La dificultad de ver lo obvio
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Título original: The elusive obvious or baste Feldenkrais Meta Publications, Cupertino, California © 1981 by M. Feldenkrais l.S.B.N. 0-916990-09-5 Traducción de Elizabeth B. Casals Cubierta de: Alfred Astort ISBN: 950 - 12 - 4428 – 8

Digitalizado Crisol59

INDICE

Prefacio 5 Prólogo 8 Introducción 12 El organismo 33 Sobre el aprendizaje 59 Aspectos biológicos de la postura 75 Patrón corporal de la ansiedad 103 Un segundo vistazo 130 Realidad subjetiva y objetiva 141 Autoconciencia por el movimiento 157 Integración funcional 211 Lo obvio es esquivo 254 En resumen 267 Bibliografía 272

PREFACIO

Al lector La dificultad de ver lo obvio se refiere a nociones simples y fundamentales de nuestra vida cotidiana que, a través del hábito, se convierten en esquivas. Considerar que “el tiempo es dinero” constituye, como es obvio, una actitud positiva para los negocios o el trabajo. No es tan evidente la infelicidad que la misma actitud causa en el amor. A menudo cometemos errores: trasponemos de una actividad a otras actitudes que no hacen de la vida lo que podría ser. Es evidente que el romanticismo es hermoso. El amor romántico es encantador, pero no tanto si una de las partes tiene la mente puesta en el dinero y la otra es romántica. Con el tiempo esta relación terminará en el consultorio de un psiquiatra o en el despacho de un abogado. Muchos de los problemas de relación se producen cuando inadvertidamente se transfieren buenos hábitos mentales a situaciones donde dichos hábitos no sirven. En cierta medida nos comportamos como 5

si los buenos hábitos siempre fueran buenos. Pensamos, o más bien sentimos, que no es necesario que nos preocupemos por comportarnos de otro modo. No es tan evidente que los buenos hábitos pueden hacernos desdichados: se trata de una verdad esquiva. Y sin embargo, la habitual falta de libre elección es muchas veces —o mejor dicho, casi siempre— desastrosa. Si alguna vez tropieza con algo evidentemente nuevo para usted, por lo menos en su aspecto externo, por favor deténgase por un momento y reflexione. Idear nuevas alternadas contribuye a que seamos más fuertes y sabios. Mi asesora editorial siempre me aconseja que libere a los lectores de la tarea de pensar; creo que ella conoce el gusto del lector promedio. A mí personalmente no me agrada la comida predigerida. Pero en beneficio del lector he añadido en cada capítulo una breve introducción y un resumen final que facilitarán su digestión y lo ayudarán a convertir lo esquivo en más evidente.

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Deseo expresar mi agradecimiento a la arquitecta Allison Downs, sin cuya aguda comprensión crítica ni este libro ni The Case of Nora serían lo que son. Además se ocupó de mecanografiar el manuscrito: sólo una amiga de toda la vida podría haber hecho eso por mí.

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PRÓLOGO

¿Está usted satisfecho con su postura? ¿Con su modo de respirar? ¿Con su vida? Es decir, ¿tiene la sensación de haber sacado el máximo provecho de su potencial genético? ¿Ha aprendido a hacer con usted lo que desearía hacer? ¿Padece dolores crónicos? ¿Lamenta no haber podido llevar a cabo las cosas que le habría gustado realizar? Creo que lo que usted desea en secreto no es inalcanzable: todos podemos vivir como desearíamos hacerlo. El principal obstáculo es la ignorancia: ignorancia científica, personal y cultural. Si no sabemos qué representan nuestros actos no nos será posible hacer lo que deseemos. Durante casi cuarenta años me dediqué, primero, a aprender a conocer qué estaba haciendo y de qué modo, y luego a procurar que los demás aprendieran a aprender y de esa manera pudieran ser justos consigo mismos. Creo que conocerse a sí mismo es lo más importante que un ser humano puede hacer en su favor. Pero, ¿cómo puede una persona conocerse a sí misma? Aprendiendo a actuar, no como debería hacerlo, sino como en realidad lo hace. Tenemos grandes dificultades para diferenciar entre lo que 8

hacemos como deberíamos y lo que queremos hacer con nosotros mismos. La mayor parte de las personas de cada generación dejan de crecer cuando han alcanzado la madurez sexual, momento en que se las considera adultas y ellas mismas se sienten adultas. La mayor parte del aprendizaje que se produce después de dicha etapa se refiere esencialmente a lo que es importante a nivel social; la evolución y el crecimiento personales son, por lo general, accidentales o una cuestión de suerte. Muchas veces aprendemos una profesión debido a la oportunidad más que al continuo desarrollo y crecimiento genético. Sólo las personas con inclinaciones artísticas —artesanos, músicos, pintores, escultores, actores, bailarines— y algunos científicos continúan creciendo en lo personal, así como también en lo social y profesional. Otros crecen principalmente en lo social y profesional y permanecen en la adolescencia o en la infancia en cuanto a sus emociones y sensaciones; en consecuencia también sus funciones motoras se estancan. Su postura empeora y ciertos movimientos y acciones van quedando excluidos gradualmente de su repertorio. Primero el salto, luego el salto mortal y después la contorsión, en cualquier orden, quedan eliminados o son descuidados de 9

manera tal que en un corto plazo es imposible para esas personas realizar dichas acciones. Los artistas, debido precisamente a su arte, continúan mejorando, diferenciando y variando sus habilidades motoras hasta la vejez. Continúan creciendo y logran un desempeño acorde con sus intenciones. Es obvio que hay artistas en todas las profesiones, pero lamentablemente no abundan entre el común de la gente. Tal vez leer este libro lo ayude a seguir una senda más relacionada con su individualidad que el camino real que por lo general se empeña en transitar. No es mi intención corregirlo: su problema, igual que el mío, es que nos esforzamos por obrar correctamente, como se debe, a costa de ahogar, por propia y libre determinación, nuestra individualidad. Finalmente no sabemos lo que queremos, hasta el punto de creer que lo que estamos haciendo es realmente lo que queremos hacer; más aún, el irritante statu quo nos resulta más atractivo que lo que creemos o afirmamos desear. Una solución obvia consiste en preocupamos menos por lo que hacemos que por el modo como lo hacemos. Ese “como” es el sello de nuestra individualidad; es una indagación sobre el proceso de actuar. Si prestamos atención a nuestro 10

modo de hacer las cosas, tal vez descubramos maneras alternativas de llevarlas a cabo; es decir, tal vez tengamos la posibilidad de elegir, ya que, si no contamos con alternativas, no hay elección posible. Podemos engañarnos diciéndonos que hemos elegido una manera singular de hacer las cosas, pero resultará compulsiva por falta de alternativas. No es fácil establecer de qué modo un libro o cualquier otro medio puede ser de ayuda. Pensar es estimulante, pero comunicar lo que pensamos por medio de la palabra es complicado. Hablar no equivale a pensar, aunque a veces sí. De todos modos, hagamos el intento: yo disfruto de su compañía y espero que usted llegue a disfrutar de la mía. El presente es el cuarto libro que escribo en inglés sobre este tema; lo redacté a pedido de Peter Mayer y en respuesta al reclamo que me hicieron mis alumnos de que condensara en un libro las enseñanzas que impartí en los cuatro cursos de verano que condujeron a su graduación y a la formación de la Asociación Feldenkrais de San Francisco. La mayor parte de lo que contiene no fue publicada con anterioridad. El material es nuevo: 49 Nachmami St., Tel-Aviv sólo el autor es más viejo. 11

INTRODUCCION

Se me conoce por los benéficos efectos de lo que llamo “integración funcional” y “autoconciencia por el movimiento”. En ambas técnicas utilizo todo lo que he aprendido con el fin de mejorar la salud, el humor y la capacidad para superar las dificultades, el dolor y la ansiedad de las personas que acuden a mí en busca de ayuda. Cuando tenía veintitantos años me lastimé seriamente la rodilla izquierda jugando al fútbol como zaguero izquierdo, por lo que no pude caminar bien durante varios meses. En aquellos días la cirugía de rodilla no era tan simple como lo es en la actualidad, de modo que el hecho de tener que manejarme con una rodilla como la mía me urgió a hacer algo más. Sin duda nuestros conocimientos sobre el tema serán mayores en el futuro; pero una buena teoría nos permitirá hacer valer gran parte de lo que hoy sabemos. He procurado escribir sólo lo necesario para que usted comprenda cómo funcionan mis técnicas. Deliberadamente he evitado referirme a los porqué. Sé cómo vivir y cómo usar la electricidad; sin embargo, 12

me sería muy difícil explicar por qué vivo y por qué existe la electricidad. En las relaciones interpersonales los porqué y los cómo no están tan claramente definidos y son utilizados en forma indiscriminada. En la ciencia sólo conocemos los cómo. Nací en el pueblo ruso de Baranovitz. En la época de la declaración Balfour, cuando tenía catorce años, fui por mi cuenta al territorio de Palestina, bajo gobierno británico. Allí trabajé varios años como pionero, principalmente en tareas manuales. A los veintitrés años completé los requisitos para iniciar estudios universitarios, después de haber estudiado matemática y trabajado durante cinco años en el Departamento de Agrimensura, realizando tareas de matemática para la confección de mapas. Ahorré dinero suficiente para viajar a París, donde me gradué de ingeniero mecánico y electricista; luego fui a la Sorbona a estudiar para el doctorado. Durante mi estadía en la Sorbona trabajé en el laboratorio de Joliot-Curie, quien más tarde, como es sabido, recibió el Premio Nobel. En la misma época conocí al profesor Kano, el creador del yudo, con cuya ayuda y la de sus alumnos Yotazo Sigimura (sexto Dan), embajador del Japón, y Kawaishi logré mi cinturón negro de yudo. Fundé el primer club de yudo de Fran13

cia, que actualmente cuenta con casi un millón de miembros. Al producirse la invasión alemana de Francia en la Segunda Guerra Mundial escapé a Inglaterra, donde trabajé como oficial científico en el establecimiento antisubmarino del Fondo Científico y Técnico del Ministerio de Marina británico hasta que finalizó la guerra. Participé en el Budokwai en Londres antes de volver por fin a Israel para convertirme en primer director del Departamento de Electrónica de las Fuerzas de Defensa de Israel. A los cincuenta años aproximadamente, después de haber escrito Body and Mature Behaviour, publicado por primera vez en Inglaterra en 1949 por Routledge and Kegan Paul, conocí a muchas personas que creían que yo poseía conocimientos extraordinarios que podrían serles de ayuda. Dicho libro consistía en una exposición de los conocimientos científicos de esa época, en los cuales basaba mi práctica. Mis opiniones sobre la ansiedad y el debilitamiento, y la importancia de la rama vestibular del octavo nervio craneano hoy día están casi universalmente aceptadas. Como consecuencia de las necesidades de otras personas, fui desarrollando de a poco la integración funcional y la autoconciencia por el movimiento, que más tarde enseñé en aproximadamente 14

una docena de países. Durante este proceso de ayuda y enseñanza he tenido el privilegio de examinar, ya sea tocando o moviendo, incontables cabezas humanas. Esas cabezas pertenecían a personas de todas las clases sociales y de muchas razas, culturas, religiones y edades. La más joven era la de un bebé de cinco semanas, que al nacer había sido lesionado en el cuello por el fórceps, y la más anciana, la de un canadiense de noventa y siete años que después de recibir una descarga eléctrica había quedado paralizado durante más de treinta años. También he tratado a muchos trabajadores que desempeñaban una amplia gama de oficios. Estos detalles son de poca importancia, pero sirven para demostrar que el objetivo primario y verdadero de mi aprendizaje es la eficacia práctica de mis acciones. Sigo aprendiendo, leyendo y anotando varios libros por mes a pesar de mis múltiples obligaciones y viajes. Me gustaría que también usted leyera algunos de esos autores, en muchos casos de inestimable valor: Jacques Monod, Schrödinger, J.Z. Young, Konrad Lorenz y Milton Erickson. Todos ellos tratan de filosofía, semántica y evolución, y demuestran un dominio y conocimiento del mundo psicofísico tan edificante como interesante. 15

Toco a mis pacientes con las manos, y lo he hecho con muchos miles, pertenecientes a todas las razas que habitan la Tierra. El contacto y el manejo de cuerpos humanos vivientes me permite interpretar los libros de esos excelentes escritores y poner en práctica la ciencia que enseñan. Es probable que ellos no sepan cuán útiles son sus conocimientos cuando se los traduce al idioma no verbal de las manos; es decir, a la integración funcional y a la autoconciencia por el movimiento. Sugiero, y creo que no me equivoco, que los estímulos sensoriales se acercan más a nuestras funciones inconscientes, subconscientes o autónomas que a la comprensión consciente; En el nivel sensorial la comunicación con el inconsciente es más directa, y, por lo tanto más efectiva y menos distorsionada que en el nivel verbal. Como dijo alguien, las palabras sirven más para ocultar nuestras intenciones que para expresarlas. Nunca conocí a nadie, persona o animal, que no supiera distinguir un contacto amistoso de uno hostil. Si un contacto es hostil aunque más no sea en el pensamiento, el que lo recibe se mostrará rígido, ansioso, esperando lo peor, y por lo tanto no receptivo al contacto. A través del contacto dos personas, la qué lo inicia y la que lo recibe, pueden 16

transformarse en una nueva totalidad: dos cuerpos, al estar unidos por dos brazos y manos, se convierten en una nueva entidad. Estas manos sienten a la vez que dirigen. Tanto quien recibe el contacto como quien lo inicia perciben lo que sienten a través de las manos, aunque no comprendan ni sepan lo que se está haciendo. La persona tocada advierte lo que siente quien la está tocando y, aun sin Comprender, altera su configuración para adaptarse a lo que percibe que se espera de ella. Cuando toco no busco nada de la persona a quien toco; solamente percibo lo que necesita, sépalo ella o no, y qué puedo hacer en ese momento para lograr que se sienta mejor. Es esencial que se comprenda lo que quiero decir con “mejor” y “más humano”. Estas palabras, simples en apariencia, no significan lo mismo para todos. Las cosas que un discapacitado no puede realizar tienen para él un significado diferente que para una persona sana. Me viene a la memoria un niño de trece años que fue traído a mi consultorio por su madre. Este niño había venido al mundo con el brazo derecho por delante y no de cabeza como es usual. No tuvo suerte, dado que un médico inexperto, o quien fuere, lo extrajo tirando del brazo que asomaba. Como consecuencia sufrió una fractura de claví17

cula, lo cual no es grave a esa edad, pero también su plexo braquial resultó dañado. El brazo quedó fláccido, sin vida, a pesar de que su madre consultó a todos los especialistas que supuestamente podían hacer algo por él. Quizá más adelante les contaré cómo aprendió a conducir, fue padre de hijos sanos y profesor de mecánica. Cuando el niño se volvió una sola entidad conmigo me dijo, con lágrimas en los ojos, algo que nunca adivinarán. Yo mismo me sorprendí: se quejó de que nadie le había pegado nunca en la escuela a pesar de todas sus provocaciones. Hiciera lo que hiciese, sus compañeros de escuela no lo tocaban porque tanto los maestros como los padres les habían inculcado que no debían hacerle daño. Era desdichado porque nunca había sentido el placer de ser golpeado. Pensemos ahora cuál era el significado de “mejor” y “más humano” para este niño. Ni su madre ni los demás sabían qué era lo que necesitaba. Cuando lo toqué, mi paciente sintió que él y yo formábamos una sola entidad y percibió que yo sabía que era desdichado y que no lo compadecía. En ese momento pudo decirme lo que le era imposible decir a ninguna otra persona. Se trataba de una situación no verbal, dado que yo no había hecho ninguna pregunta. ¿Qué 18

fue lo que sucedió que le permitió llorar y hablar conmigo? Una muchacha de quince años, con parálisis cerebral, me fue traída desde París. Su madre era directora de un liceo y no podía abandonar su trabajo, de modo que fue su padre quien la trajo y su abuela permaneció con ella en Tel-Aviv. También esta paciente me sorprendió, porque quería ser bailarina: nunca había podido apoyar los talones en el piso ni doblar las rodillas, que se chocaban a cada paso. Si alguna vez han visto a una persona con parálisis cerebral grave podrán imaginar el estado de sus brazos y su espina dorsal y su modo de caminar. Nadie con un mínimo de sentido común podía pensar que esta niña era tan poco consciente de su condición como para concebir esa idea sobre sí misma. Mi tarea consistía en nada más y nada menos que ayudarla a ser lo que deseaba. De hecho, años más tarde comenzó a tomar clases de danza en París. Me gustaría que pensaran qué era lo “mejor” y lo “más humano” para esta muchacha. Era brillante y la primera de su clase hasta la época en que fue a la universidad, y me he hecho el propósito de visitarla la próxima vez que vaya a París. Espero que no deduzcan de lo anterior que sólo 19

me ocupo de personas lisiadas. Para mí son sólo personas que buscan ayuda para sentirse mejor y más humanas. Muchos médicos, actores, directores de orquesta, atletas, ingenieros, psiquiatras, arquitectos y amas de casa —personas de cualquier ocupación— opinan que sería bueno ser mejores y más humanos de un modo u otro De hecho, si las personas normales e inteligentes tuvieran más sabiduría les prestaría toda mi atención. Su crecimiento establecería una diferencia para la vida cotidiana. Las primeras personas de esas características con las que trabajé fueron el profesor J.D. Bernal, hombre de cultura casi universal; Lord BoydOrr, profesor de medicina y primer presidente de la Organización Mundial de la Salud; el profesor Aaron Katzir, director del Instituto Weitzman, y David BenGurion, fundador del Estado de Israel: todos seres humanos extraordinarios, famosos, triunfadores y socialmente integrados. J.G. Crowther, en ese entonces secretario del Consejo Británico, al escuchar los elogios de Bemal a mi trabajo, exclamó: “Es posible que sólo existan otros tres cerebros como el suyo, de manera que no se encontrará usted con muchos más". Ocurre que algunas personas socialmente triunfadoras, muy inteligentes, importantes y creativas no de20

dican tiempo a su crecimiento personal. Su trabajo es su vida y se ignoran a sí mismas con demasiada frecuencia. Estas personas sólo están dispuestas a escucharme cuando se ven incapacitadas de un modo u otro. No obstante, hasta ahora he llegado a miles de ellas a través de sus desgracias; es triste admitirlo pero fue sólo por haber atendido a lisiados que pude aprender a ayudar también a personas normales. Hablo en general; por fortuna no siempre fue así. Creo que es importante para mí compartir con ustedes algunos de mis pensamientos y experiencias, así como lo será para ustedes comprenderlos. Tal vez les sean útiles para mejorar su experiencia de la vida, como me sucedió a mí. Es posible que aprendan a convertir su vida en lo que desean; sus sueños pueden volverse más precisos y, ¡quién sabe!, tal vez se conviertan en realidad. Al escribir soy consciente sólo de algunas partes de mi cuerpo y también sólo de parte de mi actividad. Ustedes, al leer, son igualmente conscientes sólo de algunas partes de ustedes mismos y de parte de su actividad. Existe una gran actividad en nosotros, mucho mayor de la que advertimos o podemos apreciar. Esta actividad se relaciona con lo que hemos aprendido durante toda nuestra vida desde que naci21

mos hasta el presente. Nuestras acciones dependen en gran medida de nuestra herencia biológica, de lo que nos ha sucedido en la vida, de la imagen que nos hemos formado de nosotros mismos, del ambiente físico, cultural y social en el que hemos crecido y de aquel en el que actualmente nos desempeñamos. La actividad que hace que yo escriba y que ustedes lean es en su mayor parte autónoma; puede decirse que parte de esta actividad es inconsciente y parte intencional. Mientras escribo, la actividad intencional consciente parece ser la única que me preocupa. Sólo por momentos debo prestar atención a la ortografía o a la redacción. Siento que estoy adecuando las palabras a mis pensamientos. Las palabras tienen acepciones levemente diferentes, y deseo expresarme con toda claridad. Sin embargo, no me siento seguro de estar eligiendo las palabras adecuadas, de que lo que para ustedes significa “autónomo”, “inconsciente” o “consciente” sea lo que deseo expresar. Desde hace muchos años trabajo con personas que acuden a mí por ayuda. Algunas se quejan de dolores físicos, otras de angustias y sólo unas pocas hablan alguna vez de problemas emocionales. A veces me resulta difícil explicar a mis seguidores que no soy terapeuta y que el hecho de que toque a las 22

personas con las manos no posee valor terapéutico o curativo alguno, aunque éstas mejoren gracias al contacto. Opino que esas personas aprenden, pero pocos están de acuerdo conmigo. Lo que hago no se asemeja a la enseñanza tal como se la concibe hoy día. Se pone énfasis en el proceso de aprendizaje más que en la técnica de enseñanza. Después de cada sesión mis alumnos experimentan una sensación nueva de bienestar: se sienten más altos, más livianos y respiran con mayor facilidad. Con frecuencia se frotan los ojos como si despertaran de un profundo y reparador sueño. Casi siempre afirman que se han relajado. El dolor siempre se atenúa y a menudo desaparece. Además las arrugas de preocupación casi siempre se borran, los ojos adquieren mayor brillo y se hacen más grandes y la voz es más profunda y resonante. El alumno vuelve a sentirse joven. ¿Cómo puede el simple hecho de tocar el cuerpo de otra persona, por más diestramente que se haga, provocar estos cambios de estado de ánimo y de actitud? Mis alumnos tratan de convencerme de que puedo curar con el tacto. En Israel, Estados Unidos y otros lugares he enseñado a estudiantes a hacer lo que yo hago, de manera que ahora todos poseen “manos curativas”. No fueron especialmente elegi23

dos, sólo se tuvo en cuenta su educación académica y su deseo y capacidad de aprendizaje. Al principio, con el fin de explicar a los estudiantes lo que sucede entre mis clientes y yo —digo “clientes” de mala gana, para evitar confusiones, ya que en realidad son alumnos— les cuento la siguiente historia. Imaginen que entre los concurrentes a un baile se encuentra un hombre que nunca baila, por razones que sólo él conoce. Rechaza toda invitación a participar diciendo que no sabe bailar. Sin embargo, a una mujer le agrada este hombre lo suficiente como para persuadirlo de que la acompañe a la pista. Moviéndose de algún modo se las arregla para que también él se mueva. El baile no es muy complicado y después de algunos momentos difíciles, cuando el oído le dice que la música tiene algo que ver con el asunto, el hombre se da cuenta de que los movimientos de su pareja son rítmicos. No obstante, se siente aliviado cuando la música cesa y puede volver a su asiento y respirar otra vez. Cuando termina la noche descubre que es capaz de seguir los movimientos y los pasos de su compañera con mayor facilidad y hasta puede evitar pisarle los pies. Piensa que tal vez no lo ha hecho tan mal, a pesar de que sabe que aún no sabe bailar. 24

Después de haber asistido a un segundo baile progresa lo suficiente como para abandonar su convicción de que el baile no es para él. En la siguiente fiesta, al hallar a una mujer que está sentada sola como él, la invita a bailar, aunque todavía protesta que no es muy bueno. Desde entonces ha bailado, olvidándose de comenzar con una disculpa. Pensemos en la mujer que sí sabía bailar y en cómo hizo bailar también a un alumno o cliente sin haberle enseñado ritmos musicales, pasos de baile ni nada de eso. Su actitud amistosa y su experiencia hicieron que él aprendiera sin necesidad de enseñanza formal. Existen ciertos tipos de conocimiento que pueden pasar de una persona a otra sin un toque curativo. Sin embargo, sólo porque el hombre había aprendido anteriormente a utilizar sus piernas, sus manos y el resto de su cuerpo pudo un toque amistoso ayudarlo a valerse de esa experiencia y a aprender a bailar con facilidad. Aprendió a pesar de que desconocía su habilidad latente. Cuando digo que trabajo con las personas quiero decir que “bailo" con ellas. Provoco un estado en el que ellas aprenden a hacer algo sin necesidad de que yo lo enseñe, así como el hombre del cuento aprendió a bailar sin que le enseñaran. Más adelante vere25

mos con más detalle que, por lo general, hacemos muchas cosas sin saber de manera consciente cómo las hacemos. Hablamos, pero no sabemos cómo; tragamos ignorando cómo lo logramos. Intenten explicarle a un marciano cómo tragamos y se darán cuenta de lo que quiero decir. Algunas de las acciones cotidianas más comunes, como tomar asiento o ponerse de pie, parecen más fáciles de explicar. Sin embargo, ¿está absolutamente seguro de lo que hace cuando pasa de la posición sentada a la posición de pie? ¿Cuál es la parte de su cuerpo que inicia el movimiento? ¿La pelvis, las piernas o la cabeza? ¿Contraemos primero los músculos abdominales o los extensores de la espalda? Podemos realizar el movimiento con sólo intentarlo y sin saber de qué manera se logra. ¿Piensa usted que no es necesario saberlo? Supongamos que, por alguna razón, una persona no puede incorporarse (y existen más razones de las que uno imagina) y le pide ayuda. Usted le muestra que usted es capaz de incorporarse, pero eso él ya lo sabía. De manera que usted es capaz de incorporarse pero no sabe explicar cómo. Supongamos que usted necesita la explicación, pues si no sabemos cómo llevamos a cabo una acción, nunca podremos estar seguros de que la realizamos tan bien como nuestra 26

capacidad potencial lo permitiría. Por cierto, la mayor parte de las acciones simples las realizamos lo suficientemente bien como para satisfacer nuestras necesidades. Aun así, todos tenemos la sensación de que no llevamos a cabo ciertas acciones tan bien como desearíamos. Organizamos nuestra vida alrededor de las acciones que realizamos a f satisfacción y evitamos aquellas para las que nos consideramos ineptos. Decidimos que estas últimas no se adecuan a nuestro carácter, no son interesantes y por lo general tenemos cosas más importantes que hacer. En mi juventud no sabía dibujar porque en esa época no se dictaban clases de dibujo en las escuelas. En cambio, debía uno prepararse para una vida activa y socialmente útil. Cuando se publicó mi libro Body and Mature Behaviour después de la Segunda Guerra Mundial, no me di cuenta de que había cambiado el rumbo de mi futuro en la dirección en que había de llevarme. Cierta mañana un médico en Londres me llamó por teléfono, dijo que había leído mi libro y me preguntó cuándo había estudiado con Heinrich Jacoby. Había reconocido en mi libro algunas de las enseñanzas que él había recibido de este gran maestro. Le costó creer que era la primera vez que yo oía mencionar ese nombre. En pocas palabras: sugirió 27

arreglar una entrevista entre Heinrich Jacoby y yo para nuestro mutuo beneficio. En esa época Heinrich Jacoby vivía en Zurich y era mucho mayor que yo, no sólo en edad; me di cuenta de esto cuando supe que lo que yo había considerado un descubrimiento personal, de algún modo era lo que Jacoby había estado enseñando durante años a un distinguido grupo de discípulos, entre los que se contaban científicos, médicos y artistas. Pocos meses después, cuando pude utilizar mi licencia anual en el laboratorio donde trabajaba como físico investigador, fui a reunirme con Jacoby en la fecha que éste había fijado. Me gustaría poder contarles lo sucedido durante las tres semanas que permanecí con él y repetirles todas las conversaciones que mantuvimos y todas las cosas que nos enseñamos: con frecuencia nuestras reuniones se prolongaban hasta la salida del sol. Debería escribir un libro muy largo si quisiera relatar todas las cosas importantes que aprendí y las que Jacoby dijo haber aprendido de mí. Sin embargo, les contaré la primera e increíble experiencia con el dibujo que tuve con él, dado que guarda relación con el tipo de aprendizaje al que me estoy refiriendo. Yo era un atleta de cierta reputación y de físico 28

corpulento. Jacoby, en cambio, era un hombre pequeño y frágil que había aprendido a caminar, según me dijo, a los siete años. Parecía, y era, un jorobado, pero se movía con gracia. Aun así mi primera impresión fue que este hombre no podía competir conmigo. En el fondo creía que era así, a pesar de que estaba seguro de haber hecho lo correcto al visitarlo. Después de advertirme que estaba siendo grabado y filmado, me ofreció una hoja de papel de dibujo, carboncillo y un trozo de pan blando para borrar. Luego me pidió que dibujara lo mejor posible la lámpara que estaba sobre el piano, frente a mí. Le expliqué que nunca había dibujado antes, salvo los dibujos técnicos que había tenido que preparar para obtener mi grado de ingeniería antes de estudiar física en la Sorbona, a lo que siguió el laboratorio de Joliot-Curie, el doctorado y todo lo demás. Me contestó que ya sabía todo eso pero que de todos modos lo intentara, dado que tenía en mente algo más que simplemente verme dibujar. Dibujé un cilindro vertical con un cono truncado en el extremo superior y una especie de elipse en la base a modo de apoyo. Me pareció un dibujo de una lámpara tan bueno como podía esperarse de mí. Jacoby lo observó y dijo que lo que veía era la idea de una lámpara y no la 29

lámpara. Entonces me di cuenta de que había dibujado la noción abstracta que designa la palabra “lámpara”. De todos modos, repliqué, sólo un pintor podía hacer lo que él esperaba de mí, y yo no era pintor, como ya le había explicado antes de comenzar. Insistió en que lo intentara otra vez y dibujara sólo lo que veía y no lo que yo pensaba que veía. Yo no sabía dibujar lo que veía. A mi parecer, que tal vez ustedes compartan, me estaba pidiendo que fuera pintor cuando yo no lo era. “Dígame, ¿qué es lo que ve?” “Una lámpara”, le contesté. “¿Reconoce en ella alguno de los trazos que dibujó?” Tuve que admitir que no podía identificar en mi dibujo ni una sola línea de la lámpara verdadera; sólo las proporciones eran aproximadamente las mismas. “¿Ve usted líneas?” Otra vez debí admitir que ninguna de las líneas de mi dibujo se veía realmente. “Si no ve líneas, ¿qué es entonces lo que ve al observar esta lámpara? ¿Qué ven sus ojos en general? Ven luz; entonces, ¿por qué no dibuja las manchas claras y oscuras que ve? Tiene carboncillo: si pone demasiado en el papel, tiene el pan para borrar lo superfluo y lograr una gama de manchas que se parezca más a lo que usted ve”. Tomé otra hoja de papel y esta vez comencé di30

bujando manchas oscuras donde no había luz; entonces se me ocurrió que en ningún otro lugar las manchas eran más claras que allí donde no pintaba con carboncillo. La base no era un cilindro, la sombra en la punta no era un cono truncado y el apoyo no era una elipse. Sentí un gran entusiasmo al observar el conjunto de manchas de carboncillo y las partes borradas con el pan moldeado por mis dedos. Este dibujo no era mío, era el dibujo de alguien que a mi juicio sólo podía ser un pintor. Antes nunca había intentado pensar de ese modo, porque creía que hubiera sido un engaño, una tentativa de hacerme pasar por lo que no era. Creo que podrán comprender por sí mismos la extraordinaria transformación que experimenté. No soy pintor, pero ¿quién lo es entonces? Cuando actúo como pintor, el resultado es lo que sólo un pintor puede hacer. ¿Acaso he cambiado, he perdido mi identidad? En realidad no pensé en nada semejante en ese momento; sin embargo, me sentí inseguro frente al cambio que produjeron en mí las preguntas de Jacoby. El no me indicó cómo hacerlo. ¿Recuerdan al bailarín y a su compañera? ¿Observan algo en común en éstos dos casos, de aprendizaje tan diferentes, por sus circunstancias? Yo sí. 31

Cuando dejé a Jacoby y fui a mi habitación, vi sobre la mesa una jarra de vidrio llena hasta la mitad con agua. Sentí un desafío interior —más bien una convicción interior— que se manifestó en la urgencia por reproducir la jarra sobré un trozo de papel. También pensé, puerilmente, que podía demostrarle a Jacoby que no era tan inepto como él creía. No dibujé líneas sino pequeños toques y apliqué manchas oscuras.y..claras. Cuando el dibujo estuvo terminado podía verse el nivel del agua, el juego de luces en el agua, que se diferenciaba de la luz en el vidrio, a pesar de que ambos eran transparentes. Sentí que había creado una obra maestra y me pareció haber crecido por lo menos quince centímetros. Lo que resulta de todo esto es que no existen límites en cuanto a la calidad de ser pintor, y debo hacer un esfuerzo para abstenerme de contarles cómo me convertí en un verdadero pintor durante las pocas semanas en que dancé con Jacoby, quien nunca me enseñó a pintar o a dibujar. Me preguntó con ironía por qué no aplicaba mis propias enseñanzas cuando dibujaba.

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EL ORGANISMO

Ciertos factores universales influyen en la existencia de la vida. Tuvieron algo que ver con la primera célula viviente que se formó hace unos dos mil millones de años. La primera célula viviente necesitó ser protegida de la radiación que la formó y podía matarla con la misma facilidad. La forma, la tensión superficial, la relación entre superficie y volumen, la gravitación, los procesos internos, los cambios y los efectos externos son tan activos hoy como lo fueron siempre. El límite de una célula viviente y de cualquier ser sigue mediando entre la vida interna y externa, como en sus orígenes. En este capítulo nos referiremos a algunos de los factores involucrados. Un grupo de células no constituye un tejido, así como un grupo de neuronas no constituye un cerebro. Un conjunto de ladrillos no es un edificio. Todas las palabras recogidas en un diccionario son sólo palabras, en tanto que un número más pequeño de ellas puede formar una frase. Cuando un grupo de partículas o unidades idénticas actúan juntas les sucede algo de nivel superior en el sentido de que surge 33

una nueva cualidad que no existía en las unidades aisladas. Este nivel superior se alcanza cuando las unidades participan en una actividad común o cuando soportan la misma presión. Un grupo de células puede convertirse en un hígado; un conjunto de ladrillos que funciona como estructura de sostén puede convertirse en un edificio. Las células se unen en grupos para formar órganos que son similares en todos los mamíferos. A su vez, los órganos se unen para formar organismos, cuyo nivel es superior al de los órganos. Las bacterias, las algas y todas las demás entidades vivientes tienen en común tres actividades: (1) la reproducción, (2) la alimentación y (3) la conservación. La reproducción es lo menos crítico en relación con el tiempo, mientras que respirar, comer y beber limitan la vida con mayor rigor, y la falta de auto- conservación puede implicar la pérdida de la vida en menos de un segundo. Estos tres fenómenos se observan tanto en el mundo vegetal como en el animal; la diferencia consiste en que la vida vegetal es pasiva en relación con ellos. Sin la acción del viento, la lluvia, los insectos, el pelaje de los animales y muchos otros portadores y elementos activos, la vegetación cesarla de reproducirse y desaparecería de la faz de la Tierra. Por otra parte, los 34

animales de todo tipo son activos en lo que se refiere a la satisfacción de esas tres necesidades esenciales gracias a (4) la autopropulsión, que también es autodirección, con lo que el movimiento se convierte en el factor más importante de la vida animal. El primer trozo de materia provisto de una membrana que lo separaba del resto del mundo tenía forma o contorno y se convirtió en el primer individuo. El cosmos circundante aseguraba el ingreso de más materia, la cual proporcionaba la energía necesaria para la autopropulsión, y la descarga hacia el mundo exterior de la materia vaciada de energía, así como la eliminación de toxinas del metabolismo y de partículas inertes. Todo ser viviente posee un límite que lo separa del resto del mundo. Lo que está contenido dentro del límite posee una estructura cuyo funcionamiento asegura la autopropulsión, es decir, la actividad del ser. Cuando cesan las funciones sólo quedan la forma y la estructura: el ser está, por lo tanto, muerto. La cesación del movimiento equivale al fin de la vida misma. La vida no sólo es compleja sino que tiende a evolucionar hacia una mayor complejidad, atributo que parece ser fundamental para su continuidad. Cada especie animal tiene su propio método de auto35

propulsión, necesario para el mantenimiento de los otros tres rasgos esenciales para la perpetuación de la vida. En eso consiste la complejidad. Las estructuras y las funciones son interdependientes y están íntimamente relacionadas con el medio. Si la luz no tuviera la longitud de onda adecuada no existirían los ojos ni la visión; también hay vibraciones electromagnéticas de ondas por encima y por debajo de las que conforman el espectro de la visión humana. Más aún, la intensidad de la luz es variable y los objetos son pequeños o grandes, cercanos o lejanos. Todos estos factores, así como la capacidad para distinguir gran variedad de colores, apenas si alcanzan a darnos una idea de la complejidad del proceso de formación de la visión, así como de la forma de los ojos. Todos los animales pasan por una etapa de vida embrionaria antes de separarse físicamente del testigo que siempre está presente para llevarlos al mundo exterior. Durante esa etapa van madurando estructuras que funcionan de modo rudimentario en un medio más simple y menos variable que el mundo exterior. Es evidente que sólo un desarrollo ordenado puede lograr que dos células se conviertan en un mamífero, mucho más en el caso del hombre. “Controles” es la 36

palabra que nos viene a la mente con mayor presteza: controles que aseguren este desarrollo ordenado de las estructuras, su forma y la gradual excelencia de su funcionamiento. Con la creciente complejidad de las especies se formó una estructura especial destinada a proporcionar los controles necesarios al organismo. El tejido nervioso con sus sinapsis, dendritas y conexiones de todo tipo cumple ese propósito. (¿Es un “propósito”?) En biología tanto como en cibernética el control es necesario sólo si se prefiere un determinado modo de funcionamiento. En los animales el estado o modo preferido es el óptimo; cualquier desviación respecto de ese estado es corregida. Dado que hay literalmente miles de desviaciones posibles en todos los niveles —celular, circulatorio, estructural y funcional— también hay una organización jerárquica de los controles. Los términos “control” y “jerarquía” no tienen aquí la connotación emocional que los caracteriza en el lenguaje corriente. Cuando el organismo resbala en una cáscara de banana, el control superior del cerebro que se ocupa de la acción y el movimiento voluntarios es demasiado lento para prevenir la caída. En consecuencia se desconecta para permitir que 37

intervenga otra parte más antigua. Las partes más primitivas y que han aparecido más tempranamente en la evolución son más rápidas y cuentan con líneas de comunicación más cortas. Controles y jerarquías no significan otra cosa que una ordenada cooperación tendiente a asegurar la óptima existencia del individuo. El crecimiento en la jerarquía, los controles y el tejido nervioso que los organiza, así como en todo el organismo —en sus huesos, músculos y órganos internos — supone una reacción frente al medio, una adaptación con el fin de manipularlo. Para lograr un funcionamiento óptimo durante dicho crecimiento, deben producirse continuos cambios dirigidos a mejorar. Un proceso tan complejo tropezará con errores y continuará avanzando sin un objetivo claro. Se trata de un proceso de aprendizaje bastante diferente de la educación académica formal de las escuelas, ya que el interés se concentra en “cómo hacer” y no en “qué hacer”. Es fundamental una detallada investigación de estos temas. La complejidad de este proceso es tan grande que la falta de logros es inevitable. En condiciones normales es muy raro hallar lo óptimo en la estructura, la forma y la función. La disfunción del movimiento, 38

las regresiones y el desarrollo parcial son de esperar. Esta generalidad hace que sea posible ayudar a los individuos normales a lograr un desarrollo óptimo, que de otro modo no podrían alcanzar. Un sistema nervioso que consta de un número astronómico de células (3-1010) es capaz de vivir y funcionar en una gran variedad de mundos físicos. Un sistema nervioso como el nuestro resiste la falta de gravedad y de estímulos visuales y auditivos, como se ha demostrado en el caso de los astronautas. Es suficiente iniciar cualquier actividad en la que se produzcan señales a intervalos cercanos para que el sistema funcione. Opino que nuestro sistema nervioso funcionaría bien en mil diferentes mundos posibles. Crecería, se adaptaría y actuaría en cualquier medio que fuera apto para la vida. De hecho, nuestro sistema nervioso está “programado” para, dominar con la misma facilidad cualesquiera de los miles de idiomas y dialectos que se hablan en la Tierra. Estamos tan familiarizados con nosotros mismos que no logramos apreciar cuanto se acaba de decir. ¿Qué quiero significar cuando me refiero al funcionamiento del sistema nervioso? ¿Qué tienen de peculiar las sinapsis y células nerviosas que las hace necesarias y existen —de manera primitiva o 39

compleja— en cada ser viviente? ¿Son esenciales para la vida? El cosmos (que significa “orden” en griego) no es muy ordenado, salvo en lo que se refiere a cosas tales como el día, la noche y las fases lunares. No estoy seguro de que los sistemas nerviosos más simples sean conscientes del orden que gobierna esas fases. Los meteoritos caen de manera casual y desordenada. Los soles se forman y desintegran de una forma que no se adapta realmente a la noción de orden. En el otro extremo del microscopio existe el mismo caos y desorden. Nadie puede predecir cuál será el átomo que se desintegrará en el radio o en cualquier otra sustancia radioactiva. En cualquier ámbito del mundo material: gases, líquidos o lo que elijamos, nada es predecible ni ordenado, estable e invariable para ninguna de las moléculas o átomos. No hay viento, sol, terremoto o tifón que lleve una existencia ordenada. En cambio, las estructuras nerviosas buscan el orden y lo encuentran dondequiera exista, e inventan uno donde no existe. Sólo un órgano nervioso muy complejo, compuesto por un gran número de unidades como es el caso en la mayoría de las criaturas vivientes, necesita que haya regularidad y permanen40

cia en su medio. Los sistemas nerviosos primitivos no juegan tenis ni se arrojan desde una rama hasta otra situada a diez metros de distancia. Los sistemas primitivos son más lentos y no tienen tanta necesidad de organizar invariantes. Todas las criaturas vivientes pasan por una etapa más o menos prolongada en que son más pequeñas y débiles que sus mayores. Los organismos débiles necesitan un mundo más o menos-ordenado y estable para poder aprender y convertirse en organismos fuertes. El organismo es, en sí mismo, casi un mundo de microorganismos que requieren constancia, orden, invariancia y homeostasis para existir. Es una perogrullada afirmar que sólo un cerebro puede pensar, abstraer, soñar, recordar y demás. El sistema nervioso ordena los estímulos aleatorios y siempre cambiantes que llegan a él a través de los sentidos. Más aún, el organismo viviente se mueve sin cesar y el sistema nervioso debe acomodarse al mundo móvil y cambiante y a su propia movilidad para sacar algo en limpio de ese gran torbellino. Si nada se repitiera nunca, ¿cómo aprenderíamos? Ahora bien, el medio más inesperado para lograr esta hazaña hercúlea es el movimiento. El movimiento del organismo es esencial para la configuración de 41

acontecimientos fijos y repetitivos en el medio cambiante y móvil; si contemplamos materia inerte o vegetación estática, nuestros sentidos continúan recibiendo impresiones de movimiento, pues un organismo vivo se mueve y nunca se halla en completa quietud antes de morirse. El profesor Heinz von Foerster, del Laboratorio de Biología Computada de la Universidad de Illinois, quien profesa ideas similares, nos contó a mí y a mis alumnos de San Francisco la siguiente historia: En un trabajo publicado en 1887, Henri Poincaré explica que la imagen del espacio tridimensional que se forma en la retina tiene sólo dos dimensiones, y que esa imagen no es uniforme como lo es en el espacio. La conciencia de la tercera dimensión faltante proviene de la convergencia de los dos ojos y de la acomodación, que en realidad es una sensación muscular. En la conciencia de la dirección interviene el movimiento de la cabeza.

