La memoria rota
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LA MEMORIA ROTA Arcadio Diaz-Quinones

Primera edici6n: 1993 Segunda edici6n: 1996 Portada: En una noche sin luna se ven lodas las eslrellas, por Nick Quijano Diseiio de portada: Josd A. Pclacz Tipografra: Mary Jo Smith Pares © Ediciones Huracdn, Inc. Ave Gonzdlcz 1002 San Juan, Puerto Rico 00925 Tel. y Fax: (787)763-7407 Impreso y hccho en Colombia/ Printed and made in Colombia Numcro dc catdlogo dc la Bibliotcca del Congreso/ Library of Congress Catalog Card Number: 93-70631 ISBN: 0-929157-23-0

A mis amigos de siempre, Gervasio L. Garcia, Marcia Rivera y Angel Quintero Rivera, Luis Rafael Sdnchez y Antonio Martorell.

Empecd a sentir, de golpe, de un modo confuso, que tal vez no estdbamos donde cretamos ni iramos como pensdbamos sery que esa luz inusual iba a mostrarnos, con su brillo desconocido, nuestra condicidn verdadera. Casi al mismo tiempo en que alcanzaba, disemindndose, su mdxima intensidad, se empezd a velar. Juan Jos6 Saer We can agree, I think, that invisible things are not necessarily "not-there"; that a void may be empty, but it is not a vacuum. In addition, certain absences are so stressed, so ornate, so planned, they call attention to themselves; arrest us uiith intentionality and purpose, like neighborhoods that are defined by the population held away from them. Toni Morrison

Indice

I

La vida inclemente II

La memoria rota Balada de otro tiempo El amargo del cafd Cultura, emigracidn, ^asimilacion? La tradicidn del exilio III

Los anos sin nombre IV La polftica del olvido Cultura, Nacidn, Estado

Advertencia

El conjunto de los ensayos aqui reunidos responde al deseo de comprender el significado y la prdctica de la memoria, y a mi interns en entender c6mo se producen y se reproducen las tradiciones intelectuales y politicas en el marco colonial moderno. No constituyen una totalidad; la nocion misma de totalidad se pone en cuestidn desde el titulo. Mds bien me ha interesado a lo largo de los anos pensar la ruptura de la continuidad de la comunidad puertorriqueiia, la memoria deliberadamente negada por el poder politico, o rota por la represidn oficial y la exclusidn cultural. Serge Gruzinski, autor de La colonizacidn del imaginario, uno de los libros que he leido con pasidn en estos anos, la ha llamado la memoria mutilada. No puedo -ni quiero- esbozar ninguna teoria rigurosa. Casi todos los ensayos se escribieron a partir de textos especificos, o de debates culturales concretos. Al revisarlos y retocarlos para la publicacidn me doy cuenta de la deuda que he contraido con lecturas a las que aludo libremente, sobre todo a los textos de Edward Said, Hannah Arendt, Juan Jos6 Saer, Margo Glantz y Toni Morrison, con los en­ sayos de Enrique Florescano, y con la poesfa y la narrativa de Jos6 Emilio Pacheco. Desde diversas perspectivas todos ellos se han planteado el problema de la exclusidn y la represi6n de la memoria. El libro de Ashis Nandy, The Inti­ mate Enemy: Loss and Recovery of Self Under Colonialism,

me permits Ver con mas claridad ese "enemigo fntimo" que es la tradicibn colonial. I n mV/«r-m?ra

PartG de,este libro estd

formada por el texto

La vida inclemente: es la ampliacidn de un ensayo que puen el diano El Reportero a comienzos de los alios !

ochenta. Otros trabajos fueron publicados en su versi6n Sm Nombre> en el suplemento culturlXl Gn libre H S*manano aaridad> cuando lo animaba el espfritu sitrio /S/o? R°driguez Martin6- El mensuario universitano Didlogo generosamente acogio el texto que le da tlS i 7 l u m e " - l o stextos quecomentof u e S P°r Ed,ciones HiraciSn, la editorial que conS.vo tnbuyd a renovar con valentia la historiografi'a puertorri quena y nuestra reflexidn sobre la memoria Nmguno de los ensayos se hubiera escrito sin el didlogo

enumera^Sl m" ®' amigos. cuyos nombres serfa largo 0 versTcTdncontr ^ COnstancia de la sostenida conn con los amiS°s a quienes dedico este librito y tal,T tambidn a mis conversaciones con Ricardo Piglia y Eduar'do su v^ntad cnr'0^"1140, 3 Jua" °Uchesne Winter"or blico del debate en plertrmco'suTdnr611 del eSpacio pa' polmca del o«o me ^ e°T„^ blema, y dejar abierta, como verdel lector onin- P

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este libro.

diciembre de 1992.

uustra -en mds de un sentido-

La vida inclemente

La vida inclemente te separa de ml y un siglo de ausencia voy sufriendo por ti ^Cudl era la versidn hist6rica dominante contra la que se levantaron las nuevas revisiones, fecundas, y a veces imperfectas, apresuradas, militantes o excesivamente maniqueas de los anos setenta? Si en todas partes la historia ha sido, segun nos recuerda el historiador mexicano Enrique Florescano en el ensayo incluido en el libro Historia ipara qu£?, primordialmente una forma de legitimar el orden establecido, no debe extranarnos que cuando ese orden hace crisis se agudice la sensibilidad de lo hist6rico, y surja la critica de las versiones histdricas dominantes. Esa confrontacidn —politica, social, histdrica y cultural— es la que hemos vivido en Puerto Rico en los ultimos anos. Ahf estdn las nuevas versiones, en narraciones, ensayos y textos podticos, dedicados a recordar con la ayuda de la imaginacidn. una nueva composicidn del lugar. En muchos textos se les dio otra forma a los hechos, un diseno nuevo, bajo paradigmas esbozados en debates que se prolongaron a lo largo de los anos setenta y ochenta. Se trataba de posibilidades, de una nueva voluntad de comprender el pasado, no de realizaciones rotundas. Por eso, a

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pesar de sus limitaciones, de lo mucho que hay de efimero y circunstancial, a pesar de sus equivocaciones y de la pobreza te6rica o politica de algunos andlisis, las nuevas versiones interesan. Dirfa mds: precisamente porque han abierto vetas promisorias, aun sus errores y sus parcialidades inte­ resan. Como dijo Michel de Certeau en su renovador ensayo La escritura de la historia: "Una situaci6n social cambia a la vez el modo de trabajo y el tipo de discurso [...] La investigaci6n no busca unicamente comprensiones que hayan resultado. Regresa a los objetos que ya no comprende". Para comprender, pues, el enfrentamiento entre la "vieja" versi6n de la historia y la "nueva", no basta con oponer discursos y paradigmas. La lucha por los significados hist6ricos, y los significados mismos, se construyen en un conjunto de prdcticas y de instituciones. En otras palabras, se dan en el interior de un contexto y de lugares sociales especificos. A1 tratar de contestar la pregunta que da origen a este ensayo sobre cudl era la versidn histdrica dominante, pensd que seria util intentar una reconstruction del contexto en que las viejas" versiones de la historia cumplian su funci6n.

Para empezar, intentard una reconstruccion muy per­ sonal, forzosamente incompleta, de los anos cincuenta y comienzos de los sesenta, anos de los que me separan ya un siglo de ausencia. Si, la vida inclemente ha creado "un siglo de ausencia (como en aquel bolero tan difundido entonces por el trio Los Panchos). La tradicidn permite que uno lia­ ble en primera persona, pero, como dice Ricardo Piglia en frisidn perpetua: "El que escribe sdlo puede hablar de su pa re o e sus padres y de sus abuelos, de sus parentescos y genealogias". Tambien hablamos de parentescos sobre los que hemos leido. l0S aft°S cincuenta conclui la escuela supe­ rin.A,fmaleS rior y empecd mis estudios universitarios. Creia entonces,

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como muchos de mis companeros, que viviamos en una especie de "edad de oro", un modelo nuevo de sociedad fundado en el crecimiento econ6mico, la continua elevacidn del nivel de vida, el "progreso" y el despegue tecnoldgico. Muy pronto aquella imagen primorosamente coloreada e interpuesta entre la realidad y nosotros empezd a desvanecerse. Pero a lo largo de la ddcada del cincuenta -en nuestros anos formativos adolescentes- nos marcd a todos. La necesidad y la libertad parecian converger. Eramos los hijos del vasto movimiento politico y social iniciado en los anos cuarenta por el Partido Popular Democrdtico, los beneficiarios de las gestiones renovadoras en el terreno educativo y social, de la transformacidn dirigida por la Compania de Fomento Industrial y del Banco Gubernamental de Fomento. Habiamos leido en la prensa sobre la reciente Constituci6n del Estado Libre Asociado: cerca de medio milldn de electores participaron, con 373,594 votos a favor, y 82,877 en contra. El Estado Libre Asociado era, en la concisa expresidn de don Luis Munoz Marin, una forma mejorable de libertad" que podia "crecer". La "unidn era "signo de libertad". El "convenio" garantizaba la comun ciudadania con los Estados Unidos. Estabamos integrados a la "gran cultura occidental", pero con raices puertorriquefias. Eramos —siempre en palabras de Munoz Marin— "un pueblo hispanoamericano compuesto por buenos ciudadanos de Es­ tados Unidos", en vias de una industrializacidn que nos llevaria a "abolir la extrema pobreza". El gobierno se encargaria del funcionamiento de la economia. En Puerto Rico -como en Mexico, Peru, la Argentina y otras partes de America— el populismo "cambio incluso a los que se le opusieron", ha escrito acertadamente el intelectual boliviano Fernando Calderdn. La dificultad de construir un discurso de oposicidn realmente aut6nomo parecia probada. Los viejos argumentos ya no Servian. Aun el lider anexionista Luis A. Ferrd, entonces en la oposicidn, en 1955, pronuncid un discurso titulado "El progreso de nuestra isla" en el que expresaba una postura andloga. Ferrd, cuyo nombre todos asocidbamos entonces con las fdbri-

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cas de cemento, exaltaba el crecimiento, "el adelanto mate­ rial, obvio, elocuente". El, claro, le atribuia todo el progreso a la guerra y a la generosidad imperial, a las consecuencias de "la gran guerra del cuarenta": "Dinero de los soldados reclutados en la Nacion para defender la libertad. Dinero de las exportaciones de ron y otros articulos de Puerto Rico para saciar la sed de mercados desprovistos por el conflicto internacional. Dinero del Gobierno de los Estados Unidos que amplia sus instalaciones de defensa en Puerto Rico. Dinero de nuestros conciudadanos del Norte que pagan los servicios de las Fuerzas Armadas, en tiempos de paz o en bpocas de guerra". *

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Jalda arriba: el jibaro ingresaba en la mitologia politica. Las metbforas y consignas de la modernidad propuestas por el discurso populista se extraian todavia con fervoroso entusiasmo de un mundo campesino, jibaro, de sus refranes y de su lenguaje. Los destinatarios lo reconocian, aunque fuera parcialmente, como su propio lenguaje. De hecho, aquellas metbforas les permitian, aun a los que no lo eran, constituirse como "jibaros" en marcha hacia el progreso. Aquella utopia inspirb "jalda arriba" grandes transformaciones materiales, y llevb a cambios sociales y modernizaciones muy concretas, a beneficios nada desdenables para amplios sectores de la poblacion puertorriquena. Los de abajo parecian asentir a los cambios que eran impulsados por una conciencia social ilustrada, aunque paternalista, en los de arriba. Todo el proceso se presentaba como el movimiento de un pueblo que se movia al unisono, bajo la direcci6n de una vanguardia politica e intelectual. Ese seria uno de los lugares comunes mbs firmes del discurso histbrico. El modelo populista no habia entrado en crisis, y mantenia todo su esplendor retorico. Todavia no se han estudiado bien la multiplicacibn de las representaciones

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&ficas dedicadas al triunfo sobre el "atraso", m la

iconogr

e„ ,a, ur„a. Las ele,

una^^s^accito^yor^v^fdcilmente refutable^ "democra"izquierda" voluntarista pagaria muy caro luego. Per cierto es tambiSn que en el Puerto Rico de los anos cincuenta y sesenta se identificaba democracia con produccidny canitalismo. Esa correlacidn se propugnaba como un impe­ rative moral. Nos acostumbraron a las estadisticas tnu fantes a la expansidn vertiginosa de los centres u r b a n , de las urbanizaciones, de las carreteras. Las; conmgnas giraban en torno a la planificacidn y el desarrollismo. capac

sasrM==ir?vHSs de crecimiento" eran siempre positivas Hoy.enmeclio tantos retazos de Utopias fragmentadas, resulta dificil

^aX^Keveras se colocaban «£ hasta en la sala. Pocos anos despues sena"^X el rulos televisores. Fuimos a ver, temerosos y Santurce: tilante Professional Building de la ^ ya teniamos nuestro a ver aquel "milagro" tantes extranjeros del PuntoCua . leg del Estado y el amplio abanico de actividadesp AlbertQ Sdnchez y del sector privado. El Pe^ua"° i;VQ de !a muerte del ironizaba, en 1959, en una nota c programa del poeta puertorriqueno Luis Pales Mates, el program

