Historia De La Filosofia 15

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SERIE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

15.V01.1 KANT: CONOCIMIENTO Y RACIONALIDAD EL USO TEÓRICO DE LA RAZÓN SERGIO RÁBADE ROMEO Catedrático de Teoría del Conocimiento delaU.C.M .

ANTONIO M. LÓPEZ MOLINA Profesor titular de Teoría del Conocimiento de la II. C. M.

ENCARNACIÓN PESQUERO FRANCO Profesora de Metafísica de la U. C.M.

PRÓLOGO DE SERGIO RÁBADE

© 1987, E D IT O R IA L C IN CEL Todos los derechos reservados por © 1996, E D IC IO N E S PEDAGÓGICAS Gal Íleo, 26 - local 12 Teléf./Fax: 448 06 16 ISBN: 84-411-0052-7 Depósito legal: M. 34.116-1996 Impreso en f . f c a , s . a . Parque Industrial «Las Monjas», Torrejón de Ardoz - 28850 Madrid Printed in Spain

Indice

Presentación .........................................................

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Abreviaturas y traducciones utilizadas................

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Cuadro cronológico comparado ...........................

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1. Introducción: La filosofía kantiana desde la perspectiva histórica y desde la perspectiva sis­ temática ...........................................................

41

1.1. Kant, pensador ilu stra d o ...........................

41

1.1.1. La Ilustración como una edad de la r a z ó n ................................................ 1.1.2. Concepción kantiana de la Ilustra­ ción .................................................. 1.1.3. Razón y naturaleza ........................ 1.1.4. La importancia de la dimensión mo­ ral como fin último del pensamien­ to k a n tia n o ..................................... 1.1.5. La idea de progreso: la Ilustración como una cultura del optimismo ... 1.2. La Filosofía como ciencia (sistema) de la razón pura ................................................ 1.2.1. Sobre las distintas formas de origi­ narse el saber: «congnitio ex datis» y «cognitio ex principiis» ............ 1.2.2. Saber matemático y saber filosó­ fico .................................................. 1.2.3. Los diferentes estadios de la razón. La superioridad del estadio crítico. 1.2.4. La Filosofía como ciencia de la ra­ zón pura. Uso académico y uso mun­ dano de este concepto .................

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PRIM ERA PARTE Uso teórico (científico) de la razón 2. La «Critica de la razón pura» y el problema de la m etafísica.............................................. 2.1. Situación de la metafísica antes de la «C rí­ tica de la razón pura» ............................. 2.2. Método y sistema. El método trascen­ dental ......................................................... 2.2.1. La matemática y la física como mo­ delos de ciencia rigurosa ............. 2.2.2. El giro copernicano y el futuro de la metafísica ................................... 2.2.3. Método trascendental y saber metafísico ............................................. 2.3. Elementos «a priori» y elementos em píri­ cos del co n ocim ien to................................ 2.3.1. Existen en el espíritu humano con­ ceptos (puros) «a p riori» ............. 2.3.2. Sobre el criterio para la distinción entre conocimientos puros «a prio­ r i» y conocimientos empíricos ....... 2.3.3. Análisis estructural de un concepto empírico ........................................... 2.4. El error de la metafísica tradicional: transmutación de los conocimientos «a p riori» en ficciones de la razón ............ 2.5. Los juicios sintéticos «a p riori» y la po­ sibilidad de la metafísica .................. 2.5.1. Sobre la distinción entre juicios analíticos y sintéticos. Los juicios sintéticos «a p riori» ....................... 2.5.2. La matemática y la física como ciencias constituidas por juicios sin­ téticos «a p rio ri» ............................ 2.5.3. Posibilidad de la metafísica como ' ciencia y realidad como disposición n a tu ra l.............................................. 2.6. Sentidos del término «m etafísica» ....... 2.7. La «Crítica de la razón pura» como críti­ ca de las facultades del conocimiento ...

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3. La Sensibilidad: Espacio y tiempo como con­ diciones sensibles del conocimiento................

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3.1. Sentido y estructura de la «Estética tras­ cendental» ..................................................

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3.1.1. La Sensibilidad como objeto de in­ vestigación ....................................... 3.1.2. Sentido externo y sentido interno. 3.1.3. El planteamiento de la cuestión: es­ pacio y tiempo como condiciones sensibles del co n o cim ie n to............ 3.1.4. Exposición metafísica y exposición trascendental ...................................

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3.2. Exposición metafísica del espacio y del tiempo ........................................................

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3.2.1. Espacio y tiempo como representa­ ciones «a p riori» ............................. 3.2.2. Espacio y tiempo como intuiciones p u r a s ................................................ 3.3. Exposición trascendental del espacio y del t ie m p o ......................................................... 3.4. Reflexiones fin a le s .................................... 3.4.1. Espacio y tiempo como formas de la sensibilidad y como formas de los fe n ó m en o s................................. 3.4.2. Realidad empírica e idealidad tras­ cendental .......................................... 4. El entendimiento: Las categorías como condi­ ciones intelectuales del conocimiento............ 4.1. Sensibilidad y en ten d im ien to................. 4.2. El entendimiento como objeto de inves­ tigación ....................................................... 4.3. Deducción metafísica de las categorías ... 4.3.1. El uso lógico-formal del entendi­ miento: el entendimiento como fa­ cultad de j u z g a r ............................. 4.3.2. El uso puro-trascendental del en­ tendimiento: el tránsito de la lógica form al a la lógica trascendental y el

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problema del origen de las catego­ rías .................................................... 4.3.3. Deducción trascendental de las ca­ tegorías ............................................

107 110

4.4. La deducción trascendental según la ver­ sión de 1781 ...............................................

115

4.4.1. La doctrina de la triple síntesis ... 4.4.2. La deducción objetiva: el objeto ...

115 117

4.5. La deducción trascendental según la ver­ sión de 1787. Prim er nivel: Fundamentación s u b je tiv a ............................................ 4.5.1. El enlace como condición de posibi­ lidad del acto co gn oscitivo ............ 4.5.2. La unidad sintética originaria de la a p erc ep c ió n ...................................... 4.5.3. El principio supremo de la unidad sintética de la a p ercep ción ............ 4.5.4. Tránsito a la validez objetiva de las ca teg o ría s.........................................

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4.6. Segundo nivel: Fundamentación objetiva. Validez objetiva de las categorías ........

127

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4.6.1. Sentido de la validez universal em­ pírica de las categorías .................. 4.6.2. La síntesis de la apreh en sión ........ 4.6.3. Doble carácter del espacio y del tiempo: form as «a p riori» de la in­ tuición e intuiciones formales ....... 4.6.4. Conclusión: las intuiciones puras del espacio y del tiempo, y, en con­ secuencia, la síntesis de la aprehen­ sión, están sometidas a la unidad sintética originaria de la apercep­ ción ..................................................

134

5. Condiciones sensible-intelectuales del conocitniento: Fenomenismo, esquematismo y princi­ pios puros del entendimiento.........................

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5.1. Sobre la distinción de todos los objetos en general en Fenómenos («Phaenom ena») y Noúmenos («N ou m en a») .......................

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5.2. Sentido de este c a p ítu lo ........................... 5.3. Fenomenismo respecto de la realidad ex­ terna: sólo conocemos la naturaleza en cuanto fenómeno («Phaenom enon») ........

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5.3.1. Condiciones necesarias y suficien­ tes para la noción de «conocimien­ to» en sentido c r ít ic o ...................... 5.3.2. Primera aparición del esquematis­ mo: la síntesis fig u r a d a .................. 5.3.3. La imaginación productiva como sede de la síntesis figurada ........

143

5.4. Fenomenismo respecto de la realidad in­ terna: sólo conocemos el yo en cuanto fenómeno. (La paradoja del sentido in­ terno) ..........................................................

144

5.4.1. El planteamiento de la cuestión: la dualidad del sujeto de conocimien­ to (sentido interno-apercepción tras­ cendental) ........................................ 5.4.2. Sólo conocemos el yo como fenó­ meno ................................................. 5.4.3. Del «yo pienso» sólo podemos tener conciencia, no conocimiento ........ 5.5.

Esquematismo del entendimiento puro ... 5.5.1. Esquematismo del entendimiento puro: los esquemas trascendentales de la im a g in a ció n ............................ 5.5.2. Características de los esquemas trascendentales................................ 5.5.3. Sistema de los esquemas trascen­ dentales ............................................ 5.5.4. Esquematismo del entendimiento puro y c a te g o ría s ............................

Principios («Grundsátze») del entendimien­ to p u r o ........................................................ 5.7. Sistema de todos los principios del enten­ dimiento p u r o ............................................ 5.7.1. Principios m atem á ticos.................. 5.7.2. Principios d in á m ico s.......................

139 141

146 148 149 151

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5.6.

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6. La razón: Las ideas como condiciones inteligi­ bles del conocimiento.................................... 6.1. Caracterización general de la razón ....... 6.2. Funciones de la r a z ó n ............................... 6.2.1. 6.2.2. 6.2.3.

165 165 169

Función o rd e n a d o ra ........................ Función reguladora ......................... Función pleniñcadora ...................

169 173 175

6.3. Los intereses de la razón ....................... 6.4. Noción y caracteres de las ideas ............ 6.5. Dimensión positiva de las ideas: las ideas como condiciones necesarias del sistema de ex p erie n cia ............................................ 6.6. Interrelación entre el dinamismo del co­ nocer objetivo y el dinamismo de «idea­ ción» ........................................................... 6.7. Ideas como esquemas y focos de la supre­ ma unidad sistemática ............................. 6.8. Importancia de la dimensión práctica de las id e a s ..................................................... 6.9. El ideal de la razón pura como principio de sistematización total ............................

176 176

7. Dimensión crítico-negativa de la razón ........ 7.1.

7.2.

7.3. 7.4. 7.5.

La dialéctica trascendental como crítica de la apariencia d ia lé c tic a .......................

179

184 185 188 189 495 195

7.1.1. La Dialéctica trascendental en la Lógica trascendental....................... 7.1.2. La tarea de la Dialéctica trascen­ dental ..................................... ..........

198

Uso dialéctico de la razón: ideas eilusión trascendental..............................................

200

7.2.1. Usos de la razón: uso lógico y uso p u r o ................................................. 7.2.2. Ideas e ilusión trascendental ........

200 202

Los Paralogismos de la razón pura ...... Las antinomias de la razón p u r a ........... El ideal de la razón p u r a ......................

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195

Presentación

Sacar a la luz un nuevo libro (vols. 1 y 2) sobre Kant tiene un innegable coeficiente de audacia, sobre todo cuando, como en el caso presente, el libro aspira a ser una ventana abierta a los temas fundamentales delKan de la etapa crítica. La audacia la estimuló el prof Maceiras recabando este trabajo para la editorial Cin­ cel, y caer en la tentación de la audacia sólo fue menos aventurado porque los profesores López Molina y Pes­ quero Franco aceptaron, a sabiendas, asumir la respon­ sabilidad casi total del libro. A quien hace esta presen­ tación sólo se le debe el capítulo 6 y una parte del capí­ tulo 1, ambos del vol. 1. El doctor López Molina escri­ bió los capítulos 2, 3, 4 y 5 (vol. 1), y 4, 5 y 6 (vol. 2). A su vez, la profesora Pesquero Franco es la autora de los capítulos 1, 2 y 3 (vol. 2), debiéndose al común tra­ bajo de los dos el capítulo 7, del vol. 1. Señalar esto no es toda la verdad, si no se tiene en cuenta las numero­ sas reuniones que, aparte de su trabajo particular, han llevado a cabo para que la diversidad de autores no rompiera la unidad de la obra. Mi exigua intervención en ella me deja las manos li­ bres para afirm ar que confío en que haya de resultar

instructiva para quienes deseen adquirir una visión del Kant crítico, ya que una simple ojeada al índice certi­ fica de esto. Es un intento de exposición sistemática de esa época kantiana, siguiendo el hilo conductor de la razón en su doble dimensión teórica y práctica y tenien­ do com o meta de cierre y confluencia los problemas de la Crítica del Juicio. El libro pretende ser autónomo en su manejo, por cuanto, con las inevitables limitaciones, cubre toda la fi­ losofía crítica de Kant y en todo momento camina apo­ yado en los textos del autor estudiado. N o deberá re­ sultar extraño que la Crítica de la Razón pura y sus te­ mas medulares absorban buena parte del libro, ya que se trata de la obra fundamental del período y es llave inevitable para acercarse a las otras dos Críticas, de las cuales es la Crítica de la Razón práctica la que está en el segundo plano de atención de los autores, ocupando, en consecuencia, un menor espacio los capítulos dedica­ dos a la Crítica del Juicio. El libro no quiere entrar en las importantes polémicas que vienen desde hace tiempo manteniendo entre sí los hermeneutas de Kant. Tiene una aspiración más humil­ de, aunque no sé si más sencilla: quiere ayudar a leer y a estudiar a Kant desde los textos del propio Kant. No se ha rehuido ninguno de los problemas considerados vertebrales de la filosofía crítica, incluso algunos de los que es menos frecuente hablar fuera de los círculos de especialistas (deducción trascendental de las categorías, uso regulativo de las ideas, el principio de finalidad, etcétera), pero en todo mom ento se ha buscado la ma­ yor claridad expositiva, dentro como es obvio, de lo que la dificultad de cada problema concreto y los textos kan­ tianos al respecto permitían. N o sería justo cerrar esta presentación sin algunas menciones de agradecimiento. La complejidad del libro, a pesar de su aparente sencillez, obligó a pedir más de una ayuda. Y hay que comenzar por destacar la del doc­ tor Carvajal Cordón en la elaboración del cuadro cro­ nológico comparado, así como del apéndice y del glosa­ rio. José A. González Soriano y Maribel Doñate se brin­ daron a leer parte del manuscrito, debiendo agradecér­ seles observaciones muy pertinentes. En línea parecida

colaboraron Inmaculada López y Yolanda Ruano, quie­ nes, tras leer el manuscrito, se encargaron de la ingrata tarea de mecanografía y corrección. Resulta estimulante poder contar con tantas personas en tareas a veces de tan poco lucimiento. La dedicación que el Seminario de Metafísica de la Complutense ha venido consagrando al estudio de Kant propició, sin duda, esas desinteresa­ das colaboraciones. S . RÁBADE

Abreviaturas y traducciones utilizadas

Dissertatio.

De mundi sensibilis atque intelligibilis for­ ma et principiis dissertatio. La «Disserta­ tio » de 1770. Sobre la forma y los prin­ cipios del mundo sensible y del inteligi­ ble. Introducción de R. Ceñal, S. J., CSIC, Madrid, 1961.

K. r. V. (A y B).

Kritik der reinen Vernunft. Crítica de la razón pura. Prólogo, notas e índice y tra­ ducción de P. Ribas, Alfaguara, Madrid, 1978. Crítica de la razón pura, traducción de M. G. Morente. Librería General Vic­ toriano Suárez, tomos I y II, Madrid, 1960.

Prolegomena.

Prolegomena zur einer jeden künftigen Metaphysik, die ais Wissenschaft wird auftreten kónnen. Prolegómenos a toda metafí­ sica futura que pueda presentarse como ciencia, traducción de Mario P. M. Caimi, Ed. Charcas, Buenos Aires, 1984.

G. M. S.

Grundlegung zur Metaphysik der Sitten. Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, 3.a ed., trad. de M. García Mo­ rente, Espasa-Calpe, Madrid, 1967.

K. p. V.

Kritik der praktischen Vernunft. Crítica de la razón práctica, trad. de E. Miñaría Villagrasa y M. G. Morente, Espasa-Calpe, Madrid, 1975.

K. U.

Kritik der Urteilkraft. Crítica del Juicio, traducción de M. G. Morente, Espasa-Cal­ pe, Madrid, 1977.

E. E.

Erste Einleitung in die K ritik der Urteil­ kraft. La filosofía como un sistema. Pri­ mera introducción a la «Crítica del Jui­ cio», trad. de Altman Juárez, editor, Bue­ nos Aires, 1969.

F.‘ de la H.‘

La Filosofía de la Historia, trad. de E. Estiu, Ed. Nova, Buenos Aires, 1964. La Fi­ losofía de la Historia, trad. E. Imaz, FCE, México, 1981.