Los movimientos de la cabeza determinan el ajuste de los ojos. Las figuras tridimensionales no podrían percibirse si la cabeza y los ojos no tuvieran movimiento. Algún tiempo después leí el libro de 42

Poincaré, Science and Hypothesis, publicado en inglés por Dover. Demuestra que el movimiento interviene en nuestra percepción del espacio y ha tenido que ver con nuestra elección de la geometría euclidiana. Es un libro fascinante y vale la pena leerlo hoy día, dado que es original y nuevo: el pensamiento de un genio. No puedo dejar de mencionar otro ejemplo de la perspicacia de Poincaré. En su época la mayor parte del trabajo en fisiología Cerebral consistía en extirpar una porción del cerebro, observar qué función resultaba afectada y localizar así dicha función en el cerebro. Poincaré sostenía que este método no era lo suficientemente científico y dudaba de las conclusiones. Argumentaba que la visión tridimensional binocular se ve afectada cuando una persona pierde el ojo derecho; sin embargo, sería erróneo afirmar que la función tridimensional está localizada en el ojo derecho. Un instructor suizo de esquí, el señor Kohler si mal no recuerdo, persuadió a algunos de sus alumnos a que lo acompañaran en un experimento. Tenía interés en averiguar qué sucedería si nuestro cerebro viera el mundo exterior tal como se proyecta en la retina y no como es en realidad. Como todo el mundo sabe, la lente del ojo, al igual que cualquier otra 43

lente, invierte las imágenes. La de una persona de pie tiene la cabeza en la parte inferior de la retina y los pies en la parte superior. El señor Kohler dio a cada participante un par de anteojos que enderezaban la imagen retiniana. Como era de esperar, al principio todos veían todo dado vuelta. Las primeras horas fueron muy difíciles. No podían moverse con libertad ni hacer nada sin demorarse tratando de interpretar lo que veían. Entonces sucedió algo inesperado: todo lo que estaba en contacto con el cuerpo o muy cerca de él comenzó a verse igual que antes, pero todo lo que no era tocado permanecía invertido. Gradualmente, a medida que andaban a tientas y tocaban mientras se movían para satisfacer las necesidades diarias, los objetos más alejados comenzaron a parecer normales. Los anteojos no dejaron de usarse en todo el experimento. A las pocas semanas todo se veía en la posición normal y podían realizar cualquier tarea sin especial cuidado ni atención. Finalmente comenzó a nevar otra vez y el señor Kohler vio por la ventana cómo los copos se elevaban del suelo y se movían hacia arriba. Salió, extendió las manos y sintió la nieve caer sobre ellas. Volvió las palmas hacia arriba y, como es lógico, la nieve las cubrió. Después de unos pocos intentos vio la nieve caer en lugar de 44

elevarse. Se han realizado otros experimentos similares. En uno de ellos, llevado a cabo en los Estados Unidos, participaron dos personas: una estaba sentada en una silla de ruedas y la otra empujaba la silla; ambas llevaban lentes especiales. La persona que empujaba la silla comenzó a ver normalmente y pudo moverse sin tropiezos al cabo de algunas horas, mientras que la que estaba sentada en la silla de ruedas continuó viendo todo al revés. Un bebé recién nacido, ¿ve bien desde el principio o debe tocar las cosas para poder interpretar las sensaciones visuales con ayuda de su sentido de control, es decir, del tacto? Por mi parte tengo la impresión de que el movimiento juega un papel importante en la formación de mi mundo objetivo. Y si esta suposición no es del todo errada, es posible que todos los seres vivos necesiten del movimiento para poder formar su mundo exterior objetivo, y quizá también su mundo interior objetivo. Rara vez nos detenemos a pensar si somos la realización adulta del programa de nuestro código genético (ADN) solamente. Los espermatozoides son los que inician el proceso. El ADN selecciona, de un conjunto de alternativas posibles, los cambios que se ajusten al código. Sabemos 45

que el programa nunca se realiza si no se produce el crecimiento del organismo que contiene el código genético. El nacimiento y el crecimiento nunca se producen sin por lo menos un observador o testigo: aquel que da origen al organismo. Por otra parte, aún no se conoce la existencia de ningún organismo viviente fuera de un campo gravitacional. En síntesis, un programa genético es incorporado en un cuerpo que nace a partir de dos células, en un medio que inevitablemente incluye gravitación y testigos. Ninguno de estos elementos puede por sí solo crear un ser viviente capaz de crecer y llegar a adulto. Todos los mamíferos poseen forma, esqueleto, músculos y sistema nervioso y tienen dos progenitores. Los hombres nacen en una determinada cultura, en una sociedad humana localizada en algún lugar de la Tierra. La Tierra ejerce una fuerza gravitacional que nunca se interrumpe y que no se puede disimular; es permanente y prácticamente igual en todas partes. A pesar de que los huesos constituyen materia viva, puesto que crecen y pueden regenerarse, son materia inerte, relativamente hablando. No pueden modificar su forma, posición y configuración sin la acción que sobre ellos ejercen los músculos. Hay músculos grandes y pequeños, estriados y lisos; to46

dos tienen la capacidad de contraerse y de relajarse, con lo cual recuperan su longitud inicial y quedan en condiciones de volver a contraerse. Los músculos no se contraen a menos que reciban un impulso del sistema nervioso. Esto no es del todo cierto, ya que en las primeras etapas del desarrollo del embrión el músculo cardíaco se contrae a un ritmo especial — por lo general más rápido que el del adulto— mucho antes de que algún nervio haya llegado hasta él. Es obvio que existe otro mecanismo que hace contraer los músculos. Existen dos grandes clases de fibras musculares: las blancas y las rojas. Estas dos clases de fibras difieren no sólo en el color sino también en la duración y la frecuencia de sus contracciones. Los músculos se contraen de manera que los huesos puedan cerrar y abrir las articulaciones; estas dos actividades son antagónicas. De más está decir que en el adulto los músculos no se contraen ni se relajan por su cuenta. El sistema nervioso distribuye impulsos que activan los músculos y son la causa de todo movimiento. Es una estructura muy compleja que produce una inmensa variedad de patrones de actividad muscular, desde reflejos rotulianos, estremecimientos y clones hasta los movimientos voluntarios suaves. Toda alte47

ración en la configuración del esqueleto es producida por un patrón especial de impulsos enviados a los músculos. El momento de arribo a los diferentes músculos y la cantidad de sus contracciones, regulada por mecanismos especiales, son tenidos en cuenta para que el esqueleto realice una gran variedad de movimientos: finos, delicados, fuertes, repentinos, graduales, etcétera. Los movimientos del esqueleto se producen en el espacio, en diferentes momentos y en un medio social y humano, y muy rara vez de otro modo. Los movimientos hacen que el organismo se desplace. Lo que denominamos organismo está formado por el esqueleto, los músculos, el sistema nervioso y todo aquello que lo alimenta, le da calor y lo activa. Dichos movimientos producen el desplazamiento de todo el organismo y modifican su configuración según las diferentes actividades, las cuales, a su vez, afectan los diferentes ambientes de manera de satisfacer las diversas necesidades del organismo. Por tanto, existe un ambiente en continuo cambio y un organismo en continuo cambio que Ínter actúan sin interrupción mientras haya vida en el organismo. Los diferentes ambientes afectan al organismo, el cual se modifica con el fin de actuar y reaccionar en forma 48

efectiva frente al ambiente. Tenemos, entonces, un circuito cerrado de cuatro elementos: el esqueleto, los músculos, el sistema nervioso y el medio. Estos cuatro elementos interactúan desde el nacimiento hasta la muerte; en todo el circuito se producen operaciones de proacción y retroacción. En el momento del nacimiento el vínculo entre el organismo y el medio es, en gran medida, pasivo. Poco a poco esa pasividad disminuye y el vínculo se vuelve más intencionalmente activo. Si no existiera un campo gravitacional, el esquema sería del todo diferente: los músculos serían superfluos y el esqueleto sería muy distinto. No existirían posturas características en ningún animal. Todo el esquema energético se vería alterado. No sería necesario que los huesos fueran capaces de soportar la compresión. La velocidad del movimiento cambiaría por completo. De hecho, no podemos imaginar cabalmente cómo serían las cosas. Tal como son, el movimiento es el signo más evidente de vida. Desde que inventó el lenguaje, el hombre lo ha utilizado para clasificar a los seres vivos según sus movimientos en el campo gravitacional: vegetación es todo aquello que puede moverse sólo en forma pasiva de lado a lado, por acción del agua o del aire; por lo demás su crecimiento es vertical; la luz 49

puede desviar en su dirección dicho crecimiento vertical. Los seres vivientes pueden desplazarse de diferentes maneras, que sirven de base para su clasificación: los que nadan se denominan peces; los que vuelan, pájaros; los que se arrastran, serpientes; los que se escabullen, lombrices. Existen seres que saltan, que se deslizan, que trepan, que caminan en cuatro patas, y nosotros, que caminamos erguidos. Según parece el movimiento ha preocupado al hombre desde que tiene uso de razón. Dado que el movimiento es tan importante para la célula viva o para el conjunto de células que conforman cualquier organismo viviente, no cabe duda de que no es producto del azar. Casi todo el organismo —esqueleto, músculos y sistema nervioso— se ve involucrado en el movimiento en nuestro medio. Se trata de algo tan complejo que la mayor parte de los seres vivos necesitan algún aprendizaje personal e individual, sean peces, pájaros, animales, monos u hombres. La duración del aprendizaje varía desde algunos segundos o minutos hasta muchos años. Algunos animales gregarios, en especial los bovinos, los caballos y las cebras, parecen ser capaces de seguir a la manada casi inmediatamente después de ser paridos por la vaca o yegua madre o como quiera que 50

se llame. Una cría recién nacida —la cría de la jirafa cae desde una altura considerable — hace uno o dos intentos para ponerse de pie tan pronto como la madre ha cortado con los dientes el cordón umbilical y la ha lamido. Al segundo o tercer intento logra su propósito y la cría sigue a la madre sobre arena, ripio o pasto mojado resbaladizo, sea en terreno llano, ascendente o descendente. No sólo puede hacer lo necesario para seguir al rebaño sino que si trastabilla o cae también es capaz de incorporarse. Si nos detenemos a pensar en la inventiva que se necesita para construir algo de similar eficiencia, sólo entonces podremos darnos cuenta de lo que significa esta extraordinaria capacidad de moverse sin experiencia previa y con tan poco aprendizaje. Pensemos en las cabras de Chamonix u otras cabras de montaña, cuyas crías, nacidas en las altas cumbres, se yerguen sobre sus cuatro patas y tienen que saltar desde un empinado risco hasta otro sin un gran aprendizaje previo. Es evidente que todas las conexiones, el “cableado” del sistema nervioso de estos animales debe ser creado antes de su nacimiento. En suma, es la especie la que transmite el aprendizaje, la evolución, la organización de los reflejos y el instinto que permite a sus miembros sobrevivir en 51

condiciones precarias. No obstante, la mayoría de los pájaros, como también los perros y los gatos (incluidos los grandes gatos, como el tigre) deben recibir de sus padres algún tipo de entrenamiento para completar las conexiones y establecer los patrones funcionales de su sistema nervioso. Un aprendizaje de unas pocas semanas de duración hace que este patrón sea confiable, autónomo o automático. Observando diferentes especies comprobamos que cuanto más bajo es el puesto que ocupan en la escala evolutiva, más completa es la configuración del sistema nervioso de sus miembros en el momento de nacer. Las conexiones de las sinapsis, neuronas, etcétera, ya están listas y el aprendizaje es más corto cuanto más baja en la escala se halle la especie. El hombre se encuentra en uno de los extremos de este proceso. Que yo sepa, el aprendizaje que debe realizar el bebé humano es el más prolongado de todos. A pesar de que en el momento de nacer todo lo necesario para mantener la vida y el crecimiento está conectado en los sistemas nervioso y glandular, las funciones específicamente humanas no están configuradas en absoluto. Ningún bebé nace sabiendo hablar, cantar, silbar, gatear, caminar erguido, crear música, contar o pensar matemáticamente, decir la hora o 52

apreciar si se ha hecho tarde. Sin un prolongado aprendizaje, de muchos años de duración, nunca se ha observado ninguna de estas funciones. En lo que se refiere a estas funciones humanas específicas, las conexiones de las estructuras nerviosas comienzan a establecerse en el vientre materno, pero comparadas con las del adulto son inexistentes. La experiencia o aprendizaje personal individual es indispensable: sin ella el bebé no sería un ser humano. Es como si en la especie humana el aprendizaje no se heredase. Los animales ''inferiores” disponen de un aprendizaje filogenético o heredado de la especie. Los “superiores” aprenden de su propia experiencia ontogenética individual. Los términos "inferior” y “superior” no significan gran cosa; tan sólo remiten a la complejidad y a nuestra manera de concebir la escala evolutiva. Casi todos los animales inferiores hacen cosas que los superiores pueden comprender, pero nunca realizar sin un prolongado aprendizaje previo, y en tal caso recurriendo a la imitación y con ayuda de una gran variedad de instrumentos o estructuras. Tal vez no esté de más repetir aquí que sólo los tejidos y sistemas nerviosos son capaces tanto de concebir como de ejecutar o realizar. La tendencia a la repetición finalmente conduce 53

a la constancia repetitiva y al orden. La mayoría de los acontecimientos están regidos por la casualidad y se presentan de manera tan desordenada que no son predecibles. Creamos las leyes de la naturaleza al elegir aquellas partes de los eventos que no podemos modificar o a las cuales podemos agregarles lo que consideramos orden. Newton creó el orden a partir de una serie de cuerpos en caída desordenada, al introducir la noción de gravitación cósmica. La sustancia nerviosa se organiza a sí misma con el fin de seleccionar y transformar en series constantes los mensajes que provienen del medio, a fin de que la repetición sea posible. Se requieren muchos mensajes en continuo cambio provenientes del medio antes de que el organismo pueda percibirlos como entidades estables. Tan grande es la capacidad del sistema nervioso, que puede crear orden allí donde los instrumentos hechos de cualquier otro material sólo registran continuas y confusas variaciones. Equivale a fotografiar un galgo que corre hacia mí, mientras monto un caballo que galopa. Podemos comprendemos mutuamente aunque un ventilador o un aparato de aire acondicionado esté haciendo tanto ruido como para tornar incomprensible una grabación de lo que hemos dicho. No tene54

mos dificultad para extraer un orden invariable de una serie de interferencias cambiantes. En relación con todo lo que vemos, oímos, olemos o sentimos nos organizamos activamente de modo que sólo nos afecten las series invariables que nos permiten manejar el desorden, tanto en nuestro interior como en el exterior, es decir, en los medios personal, social, espacial y temporal. Los niños son capaces de aprender un idioma en una habitación donde se están enseñando otros varios idiomas; esto sucede cuando tanto los maestros como los alumnos están interesados en el aprendizaje. Cuando miramos una caja de fósforos la vemos siempre de la misma forma y tamaño; sin embargo, una cámara, un telescopio, un par de binoculares o cualquier otro instrumento de los que utiliza la ciencia la verá como un punto si está lo suficientemente alejada. Si la observamos enfrentando uno de sus ángulos la seguiremos viendo “cuadrada”, no así los instrumentos. Nuestro sistema nervioso crea invariables allí donde es apropiado. Supongan que fabricáramos una máquina con un esqueleto, músculos, órganos y también un cerebro. ¿Hablaría un cerebro tal en inglés o en turco? No sería capaz de hacerlo. ¿Podría un cerebro así leer, pensar en forma matemática o escuchar o crear músi55

ca? ¿Podría fabricar una máquina IBM o un micrófono? Por supuesto que no. Cuando el cerebro viene al mundo sólo está capacitado para llevar a cabo lo que cualquier cerebro animal puede hacer: ocuparse de la respiración, de la digestión, de los procesos automáticos del cuerpo. Más allá de todo esto, debemos conectar ese cerebro para que se adapte al medio al que se incorpora. Al principio el cerebro no sabe ni siquiera estar de pie. No sabe leer, silbar, zapatear, patinar, ni nadar. El cerebro debe ser ajustado y conectado para que pueda funcionar plenamente. Imaginen que estoy mirando un micrófono. Cuando mis ojos lo miran, identifico la imagen. En realidad la imagen del micrófono no está en mi cerebro sino en mi retina. Desde la retina, la imagen de cada ojo es separada en dos partes y proyectada a cuatro sectores diferentes de la corteza cerebral, que no posee imagen alguna de un micrófono. Sin embargo, el sentido de la vista evoca en mi mente aquello que veo con los ojos. El cerebro experimenta una especie de instrucción que lo “conecta” con la realidad objetiva. Por lo tanto, la realidad incluye al medio y al cuerpo humano. La mente se desarrolla en forma gradual y comienza a programar el funcionamiento del cerebro. 56

Mi modo de observar la mente y el cuerpo incluye el sutil método de “reconectar” las estructuras de todo el ser humano para que esté funcionalmente bien integrado, lo cual significa ser capaz de realizar los deseos del individuo. Cada individuo tiene la posibilidad de conectarse de determinada manera. Sin embargo, el modo en que lo hacemos ahora es inútil casi por completo, y nos priva de la propia capacidad de sentir por nosotros mismos. Cada persona nace como un humanoide, un animal humano. El bebé recién nacido sabe tragar, succionar, digerir, excretar y mantener la temperatura corporal como cualquier otro animal. Lo que nos hace diferentes de los animales es que los humanoides podemos desarrollarnos hasta convertimos en homo sapiens: seres humanos con inteligencia, conocimiento y conciencia. RESUMEN

Entre los muchos caminos están los “caminos reales". Todo hombre posee curiosidad: un mundo sensorial que lo ayuda a hallar el “camino real”, que es importante para cada uno de nosotros. Los cami57

nos que nos conducen a casa (el refugio que protege a las células de la radiación), a la seguridad, deben sernos familiares. De lo contrario tardaríamos demasiado en llegar y no estaríamos seguros de lograrlo. De manera que “territorio” es una palabra que denota algo tan antiguo como la vida misma. ¿Qué significa “hogar” para usted? ¿Hacia dónde se dirige cuando está cansado o herido? ¿Existen otras posibilidades? ¿Cómo llegamos a las que poseemos? ¿Cómo actuamos, nos adaptamos o nos amoldamos? ¿Acaso el aprendizaje tiene algo que ver con todo esto? ¿Qué clase de aprendizaje? ¿Cómo lo logramos?

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SOBRE EL APRENDIZAJE

El aprendizaje orgánico es esencial. También puede ser terapéutico en esencia. Es más sano aprender que estar en el lugar del paciente e incluso que ser curado. La vida es un proceso, no un objeto. Los procesos se desarrollan bien si pueden ser influidos de muchos modos. Necesitamos conocer más medios de hacer lo que queremos aparte del que ya conocemos, aunque éste sea bueno en sí mismo. El aprendizaje orgánico comienza en el vientre materno y continúa durante todo el período de crecimiento físico del individuo. Otras formas de aprendizaje, a cargo de maestros, se llevan a cabo en las escuelas y universidades, adonde concurren numerosos alumnos. Así como existen semejanzas entre estos dos tipos de aprendizaje, también existen diferencias, algunas de las cuales son muy sutiles. Cuando un adulto toma conciencia de que le es difícil conseguir lo que otros logran con aparente facilidad, por lo general piensa que la responsabilidad es suya. Tanto los padres como los maestros lo alientan a esforzarse porque creen que es la pereza lo 59

que inhibe su aprendizaje. A veces el mayor esfuerzo trae como resultado ciertos adelantos; sin embargo, mucha gente descubre más tarde que los cambios fueron sólo superficiales. La cantidad de adultos que experimentan dificultades en su vida social —es decir, marital y profesional— o malestares corporales puede apreciarse a partir de la cantidad de métodos y técnicas que existen hoy en día para ayudarlos. ¡Cuántos habrá que recurren al budismo Zen, la meditación, las distintas variantes del psicoanálisis, el psicodrama, la biorrealimentación, el hipnotismo, la danzaterapia, etcétera! Deben de existir unas cincuenta o más terapias destinadas a quienes, sin estar físicamente enfermos, se sienten insatisfechos con sus sensaciones y conductas. Con cualesquiera de esos métodos las personas afligidas aprenden una cantidad considerable de cosas. Por lo tanto tendremos que comprender los diferentes tipos de aprendizaje para poder apreciar la importancia de otro método: el creado y utilizado por mí. Para los seres humanos el aprendizaje, en especial el aprendizaje orgánico, constituye una necesidad biológica, por no decir fisiológica. Aprendemos a caminar, a hablar, a sentamos en una silla a la ma60

nera india o a la manera japonesa, a leer, a escribir, a pintar, a tocar un instrumento, a silbar. Prácticamente no tenemos instintos para comer o beber, y vivimos tanto por nuestro medio cultural y racial como por nuestra biología. El sistema nervioso de un embrión, un bebé o un niño está conectado, por así decirlo, a los sentidos, sentimientos y sensaciones cinestésicas causadas por el medio espacial, temporal, filial, social y cultural. Sin embargo, el aprendizaje orgánico juvenil, que involucra una estructura compleja y diversas funciones asociadas y que requiere muchos años, no puede realizarse sin errores ni fallas. El aprendizaje orgánico es individual y, en ausencia de un maestro que exija resultados en un lapso determinado, dura tanto como el alumno se lo proponga. Este aprendizaje orgánico es lento e indiferente a cualquier juicio que se refiera al logro de buenos o malos resultados. No posee un propósito u objetivo evidente. Está guiado sólo por la sensación de satisfacción que se experimenta al comprobar que cada nuevo intento es menos torpe por no haber cometido un error previo que lo hacía desagradable o difícil. Al verse empujado por los padres u otra persona para que repita el éxito inicial, el alumno puede experi61

mentar una regresión y el progreso ulterior puede demorarse días o semanas o no producirse en absoluto. Los intentos del alumno por funcionar en su medio guardan relación con el desarrollo de sus estructuras corporales. El bebé continuará rodando de lado a lado hasta tanto las estructuras nerviosas que conectan los ojos, los oídos y los músculos del cuello hayan madurado lo suficiente como para hacer posibles otros movimientos. No voy a desviarme de mi objetivo inmediato hablando de la maduración del globus pallidus como condición para el gateo primitivo, del cuerpo estriado ni del futuro desarrollo del cerebro y su incidencia en el progreso de los movimientos corporales. La maduración de las estructuras nerviosas y su unión en patrones se verá afectada por cualquier intento del cuerpo por funcionar, y viceversa. Así, el aprendizaje puede avanzar hacia la perfección, desviarse o incluso experimentar un retroceso antes de que la siguiente maduración coincida con otro intento de funcionamiento. El tiempo presiona en el crecimiento, y lo que no se logra en el momento preciso puede permanecer inactivo durante el resto de la vida. Quien no ha aprendido a hablar en cierto plazo, 62

nunca lo hará bien. En el aprendizaje orgánico no hay maestros aunque el niño puede aprender a través de su madre, al aceptar o rechazar su ejemplo. El niño elegirá diferentes actos de diferentes fuentes según le plazca. El aprendizaje escolar dirigido por maestros tal vez sea el más grande logro humano y constituye el origen de nuestro éxito como seres sociales así como de algunos de nuestros defectos. El maestro sabe lo que está enseñando y hacia dónde lleva a sus alumnos. Estos saben qué es lo que aprenden y cuándo han logrado aprender a satisfacción del maestro. Su entrenamiento incluye infinidad de ejercicios que permiten alcanzar el objetivo deseado a satisfacción del maestro. De este modo podemos aprender medicina, ingeniería, abogacía y otras materias. Este tipo de aprendizaje cuenta con un programa preconcebido que el grupo debe cumplir en un plazo determinado. Unos pocos tendrán éxito con todos los maestros: son los alumnos de escuelas secundarias y universidades cuyo aprendizaje orgánico fue bueno. Algunos nunca lo lograrán y serán los últimos de su clase, mientras que otros aprenderán apenas lo suficiente para no ser rechazados el siguiente año. De más está decir que esta descripción no confiere el 63

crédito debido a aquellos maestros de cada generación a quienes debemos la mayor parte de nuestro progreso. También les debemos algunos de los mejores seres humanos del pasado y del presente. Las prácticas escolares son las responsables de las opiniones de los padres y de su manera de entender el aprendizaje. Parece ser que algunos padres, con la mejor de las intenciones, obstaculizan el aprendizaje orgánico hasta tal punto que muchas terapias atribuyen a su actitud el origen de la mayoría de las disfunciones. Esto se comprueba con tanta frecuencia que podría pensarse que estaríamos mejor si no hubiésemos tenido padres. La situación de los huérfanos es aún peor: son criados por personas que coinciden con los padres en cuanto a lo que es correcto, pero que se preocupan menos. Piensan que la fuerza de voluntad es el mejor medio de alcanzar una conducta adecuada y Consideran que la reiteración de los intentos es el camino que conduce a la excelencia. En realidad, ejercitarse para llegar al resultado correcto sólo engendra familiaridad y hace que los errores se vuelvan habituales. La persona que padece de una disfunción se siente impotente; trata de hacer lo correcto, sabe que no lo logra y está convencida de que hay algo en ella que no funciona. Cuando re64

flexionamos sobre la música, la pintura, la literatura, el pensamiento, el sentimiento o el amor, nos sentimos inclinados a pensar que Beethoven, Bach, Picasso, Miguel Ángel, Tolstoi, Joyce, Wittgenstein, Einstein, Dirac o Dante emplearon sus propios métodos y no lo que se les había enseñado y se tenía por correcto. Los maestros que se encuentran al frente de una clase dependen de las palabras para hacer que sus alumnos comprendan un tema. Tal método de instrucción parece ser ineludible, pero ello no implica que no presente serios inconvenientes. Las leyes de la naturaleza, según se las enseña hoy día, se han hecho tan habituales en nuestro modo de pensar que no nos detenemos a considerar qué significan en realidad, La ciencia no descubre las leyes de la naturaleza sino más bien las leyes de la naturaleza humana. Tal vez lleve muchos siglos descubrir cómo funciona nuestro cerebro, debido a que buscamos sus manifestaciones en el exterior. Tomemos como ejemplo el triángulo, una de las figuras geométricas más simples. Todo lo que sabemos acerca de los triángulos desde antes de Euclides y hasta hoy está contenido en la simple figura que dibujamos fuera de nosotros mismos en un trozo de papel; sin embargo, las bisec65

trices, las perpendiculares, las medianas, los círculos inscriptos y circunscriptos, el área y las diferentes clases de triángulos son producto de nuestro cerebro, no las leyes del triángulo dibujado en el papel. Fue Pascal o Descartes quien, a la edad de trece años completó su comprensión de la geometría y redescubrió lo que hoy sabemos sin haber descubierto otras leyes de la naturaleza que no fueran las de su propio pensamiento. Se necesitan de treinta a cuarenta años para familiarizarse con cualquier “ley” importante, con cualquier pensamiento de verdadera originalidad, tal como la tabla periódica de Mendeleiev, la fotografía en colores, la relatividad y la doble espiral en genética; para ese entonces tal vez pueda apreciarse su significado y comprenderse de manera más clara su aplicación. Por supuesto, algo relacionado con todas estas cosas está presente “ahí afuera”, en el medio, y nuestros cerebros han sido conectados desde el principio hasta la actualidad por lo que les llega desde el exterior a través de los sentidos. Si no tuviéramos sentidos, ¿qué clase de leyes existirían en el mundo? Nuestros cerebros no pueden funcionar sin un mundo exterior, sin los músculos y los huesos, que sólo son necesarios debido a que la autopropulsión es fundamental para la vida animal. 66

La serie de los números “naturales”, que va desde 1 hasta el infinito, es quizás un ejemplo todavía más convincente de que las leyes constituyen un estudio del modo como funcionan nuestros cerebros, dado que se sostiene que esta ley sólo se halla en la realidad “objetiva”. Existen números pares e impares en la serie, y su distribución es peculiar. También hay números primos, que se distribuyen de otro modo. Están además los tríos pitagóricos: 32 + 42 = 52, dado que 9 + 16 = 25, etcétera. En la serie existen suficientes leyes como para llenar un grueso libro. Ahora bien: ¿en qué lugar del mundo exterior se hallan la serie y sus leyes? La serie existe solamente cuando la escribimos o la imaginamos, que es aquello para lo que nuestros cerebros fueron programados. Es obvio que todas las leyes de la serie de los números naturales son ante todo las leyes de funcionamiento del cerebro. El aprendizaje orgánico es activo, se produce cuando estamos de buen talante y funciona a intervalos cortos. La actitud es menos seria y los intervalos más erráticos en comparación con un día de aprendizaje o estudio escolar. Sería bueno que les contara una anécdota. Hace unos años tuve la buena fortuna de ser presentado a Margaret Mead por Jean Houston y Bob Masters en 67

el restaurante Serendipity de Nueva York. Ya sentados a la mesa, Margaret Mead dijo que le gustaría hacerme una pregunta para ver si mi respuesta leerá de provecho. En el curso de sus estudios antropológicos había vuelto a la misma isla durante más de veinte años; sin embargo, no había podido enseñar a los pobladores ni a sus hijos ciertos movimientos del pie, algo así como saltar de un pie a otro, a pesar de que eran buenos cazadores y pescadores. Aunque me sentía incapaz de proporcionarle una respuesta precisa sin saber un poco más acerca del movimiento, le dije que en mi opinión era probable que la falla o interferencia proviniese de alguna inhibición o tabú relacionados con el gateo durante la infancia. Exclamó que creía que iba por buen camino; luego me explicó que los habitantes de esa isla no permitían que sus bebés apoyaran los cuatro miembros en el suelo por miedo a fomentar sus instintos bestiales. Por tanto el gateo había sido eliminado por completo. Esta reunión fue el comienzo de una amistad que duró hasta la muerte de Margaret Mead. Una persona que se proponga examinar su aprendizaje orgánico con el fin de evaluar en qué aspectos ha desarrollado al máximo su potencial genético debe recordar que hay pocos procesos intelec68

tuales en los cuales el pensamiento pueda separarse de la conciencia de estar despierto. Estar despierto significa que sabemos si estamos de pie, sentados o acostados; significa que sabemos cómo estamos orientados en relación con la gravedad. Cuando pensamos con palabras, así sea en forma subliminal, somos lógicos y pensamos de acuerdo con pautas familiares, con categorías acerca de las cuales hemos reflexionado, leído u oído, o que hemos soñado o enunciado en algún momento del pasado. Aprender a pensar de acuerdo con pautas de relaciones, con sensaciones desprovistas de la fijeza de las palabras, nos permite hallar recursos ocultos y nos capacita para crear nuevas pautas, para transferir pautas relaciónales de una disciplina a otra. En resumen, pensamos de manera personal y original, y de ese modo elegimos otra ruta hacia lo que ya conocemos. En mi opinión, el aprendizaje que permite un mayor crecimiento de las estructuras y de su funcionamiento es el que conduce a nuevas y diferentes formas de llevar a cabo tareas que ya sabemos cómo realizar. Este tipo de aprendizaje aumenta mi capacidad para elegir con mayor libertad. Si dispongo de un solo modo de actuar, mi única opción será actuar o no actuar. 69

Tal vez lograrlo no sea tan sencillo como parece. Todos giramos la cabeza hacia la derecha cuando deseamos mirar en esa dirección; también los hombros acompañan el movimiento. Desde el punto de vista del aprendizaje orgánico, el movimiento de la cabeza, los ojos y los hombros en la misma dirección es la acción más primitiva y simple que se aprende en la niñez. El sistema nervioso es capaz de otros patrones de movimiento, por ejemplo el de desviar los ojos hacia la izquierda mientras la cabeza y los hombros giran hacia la derecha. En realidad existen seis posibilidades diferentes. Intente cualquiera que no le sea familiar. Hágalo muy despacio, de manera de darse cuenta hacia dónde mueve la cabeza, los ojos y los hombros a la vez que “diferencia” este movimiento del único patrón conocido por usted. ¿Con qué objeto? Observe lo que sucede cuando logra realizar un patrón nuevo algunas veces y consigue hacerlo más o menos tan bien como el conocido. Se sentirá más alto, más liviano, respirará mejor y tendrá una sensación de euforia que tal vez nunca haya experimentado anteriormente. Toda su corteza intencional funcionará con una cualidad de autodirección que usted siempre sintió que podía tener. Imagínese ahora que aprende a distinguir y a re70

modelar la mayor parte de usted mismo, es decir, la mayor parte de su actividad. Su corteza intencional se desprenderá de todas las pautas compulsivas, desprovistas de alternativas; y usted se sorprenderá al verse actuar de muchas maneras nuevas. Para facilitar su tarea empiece por sentarse o acostarse. De faltar la presión en las plantas de los pies, como ocurre cuando está acostado, la corteza intencional se liberará del patrón “estar de pie” en todo el cuerpo. Tal vez sea ésta la primera vez en su vida que se crean nuevos patrones alternativos en las conexiones de la corteza y afectan su conducta. El tipo de aprendizaje que logrará si intenta seguirme es el mismo al que apuntan las lecciones de autoconciencia por el movimiento, las cuales no ponen el énfasis en el movimiento que usted está realizando sino en la forma en que se dirige a sí mismo al hacerlo. Pensemos en algo tan simple como es la capacidad de mover independientemente el cuarto dedo de cada mano: el dedo anular, que no parece tener importancia alguna. Pues bien, este detalle permite dividir a la humanidad en dos grupos: el de los que saben ejecutar música y el de los que sólo saben comprar entradas a conciertos o equipos de alta fidelidad. Podemos llevar una vida “normal” con 71

el anular acompañando los movimientos de sus vecinos, el medio y el meñique. Sin embargo, tocar el violín, la flauta, el piano y la mayor parte de los demás instrumentos requiere el movimiento independiente de los anulares y que éstos posean el mismo grado de diferenciación que el índice o el pulgar. El anterior es un pequeño ejemplo del gran potencial que puede descubrirse en toda persona si se tratan las estructuras y los patrones de funciones en forma metódica. No es fácil dominar tales habilidades, pero la educación y el aprendizaje experimentarían un cambio cualitativo si se difundiera un sistema como éste. “Diferenciación” es una palabra bastante complicada. La importancia de esta acción está en que aumenta el número de opciones respecto de aquello que ya sabemos realizar de un solo modo. Cuando no existen alternativas podemos estar bien si somos afortunados; si no lo somos sentiremos temores, dudas e incluso ansiedad de tanto en tanto. Cuando no existe ninguna posibilidad de elegir sentimos que no podemos cambiar, aun sabiendo que la causa de nuestra infelicidad somos nosotros mismos. Pensamos: “No sirvo para nada. No puedo hacerlo de otro modo, siendo lo que soy”. Una gran variedad de opciones nos permite ac72

tuar de manera diferente y apropiada en situaciones similares pero no idénticas. Tal vez nuestras respuestas sean estereotipadas, pero se adaptan a las situaciones. Podemos utilizarnos para que nuestras vidas sean mejores. No podremos desempeñarnos en forma satisfactoria si nuestros pensamientos, sentidos y sentimientos no afectan nuestros actos o respuestas. De este modo, aunque más no sea en su expectativa o imaginación, usted debe sentirse satisfecho y feliz por haber logrado determinada acción o resultado: es lo que hace que las terapias sean efectivas. Al finalizar este libro usted contará por lo menos con algunas herramientas que podrá utilizar por sí solo. RESUMEN

Los seres humanos poseemos el sistema nervioso central (SNC) más complejo de todos los mamíferos. Todos los sistemas nerviosos están preparados para el aprendizaje filogenético, como en las criaturas más primitivas. El SNC humano constituye la estructura más apta que existe sobre la Tierra para el aprendizaje individual (ontogenético). El mundo externo afecta los sentidos y los cerebros tanto 73

que, si nacemos en un medio en el que se habla uno cualquiera de los tres mil idiomas existentes, podemos aprender y conocer ese idioma debido a la conformación de nuestro cerebro. El oído, la boca y todo el resto están preparados para hablar ese idioma tal como se lo habla en ese ambiente.

