La escritura académica en Ciencias Humanas y Sociales. Una introducción a la investigación (Textos Universitarios Humanidades) [1 ed.] 8415595921, 9788415595922

Este libro está pensado para un público que se está iniciando en la investigación, y tiene un enfoque eminentemente prác

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La escritura académica en Ciencias Humanas y Sociales. Una introducción a la investigación (Textos Universitarios Humanidades) [1 ed.]
 8415595921, 9788415595922

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TEXTOS UNIVERSITARIOS HUMANIDADES

UAH

La escritura académica en Ciencias Humanas y Sociales. Una introducción a la investigación

Inmaculada Simón Ruiz Eva Sanz Jara Francis García Cedeño (coordinadoras)

Inmaculada Simón Ruiz es doctora en Historia de América Latina Contemporánea y especialista universitaria en Archivística. En la actualidad es docente e investigadora asociada del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá y miembro del Seminario Permanente «Agua, Territorio y Medio Ambiente» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Eva Sanz Jara es licenciada en Historia, licenciada en Antropología Social y Cultural, Máster Universitario en Docencia Universitaria, diploma de Estudios Avanzados en Antropología Social y Mundo Contemporáneo y doctora en América Latina Contemporánea. Es docente en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y docente e investigadora asociada del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá, donde también realiza labores de gestión académica de postgrado. Francis C. García Cedeño es abogada, Máster en Cooperación Internacional y Gestión de Proyectos, diploma de Estudios Avanzados en América Latina Contemporánea, Máster Oficial Comunicación y Educación en la Red. Actualmente desarrolla su labor en la Unidad Técnica de Investigación del Instituto Universitario de Educación a Distancia (UNED).

La escritura académica en Ciencias Humanas y Sociales.

UAH

TEXTOS UNIVERSITARIOS HUMANIDADES

Una introducción a la investigación

La escritura académica en Ciencias Humanas y Sociales. Una introducción a la investigación

Inmaculada Simón Ruiz Eva Sanz Jara Francis García Cedeño (coordinadoras)

El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

© Universidad de Alcalá, 2012 Servicio de Publicaciones Plaza de San Diego, s/n. 28801 Alcalá de Henares www.uah.es ISBN: 978-84-15595-92-2 Depósito Legal: M-24179-2012 Realización: Imprenta ROAL Gamonal, 5. 28031 Madrid Impreso en España - Printed in Spain

ÍNDICE

Págs.

Prólogo......................................................................................................................... PEDRO PÉREZ HERRERO.

9

Introducción .................................................................................................................

11

I.

II.

Algunas discusiones en torno a la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades ..................................................................................................... EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO.

13

Metodología y técnicas de investigación ........................................................ EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO.

25

II.1.

Metodología histórica .............................................................................. INMACULADA SIMÓN RUIZ.

27

II.2.

La historia económica. Conceptos, metodología y fuentes.................... ALICIA GIL LÁZARO.

35

II.3.

Introducción a las tecnologías de la información geográfica (TIG) y su aportación a la investigación en geografía ............................................. DAVID SAMPEDRO SÁNCHEZ.

49

II.4.

Metodologías antropológica y sociológica.............................................. EVA SANZ JARA, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO.

65

II.5.

Metodología de la ciencia política.......................................................... LORENA VÁSQUEZ GONZÁLEZ.

91

II.6.

La metodología en la ciencia de las relaciones internacionales............ 103 SONIA VALLE DE FRUTOS.

II.7.

Metodología y técnicas de investigación en comunicación................... 111 JOSÉ MARÍA LOZANO MANEIRO.

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SOCIALES Págs.

II.8.

Cuestiones metodológicas e investigación jurídica ................................ 125 MANUEL LUCAS DURÁN.

III. Trabajos escritos y presentaciones orales...................................................... 153 EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO. IV.

Diseño del proyecto y elaboración del texto final de la investigación....... 165 EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO.

APÉNDICE 1.

El currículum académico .................................................................... 197

APÉNDICE 2.

Bibliografía comentada ....................................................................... 201

Bibliografía .................................................................................................................. 207

PRÓLOGO

Cuando se lee un texto académico bien escrito y correctamente argumentado, reconocemos con facilidad que estamos ante una investigación de excelencia. Lo mismo pasa cuando escuchamos una buena conferencia. Es fácil distinguir la calidad. Lo que muchos no saben es que detrás de todo ello hay mucho trabajo. La labor del investigador es descubrir lo que está oculto (ver donde otros no ven) y explicarlo de forma clara. Se debe partir de una pregunta adecuada, seleccionar un material de estudio apropiado y escoger la metodología correcta. Para ello hay que leer lo que se ha escrito sobre el tema, pasar horas en las bibliotecas, consultar bases de datos, formular proyectos, revisarlos, dialogar con compañeros para contrastar los resultados, presentar avances en congresos nacionales e internacionales, volver a escribir, resumir, repensar. Una vez que la investigación ha terminado hay que presentar los resultados a la comunidad científica y a la sociedad (libros, artículos, ponencias, clases, conferencias, notas de prensa). Hay que explicar la hipótesis, el material, la metodología y las conclusiones de forma apropiada ajustándose al tiempo, espacio y público al que va dirigido. Sin duda se trata de una labor larga, pero apasionante si se tiene el control del método. Cuando un investigador termina su trabajo y llega a unas conclusiones válidas es altamente probable que realice otra investigación. Cuando el estudioso no controla sus variables, le desborda la información que maneja, no es capaz de alcanzar conclusiones o no sabe explicar adecuadamente lo que ha aprendido probablemente se generará un sentimiento de frustración. En otras ocasiones la desesperación puede llegar cuando un investigador, después de trabajar con ahínco durante años y de alcanzar resultados satisfactorios, compruebe que sus hallazgos fueron publicados previamente por otro estudioso. Este manual no pretende ser una guía mágica que garantiza el éxito al usuario. Tampoco intenta ser un estudio profundo sobre teoría del conocimiento y la metodología de la ciencia. Sólo aspira a ser una herramienta de utilidad para los investigadores en formación para ayudarles a ordenar su pensamiento y a enseñarles a presentar sus resultados de forma correcta. El pragmatismo que está presente en todas las páginas de este texto no es algo casual. Se originó en el programa de postgrado de América Latina contemporánea de la Universidad de Alcalá (Máster y doctorado). Los profesores que participamos en dicho Máster y Doctorado nos dimos cuenta de que algunos de los trabajos que los estudiantes nos entregaban no tenían un orden argumental adecuado, no estaban bien escogidas las variables, no se identificaba correctamente la información y a veces no se utilizaba la metodología adecuada. Los estudiantes tenían buen nivel, ya que habían sido seleccionados con rigor entre los candidatos, pero comprobamos que accedían a los estudios de postgrado sin conocer los algunos de los detalles básicos de la investigación en Cien-

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cias Sociales y Humanidades. La razón era clara. En sus respectivas licenciaturas y grados habían aprendido las distintas materias de su especialidad, pero se habían adentrado poco en el campo de la investigación. Fue entonces cuando decidimos diseñar unos cursos prácticos de introducción a la investigación y de apoyo a la escritura académica. Seis promociones de estudiantes fueron aprendiendo cómo investigar y cómo presentar los resultados. Estudiantes y profesores ensayaron técnicas, desarrollaron modelos pedagógicos, seleccionaron materiales de trabajo e intercambiaron experiencias. El resultado de estos años de trabajo constituye la base del presente manual. El volumen ha sido diseñado para facilitar el aprendizaje de los estudiantes y la labor de los docentes universitarios. Puede ser consultado por los primeros por capítulos para resolver problemas concretos (dada la clara división temática de los mismos) y utilizado por los segundos como guía para facilitar las labores de aprendizaje en temas de metodología de la investigación y de formas de expresión académica (escrito y oral). Todos los autores que han escrito los capítulos tienen probada experiencia en docencia universitaria y prestigio en sus respectivas especialidades. Unos apéndices bien seleccionados completan el volumen ofreciendo a los estudiantes indicaciones de cómo deben elaborar una presentación escrita y oral, cómo se tiene que elaborar un proyecto de investigación y cómo se deben presentar los resultados. Finalmente, se incorpora unas indicaciones y recomendaciones de cómo debe estructurarse y presentarse un currículum vitae. En suma, se trata de un volumen imprescindible para aquellos estudiantes que se inicien en la investigación académica universitaria y para los docentes que tengan que ayudarles en esta tarea. Hasta la fecha no existía un texto de estas características. En ediciones posteriores se irán añadiendo algunos capítulos y apéndices, o retocando los existentes, según lo vaya demandando la interacción entre estudiantes y docentes. PEDRO PÉREZ HERRERO Universidad de Alcalá

INTRODUCCIÓN

Este libro está pensado para un público que se está iniciando en la investigación, y tiene un enfoque eminentemente práctico, aunque contiene también algunas reflexiones de tipo teórico sobre dudas que pueden surgir a quienes están haciendo sus primeras incursiones en la actividad investigadora. Por experiencia, sabemos que para hacer investigaciones con calidad se requiere una preparación y un rodaje que no siempre se aprende en las aulas. A investigar se aprende investigando, y los primeros pasos suelen darse en solitario. Por ello, queremos hacer llegar a quienes se inician en esta actividad este manual, con la esperanza de que les sirva de apoyo en sus trabajos de postgrado. Es un libro que incluye algunos lineamientos básicos, algunas sugerencias; pero que no pretende ser exhaustivo, ni normativo. El apartado I, «Algunas discusiones en torno a la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades», abordará diferentes conceptos referidos a la investigación que pondrán sobre la mesa discusiones sobre el sentido de las diferentes disciplinas de estas áreas de conocimiento y del trabajo de los investigadores en los ámbitos de las mismas. Se tratarán varios conceptos que con frecuencia se utilizan, pero de los que no siempre tenemos conciencia clara de su definición y contenido como son: ciencias «puras», ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades; investigación y ciencia; método científico; paradigma, paradigmas moderno y postmoderno; teórico y empírico, cualitativo y cuantitativo; objetividad, subjetividad e intersubjetividad; relativismo y verdad; datos e información; premisa; hipótesis, tesis y variable; falsación, verificación y replicabilidad. El apartado II, «Metodología y técnicas de investigación», trata la metodología en general, así como nociones sobre las metodologías de la historia, de la historia económica, de la geografía, de la antropología y la sociología, de la politología, de las relaciones internacionales y de las ciencias de la comunicación en particular, para cuya elaboración hemos contado con varios investigadores invitados que se han brindado a aportarnos nociones sobre su quehacer investigador. Se abordan temas como la diferencia entre metodología y técnicas de investigación, así como cuestiones más concretas como los criterios de selección de las fuentes y su manejo o el trabajo con Internet (usos y abusos), en bibliotecas, archivos y hemerotecas. Por otra parte, se profundiza en algunas de las técnicas de investigación y recolección de datos que hemos considerado más relevantes y, por último, se desarrolla un apartado referente al método comparativo y su pertinencia, sea cual sea la perspectiva desde la que se aborde. El apartado III, «Trabajos escritos y presentaciones orales», se ocupa de la estructura de los diferentes tipos de escritos que un estudiante o investigador debe elaborar en su desempeño académico. En lo que atañe a los distintos textos se explican las principales características y diferencias de los ensayos de clase, tesinas o trabajos finales de

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máster, tesis doctorales, artículos, capítulos para libros, etc. Asimismo, se incorpora información relacionada con los distintos tipos de difusión oral de las investigaciones, desde la defensa de una tesis o tesina, a las ponencias, conferencias, pósters o carteles, etc. Finalmente, en lo que se refiere a la elaboración de los proyectos de investigación, se explican detenidamente los distintos apartados que deben contener como son: el tema de estudio, las preguntas de investigación, el marco teórico y el estado de la cuestión, la hipótesis, la tesis y las variables dependientes e independientes así como los objetivos, el diseño metodológico, la planificación temporal, el cronograma, la justificación y la relevancia de la investigación o los modos previstos de difusión de los resultados del proyecto, así como los costes previstos. El apartado IV, «Diseño del proyecto y elaboración del texto final de la investigación», se hace cargo de la elaboración del escrito final de la investigación, de la organización, la redacción y la revisión antes de su entrega o publicación, con un apartado especial sobre las normas de edición y tratamiento a los autores que se citan en el texto. Asimismo, se trata la diversidad de normas que distintas instituciones y publicaciones utilizan, y se proponen algunas normas sobre cómo hacer citas textuales y contextuales. Se añaden dos apéndices. El primero denominado «El currículo académico», en el que se dan algunas pautas para diseñar el currículum vitae. Está dedicado a los estudiantes e investigadores noveles que quieren iniciar una carrera académica, por lo que es importante, desde un inicio, tomar decisiones sobre las actividades que vamos a realizar: dar cursos, recibirlos, publicar en revistas o en libros… Es interesante que reflexionemos en qué vamos a hacer y para qué. Para ello es conveniente que aprendamos también a pensar en quién va a leer nuestro currículo y a qué tipo de trabajos queremos optar. Por último, el segundo apéndice incluye una «Bibliografía comentada», en la que se sintetiza el objeto y el contenido de algunas obras que consideramos que pueden ser útiles para los interesados en profundizar en los temas de los que trata este manual. El manual que aquí presentamos es en su mayor parte fruto del Taller de Iniciación a la Metodología de las Ciencias Sociales y las Humanidades, impartido en la Universidad de Alcalá dentro del programa del Máster Universitario en América Latina contemporánea y sus relaciones con la Unión Europea: una cooperación estratégica. Los antecedentes de este libro se sitúan en el curso de postgrado «Métodos y técnicas de investigación social», impartido por Marisa González de Oleaga y Emilio Luque Pulgar, que recibimos en 2005; así como en los seminarios «Intercambio de experiencias investigadoras» y «Describir las prácticas. Metodología de la investigación histórica», impartidos, junto con Cecilia Eseverri Mayer y Eva Martín Coppola, en 2006 y 2007. Nos sentimos deudoras con estos profesores y con los estudiantes que participaron en estos cursos. Agradecemos a los colaboradores de este volumen sus valiosas aportaciones y, especialmente, a Pedro Pérez Herrero la confianza depositada en nosotras. Primero, al invitarnos a participar en el Máster en América Latina contemporánea y sus relaciones con la Unión Europea: una cooperación estratégica, tanto en labores de docencia en el ámbito de la metodología como en las de tutoría de Trabajos Fin de Máster del programa. Y después, por proponernos la elaboración de este texto, que además ha seguido y comentado, lo que nos ha sido de gran ayuda. A las personas mencionadas les debemos los aciertos de este manual, mientras que consideramos que sus fallas son exclusivamente responsabilidad nuestra.

I. ALGUNAS DISCUSIONES EN TORNO A LA INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO,

«En toda rama del saber académico, la reflexión sobre las condiciones en que se produce la investigación y la transmisión del conocimiento resulta seguramente un asunto espinoso que provoca reticencias. A nadie le gusta que le examinen como si fuera una ameba»1.

Resulta interesante para cualquier persona que va a emprender un trabajo de investigación, ya sea un académico que se dedica profesionalmente a ello o un estudiante que se está formando, realizar un ejercicio previo de reflexión sobre la actividad que se dispone a abordar, sobre cuestiones que con frecuencia se dan por supuestas, y que se asumen como verdades cuando pueden constituir solamente opciones. Esta reflexión puede ser decisiva tanto en la elaboración como en el resultado de dicha investigación. En la actualidad se están produciendo abundantes debates sobre la investigación, sobre la ciencia en general y sobre las disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales y humanas en particular, así como acerca del propio trabajo de los investigadores en el ámbito de las mismas. Algunas de estas discusiones son recientes, mientras que otras constituyen debates ya tradicionales. Merece la pena, creemos, detenerse en algunas de estas cuestiones. Un término muy relevante que acude a la mente cuando se reflexiona sobre la investigación es el de ciencia y, dentro de ella, algunas tipologías clásicas, como ciencias puras y experimentales, ciencias sociales y naturales, ciencias sociales y humanas –también llamadas simplemente humanidades–, o ciencias y letras. Incluso es posible que pensemos en el método científico. Una diferencia básica que podría establecerse entre ciencias «puras» y experimentales es que tratan distintos objetos de estudio y se acercan a ellos de diferente manera. Las segundas, entre las que se encontrarían las ingenierías, la geología, las ciencias sanitarias, etc., se definen por su aplicación práctica; mientras que las primeras, en sentido estricto, serían las matemáticas fundamentales y la lógica. Así, las «puras» se denominan también formales porque se interesan por la forma más que por el contenido. Se trata de ciencias que se estudian a sí mismas. De esta manera la distinción entre ciencias naturales y ciencias sociales residiría en sus objetos de estudio, la naturaleza y la sociedad respectivamente. Las sociales introducen un factor, la actividad humana, supuestamente subjetivo frente a la pretendida objetividad de las ciencias naturales. Si hablamos de humanidades, de nuevo hacemos referencia a qué se estudia: el hombre, los grupos humanos y los aspectos culturales de los mismos. No hay gran diferencia entre humanidades y ciencias sociales, salvo que es1

Sánchez León e Izquierdo Martín (eds.) (2008: XXI).

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tas últimas estudian al hombre en sociedad. Sin embargo, vale la pena que nos detengamos un momento en la denominación de humanidades. Según nos distanciamos de las ciencias «puras» y nos acercamos a las humanas vemos cómo para hacer referencia a éstas suele utilizarse únicamente el vocablo humanidades, mientras que para hacer alusión a las «puras» basta con decir ciencias. Un cierto carácter de objetividad y credibilidad parece ir asociado de manera indivisible al concepto de ciencia2, por lo que las ciencias no sociales y no humanas parecen más cercanas a dicha objetividad y dicha credibilidad. Otra diferencia fundamental entre las ciencias sociales y las naturales consiste en que las primeras se caracterizan por la observación y las segundas por la experimentación. Ambos, observación y experimentación, son los métodos utilizados por la ciencia para lograr ir más allá de la especulación. Se distinguen por el grado de intervención del investigador sobre el objeto de estudio, puesto que en la observación simplemente se anota lo percibido, en tanto que en la experimentación se trata de controlar todas las variables que influyen en el experimento excepto una, con el fin de comprobar su variación con la modificación de las restantes3. Añaden J. Francisco Álvarez, David Teira y Jesús Zamora que lo anterior se refiere al ideal, porque ni la realidad queda sin modificar cuando el investigador la observa, ni todo está bajo control del investigador cuando éste experimenta. Como hemos dicho, la experimentación es característica de las ciencias naturales y la observación lo es de las ciencias sociales. Existen razones para ello: «En primer lugar, los objetos o sistemas que estudian las ciencias naturales suelen pertenecer a clases de las que existen numerosos casos individuales, extremadamente parecidos unos a otros: por ejemplo, una molécula de una sustancia es idéntica a otra molécula de la misma sustancia, un individuo de una especie animal suele ser muy semejante a sus congéneres; en cambio, una familia, una barrio, una nación, una cultura, un mercado, se diferencian mucho de cualquier otra familia, barrio, nación, cultura, mercado, etcétera. En segundo lugar, los sistemas sociales están obviamente formados por sujetos inteligentes, que actúan en función de sus intereses y de su comprensión de las situaciones a las que se enfrentan. Esto implica al menos dos cosas: por una parte, los ‘‘sujetos’’ de un experimento social pueden tener una comprensión de la situación del experimento que sea muy diferente de la del científico que lo diseña y lo realiza, y que, en algunos aspectos, puede ser incluso mejor […]; por otra parte, a veces a los sujetos les puede interesar engañar al científico […]. Esto es válido también cuando se realiza una encuesta o una entrevista»4.

Puede concluirse de lo anterior que en las ciencias sociales apenas se experimenta porque existe la sospecha de que no hay demasiadas «regularidades sociales» por descubrir, y la mayoría de ellas pueden ser descubiertas a través de la observación5. Además, existen algunas otras diferencias entre ciencias sociales y naturales, como la posición del investigador, del científico, respecto a su objeto de estudio. En las ciencias sociales la manipulación o la simple utilización del objeto a estudiar plantean dilemas de carácter ético que en las naturales no aparecen, o lo hacen de distinto modo. Otro problema es la duda de si los sujetos que estudian las ciencias sociales influyen conscientemente en la investigación al saber que están siendo observados. Por otra parte, está

2 En este sentido, J. Francisco Álvarez, David Teira y Jesús Zamora afirman lo siguiente: «Desde el origen mismo de la ciencia moderna se ha tendido a considerar el ‘‘conocimiento científico’’ como ‘‘conocimiento demostrado’’». Álvarez, Teira y Zamora (2005: 19). 3 Ibídem, p. 60. 4 Ibídem, pp. 61 y 62. 5 Ibídem, p. 62.

I.

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la cuestión de la reflexividad, o de si el investigador debe tener en cuenta la reacción de los agentes ante su modelo6. Aceptado lo anterior, puede decirse que las ciencias sociales son simultáneamente externas e internas a los procesos sociales que constituyen sus objetos de estudio. Externas, porque los miran desde fuera para estudiarlos, e internas, porque los investigadores que llevan a cabo estos estudios son iguales en muchos aspectos a los sujetos que investigan. Estos sujetos poseen valores que en ocasiones son compartidos por los científicos y otras veces son contrarios a los suyos; las investigaciones que se realizan sobre estos sujetos pueden ayudar a legitimar estos valores o a contradecirlos. Por todo ello, la reflexión metodológica en ciencias sociales es de capital importancia7. Para hacer ciencia es necesario seguir determinados procedimientos que permitan alcanzar el objeto de la investigación, por lo que se requiere un método. El estudio del método es lo que se denomina metodología, y es lo que determina los criterios de verificación y demostración de lo investigado8. Para Castro, Castro y Morales: «[…] la metodología de la ciencia deberá ser algo abierto, que varía según las ciencias, y que cambia a medida que se van produciendo nuevos descubrimientos. La manera de abordar el estudio de la metodología científica, será buscando las orientaciones epistemológicas; es decir, los criterios comunes que guían los diferentes trabajos de investigación. Los dos pilares básicos son la experiencia como conjunto de datos de la realidad, y la construcción de modelos teóricos o abstracciones, capaces de expresar las conexiones entre los datos conocidos […]»9.

El método científico, definido tradicionalmente como una búsqueda reglada del saber, opuesto a la suerte y al azar, está en estrecha relación con el concepto de ciencia y las divisiones de la misma; o en otras palabras: «[…] es el conjunto de procedimientos teóricos y observacionales que se utilizan para llegar a obtener conocimientos científicos»10. No sólo hay diferentes métodos para las diferentes disciplinas sino que dentro de cada una también se aplican distintos métodos. Por ejemplo, la filosofía utiliza el método dialógico de Sócrates, el dialéctico de Hegel y Marx, el analítico de Rusell, etc. Respecto a la cuestión de la multiplicidad de métodos, hay dos posturas enfrentadas: el monismo metodológico y el dualismo metodológico. El primero defiende que hay un solo método tanto para las ciencias de la naturaleza como para las del espíritu. Los defensores del dualismo metodológico, afirman, sin embargo, que si existen diferencias entre los objetivos perseguidos por unas y otras, la metodología que apliquen debe ser diferente también. Otra distinción en cuanto al método puede establecerse entre inductivismo, o concepción baconiana acerca de la demostración de un enunciado científico, propio de la tradición empírico positivista, y el deductivismo, o concepción cartesiana, propio de la tradición racionalista. Con el primero se pretende demostrar que lo que es verdad en ciertos individuos de una clase es verdad en todos los individuos de la misma clase en circunstancias semejantes y que el conocimiento científico se prueba partiendo de la observación de fenómenos, puesto que el inductivismo es el razonamiento que a partir de diversas observaciones llega a un enunciado general. Los que siguen el método inducti06 07 08 09 10

Ibídem, pp. 43-45. Ibídem, p. 45. Castro Nogueira, L.; Castro Nogueira, M. A., y Morales Navarro, J. (2005: 55). Ibídem, pp. 55 y 56. Ibídem, p. 55.

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vo estudian las causas de un fenómeno observable para determinar que tras todas esas causas se producirá un fenómeno semejante. El deductivismo no parte de un fenómeno y sus posibles causas sino de una hipótesis, ya que propugna que los principios científicos se obtienen a través del razonamiento intelectual. Esta corriente critica el sistema prueba-error de los inductivistas11. Más recientemente encontramos el anythinggoes, que defiende que la ciencia avanza más cuando se desobedece el método voluntaria o involuntariamente. La primera de las concepciones expuestas es empirista, se remite a la práctica; por su parte, la segunda, al restringirse a lo teórico, al razonamiento, no lo es. La concepción inductivista o empirista ha sido formulada de distintas maneras. La más importante de ellas es la denominada Modelo Clásico. Este modelo establece que la función de los científicos es buscar leyes o regularidades empíricas, que pueden definirse como «[…] conexiones regulares entre fenómenos observables, conexiones que se describen mediante enunciados que pueden tener (de acuerdo con algún criterio de razonamiento inductivo) un grado de confirmación mayor o menor, según la cantidad de veces que haya sido comprobado experimentalmente»12. Estas leyes constituyen enunciados generales o universales, puesto que el hecho de que se produzcan ciertas circunstancias asegura que se producirán ciertas otras. Además, los científicos elaboran teorías, en las que, al contrario de lo que sucede con las leyes o regularidades empíricas, aparecen conceptos que no se refieren a entidades directamente observables. Por tanto, las teorías deben inventarse, porque no pueden ser inferidas mediante leyes al ir más allá de ellas. Y es así porque introducen conceptos no presentes en los datos observables y porque las teorías unifican y explican leyes conocidas. Además, las teorías permiten descubrir leyes empíricas nuevas. El método hipotético-deductivo establece que las teorías científicas no son descubiertas sino inventadas, porque se trata de hipótesis que en el mejor de los casos podrán confirmarse a través de la contrastación13. Efectivamente, toda investigación parte de una hipótesis o pregunta de investigación. Comprobar o refutar esa hipótesis es el objetivo de la investigación. Si se comprueba, se convertirá en una tesis, que es la conclusión a la que se llega después de una investigación. Pero para ello las hipótesis deben someterse a falsación, o comprobación de que una teoría es errónea, a verificación y/o a replicabilidad. El falsacionismo es un método, apoyado en el hipotético deductivo, por medio del cual se formulan hipótesis falsables para aceptarlas o refutarlas. La ciencia se construye, de este modo, a través de negaciones. La verificación constituye la aceptación de la validez de una hipótesis. La replicabilidad, por su parte, es la capacidad de una hipótesis de ser aplicada a distintos casos. Por otra parte, en toda hipótesis distintas variables entran en relación. Existen variables dependientes e independientes, las segundas nunca se modifican, por el contrario las primeras sí lo hacen al ponerse en relación con las segundas. La acumulación de leyes confirmadas consecutivamente y la enunciación de teorías cada vez más profundas trae consigo el progreso científico. Para algunos autores, como Miguel Beltrán, lo mejor es no quedarse en esa dicotomía entre inductivismo y deductivismo, dado que se complementan y es muy difícil una aplicación «pura» de uno de ellos:

11 12 13

Álvarez, Teira y Zamora (2005: 19). Ibídem, pp. 19 y 20. Ibídem, p. 20.

I.

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«[…] ambos planteamientos son indispensables para la lógica del conocimiento, y que la deducción permite formular predicciones derivadas de una hipótesis que hacen posible su contrastación, esto es, someterla al ‘test’ que implica su confrontación con la realidad de los hechos. Por su parte, la inducción es necesaria, pero no suficiente, para el conocimiento de la realidad; y, en cierta medida, toda deducción está basada en alguna inducción previa obtenida del mundo real y fundamentadora de las suposiciones de que parte la deducción. De hecho, ni el induccionismo ni el deduccionismo han sido nunca utilizados de modo exclusivo, y tan raro es encontrar un baconiano puro como un cartesiano puro (salvo en matemáticas): la ciencia se ha elaborado siempre en un proceso de interacción entre empirismo y racionalismo, y la polémica científica se ha centrado en desvelar las demasías metafísicas o la aceptación de fenómenos irrelevantes en que han podido incurrir unos u otros»14.

Volviendo al método científico, lo cierto es que hace ya tiempo que no se acepta como verdad única, tal y como se hacía con anterioridad. Sus tres ideas básicas: que los enunciados científicos pueden ser confirmados por la experiencia; que es posible distinguir claramente entre el nivel teórico y el empírico; y que la ciencia progresa por la acumulación de descubrimientos, fueron ya criticadas por Karl Popper en la década de 1930 cuando afirmaba que nunca es posible comprobar que una ley general es verdadera. Por su parte, Thomas Kuhn asevera, en respaldo a lo anterior, que la práctica de los científicos está condicionada por aspectos sociales que cambian con el tiempo15. Algunos autores afirman que la historia de las disciplinas científicas puede ser dividida en «períodos de ciencia normal» y «períodos de ciencia revolucionaria»: «En los primeros, los investigadores se limitan a ‘‘articular’’ un paradigma, es decir, una teoría que ha obtenido ciertos éxitos relevantes y que es tomada como ejemplo de la forma en la que se deben llevar a cabo las investigaciones en ese campo. La ‘‘articulación del paradigma’’ comprende procesos de investigación empírica (medición de constantes naturales, diseño de nuevos experimentos, etc.), de investigación teórica (desarrollo de modelos o leyes específicas, coherentes con los principios del paradigma) y de investigación formal (elaboración de técnicas matemáticas que permitan formular soluciones a los problemas planteados por el paradigma)»16.

En los «períodos de ciencia normal», los científicos nunca cuestionan los principios básicos del paradigma vigente, a pesar de los problemas que puedan plantear, son, por tanto, dogmáticos. Sin embargo, en los «períodos de ciencia revolucionaria» el dogmatismo se pierde al tratarse, como de hecho sucede, de proponer un nuevo conjunto de ideas que resuelva los problemas que el anterior plantea. Puede entenderse por paradigma un conjunto de postulados básicos, un lenguaje característico, así como una serie de valores y de criterios metodológicos17. Todo ello hace que los científicos alineados bajo un conjunto de postulados determinados perciban y entiendan la realidad de manera diferente a los posicionados en otro, de manera que los distintos paradigmas son inconmensurables entre sí y un científico no pasa de uno a otro a causa de que una argumentación científica le convenza más, sino que el cambio es más similar a una «conversión» y se explica mejor en términos de factores psicológicos o sociales que racionales o cien-

Beltrán en García Ferrando, Ibáñez y Sanmartín (compiladores) (1986: 17-29). Álvarez, Teiray Zamora (2005: 21-23). 16 Ibídem, p. 23. 17 Para algunos autores, la noción de paradigma tiene un origen antiguo en la historia del pensamiento filosófico. De hecho, se remontan a Platón (en el sentido de ‘modelo’) y a Aristóteles (en el sentido de ‘ejemplo’). Corbetta (2007: 4). 14 15

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tíficos18. El concepto de paradigma fue introducido por Thomas Kuhn en los años sesenta y puede definirse del siguiente modo: «[…] conjunto de ideas que una comunidad científica comparte acerca de a) las clases de procedimientos metodológicos que resultan válidos para producir observables empíricos; b) las clases de estructuras de saber que dan cuenta de esos observables (teorías e hipótesis), y c) las clases de observables empíricos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de dar por válidas o refutar las hipótesis y las teorías. Un paradigma es, en este sentido, un armazón ideológico»19.

De este modo, para Kuhn varían tanto los problemas que se proponen para investigar como los criterios para determinar lo que se debía considerar como un problema admisible o una solución válida para ese problema20. Se produce así un cambio en la estructura conceptual. Se trata, entonces, de una visión más amplia del mundo, más general que una teoría, una pauta de lectura que precede a la elaboración de una teoría. De hecho, un paradigma puede contener varias teorías21. En una línea parecida a la de Kuhn, Paul Feyerabend se posiciona en contra de la idea de que exista un conjunto de reglas metodológicas acerca de cómo debe realizarse la investigación científica. Por el contrario, afirma que el progreso científico se ha producido cuando los científicos no han seguido las reglas metodológicas, que favorecen a las teorías existentes, impidiendo que se difundan las ideas nuevas. Por eso, Feyeberand defiende el «todo vale», o el anarquismo metodológico al que hacíamos referencia con anterioridad, y asevera que el éxito de una nueva teoría científica depende más de cuestiones externas, concretamente de «la habilidad de sus defensores como propagandistas», que de aspectos internos de la propia teoría22. Por su parte, Imre Lakatos propone una nueva versión de la metodología falsacionista de Karl Popper. Para Lakatos, las teorías no constituyen las unidades básicas de la actividad científica. Estas unidades básicas son los programas de investigación, compuestos por un «núcleo firme» y un «cinturón protector». El núcleo firme serían las hipótesis que por convención no se desechan aunque provoquen anomalías; y el cinturón protector serían otras hipótesis que se añaden al núcleo firme y que sí pueden cambiarse por otras cuando no funcionan correctamente. De este modo, el núcleo firme no varía, lo que se modifica es el cinturón protector. Por ello, un núcleo firme puede permanecer aunque genere anomalías si se van proponiendo diferentes cinturones protectores. No obstante, es conveniente que los científicos sean conscientes de si su programa de investigación es «progresivo» o «degenerativo». Si es progresivo, genera frecuentemente nuevas predicciones correctas; mientras que si es degenerativo, se ve continuamente forzado a transformarse. «Lo ‘‘dogmático’’ no es trabajar con un programa de investigación ‘‘degenerativo’’, sino negarse a reconocer que lo es, cuando lo es»23. El realismo científico, no obstante todo lo descrito, mantiene su defensa de que los conocimientos científicos deben tomarse como descripciones objetivas, mientras que sus críticos opinan que constituyen meras construcciones intelectuales que nos resulta útil aceptar. Entre estos críticos al realismo científico se encuentran los empiristas, entre cuÁlvarez, Teira y Zamora (2005: 23 y 24). Díaz de Rada (2005: 33). 20 Corbetta (2007: 5). 21 Por ejemplo, en el paradigma copernicano del universo se encuadran diversas teorías específicas sobre los movimientos orbitales. 22 Álvarez, Teira y Zamora (2005: 24 y 25). 23 Ibídem, p. 25. 18 19

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yas posturas más radicales se encuentran los fenomenistas, que afirman que sólo puede demostrarse lo que los sentidos nos muestran. Puede dividirse a los empiristas entre positivistas, que niegan la validez científica de las hipótesis sobre entidades inobservables y los instrumentalistas, que aceptan dicha validez, pero niegan que las hipótesis que surgen de estas entidades sean verdaderas, sino sólo instrumentos de predicción. Los relativistas, por su parte, defienden la tesis de la inconmensurabilidad, la del relativismo lingüístico (Sapir y Whorf) y las de los sociólogos radicales del conocimiento científico24. Estos últimos aluden por una parte a la forma de la ciencia, poniendo en duda sus normas sociales (Merton), tanto en lo que se refiere al universalismo (cada contribución a la ciencia debe ser valorada mediante criterios objetivos), al comunitarismo (los logros científicos pertenecen a toda la comunidad), al desinterés (los científicos sólo deben perseguir el conocimiento), como al escepticismo organizado (toda contribución científica debe ser examinada y criticada todo lo posible). Y por otra parte, los sociólogos radicales del conocimiento científico aluden en sus trabajos críticos al contenido de la ciencia. Un destacable ejemplo de estos trabajos críticos son los «estudios de laboratorio» de Bruno Latour y Woolgar, en los que aparece el trabajo científico visto desde el extrañamiento antropológico25. Retomando el primer concepto que proponíamos, el de ciencia, puede venirnos a la mente el término disciplina, que puede entenderse como sinónimo de ciencia o como subdivisión de la misma, es decir, denominación que se le da a las parcelas que conforman una ciencia. En relación con disciplina, surgen otros vocablos como interdisciplinar y multidisciplinar, que también nos remiten al trabajo del investigador, a la investigación, ya que ésta puede ser multidisciplinar si combina dos o más disciplinas o interdisciplinar si se sitúa en un campo que varias ciencias comparten. Toda investigación parte de determinadas premisas y puede incluirse dentro de un paradigma. Las primeras son ciertas afirmaciones, «verdades», que la investigación da por válidas sin entrar a discutirlas para construirse sobre ellas. Son necesarias porque todo trabajo de investigación se fundamenta sobre otros y no puede nunca partir de cero. Sin embargo, estas premisas deben quedar claras al inicio de la investigación con objeto de que otros investigadores puedan criticarlas o criticar la construcción que nuestra investigación ha hecho sobre ellas. En lo que se refiere a los paradigmas, o idearios dominantes en cada momento histórico, resultan sumamente influyentes en la investigación, puesto que el saber científico es hijo de su tiempo y ningún investigador escapa a ello. Las preocupaciones de cada momento, así como sus ideologías, valores… son decisivas en las investigaciones que en cada uno de ellos se llevan a cabo. Kuhn aludía a los paradigmas como los conjuntos de prácticas que caracterizan una disciplina en un momento histórico. Y resulta fundamental esta apreciación porque los paradigmas cambian tanto por las variaciones en las expectativas generales como en las de cada ciencia en concreto. No sólo cambia lo que importa sino también la manera de estudiarlo. Un interesante debate en lo que se refiere a cambios de paradigma y al cuestionamiento de disciplinas tal y como eran entendidas hasta hace unos años lo abrió Francis Fukuyama, concretamente en lo tocante a la historia. El libro El fin de los historiadores. Pensar históricamente en el siglo XXI, editado por Pablo Sánchez León y Jesús Izquier24 25

Ibídem, pp. 26-29. Ibídem, pp. 29-31.

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do Martín, pone sobre la mesa algunos de los debates a los que nos referimos. Al inicio de la obra, sus editores aluden a El final de la historia, de Fukuyama, diciendo que el libro dio inicio a una discusión importante: «[…] la de si dentro de la modernidad se producen cambios en la percepción de las relaciones entre pasado, presente y futuro; y, más concretamente, cuál ha de ser la posición del tiempo en la sociedad y la cultura del siglo XXI, una vez que buena parte de los grandes relatos –las filosofías de la historia– en que se fundó la modernidad se han derrumbado ante la proliferación de dramáticos acontecimientos que no encajaban en sus predicciones»26.

Pablo Sánchez y Jesús Izquierdo responden que, a pesar de no encontrarnos en el «fin de la historia», sí es necesario replantearse el sentido de la misma en los tiempos presentes y si su conocimiento debe ser unívoco27, así como: «¿Quién ha de representar el conocimiento del pasado en el siglo XXI? ¿Hay una única vía, un solo método de conocimiento, que se apoya en el rigor documental, pero también en la subjetividad interpretativa del historiador? Guste o no, se ha abierto la caja de Pandora sobre nuestra relación con el pasado: cómo se accede a él en una sociedad democrática y a escala global, con qué finalidad o finalidades; todas estas se están convirtiendo en preguntas legítimas para públicos amplios. Ello no augura desde luego el fin del historiador, pero en cambio sí el replanteamiento en público de un viejo asunto habitualmente circunscrito al interior del mundo académico, cuando no eludido por los propios historiadores: el de su función social ante las cambiantes necesidades de conocimiento de las sociedades modernas»28.

No obstante, afirman los autores que el problema va más allá de la historia, afectando de manera general a las ciencias sociales y las humanidades29. Haremos a continuación alusión a algunos binomios de términos opuestos existentes en la investigación que resulta relevante, por las implicaciones que tienen, incluir en nuestra reflexión. La contraposición cuantitativo-cualitativo ha sido utilizada para designar de modo excluyente el quehacer de los investigadores que se situaban a uno u otro lado de la supuesta balanza de la «cientificidad» aportada por los métodos cuantitativos (especialmente la estadística), en contraposición de la «no cientificidad» de los cualitativos. El matemático y científico Henry Poincaré defendía que lo que no se puede medir no puede ser objeto de ciencia. No obstante, no deja de ser un punto de vista. Es tan equivocado, a nuestro entender, negar la ciencia fuera de esa perspectiva como desdeñar las posibilidades de ese mismo enfoque. Ello nos lleva a la división creada en torno a un binomio ya clásico: investigación cuantitativa e investigación cualitativa. Estos términos suelen enlazarse con algunos procedimientos, corrientes y técnicas. En el caso de una investigación cuantitativa priman los procedimientos de medición, mientras que en la cualitativa lo hace la apreciación. En cuanto a las corrientes que subyacen en ambas, en la primera sería el conductismo y en la segunda el cognitivismo. En aquella prevalecen las técnicas no textuales, codificadas (las dimensiones del fenómeno han sido fijadas a priori); mientras que en la cualitativa priman las textuales, no codificadas, donde existe una interacción personal entre el investigador y su campo. Son abundantes los argumentos y exposiciones que contradicen esta aseveración, por la que en las investigaciones cuantitativas prevalecen las técnicas 26 27 28 29

Sánchez León e Izquierdo Martín (eds.) (2008: IX y X). Ibídem, p. XI. Ibídem, p. XII. Ibídem, pp. XIV y XV.

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no textuales, y en las cualitativas las textuales30. En efecto, en una investigación cuantitativa los datos son expresados, ordenados, descritos y analizados mediante conceptos y razonamientos apoyados en números y estructuras matemáticas. Mientras que en una de carácter cualitativo, se hace mediante conceptos y razonamientos fundamentados en palabras. No obstante, el investigador crea situaciones de investigación flexibles y con dinámica propia, y está atento a la emergencia de cualquier detalle significativo no previsto, no pudiendo constreñirse sólo a una técnica. Es fácil comprender que las estrategias nacen en contextos y tienen su historia y desarrollo, pero debemos realizar un esfuerzo para encontrar marcos abiertos y amplios que sean capaces de acoger toda la riqueza de métodos, técnicas y estrategias para la investigación. «Ya hemos visto que la elección de métodos no debe hallarse determinada por la adhesión a un paradigma arbitrario. Y ello es así tanto porque un paradigma no se halla inherentemente ligado a una serie de métodos, como porque las características del entorno específico de la investigación cobran la misma importancia que los atributos de un paradigma a la hora de escoger un método»31.

Estos autores adoptan una posición ecléctica según la cual no es conveniente dividir las perspectivas sino, por el contrario, seleccionar y adaptar los elementos de interés de acuerdo con el problema de investigación con el que nos enfrentemos: «Hemos visto también que un investigador no tiene por qué adherirse ciegamente a uno de los paradigmas polarizados que han recibido las denominaciones de ‘‘cualitativo’’ y ‘‘cuantitativo’’, sino que puede elegir libremente una mezcla de atributos de ambos paradigmas para atender mejor a las exigencias del problema de investigación con que se enfrenta»32.

Las perspectivas cuantitativa y cualitativa no son mejores ni peores. Simplemente son diferentes y complementariamente necesarias. Pensamos con Navarro y Díaz (1994) que la investigación es cualitativa y cuantitativa. No porque sean complementarias, contrarias o fases de un mismo proceso. La investigación es cualitativa y cuantitativa porque así es la realidad. ¿Por qué prescindir de su totalidad? ¿Por qué renunciar a su integridad? «Contraponer el ‘‘cualitativismo’’ y el ‘‘cuantitativismo’’ como simplemente la propensión hacia la utilización de uno u otro tipo de prácticas de investigación tiene poco sentido. Casi tan poco como dejarse realmente llevar por cualquiera de estas dos posibles ‘‘desviaciones’’, la de aquellos para quienes la realidad social puede ser reducida a una distribución estadística de frecuencias de hechos y opiniones o la de quienes toman como absoluto el componente subjetivo de las relaciones sociales y descartan la aproximación a través de otras prácticas que aquellas que permitan la representación directa de la experiencia o las razones subjetivas. Parece más razonable ensayar la articulación de las prácticas cuantitativas y cualitativas, utilizando cada una de ellas para abordar niveles específicos de la realidad social […]»33.

Por otra parte, otra dicotomía presente en toda investigación es la de la objetividad y la subjetividad, el relativismo, relacionado con ellas, e incluso la verdad; cuestiones todas que generan constantes discusiones entre los investigadores, que no terminan de llegar a un consenso. 30 31 32 33

Navarro y Díaz, en Delgado y Gutiérrez (1994). Reichardt y Cook, en Cook y Reichardt (1986: 41). Ibídem. Vallejos, Ortí y Agudo (2007, 69).

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Además de los términos relacionados con la ciencia tratados hasta aquí, pueden surgir en nuestro pensamiento otros conceptos al reflexionar sobre la investigación. Es el caso de la información y los datos, que son la materia prima con la que el investigador trabaja. Sin embargo, estos datos no pueden calificarse en ningún momento de «objetivos» o de «información fiable»: «Todos los tipos de datos presentan problemas, todos son producidos socialmente, y ninguno puede ser tratado de forma neutral como no problemático, o como si fuera una representación transparente de la ‘‘realidad’’»34. Siguiendo a Corbetta35, este debate podemos resumirlo en las siguientes preguntas: ¿existe la realidad?, ¿se puede conocer?, y si es el caso, ¿cómo? Cada una de estas interrogantes representa una cuestión ontológica, una epistemológica y una metodológica, respectivamente. La primera tiene que ver con la esencia, con la naturaleza de la realidad y su forma, con la conjetura de si el mundo de los hechos es real y objetivo con una existencia fuera de la mente humana e independiente de la interpretación que hace de ese mundo el investigador. Es un clásico debate filosófico sobre la existencia de las cosas y del mundo exterior, y las ideas de éste (recordemos la parábola de la caverna de Platón, sólo por dar un ejemplo). La cuestión epistemológica, relativa al conocimiento, tiene que ver con la relación entre quién y qué se puede conocer, partiendo de la posibilidad de conocer la realidad y haciendo especial énfasis entre el investigador y la realidad objeto de estudio. Es decir, si el mundo existe como tal, con independencia de la actuación humana, es lógico pensar que puede ser conocido con distancia objetiva, sin caer en el riesgo de alterarlo en el desarrollo del proceso cognitivo, de lo que surgirían leyes naturales deterministas (causa-efecto), leyes menos imperativas, generalizaciones, o sólo conocimientos específicos y contingentes. Por último, la cuestión metodológica responde al cómo se puede conocer esa realidad, es decir, la instrumentalización empleada, control de variables y demás técnicas36. Para el positivismo, por ejemplo, existe la realidad fuera del individuo. Ésta es objetivamente conocible y se puede estudiar con los mismos métodos de las ciencias naturales. De hecho, es clásica la invitación de Durkheim –conocido como el padre de la sociología– a que los sociólogos adopten en sus investigaciones la actitud de los físicos, químicos y fisiólogos. El modo de proceder de este conocimiento positivista es fundamentalmente inductivo, que como ya explicamos, es el paso de lo particular a lo universal. Por su parte, el neopositivismo, revisa profundamente las premisas anteriores a través de una perspectiva crítica de la ciencia y el uso del lenguaje de las variables. De este modo se despersonaliza la investigación por cuanto cada objeto de estudio se define de manera analítica a partir de una serie de atributos y propiedades (variables). Se trata de hacer operativos los conceptos (hacerlos medibles), donde las variables (dependientes e independientes), con sus características de neutralidad, objetividad y operatividad se convierten en las protagonistas del análisis, ayudando así a registrar los fenómenos observables de una manera, a medirlos, relacionarlos y formalizarlos, facilitando la confirmación o invalidación de las hipótesis de una manera más objetiva y sin ambigüedades37.

34 35 36 37

Díaz de Rada (2005, 11). Corbetta (2007). Ibídem, pp. 8 y 9. Ibídem, pp. 9 y ss.

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De otro lado, tenemos el interpretativismo, en el cual se incluye al constructivismo y al relativismo. Para los constructivistas el mundo susceptible de ser conocido es el del significado atribuido por los investigadores; mientras que los relativistas defienden que esas construcciones mentales varían entre los individuos, incluso entre las culturas, por lo que no existe una realidad social universal, válida para todos; antes bien, existen múltiples realidades en la medida en que hay diversas perspectivas con las que los individuos perciben e interpretan los hechos. Así, tiende a desaparecer la distinción entre objeto investigado e investigador, de la misma manera que se hace difusa la diferencia entre ontología y epistemología. Y a nivel metodológico, la interacción entre el investigador y el objeto de estudio ya no se considera negativa, sino casi inevitable, la base misma del proceso cognitivo. De allí que se le dé prevalencia a las técnicas cualitativas38. En todo caso, la propia percepción de la realidad no es objetiva, sino que depende del propio investigador y del paradigma (marco teórico) en el que se apoye para su trabajo. Es decir, los registros de datos, la interpretación de éstos, el diseño mismo de la metodología a utilizar dependen de la postura del investigador, de su ventana mental, de sus condicionamientos sociales, culturales, académicos. Así, es cuestionable hablar de la objetividad del dato obtenido y de la neutralidad del investigador.

38

Ibídem, p. 26.

II. METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO

En este epígrafe haremos algunas reflexiones sobre los métodos de investigación de las ciencias sociales y las humanidades. En primer lugar, hablaremos de métodos aplicado a las humanidades –concretamente a la historia y a la historia económica–, y a las ciencias sociales –en concreto a la geografía, la sociología y la antropología, la ciencia política, las relaciones internacionales y la comunicación–. Como señalábamos en la introducción, hemos contado con la colaboración de investigadores invitados para que nos explicaran las estrategias más utilizadas en sus disciplinas. Por último, incluiremos un apartado dedicado al método comparado, frecuentemente utilizado por todas ellas. Antes de seguir adelante, hay que señalar un dato importante. Las metodologías, entendidas como conjunto de técnicas, están relacionadas con una disciplina concreta; pero cada una de estas técnicas es susceptible de ser aplicada por diferentes disciplinas. De esta manera, escogeríamos una u otra técnica en función de la investigación que pretendamos realizar. Por ejemplo, las historias de vida pueden ser utilizadas, además de por antropólogos, por historiadores o por sociólogos. Lo mismo ocurre con cualquier otra técnica que apliquemos a nuestra investigación, aunque es cierto que hay determinadas técnicas que se vinculan más a unas ciencias que a otras, o son más frecuentemente utilizadas por unos sectores académicos y profesionales que por otros. Cada investigador elegirá qué método o técnica le ofrecerá mejores resultados según la investigación que quiera realizar. De manera general, puede decirse que la investigación en todas las ciencias es el proceso que se desarrolla entre el diseño de un plan de trabajo y la elaboración de un informe final. Más específicamente señalaríamos que: «[…] toda investigación, incluso la científica, es averiguación de algo no conocido o búsqueda de solución a algún problema. Los distintos tipos de investigación no se pueden distinguir, pues, por la razón de ser de la actividad investigadora, la solución de problemas, sino que su diferenciación tiene que hallarse en su objeto y el procedimiento o forma de actuación. Tal procedimiento es, en el caso de la investigación científica, un método, el científico, muy complejo y dilatado, planificado y técnico […]. La investigación científica, que consiste en la puesta en práctica de este método o en la actuación basándose en él, se distingue, por tanto, de las demás formas de investigación por el carácter muy cualificado y elaborado de su método»1.

Existe diferencia entre metodología de investigación y técnicas de investigación. Estrictamente hablando, la metodología es el estudio del método, siendo éste el procedi1 Sierra Bravo, R., Tesis doctorales y trabajos de investigación científica. Metodología general de su elaboración y documentación, 5.ª edición, Madrid, Thomson Editores, 2005, p. 28.

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miento para alcanzar los objetivos de la investigación, la búsqueda de estrategias válidas para su objeto de estudio, y por eso utiliza diversas técnicas de investigación. Antes de continuar, hemos de precisar, sin embargo, que con frecuencia suele utilizarse el término metodología no como estudio del método sino como conjunto de técnicas y procedimientos y en este manual se usarán indistintamente, dejando que sea el contexto el que determine en cada momento a qué hace referencia. «El método, como procedimiento, está constituido por las etapas generales de actuación que forman su contenido y por las técnicas o procedimientos concretos, operativos, para realizar en un caso determinado las fases generales de actuación en cuestión. Estas técnicas, específicas de cada ciencia, pueden ser muy diversas, porque cada objeto de investigación reclama sus técnicas propias […]. El método de investigación científico, como procedimiento general de actuación seguido en el conocimiento científico, se concreta, pues, en un conjunto de trámites, fases o etapas. Por ello, parece que la mejor manera de expresar en qué consiste, es describir las actuaciones que comprende»2.

Así, las técnicas estarán muy vinculadas al tipo de investigación que vamos a hacer, y no tanto a la disciplina desde la que queremos acercarnos. En un mismo trabajo podremos necesitar diferentes técnicas de investigación para acercarnos al objeto de estudio. Para estudiar, por ejemplo, el peso de la influencia de la opinión de cierto colectivo científico o académico sobre algún tema de interés podremos servirnos de diferentes técnicas de investigación como pueden ser: las encuestas, el análisis prosopográfico de las personas encuestadas, el análisis de artículos científicos y la comparación del contenido de los mismos con las opiniones aparecidas en los medios de comunicación. Estaríamos hablando de cuatro técnicas diferentes y todas, puestas en la práctica, conformarían nuestra propia metodología de investigación. El trabajo descrito podría ser realizado tanto por historiadores, como por sociólogos o antropólogos pero también podría hacerlo un grupo interdisciplinario aportando distintas perspectivas. Eso sí, siempre exigiría la elaboración previa de un diseño del modo en que dicha investigación se llevaría a cabo. Esto es la metodología. Las metodologías han ido cambiando a lo largo de la historia, evolucionando con las mismas disciplinas que la aplican. Unos trabajos de investigación enriquecen a otros y no sólo por sus objetos de estudio y por el aumento de los conocimientos alcanzados, sino también por la forma de abordarlos. Una buena elección metodológica tiene mucho que ver con el éxito o el fracaso de la investigación y con la evolución de la disciplina en sí.

2

Ibídem, p. 30.

II.1. METODOLOGÍA HISTÓRICA INMACULADA SIMÓN RUIZ

La forma de estudiar la historia depende de la concepción que de ella tengamos y esto está relacionado, con frecuencia, con los paradigmas dominantes en el momento de estudio. La historia como disciplina, como objeto de estudio, ha cambiado, pero no sólo debido a los conocimientos adquiridos a lo largo de los siglos, sino también por la manera en que nos hemos acercado a ellos, por las preguntas que hemos hecho a nuestras fuentes, por la concepción misma que de la disciplina tenemos y por las respuestas que esperamos de ella. Desde Herodoto1, que basaba parte de sus conocimientos en la memoria trasmitida de forma oral, hasta Plutarco y su forma de analizar a los protagonistas de la historia a través del método comparado en sus Vidas paralelas2; desde la historia de las grandes naciones o de sus protagonistas propia del siglo XIX y XX hasta la actual «crisis de la historia», heredera del revisionismo a que fue sometido el positivismo por los estructuralistas y los defensores de la historia total de Past and Present y de la Escuela de los Annales, la metodología histórica ha ido cambiando y recuperando o dejando a un lado ciertas técnicas de investigación en función de lo que quería o creía ser como disciplina. No se trata aquí de defender una u otra manera de hacer historia sino de rescatar lo que de válido tiene un sistema u otro en función del tema de estudio y de los resultados que se espera obtener con el trabajo de investigación. El método debe ser un instrumento de apoyo para el investigador y no el marco en el que éste se mueva3. Si aceptamos que la historia está conformada por una serie de acontecimientos que constantemente pueden ser revisitados y revisados para ampliar nuestra propia concepción de la Historia con mayúsculas; si aceptamos que la historia es la serie de representaciones que de ella tenemos; si aceptamos que hay una gran carga de subjetividad tanto en los acontecimientos seleccionados como objeto de estudio como en la manera de abordarlos, tendremos que aceptar que toda investigación debe realizarse para ser puesta en cuestionamiento por otros investigadores y que, generalmente, dicho cuestionamiento podrá ser llevado a cabo por aquellos que se acerquen a nuestro objeto de estudio desde la utilización de una metodología o de unas fuentes diferentes que aporten nuevos datos y nuevas interpretaciones. Como señalábamos más arriba, desde la década de 1920 del siglo pasado la Escuela de los Annales defiende una historia total frente a la historia de los acontecimientos de los positivistas del siglo XIX –que entiende la historia como la narración pretendida1 2 3

Herodoto, Historias (2008). Plutarco (2003). Feyerabend, Altaya (1999).

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mente objetiva de grandes acontecimientos políticos–, y frente al estructuralismo marxista, que explica el mundo a través de las relaciones económicas. La historia total viene a defender la necesidad de estudiar al hombre dentro del mundo como un ser complejo movido por impulsos diferentes a los económicos aunque éstos estuvieran siempre presentes. Nace así una historia que quiere contar también las influencias del individuo en la sociedad y no sólo los hitos de los grandes acontecimientos o de sus protagonistas. Las biografías de personalidades desaparecen de la historiografía para dar paso a las pequeñas historias rescatadas bien de fuentes revisitadas, bien de fuentes no utilizadas hasta el momento. Más recientemente, desde la década de 1970, y como resultado de todos estos cuestionamientos así como de los cambios de paradigma que han venido a poner en duda la posibilidad de encontrar la Verdad –con mayúscula– para conformarnos con la aportación de pequeñas verdades y que afecta a la ciencia en general y no únicamente a las ciencias sociales, ha surgido una historia que quiere contar la historia de los sin voz a través de las representaciones que de ellos se viene teniendo a lo largo de la historia. Así, surge la historia con perspectiva de género, la historia de las mujeres, la historia de las minorías… y como consecuencia del cuestionamiento del sistema capitalista y predatorio, la historia ambiental. Pero, ¿qué han hecho estos nuevos historiadores?, ¿han hecho tabla rasa del pasado?, ¿han diseñado una nueva metodología? Aún cuestionando a la historiografía anterior, se han dado por válidos antiguos conocimientos y se ha tendido a recuperar viejos métodos como por ejemplo la historia oral o la historia comparada. Con frecuencia se han seguido considerando similares fuentes de información o se ha recurrido a otras disciplinas para aumentar conocimientos y aportar nuevos enfoques y puntos de vista. Lo que ha cambiado no han sido las técnicas de investigación sino la metodología. Si durante el positivismo se consideraba como documento adecuado para el análisis histórico el documento escrito –y dentro de éstos particularmente el documento político–, los Annales fueron los responsables de la ampliación del concepto de documento y recurrieron a otro tipo de textos como podría ser la correspondencia privada. Pues bien, a partir de los setenta el documento comienza a ser tratado como monumento. Se estudia el documento como «representación de» la realidad y no como «reproducción de» la realidad. Utilizando, pues, las mismas fuentes y los mismos métodos, se parte de diferentes premisas y las conclusiones, en consecuencia, no tienen el afán totalizador de las historiografías que nos han precedido. La materia de estudio de la historia no es la realidad sino cómo se construye esa realidad. Por tanto, la historia estará en continuo cambio, en continua evolución. El dejar de lado la historia de los acontecimientos o el esfuerzo por superar el historicismo o el estructuralismo no significa que no seamos conscientes de la importancia de los logros obtenidos por los historiadores que trabajaron bajo su influjo. Sirva como ejemplo el proporcionado por Eric Hobsbawm4 con respecto al marxismo y a cómo algunos de sus hallazgos han sido interiorizados por diversos historiadores sin apenas ser conscientes de ellos. El ejemplo que Hobsbawm utiliza es el de Jacques Le Goff y el del medievalista Richard Southern, en relación con una reseña que el investigador de Oxford había hecho sobre un libro del francés en el que ambos comparten la idea de que la aparición del purgatorio como concepto nació como consecuencia de que la Iglesia 4

Hobsbawm (2004).

II.1.

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medieval europea dejó de depender de la financiación de unos pocos aristócratas y alcanzó una base más amplia. Dando por hecho que no hay duda de que ambos autores no son simpatizantes del marxismo, Hobsbawm señala que antes de la década de 1980 (cuando se publicó el libro) nadie que no fuera marxista habría presentado una reflexión en estos términos (ni ésta habría sido ampliamente aceptada). Es lo que él llama interiorización del «marxismo vulgar» y que sólo demuestra, a su juicio, «[…] que la historia está comprometida con un proyecto intelectual coherente y ha hecho progresos en lo que se refiere a comprender cómo el mundo ha llegado a ser lo que es hoy»5. Y continuado con el marxismo, es importante hacer otra reflexión relacionada con la anterior y que tiene que ver con la «reciente» «moda» de apostar por la multidisciplinariedad. Cada vez es más frecuente encontrarse con dicho término. Pareciera como si fuera un invento del siglo XXI. No obstante, debemos ser conscientes que la fragmentación actual de la ciencia comenzó a darse en el siglo XIX por motivos prácticos, pero que desde entonces son muchos los autores que consideran que se trata de un error puesto que limita el resultado de las investigaciones. Concretamente, Geoff Eley6, nos recuerda cómo en sus años de estudiante (décadas de 1960 y 1970) y consciente de que la historia en sí misma era insuficiente pues necesitaba teoría y de que dicha teoría tendría que venir de otras disciplinas, no tuvo duda en «[…] virar hacia la gran fuente de interdisciplinariedad (o, más exactamente, la gran incitación hace el conocimiento interdisciplinario, o quizás, pandisciplinario), esto es, el marxismo»7. Dicho esto, pasemos a comentar cómo se eligen las fuentes con las que trabajamos. Lo que se explicará en adelante en relación a las fuentes no sólo se aplica a la historia, sino a las ciencias humanas y sociales en general.

La elección de fuentes La elección de fuentes en primer lugar estará condicionada por el tipo de trabajo que vamos a realizar (trabajo de clase, trabajo fin de estudios, tesis doctoral, etc.). Para un trabajo de clase las fuentes básicas son las recomendadas por el tutor y rara vez será necesario acudir a otro tipo de documentación más allá de fuentes escritas disponibles en bibliotecas o a través de Internet. No obstante, para un trabajo de fin de estudios o para una tesis doctoral el esfuerzo en la búsqueda de información debe ser más exhaustiva. En los trabajos de fin de estudios suele ser suficiente acudir a las fuentes secundarias, mientras que en las tesis doctorales es obligada la utilización de fuentes primarias en la investigación. Pueden definirse fuentes primarias como las elaboradas durante la época de estudio o por el sujeto de estudio. Las secundarias serían interpretaciones de éstas. Pero hay que tener en cuenta que, en ocasiones, las secundarias pueden constituir también el objeto de estudio y en este caso serían fuentes primarias. Si, por ejemplo, estudiamos la visión de América en los manuales de historia contemporánea, los manuales, que normalmente son fuentes secundarias, sería nuestra fuente primaria. Por otra parte, las investigaciones tienen necesariamente que combinar ambos tipos de fuentes tanto primarias y secundarias. En todos los casos las fuentes deben triangularse, es decir, de5 6 7

Ibídem, p. 10. Geoff (2008). Ibídem, p. 57.

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ben compararse entre sí y comprobar la información sobre un mismo tema que todas ellas nos dan. También un investigador puede apoyarse en fuentes terciarias, que son aquellas que compilan datos provenientes de otras fuentes primarias y secundarias, y las analizan y comentan; tal es el caso de los diccionarios especializados, o de las enciclopedias. También se incluyen en esta categoría los catálogos de bibliotecas o de revistas especializadas y demás publicaciones periódicas. Como decíamos, las fuentes primarias son aquellas elaboradas por el (o los) protagonistas de nuestra materia de estudio o que han sido escritas en el momento histórico que nos interesa. Son fuentes directas los diarios personales, las cartas, las actas de nacimiento, los documentos administrativos… Sorprende la cantidad de fuentes de información con que podemos contar. Es posible considerar como fuentes no sólo los documentos escritos sino objetos de la vida cotidiana, instrumentos de trabajo, vestimentas u obras de arte. Incluso las obras de ficción y las partituras musicales pueden llegar a considerarse como fuentes. Depende siempre de la perspicacia del investigador y del objeto de la propia investigación. Ahora bien, las fuentes son importantes, pero no lo son menos las preguntas que el investigador se hace al contemplarlas. De esta manera, algo que puede resultar anecdótico para algunos como la noticia de una matanza de unos gatos a manos de un grupo de trabajadores en torno a 1730, puede terminar presentando un cuadro completo de las reglas del gremio de impresores y de la jerarquía social de la Francia del siglo XVIII8. En ocasiones, el oficio de historiar requiere grandes dosis de imaginación. Recientemente, por ejemplo, la historia ambiental se está viendo enriquecida por la curiosidad de diversos científicos que, careciendo de suficientes herramientas para estudiar el clima en el pasado, recurren a fuentes tan diversas como puedan ser rogativas de lluvia o los datos de navegación de los barcos que hacían la Carrera de las Indias. En el primer caso han sido investigadores relacionados con el Instituto Geológico y Minero de España quienes han reconstruido la historia de la sequía en España a través de las rogativas depositadas en la Catedral de Toledo desde 1506, en demanda de más o menos lluvia por parte de los campesinos del lugar9. El segundo de los casos es rescatado por los historiadores del clima que hasta ahora han contado con buenas fuentes para el análisis del clima territorial, pero que carecían de fuentes idóneas para el estudio del océano hasta que cayeron en la cuenta de que las descripciones de las travesías marítimas realizadas entre España y sus antiguas colonias, plasmadas en cuadernos de bitácora y diarios de navegación localizados en el Museo Naval, Archivo General de la Marina o Archivo General de Indias, dan suficiente información como para reconstruir el clima marítimo que supone el de las dos terceras partes de la superficie del planeta10. En el caso de las rogativas hablamos de información realizada no por expertos, aunque sí por personas para las que la climatología era fundamental; en el segundo se trata, por demás, de una información precisa, realizada en el momento de su producción y tomada por especialistas en el tema. Por otra parte, las fuentes secundarias serían aquellas producidas en torno a nuestro tema de estudio como la bibliografía, los artículos, los libros de texto, manuales o biografías, así como obras iconográficas, fotografías, u obras conmemorativas realizadas posteriormente al desarrollo de los acontecimientos. Se trata de una larga serie de fuentes que pueden hacer el papel de secundarias y que resulta imposible enumerar aquí pero 08 09 10

Darnton (2006). Sampedro, El País (2008). Rubio Durán, en Marchena y Chust (eds.) (2008).

II.1.

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de las que hay que destacar que, como las primarias, pueden ser documentos escritos o de otro tipo y que se reconocen porque han sido elaboradas para explicar las cuestiones que nos interesan. Pero estas mismas fuentes que pueden ser consideradas de apoyo en muchas investigaciones, en otras se considerarían fuentes primarias, como decíamos anteriormente, ya que constituirían ellas mismas materia de estudio. Por ejemplo los libros de texto si queremos estudiar, pongamos por caso, la cuestión de la higiene en el siglo XIX nos pueden servir como elemento primordial de análisis a la hora de analizar los hábitos de higiene que se querían inculcar en la población en un determinado momento. También la producción literaria especializada nos puede servir como fuente primara si queremos hacer un trabajo historiográfico sobre la evolución de un concepto o una idea a lo largo de la historia. El tratamiento de las fuentes también varía si las utilizamos para apoyar una idea previa, una hipótesis –que es lo más frecuente–, o si el «hallazgo» de una fuente es lo que nos hace reflexionar y trabajar sobre ella. En el primer caso la fuente será un instrumento de la investigación, pero en el segundo será la materia de estudio y necesitaremos recurrir a otras fuentes para su investigación para evitar la simple reproducción del documento sin contrastación ni análisis. Con esto queremos insistir en que la utilización de una u otra fuente, de un método de análisis o de una metodología concreta no debe «encajonar» el trabajo que realizamos pero sí guiarlo para, así, orientar también al lector. La elección de una u otra fuente o metodología debe dárnosla su pertinencia y no el gusto por la tradición o el empeño por hacer forzosamente algo que esté de moda.

La búsqueda de fuentes Con frecuencia, el problema inicial al que nos enfrentamos a la hora de emprender una investigación es el de la localización de las fuentes de información. Tanto para las primarias como para las secundarias existen gran cantidad de lugares que guardan información preciosa para nuestro trabajo. Tanto es así que muchas veces es la gran cantidad de datos lo que dificulta el desarrollo de la investigación. Esto y la dispersión de los fondos. Tenemos que tener en cuenta que los investigadores de las humanidades y las ciencias sociales utilizamos fuentes de información producidas por el ser humano a lo largo de la historia y que el criterio seguido, tanto por los generadores de dicha información como por los depositarios de la misma, no siempre se ha mantenido a lo largo del tiempo. Para empezar, más allá de la documentación privada que puede estar custodiada por la propia familia del interesado, el resto de los documentos son responsabilidad de instituciones civiles, eclesiásticas o militares. Las dos últimas, al tener una jerarquía más rígida suelen mantener normas igualmente rígidas de organización de sus documentos que facilitan el procesamiento de la misma. En contra, diremos que al estar tan jerarquizadas, el problema suelen presentarlo en las dificultades surgidas en el momento de acceso a los fondos, más que en su comprensión y manejo una vez que se ha accedido a ellos. Por el contrario, la información ubicada en organismos dependientes del Estado suele ser más accesible (pasados x años desde su elaboración y, por supuesto, bajo regímenes no autoritarios), pero su dispersión y su localización son más complejos y exigen un

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elevado conocimiento institucional a la hora de rastrear tanto el lugar en el que puedan estar como su ubicación dentro de los mismos archivos. Un lugar intermedio en tanto en cuanto es público pero no accesible para todos los ciudadanos, lo ocupa la información de organizaciones civiles. Aquí la localización es relativamente sencilla pero, como en el caso de la iglesia o de los documentos en manos de las fuerzas armadas, su consulta en ocasiones depende del «capricho» de los responsables de su custodia. Por estas razones es necesario que antes de intentar acceder a la información recurramos a centros de almacenamiento de documentación que nos pueden evitar muchos paseos innecesarios y muchos quebraderos de cabeza; primero, para ayudarnos a elegir el tipo de fuentes que necesitamos, después, para ayudarnos a localizar dónde pueden estar y, en tercer lugar, porque con frecuencia suelen proporcionarnos la información necesaria sin tener que acudir personalmente a los archivos. Nos referimos a las bibliotecas y, por supuesto, a Internet. Internet bien usado nos permite ahorrar mucho tiempo en visitas a bibliotecas y archivos para hacer un primer barrido de información. Nos facilita establecer coordenadas, conocer los contenidos generales de los repositorios, acceder a las direcciones de otros investigadores que trabajan los mismos temas… También contiene información primaria como pueden ser periódicos, artículos, etc., y cada vez con más frecuencia algunos archivos y bibliotecas permiten el acceso directo a documentos originales escaneados. El gran problema de Internet es que hace necesario verificar las fuentes y que al ser dinámico posibilita que con frecuencia la información cambie de lugar o desaparezca. Por eso es recomendable comprobar previamente que el documento en cuestión seguirá estando en red durante un largo período de tiempo, tanto para no perderlo de vista en mitad de la investigación como para asegurarnos de que la persona que lea nuestro trabajo pueda consultar el contenido completo del documento a que se hace referencia. Por esta razón es necesario que cuando citemos documentos localizados por esta vía especifiquemos siempre la fecha en que fueron consultados además del enlace completo. Para la búsqueda en bibliotecas es muy importante observar cuáles son los cuadros de clasificación que tienen. Generalmente se ciñen a un cuadro general creado a finales del XIX (Clasificación Decimal Universal, CDU) pero éste suele ser insuficiente para bibliotecas muy especializadas y en ese caso ellas mismas elaboran sus propios cuadros. Nuestra obligación es observar el sistema de clasificación y procurar no ser críticos con ellos pues se trata de un método para posibilitar el trabajo de los bibliotecarios y no un marco rígido de clasificación. Si lo estudiamos previamente y si preguntamos al bibliotecario cuando tengamos dudas, no tiene por qué ser un problema. En general, el bibliotecario sabe que está ahí para facilitar la búsqueda al lector. Si le demostramos que respetamos su trabajo, él hará lo mismo con el nuestro. En las hemerotecas, por lo general, la catalogación se hace siguiendo un criterio alfabético. Además, se hace distinción entre periódicos nacionales y locales, así como extranjeros. Para finales del siglo XVIII y para el XIX es muy frecuente encontrar misceláneas. Son colecciones de números sueltos que por una razón concreta (coleccionismo, interés o preferencia por algún tema específico…), o simplemente por cronología, aparecen en un mismo volumen. Tanto en el caso de las hemerotecas como en el de las bibliotecas hay catálogos que nos permiten hacernos una idea del material que hay y que está a disposición de los usuarios. En los archivos, la clasificación es más compleja. Pero al igual que en bibliotecas y hemerotecas, suele haber instrumentos de consulta que facilitan mucho la búsqueda. A

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pesar de ello, en estos casos es mucho más complicado buscar sin tener una idea previa de qué se busca. Hay que tener en cuenta la cantidad de documentos que suele haber sobre cualquier tema y es una labor absurda acudir a un archivo sin tener referencias más o menos claras de lo que estamos buscando. Asimismo se requiere un conocimiento bueno de la época y de la materia de estudio y de la organización interna de la institución que resguarda los documentos y de cómo ha ido evolucionando a lo largo de la historia. Cuando no se trata de archivos personales o de una institución concreta (sea civil o militar, laica o religiosa) en cuyo caso la clasificación suele ser más simple, los archivos guardan una gran complejidad ya que los más frecuente es que por su dirección hayan pasado múltiples personas con distintos criterios a la hora de clasificar, que hayan cambiado las normas de organización del organismo e incluso la responsabilidad del mismo o que hayan sufrido avatares propios del paso del tiempo como inundaciones, incendios, guerras, plagas… (problemas a los que, por supuesto, no son ajenos los archivos militares y eclesiásticos). Pero no todo son malas noticias, los archiveros suelen ser personas que conocen su oficio y a los que les gusta, y que tienen buena disposición para ayudar. Y, además, existen con frecuencia buenos catálogos que han realizado para ciertos ramos, archiveros o investigadores deseosos de agilizar la localización de las fuentes. Antes de terminar, conviene hacer una recomendación para cuando acudamos a bibliotecas, archivos o hemerotecas. Aunque solemos ir a estos lugares con el ordenador o el portátil y con cuadernos y bolígrafos para trabajar, es necesario llevar siempre a mano un lápiz o dos, goma de borrar y sacapuntas y hojas sueltas para tomar notas. En algunas bibliotecas y en la mayoría de archivos y hemerotecas sólo se permite el uso de lápiz y, además, se suele exigir el uso de guantes de algodón y tapabocas para no perjudicar el material de consulta. En ocasiones, permiten el uso de cámaras digitales para fotografiar el material sin hacer uso del flash, así que puede ser útil llevar siempre una.