La Religión

Die Religión innerhalb der Grenzen der belossen Vernunft, Verlag von Félix Meiner, Hamburg, 1961. La Religión dentro de los límites de la mera razón, trad. de Martínez Marzoa, Alianza, Madrid, 1969.

V ID A Y O B RA DE I. K A N T

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FICO S

1724.— N ace K

a n t en Konigsberg el 22 de abril.

1725.— H u t c h e s o x , Investigación sobre el origen de nues­ tras ideas de belleza y vir­ tud. —V ico, Ciencia Nueva.

—Nace H olbach. 1727.— F o n t e n e l l ij . E logio de N e w ton. 1728.— W o i .f f . Philosophia ratiortalis sive Lógica. — V o l t a i r e , Cartas sobre los ingleses. — H u t c h e s o n , Ensayo sobre la naturaleza y la conduc­ ta de las pasiones y las afecciones. 1730.— Ingresa en una escuela de

humanidades.

—W

o l f f , Philosophia prima sive Ontologia.

1731.— W o l f f , ralis.

1732.— Ingresa en el

«CoIIegium

Fredericianum».

gene-

— W o l f f , Psychologia em pí­ rica.

1734— W o l f f , nalis.

1736.— W

1738.— M uere su madre.

Cosm ología

olff,

—W olff,

Psychologia

ratio-

Theologia naturalis.

Philosophia

prac­

tica.

—V

o l t a i r e , E lem entos de la filosofía de New ton.

C O N T E X T O C U LTU R AL

A C O N T E C IM IE N T O S P O LIT IC O S

— Nacc K l o p s t o c k . —M uere Pedro el Grande de Rusia. —M uere Jorge I de Inglate­ rra, le sucede Jorge II.

— F e i j ó o , Theatro crítico uni­ versal (en 8 v o ls ., de 1727

a 1739).

— R eamur inventa el term ó­ m etro. — V o lt a ir e , Historia de Car­ los X I I .

— B a c ii, Cantata 141, «W achet A u f». — Nace H aydn. 1733— Nace P rie s tle y .

— M uere Couperin. — B ach , dad».

«O ratorio

de

N avi­

1735.— Linneo, Systema naturae.

—La C o x d a m in e mide el m e­ ridiano. — E u l e r , Mechanica sive m o tus scientia. 1737.— Linneo, Genera plantarum.

V ID A Y O B RA DE I. K A N T

A C O N T E C IM IE N T O S F ILO SO FICO S 1739.— H u m e , Tratado de la na­ turaleza humana. — B a u m g a r t e n , Metaphysica.

1740— Se m atricula en la U niver­

sidad de Konigsberg, don­ de estudia filosofía, mate­ máticas y ciencias natura­ les, trabando amistad con M. K n u t z e n .

— W o lf f recupera su cátedra en Halle por orden de Fe­

derico II. —V

o l t a ir e ,

La Metafísica de

New ton. — B a u m g a r t e n , Ethica philo-

sophica. 1741,— H.v u e , Ensayos de moral y política. 1742.— H u t c h e s o n , Philosophia moralis institutio com pen­ diaría. 1743— C r u s i u s , D e usu et limitibus principii rationis determinantis, vulgo sufficientis. — N ac e C o ndorcet.

1744.— N a c e H e r d e r . 1745.— C r u s i u s , B o sq u ejo de las verdades necesarias en cuanto se oponen a las contingentes. — L a M e t t r ie , Historia natu­ ral del alma. 1746.— M uere su padre. — Pensam ientos sobre la ver­ dadera estimación de las fuerzas vivas.

— E jerce de preceptor priva­ do hasta 1754.

Ensayo sobre el origen de los conoci­ mientos humanos. — D id e r o t , Pensam ientos fi­ losóficos. — C o n d il l a c ,

1747.— C r u s i u s , Cam ino para al­ canzar la certeza y la se­ guridad del conocim iento humano. 1748.— H u m e , Investigación sobre el entendimiento humano. — M o n t e s q u ie u , E l espíritu de las leyes.

C O N T E X TO C U LTU R AL

A C O N T E C IM IE N T O S P O LIT IC O S

— Federico el Grande, rey de Prusia. — Proclam ación de M aría T e­ resa en Austria. —Comienzan las Guerras de Silesia. — H an d e l , «E l Mesías». — M u e r e V iv a l d i.

—Sube Isabel al Rusia.

trono de

— D ’A le m b e r t , Ensayo de D i­ námica. — N a c e L a v o is ie r .

— B a c h , « E l c la v e b ie n tem ­ p e r a d o ».

— D e s c u b r im ie n to

de

la b o ­

te lla d e L e y d e n .

— N ace G

oya.

— M a u p e r t u is , Presidente de la Academia de Ciencias de Berlín.

— Fin de las Guerras de Si­ lesia.

—M uere Felipe V de España. —Alianza austro-rusa.

— F r a n k l i n d e s c u b re e l p r in ­ c ip io d el p a r a rr a y o s .

—T ratado de Aquisgrán.

V ID A Y O B RA DE I. K A N T

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FICO S M e t t r ie , E l hom bre máquina. — E u l e r , Reflexiones sobre el espacio y el tiempo. —La

1749.— M a u p e r t u is , Ensayo de fi­ losofía moral. — C o n d il l a c , Tratado de los sistemas. 1750.— W o lf f , Philosophia moralis sive Ethica (1750/53). — R o u s s e a u , Discurso sobre las ciencias y las artes. — B a u m g a r t e n , Aesthetica (to­

mo I). — M a u p e r t u is ,

Ensayo

de

Cosmología. 1751.—V o l t a ir e , Luis X I V .

El

siglo

—Mueren L a M e t t r ie y M. K nutzen.

1752.— M e ie r , Doctrina de la ra­ zón. 1753.— L e s s in g , E l Cristianismo de la razón.

—Muere B e r k e l e y . 1754.— D id e r o t , Pensam ientos so­ bre la interpretación de la naturaleza. — C o n d il l a c , Tratado de las sensaciones. 1755.— Historia general de la na­ turaleza y teoría del cielo. — M editationum quartmdam de igne succinta delineatio.

.

(Tesis con que obtiene el grado de d octor el 12 de junio.) — Principiorum

prim orum cognitionis metaphysicae nova dilucidatio. (E scrito

de habilitación con que obtiene la «ven ia legendi» el 2.7 de septiem bre.)

—Muere W o l f f . — M e n d e l s s o h n , Diálogos fi­ losóficos. — L e s s in g , ¿Pope, un metafí-

sico?

— H u t c h e s o n , Sistema de fi­ losofía moral. — C o n d il l a c , Tratado de los

animales.

d

C O N T E X T O C U LTU R AL

— M u e re J. S. B a c h .

—Aparece el prim ero de los 28 vols. de la Enciclopedia.

— H a y d n , «E l d ia b lo c o ju e lo ». — L in n e o , Species plantarum.

— M a u p e r t u is , Ensayo sobre

la form ación de los cuer­ pos organizados.

in c k e l m a n n , Ideas sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y en la escultura. — K l o p s t o c k , S obre la poe­ sía sacra.

—W

A C O N T E C IM IE N T O S P O LIT IC O S

V ID A Y O B RA DE I. K A N T

1756.— Metaphysicae cum geom e­ tría iunctae usus in philo­ sophia naturali, cuius specim en I. continet m onadologiam physicam. (Diserta­

ción para obtener el nom ­ bram iento de p rofesor extraordinario en la Univ. de Konigsberg.)

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FICO S —V o lt a ir h , Ensayo sobre las costum bres y el espíritu de las naciones. — H u t c h e s o n , Logicae com pendium. — R e im a r u s , Doctrina de la razón.

— Nuevas observaciones para la aclaración de la teoría de los vientos.

— En abril, solicita la cáte­ dra de Lógica y M etafísi­ ca, vacante tras la muerte de K n u t z e n , p ero el go­ bierno prusiano no la cu­ b re p or problem as econó­ micos. 1758.— N u e v o concepto doctrinal del m ovim iento y del re­ poso. — K a n t no consigue que se le

adjudique la cátedra de L ógica y M etafísica va­ cante tras la m uerte de K ip k e .

1759.— E nsayo de algunas consi­ deraciones sobre el opti­ mismo.

— B a u m g a r t e n , Aesthetíca (t o ­

m o I I). — H e l v e t iu s , D el espíritu. o u s s e a u , Discurso sobre los orígenes y fundam en­ to de la desigualdad entre los hom bres. — S w e d e n b o r g , D e Cáelo el eius mirabilibus et de In ­ ferno, ex Auditis & Visis.

—R

— D 'A le m b e r t , Elem entos de filosofía. —V

o l t a ir e ,

Cándido.

— Muere M a u p e r t u i s .

1761.— R o u s s e a u , La nueva Eloísa.

1762.— La falsa sutileza de las cuatro figuras silogísticas. — H e r d e r asiste a las clases de K a n t .

•— R o u s s e a u , E l contrato so­ cial. — R o u s s e a u , Emilio.

C O N T E X TO C U LTU R AL

— Nacc W. A. M

ozart.

A C O N T E C IM IE N T O S P O LIT IC O S —Convención de Westminster. —Com ienza la Guerra de los Siete Años. —Alianza entre Francia y Austria.

— S oufflot , Panteón de Pa­ rís.

— Fundación del British Museum. — Nace S c h il l e r . —M uere H a n d e l .

—Carlos I I I sucede a Fer­ nando V I I en el trono de España. — Expulsión de los jesuítas de Portugal. 1760.-—Jorge

I I I sucede a ge I I en Inglaterra.

Jor­

— T iepolo comienza la deco­ ración del Palacio Real de Madrid. — Gluck, «O rfe o

y

Eurídice».

— Catalina I I la Grande en Rusia. —Expulsión de los jesuítas de Francia.

V ID A Y OBRA DE I. K A N T

1763.— E l único argumento posi­ ble para dem ostrar la exis­ tencia de Dios. — Ensayo para introducir el concepto de magnitudes negativas en la sabiduría del universo. 1764.— Observaciones sobre el sen­ timiento de lo bello y lo sublime. — Investigación sobre la cla­ ridad de los principios de la Teología natural y de la Moral. (Obra con que ob­

tiene el «a ccésit» en un concurso organizado por la Academ ia de Berlín.) — E l gobierno prusiano le ofrece la cátedra de Poe­ sía de la Univ. de Konigsberg, que K a n t rechaza.

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FICO S — L e s s i n g , Sobre la realidad de las cosas fuera de Dios. o l t a i r e , Tratado de la to­ lerancia.

—V

— L a m b e r t , N u ev o Organo. — V o l t a ir e , Diccionario filo­ sófico.

—M

e n d e l s s o h n , S obre la evi­ dencia en las ciencias m e­ tafísicas. (Obra que obtie­

ne e l prem io e n el concur­ so de la Academia de Cien­ cias de Berlín.)

— R aspe p u b lic a lo s N u evos nom brado subbiblioteEnsayos sobre el entendi­ cario de la biblioteca real m iento humano d e L e i b de Kónigsberg. n i z , m u e rto en 1716.

1765.— Es

1766.— Sueños de un visionario, explicados mediante los sueños de la metafísica.

— L e s s in g , Laocoonte.

1768.— S obre el prim er fundam en• lo de la distinción de las regiones en el espacio.

— E u l e r , Cartas a una prin­

1769.— K

a n t rechaza la cátedra que le ofrece la Universi­ dad de Erlangen. Espera una plaza en Kónigsberg.

— N a c e M a in e

de

cesa alemana.

B ir a n .

C O N T E X TO C U LTU R AL

—V

o l t a i r e , Historia de R u ­ sia bajo Pedro el Grande.

— S a l z i l l o , L a Cena; El b e s o

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S —Fin de la Guerra de los Siete Años con la firm a del Tratado d e París.

de Judas. — N ace

L agrange.

— W i n c k e l m a n n , Historia del

arte en la Antigüedad. — V ig n o n ,

sia de París.

—Alianza entre Prusia y Ru­ sia.

Frontón de la Igle­ la Magdalena de

— W att in v e n ta la m á q u in a d e v a p o r.

— W ie l a n d , Agathon. — N ace M a l t h u s . 1767.— Gi.uck, «A lceste». — P r ie s t l e y , Historia y esta­ do actual de la electrici­ dad.

— Expulsión de los jesuítas de España.

— H ar g r e a v e s in v e n ta e l to r­ n o d e h ilar.

—M u ere T elem ann. — N ac e H um boldt. — Prim er via je de COOK.

— A r k w r i g h t inventa el tor­ no hidráulico.

— Nace N apoleón Bonaparle.

V ID A y OBRA DE I. K A NT

1770.— D e m undi sensibilis atque intelligibilis io rm a eí principiis dissertatio. (Obra

compuesta con ocasión de su nom bram iento com o p rofesor ordinario de L ó­ gica y M etafísica en Konigsberg.)

A CO N TE CIM IE NTO S FILOSOFICOS o lb a c h , E l sistema de la naturaleza. — B e a t t ie , Ensayo sobre la naturaleza.

—H

— N a c e H egel .

1771.— D e las diferencias corpora­ les esenciales entre la es­ tructura de los animales y de los hombres.

— L a m b e r t , Proyecto para la

1772.— K a n t renuncia a su cargo

— H e r d e r , Tratado sobre

de subbibliotecario. Guar­ da silencio a partir de 1770 y trabaja en lo que será su prim era gran obra, cuya aparición se retrasa en va­ rias ocasiones p or las di­ ficultades teóricas que la ob ra plantea al autor.

Arquitectónica o teoría de lo simple y lo prim ero en el conocim iento filosófico y matemático. el origen del lenguaje. — H e l v e t iu s , Del hom bre, de sus facultades y de su edu­ cación.

1773.— H

o lb a c h ,

E l sistema social.

1774.— H e r d e r , Otra filosofía de la historia de la humani­ dad. — H e l v e t iu s , E l verdadero sentido del sistema de la naturaleza. 1775.— B o n n e t , Ensayo analítico de las facultades del alma. — H e l v e t iu s , E l progreso de la razón en la búsqueda de la verdad. 1776.— E b e r iia r d , Teoría general del pensamiento y de la sensibilidad. — H o lb a c h , La m oral uni­ versal. — M u ere H um e. — N a c e H erbar t.

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S

C O N T E X T O C U LT U R A L

— N a c e n B e e t iio v e n DERLIN.

y

H ol -

—Luis X V suprim e los P a r­ lam e n to s.

— Lord N orth, prim er minis­ tro inglés.

— Aparece el últim o tom o de

— P rim er reparto de Polonia.

la Enciclopedia. — K l o p s t o c k , David. — W ie l a n d , E l espejo de oro. — S e g u n d o v ia je de C o o k . — N acen N o v a l is , F e d e ric o S ch leg el y D a v id R ic a r d o .

— K l o p s t o c k c o n clu y e e l M e ­

sías. —W

ie l a n d ,

Historia

de

los

Abderitas. — G o e t h e , Werther. — K l o p s t o c k , La república

alemana de las letras. — G lu c k , «I f ig e n ia en A u lid e ». — L a v o is i e r , Opúsculos físi­

cos y químicos. — L a v o i s i e r , Nuevas investi­

gaciones sobre la existen­ cia de un fluido elástico.

— S m i t h , La

riqueza de las

naciones. — T e rc e r v ia je d e C o o k .

— M uere Luis X V , le sucede

Luis X V I, que restablece los Parlamentos. — T urgot, cien d a.

m in is tro

de

ha­

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FIC O S

V ID A Y O B R A DE I. K A N T

1777.— T e t e n s , E nsayos filosóficos sobre la naturaleza hum a­ na y su desarrollo. — M u e re n

L ambert y M e ie r .

— H e r d e r , D el conocer y del

1778.— Z e d l i t z anima a K a n t para

sentir del alma humana.

que éste acepte una cáte­ d ra en Halle, p ero éste de­ clina la invitación.

— M u e re n seau.

V

o l t a ir e

y R

ous­

1779.— L e s s in g , Natán el Sabio. — H u m e , Diálogos sobre la religión natural (p o s t u m a ).

1780.— K a n t ingresa en el senado

académico de la Universi­ dad de Konigsberg. 1781.— Crítica de la razón pura.

-L e s s in g , La educación del

género humano. ■Co n d il l a c , Lógica.

