberalismo se apoya en la escuela económica neoclásica que construye elaborados modelos matemáticos dotados de apariencia científica a partir de premisas artificiales y simplistas. Estos explican el comportamiento de un hombre ficticio, el homo oeconomicus, que trata permanentemente de maximizar su utilidad, un concepto impreciso e imposible de medir objetivamente. El pensamiento neoclásico niega el carácter solidario y coo19

perativo del ser humano y trata de restringir el papel del estado a lo mínimo imprescindible, difundiendo mitos acerca de la función del gobierno como causante de inflaciones y desplazamientos de la inversión privada. Cuatro décadas de aplicación de políticas neoliberales no solo han llevado a las sociedades occidentales a la mayor crisis económica experimentada desde los años 30 del siglo XX sino que además han revelado una capacidad para minar los fundamentos de una sociedad democrática saludable. Por ello las respuestas procedentes de los economistas heterodoxos son urgentes y, entre ellas, las procedentes de los exponentes de la Teoría Monetaria Moderna han sido las más difíciles de rebatir. La TMM despierta inquietud entre los economistas neoclásicos y hasta dos libros se ha visto obligado a escribir en contra de ella de forma preventiva uno de los representantes en España de la conservadora escuela austriaca, Juan Ramón Rallo. Sin embargo los bancos centrales han empezado a publicar trabajos de economistas con una comprensión del proceso de creación del dinero compatible con la TMM. En 2014 lo hizo el Banco de Inglaterra (McLeay, Radia, & Ryland, 2014) y en 2017 lo han hecho el Bundesbank (Die Rolle von Banken, Nichtbanken und Zentralbank im Geldschöpfungsprozess, 2017) y el Banco Central Europeo (Jarocinski & Mackowiak, 2017). La TMM aporta una descripción de la economía mucho más interesante que la de las escuelas neoclásica y neokeynesiana, ensoberbecidas y estancas, que dominan el mundo académico actual. Partiendo de la descripción de nuestra realidad institucional y un conocimiento antropológico del hombre, la base empírica de la TMM constituye la respuesta científica más contundente al neoliberalismo y la escuela neoclásica. En este libro pretendemos explicar en lengua vernácula algunos de sus postulados y axiomas fundamentales. Cuando el lector haya completado la lectura de este libro esperamos que se haya convencido de la extraordinaria eficacia de los sistemas monetarios modernos basados en la moneda fiduciaria. También anhelamos que concluya con nosotras que, pese al impresionante desarrollo tecnológico que ha alcanzado la humanidad, las sociedades contemporáneas viven por debajo de sus posibilidades. Nunca antes hemos tenido mayor capacidad para remediar grandes problemas de 20

la humanidad como el hambre, el desempleo, muchas enfermedades o la desigualdad pero resulta que nos hemos impuesto unas anteojeras ideológicas que nos impiden actuar decididamente. Nuestra esperanza es que este breve manual contribuya a removerlas. El libro está estructurado en capítulos muy breves. Los primeros describen la naturaleza del dinero, los circuitos de su creación y destrucción y el funcionamiento del sistema bancario y del dinero que utilizan los bancos: las cuentas de reservas en el banco central. El lector se encontrará con algunos capítulos en los que se cuestionan algunas creencias convencionales sobre la política monetaria y se explica cómo los bancos centrales la utilizan para determinar los tipos de interés. A continuación se abordarán algunos epígrafes que introducen el concepto de hacienda funcional –la idea de que debemos juzgar la política por sus efectos sin atribuirle ningún significado al guarismo que recoge el saldo del déficit público– y repasamos la función de los impuestos desde el punto de vista de la TMM. Varios epígrafes se dedican al comercio exterior y al tipo de cambio y su relación con el desarrollo porque me parecía importante responder a quienes asumen que los postulados de la TMM son solo válidos para países que disfrutan del privilegio de contar con una moneda de reserva. Muchos críticos están obsesionados por lo que llamo la “restricción externa”, la cual en realidad muchos países se imponen a sí mismos al tratar de gestionar su tipo cambio encadenándolo a la moneda de otra nación. Finalmente abordamos aspectos distributivos relativos al grado de cercanía al emisor de la moneda y al grado de monopolio que generan una sociedad capitalista estratificada. Concluyo con una propuesta clásica de la TMM para resolver los problemas de exclusión y pobreza, el plan de trabajo garantizado, y con una reflexión acerca del potencial del estado dotado de soberanía monetaria para abordar de forma más decidida y audaz los grandes problemas de las sociedades contemporáneas. He procurado reducir la extensión de este libro al mínimo empleando a la vez un lenguaje lo más llano posible. Ambas cosas parecerían ir lógicamente de la mano pero sin embargo no siempre es fácil compatibilizar estos propósitos. Sin duda la intención de redactar una obra breve me ha 21

obligado a sacrificar muchas ideas que me hubiera gustado verter mientras que otras no se han desarrollado como merecerían. Si el lector no consigue entender algunas de las ideas solo puede culpar mi falta de pericia como escritor. He utilizado un número reducido de ecuaciones y las pocas que aparecen deberían ser fáciles de comprender para una persona sin formación matemática o económica. También he facilitado algunas ilustraciones en forma de gráficos que apoyan el texto y he incluido algunos ejemplos concretos en cuadros de texto que el lector puede saltarse si lo desea. Quiero agradecer en primer lugar al diputado Manolo Monereo por haberme animado a escribir esta obra y a Miguel Riera, de la editorial El Viejo Topo, por haber tenido la paciencia de esperar más rato de lo debido a la entrega de una versión final. También quiero reconocer a Warren Mosler, Bill Mitchell y Pavlina Tcherneva su paciencia y su voluntad de compartir sus ideas y sus conocimientos conmigo. Los tres han estado en España para exponer la TMM y, cuando les he pedido consejo u opinión, siempre han mostrado una rápida disposición a contestar mis preguntas. También agradezco a mis compañeros de la asociación italiana Rete MMT, Ivan Invernizzi y Daniele Basciu, que han aportado materiales muy didácticos y la idea de la relación entre el grado de monopolio, la cercanía al monopolista de la moneda y la distribución de la renta. Finalmente quiero mencionar a varios compañeros de la asociación española Red MMT que tantas contribuciones están haciendo al avance de la TMM en España. Entre ellos están el erudito Esteban Cruz, que siempre tiene al alcance de la mano un artículo académico que resuelve cualquier pregunta que uno pudiera tener sobre economía; Eduardo Garzón, que me ha dado algunas ideas sobre cómo presentar algunos argumentos; Juan Laborda, un experto en finanzas y banca cuyos publicaciones semanales aportan un análisis fresco de la situación española y que me ha facilitado algunas referencias bibliográficas; Héctor Illueca, un laboralista que ha estudiado la propuesta de trabajo garantizado desde una perspectiva jurídica; Miguel Carrión, que siempre me está enseñando cosas sobre la banca y que muestra una capacidad de análisis que hace cualquier conversación con él valiosa; Luis Gómez, que ha demostrado con datos la aplicación de la paradoja de Kalecki al mer22

cado de trabajo español; Andrés Villena, cuyos trabajos de sociología tan bien explican por qué las elites aplican las políticas económicas que tanto daño hacen a la mayoría; y Carlos García, que tanto ha hecho por difundir la TMM en España. Finalmente quiero mencionar a los profesores de la Universidad Autónoma de Madrid Julián Sánchez, con quien he tenido interesantes conversaciones sobre la gestión del tipo de cambio, y a Nacho Álvarez que me hizo llegar algunos materiales sobre los efectos de las políticas de devaluación salarial.

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2 ¿Qué es el dinero?

El dinero es útil pues nos sirve para realizar nuestras compras, saldar las deudas con nuestros acreedores y pagar los impuestos. También podemos ahorrarlo para retener poder de compra para su uso futuro. El dinero se ha comparado con el aceite de un motor y ésta no es una mala analogía, ya que el sistema monetario es un mecanismo finamente calibrado que permite que todas las transacciones se lleven a cabo casi sin fricción. Cuando falta dinero la economía deja de funcionar con suavidad. Para ser algo de uso cotidiano, sin embargo, sorprende que sea una institución tan mal comprendida. Entre las escuelas económicas existen diferencias en la comprensión ontológica del dinero. La naturaleza del dinero se ha ofuscado, lo cual no ha sido inocente. Henry Ford dijo que era conveniente que la gente no entendiera cómo funcionan el sistema monetario y los bancos porque, de lo contrario, habría una revolución al día siguiente por la mañana. La confusión sobre el sistema monetario contemporáneo es el resultado de aplicar en su descripción conceptos originados cuando el dinero presentaba la forma de un objeto metálico que lo asemejaba a una mercancía, una especie de lingote de plata u oro con un sello del gobierno que garantizaba su pureza y peso. El empleo de metales preciosos en la acuñación inducía a pensar que su valor dependía del contenido de plata u oro de la moneda. El oro, la plata y otros metales preciosos tienen valor debido a su escasez en la naturaleza y la dificultad para encontrarlo y extraerlo. Sin embargo 24

esa virtud, aunque explica por qué es útil para la acuñación, es también su principal inconveniente para desempeñar una función monetaria: la imposibilidad de que la oferta de dinero crezca a la par que la actividad económica. Antiguamente los billetes incluían una leyenda del siguiente tenor: “El Banco de España pagará al portador 1000 pesetas”; y es cierto que hasta principios del siglo XX uno podía presentar esos documentos en la ventanilla del Banco de España y recibía a cambio el equivalente en monedas de plata. El recuerdo de esas formas antiguas de dinero explica que todavía sean muchos los que piensan que el valor del dinero está respaldado por copiosas reservas de metales preciosos que se encuentran en las cámaras acorazadas de los bancos centrales. Pero en realidad este mundo se acabó para la mayoría de los países cuando se vino abajo el sistema de Bretton Woods en 19711. En éste el dólar de EEUU estaba respaldado por las reservas de oro que acumulaba la Reserva Federal y las monedas de los demás países participantes en el sistema cambiaban su divisa por el dólar a un tipo de cambio fijo. Desde el siglo XVIII y hasta esta fecha muchos países habían intentado que funcionase un sistema monetario basado en el patrón metálico que reducía el dinero a una mercancía que no podía producir el gobierno. Los experimentos se saldaron con reiterados fracasos porque siempre que estallaba una guerra o alguna crisis grave los estados lo abandonaban, siempre con intención de volver al patrón metálico. Desde 1971 se ha abandonado definitivamente esa bárbara reliquia y funcionamos con un sistema de moneda fiduciaria. Un sistema tan absurdo como el patrón oro no acaba de fenecer del todo. Actualmente el Tesoro de los EEUU guarda en Fort Knox y otros lugares casi 7.000 toneladas de oro y el Banco de España conserva en sus cámaras acorazadas unas 280 toneladas. Por lo visto estas cámaras conde1. España, «En donde el Banco [de España], en fechas tan tempranas como 1861-62 ya había recurrido en momentos de crisis a defender su reserva del metal más escaso –en aquel momento era la plata– racionando su entrega y sustituyendo “cuanto posible” la plata por el oro en el cambio de sus billetes (Galvarriato 1932: 75), se continúa con la misma práctica, en este caso a la inversa, y nos encaminamos a pasos agigantados hacia la plata, que desempeñará así un triple papel en el sistema: moneda fiduciaria, en tanto en cuanto su valor facial era superior al intrínseco» (Ródenas y Bru, 2006).

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narían a la muerte a cualquiera que intentara hacerse con este tesoro pues ante cualquier intrusión se inundarían automáticamente. La minería del oro es una actividad con un impacto ambiental desproporcionado y por ello resulta sorprendente la irracionalidad de unos gobiernos que se han dedicado durante décadas a comprar toda la producción extraída de agujeros en la tierra para meterlo en otro agujero aún más costoso. Todo ello ha reportado hermosos beneficios para la industria minera pero ha causado unos daños inmensos a la humanidad, pues ni garantizó estabilidad de precios y de las finanzas, ni un crecimiento económico duradero. Concluyamos con Mitchell Innes que las edades futuras se reirán de sus ancestros de los siglos dieciocho y diecinueve, que gravemente compraban oro para encarcelarlo en calabozos en la creencia de que así obedecían una elevada ley económica e incrementaban la riqueza y prosperidad del mundo. Una extraña ilusión, señores míos, para una generación que se jacta de su conocimiento de Economía y Finanza y una que, esperemos, no sobrevivirá mucho tiempo. Cuando de una vez se libere el metal precioso de los grilletes de leyes que son indignas de la edad en la que vivimos ¿quién sabe qué uso no le aguardará para beneficiar a todo el mundo? (Mitchell-Innes, 2004).

La moneda mercancía es una elaboración del liberalismo que de esta manera expresaba su preferencia por que su creación no dependiese de una autoridad central. El que fuera finito además permitía su concentración en pocas personas que podrían comandar mayor poder de compra y, en definitiva, facilitaba el proceso de acumulación capitalista. La visión del dinero como mercancía se puede encontrar ya en Adam Smith, que atribuye su invención a la iniciativa privada, al margen del estado. Pero cuando la división del trabajo dio sus primeros pasos, la acción de esa capacidad de intercambio se vio con frecuencia lastrada y entorpecida. (…) A fin de evitar los inconvenientes derivados de estas situaciones, toda persona prudente en todo momento de la sociedad, una vez establecida originalmente la división del trabajo, procura naturalmente manejar sus actividades de tal 26

manera de disponer en todo momento, además de los productos específicos de su propio trabajo, una cierta cantidad de alguna o algunas mercancías que, en su opinión, pocos rehusarían aceptar a cambio del producto de sus labores respectivas. En todos los países, sin embargo, los hombres parecen haber sido impulsados por razones irresistibles a preferir para este objetivo a los metales por encima de cualquier otra mercancía (Smith, A. 1994).

