La Ceamica En Arqueologia

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Titulo original: POTTERY IN ARCHAEOLOGY Cubierta: Enric Satud Ilustraci6n de Ia cubierta: vasija tripode de la Cova de Muricecs, L1eida; contracubierta: ilustraci6n de 1786 de un fragmento de cer6mica romana. @ 1993: Cambridge University Press @ 1997 de la traducci6n castellana para Espafla y Am6rica:

CRITICA (Grijalbo Mondadori, ISBN: 84-7423-745-9 Dep6sito legal: B. 38.570-1997

S.

A.), Arag6,385,08013 Barcelona

Impreso en Espafla

1997.-HUROPE,

S.

L., Lima,3 bis,08030 Barcelona

PREEACIO Una exposicihn de los hechos que nne condujeron a escribir este libro podria ayudar a explicar su estructura y las ideas que subyacen en €1. La primera vez que me pidieron que lo escribiese fue en 1981, cuando trabajaba como ayudante de investigacidn en el Instituto de Arqueolo{ra de Londres. Accedi a hacerlo y reclut€ la ayuda del doctor Alan Vince, quien en aquel momento estaba trabajando en el Departamento de Arqueologta Urbana d.el Museo de Londres. Cuando en 1982 no n e renovaron la beca que mantenia mi puesto, me trasladt tambi€n al Museo de Londres (Departamento de Arqueologla del Gran Londres). Aqui descubri que las presi.ones que suponia trabajar y mantener a una joven familia eran demasiado grandes para concederme tiernpo para escribir, por lo que en 198j dej6 de lado el proyecto. En 1986 volvi a ensefi,ar en el Instituto de Arqueologia, y en 1988 el doctor Paul Tyers se incorpor6 como mi ayudante de investigaci1n. Esta contribuci6n dio origen a un potente equipo y a la oportunidad para investigar y escribir, con lo que el pro-

Al aceptar el doctor Alan Vince un puesto en h Uni.d.ad Arqueoligica de la ciudad de Lincoln (a unos 200 kil6metros al norte de Londres) surgieron nuevos complicaciones, que fueron resueltas, de mod.o que en

yecto revivi6-

el verano de 1990 nos pusimos de acuerdo para actuar de la siguiente manera:

Alan Vince escribiria un manual prdctico sobre el procesamiento, la catalogaci6n y la publicacidn de la cerdmica excavada (Segunda parte, capftulos 3-9). El destinatario ideal seria el arque6logo de campo que sintiese la necesidad de que se le suministrasen instrucciones paso a po.so. Esta parte no habria de requerir una justificaci6n tedrica ni ejemplos presentados como esfiidios de casos, ya que Paul Tyers los expondrta en la Tercera parte (capitulos 10-17). Paul Tyers seria tambitn quien tuviese que realizar la mayor parte de la investigaci6n sobre la documcntaci6n, excepto en lo referente a la historin de los estudios sobre cerdmica, que seria mi responsabilidad. Mi papel seria el de coordinador de todo el conjunto y redactar los que se consideraban los dos capftulos dificiles del libro: los referentes a la historia y al valor de los estudios sobre cerdmica (Primera parte, capitulos 1-2), con los que se pretendia situar el escenario para el resto del libra Tambi4n habria un Ap€ndice que contendrta hojas de registro y fichas de muestra. Claro estd que no result6 ser tan sencillo. En primer lugar, pareci6 mas apropindo que yo escribiese el capirulo 13, sobre la cuantificaci.dn, ya que este

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AReuEoLociA

habia sido durante mds de quince afios uno de los temas por los que mds apego he sentido. Despu€s de esto, me responsabilici tambi4n del capitulo 74, sobre la cronologia, puesto que ya disponia de buena parte de la informaci6n debido a mis clases. Por filtimo, vimos lo dificil que resultaba intentar establecer un limite entre teoria y prdctica, por lo que trasladamos parte del texto a la secci1n te6rica, especialmente al capitulo sobre el undlisis de las pastas (capitulo 11). Al mismo tiempo, reescribi partes del manual para incluir temas que mis dos coautores habtan dejado de lado. De ahi que el libro sea el resultado del cruce de colaboraciones, siendo dificil asignar un capitulo a un

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rtnico.