■Muere L e s s in g .

lerusalén o sobre el poder religioso y el judaismo.

1783.-—Prolegóm enos a toda m e­ tafísica futura, que pueda presentarse com o ciencia.

-MENDELSSOHN,

1784.— Ideas para una historia universal en sentido cos­ mopolita. — Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración?

- H e rder , Ideas para una fi­

losofía de la historia la humanidad (vol. I).

de

-Muere D id e r o t .

1785.— Fundamentación de la m e­ tafísica de las costumbres.

-Ja c o b i , Cartas al señor M o -

1786.— ¿Qué significa orientarse en el pensamiento? — Com ienzo presunto de la historia humana.

-R e i n h o l d , Cartas sobre la

ses M endelssohn sobre la doctrina de Spinoza. -M e n d e l s s o h n , Horas mati­ nales o lecciones sobre la existencia de Dios. -R e íd , S obre los poderes del intelecto humano. filosofía.

CONTEXTO

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S

C U LT U R A L

— P r ie s t l e y , E xperim entos y

observaciones sobre los di­ ferentes tipos de aire. — L am a rc k , Flora francesa.

«Ifig e n ia

— G luck ,

en

—Alianza entre Francia y Es­ tados Unidos.

Táu-

ride». Teoría de máquinas simples.

— C oulo m b,

— C o m p t o n in v e n ta d o ra . — M u e re M engs.

la

las te je ­

— Proclam ación

de José

II

en Austria. — S c h il l e r , Los Bandidos.

1782.— V

o lt a

d e s c u b re e l c o n d e n ­

sa d o r.

— Alianza austro-rusa. — Fracaso franco-español an­

te Gibraltar.

— Voss tra d u c e La Odisea. — M u e re E u l e r . — B e a u m a r c h a is ,

Las

— Tratado de Versalles, q u e

reconoce la independencia de Estados Unidos.

Bodas

de Fígaro.

— H a y d n , «Las b ra s». — V il l a n u e v a ,

Siete M useo

Pala­

—Liga de los Príncipes ger­ manos.

del

Prado. — C a r t w r i g h t in v en ta el te­ la r m e cá n ico .

—M

o zar t,

«L a s Bodas de Fí­

garo». Cuatro diserta­ ciones sobre la electricidad y el magnetismo.

— C oulo m b,

— Mucre Federico el Grande, L e sucede F ederico Gui­ llerm o II.

V ID A Y O B R A DE I. K A N T

— Principios

metafísicos la ciencia natural.

A C O N T E C IM IE N T O S F ILO SO FIC O S

de

— Es nom brado R ector de la Universidad de K ónigsberg p or prim era vez. 1787.— Segunda edición de la C rí­ tica de la razón pura.

—J a c o b i , D avid H u m e : sobre la fe.

—H

e r d e r , Dios. Diálogos so­ bre el sistema de Spinoza.

1788.— Crítica de la razón prác­ tica. — S obre el uso de principios teleológicos en la filosofía.

— N ace Schopenh auer.

— Es nom brado R ector por segunda vez.

1789.— R e i n h o l d , Ensayo de una nueva teoría de la facul­ tad humana de represen­ tación.

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S

C O N T E X T O C U LTU R AL

— P r ie s t l e y , E xperim entos y observaciones relativas a varias ramas de la filoso­ fía natural.

— G o e t h e , Ifigenia

en

Táu-

ride.

— Votación de la Constitu­ ción de los Estados Unidos.

— S c h i l l e r , D on Carlos. — M o z a r t , «D on Juan». — L a v o i s i e r , M é to d o

de no­ menclatura química.

—M uere Gluck . N ace O h m . — M o z a r t , tre s ú ltim a s sin ­ fo n ía s . — L a n g h a n s , Puerta d e Bran-

deburgo en Berlín. — L agrange ,

Mecánica

analí­

tica. — N ace

B yron.

Introducción a los principios de la moral y de la legislación.

— B entham ,

—Zedlitz, m inistro prusiano de Enseñanza y Cultos, es sustituido p or W ollner, que publica los decretos sobre religión (9 ju lio ) y censura (19 diciem bre). — E n Francia, Asamblea de N otables. —Se convocan los Estados Generales para el año si­ guiente. — Tratados de B erlín y de La Haya entre los Países Ba­ jos, Prusia e Inglaterra. —Carlos IV , rey de España. —En m ayo, se reúnen los Estados Generales. — En junio, el T ercer Esta­ do se proclam a Asam ­ blea Nacional Constituyen­ te, posteriorm ente, se le unen los otros dos Esta­ dos p or orden real. — En ju lio, tom a de la Bas­ tilla. — E n agosto. Declaración de los Derechos del H om bre y del Ciudadano. — U nificación de Suecia. —Washington, Presidente de E stados Unidos.

V ID A Y O B RA DE I. K A N T

1790.— Critica del Juicio. — S obre un descubrim iento según el cual toda nueva crítica de la razón pura es hecha superflua p or una anterior (escrito contra E b e r h a r d ).

1791.— S obre el fracaso de todos los ensayos filosóficos en la teodicea. (T ra b a jo ela­

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FICO S — R e in h o l d ,

Contribuciones a la rectificación de los malentendidos habidos has­ ta ahora entre los filóso­ fos. —Maimón, Ensayo sobre la filosofía trascendental.

—R einhold, Sobre el funda­ m ento del saber filosófico.

—F ichte viaja a Konigsberg.

borado por K ant en res­ puesta a la pregunta que form ulara la Academia de Berlín, a saber: «¿Cuáles son los verdaderos progre­ sos realizados por la M e­ tafísica en Alem ania desde los tiem pos de Leibniz y W o le f? ». A l final, no lo presentó al concurso.) 1792.— S obre el mal radical en la naturaleza humana. (Parte prim era de La Religión dentro de los límites de la mera razón.) — D e la lucha del principio bueno con el malo p o r el dom inio sobre el hom bre.

— H e r d e r , D e la inmortalidad del alma.

—Schulze, Enesidemo. — F ic h t e , Ensayo de una crí­ tica

de

toda

revelación.

(Aparece sin nom bre del autor y se le atribuye a Kant.)

(Parte segunda de la obra antes citada.) Su im pre­ sión fue prohibida p or la censura prusiana.

1793.— La Religión dentro de los . límites de la mera razón. — S o b re el lugar com ún: «E s to puede ser correcto en la teoría, pero no vale para la práctica ». (E scrito

polém ico contra Garve.)

— SlllLLER,

S obre

gracia

y

dignidad.

— SlllLLER, Calías o de la B e ­ lleza.

— SlllLLER, Sobre lo sublime. — H egel, fragm entos sobre la religión popular.

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S

C O N T E X T O C U LTU R AL

.

— G oethk , Prim er fragm ento de Fausto. — Nace L a m a r t in e .

—Constitución civil del clero en Francia. —Fin de la guerra rusosueca. —Sube al trono Leopoldo I I de Austria.

— M ozart, gica».

—En abril, muere Mirabeau. —En junio, Luis X V I huye de París y es detenido en Varennes. — En septiem bre, la Consti­ tución es aprobada por la Asamblea Constituyente y ratificada p or el rey. —En octubre, se reúne la Asam blea Legislativa. —Austria y Turquía firm an un acuerdo de paz. —Rusia derrota a Turquía.

—M

ozart,

«L a

flauta

má-

«R equiem ».

Muere. — G o y a , La pradera de San Isidro. — G a l v a n i , D e viribus electricitatis in m otu muscülari commentarius.

— Nace F ar a d a y .

— S c h il l e r , Guerra Años.

Historia de la de los Treinta

o r a t í n , La Com edia N u e ­ va o E l Café.

— M

—N a c e n S h elley y R o s s in l

—Adopción legal del sistema m étrico.

—Ocupación de las Tullerías. — Encarcelam iento de Luis X V I. — La Convención. —Abolición de la Monarquía. —Guerra entre Francia y Austria. —T ratado de Berlín austroprusiano. —Francisco I I, rey de Aus­ tria. —Asesinato de Gustavo I I de Suecia. — Fin de la guerra rusoturca. —Luis X V I, guillotinado. — La Convención instaura los Com ités de Salud Pú­ blica y Seguridad General. — Form ación de la prim era coalición contra Francia. —Segunda división de Polo­ nia.

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FICO S

V ID A Y O B RA DE I. K A N T

1794.— Segunda edición de La R e ­ ligión... — E l fin de todas las cosas.

— F ic h t e , Unas lecciones so- |

bre el destino del sabio. — F ic h t e , S obre el concepto

—Se agudiza su con flicto con la censura prusiana: K ant renuncia a toda m anifesta­ ción sobre el tem a de la religión a raíz de los re­ proches y amenazas que le dirigiera el rey Federico G uillerm o I I el 1 de octu­ bre. 1795.— Para

de la Doctrina de la Cien­ cia. ' — F ic h t e , Fundam ento de toda la Doctrina. — M a i m ó n , Ensayo de una nueva Lógica o teoría del pensar.

— Muere C o n d o r c e t .

la paz perpetua.

1796.— S o b re un tono elegante surgido recientem ente en la filosofía.

1797.— Metafísica de las costum ■ bres. — Anuncio de la próxim a ce­ lebración de un tratado de paz perpetua en la filoso­ fía.

— Pone fin docente.

a

su actividad

— S c h il l e r , S obre

la educa­ ción estética del hom bre. — F ic h t e , Com pendio de lo propio de la Doctrina de la Ciencia con respecto a la facultad teórica. — S c h e l l in g , D el yo com o principio de la filosofía. — H egel , m a n u s c rito s de La Vida de Jesús y d e La p o­ sitividad de la religión cris­ tiana. Fundam ento del Derecho natural según los principios de la Doctrina de la Ciencia. — B eck , Com pendio de filosofía crítica. — B eck , El único punto de vista posible a partir del cual debe juzgarse la fi­ losofía crítica. — F ic h t e ,



— F ic h t e , Prim era y segunda

Introducciones a la D octri­ na de la Ciencia. — M a im ó n , Investigaciones críticas sobre el espíritu hum ano o la facultad su­ perior del conocim iento y de la voluntad.

j '

1

'

C O N T E X TO C U LTU R AL

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S — B onaparte reconquista T o ­ lón. — En abril, ejecución de Danton, Desmoulins y Hérault. — En m ayo, Lavoissier, gui­ llotinado. —En ju lio, ejecución de Robespierre. —Com ienza la reacción therm idoriana.

—G

o e t h e , Los años de apren­ dizaje de W ilhelm Meister.

— G o y a , La m aja desnuda. — C a n ü v a , Hércules y Licas.

—G

o e t h e , Los años de apren­ dizaje de Wilhelm M eister

(lib r o s — N ace

V ir-V III).

— Form ación del Directorio. —T ratado de Basilea entre Francia y España. —Tercera partición d e Po­ lonia.

—Conspiración de Babeuf. — Campaña italiana de Bona­ p a rte .

K eats.

— H o l d e r l i n , H yp erion

(p a r ­

te I).

—L agraxge,

Teoría de las funciones analíticas. — P r i e s t l e y , Consideraciones sobre la doctrina del flogisto y la descom posición del agua.

— Federico Guillerm o I I I , rey de Prusia.

A C O N T E C IM IE N T O S FILO SO FICO S

V ID A Y O B RA DE I. K A N T

S c h e l l in g , Ideas

relativas a una filosofía de la natu­ raleza.

1798.— E l conflicto de las facul­ tades. — Antropología pragmático.

en

sentido

— C o m ie n z a a t r a b a ja r en la o b r a a q u e d e d ic a rá su s ú ltim o s años y q u e h a b ía de c o n stitu ir e l trá n sito de lo s p rin c ip io s m e ta fís ic o s d e la c ien cia n a tu ra l a la físic a .

1799.— Declaración acerca de la Doctrina de la Ciencia de Fichte.

-Co n d i l l a c ,

La los cálculos.

lengua

de

-F ic h t e , E l

sistema de la moral según los principios de la Doctrina de la Cien­ cia.

-S c h e l l in g , Sobre

el alma

del mundo.

Entendim iento y experiencia, razón y len­ guaje, una metacrítica de la razón pura (c o n tra

■He r d e r ,

Kant). -F ic h t e , Apelación al públi­

co contra la acusación de ateísmo. -S c h e l l in g , Introducción al

proyecto de un sistema de filosofía de la naturaleza. -S c h l e ie r m a c h e r ,

Sobre

la

religión. m a n u s c r ito d e El Espíritu del Cristianismo y su destino.

-H egel ,

1800.— J as c h e e d ita Lógica.

de

-F ic h t e , E l destino del hom ­

se h a c e c a rg o d e l c u id a d o d e K a n t.

-F ic h t e , E l E stado com er­

— W a s ia n s k i

el

c u rs o

bre. cial cerrado. - H e r d e r , Kalligone

(contra

K ant). Sistema del idealismo trascendental.

- S c h e l l in g ,

- H e g e l , Fragm ento

tema.

de Sis­

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S

C O N T E X TO C U LTU R AL

— N a c e n H e i n i :, V ig n y y SCHUBERT.

—M

a l t h u s , Ensayo sobre el principio de la población.

—Laplace, Exposición del sis­ tema del mundo. — C u v i e r , Cuadro

elemental de la historia natural de los animales.

— H aydx , «L a Creación». — G o y a , L o s Caprichos.

— H o l d e r l in , H yperion

(p a r ­

—Golpe de Estado Brum ario.

Paté­

— N apoleón Bonaparte, Pri­ m er Cónsul y Jefe del Es­ tado.

te II). — B e e t h o v e n , «Sonata tic a ».

— G o y a , M aja vestida. — L aplace , Tratado de M ecá­ nica

celeste

(5

v o ls .

de

1799 a 1825). — N a c e n B alzac y H e in e .

— S c h il l e r , Wallenstein. — B eethoven,

«P rim e ra Sin­

fon ía». — G oya, Fam ilia los IV . —V

o lta

de

Car­

in v en ta la p ila eléc­

trica. M em orias sobre las especies de elefantes vivos y fósiles.

— C u v i i -r ,

del

18

— Segunda coalición contra Francia. —M uere Washington.

V ID A Y O B R A DE I. K A N T

A C O N T E C IM IE N T O S F ILO SO FICO S 1801.— F ic h tk , Exposición clara com o el sol para el gran público sobre la esencia propia de la novísima fi­ losofía. Exposición de m i sistema de la filosofía.

— S c h e l l in g ,

egel , Diferencia entre los sistemas filosóficos de Fichte y Schelling.

—H

1802.— S c h e l l in g , Sobre la rela­ ción de la filosofía de la naturaleza con la filosofía en general. — S c h e l l in g ,

Filosofía

del

arte.

— S c h e ll in 'G, Bruno. — H egel , Fe y saber.

— H egel , E l sistema de la eticidad. — H egel , La Constitución de

Alemania. El del Cristianismo.

— C h a t e a u b r ia n d ,

genio

1803.— S c h l e ie r m a c h e r , Líneas fundamentales de una crí­ tica de las doctrinas m o­ rales hasta el presente.

—M uere H e r d e r . 1804.— K a n t m uere en la mañana

del 12 de febrero.

— S c h e l l in g , Filosofía y reli- 1 gión. |

1

A C O N T E C IM IE N T O S P O L IT IC O S

C O N T E X TO C U LTU R AL

— H a y d n , «L as Estaciones». — G a u s s , Disquisitiones arith-

meticae. — C u v i e r , Lecciones de ana­

tomía comparada

(5 vols.

d e 1801 a 1805).

Sistema de los animales sin vértebras.

— L am a r c k ,

— M u ere N

—Paz de Lunéville Francia y Austria. —Tratado Rusia.

de

entre

Francia

— Tratado de Aranjuez. —Asesinato de Pablo I Rusia.

con

de

o v a l is ,

—N

— Se establece la Legión de H onor.

— L am a rc k ,

—-Napoleón se instituye Cón­ sul a título vitalicio.

o v a l is , Heinrich von O fterdingen.

Investigaciones sobre la organización de los cuerpos vivos.

— N a c e V íc t o r H

ugo.