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ASPECTOS BIOLÓGICOS DE LA POSTURA

La estabilidad, es agradable. También implica dificultad para comenzar a moverse y para ser movido. A un boxeador que ha caído sólo lo salva la regla según la cual no debe ser destruido antes dé que haya vuelto a asumir una posición inestable. Entonces podrá moverse pura atacar y evitar que lo vuelvan a derribar. La estabilidad (cuando estamos protegidos) aumenta la sensación de seguridad. La inestabilidad implica riesgo pero facilita los movimientos. Ambas son biológicamente importantes. Adherirse sólo a una produce inseguridad por falta de opción. Cuando observamos los enormes edificios que se yerguen en las grandes ciudades, por lo general no nos detenemos a pensar en sus cimientos. Quizás advirtamos con sorpresa que hay departamentos vacíos en un edificio que parece una activa colmena la mayor parte del tiempo. Pero si un terremoto sacude la ciudad, son los cimientos los que decidirán si el edificio se mantendrá en pie y podrá ser reparado o si se derrumbará sin remedio. Comenzamos con una 75

estructura estática, y en tiempos normales sólo nos preocupa saber cuáles son los usos que pueden darse al edificio. Pero cuando debemos tomar en cuenta el equilibrio dinámico en situaciones de estrés o trauma, las cosas cambian. Resulta entonces importante conocer la profundidad, composición y calidad de los cimientos, así como el diseño y el método de construcción de la superestructura. Con los seres humanos nos relacionamos de la misma manera que con los edificios estáticos mientras permanecen en pie. Siempre y cuando funcionen y no causen más problemas de lo aconsejable para ellos y la sociedad, no pensamos cómo fueron construidos ni con qué. No nos interesa saber cómo crecieron hasta convertirse en lo que son. A los hombres en general les importa poco saber qué clase de golpes pueden soportar sus congéneres y cuáles los destruirían sin remedio. Sólo el ingeniero de estructuras está en condiciones de determinar, sobre la base de su capacidad, experiencia e inventiva, qué edificios deberán ser reparados y cuáles están condenados. Los seres humanos, como todos los seres vivientes, se recuperan de pequeños golpes, heridas y contratiempos. Cuando una persona es golpeada y el usual y misterioso proceso de recuperación no logra 76

restablecer la normalidad, no se la condena sino que se la asiste para que sane. Una cantidad casi increíble de terapeutas se ocupará de un dolor y su localización sin pensar, en ningún caso, que es un individuo, un ser humano, el que tiene problemas. Tal vez un ejemplo extraído de mi práctica aclare este, punto. Una mujer de unos sesenta años se quejaba de dolores agudos persistentes en la parte inferior del abdomen, por encima del pubis. Consultó á su médico, quien prescribió radiografías, análisis de sangre y de orina y los exámenes de rutina que todo médico concienzudo ordena. Por fin le informó que no había hallado nada anormal. Por supuesto, su estado de salud no era el mismo que cuando tenía veinte años. De todos modos, teniendo en cuenta su edad, podía recetarle un analgésico, pero era probable que el dolor desapareciera por sí sólo. El dolor persistió, de modo que la señora volvió a consultar a su médico, quien le sugirió que viera a un ginecólogo. Este siguió el mismo procedimiento de examinarla, prescribirle radiografías y estudias y le dijo lo mismo: “No veo nada anormal, pero, por supuesto, usted no es la misma que cuando era joven”. Ella alegó que no podía dormir y que se le hacía difícil trabajar, de manera que el ginecólogo sugirió que consultara a un or77

topedista para que examinara sus estructuras pélvica y lumbar. El ortopedista por su parte, repitió las radiografías y los exámenes e hizo todo lo que un ortopedista concienzudo debe hacer. Creo que no es necesario que les relate otra vez la misma historia. Ante las quejas de la paciente, el ortopedista le aconsejó un examen neurológico; éste se hizo, con el mismo aburrido e inevitable resultado. Como la pobre mujer afirmó que había estado sufriendo durante ocho meses y que ya no podía atender sus quehaceres diarios, el neurólogo le aconsejó que consultara a un psiquiatra, ya que ninguno de los otros expertos, entre los que se incluía, había podido hallar una causa orgánica para sus dolores. Resultó ser que había estado en un campo de concentración en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, y en ese entonces había perdido un hijo. Cuando fue liberada, a los diecinueve años, no sabía cómo ganarse la vida; fue cuidada por los franceses después de haber sufrido un colapso nervioso y antes de ingresar a un kibbutz en Israel. A los pocos años volvió a casarse, sólo para perder tanto a su marido como a su hijo en la última guerra israelí. Esta señora poseía una extraordinaria vitalidad, fortalecida y madurada por su sufrimiento. Sin embargo, dado que 78

ya no podía dar a luz, sintió que no estaba en condiciones de rehacer su vida por tercera vez. Entre los dos descubrimos que el dolor que sentía estaba localizado en aquella parte de su cuerpo que le había causado más daño. Lo que deseo destacar es que todos los médicos que ella consultó trataron solamente la parte de su cuerpo que le molestaba; ninguno la trató como individuo. Tal vez el psiquiatra hubiera conseguido algún resultado, pero sin llegar a saber si existía o no una causa orgánica. A la señora le asustaba la idea de consultar a un psiquiatra, ya que temía que se dudara de su cordura. Más adelante les explicaré cómo se recuperó de sus dolores, una vez que se hayan familiarizado con mis razonamientos. Si recuerdan la anécdota del hombre que aprendió a bailar tal vez puedan adivinar, en principio, qué fue lo que hice. No somos un edificio estático: restablecer el buen funcionamiento de un ser humano es mucho más delicado. Se requiere un conocimiento más fundamental acerca de cómo llegamos a funcionar de la forma en que lo hacemos, así como mayor información para comprender lo que una persona por sí sola no comprende. Después de todo se trata de una persona como usted y como yo. ¿Cómo es posible que 79

no sea consciente de la dinámica de su vida, que se vea a sí mismo como una especie de máquina viviente que persevera mientras tenga vitalidad? En otras palabras, su vitalidad desaparece cuando deja de funcionar. Pero esto no es realmente una explicación. Parece evidente que la vida no es estática, sino un proceso que continúa en el tiempo desde el principio y que avanza hacia un futuro sin límites. Tal vez todos sepan que la vida es un proceso, pero no todo el mundo sabe que el equilibrio estático no se aplica a un proceso. Cuando una estructura estática es derribada, permanece allí donde cayó. En cambio un cuerpo viviente, en movimiento o inerte, reacciona de maneras inesperadas al ser derribado. Los sistemas compuestos por un gran número de sistemas más elementales, o los organismos compuestos por organismos vivientes más pequeños no dejan de funcionar cuando son maltratados o derribados; se rigen por leyes introducidas o descubiertas por nosotros. Estas leyes gobiernan los grandes sistemas, los organismos vivientes, las especies, las civilizaciones, etcétera. Veamos un poco más de cerca qué es lo que sabemos sobre el equilibrio dinámico o, mejor aún, sobre el equilibrio de los grandes sistemas, en los 80

cuales la actividad y el movimiento son la regla. Un ser humano, compuesto por 258 células vivientes individuales, es grande incluso en términos astronómicos, y puede ser considerado un sistema grande. La industria del acero, ICI, y las Phillips de este mundo constituyen grandes sistemas. Un ser humano que se rompe una pierna o un brazo se ve disminuido durante un tiempo y retrocede a un estado inferior de actividad; sin embargo, pronto se recupera y en la mayoría de los casos puede seguir desarrollándose. En un gran sistema como los que acabamos de mencionar, si una planta entera es destruida, el sistema se verá un poco rezagado pero a la larga se recuperará para continuar con su desarrollo. En el equilibrio dinámico la cuestión no se refiere a permanecer de pie o a caer, sino a la magnitud del golpe que puede recibir el sistema antes de que se haga, imposible la recuperación del desarrollo. Cuanto mayor sea el número de sistemas pequeños que conformen el sistema principal, mayores serán las probabilidades de recuperación y supervivencia. El gran químico Le Chatelier estudió los problemas del equilibrio dinámico de los grandes sistemas. Demostró que cuando tal equilibrio se ve perturbado, es la acción de fuerzas internas —y no externas— lo 81

que restablece la normalidad. Cuando en los seres humanos se produce una alteración del equilibrio, como por ejemplo en el caso de fiebre alta, envenenamiento o infección, las fuerzas internas se movilizan para restablecer el nivel normal de funcionamiento u homeostasis. La postura humana es un equilibrio dinámico, a pesar de lo que implica la “situación” estática. Una postura es buena si permite recobrar el equilibrio luego de una gran perturbación. Tomemos una botella vacía por el cuello y desviémosla lentamente de la posición vertical hasta un punto en que sintamos que, al soltarla, la primera tendencia de la botella será volver a su posición anterior. Al ser soltada, la botella oscilará varias veces antes de que la fricción reduzca a cero las oscilaciones consecutivas y regrese al equilibrio estático, tal como estaba antes de ser movida. Este es el ejemplo tangible más sencillo de la forma en que las fuerzas internas se movilizan para restablecer el equilibrio. En realidad el ejemplo peca de simplificación excesiva pues la transformación de la energía potencial en cinética y viceversa es el resultado de la desviación de la botella y de la gravitación y por tanto no se trata de las fuerzas internas que surgen en los grandes sistemas. La postura 82

erguida del ser humano, que en adelante llamaremos simplemente postura, no se rige por las leyes del equilibrio estático. Una estatua de un hombre o una mujer, por más pesada que parezca, puede ser derribada por una tormenta fuerte. Por lo general las estatuas de forma humana poseen largas varas bajo sus pies, las cuales son embutidas en el soporte o pedestal y fijadas a la piedra con plomo fundido. La cabeza y el tronco, muy pesados, se hallan en la parte superior, de modo que el centro de gravedad es demasiado alto para una buena estabilidad. En nuestro cuerpo el centro de gravedad se halla en la región de la tercera vértebra lumbar, a más de un metro de altura. El centro de gravedad de las configuraciones cambiantes de un cuerpo no es un punto fijo en el cuerpo. Es más difícil permanecer de pie que moverse. Los jóvenes soldados que deben estar en posición de firmes durante un desfile a veces caen inconscientes después de estar inmóviles durante un período prolongado. Los bebés caminan precipitándose hacia adelante mucho antes de poder permanecer de pie, sin moverse. Tendremos que volver sobre el tema de la dinámica de la postura humana debido a que nuestro sistema nervioso, al haber evolucionado junto con el esqueleto y los músculos en el campo gravitacio83

nal, se halla estructurado para tratar con la dinámica de un cuerpo erecto con un centro de gravedad muy alto. Diría que tanto nuestro sistema nervioso como nuestro cuerpo actúan con el fin de restaurar el equilibrio más que de mantenerlo. La estructura y la función del sistema nervioso proporcionan los principios y los medios para que utilicemos nuestro cuerpo de manera eficiente, cosa que es fundamental si hemos de aprender a funcionar en armonía con nosotros mismos. Los movimientos eficientes y armoniosos previenen el desgaste. Más importante es sin embargo la forma en que afectan nuestra imagen y nuestra relación con el mundo que nos rodea. A través de mi experiencia personal he descubierto un fenómeno que hoy constituye uno de los fundamentos de mi enseñanza. Creo haber mencionado que en mi juventud me lesioné gravemente una rodilla mientras jugaba al fútbol. Fue una lesión grave, por lo que estuve incapacitado durante varios meses. La pierna sana debió trabajar en exceso y perdió mucho de su flexibilidad y agilidad. Cierto día, mientras avanzaba saltando con la pierna sana, resbalé en una mancha de aceite en la calle. Sentí que la rodilla casi se dislocaba, pero por fin volvió a su posición normal. Seguí saltando hasta mi casa. Al 84

llegar allí tuve que subir dos tramos de escaleras; cuando llegué me alegré de poder acostarme. De a poco sentí que la pierna sana se me endurecía y se llenaba de líquido sinovial. La pierna que primero se había lastimado estaba fuertemente vendada y me dolía tanto que no podía sostenerme sobre ella. Por consiguiente seguí saltando con la pierna que casi me había dislocado, mientras pensaba que tal vez pronto no podría mantenerme en pie y debería permanecer en cama. Me dormí apesadumbrado. Cuando me desperté e intenté averiguar si podía ir hasta el baño sin ayuda, me sorprendí al descubrir que podía sostenerme sobre la pierna que no había utilizado desde la lesión. De algún modo el trauma de la pierna sana había causado la mejoría de la pierna enferma; de hecho, de haber estado tan bien como estaba en ese momento no habría tenido necesidad de saltar. Pensé que me estaba volviendo loco; ¿cómo podía ser que una pierna cuya rodilla me había impedido sostenerme por espacio de varios meses se curara de repente y casi sin dolor? Más aún, el cuadriceps de esa pierna casi había desaparecido, como suele ocurrir en las lesiones graves del menisco, y el muslo era visiblemente más delgado. En apariencia el cuadriceps había adquirido suficiente tonicidad como 85

para que yo pudiera sostenerme sobre esa pierna. Nunca antes había oído que se pudiera producir un cambio tan milagroso en una rodilla lesionada cuando en las radiografías aparecían con claridad anormalidades anatómicas. Un sudor frío me cubrió el rostro y no supe si estaba despierto o soñando. Intenté moverme, apoyándome en los muebles: no cabía duda. Me sostuve sobre la pierna enferma, mientras que aquella con la que había estado saltando se convirtió en auxiliar. La antigua pierna enferma no se enderezaba por completo y debía apoyarme en la punta del pie más que en el talón, pero no cabía duda: la pierna soportaba la mayor parte de mi peso. Por miedo al ridículo no hablé con nadie: no sabía de cierto qué había sucedido. Estaba convencido de tener algún problema mental: era imposible que una rodilla se curara en cuestión de horas; sin embargo, el accidente de la rodilla sana había mejorado a la lesionada. Muchos años después, mientras leía un libro del profesor Speransky, A Basis for the Theory of Medicine, me di cuenta de que cambios como el que yo había experimentado sólo pueden comprenderse si se los relaciona con el sistema nervioso. Yo mismo había pensado en esa posibilidad, pero no me atrevía a decir nada ni a actuar en base a 86

una idea tan alocada. La inhibición de una parte de la corteza motora puede alterar el punto simétrico vecino hasta llegar a excitarlo o reducir su inhibición. Pavlov sostenía que un punto de excitación en la corteza cerebral está necesariamente rodeado por una zona de inhibición. En la época de las lesiones consideré alocada la idea de que se pudiera provocar un cambio en una estructura anatómica alterando el funcionamiento del cerebro, lo cual requiere una cantidad insignificante de energía en comparación con la que se necesitaría para producir un cambio en el esqueleto. Posteriormente recopilé historias de casos similares. Pregunté a la doctora Spitz, dentista experimentada que instruyó a una generación de ortodoncistas, si alguno de sus pacientes que se hubiera quejado de dolores en un diente de un lado de la mandíbula había podido volver a masticar de ese lado repentinamente luego de sufrir un accidente traumático en el otro lado. La doctora Spitz recordó tres casos en su larga carrera, pero admitió que nunca antes los había mencionado: había tratado de olvidarlos al no poder hallar ninguna explicación racional de lo ocurrido. En las hemiplejías, el lado sano muestra un tono muscular incrementado casi al mismo tiempo en que el cuadríceps de la pierna paralizada comien87

za a desaparecer y la pierna a adelgazar. El profesor Speransky fue nombrado director del Instituto Pavlov después de la muerte de Pavlov; recopiló, de médicos de toda Rusia, casos similares a los que él había observado. Después de aplicar una inyección en un brazo se observaban en el mismo punto del otro brazo, alteraciones que constituían la imagen invertida de la inyección y el edema circundante. No encontró explicación alguna que no implicara la participación del sistema nervioso. Tuve el privilegio de contar con la frecuente presencia de Karl H. Pribram en el curso que dicté en San Francisco. En cierta ocasión en que Pribram contestaba preguntas del público, le pregunté si podía explicar por qué cuando se toca reiteradamente el interior de la oreja se produce — tal como yo había podido observarlo — una sensación de calor en la mano y el pie del mismo lado. La dilatación de los capilares y el aumento de la irrigación sanguínea son provocados por el sistema nervioso autónomo y, que yo sepa, éste no llega a la zona de la oreja. El profesor Pribram, que fue neurocirujano en los comienzos de su ilustre carrera científica, nos contó que en cierta oportunidad había tenido un caso de cirugía cerebral en la región de la oreja; mientras operaba había 88

observado brotar la transpiración alrededor de los labios del paciente. Más tarde investigó la causa de este fenómeno, dado que no existen inervaciones simpáticas ni parasimpáticas conocidas en la región de la oreja. Hace veinticinco años publicó un trabajo que dio respuesta a mis preguntas. Necesitamos un enfoque científico más imaginativo para comprender las funciones interrelacionadas de todos los aspectos de nosotros mismos, en lugar de conformamos con la idea de función localizada. Se trata de un problema muy complejo y debemos prepararnos para más de una sorpresa antes siquiera de tener los cimientos sobre los cuales construir un edificio de conocimiento y claro entendimiento. Ya estamos preparados para estudiar con más detalle la postura. Todos los animales utilizan su cuerpo en el campo de la gravitación; sus movimientos son primero exploratorios y luego, al actuar, parecen ser alertas pero también atentos. Utilizar nuestro cuerpo implica, en primer lugar, un desplazamiento, que por lo general se lleva a cabo modificando la configuración del cuerpo. Entre un desplazamiento y otro existe siempre un momento en que el cuerpo, hablando en términos prácticos, no cambia de posición en forma significativa. Este momento de relativa 89

inmovilidad es típico de cada especie, incluyendo al hombre: es la característica específica de un cuerpo determinado. Sea cual fuere el desplazamiento de todo el cuerpo, o cualesquiera otros cambios estacionarios en la configuración de sus partes, el animal debe atravesar un punto de inmovilidad práctica: este punto se denomina postura animal. La postura de un animal puede compararse con la “postura” de un péndulo en movimiento. Tanto si la oscilación es amplia como si es reducida, el péndulo siempre pasa por la posición de inmovilidad, que puede considerarse como una postura. Ninguna oscilación puede iniciarse en una posición que no sea la vertical; con cada oscilación el péndulo pasa por su configuración de postura. Esta analogía requiere una importante corrección, que explicaré en breve. Podemos abordar la cuestión desde otro punto de vista. Todas las especies animales poseen una postura característica, que por lo general imaginamos erguida, a pesar de que dinámicamente es la configuración del cuerpo a partir de la cual se realiza cualquier acto. Antes de tenderse, correr, nadar, copular o realizar cualquier otra acción, el animal vuelve a la postura erguida. En la mayor parte de las actividades, el animal pasa por la 90

configuración erguida antes de recuperarla. Cuando nos sentamos, lo hacemos desde la postura erguida. Cuando levantamos o lanzamos algo, cuando saltamos, nadamos o hacemos cualquier cosa, empezamos y terminamos erguidos. La trayectoria del centro de gravedad entre dos actos debe pasar necesariamente por el punto erguido. Comenzará en ese punto de la trayectoria y retomará allí una vez que cese la actividad. Por lo tanto, considero que la postura es el punto de la trayectoria de un cuerpo móvil en el que necesariamente comienza y termina cualquier desplazamiento. Todo esto si consideramos la postura dinámicamente o desde el punto de vista del movimiento, que constituye la característica más general de la vida. Es la inmovilidad estática, en el mismo lugar y con la misma configuración, lo que por lo general pone en peligro la vida o termina con ella. Un animal muerto abandona su postura característica y se convierte en una configuración estática, sin vida. La principal corrección que debo hacer a la analogía con el péndulo es que éste normalmente se encuentra en su posición más baja, como lo está un animal muerto. Un péndulo “vivo”, al igual que un animal vivo, tiene su centro de gravedad en la posición más alta posible: el comienzo o final caracterís91

tico de cualquier desplazamiento de sí mismo. Un péndulo invertido, como por ejemplo una esfera en el extremo superior de un palo — lo que llamo un péndulo “vivo” — hace que la analogía sea más exacta, pues el centro de gravedad está situado en su nivel más alto cuando este péndulo está inmóvil. Esto es posible, pero tan difícil como permanecer de pie en absoluta inmovilidad. Lo que diferencia la vida vegetal de la vida animal son principalmente los modos de reproducción, alimentación y autopreservación. Los animales realizan todas estas funciones a través del movimiento y de los cambios de posición: en suma, de la autodirección, mientras que los vegetales, en comparación, están inmóviles y estáticamente fijos en la tierra. Ningún animal puede reproducirse sin aparearse, y no puede aparearse —ni tampoco encontrar pareja, en primer lugar— sin moverse. En cambio los árboles no necesitan desplazarse para obtener similares resultados, aunque algo de movimiento debe de haber para que tenga lugar la reproducción, incluso entre los vegetales. La principal diferencia está en que en el mundo animal todo es en gran medida dinámico y activo, mientras que el mundo vegetal es en gran medida estático, inmóvil y pasivo. 92

Incluso el movimiento defectuoso, el principio y el final del cual sigue siendo la postura característica de un animal, no es muy complejo ni crítico para la reproducción. Los discapacitados, tanto hombres como mujeres, incluso los dementes, son capaces de desplazarse lo suficiente como para reproducirse. El tiempo tampoco constituye un problema importante, pues es cuestión de meses y casi cualquier postura sirve. Notemos, de paso, qué difícil es el habla; si vuelve a leer los últimos párrafos apreciará que he evitado utilizar algunas maneras muy comunes de decir lo que quería expresar. El mundo no es sólo un blanco y negro, sino que contiene todos los matices posibles del gris. Es más fácil llegar a entendernos con los demás cuando somos amigos y hemos establecido un significado común de las palabras, que hablar con la suficiente precisión como para ser comprendidos por aquellos que no desean ser engañados. La alimentación es asunto mucho más difícil y crítico, tanto para los animales como para los vegetales. Creo que sólo los camellos son capaces de sobrevivir una quincena sin beber. No he verificado esta afirmación; sólo la escuché de beduinos como si se tratara de un lugar común; para los beduinos el 93

camello es casi tan importante como ellos mismos. Si consideramos el aire como un alimento, lo cual es cierto, entonces es más delicado, ya que lo que separa la muerte de la supervivencia son unos pocos minutos. Si tomamos agua y luego la eliminamos con el alimento y la transpiración, el límite de supervivencia será de algunos días, salvo tal vez en el caso del camello y de algunos insectos. Muy pocos seres pueden sobrevivir más de una semana sin agua. En general la comida es asunto menos crítico que el aire o el agua. En resumen, el aire, el agua e incluso la comida son mucho más importantes para la supervivencia de los individuos que la reproducción. El elemento que debe ingerirse limita la existencia de cualquier animal a unos minutos, días o algo más de una semana. Pensemos en la supervivencia de la vegetación sin humedad. Pensemos en la vegetación desértica y en el efecto del calor y de las heladas sobre la vegetación, sobre los animales y sobre el hombre. En lo que se refiere a la temperatura y al alimento, el movimiento es mucho más importante para el individuo que la reproducción en condiciones óptimas. Sin embargo, la vida se ve limitada por el factor más bajo que comprometa la supervivencia. El período menor de supervivencia en cuanto al aire, el agua, la 94

temperatura y la alimentación todavía se mide en minutos o en días; dicho límite también es válido para la reproducción. En la supervivencia el valor más bajo es el que cuenta. La postura —el pasaje entre el comienzo y la finalización de cualquier movimiento — es más importante para la supervivencia que para la reproducción. Los hombres y los animales, sanos, móviles, alertas y bien organizados tienen muchas más posibilidades de sobrevivir que los discapacitados o los dementes. El tercer criterio biológico de la postura, como ya hemos dicho, es la autopreservación. Este aspecto de la postura es el más importante y puede limitar la supervivencia a una fracción de segundo, o a algunos segundos en el mejor de los casos. Dado que la autopreservación constituye la medida más rigurosa del buen movimiento, y que la buena postura es un caso particular de éste, tal vez nos sirva para describir la postura de manera más adecuada. Nuestros antepasados cazadores que vivieron hace diez o quince mil años perfeccionaron de tal modo sus movimientos — y por lo tanto también su postura — que, sin necesidad de garras, colmillos, cuernos ni pezuñas, valiéndose tan sólo de sus movimientos ágiles y diestros, permitieron a sus descendientes convertirse en reyes 95

del mundo animal. Allí donde se estableciera un grupo de seres humanos, los leones, las víboras, los jabalíes y los elefantes —los animales más diestros, fuertes y pesados— debían retroceder, retirarse o morir porque no podían igualar al más precario y débil de todos ellos: el cazador humano. Para lograr una gran variedad de movimientos, la capacidad de detenerse, de cambiar o de continuar, debía desarrollarse con presteza un cerebro veloz. Sin duda la debilidad inherente al ser humanos tuvo algo que ver con la formación de sociedades humanas y el desarrollo de hábitos tribales y de clanes. La postura humana permite realizar una variedad tal de movimientos que resulta apropiado calificar al hombre de rey del mundo animal —y no al león, como nos enseñaron de pequeños—. Ya hemos visto que en el hombre el centro de gravedad está situado muy alto debido a la altura de la cabeza, los hombros y los brazos. Tal estructura puede moverse con facilidad sólo si es utilizada en forma dinámica; vemos aquí una vez más las dificultades que plantea el lenguaje, ya que todo movimiento es dinámico. Para captar la diferencia entre uso dinámico y estático del cuerpo, pensemos en la estabilidad de un objeto que tiene un centro de gravedad muy bajo. Un objeto 96

cuyo mayor peso se halla cerca del suelo debe contar con alguna forma especial de potencia o de energía para poder elevarse mientras se desplaza: es lento para comenzar a moverse y sólo podrá hacerlo si recibe un aporte suficiente de energía. El hidroplano tiene estas características, lo mismo que el aeroplano común provisto de un tren de aterrizaje en su parte inferior. Estos cuerpos son estáticos en esencia y deben adquirir impulso después de habérseles conectado la provisión de energía, el arranque es torpe y lento a causa de su estructura. Al ponerse de pie el cuerpo humano produce y almacena energía y eleva su centro de gravedad hasta el nivel más alto compatible con su estructura. Normalmente almacena una energía potencial que le permite iniciar, en el campo gravitacional, cinco de los seis movimientos cardinales en el espacio. Para moverse hacia abajo, hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia adelante y hacia atrás sólo necesita dejarse ir, pues la energía que ha almacenado al ponerse de pie se transformará en energía cinética con sólo quitar los frenos, por así decirlo. El comienzo del movimiento es tan veloz como la intención de moverse o, dicho de otro modo, tan veloz como las intenciones de la corteza motora. 97

Podemos ver que la postura humana obedece a las leyes de la dinámica; esto se aplica incluso a la postura inmóvil, que es un punto particular en la trayectoria de los movimientos. Una persona puede dejar de moverse, continuar en la dirección original o modificar la dirección; un cuerpo estáticamente equilibrado (centro de gravedad bajo) que se propone moverse tiene que superar una gran inercia para poder cambiar de dirección. La transmisión nerviosa y la contracción muscular funcionan sobre la base del principio dinámico. No necesitan que se las provea de energía para iniciar el movimiento. El nervio cuenta con una reserva de energía para la conducción, energía que es recuperada para la siguiente descarga. Las fibras musculares se contraen y luego vuelven a llenarse de energía con el fin de prepararse para la siguiente contracción, que se produce de manera casi instantánea. La postura humana cuenta con otras ventajas sobre la de los animales. Una de ellas, reconocida hace mucho tiempo, es que los brazos no tienen que sostener el peso del cuerpo, lo cual, junto con la velocidad del cerebro, hizo realidad el poder de manipulación específicamente humano. Los monos antropoides poseen brazos, manos y músculos casi iguales a los 98

del hombre, pero sus pulgares no pueden realizar los mismos movimientos que los pulgares humanos. La capacidad de oponer la punta del pulgar a la de cualquiera de los otros dedos forma parte de nuestra destreza manipulativa, que es asombrosa cuando se la observa. Podemos ver a un virtuoso tocar el piano o el violín con dedos que se mueven más rápido de lo que nos lleva cerrar los ojos en una emergencia. Lograr una precisión de una sexagesimocuarta parte de un segundo o realizar un movimiento graduado de fuerza no son actos que se presencien muy a menudo. La postura humana no es simple ni fácil de lograr. Se requiere un largo y exigente aprendizaje. El aprendizaje que debe recibir un ser humano para alcanzar el mejor funcionamiento que permita su estructura es tan notable como cualquier otro elemento de la naturaleza. Echemos un vistazo a lo que puede lograr la postura humana. Puede caminar sobre un alambre que atraviese las cataratas del Niágara, cosa que ningún gato puede lograr ni siquiera con un palo sobre el hocico para equilibrarse, puede saltar con garrocha, hacer patinaje artístico, tocar el tambor como un virtuoso y lidiar toros como un matador, quien no se quita del camino de un toro enloquecido hasta que 99

los cuernos del animal tocan su capa roja. Puede saltar con esquíes, hacer malabarismos con diez objetos en el aire, como lo hacía Rasteli, zapatear, hacer acrobacias en el trapecio, bailar flamenco español y ser un derviche danzarín. Los buceadores de perlas pueden permanecer bajo el agua hasta cinco minutos, y gimnastas como los que ganan medallas de oro en las olimpíadas pueden trepar una escalera haciendo equilibrio y hacer una vertical con una sola mano en la punta. También existe el lanzamiento preciso de cuchillos. La movilidad y la destreza humanas constituyen un desafío a la imaginación. Pensemos en la habilidad que se necesita para fabricar relojes microscópicos, para colocar un tornillo microscópico, ¡qué sutileza de movimiento! Usted mismo podrá ampliar esta lista, de por sí larga. Ninguna de estas habilidades es innata; todas ellas requieren aprendizaje. ¿Cómo aprendemos? ¿Qué queremos decir con aprendizaje? ¿Cómo se aprende la postura humana? En aquellos casos excepcionales en que un bebé humano fue criado por animales fuera de la sociedad humana, caminaba en cuatro patas la mayor parte del tiempo y adoptaba una postura semierguida sólo durante breves períodos. Las cosas pueden ser aprendidas a medias e in100

cluso aprenderse mal. De ahí la gran variedad de posturas humanas, algunas no tan buenas como otras. Ya hemos mencionado que nuestro cerebro evolucionó junto con el aprendizaje de habilidades; volveremos sobre esto más adelante. La postura y la actitud se hallan tan íntimamente relacionadas que la mayoría de las personas se quejan de su postura aunque para sus adentros sospechen que hay algo en su estructura que no está bien. Creen que si pudieran “corregir” su postura cambiarían para mejor. Opino que casi están en lo cierto, pero no del todo; la postura sólo puede ser mejorada, no corregida. Sólo el concepto de postura ideal podría ser considerado correcto; no obstante, una postura ideal únicamente podría existir si tuviéramos un cerebro y un sistema nervioso ideales. El modelo ideal no existe en la realidad; podemos acercarnos a él hasta cierto punto, pero sólo acercarnos, y existen tantos modos de acercamiento como radios en un círculo. RESUMEN

Cuando la elección se reduce a un solo movimiento o acción, sin ninguna alternativa, la ansiedad 101

puede ser tanta que nos impida realizar ese movimiento, el único posible. Coloque una tabla de veinticinco centímetros de ancho sobre el piso y camine de un extremo a otro o imagínese que lo hace, visual o cinéticamente. Ahora eleve la tabla unos tres metros; asegúrela de manera que quede tan rígida como el piso. Súbase a ella e intente caminar hasta la otra punta, o imagine que lo hace, como anteriormente. Sienta o vea cómo produce usted el patrón de ansiedad. ¿Tiene algo que ver ese patrón con el miedo a caer? Sin embargo, algunas personas han aprendido a caminar por encima de un precipicio sobre un árbol o sobre una viga. ¿Cómo lo lograría usted?

