La Europa atlántica. Desde los descubrimientos hasta la industrialización [7 ed.] 9682306612, 9789682306617

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La Europa atlántica. Desde los descubrimientos hasta la industrialización [7 ed.]
 9682306612, 9789682306617

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la฀europa atlántica desde฀los฀ descubrimientos hasta฀la industrialización ralph฀davis

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4

siglo siglo veintiuno VOI editores CES

Historia económica mundial

La Europa atlántica. Desde los descubrimientos hasta la industrialización

Traducción

PABLO

de

RECONDO

HISTORIA

LA

ECONOMICA

EUROPA

MUNDIAL

ATLANTICA

Desde los descubrimientos hasta la industrialización por RALPH

DAVIS

ZW

siglo

veintiuno editores ������ ��������� ������

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primera฀edición฀en฀español,฀1976 séptima฀edición฀en฀español,฀2006 ©฀siglo฀xxi฀de฀españa฀editores,฀s.a. en฀coedición฀con siglo฀xxi฀editores,฀s.a.฀de฀c.v. isbn฀968-23-0661-2 isbn eBook 978-9682-306-61-7 derechos฀reservados฀conforme฀a฀la฀ley impreso฀y฀hecho฀en฀méxico฀/฀printed฀and฀made฀in฀méxico

INDICE

PRÓLOGO PREFACIO . Los PORTUGUESES EN EL ATLÁNTICO . La EUROPA OCCIDENTAL: 1460-1560 . ESPAÑA EN AMÉRICA: EL SIGLO XVI La ESPAÑA DEL SIGLO XVI La EUROPA OCCIDENTAL Y EL ATLÁNTICO . LoS SIGLOS XVI Y XVII: POBLACIÓN, PRECIOS Y RENTAS . LA AGRICULTURA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII . La REPOBLACIÓN DE AMÉRICA . ESPAÑA EN DECADENCIA 10. AMÉRICA LATINA: LOS SIGLOS XVII Y XVII 11. EL DESARROLLO DEL IMPERIO COMERCIAL HOLANDÉS 12. INGLATERRA, LA ISLA APACIBLE 13. FRANCIA, EL GIGANTE INESTABLE 14. CAPITAL, CRÉDITO E INSTITUCIONES FINANCIERAS 15. LAs COLONIAS TROPICALES DE AMÉRICA 16. LAs COLONIAS CONTINENTALES BRITÁNICAS 17. FRANCIA E INGLATERRA EN EL SIGLO XVIII 18. FRANCIA E INGLATERRA: CRECIMIENTO INDUSTRIAL Y REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

331

Mapas

348

BIBLIOGRAFÍA INDICE

ESCOGIDA

DE NOMBRES

120 139 158 173 194 214 233 253 274 289 316

353 371

PROLOGO

El

estudio

especializado

de

la historia

económica

y social

es

relativamente reciente. Los fundadores —en el siglo xIx— de las modernas

cia, Países

técnicas de investigación histórica en Alemania, FranBajos,

Gran

Bretaña

primeros

años

y Estados

Unidos,

a lo sumo

se

interesaron pasajeramente por estos aspectos de la historia. Lo que les importaba eran las diversas facetas de la historia política.

Hasta

los

de

la

década

de

1880

no

estuvo

sobre

la Re-

claro que estaba en marcha un nuevo movimiento histórico. En Inglaterra resulta cómodo remontarlo a las conferencias pronunciadas por Arnold Toynbee en Oxford en 1880-1881, publicadas

tres años

después,

como

su famoso

estudio

volución industrial. En Cambridge, William Cunningham publicó la primera edición de Growth of English industry and commerce en 1882. Influyó sobre Cunningham particularmente la obra de los «economistas históricos» alemanes —de modo especial la de Gustaw Schmoller— en cuanto al impacto de la política estatal en el desarrollo económico. En Francia, quizá porque

el

ritmo

de

la

industrialización

fue

más

lento,

las

nuevas

investigaciones tendieron a prestar más atención a los problemas socioeconómicos, y especialmente a las condiciones del trabajo. La gran Histoire des classes ouvriéres vasseur, fue comenzada en 1859, pero la obra

en France, de Lacontinuó estudian-

do períodos más modernos, hasta el siglo xx. Industrialización, tecnología, política estatal, historia de los precios y salarios: cada escuela nacional concedió a su nueva historia una importancia diferente. Mas por doquier abordaron el tema especialistas que compartían similar opinión: que la teoría económica de entonces era demasiado abstracta y generalizadora para que ayudase a explicar la creciente complejidad de la sociedad industrial que estaba surgiendo en torno suyo. La historia económica nació, por consiguiente, como un estudio de

las

condiciones

reales;

como

una

rebelión

contra

el abstrac-

to dogma económico. Su fuerza consistía en su interés por instituciones reales, no imaginarias, y a pesar de la creciente conciencia de que los historiadores no pueden valerse sin una guía

2

Ralph

Davis

teurica, este sentido del realismo sigue siendo un sólido valor de la historia social y económica. A partir de la década de 1880 las escuelas de historia socioeconómica se han desarrollado en todos los países avanzados del mundo y se han llevado a cabo numerosas investigaciones originales y sumamente complejas. Continuamente se han modificado y se han puesto en duda los criterios, incluso en cientos de artículos de revistas especializadas. Esta continua producción crea una necesidad igual de esfuerzo continuado para sintetizar e interpretar la obra de los especialistas. Se ha concebido esta colección con la confianza de que sus

volúmenes,

obra

de

un

investigador

de

reconocida

autoridad

en

su campo y período cada uno de ellos, contribuirán a satisfacer dicha necesidad. En segunco lugar, esta síntesis está lejos de ser meramente un trabajo de recopilación: al contrario, requiere un constante ejercicio de imaginación creadora, pues hay que considerar que el menor cambio en el conocimiento modifica hasta cierto punto su totalidad. La síntesis histórica es mucho más que la suma de sus partes. En tercer lugar, cada estudio será escrito y presentado en términos que lo hagan inteligible no sólo a estudiantes e investigadores con una formación especializada en la historia económica, sino también al más amplio sector de lectores que deseen saber cómo, dónde y por qué la historia económica afecta a otras clases de historia. No se ha pedido a los autores que suministren «una información completa de los hechos». Incluso si ello fuera posible, no sería deseable para nuestros propósitos. Más bien hemos trabajado juntos para presentar puntos de vista que sean al mismo tiempo individuales, personales y a veces incluso idiosincrásicos, pero que estén basados en una experiencia profesional amplia y profunda de los temas de la historia económica, antigua y moderna.

De este modo esperamos que estos volúmenes no sólo ayuden

a enfocar y recapitular, sino también a continuar debate que comenzó hace casi un siglo.

y ampliar

el

PREFACIO

Este libro versa acerca de la historia económica de los países de la franja occidental de Europa —Portugal, España, Francia, Inglaterra y los Países Bajos— y de las colonias que establecieron o con las que tuvieron tratos en América del Norte y del Sur, desde el comienzo de los descubrimientos portugueses en el siglo xv hasta la revolución que transformó a las colonias inglesas en los Estados Unidos de América. No trata específicamente de las relaciones entre Europa y las colonias. He procurado mostrar que las principales influencias en el desarrollo de la economía europea surgieron en los mismos países de Europa, aunque ésta fuese afectada profundamente por la América hispana en el siglo xvi y por la América inglesa en el XvIIz. No intento indicar que este grupo de países europeos tuviera una

unidad

especial

en

el curso

de

su

desarrollo,

efectos

de

las

Al

contrario,

este libro muestra que las fuerzas económicas comunes que se extendieron por Europa occidental, las influencias que resultaron de su participación en la empresa transatlántica, fueron tan modificadas por los recursos naturales y la estructura política y social de cada país que el resultado final fue una diversidad de líneas de desarrollo. Esto es un tópico; la historia económica de Europa occidental en los siglos XVII y XVIII abarca el rápido desarrollo de la economía inglesa y la catastrófica decadencia de la española. Tampoco he supuesto que los sucesos de importancia económica hayan de ser necesariamente explicados ante todo por causas económicas; más bien, la rigidez de la capacidad de recursos y las estructuras sociales y políticas estorbaron y modificaron

profundamente

los

fuerzas

económicas,

de manera que un rasgo vital de la historia económica de la época —como de todas las épocas— fue la medida en que la capacidad de estas estructuras para resistir el cambio se agotó en diferentes países. Además, fuerzas que desde el punto de vista económico eran accidentales tuvieron efectos poderosos en los asuntos económicos. Entre ellas fueron importantes las guerras; si la causalidad económica intervino en las guerras anglo-holandesas y, hasta cierto punto, en las anglo-francesas

4

Ralph

Davis

de los siglos XVII y XVIII, poca parte tuvo en las de épocas anteriores, que fueron dinásticas y sobre todo religiosas. Sus

efectos

económicos

fueron,

sin

embargo,

profundos.

El

cambio

de clima, patente en el lento empeoramiento y mejora, a lo largo de muchas décadas, del promedio de las condiciones meteorológicas «medias» en torno a las cuales fluctuaba el tiemnpo de cada año, fue un factor de primerísima importancia económica que solamente ahora los historiadores comienzan cautelosamente a abordar. Las condiciones del desarrollo y disminución de las principales epidemias, en parte debidas a las formas de vida, pero también a factores bastante diferentes que favorecieron y destruyeron determinados tipos de virus y bacilos, muy bien pueden haber sido más importantes por sus efectos en la sociedad y la economía que cuanto se ha escrito aquí. Hemos sido conscientes, al tratar de estas tempranas épocas, del papel relativamente pequeño que desempeñan en la vida del hombre las cosas que conocemos y sobre las que podemos escribir extensamente;

hemos

de recordar

los rigores

aún

abrumadores

de

otras

no

las fuerzas de la naturaleza. Por último, a veces una sola persona tuvo una gran influencia en el curso de los acontecimientos, configurando la manera particular en que un proceso llegó a su madurez. Toda la historia del siglo xv, por ejemplo, anuncia el descubrimiento de América por los portugueses; pero fue Colón quien la descubrió para España en 1492, Si no lo hubiera hecho él, seguramente habría sido un descubrimiento portugués en la década siguiente; al principio, América habría estado enteramente dentro de la esfera portuguesa, y la historia europea no hubiera podido ser la misma. Hasta aquí he estado explicando lo que no he hecho y guál no es mi enfoque del objeto de este libro. Su tema evidente ——lo es también de toda historia económica— es poner en claro las causas económicas; exponer sus efectos en la medida en que fueron modificados por factores no económicos.de muchas clases y observar la interacción con este proceso del impacto económico

de

acontecimientos

debidos

a muchas

causas,

económicas. Comenzando con un acontecimiento —el descubrimiento del Nuevo Mundo— cuyos resultados económicos se dejaron sentir muy lentamente, he terminado con el principio de un proceso cuyos efectos fueron inmediatos y demoledores: "la Revolución industrial inglesa. Pero me he tomado algún trabajo para mostrar que de ningún modo fue esto un resultado inevitable de la larga historia que había dejado a España, Portugal y los Países Bajos tan a la zaga de Inglaterra y Francia en el movimiento hacia la hegemonía económica de Europa. Las

Prefacio

5

múltiples causas de la Revolución industrial estaban profundamente insertas en siglos de desarrollo previo, pero sus causas inmediatas surgieron en un pasado más inmediato y estuvieron relacionadas con una estrecha área de la actividad económica. Por

último,

el

desarrollo

económico

de

las

Américas

bajo

soberanía española, portuguesa, inglesa y francesa tomó rumbos considerablemente diferentes, principalmente porque en las diversas partes del Nuevo Mundo se encontraron diferentes poblaciones,

climas

y recursos.

Pero

México

y el Perú

estaban

clima

templado,

con

lis-

tos para que los dominara una raza conquistadora, y el descubrimiento de grandes yacimientos de plata configuró más aún su

crecimiento.

Norteamérica,

de

exigua

población nativa, solamente podía ser desarrollada desde ultramar con el asentamiento de una población trabajadora. Los recursos tropicales de las islas del Caribe y de Brasil, tan diferentes de Europa en todos los aspectos, podían haberse desarrollado de varias maneras, pero resultó que lo más natural para una raza dominadora con experiencia de esclavismo africano era una sociedad y una economía de amos y esclavos. Todas estas colonias estuvieron vinculadas a Europa económicamente, en mayor o menor grado. Hubo una economía atlántica; pero esta economía complementó, modificó y reforzó las economías industriales de los países del litoral atlántico que tomaron parte en ella. Tras mucha reflexión decidí incluir algunos cuadros —-pocos— y ningún gráfico. No obstante, este libro, como casi toda historia económica, está basado en estadísticas, ya que tiene que ver con la conducta de un número muy grande de personas a quienes no se puede tratar como individuos, excepto a título de ilustración,

sino

únicamente

cuando

tenemos

como

conjuntos

estadísti-

cos. Los movimientos de población, los precios, la renta nacional, la producción y la productividad industrial y agrícola, o el volumen del comercio, son conceptos todos ellos esencialmente estadísticos,

aun

que

salirnos

de las estadís-

ticas para explicar sus orígenes y la índole de sus efectos sobre la sociedad en su totalidad. Incluso las estadísticas dudosas pueden apuntar hacia importantes cuestiones que necesitan solución, y a veces sugerir la dirección donde se pueden buscar las respuestas. Sin embargo, he pensado que no es recomendable entorpecer el hilo del discurso de un libro de este carácter con grandes cantidades de datos estadísticos sin elaborar; y aunque hay unas cuantas series largas y atractivas, su uso podría inducir a error. Las series de precios a largo plazo se refieren a diversas clases de cereales; por importantes que sean

6

Raiph Davis

para recordar el aumento de valor de la tierra a medida que la población crecía, son engañosas en cuanto indicadores de la subida general de precios en cualquier país o entre países. Las series largas de salarios son las de los salarios de los albañiles, que sólo se pueden tomar como representativos de sí mismos. Los cuadros del Sund ofrecen un útil índice del comercio báltico, pero sólo afectan lejanamente a este estudio; también tenemos las estadísticas del comercio hispanoamericano, que abarcan largos períodos referentes al tonelaje de los barcos empleados, cuyo. significado exacto de ningún modo está claro, y las

referentes

a los

lingotes

de

oro,

cuya

validez

se vuelve

du-

dosa a medida que se hacen interesantes. Las he usado ampliamente al escribir este libro, y me refiero a ellas —espero que con la debida cautela— en los lugares apropiados. El lector interesado puede encontrar referencias a ellas y a gran cantidad de otros materiales estadísticos en la bibliografía. Estoy en deuda con demasiados colegas, como para nombrarlos, por sus comentarios y discusiones sobre problemas particulares. De todos modos, debo expresar mi especial agradecimiento

a Miss

Judith

Watts,

que

mecanografió

los

numerosos

borradores, y a Mr. D. M, Williams, que leyó las pruebas; al doctor M, A. Havinden y al doctor R. B. Outhwaite, que leye-

ron

y

comentaron

detalladamente

los

capítulos

más

difíciles,

y por encima de todo, al profesor A. G. Dickens, al profesor F. J. Fisher y a mi esposa, cuyos severos comentarios acerca del texto contribuyeron a que introdujese grandes mejoras en él. No siempre seguí las sugerencias que se me hicieron, y las faltas que quedan son enteramente mías. RALPH DAVIS Mayo de 1972

1.

LOS

PORTUGUESES

EN

EL

ATLANTICO

La expansión europea hacia el oeste, a partir de 1492, tuvo como base los ochenta años de aventuras portuguesas en el Atlántico. Portugal fue el pionero atlántico, colonizando islas atlánticas, explorando y comerciando a lo largo de la costa occidental de Africa. En Portugal se fue acumulando durante el siglo xv un acervo de experiencia en navegación oceánica, y casi fue accidental que, en el apogeo de la exploración portuguesa, el más crucial de todos los descubrimientos fuera hecho por un genovés al servicio de España. Hacía tiempo que los marineros de Portugal y de España occidental estaban familiarizados con las aguas atlánticas cercanas, comerciando con los puertos marroquíes, pescando a lo largo de su costa atlántica y efectuando de vez en cuando viajes a las Canarias en busca de maderas tintóreas y esclavos. Pero, hacia

el sur,

el comienzo

del

Sahara

señalaba

el

límite

de

sus

navegaciones regulares; más allá se extendían mil millas de costa desolada e inhabitada. Se sabía perfectamente en el sur de Europa que el Sahara no era el límite del mundo habitado, puesto que a todas las ciudades de la costa mediterránea y atlántica del norte

sulmanes

de Africa,

desde

Túnez

traían el producto

hasta

Safi,

los mercaderes

mu-

de un tráfico a través del desierto.

Y en el extremo sur de estas rutas, celosamente acceso cristiano, se hallaba una tierra de negros,

y

cerradas la isla

al de

Palola, donde se decía que se extraía el oro que cubría la mayor parte de las necesidades de la Europa medieval, y la misteriosa ciudad-mercado de Tombuctú. Sin embargo, la ruta por mar estaba sin explorar. No había oposición musulmana que la turbase, pero los navíos y la navegación de la época no eran adecuados para afrontar los problemas que suponían los largos viajes por tal costa. Ya en 1291 y 1343, italianos y catalanes habían intentado infructuosamente llegar más al sur. Se descubrieron las islas Canarias, y los españoles colonizaron algunas poco después de 1400. Pero se abandonó la exploración de la

costa sahariana, y cuando fue reanudada en torno a 1415, no lo fue por mercaderes mediterráneos, sino por aventureros y ma-

8

Ralph

Davis

rinos de una pobre nación de los confines de Europa: por los portugueses, y para fines portugueses. ¿Por qué fue reanudada la exploración de la costa atlántica de Africa en esa época sólo por los portugueses y acompañada de la colonización de las islas atlánticas? Las respuestas que se dieron en el pasado en términos políticos o técnicos no son adecuadas. Es cierto que la Europa del siglo xIv tenía razón suficiente para alarmarse ante el avance de los turcos, que invadieron la mayor parte de los Balcanes entre 1345 y 1396 y amenazaban Constantinopla. Sin embargo, los años en que comenzó la exploración portuguesa fueron testigos de la derrota de los turcos, quebrantados por los golpes del invasor mogol Tamerlán, en 1402, de los que tardaron dos generaciones en recobrarse. Además, por alarmante que pudiera ser el avance turco para príncipes y cardenales clarividentes, y por peligroso que fuera para los intereses de las ciudades italianas que comerciaban en el levante del Mediterráneo, no hay indicio de que influyera en los portugueses. Las guerras contra los musulmanes del norte de Africa en las que Portugal se embarcó en 1415, aunque dignificadas

con

el

título

excepto

la

brújula

de

cruzadas,

fueron

libradas

con

fines

que,

aun-

claramente portugueses. La cronología de la innovación marítima, pues, no respaldará la opinión de que la exploración comenzó porque los medios para llevarla a cabo habían madurado. Al contrario, fueron las urgentes necesidades de la exploración oceánica, una vez dados los pasos decisivos hacia el sur, las que motivaron la innovación técnica. Se inició la exploración con medios totalmente primitivos; sin instrumentos de navegación,

y

la

corredera;

con

barcos

que reciamente construidos para afrontar los temporales del Atlántico, estaban de tal manera enjarciados que resultaban muy limitados en sus operaciones para el sistema de vientos reinante en la costa africana. Los exploradores portugueses se hicieron a la mar en naves aparejadas con vela cuadrada, de uno

o

dos

mástiles,

de

veinte

a

cuarenta

toneladas,

de

fondo

plar», con poco calado y poca obra muerta, que llevaban grandes tripulaciones porque tenían que acudir a los remos cuando los vientos eran adversos. Los barcos y los métodos de navegación mejoraron decisivamente a mediados de siglo, cuando los

portugueses ya se habían aventurado más allá de la costa saha-

riana; estas mejoras permitieron que la exploración fuera más lejos, pero no tuvieron parte en sus comienzos. De modo que ni la cruzada ideológica ni los cambios técnicos pueden explicar las imprevistas hazañas exploratorias en el siglo xv de una nación hasta entonces insignificante. Las au-

Loss portugueses

en

el Atlántico

ténticas

causas

fueron

norte

Europa,

más

9

fundamentales,

siendo

resultado

de la compleja interacción de apremios económicos y de la política interna, y al mismo tiempo más personales y accidentales. Portugal, país que no fue reconquistado por completo a los moros hasta 1253, era pequeño y pobre, en gran parte montañoso e incultivable. Una costa salpicada de aldeas pesqueras, ciudades comerciantes y puertos tenía a sus espaldas un hinterland de campesinos pobres y grandes propiedades; poco tráfico había por la frontera con Castilla. El clima hacía de Portugal el más cercano proveedor de productos mediterráneos para el de

y los cultivos

fueron

orientados

de modo

fruta,

y

cre-

ciente a apoyar este comercio. Una gran zona estaba dedicada a los bosques de alcornoques; los viñedos, olivares y huertas se extendían rápidamente, y los campos de trigo disminuían, de manera que desde mediados del siglo xiv Portugal tuvo que importar cereales de Marruecos. Gran parte de la tierra era propiedad de magnates y órdenes religiosas, y los impuestos y derechos señoriales habían empobrecido al campesinado. Aun después de que la peste negra de 1348-49 redujera considerablemente la población rural, no se aliviaron las condiciones de los campesinos y braceros. Siguieron emigrando a las ciudades, donde había una creciente demanda de mano de obra para el comercio, la flota y las pesquerías. La importancia del comer-

cio

de

exportación

de

aceite,

corcho,

cera

miel,

y

la

necesidad de importar cereales, fomentaron el crecimiento de la industria naviera portuguesa. El modelo de embarcación que usaban los portugueses, notablemente económico, se ganó la estima de los mercaderes de las grandes ciudades comerciales mediterráneas

—Génova,

Barcelona,

Florencia—

y era

muy

em-

pleado en el transporte de. mercancías. La pesca estaba muy desarrollada, y se extendía mucho más allá de las aguas de sus

costas,

hasta

las

castas

norteafricanas

e

irlandesas,

mientras

que los balleneros del Algarve buscaban sus presas en el más remoto Atlántico. La empresa en Portugal estaba orientada hacia el mar, y existían recursos adecuados no sólo para la exploración, sino también para una vigorosa explotación de los nuevos

descubrimientos,

ya

en

la costa

africana,

ya en

las islas

at-

lánticas. 'El comercio urbano y los intereses navieros del Portugal medieval eran tan fuertes como para lograr en 1385 cierta influencia política, prestando un decisivo apoyo a la revolución que llevó al trono a la dinastía de Avis frente a la oposición de gran parte de la nobleza. En la guerra revolucionaria la vieja nobleza resultó prácticamente aniquilada, y se fraguaron víncu-

10

Ralph

Davis

los entre la familia real y la burguesía que duraron algunas generaciones. Por consiguiente, el Portugal de comienzos del siglo xv tenía una importante y vigorosa clase de mercaderes y armadores, y una nobleza debilitada cuyos perennes problemas financieros suscitaban poca simpatía en la corona. Ambas estaban preparadas para poner sus miras más allá de Portugal: los mercaderes, para encontrar un nuevo empleo a sus recursos en nuevas ramas del comercio; la nobleza -—vieja y nueva—, enbusca de los tradicionales caminos para conseguir riquezas y honores mediante la conquista y el dominio de nuevas tierras. Hasta 1437 la conquista y colonización predominaron en la expansión de Portugal. La invasión de Marruecos, comenzada por un ejército real en 1415, hubiera debido proporcionar gloria a los nobles guerreros y tierras para que pudieran gobernar; pero la conquista de las ciudades marroquíes fue económicamente infructuosa, y se interrumpieron las campañas cuando, en 1437, los portugueses sufrieron una derrota aplastante en Tánger. La situación en las islas fue diferente, Los primeros colonos portugueses desembarcaron en Madera en 1420; un intento de colonización de las Canarias en 1425-1427 fue rechazado por los nativos;

las

Azores,

redescubiertas

en

1425,

comenzaron

a

ser

colonizadas poco después de 1430. Al principio, los únicos productos de las colonias isleñas fueron madera y pequeñas cantidades de tintes, pero los colonos desmontaron pronto grandes zonas, y los cereales de Madera, y de las Azores después, reemplazaron a los suministros marroquíes. La Corona otorgaba a los colonos nobles «capitanías» —derechos feudales de tributo y jurisdicción sobre la tierra en las islas—, cuya rentabilidad dependería del éxito que tuvieran en atraer colonos para cukivarlas. Pero las islas presentaban pocos alicientes para el campesino portugués, y hubo que buscar colonos en otras partes. Fue considerable la emigración de flamencos a las Azores, y pronto fueron introducidos esclavos, conseguidos mediante correrías en las Canarias y, posteriormente, en la costa occidental de Africa. Al comienzo del siglo xv, por tanto, el ansia de gloria y de lucro llevó a los portugueses a Marruecos y a las islas. Menos claro es que las fuerzas sociales fuesen suficientes por sí solas para que se llevase a buen fin la exploración africana. La motivación económica —búsqueda de nuevo comercio y de Ooro— estaba presente, pero su debilidad está marcada por la impopularidad en Portugal de las primeras expediciones. Durante treinta años solamente las apoyó un pequeño círculo, que fue criticado por malgastar los recursos del país únicamente en el descubrimiento de nuevas extensiones de la costa sahariana. La tarea de

Los portugueses

en el Atlántico

11

proseguir la exploración hasta que diese resultados hubiera podido frustrar los poco metódicos esfuerzos de mercaderes y marinos, como lo hizo en la centuria anterior. A partir de 1415, sin embargo, tuvo el apoyo firme y persistente de un portugués de gran influencia y riqueza, hijo menor del rey de Portugal, a quien los escritores ingleses llamaron «Enrique el Navegante». Además de sus riquezas personales, tenía a su disposición los grandes

recursos

de la Orden

de Cristo, una

orden

de caballería

de la que era maestre. Era a la vez un fanático religioso, dedicado a la lucha antimusulmana, y un auténtico inquiridor del saber. Durante más de cuarenta años apoyó constantemente los descubrimientos; alentó a sus hombres para que perseverasen cuando, en los primeros años, los obstáculos parecían abrumadores;

a mediados

Azores

en

del siglo, cuando

la mayoría

se sintió tentada

a establecerse y buscar ganancias en el comercio con las tierras ya descubiertas, persuadió a unos pocos para que persistieran aventurándose más lejos aún. A pesar del apoyo y ánimo del príncipe Enrique, la navegación costera tardaba en producir resultados. La costa era árida y desalentadora, y los instrumentos de exploración insuficientes. Aquellos barcos aparejados con vela cuadrada no podían navegar con viento contrario; para avanzar debían tener el viento de popa del través, y, por consiguiente, los marineros habían considerado durante siglos el cabo Bojador, a 26 grados norte, como el límite de los viajes hacia el sur. El barco que seguía la línea cada vez más meridional de la costa allende el cabo Bojador entraba en la zona de los vientos alisios del nordeste, en la que no podía tomar un rumbo más cercano al puerto de origen que el O-N-O. Esto implicaba un inmenso rodeo en el Atlántico (tal vez por esta causa se descubrieron Madera'y las este

período),

maniobrando

lentamente

hacia

el nor-

te para aprovechar los vientos del oeste que llevarían al explorador sano y salvo a puerto, y cuanto más al sur se aventuraba, más largo tenía que ser el rodeo, y mayor el riesgo de que las provisiones y el agua no alcanzasen para el viaje de vuelta. El cabo Bojador era, más que otra cosa, un obstáculo psicológico, considerado durante mucho tiempo como el último punto frontero a lo desconocido y que parecía más aterrador cuanto más se dudaba en doblarlo. Durante cerca de treinta años la exploración portuguesa fue llevada a cabo por pequeñas naves aparejadas con vela cuadrada. Á partir de 1415, cada año se enviaban una o dos barcas costa abajo, que siempre daban media vuelta antes de alcanzar el cabo Bojador, pero adquirían experiencia y acumulaban cono2

12

Ralph

Davis

cimientos de los sistemas de vientos y corrientes. En un barco así fue como Gil Eanes, tras mucho apremio y halago por parte del príncipe Enrique y haciendo acopio de valor, avanzó en 1434 muchas leguas más allá del cabo,y retornó sin novedad a Portugal.