El mito fundacional de Adam Smith parte de la existencia de una ancestral sociedad basada en el trueque de excedentes agrícolas. Pero la legendaria economía del trueque no se sostiene a la luz de la evidencia aportada por la historia, la arqueología y la antropología. La idea de que en un pasado remoto los hombres se dedicaban a canjear en el mercado unas mercancías por otras en función de una relación de intercambio de cada mercancía por cada una de las demás resulta improbable y ni los antropólogos ni los arqueólogos que han investigado sociedades premonetarias han encontrado rastro de una civilización semejante. Como dice Randall Wray Incluso si solo se intercambiasen unas pocas docenas de mercancías, la gimnasia mental que habría que ejercer para llegar a un vector de equilibrio de ratios de precios relativos –el valor de cada mercancía medido en términos de oro– sería muy difícil, ya que de alguna manera todos los comerciantes de la sociedad tendrían que converger a precios de equilibrio. (Wray, 2012)

Algo que requeriría el poder de computación de un ordenador. Si no existió nunca una economía del trueque entonces también resulta improbable que el dinero hubiese surgido como consecuencia de encontrar un medio de cambio que facilitase el tráfico comercial. La visión del dinero-mercancía no tiene mucho sentido porque el proceso productivo empieza con dinero para producir mercancías con las que conseguir dinero, a ser posible más del que se tenía inicialmente. Siguiendo a Grower (1965), el dinero compra bienes y los bienes compran dinero pero los bienes no compran bienes. Ese dinero es el que nos permite luego comprar todas las demás mercancías que necesitemos pero también 27

nos permite guardar poder adquisitivo con intención de utilizarlo en un momento futuro. El objetivo del proceso productivo en una economía monetaria es conseguir dinero, no mercancías. Si el dinero fuera una mercancía la forma de obtenerlo sería tan sencillo como poner a personas a trabajar en producir esa mercancía. Pero el dinero no es una mercancía que se pueda producir con trabajo. El antropólogo Graeber (Graeber, 2011) o el citado Mitchell-Innes aportan evidencias arqueológicas, numismáticas e históricas que demuestran que el dinero siempre fue una creación de una autoridad central. Como decía Knapp, es una criatura de la ley (Knapp, 1924, pág. 1). Una característica del dinero es que permite expresar cualquier transacción económica en una unidad de cuenta, en definitiva medir una determinada cantidad de deuda. En este sentido el dinero es una unidad tan abstracta e intangible como el metro, el litro o el grado Celsius. Podemos comprender lo que significa un dólar, un maravedí o un euro pero no podemos palparlo ni tocarlo. De la misma manera que el grado Celsius nos permite medir una temperatura y el metro una distancia, un peso, un dólar o un euro nos permiten cuantificar una operación de crédito. Esta propiedad del dinero nos debería ya convencer de que el dinero no puede ser finito. Al igual que no se nos pueden acabar los grados centígrados para medir una temperatura ni los centímetros para medir una distancia tampoco se nos puede acabar el dinero. Decir que no podemos acometer un proyecto socialmente valioso porque a la sociedad se le ha acabado el dinero es tan absurdo como dar por terminado un partido de baloncesto cuando la puntuación pasa de 99 porque ya no disponemos de puntos. Si nos dicen que el dinero se ha acabado es porque hay alguna restricción institucional que no permite crear más. ¿Quién define esa unidad de cuenta? Ni el sistema métrico decimal fue acordado espontáneamente en los mercados ni tampoco lo fue la unidad de cuenta. Son los estados los que determinan la hora oficial y las unidades de medida de peso, distancia o temperatura. De la misma manera es el estado el que define qué es un dólar, un peso o un euro. Esta unidad de cuenta solo puede ser definida y administrada de forma eficaz y confiable por una autoridad reconocida por todos, es decir, por el estado. 28

Lejos de ser un bien físico, tangible, suministrado más o menos generosamente por la naturaleza, en nuestro sistema monetario contemporáneo, basado en moneda fiduciaria o fiat2, el dinero es una institución social regulada por una autoridad central. Esta moneda puede tomar la forma de billetes y monedas o de apuntes electrónicos. Actualmente la mayor parte del dinero existente tiene la forma física de bytes registrados en un ordenador, son meros apuntes contables. ¿Qué es el dinero entonces? El dinero es un pagaré que describe una deuda adquirida en una transacción sin contrapartida y medida en una determinada unidad de cuenta. Podemos ilustrarlo recurriendo a un esquelético circuito económico constituido por esos célebres personajes sin nombre de la tradición oral: Fulano y Mengano. En una transacción sin contrapartida se produce un intercambio en el que Mengano entrega a Fulano un bien o servicio pero Fulano no ha entregado nada a cambio. Queda por tanto en deuda y ésta queda documentada mediante un pagaré verbal o físico. Fulano, el deudor, es el emisor; Mengano, el acreedor, es el usuario o tenedor del dinero. Para que el dinero de Fulano sea válido Mengano tiene que confiar en que será capaz de honrar su deuda en el futuro. Todos podemos pasar por la situación de acreedor o deudor. Como lo explica Michell-Innes «comprando nos convertimos en deudores y vendiendo nos convertimos en acreedores y, siendo todos compradores y vendedores, somos todos por tanto deudores y acreedores. En cuanto deudores podemos cancelar la deuda con nuestros acreedores reconociéndoles una deuda por importe equivalente al que ellos a su vez han contraído» (Mitchell-Innes, A, 1913). El dinero se crea y se destruye casi instantáneamente, como dos partículas de materia y antimateria que cuando se encuentran se aniquilan mutuamente. Cuando Fulano vuelve a encontrarse con Mengano puede entregarle otra mercancía que éste necesite. De esta forma el pagaré emitido por Fulano quedaría cancelado. Alternativamente Mengano podría entregar el pagaré de Fulano a Zutano en otra transacción en la que éste le entregue al primero un bien o servicio. Podemos imaginar una situación en la que el pagaré emiti2. Del latín ‘hágase’ refiriéndose al origen estatal del dinero.

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do inicialmente por Mengano siga circulando por la economía, pasando de mano en mano, sin que nunca se cancele. Si Mengano tiene un crédito elevado en la sociedad su dinero será bueno y será aceptado por otras personas. Ciertamente esto ocurre con el dinero del gobierno: hay millones de billetes de banco que emitió el Banco de España que nunca llegan a redimirse. Cuanto más aceptable sea un pagaré más fácil será que circule ampliamente y es esta transferibilidad otra de las características intrínsecas del dinero. Si bien todo dinero es un crédito (o deuda), la expresión recíproca no es cierta. No todo crédito (o deuda) es dinero. (...) «Es la transferibilidad extensiva de la deuda y la creación de una jerarquía de aceptabilidad la que fue de importancia crucial en el desarrollo de una forma de dinero crediticio (circulante)» (Ingham, 2004). Crear dinero es fácil, lo difícil, como decía Hyman Minsky, es conseguir que te lo acepten. Una deuda puede ser incobrables lo cual quiere decir que el crédito es importante. Cuanto más solvente y digno de crédito sea el deudor más aceptado serán sus pagarés para el público general. Un atributo del dinero es su grado de aceptación y eso, en definitiva, depende del crédito que merece el emisor. Podemos hablar de una jerarquía del dinero, una pirámide en cuya cúspide encontramos el de mayor aceptación, el dinero del estado. La razón de su aceptabilidad es que todos somos deudores del estado. El monopolio de la fuerza que hemos otorgado al estado lo legitima para obligarnos a pagar impuestos en la moneda que crea él mismo y por tanto todos necesitamos conseguirla para saldarlos. El gobierno nos obliga a buscar y además nos facilita ese medio de pago, bien cuando le vendemos nuestros servicios o productos al estado directamente, bien cuando se los vendemos a otros que han conseguido dinero anteriormente. Podemos considerar que el dinero es un crédito fiscal, la deuda que asume el estado con nosotros cuando le entregamos un bien o servicio y que solo se redime cuando nosotros lo devolvemos para cancelar nuestros impuestos, esa deuda que nos ha impuesto el estado. Una deuda se cancela con otra. Un corolario importante es que el estado nunca puede ser insolvente pues puede crear el dinero de la nada y sin coste. El estado es el creador en régimen de monopolio del dinero ya que es quien define la unidad de 30

cuenta y determina su valor. Este privilegio lo distingue de todos los demás agentes económicos que son meros usuarios de moneda del estado. Sin embargo, existen emisiones privadas de dinero. Hay negocios que entregan vales y cupones a sus clientes que se pueden redimir a cambio de los productos con los que comercian. Existen monedas locales emitidas por asociaciones de comerciantes que alcanzan una cierta circulación en el ámbito municipal. Los bancos crean una forma de dinero que llamamos depósitos bancarios. Todas estas monedas solo se pueden redimir cuando su creador entrega bienes y servicios por valor equivalente. Tienen valor en circuitos muy estrechos y solo consiguen una circulación más amplia cuando el emisor se muestra dispuesto a redimirlos por dinero de rango superior emitido por una entidad que merezca mayor crédito. El dinero bancario tiene la máxima aceptación porque los bancos siempre estarán dispuestos a redimirlo entregando dinero del estado a cambio y porque el estado está dispuesto a aceptarlo en el cobro de impuestos. Aunque otros agentes pueden crear dinero solo el estado decide qué dinero acepta en pago de impuestos. En el caso del dinero bancario el estado ha decidido compartir su monopolio con los bancos, un privilegio que debe tener su contrapartida en una regulación estricta de esa actividad. Figura 1: La jerarquía del dinero

Efectivo

Banco central

Sistema bancario

Reservas

Depósitos

Sector privado no bancario

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Para resumir lo antedicho podemos postular los siguientes axiomas sobre el dinero: • El dinero compra bienes y los bienes compran dinero pero los bienes no compran bienes. • El dinero siempre es deuda, no puede ser una mercancía, porque si lo fuera, se violaría la proposición anterior • Una deuda puede ser incobrable lo cual quiere decir que el crédito es importante; no todos los dineros han sido creados iguales. (Wray, Modern Money Theory. A Primer on Macroeconomics for Sovereign Monetary Systems, 2012)

32

3 El trayecto vertical del dinero

Una vez que hemos comprendido la naturaleza del dinero podemos analizar su papel crítico como puntal del sistema tributario. El estado, que detiene el monopolio de la fuerza, tiene necesidad de aprovisionarse de recursos reales. Estos pueden ser fuerza de trabajo, bienes o servicios. El estado impone tributos denominados en dinero del estado. En el sector privado nace la demanda de moneda, único bien útil para pagar los impuestos y, por tanto, una oferta equivalente de fuerza de trabajo, bienes y servicios. Los ciudadanos los venden al estado a cambio de la moneda que necesitan para pagar los impuestos. De esto se deduce que la secuencia lógica de acontecimientos exige que el estado gaste antes de recaudar los impuestos. No es posible que el estado cobre los impuestos si antes no ha puesto en manos de los contribuyentes aquello que necesitan para pagarlos. Cuando el estado gasta, un funcionario de la tesorería tecleará la instrucción en su ordenador. Si el beneficiario de esa transacción está contemplando su ordenador en ese momento verá cómo se añaden dígitos a su saldo bancario. En este caso no se ha movido ni un gramo de oro desde el tesoro al banco del receptor de la transferencia. El pago de impuestos es la operación inversa a la creación del dinero: destruye el dinero creado por el estado. Si el pago de impuestos se hace con una orden de transferencia, simplemente se reduce el saldo de la cuenta del contribuyente. Si observamos nuestra cuenta en la pantalla del ordenador 33

en el momento de producirse la transferencia veremos que los dígitos cambian hacia abajo. Si el contribuyente decide pagar en una oficina del estado con billetes de banco lo más probable es que estos sean triturados1. Observen cómo en ningún momento el contribuyente ha entregado monedas de oro para su custodia en los cofres del estado. En realidad el dinero del estado no es muy diferente a una entrada para un campo de fútbol. Una vez que el espectador ha pasado el control de entrada el billete se rasga y no puede ser utilizado de nuevo.

1. De hecho la Reserva Federal de los Estados Unidos vende sacos de billetes triturados por su página web.

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4 El ahorro neto del sector privado

El mecanismo de creación y destrucción de dinero del estado impacta en la generación de ahorros netos para el sector privado. Veamos cómo funciona este mecanismo en un circuito muy reducido. Supongamos que Mengano se corta el pelo en la peluquería de Zutano. El corte cuesta 15 euros pero Mengano se ha olvidado ese día la cartera en casa. Le deja a deber esa cantidad; esa deuda verbal o apuntada en un papel es un pagaré. Zutano se va después de trabajar al bar de Fulano donde cena por 20 euros. Como

Mengano

Zutano

Fulano

Figura 2: Un circuito monetario esquemático

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es un cliente habitual tiene cuenta en el bar y le apuntan la consumición. Para cerrar el circuito, Fulano encarga un par de bombonas a su proveedor de butano, Mengano. Deja a deber 22 euros que Mengano apunta en la cuenta de su cliente. Resumamos las transacciones anteriores en la siguiente tabla: Agente

Ingreso

Gasto

Saldo

Mengano

22€

15€

7€

Zutano

15€

20€

-5€

Fulano

20€

22€

-2€

Saldo

57€

57€

0€

Comprobamos que todos los agentes han emitido y recibido sendos pagarés. Vemos que algunos agentes han acabado con una diferencia positiva entre lo que adeudan y lo que se les debe mientras que otros deben más de lo que les adeudan. Podríamos decir que Mengano es un ahorrador puesto que le deben 7 euros mientras que Zutano y Fulano se han endeudado. Sin embargo, si sumamos los saldos observamos que la posición financiera neta de los tres participantes en nuestro pequeño circuito económico es 0 euros. Hay ahorradores y deudores pero, en agregado, no se ha creado un ahorro financiero neto. Introduzcamos ahora al estado en nuestro ejemplo. Supongamos que Mengano es proveedor de combustible del coche oficial del ministro y que el estado le ha pagado con un crédito fiscal de 30 euros por llenar el depósito en su gasolinera. Por otra parte supongamos que Zutano y Fulano deben al estado 10 euros cada uno en concepto de impuestos. Como consecuencia de una decisión de gasto del estado algún agente del sector privado se encuentra con un depósito bancario que antes no existía. A la inversa, los impuestos destruyen activos financieros netos del sector privado. Comprobamos que si el estado incurre en un déficit resulta evidente que añade activos financieros netos al sector privado. Es decir, el déficit del es36

tado es el ahorro del sector privado. En cambio, si incurre en un superávit estará reduciendo los ahorros del sector privado. La tabla anterior quedaría ahora como sigue: Agente

Ingreso

Gasto

Saldo

Mengano

52€

15€

37€

Zutano

15€

30€

-15€

Fulano

20€

32€

-12€

Total sector privado

87€

77€

10€

Estado

20€

30€

-10€

Saldo

107€

107€

0€



30

15

Ahorro neto del sector privado



Mengano

22



Estado

20€ Zutano

+10€

Fulano

10





10

Impuestos Figura 3: El ahorro neto del sector privado es el déficit del estado

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Podemos comprobar que queda una posición financiera neta de 10 euros a favor del sector privado. En esta economía nuestro estado está dispuesto a recuperar menos euros vía impuestos de los que ha inyectado mediante el gasto público. Gracias a que está incurriendo en un déficit público el sector privado puede mantener un ahorro neto. Por eso podemos decir que 1 € de déficit público = 1 € de nuevo ahorro neto del sector no gubernamental

Dado que el déficit público crea nueva deuda del estado también podemos establecer la identidad 1 € de deuda pública = 1 € de ahorro financiero neto del sector no gubernamental 2.

