La empresa: una mirada sociológica [1999]

Citation preview

LA EMPRESA: UNA MIRADA SOCIOLÓGICA Denis Sulmont Lima, enero 1999 Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

EL ROMPECABEZAS EMPRESARIAL Al hablar de empresa, nos estamos refiriendo a un universo extremadamente heterogéneo, que va desde las micro y pequeñas empresas hasta las grandes corporaciones y sus redes transnacionales. No existe un solo prototipo de empresa. El debate sobre la Responsabilidad Social Empresarial se refiere    fundamentalmente a las empresas que tienen mayor poder, vale decir las grandes corporaciones. Sin embargo no excluye las empresas de menor escala. Por razones prácticas, usaremos el término “empresa” refiriéndonos principalmente a las sociedades anónimas de mediano y gran tamaño. La empresa de este tipo constituye un actor central en la sociedad moderna. Se la considera como la piedra angular de la economía, el principal agente de la producción y de la creación de riqueza, un protagonista estratégico del desarrollo local y de la competencia internacional. Lugar de encuentro entre capital y trabajo, ha sido y sigue siendo objeto de una percepción social controvertida. Hoy, se revalora su capacidad emprendedora e innovadora, su contribución al progreso tecnológico y la eficiencia productiva.    Al mismo tiempo, se la relaciona con varios problemas sociales fundamentales de la época: el acceso al empleo y al ingreso, la integración y exclusión social, la ecología, la calidad de vida.    En su libro    El concepto de Estrategia de la Empresa, Kenneth Andrews escribe: “La empresa es la mayor y más heterogénea de todas las actividades humanas. Tiene, aún más que otras áreas de la actividad humana, pasadizos secretos de egoísmo en los que la lucha por la supervivencia trae la desesperación.    Su imagen es la de oficinas confortables en las que la avaricia, alimentada por el éxito, produce diferentes formas de piratería. Los rigores de la competencia, no menos duros por ser “imperfectos” en el sentido económico, desarrollan en los moralmente débiles la tentación de ir a lo suyo y de encubrir, tanto como sea posible, los costes sociales de una actividad económica descuidada y otros perjuicios al público”. (Andrews, 1971: 131) Pero, ¿cuál es la naturaleza de este fenómeno tan omnipresente?, ¿qué diferencia una empresa de otro tipo de institución u organización?, ¿de qué elementos está conformada, a qué fines y a qué lógica responde?, ¿podemos considerar la empresa como un sujeto socialmente responsable? Todos pretendemos saber lo que es una empresa. Pero resulta paradójicamente muy difícil definirla en una fórmula sencilla y consensual. Quien quiera que intente formular una definición, se da cuenta de la complejidad de este fenómeno y de la variedad de puntos de vista a los cuales se presta. Llama también la atención que las disciplinas académicas que tratan el tema (el derecho, la economía, la sociología, las ciencias administrativas, etc.) enfrentan serias dificultades al momento de caracterizar la empresa como conjunto y proponer un marco interpretativo integrador. Los juristas tratan generalmente la empresa como un “nudo de contratos” y como institución; los economistas como un “agente económico”, o una “caja negra” que recibe factores y de la cual salen productos (imputs into outputs); los estudiosos en ciencias administrativas como “organización”; los sociólogos como “espacio de

de trabajo, de cooperación, de    conflicto y de negociación”. Es sintomático que quienes elaboraron en el Perú la nueva Ley General de Sociedades (Ley Nº 26887, 1997), tal cual en otros países,    no se hayan puesto de acuerdo sobre una definición jurídica de la empresa. Esta, ley precisa el concepto de “sociedad” como entidad constituida por “quienes convienen en aportar bienes o servicios para el ejercicio en común de actividades económicas”; pero no se pronuncia sobre la naturaleza institucional del fenómeno empresarial en su conjunto.   

Naturaleza y objeto social de la empresa según la    Ley General de Sociedades (Ley No. 26887, 9/12/97) • “Quienes constituyen la Sociedad convienen en aportar bienes o servicios para el ejercicio en común de actividades económicas” (art. 1). • La sociedad se constituye cuando menos por dos socios (art. 4). Adquiere personalidad jurídica desde su constitución (art. 6). • La sociedad circunscribe sus actividades a aquellos negocios u operaciones lícitos cuya descripción detallada constituye su objeto social. Se entienden incluidos en el objeto social los actos relacionados con el mismo que coadyuven a la realización de sus fines, aunque no estén expresamente indicados en el pacto social o en el estatuto (art. 11).

• • •

Estamos forzados a reconocer que la empresa no es un concepto definido de antemano, sino una realidad empírica, socialmente construida, multidimensional, polémica y compleja. Una realidad cruzada por la relación entre capital y trabajo, que combina diversos actores y racionalidades, y que involucra una haz de derechos e intereses. Para entenderla, hay que pensar simultáneamente su unidad (como proyecto estratégico, personería jurídica, centro de decisión, organización productiva y agente económico), y su pluralidad (como confluencia de diferentes actores vinculados mediante relaciones contractuales distintas, que conjugan varios fines y modalidades de racionalización); hay que cruzar el análisis de la lógica de sistemas y la lógica de los actores sociales. Necesitamos detenernos un momento para juntar las piezas de aquel rompecabezas y organizar un marco analítico que nos permita abordar en mejores condiciones la cuestión de la Responsabilidad Social Empresarial. ESQUEMA INTERPRETATIVO    De manera sintética, interpretamos una empresa como un tipo de organización y de institución social dirigida por un núcleo estratégico relativamente autónomo, que reúne capitales y trabajadores, y cuyo objeto es realizar una actividad económica durable y rentable.    • • La empresa se sustenta en la iniciativa de un empresario, relacionada con una sociedad de capitales y una capacidad gerencial. • • Combina el fin social de satisfacer una demanda, con el fin particular de obtener

• •



una ganancia.    • Es reconocida como institución social y jurídica. • Constituye un conjunto articulado de sistemas de acción que coordina y racionaliza los    recursos y las operaciones necesarias para producir o adquirir bienes y servicios con el propósito de obtener beneficios mediante su venta en el mercado.    • Involucra contractualmente a un conjunto de sujetos sociales que aportan sus capacidades y conocimientos, interactúan y negocian para compatibilizar sus diferentes valores, fines e intereses.

La    estructura empresarial articula dos componentes básicos: (A) un núcleo estratégico, centro de poder y de dirección que reúne a promotores, accionistas y gerentes en torno a una “sociedad de capitales” y a un liderazgo empresarial; y (B) una actividad productiva y comercial, la cual opera mediante un sistema socio-técnico y está planificada, coordinada y controlada por un sistema administrativo; alrededor de la actividad intervienen trabajadores, proveedores y contratistas; su producto está destinado a clientes. Entre el núcleo estratégico y la actividad interviene una regulación institucional, es decir el sistema de mediación político y normativo que establece las “reglas de juego” en el seno de la empresa y en sus relaciones con la sociedad. Finalmente, el conjunto de los componentes de la empresa constituye un campo de convivencia que da lugar a alguna forma de cultura corporativa (ver esquema 1). La relación entre el núcleo estratégico y la actividad implica un encuentro entre el capital    y el trabajo, mediado por un sistema organizacional e institucional.    Los “grupos de interés” o “apostadores” relacionados a la empresa son:    1. 2. 3. 4. 5. 6.

7.   

1. los promotores estratégicos, quienes aportan iniciativa, creatividad innovadora y visión de futuro; 2. los accionistas, quienes aportan capitales a la “sociedad de capitales”, tienen poder sobre la dirección de la empresa y el destino de las ganancias. 3. los directores gerentes, encargados de representar la empresa y dirigir su actividad, haciendo el puente con la sociedad de capitales; 4. los trabajadores empleados, principales agentes de la actividad empresarial, que aportan sus habilidades, sus conocimientos, su sentido creativo y de cooperación; 5. los clientes y usuarios, destinatarios de la actividad empresarial y fuentes de ingresos de la empresa; 6. la población que forma parte del entorno de la empresa, que aporta sus recursos humanos y su “capital social” (instituciones, valores, etc.), y que está afectada o beneficiada por las “externalidades” de la actividad empresarial, es decir las consecuencias sobre su medio ambiente, socio-económico, ecológico y cultural que no son consideradas como costo para la empresa; 7. los proveedores y subcontratistas que proporcionan los insumos y servicios que requiere la actividad empresarial;

Esquema 1    1.

8. las entidades financieras, que proporcionan créditos, fundamentales para reunir los recursos necesarios para cada ciclo de la actividad empresarial; 2. 9. el Estado y las entidades reguladores, encargados de compatibilizar los intereses nacionales y de los ciudadanos con los intereses particulares de la empresa (definición y aplicación del ordenamiento legal, cobranza de impuestos, regulación de la competencia, de las relaciones laborales y de la calidad de los bienes y servicios). El objeto central de la empresa es realizar una actividad económica específica cuyo fin es doble: proporcionar un bien o servicio útil, valorado y legitimado socialmente; y responder a los intereses particulares de sus principales promotores y en especial, las expectativas de ganancia de los accionistas. Toda empresa debe compatibilizar su función social con intereses particulares. Para ser viable, la actividad empresarial debe responder a una demanda solvente, ser competitiva y económicamente rentable. La exigencia de competitividad y rentabilidad implica de parte de la empresa una gestión orientada por el cálculo de capital y la racionalización de sus operaciones (ahorrando costos y maximizando beneficios). Dicha racionalización abarca las relaciones entre oferta y demanda de bienes y servicios, la combinación de los factores de producción, la organización socio-técnica del trabajo, la dirección administrativa, la regulación institucional, la planificación estratégica y la orientación cultural de la empresa. La empresa sin embargo no puede ser entendida tan sólo como un conjunto de sistemas racionalizadores. Dichos sistemas están conformados por sujetos, interactúan, cooperan, confrontan proyectos e intereses, y negocian. La empresa es el lugar de encuentro problemático entre la lógica racionalizadora de sistemas y la lógica de acción de sujetos. La viabilidad de una empresa implica una capacidad de negociación para compatibilizar lógicas e intereses diferenciados y conflictivos.    Cabe insistir en el carácter dual de la empresa: sus objetivos de maximización de beneficios particulares y sus objetivos de realización de una    función social.

