Historia de los animales LIBROS IX-XVII [67]

Table of contents :
SINOPSIS......Page 5
SINOPSIS......Page 41
LIBRO XI......Page 75
SINOPSIS......Page 77
LIBRO XII......Page 105
SINOPSIS......Page 107
SINOPSIS......Page 143
SINOPSIS......Page 169
SINOPSIS......Page 201
SINOPSIS......Page 230
LIBRO XVII......Page 262
SINOPSIS......Page 263
EPÍLOGO......Page 292
1. Mamíferos......Page 295
2. Aves......Page 297
3. Reptiles......Page 298
5. Peces......Page 299
B) Plantas......Page 301
C) Metales Y MINERALES......Page 303
ÍNDICE GENERAL......Page 305

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HISTORIA DE LOS ANIMALES LIBROS IX-XVI

Claudio Eliano

BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS

BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 67

CLAU D IO ELIANO

H I S T O R I A DE L O S A

N

I

M

A

L

LI B ROS I X- XVI I

T R A D U C C IÓ N

Y NO TAS

FOR

JOSÉ M A R Í A

D ÍA Z R E G A Ñ Ó N

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LÓPEZ

i

EDITORIAL GREDOS

E

S

Asesor para la sección griega: C a rlo s G arcí'. G ual.

Segú n m en ha

©

C. G . ( la tra d u c c ió n Carlos García G uau

las n o rm a s d e la B . sid o

re v is a d a p o r

E D IT O R IA L

CREDOS,

d e este v o lu ­

S. A.

S á n c h ez Pach e co , 81, M a d r id .

España,

Î984,

D e p ó s ito L e g a l: M . 1918-1984.

IS B N 84-249-0924-0. Im p r e s o

en

Españ a.

P rin te d

in

S p a in .

G rá fic a s C ó n d o r, S. A>, S á n c h e z P ach eco , 81, M a d r id , 1984. — 5701.

L I B R O IX

S IN O P S IS

1.

E l león en la vejez.

2.

L as p lum as del águila.

3.

L os ratones. L o s cocodrilos, las á gu ila s y sus respectivas crías.

4.

E l áspid y el escorpión. Sus instrum entos p ara atacar.

5.

L as crías de la perra.

6.

L a luna y

su in fluen cia

en

los crustáceos yotros anim

7.

L a lubin a

y su otolito.

L os

peces ysus parásitos.

8.

A m o r del elefante a su cría.

9.

La

10.

foca.

E l á gu ila

;

y el águ ila «d e

Z e u s»;

11.

L a tarántu la y el áspid. Su p icad u ra y m orded u ra.

12.

E l zo rro de m ar.

13.

E l a paream ien to de las ranas.

14.

E l torpedo.

15.

M o rd e d u ra s venenosas.

16.

L a serpiente c am b ia de cam isa y a c la ra su vista.

17. 18.

El m artin pescador. La

h ierba

«m a ta lo b o s » o

acónito am arillo.

19.

An im ales ahogad os en vin o y aceite.

20.

L a «p ie d r a tra c ia ».

21.

H e len a de T ro ya y las serpientes de Faros.

22.

L as estrellas de m a r y las ostras.

23.

L a anfisbena.

24.

L a rana «p e s c a d o r».

25.

L a langosta y el pulpo.

26.

Efectos de ciertas hierbas sobre las serpientes.

27.

L a h ierba «m a ta h e m b ra s » o acónito.

28.

L a carne de cerdo.

29.

L a s serpientes en el nacim iento del. E u frates.

30.

E l rastro del león.

31.

C óm o se c u ra el hipo.

10

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

32.

M an era de recolectar el

33. 34.

L a lom briz intestinal. El argonauta,

35.

L a p ro fu n d id a d del m ar.

36.

E l pez ádonis.

37.

Plantas parásitas.

beleño y la

38.

L a oveja m arin a y otros peces.

39.

D iversos insectos de las plantas.

40.

L os anim ales saben dónde reside su

41.

El ratón dom éstico y el

42.

E l atún.

43.

E l can grejo común.

44.

T ro glod itas y serpientes.

cañaheja.

fuerza.

ratón de mar,

45.

Los p ulp os y osm ilos saqu eando los frutales.

46.

L o s «e m igran te s».

47.

E l erizo de m ar.

48.

E stím u lo s sexuales p ara los anim ales h em bras.

49.

L o s gran d es cetáceos.

50.

L a s m orsas, las ballen as y las

51.

E l salm onete.

52.

Peces voladores.

53.

Peces en form aciones.

54.

D iverso trato a los anim ales.

focas.

55.

Cóm o m antener callad o s a los anim ales,

56.

El elefante.

57.

Los peces en el invierno y en la prim avera.

58.

L a lon gevidad del elefante.

59.

Peces de m ar que desovan en a gu as dulces..

60.

L as a gu ja s de mar.

61. 62.

f

La m o rd e d u ra invisible del

áspid.

M uerte de un encan tad or de serpientes.

63.

L o s peces y su cópula.

64.

A g u a dulce en el m ar.

65.

L os iniciados se abstienen de com er ciertos peces.

66.

C ópula de la v íb o ra y la m urena, :

Cuando el ieón llega a una edad , ,

avanzada y está abru m ado p o r la vejez,

E l le ó n e n la v e je z

,

,





.

en m an era algu n a puede cazar y gusta de descansar en cuevas o en las gu a ri­ das de la selva, y no se atreve a en­ fren ta rs e ni siqu iera con las fiera s más débiles porqu e d escon fía de su edad y conoce la d eb ilid a d de su cu er­ po. Y son sus cachorros, que con fían en el v ig o r de su ju ven tu d y én su fu erza natural, los que van a cazar, si bien llevan consigo, em pujándole, al ya viejo león. Des­ pués, deján dolo en m ed io del cam in o p o r ei que es p re­ ciso ir, se dedican a la caza y, cuando han consegu ido lo su ficien te para ellos y su progen itor, con un so b erb io y pen etran te ru g id o llam an, co m o unos a n fitrion es a su huésped, los jóven es hijos a su padre al banquete. É l acude reposadam ente, paso a paso y co m o arrastrán do­ se, abraza a sus hijos y, lam ién dolos su avem ente con la lengua com o si alabara así su éx ito en la caza, se pone a co m er y se solaza con sus hijos. Y no fu e S olón e l que o rd en ó este com p o rta m ien to (el cu id a r a sus pa­ dres) a los leones jóven es, sino que lo apren dieron de la N a tu ra leza , a la que « nada le im portan las leyes de los h o m b res » pues ella es una ley inm utable. 1

E u r í p i d e s , Fr. 920 N a ü c k . — F r Ay Luis d e G r a n a d a , en E l S ím ­

b o lo de la fe (1.a parte, cap. X IV , 2), p arafra se a este capítulo: «D e él [del león] escribe E lia n o que después que, p o r la edad, está flaco y pesado, y asi es in hábil p ara cazar, sale con sus cachorros, y espéralos en cierto puesto, y ellos traen al p ad re viejo la caza que hallaron ; el c ual los a braza cuan d o vienen y los lam é la cara en señal de agradecí*

12

H IS TO R IA DE LO S A N IM A L E S

Los anim ales tem en y se a terran an­ te la presen cia del águila, reina de las ,

L a s p lu m a s d el á g u ila

.

. ,

aves, m ientras posee vig o ro sa vida; pe­ ro tam bién, si alguien m ezcla las plu ­ mas de aquélla con las de otras, las del águ ila perm an ecen enteras e in corru ptas, m ientras que las otras, incapaces de so p o rta r el con tacto con las del águila, se pudren.

L o s ratones. L o s c o c o d r ilo s , las á g u ila s y sus re sp ectiva s c ría s

Los ratones son, adem ás de otras co,

, , c.

p r o lific o s y, en un solo parto, paren muchas crías. Y si p o r ven tu ra gustan la sal, paren m uchísim os, m uchos

sas’

más de lo habitual. Cuando los cocodrilos tienen sus crías, distinguen las legítim a s y las espurias de esta m anera. Si, en cuanto rom p e el cascarón, in m ediatam en te se lanza a co g er a l­ go, en lo su cesivo pasa la cría a fo rm a r parte de la fa·· m ilia , goza del ca riñ o de los p rog en ito res y se la con si­ dera y cuenta com o uno más de los coco d rilo s; p ero si se queda in m óvil, se m uestra p erezosa y rem isa a co ger una m osca, un m osquito 2, un gusano de tierra o un la­ m iento y am or, y d espués de este a m oro so recibim iento asiéntanse to­ dos a com er de la caza. ¿Pues qué más hicieran si tuvieran razón com o los h om bres? Y aún en esta piedad nos so brepu jan ; pues m uchos hijos vem os m uy escasos e in hum an os p a ra con sus p ad re s p o b re s ÿ viejos. L o cual no cabe aun entre anim ales Fieros.» 2

Se discute so bre el ve rd ad e ro sign ificad o de sérphos, que noso­

tros traducim os p o r «m o s q u ito ». Se trata, sin duda, de un m osquito pequeñísim o, lo que vulgarm en te se llam a «je jé n », de tam año m ucho m en o r que el m osquito corriente, p ero de p ic ad u ra m uy m ortificante. Sin e m b arg o, L. A. W . C. Vknmans, «S e r p h o s », M n e m o s y n e , N . S., 58 (1930), 58-62, a firm a que, de los pocos textos en que a p arece la p a la ­ bra, se deduce que se trata de un bich o pequeño, cuya denom inación se e m pleaba p roverbialm en te p ara in d ica r algo insignificante. G ra m á ­ ticos insignes, com o C rates, D ídim o, Focio y otros, creían que con sér­ p h o s se d esignaba a una h orm iga. A. W

il l e m s ,

en «Q u 'e s t ce que l ’in­

secte appelé s e rp h o s ? », p u blic ad o en A c t. de i ’A ca d . R oy . de B e lg iq u e , 1896, cree que se trata de la term ita u h orm iga blan ca. Ventnans, en

LIB R O IX

13

g a rto pequeño, e l padre la despedaza porqu e la conside­ ra criatu ra vil, espuria y ajena a su fam ilia. Y p a rece que las águilas, al igual que estos ani­ m ales, com pru eban la leg itim id a d del n acim iento de sus p o llu elos expon ién dolos a los rayos del s o l 3, y los aman de acu erdo con el resu ltado de la ex p erien cia y no a rrastrados p o r el sentim iento. T en go en tend ido que los colm illo s

eZoTpTóíVjs

del á sPid- a

los que nunca se devoran entre sí.

M o lu s c o s d e l M a r R o jo

Parece que en el M ar Rojo existen también otros moluscos cuyas conchas .

.

.

no son *lsas» smo que tienen estrías y oquedades 17. Éstas tienen bordes afila­ dos y, cuando se cierran, se encaja una en otra, porque se engranan sus salientes como ocurri­ ría con los dientes de una sierra encajados en los de otra. Y así, cuando sorprenden a un pescador nadando y le muerden en alguna de sus partes, se la cortan, aun­ que en la parte m ordida haya un hueso, y cuando m uer­ den alguna articulación, la cortan igualmente, y es na­ tural, porque su m ordedura es sumamente cortante.

L o s c o c o d r ilo s en O m b o s y en

Hay egipcios, como los ombitas, que veneran a los cocodrilos; y así como no. ,

.

sotros consideramos a ios dioses olimA p o lo n ó p o lis picos dignos de reverencia, así también ellos a los dichos reptiles. Y cuando sus hijos son arrebatados por ellos, los padres se alegran extraordinariamente, y las m adres de los desdichados están contentas y caminan orgullosas de haber engen­ drado hijos que sirven de comida y alimento a un dios. P ero los apolon op olitas, que son parte de los tentiritas, cogen con red a los cocod rilos, los cu elgan en árbo­ les llam ados p e rs é a 18 (qu e son indígenas), los azotan 17

Parece que se trata de un m olusco tridácnido, que vive en los

a rre cife s coralinos, el T rid a c n a gigas. Son com estibles. Se com p rend e la potencia de sus valvas, si se tiene en cuenta que tiene hasta 2 m. de longitud y p esa 250 kg. te Es el á rb o l egip cio S c h im p e r i.

con ocido

en

bo tán ic a

por

M im u s ü p s

LIB R O

X

61

propinándoles toda clase de azotes y los magullan mien­ tras ellos gimen y lloran; finalmente, los descuartizan y se los comen. La gestación de este animal dura sesenta días y pone sesenta huevos que incuba en otros tantos días. Tiene otras tantas vértebras en la espina dorsal y dicen que rodean su cuerpo sesenta tendones. Desova el mismo número de veces, y vive sesenta años. (Yo no hago más que repetir lo que dicen y creen los egipcios.) Se pueden contar los dientes de este reptil, cuyo número es de se­ senta. Durante sesenta días al año permanecen quietos en sus guaridas y se abstienen de comida. Los cocodrilos están habituados a los ombitas y los que están encerrados en los lagos hechos por ellos obe­ decen cuando les llaman. La gente les lleva las cabezas de los animales sacrificados (pues ellos jamás probarían esta parte del cuerpo), se las arrojan y los cocodrilos se lanzan en torno de ellas. En cambio, los habitantes de Apolonópolis odian al cocodrilo porque dicen que Tifón tomó la forma de este animal. M as ellos dicen que no es ésta la causa, sino que un cocodrilo raptó a la hija del rey Psamético l9, hombre extremadamente bueno y justo, y, por esto, en memoria de este triste suceso, incluso las generaciones posteriores odian a la raza entera de los cocodrilos. Los vácceos (pueblo de Occidente)20 , ,

E l b u itre

ultrajan a los cadáveres de los muertos r . , . . por enrermedad, ya que consideran que han muerto cobarde y afeminadamen­ te, y los entregan al fuego; pero a los

que han perdido la vida en la guerra, los consideran nobles, valientes y dotados de valor y, en consecuencia, los entregan a los buitres porque creen que éstos son 19

P s a m m ín to puede ser corru pció n de P s a m m é n ito .

20

Se refiere a los vácceos habitantes del n oroeste de España.

62

H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S

animales sagrados. Y cuando Rómulo, en la colina del Palatino, adivinó por el vuelo de doce buitres que tenía un favorable augurio, imitando el núm ero de las aves, decretó que los emperadores romanos deberían ir pre­ cedidos por un número de lictores 21 igual al de las aves vistas entonces. Los egipcios creen que el buitre es un ave consagra­ da a Hera, adornan la cabeza de Isis con plumas de b u i­ tre y, en los techos de los propileos, esculpen en relieve las alas de unos buitres. Y a he dicho anteriormente m u­ cho sobre esta ave, pero no a este propósito. 23 L o s e s co rp io n e s de C o p io

En Coptó, ciudad de Egipto, los egip­ cios rinden veneración a Isis con diver,

.

sos n t ° s' pero, sobre todo, con la ado­ ración y servicio que le tributan las mu­ jeres que están de luto por el marido, po r los hijos o por los hermanos. H ay allí escorpiones de tamaño grandísimo, de pinzas afiladísim as y peligro- > sí simas en sus ataques (pues matan instantáneamente cuando pican), y los egipcios recurren a innum erables expedientes para protegerse de ellos. Pero las mujeres de luto, aunque duermen en el templo de la diosa en el suelo y caminan en él descalzas y tan sólo procuran no pisar a los mentados escorpiones, resultan completa­ mente indemnes. Estos habitantes de Copto veneran y consideran dio­ sas a las gacelas hembras, pero sacrifican a los machos. Dicen que las hem bras son predilectas de Isis.

21

Lat.

fasces.

LIB R O

ez

c o c o d r ilo ,

.,

p e rs e g u id o en T e n d ra y

63

X

El cocodrilo (a las cosas ya referi­ , , ~ das sobre este animal hay que añadir ,

. ,

otras que yo he oído) es de condición v e n e ra d o en C o p to tímida, dañino y gran malhechor. Se po­ ne en tensa alerta cuando quiere cap­ turar su presa, pero teme cualquier ruido, y se asusta del fuerte griterío de los hombres y se aterroriza ante aquellos que le atacan vigorosamente. En efecto, los llamados «tentiritas», de Egipto, cono­ cen la manera más fácil de cazar este animal. La mane­ ra más eficaz de herirle es golpearle en los ojos, en las axilas o en el vientre. El dorso y la cola son impenetra­ bles, porque están protegidos y, por así decirlo, arm a­ dos con escamosas placas que semejan tejas o conchas. Los susodichos habitantes son tan tenaces en la perse­ cución de los cocodrilos, que su parte de río se mantie­ ne en la más profunda paz. Así se entregan confiados a la natación y se divierten nadando. En cambio, no re­ sulta fácil mojarse los pies, ni seguro coger agua en el territorio de Ombos, Copto o Arsínoe. Es más, no puede uno caminar libremente y sin adoptar precauciones por las márgenes del río. Pero los habitantes de Tentira ve­ neran a los gavilanes. En consecuencia, los que habitan la ciudad de Copto, en su deseo de molestar a los últi­ mos, como enemigos que son de los cocodrilos, crucifi­ can a menudo gavilanes. Las gentes de Copto comparan al cocodrilo con el agua y por esto le rinden veneración, mientras que los tentiritas com paran al gavilán con el fuego, y de aquí que le tributen adoración. Y alegan co­ mo testimonio * * * que el agua y el fuego no pueden mez­ clarse. Éstas son las maravillosas historias que cuentan los egipcios.

64

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

25 Los «cara de • „o . perro» « kynoprósopos»

Después de a tra vesa r el oasis eg ip ­ cio, el v ia je ro se en cu en tra con un dila,, , , tadisim o desierto, de siete días com pier

, .



,

tos. A lo la rgo d el cam in o que conduce a E tio p ía y después de este desierto, v i­ ven unos hom bres, los kynoprósdpos 21. A l p arecer, v i­ ven cazando gacelas y antílopes, tienen la tez n egra y cabeza y den tadu ra de perros. Y com o se parecen a este anim al, es muy natural que haga aquí m en ción de ellos. N o están dotados de habla, sino que dan gritos agudos. De su m entón pende la barba, una barba com parab le a la de los dragones, y sus m anos se term inan en uñas m uy fu ertes y afiladas. T o d o su cu erpo está cu b ierto de espesa pelam bre com o la de los perros. Son v e lo císi­ m os y conocen los lu gares que son inaccesibles: he aquí p o r qué su captu ra presenta tantas d ificu ltades. 26

,

}

. . . . E l pescu ezo del lo b o es c o rto y esEl lobo. Amado por Apolo trecho. P o r eso, no es capaz de voíverd e s c u b r id o r de u n se y m ira siem pre hacia delante, y cuanro b o s a c rile g o do q u iere m ira r hacia atrás, vu elve to­ do el cuerpo. Es el anim al de vista máspenetrante, com o que ve de noche, aunque no haya lu­ na. De aquí que este m om en to de la noche, en el qué sólo él p o r el p riv ile g io de la N a tu ra leza puede ver, se lla m e líco fo . Y yo creo que H o m e ro 23 llam a anfÜ ice a la noche en la que los lobos se pasean viendo. D icen que es am ado del sol y hay quienes a firm an que el año se llam a «lic a b a n te » en obsequ io a este ani­ m al. Es fa m a que A p o lo se com place en é l y ha lle g a d o a m is oídos la razón, que es del d om in io común: dicen 22

P a la b ra qu e sign ifica «c a r a d e p e r ro ». H . G o s s e n , «D ie T ie rn a ­

men in A e lia n 's 17 B ü ch ern P e n ζ ό δ η » , Q u e lle n u. S tu d ie n zu Gesch. d. N a tu rw is s e n s ch a fte n u. d. M e d iz in del m andril. 23

11. V i l 433.

4 (1935), 258, cree que se trata

,

65

LIBR O X

que el dios nació después de haberse transform ado Le­ to en una loba. Por esto le llama Homero: «el nacido de loba, ilustre por el arco» í4. Por esto también, según tengo entendido, hay erigido en Delfos un lobo de bron ­ ce que alude a los dolores de parto de Leto. Otros, sin embargo, dicen que no fue ésta la razón, sino que un lobo descubrió que habían sido robadas del templo las ofrendas y enterradas por sacrilegos ladrones; y, acer­ cándose al templo, cogió con sus dientes el sagrado ves­ tido de una de las sacerdotisas, la arrastró hasta el lu­ gar en que las ofrendas estaban ocultas y luego se»puso a excavar con sus patas delanteras. Hay una aldea egipcia llarftada Cusas (se considera que pertenece a la proL f l . VÜC Û

y A fr o d it a

»

·

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rv

/

i
en sus tem plos, com o ellos m ism os dicen, construyen m adrigueras y gua­ ridas a m anera de capillas y en cada ángu lo co n v irtién ­ dolas en m oradas de los therm úthes, y a ratos les echan com id a grasa de tern ero. Los entendidos en achaques de aves 32 dicen que el ave «acan to»· 31> trae su

^ et «Tegühw!»

nom bre de la planta «acan to», que cons­ tituye su alim ento. Canta arm on iosa y m elódicam en te. D ice A ristó teles 32 que si algu ien q u iere v e rte r la sangre del acanto y del lla­ m ado aegíthus en la m ism a vasija y m ezclarla, no habrá m anera de m ezclarlas y unirlas en una sola m ixtura. D icen que el acanto está consagrado a los dioses que acom pañan y guían a los hom bres en sus viajes.

L a tó r to la

H e dich o a rrib a 33 que la tórtola es 33 contin en te y que, a excepción de la pa. , reja con la que se ayunto p o r vez p r i­

m era, jam ás se uniría con o tro com pa­ ñ ero ni desearía un lecho extraño y aje­ no. Y o sé, por aquellos que poseen con ocim ien tos m inu­ ciosos sobre estas m aterias, que s e v e n a m enudo tó r to ­ las blancas. D icen que éstas son sagradas a A fro d ita y a D em éter, m ientras que las dem ás lo son a las M oiras y a las Erinias.

31

Puede ser un jilg u e ro o un lugano, en todo caso un p ája ro p er­

teneciente a la fam ilia de los frin gílid o s. E l a e g íth u s del texto es, p ro ­ bablem ente, el h e rre rillo (P a ru s cyanus). 31

H ist. A n im a l. 610a6.



Cf. III 44.

70

HISTORIA DE LO S A N IM A L E S

34 La golondrina, ammal ominoso

Tam bién golondrinas blancas han si­ do vistas a veces, co m o dice A leja n d ro ^ M indo. En la tienda de A le ja n d ro 34, J

hijo de Pirro, una golondrina fa b ricó su n ido y este suceso había de presagiar lu ego que la exp ed ición que había em pren dido, deshon­ rosa para él, sería totalm en te in eficaz. Y < o tr a go lo n ­ drin a > que fa b ric ó su nido en < la tienda d e > Antíoco 35 le au gu ró obscu ram ente lo que había de sucederle en el futuro: en efecto, se d ir ig ió contra los m e­ dos, p ero no pudo re gre sa r a S iria porqu e cayó a un precip icio . Com o se ve, tam bién éste se lanzó a una em ­ presa desgraciada. Y cu ando D io n isio 36 abandonó p or vez p rim era la acrópolis, las golondrinas, que tenían a llí sus nidos, se ju ntaron todas a la vez y p resa gia ro n su regreso. La golon drin a es tenida p o r consagrada a los dioses del h ogar y a A fro d ita , que tam bién es hogareña. 35 La perdiz

Cuando las perdices están em pollan ­ do, cubren los huevos con ram as y espeso fo lla je para p ro teg erlo s del relen ­

te, de la llu via y de toda clase de hum e­ dad. Porqu e si llegan a m ojarse, com o la m adre no acuda p resto al lu gar a calen tarlos de nue­ vo, se m alogran. Las p erd ices ponen en una sola puesta hasta quince huevos. T e o fra s to dice 37 en algún lu gar que en las perdices de P a fa glo n ia pu ede verse un corazon doblé. H ay au tores que dicen que la p erd iz es p ren ­ da am ada de la hija de Zeus y Leto.

34

A le jan d ro II, rey de E p iro en 272 a. C. E xp u lsó a Antigono Go-

natas de M acedonia, pero, a su vez, fue e xp u lsad o de este y de aquel p aís p o r él hijo de Antigono. 35

Antíoco III, rey de Siria, d errota d o p o r los partos en 128 a. C.

36

D ionisio el Viejo, tirano de Siracusa que vivió hacia 430-367 an­

tes de Cristo. 37

Fr.

182.

LIBR O

cisne

71

X

H a b lé más a rrib a de los cisnes y 36 ahora d iré todo lo que antes om ití. A ristó teles 38 dice que, en cierta oca­

sión, se vio en el m ar de L ib ia una ban­ dada de cisnes y que se oía una m elo­ día provin en te de ellos, com o si dim anase de un coro de voces bien conjuntadas, m uy dulce, pero triste y co ­ m o capaz de m o ver a piedad a los oyentes. Y dice que algunas de las aves aparecieron m uertas al térm in o de la m elodía. . P a rece que el cisne es am igo de las fuentes, charcas y lagunas, y de todos los lugares en donde hay y abun­ dan aguas. Y, desde luego, los entendidos en estos acha­ ques dicen que en ellos es donde el cisne ensaya su música. D icen que la lechuza que acom paña 37 . , y está al lado del hom bre que se emL a lech u za , ave o m in o s a

,

,

.

.

,

barca en algún negocio, no es un buen augurio. H e aquí un testim onio. P ir ro de E p iro cam inaba de noche hacia A rgos y salióle al encuentro dicha ave cuando ca­ balgaba en su caballo con la lanza erecta. Lu ego se posó sobre ésta el ave que no q u ería alejarse. ¡M ala salva­ guardia le p rop o rcion a b a la susodicha ave, al acom pa­ ñ arle sobre la lanza! C om o que al lleg a r P ir r o a A rgos en contró la m u erte m ás ignom iniosa. De aquí deduzco el que H o m ero 39, porqu e sabía bien que la lechuza no es ave de buen augurio, diga, que Atena en vió una garza real a los com pañ eros de D iom edes cuando se d ir ig ie ­ ron a esp iar el cam po de los troyanos, y no una lechuza a pesar de que es su favorita, Y que la com a rca de T r o ­ ya es húm eda y abundante en agua H o m ero puede testi­ m o n ia rlo en los versos que preceden a la batalla delan­ te de las m urallas 38

H ist. A n im a l. 615b4.

39

II

40

II. X I I 18.

X 274,.

72

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

E l pulpo infu nde te rro r a la langos£!

!

I

la n g o s ta 0 Peces n e g ro s en e l r io L u sta s

ta - P ° r eso > sí l ° s capturan juntos en l a m i s m a r e d ’ las langostas m ueren al instante. H a y en T u rio s un río llam ado Lu-

sias cuyas aguas son de las más lim pias, y el río es de co rrien te com pletam en te tran sparen te, p ero cría peces m uy negros. .

E l le o p a rd o « á m p e lo s »

Dicen que hay un leo p a rd o llam ado ám pelos, com o la p la n ta 41, y que tiene r

características propias y distintas de los dem ás leopardos. H e o íd o d e c ir que no ( tiene rabo y que, si lo contem plan las m ujeres, son víctim as de inesperada en ferm edad.

L o s c u e rn o s de los asnos de

En E scitia hay asnos con cuernos, los cuales cuernos adm iten el agua del ,

.

^

,

n o de A rcadia llam ado Estige (esta agua E s c itia qu ebranta todas las dem ás vasijas, aun­ que estén hechas de h ierro). D icen que < u n o > de estos cu ernos fu e en vi add p o r S óp a tro 42 a A leja n d ro de M acedon ia y sé qué éste, lle­ no de adm iración , d ep ositó el cu erno com o ofren d a v o ­ tiva en el tem p lo p ítico de D elfos, poniéndo en él esta inscripción: A ti, dios de la salud, o fre c ió A leja n d ro de M a ce­ donia este cu ern o /de un asno dé E scitia, o b je to m ara villoso / que no fue sojuzgado p o r la c o rrie n ­ te in con ta m in a d a de la L ú sid e43 Éstige, 1 sino que resistió la fortaleza del agua. Fue D em éter quien h izo b ro ta r esta agua en las cerca ­ nías de Feneo, y ya hablé en o tro lugar de por qué lo hizo. 41

Quizás sea el serval: F e lis serva l.

42 43

Au tor de parodias de tragedias. Lusi es una ciudad situada al N. de Arcadia.

LIBR O

X

73

Áugeas de Eleu sis d ió a Éupolis, au- 41 .to r de com edias, com o regalo, un pesu p e r r o

rro b ella estam pa; y É u polis le puso el n om bre d el dador. E l p erro Áugeas, rega la d o en las com idas y ganado p o r

la dilatada conviven cia, lle g ó a en am orarse de su amo. Un día, un jo ven com pañero de esclavitud, llam ado Efialtes, ro b ó algunos dram as de Éupolis; p ero el robo no pasó in ad vertido, sino que el p erro vio al ladrón, cayó sobre él y, m o rd ién d ole sin piedad, lo mató. Algún tiem ­ po después, É u p olis cerró los ojos en Egina y a llí fue en terrado. E l perro, au llan do e hipando a la m anera de los canes, m u rió consum ido p or la pena y el h am bre sobre la sepu ltu ra del am o que lo había criad o, a b o rre­ cien do la vida. Y en m em o ria del triste suceso el lu gar se llam a « E l tren o del p e r ro ».

La hormiga y la

D icen que hay una especie de hor- 42 m iga m o rtífe ra que lleva el nom bre de

aVlSPta¿rt™adaS.rlaértes, A sí llaman también a ciertos gé­ n eros de avispas 44. E sto lo dice el gra ­ m ático T é le fo de P érga m o en M isia.

P e ce s c o g id o s

,

,

despues de

A lo la rgo del ca lu rosísim o verano, 43 el N i lo, inundando los cam pos de Egip, , . . . . to, les da la aparien cia de un m a r en'

las inundaciones ca lm a d o y suave, y los egipcios pescan del Nilo en lo que antes era terren o firm e y na­ vegan en barcas hechas p ara esta estación y para esta aven ida del rey. Después, el río regresa y vu elve al cau­ ce que la N atu raleza le ha asignado; pero los peces, huér­ fanos de padre y privados del agua en que navegaban, se quedan atrás y, retenidos en el fa n go espeso/se o fr e ­ cen co m o alim en to a los cam pesinos. Y Aunque la ex44

Q uizás se trate del avispón: Vespa c ra b ro .

74

H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S

presión sea un tanto cruda, ésta es la cosecha egip cia de pescado. 44

A lo que parece, no son pocas las . . especies de cigarras, y los expertos en Nombres de , £. j · , ; . cigarras . _ esto las enum eran yJ re fie re n sus nomdistintas bres. Así, una se lla m a « la cen icien ta » p o r su color; de dónde le vien e a otra el n om bre de m ém brax, no lo sé; según parece, «chi^ rria n te» es el n om bre de o tra cigarra; y yo he oíd o ha­ b la r de una « c o lila r g a », de la «e s tr id u la » y de la «e s p i­ n o sa »; A sí que yo he oído h ab lar de todas estas especies de cigarra s y las recu erdo; p ero si algu ien ha llegad o a conocer más de las que yo he mencionado, que las diga.

45

H e aquí más cosas de perros oídas ^

p o r mí. Los cach orros nacen ciegos y

venerado°en Egipto

cuando salen del clau stro m aterno no ven. En la p rim era qu incena son v íc ti­ mas de esta a flicció n , es decir, durante todas las noches en que la luna no sale; pero, después de este p erío d o de tiem po, el p e rro posee una vista más aguda que cu a lq u ier o tro anim al. Los egipcios honran al p erro y una com arca 45 ha recib id o su nom bré; y aseguran que la razón de ello es doble. La prim era, que, cuando Isis iba buscando p or todas partes a O siris 46, los perros le enseñaron el ca­ m in o precediéndola, e intentaban ayudarla a en con trar las huellas de su h ijo y tam bién a ahu yen tar a las fie ­ ras. Y la segunda razón es que, al tiem p o que surge la estrella del p erro (del que la fam a dice que era el p erro

45

C inópolis.

46

O siris era esposo de Isis. Fue asesinado p o r su h erm an o T ifón.

Cuenta la fá b u la que, con fun diendo a su herm ana Isis con N eftis, en­ gen d ró en eila a A n ubis. Isis solicitó la ayuda de éste p ara rescatar el c u erpo de O siris.

LIB R O

X

75

de Orión), el N ilo , en c ierto sentido, tam bién se levanta e inunda la tie rra egip cia y se derram a p o r los cam pos de cu ltivo. A sí pues, los egip cio s tributan honores al pe­ rro p o r tra er e in cita r a ven ir a esta agua fertiliza d o ra . H ay un pez llam ado «o x irr in c o » por 46 su cara y la fig u ra de ella. E l N ilo cría dicho anim al yJ de él recibe su n om bre la com arca 47 en la que, al parecer, al pez se le tribu ta ven eración . Los ha­ bitantes del m ism o jam ás com erían un pez co gid o con anzuelo, p o r tem o r de que el pez que he m encionado, y que ello s con sideran sagrado y digno de adm iración, pueda haberse casualm ente en sartado en el anzuelo. Y si p o r ven tu ra caen peces en las redes, las exam inan cuidadosam ente; ante el tem o r de que alguno de aqu é­ llos haya sido apresado sin con o cim ien to de ellos, y es­ tim an más el fracaso en la pesca, que una pesca a fo rtu ­ nada que co n lleve la captu ra de un o xirrin co. Dicen los naturales del país que este pez n ació de las heridas de Osiris, y creen que O siris no es ni más ni m enos que el N ilo . ^ . pez oxirrinco

Parece que el ik n e u m ó n es a la vez 47 m acho y h em bra y que particip a de amEl «ikneumón» , , XT * i i j ** j i bos sexos: la N a tu ra leza les doto de la fa cu lta d de in sem in ar y de parir. Los ven cidos en la b atalla son redu cidos a una"clase m enos honrosa y los ven ced ores cubren a los ven cidos y los in seminan. Y éstos sufren las consecuen­ cias de la d errota: aguantar los d olores del parto y con­ ve rtirs e en m adres en vez de padres. El ik n e u m ó n es 47

Es el M o r m y r u s ca s ch iv e , en español «m o r m iro ». La . p ala b ra

griega o x y rrh y n c h o s significa «d e m orro puntiagudo». L a ciudad de Oxirrinco que, com o luego se dice, lleva el n om bre del pez, está situada ;il lado oeste del N ilo, y C in ópoiis al lado contrario.