Recordemos que este ahorro financiero, materializado en dinero del estado es un crédito fiscal. Su tenedor siempre lo tendrá disponible para saldar la deuda que le impone el estado en forma de impuestos. Si después de liquidarla le sobra un saldo siempre podrá transferirlo a otros agentes ávidos de conseguir moneda del estado para saldar sus propias deudas tributarias. Podemos concluir que, solo si existe otro sector dispuesto a endeudarse, podrá el sector privado tener una posición financiera neta positiva. Esto nos permite desmitificar el sentido real del saldo presupuestario del estado. Cuando los políticos, la prensa económica y ciertos economistas nos dicen que “el déficit público es excesivo” o nos crean ansiedad porque la “deuda pública llega al 100% del PIB” y que hay que recortar gastos lo que nos están diciendo, en realidad, es que quieren reducir el ahorro del sector privado. Estos mismos expertos no suelen tener en cuenta que quizás el sector privado sí desea conservar esos ahorros, no reducirlos. 2. En el sector no gubernamental incluimos a hogares, empresas, entidades financieras y el resto del mundo. Si suponemos que no existe un sector exterior para simplificar el análisis entonces hablaremos de ‘sector privado’.

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5 La función de los bancos como intermediarios de crédito

Incorporemos los bancos al esquemático sector privado de nuestro ejemplo. Hasta ahora hemos imaginado solo a tres agentes que se conocían y por ello depositaban su confianza en que sus deudores honrarían sus deudas. Supongamos que Fulano quiere saldar su deuda con Mengano. Podría decirle: «Zutano, me ha dado un pagaré por 20€. Te lo doy y de esta manera cobras mi deuda de Zutano». En un circuito tan estrecho en el que los agentes se conocen podría ser posible tal transacción. Es difícil que esta confianza pueda darse entre desconocidos. En una economía operan miles de agentes y es improbable que unas personas acepten en pago los pagarés de otras a las que no conocen. Por eso han surgido unos intermediarios especiales llamados bancos. Su función es establecer estas relaciones de confianza que no son posibles entre desconocidos. Las creencias populares sobre el funcionamiento de los bancos no se corresponden con la realidad de los sistemas bancarios modernos. Frente a lo que se suele pensar, un banco no capta fondos de los ahorradores y los presta a otros individuos o empresas. Esta imagen popular se corresponde más bien con la operativa de un prestamista que presta a intereses usurarios. La idea de que los bancos puedan captar fondos prestables de un ahorrador encierra un corolario improbable: supondría que particulares y empresarios podrían crear nuevo dinero algo que solo sería posible si fueran falsificadores de moneda. 39

La impresión errada de que un banco capta fondos de ahorradores y los canaliza hacia los inversores procede de una consecuencia de su actividad. Por una parte los bancos facilitan fondos a quienes quieren o necesitan gastar más de lo que ingresan. Este gasto puede destinarse a financiar una inversión productiva, el fondo de comercio de una empresa (existencias de mercaderías, trabajo en curso, saldo de clientes, etc…) o un gasto en consumo. Por otra parte, esta actividad genera pasivos financieros del banco en los que otros agentes pueden materializar su deseo de ahorrar. Obviamente estos agentes del sector privado no pueden haber creado los depósitos bancarios. Lo que hace un banco es intermediar en el crédito. Un banco debe determinar si un cliente será capaz de reintegrar en el futuro el principal de un préstamo además de los intereses de donde salen los beneficios del banco. Si se trata de una inversión productiva (en equipamiento industrial, por ejemplo) el banco tendrá que estudiar la rentabilidad del negocio del prestatario. Si el banco es prudente debe cerciorarse de que el cliente generará en el futuro cobros que superarán sus pagos por el uso de factores productivos y sus compras, es decir, un flujo de caja positivo. El banco puede entender que durante un tiempo un nuevo negocio puede necesitar una renovación del crédito al vencimiento del préstamo pero en algún momento del futuro los flujos de caja de su cliente deben ser capaces de validar la decisión de inversión tomada hoy. Alternativamente el cliente puede tener una posición en algún activo que puede aportar en garantía y que podría realizarse en el mercado rápidamente para saldar la deuda, tal como una cartera de valores o una propiedad inmobiliaria. Si el dinero se destina a adquirir bienes de consumo el banquero debe asegurarse de que el deudor tiene una fuente de ingresos que le permitirá amortizar el préstamo en el futuro y pagar los intereses. Por ejemplo un préstamo hipotecario financia la compra de una vivienda que no generará flujos de caja a su propietario. Por eso el banco solo debería conceder un préstamo hipotecario a un deudor que cuente con ingresos regulares procedentes de otras fuentes, normalmente un salario, que le permitirán atender el pago de sus cuotas de forma periódica. Un banquero prudente procurará que las cuotas hipotecarias no excedan de un porcentaje de los ingresos de su cliente para no comprometer la sostenibilidad financiera de ese hogar. 40

En definitiva un banco evalúa a cada uno de sus clientes y determina si es merecedor o no de la confianza de toda la sociedad. El banco funciona como una entidad en la que confían los demás agentes de la economía. Está diciendo a la sociedad que se le pueden entregar a la persona digna de crédito bancario bienes y servicios reales ya que existen unas probabilidades muy elevadas de que los reintegre más tarde en mayor cuantía. Si un cliente es digno de crédito o aporta suficientes garantías en forma de avales, bienes pignorados o activos inmobiliarios hipotecables el banco le abrirá una línea de crédito, le dará una tarjeta de crédito o constituirá un préstamo a su favor. Cuando el banco decide conceder un préstamo simplemente hace un apunte contable. Por una parte anotará en el activo de su balance la apertura del préstamo a favor de su cliente y en el haber apuntará una cantidad idéntica en una cuenta de depósito abierta a favor de su cliente. Este es el proceso instantáneo de creación del dinero bancario. No ha sido necesario captar fondos de un tercero ni tampoco se han prestado reservas obtenidas del banco central. El cliente utilizará ese nuevo poder de compra para pagar a sus proveedores. Estos fondos acabarán por tanto en cuentas corrientes de otros agentes. Los demás agentes aceptan en pago ese nuevo poder de compra y están dispuestos a encauzar bienes y servicios –recursos reales– hacia el cliente del banco. Lo hacen en primer lugar porque confían a su vez en la solvencia de la entidad bancaria. En segundo lugar, porque hay un seguro de garantía de depósitos que garantiza a un individuo que recuperará su dinero incluso aunque el banco se volviera insolvente o quebrara. En tercer lugar, porque saben que en los sistemas bancarios modernos los bancos centrales están dispuestos a facilitar líneas de liquidez de emergencia a los bancos. Además, los bancos mantienen posiciones en títulos cotizados de alta calificación crediticia en sus balances para el caso de que necesiten generar liquidez inmediatamente. Los bancos centrales están dispuestos a comprar estos títulos y de esta manera ayudan a mantener la solvencia y liquidez de un banco en apuros. En último lugar, pero desde luego no en orden de importancia, el estado acepta el dinero bancario en pago de impuestos. En definitiva es el respaldo del estado y su disposición a compartir su monopolio de emisión con los bancos lo que permite que el dinero de éstos tenga la máxima aceptación. 41

6 El circuito horizontal del dinero

Ahora que entendemos la función de los bancos analicemos cómo puede facilitar el funcionamiento de nuestro esquemático modelo económico. Fulano puede pedir un crédito a su banco para saldar su deuda con Mengano. La operación de constitución del préstamo consiste en que el banco hace un cargo en el activo de su balance por el importe del principal y apunta un abono por el mismo importe en la cuenta corriente que ha abierto a nombre del deudor. Fulano transferirá los fondos desde su cuenta bancaria a la de Mengano. Mengano aceptará el dinero bancario porque sabe que le confiere un poder de compra que cualquier otra persona aceptará. La concesión del préstamo a Fulano consiste en el intercambio de dos pagarés. Por una parte Fulano ha recibido un depósito, un pagaré del banco, que es poder de compra que se puede utilizar inmediatamente. Por otra parte Fulano se compromete a devolverle al banco ese mismo importe en el futuro y además a pagar unos intereses periódicamente. Como consecuencia de esta transacción se van a producir dos secuencias de flujos de caja: uno de salida desde el banco al beneficiario del crédito; otro de importe equivalente pero en un tiempo futuro, en una o varias cuotas, incrementado por el importe de los intereses. El banco debe confiar en que el cliente será capaz de generar este segundo flujo de caja porque el único cierto es el primero. Así pues en una economía pueden circular dos tipos de dinero: 42

• El dinero del estado, que en realidad podemos considerar un crédito fiscal, que puede transmitirse de unos agentes a otros hasta que se cancela definitivamente al producirse el pago de impuestos. Podemos llamarlo dinero vertical. • El dinero bancario, que también puede transferirse de unos agentes a otros, que se cancela gradualmente a medida que los clientes van devolviendo el principal de los préstamos. Podemos llamarlo también dinero horizontal o dinero crediticio. El banco por tanto es un agente fundamental que facilita la circulación ‘horizontal’ del dinero entre agentes del sector privado. Observemos sin embargo que el circuito horizontal no añade activos financieros netos al sector privado. Si el banco concede un préstamo a un particular también constituye un depósito por el mismo importe. Aunque el prestatario luego se gaste el saldo anotado en su nuevo depósito lo único que ocurre es que la titularidad de ese depósito será transferido a un tercero en el mismo o en otro banco. En agregado el sector no gubernamental no puede crear activos financieros netos. Lo que sí pueden hacer los bancos es utilizar su capacidad de creación de dinero para facilitar y apalancar la circulación del dinero vertical.

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7 Los bancos centrales

Los bancos centrales desempeñan varias funciones en las economías modernas. Funcionan en primer lugar como banqueros de las administraciones públicas. En España la Secretaría General del Tesoro y otras entidades públicas mantienen sus depósitos en el Banco de España, que se encarga de ejecutar las órdenes de pago en nombre de las administraciones públicas. Paradójicamente, pese a ser los banqueros de los gobiernos y a que sus predecesores fueron creados para financiarlos, la normativa europea prohíbe a los bancos centrales concederles préstamos, anticipos o líneas de descuento. Esto implica que el estado debe emitir deuda pública en los mercados para evitar que sus cuentas en el Banco de España se queden en descubierto. Se trata una restricción institucional que responde a un interés ideológico por limitar el gasto público. Pero esta prohibición se puede soslayar cuando los bancos centrales compran deuda pública en los mercados secundarios. El propio Banco Central Europeo (BCE) compra títulos de deuda emitidos por los estados miembros de la zona euro que se encuentra en las carteras de fondos de pensiones, fondos de inversión, bancos y patrimonios de personas adineradas. Esta operativa trata de guardar las apariencias de que se ha dejado un tiempo para que se formen los precios de forma competitiva en los mercados. Es una forma tortuosa de llegar al mismo resultado que si el estado hubiera recibido un descubierto del banco central. Otro importante cometido de los bancos centrales es estabilizar los mer44

cados financieros. Cuando las entidades financieras experimentan una salida de depósitos puede ocurrir que los bancos necesiten deshacerse de sus posiciones de activos financieros para conseguir liquidez. Estas posiciones de los bancos privados suelen estar colocadas en deuda pública. Los bancos centrales juegan un papel fundamental comprando estas posiciones, estabilizando de esta manera los precios en los mercados financieros e inyectando liquidez a los bancos. Este comportamiento de los bancos centrales evita los pánicos bancarios que fueron habituales en el siglo XIX y XX. Sin embargo, si el banco central considera que una entidad bancaria no es solvente puede decidir que es mejor intervenir la entidad bancaria en lugar de concederle la liquidez que necesita para asegurar su solvencia. Por eso una función importante de los bancos centrales es la supervisión bancaria. Los bancos centrales deben estudiar los balances y las cuentas anuales de los bancos para conocer sus índices de solvencia y liquidez y averiguar con suficiente antelación si una entidad debe ser intervenida. Puede incluso destituir a los gerentes de la entidad sustituyéndolos por personal propio para dirigir a una entidad que se enfrenta a dificultades. En casos extremos puede tomar la decisión de liquidar un banco, nacionalizarlo o venderlo a otro banco, incluso troceándolo en varias entidades. Por tanto la función de los bancos centrales es crítica a la hora de asegurar la confianza del público en los bancos privados. Esta capacidad disciplinaria es importante porque los instrumentos que emplea el banco central para ayudar a los banqueros generan un problema de riesgo moral. Los gerentes de los bancos saben que los bancos centrales siempre están dispuestos a suministrarles liquidez, comprar sus posiciones de deuda pública y hacer lo posible por evitar su colapso. Esta convicción puede llevarlos a asumir riesgos que de otra manera no correrían. Fue Hyman Minsky quien desarrolló la hipótesis de la inestabilidad financiera. Minsky advirtió que las mismas instituciones públicas que habían conseguido la estabilidad financiera durante la época posterior a la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado, paradójicamente generaban inestabilidad (Minsky, 2008). Las instituciones creadas por el estado para asegurar el correcto funcionamiento de los sistemas financieros –los 45

fondos de garantía de depósitos, la provisión de liquidez por los bancos centrales, el reconocimiento del dinero bancario por el estado como medio de pago de los impuestos– generan un patrón asimétrico de recompensa de los gerentes bancarios. Los fondos de garantía de depósitos permiten que los clientes del banco recuperen su dinero si el banco quiebra, lo cual los disuade de sacar sus depósitos si trasciende a la opinión pública que una entidad financiera está experimentando problemas de liquidez. La provisión de liquidez por los bancos centrales permite a los bancos seguir funcionando si algunos préstamos de su cartera empiezan a dar problemas de morosidad. Al aceptar el estado el pago de impuestos en dinero bancario se evita el riesgo, frecuente en el siglo XIX, de que coticen en el mercado con un descuento sobre su valor facial. Los fondos de restructuración bancaria, parcialmente financiados por el estado, permiten costear los procesos de nacionalización, venta o liquidación de entidades financieras. El efecto indeseado de estas instituciones es que, si los negocios van bien, los gerentes ganan mucho dinero; si van mal, es el estado quien rescata la entidad bancaria. La privatización de los beneficios y la socialización de las pérdidas genera un patrón asimétrico de recompensa. En su teoría del ciclo económico Minsky describe cómo en el periodo posterior a una crisis financiera hay una etapa inicial en la que los banqueros actúan de forma prudente y los mercados financieros funcionan razonablemente bien. Existen oportunidades rentables de conceder financiación, los préstamos se devuelven y la morosidad es baja. Poco a poco los banqueros van olvidando las lecciones aprendidas en crisis anteriores y exploran oportunidades de negocio más rentables pero también más arriesgadas. Inicialmente estas operaciones van saliendo bien y los gerentes se van envalentonando. Los banqueros entonces entran en operaciones más arriesgadas. Para hacer crecer sus carteras crediticias y mejorar sus tasas de rentabilidad los banqueros empiezan a conceder préstamos a empresas y personas que gozan de peor calidad crediticia. Este comportamiento de los banqueros se debe a la heurística de la disponibilidad, observada en el comportamiento humano. Damos mayor ponderación en nuestras decisiones a hechos pasados que hemos incorporado más recientemente a nuestra me46