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"Punto Cuarto". Sdnchez escribi'a sobre la "conveniencia de estudiar a los pueblos no solamente por el numero de horas que trabajan, y los anos que viven, y el salario que recogen por hora y por c&pita, sino tambien, y a veces antes, por el rumbo que imprimen a sus pensamientos, la autenticidad de sus vidas, vale decir, de sus conductas". Pero voces como las de S&nchez apenas se oian. En la nueva cultura politics puertorriquena de la posguerra, y en su vocabulario cotidiano, se le daba un fuerte impulso a la "superacids, al "exito". Los universitarios estdbamos llamados a ser los intelectuales profesionalizados, una legitima clase media, se decia, que el pais necesitaba. La magnitud de esos procesos sociales y culturales, y sus impactos duraderos, dificilmente podrian ser subestimados. Las cifras estaban siempre sobre la mesa. El eclipse de las grandes convicciones y el desgaste progresivo vendrian mds tarde. *

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No teniarnos entonces -los jovenes beneficiarios de tan agresivo progreso- plena conciencia de lo que significaba la emigracion de nuestras familias, a pesar de los frecuentes viajes al aeropuerto y las lacrimosas despedidas. La emigracidn era uno de los grandes proyectos patridticos, una manera de resolver el problema del "exceso" de poblacidn. Tampoco habldbamos del fracaso de la "reforma agraria", ni del costo social extraordinariamente alto del progreso. Si nuestros primos y hermanos habian muerto en Corea, era motivo de orgullo, a pesar de que la guerra resultaba mds larga, dura y cruenta de lo esperado e imponia grandes sacrificios: luchaban por la democracia. El mundo estaba dividido irremediablemente entre el mundo "libre" y la "esclavitud" socialista sovidtica. Cualquier otro planteamiento politico quedaba marginado. Estados Unidos habia creado "nuestro" ejdrcito, y, aunque conociamos mal las instituciones militares, se confiaba plenamente en la bondad de sus intenciones: era un referente positivo fundamental. La

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nalabra comunismo nos producfa escalofnos, y el nombre de Albizu Campos era tabu. En mi pnmer ano universitano leimos el Manifiesto comunista, y, en preparacidn para el examen, enumerdbamos sus diez falacias sin dudas de nineuna clase. Cuba era, como la Repiiblica Dominicana, una dictadura sangrienta y primitiva. Eramos afortunados e ingenuos, y de los paises del Caribe no sabemos casinada^ En aquel contexto fue ejemplar la participacidn polftica del Partido Independentista Puertornqueno Sus ihiembros asumieron la oposicidn, en el terreno electoral, de un proyecto tan poderoso y tan respaldado por Washington Esa valiente e histdrica defensa de otro proyecto todavfa no aP ha valorado como merece. Aquella feliz alianza utdpica del Estado Libre Asociado estaba amenazada desde afuera, y desde su propio interior. Pero no fue hasta finales de la ddcada del sesenta y losanos setenta que empezd a hacerse dramdticamente visible la crisis que ha ido exacerbdndose hasta hoy, restdndole \egitimidad y apoyo a un proyecto que ya no parece viable. Esa crisis se ha hecho visible en el acrecentamiento delasdiferencias sociales, y en los mundos sociales -mds dis^n^" dos que nunca- de las ciudades y las emigraciones^Visible, ademds, en la gran incongruence en los mveles de rep sentacidn y participacidn politicas. La corrupc dn, el en men la destruccion ecoldgica, y la enorme violence las atrocidades, eran muy evidentes en los anos' ^nte y ochenta. Ya para esos anos se veen clara™e^e las >ti-as caras de una modernizacidn irracional y colonial-ante 'a cual los dos partidos mayoritanos parecen impotentes otra parte, esa crisis tambidn contnbuyd a dinamizar la visidn y la reconsideracidn histdrica y literaria. *

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iCudl era la "historia" difundida en los anos delautopia industrial? La que yo recuerdo era, a la vez.raqu yp derosa. Raquitica, porque en la escuela la historia institu

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cionalizada, inscripta en los textos, se limitaba casi exclusivamente a lo "aprendido" en el libro de texto La isla de Puerto Rico de Francisco Gaztambide Vega y Pedro P. Arbn, y en la Historia de Puerto Rico de Paul G. Miller. D6bil, porque aun en mis anos universitarios recuerdo que las polbmicas mbs notorias eran sobre el lugar "exacto" del desembarco de Col6n. De los prbceres puertorriquenos casi no sabiamos nada. De la vida de los esclavos, de los peones, de la mujer, del movimiento obrero, de las emigraciones puertorriquenas o del mundo de los hacendados no sabia­ mos absolutamente nada. No se han estudiado a fondo, que yo sepa, los textos para la ensenanza primaria y secundaria que circulaban entonces, su tono, sus ilustraciones, sus interpretaciones, c6mo generaban sus heroes y la identidad nacional. Carecemos aun en Puerto Rico de una historia critica de los libros de texto, la legislaci6n y los programas de ensenanza de la historia comparable, digamos, al minucioso estudio que sobre Nacionalismo y educacidn en Mexi­ co hizo Josefina Vbzquez de Knauth. Cuando se haga, se verb, creo, la pobreza de esa historia llena de silencios y ocultamientos. La reconstruccibn historiogrbfica, sin embargo, no coin­ cide necesariamente con la memoria social. Pero las voces que articulaban la historia dominante hablaban con la certidumbre de que coincidian con -y encarnaban- la memoria social. Era una visi6n poderosa, por lo menos en dos sentidos. La visi6n de lo histbrico tendia a ser monolitica, excluyente, simplificadora. De la colonia espanola y de la lucha por el autonomismo, se pasaba rbpidamente al ambivalente 1898, al "cambio de soberania" y al imperio del adversario: la dominacibn de las corporaciones azucareras ausentistas. Pero el 98 era un tema dificil de sortear y se resolvia con relatos asbpticos. La otra fecha clave era, naturalmente, la nueva era: el 1940, el eomienzo de la racionalizaci6n de la accibn social, el triunfo del Partido Popular Democrdtico, un hecho que se presentaba como inedito e lrrepetible, y que se identificaba con la disoluci6n del poder azucarero. El ano 1940 era el eje de referencia inevitable

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, n pi nasado y el presente. Eran los beginnings, Parat £ o teorizado por Edward Said, los "coEzTs" de la historia, y de su propia historia, construes por los inielect^ale^ popuhstas^^^^^^ transmitia rods Era, por otra par , gQ dd poder No me parece eficazmente a tra ^ eXplicaci6n histdrica dominante exagerado afirrna q carla en ]a seductora y pedadurante 'Wire faerie" a gogica palabra de Mun , radio q de manera rods quien todos escuchdbamos per °^me^C1 cruda, «"'°^dlsCU"°L ePf^nos. Todos, desde esa rector de la Umeermd .y practice intelectual perspectiva, eran P'^^Vexcepciones. la conflrntauniversitana era' "°,n "'J Pensaban nuestros politicos. La cion redundance de q P .. r las COnmemoramemoria social se nutria de los ntimles y m^ La^ ciones que reforzaban e mi „bftbda- ia memoria rota, ea poralidad anterior ^ p^d popuiar la historia conSrraT^bXs^— , su propia con"talcepcidn vigente en '?

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rra". Su bf™ »">» S^CSatediad.s del siglo definido el perfil de d l slglo 19 habian luchado pasado". Los mejores hombres del B i g ^ abolici6n civica y parificamente pe intelecde la esclavitud. A1 mismo tiemp' , continuadores tualess epresentabanc o m . c e n t i n u i -

dldT^'a £ l 3 i " — m4s duraderM d LJre ciado y en general se propoma potenciar reglas de juego mds democrdticas para organizar el espacio politico pero no pudo frenar el proceso. La insurreccidn nacionalista de 1950, dirigida por Pedro Albizu Campos, habia sido vencida Bajo el impacto de los cambios, de la prospendad y presibn de la llamada "Guerra Frfa", el discurso del progreso se convirtio en una religion. Una religion del cambio, con sus dogmas fundamentales, mecanismos de censura y autocensura, tabues y notorios silencios. *

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iQue clase de cambio? Los signos de la modernidad y del progreso se vei'an por todas partes, a pesar de los escasos recursos naturales. La Compafna de Fomento inauguraba fdbricas sin cesar. Antes del amanecer el dia empezaba en muchas partes, aunque en la misma ciudad se oian muchos gallos todavia, y en Rio Piedras funcionaban varias galleras. A las ocho de la rnanana hacia rato que las guaguas y los carros circulaban por las calles. Viguid proyectaba toda aquella vertiginosa actividad en los noticieros del cine. Los arrabales iban desapareciendo -o eso creiamos—, y se construyeron nuevos acueductos y alcantarillados. Todo el mundo andaba de mudanza. Muchas familias a los nuevos caserios, otras a las urbanizaciones. La vida productiva se divorciaba de la vida social. La ciudad se iba transformando, cambiando su rostro ante los ojos atdnitos de nuestras abuelas, sin que esa transformacidn fuera acompanada de un replanteo cultural significativo del pensamiento urbano.

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La industria turistica transformaba paisajes, playas y vidas. El paisaje se comercializaba. Era, lo vemos mejor ahora, una nueva forma de colonizaci6n, desplazando la poblacibn de las costas, y sustituy^ndola por otra. A1 mismo tiempo, se imponia un nuevo discurso sobre la ciudad y sobre los lugares turisticos, que los propios puertorriquenos asumirfamos muy pronto. La ciudad nueva, con sus contradictorias asimetrias de barrios ricos frente a barrios pobres, y con sus nuevas urbanizaciones y caserios, parecfa no tener lfmite ni forma. En la capital podrfan leerse las lineas del discurso hist6rico y politico de la 6poca. La prensa diaria de aquellos anos abunda en noticias reveladoras. La barriada El Monte, de Hato Rey, tan bulliciosa y poblada, desaparecid; su eliminaci6n fue decidida por la Autoridad de Hogares, y sus habitantes fueron "reubicados" en nombre de la racionalidad y la eficacia. No sin fuertes protestas. La ira de los afectados se extendio rdpidamente, como ocurrio durante las enconadas manifestaciones — pequenos actos de heroismo fracasado— de marzo de 1952. Algunas de las pancartas de los residentes de El Monte expresaban visceral y apasionadamente la inconformidad popular: "Hyde Park y Baldrich no nos quieren porque somos pobres"; "El que no sabe defen­ der su hogar tampoco defiende a su mujer"; "Hambre. Desahucio. Esclavitud, reemplazan a Pan, Tierra y Libertad . Pero Hato Rey estaba destinado a oficinas, despachos y condominios, y a la indisimulada especulacidn de los terrenos para beneficio de empresarios, comerciantes y altos asalariados quienes jam&s percibieron la ausencia de los antiguos habitantes de las barnadas. Cada vez se hacia un poco mds dificil negar el Estado en las prdcticas cotidianas, ejercer autonomia frente al poder estatal. No todos encontraban igualmente cbmodo el acceso a las nuevas oportunidades. ^Cudl era, entonces, el sentido de la ciudadania politica? Nuestras familias se mudaban a Puerto Nuevo o a aquellas casas duplex" de Caparra. Ya corrfamos el riesgo de perdernos en la ciudad. Era como un texto complejo que

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«H» K°"? los descampados.

lt"i ospacio urbane. So imcon su paisaje infinitaque teminabad,, pronto. como si 1. ca lqhen-ntica

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sanitario completo,

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mente todo, y encima de todos los brazos de todos los muebles nuevos. En el patio se podia colgar la ropa a secar, sembrar limones, gandules y tomates, y traquear los gallos. Con las latas de galletas se hacian tiestos en los quecrecian ya los helechos. Aparecieron las mesas de formica. Regale a su mamd una nevera para el Dia de las Madres, plazos Todo parecia posible, nuevo, una frontera. Nos vacunaron, nos educaron, nos mudaron. El pasado era la miseria, otro mundo, otro siglo, otro planeta; cada vez nos hacia menos falta y habia que descartarlo para siempre. be empez6 a hablar de "clase media baja" y "clase media media . Tal vez la verdadera vida estaba esperdndonos en otra ciudad, como en las novelas de Kundera. Digo tal vez, aunque debi decir seguramente, pues frente al recuerdo, estaba siempre la posibilidad del olvido. La modernidad se alimentaba de la destruccidn; no se admitia el menor retroceso en la adquisicidn de las conquistas de la civilizacion moderna. En Rio Piedras, Caguas, Guaynabo y Arecibo todo se rehacia, como sugiere Brecht, "borrando las huelias", destruyendo sin remordimiento para poder construir lo necesario y lo inutil. Los recidn conversos son con frecuencia, como se sabe, los m&s ardientes en su fe. Esas transformaciones reales llevaron a nuevas preguntas historicas, y a nuevas miradas sobre la ciudad, desde la literatura.