76

H IS T O R IA DE L O S A N IM A L E S

o d iosísim o a los anim ales más odiados p o r el hom bre, el áspid y el co co d rilo , y ya m e he re fe rid o a n terio r­ m ente 48 a la gu erra que entablan en tre sí. Se dice que están consagrados a L e to e Ilitía . Los h era cleop olitan os, al parecer, les tributan culto. 48

Lieaón, rey de Brnatia, tu vo un h ijo ,

de n om bre M acedón , del cual re cib ió

H is to ria de P in d ó y la

,

,

i

j



su ηοΓη^Γε país, que abandono su anserpiente tigu o nom bre. É ste tenia un h ijo va lien ­ te, de sobresaliente herm osura, lla m a ­ do Pindó. Ten ía tam bién otros hijos, p ero eran de esp í­ ritu alocad o y de cu erp o endeble; y asi, con el tran scu r­ so del tiem po, com o sentían celos del v a lo r y de la bue­ na fortu n a del h e r m a n o — que, sa bed or de la asechanza de sus herm anos contra él, había abandonado el rein o de su padre para v iv ir en el cam p o— lo m ataron, p ero en con traron su prop ia ruina y pu rga ron su culpa com o era justo. ·. ; Adem ás de ser fu erte en o tro s respectos, era tan> bién ex p erto cazador. En cierta ocasión estaba cazando cerva tillos. Éstos corrían a tod o co rrer, m ientras él ca­ balgaba p ersigu ién d olos a toda velocid a d , dejan do m uy rezagad os a sus cam aradas cazadores. P ero los cerv a ti­ llos se p recip ita ro n en una cavern osa y profu n d ísim a sim a y, hurtándose a la m irada de su persegu id or, desa­ p a recieron . Así pues, apeóse d el ca b a llo Pindó, lo ató de la rienda a uno de los árboles qu e a llí había, y se disponía a in speccion ar la sim a y a bu scar a los susodi­ chos ciervos, cuando o yó una voz que decía: « ¡ N o to­ quéis a los c e r v a tillo s !» Y cuando, después de m ira r m u­ cho, no vio nada, tem ió que la vo z provin iese de algún agente su p erior y entonces él se m arch ó lleva n d o con si­ go el caballo. 48

Cf. III 22 y V IH 25.

L IB R O

X

77

A l día siguiente regresa solo, p ero recordan d o la voz que h irió sus o íd os y llen o de tem or, y m ientras daba vueltas a su cabeza y se pregu n taba p erp le jo quién se­ ría el person aje que le a partara el día a n terior de su im pulso a p erseg u ir a los cerva tillos, y m ientras estaba ocupado en m irar, com o era natural, a los pastores del m onte o a otros cazadores, v io una enorm e serpiente que arrastraba la m a yor p a rte de su cuerpo, p ero levan ­ tando el cu ello que era pequeño com parad o con aquél. (Y el cu ello ju n tam en te con la cabeza excedían en tam a­ ño a un h om bre crecid o .) A l punto se llen ó de te rro r al verla. P ero Pin dó no se d io a la fuga, sino que co b ró ánim os y con astucia engañó a la serpiente, pues le o fr e ­ ció las aves que había cazado, y se las largaba com o dones am icales y com o rescate de su p rop ia vida. Y la serpiente, ablandada p o r los dones y em baucada, por así decirlo, se m archó. E sto agrad ó a l jo ven y, en adelante, com o hom bre bueno que era, acostum bró a lle v a r una recom pensa a la serpiente p o r h aberle salvado su vida, dándole de gra­ do las p rim icia s de la caza, ya fu era salvajina o aves m ontaraces. Y el oto rg a m ien to de los dichos dones, fue sum am ente fru ctu oso para Pindó, y su fortu n a com enzó a p rosp era r y a crecer de día en día; pues cuando iba de caza salíanle al paso buenas piezas, lo m ism o de ani­ m ales que habitan en las selvas que de aves. Así que d isfru tab a de abundancia y ¿ a ún más, se d ifu n d ió p o r todas partes la fam a de que atacaba valien tem en te a las fiera s y las capturaba. E ra de gran estatura y capaz de im p resio n ar p o r su corpu len cia y p o r su talarite espléndido, y evid en tem en ­ te con su b elle za in flam aba y en candilaba a todo el sexo fem enino. Las m ujeres viudas, enardecidas com o bacan­ tes, acudían a su puerta, y las que cohabitaban con sus m aridos, aunque obligadas p o r la costu m bre a v iv ir en el in te rio r de la casa, estaban esclavizadas p o r la fam a

78

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

de la belleza de Pin dó y h ubieran p re fe rid o ser sus es­ posas a ser diosas. In clu so m uchos h om bres lo con tem ­ plaban atón itos y le m ostraban su am or. S ólo sus herm anos le odiaban. Y cuando estaba ca­ zando a solas, le esperaron en acecho (el lu gar de la ca cería era las cercanías del río) y, luchando los tres con tra él solo, le h irieron con las espadas. Él se puso a gritar. La serpiente, su am iga, o yó los gritos, pues es criatu ra de buen oíd o y de pen etran te vista. Así pues, salió de su cu bil y, en roscán dose en el cu erpo de los asesinos, los m ató asfixiándoles. L a serpien te no abandonó la cu stodia d el cadáver, hasta que los parientes del joven , que le habían echado de menos, se llegaron hasta él y lo en con traron m uerto. L e lloraron , mas no se atrevían a cu idarse d el difu n to p o r m iedo del guardián. Y com prendiendo éste por cierto n atural y m isterio so instinto que su presen cia los ahu­ yentaba, se a lejó a toda prisa p erm itien d o que re cib iera el ú ltim o hom enaje de sus parientes. A sí pues, fue ente­ rrado con gran solem nidad y el r ío cercan o al lu gar de su m u erte se llam ó Pindó, del n om bre del m u erto y de su tumba. Así que es p ro p io de los anim ales co rresp o n d er a los fa vo res de sus ben efactores, co m o ya he dejado dich o y com o se constata esp ecialm en te en esta ocasión.

c ia r o , U bre de a n im a le s d a ñ in o s

Los habitantes de Claro, en particular, y todos los griegos, en general, tribiiten honores al hijo de Zeus y de Leto.

P ° r esto,·· el lu gar no está h olla d o por anim ales ponzoñosos y es sum am ente h ostil a ellos. Y esto, p orq u e el dios lo q u iere y porqu e los anim ales le tem en en cu a lq u ier circu nstancia, pues­ to que A p o lo no sólo puede salvar la vida, sino que, ade­ más, es padre de A sclep io, salvador y ven ced or de las en ferm edades. Es más, N ic a n d ro es testigo de lo que digo. H e aquí sus palabras: ^ ° d e VA p o lo

LIB R O

X

79

N i la v íb o ra n i las arañas odiosas n i el que hiere [p ro fu n d a m e n te , el escorpión, viven en los b osqu ecillos de Claros, pu esto que A p o lo o c u ltó su p rofu n d a gruta con [fresnos. y lim p ió el herboso suelo de anim ales dañinos 49. Sé, p o r h a b erlo oído, que en Erice, dond e está el céle b re tem p lo de Af'rodita ' ^ cua^ hice m ención más arriba 50 al re fe rirm e a las pecu liaridades de las palom as que a llí anidan, hay m ucho oro, m u chísim a plata, co lla res y anillos muy valiosos, pero todo esto está lib re de saqueos y es in tocable gra ­ cias al tem o r que in spira la diosa. Sé tam bién que los h om bres de las pasadas gen eracion es m iraron a la m en ­ cion ada diosa y a sus tesoros con respetuosa a d m ira ­ ción. Y sé que el cartagin és A m ílca r 51 saqueó este te­ soro y, fu n dien do el o ro y la plata, h izo un sacrilego re p a rto en tre el ejército, y a causa de estos hechos su­ fr ió los torm en tos más atroces y severos y fue castiga­ d o con la m u erte de cruz, m ientras que todos los que participaron en este im pío sacrilegio m urieron de muerte vio len ta y terrible; y su patria, que hasta entonces ha­ bía sido tan p rósp era y que había sido considerada d ig ­ na de en vid ia en tre la m a y oría de las ciudades cuando estos sagrados objetos fu eron in troducidos en ella, cayó ^Afrodita^H E r ic e

en la esclavitu d 52. Pero, por sensacionales que estos hechos sean, no ata­ ñen a mi p reocu p ación presente; mas yo re fe riré ahora lo que es digno de nota en m i discurso presente. Los n aturales del país y los extra n jeros hacen sa crificio s a (r. 31.

49

N ic a n d r o ,

50

Cf. IV 2.

51

D erro ta d o en H ím era (Sicilia) y m uerto en 480 a. C.

52

E lian o, en su deseo de bu sca r la ejem p laridad , falsea ios hc-

chos. N o hubo tal esclavitud.

80

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

la diosa todos los días del año. E l a lta r m ás grande de todos está al aire lib re y en él se o frec en m uchos sacri­ ficio s, y durante tod o el día y toda la noche el fu ego perm an ece en cen dido. R esplan dece la a u ro ra y en el al­ ta r no aparecen rescoldos, ni cenizas, ni restos de an­ torchas m ed io quem adas, sino que está cu b ierto de ro ­ c ío y de h ierba recién nacida que b rota cada noche. Las víctim as de cada rebaño cam inan espontáneam ente y se acercan al a ltar conducidas, en p r im e r lugar, p o r la d io ­ sa y, después, p o r las posib ilid a d es econ óm icas y el de­ seo del sacrificador. P o rq u e si uno q u iere sa crifica r una oveja, ésta se p resen té al punto ante el a lta r y hay que em pezar la cerem onia de la ablución; pero si fu eres hom ­ b re de posibles y qu isieres < s a c r ific a r > una vaca o in­ clu so más de una, el pastor no abusará co b rá n d ote de­ m asiado ni tú le defrau darás, p orq u e la diosa ve que los precios de venta son ju stos y, si pagas bien, la ten­ drás propicia. M as si pretendes co m p ra r más b a ra to de lo que es justo, pagarás in útilm ente: el anim al se m a r­ chará y no podrás sacrifica r. Com o com p lem en to a ló dicho p o r m í anteriorm en te, quede constancia de las pe­ cu lia rid a d es de los anim ales de Erice.

L I B R O XI

S IN O P S IS

1.

L o s cisnes en el culto de Apolo.

2.

Serpientes c on sagrad as a A p o lo en Epiro.

3.

P e rro s c o n sagrad os a H efesto en Etna.

4.

Culto a D em éter en H erm ione.

5.

P e rro s de Atena en Daunia.

6.

T em plo de A rcadia, re fu gio p ara anim ales perseguidos.

7.

Los ciervos se refu gian en el tem plo de A p o lo

8.

L as m oscas se ausentan durante la fiesta de Apolo.

9.

L a caza en la isla Icaro.

10.

Apis, buey sa g rad o de los egipcios.

11.

M nevis,

toro

sa g rad o

de

los egipcios.

en

Curíade.

La conducta

im pía de

Bóccoris. 12.

Los delfines.

13.

F id elid ad de los p erros de Dafnis.

14.

T e rn u ra de una elefanta hacia un niño.

15.

E l elefante c astig ad or del adulterio.

16.

La

serpiente de Lavinio.

17.

La

serpiente sa g rad a y

elcastigo del curioso.

18.

R em edios em plead os p o r los anim ales p ara c o n ju rar el m aleficio.

19.

L os anim ales anun ciad o res de d esgracias. Terrem oto en Hélice.

20.

P e rro s sagrados, custodios del tem plo de Ádran o.

21.

C aracol del M a r Rojo.

22.

E l d elfín está en p erpetu o movim iento.

23.

E l pez «c ita re d o ».

C astigo de Pantacles.

24.

E l pez «le o p a r d o » y el «o x irrin c o ».

25.

E l elefante que entendía el griego.

26. 27.

S u p e rio rid a d del m acho so bre ia h em bra. Pequeñas causas producen gran d es efectos, com o guerras.

28.

Ven ced ores y vencidos.

29.

O vejas del Ponto y de N axo s,

84 30.

H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S

El abejaruco.

31.

S é ra p is devuelve la vista a un caballo.

32.

E l áspid vengado.

33.

U n p avo real sagrado.

34.

Sérapis salva a una persona envenenada.

35.

C u ra s p o r intercesión de Sérapis.

36.

El caballo.

37.

P a rtic u la rid ad e s anatóm icas de diversos anim ales.

38.

La oca egipcia y la perdiz.

39.

El gavilán.

40.

T eratologías en el reino anim al.

Los poetas y los h istoriadores, en. tre los cuales está H ecateo, no el dé MiLos cisnes en , . . , , ., , . . , e l culto de Apolo l e t o ’ sm o eI de A b dera, celebran la ra­ za de los h ip erb óreos y las honras que en tre ellos recib e A polo. N o m e p arece n ecesario re co rd a r ahora las otras num erosas y ven era ­ bles cuestiones que cuenta: d eja ré su relato puntual pa­ ra otra ocasión, cuando a m í m e sea más placentero, y más conveniente a m is oyentes. Los únicos sucesos que esta n arración me exh orta a r e fe r ir son de este te­ nor. S acerdotes de esta d ivin id a d son los hijos de B ó ­ reas y Quíone, que fu eron tres herm anos 1 uterinos, de seis codos de altura. Y cuando en el m om ento acostum ­ brad o ellos realizan el ritu al esta b lecid o del susodicho dios, descienden de los llam ados «m on tes rip eos» 2 ban­ dadas incontables de cisnes y después rodean do el tem ­ plo com o si qu isieran p u rific a rlo con su aleteo, bajan hasta el recin to sagrado, que es gran dísim o de tam año y de h erm osu ra extrem ada. Pues bien, cuando los can­ tores se d irigen al dios con sus him nos y lös citaredos acom pañan al co ro con su m úsica arm on iosísim a, los cisnes tam bién se unen al canto acordadam ente y nun­ ca jam ás lanzan una nota d iscordan te o destem plada, sino que, co m o si hubiesen re cib id o el tono de boca del co rife o , cantan al unísono con los indígenas, expertos en las sagradas m elodías. Luego, acabado el himno, los 1

En realidad, no fueron tres sino dos: C a la is y Zetes.

2

M ontes fabulo sos, de ios que se su ponía que p ro c e d ía el viento

norte. A l otro lado de los m ism os estaba el país de los hiperbóreos.

86

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

susodichos coreutas alados, p o r lla m a rlos así, después de trib u ta r a su dios el h on or y servicio acostum brados y después de can tar y cele b ra r sus alabanzas durante tod o el día, se marchan. Los epirotas y todos los extran jeros qu e se asientan en la región, hacen diS e rp ie n te s c on sa gra d a s a

,r .

.

.

,

vers° s s a crificio s a A polo, p ero un día A p o lo en E p ir o &1 año celebran en su h on or la fiesta principal, fiesta solem ne y m agn ífica. H a y un b osq u ecillo consagrado al dios y tiene un re­ cin to circu lar, den tro del cual hay serpientes, que son anim ales p red ilecto s del dios. Pues bien, la sacerdotisa, que es virgen , se acerca sola a ellas para lleva rles co m i­ da. Dicen los epirotas que las serpientes son descendien­ tes de la Pitón de D elfos. Si al presen tarse ante ellas la sacerdotisa, la m iran apaciblem en te y aceptan gusto­ sas los m anjares, todos concuerdan en que presagian un año prósp ero y lib re de en ferm edades; p ero si asus­ tan a la sacerdotisa y rechazan los exquisitos m anjares que ésta les o frece, pron ostican lo c o n tra rio de lo d i­ cho, y los epirotas esperan que se cum pla.

Pe Tros

En Etna de S icilia se ven era el tem ­ p lo de Ile fe s to , y hay un recinto, árbó-

les sagrados y fu ego in extin gu ib le e πι­ somne. H ay también perros sagrados en torn o al tem p lo y al bosqu ecillo, los cuales saludan y hacen fiestas a todos los que van al tem p lo y al b o sq u ecillo con honesta in ten ción y en la deb ida form a, corno si los anim ales sintieran sim patía p o r los visitan tes y los recon ocieran . P e ro al que tiene sus manos im p u rifica d a s p o r el crim en , le m uerden y despedazan, m ientras que se lim itan a ech ar fu era a los que vienen del cubil de la deshonestidad. co n s a g ra d o s

α

H e fe sto en E tn a

87

LIB R O XI

L a gen te de H e r m io n e 3 venera a D em éter y le hace sa crificio s espléndiC u lto a D e m é te r e n

,

.

.

,

T,

r.

e im P resionantes* Llam an a su nesHermione ta « la fiesta de la T ie r r a ». P o r supues­ to, me he en terado de que la sa cerd oti­ sa de D em éter saca del rebaño, para lleva rlas ante el altar, corpu lentísim as vacas, para ser sacrificadas. A ris­ tóteles es testigo de lo que digo. H e aquí sus palabras: D e m é te r fru gífera, tu te m anifestas a l p u e b lo de [S ic ilia y a los descendientes de E recteo. Mas he a q u í lo [que h onroso p riv ile g io parece para los de H erm ion e, pues el to ro del rebaño que no pu ed en d o m in a r diez hom bres, la anciana que cam ina sola lo lleva de una oreja ante el altar, y el a n im a l la sigue c o m o el n iñ o a [la madre. Tuyo, sí, tuyo es el poder, oh D em éter. Sénos [p ro p ic ia y concéden os que todas las haciendas de H erm ion e [prosperen \

y y / ic / / o

A t o vf/r

En la com a rca de Daunia 5 hay un

en Daunia

tem plo consagrado a Atena de Ilion, por todos celebrado. D icen que los p erros criad os en él hacen zalam erías a los leños y ladran a los bárbaros.

3

C iu d a d situada en la costa sureste de la A rgólida.

4

Poeta epigram ático, de origen y época desconocidos.

5

P u e b lo al n oroeste d e A p ulia.

88

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

En el te rr ito r io de A rca d ia hay un T m pl

tem p lo consagrado a Pan. El lu gar se

d

lla m a Aule. Pues bien, el dios respeta co m o suplicantes, y protege, dispensánp e rs e g u id o s doles la m ayor seguridad, a cuantos ani­ m ales buscan re fu g io allí; porqu e los lobos p ersegu id o ­ res sienten m ied o de p en etra r en él y, al darse cuenta del lu gar que les sirve de refu gio, se contienen. Así que se ofrecen a estos anim ales p a rticu la res ven tajas para so b revivir. A rca d ia , " e f u g io p a ra a n im a le s

En C u r ía d e 6, cu an d o L o s c ie rv o s se

/

»

re fu g ia n en e l t e m p lo de A p o lo en C u ria de

los ciervo s

(hay allí m u ltitu d de estos anim ales y , i ■ ii m uchos cazadores se dedican a la caza de ellos) se refu gian en el tem p lo de A p o lo que hay a llí (el b o sq u ecillo es de

en orm e extensión), aúllan los perros, p ero no se atreven a acercarse. Los ciervo s pacen en grupos, tran qu ilos y sin m ied o y, p o r un m isterioso im pulso, confían al dios sú salvación.

L a s m osca s se au sen tan d u ra n te

H e dicho, a lgo más a r r ib a 7, que, con m o tivo de la asam blea panhelénica .

.

.

cn O lim pia, las m oscas p o r p rop ia vola fiesta de A p o lo luntad, se ausentan y se marchan, ju n ­ tam ente con las m ujeres, a la m argen opu esta del A lfeo . En Léu cade hay un elevad o p ro m o n to rio en el que se ha e r ig id o un tem p lo a A polo, y sus a d ora d ores le llam an A p o lo de A ccio. Pues bien, cuando va a com en ­ za r el festival, en el que practican el salto en h on or del d io s 8, sacrifican un buey a las m oscas y, cuando se han saciado de sangre, desaparecen. 6

P ro m on torio en la costa su r de Chipre.

7

Cf. V

8

« E l salto en h on or d e l d io s » se re fiere al rito p ra ctica d o en el .

17.

festival. Se o b lig a b a a un crim in al a a rro ja rse ro d e a d o su c u erpo de

LIBR O XI

89

Estas moscas, en verdad, son sobornadas para que se m archen, m ientras que las de Pisa no necesitan so­ borno. Así que éstas son m ejores p orq u e hacen lo que deben p o r el respeto que sienten hacia el dios y no por una recom pensa. H a y una isla situada en el M ar Ro_

/

9

j ° 9 que se llam a ícaro. En ella hay un

“islTk-aro °

*e m p lo ded icado a Á rtem is. H ay tam ­ bién m ultitud d e cabras salvajes, de ga­ celas rolliza s y tam bién de liebres. Si uno, pidien do au torización a la diosa para cazar, inten­ ta lu ego cazar cuanto es perm itido, su diligen cia no qu e­ dará defrau dada, sino que coge las piezas y se alegra p o r el don recibido; y si no pide perm iso a la diosa, no captu ra nada y es castigado de la m anera referid a por otros. .

Y a hice m ención de lo de los h iperb óreos, y d ije de ellos que '

tC)dos los días tributan celosam ente ado­ ración al h ijo de Zeus y de Leto. ¿V o y . a callar, entonces, las peculiaridades del buey sagrado que los egipcios d eifica n ? ¿C óm o no van b uey s a g ra d o

í/e

los e g ip c io s

a cen su rarm e la H is to ria y la N atu raleza; de la que esto es obra y don para el hom bre? Pero < nadie debería acu­ sarm e de n egligen cia en este pu rito > l0, y yo d es crib i­ ré, com o es lógico, este tip o de religión . Se cree, en tre los egipcios, que A pis es el dios cuya presen cia es más patente. N a ció de una vaca, sobre la cual cayó un resplandor celeste qué fue causa de su prep ája ro s vivos p ara a m o rtigu a r su caída. Sí re su lta ba vivo después de la caída, q u ed a b a libre. 9

Suele llam arse tcara, y está situada, m ás bien, en el extrem o

norte del golfo Pérsico. 10 T exto corru pto; la traducción es con jeturable.

90

H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S

ñez. Los griego s lo llam an É p a fo y con sideran a la argiva ío, h ija de ínaco, com o su m adre. Los egipcios, en cam bio, rechazan com o falsa la h istoria y ponen p o r tes­ tig o al tiem po, pues dicen que É p a fo nació en época tar­ día, m ientras que el p rim er Apis apareció en tre los hom ­ bres muchas m iríadas de años antes. H e r ó d o t o 11 y A ristá go ra s 12 aportan pruebas y señales de esto; p ero los egip cio s no están de acu erdo con ellos; en efecto, dicen que en este sagrado buey se distinguen claram en ­ te vein tinu eve señales. Cuáles sean estas señales y có m o están repartidas p o r el cu erpo del anim al y de qué m añera el to ro está adorn ado con ellas, lo Sabréis en o tro lugar. Los eg ip ­ cios son capaces de dem ostrar que cada señal represen ­ ta, p o r m edio de sím bolos, cada uno de los astros. Y dicen tam bién que las señales representan la crecida del N ilo y la fig u ra del U niverso. P ero podrás v e r tam bién una señal, com o dicen los egipcios, que in dica que la oscu ridad es m ás antigua que la luz. Y o tra señal repre­ senta la fig u ra de la luna crecien te para todo aquel que la sabe entender. Hay, además, otros signos m is te rio ­ sos, de d iferen tes entidades, que son de d ifíc il in te rp re ­ tación para en tendederas profan as y para los descon o­ cedores de la h istoria divina. Y cuando co rre la noticia, p rego n era de que el dios n ació para los egipcios, algunos de los sagrados esc ri­ bas a quienes ha sido tran sm itida de padres a h ijos la ciencia, m ediante la cual, contrastan la vera cid a d de es­ tas señales, llegan al lu ga r en donde fue alu m brado el retoñ o de la vaca am ada del dios y, sigu iendo los anti­ qu ísim os preceptos de Ile rm e s, erigen una casa en don­ de el tern ero vivirá en adelante. La casa m ira al sol na­ cien te y es m uy capaz para a co ger a las nodrizas IJ del 11

H e r ó d o t o , III 28.

12

M ü l l e r , F H G , vol. II, pág. 99, fr. 8.

13

Estas nodrizas son vacas que alimentan con su leche al ternero.

LIB R O X I

91

ternero, pues es p reciso que el n o v illo esté am am antado durante cu atro meses. Y cuando ya está criado, a la salida de la luna nueva, los sagrados escribas y los sacerdotes salen a su encuen­ tro y, aún más, cada año adornan una nave sagrada pa­ ra este dios y lo llevan a M en fis, en donde encuentra m orada m uy a su gusto, lugares d eliciosos para re p o ­ sar, y otros para d ivertirse, lu gares tam bién para re v o l­ carse en el p o lvo o ejercita rse y casas de vacas rollizas, un pozo y una fu en te de agua potable, porqu e los m in is­ tros y sacerdotes dicen que no es saludable para él b e­ b er siem pre d el N ilo . En e fe c to dicen que esta agua du l­ ce es buena para a d q u irir gord u ra de carnes. S ería la rg o de con tar las p rocesion es que organizan, los sagrados rito s que practican cuando los egipcios ce­ lebran la re vela ció n del nuevo dios, los coros que o rg a ­ nizan, las fiestas y asam bleas que realizan y cóm o sus ciudades y aldeas se llenan de regocijo. La persona, en cu yo rebañó este d ivin o anim al nació, es considerada feliz, y lo es, y los egipcios la con tem plan con a d m ira ­ ción. A pis es, al parecer, un buen a d ivin o y no hace sen­ tar, ¡p o r Zeus!, sobre ningún tríp o d e a muchachas o m u­ je re s ancianas ni tam poco las a tib orra de ninguna b eb i­ da sagrada; sino que un hom bre suplica a este dios, y los muchachbs que están fuera, ju ga n d o y danzando al son de las flautas, reciben la in spiración y proclam an acom pañadas de música cada una de las respuestas del dios, de m anera que lo que ellos dicen es más verd a d e­ ro que los sucesos ocu rrid os a orilla s del S agra u. Los egip cio s lo com paran a H orus, al que con sid e­ ran la causa p rin cip al de la abundancia de cosechas y 14

E l S a g ra es un rio no identificado, escenario de la b a talla en­

tre locrios y crotoniatas. Allí sucedió lo increíble, lo que se resistían a c reer los espartan os sabedo res de ello el m ism o día del suceso: que los locrios, diez veces in ferio res en núm ero a sus enem igos, los d e r ro ­ taron con la ayud a de los D ioscuros.

92

H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S

de las buenas estaciones del año. De aquí que la gente se ponga a elu cu b rar sobre su va ria d a co lora ción , con­ jetu ran do, a través de las señales, la va ried a d de las cosechas. Una h istoria de los adivin os que no todos conocen d ice que M en is lsy rey de los egipcios, pensaba en un anim al v iv o que p u d iere ven erar y e lig ió un buey, cre­ yendo que éste era el mas herm oso de todos y siguiendo a H om ero, según dicen, en su ju ic io sobre esta cuestión; pues H o m ero dice en la litad a ïb: C o m o un to ro sobresale en el rebaño sobre todos [lo s demás p o rq u e resalta entre las vacas que pacen... M as no son de mi gusto los hechos que los egip cio s que escriben sobre zo o lo g ía con vierten en leyen d a sobre es­ té anim al. l

M n e v is , to r o sa gra d o de tos

egipcios. La conducta impía de Bóccoris

«M as, ea, cam bia de tem a » ’7, com o ,

d in a el relato y no cantes, ¡p o r Zeus!, al « c a b a llo » 18 ni la em boscada de su vien tre, sino al bu ey M nevis. Los egip cio s dicen que está consa­

gra d o al Sol, m ientras que — dicen — el bu ey Apis está ded icado a la luna. A firm a n que lleva una señal esp ecial para dem ostrar que no es espurio, ni bastardo, sino ama­ do p o r el antedicho dios. S ob re estas cosas algún o tro hablará, pero yo q u iero con ta r la h istoria eg ip cia que oí con tar com o prueba y co n firm a ció n de si este toro es de su p erior n acim ien to o no. 15

M en is Fue el que unió los reinos del norte y del su r de Egipto.

V iv ió hacia el 3400 a. C. 16

I I II 480.

17

H o m e r o , O d. V III 492.

18

E l c a b a llo de m adera, de cuyo vientre salieron ios gu errero s

griego s que con quistaron Troya.

93

L IBR O X I

B óccoris l9, rey de los egipcios, usurpando, no sé có­ mo, una g lo ria engañosa y un ren o m b re ficticio , gozaba repu tación de ju sto en sus ju icio s y de ten er un corazón ganoso de santidad. P e ro era p o r n atu raleza todo lo con ­ tra rio. A hora o m ito la m a y or parte de sus fechorías, p e­ ro he aquí lo que h izo a M nevis, al q u erer h acer daño a los egipcios. L levó un toro salvaje para en frentarlo a él. A sí pues> M n evis se pu so a m u gir y el recién llegad o h izo lo m ism o. Luego, el buey extran jero, dom in ado p o r la cólera, a rd ía en deseos de ca er sobre el to ro am ado de los dioses, pero tro p ezó y> cayen do sobre el tronco de un á rb o l persea, se ro m p ió el cuerno, m ientras que M nevis, h irién d o le en el costado, lo m ató. B ó cco ris fue o b je to de v itu p e rio y los egip cio s le odian. P ero si al­ guien considera que es m uy in dign o descender de la his­ to ria natural a l a leyenda, n ecio es. Pues y o digo lo que se hace con estos toros, cuanto se h izo y lo que he o íd o d e c ir a los egip cio s * * * 20 Una m en tira es vergo n zo sísi­ ma p ara ellos. Unos han pregon ado y difu n dido entre las gentes que lost delfin es son ami, , / . , gos de la m úsica y diligen tes segu ido­ res del canto, otros han hablado de su a m o r al hom bre y n osotros hem os d i­ sertado más a rrib a sobre ellos; p ero no será m alo que yo hable ahora de su in teligen cia. ···,.,.· Los delfines

D esdé luego, cuando un d elfín cae en la red, al p rin ­ c ip io perm an ece tra n qu ilo y no se le o cu rre escapar; se da un festín con los peces, com pañ eros suyos de cau­ tiv e rio y, com o quien llega in vitad o a un banqueté; se a tib o rra de ellos. P e ro cuando se cerciora* al ser a rras­ trado, de que está cerca de la costa, ro m p e con los dien19

Se supone que reinó en el s. ix a. C.

20

T e x to

porque...».

d u d o so ;

fa lta

a lg o

com o:

«n o

p u ede

se r

m entira,

94

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

tes la red y escapa libre. M as si es capturado, los pesca­ dores más ben évolos le atraviesan las narices con un ju n co y le dejan escapar. Y el d elfín , com o a vergon zado p o r el o p ro b io so trato, en adelante no se a cerca a la red barredera. D ice A ristó teles 21 que* cuando uno es capturado, atado fu ertem en te y m etid o en la artesa, m uchos d e lfi­ nes se ponen a n ad ar a lred ed o r de la barca, y saltan y brincan lo su ficien te com o p a ra a p a recer com o su pli­ cantes, hasta que consiguen que se conm u evan los pes­ cadores, que se com padezcan del p rision ero, que cedan ante los im p loran tes y que suelten al cautivo. E l b o yero D afnis de Siracusa, el que , , , , ;

F id e lid a d de los p e rro s

su frió, p o r culpa de la N in fa , el prego,



,

,

.

nado castigo , tem a cinco perros criade D a fn is dos p o r él: Sano, P odargo, Lam pas, Álcim o y Teón. D icen que, al con tem plar las desdichas de su amo, p r e firie ro n m o rir sobre él, no sin antes p r o fe r ir grandes lam en tacion es y d erra m a r abundantes lágrim as.

T e rm tra de un a e le fa n ta ha cia

H e hablado antes de las d iferen cia s y va ried a d de ca ra cteres de los elefan-

, tes;

i

,.

mas ahora dirc Aue este anim al tieu n n iñ o ne buena m em oria, que puede record a r las órdenes y que no d efrau da la expec­ tación y la esperan za de los que le con fían algo. S irva esto com o ejem plo. Cuando A n tigon o 23 asediaba a los m egarenses, una elefanta, llam ada N i cea, se criab a con uno de los e lefa n ­ 21

H ist. A n im a l. 6 3 1 a l l .

22

El c a s tig o fu e q u e d a r c ie g o p o r h a b e r fa lta d o a lo p r o m e tid o :

p e r m a n e c e r fie l a l a m o r d e una n in fa a la q u e tra ic io n ó p o r a m o r a una h ija d e l r e y (c f. E l i ano, V a ria H is to ria X

18).

23 Antigono Gonatas luchó contra P irro, puso cerco y recob ró a M égara hacia el 270 a. C.

L IB R O X I

95

tes enem igos. A h o ra bien, la m u jer del cu id a d or que, hablaba el len gu aje de los indios* que entienden los e le ­ fantes, c o n fió a este anim al un n iño qu e ella había dado a luz un mes antes. E l elefan te am aba al m uchacho, lo gu ard ab a y se co m p la cía en ten erlo ya cien d o a su lado; lo m iraba de soslayo cuando llo riq u ea b a y, cuando d o r­ mía, le espantaba las m oscas co gien d o con su trom pa una ra m ita de las cañas que le ponían de com ida. Y si e l m uchacho no estaba presente, la elefan ta rechazaba su p rop ia com ida. Y así era p reciso que la m adre le a ti­ b orrase de leche y, a continuación, le colocase al lado de su cuidadora; de lo contrario, N icea se m ostraba com ­ pletam en te indignada e irritad a, e inclu so dispuesta a h acer a lgo terrib le. M uchas veces, cuando e l niño ro m ­ p ía en llanto, m ecía la cuna en que yacía, consolan do con el m en eo a la criatu ra, h aciendo la elefan ta, oh se­ ñores, lo que suelen h acer las criadas y nodrizas.

, , ,

l i e le fa n te c a s tig a d o r d e l

Sé qu e op ortu n am en te hablé de los violen tísim os Celos de diferentes anim a­ ,

,

.1

,cs’ co m o calam ones, p erros y, por uladulterio tim o, ciguéñas. P ero ahora m e propon ­ go h ab lar de la có lera desplegada p o r un elefan te p o r causa del u ltra je a un m arido. H a b ien d o co g id o in fra gan ti co m etien d o a d u lterio a la m u jer de su cu id a d or y am o, traspasando al uno y al o tro con sus co lm illo s, m ató al a d ú ltero y a la adú lte­ ra y los dejó, en tre las sábanas u ltrajadas, en el lecho vilip en d ia d o; de m od o que al lle g a r el cu id a d or pudo co m p ro b a r el d e lito de ellos y re c o n o c e r a su vengador. E sto a con teció en la In d ia y el suceso pasó de a llí a estos pagos. M e he en tera d o de que esto m ism o sucedió en el re i­ nado de T ito , varón noble y bueno, p ero añaden que el elefan te, en este o tro relato, m ató a am bos y los cu brió con un vestid o que, qu itado al lle g a r el amo, m ostró a

96

H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S

los dos ju n titos en el lecho, y e l c o lm illo con que el ele­ fa n te los atravesó apa recía ensangrentado. P a rece que una ca ra cterística de las serpien tes es el don de la adivinación. L¿e Lavinio

En efecto, en la ciu dad de L a v in io 24, que está en el L a c io (re cib e este n om ­ b re de Lavin ia, h ija de Latin o, en aquel tiem p o en que éste luchó con Eneas con tra los llam ados rútulos, ven cién doles después, y el troyan o Eneas, h ijo de Anquises, fu n dó la m entada ciudad; p o d ría ser, por así d ecirlo , la abuela de Rom a, pues p a rtien d o de allí, Ascan io, h ijo de Eneas y de la troyan a Creúsa, fundó Alba, y R om a fu e una colon ia de A lba), goza de estim a­ ción un bosqu e sagrado, extenso y de densa vegetación , que tiene cerca un tem p lo ded icado a la a rg ó lid a H era. Hay, en el bosque, una vasta y profu n d a caverna que es la guarida de una serpiente. En días establecidos, unas sagradas vírgen es se presentan en el bosqu e llevan do en las m anos y con los ojos vendados un pastel de ceb a­ da. Las conduce a la m a d rigu era de la serpiente, sin desviarse, un soplo divino, y avanzan sin tropezar y tran­ quilam ente, com o si viesen con ojos destapados. Y si son verd a d eram en te vírgen es, la serpien te acepta las viandas considerándolas sagradas y apropiadas a un ani­ m al q u erid o p o r la diosa. P e ro si no, se abstien e de co ­ m erlas, porqu e la serpien te conoce de antem ano y adi­ vina su im pureza; y las h orm igas, red u cien d o a pequ e­ ños fragm en tos el pastel de la m u jer desflorada, para tran sportarlo m ejor, lo llevan fu era d el bosqu ecillo, lim ­ pian do así el lugar. Los habitantes se enteran de lo ocu ­ rrid o y las m uchachas que pen etraron son in speccion a­ das y la que deshonró su v irg in id a d recib e el castigo p revisto p o r la ley. H e aquí el m o d o de qu e m e sirvo

24

Es L an uvio, no Lavinio.

