Introducción a los problemas y argumentos filosóficos [First ed.]

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Filosofía contemporánea

Introducción a los problemas y argumentos filosóficos

J.W. Cornm an, G.S. Pappas y K. Lehrer

UNIVERSIDADNACIONALAUTÓNOMADEMI

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IN S T IT U T O n E IN V E S T IG A C IO N E S F IL O S Ó F IC A S CoUtcián: F t l o s o f Ia C o n t e m p o r á n e a DrrrtioT: O h . L fó n O i .jv t S o rtia ria : MTKA. S alma S aab

JAM ES W. CORNMAN - KEITH LEH RER C EO RGE S, PAFPAS

INTRODUCCIÓN A LOS PROBLEMAS Y ARGUMENTOS FILOSÓFICOS UrwliKcián d t Gabriela Castillo EsTEjiL, El IIaBETH Coeral Peña y Claudia Martínez librea

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO MÉXICO 1W0

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PREFACIO A LA TE R C E R A ED ICIÓ N

Para esta edición se introdujeron diversas modificaciones con el fin de lograr que el libro rio dejara de estar actualizado y con el fin de subsanar unas cuantas deficiencias. En cada uno de los capítulos se llevaron a rabo algunos cambios menores en el es­ tiló, por lo general con el propósito de simplificar argumentos y descripciones de diferentes puntos de vista. En los Capítulos 3 y ■I se introdujeron cuadros, también con ct propósito de simpli­ ficar y conseguir mayor claridad. Respecto a cuestiones que no atañen .d estilo, los Capítulos 1, 5 y 0 se alteraron ligeramente. En el Capítulo I se hicieron unas cuantas adiciones para la dis­ cusión de las formas de argumenta y de inferencia inductiva. En el Capítulo ó se discutieron con mayor amplitud los argumen­ tos del misticismo y de la contingencia en fhvor de la existencia de Dios. También en ese capitulo se hizo más extensa la expo­ sición tic Síi afirmación de Kani respecto a que "existe” no es un predicado real. En el Capítulo fi se puso mayoi atención al método usado para evaluar críticamente las teorías éticas norma­ tivas. Además» se presenta un nuevo argumento en favor del re­ lativismo ético y se relaciona directamente con el método recién mencionado De igual manera, en este capítulo se ha ampliado y aclarado la explicación de Hume y el problema del ser-deber. En los capítulos restantes se hicieron cambios más sustanciales. El Capítulo 2 se redujo considerablemente, sobre todo por la eli­ minación del material sobre la teoría causal de la creencia percepru.il así como el concerniente al fenomenalismo, Al oponente del escepticismo ya no se le comidero un dogmático, sino más bien, para acuñar una nueva palabra, un tpiarm ista. La conclusión del Capitulo 2 también difiere de sus predecesoras inmediatas en

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PREFACIO A LA TERCERA EDICION

que la posición del escéptico es finalmente rechazada en Étvordc l.i del episcemista. El Capitula 3 contiene nuevo material sobre la polémica entre el libertario y el determinista, además de que se aumentó considerablemente el nlimero de páginas que este capítulo tenía originalmente. También aparece en él un nuevo argumento couipatibibsta que, se afirma. ltasta para establecer esa posición. En el Capítulo -1 los cambios ligeros en las defini­ ciones de términos técnicos requirieron cambios compensatorios a lo largo de su* páginas. También se le dio más espacio a las dife­ rencias relativas entre las posiciones, del materialismo rcductivo y el eliminador. Finalmente, la teoría de la identidad neutral se describió y se defendió con mayor amplitud. Deseamos agradecer a Gcorge Schumm sus valiosas sugeren­ cias respecto de cierto número de rentas discutidos en el libro, En especial, estamos en deuda con tos comentarios críticos de Benjamin ArmsLrnng y de Roben Audi, y más en deuda aún con Audi por sus útiles observaciones críticas id penúltimo borrador. K. L. G. S. P.

PREFACIO A LA PRIM ERA ED IC IÓ N

Jnscph Connul dijo que su objetivo al escribir era antes que nada hacer twr“. El nuestro es, ame todo, hacer ¡M isar. Quere­ mos hacerle a usted pensar sobre los problemas que los filósofos han discutido. Esperamos también que esta introducción a la fi­ losofía lo prepare para pensar acerca de otros problemas. Para alcanzar nuestro objetivo, no* centramos en cinco problemas fi­ losóficos b¡bucos, procurando presentar y examinar cuidadosa y cabalmente las razones más plausibles a favor y en contra de Lis soluciones que los filósofos han propuesto para estos problemas. Cada problema se discute cu capitu los separadas y vírt ualmcnte independientes. Sin embarco, cada discusión depende del matcrinl del primer capítulo, donde se discute la naturaleza del ra­ zonamiento y la argumentación y donde se explican algunos tér­ minos filosóficos básicos. Así pues, el primer capítulo es esencial para una comprensión cabal de los capítulos subsecuentes, y debe leerse antes o al mismo tiempo que los otros. En la conclusión de cada capitulo presentamos una solución al problema sometido a discusión Pero a causa de la naturaleza misma de bis problemas, y cuino éste es un libro introductorio, ninguna de estas soluciones debe considerarse como definitiva. Se trata, a nuestro parecer, de las conclusiones mis razonables a que se puede llegar sobre la base del material presentado. Pero, al igual que todos aquellos que se han encargado de hacer un es­ tudio sobre estos tópicos, ni presentamos ni examinamos todo el material para solucionar estos problemas de una vez por todas. Para hacer hincapié en que debe usted pensar en estas solucio­ nes más que aceptarlas, algunos de los ejercicios al final de cada

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M ttfA C IO A lA PRIM MA Ü1ICJÓN

capítulo plantean preguntas acerca de las cuestiones que se toca* ron. Otros están pensados para servir como repaso y así poner a prueba su comprensión del materia!. Para aquellos cuyo interés se baya visto estimulado y quieran leer más sobre los diversos te­ mas, proporcionamos una bibliografía anotada al finaj del texto. Los esfuerzos conjuntos producen con frecuencia resultados que caen en la componenda. Para evitar las inconveniencias de tales resultados, cada uno de nosotros lia asumido la responsabi­ lidad total de tres capítulos, el señor I.ehrcr de los tres primeros y el señor Cornman de los tres últimos. Los lectores advertirán diferencias de estilo, pero esperamos que también puedan encon­ trar un importante rasgo común: el intento de evaluar el objeto de estudio en forma desapasionada, justa y cuidadosa. Si bien hemos delimitado nuestras respectivas responsabilida­ des, compartimos el deseo de agradecer a muchas personas que han leído, criticada y hecho contribuciones a este libro. Dos de ellas, con quienes estamos especialmente agradecidos, son Lewis W, Bcclt y John D. Moore, que leyeron cuidadosamente todo el libro haciéndole valiosas criticas. Thmbién queremos hacer men­ ción de aquellos que nos ayudaron de diferentes maneras. Ellos son; Jean Hopson» Core na Kopclman, Joel Lcvinson, Natalie Tarbet y Pcter van 1imagen. J W. C, K. L,

I EL CONTENIDO Y LOS MÉTODOS DE LA FILOSOFÍA ¿Qué ES LA FILOSOFIA? Cuando se trata de asuntos académicos, ya sea en las ciencias o en Lis humanidades, suele ocurrir que la manera más satisfacto­ ria de descubrir sobre qué versa la malcría sea enfrascarse en el estudio de Las cuestiones y problemas característicos del campo. Con frecuencia, las descripciones generales de un campo son o bien tan afutradas que no logran dar información, o tan idio­ sincrásicas que malinforman. Sin embargo, vale la pena intentar una caracterización de la filosofía, aun cuando sólo sea de tipo histórico, para proporcionar al lector una mejor comprensión de la naturaleza de la investigación filosófica. Una de las principales razones para hacerlo asi es explicar la función predominante que tiene 11 la discusión y la argumentación en el estudio de los pro­ blemas filosóficos. Para tal fin, sin que pretendamos ofrecer una definición precisa, presentaremos alguna información sobre la fi­ losofía en tanto disciplina con el fin de proporcionar una orien­ tación general respecto al campo que aquí estudiaremos. Empezaremos con algunas palabras acerca del desarrollo his­ tórico de la filosofía como campo de estudio. Hasta hace poco tiempo, todas las disciplinas científicas eran consideradas parte de la filosofía. La filosofía de la m urria abarcaba k» que ahora co­ nocemos como física y química; la filosofía de la mente comprendía los lernas de la psicología y de áreas adyacentes. F.r resumen, en oíros tiempos la filosofía estaba configurada tan ampliamente que cubría cualquier campo de la investigación teórica. I iabrfa sido una rama de U filosofía cualqi ier disciplina en la que hu­ biera podido proponerse alguna teoría para explicar su comenido. Sin embargo, una vez que el campo de estudio alcanzaba

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CONTENIDO V MC't'OJV « Dh I.A KILOSOFlA

sd punto en que predominara alguna teoría a partir de la cual .se desarrollaran los métodos « i n d a r fie crítica y confirmación, en ­ tonce» dicho campo se separaba de| campo madre de la filosofía y se volvía independiente Por ejemplo, en otro* tiempos los filósofos presentaron nna variednd de teorías para cxplkaT la nUuialcra de la materia. Uno sugirió que todo estaba hecho (le agua; otro, algo mis apegado a Las concepciones actuales, propuso que la materia estaba com­ puesta de diminutos átomos homogéneos c indivisibles Una vez que ciertas teorías de la materia, al igual que lo* método* ex­ perimentales para probar dichas teorías, llegaron a establecerse sólidamente en la comunidad de estudiosos, b filosofía de la ma­ teria se convirtió en Lls ciencias de la física y la química. Otro ejemplo de un proble uta filosófico que se ha convertido en uno científico es el de la naturaleza de la vida. En una época se con­ jetural» que Lt vida era una entidad espiritual que entraba en el cuerpo en el motilerm> de u.n et y salta de él en el momento de morir, v en otra se consideraba que era una fuerza vital especial que activaba d cuerpo En la actualidad, la naturah /a di l.i vida Se explica en término* de bioquímica Asi, es una peculiaridad de la filoso fin el que una vez que los argumentos v discusiones nos conducen a alguna teoría acompa­ ñada ele Ja mcñxtotiigí.T adecuada para enfrentar con éxito algún tema tic la filosofía, la teoría > la metodología se separan de la filo­ sofía y se consideran pai re de otra disciplina. Algunas disciplinas están actualmente en transición. Un ejemplo de ello es el campo tic la lingüística y, de numera más particular, la semántica den­ tro de este campo, Los filósofos han articulado una variedad de tem ías para explicar cómo las palabras pueden tener significados v qué constituye el significado de las palabras. Las explicaciones se dieron en términos tic imágenes, ideas y otros fenómenos fi­ losóficos. por lo general, los filósofos y los lingüista* explican el significado en términos de la función de las palabra* en el dis­ curso v de las caractci jsticas semánticas subyacentes, las cuales desempeñan en ta semántica u n papel similar al que desempeñan las taracee rímicas de las partículas atómicas en la física. En este campo no hay lina distinción marcada entre un filósofo y un Iñi­ guista. Ambos aplican métodos recientemente desarrollados de anñims gramatical y semántico para articular lew» y teorías que expliquen la estructura y d contenido del lenguaje. Es típico de

Jtutu» Ni 1 s.iy una o>u Iímcíi,

V No ,1- lia eiiconrrudo ningún argumento que pruebe que Dios 1 1.1. fbt h tanto

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COKTT.NIDO V MÉTODOS DtC IA FILOSOFÍA

Argumentos de

petición de principio

Hay otros rasgos de un argumento, algunos de los cuales ya he­ mos señalado, remisas. Algunos han afirmado que un ser omnipotente, omnis­ ciente i totalmente bueno bien podría crear uii mundo con mal — por ejemplo, d mal del que son rcponsabics los seres humanos y otros agentes libres. Otros han atgúido que, a pesar de I;ls apa­ riencias contrarias, no hay mal. Lo que a la gente le parece malo, le parece deese modo a causa de nuestra limitada rapacidad para discernir la verdadera naturaleza de las cosas que percibimos, Más adelante, en el Capitulo 5, consideraremos los méritos de estos argumentos. No obstante, es importante señalar aquí que los crideos de ambos argumentos pueden estar en lo correcto. Los dos argumentos pueden contener algunas premisas falsas, y en cite caso estos argumentos carecerían de solidez. Esto ilustra el hecho de que el carácter de ‘carente de solidez* de un argumento no muestra que la conclusión del argumento sea falsa. De hecho, es proba Me «pie uno de los argu mente» tenga u na conclusión ver«ladera, aun cuando ambo* argumentos carezcan de solidez. Por lo tanto, cuando atacamos un argumento sólo podemos establecer «pie el argumento i arete de solidez. A partir de eso no podemos

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v c o n s is t e n c ia

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mostrar que |uconclusión sea Taba. Pur otro Lulo, al presentar un ■linimiento que es sólido y que no comete petición de principio, podemos establecer que la conclusión det argumento es verda­ dera Asi. construir argumentos sólidos, si bien es mós difícil que poner al descubierto las falacias de los argumentos de los otros, n la tarea que produce los resultados más ricos. POSIBILIDAD, ANóUTtCtDA» Y CONSISTENCIA

Al definir la noción de valide/, usamos a menudo la palabra 'im posible". Este término tiene muchos usos, pero sólo uu uso deeste término es el rpie ahora nos interesa. Va indicamos este uso cuando hablamos de la imposibilidad lógica La idea intuitiva de imposibilidad lógica o la siguiente puede demostrarse que hay algunas cosas imposibles recurriendo únicamente a la lógica v al significado de los términos. Pichas cosas son lógicamente imposi­ bles. Que Dios exista y no exista es lógicamente imposible, ya «pie es una verdad de la lógica que nada existe y no existe al mismo tiempo. Un enunciado describe algo lógicamente imposible sólo u el caso en el que el enunciado sea contradictorio o incompati lile. De hecho, decir que un enunciado describe algo lógicamente imposible equivale a decir que el enunciado es contradictorio o incompatible, Los siguientes son ejemplos de enunciados contra*dic torios: I Pérez aprobará filoso fía con diez y Pérez no aprobará filo­ sofía con diez. 2, todos los bit bol estas son atletas pero algunos futbolistas no son atletas. 3, Un hermano es una mujei. Tomados literalmente, no es posible que alguno de estos enun­ ciados sea verdadero. Pero se necesitan algunas consideraciones ligeramente diferentes para demostrar esto en cada caso. El pri­ me t enunciado es una contradicción perfectamente explícita. El segundo conyunto de la conjunción niega con la palabra “no' lo que afu ma el primero. El segundo enunciado, aunque cvklente­ me me contradictorio, difiere del primero En el segundo enun­ ciado, lo que se afirma en el primer conyunto no se niega en el segundo tintplemenlf con el uso de la palabra “no". Para mostrar

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IXJNTKNKX.J ¥ MÉTODOS DE LA FILOSOFÍA

que- f l segundo enunciado es centrad ictoiio, necesitamos consi­ derar el ágil ¡filado de Las palabras "algunos" y "todo'.’, así lom o el de la palabra "no" Estas tres palabras aparecen en el léxico del lógico y se consideran "palabras lógicas'' porque aparecen en las formas válidas de argumentación de la lógica formal Ll tercer enunciado; autupie de nuevo rom radictorin, presenLa un problema un tanto diferente. Para mostrar que es contra­ dictorio, uno debe, adetuáa de recurrir a la lógica formal, consi­ derar también el siguí lirado o definir ión del término hermano', esto es, lino debe -.nlK’i que una persona :t la que se le aplica c] tér mino es por definición hombre y n¡> mujer I ría vez que esto queda c ía » , debe mostrarse que el enunciado afirma que una persona es y no es mu jet Como mera cuestión de lógica, esto es imposible. Sin emkirgo, el término hermano' no es un término de lógica formal, o un término descriptivo. Algunos filósofos nie­ gan que la distinción entre términos de lógica y términos dt-scripávQH tenga importancia Alosó lira, ya rpie sostienen que, en última luslitnrin, bi disi MU huí resulta arbitraria y artificial Para nuestras pcnpirtitoa, hasl.trú cUU dairins cuenta ríe que con el fui de mos­ trar que ciertos enunciad os son contradi como los anterio­ res enunciados í2) y (3), es fundamental considerar el significado o la definición de los términos i lave del enunciarlo Ntresidad y anuiiliadttd Los enunciados que describen algo lógicamente imposible son contradictorios v por lo tanto con sólo recurrir a la lógica y al significado de los términos puede demostrarle que son falsos. También puede demostrarse que hay enunciados w rdadtros sólo con recurrir a la lógica y al significado de los términos. Tales enn neiadosdeserfben algo lógicamente necesario y a metí mi o son llamados enunciados analíticos. 1.a negación de algún enunciado lógicamente imposible es un enunciado lógicamente necesario y viceversa. Por ejemplo, el enunciado I fl No es el caso que Pére* aprobará filosofía con dicr y que al mismo tiempo Pérez no aprobará filosofía con dice. es Li negación del enunciado ( I ) y es lógicamente necesario. De manera similar, los enunciados

IttMNIt.lÓN

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2a. No es el ruso que lodos los futbolistas sean atletas y que al­ guno* futbolista* no sean atletas,

y 3a. No es el caso que un hermano sea una mujer, que son negaciones de (2) y (3). respectivamente, son ambos neccs.trios lógicamente o analíticos- l-a necesidad de estos enunciados puede hacerse aún más evidente cuando se los reformóla Por ejemplo, (lo) y (2ft) son equivalentes, respectivamente, a l/>. O bien Pérez aprobará filosofía con diez o bien Pérez no aprobará Filosofía con diez

y 2ft O bien todo* los futbolistas son atletas o bien algunos futbo­ listas no son atJcuiv lis totalmente obvio que todos estos enunciado* *on lógicamen­ te necesarios; la necesidad de (2h) y (3e) puede hacerse aún más explícita al considerar las definiciones de los térm inos‘todos’, ‘al­ gunos’. ‘hermano’ y'm ujer'. Con el fin de entender con precisión cómo podría realizarse esto, consideraremos ahora el tema de las definiciones. Defin ició n 1 |ay unitlias maneras de explicar el significado de una palabra. Algunas veces se puede hacer por medio de un ejemplo, o con­ tando un cuento* o de muchas otras Formas Pero una manera muy importante de expresar el significado de una palabra es dar ti na definición de ella. Cuando se define una palabra se dan algu­ nas otras palabras que. juinas, tienen el mismo significado que la palabra que se está definiendo. Por ejemplo, podríamos definir la palabra ‘hermano’ usando las palabras ‘sibling masculino’, es decir. I.i palabra 'hermano’ por definición es igual a las palabras Mhlittg masculino’.* ’ Kn nluilkn especializado» sobre el parenlmu «e utiliza el tírmino inglés nbbtijr p i r i referirse íle o n re p to d e liermjinoM nÚMUncrínde«rxp, [W gilIm ! ]

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CONTENIDO V METODOS DE LA FILOSOFÍA

Dtjintcvtrus tnjormaiiva* definiciones son un informe de un significado común de unii palabra. Por ello, llamaremos mformattvaa a estas definido* lies Si una definición informativa es precisa, en la mayoría de las oraciones se pueden sustituir (as palabras que sirven para definir por b palabra definida sin cambiar el sentido ríe la oración- Por ejemplo, considérese la oradón 1 Él hermano ríe Juan heredará el dinero. Como la palabra 'hermano* puede definirse como 'siblíng mascu­ lino', podemos sustituir Con éstas a aquélla CII b siguiente oración y obtener le. II sibling masculino de Ju an heredará el dinero, que es equivalente en significado a 0 ) , Resulta bastante fácil ver por qué tal sustitución no atien d a el significado de la oración. Si el tínico cambio que hacemos en una oración es remplazar una palabra de b oración por otra que tiene el mismo significado, entonces n.o habríamos alterado el significado de la oración. Sin embargo, los sefud.omentos siguientes respecto a la susti lució» requieren ríe úna restricción importante. Algunas veces una palabra aparece en una oración entre comillas, por lo que se afirma algo acerca de la palabra misma. Por ejemplo, en b oración 2. La palabra 'hermano' tiene siere letras, la palabra 'hermano aparece entrecomillada pues se afirma algo acerca de b palabra ‘hermano’ y no acerca de un hermano. En los casos en los que una palabra aparece entrecomillada, podemos cambiar el sentido de b oración sustituyendo la palabra entreco­ millaría por algunas otras palabras, aun cuando las palabras que sirven para remplazar a la original son por definición iguales a ésta. Por e jemplo, si en la oración (2) sustituimos hermano* por ‘sibling masculino1, tendremos 2a. La palabra 'sibling masculino' tiene siete letras, que difiere en sentido de la original por otra parte, no debe considerarse bsustitución del lipo que acabamosde describir como un métodopani probar definiciones.

lJt M N te ló S

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La razón de esto es que habrá oraciones que mantengan tanu >el término definido como el término que va a definirse. v tales ora­ ciones nos llevarán a un círculo vicioso si intentamos emplear la sustitución como un método para probar definiciones Por ejem ­ plo, supongamos que nos preguntamos si ‘triángulo’ está defi­ nido co m b am en te como 'figura plana de tres Judos’, Si se va a usar tu sustitución romo prueba, entonces debemos decidir si el significado de la oración 3. Algo es un triángulo si y sólo si es una figura plana de tres lados cambiará si en esta oración sustituimos la palabra 'triángulo' por las palabras ‘figura plana de tres lados’. Al hacer eso leñemos la oración 3a. Algo es una figura plana de litis lados si y sólo si es una figura plana de tres lados. Sin embargo, es evidente que (3u) tiene el mismo significado que tí) sólo si la palabra 'iriángulo’ es igual por definición a las pala­ bras 1figura plana de tres lados*. La ultima es analítica o necesaria lógicamente y por lo tanto, ai las dos oraciones tienen el mismo significado, la primera también debe ser analítica. Así, para dciri minar si las dos oraciones tienen r) mismo significado, primero debemos decidir si la definición es precisa. Como siempre es po­ sible construir m inoraciones cu id o sas, el método de sustitución nos llevará siempre a un circulo vicioso si intentamos usarlo como una prueba para las definiciones. Sin embargo, el problema que acabamos dq considerar nos proporciona un indicio de la prueba apropiada para las definií iolies informativas. Hemos señalado que el término 'triángulo' es por definición igual a 'figura plana de lies bulos’ sólo en d caso de que la oración Algo es un triángulo si y sólo si es una figura plana de tres lados '.1,1 analítica o necesaria lógicamente Esta última oración es analuna o necesaria lógicamente sólo en caso de que sea necesario lógicamente que los términos ‘triángulo’ y ‘ figura plana de tres ( idos se apliquen exactamente a las mismas cosas o, para decirlo

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CONTENIDO ¥ M É IU IM S OH l > FILOSOFÍA

en otras palabras,sólo en el caso üe que lucra lógicamente impo­ sible que uno de kxs términos se aplicara a algo a lo t|uc no se apli­ cara el otro término. Cuando discutimos la validez adoptamos un procedimiento para decidir si ciertas cosas son lógicamente im­ posibles, a saber, el método del contraeje tupio. Podemos emplear el mismo método para probar las definiciones. Antes dijimos que en forma tentativa consideraremos lógica­ mente imposible que un enunciado sea verdadero y que un se­ gundo enunciado sea fabo sí, después de una reflexión cuida­ dosa, no podemos pensar en algún contraje rapio posible en el que el primer enunciado sea verdadero y el segundo falso. De manera similar, aquí consideraremos tentativamente que una de­ finición es satisfactoria si, después de una reflexión cuidadosa, nn podemos pensar en algún ejemplo posible en el que o bien la palabra definida se aplica verdaderamente a algo pero no lo bu­ cen Lis palabras utilizadas para definirla, o bien Lis palabras que se utilizan para definir se aplican verdaderamente a algo pero no to liare la palabra definida. Cuando podamos pensar en un ejemplo habremos encontrado un coniraejemplo a La definición en cuestión al mostrar que no tenemos una definición informa­ tiva precisa. Si no podemos encontrar un tontm eje tupio para la definición, entonces podemos considerarla inocente mientras no encuentre un cnmraejemplo que pruclrc lo contrario. Uno o dos ejemplos ayudarán a esclarecer esto. Paja reto­ mar uno que ya hemos considerado, digamos que no seremos capaces de encontrar algún ejemplo posible de una persona que es un hermano pero no un sibling masculino, o viceversa. F.n consecuencia, podemos definir ‘hermano’ como ‘sibling mascu­ lino'. Por otra parte, supongamos que alguien alega tontamente que podemos definir ‘hermano’ simplemente como ‘sibling’. Ks ntuy fútil pensar en ejemplos de personas para quienes es ver­ dadero que el término 'sibling' se aplica, pero falso que se apli­ que el término 'hermano', a saber, para todas las sibling feme­ ninas. Asi que tenemos muchos comraejetnplos para esta defi­ nición. Cuando una definición es deficiente en el sentido de que el término definido no se aplica a algo a lo que se aplican Lis pala­ bras utilizadas para definir, como en el caso que acabamos de con­ siderar, se dire que la definición es demasiado amplia. Por otra parte, si alguien sostiene que podemos definir ‘hermano’ como

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sifiling masculino cabido', de manera que los términos definí to­ rios no apliquen a cosas a las que el término definido sí se aplica —a saber, hermanos solteros— . se d ice que la definición sostenida es demasiado reducida. Una definición puede Lener el desafortunado defecto de ser a la ve/ demasiado amplia y demasiado reducida. Por ejemplo, m alguien sugiere que definamos hermano' como 'el décimo sibling en edad*, entonces esta definición sería a la vci demasiado reducida y demasiado amplia. Obviamente la definición es de­ masiado reducida porque hay hermanos que no son los décimos siblings en edad Sin embargo, es igualmente cierto que la defi­ nición es demasiado amplia, ya que cualesquiera que sean las cir­ cunstancias de la vida, es al menos posible que haya un décimo sibling en edad que sea mujer y por lo lauto no sea un hermano. l)c nuevo, es esencial recordar que para tener un contrae jeui pío sólo necesitamos encontrar un ejemplo lógicamente posible El ejemplo no tiene que ser de algo leal o de algo verosímil. Así. definir 'hermano' como 'el décimo sibling en edad’ es presentar una definición a la ve/ demasiado amplia y demasiado reducida. Una definición informativa precisa es aquella para la que no hay ningún ejemplo posible que muestre que es demasiado amplia o demasiado reducida. r.jKHciclos Encuentre contraejemplos para las siguientes definiciones informativas: I. *Religión* e* igual, por definición,

un sistema de valores básteos

2 'Comunismo' e* igual. por definición, a ‘un si-surtii» en el que el gobierno controla la economía' 3. 'Ciencia‘ es igual, por definición, a 'la búsqueda de la verdad'

•t ‘Buen periódico' es igual, por definición, ,t 'un periódico que im­ prime t«)as Lis noticias que rs «mveniente imprimir' :> 'Buena música1es igual, por definición, a ‘música que aprueban los entice**. (i. ‘Deseable*

igual, por definición, a 'alga que o dotado*.

7. ‘Padre’ es igual, por definición, a ‘un progenitor que turnea se embaraza' 8 'Agua’ es igual, por definición, » ‘HnO’

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CONTENIDO V MÉTODOS DE

IA FILOSOFIA

Dtfinuiones en(putativas Hasta ahora nos hemos ocupado de las definiciones inforntativas, definiciones que iiucnian ser informes precisos del uso neaL I’cro éste es sólo uno de los tipos de las definiciones importanles. May un segundo upo de definí» ión, que no debe confundirse con c| primero y que desempeña un papel importante en los es­ critos filosófico». Este tipo de definición no ¡mema ser un informe precisoque de hecho se utilice, sino, por el contrarío, una estipu­ lación de u*0 especial o técnico. Algunas veces es conveniente y fructífero usar algunas palabras de una manera técnica con el fin de alcanzar una mayor precisión o realizar una clasificación. En lu lo casos se puede estipa lar simplemente el significado especial asignado a la palabra 1.Limaremos esúpulalnnis u Lis definiciones de este tipo, Cari todo?, los libros sobre temas técnicos emplean definicio­ nes cstipulaüvas Un libro de química define ’mezcLi' y ‘solución’ en forma técnica porque es útil hacerlo así en química. Nosotros hemos definido 'validez' en forma técnica porque es útil hacerlo asi para nuestros propósitos. Siempre y ruando las definiciones csüpulmivas no se confundan con las definiciones informativas, constituyen convenciones perfectamente legítimas y útiles. Es importante reconocer que una definición estipulaiiva no puede rechazarse mediante un contmcjcmplo; cuando una per­ sona estípula que va a definir un término de cierta manera, por ejemplo, si estipula que va a definir línea recta' romo ‘la trayec­ toria de la luz', entonces eso es lo que ella quiere decir con el término y no tenemos nada que decir al respecto. N’o será ver­ dad cjueen stt uso el término definido se aplique a alguna cosa a la que los términos definítoríos no se apliquen ya que, por es­ tipulación, estos se aplican exactamente a Lis mismas cosas. No hay contraejcmplcis para tas definiciones estipula!ivas Por otro lado, el término puede ser sustituido por los otros en cualquier oradón, y dado que no aparece entrecomillado, la oración ori­ ginal y la oradón que resulta de la sustitución tendrán precisa­ mente el uliento significado. De esta manera, está claro que la estipulación es un artificio conveniente. No obstante, hay una forma de emplear mal la definición tstipulativa en un argumento, la cual es tan común y falaz que merece una consideración especial. La técnica consiste en hacer

d e f in ic ió n

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verdadero algún enunciado controvertible, incluso analítico, es­ tipulando una ilefinkJón para algún lír m il» clave y luego soste­ ner que se ha mostrado que el enunciado original es verdadero. Cuando esto pasa, una definrión estipúlalo.» se disfraza de defi­ nición m forma tiva. Nos referiremos a este dudoso procedimiento como \afalacia de la redefhiición Un ejemplo de la falacia sería el siguiente: los filósofos han discutido sobre la verdad de la tesis de que cada suceso tiene una causa. í.os defensores de esta tesis se conocen Con e| nombre de rletrrmiTiiMiu. Supongamos que un determinista argumenta que cada suceso tiene una causa definiendo primero la palabra su­ ceso' como 'ocurrencia que tiene una causa’, y concluyendo luego que cada suceso tiene una causa. Esta estrategia dille límenle en­ canaría a alguien, pues esld claro lo que se ha hecho. Al estipu­ lar un significado especial a La palabra 'suceso', el determinista ha cambiado el significado de la tesis controvertida- En la forma como ól usa la palabra 'suceso', la tesis se reduce por sustitución al enunciado trivialmchic verdadero: cada ocurrencia que tiene una causa, tiene una causa, Es pot o probable que éste fuera el objeto de la controversia- Como el determinista se apropió de la palabra ‘suceso* para este uso especial, un oponente debe I) o inen señalar que esta definición estipa Lativa cambió d significado •leí enunciado en disputa, 2) o bien formular el enunciado ton oirás palabras, 3) o ambos. Por ejemplo, podría replicar: Kí, Verdad, dada su idiosincrásica definición de la palabra ' ju ch o ', ahe todosuceso tiene una causo. Pero estuca totalmente irrdc-viitiie, ya que de la manera como comúnmente se usa la palabra ‘suceso’, no es parte fie la definición de un 'suceso' que éste «-a algo que se i-.iiisc. Quizá U mejor manera de aclarar el problema en discusión, .ihuf,. que usted ha estipulado un significado para la palabra *sui-™o% sea re-formular la tesis. Preguntemos ahora si cada ocurrencia llene una causa. Esta pregunta queda abierta, aun cuando acepte­ mos su defunción estipulada de ‘suceso*, y de hecho es 1a cuestión que neo separa.

l-Mn es la murtera de tratar la falacia de la redefinición. l,a fil­ iaría consiste en redefinir alguna palabra mediante estipulación falso. Cuando sabemos lo suficiente para entender d significado de un enunciado y de las palabras que estdn contenidas en el, podernos saber si son verdaderos sin recurrir a la evidencia empírica. Tales enunciados son aquellos i iiy¡i verdad o falsedad puede conocerse a prwn, Los enunciados iiialítkos y los contradictorios, considerados antes cu las pp. 31 t'L son ejemplos de este tipo c disuelven en algá rt solvente, como el tupia regia. Así, el enunciado ca empírico y ■i pastenan. Por otro lado, nada que pudiéramos observar falsaria o verificái ¡a esc enunciado lLx tanto universal (e.-. at e r r a de untas fas sustancias y. por Id tanto, no es verificable por observación), como particular íes acerca de algún solvente y, por lo tanto, no es (al&ablá por observación). Para ver ton mayor claridad que esto es así, preguntemos cómo se podría intentar una verificación del enunciado. Se pudría, ob­ servar la sustancia uno, ia sustancia dos, y así sucesivamente hasta un millón tle sustancias, y encontrar un solvente para cada sus­ tancia. Aun cuando huyamos observado que un millón do sus­ tandas tieuen solvente, no podernos deducir válidamentede esta premisa la conclusión de que W a sustancia tiene un solvente- 1.a premisa no implica esa conclusión, es lógicamente posible que alguna sustancia, que no testé incluida en el millón que hemos observado, no tenga un solvente. Así, me núblem e me Fallará el intenta de verificar la hipótesis por observación, ¡Qué pasaría con un i memo por filsar la hipótesis? ¿Podría tener éxito? Suponga mus que observamos la reare ión entre cierta

LAINDUCCIÓN

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sustancia y cada solvente fxHtntmt que podamos encontrar, tou r| resultado de que ninguno de ellos disuelve la sustancia. Una vez que hemos observado esto, ¿podemos deducir válidamente de esta premisa Li conclusión de que es falso que toda sustancia tenga algún solvente? De nuevo la premisa no implica la con­ clusión; es lógicamente posible que exista algún líquido, todavía no observado, que sea un solvente para la sustancia ch cuestión LA INDUCCIÓN

L,a discusión anterior muestra que hay algunos enunciados ti pos~ ¡frión que no son concluyentemente lalsablcs o ve tífica bles por observación Por lo tanto, si es razonable aceptar tales enuncia­ dos sobre la base de la evidencia de la observación, entonces es razonable aceptar esos enunciados como conclusiones de aigumente» en los que las premisas no implican las conclusiones. Tales argumentos no son argumentos deductivos válidos y no nccesai lamente son conservadores de la verdad. Tradicional mente estos argumentos se llaman argumentos nuiuritvos. Muchas de las conclusiones o hipótesis que consideramos ra­ zonable aceptar están apoyadas sólo por argumentos inductivos. Ya hemos considerarlo algunos de los enunciados más inusuales que. de tener algún apoyo, lo tienen inductivamente. May mu* líos enunciado* de este tipo. Los enunciados teóricos de la cieni ¡im íii pírica —p*-r ejemplo, enunciados sobre partículas submii roxcHipkas inobservadas— no son ni lalsablcs empíricamente ni verificablcs empíricamente. Ckmsideremos algún enunciado de . ¡encía empírica que tiene que ver coa la ennd neta o cotí las pro­ piedades de panículas como los nctitrínos, Natía que podamos observar dentm o fuera de! laboratorio implicaría que el ncui riño liune las propiedades que se le atribuyen. Sería al menos Inga amonte posible que las lecturas métricas y otros fenómenos observable* pudieran ocurrir y que no existiera ningún neutrino. I ■. li-gn ámente pasible, aun cuando sea cieiitfDcamenie impíausiblc. suponer que la explica*.jón correcta riel fenómeno que ob*ei vamos dentro riel laboratorio sea tal que no dependa de Lu hipótesis tic que existan los neutrínos, sino más bien de una teoría .uiii no concebida y tal vez no soñada que será propuesta dentro de muchos a ñus Por Otro lado, si la hipótesis del ncuirinu llegara .1 ro b.izarse cu la ciencia, ello no serla un resultado de nuestra

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c o n ten id o

v « tro n o s

df- La f u z > s o f 1a

observación de algo que implicara la falsedad de la hipótesis del ncutrino. Al menos seguiría siendo lógicamente posible que nues­ tra leo ría actual fuera Correcta, que el ncutrino realmente exis­ tiera. sin importar lo que observarnos. La hipótesis del ncutrino no es ni vcriiicable concluyentemente ni falsablc por observación. Por supuesto, estos señalamientos no intentan sugerir que los resultados de la investigación científica sean meras quimeras, me­ ras adivinanzas Por el contrario, las teorías y Lis hipótesis que los científicos aceptan están en muchos casos bien apoyadas y ju sti­ ficadas por la evidencia de la observación, fttro el problema es que ü evidencia es inductiva, como lo es Li inferencia a partir de ella, Aílemib, Im enunciados^ po\tmon que no son ni verificables ni falsahlcs t oneluyentemente no son la única clase jtní Ü* l/igú af ttetiou-ii Or-lirj Wenírvart I ! nivr r.HHy Preni, Mideileto wn, Cauri,., l í W i . p I*??

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CONTTLVHXJ VMÉTTOr>OSDEIA FILOSOFÍA

dicaz, rodemos obtener una explicación mejoradnde eficacia im duethra señalando h importancia del concepto 'dl.i negar que él mismo estaba pensando y razonando cuando m* ocupaba de esas mismas actividades. Asi, la existencia de los i ounís seres pensantes y razonantes, constituía ríe hecho un .......... problemático. Nal (intímeme. la cuestión surgió a par­ tir de cómo explicar esto, Modernos formular esta cuestión preguntando qué hipótesis m ría razonable aceptar reúno verdadera póf inducción a partir :■ la evidencia Para algunos pensadores parceIn que habla sólo ih s hipótesis en competencia De acuerdo con una los senes hu­ manos llegaron a existir como un mero caso de suene o accidente cósmico. De acuerdo con la otra los seres humanos llegaron a existir como resultado de algún diseño o plan. Por lo tanto, de la manera como estos pensadores consideraban el asunto, las dos hipótesis siguientes competían para que se les aceptara en este contexto: I Los seres humanos llegaron a existir por suerte. ií Los seres humanos llegaron a existir por diseño. Dado que éstas eran Lis dos hipótesis entre las que había que es­ coger. no es de sorprender que la segunda, en mayor medida que la primera, fuera considerada más probable dada la cvtdcni i,i Parecía extremadamente inverosímil que algo tan marcadamu iim intrincado y complejo como un ser humano hubiera lle­ gado a existir por suerte. De hecho, la intrincada y compleja organización de los seres humanos aparecía sorprendentemente imi loga a tas intrincadas y complejas características de los objetos Cjuf necesita la luz que emana del objeto para llegar al ojo. Consecuentemente, ca posible que ahora no sea igual a como no» parece que es. Russel! concluye que no sabemos si los objetos son de la forma que parecen, si tn silla es negra, por ejemplo, o a partir de esto, si los objetos que vemos en este mámenlo existen." Así como »n objeto puede cambiar en el co n o periodo de licinpo que necesitan las ondas de ln/ para llegar a nuestros ojos, de la misma manera el objeto puede destruirse del todo en esc mismo lapso de tiempo. Kn este i aso, una teoría científica que tenga que ver con las ondas de Itiz y ron la filosofía de los procesos perccptuales proporciona las premisas para la Argumentación escéptica. Otro ejemplo de teoría rientfíka que conduce a conclusiones escépticas esiii basada en los escritos de Wilírkl Scllars. Selláis piensa que nuestras convicciones de sentido común se oponen a las conclusiones científicas relativas a los colores de los obje­ tos Supongamos ipic tenemos un cubo de vidrio transparente que cuando se corta cuidadosamente parece ser rosa de lado a lado Por lo común, consideraríamos que el cubo es un cubo ho­ mogéneo Según Selláis, esto no es así. La ciencia nos dice que el cubo está hedió de átomos. Jos que son incoloros, distribuidos en espacio y tiempo. Considerado en el nivel atómico, no hay carac­ terística del cutio que diga que éste es homogéneo de lado a Lulo. A causa del poder explicativo de la ciencia, Scllars concluye que deberíamos aceptar la teoría atómica y rechazar la idea de que e| cubo es homogéneamente rosa.5 De esta manera, S ellan lle­ garía a rechazar las afirmaciones de conocimiento con base en el sentido común que hablaría del color homogéneo de los objetos 1 sté uno de acuerdo o no con esto* argumentos, ellos ilustran un rasgo funda me nial de: la mayor parte de la filosofía del e s ­ cepticismo, a saber, que ésta recibe su mayor apoyo de la espe­ culación relacionada con otros asuntos. Mencionamos las teorías científicas y filosóficas que guiaron a los filósofos por el sendero d d escepticismo. Pero también las teorías religiosas han evocado maquinaciones e-v ópticas. I u fu míame nudista, o cualquiera que " llrilt.itu l k u w ll, Thr it u J u n o f Alt mí, Alien k Uhwin. L tuvlir*. 1921. pp líc-tS C .

' Williiit )■'. Srll.ir». .VrnrfKZ, Pirtrtfjwm, zttd Hstthty. HumamUfs. Nnrv» York,

ttM?, pp, ■J5-Ü9,

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E l. FKORLF.MA DHL CONOCI MIENTO V E l ESCEPTICISMO

crea en b revelación de la verdad mediante fuentes sobrenatu­ rales. puede Llegar a rechazar las afirmaciones de sentido común sobre el conocimiento. Por ejemplo, si creemos, con base en la interpretación bíblica, que La tierra sólo ha existido desde hace unos cuantos miles de años, tendremos que rechazar, por mor de la fe, esos supuestos que La mayoría de la gcnie cree conocer, según los cuales la tierra ha existido desde hace millones de años. F.sctpticwno > dogmatismo

Sin embargo, el escepticismo es importante cuando se le consi­ dera independientemente de esas (corlas que sirven para los fi­ nes de la especulación filosófica, científica o religiosa, va que hay posibilidades de que el hecho de ser o no escépticos influya en la manera en que disertemos c investiguemos sobre b verdad. Si un hombre dice que ¡abe la respuesta a algún problema, y luego nos d k c lo que sabe, su afirmación en el sentido de que lo sabe tiene por objetivo dar por terminada la discusión del tema en cucstíón. Si nos preguntamos ^ todos los líquidos se expanden cuando están congelarlos, como lo hace el agua, o si se trata de una caracierísticu especial de| agua, y alguien afirma saber que se trata de una característica especial del agua y que los otros líquidos no se comportan de manera similar, ese alguien está haciendo una afirmación cuyo fin es dar por terminada la investigación de ese problema, A menudo damos b bienvenida a tal liberación de la incertidumbre epistémira, pero vale la pena preguntarte si tal li­ beración de la duda es siempre saludable desde el punto de vista filosófico. Una vez que se ha advertido que Una afirmación de conocimiento tiene una intención conclusiva, podemos volver­ nos razonablemente cantos sobre b aceptación de tales afirma­ ciones, |)c manera sutil, tales afirmaciones son dogmáticas. No es común considerarlas dogmáticas, al menos no en cuestiones mundanas peto, una ven que tratamos con cuestiones fundamen­ tales, dogma y conocimiento vienen a estar inextricablemente en ­ trelazados fot ejemplo, cuando a la mayoría de las personas se les pregunta qué consideran un dogma, inmediatamente mencio­ nan esas enseñanzas religiosas de la Kdad Media en b s que, mediame I» autoridad religiosa, se resolvían todas les cuestiones de naturaleza general, así come» muchas más específicas. Por ejem ­ plo, eran dogmas los principios básicos, tos relativos a los tierno-

U S i MOTIVOS DEL E SC E m C JSM O

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nía», la posesión demoniaca y rosas relacionadas Se decía que esto se sabia por revelación. Se consideraba que la revelación era la fuente última de conocimiento, fisto ilustra un aspecto básico. N ucstras suposiciones fundamentales, las que damos por ciertas automáticamente y sin concederles un momento de reflexión, in­ fluirán en lo que pensamos que sabemos y en la manera en que pensamos que lo sabemos. Nuestras convicciones respecto a la rúenle de conoc imicnto. es decir, respecto a cómo es que sabernos, son un problema de dogma. F.n cierta ¿poca, creer que el conoci­ miento provenía de la revelación constituía un dogma. Una per­ sona que acepte tal dogma podría pensar que sabe que alguien esta poseído por el demonio cuando presenta las alteraciones en mi personalidad yeti su conducta que caracterizan a una posesión dem oniaca Si partimos de suposiciones distintas, negaremos que tal persona experimenta una posesión demoniaca. Pero es impor­ tante advertir cuán dogmáticas son nuestras afirmaciones. Empe­ zamos con una suposición diferente, dicho crudamente, de que la ciencia empírica es la fuente de conocimiento y, una vez adop­ tado ese dogma, rechazamos « a s afirmaciones de conocimiento basadas en suposiciones rivales. En suma, cada periodo de la historia intelectual tiene algún dogma que en esc- momento no es considerado como tai, sino sim­ ple me lite como algo que es tvidm le. Dado que las personas bus­ can liberarse de los razonamientos y de las justificaciones inter­ minables, se agarran de algún primer principio o dogma básico afirmando de ahí en adelante que es algo que saben que es ver­ dadero. Si la revelación religiosa fue el dogma del pasado, el em ­ pirismo científico es el dogma de hoy En un esfuerzo por en­ tender el dogma que automáticamente asumimos como conoci­ miento, emprendemos un estudio del escepticismo en relación con los sentidos. Suponemos que por medio de nuestros senti­ dos sabemos fie la existencia y de las características de los objetos que percibimos. Que la percepción y la creencia pcrccptual son fílenles de conocimiento es algo de lo que nunca duda el hom­ bre de la calle, el hombre ordinario con sentido común Pero hemos sugerido que el hombre ordinario es dogmático. Asume dogmáticamente sus creencia» perrcptuales, muchas de bis cua­ les constituyen en alguna medida conocimiento. Debemos con­ siderar en qu t medida sus n ti rmariones tienen inórito. Por otra parte, aun si el escepticismo respecto a los sentidos impera en

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M. PUO IIU MA DEL CONOCIMIENTO Y EL ÍSC f.PTK ISM O

la actualidad, es preciso que no veamos en esto algo desconcer­ tante. Si acaso residíala que nuestras afirmaciones usuales acerca del conocimiento no pueden garantizarse, es decir que, estríe* lamente hablando, no sabemos lo que decimos y creemos saber, de esto no se sigue de ninguna manera que la mayor parte de nuestras creencias son equivocadas Lo único que se sigue es que el termino dogmático de la investigación incorporado a nuestras afirmaciones sobre conocimiento no constituye una garantía, Kn este casu, la investigación de la verdad debe considerarse más como una búsqueda interminable que como una investigación li­ mitada, Como ya b sugerimos, no hay nada innoble y descora/.ofiador en la idea d eq u e la investigación tiene ‘-iempre límites ahierios. Como hemos señalado, los antecedentes históricos ya han sugerida mi concepción Un unÁlisit del (útutíittu-cHCu Ani es de e\aminar los argumentos del escepticismo, yen particu­ lar los relativas al conocimiento percepiuul, debemos considerar brevemente Jo que se quiere decir cuando se afirma que una p e r ­ sona conoce algo. Al tratar de definir esta noción, consideraremns el problema desde la perspectiva del sentido común, intentando que nuestra definición se ajusfe a nuestro uso ordinario de la pa­ labra, y sólo después plantearemos la pregunta respecto a si son garantizablcs nuestras convicciones de sentido común sobre es­ tos asuntos. No hay nada incierto en este procedimiento- Nues­ tra estrategia consiste en empezar definiendo el conocimiento de acuerdo con las suposiciones del sentido común. Después de plantear esta concepción del conocimiento, centraremos nuestra atención en las afirmaciones del escéptico. Si se puede construir un argumento escéptico sólido con base en esta concepción dd conocimiento, entonces el escéptico habrá mostrado que no hay conocimiento en el setuido ordinario de ¡a palabra Si lo hiciera de otra manera, el escéptico correría el riesgo de definir el conocímiento de una forma especial que conviniera a su» fines, y así se 1c acusaría de cometer la falacia de la redcflnieión. Entonces, ¿qué significa decir que una persona conoce algo? Para contestar claramente esta pregunta primero tenemos que especificar de manera más precisa qué se está preguntando, ya

J.CK M r m v o s D ít, K S C em ctV M U

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que la palabra ‘conocer’* tiene gran variedad de usos y significados diferentes. Por ejemplo, se puede decir que una persona sabe jugar golf, también se puededecir que conoce París y, finalmente, se puede decir que «ihc que la Umverísdad de San Marcos es la inris antigua del hemisferio occidental, til último uso de la pala­ bra 'conocer' es el que está relacionado más directamente tob la verdad y es el objeto usual de la crítica escéptica. Decir que una persona sabe que la Universidad de San Marcos es la más antigua del hemisferio occidental equivale a decir que sabe que es ucrdadero que San Marcos es La universidad más antigua «id hemisferio occidental, liste tipo de conocimiento también se llama teórico o discursivo. Sin embargo, el rasgo distintivo de tal conocimiento es que su objeto es la verdad: es el conocimiento de la verdad. Como veremos, el escepticismo afirma que algo, acerca de lo cual casi toda la gente supone comúnmente que sabe utos que es ver­ dad, es en realidad algo cuya verdad no conocemos. Tal conoci­ miento puede formularse tamo diciendo que una persona conoce X como diciendo que sabe que X es verdadero, listas dos maneras de enunciar afirmaciones de conocimiento son equivalentes. .Asi, la verdad es una condición necesaria de tal conocimiento; si una persona sabe que algo es de cierta manera, entornes dclx: ser ver­ dadero qtie sea de esa manera. Adviértase que es frecuente que una persona afirm e saber que algo es de cierta manera cuando no lo es. pero aunque afirma que sabe, no sabe, De hedió ignora la verdad. Por ejemplo, si una persona afirmara saber que la Universidad de Harvard es la m is antigua de listados l : nidos estaría equivocada, ya que eso no es verdad, bisa persona no sabe lo que afirma saber. Cuando una persona está equivocada y cree k> que es falso, entonces carece de conocimiento. Memos visto ahora que una condición necesaria para que alguien conozca algo es que sea verdadero. Otra con­ dición necesaria es que la persona debe por lo menos creer La cosa en cuestión. Es obvio que una persona no sabe que algo es verdadero si m siquiera cree que es verdadero. Entonces, Apo­ demos simplemente igualar el conocimiento a la creencia verda­ dera? ¡En lo absoluta! Para ver por qué no, consideremos a una * Pira lo» propósitos tic tule apliiiln, Uiduaieiiu “lo ím/rv" pul “conocer' o Saber* iii'iulitmlo a tu exigencia* del contexto, o decir, como ■ en «piA d tintiné» se tratar i de uti tolo verbo, (A/, d* tai T\

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£1. PROBLEMA DEL GONOCW! ENTO V EL E S C tn iU S M C J

persona que tiene tm presentimiento y entonces cree í|nt: el mar­ cador final del juego de fútbol de la armada confia la marina del próximo año será un empate a 21. Por otra parte, supónganme c¡uc b persona ignora por completo c! resollado de los enfrenta­ mientos anteriores y otros dama importantes. Finalmente, tmagi uenms que. por un mero golpe de suerte, resulta que fcsa persona estílen lo correcto Que se trata de un mero golpe (Je suene se ve en el hecho de que con frecuencia tiene tales pre-sentimientos sobre los marcadores finales de los juegos de fútbol, y que r;n¡ siempre se equivoca. Su creencia verdadera acerca tl¡d resultado del juego entre la armada y la marina no detíería contar como conodmiento, Fue una conjetura afortunada y nada más. ■¡Cómo se distingue el conocí mié n lo de ía mera creencia ver­ dadera? La mayoría de los filósofos, incluyendo a los escépticos, han argumentado que d que la creencia verdadera sea conside­ rad,! como conocí míe-uto depende de qué tanta justificación tiene la persona para cieer en lo que cree. La persona que tiene una creencia verdadera sofríe el juego entre la armada y la marina ijo tiene justificación alguna para creer lio que cree, ya que en reali­ dad na tiene ni raüón ni justificación para creer que el marcador sera un empate a 21 Por otro lado, una persona que ve el juego y escucha el sil baten final que indica la terminación del juego, está absolutamente justificada para tener tal creencia y por lo tanto sabe que el marcador final es de 21 para cada equipo. Así, po­ demos asumir que tina persona carece de conocimiento a menos que tenga justificación, y de hecho plena justificación, para creer lo que cree. Además, lo que por lo general determinará que una persona tenga la su fie ¡ente justificación para su creencia es la cali­ dad de la evidencia que forma la base de su creencia. La evidencia de la persona que está en las gradas viendo el juego es totalmente adecuada, mientras que la evidencia de la persona que conjetura es mínima. Se requiere un requisito más. Una persona puede estar total­ mente justificada para creer lo que cree aun cuando esa justifi­ cación esté basada en alguna suposición bisa.4 Por ejemplo, si una persona estaciona sil coche en un estacionamiento público

4 tálmuad Gruir r, "U Juaufird Truc Belicf Knnwlcttjjc?”. .OuiAui, Vol, ( 1963), pp>. 121- 123.