moria. Si hemos vivido una crisis económica recientemente seremos más cautos. En cambio si nuestras últimas decisiones, tomadas en un entorno de crecimiento económico, han dado buenos resultados estaremos más dispuestos a correr riesgos en las próximas operaciones. Si se produce una crisis financiera las instituciones que ha creado el estado evitan que los bancos se queden sin liquidez y los habilitan para que éstos puedan continuar con su actividad sin grandes alteraciones. El precio de las instituciones creadas para garantizar la solvencia de los bancos privados ha sido sembrar las condiciones para la creación de nuevas crisis financieras de mayor gravedad en el futuro. Durante un tiempo los banqueros pueden recuperar su prudencia pero, ante la falta de consecuencias severas de su comportamiento anterior, éste se repite y los límites de la prudencia se tantean con mayor agresividad. Este proceso genera un crecimiento económico a lomos del crédito bancario hasta que se produce el “momento Minsky”, aquél en el que los banqueros se dan cuenta de que los balances de las familias y empresas están demasiado endeudados y dejan de conceder nuevos préstamos. En ese momento la economía se viene abajo, deja de crecer el PIB, los negocios experimentan caídas en las ventas y algunas empresas dejan de pagar sus préstamos. El paro aumenta y quienes antes podían pagar sus cuotas hipotecarias dejan de hacerlo. Los bancos empiezan a experimentar problemas de morosidad y de rentabilidad. En definitiva, la tranquilidad financiera acaba generando una tempestad, que costeamos entre todos. La financiarización, ese proceso de crecimiento irracional del crédito bancario observado en muchas economías occidentales, fragilizó los sistemas financieros en la primera década de este siglo. Según la hipótesis de Minsky una de las causas ha sido el conjunto de instituciones creadas para asegurar la tranquilidad financiera. Durante la burbuja inmobiliaria estas instituciones generaron una falsa sensación de seguridad entre los banqueros, que incurrieron en comportamientos cada vez más arriesgados por mor de ganar más cuota de mercado y aumentar su rentabilidad. El sector privado pudo acceder con mayor facilidad que nunca al crédito bancario, sobre todo mediante préstamos hipotecarios. Tal fue la experiencia española durante la burbuja financiera que acabó en la crisis iniciada en 2008 47

llevándose por delante las cajas de ahorro y cuyos últimos coletazos han sido la intervención y venta del Banco Popular en 2017. La experiencia pasada sugiere que los bancos centrales deberían tener competencias de supervisión más amplias y los parlamentos introducir una reglamentación más estrecha, que permitieran limitar el crecimiento de los activos bancarios e incluso modificar la composición de las carteras crediticias si se observa que están financiando una burbuja especulativa. Por último, una de las funciones más importantes de los bancos centrales es gestionar el volumen de reservas en el sistema bancario y determinar los tipos de interés en el mercado interbancario donde se intercambian éstas, cuestiones que examinamos en el siguiente epígrafe.

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8 La gestión de las cuentas de reservas

El análisis del sistema monetario no está completo si no estudiamos el dinero que utilizan los bancos. Los bancos utilizan cuentas de reservas, que son simplemente depósitos que mantienen en el banco central y que no son muy diferentes de las cuentas corrientes y de los depósitos que usan los ciudadanos y empresas. Estas cuentas son un pasivo del banco central y un activo de las entidades financieras. Podemos decir que el banco central es el banquero de los bancos. Los bancos procurarán minimizar el nivel de reservas porque estas cuentas no ofrecen más rentabilidad que la que quiera pagar el banco central. Sin embargo los bancos necesitan mantener un saldo mínimo de reservas, en primer lugar por una exigencia del regulador1. Además los bancos pueden mantener un nivel de reservas para asegurar un mínimo de liquidez. Estas reservas también sirven para que los bancos compensen pagos entre ellos. Supongamos que un banco A tiene que depositar en cuentas de sus 1. En el Eurosistema, las reservas mínimas se calculan aplicando un coeficiente, actualmente el 1%, llamado coeficiente de reservas o coeficiente de caja, sobre los saldos existentes a fin de mes de determinados pasivos de las entidades de crédito, generalmente con plazos de vencimiento inferiores a dos años, que, en conjunto, forman lo que se denomina base de reservas. Las reservas así determinadas se deben mantener durante un período de un mes y se remuneran al tipo de interés de las operaciones principales de financiación del Eurosistema. Una entidad cumple las exigencias de mantenimiento de reservas durante ese mes si la media de los saldos diarios en su cuenta en el banco central no es inferior a la cantidad exigida (Glosario de Política Monetaria. Página web del Banco de España).

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clientes transferencias y cheques procedentes de otro banco B. A su vez el banco B tiene que hacer lo propio con medios de pago procedentes del banco A. Periódicamente, por ejemplo una vez al día, los bancos llevan los pagos y cobros pendientes de procesar a una cámara de compensación donde se calculará la posición neta que cada banco tiene respecto a las demás entidades bancarias participantes. Si tras saldar esas posiciones el banco A adeuda al banco B el importe pendiente se liquida con una orden de transferencia desde su cuenta de reservas en el banco central a la cuenta de reservas que mantiene el banco B.

+1.000

-1.000 Cuentas de reservas

-1.000

+1.000 Banco A

Banco B Cheque 1.000

Zulano

Dinero bancario: cuentas corrientes o depósitos a plazos

Fulano

Figura 4: Pago a través del sistema de reservas

Al finalizar el período de cómputo de la posición de reservas algunos bancos pueden encontrarse con una insuficiencia de reservas mientras que otros pueden tener un excedente. Existe un mercado interbancario que permite que los bancos se presten reservas entre sí. Un banco puede acceder a más reservas de esta manera. Pero el sistema bancario en su conjunto no puede aumentar o disminuir el total de reservas existentes. 50

Solo las operaciones fiscales del gobierno y las operaciones del banco central pueden variar su nivel. Si, por ejemplo, las exigencias de nivel de reservas en todo el sistema bancario son de 100 mil millones de euros pero al final del período de cómputo solo hay 95 mil millones al menos un banco incumplirá el requisito legal. Solo el banco central puede cerrar esa brecha y lo hará si no quiere provocar el colapso del sistema de pagos bancarios. Si un banco necesita aumentar sus cuentas de reservas siempre podrá acudir al banco central si no puede conseguirlas en el mercado interbancario. Al igual que los bancos pueden crear nuevos depósitos también el banco central tiene la capacidad de crear nuevas cuentas de reservas. Los bancos centrales suministrarán el volumen de reservas que sea compatible con su objetivo de tipos de interés y además asegure la estabilidad del sistema de pagos. Si el banco central se negara a suministrar nuevas reservas los bancos deficitarios tendrían que realizar otros activos en los que mantienen posiciones vendiéndolos precipitadamente, lo cual podría desestabilizar los mercados financieros, o pedir a sus clientes la devolución anticipada de préstamos y créditos para reducir el importe de sus depósitos, lo cual podría causar problemas de solvencia y liquidez en la economía. Las reservas bancarias forman parte de lo que se llama la ‘base monetaria’, que está constituida además por las monedas y billetes de curso legal en manos del público. Un error conceptual frecuentemente difundido por la prensa y algunos economistas es la creencia de que un banco capta cuentas de reservas creadas por el banco central para prestarlas a sus clientes. Las cuentas de reservas solo pueden ser utilizadas entre bancos que son miembros del banco central. Para entender el proceso de creación de nuevas reservas analicemos una versión esquelética del balance de un banco central: Activo (A) = Reservas (R) + Billetes en circulación (B) + Depósitos de la Tesorería (DT)

Además de mantener las cuentas de reservas de los bancos, los bancos 51

centrales emiten los billetes de banco y mantienen los depósitos de la Tesorería. Los cambios en el balance del banco central se pueden representar con la siguiente ecuación: ΔA=ΔR+ΔB+ΔDT; donde la letra griega Δ indica una variación de la variable a la que acompaña.

Si queremos estudiar los cambios en las cuentas de reservas podemos reordenar la expresión anterior de la siguiente manera: ΔR=ΔA-ΔB-ΔDT

Por tanto las reservas de los bancos centrales crecen (decrecen) cuando 1) aumentan (reducen) sus activos, 2) el público reduce (incrementa) las cantidades de efectivo que desea mantener o 3) el gobierno reduce (aumenta) sus depósitos en el banco central cuando ordena transferencias al (recibe transferencias del) sector privado. Este último mecanismo forma parte de lo que hemos llamado trayecto vertical del dinero. Cuando el estado hace un pago normalmente da una instrucción para que se adeude la cuenta que mantiene el Tesoro en el banco central y se abone la de su acreedor como haríamos cualquiera de nosotros al ordenar una transferencia a un proveedor o acreedor. Esta instrucción genera un par de apuntes contables intermedios en el banco central: se adeuda el depósito del Tesoro en el banco central y se abona la cuenta de reservas del banco del beneficiario de la transferencia. Finalmente el banco privado adeuda su cuenta de reservas en el banco central y abona la cuenta de su cliente. De esta manera el estado ha creado nuevo dinero: un depósito bancario de una persona o entidad del sector privado ha aumentado su saldo y éste tiene su contrapartida en un aumento de la cuenta de reservas del banco privado.

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A primera vista esto resulta complicado de entender porque se registra un cuádruple apunte contable. Quizás ayude al lector ver el impacto de una operación de pago de 100 euros del estado en los balances del tesoro, el banco central, el banco privado y el proveedor del estado. A) En la contabilidad del tesoro se registran estos apuntes Cuando el tesoro reconoce la obligación de pago 100

Reconocimiento del gasto

x

Deuda con proveedor

100

x

Depósito en el banco central del Banco A

100

Cuando el tesoro ordena el pago 100

Deuda con proveedor

B) En la contabilidad del banco central se registra el siguiente apunte contable. 100

Cuenta del tesoro

x

Depósito en el banco central

100

C) En la contabilidad del banco privado “A” se registraría el siguiente apunte 100

Cuenta de reserva del Banco A

x

Cuenta corriente del proveedor

100

D) Finalmente en la contabilidad del proveedor podríamos ver los siguientes apuntes registrados: 100

Cliente: estado

x

Venta o presentación de servicio al estado

100

100

Cuenta corriente en Banco A

x

Cliente: estado

100

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Si un déficit público se prolonga en el tiempo, eventualmente el saldo de los depósitos del estado en el banco central se volvería negativo. Es decir, en este caso el banco central consentiría que el estado tuviera un descubierto en cuenta. Sin embargo, muchos ordenamientos legales han establecido restricciones institucionales que prohíben a los bancos centrales la financiación del déficit del estado2. Para evitar los descubiertos que resultarían de un déficit prolongado, convencionalmente el tesoro emite deuda pública por importe equivalente al déficit fiscal. El efecto final en los balances de los bancos de la emisión de deuda es una reducción de los saldos de sus cuentas de reservas y un aumento por valor equivalente de los saldos en sus tenencias de títulos de deuda pública. El comprador de esa deuda puede ser un banco y en este caso el banco abonará su cuenta de reservas en el banco central y cargará su cuenta de cartera de deuda pública. A su vez, el banco central transferirá esas reservas desde la cuenta del banco a la cuenta del Tesoro. Otra posibilidad es que el comprador sea un fondo de pensiones o de inversiones. En este caso su cuenta corriente en el banco se verá reducida por el importe de la inversión en deuda pública. A su vez el banco ordenará una transferencia de reservas desde su cuenta en el banco central a la del Tesoro. La emisión de deuda es un vestigio anacrónico de la época en la que los sistemas monetarios se basaban en moneda metálica. Sin embargo tal conservadurismo institucional no es inocente. La deuda emitida por el estado permite que aquellas personas que detienen el ahorro neto del sector privado, inicialmente materializado en dinero que no paga intereses, puedan transformarlo en un instrumento que genera una renta. Obviamente los principales beneficiarios de ella son los grandes patrimonios. En este 2. Por ejemplo, el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea en su artículo 123.1 dice: «Queda prohibida la autorización de descubiertos o la concesión de cualquier otro tipo de créditos por el Banco Central Europeo y por los bancos centrales de los Estados miembros, denominados en lo sucesivo bancos centrales nacionales, en favor de instituciones, órganos u organismos de la Unión, Gobiernos centrales, autoridades regionales o locales u otras autoridades públicas, organismos de Derecho público o empresas públicas de los Estados miembros, así como la adquisición directa a los mismos de instrumentos de deuda por el Banco Central Europeo o los bancos centrales nacionales».

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sentido entendemos que la deuda no es más que una forma de beneficencia para la oligarquía rentista. Otra causa de la variación en las reservas son las decisiones de inversión o desinversión en activos que realiza el banco central. Podemos expresar el efecto en el nivel de reservas de la compra de activos por el banco central mediante una ecuación: ΔR=ΔA, si hacemos ΔB=0 y ΔDT = 0. Estas operaciones se realizan en el marco de su política monetaria. Los bancos centrales modernos tratan de determinar un tipo de interés de referencia a corto plazo. El tipo de referencia más utilizado es el del mercado interbancario en el que unos bancos prestan sus reservas excedentarias a otros. Si en el sistema bancario hay un exceso de reservas los tipos de interés tenderán a bajar mientras que si hay una carencia de reservas éstos subirán. Los bancos centrales acomodan el nivel total de reservas mantenidos por los bancos participantes en el sistema a aquél que sea compatible con el tipo de interés que se ha fijado como objetivo. Si el sistema bancario necesita acceder a reservas adicionales el banco central acomodará esa demanda inyectando esas reservas si quiere evitar que los tipos excedan su objetivo. El banco central puede aumentar el nivel de reservas existentes en el sistema comprando activos financieros que se encuentran en las carteras de los bancos, normalmente títulos de deuda pública como las letras del Tesoro y los bonos del Estado3. Los bancos a su vez registrarán en su contabilidad una variación en la composición de su activo: un aumento de sus cuentas de reservas y una reducción equivalente de sus inversiones de cartera. El banco central puede también crear cuentas de reservas concediéndoles a los bancos líneas de liquidez. En este caso el banco central registra un préstamo en su activo y un aumento equivalente de reservas en su pasivo. Ambas operaciones tienen el efecto de aumentar el activo del banco central y su contrapartida, las cuentas de reservas, en el pasivo. También puede ocurrir que un exceso de reservas provoque una caída 3. No hay mucha diferencia entre la deuda pública y las reservas bancarias. Ambos no son más que un tipo de depósito en el banco central siendo la principal diferencia que una paga intereses y la otra no.