97

LIBR O X I

y o para d em ostra r serpientes.

L a s e rp ie n te

sagrada y el castigo

la

fa cu lta d

a d ivin a d ora

de

las

Pues bien, H o m ero d i c e ” : 17 los dioses son d ifícile s de so p orta r si se r

.

. (

,

[a p a recen con claridad, d e l c u r io s o P e ro tam bién la serpiente, honrada con ritos sacratísim os tien e a lgo de d iv i­ n o y con tem p la rla no co m p o rta ningún provecho. L o que q u iero d ec ir es lo siguiente. En M etelis de E g ip to hay una serpien te sagrada en una torre. R ecib e honores, tiene m in istros y servidores, y ante ella hay una m esa y una crátera. T o d o s los días echan en esta crátera cebada que rocían de leche y miel, y lu ego se m archan y vo lvien d o al día siguiente, encuentran la crá­ tera vacía. A h o ra bien, el más anciano de estos sirvien ­ tes sin tió el veh em en tísim o deseo de con tem p la r a la serpiente y, adelantándose solo y haciendo los ritos acos­ tum brados, se retiró. La serpiente, subiéndose a la m e­ sa, se saciaba de com ida. Y el en trom etido, al a b rir la pu erta (la había cerra d o co m o era costum bre), h izo es­ pantoso ruido. L a serpien te se irr itó y se alejó, y el an­ cian o que había visto al re p til que deseaba ver, para su p rop io mal, se v o lv ió loco, con tó tod o lo que vio y, después de co n fesa r su im piedad, se v o lv ió m udo y, al p o co tiem po, cayó m uerto.

25

II.

XX 131.

98

i

H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S



R e m e d to s e m p le a d o s p o r los a n im a le s p a ra c o n ju r a r e l m a le f ic io

N o ta s ca ra cterística s de los anima.,

les son tam bién las real, p ara e v ita r el una ra íz de lin o con m o am u leto natural

.

siguientes. E l pavo m al de ojo, busca el fin de usarla coy la lleva apretada

b a jo un ala. D ícese que si un ca b a llo padece reten ción de orin a y una muchacha, desatándose el cinturón, le pega en la cara con él, al instante o rin a copiosam en te y term ina de su frir. Una yegua que siente un d esen fre­ nado a p etito sexual se aplaca fácilm en te, según dice A ristó teles 26, si se le corta n las crin es de su pescuezo; p o rq u e siente vergü enza, m o d era su n erviosism o, cesa en su desen fren o y en su con tin u o p ia fa r y qu eda abati­ da ante su deshonor. Tam b ién S ó fo cles alude a esto en su dram a Tiro. Se nos d escrib e a T ir o h ablando y lo que dice es lo s ig u ie n te 27: M e loca en suerte s u fr ir p o r m i cabellera, a la ma[riera de una yegua que, sujetada p o r unos pastores en el establo, con m a n o ruda trasquilada, pierd e la rubia m elen a de su c u e llo y, llegándose a la. pradera para beber de lás aguas [corrien tes, c o n te m p la la im agen reflejada c o m o una som bra co n la c rin cortada co n las tijeras para su deshonra ¡Ay!, hasta un h o m b re sin p ied ad se com p a d ecería [de ella vién d ola en cogid a de vergüenza y vie n d o c ó m o [en loq u e ce de d o lo r y llo ra p o r su perdida m elen a.

26

H is t. A n im a l. 572b7.

27

Fr. 659 P e a r s o n .

LIB R O X I

L o s a n im a le s a n u n cia d o re s de T e r r e m o t o 5en H é lic e . C a s tig o de P a n ta cle s

99

Cuando una casa está a punto de derrumbarse, los ratones y también las com adrej as h ija de Zeus. Y Atosa, m u jer de Daefectos, como r '0^ ^ue ten er criadas 36 del guerras

Á tica, fue causante de la gu erra entre

persas y helenos. Y la larga gu erra en tre los griego s fue m otiva d a p o r la declara ción redactada contra los megarenses 37. Una langosta en cen dió la gu erra entre el p u eblo de M agn esia 3a y de É feso. Una palom a, la gu e­ rra en tre Caonia 39 e Iliria . Se dice que los tebanos de E g ip to lucharon contra los rom anos p o r culpa de un p erro.

m.

R e fie re una h istoria que Pitócares, 28 e l flau tista, rechazó el ataque de unos

Vevencidos *

lobos in terp retan d o con su flau ta una pieza arm on iosa y noble. Un en jam bre de m oscas expu lsó a los de M égara; unas avispas, al pu eblo de Faselis ‘"’, y unas escolop en ­ dras, a los habitantes de R e le o Λ1. D icen que las ovejas del P on to no 29 Ovejas del Pomîo tienen vesícu la b ilia r, m ientras que las y de Naxos de la isla de N axos tienen dos.

34

Cf. H e r ó d o t o , III 134.

37

U na de las causas de la g u erra del Peloponeso es el tratado que

Pericles hizo firm a r a M é g a ra en 432 a. C., p o r el que la ciudad se com p rom etía a no c o m e rciar con o tras ciud ad es del Egeo. 38

M agn esia, a o rilla s del M ean dro, rival de Éfeso, fue destruida

p o r los efesios a m ediados del s. .vu a. C. 39

C iu d a d de Ep iro. N o hay referencias a ésta y a las anteriores

causas p ereg rin as de guerra. 40

C iud ad en la costa éste de Licia,

41

C iu d a d al N E . de T ro y a en ei Helesponto.

1 04

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

E l ab eja ru co p arece ser m ás obseΦ ^ 050 que las cigüeñas, pues no aguar­ da a que sus padres sean viejos para alim entarlos, sino que lo hacen en cuan­ to tienen sus rém iges form adas. E l abejaruco

H e aquí otra buena Condición de los anim ales. Los dioses se cuidan de ellos, Λ , . . . . no m iran con desprecio m los tienen en poca consideración. Porqu e si es ver­ dad que carecen de raciocin io, c ierta ­ m en te no están fa ltos de com pren sión y de con ocim ien ­ to p rop o rcion a d os a su naturaleza. A sí pues, m e r e fe r i­ ré al a m or que los dioses les profesan. N o ex tra eré m u­ chos ejem plos de la muchedum bre de ellos, sino que unos cuantos serán suficientes. U n o fic ia l de caballería, de n om bre Leneo, tenía un ca b a llo de buena estampa, velo císim o en la ca rrera y de sangre ardiente. E ra excelen te en dem ostrar* en las com peticion es, el a d iestram ien to recib id o ; era capaz dé re sistir en la guerra, excelen te en la persecu ción , cuan­ do la ocasión se presentaba, y en la retirada, cuando ésta era obligada. P o r todo lo cual el ca b a llo era estim a­ da posesión, y el am o era con sid era d o d ich osísim o p or sus cam aradas de la m ism a profesión . Pues bien, este caballo, dechado de virtu d es equinas, q u ed ó p riva d o de la vista en el o jo derech o p o r haber re cib id o un go lp e en él. V ien d o, entonces, L en eo que toda su esperanza estaba anclada en la con d ición de su n oble bru to (el escudo ecu estre cu b ría el o jo izqu ierdo, ú nico con el que veía), se d ir ig ió al tem p lo de S érapis lleva n d o un en ferm o de una clase com pletam en te inu­ sual, el caballo, y L en eo su plicó al dios, co m o si lo hi­ ciera p o r un herm an o o hijo, p o r a m or del ca b a llo que se apiadase del suplicante, ten iend o en cuenta que ja ­ más h izo nada m alo. P orq u e hay h om bres — decía — que , , Serapis devuelve la vista a un caballo

L IBR O X I

105

son causantes de sus prop ia s desgracias p o r co m eter actos im píos o p o r pron u nciar b la sfe m ia s.«¿P e ro qué sa­ c r ile g io — d ecía — o qué asesinato ha co m etid o este ca­ ballo, o cóm o ha b la sfem a d o y p o r q u é?» Y ponía al dios p o r testigo de que jam ás había h echo daño a nadie, y p o r este m o tivo suplicaba al dios que librase a su con ­ m ilitón y a m igo de la ceguera. Y el dios, siendo tan grande com o es, no descuidó n i rehusó cu ra r al anim al irra cio n a l y mudo, y en con ­ secuencia se a piadó d el en ferm o y de su in tercesor, y le p rescrib ió una cura que consistía en abstenerse de hum edecer el o jo y, en cam bio, ca len tarlo con baños de va p o r al m ed iod ía en el recin to del tem plo. H izo esto, y el o jo del ca b a llo sanó. Len eo presen tó ofren das en acción de gracias, y do­ nes p o r la recu p era ción de la salud. E l caballo hacía cabriolas, y relinchaba, y parecía más corpu len to y h er­ m oso; se m ostraba a legre y, c o rrien d o al altar, piafaba o rgu llo sa m en te y, adem ás, revolcán dose delan te de las gradas, se le veía dando gracias, de la m ejor m anera que podía, al dios sanador. Un la b ra d o r cavaba una zanja en su viñ a p ara p la n ta r excelentes y selectos j sarm ientos;’ Jy disparó su azadón contra vengado ^ un sagrado áspid que se ocultaba bajo el suelo y que, en m anera alguna, era en em igo del hom bre* y, sin darse cuenta, p a rtió al rep­ til p o r la m itad. Y estando rom p ien d o el terreno, vio el rabo en vu elto en la arena, m ientras que la porción separada, del vien tre al cu ello, estaba aún a rrastrá n d o­ se y cu b ierta de sangre p o r el corte. E l h om bre se ho­ rrorizó, p erd ió el ju ic io y se pu so en estado de verdadéra locura, de locu ra in descriptible. D u ran te el día no era dueño de sí m ism o ni de su razón y, p o r añadidura, durante la noche, se vo lvía fre-

106

H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

nético, se levantaba del lech o d icien d o que el áspid le persegu ía y, com o si estu viera a punto de ser m ord ido, gritab a de la m anera m ás h o rrib le y so licita b a ayuda, y adem ás decía que veía la fig u ra de la serpien te que había m atado gruñendo co lérica y am enazante, y a v e ­ ces a firm aba que había sido m o rd id o y era evid en te p or los gritos que daba que sentía dolor. Cuando ya la en­ ferm ed a d estuvo en estado avanzado, sus parientes lle ­ va ron al h om bre com o suplicante al tem p lo de S érapis y pedían al dios que alejase y elim in ase el fan tasm a del susodicho áspid. Pues bien, el dios se a piadó d el va ró n y le curó; pero yo he dicho ya cóm o el áspid no tu vo que esp era r a ser vengado, y con una venganza, en e fe c­ to, suficiente.

, Un pavo real sagrado

El rey de E g ip to recib ió com o presente un pavo de la In d ia de grandísi,

m o tam año y m uy herm oso, que creyó in dign o c ria r ju n tam en te con los o tros anim ales dom ésticos para o rn a to de la casa o para com er, sino que lo en com en dó a i tem p lo de Zeus, p ro te c to r de la ciudad, porqu e crey ó que la susodicha ave era una o fren d a digna del dios. Un jo ven disolu to y m uy ric o ard ía en deseos de cap­ tu ra rlo y darse un banquete, porqu e de o rd in a rio se en­ tregaba al gusto de la com ida con cu a lq u ier p retex to y, a causa de su exagerad a glo ton ería y depravación, consideraba la d iversid a d de com ida, así com o lo adqu i­ rid o con p e lig ro y lo com prado a costa de m uchas fa ti­ gas, un a licien te más d el placer. O freció , pues a uno de los servidores del dios cop ioso soborn o p o r su sacri­ le g io y p ro m etió darle aún más. Y él, en golosin ado por uña vana esperanza, se d ir ig ió donde sabía qu e el ave tenía su albergu e e in tentó captu rarla para llevá rsela al jo ven rico.

LIBR O X I

107

M as no v io al pavo, sino que, en su lugar, v io a un enorm e áspid erecto e irrita d o contra él. A l p rin cip io se llen ó de tem o r y retroced ió , p ero al in sistir el disolu ­ to y an im arle a ello, el sirvien te se d ir ig ió al pavo; mas éste escapó de su alcance y, eleván dose en vu elo lig e ro p o r los aires, no se posó en ninguno de los árboles sa­ grados ni en ningún o tro lu gar elevad o o encum brado, sino en el cen tro del tem plo, y los m iraba im p ávido co­ m o q u erién doles dem ostrar que estaba p o r encim a de sus asechanzas y que serían incapaces de captu rarlo. A sí pues, co m o no consegu ía nada, el jo ven disolu to reclam aba a su có m p lice el d in ero que le había en trega ­ do. E l segundo n o se lo d ev o lvía d icien d o que él había cu m p lido su com etido, p ero que había sido incapaz de a rreb a ta r a los dioses lo que les pertenecía. Com o es natural, se suscitó p o r esto una disputa acom pañada de grito s que escuchaba m ucha gente. Después llegó el sa­ cerd o te p rin cip al y pregu n tó la causa de tal disputa en el tem plo, y los in dividu os se acusaban m utuam ente. Y el rico, u ltra ja d o con amenazas, blasfem ias y vitu p erios se a lejó y, después de tragarse el hueso de o tra ave, sin­ tió d olores y m u rió lastim osam ente, y el go b ern a d o r de la ciu dad ca stigó al m alvado sirvien te com o reo de sa­ crilegio . Mas el ave no la v o lv ió a v e r nadie ni viva ni m uerta. P e ro hay úna h istoria que cuenta que, después de v iv ir cien años desapareció.

Sérapis salva a una persona enamorada

La presente h istoria se parece y con­ cu erda con la an terior. Un hom bre, 11a, „ , m ado Giso.’ que era m uy d evoto de be_ M

rapis, fue o b jeto de una asechanza p o r p arte de una m u jer de l a q u e había es­ tado en am orado y que después lle g ó a ser su esposa. E ste h om bre co m ió unos huevos de s e r p ie n te 42, sin tió 42

A lgún p arec id o con este « m i l a g r o » tiene el siguiente, o p erado

en E p id au ro : «U n h om bre de Torone; san guijuelas. Éste tuvo un sueño

108

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

d o lores y m a lesta r y estaba para m orir. P e ro él su plica­ ba al dios, y éste le orden ó co m p ra r una m urena viva y m eter la m ano en el recipien te. Ciso obedeció, m etió la mano y el pez se agarró fuertem en te a ella, pero, cuan­ do la retiró, desap areció tam bién la en ferm ed a d del jo ­ ven. Que lleg ó a ser esta m urena co la b ora d ora del dios en una curación, lleg ó a m is oídos. 35

E ste m ism o dios, en tiem pos de NeCuras por intercesión de Sérapis

rón, curó a Criserm o, que vom itaba sangre y com en zaba ya a esta r aném ico, hacién d ole b eb er sangre de toro. Y yo

d ig o que estos anim ales son hasta tal gra d o qu eridos de los dioses, que son cu rados p o r ellos y, cuando los dioses quieren, salvan ellos a otros.

m ientras dorm ía. Le p areció que el dios lé a b ría el pecho con un cuchi­ llo p ara sacarle las san guiju elas que luego le pon ía en las manos. A la m añana siguiente salió con los bichos en las m anos y qu ed ó sano. Su m a drastra las h abía echado en una vasija... y, al beber, se las tra­ g ó » (cf. H e r z o g , «D ie W u n derh eilu n gen von E p id a u ro s »,

Philol.,

Sup­

plem entband X X II, H e ft III [Leipzig, 1931], 15). H e aquí las sem ejanzas entre los dos «m ila g ro s ». Am bo s intentos de asesinato se atribuyen a dos m ujeres alle ga d as a los enferm os: en el c aso de E p id a u ro , a la m adrastra; en el de Eliano, a la esposa. En a m bos el vehículo transm i­ sor es el agua: en el p rim e r caso, contam inada de san guijuelas; en el segundo, de huevos de serpiente. E n am bos los favo recid os son devo­ tos de la divinidad, o p o r lo menos, acuden devotam ente a ella: uno, a Sérapis; el otro, a Asclepio. A sclepio interviene durante la

incubatio

qu irúrgicam en te; Sérapis, durante la vigilia, y a través de una m urena, pez venenoso, que lejos de o fen d er al enferm o, recibe la en ferm ed ad de éste p o r el conocido fenóm eno de la «tra n sfe re n c ia ». Elian o, hom ­ b re piado so com o todo estoico, d a al episodio categoría de «m ila g r o ». N o aparece esta p a la b ra en el relato, p ero ia frase final: «lle g ó a ser esta m uren a c o la b o ra d o ra del dios en una c u ra ció n », viene a a fir m a r la creencia de Eliano, com o de toda la filoso fía estoica, de que la divi­ nidad interviene en el acontecer hum ano a través de todo lo creado: anim ales, plantas, seres inertes y h om bres. E l

íama

de E p id a u ro hace

el núm. 13 del lib ro de H erzog. Su traducción, com o qu ed a dicho, a p a ­ rece en la pág. 15, y el e ru d ito com entario en la 82.

LIB R O XI

109

E ste m ism o dios h izo co m er carn e de asno al creten ­ se Básilis, que co n trajo una en ferm ed a d consuntiva, pa­ ra cu ra rle de este gra ve mal. Y el resu ltado estuvo en consonancia con el n om bre d el anim al (ónos), porqu e el dios d ijo que este tra ta m ien to y cu ración sería p ro ve­ choso (on esíp h oron ) para él. S obre esto hem os dich o bastante. H e aquí estas p ecu liaridades de los 36 anim ales. Se cree que las yeguas son El caballo muy aptas para a rrastra r carros. M e he en tera d o de que los expertos en trac­ ción de carros dicen que los caballos gustan de bañarse y de ser ungidos. Y Sim ónides, en sus yam bos 4í, dice que los caballos son ungidos tam ­ bién con perfu m e. Y los persas, después de la batalla lib rad a p o r C iro en L idia, h icieron c o n v iv ir a los cam e­ llos con los caballos para a le ja r de éstos el m iedo que sienten hacia los p rim eros. Los peces que no tienen escam as se 37 llam an «c a rtila g in o s o s ». Tales son: la

Particularidades , , . . anatómicas de m u rena, e l con grio, el torpedo, la pasdiversos animales tinaca, la raya cornuda, el tiburón * * * * * *D e lfín ballena foca. Éstos son los

únicos anim ales m arinos vivíp aros. M olu scos son los que carecen de huesos, com o, p o r ejem plo, el pulpo, la sepia, calam ar, aném ona de mar. Éstos carecen tam bién de sangre y de intestinos. Crustáceos son las langostas, gambas, cangrejos, can­ grejo s com estibles. T o d o s éstos cam bian la camisa. Testáceos son las ostras, el busano, el buccino, las caracolas o tritones, los erizo s de m ar y los ástacos. A n im ales de dientes agudos son los lobos, el perro, el león, el leopardo; éstos, com o sabéis, son ca rn ívoros. 43

Fr.

7, 57 D i e h l.

110

H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S

E l hom bre, el caballo, el asno tienen in cisivos en am bas mandíbulas; tienen también grasa. Anim ales con los dien­ tes al m ism o n ivel en ambas m andíbulas son el buey, la oveja y la cabra. A nim ales con dientes prom inen tes son el ja b a lí y el tcpo. Y o sostengo qu e el elefan te tiene cuernos, no dientes. Insectos son la avispa y la abeja. Se dice que no tie­ nen pulmones. A n fib ios son el hipopótam o, la nutria, el ca sto r y el cocod rilo. A nim ales escam osos son el lagarto, la salam andra, la tortuga, el co co d rilo , la serpiente. É stos se despojan de la piel, m enos el c o c o d rilo y la tortuga. S olíp ed os son el caballo y el asno. El buey, el cu er­ vo, la cabra, la oveja y el g o rrin o tienen la pezuña hen­ dida. Los h om bres y los perros son criatu ras con dedos en lös pies. E l cisne y el pato son anim ales con m em ­ branas in te rd ig ita les y uñas planas. L os gavilan es y las águilas son aves con garras corvas. En o tro lu gar he m encion ado las ca ra cterística s de los otros anim ales. 38

P a rece que la oca egip cia es ave que am a a su p ro le y se co m p o rta com o las Lay°la perdiz**

P e rdices: la p erd iz se arrastra delante de lös p o llu elos e infu nde en su p erse­ gu id o r la esperanza de captu rarla; en­ tretan to, los pollu elos escapan, y cuando están a alguna distancia, alza el vu elo y se aleja. 39

Dicen los egip cio s que el gavilán, m ientras vive y con serva su actividad, , , . es ave am ada de los dioses, y que, una v ez m uerto, p ro fe tiz a y envía sueños, ya que se ve despojado del cu erpo y co n v ertid o en esp íritu in corpóreo. Y dicen los egip cio s que un gavilán con tres patas a p a reció una vez en tre . E l gavilán

LIBR O XI

111

ellos, y a los creyen tes les p arece la n arración digna de crédito. Las perdices de P a fla go n ia tienen 40 dos corazones, com o dice T e o fra s to 44. e lZ ^ ln im á l

Y T eo p o m p o dice que las liebres de B i­ saltia tienen hígados. D ice Apión, si es que no desvaría, que en algunos lu ga­ res los ciervos tienen cu atro riñones. E l m ism o esc rito r d ice que, en tiem pos de A to tis 4S, h ijo de M enis, apare­ c ió una gru lla b icé fa la y que la prosp erid a d reinó en E gipto; y que en tiem pos de o tro rey, apa reció un ave con cu atro cabezas y el N ilo se desbordó com o nunca, hubo abundancia de fru tos y hubo a d m ira b le cosecha de cereales. N ic o c re o n te de C h ipre tuvo una cierva con cu atro cu ernos y la o fren d ó al tem p lo de D elfos ponien­ do deb ajo esta in scripción : Oh h ijo de L e to, p od eroso arquero, p o r designio tuyo N ic o c re o n te ca p tu ró esta cierva de cu a tro cuernos. P o r añadidura, hubo en el tem p lo de Zeus, p ro tecto r de la ciudad, ovejas de cu atro y de tres cuernos. Y o he visto tam bién un buey sagrado de cin co pies que era una o fren d a a este dios en la gran ciu dad de A lejan d ría, en el fa m oso bosque del dios, en donde los perséas plan­ tados a pequeñas distancias o frec en am enísim a som bra y frescor. Y había a llí tam bién un n o villo de c o lo r céreo y tenía adh erid o a la p a letilla un pie su perflu o que no necesitaba para andar, aunque su constitu ción era perfecta. T o d o esto está en co m p leto desacuerdo con la N a tu ­ raleza, pero yo me lim ito a d ec ir lo que he visto y oído. 44

Fr.

45

Fue e! segundo rey de la p rim era dinastía y vivió hacia el 3140

182.

a. C. C on struyó el palacio de M enfis.

L I B R O XII

S IN O P S IS

1.

Peces sagrad os de M ira .

2.

Feces sa g rad o s de H ieráp olis.

3.

C arn e ro m onstruoso.

4.

D iversas clases de gavilanes.

5.

L a m arta y Alcm ena. L os ratones venenosos de la T róade.

6.

L os delfines no aban d on an a sus m uertos.

7.

EÏ león de Egipto. L a esfinge. El león de N em ea.

8.

L a p o lilla de la cera.

9.

El zarnpullín.

10.

D os refran es so b re el ratón y la tórtola. C aracterísticas de los

11.

E l toro sa g rad o O nufis.

ratones. 12.

EÎ delfín.

13.

El pez globo.

14.

E l siluro.

15.

L a rana y la c u le b ra de agua. El cocod rilo y el

16.

T estim onio de D em ócrito so bre la

17.

Efectos del clim a sobre el feto, según D em ócrito.

les. El asno libio

y

las yeguas.

18.

O rigen y natu raleza de los cuernos del ciervo.

19.

Los cuernos de los bueyes, según D em ócrito.

20.

H a b la D em ócrito de los toros sin

21.

U n águ ila salva al niño G ílgam o.

22.

P e rro s cretenses atacados de rabia.

23.

Leones dom esticados en Elim ea.

24.

E l pez «p a lm e ra de a g u a ».

chárax

25.

El chicharro, ei

26.

El puercoespín libio.

y el pez erizo.

27.

El «m o n o » del M a r Rojo.

28.

Aves y peces que cam bian de color.

29.

L os siluros.

pluvial.

fecun didad de ciertos a n im

cuernos.

116

H ISTO RIA D E LO S A N IM A L E S

30.

Peces m ansos de diversos territorios.

3$.

L os hijos de A risto d em o y el o rác u lo de D elfos.

32.

L as serpientes de la India.

33.

Los gansos del C ap itolio ahuyentan a los celtas.

34.

Diversas costum bres de los hom bres relacionadas con los animales.

35.

Los p erros de Jantipo.

36.

L as aguas del río C ratis.

37.

An im ales enam oradizos.

38.

U n a cerd a alada.

ophiogenéis.

39.

L os

40.

H o n o re s tribu tado s a anim ales.

41.

T ortu g as y c ocod rilos del G anges.

42.

El e scaro y el salmonete,

43.

D iversas artes de pesca.

44.

L a m úsica y el elefante. L a yegua lib ia sensible a la m úsica.

45.

Los delfin es salvan a Arión.

46.

L a m úsica com o m edio de c azar anim ales.

47.

El pez

anthías.

H a y una bahía en M ira de L icia que tien e una fuente, y hay a llí un tem p lo 05 consagrado a A polo. E l sacerdote de es­ te dios d istribu ye la carne de las vacas que le sacrifican, y acuden en tro p el lös « o r fo s » 1 y com en la carne co m o com ensales in vi­ tados a un banquete. Los o feren tes se alegran y con si­ deran un buen a u gu rio para ellos el banquete de los „

.

peces y dicen que el dios les es p ro p ic io porqu e los pe­ ces se sacian con su carne. P ero si con sus colas a rrojan la carne a tierra, com o desprecián dola y con siderán do­ la corru pta, creen que esto sign ifica la có lera del dios. Los peces recon ocen la voz del sacerdote y se co m p la ­ cen en o b ed ecer a aqu ellos p o r los cuales son llam ados; mas si hacen lo con trarió; les causan dolor.

1

Aunque ni Thom pson ni Scholfield, en su traducción de la Loeb,

se atreven a identificar este pez, nosotros creem os que se trata de un pez acantopterigio p arec id o al besugo, ya que en español existe la p a­ la b ra « o r f o » (la t .

órphus)

con esta significación. N o es denom inación

p o p u la r en el M ed iterrán eo , quizás sí en el C an tábrico. H ay una « f o r ­ m a orfio con i leo n e sa » (cf. co de la lengua castellana, trata del pagrus orphus.

J. C orom in as,

Diccionario crítico etimológi­

B e rn a-M a d rid , 1954, vol. III, pág. 571). Se

118

H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

En la antigua B a m b ic e z, llam ada H ie rá p o lis desde que S eleu co le puso Peces sagrados , ,, de Hierápolis e n om bre, *os peces son sagrados, na­ dan en com pañ ías y tienen sus jefes, que son los p rim ero s en c o m e r el a li­ m ento que se les echa. M ás que los otros peces m antie­ nen entre sí relacion es co rd ia les y viven en paz, bien porqu e la diosa 3 les in spira la co n c ord ia o porqu e, sa­ ciados con el alim en to que se les echa, se abstienen de d evorarse unos a otros y ni siqu iera conocen esta p rác­ tica.

arnero monstruoso

D icen los egipcios, pero no m e con­ vencen en absoluto, dicen que, en tiempos de aquel celeb ra d o B óccorís, n ació "n

un carn ero con ocho patas y dos rabos y que ro m p ió a hablar. D icen tam bién

que tenía dos cabezas y cu atro cuernos. T am b ién H o m ero o to rg ó habla al ca b a llo Janto \ p ero es a cre ed o r a nuestro perdón, p o rq u e era poeta. T a m p oco Alem án m erece ser censurado p o r im ita r a H o ­ m ero en estos asuntos, p orq u e la p rim era au dacia del poeta épico es su ficien te m o tivo para fu n dam en tar una licencia. ¿P ero cóm o es p osib le p resta r atención a estas exageracion es de los egip cio s? N o obstante, hem os ha­ b lado de las particu la rid ad es de este carn ero a pesar de con siderarlas fabulosas.

2

Seleuco N ic a to r

{ca.

358-280 a. C.) Ic dio el n om bre de H ie rá p o ­

lis en honor de la diosa Astarté. L a ciud ad está situada en la fron te ra este de S iria a u n os 20 km. del E u frates. 3

A la ga rte s ( -

4

II.

X IX 404.

Astarté).

L IB R O

Diversas clases de gavilanes

119

X II

H e aquí lo que sé tam bién de los ga ­ vilanes, p o r h ab erlo oído. Antes de que , _ T>1

,



.

el N l l ° m unde E gip to-y sus aguas ane­ guen los cam pos de cu ltivo, los g a vila ­ nes se desprenden de sus plum as v ie ­ jas, al igual que las ram as de los árboles de sus hojas secas, y les sale nuevo y h erm oso plum aje, com o a los árboles fo lla je. P a rece que hay diversas especies de ga­ vilanes, y A ristófa n es, al parecer, alude a ello, pues dice 5: pues hem os en viad o tres m il gavilanes, arqueros a caballo. Avanza cada u n o con corvas uñas, el cer­ nícalo, el halcón, el buitre, el g a vilán n o c t u r n o 6, e l águila. Se les distingue, y se Ies adju dica a m uchos dioses. El águ ila perdigu era, dicen, y el gavilán son servidores de Apolo; el b u itre y la pardela están consagrados a Atená. Se dice que el a zor es el fa v o rito de H erm es; el a gu i­ lucho, de H era, y el llam ado raton ero común, de A rte ­ mis. A la m adre de los dioses asignan el raton ero del d esierto y * * * unas aves a unos dioses y otras a otros. Hay, en efecto, muchas ciases de gavilanes. Los egipcios son el h a zm erreír de La marta y muchos, porqu e dan cu lto y d eifica n a Alcmena. Los varias clases de anim ales. Mas los teratones venenosos de la Tróade baños, a pesar de que son griegos, ado­ ran, según tengo entendido, a la m a r­ ta y dicen que fue n odriza de H eracles, o, si no fue no­ driza, sí que c o rr ió al lado de Alcm ena, que estaba con d olores de p a rto y rio pod ía da r a luz, y le desató las ligadu ras de su vien tre; así que H eracles quedó lib era ­ do y se puso a andar a gatas. 5 6

Av. 1179. Strix uralensis,

es decir, el c á ra b o u ralen se o del U ral.

HISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

Y los habitantes de H am áxito, en la Tróade, adoran al ratón y, p o r esto, según ellos, dan el n om bre de E s­ m in tio a A polo, al que tributan cu lto p orq u e tod avía los e o lio s y troyanos dan el n om b re de e s m in tio al ratón, co m o tam bién E sq u ilo en su S ís ifo cuando e s c r ib e 7: ¡Ay!, ¿qué e s m in tio de los cam pos es tan m on stru oso? Y , en el tem p lo de Esm inteo, ratones dom ésticos son alim en tados a expensas del e ra rio p ú b lico y, d eb ajo del altar, tienen sus m adrigu eras ratones blancos y, ju n to al tríp o d e de A polo, está un ratón. Y sobre este cu lto yo he o íd o la sigu iente fan tástica h istoria. M uchas m iríadas de ratones acu dieron y c o r­ taron, antes de que m adurasen, las m ieses de los eo lios y troyanos, arruinando la cosecha de los labradores. Con­ secuentem ente, el dios de D elfos dijo, cuando fu eron a consultarlo, que debían s a c rific a r a A p o lo Esm inteo. E llos ob ed eciero n y se vieron lib res de la asechanza de los ratones y su m ies alcanzó la cosecha acostum brada. Y añaden la siguiente historia. Unos cretenses fu e­ ron en viados a fu n d a r una colon ia a causa de una ca la ­ m idad que se ab a tió sobre ellos, y su plicaron a A p o lo P itio que les m ostrase un tugar adecu ado y ven ta joso para la fundación. H e aquí la respuesta del orácu lo: que en el lu gar en que los nacidos de la tierra guerrean entre sí, a llí debían asentarse y leva n tar una ciudad. En con­ secuencia, llegaron a este lu gar de H a m á x ito y acam pa­ ron con intención de descansar. Y una indecible m ultitud de ratones se d eslizó a h u rtad illas sobre ellos. R o yeron las correas de los escudos y devoraron las cuerdas de los arcos. Los cretenses com prendieron que aquellas cria ­ turas eran «lo s nacidos de la tie rr a ». Y, adem ás, ca re­ cien d o de arm as defensivas, se asustaron y e d ifica ro n

7

Fr. 227 Nauck.

LIB R O X ÍI

121

en aquel lu ga r un tem p lo en h on or de Esm inteo. Así pues, el recu erd o de los ratones nos ha lleva d o a a b o r­ da r un tem a de teología. Con todo, no hem os sido in fe­ rio res a ellos al p resta r atención a h istorias com o estas. P a rece que los delfin es se acuerdan Los delfines no abandonan a sus muertos

incluso de sus m uertos y, en m anera algUna, abandonan a los com pañeros que p a rtiero n de esta vida. En efecto, co ­ gen al com pañ ero m u erto por deba­

j o y lo tran sportan a tierra, con fian d o en que ios h om ­ bres lo en terrarán, y A ristó teles lo a te s tig u a 8; otra m u ltitu d de delfin es le siguen com o si qu isieran re n d ir­ le honores o com o p ro teg ien d o al m u erto por tem o r de que llegu e otro pez m on stru oso y, robán dolo, lo devore. T o d o s los h om bres ju stos am antes de la música entierran a los delfin es m uertos, porqu e sienten respeto p o r el a m or de estos anim ales a la música. P ero dicen que los que no se preocupan ni poco ni m ucho de las G racias ni de las Musas, tam poco les im portan nada los delfines. ¡Perdonad, qu eridos delfines, el espíritu m a zo­ rra l de los hom bres, pu esto que incluso los atenienses a rro ja ro n y dejaron in sepu lto al virtu oso Foción y, y O lim p ia, aunque era m adre del h ijo de Zeus l0, com o ella a firm a b a con o rgu llo y com o él aseguraba, quedó insepulta; y los egipcios, después de m atar al rom ano Pom peyo, de sobren om bre el G rande, que había lleva ­ do a cabo tan grandes em presas, gan ado muy ilustres victorias, paseado en triu n fo tres veces, salvado al padre “ de su asesino rep on ién d o lo en el trono de 8

Hist. Animal.