Este

fue el paso

decisivo;

una

vez dado,

otros

navegantes

recorrieron centenares de millas a lo largo de la costa durante los años siguientes, dejando atrás el desierto para alcanzar «tierras despobladas, pero con huellas de hombres y camellos». Sólo cuando los precursores hubieron traspasado sobradamente los viejos límites del mundo conocido se produjo el cambio decisivo en las naves portuguesas. La carabela aparejada

con

vela

latina,

conocida

por

los

historiadores

como

el ins-

trumento perfecto para los viajes de exploración, evolucionó a partir de 1440 debido a la urgente necesidad de asegurar a los marineros el regreso de aquellos viajes que les llevaban cada vez más lejos. El ejemplo estaba a la vista en las velas latinas de la embarcación musulmana que navegaba a lo largo de la costa noroeste de Africa, porque éstas, atinque menos útiles con viento en popa que las velas cuadradas, y peligrosas de manejar con temporal, permitían navegar ciñendo más el viento. Ya aparejada con velamen permanentemente latino, ya cambiando las vergas y velas por el aparejo latino al comienzo del viaje de regreso, la nueva carabela, que podía cambiar de bordada contra los vientos alisios, fue el barco que permitió a los portugueses llegar, con el tiempo, a la punta extrema de Africa y hasta el océano Indico. Superada la barrera del cabo Bojador, los marineros portugueses estaban preparados para avanzar rápidamente hacia las tierras habitadas al otro lado del Sahara. La fase de exploración infructuosa

finalizó

en

1443,

cuando

Nuño

Tristáo

trajo

de

Ar-

guín (un poco más al sur del cabo Blanco) el primer cargamento importante de esclavos «y los vendió provechosamente en Portugal. La exploración se amortizaba finalmente, y se inició una carrera por participar en el comercio de esclavos. Lancarote, un funcionario real en Lagos, envió seis carabelas en busca de esclavos en 1444, y al año siguiente no menos de veintiséis bajeles descendieron por la costa africana, al servicio de diversos mercaderes y armadores. Á estos portugueses, con licencia del príncipe Enrique, pronto se añadió un contingente de naves castellanas de los pequeños puertos colindantes con la frontera portuguesa, que también habían olfateado las perspectivas de lucro. En 1448 los portugueses creyeron necesario construir un fuerte en la isla de Arguín para controlar el tráfico de esclavos, y éste fue el centro de su actividad por unos pocos años. Nuevas

Los portugueses en el Atlántico

13

exploraciones les llevaron a la desembocadura del río Senegal, que marca el fin del desierto, y a Sierra Leona en 1448. Alcanzado este punto, la exploración cesó virtualmente durante dos décadas, mientras se dedicaban a explotar la muy poblada región que habían alcanzado. Había

un

extenso

mercado

de

esclavos

en

Portugal,

y desde

mediados de la década de 1450 estuvieron llegando anualmente un millar de ellos procedentes de Africa. El extremo sur de Portugal nunca había sido enteramente desarrollado desde su conquista a los musulmanes,

a causa de la escasez de mano

de obra;

su explotación mediante grandes propiedades resultó posible ahora, con esclavos para los campos y las plantaciones de azúcar. También las islas necesitaban más brazos para su desarrollo completo, y se enviaron grandes cantidades de esclavos para transformar Madera, de productora de grano, en productora de azúcar. Los sirvientes negros se hicieron habituales en las casas portuguesas pudientes, y la mano de obra esclava se introdujo en toda la economía hasta un punto desconocido en el resto de Europa. Los mercaderes de la región costera, que acostumbraban a comprar productos mediterráneos acarreados a través del desierto tras grandes esfuerzos, los trocaron por esclavos con los

nuevos

traficantes

marinos,

y

siglo

por

lo

hicieron

en

condiciones

consiguiente,

el comercio

muy favorables, al principio, a los portugueses. Inevitablemente, a medida que el comercio se organizó mejor y el número de competidores portugueses aumentó, las condiciones se modificaron en contra de ellos. Desde

la

mitad

del

Xv,

africano enriqueció a los traficantes, a la Corona y a algunos miembros de la nobleza. Exigió una expansión de la industria naviera portuguesa y una mejora de los barcos, y difundió entre los marinos portugueses el conocimiento de los sistemas de vientos y corrientes atlánticas, y de la geografía detallada de las islas del Atlántico. Sin embargo, se habían detenido en los umbrales de descubrimientos mucho más valiosos. Una nueva ola de exploración en 1469-1474, que volvió a requerir la iniciativa de la familia real para su comienzo, llevó a los portugueses a contornear la protuberancia de Africa hasta el golfo de Biafra, abriendo aquel sector de la costa occidental africana que ha sido, hasta el siglo presente, el más rico para los comercian-

tes europeos. Aquí encontraron un tráfico nativo de esclavos mayor y mejor organizado de lo que hasta entonces habían visto; un país que producía pimienta de malagueta —un sustituto pasable de la verdadera pimienta de las Indias—, marfil en grandes cantidades y, en particular, oro. Al fin se habían aproxi-

14

Ralph

mado al origen de este metal precioso que durante po les había llevado hacia el sur. La guerra con 1475-1479

retrasó

el desarrollo

completo

Davis

tanto tiemCastilla en

de los descubrimientos,

pero, una vez terminada, Portugal comenzó la organización sistemática de los recursos africanos, señalada por la construcción de un fuerte en Elmina, en Costa de Oro, para controlar las operaciones del más rico centro del comercio del oro. Se excluyó rigurosamente a los comerciantes extranjeros, habiendo reconocido Castilla por el tratado de paz de 1479 que Africa occidental entraba totalmente en la esfera portuguesa. A los comerciantes portugueses sólo se les permitía participar bajo licencia real, y el tráfico del oro estaba enteramente reservado a la

Corona.

El esquema del comercio portugués en la costa occidental de Africa a fines del siglo está expuesto en el libro Esmeralda de Situ Orbis, de Pacheco, escrito en la época. Desde Arguín hacia el sur de Sierra Leona poco se podía conseguir sino esclavos. Este primer comercio portugués continuó siendo importante, enviando 3.500 esclavos al año para abastecer a Portugal, las islas y los clientes de otras partes de Europa. Las rudas correrías de los primeros días habían terminado; la trata de negros era ahora un auténtico comercio, llevado a cabo en una serie de puntos de la costa mediante el trueque con los nativos del litoral, quienes compraban esclavos en los mercados del interior. Más allá de Sierra Leona se extendían las cien millas de la costa del Grano, donde había un comercio de trueque de pimienta de malagueta. Después venía la Costa de Oro, donde los puestos comerciales portugueses eran pocos, pero de importancia

vital, por

ser los centros

en

occidental,

adonde

se traía el oro

desde

varios lugares del interior. Una gran cantidad era trocada cada año en el fuerte de San Antonio en Axem; pero Sáo Jorge de Mina, o Elmina, era el principal centro del comercio portugués Africa

catorce

mil onzas

adonde

se

traían

de oro. El primer

anualmente

objetivo

de

económico

trece

a

de la

exploración portuguesa se cumplió al fin por completo con el

comercio de Elmina. Los portugueses se habían hecho a la mar para alcanzar las tierras transaharianas de donde los musulmanes traían el oro a través del “desierto. Ahora habían llegado a aquellas tierras, y un hecho ilumina el efecto destructivo que su presencia tuvo en el viejo tráfico transahariano: la principal demanda de los traficantes nativos que traían oro a Elmina se centraba en los «lanbens», unos chales a rayas fabricados en

Túnez y Orán. Pero, al igual que los traficantes de esclavos de más

al norte, también

compraban

mercancías

europeas

—telas

Los portugueses

en el Atlántico

rojas y azules, utensilios

15

de latón, brazaletes, pañuelos

y bara-

tijas—, así como esclavos, El beneficio de este trueque de oro, dice Pacheco, era de cinco a uno, o más. A lo largo de la costa

hacia el este, Benin y algunos pocos lugares más proporcionaban esclavos para trocarlos por oro en Elmina, así como pequeñas cantidades de marfil y pimienta. Más allá del estuario del río Bonny cesaba casi todo el comercio; la costa que corría hacia

el sur

fue

explorada

en

los

años

1480,

a lo largo

de

toda

su angustiosa longitud, no por traficantes, sino por quienes buscaban la ruta de la India. Todo esto constituyó un rico campo de comercio para Portugal, y junto a él se colonizaban y hacían productivas bajo la Corona portuguesa las islas: Madera, Azores, Cabo Verde (descubiertas en 1455) y Fernando Poo y Santo Tomé en el golfo de Biafra (descubiertas en 1471). No hubo allí usurpación extranjera durante medio siglo, tras la retirada de los castellanos en 1479, y la riqueza portuguesa, así como su experiencia marítima y administrativa, aumentó al explotarla en paz. En el proceso, sin embargo, Portugal llamó la atención de Europa, dejando de ser un país de poca importancia, pequeño, pobre y remoto. El oro, la pimienta, el marfil y los esclavos introdujerón a los portugueses en mercados europeos donde anteriormente eran desconocidos y atrajeron la atención de ricos forasteros sobre las nuevas oportunidades que se abrían más allá de los confines de Europa. Mientras los portugueses proseguían su navegación limitada a lo largo

que ban se

de

la costa

de Africa,

los

tremendos

acontecimientos

se sucedían en el otro extremo del Mediterráneo dominala historia de Europa. La presión turca sobre los Balcanes

reanudó

en

1448,

tras

un

intervalo

de

medio

siglo;

Moham-

med II tomó Constantinopla en 1453, extinguiendo los restos del Imperio bizantino, sostén de la cristiandad oriental durante mil años. La conmoción estremeció a toda Europa, porque parecía que se acercaba el día en que podría romperse el contacto con el mundo al otro lado de los países musulmanes, mundo que podía contener aliados de los cristianos. La inmediata respuesta de Portugal a la petición de ayuda del Papa tras la caída de Constantinopla fue una anticuada respuesta militar; el comienzo de una guerra de cruzada en Marruecos en 1458, señalada por la acuñación,

con oro africano, de una nueva

moneda

que

se llamó el cruzado. Pero el avance turco tuvo una influencia más directa en Portugal y en sus posesiones, pues los comerciantes y financieros genoveses cuyos negocios en Oriente se

16 vinieron abajo, intensificaron

sus actividades

Ralph

Davis

mercantiles

en Oc-

cidente. Los turcos no cerraron de repente las rutas del comercio oriental en 1453; el derrumbamiento del Imperio mongol había cerrado en el siglo xIv la ruta que dominaba Constantinopla, mediante los puertos del mar negro y Asia central, y los turcos no se instalaron en la ruta del mar Rojo y Egipto hasta 1517. Antes de 1400, sin embargo, Génova y Venecia se habían dividido

entre

sí el comercio

del

levante,

concentrándose

los

geno-

gravámenes

inso-

veses en las tierras en torno al mar Negro, mar Egeo y los puertos de Anatolia, y los venecianos en Egipto, incluido el lucrativo comercio oriental a través de El Cairo. Fue el comercio de los genoveses, por tanto, el perjudicado por el avance turco de mediados del siglo xv. Génova trató de mantener buenas relaciones con los turcos, aun después de la caída de Constantinopla; pero su comercio del mar Negro se vio restringido, las ciudades tributarias de Jafa y Trebisonda no sobrevivieron a la caída de aquélla, y sus intereses en Anatolia pronto se vieron amenazados. A medida que éstos sucumbían uno tras otro al dominio turco, los genoveses dirigieron la atención hacia el Mediterráneo occidental. Para colmo de males, la desviación portuguesa del oro de Guinea a partir de 1471 estaba perjudicando seriamente al comercio italiano con los estados musulmanes del norte de Africa. Los genoveses miraron hacia Occidente, en primer lugar, en busca de alternativas para proveerse de los alimentos y materias primas que habían traído de Oriente. El alumbre, vital para la industria lanera de Europa occidental, había venido hasta entonces de Focea, cerca de Esmirna; cuando los turcos se hicie-

ron con

el control

allí en

1455, impusieron

portables, y solamente se resolvió la crisis del alumbre con el descubrimiento en 1462 —seguramente no por accidente— de los yacimientos de Tolfa, cerca de Roma. Durante varias décadas sus concesionarios fueron genoveses. Se comenzó la producción de seda en Calabria y en el levante español para complementar

los suministros

del Oriente

Medio,

que

se habían

hecho

precarios. La más importante de todas era la producción de azúcar, que los genoveses organizaron en Andalucía y el Algarve, en el norte de Africa, y después en las islas del Atlántico. Madera y las Canarias habían producido un poco de azúcar desde los primeros días de la colonización, pero a partir de 1460 el capital genovés entró a raudales, con el fin de establecer nuevas plantaciones,

países

y

hacia

tan lejanos

1468

como

el

azúcar

de

Madera

inglaterra y Flandes.

se

vendía

Madera,

en

al prin-

Los portugueses

en el Atlántico

17

cipio apreciada como suministradora de cereales para Portugal, rápidamente se dedicó por entero al azúcar; dejó de exportar grano en 1460; en 1480 importaba algo para sus propias necesidades de las Azores y Marruecos. Las islas tropicales de Fernando Poo y Santo Tomé se desarrollaron rápidamente como productoras de azúcar a partir de 1475, y la segunda se convirtió en la mayor proveedora hasta que, en el siglo siguiente, la sobrepasó el Brasil. Para fines del siglo xv, por consiguiente, las islas portuguesas suministfaban la mayoría del azúcar de Europa, aunque su comercio lo manejaran los genoveses y florentinos. El capital genovés igualmente se dedicó, entre 1455 y 1479, a llevar las plantaciones de azúcar a las islas atlánticas de España, las Canarias, y una nueva campaña para conquistar

las

restantes

islas,

comenzada

en

1479,

extendió

la produc-

ción azucarera a todas ellas al finalizar el siglo. La cantidad de brazos que eran menester para atender este cultivo no se podía obtener en Europa, y los plantadores emplearon numerosos esclavos

africanos.

De

esta manera,

los genoveses

intervinieron

en

los asuntos africanos, tomando parte en la financiación de la trata de negros y promoviendo la venta de la pimienta de malagueta en competencia con la asiática que los venecianos traían a Europa. Con todo, el supremo logro de la exploración portuguesa en este período nada debe a los genoveses: fue la apertura de la ruta marítima a la India, que el príncipe Enrique había considerado

en

los

últimos

años,

antes

de

su muerte

en

1460,

como

un posible resultado de la exploración de la costa occidental de Africa. Las compañías mercantiles portuguesas y los capitalistas genoveses asociados con ellas estaban muy ocupados explotando al máximo los recursos ya descubiertos, por lo que fue de nuevo necesario el interés de la familia real para iniciar una nueva fase de exploración cuya recompensa, aunque potencialmente deslumbrante, resultaba lejana e hipotética. En 1482 el rey Juan II alentó un nuevo esfuerzo para liallar el límite sur de Africa, y lo mantuvo aun cuando los viajes resultaban decepcionantes a lo largo de la costa africana, hasta que al final, en 1487,

Bartolomé

tanto, Pedro

Díaz

dobló

el cabo

de Buena

Esperanza.

Entre

de Covilha, que había viajado por el levante hacia

la India,

estaba

da Gama,

que

enviando

a Portugal

detallados

informes

sobre

el comercio y la navegación en el océano Indico. Los disturbios políticos en Portugal aplazaron por algunos años la explotación del éxito de Díaz, pero en 1497 partió la expedición de Vasco un

cargamento

alcanzó la India

cuya

riqueza

al año

colmó

siguiente,

regresando

las esperanzas

con

de quienes

18

Ralph

Davis

habían promovido la búsqueda de una ruta marítima a las Indias. El viaje de Vasco da Gama a la India fue seguido por el de Cabral, que de regreso tocó la costa de Brasil. Portugal también había llegado al Nuevo Mundo, pero ocho años después de Colón. La inauguración de la ruta marítima a las Indias ofrecía grandes oportunidades económicas, porque en el océano Indico no había barcos que pudieran hacer frente a los cañones portugueses, y podían desbaratar las rutas de comercio árabes a voluntad y exigir concesiones comerciales de los soberanos de los estados de la costa e islas. Durante muchas décadas, por tanto, la atención del Portugal marítimo estuvo dirigida al comercio con Africa y las Indias, lo que agotó los recursos de esta pequeña nación

en construcción

naval

y en

marinos,

soldados

y adminis-

tradores. El viaje a las Indias fue, como tal, empresa más formidable que la travesía del Atlántico, ciertamente, los portugueses tocaban

ahora

la orilla oeste del Atlántico, casi con facilidad,

ya que los barcos para las Indias a menudo hacían escala en el Brasil y sus pescadores se apresuraron a ir a la pesca del bacalao a

Terranova,

cuando

ésta

fue

conocida,

después

de

1497.

Pero

el interés de los portugueses en busca de un derrotero atlántico occidental para las Indias cesó cuando Díaz abrió la ruta oriental en 1487. América se rindió a España, no a Portugal. Sin embargo, el descubrimiento de América, por un genovés al servicio de España, se debió por entero a los métodos y a la experiencia portugueses. La carabela, tal y como la habían desarrollado los portugueses, era el navio necesario para el viaje de Colón; la Santa María, su nave capitana, con aparejos de vela cuadrada, era totalmente inapropiada para la exploración y

naufragó en el Caribe. Si los marinos andaluces compartían con los

de

Portugal

del

norte,

el

conocimiento,

tanto

de

la

terránea, que usaba la carta y la brújula, como basada

más

en

la corredera

navegación

medi-

de la navegación

y la sonda,

fueron

sola-

mente los portugueses del siglo xv, o los italianos a su servicio, los que llevaron al puente del barco los refinamientos necesarios —procedentes del estudio del astrónomo— para la navega-. ción oceánica. La gran innovación fue el uso a bordo (consignado por primera vez en 1456) del simple cuadrante para medir la altura de las estrellas y determinar así la latitud. Con esta ayuda se consiguió señalar con exactitud en el mapa la latitud de los nuevos descubrimientos en la costa africana, y comenzó a aparecer una práctica normal de la navegación oceánica: encontrar y seguir la latitud del destino del barco. Colón aprendió estos métodos y los empleó en sus viajes. Podía prescindir de las

Los portugueses

en el Atlántico

19

maneras más complicadas de determinar la latitud por las observaciones solares y las tablas, que los portugueses desarrollaron en la década de 1480 para servirse de ellas en sus largas travesías junto a la costa africana, cuando la estrella polar había desaparecido por el horizonte norte. Experiencia y aplomo en la navegación oceánica —que los portugueses habían acumulado en más de medio siglo de exploración y comercio atlántico— eran ingredientes esenciales del éxito. El mismo Colón debía casi toda su útil formación a Portugal, donde Hegó por primera vez a causa de un naufragio. Vivió durante algunos años en Portugal —por algún tiempo en Porto Santo, en el archipiélago de Madera—, navegó en barcos portugueses hasta Guinea y hacia el norte; frecuentó la compañía de marineros y cartógrafos portugueses, entre quienes el conocimiento, la tradición y la mitología de la navegación por.el oeste y el sudoeste eran fuertes y no siempre distinguibles entre sí. Como era natural, se dirigió a la Corona de Portugal, paladín del descubrimiento oceánico, en busca de ayuda para su empresa; Portugal le rechazó. Colón no consiguió el apoyo portugués porque el rey podía rodearse de consejeros con un buen conocimiento de la geografía mundial. Los expertos portugueses demostraron que los planes de Colón se basaban en disparatadas nociones geográficas que subestimaban enormemente la distancia por el oeste entre Europa y el Japón, que era el destino que se proponía. Invitado a Lisboa para presentar su proyecto por segunda vez, en 1488, sólo llegó a tiempo para ver llegar al Tajo a Bartolomé Díaz con la noticia de que la ruta a la India por el Cabo estaba abierta. El rey de Portugal, asiéndose a este premio seguro, mandó a Colón a buscar apoyo para su especulativo proyecto en otra parte. Inglaterra y Francia estaban demasiado alejadas de la navegación atlántica como para mostrar mucho interés. Pero la España sudoccidental tenía una costa atlántica con fuerte tradición marinera; sus puertos llevaban tiempo dedicándose a la pesca

atlántica,

al comercio

con

las

costas

atlánticas

y con

las

haber

derrotado

a los mo-

Canarias; sus marinos poseían algo de la habilidad de los portugueses en esta navegación. Castilla —un reino mucho mayor y más rico que Portugal, cuyos soberanos estaban emocionados con

su triunfo

ros de Granada

definitivo, en

y sometido

1492, por

toda la península

ranía cristiana tras ochocientos

años—

ibérica a la sobe-

favoreció

a Colón,

le con-

cedió dinero, barcos y la promesa de títulos y recompensas si lograba encontrar..., ¿qué? ¿Una ruta occidental para las Indias, libre de portugueses, o nuevas tierras, islas en el océano?

20

Raiph

Davis

Sevilla y todos sus puertos secundarios, incluido Cádiz, estaban atascados por una gran actividad en el verano de 1492, al organizarse el éxodo de todos aquellos moros del antiguo reino de Granada que deseaban emigrar, cruzando el estrecho hacia Marruecos. Por consiguiente, a Colón le ordenaron que buscase barcos y tripulaciones en Palos, un pequeño puerto próximo a la frontera portuguesa. En aquella zona abundaban las minúsculas embarcaciones, incluidas numerosas carabelas del tipo que los portugueses preferían; hasta la firma del tratado de Alcacovas, solamente trece años antes, estos barcos se habían dedicado al comercio con Africa occidental; todavía seguían comer-

ciando con Marruecos y las Canarias, y muy probablemente se arriesgaban, a veces, más al sur. En pequeña escala, y sin el apoyo gubernamental de que gozaban los portugueses, eran centros de la empresa atlántica española, y a Colón no le fue difícil hacerse con un par de carabelas, completándolas con un navío vasco mayor para el transporte del material, y encontrar tripulaciones familiarizadas con el Atlántico y dispuestas, hasta cierto punto, a arriesgarse en su exploración. De modo que fue de Palos, puertecito del extrema sudoccidental de España, de donde Colón se hizo a la vela en agosto de

1492, y a los pies

de Fernando

e Isábel,

soberanos

de Aragón

y Castilla, puso sus descubrimientos cuando regresó, en la primavera siguiente. Por triviales que pudieran haber paretido entonces sus resultados en comparación con las perspectivas que los portugueses habían abierto, él había llevado a España ante los umbrales de un imperio mucho mayor.

2.

LA

EUROPA

OCCIDENTAL:

1460-1560

Aunque el viaje de Colón en 1492 marcara un hito en la historia mundial, sólo tuvo un significado limitado dentro del marco dela época. Fue un paso más en la extensión de la frontera oceánica europea, que había estado progresando durante más de

setenta

años;

sus

consecuencias

últimas

fueron

transcenden-

tales, no porque lo suscitara una necesidad mayor que la dominante en los descubrimientos anteriores, sino porque condujo hasta un continente hasta entonces desconocido, y lo abrió a la explotación europea. El descubrimiento de América se realizó cuando Europa, tras un largo período de hibernación, se agitaba ya en un despertar espiritual y material. El incremento de la producción y de la riqueza europeas que había venido efectuándose desde mediados del xv, se había generado dentro de Europa y continuó con poca ayuda de ultramar durante más de medio siglo después de Colón. La fase expansiva del Occidente europeo duró de 1460 a 1620 aproximadamente; incluso se pueden asignar fechas más precisas a algunos países. El primer siglo de esta expansión —es decir, el período anterior a 1560, año en que el impacto americano empezó a ser importante— constituye el tema de este capítulo. ¿Por qué crecía la actividad económica de Europa? ¿Se hacía Europa más próspera? En el fondo, la respuesta es que más gente producía más géneros y más servicios —y en algunos lugares de manera más eficiente—-, pero que el incremento de la producción iba a la zaga del de la población, porque dependía mucho de los recursos de la tierra, los cuales eran limitados. La renta per capita, en términos reales, probablemente decrecía; de modo que en un aspecto importante, que concuerda con lo que el economista considera que es el crecimiento económico, la prosperidad estaba declinando. Pero semejante concepto moderno de prosperidad —ideado para aclarar la relación entre el crecimiento de la población y el de la productividad— no se puede aplicar automáticamente a las convulsiones de una época más primitiva, en la que el más poderoso regulador ascendente de la renta per capita era un calamitoso descenso de la población. La economía de la Europa moderna no hubiera nacido

22

Ralph

Davis

jamás de una disminución de la población; la presión de la creciente demanda, que desafiaba a los productores al ofrecer oportunidades para la división del trabajo y la especialización, estimulaba el perfeccionamiento de la organización y los métodos de producción de la industria y el comercio. El crecimiento de la población en una sociedad que dependía casi enteramente de la tierra causó un grave empeoramiento en la situación de las masas populares durante el siglo xvI, concentrando una porción mayor de la renta en manos de los pudientes: terratenientes, funcionarios, mercaderes, abogados y financieros. Fue su demanda de tejidos de lana y lino de buena calidad, pieles, sedas, vino, armaduras, ornamentos y otros artículos de lujo, lo que promovió alguna concentración en la industria y en la agricultura especializada, expandió el mercado internacional y proporcionó oportunidades a la empresa, salidas al capital que se acumulaba y campo para experimentar con nuevas instituciones económicas. El progreso que se realizó en este siglo fue, por regla general (con una importante excepción en la agricultura de los Países Bajos), de organización más que de técnicas. Mientras que el humanismo renacentista comenzaba a estimular la originalidad en el pensamiento y a enseñar un poco de escepticismo respecto

a

la

autoridad

hereditaria;

mientras

los

textos

clásicos

griegos redescubiertos estimulaban un nuevo pensamiento, y sus resultados eran difundidos por la generalización de la imprenta,

tras

los

comienzos

de

Gutenberg

en

la década

de

1440,

la mayoría de los procesos de producción ordinarios seguían realizándose sin modificaciones respecto a pasados siglos. El carácter general del cambio económico fue configurado por, la conjunción del prolongado aumento de población con una limitada provisión de tierras y una tecnología que mostraba pocos avances en los principales sectores de la producción. La peste negra de 1348-1349 había reducido la población de Europa occidental por lo menos en un tercio. Más de un siglo pasó sin que las cifras mostraran un restablecimiento significativo, pero entre 1450 y 1480 la población comenzó a crecer en la mayor parte de Europa, y este movimiento continuó, con algunas interrupciones temporales, hasta los primeros años del siglo xv11. Entre 1460 y 1620 la población europea puede que se duplicase, y alrededor de 1560 sobrepasó los más altos niveles alcanzados durante el siglo XIV. El descenso demográfico del siglo xiv hizo posible que la población restante se alimentara sin tener que recurrir al cultivo de las tierras peores y mal situadas. Es muy sencillo expli-

La, Europa

occidental:

1460-1560

23

car la recuperación en términos de respuesta a esta relajación de la presión sobre los recursos reales, pero es difícil ver por qué se retrasó durante tanto tiempo y vino cuando lo hizo. No hay registros de nacimientos o defunciones que nos permitan obtener indicios para descubrir las razones de tal aumento. Aunque las epidemias continuaron sucediéndose a través del siglo xv, es posible que fueran más intensas durante su primera parte. En la segunda mitad del siglo se redujo algo la devastación causada por las guerras: la de los Cien Años, que había arruinado una y otra vez grandes comarcas del campo francés y destruido

innumerables

ciudades,

terminó

en

1453;

Italia

go-

zó de un desacostumbrado período de tranquilidad desde 1453 hasta que empezó, en 1494, una nueva fase de guerras e inva-

siones; la serie de guerras civiles en España finalizó con la subi-

da

de

Isabel

al

trono

de

Castilla

en

1474.

