Historia Augusta

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Historia Augusta Edición de

Vicente Picón y Antonio Gascón

AKAL/CLASICA

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L

A H istoria A ugusta es una colección de bio­ grafías im periales que, con independencia de los m últiples problem as que suscita a los espe­ cialistas, entre los que h ay que destacar especialmente aquellos que giran en torno a su fecha de composición y autoría, constituye una fuente m uy im portante de in­ formación para cualquier lector, no sólo respecto de las particularidades de cada una de las vidas de los em­ peradores, desde A driano a N um eriano, sino también sobre infinidad de aspectos y detalles relativos a las concepciones políticas, sociales, religiosas, vigentes en Roma entre los siglos II y III d.C . Su lectura, sin duda, ha de resultar provechosa y atractiva a todos los que sientan curiosidad por conocer esta etapa im portante de la Antigüedad. Vicente Picón García es Profesor Titular de Filología Latina en la U niversidad A u tó n o m a de M adrid, don­ de se doctoró con la tesis «La sociedad romana a través de Suetonio», por la que obtuvo el prem io extraordi­ nario de doctorado en la sección de Filología Clásica. H a publicado diversos trabajos de investigación sobre sintaxis, filología, estilística y, en el campo de la litera­ tura latina, en el que ha centrado su atención especial­ m ente, sobre historiografía y en particular sobre el gé­ nero biográfico. A ntonio Cascón Dorado es Profesor Titular de Filolo­ gía Latina en la U niversidad A u tónom a de M adrid, donde se doctoró con la tesis «El pensam iento de Fedro en la tradición fabulística greco-latina». Su acti­ vidad investigadora sobre la Literatura latina se ha centrado preferentem ente en el cam­ po de la fá b u la y la historiografía, fr u ­ to de la cual son los trabajos que ha publicado sobre distintos as­ pectos de estas materias. ISBN: 84-7600-361-7

M aqueta R.A.G .

Vicente Picón García ha realizado el estudio de la I n tr o d u c c ió n g e n e r a l y la traducción de las vidas que van desde Adriano a Alejandro Severo (1 a 18) y desde Aureliano a N um eriano (26-30). A ntonio Cascón D orado ha realizado la traducción de las vidas que van desde los dos M aximinos al Divino Claudio (19-25). El índice de nom bres, para el que cada traductor ha elaborado la parte correspondiente a las vidas p o r él traducidas, ha sido redactado conjuntam ente p o r ambos.

«No está perm itida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratam iento infor­ mático, ni la transm isión de ninguna forma o p or cualquier medio, ya sea electrónico, me­ cánico, por fotocopia, p o r registro u otros m étodos, sin el permiso previo y p o r escrito de los titulares del Copyright.»

© Ediciones Akal, S. A., 1989 Los Berrocales del Jarama Aptdo. 400 - Torrejón de Ardoz Madrid - España Tels.: 656 56 1 1 - 6 5 6 49 11 ISBN: 84-7600-361-7 Depósito legal: Μ. 42.852-1989 Impreso en Anzos, S. A. - Fuenlabrada (Madrid)

HISTORIA AUGUSTA E d ic ió n de V ic en te P ic ó n y A n to n io C a scó n Profesores titulares de Filología Latina Universidad A utónom a de Madrid

AKAL

Indice

I.

Introducción 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

Título Fecha de composición Autoría Contenido de la obra Plan y estructura de las Vidas Valor histórico Valor literario Transmisión del texto Principales ediciones y traducciones Nuestra traducción Bibliografía Siglas de revistas y abreviaciones

8 8 16 20 25 28 31 32 35 37 38 40

II. Vidas 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

Adriano Elio Antonino Pío Marco Antonino el Filósofo Vero Avidio Casio Cómodo Antonino Helvio Pértinax Didio Juliano Severo Pescenio Nigro Clodio Albino

44 82 92 107 144 157 173 197 215 226 254 269

INDICE 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30.

A n to n in o C a rac alla A n to n in o G e ta O p ilio M a c rin o A n to n in o D ia d u m e n o A n to n in o H e lio g á b a lo A le ja n d ro S evero L os d o s M a x im in o s L o s tres G o rd ia n o s M á x im o y B a lb in o L o s d o s V a le ria n o s L os d o s G a lie n o s L os tre in ta U s u rp a d o re s El D iv in o C la u d io El D iv in o A u re lia n o T á c ito P ro b o F irm o , S a tu rn in o , P r ó c u lo y B o n o s o C a ro , C a rin o y N u m e r ia n o

286 300 308 324 335 373 437 467 498 517 524 547 591 610 655 673 696 710

In d ice d e n o m b res 1. 2.

A b re v ia tu ra s In d ice

727 728

I.

Introducción

La Historia Augusta es una obra de capital importan­ cia para entender la historia de Roma de los siglos II al IV d. de C. A sí se ha puesto de relieve por diversos filó­ logos, historiadores e incluso autores de obras de divul­ gación. Chastagnol, por ejemplo, en una ponencia del año 63 \ en la que da un repaso a los aspectos más fun­ damentales de dicha obra, señala cómo su utilización es necesaria para la investigación de esa etapa del imperio y encabeza su trabajo con estas palabras de Marguerite Yourcenar: «No es posible a los historiadores modernos de la Antigüedad desconocer la Historia Augusta: los mismos que le niegan todo valor se ven obligados de buen o mal grado a servirse de ella. Dado que los documentos que nos quedan del siglo II y III son escasos y pobres, es en este texto inseguro, y que eminentes eruditos han po­ dido suponer razonablemente que es una impostura casi total, donde a falta de otra cosa podemos encontrar un refrito de verdad.» 2 Yourcenar deja entrever en ellas la utilidad de la H is­ toria Augusta, pero, al mismo tiempo también, los pro­ blemas de base que la afectan. En efecto, es problemática la fecha de composición y su autoría. Es problemática la restitución del texto en mu­ 1 M. A . C hastagnol, L ’H i s t o i r e A u g u s t e , Ass. Guillaume Budé, VII Congrès A ix-en Provence 1-6 -19 6 3 , «Les Belles Lettres», París, 1964, p. 187. ’ M. Yourcenar, S ou s b é n é f i c e d ’i n v e n t a i r e , Paris, 1962, p. 9.

VICENTE PICÓN

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chos pasajes y la veracidad de los datos que transmite, ya que unas veces no están constatados, otras resultan sim­ ples inventos del autor, otras no son exactos, las fuentes a veces no son seguras, etc. Por todo ello, vamos a expo­ ner brevemente los aspectos que consideramos más im­ portantes y de mayor utilidad para la comprensión de la obra. 1.

Título

El título que figura en el C odex Palatinus Latinus 899 3 es el siguiente: Vitae d iu e r s o r u m p r in cip u m e t t y r a n n o ­ ru m a D iuo H a d ria n o usque, a d N u m eria n u m a diuersis co m p o sita e «Vidas de diversos emperadores y pretendien­ tes desde el Divino Adriano hasta Numeriano escritas por diversos autores», título que constata la pluralidad de au­ tores. Sin embargo, desde el siglo X V I se la llama popu­ larmente H istoria A ugusta, debido al título que propuso Isaac Casaubón en su edición de 1603, H istoriae A ugus­ tae scriptores sex, y que extrajo por comparación del tí­ tulo que en la Vida de Tácito 10,3 se le atribuye a la obra del historiador Tácito, a quien se le presenta como ante­ pasado de aquel emperador y a quien se le llama scriptor historiae A u gu stae con poca propiedad, como hizo ver Hohl 4. Mommsen piensa que el título original sería D e uita C aesarum o Vitae C aesarum , pero el que se ha im­ puesto definitivamente es el de Historia Augusta. 2.

Fecha de composición

La fecha de composición ha sido objeto de grandes controversias y ha ciado lugar a múltiples estudios de tal 3 El m ejor de todos los códices, según E. H ohl, S c r ip t o r e s H is to r ia e A u g u s t a e , Lipsiae, 1927, pp. 5-7. A d o p tó esta misma postura en dos ar­ tículos anteriores en K L IO , 19 13 , pp. 258-288 y 387-423 y en uno pos­ terior en BERLIN ER P H IL O L O G ISC H E W O C H E N SC H R IF T , 48,

INTRODUCCIÓN

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manera que se puede afirmar sin temor a equivocarse que todos los eruditos que se han dedicado al estudio de la obra han propuesto hipótesis nuevas respecto a las exis­ tentes hasta entonces o, si han aceptado las de alguno de sus predecesores, las han enriquecido con la aportación de nuevos argumentos. Para no perdernos en detalles so­ bre las distintas fechas propuestas, hasta el año 1963 acep­ tamos los tres períodos que en bloque distingue Chastag­ nol 5. El primero se inicia con Dessau, quien en el año 1889, en un artículo que se hizo célebre 6, negó la datación tra­ dicional que atribuía la composición de la Historia Au­ gusta al período diocleciano-constantiniano (284-337) y propuso que había que retrasarla hasta los años 385-388, en época de Teodosio el Grande. Dessau se apoyó en dos bloques de argumentos, unos que prueban la existencia de falsedades y otros que abo­ gan por el retraso de fecha. Los primeros se basan en el estudio crítico de los pasajes dedicatorios y de los elo­ gios a la familia Constantiniana, que revela la incompa­ tibilidad de los pasajes entre sí y la discordancia con la época a la que pretenden pertenecer, lo que indicaría que la finalidad del autor era engañar. Los segundos los basa en la idea de que algunos pasajes de la Historia Augusta dependerían de autores de época post-constantiniana. En concreto, el de la Vida de Severo, 17,5 a 19,4 dependería de los Caesares, X X ,1-30 de Aurelio Victor (editada ha­ cia el 360/1) y el de la Vida de Marco, 16,3 a 18,2, que dependería del B reu ia riu m h istoria e R o m a n a e ab u rb e condita, VIII, 11-14 de Eutropio (editada hacia el 369/70). Algunos estudiosos aceptaron la tesis de Dessau, retra­ sando la fecha incluso hasta comienzos del siglo V como en el caso de Seeck 7, mientras otros, como Klebs, Peter, 3 M. A . Chastagnol, op. cit., pp. 191 y ss. 6 H. Dessau, «U ber Zeit una Personlichkeit der SH A », HERMES, 24, 1889, pp. 436-465. 7 O . Seeck, «Studien zur Geschichte Diocletians und Constantins», en JA R B Ú C H E R F Ú R K L A SSISC H E PH IL O L O G IE , 26, 1890, pp. 609-639.