102

PATRÓN CORPORAL DE LA ANSIEDAD

La ansiedad puede ser un fenómeno positivo y útil. Nos protege de lo que sentimos que podría poner en peligro nuestra existencia. La ansiedad se produce cuando en lo más íntimo de nuestro ser sabemos que no tenemos otra posibilidad, ninguna otra forma de actuar. Móntese a horcajadas en una tabla a tres metros de altura y, con los pies colgando, desplácese de un extremo a otro ayudándose con las manos. El hecho de no existir ninguna alternativa le impide utilizar su imaginación creativa, pues la ansiedad mantiene su elección en la alternativa que produce la ansiedad. No podemos cambiar. Un chino nunca se transformará en un esquimal; sin embargo, hay cosas que sí cambian en nosotros. La vida está limitada por el tiempo; es un proceso de acción que requiere que nos organicemos internamente para enfrentar los cambios externos e influir en ellos; podemos aprender a organizar nuestro interior para enfrentar los desafíos o desafiar a otros. La ansiedad hace que nuestra organización interna sea defectuosa y actúe de manera defectuosa y funcione mal. Cuanto más 103

estereotipados sean nuestros propósitos y actos, menor será su eficacia. La vida es un proceso temporal y el tiempo no puede congelarse. Sino aprendemos a conocernos lo más íntimamente posible, limitaremos nuestras opciones. La vida no es muy agradable para quien no tiene la libertad de elegir; es muy difícil cambiar si no podemos ver las alternativas. Entonces nos resignamos a soportar pasivamente las dificultades, como si hubiesen sido enviadas por el cielo. McDougall distingue catorce instintos diferentes: parental, sexual, de búsqueda de alimentos, de miedo o huida, de lucha, de construcción, de curiosidad, de repugnancia, de adquisición, de atracción (recíproco del parental), de rebaño (gregarismo), de autoafirmación, de sumisión y de hilaridad. Pavlov opina que existe un instinto de libertad: un animal se opone a estar atado o encerrado en un sitio donde sus movimientos se vean limitados. En fisiología se denomina instinto a la compleja integración de reflejos congénitos no condicionados, a diferencia de los reflejos adquiridos o condicionados. Los reflejos congénitos son característicos del sistema nervioso central de cualquier clase de anima104

les: son hereditarios y su formación, por lo tanto, es en gran parte independiente de la experiencia individual. La noción de “instinto” es demasiado vaga y, a veces, origen de conceptos erróneos. Cualesquiera que sean los instintos que tengamos en cuenta, podemos observar algo destacable: sólo uno de ellos —el miedo— inhibe el movimiento. Cuando un animal se asusta, se inmoviliza o huye. En ambos casos se produce una parálisis momentánea, causada por la primera reacción al estímulo del miedo. Se contraen con violencia los músculos flexores, en especial los del abdomen, y se detiene la respiración. A esto siguen diversas alteraciones vasomotoras, como aceleración del pulso, transpiración e incluso micción o defecación. Al doblar la rodilla se contrae el tendón de la corva, un flexor. Por lo tanto el músculo cuadriceps, un extensor antigravedad que es su antagonista, no puede contraerse lo suficiente como para enderezar la rodilla. La contracción de los flexores inhibe a sus extensores antagonistas o músculos antigravedad: por ello no se produce ningún desplazamiento antes que finalice esta reacción inicial. La inhibición inicial de los extensores va junto con todas las sensaciones que acompañan el miedo. A primera vista es 105

algo sorprendente. Podría esperarse que la primera reacción alejara al animal del peligro tan pronto como fuera posible. No es así cuando el estímulo del miedo es demasiado cercano o violento. El estímulo violento produce una contracción general de los flexores. La contracción inicial provoca el reflejo de estiramiento en los extensores, lo que posibilita un mayor esfuerzo al escapar. Sin embargo, la contracción inicial de los flexores también permite al animal inmovilizarse y simular la muerte si el peligro es demasiado cercano. Todas las demás alteraciones son producidas por un incremento en el contenido de adrenalina en la sangre, paso previo a un posible esfuerzo violento del corazón u otros músculos. Un bebé recién nacido es prácticamente insensible a los estímulos externos lentos y débiles. Apenas si reacciona a la luz, al ruido, a los olores e incluso a un moderado pellizco. Reacciona en cambio violentamente cuando se lo sumerge en agua demasiado fría o caliente. Si se lo baja de repente o se lo priva de sostén en forma brusca, sus flexores se centran con violencia y se detiene su respiración; seguidamente llora y presenta alteraciones vasomotoras generales, como aceleración del pulso, transpiración, etcétera. 106

Es sorprendente la semejanza entre la reacción de un bebé recién nacido cuando se le quita el apoyo y la que el miedo provoca en un adulto. La reacción a la caída está presente al nacer, es decir, es congénita e independiente de la experiencia individual. Por lo tanto es correcto hablar de reacción instintiva a la caída. Charles Darwin escribió un librito, The Expression of the Emotions in Man and Animáis. A pesar de las numerosas inexactitudes que contiene, es un libro muy importante. Creo que con el tiempo será considerado el primer trabajo confiable en psicología. En él hay más datos sobre la expresión física de las emociones que en muchos tratados modernos de psicología. La actitud de temor, las acciones de hundir la cabeza, agacharse, doblar las rodillas, etcétera, tal como las describe Darwin en este libro, son sólo detalles de la contracción general de los músculos flexores compatible con la acción de protegerse y resistir. En el recién nacido no puede provocarse una reacción similar a la de temor del adulto, como no sea alterando bruscamente su posición en el espacio. Cuando comienza a oír mejor, aproximadamente a las tres semanas, reacciona a los ruidos muy fuertes. 107

Es un hecho conocido que cuanto más fuertes son los estímulos, más se difunden e irradian de acuerdo con determinadas leyes. Así, si pellizco una mano moderadamente, por reflejo ésta se retirará. Si doy un pellizco más fuerte y no permito que la mano se mueva, el brazo opuesto se crispará. Si el estímulo es vigoroso o violento las piernas y todo el cuerpo entrarán en acción. M.A. Minkovsky ha descubierto que la irradiación, es decir, la difusión de la excitación a través del sistema nervioso, es muy intensa en los embriones humanos. Por ejemplo, al rascar el pie reacciona todo el aparato muscular: el tronco, el cuello y la cabeza. También en los bebés recién nacidos la propagación de la excitación es mayor que en el adulto. Los ruidos muy fuertes excitan la rama coclear del octavo nervio auditivo craneano. Dicha excitación se transmite a la rama vestibular del mismo nervio. En el adulto esta irradiación no se produce en el nervio sino en los primeros relés y posiblemente también en centros aún más altos. El octavo nervio craneano se divide, cerca del oído interno, en dos ramas: la coclear, que tiene que ver con la audición, y la vestibular, relacionada con el equilibrio. Si consultamos los libros de anatomía 108

de Testut o de Shaefer veremos que estas dos ramas están interconectadas de manera muy íntima e intrincada. Por supuesto que la difusión de los impulsos fuertes no se limita a las ramas del octavo nervio craneano. Más arriba, en la oliva superior, los estímulos intensos producidos por ruidos muy fuertes, se propagan y estimulan al décimo nervio craneano, que interviene en la retención de la respiración. Los impulsos fuertes que provienen de la rama vestibular son transmitidos de la misma manera a la oliva superior y hacen que se detenga la respiración. Es decir, se produce una alteración repentina en la región cardiaca. Tal alteración en las regiones diafragmática y cardiaca se percibe como ansiedad. Algunas personas la describen como la sensación de que el corazón se cae o como un vacío o frío en la región inmediatamente por debajo del esternón. La rama vestibular del octavo nervio craneano inerva los canales semicirculares y el aparato otolítico. A través de los primeros percibimos los cambios en la aceleración, y a través del segundo, los movimientos lentos de la cabeza en relación con la vertical. Así, la reacción que el adulto interpreta como miedo a caerse es hereditaria, congénita y no requie109

re experiencia personal antes de ser operativa. Cualquier descenso brusco y repentino en un recién nacido desencadena la serie de reflejos que percibimos como reacción a la caída. Por lo tanto la primera experiencia de ansiedad está relacionada con el estímulo de la rama vestibular del octavo nervio craneano. El feto aprende a oír en el vientre materno, donde los ruidos no son fuertes pero los líquidos los transmiten mejor. Un bebé responde violentamente a los ruidos muy fuertes y repentinos, que son los únicos que lo afectan. El estímulo es muy fuerte y se propaga desde la rama coclear auditiva hasta la vía vestibular; es probable que sea percibido como dolor. El bebé se sobresalta, con lo cual se estimulan en forma directa los canales semicirculares debido al movimiento de la cabeza. La topografía de la inervación del oído es responsable de la asociación directa de los ruidos fuertes con el miedo. También explica por qué muchos creen erróneamente que el miedo a los ruidos fuertes es el primer miedo no condicionado. En el antropoide y en el hombre el miedo a los ruidos fuertes tiene escasa importancia selectiva. El recién nacido es tan desvalido que la madre lo lleva consigo constante110

mente, y si los ruidos fuertes no le inspiraran miedo, sus probabilidades de supervivencia no cambiarían. El miedo a los ruidos fuertes no es una necesidad biológica esencial en la primera infancia. Por otra parte, un primate arbóreo recién nacido que se cae de un árbol —como es probable que haya sucedido con algunos por accidente y con muchos en ocasión de los grandes terremotos— tiene mayores posibilidades de sobrevivir si la caja torácica se hace flexible por la violenta contracción de los músculos abdominales y si retiene el aliento con la cabeza alejada del piso mediante la contracción flexora general. Como ya hemos dicho, de este modo no sólo la parte posterior de la cabeza no se estrellará contra el piso, sino también el punto de contacto con el piso será una espina dorsal muy arqueada en algún lugar de la región de las vértebras torácicas inferiores o más abajo, cerca del centro de gravedad. Por ello el choque se transformará en un impulso que recorrerá toda la estructura dorsal a ambos lados del punto de contacto y será absorbido por los huesos, ligamentos y músculos en lugar de ser transmitido directamente a los órganos internos y perjudicar al cuerpo de manera fatal. Es dable pensar que se trata de un factor selectivo diferencial y que los bebés que no reaccionaron 111

de ese modo a una caída tuvieron menos posibilidades de reproducirse. Por lo tanto, la especie sobreviviente posee esta reacción innata frente a la caída. Tal vez sea interesante señalar que lo que afirmo sobre la reacción a la caída corrobora el punto de vista de sir Arthur Keith en cuanto a que “fue en los árboles y no en el piso donde el hombre se inició en las primeras etapas de su postura y porte”. La postura del cuerpo que se enseña en el yudo para amortiguar la caída es exactamente la misma que adopta el bebé frente al estímulo de la caída. Por ello, es posible que los maestros de yudo y aikido descubran en la explicación anterior por qué es tan difícil para los principiantes utilizar los brazos para amortiguar la caída. Los brazos tienden a flexionarse según la reacción congénita a la caída. Por lo tanto, los principiantes tienden a lastimarse los codos antes de aprender a controlar e inhibir en forma consciente la flexión de los brazos. Más tarde aprenden a disociar completamente el movimiento de los brazos del patrón instintivo de contracción flexora producido por la caída. Caer sobre la espalda con la cabeza y los flexores abdominales contraídos permite al cuerpo soportar sin daños una caída desde una altura considerable. 112

El llanto del bebé se comprende mejor cuando es parte de la reacción a la caída que cuando es provocado por un ruido fuerte. El bebé caído siente dolor y requiere protección inmediata. El llanto que sigue a un ruido es en general superfluo, pues se supone que la madre conoce por lo menos tan bien como el bebé el significado del ruido y la información acerca de algún peligro que puede implicar. La acción refleja de asir un objeto que entra en contacto con la palma de un bebé durante las primeras semanas de vida tal vez sea otro aspecto de la contracción flexora y su importancia en la primera infancia. El hecho de que las crías de los gorilas se aferren al pecho velludo de sus madres es muy significativo. En resumen, el miedo innato es el miedo a la caída. La estructura anatómica determina que el que le sigue es el miedo a los ruidos fuertes. La sensación no condicionada de ansiedad es producida por la estimulación de la rama vestibular del octavo nervio craneano. Por lo tanto, todos los demás miedos y sensaciones del síndrome de ansiedad están condicionados. El patrón básico de todo miedo y ansiedad es la irritación del octavo nervio craneano a través de por lo menos una de sus ramas. El miedo a los ruidos 113

fuertes no es heredado ni instintivo. Sin embargo, en todos los bebés normales ese reflejo será el primero en ser condicionado, debido a la similitud de su anatomía. Como vemos, el miedo y la ansiedad son sensaciones provocadas por los impulsos que llegan al sistema nervioso central desde los órganos y las vísceras. Más adelante veremos que todas las emociones se relacionan con los estímulos que llegan al sistema nervioso vegetativo o autónomo o que surgen de los órganos, músculos, etcétera, que éste inerva. El arribo de tales impulsos a los centros superiores del sistema nervioso central es percibido como emoción. Freud estaba convencido de que la ansiedad es el problema principal de las neurosis y así lo expuso en su libro Ansiedad y neurosis. Paul Schilder opina que el vértigo ocupa, una posición similar. Al respecto dice lo siguiente: La disfunción del aparato vestibular es a menudo la expresión de dos tendencias psíquicas en conflicto: el vértigo se produce, por lo tanto, en casi todas las neurosis. La neurosis puede provocar cambios orgánicos en la esfera vestibular. El vértigo es una señal de peligro en la esfera del yo, y se produce cuando el yo no puede ejercer su función sintética sobre los 114

sentidos. Sin embargo, también se produce cuando los impulsos motores y actitudinales conflictivos relacionados con los deseos y logros ya no pueden unirse. Desde el punto de vista psicoanalítico, el vértigo es tan importante como la ansiedad. El aparato vestibular es un órgano cuya función va dirigida contra el aislamiento de las diversas funciones del cuerpo. Aquí tal vez sea interesante citar el siguiente párrafo de Paul Schilder, que refleja un enfoque casi similar de este tema: Cabría esperar que tal órgano sensorial, que sólo recibe impresiones semiconscientes y que conduce a una motilidad de tipo instintivo y primitivo, fuera muy sensible a las emociones y por lo tanto desempeñara un papel importante en las neurosis y psicosis. Reacciona con fuerza y puede incluso esperarse que los cambios psíquicos se traduzcan de inmediato en sensaciones vestibulares y repercutan en el tono. Los cambios orgánicos en el aparato vestibular se reflejarán en la estructura psíquica. No sólo ejercerán influencia en el tono, el sistema vegetativo y las actitudes del cuerpo, sino que también deben modificar todo nuestro aparato perceptivo e incluso nuestra conciencia. Estas consideraciones generales posibili115

tan que el estudio del aparato vestibular sea de gran importancia para la comprensión de los estados psicóticos y neuróticos. Después de haber investigado el origen fisiológico de la ansiedad se abren nuevos caminos para mejorar, y en algunos casos modificar, el tratamiento de las neurosis. La ansiedad en cualquiera de sus formas es producida por sucesivos condicionamientos de la serie de reflejos no condicionados que constituyen la respuesta congénita a la caída. Por lo tanto puede considerarse que cualquier tratamiento tiene como objetivo extinguir una respuesta condicionada y crear otra más deseable que la suplante. La recurrencia de la ansiedad puede atribuirse al hecho de que los tratamientos psiquiátricos son indirectos y a menudo incompletos, ya que dejan intactas las vías nerviosas somáticas. Por lo tanto, la extinción de los reflejos condicionados nunca es completa. Al interrumpirse el tratamiento, el hábito muscular afectado en forma indirecta con frecuencia queda inalterado. Gradualmente, la antigua respuesta condicionada será restablecida o reforzada para decirlo de una manera técnica. Por más importante que sea este problema, nuestro objetivo es mucho más amplio. Hemos visto que 116

el miedo a la caída provoca la primera inhibición de los músculos antigravitacionales y que la ansiedad se relaciona con este proceso. Al examinar la lista de los instintos, descubrimos que el único que inhibe el movimiento es el miedo. Ahora bien, el problema de “poder” y “no poder” es fundamentalmente una cuestión de hacer, es decir, de actividad muscular. Incluso no hacer nada implica una actividad muscular de gran complejidad. Por tanto, tal vez podamos arrojar nueva luz sobre todos los fenómenos que incluyen una contracción muscular crónica o habitual. Por lo tanto es necesario un estudio más profundo de los mecanismos nerviosos relacionados con el equilibrio. Sin embargo, valdría la pena examinar mejor el campo abarcado y contestar algunas preguntas que se relacionan con él. Una de las preguntas interesantes que podrían hacerse es: ¿por qué un animal que se apresta a atacar ruge o renuncia de algún otro modo a la gran ventaja que supone acercarse a su presa sin ser notado? La ventaja de emitir un ruido fuerte y repentino es doble. En primer lugar, ese ruido provoca en la presa la respuesta a la caída, es decir, una contracción violenta de los flexores que inhibe momentáneamente a los extensores. El animal atacado queda 117

clavado en el piso por un breve lapso y el atacante incrementa sus posibilidades, ya que puede arrojarse sobre un blanco fijo. Las leyes naturales no favorecen a una especie en detrimento de otra: la fuerte contracción de los flexores permite que, posteriormente, la contracción de los extensores sea mucho mayor. Cuanto más prolongado sea el estado de inhibición y más tenso el estiramiento de los extensores, más fuerte será su contracción posterior, debido a la inducción nerviosa y al reflejo de estiramiento. Tanto el atacante como la presa gozan de una ventaja. Las condiciones normales de equilibrio entre los depredadores y sus presas resultan de otros factores. Este equilibrio, dicho sea de paso, varía continuamente, con una periodicidad determinada por los ciclos climáticos. La segunda ventaja del rugido es el efecto que produce en el animal que lo emite. La expulsión del aire contenido en los pulmones requiere una vigorosa contracción del diafragma y mitiga el nerviosismo. También para los hombres es más fácil realizar un gran esfuerzo físico mediante un impulso abdominal, a través de la expulsión de aire y la emisión de un sonido estridente como "heh” o “hah” al mismo tiempo. 118

Es un hecho conocido que la estimulación de un punto del sistema nervioso, cuando es lo suficientemente fuerte o cuando se la repite con breves intervalos, se propaga e irradia a los centros vecinos. Darwin, en su libro The Expresston of the Emotions in Man and Animals, proporciona varios ejemplos. La cita que sigue corresponde a la página 80 de la edición de la Thinker Library: Tan pronto como alguna forma primordial adquirió hábitos semiterrestres, quedó expuesta a que le penetraran partículas de polvo en los ojos: si éstas no eran eliminadas producían gran irritación de la fuerza neural a las células neurales cercanas y las glándulas lagrimales eran estimuladas a secretar líquido. Dado que esta situación se producía a menudo y como la fuerza de los nervios pronto pasa por canales acostumbrados, una leve irritación bastaba para producir la secreción de lágrimas. Tan pronto como por éste o por otros medios se hubo establecido y facilitado un acto reflejo de tal naturaleza, otros estimulantes aplicados a la superficie del ojo — tales como viento frío, acción inflamatoria o un golpe en los párpados— producían una copiosa secreción de lágrimas. Las glándulas 119

también son estimuladas a través de la irritación de órganos vecinos. Así, cuando la nariz es irritada por vapores acres, aunque los párpados estén firmemente cerrados las lágrimas fluyen copiosamente; lo mismo sucede a raíz de un golpe en la nariz. Una bofetada fuerte en la cara produce el mismo efecto. En estos últimos casos la secreción de lágrimas es incidental y no presta un servicio directo. Dado que todas estas partes de la cara, incluyendo las glándulas lagrimales, cuentan con ramificaciones del mismo nervio, es decir del quinto, es comprensible que los efectos de la estimulación de una rama se transmitan a las demás ramas.

Son parecidas las explicaciones de por qué estornudamos al mirar el sol, por qué lloramos cuando estamos tristes y muchas otras situaciones. Traducida a los términos modernos de condicionamiento de reflejos, la cita anterior es muy similar a la línea de pensamiento que vengo siguiendo. Hemos visto que en el bebé, antes que su audición esté diferenciada, es decir, antes que pueda distinguir entre los diferentes ruidos, sólo los ruidos fuertes producen una respuesta, que es igual a la que 120

provoca el estímulo de la caída. Aunque el adulto ha aprendido a inhibir tal respuesta frente a la mayoría de los ruidos fuertes de ocurrencia habitual, todavía se la puede observar ante los ruidos muy fuertes e inesperados. La siguiente cita pertenece al libro Physiology de Starling: “Reflejos auditivos. ...De acuerdo con la fuerza del estímulo puede existir parpadeo solamente o, si el sonido es fuerte, parpadeo y retención de la respiración. Si es más fuerte todavía, además de lo descripto antes, todo movimiento cesa en forma temporal, y debido a un sonido altísimo las extremidades pueden quedar sin tono y el cuerpo, caer”. El profesor Bekessy, en su clásica investigación sobre el sentido del oído, ha demostrado que los ruidos fuertes producen remolinos en los canales semicirculares en una dirección tal que la cabeza se inclina por reflejo hacia el origen del ruido. Reprodujo los fenómenos en su modelo de oído. De este modo puede considerarse como un hecho establecido que la estimulación de la rama coclear del nervio auditivo irradia y produce una respuesta igual que si la rama vestibular hubiese sido estimulada. Las irradiaciones son controladas por la configuración de las sinapsis y su acción como válvulas. Por 121

lo tanto es interesante saber si la estimulación de la rama vestibular produce alguna respuesta auditiva. Al parecer inhibe la audición en forma momentánea mientras dura la estimulación. Si una persona se cae o resbala de manera abrupta mientras se le está hablando, tendrá la vaga impresión de escuchar un ruido durante el período en que operan los reflejos para enderezarse. Hemos visto que cualquier complejo de ansiedad, creado a través de una serie de sucesivos condicionamientos, debe de haberse iniciado a partir de las reacciones congénitas a la caída, percibidas por medio de la rama vestibular del nervio auditivo. La estimulación de esta rama es seguida por una sucesión de alteraciones: contracción de los flexores, detención de la respiración, aceleración del pulso, transpiración, rubor e incluso micción y defecación. Cuántas de las anteriores respuestas se producirán en realidad en el niño depende de la intensidad, duración y brusquedad del estímulo inicial. Hasta en la estimulación más leve se produce un mayor tono de los flexores, detención de la respiración y aceleración del pulso. La mayor parte de las veces cambia el color de la cara y se produce transpiración, a pesar de que estos cambios pueden ser tan leves que sólo sean perceptibles para un observador 122

agudo. Sin embargo, el adulto es consciente de ellos y en general ha aprendido a controlarlos e inhibirlos. A causa de nuestros hábitos de pensamiento no podemos dejar de atribuir una razón y un objetivo a la evolución, como si se tratara del producto de una inteligencia similar a la nuestra. De hecho, podemos hallar innumerables razones para explicar cada reflejo con cada nuevo punto de vista. Si examinamos el cierre reflejo de los ojos cuando reciben una luz intensa, podemos ver que el efecto inmediato es impedir que el intenso estímulo llegue a la retina. A continuación los ojos se mantienen a un nivel bajo de intensidad luminosa y las pupilas se acomodan y se dilatan, de manera que cuando los ojos vuelven a abrirse pueden distinguir objetos de intensidad luminosa normal. Si los párpados no se cerraran las pupilas permanecerían contraídas y transcurriría más tiempo antes de que el ojo pudiera ver normalmente. En cada reflejo podemos distinguir las mismas fases: la reacción inmediata, que elimina el efecto del estímulo o lo reduce, y el efecto posterior que, en general, tiende a eliminar la alteración producida por la reacción en el organismo y a volver a éste a su estado original. Análogamente, el estímulo de la caída produce 123

una alteración que desencadena los reflejos de enderezamiento. Aquí es importante destacar que las sensaciones de miedo y ansiedad producidas por la alteración de la región diafragmática y cardiaca por lo general son mitigadas por la contracción sostenida de los flexores, en particular los de la región abdominal. El cuerpo en caída contrae sus flexores para impedir que la cabeza choque contra el piso y para fortalecer, arqueándola, la espina dorsal. En el adulto la misma respuesta hace que éste baje la cabeza, se agazape, doble las rodillas y detenga la respiración. De este modo aproxima sus extremidades a las partes blandas y desprotegidas del cuerpo: los testículos, la garganta y las vísceras. Esta actitud proporciona la mejor protección posible e inspira un sentimiento de seguridad. La contracción de los flexores cuando se mantiene, sirve para restaurar el estado normal y la serenidad. El patrón de postura erecta es alterado por la inhibición parcial de los extensores antigravitacionales. La inhibición total implicaría caer boca abajo. Los estímulos o impulsos que llegan al sistema nervioso central desde las vísceras y los músculos en esta postura agazapada evocan la seguridad del claustro materno, aquietando el pulso y normalizando la respiración. Dado que todas las grandes articulaciones están 124

flexionadas, la resistencia a la circulación aumenta y el pulso es más pausado. Sin embargo, el músculo cardíaco debe ser capaz de realizar un esfuerzo más grande para contrarrestar la incrementada resistencia a la circulación de la sangre y la presión más alta. Lo consigue gracias al mayor contenido de adrenalina en la sangre, producto del miedo inicial a la caída. Este patrón de contracción flexora vuelve a instaurarse cada vez que el individuo recae en la protección pasiva de sí mismo porque no se siente capaz de resistir activamente o carece de los medios necesarios para hacerlo. Es inevitable que los músculos extensores o antigravitacionales se vean parcialmente inhibidos. Según mis observaciones, los individuos calificados de introvertidos presentan habitualmente una disminución del tono en los extensores. En consecuencia la cabeza o las articulaciones de la cadera se inclinan demasiado hacia adelante: al girar el cuerpo lo hacen de un modo rebuscado y no de la manera más simple y directa. En cambio los extravertidos poseen una postura y un paso más erectos. Todo patrón de impulsos que llega al sistema nervioso central desde las vísceras, los músculos y el soma en general se asocia a un estado emocional. La contracción muscular, al poder controlarse por medio 125

de la voluntad, provoca un sentimiento de poder y control sobre las sensaciones y las emociones. De hecho, así sucede. A cada estado emocional corresponde un patrón condicionado personal de contracción muscular, sin el cual no existiría. Muchas personas saben que pueden controlar sus procesos fisiológicos, como por ejemplo impedir que un dolor de cabeza se adueñe de ellos, y muchas sensaciones similares, pero no se atreven a decirlo por miedo de que se los considere ridículos. Otras, en cambio, han convertido este proceso en una teoría de control mental sobre el cuerpo. Tanto las personas introvertidas como las extravertidas, para aprender a controlar sus funciones viscerales comienzan por controlar la contracción de los músculos voluntarios. Crean ciertos patrones individuales que evocan la sensación de bienestar, lo cual ayuda a impedir el restablecimiento del patrón de ansiedad. Ahora podemos entender por qué la hiperextensión de las curvas cervical y lumbar es habitual. No es común ver niños cuya cabeza no esté bien equilibrada. Existe una menor interferencia voluntaria del control muscular y la cabeza se equilibra en forma refleja en todos por igual, a excepción de las diferencias estructurales anatómicas. Los trastornos emo126

cionales reiterados condicionan al niño a adoptar una actitud que le brinde seguridad y le permita mitigar la ansiedad. Hemos visto que esta seguridad pasiva es producida por la contracción flexora y la inhibición extensora. Por lo tanto, las órdenes voluntarias pero no intencionales que inhiben los extensores se observan en todas las personas perturbadas emocionalmente. A la larga, esto se vuelve habitual y pasa inadvertido. Sin embargo, todo su carácter se ve afectado. Los extensores parcialmente inhibidos se debilitan, la articulación de la cadera se flexiona y la cabeza se inclina hacia adelante. Se altera el patrón de postura erecta refleja. El sistema nervioso emite órdenes contradictorias. Los mecanismos antigravitacionales inferiores tienden a devolver al cuerpo a su estado de potencia normal, mientras que el intento de evitar la ansiedad restablece el patrón agazapado de seguridad. La conciencia respalda alternativamente estas tendencias. Los mecanismos antigravitacionales funcionan sin interrupción. Al igual que todas las funciones nerviosas fatigadas, al principio son demasiado activos, de ahí la contracción tónica y el aspecto de cuerdas de los extensores antigravitacionales. Sin embargo, el control consciente dominante impide la postura erecta 127

refleja. Si se hipnotiza al sujeto o se relaja de otro modo su control consciente, la postura erecta mejora de inmediato, hasta donde lo permite la deformidad anatómica de las superficies interarticulares. En este contexto es fundamental realizar una clara distinción entre la conciencia y lo consciente o voluntario versus lo olvidado o reflejo. Las personas que se encuentran en situación tan desafortunada viven en un nivel intelectual intencional. Todas sus funciones corporales son interferidas por órdenes voluntarias. El control consciente y la fuerza de voluntad, cuando son dirigidos adecuadamente, a menudo mejoran ciertos detalles; sin embargo, el intelecto no sustituye la vitalidad. La sensación de inutilidad de la vida, el cansancio y el deseo de renunciar a todo es el resultado de sobrecargar el control consciente con las tareas que la actividad nerviosa refleja y subconsciente está mejor preparada para realizar. El control consciente es fundamental para integrar las funciones adecuadas para las circunstancias más inmediatas de la realidad objetiva. Los mecanismos internos que nos permiten triunfar deben ser librados a la coordinación nerviosa autorreguladora. Por lo menos en el estado actual de nuestro conocimiento del sistema nervioso, lo mejor 128

que podemos hacer es seguir el ejemplo de los individuos mejor adaptados: ellos no abusan del control consciente. Poseen una realidad subjetiva más rica. RESUMEN

Nuestros procesos internos, provocados por influencias externas actuales o por experiencias previas olvidadas y dolorosas del mundo exterior, modifican nuestra intención de actuar tanto como nuestro modo de actuar. Usted es tan bueno como lo desee; sin duda es más creativo de lo que supone al imaginar alternativas. Si sabe “qué” está haciendo y, lo que es más importante, “cómo" se usa a si mismo para actuar, podrá realizar cosas del modo que lo desee. Creo que el consejo más importante del mundo, "Conócete a ti mismo”, fue inventado por una persona que aprendió a conocerse a sí misma.

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UN SEGUNDO VISTAZO

Lo dicho hasta ahora sólo amplía nuestro campo de atención. Algunos dirían que no “tenemos" un esqueleto, músculos, glándulas, sistema nervioso, etcétera. Dirían, y estoy de acuerdo con ellos, que “somos” todas esas cosas. Veremos más adelante que las cuestiones semánticas no son para nada fútiles. A menudo los errores se vuelven habituales pues las palabras poseen múltiples significados, y las que perduran no son siempre lo que deberían ser. Si reflexionamos sobre lo que acabo de decir, caeremos en la cuenta de que ninguna de las partes del organismo que he enumerado fue desde un principio tal como es en un adulto. También en el adulto siguen modificándose, pero a un ritmo tan lento que esa modificación parece no significar mucho. La velocidad con que se desarrollan al principio es tremenda, tanto que las primeras células se duplican por división de modo que en nueve meses nace el equivalente a un cuarto del futuro adulto. Podemos darnos cuenta de que esto es así cuando consideramos la longitud del bebé: unos cincuenta centímetros de pies 130

a cabeza. El peso de un recién nacido es de unos cuatro kilogramos; con el tiempo aumentará de quince a veinte veces. Si pensamos en el ritmo de la división celular y en los números totales, veremos que del total de cincuenta y ocho divisiones, cincuenta y seis deben de haberse producido antes de los dos años de edad. El cerebro en el segundo mes de gestación pesa cerca de 2,6 gramos, o sea el 43 por ciento del peso del embrión. El cerebro adulto pesa alrededor de 1500 gramos, lo que equivale a sólo el 2,4 por ciento del peso total del cuerpo. A la edad de dos años el sistema nervioso es cerca de cuatro quintos de lo que será finalmente. La velocidad de crecimiento disminuye con mucha rapidez desde la concepción hasta la primera infancia. A los dos o tres años la mayor parte de las funciones del sistema nervioso están en vías de completarse. Sólo quedan por madurar las funciones específicamente humanas, entre ellas el movimiento y el sexo. El habla, la escritura, las habilidades matemáticas, la música y la combinación de habla y música todavía se están desarrollando. Cuando hablamos de esqueleto, músculos, sistema nervioso y diferentes ambientes no nos damos cuenta de que nos referimos al adulto con todas sus funciones ya des131

arrolladas y más o menos igualmente maduras. Este concepto no es válido y esto es más importante que casi cualquier otra cosa referente a los humanos. También es importante que nos demos cuenta de que las personas son biológicamente diferentes unas de otras. Puede injertarse un pedazo de piel de cualquier parte de un individuo a cualquier otro lugar de su cuerpo; ambas heridas se curarán y allí termina todo. Pero si injertamos cualquier parte de un individuo a otro, el rechazo del injerto puede matar al nuevo portador del órgano de otra persona a menos que su sistema inmunológico sea debilitado artificialmente o que el injerto provenga de su gemelo idéntico. El tamaño relativo de las partes del cerebro de dos personas cualesquiera es muy diferente. Nuestra constitución biológica es tan individual como nuestras huellas digitales. Es engañoso asegurar que las funciones de los adultos son más o menos iguales; de hecho, gran parte de nuestro sentido común se basa en suposiciones que no pueden considerarse legítimas y que no son sensatas. Existen grandes semejanzas entre los hombres, pero hay también modos individuales de actuar, moverse, sentir y percibir, que convierten a cada individuo en un caso único; en mi tarea cada persona debe ser tratada para ayudarla en 132

su singularidad. Un científico diría probablemente que, si queremos pensar de manera adecuada acerca de algo, debemos saber dónde está situado —sitio especial o un sistema de coordenadas— y cuándo sucede: un sistema de referencia temporal. Es evidente que el esqueleto, los músculos, el sistema nervioso y el medio del semen y del óvulo y los del feto de seis semanas y en el momento de nacer son diferentes a cada instante. Somos diferentes a cada minuto pero podemos seleccionar intervalos regulares para hacer el inventario. Tampoco es muy bueno ser razonable. He intentado seguir un razonamiento que no dé lugar a objeciones. Sin embargo, al releer las últimas frases no puedo evitar ver a través de mi propio razonamiento y descubrir en él tantas tonterías razonables como en el de cualquier otra persona. Examinemos con espíritu crítico el último párrafo. El científico está en lo cierto al desear condiciones que faciliten el examen de las conclusiones a otra persona, en otro lugar y en otro momento. ¿Pero cómo puede utilizarse tal método en un embrión y en un feto que son únicos y donde hay semejanzas pero nunca identidades? Mi crecimiento tiene mucho en común con el suyo. 133

Podemos ser elementos en una encuesta estadística, dado que somos no sólo lo suficientemente similares sino diferentes en pequeños detalles. Sin embargo, existe una diferencia en este momento que no puede descuidarse: yo estoy escribiendo y usted está leyendo. Existen otras diferencias más importantes que surgen del medio en que cada uno vive: social, económico, racial, temporal; la educación, la ocupación, la postura, los intereses, las actitudes y muchas otras influencias. En resumen, el análisis solo no es suficiente para describir el fenómeno en cuestión. Deben tenerse en cuenta la síntesis y la historia del crecimiento. El análisis será útil para indicar los rasgos comunes, mientras que el conjunto mostrará cómo dichos rasgos se desarrollaron hasta transformarse en un ser humano diferente. Un organismo vivo es una estructura en funcionamiento donde, a diferencia de las máquinas fabricadas por el hombre, la función hace la estructura y ésta forma parte del funcionamiento. Se afectan entre sí durante el crecimiento de tal manera que la relación entre causa y efecto de verdadero o falso se convierte en un asunto de opinión y poco más que eso. Pero todavía más importante para nuestra tesis es que nos detengamos y seleccionemos intervalos para hacer el inventario, para 134

convertir un proceso dinámico en continuo cambio y crecimiento en una serie de secuencias o tomas estáticas. De a poco nos encontramos tan involucrados en la estática del fenómeno —más fácil de contemplar que la dinámica— que el proceso de crecimiento y funcionamiento a menudo se descuida, con el resultado de que el estudio se distorsiona y se oscurece. Estamos tan inseguros que necesitamos muchos subterfugios para librarnos de la angustia de la duda, la inseguridad y el miedo. Su cerebro y el mío tienen una historia muy larga. Nuestro sistema nervioso es una de las estructuras más complejas que existen. Posee estratos muy antiguos cubiertos por otros menos antiguos y por estratos más recientes. Cada nuevo estrato es una formación que funciona con mayor sutileza. Los más antiguos son primitivos y abruptos, con la modalidad del todo o nada. Cada estrato controla a los más antiguos y los reemplaza. Cuanto más nueva la formación, más sutil es su funcionamiento; hace que la acción sea más gradual y más diferenciada. Las estructuras más antiguas son más rápidas y seguras y necesitan menos aprendizaje. Los estratos más nuevos se desactivan y permiten que el más antiguo — más confiable y rápido— tome el mando y asegure la 135

supervivencia. Los nuevos, más sutiles y variados, reasumirán el control cuando finalice la emergencia. Las antiguas estructuras no son destruidas, sólo quedan latentes, menos obvias pero esenciales cuando surge una emergencia. Cualquier situación que no pueda manejarse con comodidad producirá una regresión, es decir, la antigua formación se hará cargo. Cuanto más nueva sea la estructura nerviosa, más lenta será. La graduación y la variedad requieren tiempo y aprendizaje para deliberar y elegir después de haber considerado las ventajas y las desventajas. Resbalarse en una cáscara de banana puede poner en peligro el organismo si el sistema no se endereza antes de que la caída sea inevitable. Sólo los estratos antiguos pueden realizar esa tarea en forma efectiva, sin pensar, vacilar, ni decidir, ya que no hay tiempo para ello. Una vez restablecido el equilibrio tenemos tiempo para pensar y deliberar, y quizá decidamos limpiar las calles de cáscaras de banana más a menudo; sin embargo se produce el dilema de que si no hay cáscaras de banana en que resbalar no habrá enderezamiento ni lugar para la limpieza lógica. Las antiguas estructuras de enderezamiento deben operar en una fracción de segundo, allí donde las más nuevas necesitan tiempo. El sistema nervioso opera de 136

una manera similar a la organización social. Los medios más antiguos de iluminación como las velas o las lámparas de querosene o aparatos todavía más antiguos están guardados en algún lugar de la casa y nunca se utilizan mientras haya electricidad. Sin embargo, un corte de luz prolongado producirá una regresión a las antiguas velas y lámparas de aceite. Al crecer, un feto comienza con las formaciones más antiguas y progresa rápidamente a través de las etapas evolutivas, aunque rara vez en orden cronológico. En las primeras etapas de la vida de un feto, la mandíbula inferior se parece a las branquias de un pez. El cerebelo posee un haz central de fibras que corresponden a la posición horizontal de la columna vertebral, pues el movimiento es de rotación alrededor de la columna en el sentido de las agujas del reloj o en sentido contrario. El bebé poco a poco da vueltas para rodar sobre su estómago y volver sobre su espalda. Hasta tanto las formaciones más recientes del cerebro y el cerebelo maduren y puedan organizar este movimiento, el antiguo vestigio de pez seguirá realizando el giro horizontal, parecido al del pez. En una regresión grave se vuelve a la posición horizontal y el giro hacia los costados vuelve a ser el único movimiento posible. Una vez completado el 137

crecimiento, el cerebelo controlará la posición de pie, la postura y el equilibrio. La anterior es sólo una ilustración del principio y no la descripción de un proceso exacto. Sin embargo, resulta significativo que girar sobre la columna vertebral como si se tratara de un eje, es decir, hacia la derecha o hacia la izquierda, sea el movimiento más frecuente del cuerpo en posición de pie. Pero la cabeza, con todos los sentidos que nos relacionan con la distancia y el espacio, la mayor parte de las veces juega un papel importante en el giro hacia la derecha o la izquierda. Utilicé por primera vez la técnica manipulativa individual "integración funcional" y la técnica grupal “autoconciencia por el movimiento” durante la Segunda Guerra Mundial. Ya por esa época trabajaba exclusivamente en una parte del cuerpo durante toda una lección. Quería crear el contraste sensorial más grande posible en las estructuras nerviosas y asimismo facilitar la conciencia de las diferencias en forma cinética. Pensaba que la diferente organización de una parte de la corteza y del lado correspondiente del cuerpo se transmitiría de a poco al otro lado. Durante horas el individuo percibiría una movilización y un rendimiento en su parte derecha diferentes de los de su lado izquierdo. Así estaría aprendiendo directa138

mente en su cerebro y desde su propio yo interno. Lo que se transferiría a la otra parte del cerebro serían los patrones mejores (aprendidos), según su propia opinión y juicio. Fue mi amigo Jacob Bronowski, el famoso autor de The Ascent of Man, quien explicó mi descubrimiento de que el nuevo lado aprende del lado que estaba involucrado y no al revés. Bronowski sostenía que si las sensaciones internas no estuvieran orientadas hacia lo óptimo la vida animal no podría sobrevivir. Por la misma razón sostenía que un depredador que se desplaza al azar es probable que encuentre una presa. Si no fuera así, el depredador no sobreviviría. Creía que cuando el sistema nervioso realiza lo que parece ser un acto aleatorio, en realidad las probabilidades a favor son de algo más del cincuenta por ciento, cifra que no se supera cuando interviene solamente el azar. Según el mismo razonamiento, la presa hallará agua con sólo andar al azar. Curiosamente opinaba que, si al salir de su casa por la mañana una persona siente que debe llevar el impermeable, la probabilidad de que llueva es mayor que la contraria. Cuando comencé a utilizar la técnica de trabajar con un solo lado del cuerpo no conocía los recientes descubrimientos sobre las diferentes propiedades de 139

los dos hemisferios cerebrales. Como a menudo empezaba con un lado y trabajaba en otra oportunidad con el otro lado, descubrí que algunas cosas eran más fáciles de aprender con el hemisferio derecho y otras con el izquierdo. Recuerdo con claridad el momento en que me di cuenta de que en todas las actividades aprendidas puramente humanas, tales como el habla, la lectura, la escritura y las matemáticas, predomina la actividad del hemisferio izquierdo. Es fácil prestar atención a los detalles cuando se trabaja sólo del lado derecho (soy diestro) y transferir este aprendizaje al lado izquierdo en forma sólo mental, en nuestra imaginación. Es sorprendente que esta práctica mejore la actividad del lado izquierdo en una quinta parte de las veces. Más aún, el lado izquierdo adquiere mayor fluidez y práctica que el lado original. Con frecuencia comienzo con el lado izquierdo: realizo la reconstrucción del movimiento y la representación mental en el otro. Existen diferencias según el lado de que se trate, pero no son tan evidentes. La mayoría de los estudiantes no ven las diferencias hasta que han desarrollado mayor sensibilidad.