Seguramente nuestros antecedentes personales se refleian con claridad en los ejemplos escogidos. Todos somos principalmente arquedlogos urbanos que en una 6poca u otra hemos trabajado en el Museo de Londres. En nuestro trabajo nos hemos especializado en la cerdmica romana y de 6poca posterior. Sin embargo, no creemos que el enfoque sobre la cerdmica prehist6rica deba ser intrinsecamente diferente del de la cerdmica de cualquier otro pertodo, aunque siempre se debqn tener en cuenta las diferencias en modos de producci6n (para cualquier 6poca, no tan s6lo la prehistirica). Aunque escribamos sobre teoria, no se trata de tal y como la entendertan la mayor parte de arque6logos, sino de teoria sobre la naturaleza de los datos y formas razonables de manejarlos. De ahi que nos hayamos concentrado en el mdtodo e intentado evitar afiliarnos a ninguna corriente te1rica en concreto. Las modas cambian, pero subsiste la necesidad fundamental de permitir interaccionar a los datos

con la teor{a.

Las referencias bibliogrdficas del libro requieren una explicacidn. La bibliografia de estudios sobre cerdmica es muy amplia: en 1910 ya ocupaba 600 pdginas (Solon, 1910). Por eso no hemos intentado hacer una bibliografia exhaustiva sobre ningfin tema, sino que hemos dado un conjunto de referencias que creemos que muestran de forma adecuada el desarrollo del tema y su situaci1n actual. Que la bibliografia omita un documento no significa que no lo consideremos importante, sino simplemente que no lo necesitamos para hacer constar un punto concreto. Este libro preterude responder a las necesidades de varios tipos de lectores. Los arque6logos de campo seguramente querrdn leer primero la Segunda parte (capitulos 3-9), pero esperamos que la pregunta les haga dirigirse hacia los aspectos mds tedricos de la Tercera parte (capitulos 10-17). Por esta ra76n, en la Segundq parte hay pocas referencias, ya que creemos que impedirtan una lectura fluida al investigador interesado en cuestiones puramente prdcticas. Quienquiera que desee mds informacidn, podrd encontrar estas referencias en la Tercera parte. Los lectores de tipo mds general, que pueden estar mds interesados en lo que los arquedlogos han hecho y por qu6, debertan empezar quizd. por la Tercera parte. Esperamos que el deseo de contextualizar su lectura anime a ambos a leer la Primera parte (capitulos 1-2). Seguramente s6lo los estudiantes leerdn el libro en orden, desde la cubierta hasta la contracubierta, aunque si leyesen la Tercera parte antes que la Segunda le sacarian

PREFACIO

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mayor provecho. Solicitarnos de manera especial a los arque6logos cuyo objeto de estudio principal no es la cerdmica que lean el segundo capitulq aun cuando sea la finica'parte que lean. Uno de nuestros objetivos es derribar la barrera entre quienes trabajan sobre cerdmica y quienes creen que se trata de un estudio misteriosq llevado a cabo por gente bastante extraft.a. Cr,rve OnroN

