La idea de la fama : En la edad media castellana.
 9788437502397, 843750239X, 9789681613891, 9681613899

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Secci6n d~ LENGUA Y Esnm1os

LITERARIOS

LA IDEA DE LA FAMA en la Edad Media Castellana

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Primera edición, 1952

Derechos reservados conforme a la ley Copyright by Fondo de Cultura Econ6mica, Pánuco, 63 - México S, D. F. Impreso y hecho en México Printed and_ made in Meneo

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LA-IDEA DE ,.

FAMA

LA

en la Edad Media Castellana pur MAIÚA RosA ~ DE MALKIEL

D FONDO DE CULTURA ECONóMICA México - Buenos Aires

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A MI MADRE

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PROPóSITO Forma parte de la caracterización tradicional de Edad Media y Renacimiento su contraste con respecto a la idea de la fama: en la una -suele decirse- la orientación ultraterreAmigüedad, na de la vida anula de suyo' la ambición de fama; Edad Media, en el otro, el goce en este mundo la crea, al caRenacimiemo lor de la redescubierta Antigüedad. En sus líneas generales el contraste me parece exacto. En cuanto a intensidad de sentimiento o frecuencia de expresión, la Edad Media no puede compararse con la Antigüedad grecorromana,,ni con el Renacimiento, épocas en que el amor a la fama es un impulso enérgico y fecundo como el que más en la vida y en el arte. · Lo que no creo exacto es que la idea de la fama hubiese desaparecido totalmente del horizonte medieval y hubiese surgido nueva en el Renacimiento, sin raíces inmediatas, de tal manera que en el crítico siglo xv su presencia o ausencia en obras literarias, por ejemplo, pueda servir de piedra de toque para revelar si el autor está orientado hacia los nuevos o hacia los viejos tiempos. Más verosímil es que, como otros aspectos de arte y de pensamiento, también éste sea peculiarmente fuerte y valioso en la Antigüedad y en el Renacimiento pero, lejos de haber quebrado su línea en los siglos medios, quede enlazado, cabalmente, por un hilo medieval que, tenue y todo, colora con su matiz peculiar la fama renacentista. Una ojeada a la 'Antigüedad clásica destacará mejor las condiciones de la Edad Media~ Dentro de ésta atiendo sobre todo a Castilla, no sólo por menos estudiada que otras regiones de Europa, sino par ser el caso menos favorable para mi tesis, ya que en ella la tensión de la Reconquista acentuaba el predominio de lo ascético sobre lo mundano, mermando así la esfera de influencia de la fama terrenal.

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ANTIGUEDAD

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I GRECIA A tal punto nos son f amillares todavía los modos de la civilización creada en Grecia, que necesitamos volver sobre nosotros mismos en un esfuerzo consciente para sentir su peculiaridad. Muy sabido es que uno de estos modos es, en contraste con el Oriente, la concentración en esta vida, la atención al individuo, el desarrollo de la personalidad y el ansia de perpetuarla en la memoria de los hombres venideros en mil formas de vida y de arte: instituciones como el entierro público, el discurso panegírico, los numerosos nombres con idea de, gloria y de excelencia ( Cleo-, -eles, -doxo, Aristo-), el epitafio, la inscripción votiva. el retrato de particulares, y no sólo de los reyes semidivinos como en Oriente. En todo el variado escenario de la historia griega, la avidez de fama se destaca como un· rasgo constante, 1 desde los héroes homéricos hasta Temístocles, insomne por los lauros de Milcíades, hasta Alejandro, envidioso de los triunfos de su padre, y rival de las peregrinaciones fabulosas de Héracles y Dioniso. En los poemas homéricos la minuciosa filiación de enorme número de personajes sec1:1ndariosy aun insignjfi-:Homero cantes; el catálogo de las naves,· que registra a los jefes de los contingentes y: acaba nombrando a los varones más bravos y a los mejores caballos; los juego~ fúnebres de Patroclo con sus personajes en _viva acción; y fa visita a los infiernos, con su desfile estático de figuras bien historiadas, atestiguan el vivísimo interés del poeta por lo individual, interés que es el punto de partida de su prodígiosa creación de caracte..:. res. La literatura ofrece pocas afirmaciones de personalidad más rotundas que la que trasluce en las palabras con que se da a co~ nocer ~ los f eacios Odiseo, orgulloso de sus nunca oídas aventuras (Odisea, IX, 19-20): ,, Soy Odiseo, hijo de Laertes; todos los hombres piensan en mí por mis ardides, y mi gloria llega al cielo. 1 Horado, Arte ,poética, v. 324, contrapone a 101 romanos, avezados desde la niñez al cálculo interesado, 101 griegos sólo avaros de alabanza: ,p,uter lauáem nul• U11111U11ri.