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REALIDAD SUBJETIVA Y OBJETIVA

La palabra “realidad”, al igual que muchas otras palabras maravillosas, fue creada para satisfacer nuestra constante curiosidad. Cuando no podemos satisfacer “realmente” esa curiosidad acumulamos todas nuestras sensaciones cinéticas y las traemos al nivel consciente expresándolas con una palabra. Pronunciar, o incluso sentir, ver u oír internamente la palabra puede despertar la curiosidad así como extinguirla de la misma manera en que lo logra la ejecución de un acto satisfactorio. Solemos hablar de la realidad, de cosas que son o que existen; esas cosas no son imaginarias y, por lo tanto, no pueden no existir. Como sucede a menudo con las palabras, nos parece comprender, ver u oír frases que nos resultan familiares, pero cuando lo pensamos mejor tenemos dudas con respecto a nuestra comprensión. Las cosas imaginarias, ¿existen? ¿Qué significa existir? ¿Sólo existen las cosas reales? Y si es así, ¿qué es real? ¿Es real sólo aquello que percibimos con los sentidos? No se necesita mucho esfuerzo para convertir cualquier afirmación en algo 141

vago y confuso o en una tautología. Para el diccionario Oxford, “real” es lo que “existe efectivamente como objeto” o lo que “ocurre de hecho”. ¿La imaginación es un hecho, una realidad? ¿O sólo es supuestamente un hecho imaginario de la existencia? Tal vez todo lo anterior sea abundar en sutilezas y cuando estoy concentrado en una actividad importante para mí siento que yo mismo exagero en ese sentido. No obstante es un tema crítico, dado que se refiere a nuestro conocimiento, a lo que entendemos por conocer, a lo que es la realidad, a lo que es objetivo y lo que no lo es. Por sobre todas las cosas, ¿es de importancia para usted o para mí? Y de ser así, ¿de qué manera? Mi modo de solucionar este problema satisfactoriamente consiste en prestar atención a lo que estoy haciendo y tener en cuenta la acción involucrada. Una vez reducido a su esencia, ¿qué más puedo descubrir acerca del movimiento que denomino acción? También puedo sentir o percibir esta clase de cosas. El movimiento, la percepción, el sentimiento y el pensamiento juntos me convierten tanto a mí como a aquello de lo que me estoy ocupando en algo tan concreto y tan real como se pueda concebir. Puedo dar un paso más en esa dirección examinando de qué manera mi habilidad para moverme, percibir, sentir y 142

pensar se ha ido desarrollando con el tiempo hasta culminar en el empleo que hago de ella en la actualidad. Más allá de eso, mi pensamiento se convierte en una sensación demasiado vaga como para compartirla con alguien con quien no pueda establecer un contacto sensorial. Creo que un bebé recién nacido está muy poco familiarizado con el mundo que lo rodea. Digo que creo porque en realidad no sé si es así. Sin embargo, sé que predije, basándome en la teoría (o mejor dicho, basándome en la especulación), que si un bebé recién nacido es soltado abruptamente, reaccionará contrayendo todos los flexores, deteniendo la respiración, acelerando su pulso y mojándose si es que ya no lo está. Dije estar seguro de que el aparato vestibular del oído ha evolucionado hasta tal punto que, si un bebé se cae desde un árbol, sólo sobrevivirá en caso de que su sistema nervioso haya incorporado la reacción a la caída. Esto significa que la violenta estimulación de los canales semicirculares del oído hará que el cuerpo en caída se contraiga de tal manera que la cabeza no golpeará el suelo y el punto de impacto será una zona de la columna vertebral cercana al centro de gravedad. De esta forma el bebé, aunque sufra diversas contusiones, sobrevivirá con esca143

so daño a una caída de tres o más metros de altura. Vemos pues que existen algunas cosas con las que el bebé recién nacido está familiarizado; cosas que parecen poco importantes si las consideramos a la ligera. Olvidamos que la madre y todo lo que hay en su cuerpo están sometidos a la fuerza de la gravedad y que así lo ha experimentado el bebé, protegido por el líquido en el que está inmerso. Tal vez haya también algún tipo de conocimiento que se transmita a través de los genes. La evolución se ha ocupado de conceder a otros animales muchas tretas útiles, cuando sus ancestros aprendían y mejoraban los medios de supervivencia de la presente generación. El hombre cuenta con muy pocas herramientas útiles del pasado que funcionen desde el comienzo; sin embargo, ha heredado la treta más útil de todas: la capacidad de crear sus propias tretas. Todo individuo tiene la capacidad de adquirir a través de su experiencia, en su propio ambiente, los medios necesarios para sobrevivir. Además de poseer esta inesperada familiaridad con el mundo exterior — ¿o debería decir el mundo interior?— el bebé recién nacido es sensible al tacto, distingue lo caliente de lo frío y lo mojado de lo seco, oye ruidos fuertes y posee cierta especie de vi144

sión, pero creo que cuenta con poco o ningún conocimiento práctico del mundo exterior. Cada vez que me escucho decir algo por hábito, como la frase anterior, advierto que estoy hablando como una máquina (si se quiere, inteligente). Lo crea usted o no, el recién nacido posee una experiencia muy vasta en cuanto a sensaciones auditivas. Ha oído los latidos regulares del corazón materno, puede diferenciar entre el estornudo y la tos y está familiarizado con una gran variedad de gorgoteos. Científicos y dianoéticos le dirán acerca de otros ruidos posibles, y usted mismo podría nombrar muchos más ruidos que cualquier rey o ganador del Premio Nobel. Sin duda, mis hábitos de pensamiento me han hecho cometer un grave error: tendría que haber dicho “reina” y “ganadora” del Premio Nobel. Nuestro discurso es tan mecánico, está hasta tal punto gobernado por los hábitos, que si hablar significa pensar me avergüenzo en nombre de todos. En mi opinión, el bebé recién nacido experimenta el mundo exterior principalmente a través de la corteza sensorial. Al comienzo sólo conoce una realidad subjetiva sensorial, una bella realidad. Va acompañada por un sentimiento de omnipotencia que, le agrade o no, irá disminuyendo durante el resto de su 145

vida. Si es afortunado, dicha omnipotencia no se volverá negativa; sin embargo, son muy pocas las personas en quienes por lo menos una parte de tal omnipotencia no se convierte en un sentimiento de inferioridad. Al principio el recién nacido tiene a todo el mundo a su alrededor, preocupado por su bienestar. Un grito o un movimiento de insatisfacción hará que todo y todos se movilicen para satisfacer sus necesidades. La realidad subjetiva es lo primero y lo más importante para nuestro bienestar físico, mental y emocional. Es tan firme como nuestro cuerpo y nuestra herencia. El bebé crece en forma gradual y segura. Sus sentidos, no debemos olvidarlo, proporcionan información que no proviene sólo del exterior de su cuerpo. Desde las primeras etapas el bebé es movido por necesidades internas de todo lo que constituye el soporte material de su ser. El sistema nervioso, el equilibrio glandular, la organización digestiva, la piel, la defecación y la micción proporcionan una enorme cantidad de estimulación sensorial, mucho más de lo que habitualmente nos detenemos a pensar. En forma gradual y segura, los movimientos de las extremidades y de los ojos adquieren más importancia y ocupan una parte mayor del tiempo en que el 146

bebé permanece despierto. En las últimas décadas las observaciones se han multiplicado y se han vuelto confiables gracias al control creado. En 1947, cuando escribía Body and Mature Behaviour, no pude hallar mucha información acerca del estado de los ojos de un bebé en el momento de nacer, a las tres semanas y en otras fechas subsiguientes. ¿Miran el infinito? ¿Son capaces de converger en un punto? Hacemos converger los ojos para mirar de cerca y disponemos los ejes de los globos oculares en forma casi paralela para mirar de lejos. La reacción a la caída se ha observado a los pocos minutos de nacer y se ha acumulado una cantidad considerable de conocimientos desde que, movido por la curiosidad, hice mis primeras investigaciones, en base a mis observaciones de principiante. Tan fascinante como cualquier otra historia de crecimiento y aprendizaje es observar cómo un bebé comienza a realizar contracciones rudimentarias y no del todo intencionales de sus músculos flexores, aprende a rodar hacia un costado y luego sobre su estómago y cómo los músculos extensores de la espalda se hacen lo suficientemente fuertes como para permitirle alzar la cabeza cuando está acostado sobre el estómago. El acto de alzar la cabeza cuando el 147

cuerpo yace sobre el estómago no es como cualquier otro ejercicio de alzamiento. La cabeza se levanta y los músculos de la espalda se contraen con fuerza hasta que los ojos pueden mirar hacia adelante, al supuesto horizonte: la cara queda en la misma posición que tendrá cuando el niño se ponga de pie. Eche un vistazo a su álbum familiar y tal vez encontrará una fotografía suya con la cabeza así erguida, mucho mejor de lo que lo está en la actualidad. Pienso que el aparato otolítico del oído — diminutos pelos con piedritas en la punta que producen impulsos máximos cuando se encuentran en posición vertical— fija la cabeza de manera que los ojos puedan ver el horizonte con comodidad. También creo que el giro que realiza el feto hasta quedar cabeza abajo antes de salir del vientre materno en esa posición toma el tiempo suficiente para que los otolitos produzcan la estimulación máxima y la mínima. Esto equivale a equilibrar la indicación de un aparato de medición eléctrica colocando la aguja en el cero exacto de la escala con el fin de que la lectura sea correcta en todo el rango de medidas. Vuelvo a decir (creo que lo que afirmo es verdad, aunque no estoy totalmente seguro; de todos modos, quedaré sorprendido si resulta ser sólo una especula148

ción) que durante unos cuarenta años he observado a muchas personas que tenían mala postura, lo cual, como ustedes ya saben, en mi opinión implica que también realizaban movimientos intencionales insuficientemente organizados, y con frecuencia he descubierto que en su caso “el período de normalización otolítica” había sido acortado por diversas circunstancias. Poco a poco la realidad subjetiva dará paso a un complejo cada vez mayor de sensaciones de cierto tipo, sensaciones que las personas que rodean al niño aprobarán o condenarán. Los padres, maestros y visitantes dirán: “¡Qué lindo niño!” (o niña) o, con la mueca más apropiada: “¡No hagas eso!”. Más tarde el aprendiz de adulto se dará cuenta de que parte de su apreciada realidad subjetiva no es aceptable para quienes satisfacen sus necesidades y le brindan la seguridad de recibir cuidados y afecto. Gradualmente aprenderá que sólo una pequeña parte de su realidad subjetiva es compartida por otros, o más bien, se volverá consciente sólo de aquella parte que los demás señalan. Es más fácil tomar conciencia de cada acto que se desaprueba que ser consciente, paso a paso, de la totalidad de la disminuida vida interna. La omnipotencia, que se vive y no se percibe, se 149

desgasta de manera bastante incomprensible. Un bebé que está de pie sobre una silla, asido a su respaldo, y se divierte meciéndose de un lado a otro, será aferrado con desacostumbrada fuerza por uno de sus padres, quien, con expresión preocupada prohibirá autoritariamente tal juego, a pesar de que en realidad son pocos los bebés que se lastiman de esta manera. El miedo innato a la caída inhibirá la amplitud de las oscilaciones o el bebé finalmente se soltará sin más consecuencia que un susto o una pequeña contusión. Sin embargo, el observador no es capaz de presenciar un acto que podría dar como resultado que el bebé se golpeara la cabeza contra un piso de piedra, en especial porque no puede descartarse la posibilidad de una herida grave con derrame interno. Aun así, en este momento no estamos discutiendo métodos de educación sino la realidad objetiva. Esta va aumentando poco a poco y desgasta la realidad subjetiva; simultáneamente disminuye la curiosidad por intentar cualquier cosa siquiera una vez para ver qué sucede. Desde este punto de vista, todos los actos e ideas que encontramos en todos los adultos que nos rodean constituirán la realidad objetiva de todos nosotros. Por lo tanto, la realidad objetiva necesariamente for150

ma parte de la realidad subjetiva que crece sin obstáculos y sin interferencias, de manera simple y afortunada, porque los padres no saben “cómo”. La realidad subjetiva es tan firme como nuestra estructura biológica; la realidad objetiva indica nuestro crecimiento como miembros de una sociedad humana, como parte de una cultura o incluso de una civilización. Nuestra realidad objetiva, reflejada por nuestra conducta en el medio social, es una medida de nuestra cordura. Supongamos que digo que me gusta la música de Bach, o que la detesto. La gente opinará que tengo un excelente gusto musical o que no entiendo nada de música, según los casos. Tanto mis jueces como yo estaremos opinando sobre gustos, que son algo subjetivo; es nada más y nada menos que un asunto privado. Un antiguo dicho hebreo afirma que no tiene sentido discutir acerca de gustos ni de olores. Supongamos, por otra parte, que sostengo con gesto serio que soy Bach —lo más común sería decir Napoleón o a veces Jesucristo — y pido a mis semejantes que me traten como tal; si persisto en esta conducta involuntariamente y durante largo tiempo, seré encerrado en un manicomio. La realidad objetiva tácitamente acordada constituye una medida de mi cordura y de la de ustedes. Si infringimos, con151

tradecimos o pecamos contra la realidad que la vida en sociedad ha anexado de nuestra vida subjetiva, entonces se dudará de nuestra cordura. Aquí puede vislumbrarse un método efectivo para tratar a los individuos que la sociedad rechaza. Hasta ahora no se ha dado con ningún método efectivo. Si pensamos en nosotros mismos, a menudo descubriremos conductas que suprimimos por miedo a ser considerados locos, dado que para la mayoría de las personas, incluso hoy día, la locura existe sólo como enfermedad o defecto del cerebro. He dicho repetidas veces que la realidad objetiva es sólo una parte de la realidad subjetiva. Me demandó mucho tiempo y trabajo arribar a esta conclusión y apreciar su utilidad. Por falta de una salida más fácil confiamos en la evolución como el método más probado y aceptado de ver la vida y de vernos a nosotros mismos con la verdadera perspectiva en el esquema general del universo. Por el momento no tenemos ningún enfoque mejor ni una manera mejor de ver la vida en el esquema general de las cosas que no sea la teoría de la evolución. Antiguos adversarios de la teoría consideran de vez en cuando haber hallado nuevas fallas; sin embargo, en general la teoría ha sido mejorada y se la acepta como confiable. 152

Lo que dije antes acerca de las realidades subjetiva y objetiva no es fácil de digerir. He vuelto a considerar una y otra vez este tema. La evolución del sistema nervioso en todos los mamíferos demuestra que el mundo subjetivo de la realidad es mucho más amplio que el objetivo, lo cual puede apreciarse con claridad en la estructura del sistema nervioso. Por lo general se considera que el número de células nerviosas es de 3.107. Percibimos la realidad objetiva a través de nuestros sentidos: el oído, la vista, el olfato, el gusto, el tacto, frío y caliente, mojado y seco. El número de neuronas que nos informan acerca del ambiente exterior — que nosotros sin pensarlo mucho identificamos con la realidad— debería ser alto en relación con el total. Ahora bien, en la membrana basilar de cada oído existen unas diez mil células nerviosas, o sea veinte mil en los dos oídos. Por supuesto que hay muchas otras células en el oído, pero no está claro si forman parte de la actividad interna o si sólo analizan la información audible proveniente del exterior. Entonces digamos que suman cincuenta mil células para no quedarnos cortos. Se supone que la retina posee ciento cincuenta mil conos, bastoncillos, etcétera, que para los dos ojos suman trescientos mil. La nariz posee muy pocas célu153

las, pero la lengua está ricamente inervada en la punta y en los bordes; cincuenta mil células es un buen número para ambas. En lo que concierne al cuerpo, las puntas de los dedos están generosamente inervadas, pero la parte inferior de la espalda posee una terminación nerviosa sólo cada cuatro o cinco centímetros. Si consideramos que la superficie del cuerpo es de mil centímetros cuadrados, y que la densidad promedio de inervaciones es de diez por centímetro cuadrado, llegamos a un total de diez mil inervaciones que podemos elevar a veinticinco mil solamente porque no soy demasiado quisquilloso. En resumen, llegados a este punto tenemos un total de cuatrocientas cuarenta y cinco mil células. Para mayor seguridad diré tres millones o incluso 3.107, que es una exageración. De manera que de 3.107 células sólo 3.107 como mucho pueden informar a nuestro interior acerca del mundo que nos rodea, lo cual equivale a una célula por cada mil de las que manipulan, analizan e integran la información o lo que sea que haga el sistema nervioso. Tal vez les resulte más fácil estar de acuerdo conmigo en que sólo una célula de cada diez mil aporta información acerca de la realidad objetiva, y que la realidad subjetiva es inmensamente más rica y compleja. 154

Podemos imaginar con facilidad a nuestra Tierra sin ninguna clase de materia viva. De hecho, sabemos que en una época la Tierra no tenía oxígeno en su atmósfera y que había radiaciones más dañinas para la vida que los rayos X que utilizamos hoy día. Fue sólo cuando, debido a una serie de accidentes o al error de alguien, tuvimos una atmósfera capaz de filtrar la radiación dañina, en gran parte por absorción, que la vida se hizo posible en la Tierra. En otras palabras, existe una Realidad que ha dado a luz a la realidad subjetiva madre —nueve meses — y a la realidad objetiva padre — algunos minutos —. Esta Realidad cósmica es tan inmensa y abrumadora que sólo en nuestros mejores momentos podemos vislumbrarla. Es preciso ser poeta, matemático, músico y filósofo para tener una idea de su inmensidad, extensión, materia, energía o duración, que escapan a nuestra imaginación. Nuestros conocimientos adquiridos merced a tantos esfuerzos por parte de los mejores cerebros humanos, sólo son una medida de nuestra ignorancia de esta Realidad y un desafío para nuestro futuro. RESUMEN 155

Creo que el futuro del hombre es mejor y más interesante que cualquier cosa que la ciencia, la herramienta humana más vigorosa, nos haya proporcionado o nos pueda hacer creer. Hoy día la “Realidad" es solamente la suma de procesos externos e internos que no sospechamos que puedan ser alterados por nosotros.

156

AUTOCONCIENCIA POR EL MOVIMIENTO

Existe un antiguo refrán chino que dice: "Oigo y olvido. Veo y recuerdo. Hago y comprendo”. Al igual que todos los refranes, no es del todo cierto pero contiene sabiduría. No olvidamos todo lo que oímos ni recordamos todo lo que vemos. Sin embargo, creo que comprendemos mejor aquello que podemos hacer. Pero existen “bloqueos”, ‘fobias”, "ataduras”, "inhibiciones” y “compulsiones” que limitan mis acciones a patrones repetitivos sin ninguna otra posibilidad ni salida. Mi comprensión se relaciona con lo que puedo hacer. No puedo comprender por qué me siento débil; no puedo entender por qué me siento deprimido; no puedo entender por qué hoy me siento tan viril y alegre. De modo que ni siquiera actuar lleva a una absoluta comprensión. Entonces, ¿cuál es el medio? Resuelvan lo “absoluto” y tal vez logren una mejor comprensión. Cuando comencé a trabajar en mí mismo, o mejor dicho conmigo mismo, a causa del problema que tenía en las rodillas, no distinguía entre la integración funcional manipulativa y el trabajo grupal para llegar a la autoconciencia por el movimiento. Utilizaba 157

ambos de manera indiscriminada pues no me daba cuenta de que eran métodos diferentes. Sin embargo, de a poco conseguí ver que lo que hacía conmigo mismo no era simple ni fácil de comunicar a otros. No era mi intención compartir esta experiencia con nadie, pero sucedió que un colega mío, un físico, me pidió que lo dejara participar en lo que estaba haciendo conmigo mismo. Así, debí compartir mi experiencia con él. Imitarme no lo satisfacía, pues no sabía cómo ni dónde mirar, y tampoco podía discernir qué era lo esencial y qué un mero detalle. Cuantas más preguntas me hacía más me disgustaba su presencia; me irritaba mi incapacidad para explicar en pocas palabras qué hacia exactamente. Comprobé que debía recurrir a mi pasado para descubrir mi modo de autodirigirme, para descubrir el razonamiento, y después el sentimiento, que me movían a hacer lo que hacía. Estaba molesto por estar perdiendo el tiempo y enojado conmigo mismo; me disgustaban las preguntas de mi colega y a causa de mi propia sensación de impotencia lo veía como un estorbo. Como el trabajo con mi cuerpo en mi opinión consistía en la auto- observación, se me ocurrió que el autoexamen incluye un juicio, bueno o malo. Me 158

fastidiaba el hecho de tener que examinarme a mí mismo, mientras que cuando estaba solo me limitaba a observarme como un objeto que actuaba y se movía. Estaba concentrado en observar cómo se realizaba un movimiento, sin importarme de qué movimiento se trataba. Tal parecía ser la verdadera esencia del problema de mi rodilla. Podía repetir un movimiento con mi pierna cientos de veces; podía caminar durante semanas sin ningún inconveniente y, de pronto, el hecho de realizar una vez más lo que creía que era el mismo movimiento echaba todo a perder. Es evidente que este último movimiento había sido realizado de un modo distinto de los anteriores; por lo tanto, la manera de realizar el movimiento era más importante que el movimiento en sí. Compartir con otra persona la sensación de lo que estaba haciendo equivalió a arrojar una piedra y perturbar la tranquila superficie de un estanque. En resumen, me di cuenta de que estaba frente a un proceso de autodirección y de que cada movimiento particular sólo era importante en la medida en que arrojara luz sobre ese proceso. Era evidente que el proceso no era perfecto en mi caso, lo cual me hizo pensar que también sería imperfecto en el caso de otras personas. Dado que no se trataba de un proble159

ma hereditario, pues durante diez o veinte años no había tenido problemas con las rodillas, sólo me quedaba por descubrir de qué manera había llegado a aprender el proceso de autodirección. Ningún bebé nace con la capacidad de realizar los movimientos de los adultos; tiene que aprenderlos durante su crecimiento. Por lo tanto debía volver a aprender como adulto lo que no había podido aprender mejor en el pasado. Aprender a aprender era lo que tenía que compartir con mi colega. Yo no era maestro, y sin embargo mi colega tuvo que aprender cómo hacía yo lo que me veía haciendo. Comencé por hacerle comprender que hay mucha diferencia entre aprender y hacer. En la vida una acción debe ser realizada a la velocidad correcta, en el momento correcto y con la energía correcta. Si no se cumplen estas condiciones, la acción fracasa; no logra su objetivo. Tal vez alcanzar el objetivo pretendido constituya una condición en sí misma. El objetivo pretendido puede ser simplemente moverse por el solo hecho de moverse o bailar por el solo hecho de bailar. Sin embargo, todas estas condiciones necesarias para lograr un objetivo en la vida constituyen un obstáculo en el aprendizaje. No son operativas durante los primeros dos o tres años de 160

vida, cuando los cimientos para el aprendizaje ya están echados. Si queremos tener éxito en el aprendizaje debemos avanzar a nuestro propio paso. Los bebés repiten cada acción nueva de manera torpe y a su propio paso hasta que se cansan. Esto sucede cuando la intención y el logro son llevados a cabo de manera tal que sólo constituyen una acción que se parece a una intención. Un adulto que aprende a jugar al tenis o al golf repite los movimientos hasta que cree que su logro será aprobado por los demás o hasta que suscita la aprobación por haber ganado realmente. Un bebé no sabe hacerlo de otra manera y un adulto no sabe cuál es su ritmo de aprendizaje. Su opinión se ve distorsionada por lo que se impuso a sí mismo como ritmo de una persona “normal”. Durante su niñez, en su casa o en la escuela, en compañía de sus hermanos o de sus compañeros, tanto los padres como los maestros trataron de lograr que se convirtiera en uno de ellos, de imponerle un ritmo de aprendizaje que no era el suyo y que tal vez se esfuerce por alcanzar durante toda su vida. En el aprendizaje de la autoconciencia por el movimiento proceda con lentitud, con tanta lentitud como necesite para descubrir su propio ritmo de 161

aprendizaje, el ritmo que tendría si las exigencias de su ambición y el ritmo de los demás no lo hicieran ir más rápido de lo que puede. En las lecciones de autoconciencia por el movimiento se concede a todos el tiempo necesario para asimilar la idea del movimiento y para acostumbrarse a lo novedoso de la situación. Hay suficiente tiempo para percibirse y organizarse y para repetir el movimiento tantas veces como cada cual lo crea conveniente. No se utiliza silbato, metrónomo ni ritmo, música ni tambores. Se aprende con lentitud a descubrir el propio ritmo, según la estructura de cada uno. Cada miembro del cuerpo posee su propio ritmo de oscilación, igual que un péndulo. Cuando la persona se acostumbra a la acción, aumenta la velocidad del movimiento y en consecuencia su poder. Tal vez lo anterior no sea evidente pero es correcto. La lentitud es necesaria para descubrir el esfuerzo superfluo y eliminarlo parcialmente. El esfuerzo superfluo es peor que el insuficiente, porque es inútil. La acción rápida durante el aprendizaje es cansadora, lleva a confusiones y convierte el aprendizaje en algo desagradable e innecesariamente cansador. El aprendizaje debe brindar placer y ser fácil; ambos factores facilitan la respiración. Lo que se 162

aprende de otro modo rara vez se convierte en un hábito espontáneo. En las lecciones de autoconciencia por el movimiento lo imposible se hace posible, luego fácil, cómodo, placentero y por fin agradable desde el punto de vista estético. Creo que aprender el modo de aprender nuevas habilidades es más importante que las habilidades mismas; la nueva destreza es sólo una útil recompensa por su atención. Usted sentirá que merece esa destreza, lo cual lo ayudará a adquirir confianza en sí mismo. Para lograr el movimiento correcto es necesario pensar en el movimiento mejor y no en el correcto; el movimiento correcto no es perfectible. Durante varias olimpíadas saltar dos metros con cuatro centímetros era lo correcto para un ganador de medalla de oro, y mientras esta marca fue considerada la correcta ni siquiera un atleta excelente como Owens pudo superarla. En la actualidad es necesario saltar dos metros con veinte centímetros para poder participar en la competencia, y hay muchos que saltan dos metros con treinta centímetros. Lo mejor puede ser superado, mientras que lo correcto supone un límite. Pensemos en grandes corredores como Nurmi y Ladoumeque: hoy no llegarían ni siquiera a las semifinales. Lo mejor puede ser mejorado, mientras que lo 163

justo y lo correcto siempre serán lo justo y lo correcto y sólo sirven para quitar el estímulo de una persona. No es sólo un juego de palabras, que es lo que siempre hacemos con las palabras: imagine su actitud mental cuando cree que no se ha esforzado lo suficiente en un ejercicio y que podría haber realizado un pequeño esfuerzo suplementario; compare esta situación con lo que pensaría cuando, después de un esfuerzo supremo, no ha alcanzado su objetivo y se siente desalentado y disminuido ante sus propios ojos. En el primer caso siente la urgencia de repetir el ejercicio, no así en el segundo caso. En las lecciones de autoconciencia por el movimiento comienzo con los componentes del movimiento;.a veces pueden existir veinte diferentes variaciones de las configuraciones parciales que componen la destreza final. Por lo general los movimientos parciales preliminares no evocan el acto final. De este modo todos están cómodos y no se sienten presionados a apurarse por alcanzar el objetivo. Este método difiere de los métodos usuales de educación, en los que a menudo se busca que el alumno procure triunfar y alcanzar el objetivo propuesto. Al centrar la atención en los medios y no en el logro, el proceso de aprendizaje se hace más fácil, 164

tranquilo y veloz. Esforzarse por alcanzar un objetivo disminuye el incentivo por aprender; en cambio, adoptar un nivel de acción que esté a nuestro alcance mejorará nuestra manera de actuar y hará que alcancemos niveles mucho más altos en el final. Al aprender no pretenda hacer lo correcto; no trate de actuar bien, no se apresure, pues ello crea confusión; vaya despacio y no utilice más, sino menos fuerza de la que necesita. No se concentre, pues ello significa literalmente no mirar alrededor. A veces la concentración es un principio útil en la vida, pero al aprender, la atención debe estar dirigida en forma alternada al fondo y a la figura. Al aprender debe conocer primero los árboles y luego el bosque en que se encuentran. El cambio de figura a fondo y viceversa se hace tan familiar que es posible percibir ambos a la vez, sin molestarse ni tratar de ser eficiente. Eliminar todo esfuerzo inútil hará más por la eficiencia que sólo luchar por ella. No esté serio ni ansioso ni quiera evitar todo error. La clase de aprendizaje que acompaña la autoconciencia por el movimiento es fuente de sensaciones agradables que pierden la claridad si hay algo que opaca su placer. En el aprendizaje no pueden evitarse los errores, ni siquiera si recurrimos únicamente a la imitación; 165

aprender significa aprehender lo desconocido. Cualquier acción puede llevarnos a lo desconocido. Si eliminamos todo lo que al principio nos parece erróneo, el aprendizaje carecerá de interés. Los errores pueden ser eliminados cuando sabemos qué es lo correcto, pero cuando lo sabemos ya no es necesario que sigamos aprendiendo; con sólo repetir o ejercitamos lograremos nuestro objetivo. La autoconciencia por el movimiento nos lleva a conocernos a nosotros mismos y a descubrir recursos que antes no conocíamos. Por ello utilicemos nuestros errores como alternativas de lo que pensamos que es correcto y de esta forma tal vez sus roles se intercambien. Cuando utilizo la palabra “conciencia” quiero decir conocimiento consciente, que no debe confundirse con el simple conocimiento. Estoy bastante familiarizado con mi casa y mi biblioteca, pero no sé cuántos escalones debo subir para llegar a mi casa. Si por una vez presto atención y cuento el número de acciones, como por ejemplo mover los ojos y realizar cualquier otro movimiento con la cabeza, los brazos y las piernas, entonces sabré que antes trepaba las escaleras inconscientemente. Cuando advierto cómo desplazo mi atención de un escalón a otro, soy consciente de ellos y también sé su número. Podría utili166

zarse el mismo razonamiento para mi biblioteca. Utilizo la palabra “conciencia” para denotar percatamiento más conocimiento. Advierto que puedo tragar intencionalmente durante casi toda una vida sin saber cómo lo hago. Nadie sabe cómo se traga. Hablando de conciencia, he notado que hasta mis alumnos cometen el error de creer que les recomiendo ser conscientes de todas sus acciones en todo momento. Mi aprendizaje se amplía si soy consciente de que para levantar del piso el pie derecho debo movilizar primero la articulación de la cadera derecha, lo cual significa que debo trasladar la mayor parte de mi peso hacia la izquierda, aunque sólo sea por un segundo. Una vez que he aprendido esta nueva forma de caminar, se hace semiautomática; aun así mi conciencia se activa y retoma el control ante la menor alteración en la excelencia de mi caminar. En mí caso particular, he logrado hacer prácticamente cualquier cosa a pesar de mis rodillas defectuosas; esto se debe sólo a que soy consciente de lo que voy a hacer y de cómo voy a hacerlo antes de realizar un movimiento irreparable y defectuoso. Pero la mayor parte del tiempo, en condiciones normales, camino en forma simple e intencional, como lo hacía antes de ser consciente de cómo caminaba con las rodillas 167

defectuosas. No cuento los escalones de mi casa cada vez que los subo; sólo puedo permitirme este lujo debido a la libertad que me brinda mi conciencia. Pueden detectarse procedimientos similares a la autoconciencia por el movimiento en el aprendizaje de la pintura, la música o el modo de resolver un problema matemático. Un pintor frente a un caballete, con el lápiz, el carboncillo o el pincel en la mano, observa el rostro o figura que va a reproducir en el papel o en el lienzo. Observa el rostro y el papel y mide su mano, la libra del peso de manera de poder sentirse capaz de dibujar lo que está viendo. Sin embargo, con el fin de reproducir lo que tiene enfrente debe volver a mirarlo una y otra vez hasta tener plena conciencia de lo que ve. ¿Es un rostro ovalado? ¿Los ojos están cerca del contorno del rostro o más cerca del centro? Y así sucesivamente. Una vez que ha aprendido la autoconciencia por el movimiento puede apreciar si dibuja o pinta mejor y con más fluidez cuando inspira, cuando espira o cuando retiene el aliento. Esta conciencia por el movimiento hará surgir un pintor capaz de mirar y dibujar en forma natural y sin ningún esfuerzo. El tiempo invertido en la autoobservación en acción —que es movimiento— es insignificante si se lo compara con la habilidad, 168

excelencia y fluidez finales. Un violinista, un actor, un escritor o quien sea que no se dé cuenta de lo importante que es tener conciencia de la manera en que uno se dirige a sí mismo al actuar o al conducirse en la vida, dejará de crecer tan pronto como logre lo que él considera el modo correcto de hacer las cosas. Algunos pianistas geniales, al realizar sus prácticas, son siempre conscientes de lo que están haciendo y descubren otras formas de hacerlo distintas de la habitual. Las personas de talento crecen cuando toman conciencia de sí mismas en acción. Este talento proviene de la libertad de elegir entre diferentes modos de actuar. Esto está al alcance de quienes se han descubierto a sí mismos o de quienes han tenido la fortuna de que su maestro les haya ayudado a aprender a aprender. Maestros tales enseñan música y no las particularidades de una partitura determinada. Lo mismo se aplica a todas las habilidades y artes humanas. El rasgo que comparten las personas que han alcanzado un rendimiento indescriptible y superior es la cantidad de horas de práctica diaria que realizan a lo largo de sus vidas. Es difícil pasar horas de práctica repetitiva; en cambio, practicar durante horas la conciencia en movimiento o acción constituye la más absorbente 169

e interesante tarea en la vida de cualquier persona. La sensación de sentirse vivo se relaciona con la conciencia de llegar a ser uno mismo. Tuve la buena suerte de ser testigo de un ejemplo de la conciencia de lo que oímos. Abandonaba el laboratorio después de la instalación de una balanza nueva diseñada por Curie, que reemplazó a la que fuera utilizada durante décadas. Frédéric JoliotCurie, cuando nos dirigíamos a casa, me llamó para que viera el nuevo instrumento del que se sentía tan orgulloso. Este tenía mil quinientos voltios entre la suspensión central y el armazón conectado a tierra. Ya era tarde y no quedaba en el laboratorio nadie más que nosotros. Joliot dio un último vistazo a la balanza, se quitó el sobretodo y se dispuso a probarla. Colocó en la cámara un trozo de metal, que había sido dejado junto al instrumento, y encendió el contador; en ese momento pudo oírse una serie de sonidos en el altoparlante. Joliot se enfureció, pues pensó que no había sido obedecido el aviso que había hecho colocar, según el cual la última persona que saliera del laboratorio debía desconectar el instrumento. Volvió a ponerse el sobretodo y ya salíamos del lugar cuando, al disponerse a accionar el interruptor, se detuvo como si lo hubiera alcanzado un 170

rayo. Volvió a quitarse el sobretodo y se paró junto a la balanza sin prestar atención a ninguna otra cosa. Mientras escuchaba los sonidos se volvió a mí y dijo: “¿Puede oír el sonido que se extingue? Aquí no hay ningún material radiactivo que tenga una vida media semejante”. Una vez que hubo desconectado la máquina nos retiramos. Al día siguiente se supo que había sido descubierta la radiactividad inducida. Si Joliot no hubiera cobrado conciencia de los ruidos, probablemente alguno de sus colaboradores habría sido reprendido por no haber “desconectado” la máquina. Le llevó a Joliot casi una semana asegurarse, convencerse a si mismo y después al mundo entero de que la radiactividad inducida o artificial era un hecho experimental. Joliot recibió el Premio Nobel. Creo que no todos los físicos poseen la conciencia de Frédéric Joliot-Curie y que muchos en su lugar sólo habrían pensado que la nueva máquina tenía algún desperfecto. A menudo la gente explica incidentes como el relatado atribuyéndolos a la intuición. En mi opinión se trata de una cuestión de semántica. La intuición opera en el área en que una persona posee amplia experiencia y un gran interés personal. Muchas personas han escuchado el sonido de las olas de mar, pero sólo 171