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VICENTE PICÓN

de Sanctis, Lecrivain y Homo seguían defendiendo la fecha tradicional. Mommsen 8 adoptó una postura intermedia proponiendo que se publicaría una primera edición hacia el año 330 y una reedición posterior en época de Teodosio (392-395). El segundo período se inicia con B ayn es9. También él piensa que la H istoria Augusta constituye una falsedad, ahora bien, considera que no se puede resolver el proble­ ma de dicha falsedad sin explicar la razón por la que se falsificaba y sin identificar la persona en beneficio de la cual se realizaba la falsificación. En consecuencia, realizó en su estudio un detallado análisis de las tendencias que se daban en la obra concluyendo que las dos más impor­ tantes serían las siguientes: mostrar el antagonismo entre Constancio y Juliano y propagar las ideas políticas y re­ ligiosas preconizadas por Juliano el Apóstata. Por tanto, habría que anteponer la publicación de la obra a los años 361-363 del reinado de este emperador a quien se in­ tentaría beneficiar con ella. La hipótesis de Baynes tuvo éxito y la aceptaron buen número de estudiosos, aunque algunos siguieron suscri­ biendo la fecha tradicional, mientras que otros, como Alfôldi, Norden y Kornemann se decidían por la época de Teodosio. El tercer período se inicia con W. Hartke quien publi­ có en el año 1940 un minucioso estudio sobre el ambien­ te político, literario y filosófico que late en la Historia Augusta 10. Considera que en ella se hace propaganda en pro de un usurpador de la época de Teodosio y de sus partidarios del estamento senatorial de opiniones paganas y que la finalidad no sería otra sino conseguir que el em­ perador perdonara a los insurrectos. Por tanto, para él, 8 Th. M om m sen, «Die Scriptores H istoriae Augustae», HERM ES, 25, 1890, pp. 2 23-300. 9 N . H. Baynes, T h e H isto r ia A u g u sta , its D a te a n d P u rp u se, O x­ ford, 1926. 10 W . H artke, G e s ch ic h t e u n d P olitik im sp a ta n tik en R o m , Leipzig, 1940.

IN TROD UCCIÓ N

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la obra habría sido escrita en el período que siguió a la usurpación de Eugenio, esto es, entre 394 y 398. Su hipótesis tuvo éxito de forma que, tras la aparición de su estudio, según Chastagnol, se observa cierta ten­ dencia a considerar el año 394 como fecha a partir de la cual (term in u s p o s t q u e m ) habría que datar a la Historia Augusta u . No obstante, sigue habiendo autores que no aceptan esta datación como es el caso de Stern n . Stern parte de la tesis de Dessau considerando que los pasajes donde el autor/autores pretenden dirigirse a un emperador reinante (Diocleciano, Constantino, Constan­ cio Cloro, etc.) serían escritos falsos para inducir a error. A este supuesto habría que añadir el hecho de que a lo largo de la Historia Augusta se contiene un auténtico pa­ negírico que caracteriza a la familia Constantiniana (cíesde Claudio a Constantino), luego para él es lógico que la obra se haya escrito bajo el reinado de los miembros de esta familia, y, consiguientemente, habría que fecharla an­ tes de la desaparición de esta dinastía, es decir, entre el año 337 (muerte de Constantino) y el 361 (acceso al tro­ no de Juliano). Ahora bien, para Stern ésta última fecha es descartable, pues piensa, en contra de la opinión de Baynes, que la obra no parece un escrito de propaganda en favor de Juliano 13. Efectivamente, tras analizar un buen número de con­ tradicciones y falsedades que contiene la obra 14, deduce que su sentido e intencionalidad radicaría en el deseo de extraviar al lector sobre la fecha de redacción y orientar el contenido en determinada dirección. Esta, según él, es 11 Chastagnol acepta también el año 398 como térm ino a n te q u e m propuesto po r H artke, no así otros estudiosos que la fechan en épocas más tardías, como Straub, M azzarino, Bursian y Cracco Ruggini, C has­ tagnol, op . cit., p. 193. También A . Belleza, L a p r o b le m á tic a suW H is­ to ria A u gu sta , M A IA , 1967, pp. 185 -189 . 12 H. Stern, D a te et. d e s tin a ta ir e d e l ’H is to ir e A u g u ste, Paris, 1953. 13 P or otra párte, Stern niega la dependencia de la H istoria Augusta de A urelio V íctor y , p o r tanto, que el term ino a q u o sea el año 361, cfr., op . cit., pp. 18 y ss. 14 H. Stern, op. c it., pp. 28 y ss.

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VICENTE PICÓ N

muy clara en los pasajes dedicatorios 15: todos ellos con­ vergen en la exaltación de uno de los miembros de esta familia, Constancio II, y en la aceptación de su política aristocrática senatorial romana contra Magencio 6. El autor o autores de la H istoria Augusta serían, pues, escritores contemporáneos de Constancio II que habrían conocido perfectamente sus ideas políticas y dinásticas y que intentarían con su escrito propagandístico ganarse el favor del soberano. Stern avala y perfila esta conclusión con otros argu­ mentos complementarios basados en la comparación de la Historia Augusta con los A nnales C aesaru m del 354, en el análisis del ideal del buen príncipe y en el de las ten­ dencias sociopolíticas y religiosas 17. Todo ello le induce a fechar la obra concretamente entre la derrota de M a­ gencio en Mursa en el 28 de julio del año 351 y el 354. Pero, aunque la argumentación de Stern es brillante y parece coherente, no tuvo éxito, ni tampoco se aceptaron las hipótesis de los que hasta el año 1963 propusieron fe­ chas similares. Antes al contrario, se han ido imponien­ do las hipótesis de los que defienden una datación tardía, como se demuestra en distintos artículos de los colloq uia de Bonn posteriores a ese año en los que los estudiosos de la Historia Augusta han insistido sobre la problemá­ tica de su datación y de sus tendencias 1S. En ellos se ad­ vierte cierta unanimidad (aparte de en otros puntos) en que la composición de la obra es de época postconstantiniana, en que el autor o los autores han utilizado direc­ tamente escritores del siglo IV como Eutropio, Aurelio Victor y Amiano M arcelino, en que hay reminiscencias del medio cristiano y en que, por tanto, no es anterior a 15 Ib i d ., c. IV. 16 Ib i d ., p. 50, donde Stern anota el detalle im portante sobre la exal­ tación de C onstancio, pues se le presenta como a un descendiente de la estirpe troyana. 17 I b i d ., pp. 52-96. 18 C f. A . Chastagnol, R e c h e r c h e s s u r l ’H is t o i r e A u g u s t e , Bonn, 1970, en especial, el prim er capítulo titulado «Les recherches sur l’H is­ toire Auguste de 1963 a 1969» y Th. Liebm ann-Frankfort, «Q uelques études récentes sur l’H istoire Auguste», AC, 38, 1969, pp. 5 07 -514.

INTRODUCCIÓN

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fines del siglo IV . Ahora bien, la datación concreta que se propone oscila en un arco de 50 años al menos: Chastag­ nol 19, Schwartz 20 y Syme 21 la fechan hacia el año 395 con la muerte de Teodosio, mientras que otros la sitúan en el siglo V: Alfóldi 22 después del 405, Straub 23 hacia el 420 y Kohns 24, incluso en el 440. A parte de estos intentos de datación de la obra en con­ 19 A . Chastagnol, «Zosirae II, 38 et l’H istoire A uguste», B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , B onn, 19 6 4 -6 5 , pp. 43-78. 20 ]. Schwarts, «Sur le date dell5 H istoire A uguste», B O N N E R H IS­ T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , B onn, 19 6 6-6 7, pp. 9 1-9 9 . 21 R. Sym e, «The bogus N am es in the H istoria Augusta», B O N ­ N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U I U M , Bonn, 19 6 4 -6 5 , pp. 2 57-272. C f. también E m p ero rs a n d b io g r a p h y . S tu d ies in t h e H is­ to r ia A u g u sta , O x fo rd , 19 7 1, el capítulo prim ero, pp. 1-16 . Syme concluye así: «The present in q u iry, based on the bogus names, perm its and perhaps encourages a dating in the vicinity o f the year 400. That Concorde w ith other types o f evidence, m an y and varied.» 22 G. A lfó ld i, «Barbareneinfálle und religiose K risen in Italien», B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , B onn, 1964-65, pp. 1-1 9 . Basa su argumentación en la interpretación de la vida de A ureliano, 18 ,2 -2 1,4 . Según él la narración de la incursion de los bár­ baros en Italia en el 2 70 -27 1 y de la consulta a los libros sibilinos sería una transposición del autor de la H istoria Augusta de la invasión de la península p o r los bárbaros del D anubio y de la orden de Estilicón de destruir los libros sibilinos. C on ello el autor pretendería m ostrar el sa­ crilegio cometido p o r un em perador cristiano indicando que fu ero n los dioses paganos quienes, bajo A ureliano, libraron a Roma de los bárbaros. 23 J. Straub, H e id n is ch e G e s ch ic h ts a p o lo g e tik in d e r c h is tlic h e n S pd-

ta n tik e. U n te r s u c h u n g e n iib e r Z eit u n d T e n d e n z d e r H istoria A u g u sta , 1963, donde planteó los tres principales problemas de la H istoria A u ­ gusta: el de la autoría y los de la fecha y finalidad de la obra, relacio­ nando estos dos últim os entre sí y tratando de penetrar en el contexto político, social, religioso y cultural que la envuelve. En los capítulos IV y V de la segunda parte revela el carácter apologético de la H istoria A u ­ gusta concluyendo (pp. 18 3 -193 ) que ésta constituye una especie de H is­ to ria a d u e r s u s ch r is tia n o s y que no se excluye que se habría compuesto como una especie de réplica a la H isto ria a d u e r s u s p a g a n o s compuesta p o r O rosio a instigación de S. A gustín. C f. la jugosa reseña de G . San­ ders en A C , 35, 1966, pp. 5 85-593. 24 Para quien las medidas tarifarias de A lejandro Severo se id en tifi­ carían con los sta tu ta p r e t ia fijados p o r Valentiniano en el año 440 (N ov. Val., 5), cf. B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , 1964/65, Bonn, 1966, pp. 9 9 -12 6 .