No

obstante,

la

in-

fluencia de esta paz relativa no debe ser sobrestimada, pues el aumento de la población parece haber continuado a lo largo de las destructivas guerras que estallaron en el segundo cuarto del siglo xvi. Digamos que el equilibrio demográfico fue delicado, con un índice de mortalidad en el que el deliberado esfuerzo humano únicamente podía influir marginalmente, y que de un modo u otro el equilibrio inestable que se había mantenido hasta mediado el siglo xv fue alterado en las décadas siguientes, de manera que las pérdidas en las que todavía se incurría en años de enfermedad, hambre o guerra llegaron a ser superadas en los períodos de crecimiento. Á pesar de la gran diversidad de la experiencia europea, no se puede atribuir esto a causas puramente locales, ya que fue a escala de todo el continente; hay claros indicios de rápido crecimiento demográfico en Inglaterra y Flandes, Francia y España, Italia y el Imperio otomano, Alemania y Escandinavia. A medida que los antiguos niveles de población se restablecían, reaparecieron las viejas dificultades para suministrar a más gente los cereales necesarios mediante una tierra casi inalterada. Se volvieron a cultivar campos abandonados; los rebaños volvieron a pastar en remotos y vacíos brezales; en los Países Bajos

se aceleró,

a partir

de

1540, la recuperación

al mar. Con todo, se hizo más difícil cada década ir la demanda rural de alimentos y enviar excedentes a des. Los terratenientes ya no tenían que mitigar los disminuir las rentas para conseguir arrendatarios, y nos,

encontrándose

con

el nuevo

fenómeno

del

exceso

de tierras

al paso de las ciudatributos y los patrode

mano

de obra, pudieron resistir a la exigencia de aumento de salarios. La renta nacional comenzaba a ser distribuida de nuevo en per-

24

Ralph

Davis

juicio del campesino y el asalariado y a favor del terrateniente y patrón; en perjuicio del pobre y a favor del rico. Aumentó la demanda de artículos slimenticios de lujo —fruta, productos lácteos, vino— y la industria exigió más materias primas procedentes del campo —lana, cera, tintes—. Durante algún tiempo, por consiguiente, se quitaron tierras al cultivo del centeno y trigo, que suministraban el alimento básico de las masas, y los precios de los cereales superaron, de modo irregular, pero continuo, los bajos niveles en que habían caído durante el siglo xv. Ascendieron con rapidez en España inmediatamente después de 1500, y en todo Occidente poco antes de 1530. El progreso de la agricultura no era general. Verdaderos avances sólo eran evidentes en los Países Bajos, donde la presión de la demanda urbana había estimulado la innovación de la labranza en los siglos XIV y XV. La introducción de la agricultura convertible y la inserción del forraje en la rotación de cultivos eran prácticas que permitían mantener mayores rebaños y manadas, que a su vez suministraban más estiércol y favorecían un ciclo de creciente

rendimiento

las

Atlántico,

cerealístico.

A la larga, transformarían

gran parte de la agricultura europea, pero eran poco conocidas fuera de los Países Bajos antes de la segunda mitad del siglo XvI. El incremento de la población terminó con muchos excedentes cerealísticos regionales. En España los excedentes de Castilla la Vieja se hicieron menos regulares, y las costas densamente pobladas del País Vasco y Andalucía, que habían contado con ellos, tuvieron que buscarlos más lejos. Portugal, que había resuelto su problema alimenticio desarrollando los graneros de islas

del

fue

haciéndose

deficitario

a medida

que

éstas se dedicaron a la producción de azúcar. En los Países Bajos, pese a la mejora de métodos y a los suministros procedentes de sus regiones orientales escasamente pobladas y del norte de Francia, no hubo suficiente grano para alimentar a las ciudades. Todo el Occidente europeo iba al déficit alimenticio a mediados del siglo xvi, librándose de él parcialmente por el desarrollo de una nueva fuente de abastecimiento en las tierras al este del Báltico. Los terratenientes de Europa oriental, enfrentados —como otros en el siglo xv— con una escasez de arrendatarios que amenazaba sus ganancias, habían sido despiadados en cuanto a los medios para mantenerlas. La debilidad excepcional de sus soberahos permitió a estos terratenientes actuar virtualmente sin ninguna limitación política y se valieron del poder local para apoderarse de las tierras de los campesinos, extender sus heredades a fin de crear grandes unidades de producción y forzar a los campesinos a que volvieran a ser braceros en di-

La

Europa

occidental:

1460-1560

25

chas propiedades. Aquel grano de bajo coste era enviado a DanZig o Kónigsberg para exportarlo a los mercados de los Países Bajos, y a medida que la población occidental aumentaba y que los precios de los cereales subían, los señores bálticos respondían con más usurpaciones de la tierras y de la libertad de los campesinos para incrementar sus excedentes exportables. En la primera mitad del siglo xvI el grano báltico —principalmente centeno— que satisfacía casi la cuarta parte de las necesidades de los Países Bajos, empezaba a ir a España y Portugal, y de vez en cuando ayudó a remediar algún déficit inglés. La cantidad en cuestión —cien mil toneladas anuales a mediados del siglo— era pequeña en relación con el consumo total, pero aliviaba la necesidad

en

puntos

vitales,

señaladamente

donde

la

industria

de los Países Bajos y la vinicultura andaluza estaban produciendo para los mercados europeos a una escala que solamente podía mantenerse importando alimento para su propia gente. Los cereales —principalmente centeno, pero también trigo, avena y cebada— eran el alimento básico del que dependía la mayor parte de la población de Europa. A pesar de esto, hasta muy entrado el siglo xvI se siguió quitando tierra al cultivo cerealista para dedicarla a otros usos. En algunas partes de Occidente resultó más fácil de lo acostumbrado que una persona emprendedora,

fuese

terrateniente

o arrendatario,

cambiase

los

usos tradicionales de la tierra para aumentar los ingresos pro-

pios. Los monarcas eran poderosos y algún respeto había que mostrar por-:la ley, así que la excesiva dureza con la que los terratenientes de Europa oriental trataban a gu campesinado difícilmente podía ser imitada. Sin embargo, los terratenientes eran en todas partes ricos e influyentes mientras que los campesinos eran pobres e individualmente débiles, y su capacidad de negociación disminuía ante el creciente número de aspirantes a la tenencia de tierras en cada generación. De este modo, en Francia, donde

los derechos

de los campesinos

a la tierra estaban

firmemente fundados en la ley que los tribunales reales confirmaban, a los propietarios les fue muy difícil aumentar directamente los impuestos y las rentas. La vieja nobleza perdió ingresos, cedió gran parte de sus tierras y a la postre pasó a depender de la caridad real o a desempeñar cargos al servicio de la Corona. No obstante, muchos de los viejos terratenientes, y quizá aun más de los mercaderes y funcionarios que compraban propiedades, eran lo suficiente emprendedores o faltos de escrúpulos como para encontrar defectos en los títulos de propiedad

de

las

tierras,

acumulaciones

ambigitedades

de pequeños

en

impuestos

los

contratos

de

arriendo,

olvidados y sin pagar en

26

Ralph .Davis

el caos del siglo xv, y usarlos para hostigar a los campesinos, volver a apoderarse de tierras y acumular propiedades para el cultivo de productos de fácil salida, o crear granjas para arrendarlas por cantidades exorbitantes y períodos cortos. En Inglaterra, hasta 1520 más o menos, y de nuevo por unos pocos años en la década de 1540, los terratenientes se aprovecharon de la jurisdicción que en gran parte estaba bajo su control para apoderarse de los ejidos y a veces de tierras de labrantío —desafiando a los aldeanos a que les citaran ante los tribunales reales— y así extender las dehesas para ovejas y ganado vacuno que ellos administraban o arrendaban a capitalistas ganaderos, que pagaban elevadas rentas. Ya desde 1489 esta actividad incitó a que la Corona intentase prohibir la usurpación de tierras de labrantío, pero cesó solamente cuando la subida de los precios del grano terminó con su rentabilidad. En Castilla, el peso de la autoridad real se ejerció en el sentido opuesto, para impedir que los pequeños cultivadores tocaran las grandes cañadas reservadas al ganado transhumante, hasta que la demanda de lana descendió en la década de 1560. En el sur de España el campesino era generalmente un arrendatario temporal y los mertaderes de las ciudades que tenían capital sobrante compraban fincas y no les era difícil expulsar a estos arrendatarios y dedicar la tierra a olivares, huertos y viñedos, que cultivaban jornaleros. Hacia 1525 aproximadamente —y en algunos lugares aun más tarde— se pasó en general del cultivo de cereales a la producción de lácteos, carne,

lana, fruta, vinos,

lino, hierba

pastel, rubia,

li-

naza y olivos, El resultado neto fue un aumento del valor de la producción agrícola, mayores ganancias para algunos productores y terratenientes, una dieta más variada para los acomodados, mayores cosechas industriales y un comercio más amplio de los productos agrícolas. Pero se acentuó la subida del precio de los cereales, y en la segunda mitad del siglo xvI éste resultó tan elevado que restringió la conversión de tierras de labrantío excepto en las situaciones más favorables, e incluso devolvió algunas tierras al cultivo cerealista.

En

la

industria,

como

en

la agricultura,

el avance

técnico

fue

modesto. Las mejoras en el torno de hilar, y la difusión del alisador para el acabado del paño, tuvieron cierta importancia en la industria de la lana. El perfeccionamiento de los molinos de viento y agua y la generalización de su uso satisficieron las crecientes necesidades del pólder holandés, así como el uso de

La

Europa

occidental:

1460-1560

27

bombas mecánicas para la ventilación y drenaje de las minas, y de fuelles potentes para los hornos. La fundición de cañones, la maquinaria para bombear el agua, la imprenta, el alto horno —«que aparecieron en la segunda mitad del siglo xv— fueron de gran importancia a largo plazo, pero eran industrias todavía muy pequeñas. Los

cambios

en

la organización

de

la industria

aumentaron

su productividad, particularmente a medida que asumieron la dirección de gran parte de ella los mercaderes-capitalistas, que vieron la ventaja de controlar la producción de los artículos que vendían. Esto se ve muy claramente en el desarrollo del sistema «doméstico» o de «trabajo a domicilio». En la Alta Edad Media la expansión geográfica de los mercados de algunas industrias locales había convertido al mercader en una figura clave. Los artesanos llegaron a contar con él para la venta de sus productos en mercados muy lejanos y para financiar las operaciones de crédito que el comercio distante requería, y así perdieron gradualmente su independencia, llegando a ser de hecho, si no formalmente, sus asalariados. Las autoridades de las ciu-

dades se opusieron a este proceso en casi todas partes, y en las ciudades holandesas donde, la sociedad se había polarizado en una próspera burguesía y un artesanado proletarizado hubo violentos conflictos sociales. Los patronos trataron de evitar estos desórdenes buscando entre los campesinos y labradores a los que ofrecían un trabajo complementario más barato, más sumiso y menos capaz de asociarse. Desde la Baja Edad Media hasta la adopción general del sistema de fábricas en el siglo XIx, este sistema de «trabajo a domicilio» se fue difundiendo de una rama de la industria a otra, entregando los mercaderes capitalistas material para que los asalariados trabajaran en sus casas, generalmente en las aldeas. A finales del siglo xv, el sistema incluía gran parte de la industria textil de calidad de Europa occidental, aunque los pobres todavía compraban los bastos artículos de los artesanos independientes de aldeas y pueblos. En Flandes, Holanda, Inglaterra y el oeste de Francia, el hilado y la tejeduría de la lana habían llegado a ser la casi total ocupación de familias esparcidas por el país, a menudo poseedoras de tierras, que trabajaban con tornos de hilar y telares en sus propias casas. La industria del lino estaba organizada de un modo parecido en Picardía y Normandía (donde reemplazaba a la manufactura

de lana), en Maine

y en la región

de Courtrai

en

Flandes. Sólo en España era aún la industria lanera principalmente urbana. También había importantes ciudades manufactureras de lana en Holanda y el norte de Francia. Libres de la 3

28

Ralph Davis

regulación que las ciudades imponían, dando trabajo a las mujeres de familias rurales y a temporeros que realizaban trabajos agrícolas de fácil aprendizaje, a estas industrias les fue posible extender una producción barata de bastante calidad. Los procesos más especializados —el tinte y el acabado— siguieron en manos de los artesanos de las ciudades (los acabadores de Amberes, por ejemplo, manipulaban la mayoría del paño inglés que iba a los mercados europeos), mientras que, a largo plazo, la expansión de la industria rural hizo que numerosos tejedores se dedicaran plenamente a ella, abandonando la agricultura. Pero, desde el punto de vista del patrón, esta organización siguió siendo sumamente flexible, al ser empleado su capital en deudas, préstamos y existencias que con facilidad eran utilizados en períodos de comercio flojo, en lugar de estar inmovilizado en instalaciones fijas cuyo paro resultaba costoso. El control de los mercaderes originó una mayor adecuación a las demandas precisas de los mercados particulares y cierta estandarización y economía del tiempo de los productores, y concentró el capital en manos de un número bastante pequeño de individuos. Las industrias textiles eran con mucho las más grandes, y el sistema doméstico se difundió muy rápidamente en los distritos donde se manufacturaba para mercados internacionales. Fuera de ellas, se pueden distinguir otras dos formas generales de industria. Una era un grupo de industrias que requería un capital bastante grande para el equipo fijo, dedicado completamente a la producción, refinado y primer tratamiento de los minerales: hierro,

carbón,

plomo,

cobre

y cinc. Los

costes

de los pozos,

del

bombeo, drenaje, horno, acarreo, etc., subían a medida que la escala de las operaciones crecía, y estas industrias fueron la cuna de algunos de los más sorprendentes progresos técnicos de la época. Los sistemas perfeccionados de bombeo y ventilación permitieron a la industria del carbón abrir pozos más profundos y alcanzar una escala de operación totalmente nueva en Inglaterra, donde la producción anual de unas ciento cincuenta mil toneladas,

a mediados

del siglo xv1, sobrepasaba

con

mucho

las cincuenta mil toneladas de la cuenca minera de Lieja o las cuarenta mil de los pozos escoceses. El gran avance en la fundición del hierro fue el alto horno, cuyo uso se hizo general en la zona de Lieja y en el este de Francia a comienzos del siglo xvi y en Inglaterra después de 1540. La industria inglesa del carbón, con sus pozos, que empleaban veinte o treinta mineros cada uno tras costosas operaciones de excavación y drenaje, y los hornos y forjas de Lieja, con equipos de una docena o más de obreros, tipificaban industrias que pasaban definitivamente

La

Europa

occidental:

1460-1560

29

de la etapa de la artesanía al capitalismo con mano de obra asa-

lariada.

En

la fabricación

de hierro,

en efecto, la unidad

organi-

zativa se hizo rápidamente mayor que la unidad técnica, a medida que los comerciantes del hierro aportaron capital y adquirieron la propiedad de grupos de hornos y forjas. En el extremo opuesto estaba la continuidad de la pequeña industria de artesanos independientes. En cada aldea, algunas hilanderas, uno o dos tejedores, un zapatero, suministraban a sus vecinos artículos de la calidad más barata, principalmente fabricados con materiales locales, artículos que sólo fueron suplantados muy lentamente, a lo largo de siglos, por los productos

de

industrias

especializadas.

Además

de

aquéllos,

la

aldea

tenía sus imprescindibles oficios agrícolas y de construcción, de los que el herrero era el más universal. Las ciudades subvenían

a otras necesidades de sus vecinos rurales, con talabarteros, carreteros, forjadores, así como artesanos de la alimentación —ta-

les como panaderos, cerveceros y carniceros— para su propios habitantes y para los que acudían a los mercados. En las ciudades

más

grandes,

y sobre

todo

en

las capitales,

ricos

clientes,

había

artesanos

con una habilidad de categoría por completo diferente que fabricaban productos de lujo —artículos de cuero fino, vestidos, vajillas de oro y plata— y trataban, por lo general, directamente en

el mostrador

con

sus

pero

a veces,

como

los

sederos de -Tours y Lyon, enviaban sus artículos a mercados europeos. Muchos de los oficios realizados en las ciudades requerían considerable pericia, y se exigía un largo aprendizaje a los principiantes. En Inglaterra, y en medida mucho menor en Francia y Castilla, los artesanos de las ciudades corporativas se habían unido en gremios y compañías, para proteger los intereses del oficio contra los forasteros y apoyar a sus propios miembros en los asuntos de la ciudad. Desde el final del siglo xv los gobiernos de Francia y España comenzaron a reconocer la posible utilidad de los gremios para controlar la industria y fomentaron su proliferación en las ciudades mayores. A los gremios se les daba privilegios, lo cual hacía que hubiera interés en restringir el número de beneficiarios de los privilegios. En las industrias que usaban materiales costosos, especialmente, aparecieron divisiones dentro de los gremios entre los verdaderos maestros que vendían directamente a los clientes —y que a veces abandonaban la fabricación de artículos para convertirse en comerciantes— por una parte, y los trabajadores, por otra, que estaban'en realidad al servicio de dichos maestros comerciantes. A veces los trabajadores se quedaban en oficiales: habían hecho

30

Ralph

Davis

el aprendizaje del gremio, pero no podían cumplir con las costosas condiciones para llegar a ser miembros de pleno derecho; en otros oficios eran miembros de gremios distintos de rango inferior. De nuevo aquí la cambiante organización estaba creando una división más profunda de funciones entre comerciantes y productores. Pero el conseguir esto mediante la manipulación de estas organizaciones rígidas y cada vez más conservadoras tenía un precio económico y social. Estimuló el establecimiento de controles cada vez más rígidos sobre los tipos y calidades de producción y la limitación de la innovación en el diseño y en los métodos, y fue en general un obstáculo para el cambio dentro de estas industrias urbanas. El gobierno castellano frenó rápidamente a la industria con sus regulaciones —las ordenanzas de Sevilla de 1511, por ejemplo, contenían 120 normas sobre el tejido del paño— y los reyes de Francia tomaron el mismo camino a fines del siglo. La mayoría de estos oficios eran demasiado pequeños para escapar a la regulación refugiándose en el campo, y vendían sus productos no en las ferias, sino en los mostradores de sus talleres, que debían ser accesibles a los clientes en las ciudades. En

resumen,

aunque

sólo

ellas,

estaba

unas

pocas

ramas

de

la industria

revelaban un progreso provechoso en las técnicas, la organización de líneas capitalistas avanzaba firmemente. La división del trabajo dentro de las comunidades industriales, entre las naciones

y

dentro

de

cambiando

y el

resultado

fue

el

crecimiento del comercio internacional para abarcar un sector mayor —aunque aún pequeño— de la producción y consumo de Europa occidental.

El comercio a larga distancia desempeña un gran papel al escribir la historia de la economía, porque siempre contó con abundante literatura, fue generalmente objeto de preocupación gubernamental y se vio gravado con impuestos, de manera que queda constancia de su importancia en la mayoría de los países. Pero tras los comercios bien dócumentados que traspasaban las fronteras internacionales existía una vasta red de operaciones comerciales de las que sabemos muy poco. Había una división, a escala modesta del trabajo entre el pequeñó burgo, donde se celebraba

el mercado,

y una

o dos

docenas

de

aldeas

situadas

a una distancia de un día a pie, donde los campesinos vendían huevos, mantequilla, queso y ganado en el mercado semanal, comprando en cambio los productos sencillos de la artesanía de

La Europa

occidental:

1460-1560

31

la ciudad y un pequeño surtido de artículos importados de primera necesidad (especialmente sal y quincallería), y donde en las estaciones correspondientes obtenían dinero contante para pagar sus rentas, vendiendo mayores cantidades de grano, lana, pieles y lino, La ciudad comercial servía de lugar de tránsito en el camino hacia los mercados regionales mayores. Estas ciudades estaban vinculadas a un mercado más amplio mediante las ciudades mayores, y en particular mediante las ferias, donde los excedentes regionales reunidos se convertían en objeto de operaciones a gran escala de los acaudalados traficantes profesionales; donde los merceros, quincalleros y abaceros de los burgos venían a comprar sus existencias, y los administradores monásticos y los despenseros baroniales a comprar paño, joyas y provisiones al por mayor. Las ferias y las capitales atraían a los mercaderes dedicados al comercio exterior, que unificaban la economía de Europa. La historia aún no se ha fijado en la marcha

de

este

comercio

interno,

ni

ha

el valor

de

intentado

calcular

su

tamaño y desarrollo, sino que se ha limitado prácticamente a examinar las formalidades de su regulación por los municipios y gremios. Hay buenas razones, sin embargo, para prestar atención especial al comercio a larga distancia. La importancia del comer-

cio

no

reside

enteramente

en

los

géneros;

la venta

de un quintal de mantequilla en el mercado de una ciudad distante cinco millas creaba pocos problemas al granjero, y no requería ninguno de los servicios especializados necesarios para la venta de un quintal de sal portuguesa en Danzig o de media docena de yardas de seda italiana en York. Primeramente, como hemos

visto, sobrevino

un cambio

decisivo en las relaciones eco-

nómicas cuando se separó al productor del consumidor; cuando el comercio entero de un artículo dejó de reducirse a un intercambio entre dos individuos separados por un mostrador o el puesto de un mercado. Las complicaciones de las transacciones en un mostrador, aunque implicasen el regateo y a: veces la concesión

de

crédito,

eran

triviales

comparadas

con

las

de

organizar la venta de artículos a clientes distantes y desconocidos, efectuar el reparto y conseguir el pago a cambio. El comercio a larga distancia revalorizó el papel del especialista intermediario, el mercader, y creó unas necesidades de transporte y servicios financieros enteramente diferentes, que a su vez reclamaron nuevos especialistas. El mercader era el especialista del comercio, así como los artesanos y campesinos eran los especialistas de la producción. Estos intermediarios, de hecho, llegaron a diferenciarse por una

32

Ralph

variedad

de funciones;

estaba el mercader

Davis

de la región manufac-

turera, que compraba al productor; el mercader viajante, que trataba en la feria con clientes llegados de muy lejos; el mercader exportador, que enviaba géneros para que los vendieran en el extranjero sus agentes; el mercader de la región consumidora, que vendía a los mercaderes de los pequeños burgos y también a algunos clientes. Una vez que el artesano pasaba a depender de un mercado que nunca veía, corría el riesgo de caer bajo la subordinación de estos especialistas del comercio. Era probable que el productor acosara al mercader con el que negociaba directamente para el pago antes de que el cliente pagase por los artículos vendidos; al pagar al productor a fin de que siguiese trabajando, el mercader fomentaba una deuda que a menudo se hacía permanente y con el tiempo convertía al productor en un empleado del mercader. Después el mercader dejó de comerciar con artículos de productores que no estuviesen en esta relación de dependencia y llegó a dominar toda la industria. Los artesanos decaían con frecuencia hasta convertirse

en

meros

asalariados,

y el capital

(salvo

el invertido

en

las

acerca

de

herramientas de los artesanos) y los beneficios pertenecían a los

mercaderes;

éstos

tomaban

las

decisiones

cruciales

los estilos, mercados y volumen de la producción, y empleaban o despedían a los artesanos a voluntad. Tal fue la trayectoria del desarrollo observable a partir del siglo x11 en todas las grandes industrias textiles de Europa occidental, y que aún perduraba quinientos años después. En la gran nueva industria del estambre que se desarrollaba en el sur de Flandes, alrededor de 1500, hubo un refinamiento más: el pequeño mercader que empleaba algunas decenas de obreros pasó a su vez a depender financieramente —o se convirtió simplemente en un agente— de los grandes de Brujas o Amberes. La misma situación se puede apreciar hacia el final del siglo xvI1 en gran parte de la industria lanera inglesa, en que los mercaderes-capitalistas locales estaban completamente sometidos a un pequeño grupo de comerciantes londinenses. El comercio a larga distancia, por tanto —ya fuera o internacional— transformó la estructura de grandes

nacional sectores

de la industria europea, y éstos fueron en general los que más se desarrollaron. También requería facilidades especiales para la transferencia de dinero, y empleaba transportes a una escala y de una clase que el comercio local desconocía. Con mucho, la mayor parte del valor monetario del comercio europeo estaba constituido por mercancías de elevado valor por unidad, es=ncialmente manufacturas textiles, tintes y especias. No se nece-

La

Europa

occidental:

1460-1560

33

sitaba emplear grandes recursos para el transporte, pero se requerían complicadas disposiciones para la contabilidad y transferencia de pagarés para saldar los balances entre mercaderes y entre regiones comerciantes, si quería evitarse la transfetencia de grandes cantidades de monedas de oro y plata a largas distancias. Por otra parte, la mayoría del comercio europeo estaba constituido, en cuanto al volumen, por artículos de bajo valor unitario, tales como grano, sal y madera. Estos también, desde luego, requerían modalidades de pago a distancia, pero su principal requisito eran las facilidades de transporte a gran escala, generalmente por río o por mar. En términos geográficos, los comercios de elevado valor implicaban a menudo la transferencia de dinero a

