Historia y conciencia de clase

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HISTORIA y

CONCIENCIA DE CLASE

Georg Lukács

HISTORIA y

CONCIENCIA DE CLASE Estudios de dialéctica marxista Introducción, edición y notas a cargo de Eduardo Sartelli

Ediciones�

Lukács, Georg

Historia y conciencia de clase : estudios de dialéctica

marxista ... 2a ed... Ciudad Autónoma de Buenos Aires :

2013. 480 p. ; 14x20 cm.

RyR,

Traducido por: Manuel Sacristán ISBN

97g..9s7 1421..74..9 ..

l. Marxismo.

2. Filosofía. CDD 320.531

l. Manuel Sacristán,

trad.

©CEICS-Ediciones ryr, 2013, Buenos Aires, Argentina Queda hecho el depósito que tnarca la ley 117 23 Printed in Argentina- hnpreso en Argentina

Se tenninó de ilnpri1nir en Pavón 1625, C.P. 1870. Avellaneda, provincia de Buenos Aires, Argentina.

Por la presente edición: Ediciones ryr, Buenos Aires, novie1nbre de 201 3

Introducción, edición y notas a cargo de Eduardo Sartelli Traducción: Manuel Sacristán Responsable editorial: Gonzalo Sanz Cerbino Diseño de tapa: Sebastián Co1niniello Diseflo de interior: Agustina Desalvo www.razonyrevolucion.org.ar

[email protected]

A Gertrud Bortstieber .

Nota del traductor

La presente traducción de los textos más céle? res de l a juven­ tud de Lukács, los reun idos en el volumen Geschzchte und Klassen­ bewusstsein (Berlín, Der Mal i k Verlag, 1923), estaba ya d i s p u e s ta en traducción castellana hace muchos meses, para su i nc o r p o rac ió n a la edición de Obras comp letas de Gyorgy Lukács rea l i zada por el editor Jua n Grij a lbo. La p ublicación se ha retrasado considera b le­ mente por el explícito deseo del filósofo húnga ro de no da rla a lu z sin el Prólogo que el lector va a encontrar en la pág ina que sigue. Este pequeño incidente que ha afectado al n o r m a l cu rso d e p r o duc­ ción del p resente volumen documenta rá la i m portanc i a del cita do P ról ogo para juzgar la actua l posición p olítico-fi losófica de Lu k ác s . Sin duda eran ocasión suficiente para u na p ieza así u nos escr itos que han ocupado v ivamente a cuatro generaciones de revoluciona­ rios europeos.

M. S. Barcelona, noviembre de 1968.

Nota del editor a la presente edición Para esta edición se ha respetado en general la traducción or ig i ­ n a l de Manuel Sacr istán. Se han hecho, s i n embargo, a lgu nos ca n1b ios: l. se modificó el sistema de notas, buscando ofrecer a l lector l a cita correspondiente a las ediciones más a mano, e n la act ua l idad, de las obras de Lukács o de los autores c itados por él, en lu g a r de remitir a la edición a lemana; 2. se ca mbiaron ciertos g i ros idiomá­ t icos propios de la traducción, que la hacen más l e g i b le a u n lec­ tor contemporáneo, s iempre que no a fecta ra e l sentido de la expre­ sión (por ejemplo, "nudo" por "desnudo", "i mag i n a c ió n mera" p o r "mera i maginación", etc.); 3. cua ndo se supone que el ca mb io pue­ da tener·algu na consecuencia en el orden de l sent ido, se i nd ica en nota correspondiente (por ejernplo, "ret rocapción" por "reasu n­ c ión'' ). Para ese tipo de cambios se han consultado, la t raducción i ng les a (Luká cs, Georg: History and Class Consciousness, The MIT Press, Cambridge, 1971, de Rod ney L i v i ngsto n e) y la cuba na, efec­ tuada desde el francés (Lu kács, George: Historia y conciencia de clase, Ed ito r ial de C iencias Socia les del Instituto del Libro, La f--laba na,

"1970, de Francisco D uque); 4. a lg u nos nombres fueron adaptados a l uso corriente, como " Lu xembu rgo" por " Lu xembu rg"; 5. por ú lti­ mo, se agrega ron acla raciones sobre conceptos, personajes o hechos h istóricos q ue se considera ron úti les. Se hace nota r ta mbién a l lec­ tor, que todas las ed iciones que conocemos de Historia y conciencia de clase [las de Sarpe (1985), f-Iyspamérica (1985), Ed itora Naciona l Mad rid (2002) y Za lsma n n Ed itores (2009) ], cont ienen u n error de compag i nación (el a rtícu lo " Lega l idad e i lega l idad" se interru m­ pe en el p r i mer pá rra fo y cont i nú a el texto correspondiente a "Observaciones críticas acerca de la Crítica de la revolución rusa, de Rosa Lu xembu rgo" y viceversa) del cual esta vers ión está libre, p or basa rse en la pri mera ed ición de Grijalbo, de 1969 (ag radecemos a Miguel Vedda esta advertencia). Por su parte, en la ed ición orig i na l d e Grija lbo, fa lta por completo una pági na d e " La cosi ficación y l a conc iencia del p roleta riado", error que h a sido corregido aquí. E . S. Buenos Aires, julio de 2009

El comienzo de una filosofía necesaria Gyorgy Lukács, la historia y la conciencia Eduardo Sartelli

Introducción El "caso" Lukács es, probablemente, u no de los más controver­ t idos de la "cu ltura" marxista. En efecto: el cosmos organ izado en torno a la figu ra y la saga de Carlos Ma rx se d iv ide prolija men­ te entre los defensores y los detractores del fi lósofo hú ngaro. Para algunos, se trata de u no de los pocos i ntelectuales comu n istas que logró salvar relativamente indem ne su pensa m iento del "'esta l i nis­ mo" sin necesidad de g ra ndes gestos "pro-occidenta les", logra ndo no solo mantener u n ren1arcable pres t ig io i ntelectua l, sino también ubicarse como u na fuente de a lternativas pol íticas superadoras. Para otros, no p ueden dejarse en u n piadoso segu ndo pla no sus repetidas genuflex iones a nte el rég i men, su reconocida host i l idad al t rotskismo, su s i lencio frente a las p u rgas stali nistas y sus a polo­ g ías recu rrentes al Padre de los Pueblos. El autor de obras que mar­ caron época (Historia y conciencia de clase y El asalto a la razón) y que algún d ía la ma rcarán de nuevo (Ontología del ser social), estuvo s iem­ pre en el centro de la polémica, suscita ndo sentim ientos encontra­ dos: demasiado ortodoxo para los a nt i-sta l i n istas, demasiado hetero­ doxo pa ra los nüsn1os sta l in istas, Lukács tiene defensores a u ltra nza tanto como det ractores igualmente enconados. La piedra de toque de la d iscusión, hasta cierto p u nto fa lsa, ha sido y es su relación con la bu rocracia sov iética. Deci mos "hasta c ierto pu nto fa lsa" porque más a l lá de sus elecciones pol íticas se ext iende u na obra que, por lo gene­ ra l, suele deja rse en segundo pla no a la hora del a ná l i sis. Pa reciera 9

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que el fantasma de Sta li n se i n terpusiera perma nentemente, hab i l i­ tando la crítica fác i l y obtu rando u na lectura desp reju iciada.1 En e fecto, con el ocaso de la URSS, la acusación de "sta l i n i s­ ta", que s ig n ificaba u na demarcatoria pol ítica esenci a l en el debate revolucionar io de la segu nda posguerra, se convirtió rápidamente, sobre todo en c írcu los trotsk istas, en una forma de l iqu ida r cua l­ qu ier debate sin necesidad de aporta r prueba a lg u na. En los a ños '90 el "argumento" se genera l izó y hoy d ía cua lqu i er d i scusión en la que a lguno de los contrincantes defienda la existencia de la rea­ l idad, el concepto de verdad, la regu la ridad (ex presada en leyes) del orden social, la importa ncia de la i nvestigación científica o l a necesidad d e l a orga n i zación partida ria, l a i nelud ible relación entre el arte y la pol ít ica, suele term inar con el adjetivo más tem ido por todo simpati zante de i zqu ierda: "sta l i n is ta". El a nt i-sta l i nismo se convierte, entonces, en u n obstácu lo al conoci miento, en tanto c ier­ tos temas y posiciones a lcan zan el status de "tabú" y resulta n i mpo­ s ib les de abordar con la mente ab ierta. Este cáncer del pensam iento revolucionario, el uso fáci l y omnidesca l i ficativo del ant i-sta l i n is­ mo, no ha dejado de a fectar a Lukács, existiendo qu ienes tornan toda su obra como expresión del demonio del Cáucaso y qu ienes se creen en la necesidad de defenderlo de tal acusación. Lukács porta, e ntonces, u na doble determ inac ión: expres ión de un marxismo renovado, val ientemente resguardado de la barba r ie sta l i nista, por un lado; trágica subordi nación de u na perspectiva lúcida y creat iva a u n rég imen excecrable, por otro. Se han forma­ do, entonces, dos bandos cuya natu ra leza exa m i naremos más ade­ lante. Baste decir, por a hora, que todo j u ic io sobre el autor del l ibro que aqu í presentamos debiera supeditars e al examen de la va l idez de su apuesta fi losófica: desa rrollar u na de las tareas que Marx y Engels dejaron pendientes, la de reconstru i r las bases más gene­ ra les del pensamiento revolucionar io. En efecto, descubiertas esas bases (la famosa i nversión hegeliana) ambos se ded icaron a uti l i­ za r el i nstru mento sin dejar un plano preciso de su a rqu itectu ra básica . D icho de otra manera, u t i l i zaron la d ia léctica materia l i sta 1Un testi monio d e esta polém ica permanente y del lu ga r del stal i nismo en ella es la compi lación publicada por la editorial Jorge Álvarez en los años '70, con textos de George Steiner, Kostas Axelos, Istvá n Més zá ros, Lucien Goldma n n, Roco Musol i no, Jea n H yppolite, Víctor Zitta y Harold Rosenberg. AA.VV.: Lukács, Editori a l Jorge Alvarez, Buenos Ai res, 1969.