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U JS M o m o s DEL, E S t a r tlClSMCi

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durante unas cuantas horas, tienesobrada justificación para asu­ mir, t u¡.indo regresa por su carro y no observa ninguna alteración. lpie el motor del tocho sigue dentro del cofre. I*nr supuesto, si al­ guien ha robado el motor mientras el dueño del coche no estaba ahí, entonces su creencia de que hay un motor dentro del cofre no alcanza a ser conocimiento simplemente porque no es verdad que el motor esté ahí. No obstante, imaginemos que después tic robado el motor, un amigo llegó y al notar que se lo habían lle­ vado arregló, antes de que el dueño del roche regresara, que le pusieran otro motor para remplazar el robado y así evitar al pro­ pietario la angustia de encontrarse con que se habían robado su motor Entonces, cuando el dueño regresa, está totalmente en lo correcto al creer que hay un motor dentro del cofre de su carro. Más aún, se justifica plenamente que él crea eso. Sin embargo, la creencia del propietario estará basada en una suposición falsa, a saber, que el motor que estaba en el cofre de su carro cuando él se fríe seguía estando ahí. Esta suposición falsa lo lleva a la con chulón verdadera de que hay un motor en su cofre, pero la única justificación para que crea eso está basada en u na suposición falsa. Por lo tanto, no podemos decir que la persona sabt que hay un motor dentro del cofre de su carro. Debemos pedir no sólo que una persona tenga buena jusdfiración cu lo que cree, sino también que su justificación no de­ penda eienciolmtnU de alguna suposición falsa, de otra manera, no puede decirse que una persona conorca Este requisito debe estar articulad o tle diversas maneras Requeriremos que una per­ sona este totalmente justificada en creer algo con el fin de saber que lo que cree es verdadero, y también que su justificación no debe ser anulada por ninguna suposición falsa. En conclusión, una persona salic algo sólo cuando su creen­ cia es verdadera, completamente justificada y la justificación no puede am ilane. Un escéptico que plantea su caso en este marco d e a n álisis d e conocimiento puede argüir respecto a esas cosas que la gente comúnmente asume que sabe: (1) que ni siquiera creemos esas cosas. (2) que esas cosas no son verdaderas: (3^ que no estamos completamente justificados en creerlas, o (4) que nuestra justificación, aunque completa, es anulada por alguna su­ posición Falsa de la que depende de manera esencial. El punto más seguro para que el escéptico consiga un mayor sostén es la condición (3). Por ejemplo, un escéptico que desea defender

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El. PKOIM.KMA DkJ OONC* .IMIENTi'i V fci. I S I IM IrlsM i >

alguna forma muy amplia ríe escepticismo. al sostener tpie no «abemos si alguna c hecho, a menos que hubiera alguna manera de constatar que tenemos alucinaciones, aun cuando esas alucinacio­ nes fueran muy sistemáticas y completas, no estaríamos ahora en posición de afirmar que tales alucinaciones son posibles. Pero si tenemos alguna forma de constatar si estamos o no sufriendo una alucinación, entonces debe haber algunas creencias perceptuales acompañadas por experiencias que descartan la posibilidad de Lis alucinaciones. En este caso, tas experiencias en las que se basa nuestra creencia no pueden ser alucinatorias. Por otra parte, no es difícil explicar quó tipo de experien­ cias descartan la posibilidad tic las alucinaciones. Sólo es nece­ sario preguntarnos cómo descubrimos de hecho que estamos su­ friendo iitili alucinación. Lina manera de hacer tal descubrimien­ to es mediante el testimonio de otras personas que saben que nuestras experiencias son alucinatorias. Muchas personas esta­ ban en posición de decirle a Lady Macbeth que sus experiencias eran alucinatorias y, aunque en su locura no hubiera aceptado tal información, esa información estaba totalmente a su alcance. Puesto que nosotros no estamos interesados primordial mente en la locura sino en la normalidad, es muy importante señalar que una persona normal puede descubrir gracias a la ayuda de los a t r a q u e algunas de sus experiencias son alucinatorias. Más aún,

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EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO V EL ESCEPTICISMO

cuando uno está en compañía de otros y todos coincidimos res­ pecto a lo que vemos, es del todo razonable asumir que no se está sufriendo una alucinación. No obstante, se hace necesaria una salvedad. Algunas veces, en circunstancias inusuales, salte­ mos que todo un grupo de personas es susccptJble de alucina­ ciones. Por ejemplo, supongamos que todo un grupo de perso­ nas ha tomado una droga que, se sabe, produce alucinaciones; o bien su pongamos que todos los integrante» de ese gTupo lian sido privados durante muflió tiempo de bebida o sueño ¡ales condi­ ciones pueden producir alucinaciones de grupo. Sin embargo, si las personas y las circunstancias son totalmente normales, como comúnmente lo son, entonces un acuerdo en la creencia perceptual desrana la posibilidad de alucinaciones, Hay otra manera de detec iar las alucinaciones que no requiere del testimonio de otros. Es Ja que tiene que ver con la coheren­ cia entre nuestra* experiencias- Una persona que sufre tu aluci­ nación de estar bebiendo agua ruando no hay agua a su alcance, puede ver. sentir e incluso saborear el agua que, a causa de su alu­ cinación. cree erróneamente que existe. Sin embargo, sí esa per­ sona ha sido privada de agua por mucho tiempo, pronto se dará cuenta de que su sed no lia sido saciada tn lo absoluto. De liet ho, a partir de tales experiencias las personas han concluido que esta­ ban sufriendo una alucinación. En lo sucesivo no se equivocarán. Asi, en este caso hay una falla en la coherencia experiencinl. Al beber agua esperamos saciar la sed, y cuando tenemos la expe­ riencia de ver, sentir y beber agua pero nuestra sed no es saciada, entonces las experiencias parecen incoherentes e incomprensi­ bles. Por lo tanto, la incoherencia es un signo tic las alucinaciones y, en cambio, la coherencia es un signo de la realidad. De hecho, las expri ¡encías que son suficientemente coherentes excluyen la posibilidad de las alucinaciones. Por último, estos criterios de no-alucinaciones, o de experien­ cias veridicas, pueden satisfacerse juntos y así pueden reforzarse el uno al otro mutuamente. Con frecuencia nuestras experien­ cias son total inc rite coherentes y nuestras creencias pcrccptuales coinciden del todo con Jas ( recudas de otros que están con noso­ tros,

LAALUCINACIÓN ¥ ELCEXEBUNO

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DrfttíMt M OÉtptitútHo sobre cómo no com eter una (tención He principio

El hecho de que el argumento anterior recurra al testimonio de los demás como una salvaguarda contra la» alucinaciones Deva a cometer una petición de principio, ya que para saber qué es el testimonio (leí otro, primero debemos saber que estamos siendo comparados con otro y saber lo que el otro dice. IVro conocer estas cosas es salter algo al ver o percibir de alguna otra manera, que ellas son así K1 argumento descansa directamente en la supo­ sición de que percibir tales cosas constituye un conocimiento. Por supuesto, los argumentos del escepticismo intentan refutar preci­ samente esta suposición Más aún, es totalmente posible ampliar estos argumentos de tal modo que se apliquen al presente caso. Supongamos que Lady Macbetlt, además dr tener ia alucinación de ver, sentir y' oler sangre en sus titanos, también tiene la aluci­ nación de oir que los otros le dicen que hay sangre en sus manos. I a experiencia de ofi tal testimonio de que Imy un acuerdo por parte de los otros puede duplicarse en experiencias alucinatorías de la misma manera en que ocurre con las experiencias de ser. sentir, oler y saborear. f\ir otra parte, el segundo argumento basado en la coheren­ cia expcrictirial tiene la misma debilidad Ciertas alucinaciones se hacen evidentes para sus víctimas por algún tipo de incolie renda pero una alucinación semejante es parcial o incompleta. A veces no aparecen rasgos de la experiencia espetados, y la expe­ riencia se muestra como olurinatoria al ser demasiado sorpren­ dente Pero, ¿por qué tenemos que asumir que las alucinaciones se presentan siempre de esa manera? ¿Qué prueba hay de que Lis experiencias sistemáticas V coherentes no puedan resultar de alucinaciones? No hay razón para suponer que tales alucinacio­ nes son imposibles. Por k» tanto, tenemos de nuevo justificación pai a concluir que las experiencias que una persona tiene cuando sus creencias pcrccptualesson verdaderas pueden repetirse exactatneme en alucinaciones cuando sus creencias perceptuales son falsas. En consecuente, tale» creencias nunca constituyen cono­ cimiento.

El argumento del cerebimo Sin embargo, debemos detenernos más en el argumento de los, críticos para asegurar que el escéptico no sea acusado una vez más

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El. PROBLEMA DELCONOC1M1ENTO1 EL F -S C f.m i ls v to

de pasar demasiado rápidamente del ejemplo particular a una conclusión general. Para libramos «le cata objeción recurrente, entreguémonos un poto a la ciencia ficción y al hacerlo probe­ mos de una vez por todas que el escepticismo es la posición co­ rrecta y sostetiible. Imaginemos que un rape reten tilico inventa una máquina, a la que llamaremos "cercbrino", que le permite pnxlucir alucinaciones en cíenos sujetos. La máquina opera in­ fluyendo en el cerebro de un sujeto «juc usa un casco especial, lla­ mado 'Vasco cercbrino". Cuando el tasco cercbrino es colocado en la cabeza de un Sujeto, el operador del cercbrino puede afee ■ tur el cerebro del sujeto «le tal manera que produce en éste cual­ quier alucinación que aquél desee. El cercbrino es una máquina productora de superable inaciones Las alucinaciones que pro­ duce pueden ser tan completas, sistemáticas y coherentes cómo las desee el operador del cercbrino Hay que admitir que no hay tales máquinas. Sin embargo, una máquina semejante es ciertamente una posibilidad. No hay nin­ guna contradicción involucrada en la idea de tal máquina y, por todo lo que sabemos, de li echo alguien puede inventarla en el fu­ turo. ¿Qué prueba la posibilidad de semejante máquina' Prueba que las cjifmriencias que una persona tiene cuando sus creencias preceptúales son verdaderas podrían duplicarse en alucinaciones cuando las mismas creencias pcrceptuales son falsas. Esto mues­ tra que no hay marcas o signos en la experiencia medíante los cuales podamos distinguir Lis creencias pcrceptuales verdaderas de aquellas creencias perccpmales falsas que son confusiones que resultan de alucinaciones. Una analogía ayudará a ilustrar la importancia de las conside­ raciones anteriores. Supongamos que estamos frente a un barril lleno de manzanas algunas de las cuales están podridas y otras no, Uraalmcnte habrá algún signo o inarra gracias al cual poda­ mos diferenciar entre Las podridas y las que están en buen estado. Las manzanas podridas estarán manchadas O blandas, o tendrán algún otro defecto visible por el que podamos detectar su con­ dición. Por otro lado, las manzanas en buen estado estarán du­ ras. rojas y además se verán apetecibles. Asi, podemos decir «pie diferenciamos,«uxe una manzana en buen estado y una podrida porque tenemos signos para guiarnos. Sin embargo, supongamos que estamos frente a un barril de manzanas que son totíümente indistinguibles en apariencia, aun­

LAALUCINACION V F.LCEREBR1 NO

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que algunas manzanas estén podridas del centro. Podemos ima­ ginar que no hay signos externos por los que podamos afirmar que las manzanas están podridas. leñemos ahora frcnir a noso­ tros una manzana de ese barril y se nos ha prohibido partirla. En este predicamento, si alguien no* preguntara si 1a manzana está podrida o no. la Cínica cosaque p*Kl riamos contestar es "no losé”. Podríamos agregar "no hay forma de saberlo4’, De manera similar, como no hay marras o signos en la expe­ riencia por medio de los enalta podamos distinguir las creencias perceptibles verdaderas que se dan en la experiencia ordina­ ria de las creencias preceptúales falsas producto de alucinacio­ nes, si alguien nos preguntara si nuestra creencia pcrceptual es verdadera o falsa, lo único que podríamos contestar es "no lo sé14. Podríamos agregar, “no hay forma de saberlo4'. Exactamente como no hay manera de saber si Lis manzanas de nn segundo barril están podridas poique no tenemos signos cxpcricncialcs para guiarnos, de la misma Horma no hay manera de afirmar que nuestras creencias preceptúales son verdaderas puesto que no te­ n em o s signos cxpcricncialcs para guiarnos No hay manera de c o iL s ta ta r por medio de Lt experiencia si nuestras creencias perreptuales son verdaderas, y al no tener más que La experiencia como guía, no tenemos forma de desechar la posibilidad de erro r Aun cuando suceda que nuestra experiencia perecptual sea verdadera, podríamos de cualquier manera estar equivocados. IX' hecho, cuando una creencia perceptual es ver­ dadera, esto se debe más a una cuestión de buena suerte que de sentido común IVtr supuesto, ninguna creencia que resulte set verdadera p o r mera suerte puede razonablemente sc t conside­ rada como conocimiento. í un objfeuin posibilidad y realidad En los primeros argu memos examinados^el escéptico argumentó partiendo de u n solo ejemplo basado en al uc i naciones y llegó a una conclusión general, loque sin duda es tma lalar lt; pera alevi­ no ahora esta filiada, argumenta a partir de la posibilidad para llegar a la realidad, lo que no deja de ser una falacia, Los argu­ mentos presentes parten de la premisa de que el cerebrino es una posibilidad lógica y de que, consecuentemente, es una posibilidad lógica el que deba haber alucinaciones coherentes, completas y

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El. rftQfeUMA DELCONOCIMIENTO V El. fJSCtmCISMO

sistemáticas en todos sentidos. De esta premisa de la posibilidad lógica ¿1 llega a la conclusión de que de hecho no tenemos forma de constatar si estamos alucinando o no. ¿Siguiendo qué línea de ra­ zonamiento puede derivarse de una premisa que sólo se refiere a la posibilidad, una conclusión Bélica? Aun cuando es lógicamente posible que las alucinaciones deban ser coherentes, completas y sistemáticas, las alucinaciones de hecho no son tan difíciles de de­ tectar. Por lo tanto, la experiencia de fincho nos permite constatar si nuestros creencias preceptúales son verdaderas o falsas Una réplica escéptica cómo pasar de la ¡nubilidad a la realidad La opinión de que “de hecho las alucinaciones no son tan difíciles de detectar " es el meollo «le este problema. Si el ccrebrino es una posibilidad lógica, entonces ¿cóma podernos decir que de hecho la* alucinaciones no son tan difíciles de detectar? Quizá, por el contrario, ¡miramos constantemente alucinaciones que no pode­ mos delectar. Si t» lógicamente posible tpir las alucinac iones sean coherentes, completas y sistemáticas en todos sentidos, entonces no hay manera de delectar en ningún montento que no estemos sufriendo una alucinación- Nuestro crítico supone que hay de hecho muchas alucinaciones que podemos detectar, pero esto es secundario respecto a| problema básico. El problema radica en explicar cómo es posible conste mi que no estamos alucinando. Nuralro argumento a partir del ccrebrino fue concebido para es­ tablecer que nunca podemos constate rio, aun cuando, Ugu ñas ve­ ces podamos constatar que estamos alucinando. QucelargimLcniu establece esto puede verse reflexionando de nuevo sobre nuestros Irarriles de manzanas. Supongamos que es fác il detectar algunas manzanas podridas. Tienen manchas café, están blandas, etc. Pero supongamos que es difícil constatar que otras manzanas están podridas y, si nos limitamos a un examen externo, que esto es totalmente i nipos ilile. No hay signo externo de la putrefacción de algunas manzanas podridas. En este caso sería totalmente ridículo afirmar que podemos constatar cuándo una manzana no está podrida porque a veces nos damos cuenta de que tas manzanas están podridas. Un argumento exactamente análogo se aplica al caso de las alucinaciones. Algunas veces podemos detectar que nuestra ex­ periencia es alucinatoria. Pero sería ridiculo concluir a partir de

LA ALUCINACIÓN Y EL CERE3RI NO

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cato que siempre podemos constatar cuándo una experiencia no es alucina!oria A vete» podemos constatar que estamos aluci­ nando. pero no tenemos forma de constatar que no estamos alu­ cinando. Nuestro argumento para apoyar esta afirmación queda mejor planteado bajo la forma de un reto. Consideremos algunas creen­ cias perceptuafcs de las que podríamos sostener que no son el resulradode alucinaciones, ¿ Qué expericnciao experiencias garan­ tizan esto? Es más, ¿qué experiencias nos proporcionan alguna evidencia de ello? Señalemos que para cualquier experiencia que se indique, el argumento del cerebríno será del todo suficiente para probar que tal experiencia no es garanda de que no estemos alucinando. Todo lo que necesitamos hacer es imaginar que teñe* mos, sin saberlo, un casco cercbrino en nuestra cabeza. ¡El ope­ rador del cercbrino está produciendo experiencias alucinatorias que son las mismas experiencias que afirmamos que garantizan que no estamos alucinando! El paso de la posibilidad de las alucinaciones a la conclusión de que de hecho no hay manera de constatar que uno no está alu­ cinando es legítimo, porque la primera posibilidad puede usarse para rechazar cualquier experiencia que sea tan poco pertinente convo para ser un signo seguro de la realidad. Puede mostrarse que una experiencia semejante es inadecuada para osla tarca so­ bre la liase de que es perfectamente posible que una experiencia tal sea producida por aluci nació ríes. £7 argum m lo del aperador maligno El argumento anterior puede reforzarse si dejamos que nues­ tros ejemplos se tomen más fantasiosos de lo que han sido hasta ahora. Descartes imaginó un genio maligno muy poderoso que constantemente se empeña en engañarnos. Hemos provisto a Descartes de los medios técnicos para este experimento imagina­ rio. Imaginemos que todas las personas están controladas por el cerebríno y que la máquina es manejada por algún ser maligno, el Dr. O, quien trama mantenernos completamente en el error por medio de alucinaciones. El Dr. O no desea ser detectado, asi que suministra alucinaciones que son coherentes, completas y sistemáticas. Nuestras experiencias llenan nuestras expectati­ vas y no contienen más sorpresas de las que esperaríamos de la

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EL FROB LEMA UEI. (XJJSK JCtMlENTO V EL ESCEPTICISMO

realidad. Pero no es la realidad (oque experimentamos; nuestras creencias pcrceptuales acerca del inundo son totalmente equivo­ cada», ya que La fuente de nuestras experiencias ts una simple máquina, el cercbrino, que crea fltuci luiciones- En tal prtdicainemo podríamos tener justamente La clav- d ecretarías peneplu a k sq u c .diora tenemos, basadas en experiencias exactamente similares a Lis que tenemos ahora Pero nuestras creencias percep males serian totalmente fiilsax La situación imaginada no difiere de las nuestras respecto a las ratones, o evidencia que tendríamos para nuestras creencias perrepr nales, La experiencia es vi analmente Ja misma en ambos casos. En consecuencia, sj carecemos de conocimiento en uníi si[unción, debemos sin duda carecer de él en Las otras. Es obvio que carecemos tlr co nocí miento cuando somos controlados por el cercbrino ya que nuestras creencias perceptuaks son enton­ ces l-ibas Por lo tanto, randuén carecemos de conocimiento en uuestia situación píeseme. Dicho de manera más precisa, nues­ tras creencias perceptuaks no pueden conformar conocimiento en cualquiera de los dos rasos. Nu estamos -ingiriendo que el cercbrino exista o que estemos Cuminiad m poi íl. El argumento anterior no depende de que se crea ¡Ugu tan extraño como eso; sók) depende de Li premisa de que cieña situación es imaginable y, por lo lamo, lógicamente posible l.sta posibilidad muestra que Le, experiencias en las que basamos nuestras creencia* pcrceptuales (xxlrían llevar tari ÍAcüinenie aJ error como a la vc-rti.nl Si la situación imaginada exis­ tiera realmente, cmonea» deberíamos ser llevado* a error. Mosotros creemos que no estamos controlados por una máquina tal, y si somos afortunados en esa creencia, entonces no hay duda de que mmhas de nuestras creencias pcrceptuales son verdade­ ras- Pero debemos agradecer la corrección de estas creencias a la buena fortuna y no a una buena evidencia. Somos simplemente afortunados si no hay un Dr. O que nos controle con un ccrebrino. Nuestras creencias perceptuaks, cuando son verdaderas, resultan serlo sólo como una cuestión de buena suerte, (lasadas naturalmente en las mismas experiencias, esas creencias son fal­ sas si no tenemos suerte. Si una creencia es verdadera coma re­ sultado de La suerte, entonces es una conjetura afortunada — y no conocimiento. En suma, somos afortunados si no hav un ser

LA ALUCINACION V KJCKRLUR1NO

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maiívoto que nos controla con un rcrchrino. y de esa buena for­ tuna puede resultar una buena fortuna adicional de cpic la ma yoría de nuestras creencias perccptualcs sea verdadera Pirro es sólo cuestión de suene, nada epistemológicamente más glorioso que eso. Huruitu-n d* la posición tacfptka Defendimos ames el escepticismo empleando un argumento cuya primera premisa fue 1. Las experiencias de tina persona que tiene una creencia pcrccptual verdadera pueden duplicarse en las experien­ cias de una persona c uya creencia pcrccptual es exactamen­ te similar pero falsa De esta premisa y de las do* siguientes 2. Si Jas experiencias de una persona que tiene una creencia perccptual verdadera pueden duplicarse en las experien­ cias de una persona cuya creencia pcrceptual es exactamen­ te similar pero falsa, entonces siempre es lógicamente po. sible que cualesquiera de nuestras creencias perceptualcs sean falsas r 3. Si siempre es lógicamente posible que cualesquiera de nues­ tras creencias perceptualcs sean falsas, entonces nunca sabe­ mos si algunas de nuestras creencias perceptualcs ion ver­ daderas dedujimos la conclusión escéptica 4. Nadie sabe nunca que algunas de sus creencias perceptualcs son verdaderas. Lo» oponentes del escepticismo trajeron a colación la premisa (1) del argumento y ahora nosotros hemos derivado esta premisa de las siguientes premisas 5. 1.a hipótesis del cerebrino es lógicamente posible (i. Si Li hipótesis del cerebrino es lógicamente posible, entonces cualquier experiencia puede duplicarse en alucinaciones.

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EL PROBLEMA DEL CONlXUMlEN'lT) V f i. fcS C E m cjS M O

7. Si cualquier experiencia puede duplicara; en alucinaciones, entonces las experiencias de una persona que tiene una creencia perceptual verdadera pueden ser idénticas a las experiencias de una persona cuya creencia perceptual sea exactamente similar pero falsa, A partir de estas premisas verdaderas puede deducirse válida­ mente la premisa (1). Una objeción: Ui degradación del Dr. O

Examinemos la situación que estamos imaginando, a saber, una en la que el genio maligno, el Dr. O, nos engaña a todos, ya que se ocupa de proporcionarnos alucinaciones con su ccrcbrino. ¿Es realmente posible esta situación? Considerémosla en términos muy concretos. Imaginemos al Dr, O ingeniándoselas para engíi ñarnos. Más adn. concentrémonos en la experiencia de un hom­ bre, cuyo nombre es Tomás, a quien el Dr. O quiere engañar. Al final consideraremos cómo podría engañare) Dr. O a Tomás con d re rebrillo, pero primero consideremos una técnica un tanto di­ ferente que tiene d Dr O para engañar a Tomás, Más acidante resultará clara la importancia de esto. Supongamos que el Dr. O es ese genio maligno de quien Des­ cartes escribió: Asi puti, supondré que hay. no un vrreiadero Dios —qur rs fuerte suprema de verdad—, sino d erla genio maligno, no menus irir-rn y engañador que poderoso, rlctjal ha usada de toda tu industria para engañarme. Pensaré que el rielo, d aire, la tierra, lo» to to ra , las figura», les sonidos y las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credulidad.1

Ahora imaginemos a nuestro genio maligno a pumo de enga­ ñar a Tomás, Nuestra imaginación estará guiada por la ingeniosa mano de O, K. Douwstna, quien escribe: Las mentira» comunes, las mentirillas, de iodos los días, Lis peque­ ñas, las viejas, no le provocaban ningún placer. Deseaba alga nuevo 1 RcnC Drscarte», MedilAnvíiifi mrí&jíftcñi t#n VidaJ ÍVfu, Ediciones Alfaguara,Madrid, 1077, p. Él.

y Tn^yjjtsi, u „

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LA ALUCINACIÓN V H CLRKKP-ISO

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V álgu grande. E*ploUb¿i »u genialidad; revelaba una idea Y nnharrotudüi al interior de su gastada aureola, "Mañana lo transfor­ maré iodo, todo, trxlo Transformaré las flore», los. seres humano», los árboles, las entinas, ti cielo, rl s, ,1 y Uxlo lo dtnn.it, en papel. Lo único que no transformaré o el papel, Habrá flore» de papel, se* res humanos de papel, árboles de papel. Y loe seres humanos serán engañados. Pensarán que hay flores, seres humanos, árboles, pero mi habrá sino papel. Será gigantesco. Y debe funcionar Después de lodo, a los hombres se les ha engañado sin tantas molestias. Hubo una v d un marinero, creo que era bautista, que decía que todo era agua. Y no había más agua de ti que hay ahora Y hubo una vez un empleado de billar que decía que todo era bolas de billar. Por supuesto, esto sucedió hace mucho tiempo, mucho antes de que abrirían un billar y al est uchar. oí qur estalla lleno del sonido de una trompeta. Mis planes son bueno». L o intentaré"", Y el genio maligna siguió su» propias instrucciones y obró según sus palabra*. Y esto fue lo que pasó. Imagíneme» a un joven, Tomás, tan brillante hoy como k> fue ayer, acercándose a una mesa rti la que ayer había visto un jarrón con flotes. Hoy, de pronto le sorprende que no son flores. Fija su atención en ellas, confundido, desvíala mirada, vuelven mirar. ¿Son éstas flo r» ? Niega con la cabría Se rie entre d ien to. "Aja, e» cu­ rioso. -Es esto un truco? Cotí toda seguridad, ayer había flores en ese jarrón " Olfatea sospechcna, capera liradamente, perú no per­ cibe tutda. Su nariz tío le ofrece ninguna segundad Píeniia en los pájaros que vuelan hacia las ti Vas del cuadro para picotearlas y en la yegua que relincha ante el parecido del caballo de Alejandro. ¡Ilu­ siones! Fd cuadro no supuraba ju g o alguno, y el parecido se man­ tenía fijo. Caminó lentamente hacia el jarró n con flores. Miró y ol­ fateó y levantó la mano. Golpeó ligeramente vlri pélalo, cotilo hilen anuínte de la» flores, y retrocedió. Difícilmente podía creer lo que tacaban sus dedos, No eran flores. Eran papel. Mientras c! permanece parado, pcrpltju, Milly, amigable y rplerkla, entra en la habitación Viéndolo a él ocupado con la» llores, está a punto de tomar el jarrón y ofrecerle a él Lis flores. Cuando de pronto nuevamente él es presa tic sentimientos de estrañeza. Milly parece una enorm e muñeca. Mira muy de cerca, tan cerca como se atreve, viendo que después ríe todo ésa puede ser Milly. Milly, ¿etc* Milly? —eso np cuadra. L* boca de ella chasquea cuando la abre, habla, y k cierra con precisión. Su frente brilla y él se estremece al pensar en L de Mmc Tussjnd. F.l cal ello está trenzado crt forma uniforme, perfecta, como el de Milly, pero mientras ella al/a una mano para proteger *u arreglo, tocándolo, mostrándose muy satis­ fecha, susurra como un periódico. Su» dientes son blancos como

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EL m iD L E M A DEL CONOCIMIENTO 1 EL ESCEPTICISMO

una puhlic.it¡ífl ntcnsiiil elegante Sus m ú u san twj y hiy un ktfiajoen su beca: ÉJ pien-si en muñecas y m la muñeca de caucha que él apretaba; tiene el ombligo Tnal caldearla, justa rti L» concavidad ile Laespalda, la que siliwta iflalucj cti papcll 1Iíustoncs! lo m ó nota de Nulos « | * ile u lln , ilestdlu a destello a destello. Alcanza una tolla para calmarse y ju sta a tiempo, Ella su-acerca can ri jarrón con flo ra y, a] serie aertrado o él d. jarró n , loa brazos de ella se sacuden rcpenlin.imc-file. l a llexibilldatl, la suavidad, Lt r e ­ dondez d r b vida v ha ida. Una sonrisa crispada ilumina inadrruadam cule su rc*tro. Id extiende la mano para lnniiiir el jarrón y sus propios brazos se sacuden repentinamente como antes le sucedió a ios d e eHa. Tama el jarrón yt mientras lu hace, ve su mano, t s ii pálida, fresca, nevada. 'IrmbUndrj, tira et Ja rrón, p eto no se m nipr y el rigua no te derrama. IQué burla! Se precipita hacia la VenUrna, esperando ver et mundo real t i es­ pectáculo es el de un escenario n itra l. Aun el cuadro de la ventana ha sido trajeado muy finamente, como papel ocluían A diatitnria se ven l.m iU irtjs de hombres que deambulan, Jrb o W que jc sacuden y rasas y piedra* que rundan y colinas sobre el delgado corte trans­ versal de un camión ruyes resoplidos producen » • j I moverse. Ve lu d a arriba, al cielo, y raid hijo. Hay un parcheju.noencima de él, una vrta anda ■■iídta El sol brilla resaltando entre el azul como Una ¡jrufa d e plata alen rana, Extiende su pálida mano haciendo crujir el celofán, y su mano toca el cáelo; El cielo se sacude y caen pequeños jw-dazc* de él, cubriendo su mano blanca de confeti 1Artificio!*

I .t leeción que debemos aprender de esta historia no es que el mal siempre fracasa, sino que el engaño presupone siempre la posibilidad de que se le descubra. Para descubrir que ha sido engañado, todo lo que Tomás necesita es darse cuenta de que lo que considera que son llores, Milly, etc., son en realidad papel. De esa manera el fraude es puesto de manifiesto. Sin embargo, el escéptico nos ha pedido que imaginemos que el Dr. O no se contenta con algo tan endeble y dudoso como el papel; por el contrario, el genio maligno nos proporcionará experiencias mediante d cercbrino. Asi, no necesita molestarse usando algo para haccrntis pensar que eso es otra cosa. De he­ cho, podríamos muy bien imaginar que lleva a cabo su diablura cuando no estamos frente a ninguna cosa. Dado que el cercbrino * O, K Bouwima. ‘ Descarte»' Evfl Geniu»*'. The l'hUowptuiai Rnrirw. Vot. Sfl (1949), p p . I 4 1 - I 4 Ü

LA ALUCINACIÓN V EL ta.KFBRJN O

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es el que produce alucinaciones, no necesitamos suponer en abso­ luto que existe cualquiera de tas cosas usuales del mundo ruando el Di. O engaña a sus víctimas. Por Jo tanto* supongamos que to­ llas esas cosas están destruidas. Podemos entonces imaginar que Id más pon nancee solo en un mundo vacío, con un caaqucieferebrirm atado firmemente a su cráneo. Por supuesto, él se en tu en­ tra ajeno a su situación ya que el I>r. O, fiel a mi plan, provee a Tomás de- alucinar:iones que son idénticas a las experiencias de su existencia usual, Si Tomás escribiera en su diario (el que, ipor desgracia!, ya no existe), podría escribir lo que Rnii-wsmn ima­ gina; "Hoy, como siempre, entré al cuarto y ahí ral ¿lia el jarró n con Oores srihcr- la mes». Me dirigí a ellas, las palpé y las d i. Htoy gracia* a Dios por Jas flixcsl Ibra mí tío hay nada tan rral como las flores. En ellas cali la fr-endii geno tria de U sustancia del mundo. Parece indignante pensar incluso -en ella» como algo ereetn y ondulante aoimr columnas de savia iSavial ISavial1’ H.dita mas solare este misino tenor, que tvo vslc U pena transcribtr Yo podría decir que el genio maligno estaba muy divertido, d e hecho t reía con desprecio cuando leía las palabras "tan real”, “esencia", ’Wstancin'1, etc,, pirro después frunció el ceño y pareció perplejo, Tomás siguió describiendo cómo Milly entró al cuarto y cu ín tuturuto se puso al verla. Hablaran sobre las flores. Después Tomás caminó lucia Li ventana y miró cómo el jardinero lu d a un espacio a poca distancia. El sol brillaba pera había una» cuantas nube» grises. Atirió b ventana, extendió b mano y cuatro gran­ de* gotAs de lluvia mojaron su mano. Regresó al cuarto y citó para Milly una canción de Ln (rmpfitud Dijo las palabras cnrrccta* y se sintió complacido consigo mismo. Habla escrito m ás pero esto es suficiente para mostrar cómo todo parecía tan normal. Y, también, cómo el genio maligno había tenido éxito.7

El éxito del genio maligno es completo. Engaña a Tomás ha­ ciendo que este crea, mediante alucinaciones, que existe lo que el genio había destruido. Las experiencias alucinatortas de Tomás duplican exactamente las experiencias que hubiera tenido si aún existieran las cosas destruidas Es un engaño extraord inanamen­ te inteligente, pero a pesar ele este aparente éxito, el Dr. O estuvo más cerca de tener éxito al engañarse a sí mismo que al engañar T ¡k i

. Pp. 140—17.

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E L PROBLEMA DEL CONOCI MIENTO V EL ESCEPTICISM O

a Tomás. ¿F&r qué « esto así? Volvamos a la apa retí té mente vm í.i escena del drama. Imaginemos que el Dr. O, habiendo engañado a Tomás, so enfada parque su éxito no lúe reconocido y desea, mientras si­ gne con el engaño, enterar a Tomás de su logro. Al día siguiente, í nando Tomás tiene la experiencia de entrar en el cuarto donde están los flores, el genio maligno sutilmente sugiere a Tomás que no hay flores. Entonces Tomás tiene b experiencia de acercar las llores a su nariz, olerías y tocarlas. Tomás se tranquiliza. Niega que haya un engaito. Después de todo, al haberlas mirado, ol­ fateado, sentida, con resultados satisfactorios, íqué podría que­ rer decir el genio maligno al afirmar que Tomás estaba siendo engañado? A esto, el genio maligno contesta ki siguiente; “Tus flores no son sino min alucinación". IVro Tomás no se deja per­ suadir. Sus flores son perfectas, ¿Una alucinación? ¡Nunca! En este momento del drama, eí Dr. O siente una fuerte ten* ración de girar el interruptor del ccrchrino y mostrar el fraude a Tomás, pero hacer eso equivaldría a acabar con el engaño, lo que no quiere hacer a causa de todo el tralxijo que ha invertido en elfo. Así que el genio maligno, que ahora ya no se siente tan ingenioso, se enfrenta con un dilema. O bien mantiene el engaño —en cuyo caso Tomás, al no querer reconocer t i engaño, negará que éste existe— , o bien altera su plan —en cuyo caso Tomás, al darse cuenta de que ha sido engañado, convertirá un engaño perfecto en una farza perfecta. En cualquiera de los dos casos, el Dr. O no logrará alcanzar su meta, ya que si el engaño con­ tinúa. ¿cómo hará el Dr. O para que Tomás tenga algún indicio del engaño? Desde la perspectiva de lo más, el engaño total no es en absoLulo un engaño. Una vez que se logia que ocurran todas las expe­ riencias usuales, la sugerencia de que Tomás está sufriendo una alucinación resulta sin sentido. Tomás no puede pensar eso. Hs sólo un sinsemidn si suponemos que somos objeto de un engaño semejante Cuando un hombre está alucinando, debe de haber maneras para detectar que así es, incluso si la víctima, como en el caso de Lady Macbcih, no logra darse cuenta de la alucinación por esos medios. Una vez que se realizan las pruebas apropiadas con el lin de asegurarse de que uno no csiá alucinando, no tienesentido la sugerencia de que uno podrb seguir alucinando. Lo

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U ALUCtNACláN Vtu. CSftEfefUNÓ

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que queremos decir cuando afirmamos que una persona está alu­ cinando es que a lg ú n » de esas pruebas fallarán. I J alucinación perfecta es una burbuja de incongruencia semántica que desapa­ rece bajo la presión del escrutinio semántico. El escéptico argumenta que no hay manera segura de detec­ tar una alucinación perfecta, es decÍT, una alucinación perfecta­ mente coherente, completa, sistemática Concluye que la creencia d equ e no estamos alucinando, si es verdadera, no resulta ser más que una conjetura afortunada. El defecto en este argumento ra­ dica en que e! escéptico asume que una alucinación perfecta es posible. La imaginación, cuando trabaja en exceso, podría con­ vencernos de que es posible una alucinación perfecta, pero esto no puede ser. Para que algo sea posible debe rcncT sentido. Sin embargo, la imaginación no se restringe a los límites de lo que tiene sentido. Resulta poco difícil imaginar algo aun cuando la idea misma de ello es por completo un sinscnlido. Podemos ima­ ginar un gato en un árbol cuyas partes desaparecen una poruña, primero la cola, luego la pata, luego el cuerpo, hasta que final­ mente todo toque queda del gato en el árbol es una sonrisa felina. Podemos imaginar esto, pero la idea de una sonrisa felina sin una cabeza es por completo un sinsentido. La capacidad de la imagi­ nación humana es uno de los gozos de la vida, pero constituye una trampa para la reflexión Filosófica. Esto es verdadero preci­ samente porque es muy fácil suponer que lo que es imaginable es posible, lo cual constituye una suposición errónea y falaz.. La alucinación de un mundo sin mundo es precisamente como la sonrisa de un gato sin gato. Podemos imaginar ambas, pero ninguna de ellas tiene literalmente sentido. Asi, nuestra réplica al escepticismo es una réplica semántica. El argumento del escéptico acerca del genio maligno Se sigue de la premisa de que es posible una alucinación perfecta. Pero la idea de una alucinación perfecta carece de sentido y por lo tanto una alucinación tal no es posible. Como el argu mentó del escepticismo procede de una premisa falsa, debe ser rechazad o, La explicación d i la carencia de significado í Por qué parece tan plausible afirmar que la hipótesis de la alu­ cinación perfecta carece de significado? La explicación de la apa­ rente carencia de significado de esta doctrina surge de una am-

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£L PROBLEMA OEt. CONOCIMIENTO V FJ, ESCtK t’l CISMO

higücdad en términos tales como 'sinsentklo* y carencia ile sig­ nificado*. Todos estos términos se «san Lanu> c.n un sentido se­ mántico como en uno cpcstémko. Una oración es uti sinsenudo, 0 carece de significado, en el sentido semántico del término, sólo si la oradón no asevera nada y, consecuentemente, no es ni verda­ dera ni falsa. Un ejemplo perfecto de una oración de ese tipo es T iro lé s candirán elíkticamente". Esta oración no asevera n aia, no es ni verdadera ni falsa, No está hecha de palabras con sig­ nificado. Un ejemplo de una oración que carece de significado en el sentido semántico, pero que está hecha de palabras con significado, es “Veri» en hacer niebla José1*. El defecto de esta 1 irai ión radica en que es ^gramatical. Podemos incluso tener una oración que es gramatical y que esté compuesta de palabras con significado pero que sm embargo carezca de significado en el sen­ tido semántico. Un cfcmplq es "Los gusanos integran la luna por (',* homogéneamente cuando moralizan para anular a las man­ zanas". Esta oración, como las precedentes, iw asevera nada. Todas las oraciones que hemos considerado son ««sentidos v carecen de significado por ser semántica o gramaticalmente de­ fectuosas, de tal manera que una persona que las dijera no es­ taría, en dreunstancias comunes, aseverando nada. En contraste con este sentido de los términos ‘sinsentido* y ‘carente de sig­ nificado', hay fr r c n m c u t

Todo intento por escapar de) escepticismo toca, tarde o tempra­ no, a la puerta de la probabilidad. Pero no hay ninguna ayuda tras esa puerta- De hecho, una ve/ traspasado ese umbral sin duda nos encontraremos en Li iiiLunísima guarida del escepti­ cismo. Consideremos cómo echar el cerrojo a la puerta. Si el apelar a la probabilidad lia de tener éxito, el oponente del escepticismo debe afirmar no sólo que nuestras creencias co­ rregibles se basan en una evidencia que Lis hace altamente pro­ bables, sitio «pie también debe establecer que \ahrmes que tales creencias son Altamente probables. No basta que una creencia ■ara altamente probable: el que crea que tiene una creencia debe «titee que esto es asi. de otra manera, la creencia, si es verda­ dera será de nuevo una mera cuestión «le suerte Para ver esto, volvamos al ejemplo de la mesa de juego. Imaginemos «pie una persona es invitada a jugar un partido de “Millee". que se juega como sigue: hay una máquina que cierra una ventanía cuando se oprime un Isolón y después se abre para mostrar un cuadro rojo o tino verde. Además, parte de la definición del juego involucra la siguiente regla relativa al comportamiento de tu máquina; debe ser ajustada para que el cuadro sen lc aparezca sólo una vez en un millón «le jugadas Asi, las posibilidades son «lita en un millón de que el cuadro rojo deje de aparecer cuando se abre la ventana. Imaginemos que una persona es invitada a jugar Millee pero no le íliccii Lis probabilidades. Lila podría escoger la apuesta de que el cuadro rojo aparecerá cuando se abra la ventana y por supuesto estará en lo correcto. A pesar de las proltahüidades a su favor, estaría plenamente justificada al decir que su creencia de que el cuadro rojo aparecería fue. desde su punto de vista, una adivinación afortunada, l a razón radica en que ella no sabe que Jas probabilidades son un millón a una a su favor. De hecho, hasta donde sabe, las probabilidades podrían ser cualesquiera.

LA ALUCINACION V M. C G M H U K O

III

I n ausencia do tal coikm imidito, el estar en lo corréelo no es sino tuerte. Ahora supongamos que una persona croe que realmente hay un jitomate frente a ella y que su creencia se basa cti la evidencia do la experiencia sensorial o en cualquier otra evidencia inductiva que se quiera. Las probabilidades podrían ser un millón a una de que la hipóles» resultará verdadera ruando se basa en tal eviden­ cia. Pero si la persona no sabe que esas son las probabilidades, y si. además, hasta donde sabe, las probabilidades podrían ser cua­ lesquiera, en caso de estar en lo correcto, no calaríamos hablando ono de una cuestión de suerte danto en este caso como en el de l.i persona en la mesa de juego, estar en lo correcto es cuestión de suerte, aun Cuando las probabilidades estén considerablemente a lavor de que ambas personas estén en lo correcto. Es cuestión desuene portpic ambas ignoraban las proliabilidadcs. Por supuesto, tanto el jugador como el creyente pcicept ual es­ tarían en una posición completamente diferente si conocieran Lis probabilidades. Si ambos conocieran Lis p ro b a b ilid a d e s, entonces le ninguno de los dos podría decirse con exactitud que están en lo correcto sólo poi suerte. La pregunta que debe responder el escéptico es la siguiente ¿necesitamos suponer que el creyente percepitial ignora las probabilidades a favor de su creencia? Una persona que basa sus creencias en la evidencia que vuelve alta­ mente probable su creencia ¿no podría saber también cuán pro­ bable es su creencia? Para establecer la tesó del escepticismo de­ bemos probar que el creyente pcrccptual ignora ineludiblemente tales probabilidades. Corno un primer paso, considérenlos brevemente cómo sabe­ mos algo acerca de las probabilidades Se interpreta el termino 'prolmbiliilad' de dilicremeSnumeras, pero la idea que parece más pertinente en esu- contexto está relacionada con la frecuencia de la verdad. Si una persona efebe transformar sus creencias peri eptuales eu oro epislémioo, por medio de sn conocimiento de la probabilidad, debe saber que su creencia. basada en la evideni ia cjtil- tiene, es el tipo de ciérnela que es con mayor frecuencia -de hecho, con mui.ha mayoi frecuencia verdadera que falsa cuando se basa en la evidencia que tiene. El creyente pcrcept ual tlctn.- sa1x;i que las creencias ptTCepruales basadas en la evidenia usual de La experiencia sensorial son ton mavor frecuencia verdaileras q u e Éilsíi

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K t Cfii im.tMA ÍUX CONOCIMIENTO V E l E S C E JT la sM O

Peno esa persona fifi puede haber tal cosa, si sólo consideramos cómii tina perüon:i sal* que es, verdadera uun afirmación sobre l.i frecuencia I I lip^^ de frecuencia involucrada es La frecuencia re Luíva; la Frecuencia con U que cierta rosa ocurre es relativa a la ocurrenr j;t de Cosas de otro tipo. Por eprmplo, supóngase que desea suos saber qué tan probable es que una persona sin grado universitario llegue a ganar $ '10,000 dólares al ano. Para estable­ cer esta probabilidad, alguien 'ld>c d o c iik ir qué tan frecucnteme me sucede que una persona sin grado universitario gane S 40,000 dólares T.a manera dr dcscnhrií esto constare en en* Confiar una muestra representativa de personas sin grado uni­ versitario. Supóngase, por simplicidad, que su muestra condene mil individuos que carecen de grado universitario v que exacta­ mente once de ellos ganan S í0fOOO dólares al año. Entonces se debería co tí hm qne, ton base e ñau hallazgo, es razonable espe­ rar que la fine* uenria relativa señalada sea de 11/1 000, La misma i ifra es hi probabilidad aproximada de que una persona sin grado universitario gane la suma especificada. En resumen, para d t s uhrir la frecuencia con La que las cosas de tipo A resultan ser también tosas de un tipo B, dclxrmos en­ contrar una muestra de ««as que son A y determinar cuántas de ellas son fí Por lo tamo, considérese el problema que una persona enfrenta cuando desea establecer que Lis creencias perccpiuale» basadas en b evidencia de la experiencia sensorial son con mayor frecuencia verdaderas que falsas Para descubrir esto, ella tendrá que encontrar una muestra ríe creencias del tipo es­ pecificado y determinar cuántas de ellas fueron verdaderas. La información sobre tal muestra sería totalmente esencial para su descubrimiento de que Lis creencias de este tipo son con mayor frecuencia verdaderas que falsas. Pero /cómo va a conseguir esta información? Para obtener dicha información, debe ser capaz de determinar cuántas de las creencias de su muestra son verdade­ ras. Para determinar cuán tai de estas creencias son verdaderas, debe saber cuáles de ellas constituyen conocimiento y cuáles no. Sin embargo, este requerimiento es una calamidad, pues ya he­ mos mostrado que una creencia perceptual puede constituir co­ nocimiento sólo si Li persona sabe que Lis creencias de este lipo son con mayor frecuencia verdaderas que falsas. Ahora hemos concluido que con el fin desaber que las creencias de este tipo son

f r e c u e n c ia , a b k : i ' a c I6M

V m O B A E nJO A D

II»

ton mayor frecuencia verdadera* que Jabas, debemos saber pri­ mero oídle* de esa» creencias son verdaderas y cuáles son falsas. Por )o tanto, antes deí|ue podamos saber si ulgumi creencia per ecptual es verdadera, debemos saber primero que ciertas creencia» pcrccpiiialcs son verdaderas. Ésta es una situación cpistémka tolalniente perniciosa. Más aún, la única alternativa es el escepti­ cismo. En suma, o bien sabemos que ciertas creencias perceptuaIc s son verdaderas antes de saber que cualquier creencia pciccplual es verdadera, lo cual es absurdo, o bien no sabemos que al­ gunas creencias perceptualcs son verdaderas. E» obvio que debe aceptarse La última alternativa. Revisemos brevemente el argumento. Con el fin de escapar al escepticismo relativo a las creencias corregibles, debe mostrarse que tales creencias se basan en la evidencia que las vuelve alta­ mente probables, v también que sabemos que esas creencias son altamente probables. Para saber esto ultimo, debemos saber que tales creencias, cuando se basan en la evidencia de una clase es­ pecifica, son con mayor frecuencia verdaderas que falsas. Sin em ­ bargo. para descubrir que tales creencias son con mayor frecuen­ cia verdadera» que falsas, debemos considerar una muestra de tales creencias y determinar qué porcentaje de las creencias de la muestra es verdadero. Para determinar qué porcentaje de las creencias es verdadero, debemos saber cuáles, en cierta muestra, son verdadera* Por lo tanto, antes de que una persona pueda salrct^si alguna creencia corregible, hasnda en la evidencia induc­ tiva, es verdadera debe saber si es verdadera cierta afirmación de probabilidad. Pero no puede salter si tal afirmación es verda­ dera a menos que ja sepa que son verdaderas ciertas creencias corregibles basadas en la evidencia inductiva. Por lo tanto, nadie puede saber si e* verdadera alguna creencia corregible brisada en ¡a evidencia inductiva De hcclio, la vía de escape a través de ta probabilidad es un camino rápido hacia el escepticismo. E l EPISTEMISTA RF.SPONDE:

FRECUENCIA, ADECUACIÓN V PROBABILIDAD

I-a réplica básicas este formidable atgu mentó « q u e la probabili­ dad no es toda ella frecuencia. El argumento anterior asume que la tests de que las creencias corregibles basadas en la evidencia in­ ductiva son altamente probables, viene a ser la afirmación de que

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tt. PROBLEMA DEL GOMOOMENTG Y EL ESCEPTICISMO

tules creencias son con mayor frecuencia verdaderas que falsas Es esta premisa d d argumentó la que nos Ueva por el sendero deJ escepticismo; es la que rechazará el epistemisia. De hcclni, cuino la probabilidad a menudo sugiere la frecuen­ cia, es mejor expresar la tesis del cpisteniiifa sin usar rl leí mino 'probabilidad’. La tesis epísicmisia es la siguiente: aunque es lógica mente posible que cualquier creencia corregible sea falsa, cuando tales creencias son inm taderii no siempre lo son pro obra de la suerte, ya que algunas veces tas creencias están enmpJctamente justificadas. Más aún, podemos saber que nuestras creen ­ cias corregibles están m m pktam ente justificadas on saber prímero con qué frecuencia son verdaderas utles creencias, Las p re­ guntas epistemológicas respecto » si ricna evidencia justifica que se crea algo, son análogas a las preguntas éticas respecto a si cier­ tas condiciones jusiifkan que se baga algo. Ambas preguntas se resuelven recurriendo a alguna norma o criterio. Las normas o criterios a lo* que apelamos no necesitan establecerse mediante la determinación de frecuencias. Una breve excursión por la ética deberla ayudar .* esclarecer esta afirmación. Imagine mas qiie un hombre ha prometido a su amigo y be­ nefactor llevar a la esposa de éste a otra ciudad y cuidar de que ningún daño Ir suceda en la carretera- Más aún, supongamos que mientras lleva a esta mujer a su destino, se despiertan las pa­ siones sexuales del hombre y, como él sabe que ella es bel por encima ele cualquier posibilidad de seducción, decide atacarla. ¿Se Jusúlkaki que el hombre hiciera lo que hizo? Ninguna per­ sona razonable podría negar que el hombre fiie un bribón y que su acción fue tanto injustificada como vulgar. Para llegar a esta conclusión no se necesita saber nada sobre la frecuencia con la que ocurren sucesos de este tipo o de cualquier otro. Todo loque él tiene que hacer es consultar sus normas de conducta. No se necesitaría saber que las consecuencias de Ules ataques son con mayor frecuencia malas que buenas. De hecho, cualesquiera que­ sean las consecuencias de hacer tal cosa, son injustificables por c| tipo mismo de acciones de que se trata. Una acción que es una combinación de ingratitud, infidelidad, insulto e injuria es tal que su carácter mismo la señala como éneamente aberrante c injusti­ ficable. De manera similar, algunas creencias son tales que su carácter las señala como cpisiémicamcntc aberrantes e injustificables. Una

H tíCUEN ÍH A , ADECUACIÓN V M tOttAlUUñAB

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í rcencía

contradictoria es un ejemplo de esto, y otro sería una c rcencía que fuera por completo en contra de una evidencia abru­ madora. Una persona que se niega, en una ocasión cualquiera de su vida, a creer lo que sus sentidos la llevan a creer y que, además, rrcc justam ente lo contrario, es una persona tan irrazonuble epidémicamente como éticamente irrazonable es el hom­ bre ames considerado. Por otro lado, está epUtéinicamcnie ju sti­ ficada una persona que cree precisamente lo que la evidencia de sus sentido» la lleva a creer, Por lo tanto, así como una acción puede estar totalmente jusiJCicada aun cuando t i agente no sepa qué acciones de este tipo llevan con mayor frecuencia a consecuencias buenas que a ma­ la , asi una creencia puede estar completamente justificada aun cuando el creyente no sepa qué creencias de este tipo son con ma­ yor frecuencia verdaderas que falsas. Por lo tanto, una creencia puede jusriGcarsc plenamente con base en la evidencia que leñ e­ mos de ella, aun cuando no haya forma de establecer que i.tlt-s creencias son con mayor frecuencia verdaderas que falsas,'1 Vale la pena señalar que hay un tipo de artificialidad en el argume nto de) escéptico que ahora puede exponerse por completo. El escépuco argumenta que antes de que podamos sabeTsi alguna creencia corregible es verdadera, debemos determinar primero que las creencias de este tipo son ron mayor frecuencia verda­ deras que falsas. De hecho, es muy fácil determinar tales cosas, determinar por ejemplo que si una persona cree que tiene ca­ beza, entonces con mayor frecuencia esta creencia es verdadera que falsa. Siempre es verdadera Supongamos que el esccpuco replica: ' Para determinar esto último, uno debe determinar pri­ mera en una muestra la proporción de casos en los que esta creencia fue verdadera. En consecuencia, para mostrar que al­ guna creencia es verdadera debemos saber primero que tales creencias son con mayor frecuencia verdaderas que falsas". Sin duda esta respuesta es absurdamente artificial. Cuán ridiculo c irrclevante es argumentar que ames de que podamos saber que una persona tiene cabeza, necesitamos considerar una muestra de casos en los que una persona cree que tiene cabeza y determinar en qué proporción tales creencias son verdaderas. Obviamente, " Koderurk M, i iibh nlm , fVrcfnriftf A Piulainphval Study, Gome II L- mvcrmy f*fesa, Itlu ca, N. ¥.. 1057, pp. 3 1 -30

!