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VICENTE PICÓN

junto, se han hecho también numerosísimos estudios par­ ciales para determinar la fecha en la que escribiría e in­ cluso viviría cada historiador, suponiendo la diversidad de autoría, y también la fecha concreta en que serían re­ dactadas las distintas vidas. Unos ejemplos. Peter, ya en -I860, dedicó el capítulo primero de su C o m m en ta tio p h ilo lo g ic a a este aspecto titulándolo : D e te m p o r e q u o co n scrip ta e esse u id e n tu r sin gu la e scriptoru m historiae A ugustae uitae. Sus conclusiones fueron estas 25 : años 292-305

años 303-305 año 305 año 302 año 315 año 324

Esparciano escribe las vidas de A dria­ no *, la de Elio, Didio, Severo y N i­ gro. Vulcacio Galicano la de Avidio. Capitolino las de Antonino Pío *, M ar­ co Antonino el filósofo, Vero y M a­ crino. Trebelio Polión escribe las vidas de los dos Valerianos, de los dos Galienos, de los treinta tiranos y de Claudio. Vopisco escribe las vidas de Aureliano, poco después la de Tácito. Vopisco escribe la de Probo, o poco después, Vopisco escribe las de Firmo, Saturnino, Próculo, Bonoso, Caro, Carino y Numeriano. o poco después, Lampridio escribe las de Cómodo *, Diadumeno *, H eliogá­ balo y Alejandro. Capitolino escribe las de Clodio Albino, los dos M axi­ minos, los tres Gordianos y M axim i­ no y Balbino *. Esparciano escribe las de Geta y Caracalla *.

Straub ha defendido que la vida de los treinta tiranos sería posterior al año 404, fecha de la datación de la car25 H . Peter, H isto ria c r itic a s cr ip t o r u m H is to r ia e A u g u sta e, Lipsiae, 1860, p. 718. Las fechas de las vidas notadas con asterisco son dudosas.

IN TROD UCCIÓN

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ta 108 de S. Jerónimo, pues hay una relación de depen­ dencia entre la noble Calpurnia a la que se alude en 30 Ti­ ranos, 32,5 ss. y la Paula de S. Jerónimo 26. Chastagnol fija determinadas fechas de la cronología interna de la Historia Augusta, deduciéndolas del análi­ sis de 25 pasajes de Claudiano que delantan distintas re­ laciones existentes entre ellos y aquélla. Según él, la lec­ tura y utilización de Claudiano por la Historia Augusta se habría dado en un estado m uy avanzado de la redac­ ción de ésta, siendo las siguientes las fechas de datación de determinadas vidas: la de Heliogábalo y Probo datan del año 398; las de Alejandro Severo y las de los Gor­ dianos datan de finales ae 398 y comienzos del 339, igual que las de los 4 Tiranos, y la Vida de Caro y de sus hijos cerraría la obra en el primer trimestre del 399 27. ■ Birley fecha la vida de Aureliano entre el año 305-6 ba­ sando su argumentación en la conversación que, según el prefacio de dicha vida, Vopisco mantuvo con Junio Ti­ berino el día 25 de marzo en que se celebraban las fiestas en honor de Cibeles 28. Romano, tomando como base de su argumentación el consulado de Furio Plácido, ha llegado incluso a fijar de­ terminadas etapas biográficas de Vopisco. Así, piensa que su nacimiento tuvo lugar alrededor del año 280 y que lle­ gó a Roma hacia el año 300. Entre el 304 y 306 escribiría la Vida de Aureliano; entre el 306 y 313 escribiría las otras y publicaría el corpus hacia el 34 4 29.

26 J. Straub, «C alpurnia U n iviria», B O N N E R H IS T O R IA -A U G U S T A -C O L L O Q U IU M , 1966/67, Bonn, 1968, pp. 10 1 -1 18 . 27 A . Chastagnol, *L e p o è t e C la u d ie n e t l ’H isto ire A u g u ste» , H IS­ T O R IA , 19, 1970, pp. 444-463. 28 A . R. B irley, T h e A u g u sta n H is to r y , en L atin b io g r a p h y , ed. p or A . D orey, N ew Y o rk , (sin fecha) pp. 11 3 -1 3 8 . 29 D. Rom ano, I l c o n s u la to d e F u rio P la c id o e la c r o n o lo g ía d e Vo­ p is co , A A P A L , 36, 19 7 6 -19 7 7 , pp. 2 4 1-2 4 9 .

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VICENTE PICÓN

3.

Autoría

El problema de la autoría se plantea así: ¿se debe la obra a una sola persona o a varias que trabajaban en equi­ po, o se trata de seis nombres ficticios que solaparían el autor único de ella? La tradición de los manuscritos atribuye seis autores a la obra con sus nombres propios y a cada uno de ellos se les imputan distintas vidas que en su mayor parte con­ tienen dedicatorias específicas por las que los filólogos se orientan como base argumentai para la datación. Véanse estos extremos en el cuadro adjunto (págs. 18-19). Como se advierte fácilmente, a Diocleciano se le diri­ gen siete vidas, dos más que a Constantino. Esparciano le dirige tres: las de Elio (c. 1), Severo (c. 20) y Pescenio Nigro (c. 9). Julio Capitolino le dirige tres: las de Marco Antonio (c. 19), Vero (c. 11) y Opilio Macrino (c. 15). Vulcacio Galicano, la de Avidio Casio (c. 3), que fue la única que compuso. A Constancio se le dirigen seis vidas. Julio Capitolino le dirige tres: las de Clodio Albino (c. 4), la de los dos Maximinos (c. 1) y la de los tres Gordianos (c. 1 y 34). Esparciano, una: la de Antonino Geta (c. 1) y Elio Lam­ pridio, dos: la de Heliogábalo (c. 2 y 34) y la de Alejan­ dro Severo (c. 65 y 67). Trebelio Polión y Flavio Vopisco, que son los últimos autores de la lista, dirigen sus dedicatorias a distintos ami­ gos en las nueve vidas que compusieron, cuatro aquél, a saber, las de los dos Valerianos, de los dos Galienos, de los treinta Tiranos y del Divino Claudio, y cinco Vopis­ co: las del Divino Aureliano, Tácito y Probo y las con­ juntas de Firmo, Saturnino, Próculo, Bonoso y de Caro, Carino y Numeriano. No contienen dedicatoria alguna las de Antonino Pío, Cómodo Antonino, Helvio Pértinax, Didio Juliano, A n­ tonino Caracalla, Antonino Diadumeno y Máximo y Balbino.

INTRO D UCCIÓN

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El autor más productivo, supuesta la diversidad de au­ toría, es Julio Capitolino que compuso 9 vidas. Le siguen Elio Esparciano con 7, Flavio Vopisco con 5, Elio Lam­ pridio y Trebelio Polión con 4 cada uno y Vulcacio Ga­ licano con 1. La producción, según se ve, no observa nin­ guna proporcionalidad, lo que no tiene nada de extraño, ya que los proyectos de cada autor así como su carácter son distintos, como se desprende de varios pasajes de las biografías 30. Vopisco se dirige más directamente a sus lectores, habla de sus intenciones y expone diversos pun­ tos de vista sobre diversos aspectos. Esparciano, Capito­ lino y Vulcacio Galicano anuncian también sus propósi­ tos, mientras que Lampridio se muestra más reservado 31. Hasta aquí hemos hablado de diversos autores. Ahora bien, hay que tener en cuenta que desde que Dessau ob­ servó que en cada una de las vidas se daban «las mismas tendencias extravagantes, los mismos giros extraños, las mismas manías y el mismo amor a las falsedades», se ha ido imponiendo la hipótesis del autor único en numero­ sísimos estudios que han ido apareciendo en este senti­ do 32. Los argumentos en pro de esta hipótesis se basan fundamentalmente en la homogeneidad de tendencias de todo tipo que se dan en ellas tanto de carácter ideológico como de carácter lingüístico. Pero, para estas últimas, di­ cha homogeneidad se ha tratado de constatar sobre todo con criterios filológicos, que se prestan más a la cuantificación y a la constatación estadística, puesto que las ten­ dencias de carácter ideológico, las político-sociales, reli­ giosas, etc., son más susceptibles de subjetividad. Así, por ejemplo, Z ern ial33 ha estudiado las cláusulas llegando a la conclusión del autor único, pues, según él, se repiten éstas con las mismas características en todas las vidas y en los documentos que se insertan en ellas. Lo mismo ocurre con las aliteraciones, las asonancias y otros 30 31 32 33

A . R. B irley, op. cit., pp. 1 1 7 -1 1 8 . I b i d ., p. 118 , cf. H e l i o g á b a l o , 35, 1-7. C f. M. A . Chastagnol, L 'H is to i r e A u g u s t e , pp. 2 10 -2 11 . H. L. Zernial, U b e r d e n S a tz s ch lu ss in d e r H.A., Berlin, 1956.