Italia, centro de las industrias de lujo y fuente

de las

importaciones de Asia; mientras que los comercios de bajo valor requerían el transporte de grano o sal a los centros de más densa

población

industrial,

norte

de

Italia y Países

Bajos,

aun-

que también tenían que traficar en lana inglesa y española, vino francés y español, y productos de los bosques bálticos. Durante

dos milenios, el centro económico

de Europa

—en

la

medida en que lo tuvo— había sido el Mediterráneo. Aún en 1500 la influencia de las ciudades italianas era todavía fuerte en Occidente. Dado que en todas las cortes y ciudades europeas había demanda de las manufacturas y especias con que traficaban los italianos, y que ellos encontraban a cambio aceptables especia-

lizaciones

locales,

los

comerciantes

italianos

habían

penetrado

en casi todas partes de Europa occidental durante los siglos XIII y XIv. En todas las ciudades mercantiles importantes de las costas bálticas

se habían

establecido

colonias

comerciales

italianas,

y no había las correspondientes colonias nórdicas en Italia. El desarrollo de la navegación ibérica en los siglos XIV y XV, que había completado la amalgama de los tipos de naves del norte y del sur, se debía en gran manera a que los mercaderes italianos la empleaban en el comercio mediterráneo de grano y sal. Los adelantos en los métodos de navegación y cartografía, en los que los exploradores portugueses se basaron, provenían del trabajo de los cartógrafos italianos o de sus rivales catalanes. Aunque el poder mercantil italiano estaba retrocediendo por toda Europa durante el siglo xv, aunque las colonias de mercaderes italianos de Londres y Rouen disminuían, y los mercaderes y financieros alemanes y flamencos comenzaban a usurpar sus plazas en Amberes y Sevilla, el acervo de métodos, formas e instrucciones que los italianos dejaron detrás permaneció. Desde el siglo x1u habían desarrollado técnicas comerciales muy ela-

boradas:

el comercio

a crédito;

la transferencia

de

dinero

(me-

34

Ralph

Davis

diante letras de cambio y de crédito) y la banca; las sociedades comerciales y las agencias; el cambio exterior, a pesar del tiempo y la distancia; el seguro marítimo; la teneduría de libros y la documentación general. Los mercaderes y banqueros castelanos dominaban estos métodos a comienzos del siglo xvI, y en el curso de dicho siglo los mercaderes franceses e ingleses los aprendieron también. El avance de las técnicas de navegación había venido principalmente de Occidente; en los métodos comerciales

y

financieros,

el

mérito

Lyon,

el más

de

la

innovación

debe

atri-

buirse casi enteramente a los italianos. Mucho después de que hubieran cesado de dominar el comercio europeo, los italianos retenían una poderosa influencia sobre

sus fianzas. En

importante

centro

financiero

de Occidente, de un total de 169 bancas, 143 eran italianas a mediados del siglo xv1. Aunque los españoles ocuparon un lugar destacado en las operaciones financieras de las ferias de Medi-

na del Campo, las finanzas del comercio de ultramar en Sevilla estaban casi enteramente en manos italianas. En Brujas —todavía una ciudad comercial importante, si bien en decadencia desde

antes de 1500— los financieros italianos desempeñaban un papel dominante. En Lieja, centro de la industria pesada, los italianos manejaron las finanzas a gran escala hasta muy entrado el siglo xvrI. Eran menos importantes a mediadcs del siglo en Inglaterra y en los puertos atlánticos franceses, pero en ellos no había un centro financiero de primer rango. En Amberes, los italianos fueron desplazados del primer puesto por los banqueros alemanes durante las dos primeras décadas del siglo xvi, pero siguieron siendo importantes. La actividad financiera italiana se hizo sentir en Europa occidental hasta el segundo cuarto del siglo xvII, mucho después de que los comerciantes italianos casi hubieran desaparecido, y dejó tras de sí un legado de métodos de negocios que ha sobrevivido hasta el presente siglo. Finalmente, el comercio a larga distancia empleaba el transporte. El comercio de la Europa de fines del siglo xv estaba siendo desviado de las rutas marítimas, en un intervalo entre la superación de la extrema inseguridad del viaje por tierra y la gran expansión del comercio de mercancías de gran volumen que obligó a recurrir al mar en el siglo xvi. A medida que Europa central se enriquecía, atrayendo suministros del norte y del sur, estableciendo firmes relaciones con Amberes a través de Colonia y Frankfurt, y con Génova y Venecia a través de los pasos alpinos,

entre del

renació

Europa

siglo

el

interés

por

acarrear

las

mercancías

por

septentrional y occidental e Italia. Desde

x1tt, los barcos

italianos

que

bordeaban

tierra

el final

las costas

at-

Lu

Europa

occidental:

1460-1560

35

lánticas de Europa-reemplazaron en gran medida este transporte terrestre. Bastante antes de 1500, sin embargo, las galeras y carracas florentinas y genovesas dejaron de hacer la travesía a Brujas y Londres, y aunque el tráfico veneciano continuó por bastante tiempo, sus naves se dejaron ver poco a partir de 1509. La ruta del valle del Ródano entre el Mediterráneo y el Norte, a través de Marsella y Lyon, volvió a ser usada intensamente una vez que se hizo la paz en Francia en 1453, El poderío naval otomano en el Mediterráneo occidental, durante el segundo cuarto del

siglo

xvi,

inclinó

la balanza

aún

más

decisivamente

contra

el uso de las rutas marítimas del sur de Europa. Con todo, solamente los géneros más valiosos, generalmente manufacturados, podían cubrir los gastos de largos viajes por tierra. El comercio marítimo de los puertos de Europa occidental se desarrollaba rápidamente. Como hemos visto, se enviaban ceréales del Báltico no sólo a puertos holandeses, sino también más al sur, a España y Portugal; hacia 1570 Hegaban al Mediterráneo. La sal francesa del golfo de Vizcaya iba a todas las costas del Atlántico norte y del mar del Norte y también al Báltico, y antes de 1500 se complementaba con sal portuguesa de Setúbal y Aveiro, llevada por navíos hanseáticos dedicados al transporte de trigo y que regresaban a los puertos de origen. Se llevaba vino de Burdeos, La Rochela y Nantes a Inglaterra, los Países Bajos y el Báltico, y los holandeses expedían grandes cantidades de arenques al norte y al sur. Estas mercancías, juntamente con la madera, constituían el comercio de gran volumen, que mantenía en movimiento grandes barcos fuera del Mediterráneo; mientras que un producto de gran volumen, el alumbre romano, iba del Mediterráneo a las industrias pañeras de Flandes e Inglaterra. Este comercio empleaba barcos considerados grandes para la época; en efecto, durante más de tres siglos, no se usaron con éxito en el comercio barcos mayores que los pontones de mil toneladas del norte de Europa y las carracas del comercio portugués y mediterráneo con la India. Estos, así como los bastante más pequeños cogs holandeses y hanseáticos, y las naves y naos ibéricas, eran navíos lentos y pesados, pero de mantenimiento barato, porque tenían tripulaciones pequeñas y escasa defensa. Pocos puertos podían albergar navíos de este tamaño y pocas ramas del comercio eran lo suficientemente grandes como para ofrecerles empleo seguro. Sal, vino, cereales, madera, arenques y el resto de los artículos eran librados a los puertos secundarios de la costa atlántica en barcos pequeños al servicio de muchos otros tráficos también. Azúcar del Mediterráneo occidental

36

Ralph

Davis

y de las islas atlánticas, fruta y hierba pastel del sur de Francia, pescado de una multitud de pequeños puertos, tejido y carbón de Inglaterra al cercano continente; estas mercancías em: pleaban numerosos navíos de tamaño bastante diferente —veinte, cincuenta, ochenta toneladas— que pertenecían a los puertos del norte de España,

Portugal,

dad

la vela

Bretaña,

Normandía,

el Zuiderzee ho-

landés y el sur y el este de Inglaterra. La evolución del tipo de barco a lo largo de dos siglos había producido alguna uniformide

aparejo;

latina

del

Mediterráneo

y la vela

cua-

drada del navío norteñc se habían acoplado en los siglos XIV y Xv, sobre todo, debido a los marinos vascos y portugueses, cuyos barcos habían servido en todas las costas de Europa, de Brujas a Venecia, en la Baja Edad Media. En la construcción del casco no hubo mayor variación; en este periodo la vieja construcción con forro se iba abandonando para los barcos pequeños, y los grandes pontones eran quizá los últimos ejemplos de esta modalidad. Se construían navios capaces de enfrentarse al océano y suficientemente manejables como para navegar con vientos contrarios.

Todos

estos progresos

en los elementos

básicos

de la organiza-

ción económica, que afectaron sucesivamente a la agricultura, industria, comercio, finanza y transporte, llegaron a concentrar-

se en la deslumbrante preeminencia del Amberes de comienzos del siglo xv1. Para comprender por qué se concentraron en ese concreto rincón de Europa occidental en lugar de cualquier otro, es necesario echar un vistazo a otros estados, a Alemania, donde en las últimas décadas del siglo xv surgió un vigoroso impulso de crecimiento con factores totalmente independientes de los que hemos estado considerando. Una explotación Ssumamente extendida de los yacimientos de plata, cobre, plomo y cinc de los confines

montañosos

del sur de Alemania,

Polonia y Hun-

gría creó puestos de trabajo y riqueza que no sólo contribuyeron a desarrollar un conjunto de industrias en el sur de Alemania, sino que también atrajeron mercancías de los países mediterráneos y de Europa occidental. A través de los Alpes llegaban manufacturas italianas —especialmente lana fina y géneros de seda— y especias orientales, tintes y algodón; mientras que, por otro lado, géneros de lana flamencos e ingleses y los linos franceses subían por el valle del Rin desde Brujas y, cada vez más, desde Amberes. La actividad de Europa central tuvo un impacto muy fuerte en las ciudades de los Países Bajos; y median-

La

Europa

occidental:

1460-1560

EyÍ

te ellas aceleró sensiblemente el tardío y vacilante regreso de Europa occidental al sendero del crecimiento económico y de la expansión oceánica. , La zona de Europa occidental con más densidad demográfica y más avanzada económicamente era la franja occidental de aquella serie de ducados y condados que, a partir de 1477, estuvieron incluidos en las posesiones de los Habsburgo en los Países Bajos. Aunque la industria medieval de paños finos de Flandes había sucumbido ante la competencia inglesa y holandesa, la producción de paños de lana delgados y baratos del tipo llamado says la reemplazó. Esta industria, proseguida en aldeas

de los alrededores

de

y Armentiéres, que empleaba Alemania

y, sobre

todo,

de

Lille, Arras,

Tournai,

Valenciennes

lana importada de Escocia, Frisia,

España,

estaba

alcanzando

su madu-

rez en los primeros años del siglo xv1. Más al norte, Leiden y Delft habían conquistado un gran mercado para sus excelentes géneros de lana gruesa. La misma Amberes era el centro de muchas ramas pequeñas de la industria de artículos de lujo, como la joyería, la fabricación de papel, la imprenta y el refinado de azúcar, y teñía y acababa cantidades inmensas de paño inglés que eran vendidas en la ciudad para los mercados 'europeos. En Flandes las industrias del lino y de la tapicería crecían rápidamente; y en Holanda y Zelanda se encontraban, hacia

Las

el 1500, los más

manufacturas

grandes

de

astilleros

los Países

de Europa.

Bajos

iban

a toda

Europa,

y la población industrial, sumamente concentrada, necesitaba grandes suministros de materias primas, así como de alimentos

importados. Además, la situación de los puertos holandeses, en donde las bocas del Rin y del Escalda, que abrían paso a las largas vías fluviales procedentes del corazón de Europa, desembocaban en una vía marítima que relacionaba el norte y el sur de Europa y en una corta travesía marítima a Inglaterra, confería a estos puertos un papel internacional. No sólo servían a los mismos Países Bajos, sino que eran también puertos de

transbordo,

to

de

de

las

embarcaciones

fluviales

a las

marítimas

y viceversa. Ofrecían las facilidades de almacenamiento necesarias en una época de prolongados viajes, cuando todos los mares eran peligrosos en invierno y el Báltico impracticable; y, por consiguiente, eran mercados para las mercancías que habían sido producidas y serían vendidas en lugares remotos, considerablemente alejados entre sí. Este comercio internacional tenía dos partes, una centrada en los puertos holandeses y la otra en Amberes, el único puerBrabante,

en

el

Escalda.

Los

holandeses

ejercían

un

co-

38

Ralph

Davis

mercio de cereales, madera y otros artículos voluminosos procedentes de las costas bálticas y de Noruega con destino a Europa occidental y meridional y de un tráfico hacia el norte de navíos cargados de sal y vino, completando los barcos con pequeños cargamentos de manufacturas de los Países Bajos y de arenques capturados pór los holandeses. Eran, en general, mercancías baratas y voluminosas, que naturalmente viajaban por mar, compradas y vendidas a menudo en los puertos extranjeros por los mismos capitanes de barco, y cuyos costos aumentaban cuantiosamente debido a los gastos de flete. Los puertos holandeses del Zuiderzee —especialmente Enkhuizen, Hoorn y el de Amsterdam,

en rápido

crecimiento—,

que

eran los más

ac-

tivamente dedicados a estos comercios, proporcionaban instalaciones para el almacenamiento y la comercialización de las mercancías,

así

como

barcos

para

transportalas.

A fines

del

si-

glo xv todo este negocio estaba experimentando una rápida expansión, y los holandeses se habían convertido en los más ricos armadores de Europa; sin embargo, Amsterdam y las otras ciudades ocupaban todavía lugares secundarios entre las ciudades comerciales de Europa, y sus más ricos mercaderes y armadores no se acercaban a los niveles de riqueza que eran normales

en

Amberes,

Liibeck

o

Sevilla.

Pero

se

estaban

echando

los cimientos para el futuro papel de los holandeses, y el de Amsterdam en particular, en la expansión extraeuropea a lo largo del siglo XVII. El otro comercio de las ciudades neerlandesas afectaba a las manufacturas de los Países Bajos, Inglaterray Alemania. En la Edad Media, Brujas se había enriquecido como puerto de exportación de paños flamencos, y de importación a Flandes de lana, tintes y cereales. Desde el siglo xI11, Brujas había atraído a las galeras italianas, que venían al principio a cargar textiles flamencos, y posteriormente lana inglesa, y había sido el imán que atrajo a los mercaderes hanseáticos de Hamburgo y de los puertos bálticos a comprar paño. Durante el siglo xv, a medida que las ciudades manufactureras flamencas se debilitaban por dificultades sociales y por la competencia de la industria italiana, holandesa e inglesa, el comercio de Brujas declinó considerablemente. Amberes surgió en su lugar, pero se desarrolló mucho más en el xvI por la escala y variedad de sus operaciones comerciales y financieras. Brujas había estado demasiado estrechamente identificada con las industrias de Flandes para adaptarse totalmente al papel más independiente de puerto internacional; en repetidas ocasiones erigió barreras contra las ramas del comercio más

La

Europa

occidental:

1460-1560

39

desarrolladas que competían con las industrias del interior del país. Dordrecht, el centro mercantil de las cuencas bajas del Rin y del Mosela, y Middelburgo, cerca de Amberes, en la salida del Escala.., restringieron la actividad de los comercios extranjeros a fin de sostener el comercio de sus propios mercaderes.

Amberes,

por

el contrario,

fue menos

restrictiva,

con

los

puertos

que sus gobernantes entendieron cuál había de función comercial: actuar como intermediaria las tierras alemanas del interior, por un lado, zona inglesa productora de paño, por el otro. ciudad miembro de la Liga Hanseática, pero coincidían

del

todo

los

de

demás

una

vez

ser su principal entre Colonia y y Londres y la Colonia era una sus intereses no miembros,

que permanecieron fieles a Brujas, su aliada a lo largo del siglo xv. Sus principales salidas del oeste habían sido, durante largo tiempo, por el Rin hacia Dordrecht, o hacia el norte, por Kampen y el Zuiderzee. Sin embargo, los mercaderes de Colonia tenían un modesto comercio con Amberes; compraban pieles y cueros a cambio de metales y vino, y cuando nuevas regulaciones municipales estorbaron su comercio en Dordrecht, lo transfirieron en gran parte a Amberes. Allí se encontraron con mercaderes de paño ingleses, que habían sido excluidos del comercio de Brujas —y de varias ciudades de Zelanda y Brabante—, porque competían con la industria o con los comerciantes

locales.

Ciertamente,

su posición

en

el mismo

Amberes

se había visto amenazada en las primeras décadas del siglo xv debido al devastador impacto de la competencia inglesa en la industria local de paño fino. Pero ei provechoso negocio de acabado del paño inglés antes de que fuera enviado a los consumidores, inclinó la balanza a su favor, y a pesar de algunos rebrotes de hostilidad, los ingleses establecieron firmemente en Amberes su mercado principal desde la década de 1440, Los mercaderes de Colonia comprobaron que podían vender paño inglés de alta calidad en el interior de Europa; lo enviaban a los emporios de Frankfurt y Nuremberg, y era distribuido más allá

del

sudoeste

de

Alemania,

en

Venecia

y el levante

y hacia

el este, en los dominios de los Austria, y en Polonia, donde se hizo muy conocido en las ferias de Lemberg y Cracovia, y hacia el norte, por Kampen, al Báltico. A cambio del paño inglés y neerlandés, los mercaderes de Colonia traían plata y cobre, utensilios de metal alemanes, fustán y, posteriormente, objetos de plata italianos, sedas y especias orientales. La distribución de manufacturas flamencas e inglesas a cambio de las alemanas e italianas fue la base de la prosperidad de Amberes. Tan grande era el comercio así suscitado, tan am-

40

Ralph Davis

plias las facilidades financieras creadas a su servicio, que atrajo a muchas otras ramas del comercio. Los portugueses, que habían usado al principio Brujas como salida norteña para la pimienta africana y el azúcar procedente de Madera, se pasaron a Amberes en 1488; fue natural que establecieran allí sus agentes para la venta de los productos asiáticos a partir de 1504; y allí vendieron el palo del Brasil, la primera importación de sus posesiones brasileñas. En Amberes los portugueses podían comprar cobre alemán y utensilios de cobre para el comercio africano, y la plata que necesitaron a partir de 1498 para sus barcos que iban al oréano Indico. Los mercaderes hanseáticos abandonaron Brujas, pese a los privilegios que allí se les daba, en los primeros años del siglo xvi, y llevaron a Amberes los productos bálticos cuyo tráfico habían conservado: lino y cáñamo, cobre, pieles, cera y potasa. Importaban paño inglés, armas y armaduras de Lieja, sedas y especias; artículos valiosos que generalmente iban por tierra a Lubeck para su distribución. Los comerciantes venecianos habían usado Amberes tanto como Brujas desde mediados del siglo xv, y en las sucesivas décadas los genoveses y florentinos las siguieron. Los italianos no comerciaron meramente con sus propias ciudades, sino que se sumaron a muchas clases de empresas en Amberes, a menudo asociados

con

mercaderes

locales,

suministrando

el

capital

y,

sobre todo, los conocimientos mercantiles de que estaban especialmente dotados, divulgándolos entre otras comunidades comerciantes de la ciudad. Hasta los mercaderes españoles se establecieron en Amberes, aunque estaban todavía incrementando su exportación de lana a Brujas, y España tenía comunicación más directa con la Europa central a través de Barcelona y Génova. Vendían en Amberes fruta y aceite, y después cochinilla americana y añil, y llevaban a su país manufacturas flamencas y alemanas. Los mercaderes ingleses y franceses compraban mercancías alemanas y bálticas a cambio de tejidos de lana y lino, mientras que el comercio directo de Inglaterra con el Mediterráneo y el Báltico decayó poco a poco porque el mercado de Amberes podía traficar en todas las mercancías objeto de este comercio. Amberes

se convirtió

así en

un

centro

de

distribución,

atra-

yendo las mercancías que iban por rutas directas de las zonas productoras a las consumidoras. Todas estas naciones establecieron colonias de mercaderes en la ciudad, y la mayor parte del comercio fue ejercido por ellos más que por los ciudadanos nativos. En su apogeo, alrededor de 1560, la población rebasó los cien mil habitantes,

cuando

sólo la sobrepasaba

París en Oc-

La

Europa

occidental:

1460-1560

41

cidente, y quizá la igualaban Londres y Sevilla. Sus cuatro ferias casi se habían fusionado, comerciando a lo largo del año —aunque las fechas de las ferias siguieron siendo importantes para la liquidación de transacciones financieras—, y los más avanzados métodos comerciales de los italianos eran de uso general. Además, aunque la flota de Amberes era pequeña —no tomaba parte en el transporte de mercancías voluminosas fuera de satisfacer

las necesidades

locales—,

sus

mercaderes

tuvieron

una parte muy importante en la financiación del gran comercio internacional de cereales, sal y vino efectuado en los puertos holandeses, y de los barcos que lo llevaban a cabo. El paso definitivo por el que los holandeses dejaron de ser únicamente armadores y transportistas de mercancías ajenas fue realizado en su mayor parte después de 1500 con el apoyo del capital de Amberes, y aportó muchos beneficios a esta ciudad. Los viejos rivales de Amberes se animaron con la prosperidad general de la región en torno a dicha ciudad, pero dejaron de ser serios competidores. Brujas se convirtió meramente en el puerto de la zona de Flandes inmediatamente interior, conservando una importante relación con España, para la que todavía constituyó el principal mercado lanero; pero gran parte del dinero que los comerciantes españoles ganaban en Brujas lo gastaban en Amberes. Dordrecht vino a tener una importancia meramente local; Middelburgo y Bergen-op-Zoom, en otro tiempo feroces rivales del comercio inglés, se convirtieron en puertos secundarios de Amberes. Sólo los puertos holandeses, con un tipo completamente diferente de comercio, avanzaban rápidamente, manejando muchísimas toneladas de mercancías, aunque resultaban insignificantes en el valor de su comercio o

en

la

riqueza

de

sus

mercaderes,

comparados

con

Amberes.

En 1543-1544 se pagaba en Amberes el 80 por 100 del impuesto de exportación de los Países Bajos, y en Amsterdam, el 3,25 por 100. La guerra y la división de los Países Bajos entre 1572 y 1585 anularía la preeminencia de Amberes, que no habría de volver. Pero, en cualquier caso, la concentración

te de

hubiera

Europa

podido

en

esta

durar,

ciudad

fue

y la suerté

tan

del comercio

grande

había

que

comenzado

del noroes-

difícilmente a cambiar

antes de 1560. Un factor fue la desviación de los intercambios lusogermanos. El monopolio portugués del comercio oriental de las especias a partir de 1497 no fue permanente, porque eran demasiado débiles para dominar el océano Indico tan completamente

Para

como

1530

lo harían

la vieja

sus sucesores,

ruta a través

los holandeses

del mar

Rojo

e ingleses.

y El Cairo,

que

42

Ralph

Davis

iba a Venecia, había recobrado mucho terreno y competía duramente con Amberes en el abastecimiento de Europa central. Al mismo tiempo, la aparición de las grandes remesas de plata hispanoamericana en Cádiz la convirtieron en una fuente alternativa de aprovisionamiento para el comercio portugués con las. Indias. A partir de 1549 se vendían especias en grandes cantidades en la misma Lisboa, en mayor medida que en Amberes. Incluso

el

tráfico

del

cobre

estaba

cambiando

de

ruta;

para

mediados de siglo, los grandes comerciantes alemanes del metal habían establecido agentes en Lisboa y estaban transportando cobre por Venecia y el Mediterráneo. A medida que los mercados se hacían más amplios y más

organizados,

el interés

de

muchos

de

la

base

sus

los más

ricos

mercaderes

de Amberes pasó de las mercancías a las finanzas. Los financieros de Amberes en el siglo xv habían sido sobre todo italianos, y los florentinos siguieron dominando los negocios de bolsa en Amberes y en Brujas por lo menos hasta 1520. Pero ya los grandes magnates alemanes de la minería establecían agentes en la ciudad y despachaban fondos para invertirlos allí: Am-

beres

se

convirtió

en

de

operaciones

financieras,

porque era el principal mercado para su plata. A partir de 1510 estos recursos financieros se empleaban de modo creciente en préstamos a los gobiernos más que en apoyar al comercio. El emperador Carlos V pidió préstamos sobre la fianza de la plata; los reyes de Portugal, sobre la fianza de las especias que venían

a través

del

océano

Indico;

los soberanos

de

Inglaterra

y Fran-

cia, con la garantía de sus colonias mercantiles establecidas en Amberes. En las grandes guerras de mediados de siglo hicieron bancarrota uno tras otro: España y Francia en 1557, Portugal en

1560, los Austria

de

Europa

central con

más

frecuencia,

aun-

que menos completamente; sus acredores se encontraron con préstamos a corto plazo arbitrariamente transformados en préstamos a largo plazo y a interés más bajo. Sólo Inglaterra pagó siempre íntegramente, aunque a veces tarde. La consecuencia fue un número considerable de bancarrotas locales en la década de 1550, ya que los grandes prestamistas reclamaron las deu-

das a los clientes comerciales y a las municipalidades flamen-

cas, que no podían cancelar sus obligaciones tan fácilmente como los reyes. La creciente desviación de los recursos hacia las finanzas —y sobre todo nacia las arriesgadas finanzas gubernamentales a mediados del siglo— impuso periódicas tensiones en el mercado monetario de Amberes, y la retirada de algunas de las grandes compañías financieras, debido a las bancarrotas estatales, perjudicó la posición de Amberes en el comercio in-

La

Europa

occidental:

1460-1560

43

ternacional una generación antes de que la guerra destruyese su comercio. Finalmente, la prosperidad de Europa central, el pilar sobre el que se había erigido la posición de Amberes, estaba debilitándose en el segundo cuarto del siglo. Las guerras campesinas de 1525, los disturbios de la Reforma y las guerras religiosas y dinásticas

de mediados

de siglo, provocaron

el desbaratamiento

de las industrias textiles y ¿metalúrgicas que se habían desarroHado en el sur de Alemania, y dificultaron el comercio con Occidente. Las minas de plata resultaban poco rentables frente al suministro americano y el descenso del valor de la plata, y su producción declinaba antes de 1540. La expansión del sur de Alemania había contribuido en gran medida a crear las industrias e instituciones financieras y comerciales de Europa occidental, en gran parte a través de Amberes. La levadura estaba obrando en Holanda, Inglaterra y el oeste de Francia. Pero antes de que les llegase su momento tendría que llevarse a cabo la expansión del Imperio español en América, con dramáticas repercusiones por su influjo en el desarrollo europeo.

3.

ESPAÑA

Cuando hacia

EN

Cristóbal

el oeste,

en

AMERICA:

Colón

EL

navegaba

el verano

de

SIGLO

por el Atlántico

1492,

esperando

las remotas islas del Japón, encontró en enteramente nuevo. En el medio siglo conquistas extraordinariamente rápidos España alcanzó y conquistó casi toda la pánica. Castilla y Portugal determinaron vo

Mundo

mediante

el

Tratado

XVI

de

en dirección

desembarcar

en

su lugar un continente de descubrimientos y que Siguió a su viaje, América que sería hissus esferas en el Nue-

Tordesillas,

en

1494,

y

du-

años

de

rante más de un siglo ninguna otra nación pudo llevar a cabo en América más que insignificantes incursiones en estas posiciones establecidas. En las dos primeras décadas, la colonización quedó casi reducida a las islas del Caribe. Durante algunos años las únicas colonias importantes estuvieron en La Española, y después en Puerto Rico, Cuba y Jamaica, entre 1509 y 1513. Pocos asentamientos hubo en tierra firme hasta que el desembarco de Hernán Cortés

en

la

costa

mexicana,

en

1519,

inauguró

dos

campañas, en las cuales derrotó al imperio azteca y transformó el carácter de la América española. Mientras el centro de México era consolidado, la exploración avanzó hacia el norte y sur, y las expediciones desde la débil colonia del istmo de Panamá prepararon el camino para que Francisco Pizarro derribase el Imperio peruano de los incas en 1532-1533. España, en adelante, concentró su atención en las dos regiones densamente pobladas del Perú y del centro de México. Había una gran variedad de pueblos y culturas indias en las zonas tropicales y subtropicales de la América que España conquistó. Todos estaban al nivel de la Edad de Piedra, pero la gama de sus culturas se extendía de las más primitivas tribus cazadoras y recolectoras de la cuenca del Orinoco a los complejos Imperios agrícolas del Perú y México, que ya fundían cobre para elaborar objetos ornamentales y fabricaban una especie de bronce. Los verdaderos salvajes, sin embargo, vivían fuera de los límites de la penetración española, en las junglas tropicales al este de los Andes, en las llanuras de la América templada y en las húmedas tierras altas del sur de Chile. Los

España

en América:

el siglo XVI

45

españoles se asentaron en tierras donde unas comunidades agrícolas establecidas desde hacía largo tiempo se dedicaban al cultivo de plantas comestibles: mandioca en las islas, maíz en la meseta mexicana, maíz y patatas en los valles altos del Perú.