9

Foción, gen eral y estadista ateniense del s. iv a. C., p artid ario

631 a l 8.

de firm a r la paz con F ilip o de M acedonia. A cu sad o de traición fue c on ­ d en ado a m uerte en el año 318 a. C. 10

A le jan d ro M agno.

11

Ptolom eo X II, «A u le te s», encontró re fu gio en R om a cuando hu­

yo de sus súbditos. E n R om a fue a co gid o benignam ente p o r Pom peyo,

122

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

E gipto, lo dejaron tirado, am putada la cabeza, cerca del mar, al igu al que los h om bres os dejan a vo sotros m u­ chas veces! P orq u e este vo ra císim o anim al, el hom bre, no se p riva ni siqu iera de vo sotros y no sabe que su conducta es odiosa a las Musas, hijas de Zeus.

.

En E gipto adoran a los leones, y hay una ciu dad 12 que lleva el n om bre de

E La°¿sfirigegÍE ¡ 0 este anim al· M erece la pena alu dir a las león de Nemea peculiaridades de los leones de allí. T ie ­ nen tem plos y m u ch ísim o terren o para desenvolverse. Cada día se les sirve carne de buey, qué aparece dispersa aquí y a llí desprovista de huesos y ten­ dones, y los leones com en m ientras oyen cánticos en len­ gua egipcia. Y el ten or del canto es éste: « N o h echicéis a ninguno de los esp ecta d ores». E ste canto p arece ser, co m o si dijéram os, una especie de sucedáneo de los am uletos. E n tre los egip cio s m uchos leones son d eifica d os y tienen habitáculos, en frentados recíprocam en te, d e s ti- . nados a ellos. Las ventanas de unos m iran a O rienté, las de o tros a O ccidente. Y les o frec en una vid a más placentera. P o r razones de salud tienen gim nasios y, cer­ ca de éstos, palestras, y su a d versa rio es un n o v illo bien nutrido. Y si, después de ejercita rse fren te al n ovilllo, el león lo d errib a (tarda en h acerlo porqu e es p erezoso y no tiene ex p erien cia en la caza)» com e hasta hartarse y se retira a su establo. El león es un anim al m uy fogoso: he aquí el m o tivo p o r el cual los egipcios lo relacion an con H efesto. Mas, según dicen, le desagrada y rehuye el fu ego exterior, porqu e le abrasa el in terior. Y com o es de natu raleza que le ayudó a re c u p e ra r el trono en 55 a. C. Su h ijo Ptolom eo X III le sucedió en el año 51, y, p o r decisión de su consejo, Pom peyo fue asesin ad o al d esem ba rc ar en Egipto. 12

Leontópolis, en el D elta de Egipto.

LIBRO X II

123

m uy ígnea, dicen que el L eó n 13 es la m orada del Sol. Y cuando el Sol está en su m a y o r gra d o de ca lo r y en el ápice del verano, dicen que se aproxim a el León. M ás aún, los que habitan la gran H e lio p o lis a lim en ­ tan en los p rop ileos del dios a estos leones, partícip es, com o dicen los egipcios, de la con d ición de dioses. A d e­ más se aparecen en sueños a aqu ellos a quienes los d io ­ ses m iran favorablem ente y form ulan profecías, y a aque­ llos qué han perju ra d o los castigan, no tardíam ente sino in m ediatam en te, porqu e el dios les in spira su justa in ­ dignación. Y E m pédocles 14 dice que la m ejor tran sform ación del hom bre, si su destino es tran sform arse en anim al, es la de co n vertirse en león, y, si es tran sform arse en planta, co n vertirse en laurel. H e aquí las palabras tex­ tuales de E m pédocles: De entre las fieras, se co n v ie rte n en leones que habitan en las m ontañas y d u erm en sobre la tierra, y de entre los árboles de esplénd id o follaje, en laureles.

;

P e ro si, com o es obligado, tom am os en con sideración la sabidu ría de los egipcios que atribu yen estas m an i­ festacion es á la N atu raleza, vernos que asignan las p a r­ tes delan teras del anim al al fu ego y las p o steriores al agua. Y los artistas egipcios, al escu lp ir la esfinge, y las hinchadas leyendas de Tebas, al describirla, inten­ tan rep resen ta rla dotada de doble naturaleza, tratando de in sp ira r respeto con su d o b le form a, m ediante la fu ­ sión del cu erpo de una doncella con el de un león. E sto es lo qu e insinúa E u ríp ides cuando dice ls: y en cogien d o su cola bajo sus pies de león, se sentó. !3

E l signo L eo en el Zodíaco.

14

Fr. Fr.

15

127 D i e l s . 540 N a u c k .

124

H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S

Y dicen, adem ás, que el león de N em ea cayó de la luna. En efecto, tam bién E pim én ides d i c e '6: ... p o rq u e ta m b ién yo p ro v e n g o de la luna de hermosas trenzas, la cual en m ed io de terribles c o n ­ m o cion e s se lib e ró del fie ro león de N em ea y le tra­ jo p o r orden de la augusta Hera. T o d o esto lo adscrib im os a la esfera del m ito; mas las ca ra cterística s de los leones las hem os tratado su fi­ cien tem en te más arrib a y en el m om en to presen te tam ­ bién.

, La polilla de la cera

L a p o lilla de la cera 17 es un insecto que se com place en el b r illo del fue,

,

.

,

,,

S ° Y vuela hacia las lam paras que a r­ den con toda intensidad, p ero cae en ellas deb ido a su ím petu y en seguida m u ere,abrasada. R ecu erda esto el poeta trá g ic o E sq u ilo cuando dice T e m o grandem ente el lo c o destino de la p o lilla . El zam pu llín ch ico 19 es una criatu ­ ra alada, débil en su parte trasera, y, E l zampullín .. . , p o r esto, dicen que es incapaz de cons­ tru ir su n ido de p ro p ia in icia tiva y por sí rfiismo, sino que pone los huevos en los nidos de otros pájaros. De aquí que llam en tam bién " 16 17

Fr.

2 D íf.is .

E s la

Galleria ce reana,

p irá lid o que ataca a las colm en as y de

la que se h abló tam bién en I 58, En g riego el n om bre m ism o de la

pyraústes, parece a lu d ir a su final: «a b ra s a d a p o r Fr. 288 N au ck . 19 E s el Podiceps ruficollis, so m orm u jo de 28 cm. de cuenta E lian o es un ejem p lo de parasitismo de cría, p orq u e p olilla,

el fu eg o ».

n

largo. L o que la h em b ra

pone sus huevos en los nidos de otros p ája ro s p ara que los p ad res adoptivos crien a sus pollue los.

LIBR O X II

125

a los cam pesinos pobres, en los refran es del agro, «zam p u llin es». M u eve las plum as caudales com o el c é rilo de A rq u íloco. T a m b ién A ristófa n es hace m ención de este p á ja ro en el A nfia rao, cuando d i c e 20: \ Da a los lo m o s del v ie jo un con cien zu d o m eneo c o m o hace el za m p u llín y fo rm u la un p od eroso hechizo, y en su G é ra s 7t: r ítm ic o c a m in a r de za m p u llín de un com p a ñ e ro de ar[queada barriga, y A u tocrates en su Tim panistas n : c ó m o am ables m uchachas, hijas de Lidia, juegan m ov ie n d o ligeram ente sus pies, batiendo palm as en el te m p lo de Á rtem is, la bellísim a, de Éfeso, ahora d oblando sus pierna s hacia adelante y ahora hacia atrás c o m o el za m p u llín a l saltar.

, Cuando los ratones mueren de muerDos refranes sobre , , , . . , el ratón y la natural y no p or cu a lq u ier accidente tórtola. del destino, sus m iem bros se disuelven Características y poco a poco abandonan !a vida. De de los ratones aq U¡ el refrán que dice: «c o m o la m u er­ te de un ratón », que M en andro m enciona en su T a is 2*. Y se ha dicho tam bién: «m á s charlatán que una tó r­ to la ». Pues la tó rto la no sólo habla incesantem ente con el pico, sino que se dice que habla incesantem ente tam ­ bién con su parte trasera. Y el m ism o aut or m enciona

20 21 22 23

Fr. Fr. Fr. Fr.

29 K ock. A 140 K o c k . 1 K ock. 219 K o c k .

r q u íl o c o

,

Fr.

4 9 D ieh l.

126

HISTORIA DE LOS A N IM A L E S

también, este refrá n en su C o lla r 24. Y D em etrio, en su dram a S i c i l ia 25, recu erda que las tórtola s hablan has­ ta por el culo. Dicen que los ratones son m uy lu ju riosos y se aduce co m o testim on io a Cratino, que d ice en su Drapétides 26: Ea, desde un cla ro cielo, yo a n iq u ila ré c o n un rayo el lib ertin a je de este ratón J en ofon te. Y dice que el ratón hem bra es tod avía m ás rabiosam ente lu ju rioso. Y de nuevo se citan estos versos del C oro 21 de E picrates: E l m a ld ito alcahuete m e engañó to ta lm en te ju ra n ­ do p o r la M uchacha, p o r Á rtem is, p o r Perséfone, que la m ozu ela era una ternera, una virgen, una p o tr illa salvaje. Y no era más que un n id o de ratones. A l llam arla «to d o un nido de ratones», qu iso d ec ir que era lu ju riosa sobre toda ponderación. Y Filem ón 28 dice: Un ratón blanco, cu a n d o algu ien trata de * * * (m e da vergüenza p ro n u n c ia r la palabra) la m a ld ita m u je r a l p u n to lanza tal c h illid o que no puede e v ita r atraer la atención.

24

Fr. 416 Kock.

25

La com edia

Sicilia

400 a. C. 26

Fr. 53 K o c k .

27

Fr. 9 K o c k .

28

Fr.

126 K o c k .

debió de e sc rib irla D em etrio hacia el año

127

LIBR O X II

Los egip cio s adoran, asim ism o, a un l l . , to ro n egro al que llam an Onufis. Y el El toro sagrado , , , , , -, . , de Onufis n om bre d el lu gar en donde es criad o digánnoslo las n arraciones egipcias, p o r­ que es un n om bre d ifíc il. Su p elo crece de m an era co n traria al de los otros toros. H e aquí otra de sus pecu liaridades. E ste to ro es, según parece, de m a­ y o r tam año que otros toros, incluso más que los de Caonia 29, que los tesprotas y ep irota s llam an «e n g o rd a ­ d o s» y descien den de los bueyes de G erión 30. Y este tal O nufis se alim en ta de a lfa lfa . El d elfín es, al p arecer, el más velo z 12 El d Ifi

y el más saltarín de los peces, incluso m ás que todos los anim ales terrestres. En efecto, salta p o r encim a de la nave, com o dice A ristóteles 31, que trata de ex­ p lic a r la causa, que es la siguiente: retiene la respiración, com o hacen tam bién los buceadores, debajo del agua. P o r­ que, en efecto, éstos, reten ien do el a lien to den tro de su cuerpo, lo sueltan com o quien suelta una cuerda y dispa­ ran con el aire su cu erpo com o un p roy ectil. Y dice el fi­ ló so fo que la re sp ira ció n com p rim id a den tro los lanza y disp ara hacia arriba. El pez g lo b o 32 es un pez egipcio, 13 dign o de adm iración , pues sabe, según ,. ^ , dicen, cuando m engua la luna y cuan­ d o crece. P o r o tra parte, su h ígado c re ­ ce o dism inuye com o hace la diosa, que unas veces está bien alim en tada y otras más m archita. r i. E l pez globo

29

C o m arca rib e re ñ a del E piro.

30

M o n stru o de tres cabezas qüe vivía en la región de Cádiz. El

décim o tra b a jo de H eracles fue la cap tura de sus bueyes. 31

Hist. Animal.

32

Q uizás se trate del pez glo bo

631a22.

(Diodon hystrix)

o pez erizo. Se

infla erizan d o sus espinas. De aquí sus nom bres en español.

128

H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S

E l silu ro g rie g o se encuentra en el M ea n d ro y en el Lica, que son ríos de . 1 Î3 4 . - ' J T 7 Asia, y en el E strim o n de E uropa, y es sem ejante p o r su fo rm a al silu ro co­ mún. É ste es el pez m ás am ante de su prole. P o r ejem plo, cuando la h em bra ha term in a d o de desovar, se desentiende d el cu idado de sus hijos com o una m u jer que acaba de da r a luz; p e ro el m acho, im p o­ n iéndose com o una ob liga ció n la cu stodia de los h ijo s > se queda ju n to a ellos conju ran do cu a lq u ier am enaza y es capaz, com o dice A ristó teles 3í, de tragarse un an­ zuelo. , E l siluro

La rana aborrece y tem e grandemenL.aJ ana, y la te a la cu lebra de agua, e intenta, a su culebra de agua. El cocodrilo y v e z > a te rra r y asustar a aquella con su el pluvial fu e rte croar. < I l e a q u í> la m a licia d el c o c o d ri­ lo en su persecu ción del h om bre y de o tros anim ales. Cuando conoce el cam ino p o r el cual sabe qu e los h om ­ bres descienden al río para aguar o para a b re v a r la sed de un caballo o de un ca m ello o p ara em barcarse en un navio, inunda el cam in o con gran can tid ad de agua p o r la noche y, llen ando su boca de ella, la d erra m a una y otra vez sobre el cam ino p reten d ien d o h a cerlo resb a la d izo y fa c ilita rse de este m odo la captura. P o r ­ que, al deslizarse, hom bres o anim ales no pueden soste­ nerse en el descenso, sino que caen; m ientras tanto el c o c o d rilo salta, captu ra a su presa y la devora. T en go que relata r tod avía unos pocos hechos que ha­ cen refere n cia a los cocod rilos. E ste anim al no conge^ nia con todas las especies de ch orlitos (y hay muchas especies con nom bres arduos y m alsonantes, p o r lo cual los om ito). S ólo con el lla m a d o p lu via l m an tiene rela ­

33

Hist. Animal.

621b2.

Í2 9

LIB R O X II

ciones de com p a ñ ero y am igo. Pues este pájaro tiene la h ab ilid a d de ex tra erle las sanguijuelas sin h acerle daño 34.

Testimonio de Demócrito sobre la fecundidad de ciertos animales,

rro

D ice D em ócrito que el cerdo y el pes o n . anjm a jes p ro lífic o s, y la razón ,

i

,

que aduce es que las hem bras poseen m uchas m atrices y m uchos lugares re-

Eyl llT yeguas

cep to res del semen. A hora bien, la se­ m illa no los llen a todos en una sola eyaculación, sino que estos anim ales practican la cópu ­ la dos o tres veces, para que la continu idad de la em i­ sión llene los receptácu los del semen. Dice, asim ism o, que las m uías no tienen descenden­ cia porqu e no tien en una m a triz co m o los dem ás anim a­ les, sino que es de d ife ren te estru ctu ra e incapaz, en absoluto, de re c ib ir la sem illa. Pues la m uía no es he­ chura de la N atu raleza, sino un a rtific io doloso del in­ genio y de la audacia, digam os adulteradora, del hom bre. Y o m e im agino, dice T e ó c rito , que una yegua qu edó preñada al su frir p o r acaso violen cia de un asno, y que los hom bres fu eron sus discípu los en esta violen cia y que p ron to se acostu m braron a fa v o re c e r esta clase de descendencia. Y son especialm en te los asnos de Libia, quienes, p o r­ que son de gran alzada, cu bren a las yeguas que no tie­ nen crines porqu e han sido esquiladas. Porque, p rovista de la h erm osu ra qu e le presta su cabellera, no so p o rta ­ ría jam ás sem ejante com pañ ero. E sto es lo que dicen los que entienden en apaream ientos de caballos.

34

Es un e je m p lo d e co m e n s a lis n to c o m p r o b a d o .

130

H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S

D ice D em ó crito que el fe to se des, t . prende más fácilm ente en los países meEfectos del clima . , sobre el feto rid ion ales que en ios del N o rte. Y con según Demócrito razón, p orq u e ios cu erpos de las hem! bras em barazadas se relajan y d istien ­ den p o r e fe c to del vien to sur. Tan p ron to co m o el claus­ tro m aterno se a flo ja para qu edar abierto, el em b rión se calienta, y el c a lo r hace que se d eslice de un lado a o tro y se desprenda con m a yor fa cilid a d . P e ro si es­ carcha y sopla el vien to norte, el em brión se congela, no se m ueve fá cilm en te y no ex p erim en ta sacudidas co­ m o algo m o vid o p o r el oleaje, sino que, com o si estu vie­ se en una calm a lib re de olas, perm an ece firm e, está tenso y resiste hasta el tiem p o n atu ral del parto. P o r consiguiente, cuando hace frío, según el abderita, el fe ­ to perm an ece en su lugar, p ero en tiem p o cá lid o gene­ ralm ente es expulsado. El m ism o filó s o fo dice que la causa de que a los ciervo s les nazcan cuernos n a t J iïe z â i los es la siguiente. A segu ra que su estom acuernos del ciervo go es m uy calien te, y que las venas de to d o su cu erpo son sum am ente finas, y que el hueso que a lb erga el c e re b ro es m uy delgado, de naturaleza m em branosa y de estructüra suelta, y que las venas que van desde éî a la sum idad de la cabeza son m uy gruesas. Así pues, el a lim en to o, al menos, lo más p rovech oso de él, se rep a rte p o r todo el cu erpo rapidísim am en te. Y dice que la grasa de este a lim en to en­ vu elve su cu erpo exteriorm en te, m ientras que la p a rte consistente del alim en to asciende a la cabeza a través de las venas. De aquí que nazcan cu ernos p o r esta r re­ gados con abundantes jugos. Y flu ye n d o sin p a ra r los jugos, echan fu era los prim eros cuernos. Y la hum edad que b rota y sale del cu erpo se hace com pacta, porqu e el aire la con gela y qu eratiniza, p ero la que está en ce­

131

L IB R O X II

rrada dentro, aún es suave. La una se endurece a causa del frío exterior, la otra permanece suave a causa del calor interior. Así pues, el crecimiento añadido del nue­ vo cuerno expulsa, como cosa extraña, al viejo, porque lo que está dentro escuece y trata de em pujarlo hacia arriba, hinchándose y palpitando como si tuviera prisa por nacer y salir, ya que el jugo, cuando revienta y as­ ciende, no puede permanecer inmóvil, sino que también se solidifica y es impelido contra las partes anteriores. Y, en la mayoría de los casos, los cuernos caducos son em pujados hacia fuera por la fortaleza de lo que está dentro, aunque en algunos casos el animal, forzado por su propio ímpetu, se ha desprendido de cuernos que se le enredaron en las ramas y le impidieron correr veloz­ mente. Éstos luego se desprenden, pero la Naturaleza empuja hacia afuera los cuernos que están preparados para asomar.

¿

L o s cuernos de los bueyes,

A los bueyes castrados, dice Demócrito, les crecen los cuernos corvos, fi.

,

,

nos y la rëos; l ° s toros enteros los tiesegún Demócrito nen gruesos en el arranque, rectos y me­ nos largos. Y añade que éstos tienen la frente mucho más despejada que los primeros, por­ que, como hay muchas venas en esta parte, los huesos son más anchos. Y como el arranque de los cuernos es más grueso, ello hace que esta parte del animal sea más ancha. Pero dice que los bueyes castrados, en los que la circunferencia de la base de los cuernos es pequeña, tienen un testuz más angosto.

132

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

Los toros sin cuernos, no poseyen­ do la parte apanalada (así la llam a DeHabla Demócrito , , , . . Γ. , . , de tos toros mocrito y podría significar porosa) del sin cuernos testuz, ya que todo el hueso es sólido y no permite la afluencia de los jugos, se encuentran inermes y desprovistos de defensas. Y co­ mo las venas que están debajo de este hueso están des­ nutridas, resultan las más finas y débiles. Es preciso también que el pescuezo de los toros sin cuernos sea más seco, porque las venas que hay en él son también más finas. Por este motivo no son robustos. Ahora bien, todas las vacas arábigas que tienen buenos cuernos, los tienen, según dicen, gracias a que el abundante flujo de los jugos es el alimento que origina el magnífico sur­ gir de los cuernos; pero incluso estas vacas arábigas apa­ recen sin cuernos, cuando tienen el hueso que recibe el jugo demasiado sólido e incapaz de recibir los humo­ res. En resumen, este flujo es la causa del nacimiento de los cuernos. El flujo aparece en aquellos lugares, en los que las venas son más numerosas, gruesas y llenas de toda la humedad que puedan mantener.

Un águila salva al niño Gílgamó

El am or al hom bre es otra caracte­ rística de los animales. H e aquí un .

,

TT



,

n

i

ej emPlc>· Un aguila criaba un polluelo. Y voy a narrar toda la hist sirva de testimonio de la afirmación an­ terior. Reinando en Babilonia Sevécoro, los caldeos va­ ticinaron que el hijo nacido de la hija de aquél arreba­ taría el reino al abuelo. Aquél se asustó y (para decirlo en son de brom a) se convirtió en un Acrisio 3S respec­ to a la hija. La vigilaba con la m ayor obstinación. La 35

Acrisio, p ara c o n ju rar un oráculo parecido, m etió a su hija Dá-

nae en una torre de bronce. Pero qu ed ó fecun dad a p o r una lluvia de oro, enviada p o r Zeus. L u ego nació Perseo, que h abía de d a r m uerte involuntaria a Acrisio.

133

LIBR O X II

hija (la necesidad fue más sabia que el rey babilonio), que quedó em barazada de un hom bre oscuro, dio a luz clandestinamente. Pero, los guardianes, por miedo al rey, arrojaron al infante de la acrópolis, porque en ella fue donde la susodicha mujer fue metida en prisión. Pues bien, un águila, que vio con su vista penetrante la expulsión del hijo del vientre materno, antes de que cayera a tierra, voló junto a él, lo puso sobre su dorso, lo trasladó a un jardin y lo depositó allí con sumo cui­ dado. Cuando el cuidador del lugar vio al hermoso niño se prendó de él y lo alimentó. Se llam ó Gílgam o 36 y reinó sobre los babilonios. Si a alguien esto le parece cuento, lo admito, pero siempre que aduzca toda clase de pruebas en contra. Y o .he oído que Aquémenes, el persa, del que procede la aristocracia de los persas, fue criado por un águila.

Perros cretenses atacados de rabia

En Creta hay un templo consa­ grado a la llam ada Ártemis R o c e a 37. _

,

1

1

1

perros se vuelven locos de rabia. Cuando contraen esta enferme­ dad, se arrojan de cabeza al mar des­ de el promontorio.

36

E l héroe legen d ario del G ilg a m é s épico. H e aquí com o p a r a fra ­

sea esta historia de n uestro a u to r F r a y B a l t a s a r

de

V i t o r i a (o p . cit.,

1.a parte, págs. 117-8): «y E lian o refiere que G u illelm o (p o r G ílgam o) nació pron osticad o que h abía de ser rey, qu itand o el reino de B a b ilo ­ nia a su ab u elo Sevocoro (p o r Sevécoro) y no habiéndosele conocido p ad re le echaron, siendo niño, de una torre a baxo y un águila le reco­ gió so b re sus espaldas, y le puso sano y saivo en un huerto, cuyo due­ ño le crió y, después de gran de, vino a ser rey en P e rsia ». 37

R ocea viene de Roca, que es un núcleo de población al s u r de

M etim na en Creta.

134

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

En el territorio de Elim ea 38 hay un

23

templo a Anaitide 39 y hay en él leones domesticados en Elimea

domesticados que saludan, moviendo la cola, a los que acuden al templo. Y si los llamas cuando estás comiendo, ellos acuden como comensales invitados y, cogiendo cuanto les ofrezcas, se marchan modesta y modosamente. Dicen aue en el M a r Roio hav un pez

24

25

El chicharro del M a r Rojo tiene la misma longitud que el que se cría en E l c h ic h a rro , et nuestro mar. Franjas parecidas al oro « ch á ra x » y e l rodean su cuerpo desde las branquias p ez e riz o a la cola y una franja plateada lo parte en dos. Tiene abierta la boca y la m andíbula inferior sobresale de la superior. El pez llamado c h á r a x 40 es también criatura del mismo mar. Tiene aletas y las laterales son parecidas al oro, así como las dorsales. En la parte ventral tiene franjas purpúreas, pero la cola, según parece, es dora­ da, mientras que manchas purpúreas colorean bellamen­ te el centro de los ojos. El pez erizo 41 que se cría en el mismo m ar se pa­ rece al erizo de m ar y tiene largas y fuertes púas.

38

Form a parte de Susiana, en el extrem o norte del G o lfo Pérsico.

39

Se identifica a Anaítide, diosa babilon ia, p robablem en te, con

Atena, con A fro d ita y con Artem is. 40

Sin identificar.

41

Se parecen externamente, p ero son anatóm ica y fisiológicam en­

te distintos: el p rim e ro es un pez e sp in oso esférico, que se in fla erizan ­ do las espinas; el segundo (e c h în o s ) es un equin oderm o.

L IB R O

X II

135

El puercoespín libio sacude fuertes 26 pinchazos a todo el que se le acerca y E l p u e rc o e s p ín lib io

,

.

C1.

,

,

T



f.

inflige dolores acerbos. Según se di­ ce, incluso estando muertos, los pincha­

zos dé sus púas pueden ser peligrosos.

,



E l «m o n o » del M a r R o jo

Hay también en el M ar Rojo un «mo- 27 n o » 42, que no es un pez sino un ani,

..

,



,

mal cartilaginoso y no grande. Este mo­ no marino se parece, en el color, al mo­

no de tierra y su cara es como la de éste. Pero una especie de vaina protege el resto de su cuerpo, y esta protección se parece a la de uña tortuga y a la de un pez. Es también algo chato, como lo es el mono terrestre. El resto del cuerpo es aplastado a semejanza del torpedo, de manera que puede decirse que es como un pájaro con las alas desplegadas. De todos modos, cuando nada, parece un pájaro volando. Pero se diferencia del terrestre en lo siguiente: su Cuerpo está moteado y las partes planas del cogote son bermejas como las branquias. Tiene una boca ancha situada en el extremo de la cara, y en esto se parece también el pez, de una manera natural, al mono terrestre. El ruiseñor cam bia en el verano el 28 color de su plumaje y cam bia también A v e s y peces q u e c a m b ia n i e c o l o r

SU

M C a n t0 ' P U eS

n0

A C an ta

en

, m uchos

y

diversos tonos, sino de manera distinta a como lo hace en primavera. El mirlo canta en verano, pero en invierno emite un ruidoso y alborotado sonido y, cam biando su color como quien cambia de vestido, se hace, de negro que era, ligeramente

42

Creo que es inútil tratar de id en tifica r este mono m arino.

D 'A r c y T h o m ps o n (G lo s s a ry o f G re e k Fishes, Londres, 1974, s.v. p ith ê -

kos), cree que es «a fan ciful description o f M alth e».

136

H IS TO R IA D E LO S A N IM A L E S

pardo. El, zorzal en invierno aparece algo moteado, pero en verano luce un cuello abigarrado. Los siguientes peces cambián también su color: las ciclae, cossyphi, phycides 43 y los chanquetes 44. Los cha­ cales, como dice Aristóteles, en el verano están despro­ vistos de pelo, pero en el invierno son peludos. 29

En Bubas to de Egipto hay una charca que cría una gran m ultitud de siluL o s s ilu ro s -, , , Λ, t ros„ Son mansos y ios mas am ables de los peces. La gente Ies echa pedazos de pan; ellos pegan saltos rivalizando en conseguir mayor altura, y cogen el alimento que se les echa. Este pez se cría también en los ríos, como en Cidno en Cilicia; pero en ellos es pequeño. La causa es qüe el agua clara, limpia y, por añadidura, fría (como es la del Cidno) no ofrece al pez suficiente alimento, que pre­ fiere el agua turbia y cenagosa, porque con ella engor­ da. Pero el Píram o y el Saro crían especies más gran­ des. Éstos son también ríos de Cilicia. Deben de ser tam­ bién estos mismos peces los que se crían en el río Oron­ tes. Pero es el río Tolomeo 45 y el lago de Apam ea 46 los que los crían más grandes. ,

43

Los nom bres su brayad os designan diversas ciases de tordos m a­

rin os com o L a b rus m e rula, etc. 44

Es el gó b id o A phya m in u ta , en español «c h a n q u e te».

45

N o es río, sino un canal abierto en el s. xiv a. C., que u n ió el

M a r R ojo con el M a r M editerrán eo. Se cegó y volvio a a b rirs e sucesi­ vas veces hasta que, en el s. v m d . C., dejó de se r navegable. — E l silu ro es un pez de agua dulce parecido a la anguila, m alacopterigio abdom inal. 46

A pam ea e ra una c iu d ad en el valle del Orontes, en donde ha­

b ía un lago que, según el escoliasta de O p ia n o (Cyn. II 120), se llam a M elibea.

Í3 7

LIB R O X II

,

Peces m ansos de

Peces mansos, dóciles a la llamada y que aceptan complacidos alimento, se

diversos territorios

,

,

encuentran en muchos lugares, por ejemplo, en Epiro, en la c i u d a d * * * 47 llamada antiguamente Estefanópolis; en el templo de la Fortuna, en las cisternas que bordean la subida; también en H eloro de Sicilia, que fue antaño fortaleza siracusana, y en el templo de Zeus de Labran ­ tía48, en la fuente de agua cristalina. Tienen collares de oro y pendientes, también de oro. Dista el templo de Zeus de Labranda de la ciudad de M ilasa setenta estadios. La estatua lleva al costado una espada y es honrado el dios con la advocación de Cario y Estratio, porque los carios fueron los primeros en comerciar con la guerra y guerreaban por dinero, pusieron en los escudos correas y embutieron penachos en los yelmos, y recibieron este nom bre de Car, hijo de Creta y de Zeus. Zeus recibió el sobrenom bre de Labrandeo, porque envió sobre la tierra un formidable cha­ parrón (lábros). También en Quíos, en el llam ado «Puerto de los An­ cianos», hay multitud de peces mansos, a los cuales ali­ mentan los ciudadanos para divertir la ancianidad de los más viejos. Y en el territorio com prendido entre los ríos E u fra­ tes y Tigris se dice que hay una fuente transparente hasta el fondo y que de ella brota agua muy cristalina, que se convierte luego en el río A h o rra s49. Y los nativos re­ lacionan con el nombre una leyenda sagrada que es co­ mo sigue. Hera, después de su matrimonio con Zeus se bañó, así dicen los sirios, en este río, y hasta el día de 47

P arece que no hay ninguna ciud ad de este nom bre, pero sí Ca-

sope, en ei E p iro, a pocos kilóm etros de! go lfo dé Am bracia. 48

L a b ra n d a y M ilasa, ciudades de C aria.

49

E l A b o rra s es un río muy ancho a! que afluyen otros muchos.

Él es, a su vez, afluente del E u frates.

138

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

hoy el lugar viene exhalando una fragancia y todo el aire circundante se impregna de ella. Y allí, bandadas de peces mansos brincan.

j

N i siquiera los dioses desdeñan conocer las características de los anima-

j

Ies· Así· por ejemplo, tengo entendido que Eurístenes y Proeles, hijos de Aris­ todemo, hijo de Aristómaco, hijo de Cléodas, hijo de Hilo, el hijo de Heracles, queriendo con­ traer matrimonio, se dirigieron a Delfos para preguntar al dios con quién, griego o bárbaro, deberían emparen­ tar para que pareciera que habían hecho buen y juicio­ so matrimonio. Y el dios les respondió que bajasen a Esparta, regresando luego por el camino emprendido/ y dondequiera que encontraran al más fiero animal lle­ vando al animal más manso, allí se desposaran. Pues esto sería lo mejor para ellos. A r is to d e m o

y

el

o r á c u lo de D e lfo s

Ellos obedecieron y llegaron al territorio de Cleo­ nas 50 y les salió al paso un lobo que llevaba un corde­ ro robado de algún rebaño. Ellos dedujeron que el orá­ culo se había referido a estos animales y tomaron en matrimonio a las hijas de Tersandro, hijo de Cleónimo> hom bre de excelente reputación. Y si los dioses cono­ cen al animal más manso y al más fiero, no resulta fue­ ra de lugar que también nosotros conozcamos sus na­ turalezas. La India produce numerosas y va­ riadas criaturas. Uñas son demostración L a s s e rp ie n te s de la In d ia

.

y

, r.

j



1.1

c

. - i -.j

j

su venéfica y adm irable fertilidad; otras, en cambio, no son dignas de ala­ banza o de desearse. Sobre las pro­

vechosas, delicadas y suntuosas algo he dicho y, con la ayuda de los dioses, diremos algo más. Por de pronto, 50 Ciudad a algo más de 11 km. a! suroeste de Corinto.

LIB R O X II

139

me dispongo a describir cómo la tierra revela el sufri­ miento que experimenta al p arir las serpientes. Muchas y diferentes engendra * * * y lo que se omite es infinito 51. Ahora bien, estas serpientes son dañinas a los hom bres y a los otros animales. Pero la misma tierra produce hierbas que combaten las mordeduras, y los nativos poseen experiencia y conocimientos de ellas, saben qué remedio hay contra una determinada serpiente y corren lo más rápidamente que pueden a ayudarse mutuamente, intentando detener la violentísima y rápi­ da propagación del veneno a través del cuerpo. El país produce estas drogas facilísim a y abundantísimamente para el necesario remedio. Para la serpiente que mata a un hombre, como dicen los indios (y aducen como tes­ tigos a muchos libios y a los egipcios que viven en las inmediaciones de Tebas), ya no puede descender y en­ trar reptando en su propio hogar, porque la tierra ya no la admite, sino que la rechaza de su propio seno, como si fuera un desterrado. Desde entonces irá de aquí para allá vagabunda y errante, viviendo penosamente al raso lo mismo en verano que en invierno, y ya no se acercará a ella ninguna compañera ni aquellas que ha engendrado reconocerán su paternidad. Éste es el castigo que la Naturaleza inflige incluso a los irraciona­ les por el asesinato de hombres [y es por obra de la Providencia divina], según se me acuerda. Y esto se trae a colación para instrucción de personas inteligentes.

51

E l texto es lacunoso, pero, adm itiend o la lectura á p e ir o n de

Post, podem os com pletar, com o hace el trad uctor de la Loeb, con la frase: «y lo que se omite es in finito».

140

L o s gansos d e l C a p ito lio

H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S

Los perros son menos utiles que los .