El tratamiento de las fuentes Independientemente del tipo de técnicas de investigación y de las fuentes que utilicemos, el tratamiento de estas últimas consta de tres fases: buscar, criticar y sintetizar. En lo que se refiere a la búsqueda, ya hemos hablado acerca de dónde y en qué momento de la investigación debe hacerse; en lo tocante a la crítica del contenido de las fuentes, es necesario valorar su autenticidad, su originalidad, su veracidad, su grado de subjetividad y comparar su contenido con el de otras fuentes; y, por último, en lo que atañe a la síntesis del contenido de las fuentes y su reconstrucción, resulta muy relevante tener en cuenta no sólo la subjetividad de las fuentes, sino la del propio investigador, dada en gran medida por el momento en que vive y por sus tendencias ideológica e historiográfica. Pensemos, por ejemplo, en las investigaciones de la historia actual. Esta tendencia parte de la idea de que no sólo se puede hacer historia del pasado sino que es posible hacerla también del presente. Su principal fuente de información es la memoria pero, teniendo en cuenta que ésta es subjetiva y selectiva, se hace necesario trabajar los datos tanto antes de obtenerlos (mediante la elaboración de preguntas) como después (poniéndolos en cuestión con otros testimonios, ya sean orales o escritos). Muy vinculada con el tratamiento de las fuentes por parte de la historia actual está la historia oral, que da importancia al hecho de que, en su origen, el conocimiento se

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transmitía a través de la palabra. En la actualidad las fuentes orales se utilizan para hacer la historia de los «sin historia», de los que generalmente no pueden hacer oír su opinión por otros medios. Existe un conjunto de técnicas específico que consiste en recoger testimonios o hacer personalmente las entrevistas para después tratarlas como el resto de las fuentes y continuar con los otros dos pasos de criticar y evaluar. Por poner algunos ejemplos, en España se ha utilizado frecuentemente para el estudio de la Guerra Civil11 y existen archivos específicos como el «Archivo de la Palabra» de la Biblioteca Nacional. Por último, con la microhistoria se pretende reducir la escala del objeto de estudio pero no por ello dejar de hacer historia total. Parte de un grupo de historiadores italianos en torno a Quaderni Storici, encabezados por Ginzburg y Cipolla, que, centrando su atención en un personaje aparentemente anodino, un lugar o en un documento trivial, logran hacer la reconstrucción de todo el mundo que lo rodeaba. Como ejemplo, retomamos el análisis de la matanza de gatos a que hacíamos referencia al principio de este capítulo pero también el trabajo de Luis González en torno a San José de Gracia (Michoacán), Pueblo en vilo, donde reconstruye toda la vida del pueblo y con él de la historia de México y sobre todo de la vida social y política durante la cristiada12. Vuelve a ser un tipo de historia que da voz a los «sin voz». Otros ejemplos del diverso tratamiento de las fuentes derivado de la tendencia historiográfica serían los de la historia ambiental o la de género y sus vertientes más comprometidas como la historia ecológica o la abordada desde el feminismo. En estas investigaciones no cambia tanto el tipo de fuentes consultadas como el punto de vista, el enfoque y la crítica que de ellas hacemos, pues desde ambas tendencias se procura abandonar el antropocentrismo, bien para ampliar el alcance de la investigación, bien con un objetivo claramente de denuncia y propositivo en las vertientes que hemos denominado comprometidas. Así, en el caso de la historia ambiental y la ecológica el abandono del antropocentrismo se hace para ampliar el ámbito del estudio hacia la naturaleza, dentro de la cual el hombre es sólo una parte en el caso de la historia ambiental, y un depredador en el de la historia ecológica. Los estudios del primer grupo pretenden encontrar la interrelación entre hombre y naturaleza mientras que los segundos van más allá al pretender con esa búsqueda denunciar la acción del hombre sobre la naturaleza y proponer cambios en este sentido. En lo que se refiere a los estudios realizados desde la historia de género, se amplía el espectro de la investigación a las mujeres para evidenciar y resaltar su papel en los procesos históricos y su ausencia en la historiografía; mientras que los realizados desde el feminismo dan un paso más al pretender colaborar con estos estudios a la emancipación de la mujer. Todas las tendencias mencionadas suelen ser muy críticas con las fuentes y con quienes las han utilizado con anterioridad. Por eso hacen grandes esfuerzos por encontrar otro tipo de documentos para obtener respuestas a sus preguntas de investigación. Aunque la disciplina es la misma, hay algunas investigaciones de historia con atributos, como la historia económica, que utilizan técnicas específicas como veremos a continuación.

11 12

Fraser (1979). González (1968).

II.2. LA HISTORIA ECONÓMICA. CONCEPTOS, METODOLOGÍA Y FUENTES ALICIA GIL LÁZARO

Este capítulo tiene como objetivo principal identificar los conceptos claves que estudia la historia económica así como las diversas corrientes historiográficas que se han dado en su seno desde su configuración como disciplina autónoma. Es esencial en este sentido aclarar la relación íntima entre la historia y la economía, reconocer las principales herramientas metodológicas que utilizan los historiadores económicos así como las fuentes y acervos históricos más apropiados para hacer avanzar los estudios históricoeconómicos. La presencia formalizada de las asignaturas de Historia Económica en los actuales estudios universitarios relacionados con la economía (en los Grados de Economía y Administración y Dirección de Empresas) hace pertinente que dediquemos este breve espacio a la reflexión sobre la importancia de esta disciplina de conocimiento científico en los ámbitos de las Ciencias Sociales y las Humanidades. Los alumnos que desde estos grados pretendan iniciarse en la investigación sobre algún aspecto de la economía de hoy en día deben partir de la base de que no se pueden entender los procesos económicos de cualquier época –tampoco de la presente– sin un sentido histórico, sin una adecuada contextualización en el tiempo histórico. Y es que, a largo plazo, todo cambia. Por principio de cuentas, la historia económica tiene como eje de estudio el cambio económico1.

Definiciones y preguntas esenciales que se hace la historia económica En un artículo publicado en 19982, Gabriel Tortella afirmaba que Adam Smith fue el primer científico en «utilizar sistemáticamente la historia económica para fundamentar sus teorías». Desde la publicación en 1776 de su obra Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, hasta la actualidad, los historiadores interesados en el estudio de los procesos económicos se han formulado preguntas similares a las que ya se hiciera Smith dos siglos y medio atrás: ¿Qué palancas han permitido aumentar la riqueza de las naciones? ¿En qué consiste realmente esta riqueza? ¿Por qué 1 Una de las más completas enciclopedias de economía, The New Palgrave Dictionary of Economics, en su edición más reciente de 2008, que puede ser consultada en Internet, ofrece una amplia definición de historia económica a cargo de Alexander J. Field. Field, en Durlauf and Blume (eds.) (2008), consultada en http://0-www.dictionaryofeconomics.com.fama.us.es/article?id=pde2008_E000016, última actualización: 2008, consultada: 11 de agosto de 2011. 2 Tortella (1998: 2-7).

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el aumento de la riqueza ha ido acompañada de la persistencia de la pobreza? ¿Qué transformaciones experimenta una sociedad con el desarrollo económico? ¿Qué transformaciones favorecen o dificultan el progreso de una economía y de una sociedad? Formular bien estas preguntas –e intentar encontrar respuestas– es la principal tarea de la historia económica3. Antiguamente la historia económica era considerada una rama de la economía o de la historia, y no fue sino hasta mediados del siglo XIX cuando se consolidó como una disciplina autónoma de estas dos ciencias. Carlo Cipolla afirma que la historia económica logra conciliar, hasta cierto punto, las diferencias naturales existentes entre la ciencia económica y la ciencia histórica4. Este autor ha entendido y practicado este campo del conocimiento que es la historia económica como un terreno interdisciplinar situado «en la encrucijada entre dos disciplinas, la historia y la economía». El problema consiste en que: «Las dos disciplinas que están en su base pertenecen, por así decirlo, a dos culturas distintas. La historia es y sigue siendo la disciplina humanística por antonomasia. En cambio, la economía se ha distanciado progresivamente de la historia y las ciencias humanas desde los tiempos de Ricardo: aun permaneciendo tan débil como base de predicción, se aferra obstinadamente a las llamadas ciencias exactas mediante el uso y abuso de la lógica matemática como instrumento fundamental para el análisis»5.

Así pues, la historia económica ha vivido, vive aún, la ambigüedad de tratar estrechamente con dos disciplinas bastante disímiles. Se ha dicho muy a menudo que mientras la economía utiliza un método hipotético-deductivo, suponiendo la reiteración de ciertos comportamientos, la historia trata de casos únicos, irrepetibles, y por ello no puede formular predicciones. La antinomia olvida, sin embargo, que la economía no predice comportamientos individuales y que los hechos del pasado no son esencialmente distintos a los del presente. Aun cuando en la amplia producción historiográfica del siglo XX todavía podemos encontrar algunos manuales más o menos recientes que defienden una concepción de la historia económica como una economía «aplicada» o una simple rama de la economía6, lo cierto es que muy pocos ya sostienen hoy en día la dependencia o subordinación de una a otra. Frente a la modestia del historiador, afirma José Ignacio Martínez Ruiz, que tan sólo trata de explicar la especificidad de las situaciones que estudia dentro de un espacio y un tiempo delimitados, el economista suele encontrarse más interesado por las regularidades y las situaciones de equilibrio a partir de las cuales construir leyes o principios generales, que por las de cambio7.

Objetivos y conceptos En la introducción de uno de los textos generales de historia económica más utilizados en las aulas universitarias españolas en la actualidad, sus autores, Gaspar Feliú y 3 Existen algunos manuales clásicos de metodología de la investigación histórica en los cuales se pueden encontrar amplias referencias a la historia económica: Fontana (1982: 185-200), Cardoso y Pérez Brignoli (1976: 213-289). 4 Cipolla (1991: 21). 5 Ibídem, p. 10. 6 Tortella (1986: 7). 7 Martínez Ruiz (1992: 18).

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Carles Sudrià exponen que la finalidad más propia de la historia económica es el estudio del crecimiento económico a largo plazo. Desde esta perspectiva, el análisis de los factores que facilitan o dificultan el crecimiento debe ser primordial en cualquier aproximación a la historia económica en general8. Pero ¿qué es el crecimiento? El manual clásico de Rondo Cameron lo definía básicamente como el aumento sostenido del producto de bienes y servicios que se elaboran en una sociedad dada como totalidad o por persona (per cápita), es decir, en proporción a la población9. Una definición que, más recientemente, aporta Enric Tello en su obra La historia cuenta, defiende una noción de crecimiento que conlleva un punto de vista mucho más social, confrontándolo con el término de desarrollo, al sostener que «el desarrollo humano es una conquista social, no una especie de secreción cutánea generada sin más por esos aumentos de la circulación mercantil y la actividad económica del Estado a los que llamamos crecimiento»10. Es el concepto de desarrollo humano sustentable el que, en opinión de Tello, debe realmente importar a los historiadores económicos en una era de crisis global y de claros límites ecológicos planetarios. Como sea, el conocimiento y la reflexión sobre la evolución económica en épocas pasadas deben introducir a los estudiantes en los tipos de temas y de razonamiento lógico propios de los economistas y los historiadores (el funcionamiento de los mercados, el comportamiento de los consumidores y de las empresas, los mecanismos de distribución y de acumulación, la dinámica temporal del crecimiento económico, etc.), y deben hacerlo sin olvidar los factores institucionales y sociales que delimitan la acción económica11. Y es que –es innegable– un mayor aprendizaje sobre la evolución económica en épocas pasadas debe facilitar la comprensión del mundo actual. En un sistema económico cada vez más globalizado, el conocimiento –aunque sea superficial– de la historia económica reciente de los diferentes continentes y de sus raíces más profundas debe formar parte del bagaje propio de los historiadores y economistas profesionales12. Dos de estos factores institucionales y sociales a los que hacíamos referencia son decisivos cuando examinamos tanto la experiencia histórica como los estudios teóricos: las instituciones y el cambio tecnológico. Sudrià y Feliú definen las instituciones como el conjunto de condicionantes jurídicos y sociales que afectan a las actividades económicas13. De manera preferente, entre las instituciones se incluyen las medidas legales que regulan la propiedad y su uso, al igual que las que configuran en cada momento la política económica de las autoridades, y también los valores sociales vigentes en una sociedad y en un período determinado o la forma específica en la que se organizan las empresas. «El papel del entramado institucional en el fomento económico o, todo lo contrario, su obstaculización, es un elemento que se debe tener muy en cuenta para valorar la evolución de cada sociedad en cada fase de su desarrollo»14. Volveremos más adelante sobre ellas. Feliú y Sudrià (2007: 18). Cameron (1992: 25-41). 10 Tello (2005: 11). La cursiva es del autor. 11 Landes (1999: 19-41). 12 En este sentido, un ejemplo cercano es el intento de analizar la gran crisis económica internacional desatada en 2008 –y que persiste con fuerza en la actualidad– a la luz de la comparación con crisis similares del pasado, especialmente con la que más rasgos en común comparte, la de 1929. Marichal, Salinas (2010: 85-137 y 273-322). 13 Feliú y Sudrià (2007: 18). 14 Ibídem, p. 18. 08 09

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El cambio tecnológico, por otro lado, constituye, según estos autores, el elemento fundamental que ha permitido al hombre, a lo largo de su historia, mejorar el acceso a bienes y servicios. Mediante la aplicación de innovaciones logramos obtener más bienes o más servicios con un esfuerzo menor. Desde el descubrimiento del fuego hasta la informatización, el cambio técnico siempre ha significado la posibilidad de acceder al consumo de más productos o al uso de más servicios dedicando menos horas de trabajo y, por tanto, «nos ha permitido vivir cada vez mejor, aunque el reparto de la renta sea cada vez más desigual»15. Finalmente, además de los cambios institucionales y de la innovación técnica, existen otros dos factores siempre presentes en el análisis del crecimiento económico a largo plazo: la evolución demográfica y la disponibilidad de recursos naturales. El aumento de la población ha sido en todas las épocas un factor decisivo en la dinámica económica de las sociedades. Las pautas de crecimiento demográfico y de los movimientos migratorios representan, por lo tanto, elementos que deben ser considerados preeminentemente en el estudio de la evolución económica. Asimismo, la lucha del hombre por su bienestar se ha realizado a partir del aprovechamiento de los recursos que ofrece la naturaleza, ya sean orgánicos (flora y fauna) o minerales. El hombre ha alterado los procesos de reproducción y crecimiento de las especies para sacarle partido, aunque esta manipulación ha tenido en cada momento sus límites técnicos y naturales. La disponibilidad de minerales, por otro lado, es fija y no depende de la voluntad del hombre16. Aunque la humanidad haya logrado grandes éxitos sustituyendo el uso de materiales escasos por otros más abundantes, el hecho es que en cada momento histórico las limitaciones al acceso a las materias primas han influido de manera determinante en la capacidad de las sociedades para conseguir mejores niveles de consumo. Si en el siglo XXI, razona Enric Tello, debemos abrir nuevos caminos para aumentar la capacidad de opción real de la gente, la libertad de elección, en un mundo que resulte equitativo y habitable para diez mil millones de seres humanos, y lograrlo, además, sin comprometer con ello la satisfacción de las necesidades de los hombres y mujeres que vendrán después «¿dónde si no es en el estudio pormenorizado de la experiencia histórica, podríamos descubrir alguna orientación verdaderamente útil?»17.

Los métodos de la historia económica La cuantificación en la historia se ha utilizado sistemáticamente desde comienzos del siglo XX, particularmente en Francia (Simiand, Labrousse), pero no experimentó un notable impulso sino hasta la segunda mitad del siglo, especialmente a partir de los años setenta. El comienzo de la aplicación de las computadoras dio un mayor auge a la tendencia, capaz ahora de analizar ingentes masas de datos. Sin embargo, una visión crítica como la de Julio Aróstegui18 nos recuerda que la renovación técnica no ha venido siempre acompañada del suficiente grado de reflexión sobre las aportaciones explicativas que el cuantitativismo estaba en condiciones de procurar para no convertirse en un fin en sí mismo. 15 16 17 18

Ibídem, p. 19. Ibídem, p. 19. Tello (2005: 12). Aróstegui (2001: 398-434).

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Resulta ilustrativo saber que fue ya Condorcet, en el siglo XVIII, el primer tratadista que pensó en la posibilidad y ventajas de aplicar las matemáticas a las ciencias «morales»: él fue el precursor de la matemática social a la que luego se llamaría estadística19. A grandes rasgos, las técnicas cuantificadoras son aquellas que aspiran a medir relaciones, o a descubrir nuevas relaciones fundamentalmente a través de la estadística. Cuantificar las variables que intervienen en un fenómeno histórico y expresar sus relaciones a través de medidas, de ecuaciones, a través de un lenguaje matemático de más o menos alto nivel, no es jamás el objetivo de una investigación sino, como siempre, un instrumento de preparación de los datos. Cuantificar, sí, pero ¿para qué? En realidad, la investigación cuantificada tiene los mismos fines que la cualitativa: explicar al hombre, colectivo e individual. La cuantificación permite encontrar explicaciones de comportamientos que muchas veces permanecen ocultas a una investigación cualitativa. Una primera versión de la historia económica se halla en el cultivo sistemático de la estadística como una «ciencia de la administración» que halló forma académica en la ilustración alemana. Con la esperanza de poner orden a una ingente masa de datos creada por el Estado, cuenta Hernández Sandoica20, se reforzó la vertiente teórica de las series de datos, en un intento de racionalizarlas y explicarlas. La potencia de la cuantificación reside esencialmente en la posibilidad de establecer relaciones exactas. Pero la cuantificación, insistimos, no es nunca un fin en sí mismo. Así como para los economistas la cuantificación es algo consustancial al desarrollo de su disciplina, para los historiadores económicos constituye generalmente una técnica de gran interés. Dado que el análisis de las series históricas, uno de los objetivos fundamentales de la historia económica a lo largo del siglo XX, permite en general contrastar las relaciones de causalidad entre diferentes variables, esto, en última instancia, ha permitido mejorar las herramientas de análisis con las que cuenta la teoría económica21. Por otro lado, la historia económica desde su configuración como disciplina autónoma ha contado en su haber con un amplio bagaje de relaciones interdisciplinares, establecidas con la sociología primero y con la antropología después, relaciones que le han permitido tomar prestados los métodos de los diferentes científicos sociales para la elaboración y contrastación de sus propias hipótesis. Para Elena Hernández Sandoica «cuanto más teórica y cuantitativa se ha mostrado la historia económica, más compleja se haría su relación con otras disciplinas»22. Partiendo de esta constante interrelación de disciplinas, la autora citada define tres esferas teóricas en las cuales se han movido hasta la actualidad los historiadores económicos: la esfera formalista o neoclásica, la cual a partir del modelo del capitalismo industrial define la lógica económica como una elección de validez universal entre alternativas, orientada a maximizar los beneficios en un contexto de escasez de recursos; la teoría económica sustantivista, más reciente, debe a Karl Polanyi el énfasis depositado en la cultura, que gobierna a su vez toda lógica económica a lo largo de la historia. En Ibídem, 2001, p. 417. Hernández Sandoica (2004: 208). 21 La historia serial francesa, una de las orientaciones cuantitativistas más productivas de la historiografía de mediados del siglo XX, contribuyó de manera importante a la obtención y ordenación de largas series de datos homogéneos aunque posteriormente haya sido muy criticada por los nuevos historiadores de la economía por la aparente superficialidad de sus análisis tras una ingente tarea de construcción serial. 22 Ibídem, 2004, p. 204. 19 20

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esta teoría, que parte de una racionalidad particular, no universal, producto de un contexto social y cultural (se trata de una versión antropológica de la teoría económica), se hace hincapié en el carácter histórico de la economía de mercado y la existencia de una distinción crucial entre sociedades con mercado o sin él. Finalmente, las teorías estructuralistas, en las que se han venido agrupando las corrientes históricas del marxismo del siglo XX, ponen el acento en las relaciones sociales, «cuya constante interacción de redes crea las precondiciones que otorgan dirección y significado a las acciones individuales»23. A partir de la década de 1960 la corriente más exitosa de la historia económica protagonizó una renovación metodológica en la disciplina –que, con diversas revisiones y actualizaciones, llega hasta la actualidad– y cuyas principales características son la utilización, explícita y formalizada, de los conceptos de la teoría económica neoclásica y la preparación y análisis estadístico del material cuantitativo disponible, al tiempo que planteó un rechazo frontal de la descripción y la narrativa de la historia clásica. La llamada cliometría introdujo el análisis econométrico de series largas de las cuentas nacionales para analizar los procesos de crecimiento en el largo plazo, la rentabilidad social de las inversiones en infraestructura o la productividad de diversas formas de producción24. Algunos autores reclaman que los métodos cliométricos derivan enteramente de la economía, y no de la historia; el método incluye la especificación, en primer lugar, de un modelo matemático, la búsqueda de información en fuentes históricas, y, finalmente, la contrastación del modelo con la evidencia empírica presentada, con el fin de ofrecer conclusiones basadas en un conjunto de supuestos cuidadosamente especificados. Para Joan R. Rosés el principal rasgo distintivo de esta corriente metodológica consiste en la combinación de la teoría económica con la evidencia de tipo histórico, o dicho con sus palabras una «comunión entre teoría económica, estadística e historia»25. La insistencia en seguir métodos hipotético-deductivos (el análisis de regresión, correlación, las tablas input-output, o la distribución hipergeométrica) sirve en primer lugar para la ponderación de las innovaciones de tipo tecnológico (como veremos, la introducción del ferrocarril, por ejemplo, o la fabricación de acero), pero también se aplican al estudio de ciertas instituciones económicas como la banca o las empresas. Además, cobró especial relevancia la construcción de hipótesis o formulaciones contrafactuales, es decir, el desarrollo de situaciones alternativas a las que se dieron efectivamente en el pasado, con el objeto de cuantificar, con la ayuda de la teoría y estableciendo sus conexiones con las principales variables económicas, el ahorro o el coste social de un determinado factor26. Los ejercicios contrafácticos, si bien pueden ser útiles por cuanto iluminan lo que verdaderamente sucedió, no dejan de ser procedimientos de carácter especulativo. La elección previa de escenarios contrafactuales tiende a predeterminar los resultados obtenidos y no parece posible comprobar históricamente el «qué hubiera pasado» si borramos algún evento histórico.

Ibídem, pp. 206-207. The Oxford Encyclopedia of Economic History, dirigida por Joel Mokyr, ofrece varias entradas que definen la cliometría, ambas a cargo de dos insignes historiadores de esta corriente, Robert Whaples y Samuel Williamson. Este diccionario constituye una excelente herramienta de consulta tanto para profesores como para estudiantes, especialmente para aquellos que se inician en la investigación en historia económica. Otros autores que recogen las principales líneas metodológicas de la cliometría: Baccini y Gianetti (1997). 25 Rosés (2005: 7). 26 Martínez Ruiz (1992: 20). 23 24

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Eric Hobsbawm ha valorado el papel esencialmente crítico de la cliometría, pues en la medida en que «obliga a los historiadores a pensar claramente y hacer de detector de tonterías, cumple funciones necesarias y valiosas»27. Los métodos econométricos asociados a la historia económica deben, sin embargo, ser complementados con otras evidencias empíricas si se desea obtener respuestas persuasivas y relevantes a las cuestiones que plantea el estudio del pasado, puesto que no todas las cuestiones históricas son susceptibles de tratamiento con las mismas herramientas. Para Salomón Kalmanovitz la cliometría falla cuando «aplica al pasado modelos de comportamiento de un capitalismo sin aristas, plenamente desarrollado, aplicando supuestos como la elección racional o la optimización de la rentabilidad en casos donde éstas no aparecen claramente en el horizonte del agente económico […]»28. Carlo Cipolla, en el mismo sentido, reclamaba una necesaria aptit bud: «[…] para percibir la presencia de un número infinito de variables, muchas de las cuales no pueden conocerse, medirse ni definirse; una clara percepción de la elevada frecuencia de las asociaciones no lineales y (según la terminología de la física) caóticas; una gran desconfianza ante las relaciones rigurosas de causalidad, y, finalmente, una percepción de la presencia constante de unas condiciones en las que el azar y el caos desempeñan un papel importante»29.

El desarrollo de la disciplina en el siglo

XX

A pesar de que la economía nació a fines del siglo XVIII como un saber ligado estrechamente al estudio histórico de los fenómenos económicos, la teoría y la historia económicas se fueron distanciando progresivamente en los siglos posteriores, ante la existencia de importantes diferencias metodológicas. Así, la economía se iría convirtiendo en una disciplina cada vez más abstracta y con pretensiones de validez universal; la reflexión sobre las consecuencias de los cambios económicos en el tiempo se hizo a un lado, abstrayéndose de los fenómenos de la evolución y tratando, por el contrario, de describir partes de un sistema o mecanismo que permanecen más o menos constantes a través del tiempo. De este modo, la disciplina económica se consolidó «más teórica, abstracta y deductiva que histórica»30. En palabras de Enric Tello, la economía «le dio la espalda a la historia concibiéndose a sí misma como una ‘física de las ciencias sociales’»31. Así, por ejemplo, para los economistas ingleses de principios del siglo XX la historia económica era un estudio prácticamente irrelevante y la teorización en el análisis económico se fundamentó en el empleo de axiomas o hipótesis independientes de la historia. En otros países como Francia o Alemania, especialmente en el período de entreguerras, las fronteras entre una y otra disciplina permanecieron mucho más permeables, pero en líneas generales ambas disciplinas siguieron un desarrollo independiente y paralelo. Aunque la introducción de la historia económica en algunas universidades europeas fue temprana, de tal modo que absorbió el quehacer de algunos de los más relevantes historiadores en el tránsito del siglo XIX al XX, fue su entronque con la historia social lo Hobsbawm (1998: 123). Kalmanovitz (2004), en http://www.eumed.net/ce/, última actualización: febrero de 2004, consultada: 2 de agosto 2011. 29 Cipolla (1991: 27-28). 30 Martínez Ruiz (1992: 8). 31 Tello (2005: 29). 27 28

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que a fin de cuentas la haría no sólo popular sino dominante en las escuelas de pensamiento histórico occidental, confiriéndole una legitimación académica y profesional que se extendería con posterioridad a la I Guerra Mundial. Algunos historiadores abogaron entonces por una más estrecha colaboración metodológica entre la economía y la historia, pero no fue sino hasta después de la II Guerra Mundial cuando bajo la influencia de razones derivadas de la fuerza de la vida económica en aquellas décadas y la ya evidente mundialización de la economía, la disciplina se institucionalizó. Justo a fines de los años cincuenta y principios de la década siguiente un grupo de economistas estadounidenses consiguió superar definitivamente el divorcio secular entre teoría e historia económica. La llamada Nueva Historia Económica o «cliometría», forjada bajo la estela de autores como A. Gerschenkron, R. Fogel, A. Conrad y J. Meyer, nació con la vocación de abandonar «las vaguedades imprecisas de una historia meramente narrativa» por una ciencia mucho más rigurosa que consistiera en la aplicación de la teoría económica neoclásica a los problemas históricos32. El impulso de esta corriente y algunas de sus obras más significativas dieron pie a famosos debates como el impacto económico del ferrocarril, la rentabilidad de la economía esclavista del sur de los Estados Unidos o el análisis comparado del crecimiento económico y la productividad en el largo plazo. También contribuyó, como dijimos anteriormente, al desarrollo de importantes herramientas metodológicas en la elaboración o contrastación de interpretaciones de la historia económica. La idea de que sólo el dominio pleno de la teoría posibilitaría distinguir correctamente entre lo regular y lo irregular, entre lo esperado y lo inesperado, constituye la convicción esencial que ha inspirado a los cliometras. La dinámica que desató, no sólo en el continente americano sino también en Europa, alentó un cambio sustancial en la naturaleza de los trabajos de historia económica y la revisión de anteriores interpretaciones sobre el pasado. En Gran Bretaña la polémica historiográfica abierta por los seguidores de esta corriente se centró en el análisis de la decadencia de la economía británica de 1873 a 1914, el llamado climaterio británico33. Las primeras décadas de la nueva historia económica fueron muy prolíficas y sus resultados tuvieron gran impacto. Joan Rosés afirma que la corriente se benefició del enorme prestigio de que gozaba la teoría económica positiva, con un énfasis en las estadísticas comparativas y la predicción de las variables económicas34. Su difusión en el mundo académico anglosajón y francés fue más bien lenta pero, durante los años setenta, prácticamente todas las historiografías nacionales se adherirían a los consejos cliométricos, como bien advierten algunas obras recopiladoras y críticas35; por lo que se refiere a España, su influjo no se dejó sentir sino hasta finales del franquismo, cuando historiadores como Nicolás Sánchez Albornoz o Gabriel Tortella publicaron los primeros trabajos con métodos de investigación econométricos. En 1985, una obra colectiva La nueva historia económica en España, coordinada por Pablo Martín Aceña y Leandro Prados de la Escosura, se convirtió en una especie de manifiesto fundacional de la corriente cliométrica en España. Martínez Ruiz afirma que este nuevo maridaje establecido entre la historia y la economía habría permitido a la historia económica «recuperar el estatus de disciplina científica que muchos le negaban por considerarla ateórica»36. Con la econometría y la 32 33 34 35 36

Ibídem, p. 33. Martínez Ruiz (1992: 20). Rosés (2005: 5). Temin (1984). Martínez Ruiz (1992: 22).

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medición de fenómenos a partir de la construcción de series amparadas en la exactitud del tratamiento estadístico, los historiadores se alejaron de las vaguedades e indeterminaciones en sus apreciaciones: «[…] la historia económica dejaba de ser aquella especie de narración cuantificada que venía a suplir, como podía, la falta de información sobre hechos y procesos diversos. Pasaba en cambio a ser la búsqueda sistemática de respuestas a preguntas muy concretas, específicas; preguntas que no podría ya el historiador elaborar a su intuitivo arbitrio dejándose llevar por su imaginación, sino que venían inscritas de antemano en la teoría, correspondiéndole y obedientes a ella»37.

No obstante, en el momento en el que la cliometría afrontó su primera crisis, en la década de 1980, se hizo necesario un replanteamiento de los temas y métodos abordados hasta entonces, así como un reforzamiento del diálogo entre economistas e historiadores, cuando reputados miembros de la corriente econométrica empezaron a plantear abiertamente que los resultados de la Nueva Historia Económica quedaban bastante por debajo de las pretensiones fundacionales (North, Temin, McKloskey y otros). Deirdre MacKloskey, en concreto, denunció abiertamente el alejamiento de la Nueva Historia Económica respecto a la experiencia histórica limitándose demasiado a aceptar los modelos diseñados por los economistas de las últimas décadas del siglo XX38. Para Enric Tello ha sido justamente el diálogo entre experiencia histórica e interpretación teórica lo que ha ayudado a la Nueva Historia Económica a encontrar caminos de superación a la crisis de identidad vivida en la década de 198039. En seno de las corrientes críticas a la cliometría y en esos nuevos recorridos frente a la crisis destaca por su interés la trayectoria abierta por Douglass North, quien propugnaba retomar la importancia del papel de las instituciones y el cambio institucional en la explicación los cambios históricos y el comportamiento de las sociedades. Las instituciones son, tal y como las describe este autor: «[…] las restricciones concebidas por los seres humanos que estructuran las relaciones humanas. Están formadas por restricciones formales (por ejemplo, reglas, leyes, constituciones), restricciones informales (por ejemplo, normas de conducta, convenciones, códigos de conducta autoimpuestos) y las características de los instrumentos con que se aplican. Definen conjuntamente la estructura de los incentivos de las sociedades y, concretamente, de las economías»40.

El planteamiento esencial de esta corriente supone que las reglas básicas del juego determinan el funcionamiento de todo sistema económico (qué y cuánto se produce y cómo se distribuye). Del conjunto de investigaciones surgidas al calor de esta nueva corriente destacan los estudios sobre los derechos de propiedad, especificados mediante el sistema legal de una sociedad, derechos que definen quién gozará de la posibilidad de usar, enajenar y recibir la renta de un determinado recurso. Los derechos de propiedad proporcionan, pues, el marco de incentivos que fomenta o desalienta la actividad económica41. La incorporación del contexto histórico normativo-cultural, en un sentido amplio, se extendió en las décadas posteriores. En opinión de Carlo Cipolla «no hay nada que sea 37 38 39 40 41

Hernández Sandoica (2004: 218). Citada por Tello (2005: 36). Véase también North (1984: 227-236). Ibídem, p. 38. North (1994, 765). Martínez Ruiz (1991: 30).

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intolerablemente anacrónico» en las reconstrucciones de historia económica si el historiador elabora un modelo que «tenga en cuenta las condiciones particulares y las circunstancias histórico-institucionales-culturales de la época analizada»42. Finalmente, resulta imprescindible en este sumario panorama mencionar la práctica historiográfica marxista, por ser la historia económica uno de los campos que ha recibido mayor atención por los seguidores de esta tradición teórica, sin ser el único. Desde los debates de mediados del siglo XX en torno a los procesos de transición de unos modos de producción a otros, en especial la crisis del mundo antiguo y el paso del esclavismo al feudalismo, se ha producido en la segunda mitad del siglo una renovación en los temas y métodos de los historiadores marxistas interesados en los procesos económicos, renovación que tuvo en una potente escuela inglesa sus máximos exponentes: los estudios sobre el campesinado (R. Hilton), la revolución inglesa (C. Hill), los trabajadores (E. Hobsbawm) o la formación histórica de la clase obrera británica (E. P. Thompson), fueron sin duda algunos de los temas más importantes tratados por los historiadores británicos43. Todos ellos tenían en común el interés por el estudio de los orígenes, desarrollo y expansión del capitalismo y una aproximación al mismo a través del papel de la lucha de clases. Sin duda, las tesis centrales del materialismo histórico han seguido siendo consideradas por muchos historiadores hasta tiempos recientes como eficaces herramientas de trabajo.

Líneas de investigación y debates Una de las principales líneas de investigación desarrolladas por la historia económica en sus diversas corrientes ha sido la de los procesos de industrialización, gracias al aporte inicial fundamental de la teoría keynesiana y los dos conceptos claves, con recorridos anteriores, de crecimiento y desarrollo. Desde los mismos observadores contemporáneos en el XIX, pero sobre todo con la profesionalización de la disciplina, a partir de los años treinta del siglo XX, se desplegó un nutrido debate sobre los niveles de vida y las condiciones laborales de los trabajadores a partir de la revolución industrial, con visiones optimistas y pesimistas que inclinaron la balanza sucesivamente hacia uno y otro lado, y donde el cuantitativismo tuvo un papel esencial44. Las perspectivas comparadas hicieron avanzar notablemente el trazado de un mapa europeo de la industrialización del siglo XIX y entre las variables esenciales que se plantearon estaba la correlación entre industria y desigualdad social. Entre dilatados procesos inflacionarios e hiperinflacionarios durante la I Guerra Mundial y su posguerra, las estabilizaciones monetarias posteriores y la gran depresión una década más tarde y la deflación que trajo consigo, no fue extraño que en la primera mitad del siglo XX se asistiera a un aumento muy significativo del interés por la historia de los precios, los salarios y las rentas, que se convirtieron en los pilares de la historia económica. El auge económico experimentado por las economías capitalistas en la segunda posguerra mundial puso en el centro de las discusiones el tema del crecimiento económico hasta convertirse en la cuestión estelar tanto de la economía como de la historia. 42 43 44

Cipolla (1991:103). Martínez Ruiz (1992: 35-36). Tortella (1998: 2).

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En los años setenta cobró fuerza un nuevo enfoque o campo de la historia económica, la historia antropométrica, que establecía la existencia de una correlación positiva entre la renta o el bienestar de las personas y ciertas medidas antropométricas tales como la estatura. A partir de esta base se elaboraron conjeturas acerca del bienestar y la riqueza con datos de carácter biométrico que podían obtenerse con relativa facilidad de ciertos registros como los militares y hospitalarios, por ejemplo45. A partir de la década siguiente, el auge de la historia económico-institucional incorporó nuevos temas a la discusión académica como el análisis de la segunda revolución industrial, debido, entre otras cosas, al reto que representaba «explicar el funcionamiento de los mercados y las pautas de crecimiento cuando las instituciones jerárquicas, como son las empresas comerciales, los sindicatos y el Estado, ejercen un fuerte control sobre la actividad económica»46. Al calor de la construcción de grandes cantidades de datos tratados con procedimientos estadísticos cada vez más depurados y fiables, florecieron algunas especialidades como la demografía histórica o la historia empresarial. En un primer momento la demografía histórica se ocupó del estudio de la transición demográfica, es decir, el proceso histórico por el que una sociedad pasaría de tener un comportamiento demográfico con altas tasas de natalidad y mortalidad a contemplar su drástico descenso. Asimismo, fue abordada en un marco regional la relación entre los movimientos de las poblaciones y los recursos, así como las perturbaciones accidentales del equilibrio de la población. Las técnicas econométricas permitieron seguir las curvas de la natalidad y la mortalidad así como las de fertilidad y las migraciones, internas y externas, al mismo tiempo que abrieron la posibilidad de estudiar la reproducción biológica y social a través de la familia y sus cambios en el espacio y en el tiempo. Otra de las más fructíferas subespecializaciones se constituyó en torno a la historia empresarial (Business history) debido en buena medida al interés creciente en el papel del empresario y de las empresas como motores del desarrollo económico. La enorme proliferación de trabajos en los últimos tiempos y la disponibilidad creciente de archivos de empresas han evidenciado que el empresarial constituye un mundo variadísimo y muy adaptado a las características institucionales y culturales de las sociedades en que se desarrollan47. Finalmente, entre los temas que en las dos últimas décadas han atraído la atención a los historiadores económicos figuran la explicación al incremento de la desigualdad y la experiencia del Tercer mundo en los últimos cien años, los efectos de la globalización, la convergencia económica, las diferencias regionales, el papel de la mujer en el mercado de trabajo, la formación de capital humano, la eficacia de la política macroeconómica, el envejecimiento de la población, los efectos de los programas sociales o el crecimiento del Estado48. Esta fragmentación y la complejidad aledaña de la disciplina histórico-económica constituyen hoy dos notas distintivas de la historiografía en general, que también se muestran en la historia económica y han tenido que ver de manera diIbídem, p. 3. Martínez Ruiz (1991: 27). 47 Martínez Ruiz (1995: 331-345). 48 Un repaso a los índices de las tres principales revistas españolas de la disciplina puede resultar muy instructivo a los estudiantes que inician su investigación y necesitan obtener un panorama amplio de los temas y las líneas de investigación abiertas en la actualidad: Revista de Historia Económica, Historia Industrial e Investigaciones en Historia Económica. La más veterana, Revista de Historia Económica, fundada en 1983, muestra, además, la evolución que estos temas han sufrido en los casi treinta años de andadura de la revista. 45 46

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recta con el esfuerzo monumental por ofrecer explicaciones amplias, veraces y completas «lo más cerca posible de la verdad»49.

Fuentes primarias y recursos actuales para el inicio de una investigación Para el historiador italiano Carlo Cipolla el «historiador de valía» desarrolla un sexto sentido gracias a la familiaridad con las fuentes, que le permite «ser flexible en sus conclusiones, cauto en sus explicaciones»50. Este autor alerta sobre el peligro de que el planteamiento de modelos teóricos de interpretación, junto a la metodología estadística, redunden en perjuicio del estudio de las fuentes primarias de la historia económica. La mayor parte de estas contienen numerosas referencias a variables cuantitativas. Sin embargo, el material que interesa al historiador económico se encuentra disperso en una gran variedad de documentos: documentos fiscales y legislativos, fuentes estadísticas, informes extranjeros, fuentes semipúblicas y eclesiásticas, fuentes privadas de diversa índole (archivos familiares, por ejemplo, o empresariales) así como datos proporcionados por organizaciones internacionales51. Los estudiantes que quieren iniciarse en la investigación en la historia económica más reciente tienen a su disposición, sin salir de casa, una ingente cantidad de bases de datos albergadas en depósitos on-line. Así, por ejemplo, una de las páginas más utilizadas hoy en día en cualquiera de las ramas de las ciencias sociales es la Eurostat, la web que recoge las principales estadísticas económicas, políticas y sociales de la Unión Europea52. Asimismo, los organismos oficiales de los Estados y las asociaciones civiles suelen publicar en Internet los resultados de mediciones y encuestas que pueden resultar de inmensa utilidad para la investigación en tiempos recientes. En España la web del Instituto Nacional de Estadística contiene los principales datos de carácter económico a partir de los cuales se plantea cualquier tipo de política económica53. En las páginas web de los principales centros de investigación en historia económica y también en las de las asociaciones profesionales de historiadores económicos se resguardan a menudo archivos digitalizados con fuentes primarias útiles para la investigación histórico-económica, series de datos y repositorios documentales de gran validez para quien comienza una andadura en la investigación. Al final del capítulo presentamos algunos ejemplos de páginas web relacionadas con la historia económica, en las cuales se acostumbra a poner a disposición del público interesado toda una batería de información útil para la investigación. La Asociación Española de Historia Económica tiene un apartado de bases de datos que recomendamos revisar54. También las universidades y otros centros de educación superior e investigación han desarrollado en los últimos tiempos sistemas de resguardo cibernético de documentación de archivos propios que ofrecen a la comunidad universitaria y al préstamo interbibliotecario. La Red de Bibliotecas Universitarias (Rebiun) permite realizar búsquedas den49 50 51 52 53 54

Hernández Sandoica (2004: 227). Véase también Coll (2000: 249-279). Cipolla (1991: 27-28). Ibídem, pp. 117-238. Euroestat: http://epp.eurostat.ec.europa.eu. Instituto Nacional de Estadística: http://www.ine.es/. Asociación Española de Historia Económica: www.aehe.es.

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tro de una base de datos común que integra los fondos de cada una de ellas55. Finalmente, los organismos internacionales dependientes de las Naciones Unidas y otras entidades supranacionales e incluso grandes organizaciones no gubernamentales o empresas multinacionales privadas han iniciado en la segunda mitad del siglo XX ambiciosos estudios estadísticos que suelen sacar a la luz pública y que pueden ser consultados como materia prima para un trabajo de investigación56. Ahora bien, toda investigación de carácter histórico-económico debe partir de un exhaustivo conocimiento de las series históricas. En las últimas décadas se han realizado valiosos trabajos de edición de estadísticas históricas internacionales. Destacamos la publicación actualizada en 2007 de la obra de Barry Mitchell, presentada en tres tomos por continentes: The Americas, Europe y Asia, Africa y Oceania. También se debe señalar el tomo de estadísticas sobre el crecimiento económico que publicó Angus Maddison en 2001 (editada al año siguiente en castellano por la OCDE bajo el título: La economía mundial. Una perspectiva milenaria). Los principales contenidos de estas estadísticas históricas se centran en la población y las estadísticas vitales, fuerza de trabajo, agricultura, industria, comercio exterior, transportes y comunicaciones, finanzas, precios, educación y las cuentas nacionales. La publicación de las estadísticas históricas españolas ha sido llevada a cabo por un equipo de historiadores económicos coordinados por Albert Carreras y Xavier Tafunell y consta de tres tomos cuya segunda edición data de 2005. En el primer volumen se abordan los siguientes aspectos: clima, la población, la educación, el sector agrario y la pesca, la industria y la urbanización y la vivienda. En el segundo tomo está dedicado a los transportes y comunicaciones, el sector exterior, el sistema monetario y financiero, la empresa y la bolsa, la investigación y desarrollo de patentes así como el sector público administrativo y el Estado del bienestar. Finalmente, un tercer tomo presenta los datos del gobierno y la administración, las elecciones y la política, el trabajo y las relaciones laborales, el consumo y los precios y la renta y la riqueza. No podemos finalizar este somero recorrido por las fuentes para la historia económica sin resaltar la importancia de las publicaciones periódicas y los libros concebidos como visiones panorámicas de la economía mundial. En las últimas décadas se ha editado un número importante de obras colectivas o individuales que ofrecen visiones de conjunto sobre la economía mundial en el largo plazo. En ellas se acostumbra a presentar un uso exhaustivo de las estadísticas históricas por lo que constituyen un punto de partida esencial para toda primera aproximación a un trabajo de investigación histórica. Autores clásicos como Cameron, De Vittorio, Foreman-Peck, Kenwood y Lougheed y Zamagni, entre otros, orientarán a los investigadores noveles en la interpretación de las principales herramientas histórico-estadísticas57. En España, los textos más conocidos y utilizados son los de Albert Carreras y Xavier Tafunell58 y Francisco Comín, Mauro Hernández y Enrique Llopis59. La comunidad científica de los historiadores económicos alimenta con diversa periodicidad una serie de revistas con arbitraje internacional en las que se publican los úlRed de Bibliotecas Universitarias: www.rebiun.es. United Nations: http://www.un.org/. 57 Cameron (1992), Di Vittorio (coord.) (2003), Foreman-Peck (1995), Kenwood and Lougheed (1999), Zamagni (2004). 58 Carreras y Tafunell (coords.) (2007). 59 Comín, Hernández, y Llopis (eds.) (2010). 55 56

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timos avances en la investigación histórica. La lista es amplia, de modo que recomendamos indagar acerca de las más importantes consideradas desde el punto de vista del factor de impacto. Ciertas empresas se dedican a medir dicho factor y ofrecen clasificaciones al público interesado, siendo una de las más seguidas en la actualidad el Journal Citation Report (JCR) dentro de la Web of Knowledge, página sustentada por la empresa estadounidense Thomson Reuters. Finalmente, existen diversas publicaciones dedicadas exclusivamente a presentar las principales fuentes para el estudio de la historia económica. Destacamos dos volúmenes que acercan a la historia de España, escritos por Sebastián Coll y José Ignacio Fortea para una colección editada por el Banco de España60. En el apartado bibliográfico que presentamos al final del texto se puede encontrar un brevísimo compendio de los títulos que hemos considerado esenciales para el inicio de una investigación en historia económica.

Anotaciones finales La historia económica en la actualidad parece suficientemente preparada para dar respuesta a preguntas relevantes (aspiración, esta, la de la relevancia, común e irrenunciable en todas las ciencias sociales en la medida en que se ocupan de lo general y que, por tanto, los estudiantes que afrontan la elección de sus temas de investigación deben tener siempre en cuenta). El esfuerzo de normalización metodológica y la tensión teórica que los historiadores económicos han permitido imprimir sobre el trabajo de los historiadores en general constituyen efectos notables y duraderos que conviene no minimizar. Sin embargo, debemos resaltar que las técnicas cuantitativas y cualitativas a día de hoy no son para nada excluyentes en la investigación histórica de los procesos económicos del pasado, aun cuando sea aconsejable que la exploración cuantitativa preceda por regla general a la incorporación de otras variables, aquellas no sujetas a medición. No podemos sino reafirmar, en estas líneas finales, que la aspiración generalizadora del cuantitativismo seguido por la historia económica ha ampliado hasta límites insospechados el campo de visión del historiador, abriéndole puertas que antes aparecían cerradas. Y le ha proporcionado, sobre todo, nuevos métodos, que constituyen no un objetivo sino todo un medio de conocimiento. Cabe resaltar, por supuesto, que también los economistas han salido ganando de este intercambio disciplinar, por cuanto el trabajo de los historiadores econométricos ha contribuido, sin duda, a la elaboración y perfeccionamiento de la propia teoría económica. Para terminar, retomamos la idea con la que iniciábamos el texto, en la que explicábamos la necesidad de estudiar la economía desde la óptica de la historia económica. En estos tiempos críticos, la historia, una y mil veces se ha repetido, constituye un verdadero banco de pruebas donde buscar puntos de apoyo para no repetir errores anteriores. En palabras de Enric Tello: «[…] sólo si comprendemos en qué medida las trayectorias del pasado condicionan nuestro presente, y de qué modo, podremos realmente cambiar las tendencias en curso para virar hacia otras dimensiones»61. 60 Coll, y Fortea (1995), Colly Fortea (1995: 42). Véase también un artículo más antiguo pero igualmente esclarecedor de Teresa Tortella. Tortella (1983: 161-169). 61 Tello (2005: 12).

II.3. INTRODUCCIÓN A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA (TIG) Y SU APORTACIÓN A LA INVESTIGACIÓN EN GEOGRAFÍA DAVID SAMPEDRO SÁNCHEZ

Introducción ¿Qué es la geografía? y ¿para qué sirve? siguen siendo preguntas que se hacen los geógrafos. La palabra geografía procede de los términos griegos geo (tierra) y graphein (describir), por tanto «descripción de la tierra». Cómo la mayoría de las disciplinas actuales, posee una larga tradición histórica, que sería imposible resumir en este apartado. En su evolución, la geografía ha ido variando y reduciendo su objeto de estudio. Después del Renacimiento y las grandes exploraciones, y de la aparición de la nueva física y de la astronomía, su objeto se limita al planeta Tierra. Desde finales del XVIII y a lo largo del XIX, la geografía experimenta profundos cambios, concentrándose en el estudio de los fenómenos ocurridos en la superficie terrestre1. Así, el nacimiento de la geografía como disciplina moderna se produce en Europa a partir de la segunda mitad del XIX, al menos esta es la concepción más extendida entre los geógrafos. Por tanto, nace en un contexto cultural determinado y se consolida en unas circunstancias históricas concretas2. Será a finales del siglo XIX, cuando se institucionalice definitivamente en un gran número de universidades europeas. Este camino hacia la consolidación como disciplina moderna, variará en los distintos países tanto en los tiempos como en las escuelas. Detrás de esta diversidad de situaciones se encuentran las distintas filosofías de la ciencia que explican los modelos de geografía. «Los distintos enfoques, las diversas concepciones del espacio, los distintos objetos que se proponen como ‘‘objeto de la geografía’’, las diferencias metodológicas, los campos o centros de interés, la propia estructura o con la que se organiza y jerarquiza el conjunto de ámbitos contemplados por la geografía, tiene su razón de ser en esas filosofías. La geografía no se constituye al margen de las preocupaciones de la sociedad en que surge; es, por el contrario, un trasunto de tales preocupaciones»3.

El siglo XX ha supuesto un gran desarrollo cuantitativo y cualitativo para la Geografía. Se han definido diferentes ramas o campos (física, humana y regional) con múltiples subcampos (climatología, geomorfología, hidrología, biogeografía, geografía de la población, rural, urbana, política, etc.) y nuevos paradigmas de estudio (ambiental, cuantitativo, radical, humanístico, crítico, etc.). Por una parte se sitúa entre las Ciencias de la Tierra o de la naturaleza y por otra entre las Humanidades y Ciencias Sociales. Razón 1 2 3

Vilá Valentí (1983). Ortega Valcárcel (2000). Ibídem, p. 9.

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por la cual está continuamente preocupada por la búsqueda de su unidad. Esta unidad, como veremos a continuación, no puede ser metodológica. En este capítulo se ha considerado oportuno profundizar en las Tecnologías de la Información geográfica por varios motivos. En primer lugar porque, aunque no son tecnologías que utilicen en exclusiva los geógrafos si «se han asociado históricamente al quehacer geográfico»4. En segundo lugar, por su utilización creciente en las investigaciones emprendidas desde las diferentes ramas de la geografía, incrementando las posibilidades de las herramientas de análisis más tradicionales. Por último, por su presencia en investigaciones emprendidas desde otras ramas de las ciencias sociales y de las humanidades incluidas en esta obra, como la sociología, la historia o la historia económica.

El espacio: objeto de la investigación geográfica A pesar de esta diversidad de temas y enfoques, la investigación geográfica tiene como elemento común o problema-clave al espacio5. Es el elemento que le ha concedido continuidad y cuerpo a la geografía, aunque haya estado «más preocupada en una discusión narcisista sobre la geografía como disciplina que en preocuparse en la geografía como objeto. Siempre, y aún hoy, en este sentido se ha discutido y se discute más sobre la geografía que sobre el espacio, el objeto de la ciencia geográfica»6. Existen muchas definiciones de espacio geográfico, pero de modo general podemos entenderlo «como el marco de referencia multidimensional elaborado sobre la base de la superficie terrestre, en el que el hombre localiza sus experiencias y toma sus decisiones de acción»7. En adelante prestaremos atención ya no a qué estudiar, sino a cómo hacerlo. Al comenzar la investigación hay que plantear una metodología, «es decir, unas normas básicas de argumentación racional, para que el proceso sea lo suficientemente riguroso, preciso y coherente, evitando en lo posible la arbitrariedad y la falta de un cierto orden»8. Dado que en esta obra se muestran las claves del debate sobre los métodos científicos en ciencias sociales y humanidades describiremos de forma breve y siguiendo a Méndez9, algunas de las estrategias propias que se han desarrollado en Ciencias Sociales para aproximarse al conocimiento, identificadas con el método inductivo y deductivo. Sin embrago, no podemos obviar las posiciones que defienden la subjetividad del trabajo geográfico, subjetividad necesaria para aproximarse a la totalidad de la naturaleza, y por lo tanto, la imposibilidad de ampararse en ninguna ortodoxia teórica o metodológica10. En el método inductivo, que se caracteriza por partir de la observación y el análisis para llegar a la teoría, se define el problema, se toma la información y se procesa, se busca la ley que rige el fenómeno o su distribución, se formula la hipótesis, y finalmente se verifica en el terreno. Alternativamente, el método deductivo parte de la teoría para estudiar la realidad, se propone una hipótesis de partida tras la definición del problema, al realizarse la investi04 05 06 07 08 09 10

Chuvieco, Bosque, Pons, Conesa, Santos, Gutiérrez, Salado, Martín, De la Riva, Ojeda y Prados (2005: 37). Capel (1981). Santos (1990: 20). Bodini (2001: 20). Méndez (2004: 18). Ibídem. Ortega y Muñoz (1994).

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A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA

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gación se obtienen los datos y se procesan y se confirma la hipótesis o no. En este último caso, se propone una hipótesis alternativa y se procede a una nueva verificación. Los dos procedimientos no son excluyentes, y en casos especiales, la investigación directa puede servir de preludio para la formulación de la hipótesis que mediante el segundo camino será verificada. Cualquier análisis de una realidad espacial exige incorporar la acción ejercida por múltiples factores. Como consecuencia la geografía es, necesariamente, heterogénea a nivel metodológico. La geografía, ciencia de relaciones, reclama un proceso de pensamiento específico en tres términos principales: observación analítica, detección de las correlaciones y búsqueda de las relaciones de causalidad11. En definitiva se trata de una ciencia de síntesis que parte de la descripción para desembocar en la explicación.

Las fuentes La propia naturaleza de la geografía, que se ocupa de aspectos tan diversos y a escalas tan variadas, implica una enorme variedad de fuentes de información. El geógrafo se enfrenta tanto a problemas relacionados con la obtención de los datos como a la determinación de las formas y relación entre ellos, a su representación y a su continua actualización. La experiencia indica que estos procesos no se pueden separar en fases aisladas puesto que se retroalimentan y se desarrollan en función del objetivo de la investigación. Posiblemente la fase de obtención de la información geográfica necesaria para realizar la investigación, sea la labor a la que el investigador deberá dedicar el mayor esfuerzo temporal. La recopilación de los datos, es un trabajo arduo y delicado, que conduce al geógrafo hacia el terreno12. Como se ha descrito ya en esta obra, las fuentes de información se pueden agrupar en directas o primarias e indirectas o secundarias. Las directas se crean durante el procedimiento de la investigación. Son obtenidas por el propio equipo investigador y algunas de las más comunes en Geografía son: la observación de campo, la toma directa de datos GPS, encuestas, entrevistas, etc. En las fuentes indirectas o secundarias, se parte del análisis e interpretación de las fuentes primarias. Los datos primarios tomados de otro documento constituyen siempre una fuente secundaria. Destaca por su uso habitual en la investigación geográfica la cartografía y las series estadísticas. Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el investigador es la recopilación de la información adecuada. Existe un gran cantidad de datos, generalmente dispersos e inconexos, como para analizarlos todos. El investigador debe encontrar formas eficaces y rápidas para filtrar y obtener la información pertinente, ya que la toma exhaustiva de datos, en la mayoría de las ocasiones, es imposible. Así pues, será necesario realizar una observación parcial, seleccionando el número de elementos que proporcione el detalle suficiente para llevar a cabo generalizaciones y nos permitan deducir las características del aspecto que se analiza. En este proceso de observación parcial, el primer paso es definir la población que aporte una imagen fiable del fenómeno geográfico 11 12

George (1982). Ibídem.

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a estudiar. El segundo paso será definir el método más apropiado para realizar la muestra. Citaremos aquí los sistemas de muestreo más utilizados: • Aleatorio, donde todos los componentes de la población tienen la misma probabilidad de ser elegidos. • Sistemático, por el que se obtiene una muestra a intervalos regulares dentro de la población. • Espacial, la diferencia en relación al muestreo no espacial consiste en que se trata de seleccionar puntos o cuadrados de una superficie continua y no elementos de una lista13. • Estratificado, utilizado cuando se pretende asegurar que cada subgrupo está representado dentro de la muestra. Así, si estamos recogiendo mediante una encuesta la visión de los diferentes grupos de agricultores sobre una determinada medida o política agraria, el trabajo de campo se diseñará para que estén recogidos en la muestra los propietarios de explotaciones agrícolas pequeñas, medianas y grandes. Dado que la Geografía, comparte con otras disciplinas un gran número de fuentes que ya han sido recogidas en esta obra y que la fuentes utilizadas van a variar según el fenómeno a analizar (la precipitación, la densidad demográfica, el grado de mecanización de las explotaciones agrícolas, la renta media, etc.) se ha considerado conveniente centrarse en la cartografía y en la información espacial o georreferenciada, quizás los recursos de investigación más característicos de la Geografía.

La representación cartográfica y la información geográfica. Conceptos básicos y fuentes El conocimiento cartográfico tiene una especial relevancia dentro de la geografía, de hecho, aún hoy se confunde cartografía y geografía. Para la geografía el mapa, no es su objeto de estudio, es una fuente y un instrumento de expresión, de representación de un fenómeno geográfico. El sentido espacial ha acompañado al hombre en su devenir histórico. Desde las primeras representaciones cartográficas, realizadas en China hace 5.000 años, hasta hoy ha habido una importante evolución en las técnicas, pero la necesidad siempre ha sido la misma: representar la superficie terrestre y los objetos situados sobre ella14. Este es precisamente el objetivo final de la cartografía, representar en un plano una parte o la totalidad de la superficie terrestre15. La construcción e interpretación de mapas requiere un tratamiento particular de la información y un conocimiento de una serie conceptos básicos y de técnicas específicas. Siguiendo la definición de mapa, que realizó Joly, describiremos brevemente los conceptos y elementos básicos que debemos considerar a la hora de realizar un mapa y de gestionar la información espacial con las nuevas Tecnologías de la Información Geográfica (TIG).

13 14 15

Ebdon (1982). Fernández, Muguruza, Martín y Abad (2008). Franco (1999).

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A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA

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«Un mapa es una representación geométrica plana, simplificada y convencional, de toda o parte de la superficie terrestre, con una relación de similitud proporcionada, a la que se llama escala»16.

Para trasladar la superficie terrestre, total o parcialmente, a un plano (una hoja de papel o la pantalla de un ordenador) se deben realizar una serie de operaciones. Considerando el objetivo de este trabajo no entraremos a analizar en profundidad estas tareas, pero es necesario conocer vatios conceptos clave: geoide, proyección, coordenadas geográficas, coordenadas cartográficas, huso y escala. Un conocimiento básico de estos términos evitará que cometamos errores que impidan la correcta adquisición, gestión, análisis y representación de datos espaciales. Ya desde la Antigüedad son numerosos los científicos y filósofos que aportan argumentos racionales para apoyar la afirmación de que la tierra tiene, básicamente, forma de esfera. La tierra es un cuerpo casi esférico aunque con un ligero achatamiento en los polos. Aunque su forma se asemeja a un elipsoide, es un sólido que no se parece a ningún otro y se denomina geoide (etimológicamente, del griego: a¡f_ –Tierra–, ¡fbkn –forma, apariencia– «forma que tiene la Tierra»). El Geoide está considerado como la forma teórica de la tierra y está definido por la superficie equipotencial del campo gravitatorio terrestre que coincide con el nivel medio del mar. La forma, se asimila en la práctica, a un elipsoide de revolución cuyas características se admiten universalmente17. FIGURA II.3.1 Representación del Geoide

Fuente: Earth Observatory NASA, disponible en http://earthobservatory.nasa.gov/.

El problema de trasladar a un plano este elipsoide se resuelve geométricamente mediante una proyección. Una superficie elipsoidal no es desarrollable en un plano sin deformaciones, con lo que se deberá aplicar una cierta transformación. La transformación matemática o geométrica de esa localización en posiciones sobre un mapa plano está determinada por el tipo de proyección. 16 17

Joly (1982: 2). Ibídem.

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Desde la época griega se conocían algunos tipos de proyecciones de una esfera en un plano. Por ejemplo, la proyección estereográfica (principalmente utilizada en astronomía), la proyección gnómica (utilizada para elaborar relojes de sol) y las proyecciones cónicas de Ptolomeo18. Las proyecciones estudian las distintas formas de representar la superficie terrestre minimizando las deformaciones, que se producen en todos los casos, ya que sólo se puede mantener una de las magnitudes (distancia, ángulo, tamaño, etc.). Debemos elegir la que permita conservar los elementos que más nos importan como usuarios: por ejemplo las relaciones entre las áreas, las relaciones entre las formas o entre las distancias. Otro aspecto importante es cómo localizar un punto. Podemos hacerlo mediante coordenadas geográficas (latitud y longitud) o coordenadas cartográficas (en nuestro ámbito las más utilizadas son las UTM, Universal Transversal Mercator). Previamente debe estar perfectamente identificado el sistema de proyección utilizado. Las coordenadas geográficas permiten referenciar un punto siguiendo un sistema de referencia de tres dimensiones, formado por: • El eje de tierra. Es la recta que une los polos geográficos, el Polo Norte y el Polo Sur. • Los meridianos. Líneas de intersección con la superficie terrestre, de los infinitos planos que contiene el eje de la tierra. El sistema toma como posición de origen para referenciar un punto, el Paralelo 0 que pasa por la ciudad británica de Greenwich. • Los paralelos. Líneas de intersección de los infinitos planos perpendiculares al eje terrestre con la superficie de la tierra. El paralelo principal es aquel que se encuentra a la máxima distancia del centro de la tierra, se le denomina Ecuador y divide a la tierra en Hemisferio Norte y Sur. Una vez establecida la red de meridianos y paralelos, la situación de un punto viene definida por su latitud y longitud respecto a la red creada.Por ejemplo: 40° 28’ 51’’ N3° 21’ 42’’ O. Al pasarlas a un mapa, los puntos se identifican por dos coordenadas (x,y) y las convertimos en coordenadas planas, denominadas también coordenadas cartográficas. Se basan en la identificación de las coordenadas dentro de un malla o sistema de retícula en cuyo centro se sitúa el valor de origen para ambas coordenadas (0,0). Además requiere de la citada proyección. El sistema UTM construye geométricamente el mapa de manera que los meridianos y los paralelos se distribuyan de manera regular, rectangular, de esta forma mantienen los ángulos originales. Este tipo de transformación se denomina conoforme19. Para hacer efectivo el sistema UTM se proyectan seis grados sobre un meridiano abarcando un huso de seis grados de longitud. Cada huso se nombra de oeste a este (60 husos), correspondiendo el 30 al meridiano de Greenwich. 4481409,69N; 469208,89E El mapa es una representación simplificada y convencional. No todo se puede representar, hay que elegir, qué representar, cuántos fenómenos y el grado de importancia. Por tanto, es una creación subjetiva. Los objetos o fenómenos son representados mediante símbolos, dibujos simplificados y esquematizados, que traducen de forma visual el fenó18 19

Gutiérrez Llorente (2005). Fernández-Coppel (2001).

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A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA

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meno representado. Pueden ser más o menos descriptivos, pictogramas o ideogramas y susceptibles de variaciones cuantitativas (tramas, signos proporcionales). El último elemento básico a tener en cuenta, es la escala. Es la proporción que existe entre el mapa y la realidad. Joly la define como «la razón constante que existe entre las distancias lineales medidas sobre él y las distancias lineales correspondientes medidas sobre el terreno» (1982: 3). Así pues un mapa debe ser expresivo (debe mostrar una jerarquía en los hechos representados), fácil de leer y ser preciso. La primera clasificación que se establece en cartografía es la de general, base o referencia y la temática. La cartografía base es desarrollada por instituciones públicas con el objeto de representar de forma general el territorio. De estos mapas se pueden obtener datos del relieve, la hidrografía, los usos del suelo (recursos naturales, núcleos de poblamiento, infraestructuras), las divisiones administrativas, la toponimia, etcétera. En el caso de España, las series 1:25.000 y 1:50.000 del Mapa Topográfico Nacional, desarrollado por el Instituto Geográfico Nacional, conforman la cartografía básica oficial del estado. Además existen cuatro series más de mapas topográficos a diferentes escalas: 1:200.000, 1:500.000, 1:1.000.000 y 1:2.000.000, que abarcan la totalidad del estado español. A nivel regional, se han creado series de cartografía básica a mayor escala, por los distintos organismos cartográficos. La cartografía temática representa cualquier fenómeno que tenga una componente espacial, en este sentido, la elaboración de mapas temáticos es un aspecto fundamental en la ciencia geográfica en todas sus ramas. Atendiendo a la naturaleza de la información los mapas temáticos pueden ser: analíticos o sintéticos, estáticos o dinámicos, cualitativos (fenómenos distribuidos de forma continua) o cuantitativos (puntos, coropletas, isolíneas, símbolos proporcionales, anamórficos, flujos…). La idoneidad de la cartografía para representar los fenómenos espaciales, la necesidad de gestionar un territorio, Internet y la generalización de las NTIG han contribuido a un aumento importante de la cartografía e información geográfica disponible. Son numerosos y variados los organismos e instituciones que disponen de información espacial fácilmente accesible vía Internet o mediante peticiones expresas: • A nivel internacional, instituciones como la Unión Europea o Naciones Unidas, empresas de Teledetección y Sistemas de Información Geográfica (SIG), Universidades, etcétera. • A nivel nacional, el Instituto Geográfico Nacional, el CSIC o Ministerios como el de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, etcétera. • A nivel autonómico los organismos de cartografía, o los órganos administrativos competentes en temas de medio ambiente, agricultura, ordenación del territorio, etcétera. • A nivel local, cada vez más las diputaciones y ayuntamientos generan su propia cartografía a gran escala. Las posibilidades de acceder a datos geográficos se multiplican con las Infraestructuras de Datos Espaciales (IDE) accesibles mediante Internet. Según el Consejo Superior Geográfico de España, una IDE es un sistema informático integrado por un conjunto de recursos (catálogos, servidores, programas, datos, aplicaciones, páginas web…) dedicados a gestionar Información Geográfica (mapas, ortofotos, imágenes de satélite, topónimos…), disponibles en Internet, que cumplen una serie de condiciones de interoperabilidad (nor-

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mas, especificaciones, protocolos, interfaces,…) que permiten que un usuario, utilizando un simple navegador, pueda utilizarlos y combinarlos según sus necesidades. Para el establecimiento de una IDE, a cualquier escala espacial, es necesario el acuerdo de los productores, integradores y usuarios de datos espaciales del ámbito territorial en el que se establece. Este acuerdo a nivel europeo, se ha materializado en la Directiva INSPIRE (Infraestructura for Spatial Information in Europe)20. En ella se establecen los estándares y protocolos de tipo técnico, los aspectos organizativos y de coordinación, las políticas sobre la información que incluye el acceso a los datos y la creación y mantenimiento de información espacial. A nivel español, la IDEE pretende integrar los datos, metadatos, servicios e información de tipo geográfico que se producen en España, tanto a nivel nacional, como regional y local. Desde ella podemos acceder a todas las IDEs desarrolladas en este país. Estas infraestructuras, entre sus muchas ventajas, nos permiten acceder a la información espacial que hasta ahora era de acceso complicado por diferentes motivos: formatos, modelos, políticas de distribución, falta de información…Por otro lado, posibilitan reutilizar la información generada en otros proyectos, ahorrando costes y energías duplicadas. A modo de ejemplo, la posibilidad de disponer de ortofotografías de un mismo territorio de los años cincuenta del pasado siglo y de 2009 (generadas en formatos y escalas diferentes), y poder visualizarlas al mismo tiempo, supone una gran herramienta para observar y reflexionar sobre diversos temas: la situación económica de la posguerra española, los cambios en la ocupación del suelo o los modelos urbanísticos actuales.

Las Tecnologías de la Información Geográfica Bajo el término de Tecnologías de la Información Geográfica (TIG) se engloban un conjunto de disciplinas como la cartografía, la estadística espacial, los Sistemas de Información Geográfica, los Sistemas de posicionamiento por satélite o la Teledetección21. Como podemos intuir fácilmente, y ha quedado constatado en la historia de la cartografía, el hombre ha tenido necesidad de información espacial desde siempre. Hoy la información geográfica es cada vez más necesaria para comprender una sociedad en cambio, intercultural, aquejada de nuevos problemas de dimensión planetaria22. Para Antonio Moreno23 quizás lo más novedoso radica en la capacidad progresiva actual en adoptar las tecnologías de la información geográfica (TIG) para satisfacer esa necesidad. A veces para cuestiones poco importantes, como no desorientarse conduciendo un vehículo en una ciudad, y otras más importantes como establecer los riesgos naturales que afectan a un territorio.