— S c h il l e r , Guillerm o Tell. — H o l d e r l iíí , tra d u c c io n e s de E d ip o rey y d e Antígona. — B e e t iio v e n , r o ic a ». — M u e re

«S in fon ía

P r ie s t l e y .

he­

— Firm a de la Amiens entre Gran Bretaña.

tregua de Francia y

— Gran Bretaña con Francia.

en

guerra

—N apoleón coronado Em pe­ rador. — España declara la guerra a Inglaterra. —Francia y Rusia rompen re lac io n e s d ip lo m á tic a s .

— W. Pitt, inglés.

prim er

m inistro

M a n u e l K a n t. R e tr a to re a liz a d o p o r

Dobbler.

M u n ic h .

Introducción: La filosofía kantiana desde la perspectiva histórica y desde la perspectiva sistemática

En este capítulo introductorio vamos a estudiar el pensamiento kantiano desde dos perspectivas comple­ mentarias: histórica y sistemática. Desde el prim er pun­ to de vista, analizaremos el marco en el que se originó y maduró la reflexión crítica, a saber, la Ilustración. En un segundo nivel, asistiremos a la peculiar concep­ ción que del saber filosófico poseía Kant: la filosofía como ciencia (sistema) de la razón pura. Como parte fi­ nal del capítulo, incluimos un cuadro cronológico com­ parado, en el que se detallan los principales momentos de la vida y obra del filósofo de Kónigsberg.

1.1. Kant, pensador ilustrado A un filósofo se lo puede repensar «abstractamente», si se nos permite la expresión, analizando los temas o

problemas de que él se ocupó; y se lo puede repensar concreta y contcxtuadamente desde el entorno en el que él hizo — tuvo que hacer— su filosofía. Aparte de que esta segunda manera nos hace comprender m ejor el m odo histórico concreto de génesis y desarrollo de una filosofía, sucede que Kant pertenece a una época cul­ tural de tanta riqueza intrínseca y tanta semejanza con la nuestra, que el no repensarlo desde ella constituiría un grave pecado de omisión en la comprensión de su filosofía y en el intento de proyectar esa filosofía sobre nosotros mismos. Por eso creemos que a Kant hay que enfocarlo y entenderlo como un filósofo ilustrado. K. R. Popper expresa esto mismo de la siguiente ma­ nera, refiriéndose a la muerte de Kant: Es difícil explicar esa asombrosa manifestación del sentimiento popular. ¿Se debía solamente a la reputación de Kant de gran filósofo y de hombre bue­ no? Me parece que había más que esto, y sugiero que, en ese año de 1804, bajo la monarquía absoluta de Federico Guillermo, las campanas que tañían por Kant tenían un eco de las revoluciones americana y francesa, de las ideas de 1116 y 1189. Sugiero que, para sus compatriotas, Kant se había convertido en una encarnación de esas ideas. Acudieron para mostrar su gratitud a un maestro de los Derechos del Hom­ bre, de la igualdad ante la ley, de la ciudadanía mun­ dial, de la paz sobre la tierra y, lo que es quizá más importante, de la emancipación a través del conoci­ miento. (K. R.

P op p er:

1967, pp. 205-206)

Todo esto y mucho más cabe decir de Kant como re­ presentante y culminación de una de las épocas más den­ sas y brillantes de la historia moderna de nuestra cul­ tura. Porque, efectivamente, Kant es un ilustrado. Y no lo es simplemente porque le haya tocado viv ir y pensar en la época histórica de la Ilustración, sino, lo que es más importante, porque Kant hizo suyos los principios im ­ pulsores de la Ilustración y, al repensarlos desde su fi­ losofía, los enriqueció y profundizó.

1.1.1. La Ilustración como una edad de la razón Suelen aceptarse como fechas tópicas y cómodas para iniciar y cerrar las fronteras de la Ilustración las de 1688-1689 como comienzo y la de 1789 como fin. Es de­ cir, la Ilustración se abre con la revolución inglesa y se cierra con la revolución francesa. Aunque se las carac­ terice como fechas «tópicas», tienen un profundo signi­ ficado para comprender e interpretar toda la cultura del xvin , significado consistente en reconocer que fue Inglaterra la fuente primaria de las ideas ilustradas, pero que fue Francia la que se encargó de llevar esas ideas hasta una extrema praxis sociopolítica. Por eso suele atribuirse a Francia un protagonismo en la cultu­ ra del x vm , siendo así que tal protagonismo debe modi­ ficarse con coeficientes reductores que, si, por una par­ te, deben refluir a Inglaterra la paternidad prim aria de muchas ideas de la cultura iluminista, por otra, deben rem itir a Alemania la maduración especulativa de las teorías ilustradas, aspecto en el que Kant asume el pa­ pel de mayor relevancia. De acuerdo con las fechas convencionales anteriores, y refiriéndose de modo más concreto a la filosofía, cabe establecer diversas periorizaciones. Habitual resulta ya la que establece tres generaciones de filósofos ilustrados: la primera, en conexión inmediata con Locke, contaría con figuras como Montesquieu y Voltaire; la segunda, que constituye el núcleo más numeroso, está formada por autores como Buffon, Hume, Diderot, d’Alambert, Rousseau, Condillac, Franklin y Helvetius; la tercera, por fin, sería la de Kant, Lessing, Turgot, Beccaria, W ie­ land, etc. (P. Gay: 1967, p. 17). Sin entrar en discusión de esta clasificación, sólo nos interesa hacer v e r cómo la tercera generación gravita manifiestamente a favor de Alemania, de una Alemania que, si bien se incorpora algo tarde a la corriente ilustrada europea, debido aca­ so principalmente a que el x v i i i alemán sufre durante largos años la influencia de Leibniz y de los filósofos que convirtieron el sistema lcibniziano en una «escolás­ tica», sin embargo, es Alemania la que, cuando Francia sucumbe a las convulsiones sociopolíticas, se encarga

de llevar a cabo la última y magistral lección teórica de la Ilustración. La Ilustración se vivió a sí misma como una edad de la razón. Pero no se trata de la razón en «an cillaje» de la teología, como sucedió en la época áurea del intelectualismo medieval, ni tampoco de una razón tutelada por Dios, al estilo de la razón cartesiana que se apoya en la veracidad divina, o de una razón respaldada por la armonía establecida por el Dios creante. No: se trata de una razón liberada de autoridades, de tradiciones, de imposiciones que sean extrañas. Se trata de la razón en trance de audacias que hasta entonces nunca se ha­ bía permitido. Este es el sentido de lo que podríamos llamar el slogan de los ilustrados: sapere aude, slogan que, como veremos, recogerá Kant, pero cuya form ula­ ción primera consciente parece que hay que atribuir a Diderot. He aquí el texto: El ecléctico es un filósofo que, poniendo a tos pies el prejuicio, la tradición, la antigüedad, el con­ sentimiento universal, la autoridad, en una palabra, todo lo que subyuga la multitud de los espíritus, se atreve a pensar por sí mismo, a remontarse a los principios generales más claros, a examinarlos, a dis­ cutirlos, a no admitir nada que no se base en el tes­ timonio de su experiencia y razón. (Encyclopedie, art. Eclecticisme) Estamos ante la audacia de la razón, pero no ante el capricho, porque se trata de una audacia basada en el análisis y en la discusión, de una audacia que ha de apoyarse en la experiencia, ya que la conjunción de ex­ periencia y razón es una de las grandes conquistas de la Ilustración, conquista en la que Kant tiene la indis­ cutible capitanía. Y precisamente porque no se trata de una audacia caprichosa, la razón ha de ser una razón limitada, controlada por esa piedra de toque que es la expteriencia. Por eso la razón ilustrada no es la razón «racionalista». En este lím ite y control de la razón desempeñan un papel de primera importancia los imperativos m etodo­ lógicos, imperativos que contaron con exigencias de ri­

gor difícilm ente superables. Por eso podríamos decir que se trata de una razón metódica, de una razón que puede ser osada, siempre y cuando su osadía no sea la de un aventurero, sino la de un caminante que ha pro­ gramado su viaje y cada una de las etapas que se pro­ pone llevar a cabo. Es esta razón en audacia y en control, esta razón que descubre libertades y se las lim ita en la sujeción del método, la clave fundamental para comprender lo que la Ilustración tiene de propio y hasta lo que ofrece de paradójico. Porque paradójica resulta la Ilustración cuando se considera que, si, por una parte, cierra la larga etapa cultural que inició el Renacimiento, por otra, se abre con ella otra larga etapa que no dudaría­ mos en alargar hasta nosotros mismos. Por eso, la Ilus­ tración es todavía humanismo, aunque no ya el huma­ nismo que busca su m ejor manifestación en las expe­ riencias literarias y artísticas, sino un nuevo humanis­ m o que lucha por la conquista de los derechos del hom­ bre que va a acabar proclamando la revolución france­ sa; un humanismo más filosófico y científico, que va a poner los fundamentos de la instauración científica de los saberes «humanos», que se pretenden afincar, acaso equivocadamente, sobre las pautas de los saberes cien­ tífico-positivos. Si en el Renacimiento se había roto el horizonte geográfico de Occidente, ahora se rom pe su horizonte «hum ano», y comienza a sacarse provecho de los libros de viajes para comparar nuestra cultura con la de otros pueblos. Historia, etnología, filosofía de la cultura y hasta sociología son saberes que se empiezan a cultivar en serio o, al menos, dejan barruntar su po­ sibilidad. Y todo ello sobre el acopio «experim ental» de los narradores de viajes, que, cuando no son reales, son suplidos por las imaginaciones creadoras de los Gulliver o los Robinson. Este nuevo humanismo se acuña en sincronía con un cientismo que extiende su presencia, a veces despótica, a lo largo y a lo ancho de esta cultura. Un cienlism o modelado a lo Newton, donde los datos de experiencia se someten a una metodología de control, contraste y, en la medida de lo posible, formulación matemática. Desde esta perspectiva tiene sentido la mentalidad enci­

clopedista de los ilustrados: hay que manipular ya tan­ tos datos que se hace necesario coleccionarlos en una labor común, tratando de que la colección rebase el ni­ vel acumulativo en una ordenación según criterios de arquitectónica científica. La Enciclopedia no es más que un ejem plo de esto, aunque sea el más distinguido y el de más fortuna histórica. En nada de esto, sin embargo, creemos que se deba poner el rasgo fundamental de la Ilustración, tal como este estilo de cultura fue entendido y vivido, con con­ ciencia epocal, por sus protagonistas: para ellos todos estos aspectos de la cultura tenían función de medio: la meta era una nueva concepción moral, siempre y cuan­ do el semantema de «m ora l» abarque aspectos no pu­ ramente éticos, sino también sociales, políticos y hasta religiosos. En realidad, esta faceta tiene mucho que ver con el ansia de libertad en la cultura ilustrada: libertad para la razón, m ejor, libertad para el hombre. Una li­ bertad que no vale sólo para el nuevo estilo del saber, sino para teorizar sobre nuevas formas políticas e in­ tentar llevarlas a la práctica; una libertad que incluso tiene qúe,llevar a nuevas actitudes religiosas, si es que no a la renuncia a toda actitud que merezca adjetivarse como religiosa, en un proceso de secularización sólo aca­ so comparable al que estamos presenciando en nuestros días. Precisamente, la aspiración y, dentro de ciertos límites, las vivencias de una nueva libertad hacían pen­ sar a los ilustrados que se encontraban ante una nueva etapa de la humanidad, con un nuevo tipo de hombre, para el que había que crear un mundo nuevo de bien­ estar — tarea de la ciencia y de sus progresivas aplica­ ciones técnicas— y un nuevo mundo de relaciones entre los hombres, tarea de lo que en el siglo x v m se enten­ día bajo el ambiguo denominador de filosofía moral, bajo el que. cabían saberes tan distintos como la meta­ física o la ciencia económica que se estaba creando. Como consecuencia de toda esta serie de estímulos, la Ilustración se vivió a sí m ism a'com o una extraña y hasta sincrética mezcla de clasicismo en transformación, de cientismo triunfante, de pensamiento filosófico li­ berado y hasta de «im piedad» secularizadora. Y todo ello al servicio de esa idea motora de todo el quehacer

ilustrado: el progreso. Por eso se consideraba más como época de ilustración que como época ilustrada. Veamos cómo lo formula el propio Kant: Luego, si se nos preguntara, ¿vivimos ahora en una época ilustrada?, responderíamos que no, pero sí en una época de ilustración. Todavía falta mucho para que la totalidad de los hombres, en su actual condi­ ción, sean capaces o estén en posición de servirse bien y con seguridad del propio entendimiento, sin acudir a extraña conducción. Sin embargo, ahora tie­ nen el campo abierto para trabajar libremente por el logro de esa meta, y los obstáculos para una ilus­ tración general, o para la salida de una culpable mi­ noría de edad, son cada vez menores.

(I.

K an t:

1964, pp. 64-65)

1.1.2. Concepción kantiana de la Ilustración ¿Cómo entendió el propio Kant esta ilustración, en cuanto etapa previa y necesaria para una verdadera épo­ ca ilustrada? El opúsculo al que pertenece el pasaje que acabamos de citar se abre con estas afirmaciones: La ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la in­ capacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de de­ cisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la di­ visa de la ilustración. (O. c., p. 58) La ilustración, pues, consiste en rebasar la m inoría de edad de la razón. De esa minoría sólo se sale cuando el hombre se aventura a servirse automáticamente de su propio entendimiento, dejando a un lado la dirección de toda autoridad o tutela. Si para esto se precisa de

una cierta audacia, ¡sapere audel, no asumir esta deci­ sión significa culpabilidad, ya que la mayoría de los hombres «permanecen con gusto» b a jo la conducción ajena «a lo largo de la vida, debido a la pereza y la co­ bardía» (ibid.). Ha llegado la hora de dejar de ser «reses domesticadas» para correr el riesgo de intentar mar­ char por nosotros mismos, el riesgo de movernos con libertad fuera de los caminos impuestos, aunque cómo­ dos, de una razón domesticada. Kant resume todo en una sola expresión: pensar p o r sí mismo. Im posible for­ mularlo m ejor, e imposible encontrar formulación más abreviada de la tarea que a sí mismo se impuso nuestro filósofo, consciente de la época en que le había tocado vivir. En efecto, todo el quehacer de Kant, en profundo acorde con su tiempo, aunque sea el acorde del genio que acaba imponiendo una nueva melodía, se resume en el ejercicio c rític o de la razón y en un esfuerzo gigan­ tesco por plantear y reglamentar ese ejercicio crítico. El término «crítica » que encabeza sus obras fundamen­ tales es un indicio que recibe la más amplia confirma­ ción respecto de la razón científico-especulativa en la Crítica de la razón pura, y respecto de la razón prácti­ ca en la obra a ella dedicada. Y reparemos que la «ra­ zón» de que aquí se trata no es la pura razón discursi­ va o lógica de algunas tradiciones aristotélicas; ni tam­ poco la razón-continente de los racionalismos innatistas; sino que es una razón-facultad dinámica de princi­ pios, una razón legalizante desde sí misma de ios pro­ cesos de adquisición y de objetivación, una razón que, si bien está constreñida por unos límites, conlleva den­ tro de ellos un proceso teleológico progresivo. La razón es, fundamentalmente, una fuerza, una energía, cuyo va­ lor y eficacia sólo puedo conocer en su efectivo funcio­ namiento. Hay que abrir cauces de libertad a esa fuerza y energía, pero hay que reglamentar metodológicamente esos cauces. Criticismo, «libertad científica» de pensar, estricta atenencia al método, pueden ser los caracteres que definan la razón kantiana y su trascendentalismo. En ningún filósofo ilustrado se había hecho cargo de sí misma la razón con tanta profundidad y rigor, ni se habían distinguido tampoco con tanta precisión los ám­

bitos teórico y práctico de efectivo ejercicio. N o olvi­ demos que, según hemos dejado dicho y volveremos a repetir, en el mundo ilustrado tiene preferencia, al me­ nos axiológica, el ámbito práctico-moral sobre el cien­ tífico-teórico.