I JG

El. PROBLEMADEI.CONOCIMIENTO Y EL ESCEPTICISMO

no necesitamos hacer tal cota para saber c que alguna (le sus creencias perceptualcs es verdadera, entonces su justificación de su creencia pcrcep­ tual excluye cualquier posibilidad de error. Al llegar a esta conclusión, recurrimos aJ material de un argu­ mento anterior para alcanzar nuestra conclusión estíptica -1. Si existe alguna posibilidad de que sea verdadera la hipóte­ sis del Cerebrino, entonces la justificación que alguien tiene de su creencia pcrceptual no excluye toda posibilidad de error. 5. Existe alguna posibilidad de que la hipótesis del cerebrino sea verdadera. Por lo tanto

6. La justificación que cualquiera tiene para su creencia p cr­ ceptual no excluye toda posibilidad de error, De las conclusiones (3) y (6) obtenemos una nueva conclusión escéptica: 7. Nadie sabe sí alguna de sus creencias perceptualcs es ver­ dadera. Podríamos decir que una vez que nos hemos percatado abso­ lutamente de lo que se requiere para que la justificación de una creencia sea completa, también nos encontramos con que nin­ guna creencia pcrceptual se encuentra realmente a la altura de esa norma. Por lo tanto, no hay conocimiento pcrceptual.

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EX. m o E iu m

oex, oqncjcí mi trena

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N inguna posibilidad ¡tara la kip óttsa dri tm b rin o. ti tptsltmhUi m p on d t

Podemnsaceptar la mayor parte de este argumente sin aceptar la conclusión, ya que podrirlos negar que huya alguna pcuúbilidacl de que sea verdadera la hipótesis del ccrchrinn. Hemos conce­ dido que la hipótesis del ceiebrino es lógicamente posible. Pero la posihihiI>kI lógica de la verdad no muestra que haya alguna posibilidad ílj - que la hipótesis sea verdadera Argumentar que una creencia no está completamente justificada porque alguna hipótesis rival es lógicamente posible, es argumentar falazmente Ya ames mostramos esto. Así. si el escéptico intenta argumentar desde la posibilidad lógica de la hipótesis Jc l cercbrino para lle­ g ara ía conclusión de que hay alguna posibilidad de que sea ver­ dadera, su ¿iguálenlo esutrti mal fundado. No hay posibilidad de que la hipótesis del cerebi ino sea verdadera; es simplemente absurda. Una posibilidad de trror nuis realista ti ix ép tica y los gugols

El escéptico de ninguna manera concederá que no hay posibi­ lidad de que la hipótesis del cerebrfnci sea verdadera. Después de todo, ¿tim o sabe uno que es falsa? Nótese que cualquier evi­ dencia que se exhiba a favor de la falsedad de la hipótesis podría explicarse en términos de los Ínterin» del Dr, O de confundir­ nos para que no pudiéramos hacer conjeturas sobre su existen­ cia. Sin embargo, por mor del .ugomentó, será úiii piescolar una hipótesis escéptica que tenga más posibilidades de obtener un acuerdo mediante una consideración im partía! Así que, por último, construiremos una hipótesis que obviamente tiene alguna posibilidad de ser correcia. Para hacer este inventaremos primero una historia que quizá sen mas increíble que ta del Dr □. Después haremos uso de rita hipótesis para construir una hipótesis escéptica cL>n respecto .1 ta cual, sostenemos, debe concederse que nene alguna posibilidad de ser verdadera. Imaginemos que la Tierra ha sitio observada por miembros de una civilización muy avanzada de otro planeta. Imaginemos que oíos seres son mucho mas inteligentes que nosotros, apro­ ximadamente lü tu0 vetes más inteligentes. Vaque ese número ha sido deaominado gugol, nos referiremos a ésos srtcs con ese

R F M 'M í N PROVISIONAL

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nombre. Ahora bien, uno de tos gugols, de nombre Enrique, ha convertido a tos terrestres en objeto de un estudio especial. Con la ayuda de su notable computadora, llegó a una conclusión es­ líe meted ora según la cual k » terrícolas son científicos expertos, pero al misino tiempo ineptos moral y politicamente. Oc hecho, su computadora le proporckmó una proyección, con un muy alto grado de probabilidad, según la cual tos terrícolas se destruirían a s í ii lis tilos en menos de cien años porque mostrarían ser inconi petentes para manejar la información científica y k » progresos tecnológicos que estallan seguros de poder desarrollar. Enrique se sintió muy aliatido al saber esto, pues le había tomado mu­ cho cariño a esa civilización un tanto divertida aunque trem enda­ mente agresiva. No podía pensar en alguna solución satisfactoria. Asi que puso un anuncio en la preasa gugol y ofreció un premio a la mejor csir.uegia practicable para salvar a los terrícolas. Una gugol llamada María fue la ganadora del premio. María observó que el cerebro de los terrícolas contenía cierta área, un centro de placer, que, al ser estimulada, proporcionaba un intenso placer a la persona en cuestión. Explicó entonces có­ mo este centro de placer podía ser estimulado eléctricamente mediante una fuente de poder cercana a la Tierra y controlada por una computadora gugol. El plan que ella propuso era el si­ guiente: argumentaba que una vez dominada, en cuestión de ho­ ras, la psicología de los terrícolas, éstos pod rían ser condicionados para tener ciertas creencias al ser estimulados sus centros de pla­ cer cuando tuvieran tales creencias, mientras que se podría im pe­ dir tal estimulación placentera en otros casos. María conclu yó que si se estimulan los centros de placer de bis personas cuando sus creencias perccptuales son ligeramente erróneas, y no en otros casos, en un periodo de tiempo relativamente corto dichas per­ sonas llegarán a tener creencias casi totalmente erróneas, a con­ dición de que el error no sea tan grande como para conducirlas a una experiencia inmediatamente dolorosa. Si las personas son condicionada» de esta manera para tener creencias perccptua­ les ligeramente erróneas, nunca llegarán a esas teorías científicas ni desarrollarán esos avances tecnológicos que conducirían a su muerte. Sin duda alguna, los terrícolas concebirán muchas teo­ rías científicas y proyectarán muchos adelantos tecnológicos, pero siempre habrá la suficiente confusión c itu'oherfcncia dentro de su concepción científica del mundo como resultado de sus creencias

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EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO V EL ESCEPTICISMO

pcrceptualcs defectuosas, así que fracasarán en encontrar esas verdades científicas que los destruirían. Ahora bien, alguno» filosófbs o científicos de la Tierra seña­ larán que incluso las creencias pcrceptualcs tendrán que ser re­ chazadas en ocasiones por el bien de la teoría. La razón por la cual semejantes creencias tendrán que ser rechazadas radica en que serán de tal manera erróneas que ninguna teoría podría dar cabida a todas. Para llegar a su ciencia y tecnología rudimenta­ rias, repudiarán algunas de sus creencias percepCuaies Pero los terrícolas mantendrán su compromiso con el empirismo el cual tos llevará a revisar sus tcorLis una y otra vez en términos de creencias pcrceptualcs que siempre serán erróneas. Por supues­ to, María explicó con una sonrisa de satisfacción científica que esos errores pcrceptuales son necesarios para su continuada exis­ tencia. V así fue como María ganó el premio y salvó a los terrícolas. Quizá usted podría esrar dispuesto a creer que esta historia, o una parecida, es verdadera. Si acepta que hay alguna posihilidad de quesea verdadera, entonces hay alguna posibilidad, no cxi luida por la juviíicación que tenemos para nuestros creencias pcrcepiualcs, de que nuestras creencias pcrceptuales sean erró­ neas porque los gugols nos han condicionado para creer de ma­ nera errónea, Por otro lado, no impona si la historia parece una fantasía ociosa sin posibilidad alguna de resultar verdadera, El objeto de contar la historia, además del entretenimiento que ésta pudiera proporcionar, rad ica en atraer su atención hacia el hecho de que nuestra supervivencia puede depender de nuestra igno­ rancia. Hayal menos alguna posibilidad de que si nuestras creen­ cias pcrceptuales no hieran ligeramente erradas, ligeramente in­ correctas, entonces de hecho nos destruiríamos como resultado de los descubrimientos científicos y del mal uso tecnológico ba­ sado en ellos. Así, proponemos que existe al menos una posibi­ lidad de que las creencias erróneas tengan un valor de supervi­ vencia y, más aún, de que lo errada de nuestras creencias pcrcep­ tuales nos haya salvado de nuestra destrucción tiempo atrás. I lay algu na posibilidad, por pequeña que ésta sea, de que lo errado de nuestras creencias pcrccptualc» tenga un valor de supervivencia. Supongamos, a manera de ejemplo, que existe alguna teoría particular especial metí te peligrosa para la humanidad. Imagine­ mos que algún descubrimiento de la física —quizá uno que nos

RJ5UMBN PROVISIONAL

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permita formular una teoría completamente deteriiiijiista en el nivel subatómico, y por lo tanto rcivi tul icarioca de Einsfeia, quien aliogó a favor de una teoría semejante— nos permitiera entender cómo liberar grandes cantidades de energía en forma sencilla, con materiales comunes. Si por Otro lado imaginamos que tales dispositivos pueden tener el poder de las trombas term onuclea­ res y que cualquier persona puede aprender con facilidad cómo construirlos a partir de materiales a los que lodos tenemos acceso, entonces podemos deducir que tales dispositivos nos pondrían a todos a merced de personas dementes y desesperadas, dispuestas a destruirse a sí mismas para destruir a losdein.li, por lo que c| holocausto resultaría de la locura de unos cuantos Lo anterior no es sino una forma en la que el descubrimiento de algún principio podría servir para destruirnos. Hay muchas otras que uno podría imaginar. Si el descubrimiento de dicho principio arrasara con la vida, entonces sería necesario no descu­ brirlo para que nuestra existencia continuara. Ahora bien, una manera de evitar c| descubrimiento de semejante principio sería el error pcrceptuat Si somos víctimas del engaño al nivel perceptual, nuestros intentos por revisar esas teorías que pudieran llevarnos a lo fatal se destruirían al nivel de la observación. Debe­ mos sentirnos motivados, a fueren de tener observaciones defec­ tuosas, para aceptar algunas teorías ligeramente incorrectas que son más probables, en términos de nuestras creencias pcrccptuales ligeramente erróneas, que estas teorías correctas que, aunque fátalcs, rechazamos. Eli suma, la teoría se basa, va sea direcra o indirectamente, en la observación y, por lo tanto, la observación imperfecta, las creencias pcrceptualcs erróneas, puede impedir que lleguemos a teorías correctas. Nosotros proponemos que hay alguna posibilidad, por pequeña que pueda ser, de que en este momento nuestra supervivencia misma dependa de nuestra im­ posibilidad para aceptar cierta teoría correcta, debido a nuestras creencias pcrceptualcs erróneas. De esta manera, entonces, hay alguna posibilidad de que nuestras creencias perccptuales sean erróneas, y, de hecho, de que nuestra supervivencia dependa de ello. Si usted se pregunta cómo ha sido posible que el error no haya sido detectado, la respuesta es que, de haberse detectado, ahora no habría nadie que informara del resultado El argumento anterior puede abreviarse en forma de un desa­ fío. Si alguien sostiene que sabe que nuestras creencias pertep-

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iL paoftLtuA t « t co n o cí mi f. n to ¥ tt. r.s c r.m a 5 M o

cuajes no son erróneas y que tal error no tiene valor de supervi­ vencia, hagámosle una pregunta decisiva. ¿Cómo sabe usted que el error en nuestras creencias perccptualcs no tiene un valor de supervivencia? Los escépticas arguyen que nadie tiene una res­ puesta satisfactoria a esta pregunta. De hecho, no importa qué clase de creencias escojamos, si preguntamos a un cpistcmtsta cómo sabe respecto a talca creencias que el error en dichas creen ­ cia» no tiene valor de Supervivencia, sólo podemos esperar el si­ lencio como respuesta. Pero si el rpisienú&ta no puede explicar cómo sabe estas cosas, entonces debe ad mitir que aquí hay alguna posibilidad de error, y que no sabe lo que d k c saber. Resuman del último argumenta gsctfxico Ahora presentamos un resumen del atgumenfo precedente. En nuestro resumen nos referimos a la hipótesis de que lo erróneo de nuestras creencias perccptualcs tiene valor de supervivencia como en el caso de ia hipótesis de la ntpen>wmctn. Entonces el ar­ gumento es el siguiente: I Si alguien sabe que cualquiera de sus creencias percepiualcs es verdadera, entonces su creencia pcrccptual tiene plena justificación. 2. Si alguien tiene plena justificación en su creencia perceptual. entonces la justificación de su creencia pcrccptual ex­ cluye toda posibilidad de error. Por lo tanto 3. Si algu icn sabe que cualquiera de sus creencias perccptualcs es verdadera, entonces la justificación de su creencia perccpiual excluye toda posibilidad (le error Continuamos el ultimo argumento escéptico: 4. Si hay alguna posibilidad de que la hipótesis de la supervi­ vencia sea verdadera, entonces nadie está justificado para pensar que hay alguna creencia pcrccptual que excluya to­ da posibilidad de error* 5 Hay alguna posibilidad de que la hipótesis de la superviven­ cia sea verdadera. fb r lo tanto

f t f.VIA nW DEL FASO DOS

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«>. Nadie está justificado para pensar que alguna creencia petccptual excluye toda posibilidad de error, Hmonees, de las afirmaciones (3) y (6), el escéptico concluye: 7. Nadie salle si alguna de sus creencias perceptibles es ver* dadora. Si a su vez se le preguntara aJ escéptico por qué piensa que el paso (5) c» verdadero, podemos esperar que responda confuí me a los lincamientos de su objeción: nadie sabe si la hipótesis de la supérvívencin es falsa. Por lo tanto, hay alguna posibilidad de que sea verdadera, como se afirma en (5). ÜKA RESPUESTA DEL EP1STF.MISTA; El ESTATUS DEL PASO DOS

Lle ninguna manera queda claro que un cpistcmista acepte la ver­ dad del paso fá}. Después de todo, podría argumemar, el sentido de posibilidad" o de “probabilidad'’ pertinente pañi el paso (5) no es el tic la frecuencia relativa La frecuencia relativa de que hipótesis tales como ta hipótesis de la su pervivcncia sean más verdadora» que falsas, comparada con la frecuencia de que senté jan­ tes hipótesis sean falsas, hasta donde se sabe, posiblemente sea de cero. Aun asi, el aspecto que con mayor probabilidad atacaría el epistenústn sería el p;iso (2). El problema con esa premisa es, en pocas palabras, que el criterio para que una justificación sea compitió, se ha fijado cu un nivel irrealmente alto. De hecho, pa* rcccita que detrás de la premisa (2) no se esconde más que la idea ya descartada de que uno tiene plena justificac ión para te­ ner una creencia perceptual sólo si es lógicamente imposible que la crcenc ia sea falsa Para entender mejor esta afirmación del cpistcmisia, conside­ remos un ejemplo en el que una persona tiene una creencia per* reptual como resultado de ver un jitomate sobre la mesa, I magínemci* también que tiene alguna evidencia para tener esa creen­ cia, específicamente U "evidencia de los sentidos", discutida an­ teriormente en este capítulo y quizá también otra evidencia. Por comodidad, digamos que esta evidencia c* r. Es r la que justifica a la pervma en su creencia perceptual sobre el jitomate. Supon­ gamos además que f si hasta para que esa persona justifique c tanto de que no sabemos nada. Pero con seguridad esa conclusión « absurda Consecuente­ mente. debe ser razonable rechazar la premisa en ti que se basa. Aunque debemos admitir que una alia probabilidad no bastará para una plena justificación, es posible que una alta probabili­ dad más algún otro factor puedan bastar y también permitimos

EJF.R r u c i o s

MI

eli nlir U ] i-*raí ljnriel s*>rtei i KI único problema radica en decir cuál ra

otro factor

¿Que piensa usted de cale aigumento? ¿Es plausible? (Puede usled proponer e! factor filiante? 2 l El último argumento escéptico se enuncia en términos de La hi­ pótesis [le la supervive no.». Sin rm Lujn, el cpislrmista licnr una respuesta a este argumento, respuesta COA L qur se Opone U La noción del escéptico sobre la plena justificación. ¿Es efectivo acpií d argumento del cpislenvisU? ¿Hay alguna respuesta rtmmahle queeJ escéptico pudiera dar y que haya sido pasada pur alto? 22- Considérese este nuevo argu mentí i escéptico: Con el fin de que una persona «nocía realmente algo, debe estar totalmente rtgtffu de cao. De modo que, para que Sara sepa que el liquidi i del viso de laboral' irio es un ácido, dele es­ tar totalmente segura de que el liquido es un ácido. I'cro para que esté totalmente segura de eso, no drlie haber ningún mo­ tivo imaginable para dudar de que el liquido es un ácido. Aun­ que con seguridad es fácil imaginar motives para dudar de esa afirmación. De manera similar, es totalmente sencillo imaginar motivos para dudar de cualquier supuesta muesLra de COUOíltnlento pcrceptnal. Por lo tanto. ninguna creencia pcrccplual es segura y por lo tatuó ninguna vale como conocimiento. El escepticismo ha sido reivindicado. ¿E*te nuevo argumento t ie n e incito donde otros han faltado?

III

EL PROBLEMA DE IA LIBERTAD Y EL DETERMIMISMO El problema de la libertad y d determínismo constituye básica* mente una paradoja. Uno paradoja surje cuando dos supuestos igualmente evidentes conducen a resultados en apariencia in­ compatibles, Por lo Lnnto, una paradoja es racionalmente into­ lerable. Ninguna persona racional puede aceptar resultados in­ compatibles; de ahí que ninguna persona racional pueda aceptar la paradoja! ¿Qué paradoja está vinculada al problema de la libertad y el drtcrniinismo? Básicamente es la siguiente. El dctermttmtno es la tesis de la causalidad universal, la tesis según la cual todo tiene una causa, por otra paite, la doctrina de la libertad sostiene que algunos de nuestros actos son libres.. Ambas concepciones pa­ recen ciertas, No sók) creemos que todo tiene una causa sino también que algunos de nuestros acias son libres. Sin embargo, catas dos creencias conducen a resultados aparentemente incom­ patibles. Para comprobar lo anterior, considérese el caso del de­ le rmintsmo. UN ARGUMENTO

EN FAVOR DEL D ETERN IN ISM O

AIjGO EN 1 ,0 QUP- TO DO S CREEMOS

Lo primero que hay que señalar acerca de la tesis del delerminisma ce q u e todos creemos que es verdadera. Todos nosotros creemos, o al menos estamos d wpucstos a creer, que nulo cuanto ocurre tiene una causa. Para confirmar que efectivamente c. ree esta, considere usted cuál sería su .reacción ante la siguiente sitnación; una mañana usted se levanta y sale a encender su nuevo auinmóvil. Meic la llave, oprime el acelerador, luego el botón de

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El l'ROKt l'MA DE LA LIBERTAD V EL DKTERMINISM i >

encendido y no pasa nada. Su auto no enciende. Asi que. abre el cofre, revisa Lis bujía», el carburador, el acumulador, y asi surc sivatnenie, pero todo parece estar en perfecto orden, V sin cm bargo, lo cierto es que el auto no enciende, Un Limo malhumo rado por la hituación, llama al mecánico quien llega al lugar de los hechos (leriíi de confianza. El compondrá el auto y lo hará arran­ car La examina cuidadosatnente, lo revisa con la minuciosidad de un experto, pero ni siquiera él puede encontrar la razón de la descompostura. l>adn (pie el auio es completamente nuevo, a estas alturas us­ ted se muestra impaciente y llama al representante de U fábrica. £sic llega poco después ataviado con una impecable bata blanca, característica de su profesión, y empieza a revisar su auto. Una vez terminada una muy concienzuda investigación, y cuando su bata ha dejado de ser blanca, usted le pregunta, "¿Qué pasa?” Su respuesta es, "Nada". En vista de que su coche aún no en­ ciende. decide arreglar el asunto en otros términos Así que usted pregunta: "Bueno. ícuál es la causa del problema?" Es entonces cuando el represéntame de fábrica se arregla la corbata y con­ testa en un tono oficial, "No hay causa alguna. Na le pasa nada a su auto. Simplemente no enciende." y prosigue. "Ésta es una de esas situaciones curiosas en la» que surge un problema que realmente no tiene causa alguna. No hay razón alguna para que su auto na encienda. Simplemente no enciende, y es todo |o que puede decirse." Su informe es absurdo. Usted seguirá convencido de que debe haber una causa. Del hecho de que el represéntame de la fábrica no haya podido encontrar la causa del problema, no se sigue que no existe una causa. Debe haber alguna causa que el represen­ tante no ha sido capaz de descubrir. La nuón por la que usted encuentra inaceptable el informe es que está convencido de que Lis cosas tienen causas. Usted, como todas las personas con sen­ tido común, cree que el determintsmo es verdadero. Para reforzar esta idea, consideremos un ejemplo más. Su­ póngase que la Asociación Nacional de la Salud ha contratado a un científico para encontrar la causa de la enfermedad conocida como “rccnac". Tras muchos años de investigación, el científico rinde el siguiente informe sobre su investigación:

M i.O K,N LO Q U t "ttlUOS ÓRFF.MCJS

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Hemos n u d o investigando diirltMí* muchcn año* la Huía del ref­ luí Hemos descubierto que tanto los animales como los seres hu­ manos se ven afretado» ocasionalmente por esta enfermedad K* urui enfermedad rara vez fatal ya sea en los animales, ya sea en los hombres, pero consta de una serie sumamente desagradable de simo mas que v conocen muy bien. Habiendo estudiado las condi­ cione» biológicas y ambiéntala del ctlfei itici —el estado de U san­ gre, el de los órganos vitales, el del sistema respiratorio, el del sis­ tema nervioso y el de lo* genes, asi como todas las influencias exter­ nas que pudirnos aislar— hemos llegado a la inevitable conclusión de que la enfermedad no putee una causa No* damos cuenta de que, tras invertir varios millones de dólares en el estudio del retnac, ¡urde parecer desafortunado haber llegado a este resultado Pero debió reconocerse desde rl principio que éste era lino de Jo* resulta­ dos posibles de la investigación. Comúnmente, cuando estudiamos una enfermedad, encontramos, tarde o temprano, qur posee una rauu, qur existe algún germen o virus o algún otro ágeme causante que da lugar a la enfermedad. Pero esta enfermedad, el recnac, no es una enfermedad común, Se produce de ver en cuando, pero no tiene causa alguna Tin sólo existe Sentimos tener que rendir un informe que muchasde las víctima* de la cnfcrmcd-ul considerarán, por razone» subjetivas, desalentador. Sin embargo, no preséntame» ninguna disculpa por nuestra lonclusión te llegó a ella en forma objetiva y científica gracias a U más cuidadosa y concienzuda inves­ tigación experimental. Este informe sería rechazado por ser considerado como un mon­ tón de s¡asentidos preteasiosos. El fracaso de loa científicos para encontrar la causa del recnac no permitiría establecer que la en­ fermedad no tiene causa alguna. Por el contrario, todos supon­ dríamos que tiene que tener una causa, que no podría dejar de tenerla. Por supuesto, en los dos casos considerados estaríamos dis­ puestos a aceptar la conclusión de que los investigadores más cxpet intentados no pudieron encontrar la causo, lis posible que las causas sean difíciles de encontrar, pero decir que una causa es ih/uU d f encontrar no equivale a decir que la causa no rxutt. Por lo tanto, todos estamos convencidos de que tanto el hecho de que el automóvil no encienda como la enfermedad poseen alguna causa. Son tan sólo dos ejemplos de cosas que creemos que son causa­ das por algo, pero el mismo argumento podrir» aplicarse, por e x ­ tensión, pata mostrar que nosotros creemos que todas las demás

I 16

EX. l'R O B liM A UE. JA LIBERTAD V IX. n t T U M I M S M n

cosas también son causadas por algo. Cualquier cosa en 1.» que centremos nuestra atención, cualquier cosa acerta ile la cual nos hagamos preguntas, es una cosa para la que podemos buscar la causa "¿Por qué sucedió esto?’*, nos preguntamos y esperamos una explicación! causal. No importa |n que pase, usted siempre podrá preguntar "¿Por qué ocurrió esto?" o bien, “¿Cuál fije la causa «le eso?" Todos nosotros creemos que semejantes pregun­ t a tienen utu respuesta I .o anterior muestra que indos estamos convencidas «le que. pase lo que pase, todo tiene «pie ser caú­ senlo por algo, incluso quienes no hemos considerado el asunto en términos tan generales, (Ja ro está que el hecho de que la icíis del dctertiiínism osea creída por todo el mundo no la hace verdadera. Una creencia ge­ neralizada de este tipo muestra tan sólo que la «recncia es parte del sentido común > que, al igual que otros creencias de sentido común, puede ser falsa. Sin embargo, la creencia «le que el dcrcrminisiiio es verdadero es una creencia mtímabtf, ya que cons­ tituye un rasgo de sentido común reflexivo. Es decir, además de ser ampliamente creído, el deccrminismo es una lesis en la que todos seguimos creyendo tras de pensar en ella cuidadosa y cons­ ciente in o. trasde examinar lo que significa y ilr tratar sin éxito de pensaren con trac je tupios. Estos fació tes también fueron es­ grimidos en la discusión .interior, y bastan para mostrar que el dexenn mismo es razonable. Por otra parte. t.i creenciacn el deteríumiMiio -a diferencia de algunas creencias «le sentido común— no puede ser refutada por nuestra imposibilidad para descubrir la causa de oigo, El determ mismo es una icsis «|uc todos creemos verdadera v itu puede refutarse mediante la miposibilid.nl para encontrar los causas que buscamos. Supongamos entonces que todo tiene una causa. :Por qué habría esto de generar una para­ doja? 't^ué problema suigc a partir de esta convicción «le sentido común? El ftrablrma Supóngase que una persona posee una enfermedad hereditaria > que dicha enfermedad es el resultado «le fac lores causales sobre los cuales no tiene ningún control Nada «le lo «pie pudo haber hecho lo habría prevenid o contra esa enfermedad No es algo que posee por voluntad propia; es el resuluido inevitable «te sucesos

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J.N LO y t > . TUtXW C

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V procesos qnc estaban más ,dl;Í de su míhicmiL, fu m tw ucit ■ia, razonablemente no podría h.u éisvlc rexpnmable |im nmerlu * >o,i Hi] ma ik- plantea i el asumo es la siguiente I l ínter hu í en Ferumiad no rsalg o tp ie una |k isíui . i han:, ih k -í s i u í /Iií l.s algo 11ul- i Q U l TOOOS CUFrXOS

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opciones cuando en realidad no las hay Un caso típico de lo antelomado do Joh n Lockc, es el siguiente.1 Supóngase que una persona es transportada a una habitación mientra» se encuentra ■Iinmuta y que la puerta de dic ha habitación, que es la única vía ríe escape, lia sido rem ida con llave por fuera Pero la persona im sabe, y ni siquiera sospecha* que la puerta está cerrada con llave. Se despierta, se da cuenta de que está en la habitación y de que tiene una agradable compañía. Sin salter que se encuentra r neerrada, la persona podría considerar la posibilidad de aban­ donar la habitación pero elige permanecer en ella. Por supuesto, realmente la persona no tiene alternativa, no puede salir, pero en verdad está eligiendo. Ocasionalmente, optamos por hacer cierta rosa cuando en realidad no tenemos alternativa. Este aspecto es importante para la pasmón determinista. Con este último término nos referiremos no sólo a la tesis del deter­ minando, sino también a la exigencia según la cual el detenninisnto conlleva que nocxtstan actos libres, y a la exigencia de que, en consecuencia, ningún acto sea libre, Spinoza era determinista en este sentido, y sostenía su argumentación de la siguiente ma­ nera: creemos que somos libres porque ignoramos las causas de nuestros actos.1 Al igual que el prisionero, si poseyésemos alguna luí sobre b verdadera naturaleza de nuestra situación, veríamos que no somos libres. Según la posición determinista, la conducta humana se encuentra determinada de la misma manera que la conducta de un proyectil. Si el proyectil fuera consciente podría decirse a si mismo mientras vuela por los aires: "Soy libre de desviarme hacia la izquierda o la derecha pero opto por conti­ nuar viajando en esta dirección." Por supuesto, todo esto no tiene sentido. El proyectil no tiene alternativa. La ruta que sigue está causal mente determinada; no puede virar ni para la izquicida ni para b derecha. Aunque fuera consciente c ignorante de la de­ terminación causal de su vuelo, el proyectil podría muy bien con­ siderarse a sí mismo como libre. Según Spinoia, dicho proyectil sería tan necio como la mayor parte de la gente, ya que los movi­ mientos que ésta h3cc no son más libres que los movimientos de 1 John Lorkr. £mau> to*rr tí parágrafo 10

mltnAimtenln humane. Libro II.

Capitulo 21,

* flaruch Sptnou, ¿lira, Parte 1, Apéndice, parlgnfo do», y Parir II, Propoúríftti XXXV. Sthalnm -

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H PROBLEMA DE IA LIBERTAD Y EL Ü17TEHMINISMO

un proyectil. No somos más libres de desviarnos de la$ rutas que tomamos que el proyectil lo es de desviarse de su ruta Debido a que somos conscientes, e ignorantes de la determinación causal de nuestros actos, treem os que somos libres de virara la izquierda o a la derecha, aunque optamos por no virar baria ningún lado. De ahí la ilusión de que somos libres. Elegimos sólo parque no podemos darnos cuenta de que no somos libres. El acto de elegir, cuando uno no tiene alternativa ■—cuando uno no es libre— , se basa en La ignorancia. Claro, si somos ignorantes y elegimos cuando realmente no tenemos alternativa, todo esto también está determinado. Si re­ sulta una necedad elegir cuando no se tiene alternativa, al menos nos queda la tranquilidad de la certidumbre de que nada pode­ mos hacer al respecto, Somos impotentes para evitar este estado de cosas. En consecuencia, aunque pueda parecer necio, no lo es. La necedad que no se puede evitar no es necedad, es infortunio, y ésta es la'única forma correcta de describir lo que aparentemente es insensatez o maldad. Quien asesina a Otra persona es impoirnte para evitar el acto que realiza, Al igual que un proyectil, es más pasivo que activo; sus movimientos son las consecuencias causales de procesos y Tuerzas que los hacen tan inevitables como el movimiento de un proyectil. Resulta ahora muy claro que la tests del determimsmo tiene también consecuencia» paradójicas. Ya que si aceptamos dicha te­ sis, y todos parecemos dispuestos a aceptarla, debemos entonces aceptar la> consecuencia» en el sentido de que ningún acto hu­ mano es libre y. por lo tanto, de que nadie e» responsable de los actos que realiza. No somos m is responsables de nuestros actos de lo que lo es una persona enferma por tener una enfermedad hereditaria o un proyectil por seguir ia ruta que sigue Esta línea de pensamiento influyó enormemente en el nove­ lista Samuel Buücr. Le parecía que no era más razonable castigar a los criminales de loque seria castigara un enfermo, ya que los criminales no tienen más control sobre su comportamiento que el que tienen los enfermos sobre su estado de salud. Ambos casos son el resultado de procesos causales que quienes lo sufren son incapaces de controlar. Para remachar el clavo sobre este asunto, Butfer escribió una novela satírica. EreiJum. acerca de un país en el que el sistema penal era curiosamente diferente al nuestro. En Erewhon, Las persogas que cometen actos criminales, como

ALGO EN LO QUE TOOOS C'ttf.EMuS

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fraudes a compañías de seguros, asesinato* y demás, son tratadas como nosotros tratamos a kw enfermos. Se les envia a hospitales donde reciben tratamiento para sus dolencias inórales. Ningún estigma está ligado al hecho de ser atendido de esta manera. Por otra parte, las personas añbilu,tti. Por lo tanto, un determi­ nista, según el uso que dantos al término, es un incompatibílista que acepta la tesis del determinismo. Finalmente, llamemos a la persona que rechaza b premisa ( I ) urt ttbtttarúi. Contrariamente al argumento que hemos considerado hasta ahora, el libertario afirma que el acto libre existe, pero dado que acepta la premisa (2), niega la verdad del determinismo. Podemos ver las diferentes posiciones que se desprenden con ayuda de b tabla que aparece en la página siguiente. Claramente, los tres primeros pasos son cruciales ya que las tres posiciones aceptan el paso (4). También es claro que tanto el determinista como el libertario huí irte o mpa ti lulis tas dado que ambos aceptan d paso (2). Finalmente, portemos observar, para futuras referencias, que sólo la posición conipaübiiisia acepta anr-

I

5fi

EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD Y EL DFTI RMIMVMO

Pasoi dfl A tgumrntn iiimrdialamentf aníme n-t

Dftrrmimtlii

Ltttrrtano

Compahhilula

pato (1) Tesis del determ ii lisrno

acepta

reehá/a

acepta

pato (2) Sí h tesis del detertninismo es verdadrra, entonces, no hay artos libre»

acepta

acepta

rechaza

p*M ( t i No hay arte»-, libre»

acepta

rechaza

rechaza

pato (-t 1Si no hay arios libe'», entonce* ruidlee» responsable dc uu .utos

acepta

acepta

acepta

poto í .í ,' Nadie c* respousable de sus arici»

acc-pCp

rechaza

rechara

'■.o utirinm iDncs i tjnliim.iH.i*. por t i sentido común, n saber, ( I ) y In tu g,u m ude ( V|. Porque neepm h premisa (2), niega la verdad ili l rittci vnmisino. La posfrión libertaria o» b que considcrarenn» a rom ilinación

L\ POSICIÓN UBKKTARt \ I Icnins examinado los argi miemos presentad oí por el detenniinsta pava mostrar que » hayactos libres. ¿Qnó puede decirse de la concepción libertaria? L1 libertario sostiene que la gente licúe libre aH>cdrio, que el atrio libre eviste. v que. en fonscciicticia, la tesis del detcruiintMno es CiUn. líe lal suerte que el libérta­ la') niega que tmlos los actos humanos tengan una causa Ya he­ mos obsei mito que parece una simple rucslióti desentidoeotmi ti aceptar la tesis del deu-t inmismn. Tal parece que todos creemos que todo csin catisalmente determinado. Si esto o una simple cuestión de sentido común, ¿cómo puede entonces sostenerte ra­ zonablemente, sin contrariar el sentido común, que hay artos libres? La respuesta presentada por ciertos libertarios —como por ejemplo I bomas Rcid y O A, Campbell— es bastante pre­ cisa Según QimplK'll y Reíd, desde todos los puntos de vista, es cuestión de convicción de sentido común creer que actuamos |i-

n tU B E JW rlO N V CREENCIA DE QUE SOMOS U B R E S

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bremente como lo es creer que la tesis dcldeterminismo universal es verdadera. U N ARGUM ENTO LIBER TA RIO :

DELIBERACIÓN Y CREENCIA DE QUE SOMOS LIBRES Con el fin de comprobar por qué estos y oíros filósofos han pen­ sado que era simple cuestión de sentido común creer que Lis per­ sonas realizan actos libres, resultará útil examinar con cieno cui­ dado la noción de acto libre. Con anterioridad observamos que según el determinista nulos somos incapaces de actuar en forma diferente de como lo hacemos, lie tal suerte que. según el de­ terminista, cada vez que actuamos, no está en nuestro poder no actuar, y cada vez que no actuamos, no está en nuestro poder actuar. El libertario sostiene dos opiniones diferentes. Sostiene que algunas veces cuando actuamos, está en nuestro poder no ac­ tuar; y algunas vetes cuando no actuamos, está en nuestro poder actuar. En pocas palabras, en ciertas ocasiones podemos actuar en forma diferente de como lo hacemos. Otra forma de plantear este argumento es decir que algunas veces está en nuestro poder realizar o no los actos que realizamos. Si esto es cierto, entontes nuestros actos son actos libres. Por lo que decir que un acto es libre equivale a decir que pudimos haber actuada de otro modo, que estábamos en libertad para actuar de otro modo, o que estaba en nuestro poder actuar de otro modo. Según el libertario, todos creemos que realizamos actos libres, en consecuencia, la creencia de que realizamos actos libres es cuestión de sentido común en la misma medida en que lo es la creencia de que la tesis del detcruiinísmo es verdadera. ¿Cómo puede mostrar el libertario que todos creemos esto? Una forma de mostrarlo puede ser reflexionar acerca de la naturaleza de la deliberación. En un momento dado, todos no­ sotros deliberamos. Algunos de nosotros podemos deliberar en muy poto dempo; otros podemos tomar mucho tiempo para de­ liberar. En ocasiones, nuestras deliberaciones pueden ser insen­ satas y en otras ocasiones sabias, pero es un hecho común que en efecto se den las deliberaciones. Ninguno de nosotros rehuye la tarea de deliberar acerca de la realización o no realización de cíenos actos. Además, cada uno de nosotros puede constatar, me­ cí íante simple introspección, que realmente delibera íl>e qué ma-

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ZLfHOÜLEMA DE LA LIBERTAD V i l . nETKRMINLSHO

ñera muestra este hecho —el hecho de que todos deliberamos— que creemos (ctuer Jibic albedrío? FJ argumento es mtiy senrilk>. En parte, la deliberación conlleva ia creencia de que somos libres Si yo delibero acerca de ai debo o no realizar algún arto, debo creer que depende de mí realizar dicho arto y que también depende de mí no realizarlo. Si me creyera incapaz para realizar o no realizar el arto, sería absurdo que yo deliberara acerca de su realización o no realización Fu efecto, si realmente nic creyera a mí mismo incapaz a este respecto, entonces no creo que tuviera sentido detirque estoy de liberando ace rea de realizar o no el aero mencionado. Puedo deliberar acerca de si debo o no realizar el acto jí depende de mí realizarlo y si también de mi depende el no realizarlo, Pero deliberar acerca de lo que uno haría si uno no fuera incapaz no equivale a deliberar acerca de lo que uno debe hacer. Para esclarecer la relación entre la deliberación y la creencia de que somos lila es, consideremos un ejemplo Concreto Supongamus que una persona está elcidrera i ido si pagar o no Li renta. Fsta persona sopesa las condiciones en ambos casos. Por ejemplo, re­ cuerda que, en invierno, el casero no prendió la calefacción sino hasta muy avanzada la tarde; recuerda que el casero no reparó la gotera de su baño; recuerda que el casero no retiró la nieve de la acera después de la última tormenta; y asi sucesivamente. Por otra parte, recuerda que el casero se mostró más bien pa­ ciente cuando, debido a una prolongada enfermedad, no pudo pagar la renta el pasado invierno c incluso que: el mismo casero no ha gozado de buena salud últimamente. Finalmente, tras so­ pesar los pros y los contras, Uega a una decisión. Decide, tras haber considerado torios los factores, que debe pagar la renta Por supuesto, si es una persona consciente pagará la renta, si es que puede hacerlo, porque así lo exige eí deber. Éste es un ejem ­ plo perfectamente común de deliberación. Por otra parte, todo lo que hemos imaginado muy bien pudo haber pasado aunque la persona no fuera capaz de pagar la rema. Imaginemos que su cuenta barrearía está en ceros, aunque no lo sabe, y que no le es posible obtener el dinero suficiente para pagar la renta. En este caso, aunque podría deliberar si pagar o no la renta, no depende de ella pagarla o no pagarla. Es perfectamente posible que una persona delibere acerca de si debe o no hacer algo, como pagar la renta, aunque una de las alternativas no depende de ella.

DELIBERACIÓN Y CREENCIA DE QUE 3 0 MCE* L IBR ES

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No obstante, es i rapo lian te hacer notar que una persona no debe saber o creer que es incapaz de pagar la renta si ha (le des­ cribírsele como una persona que delibera acerca de esc asumo. Si modificamos el ejemplo c imaginamos que la persona sabe que su cuenta honraría está en ceros y que no puede conseguir dinero, cmoneen no podríamos describirla correctamente como alguien que delibera sobre si pagar o no la renta. Podría estar delibe­ rando sobre si pagaría la renta si estuviera en su poder pagarla. Pero este caso es un tanto diferente del caso que consiste en deliberar sobre si pagar o no la rema. Sería absurdo, en verdad sin sentido, describir a « l a persona como a alguien que delibera so­ bre si pagar o tío la renta cuando sabe perfectamente bien que no tiene el dinero para hacerlo. Para que podamos describir a dicha persona correctam ente como alguien que delibera sobre si paga o no la renta, debe ai menos creer que puede pagarla, y, por su­ puesto, debe creer que podría dejar de pagarla. Debe creer que está en su poder pagar o no la renta. Este caso de deliberación es típico de todos los casos de deliberación a « t e respecto La persona que delibera sobre si hacer A o B, debe creer que está en su poder realizar A y que estA en su poder realizar B Si cree que una de estas opciones no está en su poder, en to n e» no está deliberando sobre si realizar A o B Por to tanto, la deliberación conlleva la creencia de que es es libre. Iodo» aquellos que delibe­ ran deben creer, en el momento de la deliberación, que realizan actos libres. En virtud de que, en algún momento de nuestra vida, todos deliberamos, es una convicción desentido común el hecho de que realizamos actos libres. Por lo tanto, el libertario sostiene que, por mera introspección, podemos discernir que con frecuencia cre­ emos que realizamos actos libres. En ocasiones percibimos « t o en perspectiva cuando «tainos considerando una acción futura, y en ocasión» percibimos esto en retrospectiva, cuando conside­ ramos una acción pasada. Además, en amitos casos, afirmaría un libertario, la creencia de que somos libres « u n asunto de sentido común reflexivo. Si pensamos cuidadosamente acerca de « lo s casos y consideramos si nos hubiera sido posible actuar de otro modo, descubriremos que sí creemos que podríamos haberlo he­ cho. La creencia de que algunos actos son libres « una de las creencias preteóricas del sentido común reflexivo. Es, por tanto, una creencia que posee cierto grado de racionalidad inicial

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EL PROBLEMA E»F LA nULklAl) V EL tltTTJlMtNtSMt i

{JbjecVMfi ni aigjim m lii a n im a r : n riu ¡tf (o n fn rm t n i rrvHivo más f u r r i r

Algunos deterministas han desaliado estos pretendidos dato* de la introspección. Es decir, algunos deterministas han negado .^ revela que fuimos a p f f c i de actuar de acuerdo con n u estro deseo m í* fuerte en ese m om ento, y que eFeniívaineme pudimen haber tetuado de otro m odo si hubiese prevalecido un m otivo diferente en esc m o m en to 1

El elemento clave de esta discusión está suficientemente claro. Y es que cada ve/ que reflexionamos sohre una acción pasada no descubrimos que creemos que pudimos haber actuado de otro modo de como de hecho actuarnos, sino que siempre actuamos de acuerdo ron nuestro deseo mis fuerte. C. A. Campbell ha res­ pondido que hay algunos casos en los que podemos descubrir, por introspección, que no actuamos de aruerdo con nuestro de­ seo más Fuerte, a saber, cuando “cumplimos con nuestro deber" en un esfuerzo moral. Campbell sostiene que cuando ser encuen­ tra en una situación en la que el cumplimiento de su deber, X. entra en conflicto con la satisFaecíón de su deseo más fuerte, 1’, me doy cuenta de que no puedo evitar pensar que puedo cumplir

con mi deber y degif X; llevándose a rabo el "cu m p lim ien to del d e ­ ber" gracias a k> que com únm ente *c conoce com o "e sftjcm o de La voluntad" V m e doy rúenla adem ás, si me pregunto a mí mismo exactam ente qué es lo que CTCO CUAlulo creo que "p u e d o " cumplir cotí mi deber, que no puedo evitar creer que está ni mi p oder, to­ talmente, .iqui y ahora, cuál de las d Os posibilidades gen trinam ente Adtilí Grunhaum, Tjusuliiy *tid tbe Sarnce of Human Bchavior”, rcimpteso pardalmciil# rn Piulaiciftkx Pnhiem i. Maurio- Mandclbaum e l ai V P-L n m * M I M s W f i

puede, si asi k> desea, no realizar A. Otra forma de postular l.i posición libertaria consiste en decir que cuando una persona «s libre, cuando su acto es libre, entonces es decisión su va realizar no dicho acto. Nuevamente, esta idea puede expresarse diciendo que la persona puede realizar c| acto y también que puede, si asi lo desea, no realizarlo, Una forma más de expresar la idea del libertario es decir que una persona es libre cuando tiene alterna­ tivas. Ahora bien, si b persona realmente tiene alternativas, esto quiere decir que cualquiera que sea su elección, pudo haber ac ­ tuado de otro modo. Asi que podemos expresar la idea de que una persona ha realizado un acto libre diciendo que aunque re­ alizó el acto, y que, obviamente, pudo hacerlo, también es cierto que pudo haber hecho cualquier otra cosa en su lugar. De modo que una persona realiza un acto líbre si y sólo si pudo haber he­ cho cualquier otra cosa en lugar de b que hizo. El que tengamos evidencia de que las personas son Ubres, so­ pesando b evidenrb con b que contamos en favor de b tesis del tlctcrminismo, depende de qué tan sólida es nuestra evidencia en iavor de b hipótesis de que tina persona pudo haber hecho ntna cosa en Jugar de b que hizo en alguna ocasión ¿Qué tan sólida es esia evidencia.1' ¡j>s dalos d f la rntrosprcriiíii De hecho todos deliberamos, y cato significa que todos nosotros creemos en cierto momento que pudimos haber actuado de otro modo. Así que debe aceptarse como un hecho de introspección innegable que si creemos que pudimos haber actuado de otro modo. El problema que debemos considerar ahora es el siguiente. ¿Acaso el que nosotros c reamos esto constituye una evidencia que nos permita decir que es cieno? Con frecuencia creemos cosas que son falsas y el que creamos que son verdaderas no constituye evidencia alguna que nos permita decir que son verdaderas. No obstante lo inverso a verdadero. Ocasionalmente el solo hecho deque una persona crea algo sí constituye una evidencia en favor de b veracidad de lo que cree. Por ejemplo, si soy testigo de un crimen, y yo creo que el asesino es Pedro Navaja, entonces mi creencia Constituiría una evidencia, quizá evidencia ttiuy sólida en realidad, d equ e Pedro Navaja« de hecho el asesino. En estecaso. el que yo Crea que algo c» de tal manera proporciona una

I V I U N C M INTROSPECTIVA f.N PAVOR DE IA U RERTA fl

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evidencia adecuada para concluir que es de tal manera. ¿A ta » nuestra creencia de que somos libres constituye una evidencia adecuada de que, de hecho, somos libres? Antes de tratar de responder a esta pregunta, es necesario ha­ cer algunas distinciones importantes. Considérese nuevamente al testigo de un crimen; ¿cuál es«uevidencia d eq u e un crimen tuvo lugar? Pues bien, p o d rá uno decir, su evidencia es su experien­ cia visual real, el hecho de que en realidad él ve cómo ocurre el crimen. Así que, la creencia del testigo de que ocurrió un crimen ve basa en la evidencia de los sentidos, a saber, en su propia exp e­ riencia visual del crimen V. ¿qué decir d d resto de nosotros que no atestiguamos el crimen? Nuestra creencia de que ocurrió un crimen se basa en el hecho de que unii persona cree que sí tuvo lugar, pero no simplemente en esto, Esa persona es un testigo real y se le conoce como tal, o nosotros creemos razonablemente que lo es. La analogía que el libertario utilizaría es la siguiente. Un individuo dado, digamos A, tiene una evidencia en favor de jm creencia de que es libre, a saber, cierta clase de sensación de lilvertad Esta sensación, pues, es análoga a la experiencia visual d d testigo F.l resto de nosotros también tiene evidencia de que A es libre, a saber, la evidencia (le que esto es creído por A y de que tiene o tuvo la sensación adecuada, lar que resulta crucial para el libertario, sin einbargo.es la primera clase de evidencia, la que p o d r ía m o s llamar "evidencia personal". Cualquier persona, como A por ejemplo, tiene la evidencia personal de que es libre cada vez que experimenta determinada sensación de libertad, la sensación de ser Ubre para actuar de diferentes maneras o para no actuar en absoluto. Algunos deterministas han argumentado que esta sensación o creencia de que somos libres no constituye evidencia alguna para cíeer que somos libres, o que el determinismo es falso. I*or ejem ­ plo, Cari Hempel argumenta lo que sigue: En loque respecta a Li primera objeción al determinismo, la cual se refiere a Lina obstinada sensación de libeiiail de elección. no puede contar como evidrncia en contra de! drlcrm m am o ya que, sin duda, esla dase de sensación puede resultar engañosa. De hecho, com idero que rala sensación es irreleva me para el problema de U determinación causal Puesto que, para decid ir si un tipa darle de elección w tí ca usa luiente determinado, leñemos que rtwwxj erar si hay un iu c w jinoTPdcnir con el runl U Heteifin 'e encuentra

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EX PROBLEMA DE LA LIBERTAD ¥ EL DETEBM1VISMO

conre.tJtdn mrdutnu una ley gfiyrral en forma .sencilla. Y, n . 1 1 .1 .; iii 1 d ad, sin que los datos obtenibles mediante ilUroepecii.m, Qj*ccj.alin c a ir Ll obstinada jc n u tiú ti d e libertad, guarden relación alguna con ed a eucstiún. El hombre tímido, por qeinplu, tjuc forma pune del auditorio d r una sesión de hipnosis y que se levanta para hacer un discurso puede, con loria validez, argum entar una sensación de completa liberutd al elegir actuar tle esa. m anera: esto resulta muy compatible con b posibilidad d e q u e su elección *e enrunlrara eauM liiinite determ inada (par medio de lr:jts g c rtc rjln rclu cb n id M con los efecto* de JU hiplltuit) por la indicación i]iic p iw ia in m tr recibió bajo lo» efectos de ki hip nosis10

Es impórtame observar que Hcmpcl no está cuestionando lo que descubrimos mediante la introspección. Él admite que mediante la introspección descubrimos que citem os ser libres o que tene­ mos la sensación de ser libres, pero cuestiona la relevancia de estos datos derivados de la introspección para el problema de si nuestros actos están causalmcntc determinados. Admite que, mediante la introspección, podemos descubrir que tenemos esta creencia de que somos libres, pero niega que esta creencia consti­ tuya evidencia alguna en favor de la afirmación de que somos li­ bres. Por lo lanío, ta convicción libertaria de que en ocasiones pu­ dimos haber actuado de o tro modo de ninguna manera se apoya, sostiene I lemptl, cu el hecho de que en realidad creemos que es así. Su argumento básico es que tal creencia puede ser engañosa; Jos da tos producto de la introspección no constituyen uuarvidertcia adecuada para la afirmación de que pudimos haber actuado de otro modo, porque la introspección puede engañamos. Por esta razón sostiene que los datos derivados de la i nti nspección no guardan ninguna relación con el problema de si nucatros actos o elecciones están causaltuente determinados por algún suceso antecedente. A pesar de lo convincente que pueda resallar el argumento de Hempel, el übertaxio bien podría rechazarlo. En primer lugar, d d hecho de que una persona fnudt ¡rr engañada al aceptar una hipótesis sobre la base deríerta experiencia nusesigueque el que ella tenga dicha expcricnrla no logra proporcional le una eviden­ cia adecuada para aceptar la hipótesis. Las experiencias que nos Cari C. Hrni¡ic!, “Sumí Krífitiom on Tlis a v for TVlínuliúsin' “ en fírtm>BTB.riB W Freídom tu (fu Age c f Madera Síintcr, Ntw York Univrriity Pre». N o r a York. W5fl, Sydney Hoqk (ed,), p. 161,

c.vtbiiMUAiN'iiw.rspicrtvAtLNi j-avou ¡a i j u j u m i s t i

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propon cunan una evidencia ademada para aceptar hipótesis so l»rc cualquier cantidad de cosas son expene n< tus que pueden re­ sollar engañosas. Por ejemplo, su pringase que ven una silla líenle a mi. Las experiencias que estoy iri tiendo me propon-inmutan una evidenria adecuada para creer que u t o silla se crmicni r,i allí. Nadie negarla que lis experiencias que icngu consihuyen en electo, una evidencia adecuada en favor de esa hipótesis IVm. no o (asíame, como observamos en el Capítulo 2, esta i:\pci iencia puede ser engañosa, l'nr ejemplo, un hipnot izador podría provo­ caren i ni experiencias justamente de este tipo cuando en realidad no se encuentra ninguna silla frente a mí. Asi que al igual que el hipnotizador engaña a mu» persona haciéndole creer que es libre cuantió no lo es, asi también el hipnotizador pndtía engañarla haciéndole creer que hay una silla frente a ella c liando tm la hay, Sin embargo, ambas experiencia podrían constituir una eviden­ cia adecuada en favor de las hipótesis que la persona acepta Ll argumento que acabamos de considerar puede: generali­ zarse, Las experiencias que nos proporcionan una cride tu ia ade­ cuada para aceptar una hipótesis acerca de cierto objeto tísico, como la de que hay una silla frente a nowuros, ai crt a tic alguna otra persona, como la de que nos, está balitando a nosotros, y acerca de algún suceso pasado, como la de que nos casamos ayer, todas éstas son experiencias que pueden sci engañosas. Hay ex­ periencias que un hipnotizador puede utilizar para engañarnos. De la misma manera en que un hipnotizador engaña a una per­ sona haciéndole creer que es libre ruando no lo es, así también el hipnotizador la engaña haciéndote creer epte h.n una silla frente a ella cuando no la hay. que está hablando con otra persona cuando no lo está haciendo, y que se casó ayer cuando no Jo hizo No obs­ tan Le, las experiencias que la persona está teniéndole proporcio­ nan en efec to una evidencia adecuada para aceptar las hipótesis que ella ac epta, si bien las hipótesis son falsas. La razón deque semejantes experiencias le don a una persona una evidem ia arles nada eti laven de sus creerte tos es H|ite dichas experiencias no difieren en tarárret de l,is t-xpei ir itci.cs que te­ nemos ■anudo vemos una 'illa Heme a ttosonos hablamos con iiiia pc-i siman record ai mis que nos casamos a ver. í um> limos en el Capitulo 2. existe l.t posibilidad tic que es. te trios en un errot cuando creemos casi i ualtpiicr cosa. V Ir i an­ terior puede considerarse como fundamento para negar que ,«t-

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F.l l'KOUt l M.( n», LA MRENTAD V M llfTlNMIMI'iUO

ftnwo.i, cuando t1 conocimiento se ronstrtiyc .1 punir del rrqtusiin de que se c*cluv.i unía posibilidad de error faro im luso si ton rlmmos que l.i evidene ia que tenemos en todo* esó * óivh no nos da conocimiento,«orno i l« lara el escéptico. en definitiva todavía podemos mantener que la evidencia no* permite aceptar razona blemcmc la hipótesis en 1 iirunm I as hipótesis pwden ser falsas a pesar de nuestra evidencia, sí bien algunas son rain nubles a pe sarde todo. Del hecho de que la evidencia puede engañamos im se sigue de ninguna manera que la evidencia es inadecuada para volver razonables nuestras creencias. [-11argumento de que ia evi Henoa puede ser engañosa no dcmucsi ni. en el caso de lusolijctns físicos, de otras mentes, de suceso* pasados n de un tu 10 libre, que nuestras experiencias no guardan relación con —o son perlinchles para— el problema de si es razonable trecr semeja ules cnvis. Sostener que en vi.vu deque una expeliera rapuede jurungará .sa ésta no proporciona una evidencia adecuada para aceptar una hipótesis, equivale a comprometerse ron una posa iñn nihilista de acuerdo con la cual casi ninguna cosa seria razonable Además, no será legítimo que el dctermmiMar*-spnnda ni argu mentó anterior diciendo que H caso del libre ,dl>edrío difiere de los demás casos en que contamos cotí la ev ídem ta o n 1. . 1.1 de que alga nos actos y elecciones humanos están remel lólos ron sm esos anteriores gracias a una ley de l.i naturahva. es decir, eu.iri causaltncnte determinados V es que esta respuesta emplea la miaña lógica del argumento precedente El qyw algunos de n u e stra ac­ to» estén caiuahnentc deternonatíos por sucesos aniel eu ■s no lo gra deinosimr que nuestros datos introspectivos m........... una evidencia ralee.....la para creer tpie en o,-.vsinnes pudimos h.i liet ai tundoríe otro modo I le la misma ........era, el que las peno. ñas &ulian a veces .din in.u iones no permite demostrar que Tim s. ivos sentidos IKI mis propon junan una ev ídem u rain nada paia 1eclias

En 1 cínscrueni ia, reiulnainns emonees suficiente evidencia vnipona en apoyo de la hipótesis de que el agente pudo haber levantado el hra/n duran le ese breve lapso en que no vimos que lo lci.uM.il .1 Se justificarla pe rfcri ai líente que .afirmáramos que la lirpóiesis «v vcrdadeia Pm |n unto, tai perfectamente posible nluent t una ¿videncia, evidencia empírica perfectamente válida, en favor di la hipótesis de que una persona piulo halx-r actuado de nitii tundo, Probablemente este experimento no ha sido etnpiemlido nunca, pe-rolden podiíahacerse Al hacerlo, podríamos 1 líXcnei la evidencia culpit ira adecuada para establee c-r que el detet imnisUKi es falso, porque contaríamos con una sólida evidencia empírica de que una persona pudo haber actuado de otro modo. La reflexión en ionio a csic experimento imaginado podría niostrarnos que muchos ncios —tanto familiares como inusuales, lanío sencillos como complejos— son tales que, ruando una per­ sona los realiza, tenemos la evidencia adecuada en apoyo de la afirmación de que i pudo habcT actuado de otro modo í un respecto al acto de mover el dedo, el acto de asesinar pudo ha­ berse cebado. Por supuesto, la acción de mover un dedo es muy sencilla y familiar, una acción que firetiicnieniemc hemos visto realizar bajo una enorme variedad de circunstancias y condicio­ nes Muy bien podría argumentarse que dichos actos complejos que consideramos que el agente piulo haber evitado contienen, entre sus elementos, algún acto sencillo y familiar que salvemos que, sobre la base de la evidencia empírica, el agente pudo haIver evitado. De tal manera que nuestros juicios en el sentido de que una persona pudo haber actuado de otro modo pueden to­ dos ellos apoyarse finalmente en la evidencia empírica con la que contamos en favor de la hipótesis deque los actos familiares y sen­ cillos pudieron evitarse, de que au nque el agente los realizó, pudo haber desistido de hacerlos Por lo tanto, nuestra creencia —una creencia aceptada por todas las personas con sentido tomó n— de que muchas veces pudimos haber actuado de otro modo, es una creencia sólidamente apoyada por la evidencia empírica. Resumen Atl «ijjíimwtíe Para comprotvar la fuerza de este argumento libertario conside­ remos cómo se deriva la conclusión a partir de las premisas que hemos defendido. Primero, hemos sostenido que 1. JLn ocasiones contamos con la evidencia empírica adecuada de que pudimos haber actuado de otro modo. Segundo, dado que hemos dicho que cuando una persona pudo haber actuado de otro modo su acto es libre, podemos agregar la premisa 2, Si en ocasiones contamos con la evidencia empírica ade­ cuada de que pudimos haber actuado de otro modo, en­ tonces también contamos en ocasiones con la evidencia em­ pírica adecuada de que realizamos actos libres.