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sin haber expl icitado su despl iegu e teórico. Probablemente lo m i s­ mo pudiera decirse de Trotsky y Leni n : usan de modo bri l l ante u na herram ienta cuyo 11manua l" se hal la i mp l íc ito y d i sperso en sus intervenciones prácticas. La apuesta lu kácsiana es fáci lmente i n tel ig ible : supera r a Hegel como Marx había superado a Ricardo, completando de esa ma nera la tarea pendiente. Si hacemos caso a Antonino I n franca, la Ontología del ser social podría ser considera­ da la culminación de ese proyecto que estaría ya enunciado como fenomenología en Historia y conciencia de clase [en adelante HCC). S i a lg ú n valor tiene hoy l a obra de Lukács no es solo permitirnos juz­ gar hasta dónde l legó el filósofo en su carrera, s i no la importancia de una apuesta tal.

De la ética a la revolución y después Hijo de un d irector de banco, noble de tít u lo comprado, Gyorgy Lukács nació en 1885, en Bud apest, en ese entonces par te del Imperio Austro-húngaro.2 Intelectual e x tre mada mente p recoz, se orienta ráp i da mente hacia e l a r te (en particu la r la literatu ra y e) teatro) y la filosofía. A sus primeras i n fluenc ias, que lo acompaña­ rán hasta más a l lá de HCC, D ilthey y Sim mel, se su ma ráp idamen­ te Max Weber. Su pri mera 11ideología" es la de un "romanticismo a nt i-cap ital ista" que se entus iasma con el tea tro de tesis, de fuer­ te impronta socia l: Gorki, Ibsen, Strindberg, Chéjov, Hauptmann, son representados en el Teatro Tha lia, fundado por él y por Sandor Hevesi. Escribe mucho y, bajo la i n fluencia de su "maestro", Simrnel, da a l u z su pri mera obra importante, la Historia evolu tiva del drama moderno, en 1911, au nque su fac t u ra data de u nos a ños antes . Por la m is1na época da a conocer u n l ibro que va a da rle u na pr i me­ ra fama europea, El alma y las formas. Todav ía bajo esta i n fluencia 2Todos los datos de est a pequeña b iog rafía fueron tomados de l as d i feren­ tes referencias del propio Lukács así como de Lic htheim, George: Lukács, Grijalbo, México, 1973; Kada rkay, Arpad: l.tThe demonic self: Max Weber a nd Georg Lukács", en Hungarian Studies, nº 9, 1 994; Ara to, Andrew: "Georg Lu kács: la b úsqueda de un sujeto para la revoluc ión", en A rato y otros: El triunfo ruso y la revolución p roletaria, Paidós, B uenos A ires, 1974. Resu lta .. y M ig uel útil para g u ia rse, la cronología p reparada por A nto n i no l n fra nca . Vedda en I nfranca, A nto n i no y M ig uel Vedda: Gyorgy Lukács. Etica, estética y ontología, Colihue, Bs. As., 2007.

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s i m melia na va a partic ipar del "Círc u lo de los dom ingos ", en el que se reúne con futuro s intelec tua les de renom b re, como Jozsef Révai, Bela Fogar asi, Ka rl Mannhe im y Arnold l-fauser. Se vincula tam­ b ién, como a lu m no, con R icker t y Wi ndelb a nd. Su atracció n por el marxism o com ie nza tempran o. Ya en 1908 está leyendo El Capital, aunque con un i nterés merame nte acadé­ mico, si se p uede decir, en tanto qu iere s implement e dar u n fun­ damento socioló gico a su trabajo sobre el d ra ma moderno. Para el futuro filósofo marxista, Marx era más que nada un sociólogo a fí n en a lgún grado a s u s maestros. Lukács segui rá leyendo latera lmen­ te a Marx, influido por Hegel y por el si nd ical ismo revoluciona rio, en particular por la filosofía de Sorel y por la activ idad política de Ervin Szabó, dirigente de la oposición de izqu ierda de la social­ democracia húngara. A esa mezcola nza, que Lukács gra fica con la i magen faustiana en la que dos a l mas moran en el mismo p echo, se le p uede agregar su pasado k ierkegaardiano y el descubrimiento de Rosa Luxemburgo. Así, el filósofo oscila dura nte toda l a Primera Guerra Mundia l entre el marxismo y la polít ica, por un lado, y el idea l ismo ético, por el otro. La guerra lo encuentra casado con u na terrorista rusa y publi­ cando otro l ibro i mportante de su etapa pre-ma rxista: Teoría de la novela. Es por esta época que va a comenza r una reflex ión más seria sobre la l iteratura marxista, actitud que se va a coincid i r con la de un a m igo recientemente adqui r ido: Ernest B loch. La contienda bél ica acelera su desarrollo polít ico e ideológico, proceso que term ina con la Revolución rusa: en 1918 Lukács se a filia a l Par tido Comun ista Hú ngaro, bajo la influencia política de Rosa Luxemburgo. Es en este momento que comienza la redacción de varios de los textos que culmina rán en HCC, que van a estar marcados por su debut en la pol ít ica práct ica. M iembro importante del comu n ismo hú ngaro, al punto de ser el redactor de la revista teórica del par tido, Internationale, va a alcanza r el cargo de Ministro de Educación bajo la Repúbl ica de los Consejos, creada en 1919. Será tamb ién com isa­ r io político en el ejército, en la Quinta D ivisión Roja. Su fri rá perse­ cus ión a la ca ída del gobierno de Bela Kun, de la que escapará gra­ cias, entre otras cosas, a la i n fluencia de su padre y de u na ca mpaña internacional que logra sacarlo de l a cárcel a fines del m is mo a ño. Durante toda la década del '20 Lukács m i litará en la reorga n i­ zación y en la lucha progra mática dentro del partido húnga ro y

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en l a Tercera Internaciona l. En Hu ngr ía for mó p arte d e l a fracc ión Land ler, opuesta a la de Bela Kun, a la que Lukács acusa rá de sec­ ta r ismo, m ient ras que en la Internaciona l será u na de las voces ca n­ ta ntes de la fracción de los comun istas de izqu ierda, aquellos a los que Len i n denos ta rá como "in fa nti lismo u ltra izqu ierd ista". En ese contexto nace HCC, que p rovoca gra ndes debates en a mbos á mbi­ tos, muy atacada en pa rtic u la r en el V Congreso de la Internaciona l por Zi noviev. Después de estas críticas, siempre a su posic ión "u ltra", Lu kács i n icia su "reconcil iación con l a rea l idad", u n perío­ do en el cua l se a l i nea con Sta l in en pol ít ica i nterior (acep ta el soc ia­ l is mo en un solo país) mientras en lo i nternac ional se tra nsforma en un defensor del frente popula r contra la línea "clase cont ra clase". Precisa1nente por esta l ínea adoptada, Lú kacs aba ndona rá la pol ítica activa a com ienzos de los '30, luego de que debiera ret racta r­ se a nte el partido húngaro por sus "Tesis de Blu m", donde exponía, en 1928-29, u na línea frente-popular, que recha zaba la pos i b i l idad de u na nueva república de consejos pa ra Hung ría y recon1enda­ ba la d ictadu ra democrática de obreros y ca mpesinos. Ex il iado en Moscú, com ienza una v ida ded icada a l trabajo intelectua l j unto a Riazanov y a M ijai l Lifschitz. Dura nte los a ños '30 forma par te de la Academia de Ciencias de Moscú, realiza ndo u na lab or pub l icística. No se sa lva de contradicciones con el s ta li n is mo, pese a que ava la los p rocesos contra los "tra idores", sobre todo cuando se origina, en tor no a sus posiciones, la p olémica sobre el real ismo, en 1939-40.3 Tras la guerra, Lukács vuelve a u na Hungría ahora comun ista como p rofesor de l iteratura en la Univesidad de Budapes t, donde no ta rda en rea l i za r u na nueva autocrít ica, acusado de revisionista, en 1949. La autocrítica le vale el reconoci miento del rég imen, ya que hasta la muerte de Sta l i n será m iembro qel p a rla mento húngaro, de la p residencia de la Academia Húngara de Ciencias, del Consejo Naciona l del Frente Popu lar Patriótico y otras i nstancias por el esti­ lo. Por esta época mantiene una intensa polém ica con Sartre a pro­ pósito del existencialismo y com ienza n a p u bl ica rse a lgu nas de s u s obras importantes: Goethe y su época, El asalto a la razón, El jóven Hegel. Va rias de ellas han tenido ya u n largo p roceso de gestación o 3Para a ñadi r un texto más a la enmarañada selva de relaciones contrad ic­ torias entre Lukács y el stalinismo, al menos en lo q ue concierne a la "polí­ t ica estét ica", véase Gallas, Helga: Teoría marxista de La Literatura, Sig lo XXl, Bs. As ., 1973.

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han aguardado dormidas durante décadas. Esta creciente presen­ c ia internacional se va a ver, simu ltáneamente, frenada y catap u lta­ da por un hecho crucia l en su carrera intelectua l. Es que Lu kács ha v uelto a la v ida pol ítica en 1956, con la revolución húnga ra, como Ministro de Educación popu lar del gobierno de Imre Nagy y se ha salvado de la p ena de muerte, tras su caída, gracias a su fama y a l haber votado contra la separación del Pacto d e Varsov ia. N o s e lo exime, sin embargo, de pasar u n año desterrado en Rum a n ia. Decíamos que su presencia intelectual i nternaciona l se frena por su detención, p ero al m ismo tiempo se catapu lta: si Lu kács no hubiera p a rticipado del gobierno Nagy p robablemente hubiera pasado a la historia como un sta li nista i ntel igente que supo tener su fiebre juven i l y nada más. Pero 1956 de a lguna ma nera suelda HCC con el a nti-stal i nismo y realza su figura como la de u n exi l ia­ do interior, como aquel que resistió entre las fauces m ismas de la b estia. Como veremos, ni muy muy ni tan tan. La acrecida fama del filósofo conocerá entonces un nuevo v igor. A lo largo de los '60, comienza la publicación de sus obras com­ pletas, mientras se p roduce el "renacimiento" de u n texto que le resulta urticante y molesto, al punto de compararlo con su produc­ ción p re-marxista: una reedición francesa de HCC, en 1960, lo obl i­ ga a un distancia miento público de su libro más famoso, dando a luz u na autocrítica en la revista Arguments. Esa condena se reite­ rará, más enfática aún, cuando se lo edite como parte de sus obras completas, en 1967. Como el lector podrá observar, el "Prólogo a la presente edición" es particularmente devastador. Contrapone, a ese exceso inaugural, una obra que tendrá carácter de monumento póstumo y que será escasamente valorada incluso hasta el día de hoy: la Ontología del Ser social. Sus ú ltimos años los pasa como figu ra de consu lta i nternac iona l por parte de la nueva generación de revolucionarios, entre los que se encuentra n, para su desgracia, no pocos admiradores de su obra juvenil. El régi men lo reincorpora a l Partido Socialista Hú ngaro de los Trabajadores y le r i nde honores, en particular, la Orden de la Bandera Roja en el cincuentenario de la república de los consejos de 1919. Muere en 1971, dejando inconcluso su ú ltimo l ibro, que mon­ ta, sin emba rgo, unas 1 .600 páginas. E ntrega ta mbién un ú ltimo docu mento de sobre su perspectiva pol ítica, el lla mado Testamento