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El mismo ano de la Constitucibn estrenamos en Rio Piedras la Avenida Regimiento 65 de Infanterfa. Alii estaban, en la inauguracidn oficial, algunos de los soldados puertorriquenos que acababan de regresar de Corea: tel6n de fondo para que hablaran los poh'ticos. Las carreteras eran signo irrefutable de la gran transformacidn: "mds carreteras para ayudar mds a la industrializaci6n". Aquellas carrete­ ras devendrian escenarios futuristas de desolacion anos mds tarde, dignas de una novela a lo Kerouac o John Up­ dike, la est6tica del fragmento como alusidn a una unidad ausente. En 1957 el ferrocarril cerraba sus operaciones en aras de la modernidad y la eficiencia. No podia competir con el nuevo mundo de carreteras y automoviles, y quedaba relegado a las formas de vida "atrasadas" que ibamos superando. Los veteranos de la guerra de Corea seguian regresando: dona Inds Mendoza de Munoz Marin y dona Felisa Rinc6n de Gautier integraban la Comisidn Insular Pro Homenaje a los Heroes del Regimiento 65 de Infanteria que en abril de 1952 recibian los 720 soldados que regresaron. Era preciso apartar la mds pequena duda o turbacidn de conciencia, no de un modo individual y domdstico, sino pu­ blico y compartido. Nada mds lejos de la verdad que la mitica imagen de un Puerto Rico "pacifico". El pais entero era un baluarte militar. El poder militar, que desde 1917 obligaba a la inscripcion de los hombres puertorriquenos, se resistiria a desaparecer. A1 contrario: lo cierto es que ese po­ der ofrecia beneficios a miles de familias, pensiones, becas a los hijos, posibilidades de estudio, prdstamos para la compra de casas, alcanzando asi una gravitacion decisiva en la sociedad. El desarrollo urbano dependia, en gran medida, de los beneficios que obtenian los veteranos, beneficios que tambidn abrian las puertas de la educacion superior. Los libros de texto de los anos cincuenta estaban por supuesto al servicio de una imagen amable de la militarizacidn del pais. En La isla de Puerto Rico, texto usado en las

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clases de "estudios sociales", se ponia al dia esa visidnque limaba todos los puntos poldmicos del problema. Su mternretaci6n consistia en ver el aparato militar como exigencia para la "defensa de la isla y de la naci6n : En la isla hay varios regimientos bajo la direccidn de las autoridades militares americanas. Su propdsito es de­ fender el pais en caso de que sea atacado. Hasta hace poco, los soldados eran puertorriquenos. Con motivo de programa de defensa nacional, se ha aumentado el total de tropas con gran numero de soldados amer^anos E cuartel general estd en San Juan, cabecera del Distnto Militar de Puerto Rico. Hay tropas destacadas en el Fuerte Buchanan, en Guaynabo; en Henry Barracks, en Cavev en el Campamento de Tortuguero, en Vega Baja, y en la's bases a6reas Losey en Juana Diaz y Base Nume­ ro 1, en punta Borinquen, Aguadilla. Puerto Rico ha sido fortificado para hacer fdcil la defensa de la isla y de la naci6n. Tenemos bases adreas en San Juan, Aguadilla, Juana Diaz y otros pueblos y bases navales en Culebra y San Juan, que es cabecera del D6cimo Distrito Naval de los Estados Unidos. El poder militar estaba legitimado, ademds, en la misma Universidad, en la que el Rector presidia, muy ufano -su impecable traje combinado cuidadosamente con la camisa, la corbata y el panuelo-, los desfiles militares del RO Una nueva versidn de la vieja correlaci6n entre las armas y las letras. Lo recuerdo en 1959. Los martes y los jueves, en las mananas, leiamos a Platdn, a Dante, Descartes, y a otros maestros de la cultura "occidental". En alguna clase leiamos por primera vez a Kant: "La Ilustraci6n es la salida del hombre de su autoculpable minoria de edad. Ten valor de servirte de tu propio entendimiento". Pero en las tardes aquellos textos eran frases vacias que no podian superar a prueba de los hechos. Nos cambi&bamos de ropa.se n a ban bien los zapatos, y nos haciamos cadetes del ROIL para celebrar la ldgica de la destruccidn y la ocupaci n territorial.

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La Segunda Guerra y la guerra de Corea suponian una militarizaci6n extraordinaria de la sociedad puertorriquena, con nuevas expropiaciones en Vieques y en Puerto Rico. Las consecuencias sociales y culturales no se analizaban jamds en la Universidad en la que estudie hasta principios de los anos sesenta. Los nuevos profesionales que alii se preparaban no tenian, por lo visto, necesidad de una cultura crftica. En virtud de un acuerdo tdcito, y con la ayuda de abundantes sobreentendidos, los temas tabu -y la minoria de edad- eran escrupulosamente respetados por casi todos. Por supuesto, habfa ya una larga tradicidn de defensa de la presencia militar, incluso entre los ilustrados liberales. En uno de los cldsicos puertorriquenos, Salvador Brau, se lamenta de que el regimen militar norteamericano hubiera cesado tan pronto. Asi lo expresa al final de su Historia de Puerto Rico de 1904: Los efectos de esta trascendental reforma necesitan tiempo para manifestarse en toda su plenitud, y como el tiempo solamente puede modificar las costumbres, acaso hubiera sido conveniente la prolongacidn del regimen militar, para moderar la brusca transicidn del viejo sistema colonial a los amplios mdtodos democrdticos, acostumbrando asi a la masa popular a no confundir las prdcticas de la libertad con el desenfreno de la licencia; pero la impaciencia poco reflexiva de algunos elementos insulares y la propensidn refractaria al militarismo en el pueblo americano, lo dispusieron de otro modo. La responsabilidad en la militarizacidn de la sociedad puertorriquena por parte de los propios dirigentes populistas no se planted a fondo durante esos anos. Siempre nos queddbamos en la periferia de esos debates. Las fuerzas ar­ madas Servian para disciplinar y para despolitizar, o, mejor dicho, para desarrollar lealtad a las legitimaciones doctrinarias. La Universidad y las fuerzas armadas se confundian tedrica e institucionalmente. Eran eficaces represores de la disidencia, los guardianes de la ortodoxia en los anos del macartismo. Curiosamente, las versiones imperia-

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les de la historia estaban A*!finales de ive tucionales ^ [aaa"xistfan organizaciones politicas o so­ los anos cincuenta n fuerza real, y las menguadas que dales "de izquierda ««&«» realty Lag existian parecian con s6lidamente formucriticas a todo el proceso"^™Snaci6n estaba ya, manos Duertorriquenas. *

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La prddica era incesante: teniamos que ser buenos ciudadanos norteamericanos. Eramos parte del gran escapa­ de, Puerto Rico como "vitrina de la democracia , se decia entonces. A falta de un Estado independiente, teniamos dos ciudadanias, dos lenguas, dos banderas. La independence politics no era ni posible, ni deseable, como demostraban, se nos dijo mil veces, aquellas "republiquitas" latinoamericanas. En la Universidad los desfiles militares eran una gran demostracidn de poder, en una institucidn que habia suprimido las organizaciones estudiantiles y censurado las actividades "politicas", aunque si estaban permitidas las fraternidades y las sororidades. En la pr&ctica significaba negarle voz y espacio a la oposicidn. La "cultura" estaba separada de la "politica". Hacia 1955 la Universidad contaba con cerca de diecisdis mil alumnos, y con alrededor de ochocientos profesores. Esas cifras representaban un salto cuantitativo ex­ traordinary cuando se las comparaba con las de 1942, fecha en la que s61o habia seis mil alumnos y trescientos profesores. A1 mismo tiempo, una nueva y moderna arquitectura, representada por la nueva Biblioteca disenada por Henry Klumb, quien habia trabajado con Frank Lloyd Wright, emblematizaba la modernidad que se acariciaba tan intensamente. A finales de los anos cincuenta Rufino Tamayo pintd un mural en aquella Biblioteca: la figura he-

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roica de Prometeo, robdndole de nuevo el fuego a los dioses. Fue celebrado como gran met&fora de la reconquista del saber. Para poder "ver" todo aquello nos faltd leer con m£s atencidn a algunos maestros de lo grotesco, como Canetti y Gombrowicz, que no estaban incluidos en nuestro canon "occidental". La alianza universitaria y militar se ocultaba en la simbologfa acad^mica. Era cosa de mal gusto que no casaba bien con las celebraciones y los aniversarios. La Torre del recinto universitario de Rio Piedras era ya parte de la iconografia del gran proyecto educativo modernizador. Las torres gozan de un viejo prestigio literario y su mitologia, pero no tienen un sentido linico, inequivoco. En los anos de "progreso" fren^tico de la d£cada del cincuenta, la direccion universitaria no hablaba ya tanto de los origenes de la Torre, vinculados, creo, a los fondos del Nuevo Trato, sino que gustaba de citar los versos de Goethe, bellamente traducidos por Juan Ram6n Jimenez, nuestro poeta residente, quien a finales de la d6cada recibia el Premio Nobel. Nuestra cultura europea estaba hecha, sobre todo, de traducciones, buenas y malas. En aquellos versos, la ascension de la Torre era la figura de una voluntad liberada, lugar de la observacion del humanismo critico, de un campo despejado, del conocimiento de lo cercano y lo lejano. La alta cul­ tura, la literatura y el humanismo estaban ya plenamente identificados con la institucidn universitaria: habian sido institucionalizadas. Era otro principio de autoridad: Naci para ver, mi sino es mirar; jurado a mi torre, el mundo me gusta. Lo lejano miro. miro lo cercano la luna y la estrella, la selva y el corzo.

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rontexto muchos de nosotros no podriamos 1 Hpuda intelectual que contrajimos -quienes °a haWamos formado en el nuevo y prestigioso saber de no nos habiamos minoria de profesores e inI T d ec a m i n o sm a yd i v e r s o s . D e s b r o para una mirada distinta. Algunos como zaban el^terren p conocimos a trav6s de sus libros, o op

deSC

fnmenos ese fue mi caso en los anos sesenta. Sus estuqnbre el Caribe, y sobre Puerto Rico en el contexto canbefto abrieron nuevas perspectivas. Lo mismo ocn™6J™ los trabajos de Sidney W. Mintz, que lei mucho mds tard , sobre todo Worker in the Cane, libro que sorprendentemente no fue traducido al espanol hasta hace muy poco. Si recuerdo un grupo muy heterogeneo que iluminaba nuestra conciencia y nos conducia a pensar de otra manera la cultura. Margot Arce, con su poetica pasibn antimoderna v su deseo de participar el placer de la lectura de los grandes cldsicos espaiioles a los demds. Margot Arce, ademds, se exigia algo que luego no fue facil encontrar en los anos setenta en la cultura de "izquierda" nacionalista y socialista: oir a otros, tolerar corrientes distintas de la propia. Ludwig Schajowicz, nuestro nietzcheano provocador, un intelectual refugiado del nazismo en las islas cariberias, empezaba sus clases con parabolas escalofriantes so­ bre los peligros de la seduccion ideologica. Tambibn Robert Lewis, quien nos inicid en la lectura de Kafka, Sartre y Dostoievski. Y el inteligente filosofo chileno Josd Echeverri'a, interesado siempre en tender puentes entre los puertorriquenos y el mundo latinoamericano, y en estimular el debate critico sobre la dtica y la politica en el mundo contempordneo. Le debemos mucho a Jorge Luis Porras, quien defendid siempre la libertad de la imaginacion con su inteligencia irdnica. Y a Aurora de Albornoz, la mds joven quizd del exilio republicano espanol: con ella conversabamos en aquellos anos sobre la Republica y los poetas del exilio, y sobre

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lefa mucho: dirigia

Jto/

s,as y de Jos4 Luis Gonzales, dos de los polemisSs mis agresivos, que se convertfan, a travds de sus texto* QSfifs68?8}?6 l3S grandes cerem°nias poh'ticas puertorri? v "aS, A™bos eran mtelectuales no acaddmicos, y los dos t

tt,rr

!?bnn mihtad° 6n 61 Partido ComunisGast6n- quien parecfa venir de otro g r C SUS sombreros y sus vestidos extrava° u ' °H gantes, cultivando siempre teatralmente los ritos burSTV a,qU[en tant0 debemos P°r la importacidn y aclimataddn de otras literaturas y por la redefinicidn de la modernidad hterana puertorriquena enAsoma.te, la revista que dirigid durante todos esos anos. La vi por primera vez a pnncipios de los sesenta, lo recuerdo perfectamente, cuando leyd, sin mirar a nadie, en la Universidad un trabaJ,° fbre fa peste de Albert Camus. Ninguno de nosotros poSV V°Z y SU vocaci(5n de intelectual cntica que utu hablaba con clandad en medio de tantos eufemismos, y que defendia a pesar de su apasionado independentismo, su gran pasion por la literatura norteamericana. Era otra posible tradici6n, a la que quizds podi'amos aftUor-nos -para usar el tdrmino de Said. Esa otra tradicion que quenamos encontrar estaba rodeada entonces por un halo de herejia, con pocos medios de visibilidad, a la vez que era objeto de la crftica malevolente y burlona de los inremnt

?