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Irebelio Polion

Flavio Vopisco

Decii- Dioclesiano cación Constantino Amigos

INTRODUCCIÓN

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. D e sp u é s, él m ism o recibió el nom bre de A n ton in o. Y , co m o si fu era pad re de L u cio C ó - 7 m o d o , n o só lo le llam ó V ero, añadiéndole el n om ­ bre de A n ton in o , sin o que d e sp o só a su hija L u cila con él, a p esar de que legalm ente era h erm ano su yo. 8 Para celebrar esta unión, ord en aron que los niños y niñas de corp oracion es de nueva creación 27 se inscribieran p ara recibir u n a ración de alim entos. 9 A à iÿ u e s, d espués de que llevaron a cabo lo s actos que tenían que realizar en el senado, se dirigieron ju n tos al cuartel de lo s p reto rian o s y, p ara celebrar el reparto del p o d er, p rom etiero n veinte m il sestercios a cada uno de los so ld ad o s y una sum a eq u i­ valente al resto de lo s m ilitares. E n terraron el cuer- 10 p o de su padre en el sep u lcro de A d rian o 2S, h o ­ m enajeándole con fastu o sas honras fúnebres. D e s­ pu és, en el día de lu to que sigu ió, se organ izó una p rocesió n p ara celebrar lo s funerales p ú b licos. Y 11 am bos em peradores p ron u n ciaron elogios fún e­ bres 29 p o r su p ad re en la tribuna de los oradores y n o m braron en su h on or un flam en y cofrades A ur e lia n o s30, eligiendo a aquél entre sus parientes y a éstos entre sus am igos m ás íntim os. 8 C u an d o alcanzaron el p o d e r am bos em perado­ res, se p o rtaron con tanta civilidad que nadie echó en falta la d u lzu ra de P ío, d án d ose la circunstancia de que un m im ógrafo de su tiem po llam ado M a n i­ lo les h ostilizab a con sus m o fas, sin que fuera cas-

27 Serían corporaciones similares a las puellae, alimentariae Faustinianae creadas por Antonino Pío, cf. Antonino, 8,1. 28 Adriano, 19,11. 29 Un tipo de oratoria que se practicó en distintos pueblos. En Gre­ cia se echó mano de ella para elogiar a los muertos por la patria. En Roma se utilizó como pretexto para exaltar a personajes e ideales polí­ ticos determinados y como dedicación postuma a los familiares desapa­ recidos. 30 Son los llamados Sodales Antoniniani, cf. Antonino, 13,4 v Adria­ no, 27,3, n. 113.

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tigado p o r ello. O freciero n u n o s ju egos gladiato- 2 ríos funerarios en h on or de su p ad re. M arco se en- 3 tregaba p o r com pleto al estu d io de la filoso fía y se ganaba el am or de los ciu d ad an o s. Pero interrum - 4 p ió esta felicidad y segu rid ad del em perador la p ri­ m era in undación del T ib er, la m ás grave que o cu ­ rrió en aquellos tiem p os, p u es con m ovió m u­ chos edificios de la C iu d ad , m ató a m uch os ani­ m ales y p ro v o c ó una escasez de alim entos que originó gravísim as consecuencias. M arco y Ve- 5 ro aliviaron to d o s estos m ales con su solicitud y su asistencia p erson al. E n aquel tiem po estalló tam - 6 bién la guerra contra lo s p arto s que V o lo g eso h a­ bía estad o prep aran d o y a b ajo el reinado de Pío 31, aunque la declaró form alm en te en época de M arco y V ero, d espués de que o b ligó a huir a A tid io C o r ­ neliano que entonces go b ern ab a Siria. E ra inm inen- 7 te tam bién la guerra en B retañ a y los catos se ha­ bían in trod u cid o en territorio de G erm an ia y R e ­ cia. Se envió a C alp u rn io A g ríc o la 32 contra los bri- 8 taños y a A u fid io V icto rin o 33 con tra los catos. E n 9 cam bio, a la guerra con tra los p arto s se envió a su h erm ano V ero con el consen tim iento del senado, m ientras que él se q u edó en R o m a, p o rq u e los p ro ­ blem as de la C iu d ad exigían la presencia de un em ­ perad or. P o r cierto, que M arco agasajó a V ero 10 acom pañán dole desde el sen ado h asta C ap u a junto con una com itiva de am igo s, a la que se sum aron los jefes de tod o s los cargos de la adm inistración. Pero, 11 cuando M arco llegó de regreso a R o m a y se enteró de que V ero se hallaba enferm o en C an u sio , 34, acu­ dió a visitarle d espués de haber hecho v o to s p or él en el senado, v o to s que cum plió tan p ro n to com o

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Antonino, 9,6. Se le menciona en las inscripciones de Bretaña. Cf. 3,8. Es la actual Canosa, en Apulia, cf. Vero, 6,7.

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regresó a R o m a y se enteró de que V ero se había hecho a la m ar. E ste, ciertam ente, después de que llegó a Siria, vivió en tregado a una vid a licenciosa en las ciudades de A n tio q u ía y D afn e y se ejercitó en las luchas de gladiadores y en cacerías, siendo en­ tonces cuando recib ió el títu lo de im p e ra to r35, aun­ que hacía· la guerra con lo s p arto s p o r m edio de sus legad os, m ientras que M arco se entregaba sin descanso a las actividades que exigía el gobierno y so ­ p ortab a con pacien cia, y casi con gu sto y hasta de­ seán dolo, la vid a p lacen tera de su herm ano. E n fin, fue M arco quien, d esd e su residen cia en R om a, p la­ neó y ejecutó to d o lo necesario p ara la continua­ ción de la guerra. 9 E stacio P risco acabó con éxito la guerra en A r­ m enia d espués de tom ar A rtax ata y se p ro p u so para los d os em peradores el título de A rm én icos. M a r­ co rechazó dicho título inicialm ente p o r m odestia, p ero d espués lo aceptó. A l acabar la guerra con los p arto s, los d o s recibieron el título de Párticos. M ar­ co tam bién rehusó este ofrecim iento aunque p o ste ­ riorm ente aceptó el título. P o r o tra parte, reh usó tam bién el título de P adre de la p atria que le h a­ bían ofrecido en ausen cia de su herm ano, h asta que éste volvio a R o m a. E n el tran scurso de esta guerra acom pañ ó h asta la ciudad de B rin d isi a C ívica 36, tío paterno de V ero, y a su hija a la que, a p u n to y a ae contraer m atrim on io, había con fiad o a su her- ' m ana d espués de haberla entregado una riquísim a dote. L a envió a V ero y se volvió inm ediatam ente a R om a, req uerid o p o r lo s rum ores de quienes ase­ guraban que M arco quería reivin dicar p ara sí la glo­ ria de haber acab ad o la gu erra y que p o r ello m ar-

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35 «Emperador», «caudillo», título que solían recibir los generales después de una victoria y que suponía la concesión del triunfo. 3 M. Ceyonio Cívica Bárbaro, cónsul en el año 157, un hermano de L. Elio César.

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chaba a Siria. A continuación escribió una carta a 6 los procón su les p ara que nadie saliera a recibir su hija 37 durante su viaje. M ientras tanto, p ro teg ió las causas destinadas a 7 defender la libertad de tal m o d o que fue el prim ero que ordenó a to d o s lo s ciu d ad an o s registrar ante los p refectos del tesoro de Saturn o 38 el nacim iento de sus hijos e im p on erlos el n o m b re en el p lazo de treinta días d espués de su nacim iento. Im p u so en 8 las distintas p rovin cias el u so de archivos p úblicos ante los cuales se d ebía seguir el m ism o p roced i­ m iento para el registro de los nacim ientos que se se­ guía en R om a, con el fin de que cualquier ciuda­ dano pudiera sacar de ellos las p ru eb as testim onia­ les, si p o r casualidad entablaba en su p rovincia un p ro ce so respecto a su con d ición de hom bre libre. 9 A p o y ó tod o s lo s térm inos de esta ley sob re la rei­ vindicación de la con d ición de h om bre libre y dic­ tam inó otras leyes sob re los b an qu eros y sob re las su bastas p úblicas. 10 D esign ó al senado com o ju ez p ara m uchas inves­ tigaciones y , m u y en especial, p ara aquéllas que eran de su ju risd ición . O rd en ó tam bién que las in­ vestigaciones sob re la condición de los fallecidos se realizaran en el p lazo de cinco d ías. N in g ú n em pe- 2 rad o r m o stró m ay o r resp eto q u e él hacia el sena­ do. Sin em bargo, p ara conferir aún m ás honor a esta asam blea, delegó la resolu ció n de determ ina­ d os p roblem as a m uchas p erso n as de ran go pretoriano y con sular que en esos m om en tos no eran m agistrado s, con el fin de que se aum entara m ás su p restigio con el ejercicio de la jurisprudencia. Eli- 3 gió com o senadores a m u ch o s de sus am igos oto r­ gándoles el ran go de ediles o p retores. A m uchos 4 37 Lucila, cf. 7,7; Vero, 7,7. 38 El templo de Saturno contenía el tesoro público (aerarium). E n él se guardaba el producto de las rentas anuales, las cuentaspúblicas, los decretos del senado y los estandartes de las legiones.