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político, en el que descree de las posibi l idades reform i stas del régi­ men húngaro, aunque no de la reforma del sistema comu nista.4 Esta necesariamente brev ísi ma exp. o sición de la trayectoria pol í­ tico-intelectua l de Lu kács nos permite, aún así, trazar u na s ilue­ ta del personaje. La evolución de Lu kács muestra la capacidad de atracción del proletariado revolucionar io p uesto que era ya un inte­ lectual reconocido cuando se incorpora al marx ismo. La evo lución de ese mismo proletariado también explica la natura leza de sus opciones p olíticas. Dicho de otra manera, se p ueden arg ü i r motivos sicológicos o de otro tipo para sus cambiantes actitudes5, p ero esas opciones solo se comprenden en el marco del p roceso de lucha de clases mundial y de las fuerzas políticas que se d isputan ese cam­ p o. Es decir, no p uede comprenderse la evolución p olítica e i nte­ lectual de Lukács sin examinar la exp eriencia que marcó a varias generaciones incluyendo la suya, la Revolución Rusa. Lukács y la Revolución Rusa Como ya d ijimos, en la l iteratura ya u n tanto copiosa, que d is­ cute la relación e ntre Lukács y el sta l i nismo, se p roduce una osci la­ ción p ermanente entre la condena y la reinv indicac ión. Como vere­ mos al fin a l, el p roblema no es la rel ación Lu kács-Stal in s i no las opciones que se abren con la emergencia de la U RSS y el estanca­ m iento de la revolución mu ndia l . Exam inemos primero las p osi­ ciones en torno a l fi lósofo hú ngaro y luego volvamos sobre esas p erspectivas. Los polos de esta dual idad crít ica podría n sinteti za rse en dos autores que reúnen el conjunto de las p osiciones señaladas: Nicolás Ter t u l ia n, por el lado " hagiográfico", y George Lichtheim, por el lado "crít ico".6 Empecemos por éste ú lt i mo. 4Véase I n franca, Antoni no y M iguel Vedda (comp.): Gyorgy Lukács. Testamento político y otros escritos sobre política y filosofía, Herramienta, Bs. As., 2004. 5Ejemplos de este abordaje s icologista pueden encontra rse en Kadarkay y L ichtheim . No muy alejado de el los se encuentra Agnes Hel ler ("Lukács y la Sag rada Fami lia", en Fehér, Hel ler, Radnoti, Tamas, Vaj da: Dialéctica de las formas. El pensamiento estético de la Escuela de Budapest, Pen ínsu la, Barcelona, 1987). 60el lado c r ítico podemos ubicar a los ya citados Kadarkay y Lichthei m,

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Como dato general, Lichtheim t iende a menosp reciar la auto­ nom ía del pensam iento lukacsiano con respecto a sus opciones políticas, tendiendo a invert i r el p resupuesto del que par ten sus defensores: para éstos, Lu kács p i ensa así, luego actúa así; para los opositores, Lu kács actúa así, luego p iensa así. El resultado es que la fi losofía y la crítica l iterar ia del autor de HCC son, desde el pun­ to de v ista lichtheim ia no, la conclusión lógica d e sus contorsiones políticas. Pretende coloca rse en un luga r "objetivo", pero la sensa­ c ión que queda luego de l eer el l ibro es que Lukács no ha sido otra cosa que u n ma laba r ista, bri l lante, pero muy lejos de la orig i na l i­ dad del gen io crea dor de ideas potentes. Así, por ejemplo, m ien­ tras dice negarse a c reer a fi rmaciones demasiado hosti les a nuestro filósofo, suscribe a l menos latera l mente la opi n ión de V íctor Z itta, que acusa a Lu kács de ser u n fracasado como d ra maturgo y poe­ ta y buscar la fa ma fáci l como cr ítico. Es cierto que Lichteim reco­ noce el valor de sus obras juveni les, au nque a l p recio de conside­ rarlas poco ma rxistas. Esa origina l idad, que se coronó con HCC, además de a D avid Pike, Leszek Kolakowsky y Ala i n Bross at. Tal vez el q ue representa mejo r esta línea, por l a forma extrema en que lo plantea es Edison Salles , que simplemente descarta a Lukács por no haber sido t rots­ kista (Salles , Edison: "Notas sobre Lukács y el stali nismo", en Estrategia internacional, nº 25, diciembre de 2008). En po siciones decididani.ente hag iográficas se pueden enlistar a L owy, M ichael: "El marxi smo de la sub­ jetivid ad revolucionaria de Lukács", en Herramienta, nº 34, marzo de 1937, y Tertulian, Nicolás: "Georg Lukács y el estal i nismo" (asequi ble en internct en Archivo C hile). L a posición más ext rema la representan aqu í los com­ pilador es de u no de los libros comentado por Ediso n Salles cuyo títu l o habla p o r sí m ismo: Lukács, un Galileo en el siglo XX, de Ricar do A ntun cs y Walquiria Leao Rego (Boitempo editorial, San Pablo, 1996). Tamb ién, en ese exceso, Koh an, Néstor: "La filosofía y el fuego : Lukács ante Len in", prólogo a Lukács, Georg: Lenin, la coherencia de su pensamiento. En p osicio­ nes más mo deradas , aunque reivind ic ativas, Sacri stán, Manuel : ''Sobre el 'm arxismo orto doxo' de Gyorgy Lukács", en Realitat, n!J 24, 1972 (Sac r i stá n será un estudios o traductor y t am bién respons able del conoc i m ie nto de Lukács en lengua español a. Véase Lema Añón, Carlos: "Manu el Sacri stá n y l a recepción españo l a de Gyorgy Lukács", en Universitas, n º 7, enero de 2008) e Infranca A ntonino: Trabajo, individuo, historia. El concepto de trabajo en Lukács, Herramient a, B s. A s., 2005 (e ste ú ltirno resu lta e l trabajo ni.ás i nteresante sobre l a fi l o sofía de Lu kács y su a utor un conocedor notabl e de su obra).

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term inó rápidamente: el Lenin constituiría su primera "retracta­ ción". Obvia mente, la segunda es la que corresponde a las Tesis de B lu m, pero Lichthei m seguirá de cerca cada u no de estos momen­ tos, casi se d iría, con fruición. A pesar de afirmar su "comprensión" pa ra con aquel que tuvo que actuar bajo "uno de los regímenes más du ros y agobiantes que haya conocido el mundo", que "a penas si le permit ió conservar la cabeza fuera del agua", no resiste cita r sus elogios des medidos hacia Stalin, sobre todo en la cuestión de l a teo­ r ía del lenguaje. Se puede resum i r la posición de Lichthei m en el siguiente párra fo: " Lukács se ha puesto muchas másca ras du ra nte su vida y ha llevado a cabo actos de desengaño ca lcu lado, d e aco­ modo y hum i l lación incluso muy notables para los niveles med ios del a mb iente que él m ismo escogió." No signi fica esto que Lichtheim no vea en Lukács nada de va lor, pero ciertamente lo coloca muy por debajo de lo que quienes sost ie­ nen la tesis opuesta aceptarían: "Si -c ontr ari an1ente a lo qu e creen su s admirad or es - n o se ha convert i do en el 'Marx de l a estética', forz os o es recon oc er, en c am bi o, que ha hecho p or su tem a p refe rido lo qu e D ilthey hizo p or K ant y Hegel: si stemat i zar un cuer p o de ideas que en u na ép oc a fueron nuevas y rev olucion ar ias, p on i éndol as así a d i s p os ició n del c ons umo académ ic o. L o que n o es c i ert a­ mente un resultado desdeñable, s obre t odo si se tiene en cuenta q ue en l as ép ocas c r ít icas u oscuras se precisa u n especi al entrenamiento escolá s tico para elevar a l os reci én l legado s a un nivel en el que les s ea p osi ble con fe rir un s e nt i do a l a cultura que h an here dado. Si a l a p ostre vini er a a rcsu ltar que Lukács h a conseguido sal v ar unos p oc os rest os de l a ci vi li zación q ue consumó su hu ndi m ie n to a raíz del '14, sus p ecad os de omisión y con1i­ sión serían, si n duda, j uzgados con indulgenci a p or l os hi stor i adores."7

D iga 1nos que los defensores de Lukács esp eraba n más que u n esp e ci a l is t a en es tét ica. Más bien se esperaba de él que const ruye­ ra las bases fi losóficas del marxismo, es dec i r, que fuera su Hegel . Pero pa ra L ichtheim este es e l mayor elogio del que es capaz: el "D i l t h ey de Marx". Podríamos seguir exa m i na ndo su texto pero nos encontra ría mos con más ejemplos de este ti po: ju ic ios sup er­ ficia les s i n m ayor a p oyo emp írico. Con10 m u c hos de l os c itados en

7Lichthcim, op. cit., p . 157.