41 telectuales del poder. ^C6mo se transmite una tradicidn intelectual marginal? Mucho mds tarde me di cuenta hasta au6 punto pensdbamos no necesariamente con sus ideas, nero si desde ellas, y a veces contra ellas. Aprendi entonces que una tradicidn no es necesariamente el interior cdlido de una familia. Una tradici6n podia estar formada por "outsi­ ders" muy heterog6neos -conservadores, radicales, cat61icos ateos, judios; habia algo que trascendia esas diferencias. Una tradicidn moderna podia existir de modo disperso. *

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*

El pueblo habia "despertado", y cada vez se hablaba menos del impotente pasado anterior al 1940, o de los libros fundadores. Del pasado quedaban unas cuantas imdgenes rotas. Atrds quedaba tambi6n la repeticidn y el tedio de la vida provinciana, las mananas parsimoniosas e improductivas, el languidecer de una juventud aburrida que no sabia competir por una vida mejor, "los domingos aldeanos, y las horas, las horas lentas, vacias y perezosas que marcaba con desgano el reloj de la plaza" de que hablaba el poeta Luis Palds Matos. En todo caso, teniamos aquellas vagas nociones de la Historia de Miller. Claro, que ya a finales de los anos cincuenta el viejo San Juan empezaba a restaurarse, a sacralizarse y, a la vez, a convertirse en un gran negocio para los realtors. Comenzaba entonces una nueva estetizacidn del pasado. Tambidn para lo "viejo" se abria un nuevo mercado y una nueva definicidn de la "alta" cultura frente a lo que Roland Barthes llam6 las "mitologias" de la cultura de masas. Incluso lo viejo se renovaba, se hacia nuevo y bello. En 1953 el Dr. Fernando Monserrate organizd en Cooper Union en Nueva York una de las primeras exposiciones de "santos" puertorriquenos. Debido a los cambios abruptos, se multiP aba la necesidad de buscar, como ha escrito Pierre Nora, los lugares de la memoria. La espiritualidad de los

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jfbaros, representada en sus santos pas6 poco a poco a ser un nuevo lugar de la memoria, uno de los secretos lugares de la sociedad pre-moderna. Para Nora, la memoria y la historia en la modernidad son antagdnicas. La memoria busca lo sagrado y lo especffico; y, por otro lado, la historia pretende ser universal. Ese antagonismo es resultado de los cambios de la sociedad moderna. De lo que sf se hablaba mucho era del futuro. Munoz Marin, en la plenitud de su poder carismdtico, expresaba las aspiraciones del pueblo en su mensaje de 1952. Nombraba y reinscribi'a a sus destinatarios. Era la liberacidn del reino de la necesidad, una realizacidn modesta de la utopfa. La tragedia ya no era posible. No puedo insistir lo suficiente sobre las relaciones entre el texto y la voz, tan decisivas en el caso de Munoz Marin. Cuando explicaba las repercusiones comerciales, legales y polfticas a las que el Estado Libre Asociado podia dar lugar, obraba magndticamente sobre los oyentes. Era portador del carisma. El pu­ blico que lo escuchaba -en los mi'tines o a traves de la ra­ dio— era vasto y entusiasta. La relacidn de Munoz con el pueblo suponi'a elaborados rituales. Quedaba claro que la democracia del Estado benefactor no excluia la desigualdad, pero todos tendrfan un papel, aunque fuera modesto: Veo en la cumbre un pueblo albergado en viviendas, muy pocas de extremo lujo, ninguna de arrabal o de choza destartalada. Veo la oportunidad de trabajo honroso, a remuneracidn modesta, pero adecuada a un sereno vivir. Veo la tranquilidad de las familias en saber que sus hijos, han de educarse hasta el mdximo que puedan... En 1953 pronunciaba Munoz Marin otro discurso populista y modernizante en el que reiteraba la esperanza en los frutos de la sociedad industrial. Exhortaba a la mayor familiaridad posible con las mdquinas que "libertardn a nuestro pueblo finalmente de la pobreza" y del retraso tecnoldgico. Esa familiaridad debfa empezar, aconsejaba Munoz, hasta con la clase de juguetes con que se estimula

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la curiosidad y preclSo alcanz una especie de imp reconocerse y co ble mediante el esme como la primera p

C°™

sentirse, Todo era positrabajo. La superacion, elimid pre.moderno aparecia

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moral

ascdtico:

modernos.

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y

'S d°esarrollo

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discursos

tecno^gico y

se llenaron de expli-

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por

desempleo, la duplication de la production, y sobre los logros alcanzados por las industrias del cemento, de licores y los centros de enlatado de pinas, atun, cocos y frutas asi como los millones de barriles de petrdleo que se refinaban en Puerto Rico. En los libros de texto, como en Lo isla de Puerto Rico se dedicaban largos capftulos a las industnas y se transmitia la siguiente imagen: "La isla de Puerto Rico estd caminando rdpidamente hacia la industrializacion. Estamos en plena Revolucidn Industrial . Tanto las empresas como los sindicatos tenfan un mismo objetivo: la mejora y eficacia de la produccidn, que naturalmente se traducina en la obtencion de beneficios. En ese contexto, es posible leer La carreta de Rend Marquds no como un "reflejo" de la sociedad puertorriquena, sino como una antiutopfa. Publicada primero como una "trilogla boricua de estampas" en la revista Asomante en 1951 y 1952, buscaba, deliberadamente, otros recuerdos. La obra de Marques, con su vindicacion de otro orden, proyectaba una curiosa luz ulterior sobre la utopfa dominante. Invertfa el proyecto y se dedicaba a investigar su fracaso: el fin de los tiempos modernos seria la vuelta al Origen, como se dramatiza en La carreta. En los afios cincuenta, la literatura se politizaba de nuevo, y de manera dura. No obstante, resulta muy significativo que el propio Marquds se empenara en "modernizar" la literatura, participando de otro modo en la "superacion" del pasado. Sentia un vaci'o de nuevos saberes literarios en torno suyo, y reconoci'a la imposibilidad de iniciar una nueva literatura

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sin ayudas de fuera. Asf puede confirmarse en sus re«n frii"16" 103 del teatro de Sartre, O'Neill v Tenne 33 Williams, publicados tambfen en la revista Asom™,?T'' ejemplo, ya en 1947 Marqu6s conclufa un largo comentario sobre el teatro de Sartre con la reiteracidn deTnecesS de importar modelos modernos: "Y para nosotros, quet os de buscar en autores extranjeros la fuente donde sanuestras inquietudes por el buen teatro, Sartre results una compensacidn a esos temas insulsos trabajados cont mca .poljladfsim. qae se empefian siempre en Zil s cultivadores del teatro hispano e hispano-americano" hn Marques, como en otros, habfa un deseo de integrarse funcionalmente en la modernidad, una modernidad donde de escnt°r parecfa cada vez mds desplazado y aro.° caico. Marques llevd a cabo ese proyecto con cierto exito y alcanzd una apreciable gravitacidn publica con su teatro y sus ficciones. Aunque critico en sus antiutopfas, 61 tambien se modernizd.

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El novelista venezolano Adriano Gonzdlez Le6n publicd en 1969 una novela que pudo haberse escrito a prop6sito del Puerto Rico de los anos cincuenta: la tituld Pais portdtil. El vdrtigo de las transformaciones materiales y sociales de aquellos anos, la voracidad de la pasidn vencedora sobre el pasado, la canonizacidn de lo nuevo y lo moderno, todo parecfa justificar la fuga de la historia. Se aceleraba incluso el relevo de las generaciones. El discurso dominante anunciaba la liquidacidn del pasado. Solo faltaba expulsar unos cuantos fantasmas, residuos del burden of the past, para entrar de lleno en la edad de oro. Pats portdtil: sf, las barriadas de Hato Rey se eliminaron -a pesar de las protestas de los vecinos- para dar paso a la Milla de Oro con las ventanas iluminadas en sus edificios solitarios, cuando despues del ajetreo de un dia de trabajo se iban quedando vacios. Se crearon nuevos es-

45 .• pacios -y nuevos a 1 davia conservaba su a juan se iba

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fisicos y sociales. Miramar toy el viejo San . d miles de oficimstodavia se encontraba

aire aristocrdtico,

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aSany en SaSurce, antes de que fuera devastado n, T as Americas y el dxito de los "shopping centers . p°r Plaza Las Am ^ de Santurce que supuso la

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AnteS, ap ] orioty y el Centra Gubernamental, un centra d avemda Baldono y y •„ -;nm,na narte v que logrd bo-

descen^a^^g^Jaginnumerables huellas de quienes alii "rfan A finales de los cincuenta y principios de los sesenta se estaban sentando las bases para el enfrentamiento sanm-iento de barrios y sectores y el darwinismo socia^1 qu Sracterizan los ultimos anos las ciudades puertornquenas Hoy, en medio de las errdticas postnmenas de aquel proyecto modernizador, en medio de las duras y crueles ciu­ dades puertorriquenas, resulta dificil imaginarse la esperanza, la alegria, el mesianismo providencialista, el paternalismo, la arrogancia, las ilusiones que caracterizaron los anos de apogeo de la utopia industrial. Ademds, el contexto caribeno, por contraste, lo favorecia. Con la dictadura de Batista en Cuba y el sanguinario rdgimen de Trujillo en la Republics Dominicans, se ponia aun mds de relieve el car&cter ilustrado de aquella clase dirigente que en estrecha alianza con el "pueblo" defendia los intereses de Puerto Rico ante el gobierno metropolitano. Muy pocos -s61o la minoria heterodoxa, conservadora y radical— ponian en tela de juicio el discurso dominante, u osaban inquirir sobre el precio social y politico que habria que pagar por aquellas transformaciones. Eramos, queriamos ser, tabula rasa. Pero el pasado enconado, la vida inclemente, no se resignaba a desaparecer, y a veces estallaba de manera inocultable. En 1953 volvia dramdticamente, demostrando los ritmos contradictorios del proceso. La Virgen aparecid en el barrio Rincdn de Sabana Grande. Miles de puertorriquenos fueron en busca de otro "milagro", depositando alii sus anhelos, demostran­ do que tenian otra memoria. Los dioses locales resistian, y

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congregaban un publico considerable TnH, cho el relate de las apariciones de la Virgen en PuertoRico. Esa espintualidad no se estudiahe J i n ^os seculares centros universitarios donrie In' 1 Ortega y PedrSa Ni^ " °* l0S teXtos can6ni«s de fuertes ganaron esDacio p infi

P^adigmas marxistas

Con demasiada frecuenc^aYodo se^resolvid con ^argasdj,' quisicione3 sobre los "modes de produccion", o con excest productive? 1?" " ^ Cuantificaci^- En los casos mas productivos, la nueva historia" movilizd audazmente su rip l "Uevas fuentes Para la historia de las estructuras o habiaS ri3?8

nun o do

S°Ciales" Pero hubo una

,CU nUra "'najenada-de

tendencia excesiva'a

las "masas". Desde»

P nto de vista hay una significativa continuidad entreel

n6 h?go P°PU

3 y Clerta lectura del

marxismo que domi-

La cultura intelectual moderna del Puerto Rico de los cincuenta como luego sus criticos de los anos setenta, queriai ser laica, radical y racionalista. La vida poh'ticase entendia entonces, y muchos la entienden asf todavla, sin las mediaciones de la cultura, del imaginario social, de la sim o ogia de la vida cotidiana que hace, con frecuencia, que diversos tiempos y espacios coexistan. Pero en el centro e progreso se formaba un gran vaci'o, y la extirpacidn de los cultos se hizo imposible. Acaso ni la vieja ni la nueva istoriografia hayan podido iluminar esas zonas profundas e inexploradas de la espiritualidad.