LA EMPRESA COMO SUJETO DE DERECHO 1. 1) La empresa ocupa un lugar central en las preocupaciones del derecho contemporáneo en virtud de su importancia social, económica y política 2. 2) La empresa es un sujeto de derecho en cuanto está regulada como centro unitario de referencias jurídicas. 3. 3) La empresa se distingue, en cuanto sujeto de derecho, de los elementos o factores que la integran en tanto “unidad’ de producción de bienes y servicios en

favor de la comunidad de personas. 4. 4) La empresa no se identifica o confunde con la sociedad que generalmente la integra como detentora de capital. 5. 5) La sociedad tiene como finalidad primaria hacer lucro, mientras que la función primordial de la empresa es el bien común. 6. 6) La empresa, en cuanto sujeto de derecho, no puede reducirse al patrimonio o medios de producción de los cuales se vale para cumplir con su función social. El patrimonio es un “objeto”, mientras que la empresa es un “sujeto”. 7. 7) La empresa, como toda institución jurídica, tiene una estructura tridimensional compuesta por la “organización de personas”, que constituye su dimensión sociológica existencial, por los valores jurídicos que realiza, presididos por el valor utilidad, y por el conjunto de normas que a ella se refieren como centro de imputación de derechos y deberes. 8. 8) La empresa es un sujeto de derecho en un sentido técnico-formal. 9. 9) La empresa, en cuanto sujeto de derecho, está integrada a su vez por otros sujetos de derecho, como serían las organizaciones de personas que detentan el capital o que aportan trabajo. 10. 10) La empresa, en cuanto sujeto de derecho, no se confunde con ninguno de los otros sujetos individuales o colectivos que la integran ni tampoco puede reducirse a un inanimado patrimonio que es sólo el necesario instrumental objetal del cual se vale la empresa para operar. 11. 11) La empresa puede adquirir la categoría formal de “persona jurídica”. 12. 12) La empresa cumple una función social. Su eficiencia y contribución al bien común son exigibles por el Estado de acuerdo a la ley. De ahí que en la estructura de la empresa estén presentes los intereses tanto de los consumidores como del propio Estado en cuanto garante del bien común y perceptor de impuesto.    Extraído de Carlos Fernández Sessarego* (1968) “subjetivación de la empresa”, en Revista Peruana de Derecho de la Empresa, Empresa y Desarrollo, Lima, abril. *Profesor de Derecho en la Universidad Nacional Mayor de    San Marcos y de la Pontificia Universidad Católica del Perú. EL NÚCLEO ESTRATÉGICO DE LA EMPRESA    Tras una empresa existe un “empresario”, es decir un sujeto promotor (individual, grupal, o institucional), con visión estratégica y con capacidad de movilizar capital y trabajo. El empresario promotor abre un campo de acción autónoma. Es un innovador creativo que detecta necesidades y oportunidades, y, junto con los aportantes de capitales dispuestos a asumir los riesgos correspondientes, toma la iniciativa de realizar una determinada actividad productiva o “negocio”. Necesita emplear a un conjunto de personas, asignarles responsabilidades y comprometerlas con su proyecto. El empresario ha de desempeñar un papel de liderazgo. La iniciativa empresarial implica un riesgo y demanda un esfuerzo. Como dice el diccionario, la empresa es una “acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza". El propio término “negocio” etimológicamente significa “negación del ocio”. Como observaba Joseph Schumpeter (1911), lo propio del empresario es ser

innovador, saber dar una respuesta creativa a una situación difícil de prever, encontrando formas más eficientes de combinar los factores de producción. El empresario schumpeteriano se distingue del capitalista que se limita a aportar dinero; y del gerente que se limita a administrar negocios establecidos. El empresario innovador trastorna y desorganiza. Cumple una obra de “destrucción creativa”. Es el desequilibrio dinámico generado por el empresario y no la optimización de lo ya existente que permite el desarrollo económico. Peter Drucker, coincidiendo con el enfoque de Schumpeter,    señala: “El empresario va en búsqueda del cambio, sabe actuar sobre el y explotarlo con oportunidad” (1985: 53). La iniciativa empresarial requiere de un marco institucional que garantice y precise los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos. Además, toda empresa -ya sea privada como pública- necesita un poder de dirección y gestión relativamente autónomo. En ello reside la diferencia entre una empresa y una administración que depende del Estado o de otro poder externo. El empresario es el artífice y uno de los componentes clave de lo que llamamos el “núcleo estratégico” de la empresa. Este núcleo constituye un sistema de acción colectiva que articula las voluntades, los recursos y las capacidades decisivas para promover y dirigir la actividad empresarial. Los factores decisivos que permiten constituir este núcleo estratégico se pueden resumir en tres: una creatividad estratégica, un poder de disposición de capital y una capacidad gerencial. La creatividad estratégica está asociada a la figura del empresario    promotor e innovador tal como lo indicamos líneas arriba. También es alimentada por los asesores, los consultores y aquellos empleados inventivos que colaboran con la dirección de la empresa. La creatividad estratégica consiste en detectar las oportunidades y las amenazas del medio, así como las fortalezas y las debilidades propias, para definir la actividad de la empresa. El promotor estratégico aporta una “visión” o imagen proyectada del futuro de la empresa, y contribuye a perfilar su “misión”, es decir sus objetivos centrales del núcleo estratégico: los alcances de las actividades y negocios de los cuales se hace cargo, las necesidades que se propone atender, y las principales capacidades que proyecta consolidar. La formulación de una misión proporciona los principios orientadores básicos de la gestión empresarial y contribuye a forjar una cultura corporativa.    Para realizar su actividad, la empresa necesita tener la capacidad de reunir y movilizar un conjunto de recursos, materiales y humanos. Requiere además de ellos “por adelantado”, como condición para efectuar un ciclo productivo, antes de obtener resultados. ¿Cómo reunir estos recursos? Una forma es recurrir a préstamos de las entidades financieras para estar en condición de comprar los bienes y contratar los servicios que demanda la actividad. En este caso, la entidad financiera    se asegura parte de los beneficios mediante una tasa interés, pero sin asumir responsabilidades directa sobre la marcha de la empresa y sus eventuales pérdidas económicas. Otra forma consiste en crear una “sociedad de capitales”, es decir, reunir bajo una misma razón social los bienes y valores monetarios aportados como capital por las diferentes personas o instituciones que aceptan participar como socios y asignar su capital a la actividad de la empresa. Los integrantes de esta sociedad -los accionistas- son inversionistas dispuestos a asumir los riesgos de su inversión (hasta el monto aportado), e interesados en la posibilidad de participar en los beneficios; se convierten en titulares de los derechos de propiedad de una porción del capital social    de la empresa.    La participación de los accionistas en la constitución del capital social supone un nivel

de confianza. El capital reunido por la empresa a través de los accionistas constituye un poder económico concentrado, que le permite tener un mayor acceso al crédito y aumentar su capacidad de movilizar recursos y obtener ganancias. Por ello, el incremento de capital suele convertirse en fin en sí mismo para la empresa. La    “sociedad de capitales”, constituye un componente decisivo del sistema institucional de la empresa moderna. La propiedad confiere a sus titulares una serie de derechos y responsabilidades. Los accionistas tienen la facultad de nombrar    y remover el gerente, aprobar los balances del ejercicio económico de la empresa y definir el uso de los excedentes. Las decisiones se toman por mayoría de votos, los cuales se contabilizan de acuerdo    al monto de acciones poseídas. Por ello, el poder de decisión de los accionistas minoritarios dispersos es limitado. En la práctica el control y la dirección de la empresa recae en algunos accionistas principales, aquellos que poseen mayor participación en el capital, y/o desempeñan un papel más activo como promotor estratégico. En las grandes corporaciones, dada la dispersión del accionariado y la complejidad de las labores de dirección, el poder de decisión tiende a concentrarse en la gerencia profesional (el “manager “) y en las élites tecnocráticas. La tercera pieza decisiva para componer el núcleo estratégico, lo constituye la capacidad de dirección plasmada en la figura del gerente. Éste es el encargado de organizar y coordinar la actividad.    Es el nexo fundamental entre el capital y el trabajo.    Una misma persona natural puede ser promotora, propietaria y gerente, pero no es necesariamente así. La sociedad anónima tiene justamente la virtud de poder reunir estos roles en personas distintas. El promotor y el gerente pueden ser profesionales contratados. Sin embargo, en la medida que se identifican con el proyecto estratégico de la empresa, suelen participar también como accionistas. Los tres poderes, al juntarse en torno a una    actividad de negocio, y al dotarse de un mecanismo de centralización en la toma de decisión y de gestión, constituyen un “sujeto institucional” que adquiere personería jurídica y como tal, es la instancia responsable de la empresa. Sin embargo, la responsabilidad institucional no deja de implicar las diferentes personas naturales que conforman el sujeto empresarial. En el caso de la Sociedad Anónima, la responsabilidad personal de cada accionista es “limitada”: sólo responde por las deudas sociales de la empresa hasta el monto de sus aportes. El gerente es quien carga con el mayor peso de la responsabilidad empresarial, debiendo responder ante los poderes públicos, los accionistas y terceros por “los daños y perjuicios que ocasione por el incumplimiento de sus obligaciones, dolo, abuso de facultades y negligencia grave” (Ley General de Sociedades Nº 26887, art. 190). El promotor puede actuar sin arriesgar su propio dinero, pero sí pone en juego su imagen según al éxito o fracaso de sus iniciativas.   

RESPONSABILIDAD DEL GERENTE    (Ley General de Sociedades No. 26887, Perú 1997) Los gerentes son designados por el directorio (art. 185). Puede ser removido en cualquier momento por el directorio o por la junta general (art. 187). Sus principales atribuciones son: celebrar y ejecutar los contratos correspondientes al objeto social y representar a la sociedad (art. 188).