En muchas de las islas del Caribe, y en el istmo de América central, la población, escasa y dispersa, vivía de una agricultura muy primitiva, complementada con la caza y la pesca. Había diferencias entre ricos y pobres en las aldeas, pero ninguna superestructura de militares o religiosos privilegiados. En tres regiones, sin embargo, se habían desarrollado formas diferentes de sociedad: la de los mayas, en la península de Yucatán (que estaba ya en decadencia cuando los españoles llegaron); la de los aztecas, en la meseta central de México, y la de los incas, en la meseta y valles más húmedos del oeste de Sudamérica. Más de la mitad de la población de América, en tiem-

pos de la conquista, vivía en estos tres pequeños pedazos de vasta tierra. Había importantes similitudes entre las sociedades inca y azteca, aunque las separaban miles de millas. Ambas

se

sa,

de

habían

desarrollado

en

regiones

montañosas,

donde

la

altitud moderaba el clima, pero donde la tierra cultivable se limitaba a zonas de valle y meseta enclavadas entre macizos montañosos. En estas regiones, favorecidas por su clima, pero confinadas, la población había prosperado y se había hecho dental

manera

que

la

tierra

era

escasa,

cuidadosamente

labrada y muy codiciada. Una clase ya asentada de labradores, cuyos métodos estaban cuidadosamente adaptados al suelo y a los cultivos, se había habituado a la paz y el orden, y, por consiguiente, era vulnerable a los ataques y conquistas de las tribus nómadas de los confines desérticos, que habían conservado costumbres guerreras. En México el grupo dirigente azteca descendía de nómadas que habian bajado del norte a mediados del siglo X111, extendiendo gradualmente su soberanía por el valle central durante los doscientos años siguientes. En el Perú los incas empezaron a extender su dominio fuera: de la región de Cuzco en el siglo XIII, y aún estaban realizando nuevas conquistas cuando los españoles llegaron. En estas sociedades, por tanto, la mayoría de las gentes eran campesinos que poseían parcelas hereditarias e inalienables, que debían cultivar forzosamente, y también pagar los tributos y cultivar las tierras públicas dedicadas al mantenimiento de la nobleza y de los sacerdotes, que se les habían impuesto. Los privilegios de la nobleza azteca e inca se basaban no sólo en la soberanía

estructuras

militar,

sino

religiosas

también

que

en

habían

una

sido

estrecha

creadas

asociación

junto

con

a su cre-

46

Ralph

Davis

ciente poder. El tributo y trabajo, arrancados a muchos millones de campesinos, bastaban para mantener las grandes ciudades de Cuzco en el Perú y Tenochtitlan en México, que eran centros de gobierno y comercio, así como muchas ciudades secundarias. En estas ciudades, la nobleza y la religión se engalanaban con esplendor, servidas por gran número de hábiles artesanos que trabajaban el metal, el jade y la turquesa, producían finos tejidos de algodón, tallaban la piedra y desempeñaban multitud de oficios. Una acaudalada clase de mercaderes organizaba

la acumulación

de

materiales

para

los

artesanos,

la

distribución de las cosechas de las tierras de los nobles y el suministro de alimentos a las ciudades y palacios. No obstante, a pesar de la compleja organización social, los avanzados métodos textiles, la cerámica y joyería, y los enormes y complicados edificios, estas civilizaciones americanas no conocían el hierro; usaban habían

otros metales, sobre todo para la ornamentación, y no descubierto la rueda. La estructura social, con su redu-

cida nobleza, muy unida, que se apoyaba en la explotación de una masa campesina, era precaria y vulnerable al ataque desde fuera, de la misma manera que lo fue la Inglaterra anglosajona en 1066, o la India mogol del siglo xv111. Cortés y Pizarro explotaron la división y los resentimientos intertribales para derrocar

a las autoridades

pañoles pudieron anteriores.

ocupar

centrales,

en

y una

seguida

vez conseguido,

el sitio

de

los

los es-

soberanos

La participación de la Corona en la colonización del Nuevo Mundo no se extendió mucho más que a otorgar la sanción oficial a los proyectos de exploración y colonización, cubriéndolos con el manto de la autoridad castellana y erigiendo el sistema de gobierno dentro del cual se pudiese originar un desarrollo ordenado. Los recursos para la conquista y colonización vinieron, en su mayor parte, de particulares, que tuvieron que atraer y suministrar un número suficiente de hombres para explorar, luchar,

poblar

y, finalmente,

organizar

la sociedad

y economía

al otro lado del océano. Los motivos de los partidarios de la empresa americana no fueron "siempre predominantemente materialistas. Isabel de Castilla fue una mujer extraordinariamente piadosa en una época piadosa, y la conversión de la población india al cristianismo le era grata. Muchos de los guerreros iban tras la gloria y el honor para sí y para Castilla, mientras otros esquivaban simplemente las dificultades que les acosaban

España

en América:

el siglo XVI

47

en su país: deudas, delitos, mujeres o enemigos. Pero pocos pueden haber sido indiferentes a las posibilidades de ganancia, y para algunos el rehacer o hacer una fortuna era el único objetivo. Venimos aquí, dijo Cortés, para servir a Dios y hacernos ricos. Por consiguiente, si América había de atraer un continuo flujo de recursos en hombres, y el dinero para enviarlos allí, después de que resultara manifiesto que no era una escala en la ruta de las Indias, tenía que demostrar sus atractivos materiales. El poderoso atractivo que ofrecía era el oro. El trueque y la apropiación de los ornamentos de oro y tesoros indios, y la esperanza de encontrar yacimientos auríferos fueron las motivaciones principales que impulsaron a los españoles tanto en el

Caribe

como

en

tierra

firme,

desde

el

día

en

que,

por

vez

primera, en San Salvador, se encontró Colón con indios que llevaban objetos de oro en la nariz hasta que, una década después de la toma del Perú, se reveló la gran riqueza de las minas de plata. La Corona y sus funcionarios habían corrido con parte del pequeño costo del primer viaje de Colón, pero mercaderes y nobles acudieron en tropel a prestar apoyo a la segunda expedición de 1493, que fue más importante, y proporcionaron los fondos para todas las empresas posteriores. Sociedades de mercaderes, nobles y soldados competían por las licencias reales para explotar y organizar nuevos asentamientos, garantizando a la Corona participaciones en las ganacias. El capital para suministrar los barcos y sus pertrechos, y el armamento de los colonos para las primeras expediciones, fue reunido en la misma España, pero ya en el 1506, algunos de los colonizadores habían acumulado suficientes fortunas con el oro de La Española como para organizar la conquista de Cuba, Jamaica y Puerto Rico. De un modo parecido, mientras que los primeros intentos por asentarse en la costa continental fueron organizados desde España, a partir de 1516 los recursos cubanos respaldaron las expediciones que culminaron en la conquista de México por Cortés;

y las riquezas

de México

subvencionaron

la continuación

de la exploración hacia el norte y sur, aportaron además cierto apoyo a la colonización del istmo de Panamá y, una década más tarde,

a la conquista

del

Perú.

Las

inversiones

netas

de

los

re-

cursos españoles en el Nuevo Mundo fueron importantes, por consiguiente, sólo en los primeros quince años, tras la llegada de Colón. Los beneficios de la producción de oro de la isla, cuando alcanzaron el punto más alto, no sólo permitieron enviar algunas sustanciales remesas a España, sino que también financiaron la nueva ola de conquistas. Los españoles desarro-

48

Ralph Davis

Haron el Imperio americano usando en gran parte recursos americanos, y cuando fue necesaria una inversión grande y continua para apoyar el desarrollo del comercio europeo con el Nuevo Mundo y para suministrar barcos para el tráfico y la defensa,

incluso

esto

fue

costeado

en cierta

medida

por

el cau-

dal de derechos reales y las remesas de beneficios particulares procedentes de América. Es cierto que para 1570 el movimiento de inversión se había trastrocado y los colonos que retornaban invertían el capital acumulado en América en empresas financieras e industriales enteramente españolas. Los soldados y los primeros colonos buscaban ganancias. La experiencia de los primeros años mostró lo aptos que eran los primeros colonizadores para la conquista y lo ineptos que resultaban la mayoría de ellos para la colonización. El

grueso'lo

formaban

marinos,

soldados

de

las

guerras

de Granada e Italia, rústicos que habían acudido a Sevilla en busca de un medio de vida y que habían sido atraídos por la aventura del Nuevo Mundo, delincuentes y deudores que escapaban de sus aprietos. El mando provenía de una nobleza segundona que consideraba el rango y la distinción social como atributos dependientes de la posesión de tierras y riquezas, que eran a su vez, en el mejor de los casos, los frutos del va-

lor en la lucha victoriosa; y sus seguidores imitaron sus actitu-

des inquietas y aventureras. Aun los artesanos y agricultores que habían sido seleccionados cuidadosamente para que ejercieran su oficio en América sucumbieron a la ética predominante. La fantasía del oro que sólo espera que alguien lo recoja seducía a todos ellos, y en pos de este fuego fatuo fueron de isla en isla y aun a los más alejados rincones de la América continental. Los problemas de la fundación de un imperio, con que se enfrentaban los monarcas de Castilla, radicaban en la conversión de una frontera de pillaje en frontera de colonización; en recompensar a los conquistadores a quienes el Imperio estaba agradecido y en reemplazarlos, sin embargo, por colonos imperturbables y gobernables; en impedir la concentración de poderío político en las manos

de los Colón, Cortés, Pizarro

y otros

semejantes y ponerio firmemente en las manos de funcionarios pagados, más leales hacia la €orona de Castilla que hacia las Indias. Nada de esto podía hacerse con facilidad, especialmente desde el momento en que los primeros conquistadores se apropiaron de la mayoría de los recursos económicos sobre los que podía basarse el poder político local. El grado de éxito y

obediencia que la Corona logró hace honor al respeto que se le

España

en América:

el siglo XVI

49

tenía y a la habilidad y energía de las primeras generaciones de oficiales reales en América. Muchos de los primeros conquistadores participaron en los hallazgos de oro, tanto de los pequeños tesoros hallados en las islas como del asombroso tesoro acumulado en el palacio de Atahualpa, que destumbró a los seguidores de Pizarro en 1533. Sin embargo, estas riquezas fueron rápidamente distribuidas, y cuando se separó la parte del rey y las grandes porciones asignadas a los jefes, pocos'de los soldados rasos obtuvieron lo suficiente como para permitirles la tan ansiada vida de lujosa ociosidad en Castilla. Los llegados posteriormente, atraídos por las noticias

del

botín,

lo encontraron

ya

distribuido,

si bien

al-

gunos se las arreglaron para que una parte llegase a sus manos por el comercio o por el juego. Los seguidores y parásitos de los conquistadores, inquietos, gente en que no se podía confiar para un asentamiento colonial permanente, estaban, por tanto, en incesante búsqueda de nuevas oportunidades de hacer fortuna. El comienzo de la colonización de Cuba vació rápidamente La Española de la mayoría de la población hispana a partir de 1513; la noticia de la llegada al continente aceleró este éxodo a partir de 1517, y lo convirtió en una fuga precipitada desde todas las colonias isleñas cuando Cortés se apoderó del “Imperio azteca en 1521. Pero los tesoros del palacio y templo de Tenochtitlan no eran adecuados para satisfacer las ansias de todos los españoles que seguían a Cortés. Ciertos grupos continuaron adelante bajo otros jefes; por las junglas que separaban a México de la pequeña colonia del istmo de Panamá, por las desiertas mesetas hacia California, en dirección sur hacia Colombia, donde Quesada encontró minas de oro en 1537, y, sobre todo, después de 1532, a la nueva bonanza del Perú. Todos los

pueblos que los españoles fundaron en México, con la excepción de la capital y quizá de Veracruz, perdieron la mayor parte de la población a los pocos años de su fundación. Dos cosas terminaron con este éxodo. La promulgación real de nuevas ordenanzas que regían las relaciones hispano-indias dejó bien claro que la explotación de poblaciones indígenas recién descubiertas sería controlada con rigor, cualquiera que fuera su efecto sobre situaciones ya existentes. Luego, los descubrimientos de grandes yacimientos de plata en el Perú y México en 1545-1546 inauguraron nuevos lugares de atracción para los buscadores de fortuna, y la Corona alentó el desarrollo intensivo de estas nuevas minas de plata — ar e

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BIBLIOGRAFIA

ESCOGIDA

La literatura sobre la historia económica de Gran Bretaña, los Países Bajos, Francia, España y Portugal es inmensa, y todo lo que

he intentado aquí es hacer una lista de trabajos con los que el lec-

tor interesado pueda complementar provechosamente cada capítulo. En conjunto he catalogado libros más que artículos, y trabajos en inglés y francés más que en otras lenguas, pero de cuando en cuando

he tenido que ir más allá de estos límites para incluir material impor-

tante. Se pueden encontrar extensas bibliografías en la Cambridge economic history of Europe, vols. 1v y vi (1967 y 1965) y en los muchos volúmenes de la excelente colección francesa, Nouvelle Clio, publicada en París bajo la dirección de F. Boutrouche y P. Lemerle. En los lugares apropiados se hace referencia a los volúmenes de esta colección escritos por Chaunu, Heers, Jeannin, Mandrou y Mauro. Cuando escribo esto, no hay una historia económica moderna y completa de Europa o de Europa occidental a gran escala. En inglés la vieja obra de H. Heaton, Ecenomic history of Europe (Londres, 1936) tiene todavía mucho valor; la European economic history (Nueva York, 1959) de S. B. Clough es menos detallada, y la reciente European economic history (Nueva York, 1971) de E. Tuma, aunque interesante por su enfoque, cubre este período muy insuficientemente. La Histoire écowomique des origines 4 1789 (París, 1967) de J. Imbert, proporciona una gran cantidad de material en reducido espacio. Obras que no son específicamente historias de la economía de este período, pero que tienen que ver estrechamente con los temas de este libro, son Civilization matérielle et capitalisme (París, 1967), de F. Braudel, muy original en el enfoque y brillante en el desarrollo de las ideas [Ed. cast.: Barcelona, Labor, 1974]; Les origines de la civilisation atlantique (Neuchatel, 1966), de C. Verlinden, y L'expansion européenne, 1600-1870 (París, 1964), de F. Mauro [Ed. castellana: La expansión europea, 1600-1870, Barcelona, Labor, 1968]. CAPÍTULO

1:

Los

PORTUGUESES

EN EL ATLÁNTICO

J, H. Parry, The age of reconnaissance (Londres, 1963), esboza, lúcida y elegantemente, los antecedentes de la exploración del siglo xv. El estudio general más completo es el de P. Chaunu, L'expansion eu-

ropéenne du XIll* au XVe siécle (París, 1969) [Ed. cast.:

La expan-

sión europea del siglo XIFI al XV, Barcelona, Labor, 1972]. M. Mollat y P. Adam han dirigido una importante colección de ensayos espe-

354

Ralph

Davis

cializados sobre aspectos de la técnica y las finanzas en Les aspects

internationaux de la découverte océanique aux XVe et XVI* siécles (París, 1966). O. de Fonseca, autoridad en el desarrollo de la carabela, tiene un corto trabajo sobre el tema de este capítulo, Os navios do infante d. Henrique (Coimbra, 1958). E. W. Bovill, The golden trade of the Moors (Londres, 1958), examina el comercio transahariano y las fuentes del oro que los portugueses buscaban. Los más importantes trabajos sobre la historia económica de Portugal y sus relaciones atlánticas son los de V. M. Godinho, A economía dos descobrimentos (Lisboa, 1962) y su imponente L'économie de Empire portugais aux XV+* et XVI: siécles (París, 1969). Godinho

comienza su obra esbozando

los antecedentes

portugueses, como

lo

hace C. de Lannoy en su todavía valiosa Histoire de l'expansion coloniale des peuples européens: Portugal (Bruselas, 1907). El estudio general básico de la exploración portuguesa es el de J. Cortesáo, Os descobrimentos portugueses (Lisboa, 1960); E. Prestage, The Portuguese pioneers (Londres, 1933), es una útil compilación de información. J. W. Blake, Europeans in West Africa 1450-1560 (Hakluyt Society, Londres, 1941) es una colección de documentos con una buena introducción. El papel del príncipe Enrique ha sido valorado de nuevo por P. E. Russell, en Prince Henry the Navigator (Londres, 1960) y en el prólogo a la traducción francesa de L. Bourdon del libro de Azurara, Chronique de Guinée (Dakar, 1960). La primera parte de la excelente historia The Portuguese seaborne empire (Londres, 1969), de C. R. Boxer, trata del período de los descubrimientos. Esmeraldu de Situ Orbis, de Duarte Pacheco Pereira, mencionado en la pág. 14, fue publicado por la Hakluyt Society (Londres, 1937).

CapfTULO

2:

La

EUROPA

OCCIDENTAL:

1460-1560

Los historiadores de la economía han descuidado mucho el siglo comprendido entre 1460 y 1560, ya que los medievalistas no se interesan por su comienzo, y los modernistas toman la pluma a partir de mediados del xvI. Apenas se le toca en la Cambridge economic history of Europe, excepto en el sugestivo capítulo sobre la población de F. Helleiner en el volumen tv (Cambridge, 1967). Tampoco hay un estudio general en francés, aunque J. Heers, L'Occident aux XIVe et XVe siécles (París, 1963) [Ed. castellana: Occidente durante los siglos XIV y XV. Aspectos económicos y sociales, Barcelona, Labor, 1968] es una brillante introducción al período. Gran parte del material catalogado en las bibliografías de los capítulos 6 y 7 es aplicable a este período, y no se intenta aquí una información extensa de la historia de la economía europea. Una de las grandes industrias que emergieron en Occidente en esta época es examinada por E. Coornaert, La Draperie-sayetterie d'Hondschoote, XIV+*-XVIII* siécles (París, 1930) y «Draperies rurales, draperies urbaines: Vévolution de l'industrie flamande au Mo-

Bibliografía escogida

355

yen Age et au xvi* siécle» (Rev. Belge de Philologie et d'Histoire, 23, 1950); mientras que H. Kellebenz examina el más amplio significado de la industria rural en «Industries rurales en Occident de la fin du Moyen Age au xvime* siécle» (Annales, 18, 1963). Dos obras antiguas pero aún estimables acerca de las finanzas son Das Zeitalter der Fugger (Jena, 1912), de R. Ehrenberg; hay traducción resumida al inglés con el título Capital and finance in the age of the Renaissance. (Londres, 1928), y edición francesa también resumida: Le siécle des Fugger, con un prólogo de Sueren Febvre, París, 1965; y Les foires de Lyon (París, 1914), de M. Bresard. Las relaciones de Europa occidental con el Báltico son el tema del excelente volumen The German Hansa (Londres, 1970), de P. Dollinger, y M. Malowist, «Les produits des pays de la Baltique dans le commerce international au XvI* siécle» (Revue du Nord, 42, 1960)es un'importante análisis de las relaciones entre Europa oriental y occidental. El comercio del oeste de Francia es el tema de dos libros, Le comm-rce maritime normand á la fin du Moyen Age (Paris, 1930), de M. Mollat, y Le commerce maritime breton ú la fin du Moyen Age (París, 1967), de J. Touchard. Hay numerosos trabajos modernos sobre Amberes, pero el mejor estudio de conjunto se encuentra en dos artículos de J. A. Van Houtte, «La genése du grand marché interfational d'Anvers á la fin du Moyen Age» (Revue Belge de Philologie et d'Histoire, 19, 1940), y «Ánvers aux Xv“ et xvi" siécles: expansion et apogée» (Annales, 16, 1961). Entre los estudios más importantes y detallados están, Les Frangais et le commerce international d'Anvers (París, 1961), de E. Coornaert; De Engelse Natie te Antwerpen in de 16: Eeuw (Amberes, 1954), de J. de Smedt, y, para las relaciones con los españoles y portugueses en particular, Etude sur le colonies marchandes meridionales 4 Anvers 1488 á 1567 (Lovaina, 1925), de J. A. Goris. H. Van der Wee, The growth of the Antwerp market and the European economy (Lovaina, 1963) es un estudio sumamente esquematizado que presta particular atención a las fluctuaciones de las fortunas de Amberes.

CapPíTuLO

3:

EsPAÑA

EN

AMÉRICA:

EL

SIGLO

XVI

Las introducciones más útiles son las de J. H. Parry, The Spanish

seaborne Empire (Londres, 1966) [Ed. castellana: El imperio español en ultramar, Madrid, Aguilar, 1970] y sus contribuciones a los volúmenes 1, 11 y 111 de la New Cambridge Modern History [Hay edición española titulada Historia del mundo moderno, en 13 vols.; la edición y revisión de la edición española ha estado a cargo del profesor Juan Reglá, Barcelona, Ed. Ramón Sopena, S. A., 1970-1976; los textos aludidos de J. H. Parry son los siguientes: Los españoles en el Nuevo Mundo, tomo 1, cap. Xv, 2, págs. 311-322; El Nuevo Mundo, 1521-1580, tomo 11, cap. XIX, págs. 386-406; El desarrollo colonial y las rivalidades internacionales fuera de Europa. 1. América, tomo 111, cap. XVII,

356

Ralph

Davis

págs. 377-398], pero Latin American civilisation (Harrisburg, Pa., 1947), de B. W. Diffie, contiene muchos más detalles económicos, y C. H. Haring, The Spanish empire in America (Nueva York, 1947) [Ed. castellana: El imperio español en América, Buenos Aires, Peuser, 1958] tiene una gran cantidad de información objetiva. Sin embargo, la obra más seria es Spain in America (Nueva York, 1966), de C. Gibson, que sienta muchos conocimientos e investiga los sucesos en profundidad. Muchas de las apreciaciones de A. G. Keller, Colonization (Boston, 1908) son todavía originales e interesantes. G. C. Vaillant, The Aztecs of Mexico (Londres, 1950) [Ed. castellana: La civilización azteca, México, F.C.E., 1.* ed., 1944; 3.* ed., 1960] es una introducción a la sociedad precolombina. La enorme obra de H. y P. Chaunu Séville et l'Atlantique (París, 1955-60), es una mina de información

acerca de la geografía, la colonización y sobre todo el comercio de las

Indias. S. E. Morison, Admiral of the Ocean Sea (Boston, 1942) [Ed. castellana: El Almirante de la Mar Océana, Buenos Aires, 1945; hay otra edición, ignoro si completa, de Selecciones del Reader's Diggest, Madrid, 1970] es, con mucho, el mejor relato de la obra de Colón, y C. O. Sauer, The early Spanish main (Berkeley, 1960), es una espléndida y detallada exposición de las primeras décadas en América, antes de la conquista de México. Se ha trabajado mucho sobre la primera historia económica y social mexicana, principalmente por parte de historiadores californianos, pero el resto de la América española —incluido Perú— ha sido relativamente descuidado. Las relaciones sociales entre españoles e indios y el acuerdo de los derechos sobre la tierra son tema de dos obras excelentes; F. Chevalier, Land and society in colonial Mexico (Berkeley, 1963), y L. B. Simpson, The encomienda in New Spain (Berkeley, 1950) [Ed. castellana: Los conquistadores y el indio americano, Barcelona, Eds. Península, 1970], en tanto que L. Hanke examina algunas influencias en la mejora del trato dispensado a los indios en The Spanish struggle for justice in the conquest of America (Filadelfia, 1949) [Ed. castellana: La lucha española por la justicia en la conquista de América, Madrid, Aguilar, 1959]. C. Gibson, The Aztecs under Spanish rule (Oxford, 1964), es un exhaustivo estudio de la organización social y económica del valle de México, antes y después de la conquista [Ed. castellana: Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1810, México, Siglo XXI, 1967]. F. Benítez, en The century after Cortés (Chicago, 1965) presenta un cuadro claro y detallado de la vida española en el Nuevo Mundo. Los trabajos

fundamentales

sobre la población

india son los de W. W. Borah

y

S. F. Cook, The aboriginal population of Central Mexico on the eve of the Spanish conquest (Berkeley, 1963), e Indian population of Central Mexico, 1531-1610 (Berkeley, 1960). A. W. Crosby, «Conquistador y pestilencia» (Hispanic American Hist. Rev., 47, 1947) arroja luz sobre el proceso por el que bajó la población. P. J. Bakewell, Silver mining and society in colonial Mexico (Cambridge, 1971), es una obra excepcional sobre el siglo xvi que va desde la minería argentífera

Bibliografía escogida

357

hasta un amplio estudio de la economía mexicana, y R. C. West, The

mining community in Northern New Spain: the Parral district (Berkeley, 1949), examina la extensión de la minería hacia el norte a principios del siglo xvIt. Algunos aspectos especiales de la economía mexicana son tratados. en W. Borah, Silk raising in colonial Mexico (Berkeley, 1943); R. L. Lee, «Cochineal production and trade in New Spain to 1600» (The Americas, 4, 1947), y W. L. Schurz, The Manila galleon (Nueva York, 1939), que es un cuidadoso análisis del comercio de México con las Filipinas. Se examinan brevemente los comienzos de la minería peruana en L. Hanke, The Imperial City of Potosí (La Haya, 1956), A. Jare, «Dans le Pérou du xvie Siécle» (Annales, 22, 1967), y G. B. Cobb, «Potosí, A South American mining frontier» (Greater America, essays in honor of H. E. Bolton, Berkeley, 1945). A. P. Whitaker, The Huancavelica mercury mine (Cambridge, Mass., 1941) versa sobre un materia) esencial en el proceso de fundición, y la influencia de las dificultades de suministro en la producción. J. J. Parsons, Antioqueño Colonisation in Western Colombia (Berkeley, 1949) [Ed. castellana: La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, 2.* ed., Bogotá, Banco de la República, 1961], es un estudio poco común de

una de las colonias secundarias españolas del siglo xvI. G. Lohmann

Villena, Les Espinosa (París, 1968) analiza la experiencia de una casa comercial que tuvo un importante papel en el primitivo desarroMo de Panamá y Perú.