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senadores que eran p o b res p ero h on estos les con ­ cedió la dignidad de trib u n os o de ediles. Y no eli- 5 gió a nadie para el orden senatorial sin conocerlo bien. C o n los sen adores tuvo tam bién la delicadeza 6 de estudiar en secreto los casos en que había que decidir sob re la pena capital de alguno de ellos y de hacer pública la decisión só lo d espués de h ab er­ la estudiado adecuadam ente, y no perm itió que los caballeros rom an o s intervinieran en estos p rocesos. 7 Por otra parte, siempre que le fue posible, asistió a las sesiones del sen ado si se encon traba en R om a, aun­ que no hubiera ninguna p ro p o sició n que som eter a con su lta; ahora bien, cuan d o quería hacer alguna p rop u esta, la presen tab a personalm ente aunque tu­ viera que venir desd e C am p an ia. A dem ás, frecuen- 8 tem ente perm aneció en los com icios 39 in cluso h as­ ta bien entrada la noche y nunca se retiró de la C u ­ ria 40, antes de que el cón su l hubiera dicho: « N o os 9 detenem os m ás tiem po, sen ad o res». D esig n ó al se­ nado com o ju ez de las apelaciones hechas p o r el cónsul. M o stró una especial atención en la adm inistra- 10 ción de la justicia. A ñ ad ió los días «ju d iciario s» al calendario, fijan d o así en d oscien tos treinta los días del año d estin ad os al estu d io de causas y discu sión de litigios. Fue el p rim ero que in stituyó el cargo de 11

39 Con el término de comicios (comitia) se designan las diferentes asambleas del pueblo que, junto con las magistraturas y el senado cons­ tituían los tres órganos de gobierno del Estado Romano. En ellas te­ nían lugar los grandes debates políticos. De los votos que se sacaban en ellas dependía el nombramiento de los magistrados y ostentaban atri­ buciones judiciarias importantes; pero durante el imperio su papel legistativo y electoral es puramente formal, careciendo ya de competen­ cia judiciaria. La Curia en su origen era una sala común o plaza donde los ciu­ dadanos romanos se reunían para intercambiar problemas. Luego se aplicó esta palabra al edificio donde se reunía el senado. H ubo varias: la Hostilia, la Iulia, la Pompeia. Donde habitualmente se reunía el se­ nado era en la primera.

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p re to r tutelar 41, p ara que en adelante se tratara con m ás celo el p ro b lem a de los tu to res, ya que hasta entonces éstos eran d esign ad o s p o r los cónsules. E n 12 cam bio, estableció que to d as las person as adultas pu dieran aceptar ad m in istrad ores sin tener que ex­ pon er las causas de su decisión, m ientras que hasta entonces el n o m bram ien to de aq u éllos se había rea­ lizad o só lo en caso de in continencia o de locura, si­ guiendo las cláusulas de la ley P letoria 42. 11 Se p reo cu p ó tam bién de io s gasto s p úblicos y acabó con las calum nias de los cu ad ru p latores, m ar­ cando con un a n o ta infam ante a los falsos acu sad o­ res. D esp reció las delaciones que enriquecían al fis- 2 co. E n co n tró p rud en tes m edid as p ara la distribu­ ción de los alim entos p ú b lico s. P o r decisión del se­ nado concedió p ro cu rad o res a m uchas ciudades, para am pliar aún m ás los cargos senatoriales. E n 3 tiem po de h am bre d istrib u y ó trigo entre lo s ciuda­ danos de Italia, sacán do lo de los graneros de R om a y veló p o rq u e el ap rovision am ien to de gran o fuera com pleto. M o d eró con to d o tipo de m edidas los 4 com bates de gladiadores. M o d eró tam bién los d o ­ nativos que se hacían a lo s actores ordenando que éstos recibieran só lo cinco piezas de oro y que nin­ gún p ro m o to r de espectáculos sob rep asara los diez áureos. V igiló cuid ad osam en te las travesías de 5 R o m a y de los cam inos. A d o p tó con rigurosidad las m edidas precisas p ara el aprovisionam iento de trigo.

41 Este oficio fue instituido después de la muerte de Vero en el año 169. El primero que ostentó el cargo fue Arrio Antonino, según consta en una inscripción, cf. C. I. L. V, 1874 = Dessau 1118. 42 Los manuscritos dan letoria P y lectoría Σ. Acepto Plaetoria, con­ jetura propuesta por Jordan, aceptada por Magie. La ley Plaetoria de circumscriptione adolescentium de 186 a. de C. amparaba a los púberes menores de veinticinco años, castigando a aquéllos que, abusando de su inexperiencia, les indujeran a realizar negocios jurídicos perjudiciales. Existe una laguna en el texto.

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Se p reo cu p ó de los jueces que había n o m brado 6 para Italia, siguien d o el ejem plo de A d r ia n o 43, quien había en cargado ejercer la justicia a p erson as que osten taban el ran go consular. V eló con discre- 7 ción p o r las provincias de H isp an ia que estaban ex­ h austas p o r las levas de co lo n o s itálico s . . . 43 hl$ con ­ traviniendo las d isp o sicio n es de A d rian o y T rajan o . 8 P rom ulgó tam bién leyes sob re los im p u estos de la vigésim a parte de las herencias, s ó b r e la s tutelas de los libertos, sob re las p ro p ied ad es que las m adres recibían p o r herencia así com o sob re las herencias de lo s hijos a la p arte que le corresp on día a su m a­ dre, y para que lo s sen adores que n o fueran de Ita­ lia p oseyeran en la p en ín su la la cuarta parte de sus bienes. D io adem ás a los co m isarios encargados de 9 los d istritos y de las calles p o d er p ara castigar a quienes habían exigid o a alguien im p uestos que ex­ cedieran lo establecido o p ara entregarlos al prefec­ to de la C iu d ad , a fin de que fuera él quien los cas­ tigara. C o n to d o , se dedicó a re sta u rarla antigua ju- 10 risprudencia m ás que a establecer o tra nueva. M an ­ tuvo a su lad o p refecto s, a cuya autoridad y expe­ riencia siem pre se atuvo p ara la p ro m u lgació n de le­ yes. P ero se sirvió sob re to d o de E scévola, hom bre m u y experim entado en la jurisprudencia. 12 T u v o con el p u eb lo un com portam ien to sim ilar al que se m u estra en un E sta d o libre. A ctu ó con 2 gran m od eración en to d o , in tentan do apartar a los hom bres del m al, in iciarlos en el bien, rem unerar­ los con riqu ezas y p erd o n arlo s indulgentem ente, e h izo de los m alo s buen os y de los buenos buenísim os, y sobrellevó tam bién pacientem ente las iro ­ nías de algun os in dividu o s. E n efecto, en una oca- 3 sión en que acon sejaba a un tal V etrasino, que a pe-

43 Çfr. Adriano, 22,13 ; Antonino, 2,11. 43i“ Existe una laguna en el texto. Adopto la lectura de Bal: T ra< iani H a d ria > nique (cf. Adriano, 12,4).

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sar de su m ala reputación le p ed ía un cargo, para que se defendiera de la op in io n que el p u eblo tenía de él y aquél le con testó d icien do que veía entre el rango de pretores a m u ch o s de lo s que habían lu ­ chado con él en el circo, aguan tó pacientem ente la respuesta. Y , p ara no castigar a cualquiera a la li- 4 gera, en lugar de ordenar que p id iera el cese de su cargo a un p reto r que había ejercido m al algunas de sus funciones, con fió la adm inistración de la ju s­ ticia a un colega su yo. N u n c a favoreció al fisco con 5 su ju icio en lo s p ro c eso s p o r lucro. Realm ente, aun- 6 que era firm e, se m ostrab a tam bién razonable. D esp u és de que su herm ano vo lv ió victorioso de 7 Siria, se decretó p ara am bos el título de Padre de la patria, p u esto que M arco durante la ausencia de V ero se había co m p o rtad o con extraordinaria con­ sideración con todas las p erso n as, fueran senadores o particulares. Se les ofreció a am bos la corona cí- 8 vica 44, adem ás de o tro s h o n o res; L u cio p id ió que M arco obtuviera el triu n fo con él y que, adem ás, sus h ijos 45 recibieran el n om bre de C ésares. Pero 9 M arco fue tan m o d esto que, aunqu e había desfila­ do triunfalm ente con L u c io , solam ente después de la m uerte de éste se d ejó llam ar G erm án ico, título que había con segu ido p ara sí en esta guerra que no había com partid o con otro. A h o ra bien, en la p ro- 10 cesión triunfal llevaron co n sigo a los hijos de M ar­ co de am bos sex os, in clu so a las m uchachas aún vír­ genes. A sistieron tam bién a los ju egos decretados 11 para honrar el triunfo vistien do la indum entaria

44 Era la corona que se le ofrecía a un soldado romano como premio por haber salvado la vida de un conciudadano y haber dado muerte al enemigo. Al principio la confería el ciudadano salvado, luego el empe­ rador. 45 Marco Aurelio Cóm odo y M. Anio Vero. La ceremonia se realizó el 12 de octubre del año 166, cf. Cómodo, 1,10; 11,13.