“El gerente responde ante la sociedad, los accionistas y terceros por los daños y perjuicios que ocasione por el incumplimiento de sus obligaciones, dolo, abuso de facultades y negligencia grave”. Es particularmente responsable por: 1) la veracidad de los sistemas de contabilidad y libros que la ley ordena; 2) el control interno sobre el uso de los activos; 3) la veracidad de las informaciones que proporcione al directorio y la junta general; 4) el ocultamiento de las irregularidades que observe en las actividades de la sociedad ; 5) la conservación de los fondos sociales a nombre de la sociedad; 6) el empleo de los recursos sociales    en negocios distintos del objeto de la sociedad; la veracidad de las constancias y certificaciones; 8) la información oportuna a los accionistas; y 9) el cumplimiento de la ley,    el estatuto y los acuerdos de la junta general y del directorio (Art. 190). “El gerente es responsable, solidariamente con los miembros de directorio, cuando participe en actos que den lugar a responsabilidad de éstos o cuando, conociendo la existencia de esos actos, no informe sobre ellos al directorio o a la junta general” (art. 92).    “Las pretensiones civiles contra el gerente no enervan la responsabilidad penal que pueda corresponderle (art. 196). Su responsabilidad civil caduca a los dos años del acto realizado” (art. 197).    FUNCIÓN SOCIAL Y FINES PARTICULARES DE LA EMPRESA Se suele caracterizar la empresa como una institución “con fines de lucro”. El término “lucro” suele tener una connotación un tanto negativa, en cuanto se lo relaciona con la especulación, el enriquecimiento sin principio. El lucro es también considerado como la legítima aspiración a beneficiarse del esfuerzo propio. El liberalismo económico lo señala como uno de los principales incentivos de la iniciativa privada y del desarrollo capitalista. En todo caso,    el concepto de “fin de lucro” nos remite a un aspecto fundamental del fenómeno empresarial, cual es la producción de una ganancia. Esta puede estar al servicio del “lucro” individual y/o de otras causas.    Como institución deliberadamente constituida y estratégicamente orientada, la empresa responde a los fines y motivaciones de sus principales promotores, dueños y directivos. Para los accionistas ajenos al proyecto empresarial, el objetivo es simplemente rentabilizar su capital. Para los promotores, los directivos y los accionistas más involucrados en el proyecto empresarial, además de obtener una ganancia, intervienen otros motivos: el interés por la actividad empresarial como tal; la función social o el fin público que puede desempeñar; la continuidad de una tradición de negocio familiar;    la búsqueda de autonomía personal, de poder, de status social y de autorrealización; y en general, el éxito, la permanencia y de desarrollo de la empresa.    Los trabajadores empleados,    por su parte, tienen como objetivos “ganarse la vida”, realizarse profesionalmente, ser reconocidos socialmente. Les interesa también que la empresa permanezca y se desarrolle. Pero, en tanto que asalariados, su relación con la empresa es ambivalente: a diferencia de los dueños, son considerados como exteriores a la empresa; pero mediante el contrato laboral están llamados a dedicarle sus capacidades    y comprometerse con sus fines.   

El fin que legitima la empresa ante la sociedad es su contribución al bien común. Esta contribución consiste ante todo en el producto de su actividad específica: la utilidad de los bienes y servicios concretos que produce y/o vende a los clientes y usuarios, la ventaja que esos bienes y servicio significan en término de calidad-precio. En ello reside el aporte insustituible de la empresa, su principal responsabilidad ante la sociedad. A esta función central, se agregan otros aportes sociales importantes, en particular la generación de empleos e ingresos, el pago de impuestos al Estado, el progreso tecnológico. Además, para legitimarse, la actividad empresarial debe desarrollarse en condiciones tolerables y sostenibles para sus trabajadores y su entorno social y ecológico. Como dice Adela Cortina: “El fin de las organizaciones es un fin social; porque toda organización se crea para proporcionar a la sociedad unos bienes en virtud de los cuales queda legitimada su existencia ante la sociedad, y éste es un punto central en la elaboración de un código ético. A diferencia de las personas, cuya existencia no necesita legitimación, las organizaciones han de proporcionar unos bienes a la sociedad, para ser aceptados por ella. Y, lógicamente, en el caso de que no los produzcan, la sociedad tiene derecho a reclamárselos y, por último, a deslegitimarlas” (Cortina, 1994: 22). Sin embargo, vimos que la función    social no es necesaria ni principalmente lo que motiva la iniciativa de los promotores y el aporte de los inversionistas y otros “apostadores”. Interviene en ellos la búsqueda de un beneficio propio, un fin exterior a la actividad misma, de algún modo indiferente a su naturaleza concreta. Este “fin exterior” consiste en la ganancia misma, evaluada en términos monetarios como porcentaje del capital aportado y en términos no monetarios, como un incremento de poder o status.    La lógica pura del capital -particularmente la del capital financiero- es de autovalorizarse. Como explica Karl Marx, su punto de partida y de llegada es el dinero. Sin embargo, en el medio, debe haber necesariamente una actividad concreta, socialmente reconocida que añada valor al capital. De lo contrario, el movimiento de capitales de convertiría en pura especulación, que tarde o temprano termina desinflándose. Ninguna empresa puede funcionar de acuerdo a la lógica pura del capital.    El propio fin de la ganancia se legitima socialmente si la empresa cumple con su función y su responsabilidad social, si cumple    con sus clientes, sus trabajadores y otros apostadores, y si contribuye al desarrollo de su entorno en general. En este caso, la ganancia es considerada como algo “merecido”; se la justifica como incentivo para desarrollar nuevas iniciativas económicas, producir y difundir innovaciones tecnológicas y responder a nuevas necesidades, de manera más eficiente. En ello reside la “revaloración de la empresa”. La empresa “post-capitalista”, para usar la expresión de Peter Drucker, es aquella que sin desatender la    rentabilidad del capital y la producción de utilidades para los accionistas, se recentra en la actividad productiva que la legitima socialmente. En resumen, considerando el sistema empresarial en su conjunto, podemos decir que la empresa se caracteriza por ser un tipo de institución autónoma que se propone alcanzar fines particulares mediante una actividad económica que ha de cumplir necesariamente una función social. Los fines particulares comprenden los intereses propios de los integrantes de la empresa, en especial las expectativas de ganancia de los aportantes del capital. La función social corresponde a aquellas necesidades y aspiraciones concretas del medio social y económico que pueden ser satisfechas como producto directo de la actividad empresarial. Toda empresa necesita compatibilizar ambos fines. En ello reside el dilema y reto principal de

su gestión. Coincidimos con quienes resaltan la primacía de la actividad productiva como función esencial que legitima la empresa y justifica la ganancia. La actividad económica empresarial puede centrarse en la producción, el comercio o las finanzas. La producción significa    crear o incrementar el valor de determinados bienes y servicios mediante un proceso de transformación que exige un trabajo humano. La producción debe distinguirse del intercambio, así como de una simple transacción comercial o financiera. Las empresas comerciales y financieras son fundamentales para el desarrollo de las actividades producción y el consumo, pero, de por sí, no generan nuevos valores. Sus costos son costos de transacción. Dichas empresas, sin embargo, suelen producir también algún valor agregado para sus clientes. En el caso de las empresas comerciales, el valor agregado producido reside en los servicios de distribución, de información al cliente y de post-venta. Generalmente, las empresas centradas en la producción asumen más riesgos en la inversión de su capital. Ya sea productiva, comercial o financiera, la empresa apunta a vender algún “producto” valorado    en un mercado y, a través de la venta, obtener una ganancia. De todos modos, no puede prescindir de ninguno de los dos fines básicos mencionados.      La empresa no puede cumplir una función social sin asegurar la reposición y la valoración del capital invertido. Ello significa en primer lugar que la actividad empresarial tiene que dirigirse hacia una demanda solvente, atendiendo a clientes que tienen capacidad de pago (razón por la cual la empresa se diferencia de una institución de beneficencia que atiende necesidades mediante donaciones o transferencias de recursos públicos). En segundo lugar la actividad ha de ser competitiva, ofreciendo sus productos con una ventaja de precio-calidad respeto a otras ofertas. En tercer lugar, la    actividad debe resultar rentable económicamente, es decir cubrir sus gastos y generar un excedente sobre el capital invertido y estar en condición de proporcionar una ganancia a los propietarios del capital, satisfaciendo sus expectativas de corto y largo plazo. Para cumplir con estos requerimientos y fines, la dirección empresarial necesita regirse de acuerdo a un “cálculo de rentabilidad económico”, es decir actuar a la luz de un examen riguroso de las relaciones entre costos y beneficios, evaluando la capacidad de la empresa de generar un excedente respecto al capital invertido. De allí que el balance contable constituye un aspecto medular de la empresa (Weber, 1923: 69).      LOS FACTORES DE PRODUCCIÓN Para realizar su actividad, la empresa necesita movilizar y combinar un conjunto de recursos, humanos y no humanos, que sirvan de insumos y de medios para producir un valor agregado. Estos recursos constituyen “factores de producción”.       Los economistas clásicos resumían los “factores de producción” en tres: la tierra, el trabajo y el capital. Este último engloba a los demás medios no naturales y no humanos (instalaciones, herramientas, máquinas, etc.), así como al dinero convertible en bienes aplicables a la producción.    Hoy día la lista de los factores de producción    se ha alargado, incorporando recursos

intangibles relacionados al desarrollo de habilidades, conocimientos y valores humanos, como son la “iniciativa”, la capacidad de organización, el saber, el acceso a la información, la confianza, la buena reputación (por ello, se habla de “capital humano”, “capital social” y “capital cultural”).    En la sociedad post-industrial y la economía globalizada actual, los conocimientos y la información se han convertido en recurso clave. Como dice Peter Drucker: “El recurso económico básico, el ‘medio de producción’ para usar el término de los economistas, ya no es el capital ni los recursos naturales (el ‘suelo’ de los economistas), ni la ‘mano de obra”. Es y será el saber. (...) Ahora el valor se crea mediante la ‘productividad’ y la ‘innovación’, ambas aplicaciones del saber al trabajo. Los grupos sociales dirigentes de la sociedad del saber serán los ‘trabajadores del saber’, ejecutivos que saben como aplicar el saber a un uso productivo al igual que los capitalistas sabían aplicar el capital a un uso productivo” (1994: 14). En síntesis, podemos distinguir seis tipos de recursos:    1. 2. 3. 4.