,

.

gansos para ejercer la vigilancia, y esa h u y e n ta n to lo descubrieron los romanos. En efeca los ce lta s to, los celtas estaban en guerra con * ellos, les hicieron retroceder con suma energía y estaban ya en la misma ciudad. Y a había caí­ do en su poder toda Roma, excepto la colina del Capito­ lio, porque no les resultaba fácil escalarla, ya que todos los lugares que parecían accesibles a los atacantes me­ diante estratagema estaban preparados para la defensa. E ra el tiempo en que el cónsul M arco M anlio custodia­ ba la antedicha colina que se le había confiado. Éste fue aquel que ciñó una guirnalda a su hijo por su ga­ llardía, pero que lo condenó a muerte por abandonar su puesto. Cuando los celtas se apercibieron de que la colina era inaccesible por todas partes, decidieron esperar a las altas horas de la noche y caer sobre los sitiados cuan­ do estuvieran profundamente dormidos. Confiaban en que la colina les sería escalable por el lugar no vigilado y carente de protección, ya que los romanos suponían que los galos no atacarían por allí. Y, como consecuen­ cia de esto, M anlio y la ciudadela de Júpiter hubieran sido capturados de la manera más ignominiosa, de no haber sido por la presencia casual y el alboroto de unos gansos.:;::· . Los perros, ante la comida que les echaron, se calla­ ron, pero los gansos — es propio de ellos gritar y hacer algarabía cuando se íes echa algo para que coman— , con su clamor, hicieron levantar a M anlio y a la guardia que dormía con él. Por esto, los perros hoy en día si­ guen sufriendo la pena de muerte todos los años entre los romanos, en memoria de su antigua traición; en cam­ bio, en días determinados, un ganso es honrado lleván­ dolo con gran pompa en una litera.

141

LIB R O X II

n.

D iv e rs a s

N o está fu era de lu gar d ecir estas 34 °

costumbres otra s cosas referen tes a los anim ales. de los hombres Los escitas, por falta de leña, guisan con relacionadas con |0s huesos de los animales que sacrifianimales can ^ QS f rigj[os castigan con la m uer­ te al que mata un buey de labranza. Los sagareos 52 ce­ lebran todos los años carreras de camellos para honrar a la diosa Atenea — los camellos de estos ciudadanos son buenos corredores y muy veloces. Los sarácoros no tienen asnos para transportar bultos ni para moler tri­ go, sino para la guerra, y, montados en ellos, arrostran los peligros de la batalla, de la misma manera que los griegos sobre los caballos. Y al asno que parece ser más rebuznador que los demás lo ofrecen en sacrificio al Dios de la Guerra. Dice Clearco, el Peripatético, que los únicos que no matan a las serpientes son los argivos del Peloponeso. Estos mismos argivos, si un perro se acerca al mercado en uno de los días que ellos llaman Arneidas 5\ lo ma­ tan. En Tesalia, el hom bre que va a casarse, al ofrecer el sacrificio nupcial, aparece con un caballo de guerra con su freno y completamente equipado con todos sus arreos; luego, cuando ha realizado el sacrificio y acaba­ do la libación, entrega a la novia el caballo conducido por la rienda. ¿Qué significa esto? Díganlo los tesalios. Los habitantes de Ténedos crían una vaca preñada para Dioniso, el M atador de Hom bres, y, una vez que ha parido, la cuidan como si fuera una m ujer parturien­ ta. Y, calzando coturnos a la vaca recién nacida, la sa­ crifican. Pero el hombre que le asesta el golpe con el hacha es apedreado por el pueblo y emprende la huida 52

P u e blo no bien identificado, p e ro que d ebía de h abitar a o r i­

llas del m ar Caspio, o entre éste y el m a r de Azov (sárm ata). Está tam ­ bién la opinión de H 53

eró d o to

(I 125; V I I 85), quien lo sitúa en Persia.

Á rn is o á rn e is e ra una fiesta que se c e le b ra b a en Argos, en la

cual se sa crificaban perros.

142

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

hasta el mar. Los de Eretria sacrifican animales tulli­ dos a Ártemis en Am arinto 5\ Y o he llegado a saber, además de lo ya dicho por mí, que los perros de

35 L d e JP a n Z $o

JantiP ° ” hiJ° de Arifrón, fueron muy devotos de su amo. Porque, habiéndose trasladado los atenienses a las naves, cuando los persas encendieron la gran guerra contra la Hélade y dijeron los oráculos que era lo m ejor para los atenienses abandonar la patria y subirse a los trirre­ mes, tampoco los perros del susodicho Jantipo se que­ daron rezagados, sino que em igraron tras él y, después de nadar hasta la Salaminia, m urieron extenuados. E s­ ta historia la cuenta Aristóteles 56 y Filócoro. 36 Las aguas del rio Cratis

E l agua del río Cratis 57 hace a los objetos blancos. Y así, todas las ovejas; ,

,

,

,

_

,

,

,

bueyes y todo rebano de cuadrúpe­ dos que beben de él se transforman, de

negros o rojos, en blancos, según afirma T e o fra sto 58. Y en Eubea, casi todo el ganado bovino nace blanco, de aquí que los poetas llam aran a Eubea «la isla de las vacas b la n c a s »59.

54

P u e blo en la costa occidental de E u bea.

55 P ad re de Pericles, que com andó la flota ateniense en la gu erra contra los Persas. 56

Fr. 354 ( R o s e , p á g . 4 2 0 ). P l u t a r c o , en T e m . 10, d i c e q u e s ó lo

e ra un p e r r o q u e

m u r ió e x t e n u a d o al l l e g a r a la is la ,

57

R ío en el territorio de los A bruzos.

58

En ningun a de sus o b ra s con servad as aparece esta afirm ación.

59 A rg ib ó e io s , que es la p a la b ra griega correspondien te, sólo ap a ­ rece aquí.

LIB R O X II

.

;

143

Un gallo, de nom bre Centauro, se 37 enamoró del copero real (el rey era

etmmoradizos

N ic o m e d e s60 de Bitinia), y lo cuenta Filón. Tam bién una grajilla se enamo­ ró de un lindo muchacho. Sé, además, que algunas abejas son enamoradizas, si bien la mayo­ ría de ellas son más comedidas. Todo el que se afana en p ra ctica r 38 , su arte, ya sea pintor o escultor, repreUna cerda alada , Γ. , Tr senta a la esfinge con alas. He oído que, en Clazómenas nació también una cerda con alas, que, por cierto, asolaba el territorio; esto lo cuenta Artemón en los Anales de Clazóm enas. De donde resulta que aquel lugar se deno­ mina y es celebrado como el «L u g a r de la Cerda alad a» 6Ϊ. Quizás esto a alguien le parezca fábula. Que lo crea así. Por mi parte, no me arrepiento de haber contado lo que antecede y que no ha escapado a mi co­ nocimiento, referente a este animal.

L o s «ophiogenéis »

Una divina serpiente de enorme ta- 39 maño se apareció a Halia, hija de Síbaris, cuando entraba en el soto de Arte-

mis (el soto estaba en Frigia) y yació con ella. Y de esta unión surgieron los op h iogen éis de la prim era generación.

60

Segú n A t e n e o {X I I I 606 B), e l n om bre de copero de este rey

de B itin ia e ra Secundo. 61

Isla a unos 30 km. al oeste de E sm irn a.

62

En el a nverso de las m onedas de C lazóm enas a p arece un ve­

rraco alado.

144

H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S

En Delfos tributan honores a un lo­ bo, en Samos a una oveja, en Am bracia

40

,

H o n o r e s trib u ta d o s a a n im a le s a

w

r

j

i

una leona. Y no esta fuera de lugar decir las causas de semejante venera­ ción: en Delfos, un lobo rastreó el oro sagrado que había sido robado y enterrado en el Parna­ so; en Samos, una oveja descubrió también un oro roba­ do y, a consencuencia de ello, M androbulo de Samos 63 ofrendó una oveja a Hera. Lo prim ero dícelo Polemón, lo segundo Aristóteles 64. Los am braciotas honran al animal que fue causa para ellos de su liberación: una leona que despedazó a su tirano Failo 6\ Milcíades enterró, en el Cerámico, las yeguas que ob­ tuvieron tres victorias olímpicas y el espartano Evágoras enterró solemnemente a sus caballos vencedores en Olimpia. 41

T o rtu g a s y c o c o d r ilo s d e l Ganges

El Ganges, que corre po r la India, ya en su nacimiento tiene una profu ndidad de veinte brazas y una anchura i·

de ochenta estadios, porque discurre to­ davía con su corriente nativa, que no está mezclada con otras aportaciones. Mas, a lo largo de su curso, otros ríos desembocan y se mezclan con él, de manera que el agua alcanza una profundidad de sesenta brazas y se extiende hasta adquirir una anchu­ ra de cuatrocientos estadios. 63

E n E . L . v o n L e u t s c h y F. G . S . S c h n e i d e w i n , C o rp u s P a r o e m io -

g r a p h o r u m G ra e c o ru m , G o t in g a , 1839-51, p á g . 2.114, a p a r e c e e l r e fr á n : e p i tá M a n d r o b ú lo u c h ö r e i tö p râ g m a , q u e q u ie r e d e c ir: « l a s c o s a s e m ­ p e o r a n p o r g r a d o s » . E s u n p e r s o n a je m ític o q u e o f r e c i ó d o n e s s u c e s i­ v o s y c a d a v e z p e o r e s a lo s d io s e s : p r im e r o , d ie z b u e y e s de o r o ; al a ñ o s ig u ie n te , n u e v e ; a l o t ro , o c h o , y a s í s u c e s iv a m e n te , h a s ta q u e ­ b r a n t a r el ju r a m e n t o q u e h a b ía h e ch o , p u e s t e r m in ó p o r n o d a r n a d a .

64

Fr. 525 R o sE j p á g . 520, p e r o en n in g u n a o b r a c o n s e r v a d a .

65

A n t o n in o L iberal , e n e l li b r o I V

,

d e su M e ta m ö rp h ö s e o n sina-

g o g é (e d . d e E . M a r t i n i M y th o g ra p h i G ra e ci, I I 1, 1896), d ic e q u e se lla m a b a , n o c o m o a q u í, s in o F a le c o .

LIB R O X II

145

H ay en él islas más grandes que Lesbos y Cirnos 66, y cría monstruos, de cuya grasa hacen aceite. En él hay también tortu gas67, cuyo caparazón tiene una capaci­ dad no inferior a una vasija de veinte ánforas. Y cría dos clases de cocodrilos: una es de cocodrilos inofensi­ vos, pero la otra está integrada por cocodrilos carnívo­ ros de gran voracidad e inexorables, que tienen, en el extremo del hocico, una protuberancia a manera de cuerno éS. A éstos los emplean como verdugos para cas­ t ig a ra los criminales; pues a aquellos que son convictos de los más atroces delitos los echan a los cocodrilos, con lo cual no tienen necesidad de verdugo público. Los expertos en la pesca les ponen como cebo a los escaros — según dice

^

Leónidas— culantro y ajiporros corta­ dos. Estas hierbas son buenas como ce­ bos y son fáciles de conseguir. El esca­ ro, como engolosinado por los sabores de ellas, va a su encuentro. e l s a lm o n e te

Con las hojas de la remolacha se captura ai salmone­ te, porque el pez gusta del vegetal, y por medio de él es capturado y apresado con la m ayor facilidad^

65

N o m b re g riego de Córcega.

67

Q uizás se trate de la tortuga g igan le (T r io n y x ga n g e ticu s ), que

m ide 60 cm. de largo y, con sus m and íbulas anchas y córneas, puede com er m oluscos bivalvos. 68

E lian o confunde una y otra clase de cocodrilo. El cocodrilo con

ei «c u e r n o » en el extrem o de su hocico es el G a v ia lis ga n ge ticu s , ino­ fensivo; el otro, el carnívoro, es el C ro c o d ilu s pa lu s tris.

146

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

*

Hay, según se dice, cuatro métodos de pesca, a saber, la red, el arpón, la Diversas artes -, , T ·. , nasa y mediante de pesca J el anzuelo. La pesca 1 red proporciona riqueza y se parece a la captura de un campamento y a la to­ ma de prisioneros, y requiere variedad de utensilios, co­ mo soga, sedal de lino blanco y negro, cuerda hecha de junco, corchos, plomo, m adera de pino, correas, zuma­ que y una piedra, papiro, cuerno, una nave de seis re­ mos, torno con su manubrio, una k o ttá n e 69, tambor, hierro, m adera y pez. Y caen en la red diferentes espe­ cies de peces, en bandadas numerosas y variadas. La pesca con arpón es la más varonil de todas y re­ quiere un pescador de gran fortaleza. Necesita tener un arpón bien recto de m adera de pino, cuerdas de esparto y * * * Necesita también un pequeño bote y vigorosos re­ meros con buenos brazos. La pesca con nasa es una pesca que requiere mucha astucia y plan bien meditado. Parece poco recomenda­ ble a personas libres. Necesita juncos secos, sauzgati­ llo, una piedra ancha, áncoras, algas marinas, hojas de junco y de ciprés, corchos, trozos de madera, un cebo y una pequeña barca. La pesca con anzuelo es la pesca más perfecta y la más apropiada a los hombres libres. Se necesita crin de caballo de color negro, rojo y gris. Si las crines son teñidas, los pescadores eligen las que están teñidas en gris azulado y en púrpura marina. Porque todas las de­ más — dicen— son malas. Utilizan también las cerdas erectas de los jabalíes, y también el lino y gran canti­ dad de bronce; cuerdas de esparto y plumas especial­ mente blancas, negras y polícromas. Utilizan, asimismo, los pescadores lana carmesí y lana teñida de púrpura,

69

N o se sabe qué es, pero, sin duda, se trata de algún elem ento

de una m áquina.

.

147

LIBR O X II

corchos y trozos de madera. Son necesarios también hie­ rro y otros materiales, entre ellos, cañas bien desarro­ lladas y enjutas, juncos que han sido mojados, tallos de hinojo, frotado, liso, una caña de pescar de m adera de cornejo, los cuernos y el pellejo de una cabra. Unos pe­ ces son capturados mediante un método, otros con otro, y ya he descrito los varios procedimientos para pes­ carlos. v

,

L a m u s tca y e l e le fa n te. L a yegua lib ia se n s ib le a la m ú s ic a

Estos dos relatos, el uno indio y el J

otro libio, son diferentes en su genero. E l indio referirá lo propio de su país; el libio, lo que sabe del suyo. He aquí lo que cuentan estos dos relatos.

En la India, si se captura un elefante ya adulto, es difícil domesticarlo porque su ansia de libertad lo hace sanguinario, y, si lo atas con cuerdas, se irrita más y más y no tolera ser esclavo ni prisionero. Pero los in­ dios lo ablandan con alimentos e intentan amansarlo con variados y apetitosos bocados, ofreciéndoles cuanto pue­ de saciar su estómago y aplacar su irritación. Mas él se enfurece contra ellos y los desprecia. Entonces, ¿qué medios excogitan los indios? Introducen música del país y hechizan a los elefantes con un instrumento que es usual entre ellos. Este instrumento se llama s k in d ü p só s70. El animal empina las orejas y se aman­ sa, su cólera se aplaca, su pasión queda subyugada y apaciguada y, poco a poco, comienza a hacer caso de la comida. Después queda libre de sus ataduras, pero queda cautivo de la música y come con entusiasmo cual delicado comensal; y, atraído por la música, no se esca­ pará de allí. Pero las yeguas libias (fuerza es que nos ocupemos del segundo relato) se ven atraídas en la misma medida 70

In s t r u m e n t o m u s ic a l d e c u a t r o c u e r d a s .

148

H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

por el sonido de la flauta. Se dulcifican y amansan, y dejan de enfurecerse y retozar, y siguen al yegüero, adon­ de la música las guía, y, si aquél se para en silencio, ellas hacen lo mismo. Pero si toca la flauta con energía, lágrimas de placer se deslizan de los ojos de las yeguas. Pues bien, los yegüeros ahuecan un tallo de baladre, le dan la form a de flauta, soplan en ella y encantan así a los susodichos animales. Eurípides menciona unos «cantos epitalámicos de pastores» 7I. Es ésta la música aulética que provoca en las yeguas un amoroso frenesí y enloquece a los machos provocando en ellos el deseo de ayuntarse con ellas. El ayuntamiento de los caballos se hace de esta manera y la música de la flauta es, como si dijéramos, el himno nupcial. Arión de Metimna, con su estatua en L o s d e lfin e s sa lva n a A r ió n

1

1

11

Tenaro Y la inscripción grabada en ella, bastan para testimoniar que los delfi­ nes son amantes del canto y de la mú­

sica aulética. La referida inscripción reza así: E n v ia d o p o r los dioses inm ortales, a A rión , h ijo de Cicleo, del océano s icilia n o salvó este veh ícu lo. Y Arión escribió un himno de acción de gracias a Posidón, que es un testimonio del am or de los delfines a la música, y una especie de compensación a ellos por haberle salvado la vida. Y el himno es éste: Oh tú, el más a lto de los dioses, se ñ or del mar, Poseidon de trid en te d ora d o que sacudes la tierra cabe e l h in ch a d o m a r:

149

LIBR O X II

en to rn o a ti los m on stru os p rov isto s de aletas [ nadan y danzan en c írc u lo co n ágiles b rin cos de sus pies deslizándose ligeros, chatos, de pescuezos hirsutos, velocíp ed os cachorros, m elóm a n os delfines, m a rin os p u p ilo s de las divinas m uchachas Nereidas que p a rió A frod ita , los cuales a la tierra de Pélope, a la costa de Ténaro m e tra nsportaron cuando iba errante p o r el p o n to [s ícu lo su biéndom e a sus lo m o s jib osos cu a n d o el su rco de la llanura de N e reo cortaban, senda im p ra ctica b le, y unos hom b res [m endaces desde la cóncava nave, surcadora del p on to, a la ola p u rp ú re a del m a r m e a r r o ja r o n 72: Así pues, á las peculiaridades del delfín ya mencio­ nadas, podemos añadir su am or a la música. Corre por ahí una historia tirrena 46 La música como medio de cazar animales

que dice que los ja b a líe s y los ciervos , ,

,

,

dei P ais f on capturados con redes y con

perros. Ésta es la manera usual de ca­ zar, pero interviene no poco la músi­ ca en la cacería. ¿Cómo? Ahora lo diré. Ponen las redes, y los demás utensilios de caza desti­ nados a engañar a los animales, en círculo. Un hombre experto en tocar la flauta se pone allí e intenta, con el m ayor ahínco, interpretar una melodía dulce, evitando 72

E l poem a es apócrifo, o b ra quizás de un poeta dei s. v a. C.

C f. H. W . S m y t h , G re e k m e lic poets, Lon dres, 1900, págs. 15 ^ 205.

150

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

cualquier sonido estridente, y en cam bio interpreta las melodías más delicadas de todas * * * La tranquilidad y la soledad difunden sin dificultad la melodía por todas partes y llega hasta las cumbres, las cañadas y espesu­ ras; en una palabra, hasta las m adrigueras y camas de estos animales. Al principio, al llegar a sus oídos el eco, se asustan y se llenan de temor; después, un placer pu­ ro e irresistible producido por la música se apodera de ellos y, en medio de su hechizo, se olvidan de sus proge­ nitores y de sus hogares. Y, ciertamente, las fieras no acostumbran a andar errantes lejos de sus nativas mo­ radas. Pero, en Etruria, estos animales se ven atraídos paulatinamente, como por arte de magia, y por obra del hechizo de la música llegan y caen en los cepos, sojuz­ gados por la melodía. 7

Los anthías, si reciben heridas al ser capturados, constituyen el espectáculo L o s « a n t h t a s »» , , , , ^ ·. mas lamentable. Estando en trance de muerte, parece como si lamentaran su suerte y suplicaran, de alguna manera, como hombres que hubieran caído en manos de ladro­ nes impíos y sedientos de sangre. Algunos, al intentar huir, se enredan en las redes y> al querer saltar el obs­ táculo, los atraviesa el arpón. Otros que consiguieron escapar a la muerte saltan a tierra, hasta entonces ene­ miga de los peces, porque prefieren, y se muestran con­ tentos de ello, m orir sin intervención de la espada.

L I B R O XIII

S IN O P S IS

1.

G o rd io y el águ ila. G elón y el lobo.

2.

Pesca de los sargos.

3.

T a m bién en el m a r hay hierbas.

4.

E l pez rata.

5,

EÎ rape.

6,

lín pulpo, esp an table y ladrón.

7.

C óm o curan los indios a los elefantes.

8.

E l elefante y su afición a las flores.

9.

Los caballo s indios y sus dom adores.

10.

L a caza del leo p ard o en M au ritan ia.

Π.

Astucia de la zorra p ersiguiendo a la liebre.

12.

E l p arto de una liebre m acho.

13.

L a liebre. Sus costum bres.

14.

L a liebre del llano y de la m ontaña. L a lie bre y los perros,

15.

E l conejo de Ibe ria .

16.

L a pesca del atún entre ítalos y m ásaliotas.

17.

L a a u to p ia s y su captura.

18.

Los p arqu es reales de la India. S u s pájaros. E l loro.

19.

L a pesca del mújoS en el p rom o n torio de Leucatas.

20.

Los tro c h o í.

21.

E l tritón de T an agra.

22.

E l elefante guardián .

23.

L a escolop end ra de m ar.

24.

Jenofonte y los perros.

25.

A n im ales regalad o s al rey de la India.

26.

L a c ig a rra de m ar.

27.

E l pez hiena. E l chich arro. D epilatorios.

28.

La dorada. S u captura.

Yo he oído que ün águila dio a cn' : : 'G

ι

tender a Gordio que su hijo Midas 1

á g u ila * Gelón y el lobo

sería rey, cuando, revoloteando sobre Gordio al arar, se posó sobre el yugo, en el que estuvo todo el día, y no se marchó hasta que, bien llegada la tarde, él terminó de arar a la hora de desuncir. Siendo niño el siracusano Gelón 2, un lobo enorme saltó a la escuela y le arrebató de las manos con los dientes la tablilla. Gelón se levantó de su asiento y per­ siguió al lobo, sin asustarse de él y abalanzándose va­ lientemente hacia su tablilla. Y cuando estuvo fuera de la escuela, ésta se derrum bó y aplastó a los niños y al maestro, pero solamente Gelón, por disposición divina, logró escapar. Y lo verdaderamente extraño es que el lobo no mató a un hombre, sino que salvó su vida, por­ que los dioses tampoco desdeñan m ostrar a uno un rei­ no y salvar a otro del peligro amenazante por medio de animales irracionales. Una característica de los ani­ males es que son amados de los dioses. He aquí cómo los carios cogen los sargos. Cuando el Noto sopla suavemenP&SC& de , te Jy envía blandas brisas,9 Jy el oleaie eslos sargos J tá sosegado y se extiende con ligero ru­ m or sobre la arena, el pescador ni si­ quiera necesita caña, sino que coge una estaca de ene1 M ític o rey de Frigia. 2

G elón llegó a se r tirano de Sicilia en 485.

156

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

b ro muy fuerte, ata una cuerda a su extremo, atraviesa en el anzuelo una anchoa medio escabechada y la echa al mar; se sienta en la proa de la barca y deja colgar el engaño, mientras el muchacho rema suavemente, de acuerdo con la instrucción recibida con antelación so­ bre el arte de propulsar la barca pausadamente, y hace avanzar a la embarcación en dirección a tierra. Muchos sargos, saliendo de sus nativas madrigueras, dan saltos y se reúnen en torno al anzuelo, porque el pez muerto hace tiempo, pero preparado para la captura, atrae a los sargos como con un hechizo. Luego, cuando ya están cerca de la playa, son capturados fácilmente victimas de su propia glotonería.

,

Muchas son las m oradas de los peces: unos viven entre las rocas, otros

T a m b ié n en e l m a r hay h ie rb a s

,

.

.

i .

t

en Ia arena> quienes entre las hierbas. Porque también hay hierbas marinas: unas se llaman «lechugas de m a r» 3, otras «clemátides m arinas» 4, algunas «viñas de m ar» s, y otros «hongos» 6. Hay también una hierba marina que se llama, según parece, «b e rz a » 7 y unas algas que llaman «cabellos» 8. Unos peces se alimentan eon un ti­ po de hierbas, otros con otros y el pez acostum brado al alimento con el que se crió y que es, por así decirlo, afín a él no querrá tocar ningún otro.

J

U lv a la ctu ca , en español «lech u ga de m a r».

4

F u cu s v o lu b ilis .

5

F u cu s spira lis.

C y m o d o c e a nodosa. Es planta perteneciente a Ia fam ilia de las zosleráceas. 7 Es la cru cifera B ra s sica c re tic a . 6

8

C y stoseira fo e n ic u lo s a .

157

L IBR O X III

Es posible oír h ablar a los pescadores también de un pez que llaman kalUónym os (el del bello n om b re)9. Y res­

; E pez rata

pecto a él dice Aristóteles 10 que tie­ ne asentada mucha bilis en el ala dere­ cha del hígado y que éste está situado en su lado iz­ quierdo. M enandro 11 corrobora estas afirmaciones en L a m u je r M esenia, según creo, cuando dice: Yo haré que tengas más bilis que un «k a llió n y m o s », y Anaxipo, en su E p id ica zom e n os l2: S i m e excitas y Haces que toda m i b ilis hierva c o m o la de un kalliónym os, verás que n o soy en nada d iferen te a un pez espada. Algunos dicen que es comestible, pero la m ayoría dice lo contrario. Mas no es fácil encontrar mención alguna de los peces rata en los banquetes de peces, aunque los poetas se han esforzado en mencionar los de algún v a lo r * * * por ejemplo, Epicarmo, en Las bodas de Hebe 13, en su Tierra y M a r 14 e, incluso, en sus Musas 1S, y Mnesímaco, en su V en ce d or ís tm ic o ,6. 9 Uranoscopus scaber.

Es un pez con los ojos muy altos y un a gu i­

jón venenoso encim a de !a aleta pectoral, Acechan a sus víctimas ente­ rra d os en la arena. En español, «p e z ra ta ».

10 Hist. Animal. 13 G, K aibel,

506b 10.

CGF,

11

Fr.

31

K.

12

Fr. 2 K.

pág. 98^ Se trata de una p arod ia mitológica,

usual tam bién en la farsa fliácica del occidente greco-itálico, gén ero este últim o que, gracias a Rintón de Siracusa, a d q u irió cierta dignid ad literaria convirtiéndose en «h ila ro tra g e d ia » hacia el año 300. Tanto en la com edia com o en la farsa, H e ra cle s no pod ía fa lla r. Ap arecía com o el tipo de héroe dórico, rudo, prepotente, insaciable de com ida y b e b i­ da. T o d o esto se m anifiesta en

Las Bodas de Hebe,

en donde las M usas

son presentadas com o pescadoras, y H e ra cle s cóm o un glotón, y un buen catador. Se hace en la p arod ia m ención de diferentes pescados y otros alim entos, pero no, com o dice E lian o, de la «ra ta de m a r » o «p e z ra ta »

(Uranoscopus scaber),

p o r eufem ism o. 14 Ibid., pág. 94.

15

^ id .,

llam ad o p o r él pág. 98.

kaíliónymos, 16

Fr.

5 K.

quizás

158

H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S

El rape 17 también pone un huevo a la manera de las aves, pues no es virape víparo. Tienen los recién nacidos la ca­ beza grande y dura, y por esto, es inca­ paz de acogerlos de nuevo cuando es­ tán asustados, porque su acogida heriría y perjudicaría a la madre. M as aunque nacieran vivos y salieran tales, producirían un daño semejante, pues no están prepara­ dos para engendrar a sus hijos vivos ni son buenos para acogerlos de nuevo en su seno. El huevo de los rapes no concuerda, en naturaleza y carácter, con los demás huevos, sino que es duro y tiene escamas y te parecerá áspero si lo tocas. También los pulpos, de por sí, con el tiempo se hacen grandísimos y alcan-

^ e span ta b l e ’ y la d ró n

zan dimensiones descomunales, hasta convertirse y contarse realmente entre los monstruos. Desde luego tengo oído

que, en Dicearquia de Italia, un pulpo alcanzó un enor­ me tamaño, y desdeñaba y despreciaba el alimento del m ar y el pasto que en él había. En consecuencia, se dirl· gía a tierra y se apoderaba de todo lo que en ella había. Y es que se metía nadando por una cloaca subterránea que depositaba en el m ar las aguas residuales de la an­ tedicha ciudad, y llegándose hasta una casa que estaba en la playa, en donde se hallaba el cargamento de unos mercaderes ibéricos, que consistía en salazón de Iberia, depositado en enormes vasijas, echaba sus tentáculos alrededor de los recipientes de barro, y con su presión los rompía y se daba un festín de pescado en salazón. 17

L o p h iu s p is c a to riu s (rape). Los ingleses lo llam an a n gler, que

es traducción de p is c a to riu s (pescador). En efecto, es un pez loliform e que tiene aletas pectorales m uy robustas; el p rim e r rad io de la d orsal, m uy adelan tado hacia la cabeza, libre, tiene una excrecencia carn osa en el ápice («a n z u e lo ») cofl el que atrae a sus presas. Es e rrón eo lo que E lian o cuenta de su rep rod ucción y de sus huevos.

LIBR O X III

159

Cuando los mercaderes entraron y vieron los cascos, com probaron que había desaparecido una gran canti­ dad del cargamento. Se quedaron perplejos y no podían adivinar quién sería el ladrón, ya que veían que por las puertas no se había intentado nada; el techo estaba in­ tacto y los muros no habían sido horadados. Se veían los restos del salazón abandonados por el comensal no invitado. Finalmente, decidieron dejar en acecho y a r­ mado dentro de la casa al más decidido de los criados. Por la noche, el pulpo penetró reptando para darse el banquete acostum brado y, enrollándose en”las vasi­ jas como un atleta que se abraza fuerte y cuidadosa­ mente al adversario para ahogarlo, el pulpo, llamémos­ le pirata, pronto quebrantó la vasija de barro con la ma­ yor facilidad. H abía luna llena y la casa estaba comple­ tamente iluminada y todo se veía perfectamente. El sir­ viente, como estaba solo, no se atrevió a atacar al pulpo porque temía al monstruo (en efecto, el adversario era demasiado grande para él solo). Pero, al rayar el alba, contó lo sucedido a los m erca­ deres. Ellos no prestaban fe a lo que oían. Luego, algu­ nos, recordando la magnitud del daño que habían reci­ bido, decidieron arrostrar el peligro y se dispusieron a ir al encuentro del enemigo, y otros, anhelantes de contemplar un espectáculo nuevo e increíble, se ence­ rraron voluntariamente con sus compañeros para ayudarles. Después, al anochecer, el ladrón compareció y se di­ rigió hacia su habitual banquete. Entonces, unos obtu­ raron el conducto y otros se prepararon para el com ba­ te, y con hachas y estacas bien aguzadas cortaron los tentáculos, al igual que los viñadores y los leñadores cortan las puntas de las ramas de un roble. Y, habiendo abatido su fortaleza, lograron dom inarlo tarde y a du­ ras penas, después de muchas fatigas, y lo más chocan-

160

H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S

te es que los mercaderes capturaron al pez en tierra firme. La malignidad y la astucia se nos han mostrado como características de este animal. Los indios curan las heridas de los

7

Cómo curan los in d io s a los ele fa n tes

elefantes capturados de la siguiente mañera. Les dan fomentos de agua calient6( como Patroclo dio fomentos al he­

rido Eurípilo en el noble H o m e r o 18. Luego untan las heridas con manteca. Si las heridas son profundas, reducen la inflamación aplicando y ponien­ do trozos de carne de cerdo calientes y todavía sangui­ nolentos, Tratan sus oftalmías calentando leche de vaca que vierten en los ojos; los elefantes abren los párpados y se complacen en ser ayudados y, al igual que los hom­ bres, se aperciben del beneficio que reciben* y los in­ dios continúan el baño de leche hasta que; cesa la infla­ mación: ésta es la señal de que cesa la oftalmía. En cuan­ to a otras enfermedades que padecen, el remedio de ellas es el vino tinto. Pero si esta medicina no fuera remedio de su enfermedad, nada los salvará. 8

La bebida del elefante que form a parte de un rebaño, pero que está do-

j ^ .

^

mesticádo, es el agua; en cambio, el élefan te que lucha en la guerra bebe vino, pero no vino de uva — puesto que hay vino que se hace de arroz y otro qué se hace de caña. Estos elefantes salen al campo para procurarse flo­ res, porque son amantes de los buenos olores, y son con­ ducidos a las praderas para ser adiestrados en el reco­ nocimiento del arom a más penetrante. Guiado por el ol­ fato, el elefante elige una flor, y el guía, provisto de un cestillo, se lo pone debajo al animal, que va segando su a fic ió n

a

18

^

¡as flo re s

11

X I 829.

161

LIB R O X III

y echando las flores. Luego, cuando ha llenado la cesta, se baña como hace el recolector de frutos y se deleita en el baño como los más delicados de los hombres. A su regreso, apetece las flores y, si el cuidador anda ler­ do, barrita y no prueba bocado hasta que alguien le lle­ va las flores que recolectó. Luego las entresaca de la cesta con su trompa y las esparce en el borde del pese­ bre porque las considera, a causa de su agradable olor, como un condimento, por asi decirlo, de la comida. Y esparce también por el establo multitud de flores, como si deseara un sueño agradable. Parece que los elefantes indios tienen nueve codos de altura y cinco de ancho. Los más grandes son los que llaman «prasios»; después de éstos vendrían los de Taxila l9.

ios caballos indios y sus domadores

N o todo el mundo puede sujetar a un caballo indio, ni frenarlo cuando sal­ ^

ta y

.

,



,

,,

.

quiere galopar. Esto solo pueden hacerlo los que desde niños han mane­ jado caballos, porque no es costumbre india gobernarlos, hacerles entrar en vereda y dirigir­ los por medio dé la brida, sino con bozales claveteados. Así no tienen castigada la lengua y el paladar no sufre molestias. No obstante, quienes son expertos en equita­ ción obligan a los caballos a dar vueltas volviendo al mismo lugar. H a menester el que esto hace fuerza en las manos y considerable sabiduría hípica. Los que han alcanzado la cum bre de esta ciencia intentan también hacer lo mismo obligando a un carro a trazar círculos. Y no sería empeño despreciable hacer dar vueltas con facilidad a un tronco de cuatro veloces caballos. Y el carro lleva dos individuos junto al auriga. Pero un elefante de guerra, en lo que se llama la to­ rre o, ¡por Zeus!, sobre la grupa desnuda y desprovista 19

C iu d a d en el extrem o noroeste de la India.

162

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

de silla, lleva tres hombres arm ados que disparan a un lado y a otro, y un tercero detrás, mientras que un cuarto hombre maneja la aguijada con la que gobierna al ani­ mal (como el piloto conocedor de la nave la gobierna con el timón. La caza de leopardos se practica, de costumbre, en Mauritania, Tienen los L a caza d e l le o p a rd o en M a u r ita n ia

.

......

,

.

,

m auritanos edihcios de piedra con aspecto de jaulas. Ésta es la prim era par­ te de la emboscada. La segunda es co­

mo sigue. Atan una cuerda algo larga a un trozo de car­ ne putrefacta y maloliente, y ponen una puerta endeble de cañas entretejidas, y a través de ellas se difunde el olor de la antedicha carne. Las fieras notan el·tufillo, pues por la razón que sea les atraen los malos olores, ya que el aire, impregnado de ellos, les llega, estén en las cumbres de los montes, en las gargantas e, incluso, en la hondonada. Luego, al encontrarse el leopardo con el olor, se enardece y, llevado de su ímpetu excesivo, se precipita sobre la comida deseada. Es arrastrado por ella como por un hechizo. Pronto se precipita sobre la puerta, la derriba y hace presa en la fatal comida: fatal, porque de la susodicha cuerda ha sido urdido un lazo muy sabiamente dispuesto, y cuando el trozo de carne empieza a ser comido, se pone en movimiento y rodea al leopardo glotón. Y el desdichado es apresado y paga la pena debida por su insaciable vientre y su hediondo festín.