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GRECIA (

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Las sirenas (Odisea, XII, 184) y los amigos (llíada, IX, 672 X, 544) halagan al héroe acumulando en su llamado los dictados de gloria. La conducta de la dueña de casa (Odisea, XIX, 328 y sigs.) y del esclavo porquerizo se gobierna en presente y futuro por el renombre de virtud (Odisea, XIV, 402 y sigs.) lo mism~ que la del más excelso príncipe, Aquilea,· quien sin retórica alguna pesa como alternativas plausibles para todos -y de hecho todos acogen su equivalencia- gloria y vida (llíada, IX, 410-416): Mi madre, la diosa Tetis, de pies de plata, dice que dos hados diversos me llevan al ténnino de la muerte: si me quedo aquí sitiando la ciudad de los troyanos, pierdo mi retomo pero mi gloria será inmortal; si llego a casa, a mi amada tierra patria, pier90 mi noble gloria, pero mi vida será larga, y no me alcanzará pronto el términQ de la muerte.

En el ambiente de la pequeña ciudad griega, en que cada cual siente sobre sí las miradas y el juicio de los vecinos -importantes porque no son una indistinta turba colectiva, sino conocidos individualmente uno a uno-, se desarrolla un vivo sentido de concurrencia, de espíritu de certamen, que mide el mérito en cuanto sobrepasa el del prójimo y aspira, por recompensa, a las buenas palabras de los conciudadanos. Así, Palas Atenea dió a Diomedes (llíada, V, 2-3) "bravura y esfuerzo, para que sobresaliese entre todos los argivos y ganase noble gloria." Por dos veces recomienda en la Ilíada el padre al hijo al enviarle a la guerra (VI, 208 XI, 784): "ser siempre el mejor y alzarse por sobre los demás." Tal apetito de gloria, aguzado en la puja con los rivales, se ostenta en todo su ingenuo cálculo cuando el poeta pinta a Aquilea degradado por su egoísmo. Ofendido en la honra por Agamenón, Aquilea no se apiada de los aqueos en derrota inminente; si al fin permite que Patroclo saque sus hombres al campo, tiene buen cuidado de fijar la d~sis de gloria a que puede aspirar su amigo, de modo que la suya se destaque por comparación (llíada, XVI, 84 y sigs.):

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De ese modo ganarás para mí gran honra y gloria de parte de todos los dánaos, que me devolverán la bellísima doncella y además me entregarán espléndidos dones. Cuando les hubieres arrojado de las naves, vuélvete, y aunque; el estruendoso esposo de Hera te otorgase

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HOMERO

ganar la gloria del combate, no ansíes luchar sin mí contra los aguerridos troyanos, pues menoscabarías mi honra.

Frente a la mezquindad mercantil de Aquileo, Homero representa en Héctor la vocación de fama desinteresada y pura, pero no simple, ya que en ella se funden el temor al juicio de la ciudad, la conciencia de peligro -no cobardía, pero tampoco arrojo fácil- y la trágica certidumbre de la derrota (llíada, VI, 441 y sigs.): En verdad, mujer, también a mí me preocupa todo eso, pero muy grande vergüenza tengo de los troyanos y de las troyanas que arrastran peplo si, como cobarde, me escondo lejos de la batalla. Y no me lo 01dena mi alma, pues aprendí a ser siempre bravo, y a combatir en las primeras filas de los troyanos, gtnando gran gloria para mi padre y , . para m1 nusmo.