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de los tipos de interés en el mercado interbancario. El banco central puede “drenar” reservas excedentarias del sistema bancario deshaciendo las operaciones anteriormente descritas. Por ejemplo puede vender a los bancos títulos de deuda que mantiene en su cartera o desincentivar que los bancos acudan a las líneas de liquidez con un aumento de los tipos de interés que cobra por ellas. En este caso el efecto es una reducción simultánea de los activos registrados en el balance del banco central y de las reservas en el pasivo. Estas operaciones permiten subir los tipos de interés hasta el nivel que desea el banco central. La intervención de los bancos centrales en los mercados secundarios donde se intercambian los títulos de deuda pública implica que aquéllos pueden determinar su precio. El precio de un bono o letra del tesoro tiene una relación inversa con el rendimiento que les produce a los inversores. Cuando en la prensa leemos que la prima de riesgo de la deuda pública de los estados del sur de Europa –la diferencia entre el rendimiento de un bono alemán y el de uno emitido por un estado periférico– ha aumentado no debemos caer en el engaño de creer que ese precio refleja condiciones de mercado. Simplemente el BCE ha tomado la decisión política de no comprar suficiente deuda pública como para reducir su rendimiento. El interés de la deuda no es lo mismo que su rendimiento. Si compramos un bono con un valor nominal de 100.000 euros y vencimiento a un año que paga 1.000 euros en intereses a su vencimiento, su tipo de interés es el 1%. Para quien haya comprado ese bono con intención de conservarlo en su cartera hasta el vencimiento el tipo de interés será idéntico al rendimiento. Sin embargo, si vende ese bono en el mercado secundario al día siguiente por 95.000 € el comprador cobrará esos 1.000 euros al vencimiento. En este caso, aunque el tipo de interés sigue siendo un 1% sobre el nominal del bono (100.0000 euros), el rendimiento que obtiene sobre el precio que ha pagado es mayor, del 1,05%. En cambio, si el comprador hubiese pagado 110.000 euros, su rendimiento sería 0,91%. El rendimiento tiene una relación inversa con el precio del título de deuda en el mercado secundario.

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Por último las reservas bancarias pueden disminuir cuando el público desea aumentar sus tenencias de billetes de banco. Supongamos que una persona decide retirar efectivo de su cuenta bancaria. En este caso el banco encargará al banco central que le entregue monedas y billetes, el cual cargará el importe equivalente en la cuenta de reservas de la entidad. Cuando el banco entregue los billetes cargará el importe en la cuenta corriente de su cliente. De esta forma un aumento de los billetes en circulación produce una reducción de los niveles de reservas y de los depósitos bancarios.

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9 La endogeneidad del dinero bancario

En el sistema monetario moderno los bancos centrales no pretenden controlar el nivel de reservas sino determinar un determinado tipo de interés. En el mercado de reservas bancarias el comportamiento de los bancos centrales está constreñido por el precio –el tipo de interés que pretende alcanzar–, no por la cantidad. Durante la época del monetarismo, siguiendo los consejos de Milton Friedman, los bancos centrales intentaron fijar una tasa de crecimiento de las magnitudes monetarias en la creencia equivocada de que había una relación constante entre base monetaria1 (constituida por monedas, billetes y cuentas de reservas) y oferta monetaria. Según los monetaristas y muchos economistas convencionales la oferta monetaria sería una variable exógena que podría determinar el banco central a través de un multiplicador de la base monetaria. El objetivo de las políticas monetaristas, que se intentaron aplicar sin éxito desde los años 70, era controlar la inflación en base a la desacreditada teoría cuantitativa del dinero que revisaremos más adelante asumiendo como 1. Los agregados monetarios M1, M2 y M3 sirven para medir la cantidad de dinero en circulación. Se ordenan desde la definición más estrecha a la más amplia. M1 es el efectivo en circulación más los depósitos a la vista de los residentes en la zona euro, excluidas la administraciones centrales, en entidades emisoras de la zona euro. M2 incluye el M1 y además los depósitos a plazo fijo de hasta dos años y los depósitos disponibles con preaviso de hasta tres meses. M3 engloba el M2 y las cesiones temporales de dinero, las participaciones en fondos del mercado monetario y los valores que no sean acciones y tengan una vida no superior a dos años.

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cierta la existencia de este multiplicador. Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que tal multiplicador es una ficción académica. Esto contrasta con la visión postkeynesiana en la que la oferta monetaria es una variable endógena cuyo crecimiento depende de decisiones que toman los bancos y otros operadores financieros. Hemos visto que los banqueros son capaces de crear dinero de la nada. Sin embargo serán más propensos a hacerlo en los ciclos económicos ascendentes y más reacios en coyunturas negativas. El crecimiento de la oferta monetaria depende de decisiones que toman los banqueros en función de la demanda que reciban de sus clientes. Por eso, el negocio bancario es procíclico: tiende a formar burbujas financieras durante períodos de auge y profundizar las crisis negando el crédito cuando la coyuntura es negativa. En períodos de bonanza las empresas están expandiendo sus balances y necesitan financiación. Los bancos están más dispuestos a dar crédito, ya que sus expectativas de recuperar la inversión son mayores. En un ciclo económico desfavorable los bancos endurecerán las condiciones de acceso al crédito. Los propios empresarios encontrarán menos oportunidades y sus expectativas se deteriorarán, por ejemplo porque los consumidores decidan recortar sus gastos ante un aumento del desempleo. Entonces los empresarios se mostrarán menos predispuestos a ampliar su capacidad productiva o iniciar nuevos negocios. La pérdida de ingresos causada por el aumento del desempleo también reducirá las compras de bienes duraderos y viviendas. No solo hay menos demanda de financiación sino que la que se acerca a las oficinas bancarias es menos solvente. La visión postkeynesiana del dinero como variable endógena es muy importante para entender la escasa utilidad de las políticas monetarias. En muchos países los bancos centrales han aplicado políticas de flexibilización cuantitativa con la esperanza de que inundando el sistema financiero de cuentas de reservas conseguirán multiplicarlas ya que los bancos comerciales se verán incentivados a crear nuevos préstamos. La falta de oportunidades atractivas de inversión, sin embargo, reduce la eficacia de estas políticas y puede ocurrir que, incluso si las entidades financieras deciden entregar más financiación a las empresas, éstas utilicen los fondos para devolver préstamos 59

en lugar de destinarlos a inversión y creación de empleo. Utilizando una clásica analogía, por mucho que acerquemos el caballo al abrevadero, si éste no tiene sed, no beberá. El sistema de compensación de pagos. En los sistemas monetarios modernos la mayor parte del dinero que emplean los ciudadanos es dinero bancario. ¿Qué ocurre cuando queremos utilizar ese dinero para pagar a un acreedor? Supongamos que Vd. ordena a su banco una transferencia de 1.000 euros a favor de su acreedor. El banco utilizará una plataforma informática para procesar el pago. Por ejemplo en España existe el Sistema Nacional de Compensación Electrónica (SNCE) que gestiona la Sociedad Española de Sistemas de Pago (IBERPAY), empresa privada cuyos accionistas son las entidades participantes en el SNCE. Lo que hará su banco (que llamaremos Banco A) es cargar en su cuenta corriente los 1.000 euros. A través del sistema de compensación de pagos se cargará el mismo importe en la cuenta que mantiene el Banco A en el Banco de España y se abonarán en la cuenta del banco del acreedor (que llamaremos banco B). Finalmente el Banco B verá el cargo en su cuenta del Banco de España y abonará la cuenta del acreedor. Para los que tengan conocimientos de contabilidad puede ser útil representar mediante las clásicas T contables la operación. Es fácil comprobar cómo cada transacción entre dos partícipes del sistema de bancos centrales genera una secuencia de asientos contables. El sistema de reservas bancarias no es más que una gran base de datos que mantiene el banco central, una cuenta de mayor dentro de la contabilidad del banco central que siempre tiene que estar equilibrada con un valor neto de 0.Como se muestra en la figura 5. ¿Qué ocurre cuando el pago ocurre entre sendos residentes de dos países distintos de la zona euro? Los miembros de la Unión Monetaria Europea utilizan el «Sistema Único de Pagos Europeo o SEPA (por las siglas en inglés Single European Payments Area). En las operaciones entre bancos centrales de la zona euro de nuevo se utiliza dinero creado por los bancos centrales integrados en el Eurosistema y que todos ellos aceptan.

Cuando un banco español tramita un pago a favor de un banco alemán la operativa es muy similar al de un pago entre entidades españolas. Si

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Contabilidad del deudor 1.000,00€

Acreedor

Cuenta corriente en Banco A

1.000,00

Contabilidad del Banco A 1.000,00€

Cuenta corriente del deudor

Cuenta en Banco de España

1.000,00

Contabilidad del Banco de España 1.000,00€

Cuenta de reservas del Banco A

Cuenta de reservas del Banco B

1.000,00€

Contabilidad del Banco B 1.000,00 €

Cuenta en Banco de España

1.000,00€

Cuenta corriente en Banco B

Cuenta corriente del acreedor

1.000,00€

Contabilidad del acreedor Deudor

1.000,00€

Figura 5: Apuntes contables que reflejan una transferencia a través del sistema interbancario.

un banco español ordena transferir 1 millón de euros a favor de un cliente de un banco alemán, el Banco de España simplemente cargará en la cuenta de reservas que mantiene el banco español en su balance el importe transferido y abonará la cuenta TARGET2 que mantiene en el BCE. A su vez el BCE abonará la cuenta en TARGET2 que mantiene el Bundesbank. En su contabilidad el Bundesbank anotará un asiento de cargo en su cuenta TARGET2 y abonará la cuenta de reservas del banco comercial alemán. La consecuencia de esta secuencia de asientos será queen el balance del TARGET2 el Banco de España tendrá una posición deudora y el Bundesbank una posición acreedora. La salida de depósitos hacia Alemania durante la crisis financiera global

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y, más recientemente, la creación de depósitos por el Banco de España para comprar títulos de deuda española que se hallaban en las carteras de bancos extranjeros han tenido como consecuencia que el saldo TARGET22 de España se haya tornado cada vez más negativo. Algunos comentaristas han interpretado esto como una deuda del estado español con el resto de países de la zona euro, en especial con Alemania. Sin embargo esta interpretación no es correcta. Es cierto que los saldos en TARGET2 para España y otros países del sur se han tornado crecientemente negativos mientras que el saldo de Alemania se hacía cada vez más positivo. Sin embargo, no hay ningún pasivo exigible. Si un importador español ha pagado a su acreedor alemán ha saldado su deuda. Nadie debe nada a nadie. El saldo en TARGET2 simplemente refleja que ha habido un flujo de depósitos desde España a Alemania y otros países y por tanto no es más que el registro estadístico de estas transacciones. Se trata de un pasivo nocional sin fecha de vencimiento y que por tanto no es exigible.

2. TARGET2 es un sistema de pago propiedad del Eurosistema, que también se ocupa de su gestión. Es la principal plataforma europea para el procesamiento de grandes pagos y la utilizan tanto los bancos centrales como los bancos comerciales para procesar pagos en euros en tiempo real.

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Saldos target

Figura 6: Evolución de los saldos del sistema Target 2 desde 2008 hasta 2016. Fuente: elaboración propia a partir de datos publicados por el BCE.

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10 La independencia de los bancos centrales

Entre los economistas ortodoxos está extendida la creencia de que los bancos centrales deben ser independientes. La premisa es que no se puede confiar en los gobiernos para gestionar la política monetaria puesto que su tentación sería utilizar el banco central para financiar el gasto público1. Esta doctrina sostiene que la ejecución del gasto público conlleva siempre un aumento de la oferta monetaria. Según la teoría cuantitativa del dinero los precios crecen si aumenta la oferta monetaria. Desmontaremos posteriormente esta falacia pero el falso silogismo concluye con que todo aumento del gasto público conlleva inevitablemente un aumento de los precios. La mitología neoliberal culpa a los gobernantes de la inflación y por ello trata de limitar su capacidad de gasto con una institución “independiente”, controlada por técnicos que se supone actuarán con objetividad y no estarán sometidos a tentaciones electoralistas. La independencia de los bancos centrales pretende evitar intromisiones de los políticos en la gestión de la política monetaria. Pero no existe reciprocidad, pues los órganos de gobierno de estas entidades, generalmente 1. La independencia de los bancos centrales está consagrada en los tratados de la UE. Una ley española aprobada en 1994 como consecuencia de las exigencias derivadas del Tratado de la Unión Europea (TUE) establecía que «en el desarrollo de sus actividades y para el cumplimiento de sus fines [el Banco de España] actuará con autonomía respecto a la Administración General del Estado».

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integradas por unos tecnócratas no elegidos democráticamente, han conseguido imponer a los estados políticas monetarias fuertemente contractivas que han resultado en elevadas tasas de desempleo. La independencia del Banco de España tampoco ha sido óbice para que sucesivos gobernadores del Banco de España pidieran reiteradamente políticas de contención en el crecimiento de las rentas, sobre todo de las salariales. El problema es que los técnicos de los bancos centrales no suelen ser neutrales ya que están adscritos mayoritariamente a la escuela neoclásica y eso les imprime un marcado sesgo en sus opiniones y esquemas mentales, los cuales, por cierto, suelen ser beneficiosos para los intereses de las élites económicas. La independencia de los bancos centrales contribuye a avanzar un determinado programa ideológico: crear desempleo para disciplinar a la fuerza de trabajo; controlar la acción del gobierno para evitar el pleno empleo y eliminar el riesgo de una inflación que socave los patrimonios de las clases rentistas. El profundo dogmatismo de los técnicos de los bancos centrales aconseja limitar su independencia. En una democracia resulta difícil de justificar que un banco central no responda ante las Cortes por la gestión de una herramienta macroeconómica tan importante como la monetaria. Los fines de la política económica –por ejemplo, el pleno empleo, una tasa de inflación determinada o la estabilidad financiera– claramente deben ser decididos de forma democrática. Los niveles que deben alcanzarse para cada fin –una determinada tasa de inflación, una determinada tasa de paro, los tipos de interés–, es decir, los que podríamos llamar objetivos de política macroeconómica, también deberían estar sometidos a la voluntad popular. No se trata solo de que sea aconsejable que haya una coordinación entre el Gobierno y el banco central. Si las Cortes establecen unos objetivos de pleno empleo el banco central debe facilitar la labor del gobierno en el cumplimiento de tal mandato. Una entidad independiente podría verse tentada de boicotear los esfuerzos de un gobierno en conseguir el pleno empleo. Para alcanzar un determinado objetivo de pleno empleo puede que el gobierno necesite que le acompañe el banco central con una política monetaria de tipos de interés 0%. Si como sociedad preferimos una tasa 65

de inflación del 5% con pleno empleo en lugar de una inflación del 0% con una tasa de desempleo del 20% debemos ser capaces de imponer esa elección a los bancos centrales. Estas contradicciones entre tasa de empleo e inflación no tienen por qué darse en realidad, pero las mencionamos para ilustrar nuestro argumento. Los objetivos de precios y empleo son decisiones que debemos tomar de forma colectiva. Una sociedad democrática no debe consentir que unos técnicos le arrebaten ese poder2. Incidiendo en la importancia de esta idea, el economista australiano Bill Mitchell ha propuesto simplemente eliminar los bancos centrales e integrar sus funciones dentro del cometido de las tesorerías.