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triunfal 46. E ntre otras m anifestaciones de su pie- 12 d ad, hay que reseñar tam bién este acto de p ru d en ­ cia: ord en ó que se colocaran colchonetas d ebajo del lu gar d on d e actuaban u n o s fu n ám b u los, p u es algu­ nos m uchachos se habían caíd o de la cuerda. E sta es la razón p o r la que tod av ía actualm ente se c o lo ­ ca d ebajo una red. M ientras se luch aba con tra los p arto s, su rgió la 13 guerra m arcom ánica, que se había su sp en d id o d u ­ rante m ucho tiem p o p o r la h abilidad de los que p ar­ ticipaban en ella, p ara p o d e rla activar de nuevo una vez que h ubiera acab ad o y a la de O riente. T a m ­ bién, tras hacer ciertas alusiones al p u eblo sob re esta guerra en un os m om en tos en que cundía el ham bre, p resentó una m o ció n en el senado a la vuelta de su herm ano, que había estad o ausente cin­ co años, asegurando que eran necesarios lo s dos em peradores p ara d irigir la guerra con tra G erm a­ nia. 13 F u e tan grande el terror que suscitó la guerra contra lo s m arco m an o s, que A n ton in o m an dó lla­ m ar sacerdotes de to d as las p artes, p racticó ritos ex­ tran jeros y p u rificó R o m a con to d o tipo de sacri­ ficio s; y , h abiendo retrasad o p o r estas circunstan- 2 cias su salid a p ara em pren der la guerra, celebró tam bién durante siete días un «lectistern io» 47 si­ guiendo el rito rom an o . Sin em bargo, surgió una 3

46 Una toga pintada (picta) y una túnica bordada (palmata), un cetro con la imagen de un águila, una guirnalda de hojas de laurel y una co­ rona de oro. 47 Un lectisternium, banquete de gran suntuosidad ofrecido a los dio­ ses, tras sacar las imágenes de sus nichos, eran colocadas sobre lechos delante de una mesa provista de los más delicados platos que prepara­ ban los Epulones, sacerdotes que presidían los festines de los sacrifi­ cios. La forma más solemne de los lectisternios deriva de Grecia, aun­ que los latinos también tomaron modelos de Etruria. L. Q. Stella, La civiltá Micenica nei documenti contemporanei, 1965, p. 237. C. Pascal (De lectisterniis apud Romanos, «Riv. di Filol». 22, 1894, pp. 272-279) los relaciona con ritos iranios y griegos.

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epidem ia tan grande q ue los cadáveres se tran spor­ taron en d istin tos vehículos y carruajes. L o s A nto- 4 ninos p ro m u lg aro n entonces leyes severísim as resecto a la in hum ación y a las sepulturas, pues p roibieron que nadie las con struy era a su gusto, re ­ glam entación que se ob serv a tod avía hoy. Por cier- 5 to, dicha epidem ia acab ó con m u ch o s m iles de p er­ son as, m uchas de ellas de entre lo s prim eros ciuda­ d anos, y M arco A n ton in o d isp u so que se erigieran estatuas en h on or de los m ás prestigioso s. Y fue 6 tanta su bo n dad que ord en ó sep ultar los cadáveres de los m ás p o b res, in clu so a costas del fisco, y p er­ d on ó , d espués de h ab er con fesado su im postura cuando le llevaron a su presencia, a un im postor que, buscan d o el m om en to o p o rtu n o para saquear la ciudad acom p añ ad o de o tro s cóm plices, arénga­ la b a a la plebe desde un a higuera salvaje en el C am ­ p o de M arte, aseguran d o en su d iscurso que iba a caer fuego del cielo y que sobrevendría el fin del m u n do si se caía del árb ol y se convertía en cigüe­ ña, dán d ose la circunstancia, en efecto, de que se cayó del árb ol en el m om en to señalado y que al caerse dejó escapar una p alo m a que tenía en el plie­ gue de la toga. 14 L o s dos em peradores, ataviados con el manto de generales 48, se p u siero n en m arch a para atacar a los v id u a le s y a lo s m arcom an os que prom ovían todo tipo de tum ultos y a o tro s p u eb lo s que habían hui­ do p resio n ad os p o r los bárbaro s m ás alejados y que estaban d isp u esto s a la guerra, sin o se les recibía en nuestras provincias. L a expedición alcanzó gran 2 éxito p uesto que llegaron hasta A quileya. En efec­ to, la m ayor parte de los reyes se retiraron con sus pu eblos y dieron m uerte a los autores de la sedi-

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48 Es decir, paludati, vestidos con el paludamentum, manto militar que los generales y oficiales superiores llevaban por encima de su ar­ madura. Era más amplio que el sayo (sagum), de un tejido más fino y de más ricos coloridos, blanco, escarlata o de púrpura.

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ción. L o s cu ad os, sin em bargo, tras la p érdida de 3 su rey, afirm aban que n o aceptarían al candidato p ro p u esto p ara sustituirle h asta que n uestros em ­ p erad ores no hubieran d ad o su asentim iento. N o 4 obstante, L u ció m archó a regañadientes, dad o que la m ay o r parte de estos p u eb lo s habían enviado m en sajeros a los legad os de lo s em peradores para p edir p erd ón p o r la sublevación. M ás aún, p en sab a 5 que era preciso volver, p u esto que había m uerto el prefecto del P reto rio , F u rio V ictorio, y una parte del ejército había p erecid o. M arco, p o r el con tra­ rio, p en sab a que había que atacarlos p o r con sid e­ rar que los b árb aro s fingían la huida y otras arti­ m añas que pudieran hacer crear que estaban al m ar­ gen de la guerra, p ara que n o cayera sob re ellos aquél ejército tan bien eq u ip ad o. Finalm ente, des- 6 p u és de haber p asad o los A lp es, avanzaron aún m ás y tom aron tod as las m edid as necesarias para la de­ fensa de Italia y del Ilírico. Sin em bargo, cediendo 7 a las presiones de L u c io , ord en ó que éste regresara a R om a, d espués de h ab er enviado una carta al se­ nado. Y , a los d o s días de haberse p u esto en cam i- 8 no, L u cio pereció de un ataque de apoplejía, cuan­ d o viajaba sen tado con su herm ano en un carruaje. 15 M arco A n ton in o tenía la costu m bre de leer, de escuchar in form es y de sellar docum en tos durante los ju eg o s del circo. P o r ello, según dicen, fue fre­ cuentem ente zah erid o p o r chanzas p op u lares. L o s 2 libertos G ém in o y A gaclito 49, go zaro n de gran in­ fluencia bajo el gobiern o de M arco y de V ero. M arco fue de un a b o n d ad tal que ocultó y excu- 3 só los v icios de V ero a p esar de que le causaban p r o ­ fu ndo m alestar, le o to rg ó el título de «d ivin o» d es­ pués de su m uerte, le h on ró con m uchísim os sacri­ ficios, y ayudó y p ro m o c io n ó a sus tías y a sus h er­ m anas decretando p ara ellas distintos h on ores y

49 Cf. Vero, 9,3.

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asignaciones, y h on ró su m em oria m ultiplicando las cerem onia religiosas. L e dedicó un flam en y cofra- 4 des A n to n in ia n o s50, y le rindió to d o s los honores que se tributan a los em perado res divinizados. N o 5 h ay ningún príncipe que no se vea salpicad o p o r la m ala fam a, de m anera que tam bién sob re él se di­ fu n d ió el ru m o r de q u e había d ad o m uerte a Y ero, bien m ediante la aplicación de un veneno cortando una tetina de cerdo con un cuchillo p o r el lado que previam ente había sid o envenenado y dándole a c o ­ m er la parte envenenada m ientras que se reservaba p ara sí la parte in ofensiva, bien m ediante la utiliza- 6 ción de los servicios del m édico P o sid ip o que, se­ gún cuentan, le h izo una san gría antes de tiem po. D esp u és de la m uerte de V ero, C a sio se reveló con ­ tra M arco 51. L u e g o éste fue tan b o n d a d o so con los su yos que ofreció a to d o s sus parientes to d o tipo de distin­ ciones y cargos y con firió enseguida el nom bre de C é sar a su hijo C ó m o d o — h om bre crim inal y de­ p ravado— , a con tin uación el sacerd ocio, e inm e­ diatam ente d espués el título de em perador, la p ar­ ticipación en su triunfo y el con su lad o. Precisam en- 2 te entonces s i n ...51 hls el em perad o r corrió a pie en el circo junto al carro triunfal de su hijo. D e sp u és de la m uerte de V ero, M arco A nton ino 3 gobern ó sólo la nación m ucho m ejo r que lo había hecho antes y m o strán d o se m ás virtu oso , puesto 4 que y a n o se veía em barazad o p o r ninguno de los extravíos que V ero so lía d isim u lar y que se debían a su fingida gravedad, p o r la q ue sufría com o p or un vicio congénito, ni p o r aq uellos otros vicios que disgu staban de un m o d o especial a M arco A ntoni-

50 Cf. Adriano, 27,3 y Antonino, 13,4. 51 En el año 175, cf. 25,6; Avidio Casio, 7 ss. 51i,! Existe una laguna con el texto. Helm lee sine vel sine «sin las insignias» o «sin el manto depúrpura».

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no y que p o seía y a desde sus p rim eros años, ni p o r los prin cipios que regían su m ente depravada, ni p o r su m o d o de vivir. E n efecto, p o seía una calm a tan grande que nunca cam bió su ro stro ni p o r la tristeza ni p o r la alegría, y a que seguía los prin ci­ p io s de la filo so fía estoica que había aprendido de los m ejores m aestros y q ue él había espigad o p o r su cuenta en to d as las fuentes p osib les. P o r otra parte, tam bién A d rian o le hubiera n o m brado su su ­ cesor, si no lo hubiera im p ed id o su juventud, lo que se p ru eb a p o r el hecho de que le escogió com o yerno de P ío, p ara que o cu p ara algún día el im p e­ rio rom an o, y a que era p erso n a que m erecía tal car­ go. ^ 17 Asíypues, desde entonces gobern ó las provincias con gran m od eració n y b o n dad . L lev ó a cabo con éxito la guerra con tra los germ anos. P u so fin personalm ente, gracias a su v alo r y a la fortun a, a la guerra m arcom án ica q ue revistió caracteres especia­ les y que fue de tal m agn itud com o no se record a­ ba otra igual, adem ás de q u e coincidió con el m o ­ m ento en que u n a terrible peste estaba acabando con m uch os m illares de ciu d ad an o s y de so ld a ­ d os 52. L ib e ró de la esclavitud a las provincias de Panonia, desp ués de h ab er d estru id o a los m arcom anos, sárm atas, ván d alo s y cuad os y celebró en R o m a el triunfo 53 con su h ijo C ó m o d o al que ya había n o m b rad o C ésar, com o y a dijim os. M as, com o había ago tad o to d o el tesoro p ara llevar a cabo esta guerra y no tenía la intención de ordenar a las provincias que ap ortaran ningún im puesto ex-

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52 Cf. 13,3. 53 El triunfo era una gran procesión (pompa) triunfal militar con la cual un general victorioso y sus tropas entraban en la Ciudad después de haber acabado una guerra importante. El cortejo entraba por la puer­ ta triunfal y atravesaba los lugares más céntricos de la Ciudad hasta lle­ gar al templo de Júpiter Capitolino.