CarítTULO

4:

La

ESPAÑA

DEL

SIGLO

XVI

Los capítulos 1, 4 y 5 de J. Lynch, Spain under the Habsburgs, 1 (Oxford, 1965) [Ed. castellana, Barcelona, Península] suministran un buen resumen de la obra moderna acerca de la historia de la economía española, y J. H. Elliott, Imperial Spain, 1469-1716 (Londres, 1963) [Ed. castellana, Barcelona, Vicens Vives] tiene algunas valiosas apreciaciones. F. Braudel, La Méditerranée et le monde meditérranéan á UVépoque de Philippe II (2.* ed., muy corregida, París, 1967) [Ed. castellana: México, FCE] es una gran obra general que hace muchas observaciones penetrantes sobre la economía y la sociedad española. J. Vicens Vives, An Economic History of Spain (Princeton, 1969) [Ed. castellana original: Ed. Vicens Vives] es una mina de información, y J. Gentil da Silva, En Espagne [Ed. castellana: Desarrollo económico, subsistencia y decadencia en España, Madrid, Ciencia Nueva, 1967] intenta reunir estadísticas que arrojen luz sobre varios problemas históricos. J. Van Klaveren, Europaische Wirtschaftsgeschichte Spanien im XVI und XVII Jahrhundert (Stuttgart, 1960) es una breve exposición general. R. Carande, en Carlos V y sus banqueros (Madrid, 1943; 2.* ed., 1969) se interesa principalmente por las finanzas reales, pero el volumen 1 analiza la estructura económica a principios del siglo Xv1.

358

Ralph Davis

Se ha iniciado el estudio de la historia agraria del siglo xvi; dos obras que aclaran esto y la estructura de la sociedad rural son las de N. Salomon, La Campagne de la Nouvelle Castille á la fin du XVI+ Siécle (París, 1964) [Ed. castellana revisada y completada por el autor: La vida rural castellana en tiempos de Felipe 11, Barcelona, Ed. Planeta, 1973] y B. Bennassar, Valladolid au Siécle d'Or (París, 1967), que examina la economía de toda la región en torno a Valladolid. J. Klein, The Mesta (Cambridge, Mass., 1920) [Ed. castellana: La Mesta. Estudio de la historia económica española 1273-1836, Madrid, Revista de Occidente, 1936] es un trabajo bien fundado que se ha usado demasiado en la interpretación del desarrollo económico español. A. Castillo, «Population et Richesse en Castille durant la seconde moitié du xvI* Siécle» (Annales, 20, 1965) es una interesante disquisición sobre los ingresos, basada en las declaraciones de impuestos. Hay pocos trabajos especializados acerca de la industria española; R. S. Smith, The Spanish guild merchant (Durham, N. C., 1940) toca la periferia del tema. La gran obra de Lapeyre sobre el comercio franco-español, Une famille de marchands: les Ruiz (París, 1955) aclara un amplio campo de actividad comercial y financiera, como lo hace, en una medida bastante menor, el largo prólogo de F. Ruiz Martín a Lettres marchandes échangées entre Florence et Medina del Campo (París, 1965) [Del capítulo v'de la versión francesa, «Les Changes», págs. LXXXII-CIn, se ha publicado la versión castellana, más amplia, con el título de «Dinámica de los “cambios” entre ferias y plazas en el último tercio del siglo xvt». En Anales de Economía,

2. época, núm. 7, julio-septiembre de 1964, págs. 529-55]. H. y P. Chau-

nu examinan exhaustivamente el comercio hispanoamericano en Séville et TVAtlantique (París, 1955-60). Ruth Pike, Enterprise and adventure: the Genoese in Sevilla (Ithaca, N. Y., 1966) es útil,«pero puede dar una impresión exagerada del papel de los genoveses en los asuntos españoles. La obra básica sobre la importación de plata americana a España, con una detallada exploración de todas sus implicaciones económicas es American treasure and the price revolution in Spain (Cambridge, Mass., 1943) [Ed. castellana: Barcelona, Ariel, 1976] de E. J. Hamilton. En el curso de cuatro décadas inevitablemente ha surgido una controversia en torno a esta obra; un útil comentario de ella en relación con España es el asunto de J. Nadal, «La Revolución de los precios españoles en el siglo XVI»

(Hispania, 19, 1959).

R. Bishko, «The Iberian background of Latin American history» (Hispanic American Hist. Rev., 56, 1956) es una excelente introducción a la literatura de aquella época, y un análisis breve pero penetrante de algunos temas sacados de ella. CaprtruLo

5:

La

EUROPA

OCCIDENTAL

Y EL

ATLÁNTICO

Hay una enorme literatura sobre la +xploración y la primera colonización, de la que solamente he escogido unas pocas obras espe-

Bibliografía escogida

359

cialmente relevantes para la motivación económica y sus consecuencias, y para los primeros asentamientos. P. Chaunu, Conquéte et expbloitation des Nouveaux Mondes: XVI" siécle (París, 1969) [Ed. castellana: Conquista y explotación de los nuevos mundos. Siglo XVI, Barcelona, Labor, 1973] es una excelente exposición general de los problemas, con una gran bibliografía, y F. Mauro, L'expansion européenne, 1600-1870 (París, 1964) [Ed. castellana: La expansión europea (1600-1870), Barcelona, Labor, 1968, 2.* ed., 1975] toca temas de este capítulo. Las 'obras generales más útiles sobre la primitiva empresa colonizadora inglesa y francesa, respectivamente, son The colonial period of American history (New Haven, Conn., 1934-38), de C. M. Andrews y Les débuts de l'expansion et de la colonisation frangaise (París, 1947), de C. A. Julien. Les Européens hors de l'Europe (París, 1958), de R. Mousnier, presenta algunas ideas sugestivas, y la contribución de E. E. Rich a la New Cambridge Modern History, vol. 1 [Ed. castellana citada: La expansión como materia de interés para toda Europa, tomo 1, cap. XvI, págs. 323-342] es una útil exposición reducida del campo entero. 3, A. Williamson, Hawkins of Plymouth (Londres, 1949) y K. R. Andrews, Elizabethan privateering (Cambridge, 1964) examinan las principales empresas inglesas en el Atlántico; y el excelente trabajo de G. B. Park, Richard Hakluyt and the English voyages (Nueva York, 1928) evoca el ambiente intelectual en el que se desarrollaron las ideas de la colonización. G. L. Jaray, L'Empire francais en Amérique (París, 1938) esboza los antecedentes franceses, y

E, Sluiter, «Dutch Spanish rivalry in the Caribbean area» (Hispanic

American Hist. Rev., 49, 1949) muestra cómo se produjeron las condiciones favorables para el asentamiento antillano. Una buena y breve introducción a las primeras colonias es el capítulo de E. E. Rich en la New Cambridge modern history, vol. IV [Ed. castellana citada: Las naciones europeas y el Atlántico, tomo+IV, cap. XXI1, págs. 474-496]. Obras más especializadas son las de F. Rose-Troup, The Massachusetts Bay Company and its predecessors (Nueva York, 1930), G. M. Cell, English enterprise to Newfoundland, 1577-1660 (Londres, 1969) y H. A. Inmis, The fur trade in Canada (Toronto, 1927); esta última, una obra maestra en la identificación de los problemas económicos coloniales. Los primeros capítulos de las historias económicas generalés de América del Norte, naturalmente, cubren este período; entre ellas podemos mencionar en particular las de C. P. Nettels, The roots of American civilisation (Londres, 1963); L. B. Wright, The colonial civilization of North America (Londres, 1949) y H. G. J. Aitken y W. T. Easterbrook, Canadian economic history (Toronto, 1963). CapíTULO

6:

LOS

SIGLOS

XVI

Y

XVII:

POBLACIÓN,

PRECIOS

Y

RENTAS

R. Reinhard, A. Armengaud y J. Dupaquier, Histoire générale de la population mondiale (París, 1968) [Ed. castellana con un apéndice

360

Ralph Davis

de J. Nadal: Historia de la población mundial, Barcelona, Ariel, 1966] es un excelente resumen del estado actual de los conocimientos, que considera cada país occidental con algún detalle. R. Mols, Introduction á la demographie historique des villes d'Europe (Lovaina, 1956),

trata

de los problemas

de los indicios

y métodos.

La contribución

de F. Helleiner al Cambridge economic history of Europe, vol. 1V (Cambridge, 1967) es más corta pero más clara y profunda. La obra de T. H. Hollingsworth, The demography of the British peerage (Londres, 1964) plantea el problema del valor de la economía para explicar el cambio demográfico. Los estudios modernos de los movimientos de precios a largo plazo comienzan con el artículo de E. Hamilton «American treasure and the rise of capitalism» (Económica, 27, 1929) [Ed. castellana: El tesoro americano y el florecimiento del capitalismo (1500-1700), incluido (págs. 2-26) en Earl J. Hamilton, El florecimiento del capitalismo y otros ensayos de historia económica. Traducción de Alberto Ullastres. Madrid, Revista de Occidente, 1948], y la réplica de J. U. Nef, «Prices and industrial capitalism in France and England, 1540-1640» (Econ. Hist. Rev., 7, 1937), y Recherches anciennes et nouvelles sur le mouvement général des prix du XVI* au XIXe siecle (París, 1932), de F. Simiand. La exposición más reciente es la contribución de F. Braudel y F. Spooner a la Cambridge economic history of Europe, vol. Iv. La crítica de las explicaciones monetarias de la revolución

de los precios cristalizó en E. H. Phelps-Brown y S. Hopkins, «Wage

rates and Prices: evidence for population pressure in the sixteenth century» (Económica, 24, 1957) y «Builders wage rates, prices and population (ibid., 26, 1959). «Problems of the formation of capitalism» (Past $: Present, 1956) [Traduc. castellana en Crecimiento y desarrollo, Barcelona, Ariel, 1964], de P. Vilar, y «D'Amsterdam á Seville: de quelle realité l'histoire des prix est'elle le miroir?» (Annales, 23, 1968), de M. Morineau, plantean un abanico más amplio de críticas. C. Ver: linden, «Mouvements- des prix et des salaires en Belgique au XvI* siécle» (Annales, 10, 1955) les atribuye influencias monetarias tales como la devaluación y la creación de sustitutos de papel más que a la afluencia de plata. Para compilaciones de datos sobre los precios, véase W. Beveridge, Prices and wages in England form the 12th to the 19th century (Londres, 1939); G. D'Avenel, Histoire économique de la proprieté, des salaires et de tous les prix en général (Paris, 1894-1926); E. Hamilton, American treasure and the price revolution in Spain, 1501-1650 (Cambridge, Mass., 1934) [Barcelona, Ariel, 1967]; N. W. Posthumus, Enquiry into the history of prices in Holland

(Leiden, 1946-65); J. E. Thorold Rogers, A history of agriculture and

prices in England (Oxford, 1866-1902), y C. Verlinden, Dokumenten voor de Geschiednis van Prijzen en Lonen in Vlaanderen en Brabant

XV-XVIII

Eeuw

(Brujas,

1959).

Bibliografía escogida CapríTUuLO

7:

LA

AGRICULTURA

361 EN

LOS

La historia agrícola se escribe

SIGLOS

XVI

generalmente

Y

XVII

como

parte

de las

historias nacionales, y se harán algunas referencias en capítulos sobre los diferentes países. Sin embargo, The agrarian history of Western Europe, 500-1850 (Londres, 1936) [Ed. castellana, Barcelona, Península, 1974], de B. H. Slicher van Bath, abarca todos los países, con una colección de estadísticas varias y algún útil comentario. Sobre las primeras mejoras agrícolas, es importante su artículo «The rise of intensive husbandry in the Low Countries» (E. H. Kossman y J. Bromley, comp., Britain and the Netherlands, vol. 1, Londres, 1960). E. Kerridge, The agrarian revolution (Londres, 1967) presenta fuertes argumentos a favor de una fecha temprana de la mejora agrícola en Inglaterra; enfoques más prudentes respecto al cambio agrícola inglés son los de J. Thirsk (comp.), The agrarian history of England and Wales, vol..1v (Cambridge, 1967) y E. L. Jones, «English and European agricultural development» en R. M. Hartvell (comp.), The Industrial Revolution (Oxford, 1970). J. A. Faber trata de «The decline of the Baltic grain trade in the second half of the seventeenth century» en Acta Historiae Neerlandica, vol. 1 (Leiden, 1966). Recientes estudios de la historia climática son los de G. Utterstróm, «Climatic fluctuations and population problems in early modern history» (Scandinavian Econ. Hist. Rev., 3, 1955), E. Le Roy Ladouire, «Histoire et Climat» (Annales, 14, 1959), y «Climat et récolte» (ibíd., 15, 1960); H. H. Lamb, The changing climate (Londres, 1966) y H. von Rudloff, Die Schwankungen un Pendelungen des Klimas in Europa (Braunschweig, 1967). La tesis de la «crisis general del siglo XVII» tiene sus exposiciones clásicas en R. Mousnier, Histoire générale des civilisations, vol. 1v, Les XVI* et XVII" siécles (París, 1954) [Ed. castellana: Historia general de las civilizaciones, publicado bajo la dirección de Maurice Crouzet, Barcelona, Ed. Destino, 1958 y ss. El tomo de Mousnier, cuarto de la serie, se titula Los siglos XVI y XVII. Progreso de la civilización europea y ocaso de Oriente (1492-1715)] y E. Hobsbawm, «The crisis of the seventeenth century» (Past and Present, 1954), incluido en el libro En torno a los orígenes de la revolución industrial, Buenos Aires, Siglo XXI Edit,, 1974. Este concepto de «crisis general» subyace en gran parte de los escritos franceses sobre historia económica, y se le ha dado de manera notable una nueva base en Séville et l'Atlantique (París, 1955-60), de H. y P. Chaunu, especialmente en el volumen vir, y en «Séville et la Belgique» (Revue du Nord, 1960), de H. Chaunu. A. D. Lublinskaya ha atacado algunos aspectos de sus argumentos en French absolutism: the critical phase, 1620-1629 (Cambridge, 1968), e I. Schoffer en «Did Holland's Golden Age coincide with a period of crisis?» (Acta Historiae Neerlandica, 1, Leiden, 1966). The Iron Century, 15501650 (Londres, 1971), de H. Kamen, es una exposición reciente e interesante de este período, particularmente útil por su apreciación de las tensiones sociales y las relaciones de clases.

362 CaríTULO

Ralph 8:

LA

REPOBLACIÓN

DE

Davis

AMÉRICA

El capítulo de E. E. Rich de la Cambridge economic history of Europe, vol. 1v (1967) [Ed. castellana citada] es una útil exposición general, aunque dedica demasiado espacio a la esclavitud. Las obras generales sobre la historia colonial normalmente dicen algo acerca de la emigración. Sobre la población colonial, E. B. Greene y V. Harrington, American population before the census of 1790 (Nueva York, 1932) reúne una masa de información, pero Population distribution in colonial America (Nueva York, 1936), de S. H. Sutherland, es más provechosa, pues suministra un ameno informe del curso del crecimiento demográfico en diferentes colonias y del movimiento intercolonial. J. T. Bridenbaugh, Vexed and troubled Englishmen (Oxford, 1968) examina los antecedentes de la primera emigración inglesa. Los capítulos iniciales de The atlantic migration, 1607-1860 (Cambridge, Mass., 1940), de M. L. Hansen, cubren el período colonial. Estudios especializados sobre la mano de obra bajo contrato son Colonists in bondage (Chapel Hill, N. C., 1947), de A, E. Smith, y Government and labor in early America (Nueva York, 1946), de R. B. Morris; y por parte francesa, Les engagés pour les Antilles (París, 1952), de G. Debien. The masters and the slaves (Nueva York, 1946), de G. Freyre, exposición sociológica general del Brasil colonial, presta mucha atención a los emigrantes y a su asimilación. The Atlantic slave trade (Londres, 1969), de P. D. Curtin, es una investigación muy completa de la envergadura de la emigración forzada a las Américas; he utilizado sus estadísticas para el cuadro de la página 149. Slavenhandlers en Slavenhandel (Amsterdam, 1937), de L. C. Vrijman, resume la historia del comercio holandés, y la Histoire de Vesclavage' dans les colonies frangaises (París, 1948), de G. Martin, hace lo mismo con el francés, aunque Nantes au XVII]+* siecle: l'ére des négriers, 1714-44 (París, 1931) es un estudio mucho mejor de su campo más limitado. No hay obra equivalente acerca del tráfico inglés de esclavos, pero los prólogos a los volúmenes de Documents illustrative of the history of the slave trade to America (Washington, 1931-35), de E. Donnan, serán útiles.

CAPÍTULO

9:

ESPAÑA

EN

DECADENCIA

Los trabajos de Chaunu, Elliott, Lynch y Vicens Vives enumerados en el capítulo 4 siguen siendo provechosos. La sociedad española en el siglo XVII (Madrid, 1967), de Domínguez Ortiz, es con mucho la mejor exposición general de este período. Ensayos que explican la decadencia económica de España son «The decline of Spain» (Econ. Hist. Rev,, 8, 1938), de E. Hamilton, incluido en El florecimiento..., antes citado, con el título: La decadencia española en el siglo XVII, págs. 121-135; «The decline of Spain» (Past and Present, 1961), de J. H. Elliott, y, para la última parte del siglo XvI1L, «The

Bibliografía escogida

363

decline of Castile: the last crisis» (Econ. Hist. Rev., 17, 1964) de H. Kamen. En los trabajos de E. J. Hamilton, War and prices in Spain, 1651-1800 (Cambridge, Mass., 1947) y «Money and economic

recovery in Spain under the first Bourbons, 170146» (Jnl. Mod. Hist.,

15, 1943) aparece su explicación de las peripecias económicas españolas en el siglo xvi. Entre las obras de valor sobre asuntos específicos, Aspects de la societé marchande de Séville au début du " XVII" siécle, de M. Moret, presta atención al comercio con Europa así como con América, y H. Kellenbenz, Unternehmerkráfte im Hamburger Portugal-und-Spanien Handel 1590-1625 (Hamburgo, 1954) muestra la importancia para España de sus relaciones comerciales con el norte de Europa. La population catalane de 1553 á 1717 (París, 1960), de J. Nadal y E. Giralt, es una minuciosa explotación de indicios sobre este tema. The army of Flanders and the Spanish road (Cambridge, 1971) [Ed. castellana: El ejército de Flandes y el camino español, Madrid, Revista de Occidente, 1976], de G. Parker, arroja nueva luz sobre la naturaleza de los problemas financieros

del gobierno

español.

CAPÍTULO

AMÉRICA

10:

LATINA:

LOS SIGLOS XVII Y XVIII

Los trabajos de Chaunu, Diffie y Gibson, enumerados en el capítulo 3, siguen siendo útiles para este período. W. W. Borah tiene un excelente estudio breve del siglo xvii en la New Cambridge modern history, vol. 1v (1970) [Ed. castellana: Iberoamérica 1610-1660, tomo IV, cap. XXIt1L, págs. 497-512]; su obra anterior, New Spain's century of depression (Berkeley, 1951) es más detallada. R. J. Morrissey, «Colonial agriculture in New Spain» (Agricultural Hist., 31, 1957) es un provechoso resumen. Una importante exposición general de la explotación de metales preciosos es la de M.. Bargallo, La minería y la metalurgia en América (Ciudad de Méxi-

co,

1955), que

presta

particular

atención

al avance

técnico.

Silver

mining and society in colonial Mexico (Cambridge, 1971), de P. J. Bakewells, impugna las tesis aceptadas de la depresión del siglo xvIt en la economía nrexicana; y Miners and merchants in Bourbon Mexico (Cambridge, 1971), de D. A. Brading, examina algunos aspectos de la nueva expansión de la industria minera en el siglo xvItt. M. F. Lang considera la relación de «New Spain's mining depression and the supply of quicksilver from Peru» en Hispanic American Hist, Rev., 68, 1968. Aparte de los de Chaunu, trabajos útiles sobre el comercio son Early colonial trade between Mexico and Peru (Berkeley, 1944), de W. Borah, y Trade and navigation between Spain and the Indies (Cambridge, Mass., 1968) [Ed. castellana: Clarence H. Haring, Comercio y navegación entre España y las Indias en la época de los Habsburgos, México, Fondo de Cultura Económica, 1939], de C. H. Haring,

al cual la obra

de Chaunu

no representa

enteramente.

Para el Brasil, Latin-American civilisation (Harrisburg, Pa., 1947), de B. W. Diffie, suministra un buen resumen del primer desarrollo. 24

364

Ralph

Davis

Las obras de C. R. Boxer, Salvador de Sá and the struggle for Brazil and Angola, 1602-1686 (Londres, 1952), The Dutch in Brazil (Oxford, 1957) y The Golden Age of Brazil, 1695-1750 (Oxford, 1962) contienen todas un examen detallado de desarrollo económico interno y de las rivalidades económicas. F. Mauro, Le Portugal et l'Atlantique, 1570-1670 (París, 1960) tiene que ver sobre todo con el comercio brasileño, y V. M. Gadinho, «Le Portugal: les flottes de sucre et les flottes d'or, 1670-1770» (Annales, 5, 1950) se centra en el cambio crítico de las relaciones económicas. CaríTULO La

11:

EL

historia

cialistas

en

CaptruLo

12:

DESARROLLO

económica

capítulos

del

DEL

IMPERIO

holandesa

Algemene

COMERCIAL

es estudiada

Geschiednis

HOLANDÉS

a fondo

der

por

espe-

Nederlanden,

vols. IV-VIII (Amberes, 1949-55). La literatura en otras lenguas aparte del holandés es muy escasa. Un útil estudio general es el de C. R. Boxer, The Dutch seaborne empire (Londres, 1969). El primitivo desarrollo holandés es tocado en el capítulo de M. Postan en la Cambridge economic history of Europe, vol. 11 (1952) y en The German Hansa (Londres, 1970), de P. Dollinger. V. Barbour, Capitalism in Amsterdam in the seventeenth century (Baltimore, 1950) contiene mucho material interesante, y C. Wilson examina el «Decline of the Netherlands» en Econ. Hist. Rev. (8, 1938). «Agriculture in the Low Countries, 1600-1800» (Int. Congress of Historical Sciences, Roma, 1955), de B. H. Slicher van Bath, completa el trabajo suyo aludido en el capítulo 6; A. E. Christensen, Dutch trade to the Baltic about 1600 (La Haya, 1941) es un estudio exhaustivo de los volúmenes y métodos del comercio, y N. W. Posthumus, Geschiednis van, de Leidsche Lakenindustrie (La Haya, 1933-39) es un excelente estudio de la rama de la industria textil que empezó a destacar en el siglo xvIr. J. C. Riermesma, Religious factors in early dutch capitalism (La Haya, 1967) analiza las sectas religiosas y su relación con la política estatal y la conducta económica. INGLATERRA:

LA

ISLA

APACIBLE

Tres estudios generales abarcan los siglos XvrI y xvI1: L. A. Clarkson, The pre-industrial economy in England, 1500-1750 (Londres, 1971); P. Ramsey, Tudor economic problems (Londres, 1963), y C. Wilson, England's apprenticeship 1600-1763 (Londres, 1965), que es, en conjunto, más detallado. P. Jeannin ha estudiado la experiencia inglesa desde otro punto de vista en L'Europe du nord-ouest et du nord aux XVll* et XVIII" siécles (París, 1969) [Ed. castellana: El Norte y Noroeste de Europa en los siglos XVII y XVIII, Barcelona, Labor, 1970]. T. P. R. Laslett, The world we have lost (Londres, 1965) es un examen original y provechoso de las tendencias sociales, aunque a veces da demasiada importancia a datos limitados; L. Stone,

Bibliografía escogida

365

«Social mobility in England, 1500-1700» (Past and Present, 1966) está lleno de ideas brillantes que esperan que se las investigue. La historia agrícola de este período está exhaustivamente estudiada por J. Thrisk (comp.), The agricultural history of England and Wales, vol. IV, 1540-1640 (Cambridge, 1967), pero E. Kerridge, The agricultural revolution, 1570-1670 (Londres, 1967) presenta una importante interpretación nueva de la primera historia del progreso agrícola. P. Ramsey ha dirigido una colección de ensayos acerca de The price revolution in sixteenth century England (Londres, 1971). Del gran número de historias de las diferentes industrias, ninguna abarca la gran industria lanera en su totalidad; pero la sobresaliente historia regional, Wilthshire woollen industry in the sixteenth and seventeenth centuries (Oxford, 1942), de G. D. Ramsey, aclara problemas de comercialización y organización que eran generales. The rise of the English coal industry (Londres, 1932), de J. U. Nef, es un sólido estudio, y en The Conquest of the material world (Londres, 1964) ha reeditado ensayos en los cuales llamó la atención sobre la rápida expansión de las industrias secundarias durante el período 1540-1640. J. W. Gough, The rise of the entrepreneur (Londres, 1969) resume la historia de varias industrias. English overseas trade in the centuries of the emergence (Londres, 1957), de G. D. Ramsey, es un excelente estudio general; W. E. Minchinton recoge varios de los ensayos clave para la interpretación moderna en The growth of English overseas trade in the seventeenth and eighteenth centuries (Londres, 1969), pero el artículo más importante trata de un período anterior: es «Commercial trends and policy in sixteenth century England» (Econ. Hist. Rev., 10, 1940), de F. J. Fisher. Commercial crisis and change, 1600-1640 (Carmnbridge, 1959), de B. E. Supple, es más que una exposición del comercio ultramarino y presenta un análisis excepcionalmente lúcido de las relaciones entre interés comercial, pensamiento económico y política económica, y The rise of the English shipping industry in the seventeenth and eighteenth centuries (Londres, 1962), de R. Davis, relaciona el comercio ultramarino con los problemas de transporte. Se enumeran obras sobre la banca y las finanzas en la bibliografía del capítulo 14, pero el excelente estudio de la deuda gubernamental, The financial revolution in England (Londres, 1957), de P. G. M. Dickson, merece ser mencionado aquí. E. M. Carus-Wilson (comp.), Essays in Economic History, vols. 1 y 511 (Londres, 1954 y 1962) ha compilado muchos de ¡os artículos más útiles escritos en el último medio siglo. CAPÍTULO

13:

FRANCIA:

EL

GIGANTE

INESTABLE

La nueva Histoire économique et sociale de la France, compilada por F. Braudel y E. Labrousse, proporciona en el vol. 11 (París, 1970)

una colección de estudios magistrales del período 1660-1789 que hace casi

superfluo

añadir

más

bibliografía.