1.1.3. R azón y naturaleza Conviene, no obstante, apresurarse a evitar el error en que se podría incurrir si pretendemos entender la razón de que nos hablan los ilustrados, y, por tanto, el propio Kant, como algo opuesto e incluso como simple­ mente superpuesto a la naturaleza. La razón es natural y es naturaleza. Y estamos ante otro de los temas me­ dulares de la cultura y de la filosofía del x v m . Ningún m otivo de mayor frecuencia recurrente en el siglo de las luces que el de la naturaleza. Como afirm a Hazard, «naturaleza» se convirtió en un término y concepto ta­ lismán, dotado de las profundas y eficaces virtudes «p o r ser la naturaleza la fuente de las luces y la garantía de la razón. Ella era sabiduría y bondad; si el hombre se sometía a escuchar la naturaleza, jamás se engañaría» (P. H a z a r d : 1963, p. 117). Nada, pues, tiene de extraño la denominación de «naturalism o» aplicada a este siglo, aunque, por supuesto, se trata de un naturalismo que admite una variada gama de matizaciones en las que haya lugar tanto para un empirismo observacional, como el de Hume, cuanto para una interpretación trascen­ dental de las leyes de la naturaleza, como va a llevar a cabo Kant. Lo que importa es el acercamiento y fide­ lidad a la naturaleza, la renuncia a las construcciones abstractas que mediatizan nuestro acercamiento a ella. Lo cual vale para el terreno religioso, aceptando el deís­ mo naturalista; y para la educación, alejando a Em ilio de las contaminaciones de una sociedad «a rtificia l»; y para la filosofía, purificándola de imposiciones que le advenían de imperativos teológicos o religiosos, o de cualquier autoridad que no sea la de la razón natural. La naturaleza era un tesoro inagotable, al que, sin pre­ tender conocerlo del todo, había que aspirar a conocerlo cada vez más.

En Kanl el tema de lá naturaleza reviste una extrema complejidad, paralela a la complejidad de las nociones técnicas y de las complicadas estructuraciones exigidas por su rigurosa metodología. Ahora bien, dispensándo­ nos de referim os a la naturaleza fenoménica y a su le­ galidad, tal como se estudia, por ejemplo, en la K. r. V ., no podemos, sin embargo, dejar de referim os al recur­ so de Kant a la naturaleza a la hora de estudiar al hom­ bre y a su dinamismo. Y aun aquí dejaremos de lado la riqueza de sus planteamientos en el estudio de las relaciones entre los diversos niveles de consideración de la naturaleza y la libertad, tal como se presentan tanto en K. r. V. y en K. p. V., para recoger algunos textos, en apariencia secundarios, de otras obras «m enores». He aquí un ejem plo: Cualquiera que sea el concepto que se tenga sobre la libertad de la voluntad, desde el punto de vista metafísico, las manifestaciones de la misma, es decir, las acciones humanas, están determinadas por leyes universales de la naturaleza, tanto como cualquier otro acontecimiento natural. (I. K ant : 1964, p . 39)

Es decir, incluso algo tan característicamente humano y tan querido de los ilustrados como es la libertad, ha de ser indagado y entendido desde las leyes de la natu­ raleza, aunque, ciertamente, no desde una naturalezafenómeno, sino desde una naturaleza-noúmeno, es de­ cir, desde una naturaleza que nunca «conocerem os», pero cuyo funcionamiento sí podemos llevar al ámbito de la razón, sobre todo de la razón práctica. Por eso, nos invitará a descubrir, ante la marcha aparentemente ab­ surda de la humanidad, la «intención de la naturaleza», ya que sólo así contaremos con un «h ilo conductor» para comprender la historia. La vida del hombre libre y la marcha de la historia sólo adquieren auténtico senti­ do «si admitimos la posibilidad de que la naturaleza no procede sin plan e intención final, inclusive en el juego de la libertad humana» (O. c., p. 55). Sin este re­ curso a la naturaleza como una especie de deus ex ma­ china, la historia quedaría como un simple agregado

de acciones humanas, sin poder llegar al estatuto de sistema.

1.1.4. L a importancia de la dimensión m oral como fin último del pensamiento kantiano Pero ni la naturaleza ni la razón tienen la dignidad de fin en el pensamiento de Kant, como vimos que tam­ poco lo tenían para la cultura ilustrada. El fin del pen­ sar, de la filosofía y de toda la cultura, está en la m o­ ralidad. Así nos lo propone el propio Kant: E l arte y la ciencia nos han cultivado en alto gra­ do. Con respecto a las buenas maneras y al decoro social, estamos civilizados hasta la saturación. Pero nos falta mucho para podernos considerar morali­ zados. (I. K a n t : 1964, p. 51) La gran tarea es la de moralizarnos, pero en el sen­ tido profundo y exigente que la m oralidad tiene en el filósofo de Konigsberg. Según él, en la ciencia (razón especulativa) se había llegado muy lejos: se había lo­ grado la obra «p erfecta » de Newton. Había que llevar a cabo una tarea similar en la moral. Este es el sentido de •la bellísima conclusión de la Crítica de la razón práctica: Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuando con más frecuen­ cia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí... (K . p. V., p. 223) En esta valoración de la moral y en esta concepción dignificante del hom bre desde tal perspectiva, Kant, por una parte, está de acuerdo con la cultura ilustrada, aunque, por otra parte, se aleja de ella y la supera. Está de acuerdo en el sentido de que por muy importante que sea el saber sobre la naturaleza, mucho más lo es el saber sobre el hombre. Y ello hasta tal punto es así que, para los más representativos de los ilustrados, el

centro de todo saber había de ponerse en el hombre. N o nos resistimos a aducir el ejem plo significativo de Hume: Es evidente que todas las ciencias tienen una rela­ ción, mayor o menor, con la naturaleza humatia; y, por muy lejos que alguna de ellas parezca correr res­ pecto de ésta, sin embargo, a ella retornan por un ca­ mino u otro. Incluso la Matemática, la Filosofía Na­ tural y la Religión Natural, son en buena medida de­ pendientes de la ciencia del hombre; puesto que es­ tán sometidas al conocimiento de los hombres, y se juzga de ellas mediante sus poderes y facultades. Es imposible decir qué cambios y progresos podríamos hacer en estas ciencias si estuviéramos totalmente fa­ miliarizados con la extensión y fuerza de la inteligen­ cia humana, y si pudiésemos explicar la naturaleza de las ideas que empleamos y la de las operaciones que llevamos a cabo en nuestros razonamientos. (Treatise. Introducción, p. X IX ) El hombre y su conocimiento es el epicentro de la cultura y de todas las ciencias. También en Kant es así, pero de otra manera. En general, la Ilustración positiviza el conocimiento del hombre, queriendo muchos de sus representantes llegar a un conocimiento de la na­ turaleza y funcionamiento del hombre calcado sobre el modelo de la ciencia natural de Newton, siendo éste, por ejem plo, el caso claro de Hume. Frente a ello, Kant contrapone el «cielo estrellado» (ámbito del saber newtoniano) a la «ley m oral» (ámbito del saber más genui­ no sobre el hombre). Kant no pretende calcar este sa­ ber sobre el hombre y sobre la moralidad en el modelo del saber newtoniano. Por eso no pertenece este saber a la Crítica de la razón pura, sino que, para él, se ins­ taura la Crítica de la razón práctica.

1.1.5. L a idea de progreso: la Ilustración como una cultura del optimismo N o queremos cerrar estas reflexiones sin referirnos a la presencia en Kant de uno de los tópicos más ca­

racterísticos de la Ilustración: el progreso. La Ilustra­ ción es una cultura de optimismo y, por supuesto, de un optim ism o muy alejado de aquél de cuño teológico que había defendido Leibniz. Se trata de un optim ism o que podríamos calificar de «p ositivo»: un optim ism o que arranca de y se funda en la realidad efectiva de la mar­ cha de la cultura que ellos promueven y a la que ellos asisten; el optim ism o de la ciencia triunfante, el opti­ mismo de la técnica creciente, el optim ism o 'de una eco­ nomía en progresiva consolidación. Es un hecho que casi todas las etapas de la cultura tratan de situarse a sí mismas en uno de los polos de la alternativa deca­ dencia-progreso. La Ilustración se encontró a sí misma en el polo del progreso, y de un progreso francamente optimista. Kant no fue una excepción. H e aquí algunas de sus manifestaciones: Por lo demás, en la naturaleza humana está implí­ cito lo siguiente: no sentir indiferencia frente a las épocas, inclusive las más lejanas, a que ha de llegar nuestra especie, con tal de que se las pueda esperar con seguridad. En nuestro caso es menos probable, po­ demos contribuir, por nuestra propia disposición ra­ cional, a que se acelere el advenimiento de una época feliz para nuestros descendientes. Por eso, hasta los débiles indicios de que nos aproximamos a ella nos re­ sultan importantísimos. (I. K a n t : 1964, pp. 52-53) Bien es verdad que este optimismo del progreso pue­ de tener diverso signo en diversos autores. En general, se trata de un optimismo secular o secularizado. Tal sez'ía el caso de Hume. En Kant no es fácil decidir si se trata de un optimismo secularizado o providente. Por­ que si, por una parte, hay que admitir que Kant se incorpora a la corriente secularizada (hay un ejem plo delicioso en la interpretación secularizadora que hace de los primeros capítulos del Génesis en su opúsculo Comienzo verosím il de la historia humana); por otra, la profunda religiosidad personal de nuestro autor le hace contar con la providencia, sobre todo en la interpreta­ ción del curso de la historia, campo principal de aplica­ ción de la mentalidad de progreso y optimismo.

1.2.

La Filosofía como ciencia ( sistema) de la razón pura

Como era de esperar, según lo expuesto en el aparta­ do anterior, para Kant la filosofía va a ser un saber de la razón, m ejor dicho aún, un saber de la razón pura, entendiendo ésta, no en un sentido técnico, restringido, como facultad opuesta al entendimiento, sino en un sen­ tido amplio, es decir, como conjunto de todas las fa­ cultades cognoscitivas superiores. En esta significación, el término razón abarca, pues, a la Sensibilidad, al En­ tendimiento y a la Razón. Así pues, la filosofía va a ser una investigación sobre la razón pura, pero también desde la razón, y, en este sentido, el ideal de saber filo­ sófico va a estar mediatizado por el ideal sistemático, propio de nuestra razón arquitectónica:

'

Regidos por nuestra razón, nuestros conocimientos no pueden constituir una rapsodia, sino que deben formar un sistema. (K .r.V ., A-832/B-860)

En efecto, el ideal kantiano de ciencia y filosofía es un ideal arquitectónico, sistemático, y éste sólo puede ser posible si todos nuestros conocimientos están or­ denados y jerarquizados en y desde la razón: el ideal del sabio consiste en convertir los conocimientos rapsódicos en sistemáticos, y el instrumento encargado de ello no puede ser otro que la razón pura. Así pues, en una primera aproximación tenemos que concluir diciendo que la filosofía es la ciencia (siste­ ma) de la razón pura.

1.2.1. Sobre las distintas form as de originarse el saber: «cognitio ex datis» . y «cognitio ex principiis» Tiene Kant una teoría especialmente interesante acer­ ca de los conocimientos que constituyen una ciencia de­ terminada. Me refiero a su distinción entre cognitio ex datis y cognitio ex principiis.

a) Cognitio ex datis. Se trata de un conocimiento que, sea cual sea su procedencia originaria, es decir, al margen de su origen primero, ha llegado a un sujeto desde fuera, esto es, desde una experiencia externa (a través de un relato, una enseñanza, etc.). Por ello, pode­ mos llamarlo conocim iento histórico, pues se ha form a­ do a partir de datos ajenos; como gusta de decir Kant, «se ha form ado a la luz de una razón ajena». E llo signi­ fica que tales conocimientos, aunque en sí mismos sean racionales, no surgen de la razón, ni de la facultad crea­ dora del hombre, sino de su capacidad de imitación. El sujeto que posee tales conocimientos a lo más que puede llegar es a repetir con la máxima fidelidad lo que otros han pensado. En definitiva, es un conocimiento ad­ quirido a través de la enseñanza. De un hom bre que po­ sea tales conocimientos solamente se puede decir lo si­ guiente: Ha entendido y retenido bien, es decir, aprendido, y es una reproducción en yeso de un hombre viviente. (K . r. V., A-836/B-864) En suma: los conocimientos históricos pueden ser objetivamente racionales, puesto que alguna vez pudie­ ron surgir de la razón, pero no son subjetivamente ra­ cionales, pues no los produce el sujeto que los posee. De este tipo de conocimientos está llena la m ayor par­ te de nuestra vida. Por supuesto, no es a este tipo al que pertenece el saber filosófico. b) Cognitio ex principiis. Se trata de un saber que surge de las fuentes mismas de la razón humana. Po­ demos denominarlo conocim iento racional, tanto desde el punto de vista objetivo como desde el punto de vista subjetivo. Tales conocimientos surgen en una razón concreta, pero se pueden convertir en universales y ne­ cesarios, pues las estructuras de la razón humana son idénticas. Es justamente a este tipo de conocimientos al que pertenece el saber filosófico, pero no sólo éste, sino que también pertenece el saber m atemático, por lo que se hace estrictamente necesaria una distinción entre ambos.

1.2.2. Saber matemático y saber filosófico Como hemos dicho, ambos están incluidos en el ám­ bito de los conocimientos racionales, mas su form a de originarse es completamente distinta: el saber filosó­ fico surge por derivación de conceptos; el saber matemá­ tico, por construcción de los mismos. El prim ero perte­ nece al uso discursivo de la razón, frente al segundo que lo hace al uso intuitivo. Para Kant las matemáticas ofrecen el más brillante ejem plo de una razón que consigue ampliarse por sí misma, es decir, desde las fuentes puras racionales, sin ayuda de la experiencia. Dicha ampliación la consigue a través de la construcción de conceptos. ¿Qué significa construir un concepto? Para construir un concepto hace falta, pues, una in­ tuición no empírica que, consiguientemente, es, en cuanto intuición, un objeto singular, a pesar de lo cual, en cuanto construcción de un concepto (repre­ sentación universal), tiene que expresar en su repre­ sentación una validez universal en relación con todas las posibles intuiciones pertenecientes al mismo con­ cepto. (K .r.V ., A-713/B-741) Es decir, la intuición no em pírica es parte fundamen­ tal de la construcción de un concepto, pues ella, como representación universal, abarca en sí misma a los ob­ jetos y elementos particulares. Cuando construyo una figura geométrica cualquiera, pensemos en un triángu­ lo equilátero, no tomamos el modelo de la experiencia (en ella jamás encontraríamos el triángulo equilátero perfecto), sino que ello lo hacemos de acuerdo con la intuición pura. Por eso, podemos decir que el saber ma­ temático es un producto del uso intuitivo de la razón, pues no hay que tener en cuenta, de ningún modo, el concepto, sino que en el ámbito de las matemáticas pa­ samos de lo universal a lo particular, c incluso a lo sin­ gular; y de un modo a p riori, sin tener que sujetarnos a los límites restrictivos de la experiencia. Ahora bien, este proceder intuitivo, por construcción de conceptos, al margen de la experiencia, no es, de nin­ gún modo, aplicable al conocimiento filosófico, el cual

progresa por derivación de conceptos, mediante un uso discursivo de la razón y ateniéndose siempre a los da­ tos de la experiencia. Sin embargo, la tentación de un progreso racional que no tenga en cuenta la experiencia, ha acechado siempre a la razón, y ha convertido muchas veces la fi­ losofía en una ciencia falaz, sin referencia empírica, que toma por objetos reales lo que en realidad son me­ ras ficciones. Ello acontece porque la razón se arroga a sí misma el poder de progresar en sus conocimientos, al margen de la experiencia externa, convirtiéndose así en una razón dogmática, a la que es necesario comba­ tir mediante una Crítica de la razón. Dicho en un len­ guaje más técnico, y cuyo cabal sentido se comprende­ rá más adelante: el uso trascendental de la razón en el ámbito de la filosofía convierte a aquélla en una razón dogmática que necesita de una disciplina, que pueda corregir sus engaños y falacias. De ahí que una parte fundamental de la D octrina trascendental del m étodo esté constituida por la disciplina de la razón pura; ella tiene la tarea de reprim ir y elim inar la constante ten­ dencia de la razón a apartarse de las reglas que su uso c rític o le impone. En suma: aunque la razón obtiene un gran triunfo en el ámbito de las matemáticas, gracias a que reduce to­ dos sus conceptos a intuiciones a p riori, sin embargo, no puede aplicar ése modelo al saber filosófico, pues sólo progresa a través de conceptos discursivos confir­ mados por la intuición empírica. N o obstante, puesto que es connatural a la razón aplicar en un ám bito lo que tanto éxito obtuvo en otro, es necesario, por con­ siguiente, una disciplina que determine con exactitud y certeza los límites de la razón pura en su uso trascen­ dental. La tarea de semejante disciplina va a consistir en mantener a la razón pura en el ámbito de la expe­ riencia posible. 1.2.3. Los diferentes estadios de la razón. La superioridad del estadio crítico Creo que es conveniente, llegado este momento, lla­ mar la atención sobre los tres estadios por los que,

según Kant, puede pasar o estar instalada la razón, a saber, dogmático, escéptico y crítico. El primero, corres­ ponde a una razón en estado infantil, ingenua, que his­ tóricamente podemos hacer coincidir con el Raciona­ lismo del siglo xvn, pues sus representantes defendían una intuición privilegiada (intuición intelectual), que no tenía que estar bajo el yugo de la daticidad, sino que podía progresar por sí misma y desde sí misma. Adop­ tando un punto de vista sistemático, sería lícito decir que ese estadio de la razón coincide también con la aplicación del uso intuitivo (construcción de conceptos) a cuestiones filosóficas. Se trata de un estadio en el que la razón se cree tan importante que no necesita de la experiencia para progresar en el dominio de sus co­ nocimientos. Sin embargo, como era de esperar, este endiosamien­ to de la razón trae como última consecuencia, un esta­ dio fuertemente escéptico, en el que aquélla debe que­ dar sometida a la servidumbre de la experiencia. His­ tóricamente se puede hacer corresponder este estadio con la filosofía de Hume, cuyo proceder es considerado, desde la perspectiva kantiana como una censura de la razón y que consiste en som eter a examen los hechos de la razón misma. Para el filósofo crítico es un esta­ dio decisivo, siempre que posea exclusivamente un va­ lo r de tránsito, y no de permanencia. Se trata de una llamada de atención al uso puro-dogmático de la razón; de un «despertar del sueño dogm ático», enunciándolo en una fórm ula tan plástica y de tanta fortuna histó­ rica. En definitiva, el estadio escéptico es Un punto de descanso para la razón humana, donde puede reflexionar sobre su marcha dogmática y tra­ zar un esquema del lugar en que se halla, con vistas a poder elegir su futuro camino con mayor seguridad, pero no un sitio de residencia permanente. ‘