La observación de la tierra La fotografía aérea, las imágenes de satélite y los datos recogidos por los sensores LIDAR (Laser Imaging Detection and Ranking), han supuesto un gran salto en la obser20 21 22 23

Directiva 2007/2/CE del Parlamento Europeo. Chuvieco et al. (2005) Ibídem. Moreno (2007).

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vación de los fenómenos que acontecen en nuestro planeta. Entre las muchas ventajas que podríamos citar sobresale la posibilidad de proporcionar coberturas exhaustivas de amplios territorios. Esto supone la posibilidad de disponer de una información sintética, completa y renovable periódicamente, sobre las características físicas, sociales y económicas de las zonas de estudio. Según Chuvieco24 la Teledetección, en sentido amplio, engloba tanto a los procesos que permiten obtener una imagen desde el aire o el espacio, como a su posterior tratamiento. Para esta adquisición de información es necesario que exista una interacción energética entre la superficie terrestre u otro objeto y el sensor. Esta interacción puede producirse por reflexión de la energía solar o de un haz energético artificial, o bien por emisión propia del objeto. Por tanto, va a depender de los desarrollos tecnológicos disponibles en cada momento. En geografía, y en general en las ciencias de la Tierra, las técnicas más utilizadas son la fotografía aérea y la teledetección espacial. Como el lector podrá deducir sólo describiremos de forma básica algunos de los principio claves de estas técnicas, que esperamos sean útiles para entender las posibilidades y el desarrollo de las mismas. La fotografía aérea recoge parte del espectro electromagnético (visible e infrarrojo) reflejado por los elementos de la superficie terrestre, en emulsiones pancromáticas (fotografías en blanco y negro o en color). En la fotografía en blanco y negro, los objetos más reflectantes (como las superficies desnudas) aparecen en blanco mientras que los menos (como la vegetación) aparecen en negro. En las fotografías a color las reflectancias se traducen en intensidades de color. También se producen fotografías en falso color (se modifica la emulsión para destacar un determinado fenómeno geográfico) o multiespectrales. En esta última cada cámara toma una porción del espectro o banda (azul, verde, rojo e infrarrojo), de esta forma se obtienen cuatro fotografías de un mismo espacio. Se puede analizar cada banda independientemente, o superponerla, con estos tratamientos se aumenta la posibilidad de reconocimientos de objetos. FIGURA. II.3.2 Fotografía aérea en color (Alcalá de Henares)

Fuente: Plan Nacional de Ortofotografía Aérea de España. Visor IBERPIX. Instituto Geográfico Nacional. 24

Chuvieco (2006).

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La teledetección espacial nace con la posibilidad de instalar cámaras o sensores en los satélites que orbitan la tierra. Un sistema de teledetección incluye los siguientes elementos25: • Fuente de energía. En la teledetección pasiva la energía es externa al sensor, como la energía solar. En la teledetección activa, el haz de energía es emitido por el sensor. • Cubierta terrestre, cuyos elementos reflejan o emiten energía según sus características físicas. • El sensor y la plataforma que lo sustenta. • El sistema de recepción y distribución. • El intérprete, que procesa la información, y el usuario final que analiza esta información. FIGURA II.3.3 Esquema del proceso de Teledetección pasiva

Fuente: CNICE. Ministerio de Educación.

Estos sensores captan una gama mayor del espectro. Así pues, además del espectro visible y del infrarrojo es posible captar energía ultravioleta y microondas.

25

Ibídem.

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FIGURA II.3.4 Representación del espectro electromagnético

Fuente: CNICE. Ministerio de Educación.

A esta clara ventaja se suman la posibilidad de obtener una cobertura total del globo, la observación a diferentes escalas, la toma de datos de una misma área de forma periódica, la transmisión inmediata y la producción de la información en formato digital. Es fácil deducir que el rango de fenómenos a estudiar se ha ampliado notablemente. Las aplicaciones de la teledetección, han ido aumentando con la tecnología. Algunos de sus usos más conocidos son la meteorología, los estudios sobre la evolución de las masas de nieve, la clasificación de las cubiertas del suelo, la salinidad de las grandes masas de agua, su uso para estudiar la deforestación de áreas poco accesibles, etc. Además de estos estudios, muchas veces desarrollados por grandes organizaciones o centros de investigación, la teledetección se aplica a la planificación territorial, para analizar la evolución de superficies afectadas por incendios forestales, a la realización de inventarios de regadío o a la propia gestión de las comunidades de regantes, etcétera.

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FIGURA II.3.5 Representación de un índice de vegetación (NDVI). Satélite MODIS

Fuente: Earth Observation. NASA.

Los Sistemas de Información Geográfica En numerosos casos el investigador necesita, para avanzar en el proceso de investigación, integrar los resultados de sus análisis con otras variables geográficas. Esta posibilidad se ha fortalecido con la notable evolución de los sistemas de gestión y procesado de la información geográfica. No existe una sola definición de Sistema de Información Geográfica, en adelante SIG (Geographic Information System, GIS). Para Alonso Sarría26 la complejidad en establecer una definición unitaria estriba en aunar en un único concepto: datos y teoría de datos, hardware y software, diversos intereses (científicos, comerciales, de gestión, etc.) y diversas disciplinas científicas (informática, matemáticas, geografía, etc.). Para no entrar en ese debate, recogeremos en este texto la realizada por el National Center for Geographic Information and Analisis, una de las definiciones de SIG que más consenso ha generado «Sistema de software, hardware y procedimientos elaborados que facilita la gestión, manipulación, análisis, modelado y representación de datos georreferenciados, para resolver problemas de planificación y gestión (equipo multidisciplinar)»27. En definitiva entendemos por SIG, según los objetivos pretendidos por este epígrafe, cualquier sistema de información capaz de integrar, almacenar, editar, analizar, compartir y mostrar información geográficamente referenciada. El elemento diferenciador de los SIG, con otros sistemas de gestión de información, es su capacidad para analizar información espacial y generar nueva información que puede ser expresada cartográficamente. El análisis espacial ha estado vinculado al hombre desde los primeros momentos. Ejemplos como las pinturas de las cuevas de Lascaux (Francia) donde se asocian a las reproducciones de los animales a trazas lineales que, se cree, cuadraban con las rutas de migración de esas especies, hasta el mapa original del John Show28. En él plasmó las 26 27 28

Alonso (2006). Goodchilde y Kemp (1990). Johnson (2006).

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ubicaciones exactas de los pozos de agua y los sectores donde se habían producido casos de cólera. De esta forma pudo localizar los pozos de agua contaminados que estaban en la base del brote de cólera. DeMers29 describe las condiciones para que en 1966 se materializara la primera utilización los SIG, tal y como la conocemos actualmente, el Canadian Geographic Information System (CGIS), aunque sin ser en absoluto una herramienta novedosa30. El geógrafo inglés Roger Tomlinson recibió el encargo de realizar el Inventario de Tierras Canadá (Canada Land Inventory, CLI) donde se recogieran: los recursos forestales y minerales, el estado y las necesidades de conservación de la fauna salvaje y la disponibilidad y calidad de los recursos acuáticos. Además debía establecer qué recursos pueden ser explotados y su evolución a corto, medio y largo plazo, considerando que el uso de estos recursos genera conflictos sociales y ambientales. Para ello Tomlinson necesitaba obtener una enorme cantidad de datos espaciales, organizarlos, realizar análisis espaciales y modelizar y presentar los resultados. El CGIS estuvo operativo hasta la década de los noventa llegando a ser la base de datos, sobre recursos del territorio, más grande de Canadá. En las décadas de 1980 y 1990 se produjo el gran crecimiento de los SIG. Al comienzo dominaron las iniciativas públicas, pero la adecuación de estos programas a los ordenadores personales, abriendo una clara posibilidad de negocio, supuso el incremento de la presencia de las empresas privadas en los desarrollos de software SIG. En los últimos años, a la consolidación de los grandes proyectos empresariales, se han sumado con una fuerza los proyectos de software SIG de código libre. Pero quizás el elemento común más destacable, que ya hemos comentado al hablar de las IDE, es la generalización del acceso y utilización de la cartografía digital y la información geográfica mediante Internet. A esta «democratización» del acceso a la información geográfica están contribuyendo otros fenómenos como: • El desarrollo de otras tecnologías ya citadas (Teledetección, Lidar, GPS, etc.) que generan información geográfica en formato digital. • La inclusión de los SIG en los planes de estudio universitarios y la proliferación de cursos de especialización y postgrados. • La evolución del software y hardware, orientados a utilizar los SIG en dispositivos móviles cada vez de menor tamaño. Por tanto, su potencial de uso se incrementa constantemente en numerosas actividades: • Como las relacionadas con la gestión y planificación del territorio: gestión de espacios naturales, la planificación sectorial, ordenación del territorio y urbanismo, gestión del tráfico, etcétera. • Como soporte de actividades profesionales: diseño de redes de riego, declaraciones de impacto ambiental, estudios de mercado, etcétera. • En la gestión de emergencias, indispensable en la gestión de vertidos contaminantes, inundaciones, incendios forestales, etcétera. • En la docencia e investigación científica en numerosos campos: Geografía, Historia, Meteorología, Sociología, Economía, Geología, etcétera. 29 30

DeMers (1997). Alonso (2006).

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Cómo se modela la realidad en un SIG Los objetos del mundo real (ríos, materiales geológicos, ciudades) se pueden dividir en dos abstracciones, datos discretos (los límites de un edificio urbano) y continuos (precipitaciones o temperatura), por tanto, se han diseñado dos formas de modelizar los datos en formato digital, el modelo vectorial y el raster. FIGURA II.3.6 Organización de la información en un SIG

Fuente: Corso, en www.wikipedia.org.

El formato raster, divide el espacio mediante una retícula regular, donde en cada una de estas divisiones o celdas, se guarda un valor único (igual que las imágenes de una cámara fotográfica digital). Está destinado a representar valores continuos, con lo que se centra más en las propiedades del objeto que en la precisión de los límites. El formato vectorial está diseñado para representar datos discretos que se expresan a menudo como vectores. A diferencia de los continuos, en estos fenómenos geográficos la precisión en la representación de su localización y sus límites es muy importante. Se pueden representar mediante: • Puntos (o multipuntos), se reducen a pares de coordenadas x,y que marcan la posición del fenómeno modelizado, por ejemplo, pozos, señales de tráfico, estaciones meteorológicas, núcleos de población, yacimientos arqueológicos, etcétera. • Las líneas o polilíneas, son un conjunto de puntos ordenados en los que los extremos se denominan vértices. Utilizado para representar vías pecuarias, infraestructuras hidráulicas, curvas de nivel, etcétera. • Polígonos (o multipolígonos) son líneas cerradas que delimitan superficies. Representan usos del suelo, parcelas catastrales, términos municipales, etcétera. Cada uno de estos elementos gráficos está vinculado a un registro en una base de datos que contiene atributos que lo caracterizan. De esta forma, señalando un objeto se conocen sus atributos e, inversamente, preguntando por un registro de la base de datos se puede conocer a qué elemento gráfico corresponde.

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Cómo funcionan los SIG El sistema permite combinar y analizar información espacial que se encuentra almacenada en diferentes capas temáticas, mediante tres componentes o dimensiones: la espacial, la temática y la temporal31. De esta forma podemos generar nueva información que nos sería muy costoso obtener de otra forma. La componente espacial alude a su localización (de ahí la importancia de tener unos conocimientos básicos sobre sistemas de coordenadas, datum, husos, etc.), las propiedades (forma, tamaño, etc.) y relaciones espaciales. Estas últimas están basadas en la topología (contenida en, sobre, al lado de, etc.) o en relaciones cuantitativas (por ejemplo, la distancia entre elementos). Las características o atributos de las entidades constituyen la componente temática. Como imagina el lector, la tipología es muy variada: un color, un número, un texto, etc. Los datos se pueden representar, combinar o clasificar conforme a estas características. Por último, existe una componente temporal, ya que los datos se refieren a un momento establecido. Esto nos permite observar la evolución de los fenómenos que estamos estudiando, basta comparar una ortofotografía de un área litoral actual con una o varias anteriores.

El análisis espacial o geoprocesamiento El análisis espacial consiste en la obtención de información espacial nueva a partir de la información existente. Así pues, es la propiedad más importante de los SIG, ya que sin la utilización de los mismos la generación de esta nueva información sería muy costosa. Mediante el análisis de las relaciones topológicas existentes entre los diferentes elementos y su posición (proximidad, inclusión, conectividad y vecindad) podemos realizar modelizaciones y análisis espaciales complejos. Por ejemplo podemos obtener áreas de influencia en torno a unos elementos y aplicar relaciones topológicas. Así podremos conocer: • Qué yacimientos arqueológicos se encuentran en zona inundable. Si establecemos de forma general que serán aquellos situados a menos de una distancia determinada de un curso de agua. • Cuáles son las áreas urbanas que tienen un centro sanitario a una distancia superior a un kilómetro o cuáles son las construcciones que se encuentran ubicadas dentro de la Zona de Dominio Público Marítimo Terrestre.

31

Moreno (2007).

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FIGURA II.3.7 Análisis espacial de proximidad con gvSIG

Área de influencia Este geoproceso crea una nueva capa vectorial de polígonos, generados como zonas de influencia alrededor de las geometrías de los elementos vectoriales de una capa de entrada. Las geometrías de la capa de entrada pueden ser tanto de puntos como de líneas o polígonos. Se pueden generar varios anillos concéntricos equidistantes en torno a las geometrías de entrada. Además, en el caso de geometrías de entrada poligonales el área de influencia puede ser exterior, interior o exterior e interior al polígono original.

Fuente: www.gvSIG.org.

Otra de las posibilidades con datos vectoriales es el análisis de redes. Un SIG puede simular flujos a lo largo de una red lineal, tanto natural como artificial (la circulación del agua por una red hidrográfica o el desplazamiento de bienes o de personas en una urbe) Además este flujo puede estar ponderado por valores como la velocidad, el sentido de la circulación, la pendiente, el límite de velocidad, niveles de servicio, etc., para modelar con más precisión la realidad. El análisis raster requiere del conocimiento de una serie de conceptos básicos de este modelo necesarios para comprender la lógica de la asignación de valores a cada unidad, los tipos de funciones y análisis. Describir estos conceptos necesitaría de varios capítulos como el presente y no es el objetivo de esta obra. Sí podemos resaltar cómo paulatinamente las Ciencias Sociales están incorporando en sus investigaciones este tipo de análisis. Destaca el caso de la Historia. Su idoneidad para modelar fenómenos continuos, como la superficie de la tierra, y la posibilidad de combinarlo con capas vectoriales (la representación de un río o el patrimonio arqueológico) nos permite realizar diferentes estudios. Entre ellos el cálculo de rutas óptimas o de menor coste. Así son varios los ejemplos de utilización del análisis ráster, para calcular el recorrido que habría seguido un ejército para entablar batalla o el trazado de una obra lineal, como un acueducto, del que sólo quedan algunos restos. Para terminar esta presentación de las TIG, citaremos algunas de las ventajas del uso de los SIG de software libre frente al software privativo: • Su instalación y uso no tiene coste de licencia. • Con una sola descarga, el software se puede instalar en varios ordenadores. Las nuevas versiones no suponen adquirir otra licencia. • Fácil adquisición e instalación. • Existen manuales y presentaciones gratuitas que facilitan su aprendizaje. • Son proyectos escalables. Esto permite disponer de la versión con las herramientas básicas e ir aumentado la complejidad de uso paulatinamente.

II.4. METODOLOGÍAS ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA EVA SANZ JARA, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO

Tras haber tratado metodologías aplicadas a las humanidades, concretamente a la historia, en este epígrafe abordaremos algunas metodologías aplicadas a las ciencias sociales, específicamente a la sociología y a la antropología. Las trataremos de manera conjunta porque se trata de disciplinas con fronteras porosas y, de hecho, muchas de las cuestiones que aplicaremos a cada una de ellas podrían perfectamente hacer referencia a la otra. La diferencia entre antropología y sociología era nítida en tiempos pasados, cuando la primera se dedicaba a las sociedades exóticas, lejanas, aisladas, no occidentales; y la segunda era la única que se ocupaba de la sociedad occidental haciendo uso exclusivo de metodologías cuantitativas. Sin embargo, desde que la antropología empezó a analizar la sociedad occidental y la sociología trascendió las encuestas y lo cuantitativo para también trabajar desde la perspectiva cualitativa, trazar la distinción entre ambas no es en absoluto sencillo. La metodología etnográfica, que se explicará en detalle más adelante, es característica de la disciplina antropológica, como también lo son el desplazamiento y el relativismo cultural. El primero se opone al etnocentrismo y consiste más en una actitud de «extrañamiento» que en un desplazamiento real. El extrañamiento debe ser entendido como una actitud del antropólogo que se basa en la diversidad cultural y en el carácter cultural de las instituciones humanas. El hecho de que la antropología haya estudiado tradicionalmente sociedades muy distintas a la occidental provoca que esta ciencia esté muy relacionada con el extrañamiento. Extrañarse significa estudiar grupos diferentes con curiosidad, con intención de producir conocimiento. No obstante, el extrañamiento debe estar también presente cuando se investigan grupos cercanos al propio o incluso éste, puesto que «[…] la base del extrañamiento se encuentra en el reconocimiento de que todo grupo humano (incluido el propio) genera un comportamiento convencional, socialmente construido, y que no es el resultado directo de la naturaleza de las cosas […]. Este reconocimiento lleva a convertir lo extraño en familiar, el primer paso para tratarlo como objeto de conocimiento reflexivo»1. Y el relativismo cultural, posición contraria al positivismo, debe entenderse como herramienta de elaboración de nuevos significados e implica la afirmación de que cualquier acción humana debe entenderse en su contexto social. Si no se hace así, se puede perder de vista su sentido. El relativismo cultural aplicado a la antropología es un relativismo metodológico, porque la etnografía debe tenerlo siempre en cuenta. De esta manera, el contexto biográfico y sociocultural resulta sumamente influyente para comprender cualquier acción humana. Otra cosa diferente es el relativismo moral, que no debe ser con1

Díaz de Rada (2005: 31).

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fundido con el anterior, puesto que el hecho de que se traten de entender las acciones humanas observándolas siempre en su contexto sociocultural no implica que el antropólogo comparta la visión del mundo, la ideología o la moral de los sujetos que estudia. Sin embargo, como antropólogo debe «arrojar luz y conocimientos sobre las condiciones en que se generan los principios morales de los otros»2. El paradigma del relativismo cultural lo constituye la antropología norteamericana de la primera mitad del siglo XX. Esta tendencia postula que la diversidad de comportamientos humanos se explica por factores culturales y no biológicos, así como que la mencionada diversidad merece respeto3. En este contexto puede citarse a Franz Boas4, Ruth Benedict5, Margaret Mead6, y Edward Sapir y Benjamin Lee Worf como principales representantes de la antropología norteamericana de la primera mitad del siglo XX y del relativismo que ésta postula7. En relación con el relativismo, resulta necesario distinguir los dos modos en los que el antropólogo puede construir su discurso en el producto de la investigación realizada, en la etnografía. Estos modos son las categorías emic (de fonémico) y etic (de fonético), conceptos derivados de la fonética y la fonología. Ambos se refieren al punto de vista en que el investigador se posiciona al elaborar su discurso, el primero «dentro del sistema» y el segundo «fuera del sistema»: «La fonética (etic) se ocupa de la descripción de los sonidos del habla desde el punto de vista del observador externo, utilizando dispositivos mecánicos de registro de las ondas producidas por los hablantes. La fonémica (emic), o fonología, se ocupa de la descripción de los sonidos del habla desde el punto de vista del hablante de la lengua, y muestra cómo, en el nivel supuestamente elemental de la recepción de los sonidos, el hablante opera con categorías mentales que clasifican las longitudes de onda significativamente. O sea, que las diferencias que un hablante establece, desde su punto de vista, en el flujo del sonido lingüístico, no coinciden con las diferencias que registra una máquina situada fuera del sistema de la lengua»8.

Aunque tanto la actitud de «extrañamiento» como el relativismo cultural son rasgos propios de la disciplina antropológica, resulta conveniente, si no aplicarlos en cualquier investigación, ya sea de ciencias sociales o de humanidades, al menos sí tenerlos presentes a lo largo de ella, puesto que constituyen un legado antropológico útil a otras ciencias en cuanto que sirven para combatir el positivismo, todavía más presente de lo que sería deseable. Del mismo modo, merece la pena cuestionarnos la posición, emic o etic, que adoptamos en nuestras investigaciones. Por su parte, en lo que se refiere a la investigación sociológica, es muy común pensar que es la llevada a cabo por los sociólogos o los trabajadores sociales, como si el perfil profesional adjetivara la investigación, cuando lo cierto es que es el objetivo final de ésta el que marca el carácter. En este caso, cuando pretendemos estudiar una determinada realidad social estamos haciendo investigación sociológica. Ya podrá ser desde una perspectiva cuantitativa, conociendo el número de afectados de un fenómeno conIbídem, pp. 35 y 36. Álvarez, Teira y Zamora (2005: 211). 4 Boas (2008). 5 Benedict (1971). 6 Mead (1985 y 1990). 7 En lo que se refiere al relativismo en la actualidad, es interesante el texto «Anti-antirrelativismo» de Clifford Geertz. Geertz (1996: 93-127). 8 Díaz de Rada (2005: 45). 2 3

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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creto, o el porcentaje de habitantes con ingresos mensuales por debajo de la «línea de la pobreza», o conocer la percepción de los residentes de un municipio sobre las medidas asistenciales llevadas a cabo durante el último año, por dar algunos ejemplos; o desde una perspectiva cualitativa, por la que se pretenda estudiar la multiplicidad de significados sociales presentes en los juegos del lenguaje, o bien la influencia sobre éste de los diferentes contextos sociales en que se genera, o la puesta en contexto e interpretación de las diversas posiciones y discursos sociales9. La mayoría de las investigaciones sociológicas que podemos llevar a cabo son de tipo descriptivo, en las que se busca conocer cómo es una realidad social de un modo detallado, aproximándonos en ocasiones al establecimiento de relaciones entre fenómenos y características de esa realidad. La búsqueda de generalizaciones y leyes es problemática. Además, las realidades sociales son cambiantes y complejas, por eso no podemos analizarlas mediante una sola perspectiva científica, sino que es necesario que recurramos a diferentes técnicas, propias de otras ciencias, todas ellas perfectamente válidas. Como en historia o en antropología, dependerá de nuestro objeto de estudio el conjunto de técnicas más adecuado. Es decir, el objeto de estudio es el que condiciona la metodología a emplear y no al revés; y determina, por tanto, el diseño de nuestra investigación y los criterios para llevarla a cabo. La definición de los conceptos clave en la investigación es el primer elemento determinante del método sociológico, pues estos conceptos son los que nos permitirán definir nuestro objeto de estudio. Por ello, tendrán que resultar operativos y con ciertas garantías de objetividad. Pongamos un ejemplo. Supongamos que queremos investigar sobre la sustentabilidad de la democracia, es decir, su capacidad para perdurar y perfeccionarse en unas sociedades determinadas. Para ello, incorporamos conceptos como democracia, gobernabilidad, ciudadanía… Tendremos que dejar muy claramente establecido qué vamos a entender por cada uno de ellos y, especialmente cómo vamos a determinar que los países que estudiemos son o no democráticos, tienen o no gobernabilidad, se puede hablar o no de ciudadanía. Tendremos que asegurarnos de que estos conceptos sean operativos, que cualquier otro investigador pueda entender perfectamente cómo hemos definido cada uno de ellos y cómo los hemos observado, incluso podríamos decir que ‘cuantificarlos’, independientemente que se traten, en estos casos, de conceptos cualitativos: «Por último mencionaremos la diferencia entre propiedades cuantitativas y cualitativas. En el primer caso, el valor específico de la propiedad es una ‘medida’, ‘grado’ o ‘cantidad’ (25 años de edad, elevada motivación de rendimiento, intenso grado de integración); en el segundo, una ‘manera’: estilo ‘democrático’ de dirección, oficio ‘manual’ y ‘dependiente’, sexo ‘femenino’, etc. […], los atributos o propiedades cualitativos permiten, no obstante, su cuantificación. Una propiedad cualitativa, como una actitud, puede reducirse por ejemplo al grado implícito de positividad o negatividad frente al objeto, o, por aducir otro ejemplo, las profesiones pueden reducirse, según su prestigio, a un orden cuantitativo. Con suficiente frecuencia la propiedad cualitativa puede representarse como un atributo cuantitativo pluridimensional mediante su división analítica en dimensiones parciales aisladas. El atributo ‘‘profesión’’, a primera vista meramente cualitativo, podría subdividirse en las siguientes dimensiones cuantitativas: grado de dependencia o independencia, grado de la formación requerida, proporción de actividades manuales en oposición a las intelectuales, etc. La diferenciación entre propiedades cuantitativas y cualitativas es, pues, provisional e inexacta»10. 09 10

Vallejos, Ortí y Agudo (2007: 18 y 19). Mayntz, Holm y Hübner (1975: 18 y 19).

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Estos conceptos han de ser unívocos, es decir, que no permitan distintas interpretaciones; precisos, enmarcados en un único contenido semántico (concisos y rigurosamente exactos); y, finalmente, deben ser sensibles, en el sentido de que deben tener una referencia a lo empírico. De este modo, cuando hacemos una definición operacional de nuestro objeto de estudio, estamos incluyendo indicadores del modo como estamos tomando el significado del concepto. Cuando los conceptos están convenientemente operacionalizados debemos plantearnos cómo vamos a obtener los datos sociológicos para nuestra investigación. Estos datos podemos recogerlos, como cuando consultamos fuentes documentales, informes realizados por otros investigadores o instituciones o cuando observamos el comportamiento de otras personas; o bien, producirlos, por ejemplo cuando preguntamos a las personas ya sea mediante entrevistas o encuestas. Son diversas las técnicas y métodos utilizados en la investigación sociológica. Dentro de la perspectiva cuantitativa, suelen ubicarse aquellas técnicas o prácticas que tienen algún tipo de fundamentación estadística y que son utilizadas para conocer la realidad social11, esto requiere que los fenómenos que queremos estudiar sean susceptibles de ser traducidos operativamente a variables. Así, encontramos la encuesta por muestreo como la técnica más conocida y extendida, pero no es la única. Existen técnicas basadas en análisis de datos procedentes de fuentes estadísticas externas; en estos casos, las consideradas fuentes secundarias (en la medida en que los datos han sido construidos o recopilados por otros investigadores o instituciones), se convierten así en fuentes primarias, para su interpretación en el marco de la investigación que estamos llevando a cabo. El uso e interpretación de estas fuentes requiere de unos conocimientos mínimos de estadística, en unos casos, y en otros de conocimientos técnicos avanzados, dependiendo también de los programas informáticos que se utilicen. En todo caso, lo que sí es fundamental es utilizar los datos estadísticos elaborados por otros investigadores de manera adecuada, seleccionando los más pertinentes para los objetivos de nuestra investigación, así como conocer el proceso que se llevó a cabo para su elaboración en la investigación original y estar conscientes de las limitaciones de esos datos en la nuestra. Veamos con más detalle algunas de las técnicas cuantitativas y cualitativas más utilizadas en antropología y sociología.

Métodos y técnicas cuantitativos ANÁLISIS

ESTADÍSTICO

En sociología, el análisis estadístico es una de las técnicas más utilizadas por la cual medimos matemáticamente los fenómenos sociales, a fin de analizar sus relaciones y llegar a generalizaciones sobre su naturaleza y significado. Es un proceso asociado al sistema de registro adaptado por la empresa IBM a finales del siglo XIX, con el uso de tarjetas perforadas que facilitaban el cálculo mecánico-informático a gran escala. Hoy día, el uso generalizado de ordenadores y la difusión de los paquetes estadísticos ha tenido un impacto muy positivo en las ciencias sociales. Suelen utilizarse aplicaciones informáticas que faciliten este tipo de análisis, desde las más sencillas como el Excel, a las más utilizadas como el SPSS (Statistical Package for the Social Sciences), o más sofis11

Vallejos, Ortí y Agudo (2007: 22).

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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ticadas como EQS (Structural Equation Modeling Software) y LISREL (Linear Structural Relations) HLM (Hierarchical Linear and Nonlinear Modeling) para ecuaciones estructurales, y RATS (Regretion Analysis of Time Series) y TSP (Time Series Processor) para series temporales. La matriz de datos es la base fundamental sobre la cual se fundamenta la investigación estadística, dado que es la que permite el cálculo. Consiste en una tabla en la que se introducen los datos, que puede ir generando tablas accesorias de la original, con el fin de proceder a diferentes tipos de procesos y cálculos, cruzando las unidades de datos con diferentes variables. Se deben cumplir dos grandes principios, el de clasificación (cada unidad debe poder tomar un solo valor en cada variable) y el de integridad (un valor dentro de cada variable para todas las unidades, de ahí la necesidad de reducir las celdas vacías al mínimo)12. Cuando en un estudio hay muchas variables y una sola unidad, estamos ante una investigación intensiva (caso de estudio, por ejemplo); y cuando se trata de muchas unidades y pocas variables, estamos ante una investigación extensiva. Lo ideal sería tener tantas variables y unidades como sea posible. En última instancia, la finalidad de este tipo de análisis de datos es utilizar las distribuciones y así poner a prueba alguna proposición teórica «[…] sobre las unidades que pueda ser formulada en el ‘lenguaje de las variables’, a través de la constatación empírica de una variación conjunta de éstas»13. Dependiendo del objeto de la investigación, el análisis estadístico puede ser sencillo o más especializado y complejo. Efectivamente, en investigaciones en pequeña escala donde la información se ha recogido mediante cuestionario, no es necesario ir más allá de la estadística descriptiva y de la exploración de las interrelaciones entre pares de variables. Estaríamos utilizando proporciones, porcentajes y cocientes para datos nominales u ordinales; así como medidas de la tendencia central (media, mediana y moda) y de dispersión para datos de intervalo o de cocientes (amplitud total o rango y desviación estándar). Si nuestra investigación requiere de análisis más complejos podemos hacer uso de la estadística inferencial o de los métodos multivariables de análisis. La inferencial nos serviría para encontrar similitudes y/o diferencias al comparar los datos de una muestra para una variable con otra muestra o población, siempre y cuando se mantengan ciertos supuestos, cuya especificidad escapa del objeto de este capítulo14. Los análisis multivariables, por su parte, los utilizaríamos para explorar simultáneamente las interrelaciones entre tres o más variables, como sería la regresión múltiple, el análisis de conjunto o el análisis factorial. Para la interpretación de los datos estadísticos, recomendamos no perder de vista lo siguiente: – Sólo porque dos variables parezcan relacionarse una vez medidas, no significa que realmente lo están pues a veces la conexión se debe al azar o a una tercera variable. Para demostrar que existe la causalidad entre dos variables es necesario descubrir el mecanismo que las une. – Conviene distanciarse de los datos durante un tiempo, para que cuando reiniciemos su interpretación no estemos inmersos en la «paternidad» del análisis, con lo que esto puede significar de cara a discernir de manera más objetiva y realista. Ibídem, pp. 193 y 194. Ibídem, p. 195. 14 Para iniciarse en el análisis estadístico, recomendamos la consulta de: Catena, Ramos y Trujillo (2003), Freixa, Salafranca, Guardia, Ferrer y Turbany (1992), Peña (1987). 12 13

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– Estar siempre dispuestos a reconocer que existe la posibilidad de hacer las cosas de manera distinta: bien en la recolección de datos, bien en la interpretación de los mismos. En todo caso, como investigadores no debemos olvidarnos de la significación (probabilidad de que un resultado extraído de una muestra se haya encontrado por azar: cuanto más significativo el resultado, mayores son las probabilidades de que represente algo fidedigno), la representatividad o grado de generalización (posibilidad de que los resultados puedan ser aplicados a otras áreas instituciones, grupos, poblaciones…), la fiabilidad (precisión con que se llevó a cabo la investigación en todas sus fases: grado de confiabilidad) y la validez (si los métodos, enfoques y técnicas utilizadas se relacionan con los temas que se investigan o los miden de forma adecuada)15.

EL ANÁLISIS

DE LA

HISTORIA

DE

ACONTECIMIENTOS

La técnica del Análisis de la Historia de Acontecimientos (Event History Analysis), conocida también por sus siglas AHA, permite estudiar de forma dinámica las pautas y las correlaciones según las cuales sucede un acontecimiento dado. Es un tipo de estudio caracterizado porque la unidad de análisis puede cambiar desde un estado de origen a un estado de destino; porque ese cambio no está restringido a un momento específico del tiempo; y porque el cambio está influido por un conjunto de variables independientes que son constantes o que se modifican en el tiempo16. Entre los procesos sociales que se han estudiado utilizando el AHA podemos citar las transiciones en el mercado de trabajo entre las condiciones de parado, ocupado e inactivo, así como los cambios de tipo de contrato (de temporal a indefinido) y de jornada laboral (de tiempo completo a tiempo parcial). También se ha utilizado en estudios sobre desigualdad social (movilidad de una ocupación y clase social a otras); en la sociología de la familia (en algunos eventos demográficos: fecundidad, matrimonio, divorcio, inmigración); en los estudios de sociología de las organizaciones (fundaciones y quiebras de empresas, organizaciones y asociaciones); en el análisis de los eventos de acción colectiva (protestas, revueltas y los episodios de confrontación racial); yen los estudios de cambios políticos (caída de los gobiernos, la transición de un régimen político a otro o las duraciones de las guerras civiles). Para su ejecución se suele utilizar programas informáticos como Stata o el de software libre R.

EL

EXPERIMENTO

El experimento es otra técnica que viene de las investigaciones en las ciencias naturales (llamado por Bacon ‘experiencia provocada’), y que al aplicarlo a las ciencias sociales conlleva algunas adaptaciones. Para Corbetta el experimento es una «[…] forma de experiencia sobre hechos naturales que se produce como consecuencia de una intervención modificadora y deliberada por parte del hombre. El experimento se diferencia de la forma de experiencia consistente en la observación de los hechos en su desarrollo 15 16

Blaxter, Hughes y Tight (2007: 268). Bernardi (2006: 13).

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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natural»17. Un ejemplo, dado por este mismo autor, es el estudio mediante experimento de la influencia de la propaganda televisiva en el voto, en el que el investigador selecciona una muestra de 200 sujetos, los divide en dos grupos de modo aleatorio a fin de controlar las variables en ambos grupos (proporción semejante de niveles de formación, sexo y edades), pidiendo a uno de ellos seguir la campaña por televisión y al otro que se mantenga totalmente al margen de ella. Se puede concluir que hay una influencia en el voto si tras una entrevista los que debían hacer el seguimiento de la campaña televisiva tienden a votar a un mismo candidato, a diferencia de los que no siguieron la campaña por televisión18. Para Corbetta: «[…] la idea que subyace al experimento es la siguiente: dada la hipótesis de que X es la causa de Y, si provocamos una variación en los valores de X sobre un determinado número de sujetos y mantenemos constantes todas las demás causas posibles de variación de Y, debe ser posible observar una variación de Y en esos mismos sujetos. La manipulación de la variable independiente y el control de las terceras variables son, por tanto, los dos elementos que caracterizan al experimento y lo diferencian del análisis de covariación»19.

Según el contexto en el que se realice el experimento, éste puede ser de laboratorio o de campo. Por su parte, de acuerdo a los procedimientos de realización, el experimento puede ser llamado verdadero, por un lado, o cuasi experimento, por el otro (cuando no se ha respetado alguno de los requisitos del método experimental). El experimento de laboratorio se realiza en una situación artificial, mientras que el de campo en un contexto de vida real; en el primero el investigador tiene la posibilidad de mantener bajo control las variables y evitar influencias externas (aislamiento), además de establecer los más mínimos detalles para las condiciones en el que se llevará a cabo el experimento. Corbetta da el ejemplo de dos experimentos orientados a estudiar la perturbación que produce el ruido en la concentración mental. En el realizado en un laboratorio, se asigna a unos individuos la realización de diversas tareas que requieran concentración mental bajo la influencia de diversos ruidos producidos de manera artificial y controlados por el investigador. En el segundo, se llevaría a cabo en una escuela, se registra en un test el rendimiento de los estudiantes de clases afectadas por ruidos externos, como el del tráfico, y clases no afectadas por ese tipo de ruidos.

LA

ENCUESTA

La encuesta con cuestionario estandarizado es una técnica de investigación social muy utilizada. Sólo para hacernos una idea del amplio abanico de los temas en que se utiliza, podemos pensar en estudios sobre población y familia, de cultura y socialización, de política, de economía y trabajo, de problemas y servicios sociales, de medio ambiente, de estratificación y clases sociales, etcétera. La mayor ventaja de la encuesta es la posibilidad, dentro de determinados supuestos, de extrapolar sus conclusiones a una población más amplia; pero, paradójicamente, ésta también llega a ser su principal debilidad, especialmente cuando se tiende a tratar como hechos ciertos cualquier tipo de resultado que provenga de ella, aceptando como 17 18 19

Corbetta (2007: 115). Ibídem, p. 113. Ibídem, p. 114.

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verdadera cualquier respuesta que haya sido apoyada por una mayoría de encuestados20. Ante esto, los investigadores debemos ser conscientes de las posibilidades y limitaciones de la encuesta, por lo que es fundamental interpretar las circunstancias que han intervenido y mediado en la obtención de los resultados en las respuestas, incluyendo el inevitable grado de influencia que ejerce el propio cuestionario sobre los encuestados, por mucho que se haya evitado hacer preguntas y respuestas «neutrales», evitando ambigüedades, obviedades, sesgos de ideología o filias, etcétera. Las técnicas de encuesta podemos adaptarlas para obtener información generalizable de casi cualquier grupo de población, es por ello que se realizan sobre una muestra de sujetos representativa de un colectivo más amplio, obteniendo mediciones cuantitativas de diversas características de la población, lo que permite estandarizar los datos y hacer análisis estadísticos. No obstante, podemos caer en el riesgo de considerar equivocadamente que podemos utilizar los datos obtenidos en la encuesta considerando a la sociedad como si se tratase de un simple agregado de individuos, perdiendo los matices, las diferencias y la complejidad de las realidades sociales. Cuando hablamos de encuesta casi siempre nos estamos refiriendo a una encuesta estadística, cuyo objetivo principal será la cuantificación de las respuestas obtenidas, que ha sido realizada mediante un cuestionario pre codificado (o constituido por categorías previamente definidas, acotadas y cerradas que permiten la unificación de las respuestas necesaria para su cuantificación, las cuales deberán ser exhaustivas y mutuamente excluyentes), y que sustenta la representatividad de sus resultados sobre los supuestos del muestreo probabilístico (selección aleatoria de los individuos destinados a ser encuestados, con la selección de una muestra estadísticamente representativa de una determinada población). Pero antes de la elaboración del cuestionario, debemos llevar a cabo unas fases previas: desde la propia formulación del diseño general de nuestra investigación (sobre esto profundizaremos en el apartado III), a la definición de la población y selección de la muestra a la que se le presentará la encuesta, con el correspondiente cálculo de las condiciones de error y confianza estadística; el llamado pretest o validación del cuestionario, la aplicación del mismo a la muestra y el posterior análisis de los datos conjuntamente con la redacción del informe de la investigación, tras la contrastación de la hipótesis. Efectivamente, para realizar una encuesta de calidad debemos cubrir varias etapas, las cuales detallamos a continuación. En primer lugar, debemos formular con precisión los objetivos de nuestra investigación, así como establecer las hipótesis y variables –dependientes e independientes–, operacionalizar conceptos y diseñar la muestra. Dado que casi siempre es imposible encuestar a toda una población o un colectivo, es necesario seleccionar una parte representativa para su estudio, de allí que se defina el muestreo como «[…] el procedimiento por el cual, de un conjunto de unidades que forman el objeto de estudio (la población), se elige un número reducido de unidades (muestra) aplicando unos criterios tales que permitan generalizar los resultados obtenidos del estudio de la muestra a toda la población […]»21. Desarrollar con detalle aspectos como los tipos de muestra (probabilísticas o no, como el muestreo por cuotas, o por bola de nieve, o el subjetivo o elección razonada), los errores de muestreo, representatividad y tamaño de la muestra, errores de no cobertura o de 20 21

Vallejos, Ortí y Agudo (2007: 23). Corbetta (2007: 272).

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

73

no respuesta, ponderación, etc., escapan de los objetivos de este manual, por lo que recomendamos al lector a profundizar sobre estos temas en la bibliografía especializada. En segundo lugar, debemos formular las preguntas que contendrá el cuestionario. En la encuesta solemos utilizar un cuestionario precodificado mediante el cual hacemos preguntas de hechos de una realidad social (por ejemplo, sobre datos comparables referidos al propio sujeto, grupo o institución, como puede ser el nivel de renta, tipo de consumo, partido político al que votó, asociaciones civiles a las que pertenece, nivel de estudios, etc.), y preguntas sobre aspectos subjetivos (opiniones, actitudes, intenciones, valores, expectativas, etc.). Hay tres grandes bloques de preguntas, las sociodemográficas básicas (descripciones sociales como sexo, edad, lugar de nacimiento, nivel de estudios, clase social de origen, profesión, estado civil, etc.), las relativas a actitudes (opiniones, motivaciones orientaciones, sentimientos, juicios, valores), y las que tienen que ver con comportamientos (acciones, qué ha hecho o dejado de hacer el encuestado). Las segundas, las relativas a las actitudes son las más difíciles de redactar y las respuestas de los encuestados pueden ser más fácilmente influenciables según la formulación de la pregunta, su ubicación dentro del cuestionario o porque son más factibles de no ser contestadas de manera sincera por parte del encuestado. Las preguntas también pueden ser abiertas o cerradas; en las primeras, el encuestado tiene la opción de expresarse libremente en el espacio determinado para ello en el cuestionario; mientras que las segundas incluyen un listado de posibles respuestas de las cuales el entrevistado debe elegir una o varias opciones de las presentadas. El nivel de estandarización de la encuesta dependerá de la elección de un tipo de preguntas o de otras: a mayor cantidad de preguntas abiertas, menor estandarización, y viceversa. Es el investigador quien debe determinar cómo quiere que sea su cuestionario tomando en cuenta las ventajas y las limitaciones de cada tipo de pregunta con miras al análisis de los datos. En todo caso, el investigador debe primar la sencillez en el lenguaje, que las preguntas y las respuestas –en caso de ser cerradas– sean fáciles de entender, que se adecuen a las características de la muestra a encuestar, que sean breves, no utilizar términos ambiguos ni sintaxis complejas, tampoco utilizar palabras con una fuerte carga emocional, no discriminantes, que no supongan un juicio previo de valor por parte del investigador, también deben evitarse las preguntas tendenciosas, o embarazosas, o dar por supuestos comportamientos o conocimientos por parte de los encuestados, o proponer respuestas socialmente deseables en el caso de preguntas cerradas. Por otra parte, se recomienda que el investigador cuide la secuencia de las preguntas, empezando por las más sencillas de responder (no demasiado indiscretas o personales), y acrecentando el nivel de complejidad de manera gradual dejando para el final las más comprometidas a fin de evitar la interrupción de la encuesta por parte del encuestado. También se recomienda ir pasando de preguntas más generales a aquellas más específicas. No es un trabajo fácil, aunque pudiera pensarse que basta con desarrollar rápidamente un conjunto de preguntas, por lo que se recomienda no escatimar esfuerzos en la elaboración del cuestionario y su puesta a punto mediante la validación, teniendo en cuenta que hasta los más mínimos cambios en la formulación de las preguntas pueden provocar variaciones sensibles en las respuestas. Efectivamente, cuando ya se tiene una versión casi definitiva del cuestionario, es necesario validarlo; comienza así la tercera fase,

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la de prueba con el llamado pretest. Es una especie de ensayo del cuestionario con una muestra similar en sus características a la que será encuestada, con el fin de probar su funcionamiento, cómo es interpretado, determinar posibles fallos del cuestionario y, en su caso, introducir las modificaciones pertinentes reformulando las preguntas y/o categorías de respuestas. Hay que determinar si las preguntas y las respuestas listadas son bien entendidas o no, el tiempo de duración de la encuesta en caso de ser cara a cara, fallos en la aplicación informática si se ha decidido hacerla por este medio, etcétera. En cuarto lugar, tendremos que ocuparnos de preparar el trabajo de campo y proceder a la realización de las encuestas. Éstas pueden realizarse cara a cara, y cuyo resultado –de un modo u otro– estarán determinados por su actuación, el modo en que plantea las preguntas, cómo se relaciona con el encuestado… De allí la necesidad de minimizar el efecto del papel del encuestador, estandarizando su comportamiento y precisando lo más posible su actuación durante la realización de las encuestas22, para lo cual se requiere prepararse adecuadamente antes de su realización. Dependiendo del alcance y tamaño de nuestra muestra, en ocasiones es necesario optar por más de un encuestador, lo que supone la elección y toma de contacto con quienes vayan a hacer esa función, reunirlos para dar las instrucciones necesarias; todo ello conlleva a realizar los correspondientes cálculos de tiempo y costos de las actividades de campo. Las encuestas también suelen hacerse vía telefónica, pues permiten abaratar costos, hacerlas con gran rapidez, permitiendo, incluso, el uso de ordenadores para recoger los datos; además, da más confianza pues reduce la resistencia al «cara a cara» y aumenta la percepción del «anonimato». También las encuestas pueden realizarse mediante cuestionarios autocumplimentados, que el encuestado rellena sin la presencia de un encuestador, con el correspondiente ahorro en los costes de la investigación; o mediante aplicaciones informáticas como lo serían las muy de moda encuestas en línea, cuyo principal limitante es que estaría enfocada solamente a encuestados con acceso a Internet. Para la realización de las encuestas, tanto si son cara a cara o si son vía telefónica, recomendamos tener en cuenta: – Evitar cualquier comportamiento, comentario o actitud que pueda influir en el encuestado: evitar aprobaciones o desaprobaciones, muestras de sorpresa, reinterpretar las preguntas o las respuestas delante del encuestado, etcétera. – Utilizar frases o gestos neutrales y transmitir la sensación de que todas las respuestas son válidas, no se juzgan ni critican. – Intentar mantener el interés del encuestado para que el cuestionario sea válido y completo. – Cuidar el aspecto físico, en caso de entrevistas cara a cara, ni muy llamativo ni muy excéntrico. Y en las telefónicas, cuidar los ruidos que alteren la comprensión de las preguntas y respuestas. – Pronunciar las preguntas con claridad, a una velocidad, tono y ritmo adecuados para que el encuestado pueda comprenderlas en su totalidad, y sin mayores énfasis que puedan inducir las respuestas. – Si son encuestas telefónicas, prever los horarios de trabajo, comida y ocio del encuestado, según el objeto de la investigación, y respetar su disponibilidad de tiempo. Y si es a móviles, tener en cuenta que puede acabarse la batería… 22

Ibídem, p. 179.

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

75

Una vez realizadas las encuestas, debemos procesar la información obtenida. Así, hay que proceder a la codificación de las respuestas mediante la clasificación en un número determinado y limitado de categorías que facilite los análisis y las posteriores comparaciones. Y, finalmente, debemos analizar los resultados, contrastar la hipótesis y elaborar el informe final con las correspondientes conclusiones.

Métodos y técnicas cualitativos Desde la perspectiva cualitativa, el abanico de técnicas que suelen utilizarse es más heterogéneo. Y es desde esta perspectiva que entran en juego técnicas derivadas de la antropología, que se reúnen bajo el concepto de etnografía, de la que forma parte importante el trabajo de campo. De esta manera, encontramos la entrevista abierta o semiestructurada (también conocida como en profundidad), los grupos de discusión, la observación participante, el análisis de textos, imágenes…

ETNOGRAFÍA Muchas de estas técnicas se engloban en la etnografía, que constituye la metodología antropológica por excelencia. En ocasiones, la etnografía se denomina también trabajo de campo, pero de manera incorrecta porque este último no contiene todas las fases de la etnografía. Ésta no se limita al trabajo de campo, aunque dicho trabajo es una parte fundamental de ella. La etnografía se compone de «trabajo de mesa», trabajo previo de diseño y estudio, labor de documentación necesaria antes de entrar en el campo; trabajo de campo propiamente dicho; y de nuevo «trabajo de mesa», análisis de la información obtenida en el campo y elaboración de un escrito final. Puede definirse la etnografía como una metodología o conjunto de técnicas, cuya característica primordial es que el científico social que la lleva a cabo, el etnógrafo, participa en la vida cotidiana de un grupo de personas a lo largo de un tiempo determinado. Esta participación puede ser abierta o encubierta y durante ella el etnógrafo observa lo que sucede, escucha lo que se dice y pregunta, todo ello para recopilar todos los datos que puedan ser de utilidad para la investigación en curso23. El trabajo de campo, concepto que procede de las ciencias naturales24, consiste fundamentalmente en observación participante y entrevistas a diferentes niveles de profundidad, y es frecuentemente puesto en práctica por otras ciencias sociales. El antropólogo Bronislaw Malinowski es considerado el fundador del trabajo de campo con su libro Los argonautas del Pacífico occidental. También resulta relevante la obra del mismo autor Diario de campo en Melanesia, que genera interesantes debates acerca de la metodología del trabajo de campo. Tradicionalmente se ha definido éste como la labor llevada a cabo por un investigador alejado de su comunidad de procedencia; independiente, tanto respecto de la administración, como de la Iglesia o de cualquier tipo de empresa; formado académicamente en la antropología; conviviendo de manera prolongada con una comunidad local, un grupo social, una organización formal o una mera agrupación relativamente estable. 23 24

Hammersley y Atkinson (1994: 15). Field-work es un término que procede del discurso naturalista propio del positivismo decimonónico.

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El aislamiento del investigador, el desplazamiento físico que debe realizar desde su lugar de origen hasta el lugar donde realizará su estudio; el aprendizaje de la lengua que se habla en la comunidad a estudiar, normalmente diferente a la propia; y, especialmente, llevar un diario de campo, son rasgos característicos del trabajo de campo25. No obstante, la definición ofrecida es bastante utópica, en el sentido de que no siempre se cumplen las condiciones que en ella se establecen. De esta manera, es difícil que el investigador sea absolutamente independiente, puesto que usualmente alguna entidad, pública o privada, financia o de algún modo patrocina la actividad investigadora. Por otra parte, nos encontramos en una época en la que la antropología ha superado su condición de ciencia que estudia comunidades aisladas, remotas, a las que se accede mediante el desplazamiento, tanto físico como mental, a lugares lejanos y radicalmente opuestos en cuanto a mentalidades a lo occidental. Cada vez más, la antropología se ocupa de lo cercano, de lo occidental, lo que ha abierto un debate en la disciplina acerca de si el antropólogo está capacitado para estudiar desde dentro su propia comunidad o comunidades similares a la suya, y si es lícito que lo haga. Sin embargo, el desplazamiento es siempre necesario, aunque no se trate de un desplazamiento físico sino simbólico: es necesario que el investigador observe su objeto de estudio con una actitud de «extrañamiento», de la cual ya hemos hablado. Volviendo a Malinowski y a la concepción clásica del trabajo de campo, afirma el antropólogo que el objetivo de éste es llegar a captar el punto de vista del indígena, su posición ante la vida, comprender su visión de su mundo. Pero no es éste el fin último. Añade Malinowski que con el trabajo de campo quizá comprenderemos mejor la mentalidad humana. Quizá la comprensión de la naturaleza humana, bajo una forma lejana y extraña, nos permita aclarar nuestra propia naturaleza. Por tanto, la meta final es la comprensión del «nosotros» por el reflejo de los «otros»26.

LA

OBSERVACIÓN PARTICIPANTE

Como hemos dicho más arriba, el trabajo de campo se compone básicamente de observación participante y de entrevistas a diferentes niveles de profundidad. La primera de estas técnicas, la observación participante, es una aproximación al campo. Exige la presencia del observador, del investigador, en la escena a estudiar, pero de tal modo que no perturbe su desarrollo. Dicen Honorio Velasco y Ángel Díaz de Rada que la observación participante implica, por una parte, relaciones igualitarias, puesto que el investigador recibe información a modo de comentario a los acontecimientos que va observando; por otra parte, lleva consigo el aprendizaje de las reglas de comunicación del grupo a estudiar, entre las que se incluye el importante sentido de oportunidad para preguntar; y, por último, implica cierta empatía, que hace que la información se obtenga por confianza, no por obligación27. De este modo, en la observación participante, el investigador actúa como informante, porque recopila la información, que únicamente es filtrada por él. Siguiendo a García Ferrando y Sanmartín28, hay dos principios que debemos tener en cuenta cuando utilizamos la técnica de observación, uno es el de control y el otro el de 25 26 27 28

Velasco y Díaz de Rada (2004: 20). Ibídem, p. 22. Ibídem, p. 25. García Ferrando y Sanmartín (1986: 95-122).

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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orientación dirigida de los actos de observación científica. Para cumplir el principio de control debemos asegurarnos de cumplir con distintos requisitos para un refinamiento planificado de nuestras observaciones. Para ello utilizaremos técnicas de observación especialmente desarrolladas para que los resultados puedan tener valor científico, evitando con ello el sesgo sociocultural del observador. Y el principio de orientación dirigida de los actos de observación científica se cumple en la medida en que nuestra observación se fundamente constantemente en la estructura conceptual analítica29. En otras palabras, debemos hacer nuestra observación partiendo de una posición teórica. «El sentido subjetivo de un comportamiento observable, o sea: lo que el agente pretende con ello o lo que quiere expresar, el ‘por qué’ de su comportamiento, se presentan al observador, incluso en el mejor de los casos, como accesibles sólo de una manera incompleta (a través, por ejemplo, de manifestaciones del actor), y lo mismo sucede con la interpretación subjetiva de la situación por parte del propio actor. Ahora bien, si éste se orienta por las expectativas sociales, específicas de cada situación e institucionalizadas, esto es: se comporta en consonancia con los roles sociales, entonces se puede interpretar su comportamiento en el sentido de la significación conferida por el acuerdo general del entorno»30.

Si clasificamos la observación en base a la posición del material de la observación, estaremos hablando de observación directa e indirecta. Esta última ocurre en los casos de empleo de documentos o cualquier clase de materiales escritos; mientras que la observación directa ocurre cuando los datos son asequibles al investigador a través de los sentidos sin que haya mediación alguna. Dependiendo de la ocupación que tengamos como observadores ante una realidad social estaremos hablando de observación sistemática y estructurada, o de observación participante. En la primera técnica, nos mantenemos como observadores distantes de las acciones y comportamientos que queremos analizar; suelen ser fenómenos sociales que suceden espontáneamente o que hemos provocado en el marco de nuestra investigación. Por lo general, con este tipo de observación medimos la forma, duración, frecuencia, antecedentes y consecuencias de comportamientos individuales y de estructuras sociales, así como sus relaciones31. Es una técnica que aplicaríamos en situaciones de diagnóstico y clasificación en base a tipologías preestablecidas y con las categorías de observación ya codificadas. Esto permite una tarea de registro bastante menos flexible pero, a la vez, bastante más rápida, segura y con menos riesgo de subjetividades. En la observación participante, por su parte, nos implicamos personal, directa y activamente en las acciones sociales que protagonizan los actores que pretendemos estudiar. Tiene una peculiaridad, y es que el análisis de los datos ocurre simultáneamente al registro de los mismos, es decir, es la objetivización de nuestras propias percepciones. La participación del investigador en el campo puede ser abierta o encubierta. Es abierta si dejamos claros los objetivos de nuestra presencia en el campo; y es encubierta si estos objetivos permanecen ocultos. Sin embargo, normalmente la participación del investigador en el campo nunca es totalmente abierta ni del todo encubierta, lo que implica multitud de dilemas éticos32. Si queremos estudiar algunos estamentos profesionales, bandas urbanas, grupos marginados, organizaciones rituales, etc., convendría que optáramos por una observación encubierta pues «[…] cuando se sabe observado, el ser hu29 30 31 32

Ibídem, p. 99. Mayntz, Holm y Hübner (1975: 114). García Ferrando y Sanmartín, en García Ferrando, Ibáñez y Sanmartín (1986: 95-122, 101). Díaz de Rada (2005: 33).

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mano, se comporta presumiblemente de forma distinta a la habitual […]. Y la observación encubierta permite captar de forma más genuina el modo de actuar natural»33. En la observación abierta (también conocida como declarada o no encubierta), nos declaramos a la comunidad como observadores, siendo aceptados por ésta –no siempre sin problemas– y pasamos a ser uno más del grupo social. Es lo que usualmente se denomina «sumergirse en el medio» para el conocimiento del mismo; aunque se corre el riesgo de confundir nuestro rol participando más que observando. Las resistencias iniciales de la comunidad suelen ser en las primeras fases de la observación, pero en la medida en que somos aceptados nuestra presencia se convierte en normal y el comportamiento de los observados vuelve a ser el habitual. No obstante, no debemos subestimar la susceptibilidad y desconfianza inicial de los miembros del grupo al sentirse observados por un miembro extraño; es allí donde se hace más necesaria nuestra sindéresis y actitud respetuosa, pero también nuestra autocrítica, registrando los avances y obstáculos que se nos vayan presentando. Esto, por supuesto, supone una investigación que ocupa un tiempo prolongado, elemento esencial a tomar en cuenta en el momento en que estemos valorando su uso y haciendo el diseño de la investigación. Es aconsejable que vayamos con una estrategia planificada previamente y hacer registros de observación de manera selectiva pero relevante para nuestra investigación, ante el riesgo de perderse en el mar de datos a observar. Es importante, además, decidir previamente nuestro papel como observadores, si lo haremos explícito o no, pues esto tendrá efectos en nuestra investigación.

LA

ENTREVISTA

Al contrario de lo que sucede en la observación participante, la entrevista cuenta con los entrevistados como informantes, mientras que en la observación lo es el propio investigador. Las entrevistas pueden clasificarse en función de diferentes criterios. Uno de ellos es el nivel de profundidad. Las entrevistas pueden ir desde la encuesta –de la que ya hemos hablado detalladamente–, que sería la menos profunda, hasta la historia de vida, que sería la más profunda y de la que hablaremos más adelante. Otro criterio de clasificación de las entrevistas es su nivel de formalidad. Las entrevistas pueden ser más o menos formales. Se dice que una entrevista es formal cuando está planificada tanto en lo que se refiere a su guión como al contexto en que se produce; por el contrario, se dice que es informal, y por tanto que no está planificada, cuando surge y se desarrolla de modo más casual. Esta segunda equivaldría a un diálogo o conversación. Ángel Díaz de Rada explica que una entrevista es formal cuando se produce en condiciones limitadas por los intereses específicos del investigador, el extremo de la formalización sería la entrevista estandarizada o encuesta, que está totalmente diseñada antes de su realización. Las entrevistas menos formalizadas se parecen más a diálogos o conversaciones; sin embargo, al tratarse de entrevistas que se producen en el marco de una investigación, siempre va a existir cierto grado de estructuración34. Según otro criterio de clasificación, las entrevistas pueden ser estandarizadas o reflexivas. La entrevista más estandarizada es la encuesta, en la que, en algunos casos, ni siquiera es necesaria la intervención del investigador en el momento de realizarse la en33 34

Corbetta (2007: 313 y 314). Díaz de Rada (2005: 139).

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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trevista. La implicación del entrevistador en el discurso de su informante disminuye la estandarización de las entrevistas. De este modo, si el entrevistador pone en relación las preguntas con las respuestas anteriores, estamos ante una entrevista poco estandarizada o reflexiva. Cuanto más reflexiva es la entrevista, el material que surge de ella es más susceptible de un análisis de discurso35. Lógicamente, no hay un tipo de entrevistas mejor que otro. Se escogerán unas u otras en función del estudio que se está desarrollando y del tipo de información que se necesite obtener. Otra clasificación de las entrevistas se hace en función del número de personas entrevistadas, del número de informantes. En función de esto, las entrevistas pueden ser individuales o en grupo. De las primeras trataremos en este epígrafe, y de las segundas más adelante. La entrevista es uno de los instrumentos más importantes y utilizados en ciencias sociales. Con la entrevista, ya sea abierta o semiestructurada, pretendemos conocer y comprender los discursos de los sujetos entrevistados, es otra técnica cualitativa que nos permite adentramos en la llamada esfera de la cultura simbólica, accediendo así a los planos más profundos del comportamiento social. Efectivamente, más que conocer los comportamientos y rasgos individuales de las personas, con una entrevista buscamos acceder al conocimiento de los fenómenos sociales manifestados en la interacción que tiene lugar en este tipo de conversaciones. Es por ello que no nos interesamos por el caso personal de nuestro entrevistado, sino más bien en la medida en que sus pensamientos y valoraciones se acerquen o no a los pensamientos y valoraciones de los demás. En todo caso, debemos señalar que lo fundamental, en la entrevista en particular, y en todas las cualitativas en general, es que el «informante» sea quien se exprese y no tanto el investigador, pues es el discurso de aquel al que queremos acceder, sus experiencias, sus puntos de vista. La subjetividad directa de los datos obtenidos (discursos de los entrevistados) es su principal característica y, a la vez, su principal limitación. En las entrevistas, lógicamente, no podemos hablar de la representatividad propia del muestreo de las encuestas. Su representatividad se manifiesta más bien por lo adecuada que sea la selección de los perfiles de los entrevistados (conforme con la variedad de situaciones relacionadas con el tema que investigamos: ‘casos típicos’ para cada uno de los perfiles existentes). Es con el análisis posterior de la información aportada por los entrevistados que podemos llegar a determinar cuánto de habitual o de excepcional puede resultar la experiencia que nos han relatado, o la carga valorativa o emotiva que han introducido. Su utilización se fundamenta, principalmente sobre el hecho de que la «comunicación interpersonal, a un cierto nivel, es capaz de recoger y dar expresión al conjunto de valores, ideas y conflictos que marcan una sociedad y una época determinada»36. Supone un diálogo abierto, cara a cara, entre el entrevistador y el entrevistado, basado en un guión flexible de cuestiones a tratar –en contraposición a un listado cerrado de preguntas–, sujeto a reformulación e, incluso, al cambio del enunciado y del orden de presentación conforme se vaya desarrollando la conversación. Ahora bien, si aceptamos que en una entrevista es deseable que el entrevistado llegue a articular un discurso, resulta recomendable que el entrevistador intervenga sólo lo imprescindible, para no interrumpir dicho discurso. 35 36

Ibídem, pp. 138 y 139. Vallejos, Ortí y Agudo (2007: 70).

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Sin embargo, parece que hay una tensión entre la necesidad de cubrir todos los epígrafes del guión, por una parte, y la «pasividad» que sería aconsejable en el entrevistador a fin de permitir el flujo discursivo del entrevistado. Es curioso cómo, por ejemplo, en algunos casos, el entrevistado va «soltándose» a medida que avanza la entrevista, hablando más seguido y aportando más opiniones personales, recordando cosas, poniendo ejemplos… Entonces, el entrevistador hace una pregunta concreta y, de repente, el encuestado vuelve a responder con brevedad, de forma menos subjetiva, e intercalando frecuentes pausas, hasta que vuelve a hablar con fluidez… Suponemos que esto es inevitable, incluso en las entrevistas con un guión (pauta de preguntas) muy abierto. Una buena recomendación que podemos tener en cuenta es ir anotando, con palabras o frases clave, posibles preguntas en la medida que escuchamos al entrevistado y lo dejamos hablar; cuando veamos que su discurso se ha agotado o se «apaga» de algún modo, formulamos esa pregunta anotada y así «inyectamos vida» al entrevistado para que siga hablando de los temas que nos interesan. O, dicho coloquialmente: hay que llevar al entrevistado por donde queremos, sin interrumpir su flujo discursivo pero dándole cuerda al mismo tiempo. Tarea harta difícil, por supuesto, que podría llegar a considerarse casi como un arte… y mientras más entrevistas realicemos, mejor lo iremos haciendo como entrevistadores. Sobre este punto, un sociólogo amigo nuestro reflexionaba de esta manera: «Pero a mí, personalmente, me hace reflexionar sobre el doble papel del entrevistador –interlocutor en una ‘‘conversación’’ más o menos forzada, e investigador a un tiempo–, que a la vez se sitúa ‘‘dentro’’ y ‘‘fuera’’ de la situación, como partícipe y como observador. Haciendo autocrítica, creo que un error que a veces cometo es el de implicarme demasiado, como conversador, en la entrevista; cuando recuerdo mis obligaciones como trabajador de campo, vuelvo al guión y formulo una pregunta directa, cortando el hilo del entrevistado. En resumen: me recomiendo a mí mismo una mayor consciencia de mi papel de entrevistador, y del hecho de que, aunque me siento más cómodo –personal y profesional, deontológicamente– tratando de ‘‘naturalizar’’ la situación, una entrevista es, en realidad, artificial. Tener siempre en mente el guión puede ayudarme, paradójicamente, a hacer la entrevista más fluida»37.

Afortunadamente, existen maneras para que podamos minimizar esas intervenciones: «Una entrevista no consiste simplemente en plantear una pregunta y registrar la respuesta correspondiente. La parte fundamental del bagaje técnico del entrevistador está formada por una serie de instrumentos que le permiten descubrir y poner de relieve las opiniones reales del entrevistado, incluso las más ocultas y menos explícitas. Un ejemplo típico de ello sería el uso de las denominadas preguntas exploratorias: éstas no son preguntas propiamente dichas, sino estímulos que tratan de ser neutrales y cuya función es animar al entrevistado a seguir con su relato, a no estar a la defensiva, a profundizar en la cuestión, a dar más detalles. Se trata de intervenciones no impositivas, mediante las cuales el entrevistador intenta hacer hablar al sujeto y estimular su iniciativa, sin influir en él, dejando que sea el propio entrevistado quien escoja los temas en los que desea profundizar y la forma de exponerlos, siguiendo el hilo de su discurso, más que respondiendo a las preguntas […]»38.

Así, este autor nos señala como ejemplos de estímulos exploratorios la repetición de la pregunta, aunque formulándola de manera distinta o enfatizando determinadas palabras. También sería útil la repetición de la respuesta o sintetizarla (llamada ‘acción eco’), esperando el feedback del entrevistado, alguna aclaratoria o profundización de la idea por parte de éste. Otra opción sería manifestar interés en lo dicho por el entrevistado, 37 38

Cristino de Santiago Alba, investigador de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Corbetta (2007: 362 y 363).

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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bien con expresiones verbales neutrales («¿sí?», «entiendo», «continúe», «interesante», «¿por ejemplo?»), bien con simples gestos, bien con interjecciones de aprobación… Otra sugerencia es dejar pausas de algunos segundos, venciendo el temor de crear malestar o de que se vaya a terminar la entrevista, pues el entrevistado puede verse «obligado» a romper el silencio retomando su narración y dando más detalles; y, en todo caso, siempre le vendrá bien una pausa para rememorar, repensar lo que ha dicho, etc. Hay otras maneras más directas, como la de pedir de manera explícita al entrevistado que profundice una determinada cuestión, bastaría con un «¿puede explicármelo más detenidamente?», «no estoy seguro de haber entendido bien», «me gustaría conocer mejor su opinión al respecto»…39. En todo caso, la dificultad de esta técnica es lograr que el entrevistado pueda transmitir la información que nos interesa para nuestra investigación. Es por ello que debemos preparar las entrevistas con rigor teórico y precisión técnica para que no se convierta en una mera conversación, interesante sin duda, pero que no responda a los objetivos de nuestra investigación. Como entrevistadores, debemos evitar influenciar en las respuestas del entrevistado, ya sea con juicios de valor o dirigiendo sus opiniones a los resultados que nos gustaría obtener. Se recomienda recopilar previamente la mayor cantidad de información accesible sobre los entrevistados, dado que puede ayudar a que el investigador se encuentre más seguro y así entablar más fácilmente un clima de confianza y de apertura para la entrevista. Por cierto, aunque sea de sentido común, si grabamos la entrevista con el consentimiento del entrevistado, no nos olvidemos de llevar baterías adicionales, revisar con cierta frecuencia que la grabación sigue su curso y proteger la grabadora de posibles ‘accidentes’ que pudieran borrar la conversación. Es inevitable que el investigador produzca algún efecto en las entrevistas que realiza, que tenga influencia en ellas y en la información que resulta de ellas, y es necesario tenerlo en cuenta. El investigador interviene en las entrevistas tanto por el diseño de las mismas, como por la elección del escenario, como por su comportamiento durante el desarrollo, como por el análisis de la información que resulta de ellas… «De todo lo dicho hasta ahora se deduce que en la entrevista cualitativa el entrevistador desempeña un papel no sólo fundamental, sino también determinante (en el sentido literal de que ‘‘determina’’ el resultado de la conversación). Conviene recordar brevemente […] sobre el enfoque constructivista en la investigación social, es decir, que en el paradigma interpretativo la entrevista se entiende no como una operación de ‘‘recopilación de datos’’, en la que el entrevistador registra las opiniones del entrevistado, sino como una relación dinámica en la que la entrevista es ‘‘construida’’ de manera conjunta por el entrevistador y el entrevistado, y su resultado depende en gran medida del vínculo empático que se haya instaurado entre los dos interlocutores»40.

Ahora bien, es necesario aclarar que, aunque la información extraída de las entrevistas normalmente constituye el grueso del material sacado del trabajo de campo, no es el único. Otros materiales lo complementan: las notas de campo, los registros permanentes (fotografías, grabaciones de voz, de vídeo…) y el diario de campo que el investigador lleva. 39 40

Ibídem, p. 363. Ibídem, p. 364.

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Debemos establecer en este punto una distinción fundamental entre el diario de campo del antropólogo y su cuaderno de campo o su cuaderno de notas. El cuaderno de campo o los cuadernos de notas son «registros inmediatos», tomados directamente en el campo. Por su parte, el diario de campo se realiza en la mesa, por lo que es «un registro secundario, sistemático, reflexivo e inteligible» que procede del cuaderno de campo o cuaderno de notas. Ambos tipos de registro son imprescindibles en etnografía41, y su utilización hoy día es extensible a otras técnicas cualitativas en ciencias sociales. «Cualquiera sea el proyecto en el cual se ha comprometido e independientemente de la metodología utilizada, tal vez le resulte útil llevar un diario de investigación donde pueda registrar, día tras día, sus progresos, sentimientos, pensamientos, inseguridades y certezas […]. El diario de investigación ha demostrado ser un valioso recurso para contextualizar la investigación y recordarle aspectos específicos de la recolección de datos o del trabajo de campo. Asimismo, le permitirá generar ideas y practicar regularmente la escritura, registrar preocupaciones y temores e incluso resolverlos. Y puesto que se lo escribe durante el proceso de investigación, le servirá como un recordatorio físico (no demasiado embarazoso) del alcance de sus progresos»42.

En todo caso, sean transcripciones de las entrevistas, sean notas de campo, lo cierto es que es nuestro material para el análisis. De hecho, es importante aclarar que no siempre es necesario transcribir las entrevistas, más cuando son muchas, disponemos de poco tiempo, estamos trabajando solos o son entrevistas muy largas o cuyo audio no es del todo inteligible. En estos casos, resulta suficiente con examinar directamente las grabaciones y tomar notas, las que analizaremos conjuntamente con las que hemos tomado al momento de realizar las entrevistas. Para el análisis podemos ayudarnos de diferentes aplicaciones informáticas, que finalmente no hacen más que facilitarnos el trabajo43, aunque siempre con mucha cautela y tomando las previsiones necesarias: «Si usted grabó y transcribió las entrevistas y sus recursos le permiten entrar esos datos en un ordenador, recuerde que en el mercado hay un número cada vez mayor de programas que le facilitarán el análisis […]. Pero dado que cada uno de esos programas tiene sus requisitos y limitaciones respecto de cómo entrar los datos, examínelos antes de transcribir las grabaciones. El texto de las entrevistas puede ser codificado durante la entrada de datos o después. El programa le permitirá entonces encontrar las transcripciones de la entrevista valiéndose de ciertos códigos o de determinadas palabras»44.