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La emigraci6n ha sido la otra gran ausente. En la historiografia puertorriquena -tanto la "vieja" historia como la "nueva"- el estudio de la emigracidn ha brillado por su ausencia. Quiero acentuar deliberadamente la metdfora. Se

47 1 "modelo" de desarrollo que habfa puesto en decia que el moaeio , exi -a ja salida de miles de p marcha el Partld° - en ei que se foment6 la emi-

S del poder fomentaba la emigration, la hacia visible En la ddcada del cincuenta se calcula que emigraron alrededo de medio milldn de puertorriquenos. Pero, al mismo tiempo el poder regularizaba la articulacidn de esa experience, y mds bien la suprimia. Una notable excepcidn, a partir de los anos setenta: los grandes esfuerzos que para la histona de la emigracidn viene realizando el Centro de Estudios Puertorriquenos de Nueva York. A pesar de todo, el drama de la emigracidn empezaba a hacerse visible mds bien en la literatura de los anos cincuenta y sesenta, sobre todo en las ficciones de Guillermo Cotto Thorner, Pedro Juan Soto y Josd Luis Gonzdlez. El gobierno del Partido Popular Democratico organizd e institucionalizd la emigracidn masiva de la posguerra, que se presentaba tan positiva como inevitable. Las cifras de la emigracidn llegaron a ser uno de los indicadores de la prosperidad. El propio Munoz Marin, en un discurso de 1951, al pasar revista a los logros de los diez anos anteriores, y comentando las diversas propuestas para el mejoramiento de la sociedad, admitia que: "De no haber sido por la migraci6n [...] el numero de desempleados hubiera aumentado". En otro discurso, de 1957, se lamenta de que no se redujera tanto el desempleo. En un pasaje notable defendia la politica del fomento de la emigracidn: Es indiscutible que, si no fuera por esta oportunidad de migraci6n y trabajo en el exterior, todo el grande y heroico esfuerzo productivo de Puerto Rico, en el que participan todas sus clases sociales, sdlo servirfa... para que

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^SrS^saasa y PWiIegiada: 'Pueden todos descansar en la jL!^ A dad que este gobierno favorece, sostiene^T^Jl T* Claci6n permanente con Fvtnri' sostendrd la asoTT J -i las condiciones deUS V'"d" f America'. Pe„

econdmico que el pronio u'" marc0 politico jr las escuelas yeXuZ„ «estudiab,„„ / desafortu„a/„s " Iflad;M«ah0 "iencs los eta, AKcsi- , , y contraProducentes que podia eenerar

P°Pu]ar E1 Proble™ afiS f 3 C n Inuamente mucha eente Fr, ° ~ era la poca tierra y la Por otra oal f f^8-0 reC°n°Cer esos P°deres facticos. ConsHff Pfte',en los mismos dlas en que se proclamd la Cread6" del Estado Libre Asociado, en 195212 y snfah, f ° 86 anUnCiaba la "nueva formula" que clane" o°l0nial> ,a Prensa informaba otros siVnos /P P "1GJ0 ' Se esperaba en ese afi0 ^ue emigraran mas de 75,000 personas. Sdlo en Mayaeiiez Dara dar qto2 800 h ^ °fiCina f®1 Servicio de Empleos'confirmo que 2,800 obreros agncolas irfan a trabajar a las "fincas del orte , desparramados en campos y ciudades distintas. La gente que se iba a Chicago, a New Jersey, a Nueva ork, empezaba a transformar, con sus prdcticas y expe­ riences, a los que se quedaban en la isla. Reivindicaban, en sus nuevas comunidades, una cultura que, en algunos casos quena ya negarlos por "asimilados", desvalorizdndolos, destituydndolos de su dignidad histdrica. La figura del 0 0 . volvia bajo nueva forma: los emigrantes. ;Que nos autonza a hablar -y a definir- a1 "otro"? Las definiciones se

Si X°

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-no exenta ae renuvauao . nos a "lo puertorriqueno" en Vieques y y nos reinvents a cada uno de nosotros. En la isla, quienes no tenian lazos con la emigracidn, o se sentian autorizados para definir la identidad nacional, podian elaborar nuevos criterios de "pureza" cultural. Para esos sectores, la "contaminacidn" cultural de los emigrantes aparecia como un signo de pobreza y de deformation. Algun dia habrd que estudiar mejor las formas autoritarias de las identidades concebidas por quienes se consideran acreditados a definirse como centro y encarnacion del ser nacional frente a los que han "perdido" su linaje. Un antrop61ogo, Renato Rosaldo, ha estudiado ese fenomeno en su ensayo "Border Crossings". Los desplazamientos y las didsporas modernas, explica Rosaldo, han generado nuevas definiciones de la "autenticidad" cultural de unos, y la "carencia" de otros. Debido a los grandes desplazamientos poblacionales del siglo 20, se han generado nuevos discursos de diferencia en los que se postula una cultura superior y otra "deformada", inferior. Pero los emigrados puertorriquefios ponfan en practica su derecho a conservar una identidad y unos valores que transmitir a sus hijos. Tenian un imaginario, una memoria y una cultura que hacian casi imposible su "asimilacion". Pero esa memoria tambien les permitia adaptarse —selectiva y conflictivamente- a las nuevas circunstancias en una sociedad que, en general, los despreciaba. De hecho, en la emigracidn, en los barrios de ciudades como Hartford, renton, Holyoke y Jersey City, la diferencia que propor"ona la identidad se valoraba aun mds en vista de los pre-

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nos miembros de esas dlites hablan de la identic • " ' ™» diria el filfeofo Ado™, desde los2SS

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nobleza Pos'tulan'68'™ " '°S

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Sin embargo, el centra quizds se percibe mejor cuando alguien se situa fuera del centra. El centra estd donde estamos como ha dicho Marguerite Yourcenar. En la emigracidn se necesitaban otros recuerdos, y una memoria larga, tanto como la reproduccidn de la red de amistades conocidos, ahanzas, compadrazgos. El cuerpo, los cuerpos' tenian sus recuerdos, su historia compartida, que en Nueva York y en Chicago se manifestaba en la compleja cultura de las prdcticas religiosas, la musica y el baile como formas de identidad. Recuerdo, creencias y placer estaban alii mtimamente relacionados. En aquella repeticidn de las ddcimas, de la plena, del bolero, el pasado y el presente se reconciliaban en la construccion de una nueva versidn de la historia. La fragmentacidn -y la continua interaccidn y mutua interdependencia— producidas por tantas separaciones de las emigraciones aguardan todavia innumerables relatos. Las radioemisoras hispanas de Nueva York difundian, ya en los anos cincuenta, la musica del trio Los Panchos, de Felipe Rodriguez o Bobby Capd, y en el Teatro Puerto Rico de la ciudad celebraban a Felipe Rodriguez y su trio Los Antares. Las comunidades puertorriquenas ofrecian tambien un mercado para musicos como Mon Rivera, Ramito, Daniel Santos, Tito Puente y luego Ismael Rivera y Cortijo, quienes iban y venian de la isla a Nueva York, y grababan y vendian sus discos. Los emigrantes fortalecian -de manera imprevista por el discurso excluyente de algunos sectores de las dlites puertorriquenas- la necesidad de conservar identidades, y,

51 de hecho, la necesidad de fijar nuevas descripciones de la identidad Habi'a en aquellas comunidades puertorriquenas la posibilidad de un nuevo futuro que exigia conservar ciertos lugares reales y simbdlicos, una nueva valoracion de la geografia insular, de sus rios y lomas, de sus barrios. La pertenencia, el sentido de "hogar" y comunidad, como ha escrito Edward Said en sus ensayos sobre las comunidades palestinas, se afirma sobre todo en la distancia, con la incertidumbre del lugar. Ello explica, quizds, por qud se puede dar la paraddjica situacidn de que algunos en Guaynabo desprecien su cultura, mientras que otros, en Filadelfia, la defiendan con pasion. *

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Una mujer viaja con sus hijos, a principios de la decada del cincuenta, desde Carrafzo, y luego en unas pocas horas, de San Juan a Nueva York. Descubriamos un dngulo de lo fantdstico, que ya no era un genero literario, era esa velocidad. Pero la trama de las nuevas realidades culturales y sociales de la emigracidn era muy compleja. El testimonio de Ramona Quinones en Nueva York me demostraba hace unos anos los lazos de continuidad que se preservaban en medio de aquel desplazamiento fantastico. Ella no ignoraba los riesgos de la emigracidn, pero los habi'a asumido libremente. Vivid primero en el East Side y luego paso a un cuarto "furnido" en el West Side: una hora de camino para llegar al trabajo. En Puerto Rico habi'a trabajado en una factoria de panuelos, a mdquina, en la calle Vallejo de Rio Piedras, y tambien en algunos trabajos a domicilio, que contrataban. Despues, trabajd en Miranda Hermanos en Santurce, trajes de sastre, casimir y de hilo, pegando mangas. Treinta anos despuds de su llegada a Nueva York, me contaba: "Cuando me casd, me mude al barrio Capetillo de Rio Piedras. Mi marido tenia buen trabajo, cuando la PRRA, de clerk, el sabia maquinilla. No le gustaba que yo

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trabajara, me velaba en la guagua, era celoso. Pero desoufe cogid el vicio y tuve que soltarlo. Me daba mucho tormento Me vine a Nueva York en 1950, a casa de una amiga, y lue^ go arnmd a todos los mfos. Mi primer trabajo en Nueva ,["6 en sombrillas y despuds en efectos de Crismas, n° por alld por Long Island. Habfa una polaca y una americana; yo me comia la mdquina. Tuve trouble con la polaca Entonces vivfa en la 105 y el East Side. Toda la familia venia a mi apartamento, a recrearse, a fiestar. Habfa mucha morcilla, arroz con gandules, lechdn, estaba la comida botd, y tenfamos los discos del trio Los Panchos y de Jose uis Monerd. Despuds todos se acomodaron, asf es, y se fueron alejando". Se callo de repente, y se quedd inmdvil. yuedaba sola, con sus sombras, sus suenos, sus deseos. Tras muchos empleos excdntricos y provisionales que le permitfan cubrir la subsistencia, Ramona Quinones se mudo con sus hijos a un "proyecto" de la St. Nicholas, y solicitd el security por incapacidad. Nada de su vida ha sido ni serd registrado por los tratados histdricos. Ella tambien quedd ausente. Sin embargo, su memoria estaba determinada por la fidelidad al populismo. Lo que me decfa muchos anos despuds —sdlo puedo reconstruirlo fragmentariamente— confirmaba la fuerza de aquellos mitos. Sobre todo la evocacion de la figura de Munoz como padre, aun en la emigracion: "Munoz Marin, lo bueno que fue con Puerto Rico. Lo bueno que eran las elecciones en Puerto Rico, cdmo corrfamos por todo el pueblo. Yo estaba muchachita. Vivfa entonces con mis padrinos, que tenfan una casa de altos y bajos en Caguas, en los altos para vivir. Yo me acuerdo de esos tiempos, y me emociono. Esa vida no vuelve. A Munoz Marin le cantdbamos: 'Arriba la Pava y arriba el pavln, que viva el bigote de Munoz Marin'. Albizu, sf, muy nombrado, un hombre muy inteligente, pero se aferrd demasiado". No hay mitologfa polftica o cultural que sobreviva si no es aceptada por los que en ella han crefdo, aun en la imagen deformada del espejo quebrado. Y no hay historia "profesional" que pueda desmantelar fdcilmente los mitos del retorno del pa-

53 • „„l*dos a las identidades nacionales, como dre, tan vmcu religi6n monoteista. Freud sugiere en Moisis y cuatrimo^ E1 Viernes Santo de abrd M 88cj* tor de la Pan y^mcriean ron mds de cincuenta y famibas puertorriqu

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mayoria trabajadores a Nueva York, rnret6 por mUchos como un

f dteS5aaTot°quT violLban la tradicidn del tiempo liturgico ddViernes Santo, pero tambidn puso de relieve las condiIlTnhumanas y arriesgadas de aquella emigracidn El C1°n t'mipnto v el desamparo se hicieron patentes. La idea

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apuntaba a niveles profundos de la cultura: la conciencia del pecado. Una extensa linea silenciosa se configuraba ante aquellas fdciles soluciones al "problema de la mucha gente. La muerte, temida y odiada, se prestaba a la provocacion, y se mostraba en toda su desnudez y desesperacion. Habia un codigo que se situaba al margen del tiempo historico. Al final de los sesenta, cuando lei El tambor de hojalata de Giinter Grass, y su pasidn contra la amnesia del "milagro alemdn", me vino a la memoria aquel Viernes Santo puertorriqueno. No se podia transformar el pasado a traves de la negation.