Aunque Héctor sabe muy bien que su valor no salvará a Troya, desafía a los aqueos a combate singular, no como solución del asedio, sino por puro espíritu de gloria caballeresca, y al formular el desafío ya se ve acrecentado en su prez por el mérito de su vencido rival ( Ilíada, VII, 87 y sigs.): Y alguna vez quizá aun diga alguno de los hombres venideros al navegar en su nave, llena de bancos de remeros, por el mar vinoso: "bta es la tumba de un hombre muerto antaño, a quien en un tiempo mató, pese a su excelencia, el famoso Héctor." Así dirá alguien alguna vez y esa gloria mía:no perecerá nunca.

En el último encuentro, Héctor, al verse engañado por Atenea y abandonado por sus dioses patronos, se resuelve a morir como \bravo, acicateándose a sí mismo con el aliciente de la futura fama (llíllda, XXII, 304 y sig.): Cuando menos, no muera yo sin esfuerzo y sin gloria, sino tras cumplir gran hazaña que aun los hombres futuros hayan de oír.

La esposa de Héctor contrasta los ricos trajes que ella ha tejido y atesorado con la desnudez del cadáver, y decide quemarlos en alarde ar~ogante (llíada, XXII, 512 ~y sigs.): Sí~ todos los quemaré con ardiente fuego: ningún provecho para ti, ciertamente, pues no yacerás en ellos, pero para gloria tuya entre tr~-yanos y troyanas.

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GRECIA

Con todo, la gloria homérica no está sólo en los labios y en el juicio de los hombres; es reconocimiento de excelencias, y siendo la excelencia, como don divino, inaccesible y arbitraria, más vale estimar tamQién indirecto don divino su reconocimiento. 2 Honor y gloria de parte de Zeus acompañan a los reyes, según Menelao (Ilíada, XVII, 251); muchas veces babi~ aomero, y desde }Jomero el resto de la literatura griega (Píndaro, por eje~plo, en la Pítica II, 89, y Esquilo en los Persas,455), de Zeus como de un dios de las batallas (llíada, V, 32-33). La entrevista posibilidad de que no por g.racia divina sino por su esfuerzo el hombre pueda arrebatar esa gloria de la batalla se frustra al enunciarla -como hip6tesis negada por los hechos (llíada, XVII, 321): Y quizá los argivos se hubiesen apoderado de la gloria, aun contra la orden de Zeus, merced a su firmeza y su vigor, pero. . . ·

En la exaltación de las Guerras ~édicas el co.ncepto d~ gloria se h~ce, si cabe, más actual to~avía. Nunca se Simónides ha hablado con igual fervor de la _inmortalidadconcedida po_r la fama como en la od~ de Simónides á los caídos en las Termópilas ( Antbologia Lyrica Gra~ca,.ed. E. Diehl, t. 2, pág. 66, N 9 5): De los que murieron en las Term6pilas gloriosa es la fortuna, noble el destino. Su tumba es altar; por gemido, recuerdo; su planto es alabanza. Tal ofrenda no la cegará la herrumbre ni el tiempo que todo lo domeña. Este santuario de valientes eligió como custodio la buena fama de Grecia. Testigo Le6nidas, el rey de Esparta que dej 6 tras sí gran joyel de excelencia y perpetua gloria.

En muchos epigramas fúnebres, género en que especialmente des~ colló Simónides, se percibé la misma nota. Basten como ejemplo las inscripciones de los atenienses y de los espartanos muertos en Platea (Antbologia ... , pág. 106, N 9 118, y pág. 107, N 9 121): Si morir noblemente es la mejor parte del valor, a nosotros entre todos nos lo otorgó la Fortuna porque, por empeñarnos en coronar a Grecia de libertad, yacemos en álabanza que no envejecerá. · &tos coronaron a su querida patria de gloria inextinguible y se en.: volvieron en la oscura nube de la muerte. Pero aunque muriero~ 2 En contraste, la sabiduría práctica de Solón separa netamente, en eu elegía a las Musas, v. 3 y sig., el don · diviito de la rique~a del don humano de la · fama: "De parte de los bienhadados dioses dadme posesión de riqueza, y de parte de todos los hombres, eterna buena fama."

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HERÓDOTO

no están muertos porque, cubriéndol~ ·de gloria, su valor ·1es trae a la luz desde la mansión soterraña de Hades.