(K .r.V ., A-761/B-789)

Pues bien, justamente es el estadio escéptico el que .abre el camino a la razón hacia su verdadero estadio, a saber, el crítico , en el cual debe permanecer. Tal es­

tadio se da en el ámbito de una Crítica de la razón, me­ diante la que sometemos a examen, no los hechos de la razón, sino la razón misma, es decir, no los produc­ tos de la razón, sino sus potencialidades o capacidades. Critica (K ritik ) significa, pues, examen, investigación, poner como objeto de análisis las capacidades de la ra­ zón humana, investigar sus posibilidades, acotar los lí­ mites propios en los que esa razón se mueva con sol­ tura, y, dentro de los cuales, pueda generar conocimien­ tos fiables. La Crítica de la razón constituye el verdade­ ro punto de partida para todo conocimiento filosófico que quiera convertirse en universalmente válido.

1.2.4. L a Filosofía como ciencia de la razón pura. U so académico y uso m undano de este concepto a)

La Filosofía com o ciencia de la razón pura

Según todo lo anterior, la filosofía tiene que ser en­ tendida como una ciencia de la razón pura, es decir, como un saber que tiene por objeto de estudio la razón humana, o m ejor dicho, sus propios principios. Para ello, tomamos la razón en su uso puro, es decir, sin nin­ guna contaminación de la experiencia, y extraemos de ella los principios racionales que rigen la estructura del conocimiento, que es especificado por Kant como cono­ cimiento científico, moral y estético. En efecto, esa «ciencia de la razón pura» se expresa en un sistema, mediante el que Kant piensa agotar el conocimiento completo de la realidad, a saber, la reali­ dad científica, la realidad moral y la realidad estética. Para ello, ese uso puro de la razón se despliega en tres dimensiones que es preciso analizar: 1.

Razón pura teórica. A su investigación está dedi­ cada la Crítica de la razón pura y otras obras teóricas como los Prolegóm enos a toda metafísica futura..., y cuya tarea es determinar la estructura de todo conocimiento en general, y del científico en particular, así como llevar a cabo el estudio del alcance y posibilidad del saber metafísico.

2.

Razón pura práctica. A su investigación está de­ dicada la Crítica de la razón práctica y otras obras morales como la Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, y cuya tarea es delinear los principios que deben regir nuestro comportamien­ to, así como establecer uná fundamentación prác­ tica del saber metafísico.

3.

Razón pura teórico-práctica. Es el punto de vis­ ta que adopta Kant en su tercera crítica, Crítica del Juicio (K ritik der Urteilskraft). En ésta, el Jui­ cio o Facultad de juzgar se convierte en el centro de una investigación que quiere dar cuenta tanto de nuestra experiencia estética, cuanto del posible conocim iento de los seres organizados, abocando ambos niveles de análisis a una primacía del uso práctico de la razón.

Como podrá darse cuenta el lector, es este esquema el que vamos a seguir a lo largo del presente libro. Lla­ mamos teórico-práctico al punto de vista adoptado en la K. U., por entender que es ahí donde Kant expresa de m ejor form a la actitud propiamente humana (equili­ brio entre la dimensión teórica y la dimensión práctica, aunque haya una primacía de esta última), en el mo­ mento de acercarnos a la realidad. b)

Uso académico y uso mundano del concepto de Filosofía

Se ha convertido ya en un «tóp ico» la distinción kan­ tiana entre un uso académico y un uso mundano del concepto de filosofía. Según el primero, es tarea de la filosofía «buscar la unidad sistemática del saber y la perfección lógica de nuestros conocimientos», es decir, la tarea de la filosofía es puramente metodológica, y consiste en ir perfeccionando los distintos conocimien­ tos que constituyen el ámbito del saber filosófico. El seritido de esta tarea estriba en poder convertir alguna vez la filosofía en una ciencia que pueda ser enseñada y aprendida como cualquier otra ciencia (Kant pensaba en la Matemática de Euclides o en la Física de Newton). Sin embargo, como es el caso que no existe ningún sis­

tema de filosofía que pueda ser enseñado como el ver­ dadero sistema, sino que, más bien, lo que existe son controversias y disputas entre las distintas escuelas y las distintas filosofías, parece que lo más saludable para el entendimiento común humano es, no dedicarse a aprender filosofía, sino sólo a «aprender a filosofar». Ahora bien, existe un uso mundano del concepto de filosofía, que es el que Kant adopta propiamente en la elaboración de su obra, y en el que también nosotros nos hemos inspirado en el momento de redactar este li­ bro. Según este uso: La filosofía es la ciencia de la relación de todos los conocimientos con los fines esenciales de la razón hu­ mana (teleología rationis humanae), y el filósofo es un legislador de esa misma razón, no un artífice de ella. (K .r.V ., A-839/B-867) M ejor expresado aún aparece en un famoso texto de la Lógica: Una filosofía, en esta última significación (según el concepto universal de razón), es la ciencia de la re­ lación entre todo conocimiento y todo uso de la ra­ zón, por una parte, y el fin final de la razón huma­ na, por la otra, fin al cual los otros están subordina­ dos como al fin supremo y en el que deben unificarse. El campo de la filosofía en esta significación puede reducirse a las preguntas siguientes: 1. 2. 3. 4.

¿Qué ¿Qué ¿Qué ¿Qué

puedo saber? debo hacer? me está permitido esperar? es el hombre? (G. S., vol. X, Nachlass, p. 24)

Como vemos, la filosofía se ocupa de la relación entre el uso puro de la razón y los fines esenciales de la ra­ zón humana, que se expresan en esas cuatro preguntas, cuyas respuestas es urgente indagar. A la realización de esta tarea, nuestro libro pretende ser una digna contri­ bución.

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P R IM E R A P A R T E U so teórico (cien tífico) de la razón

En esta primera parte de la obra nos vamos a dedi­ car al estudio de la dimensión teórica de la razón, esto es, a lo que podríamos, denominar una «crítica de la razón teórica», cuyo contenido coincide con el de la obra titulada Crítica de la razón pura. El que en el título de esta obra no aparezca la palabra «teórica» nos hace sospechar que en el momento de su primera redacción, Kant tenía en mente escribir sólo esta crítica, sin atisbar que la variedad de problemas que se generaron en su creación, le habrían de sugerir el camino hacia las dos críticas posteriores. El análisis de la dimensión teórica de la razón nos revela, por una parte, la estructura sintética (razón y ex­ periencia) de todo conocimiento que quiera ser conoci­ miento válido y riguroso, y en ello coincide con los ob­ jetivos de una investigación sobre la estructura del co­ nocimiento científico. En ese sentido, la K. r. V. se con­ vierte en una epistemología de las ciencias físico-mate­ máticas. Pero la K. r. V. es mucho más que eso; el leitm otiv de la obra podría cifrarse en un ajuste de cuentas con la metafísica dogmática como prim er paso para instaurar una metafísica com o ciencia. Es precisa­ mente en el transcurso de esc ajuste de cuentas donde se hace necesario poner de manifiesto la estructura uni­ versal y necesaria de todo conocimiento objetivo, que coincide precisamente con la estructura del conocimien­ to científico.

I,a metafísica resultante de la Crítica de la razón l>nra ya no va a poder ser jamás una metafísica dog­ mática, pues una vez hecha la crítica de las distintas facultades del conocimiento, tendrá que abandonar la intuición racionalista, y atenerse obligatoriamente a los datos de la experiencia. La metafísica, sin embargo, no desaparece, sino que ha de adoptar una nueva form a a la que Kant denominará filosofía trascendental.

La «Crítica de la razón pu ra» y el problema de la metafísica

2.1. Situación de la metafísica antes de la «Crítica de la razón pura» Comienza Kant la Crítica de la razón pura con unas palabras que reflejan bastante bien, desde mi punto de vista, el argumento central de esta obra: La razón humana tiene el destino singular en uno de sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser plan­ teadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar to­ das sus facultades. (K .r.V ., A-VII) Tal campo de conocimientos es la metafísica, en el que la razón cae irremisiblemente en un estado de per­ plejidad, del cual es difícil salir. El m otivo de ello está en que, aunque comienza sus investigaciones con prin­ cipios extraídos de la experiencia, sin embargo, a par­ tir de ellos avanza con frecuencia a niveles más altos,

en los que tiene que recurrir a principios que sobrepa­ san todo uso em pírico posible, incurriendo así en os­ curidades y contradicciones, que son difíciles de supe­ rar, por haber abandonado el fértil suelo de la experien­ cia. De esta suerte la metafísica se ha convertido en el campo de batalla de disputas interminables. La imagen más plástica de éste podemos expresarla mediante las antinomias de la razón pura, en las que el espíritu hu­ mano afirma con la misma intensidad tanto la tesis como la antítesis. ¿Por qué se ha llegado a esta situación? La causa, a tenor de la reflexión kantiana, debe cifrarse funda­ mentalmente en el dominio despótico que dicha ciencia ha soportado una y mil veces de mano de los «dogm á­ ticos», los cuales abandonaban ese fértil suelo de la ex­ periencia con una ligereza tal que convirtieron a la an­ tigua «reina de todas las ciencias» en un saber vacío y huero, más propio del caos y de la noche, que de la luz y el sistema. Desde el punto de vista kantiano, el siglo x v m repre­ senta un momento histórico en el que existe una madu­ rez suficiente como para considerar que los objetos propios de la metafísica están tan íntimamente ligados al ser humano, que sería un verdadero error renunciar a ellos, pero también que esos saberes exigen perento­ riamente una nueva revisión y un nuevo enfoque. Esta flamante tarea de la razón consistirá en su autoconocim iento (Selbsterkenntnis), pero de un autoconocimiento que tiene que estar dirigido y garantizado por un tribunal «que sea capaz de terminar con todas las arro­ gancias infundadas» (B -X I). Semejante tribunal no pue­ de ser otro que la misma Crítica de la razón pura:

'

N o entiendo por tal la crítica de libros y sistemas, sino la de la facultad de la razón en general, en re­ lación a los conocimientos a los que puede aspirar prescindiendo de toda experiencia. Se trata, pues, de decidir la posibilidad o imposibilidad de una metafí­ sica en general y de señalar tanto las fuentes como la extensión y límites de la misma, todo ello a partir de principios. (K. r. V., A-XII)

Así pues, la Crítica de la razón pura no es un examen de los libros y sistemas que tienen por objeto el saber melafísico, sino que es una investigación sobre la razón misma, es decir, sobre las posibilidades que la razón presenta como fuente misma de todo conocimiento, y es ahí justamente donde es necesario dilucidar la suer­ te de toda metafísica futura. Desde esta perspectiva, la razón nos ofrece la clave para resolver todos los gran­ des problemas de la metafísica, pues ésta, «n o es más que el inventario de todos los conocimientos que po­ seemos, sistemáticamente ordenados por la razón pura» (K . r. V., A -XX). Puesto que tales conocimientos están derivados de la misma razón, difícilm ente pueden esca­ par a su crítica. La tarea del filósofo crítico se convier­ te así en un trabajo bastante más modesto que el de aquél que quisiere demostrar la simplicidad del alma o la necesidad de un prim er comienzo del mundo, puesto que para dicha tarea sería necesario extender el cono­ cimiento humano más allá de toda experiencia posible, lím ite infranqueable desde los supuestos de la refle­ xión crítica.

2.2.

Método y sistema. E l método trascendental

2.2.1. La matemática y la física como modelos de ciencia rigurosa Kant observa cómo la matemática tomó muy pronto el camino seguro de la ciencia, y ello, debido a que sus creadores griegos advirtieron que esta ciencia no nececitaba extraer sus principios de la experiencia, sino del uso puro de la razón. Por ello, mediante los princi­ pios matemáticos no se sabe nada sobre las cosas en sí mismas, sino que más bien se obliga a la realidad a someterse a tales principios. Como hemos tenido oca­ sión de estudiar (cap. 1, § 2.2), los razonamientos ma­ temáticos están basados única y exclusivamente en la razón pura y su progreso es posible gracias a la cons­ trucción de conceptos.

Del mismo modo, la ciencia natural entró en el cami­ no seguro de la ciencia a partir del siglo xvi, gracias a que los creadores del método experimental (Copérnico, Galilco, Torricelli...) comprendieron muy pronto que era necesario someter los fenómenos de la naturaleza a los principios de la razón. Es ésta, pues, la que tiene que imponer sus principios y decidir qué fenómenos naturales pueden considerarse leyes científicas y qué fenómenos ocurren por mero azar. Así, la experiencia deja de ser la fuente misma de los conocimientos físi­ cos, y se convierte en el ámbito de confirmación de las hipótesis de la propia razón. Tal ha sido el método que ha permitido el avance y desarrollo de la moderna cien­ cia natural.

2.2.2. E l giro copernicano y el futuro de la metafísica Pues bien, frente a esta áurea situación de la mate­ mática y de la física, Kant se encuentra con que la me­ tafísica, la más antigua y la más digna de todas las ciencias, se ha convertido en un campo de batalla en el que ninguno de sus contendientes jamás obtiene vic­ torias duraderas. Hasta el siglo x v m el modo de proce­ der de la metafísica había sido un «m ero andar a tien­ tas» (K . r. V., A-XV). Necesitaba, pues, para que pudie• se tomar el camino seguro de la ciencia, un cambio de m étodo similar al experimentado por la ciencia natural en el siglo xvi. Es a ese cambio de m étodo al que his­ tóricamente se le ha llamado revolución copernicana, y podríamos form ularlo así: puesto que hasta ahora to­ dos nuestros conocimientos han estado sometidos y di­ rigidos por los objetos empíricos y, sin embargo, no he­ mos avanzado nada en un conocimiento a p rio ri (metafísico) de ellos, invirtamos la m etodología y supongamos a partir de ahora que sean los objetos los que deban someterse a nuestros conocimientos. Kant se muestra convencido de que esta nueva for­ ma de plantear el problema del conocimiento va a con­ ducir a buen puerto la posibilidad del saber metafísico:

Si la intuición pura tuviera que regirse por la na­ turaleza de los objetos, no veo cómo podría conocer algo a priori sobre esta naturaleza. Sí, en cambio, es el objeto (en cuanto objeto de los sentidos) el que se rige por la naturaleza de nuestra facultad de intuición, puedo representarme fácilmente tal posibilidad. (K. r. V., B-XVII) Es decir, es nuestra facultad de conocer la que debe poner a p rio ri los principios mediante los cuales es po­ sible un conocimiento m etafísico de los objetos. Que la facultad humana de conocer posea ese tipo de prin­ cipios es algo que habrá que ir demostrando y ju stifi­ cando a lo largo de la investigación. Para ello, Kant va a inventar un nuevo método mediante el que podrá lle­ var a plenitud todas las implicaciones del giro copernicano. Tal es el método trascendental.