LAS

HISTORIAS DE VIDA

Las historias de vida conforman una técnica de investigación y, a su vez, un instrumento de reflexión y análisis que ha sido ampliamente utilizada en diferentes disciplinas, desde la sociología y la antropología, hasta la historia y la psicología social. Como Díaz de Rada (2005: 18 y 19). Blaxter, Loraine, Hughes, Christina y Tight, Malcolm, Cómo se hace una investigación, Biblioteca de Educación, Herramientas universitarias, Barcelona, Gedisa, 2007, pp. 76 y 77. 43 Para la transcripción de entrevistas, se ha extendido el uso de programas como el Dragon Naturally Speaking. Uno de los más conocidos en ciencias sociales para codificar textos es el software Atlas.ti, en sus diferentes versiones. 44 Blaxter, Loraine, Hughes, Christina y Tight, Malcolm, Cómo se hace una investigación, Biblioteca de Educación, Herramientas universitarias, Gedisa Editorial, Barcelona, 2007, p. 256. 41 42

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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técnica, nos es útil para conocer cómo la persona cuya vida nos interesa se las arregla con la sociedad en que vive, y comprender la dinámica y los aspectos adaptativos de sus diversas experiencias vitales. Podemos clasificar las historias de vida bajo tres criterios: el primero, como el de la historia de vida total por la cual investigamos los relatos que van desde el último recuerdo de la persona hasta el momento en que elaboramos la historia; en el segundo, ahondamos sobre un determinado tema a lo largo de la vida de esa persona; y el tercero, es el que preparamos como investigadores seleccionando segmentos de los relatos para darle un formato más manejable a partir de diferentes fuentes de datos. Así, para confeccionar estas historias de vida solemos partir de testimonios, ya sean escritos (memorias, cartas, diarios, biografías o autobiografías) u orales. Esta técnica está formada por un conjunto de entrevistas sobre la vida de una persona, por lo que «[…] se trata de una entrevista sensible a la reconstrucción de la memoria por parte del informante: sus modos de ordenar temporalmente sus experiencias y sus estrategias discursivas para dar coherencia a su propia historia biográfica»45. A pesar de que la historia de vida puede ser llevada a cabo sin un tema que la vertebre, también puede hacerse proponiendo a los entrevistados temas determinados para facilitar las entrevistas.

LOS

GRUPOS DE DISCUSIÓN

Las discusiones de grupo suelen ser el mejor marco para conocer las representaciones ideológicas, valores, formaciones imaginarias y afectivas, dominantes en un determinado estrato, clase o colectivo. De este modo, los grupos de discusión son un tipo de entrevista colectiva, una técnica de investigación en la que se estimula y registra la conversación de varias personas sobre un tema o conjunto de temas determinados. El material que resulta de la entrevista se considera como una muestra de discurso público46. Efectivamente, el objetivo es captar y reproducir el discurso ideológico cotidiano básico sobre la realidad social de la clase social, estrato o colectivo representado por los miembros del grupo, para comprender las valoraciones, creencias, expectativas, resistencias y temores sobre el tópico en el que gira la discusión. Es decir, se pretende reconstruir los principales los razonamientos y representaciones que se asocian a un fenómeno social, en un lugar y momento determinado, construidos de manera informal y cotidiana por los individuos (conversaciones familiares, entre amigos o compañeros de trabajo, por ejemplo). Luis Enrique Alonso la define de la siguiente forma: «[…] es, fundamentalmente, un proyecto de conversación socializada en el que la producción de una situación de comunicación grupal sirve para la captación y análisis de los discursos ideológicos y de las representaciones simbólicas que se asocian en cualquier fenómeno social»47. En lo que se refiere a los participantes en el grupo de discusión, no es necesario que sean reclutados de acuerdo a procedimientos muestrales rigurosos, sino que basta con que sean personas que por su trabajo, hábitos de consumo… estén al tanto de los temas de los que deben hablar48. Suele organizarse en torno a las ocho a diez personas, a quie45 46 47 48

Díaz de Rada (2005: 61 y 62). Ibídem, pp. 60 y 61. Alonso (1998: 93). Díaz de Rada (2005: 60 y 61).

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nes elegiremos de forma anónima, conforme a las características sociales determinadas que interesan para los objetivos de nuestra investigación; es deseable, además, que no se conozcan entre sí, de manera que no condicione la participación de estas personas en la discusión. En el momento de realizar el contacto de los posibles miembros debemos evitar la posible ‘contaminación’, por ejemplo, adelantando mucha información sobre el tópico sobre el que se discutirá, o introduciendo un sesgo personal en la conformación del grupo. La situación así planificada y la propia dinámica del grupo hace surgir las emociones, normas sociales y conflictos acerca del tópico investigado. La entrevista grupal es una de las técnicas más exigentes, en la cual debemos mantenernos como moderadores u orientadores, incidiendo lo menos posible en la dinámica de la discusión pues son los discursos de los miembros del grupo los que debemos dejar fluir libremente. Es recomendable que la reunión no exceda la hora para evitar reiteraciones o el desvío del tema; además, la discusión suele ser grabada posibilitando así nuestra concentración como moderadores y para facilitarnos el posterior análisis con la trascripción en mano.

EL ANÁLISIS

DE CONTENIDO TRAS EL TRABAJO DE CAMPO

Con el material que el investigador tiene en su poder una vez realizado el trabajo de campo lleva a cabo un análisis de contenido, que es, según Ángel Díaz de Rada, un conjunto de técnicas de análisis de datos que se efectúa sobre cualquier tipo de texto. El autor define «texto» como: «[…] cualquier forma expresiva, producida con alguna clase de intención comunicativa, y que en consecuencia se ajusta a alguna clase de intención intersubjetiva. Un texto está construido en torno a alguna intención de mensaje (o sea, pretende decir algo a alguien), o en torno a alguna intención pragmática (o sea, pretende producir algún efecto en su receptor); y, en la medida en que se produce con alguna intención comunicativa, siempre pueden ser exploradas en él las convenciones que hacen que entre el que lo produce y el que lo recibe se esté suponiendo una comunidad de entendimiento (o sea, una comunidad de gente que se entiende entre sí). Por ese motivo, la estructura de las convenciones que dan forma a un texto es una buena vía de acceso a la estructura de convenciones que ordenan la comunicación entre los sujetos que lo interpretan, incluidas las categorías por medio de las cuales los sujetos clasifican su realidad […]. El análisis de contenido toma […] el texto como pretexto para estudiar las convenciones socioculturales de los sujetos entre los que circula, y sus posiciones sociales en relación con un espacio comunicativo»49.

Pero el análisis de contenido no sólo se lleva a cabo sobre las entrevistas, sino que cualquier documento puede ser objeto de él. Esta técnica, consistente en el estudio de las realidades sociales a través de la observación y el análisis de los documentos que se crean o producen en una sociedad determinada, nos permite la posibilidad de estudiar los valores, actitudes y orientaciones presentes en esa sociedad. «El lenguaje no es sólo una premisa importante de la acción social (en la medida en que ésta descansa sobre la comunicación de significados), sino que el hablar y el escribir son tam49

Ibídem, p. 54.

II.4.

METODOLOGÍAS

ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA

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bién, por sí mismos, una forma de conducta social. En lo que los hombres dicen o escriben se expresan sus intenciones, sus actitudes, su interpretación de la situación, sus conocimientos y sus supuestos tácitos sobre el entorno. Estas intenciones, actitudes, etc., vienen codeterminadas por el sistema sociocultural al que pertenecen las personas que han dicho o escrito algo y, por ello, no sólo reflejan las características personales de los autores, sino también los atributos de la sociedad que les rodea –valores institucionalizados, normas, definiciones situacionales socialmente establecidas, etc.–. Por esta razón, el análisis de los materiales lingüísticos permite hacer inferencias de fenómenos no-lingüísticos, tanto individuales como sociales»50.

La particularidad de esta técnica es la combinación de la observación y del análisis documental. Parte de datos que tenemos disponibles, que están publicados previamente y que nos permiten identificar características específicas del texto, ya sea para describirlas o para hacer inferencias reproducibles y válidas de los datos al contexto de los mismos. Este contexto incluye todas las condiciones que rodean los datos, ya sea porque les anteceden, son concomitantes o resultan a partir de ellos. Hay dos métodos principales para este tipo de análisis, el cuantitativo y el cualitativo. En el primero, atendemos a las frecuencias con las que determinadas unidades culturales aparecen reproducidas en el objeto de estudio; esto es lo que nos va a permitir relacionar luego las curvas obtenidas con los acontecimientos históricos para observar las correlaciones entre estos y aquellos, si los hay. Como análisis cualitativo del contenido, en cambio, nos referimos a la estructura interna del fenómeno cultural que examinamos y la relación con la sociedad en la que surge.

EL

MÉTODO COMPARADO:

LA

PERTINENCIA DE LA COMPARACIÓN

El método comparado es una herramienta esencial en el análisis de la metodología en las ciencias sociales y en las humanidades, como una estrategia para conocer de manera contrastada sociedades, culturas e instituciones. No es una técnica específica de investigación, tampoco una metodología, se trata más bien de un «[…] marco metodológico en el que se pueden utilizar técnicas o estrategias de análisis diferentes»51. Para Anduiza, Crespo y Méndez, el método comparado «[…] se vale de la comparación explícita y sistemática para estudiar las relaciones entre variables»52. De acuerdo con estos autores: «Se sostiene con frecuencia que todo conocimiento es intrínsecamente comparado y que el mero hecho de afirmar algo sobre un objeto supone que éste se está comparando con otro, o al menos con el concepto de la clase de objetos a la que pertenece. Sin embargo, esa no es una comparación explícita y sistemática como la que es necesario realizar para llegar a conclusiones sobre la relación entre diversas variables»53.

Partiendo de la base de que los fenómenos sociales son complejos y difíciles de conocer, el método comparativo resulta muy útil para acercarse a comprender las diferentes causas que pueden llegar a producir un fenómeno. Depende en gran medida de la eficiencia en la aplicación del método: 50 51 52 53

Mayntz, Holm y Hübner (1975: 197). Caïs (1997: 8). Anduiza Perea, Crespo y Méndez Lago (1999: 119). Ibídem.

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«Para verificar hipótesis es preciso anular (controlar) la influencia de variables exógenas, con el fin de centrarse en la relación que interesa. Este control se consigue manteniendo el valor de aquéllas constante, para poder estar más o menos seguro de que se está observando el efecto de la variable que interesa y no el de otra sobre el fenómeno objeto de estudio […]. En el método comparado el control se ejerce mediante el procedimiento de clasificación (de asignación de valores a las variables) y mediante una adecuada selección de casos de forma que algunos de estos valores permanezcan constantes […]»54.

Suele utilizarse para analizar un número reducido de casos que permite profundizar en el conocimiento de cada uno de ellos, o para analizar una muestra grande (estudio de variables). El primero, conocido como estudio de casos y muy utilizado por Max Weber, quien se enfocaba en la diversidad histórica para encontrar pautas generales (tipos ideales), con los que generar enunciados descriptivos y explicativos sobre el mundo. Es un método descriptivo en el que se maneja un gran número de variables e indicadores y se busca describir de la manera más precisa posible una realidad limitada sobre una variedad de fenómenos, estructuras y procesos en los que se hace resaltar sus características particulares. Son estudios intensivos que, al mantener el grado de diversidad bajo por el pequeño número de casos, se maximiza la posibilidad de encontrar una respuesta inequívoca a la cuestión investigada. Se fundamenta en el supuesto de que un caso particular es representativo para muchos otros casos similares que puede llegar a ser generalizable: «Los/as investigadores que utilizan esta estrategia trabajan con un número pequeño de casos definidos de forma teórica. Comparan casos de forma global entre ellos para llegar a generalizaciones modestas sobre orígenes y resultados históricos. Tratan de aproximarse al rigor experimental mediante la identificación de efectos comparables de un fenómeno, y el análisis de las similitudes y diferencias entre ellos. Este punto de vista provee las bases para establecer generalizaciones empíricas concernientes a categorías de fenómenos sociales históricos»55.

Para seleccionar los casos a comparar se puede elegir, de acuerdo con los fines de la investigación, entre casos similares (most similar systemsdesign) o entre casos diferentes (most different systems design). El conocimiento previo del investigador sobre el tema objeto de estudio y sus expectativas sobre el resultado del análisis son los que marcan cuál de los dos sistemas elegir a fin de que se cumplan esas expectativas. Es decir, si el investigador espera que una característica o relación sea constante, el sistema de casos diferentes es el más apropiado pues maximiza el número de factores irrelevantes aislados; mientras que si espera previamente que la característica o la relación variará, lo más apropiado es que se decante por el sistema de casos similares56. En la modalidad de casos similares se mantiene constante la influencia de las variables explicativas que no interesan conocer en profundidad, por lo que se seleccionan casos muy parecidos o idénticos en esas variables, pero que sí se diferencien en la variable que se desea conocer. John Stuart Mill lo llamaba método de la diferencia, en el que se buscan casos que se parezcan en todas sus circunstancias y difieran en alguna; de este modo, si un caso donde se presenta el fenómeno y otro donde no se presenta tienen todas las circunstancias comunes menos una, se infiere que ésta es la causa (o parte de la causa) del fenómeno. De esta manera, cuando hay dos casos o más similares con resultados diferentes, lo que se busca es descubrir cuál es la diferencia entre ellos para que cause ese resultado desigual: 54 55 56

Ibídem, pp. 119-120. Caïs (1997: 18). Ibídem, pp. 26 y 27.

II.4.

METODOLOGÍAS

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«Como en toda cuestión científica, la lógica de cada diseño consiste en aislar relaciones entre variables eliminando las que son externas. En términos causales se explica como el proceso de aislar factores causales eliminando otras variables como causas posibles. En la técnica de sistemas similares esto se produce escogiendo como objetos de investigación sistemas que son similares o idénticos en el máximo de variables posibles, con la excepción de la variable que caracteriza el fenómeno que se quiere examinar. Como los sistemas difieren respecto de la variable dependiente, pero no en ninguna de las variables controladas en las cuales coinciden, estas variables coincidentes no pueden ser usadas en relación a la variable dependiente […]»57.

No obstante, el investigador debe saber que este método tiene algunas limitaciones: «Una de las desventajas de la aplicación del diseño de los sistemas similares es que frecuentemente se tiene más de una variable independiente que explica la diferencia en los valores de la variable dependiente. En esas circunstancias el problema es que se pierden condiciones para determinar qué variable de las analizadas causa el fenómeno que se está estudiando, o cuál de ellas lo hace en menor medida […]. Otro problema que puede aparecer es que se restrinja de forma excesiva el marco de análisis, de manera que resulte complicado realizar inferencias y generalizar respecto a un conjunto de casos que no compartan esas características contextuales que se han controlado mediante el proceso de selección de casos. La selección de un número reducido de casos similares limita la aplicación y generalidad de los resultados de la investigación que no podrán extenderse a casos que no compartan esas características contextuales similares. De esta forma, la validez interna de la teoría se refuerza, pero la validez externa se ve reducida»58.

Mientras, en la modalidad de casos diferentes, se pretende conocer causas comunes que expliquen un fenómeno común en sistemas muy distintos entre ellos. Para Stuart Mill, el método de similitud o concordancia (method of agreement), trata de analizar casos diferentes en todos sus aspectos excepto en uno, por lo que si dos o más casos muy diferentes entre sí tienen una circunstancia común, se infiere que ésta es la causa (o efecto) del fenómeno. Cuando, por su parte, el diseño de la investigación obliga a dejar de lado el estudio de casos y, en su lugar, se recurre al estudio de variables. Se busca lograr generalizaciones amplias sobre sociedades e instituciones a gran escala, mediante el uso del método estadístico a fin de descubrir relaciones entre variables. Fue muy utilizado por el llamado «padre» de la Sociología Émile Durkheim, quien daba relevancia a las causas internas y permanentes en los objetos de análisis por ser más significativas al ser atributos de éstos. Se buscan generalizaciones en lugar del conocimiento profundo de casos específicos. Las investigaciones que suelen utilizar esta modalidad son los estudios de países, que buscan explicar variaciones macrosociales grandes (por ejemplo, estudios de instituciones como Naciones Unidas, Banco Mundial, etc.). Esta estrategia tiene como objetivo principal el de «comprobar hipótesis abstractas derivadas de teorías concernientes a relaciones entre características de las unidades sociales»59. Esas características serían las variables, cuyo análisis se hace con apoyo de la estadística: «Los efectos derivados de variables competitivas se controlan estimando el efecto individual de cada una de ellas. Se controlan las condiciones; y la base para generalizar es matemá57 58 59

Ibídem, p. 25. Anduiza Perea, Crespo y Méndez Lago (1999: 121 y 122). Caïs (1997: 11 y 20).

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tica. Se simplifica la tarea de examinar datos empíricos. Esas técnicas no descifran complejidades casuales sino que eliminan elementos extraños o difíciles de medir […]»60.

Por otra parte, las comparaciones bien el estudio de casos, bien el de variables, pueden hacerse de manera sincrónica o diacrónica. La estrategia sincrónica busca conocer y explicar los fenómenos sociales a través de sus relaciones con fenómenos que se dan en el mismo tiempo. Suele requerir un conocimiento menos profundo de una situación específica y menos tiempo. Por su parte, el método diacrónico explica los fenómenos comparándolos con otros que se han presentado anteriormente, entendiendo a los fenómenos sociales como una fase en un proceso dinámico. Ambas estrategias tienen sus limitaciones. En las investigaciones sincrónicas se tiende a estudiar los fenómenos sociales como una situación fija y no como una fase en un proceso histórico y, por ende, dinámico. Mientras, en las diacrónicas, muchas veces se queda en una mera descripción histórica sin facilitar la generalización de sus datos. Para finalizar este apartado, conviene detenernos en los estudios entre países, conocidos como cross-national, pues es una forma muy útil para determinar si una supuesta regularidad socioestructural universal es o no sólo una particularidad de un país concreto como resultado de su historia, cultura, política, etc.; de allí lo relevante de la comparación entre países, que permite conocer similitudes, diferencias e inconsistencias entre ellos que son muy difíciles de percibir en un estudio de un solo país. Permite comparar sistemas políticos, culturas, así como estructuras económicas o sociales, etc. El investigador, de acuerdo con la cuestión a estudiar, deberá optar entre países similares o diferentes: «Como ejemplo de comparación entre entidades similares se analiza el sistema de escoger áreas geográficas homogéneas. Cuando se buscan analogías entre varios países, una manera natural de calcularlas es restringiendo el análisis a un área geográfica que delimite un conjunto homogéneo de ellos. Comparar entre países diferentes es más complejo puesto que deben distinguirse dos maneras de comparar. Se pueden contrastar países diferentes para identificar características comunes que permitan ejemplificar un proceso o fenómeno singular con la intención de descubrir procesos causales comunes, o se puede comparar también para definir opuestos»61.

Un aspecto que todo investigador que se inicia en el estudio comparado de países y utiliza como fuente de datos las estadísticas nacionales aportadas por distintos organismos (ya sean del propio país que se analiza o de instituciones internacionales como el Banco Mundial, Naciones Unidas, la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe, etc.), es que esos datos estadísticos pudieron haber sido recolectados y analizados de manera diferente. Incluso, dentro de un propio país, sus agencias de estadísticas pueden haber cambiado la metodología de recolección de datos de un año a otro, dificultando la comparación diacrónica del fenómeno que se estudia a lo largo de tiempo. Todo esto dificulta el análisis y, si el investigador no se ha percatado de ello, puede llegar a conclusiones erróneas. Por eso es muy importante leerse con detenimiento las fichas técnicas que acompañan las encuestas de las agencias nacionales, pues en ellas se explica con detalle el procedimiento de recolección y medición de los datos. En este sentido, resulta a veces más conveniente usar estadísticas internacionales, pues al menos los organismos especializados en publicarlas han hecho el trabajo previo de armonizar los datos, 60 61

Ibídem, p. 20. Ibídem, p. 83.

II.4.

METODOLOGÍAS

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dejando sólo para obtener información más detallada la utilización de las estadísticas nacionales, siempre con la cautela debida: «El problema es que cuando más detallados son los datos estadísticos de un país, mayores son las dificultades para compararlos con los de otros países. Dos bases de datos no armonizadas no pueden ser puestas en el mismo modelo estadístico. Las variables con datos no armonizados de países diferentes no pueden ser ‘‘cruzadas’’; aunque las interpretaciones de los dos grupos de datos analizados de forma separada sí pueden ser comparadas. Es posible analizar datos estadísticos secundarios de un país para entender un concepto en ese país, y entonces compararlo con el mismo concepto conseguido mediante el análisis de los datos de otro país»62.

Es mucho más fácil y económico conseguir datos primarios cuando se trata de estudios de pocos países, no así cuando se somete a estudio un gran número de ellos; aspecto éste muy importante que debe tener en cuenta en el momento de diseñar nuestra investigación. En todo caso, hay organismos internacionales que ponen a disposición sus bases de datos primarias («en bruto», sin haber sido interpretados), producto de encuestas realizadas a muchos países, que podemos utilizar como tales y analizarlas a la luz de los objetivos de nuestra investigación, en ocasiones previo pago, pero siempre será más económico que lo que suele invertirse en proyectos de grandes dimensiones en un elevado número de países. Algunos ejemplos de estos organismos serían Eurobarómetro, Latinobarómetro y Encuesta Mundial de Valores63. En todo caso, el cross-national suele usarse tanto en estudio de casos (por ejemplo el análisis binario entre dos países), como en estudio de variables (número de países elevado). En el binario, podemos hacer una comparación implícita o explícita; es decir, analizando un país en profundidad y comparando –consciente o inconscientemente– con el país al que pertenecemos, como hacía Alexis de Tocqueville en su archiconocida obra La democracia en América, todo un clásico de la ciencia política, la sociología y la historia, donde comparaba el sistema político estadounidense con el de su Francia natal. Esta manera de comparar, permite al investigador ser más perspicaz aumentando su capacidad analítica y crítica al abrir puntos de referencias aplicables al propio país que no hubiera tenido de otro modo. En cambio, hacemos comparación binaria explícita cuando se buscamos explicar las causas de la singularidad de cada uno de los países de manera detallada y en profundidad. Tanto en las comparaciones implícitas como en las explícitas, podemos elegir entre países similares o diferentes, lo que sea más apropiado para conseguir los objetivos de nuestra investigación. En definitiva, como investigadores debemos evaluar la pertinencia de la comparación y las estrategias que sigamos para llevarla a cabo. No toda investigación requiere un estudio comparado; a veces caemos en la tentación de querer hacer más para conocer más, cuando a las mismas conclusiones podemos llegar con análisis profundos de un fenómeno sin necesidad de invertir esfuerzos, tiempo y dinero en comparaciones complicadas. El método comparado es, entonces, una herramienta muy útil, pero no la panacea; un medio, no un fin en sí mismo. Una vez vistas de manera breve las distintas metodologías y técnicas, es conveniente que recordemos que cada problema de investigación nos reclama su propia técnica e, incluso, en ocasiones conviene utilizar de manera complementaria dos o más de ellas si Ibídem, p. 88. Se pueden consultar en http://ec.europa.eu/public_opinion/index_en.htm, www.latinobarometro.org/ y http://www.worldvaluessurvey.org/, respectivamente. 62 63

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así lo requiere nuestro objeto de estudio y contamos con el tiempo y los recursos necesarios para llevar a cabo un diseño mixto. Por eso es importante que nos preguntemos siempre por qué y para qué utilizar una técnica de investigación concreta. No nos vale un uso mecánico o ciego de las distintas técnicas de investigación social, cuando a lo que debemos dar prioridad es a una cierta conciencia práctica y crítica a la hora de utilizarlas.

II.5. METODOLOGÍA DE LA CIENCIA POLÍTICA LORENA VÁSQUEZ GONZÁLEZ

La preocupación acerca de la política tiene un extenso pasado relacionado con las formas de organización de la sociedad. Este saber más empírico y reflexivo y como se verá más adelante, de carácter más normativo, dio paso a finales del siglo XIX a una rama de conocimiento científico dentro de las ciencias sociales, denominada ciencia política. La creación de facultades y departamentos universitarios de esta área, tanto en Estados Unidos como en Europa, permitió la formación de comunidades de conocimiento, la determinación progresiva del objeto de estudio y la definición del método para abordar tal objeto. Así, la ciencia política como disciplina científica llegó a consolidarse hasta hace poco más de un siglo. Si bien la política es un campo de reflexión que se remonta a la antigua Grecia, la ciencia política según se entiende en la actualidad surgió a finales del siglo XIX y a mediados del XX renació, convirtiéndose en un área de investigación y disciplina científica con un objeto de estudio propio1. En ese sentido, aunque las disertaciones alrededor de las dinámicas de organización social y de configuración de las relaciones de poder, propias de la política, tienen raíces de varios siglos atrás, su definición como disciplina está vinculada al afianzamiento del uso del método científico en el análisis del fenómeno político2. Es preciso recordar que el objeto central de la investigación científica es comprender una parte del mundo empírico mediante el descubrimiento de principios que rigen su comportamiento. De esta forma, si bien la recopilación de datos, su medición y experimentación son partes importantes de este proceso, únicamente la capacidad de entender dichos datos y dar cuenta de ellos de forma sistemática es lo que puede ser denominado ciencia3. Así, la ciencia política empezó a ser denominada como tal en la medida en que fue descubriendo su propio método, capaz de abordar y sistematizar su amplio objeto de estudio. En el presente capítulo se expondrán los métodos y la metodología utilizada en la ciencia política. Sin embargo, antes de hacer referencia directa al apartado metodológico, se hará una pequeña introducción acerca del objeto de estudio de la ciencia política y de los enfoques al interior de la disciplina, que como se verá más adelante, determinarán la selección del método de análisis.

Sartori (2005: 9-13, 9). Esta exaltación del método científico como elemento distintivo entre la reflexión política y la ciencia política como tal, ha dado lugar a ciertas controversias, que señalan que de esta manera se desestiman las aportaciones realizadas en el campo del estudio político en la etapa precientífica. Zolo (2007: 51-69, 51-53). 3 Kramer (1986: 11-23, 11). 1 2

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Objeto de estudio Anterior a la etapa de prevalencia de la «cientificidad», la política se analizaba a partir del entrecruzamiento de distintas disciplinas como la historia, la sociología, el derecho, la filosofía e incluso, la economía. El estudio de la historia del pensamiento político y de las instituciones y praxis política que tienen lugar en diferentes contextos históricos y sociales, que caracterizó a este campo del conocimiento hasta entrado el siglo XX, se valía en particular de los marcos jurídicos y del análisis de los medios, los fines y el sentido de la experiencia política, propia de la filosofía política para acometer esta tarea. Así, la influencia tanto del derecho como de la filosofía política en la comprensión de lo político prevaleció hasta hace poco más de un siglo, «la primera ciencia política se preguntaba moral o jurídicamente por la naturaleza, origen y evolución del Estado, de la soberanía, de la justicia y del derecho, intentaba responder a estas cuestiones con ejercicios hermenéuticos y, paralelamente, motivaba minuciosas descripciones comparadas de los mecanismos legales y procesos políticos que determinaban las diferentes formas de gobierno»4. Desde el surgimiento de la reflexión política en las ciudades-estado griegas, el objeto central de análisis, aunque no único, era el poder. Las dimensiones del poder, en cuanto su utilización, distribución, quién lo ejerce, su origen y la legitimidad de su ejercicio ha sido elemento de estudio desde Aristóteles, hasta Max Weber y otros politólogos contemporáneos. No obstante el Estado progresivamente fue ganando terreno en las reflexiones del campo político, esto derivado de la propia realidad occidental en donde se estaban sucediendo procesos de construcción nacional. Así, autores como Maquiavelo y Hobbes se orientaron a analizar cómo a través del dominio del poder se puede establecer el orden político al interior de unas fronteras. Por otra parte, Locke sentó las bases de un pensamiento político liberal, de un Estado basado en un gobierno representativo, constitucional, en donde el «contrato» de los ciudadanos con el Estado, es condicional, y obedece al cumplimiento de sus funciones de bienestar y libertad. Montesquieu profundiza en la necesidad de la separación de poderes. Mientras la preocupación de Tocqueville y los federalistas estadounidenses estaba en establecer un Estado democrático5. Precisamente del énfasis hacia la estructura estatal o hacia los procesos sociales enmarcados en las dinámicas políticas, surgen las dos tradiciones existentes en la ciencia política actual, la tradición anglosajona y la de Europa continental. En la segunda hay una orientación clara al estudio del Estado, las instituciones y una presencia de la filosofía política como enfoque de análisis de los fenómenos políticos. Por su parte, en la tradición anglosajona se aprecia su inclinación hacia el estudio de los procesos sociales y el comportamiento de los actores que tienen lugar en un sistema político, todo ello bajo una lógica de comprensión empírica de esta realidad. A partir de la década de 1950 surge una corriente en Norteamérica denominada conductismo, que va a definir la evolución de la ciencia política, en particular la de la tradición anglosajona. Surge como un enfoque basado en la explicación del comportamiento político a partir de la identificación de las regularidades de dicha conducta que son descubiertas a través de técnicas de observación y medición, todo esto con la pretensión de alejarse de toda interpretación ideológica o doctrinaria de la política6. Para Easton, uno 4 5 6

Batlle (2007: 9-21, 11). Pasquino (1995: 15-38, p. 17). Olvera (2009:383-399, p. 391).

II.5.

METODOLOGÍA

DE LA CIENCIA POLÍTICA

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de los autores emblemáticos de esta corriente, el objeto de la ciencia política va más allá del poder y el Estado, por tanto la define como «la asignación imperativa de valores para una sociedad»7, y en lugar de la política en sí, su interés se centrará en el sistema político, definido como un sistema de interacciones, abstraídas de la totalidad de los comportamientos sociales, a través de las cuales los valores se asignan de un modo imperativo para una sociedad. La pretensión de Easton y de la corriente conductista, era dotar de cientificidad al análisis político, de tal suerte que a partir de la comprensión del comportamiento de los actores políticos sobre la base de técnicas de investigación como entrevistas, sondeos de opinión, encuestas y estadísticas, entre otros, fuera posible el contrastar hipótesis, que permitieran elaborar teorías o proposiciones explicativas de carácter general susceptibles de ser verificadas. Desde el enfoque positivista del conductismo los individuos son quienes dan las pautas para explicar el fenómeno político y no tanto las instituciones. El descubrimiento de sus motivaciones, valores y cogniciones permitían un acercamiento hacia lo político. El conductismo tuvo una fuerte influencia de la sociología y la psicología, las cuales proveyeron parte de su metodología de investigación. A partir de la década de los setenta, sin embargo, ha sido la economía la que sin duda ha contribuido a la evolución de la disciplina, suscitando nuevos debates y formas de abordar lo político, con una notable diferencia respecto a los enfoques anteriores. En definitiva, la evolución y el establecimiento de la disciplina de la ciencia política como campo científico de conocimiento, no sólo ha derivado en una ampliación de su objeto de estudio sino en el surgimiento de una diversidad de enfoques para explorar el campo de lo político. La política puede caracterizarse como el uso limitado del poder social8, y sobre la base de esta definición, la ciencia política sería «el estudio de la naturaleza y el origen de estas limitaciones y de las técnicas para el uso del poder social dentro de tales limitaciones»9, que a su vez establece dos puntos de análisis: las propiedades de las instituciones políticas y los criterios que se usan para evaluarlas.

Enfoques en ciencia política Una vez caracterizado el objeto de estudio de la disciplina se hará un breve recorrido por los diferentes enfoques que han ido surgiendo a lo largo de su etapa «científica» y que a partir de diferentes presupuestos y metodología se han propuesto la tarea de abordar y dar una respuesta al saber político. Siguiendo la clasificación propuesta por Marsh y Stoker10 se presentarán brevemente los seis enfoques formulados: la teoría normativa; el institucionalismo; la teoría conductista; la teoría de elección racional; el feminismo, y, por último, el análisis de discurso. Easton (1969:79). Goodin y Klingemann señalan que esta definición de poder busca diferenciarse de anteriores tradiciones de la política que aluden al poder en general, o el poder ilimitado, sin embargo, al hacer referencia a su uso limitado resaltan que son precisamente dichas limitaciones bajo las que operan los actores políticos y las maniobras estratégicas que tienen lugar las que componen la naturaleza de la política. Goodin y Klingemann (2001: 21-82, p. 28). 09 Ibídem, p. 27. 10 Marsh y Stoker (1995). 07 08

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La teoría normativa al igual que el institucionalismo fueron las bases de la ciencia política tradicional y aún hoy constituyen un marco de análisis importante para el saber político. La teoría política normativa está orientada al descubrimiento de conceptos morales y del «deber ser», abordando problemas que atañen elecciones de valor y opciones filosófico-ideológicas en el campo de la política, es decir sobre sus fines, límites y el sentido de la misma. Pero no sólo se interesa en los debates morales sino también en el análisis de las instituciones y las políticas. Para ello se valen de métodos como la calidad de la argumentación y la coherencia interna de los razonamientos, con arreglo a la lógica formal o la filosofía analítica. Cuestiones como la justicia o la libertad, la existencia del Estado son puntos centrales de estudio en este enfoque11. Entre tanto, el institucionalismo estudia las reglas, los procedimientos y las instituciones formales que constituyen el sistema gobierno. Este enfoque formal-legal de comprender la política ha sido utilizado para la comprensión de las estructuras de gobierno, sirviéndose de las herramientas de la historia y el derecho, siendo su metodología de carácter institucional-descriptivo e histórico-comparativo12. Por su parte, la teoría conductista, como ya se señaló anteriormente, pretende explicar el comportamiento de los actores políticos, individuales o agregados, a partir de una metodología, basada en la observación y la medición, que pudiera dar lugar a «leyes» o generalizaciones y la construcción de teorías. Para responder a la pregunta ¿por qué la gente se comporta de determinada manera? Este enfoque subraya que el comportamiento observable debe ser la esencia del análisis y que las interpretaciones deben tener una comprobación empírica13. La teoría de la elección racional ha buscado interpretar el comportamiento político de los actores a partir de la comprensión del proceso decisional de los individuos, campos como los procesos electorales o la burocracia han sido abordados desde esta óptica. Anthony Downs fue el precursor de esta línea de análisis que se vale de métodos similares a los de la microeconomía para explicar la acción colectiva y cómo los fenómenos políticos están estrechamente relacionados con los intereses personales y racionales de los actores políticos, quienes buscan maximizar su beneficio o el logro de sus fines a partir de sus preferencias. En este caso se parte del presupuesto de que los individuos se guían por su interés personal14. Estudios empíricos acerca del comportamiento electoral de los individuos y la competencia entre partidos, la burocracia y la actuación de los gobierno (elección pública) son algunos de los campos de análisis de este cuerpo teórico. El empleo de métodos estadísticos y cuantitativos es frecuente, retomando herramientas analíticas de la economía propias de la teoría de juegos o de la teoría de las decisiones15. El feminismo ha sido una corriente, aunque no exclusiva de la ciencia política, que ha contribuido al análisis del fenómeno político permeando los enfoques tradicionales y persuadiendo a contemplar el género como elemento transversal de lo político. El feminismo surgió como un movimiento social alternativo, novedoso y disruptivo que poco a Glaser, en Marsh y Gerry Stoker (1995:33-52). Rhodes, en Marsh y Gerry Stoker (1995: 53-68). 13 Sanders, en Marsh y Gerry Stoker (1995: 69-84). 14 El individualismo metodológico del cual se apoya el enfoque de la elección racional, parte, entre otros de los siguientes supuestos: i) los fenómenos sociales son resultados de las propiedades y conductas de los individuos; ii) los actores políticos buscan la maximización de sus intereses materiales individuales. Ferejhon, en Cansino (1999: 85-102, p. 88). 15 Ward, en Marsh y Gerry Stoker (1995: 85-102). 11

12

II.5.

METODOLOGÍA

DE LA CIENCIA POLÍTICA

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poco, a partir de su discurso, fue presionando cambios en la sociedad a la vez que ganando terreno teórico al convertirse en un cuerpo analítico que en el campo político permite estudiar las relaciones políticas, no sólo en términos de poder, sino leerlas desde una perspectiva de género. Así, «el feminismo radical (lo que hizo fue) transformar la teoría del género en una teoría política, sustituyendo el ‘‘logro de los objetivos’’ y la ‘‘superioridad’’ por el ‘‘poder’’ y la ‘‘dominación’’ en la explicación de los valores masculinos, traduciendo la posición desigual de la mujer y sus restringidos papeles a términos políticos como subordinación, impotencia y opresión»16. Los contextos sociales y políticos generan un tipo de relación de género particular que se va a reflejar en la política al tiempo que la estructuración de lo «masculino» y lo «femenino» también tendrán una injerencia en la diferenciación de las esferas público y privadas. Por último, la teoría del discurso ha procurado analizar cómo operan los sistemas de significado o discursos en la forma de comprender el universo político. Influido por corrientes interpretativas como la fenomenología, el estructuralismo, la deconstrucción, este enfoque busca analizar la dinámica de la sociedad a través de la identificación de los agentes que operan en ella. Así, procuran comprender cómo se producen los discursos de los actores políticos y sociales, cómo funcionan y cómo se transforman17.

Métodos y metodología en ciencia política Una vez expuestos tanto el objeto de estudio de la ciencia política como sus principales enfoques se pasará a presentar el método y la metodología utilizados en la investigación de lo político, que como señala Bartolini18, puede buscar definir un fenómeno político, describirlo, explicarlo o valorarlo. En ese orden, se puede hacer referencia a cuatro tipos de investigación en ciencia política19: analítico-conceptual; empírico-descriptivo; empírico-explicativo, y; normativo. El primer tipo de investigación, analíticoconceptual, tiene como principal objetivo efectuar una elaboración conceptual de un fenómeno político y a partir de la discusión de conceptos brindar una mayor claridad acerca de los mismos. Si bien, no necesariamente debe ser el objetivo final de una investigación politológica, es recomendable que se contemple durante este proceso, y de ser posible, sea la primera etapa. El segundo tipo de investigación es el empírico-descriptivo, que precisa de la exploración y observación de una realidad a estudiar. A través de la recolección de datos empíricos pretende responder a preguntas tales como: ¿Cómo es? y ¿Cómo sucede? el fenómeno a analizar. La inferencia que se logra a partir de los datos recabados es únicamente de carácter descriptivo. Este segundo tipo puede denominarse descriptivo, posterior al análisis conceptual. El tercer tipo es el empírico-explicativo, en donde a partir de datos recolectados se busca responder a por qué ocurre el fenómeno, cuáles son los factores que contribuyen a su aparición, por tanto es de carácter explicativo. La inferencia es de tipo causal.

16 17 18 19

Chapman, en Marsh y Gerry Stoker (1995: 103-124, p. 105). Howarth, en Marsh y Gerry Stoker (1995: 125-141). Bartolini, en Pasquino (1995: 39-78). Anduiza, Crespo y Méndez (2009: 12).

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Por último, está el tipo de investigación normativa, que como se señaló anteriormente, primó en la etapa inicial de la ciencia política. Los debates normativos buscan resolver principalmente a preguntas acerca del deber ser. En definitiva, una investigación puede trazarse la consecución de uno o varios de los tipos que se señalaron anteriormente, siendo ideal que se trascienda la sola discusión conceptual y se busque la inferencia descriptiva o causal. Por otra parte, la disciplina académica como marco que contiene tradiciones y prácticas en un campo de saber, se diferencian entre sí de muchas maneras pero en particular, «por sus preocupaciones sustantivas y por las metodologías que han hecho propias»20. Así, la ciencia política se diferencia de otras ciencias sociales no sólo por su objeto de estudio sino por la forma en que lo aborda para analizarlo. El método científico es el conjunto de reglas y procedimientos que permiten la contrastación de hipótesis, teniendo siempre presente las restringidas posibilidades de experimentación propias en las ciencias sociales. En ese sentido, al emprender una investigación de tipo empírico en ciencia política debe recurrirse a los diferentes métodos existentes a fin de contrastar la hipótesis, comprender un fenómeno político y los factores que lo producen. Dentro de este procedimiento que debe guiar las investigaciones en el campo de la ciencia política se distinguen dos fases: la fase teórica y la fase práctica o empírica, que a su vez contempla pasos que ordenan el proceso investigación21. Fase teórica: Fase práctica o empírica:

– – – – – –

Selección del objeto de investigación. Formulación de los problemas de investigación. Formulación de hipótesis. Recolección de datos e información. Análisis e interpretación de datos. Conclusiones.

En ese orden, tanto la selección del objeto como la formulación de los problemas de investigación, exige la observación del fenómeno político a analizar, no sólo en términos estáticos, de mera observación, también de tipo dinámico, que se refiere a la definición de un problema. La explicación de tal problema es lo que da lugar a las hipótesis, que posteriormente en la fase práctica serán contrastadas a partir de datos empíricos recolectados por el investigador, cuestión que finalmente se traducirá en las conclusiones como prueba o negación de las hipótesis. Así, la definición del fenómeno político a estudiar es la primera etapa de la investigación política. Debido a que gran parte de los conceptos que se utilizan en la investigación en este campo son del lenguaje coloquial, no es sólo recomendable sino obligatorio precisarlos y clarificar de manera unívoca su significado, ya que de esto dependerán los estadios siguientes de la investigación y los resultados de la misma. En este sentido, esta fase es esencial para poder analizar el fenómeno y extrapolar su comprensión a otras realidades y en caso de que se trate de una investigación empírica, hace posible medir de manera correcta el concepto en referencia, así como realizar inferencias a partir de los resultados. La definición de un concepto exige definir sus atributos y la delimitación del mismo. 20 21

Goodin, y Klingemann, en Goodin y Klingemann (2001: 21-82, p. 26). Zipper y Morales (1999: 229).

II.5.

METODOLOGÍA

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Siguiendo a Bartolini22, los conceptos en el campo político-social pueden ser de dos tipos: empíricos o teóricos. Los primeros aluden a fenómenos observables mientras que los segundos son más abstractos, y en general están relacionados con el uso que diferentes teorías hacen de ellos, por tanto, en este caso, la necesidad de definirlos es mayor ya que su significado depende de la teoría desde la cual se está observando. En el caso de los conceptos empíricos, dos de los problemas que a menudo enfrenta un investigador son la ambigüedad y la vaguedad en los mismos. El primero se produce por la diversidad de significados de una misma palabra que tiene el riesgo de producir una confusión conceptual, por tanto, dentro de los posibles significados se debe escoger uno que es el que se mantendrá a lo largo de la investigación. La vaguedad, por su parte, se genera por aquellos conceptos empíricos que no revelan con precisión su propio referente. Para evitar lo anterior aún conceptos que parezcan claros y unívocos necesitan ser definidos para establecer los rasgos de los mismos, sus propiedades y poder ser operacionalizados. La definición del concepto también entraña delimitar los atributos del mismo, proceso que da como resultado la connotación y la denotación. La connotación se entiende como la serie de propiedades que constituyen el concepto y la denotación es el tipo de objetos a los cuales se aplica. Estas propiedades son inversamente proporcionales, así cuanto mayor sea la connotación, sus atributos, menor será el conjunto de objetos en el que se manifiesten dichos atributos23. La siguiente etapa en la exploración del concepto es la operacionalización del mismo. Se entiende como operacionalización el proceso a través del cual se establecen procedimientos que permiten definir indicadores empíricos de la manifestación de una propiedad del concepto (variable). En definitiva, lo que se pretende en esta etapa es convertir el concepto teórico en uno observable. El punto más importante en este caso, es que los indicadores que van a permitir observar el concepto empíricamente, reflejan efectivamente los atributos de dicho concepto, es decir, las variables. En ese sentido cuando se realiza una investigación empírica lo que es sujeto a análisis, comparación o descripción no son los conceptos en sí sino los indicadores que se han definido para estudiarlo. Una de las críticas hacia la operacionalización del concepto, es que mediante este proceso se reduce parte del significado del mismo dado que los indicadores difícilmente pueden comprender toda la riqueza de un concepto. Por ello, esta etapa es central en cualquier investigación empírica, parte del éxito de este proceso deriva de la selección adecuada de los indicadores, de manera que éstos recojan más fielmente las dimensiones del concepto. La fase práctica, como ya se señaló anteriormente, comprende la recolección y análisis de datos, forma parte de las investigaciones de carácter explicativo en las que además de describir el fenómeno a estudiar también se busca establecer las causas que lo originan. La generalización de las hipótesis y su aplicación a otros casos similares es una de las pretensiones del método científico en la ciencia política. Por ello precisa de procedimientos metodológicos que ofrezcan la mayor rigurosidad científica posible. La dificultad que entraña el llevar a cabo investigaciones de corte explicativo en ciencia política es, al igual que en las demás ciencias sociales, la multicausalidad de factores y la dificultad de controlar las diferentes variables que intervienen. El principal objetivo de la explicación ha de ser establecer cuáles de los distintos factores son los más importan22 23

Bartolini, en Pasquino (1995: 39-78). Anduiza, Crespo y Méndez (2009: 42).

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tes al momento de determinar el surgimiento del fenómeno. A fin de encontrar explicaciones es preciso aislar el efecto de cada una de las diferentes variables que causan el fenómeno. Como consecuencia, una vez se determinan las variables independientes, explicativas del fenómeno, se debe controlar el efecto de otras variables, cuestión que resulta primordial para identificar las causas del problema a estudiar sin llegar a conclusiones equivocadas, «el objetivo del control es evaluar el impacto relativo de cada una de las variables independientes sobre la dependiente»24.

Métodos Para la contrastación de las hipótesis existen diferentes métodos en la ciencia política, principalmente se aluden a cuatro: método experimental, método estadístico, método comparado25 y análisis de caso. El método experimental se fundamenta en generar intencionalmente modificaciones en una variable independiente a fin de identificar el efecto sobre la variable dependiente, manteniendo constantes todos los demás factores26. La ventaja de este método es que hace posible que el investigador tenga más control para determinar y probar relaciones causales. No obstante la aplicación de este tipo de métodos experimentales para comprender el comportamiento político aún es limitada por las propias características de los fenómenos políticos y la dificultad para controlar la influencia de las demás variables y aislar los fenómenos estudiados del medio en que se encuentran. Lo anterior cuestiona la posibilidad de generalizar las conclusiones en la medida en que no se tiene plena certeza de cómo será la dinámica de las variables en entornos no controlados. En ciencia política estos métodos se suelen usar con el objeto de estudiar el comportamiento de dos grupos de personas con características similares: el grupo experimental, en el cual los miembros son sometidos un estímulo y el grupo de control, cuyos miembros no son expuestos a tal estímulo. El comportamiento electoral27 ha sido una de las áreas en las cuales se ha hecho uso de forma más frecuente de este tipo de método, principalmente en Estados Unidos. Dentro de los beneficios atribuibles a este método se cuentan: su capacidad para identificar la causalidad; la habilidad para desagregar relaciones complejas y aislar una variable; y, la precisión en la medición28. Dichos beneficios se consideran expresión de la alta validez interna del mencionado método, mientras que su gran debilidad es la validez externa, es decir, la capacidad de generalizar los resultados a otros entornos. Teniendo en cuenta que los experimentos se realizan en ambientes controlados, en definitiva artificiales, con sujetos que no necesariamente representan a una población amplia, las conclusiones obtenidas tienen un grado de generalización limitado.

Ibídem, p. 108. Giovanni (2000: 262). 26 Bartolini, en Pasquino (1995: 39-78). 27 La investigación experimental se ha aplicado en estudios que van desde el impacto de los medios de comunicación en los criterios de la gente para evaluar a los políticos en las campañas electorales así como la influencia de la información de las campañas en los votantes. Por otra parte, la experimentación ha permitido mejorar la comprensión de la metodología de las encuestas. Merolla, Stephenson y Zachmeister (2007: 117-142, p. 119). 28 Ibídem, p. 121. 24 25

II.5.

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El método estadístico se vale de técnicas matemáticas para identificar las relaciones entre variables, donde a partir de una base conceptual-matemática se manipulan las variables de control, estimando la relación entre la variable independiente y la dependiente. Este método exige disponer de un número alto de casos, que no siempre es posible conseguir en investigaciones de ciencia política. La aplicación de esta técnica en ciencia política ha sido creciente en los últimos treinta años, para analizar, tanto relaciones entre un conjunto reducido de variables como en el estudio de las características de un modelo de comportamiento. La evolución este método ha sido elocuente, al uso de la estadística se ha sumado la aplicación de la econometría, que en particular suelen ser empleadas en temas de comportamiento electoral. La dificultad de emplear este método de forma más general en las ciencias sociales estriba en que a menudo el número de casos es escaso y por otra parte, existe una gran cantidad de variables que intervienen en el fenómeno a estudiar. Por otra parte, se encuentra el método comparado, que aunque se emplea en otras disciplinas, en particular de ciencias sociales, puede decirse que es propio de la ciencia política. Dicho método parte del estudio de un número reducido de casos, a diferencia del estadístico y no contempla la manipulación del entorno para descubrir la relación entre variables como en el experimental, busca llegar a generalizaciones empíricas y comprobación de hipótesis. Este método está orientado a estudiar las relaciones causales con el fin de aislar factores que puedan considerarse causa (variables independientes) de un efecto (variable dependiente), determinando de esta manera la causalidad29. Este método suele emplearse en estudios con un número reducido de casos y una amplia cantidad de variables. En el método comparado es posible identificar ciertas características que lo distinguen de los métodos anteriormente señalados. En primer lugar, es un método basado más en la lógica que en las estadísticas, orientado a señalar las similitudes y diferencias de los casos estudiados. En segundo lugar, está cimentado bajo una lógica inductiva lo que implica que no utiliza una metodología única. Por último, dicho método pretende identificar relaciones empíricas entre variables, no siendo un método de medición30. En el interior de este método es posible identificar dos estrategias que facilitan la comparación: i) el sistema de similares, y ii) el sistema de diferentes, que refieren a la concordancia o diferencia de las variables operativa y a la homogeneidad o heterogeneidad de las variables de contexto. En la técnica de similares se seleccionan como objetos de investigación aquellos que son similares en el mayor número de variables posibles, menos la variable que caracteriza el fenómeno, es decir, las variables independientes son similares pero no lo es la variable dependiente. En el otro extremo está el sistema de diferentes en el cual se eliminan los factores causales irrelevantes y se escogen variables independientes diferentes entre sí pero que arrojan una misma variable dependiente. En ese sentido, se analizan varios sistemas con características disímiles pero con el mismo fenómeno. Así, siguiendo a Lijphart «el sistema (de) similares pretende identificar factores relevantes, mientras que (el) sistema de diferentes trata de eliminar factores irrelevantes»31. Con referencia al marco temporal en el que se empleará el método comparado, es posible diferenciar tres dimensiones: diacrónica, sincrónica, y, diferida en el tiempo32. La 29 30 31 32

Nohlen (2008: 39). Cäis (1997: 24 y 25). Ibídem, p. 26. Nohlen (2008: 43).

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dimensión diacrónica, o longitudinal, hace alusión a estudios, generalmente de un solo país, en una evolución de tiempo secuencial, lo que permite identificar la presencia de causas históricas o factores constantes que afectan al objeto de análisis, asimismo hace posible «evaluar la incidencia de las transformaciones sociales y políticas sobre la evolución de los fenómenos estudiados»33. La dimensión sincrónica, u horizontal, se efectúa en un mismo intervalo de tiempo, en este caso la comparación se realiza entre diferentes casos en momentos temporales estáticos o un período de tiempo determinado. La última dimensión combina el análisis sincrónico y el diacrónico, en tanto que lo relevante más que la evolución temporal de un fenómeno es que éste se produce en diferentes momentos temporales en los casos a estudiar. La tabla 1 resume las principales fortalezas y debilidades de los métodos anteriormente expuestos, lo que permite identificar cuál es la mejor opción de acuerdo a los objetivos de la investigación y el fenómeno a analizar. TABLA II.5.I Comparación de los métodos de investigación en ciencia política

RESULTADOS

FORTALEZA

DEBILIDAD

Experimental

Estadístico

Comparado

• Alta capacidad de reproducción de condiciones. • Validez interna.

• Medición de fenómenos. • Estimación efecto variables independientes sobre dependiente.

• Mayor conocimiento casos analizados. • Control de las hipótesis.

• Limitada capacidad de generalización. • Dificultad para crear ambientes controlados. • Impracticable para sistemas políticos.

• Necesidad de número elevado de casos. • Aplicable a pocos fenómenos políticos.

• Menor control sobre variables explicativas. • Pocos casos/alto número variables.

Fuente: Elaboración propia a partir de Anduiza, Crespo y Méndez, 2009 y de Pasquino en Pasquino, 1995: 5-38).

Conclusiones Como se señaló inicialmente, la ciencia política es un campo de conocimiento científico reciente y al igual que las demás ciencias sociales se encuentra en una constante evolución a fin de identificar métodos que hagan posible acercarse de la manera más científica posible a los fenómenos a explorar. Progresivamente se ha pasado de un campo de reflexión normativo a una disciplina de orientación empírica que busca dar explicaciones a los problemas de investigación. Tal evolución no ha estado exenta de polémica y debates al interior de la disciplina, algunas corrientes critican la progresiva 33

Llamazares (1995: 281-297, p. 287).

II.5.

METODOLOGÍA

DE LA CIENCIA POLÍTICA

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preeminencia del estudio cuantitativo y estadístico, y en este sentido conductista, en detrimento del análisis de las instituciones señalando que lo anterior ha debilitado la relación entre teoría y práctica. Independientemente de estas discusiones debe reconocerse que la amplitud de su objeto de estudio así como la multiplicidad de factores que intervienen en éste, suscitan que las investigaciones se encuentren antes fenómenos claramente complejos. No obstante, métodos como el experimental, estadístico o comparativo han permitido la sistematización del estudio y facilitado el proceso de descubrimiento de la causalidad de las variables y su efecto en el surgimiento y desarrollo del fenómeno político.

II.6. LA METODOLOGÍA EN LA CIENCIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES SONIA VALLE

DE

FRUTOS

Muchas han sido y siguen siendo las limitaciones que marcan la metodología utilizada por los internacionalistas para la realización de sus estudios. Las diferentes escuelas por las que ha trascurrido esta ciencia social no han facilitado la visualización de modelos que permitan una metodología coherente y capaz de otorgar herramientas para hacer un riguroso análisis de los acontecimientos internacionales. Desde la corriente del realismo político en el mundo anglosajón con sus estudios desde la ciencia política hasta el llamado neorrealismo, por un lado, y por otro, desde el enfoque francés basado en la sociología y también utilizado desde la escuela española, podemos apreciar que ha sido complicado alcanzar métodos y técnicas propiamente de la ciencia de las relaciones internacionales de una forma autónoma e independiente. Esta ciencia todavía presenta un carácter joven. La delimitación de su objeto material, tradicionalmente orientado hacia estudios basados en la estructura política y económica de los Estados de la sociedad internacional, especialmente en el área de seguridad, no ha sido precisamente una ayuda en la búsqueda de metodologías uniformes y científicas con una madurez y consolidación, sino más bien líneas de fractura. Su objeto de estudio, desde los Estados hasta otros actores transnacionales, y el cada vez más crucial papel de los nuevos medios de comunicación en la estructura cultural, están haciendo más difícil su objeto formal. Por otro lado, el carácter multidisciplinar de las relaciones internacionales, bien enriquece la interpretación de la realidad internacional, bien dificulta el uso correcto de técnicas de investigación en cuanto a complejidad se refiere. A todo hay que añadir la gran tipología de métodos de estudio de las relaciones internacionales.

Tipología de métodos de estudio en las relaciones internacionales Tradicionalmente han existido diferentes métodos de estudio en la ciencia de las relaciones internacionales. Según Leandro Rubio García1 podemos encontrar los siguientes: el método clásico, el método basado en las ciencias experimentales, el método de las ciencias exactas y el método ecléctico. En primer lugar, el método clásico que estudia a las relaciones internacionales a través de la Historia, la Filosofía y el Derecho. Utilizado por los autores de Política Internacional, como E. H. Carr, H. J. Morgenthau, G. Schwarzberger, R. Aron y Hedley Bull, presenta la intuición un papel fundamental en el análisis y elaboración de hipótesis y 1

Rubio García (1974: 136).

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comprobación de la validez. Este modelo imperfecto ha sido dominante en la mayoría de los países excepto en Estados Unidos. Podemos hacer referencia a este grupo de expertos como parte de la escuela del realismo político. En segundo lugar, el método basado en las ciencias experimentales que ha recurrido a los estudios de la conducta, la anatomía y la fisiología, presenta como fundamentos el uso de métodos microsociales o situaciones internacionales concretas y en un período de tiempo corto. En este método se presentan tres tipos: el estudio de la conducta de los Estados, considerados éstos como unidades cerradas, a través de sus interacciones, con autores como Quince Wright, Lewis F. Richardson y McClelland que han marcado la corriente conductista como enfoque de las relaciones internacionales. El estudio de los Estados a través del análisis comparativo, elaborado éste a partir de la recopilación de datos tanto económicos y políticos como culturales de cada Estado y del posterior intento de análisis de sus conexiones en la escena internacional. Se considera que cada Estado presenta una conducta que subraya los factores nacionales independientes que cambian lentamente y también se preside la inexistente relación entre los factores internos y exteriores. Y, por último, el análisis de la política exterior como fisiología, o el campo de análisis históricos tradicionales, donde se trata de descubrir los procesos internos de los Estados que conducen a su acción exterior. Como técnicas de esta metodología se encuentran la documentación de acontecimientos pasados para conocer las causas y los efectos de las decisiones. En tercer lugar, el método utilizado siguiendo las ciencias exactas que consiste en analizar las relaciones internacionales con ayuda de métodos matemáticos que permitan la comprensión de los problemas internacionales con una exactitud «cuasi científica», como la teoría de los juegos de estrategia, o teoría de las decisiones interdependientes. Teoría que tiene como base la sociología del conflicto en tanto que estudia la organización social y el conflicto social, y utiliza técnicas para la solución de problemas concretos y específicos, como la conducta económica de los Estados o la aplicación a problemas específicos como los militares. El uso de métodos cuantitativos especialmente en la evaluación del poder de los Estados permite detectar los factores materiales. Mientras que, por otro lado, no es fácil cuantificar los factores no-materiales, como los psicológicos, al no estar abiertos a una medición, y sin embargo son muchas veces determinantes a la hora de evaluar el poder y la conducta de los Estados. En cualquier caso, es necesario recurrir a la cuantificación de ciertas variables mediante datos estadísticos a pesar de las limitaciones de este procedimiento2. La primera de esas limitaciones es que muchos datos son ocultados por los gobiernos, organizaciones y empresas por razones de seguridad, por temor a una reacción negativa de la opinión pública, o de la oposición política. Por tanto en este sentido existe una autocensura en los documentos escritos. Otra es que hay Estados que tienen recursos muy limitados y carecen de acceso a determinado tipo de información, por lo que sus estadísticas no son fiables. Por otra parte, en ocasiones los datos pueden ser falseados o deformados deliberadamente para demostrar la viabilidad de un criterio político frente a otras alternativas y, por último, es otra limitación el que la información puede estar también condicionada por la capacidad restringida y limitada de acceso al fenómeno. Pero de todas formas, gran parte de la información necesaria para analizar los fenómenos internacionales es pública. 2

De Salazar Serantes (2003: 193-208, p. 200).

II.6.

LA

METODOLOGÍA EN LA CIENCIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

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Una de las técnicas empleadas en la investigación de las relaciones internacionales es el análisis de contenido cuyo objetivo es fundamentalmente empírico, exploratorio y de predicción. Esto se debe a que no solamente hace referencia al contenido «manifiesto», sino también al estudio de los mensajes desde su carácter simbólico. El análisis de contenido sirve para hacer inferencias válidas partiendo de datos analizados en un contexto ya que comporta un proceso que aborda desde la recopilación de datos relevantes hasta la transmisión final del mensaje al destinatario. Por tanto, el análisis de la fiabilidad, al evaluarse la información, y de la intencionalidad de la fuente forman parte del proceso. En cuarto lugar, el método ecléctico como aquel que se basa tanto en el método clásico como en el científico. Las críticas al primero son la falta de rigor científico, la despreocupación por verificar en la realidad internacional, la exactitud de las afirmaciones, así como la ignorancia del verdadero alcance del método científico. Sin embargo, el método clásico se justifica sosteniendo que las relaciones internacionales no pueden ser reducidas a cifras o teoremas, dada la naturaleza imprevisible de las sociedades. Por otro lado, las críticas al método científico han sido el ignorar la naturaleza humana de la disciplina de las relaciones internacionales, el prescindir de las lecciones de la experiencia histórica y el cuantificar valores no reducibles a cifras. Este método se defiende por la necesidad de aportar estudios más ordenados y sistemáticos, en general, y la necesidad de incorporar la cuantificación de datos y puntos concretos de rigor lógico. Por otro lado, también cabe establecer una clasificación de las dimensiones de la investigación científica utilizadas en las relaciones internacionales según Rubio3, partiendo de que el término «investigación» hace referencia a la actividad realizada por un grupo de personas en la resolución de un problema internacional contemporáneo desde la imparcialidad. Por un lado, la acumulación de datos entendida como la reunión de hechos, reconstrucción del pasado como forma preliminar de encontrar el estado de la cuestión internacional. En segundo lugar, el enfoque histórico en cuanto búsqueda y selección de los hechos. Tercero, la valoración sociológica como el estudio de las relaciones sociales mundiales tomando como punto de partida de que la humanidad es un grupo social dividido en innumerables agrupamientos a los que se debe estudiar sus interrelaciones. Cuarto, el perfil de la psicología social, en cuanto al estudio de lo diversos grupos sociales desde el punto de vista de sus ideas, percepciones de cada uno de ellos, incluyendo el estudio del uso de los medios de comunicación que hacen de ellos. Quinto, la cuestión de la sistematización de los resultados de las investigaciones previas tanto históricas como sociológicas se puede estudiar desde dos vertientes: desde la filosofía determinista de las relaciones internacionales como las teorías geopolíticas, las teorías marxistas-leninistas y las teorías basadas en una sobreestimación del principio del uso de la fuerza. También desde la filosofía no-determinista de las relaciones internacionales que tiene en cuenta: medios materiales (condiciones geográficas, económicas, etc.) y medios espirituales (tradiciones, sentimientos, etc.). Por tanto, «el método de sistematización aceptable y útil es el de hacer una comparación entre los diversos sistemas internacionales de las diversas épocas del pasado reciente»4. Comparación que no solamente tiene que tender a encontrar las semejanzas o búsqueda de «constantes» en la vida internacional, sino también las diferencias. Esto es debido a que el estudio de las variables 3 4

Rubio García (1974: 136). Ibídem, p. 98.

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es más riguroso que el estudio de los elementos constantes a la hora de hacer generalizaciones. Por otro lado, tenemos que tener en cuenta otras dimensiones que condicionan el estudio de la realidad internacional5: el carácter indirecto de la observación, la fragmentariedad y la reconstrucción intelectual. En cuanto al primero hace referencia a las limitaciones del internacionalista para tener un acceso directo o participación inmediata de los fenómenos internacionales. Dificultad que poco a poco se va salvando gracias a la inmediatez de la información que ofrecen los actuales medios de comunicación. Inmediatez que permite romper con el desfase temporal entre el conocimiento de los acontecimientos y su interpretación de los mismos. En cuanto a la fragmentariedad se deben tener en cuenta dos factores: la amplitud del campo de investigación y la pluralidad de fuentes de observación del mismo fenómeno internacional. Esto obliga al internacionalista al uso metodológico de realizar una reconstrucción intelectual de las informaciones para llegar a realizar una idea general o visión de conjunto. Teniendo en cuenta estas dimensiones Gonzalo de Salazar6 ha propuesto un modelo en el ámbito de las relaciones internacionales basado en la reconstrucción del fenómeno a investigar a través de una «escala de fuentes de información» que presenta varias etapas. La primera permite recorrer las informaciones públicas que son accesibles con relaciones cruzadas que facilitan el ascenso hacia niveles superiores de conocimiento a través de la contrastación de las fuentes. En esta primera fase se incluyen las fuentes secundarias o bibliografía publicada sobre una cuestión. La segunda parte consiste en alcanzar informaciones restringidas de fuentes secundarias que, sin ser confidenciales, son accesibles a un grupo limitado. Es decir, se trata de fuentes con un mayor grado de especialización. La tercera etapa hace referencia al acceso a informaciones de fuentes primarias, que a partir del análisis de relaciones cruzadas entre diferentes informaciones se permite el ascenso hacia niveles superiores de conocimiento. Por último, en la última etapa se tiene acceso directo al fenómeno. En definitiva, el modelo presenta una pirámide de información que «por procedimientos permite acceder a una posición privilegiada para tener una visión amplia de la reconstrucción de la realidad, pero no garantiza un conocimiento absoluto de la misma»7. Paralelamente, podemos señalar varios métodos de investigación que, partiendo de la observación de la información recabada sobre los fenómenos internacionales, predominan también en la ciencia de las relaciones internacionales. Por un lado, el método descriptivo que surge de los diferentes tipos de información, desde narrativa, histórica, estadística, gráfica, etc., y que tiene como resultado la acumulación de observaciones. Estas nos llevan al método analítico que permite un conocimiento más profundo de cada fenómeno internacional a través de la descomposición de la información y de la búsqueda de las variables. Tareas que facilitan el proceso de teorización mediante la conceptualización y la clasificación. El método sintético, opuesto al analítico, tiene como objetivo el llegar a poseer un conocimiento general y completo de la realidad internacional. Este se consigue tomando cada elemento de una realidad y de las relaciones que les permiten estar enlazados. 5 6 7

Calduch Cervera (2003). De Salazar Serantes (2003: 193-208). Ibídem, p. 202.

II.6.

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Por tanto, este método presenta una mayor complejidad que el analítico pues requiere del uso de un previo método comparativo. El método comparativo, que ya hemos mencionado anteriormente y que obliga a realizar una búsqueda analógica de las semejanzas y diferenciadora de las diferencias, así como antagónica de las oposiciones. Por tanto, este método nos permite diseñar la dimensión dinámica de una misma realidad en diferentes períodos históricos al poder esclarecer las variables a corto plazo o coyunturales de las estructurales. También el método comparativo constituye un medio para la formulación de leyes científicas al generalizar conclusiones obtenidas de los fenómenos internacionales. El método inductivo viene a ser una consecuencia lógica y metodológica del método comparativo. Se obtiene a través de la descripción y delimitación de los sistemas históricos de las relaciones internacionales por medio de la comparación de los resultados del análisis de las diferentes situaciones históricas en diferentes momentos históricos. En esta tarea la observación tiene la dirección desde lo particular a lo general. Constituye un método de orientación dirigido hacia el pasado, utilizado frecuentemente por la sociología histórica. El método deductivo es el método utilizado para la búsqueda de proposiciones generales intemporales. Toma como punto de partida las leyes científicas de carácter general para la elaboración de las características o enunciados de los fenómenos particulares. En cuanto al método dialéctico trata de identificar las leyes o proposiciones a partir del reconocimiento de las contradicciones entre los elementos que conforman una determinada realidad internacional.

Niveles de análisis y periodización en las relaciones internacionales Una de las problemáticas que también hay que advertir desde el punto de vista metodológico en la ciencia de las relaciones internacionales es el estudio de los niveles de análisis. A grandes rasgos podemos distinguir dos: microinternacional y macrointernacional. El primero trata de aquellas realidades internacionales que se tienen como protagonista a un actor o un grupo reducido de actores mientras que los estudios macrointernacionales abordan análisis desde la sociedad internacional de una forma holística, en su conjunto. Es decir, trata del análisis de las estructuras e instituciones, su naturaleza así como de las relaciones entre los actores. El análisis microinternacional se centra mayoritariamente en la política exterior de los Estados. Su método de estudio, tal y como apuntábamos anteriormente, se basa en las ciencias experimentales y en teorías de la decisión, del conflicto de la comunicación y la integración. Por su parte, el análisis macrointernacional constituye el núcleo de las teorías estructuralistas y transnacionalistas. Es también importante señalar que una de las dificultades del empleo metodológico de estos niveles de análisis es la complicada inclusión de algunos fenómenos internacionales que por su naturaleza pueden tratarse desde ambos enfoques. Pero se trata del marco intelectual de referencia que utilice el internacionalista para el uso de uno otro nivel de análisis. Por ejemplo, desde el punto de vista comunicativo podemos estudiar desde el enfoque macrointernacional los flujos de información que se suceden en la comunicación mundial a través del análisis de las redes sociales utilizadas en el conjunto total de países agrupados por regiones. Mientras que si abordamos el aná-

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lisis microinternacional de las comunicaciones tendríamos que tener en cuenta, por el ejemplo el número de usuarios de Facebook en el caso de un país particular. Por otro lado, desde el punto de vista de la periodificación8, cada nivel de análisis presenta su propio criterio específico. En cuanto a los fenómenos macrointernacionales se intenta descubrir la existencia de etapas o fases como la génesis, formación, desarrollo o consolidación donde el cambio estructural sería el que induce los ritmos y las tendencias de la historia de la sociedad internacional. Cambio marcado por las tres estructuras política, económica y cultural. Por tanto, la división temporal corresponde a una concepción cíclica y no lineal de la historia Por su parte, desde el punto de vista de la microinternacionalidad se puede tener en cuenta la periodificación desde los siguientes criterios: la estructura interna de los actores y de los cambios que pueden producirse en ella; y la unidad de acción internacional. Entonces hay que tener en cuenta las siguientes fases temporales: el corto plazo, medio plazo y largo plazo. En cuanto al primero, supone un período breve entre uno y cinco años, en el cual los actores pueden realizar una acción o conjunto de acciones basadas en una planificación previa. En esta etapa no se presenta una variación sustancial en las estructuras internas de los actores y menos todavía en el orden internacional. El medio plazo se refiere a una fase de tiempo más amplia, entre cinco y diez años, en la que se producen cambios significativos en las estructuras de los actores internacionales que condicionarán los asuntos internacionales. Este es el tiempo requerido para que los cambios de regímenes políticos y la formación de nuevos actores internacionales no tengan marcha atrás. Por ello, se considera este período ideal para planificar y ejecutar estrategias de los actores, especialmente las referidas a la política exterior de los Estados. También es el período suficiente para que se produzca un relevo generacional en las elites dirigentes de una forma pacífica sin rupturas. El largo plazo constituye un período de dos y tres décadas, necesarias para que se produzcan cambios sustanciales en el ámbito de la estructura cultural, es decir, en los valores, creencias, percepciones, etc., y también supone el tiempo suficiente como para que una generación se sustituya por otra en las elites internacionales. Para finalizar destacamos varios criterios prácticos para la utilización del método científico en la investigación de las Relaciones Internacionales según Rafael Calduch, y que podemos también extrapolar a otros campos de las ciencias sociales: – Deberán describirse explícitamente los métodos y técnicas empleados en la investigación, así como los pasos concretos que se han seguido en su empleo, de modo que cualquier otro investigador pueda llevar a cabo una repetición de la Investigación para verificar el rigor y solidez de su desarrollo y de sus conclusiones. – Cuando exista una colisión entre las exigencias de un método y las de una técnica, deberá primar el método empleado y, por tanto, cambiarse la técnica a utilizar. Nunca un método puede quedar condicionado por una técnica de investigación. – Cuando exista un conflicto entre dos métodos susceptibles de ser empleados en la investigación deberá primar el que mejor se adapte al tema elegido, el que aporte una explicación mayor o más rigurosa y si ambos son igualmente explicativos, el que resulte más adecuado a la información o técnicas disponibles y, en último extremo, nos permita una mayor capacidad predictiva.