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la nota correspondiente, no hacen mucho más que repe t i r el ju icio de Adorno: "Más t arde, en el período corres pond iente a los vei nt ita ntos años del autor, el objetivismo emp ezó a do blega rs e, aunque no sin conflictos en un principio, a la doctr i na comu nista oficial, y Lukács renegó, como se esti ­ l a en e l bloque oriental, d e aqu ellos escritos juveniles, uti l i zando d e u n modo abusivo los argu mentos hegelianos para justific ar l a forma e n que hizo propias las obj eciones de carácter más superficial y accesorio esgri­ midas por l a jerarqu ía del Pa rtido y las volvió contra sí mismo, esforzán­ do se despu és, du rantc d ecenios, en 1 i bros y conferencias, por r educir su pens amiento al nivel d esmoral i zador del seudo pensan1i cnto sov i ético, que había envi lecido la fi losofía, degradándola al o ficio de si mple instru­ mento del poder."8

Los defensores de Lukács suelen caer en el p u nto de vista opues­ to: la justificación de todos y cada uno de sus actos, nega ndo su fil iación "stal in ista", au n cua ndo ésta resulte más que evidente. Es el caso de Nicolás Tertu l ia n . Tertu l ián d istingue dos va riantes de la oposición a los regímenes del este: l a de los d isidentes e migrados (Sajarov, Havel, Kolakowsky o Soljen itsin) y l a "contestación inte­ r ior" (Brecht, B loch y Lukács). Lukács habría sido, entonces, el más consecuente de los anti-esta l i nistas, en la teoría y en la p ráctica: "Resulta ría aventurado afirmar que el hu nd i miento del mundo comunista hubier a sor prendido a Lukács. El autor de la Ontología del ser social consi­ deraba que los regímenes de Eu ropa del Este, fijados en su t riun falismo y afectado s por una indigencia estructu ra l, est aban en un tiempo conde­ nados, y que había que proce der u rgentemente a su reforma en profun­ d id ad para salvar la elección de un por venir social i sta. Tiene el m ismo sent i do que el combate l ibrado du rante l os últ i mo s qu ince a ños de su v ida por el filó sofo que sigue fiel a l compron1iso tornado en su j uvent u d. Po r 8Adorno, Theodor: " Lukács y el equívoco del realismo", en Lu kács, Georg e, Theodor Adorno, Roman Jak obson, Ernest Fi sher y Rol an d Barthes: Realismo: ¿mito, doctrina o tendencia histórica?, Ed ito r i al Tiempo Contemporá neo, Bs. As., 1969, p. 39. Para un anál isis de la rel ación Lukács ­ Adorno, e l lector puede con sultar "Vi venci a trá gica o plen itud épica: u n capítu lo del debate Lu kács-Adorno"., de Mig uel Vedda, en Vedda, Miguel: La sugestión de Lo concreto. Estudios sobre teorín Literaria marxista, G arla, B s. A s. 2006.

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esto, había que golpear el ma l en su origen, en ot ros términos, ded icar­ se a l descubrimiento de un ideal de libertad, de erna nc ipación y de justi­ cia por reg ímenes que prete n dían servirlo. Al imenta ndo l a convicción en u n sentido premonitorio de que esta pervers ión del marxismo que es el stal i nismo, represent a un pel ig ro morta l para la causa del soc ia l ismo, el fi lóso fo se ded icó apasionadamente a denu ncia r el abismo que s eparaba la teoría y la práctica de Sta lin del espíritu del marxismo. ( . . . ) Ni Ernest Bloch, ni Hen r i Lefebre, ni Lou is Althus ser, ent re los filós ofos ma rx istas contemporáneos inev itablemente obsesionados por el fantas ma del sta l i­ nismo, han desar rollado una reflexión ta n profu nda sobre la natu raleza del fcnómcno."9

Tertu l ia n se es fuerza por demostrar la existencia de u n ant i­ sta l in ismo "críp t ico" i ncluso en los tex tos de la década del '30. Exam i na ndo el episodio más r idículo de las p retenciones inte­ lectu ales de Sta l i n, el congreso de filosofía organ i zado por él en Moscú, Tertulian se sorprende de la simpatía mostrada por Lukács, quien lo consideró i ncluso u n evento que causó u n buen impacto en su p ropia obra. Sorprend ido, su defensor se pregunta: " Desconcertante, en efecto, la posición de Lukács. ¿Acaso su sat isfacción ante ciertas o rientaciones i n fu nd idas por el d ictador a la filosofía soviéti­ ca al principio de los años t reinta i mplica la aprobación del Sta linismo en ta nto que doctrina y práctica política?" Y

se responde:

"Con la perspectiva histórica, seg u ra mente se le puede r eprocha r el haber subestima do las consecuencias sobr e l as actividades del espírit u d e esta victoria manipulada. Pero siempre con la pers p ectiva histórica, no se p ue­ de imped i r el obser va r que las conclusion es del d eb ate iban en el sentido de su propio camino . El rechazo de la 'ortodoxia' plejanoviana: el hecho de conceb i r al marxismo como u na fi losofía radicalmente nueva, con voca­ ció n universal, la valoración de la aportación de L en in, p arecían opciones comu nes al 'hombre de Estado' y a l 'filósofo ', lo que autorizaba a éste últ i­ mo a declararse satisfecho; la real idad va a demostrar que no había n opta ­ d o p o r l o m.isrno."

9Tertu l ian, o p. cit. También Edison Sa l les (op. cit.) rema rca estas contradic­ ciones de la defensa de Tertu l ia n .

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El filósofo y el "hombre de Es tado' coi ncid ía n, a l menos fi losóficamente: #Lukács consideraba que Plejanov sob resti maba la i n fluencia de Feuerbach sobre el joven Marx que estaba forja ndo su p ro p i a fi losofía. Defender la i nterp retación de Len i n contra la de Pleja n o v era pa ra Sta l i n una manera de man i festar su "ortodox ia': para Lu kács, era una manera de recupera r la herenc ia hegel iana, de subraya r la i mporta ncia del gran fi lósofo (ocultada por u n exceso de 'feuerbachis mo') en la génesis del marxismo (el enfoque a nt i-meca n icista de esta posición no se le escapa hoy a nad ie)."

Tertul ian concluye que el n1arx is mo anti-mecan icista que bro­ ta de la superación de Plej a nov y que va a con s t itu irse en el cora­ zón de sus-obras maduras (la Estética y la CJntología del ser social) ya está p resente.aqu í, aunque no se a n ima a reconocer la consecuencia lógica de su argumento: entonces, Sta l i n es el ""pad re" de la renova­ ción marx ista, al menos por su "'posit iva" influencia sobre Lukács. Podría mos segu i r exam i na ndo el texto de Tertulian, para encontra r formas cada vez m á s imag i nativas d e extirpa r del itinerario lukac­ s iano el i nev itable tumor sta l i n ista. Es cierto que s u crítica a los enem igos del filósofo húnga ro (Kadarkay, Adorno, Kola kowsky) resu lta convincente; tan cierto com o endeb le es su defensa del "'a nti­ stal inismo" de Lukács. A qu ien defend ió el Pacto Hitler-Sta l in, los j uicios de Moscú, la política del Frente Pop u la r y se pronu nció apo­ logét icamente en m ás de u na ocasión, ¿qué le falta para ser consi­ derado u n stalinista? Un s talin ista crítico, pero s ta l in ista al fi n . Un sta l inista inteligente, pero sta l i ni sta al fi n. No resu lta casualidad, entonces, que Lukács solo criticara a Sta l in después de su muerte. Es obvio que u na a lternat iva como la elegida por el autor de HCC puede ser criticada en particula r o en general. Pero no hay dudas de que su sta linismo es con siderado u n problema difícil de maneja r i ncluso por sus más ard ientes defensores. Aun un d iscíp u­ lo de Lukács part icu larmente res petab le, como Itsvan Métszáros, cuest iona (aunque no refiriéndose a él d irectamente) este planteo en palab ras que le caen perfecta m ente a su maestro: "No es posib le tomar en serio la hipótesis p resentada como autoj usti fica­ toria según la cu al el poder pol í t i co del Estado p ost-revoluciona rio so lo se ma ntend ría -y aun se reforza r ía- asu m iendo una función inter nacio­ nal, en el sentido e n que la rep resión ser ía necesaria en v irtud de l 'cerco';

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según la m isma hipótesis sería el único medio de defender concretamente las conqu istas revolucionarias contra la agresión exterior y su zaga, la sub­ versión i nterna. La h istoria habla en términos claros: ese 'enemigo i nterno o externo' que sirve para justificar la natura leza del poder pol ít ico en la sociedad post-revolucionaria no es más que u na doctrina pel igrosa que toma la parte por el todo para transformar una determinación parcia l e n justificación a priori de lo injustificable: la v iolación i nstituciona l izada de los más elementales derechos y valores socialistas." 1º

Es c ierto que el p ropio Mészáros reconoce en el m ismo texto que Lu k ács se adela ntó a l problema con u na reflexión aguda y, en fecha tan tempra na como 1919, fue muy conc iente de las consecuenc ias a futu ro. Cita incluso u n párra fo que resu lta muy d i fíc i l dejar de ignora r, a pesar de su tamaño: "'Está claro que los fenómenos más opresivos del poder obrero -escasez de bienes de consumo, precios elevados, del que cada proletario conoce per­ fectame nte las consecuencias inmediatas- son la consecuencia directa de un ami nora m iento en la discipli na del trabajo y de una baja importa nte de la producción. Los remedios, y la mejora que de ellos se derivará pa ra el nivel de vida del i ndividuo, podrán adm i nistrarse cuando se hayan eli­ m inado las causas de esos fenómenos. Lo que puede hacerse segú n dos modalidades. O los ind ividuos que constituyen el proletariado se dan c u en ta que solo pueden ayudarse proced iendo a u n reforzamiento vol u n­ tario de la d isciplina del trabajo, por lo tanto aumentando la producción; o, si no son capaces de esto, crean instituciones capaces de dar nacimiento a ese esta do de cosas. En este últi mo caso, crean u n s istema legal por medio del cual el proletariado obliga a sus propios miembros i nd ividuales, los prole­ tarios, a actuar de una manera que corresponde a los i ntereses de su clase: el p role t aria do vuelve la dictadura contra sí mismo. Esta medida es necesaria para la supervivencia del proletariado cuando el j usto reconocimiento de los intereses de clase y la acción voluntaria e n su favor no existen. Pero no d isimu len1os el hecho de que este método contiene en sí grandes peli­ gros para el futuro. Cuando es el mismo proletariado el que crea la d isci­ pl ina del t rabajo, cuando el sistema del t rabajo del Estado proletario se reg u l a segú n u na base moral, la presión exterior que representa la ley cesa automáticamente con la abol ición de la d ivisió n en clases -es decir, que el 10Mészáros, Itsvan: " La cuestión del poder p o lítico y l a teoría mar x ista", en AA.VV.: Poder y oposición en las s o c ie dad es postrevolucionarias, Laia, Ba rcelo n a, 1 980, p. 126.