2 .2 .3 .

Método trascendental y saber metafísico

Kant pertenece a esa especie de hombres ilustres, muy pocos por otra parte, cuya reflexión es fruto de un mé­ todo tan novedoso y perfecto a la vez, que no sólo rom ­ pe con una tradición, sino que instaura un nuevo mo­ delo de reflexión, de incalculable valor para los siste­ mas posteriores. Tal es el m étodo trascendental *, nove­ dad absoluta en el siglo x v i i i , y permanencia constante, con sus matizaciones pertinentes, en la reflexión filosó­ fica posterior: Fichte, Husserl, Zubiri, Habermas, etc. Su aplicación y ejercicio debe dar lugar al establecimien­ to de la filosofía trascendental, la cual necesita como condición previa la fundamentación propia de una crí­ tica de la razón pura: La filosofía trascendental es la idea de una ciencia cuyo plan tiene que ser enteramente esbozado por la crítica de la razón pura de modo arquitectónico, es decir, a partir de principios garantizando plenamente * Los asteriscos hacen referencia a térm inos cuya explicación hallará el lector en el Glosario que aparece al fin al del volu­ men 2, p. 165.

la completud y la certeza de todas las partes que com­ ponen este edificio. (K. r. V., A-13/B-27) Para nosotros, la filosofía trascendental va a ser el sistema de conocimientos contenido en la tríada crítica, en el cual se manifiesta con toda su grandeza la fecun­ didad del nuevo método. Para un examen del valor y lím ite del método trascendental, nos conviene empezar advirtiendo en qué consiste el conocimiento trascen­ dental: Llamo trascendental todo conocimiento que se ocu­ pa no tanto de los objetos, cuanto de nuestros con­ ceptos a priori de objetos en general. (K. r. V., A-12) Este texto aparece brevemente m odificado en la se­ gunda edición. Llamo trascendental todo conocimiento que se ocu­ pa no tanto de los objetos, cuanto de nuestro modo de conocimiento de objetos en general, en cuanto que tal modo debe ser posible a priori. (K. r. V., B-25) En ambos textos se viene a decir prácticamente lo mismo, si bien el texto de la segunda edición intenta expresar con mayor intensidad algo que, de suyo es ob­ vio: la aprioridad del conocimiento trascendental y su necesaria referencia objetiva, sin la cual no tiene senti­ do tal conocimiento ( N a v a r r o C o r d ó n , J. M.: 1971, pá­ ginas 13-14). Así pues, lo «trascendental» se dice principalmente de un conocimiento a priori, pero que, además, cumpla la condición de referirse con validez objetiva a objetos de la experiencia. En suma: la esfera de lo «trascendental» cumple su sentido y significación en posibilitar un sa­ ber a p riori, absolutamente universal y necesario, so­ bre todos los objetos de la experiencia. Pues bien, denominamos método trascendental al aná­ lisis regresivo (crítico-reductivo) por medio del cual nos

remontamos a las condiciones de posibilidad de cual­ quier conocimiento. Se trata de un viaje de ida y vuelta en el que justificamos la validez objetiva del conoci­ miento empírico, desde una investigación sobre las con­ diciones puras que lo posibilitan. Tales condiciones pu­ ras van a ser los elementos a p rio ri del conocimiento: intuiciones de la sensibilidad y conceptos del entendi­ miento; pero no sólo ellos, sino que, como habremos de ver (cap. 6), las ideas de la razón tendrán también su papel («condiciones inteligibles») en el coronamiento de la experiencia como sistema. De todo ello, debemos de extraer una prim era con­ clusión: después de la revolución copernicana y la apli­ cación del método trascendental, el saber m etafísico va a tener como objeto no la realidad empírica o extraempírica, sino los conceptos a p rio ri de objetos en general, los cuales van a estar referidos a la realidad empírica, pero no extraídos de ella. Sin embargo, será el ejerci­ cio de la experiencia, el que se encargará de ilustrar o negar tales afirmaciones. Así pues, la nueva metafísica que instaura el método trascendental y su primera aplicación (K . r. V .) podemos definirla como un saber que trata de conceptos a p rio ri en general, o lo que es lo mismo, un saber que trata del conocim iento a p rio ri de los objetos en general. «E n general» (überhaupt) designa en ambas definiciones una esfera de máxima universalidad en la que deben coinci­ dir las diferentes características expresadas por un ob­ jeto en el ámbito de las leyes empíricas de la experien­ cia, puesto que éstas, com o sus particulares (bestim m ten), deben estar sometidas a aquéllas. Por último, es necesario señalar que esta novísima de­ marcación de la metafísica instaurada por la aplicación del método trascendental, coincide, sin embargo, al me­ nos en su forma, con la definición de la metafísica, se­ gún Baumgarten: «la metafísica es la ciencia de los pri­ meros principios que hay en el conocimiento humano» (Metaphysica est scientia prim oru m in humana cognitione principiorum ). E llo nos puede proporcionar un detalle de la profunda influencia que la metafísica ra­ cionalista ejerció en la reflexión kantiana.

2.3. Elementos «a priori» y elementos empíricos del conocimiento 2.3.1. Existen en el espíritu humano conceptos (p u ros) « a p rio ri» Así pues, una de las tareas fundamentales de la C rí­ tica de la razón pura es la demostración de la existen­ cia en los seres humanos de unos conocimientos que son anteriores a toda experiencia. A tales conocimientos los denominamos conocim ientos a p rio ri *. Comencemos con este famoso texto de la K. r. V.: Pero, aunque nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la expe­ riencia. (K. r. V., B-l) Es decir, lo a p rio ri no implica prioridad temporal; muy al contrario: en el orden temporal, ningún cono­ cimiento es anterior a la experiencia, sino que todo cono­ cimiento comienza con ella. Ahora bien, aunque todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, sin embargo puede existir algún tipo de conocimiento que no sea derivado ni dependiente de ella. En efecto, podría suceder, y de hecho sucede, que nuestro conocimiento humano sea una com posición de lo que recibim os a través de las impresiones sensibles y lo que producim os a través de nuestra propia facultad superior de conocer. Es tarea del filósofo crítico llegar a distinguir qué es aquello que pertenece a los sentidos y qué es aquello que pertenece al espíritu. Tal investi­ gación nos mostrará que existen unos conocimientos que son independientes de la experiencia, a los cuales vamos a llamar conocim ientos a p rio ri y que debemos distinguir de los conocim ientos em píricos o a posterio ri *. Antes de seguir, es preciso llamar la atención so­ bre los dos sentidos en que puede ser considerada la expresión conocim ientos a p riori: a) Conocim ientos a priori en sentido relativo. Lla­ mamos a p rio ri (pero en sentido relativo) a un conoci­

miento que no ha sido derivado de las fuentes puras de la razón, sino que ha sido extraído de una regla uni­ versal necesaria, pero cuyo fundamento está en la ex­ periencia. Cuando enunciamos un juicio del tipo «esta casa se derrumbará si socavamos sus cim ientos», esta­ mos utilizando unos conocimientos a priori, absoluta­ mente universales y necesarios, pero que no están ex­ traídos de las fuentes puras de la razón, sino más bien de reglas universales de la experiencia. Gracias a ella sabemos que los cuerpos pesados necesitan de un so­ porte para que no se derrumben. Por tanto, ese tipo de conocimiento es a p rio ri en la medida en que nos ade­ lantamos a un acontecimiento empírico; pero no es un conocimiento a p rio ri puro, en sentido absoluto, puesto que está basado en elementos de nuestra experiencia. Es por ello por lo que tales conocimientos deben ser entendidos como una subclase de los conocimientos em­ píricos. b) Conocim ientos a priori en sentido absoluto. Lla­ mamos conocimientos a p rio ri en sentido absoluto a aquellos que son absolutamente independientes de toda experiencia y que, por consiguiente, surgen de las fuen­ tes mismas del espíritu. Tales conocimientos son puros, puesto que no están contaminados, en absoluto, por la experiencia. Es a ese tipo de conocimientos al que per­ tenecen algunos de los que el entendimiento común hu­ mano utiliza con bastante regularidad, tales como el concepto de «sustancia?, «causalidad», «com unidad», etc. Como es de suponer, tal descubrimiento es la base de toda la filosofía crítica.

2.3.2. Sobre el criterio para la distinción entre conocimientos puros « a p rio ri» y conocimientos empíricos Como es obvio, además de esos conocimientos a p rio­ ri, el ser humano posee unos conocimientos adquiridos a través de la experiencia, a los que llamamos conoci­ mientos a posíeriori. Pues bien, debemos encontrar ahora un crite rio que nos permita distinguir claramen­

te entre los conocimientos puros a p rio ri y los conoci­ mientos empíricos, entendiendo por éstos tanto los p ro­ piamente em píricos como los que hemos considerado a p rio ri en sentido relativo. Atendiendo a los principios de la filosofía crítica, para que un conocimiento pueda ser considerado conocimien­ to puro a p riori, tiene que cumplir las siguientes con­ diciones: a)

b)

Que sea un conocimiento absolutamente válido en sí mismo, es decir, que no tenga que derivar su va­ lidez de ningún otro conocimiento. 0 lo que es lo mismo: que sea un conocimiento absolutamente ne­ cesario, en el que no pueda existir la menor sombra de contingencia. Que sea un conocimiento absolutamente universal, esto es, que no esté basado en una universalidad empírica o en una generalidad que tenga su funda­ mento en la experiencia, sino que posea una univer­ salidad al margen de cualquier condición empírica.

Así pues, puesto que todo conocimiento a p rio ri exige, como condiciones de validez, una necesidad y universa­ lidad estrictas, de ningún modo puede ese conocimien­ to tener algún fundamento en la experiencia, pues ésta sólo puede ofrecer como máximo una universalidad comparativa, basada en una regularidad empírica de los fenómenos. Por consiguiente, si tales conocimientos a p rio ri tienen que estar fuera de la experiencia, sólo pueden tener su asiento en el espíritu humano. Kant está totalmente convencido de su existencia y muestra cómo conocimientos de este tipo son usados con bastante asiduidad tanto en las ciencias físico-ma­ temáticas cuanto por el entendimiento común humano. Un ejem plo de este último caso puede ser la proposi­ ción que enuncia el principio de causalidad: «to d o cam­ bio ha de tener una causa». En efecto, la estructura de esta proposición está presuponiendo un conocimiento puro, a p riori, pues no estamos simplemente enunciando una ley empírica (de este tipo sería la proposición «todo cambio puede tener una causa») sino que estamos ob li­ gando a la naturaleza a comportarse de una form a de­

terminada, no dejando e l menor resquicio a otra posi­ bilidad.

2.3.3. Análisis estructural de un concepto empírico Para terminar, analicemos un concepto em pírico y ob­ servemos cómo la estructura de cualquier concepto pro­ veniente de la experiencia encierra en sí mismo una do­ ble dimensión: lo extraído de ella y lo aportado por el sujeto. En efecto, cuando nosotros enunciamos la pro­ posición «esto es un libro», estamos realizando una sín­ tesis intelectual, en la que participan los siguientes ele­ mentos: a)

b)

En prim er lugar aquellas cualidades que podemos captar a través de los sentidos externos, esto es, tanto las cualidades primarias (dureza, blancura, penetrabilidad, im penetrabilidad...), cuanto las cuali­ dades secundarias (olor, color, sabor...). Ellas cons­ tituyen la dimensión m aterial de la sensación * (E m pfindung). Detrás de ésta lo único que existe es la cosa en sí, cuyo conocimiento es absolutamente im ­ posible para la humana facultad de conocer. En segundo lugar, en el concepto em pírico de « li­ b ro » podemos reconocer aquellos elementos cognos­ citivos que pone el objeto, gracias a los cuales el caos am orfo de la sensación se convierte en un ob­ jeto con sentido y significación. Tales elementos subjetivos son de dos tipos: -

• Elementos sensibles: la masa amorfa de la sensación re­ cibe una estructuración a través de las formas puras a priori de la sensibilidad, a saber, el espacio y el tiem­ po. El resultado de ello es el Erscheinung (fenómeno) *, que se define como «objeto indeterminado de una intui­ ción empírica». Erscheinung significa «aparición», «lo que aparece», «lo manifestado»; en castellano suele traducirse por fenómeno *. • Elementos intelectuales: el Erscheinung no tiene por sí mismo una existencia propia, sino que su determinación como objeto desligado de la sensibilidad, es producida por los conceptos puros del entendimiento, esto es, las

categorías. A éstas corresponde la tarea de unificar lo múltiple empírico en un concepto. Kant afirma que son doce y se corresponden con todos los posibles modos del pensar o juzgar. En el caso del concepto empírico de «li­ bro», la categoría encargada de dar sentido y significa­ ción al fenómeno sería la de «sustancia»; tras esa unifi­ cación reconocemos un objeto empírico determinado y no otro. Ese «objeto empírico determinado» es llamado por Kant Phaenomenon o Phanomen y en castellano sue­ le traducirse como Fenómeno. Ni que decir tiene que la más mínima confusión entre Erscheinung y Phaenome­ non convierte a la K. r. V. en un texto ininteligible. Como se podrá comprobar, el desarrollo de estas ideas constituye el núcleo argumentativo de los capítulos 3, 4 y 5.