5. 6.

1. Los recursos naturales: espacios ecológicos, materia prima, fuentes de energía, procesos bio-genéticos, etc.    Los artefactos materiales: instalaciones, instrumentos, máquinas, equipos, que incorporan el ingenio humano y la tecnología. 3. Las capacidades humanas: implican la actividad del trabajo bajo todas sus formas: entrega de una energía física y atención mental, aplicación de habilidades y conocimientos, incluyendo habilidades para innovar y para dirigir.    4. Los activos sociales y culturales: reputación de la empresa, imagen de una marca y prestigio de un líder; disposición de las personas par cooperar, comunicar, negociar; existencia de lazos de confianza y lealtad; transmisión de valores culturales y éticos; identidad cultural corporativa.    5. Los conocimientos y la información: dominio de un saber hacer tecnológico, organizacional, comercial, financiero, acceso a patentes, acceso sistemas y redes de información. Los recursos financieros: confianza de los inversionistas y de las entidades financieras.

Los recursos son capacidades, bienes y servicios relativamente escasos, que tienen un costo. La naturaleza ofrece recursos abundantes, pero no todos de fácil acceso y renovación. Hay que producir los artefactos materiales, así como los conocimientos y la información. Los recursos humanos implican un largo proceso de formación. Lo mismo puede decir de los activos culturales y de la confianza de los inversionistas. Por ello, la empresa busca la manera menos costosa de reunir esos recursos y la manera más eficiente de usarlos. Existe una diferencia esencial entre los recursos no humanos y humanos. Los primeros son “objetivables”, es decir pueden ser comprados o alquilados por la empresa y convertirse en parte de su capital. Los recursos humanos, en cambio, son inseparables de la persona humana. Para usarlos, la empresa necesita establecer con la persona del trabajador una relación contractual especial -llamada “contrato laboral”-. En esta relación, a cambio de una remuneración, el trabajador pone a la disposición de la empresa    sus capacidades, sus habilidades, su saber, su sentido    de cooperación, su creatividad, etc., durante un cierto período de tiempo. La relación laboral, como hemos visto, es una relación problemática y ambivalente. El problema para la empresa consiste en lograr el mejor desempeño de los trabajadores empleados, no obstante la ambivalencia de la relación entre ambos.

LA RACIONALIZACIÓN EMPRESARIAL    El criterio de rentabilidad económica, junto con la exigencia de competitividad, estimula la racionalización de la actividad empresarial. La empresa se convierte así una unidad de gestión económica, orientada por una cuenta de capital, que racionaliza el uso de sus recursos y la relación con su entorno con la doble finalidad de optimizar su oferta de bienes y servicios de acuerdo a la demanda del mercado, y de maximizar sus propios beneficios. La racionalización económica de la empresa implica a su vez modalidades de racionalización de tipo técnico, organizativo, institucional, ideológico y político. Se entiende por racionalización un esfuerzo reflexivo basado en la previsión y el cálculo que ordena la acción, ajustando para ello    los medios de acuerdo a los fines y valores perseguidos, con el objetivo final de lograr los mejores o los más satisfactorios resultados posibles. La actividad económica pretende ser “racional”. Actuar económicamente significa comparar los “medios” y los “fines de uso” relativos a la producción, el intercambio y el consumo de los bienes escasos y hacer una elección razonada entre ellos con el propósito de obtener un resultado favorable en términos de costo-beneficio.    En este sentido la racionalización económica es diferente de la racionalización “técnica” que sólo tiene que ver con la elección de medios instrumentales más eficientes, sin poner en la balanza los propios fines. Toda acción humana organizada recurre, en mayor y menor medida, a la racionalización económica. Las agrupaciones políticas, las instituciones de beneficencia y hasta las iglesias realizan cálculos de costo-beneficio. En muchas organizaciones la racionalidad económica es un criterio de buena administración de recursos para cumplir con determinados objetivos (Drucker, 1992). Lo particular de la empresa es que la racionalización económica se rige por criterio de rentabilidad del capital. La racionalización económica de la actividad empresarial se centra en el problema de como maximizar los beneficios que la empresa pueda obtener de sus operaciones, aumentando la diferencia a su favor entre el total de sus costos y de sus ingresos, tomando la cantidad y los precios de los insumos requeridos por dichas operaciones y de la cantidad y precio de los productos que puede vender. La resolución -óptima, o por lo menos satisfactoria- de este problema de acuerdo con los fines de la empresa lleva a tomar en cuenta una serie de variables correlacionadas (oferta y demanda, costos e ingresos, cantidad y precio, etc.). Entre las que entran en juego, dos revisten una especial importancia para la empresa: los costos de producción, y los costos de transacción; ambas constituyen el foco de atención de la racionalización empresarial e inciden sobre la organización misma de la empresa.    El manejo de las relaciones entre producción y mercado Veamos primero algunas de principales variables que intervienen en el manejo empresarial de las relaciones entre la producción y el mercado (ver gráficos). • • •

• Se parte del supuesto que la empresa transforma “factores” en productos, los cuales deben ser vendidos en un mercado con el objetivo de obtener beneficios. • Le conviene a la empresa aumentar la producción siempre que los beneficios resultantes sean mayores que los costos. • Para aumentar los beneficios, la empresa debe reducir sus costos unitarios de





producción; para ello, debe optimizar la función de producción, eso es, encontrar la mejor manera posible de combinar los factores de producción y realizar economía de escala, e incrementar la productividad. • Las utilidades no dependen sólo de los costos de producción, sino también de los ingresos que resulten de la venta de los productos en el mercado. Dichos ingresos dependen del volumen y del precio de venta. Los menores precios significan un margen de ganancia inferior e inclusive una pérdida. Tanto los costos como los precios se encuentran correlacionados con la cantidad de producto. Entre estas variables, la empresa debe encontrar su punto de equilibrio, que consiste en un determinado volumen de producción en el que la diferencia entre los ingresos totales y los costos totales sea máxima.    • Para decidir qué cantidad va a producir y ofrecer a cada precio que dicte el mercado, la empresa debe conocer cuánto aumentan los costos totales cuando se aumenta la producción de una unidad de producto. A este aumento en el costo total que resulte de producir una unidad más, se lo llama costo marginal. Si el precio del producto es mayor que el costo marginal, a la empresa le conviene producir y ofrecer esa unidad más de producto. El volumen de producción en el que las ganancias de la empresa son máximas, será aquel en que el costo marginal es igual al ingreso marginal.

El punto de equilibrio, deducido del razonamiento lógico que maximiza los beneficios, es una referencia necesaria para la gestión empresarial. Sin embargo, responde a un esquema abstracto que simplifica la    realidad. Las variables que intervienen son difíciles de prever y muchas de ellas dependen de las decisiones de otros actores. En la práctica, las empresas no disponen de toda la información ni del tiempo necesario para tomar decisiones “racionales”. La mayoría de las veces actúan a través del ensayo-error. Su racionalidad, como dicen James March y Herbert Simon (1961), es una “racionalidad limitada”. Las decisiones no se toman tanto en función del criterio del máximo beneficio en abstracto,    sino adoptando las soluciones que resulten “satisfactorias” de    acuerdo a sus expectativas mínimas y las circunstancias inmediatas. Toda empresa actúa con un margen de incertidumbre y de riesgo. . LÓGICA DE MAXIMIZACIÓN DE BENEFICIOS SEGÚN COSTOS, INGRESOS Y UNIDADES PRODUCIDAS Ingresos, costos y utilidades

Economía de escala

Beneficio máximo

Racionalización de la producción La mayoría de los economistas considera que la función esencial de la empresa reside en la racionalización del uso de    los factores de producción. Partiendo del supuesto que el objetivo es maximizar los beneficios, le conviene a la empresa aumentar la producción siempre que los beneficios resultantes sean mayores que los costos. La producción es entendida como proceso que transforma factores en productos. Los factores comprenden todos los recursos materiales y humanos (incluidos las capacidades gerenciales, los conocimientos técnicos y organizacionales, etc.) necesarios para la producción. Estos factores son reunidos, combinados y procesados en el sistema productivo de la empresa, del cual    sale el producto. Cada uno de los factores tiene un costo; algunos son fijos (los de las instalaciones, equipos, etc.), otros variables (los de materia prima, personal empleado, etc.). La empresa necesita encontrar la manera más conveniente de combinar proporcionalmente los factores tomando en cuenta su costo y su contribución al producto. La relación entre combinación de factores y el producto obtenido (Q = F (K, L, etc.)) se conoce como “función de producción”,    algo comparable a una receta de cocina (Frank, 1992: cap. 9). La empresa ha de elegir aquella combinación de factores que le permita conseguir a corto y largo plazo la cantidad y calidad de producto que le proporcione mayores beneficios. Los precios relativos de los factores -en especial el nivel de remuneración de los trabajadores- influye sobre las decisiones. Una forma importante de optimizar el uso de los factores productivos consiste en tomar en cuenta las economías de escala, es decir el ahorro de costos fijos por unidad de producción gracias al incremento de la cantidad producida. La función de producción muestra economías de escala crecientes hasta cierto nivel.    La optimización de la función de producción depende no sólo de los costos y del volumen de    factores, sino de la productividad de los factores. Cada factor aporta capacidades distintas que pueden ser incrementadas individualmente y potenciadas mutuamente mediante su adecua combinación. En especial resulta crucial para la empresa incrementar la productividad del trabajo humano y la de los medios técnicos de producción (equipamiento, herramientas, máquinas y procesos). El incremento de la productividad del trabajo humano se sustenta en la organización de la división del trabajo al interior de la empresa, el diseño de una estructura organizacional que saque provecho de las ventajas de la especialización y la cooperación en el trabajo, y asegure la coordinación y el control del desempeño laboral; implica además una política de selección, capacitación y motivación del personal. El incremento de la productividad de los medios técnicos lleva a una búsqueda constante de mejoras e innovaciones técnicas, alimentadas por los conocimientos científicos; también se sustenta en la racionalización de la estructura que articula el conjunto de las operaciones y medios técnicos. Ambos factores -trabajo humano y medios técnicosintervienen juntos en el proceso productivo y configuran un sistema socio-técnico. Uno de los retos de la empresa consiste a racionalizar este sistema, asegurando una sinergia positiva entre los recursos humanos y los recursos técnicos usados.    La productividad combinada del conjunto de los factores constituye la base que permite a la empresa conquistar una ventaja competitiva en el mercado. Dicha productividad involucra también el conjunto de factores relacionados al entorno de la empresa, tales como la infraestructura de transporte y comunicación, el sistema educativo, las instituciones, la cultura y la ética ciudadana. No son solamente las empresas que compiten entre sí, sino también las ciudades, regiones y países de los que forman parte. A nivel de cada empresa, no existe necesariamente una correlación entre productividad, competitividad y rentabilidad. Por ejemplo una empresa puede ser eficiente, tener alta productividad y no ser competitiva