, A s tu c ia de la

Más a menudo de lo que se c ree capturan las zorras a las liebres mediante ,

,

, . c.

.

,

,

,

zorra persiguiendo algún artificio, pues la zorra es ducha a la lie b re en engañar y conoce enganos. Así, por ejemplo, cuando por la noche se en­ cuentra con el rastro de la liebre y huele al animal, ca­ mina en silencio y con paso amortiguado, contiene la

LIB R O X III

163

respiración y, sorprendiéndola encamada, intenta cap­ turarla creyéndola libre de temor y de preocupación. M as la liebre no duerme 20 indolente y despreocupada, sino que, apenas se apercibe de que se acerca la fiera, sale del lecho y escapa. Em prende la carrera a toda ve­ locidad, y la zorra sigue su rastro y continúa la perse­ cución. Después de haber completado un largo camino, en la creencia de que es m ejor corredora y de que no será alcanzada, se mete en la espesura y se pone a des­ cansar plácidamente. Pero la zorra sigue detrás y no le permite descansar, la despierta de nuevo y la incita a correr otra vez. Realiza una carrera no más corta que la anterior y ansia descansar de nuevo, pero la zorra está encima de ella y, removiendo el ramaje, consigue despertarla. Otra vez se pone a correr, pero la zorra sigue obstinada detrás. Mas cuando las carreras se su­ ceden cada vez a menores intervalos y el sueño se apo­ dera de la liebre, ésta desiste y aquélla, echándose enci­ ma, la coge no ciertamente por velocidad, sino por el concurso del tiempo y de la astucia. De todas maneras este relato, partiendo de la carre­ ra de la liebre, ha ido dem asiado lejos. Lo que queda será más apropiado referirlo a continuación. Voy, pues, al punto de donde partí. Parece que la causa de distri­ bu ir sus crías y alimentarlas en diferentes lugares es la siguiente: la liebre es un animal muy amante de su prole y teme a las asechanzas de los cazadores y las incursiones de las zorras. También teme — y no menos— las de las aves, sobre todo el graznido de cuervos y águi­ las, porque con estas aves no hay posibilidad de concer­ tar una paz. Lo que hace es ocultarse entre el espeso ramaje o en la crecida mies o protegerse detrás de al­ gún otro abrigo forzoso e inasequible a las aves.

20

E s t a un iversal creencia p o p u la r dio origen, en latín, a la ex­

presión s o m n u s le p o rin u s .

164

H ISTO R IA DE LOS A N IM A L E S

Oí un relato a uno que, además de cazador, era una buena persona incaE l p a r ió de un a , ■ y. / i i ■ ^ ■ .. . , paz de mentir. Creí la historia y, por lie b re m a c h o r J r esto, la refiero ahora. Decía que tam­ bién la liebre macho puede parir, su­ frir los dolores de parto y participar de los dos sexos. Y me contaba cómo, después de parir, criaba a sus hi­ jos y cómoparía dos y hasta tres. Aportaba testigos de esto y,como colofón a todo este relato, añadía lo si­ guiente. Una liebre macho fue cogida medio muerta y su vien­ tre, como estaba preñada, aparecía hinchado. E l hom­ bre aseguraba que se abrió la liebre y que se descubrió la matriz que albergaba tres lebratos. Éstos, que esta­ ban inmóviles, fueron extraídos y permanecieron como trozos de carne inerte. Pero, calentados por el sol y ad­ quiriendo poco a poco un poco de calor, volvieron en sí y revivieron; incluso alguno de ellos se movía y m ira­ ba hacia arriba, y enseguida sacó también su lengua y abría la boca pidiendo comida. Como sucede con seres de tan tierna edad, se les dio leche y poco a poco fueron alimentados, llegando a ser, en mi opinión, una dem os­ tración adm irable de que fueron paridos por un macho. Y o no puedo obligarm e a mí mismo a no creer en este relato y la razón es que la lengua del hom bre era inca­ paz de mentir o exagerar.

liebre. Sus costumbres

λα

Parece que la liebre es conocedora de los vientos y de las eátaciones, por,

+

,

es animal sagaz, Tmas no agradeci­ d o ! . Durante el invierno hace su cama en lugares soleados, pues es eviden­

te que gusta del calor y aborrece el frío. Pero en el es­ tío, ansiosa de frescor, se acuesta en lugar que m ire al. Norte. Su nariz es, para ella, como el g n ó m ó n que m ar­ ca la variación de las estaciones.

LIB R O X III

165

L a liebre no cierra los ojos cuando duerme y ésta es una condición sólo de este animal, y los párpados no se le cierran por culpa del sueño. Dicen que duerme con el cuerpo, pero que sus ojos, entretanto, están vigilan tes21. Yo me limito a escribir lo que dicen los expertos en la caza. Pacen durante la noche y esto, quizás, porque gus­ tan de comida ajena, aunque yo diría que lo hacen por el aquel del ejercicio, para que, absteniéndose del sue­ ño todo este tiempo y estando activa, pueda m ejorar su rapidez. Pero gusta grandemente de regresar a su hogar y se perece por todo lugar que le es familiar. He aquí el motivo por el cual — según parece— , generalmente, es capturada: porque no se aviene a abandonar sus m o­ radas familiares.

L a lie b re d e l lla n o y de la m o n ta ñ a . L a lie b re y los p e r ro s

Corre la liebre perseguida por pe- 14 jinetes, si es de la tierra llana, .

mas rápida que la liebre de montaña, ya que es más pequeña y delgada. De aquí que no es raro que sea ágil. De

todos modos y para empezar, brinca y salta en la tierra y se adentra por la espesura y a través de suelos panta­ nosos con facilidad, y si la hierba está alta escapa fácil­ mente. Y así como se dice que el rabo del león puede despertarlo y excitarlo, esto se dice también de las ore­ jas de la liebre: son señales para la velocidad y la exci­ tan a correr. Así pues, las echa hacia atrás y usa de ellas como acicate para evitar el retraso o la vacilación. Su carrera no es una y recta, sino que tuerce aquí y allá y dobla por este o aquel camino, confundiendo y engañando así a los perros. Y cuando desea desviarse en su carrera en determinada dirección, inclina una oreja en aquel sentido, como si quisiera con este gesto seña­ lar el rumbo. 21

E s t a f r a s e n o e s d e e ste c a p itu lo .

166

H IS TO R IA D E LOS A N IM A L E S

Con todo, no malgasta su energía, sino que observa la marcha de su perseguidor, y si es lenta, no emplea toda su rapidez, sino que reprim e algo, lo necesario pa­ ra correr más que el perro, pero no bastante para ago­ tarse a causa de la gran velocidad. Pues sabe que es mejor corredora y comprende que no es llegado el mo­ mento de hacer el esfuerzo supremo. Pero si el perro es velocísimo, la liebre corre con toda la velocidad que le permiten sus patas. Y cuando ya lleva mucho camino por delante y ha dejado muy atrás a cazadores, perros y caballos, se dirige a saltos a una colina elevada y, sen­ tándose sobre sus patas traseras, contempla, como des­ de una atalaya, la porfía de sus perseguidores, y se me antoja que se ríe de ellos, porque los tiene por más dé­ biles. Luego, animada por la ventaja alcanzada, como quien ha conseguido paz y calma, se complace en des­ cansar y en echarse a dormir. La liebre montesa no es tan veloz como la que vive en el llano, a menos, claro está, que tenga al pie de la montaña un terreno llano en el que pueda correr cuan­ do desciende a él. Aunque habitan en el monte, se ejer­ citan en la llanura corriendo a menudo con las liebres que viven en ésta. Cuando son perseguidas en la llanura, emprenden la carrera y se esconden por turno; pero, como son cons­ tantemente acosadas, no escapa ni una. Cuando están a punto de ser capturadas, se desvían un poco del cami­ no llano y emprenden la subida a la montaña apresura­ damente, como el que va a su propia m orada y dominio, y de esta manera logran escapar consiguiendo una sal­ vación inesperada; porque los caballos y los perros abo­ rrecen caminar por las montañas, ya que se lo impiden sus cascos que fácilmente se desgastan. Los perros se ven todavía en mayor dificultad, pues sus pies son de carne y no tienen ninguna defensa contra las piedras; a diferencia de los caballos que tienen sus cascos. La

LIB R O X III

167

liebre, por el contrario, tiene pies peludos y, por eso, soporta bien los terrenos ásperos. Todas las liebres que viven en espesuras y entre ar­ bustos son corredores perezosos y lentos en la huida, porque las tales, por la falta de ejercicio, están gordas, y no acostum bradas a correr e incapacitadas para ale­ jarse mucho de sus espesuras. He aquí la m anera de cazarlas. En prim er lugar, hay liebres que se deslizan entre pequeños arbustos de follaje poco espeso, pero, cuando el m atorral es más tupido, naturalmente brin­ can por encima de él porque no pueden corretear por debajo. Pero otros arbustos crecen formando espesa ma­ raña con las ramas entrelazadas. Cuando los arbustos son así, la liebre, forzada a hacer esto a menudo, y no siendo capaz de saltar a causa de la pesantez de su cuer­ po, se cansa pronto y desiste. Las perras al principio se ven descorcentadas y pierden el rastro, pues no ven a la liebre a causa de la espesura del bosque, y saltan también ellas por encima de los arbustos guiadas por el olfato. Pero por fin la ven, la persiguen, no dándose punto de reposo, mientras que la liebre, agotada de tan­ to brincar, desiste y, de esta manera, es apresada. Las liebres suben corriendo fácilmente las empina­ das y altas montañas, porque tienen las patas traseras más largas que las delanteras; mas no bajan con la mis­ ma presteza, porque les estorba la cortedad de süs pa­ tas anteriores.

.

Hay también otra liebre pequeña p o r naturaleza que no crece nunca. La

. .

E /öeria

e

llaman «conejo». N o soy fabricante de nombres, por lo cual en esta historia conservo el nom bre que, desde el prin­ cipio, le pusieron los iberos de Hesperia, entre los cua­ les se producen en gran número.

168

H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

Su color, en com paración con los demás, es negro. Tien e un rabo pequeño, pero, en cuanto a lo restante, es sem ejante a ellos. Se diferen cia , adem ás, en el tam a­ ño de la cabeza, porqu e es más pequeña, m uy despro­ vista de carne y más corta. Es m ás la scivo que las de­ más liebres; a causa de ello, en loqu ece cuando va de­ trás de la hem bra. [E l c ie rv o tiene un hueso en su corazón y el p ro p ó si­ to de cu alqu iera debe ser d escu b rir p ara qué sirve]. 16 L a pesca del atún e n t r é íta lo s y m a s a lio ta s

Los ítalos y los sículos gustan de lla­ m ar a la pesca de los atunes «g ra n pesΛ

t

,

ca s’ ? los lu gares en los que acostum bran a alm acen ar sus en orm es redes y otros utensilios de pesca los llam an « a l­

m acenes para aparejos de p esca ». P reten d en en adelan­ te ad scrib ir al enorm e atún a la clase de los «p e c e s en or­ m e s». Y yo he o íd o que los celtas, los m asaliotas y todo el pu eblo de L igu ria pescan a los atunes con anzuelos^ Sin duda, estos anzuelos están hechos de h ierro y son de gran tam año y fuertes. E sto es lo que ahora d ig o sobre los atunes y hay que añ adirlo a lo ya dicho. 17

Los que acostum bran a pescar en torn o a las llam adas islas t ir r e n a s 22 L a « a u lo p ía s » y

A

pescan un pez m on stru oso de a llí que llam an autopias 23, y bueno será descri­ b ir sus características. La más grande aulopías vence en tam año a los más grandes atunes; en fren tada con aqu éllos les gan aría en fu erza e in trepidez. T a m b ién los atunes son una raza va lien te de peces; p ero cuando se le en fren ta o tro pez s u captura

22

L a s islas tirrenas son las «A e o lia e in su la e» (hoy islas L íp ari, ai

norte de Sicilia). 23

L a a u top ia s quizás sea un atún, tal vez el T h y n n u s a la lon ga .

LIBR O X III

169

y lucha con él anim osam ente, después del p rim er ata­ que se le va la fu erza, porqu e se le con gela la sangre, y abandonando la lucha, rapid ísim am en te es apresado. En cam bio, la aulopías aguanta p o r largo tiem p o un ata­ que enérgico, y resiste al pesca d or com o si se tratara de un a d versa rio y la m a y oría de las veces vence, en co­ giéndose, agachando la cabeza y bajando a lo profu ndo. L a N a tu ra leza le ha dado potente m andíbu la y fu erte pescuezo y posee grandísim a fuerza. P ero cuando es cap­ turada, tiene un aspecto herm osísim o: tiene los ojos abiertos, grandes y redondos com o los de los bueyes can­ tados, p o r H o m ero 2\ L a m andíbula que, com o dije, es potente, realza su belleza. E l c o lo r de su d orso es com o el c o lo r d el más oscu ro la p izlá zu li y su vien tre por de­ ba jo es blanco. De su cabeza arran ca una raya de c o lo r dorado que desciende hasta la cola y a llí term ina en un círcu lo. Q u iero re fe rirm e ahora a los a rtificio s em pleados pa­ ra pescar esta clase de peces, a rtific io s de los que tengo n oticias de oídas. Los pescadores eligen, de antem ano, unos espaciosos lugares en los que sospechan que se reúnen las aulopías y, después de co lo c a r num erosas castañetas 25 (?) en sus redes en fo rm a de talegas 26 (?), echan el ancla del bote y hacen un ruido in in terru m p i­ do. A m arran la castañeta a una cesta y la ponen en una caña. M ien tras tanto, al o ír el ruido y ver el cebo, los peces acuden nadando de todas partes y se juntan y ro ­ dean el bote, y se amansan hasta tal punto con el ruido y con la abundancia de la com ida, que se quedan qu ie­ tos; al ten derles la mano, consienten en ser tocados, a m i entender, atraídos p o r la pitanza, o bien, com o dicen 24

L a ¡Hada aplica con frecuencia a H e ra el epíteto de B o ó p is («la

de ojos de n ovilla»), 25

Q uizás se trate de la C h r o m is castanea, la castañeta.

26 Cf. A. W . M air, Oppiatt, C o llu th u s , T rip h io d o ru s , Londres, 1928, págs. X L y sigs.

170

H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S

los a ficion a d os a la pesca, porqu e con fían en su fo rta le ­ za. H a y algunos que son mansos y Jos pescadores los aceptan com o ben efactores y com pañeros, y existe, ade­ más, entre ellos una tregua. O tros peces ajenos a ello s les siguen com o a guías, y a estos adven edizos, com o se les p o d ría llam ar, los capturan y matan; pero los p escadores no capturan, sino que dejan libres, a los m ansos peces que podrían com pararse a los palom os ladrones. Y ningún prudente pescador, p o r extrem a que fu ere su necesidad, co gería deliberadam ente una autopias mansa; porque si, por cual­ q u ier m otivo, acontece que alguna es capturada, aca­ rrea desgracia. Se la captu ra a travesán dola con el an­ zu elo o h irién d o la m ortalm ente. V em os tam bién pa ja re­ ros que se abstienen de m atar pájaros que sirven para a tra er a otros, ya para ven derlos o p ara com erlos. H a y adem ás otros p roced im ien tos para ca p tu ra r a estos peces. En los palacios de la India, en don. L o s p a rq u e s reales de la In d ia . S u s

de vive el m ás g ran d e de los reyes del ,

P a is'

,

j

tantas cosas dignas de adm i-

ración, que no pueden com p a rarse con ellas ni Susa, la ciudad de M em nón con toda su riqueza, ni la suntuosidad de Ecbatana. Estos lugares, en verd a d parecen ser el o rg u llo de Persia> si es que es líc ito esta b lecer com p a ración en tre los dos países. N o es p ro p ó sito de esta n arra ción expon er con deta­ lle las restantes m aravillas, pero en los ja rd in es se crían pavos y faisanes dom ésticos, que tienen en los árboles cu ltivados, a los que los ja rd in ero s reales consagran los debidos cuidados. H ay, adem ás, b osq u ecillos som bríos y pastos natu­ rales y las ram as están en trelazadas con la sabidu ría p á ja ro s . E l lo r o

p rop ia del h om bre en tend ido en a rb o ri cultura. Y lo que

171

LIBR O X III

m ás sorpren de del clim a de aquella com arca es que sus árboles son de los que están perpetu am en te verdes, y sus hojas jam ás en vejecen ni se desprenden. Unos son indígenas, otros traídos de otras partes con sumo cu i­ dado. Y todos ellos adornan el lu gar y le dan esplendor, m enos el o livo, pues la tierra india no lo produ ce de suyo ni p rosp era en ella ni se le im porta. Pues bien, hay otros pájaros lib res y no sujetos a esclavitu d que llegan p o r su p rop ia volu ntad y duerm en y descansan en estos árboles. A llí se crían tam bién lo ­ ros que se a rrem o lin a n en torn o al rey. N in gú n ciu da­ dano in d io cría loros, aunque hay en orm e can tidad de ellos. Y la razón es que los brahm anes creen que son sagrados e, incluso, los tienen en m ayor estim ación que a todas las dem ás aves, y añaden que, al hacer esto, obran razonablem ente, porqu e el lo ro es el único pájaro que rem eda con suma p erfección el habla humana. H a y tam bién en estos palacios herm osos lagos a r t ifi­ ciales que tienen peces grandísim os y dom esticados. Y n adie los puede pescar, excep to los hijos del rey cuando tod avía son niños: pescan en un agua encalm ada y que no o fre c e ningún peligro; a llí ju egan e, incluso, apren ­ den a navegar.

L a pesca del m újol en el prom ontorio de Leucatas

En el m ar jo n io de Leucatas 27 y en aguas de A ccio, en donde el te rr ito r io ge conoce con e] n om bre de Epiro, los ,,

,

,

,

,



m u joles son abundantes y nadan en fo r­ m ación y en grandes cardúmenes^ A es­ tos peces se les captu ra de una m anera muy curiosa. H e aquí la m anera de pescarlos. Los p escadores de esta com arca v ig ila n durante to­ da una noche sin luna y, después de cenar, se d istrib u ­ yen en parejas, echan al agua un barco, cuando no hay 27

Prom on torio en la pun ta su r de la isla de Léucade.

172

H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S

olea je y el m ar esta encalm ado, y lu ego avanzan rem an­ do despacio y poco a poco. E l uno agita suavem ente el agua con su rem o h aciendo avanzar a la em barcación, com o quien dice, paso a paso. E l otro, apoyándose con su codo, hace que la p arte de la em barcación que su fre la presión se in cline hasta el ex trem o de que el b o rd e de la m ism a llegu e a ponerse al n ivel del agua. E n ton ­ ces los m ú joles y los kestreys 28 (?), sem ejantes a ellos, ya sea porqu e se deleiten con la noche o p orq u e se a le­ gren con la calm a, abandonan sus agu jeros y m a d rigu e­ ras, suben nadando y asom an p o r en cim a del agua el ex trem o de su cabeza y se entregan de tal m anera a n adar p o r la su p erficie que llegan hasta cerca de la cos­ ta. Los pescadores ven esto y em piezan a navegar. Y el ru ido de la em barcación in icia un suave m u rm u llo. A sí que, huyendo de la tierra y regresando, se em pujan unos a otros a causa de su gran núm ero hacia el lu ga r d el b o te que se in clina hacia ellos y, cuando ya están allí, son capturados.

L os «trochoí»

M onstru os m arinos de excesiva co r­ pulencia y de tam año p rod igioso nadan , en m edio de ios océanos y, a veces, son

fu lm in ados p o r el rayo. Adem ás de és­ tos, hay o tros sem ejantes, que llegan hasta la costa y que se llam an t r o c h o í 19. Éstos surcan el m ar en bandadas, sobre tod o a m ano derecha del m on­ te A tos en T ra c ia y en los go lfo s que se encuentra uno navegando desde el Sigeo, y es p osib le en con trarse con ello s a lo la rg o d el contin en te opu esto cerca de la lia-

28

K é p h a lo s y kestreys son sinónim os y designan al M u g il cep h a -

lus, pez pércido comestible y muy abundante en las costas mediterráneas. 29

E l n om bre significa «r u e d a » y alu de a los m ovim ientos del

m onstruo, que es hijo de la fantasía; aunque algo de realidad, que se nos escapa, haya en la descripción.

LIBR O X III

173

mada sepultura de A rtaqu ees 30 y el Istm o de Acanto, en donde puede verse el canal que el re y persa abrió a través del m onte Atos. Estos m onstruos que llam an tro c h o í dicen que no son valientes, aunque lucen cresta y espinas en orm em en te largas, de m od o que muchas veces son visib les p or en ci­ ma del agua. Y, en cuanto oyen el go lp eteo de los re­ mos, se revu elven , se contraen y se sum ergen a la m a­ yo r p rofu n d id a d posible. D e esta p rop ied a d se deriva su nom bre. Lu ego se desenrollan nuevam ente y con un m o vim ien to en esp iral ascienden a la su perficie.

,

E l tritón de Tanagra

S obre los tritones, los pescadores 21 aseguran que no tienen una idea clara .

,

.. A ,

ni Pru eba evidente de su existencia, ro co rre la leyenda muy difu n dida que en el m ar existen, ciertam en te, gunos m onstru os a n trop o m o rfos desde la cabeza a cintura.

pe­ de a l­ la

D ice D em óstrato, en su tratado sobre la pesca, que v io en T a n agra un tritón en conserva. Y añade que era sem ejante, en m uchos aspectos, a los representados en estatuas y en pinturas, p ero su cabeza estaba tan estro ­ peada p o r el tiem p o y era tan borrosa, que no era fá cil d istin gu irla y recon ocerla. « Y al tocarla yo 3I, cayeron escam as ásperas, duras y resistentes. U no del Consejo, de los elegidos p o r votación para gob ern a r a G recia y a quienes se les con fía el m ando p o r un solo año, tra ­ tando de v e r ific a r la n atu raleza de lo que veía, arran có un poco de piel, lo a rro jó al fu ego y, al quem arse el

30

N o identificada. E l p erson aje fue un gen eral persa que c o la b o ­

ró en ia construcción del cana! que Jerjes proyectó a través del monte Atos. 31

‘ E lia n o nunca salió de Italia; p o r lo tanto, estas p a la b ra s son

de D em óstrato.

174

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

tro zo a rrojado, un acre o lo r lleg ó a las n arices de los presentes. P ero — d ijo — no pu dim os saber si el m ons­ tru o era de n atu raleza terrestre o m arina. M as el expe­ rim ento no le reportó ningún ben eficio, porque poco des­ pués perd ió la vid a al a tra vesa r un estrech o pequeño y angosto en una corta em barcación de seis rem os. Y — decían los habitantes de Tanagra> según re fie re é l— esto le sucedió porqu e había profa n a d o al T ritó n y — declaraban — fue sacado sin vid a del m ar y, al sacar­ lo, soltaba un líq u id o sem ejante en el o lo r al de la piel del tritón cuando la echó al fu eg o y la qu em ó.» De dónde vin o erran te este tritó n y cóm o vin o a qu e­ dar varado en tierra son circunstancias que deben ex­ plica r los de Tan agra y D em óstrato. En vista de esto, yo reveren cio al dios, y es ju sto p resta r créd ito a un testigo de tal autoridad. Sea A p o lo de D ídim a 32 sufi­ ciente garan tía para toda persona de corazón sano e in­ teligen cia vigorosa . En efecto, él dice que T ritó n es una criatu ra m arítim a. H e aquí sus palabras: E l h ijo de Poseidón, m o n s tru o del mar, s o n oro T ritó n se e n co n tró cuand o nadaba con la a c o m e ti­ da de un cón ca v o navio. Así pues, si el dios que tod o lo sabe dice que existen los tritones, nosotros no debem os p o n erlo en duda. i E elefante guardian

Cuando el rey de los indios se d iri­ ge a los tribu n ales de ju sticia, un elef anj-e se prostern a ante él. Se le ha enr

señado esto, y se acuerda m uy bien de h acerlo y obedece (cam ina a su la d o el h om bre que le recu erda lo que le ha enseñado con un go lp e de agu ijada y con alguna pala b ra en su lengua nativa, que los elefan tes entienden gracias a un m iste­ rioso don de la N a tu ra leza m uy p ro p io de estos anim a­ 32

En el territorio de M ileto.

175

LIBR O X III

les). Adem ás ejecu ta algún m o vim ien to belicoso, com o si tratase de d em ostra r que tam bién recu erda co n o ci­ m ientos relativo s a esos asuntos. V ein ticu a tro elefan tes perm an ecen p o r turno ju n to al rey para darle guardia, com o los restantes guardianes, y se les enseña a perm a­ n ecer vig ila n tes y a no dorm irse. P orq u e tam bién en es­ to son in stru idos p o r la sabidu ría india. Y dice M ecateo de M ile to que A nfiarao, h ijo de Ecles, se du rm ió durante la gu ard ia y tu vo que su frir cuanto d ice 33. M as estos elefan tes despiertos, inasequibles ai sueño, son los más dignos de confian za de los gu ard ia­ nes de a llí y están a la altura de los hom bres.

L a escolopendra de m ar

Y o , ob servan do y analizando duran­ te m ucho tiem p o y con tod o el interés -,

,

c

^ue s0^ caP az estos tem as y lo re fe ­ rente a ellos, he llegad o a la conclusión de que la escolop en d ra es un m onstru o m a rin o y que, de los m onstruos m arinos, éste es el m a­ y o r y que uno no se a treve ría a co n tem p la rlo varado en la playa. D icen algunos m eticu losos observa d ores de las cosas del m ar que las han visto flo ta n d o y que tod o lo que es cabeza sobresalía de la su perficie. Adem ás se­ gún ellos, m uestran largu ísim os pelos salien do de sus n arices y la cola es plana y sem ejante a la cola de la langosta {?). E l resto de su cu erpo se ve flo ta n d o sobre las olas y su tam año es com p a rab le a un trirrem e gran ­ de. N adan con muchas patas dispuestas en línea a uno y o tro lado, co m o si dichas patas estuviesen encajadas en clavijas cual rem os (aunque la expresión es un tanto a trevid a) em pujándose a sí m ism as. A sí pues, los enten­ didos en tales m aterias dicen que el o lea je em ite, com o un eco, un suave m u rm u llo y lo que dicen m e convence.

33

N o sabem os a qué se refiere.

176

H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

Jen ofon te dice tam bién lo siguiente sobre los p erros 34: hay que lleva rlos J e n o fo n te y r , } con frecu en cia al m onte,’ p e ro m enos a ¡os p e rro s r los cam pos, porqu e los cam inos trilla ­ dos de los cam pos cu ltivados les o fen ­ den y despistan. E ste esc rito r d ice 35 que es m ejor lle ­ varlos p o r cam inos ásperos y que, sobre que es m ejor, sacan este provecho: al e je rc ita r su cu erpo dan a sus patas robustez y habilidad para saltar. D ice tam bién que, en invierno, el ra stro de la lieb re se puede v e r p o r la rg o tiem p o a causa de que las noches son largas, y que, en el verano, no es así p o r la razón con traria. Qué sig n ifica « lo c o n tra rio » se deduce claram ente de lo dich o arriba. L o s indios va lo ra n com o anim ales útiles en las arm as y en la gu erra a los A n im a le s rega la d os , ,, i i c i j i caballos y a los elefan tes y les concea l rey de la J J In d ia den un gran valor. D esde lu ego llevan al rey cargas de fo rra je , que echan en los pesebres, y heno, que enseñan para que se vea que es fresco e intacto. Y si el heno es así, el rey lo agrad e­ ce; pero si no, castiga a los cu idadores de los elefan tes y a los p a la fren eros muy duram ente. N o desdeña tam ­ p oco otros anim ales más pequeños, sino que los acepta tam bién cuando se los o frec en com o regalos, pues los in dios no m en osprecian ningún anim al ni d om éstico ni salvaje. Así, los súbditos con stitu idos en au torid ad le llevan regalos com o grullas, gansos, gallinas^ patos, tór­ tolas, fran colin es tam bién, perdices, espíndalos 36 (este p á ja ro se pa rece al fra n co lín ) y, adem ás, aves m ás p e­ queñas que las m encionadas: boccales, cu rru cas ca p iro ­ tadas y los llam ados «escrib a n o s h ortela n o s». Y ellos descubren y m uestran sus dones, con el p ro p ó sito de 34

Cyn, IV 9. Es cop ia casi litera!.

35

Ib id . V

36

Sin identificar.

1. Es copia literal de Jenofonte.

L IB R O X III

177

h acer v e r su ex tra o rd in a ria gordura. Y o frec en tam bién el tesoro de gord os ciervos, a n tílo p e s 37, gacelas, y as­ nos provisto s de un cuerno, de los que hice m ención más a rrib a ÎB, y tam bién diversas clases de peces. H ay tam bién una cigarra m arina 39. L a más grande de ellas se p arece a una

26

,

L a c ig a rra de m a r

cigala pequeña, mas no tiene com o es­ ta grandes antenas ni grandes rejos. La cig a rra de m ar tiene un aspecto más oscu ro que la cigala y, cuando se la coge, ch irría com o el insecto. B ajo sus ojos le nacen pequeñas alas y éstas se parecen tam bién a las de la cig a rra terrestre. La m a­ y o ría de la gente no com e estas cigarras porqu e las con ­ sideran sagradas. T en go en tendido que los habitantes de S érifo s las en tierran cuando son cogidas muertas. Cuando caen vivas en la red no las retienen, sino que las devu elven al m ar. Las lloran cuando m ueren y dicen que son la prenda am orosa de Perseo, el hijo de Zeus.

f? ξ

hiSŸici

El pez hiena 40 tiene el m ism o nomb re que la hiena terrestre. Pues bien,

El chicharró Depilatorios

s* c o ^ocas deb ajo de un h om bre dorm ido la a leta derecha, le produ cirás una gran conm oción, pues tendrá vision es espantosas, im ágenes y apariciones, sueños también, m a­ lévo lo s y hostiles. S i cortas la cola de un ch ich arro vivo, lo devuelves al m a r y, luego, atas dicha cola a una yegu a preñada, poco después se despren derá el fe to y m alp a rirá la yegua. 37

Com prendem os en esta única p alabra las griegas: búba lis y óryx,

pues significan lo mismo, aunque quizás con alguna levísima diferencia, 38

Cf. X 40.

39

E s un crustáceo d ecápodo con el abdom en corto, aplicado so­

b re el tórax. L a ciencia lo llam a C a n c e r astacus. 40

Sin identificar.

27

178

H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

Adem ás, si un m uchacho desea con serva r su m enton sin pelos el m a yor tiem p o posible, m ojándolo con la san­ gre de un atún qu edará lam piño. E l m ism o e fe c to p ro ­ ducen el to rp ed o y la medusa, p orq u e dicen que, si su carne se licúa en vin a gre y se extien d e el líq u id o ob ten i­ do en las m ejillas, desaparece el pelo, ¿Qué dirán a todo esto los m aqu inadores de m ales de T a re n to y de E tru ­ ria que, tras ex p erim en tar con pez, descu brieron aquel a rtific io capaz de hacer diferen tes a los h om bres con­ virtién d o lo s en m ujeres? i

La dorada es, sin duda, el más tím ido de todos los peces. Cuando la estaΖ,α aera da . S u c a p tu ra

Λ

,

,



·j

clon m areas bajas co in cid e con A rctu ro, el m ar se re tira de la ensena­ da, la arena queda al d escu b ierto y las naves, muchas veces, quedan varadas en seco. Entonces los nativos aguzan unas ram as verd es y cu biertas de ho­ jas a m anera de estacas, las clavan en la arena y se re tl· ran. Luego, al reto rn a r la m area, trae una en orm e m u­ chedu m bre de los dichos peces y, al retira rse, d eja un gran n úm ero de doradas en agua poco profu n d a en la que se encuentran hoyos. Los peces se agazapan a co b a r­ dados bajo las ramas, se quedan in m óviles, p o rq u e se asustan a causa del vien to que, soplando sobre las ra­ mas, las agita y sacude, y no se estrem ecen ni saltan. E ntonces puede d ecirse que a tod o el que tro p ieza con aqu ella m u ltitu d de tím idos peces le es fá c il ca p tu ra r­ los y golpearlos. Y los capturan no sólo los pescadores expertos, sino tam bién cu a lq u ier p erson a n ovata que se los encuentra, incluso niños y m ujeres.

L I B R O XIV

S IN O P S IS

1.

L a caballa, c o la b o ra d o ra de los pescadores en la pesca.

2.

L a bilis del escaro como m edicam ento.

3.

La pesca en la arena sin agua.

4.

P ro p ied ad es curativas de am bos erizos: el de m a r y el de tierra.

5.

B ú sq u ed a de colm illos de Elefantes.

6.

E l elefante y el lince.

7.

El avestruz. C óm o se caza.

8.

A n guilas del E relen o . Su captura.

9.



El bogavante.

10.

E l asno salvaje de M au ritania.

11.

Los toros salvajes de L ibia.

12.

E l pez araña.

13.

L a dieta alim enticia del rey de los indios.

14.

L a gacela de L ibia.

15.

E l m y ros.

16.

E l íbice de L ibia.

17.

L a tortuga de L ibia.

18.

El «fren e sí de la yegua».

19.

L ag o hirviente con peces.

20.

E l caba llito de m ar, su veneno y su rem edio.

21.

L a nutria.

22.

El tímalo.

23.

Peces del Istro. El pez espada.

24.

A lg a m ortal.

25.

Los mesios y su m anera de pescar.

26.

E l Istro en el invierno. B a rc o s aprisio n ad os p o r el hielo. La pesca

27.

C óm o se a rra n c a la

28.

D os m itos acerca de ios nerítes.

29.

L a pesca invernal en el E rídan o.

en el invierno. E l esturión.

aglaöphötis

o peonía.

En cl m ar jon io, cerca de Epidam viven los taulantios, hay ge ]|am a j s{ a A tenea 1

L a caballa no, eh donde colaboradora de una j sj a qUe los pescadores

,

,

,

TT

y esta habitada por pescadores. H a yr en rella un lago, en donde se alimentan ban­ dadas de caballas. Los pescadores les echan alim en to y existe en tre unos y otros un co m p rom iso de paz. Son libres y están exentas de ataques. Alcanzan edades p ro ­ vectas, vivie n d o a llí caballas incluso ancianas. N o co­ men sin tra b a ja r ni pagan con in gra titu d lo que com en, sino que, después de haber recib id o el alim en to de los e n la pesca

J

pescadores, tam bién ellas van de ca cería por im pulso p ro p io com o si qu isieran p a ga r su m anutención. Y , así, avanzando fu era del puerto, se dirigen al en­ cu en tro de las caballas forasteras, y al encontrarse con ellas, form ad as en com pañías o en fo rm ación de com ba­ te, nadan hacia ellas, p orq u e son de la m ism a raza y de la m ism a naturaleza. Las recién llegadas no escapan de ellas ni los peces am aestrados huyen, sino que las acom pañan. L u ego los peces mansos rodean a las recién llegadas, cierra n el cerco en torn o a ellas, aprietan las fila s y cogen a los peces, en m edio, en gran n úm ero y no les dejan escapar, sino que m iran p o r los intereses de sus cu idadores y, a cam b io de su h am bre saciada, proveen de festin es a los pescadores. P orq u e llegan los pescadores, capturan a las intrusas y ejecutan una gran m ortandad. P e ro las dom esticadas vu elven a toda prisa

1 Isla desconocida, no así las dos lagunas al su r de Epidam o.

j

184

H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S

al lago, se m eten en sus m adrigu eras y aguardan la co­ m ida vespertina. Los pescadores vienen con la pitanza, si qu ieren te-, n er cola b ora d ora s en la pesca y leales am igos. Y esto sucede todos los días. 2 ma b ilis d e l e s ca ro c o m o m e d ic a m e n to

S i das de co m er a un h om bre e n fe r­ m o del h ígado y con ic te ric ia la b ilis un escaro, curará, según enseñan los

pescadores experim en tados. 3 ,

La pesca ett la arena sin agua

Los peces se captu ran sin nasa, anzuelo ni red, de esta manera. Muchas

,

.