Con

todo,

otro útil volumen

366

Ralph

Davis

general es el número especial de la revista Dix-Septieme Siécle (10-71, 1966) dedicada a la historia económica. La gran fuerza de la historia de la economía francesa reside en sus estudios regionales; son demasiado numerosos para enumerarlos todos, pero los particularmente útiles para este período son la obra maestra de P. Goubert, Beauvais et le Beauvaisais de 1600 á 1730 (París, 1960); M. Venard, Bourgeois et paysans au XVIl* siécle; le róle des bourgeois parisiens dans la vie agricole au sud de Paris (París, 1957); E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc (París, 1966); R. Baehrel, Une croissance: la Baisse Provence (fin du XVlI* siécle-1789 (París, 1961), y A. Zink, Azereix: la vie d'une communauté rurale á la fin du XVII siecle (París, 1969). Poco más es menester decir acerca de la agricultura, pero la contribución de J. Jacquart a Dix-Septieme Siécle (supra) es provechosa y breve. J. C. Toutain ha intentado construir una rela-

ción

estadística

del

crecimiento

de

la producción

sobre

la industria

agrícola

en

Le

produit de l'agriculture frangaise de 1700 á 1958 (París, 1958); E. Le Roy Ladurie le critica severamente en «Les comptes fantastiques de Gregory King» (Annales, 23, 1963). La historia industrial está mucho menos satisfactoriamente cubierta. H. Lapeyre, Une famille de marchands: les Ruiz (París, 1955) contiene un buen estudio de la industria linera del siglo xvr; P. Deyon

contribuye

con un útil artículo

en Dix-Septieme

Siécle (supra), y su Amiens: capitale provinciale (Paris, 1967) trata de un importante centro pañero. W. C. Scoville, The persecution of the Huguenots and French economic development, 1680-1720 (Berkeley, 1960) examina varias ramas de la industria, y P. Léon, La naissance de la grande industrie en Dauphiné (París, 1953) es un buen estudio de la metalurgia. J. Delumeau tiene un resumen del comercio ultramarino en Dix-Septiéme Siécle (supra); para más

información, el lector puede acudir a las historias de puertos, tales como deos,

las de R. Boutrouche, Histoire de Bordeaux, 1453-1715 1966); G. Rambert, Histoire du commerce de Marseille

IV-V1, Marsella,

1954-57), y M. Trocmé

(Bur(vols.

y M. Delafosse, Le commerce

rochelais de la fin du XVe* au début du XVIIl* siécle (París, 1952). Colbert and a century of French mercantilism (Nueva York, 1939), de C. W, Cole, examina la política comercial de los gobiernos durante el siglo xvIL

CAPÍTULO

14:

CAPITAL,

CRÉDITO

E INSTITUCIONES

FINANCIERAS,

El cambio y la banca del siglo xvI, y el papel de las ferias, están

examinados en La Banque á Lyon (Lyon, 1903), de M. Vigne, y en Génes et les foires de change: de Lyon á Besancon (París, 1960), de D. Gioffré, mientras que R. Ehrenberg elucida el papel naciente de Amberes en Capital and finance in the age of the Renaissance (Londres, 1928). El funcionamiento del sistema de intercambio está ilustrado en Une famille de marchands: les Ruiz (París, 1955), de M. La-

Bibliografía escogida

367

peyre, y en Lettres marchandes echangées entre Florence et Medina del Campo (París, 1965), de F. Ruiz Martín. R. de Roover, L'évolution de la lettre de change (París, 1953) es la obra clásica; J. M. Holden, History of negotiable instruments in English law (Londres, 1955) explica cómo la situación legal favorable

facilitó su proliferación en la Inglaterra dieciochesca. H. van der Wee,

«Anvers et les innovations de la technique financiére aux XvI* et XvII" siécles» (Annales, 22, 1967) muestra algunas diferencias respecto a las conclusiones de Roover. A. P. Usher, «The primitive bank of deposit, 1200-1600» (Econ. Hist. Rev., 4, 1934) lleva hacia la moderna banca; J. G. van Dillen, History of the principal public banks (La Haya, 1934) tiene un capítulo sobre cada una de ellas. Diferentes aspectos del desarrollo bancario en Inglaterra, el país donde más progresó en el siglo XvI1l, son examinados por R. D, Richards, The early history of banking in England (Londres, 1929), D. M. Joslin, «London private bankers, 1720-1785» (Econ. Hist. Rev., 7, 1954), y J. H. Clapham, The Bank of England (Cambridge, 1944). Las instituciones tratadas en H. Lithy, La banque protestante en France (París, 1959) tenían que ver principalmente con la hacienda pública, pero hay un útil estudio de la banca francesa en Braudel y Labrousse (véase capítulo 13). Las instituciones de la deuda pública son más examinadas en R. Carande, Carlos V y sus banqueros (Madrid, 1943-67); B. Schnapper, Les rentes au XV]I+* siecle: histoire d'un instrument du crédit (París, 1958), y P. G. M. Dickson, The financial revolution in England (Londres, 1967).

J. M.

Price recapitula una

larga controversia

histórica

sobre

la

creciente importancia de las letras de cambio en el comercio multilateral del siglo Xvr1 en «Multilateralism and/or Bilateralism» (Econ. Hist. Rev., 14, 1961), y S. E. Astróm en From cloth to iron: The Anglo-Baltic trade in the late seventeenth century (Helsingfors, 1963). History of interest rates (New Brunswick, N. J,, 1962), de S. Homer, arroja mucha luz sobre la relativa escasez de capital.

CaríTULO

15:

R. Pares,

estudio

LAS

COLONIAS

Merchants

general

and

TROPICALES planters

de los problemas

DE

AMÉRICA

(Cambridge,

1960), es el mejor

de los plantadores

de azúcar,

y

su A West India fortune (Londres, 1956) los ilustra con la larga experiencia de una sola familia en Nevis. L. J. Ragatz, The fall of the planter class in the British Caribbean (Nueva York, 1928) examina, y quizá exagera, sus dificultades en el siglo xvi. History of sugar (Londres, 1959), de N. Deerr, es una obra de gran alcance que hace posibles las comparaciones entre las zonas azucareras. R. B. Sheridan tiene un valioso estudio económico de todas las colonias antillanas en Chapters in Caribbean history (Londres, 1970). Sobre las diferentes colonias, trabajos útiles son los de F. W. Pitman, The development of the British West Indies, 1700-1763 (New Haven,

368

Ralph

Davis

1917); L. Dermigny, «St. Domingue aux 17e* et 18* siécles» (Rev. Historique, 204, 1950) (que resume trabajos desperdigados e inaccesibles de G. Debien); "L. P. May, Histoire économique de la Martinique, 4635-1763 (París, 1930); C. R. Boxer, The Dutch in Brazil, 1624-1654 (Oxford, 1957); y F. Mauro, Le Portugal et V'Atlantique au XVITIe siécle, 1570-1670 (París, 1960).

CarítTuLo

16:

Las

COLONIAS

CONTINENTALES

BRITÁNICAS

La historia económica de la América colonial, que atención en la primera parte de este siglo, ha sido

olvidada en los últimos

años, y quedan

aún muchas

atrajo mucha relativamente

lagunas, mien-

tras muchos buenos trabajos se limitan a determinadas colonias, y son por consiguiente de interés demasiado restringido para ser mencionadas aquí. El monumental trabajo The British Empire before the American Revolution (vols. 11 y 111, Nueva York, 1960), de L. H. Gipson, incluye una detallada descripción de la actividad económica de las diferentes colonias a mediados del siglo xvIH1. La historia general más útil es la de C. P. Nettels, The roots of American civilisation (Londres, 1963); S. C. Bruchey, The roots of American economic growth, 1607-1861 (Londres, 1965) es trivial pero tiene algunas ideas sugestivas. Estudios regionales útiles son los de P. A. Bruce, Economic history of Virginia in the seventeenth century (Nueva York, 1907), W. B. Weeden, Economic and social history of New England, 1620-1789 (Nueva York, 1890); y D. E. Leach, The northern colonial frontier (Nueva York, 1966). L, C. Gray, History of agriculture in the Southern United States to 1860 (Nueva York, 1941) es una obra muy extensa. M. Harris hace un estudio de gran alcance en The origins of land tenure in the United States (Ames, lowa, 1053). El reciente y detallado análisis de la historia de la tierra de una pequeña comunidad, Four generations: population, land and family in colonial Andover, Mass. (Londres, 1970) es extremadamente valioso y formula nuevas preguntas. Importantes estudios sobre los mercados coloniales son los de J. M. Price, «Economic growth of the Chesapeake and the European market, 1697-1775» (Jni. Econ. Hist., 24, 1964) sobre el tabaco, y W. Sachs, «Agricultural conditions in the colonies before the Revolution» (Jn1. Econ. Hist., 13, 1953) sobre el abastecimiento de las

ciudades.

Dos excelentes

volúmenes

sobre el crecimiento

de la ciu-

dad y la actividad económica, de C. Bridenbaugh, son Cities in the wilderness (Nueva York, 1960) y, especialmente, Cities in revolt, 17431776 (Nueva York, 1955). History of manufactures in the United States of America (Washington, 1929), de V. S. Clark, abarca el período colonial en el vol. 1. No hay un buen estudio general del comercio desde el fin de dicho período. R. Davis, «English foreign trade 1700-1774» (Econ. Hist. Rev., 15, 1962) esboza la estructura del comercio colonial y su impacto sobre Gran Bretaña. Se puede ob-

Bibliografía escogida

369

tener mucho esclarecimiento de las historias de las casas comerciales, tales como The Browns of Providence plantations (Cambridge, Mass., 1952). de J. B. Hedges, Beekmans of New York (Nueva York, 1956), de P. L. White, y Messrs. William Pepperell (Ithaca, N. Y., 1954), de B. Fairchild. El comercio antillano está estudiado en Yankees and creoles (Londres, 1956), de R. Pares. El efecto de la legislación británica sobre el comercio e industria americanos es el tema de The Navigation Acts and the American Revolution (Filadelfia, 1951), de O. M. Dickerson, y la reciente controversia acerca de los efectos económicos de las Actas de Navegación está resumida en «The new economic history and the burdens of the Navigation Acts» (Econ. Hist. Rev., 24, 1971), de G. M. Walton.

CAPÍTULO

17:

FRANCIA

E INGLATERRA

EN

EL SIGLO

CAPÍTULO

18:

FRANCIA E INGLATERRA: CRECIMIENTO Y REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

XVXII INDUSTRIAL

En Inglaterra, el siglo anterior a la Revolución industrial siempre ha atraído el interés de los historiadores de la economía, y la literatura es muy abundante; en Francia, sin embargo, ha recibido menos atención que los dos siglos precedentes. La mejor exposición de conjunto, para Francia, es de nuevo la Histoire économique et sociale de la France, vol. 11 (París, 1970), de F. Braudel y E. Labrousse (comp.). La France aux XVIl* et XVIII" siéctes (París, 1970) [Ed. cast. Francia en los siglos XVII y XVIII, Barcelona, Labor, 1973], de R. Mandrou, es también útil. Obras generales buenas para Inglaterra son T. S. Ashton, The eighteenth Century (Londres, 1955) y Economic fluctuations in England, 1700-1800 (Oxford, 1959); y C. Wilson, England's apprenticeship, 1600-1763 (Londres, 1965). Este siglo ha sido objeto de algunos estudios estadísticos, señaladamente los primeros capítulos de P. Deane y W. A. Cole, British economic growth 1658-1959 (Cambridge, 1967); J. Marczewski, «Some aspects of the economic growth of France, 1660-1958» (Economic Development and Cultural Change, 1961); y P. Léon, «L'industrialisation en France en tant que facteur de croissance économique du début du xviHe siécle á nos jours» (Int. Conference of Economic History, Stockholm, 1960). D. V. Glass y D. E. C. Eversley, en Population in history (Londres, 1965) recogen varios ensayos sobre historia demográfica inglesa y francesa, Volviendo a sectores específicos, la historia agrícola inglesa está resumida por J. D. Chambers y G. E. Mingay, The agricultural revolution in England, 1750-1880 (Londres, 1956), y E. L. Jones ha recogido una serie de importantes artículos recientes en Agriculture and economic growth in England, 1650-1815 (Londres, 1967). Los antecedentes del cambio en la industria algodonera son examinados

370

Ralph

Davis

detalladamente por A. P. Wadsworth y J. de L. Mann, The cotton trade and industrial Lancashire, 1600-1780 (Manchester, 1931), en tanto que el más reciente The early factory masters (Newton Abbot,

1967) de S. D. Chapman ha demostrado la importancia de sus orígenes en el norte y centro de Inglaterra. R. G. Wilson, Gentlemen

merchants, 1700-1830 (Manchester, 1971) muestra cómo las formas de relación entre comerciantes y productores en el Yorkshire favorecieron la concentración allí de la industria lanera durante el siglo xvi. El mejor estudio de las industrias del metal es el de W. H, B. Court, The rise of the Midland industries (Oxford, 1938). R. Davis, «English foreign trade, 1700-1774», Econ. Hist. Rev., 15, 1962)

analiza las estadísticas y trata de sus implicaciones.

E. Labrousse, La crise de l'économie francaise á la fin de l'Ancien Régime et au début de la Révolution (París, 1944) [Muy parcialmente traducido en Ernest Labrousse: Fluctuaciones económicas e historia social, Madrid, Ed. Tecnos, 1962, págs. 337-459] es un análisis so-

berbio de la economía

agrícola. En cuanto

a la industria

francesa,

los libros mencionados en el capítulo 13 siguen siendo útiles, y pueden ser complementados con P. Dardel, Commerce, industrie et navigation á Rouen et au Havre, au XVIII: siecle (Rouen, 1966), B. Gille, Les origines de la grande métallurgie en France (París, 1947), y T. J. Markovitch, «L'industrie lainiére francaise au début du XVIII" siéecle» (Rev. d'Histoire Econ. et Sociale, 46, 1968). El volumen Iv de F. Lacour-Gayet (comp.), Histoire du commerce (París, 1951) es una

útil exposición.

Hay innumerables trabajos sobre la Revolución industrial en Inglaterra, la mayoría de los cuales prestan una gran atención a los primeros antecedentes que constituyen el tema de estos capítulos. Descuellan entre ellos el clásico The industrial Revolution of the eighteenth century (Londres, 1928) [Ed. cast., La revolución industrial en el siglo XVIII, Madrid, Aguilar, 1962], de P. Mantoux; el penetrante análisis de D. Landes en su capítulo de la Cambridge economic history of Europe, vol. vi (1965), y The first industrial nation (Londres, 1969), de P. Mathias, que es el mejor de los libros de texto modernos. A. E. Musson y E. Robinson, Science and technology in the Industrial Revolution (Manchester, 1969) incluye mucho material interesante. El capítulo final debe mucho al excelente estudio de F. Crouzet, «Angleterre et France au xvri* siécle: analyse comparée de deux croissances économiques» (Annales, 21, 1966), el cual me incitó a pensar mucho, si bien al final discrepé algo.

INDICE

DE

NOMBRES

Acapulco, 178 Acta de la Moneda, 314 Acta Navegación, 209, 211,

313, 314 Africa, 7,8, 10, 12, 18, 20, 58, 69, 73, 163, 183, 186, 190, 265, 300, 342 Agrarian History

portuguesa, 288,

312,

13, 14, 15, 16, 17, 84, 106, 149, 151, 203, 204, 227, 230, of

England

and

Wales, 1540-1640, 215 agricultura, 120-138 passim Aix-en-Provence, 123 Alba, duque de, 85, 86, 87

Albany, 297, 301 alcabala, 76, 79, 80, 81

Alemania,

1,

23,

36,

37,

38,

39,

43,

100, 118, 153, 205, 207, 213, 224, 342

Algarve, 9, 16 Alleghanys, 297, 304, 305

algodón, 147, 187, 190, 192, 286-288, 333, 339, 312-347

Almadén, 59 Alpes, 36 Alta Edad Media, 27 Amazonas, río, 189, 190,

278-280,

191

Amberes, 28, 33-43, 73, 77, 84, 87-89 población, 104, 107, 116, 194-196, 207,209, 227-229, 246, 247, 263, 266 América,

5,

17,

18,

44,

46-50,

53-55,

58, 62, 68, 70-76, 84, 89, 98, 100, 106, 110, 176, 182, 183, 189, 198, 203, 204, 211, 228, 257, 274-288 passim, 316 descubrimiento

84, 87, 97

de,

4,

18,

21,

82-

colonización de 91, 93-95, 139-157 passim inglesa, 3,95, 139-157 passim, 189, 289-315 passim, 316 francesa, 139-157 passim latina, 4463 passim, 173-193 pas-

sim

norte,

3, 89, 90, 91, 139-157 passim,

185, 189, 203, 266, 289-315 passim, 333, 336

139;

Brasil

véase

también

sur, 5, 4463 passim, 97, 150 española, 3, 6, 43, 4463 passim,

65, 70-73, 76-79, 81, 227, 249, 338 Estados Unidos, 3 revolución, 139, 275, 289, 291, 294, 299, 303, 306, 308, 312, 313, 320

Declaración de Independencia, Amsterdam, 38, 41, 100

316

población, 104, 106, 130, 196-201, 205, 206, 208, 209, 212, 227, 257, 266, 269, 270 Amsterdam, Banco de, 269, 270, 271, 272 Anatolia, 16 Andalucía, 16, 24, 64, 65, 67, 68, 69, 75, 79, 164, 253 Andes, 44, 61, 179, 187 Angola,

151,

203

Anjou, 242, 244, 247 Antigua, 147, 277 Antillas, 95, 97, 139, 141, 143-146, 149, 151, 152, 185, 186, 190, 203, 228, 248, 266, 274, 277, 279-281, 283, 285, 288, 289, 296, 298-301, 311, 312, 336, 342 Aragón, 20, 64, 65, 68, 70, 74, 137, 153, 171 Arabia, 285 Arequipa, 6l

Arguín,

Arica,

61

12, 14

Arkwright, nada

343, 345

Armada

máquina

por

agua

Invencible,

Armentiéres,

37

Arnemuiden, Arras, 37

continua accio-

(invento

de),

171

194

Asia, 16, 33, 73, 84, 87, 88, 89, 95, 106, 107, 204, 211, 227, 228

asientos,

Asturias,

Atahualpa,

342,

77

74, 169 49

94,

372

Indice

Atlántico, 65, 72, 82-84, 87, 89, 92, 99, 144, 159, 170, 178, 201, 228, 295, 310, 322 economía, y Portugal,

5, 44 7-20 passim

islas, 7-9, 11, 13, 16, 36, 151, 189, 298 y Europa occidental, 82-97 passim y España, 100, 159, 163, 168, 169 Austria, los, 37, 64, 73, 74, 81, 98, 100, 120, 159, 163, 172, 194, 196, 197 Austria, 39, 42, 75, 153, 196

Auxerre, 250 Avalon península, 92 Aveiro, 35 _Avis, dinastía de, 9 Axim, 203 Azores, 10, 11, 15, 17, 84 Aztecas, véase México azúcar, 13, 16, 146-147, 150,

151,

185,

187, 189-193, 201, 202, 212, 226, 229. 257, 274-288 passim, 291, 293, 302, 310-314, 336, 337

Bahamas,

Bahía,

Baja

51

190, 192, 257, 280

Edad

Media,

27,

36,

125,

136, 221, 233, 234, 244, 267

Balcanes,

8, 15

126,

:

Báltico, 24, 35, 37, 39, 40, 67, 88, 99, 128, 131, 194, 199, 203, 205, 209, 211, 257, 258, 266 comercio,

6, 33,

130,

195,

196,

198,

200, 201, 210, 227, 229, 244, 247, 248 Baltimore, 292, 293, 304, 310

Banca Banco

2711

Banque

de Empréstito Municipal, 272 de Cambio de Estocolmo, Royale

de

Francia,

271

Barbados, 94, 140, 141, 146, 147, 150, 151, 276, 277, 278, 281, 283, 287, 288, 311 Barcelona, 9, 40, 64, 78, 187 Bayona, 248 Beaune, 250 Beauvais, 242, 256 Beckford, Peter, 282

Benin,

15

Benin, golfo de, 151 Bergen-op-Zoom, 41 Berkshire, 223 Berry, 334 Berthollet, procedimiento Biafra, golfo de, 13, 15

Blanco,

cabo,

Blasco Núñez,

Bojador, cabo, Bolivia, 63, 188 Bonny, río, 15

Borgoña,

Boston,

12

56

11, 12

196, 234, 245, 323

297, 299-302,

305, 308, 310

Brabante, 37, 39, 108, 109, 194, 253 Brasil, 5, 17, 18, 40, 83, 84, 89, 91, 106, 139, 149-151, 154, 156, 157, 188-193, 203, 211, 228, 275, 276, 278, 280, 281, 283-285, 287 Bremen, 195, 200 Bretaña, 36, 238, 242, 247 Bretón, cabo de, 92 Bridgwater, Canal, 322

Brill, 196 Bristol, 84, 88, 144, 302, 305 Brouage,

247

Brujas, 32, 34-36, 196, 265

38-42,

Bruselas, 104 bucaneros, 185 Buenos Aires, 61,

287

Leyes de (1512-1513),

Buriticá,

72, 73,

174

183

caballeros, 166 Cabo de Buena Esperanza, Cabo Verde, 15 Cabral, 18

Cádiz,

194-

173, 179, 187, 281,

Burdeos, 35, 247, 248 bloqueo, 247, 251 Burgos, 66, 72, 265

17, 264

20, 42, 65, 71, 72, 257

Caimanes, islas, 311 Calabria, 16 California, 49 calvinismo, 197, 206, 207 cambio exterior, 34 Cambrai, 242 Cambridge, 1, 124 Campeche, 177 Canal Canal

345

nombres

bibliografía, 6, 348-365 Bilbao, 64, 65, 69 Birmingham, 226, 322, 332, 334

Canadá,

de,

de

93, 157, 296, 298, 301

de Orleans, 323 des Deux Mers, 323

Canarias, islas, 7, 10, 16, 17, 19, 20, 51, 53, 72, 84, 275 descubrimiento de, 7 conquista

de,

51

Indice

de

373

nombres

cantábricos, 65, Cape Cod, 296

68,

capitalistas,

27,

69,

75,

105,

138

capital, 22, 26, 28, 118, 134, 202, 209, 212, 230, 242, 253-273 passim, 282, 286, 287, 295, 305, 309, 339, 340 26,

30,

32,

113,

177,

190, 206, 217, 240, 246, 253, 254, 255, 321, 324-326 Carande, 65 caravelas, 12 Caribe, islas del,

5,

18,

44,

45,

47,

63, 71, 82, 83, 86, 89, 91, 97, 139, 150, 152, 157, 174, 185-188, 203, 274, 2:78281, 299, 302, 310-312, 337 Carlos I (Inglaterra), . 230 Carlos II, rey de Inglaterra, 154, 231 Carlos

V, rey de

España,

42, 51, 56,

64, 72-74, 76-78, 107, 108, 163 Carolina, 145, 147, 149-151, 285, 293, 294, 297, 300, 302, 303, 305, 307, 312, 313 Cartagena, 169, 178 cartografía, 33 Casa de Contratación,

Castilla, 9, 14, 19, 44, 46, 48-50, 64-69, 105, 110, 129, 137, 171, 172, 188, 232, catalanes, Cataluña,

7, 33 64, 74,

172, 247, 344

Cateau-Cambrésis,

71,

105,

tratado

católicos, 73, 86, 89, 208, 230, 231, 235, 340

154,

censatarias, 215, 218 cereales, 5, 9, 13, 23-26,

158, de,

197,

164, 98

207,

154-157, 192, 296

comercio sim comercio comercio

151, 300

a crédito,

pieles,

Compagnie

des

92, 93, 140, 142,

Indes

Orientales,

Compañía

de

Aventureros

Compañía Compañía

de de

Guinea francesa, 186 la Bahía de Hudson,

res de Londres, 229, 230 Compañía de Caracas, 261 298

123,

125-131,

passim,

140,

33, 253-273

pas-

a larga distancia, de esclavos, 12,

32, 34 53, 150,

Mercade-

:

Compañía de la Bahía de Massachusetts, 294, 297 Compañía de las Indias Occidenta-

les, 203 Compañía de las Indias 202-204, 228, 265, 272 Compañía

187, 272

del

Mar

Orientales,

del

Sur,

Compañía Holandesa de las Orientales, 272 Compañía Inglesa de Africa, Comuneros, 73 Congo, 151

186, Indias 261

295, 299, 301

Consejo para las Plantaciones tranjeras (inglés), 146 Constantinopla, 8, 15, 16 conversos, 68, 70 Corbie, 75

Córdoba, 69, 70, 187 Corso, 85-87, 89, 90, 252

155,

Cortes, las, 74, 80, 108 Cortés, Hernán, 44, 46-49,

82

135, 143, 168, 195, 201-202, 205, 209, 219-221, 236-240, 247, 249-251, 291, 309, 318-330 clima, 4, 5, 122, 123, 135-137, 140, 153, 164, 165, 236, 250, 319, 320 Colbert, 233, 243, 245, 246, 248, 323, 339 Colombia, 49, 58, 150, 174, 187, 188 Colón, Cristóbal, 4, 18-21, 44, 47, 48, 62, 72, 82, 91, 139 Colonia, 34, 39, 201 colonización, 71, 82-97

de

228, 296-298, 300, 310

Connecticut,

84

20, 23, 24, 26, 29, 73-76, 80, 81, 100, 158, 159, 163-167, 233, 239, 247

75,

comercio

Ex-

185,

201,

51-53,

62,

Costa de Oro, 14 Courtrai, 27 Covilha, Pedro de, 17 Cracovia, 39 Crisis general del siglo XvII, 120; véase también agricultura cristianismo, 7, 19, 47, 50, 65, 68, 73,

166

cuadros, 5 población, 140, 141, 290 importaciones de esclavos, producción azucarera, 281

exportaciones

cuáqueros,

144

149

de las Antillas,

Cuba, 44, 47, 49, 279, 281, 284 Cuenca, 69

150,

Cunningham, William, Curacao, 185, 186, 203 Cuzco, 45, 46

286

187, 276, 278, 1

374

Indice

Champaña, 242, 243, 334 Charcas, 59 Charente, 250 Charleston, 294, 305, 308 Charles Town, 302 Chesapeake, bahía de, 91,

9%,

289, 291

257,

Cheshire, 221, 322, 333, 346 Chester, 322

Chile, China,

44, 178, 179, 187 173, 178, 224

Danzig, Dávila,

Dee, 322 Delaware,

152, 301

Delfinado, 237, 242, 245, 254 Delft, 37, 196, 204, 206 Derbyshire, 333, 343 Devon, 223, 224, 331 diamantes,

Domínguez, 265 Dominica, islas

286 Dorchester, Dordrecht, Dort,

Dublín,

148,

275,

279,

conquista de México, 44 conquista de Perú, 44 conquista de Puerto Rico, y Jamaica, 44, 47

relaciones hispano-indias,

revueltas

12

223, 331

East India Company

inglesa,

Ecuador, 150 Edad Media, 38, 64, 101, 195, 225, 229, 261, 263 Eden, tratado de, 344 El Cairo,

264

132,

136,

de

Portugal

75

Cuba

49 55

y

51, 55, 61, 181, 183

encomienda, 51, 55-57, 179, 180 Enkhuizen, 38, 196 Enrique IV, 234, 235 Enrique VIII, 85, 108, 220, 225, 230 Enrique el Navegante, 11, 12, 17 Escalda, 37, 39, 88, 194 Escandinavia, 23

75 Catalu-

ña, 75 hambre y plagas de 1595-1602, 81 Tratado de Medina del Campo, $84 población, 103-108 . precio de los cereales, 109-111, 115

expulsión de los moriscos,

agricultura,

121,

122,

124,

Oficina del Real Giro, 269 Española, La, 44, 47, 49-51,

14, 15, 203 227 '

encomenderos,

de Nápoles,

135, 137

16, 41

Eldorado, 58 Elkton, 302

Elmina, Emden,

pas-

revuelta de los Países Bajos,

Gil,

16

43, 44-63

Leyes nuevas, 56, 183 virreinato de Nueva España, siglo xvI, 64-81 passim Inquisición, 68, 167, 190

9%

East Anglia,

Egipto,

4, 18

sim, 65, 67, 69, 173-193 passim

revuelta Eanes,

3, 118

de América,

Islas Canarias, 7 Imperio americano,

96 39, 41, 196, 206

227

54, 59-67, 69-74, 76-83, 98-100, 112, 117, 118, 157-160, 162, 163, 165, 174, 176, 177, 182, 186, 201, 206, 208, 214, 232, 246-248, 254, 256, 258, 279, 298, 299, 309, 310,

declive de la economía,

17, 18, 19

de,

co, 14 Esmirna, 16 España, 3,4, 7, 17-20, 23-27, 29, 35-37,

descubrimiento

193, 194

Díaz, Bartolomé, Dinamarca, 205

nombres

esclavos, africanos, 5, 53, 59-61, 69, 73, 147, 150, 151, 174, 183, 184, 186, 187, 189, 203, 257, 278, 279, 281-288, 289, 298, 300, 311 Escocia, 37,64, 154, 220, 268, 292, 338 Esmeralda de Situ Orbis, de Pache-

40-42, 50, 52, 85, 86, 88-92, 131, 132, 139, 166, 168-172, 187, 189, 197, 235, 238, 243, 261, 266, 267, 332, 338, 342

25, 31, 195, 197, 200 52

de

185, 186, 279, 284

Especias, islas de las, Essex, 132, 220

Estocolmo, Banco de,

Europa,

62, 86, 116, 160, 183, 203,

8, 13,

16,

63, 65, 67, 68, 88, 92, 94, 95, 119, 125, 131, 161, 166, 169, 185, 187, 188, 204, 209, 210,

116

128-130, 53,

91,

202, 257 271

19, 53, 54, 58, 60,

70, 73, 74, 77, 83, 98, 101, 104, 115, 138, 141, 152-155, 172, 173, 177-179, 190, 195, 198, 201, 213, 214, 224, 227,

Indice

de

375

nombres

233, 238, 257, 263, 265, 267, 269, 274, 275, 278, 279, 281, 282, 287, 294-296,

208, 303, 304, 309, 311, 313, 314, 316, 317, 337

relaciones

historia,

4

con

las

colonias,

hegemonía económica, peste negra, 103

población, Este,

3

4

peste,

3,

2143

78,

164

Falmouth, 86 Felipe II, rey de Fernando

de

Fernando

Poo,

68, 70

64, 73-77,

España,

80, 85, 162, 196, 231, 232 Aragón,

20, 50, 64, 66,

15, 17

feudalismo, 52, 56, 171, 177, 183, 230 Filadelfia, 297, 299, 302, 308 Filipinas, 196, 276 Finlandia, fisiócratas, flamencos,

226, 265

Flandes,

136, 199 320 33, 37,

16,

41, 69, 74, 224, 254

Florencia,

Florida,

Focea,

23,

77,

70,

27,

108,

71,

32,

116,

35,

77, 37,

194,

169, 38,

196,

9

16

89, 91, 93, 95

.