AGRADECIMIENTOS Recordar a todos los colegas que han influido en una persona a lo largo de su carrera es una tarea inconmensurable. En el caso de tres carreras se convierte en algo casi imposible. Muchas de nuestras ideas y creencias sobre cer6mica se iniciaron durante los impetuosos aflos setenta, cuando se originaron nuestros grupos de especialistas, el Grupo de Investigaci6n de Ceri{mica Medieval y el Comit6 Permanente sobre Cer6mica Romana, en una 6poca en la que el mundo de la ceriimicaparecia lleno de promesas. Es ir6nico que este libro se haya realizado en un momento en que los estudios sobre cer6mica en el Reino Unido est6n en su punto m6s bajo y cuando muchos de nuestros anteriores colegas han perdido su trabajo o trabajan sobre otros temas. Nosotros, que somos algunos de los supervivientes, les recordamos con gratitud y les dedicamos este libro. Algunos agradecimientos son m6s tangibles. El Comitd de Arqueologia Cientifica del Consejo de Investigaci5n para Ciencia e Ingenieria y la Academia Brit6nica han aportado lo necesario para llevar a cabo gran parte de la investigaci6n que sustenta este libro, que esperamos contribuya a diferenciarlo de sus predecesores. Agradecemos la ayuda recibida y creemos haber dado valor al dinero invertido. Muchos colegas han tenido la generosidad de permitirnos utilizar bases de datos no publicadas para probar experimentalmente nuestras t6cnicas; damos las gracias a los profesores Martin Biddle y Michael Fulford, cuyos datos hemos incluido en el texto, asi como a otros cuyos datos, aunque no menos importantes, no han encontrado espacio. Muchas de las ilustraciones no son nuestras y agradecemos a las siguientes personas e instituciones el permiso para reproducirlas: Academic Press (figura L5.2), profesor Martin Biddle (figura 13.5), Museo Boymans van Beuningen (figura 2.2),los administradores del Museo Brit6nico (figuras 1.4,7.4,8.1,1-1..2 y A.4), Andrzej Buko (figura L.3), Servicio de Museos de Chelmsford y Consejo de ArqueologiaBitdnica (figura L5.4), CNRS de Paris (figura 12.1), Museo Corinium, Cirencester (figura 8.3), Fundaci6n Colonial de Williamsburg (figura 14.3), doctor Michael Czwarno (figara 6.2), profesor Michael Fulford (figuras 13.4 y-1'5.2), Andrew Gillam y la Sociedad de Anticuarios de Newcastle upon Tyne (figura 14.1), Asociaci6n Geogr6fica (figuras A.5 y ,{.6), Servicio de Museos del Condado de Hampshire (figura 17.7), el Club de Campo de Hampshire (figura L4.7), doctor Co-

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LA cERi.MrcA EN AReuEoLocfA

lin Haselgrove (figura 16.3), Instituto de Arqueologia del Colegio Universitario de Londres (figuras 8.2 y 72.2), Anne Jenner y Proyectos Acad6micos Internacionales (figura 7.2), doctor Morven Leese (figura 12.6), Leicester University Press, profesor Colin Platt y Richard Coleman-Smith (figura 2.3), Malcolm Lyne (figura 2.1), Janis Mitchell y Thames and Hudson Ltd. (figura 4.1), Stephen Moorhouse (figura 16.2), Museo de Londres (figuras 6.1 (a) y (b) y dibujos concretos en las figuras 6.3 y 7.1), Sociedad de Arquitectura e Historia de Oxford (figura L5.3), Oxford University Press (figura L.2), Redactie Bulletin Antieke Beschaving (figura 12.8), doctor Julian Richards (figaral2.3), Sociedad Romana (figura 14.8), doctor O. S. Rye (figuras 10.2 y 11.1), Harvey Sheldon (figura 10.5), Sociedad para la Arqueologia Americana (figura 12.7), Sociedad de Anticuarios de Londres (figuras 1.1 y 15.1), doctor Anthony Streeten (figura L1.3), y Administraci6n Arqueol6gica de York (figura 14.6). Durante su prolongada gestaci6n este libro ha visto tres editores en Cambridge University Press. Agradecemos a Robin Derricourt habernos sugerido escribir el libro, aPeter Richards su ayuda y paciencia durante los dificiles aflos intermedios y a Jessica Kuper que nos animase a terminarlo.