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Estado desaparece gradualmente- y esta liqu idación de la división en cla­ ses sociales es generadora de u na verdadera historia de la human idad, que Marx profetizaba y esperaba. Pero si el p roletariado sigue otro cami no, hay que crear un sistema legal que no puede ser automáticamente abol i-· do por el desarrollo histórico. Ese desarrol lo pasa entonces a las manos de una d i rección que pone en peligro la aparición y la radical ización del fin ú ltimo. Porque al s istema legal que el proletariado está obligado a crear de esta manera hay que darle la vuelta y, ¿qu ién sabe qué conv ulsiones, qué heridas causará u na transmisión que l leva rá por ese camino del reino de la necesidad al de la l ibertad?"1 1

E l artícu lo lukacsiano, que l leva el sugest ivo títu lo de " La mora l en la producción comun ista", se adelanta no solo a l desarrol lo fut u­ ro de la URSS, s i no a la problemática del " hombre nuevo" del Che. Es prueba de que Lu kács asu m ió esa apuesta con plena conciencia de los peligros que i mp l icaba. Muestra ta mbién que la opc ión que el ige durante los '20 corresponde a una serie de problemas sobre los que v iene reflexiona ndo desde mucho a ntes del ascenso de Sta l i n y que, por lo tanto, corresponden a su prop ia madu ración i ntelectua l. El sta l ini smo de Lukács (como el de casi todos los sta l i ni stas) no es u na s imple man iobra acomodaticia n i el resu ltado del "terror". Consiste en la aceptación de las consecuencias lógicas de u na apuesta h istór ica: el socia l ismo en u n solo país . Una deformación lamentable de la conciencia h istórica hace que t ienda a concebi rse a l sta l i n ismo como la expresión de un p uñado de asesi nos b rutos e i ncapaces. Que ese puñado de bestias ignorantes transforma ra a la U RSS en la segunda potencia mu ndial, p usiera al pr i mer ser huma­ no en órbita, dejara la mayor cosecha de c ientíficos que se conozca y l legara, no solo a vencer a l fascismo s ino incluso a dom i nar más de un tercio del mundo, es a lgo que debiera ponernos en guardia a la hora de sop esar su fu nción y su potencia h istóricas. En efecto, no avanzaremos nada en la comp rensión de la h istoria y del lugar de personajes como Lu kács, si parti mos del p reju ic io de que nada que haya ten ido contacto con e l sta l i n ismo p uede ser cierto, ú t i l o verdadero. Dicho de otra manera: Lu kács pod ía ser u n p erfecto p. 134. Las cursivas son de Mészá ros. Una mejor t raducción j unto con e l texto completo ("El papel de la mora l en la producción comunista " ), puede encont rarse en Lukács, Gyorgy: Táctica y ética, El cielo por asa lto, Bs. As., 2005, p. 66-67. 11 Ibid.,

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stalinista y, sin embargo, resu ltar en un filósofo notable y u n crítico de la l iteratura bri l lante; Lukács pod ía ser u n p er fecto sta li n ista y, aun así, legar a la posteridad revoluc iona ria obras maestras como El asalto a la razón u Ontología del ser social. Como veremos, estaba lejos de ser u n "perfecto" s ta li nista, tanto como de deja r de serlo por completo. Para comprender el p roblema, es necesario rechazar la opción que mencionamos más arriba: no negar la relación obvia entre pol í­ tica y filosofía, p ero no entenderla bajo la forma idealista i lustrada (hace lo que piensa) ni bajo la p ostura maquiavélica (piensa lo que hace) sino en u na mirada más cercana a lo que Michael Lowy l la n1a "afi­ nidad electiva"12: hay algo en común entre Lukács y el stalin ismo que, malgrado sus d iferencias, los mantiene u nidos. Hay qu e retro­ ceder, entonces, hasta el momento en el que se produce esa alianza, el momento del "gran debate". Deutscher describe bien el clima en el que va a darse la polémi­ ca sobre el futuro soviético: "'Debajo de esta act itud si co lógic a , que estaba limitada a los gobernantes, había u na corriente oculta mucho más amplia: el Partido y las clases tra­ bajadoras se hab ía n cansado de esperar la revolución i nternacional que hab ía sido el pan de cada d ía del bolchevismo. Esa expectativa se había visto frustrada en 1917, 1918 y 1920. Volvió a a lentar en 1923, con motivo de la agitación en Alemania. Esta vez el a pl a z a m ie nt o de la esperanza des­ corazonó a l Par tido. 'La clase obrera europea nos está abandona ndo; le pre sta oídos a sus d i rigentes socialdemócratas y t ie mbla sobre el puchero del capita lismo': tal era, aproxi madamente, el comentario de m ás de u n obrero politizado a l enterarse d e l o que s uced ía en e l Occidente. L a idea de que, a pesar de todo esto, la s uer te del comu nismo ruso d ebí a considera r­ se dependiente en ú lti mo término de la victoria o la derrota del comu n is­ mo en el extra nj ero, era una idea i rritante, e i ns ep a ra ble de la 'revolución permanente' de Tro tsky. (. . . ) El rasgo verdaderamente t rágico de la socie­ dad rusa en la década de los vei ntes era su anhelo de estabilidad, muy natu ral después de sus exper iencia s recientes. El futuro no pare cía depa­ rarle mucha estab i l idad a n i ngún país, pero a Rus ia inenos que a cual­ quier otro. Sin embargo, el deseo cuando menos de un p ro lo n g ado res­ piro en l as empresas arriesgadas vino a ser la mot ivación dom ina nte de la política rusa. El socialismo en u n solo país, tal como fue i nterpretado

12Véase Lowy, Michael: Rede nción y utop ía, E d i c io nes El cielo por asalto, Bs. As., 1997.

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p rácticamente hasta los ú ltimos a ños de la década de los veintes, ofrecía una p romesa de estabilidad."13

Todo el mundo era conciente de esa situación, lo que no signi­ ficara que tuviera la m isma solución en mente. Que Lu kács es más conc iente que el propio Stalin de la s consecuencias de esa dec isión, lo demuestra n sus Tesis de Blum, que no son más que la a nticipación del Frente Popular, la estrateg ia udefensista" más adecuada p a ra la Revolución de Octubre desde el á ngulo del sta linismo. Con esta defin ición de punto de partida, las actitudes de Lu kács hacia los j u ic ios de Moscú o hacia el Pacto Hitler-Sta l i n, resu ltan pefecta­ mente coherentes. También sus actitudes "d isidentes", i ncluso las · más críp ticas, son entendibles e n este marco: Lu kács ucree" en 1a revolución y sus conquistas, de modo que no ve necesa r ia n i ng u na "revolución política", sino más b ien u na refor ma. No ve en e l sta­ l i nismo y su triunfo un pel igro contrar revo lucionario. En el peor de los casos, el stalinismo se le ocur re más bien u n conservadu­ r ismo. En el prólogo del '67, Lu kács considera al sta l in is1no como u n "secta rismo" conservador y burocrático cuya func ión es i ni.pe­ d i r toda reforma. Toda reforma de u n s istema "reforn1able", no el destructor de un proceso cuyo resu ltado no puede ya cons iderarse "conservable". Deutscher señala, en su biogra fía de Trotsky, que la a na logía con la Revolución francesa estaba a la orden del día en la década del '20, sobre todo en sus momentos cul m inantes: ¿era Sta l in la conti nu idad del momento jacobi no o m ás b ien el representante de Term idor? Lu kács s upone lo p r i mero; Trotsky lo segundo. Eso d i fe­ rencia sus actitudes. Obv ia mente, l a consideración correcta depen­ de de la opción que se el ija entre la revolución permanente y el soc ialis1no en un solo pa ís. Lukács acepta como pos ibi l idad esta últi ma, porque no ve que el ciclo revoluciona rio se reanude en b re­ ve ni que la URSS p ueda hacer nada pa ra modi ficar esa si tu ación. D icho de otro n1odo, Lu kács no ve, con10 sí lo hace Trotsky, el p apel activo del sta l in ismo en el proceso de estanca m iento de la revolu­ c ión mu ndia l. El sta l i n ismo es, en l a m i rada de Trotsky, el res u lta­ do de la derrota de la Revolución de Octubre no en el plano i n me­ diata n1ente n1ateria l si no en el de la conciencia. Lo que d i ferencia a Trotsky del sta l in isn10 (más allá de otras cuest iones en este pu nto 13Deutscher, Isa ac: Stalin, Era, México, 1965, p.

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menores) es su diferente va loración de la potencia de la revolución. Trotsky no es c iego frente al p rogresivo a islamiento mundial y a l crec i miento del fascismo. Todo lo contrario: la crít ica de la política clase contra clase lo l leva a formu la r el Frente único. Lo que carac­ teri za a la posición de Trotsky es que aun en un contexto de reflujo la U RSS puede tener un rol activo en el cambio de las c ircunstan­ cias internacionales, i ncluso adoptando u na estrategia 11defensista". Lukács tiene, a este respecto, la m isma concepción anti-dialéctica que el sta l i nismo, para el cual la defensa es la defensa y el ataque, el ataque.14 Lukács critica a Sta l in por la estrategia clase contra clase. Pero en vez de optar por el Frente ú n ico, las Tesis de Blum van en el sen­ tido del Frente popu lar: dictadu ra democrática de obreros y cam­ pesinos. Sa lta del u ltra i zqu ierd ismo a l reformismo e ntreguista. Demuestra ser más coherente que Stal in, al precio de ser peor. ¿Por qué Hu ngr ía no podía desa rrol lar u na "república de consejos"? Por su estructu ra i nterna, declara el autor de HCC. Pero existiendo la URSS, no hay n i nguna razón por la cual a lgo así no pueda suceder. La revoluc ión per manente y l a dialéctica del desarrollo desigual y combinado se le escapan por completo. Su famosa aceptación hege­ l ia na de la realidad es esto: hasta aquí l legó la revolución, u na idea que segu i rá repitiendo hasta el fi na l de sus días.15 La reconci l ia­ ción " hegeliana" es a lgo así como "esto es lo que hay", conclusión que lo e l i m i na de la v ida pol ítica y solo le perm ite i ntervenir en los momentos en que parece haber u na quiebra, como con las Tesis de Blu1n o en 1956, t ras la muerte de Stal i n y la Revolución húngara. Esta evaluación estratégica es más importante para comprender a Lu kács que la indignación que el crítico pueda mostrar a su resig­ nac ión frente a los juicios de Moscú. Es la apuesta del período la que hay que comprender. Esta elección es la que está detrás del pasaje del idealismo de HCC al materia lismo de la Ontología, que es pa ra lelo al pasaje de la crítica de la socialdemocracia (Kautsk i et. al), a la crítica del anarco-mao-gueva r isn-io setent ista que se exp re­ sa en el prólogo de 1967. 14Véase sobre este p unto Trotsky, León: Stalin, el gran organizador de derrotas, El y unque editora, Bs. As., 1974. 15Véase Holz, Hans, Leo Kofler y Wol fgang Abend roth: Conversaciones con Lukács, Alia nza, Madrid, 1971 .