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En la Divisidn de Educacidn de la Comunidad se le daba impulso, en aquellos anos, al cine y a la grdfica, al dibujo y al grabado. En la Division se reunid uno de los grupos mds creativos del Puerto Rico moderno: Lorenzo Homar, Irene Delano, Rafael Tufino, Jose Antonio Torres Martind, Felix Rodriguez Bdez y Carlos Marichal, entre otros. Alii comienza la gran tradicidn del grabado, las artes grdficas y el car­ tel puertorriqueno. Lorenzo Homar habia regresado de Nueva York, y fue nombrado director del Taller de Grdfica de la Divisidn. Mds tarde, en 1957, pasd a dirigir el Taller del Instituto de Cultura Puertorriquena, en el que se for-

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a verk, la pallcula Blackboard Jungle, ,„ Cf6S1Va, desin^raci6n de la convivencia en Nueva ork y en la que figuraba un personaje puertorriqueno Lo puertorriqueno se insertaba, aunque de forma problemdtica en los medios. El drama de lo que se Uamaba entonces dehncuencia juvenil" y los conflictos raciales del peculiar apartheid norteamericano, inauguraban un gdnero que desatd poldmicas y censuras en Estados Unidos. En el fondo a pelfcula estaba impregnada de la preocupacidn por la pureza y la inocencia en un mundo corrupto. Recientemente la vi de nuevo, y me llamd la atencidn la clara propuesta de ahanzas polfticas y dtnicas que estdn en el centro del relato. Pero en aquellos anos adolescentes no comprendi'amos bien aquello, lo cual demuestra la distancia que existi'a entre las realidades sociales norteamericanas y los discursos dominantes en Puerto Rico. Ya a finales de la ddcada, el vigoroso movimiento de los derechos civiles, y sobre todo la extraordinaria figura de Martin Luther King, nos llevaria a cuestionar nuestra absoluta ignorancia sobre los conflic­ tos y la historia norteamericanos. Blackboard Jungle tambien tenia el atractivo de que puso a todo el mundo a bailar y cantar el "rock and roll", con Bill Haley y sus Comets. Ese cine, como las peliculas de Hitchcock, ya nos separaba de Jorge Negrete, Maria Fdlixy Libertad Lamarque, y de los delirantes melodramas de amores, ranchos y conflictos familiares del cine mexicano que todavla preferlan nuestros padres. Por esos anos tam­ bien se estrend "Maruja", una pelfcula puertorriquena, con actores que ya conoclamos por la radio y la televisidn, Marta Romero, Axel Anderson, Mario Pabdn, y con el dxito del momento, Cortijo y su Combo, con Ismael Rivera cantando

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"El negro bembdn". Despuds, en 1961, vendria West Side S'°Los

diarios daban todas las posibilidades de una estdtica del collage. La publicidad comercial en la prensa y la radio llegaron a niveles insospechados antes de la Segunda^Guerra En aquellos anos se anunciaba la "droga mdgica con­ tra la tuberculosis, que se empezd a probar mmediatamente en el Sanatorio Insular. La tuberculosis no era en el Puerto Rico de aquellos anos la enfermedad del artista romdntico, de espfritu refinado, que Susan Sontag comenta en su ensayo La enfermedad y sus metdforas. Era una realidad que el nuevo gobierno queria eliminar. La alimentaci6n y los servicios de salud mejoraban considerablemente. Estaba en su apogeo el concurso del Tarzdn y la Jane de la semana, patrocinado por Kresto y Denia, concurso que siempre ganaban jovencitos bien alimentados y aprovechados en sus estudios (jKresto reforzado batido en la riquisima leche Denia, tres veces al dial). La radioemisora WKAQ transmitia desde el teatro Metro el gran programa Libby's con Pepito Torres y su orquesta Siboney. Las fechas se sobreponen y se confunden. Las radioemisoras transmitian el genero predilecto: las radionovelas, la novela Fab, la novela Denia, la novela Octagdn. Por ellas desfilaban todos los temas, las obsesiones, los mitos y ritos de la sociedad, en me­ dio de los anuncios de detergentes y leche en polvo. Una nueva cultura empezaba a cuestionar las identidades tradicionales. Con los anos, se convirtid en una preocupacidn central: £es posible una concepcion de la identidad que no sea una simple apologia de la cultura de masas? La tecnologia empezaba a revolucionar las comunicaciones, y, por consiguiente, la cultura y la vida cotidiana. Las tdcnicas vanguardistas pasaban a la publicidad, y en ella podrian rastrearse hasta el dia de hoy. Habia un nuevo mercado: la llamada "cultura de masas". El poder informativo y el poder economico y politico cimentaban una alianza que se convertiria en los anos setenta en un poderoso proceso de concentracion. Pude comprender mejor la importancia de esa cultura despuds de leer las novelas de Manuel Puig.

56 *

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Subitamente, las imageries de la insurrecci6n nationa­ lists! de octubre de 1950 pasaron como un reldmpago porlos noticieros radiales. Se reintroducian en el cuadro de la prensa, obligdndonos a ver lo que muy pocos querfan ver. El juego politico acababa en muerte sangrienta, de una manera imprevista para la mayor parte de los puertorri­ quenos. Los locutores hablaban como si el techo del edificio hubiese sido arrancado. En Arecibo, en Penuelas, en Jayuya los nacionalistas se enfrentaban a la policfa y a la Guardia Nacional. Cada dia eran mds los muertos y heridos. En Jayuya se proclamd lo prohibido: la Republics de Puerto Rico. La voz de Munoz Marin, condenando a los insurrectos, sonaba grave e irrefutable. A1 mismo tiempo, recomendaba el tranquilo retorno al trabajo, y anunciaba que se librarxa la lucha por la erradicacion de la violencia politica. En un discurso de 1954 insistia de nuevo en el fanatismo y la irracionalidad de los nacionalistas. Frente a esa amenaza, reiteraba la "buena calidad ciudadana" de los puertorriquenos: Su buena calidad ciudadana la ha mostrado su actuaci6n en Corea, donde un gran porcentaje de balas correspondi6 a los puertorriquenos, y el hecho de que la mayoria de dstos eran soldados voluntarios. Revdlase asimismo por el modo rdpido y efectivo c6mo el pueblo y el gobierno de Puerto Rico se adelantan a refutar la propaganda comunista que pinta a los Estados Unidos como "potencia colonial imperialists". La expresa el hecho de que 81 por ciento de los votos emitidos en la isla han declarado que no se pide la independencia. La muestra, finalmente, el vigor con que tanto el pueblo como el gobierno repudian el puhado de fandticos nacionalistas que de vez en cuando disparan balas reales contra el mundo real desde los baluartes de su mundo irreal.

Algunos nombres nacionalistas los oiamos por primera vez en 1950: Tomas L6pez de Victoria, Ricardo Diaz, Elio

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bretodo los

de

y3't&t°

En lasSi muertos yadan boca abajo en Puerto fci • Fortaleza, transmutados en pura el sangriento pdtio ^ cuerpog inertes, como en conciencia. La image * ^ despUes la lucha per un ceremonial arcaico, rep ecisiv0 y absoluto. Ren

te&tados Unto en Washington,, la maerte de Gnseho Torresola. Despues serian objeto de interpretaciones litera rias en textos de Rend Marques y Cesar Andreu Iglesias. El proyecto del nacionalismo militante exigia enormes sacrificios, en los que el ser individual podia quedar aniquilado. Para ellos, la unidad era, necesanamente, sangrienta y poldmica. Albizu Campos habia demostrado, sin lugar a dudas, que el imperialismo era un aparato militar y una mdquina represiva implacables. Cuando murib Albizu, en 1965, Cbsar Andreu Iglesias expresb elocuentemente lo que habia significado, aun para los que no eran nacionalistas de su partido: "Albizu fue la conciencia de Puerto Rico. Lo fue para los que lo siguieron. Lo fue todavia mas para los muchos que le negaron. [...] Hablb cuando habia que hablar. Denuncid cuando habia que denunciar. Acusb cuando habia que acusar. Y estuvo siempre presto a arrostrar las consecuencias". En los anos cincuenta, sin embargo, Munoz Marin reaparecia como expresion de la unidad frente a la reactivacion de la violencia interna. Ridiculizaba las metas y esperanzas que profesaban los nacionalistas por su "irrealidad". Para 61, eran "un punadb de fandticos" que disparaban desde "los baluartes de su mundo irreal". El ideal de unidad tambidn se podia alcanzar por mbtodos policiales. Pero los nacionalistas muertos y presos eran ya parte de los rios que corren sin secarse. ^C6mo se transmite la

58 tradici6n polftica de los vencidos? Durante unos anosse creyd que los nacionahstas habian sido desterrados, sombras cada vez menos turbadoras. Aparecian como figuras remotas, de otro tiempo y otro espacio. Pero con el tiempo ganaban contemporaneidad, una actualidad dada por los grupos que a partir de los anos sesenta buscaban otras tradiciones, y otras versiones de la historia. Para algunos grupos en los anos setenta y ochenta solo importarfa, politicamente, la obra heroica y la tradicidn profdtica de Albizu Campos. Esa tradicidn, que fue vista como una "herejia" por la intransigencia del poder populista, fue asumida, por el contrario, por quienes se consideraron herederos de ella. Se convirtid, para algunos opositores al populismo y a lacoIonia, en la verdadera "religidn", con sus santos lugaresy sus dogmas. Algunos, en los anos sesenta y setenta, anos de nueva fe en la lucha armada, le rendirian culto a la violencia en sf, a la violencia como emancipation, e invocarian a los nacionalistas puertorriquenos como precursores. Seria necesario, como sugiere Foucault, captar el movimiento, el pequeno proceso por el que un tipo de discurso abandonado, olvidado, que apenas se pronuncia, entra de nuevo en el campo politico y cultural. Pero tambien seria preciso verde qud forma ese discurso se modifica por el hecho de haber sido reconocido. De la misma manera que los nacionalistas de Albizu sacralizaron el Grito de Lares, otros construirian sus lugares de la memoria con aquellas imagenes de inmolacidn y sacriflcio.

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Ya muy pocos recuerdan que Luis Rafael Sdnchez habia sido, desde muy joven, actor radial, en la emisora WNEL, donde se llegaron a poner en el aire treinta novelas diarias, libretos cubanos casi todos. Los actores radiales y los musicos eran los nuevos "artistas" que se incorporaban al mercado, y ese mercado creaba un nuevo contexto unificador. Sanchez trabajaba en un programa titulado Exploradores

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cont6, ademds,

la expenen

al nuevo medio. Mi PJ Jeg . negar la reahdad y a J1 debemos preguntarnos bargo, una vez leido su d ^ eg han sido \os verdaasim s .A ^significa el £™ " el gobierno puertorriie deros asimilistas? y £6®Decla Nietzsche 70

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puede haber ninguna felicidad", y, efectivamente, la felicidad manifiesta de algunos sectores espanoles y puertorri­ quenos, quizi cansados de tanto desencanto y de tanto vaclo moral, s61o es posible debido a una gran capacidad de olvido. Cuando creiamos que la reivindicacion del idioma, mis alii de la complejidad del problema cultural, podia ser un punto de partida para la expresion de otra voluntad mis democritica, el mismo discurso del gobernador nos devuelve a la "realidad". Sus palabras cumplen de alguna manera un objetivo esclarecedor. Se abrazd de nuevo a la identidad politica colonial, que ha sido la cultura politica dominante de los dos partidos politicos principales en Puer­ to Rico. Y lo hizo de la manera mis profunda: exaltando la guerra imperial dirigida por los Estados Unidos en el Golfo Pirsico. Y celebrando el papel que una vez mis se nos ha asignado a los puertorriquenos, ahora unidos a los es­ panoles, franceses, britinicos y norteamericanos (los mismos que, junto a la Uni6n Sovietica, le habian proporcionado a Sadam Hussein un impresionante arsenal militar), en una nueva cruzada, una ^guerra contra los "moros"? como en 1492. Como en Vietnam, nos hacemos complices de la infamia, queremos orden en el mundo, el nuevo orden, una nube roja de fatalidad, que le asegure al gobierno y a las elites norteamericanas una nueva hegemonia. Ni una palabra, ni una reflexiin en el discurso del gobernador sobre la destruction, la desesperaciin y la muerte ocasionadas por esa guerra electrinica que convirtii a una zona del mundo en escenario de exterminio y horror. Lo ha dicho el filisofo Eduardo Subirats: una gue­ rra en la que coincidieron tecnicamente la representation y la destrucciin, ya que "la misma maquinaria filma por un lado lo que por otro liquida". Pero tampoco tiene cabida en la historia oficial espanola y puertorriquena la terrible represiin con que el estado espanol intento destruir en el siglo 19 a los separatistas puertorriquenos y cubanos. Ni mucho menos hay recuerdo alguno de la persecuciin de los criticos radicales del Estado Libre Asociado llevada a cabo

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conjuntamente por el gobierno puertorriqueno y el aparato policial norteamericano. Todo ello estd proh^ido en el discurso El prometido nuevo orden internacional, basado la "superioridad" de Occidente sobre el mundo drabe y en el racismo-, es el contexto politico imperial en e que se ha proclamado la defensa de la lengua espanola y la subordinaci6n a los Estados Unidos. La ciudadania, lo expresa enfdticamente el gobernador, se define en la guerra; se trata de una sacnficada ob gacidn" que se eleva a categoria politica. La participaci6n militar en los ejercitos norteamericanos sirve de garantia para "realizarnos". Es una redencion en la guerra: Nos­ tra valoracidn de la ciudadania, nuestra voluntad de cumplir honrosamente con sus mds sacnficadas obligaciones, como acabamos de hacer en el Golfo Ptrsico, nos garantiza la libertad para realizarnos dentro de ™est™ identidad puertorriqueha". La libertad de la identidad se apoya en la fuerza militar. ^Quienes son los anexiomstas. Esa misma logica, que postula una libertad cultural fu dada en un tributo de guerra y de sangre, le sirvi e al gobernador para los anuncios que, en ing es, se pu ron en los Estados Unidos con el propdsito de tranquilizer a Washington. El gobernador se sintid autonzado a ser el terprete de la cultura puertorriquena y de su identida Espana acepta el homenaje de la antigua me r P° V , tados Unidos acepta con serenidad la bandera, el , ciudadania y la disciplina de la guerra. / n0 do ver en estos gestos un proyecto nacional. Si es asl no cabe duda de que la nacion pensada e lmagin , camente, estaria doblemente hegemoniza a, p torg5 que fue y por el que es. Irdnicamente, el jurado que otorgd el Premio Principe de Asturias se reunid en Oviedo, en un hotel llamado La Reconquista. A sucent seidentifica confortablem