Primera parte

HISTORIA Y POTENCIAL

1. HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE CERAMICA INrxooucc16N

La cer6mica tiende a suscitar fuertes emociones entre los arque6logos: la ,man o la odian. Para algunos tiene una fascinaci6n indefinible y potencialmente contiene mucha informaci6n, que un estudio arduo y cuidadoso ha de poner de manifiesto. En el otro extremo del p6ndulo, la cer6mica aparece como el m6s comfn de los materiales arqueol6gicos, cuyas funciones principales son entorpecer la tarea aut6ntica de excavar, abarrotar los almacenes y comportarse como un > arqueol6gico de los recursos que siguen a la excavaci6n. Entre ambos extremos existe un amplio espectro de opiniones: hay quienes ven la cetdrnica como una tarea inevitable, un material que se ha de procesar con la mr6xima rapidez posible antes de volver a enterrarlo (ya sea en el terreno o en un aknacdn), un poco como los residuos radiactivos de bajo nivel. Este punto de vista lo satirizaba un letrero colgado en la puerta de un museo: . Otros adoptan una visi6n miis mfstica y creen que el fragmento m6s humilde contiene la informaci6n m6s sorprendente, que tan s6lo puede descifrar el especialista en cer6mica, una especie de guru: , se podia leer en un peri6dico local. En estas descripciones hay un punto de verdad y tambi6n un punto caricaturesco. Aunque qu6dar6 claro d6nde tenemos puestas nuestras simpatiag en este libro nuestro objetivo es dar una visi6n equilibrada de la contribuci6n potencial que los estudios sobre cer6mica han hecho a la arqueologia. Una visi6n que no sea ni demasiado optimista ni demasiado pesimista. Antes de empezar necesitamos dar un vistazo a la historia de nuestro tema, partiendo de algo que ya es familiar para los arque6logos: para entender el presente primero necesitamos estudiar el pasado. Para los arque6logos es natural intentar dividir el material en fases cronol6gicas; la historia de la arqueologfa en general y de la cer6mica en particular no es ninguna excepci6n. Shepard (1956, p. 3) vio tres fases aunque no las dat6:

t6

LA CER(MICA EN ARQUEOLOGfA 1.

el estudio de vasijas enteras como objetos culturales;

2.

el estudio de fragmentos como evidencia para datar secuensias estratigr6ficaq y el estudio de la tecnologiade la cer6mica como forma de aproximar-

3.

se a las intenciones del ceramista.

Matson (L984, p. 30) aplic6 dos de las fases de Willey y Sabloff (197$ a los estudios sobre cerdmica american'a: el periodo hist6rico de clasificaci6n (1914-1960) y el perfodo explicativo (de 1960 en adelante). Van der Leeuw (19&1, pp. 710-7t8\ define tres fases: la tipol6gica (hasta L965), y >, asf como los efectos de los indices de fragmentaci6n diferenciales en distintos tipos (Davis,1972; DeBoer y Lathrap, 1979). David y Henirig (1972) desafiaron la visi6n convencional del estudio arqueol6gico de la cer6mica cuando sugirieron que la clasificaci6n arqueol6gica podia ser mds detallada de lo que el material garantaaba. Arnold (1985) ha descrito todos estos estudios de forma excelente. Aunque normalmente no se la considere una evidencia etnogrrifica, la gran cantidad de evidencia escrita contempor6nea sobre la alfareria en los periodos hist6ricos ha contribuido a responder preguntas derivadas de la organizaci6ny metodologfa de la producci6n ceri{mica (Le Patourel, 1968; Peacock, 1982) hasta los usos finales de las vasijas (Moorhouse, L978). Tambi6n se cree que la representaci6n de la cer6mica en el arte (v6ase la figura 1.4) ha resultado una evidencia ritil, tanto para las fechas (uno de los primeros estudios sobre la cer6mica medieval britrinica estudiaba Ia dataci6n, tal y como reflejan las ilustraciones en manuscritos fechados; v6ase Jewitt, L878) como para su funci6n (Jacobs y Peremans, L976).

Tnrrrns PARALELos: rncNorocie

A partir del siglo xvtr se empez6 a manifestar inter6s no tan s6lo por el aspecto artistico de la cerdmica, sino tambi6n por la evidencia de su fabricaci6n. Conyers observ6 los hornos romanos de cer6mica durante los trabajos preparatorios para la construcci6n de la nueva catedral de San Pablo en Lon-

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1.4. La ceriimica en el arte. Esta pintura, Campesinos jugando a Gallet en el exterior de una taberna, original de Adriaen van Ostade, permiti6 a los arque6logos descubrir la funci6n de ciertas cerdmicas enigm6ticas de Londres Se usaban como nidos de pdjaro /w6ase recrradro) (Stevenson. 1991: foto: Museo Britiinico).