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Este reconocimiento del sta l i nisn10 lukacsiano no elimina, como qu ieren sus enemigos, el va lor de su obra. Paradójicamente, esta t rayectoria v ita l no solo no es ajena a su t rayectoria fi losófica s i no que le ha perm itido resumir en su vida y en su filosofía, u na posi­ ción más madu ra (es decir, más marxista): HCC más la Ontología del ser social. En este sentido es que resu lta verdaderamente va liosa la actitud de lukacsianos como Antoni no Infra nca, que apuesta a leer el libro que aqu í presentamos como un momento de un proceso mayor, solo inteligible a la luz de la Ontología. Es por eso que si HCC es u n paso fi losófica mente imprescind ible, el mejor Lukács filósofo es el de la Ontología, a fi rmación que sus defensores niegan p ero que él mismo expon ía clara mente a quien quisiera oírlo: "'E n los a ños '20, Korsch, Gramsci y yo m ismo intentamos, cada u no a su modo enfrentamos con el problema de la necesidad social y con su inter­ p retación mecanicista, herencia de la II I nternacional. Heredamos el p ro­ blema pero n i ng u no de nosotros -ni siquiera Gra msci que quizás era el mejor dotado de los tres- supo resolverlo. Nos equivocamos y seria un error trata r de reviv ir las obras de aquel período como si fuesen válidas en nuestros d ías. En Occidente hay u na tendencia a erigirlas en 'cl ásicos de la herejía' pero hoy no tenemos necesidad de el las. Los años '20 ya han pasado y lo que debe preocuparnos son los problemas filosóficos de los a ños '60. Estoy trabajando act ual mente en una Ontología del ser social que espero resuelva los p roblemas que planteé de un modo totalmente erróneo en mis primeras obras, particu la rmente en H istoria y conciencia de clase. Mi nueva obra se cent ra en la cuestión de las relaciones entre necesidad y l ibertad o, para emplea r otra expresión, teleolog ía y causa l idad."16

. Esa es la razón por la cua l el "'v iejo" Lu kács está todav ía vivo a fines de los '60 como una fuerza cuestionadora del pasado y del presente de los p rocesos revoluciona rios, a ú n cua ndo nunca deje de ser u n sta l i n ista. A d i ferencia de un anti-sta linismo pasivo, que se recluye en u na m ística espera, como Adorno, el Lukács de HCC vuelve a resulta r u na renovada i nspi ración p a ra la nueva genera­ ción revolucionar ia. Sin emba rgo, y a l mismo tiempo, como vee­ mos en el p rólogo de 1967, Lu kács intenta recorda r a esta genera­ ción que la necesidad ta mb ién existe en el mu ndo. No es extra ño, 16

A nderson, Perry: " Entrevista a Georg Lu kács", en New Left Review, 1 971 . Asequ ible en i nternet en Arch ivo C hi le.

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entonces, que para esa generación setenti sta el Lukács del nuevo pró logo resulte decepcio na ntemente conservador. Sin e mbargo, lo que está a l l í es una advertencia simple: esta nueva generación nece­ sita su Lenin .

His tori a y co nciencia de clase según sus críticos La recensión de todas las posiciones crít icas en torno a HCC resu ltaría u na ta rea excesiva para esta i nt roducción. Nos l i m ita­ remos a comentar brevemente a lgu nos rasgos salientes de las que marcaron el punto de pa rtida de un debate todavía v ivo. Nos i nte­ resan tres i ntervenciones en pa rticula r, porque resumen muchas de las que vendrían y porque proceden de fuentes poco frecuenta­ das por la crítica poster ior. Nos referi mos a las de Rudas, Deborin y Mack. 1 7 La apar ición de HCC d io lugar a un debate intenso, enmar­ cado en la lucha contra el "'ultra izqu ierdismo" en el seno de la Intern acional comu n ista. Recordemos que Lukács era u no de los pri nc ipales exponentes de esa corriente y que junto con el la había sido v iolentamente atacado por Leni n en " E l izquierdismo . ".1 8 Lukács es mencionado expl ícita mente en otro texto de Leni n, que tiene el m ismo mot ivo polémico, publ icado en la revista de la Intern ac ional Comu n ista e n ju nio de 1920, dedicado a comentar u n .

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17Po r supuesto, el debate en torno a HCC es casi infinito y los textos que aquí mencionamos se limitan a los más asequibles. Puede encontrarse una bibliografía más extensa y aba rcado ra en la compilación ya citada de Vedda e I nfranca ("Bibliografía básica en castellano", en Vedda e Infranca, Gyorgy Lukács . , op. cit.) y en J ay, Martin: Marxism & Totality, University of Cal i fornia Press, Los Á ngeles, 1984, cap. 2. Resulta también interesa nte la d iscusión planteada por John Rees en The Algebra of Revolution ( Rout ledge, Londres, 1998), en especial, el capítulo 5. 18Lenin, Vladimir: "El 'izquierd ismo', enfermedad i n fa ntil del comu­ nismo", en Lenin, O b ras completas, Cartago, Bs. As., 1971, tomo XXXI II. Una aproxi mación a l cli ma polít ico en el que se producen estas polémi­ cas y surgen l as d i ferentes tendencias "ultra izquierdistas" p uede verse en "Teor ía del derrumbe y capita l ismo organ izado en las d iscusiones del 'extremismo histórico"', de G iacomo Ma rramao (en Korsch, Pannekoek, Matt ick: ¿Derrumbe del capitalismo o sujeto revolucionario ?, Pasado y Presente, México, 1978). .

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númer o de la revista Komm unismu s. En la ú n ica c ita del revolu cio­ na r io ruso sobr e nues tro filós ofo, se lee: "'El artícu lo de G. L. es muy izqu ierd ista y muy malo. Su marxismo es p uramente verba l; la d i ferenc � a ent re las táct ic � s "d� fensiv�' Y '� fensi � a' , . es i maginaria; carece del ana, hs1s concreto de s1tuac1ones histoncas bien definidas; lo esencial (la necesidad de conq u istar y aprender a conquistar todas las esferas del t rabajo y todas l as instituciones donde la burguesía ejerce su i n fluencia sob re las masas, etc.) no se toma en cucnta."19

Con este a natema detrás, no resu lta extraño que u n l ibro que iba destinado a la defensa del bolchev ismo y la revolución rusa i ncluso contra Ros a Luxembu rgo, fuera atacado como u na nueva mani fes­ tación de idealismo aventurero. E ntre sus primeros c r íticos figu ran fut uros u ltrastalin is tas, como Laszlo Rudas.20 El ataque de Rudas va d ir igido sobre todo contra la crítica a Engels y el rechazo de la dia léct ica de la naturaleza p or parte de Lukács. Rudas va a cuestiona r la oposición entre el E ngels del An ti-Düring y Marx (d igamos de p aso que la d iferencia entre los fundadores del materia l is mo h istórico planteada por Lukács es una estrategia que ha hecho h istoria, y que consiste en transform ar a l primero en el más tempra no d e los t ra idores del segundo). Como señal a Rudas, resu lta d ifíc i l creer que un texto engelsiano editado en v ida de Marx no tuviera su conoci miento y acuerdo. E ngels, de acuerdo a Rudas, no iguala la d ia léctica de la natu ra leza a la d ia­ léctica socia l, sino que considera a ésta última un caso partic u la r. Lukács, a l elim inar la d ia léctica de la naturaleza, hace del p roceso h is tórico la consecuencia exclusiva de la determ inación que surge de la interacción del sujeto y el objeto. E n resu men, " la teor ía hace posible la revolución". En otra crítica, Rudas cuestiona la a firmación lukacsiana según la cual el experimento científico y la indus tria no son, como quería Engels, u na p ra x is material que revela el absu r­ do de la cosa en sí kantiana, s ino ideal ismo puro. Rudas muestra 19Leni n, Vladi mi r: "'Kommu nismus", en Obras completas, op. cit., tomo XXXIII, p. 259. 2ºSeguimos, a partir de aqu í, el resumen de Basaglia, Franca: Coscie nza di classe e storia in Gyorgy Lukács: il dibattito, d isponible en internet. Todos los párrafos citados correspondientes a Rudas, Deborin y Marck, fueron tomados del texto recién citado y t raducidos por mí.

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que L ukács le escapa a l fondo del problema y no ve la susta ncia del argumento de E ngels. Term ina su critica de la s ig uiente m anera: "Más allá de que el libro contiene muchos p untos profundos, i nteligen­ tes, de vasta cultura y resultan i nmed iatamente brillantes y seductores, p ermanece siempre como la obra de u n idealista, de un agnóstico y de un místico, no de u n 'mar xista ortodoxo'. Sería extremadamente necesario que el compañero Lukács se graba ra en la memo r ia el dicho 'no se j uzga a un i nd iv iduo por aquel lo que cree de sí', y, desp ués de una severa auto­ crít ica, h iciese las cuentas con su conciencia filosó fica act ual, sometiera su cosmovi sión fi losófica a u na rev isión rad ical en el sent ido materialista y' la modi ficase lo antes posible."

A la lu z del prólogo de 1967, pa rece que Lukács le h izo caso. También parece posible encont ra r en s u autocrít ica u n reconoci­ m iento i mp l íc i to de Lukács al cu e stio nam ie n to de Rudas sobre la conciencia atribuida, a la que dota de característ icas m i tológ i c a s : "

[ . . ) cuando "el sentido de la situación h istó r ica de cl ase " "se vuelve cons­ .

c iente" t ransformándose en una conciencia particu la r, peculiar, disti nta de la conciencia de los i nd iv iduos y trona sobre sus cabezas. Pero a hora estamos frente a u n d ios ca muflado [ ) En el mejor de los casos (o en el peor) de los casos, la co nciencia 'atr ibu ida' del compa ñero Lukács es una conciencia hipostatizada --muy simi lar a u na concienc ia d ivina." . . .

