Introduccion A Los Carismas

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Introducción a los

CARISMAS Benigno JuanesfS.J.

Nihil Obstat: Benito Blanco, S. J. Provincial Santo Domingo, Octubre, 1992 Imprimatur: Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo

Tercera edición corregida

Diseño de portada Glenda de Rosario Diagramación Moliy Pichardo Impresión: Amigo del Hogar Renovación Carismática Católica Reservados lodos los derechos de impresión

INDICE

PRESENTACION PROLOGO I.

CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS 1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas 2. Sobre la palabra “carisma” su trayectoria 3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos

II.

PERSUASIONES SOBRE LOS CARISMAS 1. Presupuestos a la exposición de los carismas y a su buen uso 2. Persuaciones respecto de los carismas 3. Persuaciones básicas 4. ¿Causan problemas los carismas?

III.

ACTITUDES ANTE LOS CARISMAS 1. Actitudes 2. El peligrode “reduccionismo” 3. Una aclaración importante

IV.

QUE ES EL “CARISMA” 1. El doble elemento que constituye el carisma 2. Los elementos permanentes y ocasionales del carisma A.Elementos peermamentes en los carismas B.Elementos ocasionales en los carismas C.El contexto religioso 3. Puntos para recordar 4. Los carismas requieren la disponibilidad de la persona para ser incorporada por Dios a una obra de El en bien de la comunidad. 5. A modo de resumen 6. La importancia de los carismas en la renovación de la Iglesia A. La Iglesia es carismática desde la base B. Consecuencias

V.

BREVE DESCRIPCION DEL “CARISMA” A PARTIR DE LA DOCTRINA DE SAN PABLO 1. Diversos sentidos de la palabra “carisma” 2. Características del “carisma” A. Los carismas son para el crecimiento en la caridad de la comunidad cristiana B. I Cor 12, 1-+7: El verdadero carisma manifiesta una intervención del Espíritu C. Ef. 4,16 Gal 5,22 El reconocimiento de los carismas

VI.

DEFINICION DE LOS CARISMAS SEGÙN I COR 12,4-11 1. 2.

VII.

LOS CARISMAS A LA LUZ DE LA PRÁCTICA Y DE LA ENSEÑANZA DE JESUCRISTO Y DE LOS APOSTOLES 1.

2. VIII.

Los carismas a la luz de la practica y de la enseñanza de Jesucristo A. Jesús, discreto y pródigo favorecedor de carismas B. Jesús el supremo manifestador de carismas Los carismas a la luz de la práctica y de la enseñanza de los apóstoles

EL CONCILIO VATICANO II Y LOS CARISMAS 1. Itinerario moderno de la historia de los carismas A. El Vaticano I B. Pio XII C. El Vaticano II 2.

IX.

Tres palabras de contenido diverso y complementario Los carismas en San Pablo 1 Cor 12,7

Parte doctrinal: Los carismas a la luz del Vaticano II A. El Vaticano II y el Espíritu Santo B. Los carismas y el Vaticano II

FINALIDAD DE LOS CARISMAS 1. Descripción más detallada 2. Descripción esquematizada: finalidad de los carias “genéricamente” expresada A. Tras la solución de una dificultad B. Sentido general de la expresión “ para provecho común”

C. D.

Sentido concreto de la expresión “para el provecho común” Resumen

X.

DIVESIDAD DE CARISMAS 1. Formulación A. Clasificación de los carismas B. Carismas en sentido no estrictamente eclesial C. Carismas “ministeriales” D. Carismas “institucionalizados” E. Carismas “libres” 2. ¿Carismas “ordinarios” y “extraordinarios”? A. Criterios B. Un juicio de valor C. Un juicio cualificado 3. Unidad y diversidad de los carismas 4. División de los carismas (1 Cor 12,7-11)

XI.

EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION LA ACTUACION DEL SERVIDOR Aclaraciones previas 1. El pensamiento del Vaticano II 2. Cómo se suscitan los carismas 3. Actitudes 4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas

XII.

COMO SE SUSCITAN LOS CARISMAS Y SE CRECE EN ELLOS 1. El pensamiento del Vaticano II 2. Cómo se suscitan los carismas 3. Actitudes 4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas

XIII.

COMO SE PIERDEN LOS DONES Algunas razones de peso por las cuales podemos perder los dones

XIV.

CRITERIOS PARA DISCERNIR LOS CARISMAS Criterios

XVI.

EL FRUTO DE LOS CARISMAS 1. Hacia dónde deben conducir los carismas o frutos de los mismos 2. Los carismas tienen una dimensión crítico-social dentro de la sociedad

XVII. LOS CARISMAS Y LA SANTIDAD PERSONAL 1. Los carismas y su influjo en la santidad 2. Entre la gracia santificante y los carismas no hay heterogeneidad, sino continuidad y armonía 3. El desempeño de la misión en el Cuerpo de Cristo 4. Diversificación y unión íntima entre carismas y frutos del Espíritu 5. Sintesis

Apéndice LOS CARISMAS EN LA IGLESIA 1. Los carismas a través de la historia 2. La permanencia de los carismas 3. El despertar de los carismas 4. Nuestra época y el despertar de los carismas

PRESENTACIÓN

R.P. Benigno Juanes Manresa-Loyola

Santo Domingo. 26 de mayo de 1992

Mi querido P. Juanes:

Le escribo en nombre de Su Eminencia el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodriguez que se encuentra fuera del país. Tiene Usted todos los permisos para publicar el libro "Introducción a los Carismas". No se olvide de poner en la publicación en lugar destacado "con la debida licencia eclesiástica". En su carta de nihil obstat el Censor escribe al Señor Cardenal. Es libro muy esclarecedory orientador, llamado a hacer mucho bien, sobre todo dentro del Movimiento de Renovación Carismática Católica. Está escrito muy pedagógicamente. Esto favorecerá su asimiladori y su retención. "Y es fruto no sólo de la cabera sino también del corazón del P. Juanes". También le expresa que "a lo largo de todo el libro distingue perfectamente lo que es claro y está presente en la Revelación" (por lo tanto "de FIDE divina") de lo que no es tan claro y es todavía "teoría" o "hipótesis" bien fundamentada. Personalmente, P. Juanes, reciba mi fehcitaáón. Creo que con la trilogía que ha publicado ha rendido un trascendental servicio no sólo a la Renovación sino también a todos los fieles. Ojalá que esa trilogía se venda profusamente. Con mi felicitación reciba mi gratitud y mi afecto muy hondo. Fco. José Arnaiz, S. J.

PROLOGO

Emprendemos, no sin cierto temor, esta obra: "Introducción a los Carismas". Aunque ya han aparecido libros excelentes y numerosos artículos sobre el tema, juzgamos que aún hay mucho que investigar y escribir sobre él. Las experiencias de los carismas se han multiplicado, discerniendo. Sin embargo, es preciso no dejar de tocar un tema tan fundamental como son los Carismas en la Iglesia, a través de lo que hemos conocido y vivido en la Renovación Carismática Católica que ni es el lugar único donde florecen, ni quizás el más privilegiado. Desde luego, los carismas se dan a la Iglesia y el "dónde" adecuado y querido por Dios para ejercerlos; pero la Renovación carismática representa un lugar en el que el Espíritu se complace en prodigarlos. En ella se piden, se usan, se purifican, se disciernen, pese a todos los errores y desaciertos que se puedan haber cometido. Si es cierto que la Iglesia es esencialmente carismática, pedirlos y usarlos debidamente, conforme a las repetidas indicaciones del Vaticano II, no deja de enriquecer a la misma Iglesia para cuya edificación en la caridad los suscita el Espíritu. El primer tomo sobre los carismas tiene por finalidad introducir en su conocimiento, orientar sobre las actitudes correctas, dar a conocer la mente de la Iglesia sobre ellos, etc. Sin este primer tomo sería difícil emprender y atreverse a tratar lo siguiente. A él, esperamos en el Señor, que puedan seguirle cuatro más en los que se van tratando separadamente algunos de ellos. Hemos intentado guiarnos en el tema por la sabia y competente orientación de autores de garantía y por otras personas que han tenido y tienen una sana y discernida experiencia de ellos. Dejamos por decir muchas cosas. No es posible, ni seríamos capaces de decirlas. Pero nos parece haber tocado puntos fundamentales. Rogamos encarecidamente al Señor quiera bendecir abundantemente esta obra y enriquecer a su Iglesia con toda clase de carismas, para que, usados conforme a la voluntad del Espíritu que los da, florezca cada vez más en santidad individual y colectiva y en frutos del Espíritu que lleguen a toda la humanidad. Una vez más, sin enumerar los nombres, agradecemos el trabajo callado, duro y desconocido de tantas personas que colaboran en ésta y otras obras de la colección "Torrentes".

I. CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS

1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas a) Entramos en un campo especialmente interesante y delicado. En él, nos hallamos dentro de una realidad fundamental de la Iglesia que no ha sido tan estudiada como otras, hasta estos últimos años. Sin indagar el por qué, aceptamos el hecho; pero con discreción, intentamos abordar las siguientes instrucciones sobre tema tan atrayente y, a la vez, todavía tan controvertido. b) Sin embargo, otro aspecto consolador de la realidad es que, dentro y fuera de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, ha habido un intenso trabajo, a todos los niveles, en estos últimos quince años. Sin ser exclusiva, sí ha tenido gran influjo la llamada Renovación Carismática, uno de cuyos aspectos fundamentales es la revitalización de los carismas. Ya antes, en el mismo Concilio Vaticano II, se echaron los fundamentos en el puesto y trato que se les dio a los Crismas, relativamente extensos. (A ellos nos referiremos más adelante). Los libros, folletos, artículos de revistas aparecidos a raíz del nacimiento de la Renovación Carismática en la Iglesia Católica son muchos, en todos los niveles: científico, de divulgación para una cultura media, a nivel popular. Algunos carismas han acaparado especialmente las plumas de los escritores: don de lenguas, profecía, carisma de sanación en los diversos campos que abarca... No nos hallamos, ni mucho menos, desprovistos de material ni de la experiencia acumulada en muchos de esos escritos por personas pródigamente asadas por el Señor como sus instrumentos. Constantemente están apareciendo libros, cassettes, artículos de revistas que van enriqueciendo la doctrina y experiencia precedente. c) Si en algún tema, en éste precisamente es donde se necesita estar bien conectados y orientados por las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia; desde el Vicario de Cristo, las Conferencias episcopales, los Obispos particulares, los Padres de la Iglesia, los grandes teólogos antiguos y modernos. No es de desdeñar, :d contrario, la luz que aportan las personas usadas por el Señor de modos diversos, cuyos dones se han comprobado en cuanto a su autenticidad y buen uso. d) Deseamos orientar a las personas dentro de un equilibrio humano y divino que no derive a extremo alguno: ni a una apertura exagerada, indiscreta, sin garantía por osadía o valoración excesiva; ni por el contrario, a un repliegue inaceptable por miedo infundado, por una valoración "disminuida", por falta de la necesaria instrucción. No será fácil, pero el Señor, dador de los carismas por su Espíritu, nos ayudará. e) Siendo la dimensión carismática esencial en la Iglesia, y siendo manifiestos los frutos de todos órdenes que aporta, es preciso que se tome el tema con todo interés. Los servidores están llamados a orientar a sus grupos en este campo tan delicado y a ayudar a comprobar la autenticidad y buen uso, encauzándolos hacia el fin para el que el Espíritu Santo los dé.

2. Sobre la palabra "carisma": su trayectoria Su origen se remonta a San Pablo. El Apóstol se vio sorprendido. Se encontró ante ciertas manifestaciones del Espíritu que no contaban en el vocabulario griego, ni siquiera en el más modesto de la Koiné (la lengua común, la del pueblo), con un término que las designara. Entonces Pablo, con la creatividad propia de los genios, puso en circulación una palabra que halló buena acogida, quizás demasiado buena, entre sus cristianos de Corinto. El mismo Pablo la usa con parsimonia y solamente aparece en las dos cartas a los de Corinto, una vez en la de los Romanos. Asimismo, se menciona en la primera carta de San Pedro. Después, la misma literatura cristiana primitiva no la tuvo en cuenta y en la época de la teología llamada escolástica (de la Edad Media) quedó sustituida por la expresión de "gratia gratisdata" (gracia gratuita). Esta realidad del desuso se acentúa cuando en los tratados de Eclesiología se pone fuertemente el acento en defender la dimensión institucional y jerárquica de la Iglesia, atacada por la reforma protestante. Esto no implica que el elemento carismático fuera olvidado, sino que no se le dio toda la importancia que merecía. El término "carisma" vuelve a reaparecer con fuerza, pasada la crisis del Modernismo, sobre todo a partir de Pío XII en su encíclica Mvstici Corporis (1943). También los carismas, afirma, forman parte de la estructura de la Iglesia. El Concilio Vaticano II fue quien consagró su uso, haciéndolo propio e insertándolo en varios documentos, sobre todo en el más importante, Lumen Gentium (n.12). La Renovación Carismática parece que ha sido la encargada de convertir el término "carisma" en uno de los más empleados en el vocabulario religioso actual. "Surgió precisamente con el propósito de ver aflorar de nuevo en la Iglesia esos dones de que nos hablan los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo. Por lo demás, antes del Concilio, el Papa Juan XXIII había pedido a Dios que derramara sobre la Iglesia un 'nuevo Pentecostés', y Pablo VI no dudó en hacer de la palabra 'carisma' un uso realmente amplio, si bien poniendo en guardia frente a sus abusos. Podríamos decir que hoy 'carisma' se está convirtiendo en una palabra clave de la renovación deseada por el

Concilio. Nacida en un contexto eclesilógico y acuñada para designar las diversas funciones existentes en el cuerpo místico de Cristo, no podía menos que recuperar toda la carga de los orígenes".1

1. D Grasso, "Los Carismas en la Iglesia", Edic. Cristiandad, Madrid 1984, 11-12; cfr. 11-13.

3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos a)

Llamar carisma a todo don o cualidad, aun humana, en la que una persona sobresalga. Ya se entiende, por el contexto, el sentido que se les quiere dar pero la inexactitud de la expresión puede inducir a error a personas sencillas que tomen el pie de la letra lo que se dice trasladándolo al campo espiritual y al ámbito de los carismas propiamente tales.

b)

Llamar carismas solamente a los que, por su naturaleza presentan una faz aparentemente más extraordinaria, en cierto modo las sensaciones en la multiplicidad de aspectos que abarcan y la profecía. Estos, ciertamente, siempre existieron en la iglesia; también ellos se están prodigando mucho más ahora, sobre todo (pero no únicamente) en la Renovación Carismática. Hemos de tener muy presente que “el valor del carisma no debe medirse por su carácter extraordinario y sensacional, sino por el grado de servicio que preste a la comunidad bajo e inmóvil de la caridad. La regla de oro para medir los carismas es el servicio que se presta con ellos y el grado de amor que se tiene al ejercerlos. Si falta el servicio por amor y con amor, no se puede hablar de carisma auténtico, al menos en su ejercicio2

c)

Pensar que los carismas son dones estables y que, por lo tanto, una vez agraciada la persona con alguno de ellos, no lo puede ya perder ni dejar de ser usada por el Señor3 (Tocaremos este punto oportunamente)

d)

Limitar los carismas a la conocida lista de San Pablo en 1 Cor 12,7-11.

2. Mons. A. Uribe Jaramillo, “Carismas”., Edit. Argimiro Salazar, Medellin, 177 7;Cfr. A.M. de Moleon “La experiencia de los Carismas”, Edit. Roma, Barcelona 1979, 14. 3. T. Forrest, “Cómo se pierden los carismas”, International Newsletter, n.4, julio agosto 1980 La lista de carismas, en el mismo San Pablo, es mucho más amplia; son bastantes las citas (que enumeraremos). También se encuentran en otros escritores sagrados del Nuevo Testamento. Y aún éstos, representan un muestrario. Los carismas, en expresión de los teólogos, son tantos cuantas son las necesidades de la Iglesia en la cual y para la cual se dan. San Pablo está acorde con la afirmación precedente cuando dice en 1 Cor 1,5-7; "porque habéis sido enriquecidos en todo, y así no escaseáis en ningún carisma"4'5 (se refiere a la comunidad, no al sujeto particular como si cada uno poseyera todos los dones). e) Pensar que los carismas no tienen que ver nada o muy poco con la Iglesia. Y caer en el error de que pueden ser discernidos al margen de ella y usados libremente, sin la guía, las normas y la orientación de la Iglesia, a través de sus representantes legítimos (LG. 12; AA. 3). f)

Pensar que una ve% recibidos y discernidos los carismas; actúan por sí mismos, al margen de toda cooperación de la persona. No es excesivo insistir en la necesidad de los dones espirituales para la Iglesia y el mundo de hoy. Lo hicieron Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y, sobre todo, el Concilio Vaticano II, apoyándose en la revelación misma. Son una fuerza que viene de arriba (Le 24,49); son señales que confirman el mensaje del Evangelio (Me 16,20); son la fuerza que viene de Dios v nos capacita para ser testigos de Cristo, muerto y resucitado, hasta los confines de la tierra (Hech 1,8). Si n e ce sitam o s imperiosamente los dones, no menos necesitamos sabiduría para poder usarlos con todo el poder que encierran y no desvirtuados o apropiárnoslos. Los carismas son los mensajeros, no el mensaje; signos que señalan a Jesús y no a sí mismos, ni, mucho menos, a ios "carismáticos" que los reivindican. No son, en modo alguno, fines en sí. Se orientan y están al servicio de un objetivo superior. San Pedro lo indica claramente (1 Cor 12, 7ss.). Se requiere, por lo tanto, una sabiduría para apreciarlos, ni más ni menos que el Espíritu, su Dador, y la Iglesia lo hacen. Se necesita ese justo equilibrio en el uso "discreto": la cooperación discernida y equilibrada de la persona. Y, sobre todo, su colaboración en mantener limpios y siempre crecientes los motivos fundamentales e insustituibles que los dirigen hacia los fines para los cuales el Espíritu los comunica.6

4. Mons. A. Ui'ibe jaramillo, o.c., 8 5. En nuestra época la palabra "carisma", en parte, se ha secularizado: ha venido a expresar todo don natural eminente en el orden humano. Constantemente oímos hablar de una persona con un "carisma", es decir, con don natural sobresaliente de expresarse, de organizar, de dirigir políticamente, de escribir, inventar, etc. En el Nuevo Testamento, la palabra, casi únicamente usada por San Pablo, tiene un sentido religioso. Cfr. Ch-E. Hauguel, "Redecouvrir les carismes ordinaires", II est Vivant, n. 81, Januar-Febr. 1991, 19.

g) Pensar que no necesitan de una continua maduración: "El uso de un carisma, cualquiera que sea, no se puede hacer en un clima de independencia y de triunfalísmo, o de profunda ignorancia de la gracia a la que corresponde".7 Existe una atmósfera vaporosa aún, respecto de los carismas, porque no se sabe bien qué es un carisma y, más todavía, qué 110 es. Por más experiencia que se tenga acumulada, hay que persuadirse de que un carisma siempre estará en etapa de maduración. Es tan importante esta persuasión y el actuar en consecuencia, que condicionan, en cierto modo, la eficacia de los carismas. De esta maduración constante dependerá la fiabilidael de su ejercicio. Esta es una de las razones por que la Iglesia tiene la gran responsabilidad de vigilar y fomentar discretamente la expansión de los carismas: nos da consejos precisos a este respecto, nos amonesta maternalmente, nos orienta sabiamente para no dilapidar o debilitar los dones de Dios. 6.

Forrest, "Sabiduría para liberar el poder de los dones", International Newsletter, nov. -dic., 1.980.

7.

Ph. Madre, "Mystere d'amour et mysterc de guerison", Pneumatheque, París, 1982, 144 -145. Esta maduración progresiva no se podrá dar si la persona no se aplica seriamente a la oración y adoración y no se enraiza fuertemente en la Eucaristía. De otro modo, se producirá el estancamiento espiritual y aun el retroceso. Le acecharán los mismos peligros de desviación que asaltan a los que, habiendo recibido la gracia, no se reabastecen y se centran en Aquél que la da. No son pocos los cjuc reciben gracias carismáticas, que permanecen en estado embrionario, porque ni reconocen estas "primicias" ni favorecen su desarrollo. Es un auténtico mal la falta de la persuasión aludida pues lleva a pensar que, una vez recibida, no demandan un ulterior desarrollo, ni están sujetas a la conveniente instrucción sobre ella; la experiencia propia y ajena; la oración humilde y suplicante; la apertura a las inspiraciones del Espíritu; al discernimiento pacientemente ejercitado... No hoy duda alguna sobre esto: a la Iglesia de Cristo no le ha faltado ni le faltará nunca el elemento carismático, por que forma parte de su naturaleza, de su mismo ser. El Vaticano II ha tocado este punto repetidamente, y, de modos diverso, enseña al pueblo cristiano esta verdad fundamental: "El mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al pueblo de Dios mediante los sacramentos y los ministerios y lo adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Cor 12,11) sus dones, con los que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la Renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: a cada uno... (ICor 12,7)8 Entre esta tríada de elementos constitutivos de la Iglesia: el institucional, el sacramental y el carismático, no existe oposición sino integración. "No se puede hablar nunca de dos iglesias, una de las cuales sería la institucional y visible y la otra la carismática (y la sacramental) invisible. La unión de ambas dimensiones es esencial a la noción misma de Iglesia".9 La Iglesia siempre ha enseñado que la gracia sacramental (la gracia santificante que dan los sacramentos) y la gracia extrasacramental (la gracia actual que se da por los carismas) obran juntas la santificación del cristiano.10

8.

LG. 8. Los tres están ordenados ordenados al mismo fin pero de modo diverso. Lo definitivo es la santificación, imitar la santidad misma del Padre, a ejemplo de Jesucristo, con la fuerza del Espíritu (Mt 5,48; Rom. 8,29). Pero cada elemento contribuye de manera diversa, correspondiente a su propia naturaleza: la institución discierne jos carismas y regula su buen uso (1 Tes 5,12;19-20). Pero la misma institución es va en sí un carisma y vehículo privilegiado de los m rismas porque en ella nacen, viven, se desarrollan, se ejercen, fructifican. Por su parte, los ministerios o servicios que forman parte de la Iglesia-institución, se hallan animados por los carismas correspondientes. Estos capacitan a ios fieles que los reciben para la misión que les es propia: evangelizar, guiar, santificar..., más aún, con todo derecho cabe afirmar que cada uno de los ministerios oficiales en la Iglesia (carismas de servicio y oficializados) es un carisma para los otros carismas. Así, en el carisma del sacerdocio, se pueden ejercer los carismas de consejo, dirección, profecía, curación, atención a los necesitados, etc. Esto se da en todo ministerio clerical o laical, necesarios en la Iglesia para que cumpla su misión evangeiizadora y salvadora. Si se instruye a ios fieles rectamente, cada carisma oficial les hace tomar conciencia de los dones recibidos para el bien común de la única comunidad de salvación11.

9.

Card. L-J. Suenens, "Un nuevo Pentecostés?", Desclée de Brower, Bilbao, 1975, 18.

10. K. Rahner, "Lo dinámico es la Iglesia", Herder, Barcelona, 1968. 11. D. O'Connor, 'Carismáticos', "Nuevo diccionario de espiritualidad", 'Laico", 804. Este doble elemento: el institucional y el carismático se ordenan en su estado definitivo, a vivir la gracia o la perfección de la caridad, que se da, sobre todo, por los sacramentos. Por eso, de algún modo, están relacionados con esta dimensión sacramental, como a su fin último, por la virtualidad propia y específica de los sacramentos; aunque ellos no sean la vía exclusiva de realizar nuestra identidad de hijos de Dios, de injertados en Cristo, de ser templos vivos del Espíritu Santos, o tener una relación íntima con la Trinidad. Los carísmas, en la doctrina de San Pablo (Rom 12, 3-8;l Cor 12,7-11), están íntimamente asociados a la doctrina de la Iglesia como cuerpo Místico (LG,7). San Pablo pasa, con toda naturalidad, déla consideración de la diversidad de carismas a la discusión de la

Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Esto indica con suficiente claridad, la unión que para él existe entre ambas realidades. La Iglesia-cuerpo místico, se diferencia por la multiplicidad y variedad de miembros, de funciones y de carismas para su ejercicio. Estos determinan las funciones de cada uno de los miembros del cuerpo y, al mismo tiempo, lo capacitan para realizar la función o ministerio. Obviamente, en la asignación de funciones, debe entrar como un elemento imprescindible, el discernimiento y autoridad de quienes han sido puestos por Dios para regir la Iglesia. Pero, a su vez, les incumbe el deber de tener en cuenta los carismas reales de que son dotados los fieles (PO 9; AA, 3), sometidos a un prudente discernimiento (1 Tes 5,19). Sin tal variedad de carismas operativos que el Espíritu da a los fieles, la Iglesia sería impensable; no sería un cuerpo vivo, y por lo tanto, el cuerpo de Cristo viviente. La conclusión es obvia: la misma atención que se ha de prestar al cuerpo místico, se ha de conceder a la realidad de la multiplicidad y variedad de los carismas para bien de ese cuerpo místico. En la Iglesia como una comunidad estructurada, se dan carismas institucionales, como el de ser apóstoles, profetas, maestros (Ef 4, 4-16). Pero también se dan otros llamados "libres", no institucionalizados. Elementos esenciales, porque determinan la función de cada miembro.12,13 El texto principal del Concilio Vaticano II sobre los carismas (LG, 12) habla de la naturaleza y función de los carismas. Los describe como "gracias especiales" que el Espíritu Santo distribuye entre los fieles de cualquier condición. El término empleado "fieles" incluye a todos miembros de la Iglesia. Obviamente, por lo tanto, va de los más sencillos y humildes hasta la suprema autoridad en ella: el Papa. Algunos de estos carismas son extraordinarios, pero otros son simples, aunque muy útiles en la Iglesia, y se encuentran ampliamente difundidos. Todos, por consiguiente, como dones del Espíritu, son "gracias especiales", según el mismo Concilio. Queda, pues, excluida la idea de que los carismas están reservados a ios santos y a los místicos. Esta doctrina: la de que el Espíritu Santo los distribuye entre quienes le place, santos y personas de vida cristiana normal y aun mediocre, es la que claramente enseña San Pablo en sus cartas (1 Cor 12,7-11). Sus escritos son la primera fuente en el estudio de los carismas. Esto es volver, afortunadamente, a las fuentes de la Escritura y a la autentica tradición de la Iglesia. El mismo Espíritu se encargó de probar, de autentificar las enseñanzas del Concilio sobre los carismas (LG.12; PO-9; AA,3), entre otros textos relativamente abundantes), cuando tres años mas tarde irrumpió, sorpresivamente, entre algunos católicos de la Universidad de Duquense (Pittsburgh) con la efusión de su Espíritu y con sus dones.

12. F.A. Sullivan, "Carisma and Charismatic Rcnewal". Servant Books, 19S2 18-20. 13. El Concilio Vaticano II señala que los dones del Espíritu forman parte de los elementos básicos de la vida de la Iglesia. G.;n ello, el Espíritu Santo hace "aptos a los fieles y prontos para ejercer las diversas obras de deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia...; deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia (LG, 12). Los carismas se encuentran en relación con la Palabra, los sacramentos y el Ministerio, pero en cuanto manifestaciones ocasionales del Espíritu Santo no son equiparables a éstos en la forma en que puede recibir y ejercer los carismas a través de una entrega personal a Dios siempre renovada en cada caso (Rom 12,1)". F. Kunter, "La decisión fundamental del cristiano'*, Koinonia, n. 58, marzo- abril, 1986, 12. Por otra parte, la ya larga experiencia de 30 años de la Renovación Carismática, parece reafirmar esta doctrina. Una gran parte de las personas favorecidas con los carismas del Espíritu, aun con los mas extraordinarios, son personas en las que, probablemente, no hubiéramos pensado a la hora de asignarles un puesto en la distribución de tales dones del Espíritu. Pero El es libre y los distribuye cuándo, cómo y a quiénes desea darlos.14,15 h)

Poner el "acento " en los carismas, más allá de lo conveniente: Por más que los carismas sean algo que se debe apreciar y pedir humildemente y con plena disponibilidad, es necesario que aun esta realidad sea puesta en su propio lugar. Las palabras del Cardenal Suenens nos sitúan debidamente en el punto preciso y nos advierten contra posibles exageraciones: "poniendo el acento sobre los carismas, por más reales que sean, se olvida fácilmente que el don primero del Espíritu Santo es el mismo Espíritu; que la gracia por excelencia es una gracia teologal de crecimiento de fe, de esperanza, de caridad y que la caridad es el test supremo de toda autenticidad cristiana"16

14. F.A. Sullivan, o.c., 9-15. 15. En realidad, todos los dones concedidos por el Espíritu pasan por un sacramento, como el bautismo o la confirmación. En estos sacramentos, especialmente el primero, el cristiano es incorporado a Cristo y se convierte como El en "constructor de la Iglesia", recibe un ministerio, un servicio, con el que puede trabajar con Cristo y el Espíritu para el bien común. El ministerio jerárquico es conferido mediante un sacramento particular por su importancia. Sin él no hay Iglesia, porque el hace presente a Cristo, cabeza de la Iglesia, es decir, de un cuerpo que no puede existir sin cabeza. Todos los dones, pues, sea cual fuere su nombre, ministerios o carismas, son concedidos por el Espíritu a la Iglesia, con la cual constituyen una sola cosa, y así todo lo que se da al individuo se da a todos. La distinción se sitúa dentro de la Iglesia, la cual, por ser un cuerpo necesita diversos miembros y funciones, es decir, diversidad de ministerios o carismas. El ministerio jerárquico es sencillamente el "coordinador" de todos ellos, a fin de que contribuyan armónicamente al bien común. Por su medio, en la Iglesia todo se hace "convenientemente y con orden" (1 Cor 14,30). D. Grasso, "Los carismas en la Iglesia", 22-23.

i)

Confundir o identificar la vía mística y la caúsmática: Sin oponerse, ambas con distintas; frecuentemente, sobre todo en cierto tipo de personas, se tiende a confundir los carismas o a identificarlos con las gracias místicas y los fenómenos preternaturales que las acompañan. El documento de Malinas es más esclareccdor, en su brevedad, sobre el punto que tratamos: "Las normas de la teología mística no deben aplicarse de la misma manera a la experiencia mística y a la experiencia carismática. Nos encontramos aquí con dos órdenes diferentes de la realidad espiritual, aunque estén relacionados entre si. Los carismas son ministerios para la Iglesia y el mundo; funciones de servicio dirigidas hacia el bien de la comunidad, más bien que a la perfección del individuo. (...) Pero esto no equivale a decir que los carismas no tengan un elemento místico. Poseen una dimensión experiencia! y pueden ser (y de hecho lo son, frecuentemente), como una llamada a una gran santidad. La experiencia de presencia y de poder puede ir acompañada de dones muy significativos de oración". Por su parte, la mística es, a su vez, carismática. Autores de tanta garantía con Urs von Balthasar, J. Subrack, etc., lo afirman categóricamente: "Dios no regala ninguna gracia santificante o de otro tipo con fines puramente individuales, sino que quiere que toda gracia se hagafructífera en la estructura social (...) de la Iglesia, que toda mística desarrolle su fuerza carismática. Consciente o inconscientemente, directa o indirectamente, las "doctrinas espirituales" en uso se apoyan sobre el supuesto de que Dios, con las gracias "místicas", busca normalmente al hombre individual: "Dios y el alma" se encuentran, como Esposo y esposa, en la soledad de un misterio incomunicable.

16.

Card. L-J Suenens, "Que es la Renovación?", Koinonia, n. 61, sept/'oct. 1986,

Se olvida que la estimada imagen del Esposo y la esposa tiene también que ver con el fructificar hacia fuera, con la entrega, con el despertar —la-vida-en-los-otros." (Balthasar o de Subrak). No podemos olvidar la norma de oro que dan los autores de vida espiritual, de plena garantía. Una gracia concedida por Dios es saber apreciar en su justa medida los dones y las gracias místicas, pero no hacer depender de ellos la vida espiritual, ni medirla por los aspectos llamativos que puedan presentar: visiones, locuciones, etc., sino por sus propios frutos. Las gracias carismáticas llevan consigo, a veces, "epifenómenos" místicos.17 j)

Todavía peor que las confusiones enumeradas sobre los carismas sería: Considerar carismas a losfenómenosparanormaks surgidos de un fondo supersticioso o de una practica mcigica, no de la gracia. Dentro de esta concepción y acercándose a ella, seria erróneo integrar entre los carismas a ciertas practicas parasicológicas. En ellas, la gracia del Espíritu Santo puede estar presente y puede utilizar las fuerzas de la naturaleza que nos son aun bastante desconocidas. Pero entonces, necesariamente, para que se trate de un carisma, se requiere un contexto de evangelización, de proclamación de la salud que nos aporta Jesucristo, muerto y resucitado, como un anticipo de la gloria definitiva.18'19

17.

L. Volken, "Las revelaciones en la Iglesia", Edic. Paulinas, Nadrid 1982, 143.

18.

Ph. Madre, o.c., 173. "(...) El Espíritu Santo concede a los fieles unos dones (carismas), pero no a titulo personal, para beneficio propio, sino para el servicio de los demás miembros de la comunidad. Ahí reside la diferencia entre don místico y don carismático: el primero es para la santificación personal del cristiano y el segundo para el servicio de ios demás, aunque luego el don místico redunda en beneficio del individuo", D. Grasso, o.c. Cuando San Pablo desarrolla e] tema de la edificación en 1 Cor 14, la entiende en el mismo sentido. Recordemos que el capitulo sigue inmediatamente al himno a la caridad del cap. 13. En él, el apóstol insiste enérgicamente y deja bien en claro, que sin ella todos los carismas "no sirven para nada" (1 Cor 13,3). La caridad es la única realidad que permanece 11 para siempre (v.8).

k)

Pensar que, una vez recibido un carisma., no tiene mayor importancia ser instruido respecto de él, ni que deben ser cultivados no sólo por el buen uso, sino también por una adecuada enseñanza extendida también a los que aun no los han recibido. Persona de tanta autoridad como Mons. Cribe Jaramillo se muestra muy claro y exigente en este punto: "Necesitamos conocer su significado y sus fines para no caer en exageraciones y poder discernir si con auténticos o no, y cómo deben usarse en cada caso (...) Hay quienes creen que basta recibir el carisma y olvidan cultivarlo. El plan de Dios es que todo crezca en nosotros. Cuando termina el crecimiento, empieza a obrar la muerte. También los carismas deben crecer, mediante nuestra colaboración". "Cn carisma es siempre perfecto en sí, pero su mayor o menor manifestación dependerá de nuestra correspondencia (...) con el ejercicio (discreto y 'sano'), con el aumento de nuestra te (sobre todo con la expansión de la caridad), con la experiencia que adquirimos para saber cómo, cuándo y cuánto debemos (por ejemplo), orar en cada caso. Si de veras creemos en lo que hemos recibido, debemos cultivarlo con esmero para que sus beneficios sean mayores" y nosotros seamos mejores instrumentos del Espíritu Santo.20

I)

Pensar que la donación de carismas por el Señor está condicionada por la santidad o mayor perfección espiritual de la persona: Es un error ya tocado. Los carismas no suponen la santidad de la persona. Dios los concede libremente. Ha sucedido, a veces, que han ido agraciados con ellos personas aún envueltas en una vida pecadora. Todos, en realidad, somos pecadores. No podemos medir la santidad por los dones, sino por el cumplimiento, por amor de Dios, de Su Voluntad. El Señor fue claro en esto (Mt 7,24- 27; ICor 13).

20. Mons. A. Uribe Jaramillo, o.c., 115-116; Sí es un criterio de legitimidad y buen uso, el crecimiento espiritual de las personas agraciadas con los dones. Estos, en realidad, se dan para "edificación", fundamentalmente, de la Iglesia, pero también del sujeto que es usado.21 La obra del Espíritu a través de la persona, no puede menos, si es buen instrumento, que actuar en ella produciendo los frutos que le son propios. Si éstos no se dan, después de un tiempo discreto, habrá que comenzar a poner en duda el buen uso, y hasta la misma autenticidad del carisma. m)

Creer que todo impulso interior al ejercicio de los carismas proviene del Espíritu Santo, que uno no se puede sustraer a él y que se debe actuar sin más. Hemos de ser discretos humana y divinamente: puede provenir del Señor, efectivamente; puede tener su origen en nosotros mismos, en nuestros profundos deseos inconscientes, etc. Por eso, debe transcurrir un tiempo discreto para discernir y pedir luz al Señor. Cuando la experiencia y el discernimiento, sobre todo de la comunidad, nos dé una razonable seguridad, no debemos abstenernos por temor infundado. Cuando la persona insiste en actuar porque la presión del Espíritu la empuja a ello, según su criterio, hay que pensar más que en un carisma, en una desviación psicológica que conviene atender prontamente. Por otra parte, debemos estar muy claros y persuadidos de que el Señor quiere que todo se haga con orden. Por más intenso que sea el impulso, nunca toca el Espíritu nuestra libertad para coaccionarnos interiormente. Y si El quiere nuestra actuación en el orden, podemos estar tranquilos de que dándolo, no somos infieles a Su guía. Por otra parte, San Pablo asegura que "los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas" (1 Cor 14,32). Es, decimos con otras palabras, lo que pone punto final a su capitulo 14 de la Primera Carta a los Corintios: "Y todo, hágase en forma decente y ordenada' (14,46).

21. Cfr. Th. E. Dobson, "Undcrstanding the Cadiolic Charismatical Renewal", Easter Publications, Lake Wood, Colorado, 1985. 29. Esto tiene aplicación especial en el carisma de profecía y en el de lenguas. n)

Proyectar... sin precisiones, la realidad vivida en esta comunidad cristiana de la Iglesia primitiva de Corinto, a la expeñencia en el gmpo de oración, en el seno del cual son ejercitados los carismas. Estos deben ser también ejercitados en la vidav estructuras mismas de la Iglesia al servicio de la comunidad como misión, en la unidad y la diversidad para el crecimiento del pueblo de Dios en la fe, la esperanza y la caridad, en armonía con los demás ministerios y funciones existentes en la comunidad cristiana". 22

o) "Conceder una atención desproporcionada a los carismas en relación a las demás realidades de la vida eclesial, tales como: doctrina moral, liturgia, sacramentos, misiones, etc.; leer los capítulos 12, 13 y 14 (de la primera carta a los Corintios) haciendo abstracción del contexto, de las razones y circunstancias en las que fueron escritas por Pablo. Se llegará así, sin querer, a provocar un empobrecimiento progresivo de la experiencia cristiana que todo bautizado esta llamado a vivir y en la que debe crecer. La confesión del Kerygma: "Jesús es Señor" es la obra del Espíritu, tanto en la unidad intrínseca del misterio de la Iglesia, como en el anuncio del Evangelio a los paganos. Por otra parte, la acogida y ejercicio de carismas debe articularse con la dimensión institucional de la Tglesia y su carácter misionero en el mundo al que es enviada. Esta es una de las razones por las cuales el equilibrio entre carisma e institución, laicos y sacerdotes, debe ser buscado sin cesar a lo largo de toda la Historia de la Iglesia".23 22. Ch, E. Hauguel, a.c., 19. 23. Ch. A. Hauguel, a.c., 19.

II PERSUASIONES SOBRE LOS CARISMAS

(Tocamos algunas que consideramos importantes. No debemos pasar por ellas a la ligera, aunque ya haya sido, en parte, indicadas en el apartado anterior. Para algunas, esto será aplicable. Otras, serán, ciertamente, nuevas). 1.- Presupuestos a la exposición de los carismas y a su buen uso a) Es el Señor quien "gratuitamente" los concede. b) A El hemos de mirar: a su gloria, a su servicio en los demás, con el uso correcto y discreto de los dones. (1 Cor 12, 7-11). c) Todo carisma, dado para la "edificación de la Iglesia en el amor", es una "llamada" particular del Señor a entregarnos más a El; a purificamos; a aceptar Sus caminos; a amar con Su amor a nuestros hermanos; a una humildad profunda y a una obediencia sincera que se somete al "discernimiento". d) Los carismas, ciertamente, son un don gratuito que el Señor concede para el servicio, pero su utilización depende de nosotros: de nuestra voluntad y de nuestra fe.1 e) El Espíritu Santo es el Don por excelencia (Jn 4,10). Este término, era ya un vocablo primitivo característico para designar al Espíritu (Hech 2,38; 8,20; 10,45; 11,17). Los autores mas competentes insisten en el hecho de que no pocas personas parecen centrarse en los dones, olvidándose de que no son eilos (los dones) el punto focal, sino el dador, e. Espíritu Santo en persona. Esto a nivel de persuasión y de práctica es capital. Es tan importante, que se convierte en une de los obstáculos principales para el ejercicio de los carismas. Desconocemos en la práctica, a veces, que el Espíritu Santo es quien da el poder de obrar como lo dio a la humanidad de jesús en su vida y en su ministerio. Por eso, no sólo es recomendable invocar la acción del Espíritu sino confesar nuestra impotencia radical para realizar las obras de Dios con los carismas, sin la asistencia de quien es el Dador de ellos, ya que son otorgados gratuitamente por Dios. 2

1. K. Maeder, "Les Charismes" Tychique, n. 54, 1985, 42.

2. Persuasiones respecto de los carismas Los "carismas fundamentales" son el Señor, su Espíritu, la Iglesia. Todo se subordina a esta triple realidad. Se nos invita a tomar conciencia viva y serena de nuestro papel de servidores llamados a colocar cada realidad en su "puesto"; a fomentar los carismas en el tiempo de Dios, con discreción; a orientar en su "buen uso"; a cortar todo abuso; a vivir profundamente en el Señor, bajo el poder de su Espíritu, bajo la guía de la Iglesia, esposa de Cristo, apacentadora del rebaño de Cristo. El Señor tiene su plan de salvación sobre cada uno. Mi actitud no debe ser salirme de él hacia lo que yo anhelo; sino aceptarlo con agradecimiento y alegría, aunque 110 lo conozco, a veces ni en lo esencial. Por lo tanto, no debo desear carismas que no entren en ese plan. Por eso, en petición humilde, más que pedir tal o cual don? es preferible dirigirse al Señor: "Úsame, Señor, como Tú quieras". Por eso, hemos de estar serenamente alertas sobre nosotros mismos, para no ser sorprendidos por Satanás, por nosotros en nuestros más íntimos deseos que pueden tener como raíz la notoriedad "disimulada", la complacencia larvada... 2. D. Roth, "Ne laissons pas s'eteindre les Charismes", Tvchique, n.88, nov. 1990, 24 Esta vigilancia pacificante no debe ser confundida con el temor: se trata de un justo equilibrio en el que entran la gracia del Señor y el discernimiento, hecho bajo la mirada de Dios y con el fondo o intención insustituible de buscar siempre y en todo Su voluntad. 3. Persuasiones básicas Se puede afirmar respecto de ellos lo que el P. Forrest afirma respecto de la Renovación Carismática en general; "El único signo que indica el éxito de la Renovación es el cambio de vida de aquellos a quines toca".3 a) Los carismas sangradas actuales que, aceptadas, llevan a la conversión o a una profundización del Misterio de Cristo en nosotros (Misterio Pascual), "son muy secundarios si su actuación no coincide con los frutos del Espíritu".4 (Criterio de Discernimiento). b) Los carismas "pertenecen a la 'totalidad' de la creencia j de la práctica cristiana" ,5 c) Los caristnas son uno de los elementos que constituyen la Iglesia, siempre presente; pero ahora especialmente reavivados por el Espíritu Santo. d) Los carismas no fueron patrimonio exclusivo de la Iglesia de los primeros siglos, sino que hoy el "Espíritu los quiere prodigar abundantemente entre losfieles. No son pocas las personas, que apoyan su rechazo o dificultad para admitir los carismas, en el argumento, avalado por algunos autores antiguos, de que fueron dados por la necesidad que la Iglesia de los primeros siglos tenia de ellos. 3. T. Forrest, "International Newsletter", n.4, jul-agos.1980. 4. L. Roy, "Sous le soufflé de l'Esprit", Cahiers de Spiritualité Ignatienne, Supplement 4/5, 1980. 5. H. Muhlen, "Espíritu, Carisma, Liberación". Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, (passim).

Afortunadamente, estas ideas van desapareciendo ante el estudio hecho a fondo por exégetas, teólogos y, sobre todo, historiadores de la Iglesia. La insistencia con que claman los Sumos Pontífices por "un Nuevo Pentecostés" para nuestros días, sobre todo Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, es un argumento poderosísimo contra esas ideas infundadas. El Nuevo Pentecostés no se limita a un mavor conocimiento del Espíritu, que se puede alcanzar por el estudio exegético y teológico, bueno y recomendable para todos. Se trata de una acción poderosa del Espíritu en nuestro mundo, en la Iglesia y en cada alma. Nuestro mundo, tan fuertemente materializado, secularizado y "falsamente consciente de bastarse a sí mismo" sin necesidad de Dios, reclama urgentemente esta acción poderosa del Espíritu. Una manera eficacísima de actuar es a través de los carismas, que reparte entre los fieles de cualquier condición, como afirma el Vaticano II (AA.3). El Concilio Vaticano II en sus manifestaciones no deja lugar a dudas sobre la actualidad de los carismas en la Iglesia de hoy6 El argumento de una presencia auténtica de mil formas, sobre todo en la Renovación Carismática, hace que podamos estar seguros de que el clamor de los Papas más recientes ha sido escuchado. Prescindimos del empeño de algunos de ver estas manifestaciones desde la sola sociología, psicología, etc. Hay realidades tan fuertemente clarificadas, discernidas, que escapan al mero tratamiento de las ciencias humanas. No pueden explicarse plena y deUnitivamente si no es por la fuerza del Espíritu.7 La renovación de los carismas no puede ser la especialidad de unos grupos pequeños en la Iglesia sino tarea de todo cristiano, (aunque esta renovación pueda crecer inicialmente en ellos). 6. A. Lemonier, citado por L. Volken, "Las revelaciones en la Iglesia", Edic. Paulinas, Madrid, 1962, 43. 7. A. Lemonier, cita anterior. e) Los carismas son signos que anuncian al mundo que el Reino de Dios ha llegado: Nos referimos, especialmente, a los carismas de sanación (física, interior, liberación), porque fueron los que más frecuentemente Jesús usó durante su predicación apostólica. "Para Jesús, hacer milagros aparece como un modo de realizar los signos que anuncian, según los profetas, que el Reino de Dios llega".8,9'10,11'12 8. Remitimos al apéndice en el que se trata el tema con mayor amplitud. Cfr. Th. E. Dobson, "Understanding die Catholic Charismatic Renewal", Easter Publications, Lakewood, 1985, 29-30; M.T. Kelsey. Healing and Christianity, Haper and Row, N.Y. 1976. 9. "La manera de hablar de San Pablo no nos permite pensar que considerase los carismas en bloque como un privilegio de la era apostólica, ni la organización carismática como una cosa vinculada a lo que se suele llamar el fervor primitivo, y destinada a desaparecer (...) San Pablo y los Hechos de los Apóstoles ponen de relieve de manera cautivadora, tanto respecto a la doctrina como respecto a los hechos, cierta organización de la Iglesia y de las Iglesias, que hemos llamado carismática, y que el Apóstol no nos presenta en absoluto como un fenómeno temporal y superficial". 10. "Ya no tenemos mucho tiempo: si esta renovación se retrasa, a fines de nuestro siglo las Iglesias cristianas serán unos grupos marginales en una sociedad tecnificada y dominada, asimismo, por múltiples fascinaciones ultramundanas. H. Muhlen, o.c., 252-253. 11. "Jesús (...) anuncia ciertamente la proximidad del Reino de Dios, mas no una proximidad medible en el tiempo (...) Sin embargo, para El resulta evidente que está por aparecer algo nuevo que, de ahora en adelante, Dios va a asegurar a los hombres la salud y la salvación de un modo nuevo y especialísimo. Todo el ministerio de Jesús reflejará esta nueva postura de Dios, por medio de curaciones y expulsiones de demonios, el perdón de los pecados y la compasión por todos los hombres. De este modo se da ya en el ministerio de Jesús una presencia de la soberanía divina: ese es 'el misterio del Reino de Dios' (Me 4,11)". R. Schnackenburg. "El evangelio según San Marcos", Herder, 1973, 39. 12. "El ejercicio de los carismas no es una fantasía o una recompensa; forma parte de la urgencia de la pastoral de nuestra época, que debe ser evangelizada desde el mismo 'Kerygma' (...) En este sentido, los carismas atestiguan, frecuentemente, una fe mas audaz en la manera de evangelizar, hasta en la calle. (...) El papel de la 'Renovación Espiritual' depende, en buena parte, de la actitud de los carismáticos mismos... Aquí puede haber fracaso por exceso o por defecto. Los peligros de un ejercicio desordenado de los carismas no son ilusorios. San Pablo los había ya denunciado. Pero tendríamos que temer más el peligro inverso; el apagamiento. Muchos grupos tendrían necesidad de un relanzamiento". Y. Jehanno, Tychique, A, 51,1984, 50ss.

La relación que los evangelistas hacen de estos hechos ele Jesús parece tener dos funciones fundamentales. No se excluyen otras ya indicadas y que revisten una importancia capital; ni siquiera el profundo estímulo que impulsaba a Jesús a realizarlos: la inmensa compasión que sentía por todas las víctimas del dolor. Es signo, a su vez, de la compasión aun mayor, de la inmensa afección que lo embargaba ante la visión del desastre espiritual, causado por el pecado, jesús en todo se orienta hacia las aguas profundas de lo que el hombre debe ser en el plan del Padre celestial y, por lo tanto, todo, aun lo más humano que realiza, tiene una proyección que sobrepasa la

realidad tangible del hecho: ser y vivir como hijo verdadero del Padre, a ejemplo de su Hijo unigénito, modelo de todo hombre (Jn 1,16; Rom 8,29). Esta doble función, (una de sus virtualidades) es apologética y catequéúca. Apologética (Hech 2,22): Pedro muestra que atribuye un poder especial a Jesús. Pero no se detiene ahí. Es el trampolín desde el que se proyecta hacia algo más decisivo: interpelar a los oyentes. Ese obrador del milagro es el Mesías, enviado por Dios para establecer Su Remo entre los hombres, para hacerlos hijos del Padre Celestial y darles el poder de vivir según esa filiación divina que, gratuitamente, se les da. La función catequéüca, está en continuación de la precedente (Hech 10,38): Se pretende mostrar de modo tangible, visible, de una manera tan perceptible que entre por los sentidos, y el hombre se vea protagonista por sí mismo. Esta visibilidad del milagro tiene como objetivo último manifestar la acción interior causada por Jesús: la fe que ha brotado; la liberación que se ha producido. De esta manera, la finalidad del milagro, como la de los carismas en general, se convierte en signos obradores del plan salvífico de Dios; pero, a la vez, se hacen signos de otras realidades superiores que Jesús tiene bien presente al actuar y al usar a otros como instrumentos de su poder. Y esto, indudablemente, hay que aplicarlo igualmente a los carismas en acción que el Espíritu actualiza poderosamente hoy. f) Los carismas son testimonios de que la comunidad es el Cuerpo de Cristo: La experiencia en el buen uso de los carismas da como fruto precioso que el individuo se abra, no sólo a la ayuda en el plano individual, sino también en el social: *

La persona agraciada con carismas, usados debidamente, se preocupa y trabaja por la comunidad, por mejorar sus condiciones espirituales, psicológicas y materiales y por la trascendencia y las implicaciones que encierra, trata de cristianizar las relaciones entre los hombres.

*

En realidad, vienen a ser como un fermento. De hecho, los carismas, sobre todo por la experiencia en la Renovación Carismática, han transformado a muchas personas, han cambiado muchos ambientes y creado comunidades, infundiendo el Espíritu del Señor y haciendo verdad el deseo del Señor de "transformar la fa-^ de la tierra". Es la fuerza del Espíritu que actúa a través de ellos. Así, los carismas aparecen como un testimonio viviente y operante de la comunidad que se manifiesta realmente como Cuerpo de Cristo. "El testimonio es superación de sí mismo como entrega de sí".

g) Los carismas son la manifestación del Señorío de Jesús: Cristo consuma su obra de redención enviando al Espíritu Santo. Este envío es, exactamente, el ejercicio de un poder divino. A partir de Pentecostés, la manifestación de los carismas del Espíritu ha testimoniado el señorío de jesús, que posee soberanía divina y dominio sobre la vida de Dios en el universo, y que le asegura el puesto central en toda la realidad creada, natural y sobrenatural. 13 h) Los carismas necesitan "suelo" para florecer: Evidentemente, el Espíritu Santo, dador de los carismas, puede repartirlos cuándo, cómo y a quiénes quiera (1 Cor 12,7-11) No está condicionado, en absoluto, por nada ni por nadie. La gratuidad de los carismas es una verdad irrefutable. Sin embargo, los carismas florecen allí donde hay un "suelo" apropiado. Podemos aplicarles 3a comparación de las parábolas: echan raíces y crecen allí donde encuentran un terreno apto, el que les proporciona el alimento especial que cada uno necesita. Los carismas aparecen, ordinariamente, en los grupos de oración en los que se cree en ellos. Es una condición imprescindible. También se dan fuera de estas reuniones, pero con menos frecuencia. Cuando en las personas hay desconfianza hacia los carismas, o se los ve como algo inusitado, fuera de la realidad de la Iglesia o cuando se los limita a los carismas de "ministerios", entonces los llamados "libres", los que enumera San Pedro en su primera carta de los Corintios 12,7-11 y otros equivalentes, escasean o no se dan. La acción del Espíritu requiere una cooperación de parte del hombre; la requiere, por lo tanto, la donación de los carismas otorgados exclusivamente por el Espíritu. Este "suelo" apropiado para la floración de los carismas es, sobre todo, el grupo de oración impregnado fuertemente de amor y de alabanza: *

De amor, porque nada hay que atraiga tanto la acción del Espíritu como una comunidad en la que el amor de Dios y del prójimo es el centro que acapara la actividad de las personas. La caridad es la finalidad última de los carismas (1 Cor 13). Si ella no está en la mente y el corazón de los participantes en el grupo de oración, si el amor a Dios es tibio y reina la división entre las personas, el obstáculo que oponemos al Espíritu en la comunicación de su carismas, es casi invencible. La experiencia es, en este punto, profundamente aleccionadora. Basta que en un grupo de oración se entibie el auténtico amor cristiano, para que los carismas se vayan apagando o se comiencen a usar mal Pronto aparecen las motivaciones ambiguas, la búsqueda de sí mismo a través de los dones que el Señor otorgó para el bien de los demás, pero que se irradian también en provecho espiritual de los beneficiados con ellos por el Espíritu.

*

De alabanza, porque ésta nos pone en la presencia profunda del Señor, suscita en nosotros la fe, el amor, la acción del Espíritu. Prorrumpimos en alabanza porque El actúa en nosotros y alaba al Padre con nosotros. Parece, pues, obvio que cuando esta presencia es intensamente activa, como en la alabanza profunda e íntima de la comunidad, se den los signos manifestativos de esta presencia que son también los carismas. No es, por lo tanto, extraño que en los grupos de oración en los que las personas alaban a Dios desde el fondo de su ser, lejos de todo formulismo, del "haberse acostumbrado" a alabar, florezcan abundantemente los carismas. Sin excluir otros grupos de oración en los que el Espíritu los prodigue, se constata que son más frecuentes y poderosos en

los grupos de la Renovación Carismática en los que la alabanza tiene el puesto de honor. Cuando los carismas en estos grupos decaen, hay que comenzar por evaluar seriamente la calidad de la alabanza.14 i)

Los carismas son complementarios.

San Pablo, para subrayar la armoniosa relación que debe existir en el ejercicio de los diversos carismas, acude a la comparación de los miembros en el cuerpo humano (Rom 12,4-8; 1 Cor 12,12-21). Partiendo de aquí, deduce una sabia doctrina y, consecuentemente, una práctica de mutua armonía y complementariedad. A cada uno, dice, se le ha dado su don o sus dones por el Espíritu Santo, pero no a todos el mismo (1 Cor 12,11). El único y mismo Espíritu otorga la distinción de los diversos carismas y produce su diferencia. La igualdad está en que les es dado su propio don; no en que cada uno pueda ejercer todas las funciones en la comunidad. Sería un error y un empobrecimiento de los sujetos y de la misma comunidad para la que se otorgan. Aplicando estos criterios a la curación, tanto física como interior, el pequeño equipo que interviene, cae primero en la cuenta y acepta luego esta realidad de la pedagogía del Espíritu. Dócil al designio del mismo Espíritu, reconoce la diferencia en la unidad y ejerce, con agradecimiento, entusiasmo y humilde complementaridad, su don o sus dones, sin obstaculizar ni prescindir de los que se han dado a los demás. Hermosa y eficaz armonía que produce frutos abundantes de curación en el Espíritu, acto principal e insustituible de la misma. j) Los carismas no son dones extraordinarios Pertenecen al rcgimen ordinario del don de Dios en la vida de la Iglesia. Es menester prevenirse contra la llamada ilusión de definirlos como formas excepcionales o deslumbrantes, aunque por su misma naturaleza sean visibles y estimulen la esperanza. Ni siquiera en el caso de la glosolalia y de las curaciones, es esencial para el carisma lo extraordinario, del mismo modo que lo esencial no es "extraordinario".15 k) Los carismas son nada sin la caridad dentro de la cual deben ejercitarse (1 Cor 13,1). "Los carismas no son cosas excepcionales, aun cuando algunos de ellos sean dones fuera de serie, como el poder de hacer milagros. Toda la vida de los cristianos y todo el funcionamiento de las instituciones de la Iglesia depende enteramente de ellos. De esta forma gobierna el Espíritu de Dios al nuevo pueblo, sobre el que se ha derramado en abundancia, dando a unos poder y gracia para desempeñar sus funciones, a otros poder y gracia para responder a su vocación propia y para ser útiles a la comunidad, a fin de que se edifique el cuerpo de Cristo".16 l) El proceso de la suscitación, aceptación y buen uso de los carismas. Que el Espíritu Santo vaya suscitando los carismas, que las personas los acepten y los ejerciten debidamente, no resulta fácil como puede serlo introducir una reforma litúrgica o estructural. La aceptación de los carismas del Espíritu se produce a través de un proceso en el que la entrega personal a Cristo ha tomado cuerpo; está en íntima conexión con el proceso de la Conversión y la aceptación de la propia muerte "espiritual": la predicación no de si, sino de Cristo; la búsqueda no de la propia gloria, sino de la de Dios en Cristo Jesús. Esta realidad hace que no pocas veces, quizás a nivel inconsciente, haya un rechazo de los dones del Señor, porque prevemos el difícil campo en que vamos a ser introducidos, la cruz, frecuentemente pesada, que echa sobre nuestros hombros el Espíritu al damos gratuitamente sus carismas. Un proceso, como regularmente supone el despertar, la aceptación y el buen uso de los carismas, no se puede establecer de una vez, plenamente, en una comunidad, como si pudiéramos quemar etapas. Se desarrolla progresivamente y de una manera especial en los pequeños grupos de oración, como la larga experiencia de la Renovación lo ha ido demostrando.

15. R. Laurentin, "Los Carismas: precisiones teológicas", Concilium, n. 129, 1977. 287. 16. A. George, P. Grelot, "Carisma", Vocabulario de Teología bíblica, Edit. Herder, Barcelona, 1978, 144-145. Aquí entraría la importancia capital que juega el Seminario de Vida en el Espíritu, como preparación a la acción del Espíritu en el caminar por el proceso de la propia conversión y entrega total al Señor en la fuerza del Espíritu. Cuanto acabamos de decir no toca para nada la realidad de la gratuidad de los carismas del Espíritu (1 Cor 12,7-11); ni su concesión supone, en modo alguno, mayor santidad de vida, como si se tratara de un requisito indispensable para la obra del Espíritu en la donación de sus carismas. Se trata, únicamente, del proceso habitual, de la pedagogía ordinaria del Señor en la concesión de sus dones, en la que el hombre se halla implicado con su correspondencia, como sujeto de una voluntad libre, desde el mismo inicio del suscitar los carismas hasta su buen uso, pasando por la aceptación y purificación de los mismos.17 4. ¿Causan problemas los carismas? Teóricamente quizá se podría decir que no hay razón para que causen problemas o, al menos, mayores de los que causan otras grandes realidades sobrenaturales. Las dificultades prácticamente se dan, pero creemos que no en virtud de los carismas como tales, sino por causa de las personas que son agraciadas con ellos. 17. H. Muhlen, "Catcquesis para la Renovación Carismática". Secretariado Trinitario, Salamanca. 1979, 34-35.

a) Desde luego, hay dificultades que surgen debido a los falsos conceptos que de ellos se tienen, a la ignorancia de adecuada instrucción sobre los mismos, a las actitudes ajenas a la mente de la Iglesia y, ahora podríamos decir, ajenas a la enseñanza del Vaticano II, sobre todo en las citas ya anteriormente indicadas (LG 12; Apostolicam Actuositatem 3, Presbyterorum Ordinis, 9) b)

Hay dificultades porque se los contrapone a la Iglesia institucional, como si ambas realidades, la institución y el carisma, no pertenecieran a la esencia de la Iglesia y no fueran dos elementos que se completan mutuamente. Los carismas deben ser discernidos por la autoridad de la Iglesia a cuya obediencia el Señor los ha puesto (LG 12).

c) Hay otras causas que provienen del mal uso de los mismos: de la búsqueda oculta de la propia gloria, del énfasis exagerado de los carismas llamativos en detrimento del aprecio de los mas sencillos y ordinarios con los que, usualmente, el Señor construye su Iglesia (LG, 12). En el mal uso entra también el modo de actuar en ellos; empleando gestos o presentando un conjunto de acciones que pueden parecer un "espectáculo" y no una celebración ungida fuertemente por el Espíritu, llena de humildad, orden, oración, amor fraterno. d) Pueden provenir también de las fuertes exigencias de los carismas: sin suavizar para nada la doctrina de que los carismas no suponen ni se dan por la santidad de vida, si, es cierto, por otra parte, que éstos, a medida que se van arraigando, exigen un alto nivel de fe y de pureza de corazón: "Los carismas son signos y maravillas de Dios. No están dentro del poder humano. No pueden ser suscitados por el querer del hombre 0n 1,13). Se requiere una gran fe para discernir y seguir la guía de Dios, y consiguientemente, para intentar hacer las obras del Mismo al margen de motivos humanos. Puesto que los carismas son obras de Dios, piden una fe expectante. "Los carismas son acciones de Dios dentro de una cooperación de la persona. Son una mezcla de actividad divina y humana. (...) La cooperación humana, aunque debe estar siempre presente, debe acoplarse más a la acción de Dios. Solamente con la pureza del corazón es capaz la persona de elevarse a las alturas de ser instrumento de Dios".

III ACTITUDES ANTE LOS CARISMAS

Las actitudes ante los carismas nos vienen indicadas por el Vaticano II; por la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, intérprete de la revelación; ahora, referida a los carismas, por los autores espirituales y por la ya considerable experiencia de muchas personas que participan habitualmente en la Renovación Carismática. t. Actitudes a) Aprecio La citas, relativamente numerosas del Concilio indican la importancia que les da, el aprecio indiscutible que se debe tener a estas gracias del Espíritu. Los números 4 y 12 de la LG, y el n. 3 del Decreto sobre los seglares son los que especialmente manifiestan el pensamiento del Concilio. Este aprecio, al estar matizado con el adjetivo "discreto", no quiere atenuar la importancia y estima, sino precisar el sano equilibrio que se ha de tener, sin degenerar en un aprecio incontrolado que venga a hacer de los carismas fines en sí; a darles, en la práctica, una primacía que corresponde a otros valores superiores. O por el contrario: a no estimarlos debidamente en todo lo que merecen como dones del Espíritu; como medios eficaces para la construcción de la Iglesia en la unidad y el amor; como poderosos auxiliares en la evangelización; como medios de santificación personal debidamente usados. b) Petición en humilde disponibilidad El Concilio Vaticano II no pone reservas a que se pidan; al contrario, anima a ello. Indirectamente, enfatiza fuertemente su excelencia y utilidad para la misión apostólica. Directamente, lo sugiere el n. 12 de la LG. El adverbio añadido "temerariamente" que sólo aplica a los extraordinarios (carismas de milagros, profecía, hablar en lenguas, según estimen los autores), significa: "de modo irreflexivo e imprudente". -

Creemos que pudiera interpretarse todo el pasaje de esta manera:

-

Se deben pedir y fomentar los dones para el fin que el Espíritu los da; en modo alguno para el prestigio, el poder, etc.

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Se deben pedir, especialmente, aquellos que se necesitan para una mayor eficacia del o de los ministerios que la Iglesia, a través de sus instrumentos, haya encomendado a la persona o que ésta más necesite para cumplir con sus deberes de estado. Se deben pedir siempre conforme al plan de salvación del Señor sobre la persona que los pide.

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Se deben pedir con humildad y disponibilidad total. Aceptar plenamente la respuesta de Dios. No basta pedirlos una que otra vez. La insistencia ha de ser humilde y puede ser que llegue un momento en que sea preciso cesar en la petición. El consejo en este punto será muy valioso.

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El pensamiento paulino, a este respecto, es claro: no deben despreciarse los carismas "aspirad a los dones del Espíritu" (1 Cor 14,1). Una Iglesia sin carismas sería una pobre Iglesia. Es preciso aspirar a ellos pero subordinándolos siempre y orientándolos a los frutos del Espíritu, especialmente a la caridad. Hay que cuidar celosamente que el Espíritu los derrame y usarlos con el respeto, el acierto y el fin que su Dador, el Espíritu, pretende. El buen uso de los carismas es, por lo tanto, capital (1 Coi 14,39; 12,31; 14,1-12)1234

1. Schiler, "Origen, venida, efectos del Espíritu Santo", en: "Experiencias y Teologi del Espíritu Santo", Secretariado Trinitario, Salamanca, 1978, 184.; Cfr. H Cohen. Tychique, n. 59, Janvier, 1986, 39-40. c) Humilde y senálía disposición para ser discernidos en ios carismas. — San Pablo insiste en el discernimiento (1 Tes 5, 12; 19;21). — El Concilio Vaticano II hace expresa referencia al discernimiento respecto de los carismas (LG, 12). — Es un punto capital. Tanta importancia le da el P. T. Forrest que llega a afirmar que los carismas con discernimiento, son dones

preciosos y provechosísimos; sin el, más bien perjudican. — No insistimos en otras actitudes importantes que se tratan más adelante.

2. ''Vivir todos juntos la misma gracia como pobres, devuelve a la Iglesia su verdadero rostro. Algunos piensan que esto lo van a poder vivir sin la experiencia de los carismas, pero entonces falta esa pobreza, esa pequeñez, ese espíritu de infancia a los que los carismas nos conducen. Toda la Iglesia es carismática, dice el Vaticano II en la Gaudium et Spes... Pues es necesario que se vea en la vida". J. Misson, "Los Jesuítas y la Renovación Carismática", CIS, Roma 1984, (varios) 132.

3. "Nosotros podemos crecer en la fe y parece que se da un crecimiento en el ejercicio de otros dones del Espíritu Santo y ¡también en el de curación! El don de curación no se puede sencillamente "introducir" como si fuera una reforma litúrgica. Para ello el cristiano se ha de poner personalmente a disposición, siempre con más profundidad, dando pasos en la renovación de la fe, del bautismo y del Espíritu Santo 'Jesús, yo estoy dispuesto a ponerme al servicio de los enfermos y de los que sufren: también en este caminar tú puedes pedir al Señor las armas necesarias para este ministerio: el don de curación, el don de una fe esperanzada. También otros carismas te pueden anidar, por ejemplo, la oración en lenguas, la intercesión, el don de conocimiento. Por ello, es preferible orar por un enfermo en un pequeño equipo de oración". K. Eckel, en: "Los dones del Espíritu hoy", (varios), Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987, 135. 4. "El ejercicio de los carismas del Espíritu pertenece a la esencia profético- carismática de la Iglesia y ha estado siempre presente en ella. (...) Sin embargo, se debe subrayar de nuevo que no se puede establecer el ejercicio de los carismas como la reforma litúrgica o la organización de los municipios u otros gremios. Para el ejercicio de los carismas es necesario una apertura muy personal de cada uno de los cristianos, pues la fe y la renovación del Bautismo y del Espíritu es condición para la aceptación de los carismas. Una ocasión pastoral más importante es, por otra parte, la preparación juvenil a la Confirmación y la recepción de este sacramento en una comunidad viva. Para la preparación a este servicio se podría formar un grupo de oración en la parroquia, ayudándose mutuamente en este paso personal de la Renovación en el Espíritu para la aceptación de sus carismas". H. Muhlen, "Catequesis para la Renovación Carismática". 1975-1977. -

Desde luego, no debe darse, de primera intención, como total y definitivamente auténtica, cualquier manifestación de carismas. Es un camino que hay que recorrer en compañía y supondrá un tiempo más o menos largo para llegar a esa seguridad moral, de que Dios, realmente, es quien utiliza a la persona. Esto es aplicable especialmente a determinados carismas, como profecía, palabra de conocimiento, etc.

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La persona supuestamente agraciada con ellos debe estar dispuesta a que se haga discernimiento y aun debería adelantarse a pedirlo. No se trata de falta de confianza en la persona sino de usar los medios de humana y divina sabiduría que el mismo Señor nos recomendó encarecidamente y la Iglesia urge con todo derecho y razón.

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d)

Esta humildad disponible es un punto positivo, no determinante, a favor de la persona.

Orden en el uso de los carismas:

El tema se desarrolla ampliamente más adelante. Aquí bástenos decir que el buen uso en el orden, además de lo que implica la expresión, indica también que cae dentro del campo del discernimiento, en este aspecto determinado. Supone, por lo tanto, la autenticidad de los carismas, pero no el solo hecho de tenerla, lleva consigo el uso conveniente, siempre y en cada circunstancia determinada. e) Actitud de un conocimiento siempre mayor sobre ellos: Ya aludimos al gran peligro que supone la ignorancia. No pocos de los prejuicios, rechazos, inadmisiones y usos indebidos de ellos, tienen como raíz un desconocimiento, a veces total, o errores, inclusive "crasos". Es mucho lo que se ha investigado sobre ellos por personas de toda garantía científica y muchas las experiencias que se han ido acumulando y purificando. Se impone una instrucción, en cierto modo, permanente sobre dones tan importantes dentro y fuera de la Renovación Carismática, para la renovación espiritual del pueblo de Dios. No olvidemos: aunque el Espíritu puede actuar por Sí solo, al margen de nuestra cooperación, no es esa su ordinaria pedagogía. Como a seres libres y llamados a cooperar en Su obra con El y con la ayuda de Su gracia, no se permitirá dispensarnos de la colaboración que nos pide. Y, ciertamente, un modo de manifestar nuestra disposición, es la actitud de conocer sobre los carismas la riqueza y experiencia que se ha ido acumulando para disponernos a ser utilizados como instrumento más aptos. En esto, no hay divergencia alguna entre los grandes autores de la vida espiritual. Y la enseñanza de la Iglesia es manifiesta. Seria un gran desacierto encerrarse en el "ya tengo una larga experiencia; no necesito más". Cuando nos negamos a perfeccionarnos, "comienza a actuar la muerte", afirma Mons. Uribe jaramillo. Sin quitarle la primacía a la oración, es tan importante este sector del conocimiento en los carismas que se podría aplicar aquí lo que persona tan autorizada como W Kern dice a propósito de la instrucción respecto de la fe: llega a ser casi tan importante como la oración.2 f) Aprender "sabiamente", para elfuturo, de la experiencia propia y ajena en el uso de los carismas: No es posible que siempre y en toda circunstancia usemos debidamente de los carismas. Hemos de aspirar a ello con la gracia del Señor y disponernos a purificar el uso de los carismas discernidos, sin refugiarnos en la "debilidad humana". Por eso, y por la gran importancia que tienen, debemos estar dispuestos a sacar un gran provecho para el futuro de la experiencia del buen uso que vayamos haciendo y de los errores que podamos haber cometido. Es un recurso muy fácil pero infantil, ampararse en que "Dios lo hará todo" o negarse a usarlos por el temor infundado a ciertos errores involuntarios que se hayan cometido.

5 W. Kem, en: "Por que creemos", (varios), Herder, 11.

Aquí, como en tantas otras cosas, se impone una autentica humildad que reconoce lo malo; una sencilla obediencia a las indicaciones que nos puedan hacer; una disposición de aprovechar la "desafortunada" experiencia para corregirnos y perfeccionar el don otorgado por el Señor. El trato personal, las preguntas discretas y bien especificadas a personas de larga y reconocida experiencia; la lectura de libros católicos que abundan y tratan tan maduramente sobre el buen uso de los carismas, la asistencia a retiros y talleres, dados por personas de toda garantía, nos enriquecerán considerablemente e iluminarán a la hora de ser usados por el Señor. Desde luego, el recurso constante a la oración y al discernimiento es indispensable en punto tan importante y delicado. g) Reconocerlos con gozo, fomentarlos con diligencia, discernirlos cuidadosamente. Este apartado se refiere especialmente a los sacerdotes. El Vaticano II es claro y alentador en este punto. Citamos el párrafo que les dedica: "Examinando si los espíritus son de Dios, descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten con diligencia los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los mas altos" (P.O. 9). En este campo se han dado pasos alentadores, pero aún no se ha progresado lo que no pocos esperaban. Sin embargo, hay que confesar con el Cardenal Bemardin que mientras no se inserten en la Renovación Carismática un número suficiente de sacerdotes y religiosas, ésta no dará los frutos que el Señor quiere. Muchos consideran que los carismas adolecen de falta de atención, aunque ésta no sea privilegiada, ni menos exclusiva. Ciertamente, para algunos se presentan como un campo delicado y aun peligroso. Y por cierto, más de una vez lo serán. Pero éste no es un argumento que deba alejarlos de ellos. Al contrario, precisamente, por la unción sacerdotal, el párroco y sus colaboradores están llamados a ejercer un discernimiento para el que tienen una asistencia especial. Bajo su responsabilidad recae, de un modo particular, la obligación de dar y vigilar la enseñanza que se imparte, y en ella entran también los carismas. Se impone, pues, en virtud de su ministerio, que tengan un sólido y, si es posible, profundo conocimiento de los carismas. Rechazarlos sin más, es ir, sin darse cuenta, contra la doctrina del Vaticano II, que, en este punto, ha expresado su pensamiento con claridad. El alejamiento de algunos sacerdotes por miedo, ignorancia, incredulidad, de una posición o actitud sanamente optimista y orientadora respecto de los carismas, es una de las causas de que no siempre se utilicen debidamente. La misión que en este campo les incumbe, alentados por la Iglesia, es preciosa y sumamente beneficiosa para la misma. Una parroquia en la que los sacerdotes conocen, alientan, fomentan discretamente, disciernen los carismas y orientan respecto de su buen uso, será una parroquia que se renueva sin cesar. No olvidemos que el Espíritu Santo está en la base de ellos y son manifestaciones tangibles de Su Presencia. Cooperar con El en sus designios, debe alentar y aun entusiasmar a los sacerdotes, a quienes se les ha entregado el misterio divino de salvación, objetivo firme de los carismas. Aquí cabe citar a Mons. Uribe Jaramillo, quien cita a su vez, a otro autor, en el supuesto de que los sacerdotes ignoren, desprecien o no admitan, prácticamente, los carismas: "Con razón dice un autor que 'si en una iglesia o comunidad sólo actúan los dirigentes y no todos los miembros, habrá que preguntarse seriamente si, al renunciar a los carismas, no se ha renunciado también al Espíritu. 6 h) Vigilar discretamente para no distorsionarlos: Por más que apreciemos los carismas —y debemos hacerlo— como dones preciosos que son del Espíritu, hemos de velar discretamente sobre nosotros para que no distorsionemos este aspecto fundamental de la Iglesia. Esto sucedería: 

Si les diéramos un carácter de exclusividad: si consciente o inconscientemente, consideramos pertenencia exclusiva de un grupo y no realidad que compete a toda la Iglesia. Toda ella es carismática; cada cristiano, asimismo, lo es en virtud de su bautismo y confirmación.

6. Mons. A Uribe Jaramillo, “Los Carismas”, 9. 

Si los consideráramos como dones en posesión, de los que nos creemos depositarios. Este peligro real existe sobre todo, en quienes, especialmente favorecidos, son imprudentemente exaltados por las gentes que los buscan como sujetos que acaparan los dones de Dios y los actúan a su gusto.



Su pusiéramos el acento sobre los carismas, por más excelentes que sean, y olvidáramos que el don por excelencia es el Espíritu Santo y que la vida realmente cristiana está en relación íntima, insustituible con el crecimiento en las virtudes teologales, entre las cuales la caridad es el criterio supremo de todo vivir verdadero en Cristo (1 Cor 13).



Si les diéramos una preferencia excesiva a los carismas llamados extraordinarios y, prácticamente, dejáramos en el olvido los más ordinarios que son los que constantemente configuran el ser carismático de la Iglesia: los que actúan de un modo permanente en la vida ordinaria y vienen a ser la gran riqueza de la Iglesia en general y de las iglesias particulares; los que se hallan abundantemente entre los fieles que aceptan esta gracia de Dios y la ejercen con discreción, en orden y obediencia a sus pastores.



Si nos llevaran a desconocer o a minimizar los carismas permanentes inherentes a la Iglesia "institucional": la unción del Espíritu sobre los obispos, sacerdotes y diáconos, inherente a la estructura sacramental de la Iglesia.7



Estas sanas prevenciones y vigilancias en nada deben atenuar el aprecio debido a los carismas que, en expresión del Vaticano II, deben pedirse con humildad, recibirse con agradecimiento y ejercitarse con amor (LG, 12; AA, 3).



Hemos de evitar cuidadosamente caer en la trampa de decir que nuestro carisma es éste o el otro, y que no necesitamos aquel. Este modo de hablar nos cierra sobre nosotros mismos v limita el que Dios nos pueda usar como instrumentos en otras áreas. Esto no se opone a reconocer que el Señor nos usa especialmente en un campo en el que el tiempo y el cumplimiento han ido confirmando la realidad.3

7. Card. L-J Sucnens, "Un pbenomene controvcrse: Le repos dans 1 'Esput', Desclce de Brower. Paiis, 1986. 15. 

No olvidemos que el Espíritu sopla donde quiere y que El da sus Carismas en función de las situaciones, de las necesidades y del plan que desea realizar.

2. El Peligro del "reduccionisrno" Uno de los peligros, siempre presente, en el uso de los carismas es el reduccionisrno. Este peligro aumenta si es útil y aparenta tener una motivación laudable y atendible. Desde luego, el buen sentido común no debe estar ausente del uso que hagamos de ellos. Ya se ha tratado de las características que debe tener un ejercicio discreto de los carismas, a impulso del Espíritu. Ahora nos referimos a un reduccionisrno que puede provenir de causas diversas: de la mala conducción de los responsables de los grupos de oración que tienen prejuicios respecto de algunos, que coartan su uso con el pretexto de evitar problemas; que se han dejado influenciar per personas que ven los carismas como un lujo del cual se puede —y es conveniente- prescindir. Todo esto puede ocurrir. Entonces, el grupo de oración se va reduciendo a un grupo más, pero no es auténticamente carismático. El orden, la obediencia, la oración, el amor, son elementos que entran de lleno en el ejercicio de los carismas y que en nada deben impedir su buen uso. El reduccionisrno dene más frecuentemente su origen en el hecho de que a algún sacerdote que asiste al grupo —o incluso al párroco- no le agradan ciertos carismas, como el orar en lenguas, la profecía, la intercesión por curación de los miembros asistentes, etc. Ciertamente, hay otros carismas que pueden practicarse, pero eso no quiere decir que éstos deban ser eliminados o coartados en su ejercicio. No es laudable suprimirlos porque a un sacerdote no le agraden, aun cuando se ejerciten con discreción, orden y espíritu de amor. Fuera de casos excepcionales, entendemos que ésta no es ir;a razón valedera para que el grupo se vea privado del bien que se deriva del recto uso de estos carismas. El orar en lenguas, por ser controvertido, es el más expuesto a ser reducido. Los responsables orarán sobre el caso, dialogarán, pero no deben ser instrumentos de reducción de carismas, elementos fundamentales no solo en el grupo de oración, sino también en la Iglesia. A ellos toca, en razón de su oficio, conservar el grupo en su autenticidad carismática, en la cual entran los carismas que favorecen la conversión y el crecimiento espiritual. Los carismas, mas que reducirlos, hay que conocerlos, saberlos utilizar, cultivarlos, crecer en ¿//ojpara el fin que, por su misma naturaleza, tienen como dones del Espíritu: construir la Iglesia, la comunidad, en la caridad. Y el Señor, si somos discretos en su uso, va realizando por ellos su obra progresiva y eficazmente.9 9. K. Ranaghan : Les dones de l'Esprit, utilisez-les", Tychique, n. 55 mai, 1985, 3- 5. A Modo de resumen: Añadimos a lo dicho anteriormente, las afirmaciones de un testigo de excepción: Ch. Whitehead, actual presidente del "Boletín Iccto": "La caracterísdca distintiva de la Renovación Carismática ha sido siempre nuestra comprensión de que el U'abajo del Espíritu no ha cambiado desde el día de Pentecostés. Hoy podemos experimentar su derramamiento, su tuerza, sus regalos del mismos modo en que fueron experimentados por la comunidad cristiana primitiva. El Espíritu que fue prometido como "poder" (Le 24,49; Hech 1,8), vino a ellos como una experiencia humana, profunda y tangible y recibieron los dones que necesitaban para continuar la misión de Cristo en el mundo. Sabemos que esta clase de derramamientos de los dones y poder de Dios está sucediendo ahora en la Iglesia, cuando recibimos el Espíritu Santo. El trae dones y carismas sobrenaturales. Aun hoy, los necesitamos para construir la Iglesia y para el apostolado en el mundo, Antes del Concilio Vaticano II, éstos parecía que se habían perdido, pero fueron reconocidos por el Concilio e inmediatamente aparecieron en la Renovación Carismática. A partir de entonces, su valor ha sido explicado, demostrado y aceptado. ¿Corremos el riesgo de perderlos de nuevo? (...) (quizás) hemos retrocedido a la seguridad de la estructura y al ritual tratando de reformamos nosotros mismos y la sociedad por nuestra propia fuerza (...). "Escribiendo a Timoteo, él (Pablo) nos desafía a que no dejemos que los dones recibidos queden sin ser usados (ITim 4,14). El lugar habitual para aprender a usar los dones es la reunión de oración. Así es que cuando me encuentro grupos de oración que se autodeterminan carismáticos, pero no evidencian ningún don espiritual sé que perdieron su rumbo ... Los carismas son dones para la Iglesia, pero si la Renovación Carismática no los aprecia ni los usa, ¿quién lo hará? ... El Espíritu Santo es el verdadero guardián de Sus dones. El ha puesto nuevamente a nuestra consideración los carismas y nos enseñó como usarlos. Nosotros ahora tenemos una clara responsabilidad de enseñarlos a los demás. Es una custodia sagrada de la cual debemos responder. Si la Iglesia debe cumplir su misión de proclamar el evangelio en el poder del Espíritu Santo, 8. D. Roth, "Ne laissons pas s'eteindre les Charismes", Tychique, n. 88. 1990, 25.

necesitamos estos dones. Pero también necesitamos tener en claro nuestras prioridades. Los dones son signos que nos dirigen a Dios. Son herramientas de trabajo, no fines en ellos mismos (...) Debemos desearlos, pedirlos v después usarlos debidamente. Aquellos que están en la posición de líderes llevan la responsabilidad de ésto, lo cual pide sabiduría y visión". 3. Una aclaración importante El hecho de que al menos, popularmente, se designe a la Renovación con el sobrenombre de "carismática" se presta a limitar y aun a interpretar parcialmente lo que esencialmente es la Renovación en sus varias designaciones: Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, Movimiento Carismático, Renovación Carismática o simplemente Renovación, no es completa, a juicio de muchos. Una Puntualización Fundamental Dentro de la gran importancia de los carismas, es preciso tener en cuenta, para balancear sanamente las cosas, lo siguiente: Los carismas, en el contexto de la esencia de la Re no pación Carismática o en el verdadero rostro de ella. "Mientras se contemple a la Renovación como personas interesantes que oran de un modo o de otro, y que explotan los carismas, y no que es ante todo, entrar en el misterio de la conversión. Los primeros cristianos eran todos unos convertidos. Tenían que haberse convertido a Jesucristo de su medio ambiente y de su paganismo. No se puede separar la conversión de la adhesión a Jesucristo: son dos aspectos de la misma cosa. Hay que abandonar al hombre viejo -misterio de despojamiento-- para recibir una vida nueva y dejar que Cristo viva dentro de uno mismo su misterio pascual muerte y de vida. Esto es lo que está en el corazón de la Renovación. Esta abarca todo el complejo fenómeno del primitivo Pentecostés, repetido y popularizado hoy en nuestro mundo. No debemos perder de vista esta realidad, si no queremos reducirla a un aspecto importante, y aun esencial, como son los carismas. Con ser, dijimos, algo central, no agotan, ni mucho menos, la esencia de la Renovación. En el tomo: "Que es la Renovación Carismáüca y qué pretende", pensamos que se aclara este problema. ¡Ilumínanos, Señor, para saber lo que es esta apertura al Espíritu Santo, la apertura primera que es el mismo Espíritu Santo! Lo primero no son los dones, sino el Espíritu, Hay una especie de hipertrofia con respecto a los dones del Espíritu Santo y a los carismas. Eres Tú, Señor, a quien yo busco "Tú" y no "Tus", dice Sar. Agustín . A Ti y no tus dones. Hay que hacer examen de conciencia. ¿Qué es lo que busco en la Renovación? ¿Un encuentro con el Espíritu Santa dejando en segundo término los dones? Esto es lo primero. Y después de esto ¿qué? La literatura es extremadamente delicada, pues los dones, los carismas, no tienen una definición definitiva.

Es algo así como si tratáramos de definir los rayos del sol. Lo importante es el sol: el Espíritu Santo. Después están los dones, las virtudes, los carismas. Entonces, ¿dónde está lo esencial? Es de suma importancia que la Renovación ponga el acento en las virtudes teologales. ¿Caminamos en una fe desnuda, sin buscar signos ni milagros que ya vendrán de vez en cuando, pero que 110 son lo primero? ¿Se da en nosotros una intensidad de esperanza ante este mundo desesperado? Si el Espíritu Santo nos da el valor de esperar sobre toda esperanza, esto sí que es un signo auténtico. Y luego la caridad. Aquí si que debo confesar que hav en ios Hechos de los Apóstoles una línea que me molesta.

San Lucas indica que los dema;- rocían: Mirad cómo se aman. Las personas que pertenecen a los grupos ¿se aman de esta manera? ¿Cómo aman al servicio de los que están a su alrededor, en sus obligaciones sociales, en el mundo? Es aquí donde liemos de centrar nuestra atención. ]\ ttstcrio de Pentecostés que es encuentro con el Espíritu Santo, apertura a las virtudes teologales y después a los dones y carismas". Y creemos que de su recta comprensión depende, en buena parte, para muchos, la indiferencia, el rechazo o la simpatía y la abierta acogida que se le dé. La Renovación Carismática, a nuestro entender, es una realidad tan rica, tan oportuna, una gracia tan singular de Dios a nuestro mundo que, sin entrar en comparaciones y concediendo la diversidad y riqueza de la acción del Espíritu, representa un hito en su actuar en la Iglesia y en el mundo. Sin embargo, empalma con la tradición de la Iglesia y se arraiga firmemente en las Escrituras, sobre todo en los Evangelios y las cartas paulinas.

"La Renovación Espiritual de la Comunidad" (como se llama en los países de habla alemana a la ilenovación Carismática) quiere contribuir a la realización de "uno de los objetivos mas importantes de todos los esfuerzos para la reforma", la creación de "comunidades vivas en las que múltiples dones del Espíritu cooperan unos con otros".

IV QUE ES EL "CARISMA"

1. El doble elemento que constituye el carisma "Generalmente, cuando hablamos de carismas, oscilamos entre dos extremos: o bien se les convierte en manifestaciones preternaturales y excepcionales reservadas a los santos, o bien se comete el exceso contrario de confundirlas con cualquier cualidad natural, en un empleo abusivo de palabra".1 Analizaremos la siguiente definición de H. Muhlen, y trataremos de distinguir los elementos constitutivos: "Entendemos por carisma una aptitud natural que ha sido liberada por el Espíritu Santo y asumida para el servido de la edificación y crecimiento del Cuerpo de Cristo” 2 a) "Los enfoques puramente psicológicos o sociológicos de los carismas pueden ser interesantes y son absolutamente necesarios, pero son demasiado unilaterales para dar cuenta exacta de la globalidad de su significación espiritual. No podemos hacer del carisma una mera inspiración de orden poético o emocional, ni una expresión de la unidad del grupo, ni tampoco una contestación institucional".3 b) No es admisible, al menos para la mayor parte de los que han escrito sobre los carismas, la afirmación de que los beneficiarios adquieren una capacidad radicalmente nueva”. En este sentido el Espíritu daría a la persona y a la comunidad una capacidad de “orden diferente” y que, por lo tanto, no poseía. No serían estos “poderes” una simple reorientación y elevación sobrenatural de capacidades naturales, sino una actuación de Dios nueva, más allá de la historia. Sería un acto “milagroso” de Dios en la comunidad.4

1. A.M. de Monleon, "La experiencia de los carismas", Edit. Roma, Barcelona, 1979.14. 2. H. Muhlen, "Espíritu, carisma, liberación", Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, 254. 3. A.M. de Monleon, o.c., 15. c) Un primer elemento, que se halla en la base pero que no constituye el atrisma, sino solamente su cimiento, es una "aptitud natural" o capacidad que entra en las posibilidades de todos, en menor o mayor grado. "En sentido amplio, toda aptitud para una vocación determinada es el fundamento de un don del Espíritu. Esa aptitud se convierte en carisma cuando es utilizada por la fuerza del Espíritu a favor de los demás, para el bien común (ICor 12,7), y no a favor de la propia persona, para acumular bienes materiales, etc."5 d) Un segundo elemento, el que fundamentalmente constituye el Carisma,"radica en ser liberado por el Espíritu Santo y asumido para el servicio y edificación del Cuerpo de Cristo". Dicho de otro modo: se trata de una "dimensión" nueva que toma el individuo o la comunidad, bajo la poderosa acción del Espíritu. "La novedad consiste en la animación por el Espíritu —de forma más o menos extraordinaria- de una capacidad que pertenece a la plenitud de k humanidad. En esta perspectiva, el hablar en lenguas, la profecía, no les parecen radical y esencialmente diferentes de la verbalización que se produce también en las culturas no cristianas; se diferencia por su modo y su finalidad. Son sobrenaturales, no sólo porque están orientados hacia el servicio del Reino, sino porque se realizan con la fuerza del Espíritu.6 4. G. Montague, "The Spirit and Gifts", N. Y., 1974, 19ss.; Cfr. A. Bitlinger, "Gulfs and Ministries, 17. 5. H. Muhlen, o.c. 254. 6. "Le Renouveau, Charismatique", Colloque de Malines, 21-26 mai, 1974, 30. Colocados en este justo equilibrio, se evitan las interpretaciones unilaterales, inexactas, peligrosas. Se "subraya la ambigüedad de toda acción humana, sobre todo cuando es religiosa". Ayuda al discernimiento y a la humildad: porque un carisma "aunque esté en relación con capacidades que pertenecen a la plenitud de la naturaleza humana, no es propiedad de una persona, sino porque es un don y una manifestación del Espíritu" (1 Cor 12, 7). El Espíritu dispone soberanamente de sus dones y actúa con demostración de poder.7 Un autor de tanta autoridad como K. Mac Donnell, refiriéndose al don de lenguas (y aplicable de los demás carismas) afirma: "para ello, es suficiente que la capacidad natural se ejerza bajo el poder y la inspiración del Espíritu y dirigida hacia la construcción del Reino de Cristo".8 Podemos, por lo tanto, concluir con H. Muhlen "Toda aptitud para una profesión determinada es el cimiento de un don del Espíritu. Esta capacidad se convierte en un carisma cuando, en la fuerza del Espíritu, es ejercitada con vistas a los demás, para el bien común"9

e) En este segundo elemento religioso hay, pues, que distinguir un doble aspecto: el modo y la finalidad:

* El modo: las aptitudes naturales se ejercen en el poder del Espíritu Santo; son "animadas" por El; son "liberadas" por El; "se realizaran por la fuerza del Espíritu".

* La finalidad-, las capacidades naturales son "asumidas para el servicio de la edificación y crecimiento del Cuerpo de Cristo"; "están orientadas hacia el servicio del Reino". El "carisma", pues, es una aptitud liberada por el Espíritu, revestida de fuerza por El y puesta al servicio de la edificación del Cuerpo de Cristo. 7. "le Renouveau Charismatique", o.c., 4. 8. K. MacDonnell, "Charismatic Renewal and the churches", The Seabury Press, N.Y, 1976. 155. 9. H. Muhlen, o.c., 254. Cada cristiano pose uno o muchos ca.ri.smas, con vistas a la ordenación del ministerio de la Iglesia; estos forman parte integrante de la vida eclesial pero deben ser "sostenidos5' por una realidad mas fundamental: el amor a Dios y al prójimo (ICor c. 13). Este amor- caridad da valor a todo ministerio; sin él, los carismas estarían "vacíos". La consecuencia es obvia: Dios usa los dones naturales que El da como soportes de los carismas que otorga. Si tienes una buena voz, debes estar abierto a ser usado por el Señor para una profecía en canto: pero esto no condiciona Su obra ni necesariamente se dará así. A veces sucede de modo distinto. Es una manera de actuar del Señor ordinaria, no necesaria ni siempre. Lo "normal" es que use nuestros dones naturales. Esto nos ha de llevar a cultivarlos, en humilde disponibilidad, como preparación y ofrecimiento de nuestra cooperación para lo que quiera; a estar abiertos a su utilización, pero a permanecer en paz si no los usare y a ofrendarle nuestro servicio y alabanza si se valiere de ellos.10 La gracia entronca en un contexto na-ural y, por tanto, los carismas son efectivamente sobrenaturales, como dice Santo 'lomas. b> se llaman sobrenaturales los carismas por ser dones gratuitos del Espíritu, no debe entenderse lo sobrenatural en el sentido de algo añadido a la naturaleza, como una especie de superestructura, o como una corona de metal sobre una cabeza de carne.11 Los carismas liberan y complementan los dones naturales según la diversidad de los individuos y comunidades. Afectan, pues, a toda la realidad humana, individual y colectiva, a su cuerpo y psiquismo, de acuerdo a los diferentes compromisos; por eso, "no constituyen una serie uniforme y delimitada o cerrada. Se diversifican hasta lo infinito de acuerdo con las necesidades de la Iglesia en las distintas situaciones históricas y geográficas".12 Dios llama para actuar en la Iglesia teniendo en cuenta las cualidades de cada hombre. Así, sabiamente, da carismas complementarios que contribuyen entre sí. 10. Bruce Yocum" Prophecy, Wocd of Life", Ana Arbor, Michigan, 1976, 92. 11. R. Laurentin, "Los cansmas: precisiones teológicas", Concilium n. 129,1977,287. 12. R. Laurentin, o.c., 287. Recordando la doctrina de santo Tomás, Dios no crea al hombre en el orden natural y luego, para hacerlo colaborador en el cuerpo de Cristo, elige en él unas cualidades para llevarlas a un fin superior. Lo crea con las cualidades necesarias para que cumpla la vocación que le asigne en la edificación de la Iglesia, convirtiéndolas así en carismas potenciales. Según Küter, "el carisma (don gratuito) es un don que emana de la gracia como una capacidad especialmente concedida por el Espíritu para vivir y servir en la Iglesia y en el mundo. Frecuentemente, los carismas coinciden con aptitudes naturales del hombre; sin embargo, los dones del Espíritu no derivan de estas, sino que tienen un único origen en una libre elección divina. El Espíritu Santo purifica, desarrolla y utiliza las aptitudes naturales".13 W Kopfermann define así el carisma: "por carisma entendemos nosotros toda capacidad concedida por Dios, en la medida en que por el Espíritu de Jesucristo, ha sido arrebatada a la disponibilidad personal de uno mismo y ha puesto al servicio de la comunidad". De modo semejante se dice en el documento aprobatorio de la Conferencia Episcopal Alemana "Renovación de la Iglesia desde el Espíritu de Dios": "El carisma es efecto y concreción de la gracia de Dios en la comunidad y en el contexto comunitario en el que cada uno vive... Los carismas no son simplemente deducibles de las capacidades naturales, sino que tienen origen en la libre elección de Dios que reparte a cada uno en particular sus dones especiales, según El quiere (1 Cor 12,11). Frecuentemente, sin embargo, corresponden a estos dones de la gracia determinadas aptitudes naturales del hombre, que son purificadas, desarrolladas y utilizadas por el Espíritu Santo (...). El ministerio eclesial (es) carisma en favor de los demás carismas y éstos son para servicio de la comunidad, para el bien común, para edificar la Iglesia en la caridad.14 H. Kung, define el carisma del modo siguiente que el llama sentido "más amplio". Pero más amplio respecto del entenderlo como un poder poco frecuente, extraordinario y maravilloso: “Es el llamamiento de Dios dirigido a cada uno para que realice un determinado servicio en la comunidad y que lo capacita al mismo tiempo para realizarlo”15 13. F. Küter, "La decisión fundamental del cristiano", Koinonia, n. 5, marzo-abril, 1986,12. 14. H. Muhlen. "Dones del Espíritu Hoy", (varios) Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987, 15. En este sentido hay que considerarlo como "don de gracia". Pero el hecho de que sea don, está indicando que no puede ser autónomo, ni, en modo alguno, puede desligarse del Dador, el Espíritu Santo. Todos y cada uno de los carismas son expresiones del

poder y de la gracia de Dios en el Espíritu. Y todos ellos se refieren al único gran carisma de Dios que se mostrará al final de los tiempos, a la Nueva Vida, la Vida Eterna en Jesucristo, nuestro Señor (Rom 6,23; cf. Rom 5,15). Y algo sumamente consolador, dentro de su realidad, que nos centra en El, Jesucristo, como Señor de nuestra vida presente y eterna: en la plenitud de Su gracia se nos ha abierto la inmensa riqueza y la variedad dentro de la unidad, de los dones espirituales. Por lo tanto, ei hecho de que uno sea apóstol, otro evangelista, uno obispo, otro simple diácono; el que uno exhorte y otro consuele; que uno cure y otro libere; todo ello es don en Jesucristo, por su Espíritu; y a Cristo hace referencia primaría y originalmente en su persona. Una conclusión obvia que toca el ser íntimo del carisma: los carismas, por consiguiente, son la manifestación, concreción e individuación del poder de la gracia de Dios que se nos otorga para llevarnos a servir y darnos, de este modo, parte en la soberanía de Cristo. Y puesto que se nos da en el Espíritu de Cristo esta participación actual en la soberanía del Señor, en el Espíritu, los carismas, a la vez, son acciones de poder y manifestaciones del Espíritu (1 Cor 12,6ss). El hecho de que sean puros dones no impide el que se pueda aspirar a ellos, como el mismo apóstol exhorta (1. Cor 12,31). Este mismo Espíritu que los da crea la variedad, la unidad y el orden (1 Cor: 12,4-7; 14,40). Cada uno tiene su carisma. (Se supone auténtico). Y este tener su propio carisma contribuye al orden, a la unidad y a la diversidad (1 Cor 12,4). La unidad en la diversidad se funda, sobre tocio, en el hecho de que todos proceden del mismo Espíritu.

15.

H. Kung. “La estructura carismática de la Iglesia”, Concilium, n. 4, 1965, 60-61. Esta gran realidad de tener un carisma, confiere o debe conferir al que lo posee, la responsabilidad de usarlo para bien o edificación de

la Iglesia (1 Cor 14,12; cf. Ef 4,12s). Como se puede observar, tienen una orientación distinta a los "frutos" del Espíritu que tienden a la santificación de la persona (Gal 5,22). Sin embargo, hay entre ambos una relación puesto, que los carismas, si edifican la Iglesia en la caridad, en última instancia, la santifican comunitaria e individualmente. Imitar la santidad del Padre, filialmente, en Jesucristo, por la fuerza del Espíritu, es la obra suprema y definitiva de toda realidad y el culmen del plan de salvación de Dios en Cristo Jesús. Y para eso, "envía" a los corazones el Espíritu Santo (Rom 5.5). Por eso el significado más profundo del orden en la Iglesia quiere decir servicio mutuo en caridad en el único Espíritu, en la obediencia al único Señor. "Un orden eclesial determinado por los carismas no significa, por lo tanto, ni un entusiasmo que degenere en capricho y desorden, ni una legalidad que se petrifique en unificación y uniformidad".16 Ph. Madre se expresa del modo siguiente al hablar de los carismas: "Es conveniente recordar brevemente la noción de carisma tal como la Iglesia la ha recibido desde su fundación. "Se trata de una gracia absolutamente gratuita, esto es, no implica, en modo alguno, la noción de mérito personal, de dignidad ni de santidad individual. Dios, en su sabiduría, la concede según las necesidades de la Iglesia en vistas a su edificación. "Cuando hablamos aquí de edificación de la Iglesia, se trata tanto del crecimiento en comunión del cuerpo eclesial como de la extensión de este mismo cuerpo-Iglesia por medio de la Evangelización. El carisma recibido puede servir igualmente a la santificación personal o, al menos, debe hacer aspirar a esta última".17 El Concilio Vaticano II insistiendo sobre la preeminencia de los carismas jerárquicos, interpela, sin embargo, a los creyentes sobre sus derechos y sus deberes "a ejercer estos dones en la Iglesia y en el mundo, para el bien de los hombres y la edificación de la Iglesia." (Sobre el apostolado de los laicos, n.3).

16. H. Kung, o.c., 64; Cfr. M-A. Chevalier, Souffle de Dieu, Beauchesne, II, 1990. 333-337. 17. Ph. Madre, "Le Charisme de Connaissance", Pneumatheque, París, 1985.

Pero añade siempre que toca el tema, "ejercicio bajo la guía de sus pastores y en discernimiento. A ellos corresponde como un deber, no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo y quedarse con lo bueno". (1 Tes 5,12 y 19-21). 2. Los elementos permanentes y ocasionales del carisma Cuanto digamos viene a ser una versión o presentación, no repetid;-., sino complementaria del apartado anterior. En el se hablaba de dos elementos que entran en el carisma: uno, como soporte sin constituir el carisma como tal; el otro, que forma esencialmente el carisma. Ahora se tratan otros dos que se integran y dan ser al carisma en si: el elemento permanente y el ocasional. Consideramos importante el tema. De aquí ha de partir la correcta comprensión de los carismas con las consecuencias que de ello se derivan. A.- Elementos permanentes en los carismas a) ¿Qué es el elemento permanente? Dios puede usar a cualquier persona como vehículo de su acción, pero cuando hablamos de "carisma", nos referimos a una persona que ha recibido gracias especiales que i a hacen apta para colaborar de una manera específica con Dios. "A estos elementos permanentes se rene re San Pablo cuando escribe" a uno es dada... la palabra de sabiduría... a otro, dones de sanar..., (1 Cor. 12,8-12).

Estos elementos son virtudes, fruto del Espíritu Santo (Gal 5,22), que hacen al carismático receptivo para ser usado por Dios como "instrumento escogido" (Cfr. Hech 9,15). Fundamentalmente, son "virtudes" que capacitan a la persona para ser un instrumento receptivo y unido al Señor. Enumeramos algunas fundamentales: un amor abnegado para prestar ayuda a los demás; una confianza arraigada en el poder y en el amor del Señor; docilidad para responder a la voluntad de Dios conocida; discernimiento de la voluntad de Dios. El hecho de que esté constituido el elemento permanente por estas virtudes no quiere decir que la persona las ha de poseer todas. Ellas son gracias gratuitas que la capacitan, para responder a la moción del Espíritu. b) Este elemento permanente no cía derecho a afirmar que "cargamos los carismas", como si pudiéramos disponer de ellos a nuestro antojo. Estos, a excepción de los llamados carismas ministeriales: Papa, Obispo, sacerdote, etc., son carismas transeúntes. c) El hecho de poseer estos elementos permanentes capacitadores, no hace al carisma en cuanto tal: son requisitos que fundamentan el don carismático ocasional. B.- Elementos ocasionales en los carismas a) Suelen consistir en una inspiración que partiendo de Dios, encuentra la correspondiente cooperación del "carismático". El Espíritu actúa moviendo, por ejemplo, a decir la profecía que él tiene para la comunidad; la r>ersona movida, colabora pronunciando las palabras de la profecía o imponiendo las manos y diciendo la oración de sanación. A través de este canal determinado y movido por el Señor "se manifiesta el Espíritu para el bien común" (1 Cor 12,7): no se limita a los efectos inmediatos, v. G,r., la salud, el alivio..., se extiende al alma de los fieles, si es acogida por ellos la acción interior del Espíritu que acompaña a la acción cooperadora de la persona (1 Cor 14,3). b) El "carismático", por lo tanto, no recibe en modo alguno un nuevo poder que pudiera usar a su voluntad. Las maravillas están siempre en la mano de Dios, cualesquiera que sean. Pero usa a la persona en el momento que quiera, como colaboradora suya, como "instrumento elegido", nada más (Hech 9,15-16). Por eso, nunca tendrá por qué gloriarse la persona, como si de ella hubiera salido el efecto. Ciertamente, colabora; pero, aun en esa colaboración, recibe una gracia actual que la mueve a dejarse usar, aunque puede negarse a consentir. C.- El contexto religioso Es absolutamente indispensable; nunca falta en toda actuación carismática. Podrá tener el acto humano una eficacia psicológica o parasicológica que el Señor puede usar para producir el efecto. Pero, en último termino, es Dios el autor de la sanación, de la profecía, etc., que incorpora las fuerzas de la naturaleza. Por eso, no hay acción carismática en un contexto enteramente profano, por ejemplo, en una exhibición de poderes mentales; cuando la acción es motivada por iniciativa propia, por emotividad, por vanidad, etc. Esta aportación de la persona, mero instrumento del Señor, la libera de creerse dueña del poder, como un mago, pero, al mismo tiempo, la estimula a la docilidad para responder a la inspiración que viene del Espíritu, y a disponerse a ser, cada vez, mejor instrumento del Señor, sobre todo con la fe en que Dios es quien actúa por su poder y su amor.18'19-20. 18. C- Aldunate, o.c. 19. "...Cuando decimos que todos los carismas parten del bautismo, y el de la jerarquía también del orden, nos referimos a su origen ontoiógico. Pero ana cosa es decir que todos los carismas tienen su base en un sacramento, y otra afirmar que el ejercicio y, por lo tanto, su aportación real al bien ae la Iglesia, pasa por un sacramento. Para el ejercicio de los cansmas, los fieles reciben "gracias especiales" que no pasan por los sacramentos y el ministerio jerárquico. En este sentido, son gracias libres y especiales del Espíritu. (...) Esto quiere decir que la gracia necesaria para el ejercicio de los carismas no es comunicada a través de los sacramentos ni, por lo tanto, de la jerarquía, sino que viene directamente del Espíritu, el cual la concede en la medida que quiere, según el fin que se propone al mover a ios fieles a ejercer el carisma recibido en el bautismo. Pero esto no significa que la gracia de los sacramentos y la de los carismas no tengan nada que ver entre si. Todo lo contrario. Una es el presupuesto de la otra. Mediante la gracia de los sacramentos, los fieles crecen en la caridad, se hacen más dóciles a las mociones divinas, de modo que cuando el Espíritu los empuja a trabajar por la difusión del Reino de Dios, aplicando el Carisma recibido en el bautismo, respondan con prontitud y generosidad". G. Grasso. "Los carismas en la Iglesia", 24-25. 20. Siempre será necesario recordar una realidad que tendemos a olvidnr. también en el uso de los carismas. Hay aquí una lección para tocio apostolado. Enviado a misionar, el apóstol recibe de Cristo un poder maravilloso, poder de expulsar el mal y de hacer penetrar el bien en las almas. 3. Puntos para Recordar En toda acción carismática nunca faltarán: Io. El contexto religioso, en especial la fe en que Dios es quien actúa. 2o. La docilidad en la persona usada como instrumento por el Señor para responder a la inspiración de Dios. 3o. La colaboración de la misma persona (del carismático) que pone un acto humano adecuado. De aquí se deduce que no se trata de una acción carismática:

Io. Cuando el contexto es enteramente profano, v. gr. una exhibición parasicológica. 2o. Cuando el agente humano se cree dueño del poder. Como un mago. 3o. Cuando la acción es motivada exclusivamente por iniciativa propia, V. gr. celo indiscreto, emotividad, exhibicionismo, etc. 4o Cuando se le atribuye al acto humano, en sí .mismo, una eficacia infalible, v. gr., en los actos supersticiosos. Pero ese poder no puede ejercerlo sino manteniéndose en contacto con el Señor mediante la oración. Fuera de ese contacto, no puede llegar a las almas que esta encargado de acercar. Si confía en si mismo, va al fracaso. Toda su confianza debe ser puesta en el Padre y demostrarse por un recurso incesante a El, por una súplica constantemente renovada. La curación de un enfermo, es una... acción divina a través de los elementos humanos. A veces, esta acción parece proporcionada a los elementos humanos (aunque estos son usados por el Señor). Entonces no debemos hablar de milagro. A veces la acción excede tanto las fuerzas de la naturaleza, que el milagro es indudable. Prescindimos de definiciones teológicas. Hemos de ser muy cuidadosos de no poner el rótulo de "milagro" a cualquier intervención de Dios. Mientras no conste, al menos por el testimonio de algún médico competente que suele expresar con fórmulas diversas su opinión, de una acción que sobrepasa las fuerzas de la medicina, debemos abstenernos 'de hablar de "milagro". Esto no quita nada al efecto de la acción divina ni disminuye el carisma. 5o Cuando supuestamente no hay colaboración humana, v. gr. en el "espiritismo", en el que la persona pretende que es sólo un médium y que actúa en él un espíritu. 4. Los carismas requieren la disponibilidad de la persona para ser incorporada por Dios a una obra de El en bien de la comunidad a)

Aunque al hombre se le suele considerar como una estructura compuesta, hay en él una unidad vital que puede decir "yo". Este actúa con diversa- capacidades y en diversos planos, pero con resonancia en toda la personalidad por su condición unitaria, con un núcleo intimo: lo más profundo del ser que unitiva todo el conjunto.

b)

El "carismático" colabora con el Señor; es trasmisor de su amor y poder a los demás. El es la fuente, el hombre es el canal; El es la energía, el hombre es el cable conductor. Por eso, siempre será verdad que el autor de los carismas y de su. eficacia es Dios, pero ha dispuesto valerse del hombre como instrumento colaborador que, libremente, quiera hacerse disponible y prestarse a ser usado por El.

c)

Todo acto humano envuelve varios planos de su psiquismo: conceptual, emotivo, tísico, para sicológico. Pero, ordinariamente, predomina uno sobre otros. Esto se observa también en las manifestaciones carismáticas: hay un predominio de l" emotivo, por la compasión, en una oración de sanación o de intercesión etc. La variedad es grande.

d)

Toda manifestación carismática es una comunicación que se efectúa en diversos planos humanos. Uno t.E estos es el espíritu (que se abre a lo sobrenatural, a la acción de Dios), Este no puede faltar para que haya verdadero carisma. Para colaborar con Dios, el "cansmático" concurre con toda su personalidad que incluye, necesariamente, lo espiritual. El efecto de la acción conjunta: Dios y el hombre, se puede llamar extraordinario al superar la capacidad de la persona.

En realidad, toda acción carismática tiene algo de extraordinario, no sólo porque la capacidad humana es asumida, "vivificada" por el Espíritu, sino también porque es "signo" al hacer presente y perceptible el Espíritu de Cristo. Todos los carismas son señales expresivas del poder y del amor del Señor (no importa que sea "milagro" propiamente tal o una intervención fuera de lo ordinario, de algún modo). e)

En el carisma concurren lo humano y lo divino. Es una colaboración entre la acción de Dios y la del hombre que se presta, en disponibilidad, a ser usado.

f)

Por ser diversos y diversa la intensidad de los elementos humanos que intervienen en los carismas, junto con la acción de Dios, y por estar también el hombre sujeto a influencias no sólo de sí mismo, sino también del espíritu maligno, los carismas necesitan estar bajo el control del discernimiento.

g)

Todo cristiano, por el hecho de recibir la misión de contribuir al crecimiento de la comunidad en Cristo, esta llamado a ser receptivo para colaborar con Dios. Y, si lo somos. El actuará a través de nosotros.

h)

Esta misión, al formar parte de nuestra personalidad total, nos manifiesta que los carismas no son superestructuras ajenas, añadidas, sino que son una función armoniosa de nuestra personalidad que goza, en algunos casos, de la unción del Espíritu Santo (aludimos con esto al doble elemento: el permanente y el ocasional, ya tratados). Esta unción, no sólo no deforma la acción humana sino que le infunde, al ser activada por el Espíritu, un dinamismo especial concurrente a la obra de Dios, como instrumento de El, cuándo y cómo quiera él que es Señor de todo. (En este apartado hemos seguido muy de cerca al P. Carlos Aldunate, en su libro: "Carismas, Ciencia y Espíritu", Santiago de Chile, 1979, 57-74)

i)

Consideraciones de importancia. Es cierto que el Señor da los carismas cuando y a quienes le place y que, muchas veces, escoge lo débil de este mundo para confundir lo fuerte (1 Cor 1,27).

Pero no podemos olvidar los frutos que son necesarios para dar validez a los carísimas. Esto no se hallará si personas incompetentes intentan actuar. La razón es obvia: los carismas funcionan en personas concretas. Si, pues, alguien es incapaz de realizar una tarea, si no posee la aptitud natural que supone el carisma., de hecho, no lo tiene. Es cierto que el Espíritu que actúa en el carisma puede suplir la falta de cualidades naturales en casos extraordinarios. Pero cualquier persona sensata ve que es imprudente arriesgarse. Así, sólo es prudente juzgar que un sujeto ilustrado sea receptor del carisma de la enseñanza; que una persona emocionalmente equilibrada, sea escogida para aconsejar, etc. Este es uno de lo criterios básicos del discernimiento a la hora de discernir los carismas de la persona. El hecho de no ser realmente ilustrados, no indica la ineptitud para recibir ci carisma de la enseñanza. Se trata de poseer las cualidades naturales. Pueden tenerse, pero necesitan el cultivo para facilitar que aquellas sean asumidas y vivificadas por el Espíritu y se dé el carisma. 5. A modo de resumen

a) Carisma:

Un carisma es una "gracia especial", en el sentido de que equipa a la persona de un modo particular para una forma particular de servicio. Como el texto conciliar dice (LG, 12), esta gracia hace a las personas aptas y prontas (disponibles) (aptos et. promptos). Un carisma pues, como es entendido por el Vaticano II, puede ser descrito como una gracia que da capacidad; disponibilidad para alguna especie de servicio que contribuyo a la renovación y edificación de la Iglesia.

b) La actividad carismática:

Entiendo que es importante distinguir entre el carisma como tal, y la actividad carismática en la que el carisma es ejercido. El carisma como tal es un don de gracia, es la gracia-factor que entra en la actividad carismática. Pero el no es el único componente de esta actividad. En cada caso, el don de gracia presupone fortalecer y perfeccionar Ja capacidades naturales que va están presentas. La "gracia especial", que es el carisma como tal, añadirá alguna nueva capacidad y una nueva disponibilidad para realizar la actividad para la que se dio. A causa de esta gracia-factor. La actividad puede ser descrita, con todo derecho, como "carismática". Pero ella envolverá los dones naturales de la persona y sus talentos. c) A.cción carismática y disponibilidad: Respecto de la clase de capacidad que el carisma añade a los talentos o capacidades naturales, podemos establecer algunas normas orientadoras:

• •

En general, dependerá de la naturaleza de la actividad carismática para la que se daría la "gracia especial" o carisma. La experiencia nos indica que variará, por ejemplo, cuado se trata del carisma de la enseñanza y del carisma de curación y de milagros.

En el primer caso, añadirá poco a las capacidades naturales de la persona. Una nueva disponibilidad para emplear su capacidad natural en servicio del pueblo de Dios; una nueva efectividad para enseñar con convicción en materia de fe. Habría que añadir también una nueva capacidad para enseñar con el empleo de recursos humanos que hagan su enseñaza asequible al auditorio concreto que la recibe. A su vez, los carismas de curación v de milagros añaden mucho más a la capacidad natural de la persona que es usada como instrumento de tales dones. Es una mala comprensión del carisma identificarlo con las capacidades naturales de la persona, por más que éstas entren en la actividad carismática, como soporte o cimiento en el que se apoya y se ejerce el carisma. Los naturales provienen, en general, de nuestros padres, no de la gracia; los segundos, son un don del Espíritu.21 6. La importancia de los carismas en la renovación de la Iglesia El tema es, por demás, interesante. Pero aquí solamente indicaremos algunas ideas y echaremos mano de algunos textos sin amplificarlos. 21. F. A. Sulliván, o.c., 14. A. La Iglesia es carismática desde la base a)

El decir, lo es desde su raíz, en su misma esencia. La Iglesia, con el mismo derecho con que proclama ser, en su esencia íntima, sacramental y jerárquica, añrma ser esencialmente carismática. El Espíritu Santo habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (1Cor 3, 16; 6, 19). (...) Guía a la Iglesia a toda verdad (Jn 16,13), la unifica en la comunión y ministerio, la promueve y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (Ef 4,11-12; 1 Cor 12, 4; Gal 5, 22)22

b)

El Vaticano II afirma, con toda precisión, que la obra salvífica continuada en la iglesia, se realiza en la Liturgia, de la cual los sacramentos, de un modo especial la Eucaristía, son los vehículos ordinarios de la gracia.23 Igualmente afirma que la iglesia de Cristo es, a la vez visible y espiritual. En esta afirmación se contiene una confesión explícitade la doble realidad jerárquica y carismática al menos implícita: la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento

humano y otro divino (...) La articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su Cuerpo" (! 4, 16).24 c) Es carismática, porque en la iglesia el Espíritu Santo, dador de los carismas (lCorl.2,7-11), va acompañado de sus dones. Vive en la Iglesia y actúa en ella con la fuerza de sus carismas. Esto es lo que el Vaticano II afirma tan rotundamente cuando habla del Espíritu Santo, enriquecedor de los fieles con sus carismas, para la edificación de la misma Iglesia en la caridad (LG,12) (AA, 3, PO, 9 etc.).

22. LG, 4. 23. SC, 6. 24. LG, 7. La evolución post conciliar está fuertemente marcada con la nueva apertura a los carismas y "muchos advierten en ella el signo mas prometedor de la renovación de toda la Iglesia".4 d)

El hecho de que la Iglesia entera sea carismática, implica el que la renovación de los carismas no puede ser la especialidad de grupos pequeños dentro de la Iglesia, es una tarea y deber de todo cristiano (Cf. A A, 3). Con esto no se niega el que, inicialmente y quizás de modo mas intenso, no puedan florecer en tales grupos. Pero es necesario no aplicarlo exclusivamente a ellos. Toda la Iglesia está comprometida en la tarea: a toda ella incumbe renovarse seriamente en este campo.

B. Consecuencias Es hecho de que la Iglesia sea carismática, arrastra consigo unas consecuencias sumamente importantes. a) Urge el que discreta pero seriamente se fomenten los carismas. No sólo para que se manifieste esta dimensión esencial de la Iglesia, sino también para esta misma Iglesia se beneficie del poder de los carismas. Siendo esencialmente misionera, necesita de la fuerza del Espíritu que se manifiesta en los carismas. b) En nuestra época, de tan fuerte signo técnico que se realiza al margen del designio de Dios en el perfeccionamiento del mundo, se da una razón especial: Evitar la marginaáón del Evangelio y que la influencia no se reduzca a unos grupos aislados. El dinamismo del Espíritu quiere abrirse paso y actuar poderosamente. Para esto necesita ser acogido El, antes que nada y en primerísimo lugar, pero también El en sus carismas. c) El Espíritu Santo, cuando se le da paso en nuestras vidas y nos abrimos a su acción, pone unas nuevas energías espirituales, suscita un fuerte optimismo gozoso, un espíritu misionero, un amor y un deseo inusitado de colaborar con la Iglesia para que ella, a su vez, sea el fermento de que nuestro mundo necesita urgentemente. "Lo que es dado en el bautismo en el Espíritu constituye un acontecimiento del todo personal en la historia de la propia vida (sostenido por la ayuda de los demás), pero las fuerzas ahí liberadas sirven principalmente para el servicio a la Iglesia. ¡Lo que nace de ahí no es una nueva Iglesia carismática, sino una Iglesia carismáticamente renovadal Por eso, la Renovación Carismática se comprende a sí misma como un movimiento no cerrado, con su mentalidad particular, un ritual, sus propios modelos de comportamiento, etc., sino como un servicio a los servicios todavía dormidos".26 Como se ha dicho, en la Renovación Carismática hay elementos esenciales y opcionales. Hacia los primeros se orientan los segundos y se hallan estrechamente unidos a los mismos. El intento de la Renovación es que la Iglesia sea carismática en el sentido de que los elementos esenciales se den y se vivan en ella por la fuerza del Espíritu, actuante en poder por sus carismas. A ello contribuyen los elementos opcionales. Nos parece oportuno remitir a las "Notas" el excelente resumen del P. Y. Congar sobre el sentido, de los carismas.27 26. H. Muhlen, o.c., 253; Cfr., el notable capítulo de H. Schumann. "Los dones del Espíritu", en: "La Iglesia del Vaticano II" (G. Barauna), Juan Flor 572-602. 27. "Respecto de los dones o talentos que vienen de la gracia de Dios, nos dice San Pablo: 1) que son distribuidos por el Espíritu "según su voluntad"; 2) que son diversos; da varias listas de ellos, que no pretenden ser exhaustivas. 3) que el Espíritu Santo los da diferentes con vistas al bien de todos; es decir, para que sirvan a la construcción de la comunidad cciesial o a la vida del cuerpo de Cristo. 4) Por último coloca el don o carisma del r¡mor por encima de todos los restantes y sitúa en su justo lugar dos "dones del Espíritu" o pneumatika (1 Cor 12,1; 14,1) altamente apreciados por los corintios: el hablar en lenguas y la profecía" "Esta manera de entender los carismas como dones variados de la gracia para la construcción de la Iglesia (Cfr. 1 Pedro 4,10) se ha mantenido en el vocabulario de los Padres apostólicos, San Juan Crisóstomo, de la liturgia... y ha sobrevivido hasta nuestros días.

25 H. Muhlen, o.c. 252.

Más adelante (...) se vio en los carismas las gratiae gratis datae en el sentido de la tradición escolástica" "Los carismas en el sentido paulino han reaparecido en la teología católica contemporánea... El Vaticano II los ha reconocido ampliamente y situado en su propio lugar (LG 12; AA 3) A partir de ese momento en el contexto de una teología renovada de los ministerios incluido el del sacerdote y del obispo, se han reintroducido los carismas en la eclesiología como dones o talentos puestos por el Espíritu al servicio de la construcción de la comunidad y del cuerpo de Cristo" (Y. Congar, El Espíritu Santo, Herder, Barcelona, 1991, 64-65).

V BREVE DESCRIPCIÓN DEL "CARISMA" A PARTIR DE LA DOCTRINA DE SAN PABLO

Una vez colocados los fundamentos de los carismas en los capítulos precedentes, queremos dar un paso más. Es un tema importante y exige que sea entendido recta y profundamente. Por eso, proponemos una breve descripción del carisma, a partir de la doctrina de San Pablo. Pedimos excusas al lector por la necesaria reiteración de ciertos temas, conscientes del riesgo de selrepetitivos. 1. Diversos sentidos de la palabra "charisma" El término "charisma" se encuentra casi exclusivamente en San Pablo (16 veces) si exceptuamos una vez que se halla también en la primera carta de San Pedro (4,11). El P. Congar observa que San Pablo lo usa con tres significados. a) Carisma = gracia A pesar de que la teología clásica distingue entre carismas (=gratiae gratis datae) y gracia santificante, es decir, gracias que el Señor concede para poder ayudar a los demás (carismas) y gracias que concede para santificar la persona a la que es concedida (gracia santificante), el P. Congar observa que en las cartas paulinas (y también en 1 Pedr 4,11) el término carisma, carismas (charismata), es siempre puesto en relación con gracia (charis). Es decir, el carisma es siempre algo que depende de la gracia. Son especialmente iluminadores tres pasajes: — Rom 12,6. "teniendo carismas diferentes, según la gracia que nos ha sido dada"

— 1 Cor 1,4-7. "la gracia de Dios (chatis) que os ha siclo otorgada en Cristo Jesús ...así, ya no os falta ningún carisma a los que esperáis la Revelación de nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor 1,7): cada cual tiene ele Dios su carisma: unos ele una manera, otros de otra".

— 1 Cor 12,4. "hay diversidad de carismas. pero el Espíritu es el mismo", es decir, el Espíritu Sanro presente mediante su gracia.

Por lo tanto, los carismas no son dones dados a algunos cristianos privilegiados, sino a todos los cristianos (diversos en cada uno) en base a la gracia dada en el bautismo. Son dones y talentos, dice el P. Congar que hay que poner al servicio de la construcción del Cuerpo de Cristo, para que cada uno pueda colaborar en la obra de salvación.

b)

Carismas = manifestaciones sensibles del Espíritu

Tenemos este significado en 1 Cor 12,7; "A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común". El P. Congar observa que esta definición es la que caracteriza a la Renovación llamada carismática. El escrito entregado a l o s periodistas por ios responsables del Congreso Mundial de la Renovado n, ceieoracio en Roma en Pentecostés de 1975, caracterizaba la Renovación Carismática como "un lugar en que se manifiesta de manera sensible la acción del Espíritu".

c) Carismas = manifestaciones extraordinarias del Espíritu

Desgraciadamente, dice el P. Congar, a menudo se identifican los carismas con las manifestaciones extraordinarias y espectaculares del Espíritu, como el hablar en lenguas, la profecía, las curaciones, los milagros; esta definición se encuentra también en autores que gozan de prestigio no inmerecido y hasta en algún documento eclesiástico. Pero el teólogo observa que San Pablo llama a estas manifestaciones extraordinarias con el termino pneumaticá (1 Cor 12,1 y 14,1), que se convierten en carismas sólo cuando se hacen útiles a la construcción de la comunidad, de la Iglesia; entonces son dones hechos según la gracia salvíñca: charismata". La confirmación de lo que dice el P. Congar, la encontramos en el llamado texto sobre los carismas del Vaticano II, LG,12)1 2. Características del "carisma" A. Los carismas son para el crecimiento en la caridad de la comunidad cristiana a)1 Cor 12}7: El fin de los carismas Quien es agraciado por el Señor con un carisma y lo ejerce en su nombre, no lo hace para bien personal. El carisma en su finalidad fundamental y, por lo tanto, en su ejercicio, se da para "utilidad común o edificación". Esta utilidad común, San Pablo la expresa en su más alto y determinante grado de eficacia a lo largo de todo el capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios, el cual se resume en el crecimiento en la caridad de la comunidad cristiana. Como una consecuencia obvia de esta afirmación, se impone considerar los carismas esencialmente subordinados a la caridad y a la gracia personal, en cada fiel. Este, repetimos, es el fin supremo a que se orienta su ejercicio.

Lo que importa, por consiguiente, no son los carismas en sí, desligados de esta finalidad suprema, aunque se trate de los más extraordinarios. San Pablo, en el citado capítulo 13, nos quiere dejar bien claro, aún a través de expresiones drásticas y vehementes, que el más simple acto de fe o de caridad está por encima de los carismas más eminentes. b) 1 Cor 14,1: Los carismas, normalmente, deben proceder de la superabundancia de la calidad. La unión que establece el apóstol entre carismas y caridad indica que la vía normal del ejercicio de los carismas debe ser la superabundancia de la caridad. Es decir, si el amor es un don que el Espíritu Santo ha derramado en nuestros corazones (Rom 5,5) éste debe ser buscado y acrecentado constantemente. 1. G. Mercuri, "significado de la palabra 'carisma' y 'carismático'," en: Koinonia, n 76, marzo-abril, 1989, 7-8 Las referencias que el autor hace al P.Y. Congar, se encuentran en "Je Crois en l'Espirit Saint", II, Les edit. du Cerf, París, 1979, 193-240. Y uno de los modos de buscar y crecer en el amor es, precisamente, el ejercicio de los carismas. La caridad no actúa automáticamente. Tiene sus maneras, sus canales; el hombre debe poner de su parte cuanto le corresponde; y entre las maneras diversas una, ciertamente eminente, es el ejercicio de los carismas del Espíritu. Por eso, el apóstol exhorta a desear los carismas, para ser agraciado con ellos y poder ejercer una fina candad con los demás, usándolos para común utilidad.2 B. 1 Cor 12, 1-7: El verdadero carisma manifiesta una intervención del Espíritu Desde luego, hay que dejar bien en claro que los carismas, aun cuando la persona sea usada por el Señor con frecuencia, (o habitualmente), no son gracias estables, son mociones pasajeras, ocasionales, siempre dependientes de la gratuidad del Espíritu. Supuesta esta importante salvedad, volvemos a la afirmación de San Pablo. Son manifestaciones del Espíritu de modos diversos, pero claros, para quienes no cierran su corazón y su entendimiento. Son más o menos intensas según la naturaleza de los carismas. Así, por ejemplo, en las curaciones en las que Dios interviene de un modo extraordinario, el carisma se manifiesta de manera más intensa, poderosa y llamativa. La manifestación del Espíritu aparece más o menos pura según la acogida prestada por el instrumento o las personas a quienes va destinada. Así, en el carisma de profecía, el desvelar los designios de Dios a un grupo de oración se hará de una manera más pura cuando el profeta transmite el pensamiento divino sin quitar ni poner de sí nada, que en las ocasiones en que mezcla lo propio a lo que realmente es del Señor. Esto mismo puede aplicarse, de modo proporcional, a la acogida calurosa, en fe viva, a la Palabra de Dios de parte de la asamblea de oración. Es una manifestación del Espíritu, porque e] carisma, actuado por El, tiene en su esencia la misión de tocar el corazón de las personas beneficiadas y de los testigos cuando éstos abren sus corazones a la acción de la gracia. 2. G.T. Montague, "The Holy Spirit", Paulist Press, N.Y., 1976, 172-173. Aquí, por lo tanto, juega un papel capital, la disposición interior de aquellos a quienes se destinan, de un modo o de otro. No es fácil determinar siempre cuál es y hasta dónde llega la acción del Espíritu Jn 3,8). Sin embargo, el alma abierta al Espíritu, percibe, quizá indefinidamente, que en el acontecimiento, en la curación, en la manifestación del designio de Dios, en el consejo recibido... hay una realidad que escapa a los sentidos, que está más allá y supera lo que se puede atribuir a la naturaleza. Percibe que el soplo del Espíritu está presente y actuante, aunque, concretamente, no sepa razonar ni dar explicaciones precisas de ello. Es Dios que está a la obra y eso, exactamente, es lo que acierta a intuir, a percibir en lo profundo de sí. Más allá del soporte del carisma: la palabra, el gesto, la enseñanza, el acontecimiento... se da una realidad viva que no viene del hombre, de sus cualidades, de su actuación, sino de aquél que está sobre el hombre, supera y rebasa con su poder y su amor. Los carismas, por lo tanto, son "signos" del Espíritu. El Vaticano II no deja lugar a dudas sobre este punto, en las numerosas afirmaciones que hace. Citamos, solamente, por vía de ejemplo, algunas de ellas: LG, 12; PO 9; AA3. Los carismas son un signo de la libertad del Espíritu. El no se contenta con prodigar su acción por los sacerdotes a través de un sacramento, ni ésta se reduce a los diversos sacramentos instituidos por Jesucristo. También actúa su influjo a través de los carismas que confiere gratuitamente a su Iglesia y a los fieles, para que contribuyan a su "edificación en el amor". Son un signo del Espíritu también porque dan una prueba experimental a la Iglesia de Su presencia en ella. Cumple lo que Jesús con toda seriedad, prometió a sus discípulos la noche de Su pasión (Jn 14,16), en los momentos más decisivos de Su vida: permanece siempre con ellos, en la presencia actuante de Su Espíritu, que se manifiesta en la donación de los carismas. Los carismas, como signo de la libertad del Espíritu y de su presencia en la Iglesia, existirán siempre. Es igualmente poderosa la razón de la pedagogía divina que ha elegido asistir a su Iglesia de maneras diversas y eficaces. Lo es, del mismo modo, la razón, confirmada por el tiempo, de que la presencia de los carismas en la Iglesia se hace especialmente notoria en los tiempos difíciles de esta. En la explosión carismática de nuestros días hay que tener muy presente esta situación real de nuestro mundo y de la Iglesia. Es la providencia de Dios que vela paternalmente por la Iglesia de su .Hijo, Cristo Jesús. La historia accidentada de persecuciones, crisis, épocas difíciles, nos lo confirma. Por eso, hemos de acoger con agradecimiento los carismas y llenarnos de confianza en la promesa de Jesús, que se hará sentir en la presencia del Espíritu, de modos diversos y también por los carismas.3

C. Ef 4,16; Gal 5,22: El reconocímiento de los carismas Se puede pecar por dos extremos; por considerar como carismas cualquier cualidad personal eminente: política, económica, médica, etc. O, por el contrario, encasillar a los carismas dentro de manifestaciones preternaturales excepcionales reservadas a los santos. Entre ambos extremos hay un camino que nos permite reconocer los carismas como acciones del Espíritu. No podemos olvidar que El se sirve de ios medios personales: intelectuales, afectivos, psicológicos aun corporales para que el hombre coopere voluntariamente a la acción del Espíritu. Pero éste puede, libremente también, negarse a ello. a) Hay diversos modos de reconocer un carisma: uno de ellos es esa forma casi inexpresable, ya indicada, que está presente en el acontecimiento, en el hecho, en el gesto, en la palabra... es una especie de irradiación espiritual, más o menos intensa que, si no siempre, sí tiene lugar frecuentemente, para testificar la acción del Espíritu. No es un modo confiable a la hora de discernir un carisma. Son elementos subjetivos no despreciables que cobran mayor valor unidos a otros elementos o criterios objetivos de discernimiento. "La apreciación subjetiva más segura (relativamente) de la validez de un carisma, me parece ser la simplicidad, la justeza de todo coa la que se da, aún en los casos en los que se trata de algo no habitual".4 b) La autenticidad de los carismas hay que buscarla, sobre todo, en los criterios objetivos, no en el sentimiento personal ni aun

colectivo. Un elemento valioso del discernimiento es lo que podría llamarse el "contexto": es decir, el marco de paz, de amor cristiano, de oración, de orden. Cuanto decimos sobre el buen uso de los carismas, es aplicable aquí, a la hora de discernirlos. Otro criterio común, de algún modo aplicable a todos los carismas, es el que se propone cuando se trata de discernir al verdadero profeta por su vida: aquí será la santidad de vida de quienes los ejercen; su comunión espiritual con sus hermanos en Cristo. Sin que el ejercicio de los carismas suponga una mayor santidad de vida, una vez agraciados con ellos, la acción del Espíritu debe manifestarse en la progresiva transformación en Cristo. La perícopa citada a los Efesios (4,16), está señalando a otro criterio de discernimiento: a la realidad de formar un solo cuerpo en la multiplicidad de miembros, está apuntando al hecho de que los carismas se apoyan en otras gracias y ministerios y deben hallarse en armonía entre sí dentro de la comunidad eclesial. Por eso, los carismas auténticos han de estar en íntima relación y amistad con la institución, por más que puedan darse situaciones de cierta tensión que la obediencia y el amor han de tratar de solucionar. Pero el criterio fundamental para discernir la autenticidad de los carismas será siempre el nacimiento, el crecimiento y maduración de los frutos. “En última instancia, todos los dones, desde los más apetecibles (la profecía) hasta el último de la lista (el de lenguas), se desvanecen en la insignificancia cuando falta la caridad fraterna" (cfr. 1 Cor 13, 1,3,8)

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c) San Pablo enumera con precisión los criterios de discernimiento de los auténticos carismas, su buen uso.

4. A-M., de Monleon, "Charismes et Guerison" II est vivant, n. 50, abril, 1985, 13. 5. A. Fermet, "El Espíritu Santo es nuestra vida", Sal Terrae, Santander, 1985, 123-124. -

Siendo dones de un único Espíritu, tienen que prestarse a un reconocimiento recíproco en su multiplicidad y diversidad (Rom 12,6; 1 Cor 12,4).

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Tienen, desde luego, que hallarse en concordancia con la fe de la Iglesia; de otro modo, habría contradicción en la obra del mismo Espíritu (Rom 12,6).

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Deben hallarse insertados en el orden de la la Iglesia y de su celebración litúrgica. Puesto que Dios es un Dios de orden, cuanto suscita el Espíritu, tiene, necesariamente, que llevar el signo de Aquél a quien manifiestan (1 Cor 14,26ss.).

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Han de ser "para provecho" de la Iglesia, esto es, para edificación de cada uno de sus miembros, para crecimiento y transformación en Cristo y para tornar eficaz el ministerio, el testimonio, la predicación (1 Cor 14,26; 1 Cor 12,7) vCfr. Jn 15,26s.; Hech 1,8).

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Pero hay un criterio que se halla en la base de todo: se da carisma tan sólo allí donde no reinan "envidias y discordias" (según 1 Cor 3,1 ss.), sino donde reina el amor, aquel "camino más excelente" que propone Pablo en 1 Cor 13, cuando habla de los carismas.

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El amor es el que hace que los carismas sirvan para "provecho". El carisma verdadero es un don de amor dci Espera. Todo lo demás es posible que. resulte impresionante o extraordinario, incluso palabra y obra poderosa, pero no pasará de ser retórica que acabará por hacer daño a la Iglesia.

d) En cuanto a quienes son los llamados a juzgar o discernir esta autenticidad, se ha desarrollado en otra parte a la que remitimos. Resumiendo lo que allí se trata más ampliamente, hay que decir: se incluye por orden de importancia, de menos a más, una persona concreta, con garantía probada de discernir; a la asamblea que, en su reacción, por el impacto causado, prorrumpe espontáneamente en acción de gracias y alabanza o tiene una acogida silenciosa pero vuelta al Señor en agradecimiento y amor; al equipo dirigente que guía la reunión de oración al que se supone debe estar preparado y entrenado para discernir. En último término, pero con la mayor autoridad del Señor, están los rectores (1 Tes 5,12; LG, 12; AA 1,3), a quienes Dios ha confiado la misión de guiar a su pueblo y, por lo tanto, de discernir lo bueno de lo malo; lo auténtico de lo ficticio o falso. 6. A-M., de Monleon, a.c., 10-14

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VI DEFINICIÓN DE LOS CARISMAS SEGÚN 1 COR 12, 4-11

1. Tres palabras de contenido diverso y complementario San Pablo, antes de darnos lo que podríamos llamar su definición de los carismas, nos entrega tres vocablos que describen los dones del espíritu de tres maneras distintas y complementarias a la vez (I Cor 12,4-6). a) Carismas. El término carisma significa la fuente de los dones: la gracia divina (jaris) que se hace concreta y que proviene del Espíritu de Cristo. Son el efecto de la gracia de Dios que los da en Jesucristo de manera absolutamente gratuita. b) Ministerios o servicios: Denotan los modos en que los carismas se hacen reales en la práctica (1 Cor 12,5). Las misiones precisas desempeñadas a favor de la Iglesia, a veces, de un modo duradero (Rom 11,13); a veces, de un modo menos estable. (1 Cor 9, 12-13) 1 c) Operaciones: Expresan la acción de Dios que, de manera tan especial, supera la acción del hombre. "Cuando un cristiano ejercita un carisma, está actuando como un miembro del Cuerpo Místico de Cristo, es jesús mismo que obra a través de esta persona: (Gal 2,8; Ef 1,19; 1 Cor 12,6).2 1. F. A. Sullivan, o.c.,29 2. A. Bitlinger, "Gifts and Graces", William B. Erdemans Publishing Company. Grand Rapids, Michigan, 1976, 21; Cfr. J-C. Caillaux, "Un surire de Dieu", Pneumatheque, París, 1975, 154-155. Estos tres términos, por lo tanto, no describen tres categorías distintas de carismas. Con la diversa designación se pretende enfatizar otros tantos aspectos: todos ellos son dones de la gracia (carisma); todos se orientan, se dan para el servicio (ministerios o servicios); todos son obra del poder divino (operaciones).3 San Pablo parece, igualmente, atribuir cada aspecto mencionado, al Espíritu, a Jesucristo, al Padre (1 Cor 12, 4-6). En realidad, todos son obrados por cada una de las personas, pero, aunque se puedan intercambiar los tres términos, el Apóstol los atribuye a diferentes personas de la Trinidad: -

Los carismas son atribuidos al Espíritu Santo: es el don de Dios por excelencia (1 Cor 12,4).

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El tiene una relación especial con la inteligencia: la ilumina para que capte la revelación, para que alabe al Señor, para que descubra las argucias del mal. A estas funciones del Espíritu corresponden los diversos carismas que San Pablo menciona en 1 Cor 12, 7-10.

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Los ministerios o servicios se atribuyen a Jesucristo, el Señor (1 Cor 12,5; Ef 4,11).

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Se supone que ser cristiano significa servir al Señor (Mt 25,21- 23); imitar a Jesús, el servidor de todos (Fil 2,6-11; Mc 10,45).4

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Las operaciones se atribuyen al Padre (1 Cor 12,6); El es el "trabajador" por excelencia (Ef 1,11;4,6; Jn 5,17).

Pero en todo hay un fuerte énfasis sobre la unidad; el mismo Espíritu; el mismo Señor; el mismo Dios (Padre). Es la igualdad en la variedad: (1 Cor 12,4-6). La naturaleza de Dios es infinitamente variada: tiene muchos aspectos. Esto aparece en la estructura del universo y en los carismas con que enriquece a ios hombres, pero las manifestaciones de éstos, son limitadas, canalizadas por el Espíritu según su voluntad.5 Carismas, ministerios y operaciones. Son tres expresiones que prácticamente, pueden utilizarse como sinónimos. 3. G.T. Montague, The Holy Spirit, 148. 4. Cfr F.A. Sullivíin, o.c., 29 5. A. Bitlinger, "Gifts and Graces", 21-22

"Los carismas son todos, a diversos niveles, ministerios, es decir, servicio de la comunidad. San Pablo pasa sin distinción de la palabra carisma a la palabra ministerio (diaconía), luego a la palabra operación (energía) para significar la misma realidad" (ICor 12,4-6).6 En las cartas de San Pablo encontramos cuatro listas de carismas, pero ninguna de ellas está completa. Vienen a ser como un muestrario de toda la gama inmensa de los mismos (Rom 12,6-8; 1 Cor 12,8- 10.28-30; Ef 4,11). Todos y cada uno de los carismas tienen a Dios por origen (Rom 12,6-9; Ef 4,11). Aunque los atribuya a las tres divinas personas, insiste en la acción especial del Espíritu Santo respecto a su concesión y a su fuente.7 2. Los carismas en San Pablo 1 Cor 12,7 A. Aclaraciones Al abordar la definición de los carismas es importante delimitar lo que pretendemos:

a) Nos limitamos a aquellos carismas, manifestaciones del Espíritu que, en la vida de la Iglesia, según el Vaticano II, LG. 17 "son gracias

especiales con las que nos dispone y prepara (el Señor) para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia". b) Por esto, aunque no sean exclusivos los dones enumerados aquí por San Pablo -sería un gran error entenderlo de este modo- sí son

dones que entran de lleno en la afirmación del Concilio, mencionada más arriba. c) Con esto se afirma que dejamos a un lado el sentido general con que San Pablo llama a cualquier don gratuito que proviene de Dios,

para centrarlo en un sentido más técnico. Dada esta limitación, la mejor definición de carismas en este sentido preciso es la que intentamos explicar. En ella todos y cada uno de los términos tienen importancia, por eso adoptamos el modo de exponerlos uno por uno. 6. D. Mollar, "La Palabra y el Espíritu", Sigueme, 1984,67 7. F. Amiot, Las ideas maestras de San Pablo, Edic. Sigueme, Salamanca, 1966, 201

B. Definición a) "A. cada cual”….(v.7) (Seguimos de cerca la amplificación de A.M. de Monleon en su libro "La experiencia de los carismas", Edit. Roma, Barcelona, 11 y 29, aludiendo con frecuencia a otras explicaciones que pueden enriquecer esta exposición precisa, clara y muy completa). Los carismas que el Espíritu distribuye tienen un carácter único y singular (1 Cor 7,7). El Espíritu, plenamente libre, distribuye sus clones a cada uno según Su Voluntad (1 Cor 12,11). Por tanto, se trata de algo enteramente gratuito: no están condicionados los carismas por la santidad de la persona a la que se otorgan, pero sí la manifiestan a menudo; o por lo menos, su buen uso debería llevar a una perfección cristiana que se manifieste ante los demás. Es una donación progresiva; la manifestación del Espíritu por ios carismas se nos da repetidas veces. Es un proceso dinámico de ser llenos constantemente por el Espíritu. Pero esto supone una apertura también constante a su acción. La gracia propia del carisma (su finalidad última) es disponerse a cooperar a la acogida y al crecimiento de la gracia santificante v.g., oyendo una enseñanza inspirada, presenciando o siendo el beneficiario de una sanación física o interior...Todo esto viene a despertar o a reavivar la obra interior de la gracia (1 Cor 14,25; Hech 3,26). A estos dos modos esencialmente di cintos de gracia los designa la teología como “gratia gratis data": carisma; y "gratía gratum faciens": gracia habitual o santificante. La gracia de los carismas no se halla tanto en su manifestación exterior, que puede ser pasajera y aun ilusoria, sino en su poder para tocar los corazones y abrirlos a Dios. Los carismas vienen al encuentro, en aquellos que son beneficiarios, de las mociones interiores de Dios. Por eso es importante que las personas enriquecidas con carismas, aquellos que sean beneficiarios, y aún los espectadores de los mismos, sean instruidos sobre este aspecto fundamental. Una catcquesis oportuna, dada a su debido tiempo, sobre todo a los beneficiarios y beneficiados preparará para la acogida de la gracia interna del Espíritu. Por lo tanto, aunque los carismas no hacen entrar en la vida de la gracia a los cjue los ejercitan, ni a los que reciben el beneficio, sin embargo, disponen a la caridad y a la eliminación de lo imperfecto por una conversión nueva o profundizada. Por más que los carismas sean otorgados una y otra vez, no son una gracia que se posea en propiedad, que uno erróneamente se pueda atribuir. Esencialmente, son mociones pasajeras, siempre nuevas, siempre gratuitas. Pero la docilidad, afinada por la experiencia, puede dar una aptitud para responder más prontamente a las inspiraciones del Espíritu. Es importante insistir en la diferencia existente entre el carisma y la vida teologal, la vida de la gracia santificante, cuyo primado lo tiene la caridad. Esta gracia constituye al hombre en una nueva categoría del ser: hijo de Dios, divinizado a imagen de Jesucristo, por el Espíritu... Los carismas se orientan hacia aquí como disposición, preparación, ayuda..., no introducen en ella, en modo alguno. Sin embargo, en el ejercicio de los carismas, la caridad tiene un puesto de privilegio: deben ser como el resplandor exterior de la caridad interior. Por eso, su uso debe ser en clima de caridad y llevar a ella por su manifestación sensible. Es cierto que los carismas no forman parte del organismo sobrenatural de la vida cristiana integrado por la gracia habitual; las virtudes infusas y los dones infusos del Espíritu Santo. Ni son gracias actuales en el sentido que éstas tienen en su referencia con la gracia habitual. Lo son en cuanto que se cuentan entre las donaciones gratuitas y su finalidad última se orienta a la gracia santificante. Sin embargo, hay una armonía profunda entre los dones del Espíritu y los carismas. Por lo tanto, hay un "parentesco" próximo entre los dones: disposiciones sobrenaturales de docilidad a las mociones del Espíritu y la docilidad de la escucha interior que supone el ejercicio de los carismas. Por ello, es lógico que la entrada en el ejercicio de los carismas suponga en la vida del creyente un umbral espiritual que hay que atravesar, un aumento de gracia que pertenece al orden de una nueva "misión" invisible del Espíritu Santo. Los carismas no son en sí, "intrínsicamente", sobrenaturales, como la gracia habitual; lo son "extrínsicamente" en cuanto que tienen un agente sobrenatural (el Espíritu Santo) y su fin es sobrenatural (poder tocar los corazones y abrirlos a Dios). Por más que los califiquemos como "sobrenaturales", no los entendamos como algo sobreañadido a la naturaleza. Los carismas, para ser tales, requieren la "vivificación" de las capacidades naturales por el Espíritu Santo.

En este sentido, podemos afirmar que los carismas liberan y complementan los dones naturales. Afectan, pues, a toda realidad humana individual y colectiva. El Espíritu Santo, para manifestarse, se servirá de todas las facultades o recursos espirituales, psicológicos, afectivos, intelectuales del hombre, de sus talentos, cultura, temperamento. Los mismos recursos psicológicos se orientarán de manera diversa en cada caso. Los carismas no están contenidos en las virtualidades de la gracia ni en el desarrollo normal ele esta. Requieren, en cada caso, una intervención directa de Dios. Esto no quita en nada su importancia y valor como pertenecientes esencialmente a la estructura carismática de la Iglesia. b) "...se le manifiesta el Espíritu..." (v.7) En el caristna hay una triple manifestación: se manifiesta un don de gracia, se manifiesta el Espíritu, se manifiesta a Cristo. Se manifiesta a Cristo, pues la obra del Espíritu no se detiene en El, sino que se orienta a dar testimonio de Cristo Jn 16,26), glorificándolo; los carismas —obra del Espíritu— deberán reflejar algo de la gloria que brilla en el rostro de Cristo; algo de su paz, de su bondad, de su misericordia, de su poder, de su amor... (1 Tim 3,16). Así, manifiestan a Cristo presente en medio de nosotros (Col 1,27), en su Espíritu. Cristo se manifiesta en la palabra predicada; en el testimonio sobre Jesús (Col 4,4; Hech 1,8;3,15-16, etc.). porque tos carismas son dados también para apoyar y dar credibilidad a la predicación del Evangelio; para vitalizar el testimonio. Con el Espíritu es ungido todo el Cuerpo de Cristo: Cabeza y miembros. Así, la manifestación del mismo se hace a través del velo de la carne (Hebr 10,20). Así, los carismas participan, como manifestación del Espíritu, de la gloria del Hijo y, a su vez, la manifiestan, en su fragilidad pasajera. Así se comprende que el criterio fundamental de discernimiento de los carismas es la manifestación del "Señorío de Jesús", con cuanto éste implica (1Cor 12,3). Toda tendencia que se evada de esta glorificación (Gal 1,8) en el ejercicio de los carismas no puede provenir del Espíritu Por eso, el criterio de discernimiento fundamental mencionado es si aparecen y van creando las virtudes de Cristo, especialmente aquéllas que realizan, profunda y concretamente, su plan de vida: vivir la voluntad del Padre por el amor, la obediencia y la humildad. A la larga, no pueden faltar en el beneficiado por los carismas, si hemos de juzgar que llevan el sello de lo auténtico o que se usan debidamente. A medida que se va adquiriendo experiencia con el uso de los carismas, éstos resultan más frecuentes, regulares, poderosos. Así manifiestan más profundamente la gloria, el poder y el amor del Señor glorificado. Los carismas tienen un aspecto eminentemente escatológico, en cuanto que "nos han sido dados en la espera del Regreso del Señor" (1 Cor 1,7). Una vez que haya llegado la plenitud de Cristo, cuando El se haya manifestado plenamente en sí, y en su Cuerpo Místico, los carismas desaparecerán, al igual que la fe y la esperanza por la posesión de Aquel a quien se orientan (Ef 4,12-13; Col 3,4). Se manifiesta el Espíritu, pues al manifestar a Cristo y Su gloria, no puede menos de manifestarse el Espíritu que habita en plenitud en su Humanidad. Debe hacerse, sin embargo, una precisión: los carismas no manifiestan al Espíritu en Persona, sino que significan su presencia y actuación. No cabe, pues, posibilidad de identificación entre los dones y el Dador. Así, los carismas, en frase feliz de Monleón, " no constituyen una misión visible del Espíritu, sino que están en continuidad con Pentecostés, y constituyen una especie de huella permanente en la Iglesia de la misión visible de entonces''. De aquí la importancia de creer, aceptar, discernir, usar debidamente los carismas, sin extinguir el Espíritu que los reparte como quiere (1 Tes 5,19-20). Como signos que son de la presencia del Espíritu, lo que se dijo de los carismas como manifestación de Cristo, podemos afirmarlo del Espíritu. Si son auténticos, tienen que llevar la marca del Espíritu: su verdad, su amor, su servicio de caridad, su orientación a la gloria del Padre, su alabanza... Por eso, sería un error confundirlos o asimilarlos con ios talentos naturales, sin más, al margen de toda vivificación de los mismos por el Espíritu. Otra conclusión: los carismas, como manifestaciones del Espíritu, son reconocibles por sus frutos: por los que son propios del Espíritu. He aquí un criterio de discernimiento que debe ser siempre actual. El Espíritu mismo, infinitamente libre, que sopla donde quiere {Jn 3,8) y es inasible en sí, actuará de modo muy diverso: fuerte o delicadamente; de repente, o progresivamente, pero siempre llevando la marca del Espíritu que es de paz, de amor, de orden, revelador de Cristo, de entrega a los demás... Para el discernimiento de los carismas nos es indispensable discernirlos en el Espíritu (1 Cor 2,4). La mirada demasiado humana nos impide u obstaculiza reconocerlos (1 Cor 2,11-12.14). Esta afirmación no excluye Ir, colaboración de nuestras facultades y dones humanos, ejercitados en la fe y en colaboración con el Esníritu de Cristo. c) "...para provecho o edificación común" (v. 7). Los carismas no existen para construir individuo en primer lugar, aunque su virtualidad recaiga sobre él y lo "edifique" también. Existen para "construir" en la caridad todo el Cuerpo de Cristo (1 Cor 14,26; Ef 4,11-16). Podemos, pues, afirmar que los carismas, en su ejercicio, están orientados hacia la restauración de la obra de Dios en la creación. Y

esto aun cuando el individuo que colabora con el Espíritu no sea consciente de ello. Insistiendo en este pensamiento capital: los dones espirituales, en su gran variedad, sólo existen en razón del objetivo de servir al Cuerpo en su unidad (1 Cor c. 12-14; Rom 12,4-6; Ef 4,11-1 6). En los textos citados se percibe claramente su relación en el contexto del cuerpo. Creemos que esta interpretación común del pasaje paulino (1 Cor 12,7) no se opone sino que se puede conjugar con la que ofrece E Sullivan. Para él hay que interpretarla de un modo general: que el carisma sea "provechoso". El que el favor recaiga sobre el individuo o la comunidad, entra como especificación. De otro modo, sería difícil entender por qué se halla incluido el carisma de hablar en lenguas entre los dones espirituales y por qué el apóstol afirma que quien usa este don se "edifica a sí mismo" (1 Cor 14,4). 8 Se pueden conjugar ambas interpretaciones, pues no se excluyen. Los carismas son para provecho o bien de la comunidad (cabe decir de un modo especiar), pero también del individuo. Así, éstos permiten cada uno cooperar a la vicia de la Iglesia, y servir a todo el cuerpo y a sus miembros. Los carismas, vistos desde la primera interpretación, tienen una mutua dependencia: son correlativos y se ejercen en sumisión mutua en la comunidad (Fil 2,4). Unos carismas se apoyan en otros en vistas a la caridad; ella es la que realmente construye (1 Cor 8,1). En su "comunión", el cuerpo se "edifica" (Ef 4,16); es el vínculo perfecto (Col 3,14). Terminamos con esta afirmación verdaderamente alentadora de A. de Monleón: "Como Jesús, los cristianos han sido ungidos por el Espíritu para anunciar a los pobres la buena noticia con todos los gestos de salvación que la acompañan (Cfr Lc 4,18-19; Mt 15,30-31; Hech 10,36-37). Por el Espíritu Santo la acción corporal de Jesús, que pasó entre nosotros haciendo el bieni (Hech 10,38), continúa haciéndose sentir en el mundo. Los hombres necesitan percibir de una manera casi sensible una presencia del Señor; los carismas, al igual que los sacramentos son los instrumentos de esta presencia (aunque éstos sean mucho más excelentes y revelen de un modo especial la presencia actuante del Señor)". 8. F.A. Sullivan, o.c., Charisms and Charismatic Renewal, 30 Una comunidad sin carismas, sería un poco como un cuerpo privado de sensibilidad. Es cierto que la caridad tiene mucho más importancia que los carismas, como también el alma es más importante que los sentidos; pero está estrechamente relacionada con ellos. Por los carismas, se perpetúa en la Iglesia algo cíe esta manifestación de la Vida, "eso que hemos oído, que hemos visto con nuestros ojos, que nuestras manos han tocado sobre el Verbo de la vida (1Jn 1.1)". Lo que se opone a la caridad no son los carismas; precisamente tienen como objetivo "construirla"; sino el uso desordenado y pretencioso de los mismos (1 Cor 14,1). En realidad, los carismas, por ser manifestaciones del Espíritu, vienen a ser un despliegue visible de la caridad que repercute en todo el cuerpo. Como resumen'. Los elementos constitutivos del car.isma son esencialmente tres:  Es un don de Dios.  Tiene una eficacia particular.9  Es para el bien común. Para San Pablo, la palabra carisma, construida de una palabra griega "jaris", gracia, significa "don gratuito". Para el apóstol, utilizada en plural designa los dones concedidos por el Espíritu Santo para ia construcción o "edificación" de la comunidad eclesial. En este punto comunitario es donde se coloca San Pablo para definir y apreciar los carismas. Su expresión ponderada y firme lo dice claramente: "Que todo se haga para la edificación común" (1 Cor 14,26). Los carismas no tienen otro objetivo que la "manifestación del Espíritu para provecho común" (1 Cor 12,7).10 Puede suceder, -y de hecho se da- que algunas manifestaciones de los carismas se dirijan a una sola persona. Por ejemplo, una profecía. 9.

P. Chiavonc, "II Proyetto del Padre", Editrice Rogate, Roma, 1980, 10 :

10. D. Mollar, "La Palabra y el Espíritu", 66-67 También aquí se puede afirmar lo que L. Volken dice respecto de las revelaciones estrictamente privadas: "Esto (que haya revelaciones estrictamente privadas), en el sentido de que una revelación puede dirigirse a una sola persona para su bien propio. Y puede suceder que nadie más que ella tenga noticia de tal revelación. Sin embargo, la conversión o el progreso espiritual suscitado en ella por la revelación, repercute también en toda la Iglesia, a veces mediante los movimientos apostólicos promovidos por esa persona y siempre, al menos, por la oración y el sacrificio. Y si un alma que se eleva, eleva al mundo, eleva más directamente a la Iglesia". 5

11 L. Volken, "Las revelaciones en la Iglesia", Edic. Paulinas, Madrid, 1962, 235

VII LOS CARISMAS A LA LUZ DE LA PRÁCTICA Y DE LA ENSEÑANZA DE JESUCRISTO Y DE LOS APOSTOLES

1. Los carismas a la luz de la práctica y de la enseñanza de Jesucristo Omitimos, por tratarlo en otra parte, los aspectos por demás interesantes, de "Jesús poseedor en plenitud del Espíritu Santo", "Jesús dador de los carismas. jesús promere el Espíritu Santo", "Jesús da el Espíritu Santo a la Iglesia, a los bautizados, quedándose con El a la vez". A. Jesús, discreto y pródigo favorecedor de carismas No sólo porque El es quien envía el Espíritu Santo, Dador de los carismas, sino también por su mismo ejercicio, unido a los poderes que confiere a sus apóstoles y la promesa de enviar al Espíritu acompañado de sus dones, demuestra ser la persona que ha estimado en su justa medida los carismas y, que sean un tesoro abierto a sus seguidores. Mencionamos, a modo de ejemplo, algunos textos:

-

Jn 14,12: "En verdad, el que cree en mí, hará las mismas cosas que yo hago y aún mayores que éstas".1 Le 21,15: "Yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir vuestros adversarios". 2

1.

G.T. Montague, The Holy Spirit, Paulist Press, N.Y., 1976,341.

2.

G.T. Montague, o.c., 249.

-

Mt 7,22: "¿No profetizamos en tu nombre...?".3 Mt 17,19-20: "¿Por qué no pudimos echarlo fuera (al demonio)? Jesús Jes dijo: por vuestra poca fe. ..si tenéis fe (en mi poder y amor)..." 4 Mc 16,17-18: "Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre. . 5 Hech 2,38-39: Pedro en su discurso... "Conviértanse.. .y Dios les dará el Espíritu Santo. Porque la Promesa (Hech 1,8) es para vosotros y sus hijos, y para todos los extranjeros a los que el Señor llame".

B. Jesús, el supremo mamfestador de carismas Apuntamos algunas de las razones que uniremos después a las maniiestaciones carismáticas de la vida del Señor. a)

Por su primacía en todo (1 Cor 6,11).

b)

Por ser la fuente espiritual de la que todos los redimidos tienen que beber y la roca en la que todos tienen que apoyarse (1 jn

4,10-12; Jn 7,37-39; 19,34; 1 Cor 10,4; Ef 2,20; 1 Pedr 2,7). c)

Por haber sido ungido con el Espíritu Santo, Dador de carismas, desde el primer momento de su concepción y ungido

nuevamente en plenitud, para su ministerio (Mc 1,9-11;Jn 20,20-23), lleno del Espíritu, puesto que lo da. d)

Por ser Aquél sobre quien descansa (permanece siempre) el Espíritu en constante actividad y plenitud (Jn 1,32;33;3,5-8).

De todos estos se puede deducir, con toda certeza, la "centralizad" del Espíritu Santo en toda la existencia y obra de Jesús. Jesús es más que "carismático": "Paralélamente al interés de Marcos de presentarnos a jesús como una persona altamente carismática, hay otro interés: asegurar en Él el elemento pneumático (Mc 1,44; 3,11-12)

3.

Cfr. Comentario al Evangelio según San Mateo, WTrilling, II, Herder, 1970,176-177.

4.

Cfr. Comentario al Evangelio según San Mateo, p. Bonard, Edic. Cristiandad, Madrid, 1976, 388-390.

5.

Cfr. Comentario al Evangelio según San Marcos, J. Smith, Herder, Barcelona, 1967, 446.

(...) jesús no es, precisamente un carismático obrador de obras prodigiosas como otros. Es más que Eliseo, redivivo. Es el Mesías y el Hijo de Dios". 6 El capítulo 61 del Profeta Isaías nos presenta al Espíritu de Yahvé reposando sobre el Mesías que es enviado para introducir y anunciar el tiempo de la salvación. El evangelista San Lucas presenta los comienzos del ministerio de Jesús utilizando este mismo texto. Describe a Jesús, bajo el influjo y poder del Espíritu, usando este texto inaugural en la sinagoga de Nazaret para abrir el "tiempo de salvación" (Lc 4,16-22) y para asentar su programa de ministerios: predicar, liberar, sanar.

Así manifiesta el pensamiento de toda la primitiva comunidad que ve en Jesús, en realidad, el "carismático" por excelencia: enriquecido por el Espíritu con todas sus gracias y carismas y, al mismo tiempo, el primero y más insigne "pneumático": el que siempre poseyó y fue guiado por el mismo Espíritu. En el Nuevo Testamento aparecen, en cada uno de los evangelistas, marcaciones de esta realidad: cada uno de ellos nos presenta la relación de jesús con el Espíritu Santo, desde una perspecuva particular que enrk-uece y completa a los demás. Del mismo modo, la actividad cansnática de Jesús, aunque tenga un campo común, ofrece aspectos y repercusiones teológicas variadas en ellos. Prescindimos de esto; solamente indicamos algunas de sus manifestaciones y, aún éstas, las limitamos a la lista de carismas más conocida: la de San Pablo en 1 Cor 12,7-10. 1ro. Palabra de Sabiduría "Se da para conocer qué hacer o qué decir".' Su práctica es: en tiempo de decisiones, de consejo, de prueba, de crisis, de oportunidad. (Todo esto se tratará en cada uno de los carismas). Mt 9,2-6: sobre el poder de perdonar pecados. 6. J.T.Montague, o.c., 54. 7. C. Aldunate, Carisma, cuerpo y espíritu, Santiago de Chile, 1979,44. Lc 20,1-8: sobre la autoridad con que Jesús actuaba. Lc 20,22-26: sobre el pago del tributo al Cesar. Jn 8,1-11: sobre la mujer sorprendida en adulterio, etc. 2do. Palabra de Ciencia "De una u otra manera, es iluminación del entendimiento para conocer un hecho".8 "El creyente recibe el conocimiento de la verdad y la posibilidad de enseñarla, mediante una iluminación especial de Dios".

9

Jn 1,48: Jesús conoce a Natanael sin haberlo visto personalmente. Jn 4,18: Jesús conoce las pecaminosas relaciones maritales de la samaritana. Mc 14,13: [csús conoce y anuncia a sus discípulos el encuentro con un hombre que lleva un cántaro de agua. Mc 11,2: jesús dice a los discípulos que '.aliarán a un asno atado, para utilizarlo en su entrada en jerusaién. Las parábolas, como forma apropiada para transmitir los secretos del Reino; el sermón de la Montaña (Mt 5,1 ss.); la enseñanza sobre el Matrimonio, etc., son ejemplos del carisma de Ciencia en Jesús. 3ro. Fe carismática Es "una especial intensidad de fe para una específica necesidad”.10 "Es el don que permite tener una absoluta confianza en que ei Señor escuchará favorablemente la oración, a pesar de las circunstancias difíciles". ]n 11,41-42: Antes de la resurrección de Lázaro, Jesús exclama: "Padre te doy gracias porque siempre me oyes". Mt 17,20: "Yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza..." (Mt 11,23). Mc 6,6: Jesús "se maravilló de su falta de fe". 8.

C. Aldunate, o.c., 44.

9.

Escuela de servidores, Minuto de Dios, Bogoiá. 1981, III, 31.

10. G.T. Montague, o.c., 152. (Si se aducen otros testimonios de Jesús, téngase en cuenta que la fe de Jesús, en cuanto hombre, no sólo era fe teologal, sino siempre también era fe carismática: El, por su condición de Hijo único del Padre, no podía menos de ser oído en sus peticiones). Otros ejemplos. La fe de Moisés: paso del mar rojo: Ex 14. La fe de Elias: 1 Re. 18,33-35. La fe del centurión: Mt 8,10, etc. 4to. Don de sanaciones Son manifestaciones del poder (y del amor) de Jesiis sin que toquen el ámbito del "milagro". A veces, no es tan fácil situarlos en uno u otro. Mientras no conste que son milagros, es preferible, considerarlos como sanaciones. Tanto las sanaciones como los milagros son muy abundantes en la obra del Señor. Muchos exegetas opinan que llegan a ocuoar casi una tercera parte de todo el complejo de la narración evangélica. Las sanaciones son: espirituales, psíquicas, físicas, liberaciones. Y todas ellas, a diversos niveles. Lc 5,20: "Tus pecados te son perdonados".

Mt 11,28: "Venid a mí todos los que estáis fatigados..." Jn 20,20-21: "La paz sea con vosotros..." Mt 14,14: "Sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos" Mt 9,32-33: "Le presentaron un mudo endemoniado..." 5to. Carisma de "milagros" Aquí, prescindiendo de las discusiones teológicas, consideramos milagro una manifestación del poder de Jesús que supera las fuerzas de la naturaleza: Jn 2,1-11: Convierte al agua en vino. Mc 6,45-52: Calma la tempestad instantáneamente con sólo su palabra. Jn 9, 1ss.: Sana a un ciego de nacimiento. Jn 11,1ss.: Resucita a Lázaro. 6to. Carisma de Profecía Es el don mediante el cual, Dios, a través de sus instrumentos, edifica, exhorta, consuela, enseña, amonesta. También predice el futuro. En la Renovación Carismática, es el aspecto menos frecuente e importante. Los pasajes del Evangelio en. que Jesús ejerce todas estas funciones pro fóticas son muchos. Me aquí algunos: Mt: 11,21: "¡Ay de ti Corazaín...!" Mt 24,1-2: Destrucción del templo de Jerusalén. Mc 9,30-31: jesús predice su muerte y resurrección Los pasajes en que jesús, por su palabra, guiado por el Espíritu, consuela, exhorta, amonesta...son abundantísimos; es un aspecto sobresaliente de su misión. 7mo. Discernimiento Jn 1,47: jesús y Natanacl. Mt 16,23: jesús rechaza a Pedro porque actúa guiado por la "carne y la sangre", no por el Padre. Mt 16,17: jesús alaba la confesión de Pedro, guiado por el Espíritu del Padre. 8vo. Carisma de lenguas No aparece en Jesús. Sí, ciertamente, en San Pablo (ya se tratará ampliamente). Pero fesús era la fuente de él y de todo carisma al darnos al Espíritu que los reparte libremente. 2. Los carismas a la luz de la práctica y de la enseñanza de los apóstoles En realidad, la historia de la primitiva Iglesia, y, por lo tanto, la de los Apóstoles, transcurre en un caminar intenso bajo la guía y el ooder del Espíritu. Los Hechos de los Apóstoles son un testimonio demasiado elocuente de esto para tener la menor duda. El Señor, como lo había prometido, se prodiga generosamente, aún en medio de dificultades de evangelización, persecuciones, etc. No desarrollamos este aspecto. Pero se podría recomendar, para estudio privado o en grupos, la lectura reposada de los Hechos y de algún comentario no científico seguro y claro. Nos limitamos, esquemáticamente, a dar un resumen de las enseñanzas de San Pablo sobre los carismas; el llamado "genio de los carismas". a) Desea que los carismas sean conocidos (1 Cor 12,1). b) Desea que los fieles busquen la actividad carismática, con espíritu de humildad y disponibilidad (1 Cor 14,1). c) Desea que la Iglesia se beneficie de los carismas, aun de los más poderosos (1 Cor 12,27-31). d) En modo alguno insinúa que se marginen los carismas, pero sí que sean usados en el orden (1 Cor 14,39-40). e) Espera que los cansinas sean discernidos y sometidos a la autoridad de la Iglesia (1 Cor 14, 40).11 D. Grasso, después de haber tratado el sentido de Carisma en Pablo y el Vaticano II, dice: "...sobre el sentido de "carisma" no hay una visión única en el Nuevo Testamento, ni en el Concilio, ni en Pablo VI. Podemos decir que, en general, el carisma se entiende como un "don de servicio", una gracia concedida por el Espíritu para el bien, no tanto de la persona que lo recibe, cuanto de la comunidad. Nos hallamos así ante el concepto que expresa Pablo en el c. 12 de la primera carta de los Corintios: 'A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común' (1 Cor 12,7) (...). Lo consideramos conforme con el uso de Pablo y del Concilio" (Vaticano II).12 11. Mons. V. M. Walsh, A Key to the Catholic Pentecostal Renewal, King of David Publications, Philadelphia, 1985, 176. 12. D. Grasso, Los Carismas en la historia de la Iglesia, Edic. Cristiandad, Madrid, 1982, 20; Cfr. L. Sartori, "Carismas", Nuevo Diccionario de Teología, (varios), Edic. Cristiandad, 1982, I, 144-147.

VIII EL CONCILIO VATICANO II Y LOS CARISMAS

1. Itinerario moderno de la historia de los cansinas "El incremento del interés en la vida real de la Iglesia ha ido acompañado de una creciente atención de la teología a lo carismático. La reflexión teológica se hace eco del desarrollo histórico de lo carismático y, al mismo tiempo, lo fomenta y lo guía". 1 He aquí un recorrido del camino de los carismas desde mediados del Siglo XIX a nuestros días. A. El Vaticano I El concepto de carisma en él evoca casi exclusivamente una función de la Jerarquía, sobre todo a propósito de la infalibilidad pontificia. Lo hace en un contexto o referencia a Jesucristo, de modo que no menciona al Espíritu Santo. En esto hay una diferencia notable respecto del Vaticano II: éste refiere la razón de la infalibilidad a la asistencia del Espíritu Santo. Sin embargo, como nota Sartori, a quien ahora seguimos, hay una pista que más tarde León XIII tendrá en cuenta. Así, este pontífice, a propósito de los hombres excepcionales en virtudes y milagros, deduce un argumento apologético especial: lo constituye la acción del Espíritu Santo que mantiene en la Iglesia la presencia de los santos. El sentido, pues, de carisma para él en este contexto, significa un hecho excepcional, un don extraordinario, que se manifiesta en la santidad de estos hombres y en los milagros que el Espíritu obra por ellos. 1. L. Sartori, "Carismas", Nuevo Diccionario de Teología (Dir. G. Barnaglio y S. Dianich), Edic. Paulinas, Madrid, 1982, I, 134.

B.

Pío XII

Se da, a partir de su Encíclica "Mystici Cor por is" (1943), un paso en profundidad y en extensión muy notable. Sintetizándolo:

— — — — — —

Pío XII concibe a la Iglesia corno un cuerpo orgánico. Así, habJa de los cansinas como de un elemento estructural de la iglesia. La estructura orgánica de la misma no depende exclusivamente ni de los grados de la Jerarquía ni únicamente de 3o carismático. De este modo, pretende excluir dos concepciones reducdvas: la que sólo ve el aspecto jurídico o sólo los dones carismádcos. El pontífice lo entiende todavía primariamente como presencia del don excepcional y extraordinario. Pero reconoce que la acción del Espíritu Santo dispensa sus dones aun fuera de la jerarquía. No se da una era totalmente irrepetible. El Espíritu creador de la Iglesia actuará así hasta el final de los tiempos.

(Prescindimos de aportación al esmdio y ai desarrollo teológico de los carismas hecho por los teólogos, entre los cuales hay que citar en primer lugar a K. Rahner, precursor e iniciador).

C.

El Vaticano II

Tocamos muy brevemente varios aspectos, siguiendo al citado autor (L. Sartori). 1ro. Su teología del Espíritu Santo

— — — —



La teología que subyace a los carismas impone que se exponga (aunque lo hagamos brevemente) antes de abordar su doctrina sobre Jos mismos. Como presupuesto para tenerlo en cuenta, el Vaticano II ha querido reanudar el contacto con las fuentes y adaptarse a la cultura actual. En este supuesto se explica la diversidad de términos que ha recuperado y utiliza. Es capital tener en cuenta la finalidad del Vaticano II: Movilizar todas las fuerzas cristianas en el trabajo del Reino y valorar las diversas aportaciones que pueden darse en la perspectiva misionera. Por ello, recurre frecuentemente a la doctrina paulina de los diferentes miembros del Cuerpo Místico para aplicarlo a la cooperación en la comunidad parroquial, en las Iglesias particulares en el marco de la Iglesia universal (LG. 13). "Sobre la base de estas observaciones es fácil hallar un rico material ele textos del Vaticano II en torno a los carismas (cerca de un centenar), y cabe concluir que se trata de un hecho teológico absolutamente excepcional, cuya importancia no debe minimizarse, sobre todo, teniendo en cuenta que todo el discurso conciliar sobre los carismas se desarrolla en un clima positivo de confianza y



estima".20 Se ve a la Iglesia a la luz prepascual (Jesús el fundador de ella); pero también a la luz post pascual; y, por lo tanto, en relación con el Espíritu Santo expresamente. El edifica la Iglesia "no sólo mediante la acción de la Jerarquía", sino utilizando todas las fuerzas

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y personas. Cuando alude al Espíritu Santo, como el don de Cristo, lo hace en conexión con la "riqueza" y "variedad" de los dones otorgados para edificar la Iglesia como cuerpo. Se presenta al Espirita Santo como principio de unidad, de movimiento, de juventud perenne, de renovación de la Iglesia (LG. 4).

— —

La variedad y diversidad de dones del Espíritu no pone en peligro la unidad, sino que la fortalece (LG, 13; AG, 4). "La catolicidad misionera para ser creíbles, debe ir precedida y acompañada constantemente de la catolicidad interna de la Iglesia:

la Iglesia ha de ser capaz de presentarse ante el mundo como vida que no mata, no disminuye, no teme, no es suspicaz, no nivela la variedad de dones y valores que el Espíritu suscita en su interior, sino que la promueve. En otros términos: la Iglesia debe aparecer como ei lugar de la auténtica libertad en la caridad".3 Por eso se hace especialmente interesante el tema de la pluralidad y, por lo tanto, del cansma. 2. L. Sartori, o.c., 144.



El Concilio no se limita a considerarlo como don divino -que es necesario conservar, tutelar y promover-. Toma en cuenta la multiplicidad de los caris mas personales y la diversidad de estados de vida. Considera las tradiciones globales ricas y diferentes. Lo sanciona, prevé y desea que se incorporen en el futuro otros valores.

2 do. Concepción histórico-dinámca del carisma

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Es el punto más fundamental de la doctrina del Vaticano II sobre los carismas. Está plenamente en la línea de San Pablo, el gran tratadista, “el genio de la teología de los carismas", y el gran promotor. El fomentó lo carismático y combatió la tendencia a radicalizar la preferencia por un tipo único de carisma: el milagro, es decir, lo extraordinario. Trató de descubrir y valorar un carisma más variado y universal y, por lo tato, más humilde y humanizante (1 Cor 14,19). Siguiendo su ejemplo, el Vaticano II supera la concepción anterior, incluso la oficial, centrada en el milagro e invita a confiar y poner la

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atención en los carismas más "simples y comunes" (LG, 12). El Concilio tiene en cuenta los valores presentes en la historia. Insiste en que se ha de tomar en consideración el potencial de riqueza en el Espíritu que representan "germinalmente" las dotes naturales. Entonces "el criterio de 'omnia probate', no acné sólo el significado jurídico de un examen, sino que adquiere el valor de un esfuerzo de descubrimiento, de fundación, de valorización de la riqueza oculta".

3. L. Sartori, o.c., 145. Cfr. Ch. Duquoc, El Carisma, manifestación del carácter imprevisible de la gracia, Concilium, 129, 1977, 182-186. Así, la Iglesia tiene la triple tarea de purificar, consolidar e insertar en el marco integral de Cristo, el potencial de carisma que Dios ha depositado en la historia. 3ro. Función de la Jerarquía

— La Jerarquía nace de un carisma (institucional); es un carisma en sí misma, — A la autoridad de los Apóstoles (y de sus sucesores) se sujetan también los carismáticos; es uno de los múltiples dones que el Espíritu Santo distribuye a su Iglesia (LG,7).

— El Vaticano II vive en un clima de recuperación optimista y, por lo tanto, de confianza en la variedad de los carismas. — Afirma de un modo categórico que compete a la jerarquía el juicio sobre la autenticidad de los carismas (LG,12). — Insiste en la caridad como primer principio de toda la vida eclesial, en la sacramentaüdad de la Iglesia, y "nos permite descubrir el —

camino que debe seguirse no sólo en el caso del carisma, sino en toda operación de discernimiento" (Sartori). El verdadero y grande carisma que debe ser construido es, en definitiva, la propia Iglesia misma, de modo que pueda presentarse al mundo como signo e instrumento de unidad y de salvación en Cristo. Este pensamiento nos parece extremadamente importante y trascendental.

— La

profunda inmersión de la Iglesia en el mundo hace que el Concilio se muestre fácil en conceder cierto margen de

experimentación, "Así la mejor comprobación de los dones la tenemos en la historia, en el tiempo: el árbol se conoce por sus frutos". Esto supone tiempo, porque una es la estación en que apuntan los frutos, y otra en la que se recogen. Se afirma, por lo tanto, la ley

— —

de la gradualidad histórica y la necesidad del tiempo para reconocer los dones de Dios. Esto "exige a la jerarquía el valor de esperar con paciencia, de dar confianza, de conceder un margen a la libertad, de no tomar decisiones precipitadas, que puedan sofocar o apagar los dones con el pretexto de garantizar la autenticidad". 4 "Esta intervención de los Apóstoles en un terreno en que se manifiesta la actividad del Espíritu, muestra que en todo estado de cosas los carismas están sometidos a la autoridad eclesiástica (cf. 1 Jn 4,6). Mientras están en vida los Apóstoles, su poder en esta materia viene del hecho de que el apostolado es el primero de los carismas. Pero, después de ellos, también sus delegados participan de la misma autoridad, como lo muestran las consignas recogidas en las cartas pa torales, particularmente (1 Tim 1, 18; 4,16). Es que estos mismos delegados han recibido un don particular del Espíritu por la imposición de las manos (1 Tim 4,14; 2 Tim 1,6). Si no pueden poseer el carisma de los apóstoles, no por eso carecen de un carisma de gobierno, que les confiere el derecho de prescribir y enseñar (1 Tim 4,11). Así, en la Iglesia todo está sometido a una autoridad de gobierno, la cual también es de orden



carismático".5 Como reglas muy útiles y aun necesarias, Pablo da a la comunidad de Corinto normas ciaras de discernimiento que han de ser aplicadas a los carismas y que son válidas igualmente para los que tienen la responsabilidad de discernir.

Desde luego, hay que comprobar la autenticidad de los carismas (1 Tes 5,1.9-21) y "examinar ios espíritus" (1 Jn 4,1). Este discernimiento que es esencial, es también fruto de la gracia (1 Cor 12,10), Memos de notar, sin embargo, que el discernimiento

carismático no se da siempre ni mucho menos, y, con todo, la obligación no cesa por eso. Entonces se trata de un discernimiento que los autores suelen designar como discernimiento aprendido. San Ignacio de Loyola, maestro insigne en los diversos modos de discernir, alumno aventajado de San Pablo y de toda la tradición en este punto, da normas preciosas sobre el discernimiento por mociones interiores y por razón natural, iluminada por la fe.

4.

L. Sartori, o.c., 147.

5.

A. George, P. Grelot, "Carisma", Vocabulario de Teología Bíblica, (Dir. F. X. León Dufour), Edit. Herder, Barcelona, 1978, 145-146. En el supuesto de que no se dé el discernimiento carismático, los llamados a discernir, tienen que aprender las demás formas, muy

válidas también para los carismas. Precisamente, el buen cumplimiento de su obligación, les impone este aprendizaje, para no verse envueltos en un discernimiento ficticio, falseado, y por lo tanto, seriamente perjudicial. Las normas cjue el Apóstol da a la comunidad de Corinto se pueden reducir a las siguientes: 

Una primera regla que da un carácter absoluto: los verdaderos dones del Espíritu se reconocen en que uno confiesa que Jesús es el Señor (1 Cor 12,3), con todas sus consecuencias. Esta regla permite distinguir y eliminar a los falsos profetas (1 Jn 4,3; 1 Cor 12,3).

 El uso de los carismas debe subordinarse al bien común. De aquí se deduce que debe respetarse su jerarquía; es decir, que deben clasificarse según cierto orden de importancia, a la cabeza de los cuales se hallan los apóstoles (1 Cor 12,28; Ef 4,11). Por lo tanto, las actividades de los fieles han de ser apreciadas según su utilidad efectiva para la edificación de la Iglesia, no según su espectacularidad.  La norma fundamental es: todos deben buscar primero la caridad, a la que se subordinan y se orientan todos los demás; después, los otros dones espirituales.  Los carismas auténticos deben someterse a ciertas normas prácticas para que reine el buen orden en las asambleas religiosas.6 4to. ¿Cuáles son los carismas actuales? La pastoral y sus estructuras Hemos expuesto ya la disposición de la Iglesia respecto de los carismas que pudiéramos llamar clásicos. Lo completaremos más adelante. 6. A. George, P. Grelot, o.c., 145. "La vida de la Iglesia necesita un lenguaje concreto. El Espíritu Santo es la creatividad infinita. Por eso, hay que descubrir los carismas de hoy; la urgencia de descubrir lo que 'el Espíritu dice hoy a las Iglesias'; consecuentemente, la perenne actualización de la Iglesia. Pero la actualización es, antes que tarea, don del Espíritu; por eso hay que prestar atención a los dones de hoy, a los carismas actuales 7 . Los carismas (su visión) no se deben limitar a la vida privada de personas espirituales. Abarcan momentos históricos más amplios, movimientos y fermentos colectivos. En esta línea se constata cómo lo carismático se refleja en las vicisitudes de las familias religiosas ofreciendo a lo largo del tiempo modelos nuevos y diferentes: el eremitismo, el monacato, las órdenes mendicantes, las congregaciones religiosas postridentinas. Hoy estamos asistiendo a la búsqueda de nuevas normas y el Vaticano II alienta a todos los religiosos a renovarse. Y los anima a hacerlo, volviendo al espíritu de los orígenes para descubrir una forma nueva de traduci: el carisma inicial. La vida moderna, por su parte, reclama la inserción más auténtica en la vida real. No es posible prever las líneas generales de la evolución futura. Sm embargo, la Iglesia tiene la obligación de "repasar este tema". Debe seguir con atención todos los ensayos y experiencias que hoy se hacen (sobre todo en las órdenes e institutos religiosos). Igualmente, tiene el deber de impulsar la búsqueda de nuevas formas de vida contemplativa. Es un hecho que aparecen numerosos signos de un despertar religioso, de nuevas formas y sed de mística. Obviamente, esto plantea problemas jurídicos. Esto acontece, especialmente, en lo que atañe al puesto de las familias religiosas en la Iglesia; a sus posibilidades de experiencias, aun audaces, y a sus relaciones con las parroquias y diócesis. "Es preciso afrontar el problema concreto de cómo valorar efectivamente los carismas. Existen ya algunas estructuras nuevas que deberían proteger a los carismáticos contra los posibles abusos de la institución e incluso facilitar y favorecer su influencia benéfica en la vida de la Iglesia: estamos pensando en los consejos pastorales y presbiterales, por no hablar -en un nivel más alto- de las conferencias episcopales y del sínodo de obispos. Todos estos organismos y otros análogos, deberían servir para poner de manifiesto el papel del carisma como elemento básico de la estructura misma, a fin de que ésta no malogre la riqueza de los dones del espíritu".8 7. L. Sartori, o.c., 148.

Se correría un riesgo, si las nuevas estructuras, que deben servir de apoyo al carisma, son utilizadas para reforzar más el poder y la autoridad. El riesgo estaría en que dichas estructuras se tomarían como instrumento de oposición por aquellos que emplean mal el carisma. "Urge en la Iglesia dar senddo a la realidad que está por debajo y por encima tanto del carisma como de la autoridad: la comunidad, el amor, la comunión. La comunidad necesita de la autoridad y de los carismáticos; tiene necesidad de que unos y otros estén en relación de caridad, de comunicación, de servicio mutuo (categorías primordiales: koinonía, diakonía). El servicio mutuo implica también control mutuo. Sólo en un clima de atención benévola, paciente y abierta de cada cual a los demás, de cada carisma a los otros carismas, es posible caminar hacia la unidad y la armonía. La contraposición puede hacer que la misma autoridad se convierta en un peso que contribuye a la ruptura".9 2. Parte doctrinal: los carismas a la luz del Vaticano II A. El Vaticano II y el Espíritu Santo Es tan copiosa la doctrina que da sobre él, son tantas las menciones que hace y las obras que le atribuye, que rebasa totalmente el espacio disponible. Se impone renunciar a esta inmensa y consoladora tarea. Remitimos, sin embargo, al índice del excelente comentario de la Editorial BAC en su vocablo "Espíritu Santo". Allí encontrará referencias que pueden leer pausadamente para tener algún conocimiento del tema. 8.

L. Sartori, o.c., 148-149.

9.

L. Sartori, o.c., 149. B. Los carismas y el Vaticano II Citamos los principales pasajes del Concilio referente a los carismas. Hasta quince menciones distintas de los carismas hace el

Concilio a lo largo de diversos documentos. Citamos solamente el comienzo como una orientación. a) Pasajes más importantes. Los fundamentales se presentan en itálicas. Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium) N. 41. "El Espíritu Santo habita...¡Ven!". N.4. "Y del mismo modo que todos los miembros del cuerpo humano...gozan conjuntamente los demás miembros". N.7. "Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al pueblo de Dios... Y retener lo que es bueno". N.12. "Los sagrados pastores conocen perfectamente (que no han sido instituidos por Cristo pí«ra asumir por sí solos) cuánto contribuyen los laicos al bien de la Iglesia entera...crece y se perfecciona en la caridad". N.30. Sobre el ministerio de los Presbíteros (Presbyterorum Ordinis): "El ministerio de la palabra se ejerce...y los carismas de los predicadores". N. 4. "Reconozcan y promuevan los prebísteros la dignidad de los laicos y la parte propia que a éstos corresponde... no pocos son atraídos a una más alta vida espiritual". N. 9.  Decreto sobre el apostolado seglar (AA) "Para practicar este apostolado...y retengan lo que es bueno". N. 3.



"Porque, con el paso de los años...le dio para bien de sus hermanos": N.3. Decreto sobre las misiones (ADG) "El Espíritu Santo unifica en la comunión... de diversas maneras". N. 4. "Por lo cual, por medio del Espíritu Santo...a toda la Iglesia". N. 23. "Los cristianos tienen dones diferentes...en todos los campos de la actividad y de la cooperación misional". A estas citas se pueden añadir otras como: LG, 4,7; GS,8; ChD, 25; ADG 4,23,28; PO 4, etc.

b) Resumen doctrinal Se puede resumir dei modo siguiente toda la doctrina del Vaticano II. Está extractada de la intervención del Card. Suenens en el aula conciliar. (Cfr. Escuela de Servidores, Los Carismas, Bogotá, Minuto de Dios, 1980, 43-45).  Cristo, por medio del Espíritu, distribuye los carismas para la común utilidad.  El Espíritu Santo unifica a la Iglesia en la comunión y el ministerio, la instruye y dirige con diversos dones para el bien de la Iglesia.  El Espíritu distribuye sus diversos dones para el bien de la Iglesia.  El Espíritu distribuye sus dones a cada uno según quiere, y reparte gracias de todo género, incluso especiales.  Con los carismas, el Espíritu dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia.  El Espíritu ha dado carismas a la Iglesia, a través de todos los tiempos.  El Espíritu subordina a los carismáticos ante la gracia de los apóstoles.

 A los pastores compete juzgar la genuina naturaleza de los carismas, su ordenado ejercicio y su autenticidad.  Los pastores deben reconocer los carismas de los fieles de modo que todos cooperen a la obra común.  Los prebísteros deben descubrir con sentido de fe, reconocer con gozo y fomentar con diligencia los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos.  Son dignos de singular cuidado los carismas que atraen a los fieles a una más alta vida espiritual.  La recepción de los carismas confiere a cada creyente el derecho y el deber de ejercitarlos para bien de la humanidad y edificación de la Iglesia, con la libertad del Espíritu, que sopla donde quiere.  Los predicadores ejercen el ministerio de la palabra según sus carismas.  Hay que recibir los carismas con agradecimiento y consuelo.  No hay que pedir temerariamente los dones extraordinarios.  No hay que esperar, con preocupación, de los dones extraordinarios los frutos de los trabajos apostólicos.  Con el paso de los años los carismas se pueden descubrir con mayor exactitud y ejercer con mayor eficacia. "Algunos arguyen que, según el Concillo, no se deben pedir a Dios los carismas. Esta afirmación no parece concordar con el texto bíblico que anima a 'aspirar a los carismas superiores' (1 Cor 12,31), lo mismo que algunos estados carismáticos (1 Tlm 3,1), e incita a abundar en los dones superiores (1 Cor 14,12)".10 El Concilio Vaticano II ha dejado bien clara su posición respecto de la vigilancia y discernimiento sobre los carismas. Larkin lo resume de este modo: "Desde los tiempos de San Pablo, en adelante, la Iglesia vigiló el ejercicio de estas funciones (1 Cor 14,37; 1 Cor 1,10). La Iglesia es el arbitro fina] de la validez del carisma (y del buen uso) (Lumen Gentium, 12). Ella debe proteger los carismas auténticos contra los seudocarismas v contra los dañosos fenómenos deben servir (1 Cor 14,33)”.11 Todo lo que se ha estudiado sobre los carismas, toda la experiencia adquirida, ya considerable, no es aún, más que un comienzo en este maravilloso apuntar del Pentecostés tan insistentemente pedido por Juan XXIII y Pablo VI. Pablo VI lo afirmó en su Catequesis del 6 de junio de 1973. "A la cristología, especialmente a la eclesiología del Concilio, debe suceder un estudio nuevo y un culto nuevo del Espíritu Santo, justamente como necesario complemento de la doctrina conciliar. Esperamos que el Señor nos ayude a ser discípulos y maestros de esta posterior escuela suya". 10.

Escuela de Servidores, Minuto de Dios, Bogotá, 1980, 43-45; Crf. J-M. Rovira Belloso, Los charismas según el Vaticano II, en: Los carismas de la Iglesia. Secretario Trinitario, Salamanca, 1976, 125-144.

11. E.E. Larkin, Theological Reflections on the Charismatic Renewal, Servant Books, Ann Arbor , Michigan, (varios), 1972, 55

Todos recibimos carismas para utilidad de la Iglesia. Hay carismas ordinarios y extraordinarios. Hoy, a los teólogos no suele agradarles mucho esta distinción, por el peligro que ven de que se valoren excesivamente los extraordinarios y, por el contrario se tengan en menos los ordinarios que, por su mayor frecuencia, no pierden importancia. Todos son muy útiles y adecuados a las necesidades de la Iglesia. Corresponde a quienes tienen la autoridad en la Iglesia emitir el juicio acerca de la autenticidad y del ejercicio razonable de los carismas. Todos tenemos el derecho y el deber de ejercitar los carismas para el bien de la humanidad y la edificación de la Iglesia. Este ejercicio de los carismas debe hacerse en unión con los hermanos y, sobre todo, con los pastores de la Iglesia. "Avanzando la edad, el alma se abre mejor y cada uno puede ejercer con mayor eficacia los carismas que el Espíritu Santo le dio para bien de sus hermanos" (AA 30). (Cfr. Vaticano II, sobre todo (Lumen Gentium, n.12; Presbyterorum Ordinis 9; Apostólicam actuositatem 3). La doctrina conciliar contenida en el No. 12 de la Constitución l^utnen Gentium precisa varios conceptos importantes respecto a los carismas que debemos tener en cuenta para su justo aprecio: 1. Los carismas son "gracias especiales que el Espíritu Santo distribuye entre los fieles de cualquier condición". El término "especial"

no exige que sea algo extraordinario, ya que los carismas pueden ser también "ordinarios", según el texto Conciliar. 2. La causa de los carismas es el Espíritu Santo que es el vínculo de Amor del Padre v del Hijo y el alma de toda la Iglesia.

Por lo tanto, todo carisma es una manifestación amorosa del Espíritu Santo que ama a la Iglesia y la enriquece amorosamente con todos los dones que ella necesita para su constante crecimiento. 3. Los beneficiarios de estos carismas son todos los fieles, cualquiera que sea el puesto que ocupen en la Iglesia. Todos los miembros

de la Iglesia tiene cjue ser carismátícos. Una persona que no poseyere ningún carisma sería un miembro inútil en la Iglesia. 4. El fin de los cansinas es "hacernos apros y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la

mayor edificación de la Iglesia". Es una pena que no se haya tenido en cuenta esta sabia visión conciliar para apreciar el valor y la necesidad de los carismas. (Y la dificultad que no pocos encuentran en admitirla de hecho y abrirse a estas gracias del Espíritu Santo). A esto se debe, en parte, el que la renovación y el crecimiento de la Iglesia no tengan la prontitud y dimensión que tanto anhelamos. 5. Los carismas tienen una función comunitaria y un carácter gratuito que los identifica. 6. Es también una característica de los carismas su intensidad, tanto en la fuerza como en la eficacia, para cumplir su finalidad propia.

Por eso, no podemos llamar carisma a toda virtud o cualidad. 7. Para evitar las desviaciones y adulteraciones en los carismas y en su empleo está la gran regla pastoral que dice "el juicio de su

autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia" (LG, 12). Podemos concluir, guiados por el Vaticano II, que una Iglesia pobre en carismas, o sin apenas usarlos debidamente, se vería limitada en su poder espiritual6 Aduciendo textos fundamentales del Vaticano II, elegimos tres que nos parecen compendiar todo su sentir sobre los mismos: "Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al Pueblo de Dios mediante los sacramemos y los ministerios y lo adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere(1 Cor 12,11) sus dones, con los que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad (1 Cor 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las a las necesidades de la Iglesia.

12. Cfr. Mons. V. M. Walsh, A Key to the Carholic Pentecostal Renewal, King of David Publicalions, Philadelphia, 1985, 172.

Los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos del trabajo apostólico. Y, además, el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes üenen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (cf. 1 Tes 5,12; 19-21)". Lumen Gentium N. 12. "Para practicar este apostolado, el Espíritu Santo, que obra la santificación del pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, da también a los fieles (cf. 1 Cor 12,7) dones peculiares, distribuyéndolos a cada uno según su voluntad (1 Cor 12,11), de forma que todos y cada uno según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los demás, sean también ellos buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pedr 4,10), para edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4,16). Es la recepción de estos carismas, incluso de 1 os más sencillos, lo que confiere a cada creyente el derecho y el deber de ejercitarlos para el bien de la humanidad y edificación de la Iglesia en el seno de la propia Iglesia y en medio del mundo, con la libertad del Espíritu Santo, que sopla donde quiere (Jn 3,8) y en unión al mismo tiempo con sus pastores, a quienes toca juzgar la genuina naturaleza de tales carismas y su ordenado ejercicio, no por cierto para que apaguen el Espíritu, sino con el fin de que todo lo prueben y retengan lo que es bueno (cf. 1 Tes 5,12; 19-21)", Apostolicam actuositatem, N. 3. "Examinando si los espíritus son de Dios, descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten con diligencia, los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos". Presbyterorum Ordlinis, N. 9. A la luz de los textos del Vaticano II sobre los carismas, se nos invita a reflexionar sinceramente y a reconocer nuestra negligencia, mejor, nuestra indiferencia respecto de una doctrina tan manifiestamente aprobatoria de los carismas: de su viva realidad y de su uso ordenado para edificación y crecimiento de la Iglesia.

IX FINALIDAD DE LOS CARISMAS

El tema se trata en distintos lugares. Aquí intentamos recoger lo que, de modos diversos, se indica y aborda en otros puntos. Pensamos que así se enriquece este tema fundamental. 1. Descripción más detallada a) Los carismas son dados por el Espíritu, para la "edificación de la Iglesia". Viene a ser la traducción del "bien común" a que se refiere San Pablo en su conocida lista de carismas (1 Cor 12,7-11). ¿Cuál es el contenido de esta expresión, aparentemente un poco misteriosa? Para caminar con seguridad hay que partir de la realidad, poco después indicada por el Apóstol, de que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, (1 Cor 12,12ss). El cuerpo humano, al que asimila en lo posible San Pablo a la Iglesia, se desarrolla hacia dentro y hacia fuera: crece en tamaño, se ensancha; los órganos internos se agrandan, se robustecen...Este también es el comportamiento de la Iglesia, pero en otro nivel superior: el sobrenatural. b) Hay en la Iglesia un crecimiento interior: Cada uno de sus miembros está destinado a desarrollar los gérmenes de santidad que recibió en el Bautismo; a practicar en su vida las virtudes teologales que le fueron infundidas en el sacramento; a expresar, en la obediencia y el amor, la práctica de los mandamientos de Dios, el cumplimiento de Su voluntad, a vivir la realidad de hijo de Dios que adquirió con la participación de la misma vida divina. Los carismas no son un valor por sí y para sí. Están orientados al crecimiento en santidad de la Iglesia en cuanto comunidad. Los carismas son gracias, dones gratuitos del Espíritu, tanto para la persona dotada de ellos como para la que se beneficia, cuya finalidad está en suscitar el ejercicio de la fe, la esperanza y la caridad. Por esta razón no pueden usarse los carismas para beneficio propio. Su destino es el crecimiento de la santidad de la comunidad eclesial. El Espíritu Santo no obra la santificación solamente por el ejercicio de las virtudes infusas teologales: fe, esperanza y caridad y por los sacramentos. La realiza también a través de los carismas, pero de modo distinto a como lo hace por los otros medios enumerados. En ellos, el ejercicio de las virtudes teologales y la recepción de los sacramentos desarrollan directamente la gracia: nos hacemos más hijos de Dios, nos edificamos, nos transformamos más interiormente a imagen de Jesucristo. Por los carismas, gracias actuales, somos impulsados a hacer actos de fe, esperanza y caridad, somos movidos interiormente a recibir los sacramentos de una manera más consciente, con una mayor preparación y fidelidad. Es la gracia (actual) del Espíritu que obra en la visibilidad de los carismas. Virtudes y sacramentos se orientan a la santificación de la persona, aunque toda la comunidad eclesial quede beneficiada, por la comunión del cuerpo místico, por la íntima relación que existe entre todos los miembros del mismo. En los carismas, la gracia se ordena la edificación de la Iglesia, de la comunicad como tal. Pero también aquí, a la inversa, el sujeto usado por el Espíritu y la persona beneficiada por los carismas son tocados por la gracia si se abren a ella. c) Los carismas también se ordenan al crecimiento exterior.; cuantitativo. La Iglesia, como cuerpo de Cristo, consta de miembros. Aumentar su número es, también, otra función de los carismas. No por el mero-hecho de ser más, sino porque son llamados a pertenecer a la familia de Dios sobre la tierra, a caminar como hijos de Dios. El aspecto cuantitativo tiene suma importancia. El designio de Dios es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, que es Casto y a su imitación (1 Tim 2,4). Importa, pues, mucho que este designio del Padre se cumpla. A ello contribuye el buen uso de los carismas, a realizar la naturaleza propia de la Iglesia "sacramento (signo) universal de salvación". d) Los carismas tienen un aspecto visible, por ejemplo, la profecía, los milagros, la palabra de ciencia, etc. Con su visibilidad pueden atraer la atención de las personas y entre ellr.s pueden encontrarse incrédulos, pecadores, indiferentes...Esta visibilidad no va sola. La acción del Espíritu está presente en ella. El inserta su acción en las pequeñas y grandes realidades que le sirven de vehículo para iluminarnos y movernos interiormente. Es lo que llamamos gracias actuales. Y estas personas, tocadas por la gracia, a tra vés de la visibilidad de los carismas pueden convertirse, si se abren a ella y responden a la llamada de Dios, en personas regeneradas para el Señor, en miembros de su Iglesia, en hijos del Padre celestial. Por eso, los carismas, no sólo dan credibilidad a la predicación, y la hacen aparecer como realmente eficaz porque Dios la autentifica como lo prometió (Mc 16,15-18); sino que van más allá al convertirse en medios para realizar su derecho y deber misionero, estableciendo la Iglesia allí donde aún no existe. Esta es la razón de por qué los misioneros son frecuentemente dotados de los más diversos carismas. e) A. esta obra de los carismas hay que añadir la misión, que también le es propia, de hacer crecer en la fe, en las virtudes cristianas-, la alabanza, el agradecimiento, el amor... a quienes ya están convertidos al Señor. Son vehículos de la gracia para sacarlos de una vida cristiana mediocre, y lanzarlos a una aspiración sería a la santidad. Aun los que ya caminan muy cerca de Cristo pueden beneficiarse de la gracia del Espíritu que se derrama en los carismas. Para esto siempre será necesario abrirse a ella.

Nunca bastará con ver y admirar, se impone aceptar de corazón la llamada del Señor que va, para cuantos quieran oírla, en el carisma que el mismo Espíritu ha puesto en acción. La gracia de Dios se inserta en el carisma, por ejemplo, del consejo. Si me abro a ella, es indudable que recibiré un bien que puede llegar a ser definitivo en mi vida espiritual.1 Desde luego, aunque la Iglesia es esencialmente carismárica y siempre habrá carismas en ella, no es necesario que la gracia nos venga de este carisma preciso o del ot ro. Dios tiene modos diversos de llamarnos, de iluminarnos y movernos interiormente. Pero es preciso que comprendamos la importancia de abrirse a toda gracia del Espíritu, también a la derramada por el ejercicio de los carismas. Sería algo como un velado desprecio pasar indiferente ante el Señor que me habla, a veces en voz muy alta por el uso de los carismas, sencillos o extraordinarios. Nuestra reacción normal debería ser, una vez que se han discernido (1 Tes 5,15; 19-21), alegrarnos y dar gracias a Dios porque está suscitando poderosamente por su Espíritu estos instrumentos de santificación de la Iglesia en cuanto comunidad. "Los carismas son la manifestación y encarnación de la gracia de Dios en la congregación y en las estructuras de la comunidad en las que vive el individuo que la ejerce (cf. Rom 12; 1 Cor 14,26; Ef 4,11 ss.). Los carismas hacen posible una comunión en el Espíritu, a la cual contribuyen todos los que la forman (1 Cor 14,26) y dentro de la cual todos los miembros se ayudan mutuamente según la variedad de dones que se les han conferido (GS 32). Conforme al sentido que el Concilio Vaticano II da a los carismas, éstos disponen a la persona para poder servir en primer lugar a la salud espiritual de los demás (LG 4, 12; PO 9; AA/3, 30; AG 32)".2

1. 2.

D. Grasso, vivere nello Spirito, Edizioni Paoline, Roma, 1980, 137-138. F. Kunter, La desición fundamental del cristiano, Koinonia, N. 58, marzo-abril, 1986, 12. 2. Descripción esquematizada: finalidad de los carismas "genéricamente" expresada A. Tras la solución de una dificultad

"A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para lo que es provechoso" (1 Cor 12,7). Esta versión de la palabra griega (pros tó synféron) adoptada por el P.EA. Sullivan, parece ser la que comprende todos y cada uno de los carismas. La mayor parte de las versiones más autorizadas suelen traducirla de modos diversos pero totalmente equivalentes: "para el bien común",3 "para el provecho de todos", "para el provecho común"4, etc. De entenderse de este segundo modo, sería difícil poder incluir el carisma de "hablar en lenguas", enumerado por San Pablo en su lista de 1 Cor 12,7-11. Sin embargo, el apóstol afirma que el que habla en lenguas "se edifica a sí mismo" (1 Cor 14,4). La conclusión de Sulllivan parece enteramenre correcta. Cuando Pablo describe un carisma como "una manifestación del Espíritu con una finalidad de provecho", equivale a decir: "para la edificación". Esta es la razón de por qué su criterio para juzgar el valor relativo de los carismas es su utilidad, o la manera en que edifican la gente. La conclusión parece, pues, obvia: los carismas son para la edificación de la comunidad, para el bien común directamente, pero no se excluye la edificación de la propia persona agraciada con el carisma, como acontece con el hablar en lenguas. De este modo, se abarcan todos los carismas y se resuelve la dificultad que no pocos encuentran cuando se trata de aplicar esta definición al mencionado carisma. B. Sentido general de la expresión "para provecho común"

La expresión citada más arriba se inscribe en el contexto de "edificar" (oikodemeo) (1 Cor c14). "Los dones espirituales no tienen otro objetivo que el de servir al Cuerpo (la Iglesia) en su unidad" (1 Cor cc. 12-14; Rom 12,4-6; Ef 4,11-16).-5 Están dados para la construcción de la comunidad eclesial; para que todos cooperen armoniosamente a la vida de la Iglesia.

3. F. A. Sullivan, Charisms and Charismatic Renewal, Servant Books, Ann Arbor, Michigan, 19S2, 30. 4. F. A. Sullivan, o.c., 30; Cfr. A.M. de Monleon, La experiencia de los Carismas, Edit. Roma, Barcelona, 1979, 34-35. "Los dones espirituales contribuyen así a hacer de los bautizados piedras vivas (1 Pedr 2,5) que se ajustan y se integran a 'la construcción hasta formar una morada de Dios en el Espíritu' (Ef 2,22). Los carismas son, por eso, dados siempre en dependencia mutua, en el interior de la comunidad "buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás" (Fil 2,4). No hay carisma que no se apoye efectivamente sobre otros carismas y otras funciones en la Iglesia en vistas a la caridad. Esta última, sobre todo, es el principio de la construcción: es ella la que construye (1 Cor 8,1); ella es el medio en cuya comunión el cuerpo se construye a sí mismo (Ef 4,16); ella es, finalmente, el término de la llamada, "el vínculo perfecto" (Col 3,14) en el que se realiza la plenitud del Cuerpo único" 6 C. Sentido concreto de la expresión "para el provecho común" La edificación de la Iglesia no es un fin en si misma. Tiene una finalidad ulterior a la que se ordena: "Los apóstoles y los profetas, mediante su predicación, convocan a los hombres para que pasando - por medio del Bautismo- formen parte de esa construcción como piedras vivas y la conviertan en morada de Dios, en templo vivo del Espíritu".7 Esta es la finalidad concreta de los carismas: medios mediante los cuales los hombres son llamados a incorporarse a la Iglesia e incorporados, construir el templo santo de Dios en el Espíritu.

a) Edificar la Iglesia, a través de los carismas, es hacer de los hombres que la componen cristianos cada vez más perfectos: según la imagen de Cristo (Rom 8,29), por la fuerza del Espíritu; una morada en la que esté viva y actúe con creciente intensidad (Ef 4,30). 5.

F. A. Sullivan, o.c., 30.

6.

A. M. de Monleon, o.c., 36.

7.

D. Grasso, Los Cansinas en la historia de la Iglesia, 34. b) Es, de otro modo, llevar al hombre a una madurez progresiva en Cristo (Ef 4,11-13). Que crezca en la caridad y la plenitud de la

Cabeza. c)

La finalidad de los carismas es, en último término, la santificación de los cristianos. Esta consiste, principalmente, en el ejercicio de

las virtudes teologales, bajo la primacía de la caridad. Por ellas, la imagen de Cristo se hace en el cristiano más y más nítida y la morada del Espíritu se hermosea y se hace progresivamente más digna de Aquél que la habita. d) Los carismas tienen una manifiesta finalidad misionera:

La promesa de Cristo (Hech 1,1-8) se refiere a la actividad de predicación del Evangelio que han de emprender una vez recibido el Espíritu Santo. Este, que vendrá sobre ellos con sus carismas, los equipará para "ser testigos", proclamadores de la Buena Noticia de Jesús en el mundo. Pedro en su primera carta (1 Pedr 2,5-10), habla del pueblo santo de Dios, cuyo fin es anunciar las maravillas del Señor. Los carismas, tienen como fin construir la comunidad de los elegidos que proclamen la grandeza de Dios. El Vaticano II en algunos de sus textos más importantes sobre los carismas expresa la misma doctrina, aunque no utilice vocablos que directamente señalan la actividad misionera. (LG. 12; PO, 12: AA.3). La renovación de la Iglesia, al expresar una finalidad fundamental de los carismas, es una renovación "desde dentro". Es decir, eliminando de ella todo lo que impide a su condición de signo, aparecer con todo fulgor y ser así capaz de expansión misionera o finalidad "hacia fuera". 8,9,10,11 8.

D. Grasso, o.c., 38; Cfr. 31-38.

9.

A.M. de Monleon, o.c., 36-37. "Cuando S. Pablo escribe "buscad la caridad, pero aspirad a los dones espirituales" (1 Cor 14,1), insinúa, quizá, que no es indiferente a la caridad, el expresarse en los carismas". "(...) Sin la caridad la Iglesia sería una yuxtaposición de individuos, no el cuerpo orgánico de Cristo. (1 Cor 12,27). No sería un organismo vivo. La caridad es la vida que el Espíritu de Dios difunde por todo el Cuerpo que se despliega y se manifiesta en la infinita diversidad de sus dones: ministerios, operaciones y frutos". D. Resumen D. Grasso, en su obra sobre los carismas, al tratar de su finalidad, amplía las expresiones con las que se suele designar el objetivo de

los carismas:

-

Para el bien común (1 Cor 12,7) Para la edificación de la Iglesia (1 Cor 3,12-13) Para la edificación de la Iglesia en la caridad (1 Cor 13,13)

" (...) En realidad, los carismas, manifestaciones del Espíritu, son manifestación de la caridad; son como su despliegue visible y su repercusión sensible en todo el Cuerpo. El espíritu de caridad concede a los miembros de Cristo el realizar en sus obras hasta los más humildes gestos salvadores del Señor". "(...) Como Jesús, los cristianos han sido ungidos por el Espíritu para anunciar a los pobres la buena noticia con todos ios gestos de salvación que la acompañan (Lc 4, 1 8 -19; Mt 15,30-31; Hech 10, 36-38)". "(...) Por el Espíritu Santo, la acción corporal de Jesús que pasó por entre nosotros haciendo el bien (Hech 10,38), continúa haciéndose sentir en el mundo. Los hombres necesitan percibir, casi de una manera sensible, una presencia del Señor. Los carismas, al igual que los sacramentos, son los instrumentos de esta presencia". 10. Una comunidad sin carismas sería como un cuerpo privado de sensibilidad. Es cierto que la caridad nene mucho más importancia que los carismas, como también el almn es más importante que los sentidos; pero está estrechamente, relacionada con ellos; son como su expresión sensible en la realización corporal. Por los carismas se perpetúa en la Iglesia algo de esta manifestación de la Vida. "Eso que hemos oído, que hemos visto con nuestros ojos, que nuestras manos han tocado sobre el Verbo de la Vida" (1 Jn 1 , 1 ) . 1 1 . F.A. Sullivan, R. Faricy, Ignatian Exercicesm Charismatic Renewal, Centrum Ignatianum Spiritualitatis, Roma, 1977, 49: "El uso de los carismas es lo que caracteriza a la Renovación Carismática; esto no quiere decir que los carismas, en la Iglesia, estén restringidos a la Renovación Carismática. Aún el don de lenguas, que parece ser una de las más distintivas características de la Renovación Carismática, -y cuyo uso es principalmente en la oración personal (privada)- se encuentra también fuera de la Renovación Carismática, como un don concedido a algunos individuos para construir el Cuerpo de Cristo en su oración privada de alabanza y petición. "El uso principal de muchos carismas se da en las reuniones comunitarias de oración. En casi cualquier grupo de

oración numeroso se puede observar que se dan los carismas de profecía, enseñanza, liderazgo, exhortación y lenguas —en los dos modos espontáneos- grupos de alabanza (en conjunto) y profecía con el uso del don de interpretación. _



Para construir el Templo del Espíritu (Ef 2,19-22) Para llegar a formar el "hombre maduro", que es el que realiza la plenitud de Cristo (Ef 4,11-18).

_ Para construir una comunidad "misionera". La santificación de los cristianos mediante el ejercicio de las virtudes teologales, especialmente la caridad.12

"Sin embargo, el uso de los carismas como característica de la Renovación Carismática, es también hallado fuera del contexto de la reunión de oración, especialmente en la forma de carismas de curación, o e va ngeliz ación y de lenguas en la oración privada; los carismas se hallan también el de "counselling" y situaciones equivalentes, en la forma de dones de conocimiento, de palabra de ciencia, y discernimiento de espíritus". 12. D. Grasso, o.c., 31-38

X DIVERSIDAD DE CARISMAS

1. Formulación A. Clasificación de los carismas En Pablo no se nota preocupación por darnos una clasificación razonada de los carismas. Sin embargo, los enumera repetidamente (1 Cor 12,7ss; 28ss; Rom, 12 6ss; Ef 4,11; Cf 1 Ped 4,11). No obstante, podemos reconocer los diferentes campos de aplicación en los que se pueden ejercer los carismas. En primer lugar, algunos carismas son relativos a las funciones del ministerio (cf Ef 4,12): los de los apóstoles, profetas, doctores, evangelistas, pastores (1 Cor 12, 28; Ef 4,11). Otros carismas se refieren a variadas actividades útiles a la comunidad: servicio, enseñanza, exhortación, obras de misericordia (Rom 12,7ss), palabra de sabiduría, de ciencia (o conocimiento), de curar, fe carismática, don de obrar milagros, hablar en lenguas, discernimiento de espíritus (1 Cor 12, 8ss). Estas operaciones carismáticas, manifestaciones de la presencia del Espíritu, no constituyen funciones eclesiásticas particulares, y se las puede encontrar también en personas que ejercen otras distintas. Así Pablo, apóstol, habla en lenguas y obra milagros, posee el don de la exhortación, etc. Las vocaciones particulares están fundadas en los carismas: uno recibe el don del celibato, otro tiene otro cansma (1 Cor 7,7). Para Pablo la práctica de la caridad es, a la vez, primera virtud cristiana y don también del Espíritu Santo (1 Cor 12, 31-14, 1). La Iglesia misma es un carisma fundamental; y en ella, la jerarquía. "La promesa hecha por el Señor de asistir a su Iglesia con su Espíritu hasta el fin de los tiempos (Mt 28,20), se aplica también a la Iglesia jerárquica. (...) Al ser de la Iglesia pertenece su estructura social, que es el de una sociedad constituida jerárquicamente con sus funciones y poderes; al mismo pertenece también el Espíritu que, al modo de alma, la vivifica, pues la iglesia debe acreditarse históricamente como tal sociedad animada por el Espíritu, también en la manifestación de la comunicación del Espíritu".1 El Espíritu, por lo tanto, ha quedado garantizado como un legado permanente a su Iglesia y a la jerarquía en ella: a los apóstoles y a sus continuadores en su sucesión histórica. Por consiguiente, si la presencia del Espíritu se manifiesta en los cansmas, dones del mismo, éstos han de aparecer en quienes están puestos para regirla y ser los guías del pueblo de Dios. "En este sentido, el ministerio jerárquico en la Iglesia es algo carismático, si por carismático entendemos algo que está en contraste con lo meramente institucional, administrablc por los hombres, computable, que se puede concebir y contener en leyes y normas. "(...) No solamente, por consiguiente, el mismo ministerio jerárquico es en sí ya un cansina de servicio. Necesita, además otros carisnias diversos que lo ayuden en la realización del designio de Dios al ser constituidos como pastores. "El cargo jerárquico mismo y no sólo su titular efectivo, va marcado de lo carismático, si es que la Iglesia en cuanto constituida jerárquicamente ha de ser hasta el fin de los tiempos la Iglesia del Espíritu permanente, que en virtud de la gracia de Dios y sólo por ella es incapaz de abandonar en su totalidad la gracia de Dios, su verdad y su santidad.”2 Pero la jerarquía no es el único portador del Espíritu y, por consiguiente, la única en la que se derraman sus carismas. Existe el impulso y dirección del Espíritu de Dios para la Iglesia, también junto al ministerio y fuera de él. La Iglesia así lo proclama, enseña y tiene conciencia de ello. 1.

K. Rahner, Lo dinámico en la Iglesia, Herder, 1963, 47.

2.

K. Rahner, o.c., 48, 52; cfr. 53-55. Dicho de otro modo: San Pablo descubre y enumera ministerios y otras funciones en el cuerpo de Cristo que, por su misma naturaleza,

no se pueden desempeñar institucionalmente, otorgados por el Espíritu que los unifica, dentro de su variedad, para edificación y crecimiento del Cuerpo de Cristo (1 Cor cc. 12-14; Rom 12, 1-8; 16, 1; Ef 4,1-16). Repetimos una vez más, con K. Rahner, Pablo no conoce sólo carismas del ministerio; reconoce otros, no menos importantes y edificadores, aunque no sean siempre de orden extraordinario. Pío XII, en su Encíclica Mystici Córporis, deja bien sentado este principio de que existen carismas fuera del ministerio de la Iglesia. Y el Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia lo reafirma en el N. 34, sin que tengamos que hacer nueva mención de los pasajes fundamentales: LG, 7, 12; AA, 3; PO, 9. También los representantes del orden jerárquico pueden, además de los poderes de su cargo y administración, "ordinaria, bajo tutela del Espíritu", ser receptores de tales impulsos inmediatos venidos del Señor de la Iglesia. Porque Cristo actúa también en ella fuera del ministerio jerárquico y puede gobernar su Iglesia también por medio de carismas extraministeriales, sometidos al control y al discernimiento de la jerarquía, ministerio válido e ínsuprimible. Por eso, Dios, el Señor de ambas estructuras —la institucional y la carismática- es quien las garantiza. San Pablo insiste en el ejercicio de los carismas en el "orden" (1 Cor 14,39- 40). El orden, en su pensamiento, no hay que limitarlo a proceder sin alteraciones, dentro de una sana armonía y comportamiento de los carismáticos. Abarca mucho más, esto es "no desbordar el marco de orden del ministerio jerárquico". Viene a ser un

criterio de que en los carismas opera el Espíritu Santo: el responder (o no) a esa norma. Por otra parte, un ejercicio del ministerio jerárquico bien entendido debe cuidar, proteger, defender, alentar los carismas y evitar, a todo trance, convertirse en elemento de extinción del Espíritu. Desde luego, éste es un terreno en el que lo institucional, por sí solo, no puede comprometerse a realizar debidamente su tarea. Sino que entra, como algo necesario e imprescindible, la acción del mismo Espíritu, prometido para siempre a la Iglesia, quien puede asegurar y armonizar ambas estructuras. Por eso, Rahner afirma, siguiendo el pensamiento de San Pablo, que no existen únicamente carismas del ministerio, sino que, aparte de éstos, existen otros dones del Espíritu no menos importantes, que contribuyen, asimismo, a la edificación del Cuerpo de Cristo. No precisamente los que sean extraordinarios, aunque es necesario que también éstos existan en la Iglesia. Así se expresan el Concilio y el Papa; no parece, pues, natural que un teólogo y menos aún ciertos sacerdotes, se permitan silenciar esta realidad en sus escritos o comportamiento pastoral. Estos carismas suelen designarlos muchos autores como carismas "libres".3 B. Carismas en sentido no estrictamente eclesial En la medida en que uno entiende su profesión como un servicio al prójimo en la sociedad (es de uso implícito para la construcción del Reino de Dios) y no-prìmeramente para su autoafirmación y "autorrealización", en esa medida toda aptitud se convierte en un carisma, en que el Espíritu de Dios se manifiesta visible y experiencialmente. En este sentido, dice también la mencionada proposición para el Sínodo de los Obispos alemanes: "Los diversos servicios tienen diversos puntos esenciales: algunos son aplicados directamente a la construcción de la comunidad, otros se aplican inmediatamente a la sociedad. No obstante, no hay que separar entre sí el culto divino y el servicio del hombre, el servicio salvífico y el servicio del mundo; todos los servicios son culto de Dios, todos los servicios construyen la comunidad, todos los servicios son servicios del hombre".4,5'6 3.

Cfr. K. Rahner, o.c., 55-64.

4.

H. Muhlen, Espíritu, carisma, liberación, 254: "Los cansinas son tan numerosos como las necesidades de la Iglesia; tan diversos como las personas que los ejercen. Seria imposible trazar un inventario exhaustivo. Van desde la hospitalidad o la consolación que manifiestan la presencia del Señor, hasta los milagros y dones pretenaturales más raros, claro está, pero reales, son útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia. (1 Cor 12-12). En esta división entran, también, los que liemos designado con el nombre de sencillos". H. Muhlen, o.c., 254. C. Carismas "ministeriales" Son ios ministerios instituidos en la Iglesia que El mismo fundó (1 Cor 12,6). Estos servicios o diaconías eclesíales se enumeran en las

cartas a los Romanos y a los Efesios. Algunos de ellos: Apóstoles profetas, doctores, evangelistas, pastores (Ef 4,11; Rom 12, 6-8; 1 Cor 12,28-30). D. Carismas "institucionalizados" Carismas "institucionalizados" por la Iglesia: asistente parroquial, el que ayuda a dar la comunión, el lector... (pero no olvidemos: para que puedan ser considerados como carismas propiamente dichos, deben realizar los dos aspectos ya indicados respecto del modo y la finalidad).

5. Y. Congar, en: Escuela de Servidores, Bogotá, El minuto de Dios, 1980, 14: "Entre los carismas que enumera San Pablo, los hay ordinarios y modestos: una oración, una sonrisa, un vaso de agua, dice el Evangelio, son, efectivamente, algo para el reino de Dios (en los que actúa el Espíritu). Asegurar la atención de un puesto, distribuir invitaciones o boletines, prestar un libro a alguien que lo necesita, alentar a un compañero que duda, ¿crees que no son nada ente Dios? Es que lo esencial no es haber recibido una llamada excepcionalmente grande, sino responder a lo que se ha recibido. Es el Espíritu quien dirige el juego. El sabe lo que hace". 6.

K. Rahner, en: Escuela de servidores, Minuto de Dios, Bogotá, 1980, 14. "No es necesario que lo carismádco aparezca en todos y cada uno de los casos como algo extraordinario y milagroso. Toda vida cristiana es un servicio que se presta dentro del Cuerpo de Cristo, por poco vistoso que sea el lugar en que esto se realiza en la Iglesia. Lo carismático en la Iglesia debe, en su conjunto, tener el carácter de algo llamativo o sorprendente. En efecto, la Iglesia, con su abundancia inexhausta de santidad, debe ser un signo elevado entre las naciones, que demuestre su origen divino como lo enseña el Vaticano. "San Pablo presupone también esto mismo, pues en los carismas ha de conocer y reconocer con admiración el pagano que Dios está verdaderamente presente entre nosotros. Esto no significa que la función de signo de la fe que tiene lo carismádco en la Iglesia, haya de convertir lo carismádco necesariamente en algo extraordinario".

E. Carismas ''libres" Por tales consideramos aquellos a que se refiere el Vaticano II: "El Espíritu Santo...distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición...haciéndolos aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que son útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia (1 Cor 12,14).7 En esta división entran también los que hemos designado con el nombre de "sencillos". 2. ¿Carismas "ordinarios" y "extraordinarios"? A. Criterios:  Es una distinción insatisfactoria: tiende a devaluar lo "ordinario" y a distorsionar lo "extraordinario".  No se ve bien en qué criterios habrá que basarse para juzgar lo ordinario y lo extraordinario. "La vida del niño más pequeño que esté en estado de gracia es un milagro extraordinario, mientras que, por el contrario, los milagros más espectaculares parecen, a veces, bien ordinarios".8  El Vaticano II distingue entre los carismas difundidos generalmente y los carismas extraordinarios (N.12). Aunque no sabemos a cuáles se refiere, parece que habría que incluir en los últimos los dones de profecía, de curación y lenguas.  Para las comunidades de la Iglesia primitiva estos dones de gracia no eran extraordinarios; pertenecían a la vida habitual y cotidiana de la comunidad.9  Por eso, algunos autores abogan por que no se emplee esta división. Para ellos resulta inadecuado llamar "extraordinario" lo que debería ser ordinario en la Iglesia.  Hacemos nuestra la afirmación de H. Muhlen: "SÍ tratamos más detenidamente los carismas que son todavía hoy considerados como extraordinarios, no lo hacemos de forma exclusiva: intentamos dar alguna luz sobre una realidad siempre presente en la Iglesia, pero especialmente en nuestros días".10

7. LG, 12. 8. A.M. de Moleon, o.c, 24. 9.

H. Muhlen, o.c., 255.  Queremos notar lo siguiente que debe estar siempre presente en todo "carismático": Los carismas se reconocen por sus frutos, por sus efectos objetivos; es decir, esencialmente por la verdad y la caridad a las que conducen. Se los discierne por medio de los signos del Espíritu Santo de quien son testimonio; sólo el sentido de la fe los puede percibir. Es importante el énfasis con que los mejores autores afirman que si nos fijamos exclusivamente o acentuamos excesivamente los carismas, impropiamente llamados extraordinarios, llegaremos a perderlos todos. Desafortunadamente, algunos líderes limitan (al menos en la práctica) los carismas al orar en lenguas, a la profecía y a las sanaciones.11 B. Un juicio de valor De nuevo hemos de seguir los pasos de K. Rahner en sus atinadas y fecundas observaciones sobre carismas extraordinarios y pequeños, para ceñirnos a la nomenclatura de algunos autores. El, manifiestamente, reconoce la necesidad de que existan carismas "grandes", extraordinarios en la Iglesia, coincidiendo en esto plenamente con D. Grasso, pero, al mismo tiempo, no se puede negar que se dan carismas "modestos", "pequeños", sin aparente trascendencia, pero manifiestamente eficaces en la edificación de la Iglesia (cf. LG, 34). Se dan carismas que, considerados en sí mismos, por separado, sin referencia al tiempo y al modo, aparecen como dones de gracia del Espíritu que se complace en lo pequeño para construir la Iglesia de Cristo. Pero esos mismos carismas pueden tener un fuerte matiz de extraordinarios si se tiene en cuenta el tiempo y el modo: "Aun prescindiendo de todo lo demás, no se puede negar que existe también la extraordinaria y auténtica fidelidad en lo de cada día, el milagro de serenidad y ecuanimidad en que lo maravilloso se realiza calladamente como la cosa más natural.

10. H. Muhlen, o.c., 255. 11. Mons. V.M. Walsh, Teach my People, Key of David Publication, Philadelphia, 1983, 2.

La Iglesia enseña que la observancia perseverante de la ley natural —es decir, de lo humano mtramundano- requiere una ayuda especial de Dios, que el hombre a fin de cuentas, sólo recibe por la gracia de Cristo. (...) Con mucha más razón, pues, todo lo que rebasa lo corriente de tal modo de vida, el modo como se vive esta vida, es un signo de la gracia, por sencillo y poco llamativo que sea esto que rebasa lo corriente, precisamente por ser (no a pesar de ser) extraordinario y, en nuestro caso, carismático". Insiste en el hecho de que en la Iglesia se dan y deben darse carismas extraordinarios (o "grandes" en su expresión más usada). Pero, al mismo tiempo y con fuerte insistencia en los carismas ordinarios (o "pequeños"). "Esto mismo no significa tampoco que nos esté vedado descubrir lo carismático en la Iglesia allí donde precisamente se halla, no ya solamente en la página de la grande historia universal, sino en la fidelidad oculta, en la bondad que se olvida de sí mismo, en la valentía varonil con que se cumple el deber sin retóricas, en la pureza interior ele sentimientos, en la limpieza de corazón, en la profesión de la verdad sin compromisos y términos medios, aun en casos en que sea incómoda, en un indecible amor del corazón para con su Dios, en la confianza inquebrantable del pecador en que Dios tiene un corazón más grande que el nuestro v es rico en misericordia. Sí, todo esto y muchas otras cosas del mismo género, tal como son en realidad —y como sólo el creyente sabe apreciarlas como se merecen en toda su profundidad y en su infinito alcance, mientras el incrédulo las tiene en poco-, todo esto, decimos procede de la gracia de Dios, es obra divina (acción del Espíritu) y no obra del corazón humano, que por sí solo sería malo, cobarde y vano. "(...) Por cierto, si nuestro corazón fuera de veras humilde y bueno, descubriríamos muchos más milagros (obras de la gracia, de la presencia del Espíritu) del bien en la Iglesia. (...) El bien carismático se halla en la Iglesia en gran abundancia.12 12. K. Rahner, o.c., 59. C. Un juicio cualificado Aunque hay no pocos que se inclinan a suprimir esta distinción por las razones expuestas más arriba, sin embargo, no podemos ignorar el hecho de que el mismo Concilio Vaticano II en su número 12, de la Lumen Gentium los considera. A la luz de esta afirmación y de lo que en otros números de diversos documentos (cfr. Apostólicam actuositatem, 3, etc.), se puede afirmar que distingue ambos tipos de carismas: ordinarios o más corrientes y abundantes y extraordinarios o menos frecuentes y extendidos. De los dos tipos de carismas necesita la Iglesia de hoy. Los carismas extraordinarios, si se tiene en cuenta la visión explícita o implícita de muchos Santos Padres, autores espirituales antiguos que han tratado el tema, de no pocos teólogos y escrituristas, se puede llegar a la conclusión de que entre ellos se cuentan el don de lenguas, la profecía y los milagros. "Es claro que la Iglesia necesita hoy los carismas extraordinarios. Pero es preciso que todos sus hijos tomen conciencia de la necesidad de los carismas ordinarios, de que todos ellos están llamados a contribuir a la construcción de la comunidad cristiana. Si es cierto que los carismas extraordinarios abundaron en las iglasias paulinas y faltaron en los primeros siglos de la expansión cristiana, también es cierto que tal expansión se debió en gran parte a la actividad de todos los cristianos, cada uno de los cuales se sentía apóstol en el propio ambiente, deseoso de llevar hasta Cristo a cuantos encontraba en su camino, especialmente en sus lugares de trabajo. (...) Hoy, la Iglesia, en muchas naciones, ha vuelto a ser una serie de "islas" en un mundo pagano. A los paganos de hoy el cristiano tiene que mostrarles, si los tiene, los carismas extraordinarios. Pero debe pensar con realismo que para muchos, esos dones serán simplemente objeto de curiosidad y, quizá, de interés científico. Los carismas extraordinarios, como la glosolalia en tiempos de San Pablo, podrán en no pocos casos, servir de atractivo para quienes van en busca de la verdad. Pero, una vez suscitado el interés, deben poder mostrar que están al servicio de la caridad, del amor de Dios y del prójimo, el único "carisma" que puede realmente abrir brecha en un mundo que no sabe qué es el amor, pero lo desea y lo busca. Por eso dijo el mismo Pablo que los carismas sin la candad no sirven para nada (1 Cor 13, 1s.). Nosotros lo decimos también en el plano de la renovación y expansión de la Iglesia, a que se orientan según el Concilio. (...) Sólo la caridad edifica. Si más allá de ios carismas no está la caridad, o si los carismas no llevan a la caridad, servirán de muy poco. Serán, a lo sumo, objeto de estudio por parte de quienes se ocupan del fenómeno religioso. Así lo ha intuido Juan Pablo II, quien, en la exhortación apostólica sobre la catcquesis, aludiendo a la Renovación en el Espíritu, dice que ésta será auténtica y tendrá verdadera fecundidad en la Iglesia no tanto en la medida en que suscite carismas extraordinarios cuanto en la medida en que lleve al mayor número posible de fieles, por los caminos de la vida ordinaria, al esfuerzo humilde, paciente y perseverante por conocer mejor a Cristo y dar testimonio de El. La conclusión de nuestro estudio es que la Iglesia, para construirse en nuestro tiempo, necesita ios carismas, ordinarios y extraordinarios, de todos sus hijos. Sólo así podrá el cuerpo de Cristo crecer de modo "bien estructurado" y armónico".13,14

13.

Card. J-L. Suenens, Un Phonomene controversé: "Le repos dans I Esprit", Desclée de Brower, París, 1985,15: "Distinguimos entre carismas ordinarios y extraordinarios, pero yo confieso que no se muy bien lo que significa esta distinción. Dios nos ama de una forma extraordinaria y no nos dice: esto es ordinario y aquello extraordinario. Admito que no es una distinción demasiado fuerte, pero veo por qué no valoreamos más los carismas ordinarios. "No hace mucho pronunció el Papa un discurso a los obispos de Bélgica y, sin emplear el nombre, les habló de lo que llamaríamos carismas ordinarios. Les decía que en el pueblo cristiano hay catequistas, personas que enseñan la Religión, personas que dan testimonio del Señor, de su Palabra, personas que dirigen la oración, etc. Esto es la vida de cada día.

"Cuando entramos en esa zona peligrosa de los carismas extraordinarios corremos el peligro de desconectar a la persona que tenga

14.

un don extraordinario". D. Grasso, o.c., 177-179.

3. Unidad y diversidad de los carismas Los dones del Espíritu son diversos, como diversos son también los ministerios de la Iglesia y las operaciones de los hombres. La unidad entre los diversos carismas -unidad ciertamente profunda- se halla en que todos provienen del único Espíritu, así como los ministerios proceden del único Señor y las operaciones, a su vez, del único Dios (1 Cor 12, 4ss.). Así los hombres, cada uno según su carisma, son administradores —y esto es un aspecto fundamental de su excelencia- de una gracia divina única y multiforme (1 Pedr 4,10). La comparación del cuerpo humano expresa admirablemente esta realidad: todos tienen el mismo fin último; son dados para el bien común; concurren a la utilidad de la Iglesia, cuerpo de Cristo.15'16 15. C. Aldunate, Carismas, ciencia y espíritu, Santiago de Chile, 1979, 74-75.  "Los carismas pertenecen a la dimensión vertical y social del cristianismo.  El carismático colabora voluntariamente con Dios, pero al mismo tiempo hay infinita libertad en la acción divina; el hombre no la provoca.  La acción carismática proviene de una causalidad mixta: de Dios y del hombre. Pero también hay otras acciones semejantes que provienen de causalidad mixta: del hombre y del demonio. Es necesario discernir.  El desarrollo de los carismas es un camino deseado por Dios y el ejemplo de Jesús demuestra que pertenecen a la plenitud de nuestra personalidad.  Pero recordemos que los caminos no son todo el camino, ni el término de él.  Los caminos auténticos, aún los más sencillos, llevan a Dios: lo prueba el ejemplo de María y Dios mismo; Su voluntad y Su gloria han de ser siempre la orientación de nuestro vivir. Los temas tocados sugieren varias aplicaciones:  Estás llamado a servir a tus hermanos; los carismas te capacitarán para servir mejor.  Dios quiere darte carismas; no son poderes mágicos ni milagrosos. Son disposición de mayor caridad, fe y obediencia de Dios que te harán más receptivo para ser usado por El para el bien de los demás.  El primer paso hacia los carismas es servir, servir a los demás, con olvido de ti mismo y mucha docilidad al Señor.  Si quieres estar abierto a Dios debes evitar toda forma de espiritismo y astrología: "somos del Señor" y sólo en El debemos confiar. Confiar en otros poderes es idolatría; y en toda idolatría están las fuerzas del mal. 4. División de los carismas (1 Cor 12,7-11) Se pueden dividir o agrupar de modos diversos, según se tome como punto de referencia a un aspecto u otro.  Ten mucha desconfianza de toda búsqueda directa de poder o de conocimientos paranormales; fácilmente lleva ai egocentrismo y a dureza y soberbia satánica.  Los carismas auténticos construyen comunidad, llevando siempre armonía y plenitud en Cristo. En esto conocerás que son acción de Dios y no "obra de la carne".  Los carismas no son, pues, lo principal de la vida cristiana. Busca siempre a Dios, que sea alabado en su Iglesia. Busca servir a tus hermanos en las cosas de cada día.  La caridad de servicio y la docilidad al Espíritu Santo, permitirán que este mismo Espíritu haga crecer en ti los "dones espirituales". Estas gracias de amor unitivo te permitirán ser conducido por el Espíritu más y más.  La acción del Espíritu Santo en ti tiene por objetivo: la transformación tuya en Cristo y ia transformación de tus hermanos y de toda la sociedad en El. La comunidad cristiana imagen transparente de Cristo resucitado, es el mejor testigo del Reino de los Cielos. Tú estás llamado a colaborar en esta misión". AÑADIMOS LO SIGUIENTE La disponibilidad para ser usados por el Señor y el buen uso de ios carismas es uno de los medios más eficaces para que Dios, en su generosa libertad, vaya purificando, aumentando y perfeccionando los carismas en nosotros. Los grupos de oración que aprecian debidamente y piden con humildad disponible los carismas del Espíritu, y esperan con fe expectante que el Señor prodigará en ellos los dones espirituales, según su plan de salvación, y los ponen al servicio del amor fraterno, serán pronto testigos de su eficacia: verán crecer la comunidad en toda clase de frutos cristianos, evangelizarán con poder y con valentía darán testimonio de jesús resucitado. Aunque el Señor puede suscitar e impulsar a utilizarnos como sus canales por el uso de los carismas en las circunstancias más imprevistas y éstos, a su vez, se pueden desarrollar fuera del contexto de la comunidad, ésta, sin embargo es, de ordinario, lugar privilegiado para ser usados y para verlos crecer especialmente. Omitimos las razones de esta afirmación, lo cual supondría alargarnos más de lo que este libro lo permite. 16. A. George, P. Grelot, "Carisma", o.c.,144:

"Todos tenemos fundamentalmente el tesoro del Espíritu Santo en nosotros, con variedades diferentes. Todos tenemos una voz, pero no todos somos grandes cantantes, todos tenemos el Espíritu Santo que habita en nosotros, dándonos el poder de orar por las curaciones y obtenerlas, y aquí y allá hay personas escogidas por el Señor, quizá no por mucho tiempo, y por medio de uno y de otro se producen curaciones.

Nosotros nos atenemos a la división que creemos que prevalece en general Los vocablos: carisma y don se usan como equivalentes, aunque en rigor son cosas distintas. Por el contexto, se puede deducir el sentido. 1. Carismas de la palabra: (poder hablar) a)

El don de lenguas*, (los tres aspectos)  Hablar en lenguas.  Orar en lenguas.  Canto en lenguas.

b) El don de profecía. c) El carisma de interpretación.

"Hay que hacer un discernimiento continuo y no se ha de considerar a los carismas como algo que uno tiene en su bolsillo de una vez para siempre. Uno puede decir una palabra inspirada (podemos decir profética, en este sentido), pero quizá mañana no. No se es profeta de una vez para siempre. Por lo tanto, tengamos cuidado. En cambio se es sacerdote de una vez para siempre y uno está bautizado de una vez para siempre. Por consiguiente, huy carismas que forman parte de la estructura misma ele la Iglesia y también está aquello que viene y se va, lo que el Espíritu nos quiera dar". "Sin embargo, debemos afirmar que no todos los carismas son igualmente importantes. Si recordamos que todos tienen la finalidad de contribuir a la 'edificación de la Iglesia', hay que concluir lo siguiente: la excelencia e importancia de los carismas está en estrecha unión con la relación que guardan respecto del bien común del cuerpo de la Iglesia. "Los dones son carismas de ministerio y no deben confundirse con un cargo eclesiástico". "Aunque su contribución mayor o menor al cuerpo de la Iglesia es el criterio que determina la importancia de los carismas, creemos, sin embargo que también en esto puede haber algo de relativo. No es improbable que un carisma sencillo, el de servicio, por ejemplo, en unas circunstancias determinadas o en un lugar concreto, por su situación y necesidad, sirva mucho más para edificar la Iglesia, ahí, determinadamente, que otro tenido, ordinariamente, como mayor y más eficaz, por ejemplo, el de profecía". "Poniendo el acento sobre los carismas, por más reales que sean, se olvida fácilmente que el don primero del Espíritu Santo es el mismo Espíritu, que la gracia por excelencia es una gracia teologal de crecimiento de fe, de esperanza, de caridad y que la caridad es el test supremo de toda autenticidad cristiana. (...)

2.

Carismas cíe entendimiento: (poder conocer) a) Palabra de sabiduría. b) Palabra de conocimiento (de ciencia, según otros). c) El don de discernimiento.

3.

Carismas de significación: (poder obrar) a) El don de sanación.

- Física - Interior. - Liberación como aspecto aislado de la sanación interior, no carisma. b) Carisma de milagros c) El don de fe carismática.

"Se dirige fácilmente toda la atención sobre los carismas llamados extraordinarios —los únicos que consiguen la atención de los medios de comunicación- y se ignoran los carismas "ordinarios" que son el pan cotidiano en la Iglesia. Es interesante leer un discurso del Papa Juan Pablo II a los Obispos de Bélgica en el cual enumera, sin emplear el término, una serie de carismas ordinarios esenciales para la vitalidad de la iglesia. El Concilio reivindicó, en la misma línea, el lugar de los carismas ordinarios en la vida de la Iglesia. Acentuando la función y el lugar de los carismas extraordinarios puntuales, es decir, transitorios, hay el riesgo institucional. Pienso en la Unción del Espíritu que reposa sobre los obispos, los sacerdotes, los diáconos, y que es inherente a la estructura sacramental misma de la Iglesia".

XI EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNIÓN DE ORACIÓN, LA ACTUACIÓN DEL SERVIDOR

Aclaraciones previas a) Aquí no se pretende tratar los carismas sistemáticamente ni dar una instrucción pormenorizada de lo que son, de su finalidad, etc. Se tocan los presupuestos necesarios de un modo superficial, lo suficiente para entrar en el tema. b) Se considera el buen uso de los carismas dentro y fuera de la reunión de oración. Se abarcan dos aspectos que tienen mucho en común, pero en los que se encuentran diferencias de aplicación. El servidor notará fácilmente cuándo se está contemplando su uso en uno u otro campo. c) Es en el buen uso de los carismas donde el dirigente de la Renovación Carismática tiene que estar más atento, de un modo pacificante. El, especialmente, tendrá que pedir al Señor una gran paciencia, tacto, fortaleza y equilibrio para ir fomentándolos y educando al grupo en el buen uso, corrigiendo defectos, favoreciendo discreta pero eficazmente el buen uso. d) En la Escuela de Servidores se le dedican dos trimestres a la exposición, relativamente detallada, de los carismas, tanto en general, como en particular. Por eso, aquí se aborda más ampliamente su buen uso. 1. El buen uso de los carismas Los carismas deben ser usados en el orden, en la humildad, en la obediencia, en el discernimiento, en el amor y la oración. Es un verdadero morir a sí mismo. A. En el orden Recordemos los cc.11-14 de la Carta de San Pablo a los Corintios. a) Importancia capital de ejercerlos "en el orden" El desorden escandaliza, confunde, desalienta; da una imagen falsa de la Renovación Carismática; hace tomar por verdadero lo que es dudoso y aun falso; no se construye, se destruye; es signo de la acción del maligno, o de nuestros deseos desordenados conscientes o subconscientes; crea precedentes transportables a otras comunidades; se corre el riesgo de desplazar lo más importante: el camino de vida de la persona que los usa y de la comunidad ante quien se ejercitan. 

El desorden en el uso de los carismas, es el camino más rápido y seguro para que desaparezcan, pierdan su eficacia, lancen a la persona que los usa a consecuencias imprevisibles, etc.

b) Sentido: 

"En el orden": en el tiempo debido.



En la duración y aun en el tono de voz debido.



Orden no es uniformidad. La manera como el Espíritu Santo obra en nosotros no es ajena al influjo del temperamento, costumbre y herencia.



Teniendo en cuenta el tipo de auditorio que los presencia.



Mirando la "externalización" conveniente: sin miedos infundados, pero sin exageraciones.



Cuidando no provocar situaciones "emocionalistas", por el grito, el clamor fuera de tono, la insistencia repetida. La sana emoción y el emocionalismo, se diferencian radicalmente".



"En el orden" significa también: huir, evitar la improvisación; no prepararse con la oración ferviente, asidua, con el consejo, si es conveniente; significa conocer los modos diversos en que debe ser usado un carisma determinado y de practicarlo, armonizándolo con la docilidad a la acción del Espíritu.



Cuidado con refugiarse en la expresión: "no hay que apagar el fuego el Espíritu". El Espíritu pide nuestra cooperación. La sentencia debe ser completada: "Examinadlo (discernirlo) todo y quedaos con lo mejor" (1 Tes 5, 19- 21).

B. "En la humildad" (Fil 2, 5-11) a) Sentido: 

Tener la persuasión profunda de que ser agraciados con carismas no supone una mayor santidad en la persona.



Conciencia de ser una llamada a una mayor humildad, puesto que gratuitamente ha sido tomada como instrumento para el bien de los demás.



Conciencia de la necesidad de una mayor purificación interior (y de un mayor testimonio de vida exterior) para ser canales más aptos de la salvación de Dios.



Disponerse, cuando hayan de ser usados, con una oración "en humildad", si es posible, comunitaria.



Aceptar de buen grado ser instruidos en su recto uso; persuadirse de que se necesita aprender muchas cosas sobre ellos; aceptar aun ser corregidos y amonestados fraternal, pero sinceramente, cuando haya errores, o menos prudencia, a juicio de personas de buen sentido o de una comunidad que discierne.



Aceptar que el uso de los carismas es un itinerario largo que debe ser purificado, profundizado constantemente.



Aceptar que no se es perfecto en su recto uso desde el comienzo, y que se necesita la gracia del Señor y la ayuda de los hermanos para progresar en él.



Aceptar que podemos caer en la tentación de ejercerlos en interés propio: por exhibicionismo, prestigio, poder, etc., y que debemos ser corregidos dentro de una persuasión sencilla, humilde, pacificante.



Aceptar que no somos nosotros mismos (los agraciados con los carismas) quienes somos los llamados a discernir su autenticidad y su recto uso. Debemos estar siempre dispuestos a que sean discernidos por las personas competentes o por la comunidad.



Tener muy en cuenta, en este aspecto, la actitud y el comportamiento de los santos; las normas de los pastores, las indicaciones de los que tienen larga y probada experiencia.



Aceptar que podemos evadir el dejarnos usar por temor, por falsa humildad, por evitar complicaciones. A llegar al equilibrio entre la evasión y la osadía e imprudencia, nos ayudará mucho no sólo la oración, sino también el consejo de personas de experiencia, conocimiento y buen juicio probado.



La comunicación íntima con el Señor, por su Palabra, Ia experiencia propia y ajena, la lectura de libros católicos acreditados, la asistencia a retiros, la actitud interior de hallarnos en situación de una "formación permanente" en este campo, son valiosísimas ayudas para purificarse y progresar en los dones de Dios.



Es absolutamente necesario:



Saber que el Espíritu respeta siempre nuestra libertad (1 Cor 14, 32-33).



Ir conociendo los signos manifestativos de la acción del Espíritu para usarnos como sus instrumentos.



Discernir constantemente; sobre todo, ayudándose de personas competentes y de la comunidad.

C. "En la obediencia" (Fil 2, 5-11) Quizá sea el aspecto más arduo, por lo "posesionados" que estamos de nosotros mismos y la resistencia que ofrecemos a dejarnos "tomar" por el Señor. Sin embargo, es insustituible: Jesús fue todo El obediencia al Padre, hasta la muerte y muerte en cruz. a) Sentido: 

La obediencia sincera indica que buscamos la voluntad de Dios y queremos dejarnos conducir dócilmente por el Espíritu.



La obediencia nos purifica fuertemente en la búsqueda sutil de nosotros mismos.



La obediencia nos clava amorosamente en la cruz y desde allí Cristo se encarga de glorificarnos.



La obediencia nos hace canales más aptos para ser usados con poder por el Señor.



La obediencia construye la unidad en el amor y el dolor.



La obediencia es un hermoso fruto del Espíritu y criterio de la autenticidad, al menos probable, del carisma. La experiencia enseña que el Señor se manifiesta, a su tiempo, en el que se despoja de sí para obedecer.



La obediencia no significa servidumbre, sino "libertad" en Cristo para aceptar y realizar sus designios. No anula, sino estimula a aportar nuestras ideas, mociones interiores, puntos de vista. Se trata de una obediencia responsable.

b) En obediencia" ¿a quién? 

A los Pastores de la Iglesia (o Jerarquía) que posean el carisma del discernimiento para guiar el rebaño de Cristo.



A las indicaciones de los diversos Equipos que, enviados por los Pastores, participan, respecto de la Renovación Carismática, de su autoridad.



Obediencia en la fe a la comunidad que ha discernido. Todos ellos tienen la seria responsabilidad de discernir antes de indicar; más aún, si en casos extremos, hay que imponer. (Es importante citar lo que E.C. Larkin anota: "Desde los tiempos de San Pablo en adelante, la Iglesia vigiló el ejercicio de estas funciones: ministerios y carismas 1 Cor 14, 37; 1 Cor 1, 10). La Iglesia es el árbitro final de la validez del carisma y de su buen uso (Lumen Gentium, 12). Ella debe proteger los carismas auténticos contra los seudocarismas y los dañosos fenómenos y mantener la comunidad en el buen orden al que los carismas mismos sirven.

D. "En el amor y en la oración": (1 Cor c. 13) Siendo importantes los aspectos enumerados, éste lo es especialmente. Le damos a la expresión un sentido relativamente amplio. a) Sentido: En el amor y en la oración "antes" La persona usada por el Espíritu es como un canal, a través del cual pasa la gracia actual de la sanación, profecía...del Señor. El instrumento humano debe prepararse lo mejor posible con la ayuda del Espíritu, para ser utilizado poderosamente por El. Esta preparación pide, entre otras cosas: 

Dar un perdón generoso.



Creer en el amor personal del Padre, manifestado en Jesús a la persona por quien se ora...



El amor profundo a Jesús que da el carisma; a la Iglesia, carisma fundamental, y para cuyo bien se conceden.



Orar intensamente, si es posible en comunidad, en una relación sincera de amor mutuo.



Hacer un acto de fe intenso en el poder y el amor de Jesús.



Pedir a Jesús la comunicación de su amor hacia las personas a favor de las cuales se van a ejercer los carismas.

En el amor y en la oración "mientras": 

Pedir la compasión de Jesús.



Ejercer el carisma en un clima de amor a Dios y a la persona.



Hacer profesión explícita del amor del Señor para con nosotros, especialmente con el enfermo, etc... de su "presencia" amorosa actuante.



Dar gracias, alabar por el amor del Señor que se manifiesta, aunque no se perciba.



Visualizar en amor al Señor que, en su bondad, va sanando... Fijarse más en lo positivo que en lo negativo de ja obra del Señor: más en restaurar, en poner lo bueno, que en destruir, quitar lo malo.

En el amor y en la oración "después": 

Dar gracias, alabar al Señor con todo amor por su obra de misericordia y bondad.



Encomendar la persona al amor del Señor que continuará su obra.



Aludir a la llamada que supone la acción del Señor a entregarse en fe a su amor y a su poder. Es aconsejable usar el don de lenguas, si no está contraindicado por otras razones. En su plurivalencia, eleva el alma al amor o lo intensifica. Lo mismo es válido para el canto en lenguas. Se puede esperar, en humildad, que el Señor ayude con alguna palabra de conocimiento; la oportunidad de manifestarla o no, si se da, depende de diversos factores que hay que tener en cuenta.

b) Precisiones importantes: 

La caridad no es un "carisma" como tal. Es el clima constante en que deben ejercerse los carismas.



Es el fin a que se ordenan los carismas: "La construcción de la Iglesia en la caridad".



Está contraindicado lanzarse, sin más, a ejercer los carismas: v.g., a orar por un enfermo, etc., antes debe preceder un tiempo de recogimiento interior y de profunda oración al Señor e invocación al Espíritu Santo, privadamente o en una oración comunitaria. No debe olvidarse la importancia de la purificación interior y del mutuo perdón entre los que van a ejercer el carisma.

E. En el "discernimiento" a) Importancia: JC.: Le. 6, 43-45 San Pablo: 1 Tes 5, 12; 19-21 San Juan, 1a 4, 1-2 Vaticano II, Lumen Gentium, 12 Autores espirituales: San Ignacio de Loyola. La experiencia de la Renovación Carismática: "Los carismas con el discernimiento de espíritus son dones preciosos; sin él, más bien dañan" (P. Forrest). b) Materia del discernimiento:

En la vida espiritual, todo cuanto tenga importancia debe ser discernido. Cuanto se halla conectado con la voluntad de Dios, fundamento y finalidad última de toda la vida cristiana. Hay cosas sobre las que basta pasar un buen juicio. Ya se da también un discernimiento rudimentario, pero suficiente. Los carismas, todos y cada uno, entran en la categoría de realidades, no sólo importantes sino delicadas y características, no exclusivas, de la Renovación. Es necesario, por lo tanto, discernirlos cuidadosamente. Tanto más cuidado se ha de poner en el discernimiento, cuanto más importantes sean: el bien o el mal que se puede seguir de su autenticidad o inautenticidad; de su buen o mal uso es muy considerable. Otros hay que, además, ofrecen en sí mismos, una dificultad especial, v.g., el carisma de "profecía". Debe ser discernido siempre, ya se refiera a toda la comunidad, ya especialísimamente a una persona particular. Lo mismo cabe decir de otros carismas muy emparentados con la profecía. c) Extremos del discernimiento respecto de los carismas:

La autenticidad o inautenticidad de los carismas. El buen o mal uso que de ellos se hace. Aquí entrarían aspectos como: la oportunidad, el modo, las circunstancias externas, etc. Todo cuanto ayude a una mayor eficacia y docilidad al Espíritu que encarna Su gracia en estas realidades físicas, sicológicas, espirituales, convendría ser tenido en cuenta. Los autores espirituales, las personas de una gran experiencia de discernimiento, señalan los diversos aspectos del discernimiento. Con todo, no se ha de dar la misma importancia a los diversos campos en que se ejercita el discernimiento, ni la misma duración de tiempo, ni la misma intensidad de oración aunque ésta debe estar siempre presente. d) Modos de hacer el discernimiento

Puesto que se tratará ampliamente cuando se aborde el carisma, omitirnos aquí cualquier indicación.

e) Quiénes deben hacer el discernimiento: La persona que sepa usar los modos diversos de hacer discernimiento. El carisma de discernimiento es raro fuera y dentro de la Renovación Carismática. Y aunque se diera, debe ser discernido por otro modo. Las otras maneras de discernir deben ser aprendidas y esto requiere tiempo, experiencia, condiciones determinadas y otros requisitos. Aun en la hipótesis de que una persona discierna sobre algo que le compete, debe ser ayudada por otra u otras personas que fundamentalmente posean esta triple cualidad: conocimiento de las cosas y caminos del Señor; experiencia propia y ajena; sagacidad, esto es, suficientes conocimientos de la sicología humana (aunque sea por vía de don natural), mejor aún si son también científicos; pero no necesita ser un especialista en la materia. Otras personas que posean las cualidades ya antes aludidas. San Ignacio, maestro del discernimiento, da una gran importancia a la ayuda que un guía espiritual puede prestar en discernimientos de cierta importancia. Repetimos que en esta categoría entra lo que se refiere a los diversos aspectos más salientes de los carismas. La comunidad: es un caso muy frecuente en la Renovación Carismática. Sin excluir lo dicho anteriormente, juega un papel importante en los grupos de oración. El Señor sensibiliza a la comunidad con frecuencia y hace que detecte la autenticidad o inautenticidad de un carisma y, sobre todo, su buen o mal uso. Pero recordemos que la misma comunidad necesita ser instruida y formada para detectar las mociones del Espíritu. Especialmente las personas que han sido puestas como Pastores. Poseen ese don en virtud de su misión y de su unción sacerdotal, para discernir la autenticidad y el buen uso. El Concilio Vaticano II es claro sobre esto, LG. n. 12; AA n. 3; PO n. 9. Pero esto no las exime de poner los medios que se requieren para un auténtico discernimiento. Advertencia Rehusar, no ver bien, recibir disgusto no superado con la gracia que Dios ofrece para ello, negarse a que se disciernan mis carismas o el uso que hago de ellos es mal síntoma, aun en la hipótesis de que pudieran equivocarse respecto de mi caso, no fácilmente presumible. La acción del Espíritu Santo en el alma, si es verdaderamente tal, crea la humildad y la obediencia. Someterse a él en sus instrumentos es disponerse del mejor modo a ser usado allá de lo presumible. Por el contrario, como dice el P. Forrest, cerrarse a estas preciosas ayudas es una de las causas de perder los carismas. Por su parte, los que disciernen tienen la obligación de saber discernir, de orar; de no dejarse arrastrar por extremos, sino ayudar al Señor a realizar el mandato paulino: "No extingáis el Espíritu Santo (pero) examinarlo todo y quedaos con lo bueno" (1 Tes 5,19-21). Es decir: ayudar discretamente a preparar el camino al Señor para que, en Su plan, derrame los carismas, se purifiquen, se fortalezcan, se aumenten, se prevengan o eliminen excesos. Los que disciernen tienen la responsabilidad: De no querer cortar a todos por el mismo patrón; De no considerar iguales todas las circunstancias; De actuar en el momento oportuno; De no ser imprudentemente insistentes, y sobre todo, de no olvidar que deben ser, realmente, personas de oración y de servicio por amor. Para realizar debidamente todo lo anterior, ellos deben ser los primeros en estar instruidos sobre el modo de discernir y practicarlo siempre que sea necesario o conveniente y tratar de perfeccionarse en su uso. No olvidemos el pensamiento de San Juan de la Cruz: el Espíritu Santo sensibiliza y capacita de una manera especial para discernir, casi de un modo connatural, a medida que somos dóciles al Espíritu, nos entregamos a su acción y nos adherimos más profundamente a la persona de Jesús. El discernimiento de un carisma deja siempre presentir una cierta presencia del Espíritu de Dios. Bien entendido, el ejercicio de los carismas puede ser más o menos puro, más o menos intenso: podemos encontrar toda clase de expresiones, que van desde el manantial que se precipita tumultuosamente en su primer brotar, hasta las aguas mansas y poderosas. 2. La actuación del servidor A.

Orientaciones generales

En lo expuesto anteriormente se encuentran muchos elementos que orientan al servidor en su comportamiento concreto. Su actuación, tomada en un sentido general, viene dada por la actitud equilibrada que debe procurar crear y mantener en sí un modo constante: debe equidistar entre la búsqueda desmedida de los dones espirituales y el no favorecer suficientemente la espontaneidad y la manifestación de los dones del Espíritu. La actuación más concreta respecto de cada uno de los carismas, especialmente de los que más suelen darse en una reunión de oración, podrá extraerla de la doctrina que se imparte en la Escuela de Servidores al ser tratados con cierta amplitud individualmente. Aunque se aluda al buen uso de los carismas en la actuación del servidor, ésta debe abarcar también el discernimiento de la autenticidad de los carismas. B.

Orientaciones más concretas

— El ejercicio de los carismas es un elemento fundamental de la Renovación Carismática y forma parte de su vida cotidiana.

Desde luego, aun dentro de una sana ponderación y aprecio de su importancia, no podemos cometer el error de considerarlos ni fines en sí, ni superiores a otros elementos que forman el quicio de la Renovación. Los carismas, aun los más extraordinarios, se ordenan a edificar la Iglesia en la caridad, a fomentar y robustecer los frutos del Espíritu. Es aquí hacia donde debemos mirar en su ejercicio. La conversión, en un continuo crecimiento y profundización, la vida sacramental, vivida en creciente conciencia e intensidad, la entrega en amor y abnegación a los demás, como Jesús, forman el núcleo al que se orientan los carismas. Por otra parte, éstos se constituyen en signos fuertes que acompañan las palabras y en indicadores de la presencia y dinamismo del Reino. Por eso, el papel del servidor debe ser ayudar a desarrollarlos discretamente, evitando los dos escollos ante los que fracasamos a menudo: la inhibición por el temor; la osadía por la falta de instrucción o deseo desordenado de tener los carismas. Pensar que no es necesario atender al nacimiento y crecimiento en Sos grupos de oración de los carismas aun extraordinarios, es cerrarse a lo que Dios quiere hacer en su Iglesia en nuestros días. — Los carismas y ministerios, en el plan cíe Dios, son para todos} según la medida del Espíritu que los reparte como quiere; no son exclusivos de los líderes. Existen en la Iglesia ministerios personales fuera de lo común. Pero la curación, la profecía, el discernimiento, la enseñanza...deben llegar a ser actividades normales en las parroquias, en los grupos de oración y aun en las familias. Esto no quiere decir que todos los carismas han de ser ejercidos por todos. Estaría en contradicción con lo que el mismo Pablo nos dice respecto de la libertad y complementariedad con que el Espíritu los distribuye (1 Cor 12,7-11). Esto es cierto, pero no lo es menos el que quizá no pocas personas dejan inútiles los dones que han recibido y los ministerios en los que pudieran ejercerlos, porque piensan que no son llamados a ser instrumentos del Señor a través de ellos. —La actitud ante los carismas que debe fomentar discretamente el servidor; es desear humildemente cooperar con el Señor en cuanto El quiera pedir. "Abandonarnos" es una palabra clave en el buen uso de los carismas. Pero no es suficiente: tenemos que conocer los signos que, ordinariamente, el Señor va enviando por delante, v.gr., en la profecía, para que vayamos tomando conciencia y preparándonos a ser sus instrumentos. La idea de que Dios obra sin nosotros es falsa; está contra la pedagogía divina manifestada a lo largo de la revelación, y contra la sicología humana dada por El mismo. Todavía más, se halla en oposición con el ser del hombre esencialmente libre, capaz de aceptar o de negarse a las mociones del Espíritu. El nunca forzará nuestra libertad; la respeta cuidadosamente. A veces, pueden ser tan intensas las gracias que nos dé, que parezca, no sólo presionarnos, sino también anularnos. Esta puede ser la apariencia. La realidad es muy otra. Por eso, el servidor ha de estar atento a instruir a su grupo de modo que conozca los modos ordinarios de manifestarse el Señor cuando quiere usar a una persona y a dejarse utilizar por El. —Una vez que hemos respondido con prontitud al Espíritu dando la profecía y orando por sanación, debemos esperar el discernimiento. Es muy posible que nos hallemos ante un don de Dios o no. La profecía, al igual que otros carismas, puede ser algo que viene de Dios, de nosotros mismos o del Espíritu del mal. O puede ser también una profecía en la que se mezclan lo bueno, lo de Dios y lo nuestro. No resta sino esperar ser juzgados; es decir, que intervenga el discernimiento: la palabra, la tradición, la enseñanza de la Iglesia, los frutos en la vida. Esta es la vía común a todos los carismas. El buen ejercicio de los carismas es una verdadera muerte espiritual: una muerte a sí mismo, por la disponibilidad al Espíritu contra todo temor; un ejercicio de humildad en prestarse al discernimiento y aceptar con sencillez y sin reticencias, por más que los afectos se subleven, por la actitud no de: "espero que sea confirmada mi profecía", sino "yo sólo quiero aceptar lo que viene del Señor". —Es necesario "experimentar". Es decir, recibir los dones de Dios y ejercerlos. Si la comunidad no ora por los enfermos, difícilmente llegará a saber si el Señor quiere usarla. Aunque sea una novedad cada vez más admitida, no ha de ser un obstáculo para su ejercicio. Precisamente cerciorarse de la gracia de un carisma implica estar disponible para dejarse usar por el Espíritu. El discernimiento se encargará de esclarecer la práctica. Y ésta, a su vez, supone cierto conocimiento de los carismas y del modo cómo se presentan y se ejercen. En este campo, nos damos cuenta de que, después de años, sabemos muy poco sobre ellos. Por eso la exigencia de su cargo en el servidor de conocer para poder guiar. Este conocimiento, unido a la práctica y al discernimiento, lo sitúan en terreno muy favorable para guiar con garantía a su grupo en el difícil campo de los carismas. Aprender a utilizarlos y ayudar a hacerlo rectamente en el grupo, es una de las tareas más importantes del servidor. C. La obsesión de los carismas Ciertamente, estamos en la Renovación y en ella creemos que el Espíritu Santo da carismas en abundancia para la construcción de la asamblea. Pero hay que evitar la práctica de una real caza de carismas. La enfermedad está en creer que ya que somos "cariismáticos", es preciso que cada hermano y hermana tenga un carisma reconocido y lo ejerza. De ahí que se sienta impelido a usarlo. El carisma más comprometedor es el de la profecía: con frecuencia casi se le impone cuando transmite una palabra que viene de Dios y que se revela manantial de vida para un hermano o hermana. Pero el carisma de profecía que expresa el deseo de Dios para la asamblea es un don que debe reconocerse como tal por sus frutos. No se trata de institucionalizarlo, como tampoco de tener grupos de profetas esforzándose en dar profecías. Ya que es un don de Dios, una profecía no puede programarse.

Y, sin embargo, los carismas deber ser reconocidos. ¿Cómo sabré si tengo tal o cuál carisma? ¡Basta ejercerlo! Por ejemplo, si una persona te pide que reces por curación, ora según su deseo. Si se cura, reconoce que en ti se ha ejercido un carisma de curación. Muy frecuentemente, esto no será suficiente para verificar la autenticidad del carisma. Necesitará estar avalado por los frutos. Y como criterio eclesial de disponibilidad, humildad y obediencia, será preciso acudir a aquellos que Dios ha puesto para ejercer el carisma de discernimiento, siempre que sea necesario o conveniente (Lc 12, AA 34; PO 93). Sin esta ayuda se corre el peligro de caer en una aparente y falseada autenticidad de un mal uso de los carismas, aun en el supuesto de que sean verdaderos. Sobre el respeto debido al ejercicio de los carismas que debe conjugarse con el orden, el amor, la obediencia y el "discernimiento" que compete especialmente a los pastores de la Iglesia, Y. Congar nos ofrece su ponderada opinión. Insiste sabiamente sobre la armonización entre el "carisma" y la "institución". No hay por que exista ni "presión" en la segunda ni "desobediencia" o "abuso de libertad" en la primera. Son dos elementos constitutivos de la Iglesia, complementarios entre sí y, por tanto, debe existir un mutuo reconocimiento, un ejercicio que enriquece y complementa en el amor y en la eficacia al otro. "Es evidente que hay y habrá siempre mucho por hacer para dar cumplimiento a las exigencias que tenemos planteadas en el plano de la institución, de la vida eclesial (y de los carisrnas). De San Pablo tenemos que aprender un gran respeto por la legítima libertad de los fieles (Gal 5, 13; 1 Cor 7, 23; 2 Cor 1, 24; Filemón 14;- PO, 9). (...) Estamos aún muy lejos de abrir la vida de la Iglesia, de las parroquias, de los organismos u organizaciones oficiales a la libre aportación de los carismas. Es cierto que "Dios no es Dios de desorden, sino de paz" (1 Cor 12, 7). Los carismas son sencillamente talentos que hay que poner al servicio de la edificación del cuerpo de Cristo (...) La fidelidad que la Iglesia debe al Espíritu y el respeto que debe manifestar a la libertad cristiana son una prueba constante en la que la Iglesia tiene que afrontar el problema del pluralismo, de las Iglesias particulares. Es el campo donde tiene que reconocer los signos de los tiempos". Aquí —pensamos- entra también la exhortación del Vaticano II, en su documento: Presbyterorum Ordinis sobre la actitud de los sacerdotes respecto de los carismas de sus fieles, y el derecho y el deber de usarlos debidamente. Así como el colaborar y someterse al discernimiento que compete, sobre todo, a los pastores de la Iglesia. Y. Congar, o.c., 336-337.

XII COMO SE SUSCITAN LOS CARISMAS Y SE CRECE EN ELLOS

1. El pensamiento del Vaticano II Importa mucho conocer el pensamiento de la Iglesia en este delicado punto, especialmente cuando nos encontramos con la realidad de que no todos los cristianos, ni aun sacerdotes, admiten los carismas y menos, por lo tanto, los piden o tratan sanamente de suscitarlos. Citamos tres textos fundamentales, de entre los numerosos que en diversos documentos del Vaticano II, se le dedican. a) Lumen Gentium, 12. "Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los ministerios y lo adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Cor 12,11) sus dones, con los que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras; a cada uno...se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad (1 Cor 12, 7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia. Los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos del trabajo apostólico. Y, además, el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (1 Tes 5, 12 y 19-21)". b) Apostolicam actuositatem, 3

"Para practicar este apostolado, el Espíritu Santo, que obra la santificación del Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, da también a los fieles (cf. 1 Cor 12,7) dones peculiares, distribuyéndoles a cada uno según Su voluntad (1 Cor 12,11), de forma que todos y cada uno, según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los demás, sean ellos también buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Ped 4, 10), para edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4, 16). Es la recepción de estos carismas, incluso los más sencillos, la que confiere a cada creyente el derecho y el deber de ejercitarlos para bien de la humanidad y edificación de la Iglesia en el seno de la propia Iglesia y en medio del mundo, con la libertad del Espíritu Santo, que sopla donde quiere (Jn 3, 8), y en unión al mismo tiempo con los hermanos en Cristo, y, sobre todo, con sus pastores, a quienes toca juzgar la genuina naturaleza de tales carismas y su ordenado ejercicio, no por cierto para apagar el Espíritu, sino con el fin de que todo lo prueben y retengan lo que es bueno (cf. Tes 5, 19-21)". c) Presbyterorum Ordinis, 9

"Examinando si los espíritus son de Dios, descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten con diligencia los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos. Ahora bien, entre estos dones de Dios que se encuentran abundantemente en los fieles, son dignos de singular cuidado aquellos por los que no pocos son atraídos a una más alta vida espiritual". 2. Cómo se suscitan los carismas a) Por el deseo de los dones espirituales: San Pablo escribe: "Busquen la caridad; pero aspiren también a los dones espirituales, especialmente a la profecía" (1 Cor 14,1). No en todos los grupos de oración hay este santo deseo de los dones ni una pura motivación por ellos. A veces se mezcla lo humano con lo divino, el deseo de la gloria de Dios con el de la propia valoración. Los servidores deben ser conscientes de esto y, a través de una discreta, enseñanza, ir purificando y orientando al grupo sobre este particular. "Si todo el grupo de oración comienza a orar regularmente por los dones espirituales, esta oración unificará el grupo en la unidad de sus deseos por los dones del Espíritu y será un medio muy eficaz para remover los impedimentos de temor y desconfianza". 1 Ayudará no poco en el mismo sentido, el que los miembros del grupo de oración expresen discretamente entre sí el deseo de experimentarlos y confesar, al mismo tiempo, que pueden cometer errores. Esto los conducirá a una mayor libertad respecto del puesto importante que deben conceder a la profecía, a la interpretación y al mensaje en lenguas. b) Por el sentirse más libre en la adoración y en la alabanza al Señor:

Las experiencias pasadas nos enseñan que los dones del Espíritu fluyen más fácilmente de una comunidad que ha alabado al Señor con fervor. La razón es obvia: Dios ordinariamente sólo concede sus dones si los deseamos. Si realmente los deseamos, el mejor modo de manifestar nuestra actitud es volvernos a la oración. Indudablemente es la actitud clave para recibirlos. Desde luego, aun en ella, es necesaria la disponibilidad al Señor en el modo, tiempo, etc.

c) Fiarse de Su palabra:

En la súplica al Señor hemos de estar atentos a no poner la eficacia de nuestra súplica en ella misma, sino en el poder y el amor que El nos tiene. La petición, como tal, no es eficaz si no está respaldada por la confianza en el poder y el amor del Señor. d) Confiar en que el Señor nos dará los dones de su Espíritu:

Es, prácticamente, la razón precedente, amplificada. Jesús nos insta a pedir cualquier cosa en su nombre al Padre y El nos lo concederá (Jn 14,13-14). En Lucas, nos hace la gran promesa de damos al Espíritu Santo, si se lo pedimos (Lc 11,9-13). Este es el don supremo. Todos los demás son inferiores. Si, pues, está dispuesto y desea darnos Su Espíritu, también quiere darnos los carismas que son el acompañamiento del Espíritu; un modo como El realiza su obra de edificación de la Iglesia en el amor. 1. Jim Cavnar, New Cosenaut, March, 1986,31 Por San Pablo, estamos seguros de los grandes deseos del Señor de enriquecemos con sus dones: (1 Cor 12,7). Todo esto es consolador y nos alienta en la cobardía. Pero también nosotros hemos de poner nuestra aportación en otro campo, además de la súplica confiada, persistente, disponible, humilde, personal y comunitaria. La petición diaria a través de, la hermosa "secuencia" de Pentecostés, es sumamente recomendable. Y no son pocos los testimonios de personas que confiesan haber sido oídos por el Señor a partir de esta oración oficial de la Iglesia.2 e) Dispuestos a hacer lo que el Señor nos manda. Cuando se habla del ejercicio de los carismas se suele insistir, y con razón, en la necesidad de tener fe en el poder y el amor de Jesús. Siendo es lo necesario, podemos, sin embargo, en la realidad concreta, ser remisos en hacer lo que Dios nos manda que hagamos respecto del ejercicio de los carismas. En Mc 16,17-18 aparece claro que jesús nos invita a orar por sanación en su nombre, a pedir la curación de una persona enferma, sin que esto suponga olvidar el empleo de los medios de la ciencia médica, precioso don natural del Señor que, a su vez, puede hacerse más eficaz con la oración por sanación. El resultado de esta renuencia a hacer lo que el Señor nos ordena es que, quizá, muchos ni reciban la curación o el alivio o la fortaleza que Dios quería darles por nuestro medio. Obviamente, esto no debemos hacerlo "a la buena de Dios". Hay un discreto buen sentido, que más de una vez nos dirá que es conveniente esperar, aguardar otra oportunidad, preparar la persona, o sencillamente abstenerse. Y hay una guía interior, a la que debemos estar abiertos para no dejarnos llevar por una mal interpretada espontaneidad o por una compasión que no pasa de ser un movimiento ocasional ante el dolor de una persona. Por eso, junto a esto, es necesario el aprendizaje del que vamos a hablar en seguida, y es aún más necesario creer que actuará por la fuerza del Espíritu, si nosotros obedecemos a lo que el Señor deseó de sus instrumentos. Entonces acogemos la vida del poder del Espíritu que siempre será libre para responder cuando y como le plazca a nuestra oración.

2. Jim Cavnar. o.c., 31. 3. Actitudes Aprendizaje Es, ciertamente, una riqueza espiritual y teológica aprender a conocer qué son los dones del Espíritu. Pertenecen a la integridad del conocimiento de la fe, y debemos darles el puesto que la Iglesia les concede, sobre todo en la frecuentes citas del Vaticano II (LG. 12; AA, 3; PO, 9, etc.). En nuestro caso es una suerte, y hemos de hacer lo posible para que así sea, tener un aprendizaje del uso de los carismas al lado de personas bien experimentadas. También los artículos de las revistas y los libros que sobre los carismas han escrito autores verdaderamente conocedores de la Renovación Carismática; la asistencia a cursos de formación, a talleres, etc., pueden ayudar a usarlos y fomentarlos debidamente. Ayuda y acompañamiento Es preciso, dados los prejuicios que existen contra los carismas, recordar a los cristianos que no hay nada anormal en el buen ejercicio de los carismas. Es más, las expresiones sorprendentes del Vaticano II, anteriormente citadas, están exhortando a actuar de este modo. Algunos lo considerarán atrevido y aún improcedente. Las mismas citas añaden siempre: hecho el correspondiente discernimiento, en última instancia, bajo la guía de los pastores de la Iglesia. Indudablemente, sin ser única, la recepción de la Efusión o Bautismo en el Espíritu Santo, es una ayuda preciosa y, frecuentemente, necesaria para recibirlos o preparar al alma para su efusión. El aliento discreto de los servidores es otra ayuda apreciable, evitando los extremos del temor infundado y de la coacción sicológica y aún la insistencia importuna. El buen sentido común, no tan frecuente, dirá en no pocos casos la manera de actuar, de modo que las personas no se lancen intempestivamente o se centren en los carismas, dejando en segundo lugar al Espíritu Santo.

La instrucción sobre los mismos es necesaria, así lo creemos por la experiencia; las personas necesitan conocer lo indispensable, al menos, sobre cada uno, y saber la pedagogía de Dios que suele emplear y que antecede al uso de los carismas. Ponemos como ejemplo la profecía, el mismo orar en lenguas, la palabra de conocimiento, etc. De otro modo se corre el peligro de una espontaneidad imprudente, de ejercer un carisma aparente, no real, con el consiguiente daño de las personas mismas que lo ejercen y de las que participan en el grupo de oración, asamblea, etc. En cuanto a la ayuda recibida de los servidores experimentados, no es suficiente alentar a otros, es preciso implicarse en el mismo itinerario que se exhorta a recorrer. Ellos, cuando son discretos, oportunos, instruidos, obedientes al Señor, son quienes muestran lo que El puede hacer. Rehusar participar en las obras del Señor hace que apenas tengan impacto alguno sus exhortaciones. Espera o expectación La epístola a los Hebreos (11,1) nos dice que la fe es creer firmemente en lo que no se ve. Es fundamental tener la actitud de fe expectante: esperar que Dios actúe, que El obre a través de nosotros, pobres instrumentos. No se trata de afirmar: "decirlo es ya poseerlo"; es insuficiente. Hay que esperar que Dios obre. No precisamente en el momento, o inmediatamente después que pedimos. Siempre subsistirá, como algo totalmente real, que Dios es plena mente libre de responder cuándo y cómo quiera. Pero esto no se opone al hecho de que esperemos su actuación. Y es gracia de Dios, incluso contra todas las apariencias. Y mientras Dios actúa, importa mucho estar atentos a los signos y manifestaciones activas de sus dones, sin que esto nos cree desasosiego, impaciencia, sobrevaloración. Recordemos que podemos errar en la interpretación de estos signos. Terminamos este apartado con la cita siguiente: "Dios quiere que la acción de su Espíritu Santo se manifieste en la vida, el ministerio y las actividades de su cuerpo. La gracia divina, siempre presente, reclama nuestra cooperación; esto es claro. Si ignoramos cómo cooperar, la gracia divina parecerá fallar, aunque Dios la conceda efectivamente. Podemos mantener la vida de los carismas viviendo en el Espíritu y estando vigilantes en El continuamente. Aunque su acción por nuestro intermedio no sea en función de nuestra santidad, permite, en verdad, al Espíritu que reina en nosotros hacernos crecer en santidad y en la práctica de los dones. Creo que en la acogida de los dones del Espíritu, si hay aprendizaje, ayuda, acompañamiento, expectación y atención, Dios obra de manera sorprendente y sensible" (Lc 11,13).3 4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas En este apartado, solamente tocamos los modos comunes a los carismas en general; se especificará la manera concreta de crecer en cada uno a medida que se vayan presentando los diversos carismas. 1. Evitando el mal uso de ellos, consciente o inconsciente, y fomentando un sincero deseo de usarlos conforme a la voluntad del Señor. Evitando que se den las causas enumeradas en su pérdida. 2. Fomentando, con la gracia del Señor, una profunda vida espiritual en la que tengan un puesto especial las virtudes cristianas más

fundamentales, teologales y morales: fe, esperanza, caridad; humildad, obediencia, perseverancia... 3. Teniendo una profunda vida de oración, personal y comunitaria; una relación íntima con el Señor. En ella el Espíritu Santo nos va

conformando a la imagen de Jesús, y tiene una oportunidad especial para comunicamos los dones que entran en su plan de salvación para cada uno. Los carismas se manifiestan frecuentemente en esta oración íntima, sobre todo en los grupos de oración, v no aparecen o disminuyen cuando la oración comunitaria es superficial, distraída, sin orden... 3. D. Roth, Ne laissons pas s'etiendre les Charismes, Tychique, n. 88, nov. 1990, 27; Crf. Art. c., 24-27 Por lo tanto, un campo muy propicio -pero no exclusivo- de aparición, purificación y crecimiento de ios carismas son los grupos de oración. Las personas que asisten, aunque su motivación indiscutible, fundamental, ha de ser la alabanza al Señor, conviene que estén bien dispuestas hacia los carismas y pidan al Señor con humildad que se digne manifestarse a la asamblea. Pero, en modo alguno midan el fruto espiritual por la abundancia y multiplicidad de los carismas que se den. El único signo —repetimos- que indica el éxito de la Renovación (y, por lo tanto, de los grupos de oración) es el cambio de vida de aquellos que "toca" el Señor. 4. Permitiendo al Espíritu Santo que nos use, conforme a sus designios. Por lo tanto, teniendo una serena y humilde apertura a su

acción, creyendo que el Señor puede construir su Iglesia utilizando los instrumentos más insignificantes. 5. Conocimiento por el estudio serio (en los diversos modos que existen) de la doctrina verdadera sobre los dones; el modo de usarlos

bien, etc. 6. Compartiendo con aquellos que han recibido carismas, tienen experiencias de toda garantía y saben utilizarlos correctamente.

No tener a menos ser enseñados y aprender a través de la experiencia ajena. 7. Aprendiendo progresivamente los signos que pueden manifestar el deseo del Espíritu de utilizarlos como instrumentos suyos.

Sabiendo el modo de proceder en tales casos. Conociendo los criterios de un sano discernimiento. En este aspecto la ayuda de personas competentes y experimentadas, puede ser valiosísima.

8. Evitarlos dos extremos: estar temeroso de los errores que se puedan cometer y estar ansioso de ser usado por el Señor o

precipitarse en su uso. 9. Como los carismas se pierden por el desuso perezoso, así se crece en ellos por el buen uso cuando el Señor quiere utilizar a una

persona. 10. Nunca se recomendará suficientemente la necesidad del perdón generoso y la práctica sincera, desinteresada y constante del amor

y del servicio a nuestros hermanos con las motivaciones de Jesús. Igualmente, recordamos las cinco condiciones que han de presidir el uso de los carismas, expuestas anteriormente, sobre todo el amor "antes", "mientras" y "después" del ejercicio de los carismas. No debemos olvidar que ser usados para cualquiera de ellos es una llamada de parte del Señor a entregarse más a El. Ser fiel a ella, se convierte, por lo tanto, en un medio excelente de purificación y crecimiento en los carismas. 11. Amor a la Iglesia para cuya edificación se dan

(Creemos que el don de orar en lenguas es plurivalente. Por lo tanto, hacer uso de él, al menos en ciertos carismas, es preparar el camino a la acción del Espíritu, si quiere utilizar a la persona). 12. Frecuentar fervorosamente los Sacramentos:

El cultivo fervoroso de los sacramentos es un medio excepcionalmente importante para suscitar, crecer y desarrollar los carismas. En ellos, nos unimos íntimamente a Cristo y profundizamos nuestra unión; manifestarnos, por consiguiente, nuestra fidelidad al Espíritu y nos hacemos más dóciles a sus mociones cuando quiera utilizamos en algunos de ellos.4

4. Cfr. T. Forrest, Sabiduría para liberar el poder de los dones, en: International News Letter, nov.-dic., 1980,1 -2; Bruce Yocum, Growing in the use of Spiritual Gifts, en: New Covenant, nov., 1985, 8-11; Mons. V. A. Walsh, A Key co the Catholic Pentecostal Renewal, Key of David Publications, Philadelphia, 1985,172-176.

XIII COMO SE PIERDEN LOS DONES

En este apartado, nos atenemos muy de cerca al artículo del P. Tomás Forrest, publicado en Internacional Newsletter, vol. VI, n. 4, .julio-agosto, 1980. "Cuando veo la Renovación alrededor del mundo, siento temor que esta vez podamos perder los dones del Espíritu Santo más rápidamente que en los comienzos. La efusión original de los dones duró un siglo, para citar a Santo Tomás de Aquino, (perduraron por lo menos hasta finales del siglo III), pero ahora podríamos verlos desaparecer al cabo de unos pocos años. Al citar a Santo Tomás disiento respetuosamente de su afirmación de que los dones cesaron porque quizá fueron necesarios sólo en la etapa inicial de la evangelización del mundo pagano. La misión dada por Cristo de proclamar el Reino acompañada con señales y prodigios (Mc 16, 15-18; Mt 10, 7-8), sus promesas de un Espíritu Santo que nos dará su poder, las explicaciones de San Pablo sobre cómo el Espíritu Santo nos capacita y sus exactas palabras cuando dice: 'Dios no se echa atrás después de elegir y dar favores' (Rom 11,29), todo conduce a pensar que los dones se dan para toda la vida de la Iglesia. Cuesta mucho creer que la evangelización es más fácil hoy en día que en el primer siglo; más bien, los dones tienden a desaparecer por el desuso, siguiendo el ejemplo del siervo con su solo talento que, al no usarlo, lo perdió. "En otras palabras, los dones desaparecen porque o bien se abandonan explícita y deliberadamente, o bien porque se pierden de la misma manera que alguien ignorante o descuidado pierde una moneda o un pendiente. En primer lugar, quiero dar algunas razones por las que, a pesar de la prohibición de Pedro (1 Ped 4, 10), los dones son abandonados." En la exposición, su artículo es una guía muy apreciable. A las consideraciones de su autoridad, añadimos nuestro pensamiento, inspirado también en otros autores de reconocida experiencia y doctrina. Algunas razones de peso por las cuales podemos perder los dones: 1ra. El cansancio Ei desafío básico es la necesidad de perseverar. En la perseverancia nos jugamos no sólo los carismas, sino nuestra propia santidad. La perseverancia -que supone una constante fidelidad- en razón del tiempo, engendra una nueva y fuerte dificultad. La llamada constante del Señor a perseverar, repetida por San Pablo y San Juan en sus cartas. Aun lo extraordinario, con el tiempo y la repetición, puede convertirse en algo monótono, rutinario, mecánico, sin alma ni entusiasmo. Los dones son servicios: nuestra naturaleza viciada, el influjo del maligno, se convertirán en tentación de abandonarlos o usarlos fuera del fin para el cual han sido dados por el Espíritu. Si el don es grande, su demanda puede crecer a tal punto que represente una verdadera crucifixión personal, una cruz que nos distrae de sus verdaderos frutos, atraer a todos a Jesús, como El lo hiciera (Jn 12,32). La sobrecarga en su ejercicio nos puede llevar a descuidar la preparación para ejercerlos como el Señor quiere; nos puede apartar de la comunicación personal con Jesús por la oración y, en último término, a usarlos mal y aun abandonarlos; todo lo cual repercutirá dañinamente en nuestra sicología y aun en nuestro cuerpo. 2da. Usar los dones se hace gradualmente más duro: Cada vez que ejercitamos un carisma es un acto de fe, un caminar sobre las aguas como San Pedro. Este paso es fácil cuando todavía está cercana nuestra experiencia personal del Espíritu Santo. Pero, a medida que pasan los meses y los años, Dios permite que cada vez que oramos por la efusión del Espíritu o por liberación y sanación, o cuando nos usa para enseñar, testimoniar, profetizar ... todo ello es más bien un acto de voluntad. El sentimiento tiene menos participación en nosotros. Percibimos menos de un modo tangible, la presencia y acción del Señor. Hemos de proceder en fe, y la fe "a secas" puede resultar una dura cruz. A medida que los años de experiencia en diferentes ministerios se multiplican, puede aparecer una sutil decepción que nos va alejando de una dependencia explícita de los dones. Empezamos a creer que hemos adquirido tanta sabiduría que podemos utilizarla de la misma manera como hemos utilizado anteriormente técnicas y talentos personales. Nuestra mentalidad cambia: "Ahora sé". "Ahora puedo realizar el trabajo". Volvemos a olvidamos que solamente la gracia y el Espíritu Santo pueden efectuar este tipo de tarea y que nosotros sin El, no somos ni podemos nada. Por eso siempre necesitamos tener un "corazón de discípulo", un "alma de niño"; una disposición interna de tener que estar siempre estudiando (formación permanente), aprendiendo de la experiencia propia y de la ajena. 3ra. Empezamos a considerar los dones demasiado humillantes: Los dones son acciones de Dios que realiza a través de nosotros, cosas que nosotros mismos no podemos efectuar (1 Cor 2,12). Pero el orgullo interviene ya que prefiero ser el autor antes que alguien simplemente usado aunque sea por Dios. Busco mi gloria; no la edificación de la Iglesia. Me encanta ser el constructor, más que la herramienta en Sus manos. Para el mundo, los dones serán siempre extraños, emocionales y anticientíficos. Y así, aun cuando no hay necesidad de defender los dones de Dios, nos ponemos en un plan

defensivo. Con nuestro orgullo herido por los epítetos que el mundo pone a los que actúan en fe, empezamos a temer los dones y a olvidarlos. Empezamos por cohibimos en su uso y terminamos por abandonarlos. 4ta. Viendo más allá del límite de nuestro don personal En cada uno el Espíritu Santo revela su presencia, dándole algo que es para el bien de todos (1 Cor 12,7). En ninguna parte se promete que alguien, fuera de Jesús mismo tendría todos los dones. San Pablo manifiesta que a cada cual se lé otorga un don para provecho común. (1 Cor 12, 4-11). Los clones son complementarios y de ayuda mutua. Esta es la razón por la que nos necesitamos mutuamente: porque cada cual tiene su don, como lo explica San Pablo (Rom 12,6). Cuando alguno sobrepasa el límite de su don específico y ejerce ministerios sin tener el don correspondiente, comienza a destruir la eficacia y el funcionamiento armónico de todos los dones, puesto que son dones para el crecimiento armónico del cuerpo de Cristo. El don de María fue la "maternidad espiritual": "Hijo, ahí tienes a tu madre" y nunca vemos a María dejar esa misión y reclamar el don del apóstol o del evangelista. Ahí estaba su poder. No lo diluye reclamando todo ministerio. Tampoco nosotros debemos inventarlo. 5 ta.Ejerciendo los dones en interés propio Cristo dijo que haríamos cosas aun mayores que El (Jn 14,12-13) "para que den gloria ai Padre". Pablo nos dice que los dones se nos dan para capacitarnos en el servicio del bien común, del cuerpo de Cristo (1 Cor 12, 7-12; 14,26). El Cuerpo crece a medida que los dones son debidamente utilizados (Ef 4,6), e indica que los dones se debilitan si se trata de manipularlos en interés propio. Pedro nos exhorta a usar los dones para alabanza y glorificación de Dios (1 Ped 4,11). Por eso Pablo quiere que los dones estén enraizados y cimentados en el amor (Ef 3, 16-17), y explica que sin amor, aun los dones más preciosos de nada sirven (1 Cor c. 13). Cuando alguien usa los dones para su propia gloria o para llamar la atención, en realidad está perdiendo el don y su verdadero poder: el poder de edificar el cuerpo de Cristo para la Gloria del Padre. La tentación del maligno, la raíz del mal en nosotros, el mundo malo y perverso, tienen sumo empeño en que desplacemos a Dios, en gloria y el bien de los demás para colocamos nosotros. La tentación será sutil, difícilmente perceptible y a partir de un bien o apariencia de bien. (El discernimiento en estos casos será, ordinariamente, no sobre lo bueno y lo malo, sino sobre lo bueno y lo aparentemente bueno). Diversos modos de utilizar, consciente o inconscientemente los dones en interés propio: 

La propia gloria y satisfacción personal; la notoriedad;



Conservar una fama adquirida;



El poder y dominio espiritual;



El lucro (raro, pero no totalmente excento).

6ta. No estudiando, no comprendiendo los dones correctamente Nos olvidamos de las palabras de San Pablo: "No quiero que estén en la ignorancia respecto de los dones espirituales" (1 Cor 12,1). Creemos que en cuanto tenemos un don debemos dejamos llevar por los sentimientos y automáticamente llamar a todo, sentimiento, sin necesidad de un estudio serio y una guía madura, acompañados de un discernimiento comunitario y eclesial. La falsa creencia de que "lo que vale es la experiencia", sin más 7ma. Permitiendo que la necesidad de aceptación y aprobación estorbe Hay personas, y aun teólogos, que no aceptarán los dones, sin embargo, ellos forman parte de la Iglesia, pero no son la Iglesia. La jerarquía, los pastores, sobre todo los Papas, la inmensa mayoría de los teólogos y escrituristas, especialmente los de primera fila, los aceptan y defienden en sus escritos. Es un error común creer que todo el mundo está aceptando la Renovación y los carismas. "Cualquier aceptación del mundo podría mostrar realmente que estamos perdiendo algo de nuestro papel profético, tarea que supone 'trastornar los criterios humanos' (Pablo VI, Evangelli Nuntiandi, 19)". El único signo que indica el éxito de la Renovación es el cambio de vida de aquellos que toca, no lo que las revistas escriben o lo que los intelectuales dicen de nosotros, (aunque debemos sopesar, a la luz de Dios, sus críticas y admitirlas, para corregimos si descubrimos que son exactas). Si necesitamos aprobación, fuera de la de aquellos a quienes el Señor ha puesto como Pastores y guías de su rebaño, pronto perderemos los dones, simplemente por miedo. "Si al dueño de la casa lo han llamado Beelzebu..." (Mt 10,25). Cuando Cristo nos da sus dones, puede quitarnos todo sentido de poder, cualquier otro apoyo, a fin de que nos hagamos conscientes de que dependemos solamente de su persona. Entonces, humillados, estamos en condiciones de recibir su poder, los dones del Espíritu Santo, las herramientas dignas para la labor eficaz en la Iglesia. 8 va. No sometiéndolos al discernimiento Tan importante es este carisma, que debe dársele el primer puesto: sin el discernimiento, los carismas más bien dañan; con el discernimiento, son dones preciosos. Aun en el supuesto caso de que no se dé el carisma de discernimiento en una comunidad, no debemos preocupamos demasiado. Hay otros modos de discernir que suplen o son suficientemente válidos como para aplicarlos y dejarnos en una sana seguridad moral. Pero hay que aprender a discernir según esos modos (Cf. E.E. n. 313-338; 175-178; 181-182; 184-187).

XIV CRITERIOS PARA DISCERNIR LOS CARISMAS

Cada uno de los carismas, por ser precisamente particular, diverso de los demás, tiene igualmente criterios específicos de discernimiento. Así, por ejemplo, los criterios inmediatos para discernir la profecía del orar o del canto en lenguas no son iguales. No obstante, todos los carismas tienen criterios comunes, generales, de identificación, de discernimiento. En ellos deben coincidir y el hecho de que éstos no lleguen a darse, invalida o hace fuertemente sospechosos los criterios particulares. Pero más de una vez los criterios generales son, a la vez, criterios particulares de discernimiento Criterios a) La profesión de fe en el Señorío de Jesús (1 Cor 12, 3).

Los criterios de discernimiento son, por una parte, tutela contra los excesos y por otra, seguridad de hallarnos ante un auténtico don del Espíritu. Este criterio es capital. La confesión de "Jesús es el Señor" constituye la primitiva confesión fundamental del cristianismo. La afirmación: "Anatema sea Jesús" (1 Cor 12,3), viene a designar enérgicamente el total distanciamiento del Señor. Equivale, aunque es más dura y tajante que el "no conozco a ese hombre" de Pedro en sus negaciones. En el lado opuesto encontramos la expresión mencionada de confesión del Señorío de Jesús; ella expresa la total vinculación a El. Tal vinculación sólo es posible respecto de Dios pero ahora la atribuimos a Jesús que también es verdaderamente hombre. Dios lo ha hecho para mi "gloria y salvación". Y esta confesión de alabanza a Jesús, proclamado como Señor, solamente podemos hacerla por la acción del Espíritu Santo.1 De aquí podemos deducir que puesto que la proclamación de Jesús como Señor es obra del Espíritu, los carismas, si realmente son auténticos, refuerzan esta misma profesión de fe. Dicho de otro modo: vinculan, en fuerza del mismo Espíritu, a la persona usada por Dios y a aquellos a quienes se dirigen más fuertemente al Señor. Tienen, de sí, por la acción del Espíritu, un poder de estrechar su relación con Jesús, el Señor. Si esto no siempre sucede en todos, se debe a la resistencia interior del alma o a la inautenticidad del carisma. b) Los carismas colaboran en el designio único de la Trinidad (1 Cor 12,4-6).

San Pablo, en el texto aducido, subraya la única fuente de la irrupción de la vida divina, expresada anteriormente. Asimismo indica el único princnlo: el Espíritu, el Señor, Dios Padre. Lo que Pablo quiere decir es que la actividad de la Trinidad "hacia afuera", en el orden de la gracia, es siempre común a las tres Personas. Este designio común no es otro que la vida divina crezca, se robustezca y vaya de plenitud en plenitud en cada hombre, imagen de la Trinidad, en Jesús (Rom 8, 29). Y que esc crecimiento y floración fructifique y sea asumido para colaborar en el designio espléndido de Dios (Ef 1, 2-12). Por eso, todo carisma auténtico, de por sí, por ser obra del Espíritu, fuente y dador de carismas, ha de contribuir y colaborar en este plan de salvación divina. He aquí, pues, otro criterio, fundamentalmente coincidente con el anterior, pero que ahora lo designamos como la colaboración del hombre con el carisma auténtico a tal designio divino.2 c) Los carismas respetan la libertad del hombre

La libertad auténtica es la que se emplea en realizar la voluntad de Dios; en asemejarse a El que es la suprema e infinita libertad. El hombre, en su debilidad, ha sido dotado por Dios de un poder de aceptar o cerrarse a su gracia. El autentico carisma no coacciona, no presiona de modo que la persona se vea impelida a lo que ella no quiere abrirse. "Así un fenómeno 'espiritual' que no emanara de la libertad del hombre o que la obstaculizara, no sería ciertamente un carisma, sino que provendría de deficiencias sicológicas o de obsesiones".3

1. E. Walter, Primera cada a los Corintios, Herder, 1971, 222-224. 2. E. Walter, o.c, 224-225; Cfr. J-C., Caillaux, Un surire de Dieu, Pneumatheque, Paris, 1975,159.

d) Los carismas son para la edificación de la comunidad, por lo tanto, para la "unidad":

Ya hemos tratado ampliamente sobre lo primero en diversos lugares. Queremos acentuar ahora, lo segundo: la unidad. Esta, indudablemente, es el mayor bien de la comunidad. Cuando en ella domina la desunión, no puede haber armonía entre sus miembros; el amor se diluye y da lugar al rencor, al resentimiento, a la discordia, al malestar físico, sicológico, espiritual. Lo que añade el citado autor nos parece excelente. Por eso, lo traducimos, sin comentarios: "Carismas que no fueran factores de unidad o que crearan cualquier tipo de desorden no deberán ser tenidos por auténticos. Por otra parte, esta unidad de la comunidad no está cerrada a los otros. Los carismas que no abrieran la comunidad, por ejemplo, hacia una acción

por la justicia y por el desarrollo de los pueblos, serían huidas. Al contrario, si estos carismas orientan hacia el exterior, pero en detrimento de un compartir económico en el interior de la comunidad, serían igualmente huidas, ya sea que se trate de un repliegue de la comunidad sobre ella, o de comprometerse en actividades que lleven a olvidar al prójimo. Un hombre que no viviera sino para sí mismo no podría decirse de él que vive del Espíritu".4 e) Los frutos del Espíritu:

Entran también, y con especial razón, como un criterio externo- interno de discernimiento de los carismas para ver su autenticidad. (Gal 5, 22). La razón es obvia: si el Espíritu Santo es el que actúa, cuando el hombre es dócil a sus mociones, nacen, crecen y se desarrollan sus frutos. Es difícil afirmar que uno sólo baste. Y, desde luego, no es posible prescindir de la caridad, el fruto por excelencia, aunque admita una marcha progresiva en su desarrollo (1 Cor c. 13). Demás está decir que el discernimiento no es una vista intuitiva que, de una vez, se posee. El discernimiento se aprende en la práctica. Esto quiere decir que es peligroso dar por bueno, a la ligera cualquier fruto que aparezca. Hay que dar tiempo a su maduración, al menos relativa.5 3. J-C, Caillaux, o.c, 159. 4. J-C., Caillaux, o.c., 159.

f) La sumisión a la autoridad y la concordancia con la doctrina del Magisterio de la Iglesia: De este crirerio (o criterios) se trata al hablar del discernimiento del pro teta v de la profecía. A ellos, pues, remitimos. Para asegurar un sano discernimiento con relación a los carismas, nuestros obispos nos lo recordaban en 1975 en su mensaje: "Consciente del carácter engañoso de las apariencias, la Renovación Carismática insiste con justeza en la necesidad de practicar el discernimiento en el campo de las manifestaciones 'carismáticas' del Espíritu. El criterio fundamental que permanece es la caridad aureolada de humildad, de gozo, de serenidad, de simplicidad, de paciencia para no citar sino algunos frutos".6 Creemos que se puede aplicar aquí lo que G. Blanquiere dice a propósito de la actitud de la Renovación: "El Padre Goffy ha explicado muy bien esto en un artículo de 'Comunión' (N. 1985): se hablaba constantemente en la Iglesia de reformas que había que hacer. "Después del Concilio se han realizado muchas reformas y se esperaba la salvación de las reformas, pero la salvación no llegaba. La reforma litúrgica debía llenar las iglesias pero éstas no se llenaban. Pues bien, la Renovación no ha hablado de reformas; ha hablado de conversión del corazón: esto es esencial. La Renovación no ha ensayado reformar la Iglesia; ella ha propuesto a cada uno intentar convertirse a sí mismo''. 5. D. Grasso, Los carismas en la Iglesia, 43-44. 6. A. Picard, La mission du Renouveau Charismatic et de ses responsables, Tychique, n. 92, juillet, 1991, 8. La cita corresponde al

documento de los obispos de habla francesas, Canadá, publicado en dic. 1974. Aunque sea una formulación distinta de la precedente, el discernimiento de los carismas tiene que pasar por el deseo y la práctica de una auténtica conversión que se profundiza progresivamente y que se identifica con la caridad.7

7. G. Blaquiere, Naissance et apports du Renouveau Charismatic dans l'Eglise catholique en France, Tychique, n. 93, sept. 1991,13.

XV EL FRUTO DE LOS CARISMAS

1. Hacia dónde deben conducir los carismas o frutos de los mismos Ya se dijo desde el comienzo y el mismo apóstol Pablo subraya su finalidad: «para bien común», o para edificación de la Iglesia en la caridad (1 Cor 12,7). Pero especificándola brevemente, podemos sintetizarla en los siguientes frutos: Los enumeramos como frutos de los carismas, de la acción del Espíritu, puesto que son los frutos de su acción en la Iglesia (LG. 4). Consecuentemente, deben ser los mismos que producen su acción en los miembros de ella. a) Hacia la unidad: "El Espíritu Santo guía a la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 8) la unifica en comunión y caridad. Y así, toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".1 Es el mismo fruto que pretende producir en aquellos que son utilizados como canales del Espíritu y en quienes se benefician. La misma realidad íntima del Espíritu Santo: ser lazo de unión entre el Padre y el Hijo, como Amor de ambos entre sí, está exigiendo este fruto en aquellos que se abren a su acción. Consecuentemente, todo cuanto lleve la impronta de la desunión es signo de otra fuerza distinta de la del Espíritu.

1.

LG,4.

b) Hacia la santidad: "Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra (cf. Jn 17, 4), fue enviado al Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y para que de este modo los fíeles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu (cf. Ef 2,18)".2 La misión del Espíritu Santo derramado en nuestros corazones (Rom 5, 5), es reproducir en nosotros la imagen de Jesucristo (Rom 8, 29), para que El sea el primogénito entre muchos hermanos. Es, por tanto, irnos santificando progresivamente, de modo que nuestro pensar, querer, actuar, sea cada vez más semejante al de Jesucristo. Esta es la santidad que obra en la Iglesia como Esposa de Jesús (Ef 5,23), la santidad que El quiere realizar en los miembros del cuerpo místico de Cristo. Esto lo va obrando en una creciente conversión que opera en el tiempo, con nuestra cooperación. También el buen uso de los carismas, manifestaciones de la presencia y de la acción del Espíritu, debe contribuir a esta conversión que se profundiza en el alma, que nos asemeja, acerca, adhiere a Jesucristo desde dentro. Por actuar en los carismas con poder, el Espíritu Santo irradia su influjo en la vida concreta del "carismático» y se ha de manifestar en la santidad de vida. Sin su acción, no es posible que realmente Jesús sea el Señor (1 Cor 12, 2-3) de nuestras vidas. Por eso, un criterio de discernimiento de los auténticos carismas es su orientación y contribución a la santificación de la persona, de la comunidad agraciada con carismas. c) Hacia el espíritu de apertura: "Y el Señor cada día integraba a la comunidad a los que habían de salvarse" (los integraba por la fuerza del Espíritu) (Hech 2, 47). "El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (1 Cor 3, 16-17), y ora en ellos y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Gal 4, 6; Rom 8, 15-16 y 26).3 Una característica acusada de la acción del Espíritu en el alma es crear un corazón abierto, una integración en la comunidad. Este quizá fue el fruto más hermoso de la venida del Espíritu en Pentecostés: la "nueva" comunidad, el nuevo pueblo de Dios nacido a impulsos del Espíritu. Los Hechos de los Apóstoles son un maravilloso testimonio de esta verdad. Así nació oficialmente la Iglesia por la fuerza del Espíritu. Y este mismo Espíritu iba agregando fieles a ella y dándoles un mismo corazón (Hech 4, 32).

2.

LG, 4.

3.

LG, 4. Siendo la misma Persona divina, que actúa enviada por Jesús a instancias del Padre, no puede menos de crear la misma integración en

los fieles. Y lo hace también a través de los carismas. En los Hechos, éstos aparecen como elemento fundamental del que se vale el Espíritu para su obra de integración. Es, dicho de otro modo, crear el espíritu de catolicidad, el que se da y robustece en la Iglesia. Al lado de la Iglesia una y santa aparece la catolicidad. Y en cada fiel utilizado por el Señor con carismas o beneficiado por ellos, se debe dar este signo que es inseparable de la obra del Espíritu en sus manifestaciones.

Aquí entra la dimensión de la apertura a los demás, a cuantos necesitan nuestra ayuda, especialmente a aquellos a quienes el mismo Señor privilegió con su atención durante su vida y ahora quiere seguir haciéndolo por nosotros: pobres, enfermos, pecadores... d) Hacia la misión apostólica: Es decir, el Espíritu de apostolicidad.4 La persuasión de pertenecer a una Iglesia en la que la sucesión de los apóstoles y del Vicario de Cristo se continúa ininterrumpidamente con la asistencia de Jesús en su Espíritu. El amor profundo a los que han sido puestos como pastores para regirla, enseñarla y santificarla; no obstante los defectos que se pueden encontrar en su seguimiento de Cristo, a quienes sirven en sus hermanos. La adhesión a la doctrina auténtica de la Iglesia y la fidelidad en seguir la norma viva de la propia existencia. La obediencia, por lo tanto, a sus directrices; esto no inhibe la sana libertad de manifestar discretamente opinión personal en materias en las que podemos estar versados. El compromiso en y con la Iglesia cuya misión fundamental es evangelizar. Por lo tanto, implica el compromiso y la inserción en la pastoral de la propia diócesis y de la propia parroquia dentro de las posibilidades de cada uno. Prestar con entusiasmo y creatividad las cualidades humanas, las habilidades, los dones sobrenaturales como voluntaria colaboración para realizar los planes de trabajo en ellos. Esto no restará nada a la misión peculiar del seglar de evangelizar el mundo desde y a través de su profesión. El Vaticano II es excepcionalmente iluminador en este punto.3 El Espíritu Santo actúa y nos mueve a darnos con generosidad a una Iglesia de la que recibimos lo que somos sobrenaturalmente. Y todo esto: unidad, santidad, espíritu de apertura, misión apostólica, envuelto en la humildad del que es «nada» ante Dios, pero lo es todo porque es hijo querido del Padre celestial. e) Hacia la caridad concreta: (1 Cor 13). Esta es la piedra de toque del buen uso de los carismas. Aunque ya abordamos el tema, es preciso volver sobre él para tener arraigado el pensamiento de Pablo que se manifiesta de una manera bien clara. Precisamente este capítulo, el más importante de toda la carta, fue puesto para aclarar, por vía de discernimiento, la mala comprensión de algunos miembros de la comunidad. Lo que necesitáis, les viene a decir Pablo a los Corintios, es sobre todo, el amor. Vuestra falla fundamental es la carencia de él. No los disuade de pedir y de usar los carismas: al contrario, los alienta. Pero lo que importa, más que otra cosa, es caminar en el amor (1 Cor 13, 2). Y sin él, ni los mismos carismas, aun los más provechosos, son nada. Pablo se está refiriendo, de un modo especial, a aquellos que parece que eran ios más apetecidos y quizá peor usados: los carismas de sabiduría, ciencia y conocimiento, así como el don de curaciones, el de profecía y el de orar en lenguas. Ninguno, si no está informado por el amor y no conduce a incrementarlo, merece ser considerado. La falta de amor en ellos, por más que el Espíritu Santo se ha prodigado en sus dones, los ha llevado a rivalidades, celos, y a pecados serios manifiestos. A través de toda la carta, San Pablo se expresa en términos de fuerte y paternal corrección. 5. LG, 30-38,GS, Léase, si es posible, toda la Constitución. Pero, al mismo tiempo, muestra toda la importancia de los carismas, como gracias y regalos gratuitos del Espíritu; como manifestaciones de su presencia, para la construcción en Cristo de la comunidad, de la Iglesia. Guiados por sus sabios consejos, podemos nosotros hoy usar en el amor, estas "herramientas" necesarias para la edificación común. El Vaticano II ha dejado bien claro su pensamiento sobre la importancia de los carismas en el crecimiento y arraigo en Cristo de las personas, de la comunidad, de la Iglesia del Señor Jesús.6 Es un error desconocer voluntariamente y minusvalorar los carismas de los que fue lleno Jesús en su Santa Humanidad. Como todo, aun lo más sagrado, tiene sus propios peligros, y el espíritu del mal está especialmente activo para que desenfoquemos y aun hagamos perjudiciales instrumentos tan valiosos y necesarios en el mundo de hoy, invadido por la autosuficiencia, el Señor está dispuesto a auxiliamos con su Espíritu para superar los peligros y vivir los carismas en la caridad, que se compromete, y sirve como Jesús. 2. Los carismas tienen una dimensión crítico-social dentro de la sociedad Hay en este punto un error y falta de instrucción tal que frecuentemente se asocia la Renovación Carismática y los carismas al ámbito del «intimismo». Citamos dos pasajes de dos eminentes autores que nos aclaran el punto: "El Espíritu Santo que habita en el cristiano se hace visible en el carisma. Arnold Bittlinger, es quien (...) ha llamado la atención siempre de nuevo sobre esta definición acorde con 1 Cor 12,7. El término griego "phanerosis" (en latín "manifestation"), manifestarse, hacerse visible, significa claramente no sólo algo visual, sino que designa ante todo la perceptibilidad sensible de la actuación del Espíritu Santo, tal como es característica del carisma. En este sentido, carisma es el hacerse perceptible del Espíritu de Dios, un impulso hacia afuera por parte del Espíritu que actúa en cada creyente, en exterminarse.