IH I

Í.L PROBLEMA DE LA LIBERTAD V E L DETr.RMINIS.MO

Además, dado que también dijimos que si realizamos artos li­ bres. entonces la tes» del determintsmo es Clisa, podemos tam bien aceptar la premisa :t. Si en ocasiones contamos con la evidencia empírica adt cuada de que realizamos artos libres, entonces contamos con Ea evidencia empírica adecuada de que la tesis del determi nismo es falsa. A partir de estas tres premisas podemos deducir con validez la conclusión A. Contamos con Ja evidencia empírica adecuada de que la tesis del déter numisma es falsa. Por supuesto, tan adío de las dos primeras premisas se sigue que en ocasiones contamos con la evidencia empírica adecuada de que rcalizamos actos libres. La réplica detrnnimita rvúlm tia rm píiwa de tjite tos objetos in a n im ad os p u d ie ro n h a b er a fin a d o d e a ír a m odo

El determinista puede perfectamente no quedar persuadido con este argumento, y atacará la primera premisa en una de las si­ guientes tíos formas. La primera forma consiste en negar que sea posible tener una evidencia empírica de que una persona pudo haber actuado de otro modo. Para probar su afirmación tendría que encontrar algún defecto en Lis condiciones que el libertario ha reunido como suficiente* para proporcional nos la evidencia de que una persona pudo haber actuado de otro modo. Es de­ cir, el dcicrmiñisca tendría que sostener que. aunque las cuatro condiciones fueran satisfechas, su satisfacción no garantiza que tengamos u na evidencia adecuada de que una persona pudo ha­ ber actuado de otro modo. La segunda forma de destruir las ob­ jeciones del libertario consistiría en aceptar que las condiciones son adecuadas (si en algún momento se satisfacen las condicio­ nes, entonces contamos con u na evidencia empírica adecuada de que una persona pudo haber actuado de otro modo), pero ne­ gando que, de hecho, las condiciones puedan en algún momento satisfacerse. (1 lay razones para aigu mentar que las condiciones no son las adecuadas? Existe una línea de argumentación un tanto ¡mere-

p u d im o s h a b e r a c t u a d o d e o t r o m o d o

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santo que muestra que pueden no ser las adecuadas. Con freque tu i es un agente. Por lo tanto, un tipo de e\¿denota que p111 I

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rienda muestra igualmente que cualquier condición que deten atinó causal mente que el brazo peun.meciera inmóvil era unn condición que el agente pudo halu-r alterado. Cualquier con­ dición necesaria para mover el debió haher sido una condi­ ción que él pudo haber proven ado porque. de hecho, él pudo ha­ ber movido el brazo. Cualquier cosa que una persona pudo haber hecho es tal que obviamente también pudo haltcr hecho cualquier otra Cosa que constituyera un medir» necesario para hacer la primera. Por lo tamo, la evidencia con Li que frecuen­ temente contamos en favor de la hipótesis de que una persona pudo Italiet actuado d en tro modo, en efecto sobrevive en tanto evidencia adecuada y suficiente para apoyar dicha conclusión. Segundo ataifue de i dttrrminiita: h rtrlrrminanón aureural

Supongamos que el determinista acepta el argnmentó anterior. ■'Qué puede entonces responder? Recordemos que el dcterttiinLsmo no sólo implica que un suceso dado está de hecho deter­ minado, es decir, que existen condiciones previas que determinan dicho suceso, sino también que estas condic iones están ellos misutos cama Uneme determi nadas por sucesos previos, que aquellas condiciones están a su vez determinadas por otros suceso» ante rimes, y así sucesivamente en el pasado indefinido Por lo tanto, el comportamiento de una persona nr> sólo está causa fine ni c deter­ minado sino también, digamos, ammimlmente determinado por una cadena de sucesos que se origina en el pasado indefinido: Así que la respuesta del determinista depemlerá riel hecho de que el dcicriimúsino implique no sólo tpie él comportamiento está causal mente determinado, sino también que está ancest raímente determinado. M argumento es sencillamente el siguiente. Podriaiwis tener el tipo de evidencia que imaginamos en nuestro experimento para apov.u la hipótesis de que una pet soimi pudo haber levantarlo el brazo ruando, de hecho, su compona miento está no sólo ransalUiente determinado, sino uneest raímente determinado, M estado del brazo ríe una persona se encuentra determinado por el es­ tarlo de Líenos músculos ilc su cuerpo. Suponemos que el estado de esos músculos esta determinado por ciertos procesos físic os que tienen lugar en el cuerpo. \ sin duda alguna estos p o n e sos físicos están causal mente detei minados por procesos tísicos

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EL rfto rtL tM A d e

la

LIBERTAD V El.D ETERM ím is m o

anteriores, y « to s último# pnr otros anteriores, y asi sucesiva mente en el pasado indefinido, fin con ser uenr ¡a. si el movimiento del brazo de esa persona está no sólo causnlmcme determinado, sino también ancesirnlmcntc determinado, entonces está deter­ minado por condiciones que existieron antes de que dicha per­ sona naciera y sobre las cuales ella no tiene ningún control. Por lo tanto, el movimiento de su brazo debe estar determinado por condiciones que no pudo controlar, t-as Observaciones anteriores se basan en el supuesto de que el deierttlitiismo es verdadero Pero el elemento rtrve es que la evidencia que obtuvimos a partir del experimento del lilicriarto es perfectamente compatible con el movimiento del brazo del srtfcto, movimiento que está unces trajínente determinado. Es per(ínuaiítrnTc compatible con ln verdad del (Jctcnnmismo. Si la evi­ dencia en Fuvi ir de la hipótesi* de que una persona patío ha­ ber actuado de otro tnodu es compatible ron la determinación ancestral del comportamiento de dicha persona. entonces obvia­ mente la evidencia no es la adecuada para establecer la hipóresis d equ e una persona pudo haber actuado de otro modo Va que si la evidencia en favoT de nuestro experimento es compatible con la hipótesis de que ct estado de inmovilidad del brazo del sujeto estaba aticestralmciue determinado, entonces también es com­ patible con la hipótesis de que no pudo haber actuado de otro modo Dado que la evidencia no logra mostrar que su comporta­ miento no estaba ancesrralmentc determinado, también fracasa en su intento por mostrar que e! sujeto pudo haber actuado de otro modo, Por lo tanto, la evidencia de nuestro experimento re­ sulta inadecuada para apoyar la posic ión Hbcrtaria.

RtsunuJt dr los argumentos otttsriar/s Para apreciar la dialéctica anterior y, con ello, la fuerza de la posición determinista, es conveniente considerar los argumentos precedentes en una forma más precisa. Al principio defendimos la posición determinista que se opone a la evidencia eri favor de los actos libres argumentando que 1 1. La supuesta evidencia en favor del acto libre c> compatible con algo causalmcnic determinado y por lo tanto es una

PUDIMOS llAUUt ACTUAJK) D Í.O IH O MtlDO

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evidencia insuficiente de que el acto no está causaluientc determinado, porque con frecuencia suponemos que un movimiento es cau­ sado por el estado de los músculos etc,, cuando también contamos con la supuesta evidencia en favor de) acto libre, A esta premisa añadimos equivocadamente la premisa 2. Si la supuesta evidencia en favor del acto libre es una eviden­ cia insuficiente en favor de que el acto no está causalmente determinado, entonces la supuesta evidencia en favor del acto libre es una evidencia insuficiente en favor de la false­ dad del determinismo. Finalmente, añadiendo la premisa 3. Si la supuesta evidencia en favor del acto libre es una eviden­ cia insuficiente en favor de la falsedad del determinismo, en­ tonces la supuesta evidencia en favor del acto libre es una evidencia insuficiente en favor de dicho acto, concluimos en forma válida de las premisas anteriores que 4. La supuesta evidencia en favor del acto libre es una eviden­ cia insuficiente en favor de dicho acto. Sin embargo, este argumento resultó ser defectuoso. La premisa (2) se apoya en el supuesto erróneo de que si la evidencia en favor de un acto que es libre es suficiente para refutar el determinismo, entonces la evidencia debe ser suficiente para mostrar que el acto no estaba causalmente determinado. La respuesta del Libertario al argumento precedente contribuyó a esclarecer la naturaleza de nuestro error. La evidencia en favor de uu acto libre, la cual es insuficiente para mostrar que el acto no estaba causal ótente de­ terminado, es no obstante suficiente para refutar el dclctm iim iuo si es suficiente para mostrar que el acto no estaba ancestral mente d eterm in ad o, La razón es que el determinismo implica que todo acto está anccstmlmcntc determinado. Sin embargo, ahora pode­ mos modificar fácilmente nuestro argumento para hacerlo válido. Primero, en lugar de la premisa (1), establecemos la premisa igualmente válida la. La pretendida evidencia en favor del acto libre es compa­ tible con la determinación ancestral y por lo tanto es una

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EL PROBLEMA DE 1> UBJÜlT/MJ V EL D ITTSM INlSSUJ

evidencia insuficiente en favor de que el neto un t^ui .que son. Y por lo tanto la operación de 7 es compatible con el rechazo de cualquier afirmación de ley, y cualquier afirmación causal que haya sido, a o será sostenida. Si digo, “Alguien ahora en csu casa tiene el peto verde”, puede mostrarse que lo que digo es falso, ya que puede pedírsele a las persona» de ata ras» que desfilen para comprohar que ninguna de ellas ñeñe el pelo verde. Fiero si digo, "Hubo una vez, o hay o habrá, en algún lugar del universo, una persona con el pelo verde", no necesito admitir que estoy equivocado. Porque

LA I RkL > LTI Allí L. I ilAli Lit LA T ESIS DETT.RMINISTA

lf)7

nunca podría decirse que fueron Htspecoonadoc UtitM km mitones del universo en cualquier levita posible y qur se encontró que no incluían » alguna penona de pelo verde, De la misma manera, s* dijera, “Cierto conjunto de í or.dit:iCme> AñCDEF rs suficiente para que ocurra S", sería posible mostrar que estoy equivocado. Ya que podría intentarse el mi mero finio pde combinaciones de mimen» y se vería que ninguna seria suficiente para que 5 ocurra. Pero si simplemente afirmo que existen eífrtai candirionrs y no delimito el área tlr búsqueda de las mismas, nunca necesitaré admitir que estoy equivocada Pues nunca podría afirmarse que todo factor o conjunto de Licuares concebibles que podrían ser condiciones de S fueron puestos a prueba y rechazados; de tal suerte que siempre podrí» decirse que la combinación correcta de carnet¡chuñe* no lu sido encontrada todavía.11 De esto Wamock concluye: , nunca podría -ocurrir un suceso cualquiera que fuera, necesa­ rio, o incluso natural, describir como un suceso no causado. Nunca podría decirse que ninguno de sus complejos e infinitamrnie nu­ merosos antecedente* podría ser roruiderado suficiente para que dicho suceso ocurriera. Y esto equivale a decir que nada podría ocurrir que exigiera de nosotras la afirmación de que T es falsa... No requiere de ninguna evidencia empírica que la apoye porque ninguna podría servir en su contra. No puede probarse empírica­ mente, porque ninguna prueba podría fracasar —o más bien, nada podría servir como prueba1' No resulta difícil comproltar cómo las observaciones de Warnock pueden ser utilizadas para responder al argumento liberta­ rio que hemos estado considerando. Supongamos que Warnock está en lo Correcto y que la tests del determinismo no puede ser refutada mediante una prueba empírica; supongamos que nunca ninguna evidencia empírica resultaría suficiente para refutarla Según el libertario, existe alguna evidencia empírica que sería su­ ficiente para establecer que una persona pudo haber actuado de otro modo. Cualquier evidencia que resulte suficiente partí esta­ blecer La verdad de una hipótesis es también suficiente para es­ tablecer la falsedad de cualquier hipótesis incompatible con ella.

11 C. J. Warnock, "F-vrry Fvr-ni Ha* a Cause”, m u pud en L egte an d Li*. fua g t, segunda serie, Anthony Flew (ed ), ¡Can) BbckwrU. Oxford, 1959, p 100 17 /Wrf,, pp. 106- 07,

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E l. PROBLEMA DE LA L] HER IA !! r EI. liriT JtM IN ISM O

Por lo tanto, por ejemplo, si poseo la evidencia empírica sufiriente para establecer que una persona en todo el universo tiene el cabe­ llo verde, tengo la evidencia suficiente pan» establecer la Falsedad de cualquier hipótesis incompatible con ella, digamos, la hipótesis d equ e todas las personasen ci universo tienen el pe lo ya sea calí, ya amarillo, ya rojo, ya gris. Ahora bien, si la hipótesis de que una persona pudo haber actuado de otro modo es incompatible con la hipótesis de que su comportamiento estaba anccst raímente determinado (y, por lo tanto, incompatible con la tes» del determi mismo) y si cuento con la suficiente evidencia empírica para establecer la verdad de la hipótesis de que una persona pudo ha­ ber actuado de otro modo, esa evidencia será tambiín suficiente para establecer la falsedad del determínismo. No obstante, si la tesis del determinísino no puede refutarse mediante cualquier evidencia empírica, entonces no existe evidencia empírica algu na que pueda establecer su falsedad. De ahí que, dado que la tesis del determínismo no puede ser refinada por ninguna evidencia empírica, la evidencia empírica reunida por el libertario en apoyo de Ja hipótesis de que una persona pudo haber actuado de otro mr>rio no puede ser una evidencia adecuada para establecer dicha hipótesis. Como resultado de lo ¡interior, el libertario se halla en un error al sostener que la evidencia empírica con la que cuenta, y con la que iodos podríamos contar, para apoyar la hipótesis de que una persona pudo haf>cr actuado de otro modo, es una evi­ dencia adecuada para sostener esa hipótesis. No puede ser ade­ cuada porque no es adecuada para mostrar que e! determínismo es Falso. La respuesta libertaria ■■la posibilidad de evidencia inductiva Es cierto que no importa cuánto tiempo busquemos, y cuántas veres Fracasemos en nuestro intento, para encontrar a una per­ sona con el cabello verde, y no importa cuánto tiempo busque­ mos, y cuántas veces fracasemos en nuestro intento, para encon­ trar la causa de algún suceso, la posibilidad lógica sigue siendo que existe una persona con el cabello verde y que el suceso tiene una causa. .Así que Warnock está en lo cierto cuando afirma que nunca sería necesario describir un suceso como carente de causa Perodifir límente se sigue de esto que ninguna evidencia empírica puede servir para refutar la hipótesis de que un suceso no tiene

LA m U F F iri A B I I J I T A I l W- |J\ T I S S OrTTHMINISTA

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tau&a. Como tampoco se d epren d e de lo que afirma Warnock que ninguna evidencia empírica puede servir para refutar la hi­ pótesi* de que exáte una persona con el cabello verde. Para comprobar que esto es así. rcflcxinnemos sobre la hipóte­ sis: "Alguna vez huiro, o hay. o habrá, en algún lugar del universo, una persona que tuvo, o tiene, o tendrá el cabello verde". Por su­ puesto. es cierto que ni siquiera toda la evidencia que pudiéramos obtener por medio de la observación o la investigación nos lle­ varía en algún momento a concluir que dicha hipótesis es falsa. Es decir, no importa cuánta evidencia inductiva logremos reunir para determinar la falsedad de esta hipótesis, seguiría siendo ló­ gicamente posible, incluso dada esa evidencia, que la hipótesis Tucia verdadera. Sin embargo, difícilmente se sigue de esto que nunca podremos tener evidencia inductiva adecuada para pro­ ldar su falsedad. En efecto, muy bien podríamos afirmar en este momento que contamos con esa evidencia. El solo hecho de que cualquiera que sea la búsqueda, y la investigación, nunca obten­ dremos la evidencia a partir de la cual pudiésemos deducir que ta hipótesis es falsa, no prueba gran cosa. Lo mismo es válido con respecto a ta tesis del determmismo. Cualquiera que sea la búsqueda y la investigación, no obtendríamos una evidencia que nos llevara a concluir que la tesis es falsa. No importa cuánta evi­ dencia logren»* reunir, aun así sería lógicamente posible, incluso dada esa evidencia, que la tesis fuera verdadera. Por cuantiosa que sea esa evidencia empírica, no esiarcntm autorizólas para deducir Li falsedad de la validez dej determmismo- Pero bien podría ser que contáramos con Li evidencia empírica suficiente para establecer inductiva me me la falsedad de la hipóles» del "ca­ bello verde1" y con la evidencia suficiente para sostener la falsedad del determinismo. Es pedreta inri! ir posible que cierta evidencia empírica apoye ind uciivarnchtc la afirmación de que no existe nad ic con el cabe­ llo verde o de que algún suceso carece de causa aunque la evi­ dencia deje abierta la posibilidad lógica de que exista una per­ sona con el cabello verde y de que el suceso tenga una causa. Una vez más, el aspecto critico del problema es muy senrillo. V es el siguiente: que la inducción, y la prueba inductiva para cual­ quier hipótesis, empieza donde acaba la deducción- Cuantió no contamos con una prueba deductiva, nos encontramos precisa­ mente en el terreno propicio para la investigación t la pruelxt

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EL Í’BO&LEMA DE LA LIBERTAD Y EL DETERMINISMO

inductivas. IDc tal manera que, el sola hecha de que ninguna evi­ dencia empírica sea deductivamente suficiente para establecer la falsedad del determinismo en lo absoluto implica o demuestra que cualquier cantidad de evidencia empírica es suficiente para establecer inductivamente la falsedad del determinismo. Pero sí la falsedad del determinismo puede establecerse mediante prue­ bas empíricas, la tesis del determinismo, contrariamente a |o que Warnock hasostenido, queda abierta a la refutación empírica. Por otra parte, a partir de nuestra investigación imaginaria d d acto de levantar un brazo, resulta perfectamente claro que no sólo es posible obtener evidencia empírica suficiente para refutar la te­ sis d d determinismo, sino que también es cierto que semejante evidencia está a nuestro alcance.

¿o reíptmsia determinista: algo dibe andar mal en el argumento libertario Quizá las respuestas ofrecidas hasta ahora por el determinista finalmente no tengan erecio, Aún le queda una poderosa res­ puesta. Podremos percibirla mejor reflexionando cuidadosamen­ te sobre La índole exacta del aigumcntn libertaria basado en el experimento imaginario. FJ libertar» sostiene que a partir de este experimento obtenemos evidencia empírica adecuada para afirmar que una persona pudo haber actuado de otro modo de como, de hecho, actuó. Utiliza pues una equivalencia definidonal, a saber, que un acto libre es simplemente aquel en el cual la persona pudo haber actuado de otro modo. De ahí que el liberta­ rio argumente que ha presentado la evidencia empírica adecuada para sostener que algunos actos son libres. FJ siguiente paso es recurrir a una premisa en la cual coinciden ambas panes en esta disputa, a saber, que si la tesis del determinismo es verdadera, entonces ningún acto es libre. Esta última premisa, a su vez, es obviamente equivalente a la afirmación de que sí algunos actos ,«m libres, entonces la tesis del determinismo no es verdadera. Concluye así, en conjunto, que ha proporcionado la evidencia contundente en favor de Li afirmación de que la tesis del deter­ minismo no « verdadera. En esto es en lo que el libertario apoya su argumentación novólo contra el determinista, sino también en favor de su propia posición. Y lo que resulta interesante es que

LA IH R E F tm W L in A D UE LA T ESIS ItfTEMM] NI-StA

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lambían en esle mismo elemento concluyente es donde entra en juego la respuesta del determinista. Recordemos qué significa exactamente la tesis del determínismo. Básicamente se trata de b tesis de la causalidad univer­ sal, es decir, aquella que afirma que todo cuanto ocu rre tiene una causa. Por lo tanto, si el argumento libertario anterior es correcto en todos sus aspectos, k> que realmente se ha presentado es la evi­ dencia empírica adecuada de que cietto acto no tin u una causa. Sin embargo, insiste el determinista, no se ha presentado nada semejante. 1.a evidencia obtenida a partir del experimento no demuestra, o cuando menos no apoya, contundente mente la afir­ mación de que algo que ocurre o deja de ocurrir no tiene causa, El determinista nos‘recomendará que recordemos la naturaleza del experimento. TYas presenciar el acto de una persona que levanta y baja el brazo varias veces y en condiciones diversas, nos preo­ cupa entonces el que esta misma persona haya podido levantar el brazo cuando de hecho no lo movió. Momentos antes (véanse las pp. 188-189), el determinista señaló que las múltiples condi­ ciones de los músculos de dicha persona eran causalincntc sufi­ cientes para que su brazo permaneciera sin movimiento. En esto estuvo de acuerdo el libertario, pero prosiguió su argumentación sosteniendo que la persona era sin embargo incapaz de contro­ lar y alterar el estad» de sus músculos. Lo que resulta crucial es reconocer que el estado de sus músculos cu esc momento era can sal riten re suficiente para que su brazo permaneciera inmóvil. Y es que, si en verdad su brazo permanece inmóvil, existe una causa para ello, a saber, el estado de sus músculos. Además, en el toma-y-daca anterior entre el libertario y el determinista, todo esto se dio por sentado. De tal manera que difícilmente se ha de­ mostrado que es razonable pensar que cierto acto (en este caso, el acto del brazo que permanece inmóvil) no ttm t causa alguna. De hecho, realmente no importa si el libertario aceptó algo. Ya que claramente es cierto que el estado de los diversos músculos fue cau&almente suficiente para que el brazo permaneciera inmóvil. Y, dado que el brazo permaneció inmóvil, este fue llevado a adop­ tar esa posición por el estado de los músculos. De tal suerte que el experimento no demuestra que resulta razonable creer que cierto acto carece de causa. Ahora bien, el determinista puede lanzarse a h ofensiva en una forma original. No se ha proporcionado evidencia empírica ade-

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t L CkUHliM A D t LA I J HKk tAD V E l I>rrT.llMlMSM< >

i unda que apoye la afirmación de que cierto acto no tim e cauta alguna. Pero, «i el a fú m e n te libertario fuera correcto, entom es la evidencia en apoyo «le la afirmación d«r que el delermiimmo n falso sería una evidencia en apoyo de la afirmación tic que cierto acto no tiene causa alguna. F.l detertnitiismo es tan sólo la tesis según la cual todo cuanto ocurre tiene una causa. Por lo tanto, el determinista sostiene que hay alga que no Cuadra eti el argu­ mento libertario, aunque no puede precisar con exactitud tfirí es exactamente. Esa argumentación, de ser correcta, resultaría en una conclusión —que hay evidencia adecuada en favor de la afir­ mación de que ciertos actos no tienen causa alguna - que eviden­ temente no se ha establecido. Asi que algo debe andar mal en la argumentación libertaria. Viiti Tesjwrstd libertan:! un úííivw tomen tarín l.a respuesta del libertario a esta critica consiste en reiterar su afirmación original. En un principio sostuvo que esta evidencia era adecuada para apoyar la tesis de que una persona pudo ha­ ber actuado dentro mudo Loque el determinista ha sostenido es que esta evidencia no parece ser del tipo que pudiera refutar la tesis del determinóme), El libertario responde que la razón por la Cual esta evidencia no parece refutar la tesis del detertninismo es que la hipótesis de que una persona pudo haber actuado «le otro modo no es obviamente incompatible con la tesis del deicttuinismo. La evidencia que permite mostrar que una persona pudo haber actuado de otro minio también permite mostrar que cual­ quier hipótesis incompatible mn ésta debe ser falsa Sin embargo, bien podría darse el coso de que cierta hipótesi* sea de hecho in­ compatible con La hipótesis de que una persona pudo hnhet al ­ iñado de litro modo, pero no parece ser incompatible con ella. En ese caso, la evidencia en favor «le la hipótesis de que tina per­ sona pudo haber actuado de otro modo, la cual es suficiente en favor de esa hipÓLcsis, quizó no parezca concluyente para refutar la Otra hipótesis. Sin embargo, aunque pueda no parecer conclu­ yente es. no obstante, concluyente. Una analogía puede ayudar a esclarecer esta cuestión. L'nu persona podría ver un dado sobre su escritorio y obtener asi una cvitlcmia concluyente de que hay un dado en su escritorio. Ahora bien, un dado es por definición un cubo, y un cubo es algo que

LA IRRF.U rrABlU nA D DE L A 'llü lS DETXRMINtSTA

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tiene doce aristas. Es decir, del hecho de que algo es un cubo podemos deducir con valide/ que tiene doce ansias Sin embargo, supóngase que la persona que observa el dado en su escritorio, y que salte que es un cubo, no se da cuenta de que del hecho de que algo es un cubo se sigue que ese algo tiene doce aristas. Aunque resultara aparente para esta persona que cuenta con la evidencia adecuada para afirmar que hay un cubo sobre su escri­ torio, puede no resultarle aparente que cuenta con la evidencia adecuada de que algo sobre su escritorio tiene doce aristas. No obstante, la evidencia con la que cuenta es adecuada para esto último . F.l que él vea un dado sobre su escritorio le proporciona evidencia suficiente para establecer que el objeto sobre su escri­ torio tiene doce aristas. El hecho de que no le parezca a ¿1 que la evidencia de ver un dado es suficiente para establecer que hay un objeto sobre su escritorio que tiene doce aristas es cosa aparte. La evidencia essuficiente pan»apoyar esa hipótesis, se dé o no cuenta de que asi es. De igual Inrtna, si la afirmación de que una persona pudo haber actuado de otro modo es tal que podemos juntamente deducir a partir de ella que el comportamiento de dicha persona no estalla aiicestralmcnie determinado y. por U>Lamo, que la tesis del determinísmo es falsa, entonces la evidencia de que tenemos que apoyar la hipótesis según la cual una persona pudo haber actuado de otro modo es también una evidencia que apoya la hipótesis de que el deicrminismo es fabo Una persona que no se da cuenta de que uno puede justa­ mente deducir la falsedad del determinísmo a partir de la afir­ mación de que una persona pudo haltcr actuado de oLro modo es una persona para la cual la evidencia en favor del establecimiento de la verdad tic la última afirmación no resultarfa ser evidencia en favor del establecimiento de la falsedad del determinísmo. Pero sf serla evidencia, y evidencia suficiente, de esto último y, por lo tanto, de la falsedad del determinísmo, fie ahí que la evidencia (pie hemos obtenido a partir de nuestro experimento imaginario y la evidencia disponible a partir de los incontrolables aunque abundantes recursos de la vida cotidiana es suficiente para mos­ trar que una persona pudo haber actuado de otro modo y, por lo tanto, que la tesis del determinísmo es falsa. Que semejante evidencia pueda no resultar del tipo que se re­ quiere para refutar la tesis del determinísmo se deriva del hecho de que podría parecer que uno no puede deducir con justicia la

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EL PROBLEMA HE 1A LIBERTAD y EL DETXttMISISMO

falsedad deJ determinismo 3 panir de la afirmación de que una persona pudo haber actuado de oiro modo. Sin embargo, !,i de­ ducción es válida y la refutación de Li tesis del dctermitmmo es concluyente. lA POSICIÓN COMPATJBI LISTA

Posiblemente, una podría sostener que tanto las observaciones fi­ nales riel libertario como tas del determinista tienen cierto mérito. El determinista afirma con cierta plausibilidad que la evidencia de que tina persona pudo haber actuado de otro modo no es adecuada para refutar la tesis del determinismn. En efecto, esto parece ser cierto ya que si el determinismo fuese falso, entonces algo que ocurre carecería de causa y la evidencia obtenida a par­ tir del rxpcrimentu imaginario no parece mostrar que algún acto carece de una causa. Por otra parte, sin duda debemos estar de acuerdo con el libertario en que hay evidencias inuy sólidas en favor de la hipótesis de que una persona pudo haber actuado de otro modo. Pero si esa hipótesis implica la falsedad del determi□ismo, entonces a todas luces debemos estar de acuerdo con c] libertario en que tenemos evidencias suficientes y adecuadas en favor de Ja falsedad del determinismo. Empezamos señalando una paradoja aparente: el sentido co­ mún reflexivo apoya la tesis «id determinismo y apoya también la tesis de que ciertos artos son libres, Pór lo tanto, es razona ble creer cada utia de estas afirmaciones. Sin embargo, las dos afirmaciones parecen lógicamente incompatibles. En un intento por decidir enere [as afirmaciones en cuestión, hemos sido con­ ducidos, en efecto, a otra aparente paradoja, a saber, que hay una sólida evidencia empíne a su ficicnte pata refutar cldctcrminismo. pero que esa mis i na cride acia no parece implicar, o incluso apo­ yar ind uctivamcntc, la afirmación de que ciertos actos carecen de causa. El hecho de que parece haber cierto mérito en ambas po­ siciones, la libertaria y fa deicrminlsta. ha conducido a algunos a buscar una concepción alternativa. Dado que nuestro intenta por inclinarnos hacia el libertario o el determinista ha conducida a otra paradoja aparente, tenemos razones adicionales para bus­ car una posición alternativa, descarnio con optimismo encontrar una que solucione las paradojas y a la vez conserve lo que parecen ser los buenos argumentos del libertario y el determinista.

LA fÜfllCIÓN COHPATimUSTA

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El libertario y el determinista comparten una premisa común: si el determinismo es verdadero, entonces no hay actos libres o, si los hay, entonces el ti cierto mismo no es verdadero. En otras pa* Labras, eldcLcrm itierno y el acto libre son incompatibles. En con­ secuencia, podemos ver fie iluiente que alguien podría rechazar del mismo modo tanto Ja posición determinista como La libertaria rechazando la premisa que les es común. Nos referiremos a los filósofos que proceden ilcesie rondo con la palabra compaltbilbtas. en contraste con los determinista» y los libertarios, a los que nos referiremos en conjunto con b palabra mtomfkHibiluus. (Véase la tabla presentada anteriormente en la p. 156.) Queda perfectamente claro que la posición del compatibilista resulta filosóficamente tentadora. Previamente dijimos que el problema de la libertad y el determinismo plantea una paradoja, porque la tesis dei determinismo así como la hipótesis de que en ocasiones las personas actúan libremente, son ambas afirmacio­ nes que una persona con sentido común acepta como evidentes. El que dos creencias que son perfectamente evidentes desde el punto de vista del sentido común resulten ser incompatibles es, en verdad, una paradoja. La posición tompaiibílista es un intento por disipar la apariencia de inconsistencia y, con ello, por disol­ ver la paradoja, mostrando que lo que parece inconsistente real­ mente no lo es. La supuesta inconsistencia, según el compatibilistu, es tan sólo aparente y no real. Además, la otra paradoja apa­ rente también se disolverá. Ya que, como veremos, la posición compatibilista nos permitirá sostener razonablemente que conta­ mos con la evidencia empírica de que alguna persona pudo ha­ ber actuado de otro modo, pero esto no constituye una evidencia empírica en favor de la falsedad del determinismo y, por lo tanto, no es una evidencia empírica de que algún acto carece de causa. ¿Cómo se defiende la posición compatibiléta? Parece implau­ sible sugerir que una persona pudo haber actuado de otro modo aun si su comportamiento estuvo causalmente determinado por condiciones existentes antes de su nacimiento y sobre las cua­ les no tenía ningún control. No obstante, ésta es precisamente la opinión que los compatibillstas defienden. Su linca de defensa ha lomado dos direcciones. En primer lugar, algunos comp.tn bílistas han inLcniado mostrar, mediante el análisis de la noción de determinación causal, que la tesis del determinismo causal no implica nada que sea incompatible con el acto libre, El defensor

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f-L PROBLEMA DE LA LIBERTAD Y EL DETERNIN ISM O

más lamoso de csia ¡rica es quizá }ohn Stuart Mili, pero muchos filósofos han seguido esta línea de pensamiento. En segundo lu gar, algunos compatibilistas han ¡mentado mostrar que ta idea de un acto libre, es decir, la idea de que una persona pudo haber ac­ tuado de otro modo, no implica nada que sea incompatible con el determinisnio. Estos dos enfoques son en realidad dos lados de la misma moneda. Va que, por supuesto, si la idea del acto libre no implica nada que sea incompatible con la tesis del dete m u­ ñís ino causal, también será cierto que la tesis del determinismo causal no implica nada que sea incompatible con el acto libre. Sin embargo, desde un punto de vista metodológico, uno podría em ­ pezar analizando cualquiera de estas nociones en un esfuerzo por establecer esta compatibilidad. Finalmente, uno podría intentar probar la compatibilidad del acto libre y el determinismo sin piesentar un análisis de cualquiera de ellos, tiste puede resultar el camino menos prometedor, pero es un camino que debemos in­ vestigar también. U n ARGUMENTO COMPATIH1 LISTA: LA CAUSALIDAD COMO CONSTITUYENTE DE LA ACCIÓN

Ciertos alga memos ya expuestos para demostrar la compatibi­ lidad del acto libre y el determinismo son únicos porque tratan de demostrarla argumentando que e) dcterminisiiio es indispen­ sable para el acto libre. Esta visión ha adoptado cierto número de formas Una de ellas « el argumento de que la distinción en ­ tre el acto y la mera pasividad tiene que ver ella misma con ta causalidad. Anteriormente ruando examinamos el caso del de­ terminista observamos que, según él, b verdad del determinismo implica que tas personas son más pasivas que activas, Si la acción humana es el resultado inevitable de fuerzas causales fuera del control de una persona, parecería que es más bien un sujeto so­ bre el que actúa que un actor. La persona que aprieta el gatillo del arma asesina parece activa, parece estar realizando un acto. Pero, según algunos deterministas, realmente no está activa: más bien está respondiendo pasivamente a fuerzas causales que se cncuentran totalmente fuera de su Influencia. Según ciertos compatibilhtas. esto es una inversión total de La verdad. Porque, tal y como ven las cosas, la diferencia entre una respuesta pasiva y una acción debe ella misma delinearse en términos causales.

m LA CAUSALIDAD COMO OON5Tm .lV INTE DE IA ACC3 ÓN

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¿Cuál es l:i diferencia entre un simple «Teto (como el de levan­ tar el brazo) y un simple movimiento del cuerpo (el del brazo moviéndose hacia arriba), el cual no es un arto? Una respuesta cump¿nihilista a esta pregunta es que en el caso en que yo levanto el brazo, algo que sucede dentro de mi provoca que mi brazo se mueva hacia arriba. El hecho de que yo realice el simple acto de levantar el brazo conlleva que mi brazo se mueva hacia arriba en respuesta, respuesta causal, a algo que tiene lugar dentro de mi Los compaübUisias han descrito esto que ocurre dentro de mi de varias maneras. Por ejemplo, en ocasiones se han referido a ello con la palabra volición, en la que la idea es que el que yo levante el brazo consiste en que mi brazo se mueva hacia arriba como consecuencia causal de una volición que ocurre dentro de mi. La volición bien podría describirse como una “votición-para-quc-uiibrazo-se-mueva-hada-arriba" o algo por el estilo. Sin embargo, el estado, como se ha descrito, es aquel de cuya existencia misma p od ría—y de hecho asi ha ocurrido— dudarse. De ningún modo resulta evidente que exista tal cosa como una volición de levan­ tar un brazo dentro de una persona cada vez que ésta levanta el brazo. Una volición tendría que ser cierto cipo de ocurrencia, cierto episodio que ocurre dentro de una persona pero que no puede identificarse mediante ti introspección. V es que no re­ sulta del todo clan» que cuando una persona levanta el brazo, ésta puede detectar en algún momento, mediante la introspección, que semejante volición está ocurriendo La teoría de la volición puede aducirse, sin embargo, en una forma impermeable a problemas de este tipo. Puede ser que la volición consista en algún tipo bien conocido y hasta común de es­ tado psicológico Por ejemplo, puede argumentarse que cuando mi brazo se mueve bacía arrilm porque quiero que se mueva ha­ cia arriba, yo he levantado el brazo. Asi que el hecho de que yo baga algo consiste en que cierto suceso tenga lugar porque así lo quieto. Esta opinión exige que exista alguna conexión entre mi deseo de Tcabzar el acto y su ocurrencia. Esta conexión obvia, sugiere el compatibilista, es una conexión causal. El deseo pro­ duce causal me me el acto. Si esta opinión, o cualquier variación de Li misma, es correcta, entonces el que yo haga algo requiere que ese algo sea causad o por algún estado psicológico que ocurre dentro de mi. En consecuencia, el acto, y por lo tanto el ácto libre.

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t L PROBLEMA HF IJV i iBMtTAD y t i . OETERMI MISMO

dclxr ser compatible con la determinación causal pues conlleva la determinar ion camal como tin constituyeme Una réplica iwom patibüista: tqué connota la cau sal Este punto de vista tiene numerosos rtcfectos, En primer lugo de ninguna manera resulta obvio a pan ir de la introspección qmcada ver que h iu persona ccnli/a un acto, ósre se ve acompañado de alguna neo.-std.ul, anhelo, o deseo antecedente, o de runlquin otro cuarto psicológico específico l.m actos ocu mert bojocircu n> lam ias nmy variadas \ qite signen a diferentes tipos de estado» psicológicos. Así que resulta inicia Intente miplausihte sugerir qur existe nn upo malquiera de estado psicológico de introspección tpic es mi elemento conMiliLtivo ríe todo an o humano. Sin emlurgu. incluso si aceptamos una noción de volición que no i unslihive ua estado de ¡nirospco irtrt, y dantos i abkla a la po­ sibilidad d cfju c indo .mu humano pueda lenct tomo elemento constitutivo un esa rio algún i agrediente de este tipo, del que nin gimo de m uniros está consciente, el rninpatib dista aún «ó había ganarlo la limalla l’ára comprobar lo anterior, supongamos que to que aquí estamos suponiendo es de algún modo inteligible La idea tiene i lefios deferios internos. Por ejemplo, si se dice que el estado en rueslmn es una volición, entonces dclrcnios sentirnos inclinados a preguntar ¿dequó es esta volji ión? Supongamos que levanto el hra/o ¿Lscsui volirión. la cual es un elemento constitutivo de este ac to, una volición de que mi hra/o se mueva hacia arrilia? V si es una volición de que mi bra/ose mueva hacia arriba entonces ;cs esta misma volición it n acto? Y si la volición es ella misma un acto, entonces idebe haber una volición que a su ve/ sea un elemento C o n s titu tiv o necesario del arto? hn ese caso, cuando levanto el bruto remitía que haber una volición para que mi bruto se mueva hacia arriba y, siendo esa volición misma un acto, tendría que te* ncr coma ingrediente necesario una volición c asi sucesivamente. Esta regresión pod ría evitarte negando que las volii iones son ac­ tos o que todos los actos tienen como elementos constitutivo* vo­ liciones Pero Cualquiera de estas allcrnaiivas permite responder

1A CAUSALJUAtJ COMO CnN STTtV V EN TE DE LA ACCION

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que podríamos de la misma mañero dar por terminado el asunto con el acto de levantar el brazo comr* con la volición de levantarlo. Sea como fuere, incluso si damos por sentado el supuesto de que los actos si tienen cierto ingrediente causal como elemento constitutivo necesario, esta opinión conlleva una abrumadora di­ ficultad inherente. Consideremos un acto causado por otro acto Supongamos (pie levanto una barra empujándola, t.n este caso, yo realizo un acto (levantar la barra) realizando cierto acto ante­ rior (empujar la barra). Mi presión sobre la barra es k> que causa que ésta se levante del piso y por lo tanto k* que provoca la ocu­ rrencia de mi acto, el levantamiento de la barra, F„n efecto, en este caso el que yo empuje la barra es un elemento constitutivo necesario del levantamiento de la misma. Este es mi caso perfec­ tamente claro, entonces, de un acto que sí tiene Como ingred icnlc un elemento constitutivo causal. Si no fuera por la relación causal entre empujar la barra y el hecho de que ésta se mueva, el .teto no habría tenido lugar. Sin embargo, este simple hecho es perfectamente compatible con b idea de que ni el acto de em pujar la barra ni el acto tic le­ va riLti la fueron actos libres, Supongamos pues que el acto de em ­ pujar la barra fue el resultado, el resultado inevitable, de sucesos sobre b s cuides yo no tenia ningún control. Kn ese caso, no pude haber actuado de otro modo. Dado que t í hecho de que yo haya levantado b barra fue el resultado inevitable dtí hecho de que la haya empujado como lo hice, se sigue que de la misma manera tom o no pude hacer otra cosa sitio empujar la barra, asf también no pude hacer otra cosa sino levantarla. Por lo tanto, aunque mi aero de levantar la barra condene un elemento de determinación causal, y en realidad requiere de la determinación causal p r.i u ocurrencia, resulta perfectamente posible que el acto no fuese li­ bre. Además, y éste es el ele memo eructa], bien podría ser el raso que aunque la determinación causal fue un ingrediente esencial del acto, fue la verdad del deUrminisnto Li que dio por resultado que el acto no fuese libre Para esclarecer este último punid debemos recordar que se si­ gue de la verdad del d e tc rm im s T T io q u e todo lo que hago est-í causal mente determinado por condiciones anteriores a mi naciroientn y sobre las cuales no tengo ningún control, Una afir­ mación ulterior del incomparibilisla es que se úgue de esto que yo no pude haber hecha nada sino t o q u e hice, que no pude haber

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EL PROBLEMA DE LA LIMITAD Y EL tKTEUilINÍÍMÍ5

actuado de otro inoda. Así que bien podría ser el caso que aun­ que la dcici minai ion causal era necesaria para realizar el arto de levantar la barril, ti verdad del dctcrinintsuio causal universal implica que el acto mi fue libre. Del supuesto de que la determi­ nación causal es un elemento constitutivo necesario de un acto no se sigue que el acto debe ser libre, o que el determinUmo es compatible con el hecho tic que ese acto sea libre. Aun si el acto humano Irene como elemento constitutivo cierta relación causal, podría seguir sucediendo que ese acto libre y el determinúmo fueran incompatibles. El aspeí to crítico de este argumento depende de ü;t distinción entre la determinación causal > la determinación ancestral.'Un acto puede estar causal menú* determinado por ciertos (actores y no obstante ser libre, a condición de que el agente mismo haya controlado los fon ores que k¡ hicieron surgir Si el acto de empujar la barra fue en sí mismo algo bajo mi control, algo que resultó ■*cr un ano libre de mi pane, entonces algunas de las consecuen­ cias causales de ese acto serán también actos libres tle mi parre, ■si el acto ilc enipujai U barra es un acto libre y provoca que la ba­ rra se levante, entonces el que yo la baya levantado es también un acto libre En general, si la realización de cierto arto X da como resultado causal que yo realice también cierto acto Y. entonces el arto aunque determinadocausaíincntr. puede ser libre a con­ dición de que el acto X haya sido libre. La determinación causal de un acto es compatible con el acto que es libre. Sin embargo, si el arto está causalmenie determinado por cierto acto antetior. y el acto anterior no es él misino libre, entontes el acto resultante tampoco es libre. Además, la tesis del detennimsmo implica aún más que el mero hecho de que un arto esté causal mente determi­ nado: implica también que esc añ o está .iuccm raímente determi­ nado. Si un acto está ancestral mente determinado, entonces está causalrmnlc d rirt minado por cosas que ocurrieron antes deque el agente naciera y sobre las cuales no tenia ningún control F.n consecuencia, el agente no pudo haber actuado de otro modo; su acto no fue un acto libre. Por lo tanto, no puede demostrarse que Ja tesis del dctcrtuínlsmo es compatible con el acto libre mos­ trando que esc .teto, y con ello el acto libre, conlleva siempre como elemento constitutivo la determinación causal del acto debida a algún estado psicológico

LA LALtSALUlAD Qf'Ml I I L% M M l'Yt-.WTE HE Ij \ ACtaÚN

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La rrsfmestá del rmtpatihütsta: ranunes y ram as I i .11 güiliento mcompatibilUtaa m enor de pendeticlaidea deque n n acto puede ser la causa tle otro arto. Supóngase que aceptaidos que si tin ai lo es la causa de otro, debe demostrarse que el primero es libre si e:l segundo lo es y. por lo tanto, mostrar que los actos son causados por actos no demostraría que el acto libre y el deterninismo son compatibles. No obstante, esto no da por terminada la discusión. Y es que el argumentó del compatíbilista no es tan sólo que los actos son causados, sino que son causados por algo que en sí mismo no es un neto. Quizó el paradigma del atetó, y del acto libreen particular, es el acto racionó!. Un acto racional es aquel para cuya realización el agente tiene razones, Ahora bien, supóngase que una persona no sólo realiza un ui lo hubiese intentado, si hubiese decidido hacerlo.

lAC.AtiSALlUAti tX >MO t.-i >N5T[TUYI5YTT tlt tA MCIÓN

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si lo hubiese deseado, o cualquier otra cosa por el eslíto, att n así lo que ti ¡gamos no implicará que ella hábrti podido moverse. ■dPor qué no? Porque sigue siendo posible que existan condiciones to talmente lucra del control de dicha persona que le impidan in­ ternar. decidir, o querer hacer la cosa en cuestión. Por ejemplo, si ciertas condiciones fuera de su control le impiden a una per­ sona tratar de hacer algo, entonces el hecho de que ella habría realizado la cosa si lo hubiese intentado no logra demostrar que la persona pudo haberla hecho Por otra parte, si el determrnismo es verdadero, entonces exis­ ten condiciones antecedentes suficientes para lodo cuanto suce­ de, en consecuencia, existen condiciones suficientes para evitar iodo cuanto no sucedió. Además, esas condiciones se extienden inde fin idamenté hada el pasado. Por lo tanto, si una persona no trata de hacer algo, entonces, si el determmismo es verdadero, existen condiciones antecedentes suficientes que impiden su in­ tento, y esas condiciones antecedentes, dado que existieron antes de que esa persona naciera, están totalmente fuera de su control. |>c ral manera que ninguna afirmación de la forma ‘5 pudo haber realizado A’ está implícita en una afirmación de la forma 'S habría realizado A si C , porque resulta perfectamente posi­ ble que deban existir condiciones que impidan que C ocurra y que esas condiciones estén totalmente fuera del control de 5. Por consiguiente, es posible que una afirmación de La segunda forma sea verdadera pero que una afirmación de la primera forma sea falsa, Además, si el dererminismo es verdadero, entonces éste será siempre el caso cuando C no ocurra, porque existirán condiciones antecedentes suficientes para impedir su ocurrencia, las cuales están totalmente fuera del control de S. En resumen, si el deter ni mismo es verdadero, entonce# no importa k> que una persona habría podido hacer si Lis condiciones hubiesen sido diferentes, no habría podido h acer la cosa en cuestión porque las condiciones no pudieron haber sido diferentes debido a circunstancias sobre las cuales dicha persona no tenía ningún control- As! que, una vez más, si el determinismo es verdadero, entonces una persona nunca habría podido actuar de otro mixto. En consecuencia, el determínismo es incompatible con el acto libre.