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Calduch Cervera (2003).

II.6.

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– Siempre habrá de especificarse de modo expreso el criterio de periodificación elegido, el marco conceptual en el que realizamos nuestra investigación (macro o microinternacionalidad) y el ámbito espacial que tomamos como referencia (estatal; regional; interregional; mundial). – La especificación de las hipótesis deberá realizarse de forma separada de la descripción del método y técnicas empleados. – Siempre deberán figurar explícitamente las fuentes informativas empleadas para el desarrollo de la investigación.

II.7. METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN EN COMUNICACIÓN JOSÉ MARÍA LOZANO MANEIRO

Los medios de comunicación como objeto de investigación Como sucede con la historia, la antropología o la sociología, el desarrollo de la comunicaciones inseparable del despertar y la afirmación de la conciencia humana, pero los medios de comunicación de masas que concentran la mayor parte del esfuerzo investigador en nuestra disciplina son un hecho reciente cuya aparición es datable: El primer periódico del que tenemos noticia, Relationaller Fürnemmenundgedenckwürdigen Historien, se imprimió por primera vez en Muhlbach-sur-Munster, Alemania, en 1605. La tradicionalmente considerada como la primera fotografía de la historia obtenida del natural por Joseph-Nicéphore Niépce data de 1826. La primera proyección pública del Cinematógrafo Lumière tuvo lugar en París el 28 de diciembre de 1895. Las primeras retransmisiones de televisión en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania tienen lugar al final de los años veinte del siglo XX. La primera conexión entre los ordenadores de tres Universidades californianas y una de Utah se realiza en 1969. Un arco cronológico tan limitado, y en muchos de sus desarrollos, tan contemporáneo parecería facilitar al investigador un dominio más restringido y, en esa medida, más fácilmente formalizable. Pero esa impresión entra en contradicción con una desbordada producción textual que dilata en el espacio, casi siempre en atropellada simultaneidad, lo que contrae en el tiempo: Cada edición del domingo del New York Times tiene 3,2 millones de caracteres, el doble que el Quijote. La democratización de la imagen, en la época de la reproducción técnica, y más todavía en la era de hiperreproducción digital, es tal que no resulta disparatado pensar que cada segundo se producen hoy en el mundo más imágenes que las que se crearon a lo largo de los dos siglos que duró el período clásico del arte griego. La consultora Netcraft calculaba que, en poco más de trece años, el tamaño de internet se había multiplicado por 10: en agosto de 1995 se estimaba en 19.000 el número de páginas, en diciembre de 2008 se calculaba que existían 186.727.854 sitios en la web. Si la comunicación de masas es un hecho relativamente próximo, su consideración como objeto privilegiado de investigación, concomitante con su integración en la educación superior, es aún más reciente: empieza a generalizarse después de la segunda guerra mundial y se desarrolla a partir de la década de los sesenta del pasado siglo. En España la incorporación de la comunicación a la oferta de las titulaciones universitarias tiene lugar en el curso 1971-1972 a través de las Facultades de Ciencias de la Información de Madrid y Barcelona. Desde esa fecha hasta la puesta en marcha en la Universidad de Alcalá, durante el curso 2011-12, del Grado en Comunicación Audiovisual adap-

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tado al Espacio Europeo de Educación Superior han pasado cuarenta años en los que la demanda de titulaciones de Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad no ha dejado de crecer y, con ello, el número de potenciales investigadores y de estudiantes que realizan sus primeros pasos en la investigación en los Másteres y Doctorados.

Objeto y fuentes Como ha quedado anteriormente apuntado la primera elección que el investigador ha de llevar a cabo es determinar el objeto de su trabajo. Objeto, en su sentido literal y doble, el que acotan las acepciones 1 y 4 del Diccionario de la Real Academia Española, es decir «lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto» y el «fin o intento a que se dirige o encamina una acción». Por una de esas sutiles paradojas del pensamiento humano a las que la lengua nos tiene acostumbrados, en el espacio, irreductible a medida, que existe entre las dos acepciones de la misma palabra, la auroral y la crepuscular, la utópica y la pragmática se contiene todo el itinerario del investigación, el deseo que el investigador aspira a ver cumplido: reducir la infinitud de la materia a la finalidad de la búsqueda. El primer consejo que cabría dar al investigador en ciernes, especialmente en los trabajos de largo recorrido que exigen una dedicación que va a monopolizar buena parte de sus días y sus noches, durante meses o durante años, es que el tema elegido haga latir su corazón. Tanto en los casos en los que el investigador tiene libertad absoluta de elección, como en aquellos en los acepta la propuesta de su tutor o director, o se subordina a la labor coordinada de un equipo de investigación, si la pasión razonada o la razón apasionada no le sostienen ante la enormidad del esfuerzo emprendido, no le animan a continuar ante los obstáculos y las dificultades, y a seguir avanzando después del tiempo invertido y la energía empleada en explorar direcciones erróneas, es posible que la investigación no llegue a buen término: una parte importante de los trabajos de investigación que se inscriben, especialmente las tesis doctorales, no llegan nunca a leerse por falta de una motivación sostenida. O, aunque se culminen formalmente, sus resultados quedan lejos de los objetivos inicialmente trazados: el aburrimiento del investigador, se transmite a la investigación en forma de pereza, precipitación e imperfección y acaba contagiando fatalmente al texto y a su presentación. Pero para investigar hace falta algo más que ilusión: hay que darle al ideal la forma de lo real, de lo posible, y ello exige, en disciplinas todavía incipientes en sus afanes de formalización, un cuidado especial en la correcta elección de las fuentes. Huelga decir que todo lo que se ha dicho en este libro sobre el correcto manejo de las fuentes vale también para el investigador de la comunicación, con la salvedad de que, en nuestro ámbito, el recurso a las fuentes primarias resulta, por su accesibilidad, prácticamente obligado en todos los niveles de investigación. De forma general podría decirse que, en lo que atañe a las fuentes primarias, el investigador de la comunicación, se suele enfrentar a dos situaciones que se oponen sin transición: la escasez y la opulencia. Tanto la falta de textos como la sobreabundancia pueden frustrar la consecución de los objetivos del trabajo. De la atinada selección de ese repertorio textual en relación a la escala del trabajo (curso, fin de máster, tesis doctoral…), de la correspondencia entre las dimensiones del repertorio y el tiempo razonablemente asignado a la investigación, de la accesibilidad y

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homogeneidad de las fuentes primarias, de la determinación del equilibrio preciso entre las fuentes primarias, las secundarias y las terciarias depende en buena medida el éxito y, en ocasiones, la simple posibilidad de llevar el trabajo a término. De ahí que, sobre el deseo del investigador y la objetiva importancia de dibujar los espacios vacíos en el mapamundi de la investigación en comunicación, se imponga, muchas veces, el pragmatismo de lo que resulta posible investigar con consistencia y rigor. Por esa razón, y por el continuo afloramiento de nuevos recursos cuya colección y condiciones de uso se apartan de los que habitualmente han manejado los investigadores de ciencias sociales y humanidades, resulta importante detenerse, más de lo que hasta ahora se ha hecho, en la caracterización de los distintos tipos de fuentes y de las entidades, cuando las hay, responsables de su custodia: la descripción resultará útil para el conjunto de los investigadores a los que este libro va dirigido porque esos nuevos recursos son también para ellos filones inexplorados desde el punto de vista de sus respectivas disciplinas: ● Fondos hemerográficos: Las hemerotecas de titularidad pública disponen de colecciones muy completas de las principales publicaciones periódicas organizadas sobre bases nacionales, regionales o locales, lo que sin duda condiciona el ámbito de la investigación. La consulta del fondo se hace sobre el original en papel, en microfilm o en formato digital. A escala nacional e internacional buena parte de los periódicos y numerosas revistas en circulación, e incluso algunos que ya no lo están, han digitalizado sus colecciones y las han puesto a disposición de los investigadores, gratuitamente o por suscripción, en la red. Ello permite que trabajos que apenas hace unos años hubiesen requerido de prolongadas estancias del investigador fuera de su lugar habitual de residencia (y necesitados por tanto de una costosa financiación externa) puedan hoy, gracias a la red de redes, realizarse desde casa. ● Fondos fotográficos: La documentación fotográfica se encuentra dispersa en una plétora de instituciones de carácter público y privado que integran fondos de variada naturaleza: archivos, bibliotecas, hemerotecas, filmotecas, museos, universidades, empresas, fundaciones y entes de la más variada naturaleza1. Todos los medios de comunicación y las agencias informativas de carácter general disponen de sus propios archivos. Existen agencias especializadas en fotografía (Magnum es sin duda la más conocida) y bancos de imágenes (Corbis, Getty, Hachette) accesibles a través de Internet. Los profesionales de la fotografía poseen sus propios archivos que no son fácilmente consultables excepto en el caso de aquellos fondos que han sido adquiridos por instituciones públicas (la colección de Agustí Centelles, por ejemplo, con fondos de la guerra civil española en Cataluña y el Frente de Aragón). El trabajo en red resulta, ante la atomización, imprescindible: en ese sentido resulta ejemplar la labor que realiza AZIMUT2 en relación al inventario de los archivos fotográficos de Cataluña. ●

Fondos filmográficos: La tardía conciencia de la trascendencia cultural del cine, sumada a la codicia de sus productores, distribuidores y exhibidores, explican que una parte significativa del patrimonio cinematográfico mundial producido en sus primeras décadas de existencia se haya perdido para siempre, un hecho que hubiese escandalizado si, contemporáneamente, se hubiese registrado una pérdida análoga de documentos his1 2

Véase VV.AA. (2008). http://www.ultrafox.com/ct/default.htm.

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tóricos o publicaciones literarias. La primera filmoteca del mundo fue la bañera en la que Henri Langlois almacenaba, las latas de película que en los años treinta del siglo XX iba comprando para salvarlas de la destrucción. Con los fondos de aquella primera colección se creó la Cinémathèque Française en 1948, modelo de las instituciones que se han creado desde entonces. Hoy la mayor parte de los países disponen de archivos cinematográficos que atesoran esa parte esencial de su cultura contemporánea. A diferencia de lo que sucede con el carácter más universal de las bibliotecas, las filmotecas suelen concentrarse primordialmente en la custodia del legado nacional o incluso regional. La consulta directa de las fuentes, en razón de la fragilidad de los materiales de partida, su precario estado de conservación, su degradación por el tiempo y el uso, la peligrosidad muchas veces inherente a su manipulación3 y la necesidad de instalaciones y personal especializados para acceder a ellos ha limitado tradicionalmente el acceso individual a los fondos a investigadores muy consolidados, aunque es verdad que en los últimos tiempos la digitalización de parte de los antiguos soportes ha flexibilizado las condiciones de acceso. El video doméstico en el pasado y, hoy, el DVD y la red, aun partiendo del más estricto respecto a la propiedad intelectual, han revolucionado el acceso del investigador a las fuentes. Con todo resulta increíble pensar que, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito de las artes plásticas o de la literatura donde resulta fácil acceder, en múltiples ediciones, a la producción completa de los artistas y autores más importantes, las «obras completas» de los más importantes directores, no digamos ya de otros creadores cinematográficos, resultan, con contadísimas excepciones, imposibles de recolectar. Buena parte de las mejores películas de la historia, ampliamente reseñadas y citadas en las fuentes secundarias, resultan, todavía a estas alturas, completamente inaccesibles y no han sido jamás vistas por los investigadores que, basándose en fuentes secundarias, las referencian. Existen también archivos privados en el ámbito documental, habitualmente reservados a profesionales, que cobran por consulta y adquisición de los derechos de difusión del material (Gaumont Pathé, en los alrededores de París, con sus 14.000 horas de material o British Pathé, en las afueras de Londres, con sus 90.000 piezas que documentan el período 1896-1976). Conviene también dejar sentado que el ámbito de la investigación no se circunscribe estrictamente a la obra acabada: el estudio de los procesos de producción, creación y difusión requiere con frecuencia, cuando se han conservado, el acceso a materiales como planes de rodaje, presupuestos, guiones originales, pruebas rodadas o grabadas de casting o vestuario, store boards, diseños de decorado y vestuario, partituras, carteles, programas de mano… Estos fondos se conservan, cuando se conservan, en los archivos particulares de los cineastas y las empresas cinematográficas aunque, cada vez con más frecuencia, se procura su donación o adquisición por instituciones públicas y su publicación. 3 El nitrato de celulosa soporte utilizado para las películas cinematográficas y fotográficas hasta la adopción del triacetato de celulosa, es altamente inestable: se descompone con el exceso de humedad y es tan inflamable que entra en combustión con las altas temperaturas. Esas características han desencadenado verdaderas tragedias: los miles de metros de película impresionados por Robert Flaherty durante un año entre los inuit de las islas Belcher y la Tierra de Baffin se destruyeron en 1917 por culpa de un cigarrillo mal apagado causando un daño irreparable al patrimonio cinematográfico y antropológico. Parte importante de la historia del cine español se perdió para siempre entre 1940 y 1950 en los incendios de los laboratorios Cinematiraje Riera y Madrid Film en los que estaban almacenados los negativos. Para prevenir las pérdidas debidas a la degradación de los soportes, en los Estados Unidos, cineastas de la talla de Martin Scorsese, Woody Allen, Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, George Lucas, Robert Redford y Sidney Pollack integraron en 1990 la Film Foundation. En 1996 el Congreso de los Estados Unidos creó la National Film Preservation Foundation por recomendación de la Library of Congress.

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● Fondos videográficos y fonográficos: Si la situación de las películas resulta, pese a los avances, preocupante, la conservación, el acceso y la conservación de los fondos históricos de la televisión y la radio resulta deplorable. Para ilustrarlo basta recordar, por ejemplo, que en sus comienzos la televisión se realizaba en directo y no existía la posibilidad de grabar la señal: el video, el registro magnético de la imagen electrónica no se desarrolla hasta 1951 por la casa AMPEX en los Estados Unidos. De la historia precedente de la televisión, y aun de la posterior durante décadas, tenemos que conformarnos en la mayoría de las ocasiones con fotografías o descripciones de sus protagonistas o testigos. Tanto los archivos de televisión como los de radio son propiedad de las empresas difusoras. En el caso de la radio la situación es análoga: en nuestro país por ejemplo, el Archivo de la Palabra de Radio Nacional de España solo en 2009 se abrió a los investigadores gracias a un convenio con el Ministerio de Cultura. El otro gran archivo, el de la Cadena SER, permanece cerrado con contadísimas excepciones. Y, aun en esa situación, de muchos de los hitos históricos de la radiodifusión española, o no se conserva registro o apenas se ha preservado un único programa o un fragmento. ● Internet como fuente primaria de investigación: Además de su función como canal de acceso a los registros gráficos, audiovisuales y sonoros a las que acabamos de hacer referencia. Internet en sí mismo es una fuente inagotable de investigación o mejor aún, una fuente necesitada del interés de los investigadores. La sobreabundancia de fuentes, esos centenares de millones de páginas a los que se hacía referencia, proporcionan un campo de exploración virtualmente inagotable para el investigador siempre que éste sea capaz de acotarlo con pertinencia, de discriminar lo esencial de lo accesorio y de no extraviarse en su frenética feracidad. Pero también en Internet existe paradójicamente un problema de escasez, de pérdida de fondos. Es, en alguna medida, la contrapartida de la libertad de publicación y circulación de la información en la red, una reivindicación celosamente defendida por los internautas. En ausencia de una autoridad central reguladora, que incluso de existir tampoco garantizaría nada a ese respecto, resultan imprescindibles las iniciativas individuales y colectivas de los propios internautas tendentes a crear lo que podríamos considerar un depósito general y universal, un archivo histórico global de la red, donde la conservación de esa ingente producción textual tendría que asegurarse sin lesionar los derechos a la propiedad intelectual, al honor y a la intimidad y, más allá de ello, debería de hacerse compatibles con el simple derecho no regulado a la expresión efímera, a la rectificación y al borrado. Lo que es claro es que, sin los registros de esa mediateca virtual de la red que sería la red misma, resultará imposible, en apenas unos años, el estudio futuro, no solo del desarrollo de las herramientas y contenidos de la comunicación sino de aspectos esenciales que tocan a la historia, la cultura, la sociología y la antropología de nuestro tiempo. Pensemos simplemente en la trascendencia de los epistolarios, tan fecundos como fuente de investigación histórica y cultural que, en el uso que hoy hacemos del correo electrónico y las redes sociales, no tienen garantizada su preservación. ●

Internet como forma de acceso a bases de datos y estudios: El uso de Internet resulta también insoslayable para acceder a los datos y estudios, en permanente actualización que nutren, entre otras proyecciones posibles, la aplicación de las metodologías cuantitativas al estudio de la comunicación. A escala nacional citemos simplemente dos: – La base de datos del cine español que proporciona el sitio web del Ministerio de cultura: http://www.mcu.es/cine/.

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– La página de la Asociación para la investigación de Medios de Comunicación que publica los resúmenes del Estudio General de Medios: http://www.aimc.es. – Otros medios interactivos off-line y on-line: Más allá, pero también más acá de la red de redes, el estudio de los medios interactivos comprende una considerable variedad de herramientas de hardware y software susceptible, o mejor dicho, necesitada también exploración y análisis: – Los propios sistemas operativos y los programas de toda índole para todos los usos considerados en su dilatada variedad de formas de comunicación entre la máquina y el individuo. – La aplicación de las tecnologías de la comunicación a la elaboración y a la transmisión del conocimiento desde la didáctica a la simulación. – El ocio electrónico que, desde el Tennis for Two en el osciloscopio del Dr. Higinbotham en 1958, ha crecido hasta convertirse en la poderosa industria de los videojuegos – La creación y desarrollo de contenidos digitales y aplicaciones para las diversas plataformas desde las primeras máquinas a los teléfonos inteligentes y tabletas. – El concepto, aparentemente contradictorio, de realidad virtual y sus aplicaciones en todos los escenarios de la comunicación. Una de las mayores dificultades que el investigador puede encontrar es que la acelerada obsolescencia de las herramientas tecnológicas ha convertido en virtualmente ilegibles soportes que en términos históricos hay que considerar como recientes: una inscripción varias veces milenaria o un manuscrito varias veces centenario sigue siendo inmediatamente accesible, salvadas las dificultades idiomáticas y paleográficas. En cambio un videojuego de apenas hace unos años puede ser impenetrable para la práctica totalidad de los ordenadores y consolas de que disponen los centros de investigación. ● La documentación publicitaria: Desde el siglo XVII los mensajes publicitarios se han ido incorporando a la vida cotidiana, durante los primeros siglos discretamente, en las últimas décadas de forma abrumadora. Apenas hay un punto de exageración en la afirmación de Robert Guerin de que el aire que respiramos es un compuesto de oxígeno, nitrógeno y publicidad. Se calcula que cada habitante de una megalópolis como Nueva York recibe cada día cinco mil impactos publicitarios a través de todos los medios. Es, pues, lógico pensar que las fuentes para el estudio de la publicidad las localizaremos en los mismos enclaves de documentación, y en las mismas condiciones, que acabamos de referir. A ellos habría que añadir las propias agencias publicitarias con el inconveniente, como sucede con los fondos que no pertenecen a instituciones públicas, de la dispersión y el acceso discrecional a las fuentes. En el año 2009 se creó en nuestro país un Centro de Documentación Publicitaria con el objetivo de centralizar los fondos y ponerlos, on-line, a disposición de los estudiosos y profesionales. ● La memoria oral: En un territorio, como hemos visto, donde parte importante de las fuentes documentales se han perdido tiene una importancia excepcional es recurso a la entrevista. Aunque con la desaparición de sus protagonistas y testigos se pierda cada día ante nuestros ojos parte de ese patrimonio irremplazable todavía estamos a tiempo de documentar a través del registro de las historias de vida los últimos sesenta años del desarrollo de la comunicación de masas. Y resulta urgente hacerlo.

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Los enfoques teóricos y los modelos de análisis Tras haber decidido el objetivo de la investigación, y una vez reunido, organizado y depurado el corpus sobre el que ha de basarse, hay que determinar los presupuestos teóricos desde los que va a abordarse, el modelo desde el que el hecho comunicativo, de la naturaleza que sea, va a interpretarse. Conviene tener en cuenta que el dominio de la comunicación es tan extenso como para identificarse con el ámbito entero de la cultura e incluso traspasarlo porque también hay comunicación a escala celular y dentro, y entre, los distintas jerarquías del reino animal y el vegetal. Pero limitándonos a la esfera humana, son comunicación los lenguajes corporales, el lenguaje verbal, las artes visuales, la literatura, la música, las artes de la representación y los modernos medios de comunicación. Fenómenos todos ellos complejos y tan diversos entre sí como pueden serlo una caricia, un acorde, un trazo, una metáfora, un relato, un titular, un espectáculo, un zapato, una fachada, un logotipo, un ritual o un mito. Desaparecida, hace ya décadas, la ilusión de una teoría general capaz de iluminar todos los aspectos de la comunicación humana, cada uno de los fenómenos reseñados es susceptible de abordajes diferentes, a veces irreductibles entre si, a veces complementarios y, siempre, enriquecidos cuando los ponemos en relación, y hasta en conflicto, desde una perspectiva multidisciplinar. Aun cuando el ámbito de la investigación en comunicación se limita tradicionalmente a la comunicación de masas todos los hechos referidos, y sus metodologías de análisis, terminan saliendo al paso del investigador: el discurso periodístico resulta prolonga el análisis del discurso literario, la plástica de imagen audiovisual se construye por referencia o por oposición a la pintura, los modelos mitológicos permiten describir las modernas tramas del relato en imágenes, el arte del actor estiliza el gesto de la comunicación interpersonal y así hasta el infinito.

El criterio en la utilización de las herramientas metodológicas es la exigencia de rigor intelectual, el ideal del trabajo bien hecho, lo que entraña necesariamente la conciencia de los propios límites, la humildad en el reconocimiento de que muchos de los aparatos teóricos, por su complejidad, requieren de una madurez intelectual y una formación que el joven investigador puede tardar años en adquirir y que no siempre se adecuan a los plazos que el sentido común y la normativa universitaria imponen al desarrollo de la carrera investigadora: pienso por ejemplo en la aplicación al cine de los modelos de la gramática generativa o del psicoanálisis, pero podrían citarse muchos otros casos. No sería legítimo, porque no sería útil a la capacidad de penetrar en los fenómenos que abordamos, contentarse, como tantas veces sucede, con un enfoque superficial, puramente epidérmico de los útiles que nos suministra la teoría. Pero tampoco resultaría práctico dedicar, por ejemplo, ocho años de una vida a la realización de una tesis doctoral en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades. Buscar un compromiso entre lo deseable y lo posible, esforzarse en adecuar los objetivos de la investigación al estado de nuestros conocimientos, organizar nuestras metas en un proyecto a largo plazo, vencer la impaciencia y dominar la legítima ambición de adentrarnos en la exploración de territorios ignotos sin la necesaria competencia es una condición fundamental para el desarrollo de la investigación.

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Respetado ese elemental imperativo ético, se impone entonces la cuidadosa selección de del instrumento o los instrumentos más útiles para llevar la investigación concreta en que nos hemos empeñado entre la multiplicidad de aproximaciones que el esfuerzo sostenido de la reflexión humana pone a nuestra disposición a estas alturas de la historia. Pero antes de elegir conviene tener claro qué función le asignamos a la herramienta y en qué forma hemos de manejarla. Para aquilatarlo me serviré de las palabras que Francesco Casetti dedicaba al discurso teórico en el cine pero pueden generalizarse al ámbito entero de la comunicación cuando no a la generalidad del conocimiento: «El discurso teórico, en realidad, muestra frecuentemente que no se quiere contentar con describir, sino que quiere sobre todo explicar […] en otras palabras, el discurso teórico, no queriendo constatar solamente las cosas inmediatas, las cosas palpables, sino queriendo también responder al ‘‘por qué’’ y al ‘‘cómo’’ del cine, intenta penetrar bajo la superficie del fenómeno, para buscar más allá de lo meramente perceptible, más allá de la evidencia, el orden interno de lo que está siendo investigado. Es un poco como la acción ‘‘negra’’ de un investigador privado, que no se contenta con enumerar a los sospechosos, sino que quiere también descubrir el mecanismo del delito»4.

Una vez establecido el principio general se pueden identificar en el repertorio de los discursos, desde un punto de vista muy amplio, dos maneras de mirar no necesariamente excluyentes: la mirada interior, la que se hace desde el interior mismo del fenómeno o del objeto analizado y la mirada exterior, la que lo hace desde fuera hacia dentro5. Cada una revela aspectos diferentes de una identidad fragmentada y la superposición de ambas perspectivas, desde la multiplicidad de puntos de vista que alienta la diversidad de los paradigmas teóricos, completaría idealmente el estudio total del objeto de investigación. Pero conviene asumir que, en los estudios sobre comunicación, la época de las contribuciones teóricas exhaustivas de ambición universal a cargo de un único investigador es cosa del pasado y está asociada a las etapas fundacionales de la teoría que, en los respectivos dominios de la investigación, parecen hoy definitivamente clausuradas. En este momento, sobre el terreno desbrozado por los tratados fundamentales de las distintas áreas, el investigador está llamado a la especialización, a profundizar en el conocimiento concreto de alguno de los muchos territorios poco explorados que aún subsisten en ellas, aunque sin renunciar a ponerlos en conexión interdisciplinar con los demás. La única manera de emular, hoy, el poder totalizador de las grandes síntesis del pasado es a través de las obras colectivas. Esa mirada desde fuera acota buena parte de la pluralidad metodológica en el abordaje de los hechos comunicativos: la historia de la comunicación, la sociología de la comunicación, la antropología de la comunicación, la psicología de la comunicación pueden ser abordados desde muchos puntos de vista y, entre otros, desde los contenidos en otras secciones de este mismo libro. De idéntica manera lo establecido para las metodologías de análisis cuantitativo encontrará su aplicación directa al ámbito de la comunicación a través de los estudios de recepción y las técnicas de investigación de audiencias. Precisamente porque esa mirada desde otras disciplinas hacia la comunicación parece, al menos en parte, razonablemente esclarecida en las páginas precedentes me contentaré con plantear algunas cuestiones que es conveniente tener en cuenta cuando se Casetti (1978:13). La idea no es nueva: está ya expuesta con otras palabras en Une étape de la reflexión sur le cinéma, primero de los ensayos sobre la significación en el cine recogidos en Metz (1972: 13); y rescatada a la hora de introducir los modos de teorizar en Casetti (2010: 19). 4 5

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abordan los discursos comunicativos desde el interior y que resultan esenciales para hacer consciente al investigador de la dificultad y la exhaustividad que, aun dentro de un ámbito muy concretamente acotado, exige su tarea. Elegiré un ejemplo, el de uno de los discursos comunicativos más complejos, el audiovisual, en una de sus manifestaciones más elaboradas, el cine, para mostrar como las exigencias del abordaje metodológico han ido cambiado con el transcurso del tiempo y qué actitud metodológica exigen a quienes, a la luz de lo que hoy sabemos, se acercan a ellos. A grandes trazos: una vez que el discurso reivindicativo de la afirmación del cine como arte perdió su razón de ser, la teoría del cine se centró, tanto desde el discurso estético (estilístico-parenético, ensayístico-mítico o técnico en la terminología de Pasolini), como desde el pretendidamente científico (semiótico), en la individualización, en la especificidad del cine frente al resto de los lenguajes expresivos lo que presuponía, explicita o tácitamente, la asunción de la politique des auteurs, de la teoría del director como autor de la obra cinematográfica en la medida en que, fundamentalmente era el creador en sustancia de esa especificidad, o dicho en la terminología de entonces, de los códigos específicos de su lenguaje autónomo. Eso supuso dejar en el olvido la autoría múltiple de la obra cinematográfica, la corresponsibilidad de un nutrido grupo de autores, con contenidos no menos específicos, en la creación de la obra cinematográfica y, lo que es aún peor, ensombrecer la importancia de sus contribuciones hasta volverlas invisibles para la teoría. Un ejemplo: hace veinticinco años, aún por comodidad, reflejo o costumbre lo hacemos, hubiésemos hablado sin rubor The Magnificent Ambersons [El cuarto mandamiento] de Orson Welles y le hubiésemos atribuido al director, por acción u omisión, todo cuanto aparece en la pantalla6. Hoy, en una sola secuencia de la película, nos vemos obligados a reconocer y, en esa medida, a convertir en objeto de análisis, la contribución separada aunque compenetrada de una pléyade de autores: Autoría múltiple del texto audiovisual

Fuente: Elaboración propia sobre un fotograma de The Magnificent Ambersons. 6

Véanse Bazin, 2001, y, del mismo autor, 2002.

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«EL CINEMATÓGRAFO ES UNA ESCRITURA CON IMÁGENES EN MOVIMIENTO Y CON SONIDOS» reza, así, en mayúsculas, uno de los aforismos de Robert Bresson en Notas sobre el cinematógrafo7. La obra cinematográfica, en su espesor textual, aparece como el ejercicio de reescritura sucesiva de la materia primera, el guión, que cada uno de los autores lleva a cabo utilizando la sustancia expresiva de su competencia. Los distintos niveles, están, cada uno de ellos y todos entre sí, en la misma medida, necesitados de la mirada lúcida del investigador. El texto audiovisual como ejercicio de reescritura

Fuente: Elaboración propia.

Contemplado en planta ese mismo esquema nos permite apreciar los territorios compartidos entre los distintos niveles de significación y entre estos y los distintos registros de la expresión que, más allá del cine, se dan cita en el texto fílmico. El núcleo que queda en el centro, tangente a todos pero irreductible al resto es el depósito de la especificidad del lenguaje audiovisual.

7

Bresson (1979: 12).

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La expresión audiovisual: territorios propios y compartidos

Fuente: Elaboración propia.

Éste es un modelo pensado para su aplicación a una obra cinematográfica singular concebida como una totalidad significativa y autosuficiente para el análisis. A efectos de la investigación una sola película ofrece un territorio inagotable de investigación, capaz de nutrir años de reflexión sin que por ello tengamos la conciencia de haber exprimido todos sus significados: Michel Lagny, Marie Claire Ropars y Pierre Sorlin consagraron años de reflexión en la Universidad de Paris VIII a la película Octubre de Eisenstein sobre la que editaron dos volúmenes, Ecriture et idéologie (1976) y La Révolution Figurée (1979), y dejaron sin publicar al menos otro más. Pero la investigación puede también restringirse a una simple secuencia, o a un cortometraje o los títulos de créditos. Y puede ampliarse, a la obra múltiple de un autor, a un estilo personal, a una escuela o movimiento, a un género, a la producción de un estudio cinematográfico, a un período histórico o a una cinematografía nacional. Cualquiera que sea la extensión del dominio elegido, cualquiera que sea la perspectiva empleada conviene recordar que ni el tema ni el método garantizan, a priori, el valor de la investigación. El éxito en la labor investigadora es el resultado de una combinación de cualidades entre las que la voluntad de trabajo, la imaginación creadora (que no es patrimonio exclusivo de la ficción), y el poder de la escritura me siguen pareciendo las más importantes.

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Del trabajo escrito al trabajo multimedia Cuanto se dice en los apartados III y IV de este libro sobre los trabajos escritos y las presentaciones orales es aplicable, en la Universidad española, a la investigación en el ámbito de la comunicación. Pero cada vez más en ese dominio, junto a las formas tradicionales de presentación escrita y defensa oral, se abren camino otras formas más en armonía con los contenidos de la investigación. Durante décadas las tesis doctorales, aun aquellas que versaban sobre aspectos audiovisuales, se han presentado en el mismo formato libresco que los trabajos de investigación del resto de las disciplinas. Atreverse a desafiar al establishment académico tradicional en ese sentido significaba asumir riesgos que muy pocos investigadores se atrevían a afrontar. La revolución de los paradigmas de la comunicación en los últimos años, especialmente en lo que toca a la normalización de los soportes multimedia, junto con el relevo generacional en la cúpula universitaria, están devolviendo las salas de grados al tiempo al que pertenecen. Ya, al menos, en los procesos de acreditación de las agencias de calidad de las universidades, la creación ha encontrado su lugar junto a la investigación, cuando apenas hace unos años había que reseñarla en el cajón de sastre de «Otros méritos». Bien es verdad que la nueva ubicación parece más pensada antes para los artistas plásticos que para los creadores audiovisuales pero, con todo, no se puede negar el progreso que ello supone. En esa misma dirección cada vez son más los investigadores, y no exclusivamente del ámbito audiovisual, que consideran que un trabajo de investigación sobre imágenes y sonidos debe incorporar imágenes y sonidos a su argumentación, bien en el texto, cuando se trata de imágenes imprimibles, bien fuera de él cuando se trata de contenidos sonoros o imágenes en movimiento. Cada vez resultan más frecuentes las tesis que incorporan apéndices documentales, en forma de CD o DVD, donde se contienen las imágenes y sonidos que han servido de fuentes para la investigación, lo que, adicionalmente, revaloriza la trascendencia de la investigación porque pone a disposición de los investigadores no solo la fuente secundaria que sería el estudio realizado, sino las fuentes primarias susceptibles de otras interpretaciones o enfoques. La incorporación de las tecnologías de la comunicación en la Universidad no tiene porque circunscribirse a la docencia sino que tiene que irrumpir en el proceso de investigación y en la presentación de sus resultados privando a las lecturas y defensas orales de los trabajos del carácter de lección expositiva en el que llevan tantos años confortablemente instaladas: cada vez, afortunadamente, resulta más frecuente presenciar, en mitad de la presentación de una tesis de comunicación, a una audición o a una proyección y hasta asistir a una presentación escénica o una interpretación musical a cargo del autor del trabajo. El problema para el investigador es que los contenidos audiovisuales que constituyen el objeto de la investigación tienen con frecuencia derechos de copia. Su inclusión en trabajos de investigación parece lícita al amparo de la vigente regulación de la propiedad intelectual: «Artículo 32. Cita e ilustración de la enseñanza. 1. Es lícita la inclusión en una obra propia de fragmentos de otras ajenas de naturaleza escrita, sonora o audiovisual, así como la de obras aisladas de carácter plástico o fotográfico figurativo, siempre que se trate de obras ya divulgadas y su inclusión se realice a título de cita o para su análisis, comentario o juicio crítico. Tal utilización sólo podrá realizarse con fines

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docentes o de investigación, en la medida justificada por el fin de esa incorporación e indicando la fuente y el nombre del autor de la obra utilizada»8.

No obstante, de cara a la publicación de esa investigación, es probable los derechos de una parte de esas imágenes tengan que ser gestionados por la editorial.

El futuro inmediato: el trabajo de investigación en soporte audiovisual Ya en 1956 en su manifiesto de la Caméra-stylo, el cineasta francés Alexandre Astruc afirmaba: «en la actualidad Descartes se encerraría en su habitación con una cámara de 16 mm y película y escribiría el discurso del método sobre la película, pues su Discurso del Método sería actualmente de tal índole que sólo el cine podría expresarlo de manera conveniente»9. Pese al tiempo transcurrido tardaremos todavía en ver una obra de investigación en filosofía escrito en imágenes y sonidos pero no tanto en ser espectadores de un trabajo universitario sobre comunicación cuyo soporte principal, incluso cuyo único soporte, sea audiovisual, tutelado y juzgado por aquellos profesores, que cada día son más, que abogan por la incorporación decidida de la expresión audiovisual a todos los ámbitos de la vida académica. En los Estados Unidos, que nos llevan décadas en la incorporación del audiovisual a la educación superior, en un marco en el que la aspiración a la excelencia prima sobre la paresia burocrática de las Universidades, se ha impuesto el concepto de Film Thesis especialmente para los trabajos de fin de grado y de fin de máster (Master of Fine Arts). El objetivo consiste en la producción de un proyecto audiovisual desde sus inicios hasta su proyección en pantalla por un equipo formado por alumnos del centro que cuenta con el soporte de la institución (de su prestigio que abre puertas, de sus medios de producción y sus instalaciones) y la tutela de sus profesores. Si ya resulta gravoso que, en la mayor parte de los trabajos de fin de máster y fin de grado, los costes de investigación y de edición tengan que ser asumidos por los propios investigadores, en la Tesis Audiovisual el presupuesto se multiplica exponencialmente. Pensemos, por buscar una referencia próxima, que un proyecto audiovisual en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid cuesta unos 24.000 euros. Aunque en las escuelas profesionales europeas ha sido tradición que todos los alumnos en situación de graduarse (que en todo caso son pocos en razón del númerus clausus que rige desde el acceso) realicen su proyecto de fin de carrera y que el centro asuma su coste de producción, en el modelo norteamericano el acceso a la Film Thesis se realiza sobre bases competitivas: una comisión de profesores del centro selecciona entre todas las propuestas los proyectos que, a su juicio, merecen ser producidos y, aunque existe la posibilidad de becas y ayudas complementarias, se considera que parte del mérito de la empresa reside en la capacidad para recolectar los fondos necesarios para su producción.

8 Ley 23/2006, de 7 de julio, por la que se modifica el texto refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril (BOE n.º 162, de 8-7-2006, pp. 25561-25572). 9 VV.AA. (2008: 221).

II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA MANUEL LUCAS DURÁN

Introducción Se pretende al redactar estas líneas dar una visión general, desde la experiencia personal, de qué cuestiones metodológicas son relevantes a la hora de realizar una investigación jurídica. La metodología de la investigación se aplica cualquiera que sea el nivel de la misma: la elaboración de una tesis de fin de grado, de fin de máster o tesis doctoral; la redacción de un artículo o libro, etc., son sólo representaciones de diversos supuestos de investigación. Se trata en suma de una cuestión de escala, no de método. Para todos esos niveles de estudio jurídico sistemático se deberá seguir una serie de pautas que habitualmente no se enseñan en las universidades y que, por ello mismo, constituye acaso un vacío que ha venido a llenarse por algunos libros y artículos sobre la materia de entre los cuales algunos se refieren en la bibliografía incluida al final de este trabajo. Así pues se pretende con estas líneas poner en orden unas indicaciones y permitir conocer referencias más elaboradas sobre metodología de investigación y, particularmente, sobre las técnicas más habituales que son utilizadas en la investigación jurídica. Por ello, aunque se realizan algunas referencias respecto de la elección del tema y la definición del proyecto de investigación, así como sobre el desarrollo del trabajo y la exposición de sus resultados, se considera que las particularidades que tales temas pueden tener desde la perspectiva de la investigación jurídica no son significativas y por ello no se ocupa en tales aspectos más tiempo que el que se ha considerado estrictamente necesario, remitiendo por lo demás a textos más generales sobre cuestiones propiamente epistemológicas. No obstante, se ha dedicado un mayor espacio a lo que tiene que ver con las fuentes propias de las investigaciones jurídicas (entre las que destacan la normativa, jurisprudencia y doctrina, tanto nacional como extranjera), por entenderse que tales aspectos son quizá los más importantes para enfocar adecuadamente una investigación en ámbitos jurídicos, más allá de las cuestiones propias metodológicas comunes a cualquier investigación científica en ciencias sociales, como se ha referido previamente. Sólo resta, desde estas líneas, esperar que la información contenida en los epígrafes que siguen tenga alguna utilidad para investigadoras e investigadores noveles que se adentran en las tareas de la redacción de trabajos de investigación jurídicos.

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Singularidades de la metodología de investigación jurídica

La investigación en Derecho no difiere en gran medida respecto de la que se desarrolla en otras ramas del saberse parte de una inquietud previa que nos hace plantearnos una afirmación o negación intuitiva (hipótesis), la cual intentará verificarse a lo largo del proceso de investigación con diversos argumentos lógicos para llegar a unas conclusiones que constaten la validez de la hipótesis formulada o, por el contrario, la declaren falsa, haciéndose de este modo avanzar el estado de la Ciencia. Ahora bien, siendo lo anterior cierto, también lo es que la investigación en Derecho –como ocurre en todas las ramas del saber– tiene peculiaridades propias en función de su objeto y fin que conviene en este momento destacar para obtener algunas conclusiones metodológicas. Así pues, las ciencias médico-sanitarias se basan en la experimentación (por ejemplo, al someter a un tipo de células al efecto de determinados agentes químicos) pues tienen por objeto ensayar diagnósticos y métodos curativos con el fin último de mejorar la salud; los sociólogos investigan a través de la observación de los comportamientos colectivos (ya sea por métodos cualitativos o cuantitativos) con el fin último de comprender y explicar tales reacciones y, en su caso, realizar predicciones al respecto; los historiadores, por su parte, se dedican al análisis de las fuentes documentales que permiten un mejor conocimiento del pasado, etc. Pues bien, las peculiaridades de cada ciencia determinan una forma de investigación singular que condiciona sin lugar a dudas la metodología que ha de seguirse en el proceso de obtención de conclusiones. En ámbitos jurídicos –al menos en lo que concierne a lo que conocemos como Derecho positivo como contraposición al Derecho histórico (Derecho Romano, Historia del Derecho) o a la Filosofía del Derecho como reflexión sobre las propias instituciones jurídicas–, el objeto de estudio viene constituido por las normas y principios jurídicos que rigen una determinada sociedad. Es preciso indicar que los estudios jurídico no se refieren a otro tipo de normas (como las morales o sociales) cuya contravención tienen asociadas sanciones diferentes a las que regula el Derecho: así por ejemplo si se infringe una norma social la sanción será una reprobación del colectivo en forma de reproche público, aislamiento social o similar, pero no se impondrá una sanción jurídica amparada por el poder público como podría ser la obligación de pago de una sanción administrativa (multa) o de una obligación monetaria de cualquier tipo a un tercero que puede incluso conllevar la ejecución patrimonial, ni tampoco se obligará al ingreso en una cárcel o se dictaminará la nulidad de un contrato o negocio jurídico. En definitiva, tales intervenciones coactivas del poder público están ordenadas por el Derecho y no por las normas sociales, que actúan en su propio ámbito1. Y algo similar ocurriría con la moral, dado que sus normas no vienen aprobadas por un poder público legitimado políticamente para regular conductas sociales, sino por otros ámbitos (en muchos casos asociados a las distintas religiones) que tienen su sanción específica distinta de la estrictamente jurídica. Bien es cierto que al respecto se pueden realizar dos matizaciones: – En primer lugar, existen países en los que, por no haberse producido una completa separación entre Estado y Religión, las normas religiosas tienen valor jurídico 1

Hart (1997: 82 y ss.).

II.8.

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de manera que su contravención conlleva una auténtica sanción pública reglada y coactiva, como ocurre en algunos países islámicos. En tales casos las ancestrales normas religiosas (y la moral que llevan asociada) y las jurídicas creadas por la comunidad política formarían parte todas ellas del Derecho aplicable. – Por otro lado, dado que la aplicación del Derecho no siempre resulta tan automática como la verificación de un silogismo (si A, entonces B), existen interconexiones entre el Derecho y la moral de quien lo aplica, como ha explicado Dworkin2. En este sentido, las convicciones ideológicas y morales de quien aplica las normas jurídicas se pueden infiltrar en las resoluciones fundadas en Derecho (resoluciones administrativas o judiciales), sobre todo en los llamados «casos difíciles», si bien es cierto que para depurar una influencia excesiva de la moral en el Derecho está la vía de recursos a tribunales superiores. Por otro lado, es preciso afirmar que existen determinados principios jurídicos (buena fe, no discriminación, buena gestión, abuso de Derecho, capacidad económica, etc.) que no son evidentes y necesitan ser determinados por quien aplique la norma y, en este sentido, es casi imposible no dejarse influir por realidades metajurídicas que se encuentran en la mente de quien aplica la norma. Dicho lo anterior, y reconocimiento que la aplicación del Derecho es algo complejo y no lineal, resulta preciso indicar que el fin de un estudio jurídico es, por un lado, conocer cómo se han de aplicar correctamente las normas existentes en el Derecho aplicable centrándose, sobre todo, en cuestiones de interpretación, identificar los problemas de jerarquía normativa que se pueden presentar y, por otro lado, eventualmente, proponer mejoras en las normas jurídicas existentes. Vamos a intentar examinar con algo más de detalle tales cuestiones pues las mismas van a marcar en gran parte la metodología jurídica que ha de emplearse. Por normas jurídicas cabe entender, de forma muy sumaria, todo aquel mandato reconocido como tal por un determinado colectivo y cuyo incumplimiento conlleva una sanción institucionalizada y aplicada por los órganos competentes de una sociedad, esto es, no meramente un reproche social o moral. Normalmente las normas jurídicas son aprobadas por los órganos colegiados o asamblearios que tienen competencia para ello. Así por ejemplo, en España serían las Cortes Generales (Congreso y Senado), las asambleas legislativas de las comunidades autónomas, el Gobierno del Estado o los gobiernos de las distintas comunidades autónomas, los consejos municipales, etcétera. Sin embargo, también la costumbre pero puede ser fuente del Derecho en determinados casos y, asimismo, en algunos ámbitos sectoriales del ordenamiento jurídico (como el Derecho del Trabajo o el Derecho Internacional) existen normas «paccionadas» entre distintos sujetos que obligan a todos ellos (convenios colectivos y convenios internacionales) en tanto que no pierdan su vigor por denuncia o por alguna de las causas contempladas en las mismas y en el ordenamiento que le resulta de aplicación. Dicho lo anterior, resulta importante indicar que el sistema normativo es algo más que una mera superposición de normas diversas. De hecho, ocurre con cierta frecuencia que las normas jurídicas resultan, en algunos casos, contradictorias entre sí. Dado que una persona no puede resultar obligada a una cosa y a la contraria al mismo tiempo, o bien a dos cosas divergentes, es preciso aplicar dichas normas de forma sistemática y conjunta. Tal aplicación puede hacerse por varios métodos: 2

Dworkin (1996: 2 y ss.).

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– por un lado, la aplicación consiste en eliminar las contradicciones entre normas, dado que existe una jerarquía normativa. Así, por ejemplo, la Ley no puede ser contradicha por un Reglamento (de rango inferior), pero a su vez la Ley –ya sea estatal o autonómica– no puede ir contra los dictados de la Constitución, del Derecho Internacional o del ordenamiento jurídico de la Unión Europea, que tienen una superior jerarquía. Por todo ello,quien aplique una norma jurídica debe resolver tales contradicciones declarando la nulidad de la norma de rango inferior que contradiga a las de superior jerarquía, y por ende aquella deberá ser expulsada del ordenamiento jurídico por el órgano judicial que tenga la atribución para declararlo; – por otro lado, la aplicación de las normas consiste en determinar el momento a partir del cual resultan aplicables y cuándo dejan de estarlo (vid. al respecto el art. 2 Código civil), así como el ámbito territorial en que tales normas tienen vigencia (cfr. arts. 8 y siguientes del Código civil). Y ello porque las normas aún no vigentes (o que han perdido su vigencia) no pueden obligar; y del mismo modo tampoco serán vinculantes para un determinado sujeto aquellas normas jurídicas que hayan sido dictadas por otras comunidades políticas para ordenar sus relaciones en la medida en la medida en que no exista algún punto de conexión (territorial, personal, etc.) entre el sujeto y la comunidad política, pues sería un supuesto de extraterritorialidad; – asimismo, aplicar una norma jurídica conlleva la interpretación de su significado. Dado que la mayoría de las normas son escritas, el exégeta deberá desentrañar el sentido de una palabra o conjunto de ellas para saber en qué manera han de obtenerse las conclusiones que la misma encierra. Con carácter general, y de acuerdo con el artículo 3 del Código civil, existen diversos métodos de interpretación. Por un lado, estaría la interpretación gramatical: «según el sentido propio de sus palabras»; por otro lado, la exégesis histórica: de acuerdo con «los antecedentes históricos y legislativos»; la sistemática: «en relación con el contexto»; y la teleológica: «atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas [las normas]»); a todas las anteriores cabría unir finalmente un criterio sociológico de interpretación, expresamente previsto en la norma, en virtud del cual debe tomarse en consideración «la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas»; – del mismo modo, debe tenerse en cuenta que para determinadas conductas no existe una consecuencia prevista por la norma, constituyendo ello un vacío normativo que tiende a cubrirse con una integración analógica de la norma, esto es, con la extensión de efectos propios de supuestos de hecho similares, cuando ello no resulta prohibido por el ordenamiento jurídico (vid. al respecto el art. 4 del Código civil). Ello no obstante, y como prevé el propio precepto citado, la analogía pueda resultar prohibida en algunos ámbito sectoriales del Derecho como el sancionador –administrativo o penal– y el tributario (art. 13 de la Ley General Tributaria); – y por indicar una última cuestión al respecto, quien aplica normas jurídicas debe tener en cuenta que el ordenamiento jurídico debe aplicarse de buena fe, sin que resulte lícito el empleo forzadas del Derecho, como serían los casos de abuso de Derecho, fraude de Ley, simulación, etc. (cfr. arts. 6 y 7 del Código civil o arts. 15 y 16 de la Ley General Tributaria, por citar algunos ejemplos). Las cuestiones anteriores, que muestran algunos ejemplos del oficio del jurista, apuntan ya diversas cuestiones metodológicas que habrán de tenerse en cuenta en la investi-

II.8.

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gación jurídica: si investigar consiste en plantearse preguntas y solucionarlas siguiendo un método científico, habida cuenta de la naturaleza de los problemas antes apuntados, podemos inferir que la metodología de investigación en Derecho está estrechamente ligada al análisis y aplicación de los preceptos que componen el sistema normativo de una determinada comunidad política. De ahí, que mientras que los historiadores consideren como fuentes los legajos y documentos referidos a tiempos pretéritos, los juristas consideramos fuentes del Derecho a las propias normas. Y dadas las dificultades que, en ocasiones, entraña su aplicación, es preciso atender a la interpretación que de tales normas han realizado las propias administraciones públicas a través de contestaciones a consultas evacuadas o bien circulares, resoluciones u órdenes interpretativas; así como a las resoluciones de los jueces y tribunales (especialmente la jurisprudencia del Tribunal Supremo); o bien a la interpretación de la Constitución que realiza el Tribunal Constitucional. Y lo que no es menos importante: las interpretaciones doctrinales que han realizado distintos autores o autoras insignes que vendrían a constituir un cuerpo científico muy relevante y de gran utilidad para la aplicación de las normas. Adicionalmente a todo lo indicado, el jurista también realiza reflexiones sobre las políticas de legislativas de cara a una eventual modificación de la norma. Ello se trata de una cuestión que no pertenece únicamente al mundo del Derecho. De hecho, en determinadas leyes (por ejemplo del aborto, matrimonio, etc.) pueden tomarse en consideración diversas cuestiones sociológicas, económicas o incluso religiosas, por citar sólo algunas. Sin embargo, el jurista que ha estudiado una norma puede proponer mejoras desde una perspectiva técnica (no política), como por ejemplo para evitar la vulneración de un derecho fundamental (v. gr., el principio de igualdad) o dirimir el conflicto entre dos principios (v. gr., libertad de información e intimidad), cambiar en una determinada disposición,una palabra por otra, o bien ampliar o reducir la enumeración recogida en un precepto para evitar tachas de constitucionalidad o legalidad. Son las llamadas consideraciones de lege ferenda –esto es, de cara a una posible modificación de la norma– contrapuestas a las consideraciones de lege lata –referidas al tenor de la norma actual. En definitiva, los problemas que se plantean en el mundo del Derecho tienen que ver con la aplicación de las normas y la deseable modificación técnica de las mismas para ser más consistentes. Son los problemas que habrán de resolver quienes investiguen en ámbitos jurídicos atendiendo sobre todo a la interpretación de tales normas desde diversas técnicas exegéticas bien conocidas por los juristas y, en consecuencia, proponer mejoras en las mismas. Tales cuestiones condicionan como no puede ser de otro modo la metodología científica del Derecho en lo que toca a las fuentes que han de utilizarse (como veremos, fundamentalmente normativas, jurisprudenciales y doctrinales) y el método de investigación, básicamente exegético y de propuesta de mejores normas.

2.

Elección del tema de investigación

Como decíamos anteriormente, toda investigación científica comienza con una hipótesis de trabajo, esto es, una afirmación o negación inicial que pretende validarse. Pues bien, en relación con ello, la elección del tema o el objeto de la investigación jurídica es una cuestión de importancia en absoluto despreciable. Un buen tema de investigación jurídica debe hacer alusión a un problema no resuelto en la aplicación del Derecho, de manera que la aportación de soluciones a tal cuestión

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ayudará sin duda al avance científico en este ámbito. Cuando se elige un tema de investigación jurídica ha de tenerse en mente una pregunta relevante cuya respuesta no es evidente y de cuya contestación depende la resolución de no pocos casos (y no exclusivamente de supuestos de laboratorio o ficticios), de manera que se trata de una investigación útil para el entorno social en el que nos movemos. Una investigación que no esté apegada a la realidad, que no pretenda solucionar un problema concreto (o un cúmulo de problemas relacionados) puede pecar de demasiado genérica o de excesivamente teórica y, por tanto, resultar irrelevante e inútil. La elección del tema de investigación en cualquier rama del saber es relevante e incluso podría decirse determinante: para obtener respuestas adecuadas han de formularse las preguntas correctas. Seleccionar un objeto de estudio sin contenido suficiente (o pretender el análisis de un falso problema) conllevará dedicar una energía en vano. Asimismo, si pretendemos abordar un tema excesivamente amplio –lo cual es un error habitual en los investigadores noveles–, erraremos igualmente pues no podrán estudiarse los distintos contenidos con la profundidad suficiente, y la investigación quedará relegada a una mera recopilación de datos o a un análisis y exposición general de poco rigor, más propio de los manuales generales de una determinada rama jurídica que de una investigación que pretenda solucionar una dificultad real en la aplicación del Derecho. En definitiva, debe tratarse de un tema suficientemente concreto, pero con posibilidades de cierto desarrollo. Por ejemplo, una investigación que llevara por título «el negocio jurídico» podría sin duda calificarse de excesivamente amplia e inconcreta, pues existen multitud de negocios jurídicos (unilaterales, bilaterales, con condición resolutoria o suspensiva, con elementos esenciales, naturales y accidentales, con distintos requisitos de validez, etc.), muchos de los cuales se encuentran además específicamente regulados en nuestro ordenamiento jurídico (contrato de compraventa, de arrendamiento, de cuenta corriente, mandato, etc.) y los problemas que encierran cada uno de los temas relacionados son inabarcables para una investigación. Y ello porque poco se podría decir con cierto rigor sobre tales cuestiones, sino una visión general y panorámica que no es propia de una investigación jurídica que merezca tal nombre en los ámbitos referidos. Son preferibles temas bastante más acotados: la interpretación de un precepto –o incluso de una palabra en una norma jurídica– puede dar juego para una excelente investigación en Derecho, e incluso a una magnífica tesis doctoral. El tema de la investigación puede provenir de una inquietud del propio sujeto que investiga, pues la motivación es un motor importante en todas las acciones humanas. Una noticia de periódico que nos haya llamado la atención por la injusticia que representa, una sentencia con resultados llamativos o, simplemente, una vivencia personal o ajena,en definitiva, cualquier información que nos haya llegado y que nos haga detectar que existe un problema en la aplicación de una norma jurídica, es un buen caldo de cultivo del que puede salir un excelente tema de investigación en el ámbito del Derecho. Suele ocurrir también que en los albores de la investigación jurídica quien pretende iniciar una investigación jurídica no disponga aún de una visión más o menos clara de los problemas que se pueden plantear en el ámbito del Derecho en el que quiere profundizar, o bien que disponga de una visión distorsionada de la problemática que puede plantearse. Pues bien, en el caso de realizarse los primeros pasos en el ámbito de la investigación jurídica, el sistema universitario prevé la orientación de una persona con más experiencia en tales lides que pueda orientar al investigador o a la investigadora novel. Quien dirige una investigación dispone, por su mayor experiencia, de un conocimiento

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mayor de las cuestiones aún no resueltas en una determinada disciplina jurídica y, por ello mismo, puede plantear a quien inicia sus pasos en los campos de la investigación una serie de posibles temas de investigación que merecerían un estudio con cierta profundidad. Cualquiera que sea la vía por la que se elige el tema de la investigación que se va a emprender (esto es, ya haya sido sugerido por quien dirige el trabajo y sobre todo si ha sido elegido el tema por quien inicia la investigación de forma más o menos autónoma), es importante contrastar con la persona que lleva la dirección del mismo el título concreto de la investigación (básicamente la hipótesis sobre la que se sustentará la misma) para conseguir una modulación de aquel, pues habitualmente quien lleva más tiempo en los avatares de la investigación jurídica conocerá si se trata de un problema en gran parte resuelto (o que no encierra cuestiones relevantes que hayan de ser argumentadas) o bien que ha planteado posiciones encontradas sin haberse conseguido aún una solución satisfactoria. La extensión de la investigación (que vendrá determinada por el título que se elija) debe resultar adecuada al tiempo de que disponemos para llevarla a cabo, y también condicionará la elección del tema de estudio. Efectivamente, no es lo mismo proponerse la redacción de un artículo doctrinal de unas 30 páginas que una tesis doctoral, para la cual la normativa académica aplicable (Real Decreto 99/2011, de 28 de enero, por el que se regulan las enseñanzas oficiales de doctorado) reserva tres años si se investiga a tiempo completo y cinco años si la dedicación es a tiempo parcial, prorrogables en su caso. También es cierto que la duración en el proceso de investigación dependerá de la mayor o menor experiencia de quien investiga, pero en todo caso resulta adecuado. Una vez que se tiene una intuición sobre un posible tema de investigación, antes de definirlo tentativamente se requiere una labor de búsqueda previa (esto es, no exhaustiva) de materiales para conocer si existe jurisprudencia y doctrina que, siguiendo nuestra intuición, detectan un problema jurídico por resolver. No importa que exista bibliografía o incluso sentencias –que pueden ser numerosas– sobre el tema que se está evaluando como posible objeto de la investigación. Importará más que exista la impresión fundada de que el problema que se quiere investigar ha sido ya aceptablemente resuelto doctrinal y jurisprudencialmente, en cuyo caso no tendría mucho sentido incidir sobre él. Por el contrario, si del examen previo de doctrina y jurisprudencia encontramos posiciones contrarias unas de otras, ello es buena noticia para quien pretende trabajar en encontrar una solución que supere tales posturas con argumentos sólidos a favor de una u otra, o bien con el planteamiento de una solución ecléctica o tercera vía que dirima tales controversias. En algunas ocasiones ocurrirá que en relación con un determinado problema existe la idea de que el mismo ha sido resuelto satisfactoriamente y, sin embargo, se pretende aportar un nuevo enfoque sobre la cuestión: en tales casos, cuando el enfoque es realmente novedoso, merece la pena investigar sobre ello para abrir un nuevo derrotero científico o una nueva corriente dentro de una rama del saber. Así ha ocurrido en entornos como la economía (pues existen corrientes monetaristas y keynesianas) o bien en la ciencia del Derecho en distintos ámbitos, como sucedió en el Derecho Penal con las teorías causalistas o finalistas en la teoría del delito o, por poner un ejemplo más, en relación con la conceptuación de la relación jurídico-tributaria como estática o dinámica. En definitiva, una nueva visión sobre un problema clásico es de lo más estimulante como investigación jurídica.

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En definitiva, podría concluirse este apartado indicando que la correcta definición del tema objeto de estudio –en cualquier ciencia, pero también en el Derecho– resulta un presupuesto necesario de realizar una buena investigación.Por todo ello, será preciso informarse con carácter previo a proponer un concreto tema de investigación leyendo algunos textos jurídicos –acaso sólo los más importantes– que nos sirvan para llegar a unas conclusiones provisionales sobre la existencia de un tema concreto de investigación que emprender con cierta perspectiva de éxito. Ello nos lleva al siguiente epígrafe sobre cómo buscar y encontrar documentación jurídica relevante para tales propósitos.

3.

Documentación relevante para la investigación jurídica

Quizá una de las cuestiones más singulares en lo que concierne a la investigación jurídica sea el proceso de obtención del conocimiento científico a través de las fuentes que son propias en el ámbito del Derecho. Como se ha indicado previamente, la metodología jurídica determina que las fuentes que han de seleccionarse son básicamente normas, y la interpretación de las mismas que normalmente encontraremos en la doctrina científica que las ha estudiado y en las resoluciones de los distintos tribunales que la han aplicado, así como en resoluciones administrativas de la más diversa índole (en función del ámbito jurídico que nos encontremos analizando), pero no exclusivamente como tendemos oportunidad de comentar a lo largo de estas líneas.

3.1.

LAS

NORMAS JURÍDICAS

En lo que respecta a la fuente primaria del Derecho, que son las normas jurídicas, es preciso seleccionar aquellas que resultan relevantes para nuestra investigación y, de este modo, acotar el objeto de la misma. Al respecto deben hacerse una serie de consideraciones. El artículo 1 del Código civil indica, con sabor decimonónico, que «las fuentes del ordenamiento jurídico español son la Ley, la costumbre y los principios generales del Derecho». Con ello viene a constatar lo que para los ordenamientos jurídicos continentales constituye la esencia de la norma obligatoria, que vendrá representada por la «Ley» entendiendo el término en sentido amplio como norma escrita aprobada por la institución competente, que reina en el universo del Derecho y, residualmente, las normas que se entienden como obligatorias en una comunidad política, como sería la costumbre probada y los principios jurídicos que se destilen de un determinado ordenamiento. Habida cuenta de que nuestro Estado se encuentra descentralizado políticamente, existen al menos tres ámbitos de entes públicos con capacidad de aprobar normas en el ámbito de sus competencias. – Así, por un lado, el Estado puede aprobar leyes en las Cortes Generales (Congreso y Senado) y, por otro lado el gobierno central puede asimismo aprobar una serie de normas (reales decretos, reales decretos-leyes o reales decretos legislativos) y, por su parte, quienes ostentan la titularidad de los distintos departamentos ministeriales pueden aprobar órdenes ministeriales, al tiempo que circulares o resoluciones que también pueden aprobarse por otros entes públicos distintos de los ministerios.

II.8.

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– Por otro lado, las comunidades autónomas aprueban asimismo leyes en sus respectivas asambleas legislativas y, por su parte, sus consejos de gobierno aprueban normas con rango legal o reglamentario y también en el ámbito de las distintas consejerías autonómicas y entes públicos diversos, de forma paralela a como ocurre en el Estado central. – Del mismo modo, los entes locales (básicamente municipios y provincias, pero también consejos insulares, mancomunidades, distritos municipales, etc.) aprueban sus propias ordenanzas locales. Además existen órganos supranacionales con el poder de aprobar normas jurídicas. Así por ejemplo, España se encuentra inserta en la Unión Europea, la cual tiene una serie de órganos propios de emanación de normas (reglamentos, directivas, decisiones), siendo así que las mismas resultan de aplicación también en nuestro país (con primacía, además, respecto de las propias leyes estatales y autonómicas). Y adicionalmente, resulta posible para nuestro país y el resto de países del globo aprobar normas de carácter internacional (denominados convenios o tratados internacionales) que serán vinculantes en España una vez publicados oficialmente en nuestro país al finalizar el procedimiento de ratificación, tal y como establecen los artículos 93 a 96 de nuestra Constitución. Es preciso indicar que aunque el Derecho se divide en distintas ramas, disciplinas o grupos normativos (Derecho Administrativo, Civil, Fiscal, Laboral, Mercantil, Penal, etc.), el fenómeno jurídico es de hecho una realidad multidisciplinar y, por ello mismo, en muchos casos no podemos ceñirnos a una sola disciplina jurídica para analizar la regulación normativa de un determinado ámbito de la realidad social. Pongamos algunos ejemplos: cuando se realiza una operación urbanística (como adquirir un terreno y construir en él un determinado inmueble), han de tomarse en cuenta no sólo disposiciones de Derecho Civil en lo que respecta a los negocios jurídicos que han de realizarse por las partes (compraventa de terrenos, contrato de obra, etc.), sino también de Derecho Administrativo (normativa urbanística), de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social (respecto de los contratos laborales con el personal dedicado a la edificación), de Derecho Mercantil (compraventa de material) o de Derecho Tributario (en relación con los tributos que habrá que pagar entre otros al Ayuntamiento con motivo de la obra); asimismo, cuando se analizan las responsabilidades jurídicas de los administradores de sociedades mercantiles por sus acciones u omisiones, deben examinarse varios ámbitos jurídicos, entre los cuales se encontrarían sin duda el Derecho Mercantil, pero también el Derecho Penal (respecto de las responsabilidades penales), el Derecho de la Seguridad Social y el Derecho Tributario (responsabilidades frente al Fisco y a la Seguridad Social), entre otros; y por poner un último ejemplo, en el caso de reorganizaciones de sociedades mercantiles también deben tenerse en cuenta no sólo aspectos de Derecho Mercantil, sino también habrá que considerar al menos el Derecho del Trabajo, de la Seguridad Social y Tributario aplicables. Bien es cierto que las investigaciones jurídicas suelen ser muy acotadas en su ámbito y, por ello mismo, pueden limitarse a estudiar un determinado aspecto de una concreta rama del Derecho. Sin embargo, en muchas ocasiones resultará del máximo interés tomar en consideración otras ramas jurídicas que complementan aquella en la que se realiza el estudio y, acaso, dotan a la investigación de una mayor sistemática. De todo lo anterior se deduce que el sistema normativo aplicable a una determinada realidad puede ser extraordinariamente complejo y, por ello mismo, conviene por un lado delimitar las normas que podrían resultar aplicables para, en segundo lugar, ponerlas en

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conexión unas con otras. Ello es así porque, como ya se dijera anteriormente, existe una jerarquía normativa entre unas normas y otras de modo que deben detectarse incompatibilidades entre las mismas y determinar cuál de ellas ha de aplicarse prevalentemente en caso de conflicto. Además de ello, existe una distribución de competencias normativas entre los tres niveles territoriales (Estado, comunidades autónomas y entes locales) contenidas en nuestra Constitución y en la legislación orgánica y ordinaria, y que también habrán de tomarse en cuenta a la hora de determinar qué norma resulta aplicable en cada ámbito concreto. Asimismo, y aunque pueda considerarse acaso una obviedad, es preciso recordar que el Derecho es una realidad cambiante al son de la voluntad política de donde el mismo emana. Y sobre todo en tiempos de crisis como los que estamos viviendo en la actualidad –pero no exclusivamente–, de la noche a la mañana puede aparecer una norma con vigencia inmediata (aprobada por Decreto-Ley) que en un día derogue un número indeterminado de normas, de manera que resulta preciso ser conscientes de esta circunstancia y tomar siempre la versión más actualizada de las normas con las que trabajemos. Existen repertorios normativos en papel que se actualizan anualmente al inicio del curso académico, pero ello no resulta una garantía de que la norma que examinamos no haya resultado derogada por normativa posterior, con lo que conviene siempre contrastar con normativa disponible en páginas de internet o repertorios on-line a los que seguidamente nos referiremos. Una cuestión adicional quisiera señalar en relación con el estudio de las normas jurídicas como fuente primaria de Derecho. A menudo resulta relevante acudir al proceso de elaboración de las normas jurídicas para entender mejor su formulación final o, incluso, para ir detectando los problemas que se han ido identificando en el proceso de aprobación de las mismas. Por ello, puede ser muy interesante revisar todos los documentos generados en el procedimiento legislativo: proyecto o propuesta de Ley, enmiendas presentadas y aprobadas, intervenciones de los distintos parlamentarios, texto definitivo del Congreso y del Senado o de a asamblea autonómica, etc. Ello no es en absoluto baladí, pues en muchas ocasiones la redacción final de una determinada Ley no se entiende sino examinando la justificación de las enmiendas presentadas y finalmente aprobadas en el curso de elaboración de dicha norma. Toda la información relevante a estos efectos a nivel estatal se publica en el Boletín Oficial de las Cortes Generales, si bien los distintos documentos pueden encontrarse fácilmente en los motores de búsqueda existentes tanto en la página del Congreso de los Diputados (www.congreso.es) como en la del Senado (www.senado.es). Lo mismo cabe decir en relación con las asambleas legislativas de las comunidades autónomas (v. gr., la Asamblea de Extremadura en www.asambleaex.es/ o la Asamblea de Madrid en www.asambleamadrid.es). Algo similar cabría decir de los dictámenes e informes que obligatoriamente o no ha de evacuar el Consejo de Estado(y que pueden encontrarse en www.consejo-estado.es), o de los consejos consultivos de las comunidades autónomas, en su caso (v. gr., el Consejo Consultivo de Madrid que puede consultarse en la web elaborada al efecto: www.madrid.org/ccmadrid/; o bien el Consejo Consultivo de Andalucía, al que se accede a través de su oportuna web: www.juntadeandalucia.es/consejoconsultivo/). Asimismo, resulta sin duda interesante consultar los informes y dictámenes del Consejo Económico y Social del Estado (disponibles en www.ces.es) y los existentes en las comunidades autónomas (v. gr. el Consejo Económico y Social de la Comunidad de Castilla y León en www.cescyl.es/ o el de Aragón en www.aragon.es/cesa).

II.8.

CUESTIONES

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En el ámbito supranacional de la Unión Europea, también se pueden consultar los distintos documentos generados en el procedimiento legislativo y los informes emanados de tales instituciones comunitarias, particularmente en la página web del Consejo (www. consilium.europa.eu/homepage.aspx?lang=es), la Comisión (http://ec.europa.eu/ index_ es.htm), el Parlamento Europeo (www.europarl.europa.eu/parliament/public/staticDisplay. do;jsessionid=0B8BBBB35BC0ABA97215D55F7CAC661E.node2?id=146&language= ES), el Comité Económico y Social (www.eesc.europa.eu/?i=portal.es.home) y el Comité de las Regiones (http://europa.eu/about-eu/institutions-bodies/cor/index_es.htm), entre otros, aunque los trabajos preparatorios de actos legislativos (documentos COM, JOIN, SEC, SWD, etc.) pueden encontrarse igualmente en la página de EURLEX (http:// eur-lex.europa.eu/es/index.htm). Por lo demás, las normas jurídicas que habrán de manejarse en la investigación que se acometa pueden encontrarse en los diarios oficiales en los que son publicados (ya sean estatales –sección primera del BOE–, autonómicos o provinciales, que hoy en día se consultan habitualmente on-line) y en las colecciones normativas elaboradas por editoriales y otras instituciones. La normativa de la Unión Europea puede encontrarse tanto en el propio Diario de la Unión Europea, accesible fácilmente por internet, como en la página de EURLEX antes citada. Habida cuenta de la gran mutabilidad normativa existente en nuestros días, la mayor actualización normativa se encuentra sin duda en los textos consolidados que ofrecen determinadas editoriales previo pago (como por ejemplo, Westlaw o La Ley) y también gratuitamente algunas páginas de internet como sería el caso de noticias jurídicas (www.noticiasjuridicas.com) o incluso las páginas web de los distintos entes públicos (ayuntamientos, comunidades autónomas o ministerios de ámbito estatal). En algunos ámbitos específicos (como por ejemplo el Derecho del Trabajo que tiene un sistema a de fuentes propios, cuales son unas normas pactadas por sectores y ámbito territorial diversos, denominadas convenios colectivos, se pueden encontrar en páginas del Ministerio de Empleo y Seguridad Social o de algunos portales especializados en ello (así por ejemplo, pueden consultarse http://explotacion.mtin.es/wregcon/ o http://www.meyss.es/ es/sec_trabajo/ccncc/index.htm. También resulta útil utilizar un buscador genérico (por ejemplo, Google) para encontrar una determinada disposición, si bien convendrá constatar que se trata de una página web fiable y que la normativa se encuentra debidamente actualizada. En algunas colecciones on-line de legislación, las normas consultadas presentan también referencias de jurisprudencia y doctrina que han comentado los distintos preceptos, cuestión de gran utilidad cuando se está examinando la interpretación de una determinada disposición.