Debussy pudo extraer de él un tema musical intuitivo para su poema sinfónico El mar. Tal vez Debussy, al escuchar lo que escuchó Joliot, habría tenido otra inspiración musical. Creo que decir que Joliot tomó conciencia de lo que estaba escuchando es una afirmación más clara y precisa tanto en lo fundamental como en lo general. La intuición constituye una explicación aceptable, pero con la reserva de que sólo es aplicable a individuos que se desempeñan en el terreno en el cual toda su personalidad posee un interés intenso. Tenemos la opción de creer lo que queramos. De hecho, contamos con alternativas; yo elijo la conciencia. En las cuatro décadas que llevo ocupándome del aprendizaje humano, me he dado cuenta de la dificultad que tienen hasta los estudiantes más interesados e inteligentes en comprender cómo es que puedo improvisar, año tras año, miles de movimientos, cada uno con diez o más variaciones del mismo tema, hasta que incluso el más lerdo de los oyentes recibe el mensaje. La explicación que por lo general la gente me ofrece es que soy único y que poseo una habilidad creativa de un nivel inusual. Deliberadamente omito otros cumplidos, no porque sea modesto sino porque no existe nada de lo cual enorgullecerse. En 172

cierta oportunidad escuché una frase que me llamó la atención: que el hombre promedio de la calle somos usted y yo. Creo que el genio latente promedio somos usted y yo. De no ser por mi convicción de que estoy ofreciendo a quienes me leen y escuchan algo importante para todo ser humano, no habría contado con la fuerza necesaria para persistir solo a lo largo de muchas décadas. Durante una extensa e instructiva conversación que tuve el privilegio de mantener con Jonas Salk en el Instituto Salk de San Diego, éste exclamó: “Las personas como usted y como yo estamos solos en el mundo; deberíamos permanecer juntos”. En realidad, no es exacto que estemos solos la mayor parte del tiempo; simplemente a veces nos sentimos deprimidos. Creo que las habilidades latentes en cada uno de nosotros son bastante más numerosas que las que utilizamos. Más aún, dicha latencia la imponemos nosotros debido a nuestra falta de conciencia. Creo que las calamidades ocurridas al hombre desde el comienzo de la historia conocida, en total diez o doce mil años, han sido tan grandes que nuestro estado actual no constituye un fracaso sino un mero hecho. Las inmensas posibilidades especulativas que abre a los seres humanos la extensión explosiva del pensa173

miento de una disciplina a la otra son las siguientes. Nos hallaremos tan incómodos con nuestros cerebros actuales que tendremos que sustituirlos por las computadoras del futuro, o bien veremos una mayor evolución de nuestras habilidades. Personalmente creo que nuestras perspectivas para el futuro ya están a nuestro alcance. Opino que ya poseemos un cerebro que a veces funciona en su capacidad máxima, siempre y cuando seamos conscientes de cómo evitamos utilizarlo. Es habitual la actual programación cultural de nuestros cerebros en cuanto a contenido, intención y alcance. Limitamos nuestro crecimiento a las necesidades inmediatas, como lo hemos hecho siempre. Desperdiciamos las habilidades al utilizar sólo las que necesitamos en la condición calamitosa que nosotros mismos hemos creado. Pensemos en la velocidad con que leemos: es un logro inmenso, pero ¿es realmente necesario leer a la misma velocidad con la que hablamos (trescientas palabras por minuto como mucho)? ¿Leemos a esa velocidad porque aprendemos a leer y a escribir con ayuda del habla, y por lo tanto las cosas deben seguir siendo así? Nos engañamos a nosotros mismos afirmando que la velocidad con que leemos es la velocidad máxima que puede alcanzar nuestro cerebro. Sabemos sin embar174

go que cuando aprendemos a examinar el texto escrito o mecanografiado con los ojos solamente, separamos la captación del contenido del habla subvocal o inhibimos los sonidos subliminales, gracias a lo cual podemos leer diez veces más rápido. Más aún, cuando leemos a razón de tres mil palabras por minuto retenemos mejor el contenido y los detalles de la lectura. ¿Están ustedes seguros de que no somos capaces de multiplicar por diez la mayor parte de nuestras habilidades, que inadvertidamente hemos limitado por aplicación de otros criterios “útiles”, como ya hicimos con el habla y la escritura? Opino que en realidad nos limitamos al colocar un énfasis erróneo sobre qué es lo importante para la sociedad de los hombres, sin prestar atención a cómo lo hacemos. Con demasiada frecuencia se descuida el modo en que cada individuo puede ser ayudado a descubrir su propia singularidad y a convertirse en un ser único en cuanto a su contribución a sí mismo y a su medio social. Existen muchos Leonardo da Vinci en la especie humana, y sin embargo hacemos todo lo necesario para que la capacidad humana sea una rareza. Nuestra propia generación puede alegar singularidad en música, matemática, electrónica y computación interespacial, exhibiendo habilidades laten175

tes, nunca utilizadas antes, de deducción e inducción, de transferencia del reconocimiento de patrones de una disciplina mental a otra. También en atletismo se dan similares saltos discretos. Toda actividad cerebral se desarrolla con la familiaridad del terreno de que se trata. El cálculo operativo, los grandes sistemas, la genética moderna, el cálculo tensorial y la cibernética no constituyen extensiones de principios conocidos. Son nuevos patrones de pensamiento que se pueden detectar como habilidades latentes inhibidas por la ignorancia científica. Espero poder caracterizar en poco tiempo más como cosa del pasado, que la educación de los niños por lo general tendía a buscar el mínimo denominador común de uniformidad. La individualidad de los pocos genios de cada generación se desarrolló gracias a la suerte. Aquí y allá apareció alguna persona que les enseñó a aprender en lugar de limitarse a enseñarles un programa, por más bueno que éste fuera. Me he imaginado un cerebro humano ideal. Ideal significa no existente. También significa que todos podemos tener momentos en que nos aproximemos más al ideal. Es de mucha utilidad comparar a todos con el ideal. ¿Cuál es el ser humano ideal? Es una persona normal o común que posee una herencia genética normal y que ha 176

tenido un nacimiento, primera infancia, niñez y crecimiento hasta la adultez ideales. ¿En qué condiciones puede criarse un monstruo tal? Me es muy difícil comenzar; si hubiera existido alguna vez un ser humano ideal no sería tan presuntuoso descubrir una historia ideal de crecimiento. Pensarlo no es tan difícil como expresarlo con palabras. Cuando no debo apoyar con palabras la lógica de mi pensamiento, me siento en libertad de atribuir cualidades ideales a cada estructura y a su funcionamiento. Mucho más fácil es idealizar por separado cada función. Por supuesto, una memoria ideal es la que tiene un poder de retención y una capacidad de evocación ideales y que permanece bajo control intencional absoluto. La función antigravitacional ideal del esqueleto y su musculatura implica una agilidad —parecida a la levitación— gracias a la cual una persona puede moverse en todas direcciones y en cualquier momento. Obsérvese que este modo de pensar en un esquema ideal no presenta mayores dificultades, dado que la mente no debe preocuparse por ello. De este modo usted puede formarse una imagen ideal del funcionamiento ideal de un hombre ideal. La ventaja de este recurso es muy considerable, dado que de un vistazo uno puede comparar el funciona177

miento de un hombre real con la imagen en su mente y obtener una muy útil información concreta. He observado a ganadores de medallas de oro en las olimpíadas y he descubierto que al saltar algunos luchan con la gravitación como si la levitación no existiera, mientras que otros parecen lo suficientemente livianos como para saltar más alto haciendo un menor esfuerzo, de manera tal que al observarlos podemos imaginar que se sienten ingrávidos. Incluso puede ocurrir que todos salten a la misma altura, pero la manera en que lo hacen es de suma importancia. Hasta es posible que un competidor gane sólo una medalla de plata pero se halle más cerca de la levitación ideal que todos los demás. Al observar diversas acciones de una misma persona —las de sentarse en el piso, bailar el vals, hablar ante un auditorio— compruebo que la de bailar el vals se acerca más a mi imagen ideal que las demás, y me pregunto cómo esta postura que está lejos de ser ideal consigue bailar tan bien el vals. Entonces observo que la mayoría de las demás parejas bailan mejor de lo que realizan cualquiera de sus otras acciones y que existe algo en el vals que ha hecho ágiles a individuos pesados y torpes. La mayoría de las personas son más ágiles cuando efectúan 178

una rotación sobre sí mismas que en otros movimientos. De no ser por mi imagen ideal no sabría qué buscar; cada función se gradúa cuando se la compara con una función ideal; a pesar de que no constituye una medida (como la que podría proporcionar un instrumento científico), sigue siendo un auxiliar mental de gran valor para mí. Ha guiado mis investigaciones en neurología, fisiología, teoría de la evolución, etcétera, y me ha permitido descubrir los hechos pertinentes que se hallan dispersos en un océano de conocimientos e inteligencia que en sí mismos no tienen objetivos, sino sólo perspectivas. La postura ideal del hombre es uno de los temas que más he tenido en cuenta en el transcurso de los años, de manera que he arribado a una idea precisa —o ideal preciso—, reforzada por los descubrimientos científicos y por la larga práctica. En la actualidad suelo iniciar mis seminarios con un experimento que muestra al auditorio la belleza intrincada e intrínseca de la postura erecta del hombre. Así es como miles de personas han sido introducidas a la práctica de la autoconciencia por el movimiento. Observen la ilustración, que muestra cómo un bebé que empieza a gatear, y en sus primeras etapas, sostiene la cabeza apoyado sobre el estómago. 179

La cabeza es sostenida de manera refleja, tal como debería suceder con la cabeza ideal de un adulto ideal. La cabeza es alzada hasta que los ojos miran el horizonte y se mantiene libre de manera que puede moverse hacia la derecha o hacia la izquierda con la mayor suavidad y facilidad de que el sistema nervioso humano es capaz. El resto del cuerpo se contorsiona de manera tal que la columna cervical está en condiciones de dejar la cabeza en libertad para moverse sobre el atlas y el axis. Si un bebé de mucho menos de un año de edad se da vuelta sobre el estómago, su cabeza se orienta, como siguiendo un mecanismo invisible, hacia la posición indicada en la figura. El bebé sostiene la cabeza de manera infatigable y refleja y puede permanecer así más tiempo que un adulto, suponiendo que éste pueda imitar di180

cha posición. A veces el bebé baja la cabeza y da la impresión de que golpeará la nariz contra el piso; sin embargo, esto no sucede; la cabeza se endereza justo a tiempo, como si se accionara un interruptor. En el adulto la cabeza gira de manera intencional y automática como reacción a cualquier cambio brusco en la estimulación de los teleceptores: gira hacia la derecha o hacia la izquierda a fin de localizar el origen del cambio. La cabeza se mueve hasta que los órganos de la visión, la audición o el olfato reciben igual estimulación; a la larga, incluso el menor cambio hará que la cabeza gire hacia el lugar de donde procede el estímulo. El sistema nervioso ha aprendido a orientar de ese modo la cabeza merced a la diferencia en la estimulación de estos órganos, así como gracias a la igualdad de ésta cuando la duración del cambio es suficiente. Es importante notar que la rotación de la cabeza para enfrentar el origen del cambio organiza toda la musculatura a fin de movilizar el esqueleto de modo tal que el peso del cuerpo sea sostenido por la pierna del lado hacia el que gira la cabeza. Trate de imaginar que sucede algo repentino, importante o peligroso del lado derecho de su cuerpo y simule el movimiento de su cabeza en tal instancia. 181

Se dará cuenta de que su lado izquierdo es librado del peso de modo tal que usted puede girar su cuerpo hacia la derecha. El lado derecho posee suficiente tonicidad como para permitir que el cuerpo gire alrededor de la articulación derecha de la cadera, de la pierna o del pie o de todos ellos, para enfrentar la alteración. La inmensa actividad nerviosa que se necesita para volver a distribuir el tono en toda la musculatura desde un patrón al otro se logra en un abrir y cerrar de ojos. Es inducida por la tensión asimétrica en los músculos del cuello, que controlan la cabeza. Es importante que comprendamos el mecanismo del movimiento de los ojos, así como el efecto de la estimulación coclear en este proceso. Pero no tendría objeto repetir aquí detalles que fueron expuestos inicialmente en la obra de Magnus y que pueden hallarse hoy en cualquier tratado moderno de fisiología. El resultado final de enfrentar la alteración que se produce al rotar el cuerpo es girarlo como si el objeto fuese a restaurar la simetría de los músculos de la cabeza y de los ojos. Esto se logra con tanta economía en cuanto a organización y a acción que la respuesta al peligro o a los intereses vitales es prácticamente instantánea. La rotación está tan bien desarrollada en los seres humanos que éstos giran más 182

rápido que la mayoría de los animales; en una corrida de toros, en las artes marciales japonesas, en él boxeo y en otras actividades parecidas, el choque con un objeto que se aproxima puede evitarse simplemente girando hacia un costado. El sistema-está tan bien estructurado y es por lo general tan rápido que la autopreservación parece milagrosa. La dinámica del movimiento de los cuerpos sólidos requiere que la energía sea proporcional al cuadrado de la velocidad, lo cual podría llevarnos a suponer que rotar de manera rápida demanda un tremendo esfuerzo. No es así, pues en nuestra postura erguida la proximidad de la materia pesada al eje de rotación reduce el esfuerzo a un mínimo. Además, nuestros cuerpos son casi idealmente cilíndricos, de manera que el momento de rotación es muy pequeño. En los ejercicios de autoconciencia por el movimiento se practica una serie de movimientos rápidos que producen una estimulante sensación de agilidad y rapidez que jamás hubiéramos creído posible. Cuando recuerde todas las razones que expongo, comprenderá por qué, en los ejemplos que daré a continuación, no deseo que se apresure a leer. Será mejor que trabaje despacio, paso a paso, y llegue a la versión final por sus propios medios. Entonces no 183

será más mi manera de hacer las cosas sino la de usted, que es como debe ser. Siéntese en el piso. Lleve las manos hacia atrás y apóyese sobre ellas con los codos bien derechos. Doble las rodillas de manera tal que pueda colocar las plantas de los pies sobre el suelo, enfrente de usted. Incline amibas rodillas hacia su derecha utilizando los pies como bisagras para mover las piernas y las rodillas. Incline las rodillas hacia la izquierda y vuelta a la derecha. Al repetir este movimiento hacia la derecha y hacia la izquierda, observe que el movimiento de la rodilla es iniciado por la pelvis. Note que la inclinación de las rodillas hacia la derecha es precedida por el endurecimiento del brazo izquierdo de manera tal que el empuje de la mano izquierda sobre el piso facilita la iniciación del movimiento de la pelvis y coincide con el alzamiento y leve inclinación hacia atrás de la cabeza. Repita las inclinaciones de la rodilla hacia la derecha y hacia la izquierda al tiempo que atiende a la alteración preliminar del tronco, la columna vertebral y la cabeza y la fuerza que usted está realizando. Vaya despacio y descubrirá que el movimiento es cada vez más fácil, hasta que tome conciencia de exactamente cuándo usted inspira y cuándo espira durante las fases del movi184

miento. Altere el orden y espire en el momento en que antes inspiraba y continúe haciéndolo hasta tomar conciencia de cuál de ambas opciones hace más fácil el movimiento. Carece de importancia el hecho de que su decisión sea correcta o errada. Porque cuando su atención y su conciencia mejoren, en algunos instantes, su juicio mejorará pues su sensibilidad será mayor, así como sus esfuerzos serán menores. La situación que propongo puede ser realizada por ambos sexos, por obesos y delgados, jóvenes y ancianos, atletas y personas levemente lisiadas. Siga inclinando las rodillas durante un minuto o dos o una docena de veces o el tiempo que le resulte cómodo. La diferencia entre los que realizan estos movimientos será leve y consistirá en gran medida en el número de ensayos que necesitará cada uno para tomar conciencia del papel que desempeña el resto del cuerpo a fin de que la intención sea fácilmente realizable. Tomar conciencia es lo que realmente importa, y no la clase de movimiento utilizado en la lección; no obstante podemos elegir alguno que sea útil en la vida diaria. Finalmente coincidirá conmigo en que usted puede moverse como un gato y casi diez veces más rápido de lo que, hasta el momento, ha aceptado como su velocidad “normal”. Recuerde la 185

velocidad de lectura y mi afirmación de que lo normal es lo potencialmente posible, deformado y limitado a la “normalidad”. Lo anterior es tan importante que vale la pena repetirlo. A excepción de algunas partes de nuestro cuerpo, utilizamos sólo una pequeña fracción de nuestra capacidad latente. El hábito de pensar que uno debe tener talento, que debe haber nacido con él para destacarse en alguna actividad es un obstáculo para la libre elección. Somos genéticamente humanos y lo que otros seres humanos pueden hacer, aunque sea uno solo de ellos, todos los demás lo pueden hacer. Tomemos el ejemplo del habla y de las tres mil maneras diferentes de lograrla. Si hay diferencias de capacidad entre los seres humanos también las hay en lo que responde a su cavidad bucal, dientes, lengua y cerebro. La negativa a admitir que nuestro talento para el uso de idiomas se extiende a otros campos forma parte de la pereza mental que aflige a la mayoría de los seres humanos. Es duro esforzarse para llegar a ser un genio de la música, la pintura, las matemáticas, la escena o lo que fuere y crear algún artículo u objeto original, tan personal que lleve la marca de su hacedor. Es mucho más fácil ser uno más en la multitud, esa multitud que nuestra educación uniformiza tanto como es po186

sible. Para este momento ya habrá descansado y se habrá dado cuenta de muchas cosas que puede o no haber sabido. Vuelva a sentarse en la misma posición que antes e incline las rodillas hacia la derecha y hacia la izquierda. Esta vez hágalo con las rodillas algo separadas, lo suficiente como para dejar lugar para que primero una de sus piernas y pies se apoyen en el piso entre las rodillas y luego la otra. Así, cuando sus rodillas se apoyan sobre el piso inclinadas hacia la derecha, la parte inferior de su pierna derecha puede yacer libremente entre ellas; la planta del pie se apoya de plano en el muslo izquierdo, cerca de la rodilla; por supuesto, su pierna y pie izquierdos también están sobre el piso. Observe que para lograr este movimiento sus pies son empleados como bisagras para las piernas inclinadas y permanecen prácticamente sobre el piso en el lugar que ellos mismos se buscaron mientras usted inclinaba y separaba las rodillas. Es de suma importancia utilizar los pies como bisagras todo el tiempo, hasta concluir las últimas fases del movimiento. Familiarícese con los detalles de los preparativos necesarios para alcanzar sus dos posiciones simétricas con las rodillas inclinadas hacia la derecha y lue187

go hacia la izquierda. Respire suavemente, es decir, no de ninguna manera en especial sino cuidando que no se detenga el flujo de aire que entra o sale de la nariz. Fíjese cuál de las manos que descansan sobre el piso carece de utilidad cuando usted inclina las rodillas hacia la derecha; una de ellas puede ser alzada sin dificultad y sin provocar una pausa en la respiración. Incline las rodillas hacia la izquierda y nuevamente hacia la derecha; esta vez alce la otra mano del piso. En ese momento se volverá consciente de lo que acaba de leer o comprender. Continúe inclinando las rodillas hacia la derecha y hacia la izquierda. Levante la mano que usted halló innecesaria como apoyo y llévela en la dirección de las rodillas. Poco a poco se hallará cada vez más cómodo para levantar la pelvis lo suficiente como para sostenerse sobre la rodilla. Siéntese e incline las rodillas en la otra dirección hasta sostenerse sobre la otra rodilla. Siéntese y ensaye estos movimientos varias veces. Note que los pies actúan como bisagras pero que son de poca ayuda para realizar los movimientos; es mejor dejar que se muevan a voluntad. Sin embargo, usted debe tomar conciencia y vigilar que no se desplacen sin que usted se lo haya propuesto. El brazo levantado acompaña al tronco y se lo 188

puede balancear levemente para que ayude al tronco y a la pelvis a levantarse del piso. Hago estas observaciones sólo después de haber visto que mis alumnos ya se han dado cuenta y están realizando aquello que verbalizo. Así, el estudiante siente que ha adivinado lo correcto y su seguridad y confianza crecen junto con su conciencia. En las descripciones escritas como ésta necesariamente se pierde el énfasis, ya que el ritmo de las palabras está marcado por el papel. Descanse apenas se sienta fatigado y vuelva a comenzar en cuanto esté listo. Continúe entonces con el ejercicio que estaba realizando. Inclínese hacia la izquierda hasta estar apoyado sobre la rodilla, con el brazo derecho moviéndose hacia la izquierda; siga apoyándose sobre su brazo izquierdo con la mano contra el piso. A fin de ponemos de pie desde esta posición, a menudo llevamos el pie derecho hacia adelante y nos levantamos concentrando el esfuerzo en ambas piernas. Lo que logramos de este modo es inmovilizar el cuerpo, anular el ímpetu cinético y hacer más lenta y difícil la incorporación. Es como si frenáramos a un auto que va cuesta arriba luego de haber adquirido velocidad, cuando la única posibilidad es volver a colocar la primera velocidad, volver a 189

ascender (y consumir nafta) y aguardar a que se acumule la suficiente energía cinética para poder utilizar las demás velocidades. En el movimiento que estamos aprendiendo aún no somos tan conscientes de estarlo realizando mal. Comience otra vez, incline las rodillas hacia la derecha y hacia la izquierda, pero esta vez acompañe el movimiento con el brazo derecho, deslícelo hacia adelante y arriba y hacia la izquierda. Continúe el movimiento pélvico en su ascenso en espiral desde el piso hasta elevar la articulación derecha de la cadera (en la misma dirección que su brazo derecho en movimiento) lo suficiente como para enderezar la rodilla derecha. Su pie derecho se apoyará en el piso. Dado que la pelvis incluye ambas articulaciones de la cadera, también la izquierda se elevará lo suficiente como para que usted se encuentre de pie, con todo el peso del cuerpo sobre sus pies. La pelvis abandona la posición sentada y asciende en espiral hacia su izquierda; si usted está lo suficientemente consciente de la trayectoria de la pelvis y no la detiene sino que la deja seguir su curso, el movimiento de rotación se completará y usted tendrá a su frente el plano que al comenzar el movimiento tenía a su espalda. En este movimiento usted está utilizando el 190

impulso original de la pelvis y el tronco que ayudó a inclinar las rodillas hacia la izquierda. Repita el ejercicio hasta cobrar conciencia del modo en que usted se dirige a sí mismo al moverse. Levantarse a partir de la posición sentada, llevando las rodillas hacia la derecha y luego hacia la izquierda, es algo que haría de manera prácticamente instantánea y casi sin esfuerzo. Repita el movimiento comenzando con las rodillas inclinadas hacia la derecha y preste atención al movimiento ininterrumpido de la pelvis. Sus brazos, pies y todo lo demás se organizarán a la perfección con la pelvis. Esto se debe a que la cabeza sigue el mismo movimiento ascendente en espiral y los ojos buscan el horizonte cuando finaliza el ascenso. Siéntese en el piso, cierre los ojos e imagínese la trayectoria que siguen la cabeza y la pelvis. Cuando haya tomado plena conciencia del movimiento, piense en la facilidad y velocidad con que se puso de pie desde la posición sentada con una simple acción. Esta aparente simplicidad se debe a la integración de todos los complejos detalles en un solo acto intencional. Repita el ejercicio y comience con las rodillas inclinadas hacia la derecha, como antes, pero esta vez no alce la mano izquierda de manera decisiva después que todo su peso descanse sobre sus pies, es 191

decir, no complete el movimiento hasta quedar totalmente erguido. Permanezca así y piense cómo volver a la posición sentada inicial. Puede tomarse todo el tiempo que necesite para cobrar conciencia de su desplazamiento en el espacio. Dicha conciencia espacial no es sino otra de las facetas de su sensación cinestésica. Al realizar un movimiento intencional bien aprendido la atención pasa con mucha facilidad del contacto interno de las sensaciones musculares al contacto espacial o externo, de manera tal que no nos damos cuenta de que estamos realizándolo. Un acto único es simple incluso si es tan complejo como escribir esta descripción. Es probable que haya descubierto que realizar un movimiento a la inversa en el espacio también significa revertirlo en el tiempo. Es evidente que no podemos desandar el tiempo, pero sí podemos pensar en nuestro último movimiento con el pie derecho. Así, éste iniciará el movimiento contrario para sentarse. No le habrá llevado mucho tiempo darse cuenta de que la pelvis es la primera en moverse a fin de elevar el pie derecho del piso. Ahora mueva la pelvis primero a fin de despegar el pie derecho del piso y lleve la pierna flexionada hacia el piso, hacia el lugar en el que estaba sentado al comenzar el ejercicio. 192

Repase todo el proceso mentalmente y cuando lo tenga más o menos claro, siéntese en el piso. Incline las rodillas hacia la izquierda e imagine que las balancea a fin de incorporarse moviéndose hacia la derecha, de la misma manera en que tantas veces lo hizo moviéndose hacia la izquierda. Si no puede tomar conciencia del movimiento pélvico en espiral hacia su derecha, deténgase, tome un descanso e incline las rodillas hacia la derecha a fin de repetir el movimiento ya practicado. Inclínelas hacia la izquierda y póngase de pie nuevamente con el movimiento deslizante que ya conoce. Eleve y mueva el pie derecho otra vez, vuelva a dirigir la pelvis hacia el piso e incline las rodillas para balancearse hacia la derecha. Sosténgase sobre la rodilla derecha al tiempo que balancea el brazo izquierdo hacia adelante, hacia arriba y hacia la derecha y observe cómo se desplaza la pelvis describiendo una espiral hacia arriba y hacia la derecha hasta lograr que la pierna y el pie izquierdos sostengan todo su peso. Dado que la pelvis se articula con las dos piernas, su pierna derecha también se enderezará y contribuirá a sostener el peso del cuerpo. Ahora alce su pierna izquierda moviendo la pelvis y siéntese en el piso, incline las rodillas hacia la izquierda y póngase de pie sin llegar a 193

enderezarse por completo. Desplace la pelvis a fin de volver a llevar el pie derecho a la postura de sentado, e inclinando las rodillas hacia la derecha, levántese con un solo movimiento continuo en espiral de la pelvis, primero hacia abajo y luego hacia arriba y hacia la derecha. Así, usted se pondrá de pie, se sentará y se volverá a poner de pie en un momento y con un solo movimiento. La pelvis nunca deja de moverse, dado que antes de sentarse ya se está desplazando a fin de inclinar las rodillas en su movimiento ascendente en espiral hacia el otro lado. Ahora puede examinar las ilustraciones. Piense que su aprendizaje es similar al de quien aprende a escribir. Una vez familiarizado con los complejos cambios de movimiento, presión, forma y direcciones, comenzará a formar su propio estilo de escritura. Nunca se parecerá a la escritura de ninguna otra persona. Sólo se necesita que sea legible; es decir, lo suficientemente bien formada como para que se conozcan sus intenciones de manera clara e inconfundible. Ahora puede volver a realizar el movimiento de manera suave y fascinante, con su propio estilo. Aprenda a tomar conciencia del movimiento suave de la pelvis sin interrumpir la continuidad de sus etapas de aceleración y desaceleración desde la posi194

ción erguida a la sentada y nuevamente a la erguida en la dirección opuesta. Ahora puede tomar conciencia de que los miembros se acomodan de manera ideal para seguir el movimiento pélvico pretendido. La conciencia que se adquiere en este aprendizaje es fundamental y facilita la realización de muchos otros movimientos, incluso de aquellos que hemos aprendido por tanteo y que podremos perfeccionar. Si usted actúa sin apresurarse y se esfuerza por eliminar los obstáculos que traban sus movimientos, su velocidad superará la que adquiere su propio peso al caer libremente. Casi no existen límites para la calidad de desempeño que la autoconciencia por el movimiento no pueda superar. Lo que mejora es el proceso de autodirección y no un movimiento en particular. El logro particular es accesorio y constituye un premio ganado por haber alcanzado un mejor aprendizaje. Tal vez ahora tengamos paciencia suficiente como para satisfacer nuestra curiosidad. Siéntese en el piso con el pie derecho hacia atrás y a la derecha, con las rodillas separadas a fin de que su pierna izquierda pueda quedar entre ellas, tal como lo hicimos antes. Apóyese sobre la mano izquierda que estará colocada sobre el piso a la izquierda de la pelvis, en el lugar donde usted compruebe que soporta el peso de su 195

cuerpo con mayor comodidad. Alce el brazo derecho con el codo levemente doblado a fin de poder levantar el antebrazo. Levante la mano que cuelga hasta el nivel de los ojos, a una distancia cómoda enfrente de usted. Con los ojos fijos en la mano gire el tronco, la cabeza y el brazo derecho hacia la izquierda, abarcando un ángulo que usted sienta que pueda alcanzar sin esfuerzo. Permanezca así, levemente vuelto hacia la izquierda. Respire con suavidad, con poco movimiento externo visible. Después de más o menos un minuto mueva los ojos hacia la derecha: sólo los ojos, manteniendo inmóvil el resto del cuerpo. Ahora desplace la mirada hasta la mano, y luego nuevamente hacia la derecha, sin esforzarse más allá del simple movimiento de los ojos. Repita este desplazamiento de la mirada hacia la mano y hacia la derecha una docena de veces. Deténgase. Cierre los ojos, resuélvase a detener el movimiento ni bien se dé cuenta de que está aumentando el esfuerzo, y mantenga levantado el brazo con la mano frente a sus ojos cerrados. Gire hacia la izquierda sin otra restricción que la que ya mencionamos. Gire sólo una vez abarcando el ángulo que desee, deténgase, abra los ojos y se dará cuenta de que ha girado varios o muchos grados más hacia la izquierda que al principio. Permanezca en 196

esa posición. Mantenga la vista fija en la mano y mueva solamente la cabeza hacia la izquierda con tanta facilidad como pueda. Repita el movimiento una docena de veces, moviendo sólo la cabeza. Hágalo girando primero la cabeza y la vista hacia la izquierda, y moviendo después solamente los ojos hasta volver a enfocar la mano. Deténgase, cierre los ojos y siéntese en la primera posición. Resuélvase a detener el movimiento tan pronto como se dé cuenta de que necesita un mayor esfuerzo y, alzando la mano enfrente de los ojos, gire hacia la izquierda; al abrir los ojos comprobará que, sin esfuerzo, ha girado en un ángulo mayor que antes. Deténgase a pensar cuán diferente es esta experiencia de lo normal. La “ejercitación" parecía no tener relación con lo que se necesitaba mejorar; no obstante, lo mejoró. Si ahora se acuesta de espaldas tomará conciencia de que ambos lados no se apoyan en el piso de la misma forma: uno de ellos se ha modificado a raíz de lo que acaba de hacer. Siéntese otra vez como antes. Gire cómodamente hacia su izquierda, apóyese sobre la mano izquierda y coloque la derecha sobre su cabeza. Mueva la cabeza con la ayuda de su mano como si quisiera tocar 197

el hombro derecho con la oreja derecha y luego como si quisiera tocar el hombro izquierdo con la oreja izquierda. El movimiento se hará cada vez más fácil y amplio si toma conciencia de que mientras su oreja derecha se mueve hacia el hombro derecho, la pelvis se desplaza de manera tal que su lado derecho se hace más corto y las costillas del otro costado sobresalen. Cuando la mano mueve la cabeza hacia la izquierda, el movimiento de la pelvis y el tronco se invierte. Después de una docena de estos movimientos hacia la derecha y la izquierda, cierre los ojos. Siéntese en la posición original, con la mano derecha frente a sus ojos. Resuélvase a detenerse de inmediato apenas sienta cansancio, gire, deténgase y comprobará que ha girado más que antes. ¿Cómo pudo ser? Es otro adelanto gracias a un entrenamiento no ortodoxo. Siéntese en la posición original y gire hacia la izquierda, pero esta vez coloque ambas manos en el piso sobre su izquierda. Organícese de manera de apoyarse sobre ambas manos por igual: las manos deben estar separadas por una distancia igual al ancho de los hombros. Tuerza la cintura escapular hacia la izquierda a la vez que gira el rostro, es decir, la cabeza y los ojos, hacia la derecha. Tome concien198

cia del movimiento que realizan la articulación de la cadera y la nalga del lado derecho a fin de comenzar el movimiento de la cintura escapular. Preste atención a lo que siente en la columna vertebral. Enderécese y repita el movimiento una docena de veces. Cuando se siente, levante la mano derecha frente a los ojos y gire a la izquierda tanto como pueda. Es muy probable que logre girar lo bastante como para mirar lo que se encuentra a su espalda. Compare este movimiento con el giro del principio y advertirá que la autoconciencia por el movimiento permite un aprendizaje más eficiente que el simple esfuerzo y la voluntad. Usted ha estado diferenciando entre el movimiento de los ojos y el de la cabeza, lo cual significa que ha aprendido a moverlos en direcciones opuestas. La mayoría de las personas abandona el aprendizaje neuromuscular-espacial después de haber aprendido a moverlos en la misma dirección. Esta misma diferenciación se produjo entre su pelvis, cabeza y ojos. Siéntese. Incline las rodillas hacia la derecha apoyando las manos detrás de usted. Balancee las rodillas hacia la izquierda a fin de levantarse rápidamente, desplazando la pelvis según el conocido mo199

vimiento en espiral ascendente hacia la izquierda a fin de ponerse de pie, revertir el movimiento y volver a ponerse de pie por la derecha. Continúe el ciclo completo pararse-sentarse-pararse; pronto se dará cuenta de que el movimiento hacia uno de los lados es más suave y rápido que hacia el otro. ¿Existe alguna relación entre lo anterior y la dirección del movimiento de las últimas lecciones? Siéntese con las piernas hacia la izquierda y practique todas las etapas de girar el tronco, la cabeza, los ojos y la pelvis como antes, pero con una sola restricción importante: no realice ningún movimiento en ninguna de las etapas excepto el necesario para adoptar la nueva posición. Permanezca sentado sin moverse e imagine que se está moviendo. Tomará conciencia de cómo se organizan los músculos en los patrones necesarios para realizar el movimiento. Si atraviesa todas las etapas de la misma manera se sorprenderá al descubrir que su giro hacia la derecha ha mejorado. Más aún, habrá sido realizado en alrededor de una quinta parte del tiempo. Ahora que ya conocen la autoconciencia por el movimiento, podrán apreciar la manera en que es presentada, lo cual constituye una buena oportunidad de que se produzca el aprendizaje. Pedí al famoso 200

escritor de Encounter, Will Schutz, quien me trajo por primera vez a los Estados Unidos, que me acompañara a una entrevista en New Dimensions. He aquí algunos extractos que vienen al caso: Will Schutz: Pienso que su método es autoorientado, a diferencia de los métodos dirigidos por un gurú o maestro. Mientras tomaba lecciones con usted, uno de los ejemplos en especial me llamó la atención. El problema consistía en cómo separar los pies de manera de estar lo más cómodo posible. Usted me aconsejó que los pusiera muy juntos y viera cómo me sentía y que los colocara muy separados y viera cómo me sentía, y que siguiera moviéndolos de aquí para allá hasta encontrar la posición más cómoda. Lo que me viniera bien era lo correcto. También hice el entrenamiento de Arica, que considero orientado por un maestro. Oscar Ichazo es el maestro y debe hacerse lo que él dice. En Arica hacía lo mismo, pero la regla era que los pies debían colocarse a un codo de distancia. Si uno no lo hacía, el instructor se acercaba y decía: “No es así. Usted no entendió bien”. Allí lo correcto era recordar y cumplir las instrucciones. Moshe Feldenkrais: Nunca obligo a nadie a aceptar 201

mi punto de vista. Nunca diría “esto es correcto” o “esto es incorrecto”. Opino que no existe lo correcto. No obstante, si una persona hace algo y no sabe lo que hace, entonces cualquier cosa que haga será correcta para ella. Como seres humanos poseemos una capacidad de la que carecen los animales: la de saber qué hacemos. Así como tenemos libertad de elegir. Supongamos que veo que usted está situando los pies muy alejados el uno del otro y lo considero incorrecto. Ahora bien, ¿por qué lo considero incorrecto? No debido a que crea que los pies deban estar a una distancia determinada, sino porque creo que se siente incómodo y que lo hace de ese modo porque nunca se preguntó qué distancia es suficiente para sentirse cómodo. En realidad a usted no le preocupa la comodidad. Si fuera muy tímido o una muchacha virginal, mantendría los pies juntos porque es lo que se considera “decente”. Si fuera un introvertido jactancioso con ganas de demostrar cuán importante y libre es, abriría demasiado las piernas. Pero ¿demasiado para quién? Ciertamente no para mí. No digo “esto está bien” o “esto está mal”. Sólo digo que si sabe que mantiene juntos los pies debido a su timidez y porque se sentiría incómodo si los separara más, no hay problema. En mi opinión es correcto hacer lo que se 202

desea. No estoy aquí para decirle lo que debe hacer; sólo para demostrarle que debe saber qué hacer. Sin embargo, si en realidad no sabe por qué mantiene los pies de esa manera y cree que todos los seres humanos deberían mantener juntos los pies, y es incapaz de separarlos más, no porque su fisiología o su anatomía se lo impidan sino porque no se da cuenta de que no sabe que pueden ser separados, entonces lo que usted hace es incorrecto. Will Schutz: Recuerdo un ejemplo de una de sus clases que ilustra lo que acaba de decir. Todos seguíamos las instrucciones, pero había una persona que no quería hacer el ejercicio de la manera indicada por usted. En lugar de reprenderla usted pidió al resto de la clase que hiciera el ejercicio como lo hacía esa persona y luego lo realizara como usted decía que debía hacerse, y que juzgáramos cuál de las dos maneras era más cómoda. Este proceso nos ayudó a expandir nuestra conciencia de qué era en realidad lo más cómodo. Moshe Feldenkrais: Eso no es todo. Lo que yo quería transmitir era lo siguiente: yo decía algo y la gran mayoría lo hacía de determinado modo. Pero había 203

una persona que interpretaba las mismas palabras de manera diferente. Tal vez esa persona fuera tan tonta que no pudiera comprender de qué estaba hablando. Bien. Sin embargo, yo creía que esa persona no era tonta, sino que se hallaba tan lejos de poder cumplir con mis instrucciones que no podía concebir que realmente hablara en serio. Ahora bien, todos los demás hicieron el ejercicio según mis explicaciones, y les dije: “Observen cómo realiza el ejercicio esta persona. Tal vez tenga razón; tal vez deba ser realizado de esa manera. ¿Pueden imitarlo?”. Pues sí, todos podían. “¿Pueden hacerlo como lo hicieron antes?”. Sí, todos podían, pero esta persona sólo podía hacerlo a su manera y no como los demás. De ahí que el resto tuviera la libertad de elegir entre dos acciones, pero él era compulsivo y no podía cambiar. No sabía qué hacía y no podía hacer lo que quería. Esta técnica, la de hacer que los demás lo observaran, hizo que fuera más fácil para él observarse a sí mismo. Hubiera podido decirle: “Usted lo hizo a su manera. Tal vez tenga razón; estas personas pueden hacerlo igual que usted o de otro modo, pero usted no tiene elección. Es una computadora; ellos son seres humanos. Ellos son libres de elegir, usted no. Ahora siéntese y observe. ¿Se da cuenta?” Al ver que 204