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traordinario, h izo una su b asta p ú b lica de los orn a­ m entos im periales en el fo ro del divino T rajan o y en ella vendió cop as de o ro , de cristal y de m urra, vasos reales, vestid os de sed a y o ro de su esposa, y aún m ás, n um erosas p ied ras preciosas que había en­ con trad o en el tesoro p riv ad o d e A d rian o . E sta ven- 5 ta se p ro lo n g ó durante d o s m eses y reunió tal can­ tidad de dinero que, desp ués de haber conseguido finalizar la guerra m arcom ánica, com o había resuel­ to, facultó a los com prado res p ara que pudieran d e­ volver lo com p rad o y recup erar el oro si así lo que­ ría. Y no se en o jó con ninguno de aquéllos que no devolvieron lo co m p rad o ni con lo s que lo devol­ vieron. E n ton ces p erm itió a los ciud ad an os m ás 6 d istin guid os exhibir en su s festines el m ism o lujo que exhibía él en los su y o s y u tilizar una servidum ­ bre p arecida a la que él u tilizab a. Se m o stró tan 7 m agnánim o en los esp ectáculos p ú b lico s que pre­ sentó en una so la cacería sim ultáneam ente un cen­ tenar de leones que fu eron ab atid os a saetazos. 18 M u rió a los sesenta y u n añ o s, d espués de un rei­ n ad o de dieciocho años, durante lo s que gobernó siendo am ado p o r to d o s los ciud ad an os que le es­ tim aban y le llam aban herm ano, p ad re o h ijo, se­ gún la edad de cada uno. Y en el día de su funeral 2 se h izo tan evidente el gran dísim o am or que se le p ro fesab a, que nadie con sid eró q u e había que llo­ rarle, pues to d o s tenían la certeza de que había sido u n regalo de lo s d ioses y que p o r ello había, vuelto ju n to a ellos. Finalm ente, antes de sepu ltar su ca- 3 dáver, com o dicen m u ch o s escritores, ocu rrió algo que no había o cu rrid o antes, ni ocu rriría p o sterio r­ m ente, que el p u eb lo y el senado le n o m braron dios p ro p icio tras haberse reu n ido, n o p o r separado, sino en un único lugar. E ste h om bre tan grande, tan b u en o y que estuvo 4 tan unido a la divinidad durante su vida y cuando m u rió, dejó un hijo llam ad o C ó m o d o : si hubiera sid o realm ente feliz, no hubiera d ejad o descenden-

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cia. N o fue suficiente que to d o el m un do, sin distinción de edad, de sexo, de condición y de rango social le tributara h on ores divinos, p orq u e llegó a considerarse sacrilego a to d o aquél que no tenía en su casa una estatua su y a si, p o r su fortuna, p o d ía o debía haberla ad q u irid o . E n fin, h o y en día se encuentran en m uchas casas estatuas de M arco A n to ­ nino entre los d io ses P e n a te s54. Y hubo tam bién quienes adivinaron acon tecim ientos fu tu ro s y que ocurrieron realm ente, aseguran d o que él había predicho m uchos de ellos entre sueños. P or ello, tam bién se le co n struy ó un tem plo, se le asignaron sa­ cerdotes A n ton in ian os, sod ales, flám enes y to d o lo que la antigüedad decretó p ara las p erson as sag ra­ das 55. 19 A lgu n o s dicen, y ello parece verosím il, que C ó ­ m o d o A n ton in o , su hijo y su cesor, no fue engen­ drado p o r él, sin o que nació a causa de un adulte­ rio, y urden la siguiente historieta, basán d ose en los rum ores del v u lgo : que Fau stin a, la hija de P ío y esp osa de M arco, h abiendo visto en cierta ocasión pasar a unos glad iad ores, se enam oró ardientem en­ te de uno de ellos y lu ego reveló a su m arido este am or cuando se h allaba p o stra d a p o r una larga en­ ferm edad; que lo s c a ld e o s 56, al relatarles M arco el caso opinaron que, tras hacer m orir al gladiador, F au stin a debía bañarse en su sangre y acostarse se­ guidam ente con su e sp o so ; y que, después de haber ejecutado su con sejo , la reina se vio libre, en efecto, de dicha pasión , si bien dio a luz a C ó m o ­ do, que fue un glad iad or, n o un príncipe, p u esto que, cuando fue em perador, luchó públicam ente

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34 Divinidades del fuego, a las que se ofrecía una parte de los ali­ mentos durante la comida, cf. Antonino, 3,5, η. 12. ^ Cf. Adriano, 27,3. 56 Pueblo de raza semita perito en la astrologia. Los judíos dieron este nombre también a los astrólogos y los romanos llamaban así a as­ trólogos y adivinos.

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ante la espectación de las m asas en casi un m illar de com bates glad iato rio s, com o se m ostrará en su vida. E sta h istoria se con sid era m ás verídica, sin 6 duda, p o rq u e el hijo de un p rín cip e tan virtuoso o b ­ servó una conducta com o no la había observado nin­ gún m aestro de esgrim a, ningún histrión, ningún esclavo del circo, o ningún in dividuo engendrado de la escoria del deshonor y del crimen. Por otra par- 7 te, m uchos escritores aseguran q u e C ó m o d o nació realm ente de un adu lterio p o rq u e está suficiente­ m ente co m p ro b ad o que F au stin a, cuando estuvo en G aeta, escogió com o am antes a m arineros y gladia­ dores. C u an d o a M arco A n ton in o le hacían co- 8 m entarlos sob re ella con el fin de que la repudiara, si no la condenaba a m uerte, dicen que contestó: «Si repudio a m i e sp o sa, tendré que devolver tam ­ bién la d o te». Pero ¿q u é otra co sa se consideraba 9 com o dote, sin o el im p erio que él había recibido al ser ad op tad o p o r su su egro y p o r la voluntad de A d rian o ? E n verdad, la vida de un príncipe irre- 10 proch able, su san tidad, su serenidad de alm a y su p ied ad tienen tanto v alo r que el od io suscitado p o r un pariente su y o no es cap az de desh on rar su fam a. 11 E n fin, ni un h ijo glad iad or, ni una esp o sa infam e d añaron a A n ton in o, p u esto que conservó siem pre sus costum bres y no se in m utó ante las m urm u ra­ ciones de nadie: hasta en n uestro tiem po se le con- 12 sidera un d io s, trato que vos m ism o, sacratísim o em perador D io clecian o , habéis aceptado siem pre y aceptáis aún, y a que lo veneráis entre vuestras d i­ vinidades, n o com o al resto de lo s d ioses sino de un m o d o especial, y soléis repetir que deseáis igua­ laros en la con d u cta y en la clem encia a M arco, au n q u e en con o cim ien to s filo só fico s ni Platón m ism o p o d ría igualarse, si volviera a la vida. E sto s son realm ente sus d ato s biográficos, resum idos brevem ente. 20

Pero éstos so n los actos que realizó M arco A n-

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tonino d esp ués de la m uerte de su herm ano 57 : p ri­ m ero trasladó su cuerpo a R o m a y le enterró en el sepulcro de su s an tep asad os 5S. Se le decretaron hoñores divinos. D e sp u é s, tras agradecer al senado el decreto de la ap o teo sis de su herm ano, m ostró, aunque de una m anera velada, que habían sid o su­ y o s to d o s los p ro y e c to s bélicos con que habían vencido a los p arto s. A ñ ad ió adem ás otros detalles con los que m anifestó que desd e entonces, p or fin, iba a gobern ar el E sta d o com o si partiera de cero, al haber sido ap artad o aquél que parecía el m ás in­ dolente. E l senado in terpretó las p alabras de M arco en el m ism o sentido que éste las había p ro n u n ­ ciado, pues parecía que d aba gracias p o rq u e V ero h abía ab an d on ado esta vida. D esp u és, llenó de p o der, de consideración y de riqu eza a tod as las her­ m anas y a los parientes y libertos de V ero. V elaba, en efecto, de una m anera especial p o r su p ro p ia re­ putación, pues p regu n tab a qué era lo que decían unos y o tro s de él hasta que d aba con la verdad, tra­ tando de corregirse en aq u ello que le parecía que le habían rep ren d id o con razón. C u an d o iba a p artir a la guerra contra los germ anos, y antes de que h ubiera tran scurrido el tiem ­ p o destin ado al luto, casó a su hija con C lau d io P o m p eyan o , hijo de un caballero rom ano, hom bre ya m u y anciano y origin ario de A n tio qu ía, p ero no lo bastante noble (al cual d esp ués o to rg ó d o s veces el con sulad o), aunque su hija tenía el título de A u ­ gusta y era hija de una A u gu sta. Pero tanto F au stina com o la que se iba a d esp o sar aceptaron estas nupcias con contrariedad. 21 C u an d o los m auritan os estuvieron a punto de de­ vastar tod o el territorio de las provincias hispanas, sus legados culm in aron con éxito la guerra. Y ,

’ 7 Cf. 15,8. 38 En la tumba de Adriano, cf. Vero, 11,1.