Frcunn

HISTORIA DE LA INVESTIGACI6N SOBRE

CERIMICA

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dres (Conyers, 1675; 1677) y realiz6 un informe y unos dibujos muy detallados (Marsh, 1978, p.195). A principios del siglo xrx se publicaron los hornos de ceriimica situadoS en el valle de Nene, en el este de Inglaterra (Artis, 1,823), y durante este siglo se empezaron a excavar y publicar los extensos yacimientos de producci6n cer6mica de Francia y Alemania (especialmente tena sigillata) :. Montans (Rossignol, 1862), Westendorf (von Hefner, 1862), Lezoux (Plique,1887), La Graufesenque (Hermet, 1-934)y Rheinzabern (Ludowici, 1904). A finales de siglo se pudo realizar un diccionario geogr6fico de setenta hornos de cerdmica romanos en Francia (Blanchet, 1899). Hasta la d6cada de los setenta se sigui6 desarrollando y sistematizando el estudio de los hornos (Musty, 1974; Swan, L984), aunque para esta fecha se hacia hincapi6 en la importancia del estudio de las estructuras y funciones relacionadaq hasta entonces bastante olvidado (Musty, 1974,p.57). El andlisis de los hornos como estructuras condujo al inter6s por el proceso de cocci6n (Colton, 1939) y a series de cocciones experimentales en hornos de cer6mica (Mayes, L96l; 1962; Coleman-Smith, 1971.; Bryant, 1977) y en hornos de aZulejos (Greene y Johnson, 1978). El primitivo inter6s por la propia tecnologia de las vasijas se centraba en las cuestiones de nos presentaria un solo tipo de cer6mica representando la producci6n de un rinico alfar, lo que no suele ser el caso. Es mucho m5s habitual encontrarnos con que un solo tipo de pasta representa la producci6n de un grupo de alfares que comparten las mismas materias primas y que las procesan de forma similar o, a la inverca, que un alfar (o un gruPo relacionado) puede ser responsable de mds de una pasta (debido al uso de distintas fuentes de sistemas procesadores de arcilla). Aunque reconozcamos este hecho, no estamos negando el inter6s del andlisis de las pastas (como se ha sugerido en algunas ocasiones), sino que proponemos nuevas posibilidades de interpretaci6n a las agrupaciones observadas en nuestros datos. El examen se divide en tres etapas: visual, petrol6gico y de la composici5n, que reflejan, por un lado, un nivel de complejidad creciente (y de mayor coste), y por el otro, una accesibilidad decreciente, lo que reduce la cantidad de material procesable. Los sistemas de procesamiento de cerdmica pueden basarse en un examen visual muy atento, sin p,erder de vista los resultados que pueden obtenerse al recurrir a andlisis mds sofisticados.

LA PASTA DE LA CEP..6MICA

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Frcunl 11.1.

Secciones transversales esquematizadas para comparar las diferencias en el nricleo cocido en arcillas de textura fina (columna A) y arcillas de textura gruesa (columna B). 1. Oxidante, material orgiinico ausente de origeq sin nricleo. 2. Oxidante, material orgilnico pudo haber estado presente o ausente; sin nricleo. 3-4. Oxidan-

te, material org6nico ausente de origen, nricleo delimitado por mdrgenes difusos. 5. Reductora, material orgrinico ausente de origen, nricleo delimitado por m6rgenes difusos. 6. Reductora, material org6nico pudo haber estado presente o ausente; el gris o el negro pueden extenderse de pared a pared, sin dejar huella del nfcleo. 7. Reductora, material orgdnico presente en el origen, nfcleo delimitado por m6rgenes difusos. 8. Reductora, material orgiinico pudo haber estado presente o ausente; sin nricleo. 9-10. Reductora, enfriada riipidamente por contacto con el aire, nfcleo delimitado por miirgenes claramente marcados. 11. Reductora, enfriada r6pidamente por

contacto con el aire, reductora y enfriada por aire de nuevo; nfcleo delimitado por m6rgenes marcados: