Historias Para No Dormir

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MACARENA SÁNCHEZ FERRO PRESENTA

HISTORIAS PARA NO DORMIR RELATOS DE LIBRO Y TE FRIO SOBRE ESPÍAS, VIEJAS CHUNGAS, VIAJES, JAMACUCOS Y SOBRE TODO, AMOR, MUCHO AMOR…

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¿PERO DÓNDE C... ESTÁ FER? Inés fue la primera en dar la voz de alarma. Macarena la primera en sumarse al bombardeo. Lidia la primera en buscarse algo mejor que hacer. Noemi la primera en dar una pista útil, aunque nadie lo pensó en ese momento. Fer había desaparecido y había que hacer algo.

Cuando se forma parte de un grupo reducido, y cinco personas es un grupo muy reducido, que alguien desaparezca durante dos días es algo grave. Bueno, grave-grave, no. Gravecillo... Lo suficiente como para que otra persona del grupo lo note. Es extraño. Y Reconfortante. Con Mayúsculas. Y Raro. Con Mayúsculas también.

Fer había desaparecido y había que hacer algo. En la distancia, como compartiendo una telepatía absurda creada a base de comentarios estúpidos en el chat y de lecturas comunes poco recomendables, tomaron la decisión de partir hacia Barcelona para buscar a su Baloo.

Baloo. Ni siquiera sabían cómo era, el mamón. Sabían que tenía cuarentaytantos, que estaba casado con la “temible Aída”, que tenía un par de churumbeles, que vivía en Barcelona... y poco más.

-Pues estamos listas -masculló Macarena para sí mientras forzaba la maleta para meter el Salacot y el látigo, como le había prometido a Inés. -En fin, Oscar, cuídame a la nena, que no tardo... -prometió Noe, sabiendo que no cumpliría su promesa. Inés cerró el salón de belleza sin lamentarlo murmurando un “que le den”, y tomó rumbo norte sin mirar atrás.

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Me gustaría decir que nuestras heroínas se pusieron a la tarea nada más encontrarse, pero la verdad era que había cosas que hacer antes de nada... la primera era ponerse al día, pues jamás se habían visto en persona. Se las vio paseando Rambla arriba-Rambla abajo durante una mañana, comiendo en una terraza y degustando birras y pantumaca por la tarde. La gente las miraba sorprendida, pues se alternaban en el uso del práctico Salacot, que las protegía del húmedo calor barcelonés, y cuando no lo llevaban sobre la cabeza, se abanicaban con él. Si alguien las miraba con demasiada insistencia, Macarena los espantaba de un latigazo mientras los maldecía en euskera, socorrido idioma, ya que se suele decir que cualquier cosa pronunciada en esta ancestral lengua parece que la dices de mala leche... Sorprendentemente, no las detuvo la guardia urbana, que quizá las confundió con las actrices de alguna película porno o de Woody Allen, de esas que se ruedan por allá habitualmente. -Chicas, ¿nosotras no teníamos algo que hacer aquí? -dijo Noe de pronto. -Joder -maldijeron Inés y Macarena al unísono escupiendo la birra de manera muy poco femenina. Salieron pitando de la terraza, hasta que un amable camarero argentino les hizo notar que aún no habían pagado... -Joder -repitió Macarena, esta vez con auténtico sentimiento, en parte por la clavada y en parte porque allí hasta el camarero argentino les había hablado en catalán.

Centraos, chicas, se dijeron para sí, mientras volvían a ponerse las pilas con la investigación. -Veamos, ¿qué tenemos? -preguntó Noe. -¿Nada?- respondió Macarena, si aquello podía considerarse una respuesta. -Siempre podríamos preguntarle a la “temible Aída”. -Tú misma -dijeron Noe y Macarena a coro. -Yo solo oír hablar de ella ya me cago viva... -dijo Macarena, tan fina ella como siempre. Todas rieron como para exorcizar a las meigas. Noe frunció el ceño, como tratando de recordar algo. -¿Vosotras creéis que Fer es de los que se marchan a por tabaco? Macarena, que se había sentado en un banco, cansada de dar vueltas sin sentido, alzó 3

la vista de las suelas gastadas de sus Converse y se topó ante sus ojos con uno de esos estancos de toda la vida. -Por preguntar, no pasa nada... -murmuró, encasquetándose el Salacot y chasqueando el látigo a su paso, asustando a las palomas y a una vieja que la cubrió de maldiciones en un catalán tan cerrado que, afortunadamente, sus dulces oídos no pudieron comprender una sola palabra. Noe e Inés se miraron, pusieron los ojos en blanco y la siguieron, resignadas.

El estanco no solo era viejo, era oscuro, sucio y apestaba a cenizas viejas. Y simplemente a viejas. Igualmente vieja, más que vieja, vetusta, era la estanquera, que maldecía -oficio nacional- a alguien llamado Neus. Era una de esas andaluzas salerosas, seguramente llevaba más de 1000 años en Cataluña pero no se le notaba, de las que sólo le faltaba la peineta y la bata de cola para ser una folklórica. -Ay, Neus... la mare que te parió, xiquilla... mecagüen tós tus muertos... -rezongaba, mientras arrastraba el polvo de un lado a otro del mostrador. -Perdone... La vieja, a lo suyo... -Si será desgrasiá... -Perdone... -dijo Macarena una octava y 10 decibelios más alto, aprovechando que era soprano. La vieja la miró con una cara de mala leche que ni que fuera la mismísima Neus en persona. -Perdone, señora... ¿no habrá visto usted a un hombre llamado Fer, también conocido como Baloo? El ceño de la vieja se oscureció aún más si cabe. -¿Usté se cree que estoy yo pá xorradas y pá xuminás de turistas? -Verá, señora, estamos buscando a un amigo desaparecido... -dijo Inés, más calmada, ya que Macarena tenía pinta de pegarle una hostia a la vieja. -Pue vayan a la poli -sentenció, llena de mala baba. -¿Su empleada también ha desaparecido? -preguntó Noe, atando cabos. -Mira, nena, yo a la Neus la quiero una jartá, pero se ha largao hase 2 días sin desí ni 4

pío... cuando la vea la agarro de los pelos y barro con ellos la solera... -de pronto, ella pareció atar cabos también-. Su amigo... el Balumba ese, ¿hase cuanto ha desaparesio? Entre Inés y Noe tuvieron que sacar a Macarena del estanco, cada una agarrándola de un brazo, porque no podía andar. Le había dado tal ataque de risa que parecía que le iba a dar algo. Su risa tenía algo de contagioso. Pronto, ellas también reían a carcajadas en la puerta del estanco bajo la amarga mirada de la estanquera, que parecía a punto de darles con la escoba. -Balumba... -dijo Macarena cuando se le hubo pasado un poco, eso bastó para que a Noe se le escapara la risa floja y todo empezara de nuevo.

Dejemos a nuestras heroínas, agotadas ya de la risa y de los paseos y las birras y las tapas, dirigirse al hotel a regalarse un merecido descanso hasta mañana...

Es hora de saber qué hacen mientras tanto otros personajes que tendrán cierta importancia en esta historia...

EN VALENCIA... Un rumano rubio, fortachón, guapetón, majetón, y todos los -tón que se os ocurran miraba una carta, tratando de que su neurona asimilara la información. Su neurona, ese ser desconocido que, cuando agitaba la cabeza, bailaba la rumba a solas... Esa carta había llegado a su casa esa mañana. Eran las diez de la noche y aún trataba de asimilar que no era para él ni para Nadiuska, su princesa rumana, tan parecida a una barbie como puede serlo una mujer sin ser de plástico. En fin, si no era suya... ¿tenía que dársela a la persona a la que estaba dirigida?, pensó en un flash de inspiración. Fijó sus brillantes ojos azules en la dirección que aparecía escrita en el sobre. Con una sonrisa beatífica, se dio un golpe en el pecho, satisfecho. La conocía. No a la carta, se corrigió mentalmente. A la persona a la que iba dirigida. Era su vecina. Esa joven que iba siempre sonriente que tenía una hija que le imitaba 5

de maravilla. Miró el nombre para no equivocarse cuando le tocara el timbre. Noemi. Bonito nombre. -Mi madre no está -le dijo la niña cuando le explicó que tenía una carta para ella. -Che tú, qué faena -masculló el rumano con una mezcolanza tan graciosa de acentos rumano y valenciano que Lucia, la hija de Noe, casi se mea de risa-. ¿Y cuándo vuelve la tu madre, nena? Lucía no perdió la oportunidad de vacilar a su vecino. -No lo sé -se encogió de hombros aparentando inocencia como solo ella sabía-. Se ha ido a cazar un oso con sus amigas. El rumano parpadeó un par de veces mientras la neurona pasaba de la rumba para empezar a bailar bakalao. -Oso... -murmuró para sí-. Che tú... -Tiene nombre y todo... se llama Baloo. Han ido a buscarlo a Barcelona. Dariusz, el rumano, miró la puerta cerrada con mudo asombro. ¿En Barcelona había osos? Miró la carta que aún tenía entre las manos. Barcelona...

EN BARCELONA... El mosso miró a la vieja sin poder creerse lo que tenía uno que aguantar por estar de guardia un sábado. -No pongas esa cara, malaje... -Señora... -Esas tipas me dijeron claramente que el Balumba ese se había llevado a mi Neus. Mi Neus es una muchacha dulse y trabajaora y yo la adoro con passssión, jamás diria ná malo de esa xiquilla... y ahora ha desaparesío... -la vieja se enjugó una lágrima imaginaria con un pañuelito que apretaba en un puño tan retorcido como su mirada, que levantaba del suelo para observar la reacción del poli ante su pequeño teatro-. Y ellas tampoco eran trigo limpio, agente... ¡una pequeñaja que hablaba raro me amenasó con un látigo! ¡A mí, a una ciudadana que paga sus impuestos religiosamente! Le ruego... ¡NO, LE EXIJO, que busque a ese Balumba! Si da con él dará con mi Neus... -por la ceja enarcada del mosso se dio cuenta 6

de que quizá se había pasado un poco con la sobreactuacción y que se le había olvidado gemir de vez en cuando-. Aaaayyyyy, mi xiquillaaaa.... coja a ese malaje, agente, o a mí me va a dar un jamacuco... aaaayyyyyy... El agente Rovellón suspiró con impaciencia. -De acuerdo, descríbame a esas mujeres y le prometo que las buscaré para preguntarles qué saben sobre su Neus... -le habría prometido la luna con tal de no oírla ni verla más, porque la verdad es que era fea de cojones.

EN PAMPLONA... Sergio enarcó una ceja al leer el mensaje zombie procedente del móvil de su amiga Macarena. -¿Será perra, la tía, que se va a Barcelona y no me avisa? ¡Y encima se lleva mi Salacot! Pues se va a enterar, la cabrona...

Sin saber nada de todo esto, nuestras heroínas dormían a pierna suelta con la satisfacción del trabajo bien realizado. De Fer nada se sabía...

La mañana siguiente amaneció caliente y húmeda como solo puede serlo una mañana de domingo en Barcelona. Nuestras heroínas se desayunaron como tres señoras en una terraza con vistas al mar, sin sentir todavía la presión de la búsqueda, sin saber que varios pares de ojos las observaban... -¿Has mirado en el Face esta mañana a ver si ha dado señales de vida? -preguntó Inés, untando generosamente una tostada con tomate y aceite de oliva. Macarena tragó el medio croissant que tenía en la boca ayudándose con un sorbo de té con limón y asintió con la cabeza. -He mirado, pero estaba raro... ya sabes, cosas del Face. Daba un mensaje de error de esos que entenderá su puñetera madre. Noe puso los ojos en blanco y asintió con la cabeza como diciendo “a mí me dirás, nena”. 7

Momentos más tarde, saciada su voracidad matutina, Inés sugirió la mejor idea del día: -¿Os hace una vuelta por el Corte Inglés?

El agente Rovellón se aburría como una ostra. Y es que esas mujeres tenían de peligrosas lo que tres bebés de pecho... Se preguntó cuál de ellas sería la que había amenazado a la vieja asquerosa con el látigo, si es que aquello era verdad... La idea del látigo le trajo a la memoria la redada que hicieron en el puticlub de la calle Roderas y en el trato que le propuso Lolita con tal de que no la denunciara. El culete aún le escocía de recordarlo... Las mujeres se movieron haciendo aspavientos y peleándose por llevar aquel absurdo sombrero. Iba a seguirlas, pero decidió no hacerlo. Que les dieran morcilla. Y a la vieja también, decidió, mientras volvía mentalmente al cuarto forrado de terciopelo rojo en el que “atendía” Lolita. De pronto, algo atrajo su atención. Un hombre rubio, con pintas de extranjero -camiseta de tirantes, sandalias con calcetines, bermudas horterísimas y pinta de alelao- que llevaba algo en las manos como si fuera el mismísimo Santo Grial las estaba siguiendo. Y las seguía a una velocidad que, si seguía a ese ritmo, las iba a adelantar y todo, el subnormal. El agente Rovellón iba a levantarse para interceptarlo cuando algo más llamó su atención. ¡Y es que había alguien que estaba siguiendo al rubio! Una mujer hermosísima, también rubia, tan parecida a una barbie como solo puede serlo una mujer sin ser de plástico, seguía al fortachón mascullando para sí en su idioma, que podía ser cualquiera, ya que él no cogía ni papa. El agente Rovellón, castellano y catalán y justo-justo. Iba a levantarse, cuando desde el otro lado de la plaza se oyó una voz estentórea, tan potente que todas las palomas alzaron el vuelo, las alarmas de los coches saltaron y los niños empezaron a llorar a moco tendido. -¡Peeeerraaaaa! -chilló la voz, haciendo que los ojos del agente Rovellón se achicaran 8

a base de pura potencia-. ¡Devuélveme mi Salacot!

Macarena tropezó con sus propios pies sin poder creer lo que estaba oyendo. Esa voz inconfundible... Se giró, sabiendo perfectamente lo que iba a ver. No tuvo que esforzarse mucho, porque el dueño de esa voz era tan alto que se veía a varios kilómetros de distancia, y si no se le veía, se le oía sin dificultad. -¿Quién es ese friki? -preguntó Noe, partiéndose la caja. Macarena suspiró con resignación. -Ese friki es mi amigo Sergio. -¿Qué coño haces que te vienes a Barcelona y no me dices nada, cacho perra? preguntó Sergio, agarrando a Macarena como si fuera una niña (lo parecía a su lado) y plantándole dos besos que sonaron como dos disparos. De pronto se volvió hacia Inés, que llevaba el Salacot con su elegancia habitual-. Perdone, señora, ¿puede usted darme mi Salacot? El tono empleado daba tanto miedo que Inés se lo dio sin rechistar, sospechando, quizá acertadamente, que aquel tipo tenía algo de bipolar. Una vez conseguido su botín, se volvió a Macarena con una sonrisa radiante. -Explicación, antecedentes... dime, dime... -Pero qué cotilla eres, capullo... Por cierto -dijo ella arrimándose a él con una sonrisa maliciosa-, te ha salido un grano marca Lacoste en el culo. Una cabeza llena de rizos engominados la miró desde detrás de la ancha espalda de Sergio. -O sea, tía, yo te aprecio mogollón. ¿Por qué me odias? Macarena lo fulminó con la mirada. -Sergio, ¿me explicarás algún día por qué este pepero es tu mejor amigo? David, el pijo, dejó de colocarse el cuello de su polo de marca y lanzó un bufidito de indignación. -Estás ganando puntos, querido...

Nadiuska, la esposa de Dariusz, se iba cagando en su madre. En la de Dariusz, claro. ¿Qué se pensaba ese hombre, que podía ir detrás de otra dejándole esa nota absurda? “Me he ido a buscar a un oso a Barcelona. Tengo una misión que cumplir. Pregunta a 9

Lucía. Dariusz quiere a su princesa rumana”. ¡Ja! ¡JA! Esa niña le había dicho que se había ido detrás de su madre. El muy mamón. Que en rumano suena muchísimo peor, claro. Pero se iba a enterar... Y esa pelandusca también. ¡Como que ella era Nadiuska, la princesa de la lucha libre!

-¿Ayudaros? ¿Pero tú estás loca o qué? Yo me voy de turismo y a comer, que estoy desmayado. Vamos, Da. Las chicas vieron desaparecer a Sergio, a Da y al Salacot tan pronto como habían aparecido. -Increíble -dio Noe. -Y no te cuento nada de lo que era tenerlo en clase -dijo Macarena poniendo los ojos en blanco. -¿Corte Inglés? -intervino Inés, tratando de quitarse el temblor interno pronunciando las palabras mágicas. -Me temo que tendrán que acompañarnos... -¿Mande? -preguntó Macarena enarcando una ceja, un gesto que, cualquiera que la conociera sabía que anunciaba tormenta. -Hay alguien que desea hablar con ustedes. Tres tipos vestidos con ropas formales y que no ocultaban que estaban más macizos que los Pirineos las habían rodeado por completo, haciendo evidente que no aceptarían un “no” por respuesta. Noe empezó a pedir explicaciones a grito pelado, tratando de llamar la atención de la gente, por si a alguien se le ocurría intervenir para ayudarlas. Sin embargo, la gente pasaba de ellas como si nada anormal pasara. Una inspiración súbita le hizo acordarse del látigo. Le hizo un gesto a Macarena, que era la que lo llevaba colgado a la cintura. Inés, mientras tanto trataba de usar la táctica del encanto, aunque tampoco le funcionaba demasiado. Era evidente que esos tipos estaban entrenados para soportar cualquier cosa. Macarena echó mano al látigo, pero el tipo la abrazó por detrás para atenazarle los brazos. 10

Con rabia, ella se retorció intentando que la soltara. De pronto, sonrió y se quedó quieta. -¿Has visto la peli “Más fuerte que el odio”, capullo? -le preguntó con su voz más sexy. -¿Eh? -respondió él, desconcertado. -Esto se llama el puño de Glasgow -dijo ella mientras le daba un cabezazo en la nariz con toda la fuerza que pudo. Sintió y oyó el ruido de su nariz rompiéndose. El maromo chilló como una nenaza, pero no la soltó, y Macarena solo consiguió que los otros dos cogieran a Inés y a Noe y las metieran a las tres en una furgoneta con los cristales tintados mientras recibían más coces que un arriero.

El agente Rovellón boqueó sin saber muy bien qué había pasado, qué hacer a continuación y si realmente era de su incumbencia. La verdad, empezaba a pensar que había sido muy mala idea hacerle caso a aquella vieja pelleja.

El de la nariz rota miró a la pequeñaja con una media sonrisa mientras se recolocaba la nariz con un crujido asqueroso. Tenía carácter... le gustaba. Ella no pudo evitar pensar en que seguramente necesitaba una radiografía, y que si llegara a su servicio de rayos, se estaría lamentando por haber estropeado una cara tan bonita. Al darse cuenta de que la estaba mirando con una sonrisita, apartó la mirada con mosqueo. Noe carraspeó. Era evidente que era la más calmada de las tres y la que tenía la cabeza más fría. -¿Puede saberse adónde nos llevan? -No podemos decírselo. -¿Podemos al menos saber quién quiere hablar con nosotras? -No podemos decírselo. -¿Y por qué quiere hablar con nosotras? -No podemos decírselo. -¿Y no puede decirnos por qué no se van a tomar por el culo? No, espere... -¡No podemos decírselo! -dijeron las tres chicas al unísono. Los matones no se inmutaron o, si lo hicieron, lo disimularon muy bien. 11

De pronto el vehículo se detuvo y los hombres las condujeron por unos pasillos anodinos que lo mismo podían pertenecer a un edificio de oficinas que a uno de apartamentos. Se detuvieron frente a un despacho y las dejaron dentro. El de la nariz rota tuvo la desfachatez de guiñarle un ojo a Macarena antes de irse, el muy capullo. Ella reprimió una sonrisa. -Qué gilipuá... -Te mola ese tío... -le dijo Noe con tonito. -¡Qué va! -respondió ella, aunque la desdijo su mirada. Un carraspeo al otro lado de la habitación les hizo saber que no estaban solas. Una mujer imponentemente hermosa hizo un cruce de piernas digno de Sharon Stone y las observó una a una. Su roja sonrisa se relajó al instante, aunque su mirada se endureció hasta alcanzar la calidad del diamante. -¿Puede saberse para qué buscan a mi marido? ¿Saben que lo están poniendo en peligro de muerte? Inés frunció el entrecejo. Noe entrecerró los ojos. Macarena enarcó una ceja. El conocimiento llegó a las tres al unísono. -¡La Temible Aída! -gritaron-chillaron-aullaron también al unísono.

La Temible Aída las miró de arriba a abajo, una a una. Una sonrisita bailaba en sus labios de una manera inquietante. No era una sonrisa amable. Ni de lejos. Era una sonrisa cruel. De esas que parecen decir “¿cuál es la mejor manera de haceros puré sin dejar ni rastro y no romperme las uñas en el intento?”. -Si estáis aquí, supongo que no os llegó... Los tres fieles matones irrumpieron en la habitación arrastrando a un tipo que, para ser sinceros, tampoco es que se debatiera mucho. La que peleaba en serio era la mujer, que repartía hostias como panes. -Suelta a mi marido, tú hombre grande... -entre otras cosas que no sé escribir y que prefiero no traducir para no herir sensibilidades. Dariusz, pues de él se trataba, miraba a su hermosa princesa rubia con tal admiración 12

que poco le faltaba para necesitar un babero, o una cama... o ambos. Nadiuska proyectó el codo en su mejor llave y le acertó al matón exactamente donde más dolía... la nariz que le había roto la pequeñaja. -Joder, qué día.... En un arranque de violencia inusitada por su parte, agarró a la barbie y la inmovilizó. El tipo no daba problemas, a pesar de que era tan grande como ellos. Inés, Noe y Macarena asistieron a tal despliegue de acción con pasmo. Noe flipó al reconocer a sus vecinos. Y más aún cuando la rubia intentó escapar del guaperas para intentar arrearle a ella. -Tú, vecina roba-maridos... -seguido de cosas impronunciables. Al tratar de volver a escapar, volvió a darle al matón. -Oye, nena, que a ese hombre solo le arreo yo -intervino Macarena, arrebatada por un extraño instinto de protección. -Oiga, señora que yo no he robado nada en mi vida... -decía Noe. -Yo no entiendo nada de nada -murmuraba Inés, que pensaba cada vez con más pena en su abortada excursión al Corte Inglés. -Nadiuska... -la llamaba inútilmente su marido. Inútilmente porque ella gritaba más fuerte. La Temible Aída, harta de tanto girigay sacó la pistola de su muslera y lanzó un tiro al techo que enmudeció a todos... durante dos segundos. -¡Será zorra! -gritó Macarena. -¡Jefa! -gritó el matón. -Xxssgdarerdsfgrrildslkña -gritó Nadiuska. -¡SILENCIO! El grito causó más efecto que el disparo. -Alfa, Beta, Gamma, ¿quiénes son estos dos y para qué los habéis traído? -Que nombres más cutres -le susurró Noe a Macarena, que iba a responderle cuando la acalló una mirada recriminatoria de la Temible Aída. Uno de los tíos, a saber cuál de las letras griegas, contó que los había encontrado discutiendo a pleno pulmón a las puertas del edificio, que hablaban sobre osos y cartas. Que les habían visto también en la plaza y que se los habían traído por si acaso. -¿Una carta, has dicho? -Una carta llegó a mi casa, che tú... No era para mí. Yo piensa... dar a persona que ser 13

carta, ¿no? Ser para ella -dijo Dariusz señalando a Noe. -Rtslsdkfjpeos -gruñó Nadiuska con cara de incredibilidad. -Yo ir a su casa y preguntar a niña guapa, che tú. Ella decir que ella venir con amigas a cazar oso a Barcelona -terminó, con cara de satisfacción. -¿Y no se te ocurrió otra cosa que venir a buscarme? -preguntó Noe, entre encantada y alucinada ante tanta candidez y bondad. -Es que poner “urgente”... tú ver, che tú -dijo, señalando la palabra en el sobre, subrayada tres veces. -Podéis llevároslos, chicos -les indicó a “las grecas”. Dariusz se resistió, mostrando carácter por primera vez. -Yo entregar carta, ¡no venir hasta aquí para nada, cojones! Macarena se rió. No pudo evitarlo. En el fondo, muy en el fondo, aquello era super gracioso. -Vale, dejadle. Los mocetones le soltaron y Dariusz se acercó y le dio la carta con la debida ceremonia. Con su misión cumplida, él y la barbie salen de esta historia peleándose a voz en grito en un idioma que solo entendían ellos dos. -¿De quién es? -preguntó Inés, muerta de la curiosidad ante tanto alboroto por una carta. -Eso puedo decíroslo yo... es de Fer. -¿De Fer? -preguntaron las tres gracias al unísono. Noe abrió la carta a toda velocidad y casi se la carga en el intento. La verdad era que decía bien poco para todo el esfuerzo que le había costado llegar a su destinataria:

“Queridas, voy a estar ausente unos días. Ni se os ocurra venir a buscarme, que os conozco... Sois capaces de formar un trío a lo “Ángeles de Charlie” y presentaros aquí. Por favor, no lo hagáis. Mi vida y el destino de la Nación dependen de ello... Baloo” 14

-Ay-va-la-ostia... -Joder... -Si ya decía yo que no parecía muy normal, el único hombre entre tanta mujer...

Su vida y el destino de la Nación, casi nada. Pero, ¿qué era aquello, el puñetero Gran Hermano? ¿Dónde estaban las cámaras? Hasta el gorro de tanta tontería, las chicas se dirigieron a la puerta para largarse sin decir si quiera adiós muy buenas… pero aún había invitados inesperados a este baile de locos; y al parecer había una lista interminable esperando a tocar la puerta. Los primeros en llegar fueron Sergio y Da. -Los que faltaban… -murmuro la Temible Aída, dando muestras de humanidad por primera vez. Macarena parpadeó sorprendida sin comprender del todo el cambio que se había producido en su amigo, que de pronto parecía incluso elegante, amenazador e incluso tenía un punto sexy con ese traje negro, con la pistolera claramente marcada bajo el brazo. Hasta Da había perdido ese aire de pánfilo. De pronto cayó en la cuenta de que Sergio había aparecido en Barcelona sin avisar, sabiendo que estaban allí, sabiendo incluso que tenían su Salacot… ¡Oh, mierda! ¡OH, MIERDA! Como si las tres hubieran atado cabos a la vez, gritaron, quizá de forma no demasiado sexy, pero sí efectiva: -¡SOIS UNOS JODIDOS ESPIAS! Los espías, todos ellos, pusieron los ojos en blanco, seguramente ofendidos por el término. -Preferimos que nos llamen agentes –dijo Da. Incluso su voz sonaba diferente… qué mamón… Macarena entrecerró los ojos, rencorosa. -Sigues cayéndome fatal. -Eres una cría. -Mira quien fue a hablar… miradme, soy un espía al servicio del Rey… Sergio carraspeo ruidosamente mientras los catalanes se partían de risa. 15

-En realidad formamos parte de la Guardia De Seguridad Foral de Navarra. -Pero sois espías… Sergio apretó las mandíbulas, pero era evidente que hubiera deseado apretar otra cosa. -¡Que si, coño, que somos espías! Satisfecha, Macarena se volvió hacia su matón, que era el único que parecía sentir interés por la conversación. -¿Y vosotros qué sois, el Frente de Liberación de la Butifarra? Él incluso se rió, aunque sus otros dos compañeros la miraron como si fuera una sacrílega. Noe e Inés habían dado un paso atrás, por si se terciaban ostias, que se viera que aquello no iba con ellas. -Casi –respondió Gamma con una sonrisa encantadora, provocando una brusca tempestad donde dicen que las Brujas del Norte tienen su pequeño corazón –Servicio Nacional Catalán de Información. -Siento cortarte el rollete romántico, cariño, pero tengo una cosa que hablar con vuestra jefa, chicos… La sonrisa de la Temible Aída, si es que se la podía calificar de tal, se enfrió unos 40 grados centígrados. -Si se trata de estas lerdas, por mí te las puedes llevar, no saben absolutamente nada… -¿En serio podemos irnos? –pregunto Inés, mientras en su cabeza se formaban imágenes de lugares seguros, sin espías, como su salón de belleza, el salón de su casa, el Corte Inglés… -La verdad es que solo quiero asegurarme de que realmente van a regresar a sus casas… tengo un interés personal en que me cumplas esa promesa. -¿Un interés personal? –pregunto Aída con una ceja enarcada con malicia. Sergio emitió una sonrisa estentórea. Y un tanto amanerada. Da le dirigió una miradita cariñosa. -No es lo que crees… ¿no sospechas quien me traduce todos esos textos en euskera que me llegan? -Serás capullo de mierda… a partir de ahora te cobro. -Dame un beso, perra. Y llámame Ignatius… es mi nombre en clave. -Te pega mogollón. 16

-Cuida bien de Josep… es un buen tipo pero es demasiado sensible -le susurró Ignatius al oído justo antes de despedirse, dejándola muerta de risa y de vergüenza de que su cuelgue fuera tan evidente.

-Bueno, ¿podemos irnos o no? Porque algunas tenemos marido e hijos que nos echan de menos... –la amenaza de Noe sonó hueca en la enorme sala y fue acompañada de un coro de risas-. Por intentarlo… Un nuevo alboroto interrumpió la escena y la invitada más inesperada de todos hizo su aparición. La vieja andaluza, despeinada y fiera, rodeada de agentes catalanes armados hasta los dientes, forcejeaba para liberarse mientras les regalaba sus más elegantes epítetos. -Malajes, hijos de perra, comedores de butifarra, tacaños de merda… -Déjalo ya, María Dolores, que tienes más cuento que calleja… Como por ensalmo, la vieja se calmó y una fría dureza se instaló en sus rasgos de gárgola. Alzó la mano derecha y gritó a pleno pulmón: -¡VIVA EL FRENTE ACEITUNERO Y FLAMENCO! Macarena trató de morderse la lengua pero no pudo resistirse: -¡OLE! Inés tuvo un inesperado ataque de risa, quizá a causa de la tensión. Noe acudió a su lado sin saber muy bien si no debería mejor impedir que la vieja hiciera pedacitos a Macarena. -¿Dónde está Fer? -¿Dónde está Neus? María Dolores y Aída habían preguntado lo mismo al mismo tiempo. La tensión era tal que sería difícil cortarla hasta con un cuchillo de esos japoneses que anuncian a las tantas de la madrugada. -Fue una estupidez por tu parte acudir a ese poli… -Todo el mundo sabe que Robellón es el más vago de la comisaria. Sabía que os sacaría de vuestra madriguera y que acabaríais por darme a Neus a cambio de vuestro mejor agente… La mirada de Aída fue peor que una bofetada. Y sus palabras fueron aun peores… -¿Qué te hace pensar que vamos a sacrificar a un civil por un agente, por muy bueno 17

que sea? Las chicas, flipando miraban este duelo de valor como si estuvieran viendo un partido de tenis, flanqueadas por Alfa, Beta y Josep. -Te llamaré Joseba –Le dijo Macarena en un inciso. Él sonrió y se acerco un par de pasos, lo justo para poder ponerse delante si volaban los tiros o los golpes. -Porque da la casualidad de que sé que estás loca por él y que no tenéis a nadie mejor… y menos estos tres bobos… Míralos… si hasta una niñata de metro y medio sin experiencia casi deja KO a uno de ellos… Joseba dio un paso adelante para defenderse, pero Aída evitó la confrontación. -Neus ha vuelto con su familia y ha prometido que jamás volverá a buscar trabajos proletarios. Ha descubierto que nacer pija es, después de todo, una suerte que no está al alcance de todo el mundo… tendréis que buscaros otra heredera amante de la fiesta española para financiar vuestro ridículo partido… -Zorra asquerosa… -Reconoce, querida María Dolores, que el deseo de imponer los toros, el flamenco, el rebujito, la mantilla y las patillas como símbolos nacionales… en fin… que te deseo toda la suerte del mundo… La vieja hervía de rabia, casi le salía espuma por las orejas. Era como una olla express a punto de explotar. -Jamás volverás a ver a tu marido… Su voz había sonado tan baja, tan dura, tan cruel, que todo el mundo en la habitación se estremeció. -Me temo que en eso no puedo darte la razón, María Dolores… La otra voz, grave, sensual, provenía de algún lugar de detrás de donde se hallaba la Temible Aída. La cara de esta se relajó al instante y pareció incluso feliz por unas décimas de segundo. La vieja, sin decir nada, desapareció tan pronto como había aparecido, maldiciendo en su pintoresco y, a su manera encantador, estilo. -Querida, te he echado de menos… -dijo Fer, agachándose para besar a su Temible Aída en la mejilla. De modo que ese era su Baloo… Pues vaya con Baloo… estaba como un queso… suspiro colectivo de nuestras chicas. 18

-Y vosotras sois mis Ángeles… una seria rubia… Inés –una a una, se acercó y les planto un dulce beso en cada mejilla-, una hogareña morena… Noe… y una loca pelirroja… Macarena. -Hola, Fer… -respondieron las chicas, cortadas, aún flipando por la impresión. Hasta Macarena y Noe parecían mudas, ¡milagro! -Bueno, ya me habéis encontrado… si no os importa, tengo informes que rellenar… -dijo sin poder evitar una ardiente mirada para su hermosa esposa. -Entre otras cosas a rellenar… -comento Noe por lo bajini. Macarena rió e Inés les dio un codazo, avergonzada. -Bueno, ¿ahora podemos irnos o no? -Cada mochuelo a su olivo –respondió la ya no tan Temible Aída con la mirada clavada en su deseable maridito. Probablemente acostumbrados a tales escenitas, los tres agentes, que no matones, las acompañaron al hotel. -¿Te llamo esta noche? –le preguntó Joseba a Macarena. -¿Tu qué crees? -La verdad es que contigo no sé ni que pensar… -Ya te daré yo algo para pensar –le respondió ella colgándose de sus fuertes hombros para darle el homenaje de su vida. -Echo de menos a Oscar y a la enana… -dijo Noe mientras cotilleaba detrás de la puerta. -Pues yo aún tengo una duda… realmente, ¿Dónde ha estado Fer todo este tiempo?

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MISIÓN: NAVIDAD 21 de diciembre -¿De verdad hay que llevar estas pintas para comer un pintxo de chistorra en Donosti? Macarena se volvió hacia Joseba, que trataba de ponerse la boina y no acertaba ni a la de tres. La verdad es que tenía una pinta ridícula, a pesar de que estaba bueno casi con cualquier cosa que se pusiera, y especialmente cuando no se ponía nada encima. -Es una tradición vestirse de casero el día de Santo Tomás, Joseba. Seguro que no protestarías tanto si se tratara de ponerte una barretina y una camiseta del Barça. Joseba la miró enfurruñado mientras ella se colocaba el chaleco y trataba de acertar con la lazada tipo corsé. -Tu traje es mucho más sexy. Esos pololos me ponen mogollón… Ella enarcó una ceja. -Tú estás enfermo, cariño. Y se llaman enaguas, por cierto. Ven a ayudarme con los cordones, anda. Joseba dejó la txapela a un lado y se acercó con sus aviesas intenciones pintadas claramente en la mirada. -Churri… -dijo ella, tras unos segundos. -¿Sí? -Eso no son los cordones… Joseba no respondió. Un par de horas más tarde… -Deja de remolonear ya en la cama… no vas a engañarme otra vez, Josep. Él sonrió y la miró mientras se levantaba la enagua para atarse otros cordones, los de las abarcas esta vez. Suspiró. Le gustaba cada vez más ese traje tan anticuado. Era tan divertido ir quitándoselo capa a capa… -Cada vez que me llamas Josep me toca dormir en el sofá. Ella iba a responder cuando sonó el timbre. Se colocó la enagua y la sobrefalda y salió del dormitorio. -Mueve el culo y vístete o te dejaré aquí. -Me encanta cuando te pones dura –murmuró Joseba entre dientes mientras 20

remoloneaba unos segundos más en la cama, que parecía una zona catastrófica. La oyó abrir la puerta y exclamar una maldición. No es que fuera extraño oírla decir tacos a diestro y siniestro, pero la verdad es que ella reservaba ese tono para alguien en particular…

Ver a tres inmigrantes en Valencia no era nada extraño. Lo extraño era que cada uno fuera completamente diferente físicamente y que curraran juntos desde hacía más de dos mil años y que siguieran llevándose bien. El anciano de barba blanca, el pelirrojo de mediana edad y el joven negro sincronizaron sus Rólex y quedaron en verse esa misma noche a las diez para cenar en Telepizza. Cada uno partió en una dirección. El primero en llegar a su destino fue Melchor. Aprovechó que una clienta salía del salón de belleza para entrar. Echó una mirada a su alrededor. Olía a laca y esmalte de uñas. Una atractiva rubia se lo quedó mirando fijamente como si estuviera completamente fuera de lugar. -¿Puedo ayudarle en algo? Melchor sonrió en dirección a Inés y ella le devolvió la sonrisa como sin querer. De pronto, la vista se le fue a su pelo demasiado largo y a su barba blanca y peinada en tirabuzones. -Vaya pintas me lleva usted, caballero. ¡Voy a hacerle un cambio de look que no va a reconocerle ni su madre!

Gaspar se tocó la nariz allí donde había recibido el portazo. El rumano que le había cerrado la puerta en las narices había puesto tal cara de terror cuando le había preguntado por Noemi que empezó a dudar que se tratara de la misma persona que él estaba buscando. Con un suspiro de paciencia y cansancio, subió un tramo más de escaleras mientras sentía en la espalda la mirada afilada del rumano, que sabía que le vigilaba a través de la 21

mirilla. Cuando finalmente llegó frente a su puerta, estaba sin aliento. Era evidente que todos los dátiles y alfajores que había estado comiendo últimamente se estaban cargando su forma física, que nunca había sido demasiado buena. Con un último resuello, tocó el timbre. Una mujer enfundada en una toalla de baño le fulminó con la mirada, aunque ésta se suavizó en cuando vio en qué estado se encontraba. -¿Pero qué le pasa, hombre de Dios? -Yo… hay… algo… -trató él de decir, pero no le llegaba suficiente oxígeno a los pulmones. La mano de Noe se crispó sobre la toalla y lo guió hacia el baño. -Iba a darme un baño de espuma de fresas, anacardos y piña colada de Lush pero déselo usted, que está que da penita. Gaspar parpadeó un par de veces, no supo si por el vapor que llenaba el cuarto de baño o por la emoción. Noe no se quedó para escuchar su respuesta porque lo había dejado a solas para que pudiera disfrutar de su baño mientras ella le preparaba una taza de chocolate con nubes.

Baltasar no entendía nada de lo que decía aquella mujer, y no porque no hablara el mismo idioma, precisamente. ¿Papeles? ¿A qué papeles se refería? ¿Y qué quería decir ilegal? -Deberías tener cuidado si te pilla la poli, si no tienes los papeles te pueden expulsar… está la cosa muy chunga, y más ahora que ha ganado el PP. Baltasar suspiró. Lidia lo tomó como un suspiro de pena y le tomó una mano. Baltasar miró su mano y abrió los ojos como platos. -Cuéntame algo de los viajes en patera, debe de ser durísimo…

Fer abrió un ojo mientras su cerebro trataba de asumir qué era lo que le había despertado. Su mano derecha buscó la Beretta debajo de su almohada. A su lado, la Temible Aída ya apuntaba hacia la puerta del cuarto baño con su Sig Sauer. 22

Entonces volvió a escucharlo, era la tapa del váter. Los dos se levantaron con sigilo y se colocaron a ambos lados del baño. Aída miró a su marido, quitó el seguro del arma y le hizo un gesto. Fer se colocó frente a la puerta y la tumbó de una patada. Allí había un tipo con barretina subiéndose los pantalones mirándolos a ambos con cara de susto. La imagen era a la vez tan absurda y tan típicamente navideña –y catalana- que Fer no sabía si pegarle un tiro o reírse a carcajadas. -Querida, ¿puede saberse qué hace el Caganer en nuestra casa?

-Ese vestido te hace gordísima, perra… -Pues anda que tú estás bonico vestido de Olentzero, Ignatius… -contraatacó Macarena echando fuego por la mirada a su ex-compañero de clase y enigmático personaje por excelencia. -¿Dónde tienes a tu amante catalán? -¿Y tú a tu perrita faldera? ¡Ah, hola, Da! No te había visto con esas pintas, o mejor dicho, hubiera preferido no verte… Da puso cara de ofendido. -¿No habíamos quedado en que nos apreciábamos? -Será en tus sueños. -Haya paz, haya paz… -intervino Joseba, calándose la txapela con tan poca gracia que Ignatius y Da se rieron en su cara. Macarena frunció el ceño. Que ella se riera, vale, pero que se rieran los demás era imperdonable. -Nos vamos a Donosti a Santo Tomás, tienes dos segundos para decir lo que quieres. Ignatius sonrió de una manera que hizo que a Macarena se le helara la sangre. Supo que no habría ni feria, ni txistorra, ni podría reírse de cómo le sentaba la txapela a Joseba. Ni siquiera podría descojonarse de cómo intentaba él pedir una birra en euskera, aunque, para ser sincera, lo hacía bastante bien. -Dime que no hemos vuelto a meternos en líos, por favor… Ignatius sonrió aviesamente. -Sueña, perra… 23

Da puso los ojos en blanco. ¡Mira que era melodramático el tío! -Por lo pronto están metidos en el ajo tus amiguitos del grupo de lectura y Sus Majestades. Macarena bufó. -¡No jodas! ¡Ya sabes que soy republicana! Ignatius enarcó una ceja. -Sus Majestades… los Reyes de Oriente –puntualizó. Macarena se volvió hacia Joseba y se colgó de su cuello. -Cariño, dime que estoy soñando, por favor. Que este friki y su amiguita no están en mi puerta disfrazados de mamarrachos y que no me acaban de decir que los Reyes Magos necesitan nuestra ayuda. Joseba suspiró, miró a Ignatius y volvió la mirada a su desesperada novia. No había nada que hacer. Lo de desvestirla poquito a poquito y capa a capa tendría que esperar.

Inés observó el nuevo corte de pelo de Melchor. Melchor observaba su nuevo corte de pelo. Su larga barba había desaparecido convertida en una coquetuela perilla. Inés observó también la perilla de Melchor y sonrió satisfecha. -Está usted para comérselo, caballero. Su esposa lo va a encadenar a la cama y no le va a dejar levantarse en un mes. Melchor se ruborizó hasta la raíz del cabello y disimuló su embarazo mirando la hora en su Rólex. Aún le quedaban un par de horas para la cita para cenar con sus colegas. Tiempo más que de sobra para contarle a Inés los motivos para su visita. -Verás, jovencita… -Uy, jovencita, si yo le contara… -Pues si le contara yo… Ella rió. -Está usted estupendo. -Ya… La verdad es que yo necesitaba decirle algo. Pero no sé por dónde empezar…

-No sé por dónde empezar… 24

Noe miró a Gaspar y asintió mientras soplaba el chocolate, que estaba hirviendo. Gaspar llevaba el albornoz de Oscar, pero le quedaba pequeño, porque la verdad era que había engordado un poquillo últimamente. Noe trataba de no mirar por las aberturas que dejaba la bata y de concentrarse en el delicioso aroma del cacao. -El principio suele ser un buen sitio para empezar. Gaspar sonrió. -Ante todo, gracias por el baño… tenía una contractura de tanto andar en camello y creo que se me la ha soltado y todo. Noe se rió a carcajadas pensando que era una broma. Gaspar la miró extrañado ante tanta hilaridad. La verdad era que tampoco era para tanto. -Verá, señorita, mi visita no ha sido una casualidad. -Hombre, me lo imagino. ¡Este pueblo está en el culo del mundo! -Un hombre nos sugirió a mis compañeros y a mí sus servicios. La ceja de Noe empezó a palpitar y a elevarse por segundos. -Si está sugiriendo lo que creo que está sugiriendo ya puede ir dejando ese albornoz y dirigiendo su orondo culo hacia la calle. Gaspar parpadeó un par de veces ante el súbito cambio de actitud. Finalmente se dio cuenta de lo que sus palabras habían dado a entender y rió con voz profunda, haciendo que Noe sintiera deseos de tirarle su taza a la cabeza. -No, ¡no! ¡No me refería a sus servicios como meretriz! Noe entrecerró los ojos, furiosa. -¡Qué fino! -Ese caballero nos comentó que usted y sus amigos habían resuelto con éxito cierto… asunto… -Ay, madre…

-En fin, que vosotros sois los Reyes Magos de verdad. Baltasar llevaba más de una hora intentando convencer a Lidia de que era el auténtico Baltasar de los auténticos Reyes Magos del auténtico Oriente, pero la verdad era que estaba a punto de tirar la toalla. ¡Esa mujer era Republicana hasta para los asuntos navideños! Miró su Rólex, preguntándose si debería llamar a Gaspar y a Melchor para saber 25

cómo les iba a ellos. Olentzero le había dicho que no tendría ningún problema y el Caganer les había dicho que el mayor problema era sobrevivir a los primeros minutos. Si seguía vivo después de haberles contado a Fer y Aída cual era su problema, todo sería pan comido. Lo malo era que esos dos eran de gatillo flojo y que lo mismo se lo cargaban antes de dejarle hablar.

-Tienes exactamente tres minutos para contarle a mi mujer qué haces cagando en nuestro baño vestido de personaje navideño –dijo Fer. -Quizás debería avisarte de que si no le convence lo que me cuentas, mi marido te usará como blanco de tiro vivo durante dos semanas, y quizá luego te mate… o quizá no – continuó la Temible Aída, acariciando su Sig Sauer con cariño. El Caganer sintió deseos de hacer uso del baño otra vez, pero no tenía tiempo, porque los tres minutos que le habían dado se le agotarían en tres minutos o menos. LostresReyesMagoscontrataronaunapajechungaquelesrobólosregalosparalosniñosyah oralospobresniñosyanotendránregalosenNavidadyesoesmuytristeno¿nocreen?Porfavor,ayud ennosaencontrarlosregalosyaesamalditaviejachungaquelesrobólosregalosparalosniñosporqu esinolospobresniñosyanotendránregalosenNavidad… Fer y Aída lo observaron mientras hablaba y hablaba sin parar y retorcía la barretina entre sus manos sudorosas. -Repítelo con voz normal –dijo Fer haciendo un ademán con la pistola que hizo que el Caganer palideciera a la vez que sus tripas sonaran sospechosamente.

-Contratamos a una vieja que parecía muy simpática –explicaban en ese momento los Reyes Magos a Inés, Noe y Lidia en el Telepizza, donde habían decidido reunirse para ahorrarse tener que explicar la misma historia por separado y porque, al parecer, en estos tiempos, no era tan sencillo que la gente se creyera que eras un Rey Mago y tal-. Era un poco fea y tenía un acento un poco extraño. También se pasaba la mitad del tiempo lanzando juramentos, por lo que decidimos mantenerla alejada de los ayudantes menores de edad para que no se les pegaran los malos modales. Necesitábamos una ayudante y la verdad es que cuando estaban con ella los camellos se portaban mejor. Con solo mirarla, los camellos se ponían más firmes que una vela. 26