3.2.

LA

JURISPRUDENCIA

Una vez identificadas las normas relevantes para la investigación jurídica que se pretende (esto es, para resolver el problema en Derecho que nos hemos planteado como premisa de la investigación),resulta muy importante –lógicamente– el análisis de la jurisprudencia aplicable al caso. Al fin y al cabo, se trata de la interpretación que están realizando los jueces y tribunales que habrán que dirimir la cuestión en el supuesto de que se plantee el conflicto jurídico respecto de la norma que se estudia. La jurisprudencia se trata, al igual que la doctrina científica que a continuación examinaremos, de una fuente jurídica secundaria dado que vienen a constituir interpreta-

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ciones de las normas, que constituyen como hemos tenido oportunidad de examinar más atrás las fuentes primarias o propiamente vinculantes. Sin embargo, y dado que la aplicación del Derecho es básicamente una cuestión de interpretación, puede entenderse que aunque las fuentes secundarias no resulten vinculantes sí tienen una importancia extraordinaria como inmediatamente examinaremos. Varias precisiones deben hacerse al respecto. En primer lugar, el término «jurisprudencia» viene reservado, según el artículo 1 del Código civil, a «la doctrina que, de modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al interpretar y aplicar la Ley, la costumbre y los principios generales del Derecho» (énfasis añadido). Es decir, en sentido técnico o propio sólo puede entenderse por «jurisprudencia» a la doctrina derivada de las sentencias y autos del Tribunal Supremo, lo cual conlleva dos exclusiones implícitas: en primer lugar, no sería jurisprudencia el conjunto de resoluciones de jueces y tribunales distintos al Tribunal Supremo; en segundo lugar, se requiere que exista una reiteración, esto es, al menos dos sentencias o autos en el mismo sentido, siendo así que una resolución aislada del Tribunal Supremo no constituiría jurisprudencia. Ahora bien, es habitual referirse al término «jurisprudencia» para indicar no sólo a las resoluciones del Tribunal Supremo, sino también a sentencias y autos de otros tribunales relevantes, como sería el caso de la Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de Justicia y Audiencias Provinciales o, muy significativamente, del Tribunal Constitucional, el cual como máximo intérprete de la Constitución tiene una relevancia muy significativa en nuestro ordenamiento. Tanto es así que se ha acuñado el término de «jurisprudencia constitucional» para referirse a las resoluciones del Tribunal Constitucional como término contrapuesto al de «jurisprudencia ordinaria» referida a la doctrina del Tribunal Supremo, pero también a otros tribunales inferiores a nivel autonómico y provincial que también se conoce con el término de «jurisprudencia menor». Y dado que existen tribunales con un carácter supranacional, también se refiere habitualmente a la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, o del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, de la Corte Internacional de Justicia Internacional o de la Corte Penal Internacional, por citar algunos ejemplos. Una segunda cuestión relevante que ya ha sido mencionada previamente y que debe resaltarse, aunque pueda resultar una obviedad, es que la jurisprudencia en nuestro ordenamiento jurídico no es fuente de Derecho, esto es, no puede invocarse como Derecho aplicable (como sí ocurre en los países anglosajones que se rigen por el sistema del precedente judicial). Así, el artículo 1 del Código civil después de citar como hemos visto las fuentes del Derecho (Ley, la costumbre y los principios generales Derecho), recoge que la jurisprudencia «complementará el ordenamiento jurídico», negándole con ello su carácter de fuente vinculante. Ello no obstante debe indicarse que esta labor complementaria no es en absoluto despreciable: dado que los tribunales españoles están jerarquizados y las resoluciones de los tribunales «inferiores» pueden ser apeladas ante los tribunales «superiores», la alegación de una doctrina jurisprudencial de instancias superiores (que, en su caso, deberían revisar la resolución del órgano ante quien se interactúa) es normalmente examinada con el máximo interés por el juez o tribunal que ha de resolver. En definitiva, resulta muy importante el análisis de la jurisprudencia que ha recaído en la interpretación de un determinado precepto por puras razones de economía procesal: si existe una doctrina jurisprudencial asentada en contra de la pretensión de la parte, no merecerá la pena llevar un caso ante el tribunal, pues en tal supuesto tendremos

II.8.

CUESTIONES

METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA

137

una convicción muy fundada de que se fallará en contra de la interpretación defendida, porque así se hizo con anterioridad en supuestos similares. Ello tiene sin duda una excepción que debe resaltarse: cuando se promueve un nuevo enfoque en relación con un determinado supuesto, postulándose una interpretación diferente a la hasta ahora defendida, puede producirse un cambio de doctrina jurisprudencial. Tales cambios de doctrina jurisprudencial no son muy habituales pero si ocurren de vez en cuando: en tales casos, se deberá fundamentar con profusión por qué la doctrina jurisprudencial anterior debe cambiarse (por ejemplo, por resultar contraria a un principio constitucional o supranacional que no ha sido tenido en cuenta por anteriores resoluciones), dado que el tribunal que varíe su parecer debe justificar cumplidamente un cambio de orientación de su doctrina. Dicho todo lo anterior, es preciso referirse a una serie de cuestiones generales en relación con la jurisprudencia. Por un lado, debe tenerse en cuenta el Tribunal que resuelve, pues no tiene la misma relevancia una sentencia de un juzgado de primera instancia que otra del Tribunal Supremo. Lógicamente, hay que tender a examinar en primer lugar la jurisprudencia de los órganos jurisdiccionales superiores y principalmente la doctrina del Tribunal Supremo. Frente a ella, cualquier otra resolución discrepante deberá relegarse a un segundo lugar y, en todo caso, puede ser tomada en consideración si incorpora nuevos fundamentos jurídicos no contemplados por el Tribunal Supremo que podrían fundar un cambio de doctrina. Pero ocurre en no pocas ocasiones que sobre un tema concreto no hay jurisprudencia del Tribunal Supremo, bien por la escasa cuantía de la pretensión planteada (que no da acceso, por lo general, a la casación ante el Alto Tribunal), ya sea por razón de la materia o bien porque se trata de cuestiones relativamente novedosas que aún no se han planteado en la máxima instancia de nuestro sistema judicial. En tal caso, resultará oportuno examinar la jurisprudencia «menor» emanada de tribunales inferiores al Supremo, como pueden ser Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de Justicia de las distintas comunidades autónomas, Audiencias Provinciales o, incluso, Juzgados de Primera Instancia e Instrucción o de cualquier otro tipo (Juzgados Mercantiles, de lo Penal, de Violencia sobre la Mujer, de lo Contencioso-Administrativo, de lo Social, de Vigilancia Penitenciaria o de Menores). Aunque debe reiterarse: tal jurisprudencia es sólo relevante en tanto no exista jurisprudencia consolidada de órganos superiores, o bien para fundamentar una nueva línea de razonamiento que pretenda variar una determinada línea jurisprudencial. Finalmente, la doctrina recogida en las sentencias y autos del Tribunal Constitucional es, asimismo, de lo más relevante. Se trata de un ámbito distinto al enunciado previamente, pues mientras los tribunales «ordinarios» se dedican a la interpretación de las leyes, el Tribunal Constitucional se ocupa exclusivamente de interpretar la Constitución y algunas leyes orgánicas a las que la Constitución se remite. Sin embargo, puede ocurrir que al interpretar una determinada Ley surjan planteamientos constitucionales como, por ejemplo, la afección de un derecho fundamental previsto en nuestra Constitución (tutela judicial efectiva, derecho a la propia imagen, a la libertad de información, a la intimidad, etc.), en cuyo caso el Tribunal Constitucional puede entrar a dirimir si una determinada norma (o incluso sentencia, aunque sea del Tribunal Supremo) es o no adecuada a la Constitución, teniendo este órgano la última palabra sobre lo que hayan resuelto otros jueces o tribunales (incluido, como decíamos, el propio Tribunal Supremo).

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De los tribunales supranacionales es preciso tener en cuenta, con carácter general, la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, en todo lo que tiene que ver con la interpretación del Derecho comunitario europeo y, por otro lado, la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) en todo lo que tiene que ver con los derechos fundamentales, y ello habida cuenta de que el artículo 10.2 de nuestra Constitución recoge que «Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España». Puesto que la Convención Europea de Derechos Humanos fue ratificada por España con fecha de 26 de septiembre de 1979 y publicada en el Boletín Oficial del Estado de 10 de octubre de 1979, la jurisprudencia del TEDH es de lo más relevante para la interpretación de los derechos fundamentales de nuestra Constitución. Y ello sin perjuicio de los procesos de arbitraje seguidos en ámbitos nacionales o internacionales (Organización Mundial del Comercio, Cámara de Comercio Internacional, etc.) o de las resoluciones de algunos otros órganos internacionales que ya han sido citados (como la Corte Internacional de Justicia o Corte Penal Internacional, entre otros que pueden mencionarse). Además de atender al órgano del que emana la resolución concreta interpretando el Derecho, tal y como acabamos de indicar, debe atenderse a la fecha de las resoluciones que son analizadas. Por término general, es preciso seleccionar las sentencias y autos –o laudos arbitrales– más recientes, con preferencia de los más antiguos, y ello por varias razones: en primer lugar, porque las resoluciones más modernas pueden incorporar algún matiz no contenido en jurisprudencia más anciana (o incluso un cambio de corriente jurisprudencial) que no puede ignorarse. Otras veces las normas habrán cambiado en los últimos años y se necesitará examinar jurisprudencia más actual que interprete las nuevas disposiciones. De hecho, la cita de resoluciones con algunos años de antigüedad cuando existen sentencias y autos más recientes suele dar al lector la impresión de que se citan resoluciones «de segunda mano», esto es, leídas en trabajos doctrinales de otros autores y mencionadas sin haber tomado el trabajo previo de buscarlas, leerlas y seleccionarlas. Ello no significa que no puedan referirse y estudiarse también algunas resoluciones que ostentan ya una cierta antigüedad, que pueden ser consideradas como «clásicas» o leading case en la materia. Esto ocurre sobre todo en la jurisprudencia constitucional, si bien no exclusivamente. Incluso en aquellos supuestos en que las normas hayan variado, puede tenerse en cuenta jurisprudencia anterior a la modificación normativa cuando se planteen temas generales de aplicación de las normas jurídicas que se prediquen de una norma derogada pero que podrían predicarse también de otra actual (por ejemplo, todo lo que tiene que ver con los principios que han de inspirar la aplicación de las normas). Y del mismo modo, debe atenderse también a las líneas jurisprudenciales concretas que existen en los distintos tribunales (máxime, cuando no existe una doctrina consolidada del Tribunal Supremo en la interpretación de una norma). Ello es así por una cuestión lógica y que tiene que ver en parte con lo ya explicitado en los párrafos anteriores: no resulta oportuno citar como fundamento de la interpretación de una norma una doctrina jurisprudencial que ha sido invalidada por pronunciamientos posteriores de instancias superiores y, sobre todo, si existe alguna jurisprudencia consolidada al respecto del Tribunal Supremo. Tal mención sólo resultaría acertada si, aun citando la jurisprudencia

II.8.

CUESTIONES

METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA

139

posterior del Tribunal Supremo que contradiga la misma, se quiere criticar la nueva línea jurisprudencial o para contrastarla (por el motivo que sea) con las resoluciones del citado Alto Tribunal. Asimismo, puede ocurrir que no exista aún jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre una cuestión y, ello no obstante, existan diversas líneas jurisprudenciales de los tribunales que hemos denominado «menores» (Tribunales Superiores de Justicia, Audiencia Nacional o Audiencias Provinciales…). En tales casos, puede resultar de un gran interés analizar las distintas líneas jurisprudenciales, encuadrando las resoluciones existentes en cada una de ellas, para exponer el estado de la cuestión y, deseablemente, tomar partido por alguna de las posturas expresadas por los distintos tribunales, o bien enunciar una nueva exégesis que podría plantear una vía diferente resolución. Asimismo, resulta importante conocer dónde se puede encontrar la jurisprudencia que nos interesará consultar. Pues bien, al respecto cabe indicar que la consulta ya clásica de los repertorios de jurisprudencia en papel se ha sustituido en la actualidad por potentes bases de datos que permiten utilizar potentes motores de búsqueda para encontrar incluso en el texto de la resolución una determinada palabra o disposición. Las bases de datos más recomendables para ello son las que disponen diversas editoriales jurídicas (por ejemplo, Westlaw o La Ley) que permiten acceder on-line a muy diversas resoluciones y que, en algunos casos, han recopilado la jurisprudencia en ramas jurídicas homogéneas (por ejemplo, de Derecho Constitucional, Derecho del Trabajo, Derecho Tributario, Derecho Mercantil, etc.). En tales bases de datos se recogen habitualmente hipervínculos internos que permiten acceder a las normas interpretadas e, incluso, a otras resoluciones judiciales del repertorio o a doctrina científica que haya tratado tales cuestiones. Dichas bases de datos se convierten en prácticamente imprescindibles para juristas y resulta incluso interesante combinar la búsqueda en varias bases de datos –si ello es posible–, pues en algunas ocasiones los tesauros están configurados de forma diversa, o bien no se han incluido las mismas resoluciones judiciales en todos los repertorios. Sin embargo, suele ocurrir que la incorporación de las resoluciones judiciales al repertorio de la base de datos no tiene la agilidad que acaso desearía quien investiga en las ciencias jurídicas, con lo que las últimas resoluciones dictadas no se encontrarán por lo general en las mismas. Por ello, se van a mencionar otras vías de acceso a la documentación jurisprudencial que, además, pueden consultarse libremente vía internet. Por un lado, debe citarse la página web del Tribunal Constitucional (www.tribunalconstitucional.es) donde se encuentran las últimas resoluciones emanadas de tal órgano y, adicionalmente, un buscador de jurisprudencia constitucional. Por otro lado, es interesante consultar la página web del Poder Judicial (www.poderjudicial.es/cgpj/es/Poder_Judicial) que recoge una serie de temas de interés desde una perspectiva jurídica y, además, dispone de un buscador de jurisprudencia (www.poderjudicial.es/search/indexAN.jsp) de tribunales «ordinarios» (es decir, excluyendo la jurisprudencia constitucional) y particularmente del Tribunal Supremo, Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de Justicia, Audiencias Provinciales y juzgados de todo tipo). En relación con la Unión Europea, puede consultarse la página de su Tribunal de Justicia (http://curia.europa.eu/) donde puede encontrarse todo tipo de jurisprudencia del mismo. Asimismo pueden consultarse en esta página las conclusiones de la abogacía general del Tribunal sobre los distintos casos planteados, las cuales tienen una importancia notable en la medida en que resulta un dictamen previo que precede a la resolución del Alto Órgano y que incluyen habitualmente argumentos jurídicos del máximo interés.

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Y por último se puede citar también la página del Tribunal Europea de Derechos Humanos (www.echr.coe.int/), que se consulta en lengua inglesa y francesa para acceder a la jurisprudencia emanada de dicho órgano. Ello no obstante, existen otros tribunales e instituciones internacionales que resuelven sobre casos planteados a tales instancias, y en las páginas web de las mismas suele encontrarse, asimismo, un nutrido elenco de resoluciones que pueden interesar al estudioso de tales cuestiones.

3.3.

LA

DOCTRINA CIENTÍFICA

El análisis de la normativa y la jurisprudencia son dos de los pilares básicos de la investigación jurídica, y por ello han sido tratados en los epígrafes precedentes. Sin embargo, el examen de la doctrina científica debe considerarse como la fuente acaso más relevante por cuanto que suele realizar un tratamiento completo de los temas y lo normal es que incluya referencias a la normativa aplicable y a la jurisprudencia relacionada con el problema jurídico que se debate. Así pues, en el ámbito del Derecho la doctrina científica, además de referirse a la normativa aplicable y a la jurisprudencia emanada en relación con la misma, también recogerá referencias bibliográficas que hayan tratado el tema estudiado y no sólo eso, sino que también incluirá un parecer o crítica sobre la normativa, jurisprudencia y doctrina citadas. Así pues, en la mayoría de los casos las investigaciones jurídicas se inician precisamente por la lectura de bibliografía relevante sobre el tema que se pretende analizar, lo cual ayudará a contemplar un estado de la cuestión más o menos acertado, al menos en el momento en que tal doctrina fue publicada. En la investigación jurídica, como en otros ámbitos del saber, la doctrina científica puede encontrarse tanto en monografías como en artículos publicados en las distintas revistas especializadas de los diversos campos del Derecho. Ello no obstante, y habida cuenta de la revolución que ha supuesto en ámbitos científicos la existencia de internet, cada vez es más habitual acudir a documentos de trabajo publicados on-line por los más diversos institutos, organizaciones, fundaciones y en general entidades, los cuales suelen tener un acceso abierto. Resulta interesante, por ello, conocer cuáles son las instituciones doctrinalmente más influyentes en el ámbito en el que se pretende realizar la investigación para, de este modo, acudir a sus bases de datos de bibliografía disponible vía web. Sin embargo, al menos para investigadores noveles o para juristas no expertos en determinados ámbitos, que necesitan realizar alguna incursión en un campo que no es de su especialidad, resultan de gran ayuda para centrar la cuestión los manuales y obras generales clásicas de los diferentes maestros de cada disciplina, donde además se suele recoger una bibliografía en absoluto despreciable y, en suma, de una utilidad notable. Asimismo, resulta útil acudir a enciclopedias jurídicas (ya sean generales del Derecho o específicas de cada disciplina) para examinar determinados conceptos, categorías o instituciones. Entre las enciclopedias jurídicas clásicas cabría destacar la Enciclopedia Jurídica Española, editada por Francisco Seix en 1910 en XXX tomos: 29 volúmenes de la A a la Z, más una serie de volúmenes apéndices aparecidos desde 1911 y hasta 1972, o bien la Enciclopedia Jurídica Básica, editada en cuatro tomos por Civitas en 1994; también podrían mencionarse las enciclopedias específicas de las distintas disciplinas ju-

II.8.

CUESTIONES

METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA

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rídicas, como la Enciclopedia Penal Básica, editada en Comares en 2002, o la Enciclopedia jurídica de la Administración Local, editada por El Consultor de los Ayuntamientos en 2009, por citar sólo dos ejemplos. Adicionalmente, pueden citarse también enciclopedias jurídicas accesibles on-line, como sería el caso de http://www.enciclopedia-juridica. biz14.com/. Deben, no obstante, señalarse una serie de cuestiones relacionadas con la selección de la bibliografía para llevar a cabo adecuadamente una investigación jurídica. En primer lugar, ha de discriminarse la bibliografía en función de la antigüedad o modernidad de la misma. Tal criterio no implica necesariamente que la bibliografía antigua sea menos relevante que la moderna, pues sin duda existirán monografías o artículos clásicos que deben consultarse para obtener un conocimiento adecuado del problema jurídico que se analiza. Ello no obstante, sí que ocurrirá habitualmente que las obras más recientes se refieren a las anteriores, con lo que una buena monografía o artículo reciente servirá al mismo tiempo de resumen de la doctrina aparecida con anterioridad al mismo. Pero además, es preciso tener presente que el Derecho es mutable en el tiempo y que los textos escritos por determinados autores o autoras que criticaron con acierto ciertas redacciones normativas, pueden haber perdido actualidad al sobrevenir una reforma legislativa que acoge precisamente tal doctrina. En todo caso, cuando existan diversas ediciones de un mismo libro o manual, resulta acaso ocioso indicar que debe examinarse la última edición por cuanto que será la que se encuentre más actualizada, con las última doctrina que puede haber incluso variado respecto de ediciones anteriores. Asimismo, debe tenerse en cuenta que no toda la doctrina jurídica tiene la misma relevancia. Existen autores consagrados y encumbrados que no pueden ponerse al nivel de un investigador novel –salvo excepciones– o mediocre, o de un jurista que ejerza profesionalmente la abogacía en ámbitos públicos o privados pero cuyas reflexiones, orientadas desde una perspectiva más práctica, no tienen la profundidad de una investigación académica. A seleccionar la bibliografía en función de la calidad de la misma se aprende con el tiempo, si bien en los primeros pasos de la actividad investigadora será sin duda el director o directora de la investigación quien podrá orientar sobre la relevancia mayor o menor de la bibliografía que inicialmente se ha considerado consultar. En este sentido, es habitual en las primeras investigaciones citar al mismo nivel distintos tipos de doctrina, sin embargo no toda doctrina merece el mismo papel de preeminencia en la argumentación jurídica. De hecho, habrá algunas obras que no merezca la pena siquiera citar por que no aportan nada al discurso científico que se está construyendo. Ello nos lleva a reflexionar sobre el número de referencias bibliográficas que debe considerarse adecuado consultar para una investigación jurídica. En realidad, es algo que puede considerarse hasta cierto punto intuitivo dado que cuando se va leyendo la bibliografía seleccionada, nos encontraremos con citas que se reiteran y sería ingenuo pensar que se repiten por casualidad. Muchas veces en un texto examinado veremos cómo se hace referencia a alguna idea apuntada por un autor o autora que nos resulta audaz y por ello sentimos la necesidad de acudir a dicha obra para examinar más ampliamente la argumentación contenida en la misma. Una vez que hayamos leído numerosa doctrina sobre un tema y no encontremos que se citen significativamente obras nuevas, podemos considerar que la mayoría de las obras relevantes han sido ya estudiadas. Ello no obstante, Umberto Eco hace referencia a un dato que no podemos reputar intrascendente: pocos meses antes de presentar su tesis doctoral pudo encontrar en una librería de viejo un texto que no venía citado por ninguno de los autores que había leído

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y que, sin embargo, arrojó una nueva luz a su investigación que le permitió avanzar significativamente en la misma. Con ello quiero decir que hay que ser proactivos en la búsqueda de nueva doctrina intentando aportar alguna obra nueva (nacional o extranjera, de la misma rama de conocimiento o disciplina jurídica o bien de otra paralela) que no haya sido tenida en cuenta anteriormente por los estudios sobre la materia. Dos cuestiones más querría mencionar antes de pasar al apartado de instrumentos para realizar la busca bibliográfica. Por un lado, resulta clásico en ámbitos de metodología científica aludir a las fichas de bibliografía que habrán de elaborarse en relación con las obras leídas. Y ello porque la memoria humana es limitada y después de pasar un tiempo (que pueden ser años) investigando sobre una cuestión, a la hora de la redacción final del texto que finalmente resulte de dicho proceso podemos acordarnos de una frase o idea y ser incapaces de atribuir su autoría, o bien querer volver sobre la misma para revisar la fundamentación jurídica y no saber dónde buscarla. Para ello, y principalmente para las obras que no puedan subrayarse y anotarse debidamente por no ser fotocopias o textos de nuestra propiedad (pueden incluso haberse leído en bibliotecas de otros países en breves estancias de investigación), se aconseja cumplimentar unas fichas de bibliografía en las que, en primer lugar, se anoten todas las referencias de la obra en cuestión a fin de que puedan ser citadas en su momento y, por otro lado, las ideas que nos han parecido más importantes (con mención de las páginas en las que las mismas se desarrollan). Obviamente, las fichas que hace tiempo se recogían en papel hoy en día se recogen habitualmente en medios electrónicos, lo cual puede facilitar sin duda la búsqueda de cualquier contenido. Asimismo debe tenerse en cuenta que, como se ha indicado previamente, el Derecho no se configura como una serie de compartimentos estancos (Derecho Civil, Administrativo, Laboral), sino que se encuentra íntimamente interrelacionado. Por ello abordar una cuestión jurídica desde una perspectiva interdisciplinar resulta en ocasiones muy interesante –e incluso imprescindible– pues no existen límites expresos entre las distintas disciplinas del Derecho. Por ello quien realiza una investigación jurídica debe ser consciente de que en algunas ocasiones habrá salir del ámbito de su disciplina para entrar (siquiera tangencialmente) en otra colateral y, de este modo, poder comprender adecuadamente el fenómeno jurídico que se estudia y permitir llegar a soluciones adecuadas para el mismo, lo cual resultaría imposible desde la limitación de un determinado campo jurídico. En tales casos, debe acudirse a doctrina que se encuentra extramuros de la disciplina propia y, eventualmente, consultar otros autores distintos de aquellos a quienes se está acostumbrado a leer. Por último, es preciso mencionar –siquiera someramente– los instrumentos de búsqueda de la doctrina científica. Como ya se ha comentado, normalmente encontraremos bibliografía en el proceso de lectura de otras obras doctrinales. Ello no obstante, es preciso al inicio de la investigación –aunque también en estadios intermedios, cuando constatamos la importancia de algún aspecto en el curso del proceso de creación científica– realizar una búsqueda autónoma de bibliografía. Ello se puede realizar de diversas formas. Por un lado, acudiendo al catálogo de la biblioteca de la institución en la que se realiza la investigación. A diferencia de hace unos años, los catálogos de las bibliotecas se encuentran hoy informatizados y se pueden consultar distintos campos (autor, título, área de conocimiento, etc.), lo cual permite una búsqueda bastante apurada. También puede acudirse a los llamados metabuscadores disponibles en las distintas bibliotecas y que permiten una búsqueda no sólo entre los fondos disponibles en tales bibliotecas, sino tam-

II.8.

CUESTIONES

METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA

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bién entre otros recursos disponibles en la red. Asimismo, pueden encontrarse recursos bibliográficos en el catálogo on-line de la Biblioteca Nacional y en la base de datos ISOC-CSIC, donde podrán encontrarse un gran número de referencias de artículos de revistas. Del mismo modo es posible acudir a las bases de datos de la Red de Bibliotecas Universitarias (REBIUN) creada por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), o bien de la biblioteca de la Universidad Complutense o del Consorcio de Bibliotecas Universitarias de Cataluña, siendo así que en ellas se podrá conseguir un acceso gratuito no sólo a títulos de monografías sino también a los existentes en las bases datos del catálogo de revistas. Ahora bien, en los últimos tiempos uno de los recursos on-line más potentes para la búsqueda tanto de monografías como de artículos de revista se encuentra en DIALNET, que es uno de los mayores portales bibliográficos en idioma español, de acceso libre y gratuito. En el mismo se encuentran no sólo referencias bibliográficas sino, en algunos casos, el texto completo del documento en formato PDF. Además, pueden registrarse los intereses de cada investigador o investigadora e inscribirse en un sistema de alertas que mantendrá informado de las nuevas revistas aparecidas en el mercado. Finalmente, y como no puede ser de otro modo, existen multitud de portales jurídicos que incluyen asimismo bibliografía. Algunos son gratuitos (v. gr., noticias jurídicas) y otros de pago. También cabe la posibilidad de buscar directamente en buscadores genéricos (como puede ser el caso de Google) un tema en cuestión sobre el que se esté investigando: se trata de una búsqueda sin duda burda, pero que puede llevar a resultados inesperados y sorprendentes, como referencias de foros de expertos, informes, jornadas, instituciones, etc., que nos pueden arrojar algo de luz sobre el tema que estudiamos y remitirnos a obras bibliográficas diversas. Asimismo, también las editoriales jurídicas más prestigiosas que en los últimos años han pasado a un formato on-line las bases de datos de legislación y jurisprudencia (v. gr., Westlaw o La Ley) están incorporando contenidos bibliográficos a las mismas, que incluso distribuyen en formato de diario de noticias. Merece la pena mencionar en este ámbito la Social Science Research Network (http:// www.ssrn.com/), donde pueden encontrarse artículos científicos escritos en inglés a texto completo.

3.4.

OTRAS

FUENTES JURÍDICAS

Además de todo lo indicado previamente, también puede resultar interesante analizar otras fuentes jurídicas distintas a las ya comentadas. Tales fuentes pueden venir constituidas por informes, dictámenes y propuestas de asociaciones y fundaciones, ONG diversas, instituciones como el Defensor del Pueblo, del Menor, del Paciente o del Cliente Bancario, por citar solo algunos supuestos, o bien por entidades como el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, agencias públicas (como la Agencia Estatal de la Administración Tributaria), la ONU o la Unión Europea (libros blancos, verdes, etc.), el Tribunal de Cuentas, así como de institutos públicos y privados (como por ejemplo el Instituto de la Mujer o el Instituto de Estudios Fiscales), y un largo etcétera. La mayoría de tales fuentes aparecen recogidas en las páginas web oficiales de tales entes y son fácilmente accesibles. Dada la multiplicidad de instituciones que tratan los distintos ámbitos del Derecho, han de escogerse las mismas en función de la proximidad con el tema estudiado.

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Una fuente jurídica de importancia en absoluto residual son las resoluciones administrativas emanadas en determinados campos del Derecho. Así por ejemplo, en el ámbito de la disciplina del Derecho Financiero y Tributario existen los llamados tribunales económico-administrativos, que a pesar de calificarse como «tribunales» no forman parte del poder judicial sino que son órganos administrativos especializados en la resolución de controversias entre las distintas administraciones tributarias y los contribuyentes y demás obligados tributarios. Tales órganos pueden pertenecer a la Administración del Estado o bien de las comunidades autónomas o de los grandes municipios y pueden consultarse on-line de forma gratuita utilizando motores de búsqueda que resultan de la mayor utilidad. Así por ejemplo, la doctrina del Tribunal Económico-Administrativo Central (perteneciente al Ministerio de Hacienda) puede consultarse en http://serviciosweb. meh.es/apps/doctrinateac/; e igualmente algunos tribunales económico-administrativos autonómicos y locales publican sus resoluciones on-line, como sería el caso del Ayuntamiento de Madrid (vid. al respecto http://www.madrid.es/portal/site/munimadrid/menuitem.9ed3e0dd2ddc95f5e415b041b002a5a0/?vgnextoid=bdf04156a445b110VgnVCM100 000171f5a0aRCRD). También son relevantes a este respecto las contestaciones a consultas realizadas a las distintas administraciones para conocer el criterio administrativo aplicable a un determinado caso.Y ello principalmente cuando tales contestaciones, más allá de ser una mera información al administrado sobre preguntas frecuentes, vinculan a la propia Administración como ocurre en el ámbito del Derecho Tributario. Así pues, para conocer la interpretación que realiza la Administración Tributaria de las normas fiscales pueden consultarse las contestaciones a consultas tributarias realizadas por los contribuyentes y que vinculan a la misma no sólo en relación con la persona que plantea una pregunta sino respecto de otros obligados tributarios que se encuentren en una situación idéntica (arts. 88-89 de la Ley General Tributaria). La Dirección General de Tributos dispone de bases de datos muy interesantes con formularios de búsqueda de la mayor utilidad. Pues bien, la publicidad de tales resoluciones administrativas (de los tribunales económico-administrativos y de la Dirección General de Tributos) resultan de gran interés habida cuenta de que el contribuyente conocerá con carácter previo a aplicar la norma fiscal el criterio que la Administración seguirá en caso de revisión por parte de esta de las actuaciones realizadas por aquel, con lo que puede tenerse una idea de la conflictividad potencial de una determinada interpretación de la norma. Ello no implica que deba seguirse tal doctrina necesariamente, pues no constituye fuente del Derecho sino una interpretación de parte que deberá lógicamente someterse a la exégesis que sobre tales normas realicen los jueces y tribunales. Sin embargo, como se indicaba, constituye un conocimiento interesante sobre el proceder de seguirá la Administración en determinados ámbitos. En todo caso, habrá que estar a cada rama del Derecho para constatar cuáles son –además de la normativa, jurisprudencia y doctrina científica– las otras fuentes jurídicas relevantes para el análisis de la normativa sectorial que corresponda, resultando en este momento inabarcable una exposición detallada. Por último, siempre es interesante acudir a conferencias, congresos, seminarios, jornadas, cursos, etc., que guarden relación con el tema de investigación que se está siguiendo, pues ellos pueden permitirnos una nueva perspectiva de cuestiones que no habíamos considerado, referencias jurisprudenciales, legales o doctrinales que no se habían tenido en cuenta o bien facilitarnos presentar en un foro experto las líneas básicas de la

II.8.

CUESTIONES

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investigación que se está siguiendo con el objeto de recabar sugerencias e ideas al respecto. Asimismo, puede resultar también relevante entrevistarse con operadores jurídicos habituales (abogados, funcionarios de las diferentes administraciones públicas o de la Administración de justicia, profesionales de los mercados de valores y financieros, etc.) habituados a interpretar una determinada norma jurídica para que nos den su opinión sobre los problemas más importantes que presenta la aplicación de la misma, además de –por supuesto– las conversaciones con los compañeros de la Academia que sin duda podrán permitirnos nuevas sugerencias y abrirnos perspectivas en la investigación.

3.5.

EL DERECHO

COMPARADO

En las investigaciones jurídicas es posible acudir al Derecho comparado, lo cual tiene sentido por varios motivos. Por un lado, puede resultar relevante el análisis de otros ordenamientos jurídicos porque, en el fondo, los problemas jurídicos resultan similares en unos y otros países y las formas de atajarlos pueden ser extrapolables. Así, cuando se proponen modificaciones normativas resulta interesante referirse a las normas vigentes en otras partes del Globo, pues ello puede ayudar a una mejora técnica legislativa. En otras ocasiones, pueden tenerse en cuenta resoluciones de los tribunales de otros países –por ejemplo, la de los tribunales constitucionales o equivalentes– pues la interpretación realizada en las mismas (sobre todo cuando se refieren a principios jurídicos, en gran medida universales) nos puede alumbrar en el ámbito nacional respecto de problemas similares. Y finalmente, las reflexiones doctrinales realizadas por autores extranjeros también pueden resultar de interés para el análisis de una cuestión jurídica del Derecho interno. La normativa extranjera resulta normalmente disponible vía internet, y para quien conozca el idioma de tal legislación puede ser de una gran utilidad. Pueden consultarse en las distintas páginas oficiales o portales jurídicos y no se requiere siquiera desplazamiento a otros países para obtener tal información. Al respecto existen páginas web de la mayor utilidad, como podrían ser determinados institutos legales como http://ials.sas.ac.uk/, http://www.bailii.org/ (donde se encuentran todo tipo de referencias jurídicas al derecho de una gran multitud de estados de los distintos continentes), o bien el http://www.law.cornell.edu/, http://www.leagle.com/, o bien información sobre el derecho de determinados estados a través de sus cortes supremas, como sería el caso –por citar sólo un ejemplo– del Estado de Delaware en Estados Unidos (http://courts.delaware.gov/supreme/). En lo que respecta a la jurisprudencia, cada vez es más habitual (como ocurre en el caso español) publicar en la red las resoluciones de los tribunales de cada país (como el Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo, etc.) y, en algunos supuestos, para maximizar la difusión, se recoge un resumen de sus resoluciones en un idioma de general conocimiento, como puede ser el inglés, de manera que puede resultar relativamente sencillo identificar la resolución que nos interesa para, en su caso, intentar traducirla con más detenimiento si no se domina la lengua en la que fue redactada. En lo que toca a la doctrina científica extranjera, dado que cada vez existe más documentación científica en internet, esta puede accederse fácilmente y –en la mayoría de los casos– sin coste alguno. También puede buscarse bibliografía diversa en los catálogos de las grandes bibliotecas, como la Biblioteca Británica, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, la Biblioteca Nacional de Francia o la Biblioteca Nacional Ale-

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mana, por citar solo algunos ejemplos. En el supuesto de que se encuentre un documento que interese significativamente para la investigación que se realiza, se puede intentar obtener por préstamo interbibliotecario o bien solicitándolo a una librería jurídica extranjera. Adicionalmente, ha de recordarse lo ya indicado sobre la Social Science Research Network. Los análisis de Derecho comparado pueden realizarse, principalmente, de dos formas: sin desplazarse al país cuyo ordenamiento jurídico se pretende examinar, esto es, consultando principalmente la información accesible por internet y la bibliografía disponible en bibliotecas nacionales, o bien, en segundo lugar, acudiendo a centros de investigación extranjeros donde lógicamente podrán consultarse más materiales normativos, así como jurisprudencia y doctrina. Además, en este segundo caso, se tendrá la ventaja de poder conversar con estudiosos de dicho país, lo cual sin duda será de sumo interés para la investigación que se pretende. En contrapartida, tales estancias de investigación suelen requerir financiación adicional y, por otro lado, es preciso conocer el idioma del país y centro de investigación de acogida.

4.

Definición del proyecto de investigación

Con todo lo dicho anteriormente indicado, tenemos que antes de iniciar en profundidad una investigación jurídica debe haberse detectado intuitivamente un problema no adecuadamente resuelto en el ámbito del Derecho y, de acuerdo con el mismo, enunciar un título tentativo después de haber recopilado y seleccionado (al menos con carácter básico) textos jurídicos (bibliografía, sentencias, resoluciones administrativas, etc.) que versen sobre el tema que se pretende estudiar. Pero no bastará con ello: para definir correctamente el proyecto de investigación que se pretende realizar –sobre todo si pretendemos que alguien más experimentado nos dé su opinión sobre el mismo o bien cuando se solicite una financiación del mismo– deberá hacerse un proyecto con exposición de la metodología que quiere utilizarse, un esquema siquiera orientativo de los epígrafes o capítulos que se redactarán y algunos otras cuestiones más, que se detallan a continuación. En primer lugar debe formularse un título referido al tema de la investigación que pretende iniciarse. Ya hemos tenido ocasión de comentar algunas cuestiones sobre ello al comentar la elección del tema de investigación, pero ahora se trata de lograr una frase que resuma el trabajo que quiere realizarse y que, al mismo tiempo, tenga el suficiente atractivo. Merece la pena detenerse a pensar un título adecuado, pues es la primera información que tendrá el lector del proyecto sobre la investigación propuesta. No son recomendables los títulos excesivamente extensos, aunque sí tienen que ser suficientemente definitorios del trabajo que se pretende realizar. Cuando el título pensado no sea adecuado para resumir el contenido de la investigación, puede recogerse un subtítulo explicativo. Así por ejemplo se podría proponer como título «El fraude a la Ley tributaria» y como subtítulo «Análisis del artículo 15 de la Ley General Tributaria y delimitación con supuestos lícitos e ilícitos de aplicación de la norma fiscal»). En segundo lugar debe recogerse el objeto de la investigación, haciendo alusión al planteamiento de la problemática jurídica que se pretende abordar. Esta puede referirse a la aprobación de una nueva norma y su articulación con el resto del ordenamiento jurídico, a la existencia de una serie de sentencias contradictorias unas de otras que permiten intuir que no se está produciendo una solución adecuada de las cuestiones plan-

II.8.

CUESTIONES

METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA

147

teadas ante los tribunales, nuevas tendencias interpretativas o simplemente la existencia de una nueva realidad social que conviene regular normativamente o afrontar con las normas existentes. La correcta definición del objeto de la investigación permite al lector del proyecto hacerse una idea de lo que versará el mismo. En estrecha relación con lo anterior deberá mencionarse en el proyecto de investigación el marco normativo que deberá estudiarse, así como el estado de la ciencia en el momento de iniciar dicha investigación. Han mencionarse las teorías ya existentes en relación con el tema objeto de estudio, así como la jurisprudencia más relevante existente sobre la cuestión. Además de todo lo anterior, resulta muy importante referirse al enfoque metodológico que pretende aplicarse, el cual puede ser muy variado. Así, por un lado, es posible un enfoque meramente jurisprudencial, analizando en profundidad los pronunciamientos de los distintos tribunales sobre la materia que se aborda. También cabe un estudio de la doctrina administrativa existente y otra posibilidad es un análisis de las distintas líneas doctrinales aparecidas sobre un ámbito concreto. Cabría incluso un análisis de Derecho comparado tomando en consideración uno o varios ordenamientos jurídicos extranjeros. Sin embargo, lo más habitual será una combinación de todos o la mayoría de los métodos antes citados, habida cuenta de que cuanto más enfoques metodológicos se aborden, más completa resultará la investigación. Una cuestión de gran importancia al definir los proyectos académicos que estamos refiriendo en estas páginas es recoger la estructura provisional de la investigación que pretende acometerse. Se trata de una idea inicial que, lógicamente, deberá ser matizada conforme se vaya avanzando en la tarea de estudio, pero que servirá a quien tenga que evaluar el proyecto para conocer la ordenación de contenidos que se propone quien va a iniciar una investigación. También resulta preciso incluir una relación de jurisprudencia y bibliografía –así como otros documentos jurídicos relevantes– que serán tenidos en cuenta en la investigación pretendida o que, al menos, son conocidos en el momento de iniciar el estudio de la problemática jurídica que se pretende abordar. La mayoría de tales referencias habrán sido obtenidas normalmente en el estudio preliminar del tema que se produce con carácter previo a la elección del objeto de estudio. Finalmente, resulta interesante incluir un cronograma de actuaciones (análisis de documentación, estancias de investigación, redacción de capítulos y epígrafes, etc.) como pauta que habrá de seguirse por quien investiga para evitar perder el norte en un proceso que normalmente tendrá una duración de varios años.

5.

Desarrollo del trabajo de investigación jurídica

La investigación jurídica –como la investigación científica en general, sobre todo en el ámbito de las ciencias sociales– consiste en una combinación de lectura, contraste, reflexión y redacción. Una de las preguntas clásicas es cuándo se ha leído lo suficiente como para poder iniciar la redacción del trabajo, lo cual no tiene una contestación fácil. Sin embargo, entiendo que deben evitarse los extremos opuestos: redactar cuando quien investiga aún no se ha formado una opinión suficiente sobre el tema de estudio conllevará un trabajo de calidad deficiente; y, por el contrario, no se puede pretender haber leído toda la jurisprudencia, doctrina, Derecho comparado, etc., existente sobre el tema que

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se analiza, por dos motivos: porque se debería emplear mucho tiempo en ello y, sobre todo, porque la mente humana es limitada y por mucho que se hayan tomado notas de la documentación leída, no pueden mantenerse indefinidamente en la memoria un sin fin de ideas sin riesgo de olvidar esa información. Probablemente la virtud se encuentre, como argumentó Aristóteles en su Ética a Nicómaco, en el justo medio de ambos extremos. Así pues, cuando se han leído materiales jurídicos suficientes que permitan formarnos una opinión sobre la problemática jurídica que encierra el tema de estudio elegido, cuando de la lectura de jurisprudencia y doctrina diversa se desprenda que se empiezan a repetir argumentos o líneas de razonamiento y, sobre todo, cuando se vaya vislumbrando alguna postura propia sobre lo que se lee, acaso sea el momento de ponerse a escribir sobre ello. Existe normalmente –sobre todo en investigadores e investigadoras noveles, pero también en personas más avezadas en tales lides– una suerte de pánico a la hoja en blanco. Se trata de un miedo lógico que precede normalmente toda creación, pero que debe superarse para iniciar el trabajo de redacción. Una serie de consideraciones ayudarán a salvar ese primer escollo: – En primer lugar, es preciso ser consciente de que el texto que se escriba distará mucho de ser el que definitivamente aparezca en el trabajo de investigación. Sin duda el mismo será posteriormente revisado con ojos nuevos, después de los comentarios de quien supervisa el trabajo y de otras ideas que vayan surgiendo a lo largo del proceso de investigación. Sin embargo se necesita un primer barro que moldear y que será posteriormente modificado, descartado, reducido, ampliado, etcétera. – En segundo lugar, no es recomendable iniciar la redacción de un trabajo de investigación por la introducción del mismo: dado que la introducción cumple la labor de presentar un texto y las partes del mismo, no se puede introducir lo que todavía no existe por mucho que se tenga ya una idea sobre ello (sobre todo porque las ideas iniciales cambian a menudo en el desarrollo de un proyecto de investigación). Y lo mismo ocurre con las conclusiones del trabajo de investigación: será lo último que se redacte del mismo, después de la introducción, lo cual permitirá además cerrar los dos extremos del trabajo con una cierta coherencia. Así pues, resulta más conveniente empezar a redactar un apartado concreto del trabajo, delimitado en su contenido, que posteriormente se irá ensamblando con el resto de la investigación hasta configurar un todo que, una vez leído y revisado, constituirá un trabajo concluido que pueda ya difundirse. Por otro lado, es preciso tener una disciplina y constancia en el trabajo de investigación y en sus principales tareas: lectura y redacción. Es preferible dedicar todos los días una serie de horas a la lectura y a la redacción del trabajo que pretendemos elaborar, que intentar concentrar tal dedicación en una serie de días de la semana, mes o año. Ello es así porque el proceso de creación científica necesita mantener una cierta tensión con el tema estudiado, tensión que desaparece cuando se relega la investigación en espacios más o menos prolongados de tiempo, causando por lo general –en opinión de la mayoría de investigadores que conozco– un retroceso en el trabajo ya acometido, pues es necesario retomar de nuevo un estado de creatividad que desaparece si se relaja la tensión ya mencionada.

II.8.

CUESTIONES

METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA

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Por lo demás, en lo que respecta a la redacción del trabajo de investigación pueden realizarse algunos comentarios. Así, en primer lugar, y aunque cada uno tiene una forma personal de escribir, es por lo general preferible una redacción fluida y sencilla que otra más ampulosa y barroca, con frases excesivamente largas y anidadas unas en otras. Por lo general, se agradece una redacción directa que vaya a la idea clave que se pretende desarrollar a otra elíptica, pues esta última puede distraer la atención respecto de lo esencial que se quiere expresar. En definitiva, debe tenerse en mente que el texto de la investigación que se está generando habrá de ser leído por otras personas y cuanto mejor esté escrito –y más se seduzca con la palabra al eventual lector o lectora– mejores resultados se obtendrán al lograr una mejor predisposición y receptividad. Resulta obvio decir que una cosa es la idea y otra distinta es cómo se transmite ésta, de manera que si no existe una idea que transmitir difícilmente se podrá encandilar a quien lee. Pero presuponiendo que dicha idea existe en la mente de quien investiga, la literatura es un instrumento poderoso que, utilizado cabalmente, desprende sin duda sus frutos. Sí que es cierto que cuanto más se revise el trabajo redactado (por quien redacta y por otras personas), más se matizarán las expresiones en él contenidas y se mejorará sin duda la expresión escrita del mismo. En lo que concierne a la estructura del trabajo, no es preciso en estos momentos referirnos con extensión a ello. Baste decir que un trabajo de investigación jurídica debe incluir un apartado de índice o sumario, abreviaturas (si es que se utilizan, que será habitual para referirse a los distintos cuerpos normativos como Código civil –Cc–, Ley General Tributaria –LGT–, o bien a determinadas revistas, etc.), introducción, cuerpo de la investigación (con sus distintos epígrafes o capítulos), conclusiones y los anexos que se estimen oportunos incluir (ya sean normativos, jurisprudenciales, bibliográficos, etc.). En lo que respecta a los anexos, es preciso indicar que los mismos han de servir para aclarar el contenido de la investigación, con lo que se ha de evitar la aglomeración de anexos que no tengan en sí mismo una utilidad apreciable pues distorsionarán el verdadero contenido de la investigación. En lo que respecta a las citas, se trata de una cuestión general que acaso no debe ser tratado en este momento porque no tiene una especificidad concreta para las obras jurídicas. Como es sabido, existen varios sistemas de citas, de los cuales cabe destacar las normas ISO 690-1987 (y su equivalente UNE 50-104-94), en el que se recoge toda la información posible y útil de la obra citada y, por otro lado, el de Harvard, que tiene un formato más reducido en el momento de la cita (de hecho sólo se refiere al apellido, año y página de la obra) y que se remite a una cita más completa al final del trabajo científico. Para consultar cómo se realizan las citas de monografías, artículos, páginas web, etc., nos remitimos a lo dispuesto en la bibliografía que figura al final de este trabajo donde con más detalle se recogen estas cuestiones, así como a otras partes de esta monografía. Sí podría comentarse algo específico en lo que respecta a la redacción de trabajos de investigación jurídica en relación con la cita de las resoluciones de jueces y tribunales (así como de órganos administrativos, en su caso): debe citarse el tribunal u órgano que resolvió y la fecha de la resolución, siendo así que cuando existen distintas salas y secciones en el órgano que resuelve resulta preferible indicarlas para identificar más exactamente la resolución a la que se alude. Incluso se puede citar también la referencia del repertorio jurisprudencial de donde se ha tomado (Westlaw, La Ley, etc.) para facilitar así la búsqueda a otras personas. Otra cuestión que debe tenerse en cuenta –aunque sobre esto hay opiniones muy diversas– es que las notas a pie de página (esto es, fuera del cuerpo del texto que se está

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redactando) no deben ser excesivamente largas para evitar que el lector pierda el hilo conductor de la exposición principal. En este sentido, es preferible ponerlas citas al final de una frase (y no en mitad de ella) e incluso algunos autores prefieren realizarlas entre paréntesis en el propio texto que se está escribiendo (sobre todo si se sigue el sistema de cita reducida de Harvard). En todo caso, una de las cuestiones más relevantes del trabajo de investigación será el contraste de las ideas con otros miembros de la comunidad científica. Si se trata de trabajos iniciales, la normativa académica contempla la supervisión de un miembro más experimentado en todo ello. Pero después de haber, incluso, leído la tesis doctoral, resulta siempre interesante permitir la lectura del trabajo a otras compañeras o compañeros de la Academia para escuchar sus sugerencias y matices: de esta forma se mejorará sin duda no sólo la redacción del trabajo de investigación, sino también la argumentación, bibliografía, jurisprudencia y, en definitiva, la fundamentación de las tesis propuestas.

6.

Exposición de los resultados de la investigación y difusión

Una vez realizada la investigación jurídica, la misma debe presentarse a la comunidad científica. La forma de presentación variará en función del tipo de investigación que sea. Si se trata de una tesis de fin de grado, de fin de máster o de doctorado, lo habitual será presentarla por escrito y oralmente ante un tribunal nombrado al efecto para que este, después de haberla examinado, formule las apreciaciones que estime convenientes en beneficio de una eventual mejora del trabajo de investigación. Pues bien, en el caso de que exista un tribunal que pueda formular sus apreciaciones al trabajo presentado, la información por él facilitada es de una utilidad muy significativa y debe aprovecharse sin duda para una eventual reelaboración de trabajo de investigación antes de su publicación definitiva. En lo que respecta a la publicación de la investigación, no pueden citarse particularidades en el ámbito que examinamos más allá de que existen editoriales y revistas especializadas en el campo del Derecho y en cada disciplina jurídica con diferentes grados de difusión. Sí que es cierto que en la actualidad cada vez es más habitual publicar los trabajos científicos como documentos de trabajo, artículos o monografías en formato electrónico y en páginas web especializadas, lo cual permite sin duda la más amplia difusión posible, máxime cuando las páginas de internet en las que se alojen tales trabajos son de libre acceso. En definitiva, una vez que se ha realizado una investigación (jurídica o de otro ámbito del saber), lo que deseará su autor o autora es que pueda ser leída, criticada o seguida por el mayor número de personas, pues de este modo es como se consigue el avance de la Ciencia. Por ello deberá buscarse el mejor método de difusión que, en nuestros días y como se ha indicado, no es otro que Internet en acceso abierto y las revistas especializadas y editoriales de prestigio.

II.8.

CUESTIONES

METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA

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Conclusiones Como colofón a las líneas que anteceden no me resta más que resaltar una serie de ideas para que sean tenidas en cuenta por quienes se adentren en los caminos de la investigación jurídica: 1. Una buena investigación se inicia con la elección correcta de un tema adecuado que encierre una problemática jurídica interesante y que esté necesitada de reflexión. El objeto de la investigación debe ser elegido con cuidado intentando sobre todo que no resulte demasiado amplio y, por otro lado, que no verse sobre un tema demasiado teórico y sin una utilidad real clara. Por otro lado, debe elegirse un tema que estimule a quien investiga, pues la motivación es un buen compañero de camino para cualquier actividad humana. 2. Resulta relevante analizar los distintos documentos jurídicos que existan sobre el tema de estudio escogido. No sólo normativa y criterios interpretativos de la Administración, en su caso, sino también jurisprudencia diversa y, principalmente, doctrina científica. En la medida de lo posible resulta muy enriquecedor acudir a análisis de Derecho comparado. 3. Una vez se ha leído lo suficiente sobre un determinado objeto de estudio, debe hacerse un esquema de trabajo, pensar en la metodología que habrá de utilizarse y comenzar con la redacción del texto que, después de diversas revisiones, quedará incorporado al estado de la ciencia. Para ello resulta oportuno, sobre todo en las primeras investigaciones o cuando pretendemos que alguien nos financie la misma, redactar un proyecto de investigación que resuma la tarea que se pretende llevar a cabo y el tiempo de realización. 4. En el proceso de lectura de los materiales y de redacción del trabajo es muy importante la honestidad con los materiales tratados: deben realizarse con la forma debida las citas oportunas que atribuyan la autoría de las ideas a quienes las manifestaron antes que nosotros, incluso si encontramos tales ideas después de haber reflexionado sobre ellas y, eventualmente, haber llegado a la misma conclusión que otras autoras o autores aun sin haberlos leído. 5. Finalmente, las investigaciones jurídicas –como cualquier estudio procedente de otros campos del saber– deben difundirse para colaborar con el avance científico. Por ello, una vez que se dan por terminadas deben publicarse ya sea en papel o vía internet para permitir a otras personas acceder a las ideas en ellas contenidas. Lo contrario resulta una actividad baldía: debemos evitar dejar en el cajón trabajos científicos que con esfuerzo se han sacado adelante. En el supuesto de que no nos convenzan en el estado final en que quedaron, siempre se puede realizar una reestructuración o resumen destacando las aportaciones más importantes. Incluso las tesis de fin de grado o de fin de máster, deberían buscar una forma de ver la luz en la medida en que contengan ideas que pueden contribuir con el avance de una determinada ciencia. Y obviamente, en el campo del Derecho ello resulta también aplicable.

III. TRABAJOS ESCRITOS Y PRESENTACIONES ORALES EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO

Como investigadores, en muchas ocasiones consultamos diversos productos de la investigación social: desde artículos en revistas especializadas, hasta informes de resultados, tesinas o tesis doctorales, etc. Sus contenidos pueden resultar útiles y relevantes para formarnos una visión de conjunto del estado de la cuestión en un tema específico, para contextualizar determinados aspectos en los que estemos profundizando o, incluso, para detectar nuevas líneas de investigación en las cuales poder incursionar. Conocer y analizar los distintos puntos de vista que se manifiestan en el debate académico nos ayuda a ser críticos y a formarnos un criterio para afrontar futuras investigaciones. Los conocimientos, pero especialmente la experiencia que tengamos en la elaboración de productos académicos, resultarán fundamentales para organizar el diseño de la investigación más idóneo para conseguir los objetivos generales y específicos de ella. En este epígrafe, ponemos a disposición del lector algunos planteamientos generales sobre la elaboración de los distintos productos académicos. Nos ocuparemos, entonces, de la estructura de los diferentes tipos de escritos que un estudiante o académico debe realizar, así como de la presentación oral de los avances o conclusiones de nuestras investigaciones en diferentes escenarios. Además, desarrollaremos con mayor detalle lo que consideramos que debemos tener siempre presente en el diseño y presentación de un proyecto de investigación, poniendo énfasis en la adecuación y pertinencia del diseño respecto de lo que se pretende investigar, así como en la coherencia y cohesión internas entre las diversas partes de ese diseño. Pero antes de desarrollar lo relativo a cada uno de los tipos de trabajos escritos, presentaciones orales y diseño de un proyecto de investigación es necesario detenernos y reflexionar sobre la planificación del producto final en que presentaremos nuestra investigación y tener en cuenta a quién va dirigida. No sólo importa en qué soporte la vamos a difundir sino quiénes van a ser los receptores del artículo, ponencia, documental, etc. ¿Hablamos de un público general, de un público interesado y con cierta formación en la materia o de un público especializado? El grado de profundidad de la investigación podrá cambiar en función de ello, pero sobre todo lo hará el lenguaje utilizado a la hora de difundirlo, pues para cierto público será obvio lo que para otro será necesario explicar detenidamente. También será diferente el grado de minuciosidad en la exposición dependiendo de si vamos a publicarlo en un artículo de unas 30 páginas o en un libro de 300, en un documental de media hora o en otro que conste de cinco capítulos de una hora de duración cada uno, de una comunicación en un congreso o de una conferencia invitada, teniendo en cuenta la diferencias de contenido y tiempo para cada tipo de presentación que ya hemos expuesto.

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El grado de profundidad de la investigación también cambia si hablamos de un trabajo de clase, de un proyecto de fin de estudios o de una tesis doctoral. Lógicamente, para el primero formularemos la hipótesis o la pregunta pertinente, que suele ser planteada por el profesor, y como dispondremos de poco espacio y de poco tiempo para responder no podremos hacerlo con el mismo detalle que en el trabajo de fin de estudios para el que habremos dispuesto de varios meses de preparación. Ni qué decir tiene que la tesis doctoral deberá contener el grado máximo de profundidad que se pueda alcanzar con las fuentes, recursos y tiempo disponibles. Sobre este último aspecto, vale la pena recordar que con mucha frecuencia, al realizar la investigación doctoral, hay un momento en que el doctorando y su director deciden que la investigación debe detenerse en un punto que no necesariamente es el de las posibilidades del investigador ni de la información recabada, sino que coincide con el momento en el que la pregunta final de investigación puede ser respondida con solvencia. Esto no quita para que con posterioridad el ya doctor, tanto en un caso como en el otro, pueda retomar el trabajo y continuar desarrollándolo a la luz de nuevas investigaciones sobre el tema realizadas por otros investigadores o al hallazgo de nuevas fuentes o a la relectura de las ya revisadas.

Trabajos escritos A continuación, detallamos los tipos de trabajo más usuales que un estudiante de postgrado o un investigador se verá obligado a realizar a lo largo de su desempeño académico o profesional. Iremos de los más simples a los más complejos:

ENSAYOS

PARA ASIGNATURAS

Siempre deben adaptarse a la forma y el fondo exigidos por el profesor. En cuanto al fondo es recomendable procurar adaptar el contenido de nuestro trabajo a lo que se ha discutido en clase incluso aunque el profesor no lo haya planteado así. También es fundamental mencionar las fuentes consultadas y los archivos, en su caso. Siempre es conveniente tener en cuenta en la discusión del texto la bibliografía explicada por el profesor. Es recomendable en este tipo de trabajos utilizar un mínimo de bibliografía, no basta con las notas tomadas en clase acerca de lo dicho por el docente. Lo explicado en el aula deberá ponerse en relación con algunas obras bibliográficas, que en principio pueden extraerse de la recomendada por el profesor en el programa de la asignatura y si ésta no fuera suficiente debe buscarse más, bien por nuestra cuenta en bibliotecas (aunque en este caso es aconsejable comentar al profesor nuestros hallazgos), o bien pidiendo ayuda al docente. Aunque el formato de estos ensayos es muy variable, puesto que, como hemos dicho más arriba, depende en última instancia de las instrucciones dadas por el profesor de la materia, suelen requerir cierto grado de profundidad, que los distinga de los trabajos escritos realizados durante la licenciatura.Lo normal es que se compongan de una introducción, en la que se explique la intención del trabajo, así como las partes en las que se divide; uno o varios apartados centrales, en los que se desarrolle el tema a tratar utilizando la bibliografía; unas conclusiones, que deben ser mínimamente originales respecto

III.

TRABAJOS

ESCRITOS Y PRESENTACIONES ORALES

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a los textos utilizados y a lo explicado por el profesor en clase; y un último apartado de bibliografía, en el que se haga referencia a todas las fuentes utilizadas. Tanto estas referencias bibliográficas finales como las que aparezcan en el cuerpo del texto deben estar citadas de manera correcta, como explicaremos en el siguiente apartado. Las cuestiones formales siempre deben cuidarse al máximo, exactamente igual si hacemos un ensayo de clase que si elaboramos una tesis doctoral. Con respecto a la forma, es un requisito fundamental ajustarse al número de páginas y al formato que el profesor haya indicado, si fuera el caso.

TRABAJO

FIN DE

MÁSTER

Cada programa tiene sus especificidades y hay que seguirlas al pie de la letra si queremos obtener los mejores resultados posibles. Pero, en general, dichos trabajos tienen como objetivos que el estudiante aprenda a formular un tema de estudio y que sea capaz de concretar una hipótesis de trabajo, una metodología, unas fuentes y unas bibliografía; así como que se acostumbre a establecer una relación entre variables con la que pueda explicarse una tesis; que el estudiante realice una revisión bibliográfica exhaustiva sobre un tema con la finalidad de presentar un estado de la cuestión correcto; y, por último, que demuestre capacidad de expresión escrita clara y concisa. Para comenzar, el estudiante debe seleccionar un tema para su Trabajo Fin de Máster, que será comunicado a los responsables del Programa. Se recomienda que dicho tema esté relacionado con la formación académica previa del estudiante, que sea original (no excesivamente trabajado por otros autores), que no sea demasiado amplio (tanto en lo que se refiere al espacio geográfico a estudiar, como al tiempo o a los temas). El tema debe adaptarse al tiempo de que el estudiante dispone para realizar su investigación, así como a la extensión que ésta debe tener (80-120 páginas). Por otra parte, el trabajo debe ser posible de realizar en lo que se refiere a las fuentes propuestas. Es decir, el estudiante debe tener acceso a las mismas. Tras la selección del tema y su aprobación por parte de los responsables del programa, se asignará un tutor al estudiante para que le guíe durante el desarrollo de la investigación. El Trabajo Fin de Máster estará compuesto por una página inicial en la que aparecerá el nombre y el logo de la Universidad, la Facultad y el Departamento al que pertenece el Programa de Máster, el nombre del Máster, el título del trabajo, el autor, el tutor y el curso académico en que se presenta. A continuación, se incluirá el índice del escrito. Después, el texto se dividirá en introducción, capítulos, conclusiones y bibliografía. Sólo en caso de ser imprescindible se añadirán apéndices al trabajo. De la misma manera, sólo se incorporarán al texto imágenes, cuadros y gráficas si es necesario para la comprensión del contenido. Un recurso frecuentemente utilizado por los estudiantes en estas primeras incursiones en la investigación es realizar un estado de la cuestión como Trabajo Fin de Máster. En el estado de la cuestión debemos explicar cuál es el estado general del conocimiento en el tema propuesto, en líneas generales y en qué perspectiva se enclavaría nuestra propuesta. Se entiende por estado de la cuestión (llamado también estado del arte) la elaboración de un escrito, de extensión variable, en el que se dé cuenta de las investigaciones previas realizadas sobre el tema que vamos a estudiar. Este estado del arte no es otra cosa que una revisión de las experiencias, investigaciones o propuestas de otros autores en la línea de nuestro tema de investigación.

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En este apartado se expondrán los trabajos realizados respecto al tema previamente, agrupándolos en diferentes grupos o corrientes de pensamiento, si esto es posible. Puede, incluso, ponerse en discusión a los diferentes autores. Se trata, en definitiva, de «establecer un diálogo» entre los distintos trabajos producidos sobre un mismo tema a lo largo del tiempo, analizándolos y comparándolos. Al final, nos posicionaremos como favorables a una determinada corriente o a ciertos autores, siempre argumentando el porqué. Resulta enriquecedor dotar a estas investigaciones de una perspectiva histórica tratando de relacionarlas con el contexto histórico-científico en que han sido producidas. Este proceso de imitación/transferencia/reconstrucción/adaptación de la experiencia ajena es una forma de socialización del conocimiento. Independientemente de que se nos pida o no en una posible memoria, es fundamental realizar un estado de la cuestión antes de dar inicio a cualquier investigación. Se trata de aprender de lo que han hecho o están haciendo otros. Muchas veces, esas experiencias, leídas, escuchadas en unas jornadas o vistas en un reportaje de televisión, son la propia fuente de inspiración. Una de sus principales funciones es cerciorarnos de que el tema, con el enfoque que proponemos, no se ha estudiado previamente: «Una investigación supone una interacción continua con el mundo de la ciencia. Debemos interrogarnos constantemente acerca de lo que se ha hecho para no repetirlo. En eso consiste ser pertinente. Una exigencia limitadora que implica eludir la duplicidad (hacer dos veces la misma cosa), el plagio (imitación literal de los resultados de una investigación precedente), la irrelevancia (analizar y establecer conclusiones en asuntos de nula significación) y la vacuidad (que su utilidad real sea discutible)»1.

El estado de la cuestión no tiene la intención de desanimarnos si comprobamos que otros lo han intentado y han fracasado. La réplica de experiencias es una estrategia habitual en investigación de cualquier campo. Pero si el estado de la cuestión nos llevase a buscar nuevas soluciones, bienvenida sea. Tan importante como dar con soluciones es identificar las que no lo son. Todo lo que se redacte en este apartado debe estar citado perfectamente, señalando con claridad las fuentes originales que hemos utilizado en su desarrollo2. Sólo debe redactarse lo que otros autores han escrito de manera directa o indirecta sobre el tema investigado. El objetivo fundamental de esta sección, no lo olvidemos, es identificar el conocimiento existente relacionado con nuestro problema. Por otra parte, intentar escribir todo lo existente sobre el tema es atiborrar el apartado y no es eso lo que se pretende, sino demostrar que conocemos los debates académicos relacionados directamente con nuestra investigación. En general, para elaborar el estado de la cuestión, se pueden seguir los pasos los siguientes, ya que cada investigador puede diseñar su propio proceso de investigación: – Realizar una búsqueda bibliográfica en bibliografías y diccionarios temáticos; en manuales generales y en bibliotecas. Tras esta primera revisión, realizar una bibliografía, preliminar, que seguramente no será la definitiva pero que será muy útil para guiarnos en nuevas búsquedas. Algo que debemos hacer es apuntar en esta primera bibliografía es el lugar en el que hemos localizado el libro (en el caso de 1 2

Perujo (2009: 25 y 26). Véase el apartado IV para mayor información.

III.

TRABAJOS













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que lo hayamos localizado). También puede ser útil que destaquemos en otro color los nombres y los títulos que se repiten más frecuentemente en los libros consultados, pues un indicador de que son fundamentales para nuestro tema de investigación. Llevar a cabo una revisión de la bibliografía. No se trata de hacer una lectura minuciosa, tomando nota de cada dato que consideremos interesante; se trata más bien de procurar identificar las líneas de investigación. Para ello es muy útil empezar consultando el índice y los posibles índices temático y onomástico. También son útiles los resúmenes, las palabras clave. Siempre hay que revisar las bibliografías que citan esos autores, para contrastarlas con la nuestra. Además, en las introducciones de los escritos, los autores suelen marcar sus temas de interés y su posicionamiento con respecto a otros autores y otras investigaciones, por lo que es fundamental leerlas. Marcar las líneas de investigación e ir cruzándolas con los autores y sus títulos. Para ello, recomendamos hacer un pequeño cuadro o esquema en el que aparezcan todos estos temas y autores, y sobre él ir añadiendo información (como sublíneas de investigación) permanentemente. Identificar la posición del autor y apuntar cuestiones metodológicas, porque estos datos explican muchas veces avances en las líneas de investigación, o elección de unas y no de otras… Este punto bien desarrollado a lo largo de la elaboración del estado de la cuestión lo convierte, finalmente, en un estudio historiográfico, en el caso de los historiadores. Identificar las posibles líneas de investigación no trabajadas. Hay que estar atentos a las dudas sin resolver planteadas por otros autores, pero también a las propias, las que teníamos previamente o que se nos han presentado en la medida que avanzamos con las lecturas. En este sentido es recomendable que antes de empezar con nuestro trabajo y con la lectura crítica de cualquier libro, tomemos notas de las expectativas que tenemos con él, de las lagunas que queremos cubrir, para comprobar si nos satisfacen las respuestas o quedan aún cosas por resolver. Emprender la redacción. Se trata de desarrollar nuestro esquema, que hemos ido elaborando en el proceso de revisión bibliográfica y con nuestras reflexiones. Es importante ir sistematizar lo que dicen los autores, de qué y cómo; así como tener cuidado en la redacción a la hora de separar lo que dicen los autores de nuestras propias ideas, para que no pasen por nuestras las opiniones de otros, pues estaríamos incurriendo en plagio. Es necesario poner en relación entre corrientes historiográficas, especialidades de los autores, metodologías y líneas de investigación (quién trabaja, qué trabaja, cómo, por qué). Cuidar especialmente la realización de las conclusiones. En ellas debe quedar claro si las distintas líneas de investigación enriquecen el debate y contribuyen al desarrollo científico. En el caso de los trabajos de fin de estudios, de Máster, es el momento de formular las cuestiones que quedan abiertas para futuras tesis y proponer cómo podrían abordarse.

El éxito de una investigación dependerá, pues, de la formulación de preguntas adecuadas, de la correcta elección de las fuentes (lo que, en buena medida, es consecuencia de lo anterior) y de la realización de un buen estado de la cuestión que nos permita reformular la preguntas y elegir adecuadamente las fuentes de información. De esta manera, el estado de la cuestión toma centralidad en cualquier investigación. Aparezca explí-

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citamente o no en el texto, toda investigación debe contar con un buen estado de la cuestión que nos ayudará a la elaboración de un correcto proyecto, a la crítica de las bibliografía y de las fuentes y que nos dará pistas sobre las preguntas más adecuadas y sobre las necesidades más imperiosas de la historiografía sobre la cuestión de nuestro interés.

TESIS

DOCTORALES

Suelen contar –además de con la página inicial con el nombre y el logo de la universidad, la facultad y el departamento, el nombre del programa de doctorado, el título de la tesis, los nombres del autor y del director, así como la adscripción institucional de este último y el año de presentación– con una página de agradecimientos a las personas que nos han ayudado a realizar el trabajo tanto intelectual como económica o moralmente. Es fundamental que se incluya un índice. El trabajo debe comenzar con una introducción y finalizar con unas conclusiones generales. Podemos repetir ese mismo esquema en cada capítulo si lo creemos necesario. La extensión debe ajustarse a lo exigido por la institución. No debemos pasarnos ni quedarnos cortos. Se pondrán anexos sólo cuando sea necesario y nunca para «rellenar». El sistema de notas y la mención de la bibliografía así como los espacios y los márgenes se ajustarán estrictamente a las normas que nos hayan sido fijadas. En caso de que se nos dé libertad en este sentido es importante que adoptemos la forma que más cómoda nos resulte o sea más adecuada al tipo de texto que presentamos, pero que la mantengamos a lo largo de todo el trabajo para que el lector se acostumbre y sepa identificar con rapidez de qué fuente se le está hablando. En cuanto al fondo, en una tesis es fundamental contar con una hipótesis de trabajo. Como no trabajaremos sólo con una idea, debemos exponerlas todas con mucha claridad y tener bien determinada su jerarquía para poder expresarlas de manera precisa e inteligible. La exposición debe ser sencilla e inequívoca. Aunque seamos conscientes de que nos van a evaluar especialistas no debemos dar por sentado que ellos sabrán de qué se les está hablando porque no siempre es así. Tampoco debemos adoptar un tono dogmático bajo la premisa de que no dominan el tema. Hay que explicar sin abusar. Las conclusiones deben ajustarse a lo planteado al principio aunque con frecuencia se logran más objetivos de los esperados, o menos, incluso otros… En ese caso se puede señalar así o ajustar la introducción a las conclusiones. A lo largo de la disertación será pertinente acudir a autores especializados, y será beneficioso y enriquecerá el texto acudir a bibliografía que no necesariamente tiene que referirse al período, lugar o personaje que estemos tratando. No obstante hay que ser cautos, no se trata de mostrar falsa erudición sino de ampliar el punto de vista para no caer en el error del exclusivismo. En cuanto a la organización del trabajo, hay que pensar en el dominio que tenemos del tema, en nuestras capacidades para explicarnos por escrito y, sobre todo, en el tema a desarrollar que será muchas veces el que nos dé la clave para optar por un método u otro. Por ejemplo, para escribir una biografía quizás lo más aconsejable sea utilizar una organización cronológica. No obstante, si estamos ante una biografía de cuyo personaje queremos destacar algún dato clave quizás lo aconsejable sería comenzar exponiendo dicho dato y luego ir hacia atrás para explicar cómo fueron los acontecimientos que lo llevaron hasta ahí y hacia adelante para poner en evidencia las consecuencias que tuvo dicha cuestión clave; si el trabajo va a basarse en testimonios de otros personajes quizás sería adecuado comenzar por explicar quiénes son estas personas y su vinculación con

III.