internacionalmente si el contexto macroeconómico nacional es ineficiente. Puede ser competitiva, pero dejar de ser rentable si reduce demasiado sus márgenes de ganancia.    La competitividad es la clave que asegura la permanencia de un producto en el mercado y la rentabilidad la clave que asegura la permanencia    de la empresa como tal. Racionalización de las transacciones Otra perspectiva distinta y complementaria a la racionalización de la producción es la que centra su atención en los costos de transacción y que considera a la empresa como un medio para reducirlos.    Tal perspectiva ha sido incorporada en la “teoría de la firma” elaborada por Ronald Coase (1937, 1988) y constituye el punto de partida de la llamada Nueva Economía Institucional (Williamson, 1989; North, 1993). Los costos de transacción son costos presentes en los intercambios económicos, pero que no son atribuibles a la producción propiamente dicha. Se pueden entender como los costos de usar el mecanismo de precio para llevar a cabo una transacción por medio del intercambio en un mercado abierto.    En las palabras de Coase: “Los costos de transacción comprenden los costos de búsqueda e información, los costos de negociación y decisión, y los costos de policía y refuerzo. Estos costos llevan a buscar prácticas para reducirlos. La emergencia de la firma puede explicarse de este modo. Aun cuando la producción puede ser realizada de manera completamente descentralizada mediante contratos entre individuos, el hecho que existen costos para entrar en estas transacciones implica que las firmas emergen para organizar lo que de otro modo sería realizado mediante transacciones en el mercado, siempre y cuando ellos signifique menos costos. Los límites del tamaño de una empresa se sitúa allí donde sus costos de organizar la transacción resulten iguales al costo que implicaría hacerlo vía el mercado” (Coase, 1988; traducción D.S.). Olivier Williamson plantea por su parte: “En lugar de caracterizar a la empresa como una función de producción, la economía del costo de transacción sostiene que la empresa es (por lo menos para muchos propósitos), más bien una estructura para ejercitar el poder. (...) El concepto de empresa como una función de producción se ve sustituido (o incrementado) por el concepto de empresa como una estructura de gobernación” (1989). La “estructura de gobernación” de la empresa se refiere la existencia de una dirección y gerencia que operan mediante un sistema institucional y un sistema administrativo. Como institución y organización, la empresa tiene la capacidad de “ordenar” directamente las relaciones entre las partes que intervienen en los intercambios económicos, sin tener que negociar con las partes en cada intercambio. Ahorra costos mediante la celebración de contratos que incorporan al agente bajo su autoridad directa, como es el caso del contrato laboral. También ahorra costos mediante la organización sistemática de la información. La economía de los costos de transacción toma en cuenta dos supuestos conductivistas: la racionalidad limitada (dadas les limitaciones cognoscitivas, se adopta soluciones “satisfactorias” no “optimas”), y el oportunismo (búsqueda del interés propio con dolo). Pone énfasis en el ordenamiento contractual privado y los mecanismos de regulación ex-post. Considera que un aspecto decisivo para la existencia de las empresas lo constituye la “especificidad de los activos”; es decir el hecho que adquieran capacidades intransferibles o insustituibles que le de una ventaja en el mercado (localización física, saber hacer, recursos

humanos especializados, etc.) (Williamson, 1989: 24). Existen básicamente tres maneras de ahorrar los costos de transacción. La primera, sugerida por Williamson, consiste en “internalizar” ciertas partes exteriores del proceso de producción y de comercialización, integrándolas en la organización de la empresa y colocándolas bajo su dirección administrativa. Ello implica aumentar el tamaño de la empresa y consolidar su estructura de dirección Dicha “internalización” trae como ventaja evitar múltiples negociaciones dispersas y asegurar una coordinación más directa    y constante de las operaciones. Sin embargo, trae también problemas tales como el aumento de la carga laboral, la rigidez y otros inconvenientes burocráticos. Al igual que la función de producción, existe un punto a partir del cual las ventajas decrecen y le conviene a la empresa “externalizar” sus operaciones, o autonomizarlas internamente, apuntando a trabajar en base a redes de empresas de diversos tamaños interconectadas y “semi-integradas”. De todos modos, el dilema entre “make or buy” sigue siendo un problema difícil de resolver para las empresas. La segunda manera de ahorrar los costos de transacción, sugerida por Douglass North, consiste en establecer “arreglos institucionales” que ordenen las transacciones de manera que ésas resulten más fluidas y seguras.    Estos arreglos comprenden desde la Constitución y las leyes del Estado hasta los convenios y normas formales e informales que rigen en cada centro de trabajo. Establecen las    pautas para prevenir o resolver conflictos entre diferentes agentes económicos y sociales, las reglas de juego que rigen su conducta. Un ordenamiento institucional coherente y estable constituye un factor decisivo de dinamismo económico y empresarial. SISTEMAS DE ACCIÓN DE LA EMPRESA La empresa constituye un conjunto de sistemas de acción articulados y dirigidos centralmente. Se trata de un conjunto de sistemas “abiertos”, que interactúan con un entorno. Cada empresa define sus propios fines, administra sus propios medios y se auto-regula, pero se nutre del medio donde opera (los recursos físicos y humanos, el mercado,    las instituciones políticas, los valores culturales), se adecua a él y lo transforma.      El concepto de “sistema de acción” aplicado a la empresa combina una perspectiva “sistémica” y una perspectiva “estratégica”. La idea de “sistema” alude a un conjunto de fuerzas articuladas que se reproducen y se desarrollan, intercambiando energía con el medio para retroalimentarse. La idea de “acción” remite a la presencia de sujetos situados en relaciones sociales que interpretan su realidad y le asignan sentido, elaboran proyectos y movilizan sus fuerzas estratégicamente para alcanzar sus propósitos. Los diferentes campos de acción de la empresa se pueden definir como el resultado de una dificultosa combinación entre la lógica del sistema y la lógica de los actores (ver cuadro: “La empresa como encuentro entre lógica de sistemas y lógica de actores”). La empresa puede entenderse, desde el enfoque de los sistemas abiertos, como “un sistema energético de insumos-resultados en que el energético proveniente del resultado reactiva el sistema”. Las empresas son notoriamente sistemas abiertos, “pues el insumo de energías y la conversión del resultado en insumo energético adicional consisten en transacciones entre la organización y su ambiente” (Katz y Kahn, 1995: 25). Los componentes del sistema empresarial son personas y recursos que se articulan entre sí mediante actividades interdependientes, apuntando a un producto o resultado común. Estas actividades están diseñadas para repetirse y retroalimentarse con los resultados (los cuales,    convertidos en

dinero, proporcionan una nueva energía), de modo que el sistema pueda reproducirse. En tal sentido, uno de los fines de la empresa es su propia permanencia. El sistema de acción empresarial puede ser visto como una forma específica de “intervención de la sociedad sobre sí misma” (Touraine, 1993: cap. 1), es decir una iniciativa de determinados sujetos sociales que, afirmando su libertad y movilizando sus capacidades, deciden transformar su realidad material y cultural mediante una actividad de trabajo. El sistema de acción empresarial conforma uno de los “campos de acción transformadora” más característico de la sociedad moderna, industrial y post-industrial. Reúne los componentes decisivos del “modo de desarrollo” de dicha sociedad: la capacidad de procesar conocimientos (ciencia y tecnología), la capacidad de incrementar las fuerzas productivas y acumular recursos económicos, y la capacidad de reflexionar sobre el sentido de la acción.    El campo de acción transformadora que constituye la empresa está atravesado por la tensión    entre la “lógica de los sistemas”, regida por criterios de integración, racionalización, eficiencia, etc.,    impuesta por el núcleo estratégico de la empresa,    por un lado, y por otro, la lógica de las relaciones de trabajo que se traduce en relaciones de cooperación, de conflicto y de negociación entre actores dirigentes y dirigidos. Como hemos visto, la empresa articula dos componentes básicos: el núcleo estratégico y la actividad empresarial. Cada uno constituye su propio sistema y campo de acción: El núcleo estratégico se centra en las grandes orientaciones, la definición de valores, de la misión de    objetivos y de las actividades centrales de la empresa, en su participación activa en la lucha competitiva, la conquista de nuevos mercados, la innovación tecnológica, etc. (Ver recuadro: “Estrategia empresarial”). La actividad económica de la empresa se centra en la transformación de insumos en productos, y en la racionalización de los procesos de producción, distribución y venta, conformando para ello un sistema socio-técnico operativo que combina los medios materiales y técnicos con la organización del trabajo humano.      Entre el núcleo estratégico y la actividad intervienen dos sistemas de mediación: un sistema administrativo, regido por una autoridad jerarquizada, que tiene por función planificar, coordinar y controlar el sistema operativo socio técnico; y un sistema institucional que regula las relaciones entre la empresa y la sociedad,    y entre los sujetos sociales relacionados con la empresa, a fin de resolver los conflictos de valores, de intereses y de poder. Los cuatro sistemas y campos de acción señalados representan “niveles” de ordenamiento del comportamiento de los actores involucrados en la empresa. El nivel más alto lo constituye el núcleo estratégico que dirige el conjunto; en segunda instancia viene el sistema institucional, que legitima y regula el funcionamiento del conjunto; en tercera instancia, el sistema administrativo que coordina y controla la actividad empresarial, y finalmente el sistema operativo que ejecuta la actividad (ver esquema 2). Cada uno de esos sistemas interactúa con las fuerzas de su entorno, alimentándose y retroalimentándose de ellas. Esquema 2    LAS RELACIONES SOCIALES EN LA EMPRESA