«Durante cast cinco siglosP gua materna". La lengua

^

iferia

E1 centro

anc0stros coloniales:

d ha sldo

nuestra len-

nQS constituye:

es palaunidad en un munbra instauradora del fr> garanLa ne^ ^ historia gin do amenazado por la frag ocerse a sf mismo. Datiempo en la que el esP1"t^.,i°i^dad es una armadura resdora de identidad y de legi nt'arse a la paradoja: la plandeciente que P®rmi e . estado. Y mds aun a la nacidn no se ha podido constitu fundamentar la otra paradoja, que consiste en tiendo a otro estado d

tor dominant® en Puerto Ri • dispensdndonos del ,lo social parecen no ^ ^^ trabajo del conocimiento. .,1 j i sepulcro de Sanmanera insuperable: "La de la Libertiago no es mayor ni menor qu fuerte es el poder del tad en el puerto de Nueva hacen falta "doimaginario social que, para Apdstol Santiago cumentos" que prueben ^ue ^ la exaHacidn heroica de a podia servir de fundamento p ra log «m0ros". ^Desde Reconquista, la guerra santaderra> el discurso del d6nde se habla? La frase qu dicidn jpterpretativa, en gobernador se inserta en u espanol es lo fundante, un sistema de representaciones Loeapa^ ^ .dentidad Se la piedra angular que sostl®" ti a, entre cuyos fundatrata de una tradic 6nLlor6ns Torres, dores habria que colocar a Salvad^ g BelaVal: la Antonio S. Pedreira, importante tradicidn del a en el discurso espanol de ia n F liza en un antes, en la memona Poro 1952 esa tradicidn y sus

igmo puertorriqueno, y Lo espanol se loca^ orfgenes. Libre Asociado en i^daM de la

idad

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identidad sufrieron un cambio importante: la nacion era la "cultura" y esa "cultura" no requerfa de "estado" nacional. Paraddjicamente, lo que no pudo lograr el proyecto impe­ rial norteamericano por medio de la coercion y los planes de imposicidn del inglds, se puso en vigor en los anos del Esta­ do Libre Asociado y sus proyectos de modernizacidn y de emigracidn. La adaptacidn de esa tradicidn al nuevo lmperialismo es uno de los dudosos triunfos del Estado Libre Asociado. Sin embargo, hace anos que esos triunfos estdn en crisis, como tambien entraron en crisis los proyectos al­ ternatives de la "izquierda". Quizds por eso, despojados de verdadera autonomia espiritual y politica, se siente un vaclo que puede ser colmado, ilusoriamente, con la afirmacidn de una sociedad monolingiie que probablemente no existid nunca, y con leyes que no vienen acompanadas de redefinicidn alguna de los proyectos nacionales, ni de respuestas a las nuevas demandas sociales. Ese es uno de los centros de la politica del olvido. La intuicidn de Renan en su famoso ensayo iQud es una naci6n? nos devuelve a la violencia del olvido. Escribe Renan: "El olvido, y hasta yo diria que el error histdrico, son un factor esencial en la creacidn de una nacidn, de modo que el progreso de los estudios histdricos es a menudo un peligro para la nacionalidad. La investigacidn histdrica proyecta luz sobre hechos de violencia que han ocurrido en los origenes de todas las formaciones politicas, incluso en aquellas cuyas consecuencias han sido mds beneficiosas". Por eso pregunto de nuevo, quidnes olvida la proclamacidn de los cinco siglos de la lengua materna? Entre tanta devastacidn, podemos contar el reverso de la historia valorando y reconstruyendo otra historia y otros recuerdos, escuchando otras voces, o los sonidos de silencios trdgicos. Ahora me interesa ver otro relato, en el que la lengua espanola aparece como la lengua del poder de la conquista y de la conversi6n forzada. Los documentos sacan a flote otros recuerdos que nos llevan a otro tiempo y a otro espacio que la hispanidad retdrica no puede celebrar.

I I

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Repaso viejos documentos del siglo 16, de las primeras d6cadas de la conquista, que consults en el Archivo de n dias de Sevilla. En 1532, los oficiales reales de San Juan de Puerto Rico se dirigen al Emperador Carlos V, con el nroD6sito de quejarse de los esclavos gelofes, gente belicoOu6 lengua hablaban los esclavos que tanto atemoSabl a los oficiales reales? "En todos los delitos y alsamientos que en esta isla han cometido negros, se ha hallado ™e los principles agresores han sido dos naciones que son gelofes y berbesies, y principalmente los gelofes, porqu , como confinan con moros, es gente behcosa y mala de domar y sienten mucho el trabajo porque en su tierra no San Tos varones ni se ejercitan en otra cosa sino en guerra. Y por parte de esta ciudad ha sido pedidoal teniente de gobernador de esta nacidn que no se consienta entrar negros en la isla por razon de ser gente behcosa y de mal sosiego y porque asi convenia a la pacificacidn y bien •

I

»

^ Erfl548 el obispo de Puerto Rico, don Rodrigo de Bastidas se dirige al Emperador Carlos V, y le cuenta due ha vX'tado la fsla de la Mona, y que alii ha bautrtado, y consolado a todos, aunque andan "perdidos P" !™ lpnsna hablaban estos indios "cnstiamzados ? To visite la 2de Sona y estuve en ella cinco o seis dfas; vine muy consolado de verunos pocos de dos los mas casados, y certifico a ues deidlos todos yo alcancd, verdaderamente cnstianos [ ] dejdlos todo^ confesados y bautizados [los] nl^°® auedado en tan potodo esto consolados. Es^stimahaber cos como son; en estas lslas an dirige al EmpeEn el ano 1550 el gobernador Yallejosedmge^ rador, para advertirle del Pe 1^'°f^icanoSj y ia necesidad de alianzas entre indios y escla > rebeldes? «En el "sosegarlos". iQue lenguas a a ^ egta tierra han tratamiento de esos pocos > cautelas secrequedado, halle algun desorden, p q he tenido tamente se vendian por esclavos[•]y estg ^ con todos los indios que hay en la isla, pon

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con amos, porque dejarlos andar vagabundos me parecid no convenfa porque de ello se siguiera gran dano a los mismos indios y gran des-servicio a Dios Nuestro Senor, por ser gente muy liviana y supersticiosa, y tambidn porque fuera ocasi6n de que con ellos se alzasen negros, que es uno de los grandes peligros que esta tierra tiene por lo mucho que hay en ella que cada dia se alzan y nos ponen en necesidad para sosegarlos". La tensidn entre recuerdos apacibles, como deci'a el narrador de El entenado, y otros que se proliferan y multiplican, siempre esta presente cuando se quiere contar el reverso de la historia. Benjamin Nistal Moret publico en 1984 un libro que hoy debemos releer todos: Esclavos prdfugos y cimarrones. En ese libro rescata del olvido la violencia te­ rrible, cultural y corporal, del rdgimen de la esclavitud y de la minuciosa persecucidn de los fugitivos. Esas voces, y silencios, nos llaman desde un lugar inexistente. Lo mas impresionante es el desamparo de seres que no sabian la lengua dominante, que hablaban otras lenguas, o permanecian callados y silenciosos. Por ejemplo, en 1828 capturaron un negro "bozal", es decir, nacido en Africa (mantengo la grafia de las transcripciones de Nistal): "El dia seis del mismo condujo ...otro negro bosar llamado Pablo, el cual no se sabe a quien pertenese ni menos de que partido es, por rason de no hablar nada que se le entienda y ser serrado en su idioma". Otros hablaban varias lenguas. En 1822: "de la hacien­ da de Don Jose Martinez Diez situada en Guaynabo ha fugado un negro de su propiedad nombrado Rovesino, natural de la isla de Santo Domingo, como de cuarenta anos de edad, con las senas particulares de no tener dedo alguno en ambos pies, una marca redonda hecha con hierro en el pecho izquierdo y posee los idiomas espanol, francos, dinamarquara sua.* u\ue salva a los asunto. ™atcesante rec.rdad consustancial no es otra CO q ^ ^ ^ a con dacidn de los mismos, a cu , ' t0B puntos de dicidn de que produces aertos conceptwm™> P La referenda que sirvan para la '^pultico. De rSiSp-do depends nuestro proyecto de fu""°No dejo de sorprenderme, per ter en lo que para mi es la™tiSmiento memorioso" articulo, afirme que caigo _m)ra , fantasma de una y que sigo lanzando "mumcioncs , De manera Espana conjurada mediante, histncos que no s61o entramos en una jugada ^smoq^ ^ despojarnos de la memon . ^ doctrina es para mi un ser la politica hlsto^aQ izaci6n que olvida que la memona nuevo principio de coj°mza Puerto Rico un campo en el es un campo de batalla, y Tal yez por es0 tambien que nos faltan casi todas las ut0pias que sostienen me reprocha que recue netances. Pero la Utopia, nuestra tradition, como a mundo que no ha llegacomo vio bien Bloch ^ ^^Duch"sne prefiere citar do a ser, un mundo alternat dg Marx sobre el equivocadamente a mijuici , , ]a historia, El Diecioenmascaramiento y la "surP de am extrae la cita bicho Brumario de Luis Bonap > ^ ^ muertos". pero en blica: "Que los muertos entie ^ historia Como ese texto de Marx juslamen La cita> que Marx instrument de poder y de ^ etativa, del evangelio toma, no sin cierta ^"^inter para despachar mis de Mateo, le sirve a Duches imponen todas las lenrecuerdos de la violenc.a con que ya hquidaguas imperials, como si se ' No, Puerto Rico do, tapar los muertos del pasado P

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no estd sometido a Espana, pero tampoco se puede escamotear el pasado colonial que quizes explica en parte la voluntad de acomodarse al nuevo imperio. El problema de la reconstruccidn de la memoria sigue en pie, y eso lo saben todos los puertorriquenos que se sienten estafados por un sistema escolar que los condena al olvido de la esclavitud, de la emigracidn, de Betances y de Hostos, y que los conde­ na a una ignorancia casi total de la historia de Estados Unidos, el pais imperial, cuya historia -es otra de las paradojas-tan mal se conoce en Puerto Rico. La cultura, como nos han recordado muchas veces Edward W. Said y Renato Rosaldo, no puede ldentificarse con el Estado, y el caso de Puerto Rico, una nacidn sin Estado lo demuestra en toda su complejidad Pero el Estado crea unas condiciones y cancela otras. En el caso nuestro el siglo 20 ha significado unos cambios y desplazamientos extraordinarios, que todavia no podemos articular cabalmente Pero si queremos de veras pensar la nacion tendremos que pensar tambien las relaciones entre cultura, nacidn y Estado. (1991)

Indice de nombres y autores

Abreu, Manuel 132 Adorno, [Theodore] 50,151 Aguilar Camfn, Hdctor 113 Albizu Campos, Pedro 23,31,53, 57, 58, 77,162,175 Allende, [Salvador] 114 Alonso, Luis 132 Amin, Shahid 82 Anderson, Axel 55 Andreu Iglesias, Cdsar 40,57,74, 75, 76, 77, 78, 82, 83, 85, 98, 114,159 Ap6stol Santiago 153 Ardn, Pedro P. 24 Aranguren, Josd Luis 105 Arce de Vdzquez, Margot 39, 70, 73,74,82, 85 Arendt, Hannah 13,172 Arguedas, Jos6 Maria 140

Bachelard, Gaston 70 Bdez, Myrna 54,132 Baralt, Guillermo 159 Barnet, Miguel 114 Barthes, Roland 41 Batista, [Fulgencio] 45 Baudelaire, [Charles] 40, 85 Beckett, [Samuel] 40 Belaval.EmilioS. 27,87,153,162, 163 Benltez, Jaime 25, 26 Benitez Rojo, Antonio 147 Benjamin, Walter 85 Bergson, Henri 73

Betances, Ram6n Emeterio 104, 137,138,162,165,173,174 Bill Haley y sus Comets 55 Bishop, Maurice 117,123 Blades, [Rubdn] 131 Blanco,Tomds 26,27,73,103,153, 162,163 Bloch, Germdn 85,173 Bonilla, Frank 130,159 Borges, Jorge Luis 40, 70, 83, 84 Brau, Salvador 36,104,153 Brecht, Bertold 33 Bulnes, Josd Maria 104 Bush, [George] 149,150

c

Cabdn, Antonio (El Topo) 132 Cabdn, Pedro 172 Calder6n, Fernando 19 Camus, Albert 40,103 Canales, Blanca 57 Canetti, [Ellas] 38 Cap6, Bobby 50 Cardenal, Ernesto 133 Carlos V 117,155 Carroll, Henry 60 Castoriadis, [Cornelius] 86 Castro, Amdrico 105,153 Castro, Maria de los Angeles 2 Cernuda, [Luis] 104 Cdsaire, [Aimd] 147, 165 Chatterjee, Partha 80, 82 Clark, Adela 40 Cobo Borda, Juan Gustavo 113 Coldn, [Cristdbal] 24, 98 Col6n, Willie 131 rvnrpocidn de Gracia, Gilberto 64