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el protagonista… En todo caso, será conveniente que al principio, en la introducción, expliquemos qué estructura hemos escogido y por qué y que procuremos seguirla a lo largo del texto. La estructura elegida a la hora de exponer el trabajo no tiene porqué ser la misma seguida a la hora de realizar la investigación. Hay que tener en cuenta que cuando vamos a redactar ya tenemos un conocimiento importante del trabajo y podemos decidir cuál es la mejor manera de exponerlo para que sea ordenado y claro y, por qué no, atractivo.

ARTÍCULOS

DE REVISTAS

Los artículos siempre deben sujetarse a la forma que se nos ha exigido previamente a través de las normas de edición de la revista que los someta a evaluación y, que en caso de que ésta sea positiva, los publicará. También hay que tener en cuenta qué tipo de revista es (científica o divulgativa) y, por tanto, a qué público va dirigida (si se trata de especialistas o de aficionados). Hay que tener en cuenta también si la revista tiene una temática concreta o si pertenece a una disciplina específica a las que hay que ajustarse, o si se trata de una publicación más multidisciplinar. Por último, puede ser que el artículo se realice por encargo o que responda a un llamado en cuyo caso suele ser necesario que el trabajo se centre en alguna cuestión previamente pactada. Si no es así, serán otros los factores a tener en cuenta tanto en la elección de tema como en la forma de plantearlo. Por otro lado, el espacio para desarrollar el discurso es limitado así que hay que procurar que el tema sea relevante, pero también al tratarlo hay que ser muy consciente de la bibliografía que hay sobre él –sin olvidar la más reciente–, y ser lo más contenido posible en cuanto a extensión. El trabajo presentado en un artículo puede ser un avance de lo que se va a publicar con posterioridad en un volumen más extenso pero no debe ser un resumen de algo ya editado; en todo caso puede ser una ampliación de algún trabajo anterior, una matización o una ampliación a la luz de nuevos hallazgos o reflexiones propias o de otros colegas. Creemos que lo más conveniente al pensar en un artículo es tener en cuenta la posibilidad que brinda de dar a conocer líneas de investigación e investigadores en el mundo académico; de hecho, una de las recomendaciones que siempre se dan cuando estamos buscando un tema de investigación es leer los debates que se suscitan y publican en revistas científicas, tanto por la actualidad de los mismos como por las recomendaciones o líneas a explorar que dejan abiertas. En cuanto a la forma, aquí no se espera que cuente necesariamente con introducción y conclusiones como una tesis doctoral, pero sí con un planteamiento general en el que será necesario exponer un breve estado de la cuestión y una explicación de la hipótesis o la pertinencia de la exposición que se va a hacer. Seguidamente, el cuerpo contendrá el desarrollo de esta hipótesis o idea principal y, por último, debe contar con una reflexión final acorde con lo planteado al principio.

CAPÍTULOS

DE LIBROS COLECTIVOS

En muchos aspectos, un capítulo de libro sigue las mismas normas formales y de contenido que un artículo escrito para una revista científica. En lo que se refiere a la for-

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ma, al igual que los artículos, el capítulo debe ajustarse a las normas que la editorial que publicará el libro o los coordinadores o editores del mismo nos faciliten. De esta manera, las citas bibliográficas deben seguir las mismas normas que las del resto de capítulos, al igual que la extensión, el tipo de letra, los interlineados, la numeración de los epígrafes, etcétera. Y en lo que respecta al contenido, puede aplicarse lo dicho para los artículos con la salvedad de que el tema debe ser el mismo o guardar ciertas similitudes con los restantes del libro. En otras palabras, un capítulo para un libro colectivo necesariamente debe tratar la temática que ese libro aborde, cosa que con los artículos no sucede, a no ser que estén destinados a un número monográfico de una revista con un tema concreto.

Presentaciones orales CONFERENCIA Un investigador puede llevar a un encuentro o congreso diferentes tipos de contribuciones: una conferencia, una ponencia, una comunicación, o, incluso, un póster o cartel. Las conferencias dan cuenta de un tema que el investigador que la expone maneja a la perfección, del que es experto. Lo normal es que las conferencias se encarguen por parte de los coordinadores del encuentro o congreso a reconocidos expertos nacionales o internacionales en ciertos temas y es frecuente que se trate de conferencias de apertura o de clausura del evento. Las conferencias sirven para ofrecer un marco teórico general a las distintas áreas que se abordarán en el evento, o bien exponen los elementos coyunturales o estratégicos involucrados en la temática principal del mismo. También las conferencias pueden ser el marco de apertura o introducción a las presentaciones o debates en las sesiones de ponencias, comunicaciones y mesas de trabajo. Su duración suele ser de unos cuarenta y cinco minutos, sumados a un breve período de preguntas de los asistentes; tiempos que son regulados por un moderador que además es quien ha presentado al ponente.

PONENCIAS Es una exposición algo más breve que las conferencias, de unos veinte o treinta minutos sobre un trabajo de investigación. Aunque no necesariamente debe tratarse de un trabajo terminado, puesto que pueden exponerse resultados del curso de la investigación, tiene más carácter de «finalizada» que una comunicación, por lo que deben enunciarse algunas conclusiones. Las ponencias y las comunicaciones se proponen por parte de los investigadores a los organizadores del encuentro o congreso; o a los coordinadores de las mesas, panel o áreas temáticas, en caso de que el evento cuente con la participación de muchas personas y deban dividirse en mesas o áreas en función de sus temas. Las propuestas de ponencias suelen enviarse a los coordinadores en el plazo establecido para ello y suelen constar de un título, de los datos del ponente y de un resumen del contenido de la ponencia de unas diez líneas; aunque en algunos congresos piden la ponencia completa ya escrita, para lo cual hay que cumplir las formalidades de estilo requeridas por los organizadores del congreso.

III.

TRABAJOS

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COMUNICACIONES Una comunicación es una exposición muy breve, de cinco o diez minutos, sobre un tema de investigación. Normalmente, se trata de explicar investigaciones en curso, pero también algunos congresos admiten comunicaciones sobre investigaciones ya finalizadas. Suelen estar estructuradas por una breve introducción, los objetivos de la investigación, la hipótesis y metodología que se ha seguido, así como un avance de los resultados. En ellas se hace énfasis en las conclusiones, recomendaciones y posibles líneas futuras de investigación.

PÓSTERS

O CARTELES

En algunos eventos como congresos, seminarios o jornadas, se destina un espacio para la exposición de pósters o carteles durante todo el evento. Los mejores carteles comúnmente resaltan los puntos que se consideran esenciales y que el autor desea que el receptor mantenga en mente después de que los haya visto. Los detalles pueden ser provistos por separado en folletos relacionados al tema, o bien en la discusión oral, dado que suele reservarse un tiempo en el programa del congreso para que los asistentes visiten la exposición y realicen preguntas a los autores, permitiendo la discusión de los trabajos. Las medidas del póster o cartel pueden variar según los espacios destinados, aunque los organizadores del congreso suelen informar de ellas con suficiente antelación. En todo caso, las medidas aproximadas que caracterizan este tipo de carteles es de 90 centímetros de ancho por 120 centímetros de alto. El formato de los carteles es libre, aunque se recomienda incluir textos breves y claros acompañados por gráficas e imágenes ilustrativas. El título suele colocarse en la parte superior y al centro del cartel, y contar con unas medidas aproximadas de 110 puntos ó 3.0 centímetros de altura como mínimo para la fuente utilizada, lo que permitirá su lectura desde cierta distancia. También se recomienda que el título contraste con el fondo, ya sea usando un color oscuro sobre un fondo claro, o viceversa. Asimismo, además de identificar a los autores, se debe incluir el nombre de la institución de procedencia, así como el logotipo de dicha institución (ubicándolo en una de las esquinas superiores del cartel, no sobrepasando la altura total del título). En cuanto al tamaño de la tipografía de subtemas, de los encabezados de las tablas o figuras, así como las del texto, suelen medir 40 puntos ó un centímetro de altura como mínimo, de tal manera que puedan ser leídas a dos metros de distancia, evitándose largos párrafos u oraciones complejas. Para la presentación de los trabajos, se sugiere que éstos se presenten divididos en los siguientes apartados: introducción, métodos, resultados y conclusiones. En todo caso, el autor tiene la libertad para realizar la composición que considere adecuada a su trabajo, pero debe considerar que está comunicando un mensaje y, por tanto, el usuario que lea su cartel valorará la legibilidad y la claridad. En este sentido, se sugiere ordenar la información, figuras, tablas, texto, fotografías o los gráficos que considere pertinentes en función del objetivo que se quiere comunicar. Las dimensiones de las figuras o tablas dependerán de la complejidad de la información, pero se recomienda utilizar un área de 10 × 12 centímetros. Para los observadores es útil que la secuencia del cartel sea señalada por número, letras o flechas que indiquen el orden en que la información debe ser leída. Por otra parte, los colores a utilizar deben ser bien elegidos para que ayuden a re-

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saltar el contenido, mas no dificultar su lectura, por ello es mejor utilizar colores oscuros en un fondo claro y colores claros sobre fondos oscuros. Como hemos visto, conferencias, ponencias, comunicaciones y pósters se distinguen, además de por el manejo del tema o del estado de madurez de la investigación, por el tiempo de exposición. No obstante, lo dicho sobre los tiempos es orientativo, puesto que finalmente depende la planificación de los coordinadores del encuentro o congreso, de lo que estime conveniente el coordinador de la mesa y, en última instancia, del número de ponentes o comunicantes que deban exponer en un tiempo determinado, es decir, de los que finalmente hayan asistido. Todos los tipos de exposiciones orales en encuentros y congresos revisados pueden ser publicadas en las actas del encuentro o congreso donde hayan sido presentadas, en caso de que las haya y de que el participante esté interesado en hacerlo. En las circulares que los organizadores del encuentro o congreso difunden se explica el procedimiento para ello. Normalmente hay dos alternativas: bien se pide que el texto escrito se envíe con anterioridad a las fechas de celebración del evento para que en el momento en que éste se lleve a cabo las actas, en papel o CD, se distribuyan entre los asistentes; o bien se solicita a los interesados que su texto forme parte de las actas que lo envíen un tiempo después de celebrado el encuentro o congreso. Esta segunda alternativa tiene la ventaja de que puede modificarse el escrito definitivo con los comentarios recibidos que el investigador considere pertinentes. Por supuesto, la versión escrita, para ser publicada, debe incluir todas las referencias bibliográficas y fuentes que fueron utilizadas para elaborar la conferencia, ponencia, comunicación o cartel y debe ajustarse a las normas formales exigidas por los organizadores del encuentro o congreso.

DEFENSAS

ORALES DE TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN ACADÉMICOS

Además de presentarse por escrito, las tesinas, los trabajos finales de algunos másteres y las tesis doctorales deben ser defendidos públicamente para ser evaluados. Normalmente, cuando las tesis doctorales llegan a su defensa han sido previamente evaluados por diferentes personas que coinciden en que los escritos cumplen los requisitos suficientes para aprobar. Sin embargo, la calificación final que obtengan dependerá en gran medida de la defensa que el autor del trabajo haga del mismo ante un tribunal. No obstante, no es así en los trabajos fin de máster. En ellos, no necesariamente se garantiza el aprobado antes de la defensa pública. Por otra parte, no se trata del mismo tipo de defensa en una tesina o trabajo fin de estudios que en una tesis doctoral. Las primeras son más breves y el número de evaluadores suele ser menor que en las segundas. «Esta es la riqueza que culmina el proceso investigador, la defensa oral que merece un buen trabajo, presentado en forma escrita con todo lujo de detalles, pero que precisa de la impronta personal de su autor para destacar lo que más valor tiene. En este devenir de las oraciones, no sólo se controlan el tono, sino también la velocidad del discurso de acuerdo a la mayor o menor importancia de lo que se dice, o las pausas que permitirán una adecuada respiración y la mejora general de la claridad de la exposición. […] La expresión oral puede presentar diversas irregularidades de las que el mismo investigador debe tener percepción dentro de lo posible. La primera es que el vocabulario no sea pobre o escaso, limitado y repetitivo. Si ocurre podría parecer que no domina el tema, del que se supone es un gran experto. Las palabras mal pronunciadas o excesivamente repetidas por falta de sinónimos podrían sembrar dudas en el tribunal.

III.

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Una segunda posibilidad es la mala pronunciación debida a la falta de costumbre en el uso de algunos términos, incluso por tener dudas de si es así cómo [sic] deben decirse. Como tercer caso, se encuentra la falta de ilación en las ideas, en forma de un discurso sin concordancia, desconectado entre sí. Como si fueran retazos de un texto o de una idea que no fueron unidos adecuadamente»3.

Aunque no existen normas concretas para las defensas de tesis y tesinas, pueden apuntarse algunos consejos para las mismas. En primer lugar, la exposición debe ceñirse al tiempo establecido. No es conveniente que sea más breve y menos aún que sea mucho más extensa. Para ello el investigador puede servirse de un guión, del texto por escrito o de un PowerPoint, si la institución se lo permite. En el primer caso se corre el riesgo de superar el tiempo establecido si el ponente no tiene la experiencia necesaria para medir la duración de su exposición cuando habla en público; en el segundo caso el problema es que la presentación puede ser pesada para el auditorio si se lee al pie de la letra; y en cuanto al tercero, no resulta muy recomendable a no ser que la materia sobre la que la investigación trata así lo requiera (un trabajo con abundantes estadísticas y gráficos, por ejemplo). Otra recomendación se refiere al contenido de la exposición. Debemos estar atentos a si nuestra institución académica tiene sus propias normas y procurar cumplirlas; así como tener presente lo establecido en el Real Decreto 778/1998 de 30 de abril, por el que se regula el tercer ciclo de estudios universitarios, la obtención y expedición del título de Doctor y otros estudios de postgrado: «Artículo 10. Lectura de la tesis doctoral. […] 4. La defensa de la tesis doctoral consistirá en la exposición por el doctorando de la labor preparatoria realizada, contenido de la tesis y conclusiones, haciendo especial mención de sus aportaciones originales».

En todo caso, el contenido de la defensa debe estar bien estructurado y dividirse en varias partes que es conveniente que queden claras al inicio de la exposición (en la introducción a la misma puede explicarse qué temas se abordarán). Es usual en primer término agradecer a las instituciones, profesores, a los miembros del tribunal y al público asistente. A continuación, en la exposición propiamente dicha, es conveniente, por una parte, no resultar ni demasiado formal ni demasiado personal. Por otro lado, no hay que resumir el trabajo, puesto que los miembros del tribunal lo han leído ya, pero obviamente hay que hablar de cuestiones relacionadas con él, cosa que suele resultar complicada. Un recurso puede ser referirse al desarrollo de la investigación. Para preparar debidamente la defensa oral, bien de la tesina, bien de una tesis doctoral, es conveniente: – Asistir a defensas convocadas en universidades; son actos públicos publicados en las carteleras informativas de los departamentos que dirigen programas de Máster o Doctorados. – Observar el protocolo, el desarrollo del acto, los aspectos positivos y los errores de la presentación del doctorando; las críticas y preguntas del tribunal y la réplica del aspirante al título respectivo.

3

Pantoja (2009b: 385-400, 388 y 389).

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– Redactar con tiempo y cuidado la disertación, tomando en cuenta las sugerencias en cuanto a su estructuración y discutirla con el tutor o director de la tesis. – Preparar las respuestas a las posibles preguntas y críticas a la investigación. El tutor o director es de mucha ayuda en este aspecto. Por mucho que hayamos trabajado y estemos satisfechos del resultado, debemos estar conscientes que ningún estudio es perfecto y conocer las debilidades del nuestro. Sólo así podremos preparar una defensa sólida, coherente y válida. – Ensayar las veces que sean necesarias, cronometrando el tiempo, vocalizando, ante un espejo, pidiéndole a alguna persona de confianza que escuche. – Llegado el momento, tomar las previsiones para llegar con suficiente tiempo de antelación, lo más relajado posible; observar la sala donde se llevará a cabo el acto y situarse. – Si se va a apoyar la defensa con una presentación ofimática, revisar la conexión, el ordenador, etc. En estos casos, es recomendable imprimir un juego de las diapositivas para cada miembro del tribunal. En las mismas no usar colores estridentes, ni diapositivas con mucho texto; y tampoco optar por leerlas textualmente. Llevar los archivos que se usarán grabados en distintos formatos por previsión. – Tomar notas de las preguntas de los miembros del tribunal y de sus sugerencias. El trabajo de ellos es criticar el nuestro, forma parte de la labor pedagógica, y así debemos tomarlo, con respeto y gratitud.

IV. DISEÑO DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO

Diseño de un proyecto de investigación El proyecto de investigación es, de algún modo, el mapa de la investigación, en el que señalamos lo que vamos a hacer para llevarla a cabo. Nos sirve a nosotros como guía orientativa, como declaración de intenciones, como brújula que nos marca el rumbo. Pero también es un compromiso frente a terceros, bien las autoridades académicas que deben autorizarlo (proyecto de fin de estudios, tesis doctorales), bien los agentes financiadores que tienen que convencerse de su viabilidad, justificación y relevancia, en cuyo caso se convierte en una especie de «contrato», pues prometemos llevar a cabo ciertas actividades a cambio de financiamiento. En definitiva, un proyecto de investigación es un documento multidimensional: de control interno para nosotros como investigadores y de control externo para quienes deben autorizarlo y/o financiarlo. El proyecto de investigación se convierte, así, en una representación, un espejo de cómo hemos diseñado nuestro estudio y de la pertinencia del enfoque que podemos adoptar en cada caso, primando la coherencia de método, técnicas y articulación de perspectivas y fuentes de información con nuestro problema de investigación. «La mayor concreción de la perspectiva global de la investigación social empírica se encuentra en el proyecto, pues ésta es precisamente su función: ofrecer un panorama general y, a la vez, concreto de cómo ha de ser una investigación. En él, se plantea qué es lo que ha de conocerse, cómo ha de llegarse a tal conocimiento y por qué ha de conocerse lo que se propone conocer. Las respuestas a estas tres preguntas configuran la propia arquitectura del proyecto: la construcción del objeto de investigación, la gramática metodológica y la justificación de la misma investigación»1.

Por tanto, cuando nos disponemos a emprender una investigación debemos tener en cuenta tanto los aspectos teóricos y metodológicos de la misma como los formales de presentación. Ambos están vinculados y es importante no despreciar los segundos por dar mayor relevancia a los primeros ni al revés. Lógicamente, en toda investigación el punto principal es ¿qué investigamos?, lo cual nos lleva a pensar en la teoría, pero no son menos importante el «para quién», vinculado a lo formal y el «para qué», cuestión de la que dependen tanto los aspectos teóricos como los formales. Por esta razón hablaremos indistintamente de fondo y forma a lo largo de este epígrafe. Aunque en principio no debería ser muy diferente elaborar un proyecto de investigación para uso propio que para darlo a conocer a, por ejemplo, posibles financiadores 1

Callejo y Viedma Rojas (2006: 79).

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o evaluadores, en la práctica hay ciertos aspectos formales y de fondo que hay que tener en cuenta a la hora de elaborarlo. Para empezar, es frecuente que los organismos académicos (facultades, departamentos organizadores de másteres o doctorados), así como los evaluadores y/o financiadores nos den un esquema previo sobre el que realizar el proyecto. A continuación, entonces, procuraremos mostrar los apartados que suelen incluirse en los proyectos de investigación, con la idea de que sirva de guía especialmente para aquellos lectores que se están iniciando y que enfrentan sus primeras investigaciones.

TÍTULO Toda investigación nace de una inquietud, de un deseo por saber más sobre algo o de la necesidad de profundizar sobre ciertos aspectos de lo que se conoce, para ponerlos en discusión. Ese algo que nos preocupa o ese aspecto con el que no estamos del todo de acuerdo es la variable independiente de la investigación y es recomendable que en la formulación del título que demos inicialmente a nuestra investigación aparezca en primer término para que tanto nosotros como nuestros posibles lectores-oyentes tengamos claridad de qué es lo que se va a tratar. El resto del título estará compuesto por las principales variables dependientes de la investigación. En líneas generales, dichas variables serán las que expliquen el objeto de estudio a lo largo de la investigación. Por ejemplo, si vamos a hacer una disertación sobre la conformación del estado nacional en México tras la Independencia, la variable independiente siempre será la conformación del estado nacional, nos interesará saber cómo se crea una nación, ese es el objeto de estudio y no va a variar a lo largo de la investigación. Las variables dependientes serán en este caso México (el espacio sobre el que se conforma la nueva nación) y las fechas que consideremos como referencia. Por ejemplo, 1808 y 1824, con las cuales ya estamos definiendo parte de la variable independiente, el comienzo y el fin del proceso definirán cuándo consideramos conformada la nación. Si hubiéramos dado como inicio 1810 en lugar de 1808 ya estaríamos modificando nuestra propia concepción del proceso al considerar que fue un resultado inmediato del «Grito de Dolores» contra el «mal gobierno» emanado de la península en lugar de 1808, fecha con el que estaríamos marcando la importancia de los espacios regionales en el interior de los antiguos virreinatos en dicho proceso más que el enfrentamiento con la antigua metrópoli. Es el momento de comentar que los títulos definitivos de los trabajos, cualquiera que sea su objetivo, suelen ponerse al final de la investigación precisamente por eso, porque a lo largo de ella aprendemos cosas sobre la variable independiente, sobre el tema de estudio, y eso que aprendemos son las variables dependientes. Entonces, generalmente, si no nos hemos desviado del tema de estudio se suele conservar la primera parte del título, la conformación del estado nacional, y modificar la segunda si se aprecian cambios en las variables dependientes tras la profundización en el tema de análisis, como en las fechas, aunque también podría cambiar el propio espacio geográfico y acotarlo a una región concreta de México, por ejemplo Michoacán si a lo largo del proceso hubiéramos contemplado características espaciales en dicha región o si simplemente hubiéramos tenido finalmente mejor acceso a las fuentes de dicho espacio. No obstante, es recomendable tener un título desde el inicio. Lo natural es que al principio se trate de un título largo y descriptivo, que dé mucha información sobre la investigación. Este título inicial sirve en cierta manera de guía al trabajo, puesto que al

IV.

DISEÑO

DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

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constituir un breve resumen del estudio a realizar, en más o menos una frase, puede ayudarnos a centrar nuestra atención en el tema concreto a estudiar cuando nos dispersamos, cosa que suele ocurrir con frecuencia. «A menudo resulta habitual la duda ante las palabras a elegir y el sentido del texto. Como norma general se debe dejar abierta la posibilidad de que pueda cambiarse o matizarse hasta dar con el título exacto en el que el investigador se vea identificado. No se debe olvidar que éste supone la puerta que dará entrada al informe de investigación una vez terminado. A modo de ejemplo, se puede recordar cómo el título de un libro o de una película nos hace recordar el contenido»2.

Sin duda, el título se irá modificando conforme avance la investigación, haciéndose más pertinente y breve, e incluso más literario. En todo caso, para elegir el título, podemos tener en mente las siguientes recomendaciones: – Ha de captar de manera breve el objeto de investigación. – Ha de incluir los límites espacio-temporales del estudio. – Ha de señalar la perspectiva metodológica que se seguirá, especialmente si representa una originalidad en relación con investigaciones previas. – Ha de reflejar capacidad de precisión y claridad para comunicar de qué va la investigación. – Ha de ponderarse su longitud: ni tan escueto que falle por muy general, confuso o abstracto; ni tan extenso que se pierda el atractivo, la curiosidad. – Han de evitarse términos tendenciosos, ofensivos, marcadamente ideológicos, etcétera.

RESUMEN Con frecuencia nos marcarán la extensión pero si no es así, debemos recordar que un resumen debe ser breve y concreto y para su elaboración será muy importante tener claro el título para poder decir de manera concisa qué vamos a estudiar y explicar brevemente las variables. Es posible que nos exijan un resumen o abstract en inglés y una serie de palabras clave en ambos idiomas. Dichas palabras clave pueden ser las variables mencionadas y si tenemos una hipótesis bien formulada incluirían términos de dicha hipótesis. Volviendo al ejemplo anterior, las palabras claves serían Formación del Estado, México, independencia, regionalismo e, incluso, federalismo porque estaríamos valorando las posibilidades de que en dicho proceso pesaran más o menos la ruptura con la antigua metrópoli (1810) o el deseo de fortalecimiento de poder local (1808). En todo caso, debemos elegir muy bien esas palabras clave, toda vez que nos pueden limitar en un número máximo de ellas (suele oscilar entre tres y cinco palabras).En lo que se refiere al resumen, insistimos en que debe ser breve con el objeto de informar al lector de todos los elementos importantes de la investigación de manera concisa. Lo usual es que no ocupe más de un párrafo de diez líneas y que contenga el tema, el marco espaciotemporal, la hipótesis de partida (si es que la tenemos), las variables, las fuentes, la metodología y las preguntas de investigación. 2

Pantoja (2009a: 13-37).

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PLANTEAMIENTO

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SOCIALES

DEL PROBLEMA

Un problema es una situación que requiere una respuesta, una explicación, una solución. Constituye la delimitación de lo que queremos investigar, lo que implica describir ampliamente el objeto de la investigación, determinando sus alcances y significación para las personas, instituciones, localidades, regiones o país donde se va a realizar el estudio. Invertir esfuerzo y tiempo en el planteamiento y concreción del problema siempre será beneficioso: «Todo proyecto de investigación está centrado en un objeto o fenómeno social que se propone conocer, de manera que una parte del proyecto se dedica a la construcción del objeto y la reflexión sobre el mismo. De hecho, es uno de los elementos que más energías suelen requerir a la hora de redactar el proyecto. Pero ha de subrayarse su importancia, pues es el punto de partida de la investigación. La mayor parte de las malas investigaciones han tenido su origen en objetos mal construidos, difusos o sencillamente inabarcables […]»3.

Plantear el problema de investigación no es tarea fácil. Por nuestra propia experiencia, la mayor dificultad a la hora de investigar la encontramos, no tanto en el manejo especializado de las distintas técnicas de investigación –aunque esto no significa que no requieran un conocimiento sólido para determinar cuál es la más adecuada para utilizar en una investigación específica, y ponerla en práctica con rigurosidad técnica–, sino en lo complejo que resulta el manejo de los debates académicos, formarnos una idea lo más completa posible de un tema específico y ser capaces de determinar y definir un problema de investigación que no se haya resuelto previamente. Requiere, además, una actitud abierta, curiosa, perspicaz y, sobre todo, de mucha constancia y disciplina: «De entrada, el ahora estudioso y futuro investigador debe reunir algunas cualidades básicas, muy humanas y de ninguna manera excepcionales. Esas condiciones son tan terrenales como el sentido común, la agudeza y agilidad mental, sagacidad, dinamismo, curiosidad […]. Y es que la apatía, pesimismo, flojera mental, la ausencia de agudeza, rigurosidad, curiosidad u observación, son nuestro peor enemigo. Cuando de lo que se trata es estar al día y preparado, para atrapar aquel valioso dato que nos llega cuando menos lo esperamos. Pero la sagacidad no es lo único que nos hace falta. Debemos acompañarla de dos elementos importantes: constancia y disciplina. Todas esas condiciones nos permitirán actualizarnos en el contorno científico que hemos elegido y llegar a compenetrarnos de tal forma con el área de estudio, que cada vez sean menos las dificultades que tengamos que enfrentar. De tal suerte que, sin entrar en contradicciones con la literatura tradicional, pensamos que más allá de la selección se trata de atrapar problemas; puesto que […] el problema no está como tal en la realidad. Está, si se quiere, en potencia, pero hay que llegar a él y esto, entre otras cosas, implica que debemos abordarlo»4.

Para elegir el objeto de investigación, que se concretará en el planteamiento del problema, recomendamos lo siguiente: Temas de interés personal: sin motivación es más difícil investigar, sortear obstáculos, llegar a meta. El tema tiene que tener un grado de magnetismo que nos seduzca, nos ayude a seguir trabajando en él a pesar del cansancio y del paso del tiempo, de la soledad y de la cantidad de datos acumulados, notas de campo, libros por leer…

3 4

Callejo y Viedma (2006: 81 y 82). Suárez (s/f: 28 y 29).

IV.

DISEÑO

DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

169

«En caso de no estar seguro de tener la motivación suficiente, pregúntese si el proyecto podrá arrancarlo de la cama los lunes lluviosos a primera hora, o mantenerlo despierto los viernes por la noche, si usted es madrugador. Una respuesta negativa significa que se verá en dificultades más adelante y que es conveniente modificar el tema o elegir otro que despierte su interés y lo estimule»5.

Inédito: tras la revisión teórica y empírica, el tema debe ser original, si no en el qué, al menos sí en el cómo, el por qué y el para qué. Relevancia científica: tiene que ser un tema que interese en la comunidad científica, por ello es fundamental estar al día en los grandes debates académicos para saber qué suscita curiosidad o en qué temas aun no hay consensos por falta de investigaciones teóricas o empíricas. En este punto, un consejo práctico es revisar las revistas científicas del área de estudio que tengan alto impacto, es decir, que son citadas con frecuencia por investigadores del área, lo que nos situaría en el centro del debate. Fuentes disponibles: es necesario contar, desde el principio, con acceso a bibliografía relevante para el tema de estudio, así evitamos entrar en temas de los que luego no dispondremos de suficiente material documental de referencia. En todo caso, para definir y precisar el tema de investigación siempre viene bien pedir consejo a profesores, charlar con el tutor, debatir con compañeros de estudio o de trabajo. Mientras más claro tengamos el problema, más fácil será determinar una posible ventana de exploración, por una parte, y precisarla de manera clara, por la otra: «cuanto más se restringe el campo mejor se trabaja y se va más seguro»6. Se pretende delimitar y focalizar lo que nos preocupa y queremos investigar. «¿Qué es lo que se quiere estudiar? ¿De qué aspectos de la realidad se quieren saber cosas? ¿Cuál es el tema de la investigación? Hay que advertir que no vale responder con genéricos como ‘‘la juventud’’, ‘‘la exclusión social’’ o ‘‘las familias inmigrantes’’, pues no se puede saber todo de la ‘‘juventud’’, la ‘‘exclusión social’’, o las ‘‘familias inmigrantes’’, sino qué dimensiones de eso que es la juventud, exclusión social o familias inmigrantes van a tenerse en cuenta. Pero, sobre todo, de qué contexto se parte […]»7.

Con esto en la mente, nos volvemos a preguntar qué es un problema. Éste es el enunciado de una dificultad, contrariedad, complicación, dilema, incógnita u ocurrencia que hemos vivido (nos ha pasado), recogido (nos lo han dicho o lo hemos leído), observado (lo hemos visto) o imaginado (se nos ocurrió). Así, luego de plantear el problema, pasamos a su formulación mediante una pregunta que define exactamente qué queremos resolver, así como las preguntas que acompañan o se deducen de la principal. Esta formulación tiene correspondencia directa con el objetivo general y los específicos de la investigación, de los cuales hablaremos más adelante. Según sean las preguntas, el diseño de la investigación variará. Aquéllas podrán ser descriptivas (¿qué es?, ¿cuál es la opinión?), de relación (¿qué relación existe?, ¿cuál es la influencia de…?), o de diferencia (¿existen diferencias entre…?)8.

5 6 7 8

Blaxter, Hughes y Tight (2007: 45). Eco (1990: 32). Callejo y Viedma (2006: 90). Pantoja (2009a: 13-37).

170

LA

¿CÓMO

ESCRITURA ACADÉMICA EN

CIENCIAS HUMANAS

Y

SOCIALES

PODEMOS PLANTEAR EL PROBLEMA?

Debemos dejar claro lo que queremos estudiar y lo que no queremos estudiar. Es necesario contextualizar el problema, informar sobre su naturaleza, características, historia… todo lo que facilite su identificación y comprensión. Es recomendable manejar al menos dos variables y delimitar los aspectos que abarca cada una. La «gran pregunta» de nuestra investigación, debe estar acompañada de otras más pequeñas, más concretas, que forman parte de ella y nos ayudarán a contestarla. Las preguntas deben estar formuladas en términos abiertos (qué, cómo, cuáles, etc.).

DEFINICIÓN

DE TÉRMINOS BÁSICOS

Hay proyectos donde nos pedirán que definamos con precisión el significado de los términos que vamos a emplear con mayor frecuencia en nuestro estudio, y cuyo significado es primordial para captar el alcance y dimensión de la investigación. «Ha de tenerse en cuenta que en casos como las tesis doctorales, los proyectos de fin de carrera o los recientemente denominados ‘practicum’, a la hora de definir los conceptos en el proyecto, seguramente se está iniciando el trabajo de lo que después se convertirá en el marco teórico del informe (tesis, documento, informe, etc.) que se presente. Lo que se vaya adelantando ahora, en el proyecto, es un trabajo que se tendrá para más adelante. Entonces, incluso puede ser conveniente realizar el esbozo de los distintos significados que ha podido tener el concepto en la disciplina. Las diferentes y comunes posiciones con respecto al concepto para explicar los particulares fenómenos sociales […]. El esfuerzo de definir los conceptos que serán utilizados en la investigación cobra especial relevancia en las propuestas de investigación desde la perspectiva cuantitativa. Los conceptos son el origen de las variables que van a utilizarse en la investigación. De hecho, la definición de los conceptos en el proyecto ya ha de ir encaminada hacia su operatividad en forma de variables […]»9.

Ayuda a los lectores a comprender mejor el trabajo que estamos presentando. Es recomendable hacerlo en orden alfabético.

ANTECEDENTES

Y RESULTADOS PREVIOS

En este apartado se enumeran los trabajos empíricos previos en el tema que nos ocupa y que nos han animado a formular la hipótesis, siempre diferenciando claramente los trabajos de otros autores o grupos de investigación, de los trabajos nuestros o de nuestro grupo de investigación, o de alguno o algunos de sus miembros. Este apartado no suele estar en todos los proyectos de investigación, solamente en los más avanzados o en los destinados a formar equipos de investigación, pero hay que tenerlo en cuenta. «Limitarse a citar una fuente o autor, sin exponer los resultados de la investigación referida, no es suficiente. Hay que traer al proyecto aquellos resultados más relevantes para nuestro objetivo de investigación. Es decir, los datos que mejor conectan con nuestro objetivo y, si fuera necesario, discutir la validez de los mismos, ya sea por aspectos metodológicos –se 9

Callejo y Viedma (2006: 95).

IV.

DISEÑO

DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

171

mantiene que no se llevó a cabo el diseño metodológico más pertinente– ya sea por otros aspectos, como el paso del tiempo desde que se obtuvieron tales datos, el distinto carácter territorial de los mismos (por ejemplo, son referidos al conjunto del estado o la región, cuando se puede mantener que serán muy distintos en el ámbito territorial que se propone estudiar) o por referirse a otros colectivos semejantes, pero que no son los mismos […]»10.

HIPÓTESIS

DE PARTIDA

Una vez que nos hemos familiarizado con el estado de la cuestión tendremos que formalizar nuestra propia hipótesis que puede venir a sumarse a las de anteriores investigaciones o a refutarla. Una investigación puede sustentarse en premisas, entendidas como afirmaciones relativamente probadas o aceptadas, necesarias para nuestro trabajo, que damos por supuestas porque probarlas nos desviaría del objeto de estudio, porque haría inabarcable la investigación o porque son de dominio general. Sobre estas premisas, si es que las tenemos, se sustenta la hipótesis. Tanto la hipótesis como la pregunta de investigación pueden ser formulaciones de una misma propuesta. Pero es cierto que una pregunta admite muchas más formulaciones que abren el abanico de la estrategia de investigación, mientras la hipótesis es una aseveración que se debe comprobar. «El conjunto del proyecto de investigación constituye una pregunta a la realidad social. De hecho, a la hora de entrar en sus objetivos, parece conveniente establecerlos a través de preguntas […]. Preguntas particulares que podrían constituir el objetivo central de estudio o subobjetivos de los mismos. Ahora bien, toda pregunta conlleva el conocimiento de las posibilidades de respuesta. Es decir, implica posibilidades de respuestas. Esto es lo que son las hipótesis: puntos de partida sobre los que se baraja las posibilidades de respuesta»11.

Efectivamente, la hipótesis es una solución probable, que nosotros como investigadores, proponemos como explicación posible a nuestro problema; es nuestra apuesta, la que intentaremos contrastar mediante el diseño metodológico que establezcamos: «Después de haberse preguntado qué investigar y buscando qué en la determinación del problema, el científico debe inquirir ahora ¿cuál es la solución o soluciones probables a la cuestión planteada? En contestación a esta pregunta ha de efectuar diversas explicaciones posibles del fenómeno que se le ocurran, la elección de aquélla o aquéllas que le parezcan más plausibles o verosímiles, a fin de proceder a la comprobación en la investigación de su validez. Esta explicación o solución posible elegida no es otra cosa que la hipótesis según la definición expuesta»12.

Para formular la hipótesis nos apoyamos en la reflexión crítica de los trabajos teóricos y empíricos que hemos leído con anterioridad; éstos no sólo nos permiten plantear el problema de investigación, sino que también nos iluminan para determinar o intuir la posible solución o explicación a dicho problema. La hipótesis es la luz del túnel. De este modo, en la hipótesis ponemos en relación todas las variables del trabajo, tanto la dependiente como las independientes: «[…] las hipótesis son las que nos conducen directamente a las variables o criterios que han de tomarse en cuenta durante el diseño y la operacionalización de la investigación. Es de10 11 12

Ibídem, 97. Ibídem, 100. Sierra (2005: 348 y 349).

172

LA

ESCRITURA ACADÉMICA EN

CIENCIAS HUMANAS

Y

SOCIALES

cir, son las que nos llevan a responder a la pregunta: ¿qué es lo que hay que recoger de la realidad social delimitada previamente? En su sentido más estricto, una hipótesis no es más que la afirmación sobre la relación entre dos variables […]»13.

Volviendo al ejemplo propuesto, nuestra hipótesis sería que el regionalismo mexicano fue el punto de partida del proceso de independencia y la base del proceso de formación del estado nacional. Deberíamos explicar por qué elegimos México como marco geográfico y el porqué de las fechas seleccionadas como inicio y fin del proceso (1808-1824). Al indicar 1824, estaríamos vinculando el proceso de fortalecimiento del poder regional con la constitución federal de 1824, la primera constitución mexicana. La hipótesis de partida de una investigación puede modificarse con el transcurso de la propia investigación. Es más, resulta beneficioso que así sea si es que la información que vayamos encontrando nos lleva por otros caminos distintos a los planteados inicialmente. Nunca debe constreñirse la información a nuestras ideas previas.

OBJETIVOS

GENERALES Y ESPECÍFICOS

En este apartado se explicarían con claridad los principales objetivos que se pretenden conseguir con nuestra investigación. El objetivo general constituye la meta que perseguimos a los efectos de resolver el problema planteado. Enuncia con amplitud y claridad el propósito que se pretende alcanzar con la investigación a realizar. Tiene correspondencia con la formulación del problema y, por lo tanto, una estrecha identidad con el título de la investigación. Por su parte, los objetivos específicos, exigen un poco más de precisión y señalan claramente la acción que ejecutaremos frente a los resultados que la actividad investigadora produce. Se derivan o extraen del objetivo general y tienen como función establecer en términos más operativos el logro de aquellos aspectos concretos, los cuales –logrados uno a uno– conducirán a la obtención del objetivo general. Suelen ser las pequeñas metas que nos permitirán alcanzar el objetivo general. Si éste es la cima de la montaña, aquellos son los distintos «campos bases» que instalaremos en la medida en que escalemos. Juntos, y sólo así, nos permitirán llegar a la cima; si no logramos uno, la investigación será incompleta. «En la definición de objetivos específicos es fundamental seguir una secuencia lógica en la investigación y prescindir de aspectos triviales que se supone que van a ser conseguidos. De igual forma, serán acciones diferentes unas de otras, que marcarán etapas y sugerirán metodologías específicas de trabajo. En caso contrario resultarán inoperantes y no servirán para nada. Al final, estos objetivos darán respuesta al objetivo general. Esto conviene no olvidarlo. En definitiva, los objetivos marcan los pasos a dar por el investigador para conseguir unos resultados que serán los que demuestren o no que se resolvió el problema inicial»14.

De este modo, los objetivos deben ser realistas, alcanzables y congruentes con el problema de investigación. Siempre utilizaremos infinitivos al enunciar los objetivos, pues son operativos e implican acción, generan actividades. Hay que hacerlo de forma muy esquemática y siempre teniendo en cuenta la hipótesis y el estado de la cuestión. Los in13 14

Callejo y Viedma (2006: 100 y 101). Pantoja (2009a: 13-37).

IV.

DISEÑO

DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

173

finitivos más utilizados en este apartado son, entre otros, conocer, comprender, comparar, analizar, discutir, discernir, diferenciar, determinar, comprobar, establecer, descubrir, recopilar, buscar… Pasa lo mismo que con otros apartados. No siempre se exige en un proyecto, pero es interesante tener en cuenta la originalidad de lo propuesto porque suele calificarse con una puntuación alta.

METODOLOGÍA Y

PLAN DE TRABAJO

En esta sección debemos presentar un bosquejo de la manera que proponemos realizar la investigación. Cuanto más completo sea el diseño metodológico estaremos demostrando que tenemos claro cómo hacer el estudio y llegar a contrastar la hipótesis. Es difícil que una investigación se desarrolle como se planifica, sin embargo, cuanto mejor definamos el método más fácil será la realización del trabajo. Por eso debemos explicar lo que vamos a realizar para lograr los objetivos específicos y, con ellos, el objetivo general de la investigación. Cómo lo haremos, con qué medios, con cuáles técnicas, en qué fases, con quiénes, etc. Se trata de trazar una hoja de ruta. Aquí hay que ser muy preciso con la metodología y con las fuentes que se van a trabajar. Si nos dan espacio suficiente será muy bueno adelantar qué cuestiones nos van a resolver determinadas fuentes porque a la hora de emprender la investigación, cada vez que tomemos una fuente concreta podremos formularle las preguntas pertinentes, lo que no es obstáculo para que una fuente pueda revelarnos cuestiones que no esperábamos. Hay que tener en cuenta, al hablar de las fuentes y la metodología, que es necesario estar seguros de que las primeras son accesibles, en cuanto a su abundancia, su cercanía a nuestro lugar de residencia, su disponibilidad al público y de que nos es posible trabajar con la metodología propuesta, especialmente en lo referente a cuestiones económicas y temporales. Por ejemplo, no tiene sentido proponer una investigación que deba desarrollarse en un país diferente al nuestro si no contamos con el dinero o la disponibilidad para viajar necesarios; como tampoco lo tendría el plantearse un estudio con una metodología demasiado costosa para nuestro presupuesto, como puede ser una encuesta dirigida a un gran número de personas.

JUSTIFICACIÓN

METODOLÓGICA

Este apartado sirve de entrada en el diseño concreto de la investigación y es complementario del referido como «delimitación del objeto de investigación». Sobre todo, se trata de justificar la perspectiva (cualitativa o cuantitativa) o las perspectivas (cualitativa y cuantitativa, con lo que habrá que entrar en su articulación) que se asumen en función del objeto principal de investigación. Las preguntas principales a responder son: «¿Por qué se opta por la perspectiva cuantitativa/cualitativa? ¿Por qué, en su caso, se opta por articular ambas? ¿Por qué se opta por una perspectiva etic (explicación de los comportamientos desde el investigador) o emic (explicación de los comportamientos partiendo de la perspectiva de los sujetos investigados)»15. 15

Callejo y Viedma (2006: 101).

174

LA

RECOGIDA

ESCRITURA ACADÉMICA EN

CIENCIAS HUMANAS

Y

SOCIALES

DE DATOS

Debemos presentar la(s) técnica(s) que pretendemos utilizar durante la investigación, es decir, los medios que emplearemos para recolectar la información y el procedimiento que seguiremos para recoger dicha información: • Tipos de datos: qué queremos recoger (opiniones, valoraciones, grabaciones, debates, resultados, etc.). • Responsable de la recogida: quién lo va a realizar. • Sujetos participantes: a quién se lo vamos a aplicar (lo que se denomina habitualmente la muestra). • Instrumento: con qué recogemos la información y quién va a elaborarlo si es el caso (por ejemplo, un cuestionario). • Sesiones de recogida: cuándo lo vamos a recoger. • Lugar o soporte, si procede: dónde se va a recoger. • Metodología de recogida: cómo se recoge (protocolo de aplicación del instrumento).

ANÁLISIS

PREVISTOS

Los análisis guardan relación con el tipo de datos que se han recogido. Si se desean ciertos análisis, es necesario utilizar determinadas estrategias de recogida de información. Sin grandes alardes técnicos, se pueden realizar análisis interesantes. Por ejemplo, se pueden rescatar las principales ideas de una entrevista, un debate o un diario; se pueden recopilar con estadística descriptiva los resultados de una encuesta, test o cuestionario; se pueden recopilar los resultados de los productos o trabajos realizados por los participantes. Según los instrumentos utilizados, podremos consecuentemente realizar unos análisis u otros.

FACTIBILIDAD Debemos dejar claro al lector las posibilidades reales de realizar la investigación. Para ello es recomendable establecer con precisión la disponibilidad de recursos humanos (especialmente si se trata de equipos de investigación o es necesario contratar colaboradores), financieros, materiales (bibliográfico, ordenadores y otros equipos, de oficina, grabadoras o filmadoras, fotocopiadora, software, etc.), tiempo… Por esto se suele adjuntar un presupuesto detallado y un cronograma en el que se desglosen por meses o temporadas las actividades a realizar: «Entre los recursos, el tiempo ocupa un lugar central. Pero, además, se constituye en una especie de columna vertebral del proyecto de investigación. No sólo porque sitúa el compromiso en una fecha final determinada sino porque permite observar y evaluar el estado del propio proyecto: en cada momento se tendrán que haber cumplido las actividades que estaba proyectado hacer antes de tal momento. Ahora bien, más allá de esta extensión en el tiempo, hay que subrayar su sucesión: en el proyecto se ha de presentar el encadenamiento de una actividad con otra, de tal manera que los resultados de una han de revertir en la siguiente y, a la vez, aparece condicionada por la anterior. El proyecto no sólo ordena las actividades, situando una tras otra, sino que las articula. Algo que tendrá una especial relevancia cuando se pro-

IV.

DISEÑO

DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

175

pongan diseños metodológicos que incluyan el uso de varias técnicas de investigación y, sobre todo, varias perspectivas de investigación»16.

JUSTIFICACIÓN

Y RELEVANCIA

Contiene las razones por las cuales se plantea la investigación. Justifica el hecho de hacer la investigación, en este caso referido a un problema determinado. Es el espacio destinado a convencer a terceros, bien autoridades académicas, bien posibles financiadores, de la importancia de invertir tiempo, esfuerzo y dinero para llevar a cabo la investigación proyectada. Se deben destacar, entre otras, las motivaciones teóricas, metodológicas, prácticas, sociales, institucionales y aportes del trabajo. Para ello, podemos pensar en qué contribuye nuestra investigación en la construcción de nuevo conocimiento; así como destacar la originalidad de nuestro estudio (enfoque, criterios, conceptualizaciones, métodos…). Para concretar la relevancia de nuestra investigación, podemos hacernos las siguientes preguntas: «¿Por qué se quiere investigar lo que se quiere investigar? […]. ¿Por qué es importante tal problema? […]. ¿Qué indicios de relevancia social del problema existen? […]»17.

BENEFICIOS

DEL PROYECTO, DIFUSIÓN Y EXPLOTACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN

En humanidades y ciencias sociales, este ítem se refiere básicamente a las publicaciones, tanto en forma de libro, como de capítulo o artículo de revista científica, así como a las comunicaciones, ponencias y conferencias presentadas en congresos y eventualmente a seminarios que puedan impartirse sobre los resultados del proyecto. «La entrega del informe es el punto final en la mayor parte de los estudios. De cara al cumplimiento de los plazos, es el elemento formal imprescindible. A veces, las prescripciones de los estudios exigen la elaboración de un artículo para revistas especializadas o científicas, como ocurre en estudios financiados desde los departamentos específicos de la Administración. Otras, como puede ocurrir en los estudios de mercado o de opinión pública de cierta relevancia, se exige el compromiso de la presentación pública de los resultados de la investigación. En ambos casos, el proyecto ha de hacerse eco de la asunción de tales compromisos, constatándolas como etapas finales de la investigación»18.

Este apartado tampoco aparecerá en todos los proyectos que tengamos que realizar a lo largo de nuestro trabajo como investigadores, pero sí es una cuestión que siempre debemos tener en cuenta porque tiene mucho que ver con la profundidad de la investigación, con su extensión e incluso con la forma no ya de presentarla sino de realizarla, como veremos con más detalle en el apartado IV.

16 17 18

Ibídem, 82. Ibídem, 94. Ibídem, 117.

176

FINANCIACIÓN

LA

ESCRITURA ACADÉMICA EN

CIENCIAS HUMANAS

Y

SOCIALES

DE LA INVESTIGACIÓN

Otro aspecto a tener en cuenta cuando elaboramos un proyecto de investigación, y más cuando se solicita financiación, es que es necesario señalar si se cuenta o se ha contado en el pasado con algún tipo de financiación exterior para llevar a cabo dicha investigación. Es decir, en ocasiones, si estamos trabajando en una línea de investigación desde hace un tiempo o formamos parte de un grupo de investigación, puede que en el pasado hayamos realizado una investigación previa, o parte de ésta que presentamos (que debimos haber incluido en el apartado de antecedentes empíricos, como ya explicamos), que contó con una financiación externa. Este dato es importante señalarlo en el proyecto, no sólo como muestra de transparencia, sino también como reconocimiento público de quienes han confiado con anterioridad en nuestros proyectos. Todo lo relacionado con la financiación de las investigaciones es un tema delicado que merece un momento de reflexión. Del mismo modo que tenemos que tener en cuenta el público a que va dirigida nuestra investigación, debemos tener en cuenta a quién estamos solicitando recursos para llevarla a cabo. El investigador necesita recursos para mantenerse mientras investiga o al menos para poder hacer la investigación, pero además cada vez es más frecuente que las universidades y los centros de investigación exijan a sus trabajadores que busquen financiación externa, tanto para cubrir sus propias necesidades como para ayudar al mantenimiento del propio centro, sin cuyos recursos no podría llevar a cabo el estudio. A tal punto es importante este aspecto que en los procesos de evaluación de candidaturas a puestos de trabajo, o incluso a becas y ayudas a la investigación, se valora la capacidad del investigador o del equipo investigador para buscar financiación a sus trabajos, dado que el logro de financiación externa se toma como un reconocimiento dentro del campo de conocimiento. Esto se denomina productividad. El investigador debe producir y además no costar dinero a la institución que lo acoge más allá de su salario. Muchos investigadores están en contra de la financiación externa porque se supone que condiciona la investigación. A estos investigadores habría que preguntarles si la financiación interna no podría igualmente condicionarla. De la misma manera que la financiación externa puede estar sujeta a intereses privados o a «modas», como podrían ser las investigaciones relacionadas con conmemoraciones de acontecimientos en las humanidades, puede ocurrir con las subvenciones internas que puedan quedar sujetas al «capricho» de los departamentos o de los rectores o de la institución que financia al Centro, sea el Estado, sea una empresa privada, una fundación o la Iglesia. Sea como sea, es la realidad la que se impone y lo que debemos procurar es que si en algún caso la financiación determina de alguna manera la elección del tema (y aquí entraríamos en otro debate que es el de por qué es más lícito investigar lo que al investigador le interesa y no lo es que sea el «mercado» quien imponga el interés de un tema), al menos no nos imponga los resultados, que a fin de cuentas para eso investigamos, para obtener resultados y para difundirlos. Una pregunta interesante que deriva de ello es si investigamos para nosotros o para la comunidad científica y para el público en general… Sin duda, tanto las motivaciones y objetivos que se encuentran detrás de una investigación, como los usos posteriores de sus resultados –tan distintos como la publicación y difusión, la intervención en las realidades sociales (investigación aplicada), o incluso archivarse en un estante o cajón pero que resulta útil para la obtención de grados o ascensos en el escalafón, por ejemplo, deben contener esa coherencia interna. Desde esta

IV.

DISEÑO

DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

177

perspectiva, los distintos apartados que conforman el proyecto deben ser coherentes entre sí. Una vez diseñado el proyecto estaremos en disposición de emprender la investigación. Sabremos entonces qué queremos trabajar, dónde, cuándo, cómo, por qué, para qué y para quién. Y nos ponemos a ello, conforme al plan de investigación que hemos diseñado, con el apoyo y guía de nuestro tutor o director. La investigación nos aparece, entonces, como un todo coherente de fases o pasos que contribuyen a alcanzar nuestra meta. Sin embargo, no significa que el diseño inicial no se vaya a modificar. Por el contrario, al avanzar en el proceso, nos encontraremos con nuevas informaciones, situaciones, circunstancias o ideas que nos hagan modificar nuestras previsiones. No sólo es lícito sino necesario revisar nuestros planteamientos. Desde esta perspectiva, el problema y el propósito del investigador no es aferrarse al diseño previsto sino reajustarlo a medida que avanza y provoca el aprendizaje del proceso procurando la cohesión y la coherencia del trabajo desarrollado: «en la investigación científica, la previsión no es sinónimo de precisión. Un proyecto nunca es un corsé, sino un punto de partida»19. Como fruto de ese diseño flexible y adaptativo puesto en práctica obtenemos los resultados que, aunque suelen tener carácter concluyente, pueden resultar ser nuevos interrogantes que dejan abiertas las posibilidades de respuesta en futuras investigaciones. Efectivamente, los resultados son esencialmente respuestas a nuestra preocupación, pero deben destacarse al menos otros dos tipos de resultados: los que casual o fortuitamente han aparecido sin proponérnoslo, y los obtenidos del desarrollo sobre el propio proceso de investigación que se modifica, adapta o transforma, provocando cambios en nuestras previsiones. Este proceso provoca un aprendizaje en el propio investigador, que descubre nuevas estrategias, mejora las que pone en acción y se descubre a sí mismo en sus limitaciones y capacidades como agente indagador de la realidad que le rodea y que vive. En este sentido, los procesos de investigación no sólo nos proporcionan conocimiento a través de los resultados sino también a través de los procesos desarrollados. Y todo ello debemos darlo a conocer al mundo académico, ya sea en un documento escrito o a través de ponencias: «La investigación que no se registra por escrito tiene corto alcance. Hay, por cierto, otras formas de transmitir lo investigado y sus hallazgos, especialmente por medio de la presentación oral, pero la escritura sigue siendo de capital importancia en la mayoría de las áreas de investigación. El informe de investigación, la tesis o la disertación, el artículo de revista, el texto académico y la ponencia para un congreso son los principales medios por los cuales los investigadores se comunican entre sí y con otras partes interesadas a través del tiempo y el espacio. El rápido desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la computación cambiaron la velocidad y el alcance de las comunicaciones, pero no alteraron la relevancia de la escritura como medio de comunicación»20.

A continuación, proporcionamos algunos principios generales de la escritura académica y sugiere formas de mejorar el estilo de escritura. Nos centramos primero en los beneficios de la planificación y la elección de la mejor estructura organizativa para desarrollar el argumento principal de la investigación y los resultados obtenidos. A continuación describimos algunos principios básicos para escribir con claridad y precisión por19 20

Perujo (2009: 82). Blaxter, Hughes y Tight (2007: 279).

178

LA

ESCRITURA ACADÉMICA EN

CIENCIAS HUMANAS

Y

SOCIALES

que una redacción correcta es la base de una comunicación clara, efectiva y persuasiva. Luego, proporcionamos las bases para el reconocimiento de la autoría de otros investigadores, en quienes nos hemos apoyado para realizar nuestro trabajo, y cómo hacer las citas bibliográficas. Y, finalmente, cerramos el apartado con la recomendación de realizar siempre una revisión final de nuestro escrito de investigación.

ORGANIZACIÓN

DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

En el escrito final damos a conocer lo que hemos aprendido sobre un tema, sobre nuestro problema de investigación; recogemos los conocimientos encontrados, analizados y aportados por nosotros; y lo hacemos cumpliendo con los lineamientos académicos requeridos. Es este tratamiento científico lo que lo diferencia de otros tipos de escritos, pues en él dejamos en claro el uso responsable y ético de las fuentes consultadas, hacemos un análisis crítico de la literatura, contrastamos hipótesis, destacamos y desarrollamos las ideas relevantes que aporten nuevos conocimientos… todo ello de manera coherente y convincente: «Son académicos los escritos expositivos producidos en las diferentes disciplinas […] con la función general de hacer avanzar el conocimiento; estos textos explican y hacen circular los resultados de una investigación, presentan hipótesis o conjeturas, o cuestionan otros escritos. Los géneros académicos presentan (o se espera que presenten) los siguientes rasgos, cualquiera que sea la disciplina a la que pertenezcan: un lenguaje preciso, riguroso y relativamente impersonal, una lógica argumentativa impecable, la máxima objetividad, y un propósito informativo explícito. Lo más notable de un texto académico, y lo que nos impide el acceso inmediato, si no somos especialistas en aquello de que tratan, es el vocabulario. Hay, como sabemos, un lenguaje, idioma, o léxico exclusivo de cada ciencia o disciplina»21.

Una vez realizada la investigación, cualquier tipo de trabajo bien sea un ensayo, una tesis, etc., corresponde llevar a cabo la redacción del escrito final, el que se va a entregar o publicar. Para ello «es conveniente tener una idea de cómo se presentará el producto terminado»22. Pero, ¿cómo pasar de la gran cantidad de información recabada, datos analizados, fotocopias, notas de campo… a un trabajo o informe final coherente y bien redactado? La naturaleza y la presentación de los resultados dependen evidentemente del tipo de datos recogidos y de los análisis realizados, que, como decíamos con anterioridad, están en consonancia con las preguntas o con las hipótesis que nos hemos planteado. Las interpretaciones no fundadas en datos fidedignos son vacías; los datos sin interpretación carecen de significado: «[…] si no hay tema, no hay investigación. Ésta no se edifica jamás sobre la base de sospechas, vaguedades y especulaciones»23. Para vencer el tradicional «miedo a la página en blanco», conviene reflexionar sobre algunos aspectos: – ¿Qué quiero escribir? Es fundamental tener presente el objeto de la investigación y qué queríamos alcanzar con ella, nuestros objetivos. Tener siempre a mano el problema de investigación, la hipótesis y los objetivos es fundamental para no des21 22 23

Reyes (2008: 119 y 220). Blaxter, Hughes y Tight (2007: 75). Perujo (2009: 11).

IV.

DISEÑO

DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN

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viarnos en el proceso de escritura. También, el contestar qué hicimos en la investigación, por qué, cómo y qué resultados obtuvimos, nos ayudará a definir lo que vamos a escribir. – ¿A quién va dirigido el escrito? De la respuesta a esta pregunta dependerá el estilo de nuestro escrito. ¿Quién es nuestro público? ¿Los lectores de una publicación de divulgación o de una revista científica? ¿El profesor de la asignatura que nos ha pedido un ensayo o el tribunal que valorará nuestra tesina o nuestra tesis doctoral? – ¿Qué estructura voy a utilizar? La utilización de esquemas, índices previos que estructuren el trabajo, mapas conceptuales o borradores es fundamental para ir llegando al producto final, nuestro escrito. No podemos pretender tener desde un inicio la estructura definitiva, sino que ésta, normalmente, se va haciendo y construyendo dentro del proceso. Y en eso debemos ser flexibles, releer y reescribir mucho. – ¿Cómo gestiono todos los materiales de que dispongo? Es normal encontrarnos inmersos en un caos de notas, libros, fotocopias, datos, estadísticas, transcripciones… ¿Cómo organizarnos? La existencia de ese esquema previo nos puede ser de mucha ayuda también en esta fase, pues nos permitirá ir ubicando en cada capítulo o apartado la información que tengamos al respecto. Cualquier tipo de escrito académico normalmente sigue un mismo esquema general. En primer término, cuenta con una introducción, en la que se plantea el trabajo. Este apartado es muy importante, es la puerta de entrada a nuestro trabajo; la información que allí incorporemos y la forma de hacerlo no sólo presentan la investigación, sino que muestran al lector nuestro estilo, nuestro rigor académico. En primer lugar, en la introducción debemos explicar la importancia del problema, por qué el problema merece una nueva investigación ¿existe la necesidad de resolver cualquier inconsistencia en los resultados de trabajos anteriores?, ¿es necesario ampliar el alcance de investigaciones previas?, ¿vale la pena explorar una nueva metodología? Cuando la investigación es impulsada por el deseo de resolver cuestiones controvertidas, todas las partes en el debate deben estar representadas de forma equilibrada en la introducción. Además de exponer el problema de investigación, debemos señalar el propósito de la investigación, es decir, los objetivos que queremos alcanzar con nuestro estudio. Es aconsejable señalar brevemente la literatura relevante, proporcionar un resumen de los trabajos más recientes directamente relacionados con nuestra investigación. Al resumir esos trabajos, debemos evitar los detalles no esenciales y, en cambio, hacer énfasis en las conclusiones principales y en las cuestiones metodológicas pertinentes, relacionadas directamente con nuestra investigación. Finalmente, en la introducción debemos presentar la estrategia metodológica que hemos seguido en nuestra investigación, y cómo hemos organizado el escrito final (describiendo brevemente el contenido de cada capítulo). Antes de escribir la introducción, considera las siguientes preguntas: • ¿Por qué es importante este problema de investigación? • ¿Cómo se vincula tu estudio en relación a trabajos previos en el área?Si otros aspectos de este estudio se han explorado anteriormente, ¿en qué difiere este trabajo o cómo aprovecha la investigación anterior? • ¿Cuáles son las hipótesis y los objetivos del estudio, y cuáles son los vínculos con la teoría?

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• ¿Cómo se relacionan entre sí las hipótesis y diseño metodológico de la investigación? • ¿Cuál es la relevancia del estudio? Una buena introducción responde a estas preguntas en tan sólo unas pocas páginas y le da al lector un sentido firme de lo que se hizo y por qué. A continuación, en los capítulos se desarrolla el trabajo propiamente dicho; y si son muy extensos pueden subdividirse en subcapítulos. Se trata, efectivamente, de la parte más importante del escrito. «La columna vertebral de la investigación, sin duda la parte más intensa y extensa del documento desde un punto de vista tanto cuantitativo (número de páginas) como cualitativo (generación de nuevos conceptos y análisis de nuevos fenómenos), es la que aparece recogida en el segundo apartado [capítulos]. Nada representa mejor la idea del investigador en su laberinto, la imagen del enredo subyacente a toda labor investigadora, que la etiqueta de nudo con que se designa esta segunda fase»24.

Y, por último, en las conclusiones se pone fin al estudio destacando lo más relevante del mismo y las ideas novedosas que se desprenden del resto del texto. En general, en las conclusiones solemos hacer también un balance de los objetivos planteados al inicio de la investigación y su consecución: cuánto hemos logrado y cómo; también en relación al diseño metodológico: qué dificultades tuvimos en el proceso investigativo y de qué manera las solventamos. Además, es recomendable cerrar las conclusiones con las líneas de investigación futuras, las preguntas o problemas de investigación que se abren una vez culminado nuestro estudio. «No siempre tenemos las conclusiones en la mente, claras y distintas, antes de ponernos a escribir, pese a lo que aconsejan algunos manuales. En realidad, lo que tenemos o debemos tener son, como se ha dicho, buenas preguntas. A medida que escribimos, y por el proceso de descubrimiento del que ya hablamos muchas veces, vamos iluminando más dimensiones de nuestro tema, rectificando, proponiendo nuevas preguntas, contestándolas. Las conclusiones constituyen el momento más gratificador del trabajo: son la respuesta a esas preguntas, y a esa respuesta se incorpora a un conjunto de conocimientos, adquiere generalidad, despierta nuevas posibilidades de investigación. Las conclusiones son también aperturas. Recuerde que una conclusión no es un resumen aburrido de lo que ha dicho, sino una respuesta, una generalización, y un planteamiento, explícito o implícito, de nuevas preguntas»25.

Depende mucho del tipo de investigación que se ha hecho, si es cuantitativa o cualitativa, si es teórica o empírica, pero suelen recomendarse los siguientes apartados para organizar el escrito final, que cada investigador adapta a sus necesidades y estilo: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. nicas e 24 25

Portada. Índice. Agradecimientos. Resumen/Abstract y palabras clave/Key words. Introducción (Propósitos, planteamiento del problema, hipótesis, objetivos). Marco teórico (definición de los conceptos y revisión de la literatura). Marco metodológico (diseño, definición de variables, población y muestra, técinstrumentos de recogida de datos, procedimiento).

Ibídem, 107. Reyes (2008: 242).

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8. Resultados (suelen presentar en varios capítulos, dependiendo de cada investigación). 9. Conclusiones. 10. Referencias bibliográficas. 11. Anexos/Apéndices (sólo si son necesarios para la comprensión del trabajo). 12. Otros aspectos a tener en cuenta, que deben ser incluidos en nuestro escrito académico: 13. Portada del trabajo. En la carátula o portada aparecerán los siguientes datos en negrita: universidad, departamento, programa, título del escrito, nombre del autor del trabajo, nombre y adscripción institucional del tutor o director del trabajo y curso académico de presentación. El tamaño de la fuente y el espacio entre renglones queda a criterio del autor del trabajo, siempre que la carátula, con todos los datos señalados incluidos, no supere la extensión de una página. 14. Encabezados. En todas las páginas del trabajo, exceptuando la portada, el índice y la primera página de cada capítulo, deberá haber un encabezado. En él aparecerán los siguientes datos: nombre de la institución, nombre completo del autor del trabajo, título del trabajo (si se compone de título y subtítulo, sólo el primero), número del capítulo y número de página, correlativo general, en la parte superior derecha. 15. Cuadros, gráficos o imágenes. Sólo serán incluidos si contribuyen a la comprensión del argumento. Se recomienda numerarlos de la siguiente manera: el capítulo en numeración romana y el número del cuadro, gráfico o imagen dentro del capítulo en numeración arábiga (por ejemplo: I.10). Los cuadros, gráficos e imágenes irán acompañados de la cita de la fuente de la que han sido extraídos. En el caso de cuadros o gráficos elaborados por el autor del trabajo, se deberán citar como «elaboración propia», añadiendo a continuación las fuentes que se hayan utilizado para dicha elaboración. 16. Notas al pie. Se utilizan para proporcionar contenido adicional, para completar o ampliar el texto. No deben incluir información complicada, irrelevante o no esencial. Debido a que pueden distraer a los lectores, las notas deben incluirse sólo si fortalecen la discusión.

Redacción del escrito Así como a investigar se aprende investigando, a escribir se aprende escribiendo. Es un proceso continuo, desde que iniciamos la investigación: «escribir no es sólo un elemento fundamental sino permanente del proceso de investigación que debe comenzar apenas iniciado el proyecto y continuar hasta su conclusión e incluso más allá»26. Efectivamente, redactar bien requiere disciplina y una disposición favorable, una actitud abierta a ir construyendo –pacientemente– un escrito con todos los elementos que tenemos y cuya versión final sea un todo coherente y académicamente aceptable. «Hay que subrayar, finalmente, que la redacción de la tesis, y en general todo su proceso de elaboración, reclama una gran paciencia en el sujeto. A primera vista, puede parecer que la obra científica es el resultado fácil de la inspiración, el ingenio, las ideas brillantes, pero la realidad es que exige también, y ante todo, un trabajo duro y continuado. La tesis, y en general el trabajo científico, nunca es el resultado de un momento de brillante inspiración, sino de una larga y paciente tarea de meses y años. 26

Blaxter, Hughes y Tight (2007: 279).

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En cuanto a la redacción en concreto, es comparable a una obra de albañilería, no sólo porque requiere buscar palabras como el albañil ladrillos, y colocarlos adecuadamente, sino porque, del mismo modo que el albañil levanta un día cinco metros de pared y al día siguiente otros cinco, y así sucesivamente, el doctorando ha de redactar un día cinco páginas, al siguiente otras cinco y así sucesivamente ha de avanzar, paso a paso, página a página, sin cansarse, revisando y corrigiendo constantemente lo hecho hasta que la obra esté perfectamente acabada»27.

Es recomendable iniciar la investigación con un esquema de trabajo, que podrá ser el índice del trabajo final o no, pero que nos será muy útil a la hora de ir anotando las ideas que nos vayan surgiendo en la investigación, nuestras notas de campo, los datos obtenidos e, incluso, para ir colocando mentalmente las citas de otros autores, tomadas durante el proceso. Un esquema nos ayuda a identificar las ideas principales, define las ideas subordinadas, ayuda a evitar desviaciones tangenciales y a notar omisiones. Escribir desde un esquema ayuda a preservar la lógica de la propia investigación. Ordenar nuestros pensamientos lógicamente, tanto en capítulos como en los apartados internos de cada uno, nos ayudará a iniciar la escritura de manera coherente. En la escritura científica, la estructura organizativa es la clave para una comunicación clara, precisa y lógica. Esto incluye el uso de los epígrafes para organizar eficazmente las ideas dentro de un estudio, así como para resaltar los elementos importantes dentro de las secciones. Los epígrafes concisos ayudan al lector a anticipar los puntos clave y seguir el desarrollo de su argumento. Los niveles de partida establecen la jerarquía de las secciones a través de formato o la apariencia. Todos los temas de igual importancia tienen el mismo nivel a lo largo del escrito. Es necesario mantener una armonía para no confundir al lector. Estos índices o guiones pueden ser cronológicos o temáticos, todo dependerá de la hipótesis planteada, del grado de avance en el que esté la investigación y de nuestros conocimientos generales sobre el tema. Por ejemplo, no organizaremos el trabajo de investigación de la misma manera si vamos a presentar los resultados en un artículo, en una ponencia o en un documental. En el primer caso deberemos tener especial cuidado en tomar las citas de forma textual y detallar con exactitud la ubicación de las mismas. Para una ponencia no nos interesará tanto tomar las citas de manera textual, pero sí deberemos cuidar que el lenguaje no resulte demasiado rígido con el fin de hacer más dinámica su exposición oral. Y para presentar los resultados en un documental buscaremos con mayor interés fuentes de carácter visual y procuraremos acudir al lugar donde haremos la investigación portando una cámara de fotos, una filmadora, grabadora o un escáner, antes que un lápiz y un papel. ¿Y por dónde comenzamos a escribir? Es muy difícil dar una directriz general al respecto, pues queda a criterio de cada persona, de la soltura que tenga en el arte de la escritura, de cuánto domine el tema, del tiempo disponible… «Usted debería redactar la investigación desde las etapas iniciales y convertir la escritura en una actividad regular y permanente. En la mayoría de los casos el proceso es cíclico y reiterativo: se redacta una sección o un capítulo, se pasa a otra actividad y luego se vuelve a la versión original y se la reescribe una o más veces. A medida que la investigación cobra forma, las secciones posteriores afectan a las previas y entonces es preciso realizar ciertas modificaciones, de ahí la necesidad de reescribir el trabajo. Por otro lado, el progreso de la investigación significa más lecturas, descubrir más cosas y cambiar de opinión en algunos aspectos»28. 27 28

Sierra (2005: 383). Blaxter, Hughes y Tight (2007: 281).