Nadie más lleno del espíritu de gloria individualista que el historiador de estas guerras, quien se decide a naHeródoto rrarlas precisamente para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres, y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras, así de· los griegos como de los bárbaros.

Heródoto, calificado en la Antigüedad de "muy homérico~' ("Longino," XIII, 3), lo es señaladamente en su fervor individualista, aspecto tanto más notable cuanto que el asunto de sus Historias es tan vasto y comprende tantos estudios de grandes masas de población. Al contrario de lo que acontece con los etnógrafos modernos, Heródoto mantiene junto con el interés en el medio -país, cultura- la curiosidad por el hombre individual. Por sus páginas desfila extraordinario número de caracteres plásticamente fijados en dichos y hechos; no sólo reyes y señores, sino adivinos, poetas, impostores, músicos, esclavos, artesanos, niños · y nodrizas, cuyos méritos se reconocen por igual, sin parar mientes en el linaje o la 1>etit,u gloriae non est peccatum. Santo To1t1ás responde muy moderadamente: Deus suam gloriam non quaerit p,opter se, sed propter nos. Et similiter etiam nomo Z.udahilitH potest aá aliorum utilitatem gloriam suam appetere.

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LA ESFERA PROFANA

Montanhagol para salvaguardar la esfera caballeresca. Como quiera que sea, la lírica provenzal es po~ía cortesana, panegírico de la dama o del patrono; como tal está impregnada de la idea de honor, alabanza y prez, de eminente sentido social, como que refleja la actividad antes social que intelectual de una corte que no ha proyectado más allá de su estrecho ámbito su deseo de loor y para la cual, por consiguiente, el ansia de vivir en boca de los hombres futuros es ajena, y ajena la función inmortalizadora del poeta, tan cara a la Antigüedad. Así lo prueba, ante todo, la rai:eza de fJZma frente a la frecuencia de lauzor, onor, pretz, vaJ.or.Por modo semejante, aunque los trovadores se declaran hasta la saciedad voceros de los méritos de midons o del patrono, es muy excepcional que se muestren conscientes de su poder de ensalzar o rebajar a su albedrío dama y señor. 15 Por otra parte, como en la mitad más típica de la lírica provenzal prevalece la convención de mantener secreto el nombre de la dama, el concepto de la celebridad que el poeta otorga al objeto de ~u amor, en el sentido de Teognis, Propercio y Ovidio, queda excluído. Probablemente el elogio trovadoresco no sería menos eficaz para promover su gloria que el de los antiguos poetas, ya que dentro del reducido mundillo para el que componían los trovadores, la identidad de la dama celebrada debía de ser un secreto a voces: nuevo indicio de que la úruzor provenzal es más bien nota de honor cortesano que título de fama para la posteridad. 15 En forma muy general parecen hacerlo Guillermo IX de Aquitania, el más antiguo de los trovadores (ed. A. Jeanroy, Tolosa, 1913, pág. 23): Si · m fJol midons m' amor donar, / pres suy del penr e del grazir / •. .e de son pretz tener en car / e de son laus enavantir; Marcabru (ed. J.-M.-L. Dejeanne, Tolosa, 1909, pág. 113) al dirigirse a la emperatriz Berenguela, esposa de Alfonso VII: Emperairiz, pregatz ,per mei, / qu'en farai vostre pretz richir; y el anónimo panegirista de Juana de Este (ed. K. Lewent, ZRPh, XXXIX, 1919, pág. 621): per q'ieu en terra lontana / farrai son hon pretz audi-r / los set iors de la setmana. Muy explícitamente declara por excepción Jordan de l'Isla de Venaissi en su única poesía conocida (Napolski, Obra citada, pág. 99): Ben sai, si · m part de lleis ni · m flir aillor, / que no ·-ill er greu ni par que · l teign a dan; / e si cug en saher e fJaler tan / c'aissi, co · l suoill enantir sa fJalor, / U sauhria percassar son dampnatge. Llama la atención el que la lírica provenzal, coincidiendo en cierta medida en su ideal de gloria con el de la Antigüedad, no lo haya modelado bajo su tutela. Esa desatención es bastante anómala en la literatura medieval que, como dirigida por la Iglesia, está en relación muy viva, amistosa u hostil, con la Antigüedad grecorromana. Junto. con la casi total prescindencia del / aderezo mitológico, tan importante en las letras medievales en latín y romance, constituye una prueba más de cómo la lírica provenzal se desentiende de la vida del espíritu dominada por la clerecía.