6. LG, 12; AA, 3; PO,9.

Y en correspondencia con la multiplicidad de la vida humana, propia del orden de la creación, es posible una variada diversidad de esta manifestación del Espíritu". "Con ello se está rechazando un malentendido que puede hallarse frecuentemente, por ejemplo, en los informes de los medios de masas: en la Renovación Carismática se trataría únicamente de interiorizarse, de retirarse de las responsabilidades sociales y de las condiciones de vida del hombre; de concentración mística en "Dios y en el alma". (...) Es cierto que la vivencia mística, no perceptible sensiblemente por el otro, constituye una necesidad digna del hombre, propia de todos los tiempos y de todas las religiones, que no se halla en contradicción con la Renovación Carismática. Sin embargo, la esencia de lo carismático no es la "interiorización" (que en todo caso puede darse como un estado previo), sino la "exteriorización". "Con ello se está diciendo, a la vez, que carisma es un acontecimiento inter-humano. Carisma es interacción de hombres que, en depena encía de Dios, se comportan de un modo abierto hacia El y, por ello, abierto hacia los demás. Característica del acontecer carismático no es el movimiento de repliegue interiorizante, no es una introversión, sino una extroversión, un movimiento hacia afuera y hacia los otros. 0 dicho de otra manera: carisma es aquel actuar del Espíritu Santo a través del cual El actúa por medio de mí en otros y para otros, y por medio de otros en mí y para mí. Dicha actuación está, pues, siempre vinculada con la comunidad visible que me une a los demás cristianos en mi mundo circundante. Así, este actuar del Espíritu se halla siempre vinculado con la tarea y con la misión de la comunidad (Jn 20, 21). Comunidad de Jesús es siempre comunidad que se halla enviada al mundo”.7,8.9 7. E. Griese, en: Los dones del Espíritu hoy, (varios), (Dir. H. Muhlen), Secretariado Trinitario, Salamanca 1987,177-178. 8. H. Muhlen, Los dones del Espíritu hoy, 191-193: "Constantemente se oye la pregunta de si la Renovación Carismática no permanece excesivamente encerrada en el interior de la Iglesia o si no llevará incluso a una peligrosa «interioridad» que la haría incapaz de percibir las duras realidades sociales y políticas y para comprometerse y para comprometerse en el acontecer social y político. Supuesto lo anterior, podemos atrevemos a insinuar la gran dimensión crítico-social del "carisma", para la construcción de un mundo conforme al plan salvador de Dios: •

Lo es en virtud de su misma definición ya expuesta;



De la dinámica del carisma que vive en ella como gracia de Dios para la Iglesia y el mundo;



Lo es en virtud de ser una manifestación del Espíritu que actúa para realizar el plan salvador total de Dios en el mundo;

La pregunta está en relación evidente con el significado que la palabra «carismático» tiene en nuestra sociedad actual. Generalmente, se asocia con ella la idea de vivencias extraordinarias, no cotidianas. Lo carismático es, según la comprensión media de hoy en día, no lo ordinario, sino lo extraordinario, lo inusitado, lo desacostumbrado, lo que está en oposición con la vida «escueta». (...) Según el Nuevo Testamento, el calificativo «carismático» no significa otra cosa que «gracioso" (por gracia): frente a los esfuerzos humanos pone de relieve el carácter de don propio de la capacitación espiritual; frente a una espontaneidad puramente humana, la capacidad para dejarse guiar por el Espíritu de Dios, frente a exageraciones entusiastas, la sobriedad del servicio. En este sentido, cada cristiano es un «carismático». A partir del Nuevo Testamento no puede usarse esta designación en un sentido elitista para separar a un grupo de personas frente a otros cristianos (...) Con frecuencia, sin embargo, los dones de la gracia corresponden a determinadas cualidades naturales del hombre, las cuales son purificadas, desarrolladas y apropiadas por el Espíritu Santo. «El Cardenal Suenens indica que la tensión entre carismático y social podría ser superada si se comprendiese la profundidad y la amplitud de la actuación del Espíritu Santo y si se delimitasen y corrigiesen las interpretaciones exegéticas demasiado estrechas y restrictivas (...) Con ello, no se repara frecuentemente en que 'carisma' no es sino la realidad concreta de la gracia de Dios en la comunidad. Los carismas son otorgados por Dios a la Iglesia en cuanto totalidad, pero cada uno no ejerce todos los carismas, ni a cada uno se le conceden los mismos, ni a uno se le conceden todos, sino que a cada uno se le conceden corno concreción del dinamismo carismático que, partiendo de Dios y atravesando la Iglesia entera, opera la salvación y es efectivo primero en la Iglesia y, por medio de ella, en el mundo (...). Así, el carisma es, al mismo tiempo, la concreción de la gracia en el mundo y en la sociedad». 9. J. Mateo, F. Camacho, Edic. El Almendro Córdoba, o.c., 1989, 149-150: «Si el Espíritu-amor une y asimila a Jesús, es claro que no solamente forma y da vida a la comunidad, sino que, del mismo modo, impulsa a la misión, que es la continuación de la obra empezada por Jesús. •

Lo es en virtud de la acción del Espíritu que va creando en nosotros la imagen de Cristo identificándonos con su misión;



Lo es en virtud de la unidad que existe en el plan salvador de Dios para la realidad creada material y sobrenatural;



Lo es en virtud del pecado que impide y lucha contra los designios de Dios a los que se opone y contra los que lucha la acción del Espíritu Santo;



Lo es en virtud de que también (y sobre todo) los agraciados con carismas deben realizar, como irradiación de su fe y de su compromiso con Dios, el precepto del amor y los mandatos de Jesús que nos dejó plasmados en parábolas muy claras y exigentes (Mt c. 25, etc.).

Es más, el amor universal que es el Espíritu lleva necesariamente a trabajar por el bien de la humanidad y a hacer penetrar en ella el modelo de hombre y de sociedad propuestos por Jesús. Por eso, en Jn 20, 21s, al envío para la misión sigue inmediatamente el don del Espíritu. Este, siendo amor, impulsa al compromiso con la humanidad; siendo vida, puede comunicarla a los hombres; siendo fuerza, sostiene en las dificultades y en la persecución (Mc 13,11: Cuando os conduzcan para entregaros, no os preocupéis por lo vais a decir, sino aquello que se os comunique en aquella hora, decidlo, pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo). De hecho, en medio de la persecución, el Espíritu impide que la comunidad se acobarde o se sienta culpable por no aceptar los valores de la sociedad injusta que la juzga y la condena. El Espíritu le hace ver que, a pesar de la descalificación que sobre ella pesa, en Jesús está la vida y en el sistema la muerte (Jn 16, 8-11)».

XVI LOS CARISMAS Y LA SANTIDAD PERSONAL

1. Los carismas y su influjo en la santidad Fundamentalmente, todo bautizado es «carismático» en el sentido de que en el sacramento bautismal recibe el Don de Dios, por excelencia: el Espíritu Santo, dador de todo carisma. Esta realidad hace que, de algún modo, poseamos ya en germen los carismas que el mismo Espíritu, según Su plan de salvación, actuará en nosotros, si nos abrimos a ellos y los acogemos con humildad y agradecimiento. Por la posesión del Espíritu, autor de los carismas, somos hechos "ontológicamente» santos, al ser transformados interiormente por la habitación de la Trinidad en nosotros y participar de la Santidad de Dios. Los carismas son nada más que gracias actuales, orientadas a preparar, a vivir y crecer en la gracia santificante. Debemos mantenernos en ese justo equilibrio que ve y juzga de las cosas conforme a la mente y al sentir de la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo. Ciertamente, lo básico y principal es el Espíritu, Don de Dios, que nos comunica el amor del que El mismo es expresión personal: manifestación del amor recíproco del Padre y del Hijo, como Tercera Persona tan eterna, divina, poderosa... como las otras Dos. Pero es un error detenemos ahí y no apreciar debidamente los dones: es un concepto defectuoso del actuar de Dios en la Iglesia. Sin quitarle para nada su primacía al Espíritu y a la caridad, autor y manifestación fundamental de la santidad, no podemos olvidar que el Espíritu manifiesta su presencia en el corazón del hombre y en el seno de la Iglesia también por medio de gracias carismáticas (Hech 2, 33), (LG. 7-8). Esas manifestaciones, deben ser visibles: en el cambio de vida, en el testimonio de jesús con fortaleza, en el amor por los mismos a quienes Jesús dio preferencia... Así, ios carismas ayudan a la santidad de los demás y a la propia. Así, sin hacer opción entre carismas, amor y Espíritu Santo, sino dando primacía a lo que se debe, se acogen todos: el Espíritu para que fructifique en el amor (Gal 5, 22); el amor como el fin y el clima en que se desarrollan los carismas (1 Cor 13ss.); los carismas para que la edificación de la Iglesia en el amor se acelere, solidifique y se irradie en la misma santificación personal. Los carismas no son necesariamente signos de santidad. La santidad moral se manifiesta en la práctica aun heroica de las virtudes fundamentales; en el cumplimiento del amor a Dios y a los demás, como resumen de la ley (Mc 12, 29-31). Pero el hombre, al recibir y ser fiel al carisma en su uso, recibe un llamamiento a entrar en una relación personal íntima con el Señor; a vivir pendiente de El; a vivir el amor, la fe, la humildad... en una nueva dimensión.1 Por eso, la realización de cada carisma debe aprovechar al que lo ejercita por la fidelidad para usarlo en bien de los demás; porque todo auténtico ejercicio de los carismas se convierte, a la larga, en una muerte a sí mismo.2 2. Entre la gracia santificante y los carismas no hay heterogeneidad, sino continuidad y armonía Hay diferencia entre la vida teologal, cuyo primado lo tiene la caridad y no los carismas. La gracia santificante establece al hombre en una nueva categoría de una manera estable para que se desarrolle en su persona la vida divina en todas sus virtualidades. 1. Cf. Th. E. Dobson, Underestanding the Catholic Charismatic Renewal, Easter Publications, Lakewood, Colorado, 1985, 29. 2. Escuela de Servidores, Minuto de Dios, Bogotá, 1980, 47-51.

Sin embargo, no son heterogéneas gracia y carismas: es el mismo Espíritu el que obra aquí y allí. En el ejercicio de los carismas la vida de caridad es fundamental, "porque los carismas son como su resplandor exterior, su manifestación sensible. Los santos eran grandes carismáticos dado su abandono a Dios y a su vida de caridad intensa».3 Entre ambos hay continuidad y armonía profunda. Es normal que haya una relación entre el don de consejo y el carisma de discernimiento; entre los dones de sabiduría o de entendimiento y las «palabras de sabiduría» o de «ciencia» (Cfr. 1 Cor 1, 5). «Hay un parentesco próximo entre los dones en cuanto son disposiciones sobrenaturales de docilidad a las mociones del Espíritu Santo, y la docilidad a la escucha interior que supone el ejercicio de los carismas».4 «Por ello, es lógico que la entrada en el ejercicio regular de los carismas suponga en la vida del creyente un umbral espiritual que hay que atravesar, un aumento de gracia que pertenece al orden de una nueva misión invisible del Espíritu Santo».5 Los carismas y la caridad: perfección de la santidad.

No hay oposición entre amor y carismas. Al contrario: se reclaman mutuamente. El amor necesita de los carismas para realizarse efectivamente con poder en favor de los demás; ai que se orienta, esencialmente, para manifestar el amor a Dios a través del amor real, efectivo a los otros, especialmente a los más necesitados. (Mt 25, 31-46; 1Jn 2, 8-11; 3, 10-18; 4, 7-21). Los carismas, a su vez, requieren el amor para que tengan valor (1 Cor 13, 1-3) ante Dios; para que sirvan a la construcción de la Iglesia en la unidad y a su crecimiento en Cristo. «El amor sin carismas, no puede ejercitarse; los carismas sin amor, de nada sirven» (1 Cor 13,1-13).6 3.

A. M. de Monleon, La experiencia de los carismas, Edit. Roma, Barcelona, 1979, 24-25.

4.

A. M. de Monleon, o.c., 25.

5.

A. M. de Monleon, o.c., 25.

6.

S. Carrillo Alday, El amor al prójimo, Minuto de Dios, Bogotá, 1985, 27. Respecto de si la caridad es o no un carisma, nos atenemos a la opinión, tan autorizada de F. A. Sullivan: para él no es un carisma por

la razón de no serlo para San Pablo. El apóstol no la presenta en ninguna de las listas, ni aun como cima de los carismas. Pertenece a otra categoría. Cada uno de los que poseen alguno, deben tener la caridad; sin este don fundamental de gracia, ningún carisma tiene valor (1 Cor c. 13). Pablo habla refiriéndose a ella de un camino mucho más excelente (1 Cor 12, 31). Por otra parte, la caridad es el motivo por el que se buscan y usan los carismas. Esto, afirma el autor citado, se desprende del hecho de que los mejores carismas son los más útiles para construir y edificar la comunidad.7 El hecho de que si no tengo caridad aunque tenga los carismas más extraordinarios, «no soy nada» (1 Cor 13,2), «nada gano» (v. 3), no significa que tales carismas dejen de ser excelentes y de que no se beneficien de ellos en su ejercicio. Pablo acepta como una posibilidad el que haya personas con grandes dones carismáticos y, sin embargo, estén desprovistas de la virtud del amor. Este era el caso de los corintios a quienes escribe la primera carta y a los que les descubre con franqueza y vigor su realidad, sobre todo en el capítulo 11, a propósito de la «Cena del Señor». 3. El desempeño de la misión en el Cuerpo de Cristo "(Pablo) considera los carismas de tal manera (o sólo dirige su atención a tales carismas) que, a la vez, santifiquen al agraciado y redunden en ventaja de todo el Cuerpo. Esta es una manera de pensar muy evangélica. En efecto, ¿de qué otra manera podría uno unificarse en verdad, sino en el servicio desinteresado a los demás en el mismo Cuerpo de Cristo y con la virtud del Espíritu Santo? ¿Y cómo no habría uno de santificarse tomando a su cargo y desempeñando fielmente su real y verdadera función en el cuerpo de Cristo? Y si realizan ambas cosas, si ambas suceden en virtud del Espíritu de Dios, verdaderamente con plenitud del Espíritu, aunque quizá sin llamar la atención, entonces es esto, según San Pablo, un carisma del Espíritu de la Iglesia. Y tal cosa pertenece tan esencialmente como los ministerios al Cuerpo y a la vida de la Iglesia".8 Estas reflexiones, a su vez, nos inducen a consideraciones de importancia para la vida espiritual. El buen uso de los carismas lleva, en sí, una fuerza sobrenatural transformadora. Podemos concluir que ellos son apetecibles, deseables, por una doble poderosa razón: por ser constructores del Cuerpo de Cristo en la caridad, y por la irradiación de santidad que operan en el alma del que se puesta a ser instrumento dócil del Espíritu. Es, precisamente, su fuerza actuante en la persona quien obra ambas cosas, con naturalidad. Por lo tanto, y siguiendo la línea del Concilio Vaticano II, han de ser pedidos con humildad. Es la santificación y expansión del Cuerpo de Cristo lo que está en primer lugar en la motivación, puesto que son dones especiales. Pero siendo también vehículos de la gracia para el que los usa, no se excluye, al contrario, está muy presente la motivación de contar con otra fuente preciosa de santificación personal. 4. Diversificación y unión íntima entre carismas y frutos del Espíritu El árbol, en expresión del Señor, se reconoce por sus frutos. Podemos añadir con toda verdad: no por sus carismas. Sin embargo, ambos son indispensables en la Iglesia. Sin ellos no es concebible. Los frutos del Espíritu están unidos directamente con la santificación, son su manifestación, al mismo tiempo que la profundizan. No así los carismas, aunque, si se usan rectamente, deben servir para crecer en la santidad, pero no necesariamente. El hecho de que los carismas se ejerzan bajo el influjo del Espíritu, debería tener su repercusión en la santificación de la persona agraciada con ellos. Sin embargo, frutos y carismas se hallan estrechamente unidos: constituyen un aspecto del equilibrio y de la plenitud de Dios que quiere comunicar y manifestar en su Iglesia. La unión entre ambos es, y debe considerarse, esencial. 8. K. Rahner, Lo dinámico en la Iglesia, Edit. Herder, 1962,60-61. Tienen el mismo origen: la vida de Cristo manifestada en la Iglesia por el poder del Espíritu Santo. Ambos hunden sus raíces en la misma acción del Espíritu y se alimentan de la misma savia: la fuerza del Espíritu de Cristo. Ambos son complementarios, no se oponen. Los frutos son floraciones de gracia de la acción del Espíritu. Los carismas son la "habilitación" para el servicio, para la construcción de la Iglesia instituida por Jesucristo, edificación que, fundamentalmente, está en el florecimiento de la caridad.

Dicho de otro modo, los frutos son ya la manifestación, la irradiación de la caridad. Los carismas se ordenan a ella, a colaborar en su desarrollo y crecimiento, obra, en definitiva del Espíritu. Descuidar cualquiera de ellos es empobrecer la vida de la Iglesia. Ambos están destinados a proclamar la gloria de Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo. Los dos, como todo lo que está sujeto a crecimiento, necesitan tiempo, cultivo, cuidado para que tengan una maduración normal, un crecimiento progresivo. La Iglesia es una comunión de santos, unidos a su Cabeza, Cristo Jesús. Pero esa comunión de Santos con su estructura institucional, querida por Cristo, y su vida sacramental, tiene como elemento, también esencial, los carismas. Con este don, quizá especialmente, se hace experimentable la cruz: la misma visión del enfermo físico o de la persona que sufre atrozmente en su interior; el problema del tiempo, etc., suele entablarse una lucha entre la "cabeza y el corazón"; ¿tengo la fe suficiente para orar? ¿no estaré jugando con las cosas de Dios? el sufrimiento que proviene de aquellos que no creen que hoy puedan darse curaciones; otros tipos de tentaciones, que, sobre todo a los comienzos, suelen asaltar al que ejerce este servicio ministerial.9 9. K. Ecker, en: Los dones del Espíritu hoy, (varios), Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987, 135. 5. Síntesis Pensamos que lo expuesto en las páginas precedentes y en otras obras que tocan el tema, puede sintetizarse en este apartado. No se requiere la bondad de costumbres, la santidad de vida para que el Espíritu Santo otorgue sus carismas totalmente gratuitos. Pero no podemos olvidar que la Iglesia es sacramento universal de salvación; que los carismas forman parte de la "gracia total" de Cristo y su Iglesia. Por lo tanto, los pecadores, como pertenecientes a ella, pueden sacar provecho de la gracia que hay en la misma. El pasaje de Mateo (7,22) prueba que los carismas (los allí enumerados y otros), se encuentran también en los pecadores. Lo que permitió a tales hombres gozar de esos carismas fue la irradiación del poder de Cristo sobre ellos. Actuaron en el nombre de Cristo, en su virtud y poder, aunque no bastara para salvarlos. La gracia (santificante) obra del Espíritu, circula por todo el cuerpo místico. Sus efectos, su irradiación toca también a sus miembros. Por lo tanto, los carismas que son como el desbordamiento de ella, son capaces de contribuir a la santificación de quienes han sido agraciados con ellos.10,11'12 10. D. Grasso, Los Carismas en la Iglesia, 43-44. 11. Nos permitirnos la siguiente cita en la que se aborda el tema que tratamos, por aportar un nuevo testimonio y nuevas razones

de la unión que existe entre el buen uso de los carismas y la santificación de los beneficiados: "Hay un juego que al maligno le gusta mucho. Las personas que no tienen carismas proclaman que no son dignos de recibirlos. Y una vez que los han recibido, el maligno les sopla al oído que son indignos y pecadores". "Cuando alguien cae en la cuenta de que Cristo ha venido para él y pide al Señor sus gracias, entonces recibe alguna cosa. El maligno ahora le sugiere que es santo puesto que tiene carismas y que puede hacer lo que quiera". "Notemos entonces la reacción de la comunidad frente a la persona que ha recibido un carisma. Ella es tratada corno una santa. Repito que la santidad es una iniciativa de Dios. Lo que debemos buscar es ser purificados, por un canal que no lleve agua encenagada, sino un agua lo más pura posible, para el bien de nuestros hermanos". "Esta purificación conduce a la santidad, y la santidad es un don de Dios. Pensamos en el Cura de Ars, desconocía el grado de santidad a que había llegado y atribuía los milagros que hacía a la intercesión de Santa Filomena! La caridad (entre las virtudes teologales) está por encima de todos los carismas; es la única realidad que no experimentará menoscabo (1 Jn 4, 16). La perfección de la vida cristiana está y se resume en la caridad. Sin embargo, esta suprema virtud no es posible sin la fe y sin la esperanza. Con ellas, forma un conjunto orgánico trabado v complementario. Tocada una de ellas, las otras quedan también afectadas. La vida espiritual, supone, por lo tanto, un crecimiento simultáneo en las tres virtudes teologales. Las virtudes teologales pertenecen al orden de la gracia santificante y son dadas para la santificación de la persona. Los carismas pertenecen al orden de las gracias actuales y se dan para otros, para edificar la Iglesia en caridad, para ayudar a la santificación y a perseverar en ella.

"A propósito de la mística, se debe distinguir entre los dones del Espíritu Santo y los carismas concedidos en modo totalmente libre por Dios. Los primeros son algo que todo cristiano puede reavivar en sí mismo a través de una vida solícita de fe, esperanza y caridad y, de esta manera, llegar a una cierta experiencia de Dios y de los contenidos de la fe, por medio de una seria ascesis". "En cuanto a los carismas, San Pablo dice que existen sobre todo en favor de la Iglesia, de los otros miembros del Cuerpo místico de Cristo (cf. 1 Cor 12, 7). Al respecto hay que recordar, por una parte, que los carismas no se pueden identificar con los dones extraordinarios: místicos (cf. Rom 12,3-21). Por la otra, que la distinción entre 'dones del Espíritu Santo' y 'carisma' no es tan estricta. Un carisma fecundo para la Iglesia no puede ejercitarse, en el ámbito neotestamentano, sin un determinado grado de perfección personal: además todo cristiano 'vivo' posee una tarea peculiar -y

en este sentido un 'carisma'- 'para edificación del Cuerpo de Cristo' (cf. Ef 4, 15-16) en comunión con la Jerarquía, a la cual 'compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno' (LG, 12)." Al lado de este tema, se puede aludir a otro que le es muy a fín: 12. ¿Es la Renovación Carismática una nueva espiritualidad? Nada mejor para contestarla que citar a un autor que tan profundamente conoce la Renovación como H. Muhlen: "Tampoco se trata de una nueva y especial espiritualidad al lado de otras tradiciones. "La renovación como se manifiesta en su segunda fase, es tan arapiia en su prolongación, que renueva e intensifica también las formas tradicionales de la espiritualidad cristiana. Puede realizarse con frecuencia allí donde están reunidos dos o tres en el nombre de Jesús, con independencia del grupo cristiano al que pertenezcan. La oración personal de testimonio se realiza tanto en común como individualmente, y no es menos posible en el consejo parroquial o en las reuniones comentes que en la familia, y tampoco es menos posible en la junta de párrocos que en los grupos de jóvenes y asociaciones.

Sin embargo, ambas realidades sirven, de modos diversos y en distintos niveles, para la santificación y la edificación. La frase de D. Grasso, tiene aquí su pleno sentido: «decimos directamente, (las virtudes teologales para santificar a la persona y los carismas directamente para la edificación de la Iglesia), porque todo lo que hay en el cristianismo sirve para su santificación y, al mismo tiempo, para la edificación de la Iglesia». Son, pues, al menos de algún modo, inseparables. Por eso, la conclusión es que quien se santifica a sí mismo, santifica al cuerpo de la Iglesia; y quien santifica a la Iglesia se santifica a sí mismo, aunque persista la distinción en la misión y finalidad de carismas y virtudes teologales. Ordinariamente, Dios comienza su obra preparando a sus cooperadores para asignarles después una tarea en su Iglesia. El caso de San Pablo es, en este aspecto, ejemplar. Pero siempre será verdad que los carismas pueden estar y actuar en el hombre más pecador (Jn 11, 51). Esto está impreso en la misma naturaleza del carisma: dado para el bien común (1 Cor 12, 7), no directamente para la santificación, como las virtudes teologales; aunque contribuyan a ella.

La Renovación Carismática es un avivamiento en orden a la comunicación espiritual, sin ser ninguna nueva espiritualidad en sí misma. La renovación del compromiso bautismal es algo que dura toda la vida, incluso expresamente ante los demás. A cada cristiano se le han dado determinados dones del Espíritu para servicio de la Iglesia y el mundo. El párroco no debe preocuparse de que pueda surgir una nueva asociación o una nueva organización al lado de tantas obras. La Renovación Carismática es una nueva forma histórica de la experiencia fundamental cristiana, de la cual brotan, en primer lugar, algunas manifestaciones especiales".

Apéndice

LOS CARISMAS EN LA IGLESIA

Nuestra exposición se inspira y sigue de cerca a autores que ofrecen una total garantía. La mayor inspiración proviene del artículo de L. Sartori, "Carismas" en: Nuevo Diccionario de Teología, I, Edic. Cristiandad, 1982,130-149; D. Grasso, Los carismas en la Iglesia, Edic. Cristiandad, 1984; K. Rahner, Lo Dinámico en la Iglesia, Edit. Herder, Barcelona, 1963, 46-92. Los siguientes números de Concilium ofrecen igualmente valiosas aportaciones. Concilium (número especial dedicado a E. Schillebeeckx, 1974); también se han tenido en cuenta los números de la revista Concilium, N. 89 (1973); N. 34, (1968); N. 4, (1965); y más especialmente los Ns. 129 (Los Carismas), (1977) y 139 (Discernimiento de espíritus) (1978). El tomo II de la excelente trilogía de Yves Congar, "Je Crois en I'Espirit Saint", Edt. du Cerf, París, 1978 es, por su claridad y profundidad, de un valor especial. M.A. Chevalier' "Esprit de Dieu", Dasclée, París, II 1990, ofrece análisis sobre los carismas. C. Granado, "El Espíritu Santo en la Teología Patrística", Edic. Sígueme, Salamanca, 1987. Aunque la mayor parte de las obras y artículos indicados no toquen directamente la historia de los carismas, son puntos de referencia para aspectos que se tratan en el presente libro. 1. Los carismas a través de la historia La amplitud de la materia nos sugiere adoptar una exposición resumida y expuesta en parágrafos que faciliten su lectura y comprensión. a) Los caminos del Espíritu

La expresión "carisma" nace (con San Pablo) en un contexto eciesiológico y la acuña para designar las diversas funciones existentes en el cuerpo místico de Cristo. Bajo la acción del Espíritu, a ella se debe, en parte, el que los fieles vayan tomando conciencia del derecho y del deber de participar en la edificación de la Iglesia, indispensable, por modesta que sea. Se asiste, actualmente, a una movilización general de los cristianos para que todos participen en la vida de la Iglesia, aportando su propia contribución, su carisma, en orden a impulsar los movimientos de espiritualidad o, más específicamente, a promover el apostolado, a edificar la Iglesia en la caridad. El "carisma", por otra parte, ha tenido y sigue teniendo otro efecto importante: situar en sus justas dimensiones el Ministerio Jerárquico; aunque se haya mirado el carisma, y aún hoy algunos lo sigan mirando como un peligro para la institución, no obstante los errores que puedan haberse cometido, se están disipando los temores. Se está dando un redescubrimiento de los carismas que ha llevado a la Iglesia a tomar conciencia de que, para su edificación, es necesario "compartir el trabajo". Expresado más claramente quiere decir esto: La tarea de la jerarquía no es simplemente "mandar" y la de los fieles "obedecer". Ciertamente esto se da, pero va más allá su misión: a la jerarquía corresponde esencialmente "coordinar" el trabajo de todos, para que todos puedan trabajar en la edificación de la Iglesia, conforme con la función que le ha asignado Cristo. El obispo ha sido concebido como "pastor", y ciertamente lo es; pero, gracias al Vaticano II, es uno de los operarios, el principal, que permiten a la Iglesia construirse y crecer a través de los siglos. (Este pensamiento lo desarrolla breve y densamente el P. D. Grasso en su obra citada, coincidiendo con el que expresa también Sartori en su artículo). b) Panorama histórico

- Error de interpretación: Está en contraponer nuestro tiempo a toda la historia pasada. En relacionar el renacimiento de los carismas solamente con el cristianismo primitivo. En considerar como un eclipse de los carismas el largo período que va desde el siglo II hasta nuestros días, como una consecuencia del peso de la autoridad, la institución y la estructura. Aunque cabe hablar de un retorno cíclico del interés por los carismas, de hecho la realidad es más compleja. - Sintetizando la realidad: Hay que afirmar la necesidad que siempre tuvo la Iglesia de reforzar la unidad cuando había peligro de escisiones. Esta fue creciendo a medida que se fue perdiendo la vitalidad originaria de los tiempos apostólicos. Un primer momento crítico se dio con la aparición del "montañismo" (de su principal impulsor Montano), hacia fines del siglo II. Fue un movimiento que se extendió rápidamente por Asia y, posteriormente, por Africa llegando hasta Europa. En su doctrina entra como idea fundamental que, por fin, había llegado Pentecostés y que entonces comenzaba la era del Espíritu. La Iglesia reaccionó adoptando una actitud de defensa frente a los excesos de los montañistas y consolidando la estructura. Entonces San Irineo acuñó el axioma: "Ubi Ecclesia ibi Spiritus", (donde está la Iglesia, allí está el Espíritu). El gnosticismo representa otro momento crítico para la Iglesia: es un movimiento que desbordó el mismo cristianismo en un momento preciso. Aparece a mediados del siglo II. Ni pretendemos ni es fácil describirlo, debido a la multiplicidad de sus doctrinas. Solamente queremos aclarar que la gnosis atacaba todas las religiones pretendiendo transformarlas, pero especialmente las creencias cristianas:

Trinidad, creación, pecado, redención etc. El sistema de Valentín (su fundador), con sus enormes errores y herejías, obligó a la fe cristiana a defenderse, a precisarse y a formular más claramente algunas afirmaciones fundamentales. Este hecho, al menos indirectamente, contribuyó a que la Iglesia desviara su atención a lo que entonces estaba en peligro y, por lo tanto, los carismas fueran quedando en la sombra. También ellos, los gnósticos, al plantear los grados de pertenencia a la Iglesia y al distinguir tres clases de cristianos, y colocar a los "espirituales" en el lugar superior, contribuyeron a exagerar los carismas. - Los Santos Padres: San Juan Crisóstomo. En esta relativamente larga época que va del siglo segundo a finales del cuarto, entramos en un nuevo orden de ideas a parar de San Juan Crisóstomo (344-407). "Es (en cita de D. Grasso, p. 118) el primero en negar, para su tiempo, la existencia de carismas y en dar una explicación que luego será recogida por San Gregorio Magno y, a través de él, por otros muchos Padres, teólogos y predicadores, hasta el Vaticano II. Con él comienza a forjarse la idea de que los carismas son una realidad concedida por Dios a la Iglesia primitiva, pero que no son necesarios en una Iglesia adulta y por ello, dejan de existir". Cuando aborda el tema de los carismas se refiere a los carismas extraordinarios y entre éstos, sobre todo, al carisma de milagros. Sin embargo, y sin abandonar sus conclusiones, en sentir de D. Grasso, se nota en sus escritos una tristeza y nostalgia por el fervor de los primitivos tiempos de la Iglesia y por la desaparición de los carismas. "De todos modos, creemos que la principal aportación de San Juan Crisóstomo al problema de los carismas extraordinarios en la Iglesia es su afirmación de que no son necesarios después de la época apostólica. Para él, lo grave no es que falten los carismas, sino que no falte la caridad". Sin embargo, parece admitir el don de lenguas. No obstante esta doctrina de San Juan Crisóstomo, lo veremos más tarde, la permanencia de los carismas en la Iglesia siempre se ha dado, aunque se haya visto reducida en algunas épocas a un grupo y a unas personas particulares dentro de la Iglesia.1 San Agustín. (354-430). Parece conveniente y aun necesario conocer el pensamiento de San Agustín sobre los carismas, un padre de la Iglesia que ha ejercido y ejerce un gran influjo en la vida de la Iglesia misma. Resumimos su pensamiento como lo expone la obra de D. Grasso. En sus escritos, aparecen casi como únicamente citados los carismas de profecía, el don de lenguas y los milagros. 1. D. Grasso, "Los carismas en la iglesia, o.c., 130. Leyéndolo, uno tiene la persuasión de que San Agustín, los admite. Sin embargo, "los efectos que el Evangelio produce en quienes los aceptan son prueba de su origen divino; tales efectos hacen creíble a la Iglesia. Han sustituido a los milagros, y lo mismo podemos decir de los demás carismas. (...) Cuando se da un milagro, Agustín no duda en aceptarlo. Pero cuando se le dice que no se da, no tiene dificultad en admitirlo y busca una explicación. "A nuestro juicio, se debe a estos dos grandes Padres de la Iglesia, Crisóstomo y Agustín, la posterior convicción de que los carismas estuvieron reservados a la Iglesia primitiva o se hicieron luego tan raros que constituyen una excepción". Su defecto radica en que redujeron los carismas a los extraordinarios y en que partieron de la experiencia. El hecho de ver que en su tiempo no parecían darse carismas tan difundidos en la Iglesia primitiva, los llevó a la conclusión de que habían desaparecido de que no eran necesarios. Sin embargo, luego, por lo que se refiere a algunos carismas, no dudaron en dar una respuesta afirmativa. Los demás Padres: En cambio, muchos de los demás Padres (Cirilo de Jerusalén, Basilio de Cesárea, Atanasio, Hilario, Juan Casiano), se situaban en una perspectiva más teológica. Donde está el Espíritu, allí están sus efectos como son los carismas. Naturalmente -concluye D. Grasso- la verdad está en la síntesis. Pero ésta llegará más tarde2. Nos haríamos excesivamente largos si intentáramos resumir lo que los autores arriba citados dicen sobre los carismas a través de la Historia de la Iglesia. Nos quedaría por explorar la época que va del siglo quinto a la Edad Media; de ésta hasta el Concilio de Trento; de éste al Vaticano I para venir a desembocar a nuestros días. Preferimos compendiar, aun con brevedad, lo que puede ser la línea general que sigue la reflexión, la enseñanza, la especulación y la experiencia de los carismas.

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Los Padres griegos, están convencidos, no todos de la misma manera, de que los carismas extraordinarios no terminaron con la

Iglesia primitiva, sino que continúan después de ella. Los Padres griegos argumentan a partir de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Esta debe expresarse en sus frutos (Gal 5,22) y en sus manifestaciones también carismáticas, incluso en los extraordinarios (1 Cor 12, 7). 2. D. Grasso, o.c., 118-123 Una excepción es San Juan Crisóstomo entre los padres griegos. Los Padres latinos conocen los carismas y consideran que existen en la Iglesia después de los primeros siglos. San Agustín, ya lo tratamos, tiene expresiones sobre los milagros que parecen indicar que han cesado. Si leemos sus expresiones en el libro "Retractaciones", hemos de concluir que su pensamiento es que han disminuido. Sobre los dones de lengua, discernimiento y profecía, aunque los conoce, habla como de hechos pasados o en vías de extinción.

A partir ele San Gregorio Magno, de gran influencia, los Padres latinos recibirán, a través del mismo, la doctrina de San Juan Crisóstomo sobre la desaparición de los carismas y la repetirán apoyándose en sus mismas razones. Muchos exégetas y predicadores medievales y modernos, aun posteriores a Trento, repetirán "con poca originalidad" la doctrina del que fue un gran Papa, Gregorio Magno. Casi todos los Padres, exegetas, predicadoresy teólogos admiten al menos la existencia de milagros y están de acuerdo en que los carismas han ido decayendo después de la Iglesia primitiva. Tal noción se repetirá hasta el Vaticano II. Cristo mostró, vienen a decir, su presencia en la Iglesia primitiva de manera más visible y frecuente que en tiempos posteriores. La razón fundamental para ellos es la mayor necesidad de la Iglesia de entonces. San Agustín recurre a otro argumento, que se hará clásico: la vida de la Iglesia con sus notas, particularmente con su santidad, es el motivo de credibilidad que han tenido los milagros y los demás carismas. Estos son un signo de la asistencia de Cristo, pero no lo es menos la caridad. Y esta afirmación es recogida por San Gregorio Magno para explicar que los signos prometidos por Cristo (Mc 16,17), no hian desaparecido, se han adaptado a una nueva dimensión, la dimensión moral.3 3. D. Grasso,o.c., 133-134

- En la Edad Media cambia algo la concepción de los carismas. Ya antes, en el monacato ha estado siempre la mejor reserva de la Iglesia en tiempos de crisis. Y en él se dieron los carismas, sobre todo los relacionados con la dirección espiritual, pero la restricción del ámbito carismático, llevó a concebir el carisma como algo individualista, orientado a promover el crecimiento espiritual del receptor, aunque, indirectamente, beneficiará a toda la Iglesia. En la Edad Media surgen movimientos reformistas; nacen nuevas familias religiosas (las órdenes mendicantes; algunos manifiestan dones del Espíritu encauzados más directamente a la Iglesia como tal, v.g. Santa Brígida). Es decir, la repercusión de lo carismático sobre la vida de la Iglesia es ahora más directa e inmediata: se vuelven a considerar los carismas como dones concedidos para el bien de la Iglesia. La palabra "carisma" apenas se utiliza; en su lugar se habla de "gracias dadas gratuitamente". Surgen las órdenes terceras, la espiritualidad sale de los monasterios y llega al pueblo cristiano; se multiplican las nuevas congregaciones fundadas por hombres carismáticos; se difunden los libros espirituales, aumenta la dirección espiritual. Todo esto contribuye a la temática de los carismas, en particular al discernimiento.

- Después de la Edad Media hasta nuestros días, en cierto modo, persiste el pensamiento transmitido por San Gregorio Magno. Pero no dejan de aparecer ráfagas de carismas, sobre todo, a través de personas santas: Santo Domingo, San Francisco de Asís, Santa Catalina, San Ignacio de Loyola, San Juan Bosco, un Cotolengo, los santuarios. De todos, los carismas más mencionados son los de milagros y la profecía; el don de lenguas, citado frecuentemente, es objeto de confusión. "Es necesario que la vida de la Iglesia para crecer no sólo por dentro, sino también por fuera, para atraer a sí a los que todavía no creen, sea enriquecida de tanto en tanto por un soplo sobrenatural del Espíritu que obre en ella: curaciones, milagros y prodigios (Hech 4, 30), los cuales dan testimonio de Cristo, origen y fuente de toda su vida. Esa es la función de los dones carismáticos, como los milagros (...) Tales dones responden a la necesidad humana de tocar lo divino, de creer no tanto por razonamientos cuanto por experiencia. Esos clones invitan a buscar, por encima de nosotros, una explicación que la ciencia no puede dar. Su función en la construcción de la Iglesia es indiscutible. Es la función de signo que tanto subrayan Padres y teólogos".4

2.

La permanencia de los carismas La finalidad de los carismas lleva consigo la conclusión de su permanencia: si tienden a la utilidad común, es imposible que falten en la

Iglesia de todos los tiempos. Porque en todos ellos, la Iglesia se construye, crece y necesita renovarse y extenderse. La manifestación del Espíritu en los carismas, por lo tanto, acompañará a la Iglesia a través de todos los tiempos. Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y éste debe crecer y desarrollarse "hasta la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13), entonces tales carismas habrán de durar hasta el día en que el Cuerpo de Cristo se haya desarrollado plenamente no sólo en la cabeza, sino también en los miembros. La permanencia, pues, de los carismas es un hecho evidente. (El redescubrimiento de los carismas en nuestros días, sobre todo a través de la Renovación Carismática, se trata en los tomos primero y segundo en los que se aborda el nacimiento de la Renovación). Es una síntesis demasiado breve, la que hemos procurado dar a modo de orientación en un tema, aún hoy debatido. El mérito de la doctrina del Vaticano II en este punto es haber devuelto al término "carisma" su significado más pleno, no limitado a los carismas extraordinarios, sino haberío extendido a los más ordinarios con los que el Señor construye especialmente Su Iglesia.

3.

El despertar de los carismas Volvemos aquí sobre algunos de los aspectos tocados en otra parte. Lo limitamos a nuestro tiempo; mejor, nos situamos 30 años atrás,

cuando la Renovación Carismática Católica tuvo su nacimiento. 4. D. Grasso, o.c., 162-163.

Tratamos el tema referido a una realidad que ha tomado un volumen que puede, legítimamente, designarse masivo. No se trata ya de personas aisladas, llenas, muchas de ellas, de una santidad admirable, de fundadores carismáticos, de congregaciones religiosas o de movimientos que han producido y siguen aportando un bien inmenso a la Iglesia y al mundo. Nos referimos ahora a la realidad que palpamos en la que vivimos el florecimiento de los carismas entre multitud de personas de toda clase social, de formación cultural frecuentemente deficiente y hasta nula. Se trata, pues, de una "popularización" de los carismas a nivel y escala casi mundial. Fenómeno insospechado hace nada más 50 años o menos. Y nos preguntarnos: ¿A qué se debe este florecimiento de dones que a no pocas personas les cuesta reconocer, aun estando situados en responsabilidades cuya misión, entre otras, es cerciorarse de su legitimidad, de su buen uso, de fomentarlos discretamente y discernirlos a la luz de Dios? (1 Tes 5, 12 ; 19-21). Nuestros guías no pueden ser más garantes y ofrecer un argumento más sólido. El Vaticano II, en varios de sus documentos; Juan XXIII; Pablo VI, testimonio excepcional en este punto; Juan Pablo II también insigne a través de sus documentos, de sus exhortaciones, de los discursos dirigidos a la Renovación Carismática en sus Encuentros Internacionales de Dirigentes de la Renovación en Roma, etc. "Es innegable que, después de los primeros siglos, los carismas extraordinarios cesaron como hecho corriente y habitual en las asambleas eclesiales. Sin embargo, nunca han faltado por completo en la Iglesia" (D. Grasso, 169). Es un hecho en la Historia de la Iglesia que, en épocas particularmente difíciles, el Señor ha ido suscitando personas dotadas de carismas diversos para ayudarla a superar esas situaciones problemáticas y emprender una vida de nuevo fervor y compromiso. Baste citar, con el autor arriba mencionado, las luchas entre el Papado y el Imperio, que afectaban seriamente la vida cristiana. Cómo Dios suscitó la figura eximia de Santa Hildegarda, quien con la santidad de su vida y los carismas otorgados por el Espíritu El Concilio, indirectamente, exhorta a las personas constituidas en autoridad dentro de la Iglesia a no considerarse dueños de los carismas, ni únicos poseedores de los mismos. Quiere que conozcan con alegría y fomenten con discreción estos dones entre los laicos que, como miembros del Cuerpo de la Iglesia tienen un papel insustituible que han de ejercer con sus propios carismas, alentados y orientados por la Jerarquía.11

1 1 . K. Rahner, Lo dinámico en la Iglesia, Edit. Herder, Barcelona, 1963, 62-66. Resumimos lo dicho, en esta cita, admirable, del P Karl. Rahner. "Desde hace algún tiempo nos hemos hecho, por desgracia, hasta cierto punto la idea de que la Iglesia primitiva estuvo especialmente agraciada con carismas, contrariamente a lo que ha sucedido en la historia posterior de la Iglesia, y que esto hoy no es ya tan frecuente, y ni siquiera tan necesario, como añadía San Gregorio Magno, por cierto con un tono un si es no es agridulce. No cabe la menor duda de que la juventud de una formación histórica, los primeros comienzos, que son los que dan vigor a todo lo sucesivo cuando se trata de algo realmente histórico dotado de unidad permanente, tiene siempre una tarea única e irrepetible, el tiempo de los primeros amores es algo único y que ya no vuelve, así como el verano y el otoño no pueden ser como la primavera, como tampoco la madurez del espíritu cuando se ha avanzado en edad no puede tampoco conservar la eterna juventud, la misma juventud que se posee cuando se es verdaderamente joven. No obstante, no se deben confundir "carismática juvenil" y "más carismática". Y, realmente, no se ve cómo se pueda justificar la afirmación de que la primitiva Iglesia fue de hecho más carismática. Todo estaba circunscrito a un espacio reducido y por eso llamaba más la atención. Pero tampoco en la Iglesia primitiva era todo entusiasmo carismático. Además, el Nuevo Testamento es una narración que refiere - inevitablemente y sin la menor culpa- los grandes y santos acontecimientos más detalladamente y ex-profeso que las miserias humanas que también entonces existían. Es obvio que, juntamente con la Iglesia, vaya creciendo el "aparato" y se vayan elaborando sus normas, lo cual no prueba en absoluto que en la primitiva Iglesia soplaba con más vigor que en los tiempos sucesivos. "Sí, lo carismático ha existido siempre de hecho en la Iglesia. Sería conveniente echar una ojeada a la historia de la Iglesia, pero sobre todo a la historia de todos los días, a esa historia oculta y callada más que a la grande y oficial historia de la Iglesia. "Si al echar tal ojeada se reflexiona sobre lo fundamental, más bien que limitarse a enumerar hechos, esto está plenamente justificado en el marco de tales consideraciones. Aquí, en efecto, no se trata de hacer historia de la Iglesia por el mero hecho de hacer historia. "El Espíritu ha dominado siempre en la Iglesia, cada vez de una manera nueva, siempre en sentido inesperado y creador, siempre otorgando el don de Nueva vida. No ha abolido el ministerio jerárquico ni las normas -ya que proceden del mismo Espíritu- pero a través de la historia les ha ido dando una plenitud mayor de lo que podían esperar quienes las establecieron, los cuales pueden, a veces, proceder de modo exclusivo, a modo de burócratas. Como tampoco ha cesado nunca de inducir al ministerio y a lo institucional a reconocer el soplo del Espíritu. Ni es éste el menor de sus milagros continuamente renovados. (...) Precisamente en esto (en someterse al derecho canónico, a las constituciones, a una dirección organizadora de los votos y de la obligación, nacida espontáneamente del amor, de permanecer fieles a ese Espíritu, por hablar de la vida religiosa), se echa de ver que lo carismático forma parte de la Iglesia e incluso de su ministerio. (...) "La Iglesia tiene el valor (el carisma) de organizar la vida de los carismáticos en la Iglesia, de dictar leyes sobre el particular; de organizar este mismo espíritu. (...) Verdaderamente la Iglesia debe estar muy convencida de ser la Iglesia carismática en esta ministerialidad institucional".