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Existen errores a los que todos tendemos y con los que hay que tener cuidado. Por ejemplo, las generalizaciones que no vienen al caso, plantear interrogantes que no van a responderse, generar con los títulos expectativas que no se cubrirán, la falta de relación entre las conclusiones y el resto del trabajo… De ahí la importancia de saber discriminar entre ideas relevantes y las que no lo son; estructurarlas de manera coherente, con un sentido lógico, que facilite la lectura y la comprensión de lo que se quiere transmitir; cuidar el estilo, puntuación y el uso de conectores, etc. De manera general, es necesario prestar atención en todo momento al estilo gramatical, a la sintaxis y a la ortografía. Por otra parte, no confiemos en los correctores ortográficos de programas ofimáticos, también se equivocan y no siempre captan el contexto y la intención de lo que queremos comunicar. La utilización de diccionarios debe ser constante. «[…] a veces, un investigador, que no tiene por qué ser un especialista en filología, no dispone de todos aquellos conocimientos necesarios para llevar a buen término su trabajo: duda acerca de algunas cuestiones ortográficas, no sabe qué vocablo utilizar en una determinada frase, o cómo enlazar los párrafos. Y eso no debe preocupar en exceso cuando el investigador es consciente de sus dudas y de sus carencias en materia lingüística, pues no es muy frecuente que cualquier escritor, incluso el especialista, posea todos los conocimientos de lengua española. No hay problema cuando esta impericia se reconoce, pues en ese caso se está en condiciones inmejorables para solucionarla y la mejor forma de hacerlo es la consulta de manuales adecuados: diccionarios, gramáticas, enciclopedias y los actuales medios informáticos que facilitan la rápida consulta de cualquier duda que pueda surgir […]»29.

Además de estas recomendaciones generales, la mejor forma de mejorar en nuestra escritura –aunque parezca muy básico– es leer y escribir, y mucho en ambas actividades. Eso implica saber elegir lo que vamos a leer, textos clásicos de literatura pero también, y muy especialmente, escritos académicos; darnos un tiempo e instalarnos en la biblioteca y revisar las tesis doctorales, por ejemplo, ver su estructura, el estilo, el desarrollo de las ideas y las conclusiones. Y no basta con consultar sólo trabajos de nuestra área académica o titulación; mientras más variedad de ejemplos contemplemos mayor será nuestra creatividad y desarrollaremos mejor nuestra capacidad crítica. Y si esto es fundamental en un escrito académico, también lo es la forma como se presentan las ideas, como se construye la información que el lector conocerá finalmente. En palabras de María Isabel Sancho Rodríguez: «es indudable que lo fundamental en un escrito científico es la materia que se quiere comunicar, pero, también es verdad, que sin un orden expositivo es imposible una comunicación adecuada»30. Es en los escritos académicos donde el fondo y la forma de lo que se quiere comunicar son fundamentales: «[…] redactar la tesis, en sentido estricto es el acto concreto de dar forma escrita a las ideas que han de constituir el contenido intelectual de la tesis. Pero la redacción de la tesis en sentido pleno, no sólo comprende esta expresión escrita de las ideas, sino que también abarca la determinación inmediata de las ideas a exponer, así como el orden en que deben ser expuestas, lo que quiere decir que abarca todo el proceso de elaboración de la información obtenida. La redacción en sentido pleno, pues, comprende también las operaciones que tienen como objeto compilar y ordenar el conjunto de datos e ideas, recogidos en la etapa de obtención de información y documentación, así como la formulación del plan general de la tesis y de cada parte o capítulo de la misma. Estas tareas deben hacer posible la redacción, en sentido estric-

29 30

Sancho Rodríguez, en Pantoja (coord.) (2009: 153-186). Ibídem, 156.

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to o desarrollo mediante el lenguaje escrito, del plan de ideas de cada capítulo. No obstante, se ha de señalar que la compilación y ordenación no son ajenas tampoco a la redacción en el sentido estricto, pues ésta implica la ordenación de los elementos de la lengua usada: palabras, oraciones, períodos y párrafos»31.

En todo caso, antes de empezar a escribir, es importante que nos detengamos a pensar en la mejor longitud óptima del escrito. La longitud es el número de páginas necesarias para comunicar de manera efectiva las ideas y resultados principales del estudio. Como regla general es preferible seguir esta: «menos es más». Si un documento es demasiado largo, se acorta indicando los puntos de forma clara y directa, limitando la discusión al problema específico objeto de la investigación, eliminando repeticiones. En cuanto al orden en la redacción del trabajo hay que decir que unos comienzan por el inicio –la introducción, por ejemplo, aunque luego sea revisada y modificada–, porque asumen que tendrán en ella un norte, una guía del trabajo. Otros comienzan por los apartados que más dominan; y hay quienes lo hacen por aquellos aspectos que más se les dificultan. Sea como fuere, lo importante es comenzar a escribir, pues en este proceso nos iremos aclarando, nos iremos soltando e inspirando: «cuanto más escribimos sobre un tema, más sabemos sobre ese tema, y, de paso, sobre el lenguaje, lo que nos permitirá usarlo cada vez con mayor facilidad, tino y eficacia»32. El objetivo principal de los escritos científicos es la comunicación clara. Podemos lograr esto mediante la presentación de ideas de una manera ordenada, expresándonos con precisión. Este es uno de los mayores retos, pues al inicio del proceso de redacción lo que tenemos es una gran cantidad de notas, de datos, de citas, y de copias y no sabemos muy bien cómo empezar. Lo aconsejable es tener a nuestra disposición todos esos elementos a la vista en nuestro escritorio o mesa de trabajo. «La función de las anotaciones previas es juntar y asociar ideas, plantear preguntas, preparar las estrategias de comunicación que vamos a usar en el texto, preparar el paso al texto definitivo. Uno de los métodos de exploración o descubrimiento del tema más recomendados en los libros de composición es la ‘‘asociación libre’’: apuntar todo lo que se nos ocurra sobre un tema, aunque muchas de esas cosas parezcan no venir al caso. Se pueden hacer primero listas de frases o palabras, y luego reorganizarlas en diagramas, clasificando las ideas. En la reorganización, algunas ideas serán excluidas, y aparecerán otras nuevas. Este método permite vencer el momento inicial de bloqueo, cuando no sabemos qué escribir. Atacamos por asalto nuestra memoria y sacamos de allí todo lo que parece remotamente conectado con un tema, y sobre esos materiales empezamos a trabajar»33.

Además, nuestras ideas deben ser argumentadas, con afirmaciones sólidas, fundamentadas. En la academia no valen meras opiniones, especulaciones. El trabajo de investigación que hemos hecho debe servir para contrastar nuestra hipótesis, pero de una manera fundamentada: «De nada sirve el esfuerzo si al final no aportamos conocimiento y si éste no se encuentra validado, contrastado y fundamentado»34. Algunas sugerencias que podemos tener en cuenta al redactar son las siguientes: – Es preferible la claridad en la exposición que el uso de oraciones rebuscadas, barrocas, que sólo complican la comprensión de los contenidos. 31 32 33 34

Sierra (2005: 381 y 382). Reyes (2008: 211). Ibídem, 204 y 205). Perujo (2009: 14).

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– Las frases no deben ser muy extensas, un promedio de unas 15 a 25 palabras suele ser lo usual, pero dependerá de cada caso; no es algo absoluto. Hay que tener en cuenta que si usamos frases muy largas es más fácil cometer algún fallo de sintaxis. – Es preferible evitar el uso excesivo de oraciones subordinadas, explicativas dentro de otras oraciones, pues se corre el riesgo de que el lector se pierda entre tantas ideas y no capte la más relevante. – Eliminemos las palabras repetitivas, las que no aportan nada o sólo ‘embellecen’ lo que queremos decir, si no es estrictamente necesario. Recordemos la máxima: cuanto menos y más sencillo, mejor. Si podemos decir lo mismo con menos palabras, no dudemos en hacerlo. – Procurar que cada párrafo contenga una idea principal y las demás sean secundarias, complementarias, ejemplos, explicaciones adicionales. Desarrollar dos ideas relevantes en un mismo párrafo nos supone el riesgo de que alguna de ellas no sea captada por el lector. – Los párrafos deben tener una extensión acorde, aproximadamente unas 20 ó 25 líneas. Y en una hoja o folio se recomienda una media de dos a cinco párrafos, dependiendo del interlineado y extensión de los mismos. Menos de dos ya serían párrafos muy extensos, y más de cinco, muy cortos. – Debemos cuidar la cohesión del escrito, en el sentido de que todos los párrafos, los apartados y los capítulos deben tener coherencia, una relación. No puede haber nada escrito de manera aislada del resto. Hay que dejar clara la relación entre las ideas, pero con cierto equilibrio para no caer en el polo opuesto de ser muy repetitivos y redundantes. El establecimiento de un tono que transmita los puntos esenciales del estudio de una manera interesante, comunicará las ideas con mayor eficacia. Debemos asegurarnos, entonces, de que cada palabra significa exactamente lo que queremos decir. Debemos evitar, por tanto, las expresiones ambiguas. Por otra parte, en un escrito académico no debemos utilizar el lenguaje coloquial y tenemos que cuidar el tono y el estilo utilizados a lo largo de todo el escrito. «Ante todo, y cualquiera sea el público para el que está escribiendo, es importante ser coherente en cuanto al estilo y la organización. Pasar de un estilo a otro sólo sirve para confundir y por tanto no es aconsejable, salvo en circunstancias excepcionales y manejadas con gran cuidado. Por ejemplo, cuando redacta un informe en tercera persona y en un estilo mesurado no es sensato emplear de pronto la primera persona, a menos que lo haga en las secciones preliminares tales como prefacios y agradecimientos que no forman parte del contenido principal de su trabajo»35.

Los lectores comprenderán mejor las ideas si hay continuidad en las palabras, conceptos y desarrollo temático desde el inicio hasta la conclusión. La continuidad se puede lograr de varias maneras, por ejemplo, con los signos de puntuación. Ellos indican al lector las pausas, las inflexiones y el ritmo. Debemos utilizar toda la gama de signos de puntuación disponibles siguiendo las normas adecuadas (por ejemplo, las de la Real Academia de la Lengua Española o consultando manuales sobre la puntuación). Debemos tener en cuenta que el uso excesivo puede molestar al lector; y su infrautilización puede confundir. Por eso es conveniente leer en voz alta el escrito en caso de duda. 35

Blaxter, Hughes y Tight (2007: 302).

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«Las funciones principales que cumple la puntuación en la redacción son dos: separar las oraciones y sus partes e indicar el grado de proximidad lógica que existe entre ellas. También puede cumplir las funciones accesorias de indicar la elipsis de elementos de la oración, que se dan por sobreentendidos, de evitar la confusión y de dividir las frases demasiado largas. La puntuación es un elemento esencial en la redacción, hasta tal punto que un texto sin puntuación alguna resulta prácticamente ininteligible, y otro puede cambiar totalmente de sentido por el simple hecho de la variación en su puntuación»36.

Otra forma de lograr la continuidad es a través del uso de las palabras de transición. Estas palabras ayudan a mantener el flujo de pensamiento, especialmente cuando el material es complejo o abstracto. Un pronombre que se refiere a un sustantivo en la frase anterior sirve como una transición, pero también evita la repetición. Los lectores no tienen que buscar en el texto anterior para determinar el significado de la palabra. Pero pronombres como esto, aquello, estos, pueden ser también un problema cuando se refieren a algo o a alguien en una oración anterior. Debemos asegurarnos de que el referente es obvio. Otros dispositivos de transición son los enlaces de tiempo (luego, después, mientras que, desde entonces), los vínculos de causa-efecto (por lo tanto, en consecuencia, como resultado), los enlaces (además, por otra parte, de manera similar), y los de contraste (pero, por el contrario, sin embargo, a pesar de). «Las conexiones ayudan al lector a encontrar su camino a través del informe o de la tesis. Pueden tomar la forma de referencias sistemáticas a los temas que ya identificó, o poner de manifiesto a través de las referencias cruzadas entre los capítulos, secciones o páginas. El objetivo de las conexiones es presentar un todo coherente al lector, al margen de cómo se organice o estructure la tesis. Cuando se lo hace con eficacia, el lector debería ser capaz de comprender rápidamente su trabajo, cualquiera sea la página por la que dé comienzo a la lectura»37.

Los dispositivos que se encuentran a menudo en la escritura creativa, por ejemplo, la creación de la ambigüedad, la inserción de lo inesperado, cambios repentinos de tema, pueden confundir o molestar a los lectores de la prosa científica. Si, después de leer, encontramos que nuestra escritura es abrupta, es necesario que introduzcamos más dispositivos de transición. Si notamos que hemos abandonado un argumento o un tema antes de tiempo, es necesario ampliar el debate. Debemos estar atentos a la fluidez en que estamos presentando los argumentos y resultados, y abiertos a reorganizar los apartados y los párrafos para lograrlo. Es recomendable seguir la regla de economía de la expresión, que nos indica que las palabras y frases cortas son más fáciles de comprender que las largas. Aunque también es cierto que un escrito redactado sólo con frases cortas y sencillas produce una prosa entrecortada y aburrida. La variedad en la longitud de las frases ayuda a los lectores a mantener el interés y la comprensión. Similares precauciones se aplican a la longitud de los párrafos. Los párrafos que son demasiado largos es probable que pierdan la atención del lector. Es mejor buscar un lugar lógico para romper un párrafo largo, o reorganizar el material. En todo caso, un término técnico largo, sin embargo, puede ser más preciso que varias palabras cortas, y los términos técnicos son inseparables de la presentación de escritos científicos. Sin embargo, la terminología técnica en un documento debe ser entendida fácilmente por lectores ajenos a la disciplina. Un escrito con terminología comprensible sólo por unos pocos especialistas no contribuye suficientemente a la literatura académica. 36 37

Sierra (2005: 394). Blaxter, Hughes y Tight (2007: 290).

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A modo de coda, podemos decir que un escritor concienzudo sabe dominar los matices de la variación escrita, sabe que debe encontrar un registro adecuado, un tono propicio al objetivo de su trabajo, una sintaxis correcta y además clara y fluida, y sabe, además, que debe entretejer en su texto, junto a la dimensión preponderante exigida por el tema y la ocasión, las demás dimensiones necesarias, siempre que el conjunto sea armonioso, grato y convincente. Para quien se tome el trabajo de tener todo esto en cuenta, la recompensa es muy grande: un buen escrito, un acto de creación que nos deje satisfechos38.

Trabajando con los autores Uno de los grandes problemas con que suele encontrarse un docente en la revisión de los escritos de los estudiantes es la tendencia a utilizar ideas y trabajos de otros autores sin la debida cita o referencia a la fuente. Puede ser por desconocimiento de los alumnos de las normas para citar, o bien por ingenuidad al pensar que los profesores no se darán cuenta. Lo cierto es que es una actitud poco ética y que, de algún modo, se convierte en la apropiación de la propiedad intelectual de autores que han publicado con anterioridad sus obras: «Omitir las aportaciones que recibimos de fuentes externas supone un acto ilegítimo que da al traste con toda la investigación, pues nos desacredita hasta tal extremo que genera un halo de desconfianza que nos empaña por completo. A los efectos, es de aplicación universal el siguiente axioma: lo propio, argumentarlo; lo ajeno, reconocerlo. Es decir, resulta del todo improcedente efectuar apropiaciones indebidas de ideas, conceptos, teorías o afirmaciones. La autoridad intelectual y académica de las mismas exige un respeto sepulcral. Ignorar intencionalmente esa circunstancia acarrea una especie de sacrilegio científico que, aunque en términos estrictos parezca una paradoja, arruina la solidez de cualquier investigación, por muy bien fundamentada y desarrollada que ésta se encuentre»39.

En este sentido, una parte crítica del proceso de escritura es aprender a citar a los autores que nos han influido, y mucho más ahora, en la época del «copia y pega». Es fundamental citar el trabajo de los individuos cuyas ideas, teorías o investigaciones han influido directamente en nuestro trabajo. Las referencias se utilizan para documentar las declaraciones sobre la literatura, así como los datos de las interpretaciones en las que se apoyan nuestro escrito y nuestras conclusiones. Reconocer la labor de los estudiosos anteriores proporciona una manera fiable para localizarlos. Las referencias citadas en nuestros escritos deberían ser suficientes para apoyar nuestras investigaciones y para asegurar que los lectores puedan situarlas en el contexto de investigaciones y teorizaciones anteriores. «Las citas se hacen con tres propósitos principales: a) para ilustrar algo que estamos diciendo; b) para apoyar con una voz y una autoridad ajena nuestras propias palabras; y c) para mostrar una opinión ajena discrepante, y, generalmente, rebatirla»40. Considerando que el plagio se refiere a la práctica de reclamar crédito por las palabras, ideas y conceptos de otros, autoplagio se refiere a la práctica de presentar como si fuera nuevo nuestro propio trabajo –previamente publicado, o en caso de estudiantes: previamente entregado a otras asignaturas–. El núcleo del nuevo documento debe cons38 39 40

Reyes (2008: 69). Perujo (2009: 100). Reyes (2008: 261 y 262).

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tituir una contribución original al conocimiento, y sólo la cantidad necesaria de material previamente publicado se debe incluir como antecedentes, principalmente en la discusión de la teoría y la metodología, y hacer la correspondiente cita bibliográfica. Citar a un autor implica que hemos leído personalmente la obra citada, por lo que no es conveniente tomar textos que otros citan sin verificar la obra original. Asimismo, siempre se citará el documento del que se ha extraído la información, nunca uno que no se haya manejado. Si, por ejemplo, una información se ha extraído de Internet, aunque se sepa que está publicada en papel y se conozcan los datos de la publicación, la referencia que debe aparecer es la de Internet, porque de ahí se sacó la información. Cada vez que se parafrasea a otro autor (es decir, cada vez que se hace un resumen de un texto o se hace referencia a lo dicho cambiando el orden de una frase o de algunas de las palabras), es necesario dar crédito a la fuente original. Ahora bien, ¿cómo citamos? En los trabajos académicos suele haber dos modelos frecuentemente usados para citar las fuentes y para elaborar la bibliografía correspondiente. Se trata del llamado sistema tradicional (también conocido como ‘cita-nota’), muy usado en disciplinas de Humanidades, y el sistema anglosajón (o de Harvard). Cada uno tiene sus características, así como sus ventajas y desventajas. En todo caso, se puede utilizar cualquiera de los dos sistemas, siempre y cuando no se combinen; debemos ser consecuentes con el modelo elegido y utilizarlo siempre a lo largo de todo el escrito. El sistema tradicional o de cita-nota se fundamenta en las normas de la International Standard Organization (ISO), organismo no gubernamental creado después de la II Guerra Mundial, con el fin de promover la estandarización de normas de fabricación, comercio y comunicación a nivel internacional. Sobre el tema que nos ocupa, esta organización propuso las normas ISO 690:1987 (regula las citas bibliográficas: contenido, forma y estructura)41 y la ISO 690-2:1997 (regula las citas bibliográficas de documentos electrónicos)42. A su vez, estas normas se basaron en el International Standard Book Number (ISBN), que es un identificador único para libros. Para hacer la cita de modo tradicional, el investigador debe agregar una nota al pie de página justo después de hacer la cita (dentro del signo de puntuación), y agregar los datos identificativos de la fuente en la nota al pie. También hay quienes prefieren hacerlas al final del capítulo o, incluso, al final de la obra o escrito. Los datos identificativos de la fuente serían: nombre y apellido del autor, separado por una coma el título de la obra citada; separado por otra coma los datos de la publicación (ciudad y editorial), y separado con una coma (,) el año y el número de la página correspondiente al texto que se está citando. Por ejemplo: «Pocas revoluciones presentan […] las paradojas que ofrece nuestra Guerra de Independencia. Nos encontramos con que muchos de los precursores del movimiento se transforman en sus acérrimos enemigos en el instante mismo en que estalla; con que no consuman la Independencia quienes la proclamaron, sino sus antagonistas, y, por último, con que el mismo partido revolucionario ocasiona la pérdida de los consumadores de la Independencia»43.

41 Corresponde a la norma UNE 50104:1994, de la Asociación Española de Normalización y Racionalización (AENOR). 42 Disponible en http://www.ugr.es/~pwlac/G00_Referencias_electronicas.html. 43 VILLORO, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, p. 13.

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Por otra parte, se desaconseja utilizar el sistema de op. cit. Únicamente debemos usar ibíd. o ibídem cuando se repita la misma referencia bibliográfica de manera consecutiva, aunque no coincida el mismo número de página del texto citado. Este estilo de citas tiene muchos defensores y usuarios, pero también algunos críticos. Éstos ven como desventaja la gran cantidad de notas (comentarios) y citas al pie de la página, que dificultan la lectura de un texto, más aún cuando son ubicadas al final de un capítulo o de toda la obra. Otro inconveniente que se suele alegar es que, al utilizar en el sistema tradicional las palabras ibíd. o ibídem, el lector tiene que ir hacia atrás para asegurarse a qué obra se está refiriendo el autor del escrito, lo que imprime lentitud a la lectura y la comprensión del texto. El sistema anglosajón, por su parte, es también conocido como autor-año, y es el que hemos adoptado en la elaboración de este manual, como habrán observado los lectores. Es el más utilizado en ciencias sociales y en ciencias naturales. El método de autor-año de la cita requiere que el apellido del autor y el año de publicación se inserten en el texto en el punto apropiado, por ejemplo: Villoro (1977) habla de algunas paradojas que ofrece la guerra de independencia mexicana. Los precursores de la independencia se convierten, al estallar ésta, en sus máximos detractores (Villoro, 1977). Cuando se trata de una cita textual, deberemos incluir el número de la página de la publicación del texto original. Siguiendo los anteriores ejemplos: Para Villoro, «pocas revoluciones presentan […] las paradojas que ofrece nuestra Guerra de Independencia» (1977: 13). Revisando la historia de la independencia mexicana, «nos encontramos con que muchos de los precursores del movimiento [independentista] se transforman en sus acérrimos enemigos en el instante mismo en que estalla» (Villoro, 1977: 13). Cuando la obra que vamos a citar tiene dos autores, se señalan los apellidos de ambos autores cada vez que hagamos la cita en el texto, asegurándonos de que a lo largo del escrito indiquemos siempre los dos apellidos y en el mismo orden. Por ejemplo: «Hemos visto también que un investigador no tiene por qué adherirse ciegamente a uno de los paradigmas polarizados que han recibido las denominaciones de ‘‘cualitativo’’ y ‘‘cuantitativo’’, sino que puede elegir libremente una mezcla de atributos de ambos paradigmas para atender mejor a las exigencias del problema de investigación con que se enfrenta»44.

Si la cita es menor de tres líneas, debemos colocarla inserta en el cuerpo del texto (cita inserta); en caso de superar las tres líneas, irá exenta del texto, y se recomienda que sea con interlineado sencillo, sangría izquierda de 1 cm en todas las líneas y en un tamaño menor de fuente (cita exenta). Por ejemplo:

44 REICHARDT, CH. S., y COOK, T. D., «Hacia una superación del enfrentamiento entre los métodos cualitativos y los cuantitativos», en COOK, T. D., y REICHARDT, CH. S., Métodos cualitativos y cuantitativos en investigación evaluativa, Madrid, Morata, 1986, p. 41.

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a) Cita inserta en el texto: El 22 de noviembre de 1808, el Ayuntamiento de Guayaquil accedió a enviar comisionarios «[…] a los pueblos de […] esta provincia [con el fin de obtener ayuda para] nuestros hermanos españoles que se hallan peleando por la defensa de nuestra Religión Santa y del rey legítimo que nos ha dado la providencia» (Rodríguez, 2003a: 129). b) Cita exenta al texto: Luis Villoro expresó dicha complejidad y confusión en 1953, cuando afirmó: «Pocas revoluciones presentan […] las paradojas que ofrece nuestra Guerra de Independencia. Nos encontramos con que muchos de los precursores del movimiento se transforman en sus acérrimos enemigos en el instante mismo en que estalla; con que no consuman la Independencia quienes la proclamaron, sino sus antagonistas, y, por último, con que el mismo partido revolucionario ocasiona la pérdida de los consumadores de la Independencia» (Villoro, 1977: 13).

Por otra parte, si estamos citando en nuestro escrito varias obras de un mismo autor, publicadas el mismo año, lo que se hace es colocar una letra inmediatamente después del año, siguiendo el orden alfabético. Las citas deben ser precisas. Deben seguir la redacción, ortografía y puntuación de la fuente original, incluso si son incorrectas (en estos casos, debemos insertar la palabra sic, en cursiva y entre paréntesis, inmediatamente después del error en la cita). En todo caso, siempre es conveniente comprobar la fuente original para asegurarnos de que no hay discrepancias. Hay normas generales que debemos respetar para incluir alguna aclaración en una cita, como escribir entre corchetes la palabra explicativa. Y si deseamos hacer hincapié en una palabra o frase de la cita, podemos utilizar comillas. «El texto de una cita debe tratarse escrupulosamente. Si no transcribimos parte de la cita, debemos indicarlo poniendo puntos suspensivos entre corchetes […]. Los corchetes, en estas anotaciones, indican la intromisión del autor que hace las citas, y son indispensables. Si nos hace falta poner de relieve partes de la cita, porque nos conviene para apoyar un argumento, por ejemplo, debemos subrayar esas partes […] e indicar al final de la cita que el subrayado es nuestro. A veces debemos reponer referencias que faltan: si el original dice ‘‘estos’’ debemos indicar entre corchetes a qué se refiere el demostrativo. Debemos indicar también si somos responsables de la traducción de una cita. Nuestros lectores deben saber siempre quién dice qué, y cómo lo dice»45.

En todo caso, en un escrito académico, lo que más se valora es la capacidad investigadora del estudiante: desde cómo ha determinado y planteado un problema de investigación, el diseño de la propia investigación que ha acometido (objetivos, hipótesis, metodología, rigor científico, etc.), hasta cómo elabora el escrito final donde vuelca los resultados de todo el proceso (fuentes utilizadas, argumentación, organización y redacción del escrito). Un escrito plagado de citas de otros autores, por muy pertinentes que sean, no permite percibir la capacidad del estudiante para analizar y sintetizar la información, ni permite saber qué es lo que piensa, cuál es su posición en el debate académico, cuáles son sus propios argumentos y su análisis de los resultados. En definitiva, 45

Reyes (2008: 262).

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los profesores quieren conocer «la voz» del estudiante y su capacidad para hacerse «escuchar». «[…] recuerde que por muy de perlas que le parezcan, no debe de sembrar su escrito de citas, y menos de citas largas. Es usted quien debe hablar, y sólo de vez en cuando transcribir voces ajenas, si quiere mantener el vigor y el interés de su trabajo»46.

NORMAS

DE EDICIÓN

Existen innumerables normas de edición. Cada institución elige un conjunto de ellas, al igual que hace cada publicación (editorial, revista…) Las normas tienen una función importante: constituir un lenguaje común, unos códigos consensuados entre un grupo de personas, que lleven a un entendimiento eficaz entre ellas en lo que se refiere a ciertas cuestiones. Así, esta eficacia se entiende como la máxima facilidad para leer un escrito académico, determinar la autoría de cada fragmento del texto, evitar incompatibilidades y, especialmente, que el lector interesado en el tema que un determinado texto trata pueda acceder sin problemas a las fuentes originales utilizadas. Para explicar las normas de edición aquí hemos seleccionado un conjunto de ellas, que funcionan de modo pragmático y que cumplen con los cometidos de comunicación entre académicos y de ofrecer al lector un fácil acceso a las fuentes originales. No obstante, obsérvese que las normas que la editorial de este manual utiliza son diferentes a las que veremos aquí. Como hemos avanzado más arriba, explicaremos dos sistemas de citar bibliografía. En el primero de ellos la referencia se incluye en el cuerpo del texto, inmediatamente después de la cita textual o intertextual, y en el segundo la referencia va en una nota a pie de página. No obstante, aunque es indiferente utilizar uno u otro, insistimos en que nunca deben combinarse; el que se escoja al inicio del escrito, deberá mantenerse hasta el final. ¿Y cómo elaboramos la bibliografía? Aquí tenemos algunos ejemplos: ●

Libro:

Máster Universitario «América Latina contemporánea y sus relaciones con la Unión Europea: una cooperación estratégica», UAH Anuario de Estudios Americanos, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla Hispanic American Historical Review

46

Ibídem.

Villoro, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977. Autor (nombre apellidos): título en cursiva, lugar, editorial y año de edición, tomo o volumen si la obra comprende más de uno, y número de la página o páginas citadas. Jeremy Adelman, Frontier Development: Land, Labour, and Capital on the Wheatlands of Argentina and Canada, 1890-1914 (New York: Oxford Univ. Press, 1994). Subsequentcitations: Adelman, Frontier Development, 122-23.

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Capítulo de libro:

Máster Universitario «América Latina contemporánea y sus relaciones con la Unión Europea: una cooperación estratégica», UAH

Rodríguez, Jaime, «Ciudadanos de la Nación Española: los indígenas y las elecciones constitucionales en el Reino de Quito», en Irurozqui Victoriano, Marta (ed.), La mirada esquiva: reflexiones históricas sobre la intervención del estado y la ciudadanía en Los Andes (Bolivia, Ecuador y Perú), Madrid, Siglo XXI y Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005, pp. 10-50. El autor, editor o compilador del libro puede mencionarse también citando primero el nombre y después el apellido.

Anuario de Estudios Americanos, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla

Autor (nombre apellidos): título del trabajo entrecomillado, el autor o compilador: título del volumen en cursiva, número del volumen (y de otras subdivisiones si las hubiese) y título general de la obra si forma parte de una colección, editorial, lugar y año de edición, páginas primera y última, página o páginas concretas.

Hispanic American Historical Review

E. Bradford Burns, «Cultures in Conflict: The Implication of Modernization in Nineteenth-Century Latin America», in Elites, Masses, and Modernization in Latin America, 1850-1930, ed. Virginia Bernhard (Austin: Univ. Of Texas Press, 1979), 22-23. Subsequent citations: Burns, «Cultures in Conflict», 33.



Artículos en revistas:

Máster Universitario «América Latina contemporánea y sus relaciones con la Unión Europea: una cooperación estratégica», UAH

Escobar Ohmstede, Antonio (1996) «Del gobierno indígena al Ayuntamiento constitucional en las huastecas hidalguense y veracruzana, 1780-1853», Mexican Studies/ Estudios Mexicanos, volumen 12, número 1, pp. 1-26.

Anuario de Estudios Americanos, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla

Autor (nombre apellidos): título del trabajo entrecomillado, título de la revista en cursiva, número del volumen (y de otras subdivisiones si las hubiese), lugar y año de edición y página o páginas primera y última, seguidas por las páginas concretas. (Continúa)

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Hispanic American Historical Review

• Citation of entirearticle: Fernando Suárez Bilbao, «La costumbre indígena en el derecho indiano», Studia Carande (Madrid) 1 (1997): 99-130. • Citation of specific page or pages: César Itier, «Lengua general y comunicación escrita: Cinco cartas en quechua de Cotahuasi – 1616», Revista Andina 9, no. 1 (1991): 65. • Newspapers and magazines: La Prensa (Managua), 10 Oct. 1946, p. 7. Include title and author if available.

American Psychological Association 6th Edition

O’Donovan, B., Price, M., & Rust, C. (2004). Know what I mean? Enhancing student understanding of assessment standards and criteria – Teaching in Higher Education. Teaching in Higher Education, 9(3), 325-335.

American Political Science Association

O’Donovan, Berry, Margaret Price, y Chris Rust. 2004. «Know what I mean? Enhancing student understanding of assessment standards and criteria – Teaching in Higher Education». Teaching in Higher Education 9(3): 325-335.

American Sociological Association

O’Donovan, Berry, Margaret Price, y Chris Rust. 2004. «Know what I mean? Enhancing student understanding of assessment standards and criteria – Teaching in Higher Education». Teachingin Higher Education 9:325-335.

Chicago Manual of Style

O’Donovan, Berry, Margaret Price, y Chris Rust. «Know what I mean? Enhancing student understanding of assessment standards and criteria – Teaching in Higher Education». Teaching in Higher Education 9, no. 3 (2004): 325-335.

Modern Humanities Research Association

O’Donovan, Berry, Margaret Price, y Chris Rust, ‘Know what I mean? Enhancing student understanding of assessment standards and criteria – Teaching in Higher Education’, Teaching in Higher Education, 9 (2004), 325-335.

Vancouver

1. O’Donovan B, Price M, Rust C. Know what I mean? Enhancing student understanding of assessment standards and criteria – Teaching in Higher Education. Teaching in Higher Education. 2004;9(3):325-335.

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Citas documentales:

Anuario de Estudios Americanos, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla

Comenzar por el archivo o institución correspondiente, sección y legajo, tipo de documento, lugar y fecha, pero eliminando las palabras innecesarias (sección, legajo, etc.), poniendo comas de separación.

Hispanic American Historical Review

Domingo Faustino Sarmiento to Juan Pujol, Buenos Aires, 22 May 1860, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Archivo del General Justo José de Urquiza (hereaftercited as AGN, Urquiza), leg. 67. Subsequent citations: Sarmiento to Pujol, Buenos Aires, 22 May 1860, AGN, Urquiza, leg. 67.

Las citas de documentos extraídos de Internet deben seguir, en la medida de lo posible, las mismas reglas que el resto de documentos mencionados. Pero además, debe incluirse la dirección completa y la fecha de consulta (la última en caso de ser varias). La bibliografía final del trabajo académico estará ordenada alfabéticamente por el primer apellido de los autores, unificada en un solo listado y con sangría francesa. Es muy conveniente aprender a manejar los llamados gestores bibliográficos. Así, existen sencillos gestores como Ref Works, Ed Notes, Zotero, etcétera. Nos facilitarán mucho el trabajo de edición de las citas bibliográficas. Efectivamente, no sólo cuando estamos elaborando nuestro trabajo final, al gestionar la bibliografía de una manera armónica desde un inicio, sino que también nos permite cambiar de estilo según las distintas organizaciones o sistemas que se usan con más frecuencia. La consistencia en el estilo de referencia en la bibliografía es importante, especialmente a la luz de la evolución de las tecnologías en la indexación automática de bases de datos. Estos programas usan algoritmos para capturar datos de las publicaciones, así como de la lista de referencias del escrito. Si los elementos de referencia no son coherentes entre sí (se utilizan varios estilos) o están incompletos, el algoritmo no puede reconocerlos, disminuyendo la probabilidad de que la referencia sea capturada para su indexación. Con esto en mente, debemos seguir el formato general por el que hemos optado para la colocación de los datos y el uso de las directrices de referencia para decidir qué datos son necesarios para que los lectores puedan acceder a las fuentes utilizadas.

Revisión del escrito final Dependiendo de la experiencia y el estilo de cada investigador, podemos elegir entre escribir el texto de una manera lineal y cuando ya se tenga un desarrollo amplio del mismo, proceder a la revisión, incorporando más información, más reflexiones, más análisis. Pero también es una opción ir revisando en la medida en que se va avanzando, si disponemos de suficiente tiempo para ello y así nos vamos asegurando que la estructura y la coherencia que buscamos la estamos logrando.

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Antes de dar por terminado nuestro escrito, debemos asegurarnos de que: – La portada contenga el título del trabajo, autor, fecha y demás datos de obligatoria inclusión. – Todos los capítulos, apartados, estén completos y no haya nada pendiente de redactar (algunos tenemos la costumbre de ir resaltando en colores las secciones que están pendientes de revisión, por lo que tenemos que asegurarnos de haberlos cerrado correctamente). – Los capítulos, epígrafes, tablas y figuras estén correctamente tituladas y numeradas, de ser el caso; y que mantengan los estilos de formato de manera armónica durante todo el escrito. También debemos revisar que hayamos numerado las páginas de manera consecutiva; y que las notas al pie también aparezcan donde les corresponde y con la numeración adecuada. – La fuente utilizada, los interlineados, espaciados y sangrías estén correctos a lo largo de todo el escrito. – Las citas bibliográficas estén correctamente señaladas e incluidas en la bibliografía, y que ésta cumpla con las normas correspondientes. – Los anexos estén incluidos y correctamente identificados. – El índice contenga todos los capítulos y epígrafes, y que la paginación corresponda. Sea cual sea el modo de desarrollar el escrito, es fundamental nuestra revisión. También es aconsejable contar con otras personas, allegadas y conocedoras del tema, que puedan leernos y hacernos sugerencias o preguntas cuando algo no se entiende, etc. La revisión nos ayudará a mantenernos en nuestros objetivos de cómo hacer el escrito y lo que queremos comunicar: «Durante la revisión podemos evaluar los resultados y comprobar si se han conseguido los objetivos propuestos. En este subproceso podemos identificar y resolver cualquier dificultad; pero, lamentablemente, el hecho de detectar un problema no significa que se sepa corregir. Para solucionarlo adecuadamente es preciso dominar determinadas estrategias lingüísticas y mecánicas. Se ha demostrado que los buenos escritores dedican más tiempo a la revisión de sus escritos y durante ese proceso son conscientes de los lectores a quienes va destinado el texto; se preocupan de que comprendan su significado y lo leen repetidas veces para detectar los fallos. Se ponen en el lugar del receptor, lo que, además, les ayuda a resolver los problemas durante la revisión»47.

Siempre será aconsejable: – dejar de lado la versión completa del escrito durante un tiempo. A continuación, volver a leerlo más adelante. La relectura, después de dejarlo a un lado por unos días, permite tener un nuevo enfoque, una mirada más objetiva. Y si esa relectura la hacemos en voz alta, veremos las fallas que se pasan por alto por estar familiarizados con el escrito; – pedir a alguien cercano examinar y criticar el escrito, de preferencia una persona que ha publicado en un campo relacionado, pero que no está familiarizado con nuestro propio trabajo. Mejor aún es pedir críticas a dos colegas, y así tendremos un ensayo del proceso de revisión de una revista o de un tribunal.

47

Sancho, en Pantoja (coord.) (2009: 153-186).

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Estas revisiones, propias y ajenas, son la garantía de calidad de nuestro trabajo. Muchas veces tememos hacer autocrítica y más aun someternos a la de otros. Pero la escritura, en particular, y el oficio de investigador, en general, son oficios que se aprenden con la práctica y con la apertura que tengamos para recibir feedback. Siempre estamos expuestos a la mirada de otros y a que valoren nuestro trabajo; nosotros mismos lo hacemos cada vez que leemos a otros autores. Por eso la humildad y una actitud abierta al aprendizaje constante harán de nosotros mejores escritores e investigadores. «Es bueno tener en cuenta, en todo caso, que ningún texto, tampoco la versión final de su trabajo, es definitivo: su texto, si circula entre lectores atentos y críticos, será completado, cuestionado, refutado… o será citado en apoyo de otro, o corroborado con datos o argumentaciones nuevas, o será el punto de partida para un trabajo diferente. Unos textos se vierten en otros, no hay verdad última expresada por la palabra, fuera de los textos que ciertas comunidades consideran sagrados, e incluso éstos están sujetos a interpretaciones a veces discordantes. La convicción de que todo escrito es relativamente provisional debe ser un incentivo, ya que le garantiza la libertad de equivocarse y rectificarse luego, siguiendo el fluir normal de la transformación del conocimiento»48.

Y así como un escrito no estará nunca cerrado, tampoco lo estará una investigación. Ésta supondrá un cimiento, una base en la que seguir trabajando, explorando… nosotros mismos u otros investigadores. En definitiva, lo que debemos valorar es nuestro esfuerzo en poner un grano de arena en la construcción del conocimiento; nuestra investigación no puede ser la sola recopilación de datos, es mucho más que eso, en ella dejamos huella de nuestro hacer como investigadores y es eso lo que quedará testificado en la comunidad académica. «El saber que genera la ciencia mediante la investigación nunca es definitivo, no puede cobijarse jamás en los riscos de la soberbia y de la estulticia. Está imbuido siempre de una dosis inexcusable de relativismo. Toda investigación puede ser corregida, enmendada, refutada o ampliada con posterioridad. Eso sí, debe ser ordenada, estar fundamentada y plasmarse, finalmente, en un documento último que explique el proceso y recoja los hallazgos cosechados. Sin aportación no se hace ciencia. Estamos obligados a añadir algo más. Ése es el reto: diferenciarnos del punto de partida»49.

48 49

Reyes (2008: 273). Perujo (2009: 8).

APÉNDICE 1. EL CURRÍCULUM ACADÉMICO

Este último apartado aborda un aspecto importante, aunque no exento de polémicas, de la labor de los investigadores, tanto en formación como consolidados: el currículum vitae. Vamos a iniciar haciéndonos una serie de preguntas: ¿qué es un currículum?, ¿para qué lo hacemos?, y ¿cómo hacerlo? El currículum académico es diferente de otros currícula laborales, en los que se valora la brevedad. En el caso del académico, la extensión va aumentando conforme lo hace la experiencia del investigador, y no supone un problema sino todo lo contrario: se valora la mayor trayectoria y experiencia. No obstante, es necesario señalar que actualmente esto está cambiando, dado que algunas instituciones piden el currículum de los últimos cinco años en el caso de investigadores con una larga carrera. De modo general, el currículum comienza por los datos personales y el puesto que se desempeña en la actualidad. A continuación, debe aparecer la formación universitaria del candidato, acompañada de la formación complementaria (cursos breves recibidos). Tras ello también deben consignarse las contribuciones a congresos y las publicaciones, diferenciando si son artículos para revistas científicas, capítulos en obras colectivas, libros completos u otro tipo de publicación. La experiencia docente y laboral (en caso de que tenga relación con el mundo académico) también debe aparecer. Otro apartado es el de las estancias de investigación, donde debe especificarse si se trata de una estancia nacional o en el extranjero, la institución de acogida, el objetivo de la estancia y su duración. Y, por último, en «otros méritos», puede hablarse de becas y premios recibidos, pertenencia a asociaciones y cualquier otro mérito que consideremos que merece ser resaltado. El currículum no es algo que necesariamente responde a lo que nosotros somos y lo que hacemos, sino más bien algo que sirve para que los demás sepan lo que queremos hacer y con qué habilidades contamos para hacerlo. Un currículum se hace en función de nuestro perfil académico y profesional, pero se hace para que alguien lo vea, lo evalúe y lo valore, así que a la hora de confeccionarlo debemos pensar en quién lo va a calificar. De esta manera, si queremos dedicarnos a la investigación y/o a la docencia debemos confeccionar nuestro currículum no sólo en función de lo que ya hemos hecho, sino de lo que nos exigen las instituciones susceptibles de contratarnos. No obstante, hay un punto más. Igual que debemos seleccionar los datos que queremos que aparezcan para que sean evaluados positivamente, debemos seleccionar lo que hacemos y pensar para qué lo hacemos. ¿Hacemos un curso de fotografía porque queremos iniciarnos en un hobby que nos gusta y apetece, o porque queremos aprender a utilizar material gráfico para aplicarlo a nuestro trabajo? En el primer caso haremos cualquier curso que nos convenga, bien por horario bien porque está cerca de casa, etc.; en el segundo seleccionaremos el curso en cuestión teniendo en cuenta qué objetivos persigue y quién lo imparte. Conviene comenzar a pensar en estos términos desde el principio para seleccionar bien lo que vamos a hacer tanto en lo que se refiere a nuestra formación como a nuestro propio trabajo como investigadores. Para ello es útil comenzar por mirar cuáles son los modelos de currículum que

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exigen los ministerios y las instituciones que dan becas o que conceden ayudas a la investigación o a la docencia. También es interesante familiarizarse con el currículum exigido por la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación). Esta agencia se dedica a evaluar los conocimientos y las aptitudes de todas aquellas personas que quieren optar a ocupar alguna de las plazas ofertadas por las universidades públicas y privadas en España. Cada Comunidad Autónoma tiene también su propia agencia de evaluación, y la acreditación que proporciona habilita al candidato a concursar en la comunidad en cuestión. El investigador es libre de solicitar su acreditación o no y de hacerlo en el ámbito nacional o en el autonómico, todo depende de sus intenciones laborales. Tras la acreditación se opta a la habilitación, que sirve para obtener una plaza de titular en la Universidad. Pues bien, la forma de valorar los currícula depende del grado de acreditación que se desee: profesor asociado, ayudante doctor, contratado doctor o profesor de universidad privada. En el primer caso, para ser profesor asociado, se valora tanto la actividad investigadora como la docente y es muy importante que la persona a evaluar tenga experiencia profesional en otros ámbitos distintos de la universidad pues es requisito imprescindible que durante su ejercicio como profesor asociado esté vinculado laboralmente a otra empresa que cubra con los gastos de la Seguridad Social. Para obtener la categoría de ayudante doctor se valora por igual la capacidad investigadora y la docente. Lo importante para obtener dicha acreditación es sumar determinada puntuación entre las dos actividades y, además, suma bastantes puntos la formación académica. En este último punto se valoran especialmente los doctorados europeos o con mención de calidad, la nota de doctorado y el tener otras titulaciones que guarden relación con la que presentamos para evaluación. Para las categorías de contratado doctor y profesor de universidad privada los requisitos son similares a la de ayudante doctor, si bien exigen mayor puntuación y cuenta menos la formación académica. En el caso de los contratados doctores se exige, además, un mínimo de diez artículos publicados. La cuestión de las publicaciones merece que nos detengamos en ella. A la hora de evaluar los trabajos de investigación de los autores, se valora más un artículo que un libro o capítulo de libro. Y entre los artículos se valoran más los de las revistas indexadas o, lo que es lo mismo, que estén incluidas en bases de datos comerciales y que cumplan ciertos criterios de calidad. En este sentido, al pensar en una revista para enviar un artículo nos conviene acudir primero a estas bases de datos para saber si merece la pena (curricularmente hablando, otra cosa es que nos interese la revista o nos guste por cualquier otra razón) intentar publicar en ella o en otra. Uno de los principales criterios de calidad es que los artículos recibidos sean revisados por pares, por otros investigadores entendidos en la materia. Otros criterios son la antigüedad de la revista, el cumplimiento de la periodicidad que propone (trimestral, anual…); que admita artículos en diferentes idiomas; que aparezcan resúmenes y palabras clave de los artículos en más de un idiomas; que haya un número importante de personas que publiquen que no estén relacionadas con la institución a la que pertenece la revista; que tenga comité científico internacional, etcétera. También hay que tener en cuenta el índice de impacto de las revistas, que pude consultarse en el Journal of Citation Reports del Institute of Scientific Information accesible en http://www.accesowok.fecyt.es/jcr. Para las revistas de Humanidades y de Ciencias Sociales y Jurídicas hay una serie de bases de datos que son accesibles desde Internet y que dan noticia de los índices de calidad de las revistas como son Latindex para las revistas latinoamericanas (disponible en http:// www.latindex.unam.mx/), y DICE para las revistas españolas: http://dice.cindoc.csic.es/. Ambas son muy útiles porque nos dan información de todos los índices de calidad de las revistas y, además, la serie de bases de datos en las que aparecen indexadas. También tenemos a disposición el índice de impacto de revistas españolas de Ciencias Sociales, In-RECS: http://ec3.ugr.es/in-recs/. Los libros y capítulos de libros se evalúan de distinta manera. En estos casos se valora la calidad de la editorial y de los editores. Es interesante saber el número de veces que el libro o capítulo ha sido citado, y si el libro ha sido reseñado. En caso de que sepamos estos datos es im-

Apéndice 1.

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portante añadirlos. Además, si tenemos la oportunidad de publicar nuestra tesis, convendrá revisarla y actualizarla lo más posible, pues no tiene el mismo valor si su edición es igual al trabajo presentado para obtener el grado de doctor que se si ha revisado, modificado y corregido posteriormente. Otros datos que se valoran son las direcciones de tesis, transferencia de tecnología, patentes… También hay un apartado para incluir otros méritos como pueden ser las publicaciones en revistas de divulgación (que pueden consignarse en méritos docentes o investigadores indistintamente), las reseñas que hayamos hecho de publicaciones de otros autores, y todos aquellos méritos que consideremos que vale la pena destacar y no son incluidos en el currículum vitae oficial. Antes de continuar, es el momento de indicar que todos los méritos alegados deben ser demostrados con certificados oficiales o con fotocopias de las publicaciones. Por tanto, es importante que desde que demos inicio a nuestra carrera investigadora tengamos en cuenta este dato y pidamos siempre certificado de nuestras actividades docentes, investigadoras y laborales. En estos certificados deben consignarse la mayor cantidad de datos y es obligación de las entidades competentes o de quienes nos hayan encargado el trabajo expedirlos, así que no tengamos reparos a la hora de solicitarlos porque después es más complicado lograr que nos los hagan. En este sentido hay que señalar que también hay que documentar las asistencias a congresos como ponentes, ponentes invitados, organizadores, coordinadores, etc. Para acreditar la participación como ponente exigen en muchas ocasiones que se presente el resumen aceptado por el comité organizador o responsable del simposio, así que recomendamos que desde el principio procuremos archivarlos todos para evitar problemas más adelante. En cuanto a la actividad docente, también tenemos que demostrar nuestra participación como profesores, si ha sido compartida o individual, cuáles fueron los objetivos del curso dado, el número de horas. Una manera de ahorrar tiempo y de hacer las cosas bien es consignar estos datos siempre y guardar los trípticos de los cursos o los programas oficiales junto con nuestra programación y propuesta de curso. También es recomendable solicitar en el Centro donde se impartió el curso una evaluación por parte de los alumnos, porque es otro de los méritos que podemos alegar. También existe un apartado para acreditar otros méritos docentes en el que podemos consignar la dirección de tesinas, la docencia en niveles distintos del universitario, etcétera. Algo que valoran bastante en la ANECA es la impartición y la recepción de cursos destinados a mejorar la calidad docente, así como la participación en grupos de investigación dedicados al Espacio Europeo de Educación Superior. El material docente publicado también se tiene en cuenta. En cuanto a la formación, hay que presentar los títulos oficiales de todos los grados que aleguemos. Como señalábamos antes, es recomendable contar con más de una titulación siempre que tengan relación entre sí. Suelen pedirnos las notas obtenidas, por lo que hay que tener actualizado el expediente académico. En caso de haber hecho la tesis doctoral, hay que añadir al currículum la fotocopia del índice de la tesis y de la página en la que aparezcan la institución, el nombre del director, el título, etc., del ejemplar entregado a la institución académica. En cuanto a la experiencia laboral fuera de la Universidad es interesante que dicha experiencia guarde relación con la disciplina a la que nos dedicamos, y se exigen seis años como mínimo (no necesariamente continuados) para obtener la máxima puntuación. Cuando las universidades buscan contratar un profesor asociado exigen que dicha persona esté trabajando fuera de la universidad y que, al menos, lleve tres años haciéndolo para tener en cuenta su candidatura. El trabajo de investigador y de docente requiere de una gran vocación y también de mucha dedicación. Uno de los aspectos, y no el menos importante, es este de la preparación del currículum. Debemos tener en cuenta que siempre que optemos a un puesto de trabajo nos tocará competir con otros y el currículum es el instrumento que nos distingue del resto. En los concursos, una décima de punto puede marcar nuestro futuro, y para los que opinen que el enchufe y la suerte son factores decisivos les diremos que sí, pero que también cuenta (y para nosotros debería contar más) el mérito y éste solo se demuestra con datos contrastables.

APÉNDICE 2. BIBLIOGRAFÍA COMENTADA

BOURDIEU, Pierre, Autoanálisis de un sociólogo, Barcelona, Anagrama, 2006. Este libro constituye una ampliación de una parte de la obra del mismo autor, El oficio de científico (Barcelona, Anagrama, 2003), que es también muy interesante, al igual que éste, para reflexionar sobre la investigación en ciencias sociales. En este caso, aclara el autor, el texto no tiene nada que ver con una biografía, sino que es un «autosocioanálisis», lo que con otra palabras podría denominarse una revisión de Bourdieu de su propia carrera científica como sociólogo al final de la misma; aunque sí contiene datos biográficos, siempre se subordinan al hilo argumental de la formación y la experiencia investigadora del autor. Un tema nuclear de esta obra es la reflexividad, entendida por Bourdieu como necesario requisito previo de la investigación científica.

CASTRO NOGUEIRA, L.; CASTRO NOGUEIRA, M. A., y MORALES NAVARRO, J., Metodología de las Ciencias Sociales. Una introducción crítica, Madrid, Tecnos, 2005. Se hace una reflexión rigurosa, crítica y sistemática sobre los principales tópicos suscitados en el campo de la metodología de las ciencias sociales, sobre un sólido fondo teórico y una contextualización histórica apoyada en ejemplos tomados de distintas disciplinas. Se divide en tres partes, una primera sobre el lenguaje, realidad y representación, y los métodos y corrientes metodológicas en las ciencias sociales. Una segunda parte con temas como la observación (conceptualización y medición), la metáfora como analizador social, una aproximación histórico-crítica a la noción de explicación científica, la explicación causal en el modelo nomológico-deductivo, la explicación funcional (aspectos semánticos y formales, y su uso en la teoría social y sus metáforas), la explicación desde la teoría de la acción social, las leyes y teorías científicas. La tercera parte desarrolla aspectos como las ontologías sociales y los procesos de subjetivación; el relativismo; las ilusiones filosóficas (estructuras, flujos, caos y ciencias sociales), la dialéctica, etcétera.

CAVIERES, EDUARDO, et. al., La historia en controversia. Reflexiones, análisis, propuestas, Valparaíso, Bennington College-Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Vice-Rectoría de Investigación y Estudios Avanzados, 2009. Este volumen colectivo procede del Seminario grupal e interdisciplinario sobre América Latina y el Cono Sur auspiciado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y dirigido por Eduardo Cavieres Figueroa, que lleva reuniéndose más de una década y que ha contado con la presencia de profesores chilenos y visitantes extranjeros, algunos de los cuales son los autores de los capítulos de este libro. El objetivo de todos estos capítulos, explica Eduardo Cavieres, es pensar en la historia, en sus tiempos y en las formas de conocimientos de la historia para dar respuesta a problemas que siguen siendo esenciales. La idea que se

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persigue es dejar momentáneamente de lado «los tradicionales oficios del historiador», «las descripciones del pasado y las discusiones sobre los hechos mismos que explican ese pasado» y resituar a la historia «como problema y no como simple recuento». Para ello, reflexionan los autores sobre la historia y sobre las formas de hacer historia: acerca de metodologías, de perspectivas, de revisiones autores como Foucault o de determinados hechos históricos.

DÍAZ DE RADA, Ángel, Etnografía y técnicas de investigación antropológica, Guía Didáctica, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2005. Este libro es en gran medida complementario a La lógica de la investigación etnográfica. Un modelo de trabajo para etnógrafos de escuela, comentado también en estas páginas. Se trata de la Guía Didáctica de la asignatura «Etnografía y técnicas de investigación antropológica» de la Licenciatura en Antropología Social y Cultural de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, por lo que está concebido y elaborado de manera muy didáctica. Comienza por una bibliografía básica y otra complementaria, muy útiles para ampliar contenidos; y continúa con la primera parte: Una introducción a los conceptos de etnografía y trabajo de campo en Antropología Social y Cultural, en la que se abordan la etnografía y el trabajo de campo. A continuación, la segunda parte, Una visión general del proceso de investigación en etnografía, trata el procedimiento etnográfico en sí: el campo, la producción y recogida de datos, la construcción argumental y las categorías del trabajo etnográfico. La parte tercera, La etnografía como texto, habla sobre la escritura etnográfica. Y, por último, la parte cuarta, Aspectos técnicos y étnicos del proceso etnográfico, aborda los pasos previos a la inmersión en el campo (diseño de la investigación y acceso al campo), así como el campo propiamente dicho (las relaciones sociales que en él se producen y las entrevistas), el trabajo documental en etnografía, el trabajo posterior sobre la información recopilada en el campo y las cuestiones éticas relacionadas con la etnografía. Merece la pena destacar que la organización interna de todos los capítulos del libro, en primer término contenido, después líneas argumentales, tras ello glosario y por último ejercicios de autoevaluación, hace que sea un manual muy práctico y didáctico para iniciarse y profundizar en la metodología etnográfica.

ECO, Humberto, Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura, 12.ª ed., Barcelona, Gedisa Editorial, 1990 [Título original: Come si fa una tesi di laurea, 1977]. Uno de los libros más famosos y utilizados por quienes se inician en la labor investigativa. Se caracteriza por sus consejos prácticos en torno a qué es una tesis y para qué sirve, cómo elegir el tema de investigación, cómo organizar el tiempo, cómo llevar a cabo la búsqueda bibliográfica, cómo organizar el material encontrado, cómo estructurar el informe final (la tesis). Un clásico del cual no se puede prescindir en nuestra biblioteca y consulta.

GARCÍA FERRANDO, M.; IBÁÑEZ, J., y ALVIRA, F., El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación, Madrid, Alianza Editorial, 1986. Presenta una visión de conjunto rigurosa y crítica de las diferentes perspectivas de investigación social más utilizadas, tanto cuantitativas como cualitativas. Es una compilación de quince capítulos en los que han intervenido catorce autores. Se ha dividido en tres partes, dedicadas a presentar los problemas metodológicos y de técnicas de investigación que plantean el Diseño de la Investigación Social (cuestiones previas acerca de la ciencia de la realidad social, perspectivas de la investigación social y criterios operativos para el diseño de la investigación social), la Obtención de Datos Sociológicos (la observación científica, la encuesta, la entrevista y la discusión en grupo, las historias de vida; medición, teoría y aplica-

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BIBLIOGRAFÍA

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ción de la muestra), y su Análisis (de datos de encuestas, análisis de contenido, análisis sociosemiótico de discursos políticos, el enfoque arqueológico y genealógico, uso del ordenador en la investigación sociológica). Al final de cada capítulo se presenta una bibliografía bastante completa.

GEERTZ, Clifford, El antropólogo como autor, Barcelona, Paidós, 1989. En este libro, Clifford Geertz propone la elaboración de textos como núcleo del trabajo de todo antropólogo. De esta manera, la escritura sería el centro y el fin último del trabajo de investigador en ciencias sociales. Geertz analiza en los diferentes capítulos de la obra escritos de distintos antropólogos que pueden considerarse como clásicos: Claude Levi-Strauss, Edward Evans-Pritchard, Bronislaw Malinowski y Ruth Benedict.

HAMMERSLEY, Martyn, y ATKINSON, Paul, Etnografía. Métodos de investigación, Barcelona, Paidós, 1994. Este libro es otro manual práctico de etnografía, como lo es también La lógica de la investigación etnográfica. Un modelo de trabajo para etnógrafos de escuela. En el caso de Etnografía, sus autores comienzan definiendo y describiendo la etnografía, para continuar abordando el inicio de la investigación etnográfica: su diseño. Después, la obra trata el acceso al campo y las cuestiones relacionadas con la permanencia del investigador en él, tales como las relaciones sociales, los relatos y las conversaciones que generarán la información del investigador, los documentos que también forman parte de la mencionada información con la que el científico social debe trabajar, y el tratamiento de dicha información: su registro, su organización, su análisis y, por último, la producción del escrito final. Tras todo ello, los autores se ocupan de las cuestiones éticas que tienen que ver con la metodología etnográfica. Al igual que sucede con La lógica de la investigación etnográfica, se trata, en resumen, de un manual muy recomendable tanto para personas que se inician en este tipo de métodos, como para investigadores que ya tienen experiencia en ellos.

HERNÁNDEZ, Conrado (coord.), Tendencias y corrientes de la historiografía mexicana del siglo XX, México, El Colegio de Michoacán-Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 2003. Este libro nos procura frecuentes referencias a trabajos realizados por latinoamericanos y para estudios latinoamericanistas o dedicados a problemas relacionados con la región. Es el caso, por ejemplo, del capítulo dedicado a la teoría de la dependencia que afectaría a los países latinoamericanos como a aquellos que emprendieron el proceso descolonizador a partir de la II Guerra Mundial. Compuesto por aportaciones de diversos especialistas que hablan sobre la herencia positivista, la historiografía liberal, la historiografía de izquierdas y la conservadora o la influencia de los Annales en México, hay lugar también para los nuevos géneros historiográficos, para la nueva (y la antigua) historia de las ideas, la nueva historia política y la trayectoria recorrida desde la historia de las mentalidades a la de la vida privada. Culmina el volumen con un índice onomástico de gran utilidad para utilizar el libro también como un manual para acercarnos a historiadores y problemas concretos.

HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena, Tendencias historiográficas actuales. Escribir historia hoy, Madrid, Akal, 2004. Libro escrito por una catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Aborda aspectos historiográficos y de metodología de la historia. Se trata de un manual práctico a la vez que una reflexión profunda de las corrientes historiográficas

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del siglo XX. Especialmente recomendado para aquellos que quieran acercarse a la historia de España, pues toma como perspectiva el panorama historiográfico español reciente y presenta un apéndice bibliográfico muy completo dedicado a autores españoles. Como ella misma señala en el primer capítulo en el que realiza una visión crítica de los usos historiográficos actuales, «debería tomarse este ensayo como un conjunto de instrucciones activas para la relectura permanente y el análisis crítico de la obra historiográfica» (p. 36) tanto si nos acercamos a la disciplina como autores o como lectores. En el capítulo siguiente analiza las estrategias y los discursos de la historia y ubica a la disciplina con respecto a las ciencias sociales y la lingüística. Después, en un segunda parte nos habla de las transformaciones de la historia a lo largo del siglo XX presentando un análisis crítico de la historia social, la demografía histórica, la historia económica, el marxismo, la sociología histórica, la historia de las mentalidades y la relación de la historia con la antropología. En la tercera y última parte en dos capítulos diferentes habla de trayectorias historiográficas: historia oral, historia intelectual y cultural, historia, psicología y biografía, historia y ciencia política y la nueva historia política. También dedica un capítulo a hacer referencia a cinco tendencias recientes en historiografía: historia de mujeres y de las relaciones de género, historia ecológica y ambiental, microhistoria e historia local, historia de la vida cotidiana e historia del presente o historia vivida.

HOBSBAWM, Eric, Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 2004. Se reúnen aquí 21 conferencias seleccionadas por el autor de entre cientos de ellas impartidas a lo largo de sus más de cincuenta años como profesional de la historia. Aunque no hay un sistematización ni la estructura necesaria para la elaboración de un ensayo, el historiador británico ha procurado dar respuesta con este volumen a tres problemas. Analiza, así el valor de la historia para otras disciplinas, sobre todo para las Ciencias Sociales. También se preocupa de la relación existente entre historiadores y otros intelectuales interesados por el pasado. Por último, trata de los problemas fundamentales de la historia, de cómo les ha hecho frente el marxismo y, sobre todo, reflexiona sobre la subjetividad del historiador y su manera de abordarlos dependiendo de sus circunstancias concretas. Reflexiona también sobre la verdad en la historia y sobre algo no menos importante como es que la historia como disciplina evoluciona a partir de las aportaciones de historiadores de distintas corrientes y en distintas etapas.

MAYNTZ, R.; HOLM, K., y HÜBNER, P., Introducción a los métodos de la sociología empírica, Madrid, Alianza Editorial, 1975 [1969] [Título original: Einführug in die Methoden der empirischen Soziologie]. Expone de manera clara y rigurosa las técnicas que aseguran la correcta reunión, manejo e interpretación de los datos de la realidad social. Incluye un examen del marco teórico y de las premisas metodológicas del trabajo empírico: la función, contenido y clases de los conceptos en la investigación social, los problemas de validez y fiabilidad en este campo disciplinario, las distintas fases del proceso de investigación (desde el planteamiento del problema hasta la confirmación de las hipótesis), etc. Desarrolla también, con ejemplos: niveles e indicadores de la medición y forma de utilizar las diferentes escalas; procedimientos de construcción de muestras; posibilidades y límites de la observación; elaboración de cuestionarios y criterios de fiabilidad de las encuestas; la sociometría y el análisis relacional; las técnicas de panel, tabulación y evaluación de resultados; el análisis de contenido; el experimento y las características de los diversos diseños experimentales; la ordenación y análisis de los datos.

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BIBLIOGRAFÍA

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PERUJO SERRANO, Francisco, El investigador en su laberinto. La tesis, un desafío posible, Sevilla, Salamanca y Zamora, Comunicación Social Ediciones y Publicaciones, 2009. Un libro de bolsillo, pero no por ello intrascendente; al contrario, sus breves páginas son densas en reflexiones y sugerencias para quienes se inician en la actividad investigadora. Hace un recorrido por las claves de la investigación científica, se enumeran las particularidades de distintos textos académicos (como primer proyecto de carrera, tesina o tesis doctoral). Se presenta un decálogo básico para investigar, relacionados con la elección del tema, los objetivos de la investigación, el propio proceso de investigación, el método, uso de protocolos de actuación, documentación y lectura, almacenaje de datos, respeto a la autoridad académica (citar las fuentes), la estructura del escrito final y la corrección y homogeneidad de la redacción. Finalmente, se especifican las partes que debe tener cualquier proyecto de investigación.

REYES, Graciela, Manual de redacción. Cómo escribir bien en español, Madrid, ARCO/LIBROS, 2008. Es un libro muy útil para reflexionar y aprender a escribir textos académicos, en el que se presentan diversas técnicas de redacción y normas gramaticales. Particularmente, desarrolla distintos géneros textuales, así como los registros, estilos y tipos de textos. La corrección gramatical y el propio proceso de redacción de los escritos son el eje fundamental del libro. Cada capítulo es acompañado de actividades y bibliografía especializada; cuenta también con un apéndice con veinte sugerencias para escribir mejor y un glosario.

REZENDE MARTINS, Estevao de (dir.), y PÉREZ BRIGNOLI, Héctor (codir.), Teoría y metodología en la Historia de América Latina, París, UNESCO-Trotta, 2006. En este libro se analiza la historiografía latinoamericana y sus corrientes más destacadas, o, en otras palabras, la manera en la que los historiadores latinoamericanos están escribiendo su historia. No consiste, como afirman su director y codirector, de «discurso del método ni tampoco discusiones filosóficas sobre la materia histórica. Se trata, más bien, de una análisis de la historiografía y sus principales tendencias, sobre todo en el siglo XX». Dos partes conforman esta obra, la primera centrada en los ejes de investigación latinoamericanista y la segunda en las áreas temáticas. En el volumen figuran capítulos acerca de «la significación histórica de América Latina», en el que se pone la historia latinoamericana en un contexto universal; la periodización, diferenciando entre historia propiamente dicha y ciencia histórica y exponiendo las cronologías más usuales de ambas; perspectivas y problemas novedosos a partir de la década de 1960; la metodología cuantitativa en la historia de América Latina; y, ya abordando temáticas concretas aplicadas a la región, demografía histórica; historia económica; sociología y su relación con la historiografía; ideologías de raza y nación, en el ámbito de la etnohistoria; estudios culturales; cuestiones acerca de democracia, en el campo de la historia política; y, por último, historia, cultura y el concepto de «América Latina».

SÁNCHEZ LEÓN, Pablo, y IZQUIERDO MARTÍN, Jesús (eds.), El fin de los historiadores. Pensar históricamente en el siglo XXI, Madrid, Siglo XXI, 2008. Los autores del libro se preguntan cuestiones ineludibles para los historiadores en la actualidad: «¿Quién o quiénes han de encargarse del conocimiento del pasado en el siglo XXI?, ¿hay una única vía, un solo método de conocimiento histórico?» Las respuestas no necesariamente implican el «fin del historiador», aunque sí la revisión de temas evitados tradicionalmente por los historiadores acerca de su función social en un mundo cambiante. En esta obra colectiva se reflexiona, con el fin de generar un debate acerca del tema, sobre los cam-

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bios en la disciplina histórica y en las labores de los historiadores. El fin de los historiadores que pronostica el título puede evitarse si éstos se amoldan a las exigencias de la sociedad que les rodea, de la que forman parte y en con la que tienen ciertas obligaciones. El libro está dividido en dos partes, la primera dedicada al conocimiento y la segunda a la identidad. En la que trata sobre conocimiento, el tema central es la historia, mientras que la que aborda la identidad, gira de manera general en torno a los historiadores.

SIERRA BRAVO, R., Tesis doctorales y trabajos de investigación científica. Metodología general de su elaboración y documentación, 5.ª ed., Madrid, Thomson Editores, 2005. La tercera edición de este libro nos ofrece una guía muy completa con recomendaciones para la elaboración de tesis doctorales, en particular, y trabajos de investigación científica, en general. Incluye de manera sistemática técnicas: de investigación científica, de trabajo intelectual y la creatividad, para la elección del tema y del problema de investigación, de documentación y sistematización de datos, acerca de los centros de información y documentación, tipos de fuentes de documentación y de información, de lectura y del arte de escuchar, referentes al diseño, contenido, redacción y presentación formal de la tesis, y técnicas oratorias para su defensa ante el tribunal académico. Incluye ejemplos de investigaciones realizadas, resúmenes de tesis doctorales, formularios para la evaluación de una tesis o trabajo de investigación, etcétera.

VALLES, M. S.,Técnicas cualitativas de Investigación Social. Reflexión metodológica y práctica profesional, Madrid, Editorial Síntesis, 1997. Ofrece un estado de la cuestión de la Sociología, las Ciencias Políticas y el Trabajo Social, combinando la reflexión metodológica y la práctica profesional. Desarrolla la genealogía histórica y planteamientos actuales acerca de la investigación cualitativa, así como sus paradigmas, diseños y estrategias metodológicas. Presenta las técnicas cualitativas de investigación documental (técnicas de lectura y documentación), de observación y participación (de la observación participante a la investigación-acción participativa), de conversación (entrevistas en profundidad, metodología biográfica, grupos de discusión y técnicas afines. Los contenidos teóricos se acompañan de ejemplos, muchos de ellos de estudios realizados en España; una selección de lecturas complementarias y propuestas de ejercicios.

VELASCO, Honorio, y DÍAZ DE RADA, Ángel, La lógica de la investigación etnográfica. Un modelo de trabajo para etnógrafos de escuela, Madrid, Editorial Trotta, 2004. El objetivo del libro, según se expresa en el mismo, es «ayudar a aprender y a enseñar etnografía». Sin embargo, otro objetivo, más amplio, es «incitar a los científicos sociales a penetrar en el peculiar estilo de investigación que ha constituido históricamente la principal fuente de reflexión para los antropólogos». La etnografía es utilizada cada vez en un mayor número de ciencias sociales, no sólo en antropología. No obstante, en este libro se dota de sentido a esta metodología, sentido que no siempre tiene cuando se emplea por parte de otras ciencias sociales. La obra se divide en dos partes, una más teórica y otra más práctica. La teórica aborda el trabajo de campo y la etnografía; mientras que la segunda ofrece ejemplos etnográficos, concretamente de etnografía de escuela, que ayudan a la comprensión de las cuestiones teóricas. Por último, el libro incluye, además de la bibliografía general de referencia, otra específica para educadores sobre los procedimientos etnográficos.

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HISTORIA

ECONÓMICA

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COLECCIÓN TEXTOS UNIVERSITARIOS UAH HUMANIDADES 01. Curso de iniciación a la escritura narrativa Fernando Gómez Redondo 02. Curso de iniciación a la escritura poética Francisco José Martínez Morán 03. English and Spanish in Contrast Isabel de la Cruz Cabanillas 04. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa. Volumen I. Inglaterra y Francia, el difícil camino para hacerse naciones (Condados, ducados, reinos, monarquías y naciones) José Ignacio Ruiz (dir.), María Dolores Delgado, Pierluigi Nocella 05. Iberia e Hispania. Recursos para el estudio de la historia de España antigua F. Javier Gómez Espelosín 06. La escritura académica en Ciencias Humanas

y Sociales. Una introducción a la investigación Eva Sanz Jara, Inmaculada Simón Ruiz, Francis García Cedeño (coordinadoras)

Este manual, cuyo origen se sitúa en los programas de postgrado de América Latina Contemporánea de la Universidad de Alcalá, no pretende ser una guía mágica que garantiza el éxito al usuario. Tampoco intenta ser un estudio profundo sobre teoría del conocimiento y la metodología de la ciencia. Sólo aspira a ser una herramienta de utilidad para los investigadores en formación para ayudarles a ordenar su pensamiento y a enseñarles a presentar sus resultados de forma correcta. Pedro PÉREZ HERRERO