Ahora bien, cabe reiterar que la dinámica de la empresa no se reduce al funcionamiento de sistemas. Cada uno de ellos está conformado por actores y conforma un campo de acción, donde se confrontan perspectivas, valores e intereses, y donde se desarrollan juego de poder y procesos de regulación conjunta. La empresa abre espacios de relación e interacción entre los sujetos sociales que convoca. Distinguiremos tres tipos de relaciones: 1) las relaciones de poder, 2) las relaciones de trabajo, y 3) las relaciones de socialización. a) Relaciones de poder Toda empresa se articula en torno a un centro de poder, sustentado en el control del capital, un liderazgo, una autoridad formal y una estructura jerarquizada. Este poder se traduce en la capacidad de los dirigentes de otorgar beneficios materiales, seguridad y prestigio por un lado, y por otro, de amenazar con sanciones (recortes de beneficios, despidos, etc.). Sin embargo, las relaciones de poder no son unilaterales; en ellas,    cada parte aporta algo a la otra y trata de negociar en los términos que le sean más favorables. Es así por ejemplo, que los trabajadores negocian su saber hacer práctico para gozar de un mayor margen de libertad en el trabajo. Cada campo de acción es un espacio de “juegos de poder” (Crozier y Friedberg, 1977). Las relaciones de poder no son relaciones de pura dependencia, ni de puro enfrentamiento. Expresan una interacción asimétrica entre la dirección hegemónica de la empresa y sus sectores dominados, en la que ambas partes persiguen objetivos estratégicos, se enfrentan y negocian. b) Relaciones de trabajo    Las relaciones de poder se entrelazan con las relaciones de trabajo. Es a través de las relaciones de trabajo que la empresa realiza su actividad y produce el incremento de valor que le permite obtener beneficios (la famosa “plusvalía” de Marx). Como vimos, las relaciones de trabajo implican una contratación que no implica comprar o alquilar la persona del trabajador, sino poder disponer de sus capacidades a cambio de una remuneración salarial. La contratación laboral no es tan sencilla como comprar una cosa. El “trabajo” no es un objeto, sino una actividad realizada por una persona. Una vez contratado el trabajador, el empleador se enfrenta al problema de conseguir de este el mejor desempeño laboral posible. Ello depende en parte de la propia organización del trabajo y del proceso productivo (estructuración de los puestos, mecanismos de coordinación,    tipo de tecnología usada, etc.), y en parte del manejo de un conjunto de “motivaciones” (incentivos materiales, relaciones humanas gratificantes, posibilidad de    realización en el trabajo,    etc.) así como de valores culturales y morales (laboriosidad, honestidad, responsabilidad profesional, etc.). Las relaciones laborales son relaciones de cooperación y conflicto, que implican un constante proceso de negociación y de regulación conjunta. Las relaciones laborales forman parte de la relación entre capital y trabajo. A través de ellas, se plantea el problema central del ejercicio del poder del capital sobre la ganancia generada por la actividad económica. Esta ganancia depende, en una parte fundamental, del trabajo aportado por las diferentes categorías de trabajadores empleados. Al ser contratados, éstos son remunerados como “factores de producción”; es decir que su sueldo representa un “gasto” para la empresa, cuyo monto se define en el mercado laboral. Los trabajadores, como sujetos sociales, quedan “fuera” de la empresa, en tanto que ésta es identificada con la sociedad de capitales. Sin embargo, como hemos visto, los trabajadores tienen que involucrarse con la empresa, y de ellos depende en gran medida su éxito. Su remuneración es

también considerada -implícita o explícitamente- como una participación a la ganancia de la empresa. En síntesis, la situación de los trabajadores respecto a la empresa es ambivalente: por un lado es una relación de exterioridad, y por otro lado es de pertenencia activa. Por ello, las relaciones entre capital y trabajo son complejas. Ambos se necesitan mutuamente; pero, al mismo tiempo,    se consideran extraños entre sí. El conflicto entre capital y trabajo, que tiene como telón de fondo la apropiación de la ganancia, gira alrededor de las condiciones de contratación, particularmente el monto de la remuneración, y alrededor de la cuota de poder o margen de autonomía del trabajador en el propio proceso de trabajo. Las relaciones laborales no son solamente individuales, sino que tienen también una dimensión colectiva. Esta dimensión se deriva de la interdependencia existente entre los trabajadores en el proceso de producción. Ellos tienen la posibilidad de unir y movilizar sus fuerzas para negociar colectivamente, mediante un sindicato u otro medio de representación colectiva. Su principal medio de presión lo constituye el poder reducir o suspender conjuntamente su desempeño laboral, de manera solapada o abierta, es decir aguantando el ritmo de trabajo como es el caso de aquella práctica colectiva informal llamada el “frenaje”, o suspendiendo el trabajo, declarándose en huelga. La negociación colectiva expresa el interés de ambas partes -trabajadores y empleadores- de lograr un nivel de regulación conjunta de las relaciones de trabajo. A pesar de los esfuerzos por lograr dicha regulación,    el trabajo no deja de ser la parte más débil en la relación, razón por la cual puede verse obligado a aceptar condiciones de trabajo inconvenientes. Si esto se produce en forma masiva, se puede incentivar un sistema productivo de bajo rendimiento c) Relaciones de socialización y cultura empresarial El tercer tipo de relaciones sociales que se tejen en el campo de acción empresarial son las que llamamos relaciones de socialización. Ellas también son indisociables de las relaciones de poder y de trabajo. Pero expresan un nivel de interacción    distinto, que involucra a los individuos de modo más subjetivo; es decir, que atañe a su identidad como persona y grupo social, su manera de pensar, sentir y actuar, a sus valores y sus hábitos. Entendemos por socialización, los procesos que coadyuvan a la formación de la personalidad y de la cultura de las personas, y que contribuyen a su integración social. La socialización se inicia en la familia, se desarrolla a través la escuela, los amigos y en una serie de instituciones, entre las cuales se encuentra la empresa. La empresa    no sólo reúne a sujetos sociales portadores de determinados rasgos culturales persistentes, sino da lugar a una experiencia vivida y un aprendizaje que ayuda a reforzar o modificar en parte las identidades, los valores y las conductas. El proceso de socialización no es pasivo; involucra a los sujetos sociales como actores que defienden sus ideas y sus convicciones, que interpretan las situaciones y formulan su visión de futuro. Los líderes empresariales procuran orientar dicho proceso de tal modo que el colectivo social de la empresa se cohesione en torno a objetivos y valores comunes, tratando de perfilar una cultura corporativa integrada, de proponer una visión compartida de futuro, una misión colectiva y un código de ética.    E. Enríquez (1992) observa que la empresa, como toda sociedad, sueña ser una comunidad, un lugar sin conflicto, o un lugar donde el conflicto puede tratarse, donde prime la solidaridad. En ello, la empresa compite con la familia, el Estado y la religión.    Las relaciones personales en el ámbito empresarial son por lo general ambivalentes; se mueven entre el antagonismo y la cooperación, el oportunismo y la lealtad, la desconfianza y la confianza, el individualismo y la solidaridad. Existen también diferencias de identidades culturales, de valores y de intereses entre grupos, categorías ocupacionales, estratos, etc.

Como bien señala José Luis de Cossio (1998), la cultura organizacional combina una tendencia integradora (focalizada hacia el consenso) con una tendencia a la diferenciación y la fragmentación (ver recuadro:”La cultura empresarial”).

LA EMPRESA COMO ENCUENTRO ENTRE LÓGICA DE SISTEMAS Y LÓGICA DE ACTORES LÓGICA DE LOS ACTORES (sujetos sociales involucrados) ⎦ LÓGICA DE LOS SISTEMAS (empresa-entorno): ⎥

ORIENTACIÓN ESTRATÉGICA (definición de valores,    objetivos y actividades en un campo de acción global)

REGULACIÓN INSTITUCIONAL (reconocimiento social y jurídico; establecimiento de reglas; manejo político)

ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIV A (planificación, coordinación y control)

ESPACIO DE RELACIONES DE PODER   

ESPACIO DE RELACIONES DE TRABAJO

ESPACIO DE SOCIALIZACIÓ N Y CULTURA

(iniciativas, juego de poder, procesos de toma de decisión, liderazgo, “empoderamiento”)

(relaciones contractuales y jerárquicas; desempeño laboral, relaciones colectivas de trabajo)

(interiorización de fines y valores, interpretación de las situaciones vividas; constitución de identidades culturales, y códigos éticos)

Desarrollo del liderazgo empresarial; planificación estratégica;      alianzas y conflictos principales

Orientación de la política laboral; estrategia sindical. Acuerdos y conflictos centrales en torno a las relaciones de trabajo

Consensos, divisiones y ambigüedades en torno a la misión y visión estratégica de la empresa; perfilamiento de una cultura corporativa     

Regulación de las relaciones de poder por el Estado y    la empresa; fijación de jerarquía y autoridad; juegos de poder; políticas corporativas y gremiales

Regulación de las relaciones de trabajo, procedimientos de negociación y    de resolución de conflictos laborales

Política de relaciones humanas;    constitución de la imagen y legitimidad social de la empresa; confianza

Definición de roles y funciones; establecimiento de mecanismos de coordinación y control; juegos de poder en torno a la toma de decisión y la autonomía en la organización

Contratación y supervisión del personal; administración de las relaciones laborales; reivindicaciones y conflictos laborales

Valoración del status y de las relaciones humanas en la organización; lazos de confianza; percepción de la distancia respeto a la autoridad; perfilamiento de una cultura organizacional

ORGANIZACIÓN OPERATIVA (racionalización de la producción y comercialización; optimización del uso de los factores)

Definición del alcance de las tareas, de las responsabilidades y del    control técnico; negociación del poder en las zonas de incertidumbre del sistema sociotécnico

Estructuración    del proceso de trabajo, cooperación y resistencia en el desempeño laboral

Dinámica de grupos en el trabajo; ética laboral    y profesional; compromiso con la calidad; identidades culturales en los ámbitos del trabajo

Elaboración: Denis Sulmont

ESTRATEGIA EMPRESARIAL •







• Concepto derivado de la práctica militar: arte de disponer fuerzas y coordinar acciones para alcanzar un objetivo en una situación de conflicto. Destaca la interdependencia de las decisiones entre actores y sus expectativas acerca de la conducta del otro. La diferencia entre estrategia y táctica es relativa. La primera se sitúa a un nivel más global que la segunda. • Puede entenderse como un Plan de acción conscientemente elaborado, una Pauta de conducta, un Patrón para la toma de decisiones, un Posicionamiento respecto al entorno, y una Perspectiva cultural e ideológica (los cinco “P” de Mintzberg 1993). • La estrategia empresarial selecciona las actividades, mercados y competencias esenciales en la que ha de concentrarse la empresa, de acuerdo a sus Fortalezas y Debilidades, y a las Oportunidades y Amenazas del medio (FODA). Busca una ventaja competitiva sostenible, una posición donde la empresa pueda defenderse mejor contra las fuerzas básicas de la competencia o ejercer influencia sobre ellas para que le sean favorables (Porter 1980). • Define las contribuciones económicas y no económicas que la empresa se propone aportar a los grupos de interés o sectores sociales involucrados: accionistas, trabajadores empleados, clientes, proveedores, población del entorno local, etc.   