los demás lo imitaban, de pronto se dio cuenta de que no sabía qué estaba haciendo. Apenas tomó conciencia de ello lo hizo como los demás. Le llevó diez segundos aprender el ejercicio. Rescató su libertad de elección y recuperó su dignidad humana. Deseo que comprendan que hay dos tipos de aprendizaje: uno de ellos consiste en memorizar datos, como por ejemplo tomar una guía de teléfonos y aprenderla de memoria, o tomar un libro de anatomía y aprender los puntos de inserción y los orígenes de cada músculo; este tipo de aprendizaje es independiente del tiempo y la experiencia. Podemos decidirnos a llevarlo a cabo en cualquier momento. Sin embargo, supongamos que usted desea aprender a tocar el piano. Cada vez que comienza una lección dice: “Está bien, no aprendí a tocar el piano de niño; ahora me resulta muy difícil, ¿y para qué quiero aprender a tocar el piano? Soy científico, soy periodista radial. ¿Para qué necesito tocar el piano? Si quiero oír piano puedo escuchar una grabación". Sin embargo, para algunas personas, como Yehudi Menuhin o Vladimir Horowitz, la ejecución musical es más importante que la radio o la ciencia para usted. Ellos aprenden por medio de una clase de aprendizaje que casi está más allá de la elección personal. Podemos aprender 205

de memoria la guía telefónica si así lo deseamos, o no aprenderla, si tal es nuestra voluntad; incluso podemos comenzar a aprenderla y luego cambiar de opinión. Pero hay un tipo de aprendizaje respecto del cual no tenemos opción; dicho aprendizaje está latente en las leyes naturales que crearon nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso, nuestro cuerpo y nuestros músculos, y que se cuentan entre las leyes cósmicas del universo. Son tan precisas y seriadas, que no podemos elegir el orden en que las aprendemos. Debemos aprenderlas en cierto orden; de lo contrario no nos desarrollaríamos como seres humanos normales; seríamos lisiados o autistas, seres anormales. ¿Por qué no es posible enseñar a un bebé de un año a tomar un lápiz y escribir? El bebé no podrá escribir hasta que desarrolle la capacidad necesaria. Hay un tipo de aprendizaje que acompaña al crecimiento. No podemos patinar antes de saber caminar, por muy inteligentes que seamos, aunque seamos geniales. En primer lugar debemos aprender a caminar. Asimismo, no podemos caminar antes de saber gatear. Si aprendiéramos a caminar antes de saber gatear seríamos lisiados. No es posible aprender a hablar antes de poder mantenerse de pie. ¿Sa206

ben por qué? En el sistema humano las partes comienzan a funcionar sucesivamente, una después de la otra. El funcionamiento ayuda al crecimiento en cada etapa, a medida que partes nuevas del cerebro se vuelven dominantes y modifican todo nuestro accionar. Esta clase de aprendizaje debe realizarse a su propio ritmo. No tenemos posibilidad de elegir. Sin embargo, como se realiza bajo la dirección de seres humanos, puede cumplirse de una manera que difiera de la prevista por la naturaleza. Mi manera de aprender, de tratar con las personas, consiste en descubrir — para la persona que así lo desee— qué tipo de logro es posible para ella. La gente puede aprender a moverse, a caminar y a permanecer de pie de diferentes maneras, pero no lo intenta porque piensa que ya es demasiado tarde, que el proceso de crecimiento ya se ha completado, que no puede aprender nada nuevo, que carece de tiempo o de capacidad. No es necesario volver a ser un bebé para funcionar de manera adecuada. En cualquier etapa de su vida ustedes pueden rehacer sus circuitos siempre y cuando yo logre convencerlos de que no existe nada permanente ni obligatorio en sus sistemas, excepto aquello que ustedes crean que es así. No trato pacientes. Doy lecciones para ayudar a 207

una persona a aprender acerca de sí misma. El aprendizaje se obtiene mediante la experiencia de la manipulación. No trato a las personas, no las curo ni les enseño. Les cuento historias porque opino que el aprendizaje es lo más importante para un ser humano. El aprendizaje debería ser una experiencia placentera y maravillosa. Con frecuencia digo en las lecciones: “¿Podrían detenerse? Muchos de ustedes se ven tan serios que pareciera que están intentando hacer algo muy difícil y desagradable. Eso significa que están cansados, que ya no comprenderán más nada. Hagamos una pausa y tomemos un café. O bien permítanme contarles una historia para que pueda ver sus ojos brillantes y una sonrisa en sus rostros; así podrán escuchar y descubrir que lo que digo es importante para ustedes”. Will Schutz: En mi opinión lo importante no es lo que usted dice. Es cierto que conversa, que se detiene en algunos puntos, pero lo más importante es lo que sucede con las manos. Para mí observar una lección de Feldenkrais constituye casi una meditación. Todo es muy tranquilo y sensible y es en las manos donde suceden las cosas. Existe una comunicación entre el cuerpo y el cerebro, sin palabras, a través de las ma208

nos. Por lo general la charla viene después. RESUMEN

Todos los mamíferos, incluido el hombre, poseen músculos esqueléticos que no tienen ninguna utilidad sin los sentidos, en especial sin el más importante: el sentido cinético. Toda esta complejidad sería inútil si no fuera por el sistema nervioso autónomo y el sistema nervioso central. Sin el funcionamiento de estas estructuras no podríamos actuar, movernos, sentir, pensar o lo que fuere (incluso hablar). Sólo a través del aprendizaje adquirimos la capacidad de contar con muchos modos de funcionamiento al sentir, pensar, movernos, actuar o reaccionar, lo cual es necesario si es que deseamos vivir, crecer y ser más felices a medida que adquirimos mayor sabiduría. Necesitamos de los hábitos para actuar de manera adecuada y rápida. Pero los hábitos utilizados sin discernimiento, como si fueran leyes naturales, es decir, como si no pudieran ser modificados, sólo son ignorancia consentida y perpetua209

da. Nuestros medios, funciones y estructuras nos brindan asombrosas posibilidades. No obstante, todas las personas desdichadas "están hechas así”, es decir, como sus hábitos. Estos no les dejan ver la enorme cantidad de alternativas de que disponen. Como los hábitos son muy útiles y económicos, preferimos no cambiarlos. Todos tenemos a nuestro alcance una gran variedad de "hábitos”. Podríamos utilizar algunos los domingos y otros los restantes días de la semana; algunos mientras estamos de pie y otros mientras estamos en la cama; podríamos elegir uno para cada propósito o actividad. Ayudarse a s! mismo no es tan fácil, pero tampoco tan difícil como parece. De ser necesario acuda a personas que se ocupan de ayudar a quienes no pueden resolver sus problemas por sí mismos.

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INTEGRACION FUNCIONAL

La integración funcional recurre a los más antiguos elementos de nuestro sistema sensorial: el tacto, las sensaciones de empuje y de presión; la calidez de la mano, la suave caricia que proporciona. La persona se concentra en percibir el tono muscular decreciente, la respiración cada vez más profunda y regular, la soltura abdominal y la mejor circulación en la piel. Percibe los esquemas más primitivos, conscientemente olvidados, y recuerda el bienestar de un niño en crecimiento. Tal vez recuerden las historias que dejé inconclusas: la del niño que vino al mundo con la mano derecha primero, la de aquella mujer que había consultado a cinco o seis especialistas y todavía sentía dolor, etcétera. Describir casos es algo así como hacer un inventario, pero ¿de qué sirve un inventario tratándose de seres humanos? Si hiciera el mío, no digo escribiendo mi autobiografía sino limitándome a hacer una lista de mis males actuales, no les estaría dando información suficiente como para que pudieran ayudarme a mejorar mi vida. ¿Podrían mejorar mis rodi211

llas dañadas? ¿Podrían ayudarme a recuperar mi excelente vista de antaño? Supongamos que pudieran, ¿de qué serviría? Tal vez estaría más alerta y me sentiría más yo mismo, pero ¿cómo podría otra persona lograr lo que yo no he conseguido a pesar de haber consultado a muchos especialistas de primera línea de todo el mundo? Examinemos un caso concreto. Un violinista famoso es herido de bala por alguien que le dispara a fin de que nadie olvide que el dueño del arma se siente frustrado. Un cirujano ortopédico, con la cooperación de un neurocirujano, remienda el brazo del violinista; las heridas cicatrizan y llega el momento de evaluar los daños. El veredicto dice que la fisioterapia podría ayudarlo a doblar el codo y a enderezar el brazo, pero que no volverá a tocar el violín, de modo que cuanto antes busque y encuentre otra profesión, mejor será. Por supuesto, es posible que la herida haya seccionado el nervio medial del brazo, y que los tejidos faltantes hayan producido cicatrices tales que impidan extender el brazo, y con mayor razón la muñeca y los dedos. Lo que me propongo aquí no es exaltar los méritos de la integración funcional en comparación con la mayoría, por no decir todos, los medios terapéuticos 212

que se utilizan en el mundo. No obstante, deseo demostrar que existe un método diferente de utilizarnos a nosotros mismos, cuyos resultados son muy superiores a los que se consiguen cuando conservamos nuestra visión del mundo basada en la relación de causa y efecto. Se trata de una alternativa bastante apropiada y que con frecuencia constituye la manera más fácil de resolver nuestros problemas o dificultades. Opino que a menudo existen maneras mejores de pensar que nos abren nuevas perspectivas y que ponen a nuestro alcance lo imposible. Examinemos más de cerca de qué manera un niño se convierte en un violinista célebre. Cuando un niño nace, nadie puede predecir su futuro. Sabemos por reiteradas observaciones que el bebé por lo general crece y que en los primeros años realiza innumerables movimientos que los adultos no realizan; interpretamos que esta actividad lo prepara para la adultez. Lo curioso es que de este tipo de actividad surgirá un adulto de alguna clase. En los dos primeros años la preparación para la adultez parece muy similar en la mayoría de los casos. Los huesos del niño crecen, sus músculos se adecuan al crecimiento del esqueleto y este crecimiento se ve influido por una multitud de factores ambientales; el gateo se 213

produce en el espacio y el ritmo de los movimientos es bastante estricto. Un bebé no puede gatear alzando y moviendo sus miembros al azar. El ritmo y las configuraciones espaciales de su cuerpo están determinados por el campo gravitacional que actúa sobre él, del mismo modo que sobre cualquier otro cuerpo sólido. En otras palabras, el crecimiento de los músculos y del esqueleto no es un crecimiento cualquiera; es muy específico y se adapta a los continuos movimientos de su pequeño cuerpo. Por familiaridad, podemos hasta olvidar la influencia de la gravitación. Todo lo que vemos son configuraciones que nos resultan familiares, idénticas a las necesidades de equilibrio, estabilidad y movilidad que todos hemos aprendido en su momento de la misma manera, sin pensar nunca en la gravitación. Suceden muchas otras cosas que, por ser tan familiares, no solemos ver. El niño también come, succiona, pronuncia sílabas y palabras, maneja todo tipo de objetos, con mucha o poca destreza. Es evidente que los huesos no realizan solos todos estos movimientos; son movidos por los músculos, y éstos necesitan huesos que mover. También es obvio que el sistema nervioso conecta el esqueleto y los músculos con lo que es exterior al cuerpo: el campo gravita214

cional, el espacio, el tiempo y el medio social, sin los cuales no habría objetos que manipular ni palabras que decir u oír. En suma, el medio se compone de usted y yo — el sexo evidentemente ya está incluido— los objetos, el espacio, el tiempo, la gravitación, la sociedad y la cultura. Casi nos olvidamos de nuestro violinista. El también fue bebé y niño. Sus huesos y músculos se habrían desarrollado de manera muy diferente si no hubiese tenido un sistema nervioso que sirviera de intermediario entre él y el mundo circundante. El medio, constituido por todos los elementos que mencioné antes, es percibido por el sistema nervioso a través de los sentidos. Este sistema dirige, organiza, ajusta y adapta el resto del cuerpo a fin de que reaccione a los objetos del medio. Las manos, los pies, todo el cuerpo se adaptan al medio a través del sistema nervioso, el que a su vez sabe si la acción produjo el cambio al azar o, como se esperaba, tanto en el cuerpo como fuera de él. De este trabajoso modo los dedos han aprendido, a través del contacto con los violines y las cuerdas, a producir sonidos que resultaron agradables, placenteros o insoportables al sistema. La constante actividad del sistema nervioso apunta, por medio de los mús215

culos y el esqueleto, a moverse y actuar en un medio que en consecuencia pasa a formar parte de nosotros mismos. Dicho medio se nos aparece tal como lo percibimos a través de nuestra actividad, y por lo tanto es un reflejo de lo que el sistema nervioso necesita a fin de continuar desplazándose, de actuar y reaccionar frente a los cambios que se producen en un ambiente que se modifica a cada instante. Una de las primeras cosas que aprendemos a hacer, y de hecho hacemos, es dirigir la mirada y las manos hacia lo que nos rodea. ¿Qué otra cosa podríamos hacer? Por ello la dirección tal vez sea el pensamiento o movimiento más básico. ¿Adonde vas? ¿Cuándo irás? Si no existe el “dónde”, el “cuándo” carece de sentido. Nuestra orientación básica se limita a la derecha y la izquierda: en resumidas cuentas, girar a nuestro alrededor. La posibilidad de señalar en una dirección persiste incluso en las personas desequilibradas; sin ella no podrían siquiera moverse y ¿qué es la vida animal sin movimiento? Algo que antes no percibíamos resulta ahora evidente. Nuestro violinista ha aprendido a mover sus dedos sobre un objeto externo con una destreza tal que le permite oír y juzgar continuamente mientras sus manos y dedos son dirigidos por patrones que el 216

sistema nervioso ha formado mediante la utilización de un objeto del ambiente, en primer lugar el violín. El ambiente es tan necesario para que una persona se convierta en violinista (no podría suceder si aquél no existiera) como lo es el sistema nervioso (sin él no habría movimiento, ni audición ni conciencia del cuerpo) y el cuerpo (no sería posible tocar el violín sin dedos, sin manos, sin estar sentados o de pie). Si a todo lo anterior agregamos el lugar donde ejecuta el violinista, la dirección a la que se enfrenta, para quién toca y quién necesita de su música, podremos comenzar a entender qué es la integración funcional. Por fortuna hay neurólogos y cirujanos capaces de reparar en parte el daño causado al brazo. También hay psiquiatras y psicólogos que serían de ayuda si el violinista no tuviera más remedio que cambiar de profesión. Sin embargo, sólo la integración funcional podrá lograr (tanto yo cómo mis asistentes y alumnos hemos ayudado a muchos) que el violinista vuelva a tocar su instrumento. Y créase o no, si lo logro, será un mejor violinista de lo que era antes del daño. También percibirá con mayor claridad lo que hace con su mano buena, por lo cual estará más capacitado para hacer lo que quiera. Podrá alcanzar un nivel más alto de rendimiento. 217

Toda complejidad puede comprenderse si la observamos por partes. En primer lugar, examinemos en detalle cómo actuamos y nos movemos y cómo nos dirigimos a nosotros mismos en general. Ello les permitirá seguir mis explicaciones sobre la integración funcional y comprender por qué me permito hablar con tanta autoridad sobre asuntos que no son en absoluto simples ni intuitivos ni conocidos a priori. La vida animal consiste en organismos estructurados de tal manera que poseen las funciones de autorreproducción, automantenimiento, autopreservación y autodirección. Para nosotros éste es el significado de la vida animal. Es muy probable que las tres primeras estructuras- funciones existieran mucho antes de la aparición de la vida animal propiamente dicha. En las moléculas orgánicas muy grandes y pesadas pueden distinguirse funciones similares. Pero el concepto de autodirección adquiere significado solamente cuando se atribuye a un individuo, es decir, a un ser provisto de una membrana, una piel, un límite que lo separa del resto del mundo. Una vez que se forma dicho límite obtenemos la individualización de un ser, que puede ser muy primitivo o muy complejo. Tal separación significa, al 218

mismo tiempo, que debe haber algún tipo de comercio o intercambio entre ese ser y el mundo exterior. El límite del que hablábamos permitirá que elementos del exterior penetren en el individuo y que elementos del interior sean expulsados hacia el exterior. Este intercambio tiende a aumentar la viabilidad del ser durante un período determinado, hasta que muere y es reabsorbido por el ambiente, con lo cual el límite, la membrana, la individualización dejan de existir. La autodirección pierde su significado cuando no existe un individuo para quien tenga alguna clase de interés. En el casó de los seres humanos, la autodirección parece relacionarse con su representación de sí mismos en posición erecta. La autodirección más elemental para un ser humano adulto es hacia la derecha o hacia la izquierda, es decir, girar alrededor del eje vertical que constituye la columna vertebral. El primer movimiento que observamos en un bebé acostado es el giro que realiza para vernos o para devolvemos la sonrisa. En otras palabras, aprende a girar hacia la derecha o hacia la izquierda para satisfacer su necesidad o su deseo. Lo que sucede no tiene el significado que le atribuimos. Los términos de referencia provienen de nosotros mismos y cambiamos la realidad según nuestro propio punto de 219

vista. No obstante, todos coincidimos en que existe una conexión vital entre la actividad del bebé y lo que ese bebé hará de adulto. La continuidad entre las dos situaciones involucra al sistema nervioso, al cuerpo que lo contiene y al ambiente en el cual éste se moverá. Evidentemente hay algo que evoluciona, que crece tanto en la sustancia como en el funcionamiento del ser. El giro hacia la derecha y hacia la izquierda del adulto es mucho más complejo de lo que podría suponerse. Los ojos, la cabeza, los oídos, las piernas, los músculos, las articulaciones y las plantas de los pies en contacto con el suelo informan al sistema nervioso acerca de la situación en el ambiente. Todo esto, sumado a la configuración del ser, influye para que el giro sé realice de un modo que no comprometa la postura erguida en el campo gravitacional ni afecte la continuidad de la autodirección. He descrito todo lo anterior de la manera más simple posible. Puedo hacer todo lo que hacen los adultos tan bien como usted, que tal vez no sabía lo que acabo de decir o que sabe mucho más que yo del tema. Desde el punto de vista de la integración funcional, el giro alrededor del eje vertical es un acto o función que implica autodirección, la cual sólo tiene 220

significado para un animal vivo en su ambiente. Dicho giro permite al animal realizar las cuatro actividades básicas por necesidad o con un fin exploratorio o de aprendizaje por el solo hecho de realizarlas. Si usted necesita convencerse de la verdad de esta afirmación, piense en la coincidencia de que todos los instrumentos que conectan nuestros sentidos con el mundo exterior distante están situados en la cabeza. La vista, el oído y el olfato son direccionales. Para localizar una dirección y estimar una distancia es preciso contar con dos instrumentos idénticos y algo separados entre sí. Los teleceptores, que son nuestros sensores y motores, orientan la cabeza en una dirección determinada. Cuando los órganos situados a la derecha y a la izquierda producen iguales señales al recibir iguales estímulos, la cabeza deja de girar. Miramos entonces en dirección al lugar donde se produjo el cambio que percibimos, detectamos el origen del ruido que nos alertó o del olor que nos intrigó. La cabeza gira hasta cierto punto y sólo hasta allí. ¿Cómo logra la cabeza ser tan precisa? Más aún, cuando giramos la cabeza ante cualquier provocación proveniente del medio descubrimos que el esqueleto, los músculos y todo nuestro ser tienen un lado, aquel en cuya dirección giramos la cabeza, que es fuerte y 221

elástico, mientras que el otro lado se pliega sobre sus articulaciones. Nuestro paso es soportado por el lado fuerte y elástico y giramos el cuerpo de modo que su orientación coincida con la de la cabeza, poniendo fin a la actividad asimétrica de los músculos que hacen girar la cabeza. Podemos ahora comenzar a movernos en cualquier dirección que elijamos o que debamos tomar. Pensemos que la boca también nos conecta con el ambiente más allá de lo que podemos tocar. La boca también es direccional, aunque no tan claramente como los teleceptores. Es difícil de aceptar que un compromiso tan importante de todo el organismo, que incluye el contenido del cráneo, los músculos y el esqueleto pueda lograrse sin aprendizaje. El giro de la cabeza que realiza el bebé acostado como consecuencia de los esfuerzos de su madre por suscitar una respuesta que le asegure que el bebé sabe quién es su madre, constituye el comienzo de un muy largo proceso de aprendizaje y crecimiento que habrá de producir los resultados maravillosos ya mencionados. Tal vez todo lo que he expuesto sea más importante para mí que para ustedes. Ya he expresado la admiración que siento por quienes trabajaron, descubrieron, escribieron y nos hablaron de todo esto. También he afirmado que mi contribución a la 222

obra de estos maestros ha consistido en añadir a sus enseñanzas algo que nos permite utilizar sus descubrimientos aquí y ahora a fin de mejorar nuestra vida. Magnus, de la Universidad de Utrecht, Holanda, nos familiarizó con el reflejo tónico y de enderezamiento. La integración funcional aprovecha el genio de este hombre de una manera que lo regocijaría si la conociera. He aquí la explicación. En el aprendizaje de la rotación a la derecha y a la izquierda alrededor del eje vertical en la posición de pie, el punto crucial del aprendizaje es la llegada de los impulsos que envía el sistema nervioso según patrones que posibilitan la ejecución de todo tipo de movimientos complicados. Ahora bien, supongamos que algo salió mal, como en el caso de la parálisis cerebral, en la que la práctica y el crecimiento no dan por resultado los actos intencionales usuales, o que una lesión ha causado un problema similar. Ya hemos visto que el brazo herido del violinista fue atendido y mejorado por especialistas médicos idóneos. No obstante, el problema verdadero era: ¿cómo lograr que volviera a tocar el violín con la excelencia deseada, más allá de la curación básica del brazo y de la mano? La verdadera pregunta es: ¿'cómo lograr que los impulsos del sistema nervioso lleguen a su destino muscular de la 223

manera adecuada y con la fuerza adecuada? En resumen, en todos los ejemplos la respuesta sensorial y la actividad motora intencional están vinculadas en el sistema nervioso por el ambiente, por un lado, y por los músculos y el esqueleto por el otro. Cualquier interrupción de la continuidad en el circuito obstaculizará o impedirá el funcionamiento. En la primera infancia, la continuidad del circuito —la sensación, el sistema nervioso, la actividad motora, el medio y la realimentación que éste proporciona— está en principio intacta. Sin embargo, el bebé no puede tocar el violín. Una de las razones de ello es que ni los impulsos ni la actividad motora están lo suficientemente diferenciados. Las respuestas y los actos intencionales son globales, no graduados. Los miembros se mueven juntos y no pueden ejecutar ningún acto dirigido con precisión. Más tarde, cuando el crecimiento y el funcionamiento hayan formado vías más específicas para los impulsos individuales en las sinapsis se podrá realizar movimientos más variados. Se podrá mover los dedos por separado y adoptar ritmos e intensidades diferentes incluso en partes de los dedos. Esta discriminación entre movimientos similares pero ligeramente distintos es la diferenciación que mencionábamos antes. En forma 224

gradual las sinapsis transmiten mayor cantidad de impulsos, cada uno con un destino diferente, hasta que el niño puede comenzar a practicar la escritura y más tarde practicar el violín o lo que sea. Uno de los detalles que es preciso comprender es la múltiple actividad del sistema nervioso. Percibe el cuerpo y los objetos del ambiente y experimenta la curiosidad que lo lleva a hacerlo. Repite actos aunque éstos no tengan éxito y a través de los errores y los pequeños ajustes va formando lentamente las vías sinápticas que le permitirán escribir y tocar el violín. El aprendizaje se produce cuando el sistema nervioso repite la exploración de un objeto del medio hasta obtener éxito, es decir, hasta lograr lo que se había propuesto. Hay, por lo tanto, una interacción continua entre la actividad sensorial y la actividad motora, que en la práctica nunca son independientes. En la hemiplejia causada por una lesión, por lo general puedo identificar el lugar preciso de la columna vertebral donde la persona paralizada confunde su derecha con su izquierda y viceversa. La incapacidad de mover los miembros no es sólo una falla motora sino también un problema sensorial. Aunque los músculos pudieran funcionar, la intención de utilizar el lado derecho sería percibido como la intención de mover 225

el miembro izquierdo. El profesor Bach, de la Universidad de Stanford, fue testigo de este descubrimiento cuando yo daba clases en San Francisco. Es fácil comprender los fundamentos de la integración funcional cuando se trata la parálisis cerebral o se rehabilita a un violinista que perdió su destreza a causa de una lesión. Volvamos a la niña parisiense afectada de parálisis cerebral que ya conocemos. Sus manos están en continuo movimiento; sus rodillas se chocan, pues los talones no alcanzan a tocar el piso; camina en puntas de pie, con los pies exageradamente vueltos hacia adentro. El movimiento de la articulación de las caderas es restringido y la columna lumbar está rígida. Como probablemente recordarán, se trata de una niña brillante. De no ser así, como por desgracia ocurre a menudo, la labor sería mucho más prolongada. A veces es una experiencia ingrata donde sólo se logra un poco de alivio, que de a poco desaparece si el niño abandona el tratamiento durante un período prolongado. Con frecuencia los cirujanos intentan colaborar alargando los tendones de Aquiles a fin de que los pies puedan doblarse en los tobillos con mayor facilidad, permitiendo que los talones toquen el piso. Conozco dos niños que fueron operados tres 226

veces: la primera a los cuatro años, la segunda a los ocho y la tercera a los doce. De más está decir que ni siquiera el cirujano creía que la segunda y la tercera operación fueran a servir de mucho. Otras veces se opera para conseguir el alargamiento de los aductores, es decir, de los músculos que nos permiten juntar las rodillas. Por supuesto que esta operación con férulas en las piernas ayudará al niño a mejorar su postura de pie. A menudo cuando critico la decisión de operar escucho lo siguiente: “¿Qué otra cosa podríamos hacer? Por lo menos estamos haciendo algo para que el niño se tenga mejor de pie y se movilice con más facilidad”. El argumento es válido pero pone de manifiesto que para quien lo esgrime no existe ninguna alternativa; La premisa es que el cerebro resultó dañado por la falta de oxígeno (anoxia) en el momento del parto, y algunos piensan que esto sucede cuando un niño ya es débil antes de nacer. Parece razonable pensar que el daño puede ser atenuado eliminando las disfunciones más obvias por medio de tantas operaciones como defectos existen. La integración funcional enfoca el problema desde un punto de vista totalmente diferente. Un bebé corriente no llegará a caminar si no se mantiene en movimiento mientras crece. En cada período de este 227

crecimiento, realiza movimientos muy diversos. Como resultado los bebés se ponen de pie, caminan, etcétera. Pero esos movimientos no son “ensayos” del movimiento final. Son movimientos dictados por el estado del sistema nervioso, los músculos, el esqueleto y la configuración del cuerpo posible en ese momento. Los animales no tendrían un sistema nervioso si éste no los ayudara a enfrentar las necesidades y oportunidades siempre nuevas que les presenta el medio. Ya he mencionado la función ordenadora del sistema nervioso. Esta función es la que le permite al niño hallar un modo final de actuar después de una actividad errática que abarca sucesivamente los distintos componentes de la postura erguida o de cualquier otra función. Lo mismo ocurre posteriormente, por ejemplo cuando un niño aprende a andar en bicicleta: primero hará todos los movimientos que interfieren con el aprendizaje, y luego inhibirá una por una las partes inútiles, indiscriminadas e intencionales de sus movimientos, hasta llegar a la versión final esencial, ordenada, intencional y diferenciada. Por ello el aprendizaje de las habilidades (nadar, cantar, hacer malabarismos o lo que sea) en la juventud constituye una actividad general, confusa y mal dirigida que el sistema nervioso cambia en una acti228

vidad ordenada después de haber inhibido todos los movimientos perjudiciales, erráticos e incontrolables. Me he extendido en esta descripción tan minuciosa para que puedan comprender cómo un niño o adulto inteligente que padece de parálisis cerebral puede ser ayudado a aprender lo que otros niños aprenden durante la niñez. Supongamos que, después de examinar a la niña afectada de parálisis cerebral que mencioné antes, descubro que la posición acostada de espaldas es la más cómoda para ella. La dejo acostada en el diván, cuya superficie semidura está cubierta de fieltro, y coloco un rodillo o una esponja debajo de sus rodillas, de manera que estén sostenidas firme y seguramente. Entonces la niña está en una posición en que los músculos antigravitacionales —en su mayoría extensores— no tienen que levantar ningún peso. Si usted levanta su codo derecho, lo mantiene levantado uno o dos minutos y luego lo baja y lo apoya sobre la mesa, los músculos del hombro se relajarán, pues su tarea la realiza ahora la mesa. El sistema nervioso tiende a un funcionamiento eficiente y económico. Por lo tanto, todas las partes del cuerpo de la niña —la región lumbar, la nuca, los tobillos— serán sostenidas, asimétricamente de ser necesario, hasta que 229

quede recostada y firmemente apoyada todo a lo largo del esqueleto, de la manera en que yacería si no tuviera músculos. Su sistema nervioso no está recibiendo ningún estímulo de las plantas de los pies. No hay compresión de las articulaciones de los tobillos, rodillas, caderas, etcétera. Los tendones no se estiran, la cabeza no debe ser sostenida y no observa, no escucha, no habla ni se orienta por lo que ocurre a su alrededor. El sistema nervioso tiende a funcionar en forma óptima cuando la estimulación es mínima. Los impulsos nerviosos a la musculatura se aquietarán. La corteza intencional se verá más libre para formar nuevos patrones que si el sistema estuviera ocupado en algún tipo de actividad, sea intencional o automática. Ahora tengo ante mí una entidad maleable y las posibilidades son muchas. Puedo alterar la forma del patrón de presión producido por el mal uso del sistema. Esto es verdad sólo en parte, pues no puedo producir cambios que hagan llegar patrones diferentes de impulso a todos los músculos. Sólo puedo tocar, tirar, empujar, presionar, palpar, etcétera, hacer todas estas cosas de una manera más ordenada, más apta para aquietar el sistema, como les sucede a los bebés y los niños cuando reposan acostados. Puedo 230

provocar una estimulación regular y reiterada y percibir si el sistema nervioso que estoy tratando responde de manera diferente a la inicial. Puedo sentir, después de unas veinte repeticiones, si la persona acostada evoca el patrón al que está acostumbrada y también puedo advertir la formación de una nueva organización neural. Esto último es un verdadero progreso, pues significa que el sistema nervioso está respondiendo normalmente a un medio neutral. El funcionamiento excitado, atetósico, errático propio de la parálisis cerebral no responde a la estimulación del medio del modo ordenado en que lo hace un sistema intacto; sin embargo aquí, sobre el diván, la niña afectada de parálisis cerebral responde por primera vez como lo haría cualquier niño normal. Consideremos ahora la parte más importante del cuerpo, cuya posición determina la distribución del tono en toda la musculatura cuando permanecemos de pie o realizamos cualquier movimiento. Hablo de la cabeza. Es una parte pesada de nuestro cuerpo que, como ya dije, contiene todos los instrumentos que necesitamos para relacionarnos con el espacio, el sonido, la luz y el olor. Ningún movimiento se realiza con la cabeza inmóvil y los teleceptores inactivos. Giramos la cabeza a derecha e izquierda cuando se 231

produce en el medio el cambio más insignificante que atrae nuestra atención, y también cuando intentamos ejecutar el más mínimo movimiento, y con más razón cuando se trata de llevar a cabo acciones y reacciones rápidas y potentes. El lector puede consultar cualquier libro moderno de fisiología o volver a leer mi libro Body and Mature Behaviour para aprender de qué modo la rotación de la cabeza afecta el tono de toda la musculatura y cómo una pérdida repentina del equilibrio provoca el reflejo de enderezamiento de los ojos y de la cabeza. Puedo colocar la mano en la frente de la persona acostada y mover su cabeza muy suavemente a la derecha y a la izquierda. En una persona que tanto en lo intelectual cómo en lo emocional sea un genio, la cabeza cederá al leve movimiento de mi mano con la suavidad del mejor reloj suizo que pueda comprarse. La cabeza de una persona que sufre de parálisis cerebral podrá ser movida de esta manera solamente un centímetro hacia un lado y otro tanto hacia el lado opuesto. La cabeza es incapaz de responder al medio de manera uniformemente adecuada. Sólo se mueve en determinadas direcciones y el cuerpo la sigue. En relación con cualquier otra dirección, la cabeza se mantiene rígida. No pueden realizarse movimientos suaves, salvo 232

en las pocas direcciones en que la cabeza se mueve con cierta facilidad. He examinado la cabeza de muchos miles de individuos supuestamente normales y sanos. Sólo unas pocas decenas de seres humanos extraordinarios, brillantes en sus respectivas actividades, cedían al movimiento de mi mano y rotaban la cabeza a derecha e izquierda con gran suavidad y facilidad. Ya he mencionado a algunos de ellos. La gran mayoría de las personas se ubican en un punto intermedio entre los individuos extraordinarios y los que padecen de parálisis cerebral. En resumen, salvo en unos pocos casos, las personas nunca alcanzan su verdadero potencial de excelencia. La persona que tengo ante mí está lisiada porque no ha sido capaz de controlar sus movimientos erráticos. No ha conseguido hallar una similitud repetitiva a partir de la cual pudiera formar un modo de actuar claro y mejor. Por ello ocuparé el lugar de su ambiente pasado, tanto gravitacional como humano, moviendo su cabeza con movimientos similares unos a otros, de modo que incluso el funcionamiento errático, finalmente, reconozca la posibilidad del orden. A fin de lograrlo tal vez deba continuar el movimiento de rotación de la cabeza ya iniciado, suave y ape233

nas reconocido, con una mano, mientras con la otra alcanzo partes más bajas de su cuerpo donde la rigidez es todavía mayor. Esta rigidez impide que la cabeza realice rotaciones amplias más suaves. Un corsé de Milwaukee o un yeso en un tórax sano harán que la rotación de la cabeza sea tan limitada como en un caso grave de parálisis cerebral. Incluso en un esqueleto normal las siete vértebras cervicales no pueden rotar mucho sin dislocarse. Las doce vértebras torácicas también rotan muy poco; las cinco lumbares lo hacen más que las otras. Sólo el atlas y el axis —las dos primeras vértebras cervicales— giran bastante, incluso en la enfermedad de Bechterev o espondilitis deformante. Son las últimas en perder movilidad y prácticamente nunca se fusionan del todo. A medida que repito lentamente el movimiento de la cabeza y me ayudo con la otra mano para facilitar la rotación moviendo el esternón, las costillas y, de ser necesario, también la pelvis, todo ello a fin de