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EL PROBLEMA DE IA LIBERTAD Y EL DET ERMIN1SMO

O t r o a r g u m e n t o c o m p a t ib iu s t a ú l t im o a c t o

El argumento precedente incurre en tina petición de principio. Obviamente, si existen condiciones suficientes que le impidan a una persona hacer algo, entone es ésta no puede hacer esc algo. Pero no todas las condiciones que son suficientes para que una persona realice un acto te impiden hacer alguna otra cosa Así que, aun cuando existen condiciones antecedentes suficientes pa­ ra que una persona realice determinado acto y aun cuando esas condiciones existieran antes de que la persona naciera, en oca­ siones es cierto que ésta pudo haírcr actuado de otro modo. Si pudo haber actuado de otro modo, también debe ser cierto que no había nada que 5cimpidiera actuar de otro modo. De tal suerte que existen condiciones, sobre las lindes una persona no tiene ningún control, que son suficientes para que ella realice una ac­ ción especifica, y que no le impiden realizar a cambio algún otro acto. En resumen, no todas las condiciones que so» suficientes para algo son condiciones que impiden que otras cosas sucedan Un ejemplo ayudará a ilustrar este problema. Previamente consideramos el caso de una persona que está encerrada con llave en una habitación pero que no lo sabe. Compárese a esta persona ron otra que está en una habitación que no está cerrada con llave. En este ejemplo, dado que las dos personas creen que pueden abandonar la habitación, ambas podrían deliberar acerca de si de­ ben abandonarla o no. pero deciden permanecer en ella. Ahora bien. Ja persona que está encenada con llave está imposibilitada para salir, pero la otra no. Además, el ejemplo no se verá alterado en ningún elemento importante si suponemos que el comporta­ miento de cada una de ellas es tal que existen condiciones sufi­ cientes para su ocurrencia, incluso condiciones existentes mucho antes de que nacieran, fifo todas las condiciones suficientes son preventivas, sólo algunas lo son. como la de estar encerrado con llave en una habitación. Sin embargo, no debemos abandonar la argumentación a este nivel porque el mcompatibilista respondería que si el determinismo es verdadero, entonces ninguna de las dos personas pudo haber actuado dcotro modo y ambas estaban imposibilitadas para actuar a causa de condiciones que se sitúan en un pasado remoto, cuando no por una llave en la puerta. En lugar de abandonar

a m o A u r.iiM F JíT o o tJM íA tib iU iftA

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ln argumentación en este catado insatisfactorio, consideremos un argumento fma] que demuestra la compatibilidad del deterministno y del acto libre. Dejaremos que las cosas se expliquen por sus propios méritos. Para percibir en qué consiste el argumento, volvamos a uno que el libertario utilizó anteriormente El libertario argumentó que cantamos con la evidencia empírica perfectamente adecuada que demuestra que una persona pudo haber actuado de otro modo, evidencia que es aceptada por los cánones del método científico. 1maginamos un experimento cuidadiisamente contro­ lado para investigar cuándo una persona podía y cuándo no po­ día levantar el brazo. No sólo verificamos sus capacidades bajo una gran variedad de condiciones internas y externas, sino que también tomamos nota de los informes hechos por ella acerca de lo que trató o no de realizar. Posteriormente supusimos que se en­ contraba expuesto a condiciones ideales para levanta re í brazo, en lo que a nuestro su jeto concierne. Luego argumentamos que si no levanta el brazo en dicho momento, y que si sabemos, gracias a su informe, que no trató de levantarlo pero que está seguro de que lo hubiera logrado levantar de haberlo intentado, entonces con­ tamos con la evidencia adecuada de que pudo haber levantado el brazo. Así que contamos con la evidencia adecuada de que una persona pudo haber actuado de otro modo. A este argumento de) libertario, el determinista contestó que semejante evidencia nü resulta adecuada para demostrar que la tesis de] detenninismo es falsa. Y es que, sostiene el determinista, ¿cómo podría demostrar esa evidencia que nada tiene una causa o que no existen condi­ ciones suficientes para algo que ocurrió? Obviamente, no podría demostrar una cosa semejante. Ahora bien, el compatibilista sostiene que lo que ambas panes en disputa han afirmado es perfectamente correcto. El libertario está en lo correcto al argumentar que la evidencia es adecuada para mostrar que una persona pudo haber actuado de otro modo, y el determinista está en lo correcto al argumentar que la evi­ dencia no es adecuada para refutar la tesis del determinbmo. I,a forma de percibir lo anterior, y la forma de percibir la fuerza de este último argumento en favor del compatibilismo, es volviendo al argumento libertario en una forma un tamo más precisa. La primera premisa es, por supuesto, la siguiente:

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t i . IStOOLEMA DE LA UBEATAD V El. DETEHMIN1

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1 Contamos ton la evidencia empírica correría en favor de la ¡tfirrruoón de que una persona pudo haber actuado de otro modo. La evidencia en cuestión se deriva del experimento imaginario descrito y disentido previamente, A continuación, se utiliza una premisa que debería resultar obvia, a saber, 2 Lln acto libre es, pnr definición, un ario que una persona realiza aunque rienc la opción de poder actuar de otro mo­ do, l>r « ta s dos premisas, podemos concluir que, 3. Comamos con la evidencia empírica correcta en favor de que algunos actos son libres. Existe también la premisa común tanto a la posición libertaria a la determinista, a saber,

cojijo

4. Si la tesis del determinismo o verdadera, entonces ningún acto es libre y de (S) y cuestión acerca de ai ocurre la causalidad paito-fLuca o fuico-psiqiim (pero con diferentes palabras) « la cueaüón de si el mundo físico esta to­ talmente cerrado Y la pregunta no queda contestada al dignificar, con el nombre de “principio'*, la suposición de que el mundo físico está totalmente cerrado. (B) De (odas maneras, como k> ha precisado C. D. Broad, podría ser el caso de que cada vez que una cantidad dada de energía des­ aparece de, o surge cu, el mundo físico en un lugar, entonces, res­ pectivamente, una cantidad igual de energía em erge en, o desapa­ rece de, ese mundo en otro lugar. (C) Y en tercer lugar, si te considera que “energía" designa algo mensurable exper unen talmente, entonces 'en erg ía’* se define en term ines d e causalidad, y no la 'causalid ad ' en términos de trans­ misión de energía. Esto es, no se sabe que toda causalidad o, en particular, la causalidad entre surems psíquicos y fúteos, involucre transmisión de energía.11

Podemos, me parece, mostrar rápidamente que las primeras dos razones tienen poca (nena, mientras que la tercera es conside­ rablemente más poderosa. Sin duda es verdad que en cierto sen­ tido el principio dv tanto, puede su afirmación de que el ocasionalismo re­ quiere un deas ex nnuhtna volverse contra su propia teoría? La hipótesis de Lcibniz acerca de Dios como causa de las regulari­ dades entre ta mente y el cuerpo tendría un poder predictivo sólo si pudiéramos leer la menee de Dios y descubrir qué tipos de regularidades entre la mente y el cuerpo aún no observadas él producirá en el futuro. Pero tal lectura de la mente está más allá de nuestra rapacidad, En consecuencia, la hipótesis no tiene poder predictivo y por lo tanto no se puede probar mediante la observación y la experimentación Es ciertamente una hipótesis < td h o c . y su entidad postulada es un rfíwj e x m a c h i n a . Debe ser re­ chazada el) favor del inte race tonismo, aunque esta teoría enfrente sus propios problemas. Esto es especialmente cierto si, a pesar de Lis dificultades, parece ser el caso que en efecto los incesta mentales y los sucesos corporales iuteractúan rausalincntc No debemos rechazar una teoría que coincide con U manera como Las cosas parece que son, en favorde una segunda teoría rival que sólo tiene a su favor ct poder de eludir ciertas dificultades que ta primera teoría enfrenta Por consiguiente, podemos rechazar el paralelismo, ya sea que se base en la armonía preestablecida o en el ocasionalismo, en tanto candidato para remplazar al interne cionismo dualista como la teoría mente-cuerpo más plausible. El paralelismo como intento de eludir las dificultades del intcracciottismo va demasiado lejos en su afirmación de que la mente y e) cuerpo son completamente independientes.

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El f.ptf e n o m e n a i j sm o Si revisamos las objeciones contra el intctaccionismo dualista po­ demos rccordai que una de las objeciones más fuertes a la in­ teracción causal mente-cuerpo es la que se basa en la falta de tin hueco en h explicación fisiológica del comportamiento En­ contramos que aunque esta objeción arroja alguna duda sobre la existencia de una causalidad ps ico-física, esto es, que un suceso mental cause un suceso material, no tiene fuerza cuando se aplica a la causalidad físico-psíquica* Así que no hemos encontrado nin­ guna razón para dudar de que ciertos sucesos materiales puedan causar sucesos mentales, y hemos refutado la objeción de la evo­ lución sobre esta base. En consecuencia, esta objeción contra la interacción mente-cuerpo puedeser eludida sin llegar al extremo del paralelismo. Lo único que tenemos que negar es que los su­ cesos mentales afecten causalmentc a los sucesos corporales. Esto nos conduce al epifenorocrealismo, punto de vista propuesto por Tilomas Huxley. quien afirma: En nosotros todo» k * estados de conciencia, asi corno en [los bru­ tos], son Causados de manera inmediata por cambios moleculares de la sustancia cerebral Me parece que en los hombres, así como en los brutos, no hay prueba d eq u e algún estado de conciencia sea la causa del cambio que hay m d movimiento de U materia d d organismo. Si estas posiciones están hien fundamentadas, >e sigue que nuestras condiciones mentales son simplemente k» símbolos, en U conciencia, de los cambio* que tim en lugar automáticamente en el organismo; y que, para lomar una ilustración extrem a, el sen­ timiento que llamamos volición no es la causa de un arto voluntario, sino d símbolo de un estado d d cerebro uue es la causa inmediata d d acto. Sonic* autómatas conscientes...

Podemos ver a partir de esta cita que el epi fenomenalismo, al igual que el interaccionistno y el paralelismo, es un dualismo mente-cuerpo. Los humanos (y según Huxley, incluso algunas bestias) son seres conscientes. Es decir, que ciertos sucesos men­ tales les ocurren a los humanos Además, por s u p u r o , ¡os hu­ manos tienen cuerpo. En lo que el cpifcnomcnalisroo difiere de17 17 T. K . Huxley, MtlhcJ r>id Retulto, Appleton-Ccimiry-Crofts. Nurva York. U Í93. p 2 4 4 .

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E L PROBLEMA M ENTE C U FJtP ÍÍ

las otras dos teoría* dualAtases en la idea que tiene de la relación entre la mente y el cuerpo Según el c pife no me nal isla un suceso mental es simplemente un epifenómeno. n, en otras palabras, un subproducto de ciertos procesos materiales Cuando estos pro­ cesos materia íes tienen lugar causan otros procesos tna feriales y producen subproductos que por sí mismos no tienen efecto so­ bre ninguna otra cosa. Santayana ha comparado la relación entre los sucesos corporales y los sucesos me lítale* con la relación entre un arroyo de montaña que se- precipita hacia un pozo por encima y alrededor de algunas rocas, y el burbujeante sonido que protlucc el agua que corre. EJ sonido burbujean re es causado como subproducto del agua que rorre alrededor de las rocas No afecta el curso del agua, cuya velocidad sólo es afectada en su camino por las rocas y demás objetos que se atraviesan en su camino. Tampoco el burbujeantesuproducto afecta en ningún momento al sonido que resulta de cualquiei momento pcKstcrior, El sonido que se produce en cada momento es causado por la acción de las iotas y el agua, pereciendo sin dejar un solo efecto propio. Igual­ mente, cada suceso mental es el subproducto causal de algún su­ ceso material en la serie ininterrumpida de sucesos materiales Cada suceso menta! es producido, transcurre y termina sin afec­ tar causal mente ninguna otra cosa. ElcpiÍL'HdtltcnfilsiltD es atractivo por varías razones. Una ra­ zón, l a '[tu. prol rabie menle iiitqoa Huxlcy, es que \a de acuerdo con la teoría de la evolución. Mientras más complicados se vuel­ ven tos procesos físicos, menos difícil es concebir a la concien­ cia evolucionando como un subproducto que no afecta causalmente el proceso material evolutivo básico, l.a segunda tazón cm que. puesto que afirma que sólo bis sucesos materiales son can sal ni ente eticares, el cpilcnomenalisino evita el problema del hueco cu la explicación fisiológica del comportamiento humano Con el que se enfrenta el interaccion rimo, l a tercera es que el cpifeiioinciialisiun lambiéii es atractivo para mucha gcuie que le­ da un gran valor a la capacidad científica de control. Si el epifcnomenalismo es co f recto, no leñemos que saber nada acerca de los sucesos mentales para ser capaces de explicar, predecir v controlar el comportamiento humano, porque lew sucesos men­ tales no desempeñarían ningún papel en la determinación causal del comportamiento. Como consecuencia de ello, ningún factor meiual oculto es necesario para ohtener predicciones precisas.1

ti. f in FENOM frNAU h"Mi '

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Una cuarta rajón es que, a diferencia del paralelismo, el epífei mine Tialismo no requiere de un deus ex machina para explicar líes regularidades enere l.t mente y el cuerpo porque afirma que ruda suceso mental es el subproducto causal de cierto suceso material El cpi fenomenalismo, pues, dude la más importante de las obje­ ciones contra sus dos teorías dualistas rivales. Sin embargo, com ­ parte con ambas una objeción (la objeción a las teorías dualistas que se deriva del problema de otras mentes) y otra con el intcracciuniMito (la objeción que se deriva de la aparente falta de facto­ res relevantes, en los fenómenos materiales, para causar sucesos mentales). No obstante, puesto que no vemos que ninguna de es­ tas objeciones sea muy perjudicial, bien puede ser que debamos aceptar el epifenometialismo, a menos que enfrente objeciones importantes que aún no hemos examinado. Examinemos ahora las tres objeciones más importantes que han surgido cu contra del epifenomcnalismo. Puntera objeción a l epifm am m ahsm a; rechaza ¡os efectos de las mentes de las personas m el transcurso de las sucesos Si el epifenomcnalismo es verdadero, entonces ningún fenómeno mental tiene algún efecto causal sobre la historia de la humani­ dad. De modo que ninguna esperanza, deseo, sueño, alegría o pena de la gente ha afectado «Je alguna manera el Curso de los sucesos humanos. Tampoco es correcto hablar de enfermedades psicosontóticas, o afirmar que los trastornos psicológicos afectan al comportamiento humano. No debemos explicar el comporta­ miento de alguien refiriéndonos a su neurosis o a su psicosis. En realidad, según esta objeción, si el epifenomcnalismo es verda­ dero, el curso entero de la historia humana habría sjdu exacta­ mente el mismo si los seres humanos mi hubieran Sentido alegrías o penas, si no hubieran tenido esperanzas o temores, o si no hu­ bieran buscado algunas metas. Pero sin duda ésta ei una con­ clusión absurda. Las esperanzas, temores y aspiraciones huma­ nos y otras cosas similares están intimamente conectados al curso de los sucesos humanos El epifenomenalismo debería, entonces, ser rechazado. Hay de hecho dos ataques diferentes en contra del epitelio, men.dismo expresados en esta objeción, uno tiene cierta fuerza mientras que el ottu está completamente equivocado. El primero

280

EL PROBLEMA MENTE-CUERPO

afirma que sin duda parece que el lado mental de kw seres huma­ nos ha desempeñado un papel causal en la vida de los seres hu­ manos. Esto, como hemos visto, está muy por debajo de la plausibilidad inicial del intcrarciofiismjD, y también se opone al parale­ lismo. Deberíamos, entonces, oponerlo también al epifenomenalismo aunque deberíamos recordar asimismo que puede haber razones importantes para aceptarlo. El segundo ataque va más allá del primero y afirma que si el cpifenomenalismo es verda­ dero entonces el lado mental de los seres humanos es irrelevante para el curso de los sucesos humanos. Si bien este caigo podría levantarse contra el paraklista que rechazó tanto la armonía preestablecida como el ocasionalismo, está fuera de lugar sí se aplica al ep¡fenomenalismo. El error de esta afirmación está en que del hecho de que A no cause B, se infiere que A no es de ninguna ma­ nera relevante para que ocurra o no ocurra B. Pero esta es una inferencia fiilaz porque si B es la causa de A, entonces B sólo ocu­ rre si A ocurre. Por lo tanto, si A no fuera a ocurrir, entonces B no ocurriría y el curso total de las cosas podría cambiar. Por ejemplo, supóngase que cierto proceso cerebral causa que alguien jale el galillo de una pistol.< y que también tiene el subproducto causal del deseo de matar a alguien. Asi que, si el asesino del presidente Kennedy no hubiera tenido ese deseo, entonces ni el proceso ce­ rebral que lo causó, ni la acción sobre el gatillo que también re­ sultó del proceso cerebral habrían ocurrido. De Li misma manera está relacionado el lodo mental de la naturaleza humana con lo que sucede incluso si el cpifenomenalismo es verdadero. Así que podemos rechazar el segundo ataque de b primera objeción al epifitnomcnalismo sin dejar de recordar el primero. Segunda objea&n al epiJenomcnaluiHo, la teoría hace imposible su propia justificación La segunda objeción ha sido planteada p o rj R. Prati, quien dice: Decir que un pensamiento es incluso en grado mínimo una co-causa del siguiente pensamiento seria arruinar al [epifenumenalisino]. En el proceso conocido como razonamiento, por lo tanto, o un error suponer que la conciencia (le las reLieiones lógicas tiene algo que ver con el resultado... Puede suceder que pensemos lógicamente; pero si lo hacemos no es porque U lógica tenga algo que ver con

EL EIH ITN tJU tN A U SM O

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nuestra conclusión, u no parque las moléculas cerebrales se evpar* cen, por así decirlo, de una manera alum inada Es evidente, por lo tanto, i|ue p u n ir afirmarse que ninguna conclusión que noscrt.ro» los hombre» podam os alcanzar, se basa en la lógica, Siem pre será imposible demostrar que alguna tesis sea lógicamente necesaria.

A partir de esto l'ratt concluye trufe adelante que el epjfcnomcnalista está en una posición desesperanzada porque quiere sostener que puede probar su propia teoría, pero su propia teoría implica que las pruebas son imposibles £sta es una objeción muy popular que por lo regular se hace contra el determinista m is que contra el epl fenomenal ota. Sin embargo, pucsLo que el cpifenomcnaHsrno está obligado a afir­ mar que mdo$ los fenómenos mentales tienen una causa, la afir­ mación se aplica igualmente bien, o, para ser mds precisos, igual­ mente mal, a ¿I, ya que ésta es una objeción totalmente desafor­ tunada contra ambos puntos de vista. Demos por supuesto que, para los propósitos de esta discusión, todo suceso, ya sea mate­ rial o mental, estácausalmctue determinado. De modo que, cada vez que yo llegue a una conclusión, he sido llevado a hacerlo por ciertos sucesos anteriores, ¿Se sigue de esto que, primero, mi con­ clusión no ha sido probada y. segundo, que yo no la he probado? En primer lugar, una conclusión se prueba deductivamente, por ejemplo, cuando se demuestra que se sigue deductivamente de premisas verdaderas. No importa cómo se demuestre, o quién la demuestre, o bajo qué condiciones. Una computadora puede usarse para sacar ciertas conclusiones, pero esto no demuestra que la conclusión no haya sido probada. Una justificación de La prueba de una afirmación depende de las relaciones lógicas entre las afirmaciones y no de relaciones psicológicas y causales entre pensamientos o moléculas. Asi que, puesto que el epifenomena­ lismo hace afirmaciones acerca de relaciones causales y no lógicas, no implica que las conclusiones no puedan ser probadas. En segundo lugar, el ep ifenomenalismo no implica que los hu­ manos no pueden probar conclusiones incluso si suponemos que probar una conclusión es proceder siguiendo ciertos pasos dicta­ dos por el libre albedrío, porque elepifenomenalismo no niega ni que las humanos son capaces de proceder siguiendo dichos pasos1

11 J . fl. Prut, IBES

oiví Sfiní,

MurmOtan PuULuhinf Co . íne., N V u Vrjrl

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KL núU IM Á MkNTkcUKR!*o

ni que tienen libre albedrío. III cp (fenomenalismo implica que me veo Hev:ulo a proceder siguiendo Jos pasos de una prueba, pero esto no implica que no lo hago guiado por mi propio libre al­ bedrío, Es cierto que si el determiaismo causal y el libre albedrío Win incompatibles, y si soy llevado a hacer algo, entonces no lo hago libremente. Sin embargo, aunque el cp¡fenomenalismo im­ plica el dctcrmmistno mental, no implica que esto es incompati­ ble con el libre albedrío. Además, como vimos anteriormente en el Capítulo 3, hay razones para negar la tesis de la incompatibili­ dad. Podemos, por k) tanto, rechazar la objeción de Pratt al epifcnomenallsmo. La teoría no implica que ninguna teoría puedeser probada, de manera que el cpifenomenalista puede afirmar consecuentemente que su teoría es demostrable y que él puede probarla. Sin embargo, el que la haya o no probado csiá por de­ cidirse. Terrera abjetión a! epifenomenahsmo; necesita ganchos nomolégicos lle rb cn Fcigl lia expuesto la terrera objeción al epifenoniettalismo. Intenta evaluar las teorías opuestas de ta re Lición nieiinm erpo ciándoles, en comparación, una mayoi categoría, m aso mencHi como Jo hemos estado haciendo. Primero l-’eigl pone al epí leñóme tialismo por rndmn del ititcraccionismo, pero enton­ ce* Jo rechaza en lavar de otra teoría. Justifica su rechazo del imei'accionismo afimiando que « incompatible Con un objetivo básica tic l.i cirm ia. Segiin Fcigl, la ciencia deben» luchar |••*r alcanzar el punto en que Lodo cotnportaniienlo, humano y no humano, pueda ser explicado y preditlm por ía» ciencias físicas v por el compartamiento relevante observable públicamente Kn consecuenc ta, piensa que el epifenomenalismo es preferible al inleraccii mismo. el cual requiere de causas privadas, es decir i unir­ se rvabltí, y es por lo lantn tiuompaliblc ron « t e objetivo de la ciencia. Feigl rechaza el ep i fenomenalismo porque piensa que exige que InlequeteinOí ciertas leyes ciemí liras de una manera muy peculiar Dice: Act'pr:i ti-.-, H-lasfs Jr ¡L-y-ts íi inflamen talmente- difcrcmc-,

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y w friu ía lts usiuik-s y la» leyes k. /HinouiVmi

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EL PROBLEMA MFNTF CUFJU*}

que Braad :idmiic que el interacciontimo deja un huero cu la ex­ plicación fisiológica del com porta miento humano, pero aún no hemos decidido cuán perjudicial es este problema Segunda, que aunque podemos estar de acuerdo en que si no hubiera más ra­ zones disponibles para escoger entre las dos teorías —en igual­ dad de circunstancias—, entonces debemos aceptar la que no re­ quiere de ganchos nomo lógicos. La objeción de Keigl por sí mis­ ma no parece particularmente fuerte. Si bien demuestra que las U yespsicofisicas serian únicas si el epifenomenalismo fuera ver­ dadero, no muestra que el epifenomenalismo requiere de algo di­ ferente a cualesquiera procedimientos científicos de observación y experimentación. Tiene consecuencias únicamente sobre cómo interpretamos las leyes basadas en lo observado. Entonces, una objeción semejante seguramente no es fetal y ni siquiera terrible­ mente perjudicial. C o m pa r a c ió n

e n t r f . e l in t e r a c c io n is m o Y El. EPIFENOMENALISMO

d u a l ist a

Va hemos rechazado una teoría dualista, a saber, el paralelismo Acerca de W otras do» teorías dualistas, el imcruccionumo dua­ lista y el epifenomenalismo, queda poco por decir fuera de una comparación explícita de ambas. Cuando sopesamos las objecio­ nes a cada una, encontramos que ambas comparte» dos. 1. La objeción del problema de otras mentes. 2. La objeción de fe aparente falta de características relevantes para la interacción causal. También hemos visto que el epifenomenalismo enfrenta dos ob­ jeciones que el interaccionismo elude: 3. t objeción de que el epifenomenalismo niega algo que pa­ rece verdad. que los sucesos mentales tienen eficacia causal. 4. La objeción de que el epifenomenalismo requiere ganchos nomológicos, Y hemos encontrado dos objeciones al interaccionismo que el epifenomc tialismo elude: 5. La objeción de que el interaccionismo necesita algo contra­ rio a 1a experiencia empírica, a saber, que hay un hueco en

tNTKHACCaONlNMO DUALISTA Y H 'IltN i 1MBNAMSMO

2H.r>

una explicación puramente fisiológica del comportamiento humano. 6. La objeción de que el inleraccionismo necesita que los suce* sos mentales afecten causalmentc al cuerpo de una manera que o bien resulta inexplicablemente misteriosa o bien viola un principio científico. ¿Cómo habremos de evaluar la relativa fuer/a de estas objecio­ nes. y en consecuencia, cómo habremos de decidir entre ambas teorías? Sin duda resulta que la objeción (5) es la mis grave por­ que acusa al interaccionismo de necesitar algo que está en confiieto con la evidencia empírica. Parecería, entonces, que la gra­ vedad de (5) pesa más que la de (•!), y tal vez debamos descontar la aparente eficacia de los sucesos mentales y preferir al epifenotncnalismo por encima del interaccionismo. Sin embargo, antes de tomar esta decisión veamos otra vez la objeción (5), ya que se ha vuelto clave. Hemos venido aceptando que lo que dice Broad acerca del lugar de los sucesos mentales en la explicación del comporta­ miento humano expresa correctamente lo que el interaccionismo requiere. Hemos estado suponiendo que una de las maneras más probables en que los sucesos mentales afectan al cuerpo es va­ riando la resistencia de determinadas sinapsis nerviosas en el ce­ rebro y cambiando entonces los caminos de ciertos impulsos ner­ viosos. Parece obvio, por lo tanto, que debemos incluir algo como el efecto de los sucesos mentales sobre la resitencia de Las sinapsis si hemos de explicar determinado comportamiento humano. Así que la objeción (5) parece convincente. No obstante, es po­ sible que el interaccionismo pueda eludirla. Es verdad que si los sucesos mentales afectan causalmente al cerebro, entonces una explicación completa debe incluir causas mentales. Pero no está claro que una explicación adecuada para todas las necesidades del fisiólogo deba ser una explicación completa. Supongamos que todo suceso, ya sea material o mental, tiene una causa. Dado esto, es posible que cierto tipo de suceso cere­ bral, llamémosle C, vaya siempre seguido de cierto tipo de im­ pulso nervioso, llamémosle iV, y también de cierto tipo de suceso mental, Ai. Supongamos también que los caminos de los impulsos nerviosos dependen de las resistencias relativas de las tinnpsis. y que los sucesos mentales pueden afectar causalmente a estas re-

H . PküULtMA MF.NTf, -CUF-RTO

C " s u c e so cerebral

M - s u c e s o marital N « Impulsó nervioso S ■ sinopsis X — Y = X C4UM Y X ------ - —* Y = X oléela eausalrnante a y cam in o do) impulso nervioso

sÍMcncins. Dado todo csio, entonces podemos ver cómo M puede ser causado por C y cómo M podría a su vez afectar causalmente el caminí) ríe ,V a! afectar causal mente tu resistencia de ciertas si itapsis. ioino se puede ver en la Figura S. La consecuencia de esto « que- daiia la ocurrencia de C, resulta de ello que N toma cierto camino del mío li! rícelo de C sobre Ai y de Ai sobre las mnapsjs. A partir dti lo que podría observar el neuro fisiólogo, sin embargo, parecería no b.ibcr necesidad de una causa mcnial en su explicación de los suchos nc orales Parecería que C sólo cau­ saría que Ai tomara un camino determinado, como se puede ver en la Figurad. Un ne uro fisiólogo podría incluso tomar esto como un caso de causalidad próxima y por lo tanto considerarlo como un herbó bruto Inexplicable. De todos maneras p o d rá explicar y predecir todo comportamiento h umonopnraclqyie C, N y Af Rie­ ran causal mente relegantes sin ninguna necesidad de una causa iiicm.d Así que su explicación es puramente fisiológica y a la \i-t cien tífica mente adecuada. Pero en un sencido importante no es completa porque omite uti (actor causal, el suceso mental Af. Por consiguiente, ci inferacdomsino dualista es, contrariamente a lo que esT.iblece la objet ión (ó), compatible con la evidencia obser­ vada de que no se necesita ninguna causa mental para las ex-

iNnaACdúNjSMO 11UA1 tsnt v * rimfOMitNAliSMt «

•¿si

plícacioncs del cmporraimcniu humano que satisfaga lodos los requerimientos del fisiólogo, El inlentcdonisino, «monees, es compatible con que no haya un hueco en las explicaciones fisiológicas, y también es compa tibie con ípie haya huecos que requieran causas mentales Esto lo distingue de muchas teorías con las que compite. Por lo tanto en lugar de la falta de un hueco observado que se opone al m teracoonismo, la posibilidad de causas mentales contaría a favor del inte tace tonismo si un examen ulterior hace evidente que hay un hueco que requiere de causas mentales. Los que sostienen la objeción (5) pueden haberse equivocado al pensar que el interac­ ción amo itnpñca que el determinismo causal no se aplica a los sucesos mentales, de mancni que no habría modo de establecer cómo M afectaría a las sinapsis. De ahí que, dadas solamente í.’ y N no hahria manera de saber qué camino tomaría S'. Pero el interaccionistrio es compatible con el determinismo causal completo. Volvamos sobre nuestra evaluación comparativa del imcraccionisino y el epileñómetialismo ahora que hemos rechazado la objeción (5) hecha ¡t aquél Si bien el interaccionismo, a diferen­ cia del epifenomen alistan, no rctptiere ganchos nornológicos y puede adaptar la creencia plausible de que los sucesos mentales afectan caustdriicnte al cuerpo, elude estos problemas exigiendo tan sólo un tipo de efecto inexplicable de lo mental sobre k> físico. Ninguna de las teorías es por lo tanto completamente satisfacto­ ria. {Pero c» una más razonable que U otra? Hemos acordado que el intcraccionismn puede por lo menos neutralizar el perjui­ cio de la objeción (ó) afirmando que lo inexplicable es el efecto inmediato de los sucesos mentales sobre el cerebro, y ningún case* de causalidad inmediata es explicable. Sobre esta base podemos concluir que el ¡nleracrinnismo enfrenta objeciones menos serias que el epifenomcnalismo, así que el inte mee ion ismo es el m is razonable de los dos. Además podemos concluir que el interac­ ción isuio es el dualismo más plausible, porque hemos rechazado previamente ambas versiones del paralelismo. No obstante, sigue enfrentando objeciones que una teoría diferente mi vez sea capaz de evitar, Si hemos de encontrar dicha teoría, debemos pasar a las teorías monistas, la más conocida de las paules es el materialismo reduccionista.

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E l. PROBLEMA M ENTECUI'RI'O

E l m a t e jo a u s m o El malrrwiismo es generalmente considerado el principal oponen* te del imerarcionismo dualista- lis la leo ría que dice que iodo k> que existe es material y que lo que se tiene por mental, y por lo tanto inmaterial, o bien no existe o bien es totalmente idéntico a algo material. l*a exposición clásica de esta teoría aparece en la filosofía de Holjbes, si bien Hobbes. al igual que muchos otros materialistas, como veremos, tiene problemas para ser completa­ mente consistente. En el centro del materialismo de I lobbes está su concepción de los sentidos, los cuales según él son la fuente de todos los pensamientos, imaginaciones, sueños y recuerdos hu­ manos, "ya que no hay nada concebido por la mente humana que no haya sido primero, ya sea totalmente o en panes, adqui­ rido mediante los órganos de los sentidos. Lo demás se deriva de ese o rig e n "^ Su materialismo se hace evidente cuando dice que los sentido» son "cierto movimiento interno de lo sensible, generado por cieno movimiento interno de las partes del objeto y propagado a través de lodos los medios a la pane más interna del órgano** 51 [>e numera que para Hobbcs todo lo que existe es o bien un objeto material o bien algún suceso físico que consiste en algunos objetos materiales en movimiento. Algunos de estos movimientos físicos son lo que constituye los sentidos y, par con­ siguiente. toda el ámbito de lo mental Hobbes, pues, no niega U existencia de los fenómenos mentales. Más bien, parece reducir­ los a movimiento y por fo tanto a fenómenos materiales. Debido a su reducción de lo mental a movimiento físico, Hob­ bes puede ir más allá de su afirmación del materialismo y llegar a u n a reivindicación del mecanicismo. En su introducción al ¡ j viathan dice: Pura la vida no c i sino d movimiento de miembro*, cuyocom icruti está en alguna piarte interior; ¿por qué no p odon es decir que to­ do» los «HtiiiMliti (máquina* que »e mueven mediante resortes y en ­ granaje! « u n o un reloj) lim en una vida artificial? ¿Pues qué es el a n fió n >ino un irwrtíi y loa nmiúf sino mucha» ciirn^i, y las arít-

10 H ob b o.b vu ib n , Pane t, Capitulo |. 11 tlobbes. Elemmivj ran sentido, o bien ha sido tan limitado que ha excluido muchas oraciones escúdales para las ciencias empíricas. Así que el crite­ rio deja de tener utilidad para decidir si una oración particular tiene o no sentido. Pero puesto que aún no se ha mostrado que no puede haher una definición adecuada, no debemos apoyar la discusión contra el criterio sobre este problema.3* El problema más grave para el criterio de veiiOcabiltdad del significado es que parece ser contraproducente. Afirma que las únicas O raciones verdaderas son las oraciones analíticas y las ora­ ciones empíricamente verificabjes. Por consiguiente, el criterio mismo, si es verdadero, debe ser o bien analítico o bien empí­ ricamente verificable. Pero no es analítico, porque no hay nada que se autoroniradiga en la afirmación de que algunas oraciones no-analíticas y no-vcrificables sean verdaderas. Ciertamente pa­ recería que la mayoría de la gente ignorante acerca de las teorías del significado rechazaría el criterio considerándolo falso porque piraba i|Ue muchas expresiones religiosas y éticas, entre otras, son verdaderas. En consecuencia, no parece ser una generalización basada en la observación empírica de las maneras en que de he­ cho ta gente usa las oraciones y responde a ellas. Parece, pues, no ser ni analítico ni verificable empíricamente. Algunos posi­ tivistas que reconocen este problema han afirmado que ésta es simplemente una propuesta acerca de lo que deberíamos consi­ derar con sentido y han apoyado su propuesta diciendo que sin duda es necesaria para que las ciencias empíricas tengan un len­ guaje con sentido. Pero aunque bien podría ser que el lenguaje de la ciencia diera con un criterio confiable de verifícalalidaid del significado, éste no proporciona ninguna razón para pensar que ninguna otra área del lenguaje can sentido debe satisfacer reque­ rimientos similares. En suma, hemos encontrado buenas razones para rechazar el criterio de vcrificabilidad. Sólo es aceptable si hay alguna razón para pensar que es verdadero respecto de cómo son las cosas, o* ** fara ducunnnct detallada* pero difleilet tabre cu* problema, vene I. Schelller, Tkt Anatamy t f tnfutiy. Knopí. Nueva York, 1963. pp IS O -IH . D. Makinson. "Nidditch'i Definición o l Vcriful>tlil>". Atind (abril de 1065}; i J. W. Cornman, "Indireetly Venfiable: Fvrryihing or Nothing*. H m ioeplucat Slu éiu (junio de 1067)>

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t i . i'SO BI JM A MENTÍ.-CtlFJtfO

que es una propuesta válida respecto de cómo deberían ser las co­ sas. Pero no hemos encontrado razones para aceptarlo como una propuesta, ni una buena razón para rechazar su verdad, porque no es ni analítico ni veríficable empíricamente, como k> exige el criterio mismo a todas las oraciones verdaderas. En consecuen­ cia. puesto que la premisa (2) de Ilcm pel implica el criterio de vcrifitabilidad, debemos rechazar la premisa así como el criterio Debemos renunciar al atajo que llera al condurmmo analítico y tratar por el camino más largo y más difícil. Esto es, debemos ver si c) conducüsmo analítico tiene justificación para tratar de pro­ porcionar algunas definiciones contextúales específicas de ora* cienes psicológicas particulares. Si logramos algún éxito. enton­ ces hay una buena razón para aceptar el conductismo analítico; st no tenemos éxito, entonces debemos rechazarlo. Una otjtrión al ctm&acimna analítico nfm /df analizar oracurnrj dt rrrrnaa ün lililí (-loque afirma que d programa det conductismo analítico no se cumplirá es KodcricL M Chisholm. Chisholm ha estado dispuesto a apoyar su discusión contra el análisis de las oracio­ nes psicológicas, puestas en términos de oraciones conduelistas, en la falta de habilidad de cualquier persona para analizar sa­ tisfactoriamente oraciones que contengan algún 'creer’. En va­ rios arríenlos ha mostrado que todos los intentos hechos hasta ahora han fracasado en proporcionar un análisis adecuado de las oraciones de creencia. La consecuencia de ello, desde luego, es que puesto que 'creer' es un término psicológico, el conduc­ tismo analítico debe ser rechazado. Para ver el razonamiento de Chisholm debemos empezar por ejemplos de cómo critica ciertos análisis específicos, t.n rada caso muestra, o bien que el atialtwm no es sinónimo de la oración de creencia, o bien que se ha conver­ tido en sinónimo sólo mediante el uso de algún término técnico que no es necesario para describir meros fenómenos corporales. La segunda arma del ataque de Chisholm es tan importante como la primera, porque mucha gente ha tratado de evitar el lenguaje psicológico no mediante una traducción a| lenguaje conductiva, sino ac unando términos que suenan científicos y que sólo pare­ cen tener una función, a saber, evitar términos psicológicos. Por ejemplo, algunos psicólogos, en lugar de decir.

l*. IA IOS V tlO A ll

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rinlimiineliminador val m aterialism odecstado-centiul Además, científicos canto un

EJEJUUCIOS

3*1

La*) de causalidad próxima. Pero, podría objetarse, lacia Citwaíidad física ae explica en ultima instancia en términc* d e ocurren­ cias atómicas y subatómicas. Por consiguiente, los científico* no deberían concluir que U causalidad neurológica es causalidad pró­ xima; de manera que debería concluirse que la respuesta a la ob­ jeción (5) es falsa. ¿Es válida cata objeción? Explique SU K^HIHta. 11. Haga una distinción entre el materialismo y el mecanicismo, y e x ­ plique cómo puede uno ser materialista un ser m ctankm a. ¿Se puede ser tueca mcisia sin ser materialista? Explíquelo. 12. Haga una distinción entre el conducbsmo metodológico y d condur cismo analítico, y explique cómo puede uno ser conductista metodológico sin ser conductista analítico. ¿Puede uno ser con­ ductista analítico sin ser conductista metodológico? Explíquelo, 13. Explique con sus propias palabras U diferencia entre una defi­ nición explícita y una definición conirxtxuL Dé un ejemplo de cada una que no se encuentre en el texto 14. Evalúe el siguiente argumento: El conductiajtK) analítico es simplemente una tesis acerca de las definiciones contextúales de los término» psicológico*. Por con ­ siguiente. no e* una posición metafísica, ni implica alguna, p or­ que tal posición es acerca de lo que hay, y DO acerca de las de­ finiciones de las palahras. Por lo u nto , el texto es fabo cuando declara que e| ccmduetismo analítico implica al materialismo.167* 16. De acuerdo con el criterio de verifioibilidad del significado, ¿cu i­ je» de las oraciones siguientes tienen, cogncncíiivamcrntr, sentido? Explique »ua respuesta*. El planeta l'lutón está hecho de queso vrrdr. lo d o k> que lia y en el universo mide cf doble de lo que medía

ayer, Ju an es sin duda un buen hijs permite resolver un viejo enig­ ma, Considérese una roca tan pesada que Dios m uenga la capa t illad para levantarla 'T ien e o no Dios la capacidad de crear se­ mejante roca; Si lienc cita capai idad entonces hay algo mil* que Dios no tiene la rapacidad de hacer, asaiter, la de levantarla Pero, o bien tiene in capacidad de crear dicha t oca, o bien no la tiene Poi lo tanto hay algo que Dios no tirne la capacidad de hacer, ya sea levantar; ya sea crear determinada roca Por lo tanto Ditisn.. es omnipotente 1 ¿Cómo podríamos refutar este argumento? Lo primero que hay que notar es que contiene dos conclusiones: que hay algoque Dios no es capaz de hacer *, por consiguiente, que Dios no es om­ nipotente. Sin duda debernos aceptar la primera, simplemente porque hay muchas rosas que Dios no puede hacer (esto es, cual­ quier rosa que implique una contradicción lógica). Pero puesto que la incapacidad de Dios para hacer cosas que se contradigan a si mismas no limita su poder, debemos cuestionar si podemos sacar la segunda conclusión de que su incapacidad, ya sea pata rrcnr ya sea pava levantar esta roca, limita su poder, Usando Ij definición precedente, el problema csst la a fu marión deque Dio* lleva a cabo estas tarcas se contradice a sí misma St el que luga por lo menos una «le ellas se contradice a si mismo, entonces es

1 Vfjn ir (ttsrimnnts reo rn m w btt t í t prablenu rn C MsvrofW. P unte* Concrrning OmmpoUTKr". 7 V /’toJWpAudí Revtru< (1 963), pp v H, C. FninVfui t, "The Logic o í Clin nipotrncc'", IIlz F h lo w p h u a l i t i w * 1

pp 365-263

KXAMEN DEL CONCEFTO DE SEH SUPREMO

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UBa falacia concluir que Dios no es omnipotente. No parece haIwr ninguna contradicción en decir que Dios crea una roca que ¿1 no puede levantar, de modo que no tratemos de eludir este problema concediendo que Dios es incapaz de crear esa roca. El problema es, pues, si es lógicamente posible que Dios levante di­ cha roca Esto es, ¿acaso es lógicamente posible que Dios levante una roca que é/ es incapar de levantar? Está claro que la respuesta es que es lógicamente imposible que Dio* realice este acto, y, por lo tanto, sil incapacidad para levantarla no limita su poder. Pode­ mos, pues, eludir la conclusión de que Dio* no es omnipotente al conceder que Dios es incapaz de levantar semejante roca, porque dicha incapacidad no limita su poderHay sin embargo otra objeción en la de tinción precedente de 'omnipotencia' que vale la pena considerar debido a sus conse­ cuencias p-ira la llamada “causalidad retrospectiva". Considérese la siguiente oración. El ser supremo hace en 1982 que Enrique V III tenga exacta mente una esposa a lo largo de toda su vida. Esta oración no se contradice a sí misma, así que. de acuerdo con la definición precedente, si Dios es omnipotente, es capaz, de ha­ cer rsto Pero Enrique V III murió en 1547 después de haber teñid ' seis esposas, así que nadie, ni siquiera Dios, es ahora capaz de hacer que Enrique VIH haya tenido sólo una esposa en el pa­ sado Nadie es capaz de modificar el pasado. Por consiguiente, dada ta definición anterior, Dios no es omnipotente. Para entender el error de esta objeción es importante distin­ guir entre dos maneras diferentes de afectar el pasado, luí pri­ mera es que alguien cambie ahora la manera como fu e el pasado. Un ejemplo de esto seria que Dio* hiciera ahora que Enrique V llJ, que ya tuvo *e»s esposas antes de morir en 1547, hubiera tenido en toda su vida sólo una esposa. Semejante manera de afectar el pasado no estíi en poder de nadie, ni siquiera en el de Dios, porque implica que Enrique tuvo sólo una esposa y que también tuvo seis, y estoca contradictorio. 1.a segunda manera de alertar el pasado es hacer que ocurra algo, sm cambiar ti fuaado, que ocurrió previamente, Aunque esto puede ser muy inusual, t*o.« contradice a sí mismo. Por ejemplo, es lógicamente posible

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EL PROBLEMA DE JU ST IF IC A S LA CREENCIA EN DIOS

que Dios haga ahora que Enrique huya tenido seis esposas, así que Dios licnc esta capacidad para afectar el pasado. Una ilustración diferente puede sernos útil aquí. Supóngase que en un momento específico, a saber, exactamente a las 12:00 A,M, del 4 de mayo de 1982, un individuo determinado, María, siente una punzada en el brazo. Generalmente supondríamos qnc esta punzada fue causada por sucesos que la precedieron in­ mediatamente: tal vez sucesos neurales y musculares fueron las causas inmediatas de la punzada. Además— y esto es lo importan­ te— también supondríamos que estos sucesos musculares y ncuralcs ocurrieron a n ta de que la punzada ocurriera, tal vez a las 11 ;59'59" A.M. de la misma fecha. Ahora bien, esto es lo que nor­ malmente supondríamos, y o to es lo tju e normalmente sucede­ ría, Sin embargo es lógicamente posible que la causa real de la pu nzada de María ocurriera después de que ocurriera la punzada, digamos ct 5 de mayo de 1982. Semejante caso de "causalidad retrospectiva" es muy extraño mas no se contradice a sí mismo. Podernos aplicar fácilmente esta ilustración al caso de Enrique VIH. Imaginemos que c| pasado es exactamente como creemos que fue; Enrique V III murió en 1547 y a lo largo de su vida tuvo seis esposas. Es lógicamente posible que la causa de que haya te* nido seis esposas ocurra ahora, en 1982, y no en c-J siglo XVI, de la misma manera cu que es posible lógicamente que la punzada de María del 4 de mayo haya sido causada por un sureso del 5 de mayo del misino año. Puesto que esto es lógicamente posible, también lo es que la causa real de que Enrique haya tenido seis esposas en d siglo XVI sea algo que Dios hace ahora en 1982. Así que Dios tiene la capacidad para afectar d pasado sin modi­ ficarlo. El pasado permanece igual porque signe calando como estaba: Enrique tuvo seis esposas, Pero Dios afecta c4 pasado por­ que ahora, en 1982, hace que Enrique haya tenido seis esposas en el siglo X V I. Sin embargo. Dios no puede afectar el pasado modificándolo, porque ese es un acto que se coutrad iré a sí mismo, 1.a objeción precedente fracasa porque confunde afectar el pa­ sado con modificar el pasado: io primero puede ocurrir si bien tosegundo no puede. El ser supremo es omnisciente Podemos empezar nuestra definición de la oración 'El ser s»'

EXAMEN DEL CONCEPTO DE SEK SUPREMO

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prcmo es omnisciente' como !o hicimos con la definición anterior —esto es. diciendo que significa que el ser supremo lo sabe todo. Tero de nuevo debemos sor cuidadosos, porque ni siquiera Dios puede saber algo que sea Falso, De modo que sería mejor decir que el ser supremo conoce todas las verdades. Sigue habiendo, sin embargo, un problema que hay que considerar. Si Dios co­ noce todas litó verdades entonces conoce verdades acerca del fu­ turo, esto es, conoce lo que va a pasar, f'ero, se ha afirmado, si Dios sabe que algo va a pasar antes de que suceda — por ejemplo que yo voy a escribir las palabras 'de modo que’ al principio de la siguiente oración— entonces se sigue que ah i debo escribir ‘de modo que' De modo que, el conocimiento previo de Dios y por lo tanto su conocimiento de todas las verdades, es incompatible con mi libre albedrío. En consecuencia, o bien nadie tiene libre albedrío, o bien Dios no puede prever todos los sucesos futuros ni es omnisciente. ¿Debemos acaso resignarnos a creer que los humanos no tienen libre albedrío para con ello garantizar la om­ nisciencia de Dios? Podemos evitar esto porque en la premisa ‘si Dios preve que yo haga algo entonces debo hacerlo', la palabra ‘debo’ indica que el consecuente se sigue lógicamente del ante­ cedente. De manera que la premisa puede volver a formularse coma ‘Es lógicamente necesario que si Dios (o alguien más en el mismo caso) prevé que yo haga algo, entonces lo luiré'. Pero no se sigue del hecho de que yo vaya a hacer algo que yo dfba hacerlo, en el sentido de ser coaccionado o forzado» hacerlo en contra de mi voluntad. Así que no se sigue de la previsión de lo que haré que no ¡a haré por ttli propia voluntad.” Aestas alturas alguien podría intentar una nueva linca de ata­ que, Si alguien prevé lo que hago, entonces puede predecir co­ rrectamente lo que voy a hacer. Pero puede predecir correcta­ mente lo que vay a hacer sólo sí lo que voy a hacer está causalmente determinado y es por lo tamo predecible sobre la base de leyes causales. Por consiguiente, la previsión de lo que hago no es compatible con que lo haga por mi propia voluntad. Lo primero que se puede decir al respecto es que la conclusión sólo se sigue si el libre albedrío y el determinisrao causal son incompatibles. Pero1 1 Ví j k un jrgimirnui tabre Ij mtonipatibihtljd del libre ¿Ihedrto y la pre­ cisión,en S*. l'ike, ‘"Devine Omni«*ieijce and Vnlunury Adían". T%t Pluloiapbical Ktvirv, (1965), pp_ 27-46.

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344

EL PROBLEMA DE JU STIFICA R LA CREENCIA EN DIOS

anteriormente encontramos una razón para negar o t o .1 En se* gundo lugar, no hay razón para pensar que alguien puede hacer una predicción correcta hasándose sólo en leyes causales. Con frecuencia predecimos justificadamente que, por ejemplo, Pérez decidirá perdonar a su esposa su última infidelidad porque sabe, mos lo que él hizo en el posado, no porque conózcame» las leyes causales relevantes para predecir lo que va a decidir, Además, no es claro que la previsión describa correctamente el conoci­ miento que Dios tiene de mi futuro. Se ha afirmado que para Dios la totalidad de la duración temporal del universo —pasado, presente y futuro— es como para nosotros un breve momento, así que Dios sabe Jo que voy a hacer de la manera como yo sé lo que estoy haciendo ahora. \ o hay ninguna predicción invo­ lucrada. De modo que hay razones para rechazar esta segunda línea de ataque acerca de la compatibilidad de la previsión divina COn nuestro libre albedrío. Antes de continuar debemos considerar otro problema con­ cerniente a la omnisciencia de Dios. Digamos que en cieno rnomentó, mH, Dios decide por primera vez hacer algo (por ejemplo, crear un universo particular). Si en esc momento »i„ Dios decide por primera vez crear dicho mundo, entonces en ningún mo­ mento antes de ni, supo cuál sería su decisión en ese momento "V porque si lo hubiera sabido, entonces no lo habría decidido por primera vez en el momento ni*. l’ero si Dios es omnisciente entonces no hay un momento en el que no sepa todas las ver­ dades, de manera que si Dios es omnisciente entonces en todo momento ames de *nn supo lo que decidiría hacer por primera vc2 en m ,, Así que si Dios decide por primera vez en el momento w„ haceT algo, entonces Dias no es omnisciente, puesto que hay un momento antes de m* en el que no sabia lo que decidiría. Hay varias maneras de evitar esta conclusión IJna es negar que haya un momento en el que Dios decida por primera vez hacer algoSe han dado dos razones diferentes en fevor de ello. La primera razón es que, no importa cuánto se retroceda en el tiempo, Dios ya ha tomado para entonces todas sus decisiones. La segunda consiste en afirmar que, a diferencia de las nuestras, ninguna de las decisiones de Dios ha sido tontada en un momento deternú* ’ V éate r l C apitula 3. paiam

EXAMEN PEÍ. CONCEPTO DF. SOI SUPREMO

S45

nado, porque Dios no es un miembro hfanón última de ta¡ tora* Kn la tercera interpretación tenemos un aigumentó que es consi­ derablemente parecido a cada uno de los pasos tlcl argumento de la primera causa. El argumento puede expresarse de la siguieme manera I

I lav ahora cosas que existen y cosas que explican tencia.

mi

exis­

2. Si hay ahora cosas que existen y cota* que explican su exis­ tencia, v cada cosa. ,Y, que explica otra cosa. explica com­ pletamente a 1' sólo si ella, ,Y, es a mi ver explic ada por otra cosa, entonces la explicación completa de I’ es infinitamente Larga. !*ot lo tanto 3. SÍ cada cosa que explica atea cosa completamente. Li explica sólo sí a su ve/ es explicada por otra cosa, entonces su ex­ plicación completa es infinitamente larga. Pn lo tanto 4. Ninguna explicación completa puede ser infinitamente lar8aJb r ¡o tanto 5. I lay algo que explica completamente otras cosas y que no es explicado por ninguna otra cosa, esto es, hay algo que es la explicación última de Lis cosas, a saber, Dios Delie notarse que en esta interpretación la afirmación clave del argumento no es que habría un número infinito de explicaciones diferentes, sino que cualquier explicación completa serta infini­ tamente larga Aquí la idea es cpic sj la explicación tic una cosa necesita referirse a otra que- a su ve? necesita set explicada, en­ t u m e s la explicación de la primera cresa no cst.1 completa a menos que la segunda esté completamente explicada. Una consecuencia importante de esle énfasis en que la expli­ cación de una cosa esté completa es (pie es posible dar un a (gil­ mente) muy plausible para apoyar la premisa (4). Considérese que no Humaríamos a algo una explicación a menos que pudiéramos cr venido de la nada, sino que re­ quiere uno transferencia de energía de alguno otra cosa. Cuando lo premisa ) a partir de 1 1), entonces, como lo señala Filón, tendríamos que atribuirle a Dios características muy poco divinas. Considérense los siguientes puntos señalados por Filón;

j l1

Mas, nun en el r aso rlc que este mundo fuese una produc­ ción todo lo pcrltcU que se quiera, todavía biliaria s-rlx r st indas Lis cxrck-iu ias de l.i obra pueden con jusdcia ailscriI>irse al ubtero. Si cnnlempUrnos un navio íqtlé exaltarla idea ilr Iremos formamos riel ¡ngenii i di-I earpiiiiem que armó una máquina u n complicada, útil y bella' Y qué sorpresa ddx-m< *• ex per uneniar cuando caernos en la cuenta ríe que se trata ríe un iiavJiticü estúpido, que se limita a imitar a otros y que l'mir amen le i opia un arte, que. a través de una larga sucesión de edades, después tic múltiples ensayiss, errores, corrts riolas, dcliljer,iciunes y controversias, poco a poco ha ido pro­ gresando. bien pudieron muchos mundos halx-r sido remen­ dados y estropeados £ lo largo de una eternidad, antes de que tsae sistema de ahora furse acuñado; murho esfuerzo p e r­ dido, muchos estériles ensayos, un lento pero no interrum­ pido progreso conltnuatlo a través de edades infinitas en el j j te de fabricar mundos F.n asuntos corito MKK 'quién puede determinar, no ya la verdad, pero ni siquiera conjeturar dón­ de radica la probabilidad en trevi gran número de hipótesis que pueden proponerse, y aún mayor número que puedrn

imaginarse5' 1



/f"!