OBJETIVOS ESTRATÉGICOS: Las empresas persiguen múltiples objetivos. Los objetivos estratégicos son aquellos que afectan la dirección general y la viabilidad de la organización. VISIÓN: es la percepción global o imagen de la empresa que sus dirigentes e integrantes proyectan hacia el futuro a mediano plazo.    Se formula generalmente en términos sintéticos y motivadores, buscando reflejar y reforzar un compromiso. Constituye una guía para la planificación estratégica y un instrumento fundamental para procesar los cambios en la empresa   

MISIÓN: expresa los objetivos centrales y más perdurables del núcleo estratégico de la empresa, los alcances de las actividades y negocios de los cuales se hace cargo, las necesidades que se propone atender, y las principales capacidades que proyecta consolidar. Proporciona los principios orientadores básicos de la gestión empresarial y contribuye a movilizar a sus integrantes en torno a objetivos comunes de carácter estratégicos. Se plasma en la cultura corporativa.    PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA: proceso de evaluación y previsión que define la visión y la misión de la empresa y las principales líneas de acción y medios requeridos para alcanzar sus objetivos. La    planificación programática, especifica el diseño organizacional, los programas de acción y la administración de los recursos. La planificación operativa precisa el modo de organización y ejecución de las tareas y las metas a corto plazo. CUATROS PARÁMETROS BÁSICOS DE LA DECISIÓN ESTRATÉGICA (Andrews 71): 1) estimación de las oportunidades y riesgos actuales y futuros en el entorno de la empresa; 2) valoración de los recursos materiales, técnicos, financieros y de dirección de empresa; 3) determinación de los valores personales de los directivos y de la cultura organizacional; e 4) identificación y aceptación de las responsabilidades sociales de la empresa. ACOPLAMIENTO ENTRE ALCANCE DEL NEGOCIO Y COMPETENCIAS BÁSICAS    (Hax y Marluff 97): una visión integrada de la estrategia empresarial. Debe conciliar dos puntos de vista aparentemente conflictivos: 1) el enfoque de mercado, que enfatiza el “alcance del negocio”, es decir, los productos ofrecidos, la selección de los clientes atendidos, y el campo geográfico que pretende abarcar;    y 2) el enfoque de los factores, que enfatiza las “competencias básicas” de la empresa, es decir, los recursos y capacidades con que cuenta y que sustentan su posición competitiva. El concepto de misión del negocio expresa el puente entre ambos enfoques.    Elaboración: Denis Sulmont; referencias: Shelling, 1960; Ansoff, 1965; Andrews, 1971; Porter, 1980; Mintzberg y Brian, 1993; Hax y Marluff, 1997.

LA CULTURA EMPRESARIAL                         El concepto de cultura es muy amplio y abarca desde el idioma, las creencias y los valores    hasta las costumbres y los modos de vivir que comparten determinadas colectividades humanas. Se presta a múltiples definiciones.    Las más pertinentes enfocan la cultura ante todo como un lenguaje, un código que permite a los actores dar un sentido al mundo donde viven y a sus propias acciones (Levi Strauss). En otras palabras: un esquema de significados corporeizados en símbolos transmitidos históricamente, mediante los cuales los seres humanos comunican y desarrollan sus conocimientos y sus actitudes frente la vida (Geertz). Hofstede, estudioso de las diferencias culturales en las empresas a nivel internacional, define la cultura como la programación colectiva de la mente humana que distingue a los miembros de un grupo de los de otro”.   

                      El concepto de “cultura empresarial” (o cultura “corporativa”, u “organizacional”) empezó a imponerse en los años 80, bajo el impacto del “milagro japonés” y del best seller de Peters y Waterman, “En busca de la excelencia” que resaltaba la importancia de los valores compartidos en las empresas de éxito.                          Existen también cantidad de definiciones de la cultura empresarial. La mayoría de ellas la enfocan ya sea como el conjunto de rasgos culturales (supuestos, valores, lenguaje, hábitos, rituales, etc.) compartidos por la gente que interactúa en una organización empresarial, ya sea como la filosofía y los valores promovidos desde la dirección que guían    la política de la empresa hacia los trabajadores, los clientes y demás sectores involucrados. Algunos asocian la cultura organizacional a las normas o reglas de juego que surgen a partir de las relaciones de trabajo.                              Los estudiosos sobre la cultura empresarial muestran como esta es la expresión de procesos dinámicos en los que intervienen diferentes identidades y perspectivas culturales. Para el sociólogo Sainsaulieu, la cultura empresarial traduce la manera como los miembros pertenecientes a una organización empresarial comparten en ella los esquemas de significados que corresponden a su identidad nacional, étnica, de género, generacional, profesional, etc., y a su modo de socialización; como redefinen estos esquemas y producen nuevas identidades y representaciones culturales colectivas a partir de su experiencia y aprendizaje en dicha organización empresarial.                           El estudioso de administración de negocio en el Perú, José Luis de Cossio (1999), distingue tres maneras de enfocar la cultura organizacional. La primera focaliza la “integración”, es decir el consenso; la segunda se fija en la “diferenciación”, es decir la presencia de subculturas contrapuestas; la tercera subraya la “fragmentación”, el reino de la ambigüedad. A cada perspectiva corresponde una determinada forma de definir la cultura. También a cada una corresponde un tipo de organización, una etapa de su evolución y un nivel jerárquico de sus integrantes (gerentes, jefes intermedios, empleados y operarios).                        Como propone De Cossio, las perspectivas de la integración, diferenciación y fragmentación no deben ser excluyentes sino convertirse en lentes que hagan posible captar los diferentes aspectos de la cultura de manera sincrónica y diacrónica. Esta perspectiva pluralista permite dar cuenta tanto de los puntos de vista de quienes ejercen un liderazgo cultural, como de los puntos de vista de los sectores subordinados, de las voces silenciadas y de los ausentes. Nos enseña que no es posible interpretar la dinámica cultural y menos pretender actuar sobre ella, sin considerar estos diferentes puntos de vista. Por otro lado, constituye un enfoque de puertas abiertas, no determinista,    que considera la cultura como un proceso de “promulgación”, como dice Karl Weick; eso es, un proceso construcción subjetiva del mundo en el cual desempeñamos un papel emprendedor. La propia complejidad y ambigüedad de la realidad social ofrece la posibilidad de abrir nuevos caminos, de constituir nuevas combinaciones de valores y prácticas culturales innovadoras buscando responder constantemente a las variaciones del entorno.                    La cultura empresarial constituye un recurso para producir y competir, un capital social basado en valores y normas de comportamientos recíprocamente beneficiosos, que contribuyen a incrementar la eficiencia y la creatividad empresarial.

Elaboración: Denis Sulmont

LOS DERECHOS DE PROPIEDAD Los derechos de propiedad han focalizado la atención de las corrientes ideológicas neo- liberales y de las teorías recientes en economía. Particularmente la “nueva economía institucional (Douglass North) y, en el Perú, los trabajos de Hernando de Soto y del Instituto Libertad y Democracia. Un punto de partida de nueva economía institucional para sustentar los "derechos de propiedad" lo constituye el "costo de transacción" desarrollado por Ronald Coase en su “teoría de la firma” (1937). El argumento es el siguiente: el mejor resultado social proviene de una economía donde las decisiones sobre la asignación de los recursos escasos son tomadas en el marco de intercambios voluntarios y contractuales entre todos los agentes económicos. Pero el funcionamiento de un mercado es costoso ya que negociar cuesta información y tiempo. En una economía compleja, los costos de transacción se incrementan. El mercado se vuelve más oneroso que otras formas de regulación institucional. Es allí donde aparece el rol de la empresa: sustituye al mercado para producir ciertas transacciones cuyos costos serían demasiado elevados si se recurriera al intercambio puro.    El enfoque neoliberal de los derechos de propiedad considera que, junto con la empresa privada, el intercambio en el mercado es el mecanismo de repartición de los recursos más eficiente. Pero, para que este mercado funcione, las partes que intervienen en él deben tener un derecho de propiedad preciso, exclusivo y libremente transferible sobre lo que intercambian. Otra tesis importante es la que establece una relación de causa-efecto entre la precisión de los derechos de propiedad y el crecimiento. No basta que existan oportunidades en el mercado; es necesario que el mayor número posible de agentes económicos estén suficientemente interesados para aprovechar de ellas. ¿De qué depende ello?. De la estructura de derechos de propiedad que determina de qué manera se efectúa el reparto de los beneficios obtenidos por la iniciativa de los innovadores. Una sociedad será más "innovadora" y orientada hacia el crecimiento, en cuanto defina de manera más clara los derechos de exclusividad de cada uno, asegurando su protección efectiva, reduciendo el grado de incertidumbre sobre las posibilidades de apropiarse las ganancias derivadas de sus iniciativas. Y los individuos, al estar motivados, orientarán sus energías hacia la innovación, contribuyendo al crecimiento de toda la sociedad. La delimitación de la propiedad constituye por lo tanto el resorte del desarrollo histórico del capitalismo.    La crisis de los modelos socialistas reforzó la idea que la consolidación de los derechos de propiedad fomenta la iniciativa y responsabilidad empresarial y es condición de eficiencia económica. Existe un amplio consenso hoy día en este sentido. Sigue pendiente, sin embargo, el problema planteado por la desigualdad social y la exclusión. El mismo enfoque liberal intenta ofrecer algunas respuestas a dicho problema. Hernando de Soto (1984) propone reforzar las iniciativas económicas de los

sectores pobres, facilitando la formalización de sus negocios informales y la titulación de sus bienes raíces (tierra, casa). Otros, ponen el énfasis el acceso al crédito.                        Desde una perspectiva distinta como la del “desarrollo humano” de Amartya Sen y del PNUD,    los derechos de propiedad consolidados y el acceso al crédito, junto con los derechos políticos, la educación, la salud y la autoestima, son fundamentales para reforzar las capacidades de “hacer” de la gente, y constituyen un aspecto importante a tomar en cuenta en la lucha contra la pobreza, las desigualdades y la exclusión.    Elaboración: Denis Sulmont; Referencia: Lepage, H.(1990) Demain le capitalisme, Hachette, Paris.