E l propio criticado reconocerá l a verdad de esta objeción p ro­ funda, cuando admita, en el prólogo del '67 que la conversión de la conciencia atribuida en práctica revoluciona r ia resulta, en HCC, un verdadero m ilagro. Otro de sus contendientes i n med iatos, Abraham Debori n, par­ te de considerarlo el jefe de la "u ltraizquierda" en la Internacional, ju n t o con Korsch, Fogarasi y Reva i, razón por la cual i nscrib e su crítica en la l í nea de la intervención de Lenin. Un punto resalta en su planteo: coincide con Lukács en la importancia del método, pero descree de que los resu ltados con él obtenidos sea n de i mportancia secundaria. U n método correcto no puede l leva r a resultados i nco­ rrec tos porque su uti l idad se con fir ma en los resu ltados. Pero ade­ más, porque las categor ías que forman el conten ido de u n método no t ienen u na exi stencia autónoma s i no que son resultados de l a m isma i nvestigación . Debor i n conc luye que pa ra Lu kács "la teoría,

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el método, poseen un significado absoluto y si la real idad no se deja subordi nar, peor para ella". Al m i smo tiempo, c uest iona la identi­ dad de objeto y sujeto, cuya interacción solo puede verificarse como proces o de trabajo: modificando la natura leza según su propio fin consciente, el hombre determi na el carácter de sus p ropias accio­ nes, n1odi ficando a l m ismo t iempo ta mbién su p ropia natu ra leza. Otra vez, como se puede observar en el prólogo autocrítico, no p ue­ de decirse que Lukács h aya permanecido sordo a estas objeciones. En su momento, Lukács t uvo sus defensores, como Ernest Bloch o Joszef Revai, i nc lu idos ellos por los "ortodoxos" de la I nternacional en la " línea" supuesta mente d ir ig ida por el fi lósofo hú ngaro. Obv ia mente, lo que ellos reivi ndican, en particu la r Reva i, es lo que los "or todoxos" critican. Pero es cu rioso que sea u n socia l­ demócrata, Marck, quien ponga de relieve lo que n i acusadores n i defensores inmediatos p arecen ver: l a conc iencia d e clase, como tipo ideal weberiano, es la mejor justi ficación de la "d ictadu ra" de la Internacional: "Con esto es posible justificar teóricamente la dictadura de la 'vanguar­ d ia'. ¿Quién decide en la práctica a l atrib ución del comportamiento de los trabajadores a la autént ica conciencia de c lase? Nosotros sabemos que la central comunista se s iente como el gobernador sobre la tierra de la meta­ física potencia-proletariado."

Es obv io que detrás de esta crít ica se puede cola r, fác i l mente, una justi ficación lukacsiana del stal inismo. Pero lo que resul ta más interesante, es l a existencia de coincidencias entre l a ú ltima auto­ crítica de Lukács y las pri meras críticas de HCC. Sería demasiado fáci l conclui r que u n v iejo Lukács stalinizado ten ía que ter m ina r coincidiendo con la crít ica stal inista. Pero, como v i mos más a r riba, la sustancia de esas críticas p ertenecía a l propio Lenin y Lukács no l ibraba entonces ni nguna batalla contra u n Stal in todavía en segundo p lano s i no contra la l ínea enca rnada por el jefe máximo de la revolución de octubre. Cierta mente, el prob lema es complejo y no es éste el luga r pa ra l legar hasta el fondo del asunto, pero está claro que HCC está e n el centro de u n conjunto de p roblemas que tanto el marxismo como el movi m iento revoluc ionario t ienen toda­ v ía que resolver. El prop io Lukács ocupó el resto de s u v ida polít ica y fi losófica en entenderlos .

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Historia y conciencia de clase según Historia y conciencia de clase Como d ijimos anteriormente, los críticos "sta l i n istas" de Lu kács señalaron problemas que el autor de HCC tomará en cuenta a la hora de la "'autocrítica" en el prólogo del '67. D iga mos de paso que no fue esa la primera vez que Lukács revisó sus posiciones en torno al lib ro. 21 Ya en los años '30 reconoce su carácter ideal ista y lo atri­ b uye a sus i n fluencias intelectuales (Weber, Kant, Sim mel) y polí­ ticas (Sorel, Szabó). El prólogo de 1967 rema rca que HCC pertene­ ce a "los años de aprend izaje propiamente d icho del marxismo". Y acla ra que "aquel la época" c ubre el per íodo de 1918 a 1930. Es u na "época de transición y de crisis interna". Según su propia opin ión, entonces, estos ensayos (y otros, como el Lenin y el Moses Hess), per­ tenecen a un pensa m iento que se está formando, t ienen un carácter de "tanteos". Más expl ícitamente, 11Historia y conciencia de clase es, pues, desde el punto de vista literario, el

resumen conclusivo de mi per íodo de evolución intelectual desde los ú lt i­ mos años de la guerra . Conclusión, c iertamente, que contenía ya, en parte al menos, tendencias de un estadio de transición hacia mayor clar idad, aunque esas tendencias no podían desplegarse aún completamente."

Lu kács se queja de que HCC ha sido siempre leída como "con­ traria a la ontología del marxismo", es decir, solo como u na socio­ logía, "ignorando o rechazando la actitud que contiene respecto de la natu raleza", desde Adler y Lunacharsky hasta el existencia l ismo francés. Resu me, en la sigu iente frase, esta negación de la d ialéctica de la nat u raleza: "Ocurre, por una parte, que la concepción material ista de la naturaleza determ i na precisamente la verdadera ruptura radical de la concepción socialista del mu ndo con la burguesa, de modo que el rehuir ese com­ plejo de problemas deb i l ita la lucha filosófica, i mpidiendo, por ejemplo, una elaboración clara del concepto marxista de práctica. Por otra par­ te, esta apa rente elevación metodológ ica de las catego rías sociales tiene 2 1Tamb ién es cierto que se defendió de los ataq ues, en particu lar en Chvostismus und Dialectik, algo así como 110 port un i s mo y d ia léctica", texto que env ío a la rev i sta de la I nternaciona l y nu nca fue publ icado.

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consecuencias desfavorables para sus auténticas funciones cog nosciti­ vas; también se debilita así su específica pecu liaridad marx ista y se a nu­ la a menudo inconscientemente su rebasamiento real del pensamiento burgués."

Sus críticos "stalinistas" se lo rema rca rá n en su momento, y ta les argumentos serán desca l i ficados como "de quien v ienen" p or los defensores "volunta ristas" de Lukács, ignorando que otra vaca sagrada del marxismo lo acusó de lo m ismo: "Es necesario estudiar la posición del prof. Lukács sobre el materialismo h istórico. Lukács (conozco sus teorías muy vagamente) creo que afirma que se puede hablar de d ialéctica solo para la historia de los hombres y no para la naturaleza. Puede haberse equivocado y puede tener razón. Si su a firmación presupone un dualismo entre el hombre y la naturaleza, se ha equivocado porque cae en u na concepción de la natu raleza p ropia de la rel igión y también del ideal ismo, que realmente no alcanza a u ni ficar y poner en relación al hombre y a la naturaleza más que verbalmente. Pero si la historia hu mana es tamb ién h istoria de la natu raleza, a través de la historia de la ciencia, ¿cómo la d ialéctica puede ser eliminada de la natu ra­ leza? Pienso que Lukács, descontento con las teorías del Ensayo popular ha caído en el error opuesto: cualquier conversión e identificación del mate­ rialismo histórico con el materialismo vulgar no puede más que determi­ nar el error opuesto, la conversión del materialismo histórico en el idealis­ mo o directamente en la religió n."22

Esta consecuencia se desprende lógicamen te de la ausenc ia de una fundamentación "económ ica" de las tesis de HCC, en p articu­ lar, sobre el concepto de trabajo. Poner al trabajo en la base de la reflex ión lo hubiera l levado a superar esas conclusiones ideal istas, en tanto lo hub iera obl igado a reflexionar sobre su función como "mediador del intercambio de la sociedad con la natura leza", i ncor­ pora ndo a ésta última como sostén filosófico. Este error será sub­ sanado en la Ontología. Dic ho de otro modo, Lukács, a l ignorar la natu raleza, ignora el rol susta nt ivo del capitalismo en el desarro l lo de l as fuerzas p roductivas, ú n ica base sobre la cual p uede espera rse 22G ramsci, Antonio: Quaderni del Carcere, Einaud i, Torino, 2007, Volume primo, p. 469. Traducción rnía. Gra msci a lude a l manual de Bujarin Teoría del materialismo histórico, cuya crítica por Lukács puede verse en la compi­ lación Táctica y ética ya citada .

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una sociedad de i ndividuos l ibres y sobre la cual debe pensa rse la "constitución revoluciona r ia del p roletar iado". Llevado a la crít ica contra la Segunda Internacional y sus teór i­ cos, Lukács qu iere en fatiza r la novedad de la p raxi s marxista como remed io contra la actitud "co ntemplativa" del pensamiento bu rgués que ca racteri zaba a Bernstein, Kautsky y la Segunda Internaciona l. S i n embargo, sin tomar en cuenta el ca rácter centra l del t rabajo, ter­ m ina en un mesian ismo de la p rax is que no puede entender la con­ cienci a rea l efect iva mente actuante en las masas, l im itándose a u na enunciación abstracta de la conciencia "atr ibu ida". Cómo se p rodu­ ce el pasaje de u na a otra, d ice Lu kács, resu lta u n m isterio que HCC no resuelve n i se pla ntea . La base de estos errores, d i rá Lu kács, es la no s uperación del idea l ismo hegel iano. En el prólogo de 1967 Lu kács se preocupa por d i lu i r el "mensa­ je" de HCC. En esa tarea de "en fri a m iento" de las conclusiones de HCC, Lu kács seña la que el va lor que p ueda tener hoy (1967), es más bien de ejempl ificación de u n proceso genera l en la evolución del marx ismo. No lo d ice pero se i nterpreta fác i l mente: aquellos erro­ res suyos no debiera n volver a cometerse. Lu kács qu iere i noc u l a r a l a s jóvenes generaciones en lucha del u ltra izqu ier d ismo qu e é l reconoce e n su propia "adolescencia" marx i sta. Otra vez, sería sen­ ci l lo deduci r de aqu í que un "sta l in i zado" Lu kács rehace su p ropio pasado pa ra adecua rlo a la fidel idad a l Gran Hermano que lo v ig i la todavía cas i dos décadas después de muerto. Pero el abandono de las tesi s de HCC se produce antes de que Sta l in l legue a l poder en forma plena y omn í moda. Lukács reconoce que las dos fuerzas que v ienen a determ ina r el paso desde el mesian ismo superv iviente a un real ismo pol ít ico sobrio son la crítica de Leni n y su actuación concreta en la revoluc ión hú ngara. Ambas l iqu idarán la a mbiva len­ te act itud de nuestro filósofo. D icho de otra manera: la praxis revo­ lucionaria d irecta (Hu ngr ía) e i nd i recta ( Len in) deter mi na n ese pasaje. Este Lu kács es un fi lóso fo que madura hacia el marx ismo. Esto no s ig n i fica que sus opciones pol ít icas, hab iendo mejorado, sean s i n emba rgo las correctas . Recuérdese que HCC i mp l ica u n a leja m iento d e l u ltra izqu ierd is mo d e Kommunismus. Lu kács s e a leja a l lí de las tendencias que serían representadas en la h istoria futu­ ra del ma rxismo por otros autores ( Pannekoek, Bloch, Korsch). Los apologi stas de HCC l loran esta defección lu kacsiana porque para el los l íneas como la "consejista" era cor rec ta, es decir, porque son