2. Esto no quiere decir que no deba asegurarse cierta independencia para evitar intromisiones políticas que dificulten la ejecución de sus actividades de formar similar a como se han establecido otras agencias independientes como la Agencia Española del Medicamento y del Producto Sanitario o la Agencia Estatal Tributaria. Pero conviene matizar a qué tipo de independencia nos referimos. Debe entenderse que la independencia se refiere a las herramientas que pueda utilizar el Banco de España para ejecutar la política monetaria. Es razonable dejar en manos de los técnicos la decisión de cómo se consigue un objetivo de tipos de interés o cómo estabilizar el sistema financiero. Pero los objetivos deben ser establecidos políticamente y de forma coordinada con el gobierno.

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11 La utilidad de la política monetaria

En una sociedad que maximiza el bienestar de sus ciudadanos los objetivos de la política económica deberían ser el pleno empleo, la estabilidad de precios y mejorar la distribución de la renta y de la riqueza. Para alcanzar estos fines tradicionalmente se considera que existen dos herramientas fundamentales de política económica, la política fiscal y la política monetaria que examinamos ahora en este epígrafe. La doctrina convencional atribuye a la política monetaria las siguientes funciones: • Determinar los tipos de interés • Controlar la tasa de inflación • Controlar la tasa de crecimiento de la economía Examinaremos a continuación los efectos que el pensamiento dominante atribuye a la política monetaria.

Determinar los tipos de interés Los bancos centrales determinan los tipos de interés. Para ser precisos, nos referimos fundamentalmente a los tipos de interés del mercado interbancario, es decir, el que negocian los bancos cuando se prestan entre sí dinero del banco central. El euríbor (Euro Interbank Offered Rate o tipo ofertado en el interbancario del Euro) es el tipo de interés promedio que se negocia 67

en este mercado para operaciones que pueden tener una duración que va desde una semana a un año. Los tipos de interés del Euribor sirven como referencia para calcular los que aplican los bancos en sus operaciones de crédito a hogares y empresas. Los bancos aplican un margen sobre estos tipos de interés el cual varía en función de la solvencia del cliente, el riesgo percibido en la operación, los objetivos de crecimiento del propio banco y el estado de sus ratios de solvencia, liquidez y rentabilidad. El BCE utiliza varios instrumentos para pastorear el euribor. En primer lugar el banco central ofrece una rentabilidad por el mantenimiento de cuentas de reservas en el llamado ‘Deposit Facility’. Este tipo de interés marca un suelo al mercado interbancario ya que ningún banco prestaría sus reservas a otro banco a un tipo inferior al que puede conseguir en el propio banco central. Desde hace varios años el BCE lleva recortando este tipo de interés y actualmente es negativo, es decir, los bancos pagan por mantener cuentas de reservas en el banco central. Con esta medida pretende fomentar el mercado interbancario que se vino abajo, sobre todo para operaciones transfronterizas dentro de la zona euro, a partir del inicio de la CFG. Cuando un banco se queda corto de reservas puede tomarlas prestadas del BCE el cual se las facilitará a través de una línea de préstamo. El tipo de interés de esta línea es superior al tipo de depósito y marca de forma efectiva un límite superior al tipo de interés que se negocia en el mercado interbancario pues ningún banco tomaría prestadas reservas bancarias de otro banco a un precio superior al que le ofrece el propio banco central. Por tanto la evolución del tipo de interés de los depósitos y de las líneas de préstamos del BCE define un corredor en el que se mueve el tipo de interés interbancario. Sin embargo la mayoría de las operaciones de gestión del mercado interbancario se realizan a través de lo que se llaman operaciones de mercado abierto. En terminología del BCE se llaman Operaciones Principales de Refinanciación (Main Refinancing Operations o MRO en inglés). Estas operaciones se formalizan en una subasta en la que el BCE anuncia un tipo de interés al que está dispuesto a facilitar fondos a los bancos. Los bancos comunican cuántos fondos están dispuestos a tomar prestados a ese precio. Hasta hace unos años estas subastas se hacían a un tipo variable, es decir 68

que el BCE anunciaba el importe máximo que estaba dispuesto a conceder y fijaba un tipo de interés mínimo y los fondos se asignaban a los bancos en función de sus pujas sobre el tipo de interés. Desde hace algunos años el BCE ofrece el dinero a tipo de interés fijo y concede todos los fondos que solicitan los bancos. El tipo de interés de las MRO oscila entre el suelo marcado por el tipo de interés de depósito y el techo fijado por la facilidad de préstamo. La evidencia empírica demuestra que el BCE y otros bancos centrales se limitan a fijar el precio del dinero y que son aceptadores de la cantidad de depósitos que desea tener el mercado. Ésta es una prueba de que la oferta monetaria es una variable endógena que determina el sector privado en función de sus objetivos de gasto y ahorro tal como argüimos en un epígrafe anterior. También hay sobradas evidencias de que es el banco central el que determina los tipos de interés de referencia y no el mercado. Evolución de los tipos de interés

Euribor

Depósito

MRO subastas tipo fijo

Lending facility

Figura 7: Evolución de los tipos de interés a corto plazo determinados por el BCE

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Control de la tasas de inflación La creencia de que existe una relación inversa entre tipo de interés e inflación está muy asentada entre los economistas convencionales. Parece lógico pensar que si desincentivamos el crédito aumentando los tipos de interés el gasto agregado debería caer. Pero la demanda de crédito es un fenómeno multifactorial. Es posible que una empresa que está estudiando un proyecto de inversión marginalmente rentable lo abandone si le suben el tipo de interés. También puede ser que alguien deje de comprar un coche o una casa si le suben los tipos de interés 100 puntos básicos. Pero en los últimos años hemos visto tipos de interés cercanos al 0% y no ha habido precisamente una orgía inversora ni un crecimiento desaforado del crédito bancario. De hecho el BCE lleva siete años tratando de crear inflación para alcanzar su objetivo “inferior al 2% pero no muy alejado del 2%” y no lo consigue. Llevamos ya más de un año con el Euribor en negativo y sigue sin haber inflación. La relación inversa entre tipos de interés e inflación, la idea de que una subida de tipos ayuda a controlar la inflación y viceversa, no resulta tan evidente. Consulten el siguiente gráfico y verán como en general parece que cuando bajan los tipos de interés también lo hace la inflación y viceversa, es decir, hay una correlación positiva entre ambas variables. Es posible que el marginal efecto disuasorio en el crédito, la inversión y el gasto de una subida del tipo de interés sea menos importante de lo que piensan los economistas. Incluso puede ser que una subida de los tipos de interés tenga un efecto inflacionista. La cuestión es comprender que el estado, como todo monopolista, tiene la capacidad de determinar el precio del bien que produce. Este precio se puede expresar en términos de otros bienes (cuántos kilogramos de manzanas se pueden cambiar a cambio de una unidad monetaria) como en términos del propio bien (cuántos euros me dan en un año a cambio de prestar un euro hoy). Al determinar el tipo de interés el estado está de facto marcando la senda de evolución de los precios. Si el estado determina que el tipo de interés a un año es el 10% está diciendo que 1,10 euros dentro 70

Evolución del tipo de interés y de la tasa de inflación en la zona euro

Euribor 1 años

Tasa anual de inflación

Figura 8: Evolución del Euribor y de la inflación en la zona Euro

de un año valen lo mismo que 1 euro hoy. Esto es inflación por definición.1 Los tipos de interés marcan una senda de referencia para los demás bienes. En los mercados de materias primas se forman precios para comprar y vender mercancías en la fecha actual –el mercado ‘spot’– pero también se negocian contratos para entrega de una mercancía a plazo. «Si los tipos de interés son cero, ignorando los costes de almacenamiento, el precio spot y a futuro deberían ser idénticos. Sin embargo, si los tipos de interés son más elevados, digamos el 10%, entonces el precio de esas mercancías para entrega en el futuro serían un 10% mayores (en términos anualizados). Es decir, un tipo del 10% implica un incremento continuado de los precios del 10%, ¡lo cual es una definición de inflación de manual! Es la estructura de los tipos de interés a plazo de (los activos) sin riesgo la que refleja una 1. La inflación es un fenómeno complejo que en la tradición postkeynesiana se explica por un shock externo (una subida de los costes energéticos por ejemplo), por el conflicto en el reparto de las rentas entre capitalistas y trabajadores, o por la aparición de cuellos de botella en el sistema productivo cuando nos acercamos al pleno empleo.

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estructura de precios a plazo que alimenta tanto los costes de producción como la capacidad de vender anticipadamente a precios más elevados, estableciéndose de este modo, la inflación por definición» (Mosler, The Center of the Universe, 2014). Los economistas convencionales también suelen olvidar que la subida de intereses tiene un efecto renta. Una subida de intereses de la deuda pública genera nuevo poder adquisitivo que el estado traslada a los tenedores de ésta sin que haya habido un correlativo incremento de la producción de bienes y servicios por valor equivalente. En el caso de la economía española la deuda pública es prácticamente igual al 100% del PIB. Supongamos que el tipo de interés que tuviese que pagar el Tesoro sobre esa deuda fuera del 3%. Esto implicaría que el estado estaría transfiriendo anualmente un nuevo poder de compra equivalente a 30 mil millones de euros. Este nuevo poder de compra no se corresponde con la creación de nuevos bienes y servicios por el mismo importe y por tanto, si acaba gastándose, es potencialmente inflacionista. Esta conclusión desafía la lógica convencional que sugeriría que un aumento de los tipos de interés ayudaría a contener la demanda. La realidad es que este tipo de políticas tienen efectos contradictorios pues, si bien un aumento de los tipos de interés puede desincentivar la creación de nuevos préstamos, también inyectan poder adquisitivo desde el estado al sector privado y marcan una senda inflacionista. La cuestión es saber qué efecto prevalecería en cada situación y éste no siempre será necesariamente el que tiene en mente el responsable de ejecutar las políticas. Así pues concluimos que la política monetaria puede ser útil para controlar la inflación. ¡Pero los banqueros centrales la aplican al revés! La mejor política antiinflacionista es mantener los tipos de interés de la deuda pública en el 0%.

Controlar la tasa de crecimiento de la economía Los economistas convencionales, los hombres de negocios, los políticos respetables y los banqueros centrales tienen depositada tanta confianza en la política monetaria que creen que poniéndose al timón del banco central 72

conseguirán manejar el crecimiento de la economía. ¿De dónde viene esta creencia? La idea es que una bajada de tipos de interés reducirá pari passu el coste del crédito y que habrá más gente dispuesta a endeudarse para invertir y hacer compras de bienes duraderos o tirar de su tarjeta de crédito. Al contrario una subida de tipos de interés desincentivaría el gasto, frenaría el crecimiento económico y ayudaría a contener un proceso inflacionista. Examinemos esta hipótesis empíricamente. El siguiente gráfico compara la evolución histórica del euribor a 1 año con la de las operaciones de crédito constituidas a favor de empresas y hogares españoles. Lejos de encontrar una relación inversa parece más bien que los bajos tipos de interés no han ayudado a que se recuperase el crédito. No nos debería sorprender pues ya hemos explicado que el crédito depende no solo del tipo de interés sino de otros factores, fundamentalmente de que los bancos encuentren clientes merecedores de crédito. Una crisis económica desencadenada por un exceso de endeudamiento como la que se inició en 2008 no es el entorno más favorable para observar un aumento del crédito por mucho que bajen los tipos de interés. Operaciones de crédito en miles de euros, eje izquierdo. euribor, eje derecho

Total crédito a familias y sociedades no financieras

EURIBOR

Figura 9: Evolución del euribor y del crédito a familias y empresas en la zona euro.

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Es probable que el canal de transmisión más relevante de los movimientos del tipo de interés sobre el crecimiento del PIB sea su impacto sobre la renta de los agentes económicos. Cuando aumentan los intereses los tenedores de deuda pública se beneficiarán de un aumento de sus ingresos. Esta renta adicional se destinará en parte al consumo y en parte se ahorrará. Normalmente quienes tienen títulos de deuda pública son personas con patrimonios elevados o fondos de inversión y de pensiones. Es probable por tanto que no dediquen el 100% de sus ingresos adicionales a consumo o inversión. Para determinar qué parte del incremento de los intereses pagados por la deuda pública va a dirigirse hacia el consumo hay que conocer qué propensión marginal al gasto tienen los perceptores. Supongamos que, como consecuencia de un aumento de los tipos de interés, los rentistas se benefician de una renta adicional de mil millones de euros. Si la propensión marginal a consumir de esa renta es del 70% entonces el incremento del gasto será de 700 millones de euros mientras que 300 millones se ahorrarán. Un incremento de los intereses también tiene efectos en la distribución de las rentas dentro del sector privado. Recordemos que al determinar los intereses del mercado interbancario los bancos centrales influyen en la formación de los precios de los préstamos de la banca hacia sus clientes. Normalmente los bancos cobran un interés que es equivalente al euribor más un margen que les permite obtener un beneficio. Un aumento de los tipos de interés permite a los bancos extraer rentas netas adicionales del sector privado. Estas rentas irán a los gerentes bancarios, a los accionistas de los bancos y a los ahorradores que mantienen cuentas corrientes y depósitos a plazo. Por tanto el efecto neto sobre el gasto agregado del sector privado depende de la relación entre la propensión marginal al gasto de los acreedores (los banqueros, sus accionistas y los depositantes) y la de los deudores (las empresas y los hogares endeudados). Si representamos la Propensión Marginal al Gasto de deudores y acreedores por PMGD y PMGA respectivamente, resulta que • Si PMGD>PMGA entonces un incremento del tipo de interés reducirá el gasto agregado del sector privado. 74

• Si PMGDM, es decir aumentado con la plusvalía extraída de los trabajadores. El capitalista lógicamente desea que el resultado de su actividad sea obtener M’, no más C. En la fase de flujo, la financiación de la inversión puede proceder de los beneficios retenidos, o financiarse con nuevo crédito como veíamos al principio. Es cierto que dentro de la propia clase capitalista puede haber algunos que se hayan endeudado para realizar la inversión y por tanto su posición financiera neta sea negativa, al menos temporalmente. Sin embargo a estos capitalistas que se han endeudado para acometer una inversión los llamaría Schumpeter emprendedores en su Teoría del Desarrollo Econó157

mico (Schumpeter, 1934). Los emprendedores son capitalistas en potencia ya que aspiran a incorporarse a sus filas pero aún no lo han conseguido. El emprendedor procura no arriesgar su capital y, si es avispado, dejará quebrar su empresa si comprueba que no va a conseguir que M’>M. Los capitalistas pueden también destinar sus beneficios a la compra de bienes de lujo en la fase de reflujo pero, si realmente pertenecen a esa clase, no es creíble que se endeuden para pagar esos gastos. Puede haber quienes se endeuden para comprar bienes de lujo pero esos no serán capitalistas sino personas que quieren vivir por encima de sus posibilidades o personas que están abandonando la clase capitalista por mala fortuna o desidia. Obviamente dentro de la clase capitalista hay quienes toman préstamos de otros pero, en agregado, la clase capitalista no puede crear activos financieros netos. Los créditos de unos capitalistas son las deudas de otros pero si consolidamos todas las deudas se cancelan con los préstamos y el saldo tiene que ser forzosamente cero. Para que la clase capitalista pueda acumular beneficios retenidos en forma monetaria otro sector de la sociedad tiene que estar dispuesto a crear los activos financieros, es decir, a endeudarse. Esos solo pueden ser las familias no capitalistas, el estado o los extranjeros. El estado suministra nuevo dinero o bonos del Tesoro gracias al déficit público. Las familias se dejan atrapar en el crédito bancario para comprar los productos que les venden los capitalistas. Los extranjeros aportan depósitos en moneda extranjera o se embarcan en operaciones de crédito internacional para financiar importaciones en el comercio deficitario con las grandes potencias exportadoras. Los capitalistas necesitan hacerse con esos activos financieros para asegurarse la acumulación de capital. Para ello es fundamental obtener un poder de mercado con un elevado grado de monopolio o situarse muy cerca de quien disfruta del monopolio en la creación del dinero, el estado.