LAS EXTERNALIDADES Las externalidades, designan todas las consecuencias (costos o beneficios) para un agente que resultan de las acciones de otro agente, y que no son tomadas en cuenta en los cálculos de decisión de este último (Pigou, 1920). Por ejemplo, la contaminación del aire o del agua que tiene un costo para una comunidad, pero que no es considerado como costo por la empresa que la produce, constituye una externalidad causada por dicha empresa. Las externalidades se explican porque    el derecho de propiedad sobre determinados bienes -como el agua limpia, un ambiente sin ruido, la belleza de un paisaje- es difuso y porque dichos bienes no se prestan a ser objetos de transacciones en un mercado (el acceso a la información, los tramites contractuales, etc. representarían un alto costo para cualquier agente aislado). Por ello, la presencia de externalidades justifica la acción reguladora de una entidad pública, así como el sentido de “responsabilidad    social” de los agentes particulares que las causan.    El concepto de externalidad puede ser enfocado en una perspectiva sociológica, como los efectos no deseados de los intercambios del mercado sobre la estructura social (la desigualdad social como resultado del intercambio económico fundado en el intercambio igualitario). Las externalides económicas traducen una discontinuidad entre lo privado y lo público; y las externalidades sociales un desajuste entre la lógica económica y social (Rosanvallon, 1981: 60)    Los teóricos liberales han tratado de dar la vuelta a la teoría de las externalidades, desarrollando el concepto de “internalidad” (Wolf, 1979). La internalidad es definida como el costo no considerado en la toma de decisión de políticas de regulación social, que acarrean las perturbaciones provocadas por los burócratas de los organismos públicos cuando pretenden    resolver las fallas del mercado. Dichos teóricos no niegan las fallas del mercado, pero sugieren que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Proponen comparar los costos-beneficios que implica la intervención o no de un organismo público para resolver dichas fallas. Elaboración: Denis Sulmont. Referencias: Rosanvallon.

BIBLIOGRAFIA ANDREWS, Kennet R. (1971) “La empresa y sus responsabilidades sociales: relacionar la estrategia corporativa con las necesidades de la sociedad”, en: El concepto de Estrategia de la Empresa. BIGO, Pierre (1967) Doctrina Social de la Iglesia, Instituto Católico de Estudios Sociales de Barcelona. CALVEZ, J.-Y. y PERRIN, J. (1959) Eglise et Société Economique, Editions Montaigne, Paris. CARAVEDO, Baltazar (1996) Empresa, Liderazgo y Sociedad. Hacia una Estrategia de Responsabilidad Social. Ediciores: Perú 2021, SASE, Lima. - (1998) Perú: Empresas responsables, SASE-Servicios para el Desarrollo, Perú 2021, Lima. CHANDLER, A. (1977). The Visible Hand. The Managerial Revolution in American Business. COASE, Ronald (1937) “The Nature of the Firm”, en: Economica, Vol. 4, Págs. 386-405. - (1988) The firm, the market and the law, The University of Chicago Press, Chicago and London. COHEN, Elie (1994) Dictionnaire de Gestion, Editions La Découverte, Paris. COMISIÓN NACIONAL DE ETICA PÚBLICA (1994) Ética pública: Probidad, Transparencia y Responsabilidad al Servicio de los    Ciudadanos, Santiago de Chile. CONFEDERACIÓN NACIONAL DE INSTITUCIONES EMPRESARIALES PRIVADAS DEL PERÚ (CONFIEP) Y ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO (OIT) (1997) Manual de Balance Social, Lima. CORTINA, Adela (1993): "Etica de la empresa: sin Ética no hay negocio", en: Ética aplicada y democracia radical. Tecnos, Madrid. -    (1994) Ética de la Empresa. Clave para una Nueva Cultura Empresarial. Editorial Trotta, Madrid. COUGHLIN, Richard (editor) (1991): Morality, Rationality and Efficiency. New perspectives on socio-economics. Ed. M.E. Sharpe, Inc., New York. (Ver: BOWIE, Norman E. “The Firm as a Moral Community”; Klarkson Max B.E. “The Moral Dimension of Corporate Social Responsibility”). CROZIER, Michel y Erhart, FRIEDBERG (1977) El actor y el sistema, Las restricciones a la acción colectiva, México, Alianza Editorial Mexicana. DE COSSIO, José Luis (1999) Como interpretar la complejidad empresarial. Perspectivas de la cultura organizacional. Lima. DRUCKER, Peter (1985) La gerencia en tiempos difíciles, Buenos Aires, El Ateneo. - (1992) Dirección de las instituciones sin fines de lucro, Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

- (1994) La Sociedad Postcapitalista, Ed. Sudamericana, Buenos Aires. DURAND, Francisco (1996). Incertidumbre y Soledad. Reflexiones sobre los Grandes Empresarios de América Latina, Fundación Friedrich Ebert, Lima. ELÍAS LAROZA, Enrique (1998) Ley general de sociedades comentada, Trujillo, Normas Legales. ETKIN, Jorge (        ) La doble moral de las organizaciones. Los sistemas perversos y la corrupción institucionalizada, McGraw Hill.    FERNANDEZ Sessarego, Carlos (1968) “Subjetivación de la empresa”, en: Revista Peruana de Derecho de la Empresa, Empresa y Desarrollo, Lima, abril. FERRARI, César (1992), "Eficiencia, Productividad y competitividad", en: Industrialización y desarrollo. Políticas públicas y efectos económicos en el Perú, Fundación Friedrich Ebert, Lima FUKUYAMA, Francis (1996). Confianza (Trust). INSTITUTO APOYO-SASE (1996) Nuevas Tendencias en la Contribución al desarrollo Social. Empresa y ONGD, Lima.    KAST, Freemont E. y James E., ROSENZWEIG (1990), Administración en las organizaciones, McGraw-Hill, México. KAST, Freemont y Robert, KAHN (1995) Psicología Social de las Organizaciones. Editorial Trillas, México. MAKOWER, Joel (1995) Beyond The Bottom Line. Business for social Responsibility, Simon and Schuster, New York. MARCH, James y Herbert, SIMON (1961) Teoría de la organización, Barcelona, Ediciones Ariel. MARSHALL, T. H. (1950) Citizenship and Social Class, Cambridge University Press, Cambridge. MINTZBERG, Henry y James, QUINN (1993) El proceso estratégico. Conceptos, contextos y casos, México, Prentice Hall. NORTH, Douglas (1993) Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, México, Fondo de Cultura Económica. PARRA LUNA, Francisco (S/F) El Balance Social de la Empresa, Edición Deusto, Madrid, Barcelona, Bilbao. PERROW, Charles (1991) Sociología de las Organizaciones, McGraw-Hill, México. PERÚ 2021 (1995) Una nueva visión, Lima.    PORTER, Michael E. (1980) Estrategia competitiva: técnicas para el análisis de los

sectores industriales y de la competencia, México, CECSA. PORTOCARRERO, Felipe y Cynthia, SANBURN (1997) Donaciones y Trabajo Voluntario, Universidad del Pacífico, Lima.    REYNAUD, Jean-Daniel (1993) Les regles du jeu. L’action collective et la régulation sociale. Armand Colin, Paris. ROSANVALLON, Pierre (1981) La Crise de l’Etat-providence, Editions de Seuil. SAINSAULIEU, Renaud (1990) L’entreprise, una affaire de société, Presses de la Fondation Nationale des Ciences Politiques. - (1991) Sociologie de L’Organisation el de L’Entreprise, Presses de la Fondation Nationale des Ciences Politiques & Dalloz. SELZNICK, Philp (1969) Law, Society, and Industrial Justice, Russel Sage Foundation, Nueva York.    SHELLING, Thomas (1964; original 1960) La Estrategia del Conflicto, Editorial Tecnos, Madrid. STONER, James y Edward, FREEMAN (1994) “La Responsabilidad Social y la Ética”, en Administración, Prentice Hall, México (quinta ed.). Original en inglés: 1992. SULMONT, Denis et al. (1996) Impactos Urbanos y Sociales Generados por la Expansión Minera en Cerro de Pasco, CISEPA, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima.    TÁVARA, José. (1998) Privatizaciones y Regulación en el Sector Eléctrico y las Telecomunicaciones: Lecciones de la Experiencia Peruana, Seminario Empresa y Trabajo en el Perú, Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad del Pacífico, Instituto de Estudios Peruanos, Lima. TOURAINE, Alain (1969) “La empresa: Poder, Institución y Organización”, en: La Sociedad Post-Industrial, Ediciones Ariel, Barcelona.    WEBER, Max (1919) La ciencia y la política como vocación. - (1922) Economía y sociedad (publicado por FCE, México). - (1923) Historia Económica. WILLIAMSON, Oliver (1989) Las instituciones económicas del capitalismo, México, Fondo de Cultura Económica.