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incrementar la rotación de la cabeza, una de las direcciones mejora primero, y la cabeza se mueve cada vez con mayor facilidad y en un ángulo mayor de rotación. Todo ese lado se afloja y se mueve con mayor facilidad, los ojos se abren más y la respiración se facilita e involucra partes que antes se mantenían rígidas. Cuando la persona advierte el movimiento facilitado de la cabeza y partes inferiores, con frecuencia lanza un profundo suspiro de alivio. A continuación trabajo con el lado opuesto de la misma manera. Me lleva de diez a quince minutos aumentar el ángulo de rotación desde un movimiento apenas perceptible hasta veinte a treinta grados hacia cada lado. A continuación sostengo la cabeza con ambas manos, la levanto y la oriento hasta que se alinea con el cuerpo en la misma forma en que lo haría con un cuerpo sano de pie. Esto permite que el diafragma se desplace y que la pared abdominal inferior comience a subir y bajar. Evidentemente la respiración se facilita y se hace más rítmica. La próxima vez será más fácil alcanzar un mejor funcionamiento, sólo llevará algunos minutos obtener evidencia de mayores adelantos. La repetición no constituye un método eficiente de aprendizaje, pero sirve para familiarizarse con lo ya 235

aprendido. El objetivo del aprendizaje es hacer que lo desconocido se vuelva conocido, lo cual se logra después de su descubrimiento. A veces repito durante un par de minutos, en la segunda o la tercera sesión, el último logro de la primera. La persona asistida debe sentir una mano y una actitud amistosa y no sentirse presionada ni manipulada. En cada sesión utilizo algo nuevo, imprevisto e inesperado. El sistema de la persona debe mantenerse alerta, curioso e interesado todo el tiempo; de lo contrario habrá estancamiento y tedio y no se producirá ningún aprendizaje que valga la pena. Muchos, quizá la mayoría, de los niños y adultos con parálisis cerebral tienen las manos y los pies espásticos. Las muñecas suelen estar rígidas y no las pueden doblar. Por lo general el problema consiste en que no pueden rotar el cubito alrededor del radio. El cúbito es el hueso del antebrazo que se encuentra del mismo lado que el dedo meñique. El radio, más grande, se encuentra del lado del pulgar. Esta falta de rotación del antebrazo implica que el codo tampoco se mueve bien. Evidentemente el omóplato y la clavícula de un brazo así están lejos de ser ideales, o siquiera buenos. En resumen, las personas que sufren de parálisis cerebral la padecen en todo el cuerpo, 236

aunque algunas partes están más afectadas que otras. El estado en que se encuentran los hombros y los brazos hace que sea imposible aprender a utilizarlos de manera adecuada. Ya he expuesto las razones, e incluso las he repetido. Tomaré ahora la mano derecha de la persona yacente y la moveré por sobre su pecho. Habitualmente el brazo no cede a mi suave tirón. Dejaré de tirar y repetiré la acción con mayor lentitud, pero esta vez utilizaré la mano derecha para sostener el codo del brazo espástico. Con las dos manos —tirando de la muñeca y empujando el codo— moveré su antebrazo derecho por su pecho hacia la mandíbula o la mejilla izquierda, pero sólo hasta donde pueda hacerlo sin aumentar mi presión. A continuación lo volveré a llevar a la posición inicial, sin soltarlo. Esperaré hasta la siguiente exhalación. Si después de varios minutos de realizar estos movimientos no siento que el brazo halado (y sostenido por el codo) sigue mi acción con mayor presteza y extensión a la vez que reduzco mi intensidad en cada repetición, deslizaré mi mano derecha por debajo de su omóplato y soltaré el codo. Ayudando al omóplato a desplazarse en la dirección que facilita el movimiento del brazo, volveré a tirar de la muñeca en dirección a la mejilla izquierda. Normalmente la 237

muñeca logrará, después de unos veinte o más intentos cada vez más suaves, llegar casi hasta la barbilla. En este momento soltaré el omóplato y volveré a tomar el codo para realizar uno o dos movimientos más; luego, soltando el codo, doblaré su cabeza tanto como pueda hacerlo con facilidad hasta encontrar la muñeca en su movimiento ascendente. En el final, la palma de la mano terminará apoyada en la mejilla izquierda. En este punto volveré a sostener su codo y moveré mi mano izquierda de modo de aplicar una leve presión en el dorso de la muñeca, a fin de que la palma se apoye sobre la mejilla de plano. Si no puedo ayudar a la persona a lograrlo, abandonaré mi propósito por el momento. La próxima vez procederé de manera totalmente distinta. En un caso más o menos corriente de parálisis cerebral puedo lograr que la palma toque la boca o la mejilla y quede allí, con mi mano derecha sosteniendo el codo y mi otra mano ejerciendo presión sobre el dorso de la mano apoyada en la mejilla. Habiendo llegado a este punto, el afectado de parálisis cerebral podrá aprender por sí mismo a realizar el movimiento y podrá lograrlo sin dificultad. La idea latente en todas estas acciones es que los bebés no mueven al comienzo intencionalmente los miem238

bros ni los músculos de manera diferenciada. Es decir que al comienzo un bebé se llevará ambos puños a la boca: no es capaz de llevarse una mano a la boca y la otra a la cabeza, por ejemplo para rascarse. Mientras crece deberá atravesar un largo proceso gradual de funcionamiento antes que el sistema nervioso pueda dirigir los impulsos a través de las sinapsis, a través de una dendrita determinada. Para realizar un movimiento intencional tan simple como frotar la punta del pulgar con la punta del índice, inhibiendo el movimiento de los dedos vecinos para que pueda realizarse el movimiento deseado, claro y delicado, durante un tiempo considerable el bebé moverá muchas cosas a la vez. Así, antes de que un bebé coloque su palma derecha sobre su mejilla izquierda por propia iniciativa, por cualquier razón o con la intención que fuere, transcurrirán muchos meses de crecimiento y aprendizaje sin enseñanza formal. Al principio se llevará ambos puños a la boca. Después de un tiempo los llevará a las mejillas, y más tarde utilizará sólo una mano. El niño aprenderá algunas cosas de un maestro de su elección, de alguien que le guste, otras de alguna otra persona, y otras las descubrirá por sí mismo. El bebé está tan interesado que siente la acción que está realizando y 239

percibe con claridad aquello que está forjando en el exterior. Así se produce una diferenciación gradual donde alguna vez sólo hubo un movimiento global, torpe y mal dirigido. Tal vez ahora se den cuenta de que mientras presiono la palma derecha de la persona con parálisis cerebral contra su mejilla izquierda con mi mano izquierda, sosteniendo su codo y después su omóplato con mi mano derecha, su cabeza girará mientras que los músculos del hombro, y todo lo que se encuentra entre el hombro y la cabeza más el costado derecho de su pecho, se moverán juntos, como una sola entidad. Esto recuerda la situación de la primera infancia, en la que los músculos que unen el brazo con la cabeza no tienen nada que ver, pues al llevarse los puños a la boca el bebé mueve la cabeza y los hombros mediante una torsión del tórax. De la misma manera, los músculos de la cabeza y de los hombros no están involucrados en ninguna actividad cuando estoy tratando a la persona con parálisis cerebral como he descrito. Al sistema nervioso, tal como hemos visto, le llevará algunos minutos o de diez a veinte ensayos reconocer que tiene la capacidad de dejar todos esos músculos en reposo. Tal vez sea ésta la primera vez en su vida que una persona afectada 240

de parálisis cerebral no siente ningún movimiento en una región que nunca antes había cesado de contraerse, hubiera o no de por medio la intención de ejecutar algún acto. Utilizo movimientos y reacciones primitivos y no diferenciados. Muchos de ellos se conservan como una especie de engrama en nuestro sistema y no son utilizados por la persona sana corriente. Un buen ejemplo lo constituye el reflejo de succión: un bebé busca con los labios el pezón de su madre. El adulto dispondrá sus labios de manera muy parecida al pronunciar el sonido “u”, como en “bueno”. Algunos niños a veces continúan el movimiento de succión durante bastante tiempo después de haber dejado de mamar. Sin embargo la mayoría de los adultos realizan este movimiento de succión sólo de manera intencional. Un adulto traumatizado, profundamente perturbado, o que sufre un colapso nervioso, con frecuencia realizará el movimiento de succión y lo repetirá involuntariamente varias veces si el labio superior es estimulado por mordeduras rápidas y repentinas. Esta acción latente y ahora inútil, en su momento fue el movimiento más vital e importante. Me sirvo de muchos movimientos y reacciones que fueron utilizados durante la infancia y luego de241

jados de lado y guardados en el banco de la memoria. Provoco el estiramiento protector de los brazos que tiene lugar cuando se cae boca abajo a fin de organizar el estiramiento intencional de los brazos en personas que nunca antes realizaron este movimiento. A fin de lograrlo debo sostener y guiar el codo, la muñeca y el hombro para que respondan normalmente al estímulo de mi mano. La persona afectada de parálisis cerebral aprende a reconocer el patrón repetitivo que realiza en forma no intencional hasta que es capaz de llevarlo a cabo sin ayuda. Normalmente el sistema nervioso aprende de manera similar, pero el de la persona afectada de parálisis cerebral es incapaz de lograr este aprendizaje por sí solo, debido a las grandes discrepancias entre los movimientos de igual intención. Resulta difícil para la persona, por no decir imposible, discernir un patrón claro en intentos que son sólo aproximadamente similares en todas sus situaciones de aprendizaje. He desarrollado un número suficiente de tales medios, situaciones y movimientos como para tratar cualquier incapacidad provocada por la parálisis cerebral. Uno de estos medios o técnicas consiste en un suelo o piso artificial. Es un auxiliar eficaz que sirve para organizar la postura de pie y la marcha en una 242

variedad de casos. Lo describiré en detalle a fin de facilitar la comprensión del sentido más amplio de la integración funcional. Los músculos que no han sido dañados exteriormente por lo general funcionan bien a menos que exista algún tipo de alteración o enfermedad del sistema nervioso. En la mayor parte de las disfunciones musculares, el problema está dado por el arribo anormal a los músculos de los impulsos nerviosos correspondientes a la acción pretendida. Normalmente es suficiente nuestra intención para producir los complejos patrones de impulso que programan nuestros movimientos. La mayor parte de las veces, nuestras intenciones surgen del ambiente por medio de nuestro aparato sensorial y gran parte de nuestras habilidades se origina de esta manera. No es siempre fácil decidir si un movimiento en particular se originó como respuesta inmediata a una provocación del medio o si nosotros mismos hemos iniciado la corriente de actividad motora. Desde el inicio existe un continuo intercambio entre el organismo en crecimiento y el medio cambiante. Incluso aunque estemos seguros de que hemos deseado e iniciado el movimiento, tal vez dudemos si observamos el proceso de nuestra vida antes del momento en cuestión. 243

Las fallas del movimiento pueden deberse a defectos en la parte sensorial o en la parte motora de nuestra constitución, o en ambas. En la integración funcional presto atención principalmente a la función que se busca; los detalles sensoriales y motores tienen valor e importancia sólo porque son necesarios para llevar a cabo la función. Parece que me estuviera preocupando por nimiedades, y cuando no tenemos ningún problema así es. Pero cuando es necesario recuperar el funcionamiento perdido tales cuestiones son de importancia fundamental, pues ¿cómo haremos para lograr que los impulsos iniciados por nuestra intención arriben a su destino cuando hay una interrupción de la continuidad en los canales o vías que esos impulsos recorren normalmente? Les explicaré ahora cómo utilizo el suelo o piso artificial. La persona se acuesta de espaldas, bien apoyada, en la forma que ya describí. Sus pies sobresalen algunos centímetros del diván, lo suficiente como para poder ver los talones sobre el borde. Entonces tomo una tabla de cuarenta y cinco centímetros de largo por treinta de ancho, lo suficientemente gruesa para que sea rígida; como una tabla de quesos. Tomo la tabla con ambas manos y la enfrento con las plantas de los pies; la acerco a los pies, concentrándome en uno de 244

ellos. Mantengo la tabla en posición vertical, cercana al pie elegido y la llevo aún más hacia adelante hasta que entre en contacto con el dedo pequeño. Rompo el primer contacto y vuelvo a establecerlo tantas veces como sea necesario para lograr que tiemble el segundo dedo. Entonces inclino la tabla de modo que toque solamente el dedo pequeño y luego ambos, y así sucesivamente hasta que el tercer dedo, el cuarto y finalmente el dedo gordo toquen la tabla. Una vez que todos los dedos estén tocando la tabla, la traslado de modo que toque sólo el talón y después los dedos otra vez; continúo de esta manera hasta observar algún movimiento en la articulación del tobillo; después inclino la tabla de modo que toque la parte exterior del pie del lado del dedo pequeño. Toco alternadamente el lado del dedo gordo y el del dedo pequeño hasta percibir un giro del pie, luego un ablandamiento y un movimiento más o menos normal. La planta del pie se acomoda para asentarse con firmeza, tal como si estuviera de pie en un piso inclinado o en un piso no plano con tejas inclinadas en diferentes ángulos. Un organismo sano y bien coordinado puede caminar sobre la arena, sobre guijarros y sobre cualquier superficie, sea ésta ondulada, ascendente o 245

descendente; por supuesto que las piernas, la pelvis y la cabeza se adaptan a fin de restaurar el equilibrio a cada momento. Los músculos antigravitacionales de la persona acostada en el diván están en reposo, y no existe estímulo para ponerse de pie excepto el que yo produzco con la tabla. Todas las terminaciones nerviosas intercepto- ras de las articulaciones, los músculos y los tendones de todo el cuerpo actúan sólo en cuanto mis estímulos en el costado del pie simulan el acto de caminar sobre una superficie accidentada. Cuando dichos estímulos se extienden a toda la planta y el cambio en la inclinación de la tabla es lo suficientemente lento como para permitir los ajustes relacionados con los supuestos cambios en el piso, puedo sentir que toda la pierna se comporta como si la persona realmente estuviera de pie. En unos treinta minutos puedo provocar cambios de tono en el lado del cuerpo correspondiente a la pierna con la que estoy trabajando. El cambio se extiende a los músculos del cuello y a los ojos al participar la cabeza en el mantenimiento del equilibrio. De ese modo consigo que circulen trenes de impulsos correspondientes al apoyo en un solo pie. Si no hay un tránsito y arribo normales de los impulsos a la musculatura de la pierna y de la planta del pie, inicio, mediante la estimu246

lación de la planta del pie, el envío de impulsos que viajarán hasta llegar a su destino, como lo hicieron antes en el bebé y en el niño. Si existe alguna posibilidad de recuperación, los resultados son mucho mejores que si simplemente se manipulan pasiva o activamente las partes del cuerpo. Los movimientos pasivos tienen escasas posibilidades de formar nuevos pasajes en las sinapsis. Por otra parte, los ejercicios de marcha activa involucran movimientos muy diferentes de los necesarios, y en el mejor de los casos producirán sólo una postura y marcha distorsionadas. A veces es posible que la persona se recupere sin ayuda de la tabla. Sin embargo, la técnica de la tabla no sólo ahorra tiempo sino que también logra la mejor recuperación funcional de la calidad del movimiento. Si se presta atención al funcionamiento en su totalidad, se activará y estimulará de manera armoniosa todo lo necesario para un aprendizaje normal de la excelencia motora sensorial, tal como ocurrió originalmente. La técnica del suelo artificial puede triunfar allí donde todos los demás recursos fracasan. Además produce maravillas en las personas corrientes, a quien cometemos el error de llamar normales en lugar de corrientes. Tal vez por experiencia personal usted se con247

venza a sí mismo de la eficacia del método que acabo de describir. Párese descalzo o con medias cerca de una pared. Enfréntela. Coloque su mano derecha sobre la pared, con el codo un poco doblado. Párese sobre el pie derecho y mueva el izquierdo un poco hacia atrás sin que el talón toque el piso, sólo como para mantener el cuerpo en equilibrio. En este momento su peso descansa sobre el pie izquierdo tal como lo hace en el momento en que usted se apoya de lleno sobre el pie derecho cuando camina. Permanezca de pie tan cómodamente como pueda. Ahora mueva su cuerpo de manera de pararse sobre el borde exterior de su pie derecho: no se esfuerce demasiado, hágalo como pueda. A continuación proceda despacio y con suavidad y mueva el pie de manera que todo el peso recaiga sobre su borde interior y vuelva al borde exterior. Repita ambos movimientos una decena de veces; cada vez que cambie la posición del pie derecho reduzca el esfuerzo inútil del brazo y mano derechos y respire libremente. Ahora levante el talón derecho del piso; ahora cambie y levante la parte anterior del pie —los dedos incluidos— del piso y párese solamente sobre el talón. Alterne estos dos movimientos cinco o seis veces. Respire libremente y realice otras cinco o seis 248

veces el primer ejercicio. Recuerde que el pie izquierdo sólo se utiliza para mantener el equilibrio, sin que el talón toque el suelo. Ahora camine normalmente y note la diferencia entre su lado derecho y el izquierdo. Puede juzgar cuál sería la eficacia de variar la distribución de la presión sobre la planta del pie si estuviera acostado en lugar de parado. Aun así, ahora puede percibir una diferencia suficiente de tono en los músculos de todo su lado derecho.

249

Examine las figuras con atención. Observe la rotación de la cabeza, la pelvis, la pierna levantada, la 250

mano apoyada sobre la pared. Imagine otras configuraciones posibles. Muévase con lentitud, inicie el movimiento de a poco y después amplíelo. Necesitará ocho o diez intentos para alcanzar el límite de sus posibilidades actuales. Al ensayar de este modo todas las combinaciones, descubrirá que la amplitud de sus movimientos aumenta hasta exceder sus expectativas. Como resultado logrará una mejor postura general y una mayor agilidad. Si mi estimación de su imaginación es equivocada, usted necesita este tipo de ejercicios más de lo que cree. RESUMEN

La integración funcional es esencialmente no verbal. Es efectiva pues la persona lesionada, que puede haber sido operada, o haber sufrido una laminectomía o la amputación de una pierna, o padecer de parálisis cerebral o de una variedad infinita de lesiones, ha perdido la capacidad de valerse por sí misma. Algunas personas en situaciones de este tipo pierden la confianza en sí mismas. Su au251

toconfianza se halla tan comprometida que la mayor parte de los tratamientos sólo producen una mejoría superficial, si es que hay mejoría. Las más profundas sensaciones cinéticas formadas en la primera infancia se ven afectadas. La persona se retrae de lo que sucede en el mundo exterior y su atención es absorbida por los cambios que se producen internamente. Los movimientos suaves de los ojos, la rotación de la cabeza, el cambio de distribución de la presión en las plantas de los pies, la disminución de las tensiones intercostales, la formación de los patrones musculares antigravitacionales a fin de percibir con claridad la postura vertical, no pueden ocurrir sin un cambio completo del funcionamiento neural, de la corteza intencional o motora y de la corteza sensorial. El tono muscular se hace más Uniforme y disminuye. Prevalece una sensación de bienestar. La respiración se regulariza; las mejillas adquieren color. Los ojos son más brillantes, más amplios y más húmedos, y relumbran. En el final nos frotamos los ojos como si despertáramos de un sueño tranquilo. Las personas corrientes están demasiado ocupadas y pierden la oportunidad de conocer algo que no tiene precio. Deberían probar la integración 252

funcional.

253

LO OBVIO ES ESQUIVO

Existen muchas cosas que no son obvias. La mayor parte de las psicoterapias utilizan el habla para acceder a las experiencias tempranas inconscientes y olvidadas. Sin embargo, tenemos sentimientos mucho antes de aprender a hablar. Algunas personas no reparan en qué se dice sino en cómo se dice. Esta conducta nos permite descubrir las intenciones que se ocultan detrás de la estructura de las palabras, de modo que accedemos a los sentimientos que dictaron esa forma particular de hablar. En resumen, la manera de decir es por lo menos tan importante como lo que se dice. La familiaridad convierte en obvias las cosas, las acciones y las ideas. Estamos tan acostumbrados a hablar que todo lo que se refiere al habla nos parece evidente. La familiaridad con nuestro cuerpo vuelve obvias nuestras ideas sobre él. Lo mismo puede decirse del aprendizaje, los pensamientos, los sueños y casi todas las cosas que nos son familiares. Opino que hablar no equivale a pensar, aun cuando “obviamente” consideramos que son lo mismo. A la mayo254

ría de las personas les resulta difícil admitir que esto sea correcto. Más bien diría que lo obvio para nosotros contiene toda nuestra ignorancia científica, y requiere más comprensión fundamental y reaprendizaje que cualquier cosa que creemos saber. Sabemos muy poco y con frecuencia nada acerca de los fenómenos más obvios. ¿Cómo es que una caja de fósforos nos parece de la misma medida y forma a cualquier distancia y posición en que sea reconocible? ¿Cómo tragamos? Los niños pueden pensar mucho antes de haber aprendido a hablar. Helen Keller ciertamente pensaba antes de aprender a expresarse. A menudo los animales se comportan de tal manera que creemos que piensan, a pesar de que no pueden hablar. El habla, y más aún la palabra escrita o impresa, han desempeñado un papel de importancia inapreciable en nuestro desarrollo como especie. Muchos la comparan con nuestra dotación genética. El habla nos proporciona la información y la capacidad para hacer lo que los animales hacen de manera instintiva. Los instintos humanos son tan débiles como nuestros cuerpos si se los compara con los animales fuertes o incluso con los débiles. Aun así, gracias al habla tenemos a nuestra disposición la experiencia de pensar. Nuestra herencia es tan grande 255

—creaciones artísticas, conocimientos de nuestros predecesores, inmensos tesoros culturales en forma de libros acerca de temas como matemática, música, poesía, literatura, historia, ciencia, geometría, anatomía y escritos médicos en general, física y muchas otras disciplinas, filosofía, lingüística, semántica— que nos resulta difícil decidir si el homo sapiens es producto solamente de su estructura biológica o también está formado por la dotación intelectual de que dispone gracias al habla en sus diferentes formas. Sin embargo, opino que para el conocimiento de sí mismo el habla constituye un gran obstáculo. Cuando es utilizada en las diversas terapias para analizar la mente de las personas, lleva años desentrañar qué es lo que les sucede que les hace decir lo que dicen lo cual es analizado. En el conocimiento de sí mismo no puede alcanzarse lo fundamental sin deshacer el vínculo entre el pensamiento y el habla. Cuando nacimos el pensamiento y el habla no eran indistintos. A medida que aprendemos a hablar, sin darnos cuenta adquirimos el concepto erróneo de que habla y pensamiento son sinónimos. Al igual que en la matemática, las palabras son símbolos y no signos. Cuando digo “quiero” puedo estar expresando que deseo, que necesito o que me falta. ¿En qué pienso 256

cuando digo “quiero”? Creo que selecciono de mi pensamiento sólo una de las diversas variantes de significado y que la que elijo es la que deseo comunicar a otro ser humano. Descubro una nueva variante que en mi opinión es obvia, pero el habla constituye una manera de comunicar sólo un aspecto de mi pensamiento a otra persona. Por lo tanto, a menos que sea muy cuidadoso, puedo comunicar un aspecto de mi pensamiento que nunca pretendí comunicar. Más aún, mi interlocutor puede interpretar otro aspecto que nunca fue mi intención expresar, aun cuando él lo haya oído con claridad. ¡Vean cuán traicionero puede ser este terreno! Digo que quiero ser escritor, pero al examinarme descubro que cuando digo “quiero” sólo estoy expresando aquello que me falta. No soy escritor, sólo es un pensamiento o un deseo, de modo que para mí, así como para mi interlocutor, mi discurso no es en realidad lo que pienso sino un símbolo vago que expresa una gran variedad de cosas o una serie de nociones que incluso pueden incluir sus negaciones. Es suficiente con pensar lo que Dios, la verdad, la justicia, la honestidad, el comunismo, el fascismo, etcétera, significan en las diferentes sociedades humanas para darnos cuenta de que gran parte del 257

problema deriva del hecho de que confundimos hablar con pensar. El pensamiento es una función mucho más amplia que incluye muchas formas de expresión posibles. El habla es un fenómeno secuencial, ya que las palabras se suceden las unas a las otras en el tiempo y por su naturaleza no pueden comunicar el pensamiento, que puede contener un inmenso número de aspectos. Siempre hay más de una manera de expresar un pensamiento. La mayor parte de las discusiones airadas y de las diferencias entre los seres humanos se deben a que se confunde el habla con el pensamiento. Casi todos los delegados de una conferencia de desarme piensan que éste es conveniente, de otro modo no habría tal conferencia. Los pensamientos se cubren con el ropaje de la expresión y lo que se expresa es tan variado que nadie puede reconocer los pensamientos que se ocultan tras los discursos, pues tales pensamientos pueden ser tan múltiples que requieran décadas de afirmaciones. Siempre me ha parecido incongruente el hecho de que todas las funciones de los diversos componentes del cerebro (el cuerpo estriado, el globus pallidus, la pituitaria, la amígdala, el hipotálamo, el tálamo, el hipocampo y los dos hemisferios) no cuenten con más de una serie de músculos para su funcionamien258

to. Por supuesto que los músculos pueden realizar más de una clase de contracción; existen los temblores musculares, el movimiento clónico, las contracciones espásticas, etcétera. Pero ¿no debería existir alguna especie de localización de funciones en el cuerpo y en sus músculos? El hecho de que un solo conjunto de músculos sirva a las diferentes partes del cerebro me ofrece una pauta para comprender la unidad del sistema nervioso y la localización de las diferentes funciones. El movimiento de los animales, así como el del hombre, muestra una organización paralela. En el cuerpo, los dedos de las manos y de los pies sirven de distinto modo que los codos y las rodillas, los hombros y las articulaciones de la cadera. A fin de utilizar los dedos, sea para tocar el piano, contar billetes de banco o escribir, debemos desplazar todo nuestro esqueleto con todos sus músculos hasta el piano, el banco o el escritorio. En los movimientos delicados intervienen las muñecas, los tobillos y los dedos de las manos y de los pies, pero se emplea toda la musculatura para llevar las extremidades más finas hasta el lugar donde habrán de desempeñarse. Los hombros y la cadera son necesarios allí donde se necesita más fuerza, y están involucrados en la acción de transportar el cuerpo hasta el lugar donde se 259

requieren los dedos. Los codos y las rodillas en particular participan en todas las actividades del cuerpo humano. Pero una vez más, todo el cuerpo debe ser transportado para saltar, y las manos deben sostener la garrocha. En términos generales, existe una diferencia entre sostener la garrocha y dar el salto. La localización del movimiento se convierte en una división confusa e improbable. La acción de contar dinero no se localiza en ninguna parte del cerebro, del mismo modo que los dedos no son por sí mismos contadores de dinero. En cualquier acción interviene todo el cerebro, tanto como todo el cuerpo. Evidentemente el cerebro, después de haber transportado el organismo hasta el piano, debe emplear el aparato auditivo y la corteza motora para los dedos sobre las teclas, los pies sobre los pedales y los extensores para sentarse. Todo esto sería de muy poco interés si no fuera por la idea de que así como el cuerpo, entre dos actividades cualesquiera, debe pasar por la configuración de estar de pie, también el cerebro posee una configuración neutral transitoria. El paso de una actividad a otra requiere que se borre la pizarra, por así decirlo. Así como la posición de pie puede considerarse dinámica en un momento determinado del proceso de movi260

miento, la inactividad del cerebro también es necesaria para el paso de una actividad a otra. Creo que borrar la pizarra requiere unos pocos milisegundos y es por lo tanto imperceptible, excepto cuando la transición es defectuosa. Por ello opino que las personas se tuercen el tobillo o se muerden la lengua cuando dos acciones se suceden sin que la pizarra se haya borrado del todo, de modo que la nueva acción comienza antes de haber finalizado la anterior. En consecuencia, se llevan a cabo dos acciones incompatibles en forma simultánea. Piensen en lo que se puede decir acerca de un triángulo cuando el pensamiento contiene todo lo que uno sabe sobre él e incluso lo que puede llegar a descubrir. Mi interés en este dilema o problema es práctico. Debo comunicar algo que podría ayudar a una persona que está en dificultades, o que desea aliviar sus dolores, o que ha nacido con parálisis cerebral, o ha sufrido una lesión, o ha adquirido hábitos corporales dirigidos hacia ella misma (se siente inadecuada) y autodestructivos (siente que no vale nada). Deseo transmitir algo que tal vez ayude a una persona a reorganizar la actividad de su yo por medio de su cuerpo a ñn de facilitar su vida, hacerla más simple o incluso más placentera y estéticamente satisfactoria. 261

En este punto es útil aclarar que la libre elección se relaciona íntimamente con el pensamiento, y que desaparece cuando se expresa y se comunica a otra persona o incluso a sí mismo, tomando así la decisión. La libre elección significa en esencia elegir entre alternativas. En lo que se refiere al pensamiento, elegimos una alternativa y la comunicamos, a pesar de que tal vez hayan existido muchas otras alternativas en nuestro pensamiento antes de que decidiéramos revestir una de ellas con palabras. En la vida, la falta de alternativas produce ansiedad y a veces compulsión. Camine sobre una tabla colocada sobre el piso. Probablemente usted sea capaz de hacerlo y piense que no tiene mucho sentido hacerlo una vez más por indicación mía, seguro como está de que podrá corregir cualquier ligero error de equilibrio. No tiene dudas pues cuenta con la alternativa de desviarse hacia uno u otro lado, corregir su equilibrio y volver a caminar sobre la tabla. Imagínese levantando la tabla treinta centímetros y caminando sobre ella; levántela unos tres metros en su imaginación, o mejor aún, coloque realmente una tabla sobre dos soportes y verá que la falta de alternativas —en este caso no puede caminar hacia los costados — aumenta su ansiedad lo suficiente como 262

para paralizar el pensamiento e impedir la ejecución. Sus dudas con respecto a la posibilidad de recuperar el equilibrio están bien fundadas, pues su capacidad de mantener el equilibrio no llega a ese nivel de excelencia. No obstante, dicha tarea puede llevarse a cabo: una persona caminó sobre un cable desde el techo del World Trade Building hasta el techo del edificio vecino. Lo importante, vuelvo a repetirlo, es que la carencia de alternativas genera ansiedad. La libre elección significa tener al menos dos posibilidades. No tiene sentido hablar de libre elección cuando nos vemos obligados a utilizar el único medio que conocemos. La libre elección implica disponer de un modo de actuar alternativo, en cuyo caso podremos emplear el que más nos convenga. Elegir no actuar no es en realidad elegir: no es vida. Un movimiento voluntario intencional, por ejemplo un movimiento de la mano a lo largo de una trayectoria, puede ser detenido, reiniciado, invertido o anulado a fin de hacer otra cosa. Un movimiento voluntario significa libre elección. Un movimiento defensivo o reflejo es del tipo “o todo o nada”; es primitivo y carece de intención. Tal movimiento es válido sólo ante la inminencia del peligro y a los fines de la autopreserva263

ción, cuando no hay tiempo para elegir. En tales circunstancias, si no atendemos a nuestra preservación podemos resultar heridos o muertos. Como he sugerido antes, lo evidente es esquivo. Cuando intentamos alcanzar la fuente principal de nuestro pensamiento, alcanzamos profundidades en las que no es fácil ver si lo esquivo es más evidente que lo evidente. Así, es posible considerar que la libre elección existe solamente en el proceso del pensamiento. Tan pronto como el pensamiento lleva a la acción, aunque sólo se trate de nombrarla, la suerte está echada y la elección, perdida para siempre. Sin duda hacen falta más investigaciones y mayor claridad de pensamiento para comprender por qué es necesario el sistema nervioso. ¿Para qué se necesita la conciencia? ¿No sería suficiente con estar despierto? Cuando recuperamos la conciencia después de haberla perdido, solemos preguntar: “¿Dónde estoy?” ¿Acaso saber dónde se está, el conocimiento general de la auto- dirección, es la función consciente del sistema nervioso? ¿Comprenderíamos mejor el problema si supiéramos en qué parte del cerebro se localiza? He aquí un problema muy intrincado. La localización de las funciones en el cerebro, como por 264

ejemplo la del habla o la de la escritura, ha tenido tanto éxito hasta el momento que sería casi una herejía dudar de lo correcto de la idea de la localización. Sólo unas pocas personas consideran que las funciones se hallan localizadas en grandes grupos como el metencéfalo, el sistema límbico y el prosencéfalo. Nadie podría afirmar con seriedad que el habla es una función puramente neocortical localizada exclusivamente en el área de Broca. Sin embargo, los movimientos musculares intencionales, elementales y primitivos están localizados de tal manera en la corteza que el homúnculo de Penfield aparece en la mayor parte de los buenos libros sobre neurofisiología en todos los idiomas. La idea tuvo tanto éxito que cada vez se descubren localizaciones más y más precisas, confirmadas por diferentes expertos. Cualquier acto puede complicarse casi a voluntad. Pensemos en una persona que conduce su auto y al mismo tiempo fuma, presta atención a su acompañante y escucha y observa todo lo que sucede en la ruta. Se dice que Julio César y Napoleón podían leer, escuchar y dictar tres cartas simultáneamente. Sin embargo, no podemos actuar y no actuar al mismo tiempo, lo cual es menos complicado que la situación antes descrita de conducir un auto. ¿Acaso un acto 265

involucra todo el cerebro así como involucra todo el cuerpo? Anular un acto es de algún modo semejante a cambiar la dirección de un cuerpo en movimiento. Es necesaria una pausa, bajar a cero la velocidad, a fin de pasar de una acción a otra. Tal vez sea más sensato detenemos aquí antes de hundirnos en aguas más profundas y especular sobre el pensamiento y otras funciones del cerebro. Después de todo, es un modo útil de comprender la mayor parte de los fenómenos de energía y su materialización. RESUMEN

Cuanto más nos ocupamos de lo evidente, más nos hundimos en las aguas profundas, donde lo obvio es dominante. El estudio del habla constituye hoy una preocupación de muchos investigadores. Es necesario un conocimiento más preciso del origen del habla antes de poder usar con sentido la palabra “evidente”.

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EN RESUMEN

Creo que en este preciso momento existen unas cien personas que alientan ideas parecidas a las que expongo en este libro. Conozco personalmente a algunas de ellas. Y en todos los talleres que he dirigido en los últimos treinta y cinco años en muchos países, y en los que participaron cientos y a veces miles de personas, siempre he conocido por lo menos una que había descubierto por sí misma un equivalente de mi sistema. Estos hechos me convencen de que estoy avanzando en la dirección más necesitada en esta época. La inmensidad de las posibilidades prácticas que se desprenden de mi trabajo y que ahora están al alcance de todos, hace que cualquier libro sea demasiado pequeño para exponer de manera adecuada los conceptos esenciales. Mis ayudantes, mis alumnos y yo mismo hemos llegado hasta muchas decenas de miles de personas en ocho países diferentes. En los últimos tres meses hemos trabajado en los Estados Unidos, Suecia, Canadá, Holanda, Francia, Alemania, Suiza e Israel. He enseñado a estadistas, actores, músicos, directores de orquesta y a gente de todas las 267

profesiones. He ayudado a víctimas de la poliomielitis, a soldados heridos, a personas lesionadas en accidentes automovilísticos y laborales, a nadadores, buceadores, niños y a muchas personas ancianas. Aquellos afectados de enfermedades aparentemente incurables y disfunciones crónicas como parálisis cerebral, defectos posturales y problemas respiratorios han sido ayudados más allá de sus expectativas. Espero haber presentado por lo menos los fundamentos de una enseñanza que se aplica a todos los hombres, cualesquiera que sean las actividades que desarrollan. Lo logrado hasta ahora es sólo el comienzo de lo que se puede y se debe hacer. Aprendiendo a fomentar la individualidad contribuiremos a crear una sociedad de mejores individuos. Nuestra capacidad de pensamiento se incrementará porque nuestros cerebros estarán conectados a un medio de una complejidad nunca vista anteriormente. Hoy día las válvulas electrónicas son reemplazadas por transistores y circuitos integrados que permiten construir computadoras que exceden las expectativas de los genios de hace sólo unas décadas. El pensamiento individual también ha mejorado a través del trabajo en equipo. El aprovechamiento de sólo el diez por ciento de nuestra capacidad cerebral es una 268

limitación heredada del pasado. La mayoría de las personas construyen su vidas alrededor de los picos de su aprendizaje orgánico; éste es el origen de sus limitaciones y de la mala utilización de sí mismos.

El diagrama ilustra el desarrollo de un excelente músico cuando el área del pico sólo alcanza al diez por ciento de su capacidad total. Cada uno de nosotros posee uno o dos picos y el resto es sólo potencial. La humanidad atraviesa períodos de crisis: inflación, recesiones, escasez de energía, problemas ecológicos, de modo que lo que nos espera puede ser peor de lo que imaginamos. El aumento de los conocimientos y las capacidades ha permitido eliminar la esclavitud y el trabajo penoso. Todas las grandes civilizaciones del pasado tenían esclavos, que eran 269

esenciales para el desarrollo de su cultura. Los egipcios utilizaron esclavos para construir sus pirámides, los griegos tenían esclavos que hicieron posibles a Sócrates y a Platón, los romanos y los norteamericanos confiaban a los esclavos las tareas penosas. Esto permitió que los maestros aprendieran, construyeran, escribieran y pensaran. A la humanidad le ha llevado mucho tiempo reemplazar la esclavitud por la automatización, el esclavo más perfecto que pueda imaginarse. Sin embargo, esta oportunidad única creará más problemas de los que pueden concebirse. Tendremos que volver a aprender las tareas que ya conocemos; tendremos que acostumbrarnos a no pagar por lo necesario para la vida más de lo que pagamos por el oxígeno que respiramos. Las fábricas automatizadas dejarán a muchas personas sin trabajo. Pero para alcanzar una automatización tan general necesitamos una nueva capacidad cerebral que tardará unos veinticinco años en desarrollarse. Si la población sigue creciendo como hasta ahora, los jóvenes de veinticinco años desplazarán y obligarán a jubilarse a los adultos de cincuenta y cinco o sesenta años, no importa cuán inteligentes sean. En una sociedad sin esclavos las personas de edad mediana deberán ocuparse de los 270

menores de veinticinco años y de quienes hayan sobrepasado los cincuenta y cinco. Resulta claro que, a menos que aprendamos a ver las cosas desde una perspectiva diferente, a menos que ampliemos y profundicemos nuestra libertad de elección y la utilicemos humanamente, la verdadera abolición de la esclavitud comenzará con un desastre. El tipo de aprendizaje que se exalta en este libro es una verdadera necesidad y debe ser popularizado ya. Para ello existe la Asociación Feldenkrais de San Francisco con más de cien practicantes que trabajan en diferentes estados de los Estados Unidos, en Canadá, Europa e Israel. Además la Fundación Feldenkrais de Nueva York fomenta el desarrollo de nuestra tarea y produce películas, vídeos, libros, artículos y entrevistas para los medios de comunicación de todo el mundo. Es la prioridad manifiesta y el objetivo de la Fundación Feldenkrais publicar todo material disponible a fin de que la autoconciencia por el movimiento esté al alcance de cualquiera que desee mejorar su vida, así como la de todos.

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BIBLIOGRAFÍA

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1-Coloque las manos detrás de su cuerpo... Doble las rodillas...Coloque las plantas de los pies sobre el piso.

2-Incline ambas rodillas hacia la derecha utilizando los pies como bisagras. 275

3-Incline las rodillas hacia la izquierda y nuevamente hacia la derecha.

4-Incline las rodillas un poco separadas, de manera que haya lugar. 276

5-Descubra cuál de las manos apoyadas sobre el piso carece de utilidad cuando dobla las rodillas... y puede ser alzada sin causar inconvenientes.

6-Comprobará que le resulta cada vez más fácil elevar la pelvis. 277

7-Continúe el movimiento pélvico en su ascenso en espiral hasta que se levante la articulación derecha de la cadera lo suficiente para enderezar la rodilla derecha.

8-Su pie derecho quedará apoyado sobre el piso. 278

9-La rotación se completará hasta que quede de espaldas a su posición inicial.

10-Con el mismo movimiento ascendente en espiral con los ojos buscando el horizonte. 279

11-...se completa es ascenso.

12-Comience el movimiento contrario... mueva la pelvis primero a fin de despegar el pie derecho del piso. 280

13-Lleve la pierna flexionada hacia el piso... hacia el lugar en que estaba sentado.

14-...hasta sentarse en el piso. 281

15-... en el piso.

16-... Incline las rodillas hacia la derecha. 282

17-Incline las rodillas a fin de balancearse hacia la derecha.

18-Sosténgase sobre la rodilla derecha al tiempo que balancea el brazo izquierdo hacia delante y hacia arriba. 283

19-Su pelvis se desplaza en espiral hacia arriba... mueva la pierna izquierda... de manera tal que soporte todo su peso.

20-Su pierna derecha también se enderezará y contribuirá a sostener el peso del cuerpo. 284

21-Póngase de pie sin llegar a enderezarse totalmente.

22-Siéntese y vuelva a ponerse de pie. 285

"Voy a ser vuestro último profesor. No porque vaya a ser el mejor que jamás hayáis encontrado, sino porque vais a aprender a aprender. Cuando lo hayáis aprendido os daréis cuenta de que no hay profesores, que sólo hay personas que aprenden y personas que aprenden a facilitar el aprendizaje". Moshé Feldenkrais (1904-1984)

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