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27 La lacra del desempleo

El desempleo es siempre un fenómeno monetario ya que por definición un desempleado busca un trabajo remunerado en moneda que emite el estado. Si existe desempleo es porque el gasto agregado de los sectores privado y público es insuficiente y las personas que buscan dinero no consiguen vender sus servicios para acceder a él. Si el estado aumenta los impuestos estará generando una mayor demanda para conseguir la moneda del estado lo cual aumenta el desempleo. Si el estado decide recortar los gastos públicos provocará una reducción de los ingresos de las empresas y personas que trabajan para el estado y un aumento del desempleo. Por tanto al aplicar políticas de austeridad el monopolista en la emisión de la moneda está generando una mayor tasa de desempleo. El acceso al empleo es un derecho recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. La Constitución Española en su artículo 35 proclama que «Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo». Su artículo 40.1 prescribe a los gobiernos que «(…) De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo». Lamentablemente, si algo caracteriza el régimen inaugurado en 1978, es el sistemático incumplimiento de este derecho. 159

Sin embargo la negligencia del régimen del 78 en el cumplimiento del mandato constitucional es imprudente porque la sociedad paga un coste elevadísimo. Esto es trágico porque no hablamos solamente de oportunidades de producción e ingresos perdidas. El trabajador que ha perdido su empleo probablemente vuelva a incorporarse al mercado de trabajo con un salario menor que el que tenía antes de quedarse parado. Pero el problema trasciende la pérdida de renta presente y futura. Numerosos estudios demuestran que el desempleo causa problemas de salud y bienestar a quienes lo padecen y sus familias. Estos problemas son más graves cuando el desempleo se vuelve crónico. Hay sobradas evidencias del altísimo coste social de mantener a personas desempleadas durante tiempo prolongado. La sociedad paga un precio en forma de mayor inseguridad y mayores cargas sanitarias. Los parados padecen mayores tasas de enfermedades mentales, abusos de sustancias, suicidios, y depresión. Las familias con todos sus miembros en el paro caen en la pobreza. Los niños que viven en hogares con sus progenitores en paro tienen mayores probabilidades de vivir en la pobreza y menores oportunidades de desarrollo profesional y de ascenso social (Nichols, Mitchell, & Lindner, 2013). La pérdida de puestos de trabajo se extiende como una epidemia ya que cada incremento en la tasa de paro provoca el cierre de otros negocios y la creación de nuevos parados. Cada desempleado genera nuevos desempleados ya que al desaparecer su renta deja de consumir provocando nuevas pérdidas de renta. En comarcas afectadas por altas tasas de desempleo los negocios tienen mayores dificultades para sobrevivir. Una vez que unos negocios quiebran otros negocios empiezan a fallar lo cual dificulta la recuperación. En estas zonas se observan mayores tasas de criminalidad que generan costes a la sociedad –servicios de seguridad, construcción de cárceles, contratación de nuevos policías, instalación de alarmas, etc.– para contener la violencia y la inseguridad. En España los gobiernos del PSOE y del PP que se han turnado en el poder no han actuado con decisión contra el desempleo. Prisioneros de la ideología neoclásica, creían firmemente que la responsabilidad era del sector privado y que ellos debían limitarse a poner las condiciones 160

para que los empresarios contrataran a los desempleados. Esta ideología es conveniente para las oligarquías porque la existencia de desempleo ayuda a disciplinar a la fuerza de trabajo y facilita que los empresarios puedan obtener una tasa de beneficios mayor. Sin embargo la responsabilidad de los gobiernos no es asegurar la maximización de los beneficios de la clase empresarial sino el bienestar de la sociedad. Le compete pues al estado la responsabilidad principal en resolver el problema que él mismo ha creado. El estado emisor de moneda fiduciaria tiene la capacidad de movilizar todos los recursos de la nación. Esta capacidad deja patente la solución para muchos de los problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad. Es evidente que el estado ya utiliza su capacidad de encauzar recursos hacia la solución de problemas sociales. Para educar a la población hace ya más de un siglo que los estados construyen escuelas y contratan maestros. Para cuidar la salud de la población el estado construye hospitales y contrata personal sanitario. Para asegurar el acceso a la vivienda el estado financia la construcción de pisos de protección oficial e incluso empieza a proveer soluciones habitacionales para personas sin hogar. Sin embargo, cuando se enfrenta al problema del desempleo, el estado español se limita a aplicar el recetario habitual consistente en pagar una prestación de desempleo a algunos de los parados, dar incentivos para que las empresas los contraten y desarrollar de forma torpe las llamadas políticas activas de empleo que consisten fundamentalmente en marearlos en inútiles cursos de formación para puestos de trabajo que no existen Esta estrategia de creación empleo es muy ineficiente porque deja en manos del sector privado la solución del problema. Para que una empresa contrate personal tiene que tener expectativas de que se van a producir ingresos en el corto plazo que le permitirán cubrir el coste salarial y además obtener un beneficio. En una recesión económica tan profunda como la que ha experimentado España en los últimos años los empresarios simplemente dejaron de invertir y contratar empleados porque no tenían ninguna expectativa de beneficio que justificase hacerlo. Oficialmente concluida la crisis en 2017, en España sigue habiendo varios millones de desempleados y el gobierno espera que, de seguir el crecimiento 161

económico previsto, en 2020 la tasa de paro habrá descendido al 11%. Esta cifra está muy alejada de una tasa de pleno empleo y, si ocurriera otra crisis, muchos de los que perdieron su empleo en la crisis anterior no se habrán incorporado al mercado de trabajo retribuido antes de que llegue la próxima. Con un problema de esta magnitud vaciar el mercado de trabajo mediante subvenciones directas a la contratación o mediante contratos de obras públicas que aumentan los beneficios de las empresas beneficiarias requeriría un déficit público enorme. Además crear empleo por la vía indirecta de generar beneficios para las empresas encierra el potencial de generar tensiones inflacionistas. Por otra parte es sabido que las empresas no quieren contratar desempleados. Un empresario siempre empleará en primer lugar a personas que ya están trabajando, luego a los parados que lleven desempleados menos tiempo y aquéllos que sean potencialmente más productivos. En última instancia se animará a contratar a parados de larga duración o a personas sin experiencia laboral previa. Por esta razón hay personas que nunca o rara vez llegan a tener un empleo y mucho menos un trabajo en condiciones dignas. La estrategia de creación de empleo del estado español por tanto ayuda a perpetuar situaciones de pobreza y exclusión. Resolver el problema del desempleo con políticas activas de empleo, incentivos fiscales y reformas del Estatuto de los Trabajadores como se ha pretendido en las cuatro últimas décadas es ineficaz y costoso. Las políticas activas de empleo tradicionales han sido uno de los sarcasmos más crueles del Régimen del 78.

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28 La solución al desempleo: el trabajo garantizado

Es mucho más racional, económico y eficiente resolver el problema del desempleo directamente. Dado que un gobierno emisor de moneda puede comprar todo lo que se encuentre a la venta a cambio de su moneda, lo cual incluye todos los recursos ociosos y, desde luego, la oferta de trabajo desocupada, esta propuesta es factible y racional. El gobierno puede cumplir de forma eficaz con el mandato de crear pleno empleo contratando a todas las personas que sean aptas para el empleo y deseen trabajar en un plan de trabajo garantizado (TG). La oferta se haría extensible a todas las personas en edad legal de trabajar, incluso a aquéllas que ya disfrutan de un empleo y quieran mejorar sus condiciones laborales. El contrato de trabajo garantizado establecería un salario digno –definido por las Cortes– que se podría graduar en función de la experiencia y capacidades de cada trabajador. Las condiciones serían propias de un empleo de calidad: contrato por tiempo indefinido a jornada completa –salvo que el trabajador pidiera una reducción de jornada–, cotización a la Seguridad Social y vacaciones pagadas. Sabemos que las condiciones de empleo tras la CFG se han deteriorado y que el llamado “precariado”, personas que trabajan en condiciones de extrema inseguridad contractual y temporalidad, y el fenómeno de los trabajadores pobres se han extendido. Éste es el resultado de encomendar a las grandes empresas y a las oligarquías la misión de crear empleo. En nuestro 163

sistema capitalista las grandes empresas oligopolísticas tienen acceso directo preferencial al dinero creado por el estado. Esto otorga un poder inmenso a estas empresas que son las que deciden qué trabajos se realizan y cuáles son las condiciones de compensación de los trabajadores. Se ha impuesto en la sociedad el mito de que el sector privado gestiona los recursos con mayor eficacia que las administraciones públicas y que el gobierno sería una entidad parasitaria de las empresas que derrocha los recursos creados por ellas. Es una creencia sorprendente que habilita a las grandes empresas para decidir, sin la menor contestación social, qué tareas son las prioritarias. Entre otras nos imponen algunas tan interesantes y valiosas como el telemarketing que nos fastidia en nuestros hogares con llamadas incesantes, la producción de gadgets prescindibles que podemos comprar en las teletiendas, o la fabricación de productos de bollería industrial de nulo valor nutritivo. En cambio daría la impresión, de creer a los apóstoles del libre mercado, de que funciones como la atención sanitaria, la extinción de incendios o impartir justicia son frívolas e irrelevantes. El mayor éxito del neoliberalismo ha sido invertir la escala de valores morales de la sociedad. La implantación de un plan de TG redefine el terreno de juego porque sería la colectividad la que definiría cuáles son las condiciones de empleo mínimamente aceptables y las tareas prioritarias para la sociedad. En este sentido el plan de trabajo garantizado acerca el monopolio de emisión de la moneda a todos los ciudadanos de la nación. La universalidad de la prestación además facilita alcanzar otro objetivo: elevar los estándares del mercado laboral. Marca de facto un salario mínimo y delimita cuáles son las condiciones contractuales que una sociedad civilizada considera aceptables. Por ello podría contribuir a reducir la brecha de género observada en el mercado de trabajo. Si todos podemos recurrir a la alternativa del TG podríamos abandonar los puestos de trabajo más precarios y peor retribuidos obligando de esta manera a todos los empresarios a ofrecer un sueldo mejor y un paquete de incentivos superior al que ofrece el estado. Es cierto que algunas actividades económicas dejarían de ser rentables y que algunos empresarios tendrían que echar el cierre. Esto no nos debe preocupar en exceso pues si una actividad 164

económica solo puede ser rentable con la explotación de trabajadores en condiciones indignas debemos concluir que el valor añadido que crea es tan bajo que lo más sensato es que desaparezca. A cambio, el plan TG reemplazará estas actividades con servicios valiosos para la sociedad. En otros casos en los que la actividad sí es rentable será el patrón el que tendrá que renunciar a parte de sus beneficios lo cual reequilibrará el reparto entre rentas del trabajo y rentas del capital que, por otra parte, se ha vuelto crecientemente desfavorable para los trabajadores en las últimas décadas. A diferencia de los procesos observados durante las recuperaciones económicas que sucedían a crisis anteriores, en las que la creación de empleo empezaba siempre por los trabajadores más productivos y codiciados por las empresas relegando a los demás, con un plan de TG se abrirían oportunidades para los colectivos más desfavorecidos en primer lugar. Es probable que el programa no atrajera a trabajadores con expectativas de conseguir buenos puestos en el sector privado o público con condiciones superiores a las que puede ofrecer el programa de TG. Sin embargo para personas para las que las recuperaciones siempre han pasado de largo el plan de TG les ofrece una oportunidad de incorporarse al mercado de trabajo que nunca antes tuvieron. La utilidad del plan de trabajo garantizado va más allá de la solución radical al problema del desempleo puesto que también actúa como un potente estabilizador macroeconómico. En lugar de crear un ejército de desempleados cuando la coyuntura es desfavorable lo que se propone es crear un ejército de empleados en el programa de TG. De esta forma, cuando caiga el gasto en el sector privado, automáticamente aumentará el gasto del sector público al desplazarse cada vez más trabajadores despedidos hacia el sector público. Esto tiene un efecto de suavización del ciclo económico de forma que las caídas del consumo y la inversión del sector privado quedan compensadas por el aumento del gasto del gobierno, lo cual de paso ayudaría a mantener el empleo en el sector privado y contener el avance de una recesión. Además del efecto anticíclico en el gasto agregado habría una contención de las caídas salariales como las que se produjeron en la última crisis que no solo aumentaron la desigualdad sino que además contribuyeron a profundizarla. 165

Podría pensarse que los empleos que se ofrecerían en el trabajo garantizado serían de poca enjundia, tareas para cubrir el expediente y justificar que una persona pueda cobrar el salario mínimo. Sin embargo creemos que esto sería un error que provendría de delegar la gestión del plan en funcionarios poco imaginativos. Desde luego no se puede decir que haya una carencia de tareas pendientes de realizar. Hay oportunidades en distintos ámbitos, desde la atención a los dependientes hasta la solución de problemas medioambientales; desde el fortalecimiento de nuestro sistema educativo hasta la recuperación de nuestro patrimonio histórico-artístico; desde la remediación de la pobreza hasta la necesidad de repoblar las áreas que están sufriendo una crisis demográfica del centro y noroeste de la Península Ibérica. El desempleo que dejó la burbuja inmobiliaria podría paliarse recuperando a los antiguos trabajadores de la construcción en proyectos de rehabilitación del patrimonio histórico-artístico o de mejora de la calidad de las viviendas sociales. Los numerosos artistas, músicos e intérpretes, profesiones que padecen una precariedad permanente, podrían ser reclutados para recuperar la actividad cultural de pueblos en peligro de despoblación, animar a colectivos desfavorecidos, actuar en residencias de ancianos o acometer proyectos de embellecimiento de las ciudades. Todas ellas son tareas importantes. Pero, si lo son tanto, podría objetarse que no deberían tener un carácter transitorio. Si la idea es que finalmente el trabajador sea contratado por el sector privado es evidente que en algún momento estas tareas serán abandonadas. Es cierto que el programa de trabajo garantizado tiene como misiones fundamentales actuar como un estabilizador macroeconómico y evitar que la fuerza de trabajo pierda competencias y habilidades incorporándose a una bolsa de empleados en lugar de a una de parados. Dada la naturaleza transitoria de este tipo de empleo es evidente que deberían acometerse proyectos de duración determinada. Pero si la sociedad percibe que las tareas que están ejecutando los participantes en el programa son valiosas ¿por qué no ampliar entonces el campo de acción del sector público incorporando a su ámbito de actuación actividades inicialmente no previstas? Esto no quiere decir que el plan de empleo garantizado deba percibirse 166

como un sustituto de los empleos públicos o incluso como empleo público de baja calidad. Los sindicatos que representan a los empleados públicos podrían percibir entonces un programa de este tipo como una amenaza al empleo público de calidad. Es conocido que el estado español es uno de los peor dotados de Europa por lo que probablemente sería deseable ampliar el tamaño de la fuerza de trabajo del sector público. Por tanto el programa debería acompañarse de una ampliación del ámbito de actuación del sector público y un claro deslinde de las actividades que pueden realizar los participantes en el plan de TG. Incluso el plan de empleo garantizado podría ser una vía de entrada a la función pública a medida que redimensionamos el tamaño de las administraciones públicas.