.

i

·.,

i

bahlas terminan en bajíos por los que uno puede pasear. Cuando el m ar está en calm a y los vien tos sosegados, los p escadores expertos llevan allí a m ucha gente y les o r­ denan que cam inen p o r encim a y pisoteen la arena ca r­ gan do to d o e l peso del cu erpo sobre los pies. C om o con ­ secuencia de esto, quedan im presas p rofu n das huellas; en las cuales, si se conservan, y la arena al ca er no las borra, y el agua no se ve agitada por el viento, después de algún tiem p o los pescadores capturan peces planos en tregados al sueño, com o p o r ejem p lo platijas, rodaba­ llos, sollas, torpedos y otros. 4 P ro p ie d a d e s

zo

curaü^s de ambos e riz o s : e l de m a r y e l de tie rra

n

A n terio rm en te 2 he h ablado del erim a r y ahora añadiré otras cosas htf o jd co|no es b u en o pa/

ra el estóm ago. En erecto, al inapeten­ te y al que siente repu gn an cia p o r toda

clase de alim en to, le devu elve su forta leza . Es tam bién d iu rético, com o dicen los en tendidos en estas cosas. Si lo extiendes sobre un cu erpo que su fre de p ru rito, cura 2

Cf. V I I 33; I X 47.

LIBR O X IV

185

al que se ve a flig id o de sem ejante enferm edad. Si se que­ ma a un erizo con su caparazón, lim p ia las heridas purulentas. S i se quem a un erizo terrestre y se m ezcla la ceniza resultante con pez y, luego, se la extien d e en las partes en donde se ha caído el pelo, este pelo fu g itiv o (p erm íta ­ sem e la brom a) vu elve a nacer. B ebida con vino, esta cen iza es buena p ara los riñones. Cura a los h idrópicos si la beben, com o ya dije. Adem ás, el h ígado de este e ri­ zo, secado al sol, cura a los que su fren la en ferm edad llam ada elenfantiasis. Los entendidos en tales achaques diB ú s q u e d a de c o lm illo s de e le fan te

cen que los co lm illo s del elefan te hembra son más estim ables que los del macho y esto es lo que nos enseñan. En M auritania, a los elefantes se les

suelen ca er los co lm illo s cada diez años; a los ciervos tam bién se les caen los cuernos, p ero cada año. A hora bien, estos elefan tes p refieren a otra una tiera llana y bien em papada. A poyan en e lla sus co lm illo s p on ién do­ se de rodillas, p orq u e desean veh em entem en te despren­ derse de ellos. Y em pujan con tai fu erza que term inan p o r en terrarlos. Después^ arrastra n d o los pies, allanan el lu gar que esconde su tesoro. Mas, com o la tierra es muy fé rtil, pron to se cubre de h ierba y se ocu lta a los que pasan p o r a llí la realid ad de lo ocu rrid o. P ero los ocupados en a verigu a r el paradero de estos objetos ocu ltos y que tienen algún con ocim ien to de las estratagem as de los elefan tes, llevan agua en odres de p iel de cabra y los esparcen, llenos, en diferen tes lu ga­ res, quedándose ellos donde están. Y uno du erm e m ien ­ tras o tro echa unos tragu itos y, sin duda, m ientras apu ­ ra la copa canta para sí m ism o y se acuerda en su canto de la que ama. (Y yo no me so rp ren d ería de que alguien tratase de sed u cir a un apuesto m uchacho que le acom-

186

H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S

paña y es su co la b o ra d o r en la búsqueda, p o rq u e los m auritanos son herm osos, talludos, de aspecto varon il, a ficion a d os a la caza, capaces de in fla m a r m uchos co ra ­ zones, pues son tod avía m uchachos aunque tan esb el­ tos.) Así pues, si aqu ellos co lm illo s han sido en terrad os cerca, atraen, d eb id o a un arcan o y pasm oso hechizo, al agua de los odres y los dejan vacíos. A llí, con azado­ nes y picos, cavan la tierra y consiguen el tesoro sin n ecesidad de re c u rrir al o lfa to de los perros. P e ro si los odres se quedan llenos en el lu gar en que los pusie­ ron, los bu scadores de estos co lm illo s se m archan a una nueva búsqueda y traen otra vez los p ellejos y el agua, que son los ú tiles de caza ya m encionados. 6 . .

E l e le fa n te y e l lin c e

D icen que los elefan tes tienen dos corazon es y, p o r lo tanto, dos actitudes m entales: con un corazón se en fu recen y con el o tro se aplacan. A l exp resa rm e

así, sigo los relatos de los m auritanos. Estas m ism as gentes a firm an que hay linces^ y dicen que tienen la n ariz más rom a, incluso, que los leopar^ dos y que tienen pelos en las extrem id a d es de las o re­ jas. Éste es un anim al que da saltos p rod ig iosos y es capaz de su jetar a su presa con el m a yor v ig o r y d o m i­ nio. E u ríp id es p arece re fe rirs e a lo d esagradable de es­ te anim al cuando d i c e 3: Viene trayendo sobre sus h o m b ro s o bien el peso de un ja b a lí o a l d e fo rm e lince, bestia dañina y m alpa rida. P ero p o r qué le llam a «m a lp a rid o », m e jo r es que lo expliqu en los gram áticos.

3

Fr. 863 N a u c k .

LIBR O X IV

E l a v estru z. C ó m o se caza

187

S obre el avestru z p odríam os d e c ir lo siguiente: si m atam os un avestruz y lim piam os su estóm ago, encontrarem os

piedras que el anim al traga y guarda en la m olleja para digerirlas con el tiem po. Estas pied ras favorecen , sin duda, tam bién la digestión de las personas. Los tendones y su grasa son tam bién buenos para los tendones del hom bre. P ara la captu ra de estas aves, que corren circu la r­ m ente p o r el lado e x te rio r del círcu lo, se em plean caba­ llos. Los jin etes las in tercep tan c o rrien d o por la parte in te rio r del c írcu lo y, rodeán dolas en un esp acio más estrecho, se apoderan al fin de ellas cuando están a go ­ tadas de tanto correr. H e aquí otra m anera de cogerías. Fabrican estas aves en el suelo un n ido h um ilde escarbando la arena con las patas. E l cen tro del n ido es hueco, p ero el avestruz constru ye los bordes en círcu los y altos, y fo rtific a el n ido de m anera que los bordes escupan fu era el agua del cielo y no ca iga den tro d el n ido inundando así a los tiern os pollu elos. Pone mas de ochenta huevos, pero no los em p olla a todos al m ism o tiem p o y no todos ven la lu z sim ultáneam ente, sino que, cuando unos han sali­ do del cascarón, otros tod avía están en los huevos ina­ cabados y o tros están recib ien d o calor. Cuando la m a­ dre está en tregad a a estos m enesteres, la ve un h om bre que no es un ign orante, sino un ex p erto en este género de Cáza, y clava en torn o al n ido agudas lanzas. Las cla ­ va derechas sobre la con tera de h ierro y el h ie rro lanza destellos. Lu ego se re tira y queda al acecho d el resu lta­ do. R egresa el avestru z de p rocu rarse el alim en to in fla ­ m ada de a m or p o r sus h ijos y sedienta de su com pañía. Y p rim ero d irig e su vista en rededor, m ira n d o aquí y a llí p o r tem o r de que algu ien la vea. Y después, ven cida y estim ulada p o r su deseo, extiende sus alas a m anera de velas y, co rrien d o a toda velocid a d , se p recip ita en

1 88

H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S

e l n ido y m uere lastim osam en te ensartada y atravesada p o r las lanzas. Se lanza, a continuación, el ca zador y coge a los pollu elos ju ntam ente con su m adre. H ay una ciu dad itá lica situada a Oc­ ciden te que se llam a Pataviu m 4. D icen Ar^reteno ^

Que esta ciu dad fu e o b ra d el troya n o A nténor. É l la fu n dó al escap ar v iv o de su hogar, cuando huyó de su p a tria al ser tom ada Ilion . Los griego s le respetaron la vid a en gra cia a que salvó a M en ela o cuando lle g ó com o em ba­ ja d o r con U lises para entablar conversaciones sobre H e­ Su captura

lena. A n tím aco aconsejó que les diese m uerte, y él dijo estas palabras que trae H o m e ro 5: É l ha aceptado el o ro de Paris, esplénd id o don. Pues bien, hay otra ciudad cercana a Pataviu m , a la qu e llam an B ic etia 6, cerca de la cual d iscu rre el río E r e t e n o 7. Éste, después de a tra vesa r co n sid era b le te­ rrito rio , desem boca en el E rídan o 8, con él m ezcla sus a g u a s .... Se crían en él enorm es anguilas y m ucho más g o r­ das que las de otros lugares y se las captu ra de la si­ gu ien te manera. E l pesca d or se sienta en una roca que sobresale en un lu gar que fo rm a a m anera de bahía en el río donde la c o rrien te se ensanchad o sobre un á rb ol que el fu erte vien to ha desarra iga d o y a tierra d o cerca de la orilla , el cual, p o r estar ya p odrid o, no sirve ni para ser cortado, ni u tiliza d o com o leña para: quem ar. A sí pues, sentado en él, el pesca d or de estas anguilas coge el in testino de un co rd e ro recién degollado, que m ide unos tres o cu atro codos y que fu e bien en gorda­ 4

Hoy se llam a Padua.

5

IL X I 124.

6

H o y Vicenza.

7

H oy R etrone.

8

E l E ríd an o griego, lat. Padus, de donde proviene Po.

LIB R O X IV

189

do, y lo m ete en el agua p o r un ex trem o y lo sostiene rem o vién d olo en los rem olinos. E l o tro ex trem o lo tiene en sus manos, y un tro zo de caña, de la lon gitu d de la em puñadura de una espada, ha sido in sertado en él. L a com ida no pasa in ad vertid a a las anguilas, pues les gus­ ta el in testino del cordero. L a p rim era anguila que se acerca so licita d a p o r e l h am bre y con la boca abierta, clava en el cabo sus dientes corvos, parecidos a anzue­ los y d ifíc ile s de desprenderse, y no deja de saltar in­ tentando llevá rselo . Y el pescador, com pren dien do que la anguila ha qu edado sujeta al in testino porqu e éste se agita, pone en su boca la caña en que lo in g irió y, soplando con toda su fuerza, in fla en orm em en te dicha tripa, que, p o r e fe c to del aire que baja, se distien de e hincha, y resu lta que el aire se in trod u ce así en la an­ guila, se difu n de p o r su cabeza, le llena la fa rin ge y c o r­ ta la resp ira ció n a la criatu ra. V no pudiendo re sp ira r ni pu dien do tam poco desenganchar los dientes clavados en el cebo, m uere a sfixia d a y es izada p o r culpa del in­ testino, d el aire y, en terc er lugar, de la caña. L o m ism o sucede con las dem ás y, com o son m uchos los pescadores¿ muchas son las anguilas capturadas. E sto era lo que yo tenía que d e c ir en lo con cern ien te a las p ecu lia rid a ­ des de estos peces. Sabem os tam bién qu e el bogavan te se p arece en a lg o a la langosta. V em os E l b o g a v a n te , , , , que su cu erpo es de aspecto mas d elga ­ d o y el c o lo r tira n d o a azul oscuro. Es perezoso. Po see pinzas descom unales parecidas a las de los can grejos. D icen los pescadores más expertos que tienen unas m em branas pegadas al caparazón y, d eb ajo de ellas, trozos de carne b lan dita que se llam a «m a n teca de b o ga va n te ». Y los h om bres la obtien en de ellos. L im p ia esta grasa el c o lo r cetrin o de la cara e, in corp o ra d a al a ceite de o liva m ezclad o . ,

190

H ISTO RIA D E LOS A N IM A L E S

con rosas y aplicada com o una crem a, con trib u ye a real­ za r la b elleza y orn ato d el individu o. H e oído, además, lo siguiente: que el león terrestre siente un m ied o trem en do ante el aspecto m on stru oso del bogavan te y que no soporta el tu fo que despide. P e­ ro ya he dicho 9 más a rrib a que él, a su vez, se asusta ante la presencia del gallo. D icen tam bién que si se echa en agua el caparazón del bogavan te m achacado y redu­ cid o a p o lvo y lo bebe el león terrestre, queda inm une de anom alías intestinales. H e aquí las cosas con cern ien ­ tes al bogavan te que yo tenía que decir. 10 ,

,

E l asno salvaje de M a u rita n ia

Los asnos de M a u rita n ia son velocísimos; al menos en los prim eros tram os ,

,

.j,

.

,

,

de la ca rrera son rapidísim os, tan ra p i­ dos com o el vien to im p etu oso o, ¡p o r Zeus!, 'com o las alas de un pájaro. M as

lu ego se cansan, sus patas se hacen pesadas, íes fa lta el aliento, se olvid a n de su velo cid a d y quedan com o clavados al suelo, d erram an do lá grim a s abundantes, no tanto, a m i entender, p o r la m u erte que se avecin a co­ m o p o r la im poten cia de sus patas. Y , así, los hom bres se apean de sus caballos, echan el ron zal al pescuezo de los asnos y, atando cada uno un asno a su caballo, lleva al que ha co gid o com o si fu era un prision ero. Y a he dich o antes 10 que los caballos de L ib ia son pequeños, p ero m uy veloces.

u ios

Pa rece que es in con table la m u lti­ tud de toros que hay en Libia. Los sal­ to ro s s a lva jes de L ib ia

,

.

,

,

,

vajes y los no sujetos al yu go son v e lo ­ císim os. M uchas veces los ca zadores se extravían p ersigu ien d o a uno y tro p e­ za r con o tros no dom esticados. E l toro, p en etran do en 9 10

Cf. III 31; V I 22. Cf. I l l 2.

L IB R O X IV

191

el m a to rra l o cañada, desaparece; aparecen otros igu a­ les, y confun den al cazador. Y si se d ecid e a p ersegu ir a uno de éstos, él y su ca b a llo abandonarán la p ersecu ­ ción, porqu e, aunque con el tiem p o pueda alcanzar a un atiim al ya agotado, no p o d rá lo g ra rlo con los que em piezan a correr, porqu e su caballo estará agotado an­ tes que ellos. T o d o s los años se capturan y sa crifica n muchos, pe­ ro su descendencia, que es abundante, tom a el relevo. Son capturados, ju n tam en te con los n ovillo s y con los toros, tam bién las hem bras, de las cuales unas están preñadas y otras recien paridas. Y si alguien captu ra un b ec erro tod avía jo v e n y no lo m ata al instante, o b ­ ten drá una doble ganancia: porqu e captu ra a la m adre al m ism o tiem po, si hace lo que no es in oportu n o d ecir aquí. E l h om bre ata con una soga al b ecerro, lo d eja y se m archa. P e ro la m adre se consum e de deseo p or su h ijo y se ve atorm en tad a p or un ardien te anhelo, y, en su a rd o r p o r desatarlo y llevárselo, ataca con los cu er­ nos para desgastar y ro m p er las ataduras. C u alqu iera de los cuernos que m eta en el tren zado de la cu erda la dejará presa, y trabada qu edará ju n to al b ecerro sin p o d er lib e ra r a éste, resu ltan do en cam bio, en redada en unas ataduras inesquivables. E l cazador, después de ex tirp a rle el h ígado para su p ro p io provecho, c o rta rle las ubres aún repletas y desollarla, deja la carne para que sirva de festín a las aves y a las fieras. P ero se lleva en tero el b ec erro a casa, pues constitu ye un m anjar sa­ b rosísim o y tam bién sum inistra cu ajo para cu ajar la leche.

192

12

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

E l pez a r a ñ a " se p a rece a los de­ m ás peces en tod o el cuerpo, m enos en E l p e z ara ña , -, · . i la cabeza y en que es sem ejante a la serpiente pitón en el tamaño de sus ojos (tam bién los de ésta son grandes) y en sus m andíbulas, que, en cierta m edida, tienen la m ism a con form ación . T ien e tam bién escam as ásperas y, si se le toca su piel, produ ce una sensación no m uy distinta de la produ cid a p o r la p ie l de la pitón. D e su cu erpo nacen agudas púas porta d ora s de veneno y no son p ro ­ vechosas al que jas toca.

13

Quizá fu era con ven ien te que yo hab lase tam bién sobre lo típ ic o de estos í *q

d ic t a

«

../ • -„ • « ir ,,, d e ! n v de los in d io s

i

JL X

η



E l rey in dio com e, a guisa de pos­ tre, lo m ism o que sin duda los griegos desearían com er. A qu el rey, según n arran relatos de los indios, siente el más v iv o d eleite com ien d o un c ierto gu­ sano, después de frito , que se cría en la p a lm era datilífera y dicen que él se d eleita tanto con este m an jar * * * Y sus relatos m e convencen. C om p leta tam bién esta die­ ta con huevos de cisnes, avestruces y gansos. N o le re­ p roch o el uso de los otros alim entos, pero n o puedo aplaudir, mis queridos indios, que atente contra las crías ni que destru ya los huevos de los cisnes, servid o res de A p o lo y, com o la fam a p rego n era dice, la más canora de las aves.

11

E s el T ra c h in u s d ra co , pez teleósteo con los op érculos espin o­

sos. E l pez a rañ a tiene la p rim e ra aleta d orsal espinosa y venenosa. 12

La frase que precede a los asteriscos es de dudoso sentido, por­

que el texto está m utilado.

193

LIBR O X IV

,

L a g a ce la lib ia

M e place d ecir ahora lo siguiente sob re las gacelas y ciervo s de Libia. Las .

,

, .

.

,

gacelas son velocísim as, ÿ sin em bargo, no pueden a ven taja r en la ca rrera a los caballos libios. Son captu rados unas y otros con redes. Tien en el vien tre de c o lo r gris y este c o lo r se extien d e p o r los flan cos: a cada lado d el vien tre discu rren franjas negras. E l resto de su cu erpo es ru ­ bio. T ien en patas largas, ojos negros, la cabeza adorn a­ da con cuernos y sus orejas son larguísim as. La llam ada p o r los poetas «c ie rv a velo císim a en la carrera, tan velo z com o la tem p esta d » tiene el p elo de aspecto ro jizo y m uy largo. Su rabo es blan co y sus ojos son de un tin te azul oscuro. T ie n e las orejas pobladas de espesísim os pelos. Sus cuernos se inclinan hacia ade­ lante y son graciosos, de tal m an era que el anim al avan­ za y, al m ism o tiem p o que inspira tem or, fim p re s io n a p o r su h e r m o s u r a !13. Esta cierva no sólo sobre la tie­ rra hace ostentación de la rapid ez de sus patas, sino qu e tam bién al ca er a la co rrien te de un río la hiende rem ando, p o r así decirlo, con sus pezuñas. Gusta tam ­ bién de nadar en el lago, en el que obtien e — d igám oslo así— su nutrim ento, y se alim en ta de los ju ncos siem ­ pre verdes y de las juncias. Así, al com ien zo de la p ri­ m avera, desocu pa su vien tre repleto, sus ubres gotean y am am anta a sus crías.

13

C om p árese esta frase con A n a c re ó n tic a 17, vv. 12 ss.

194

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

15

Y o entiendo que hay un pez llam a: . «myros»

do myros, pero 14 no sé d ecir de donde d eriva este nom bre. E l caso es que se

llam a así. D icen que es una serpien te m arina. A h ora bien, si se le arran ca cu alqu iera de sus ojos y se lo lleva co m o am uleto, se cu ra uno de la o fta lm ía seca. Y dicen que, al m yros así m u tilado, le nace lu ego o tro ojo. P ero es p reciso soltar y d eja r v iv o al pez, de lo c o n tra rio no te servirá de nada con serva r el o jo arrancado. 16

Las cabras salvajes que recorren los montes de L ib ia son parecidas, en cuan­ tíe L ib ia to tamaño, a los bueyes y llevan cu­ b ierto s sjis muslos, pecho y pescuezos con espesísim a pelam bre, y de la m is­ m a m anera la sotabarba. Tien en la fren te cu rva y re­ dondeada, ojos am arillen tos y patas cortas. Sus cu er­ nos están unidos al nacer, pero lu ego se separan y cre­ cen oblicu am ente, porqu e estos cuernos no son erectos com o los de otras cabras m onteses, sino que crecen o b li­ cuos y se extienden tanto com o los hom bros, A sí qué son de en orm e longitud. Saltan con fa c ilid a d estas cabras desde cu m bres ele­ vadas, que los pastores y poetas suelen lla m a r riscos, a otras alturas; pues éstas son cabras m ucho más saltariñas que todas las demás. P ero si alguna cae porqu e el risco que ha de re c ib irla está lejos de su alcance, sus m úsculos conservan tal cúm ulo de fu erza, que la cabra perm an ece indem ne al caer. N o se qu ebran ta nada, ni cuerno, ni el fron tal, aunque caiga en una roca hendida; pues es fu erte y tan resisten te co m o la m ism a roca. E l ib '

14 n aria

Quizás se trate de una m orena m ás serp entiform e que la o r d i­

(M uraena helena).

A sí p arece in d icarlo la frase: «d ic en que es

un a serpiente m a rin a». Si es así, quizás se trate de la

unicolor.

M uraenophis

LIB R O X IV

195

A h ora bien, a la m a y oría de estas cabras se las caza en las sierras con redes, jabalinas, tram pas y m ediante las artes usuales en tre los cazadores, esp ecialm en te los cazadores de cabras. Se cazan tam bién en terren o llano. En éste no tienen tanta fa cilid a d para escapar. In clu so una persona p o co co rred o ra puede alcanzarlas. Sin du­ da su p iel y cuernos son útiles. A q u é lla es ú til porqu e no p erm ite que, en los rigu ro sísim o s inviernos, el fr ío penetre en los cuerpos de pastores y leñadores. Los cuer­ nos son útiles en veran o p ara co g e r agua, y b eb ería des­ pués, de una co rrien te flu v ia l o de una fu en te borbotan ­ te y para a ca lla r la sed, y p o rq u e perm iten b eb er de un trago una can tidad de agua no m enor que la que cabe en copas volu m in osas hasta que se en fría la respi­ ra ción jadean te y se extingu e todo el fu eg o y el a rd o r del cuerpo. Y así, si un h om bre ex p erto en ra er cuernos los lim p ia bien p o r dentro, cada uno podrá con ten er fá ­ cilm en te tres m edidas.

L a to rtu g a de L ib ia

Las tortugas son tam bién produ cto 17 de Libia. Tien en un aspecto muy terrible, se crían en las m ontañas y tienen un caparazón que es bueno para fa b r i­ car liras. Cuándo una yegu a pare, dicen unos 18

i i λ E J ™nesi e

que un pequeño tro zo de carne queda adherido a la frente del potro; otros que la yegua » ^ ’ > a su lom o, y otros, a su vez, que a los órgan os genitales. E sta carn e la m adre la destru ye a m ordiscos y se llam a «fre n e s í de la yegu a ». E sto sucede p o r la piedad y com pasión que la N a tu ­ ra leza siente p o r los caballos, p o rq u e si el tro zo de ca r­ ne se con servara adh erido al p o tro para siem pre, los caballos y las yegu as se vería n in flam ados p o r un deseo

196

H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S

in con ten ib le de re a liza r la cópula. Si os parece, consi­ derad esto com o un don con cedido p o r Poseidón , señor de los caballos, o p o r Atenea, señora de los m ism os, a estos anim ales, para la perpetu ación de su raza y que no pérezca a causa de ardores a frodisíacos. L o saben esto m uy bien los que cuidan caballos, y si alguna vez necesitan el dich o tro c ito de carn e para en cen d er el fu ego am oroso en alguna persona, v ig ila n a la yegu a preñada y, cuando pare, le quitan el p o trillo al instante, le co rta n a éste la susodicha carne y la p o ­ nen ante la pezuña de una hem bra, p orq u e sólo a llí es­ tará bien gu ardado y vigilad o; al p o tro lo sacrifican al sol naciente, porqu e la m adre no q u errá am am an tarle p o r haber p erd id o su d istin tivo y no p o seer la pren d a de su a m or — ya que la m adre em pieza a d em ostra r su a m or apasionado al h ijo m edian te el acto de com erse el tro zo de carn e— , y la persona que con algún p rop ó si­ to d elib era d o cata este tro zo de carne queda dom in ada y consum ida p o r un in m oderado deseo, y p r o fie re g r i­ tos y se lanza con ím petu in con ten ible detrás de los m u­ chachos más repugnantes y de m ujeres longevas y de aspecto repulsivo. El tal va pregonan do su dolen cia y cuenta a todos aqu ellos con quienes topa de qué m ane­ ra se ha vu elto loco. Su cu erpo langu idece y se consu­ m e y su alm a se ve agu ijoneada p o r e ró tic o frenesí. Y así tengo en tend ido tam bién que, en O lim pia, la yegu a de b ron ce a la que aman locam en te los caballos, los cuales desean cu b rirla y a l verla lanzan un relin ch o am oroso, tiene escon dido en el hechizado bronce el « fr e ­ n e s í» engañoso, y el m etal, p o r una esp ecie de secreto so rtile g io del artista, conspira con tra los anim ales v i­ vos. Porqu e no p o d ría ser tan exacta la aparien cia de vida, que unos caballos con sus ojos abiertos puedan de tal m anera ser engañados por ella y agu ijoneados p o r el fren esí en tal m edida.

LIB R O X IV

197

Q uizá los que narran esto dicen la verdad, o quizá no. Mas y o m e he lim ita d o a d ec ir lo que he visto sobre esto.

Lago hirviente con peces

Se dice que en L ib ia hay un lago de 19 agua h irvien te, y que en sus aguas vi-

,

■ i

τ

ven Peces Y nadan, y que, si se les echa com ida, ascienden a la su p erficie para cogerla. Y si alguien los echa en agua fría , mueren. E sto lo he o íd o tam bién. H om bres expertos en la pesca dicen 20 „

V

que si algu ien h ierve y desm enuza en E l caballito de _mar, su veneno vin o el estom ago del ca b a llito de m ar b y SU remedio Y se 1° da a b eb er a alguien, el vin o se co n vierte en un veneno a típ ico fren te a los dem ás venenos, porqu e el h om bre que lo ha p rob a ­ do d evien e presa de las más violen tas náuseas, luego es a torm en tad o p o r arcadas secas que no se resuelven en vóm itos, su estóm ago su p erior se alarga e hincha m ientras co rrien tes cálidas suben a la cabeza y flu ye el flegm a p o r la n ariz despidien do o lo r a pescado, sus ojos se le vu elven sanguinolentos y ardorosos y se le hinchan los párpados. D icen que les dom ina el deseo de vom itar, p ero no lo consiguen. Mas si vence la N a tu ­ raleza, la persona escapa a la m uerte, pero se desliza en la sim a de la am nesia y la insania. Y si el vin o envenenado se desliza p o r el bajo vien ­ tre, el m al lo redu ce a la nada y la víctim a puede darse p o r m uerta. Los que sobreviven , arrastrados a la esqu i­ zofren ia , son víctim as de un deseo in saciable de agua. S uspiran p o r v e r el agua y o írla gotear. Esto, al menos, los tra n qu iliza y les da sosiego para dorm ir. Y gustan de pasar el tiem po, ya a orilla s de los ríos de perenne co rrien te, o cerca de las costas, de las fuentes o de c ie r­ tos lagos, y, si bien no sienten ningún deseo de beber,

.

, .· ,

, , ,. ...^

1

198

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

gustan de nadar, m o ja r sus pies y lavarse las manos. O tros dicen que no es el estóm ago del h ip ocam p o la causa de estos m ales, sino el hecho de que este pez se alim en ta de un alga m uy am arga cuyas cu alidades se tra n sfieren a él. Sin em bargo, gracias a la perspicacia de un v iejo pes­ ca d o r exp erto en las cosas del m ar, se descu brió que el h ipocam po es tam bién un e fic a z rem edio. E ra un v ie ­ jo pescador cretense que tenía hijos jóven es tam bién pes­ cadores. A conteció, pue;s, que el ancian o captu ró unos h ipocam pos ju ntam ente con otros peces y que los jó v e ­ nes fu eron m ord idos p o r una perra rabiosa; p rim ero fue m o rd id o uno, pero los otros, al ir a p resta rle au xilio, c o rrie ro n la m ism a suerte. E llos se tum baron en la pla ­ ya de R itim n a en Creta (se d ice que esta R itim n a es una aldea), m ientras los espectadores se condolían de su des­ gra cia y ordenaban m atar a la perra y da r a los jóven es a co m er el h ígado com o an tídoto del veneno. O tros ex­ hortaban a ir al tem p lo de Á rtem is de R oca y p ed ir a la diosa la cu ración de los jóvenes. E l viejo, sin m o stra r tem o r y firm e en su propósito, p e rm itió a sus con seje­ ros que diesen sus consejos, pero lim p ió los estóm agos de los hipocam pos, algunos de los cuales asó y se los d io para aplicárselos, m ientras qu e o tros los m ajó en una m ezcla de vin a gre y m iel y, em badu rnando las h eri­ das de la m ordedu ra, lo g ró d om in a r la ra b ia de los muchachos, gracias a la apeten cia del agua que los h i­ pocam pos despertaron en ellos. Y de esta m anera, sin prisas, tom ándose tiem po, cu ró a sus hijos.

LIB R O X IV

199

Y a hem os h ablado largam en te sobre el pez p erro o p e rro de río 1S. T ien e el L a n u tria -, ■ aspecto de un pequ eño p erro terrestre y posee, incluso, un rabo peludo. Dícese que los m úsculos del hom bre adquie­ ren su tono n orm al cuando están hinchados con su san­ gre. Con la p iel in corp o ra d a a una m ezcla de agua y vin a gre se fab rica n buenos zapatos y éstos tam bién, se­ gún dicen, son buenos para los tendones.

21

E l T icin o 16 (éste es el nom bre de 22 un río de Ita lia ) c ría el pez llam ado «tíE l t ím a lo

,

,

,

m a lo ». M ide, mas o m enos, un codo de la rg o y tiene un aspecto in term ed io en­ tre la lubina y el m újol. Cuando es cap­ turado, es dign o de adrriiración su olor, porqu e éste no es m enos intenso que el o lo r de otros, sino que se d iría que tienes en la m ano to m illo recién cogido; es más, es de buen o lo r y, si uno no viese al pez, creería que la h ierb a que es el m ejor a lim en to de las abejas, de la que p o r c ierto recib e su n om bre el pez, está den tro de su puño 17. La m e jo r m anera de pescarlo es con la red. Con el ceb o y con el anzuelo no podrás captu rarlo, ni con la grasa de cerdo, ni con gusarapa, ni con alm eja, ni con in testino de o tro pez ni con m o lla de un buccino. S ólo puede co gérsele con un m osquito. E l m osqu ito es una cria tu ra m aligna y en em igo del h om bre durante el d ía y la noche, p orq u e pica y trom petea; pero éste cap­ tu ra al susodicho tímalo* porqu e es el único m anjar que le gusta.

15

Se trata de la n utria (L u tra v u lga ris).

16

En el noroeste de Italia.

17

Eliano relaciona el otro nom bre del pez Th y m a llu s con Thym us.

200

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

En la fa ld a de los A lp es y al N orte, b a jo la Osa M ayor, está * * * 18 Así lo P e ce s d e l Is tro . E l p ez espada

,, ^ ^ “ a m a n · E ste

^

.

-,

..

es un te rr ito r io de jin etes. A qu í nace el más largo de los ríos eu ro­ peos, el Istro, de unas pocas fu entes y co rre de cara a las p rim eras a com etidas del sol. Des­ pués, dán dole escolta com o a rey de las co rrien tes n ati­ vas, muchos ríos brotan conjuntam ente y discurren p er­ petu am ente y los habitantes de sus orilla s conocen el n om bre de cada uno. Cuando desem bocan en el Istro ” , pierden el n om bre que llevaban desde su n acim iento, prescin den de él en su obsequio, todos se llam an según él y todos ju ntos desem bocan en el Euxino. H ay en él diferen tes géneros de peces: n egros unos, co m o el hucho, el m y llo s 20, y el estu rión y la carpa; blancos otros, com o el sinódon 21 y el tord o m arino. Adem ás de éstos, la perca y el pez espada. E ste ú ltim o pez hace h on or a su n om bre y he aquí la prueba: e l res·to de su cu erpo es suave e inocu o al tacto, sus dientes no son cu rvos ni cortantes, no tienen espinas erectas en el dorso, com o los delfines, o en la cola; p ero lo que adm ira al que p reste aten to oíd o y al que m ire es que la m andíbula bajo su nariz, p o r la que respira y p or la que la co rrien te flu ye a las agallas y cae, se p rolon ga en aguda punta, es rectilín ea, va crecien d o gradu alm en ­ te en lon gitu d y espesor al com pás d el m on stru oso pez y se asem eja al espolón de un trirrem e. Y este pez espada, cayendo derech o sobre los peces, los m ata y después se los com e y con la m ism a arm a rechaza a los m onstruos más grandes. Y esta espada, 18

Se ha p erd id o el nom bre.

19

E s el D a n u b io .

20

N o identificarlos, aunque el p rim ero, según Gossen, puede ser

el S a lm o h u ch o , el salm ón del D an ubio. 21

Es un e sp árid o d ep re d ad o r de hasta un m etro de largo* que vi­

ve en el Atlántico y el M ed iterrán eo, llam a d o vulgarm en te «d e n tó n » (D e n te x v u lga ris ).

L IB R O X IV

201

que no es precisam ente de bron ce, la hace crecer y la aguza la N atu raleza. Y así, al a d q u irir este pez gran ta­ maño, ataca incluso a los barcos. A lgu n os alardean d icien d o que han visto una nave bitiiU a a cercarse a la playa a fin de que la quilla, ave­ riada ya p o r los años, encu entre la n ecesaria rep a ra ­ ción, y clavada en la q u illa viero n la cabeza de un pez espada. P orq u e el m onstru o cla vó en el navio la lanza que le d io la N atu raleza, y, al in tentar extraerla, a cau­ sa del ím petu del navio, todo el cu erpo qu edó separado del pescu ezo y la espada sigu ió clavada en la fo rm a en la que se clavó. E ste pez, en verdad, se pesca lo m ism o en el m ar que en el Is tro y se com p la ce por igu al del agua salada que del agua dulce.