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POESIA PROVENZAL

Las poesías destinadas más o menos enteramente a celebrar a nobles tienden a darles posición destacada en su círculo -deternúnada corte, los demás príncipes o reyes-, señalando cómo poseen los requisitos del ideal caballeresco. De las muchas que .podrían citarse16 sirva de ejemplo la tornada de una canción de Guilhem Montanhagol que acaba alabando a Alfonso el Sabio ( ed. citada, pág. 139 y sig.): Als Castellás f ai Dieus tan á'onramen que totz temps an rei de pretz et á'onransa e · l mielhs del mon, mas er n'an melhoransa, qtl el es joves de joms e vielhs de sen, a cui platz mai donars qu' a sel que pren.

De igual modo, los púmbs, a la vez que ruegan por la vida eterna del difunto a quien lloran, le colman de las marcas terrenales de gloria y evocan el esplendor mundano de su actuación. El más antiguo es el que compuso Cercamon en honor de Guillermo X de Aquitania (ed. A. Jeanroy, París, 1922, pág. 9): Remazut son li prez e · ill lau qi solon issir de Peitau .. .11

El sobresalir y ganar nombre en un círculo muy atento al honor mundano es una nota insistente en poesías que incitan a la guerra en general o a la cruzadas, como en varios serventesios de Ber1 6 Entre

ellas las de Marcabru dirigidas a Alfonso VII, "el buen emperador," ed. citada, págs. 107-JI 2; los cánticos de cruzada de Bertran de Born, que celebran a Conrado de Monferrato, ed. A. Thomas, Tolosa, 1888, págs. 80 y sigs., 84 y sigs.; el largo encomio del Marqués de Monferrato formado por las tres cartas de Raim~aut de Vaqueiras; el elogio de Federico II por Aimeric de Pegulhan. También los hay dirigidos a damas, como el de Jausbert de Puycibot a María de Ventadorn (ed. W. P. Shepard, París, 1924, pág. 38 y siga.), y los tres anónimos dedicados a Juana de Este, citados más arriba. ,. r 7 Otro, ejemplos: Guiraut de Bornelh deploró la muerte de Ricardo Corazón de León (ed. A. Kolsen, Halle, 1910, pág. 466) con sentida alusión a sos pretz e sas onors, de igual modo que la del noble a quien llama lgnaure o Lignaure (Ihidem, pág. 485) y la del vizconde Ademar de Limoges (lbidem, pág. 486). Bertran de Boro lloró repetidamente la muerte del "Rey joven," o sea, el primogénito de Enrique II Plantagenet ( ed. citada, págs. 24 y sigs., 28 y sigs.). Según el planto de Folquet de Marseilla (ed. S. Stronski, Cracovia, 1910, pág. 74), su señor Barral forzaba a encaminarse al honor el pesado talante de muchos, así como el imán atrae el hierro. Gaucelm Faidit echa de menos, con la muerte de Ricardo Coruón de León, au valor, au bravura, su liberalidad y la magnificencia de su corte (E. LoMMATZscH, ProTJenulisches Liederbuch, Berlín, 1917, pág. I H y sigs.). Bertolome Zorzi no se maravillaría de que se acabase el mundo puois Quonratz reis per cui ,renlul TJalhensa/ e TJalc jovenz / e rics tretz e tot.: hes, / e d'Austorica l'aurz ducs Federics, / qui d'onrat tretz e TJa/,orfon rics, / tan malamenrz / son mort (ed. E. Levy, Halle, 1883, pág. 81 y sigs.).