['arto V, p, 68-

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EL PROBLEMA DE JUSTIFICAR LA LUELNCJA EN DIOS

|2) ¿Y qué apariencia do argumento, continuó Filón, puede» pro­ ducir, partiendo de tu hipótesis, para demostrar l.i unidad de la Divinidad? Son mucho» los hombres que se unen para cons­ truir una casa o un navio, para levantar una ciudad, para fra­ guar una nación ¿Por qué no hemos de creer que son varias las deidades que intervienen para trazar y armar un inundo? Esto guarda mayor semejanza ron las cosas de los hom bres2* [3) Pero aún más, Cleantes. I.os hombres son mortales y renue­ van su especie por generación, y esto es común a todas las criaturas vivientes- (, „, ] ¿Por qué ha de excluirse una circuns­ tancia, tan universal y tan esencial, de esas numerosas y Umi­ ta das deidades?22 14] Y -por qué no convertirse de una buena vez en un perfecto antropomorfista? ¿Por qué no afirmar que la deidad o las dei­ dades van corporales." V que tienen ojos, nariz, boca, orejas.

Filón resume su posición diciendo que la persona que adopta la analogía de Oleantes tal vez podría ser capaz de sostener que el universo es el producto de algú n clise dador, pero no puede ir más lejas batelndose en la analogía. Ifasta donde él alcanza, es posible que m e mundo sera muy drfccluesí :■tr iinperfecto, si se le c o m p a r a i ■ai un patrón superior, y no es sino el primer y burdo intento de alguna deidad pueril, quien, mis tarde, lo abandonó avergonzada d e una obra tan imperfecta; o bien es posible que sólo sea la obra de alguna deidad inferior, objeto de irrisión para sus superiores; o bien el producto de ¡os muchos años y la chechea de alguna deidad senil, que, desde que ésta murió, ha seguido rodando a toda aventura, a partir fiel inicial impulso y fuerza activa que ella le comunicó.2f E n sum a, si la an alogía con artefactos hum anos es lo su ficien te­ m ente ce rca n a co m o para q u e sea p robable q u e u n set in teligen te c re a ra el u niverso, es lo su ficien tem en te c e rca n a co m o para que el crea d o r sea m u cho más p arecid o a los seres h u m anos qu e n Dios, p o r lo q u e d ebem o s rech azar la afirm ación h ech a en (5) de M /¿irf .p . 69 72 ftirf,. Parte 30 Ibid

*> lliJ .p . 7 b

V, p

70.

395

ARGUMENTO ONTOLÓGICCE VERSIÓN DE DESCARTES

que el creador del universo, como se estableció en (1). es Dios. No podemos establecer (5) usando el argumento del diseño. liemos encontrado dos objeciones a] argumento del diseño (pie son suficientes para dejar de considerarlo una justificación inductiva de Ja creencia de que Dios existe. Éste es el último ar­ gumento a posterior} plausible de la existencia de Dios. A estas alturas la tendencia natural e.s rechazar las pruebas a posterior} y afn mar que si (acreencia en la existencia de Dios scjnstifica, debe serlo gracias a una prueba a prion. una prueba que no use pre­ misas que se justifiquen mediante una evidencia obtenida gracias a las experiencias que los seres humanos tienen en esic mundo. Consideremos dicha pmeba. U

n argum ento

p r io r t

Uno d e los argumentos más simples aunque de los más intrigan­ tes y desconcertantes que alguna vez han sido concebidos es el argumento ontolrtgico. Desde los tiempos de San Anselmo, en el siglo X I, hasta nuestros días, ha sido discutido interminable­ mente. Una y otra vez se ha pensado que ha sido refutado y que se le ha dejado de lado, sólo para reaparecer tan problemático como siempre Fia habido dos planteamientos clásicos del argu­ mento, ti no hecho por San Anselmo y el otro por René Descartes. I'rimcrn consideraremos la versión de Descartes porque es la que présenla e! argumento más simple y muestra más directamente uno de los puntos centrales de la discusión. Rt. ARGUMENTO O NTOLÓCICO. LA VERSIÓN DE DF.SCARTES

Dcícaries argumenta que si efectivamente ocurre que dé en pensar en un ser primero y su­ premo, y en sita r su idea, por así decirlo, del tesoro de mi espíritu, entonces sí rs necesario que le atribuya toda suerte de perfeccio­ nes, aunque no las enumere todas ni preste mi atención a cada una de ellas en particular. V esta necesidad basu para hacerme concluir lluego de haber reconocido que la existencia es una perfección) que eso ser primero y supremo existe verdaderamente. R eñ í Desearle*, Síedtftuiones mrtafiiica-t con objecúnut v'idal Drfta. Ediciones Alfaguara, Madrid, 1977. p. 56,

y trsptuoai,

(rad, de

El rHOEJLF.MA O EJPSTIFtCA tUA C.ftf.EN PIA EN DIOS

l’Dilcmos exporte! el a tegumento de Descartes de una manera sent ill.i como sigue; I

[oda* las perfecciones non propiedades del ser supremo.

2. La existencia es una perfección. Pin lo tanto

ÍL F.l ser supremo tiene existencia, esto es, existe. Sí tiioíi generalmente la primera premisa es admitida, la segunda ha pasado por repetid os y severos ataques. Un tipndeataquecontrn la premisa (2) lia sido que si la existencia es una perfección, cnionces es una propiedad o característica que tienen algunas co­ sas v que no tienen otras; y si la existencia es una propiedad de las rusas, entonces la palabra 'existencia' es un predicado, por­ que uno se refiere a las propiedades de las cosas mediante pved irados. Pero la palabra ‘existencia' no es un predicado, de ma­ neta que la existencia no es una perfección. La respuesta obvia a esta objeción es que la existencia es sin duda un predicado, por­ que puede predicarse de un objeto en una oración. Sin embargo, aquellos que usan esta refinación contra la premisa (2) no ruegan que la 'existencia' sea un predicado gramatical. Su ataque tiene varias formas, pero su afirmación principal es que la existencia' no es un predicado descriptivo. E* decir, no es un predicado que: pueda ser usado para describir cosas; no es un predicado que pueda usarse para referirse a una propiedad que puedan tener l.us cosas. Si puede mostrarse que la 'existencia' no es un predi­ cado semejante, entonces hay una buen razón para concluir que la existencia no es una propiedad y, por lo tanto, que no es una pcvfcccíón. ím

íl]

fkjtríÁ a itt> Kartt: la 'exuintrni 1 no c.s m i p rrH kado

imcuro clásico y tal vez el más fuerte por mostrar que la 'exis­ tencia' no es un predicado se basa en la objeción hecha por Immanucl Kant hace casi doscientos años. Ésta ha sido considerada por mucha gente como la objeción que de una vez y para siem­ pre refutó la versión de Descartes del argumento oncológico. La parte clave de esta objeción se centra en el concepto de predi* cada real, es decir, según Kant, un predicado "(¡ue determina a una cosa En otras palabras, un predicado real es el que puede

ARqUMPMTOONTOLÓt.lCO VERSIÓN DE DESCARTES

397

sor usado para acaldar a definir lo que una cosa es. Es, pues, lo que podemos llamar un predicado dcfiníiorio, Kant argumenta de la manera siguiente: Evidentemente, “ser" no es un predicado real, es decir, el concepto de algo que pueda añadirse al concepto de una cosa, Es simple­ mente la posición de una cosa o de ciertas determinaciones en si. En su xiso lógico no es mis que la cópula de un juicio. La propo­ sición " D w i ti n m m f x i t e n i t " contiene dos conceptos que poseen sus objetos "Diü*" y "omnipotencia’', La partícula "es" no es un pre­ dicado m is, sino aquello que nelaaona sujeto y predicado. Si tomo el sujetu f'Dicw’') con todos sus predicados (entre lo» que se halla también la "omnipotencia") y digo “Dios es", o “Hay un Dios", no añado nada nuevo al concepto de Dios, sino que pongo el sujeto en sí mismo con todos sus predicado» y lo hago relacionando el vbjsta con mi ct/uttpto.^

Sería de gran ayuda interpretároste argumento en relación con la forma en que un término pueda utilizarse para cambiar el signi­ ficado de otro. Fito nos permitirá interpretar tnejor lo que Kant quiere decir con que un concepto se añada a otro concepto. Por ejemplo, el término 'soltero' se define mediante dos predicados tii tensado' y 'varón'. Podríamos, sin embargo, "añadir" otro pre­ dicado a la definición tal como ‘feliz’ y de esta manera cambiar d significado de 'soltero'. Cualquier predicado que ayude a de­ terminar el significado de un término de esta manera es un pre­ dicado de finí todo. Así que un término puede ser un predicado drfitiitorio ya sea que de hecho se use o no en una definición, El único requerimiento es que sea posible utilizarlo de dicha ma­ nera Podemos ahora traducir el argumento de Kant como sigue:123 1. Si un término es un predicado real (definitorio), entonces puede añadirse al significado de un término para cambiar su significado. 2. El término existe’ no puede añadirse al significado de un término para cambiar su significado. fin io tamo 3. El término 'existe* no es un predicado reai. L1 Kam. CrffSf» J i l a raidn p m , I, ía- p ifie , 2a. dW.,Cip. III, aec. IV (A39S. trad. de Pedro Ribas, Ediciones Alfaguara, Madrid, 198$, p, 301,

308

£ t PílO BLK.MA DE JUTrIIHCAfc

la

CftÉENtlA E S P l l l í

La premisa (I) es sin duda Aceptable, parque sí un predicado puede usarse para definir un término, entontes puede usarse para re-definir un termino y por lo tanto cambiar su significado, No es l u í ciato, sin embargo, que la premisa (3) sea verdadera Kani la defiende afirmando que cada vez que decirnos que algo cxbrc, si bien predicamos existe’ de un término, estamos dicien­ do, en efecto, que el término ron rl significado que lim e se refiere a esta tensa o aquella, [le manera que nunca cambiamos el sig­ nificado de un término cuando lo usamos para decir que algo existe Cuando de» irnos, peí ejemplo, que existen solteros Feli­ ces. en ningún caso estamos tratando de cambiar el significado de la frase 'soltero felii'. F.n lugar de cs»> afirmamos que la fiase tal Como está se aplica a algunos entes. Si la defensa de Kanl de la premisa (21 es válida, entonces parece que ha establecido que la 'existencia1 no es un predicado real o definí torio. Si bien cslc es un argumento bastante convincente, hay por |n menos dos objeciones que se pueden dirigir contra él. Primera, incluso si el argumento es sólido no está claro cómo muestra que la existencia no es una propiedad Lo más que puede mostrar es. que la existencia no es una propiedad drftnüariit de algo. F-n otras palabras, lo único que muestra es que cualquier oración que afirme que algo existe es sintética y no analítica, pero esto no basta para demostrar que la existencia no es una propiedad. Algunas personas han argumentado que mostrar que ninguna oración de existencia es analítica es suficiente para refutar la versión de Des­ cartes del argumento oniológico. Si es así, entonces esto es su­ ficiente para nuestros propósitos, Esto, sin embargo, es falso. Si bien en muchos pasajes puede interpretarse que Descartes afirma que la oración ‘Dios existe’ es imnlíiira, su argumento, ya sea como aparece en la cita o como lo reconstruimos, no implica quesea necesario que Dios exista, Por consiguiente, el argumento no im­ plica que "Dios existe' sea analít ira. Es cierto que Descartes afirma que Dios tiene necesariamente todas las perfecciones, pero no afirma que sea necesario que la existencia sea una perfección. De manera que el argumento es compatible con que ‘Dios existe’ sen lógicamente contingente (no ana Urica) L1 argumento de Descar­ tes, por lo tanto, no puede ser refutado simplemente mostrando que 'existe' no es un predicado dcfmitOTto o real.

ARGUMENTOONTOLÓGICO. VERSIÓN DE DESCARTES

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Hay una respuesta a esta primera objeción (al argumento de Kant) que consiste en añadir algunas premisas al argumento de Kant, Estas son: la. Si un término es un predicado descriptivo, entonces es un predicado dcfinitorio. Ai comhinar (la ) con (I) obtenemos, vía un silogismo hipotético, (6, Sí tin término es un predicado descriptivo, entonces puede ser añadido al significado de un término para cambiar su significado. Entonces, mediante (1A) y (2) obtenemos, 3a, El término 'existe’ no es un predicado descriptivo. Ahora necesitamos otra premisa, a saber. i La existencia es una propiedad sólo si 'existe' es un predi­ cado descriptivo; v mediante la combinación de (3a) y (4) obtenemos la conclusión que Karit quiere, 5. La existencia no es una propiedad, La primera formulación de la objeción de Kant conrra el argu­ mento de Descartes nos lleva a la oración (3) que, como vimos, no era suficiente para refutar a Descartes Con este argumento kantiano corregido obtenemos una conclusión, (5), que, si es co­ rrecta. acaba exitosamente con el argumento omoiógico de Des­ canes. Ya admitimos la premisa (1). La premisa (la) puede ser plau­ sible una vez que señalemos que si un término describe un ente (de tal manera que el término sea un predicado descriptivo) a| referirse a alguna propiedad dc| misino, entonces puede ayudar a definir un término que se refiere a ese ente, Por supuesto, (1 fr) se sigue de (1) y de {]«), de manera que (IA) es igualmente acep­ table. Por otra parte, admitamos la premisa (2) en nombre del argumento sobre la base de que los serbos no se usan para refe­ riré a las propiedades de las rosas y por lo tanto no son predi­ cados reales o definirorios. No se usan en el tipo de definiciones que estamos considerando aquí, Nos queda por examinar, pues, bi premisa (4).

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* J . PROBLEMA UE Jl'S T IF I LLAR LA CREENCIA EN DIOS

El hecho de que se conceda que el término ‘existe' no es un predicado defiimorio real, no es razón para pensar que el adjetivo ‘existente* no puede usarse en definí nk iones. Tero si el termino 'existente* puede usarse en definiciones, hay razones para pensar que es un predicado real, y también las hay para pensar que es un predicado descriptivo. Considérense las definiciones siguientes: Sea el término ‘redaga* 'daga existente* y el término ‘norredaga*. ‘daga no existente’. Podemos usar estos términos para decir con cierto sentido, por ejemplo, que en su trastornado estado mental Macbcth veía una norredaga pensando que veía una redaga. Y, puesto que pode­ mos usar el término ‘existente’ en tales definiciones de términos nuevos, también podemos usarlo para redefinir términos que ya están en uso. Así que ahora hemos encontrado una razón para suponer que el término ‘existente’ es un predicado definítorío real, y por lo tanto hemos encontrado una razón para suponer que 'existente- es un predicado descriptivo. Pero si ‘existente’ es un predicado descriptivo, entonces es razonable creer que la exis­ tencia es una propiedad; los predicados descriptivos se refieren a las propiedades de las cosas, Hemos, pues, arrojado cierta duda sobté la premisa (4). Pues si el hecho de que ‘existente’ sea un predicado descriptivo es comí ició Htu fkim te, pt>Ts(soht para que la existencia sea una propiedad, entonces el término 'existe*, siendo un predicado descriptivo, no es una condición n/cnaria para que la existcnciasea una propiedad De m ntieraqiiccl a laque de Kant al argumento oncológico de ilescartes después de todo Fracasa. Fucile ihiilrarsc aquí este razonamiento con un ejemplo sa­ cado del béisbol. Supóng;tse que alguien dice que una condición necesaria para que una pelota bateada se convierta en carrera en el VaUran's Sladitim ele hiladeJila es que la pelota recorra un mínimo de 15U metros a la altura apropiada. Esta persona afirma, entonces, Una pelota bateada es una carrera en el Vtlertm'í Siadtutn de l'ibdelfia sólo sí la pelota recorre por lo menos 150 metros a la altura apropiada. Sin embargo, de hecho basta perfectamente con que la pelota re­ corra 120 metros a la altura apropiada para que se haga una

ARG U M EN TO{OTOLÓG ICO: VERSIÓN DE DESCASTES

■101

carrera en esc estadio La distancia entre la base y La cerca del campo del lado izquierdo es de menos de 120 metros. Así «pie balear la pelota hacia la izquierda, a una distancia de 120 metros a La altura apropiada es suficiente para hacer una carrera. Por lo tanto, hatear la pelota a 150 metros de distancia en ese esta­ dio no es una condición necesaria para hacer ahí una carrera. Lo mismo pasa con nuestra afirmación sobre el argumento de Kant. Si es razonable creer que 'existente", al ser un predicado descriptivo, es suficiente para que la existencia sea una propie­ dad, entonces es razonable creer que el término ‘existe1al ser un predicado descriptivo, no es necesario para que la existencia sea un3 propiedad, Otra objeción la z.ralen d a no es una perfección Hemos visto que el primer tipo de ataque al argumento ontológico de Descartes fracasa. Consideremos otro. Aquí lo importante es que incluso si la 'existencia' es un predicado, incluso si la exis­ tencia es una propiedad, sin duda no es una perfección. Aquí, para nuestros propósitos, basta con decir que una perfección es una propiedad que tiene un objeto que va jum o con otras pro­ piedades para que un ser sea perfecto. De manera que podemos comparar dos cosas y decidir cuál es la mejor o más perfecta. De­ cidiríamos esta cuestión considerando las perfecciones que cada una tuvo y de la que cada una careció. Por ejemplo, alguien puede describir a dos personas diferentes con gran detalle pero sin de­ cirnos si existen o no. Entontes nos pregunta qué descripción se acerca más a la persona ideal o perfecta. Lo decidimos sóbre­ la base de las propiedades que nos lia descrito. Supóngase que después de haber decidido nos dice que se le había olvidado dar­ nos una parte de ta información. La persona que pensamos que era menos perfecta de hecho está viva, pero la otra es simple­ mente un personaje fkiicio í Debemos acaso revalorar nuestra decisión a ta luz de este nuevo hecho? Parecería que no. Una persona se acerca más a la perfección que otra, ya sea que exista o no. La existencia, por lo tanto, tto es una perfección. Sin duda este argumento tiene cierta fuerza. Cuando decidi­ mos quién es el más grande de los presidentes, o el pintor ideal, o la persona más santa, no necesitamos Considerar si existe ahora

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EL PROBLEMA DE JU STIFICA R LA. CREENCIA EN DIOS

o ha existido alguna vez. Podemos valorar tamo a la gente fic­ ticia como a la real. La existencia parece ser irrclcvantc para la perfección, o para constituir una cosa ideal de cieno tipo. Por consiguiente, debemos concluir que la premisa (2) de la versión de Descartes del argumento oncológico es demasiado discutible como para sustentar la conclusión. E l ARGUMENTO ONTÓLOCiCO: 1.A VERSIÓN DE SAN ANSELMO Pasemos ahora a la versión de San Anselmo, la cual, como vere­ mos, no está tan Intimamente ligada con la tesis de que la exis­ tencia es una perfección, San Anselmo empieza diciendo que en­ tendemos el concepto de ser supremo, y icd o lü q u esc comprende rsticnU iritcligrTiria y sin duda alguna este objeto por encima d d cual no se puede concebir nada mayor, [lo existe en la inteligencia solamente, porque, si así fuera, se podría suponer, por lo menas, que existe también tn la realidad, nueva condición que haría a un ser mayor que aquel que no tiene existen­ cia m is que en el puro y simjilr pensamiento. Por consiguiente, si o t e objeto por encima del cual no hay nada mayor estuviese so lá­ meme en la inteligencia, sería, sin embargo, tal que habría algo por encima de él, conclusión que no sería legítima. Existe, por consi­ guiente, de un modo cierto, un ser por encima del cual no se puede imaginar nada, ni en el pensamiento ni en la realidad.*4

Aunque históricamente no sea muy preciso, podemos desenredar parte de la complejidad del aigumento de San Anselmo rempla­ zando ‘se puede concebir* con ‘es posible1 y 'no existe sólo en el entendimiento' por ‘existe*. Podemos exponer el núcleo del ar­ gumento de la manera siguiente: 1. Si el mayor ser posible no existe, emonecs es posible que exista un ser más grande que el mayor ser posible. 2. No es posible que exista un ser más grande que el mayor ser posible. Por lo tanto 3. El mayor ser posible existe. M San Anselmo, P m big io, Cap. II, trad. d r j . Alameda, O, 5. B-* Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1952.

ARGUMENTO ORTOLÓGICO: VERSIÓN DE SAN ANSELMO

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Debe notarse que este argumento no afirma ni que la existencia es una perfección, ni que la onirión (3) es una verdad necesa­ ria. f'n consecuencia, no parece estar expuesto a ninguna de las objeciones que hemos lanzado contra inversión de Descartes, Sin embargo, Gaunilo, un contemporáneo de San Anselmo, tuvo una objeción diferente que debemos considerar. La objeción d* Gatmiío: la mayor illa posible Gaunilo te pide a Anselmo que considere un isla que sea la mejor de las islas y que considere el argumento siguiente: no puedes dudar en adelante de La existencia de la Uta, puesto que tienes una idea dara de U misma en tu espíritu y porque es más existir en la realidad que solamente en la inteligencia, pues de lo contrario cualquiera otra tierra ex ¡átenle seria, por lo mismo, más importante que ella.55 Aquí Gaunilo señala que e] argumento de Anselmo prueba de­ masiado, de manera que ciertamente carece de solidez. Podemos probar mediante este argumento que el mayor objeto posible de cualquier tipo, ya sea una isla o un estudiante o un atleta o una cena o lo que sea, existe, y esto es sin duda un error. La respuesta de Anselmo fue simplemente decir que la lógica de su argumento sólo se aplica al mayor ser posible y a ninguno otro. Respuesta a Gaunilo: un ser mayor r j u s t i f i c a s

la c r e e n c i a e n d i o s

2 í . No es posible que exista una X mayor que la mayor X posi­ ble. V la forma B del argumento será la siguiente: 16. Si X no existe, entonces es posible que exista un ser mayor que X. 2b. No es posible que exista un ser mayor que XPodemos ver que podemos sustituir X por innumerables térmi­ nos en (Id) y (2' que X . Aquí hemos remplazado 'mayor* en el argumento de La forma B por La variable f . rara que (2r) fuera verdad, X tendría que ser equivalente a ’el ser m is 1' posible’. Pero podemos sustituir cualquict adjetivo por Y y de esa manera probar no sólo que el mayor .le cualquiera de lo» veres existe, como trató de probarlo C_.aunil. sino también que un ser que es superlativo abiolutam niie de cualquier manera existe. Así que podríamos probar con este argu­ mento que el ser inás feliz o más triste, más limpio o mito sucio, más gordo o m is delgado, o más absurdo o m is malo posible, existe. En este caso las dos premisas serían las siguientes Si el ser más (sucio, absurdo, malo, etc ) posible no existe, en­ tumes existe un ser más (sudó, absurdo, malo, etc.) que el ser m i* (sucio, absurdo, malo, etc ) posible Y: \o es posible que exista un ver mis (sucio, absurdo, malo, etc.) que el ser mis (sucio, absurdo, malo, etc.) posible. Incluso podemos probar que el ser cuya descripción implique el mayor numero de contradicciones posibles existe. Pero no es po­ sible que un ser cuya descripción implique aunque fuera una contradición exista Así que muchos argumentos de la forma C care­ c e n tic solidez. Pero, puesto que la forma del argumento es válida V las premisas relevantes de la forma (2r) son verdaderas, se si­ gue de ello que las premisas de La forma (Ir) son faLvas Además, puesto que ilb) es (le) con una variable menos, esto ciertamente arroja una duda sobre la premisa (1) lomada como ejemplo de (lfr) Si aqui Anselmo quisiera respondernos, de una manera si­ milar .i como le respondió a Caunilo, que su argumento sólo se aplica al adjetivo 'mayor', le responderíamos que no parece ha­ ber ninguna diferencia entre el adjetivo 'mayor y muchos otros relacionados con la existencia. Si un defensor del argumento ontológieo piensa que la hay, entonces a él le corresponde mostrarla Tal ve/ ec posible hacerlo, pero hasta ahora nadie lo ha hecho. Una ver más hemos alcanzado un punto en el que somos incapa­ ces de justificar una premisa. De manera que si bien la premisa puede ver verdadera, no podemos usarla en un argumento para justificar la conclusión. Deberíamos, entonces, rechazar los argu-

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EL I'Rc UMJLMA l>t JUSTIFICAR LA c r e e n c ia

en

n a*

metilo* oniológko*. como k> hemos hecho con leu otros, por ser inadecuados para justificar la creencia tic que Dios existe U n a ju s t if ic a c ió n

p r a g m á t ic a d e

LA CREENCIA EN IA

EXISTENCIA DE DIOS

i temos rechazado Lis prudi-u n (m tenort y a prwn más plausibles ele ta evistenc ¡a de Dios, v, por lo tamo, no hemos encontrado ninguna forma de justificar la creencia de que Dios existe. A me­ nos que encontremos alguna cura manera de justificar las creen­ cias, tendremos que concluir que esla creencia no está justificada. Todos les ,'iygti memos que hemos examinado han tratado de ju s­ tifica! la creent ¡a dando rabones para pensar que la creencia es verdadera. Sin embargo, pragmatistas como Wiiliam Jam es han tratado de desarrolla! un tipo diferente de razón para sostener una i leem ta Algunas * reenci.w de las que somos incapaces de prohat si mim verdade ras o falsas desempeñan un papel tan im­ portante en nuestras vidas que. según Wiiliam Jam es, tenemos justificación para creerlas bajo ciertas condiciones, Msta justifi­ cación "pragmática” tic ciertas creencias, no depende, pues, de ninguna evidencia o razón en favor de la verdad de lo que .se cree. James, en su articulo Ml.a voluntad de creer”, lia aplicado este tipo de justificación a la creencia de que Dios existe Exami­ nemos lo que dice; la tesis que defiendo, brevemente ex purera, es que .Vucura natu­ ra/ría pasional. no s6(o punte legítimamente, uno que debe, optar por una de doi prn/wucHjitfi, rada r e ; que %e trote de «na uperón genuino que no pueda, por m naíura/eia, ser rlecu/uia ¡obre frote» m leteetuaiet; p u n te que decir, bajo tales n rn im lan eiodrrulai, deja la cuntían abierta", es en ti momo una d m u in panana/ — tal tom o tleeuht rttin dy no— >to n e el misma nesga de no ser itrd a d eia .''

Aquí La frase clave es "'opción ge mi i na", y james la define como una elección entre hipótesis alternativas, que es viva, trascenden­ te y forzosa. Por opt ión ptvc quiere decir una elección entre hi­ pótesis entre las cuales por lo menos una tiene interés para la persona que se encuentra ante la elección. Muchas opciones no *’ W. Jume», fru o r m

1Ijfn ei. Vurvji York, I0C0, p. 95.

JUSTIFICACIÓN FftACttATICA

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son vivas, sino, como Las llama James, muertas, l.a opción entre i roer o no que tengo un número impar üe cabellos en la cabeza carece sin duda «le Indo interés para casi lodo el mundo. Diremos que una opción U aum dtntt es aquella en la que deci­ dir a favor o en contra de una de las hipótesis es decidir a favor o en contra de algo que es muy importante. La op« ión ofrerida a un astronauta para aceptar o rechazar la asignación de ser la pri­ mera persona que descienda sobre la luna es una opción trascen­ dente La última característica necesaria para que una opción sea genuina es que la opción sea forzosa Una opción forzosa « aque­ lla en la que no hay manera de eludir una decisión. Una persona encañonada, sin oportunidad para escapar, y con la elección “EJ dinero o la vida”, está ante una opción forzosa. No puede elu­ dir la elección escapando, o negándose a responder al ladrón, porque al negarse dejaría de entregarle el dinero y con ello, en electo, accedería a perder la vida Siri embargo, la opción entre ver la televisión o ir al cinc no es forzosa porque uno puede dejaT ríe hacer las dos cosas —por ejemplo, leyendo un libro.98 La opción rehgtosa y ti ¿trecha «i creer Una ve/ definidos los términos de James, podemos ahora expo. ai'T su argumento Como sigue: 1 Si alguien está ante una opción que es genuina y que no puede decidirse mediante investigación racional, entonces se justifica que esa persona decida de acuerdo con sus de­ seos. 2. Si la opción religiosa es una opción viva para alguien, en ­ tonces es una opción genuina para esa persona. ’V La opción religiosa no puede decidirse mediante investi­ gación racional. Por lo tanto

■t Ibid., pp 88-90.

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El, raOHLEMA DE JU S11J1CA R LA CREENCIA EN DIOS

4. Si la oprjón religiosa es una opción viva pañi alguien, en­ tonces se justifica que esa persona decida de articulo con sus deseos, Jam es argumenta, pues, que si alguien tiene la voluntad de creer, si quiere creer, em entes esa persona tiene derecho a creer. Por supuesto, si creer que Dios existe o que no cxtste no es de interés para una persona, entonces el argu mentó d ejan tes no se aplica a esa persona. Se aplica a la persona que quiere creer, a la persona para quien esa opción es viva, pero que se abstiene de creer por­ que no tiene rajones para pensar que su creencia es verdadera. Mínese, de paso, que no sólo el supuesto creyente sino también ti supuesto aren puede justificar su creencia. Dé manera que a al­ guien que quiere creer que Dios na existe pero que se abstiene de creerlo porque no pti cctq propone tonar rabones para tal creencia, c! argumento de James también puede serie de ayuda. Algunas personas se lian quejado de que el argumento de Ja­ mes proporciona "un permiso ir restricto para pensar lo que se desee ”, pero si miramos de cerca el argumento podemos ver que no es así. El argumento de Jam es sólo se aplica a opciones gcntunas que no puedan ser decididas mediante investigación ra­ cional. Esto elimina la gran mayoría de tas Opciones que puedan ser decididas mediante una investigación racional de los hechos pertinentes El argumento de jam es se aplica a un grupo muy limitado de opciones La cuestión que nos importa es si se aplica a lo que Jam es llama la opción religiosa Para Jam es, cuando no* enfrentamos con la opción religiosa, la hipóles» en cuestión no es ‘Dios existe’, sino algo m is complicado. La hipótesis religiosa de Jam es tiene dos partes. La primera de las cuates dicha con mis palabras, ‘Dios cxisic' y la segunda ‘Estamos mejor ahora y sin duda lo estaremos después si creemos que Dios existe’. Para Ja ­ mes, pues, la hipótesis religiosa es la conjunción de dos hipótesis y la opción religiosa es la decisión de creer o no en la hipótesis religiosa.*9 Consideremos las premisas. La primera parece aceptable por­ que si alguien quiere tomar una decisión importante, no hay ma­ nera de que pueda eludirla, y tampoco hay manera en absoluto de acudir a evidencias o razones para apoyar ta decisión, entonces* ** Véase en iíu t, p 105, U exposición de James (te li kipétexi» retipo*»

JUSTIFICACIÓN PRAGMÁTICA

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sin duda tiene el derecho de decidir como quien* No hay argu­ mento que pueda utilizarse para rondenar dicha decisión romo irracional. No puede eludir la elección, porque es f o n o » ; y no puede simplemente ignorarla porque es importante. En tal caso se justifica que haga lo que quiera. No hay nada relacionado con la decisión que no tome en cuenta sus deseos. El problema de la segunda premisa es decidir si la opción reli­ giosa de Jam es es o no trascendente y forzosa, Si e* ambas cosas, entonces la premisa es verdadera. Jam es dice que: vemos, primero, que la religión M- ofrece oamo una opción inutetulmle Supue-s-Umrnte ganamos, inri tisú ahora. mediante nuestra creencia, y perdemos por nuestra falta tieerrencia, un determinado bien vital, t n segundo lugar, la religión es una o pe mil forzosa, en la medida en que puede serlo No p «lemas escapar al problema per­ maneciendo escépticos y ap eran d o itiá* claridad, porque, si liien evitaríamos caer en el error en el ns-10 dr yus ta tWigsdn fu rra fa lta, perdería moa el liten, en U misma medida MI que í-íi-ogiéramos po* siliv.i mente no creer, 1* fuera verdadera

Podemos estar de acuerdo con James en que su opción religiosa es trascendente, porque tomar la decisión de creer en la hipótesis es decidir en favor de beneficios extremadamente importantes ahora y también en la eternidad que sigue a la muerte. Sin em ­ bargo no queda claro por qué Jam es piensa que su opción es for­ zosa. Parece pensar que si decidimos ser incrédulos respecto de su hipótesis religiosa, o bien abstenernos de creer en ella, enton­ ces hemos decidido, en efecto, no alcanzar ciertos beneficios pre­ sentes Peto esto no es así. Podemos rechazar su hipótesis reli­ giosa, que es una conjunción, simplemente rechazando una de las partes de la conjunción. De manera que si rechazamos La se­ gunda parte, esto es, que la creencia nos trae beneficios, pero cree mus que Dios existe, entonces no hemos rechazado lo* bene­ ficios. porque recibirlos requiere sólo de que creamos que Dios existe Igualmente, podemos abstenernos de creer Li hipótesis religiosa sin riesgo alguno de perder, si sólo nos abstenemos de c ret-T en Li segunda p a n e. Por consiguiente, la hipótesis religiosa que i-imcs ofrece na resulta *er una opción forzosa, y por lo tanto b segunda premisa del argumento de Jam es es falsa. •o í *kf . pp. IOS-¡06.

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EL PROBLEMA DE JU STIFIC A S L a CREENCIA EN DIOS

Sin ctnltargo, podemos cnt;onin»T otra hipótesis religiosa que conduzca a una opción tamo forzosa como trascendente La hi­ pótesis mÁs simple (le que Dios existe satisfará La opción forzosa acerca de creer que Dios existe o no creer que Dio* existe. Sí me abstengo de decidir, entonces, desde luego, en efecto he decid ido no creer que Dios existe. Esto, desde luego, no es lo mismo que decidir creer que Dios no existe L,a opción, empero, no es tras­ cendente, tal como la definimos No he decidido en favor o en Contra de ningún beneficio presente, ya sea que crea o me abs­ tenga de creer que Dios existe —especialmente si creo, por ejem ­ plo, que si hubiera un dios, me recompensarla no por mi creencia en él, sino por cómo me porto con mis semejantes. Así que puedo decidir tratar a los otros con amor y respeto y con ello decidir en favor de los beneficios, I’uedo equivocarme en cuanto a qué es lo que traerla los bcncíkiojr. pero enfrento ese riesgo, sin importar loque decida. Lo importante, de todas maneras, es que al decidir sólo respecto de la existencia de Dios, no he decidido en favor o en contra de los beneficios. La hipótesis siguiente, sin embargo, que llamaré //, elude este problema Dios existe, y sólo los que creen en b s enseñanzas de Dios tque incluyen H ) recibirán ciertos beneficios importantes ahora y también después

ti,

En el caso d c H debemos creer ambas panes de la conjunción con el fin de recibir los beneficios, de manera que si rechazamos o nos abstenemos de creer en cualquiera de las panes de la conjunción, en cierto, hemos decklidn en contra de los benenlk tus Así que una opción referente a // es forzosa y sin duda trascendente. .Aceptemos, pues, la segunda premisa del argumento de James una vez que hemos interpretado la hipótesis religiosa c o id o H . Todavía nos queda la tarca de evaluar la tercera premisa. No hemos encontrado argumentos sólidos para probar la existencia de Dios, ya sean a f m a r i o a p o s i r r i o n . Puede pensarse que esto es suficiente para justificar la premisa (3), pero hay otras do* for­ mas que aún pueden ser refutadas. Primera, a lo largo de la dis­ cusión anterior supusimos que o es vedadero o es biso que Dios existe, y aunque ésta parece una suposición razonable, ha sido atacada fuertemente. Se ha afirmado que ninguna expresión re­ ligiosa, incluyendo 'Dios existe', es una proposición; todas son

JU STIftC A C tÓ N PRAGMÁTICA

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expresiones que no son ni verdaderas ni falsas. De acuerdo con esta afirmación, las expresiones religiosas no sirven para hacer proposiciones acerca de las cosas, sino que tienen una función lingüística totalmente diferente. Por consiguiente, es un error concluir que es verdadero o falso que Dios existe, y también es un error hablar de una opción religiosa que implique la hipótesis de que Dios existe. Ilahfar de esta manera es equivocarse res* pecto del lenguaje y perderse en pseudoproblemas que incluyen pseudoh ipótesis 1 La segunda Téplica a la premisa (3) es toralmente diferente. Admite que o es verdadero o es falso que Dios existe y que no hay ninguna evidencia a favor de la hipótesis de que Dios existe. Declara, sin embargo, que sin duda hay evidenciasen contra de la hipótesis, evidencias que deberían llevarnos a concluir que Dios no existe. Consideremos por separado cada una de estas d iferentes réplicas. Primera objeción- las expresiones religiosas na san aftrm aíim us Conocemos muchos usos del lenguaje que no incluyen afirma­ ciones. Cuando hacemos una pregunta, o damos una orden, o contamos un chiste, o recitamos un poema, o hacemos muchas otras cosas con el lenguaje, no estamos afirmando algo verda­ dero o falso. Si digo. “Cierra la puerta" o "Por favor pásame la sal", sería inapropiado responder “Es verdad" o "Es falso”. Igual­ mente si digo, “IQué maravillosa comida!’* q “(Adelante equipo!", estoy expresando mis sentimientos o mis actitudes respecto de ciertas cosas. Lo que expreso no es ni verdadero ni falso. Se ha dicho que fas expresiones religiosas no son afirmaciones, sino que funcionan más bien para expresar, por ejemplo, nuestros senti­ mientos de temor o admiración frente a tos extraños y misteriosos aspectos del mundo que nos rodea e incluso de nuestro mundo interior. Esta caracterización de las expresiones religiosas puede ser correcta, pero, ¿hay alguna razón para aceptaría n El mejor in­ te uto que se conoce por justificar esta concepción es el que hizo Anthony Fiesv, quien comienza su discusión con una parábola, 11 Sobre este punto de r n u ¿certa drl lenguaje religioso, víase A. J- Ayer. Lmnpjagt, fhtífc and Lope. Dover PuWicanon» Inc, N i*ev» Vori.. 1952. pp. 11420,

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ELFRQBLEM A T>E JU STIFICA R LA CREEJí CTA EN OIOS

que es la adaptación de un artículo de John Wisdom. acerca de un jardinera muy pccujiaT. Dice: Había un vcl dos ts íp b rid o rn tjiir Iteraron ,i un claro en la selva En el claro crecían muchas flores y muchas hierbas Un explorador dice, “Un jard inero debe de cuidar este terrena” El otro no está de acuerdo: “No hay jardinero1'. Así que arman su tienda y ponen un reloj. Nunca ven un jardinero- “Pero tal vcj es un jardinero in­ visible," De manera que ponen una ocrea ríe alambre de púas. Lo electrifican. Lo patrullan con perros policía (Porque se acuerdan de cómo El hombre ititnstble de II. Cj . Wells podía ser olfateado y tocado, pero n o podía ser visto.) Pero nunca hay un grito que sugiera que algún intruso ha recibido la descarga. No hay ningún movimiento del alambre que traicione a algún escalador invisible. Los sabuesos no ladran. Aún así el Creyente sigue sin Convencerse. “Pero hay un jardinero, Invisible, intangible, insensible a las descargas eléctricas, un jard inero que viene en secreto a cuidar el jardín que ama." Fi­ nalmente el Escéptico sedesespera, “¿Pero qué hay de tu afirmación original? íEn qué se distingue lo que tú llamas un jard in ero invisi­ ble, intangible, eternamente evasivo, de un jardinero imaginario, d de ningún jardinero en absoluto?4243

La afirmación de Klewesquc así como la expresión de |;t persona que cree que hay un jardinero, al final de la pardliola se ha vuelto compatible con cualquier estado de cosas posible, lo mismo puede decirse de las expresiones religiosas, A partirde ello concluye que una expresión religiosa no es una afirmación. De muñera que si la expresión es en efecto un» afirmación, nece­ sariamente será equivalente al rechazo de la negación de la afir­ mación, Y todo lo que esté en contra de la afirmación, o que induzca al hablante » renunciar a ella y a admitir que se había equivocado, debe ser una parte (o el todo) del significado de la negación de la afirmación. Y conocer el significado riela negación de la afirmación es, casi como si no tuviera ninguna función, conocer e! significado de la afirmación. Y si no hay nada que una afirmación putativa nie­ gue, tampoco hay nada que afirme: así que no es realmente una afirmación.43 42 A. Flew. "Theology and FalsificatiorT. en A Flew y A, M adm yrc (eds.l. Nrw Faays m Pfoioiopftual Theology. SCM Presa, Landre», 1958, p, 96. La parábola de Wkadortt aparece en 1Uartículo “Gods" en A. Flew (ed i , Lope a n l L a n g v a g r . primera serie, HlackweU, Oxford, 1963, pp 187-206.

41 Flew, Theology and Falsifieíiüon". p, 98,

Ju a n

h c a c ió n p r a g m á t ic a

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Sí Flew está aquí en lo corréelo, entonces es un error decir que U oración "Dios existe' es verdadera o falsa. Así que esta expresión no expresa ninguna creencia (ni verdadera ni falsa) acerca de cienos hechos. Más bien expresa sentimientos o actitudes que te­ nemos respecto del mundo, de manera que si Flew está en lo co­ n ecto entonces Jam es está en un error al pensar que tenemos tina opción que incluya la creencia de que Dios existe. Respuesta a la objeción: descansa sobre una teoría ambigua del significado El núcleo del argumento de Flew puede plantearse de la manera siguiente: 1. Si nadavaen contra de una expresión, entonces su negación no tiene significado. 2. Si la negación de una expresión no tiene significado, enton­ ces no hay nada que la expresión niegue. 3. Si no hay nada que la expresión niegue, entonces no hay nada que afirme. 4. Si no hay nada que la expresión afirme, entonces no es una proposición, esto es, no es ni verdadera ni falsa, 5. No hay nada que vaya en contra de ‘Dios existe'. Por lo tanto ó. 'Dios existe' no es una proposición. Las premisas (2). (3) y (4) pueden ser admitidas, pero ni (1) ni (5) son inmunes al ataque. Un ataque contra la premisa (5) es igual a fa segunda objeción a la tercera premisa de jam es, esto es, hay alguna evidencia en contra de ‘Dios existe*. Examinare­ mos esta objeción más adelante en este mismo capítulo. El otro ataque surge de la afirmación de que ya sea que las experiencias que la gente tiene en este mundo estén relacionadas o no Con 1a oración ‘Dios existe’, hay por lo menos un tipo de experiencia re­ lacionada con esa expresión. Ésta es la experiencia implicada en loque Hick llama "verificación cscatotógica", o verificación poste-

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EL ID O & LU lA DE JlrST in C A Jt LA CUf.ENCIA EN DIOS

nor a la m ucríc corporal.44 La expresión Dios existe' podría sin duda ser verificada por medio de ciertas experiencias que algunas personas lend rían si es que hay vida después de la muerte. IX* b misma manera, fuera cierto o no que cualquier experiencia en este inundo desmintiera o se opusiera a la oración ‘Dios existe’, sin duda, ciertas experiencias posteriores a la muerte, tales como b experiencia de un demonio maligno omnipotente, desmen­ tirían escamlógicamente b oración 'Dios existe* Asi que hay algo que se opone a 'Dios existe’. Sin embargo, Flcw podría eludir esta objeción revisando {&) para que se refiriera sólo a la evidencia descubribkt en este mundo, esto es, a la evidencia empírica. La pre* itiisa (5) cstabtccerb entonces que nada empírico se opone a ‘ Dios existe*, es decir, que b oración 'Dios existe' no es empíricamente dcsmcnüble. No obstante, con el fin de conservar así la premisa (í>), debemos reformulap (1) como sigue: la. Si no hay ninguna evidencia empírica que se oponga a una expresión, entonces su negación no tiene sentido. Pero, si nm damos cuenta de que b evidencia en contra de una expresión es una evidencia de su negación, y de que b negación de una expresión tiene sentido sólo en el caso de que b expresión también lo tenga, podemos reFofmular (Id) corno sigue; Jft. Si no hay una evidencia empírica que apoye a una expre­ sión, emonees la expresión no tiene significado. Cuando observamos la premisa ( I ) transformada en (14) se m Lira lo que hay detrás de este argumento —el criteTxi de vcrifuabilidad del significado. La premisa (ift), b cual, en efecto, sostiene que si una expresión tiene sentido entonces es empíricamente vcrifirablc, es realmente una manifestación de! criterio de verificabilidad que, como vimos en el Capitulo es muy discutible/45 La premisa

EL I'HOBU.MA D I JU STIFICA R LA CREENCIA EN DIOS

dudoso v querría hacer lo mejor en iodo lo que hiciera. Crearla, entonces, el mejor de los mundos posibles, esto es, el mundo que tuviera la menor cantidad de mal posible. V como los (¡pos más obvios de mal son el sufrimiento, la dificultad y el dolor, crearía un mundoen e) que los seres que sienten sufrieran lo menos po­ sible Irme de imaginar cómo sería un mundo semejante. ¿Acaso sería como el que de hecho cutiste, este mundo en el que vivi­ mos? ¿Crearía usted un mundo como éste si tuviera el poder y supiera cómo crear cualquier mundo lógicamente posible? Si su respuesta e s " no” como parece que debería ser, entonces debería empegar a entender por qué los males del sufrimiento y el dolor en este mundo son u n problemáticos para cualquiera que piense que Oios creó este mundo. Éste no parece ser el tipo de mundo que Dios crearla, y sin duda no seria el tipo de mundo que conser­ varía. Dado este mundo, pues, parece que deberíamos concluir que es improbable que baya sido creado o conservado por cual­ quier rosa que llámenlos Dios, Así que, dado este mundo particu­ lar, parece que deberíamos concluir que es improbable que Dios —quien si existe creó este universo— exista. Por consiguiente, la creencia de que Dios no existe, más que la creencia de que si existe, parecería estar justificada por las evidencias que encontra­ mos en este mundo. Objeción la genie es responsable del mal El problema del mal no es simplemente un problema para al­ guien que. por ejemplo, quiera justificar la creencia en Dios me­ diante el argumento del diseño Es un problema para quien quie­ ra afirmar que su creencia en Dios no es irracional, que no es contraria a lo que debe creerse sobre la base de tas evidencias dis­ ponibles. ¿Hay alguna manera de resolver o de eludir este pro­ blema? ¿Podemos de algún modo justificar los métodos de Dios con los seres humanos, dada la manera como son las cosas en este mu rulo? Dicha u rea constituye lo que se ha llamado teodicea, que es el intento por justificar la afirmación de que, a pesar del mal que encontramos aquí, éste es el mejor de los mundos posibles En cieno sentido el prublema está en encontrar la manera de dispensar a Dios de la responsabilidad moral por el sufrimiento. Un intento por hacer esto le atribuye la responsabilidad, y por lo tanto la culpa, del sufrimiento a los seres humanos en lugar de

EL MAL COMO e v i d e n c ia O0XTKA La

e x is t e n c ia d e

o t OS

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Atribuírsela n Dios, Segó n esta concepción Dios creó a los seres humanos a su propia imagen y ésta c* la razón por la cual la gente tiene libre albedrío. Y puesto que la gente tiene libre albedrío, es ella y no Dios la moralmentc responsable por todo el sufrimiento que causa. Sin duda la actitud de los hombres hacia los hombres puede ser bastante horrible como k> testifica el camino que va del canibalismo a la inquisición, los campos naris de concentración Vel bombardeo en masa de civiles. Frecuentemente los hombres parecen más aptos para idear y utilizar instrumentos de tortura que para realizar obras de caridad. Respuesta; mal moral versus mal natural La gente es sin duda responsable de mucho del sufrimiento in­ fligido a otra gente, pero, de todas maneras, son muchas las co­ sas de las que no parece ser culpable. Para ver esto distingamos |o que se ha llamado mal moral del mal natural. El mal moral consiste en todo el mal del mundo que es el m ultado causal de aquellos agentes moralmente responsables que forman parte del mundo. F.1 mal natural incluye todo el resto del mal que pueda haber. De manera que, sí bien el sufrimiento masivo de Auschwiu es sin duda un mal moral, el sufrimiento también enorme que resulta de desastres naturales tales como los terremotos, inundactones, sequías, huracanes y similares, no son el resultado causal de ningún agente moral que haya en el mundo. Son males natu­ rales, males de los que ningún ser humano es responsable. Ad­ mitamos, pues, para los propósitos de esta discusión que mucho del mal es moral y que Dios no es responsable de éste. Pero esto sólo significa que el problema del mal debe ser redefinido como el problema del mal natural, un problema que no es más fácil de resolver. Objeción Satanás como una causa del mal natura.1 Aquí puede objetarse que si bien la gente no es moralmente res­ ponsable de los males naturales porque no es causa de ellos, sin embargo dichos males ocurren como pruebas, advertencias y cas­ tigos para los seres humanos por los males que sí causan. En con­ secuencia, la objeción persiste, porque aunque Dios sea la causa

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r.L HRi' I! 1.hMA P£ J1 - s n n f A Í LA (IR F.tNCÍA í S DIOS

de lili inflen naturales. está justificado en causarlo» dada la ma­ nera cumio la gente sr c.jtnpon.i con la gente y con Dios mismo Un refinamiento de esta objeción consiste en incluir a Satanás como causa de una parte del mal natural, de manera que sólo ciertos males naturales son causados por Dios y el resto por Sa­ tanás. Esta objeción es importante porque nos ayuda a delimi­ tar el problema que estamos discutiendo. No nos interesa sa­ ber si la existencia del mal que encontramos en este mundo ca compatible con la existencia de Dios (esto es, si hay consistencia lógka), sitio qué efecto tiene sobre la probabilidad de la existencia de Dios. Podemos admitir que sea lógicamente posible que Dios haya creado este mundo porque es lógicamente posible que este inundo, con todos sus males, sea el mejor de los mundos posiblcs.‘, CSEEKCt AEN DI OS

camino raciona] es tener una creencia que esté de acuerdo con esa evidencia. C onclusión Así pues» si bien las evidencias resultantes de la existencia del mal en este mundo pueden ser bastante débiles en relación con las evidencias de las que no disponemos, es suficiente, sin embargo, para inclinar la balanza del total de evidencias disponibles en fa­ vor de la hipótesis de que Dios no eviste. Aunque Dios puede existir, como cicrtam cnie Lo podrían probar evidencias de las que no disponen los seres humanos, la conclusión que rom o seres ra­ cionales debemos sacar, con frase en las evidencias discutidas en este capítulo, es que Dios no existe, y. como no puede ser creado ni destruido, que nunca existió y que nunca existirá. Ejercicios I

De acu erd o con la caracterización de D i « q u e a p a re c e en el texto , icudl d e la* t o u i s ig u ie n m e r a El capaz de Hacer? E z p lín u rlo

Hacer hielo caliente Hacer que un triángulo tenga cuatro ángulos. Hacer que 2 más 2 sean .1.