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29 La gestión del programa de trabajo garantizado

El reto para los gestores públicos de poner en marcha un programa de TG es un mayor esfuerzo organizativo que el de una mera prestación de desempleo y unos planes de formación. Proponemos una gestión descentralizada del programa que acerque el diseño de los proyectos a los beneficiarios. Los ayuntamientos conocen mejor los problemas que afectan a las comunidades locales y pueden identificar necesidades que no estén bien atendidas. Una aproximación es que sean los propios interesados los que propongan proyectos a las administraciones públicas y que un comité evalúe su valor para la sociedad. Por su cercanía al ciudadano se puede encargar a los ayuntamientos que confeccionen en el menor lapso de tiempo posible planes de TG que acojan a todos los parados de sus municipios. Otra posibilidad es que organizaciones sin ánimo de lucro, administraciones locales o agencias estatales expresen su interés en contratar empleados para realizar tareas o ejecutar proyectos determinados. Estas peticiones podrían ser encauzadas a través de los ayuntamientos o a través de las oficinas de empleo. Para evitar la aparición de casos de corrupción, los ayuntamientos no deberían pagar los salarios de los trabajadores de estos programas sino que las transferencias de fondos en forma de salarios deberían provenir del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Esto significa que los ayuntamientos no tendrían acceso a los fondos destinados a los planes, evitando la posibilidad de que políticos corruptos desvíen dichos fondos o generen 168

redes clientelares. Asimismo también sería responsabilidad del Ministerio velar porque las condiciones de trabajo de los planes sean las adecuadas. La universalidad de la oferta contribuye también a evitar la aparición de redes clientelares. En su estudio sobre el trabajo garantizado el laboralista Héctor Illueca apunta a que el contrato con el trabajador se formalizará con el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). Añade que se establecería una relación “triangular” donde las facultades de dirección y control de la actividad no residen en la persona que ostenta la condición de empleador (SEPE), sino en las diferentes entidades y organizaciones responsables de la proyección y ejecución de los distintos programas de empleo garantizado. (…) Contra lo que pudiera pensarse, estas relaciones tripartitas no resultan desconocidas en nuestro ordenamiento jurídico, pudiendo invocarse a modo de precedente la relación laboral de carácter especial de los estibadores portuarios, que se caracteriza precisamente por el reparto de las facultades empresariales entre dos sujetos diferentes: la empresa estibadora, receptora de la prestación de servicios, y la Sociedad Anónima de Gestión de Estibadores Portuarios (SAGEP), que ostenta la condición de empresario (Illueca Ballester, 2015).

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30 La Teoría Monetaria Moderna y los retos contemporáneos

En este breve manual hemos descrito el funcionamiento de los sistemas monetarios modernos. Su conocimiento nos descubre el enorme margen de maniobra del que dispone un gobierno que disfruta de un monopolio en la emisión de la moneda. Entender que el estado puede movilizar todos los recursos ociosos de una economía probablemente resultará repugnante desde la visión conservadora de quienes quieren mantener un control oligárquico de los recursos. Pero desde un ángulo progresista la TMM permite desmontar muchos de los obstáculos aducidos desde el neoliberalismo que impiden el desarrollo de políticas sociales avanzadas. Lamentablemente muchos de los políticos adscritos a partidos de izquierdas consciente o inconscientemente han aceptado que existen restricciones presupuestarias y eso les disuade de desarrollar plenamente sus programas políticos. La TMM revela la endeblez de esos obstáculos y que demuestra el estado puede acometer misiones transformadoras de la sociedad. A diferencia del sector privado el estado no está constreñido por limitaciones financieras ni tiene que obtener un beneficio monetario. Al contrario, puede desarrollar iniciativas que maximicen el beneficio social. Las posibilidades que están al alcance de la mano de un estado que disfruta de soberanía monetaria son espectaculares. Solo falta que los ciudadanos, los políticos, los economistas y los periodistas entendamos cómo opera nuestro sistema monetario moderno para utilizarlo con mayor eficiencia y rechacemos los mitos neoli170

berales y neoclásicos que han obstaculizado el pleno desarrollo de nuestras capacidades. Entre los mayores problemas de nuestra sociedad se encuentran el agotamiento de los recursos naturales y la degradación del medio ambiente causado por el modelo de desarrollo industrial capitalista. El problema del calentamiento global ha alcanzado la categoría de amenaza a la supervivencia de numerosas poblaciones ubicadas en las costas o en áreas expuestas a la desertización. Disponemos de las tecnologías que pueden obrar la transformación hacia un modelo sostenible. Gracias a la soberanía monetaria el estado contemporáneo tiene las herramientas para obrar una transformación de nuestro modelo energético. Por ejemplo podría liderar este proceso subvencionando la sustitución de los sistemas de generación eléctrica que generan gases de efecto invernadero por otros basados en fuentes renovables. También podría iniciar un programa de rehabilitación de viviendas que mejorara su eficiencia energética o acelerar el ritmo de adopción del coche eléctrico o híbrido. En su mano estaría acometer un proceso de reforestación mucho más acelerado y de recuperación de cauces y riberas de los ríos. España es un estado que ha vivido desde hace décadas por debajo de su potencial por culpa de unas políticas de infrautilización de recursos que crean desempleo y pobreza. La TMM nos permite comprender que no hay restricciones financieras para la plena utilización de nuestros recursos y que dejar a personas desempleadas que están deseosas de contribuir a la provisión colectiva de bienes y servicios es la crueldad suprema de una oligarquía obcecada en ideas arcaicas, e incapaz de crear una prosperidad compartida. Lejos de ser un actor secundario, el estado puede y debe impulsar una transformación profunda de nuestro tejido productivo con un programa de inversiones de I+D y de reindustrialización. En nuestro país hay suficientes investigadores desempleados y centros de investigación infrautilizados que solo necesitan que alguien los ponga en marcha para empezar a producir nuevo conocimiento y desarrollar soluciones que mejoren nuestra salud y nuestra calidad de vida. Frente a la visión conservadora del estado como un agente que emplea los recursos ineficientemente, que desplaza la inversión privada y que solo puede aumentar el gasto redu171

ciendo nuestra competitividad, consideramos que el estado es un agente transformador de primer orden que puede asumir un papel de liderazgo en la metamorfosis de nuestro modelo económico. Actuando de manera simbiótica con el sector privado puede dar una orientación a los empresarios sobre las apuestas tecnológicas que deben perseguir las empresas. Cuando el estado español ha actuado de esta manera en el ámbito de las tecnologías renovables o de los ferrocarriles de alta velocidad las empresas han seguido su estela y no solo han encontrado nuevas oportunidades de negocio sino que además han conseguido acceder a nuevos mercados de exportación. Un nuevo modelo productivo no solo podría emplear recursos que ahora languidecen en el olvido sino que además podría asegurar que se hiciera de forma más sostenible. El sistema monetario basado en moneda fiduciaria es aplicable universalmente a cualquier modelo productivo, sea éste un sistema capitalista o una economía de plan central. La mayoría de nuestras sociedades se han adherido a un modelo capitalista caracterizado por la acumulación y concentración de los medios de producción en pocas manos que se justifica bajo los pretextos de eficiencia económica, una falaz utopía de libre mercado y el culto a una libertad personal que en realidad está coartada por las grandes corporaciones. El hecho de que estos sistemas capitalistas operen bajo un sistema de moneda fiat, que por cierto no entusiasma a los pensadores del librecambismo porque preferirían algo parecido al patrón oro o, en su defecto, la deflacionista moneda común europea, no significa que el sistema monetario no fuera idéntico bajo otro modelo productivo. La TMM no pretende ser una puesta al día del keynesianismo en el esfuerzo de salvar al capitalismo de sí mismo sino simplemente describir una de las instituciones más importantes y útiles de cualquier sociedad moderna. Esto permite comprender que podemos ampliar el perímetro de la actividad económica del estado democráticamente. Si la sociedad, bajo un proceso democrático, decidiera que prefiere reducir el ámbito de actuación del sector privado, por ejemplo nacionalizando las empresas que actúan en industrias que tienden al oligopolio o que constituyen un monopolio natural, sabemos que el estado tendría capacidad financiera para expro172

piarlas. También podría imponer impuestos tan elevados sobre actividades con elevada concentración de poder de mercado que el sector privado decidiera abandonar la actividad entregándola al sector público o renunciar a su poder de mercado abriendo su sector a la competencia. El párrafo anterior ilustra hasta dónde es posible arbitrar, mediante un procedimiento democrático, soluciones en las que los únicos límites son la imaginación y los recursos reales disponibles. Estas enseñanzas son cruciales porque implican que la sociedad puede entonces determinar cuál es el uso socialmente más útil, eficiente y responsable de sus recursos. La sempiterna pregunta retórica con la que se boicotea todo intento del estado para resolver los grandes problemas sociales –“¿cómo piensas financiarlo?”– pierde su sentido. Siempre que existan recursos ociosos el estado puede emplearlos y si no están ociosos puede canalizarlos hacia el interés general mediante las políticas fiscales apropiadas. Yendo un paso más allá podemos empezar a debatir qué parte de los recursos debe quedar reservado al sector privado y cuál debe destinarse al interés general. Esto no quiere decir que postulemos suprimir el sector privado; pero al menos reconozcamos que es impotente si no actúa en simbiosis con el público. Para todos estos fines sirve pnoer la moneda al seervicio del pueblo. La teoría monetaria moderna describe el funcionamiento de los sistemas monetario y fiscal contemporáneos y desvela el extraordinario poder que pone en manos de quienes controlan el estado. Las oligarquías capitalistas nunca han ignorado ese poder y han sabido utilizar las instituciones monetaria y fiscal para avanzar sus intereses. Así se explica la facilidad con la que aparecen recursos para rescatar entidades financieras fallidas a la vez que se alega que éstos son escasos para atender políticas sociales básicas como por ejemplo dar una solución habitacional a las personas desahuciadas. También nos ayuda a comprender cómo es que hay financiación abundantísima para sufragar la construcción de costosas obras de infraestructuras y en cambio nunca aparecen las cantidades mucho más modestas que se necesitarían para resolver el problema de la vivienda o del empleo. Durante años las escuelas económicas dominantes, siempre obsequiosas con los poderosos, armadas de un corpus doctrinal que solo puede cali173

ficarse de pseudocientífico, justificaron que se escamoteara la moneda a las clases populares con erróneas teorías que achacaban al estado los males de la inflación y nos advertían de peligrosos desplazamientos o ‘crowding out’ del sector privado. Los medios de comunicación y la ideología dominante justifican que la moneda vaya siempre a unos pocos. Por ejemplo, un modestísimo programa de empleo rural se presenta como un caso de clientelismo pero la ampliación de las concesiones de autopistas a favor de empresas que viven de la extracción de rentas se justifica porque éstas compensarán al estado con nuevas inversiones en más autopistas (una inversión que un estado dotado de soberanía monetaria puede acometer a menor coste). Los economistas nos lanzan ad nauseam admoniciones sobre los peligros de la deuda y el déficit públicos pero a la vez piden que se fomente el ahorro del sector privado sin pestañear ante la evidente contradicción que supone defender una cosa y la contraria. La ideología dominante nos fustiga por nuestra falta de competitividad a la vez que promueve la descapitalización de la sociedad condenando a amplios sectores de la población al desempleo y el empobrecimiento. Todas estas contradicciones se hacen patentes cuando se comprende la teoría monetaria moderna. El pensamiento neoclásico no es más que una tramoya que oculta con fuegos de artificio, espejos y humo la verdadera función de nuestra institución monetaria. Podemos desmontar el engaño. Armados con la teoría monetaria moderna los políticos progresistas pueden entender algo que sus rivales de derecha comprenden perfectamente: la moneda no es un bien escaso. Se trata por tanto de arrebatarle la moneda a quienes la acaparan y ponerla al servicio del pueblo.

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Referencias

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Abreviaturas empleadas en esta obra

AEAT: Agencia Estatal de Administración Tributaria BCE: Banco Central Europeo CE: Comisión Europea CFG: Crisis Financiera Global EURIBOR: Euro Interbank Offered Rate EUROSTAT: Oficina Europea de Estadística INE: Instituto Nacional de Estadística IPC: Índice de Precios al Consumo PIB: Producto Interior Bruto QE: Quantitative Easing SAGEP: Sociedad Anónima de Gestión de Estibadores Portuarios SEPA: Single European Payments Area o Area de Pagos Única Europea SEPE: Servicio Público de Empleo Estatal SNCE: Sistema Nacional de Compensación Electrónica TARGET2: Trans-European Automated Real-time Gross Settlement Express Transfer System TG: Trabajo Garantizado TMM: Teoría Monetaria Moderna UME: Unión Monetaria y Económica 179