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a nti-leni n istas. La crítica de HCC lleva al fi lósofo húngaro más cer­ ca de Leni n, lo que no qu iere dec i r que lo haya heredado rea lmente. D icho de otra manera: que sus posicio nes filosóficas rep resenten u n avance n o qu iere decir que ese progreso se exprese inmed iata men­ te en la acción política adecuada. De haber sido así, pod ría ha ber concluido que el sta l inismo no era la mejor for ma de defender a la URSS y, mucho menos, la revolución mu ndial. Esta constatación obv ia, a saber, que el fi lósofo y el polít ico no son la misma cosa, es la que p uede ayudar a entender la rela­ ción Lukács-Sta l in : el maduro fi lósofo abandona el "infa nt i lismo revolucionario" y da u n paso adelante; el pol ít ico i ncapaz no p ue­ de superar el horizonte i nmediato que acaba de clausu ra r el nue­ vo " hombre fuerte" de la revolución. Lu kács no es un s ta l in is ta en el sentido de la fidel idad estricta a u na pol ítica, u n sistema y u na persona (si no, no hub iera ten ido los problemas que tuvo con el sta­ l inismo y no hubieran sido necesa r ias las "autocríticas'� ), pero no ha pod ido supera r su horizonte genera l. Este avance desigua l de filosofía y política es lo q ue hay que retener a la hora de va lorar lo que rea l mente i mporta del autor de f-ICC: no las posiciones adecu a­ das a las s it uaciones concretas de la lucha de clases s ino la pos ibi l i­ dad de reconstru i r la herra mienta fi losófica que demanda la p raxis revolucionaria.

Histo ria y conciencia de clase ayer

Historia

y

conciencia de clase no es solo u na reivi nd icación de

lo hegelia no en Marx, sino ta mb ién de lo marxista en Hegel. De a l lí que Lu kács reivi nd ique como logro de su obra, el en frenta r el "'neohegeli a n ismo" de derecha, i r raciona l ista, que comenzaba a dom i na r el a mb iente burgués en los años '20. Sin emba rgo, su reivind icación de las ra íces hegel ianas del m a rxismo ten ía como objeto destru ir las teorías etapi stas y evolucion istas propias del neoka ntismo de la Segunda I nternaciona l . De a l l í que en fati za el elemento act i vo de la d ia léctica, la t ra nsformación de la ca ntidad en cal idad, la posibi l idad del salto. No por casu a l idad HCC se abre con la defi n ición más i ni.portante en la bata l la que comienza: el método. ¿ Qué e s el marxisn10 ortodoxo?, o ta l vez, mejor, ¿que es la ortodo­ x ia en el ma rxismo?, tiene por fu nción abri r la discu sión pla nteada por el pról ogo a la pri mera ed ición: recupera r el método que h i zo

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posible la revolución. Dic ho de otra manera: pa ra Lu kács, el p ri n­ c ipa l aporte de Marx no es haber rea l i zado una ser ie de descubr i­ m ientos c ientí ficos específicos, que pueden ser refutados por resu l­ tados posteriores, s i no el haber descubierto el método correcto del pensa m iento, el "á lgebra de la revolución", como señaló Herzen. Es decir, más que un econom i sta, Marx es un fi lósofo. El verdadero aporte de Leni n no es, tampoco, el polít ico-práctico (cómo se h ace una revolución), sino el teór ico-fi losófico: ¿cómo se p iensa la rea l i­ dad de la lucha de clases? Otra vez, el Len in fi lósofo, no por aque­ l lo que escribió en Materialismo y empiriocriticismo, sino por lo que desarrol ló práctica mente g racias a la lectu ra de Hegel. A l igu a l que Marx, a mbos descubrieron el método (la d ialéctica ma rxista) a pa r­ ti r del desa r rol lo de la d ia léctica hegelia na, pero olvida ron s istema­ tiza rl a . Esa ta rea es la que asume Lu kács. En ese ma rco, el ensayo que abre HCC t iene por función endere­ zar la m irada del revolucionar io en ese sentido: Hegel. Reiv i nd icar la filiación hegel ia na del marxismo es la primer batal la. Una batal la que necesa r iamente se l ibra no solo contra qu ienes se "olvidaron" de esta " herencia", s ino cont ra qu ienes a l repudiarla, por acción consciente o por ignorancia, se transforman en el veh ícu lo de l a ideología burguesa e n el p roletariado: l a corriente revisioni sta de la socia ldemocracia de la Seg unda Internacional. En efecto, los Ad ler y los Bernstein, en su retroceso al ka ntismo, no hacen otra cosa que retroceder a la concepción cosi ficada de la realidad propia de la bu rgu esía. Supera r el revisionismo presupone, entonces, supe­ rar su s b ases filosóficas. E n esa tarea, la recuperación de la . total i­ dad como horizonte de pensamiento es la tarea básica: recuperar el pu nto de v ista de la total idad. " En cuestiones del marx ismo la ortodoxia se refiere exclusiva­ mente al método." Una afi rmación fuerte, porque Lu kács propone que es posible, m ientras se resgu a rde el método, acepta r la cadu­ cidad de todas las teorías pa rticu lares. La expresión, como v i mos más a rri ba, tiene sus bemoles: ¿cómo puede ser correcto un método que a rroja resu ltados completamente erróneos incluso en la perso­ na de su p ropio descubridor? Lukács a fi rma esta r de acu erdo i nclu­ so con esos resultados pa rcia les, pero cabe pregu ntarse qué que­ da del ma rxismo luego de entrega r el concepto de explotación, la ley del va lor o la de la tendencia decreciente de la tasa de gana n­ cia. Por otra pa rte, el método resu lta i mposible de ser cuestionado

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por la investigación emp1nca y pareciera poder sepa ra rse de los resu ltados. El riesgo es que el marxismo se conv ier ta en una meta­ física vacía, renuente al aná l isis concreto de la real idad concreta . Observando el derrotero del marxismo "occidenta l", esta frase, de la que no se retracta nunca Lu kács, pa rece a l menos u na concesión innecesaria a la fuerza del a rg umento p ro-hegel iano. Cierto es que p uede leerse de otra manera y otorgarle u n va lor liberador frente al propio Mar x, a l reva lorizar la inves tigación nueva frente a los resu ltados v iejos, pero no por ello desapa rece ese tufi l lo metafísico del que hablamos. Ese sesgo "metafísico" se refuerza cuando, en su lucha contra el "cientificismo" crítica la extensión del método de las ciencias natu­ ra les a la sociedad. Fina lmente se entrega la c iencia al positiv is mo y se l imita la fuerza de la di aléct ica, a l excluirla de la natu ra leza. Au n así, en este m arco, que se rechace la d ia léctica de la natura leza es un problema serio pa ra una ontología marxista, pero no lo es para el proyecto de recuperación hegeliana y mucho menos pa ra l a d is­ puta con el "cienti fic ismo" de la Seg unda Internacional. Veremos más adelante que ta mpoco lo es para que HCC vuelva a tener hoy un valor i mportante en los t iempos que se avec inan. Pero Lu kács no lucha solo contra los Kautsky y los B ernstein. También lucha contra su propia concienc ia fi losófica, contra su pro­ pia "tendencia" u ltra izqu ierdista. Este aspecto no aparece dema­ siado a menudo entre los comentar istas, ya sean a favor o en con­ tra. Sin embargo, el punto aparece claro en el ba lance de la obra de Rosa Luxembu rgo. Es c ierto que Lukács va a poner a la dirigente del comunismo a lemán casi a la a ltura de Lenin y a proponerla como modelo de uso adecuado del método. La tota lidad es la c lave del pensam iento revolucionario. La total idad es la rea l idad, por lo tanto, como tal nos l ibera del efecto para li za nte para la i nves tiga­ ción científica que tiene El Capital leído rel ig iosa mente. En efecto, de una lectu ra tal se desprende la conclu sión de que todo está ya dicho y que no existe n ing ún problema que i nvestiga r. Que ya tene­ mos todo resuelto, cuando en rea l idad, el a ná l isis no ha hecho n1ás que empeza r. Dicho de otra manera: El Capital es u na abstracción del capita l ismo h istórico. Como ta l, nada nos l ibra de la invest iga­ c ión concreta, de la situac ión actual. Eso es lo que Lukács va a rei­ v i ndicar en Rosa Lu xembu rgo: su aná l isis de la tota l idad concreta y actua l. Es decir, va a reiv i nd icar en Luxembu rgo el m étodo.

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Este método, p rop io de Marx, se hace más evidente en el modo en que l a crít ica de Lu xembu rgo a la socia ldemocracia oportu nista se p royecta más a l lá de la "econom ía", hacia las bases filosófico-h is-· tóricas de sus errores. La exposición se v uelve tanto u na c r ít ica de la econom ía como una historia de las teorías econón1 icas. La acumu­ lación del capital más la crít ica póstuma a los o portun istas equ iva le a la unidad entre El capital y Teorías de la plusvalía, cuyo esbozo se encuentra en Miseria de la filosofía. Sin emba rgo, esta reiv indicación de Lu xen1bu rgo va a tener su contra.ca ra en el otro texto ded icado a su fig u ra, las "Observaciones críticas . . .". La p iedra de toque d t; l ataque es el p roblema de la orga­ nización y del esp ontaneísmo. Este Lu kács está ya, al menos par­ cia l mente, de v uelta de sus p ropias concepc iones expuestas en Kommunismus. Un autor que ded ica basta nte espac io a exa m i na r las c ríticas de Lu kács a Lu xemburgo, Norman Geras, no puede menos que indigna rse frente a lo que juzga una i nter pretación a rb it ra r ia de la segunda por el primero. Lukács, como muchos otros, pa recie­ ra rep roduci r u na actitud t íp ica hacia la revolucionaria polaca: "' Nos hemos abstenido en este lib ro, y seg u iremos haciéndolo hasta el final, de cualquier intento de j uzgar las concepciones políticas y estratégi­ cas globales de Rosa Luxemburg