2. Evalúe U siguiente objeción a patente:

Destruirse a ú mintió Olvidar. I nfligir su frim ien to sádicam ente. afirm ación d e q u e Dica es om ní-

Es posiliir que en el m om ento n i alguien, a saber, yo, lévam e la piedra que yo levanto en el m ám enlo Mi- Peto n o =t posible que en el m om ento mi D io* levante ta piedra q u e yo levanto en el m om ento m i. Puedo hacer algo que Dio* no puede hacer y por lo Lamo El IM> ca om nipotente S. En loa Evangélica se establece que Cristo le d ijo a IVdro. -Esta noche, ante* de que el gallo cante, me negarás tres veces", y que esto sucedió a pesar de que Pedro aseguraba q u e n o sucedería Éste parece ser un ejem plo d e om nisciencia divina. Espliqu e si cree que Pedro pudo haber tenido libre albedrío dado que Cristo previó lo q ue haría 1. Discuta el argum ento siguiente L u experiencias místicas son inefables, par lo tanta n o pue­ den ser descrita* con precisión. Así pites, cualquier inform e so-

EJERCICIOS

427

bre las muinj« m engañoso y por lo tanto no puede p rop or­ cionar pi'urlu alguna de ninguna afirmación. De ello se sigue qUc creer en Dios no puede justificarse apela ndoa experiencia* místicas 5, ¿Puede usted pensar en alguna posible situación en la que un científico deba admitir camas sobrenaturales?1 Sí es así, describa dicha situación y justifique su conclusión. 5« no, explique por qué* no. 6, ¿Cree usted que haya alguna prueba histórica — bíblica o de otro tipo— que apoye, por lo menos hasta cierto grado, la afirmación de que Dios se reveló ante la gente? Justifique su respuesta 7, Muestre qué premisas en el argumento de la primera causa yen el argumento de la contingencia son a poUrnan y cuáles son a frrum ¿Son las conclusiones a poi/mon o a prton ? Si son a posíeréon, e x ­ plique qué evidencia empírica es relevante para la* mismas. Si son a pnon explique cómo una oración a pncri y por lo tanto necesa­ ria, puede derivarte de premisa» de entre la* cuales unas son a pou/rwri y por lo Unto contingenta, Ü. Ij pregunta central que se discute en la tercera versión del argu­ mento de U primera causa es si tiene sentido pedir una explicación acerca de por qué hay algo en lugar de nada. Una razón para pen­ sar que es una pregunta legítima « que, puesto que todo lo que hay en el universo a contingente, también lo es el universo. De manera que la existencia del universo, igual que la existencia de cualquier otra cosa, debe ser explicada. La respuesta de Bcrtrand Russcll a esto es que el error que hay en este ratona mienta es U fa­ lacia ilustrada por el argumento "Todo hombre tiene una madre, por lo tanto la rara humana tiene una madre* Evalúe esta» dos posiciones opuesta*. 9 Indique algunos ejemplos de cosas que sean lógicamente posibles pero ftMrainmtc imposibles i Hay algo que sea lógicamente im­ posible pero no fute,míenle imposible? Considere, por rjemplo, la oración ‘Dios es ucnnaciente y Dios no es omnisciente*. ¿Viola esto alguna ley física? ¿Es física mente imposible de acuerdo con la definición de la página J79? 10. Con frecuencia se afirma que la teoría de la evolución ha hecho insostenible el argumento del diseño. Sin embargo, Copie*ton. en mu libro /tymraoj, diré: "Si Santo Tomas hubiera vivido en la época de la hipótesis evolucionista, indudablemente habría argu­ mentado que esta hipótesis apoya pero no invalida La conclusión

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c r e e n c ia e n p í o s

del argumento d d |diacAt>]" Explique cómo .Sanio ‘loma* podría

haber usado a l j teoría para sostener el argumento del diseño. 11 Critique d argumento siguiente: D k» es un ser q ue puede hacer (odas las cosas que lógicam ente sea posible q u e ¿I haga. Pero un ser n o existen te no puede ha» err nada en .iluso-lulo, m ucho menos todo lo que e» lógicam ente posible Por lo tanto Dios existe

12 Explique ti este argumento es a pc-iímon o a pnon Esti claro que la oración 'I j existencia rs una perfección' n o o JiMlitki, de manera que es una oración contingente Vno nece­ saria Pero síes ctitti ingenie, debe sera ptJtírfwn y el argumento OnLOlógico de Dep artes, que la contiene corno una premisa. » 4 poUrntin y no o frión, como se afirma en el texto. 13. El filósofo francés Pascal propuso que la manera de decidir entre creer o no en Dios consiste en descubrir qué es mejor, si creer o no creer, y apostar de acuerdo con ello Esto se conoce como la apuesta de Pascal. Pascal nú* dice que consideremos las probabi­ lidades. Si apostamos que Dios existe, y existe, ganamos la dicha eterna, vi no existe, no berrín* perdido nada. Si apostamos que Dios no existe, y exisir, entonces obtenemos la infelicidad eterna; si no existe sólo ganamos una afortunada creencia verdadera. Lo obvio ex apostar que Dio» existe. Con dicha apuesta tenemos mucho que ganar y nada qur |»crder Esto a muy superior a una apuesta en la que tenemos poco que ganar y mucho que perder. Evalúe este intenta por justificar la creencia en Dkxs Compárelo con el intento de James. M* fin este capítulo se llegó a La conclusión d e que los relatos de va­ rios tipos de exp erien cia* religiosas n o proporcionan pruebas su­ ficientes para ju stificar la creenc ia en Dios. ¿ V a s o la existencia de tale» rrlato s no podría, de todas numera*, tiiontrar una diferencia im pórtam e entre Dios y >1 ja rd in rro etern am en lr eseu rridiio' de Fk-wr Ju stifiq u e su respuesta 15.

Un tipo de argum ento para ju stificar U existencia d e Dios que no apa-"etc en este texto es el conocid a com o argum ento m o ral Evalúe la breve versión q u e ap arece a continuación. Sí Diai no existiera, en tonca no habría una Jey nKir.il objetiva porque las leyes morales deben *er decretadas por un ser, un

t jf ji c .ir io s

429

ser qur m-a omi i bondadoso Pnr otra p a rir, ninguna Iry ob­ jetiva depende simplemente de un « r humano Prro no hay duda de que hay leyes murales objetiva», de manera qur Dio» existe.

¿E» éste un argumento 4 pnen o a p o t ie n o n t Explíquelo 16. Se ha sostenido que incluso el problema del mal ninral no *e re­ suelve apelando al Ubre albedrío humano, ya que Dic* les podría (saber dado libre alhedrío a lea seres humanen y también haber intervenido milagrosamente desbaratando por lo menos lo» crí­ menes mis atroces, De hecho. Dios podría intervenir para des­ baratar tas malas intenciones de manera tal que fueran milagros de coincidencia Asi que ninguna ley de la naturaleza tendría por qué ser quebrantada i Parece esta afirmación estar hirn fundada? Explique su respusu, 17. Discuta lo siguiente El problrin* del mal rus es para el cristcinismo ningún pro­ blema en absoluto porque cualquier cantidad de miseria te­ rrenal « literalmente nada comparad» con la dicha infinita y eterna que el cristianismo promete. 18. San Agustín sostenía que aunque pensemos que hay mates naturales, realmente no los hay Pensamos de esta manera porque nues­ tra propia naturaleza es insuficieniemetiir real (es decir que no es sufsr lente como la de Dio») para aprrhender la* cosa* tal como son (esto es, buenas) De manera que si pudieramoi ver un temblor o una plaga * través de los ojos de Dios, entonces veríamos que es exactamente lo que debería ocurrir en un lugar particular en un momento particular. Evalúe críticamente este argumento 19 Hay utu teoría que explica el mal qur havm el mundo postulando como su creador a un Dios malo. ¿Se enfrenta esta teoría con un "problema del bien” correspondiente al problema del mal con el que se enfrenta el teísta? ¿Par que no puede el irúu señalar la gran cantidad de bien que hay en el mundo con el fin de explicar el problema del mal5, 20 Podría objetarse que b conclusión de rite capítulo es incorrecta porque hemos ignorado alguna evidencia positiva importante, es­ to es, alguna evidencia en favor de la afirmación de que Dio* exis­ te ¿Hemos ignorado alguna evidencia1' ¿Cuál es exactamente la evidencia ignorada' 'Bastaría con añadir esta evidencia para cam­ biar la conclusión de este capítulo? ¿Cómo?

VI

EL PROBLEMA DE JU ST IF IC A R UNA NORMA ÉTICA Existe un tipo de problema al que coni ¡unamente se enfrenta la mayoría de La gente. Eli uno u otro momento nos encontrante» ante la decisión de q u í es loque deben*» hacer, Frecuentemente también nos preguntamos si lo que hemos hecho ha sitio correcto, y acusamos a los otros» como a nosotros mismos, de no hacer lo que se debe hacer. En muchos de estos casos estamos emitiendo juicios morales o ¿ticos, estamos juzgando el valor moral de las am ones que nosotros, u otros, hemos hecho o pensamos hacer Piense usted en algunas de sus acciones pasadas Probablemente encontrará algunas acciones que piensa que debió no haber he­ cho. TaJ vez mentir acerca de su edad para que le sirvieran alco­ hol en un bar» o haberle echado un ojo a la hoja de junto en un examen, o “haber pedido prestado" algún libro de la biblioteca indcíiiudamentc sin registrarlo. Incluso ahora puede estar pen­ sando eti alguna linea de acción futura, como usar tos papeles de alguien para algún trámite, o meterse demasiado cu el propio trabajo para evitar participar en acciones sociales, o ignorar un principio proclamado frecuentemente por usted mismo, con d fin de evitar alguna dificultad física. Donde hay una persona que piensa acerca de lo que ella y otros han hecho o están haciendo, en lugar de actuar sin pensar, ahí encontramos una persona que se enfrenta con la decisión de emitir un juicio moral. Y, como con cualquier juicio, cuando lo emitimos nos gusta pensar que «s el juicio correcto o al menos que tenemos justificaciones para pensar que es el correcto. ¿Cómo podemos justificar nuestros juicios morales? Cuando decidimos lo que debemos hacer nos gustaría basar nuestras de­ cisiones en razones válidas, si bien, como en muchas otras era-

432

EL PROBLEMA DE JU STIFICA R UNA NORMA ÉTICA

presas humanas, a menudo decid inios sin pensar. Generalmente, cuando tratamos de defender nuestras decisiones y acciones mo­ rales, lo hacemos remitiéndonos a alguna regla o norma moral, tal como "No matarás" o “No es correcto mentir ni hacer trampa". Es decir, frecuentemente justificamos la afirmación de que una acción particular es correcta o incorrecta remitiéndonos a alguna regla o norma ética que se aplica a esa acción. Es obvio, sin em ­ bargo, que no podemos demostrar que una acción es correcta o incorrecta apelando a un norma a menos que hayamos apelado a la norma apropiada. Por ejemplo, tratar de absolver a una persona blanca del asesinato de una persona negra apelando a la norma de que ninguna persona btanra debe ser declarada culpa­ ble de un crimen cuando la victima es negra, puede convencer a algunas personas, pero no sirve para justificar ti acto moralmente, porque la norma apelada es incorrecta. Por otra parte, intentar eliminar la pena capital apelando a la norma de que ninguna persona, o grupo de personas, tiene el derecho de qui­ tarle la vida a otra persona, sin duda tiene cierta fuerza. Aque­ llos que defienden la pena capital generalmente no atacarán la norma pero tratarán de demostrar que debe ser modificada para dar cuenta de ciertas excepciones. Una parte importante de la justificación de una decisión moral particular se basa, pues, en la norma ética correcta. Si podemos encontrar alguna manera de justificar una norma o grupo de normas, entonces la única tarea particularmente mo­ ral que nos queda — tal vez la tarea más difícil de todas— es la de aplicar las normas a nuestra vida. La segunda tarca nos corres­ ponde a todos, incluidos los filósofos, quienes no están en una posición mejor para tener éxito que cualquier otra persona. Sin embargo, los filósofos son particularmente adecuados para la pri­ mera tarea, porque están especialmente interesados en ella, y cali­ ficados para realizar investigaciones críticas sobre los argumentos que la gente propone para justificar sus acciones y creencias. En este capítulo examineremos las principales teorías que proponen y defienden normas morales particulares, c intentaremos llevara cabo un examen filosófico de cada una, con la esperanza de que podremos sacar una conclusión justificada acerca de lo que son las normas éticas correctas.

e v a l u a c ió n d e a c c i o n e s y

E valuación

DE PEKSONAS

433

de acciones v e r s u s evaluación de personas

Antes de que consideremos las teotfas éticas (esto es, las teorías que proponen normas éticas) debemos poner énfasis en dos cuestio­ nes, La primera es que estamos interesados en una norma que pueda usarse para prescribir y evaluar líneas de acción particula­ res, es decir, una norma que pueda usarse para prescribir lo que debemos hacer y evaluar lo que hemos hecho. No estamos, pues, interesados en una norma que deba usarse para evaluar moral­ mente a las personas que realizan acciones, sino en una norma para evaluar las accione* que la gente realiza. Sin duda usamos los dos tipos de normas, puesto que no sólo decidimos que lo que al­ guien hizo fue correcto o incorrecto, sino que también elogiamos o culpamos a la persona por hacerlo y a veces la juzgamos nto* ral o inmoral. Ambos tipos de norma son importantes, pero son diferentes. Parece esencial para la evaluación moral de una per­ sona por loque hace, que consideremos sus motivos, sus creencias y las circunstancias particulares bajo las cuales tomó la decisión de actuar, pero no está claro que alguno de éstos sea pertinente para la evaluación de su acción. Por ejemplo, mucha gente ha afirmado que fue un error lanzar la primera bomba atómica en Hiroshima, y por consiguiente culparon al Presidente Truman por haber ordenado que se lanzara la bomba. Sin embargo, estas dos cuestiones están totalmente separadas. Podemos argumen­ tar que fue moralmcntc incorrecto lanzar la primera bomba en una ciudad porque un sitio menos pobLado podría haber sido igualmente efectivo. Aquí decidimos la cuestión sin considerar los motivos, creencias y presiones que hicieron que el Presidente Truman tomara esa decisión. Pero para decidir si el Presidente es o no culpable debemos considerar sus motivos, sus creencias acerca de la guerra y si eran razonables, así como las fuerzas ex­ ternas c internas que se daban en la persona que tenía que tomar la decisión. Puede ser, pues, que la acción que realizó fuera in­ correcta, pero que no debería ser culpado por ella. Igualmente, alguien podría hacer algo que, contraría menee a su intención, resultara correcto. En tal caso, la acción puede ser correcta pero la persona puede merecer una acusación. Por consiguiente, de­ bemos acordamos de distinguir entre estos dos tipos de norma, porque estamos considerando solamente normas para evaluar ac-

■134

el

M to e l e m a m t j u s t i f i c a *

u n a n o r m a é t ic a

cioncs morales y porque no distinguir entre ellas ha conducido a menudo a acusaciones injustas y a sentimientos de culpa inne­ cesarios Hay muchas acciones que son incorrectas pero que no reflejan ninguna culpa en el que las hace. Entender en lugar de culpares frecuentemente lo apropiado.

Método

parla evaluar críticamente teorías éticas

La segunda cuestión se refiere a los medios que usaremos para evaluar críticamente las distintas teorías éticas. En general, pro* cederemos como en el Capítulo 4, en el que consideramos va­ rias teorías sobre la relación mente-cuerpo. Esto es, trataremos de desarrollar claramente cada posición, de considerar los pro­ blemas que cada una enfrenta, y de decidir entonces qué posición enfrenta menos objeciones serias. Debemos, pues, elaborar y eva­ luar las objeciones más serías a cada teoría. Encontraremos, por ejemplo, que las normas propuestas por algunas teorías no se aplican a todas Las situaciones, que otras normas desembocan en conflictos morales irresolubles cuando se aplican a ciertas situa­ ciones y que incluso hay otras que prescriben lineas de acción moraímente repugnantes en ciertas situaciones. Esta última cuestión es muy importante y merece un comentario posterior. Afirmaremos que alguien tien ealgim a razón para rechazar una norma que es ciara mente contraria a lo que, de una manera a tri­ llen, esa persona nenie can segundad de que es correcto. Debemos decir algunas cosas para aclarar esta idea. Primero, no basta con que una persona esté insegura acerca de si es o no correcto lo que la norma prescribe, sino que debe estar completa mente segura, o tener la certeza, de que lo que la norma prescribe no es correcto. Segundo, esta dase de situación puede ocurrir de varias mane­ ras diferentes. Por ejemplo, una norma ética dada podría dictar que una acción específica csincoxrccta mientras que ti na persona podría sentirse totalmente segura de que esa acción es corecta. Desde luego, lo contra rio de esto también puede octi rrir Además, una norma podría dictar que una acción específica es obligatoria mientras que una persona se siente segura de que esa acción está ino raímente prohibida. De la misma manera, una norma podría decirnos que una acción está moral mente permitida, esto es, que ni es obligatoria ni está prohibida, mientras que una persona se siente segura de que esa acción es obligatoria, o de que está pro-

MÉTODO PAÜA EVALUAR TEORIAS ÉTICAS

4S5

hibida Está claro también que pueden surgir otro» conflicto» de este üpo entre lo que prescribe una norma ética y lo que una per­ sona siente que es correcto en una situación específica. El término 'incorrecto' se usó solamente para cubrir cada una de estas posi­ bilidades. Imagine que una persona trata de probar una norma ética viendo si ésta está de acuerdo en lo que prescribe con lo que esa persona siente que es moralmente correcto Suponga, también, que esta persona encuentra que hay un acuerdo considerable so­ bre el asunLo. De esto por si solo no se seguirá que la norma ética es acepiabU para esa persona. Puede haber muchas otras cosas equivocadas en esa norma. Ni siquiera se sigue que esa persona tenga alguna razón para aceptarla. El problema es que una per­ sona puede tener creencia* morales inconsistentes, Poca gente ha examinado conscientemente el espectro de sus opiniones y deci­ siones morales, y es muy probable que mucha gente sea incon­ sistente. Much;i5 personas deciden de una manera diferente en momentos diferentes, incluso bajo circunstancias similares, espe­ cialmente cuando La acción involucra a alguien querido u odiado. Cuando alguien se da cuenta de que tiene creencias inconsisten­ tes, entonces, incluso si cree en una de ella* con mucha fuerza, no debe usarla para probar ninguna norma. Por consiguiente, una persona debe apoyarse en «us propias opiniones intuitiva* de lo que es correcto, incorrecto, obligatorio, permisible o prohibido, sólo una vez que se siente totalmente seguro de esas opiniones y de que ninguna de sus otras creencia* es incompatible con las mismas. Puede objetarse, sin embargo, que es un error apoyarse en este examen intuitivo de Las normas éticas, porque las opiniones éticas de la gente, incluso las que sostiene ton mayor fuerza, difie­ ren mucho en rasos particulares. Por ejemplo, muchos judíos en­ cuentran obvio que son moral mentes repugnantes ciertas accio­ nes que muchos nazis encontraban totalmente aceptables, ta m ­ bién es claro que hay profundos desacuerdos igualmente senti­ dos entre muchos pacifistas y muchos dirigentes militares. Es sin duda un error, según esta objeción, apoyarse en un método de evaluación que permita a los nazis y a algunos de los dirigen­ tes militares más insensibles tener justificación para sostener una norma, porque éstos no encuentran que ésta prescriba algo mo-

•136

EL PROBLEMA DE JU S n n C A K UVA NORMA fiTlCA

raímeme repugnante, mientras que muchas otras personas la en­ cuentran claramente aberreante. Esta objeción tiene cierta fuerza, si bien no tama como uno podría esperar al principio. Apoyarse en opiniones intuitivas de diferentes personas, como io acabamos de describir, no llevará por sí mismo a normas diferentes que estén justificadas para per­ sonas diferentes. Cuando mucho, lo que se sigue es que el camino esté abierto para que personas diferentes tengan, cada una, al­ guna razón para aceptar normas diferentes. De todas maneras se debe conceder que apoyarse, en parte, en las opiniones intuitivas de diferentes personas permite que una persona tenga alguna razón para aceptar la norma ética A'i y que otra persona tenga al­ guna razón para aceptar la norma A^, incluso cuando Ar] y Ñ-> no son sólo diferentes sino que están en conflicto entre s l Pensamos, sin embargo, que toda esta relatividad de las razones (para dife­ rentes normas éticas) es inevitable. Las cuestiones clave son si el método o examen propuestos constituyen para una persona una justificación de una norma ética que está claramente equivocada, y sí el examen permite que normas diferentes estén justificadas para personas diferentes. May tres razones para que creamos que es plausible esperar que el método propuesto no tenga ninguna de estas consecuencias. La primera razón es que este examen intuitivo es sólo uno de entre varios exámenes o condiciones que dehe pasar una norma ética par ser satisfactoria. Muchas normas que para una persona particular pasen este examen no tendrán éxito porque no satis­ farán las otras condiciones Parte de lo que haremos, mientras examinamos varias normas éticas propuestas a lo largo de! ca­ piculo. será tratar de descubrir estas otras importantes condicio­ nes para que una norma sea satisfactoria. Haremos esto exami­ nando principalmeme las razones que encontremos para recha­ za r propuestas insatisfactorias. Para cuando hayamos acabado, esperantos haber encontrado no sólo una teoría satisfactoria, sino también las condiciones y exámenes que haya pasado, probando con ello ser satisfñctoria. La segunda razón es que ni siquiera esperamos divergencias ampliamente difundidas e nL r c normas que pasen los exámenes intuitivos. Una norma no demuesrra haber pasado esie examen si alguien encuentra que no le molesta ninguna de las acciones prescritas por Ja norma que Li mayoría de la gente encuentra

m é t o d o p a ra e v a l u a r t e o r í a s é t i c a s

437

moralmcnte repugnante. Debe encontrar que pasa este examen lambién en una amplia variedad de casos diferentes. Por ejem ­ plo, muchos liarás encontrarían que es moralmcnte repúgname para cualquiera meter a nazis leales en cámaras de gas. Pero, bajo ciertas condiciones, en diferentes países, dichas acciones pod rían muy bien ser prescritas por la misma norma que esa persona en ­ contraría aceptable en otros casos. De manera que una persona no debe seleccionar parcialmente los casos que utiliza para probar una norma. Debe examinar una amplia variedad de casos posi­ bles y reales para ver si la norma prescribe algo que ella siente con toda certeza que es un error. Sólo una vez que haya hecho csio puede justificar que una norma pase este examen particular. Sólo una vez que haya hecho esto, una persona encontrará que son muchas menos las normas que pasan el examen de lo que podría haber esperado. Una tercera y última razón es que predecimos que habrá un amplio acuerdo entre diferentes personas acerca de que ciertas acciones son moralmcnte repugnantes, por así decirlo, o moralmente corréelas. El ejemplo sobre los nazis utilizado anteriormeme en la página 435 puede usarse aquí otra vez. Con confianza predecimos que mucha gente, la mayoría de la gente por cierto, estará de acuerdo en que la tortura y ejecución nazis de millo­ nes tic personas inocentes fueron moralmcnte incorrectas. De ahí que, si una norma ótica dada considerara permisibles tales accio­ nes, el rechazo de dicha norma se basaría, al menos parcialmente, en el hecho de que la gran mayoría de la gente estaría totalmente segura de que dichas acciones son moralmentc repugnantes. No es necesario decir, aquí, que no estamos afirmando que la decisión de rechazar o aceptar una norma ¿tica debería basarse en la regla de la mayoría. Podemos resumir esta discusión de nuestro método diciendo que nos apoyaremos en parte en dos reglas o exámenes, que pue­ den ser expresados de la siguiente manera; V1 1. Si una persona se siente segura de que una acción específica « moralmente incorrecta, y esta creencia no es incompati­ ble con ninguna de sus otras creencias, y hay una norma ética que dicta que esta acción es moralmentc correcta, en­ tonces esta persona tiene razones para rechazar dicha nor­ ma ética.

43*

fct.

í i i o b i .e m a d e

jtiy r m c A *

u n a n o r m a é t ic a

2- Si una persona se siente segura de que un gran número de acciones son (nontimente correctas y ninguna de estas creencias es inconsecuente con ninguna de sus otras creen­ cias, y no ha sido parcial ai escoger estas acciones para su consideración, y encuentra que una norma ética concuerda en todos estos casos con sus creencias, entonces esta persona tiene rabones para aceptar dicha norma ética, Ainhas reglas son complejas pero, pensamos, son aceptablemente claras Nótese que hablan de tener alguna razón para aceptar o rechazar una norma ética Asi pues, no se está afirmando que sí una norma ética no logra ponerse a la altura de lo descrito en ( I ), o se pone a La altura de lo descrito en (2), uno tiene eviden­ cia concluyente en contra o a favor fie una norma. Uno tendría simplemente un fragmento de evidencia pertinente, positiva o negativa, dependiendo de cada caso particular É T IC A TEOLÓ GICA

Mucha de nuestra preparación y de nuestro aprendizaje éticos tiene lugar en un contexto religioso. De hecho la éuca parece ser parte escoria] de ta religión Tanto en cí Antiguo Testamento como en el Nuevo v en la mayoría de k»s textos religiosos, corno el Corán, hay enseñan tas éticas. En el Antiguo Testamento los Diez Mandamientos son Tunda mentales y en el Nuevo Testamento te­ nemos, entre otras, las enseñanzas del Sermón de ta Montaña. Es natural, puta, asociar la ética y b moralidad con la religión, de modo que también resulta natural buscar en la religión nor­ mas éticas que podamos usar para prescribir y evaluar nuestras acciones. V si vemos hacia atrás en la discusión sobre Dios en el Capitulo 3. podemos derivar una norma a partir de la discusión sobre la bondad del Ser Supremo, Esto es. podemos proponer que La norma ética correcta es la siguiente; Aquello que Dios quiere es lo que debe hacerse. Si ésLi es la norma ética corree ta. entonces rada ve/, que decidimos lo q u e debe hacerse o lo que debe haber sido hecho debemos basar nuestra decisión en la voluntad de Dios. Lo que debemos hacer para que esta norma sea aplicable a situaciones específicas es encontrar alguna manera de descubrir

ÉTICA TEOLÓGICA

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lo que Dio* querría en esa situación. Hay dos maneras de des­ cubrir esto. Primero, Dios podría revelarnos su voluntad comu­ nicándose directamente con nosotros, o bien podría revelar su vo­ luntad a alguien que a su vez nos la comunicara a nosotros. Para la mayoría de nosotros, si acaso se nos revela la voluntad de Dios, sólo es indi reclamen te, siendo otra persona el intermediario. En consecuencia, si hemos de aplicar la norma teológica basándonos en la voluntad de Dios indirectamente revelada, debemos ser ca­ pares de justificar alguna afirmación particular acerca de la vo­ luntad de Dios, por ejemplo, lo* Diez Mandamientos. Pero ya he­ mos visto en el Capítulo 5 cuán difícil es proporcionar fundamen­ tos para pensar que ha ocurrido alguna revelación de la voluntad de Dios independientemente de que una afirmación particular sea correcta.J Objeción: las afirm aciones religiosas deben justificarse mediante afirm aciones Micas Supongamos que alguien afirma que lo que Dios quiere es que la gente obedezca los Diez Mandamientos. Tenemos ahora una norma ¿tica que podemos aplicar a situaciones particulares. ¿Pero cóm& habremos de justificar la afirmación de que éste es el crite­ rio correcto? No podemos hacerlo simplemente afirmando que Dios le reveló ¡os mandamientos a Moisés, porque debemos ju s­ tificar la afirmación de que fije Dios quien se los reveló. Con­ sidérese lo que haríamos si leyéramos que Moisés regresó con mandamientos que decían "Haz el amor con la esposa de tu próji­ mo", "Roba tos bienes de cu prójimo”, “Abusa de tus padres". De­ cidiríamos que cualquier cosaque haya sido revelada a Moisés, no era ía voluntad de Dios, porque estos son mandamientos inmo­ rales No justificamos que algo sea moral mostrando que expresa la voluntad de Dios, porque la única manera disponible para eva­ luar afirmaciones en conflicto acerta de lo que Dios quiere es en­ contrando cuál de ellas está de acuerdo con lo que es moral. Asi pues, debemos usar afirmaciones éticas para justificar afirmacio­ nes religiosas en lugar de fundamentar la ética en tas afirmaciones de alguna religión.21 1 Véjfur lu pj|iituíiS-]M 1 Acerca totalmente contraria a nuestras creencias ordina­ rias, La mayoría de nosotros se siente totalmente seguro de que algunas acciones son correctas y algunas incorrectas. En conse­ cuencia, a menos que haya razones obligatorias para aceptar el nihilismo ético, podemos rechazarlo como lo hicimos con ci rela­ tivismo ético. Generalmente, el debate acerca del nihilismo ético no se centra directamente en el problema de si algunas accio­ nes particulares son moralmentc correctas o incorrectas, porque este problema puede discutirse mejor en relación con las normas éticas. Si hay buenas razones para pensar que una norma ética es correcta,, hay buenas razones para rechazar el nihilismo ético. Si hay buenas razones pata pensar que ninguna horma éika es correcta, hay alguna razón para dudar tic que algunas acciones sean correctas o incorrectas. Es importante señalar aquí que es posible que las acciones sean correctas o incorrectas pero que ninguna norma ética sea co­ rrecta. rodemos de alguna manera “tener la sensación" deque ar­ ciones particulares son correctas tal como tenemos la sensación vi­ sual de que los objetos son rojos. Al igual que ver, tales ‘sensacio­ nes" morales tío dependerían de la existencia de alguna norma. Sin embargo, el nihilista ético argumenta en favor de su opinión tratando de mostrar que no hay normas éticas correctas, porque ésta es la mejor manera de defender su posición. Generalmente depende de dos argumentos principales, uno de los cuales se pa­ rece al segundo argumento del relativismo ético, porque está to­ mado de! desacuerdo acerca de las normas éticas correctas, y el segundo se deriva de la falta de justificación de cualesquiera nor­ mas éticas.

NIHILISMO ÉTICO

453

El argumento de las normas Micas diferentes Algunas personas afirman que es un error inferir el relativismo ético a partir de b difundida y antigua divergencia de creen­ cias acerca de cuáles son las normas éticas correctas. Dicho des­ acuerdo, que ha persistido durante siglos en todas partes, testi­ fica más bien que realmente no hay normas éticas correctas. Un argumento semejante, como puede verse, no es mejor que el ar­ gumento a favor del relativismo ético. Podemos mostrar esto pre­ sentando el argumento de la siguiente manera; 1. Las normas éticas que la gente cree que son correctas difie­ ren en todo el mundo y a través del tiempo, 2. Si tas normas éticas que la gente cree que son correctas di­ fieren en todo el mundo y a través del tiempo, entonces no hay normas éticas correctas. Por lo tanto 3. No hay normas étkas correctas. Como puede adivinarse, la premisa (2), que es igual a la premisa (5) en el correspondiente argumento del relativismo ético, es muy discutible. La premisa (2) es de la forma: 2a, Si las x que b gente cree que son correctas, difieren, enton­ ces no hay tales x correctas. Y muchas oraciones que tienen esta forma son ebram ente falsas. Por ejemplo, hay muchas creencias divergentes acerca de la posi­ ble vida en estrellas lejanas, pero esto no implica que ninguna de estas creencias sea correcta. Algunas creencias acerca de la vida en estrellas son correctas y algunas no lo son. Uno encuentra fre­ cuentemente una amplia variedad de creencias diferentes acerca deun Lema difícil, la mayoría de las cuales son falsas, pero algunas de las cuales son verdaderas. Podemos, por lo tanto, rechazar este argumento del nihilismo ético por no ser mejor que el argumento a favor del relativismo ético, Et argumento de la fa lta de justificación Cuando se evalúan criticamente los candidatos principales que aspiran a ser b norma ética correcta, se hace evidente que nin­ guno ha superado problemas importantes de tal manera que no

454

Trlr WtOMUvMA DF. JU STIFICA R UNA NORMA ÉTTCA

necesiten justificación. Así pues, según este argumento, puesto que ninguna norma ética csuí justificada, todas están injustifica­ das y por lo tanto ninguna es una norma correcta. Podemos ex­ poner el argumento de la manera siguiente: t

Ninguna norma ética está justificada. Por ¡o tanto

2. Todas Jas normas éticas están injustificadas. 3. Si todas las normas éticas están injustificadas, entonces nin­ guna norma ética es correcta, Porto tanto 4. Ninguna norma ética es correcta (de manera que el nihi­ lismo ético es razonable). Este argumento es en cierto modo plausible, porque podemos ob­ tener evidencias para apoyar (1), porque la inferencia inmediata de (2) a partir de (1) es sin duda válida, y porque (3) parece verda­ dera. Es decir, si no hay norma ética posible que demuestre ser correcta, de tal manera que todas estén injustificadas, sin duda parece razonable concluir que ninguna de ellas es correcta. De modo que, puesto que las premisas ( J ) y (3) parecen aceptables y el argumento válido, parece que debemos aceptar la conclusién. Pero pensémoslo un poco más. Hemos aceptado (1) sobre la base de que ninguno de los candidatos que aspira a ser la norma ética correcta ha superado los problemas, de modo que ninguna ha quedado justificada. Sin embargo, cuando apoyamos (3) lo hici­ mos hablando acerca de lo que resulta de que ninguna norma pueda ser justificada. Hay una diferencia entre ‘aún no ha sido justificada’ y ‘no puede ser justificada', ya que lo primero es com­ patible con una justificación futura pero lo segundo excluye roda posibilidad de justificación. F,l argumento, pues, parece implicar una ambigüedad de la palabra 'injustificada' poique {2) parece exigir un sentido de'injustificad a' y (3) otro. De manera que hasta ahora el argumento es inválido. Podemos impedir la ambigüedad y hacer que el argumentó sea válido remplazando la premisa (3) con otras dos premisas, a saber: 3a. Si todas tas normas éticas aún no han sido justificadas, en­ tonces todas las normas éticas son injustificables (no pueden ser justificadas).

NIHILISM O ÉTICO

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y SÍ. Si indas las normas éticas son injustificables (no pueden ser justificadas), entonces ninguna norma ética es correcta. Cuando hacemos esto es S o l ver que (3a) es üilsa y también hay dudas acerca de (36), En general es falso establecer que si añil no liemos justificado algunas afirmaciones de entre un grupo de alternativas, entonces ninguna de esas afirmaciones puede ser justificada. Ninguna afir­ mación particular acerca de si hay vida en estrellas lejanas puede ahora estar justificada, es decir que no hay evidencias Suficientes para apoyar con Tuerza ninguna afirmación en particular. Pero esto no implica que no sea posible que algún día una afirmación estará justificada. De manera que en este ejemplo, como en la ética, si ninguna posición ha sido justificada, no necesitamos con­ cluir que ninguna posición puede estar justificada. Deberíamos rechazar la premisa (3a) y con ella el argumento que la contiene. Aunque para nuestros propósitos no es necesario rechazar (36) ni (3a), vale la pena precisar que (36) se deriva de la afirmación de que no hay oraciones correctas pero injustificables. Esto es. se deriva de la posición según la cual si una expresión contiene una oración verdadera, entonces, por lo menos, es posible justificarla. I'cro, como vimos en el Capítulo 5, es muy difícil establecer dicha afirmación. I iiduso si la expresión *Dios existe' es compatible con cualquier estado de cosas posible, no se ha mostrado que la e x ­ presión no sea una oración verdadera. La premisa (36), pues, sí bien no es en modo alguno tan discutible como (3a), tampoco es en modo alguno obviamente aceptable. En cualquier suceso, en vista de que (3a) es discutible, tenemos razones para rechazar el argumento por falla de justificación, Nro hemos encontrado razones para pensar que el nihilismo ético sea verdadero, de manera que no tenemos razones para pensar que nada de lo que nosotros hacemos, o cualquier otra persona, es moralmente incorrecto. Además, puesto que ciertas acciones parecen claramente incorrectas y otras correctas, tene­ rnos razones para rechazar el nihilismo ético. Por consiguiente, podemos desechar el nihilismo ético junto con el relativismo éti­ co.

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E l R R O tlU ltA t>E JU STIFICA R t'ííA NORMA ÍT JftA

Escem c ism o

é t ic o

Parece que podemos empezar nuestro imemo por justificar nues­ tra afirmación de que hay normas éticas correctas. Antes de ha­ cerlo, sin embargo, hablaremos de otro enfoque relevante para nuestros propósitos que merece ser mencionado, especialmente porque a menudo se le mu fundé con el nihilismo ético. Es el enfoque según el cual no se puede saber si una norma ética es co­ rrecta, porque ninguna opinión es más razonable que cualquier otra y, en consecuencia, no es posible justificar que alguna norma ética sea correcta. Estamos, pues, perdiendo c! tiempo al tratar de demostrarlo. Este es el escepticismo ético, el cual es diferente del nihilismo ético en que simplemente afirma qite no se puede sa­ ber si alguna norma ética es correcta, o q u e no se puede justificar que sea correcta, en lugar tic afirmar que ninguna norma ética es de hecho correcta. Es, pues, una afirmación más débil que la del nihilismo ético. Por otra parte, en modo alguno es irrazonable. De hecho, podríamos afirmar que tenemos evidencias inducti­ vas paia apoyar el escepticismo ético, porque parece que, hasta ahora, ninguna de las normas éticas que lian sido propuestas a lo largo de la historia ha quedado justificada. Dicha evidencia, si es correcta, hace al escepticismo ético más razonable que irra­ zonable, y si debemos aceptar esta evidencia y no encontramos ninguna otra que se le contraponga, parece que la posición más correcta que podemos adoptar es la del escepticismo etico Sin embargo, si hemos de justificar dicha posición, debemos exami­ nar por nosotros mismos dicha evidencia. Esto es, debemos eva­ luar críticamente las normas que aspiran a ser la norma ética co­ rrecta. Así pues, si bien el escepticismo etico puede ser la posición ética correcta, no podemos justificarlo mientras no hayamos com­ pletado la tarca que tenemos ante nosotros. Egoísmo

ético

A veces una persona afirma que nadie tiene el derecho de de­ cirle kj que debe hacer, porque puede hacer lo que ella quiera. Dicha afirmación se parece a una declaración tanto de nihilismo ético como de egoísmo, y si agrega que cualquiera puede hacer lo que también ella quiere hacer, se parece asimismo al relativismo

fc to I s M O é n c o

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etico. Pero debemos tener cuidado en separar estas nres diferen­ tes afirmaciones, porque tomadas juntas son incompatibles. La afirmación de que cada persona puede hacer lo que quiera no es una forma de relativismo ético porque es una afirmación que se aplica a todos y cada uno. Si la afirmación fuera que es correcto para mí y para nadie más hacer lo que quiera, entonces sería una forma de relativismo. Pero esto no es lo que estamos discutiendo. La afirmación podría ser una declaración de nihilismo ético si lo que se quiere decir es que estamos autorizados a hacer lo que queramos porque nada es corréelo y nada es incorrecto. Pero esta afirmación, al negar que haya una norma correcta, es incompa­ tible tanto con el relativismo ético, que establece que hay varias normas correctas, como con el egoísmo ético, que afirma que sólo hay una. a saber: Egoísmo ltico: Cada persona debe actuar para llevar al máximo su propio bien o bienestar, Por consiguiente, si bien hemos arrojado la duda sobre el relati­ vísimo y el nihilismo éticos, nada de lo que hemos dicho arroja alguna duda sobre el egoísmo etico. Estríetíimente hablando, si alguien expresa una teoría ética egoísta cuando dice que puede hacer lo que quiera, es más pro­ bable que esté sosteniend o la especie de egoísmo ético conocida como h ed onism o egoísta, porque está hablando de lo que quiere o desea. Esta especie de egoísmo a menudo iguala lo bueno con el placer o la felicidad: Hedonismo egoísta: Lo que cada persona debe hacer es actuar para llevar al máximo su propio placer o felicidad. interpretemos esta declaración de hedonismo egoísta de la ma­ nera siguiente: Una persona debe realizar una acción en una situación si y sólo si lo hace con el fin de llevar al máximo su propio placer o felicidad. E so nos dará una norma que podemos usar no sólo para decidir loque debemos hacer, sino también para decidir qué es lo que no tenemos la obligación de hacer. Bajo esta interpretación, si hago algo para llevar al máximo mi placer, entonces debo hacerlo; si

-1 5 8

EL CfeOBLEMA DE JU STIFIC A » UNA NORMA ÉTICA

no es algo que hago para llevar al máximo mi placer entontes no es verdad que deba hacerlo (lo tual quiere decir que me está moralmentc permitido no hacerlo). Nótese que la afirmación es que esta interpretación proporciona una norma para lo que no estamos obligados a hacer, en lugar de una norma para lo que estamos obligados a no hacer, Ésta « una diferencia importante porque, por ejemplo, aunque no estemos obligados a acarnos la agujeta del zapato izquierdo antes que la del derecho, esto no quiere decir que estamos obligados a no atar la del izquierdo an­ tes que La del derecho. Lo primero nos dice que uo tenemos obli­ gación moral acerca del orden en el que debemos atarnos las agu­ jetas, mientras que lo segundo afirma que tenemos la obligación moral de no atarlas en cierto orden, esto es, que no estamos auto­ rizados a atar la agujeta izquierda ames que la derecha. Usando la norma del egoísmo hedonisia averiguamos lo que debemos no hacer, lo que está moralmcnte prohibido, encontrando las accio­ nes que son contrarías a las que debemos hacer. Por ejemplo, si debo decir la verdad, entonces está prohibido que no diga la ver­ dad, es decir, no debo mentir. Con estas distinciones en mente examinemos la especie más difundida de) egoísmo, el hedonismo egoísta. H ed o n ism o eg o ísta

Ames de empezar una evaluación 'Tilica de esta teoría debemos estar seguros de lo que implica y de lo que no implica, porque ciertas objeciones a la icorla han surgido de un malentendido. Éste es un tipo de teoría hcdonisin y, de este modo, proclama que el placer rf lo que es bueno en si mismo. Es decir, proclama que mientras que ciertas cosas pueden ser buenas como medios para ciertas otras, el placer es lo bueno en cuanto fin, es lo que debe ser buscado por si mismo. Otras cosas deben ser buscadas si ion medios pañi el placer. Así pues, la medicina no es buena co n » un fin, pero es buena como un medio porque conduce al p b re r ayudándonos a aliviarnos de las enfermedades El placer, por lo tanto, es lo que se ha Humado el miruitum bznunt, O bien supremo. Algunas personas lian puesto objeciones al hecho de que se equipare c[sunonum bonujti con el pbcer, porque equiparan el placer a place res corpa rales tales como los que proporcionan el Sexo, la comida y la bebida. Pero un hedonista no está obligado a

>1tD O S I SWO KJOfSTA

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sostener una posición semejante, porque puede reconocer romo placeres a los llamados placeres “elevados", rales como los place­ res estéticos y los placeres de la contemplación, la invención y la creación artística, En consecuencia, un hedonista puede aspirar a estos placeres "elevados" y así justifirar el desempeño de activi­ dades que son los medio# para alcanzarlos. Un hedonista egoísta está interesado en hacer lo que lleva al máximo su propio placer Mucha gente se imagina a tina persona semejante como aquella que a cada minuto busca sensaciones y emociones inmediatas sin pensar en el futuro. Esto, sin embargo, es un error, porque la cantidad de placer que alguien obtiene de un acto no sólo depende de los placeres inmediatos que recibe, sino también de las consecuencias a latgo plazo de ese acto. Un hedonista no tiene porqué ser miope, porque puede darse cuenta de que. absteniéndose ahora de placeres, puede llevar al máximo el placer que obtendrá a lo largo de toda su vida. Un hedonista que rechace una vacuna contra la rabia, después de haber sido mordido por un perro rabioso, por el dolor presente de las in­ yecciones, serta ciertamente un hedonista muy pobre, porque el dolor futuro de la enfermedad superarla con mucho al dolor de Las invecciones. Un hedonista, por lo tanto, no necesita ser el que vive el momento y busca el placer scniunL Puede aspirar a los placeres intelectuales planeando cuidadosamente su vida diaria, teniendo la mira puesta en metas futuras. El hedonismo egoísta, pues, no es lo que en un principio podría parecer. Sin embargo, parece ser contrario a nuestra concepción habitual de la morali­ dad, porque parece permitir un tipo de egoísmo. En consecuen­ cia, a menos que haya buenas razones para aceptar el hedonismo egoísta, es una teoría que debemos rechazar. Sin embarga, a la mayoría de la gente que profesa el hedo­ nismo egoísta no le inquieta el reto de defender su posición, por­ que la basa en cierta teoría acerca de las capacidades y limita­ ciones psicológicas de los seres humanos, la cual le parece cla­ ramente verdadera. Si bien hay varias versiones de esta teoría, muchas de ellas afirman que el que una persona tenga la ca­ pacidad de realizar cierta acción en una situación particular de­ pende de cuál de sus deseos sea el más fuerte en ese momento. Y que, además, en cualquier situación, el deseo más fuerte de una persona siempre es incrementar su propio placero felicidad

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t i- PROW-KMA PF Jl'jm F T rA H U N * NUKMA

t

CICA

cuanto sea posible. De modo que en cualquier situación una per* sona actúa para llevar al máxime» tu propia felicidad sin tener en cuenta ninguna otra cotia. Fita teoría es el egoísmo psicológico, v puede ser definida de la siguiente manera: EgoLww (tsicológko: Un ser humano es psicológica mente capa/ de realizar lina acción si y sólo si lo hace con el fin de llevar at máximo su propio placer o felicidad.’' Nótese cómo el egoísmo psicológico difiere del hedonismo egoísta ótico. El primero establece Las condiciones para aquello que trae­ mos la capacidad de hacer, mientras que el segundo establece las condiciones para aquello que tenemos la obligación moral de ha­ cer. Son. pues, muy diferentes. El primero es un planteamiento puramente Láctico, pero el segundo expresa una norma ética. Sin embargo, la afirmación psicológica. Táctica, tiene el fin de propor­ cionar razones para aceptar la afirmación ética. El argumento del egafstm píneológieo El argumento del egoísmo psicológico puede plantearse de la manera siguiente: las únicas acciones que una persona es psi­ cológicamente capa/ de llevar a rabo son aquellas que van de acuerdo con su deseo más fuerte, q en otras palabras, aquellas que llevan ai máximo su propio placer IVro sin duda tenernos la obligación de hacer algo sólo si somos capaces de hacerlo. Es de­ cir, debemos hacer algo sólo sí podemos hacerlo Por lo Lamo, las únicas cosas que deticmos hacer son tas cosas que hacemos para llevar al máximo nuestro propio placer. El hedonismo egoísta es verdadero. Examinemos este argumento exponiéndolo de la siguiente

manera: 1. Una persona tiene la obligación de realizar una acción sólo si es capaz de realizarla.

* Eata drclaraudn del egoísmo psicológico no debe lee ríe rom o afirmación de que una pe n o ru hace lude» lo que pjln>M|»i,am tm r e t capaz de hacer, I iene U fuerza de "Un ler humano es ptieológrcamenuf capaz de realizar una acción « y sólo si lo hace (ti acaso U hace) can el fin de llevar al mJiam o cu propio placer o felicidad"- H arem s* u » de la versión simple, sostenida sólo por comodidad

HEDONISMO EGOÍSTA

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2. Una persona es capaz de hacer algo sólo si lo hace para lle­ var al máximo su propio placer o felicidad. Por lo tanto 3 Una persona tiene la obligación de realizar una acción sólo si la realiza para llevar al máximo su propio placer o felici­ dad. Por ¡o tanto 4. El hedonismo egoísta ótico es verdadero. Lo primero que hay que notar acerca de este argumento es que la inferencia de (4) a partir de (3) es inválida porque el hedo­ nismo egoísta no sólo afirma que alguien tiene la obligación de hacer algo sólo si lo hace pare llevar a| máximo su propio placer, sino también que debe hacerlo n es algo que hace p3ra llevar al máximo su propio placer. La segunda parte de la afirmación es importante para nuestros propósitos porque estamos buscando una norma o criterio justificable para decidir lo que debemos ha­ cer, lo cual quiere decir que queremos algo que sea una condición suficiente más que necesaria para la obligación moral. Asi pues, el hedonismo egoísta no puede establecerse simplemente apelando a la teoría hedonista psicológica. Sin embargo, puesto que la inferencia de (3) a partir de (|) y (2) es vábda, un hedonista egoísta puede, si (l> y e ciertas acciones que una per­ sona considera que son moralmente incorrectas, y creer esto no es incompatible con sus otras creencias, entonces esta persona tiene alguna razón para rechazar la norma. En este caso, además, no hay argumentos compensatorios a favor del hedonismo egoísta. Por otra parce, las acciones prescritas por esta norma, creemos, serían aquellas que prácticamente cualquiera consideraría moral-

EGOÍSMO ÉTICO NO HEDONISIA

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mente incorrectas. Así pues, considérese a u n sádico o a alguien que odie a toda una raza. El catálogo de placeres sádicos que se encuentra en Justm e del Marqués de Sacie es suficiente para mostrar que muchas acciones que le dan placer 3 cierta gente son, no obstante, moralmentc repugnantes para prácticamente todo aquel que considere el asunto. El placer que algunos nazis encon­ traban en torurar, mutilar y matar judíos, las actitudes de terri­ bles asesinos y los ostentosos y descarados asesinatos de gente ne­ gra por parte de ciertos sureños blancos, dan testimonio de que el hedonismo egoísta no sólo pemídría, sino que también haría obligatorios algunos de los crímenes más horrendos que se han cometido. Deberíamos, pues, concluir no sólo que hay razones para rechazar esta norma, sino también que ei hedonismo egoísta debe ser rechazado sencillamente porque, al hacer del placer de cada persona su guía acerca de lo que es correcto e Incorrecto, prescribe el tipo de egoísmo que ignora la felicidad y bienestar de cualquier otra persona. E g o ísm o é t ic o no h ed o n ista

Hemos rechazado el hedonismo egoísta que es una de las formas del egoísmo éiko, pero (también deberíamos rechazar el egoísmo ético en general? Para responder a esto debemos hacer lo que hicimos al evaluar d hedonismo egoísta, esto es, averiguar si hay algunos aigumentos que lo justifiquen y averiguar si prescribe algunas acciones de cuya falsedad estemos convencidos. Hemos definido el egoísmo ético como la teoría que hace la siguiente afirmación; Cada persona debe actuar para llevar al máximo su propio bien o bienestar. En relación con la norma que usamos para el hedonismo egoísta tenemos la siguiente afirmación: Una persona debe realizar una acción si y sólo si lo hace para llevar al máximo su propio bienestar (esto es, si y sólo si lo hace para llevar al máximo su propio interés).

Hemos llegado a esta norma sustituyendo 'bienestar por ‘placer1. lkor consiguiente, podemos llegar a los argumentos del egoísmo

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£L E'kUULtMA DE JU S T in C A B UNA NORMA ÉTICA

ético mediante la misma sustitución. I.o que encontramos, pues, es un arguntenio basado en la teoría de que siempre actuamos a Éivor de nuestro propio bienestar e interés en nosotros mismos, y un argumento basado en la afirmación de que podemos justi­ ficar nuestras acciones refiriéndonos al interés en nosotros mis­ mos. Dejaremos que el lector demuestre que los argumentos de esta forma no son mejores que los de ia forma anterior. En conse­ cuencia, si la teoría general del egoísmo ético prescribe acciones de las que estamos seguros que son literalmente incorrectas, po­ demos rechazarlo ju m o con el hedonismo egoísta. Objeción al egoísmo ético: presente actos tnoralmettte repugnantes Lo primero que hay que señalar al exam inar lo que el egoísmo ético prescribe es que no prescribe muchas de las acciones es­ pecíficas prescritas por el hedonismo egoísta, porque lo que me proporciona el placer máximo a menudo no es lo que Ilesa al máximo mi bienestar. Esto es especialmente evidente si Ídem tit­ eamos nuestro bienestar c interés en nosotros mismos con la salud y las rapacidades mentales y Ericas. Algunas personas eligen en­ tre, por un lado, una vida de intensos placeres en la que su salud se deteriora y en la que no desarrollan sus capacidades, y, por el otro, una vida de encierro y a menudo ardua y reglamentada en la que conservan su salud y desarrollan sus capacidades. No es improbable que el primer tipo de vida, aun reducida consi­ derablemente por una muerte temprana — especialmente si so­ breviene rápidamente y sin dolor— contendría más placer que el segundo. Pero este último lleva más al bienestar de la persona. De modo que estas dos normas diferentes podrían a menudo di­ ferir en cuanto a Lo que prescriben, de manera que los ejemplos que usamos contra el hedonismo egoísta no pueden usarse en la forma presente contra el egoísmo ético. Sin embargo, se pueden encontrar ejemplos que proporcionarán bases para rechazar el egoísmo ético. Un ejemplo es el caso en el que tres personas tie­ nen una enfermedad que es fatal a menos que tomen ciertas pas­ tillas. Una de estas personas, desconocida para todos los demás, tiene las únicas tres pastillas disponibles, y sabe que s| una per­ sona tonta una ucne 90 por cierto de probabilidades de sobrevivir a la enfermedad, que si toma dos tiene 94 por ciento de proba­ bilidades, y que si se toma las tres tiene el 90 por ciento de pro-

ECOÍSMi J f i n c o NO U F 4 » W S M

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habilidades. tQué es lo que debe hacer? Parece claro que debedar a cada persona una pastilla. Pero el egoísmo ¿tico prescribe que lleve al máximo su propio bienestar; que en este caso debe contarse las tres pastillas y dejar m orirá los oíros dos. La idea de Platón sobre la moralidad y el interés por uno mismo A estas alturas parece haber sólo una respuesta al egoísta ético y ésta es la afirmación de que tomar las tres pastillas realmente no redunda en el propio interés de la persona, pero no está claro cómo puede defenderse esto. La mayoría de los filósofos moder­ nos no ha tratado de defenderlo y en general ha rechazado el egoísmo ético, Sin embargo, esto no es verdad en relación con el antiguo filósofo griego Platón. Le interesaban los intentos por justificar la moralidad o inmoralidad de Las acciones y pensaba que una manera de hacerlo, y tal vez la única, era establecer que las acciones morales benefician al «pe las realiza y las acciones inmorales k» perjudican. Esto es. intentó mostrar que actuar mo­ ral mente redunda en el interés del que realiza la acción y que ac­ tuar inmoralmente va en contra de su interés, a pesar de lo que frecuentemente parece. Si hubiera tenido éxito, entonces podría afirmarse que tendríamos la mejor defensa posible de la mora­ lidad, porque si pudiéramos convencer a alguien de que actuar moralmente lo beneficia, entonces sería un tonto si no actuara moralmente. Podemos ver el argumento de Platón leyendo un pasaje del de­ bate entre Sócrates, que expresa el punto de vista de Platón, y Polo en el diálogo platónico Gorgias. En esta parte del diálogo Sócrates trata de mostrarle a Polo que lo peor que puede succdcrle a una persona es cometer un acto injusto o inmoral y escapar al castigo correspondiente. De manera que la persona que comete una ca­ dena interminable de horrendos crímenes contra la humanidad, que escapa al castigo y vive una vida lujuriosa de tranquilidad y placer que parece gozar completamente, está, según Sócrates, en una posición peor que una persona que cometió los mismos crímenes y que es aprehendida y castigada. Además, ambas per­ sonas están en una posición peor que una persona que siempre actúa con justicia y que a causa de ello vive toda su vida en un dolor interminable y trabajando penosamente. Asi pues, según

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EL PROBLEMA D I JU STIFICA R UNA NORMA ÉTICA

Sócrates, sin importar lo que pudiera parecer actuar con ju sti­ cia, siempre redunda cu el interés de uno. rodemos ver cdtno Sócrates argumenta en favor de esta posición poco plausible a partir de las siguientes líneas: Sorra/ifi. Considera de este modo la cosa: ¿ves tú, en el terreno de la riqueza, algún otro mal que la pobreza? Polo No, no hay mayor mal. ■S. Y en el mundo del cuerpo, ¿dirías que el mal es la debilidad, la enfermedad, la fealdad y cosas por el estilo? ¿Y no te ima­ ginas que el alma tiene asimismo un mal que le es propio?, ¿y a esto lo llamarlas injusticia e ignorancia y cobard ía y cosas por el estilo? P: Segrí ramente. S- Pues bien: ¿has hablado de tras mates correspondientes a tres elementos — riquezas, cuerpo y alma— , a los cuales lla­ mamos pobreza, enfermedad c injusticia?, i y cuál de los ma­ les es el más penoso? ¿No es acaso la injusticia y, en general, el mal de! alma? P : Con itrucho, el más vergonzoso. S: Y si es el más vergonzoso, será también el peor. P, ¿Qufi quieres decir Sócrates? S: Quiero decir que Jo más vergonzoso, como hemos conve­ nido anteriormente sin excepción, es lo que depara el mayor dolor * e! mayor peijuicio o ambas cosas a la vez. Acabamos de convenir en que lo más vergonzoso es la injusticia y todo mal del alma ¿No es verdad que es lo más vergonzoso, o bien porque es lo más doloroso y ocasiona un dolor excesivo, o bien porque es lt> mis perjudicial, o bien ambas cosas? P; Sin duda. S: ¿Por lo tanto, ser injusto, intemperante, cobarde e ignó­ rame, es más doloroso que ser pobre y que estar enfermo? P: No, Sócrates, el dolor no parece derivarse de tus premisas.