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LA ESFERA PROFANA

tran de Boro, que atizan las querellas entre facciones o entre reyes enemigos ( ed. citada, págs. 66 y sigs.; ·70 y sigs., 93 y sigs., 95 y sigs.), o en la exhortación a la guerra por la guerra misma~ atribuída con verosimilitud al mismo Bertran de Bom, Be · m pla:tz lo gais temps de ,pascor, o en el serventesio que dirige Guilhem Montanhagol al U>nde de Tolosa (ed. citada, pág. 77). Los llamados a la cruzada evocan el esplendor de la hueste medieval y trazan el ideal caballeresco, que el poeta amonesta poner al servicio de Dios, valorándolo implícitamente como inferior al de la clerecía. Muy instructivo es el cántico de cruzada de Aimeric de Pegulhan, que acaba con una coletilla ascética sobre la vanidad de las obras del siglo, briosamente desmentida en el resto (C. Appel, ProvenzaUscbe Cbrestomatbie, Leipzig, 1920, pág. 110 y sigs.): Ara parra qual ser1111 enveyos á' aver lo pren del mon e · l pretz de Dieu, que be · Is poiran guazanbar ambedos . ••

U>n la misma afirmación ingenua del consorcio entre Dios y caballería se abre el cántico de cruzada de Raimon Gaucelm de Beziers18 y se anima con raro fervor el cántico escrito por Raimbaut de V aqueiras para el Marqués de Monf errato·, exaltando la honra de que rebosa el Marqués y que irradia sobre sus actos y allegados.19 Otro tipo de canción provenzal que evoca compla18 C. APP1tL, ~9 K. BARTSCH,

ohra citada, pág. 11 J. l'hrcstomathie protJefffale.

Elberfeld, 1880, pág. J 26. Este servir a la vez a Dios y al mundo es típico del prolijo relato de las cruzadas, conocido como La gran conquista de Ultramar, donde no hay exhortación que no vaya a parar a "honra e servicio a Dios, e .•. honra e buena fama para siempre" (ed. Gayangos, pág. 14a; cf. 137b: Bohemundo se esforzaba "por hacer servicio a Jesucristo e hacer cosas por que más valiese"; 139a: "aquel que ende muriese iría derechamente a parayso, e aquel que ende escapase fincaría Pº! bueno e habría siempre buena fama, e cuantos dél viniesen"; cf. también 169a, 192a, 195a, 207b, etc.). El tópico recibe curiosa elaboración en las palabras con que Rogel de Barnavila esfuerza a 1u1 caballeros (pág. 239b): "· •. que se les membrase cómo eran hijos de Jetucristo •.• , e como él muriera en la santa cruz penado e deshonradamente, que ellos otrosí que muriesen por él; por la muerte que ellos allí tomarían, que ganarían el paraíso ••• e 1erían nombrados · para siempre jamás, como fué la de Roldán e de 101 doce parca que mataron en Ronzasvalles en servicio de Dios." El noble barón siente la muerte "deshonrada" como el mayor dolor de Jesús, y refuerza sus palabras, 1emejantc1 a las del arzobispo 1,urpín en la Chanson de Rolan.a, con una referencia a la epopeya, muy presente en el anónimo compilador de La gran conquista: cf. pág. 265a mención de paladines carolingios. Como en la epopeya, se da · también por sentada la pasión caballeresca de la gloria entre los noble, del campo enemigo, pág. 134,a, por ejemplo. En cambio, es muy significativo que Gautier-1an1-avoir, caudillo de la cru-

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POESIA PROVENZAL

cida la pompa, honra y nombradía del mundo caballeresco localizándolo en el pasado es la lamentación por la decadencia del presente y contraste con los buenos tiempos de antaño. Tal el serventesio en que Bertran de Bom lamenta ( erpes, cuando 'Mio Cid entra las cortes convocadas para juzgarla (v. 3111): · ·

~n

a grant ondra lo re~iben al que en buen ora na~i6.~6 '

..

El Cid enrostra a los lnf antes la generosidad y buena fe con qu~ les ha tratado (v. 3261 y sig.): · A la salida de Valen~ia mis fijas vos. di yo, con muy grand ondra e averes a nombre.

Cuando los enviados de Navarra y Aragón aparecen providen...; cialmente en las U>rtes para pedir la mano de doña Elvira y doña Sol, el !_ley autoriza las nuevas bodas (v. 3413): ca cré~evos i ondra, e tierra e onor.

U>mo eco resuena la voz jubilosa del fiel Aivar Fáñez _(v. 3452: y sigs.): ¡Grado a Dios del ~ielo e aquel rey don Alfons !1 assí cre~e la ondra a mio