2.4. El error de la metafísica tradicional: transmutación de los conocimientos «a priori» en ficciones de la razón Además de las intuiciones puras de la sensibilidad y los conceptos puros del entendimiento existen también una serie de conocimientos a p rio ri a los que denomina­ mos ideas puras de la razón, cuyo estudio en profundi­ dad abordaremos en los capítulos 6 y 7, pero a los que, en este momento, es necesario hacer una mención es­ pecial. En efecto, también la razón como facultad posee unos especiales conocimientos a p rio ri, las ideas *, tan con­ naturales a la estructura racional humana que jamás podremos prescindir de ellas: son la idea de yo o inm or­ talidad del alma, la idea de mundo o libertad y la idea de Dios. Tales constituyen por sí mismas los objetos fun­ damentales del saber metafísico; así lo entendió la tra­ dición, que las convirtió en el objeto central de su es­ peculación. Pero, al no atender esa venerable tradición a la diferencia entre lo que pertenece a la esfera del pensamiento y lo que pertenece a la esfera de la reali­ dad empírica, creyó dogmáticamente que podía hacer

progresar el saber metafísico sin apoyatura de la expe­ riencia, y así convirtió el saber más excelso en un sa­ ber vano, vacío de contenido, en puro juego de palabras. En suma: bajo el dominio del pensar racionalista-dog­ mático, el saber metafísico se ha transmutado en logo­ maquia. Sin duda alguna, el m otivo que provocó esta situa­ ción fue el alejamiento progresivo de la experiencia por parte del conocimiento metafísico. Ello fue debido, por una parte, al espejismo provocado por el continuo avan­ ce de la matemática y, por otra, a la astucia misma de la razón que es capaz de introducir ficciones allí donde la experiencia no puede llegar. En efecto, al tratarse la matemática de un saber que se ocupa de objetos representables en la intuición, ya sea empírica o pura, gozó de un estatuto epistem ológi­ co tan especial que pudo progresar casi de form a inin­ terrumpida en el ámbito de lo a priori. E llo fue posible porque en este campo del saber, los objetos empíricos están sometidos a y regidos por la esfera de lo a priori. Muy al contrario, pues, del saber metafísico, en el que el conocimiento a p rio ri debe estar sometido a y cons­ treñido por el dominio de lo empírico. Sin embargo, ese espejismo del continuo progreso matemático condujo a los más ilustres filósofos a cons­ truir sistemas en los que se daba la paradójica situa­ ción de que, estando el conjunto de sus razonamientos tan solemne y aparatosamente alejados de la experien­ cia como encubiertos sus enlaces por las ficciones de la razón, más bien parecía un contrasentido el plantear­ se las cuestiones metafísicas desde los lím ites mismos de la experiencia, pues: ...una vez traspasado el círculo de la experiencia se tiene la plena seguridad de no ser refutado por ella. Es tan grande la atracción que sentimos por am­ pliar nuestros conocimientos, que sólo puede parar nuestro avance el tropiezo con una contradicción evi­ dente. Pero tal contradicción puede evitarse por el simple medio de elaborar con cautela las ficciones, que no por ello dejan de serlo. (K . r. V., A4/B-8)

Justamente eso es lo que ha sucedido en los distintos sistemas metafísicos: se han alejado tanto de la expe­ riencia, que no sólo han dejado de acudir a ella para le­ gitim ar sus razonamientos, sino que también han ido elaborando cautelosamente aquellas ficciones que posi­ bilitaban el aparente progreso del saber metafísico. Así, han transmutado los más nobles pensamientos huma­ nos en ficciones vacías de contenido. E llo ha sido de­ bido a un esmerado espejismo de la razón no condu­ cente a ninguna parte: Entusiasmada con semejante prueba del poder de la razón, nuestra tendencia a extender el conocimien­ to no reconoce límite ninguno. La ligera paloma, que siente la resistencia del aire que surca el volar libre­ mente, podría imaginarse que volaría mucho mejor aún en un espacio vacío. De esta misma forma aban­ donó Platón el mundo de los sentidos, por imponer límites tan estrechos al entendimiento. Platón se atre­ vió a ir más allá de ellos, volando en el espacio vacío de la razón pura por medio de las alas de las ideas. No se dio cuenta de que, con todos sus esfuerzos, no avanzaba nada, ya que no tenía punto de apoyo, por así decirlo, no tenía base donde sostenerse y donde aplicar sus fuerzas para hacer mover el entendi­ miento. (K .r.V ., A-5/B-9) N o se puede expresar la cuestión de una form a más bella. Del mismo modo que ese aire que parece difi­ cultar el vuelo de la paloma es, sin embargo, su seguro de vida; el atenerse a los datos de la experiencia no so­ lamente no es un obstáculo, sino que es la única garan­ tía posible para el progreso y validez de nuestros co­ nocimientos. Así pues, la razón tiene que abandonar ese vetusto proceder de la antigua metafísica y dedicarse a una ta­ rea que, aunque en principio parece mucho más mo­ desta, sin embargo, como tendremos ocasión de com­ probar, nos va a proporcionar la clave para toda la me­ tafísica futura que quiera convertirse en una. ciencia. Dicha tarea va a consistir en el análisis de la estructura de nuestros conocimientos empíricos, para poder dis­ cernir qué elementos pertenecen al espíritu y cuáles a

la experiencia. En un análisis tal, se nos van a revelar las condiciones universales y necesarias de todo cono­ cimiento en general y del científico en particular. Esa es justamente la cuestión que abordaremos en el si­ guiente parágrafo.

2.5.

Los juicios sintéticos «a priori» y la posibilidad de la metafísica

2.5.1. Sobre la distinción entre juicios analíticos y sintéticos. Los juicios sintéticos « a p rio ri» Debemos examinar ahora la famosa distinción kantia­ na de los juicios analíticos y sintéticos. Dicha distinción no se refiere al origen de los juicios, ni a su form a ló­ gica (desde el punto de vista de ésta todos los juicios son sintéticos), sino a su contenido. • Juicios analíticos son aquellos en los que la relación en­ tre sujeto y predicado se piensa mediante identidad. En estos juicios el predicado no añade nada al concepto su­ jeto, sino que simplemente lo descompone en sus con­ ceptos parciales: el concepto predicado es una propiedad que pertenece necesariamente al concepto sujeto. Lo único que hace el predicado es explicitar de forma más clara y distinta la noción que ya estaba pensada en el sujeto. Son, por tanto, juicios explicativos. Por natura­ leza son juicios a priori y, por tanto, universales y ne­ cesarios, sean o no empíricos los conceptos que les sir­ ven de contenido, puesto que tienen como fundamento el principio de contradicción. Este es el principio univer­ sal y plenamente suficiente de todo conocimiento ana­ lítico. Pensemos en el juicio «todos los cuerpos son ex­ tensos». El predicado «extenso» no añade nada nuevo al concepto «cuerpo», sino que simplemente expresa una propiedad esencial a ese concepto; por ello, no se ne­ cesita ir a la experiencia para predicarla. Así pues, en el caso de los juicios analíticos, no tiene sentido acudir a la experiencia para justificar su validez, basta con el principio de contradicción. • Juicios sintéticos son aquellos en los que la relación en­ tre sujeto y predicado se piensa sin identidad. En ellos, el predicado se encuentra completamente fuera del su­

jeto; por consiguiente, dicen más de lo que ya estaba pensado en el concepto sujeto. Estos juicios son, pues, extensivos: amplían nuestro conocimiento. Ahora bien, tal ampliación puede llevarse a cabo de dos maneras esencialmente distintas: a posteriori, basada en la ex­ periencia, o bien a priori, es decir, con anterioridad a ella. Como es obvio, dicha anterioridad no es temporal, sino lógica: no se da en el orden del tiempo, sino en el de los fundamentos. Un juicio sintético a posteriori es «esta tarde hace calor»; un juicio sintético a priori pue­ de ser «la línea recta es la más corta entre dos puntos». En el primero enunciamos un juicio de acuerdo con la «experiencia» que estamos soportando en ese momento. Este juicio también lo podríamos llamar de acuerdo con la terminología de los Prolegómenos (§ 18), un «juicio de percepción» y su validez se agota en las coordenadas espacio-temporales en que dicho juicio es enunciado. En el segundo enunciamos un juicio de acuerdo con el prin­ cipio supremo de todos los juicios sintéticos que pode­ mos formular así: ... todo objeto está bajo las condiciones necesarias de la unidad sintética de lo múltiple de la intuición en una experiencia posible. (K .r.V ., A-158/B-197) Así pues, mientras que los juicios analíticos basan su criterio de verdad en el principio de contradicción, los juicios sintéticos necesitan no sólo de éste, como su condición form al de verdad, sino también de un tercer elemento que posibilite la síntesis entre sujeto y predi­ cado, y ponga de m anifiesto la adecuación material con el objeto conocido. En efecto, si un conocimiento ha de poseer realidad objetiva, tiene que ser dado el objeto de alguna forma, pues, de lo contrario, tendríamos con­ ceptos vacíos de contenido. «Darse un ob jeto» consiste en referir su representación a la experiencia real o po­ sible, esto es, conform arse a reglas universales de aqué­ lla. Para una intelección completa de esta idea es nece­ sario tener en cuenta los razonamientos llevados a cabo en los capítulos 3, 4 y 5 de este libro. En suma: los juicios sintéticos a p rio ri coinciden con los juicios analíticos en estar regidos por el principio de contradicción, pero además tienen como principio su­ premo la concordancia con las leyes universales de la

experiencia. Gracias a ello no sólo son extensivos, am­ plían nuestro conocimiento, sino que además son uni­ versales y necesarios. De este tipo de juicios están cons­ tituidas, piensa Kant, la ciencia matemática pura y la ciencia natural pura.

2.5.2. L a matemática y la física como ciencias constituidas por juicios sintéticos «a p rio ri» Según Kant, el que la matemática sea una ciencia constituida por juicios a p riori, es una proposición que parece haber escapado a la mayoría de los pensadores, pues, siendo así, que los razonamientos matemáticos se desarrollaban de acuerdo con el principio de contra­ dicción, ingenuamente se creyó que la estructura de ta­ les juicios era meramente analítica. Así se ha podido pensar, que proposiciones matemáticas, tales como «7 + 5 = 12» o «la línea recta es la más corta entre dos puntos», eran proposiciones analíticas. Sin embargo, por mucho que nosotros analicemos el concepto de 7+ 5 , jamás encontraremos ahí el concepto de 12, su predica­ do; e igualmente sucederá en la otra proposición: ja­ más hallaremos en el concepto de «línea recta», el pre­ dicado «es la más corta entre dos puntos». ¿Qué ha pasado? Que entre el concepto sujeto y el predicado hay una síntesis a priori, propiciada en el pri­ m er caso, por la intuición pura del tiempo, y en el se­ gundo, por la intuición pura del espacio. Ahora bien, dicha síntesis sólo puede ser comprobada si nosotros, volviendo a la experiencia, contamos doce unidades o recorremos ese espacio entre dos puntos. Así pues, la matemática ha entrado en el camino seguro de la cien­ cia, gracias a que está constituida por juicios sintéticos a priori. Igualmente, la ciencia de la naturaleza, en su parte pura, no empírica, debe estar constituida por juicios sin­ téticos a priori. Así, por ejemplo, el principio «todo cambio tiene una causa» es un principio sintético a p rio ­ ri mediante el cual objetivamos (conocemos) la natura­ leza, es decir, que los fenómenos naturales se rigen uni­ versal y necesariamente por ese principio.

2.5.3. Posibilidad de la metafísica como ciencia y realidad como disposición natural Llegamos así al núcleo central en el que se dilucida la cuestión de validez del saber mctafísico. Desde la perspectiva kantiana, el que la metafísica haya perma­ necido durante tanto tiempo en un estado tan vacilan­ te, inseguro y contradictorio, se ha debido a que jamás se ha planteado seriamente esa distinción entre juicios analíticos y sintéticos. Después de la Crítica de la razón pura, la metafísica será posible en la medida en que pueda contener juicios sintéticos a priori, pues «al me­ nos según su fin no se compone más que de proposi­ ciones sintéticas a p rio r i» (K . r. V., B-18). De este modo, la tarea propia de la razón pura va a consistir en res­ ponder a la cuestión de ¿cóm o son posibles los juicios sintéticos a priori? La solución a tan decisiva cuestión lleva consigo una investigación acerca del uso puro de la razón en todos aquellos dominios en los que existan conocimientos a p rio ri de objetos; es decir, incluye la respuesta a las siguientes preguntas: . • ■

¿Cómo es posible la matemática pura? ¿Cómo es posible la ciencia natural pura? ¿Es posible la metafísica como ciencia?

Puesto que la matemática y la ciencia natural son ya consideradas por Kant como dadas, la pregunta es acer­ ca de su posibilidad. Respecto de la metafísica sólo cabe preguntarse acerca de su posibilidad com o ciencia. De ella sólo podemos afirm ar su realidad com o disposición natural:



N o obstante, de alguna forma se puede considerar esa especie de conocimiento como dada y, si bien la metafísica no es real en cuanto ciencia, sí lo es, al menos, en cuanto disposición natural (metaphysica naturalis). En efecto, la razón humana avanza incon­ teniblemente hacia esas cuestiones, sin que sea sólo la vanidad de saber mucho quien la mueve a hacerlo. La propia necesidad la impulsa hacia unas pregun­ tas que no pueden ser respondidas ni mediante el uso

empírico de la razón ni mediante los principios deri­ vados de tal uso. Por ello, ha habido siempre en to­ dos los hombres, así que su razón se extiende hasta la especulación, algún tipo de metafísica, y la segui­ rá habiendo en todo tiempo. (K .r.V ., B-21) Así pues, la metafísica como disposición natural, no solamente es posible sino que es real. Pero, sólo después de una Crítica de la razón pura, podrán reconducirse sus razonamientos hacia una demarcación positiva, en la que no puedan tener cabida las ficciones de la razón.

2.6. Sentidos del término «metafísica» Conviene distinguir, antes de seguir adelante, los dis­ tintos sentidos que el término «m etafísica» adquiere en el ámbito del pensamiento kantiano. 1.

Metafísica com o disposición natural de la razón

Bajo esta denominación, entendemos la metafísica como un peculiar saber, tan arraigado en la estructura racional del ser humano, que le resulta casi imposible prescindir de él. Los objetos de ese saber son los eter­ nos interrogantes que han acuciado al hombre desde su origen: Dios, libertad e inmortalidad. De ahí las con­ tinuas tentativas para solucionar tan intrincados pro­ blemas, aunque para ello la razón haya tenido muchas veces que alejarse de la experiencia y perderse en sus propias falacias. Jamás, pues, podrá el hombre escapar a su hechizo, y aunque muchas veces intente apartarse de ella «volverá siempre a ella como a una amada con la que ha tenido una desavenencia» ( K . r. V., A-850/ B-870). En suma: la metafísica como disposición natu­ ral es real en sí misma, pero al mismo tiempo también es dialéctica y engañosa. Por consiguiente, piensa Kant, es absolutamente urgente y necesaria una Crítica que ponga al descubierto tales falacias.

2.

Metafísica com o crítica de la metafísica dogmática

Constituye la dimensión negativa de la «crítica de la razón» y se corresponde con los razonamientos llevados a cabo en la dialéctica trascendental entendida ésta com o una crítica de la apariencia dialéctica, en la que la razón demuestra las contradicciones propias que le acechan, cuando abandona el fértil suelo de la experien­ cia e intenta trasladarse al ámbito de lo incondicionado. Esa tarea crítica, destructiva, en la que se pone de manifiesto las contradicciones en las que se ve envuel­ to el espíritu humano, constituye, sin duda, otra form a de saber m etafísico que la Crítica de la razón pura con­ sagrará para siempre: metafísica como crítica, com o negatividad, como dialéctica negativa. Un amplio desarrollo de esta cuestión lo encontrará el lector en el capítulo 7 de esta misma obra. 3.

Metafísica com o analítica del entendimiento puro

Constituye la dimensión positiva de la «C rítica de la razón» y se corresponde con los razonamientos lleva­ dos a cabo en la Analítica trascendental. Mediante esta consideración nos estamos refiriendo a una ciencia que tiene como tarea el poner de manifiesto la posibilidad, los principios y la extensión de todos nuestros conoci­ mientos a p riori. Tal tipo de investigación ha sido re­ cientemente denominado ontología crítica ( N a v a r r o C o r d ó n , J. M.: 1971, p. 9). Y es justamente a éste plan­ teamiento al que Kant designa como metafísica en sen­ tido estricto. Esta ... contiene todos los principios puros de la razón deri­ vados de simples conceptos (excluyendo, por tanto, las matemáticas) y relativos al conocimiento teórico de todas las cosas. (K .r.V ., A-841/B-870) Un extenso desarrollo de esta problemática puede ser encontrado en los capítulos 4 y 5. 4.

M etafísica com o « metafísica práctica»

En prim er lugar, conviene saber que «p ráctico» en Kant es sólo aquello que es posible mediante la liber­

tad. Es decir, la «práctico» se identifica con lo «m oral». Por consiguiente, con tal denominación nos referimos a un saber que tiene por objeto la dimensión práctica de la razón. En este sentido, abarca a todos aquellos principios que determinan a p rio ri el modo de obrar de los seres humanos. En su uso práctico, la razón amplía por sí misma los límites de la experiencia posible, y ello gracias a que los principios de la razón pura práctica establecen au­ tónomamente un ámbito de conocimientos que no tie­ nen que estar refrendados por la daticidad empírica: «tuve que suprimir el saber para dejar sitio a la fe » (K . r. V., B -X X X ). Desde esta consideración se intenta proporcionar una solución racional, no ficticia, al núcleo de problemas planteados en el ámbito de la metafísica dogmática. El lector interesado encontrará un amplio desarrollo de esta temática en la segunda parte de este libro (ca­ pítulos 1, 2 y 3 del segundo volumen).

2.7. La «Crítica de la razón pura» como crítica de las facultades del conocimiento Así pues, podemos considerar la Crítica de la razón pura como la investigación de todos los principios que están derivados del uso puro teórico de la razón, enten­ diendo por ésta el conjunto de facultades superiores: sensibilidad, entendimiento, razón. Así, en cada una de las partes de la obra, se aísla una facultad y se la exa­ mina de acuerdo con los principios del m étodo críticoreductivo-trascendental. Veamos esquemáticamente esa relación.

T eoría tras­ cendental