Frn n f 5 M » f r í e n N o HtüON ISTA

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„S. La maldad del alma, pues, siendo el m is vergonzoso de to­ dos los males, sin serlo (como tú sostienes) en virtud de su dolor, su causa debe Ser algún perjuicio y mal enorme de magnitud inenarrable 'Y debo uMirmi que aquello que es lo más grande en perjuicio será el mayor de los males? p Sí. S Así, pues, ¿b injusticia, b intemperarteb y en general las depravaciones del alma, son el mayor de los males? P Evidentemente que sí. S Pues bien: ¿qué arte nos libera de la pobreza? ¿No es acaso el arte de hacer dinero? ¿Y cuál nos liltera de la enferm e­ dad? ¿No es acaso el arte de la medicina? ¿Y cuál nos aparta del vicio y de la injusticia? Si no eres capaz de responder de inmediato, pregúntate ¿adúnde llevamos a los enfermos y a quién acudimos? P Al médico, Sócrates. V ¿Y adúnde conducimos a las personas que actúan injusta o intemperantemente? P: Ante los jueces, querrás decir. S Quienes habrán de castigarlos, ¿no es así? P; Sí. S: ¿Y no es verdad que los que castigan rectamente a otros lo hacen de acuerdo con ciertas normas de justicia? P Claro que sí. S Asi, pues, ¿entonces c! arte de hacer dinero libera de b po­ breza. la medicina de b enfermedad y la justicia de b intem­ perancia y b injusticia? P. Es evidente, S; ¿Y cuál es entonces la mejor de Jas tres cosas? P: Injusticia supera con mucho a las otras dos, amigo Sócrates.

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f l . FRQBLEMA P F JU STIFICA » UNA NokMA (TUCA

S: Y la justicia, si es La mejor, proporcionará el mayor placer o la mayor utilidad o ambas a la v c í Pero í e s acaso un placer ser curado y gozan aquellos que son curados? P : Me parece que no. S: Pero ¿es entonces útil? P Sí. S Si, porque d paciente se libera de un gran mal. ¿Vale por eso la pena que soporte el dolor y sane? P : Sin duda. S Y ¿quilín será el hombre m is feliz en lo qur al cuerpo se refiere, el que ha sido curarlo, o el que nunca lia estado en­ fermo? P Sin duda el que nunca ha estado enfermo. S Sí, porque sin duda La felicidad no consiste en liberarse de los males, sino en no haberlos tenido nunca. Y ahora imagina a dos hombres que tienen un mal en el cuerpo o en el alma, y que uno de ellos está siendo tratado y liberado del mal y que el otro no está siendo tratado y conserva el mal. ¿cuál de ellos es el más desgraciado? P Sin duda el que no ha sido tratado. S Y, ¿no hemos convenido en que el castigo es la liberación del mal mayor que es el vicio? Porque la justicia nos corrige y nos hace más justos y es la medicina para nuestros vicios. Entonces aquel que no tiene vicios en su alma es quien ocupa el primer lugar en la escala de la felicidad; pues ya se ha most rado que los vicios son el mayor de los males y quien se libera del vicio, es decir aquel que es amonestado, reprendido y cas­ tigado, ocupa el segundo lugar. Entonces, ¿el que peor vive es el que, siendo injusto, no es liberado de la injusticia? P: Así parece sin duda.6 * Adiptado, con cambín. más benéfico para el alma y por lo tanto para los seres humanos, a pesar de que pareara ser k> contra­ rio Val pues, debemos averiguar qué es lo que redunda en núesli-i mayor Ínteres averiguando qué es lo correcto. Esto es, de­ bemos saber qué es correcto con el fin de averiguar qué es lo mejor para nosotros mismos, porque sin importar qué pueda pail . rr 111ús Irenéfico, no lo es si es injusto. De manera que en lu­ gar de que el interés en uno mismo proporcione el criterio de lo que es correcto como lo exige el egoísmo ético, necesitaríamos alguna norma ética independiente para determinar lo que es co­ rrecto con el fin de descnibrir qué es lo que realmente redunda en nuestro interés. Platón, haciendo de k> que es correcto la liase para decidir lo que es más benéfico, ha hecho imposible utilizar el egoísmo ético como criterio para decidir lo que es correcto. C o n c u s i ó n a c e r c a d e l e g o ís m o DEBE SER RECHAZADO

é t ic o :

Puesto que parece no haber mejor manera de justificar la teoría general del egoísmo é tico que la de justificar esa rama d el egoísmo que hemos llamado hedonismo egoísta, debemos concluir que el egoísmo ético debe ser rechazado. Esto es así porque no hay un argumento válido para apoyarlo y porque prescribe ciertas accio­ nes moral metí te repugnantes. Éstas son acciones que, si volvemos a los ejemplos pertinentes, encontramos que tienen una carac­ terística moraEmenic pertinente en común. En cada caso la acción que prescribe el egoísmo éiito es moral mente repugnante por­ que la anima ignora la felicidad y el bienestar de otras personas a feriadas por Inacción prescrita. F.n suma, la norma del egoísmo éin o parece estar equivocada porque ignora un ingrediente de la moralidad que parece ser esencia], a saber. la imparcialidad. Al decid ir lo que se debe hacer parece que cada persona que puede mr afectada por la acción debe ser tontada en cuenta. Nadie debe ser ignorado y nadie debe tener un rango privilegiado. Pasemos

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EX. PROBLEMA DE JUSTIFICAR UNA NORMA ÉTICA

a una (Coria que incorpora explícitamente- ta imparcialidad a su norma. E L UTILITARISMO: LA VERSIÓN DE B kNTHAM U tilita ris m o n o e s s ó t o e l n o m b r e d e u n a te o r ía é tic a p a rtic u la r, s in o q u e es e l n o m b r e d e tin a t i n t í n na seg ú n h c u a l Lis re fo rm a s so cia le s d e b e n a tr a n c a r s e h a c ie n d o c o in c id ir las a c c io n e s d e las p e rs o n a s y d e las g o b ie r n o s c o n el p r in c ip io e tic o d e la u tilid a d , t i l e p r in c ip io , e n ta n to a rm a é tica y s o c lr l p a ra lo g r a r u n a re fo rm a , fu e e x p r e s a d o c o n e lo c u e n c ia p ó r vez p r im e r a e n la o b ra d e J e r e it iy ñ e n th a m , q u ie n lo d e fin ió (le la s ig u ie n te m a n e ra : Por principio d e utilidad se entiende et principio que apruetu o desaprueba cualquier arción de acuerdo ro n la teiurtmcia que parece aum entar a dism inuir h felicidad de la parte cu yo in te ré se sri en cuestión; o , lo q ue es lo mism o, d icho con otras palabras, que prom ueve o s e o p o n e a esa felicidad Digo cualquier acción y por lo tanto n o sólo toda acción d e un individuo particular, sino leda medida d e gob iern o T

Como pudo darse cuenta el propio Rentham, seria más perspi­ cuo llamar a su principio ético principio de la mayor felicidad, en lugar de principio de la utilidad, porque concierne a ta felici­ dad, al placer y al dolor de tas pane» afectadas por las accione», V, como Jo dijo en una nota a! pie añadida posteriormente, La palabra 'utilidad' no indica claram ente Us ideas d ep tacrr y rftr lo r com o k> hacen las palabras 'Felicidad' y 'dicha*; tam poco nos cond u ce a la consideración del mi mero de loe intereses afretados, el minero, en Unió circunstancia que contribuye, en la mayor pro­ porción, a la form ación d e Lt norm a aquí discutida: norma dt locoTírelo t tncorrrclo, por m edio d e la cual la conveniencia d e la exinducía hum ana, en ttxia situación, pu ed e ser puesta a prueba convenien­ tem ente.*

Es importante, pues, notar que el utilitarismo, que es la teoría que propone el principio de ta utilidad como ta norma ética corT«ta.

? Brntham, TTw l/Míiíatnuu, i.i

lloviendo y está nublado

\

no está lloviendo.

Del>c estar claro que de esta proposición podemos deducir la antCKontradicción explícita. Está lloviendo y no está lloviendo, ya que, una vez tuás. las proposiciones conjuntivas incluyen el toujunto relevante. Fstu ilustra Lt idea clave de que si Q es de•Itu ible de /*. entonces se deduce una amocontradimón de la tonjunrióti de P y no Podemos entender el punto de vista de I lume utilizando esta idea il.uc y razonando retrospectivamente, por así decirlo. Su­ pónga,se que tenemos una afirmación puramente Táctica sin un 1 D M u ñ ir.,1 fíreiiu nf I/u m « Saiutt, l_ A_ Seltiy-Bijyje ( e d ) , (ix ln rd Urus r iv is t'rrvv. N u cvj Vork, lUéO, p. 46!) Traducción r q w ‘V>U . esto es, ‘A debe %ei realizada' Ahora liemos visto que ningún enunciado u b r e el saber es dcduciblc de ningún enunciado puramente fártjto, Pót consiguiente, D no puede deducirse sólo de O, pero, podemos suponer, D puede de­ ducirse de ¿V y O. De ello podemos concluir que N. la cual vale paracualquier normaóiica, no puede deducirse sólo de O, es de­ cir, tic la con innrión ele tml os. lo* enunciado* file lie os verdaderos,

EL UTILITARISMO LA VERSIÓN HE BENTHAM

485

Asi pues, ninguna norma ética puede deducirse de ninguna y ni supliera de todas las premisas fücticas verdaderas,12 Aquí el razonamiento es un tanto intrincado. Sin embargo, puede ser simplificado de la siguiente manera; supóngase que jV es una norma etica como el principio de utilidad, que O es la conjunción de todas las afirmaciones FActicas verdaderas, y que D es una afirmación acerca del deber, Suponiendo que O incluya Oí romo un conjuncto, tenemos I D puede deducirse de la conjunción de jV y O, Ahora ya sabemos, por un argumento expuesto antes en las pá­ ginas 183-48-1 que ninguna afirmación puramente fóctira (rae consigo una afirmación puramente normativa. Así que podemos decir 2. \'n es el caso que D pueda deducirse de O. (Igualmente: no es el caso que O implique D.) De 1 11 v (2) querernos concluir que 3. No es el caso que N (una norma ética) pueda deducirse de O (el conjunto de todas las afirmaciones lácticas verdaderas). I\uu ver cómo se puede sacar esta conclusión a partir de (1) y (2), podemos usar una prueba indirecta o argumento. Esto es, pode­ mos empezar suponiendo exactamente lo opueita a (3). a saber I S puede deducirse de 0 . Ahora podemos admitir sin duda que 5. O puede deducirse de O. Pero, si Y puede deducirse de O, y O puede asimismo deducirse de O, entonces también puede deducirse su conjunción, Es decir que ile (-1) y (5) obtenemos b 1.a conjunción de ,V y O puede deducirse de O. Nótese, sin embargo, que cuando se toman juntos (6) y (1), obleiienu >s directamente 7 0 puede deducirse de O. l! f j r j una (ltsciüuAn robre l.i d ed u ab iU Jjd v é i« el C j pimío 1, pp 14-45

•186

EL PROBLEMA r>E JVSTtriCAK U SA NORMA ÉTICA

t i paso de (I) y (t>) no es sino un lipo fie silogismo hipotético: si l.i conjunción de S y 0 puede deducirse de O [ -(6)), y I) puede deducirse de la conjunción de jV y O |=(lj}, entonces /J puede deducirse de O l=(7)J E l enunciado (7), sm embargo, es exactamente lo opuesto ,i (2) Estos dos enunciados tomados juntos equivalen a una con­ tradicción. esto es, al resultado de que D puede y no puede de­ ducirse de O. Derivamos esta contradicción introduciendo (•!), la cual, hemos de recordar, es exactamente lo opuesta a (3). De manera que podemos concluir «pie (4) es aquí, por decirlo así, el culpable lógico. De las premisas (1), (2) y (■ !) encontramos que podemos deducir una auLocontratlicriÓn. Así pues, usando exactamentc el mismo razonamiento que usamos anteriormente para discutir ’cs' y ‘dclic', podemos concluir que (3) puede dedurirse de La conjunción de (1) y (2)

Oira objtfúin la [alaria ualuraliila (ilr la dtfmuián) liem os visto que ninguna norma ótica última puede deducirse de ninguna otra norma ética y que ninguna norma ótica puede deducirse de premisas puramente Cíclicas Parecería, pues, que podriamos concluir que no hay prueba directa postble para una norma ótica última. Sin embargo, dicha conclusión sería prema­ tura Si bien ningún enunciado .recrea del deber y ninguna nor­ ma ólíca puede deducirse de un conjunto de premisas que sean en su totalidad cnunt iodos lácticas acerca de! ser. podría no ríta­ la ntc ser verdad que agregando solamente ciertas premisas ana­ líticas pudiéramos deducir algunos enunciados acerca del deber o alguna norma ética. Si esto puede hacerse, entonces, puesto que Li premisa adicional es lógicamente necesaria, podemos con­ cluir que es lógicamente necesario que si las premisas objetivas son verdaderas, entonces también lo es la conclusión acerca del deber, tato es, la premisa objetiva implicaría Lt conclusión acerca del deber, y, después de todo, 'debe' podría derivarse de 'es*. * Para ver cómo puede aplicarse k> anterior a 'debe' y 'es\ con­ sideremos el siguiente argumento: '* E ira viru diHteidn « f i w de la analiuridatl jr tr K nplifw Sn . vCa«e el O

pttulo 1, pp. M—15.

t i . LTtU TA RJSM O LA VERSIÓN Df. BENTHAM

•»B7

1 a es una acción que lleva ¡íl máximo el momo total de felici­ dad.

Por lo ututo 2, a debe ser realizada. Este argumento con una premisa objetiva acerca del ser v una conclusión acerca del deber es inválido. IVro si añadimos como premisa: 3. Iodo aquello que Heve al máximo el monto total de felicidad es lo que debe ser realizado, entonces el argu mentó es válido, Y sí (3) es un enu nr inda analítico v por lo tanto necesariamente verdadero, entonces podemos coni luir que (1) implica (2) Por consiguiente, alguien pod ría ofrecer el argumento anterior para mostrar cómo es que ‘debe' puede derivarse de 'es'. Esto, desde luego, hace surgir la pregunta de si (31 es analítica, es decir, un enunciado cuya verdad puede es­ tablecerse apelando solamente a la lógica y al significado de los términos- Algunas personas parecen halter pensado que así es, y esta opinión ha sido atribuida a Bentham a pesar de que piense que el principio de utilidad necesita una prueba indirecta. Debe­ mos. por lo tanto, examinar la afirmación de que (3) es analítica, porque si lo es. entonces no tenemos que seguir adelante en nues­ tra búsqueda de una norma ética justificable. Algunos podrían argumentar que (3) es analítica sobre la base de que, en primer lugar, es analítico que lo que debe realizarse es lo que lleva íil máximo Jo que es bueno, y en segundo lugar, de que la felá idad general es, por definición, lo que es bueno. Ésta es la manera cómo G. E. Moore interpreta a Bentham cuando afirma que Bentham, como muchos otros, comete lo que Moorc llama la ‘falacia naturalista''.M Según Moaré esta fajaría es comeoda por cualquiera que defina un término ético como ‘bueno’, 'correr rn' o ‘ incorrecto’ mediante términos puramente fie ticos o descriptivos, y que por lo tanto no tienen una fuerza evaluadora líe manera que se comete la falacia naturalista cuando alguien define términos éticos tales como ‘bueno’ usando sólo términos empíricos tales corno placer’, 'felicidad’, ‘deseo’ o interés’. Sin ’’ V t w ti. £ Moore, Pnnnpix f.thttm, C ctn tu lilp U nw rm ty P t m , NUrv» York. ltkSO.pp B -ít.

•188

FL I’ kOBl.FJVtA D E Jir y r tn C A K UNA NORMA ÉTICA

embargo, la falacia no está limitada a esas definiciones F MII.L

4^9

Li.m Mili, pero una votación difícilmente constituye 1» manera adecuada para mostrar que están en lo correcto. ¿Y qué pasa con h Rían mayoría de la gente que a lo largo rie toda su vida tiene pocas oportunidades para experimentar los placeres sin te­ ner la culpa de ello? Aeste respecto, dicha gente no cuenta como una y, como resultado, una ve* que una jerarquía de placeres se ha decidido, no podrían contar como una al aplicar el principio utilitarista U na votación no parece ser la manera correcta para decidir esta cuestión. ípero de qué otra manera podría decidirse? Muy a menudo, cuando se debate esta cuestión, el argumento procede repitiéndose a aquello con lo que los placeres están asociados O aquello a lo que conducen. Los placeres cualitativamente supe­ riores resultan ser aquellos que están asociados a lo que e» mejor, por ejemplo, para el intelecto de una persona o para el amor de una persona hacia sus semejantes. Pero una vez que se ha tomado este camino, el utilitarismo se ha abandonado, porque el princi­ pia ético básico es e| que se usa para distinguir la jerarquía de las cosas que son buenas, y para ello no hay necesidad de referencia alguna al placer U n utilitarista no puede seguir esta vía. Si vamos a ser utilitaristas debemos estar de acuerdo ya sea en que todos los placeres o, si no, que sólo ciertos placeres, son las únicas co­ sas intrínseca mente buenas. Si tomamos la primera alternativa, entonces surge la objeción de que el utilitarismo implica que es mejor ier un cerdo satisfecho que un Sócrates insatisfecho. Si pro­ bamos la segunda, entonces simplemente podemos enumerar los placeres tic acuerdo con una jerarquía cualitativa sin justificar la lista refiriéndonos a otra cosa que sea intrínsecamente buena. POt consiguiente, no habrá manera de decidir entre listas alter­ nativas y por lo tanto no habrá liases para decidir lo que debe ha­ cerse en situaciones particulares. Puesto que ninguna alternativa cv atractiva, tal vez debamos abandonar el utilitarismo y con él la afirmación que liemos estado considerando a partir de nuestro examen del hedonismo egoísta, a salxtr. que el placer es la tínica cosa intrínsecamente buena.

500

rI rROBI KMA Di, Jl.’SnFICAIt t'NA NORMA ÉnCA

U na o b j e c i ó n a l u t i l í t a r i s m o DEBERES ESPECIAI.ES

El utilitarismo en fietu.i uirm problemas. Tamo Li versión de Mili t omo l.tdc llcm li.im enfrentan dos serias objeciones adicionales, l .i primera se basa en Lt incapacidad del utilitarismo pata expli­ car dtbereí tsfteciaies. Sin duda parece haber deberes u obligacio­ nes que algunas personas tienen, dada su condición particular y especial, pero que otras personas no tienen. Por consiguiente, estos dolieres son diferentes menos respecto de la cantidad de placer y dolor, pero éste no es el único tipo de imparcialidad moralinenn: pertinente, y sin duda no es el único tipo que puede ser pertinente para Injusticia. O t r a o b j e c ió n .al u t il i t a r i s m o : KL PROBLEMA t>K LA JUSTICIA El problema de la pistacia que enfrenta el utilitarismo se demues­ tra con un ejemplo de un chivo expiatorio Imagínese un pueblo donde la hija de una tamil¡n prominente híi sido secuestrada retic me mente en plena ln/ del día, después violada y brutalmente asesinada La policía es totalmente burlada, y entre la ciudadanía, excitada por Sus periódicos locales, hay un desdén creciente hai u t.i politia Cada ve? es más dificil para la policía controlar a Li juventud del pueblo, bis crímenes aumentan, y el pánico se extiende. Parece que debería hacerse algo para restaurar la con­ fianza en la lev >en Lt policLi En esc momento el jefe de la po|k ía decide encontrar 3 alguien que pueda ser acusado por los crímenes y sometido a un juicio rápido y decisivo El prim er va­ gabundo del primer tren que pasa es aprehendido, y con falsos testigos y un jurado cuidadosamente escogido, es condenado a muerte. El pueblo respira tranquilo, la policía recibe elogios, la felicidad y la tranquilidad se restauran — salvo por un patrullero que sabía que el hombre ejecutado no era culpable. Pero el jefe de la policía, que no era conocido anteriormente por su moralidad, Ií¿ tranquiliza inmediata mente dándole un curso rápido de mililarasmo y mostrándole así cómo la felicidad global ha sido llevada al máximo. Éste es un ejemplo de un obvio desatino de Injusticia. Dicho taso podría ocurrir, como podría fácilmente mostrarse, si ima­ ginamos que éi ciudad se encuetara en el sur de Estados U n i­ dos y que tanto el violador como el vagabundo son negros. Sin embargo, dichos casos no deberían ocurrir, y sin duda cualquier

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Et 7 'ío n i t_MA ni. ju s rttF f ca *

v n s n orm a

¿ t ic a

principio ético que los prest riba es claramente incorrecto, FJ uti* I¡turismo, puesto que sacrifica la justicia poi la felicidad global y p o r ln tanto omite un ingrediente esencial tic la imparcialidad, debe ser rechazado en favor de una teoría etica que considere a U justicia corno una pane esencial de la moralidad. Para encon­ trar dicha teoría, debemos pasar a una norma que se distingue radicalmente de todas ias que hemos examinado hasta ahora en que nn considera pertinenies las consecuencias de un acto para decidir si escorreetn. Dicha teoría ética ha sido llamada “dcontologiL a" porque liare hincapié en que la moralidad está esencial­ mente basada en la relación entre un arto y las leyes o principios morales mis que en su relación con sus consecuencias.

F T ÍC a ODONTOLÓGICA:

LATEORÍA DE KaNT Todas las teorías éneas que hemos examinado hasta aquí han te­ nido dos cosas en común- Proponen algo como el summum bonum o mayor bien, y prescriben que lo q u c d cb c hacerse sea para llevar a! máximo d mayor bien, cualquiera que éste sea. Por ejemplo, tanta c) hedonismo egoísta como el militarismo de Benlham están tic acuerdo en que puesto que el placer, o la felicidad, es lo que es bueno en st mismo, es el summum bonunt y debemos tratar de pro­ ducirlo siempre que sea posible. F.n lo que difieren es en sus afir­ maciones sobre quién es la persona cuyo placer debe ser llevado al máximo. Para estas teorías lo que es nioralmentc importante es si nuestras acciones tienen o no consecuencias que producen el mavor bien- Las teorías que ponen énfasis en las consecuencias de las acciones han ski o llamadas teorías éticas "ideológicas".

Ft

fríen m a y o r:

u v a b u t n a v o lu n ta d

t i gran filósofo .1 le titán Irnmanuel Kani propuso una teoría cuca rpic es muy difícil de interpretar, aunque generalmente ha sido entendida como el ejemplo principal de teoría dcontológíca. Va­ mos a seguir esta interpretación. Kant comenzó su búsqueda de un prinripio ético básico de la misma manera como lo hicieron Hemhnm y MUI También empezó intentando encontrar el mawu bien Sin embargo, to que concluyó fur tan diferente de las con­ clusiones alcanzadas por los otros, que en su teoría lo que cons-

ÉTICA ftCONTOLrtfUCA

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tituv*? el mayor hien puede alcanzarse sin tomar en cuenta las consecuencias de un acto. Para ver cómo llegó a esta conclusión debemos entender las condiciones que él exigía de cualquier cosa para que fuera el mayor bien Según Kant. el mayor bien no sólo debe serhuenoensí mismo, debe ser bueno sin restricción,^ Esto quiere decir que no hay situaciones en las cuales añadir lo que es el mayor bien hace que la situación sea peor moralmcntc. U tili­ zando éste como su criterio, Kant puede eliminar todos los candi­ datos principales que aspiran a ser el mayor bien, porque cuando uno de éstos se añade a ciertas situaciones Lis empeora, Kant eli­ mina las facultades “elevadas" tales como la inteligencia y el juicio porque si una persona con malos propósitos también tiene un alto grado de inteligencia, los resultados son peores. También elimina rasgos tales vomo el valor, la decisión y la perseverancia porque “ pueden volverse extremadamente malos y dañinos si la volun­ tad, que ha de hacer uso de estos dones de la naturaleza, y cuya peculiar constitución se llama por eso carácur , no es buena”*.26 Rechaza lo tpie el Uaina dones de la fortuna, incluyendo el poder, la riqueza, d honor, asi como el candidato utilitarista, el placer, porque éstos también pueden hacer que ciertas situaciones sean peores de la que serian sin ellos. Si. por ejemplo, «cucháramos que los verdugos de Auschwitz obtenían placer de sus horribles acciones, incluso si estamos de acuerdo en que el placer es bueno cnsi mismo, no pensaría masque este placer hacía que la situación mejorara Pensaríamos más bien que hacía que sus acciones fue­ ran mucho peores. Después de rechazar estos candidatos Kant propone lo único que según él coincide con su criterio: En un famoso pasaje dice: Ni en el m undo, ni. en general, tam poco fuera d d m undo, es p o ­ sible pensar nada que pueda considerarse com o bueno sin restric­ ción, a no « ;r Un « J o tina buetu¡ tu/untad 77

Kant afirma que lo tínico bueno sil» restricción es una buena vo­ luntad, pero explicar lo que quiere decir con 'buena voluntad' no es nada fácil. Para nuestros propósitos bastará con empezar B Kant ilitcUlr e» bunio mi» reitruoAn rn la prijnrtl t r e á á n d e f u n d o «ratoníii ir ia Mla/birt e modo que el granjero traía .1 su arado y mano He obra como medios, un mana Ihum ero trata a m i s máquinas y trabajad ores como me­ dios. y un estudiante trata n sus libros y maestros como medios, Tero sí bien es correcto tratar al arado, la maquinaria y los libros itmfdrmmif como medios, la mano de obra, los trabajadores y los maestros fl clic n también ser tratados como fines. Esto implica que ninguna persona debe ser esclava, o racial mente discriminada, o usada como chivo expiatorio. Cada persona es un fin en si misma y debe ser remada como Luí. Aquí está, sin duda, la esencia misma de Injusticia, Kam afirma que esta formulación es sólo una manera más de expresar exactamente la misma ley moral que aparece en la p r i­ mera formulación. Si bien está claro, sin lugar a dudas, por qué pensaba esto Kant, Lal vez lo que sigue ayudará a explicar qué era lo que tenía en tnenre, Ya hemos visto que Kant sostenía que* ** ÍW , p. tt-lS.

SEGUNDA FORMULACIÓN DFX IMPERATIVO CATEGÓRICO

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la buena voluntad es el mayor bien, de manera que una buena voluntad « un fin en sí mismo y debe ser tratado como tal. Pero podemos tratar la facultad de un ser como un fin en sí mismo sólo tratando al ser mismo como un fin, Y puesto que sólo un ser que puede actuar por respeto a la ley, esto es, sólo un ser racional, puede tener una buena voluntad, se sigue que debemos tratar a ¡os seres racionales de buena voluntad como fines. Por otra parte, puesto que no podemos saber a partir de sus efectos si una voluntad es buena, no podemos estar seguros si una voluntad particu­ lar es o no buena. Por consiguiente, para no omitir ningún ser de buena voluntad, debemos tratar a todos los seres racionales y por ende a todos los seres humanas como fines en sí mismos De esta manera, partiendo de las mismas premisas, tal como fueron usa­ das para llegara la primera formulación, llegamos por un camino ligeramente difereme a la segunda formulación. De esta misma manera Kanr pudo haber llegado a la segunda formulación y a la conclusión de que era equivalente a la primera. Otra raíón que Kant podría haber tenido para pensar que las dos formulaciones son equivalentes, y por ende que son formu­ laciones tic la misma ley, es que pensaba que los mismos deberes podrían derivarse de cada una de ellas Ilustró esto derivando los mismos deberes de cada formulación. Examinemos cómo deriva los dos deberes anteriomcnie discutidos. Veremos que la deri­ vación es más facil v plausible en este caso. Kant deriva el de­ ber de no hacer falsas promesas de la prescripción de no tratar a las personas como medios argumentando solamente que alguien que está decidido a hacer dicha promesa "ve aJ punto q u e ,.. está decidido a usar la persona ajena como simple medio",33 F.n esto sin duda Kant está eti lo correcto, porque engañar a una per­ sona con el fin de conseguir algo para nosotros mismos es usarla simplemente como un medio para nuestro propio beneficio. La obligación que tenemos de ayudar a los demás se deriva de la otra prescripción, la cual aparece en la segunda formulación, a saber, que tratemos a la gente como fines. Esto quiere decir que debemos favorecer el bienestar de la gente porque asi es como debemos tratar a un bien en sí mismo. En consecuencia, no basta con que evitemos tratar a la gente simplemente como un medio; debemos hacer más que eso.

B /M-, p, «5

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El- problem a de ju s t if ic a r una norm a étic a

Cim a mente, podría mantenerse- la humanidad, aunque nadie con­ tribuyera a la felicidad de lo» demás, guardándose bien de sustraerle nada, mas es una concordancia meramente negativa y no positiva, con U humanulad ritmofin en ti, el que cada cual no se esfuerce, en lo que pueda, por fomentar los fines ajeno*-41 Si bien Kant está tejos de ser un utilitarista, Uega a una obligación que suena muy utilitarista, a saber, que debemos fomentar la fe­ licidad de los demás tratando a cada persona como un fin. Asi pues, la segunda formulación de Kant puede proporcionar una manera de reconciliar el principio de la mayor felicidad con la justicia. Sin embargo, para evaluarlo tenemos que ver si enfrenta otros problemas.

Una objeción a la teoría de Kant no es aplicable a todas las situaciones Hay tres objeciones que arroban dudas sobre la segunda formu­ lación de Kant del imperativo categórico, pero todas pueden ser adaptadas para aplicarse también a la primera formulación: de manera que son objeciones reales a la teoría ética kantiana en su conjunto. Va hemos visto la primera objeción tal como se aplica a la primera formulación. Ninguna formulación es aplicable a to­ das las situaciones, Iaic problema suqge para la segunda formu­ lación en dos tipos de situaciones. La primera situación es una en La que todas ¡as alternativas posibles exigen que se trate a al­ guien sólo como un medio, tal como en el ejemplo de un bote salvavidas sobrecargado de gente donde alguien tiene que ser sai i lira d o cojihj un medio para salvar a los otros. F.l imperativo de Kam ivo nos proporciona ninguna manera de decidir I.asegunda situación es aquella en la que todas las alternativas nos permiten tratar a alguien como un fin, pero en Ja que cada alternativa in ­ volucra a diferentes personas Éste es el problema con el que se enfrenta alguien que n t l a cargo de distribuir fondos tic caridad u n Limitados que no todos los que necesitan ayuda pueden ser ayudados. El imperativo de Kam no proporciona una manera de decidir entre, por ejemplo, una familia con un hijo talentoso, otra ron un hijo que necesita atención médica, y otra con un hijo M ÍM , pp +8-ig|^|.

SEGUNDA FORMULACIÓN DEL IMPERATIVO CATEGÓRICO

5 15

que tiene problema» mentales y que aterroriza íi lo» vecinos. Si bien en cada uno de estos tipos de casos las decisiones son muy dificilcs, un principio que proporcionara una manera de distin­ guir entre las alternativas sería superior al menos en un aspecto al imperativo de Kant,

Stgwtdii objeción- dsbtrss ¿tbivlutos versus d*brir\ prima fhcie La segunda objeción es más seria. Según Kant los deberes que de­ rivamos del imperativo categórico son deberes absolutos. Por lo tanto, Kant está comprometido con lo que anteriormente llama­ mos absolutismo de la acción, es decir, que ciertos actos son siem­ pre correctos o siempre incorrectos. De manera que para Kant la obligación de no mentir es un deber absoluto, asi que no debe­ mos mentir bajo ninguna condición Esto, sin embargo, conduce a ciertos, resultado» que sin duda son moral mente repugnantes Supongamos que un dirigente local nazi de la Holanda ocupada i on tía en usted y que usted está encubriendo a un importante refugiad o judfo que el dirigente está buscando. Éste viene a bus­ carlo a usted y, rnnfiando en usted, le pregunta si « t i ocultando al i cinglado. Usted sabe que él se itá sin buscar si le dice que no oculta a nadie, y que no decir nada equivaldría a decirle la ver­ dad Parece claro que en esta situación usted debe mentir, pero un kantiano que recuerde el deber absoluto de decir la verdad diría que usted debe admitir que está ocultando a un refugiado. Es el.yo que dicho kantiano está en un error. Parece, por lo tanro, que los deberes derivados del imperativo categórico no dvtieu ser entendidos como d e lire s absolutos, sino mós bien como lo que se ha denominado dclxrrcs prima fa c t e Esro es. los deberes kantianos son deberes que se nos exige cum ­ plir a menos que sean cancelados o anulados por otra cosa que mt nos exija. Asi que el deber de no mentir no es un delier abso­ luto, sino simplemente un deber fm m a fa r tt, porque en algunas titilaciones es anulado por algún otro delier prima factt, tal como ayudar a u n amigo que merece ayuda y que se encuentra en una gran aflicción En una situación particular, el deber pnma facu

M Et i nní rpiiu de Jrlirj p n ™i f a n t u> d iM inoiw i viene de K M. Chichota!. “The F.thta o í Reqmrrmrnt“ , eti diurno** Phtloioplaeai (¿uanrrty (1964), pp. H 7-S 3,

SEGUNDA FORMULACION P E I IM Pf RATIVO CATEOÓRICO

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.-1 tiene el deber absoluto de hacer P ~étf- Hay algo C\ que exige que A haga P é y «o hay ninguna situación en la que a .i se le exija hacer algo en lugar de P. Una ve* que hemos visto lo que es necesario para que un de!>cr sea un deber absoluto podemos ver también que hay muy pocos dclwres, si acaso hay alguno, que sean absolutos. Generalmente hay alguna situación en la que un delier es anulado, de hecho en la que se nos exige hacer otra cosa. La mayoría de nuestros deberes, por lo tanto, son llamados con m is propiedad deberes fnima fá cie. Parece que los deberes kantianos son descritos con m is pre­ cisión como dolieres fmma factr que como deberes absolutos, por­ que. como hcimxs visto, hay situaciones en las que son anulados. Podemos tratar el ejemplo del refugiado de esta manera, pero si lo hacemos debemos concluir que La teoría de Kant no es apro­ piada porque no puede alojar el concepto de anulación. El pro­ blema es enfatizado más adelante en la tcrcccra y m is seria ob­ jeción a la teoría de Kant. Tercera objeción; rio (ruede resolver conflictos entre ¡os deberes F.l ejemplo del refugiado no sólo muestra que hay un problema en la teoría de Kant en tanto que parece prescribir acciones mo­ ral me me repugnantes en ciertas situaciones, sino que también puedo-i lustrar el problema que* acarrean para su teoría esos con­ flictos enirc tos deberes. En el ejemplo tlcl refugiado la persona se enfrenta con lo que claramente constituye un conflicto entre los deberes, porque tiene el deber de ayudar al refugiado y el deber de decir la verdad. En este caso deberla ser fácil resolver el conflicto, pero Li teoría de Kam no puede hacerlo Si, como piensa Kant, su teoría prescribe deberes absolutos, entonces en este ejemplo la persona debe hacer dos cosas que no puede ha­ cer simultáneamente. .Así que no sólo está obligado a hacer algo que no puede hacer, sino que tampoco o capaz de justificar su elección entre una y otra decisión. Si interpretamos que la teoría prescribe dolieres fmma fa cie. entonces, aunque la persona no esté obligada a hacer dos cosas contradictorias, sigue sin tener ma­ nera de decidir qué hacer. Por consiguiente, la icroía de Kant no puede ocuparse de deberes en conflicto. Parece que la teoría de

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El 1-fcObLtMA t»r. ILSTIFtCAÍl UNA NORMA ÍTIC A

Kant ha divo retado de la) forma la moralidad de las consecuencias de nuestros actos que, en un caso como el del ejemplo del refu­ giado en el que Lis consecuencias parecen ser muy importantes, no puede ayudamosHemos encontrado tres objeciones a la teoría ética deoniológica de Kani que, tomadas en conjunto, constituyen una razón su ficíente para rechazarla porque no proporciona un principio ético básico. Asf pues, tenemos que continuar con nuestra búsqueda. No debemos, sin embargo, sencillamente rechazar la teoría de Kant porque expresa algo que parece esencial para cualquier principio básico satisfactorio, la exigencia de tratar a la gente como un fin, y por ende con justicia. Parece, en consecuencia, que el imperativo de Kant debe ser incluido en cualquier norma básica satisfactoria I I problema es cómo incluirlo, U na respuesta reciente y muy discutida es la teoría denominada utilitarismo re­ gulador. EL UTILITARISMO REGULADOR

I>1S de los principales problemas con los que se enfrenta b teoría de Kant son que no puede ocuparse de deberes eu conflicto y que hay situaciones en las qnc no es aplicable, Dos de los principales problemas para el utilitarismo son ctd c las placeres inferiores y el de b justicia Puesto que la teoría de Kani puede resolver lo que le cansa proble mas al utilitarista y el utilitarismo puede eludir lo que a Kant le causa problemas, parece que si los dos pudie­ ran ser abarcados pnr una teoría que eliminara las debilidades de ambos conservando Ins puntos fuettes de cada tino, enton­ ces tendríamos una ico lía muy satisfactoria La teoría de Kant acentúa la importancia de las leyes morales que prescriben debe­ res. Esto le permite justificar la justicia El utilitarismo, por otro lado, propone una norma que puede aplicarse a toda situación. También puede aplicarse a las leyes; esto es. podemos evaluar una ley determinando si su aplicación tiende o no a llevar al máximo la felicidad global. De hecho, se ha afirmado que b manera de eva­ luar cualquier lev jurídica, recientemente propuesta o vigente, es aplicándole el principio de utilidad, porque el propósito del go­ bierno, y por ende de las leyes jurídicas, es llevar al máximo e! bienestar general.

UTU ITAIU SMO RÍ.G IÍLA PO *

519

Actos, leyes, jueces y legisladores La api ¡oibilidad del principio utilitarista a las leyes jurídicas ha llevado a algunos Filósofos a proponer que la norma ótica correcta debe construirse de la misma manera en que el principio utilica* l ista se aplica a las leyes jurídicas. Para hacer esto debemos en* tender y distinguir ctiLre la relación de un juez con una ley y la relación de un legislador con una ley, P. 11. Nowell-Smilh afuma que:

El deber del juez es prnnunrLir los vrredirtas y la» sentencias de acuerdo con U ley, y la pregunta “¿qué veredicto y qué sentencia debe pronunciar?" se convierte únicamente en la pregunta "¿qué veredicto y qué sentencia son impuestos por la lev para este cri­ men?" Er> tanto juez, no le importan Lis consecuencia*, benéficas o dañinas, de lo que pronuncia. Igualmente, la pregunta "¿Tur una sentencia justa?1' no puede responderse en criación ton sus conse­ cuencias, sino solamente en relación con la ley.**

\1 juez, como lo señala Xowcll-Swith, le interesa decidir casos in­ dividuales y ni hacerlo sólo puede apoyarse en las leyes vigentes. No puede, para bien o para mal, usar las consecuencias para ju s­ tificar su decisión. El juez, por lo tanto, puesto que sus decisiones están limitadas a un conjunto de leyes. Funciona en cieno modo de una manera dcontológica. Sin embargo, como dice Nowcll* Sinith. El deber del legislador « totalmente diferente No consiste en deci­ dir si urva aplicación particular de la leves justa o no, sino en decidir qué leyes deben ser adoptadas y qué penalidades deben imponerse para U violación de cada ley, Y estas cuestiones no pueden deci­ dirse de la misma manera como d juez decide qué veredicto y qué sentencia debe pronunciar.w

El legislador deberla evaluar las leyes por sus consecuencias en lugar de evaluarlas tic acuerdo con otro conjunto de leyes, aun­ que, desde luego, las consecuencias de una ley particular depen­ den en parte de otras leyes ya vigentes. El legislador, pues, puesto que evalúa no por los leyes sino por las consecuencias, funciona P. H Nowtll-Smilti, fíiv i. IVngicin Hnüb, ¡Ulumwe, 1954.p ÍS6 **

1M . p , 2 S 7 ,

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t L r tta n u a u A p r j u s r m o M i

u n a n o r m a éttca

en tierra manera de ut» modo utilitario. Usando csia analogía con la legalidad, Nowell-Smith concluye que La obligación de obedecer una regla no descansa, según la opinión de la mayoría de los hombres ordinarios, en las consecuencias bené­ ficas que resultan de obedecerla en un caso particular, ya sea a corto o a largo p la z o , como casi siempre han supuesto los utilitaristas Loro las r a z o n a p a r a a d o p t a r una regla bien pueden ser del tipo que sugieren los utilitaristas.39

En oLras palabras. Nowell-Smith propone una teoría ótica que restringe la aplicación del principio utilitarista a reglas de con­ ducta cu lugar de aplicarlo a acciones particulares. Las acciones particulares que realzamos y t[ue vemos que se realizan deben ser evaluadas mediante reglas morales que son a su vez justificadas por el principio utilitarista. Llamemos a las reglas morales ju s­ tificadas por éste “reglas utilitaristas". Tenemos, pues, lo que se ha llamarlo vlilitAtmno restringido, porque restringe la aplicación dd principio utilitarista, y también utilitarismo ftgvlador, porque restringe el principio a reglas. Esta teoría difiere, por |n tanto, de una teoría que aplique el principio utilitarista a los actos. IXmanera que difiere de las teorías de Bentham y de Mili que he­ mos interpretado romo versiones del iiiüit-ammo de netos. Pode­ rnos entender mejor esta diferencia estableciendo un principio que consta de dos partes y que contiene la doctrina central del utilitarismo regulador. 1. Alguien tiene el deber prima [arte de obedecer una regid de conducta si y sólo si el que la regla sea vigente tiende a llevar al máximo la felicidad global de aquellos a quienes se aplica (es decir que la regla es una regla utilitarista).

2. Alguien tiene el deber pnvui facie de realizar un acto si y sólo si el acto es prescrito por una regla utilitarista-

SEtS REQ U E R IM IE N TO S F‘ARA UNA NORMA ÉTICA SATISFACTORIA Y UN EXAMEN DEC U TILITA R ISM O REGULADOR

Hemos llegado al principio d d utilitarismo regulador con la es­ peranza de que incorporará la fuerza de las teorías de Kant y de* ** Ibtd.. p 239.

SEIS REQUERI MI ENTOS PARA UNA NORMA ÉTICA

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Bcnthnm eliminando sus debilidades. Veamos, pues, qué suene corre el utilitarismo regulador, pero llagárnoslo sacando a luz todos los problemas y objeciones que usamos para rechazar to­ da» las teorías precedentes y lo que, romo resultado, hemos encoiurado necesario para una teoría ¿tica satisfactoria. Cualquier teoría ética completamente satisfactoria debe proporcionar un principio ético básico: l Que sea aplicable a cualquier situación que exija una elec­ ción moral. (La teoría de Knnt y el utilitarismo de Mili, que no proporcionan ninguna manera justificable para evaluar cualitativamcme los placeres, no pueden cumplir esta con­ dición.) 2. Que incluya deberes especiales. (El utilitarismo de actos y el egoísmo ético fracasan en este pumo.) 3. Que resuelva conflictos entre los deberes (Lateoríade Kant fracasa aquí.) 4* Que garantice que se trate a las personas como fines y por ende que garantice la justicia y la imparcialidad. (Aquí fra­ casan el utilitarismo de actos y el egoísmo ético.) 5, Que tome en consideración las consecuencias de las acciones para la felicidad humana. , F itricb S u jip o , tnliodurtian fu Lupr. (Nuera York: Van S'íaiinnrf Rrinhold ü .n n p jn y , ¡1)60); W V, O, Q uine, HfiAflifi o f 1j >~ p e (Nueva York; llo k !, H ínchan Winsíon, Inr , lOS'Ji'*™ ; U nisón Mates, Eirmenlury t-op c ( N u m York O xford U n iv m ity Press, 1 9 6 5 }^ ; y Mas Blaitk, (,'rtíwat TTtaFiAti^ (Lnglcv'ipod CUÍTf, N J . Prrniicr-H aJl, Irir., I962)C'J Hdy tres antología»d.ilaoradas para un n irrl introducton o q u e yo-fi- Ifvinj; M Gopi y J a n e s A. G oukl, Readittgs r.ti (Nueva York Macmil la.n Publbthilig Co., ín c , 197?); R dIk t i Sieigh. N /te u a n t'mth (Fngk-WL>rl CUflW, N J : Prc-titire-Hiili, lne_f tííTO^'1; y A d riennc y K eiih Ixhr-íT. I^voiv D|,tfriTijT^ (En|[lov*r enrucnUanen la Bib|¿utr« "I>r- Eduardo '"-arela A1iyneiJ del insumió J r investigad unrl FiiuSflfiva" de i.i UNAM ffll * li 1■Sjj imj original wñalidns ron ,|*1" ve encuentran en ii m m a Biblioteca en npAftnli y l a inilioilas cmi J|l),rn traducción ingina

538

H tB U O O R A m

U tjbrt> iyartkH /& d i n«W uvannido Para d estudiante i(ilr va ptner t irtt. conocim iento de [a lógica, Jen, sig u k tites do* libros deberían rcsu lta rlrd rin ltrr-s RluJuLfCartiap, Afjfaning Muí Xcctutíy (Chica gi i PhoenÍK Books, 105G )''y W. V O. Q uine, fíum a Lfigtm í /Viijv uf f'im 1 (Cam bridge, Mass Harvard Lm veraiiy Presa, 19 í I i ti m r üJiimn libro Q uine p!antr.r a lg u n a problem a* acerca d el concepto ilr atialil iridad rpse han despertado mucha atención Do* libre* ; N'ichoLis K n rher, Coherenct Theoey n fl h ii h (L ond res: O xford University Press, 1975); C iv r^ ild J /írdltiM (L o n d irs: O xford University Press, I 9 7 l ) (l*|/'íittultlr R taioning (Aíaeli Van Gureurtl. 1976); M eihodolopeai /'»agina)iym (Nueva York: New York University Press, 1977); B erirand Russcll, Knotidtdge o f ihe Externa! World (Londres: Alien i : Unwin, 1914); Otuhne o f P/ulooiphy (Londres; Alien Si Unwin. 1927); M ranm g an d Truth (L ond res: Alten 4: Unwin, Hum an Ktuyuiedge (L and res' Alien k Unwin, 1948); Israel Schrffler, Cattdtitota o f KncwUdgt (Chicago: Scott, F o cn m a n , I9 6 5 )u); S eú n u and SubjeeJwúy (liidiandpolú Bobbs-M errill, 1969), W ilírid F S e llan , Setene/, Peiteplw ti, a n d Hettlity (Nueva York: H um aniües, 1963); Mjr k Stciner, M athtm atkal Knowledge (Ithaca, N. Y.: C orncll Untvcrtity Press, 1975); Marshall Swain, Reasuru an d Knoudedge (lib a ra , N Y : C om ell University Press, 1 9 8 J), Frederick Will, tnduelvm anrf Justtficartsn i lib ara, N, Y.: Com rU University Press, I 9 7 3 )" 1; Michael Williams, Ctnüíuíieii B elttf (New H a ven: Vale University Press, 1977); y FJirabeih

542

BIlil.lOC.RA ff A

Wulgait, í'aiaduxM. o f Knawietige i hh.u .i. N. Y.: CorocH Univrnrity Press,

II. Anlotofrí/u y JífriDí dt texto t'.xisie buen nú m ero de antología* n u lo d e artículo* publicado» C ual­ quier estudiante deducido encontrará que Vale la pena ob ten er b anto­ logía de R ob en J . Sw aru, Prrcnvtng, Vuung. an d A'notíTng (Ganden Catv. N. Y IJaubleday & Comp.my, I n í,, I 96 5 ). U cual con tien e artículo* de autores contem poráneos. Una antología dificil pero que m erece w t exam inada es la d e 11. Feigl y W. Sellara, Rtttdtng\ m P hilv iop h kal naJtsw (Nueva York: Applcton-Centurv-C.rofts’, tn c,, 19-I9)l,t. 1 .os capitulo» í , J y f i del libro d e texto d e Jo h n H capers, ¡n tn du ctíon lo Phifosophita i .ífMÍyfu (Engkrwood C-lifTi, N J Prentice-H all. In r . 1955) son dig­ nos de estudio. FJ libro de Gcnrge N akhnikian. d « Ininidttrtton lo Phi ¡Ctióphy (Nueva York Alfred A- Knopl, In r.. t9 6 7 ), Parte 2, discute la hipótesis d el "genio m aligno” de Desearles. Finalm ente, algunas anto­ logía» de fuentes cotUemporá tiras son Latvi enec Fuñirr y J W. Swan■son litis .), T h eon a n d i'xpt'-riztjfr (Amberst: Univcrstty o/ M astathusetts Press, lÚÍO j1^; Ruberi K Amnicrmat] y Marcus G Singer (rd v ), B tbtf. KnouUdgr an d Truth; R tadm gi tu thf Tkeory o f Anoudedgf ( Nurv.i York: Charles Seribner's Son*. 1970)1" ; Avrum Stroll |ed,), F.piuemolpgy; (Veie E.tttrys m thf T H eorjof KimaUflgT (Nueva York; H ir p r r & Row, Publtshers, ln c-, 1907), M ithael D Rttth y León Calis ( n k ), K nouing (Nueva York Random H otise, 1970)(ií, Rodé riele Chuholm y Kobeti Swartz (ed*.), Empinen! Knondrdgf (Fnglrw ood ClifFs, N J Prentice-H alL 1973); A P GrifTithí (ed.), K m w lfdgr an d B e lu f (L ond res: O xford Univcrsity Presa, 19671''1; Charles la n d e sm a n (cd.), The hnnidahnm o f EnOu’lfd g t í t n glewood Cliffe, N . J. Prem ier-H all, 1970); Keith l.eh rer (ed-), A n alji» an d .Mrlaphyucr (D ord rcch t; R d d cl, 1975^ '’; G enrgr Pappas y Marcha!! Swain (td v ), Essay, on Kntiwtedgi and Jtu tíJk a iú m (¡ih aca, N Y. Corncll Umversity Press, l9 7 8 / rt; G corge P.tpp.is (ed.). fushjiftrtion an d Knouded g f tftw Sludís i tn iifmltmt-lup, (D ocdrcchi R eid rl, 19 79 i1*1. y G. Vbn Wright (ed,), Problem.\ ¡n th f Theory o f Knoudedgt (La Haya M artinus NtjhnfT, 19 7 2 ) F.l volumen anual. M idurit Studm irt Phtloiopfn, Vol, 5, se titula 5(i*dirJ m tfnUem ology; contiene gran nú m ero dearuiculos origina­ les acerca de la teoría d d rtmoeriniejitrt IIP Artículo:) retkrU f i S e ha escrito m ucho recientem ente arerea de la naturaleza del conoci­ m iento y acerca d e tü que constituye buena* razones para creer A lg ú n » de lo* articulen d en tro de esta área de investigación son kn d e F-dmUlld Gettier, “ l* Ju stified True B c lie f Knowledge?”, AtwTytu, Vol 23 (1963), pp 1 2 1 -1 2 3 ; L Jo n a th a n G ohcn, "M o re Ahout Knowing and Fecling

CAPÍTULO

dos

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Sunr“, Analyus. Vol. 2 7 (1 966), pp. 1—11; Keith l.e h re r y T h o m a* Pau­ san , Jr ., “T h e K.nawledgt. Unilefeated Ju süfied Truc B efie f " , /curuu/ o f Phdosophy, Val 6 6 (1 969), pp 2 2 5 -3 7 [este artícu lo ha sido discutido por ). R K rcsscn " t.r h r e r an J Pj j AOi i OH Nanhasic Kni>w!(iig(",y»tirnfl/ o f Pfulofophy, Vol. 6 8 (1 971), pp 78—8 2 . Ernm to Sosa n .n n rn l¿ tam bién al respecto CIl “TWo Corureptions o f Kntjwledge", Jo u rn a l o f Philotophy, Vol 67 (1970), pp 5 9 -6 6 ]; Ja m es W. Lam b, "KnowlHdge and ju stified Prcsuinpdon”, Jo u r n a l o f Plúluu/pliy, \rol 6 9 (1972), pp. 1 2 3 -2 7 ; Mar­ chad Swatn, “ K now lrdgc, Causality, and |usuficaUii*‘,y