Concha, Jaime 113 Correa Cotto, [Antonio] 61,62 Cortijo, [Rafael] 51, 55 Cortijo y su Combo 55,178 Cotto Thorner, Guillermo 47,100 Cruz, Celia 131,145 Cruz Monclova, Lidio 26 Curet Alonso, Catalino (Tite) 131 Curet, Jos6 130

D Dante Alighieri 35 Dario, 1Rub6n ] 70,85 Ddvila, Angela Maria 132 DeAlbornoz,Aurora 40,101,102, 103,105,107 De Bastidas, Rodrigo 155 De Beauvoir, Simone 103 De Burgos,Juba 64,104,145,165 De Certeau, Michel 18 De Diego Padr6, J. I, 59, 91 De Man, Paul 56, 59, 69, 98 Delano, Irene 54,104 Delano, Jack 104 Derrida, [Jacques] 69 Descartes, [Ren6] 35 Desnoes, Edmundo 118 Diaz Pacheco, Raimundo 57 Diaz, Ricardo 57 Dorfman, Ariel 113 Dostoievski, [Fiodor] 39 Droz, Vanessa 132 Duchesne Winter, Juan, 14,167, 168,169,170,173

E Echeverrla, Jos6 39,104 Enders, Thomas 124 Enjuto, Jorge 103,105

F Fanon, [Franz] 81,82,165 Fariza, Emilio 97 Faulkner, [William] 144,145

Feliciano, Jos6 (Cheo) 131 F61ix, Maria 55 Ferndndez Juncos, Manuel 60 Ferr6, Luis A. 19,148,149 Ferrd, Rosario 132,159 Flores Cabrera, Manuel 97 Florescano, Enrique 13,17,113 Foucault, [Michel] 58,60,81,159 Franco, Jean 113 Fray Luis [de Le6n] 70 Freud, [Sigmund] 53,69,73,84 Freyre, Gilberto 85 Fromm, Georg H. 75 Fuentes, Norberto 114

G Galeano, Eduardo 114,117 Gaos, Jos6 40 Garcia, Ana 64 Garcia Cabrera, Manuel 27 Garcia Canclini, Ndstor 113 Garcia, GervasioL. 7,95,129,159 Garcia Mdrquez, [Gabriel] 152 Garcia Marruz, Fina 133 Garcia Ramis, Magali 132 Gaztambide Vega, Francisco 24 G6igel Polanco,Vicente 27,28,29, 30,162 Gilly, Adolfo 111, 113 Giuliano, Salvatore 62 Glantz, Margo 13 Goethe, [Johann Wolfgang] 38,

182

Gombrowicz, Witold 38,102 Gonzdlez, Jos6 Emilio 40,63 Gonzalez,Jos6 Luis 40,47,87,89, 90,91,100,103,104,114,130, 14^

Gonzalez Le6n, Adriano 44 Gonzalez, Lydia Milagros 159 Gotay, Consuelo 132 Gramsci, [Antonio] 85 Grass, Giinter 53 Gruzinski, Serge 13,79,147 Guha, Ranqjit 82

177 Guillen, Jorge 40 Guillen. Nicolas 59 Gutierrez del Arroyo, Isabel 4b Gutierrez, Gustavo 151,152

H Habermas, Jiirgen 66 Henna, Dr. [Julio J.] 165 Hernandez Colbn, Rafael 123,124, 128,140,141, 147 HernAndez, Diego (Comodoro) 127 Hernandez, Miguel 104 Hernandez, Orlando 132 Hitchcock, [Alfred] 55 Homar, Lorenzo 54,64,103,132, 134 Horkheimer, [Mark] 151 Hostos.EugenioMariade 85,104, 138,145,165,174 Huerta, David 147 Husein, Sadam 142,149

Lagarde GarcAs, Lorenzo 61 Laguerre, Enrique 63 Lamarque, Libertad 55 Las Casas, BartolomA de 151,152 Lavoe, Hector 131 Lefort, Claude 28,66 Lewis, Gordon K. 39,130 Lewis, Robert 39,104 Lezama Lima, JosA 30,118,147 LlorAns Torres, [Luis] 89,90, 91, 153 LlorAns, Vicente 103 LApez de Victoria, TomAs 57 L6pez Ramirez, TomAs 132 Lorca, [Gabriel Garcia] 104 Ludmer, Josefina 113,140 Lugo Filippi, Carmen 132 LukAcs, [Georg] 85

M Machado, Antonio 70, 102, 104, 105

Maldonado Denis,Manuel 98,99, Iglesias [Pantin], Santiago 104 Ionesco, [Eugbne] 40

James, C.L.R. 165 James, Henry 145 JimAnez, JosA Olivio 106 JimAnez, Juan Ram6n 38, 103, 104,107

K Kafka, [Franz] 39, 40 Kant, [Immanuel] 35 Kennedy, [John Fitzgerald] 66 Kerouac, [Jack] 34,184 King, Martin Luther 54 Kirkpatrick, Jeanne 128 Klumb, Henry 37 Krell, David F. 72 Kundera, [Milan] 33

100

MariAtegui, [Carlos] 85 Marichal, Carlos 54 MarquAs.RenA 43,44,57,64,103, 105,145 Marti, JosA 85,138,145,146,165 Martin Santos, Luis 105 Martorell, Antonio 7, 54, 87, yu, 132 MelAndez, Joserram6n 132 MAndez Ballester, Manuel 59 MendozadeMunozMarin.InAs 34 MenAndez Pelayo, [Marcelino] 140 Miles, general [Nelson A.] Miller, Paul 0 24, 41 Mintz, Sidney W. 39 Miranda, Ismael 131 Molloy, Sylvia 113 Moner6, JosA Luis 52

178 Monserrate, Fernando 42 MonsivAis, Carlos 112,113,131 Morales CarriAn, Arturo 26 MorA, Benny 160,187 Moreno Fraginals, Manuel 113 Morrison, Toni 9,13,144,171 Moscoso, Teodoro 66 Muftoz Marin, Luis 19,25,27,28, 42, 47, 48, 52, 56, 57, 64, 121, 122,138,140,141,159,162

Pietri, Pedro 104,145 Piglia, Ricardo 14, 18, 74, 102, 113 Pinera, Virgilio 61,165 Pinochet, [Augusto] 112 PlatAn 35 Poniatowska, Elena 114 Porras, Jorge Luis 39 Puente, Tito 51 Puig, Manuel 56

N

Q

Nandy, Ashis 13,172 Navarra, Gilda 64,132 Nebrija, [Elio Antonio de] 140 Negrete, Jorge 55 Neruda, [Pablo] 102 Nietzsche, [Friedrich] 141 Nistal Moret, Benjamin 156,158, 159 Nolla, Olga 132 Nora, Pierre 42

Quijano, Nick 14,145 Quinones, Ramona 51,52 Quintero Rivera, Angel 7,63,111, 129,130,159

o

O'Neill, [Eugene] 44, 145 Oliver Frau, Antonio 87 Ortega y Gasset, [JosA] 27,46,89 Orquesta Siboney, [Pepito Torres y su] 55 Ortega, Julio 113 Ortiz, Fernando 59,85

P Pab6n, Mario 55 Pacheco, JosA Emilio 13,113,159 PagAn, Juan B. 97 PalAs Matos, Luis 22, 41, 59, 69, 70,71,72,73,74,82,83,84,90, 91,106,139,165 Pedreira, Antonio S. 27, 28, 29, 46, 59,153,162,163, 164 Pereyra, Carlos 113 Perse, [St. John] 147 Pic6, Fernando 93, 94, 95, 129, 130,159

R Rama, Angel 112, 113, 115, 132, 133 Ramirez, Sergio 116 Ramito[Flor Morales Ramos] 51, 145 Ramos, Lilliana 132 Ramos Mattei, AndrAs 130 Ramos Otero, Manuel 132 Reagan, [Ronald] 111, 116, 117, 119,123,124,127 Renan, [Ernest] 154 Reyes, Edwin 132 Rhys, Jean 165 RincAn de Gautier, Felisa (dona Fela) 34, 61 Rivera, Ismael 51, 55, 131, 137, 139,145,160 Rivera Izcoa, Carmen 130 Rivera, Marcia 7, 111, 130,159 Rivera, Mon 51 Roa Bastos, Augusto 115 Rodriguez BAez, FAlix 54 Rodriguez BerufT, Jorge 111,125,

126,128 Rodriguez, Felipe 50 Rodriguez JuliA, Edgardo 114, 132,159

179 Rodriguez Luis, Julio 106 Rodriguez Martin6,Graciela 14 Romero Barceld, Carlos 123 Romero, Marta 55 Rond6n, Cdsar Miguel 131 Rosa, Josd 54,132 Rosaldo, Renato 49,174 Rovira, Juan 97 Rulfo, Juan 140

Saer, Juan Josd 9,13, 83,152 Sdez Burgos, Juan 132 Said, Edward W. 13, 25, 41, 51, 65,80,81,82,85,174 Salinas, Pedro 103, 104 Sanabria, Edgardo 132 Sdnchez Ferlosio, Rafael 105 Sdnchez, Luis Alberto 21, 22 Sdnchez, Luis Rafael 7, 58, 64, 130,132,133,140,164 Santiago, Vidal 57 Santos, Daniel 51 Sartre, [Jean Paul] 39, 44,103 Scarano, Francisco A. 130,159 Schajowicz, Ludwig 39 Schiller, [Friedrich] 73 Simmel, [Ernest] 103 Sim6n Crespi, Roberto 98 S6crates 70 Sold Tura, Jordi 144 Sontag, Susan 55 Soriano, Osvaldo 114 Soto, Pedro Juan 47,64,100,103, 145 Spengler, [Osvaldo] 27 Stavenhagen, Roberto 146 Subirats, Eduardo 14, 106, 142, 148

Tamayo, Rufino 38 Thomas, Piri 164 Tierno Galvdn, Enrique 105 Ti6, Salvador 164

Torres Martin6,[Josd] Antonio 54, 132 Torres, Pepito (y su Orquesta Siboney) 55 Torresola, Elio 57 Torresola, Griselio 57 Torretti, [Roberto y Carla Cordua de] 104 Traba, Marta 115,116, 133 Trio Los Panchos 18, 50, 52 Trio Los Antares (Felipe Rodri­ guez ysu) 51 Trujillo, [Rafael Leomdas] 45,156 Tufino, Rafael 54, 132

u Unamuno, [Miguel de] 102

Updike, John 34

V Valera, Juan 160 Vallejo, Cdsar 106,148 Vallejo, gobernador [Luis de] 155 Vargas Llosa, Mario 133 Vasconcelos, [Jos6] 27 Vdzquez de Knauth, Josefina 24 Vdzquez, Sabino 97 Vega, Ana Lydia 132 Vega, Bernardo 64,75,78,8!2,85, 86, 97, 98, 100, 104, 114, 145, 159 Verdu, Vicente 151 Vientds Gastbn, Nilita 40, 103, 133,134, 145 Vitier, Cintio 133

w

Walcott, Derek 147,165 Weber, Max 84 Williams, Raymond 81 Williams, Tennessee 44, 145 Wright, Frank Lloyd 37

180

Y&nez, Luis 151 Yourcenar, Marguerite 50

z Zambrano, Maria 103,107,134

Este libro se termin6 deimpr'mu en el mes de junio de 1996, en ,alleres grlficos de Urner Ltda. Santate de BogotA, D. C. Uedicidnconsiade 2.000 eiempUres Impreso en Colombia - Punted m Colomb

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11 D00927933X renovadores, Arcadio Dlaz?Quinones rescata los pedazos disperses de las ultimas cuatro decadas de historia inciemt nte, de unos alios sin nombre, caracterizados por el progreso agresivo v la inodernidad destvuetiva, las emigraciones desgarradoras, la violencia y la marginalidad. Frente a esta isla distraida, donde el recuerdo y la comprension del pasado no tienen asientos de primera fila,-el invita a recuperar la memovia "deliberadamente negada por el poder politico, o rota por la represion oficial o la exclusion cultural". Sus propuestas abiertas y su mirada integradora, descansan, sobre todo, en el deseo de entender y "conferirle forma a una tradicion [polltica e intelectual], evitando que se desgaste y muera -que sea colonizada - en la triste y ruidosa confusion de la polltica puertorriquena". Mediarite el enlace y el reconocimiento de figuras significativas pero olvidadas y silenciadas -Margot Arce de Vazquez, Cesar Andreu Iglesias, Aurora de Albornoz, la costurera emigrante Ramona Quinones, entre otras- Dlaz-Quinones graba sus huellas fecundas y demuestra que sin cultura y polltica no hay memoria. Y sin memoria, libre y crltica, no hay nation entera.