Francia, 1, 3, 4, 19, 24, 25, 27-30, 35, 36, 42, 43, 67, 68, 77, 82, 83, 85-87, 89, 91, 92, 98-100, 108, 109, 159, 161, 163, 166-168, 171, 197, 199, 200, 205, 208, 213, 214-216, 224, 225, 232, 233, 236-238, 242, 245, 247, 251, 253, 255, 256, 258, 261, 263-267, 270, 272, 279, 280, 284, 288, 301, 311, 314, 316, 319, 320, 326, 328, 330, 338-340, 342-344 guerra

de los Cien Años,

población, 322, 327

101-106,

revuelta católica, precio del trigo,

salarios,

112-118

317,

107 110, 111

23

318,

313

Revolución 1789, 344 vías fluviales, 322, 323

82-97 passim, 100, 111, 120-122, 124, 129, 136, 158, 159, 163-165, 194, 197, 198, 205, 212, 215, 223, 256, 266, 271

Exeter, 88 Extremadura,

234, 235, 239, 252, 313

Paz de París,

passim,

235,

234, 249-250

hambre,

Norte, 9, 118, 199, 212, 280, 285 Sur, 7,137, 159, 228, 293, 332 Occidental,

121, 122, 125-135, 138 139, 140, 142, 145, 149,

157; véase también América colonias, 145-147, 150, 156 revuelta de la Fronda, 211,

250

105-110

24

agricultura, en América,

321,

carreteras, crecimiento ssim

revolución

323, 324 industrial,

industrial,

ssim aranceles de 1664, 335 Franco Condado, 323 Frankfurt, 34, 39, 201 Frisia, 37 gabelle, 134 Gales, 220, 233 Gama, Vasco de, Gambia, 151

ganadería,

301-316

pa-

17, 18

131, 132, 135, 318

labranza

convertible,

250

Gante, 104 Garona, cuenca

Génova, 107

331-347 pa-

del,

124, 125, 221,

323

9, 16, 34, 40, 64, 72, 73, 106,

Georgia, 294 90, 91, 93 Gilbert, Humphrey, Glasgow, 292, 305 Gloucestershire, 223, 331 Granada, 19, 20, 48, 69 Granada, islas de, 275, 279, 286 Gran Bretaña, 93, 213, 279, 283, 285, 286, 316-330 passim en América, 289-315 passim Acta de la Melaza, 312 Decreto sobre la moneda, 306, 308, 314; véase también Ingla-

terra. Grandes Lagos,

29

Grano, costa del, 14 Granville, Lord, 305 Gravelines, 75 Grenoble, 257

Growth

of

English

industry

commerce (Cunningham), Guadalquivir, valle del, 67

1

and

376

Indice

Guadalupe, 145, 147, 148, 257, 277, 279, 283 Guanajuato, 188 Guayana, 97, 277, 283, 285 guerra, 4, 23, 41, 76, 122, 155, 159164, 171, 201, 227, 231, 232, 234, 235, 240-244, 247-252, 278-280, 297, 299, 312-314, 317, 331 Guerra de los Cien Años, 23, 233 Guerra de los Siete Años, 153, 342 Guerra de los Treinta Años, 120, 209, 227, 263 Guerra de Sucesión, 171 guerras campesinas (1525), guerras napoleónicas, 189

Guinea,

43

16, 19, 84, 186, 203

Gutenberg,

22

332

Hamburgo,

38,

100,

195,

212, 227, 257, 269, 270, 271

Histoire France

166, 167, 171

Holanda, 129, 131, 204-208, 254, 261,

des classes (Lavasseur),

27, 132, 210, 263,

holandeses,

41,

197,

200,

de

las

Indias

de

las

Indias

tales, véase Holanda, jos

Hoorn,

22

204

Iglesia, 51, 55, 57, 65, 68, 76, 80, 139, 164, 180, 181, 183, 184, 207, 216, 304, 340

Imperio bizantino, 15 Imperio otomano, 23 poderío otomano, 35 imprenta, 22 Incas, véase Perú

véase Indias occidentales occidentales, 48, 56, 82,

en

76,

85-91,

Orienta-

Occiden-

Países

Ba-

Huddersfield, 334 Hudson, 96, 144, 148, 203, 295, 297, 301, 312

83,

Indias orientales, 201, 206, 260 Indico, océano, 12, 17, 40-42, 83, 98,

100, 107, 202, 212, 230

Indios

38

Hordschoote, 243 Hornos, cabo de, 187 Huancavelica, 59, 175

Ibérica, península,

sim,

96, 97, 99-101, 107, 109, 117, 118, 125, 147, 158, 162, 169, 171, 175, 185-187, 190, 220, 221, 243-245, 247, 248, 252, 253, 257, 260-262, 272, 274, 276, 280. 288, 294, 312, 334-336 imperio comercial, 194-213 passim guerra anglo-holandesa, 211 Compañía les, 260 Compañía

156, 225,

humanismo renacentista, Humber, 322 Hungría, 36

Indios

ouvriétres 1

70,

154,

85, 96, 173, 201, 260, 264, 265

37, 43, 67, 99, 100, 120, 159, 194, 196, 197, 202, 211, 213, 224, 228, 253, 269, 319, 340

35-39,

145,

226, 235, 251, 332, 336, 340 Hull, 83

Indias, Indias

Hansa, 195, 196 Hargreaves, 342, 343 Hawkins, William, 84, 85, 86

hidalgos,

85, 86,

nombres

India, 14, 15, 17, 18, 35, 46, 82, 202, 228, 257.

Haarlem, 196, 205, 206 hacienda, 180, 181, 184 Hakluyt, Richard, 88, 155

Halifax,

hugonotes,

de

(Latino

173,

América),

175, 177,

179-184,

(Norteamérica),

142, 152, 302, 312

Indonesia, Inglaterra,

274-277,

189,

92,

289,

228 1, 3, 4, 16,

44-63

95,

292,

pas-

191

139-

295-298,

19, 23, 26, 27,

29, 34-36, 38, 42, 43, 46, 64, 82-97, 98-100, 109, 112-117, 134, 159, 163, 167, 170, 205, 208, 212-234, 239, 247, 249, 252-255, 258, 261-264, 266-268, 272, 273, 275, 278, 279, 284, 316-330, 331-347 Revolución Industrial, 4, 5, 316, 317, 331-347 passim Tribunal del Pan, 129 tasas, 132

en América, Actas

de

139-157 passim

Navegación,

288, 312, 313, 337

209,

211,

guerra anglo-holandesa,. 211 sistema de industria del carbón,

28

industria lanera, 32 relaciones con España, 86 población, 101-108, 317-319 precio de los cereales, 110, 111, 118 salarios, 112-118 agricultura, 121-132, 136-138

campos abiertos,

217, 221, 319

Indice

de

371

nombres

Parlamento,

230, 231, 271, 293, 308

guerra civil, 222, 226, 231, 232 vías fluviales, 322

crecimiento industrial, ssim

industria algodonera, 347 embargo de 1678, 335

231-347 pa-

333, 338, 342-

Tratado de Eden, 1786, 344; véase también Gran Bretaña Inglaterra, Iglesia de, 231, 340 Inglaterra, Banco de, 265, 269, 271, 272 Inquisición, véase España instituciones financieras, 253-273 pa-

ssim Irlanda, 90, 131, 146, 156, 220, 288, 332, 338 Isabel I, 80, 90, 225, 230, 232 Isabel

de

66, 68, 70

Islandia,

Castilla,

226,

20, 23, 46, 50, 64,

136

Italia, 23, 33, 34, 48, 64, 68, 70, 74, 75, 88, 99, 100, 104, 106, 163, 201, 205, 225, 244, 246, 265, 266, 269 Itinerario (Linschoten), 202

Jacobo I, 231 Jacobo II, 222, 231 Jafa, 16 Jamaica, 44, 47, 91, 147, 148, 185, 275,

276, 279, 280, 281, 282, 285, 286

Japón, 19, 44 Java, 202, 276 John Cabot, 84 Juan 1l, rey, 17 judíos, 68

conversos,

juros,

Kampen, 39 Kay, lanzadera King, Gregory,

King's

Lynn,

volante 239

de,

25, 195, 200

laboureurs, Labrousse, La Habana, Lancashire, Lancaster, Languedoc,

241 215 168, 178, 185 343, 346 302 237, 242, 245,

337

332, 338

322

Kónigsberg,

251

Lavasseur, 1 lavrador, 284 Law, John, 252, 271 Leeds, 332

Leiden,

37, 104, 196, 205, 206, 243

Leipzig,

Le Mans, Lemberg,

Lepanto, letras de

212

242 39

75 cambio,

34,

266-271,

291, 302, 310, 311 Levante, 100, 229, 260, 265 Leyes

Nuevas

(1542),

Liége, 225 Lieja, 28, 34, 40 Liga Hanseática, Lille, 37, 104 Lima, 55, 61, 178 Lincoln, Liorna,

288,

183

35, 36, 39, 195

221 88, 89, 197

Lisboa, 19, 42, 82, 89, 104, 106, 201, 257, 280, 281 Liverpool, 292, 308 Livonia, 195 Loing, 323

Loira,

123, 132, 236, 240, 322, 323

Lombe, hermanos, 333, 345 Londres, 33,35, 39, 41, 72, 84 mercaderes, 85-91, 93, 95, 96, 100

población, 104, 106, 128, 141, 144, 197, 205, 207, 225-227, 257, 266, 270, 271, 299, 302, 307, 308, 310, 332, 333

129, 212, 288, 321,

132, 220, 291, 322,

Lorena, 323 Louisburg, 314

68, 154, 166, 190

77

35, 85, 144, 234, 247, 248,

La Rochela,

Liibeck, 38, 40, 195 Luis XIV, 231, 235 Lyon, 28, 34, 35, 104, 242, 244, 246, 256, 263, 266, 323 Madera, 10, 11, 13, 15, 16, 19, 40, 84, 190, 275 Madrid, 64, 69, 104, 269 Magdalena,

Maine, 27, 299, 300 246,

334,

río,

242,

58

247,

Málaga, 70 Mancha, canal de la, Manchester, 302, 334

Manila,

173, 178

294,

296,

85, 89, 257

298,

378 mano

Indice de

obra,

trabajo,

30, 60, 73, 99, 116, 118, 142, 146-149, 152, 157, 174, 177, 179-184, 186, 223, 236, 241, 243, 244, 282-286, 289, 293-296, 332-334, 339, 342

17,

124, 165, 190, 274, 318,

196, 205,

251

85 Mar Negro, Marquita,

Mar Rojo,

Marruecos,

de

29,

139, 170, 216, 278, 324,

Inglaterra,

16

16, 41, 202 10,

15,

17,

20,

84,

89,

229 Marsella, 35, 246, 247, 249 Marstrand, 210 Martinica, 145, 148, 277, 279, 283, 285 Maryland, 94, 96, 144, 145, 148, 149, 150, 289, 291, 292, 294, 303, 306, 307, 308, 313

Massachusetts,

94, 140, 141, 143, 152,

Massachusetts,

Bahía

295, 299-303, 307, 309, 312

143 Matto

Grosso,

de,

94,

9%,

Mauricio, 278 May, isla de, 310 Medina del Campo,

34, 66, 67, 77, 84

Medina de Rioseco, 66 Mediterráneo, 8, 15, 16, 33, 35, 36, 40, 42, 64, 65, 82, 88, 89, 99, 100, 135, 159, 257, 258, 281, 323

Mendoza, 187 mercados regionales, Mersey, 322 México, capital,

256,

257

49, 55, 57

177

Middelburgo, 39, Middletown, 301 Midlands, 322 Milán, Ducado Minas Gerais,

de, 191

Mohammed Il, Mohawk, 297

Montreal,

41,

204,

74, 75

15

92, 297, 298

Montserrat, 147, 277 Morlaix, 247

39

mulatos, 63 Munster, % Tratado de, Murcia, 70

musulmanes, 35,

98, 99

15, 73 144,

Nápoles, 74 revuelta de Navarra, 74

1647,

244,

247,

248,

251,

75

Nevis, 146, 147, 277, 284 Newbury, 300

Newcomen, 339 New Haven, 301, 310 newlanders, 153 Newport, 299, 300, 302, 310 Nordlingen, 75

Norfolk, 292 Normandía, 27,36, 132, 238, 242, 243, 247, 334, 342, 343 Noruega,

38,

198,

199

224, 301, 302, 331

Nottingham, 224, 343 Nueva Amsterdam, 203, 211 Nueva Galicia, 57 Nueva Hampshire, 152, 298, 299, 300 Nueva Inglaterra, 96, 97, 140, 142-

145, 152, 207, 288, 294-303, 311, 312

Nueva Nueva Nueva Nueva

Jersey, 148, 152, 290, 301-303 León, 57 Vizcaya, 57 York, 145, 148, 152, 153, 211,

297-299, 301-303, 305, 308, 309, 312 Nuevo Mundo, véase América

México, 5, 71, 82, 83, 106, 139, 150, 157, 173-183, 185, 187, 188, 191 conquista española, 4447, 49, 5163 Michoacán,

297

175

Norwich,

187

Mesta, 66 mestizos, 63

mita,

Nantes, 257

174

9,

Mississippi,

Mosela,

máquina de vapor, 339 Maracaibo, 169 35, 89, 159, Mar del Norte, Mar Egeo, 16 Margarita, isla, 185 María Tudor, reina

23,

133, 167, 215, 277, 319,

de nombres

227,

269

Nuremberg,

39

Oaxaca, 177 obra esclava, 13, 51, 56, 139, 140,, 144, 146-149, 157, 177, 179, 190, 278, 283, 291-293 Oficina del Real Giro, 269 Ohio, valle del, 289, 297 Oise, 323

Orán,

14

Indice Orden

de

de Cristo,

Orinoco,

379

nombres

cuenca

11

del,

peste negra,

44

Orleans, 242, 250, 323, 334 Oro, 7, 10, 14-16, 47, 48, 51-53, 58, 71, 75, 95, 106, 108, 143, 154, 174, 185, 188, 189, 191, 192, 264, 270, 274 Oruro, 174 Oswego,

Ovando,

Oxford,

297

1

50

Pacheco, 14, 15 Pacífico, 94, 173 Países Bajos, 1,3, 4, 22-25, 33, 35-38, 66, 73, 74, 83, 85-88, 98-101, 103, 104, 108, 109, 112, 115, 116, 118, 130, 131, 138, 163, 166, 170, 171, 194, 196-200, 203, 205-212, 214, 227, 233, 234, 238, 244, 247, 255, 258, 259, 261, 265, 267, 268, 273, 278

división de, 41 revuelta contra España, 75-77, 107 agricultura, 120-129, 137; véase también Holanda, holandeses País Vasco, 24 Palatinado Renano, 145, 153 Palermo, Banco de, 269 Palola, isla de, 7 Palos, 20

Panamá,

44, 47, 49, 179

Paraná, 191 Paraguay, 187, París, 40

191

población, 104, 129, 132, 141, 205, 240, 242, 247, 250, 251, 322, 323

Parma, 197 Parral, 59, 174, 188 Pasco, 174 Paul, 332 pauperismo, 112 Peckham, George, 9%

Peninos,

322, 346

Pensilvania,

144,

145,

148,

152,

153,

288, 289, 290, 293, 295, 297, 299, 301, 302, 303, 307

pequeña glaciación, 137 Pernambuco, 190, 276, 280 Pérsico, golfo, 202

Perú, 5, 4447, 49, 50, 52, 53, 55, 56, 58-63, 71, 82, 106, 157, 173, 175-182, 185, 187, 188, 196 ,281 conquista

por

sim peste bubónica,

España,

105

44-63

pas-

Picardía,

9, 22, 62, 101, 103

27, 234, 242-244, 256

Pilcomayo, río, 61 Pilgrim Fathers, 9%, 296 Pinney, John, Pirenne, 265 Pisa, 72 Pizarro, Francisco, 44, 46, 48, 49, 52 Plancius, 202

plata, 47, 49, 55, 58-60, 71, 73, 75, 77, 78, 82, 95, 100, 106-108, 110, 111, 118, 154, 160-162, 173-178, 187-189, 192, 194, 198, 212, 225, 265, 266, 269271, 274, 307,310

Plata,

río

190, 191

de

Plymouth, población,

la,

61,

179,

185,

187,

84, 85, 86 5, 21-23, 25, 62, 98-119 pas-

sim, 120-123, 126, 129-131, 136, 140, 141, 147, 150, 155, 156, 158, 163-165, 171, 173, 174, 178, 179, 186, 192, 197, 198, 204, 214, 217, 220, 233-235, 237, 238, 246, 251, 253, 274, 294, 299, 301, 305, 308, 311, 317-319, 322, 327, 328, 335 Poitou, 240, 250

pólder

holandés,

26

Polonia, 36, 39, 107, 118, 195 Portobelo, 186

Porto

Santo,

19

Portsmouth, 300 Portugal, 3, 24, 25, 35, 36, 42, 69-70, 82-84, 88, 91, 106, 107, 139, 152, 190193, 201, 280, 284, 309 descubrimiento de América, 4 en el Atlántico, 7-20 passim y Africa, 7-20 passim clima, 9 población, 9 pesquerías, 9 comercio y navegación, sim invasión de Marruecos,

7-20

pas-

10

colonización de Madera y las Azores, 10

ruta marítima a las Indias, 18 Tratado de Alcacovas, 20 comercio oriental de las especias,

41-43

Tratado de Tordesillas, 44 revuelta contra España, 75 agricultura, 120, 128, 131, 132, 135

Potosí,

55, 58-61, 82, 174-176, 179

precios, 5, 24, 26, 79, 98-119 passim revolución de precios, 108-119, 121-

380

Indice

129, 166, 176, 179, 188, 194, 221, 230, 239, 250, 251, 277-279, 289, 306, 319, 320, 324-330, 335 primogenitura, 216

Príncipe de Orange, 206 protestante, 85-87, 89, 154, 156, 226 Provenza, 237, 253, 323 Providence, 300 Puebla, 177 puritanos, 96, 145, 154 Puerto Rico, 44, 47, 51, 187 Quebec, Quesada,

pas-

sim, 129, 132, 158, 164, 165, 214, 218, 221, 239, 259, 305, 316, 318, 320, 321, 324, 326-329, 335, 346

repartimiento, 56, 175, 183 Reval, 195 Revolución de 1688, 231 Revolución de 1689, 340 Revolución de 1774, 305 Revolución industrial, 5,

152, 273, 316, 317, 341, 342, 346 Rhode Island, 299, 300, 307, 312

254,

Richelieu, 134, 235, 240 Riga, 195 Rin, valle del, 36, 37, 39, 196, 201

Río de Janeiro, Rocroi, 75

191, 192

Ródano-Saona,

323

Rochdale, 343 Ródano, valle del,

35, 246, 251

Roma, 16 Roover, 265 Rostock, 195 Rotterdam, 196, 204, 206 Rouen, 33, 73, 104, 244 sitios de, 247, 342

Rusia, Safi,

98, 99, 107, 202, 229, 233, 265

7

Sahara,

7, 12

nombres

Sajonia, 212 Salem, 300

San Cristóbal, 140, 141, 148, 277, 294 San Eustaquio, 186, 203 San Juan de Ulúa, Sankey Navigation,

San Lorenzo, 296, 297, 300

89,

86 322

92,

93,

140,

248,

Sanlúcar, 84 San Salvador, 47 San Vicente, 148, 279 Santa Bárbara, 59 Santa María, 18

Santo Domingo, 53, 148, 185, 186, 253, 275, 276, 278-281, 283, 285, 287, 312 Santo Tomé, 15, 17, 151, 190, 275

92 49

Raleigh, Walter, 90, 91, 93 Ramos, 59 redemptioners, 153, 301 Reforma, 43, 83 Reims, 242, 256 Renania, 153 rentas, 5, 21, 22, 24, 79, 98-119

de

Sáo Jorge de Mina, véase Elmina Sáo Paulo, 190, 191 Savery, 339 Schmoller, Gustav, 1 Segovia, 69, 169 seguro marítimo, 34 Sena, 323 Senegal, 13, 151 servicio de millones, 76-79 servicio, 76 servidumbre contratada, 144, 146-

148, 153, 291, 292, 301 Setúbal, 35 Sevilla, 20, 30, 33, 34, 38, 41, 48, 64, 65, 68, 69, 71, 72, 84, 85, 100, 104, 107, 164, 257 Sheffield, 226, 256, 332, 334 Sicilia, 67

Sierra Leona, 13, 14 Siete ciudades de Cibola, 58 Silesia, 205, 212 Simiand, 249 Skagerrack, 210 Smith, Adam, 316, 338 socialismo, 207 Somme, 323 Sotavento, islas de, 51, 146, 311 Southampton, 84

St. Malo,

Stade,

227

244, 247, 248, 249, 251, 257

Staffordshire,

221

Suecia, 120, 226 Suecia, Banco de, Suffolk, 220

Sund, 195 Surinam, 147 Susquehanna,

301

271

Indice

de

381

nombres

tabaco, 95-97, 144, 146-151, 185, 190, 191 201, 205, 226, 228, 229, 257, 274, 278, 281, 285-288, 289-313, 336, 337 taille,

134

Tajo,

19

Tamerlán,

Valencia,

64, 74, 104, 105, 247

Valladolid,

8

mecánico,

teneduría

90, 143, 152, 154, 305

Valenciennes,

Támesis, 136, 220, 226, 321, 322 Tánger, 10

telar

Ulster,

345

de libros,

valones, 226 Van Robais, Venecia, 16,

34

Tenochtitlan, 46, 49 Ternate, 202 Terranova, 18, 82, 84, 91, 92, 247, 248,

296, 298, 311

Texaco, 177 Ticonderoga,

314

37

64

245 34, 36,

88, 89, 106, 202

Venezuela,

150,

Tolfa,

Watt, James, 339 Wealth of Nations

16

177

Tombuctú,

7

Tordesillas, Tratado de, Portugal Toulouse, 246 Tournai, 37 Tours, 28, 242, 246 Toynbee, Arnold, 1 Trebisonda, 16 Trent, valle del, 322, 346 Trenton, 302 Trinidad, 95, 300 Tristáo, Nuño, 12 Tucumán, 179, 187

Tudor, los,

230

Túnez, 7,14 Turena, 334 Turquía, 69, 73, 98, 99, 228

Tyneside,

333

véase

en

72,

82,

187, 285

Virginia, Compañía

Toluca,

42,

Veracruz, 49, 257 Villalón, 66 Virginia, 90, 93-97, 140-145, 147, 148, 150, 151, 229, 289-294, 296, 300, 302, 304, 306-308, 313

tierra, 6, 253, 254 257-262, 289-294, 299, 301-306, 309, 319, 320, 324, 335 tifus, 105 Timor, 202 Tobago, 279 Toledo, 69, 169

39,

de,

253

viruela, “62, 105

Vizcaya, golfo de,

316, 338

Whitehaven,

93, 142,

143,

35, 85, 247

(Adam

Smith),

292

Wilmington, 302 Wiltshire, 223, 224, 243, 254, 331 Winthrop, John, 288 Wyatt, 332 yeomen,. 216, 217, York, 31, 88

Yorkshire, 332, 343

Yucatán,

Zacatecas,

Zelanda,

Zuiderzee,

221,

223,

224,

322,

331,

45, 311 58, 82, 175

37,39, 194, 196, 202, 206-208 36, 38, 39, 199

impreso฀en฀publidisa calz.฀chabacano฀69,฀planta฀alta col.฀asturias,฀06850฀méxico,฀d.f. 15฀de฀enero฀de฀2006

HISTORIA ECONOMICA MUNDIAL La HISTORIA Charles

Wilson,

ECONOMICA de

la

MUNDIAL

Universidad

de

dirigida por

Cambridge,

está

planeada como un trabajo de equipo, aun cuando cada autor se ha responsabilizado del período en que se le reconoce como especialista. Constituye un esfuerzo continuado de síntesis e interpretación de las investigaciones de los expertos en historia socioeconómica. Los volúmenes de esta serie están destinados tanto a los estudiosos y eruditos con formación especializada en historia económica como a los lectores que deseen saber cómo, dónde y por qué la historia económica afecta a otras clases de historia.

Primeros

volúmenes:

Davis, R.: mientos Duny, de

La Europa atlántica. Desde hasta la industrialización.

los

descubri-

G.: Guerreros y campesinos. Desarrollo la economía europea (500-1200).

inicial

FIELDHOUSE, D. K.: Economía de Europa (1830-1914).

e Imperio:

la expansión

KELLENBENZ,

económico

de la Europa

H.:

continental

El desarrollo (1500-1750)