A lg a m o r t a l

Cuando el estío está en su apogeo, los tiburones y los demás peces en quienes el a rro jo es una condición natural

se acercan a las playas, y se dirigen de­ rechos a los acantilados p or cuyas aguas turbulentas nadan m etién dose p o r estrechos an: gostos y profundos. Abandonan las m oradas de alta m ar y desdeñan, en esta estación, sus com ed eros habituales, pues en tre los p rofu n dos a rrecifes se cria cierta alga, de un tam año a p ro x im a d o al del tam arisco, que produ ­ ce un fru to p a re cid o al de la adorm id era. D urante las otras estaciones d el año, el fru to está cerra d o y es de suyo resisten te y du ro com o una concha. P ero después del so lsticio de vera n o se abren com o capu llos en las rosaledas. E l estuche circu ndante p ro teg e el in te rio r y discu rre a m anera de una b arrera. Es de c o lo r am arillo; p ero lo que está deb ajo de la funda es azul oscu ro y fo fo com o una vejig a llena de aire; es, además, muy tras­ lú cido y flu y e de él un veneno activo. P o r la noche estas algas em iten un resp la n d or p a re cid o al fu ego y unos a m od o de cen telleos. Y cuando S irio a parece en el cielo,

202

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

la potencia del veneno se acrece aún más. P o r esta razón, todos los que se dedican a ia pesca le han dado el nom ­ b re de p a n cy n iu m u, ya que creen que el su rg ir de la estrella produ ce el veneno. Los tibu rones caen sobre la flo r que durante la no­ che p arece que arde, precip itá n d ose sobre este ta m a ris­ co m arino com o sobre un tesoro p erdido y hallado. Q ue­ dan em papados de veneno, p arte del cual beben y parte del cual pen etra a través de las agallas; M ueren luego y quedan en seguida flo ta n d o en la su p erficie. A hora bien, los expertos en la in vestigación de estas cosas o b ­ tienen este veneno de los susodichos m onstruos: parte de él, de los restantes m iem bros, y parte, de la boca de los mismos. Este veneno sólo es in fe rio r en braveza a la llam ada «p eo n ía te rre s tre » a la cual la gente llam a tam bién kynopástos 2í. La razón de este n om bre la sa­ b réis si me acu erdo de re fe rirm e a é l 24.

22

pan

(todo) y

la constelación Sirio, que 23

Pancynium kyníon (rela cio n a d o con otro el Kÿôn, « p e r r o » o «c a n »).

N o hay a lgas venenosas p ara los peces.

com puesta de

es p a la b ra n om b re de

Se observa una tendencia generalizada, en los naturalistas grie­

gos, a designar a los seres vivientes de! m a r con n om bres de seres terrestres con ios que ofrecen alguna: sem ajanza, p o r rem ota que sea. Si hay una un

perro

araña terrestre

tendrá que h abe r otra

araña de mar.

Si hay

terrestre, tendná que h a b e r otro m arino. L a alusión a la peo­

nía terrestre

(aglaofótide)

parece sign ifica r que Eliano, con la d escrip ­

ción qüe antecede, apunta a algun a alga iriarina, im aginada p o r su fan ­ tasía, de características parecid as a la peonía adem ás de com o

tos.

aglaofótide, es

(Paeonia officinalis); que, kynospás-

conocida con el n om bre de

N ótese que esta p a la b ra designa una plan ta venenosa com o todas

las ranunculáceas, que tiene en.su composición el mism o elemento que el veneno m encionado. 24

Cf.

infra,

cap. 27.



kynós

203

LIBR O X IV

Los m esios 2S, no los que habitan el 25 P érga m o de T éle fo , sino que debes penLos mesios y su ri j sar que me re fie ro a los que viven a orimanera de pescar n n lias del M a r N egro , en la p arte in ferior, confinan con los escitas, cuyas in cu r­ siones detienen, y ejercen vig ila n cia sobre el m encion a­ do país en b en efic io de Rom a. E stoy re firién d o m e a los que viven cerca de H eraclea y d el río A x io “ . A llí, c o ­ m o es sabido, los n ativos cuentan que M edea, hija de Eetes, se a trevió a p e rp e tra r con im p ía mano, el célebre crim en contra su herm ano A psirto 27, porque los mesios hablan constantem ente del desdichado relato contra la h ech icera de Coicos, adem ás de los o tros que corren en­ tre los griegos. Pues bien, he aquí la m anera que tienen estas gentes de pescar. Un h om bre natural de Istria, pescador de o ficio , lle­ vaba una yunta de bueyes cerca de la o rilla del Istro, aunque no deseaba en absolu to arar; porqu e así com o dice el refrán: «nada tienen en común el delfín y el buey», así ¿qué afin idad puede darse en tre las manos de un pesca d or y un arado?, sin em bargo, si tiene un par de caballos, hará uso de los caballos. E l hom bre lleva el yu go sobre los h om bros y se d irig e al lu gar donde le parece ap etecib le sentarse y donde cree que estará bien para pescar. A ta a la p arte cen tral d el yugo un cabo de soga que es fu erte y m uy capaz de re sistir un tirón. Echa abundante pien so a los bueyes o a los caballos 25

H abitan tes d e la M esia In ferio r, región al norte de Tracia. La

Escitia M en o r era el n om bre d ad o a la parte nordeste, situada a lo largo del· M a r N eg ro . 26

E l Axio nace en D ard a n ia y desem boca en el go lfo Term a ico

(C alcídica). L as dos H e ra cle as que se conocen, Lincestis y Sím ica, es­ tán en M acedo n ia y la últim a está a orilla s o cerca del Estrim ón. L a g eo grafía de E lia n o es confusa, com o se ve. 27

C u a n d o M ed ea

huía, con Jasón,

de Y olc os, perseguida

p or

Eetes, despedazó a A p sirto que estaba con ella, e iba a rro ja n d o los pedazos del niño p ara que aquél retard ase su persecución.

204

H ISTO R IA DE LO S A N IM A L E S

y ellos com en hasta saciarse. Y al o tro ex trem o de la soga une un robu sto anzuelo bien aguzado, y en él a tra ­ viesa los pulm ones de un toro y se los o fre c e com o a li­ m ento, gastosísim o a lim en to p o r cierto, al silu ro 28 del Istro, después de pon er p o r en cim a del pu nto en que la cu erda asegura al anzuelo, el p lom o su ficien te para evita r que sea arrastrado. De m odo que, cuando el pez a d vierte la presen cia del m an jar bovin o, se p recip ita al instante para cogerlo. Después, habiéndose en contrado con aqu ello que apetece tod o ju n to y con las m an díbu ­ las plenam ente abiertas, tem era ria m en te tira del fa tíd i­ co m an jar que ha llegad o hasta él. A cto seguido> este tragón, em b ria ga d o de placer, es en sartado sin que se dé cuenta en el susodicho anzu elo y, en su deseo ardien ­ te de escapar a la desgracia que se ha abatido sobre él, agita y m enea la cu erda con toda su fu erza. Se da cuenta de ello el p escador y revien ta de placer, salta después de su asiento, abandona sus trabajos en el río y sus m arítim as capturas y, com o un a ctor que cam bia de m áscara en el dram a, estim ula a su pa r de bueyes o caballos, y se produ ce entonces un certam en de va lo r en tre el m onstru o y las bestias de carga. En efecto, el m onstruo que se cría en el Is tro da tiron es hacia abajo con toda la fu erza que posee, m ientras que el pa r de bestias; tira n d o en d irecció n opuesta, hace que la soga se ponga tensa. P ero esto no es ninguna ven ta ja para el pez, pues a causa de los tirones en am bos sentidos el pez sucumbe, renu ncia a la lucha y es h alado a tie­ rra. Un estu dioso de H o m ero 29 los co m p a raría a unos m ulos que arrastraran troncos de árboles, co m o canta el poeta ép ico en el fa m oso re la to de los fu n erales de Pa troclo. 28

Es el silu ro europeo (S ilu ru s glanis). Es un pez silu rin o de agua

dulce que llega a a lcan zar tres m etros de longitud* lo que explica que e! hom bre tenga que em plear bueyes o caballos uncidos p ara su arrastre.

29

H.

XXIII 110.

205

L IB R O X IV

.

E l Is t r o e n e l

.

_

in v ie r n o . B a rc o s a p ris io n a d o s p o r e l h ie lo . L a p e s ca en e l in v ie rn o . L a p e s ca d e l e s tu rió n

H a y en el Is tro tam bién un g o lfo c δ* ■ p rofu n d ísim o que p a rece un m ar por r

-

i r

r

su g ran p erím etro. Adem ás, este g o lfo alcanza extraordin aria profundidad, com o lo prueba su ficientem ente lo que sig U e L as naves de carga que atraviesan

el m ar y atracan en él, lo tem en co m o al m ar cuando se enfu rece, p o r los vien tos que soplan, los cuales le ­ vantan olas y lo vu elven com o loco. H ay en él islas y ensenadas a lo la rg o de la costa, en las que es posible en co n tra r refu gio. H a y tam bién p rom on torios y cabos que se adentran, en los que el fu rio so o lea je se rom p e y deshace cuando el río, lleva n d o más agua de la que puede, desem boca en cajon ado en el mar. Suele aconte­ c e r esto pasada ya la tercera estación otoñal, al lleg a r el invierno, cuando el río co rre con su plena capacidad. E l vien to n orte em pu ja hacia adelan te al río hinchado y hace que descienda fu rioso al mar. Y la corriente arras­ tra, com o para una n avegación com ercial, el h ielo que contiene. Y el m en cion ad o vien to se opone a él con su soplo v io le n to y helado. En efecto, no le p erm ite a rro ja r al m ar lo que pod ría m os lla m a r su engendro, sino que le hace sa lir de m adre, le o fre c e resisten cia y llega a fren a rlo. A sí el hielo, que flo ta y se detiene, se hunde y se s o lid ific a a gran profu n didad. En consecuencia, la genuina agua del Is tr o d iscu rre p o r debajo, p o r ca m i­ nos ocultos, p o r d ec irlo de alguna manera, m ientras que el agua recién adq u irid a y espuria se asem eja a una lla ­ nura, y en esta estación del año las personas viajan p or a llí conduciendo un pa r de bestias o a caballo. M ás a r r i­ ba d ije 30 cóm o la zorra, criatu ra m alvada y astuta, p o ­ ne a prueba y exam ina el gra d o de con gela ción de este río y del E strim ó n de Tracia. Pues bien, el h ielo del Is tro rodea tota lm en te inclu so a una n ave de carga en su cam in ar río a bajo deján dola 30 Cf. V I 24. ·

206

H IS TO R IA DE LOS A N IM A L E S

aprisionada, y entonces resultan in útiles las velas des­ plegadas; el m a rin ero que va en la proa no ve lo que tiene delante y el capitán de la nave no puede m o ver los tim ones, pues están rígid os p orq u e todo el b a jel está a p rision a d o p o r la cadena helada que lo rodea; y en v e r­ dad que no se parece a una nave, pues no recib e los golpes de las olas, sino a una colin a que se yergu e en la inm ensa llanura o, quizás, a una em inente atalaya. A sí que los pasajeros y los m arin eros saltan de la nave, corren por el río, traen ca rros y trasladan la carga a lo que hasta hace poco era agua. Lu ego, después de la estación in vern al, el río com ien za a flu ir im p etu oso y los m arin eros vu elven a ca rg a r sus bultos. P ero la nave perm an ece in m óvil hasta que rem ite el fr ío y el h ielo se funde y disu elve y la em barcación se lib era de su extraña cadena. E ntonces es llegada la ocasión de que los pescadores cojan sus picos para ro m p er el h ielo en el lu gar d el río que les apetezca, y hagan un a gu jero red on d o que llega hasta el agua. D iríase que es a m odo de b ro ca l de pozo o de tinaja gran dísim a y ventruda. Y acontece que m u­ chos peces, deseando escapar del hielo, que es para ellos com o un techo que los agobia, y anhelando d isfru tar de la luz, acuden al a gu jero a b ierto y llegan en tropel; incontables, se a trop ella n unos a otros y son fá cilm en te capturados p o r estar en un estrech o agu jero. Y se pue­ den co g e r carpas, cu ervos m arinos en abundancia, p e r­ cas y pez espada, aunque éste tod avía no es gran de y carece del estoque fron tal; acude tam bién el esturión, tierno, pues los grandes y de edad avanzada alcanzan el tam año del atún más grande. E l estu rión tiene abu ndantísim a grasa en los costa­ dos y en el vien tre y diríase que son las ubres de una cerda que está am am antando a sus lechones. T ien e una p iel áspera y, precisam ente, los lan ceros a fila n sus lan­ zas con ella. D ebajo del tuétano de la espina dorsal de

LIBR O X IV

207

este anim a! una m em brana sutil y estrecha com ien za en el cen tro de la cabeza y se extiende a lo la rgo hasta la cola. Si trabajas esta m em brana secándola al sol, o b ­ tendrás, si lo deseas, un buen lá tigo para gob ern a r con él un tron co de caballos, porqu e en poco o en nada se d ife ren cia de un lá tig o de cuero. Cuando el estu rión ha alcanzado su tam año d efin itivo , no se le verá em erg er del h ielo y ca er en el agujero, sino que se esconde deba­ jo de alguna roca rica en refu gio s o se en tierra p ro fu n ­ dam ente en la arena, gozándose m ucho en calentarse. En estas circunstancias no necesita dieta vegetal ni otros peces para com er, sino que se contenta con estar in acti­ vo, m ientras dure el frío ; d isfru ta con su ocio, se a li­ m enta con su p rop ia grasa, co m o hacen los pulpos, que vién dose privados de presas, d evoran sus p rop ios tentá­ culos y son m anducadores de sí m ism os. Cuando pasa el in viern o y vien e la p rim a vera y el Is tro co rre lib re ­ m ente, od ia el estu rión la in activid a d y, salien do a la su perficie, se sacia de la espum a d el agua, espum a que es abundante porqu e la co rrien te bram a y h ierve con vio len cia suma. É ste es el m om en to en que con fa c ili­ dad se le captura, porqu e los pescadores se ponen al acecho y echan el anzuelo, su jeto a la caña, en la espu­ ma. La blancu ra de ésta ocu lta el anzuelo y el b rillo del b ron ce resulta in visib le al pez, y, p o r esto, abrien do la boca y tiran do fu ertem en te del susodicho alim ento, se traga el ceb o y m uere p o r e fe c to de aqu ello de lo que antes se alim entaba.



a rra n c a

H ay una plan ta de nom bre kynopás- 27 to, se llam a tam bién a g laop hotis (al re­ j i i i· i

vertid a entre las dem ás y no es fá cil verla; p ero de noche es visib le y b rilla co m o una est re3i

Cf. supra, cap. 24.

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H ISTO R IA D E LOS A N IM A L E S

lia, porqu e es de naturaleza ígnea y se p arece al fuego. P o r consiguiente, después de cla va r una señal cerca de la raíz de la planta, las personas se alejan porqu e, du­ rante el día, ni el c o lo r ni la form a, p ero sí esta señal, pued’e n co n trib u ir a recon ocerla. Pasada la noche, lle ­ gan y, al v e r la señal que deja ron y al recon ocerla, pue­ den co n jetu rar que aquélla es la plan ta que necesitan, porque, de otra parle, es com pletam ente igual a las plan­ tas de las in m ediacion es y no se d ife re n c ia de ellas ab­ solutam ente en nada. P e ro ellos no arrancan p o r sí m ism os esta plan ta y, si lo hacen, no sentirán re g o c ijo en ello. A sí que nadie cava a lred ed o r ni tira para a rran carla, pu esto que, se­ gún dicen, el p rim er h om bre que, p o r ign oran cia de su naturaleza ín tim a la tocó, al poco tiem p o m u rió. De m o­ do que llevan un p erro jo ven que ha estado en ayunas algunos días y que tiene mucha h am bre y, atán dole a él una cuerda muy fu erte y el o tro ex trem o a la parte in fe rio r del ta llo de la a gla o fótid e, hacen un nudo co­ rre d izo desde la m a yor distancia que pueden. L u ego p o ­ nen delante del p erro una gran can tid ad de com id a con ­ dim entada que despide gra to olor. E l perro, abrasado de ham bre y a torm en tad o p o r el olor, se abalanza sobre la carne que tiene delante, y en virtu d de su ím petu arran ca de ra íz la planta. Y cuando el sol ilu m in a las raíces, el p e rro m uere de repente. Los h om bres lo entierran en el m ism o lu gar y, después de p ra c tic a r unas cerem on ias m isteriosas y trib u ta r honores al ca d á ver del p e rro porqu e consideran que ha sa crifica d o su vida p o r ellos, se a treven a tocar la susodicha plan ta y se van a casa 32. Y dicen que la usan para muchos m enes­ teres. Y así afirm an que esta planta cu ra aquella en fer32

Este procedim iento recuerda el em pleado p ara a rra n c ar la m an­

d rago ra, planta tam bién ranuneulácea y de la cual nos h abla extensa­ m ente A n g e l o

de

G u b e r n a t is en

su

o b ra La m y th o lo g ie des p la n tes,

N u ev a Y ork, 1978, vol. II, s.v., con aportación de b ib lio g ra fía .

L IBR O X IV

209

m edad con la que,según se dice, la luna 33 ataca a los hom bres, y la en ferm ed a d de los ojos, en la que la hu­ m edad los inunda y con gela qu itán doles la visión 34. H a y en el m ar un m olu sco que tie­ ne la concha en espiral, de pequeño ta°de los^ne^itësT m año’ Pero de ex tra o rd in a ria belleza. N a ce en la parte del m ar más lim pia, en rocas profu n das y en lo que se lla­ man bajíos. Su n om bre es ne rites 35. C orren dos versiones sobre este m olusco. Las dos han lleg a d o hasta m í. P o r otra parte, el con tar un pequeño relato en el in te rio r de una larga h istoria no es otra cosa, sino da r un descanso al oíd o y en du lzar la n arra­ ción, H esío d o 36 cuenta que Doris, hija de Océano, dio al dios m arin o N ereo , al que siem pre hasta el día de hoy hem os oíd o p ro cla m a r vera z e incapaz de m entir, cincu enta hijas. T am b ién H o m e r o 37 las m enciona en sus versos. N i uno ni o tro dicen que, adem ás de estas hijas, tu viese un hijo, p ero sí lo dicen relatos m a rin e­ ros. D icen estos relatos que se llam ó N erites, que era el más herm oso de los dioses y de los hom bres, que A fro ­ dita se com placía en frecu en ta r su com pañía en e l m ar y que lo amaba. Cuando lle g ó el tiem p o fija d o p o r el destino, en el que, a instancias del padre, era m enester in scrib ir a esta divin idad, a A fro d ita , en el núm ero de los O lím picos, he oíd o d ec ir que al su bir qu iso lleva r co n sigo a su am igo y com pañ ero de ju ego. Y es fam a que él rehusó, p re firie n d o al O lim p o el v iv ir con sus herm anas y parientes. L e fu e co n ced id o tam bién poseer

33

Es !a epilepsia, conocida también con el n om bre de seleniasm ós.

34

O sea, la hy p ó ch y s is o «c a ta ra ta s».

35

Sin identificar.

36

T h e r. 233.

37

11. X V III 38.

210

H ISTO RIA DE LO S A N IM A L E S

alas y yo creo que esto fu e un don de [la dadivosa] A fr o ­ dita. P e ro tam poco de esta dádiva h izo ningún aprecio. C om o es natural, la h ija de Zeus m o n tó en có lera y tro ­ có su fo rm a en la de este m olusco y ella elig ió para reem plazarlo com o acompañante y servidor al Am or, que era tam bién jo ven y herm oso, dándole las alas de aquél. O tro re la to proclam a que P o seid on se en a m oró de N en tes, que éste corresp o n d ió a su a m or y que de aquí tuVo su origen el celebrado Anteros. H e oído, entre otras cosas, que el am ado con vive con el am ante y que, al co n d u cir él p o r las olas el carro, los otros m onstruos marinos, los delfin es e in clu so los triton es salen de sus gu aridas y brincan en re d o r del ca rro y danzan en to r­ no de él, sólo que quedan com pletam en te rezagados por la velocid a d de los caballos. Ú nicam en te el muchacho, o b jeto de su am or, lo acom paña, y m uy cerca y ante ellos, el oleaje se apacigua y el m a r se abre p o r respeto a Poseidon, pues qu iso el dios que su h erm oso am ado fuese estim ado por otras razones, pero que tam bién fuese sobresalien te en la natación. La fá b u la cuenta que el sol se irr itó p o r la velo cid a d del m uchacho y cam b ió su cu erpo en e l actual m olusco. Y o no sé d ec ir el m o ti­ v o de esta cólera ni la fábu la lo m enciona, pero, si hay que apu ntar alguna con jetu ra sobre conductas faltas de testimonios, sí podem os d ecir que Poseidon y H elios eran rivales. Puede ser que el Sol estu viese irrita d o porqu é el m uchacho era cond u cido en el m a r y deseaba que no fu ese contado entre los m onstruos m arinos, sino que fuese tran sportado y contado en tre las estrellas. H asta aquí las dos fábulas. Que los dioses m e sean p ro p ic io s y, en cuanto a m í, ob serva ré un reveren te si­ len cio respecto a ellos. P ero si con estas fábulas he d i­ cho a lgo dem asiado atrevid o, la culpa es de ellos.

LIB R O X IV

211

A llí donde con flu yen los ríos Tánaro 39 y E ríd a n o (éste cam ina au reolado

La pesca invernal , , £ . . . en el Erídano de ren° m bre y fam a, m ientras que el p rim e ro es poco m enos que descon oci­ do) hay, en realidad, pecu liares m odos de pescar, que han llegad o a m i co n ocim ien to gracias a los poem as de un hom bre de M itilen e, cu yo trato yo frecu en taba, m odos a los que debo re n d ir tribu to m en­ cionán dolos en m i narración. Cuando estos ríos se hielan, cuantos viven en sus o r i­ llas se dedican en eí in viern o a a ra r y sem brar, pues les ha tocado en suerte una tierra feraz. A l com ien zo de la prim avera, com o los antedichos ríos perm anecen aún in m óviles p o r la causa que ya dije, los hasta en ton ­ ces labradores y ahora pescadores eligen un lugar a m a­ nera de bahía y lo talan en d e rre d o r con hachas bien afiladas, de m anera que aparezca un círcu lo de agua form an d o una charca. Sin em bargo, no talan cerca de la orilla, sino que dejan el h ielo com o se fo rm ó al p rin ­ cipio. Lu ego ponen una ancha red a lred ed o r del espacio que dejaron desnudo y, en torn o a la red, una cuerda fuerte. Unos hom bres pescadores y no pescadores, si­ tuados en la orilla, tiran de la red. Y muchos descon o­ ced ores del arte de la pesca asisten com o espectadores a la captu ra de los peces, pues se apodera de ellos una esp ecie de fascinación. Cuando los hom bres atraídos llegan cerca de la o r i­ lla, los pescadores de tierra firm e rom pen el h ielo de a llí tam bién, porqu e están interesados en la captu ra y tratan de im p ed ir a los peces que escapen. H ech o esto así, la red, colm ada de peces, em pu ja la masa de h ielo que fue corta d a a lred ed o r y la arrastra ju n tam en te con ­ sigo y los pescadores que están en el bloque de h ielo p arece co m o si fu eran llevados en una isla flotan te. Ta38

El T á n a ro es un afluente im portante del E ríd an o (Po).

212

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

les son las m aneras pecu liares de ca p tu ra r peces en es­ ta región, que. no se parecen a ningunas otras. H o m ero me brin da la ocasión de d e c ir que estos h om bres p e r c i­ ben un doble salario 39, uno d el río, o tro de la tierra, puesto que ellos son, a la vez, m arin eros y labradores. 39

Od. X 84.

L I B R O XV

S IN O P SIS

1.

Los tábanos de M acedonia.

2.

El «ca rn ero m arino».

3.

L o s a lu n e s .

4.

E! pez-iuna.

5.

La pesca del atún en el Ponto Euxino.

6.

L o s pescadores piden 'p ro te c ció n a Poséidon.

7.

L lu via de miel en la India.

8.

O stras p erlífe ra s en el m ar índico.

9. 10.

La grulla de mar. L as pelám ides.

11.

L a com adreja terrestre. L a com adreja de mar.

12.

L as alm ejas de mar.

haemórrhous.

13.

La v íb o ra

14.

A n im ales o fre cid o s ai rey de la India.

15.

Com peticiones entre anim ales.

16.

L a v íb o ra y sus crías,

17.

C om paración entre el león y el delfín.

38.

El seped ón.

19.

L as tortugaá de tierra: machos y h em bras.

20.

Los gallos de N ibas.

21.

La serpiente monstruosa de la India.

22.

La corneja y el águila.

23.

El pez piloto. Su origen mítico.

24.

C a rre ra s de bueyes en la India.

25.

Efectos de ciertas aguas en los caballo s. C ab a llo s que comen pe­

26.

El a k ó m y s y el jerbo.

27.

El francolín.

ces. L a música y la fertilidad de las yeguas. Edad de los caballos.

28.

El autillo.

29.

Los pigm eos y su reina.

Y o conozco, p o r h ab er o íd o hablar de ello, una m anera de pescar que se . mji , . . . . P ra cllc a en-M aced on ia y es la siguien ­ te. E n tre B e rea y T esaló n ica co rre un río llam ado A streo Pues bien, hay en él peces que tienen un c o lo r m oteado; qué nom bre les dan los nativos, es m e jo r p regu n tá rselo a los m acedonios. Estos peces se alim entan de moscas del territo rio , que vuelan sobre el río, las cuales no se parecen en na­ da a las m oscas de otros lugares; tam poco se parecen a las avispas ni nadie p od ría razonablem en te co m p a rar a esta criatu ra con las que llam an a n th e d ó n e s 2 ni con las verdaderas abejas, si bien com p a rte con cada uno de estos insectos algún rasgo d istin tivo. Se parece^ en efecto, a la m osca en agresividad, y puede decirse que tiene el tam año del anthëdôn, im ita el c o lo r de la avispa y produ ce un zu m bido com o el de las abejas. T odos los nativos llam an a este insecto híppouros. Se posa sobre la co rrien te y busca el alim en to que le agrada, pero no puede pasar in ad vertido a los peces que nadan bajo la su p erficie. Así, cuando un pez ve a un h íp p ou ros 3 flo ta r en la su perficie, va silen ciosam en te . Los tábanos de Macedonia

1 Probablem ente confunde Eliano este río con el Axio. Sí que exis­ te la ciudad de Astreo, pero no un río de este nom bre. 2

Se trata de un a b e jo rro perteneciente al gén ero

3

Q uizás sea m e jo r llam arle «m o sca cam a leó n »

meieo).

Stratiom ys.

(Stratiomys Cha-

E s un estratióm ido de b rillo m etálico, inofensivo, que vive c er­

ca del a g u a y sobre flores de u m belíferas. Sin e m bargo, L. G il F e r n á n ­ d ez ,

Nombres de insectos en griego antiguo,

M adrid, 1959, pág. 47, apunta

la p o sib ilid ad de que se trata de la libélula.

218

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

nadando b a jo el agua, p o r tem or a rem o verla y para e v ita r que escape la pieza. Lu ego se acerca d irig id o por la som bra que p royecta el insecto y, ab rien d o las fau ­ ces, devora al híppouros, com o haría un lobo que a rre­ bata una oveja del rebaño, o un águila con el ganso de un corral. Después de lo cual se sum erge b a jo la ola. Pues bien, los pescadores conocen este p ro c e d e r del pez, pero no hacen ningún uso, co m o ceb o para los p e­ ces, de estos híppouros^ pues si la m ano del h om bre los toca, p ierden su c o lo r natural, se les m architan las alas y se hacen in com ibles para los peces, que, entonces, no se acercan a ellos, a b o rrecien d o p o r un m isterio so ins­ tinto natural a ios hípp ou ros c o g id o s p o r los pescadores, Y así, con p ericia de pescadores de caña, rodean a los peces apelando a la siguiente in teligen te astucia. Cu­ bren el anzuelo con lana pu rpúrea y encajan en la lana dos plum as que le nacen al g a llo b a jo las barbas y que tienen un c o lo r céreo. La caña m ide seis pies de larga y o tro tanto el sedal. Sueltan los p escadores el engaño, y el pez, a tra íd o y ex cita d o p o r el co lor, se d irig e a su encu en tro e, im aginan do p o r la b elle za del espectácu lo, que ten drá un p ro d ig io s o banquete, abre la boca am ­ pliam en te y queda enganchado en el anzuelo, y; al ser capturado, lo que obtien e es un am a rgo banquete. Los carn eros m arinos cu yo n om ­ bre está am pliam ente difu n dido y de los E l «carnero . r que se tiene m torm ación p o co precisa m arino» Γ r y lim itada casi a reprodu ccion es a rtís­ ticas, pasan el in viern o cerca del estre­ ch o dé C órcega y Cerdeña y sé lim itan a asom ar p o r encim a del agua. A lre d e d o r de los carn eros nadan d e lfi­ nes de gran tamaño. El m acho tiene una fra n ja blanca

^

4

Orea gladiator, es decir, de Glossary of Greek Fishes, Lon d res, 1947.

Q uizás se trate de la

D ’A rc y T h o m p s o n ,

la orea. Cf.

LIBR O X V

219

rodean do su fren te (diríase que es com o la diadem a de L isím a co 5 o de A n tigon o o de o tro cu alqu iera de los reyes de M acedonia); ia hem bra tiene bucles dispuestos d eb ajo del cu ello al igual que los gallos tienen barbas. T an to el m acho com o la h em bra se apoderan de cadáve­ res de los cuales se alim entan, pero tam bién capturan hom bres vivos. Y con el o lea je que produ cen al nadar, ya que son grandes y de enorm e peso, vuelcan navios. ¡Ta­ maña es la tem pestad que levantan p o r si solos contra ellos! Se apoderan tam bién de la gente que está en tie­ rra y a su alcance. Los habitantes de Córcega cuentan que* habiendo nau­ fra g a d o un barco a consecuencia de una tem pestad, un hom bre, que era excelen te nadador, con sigu ió nadar so­ b re una gran extensión de m a r y agarrarse a un p ro ­ m o n to rio de la costa nativa y, después de su bir trepan­ do, se ^ u e d ó en p ie com pletam en te descu idado com o si ya estu viera lib re de todos los p eligros, sin tem er ya p o r su vid a y dueño de sí mismo. P ero un carn ero que nadaba p o r a llí v io al hom bre de pie y, acuciado por el ham bre, se v o lv ió sobre sí m ism o, d o b ló su lomo, le­ vantó con su co la una gran m ole de agua, ascendió le­ van tado p o r el hinchado oleaje, subió al instante al p r o ­ m o n to rio y a rreb a tó al h om bre com o un huracán o un torbellin o. Y esto es todo a cerca de la caza y las presas del «c a rn e ro m a rin o » en Córcega. P ero los pobladores de las orilla s del O céano relatan la leyen d a de que los reyes de la antigua Atlántida, vástagos de Poseidón, llevaban sobre su cabeza las franjas blancas de los carn eros m achos com o un d istin tivo de

5

D espués de la m uerte de Alejandro, L isím aco (ca. 360 - 281 a. C.)

fue rey de T racia, del N O . de Asia M en or, de Tesalia y M acedo n ia,— A ntigono I, s. iv a

C., fue gen eral de A lejan d ro. N o p u d o con seguir

su pretensión de sucederlé, porque fue d errota d o y m uerto en la b a ta ­ lla de Ipso, 301 a. C.

220

H ISTO RIA DE LOS A N IM A L E S

su au toridad, m ientras que sus esposas, las reinas, lle ­ vaban los bucles de las hem bras, tam bién co m o sím bo­ lo de su dignidad. R esu lta que este anim al es trem en dam en te poderoso p or sus fosas nasales. In h ala una en orm e can tidad de a ire y atrae m uchísim o a ire hacia sí, gracias a lo cual caza las focas de la m anera siguiente. Éstas, en cuanto a d vierten que está cerca un carn ero p o r algún sitio y que les am enaza la m uerte, salen nadando lo más rá p i­ d o p o sib le y, llegán dose a tierra, se esconden su m er­ giéndose en cavernas de las rocas. A l p e rc ib ir ellos la fuga, corren tras su presa, y, deten ién dose delan te de la cueva, por el o lo r de la p iel (de la fo ca ) com pren den que su caza está a llí den tro y, com o m ediante un fo rtísim o conju ro m ágico, atraen con sus narices el aire que está entre ellos y la foca. Ella trata de esqu ivar, com o si fu era una flecha, o la punta de una lanza, el im pulso del aire aspirado, y al p rin cip io se resiste, p ero acaba p o r ser arrancada fu era de la cueva p o r la fo rtísim a atracción, y a su pesar la sigue, com o si se sintiera arras­ trada p o r algunas cuerdas o cables, y va ch illan do agu ­ dam ente a servir de com ida al carn ero. En cuanto a los pelos que nacen de esas fosas nasa­ les del carnero, los entendidos en in vestiga r a fo n d o es­ tos asuntos dicen que son buenos para m uchas cosas.

Los atunes

En el g o lfo de V i b o 6 hay inconta­ b le m uch edu m bre de atunes. Unos son ,. .,., Λ, , solitarios com o los jabalíes, nadan a so­ las y son m uy grandes, m ientras que otros nadan p o r parejas o se ordenan

co m o los lobos; pero los hay que van fo rm an d o rebaños com o las cabras> cuando recorren extensas zonas a li­ 6

Es el n om bre ro m an o de la ciud ad g rie ga H ipp o n iu m en la cos­

ta oeste de los A bru zo s. E l go lfo fue conocido con los n om bre s de H ip p o n ia te s sin us y s in u s V ibonen sis, entre otros.

LIBR O X V

221

m enticias. Cuando sale S irio y los rayos del sol ca lien ­ tan más, se d irigen al Po n to Eu xino y, si les parece el olea je cálido, nadan cosidos unos a otros y, con el con ­ tacto de sus cuerpos, consiguen una cierta sombra. D ice D em óstrato, varón versado en el arte de la pesca y buen ex p o sito r de El pez-luna , . , . , la m ism a, que hay un pez de h erm osa presen cia que se llam a «p ez-lu n a » 7, pequeño, de c o lo r azul oscu ro y de f i ­ gura plana. D ice tam bién este autor que tiene aletas dor­ sales que puede e lev a r y que son blandas y no rígidas ni ásperas. Cuando este pez se sum erge, las despliega y fo rm a un sem icírculo, siendo su aspecto com o el de una m edia luna. E sto es lo que dicen tam bién los pescadores ch ip rio ­ tas, p ero D em óstrato añade lo siguiente. S i se coge a efe te pez en noche de luna llena, él tam bién se hace más grande, y hace que los árboles se ensanchen, si uno lo lleva y lo ata a ellos. P ero cuando la luna decrece, él langu idece y m uere, y si se aplica a las plantas, éstas se secan. Si se cava un pozo cuando la luna está en cu ar­ to crecien te y se echa este pez den tro del agua encon­ trada, el agua m an ará sin parar y jam ás faltará; pero si se hace esto con luna m enguante, el líq u id o dejará de m anar. Y si echas este m ism o pez en una fu ente b o r­ bollante, o la encontrarás, en adelante, llena de agua o en contrarás el lu gar seco.

7

Sin identificar.

2 22

H ISTO R IA D E LO S A N IM A L E S

Y a sé que, a lg o más a rrib a 8, en al­ guno de estos discursos, he h ablado de Latím S