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cuando los so ld ad o s «B u c ó lic o s» 59 causaron m ú l­ tiples daños en E g ip to , fu eron hum illados p o r A v i­ dio C asio , que desp ués in tentó apoderarse del tro ­ no. P o r lo s m ism os días de su m archa, cuando des- 3 cansaba en su retiro de Preneste, p erd ió a un hijo de siete años llam ad o V ero C ésar, al sajarle u n tu ­ m or debajo de la oreja. G u a rd ó luto solam ente du- 4 rante cinco días p o r él, y , con so lan d o a los m éd i­ cos que les habían aten did o, se entregó de nuevo a la adm insitración de lo s asu n tos p ú b licos. Y, c o m o 5 se estaban celebrando los ju eg o s de Jú p iter O p ti­ m o M áxim o 60, no consintió que se interrum pieran con luto p ú b lico y ord en ó que se lim itaran a d e­ cretar la erección de estatuas en h on or de su h ijo m uerto, que una im agen su y a de oro fuera pasead a en la p rocesió n de los ju ego s circenses y que su nom bre fu era in scrito en los him nos de los Salios. 6 D ad o que entonces arreciaba aún la epidem ia, re s­ tableció con gran escru p o lo sid ad el culto a los d io ­ ses y, com o se había hecho durante la guerra p ú n i­ ca, ordenó p rep arar p a ra la m ilicia a esclavos a los que com o a los «v o lo n es» 61 dio el nom bre de « v o ­ lu n tarios». E q u ip ó con arm as tam bién a los gladia- 7 dores a los que llam ó «com p lacien tes». E n ro ló com o so ld ad o s tam bién a lad ron es de la D alm acia y de la D ardan ia. A rm ó tam bién a los «d io g m i­ tas» 62. C o m p ró tro pas auxiliares a los germ anos

59 Recibirían este nombre, según algunos, los soldados procedentes de una tribu de pastores y bandoleros del Noroeste del Delta del Nilo, cerca de Alejandría, cf. Adriano, 6,7. 60 Probablemente los ludi Capitolini, el 15 de octubre. 61 Recibieron este nombre los esclavos que se ofrecieron como vo­ luntarios para luchar en la segunda guerra púnica tras el desastre de Ca­ nas, cf. Livio, XX,57,11. 62 Los diogmitae eran unos cuerpos de tropas armados a la ligera que ejercían la policía militar en las ciudades griegas y que fueron utiliza­ dos a veces durante el imperio como tropas regulares emplazadas en las fronteras para impedir las incursiones enemigas, perseguir a los la­ drones, etc., cf. Amiano Marcelino, X X V II,9,6.

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p ara luchar con tra ellos m ism o s.Q A ^ árte de estas m edidas, p rep aró su s legion es c o m ô d a la diligen­ cia p osib le para la guerra co n tra los germ anos y los m arcom anos. Y , p ara n o causar p erju icio s a lo s hahitantes de las p rovin cias, h izo en el fo ro de T ra ­ jano, com o y a d ijim os 63, un a su basta de los o b je ­ to s de palacio en la que ven d ió, adem ás de v esti­ d os, cop as y vaso s de o ro , esculturas y pinturas de artistas m uy fam o so s. A n iq u iló a los m arcom an os en el m ism o p aso del D an u b io y devolvió a los h a­ bitantes de las p rovin cias el b o tín que aquéllos les habían arrebatado. 22 Se habían sublevado to d o s los p u eb lo s que h ab i­ tan desde la fron tera ilírica h asta la G alia: los m ar­ com an os, los varistas, los h erm u n d u ros y cuad os, los suevos, los sárm atas, lo s lacringes y los bu reo s; éstos y o tros m ás que se jun taro n con los victuales, com o los so sib es, los sico b o tes, los roxo lan os, los basternas, los alanos, los p eu cin os y los co sto b o cos. E ra inm inente tam bién la guerra contra los p a r­ tos y los bretones. ^ ístp u e s, venció a p u eb los m uy belicosos con gran esfu erzo, in cluso con el suyo personal, m erced a la colabo ració n de los so ld ad o s que im itaban su ejem plo y de los legados y p refec­ tos del Pretorio que m andaban tam bién el ejército, y aceptó la rendición de los m arcom an os, m uchos de los cuales fu eron d ep o rtad o s a Italia. R ealm ente, antes de hacer algo, con su ltab a siem pre con los optim ates 64, tanto sob re p rob lem as bélicos com o sob re problem as civiles. Finalm ente, su frase preferida fue siem pre la siguiente: «E s m ás ju sto que y o siga el con sejo de tantos y tan exim ios am igos que tantos y tan exim ios am igos sigan m is deseos,

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63 Cf. 17,4-5.

64 Se llamaba así a aquéllos que apoyaban al partido senatorial o aris­ tocrático, en oposición a los populares que favorecían a los partidarios de la plebe.

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p u es so y uno só lo ». P o r cierto, era criticado con rigor p orq u e, de acuerdo con los principios de su doctrina filo só fica, se m o strab a im perturbable ante las fatigas de la m ilicia y en su conducta general, pero él rep licaba in clu so p o r escrito a los dichos de aquéllos que hablaban m al de él. E n la guerra germ ánica, en la m arcom án ica y , m ás aún, en las p r o ­ m ovidas p o r o tro s m u ch o s p u eb lo s perecieron tam ­ bién m uch os nobles (y p ara hon rarlos a todos ellos les erigió estatutas en el fo ro U lp io ); p o r ello sus am igos le acon sejaron frecuentem ente que ab an d o­ nara las expediciones bélicas y que se volviera a R o m a ; p ero él d esp reció estos con sejo s, continuó en cam paña y no se retiró h asta que finalizó to d as las guerras. C am b ió provin cias proconsulares en consulares y p rovin cias consulares en p ro co n su la­ res o p retorian as 65 según las necesidades de la guerra. R ep rim ió tam bién con rigo r y autoridad las agitaciones que se habían origin ad o entre los secuanos. A p acigu ó igualm ente la situación en H isp an ia, soliviantada p o r la intervención de L usitania. O rdenó a su h ijo C ó m o d o que viniera a la frontera y le confirió la toga viril, aprovechando la ocasión p ara d istribu ir un con giario al p u eblo, y le designó cón su l antes de la edad legal. 23 Si alguna vez fue p ro sc rita alguna person a p o r el prefecto de la C iu d ad , no acep tó con gusto sem e­ jante decisión. Personalm en te se m o stró m uy p arco en la d istribu ció n de dinero del tesoro p ú blico, lo cual m erece m ás bien elogio que censura; sin em -

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65 El pasaje es oscuro. Las provincias proconsulares las gobernaba un proconsul y defoSWti del senado. Eran las más pacíficas y estaban desguarnecidas de trojías. Las consulares las regía el emperador como si fuera un cónsul. Eran las más recientes por lo que requerían la pre­ sencia de tropas. Son las llamadas también provinciae Caesaris, enco­ mendadas a jo s legati Augusti pro praetore a los que designaba el prín­ cipe para que hicieran sus veces. Respecto a las pretorianas, no es clara su designación, ni se sabe con certeza a quién estaba encomendado su gobierno.

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bargo, repartió dinero entre p erson as hon radas, auxilió a las ciu d ad es am en azad as de ruina y p er­ d o n ó tributos e im p u esto s allí d on d e la necesidad lo exigía. D io órdenes enérgicas p ara que durante su ausencia lo s em presario s de espectáculos m ás acaudalados p ro p o rcio n aran ju eg o s al p u eblo r o ­ m ano. E fectivam ente, cu an d o alistó gladiadores p ara la guerra, se corrió entre el p u eb lo el ru m or de que pretendía ob ligarle a que se d edicara a la fi­ losofía, d ad o que le p riv ab a de los espectácu los. E n efecto, había d ad o ó rd en es, a fin de que no se im ­ pidiera el com ercio, que los p an to m im o s ofrecieran sus exhibiciones b astan te tard e y no to d o s los días. C o rrió el ru m o r de que su e sp o sa tenía relaciones am oro sas con p an to m im o s, c o m o y a d ijim os ante­ riorm ente. Pero él rebatió estas noticias m ediante unas cartas. E l m ism o M arco p ro h ib ió p asear a ca­ ballo o en carruajes dentro de las ciudades. E lim i­ nó los bañ os m ixtos. P u so fren o a la disolución de las costu m bres de las m atron as y de los jóvenes n o ­ bles. A p a rtó al vu lgo de P elu sio de los cultos sa­ grad os de Serapis . C o rrió la n oticia de que algun os in dividuos, sim ulan d o que eran filó so fo s, o p ri­ m ían a la república y a los p articu lares; m as él re­ fu tó esta im p u tac ió n . 24 AntO(á& tenía la costu m b re de castigar to d o s los crím enes con una p en a m en or que la que las leyes suelen im poner, aunque algunas veces se m antenía inexorable contra los reos con victos de graves crí­ m enes. In stru y ó p erson alm en te los p ro ceso s de pena capital in co ad os a h om bres de fam ilia distin-

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66 El nombre de Serapis o Sarapis procede de la aféresis de Osarapis, compuesto de Osiris y Apis, Divinidad creada por los Ptolomeos como dios de Alejandría. Eran ramosas sus curaciones y sus adivinaciones por medio de sueños. Sus fiestas se celebraban el 25 de abril y el 20 de mar­ zo se hacía un festival llamado Pelusia para celebrar el desbordamiento del río. La intención del emperador sería evitar que los ritos de Serapis se contaminaran de la licencia de los de Pelusio.

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guida dan d o p ru eb as, ciertam ente, de una gran equidad, de tal fo rm a que llegó a reprender a un p re to r la precipitación con que había visto las cau ­ sas de unos reos y le ord en ó revisar el p roceso, d i­ ciendo que in teresaba el ran go social de aquellos reos que entendiera su cau sa un ju ez que ju zgara en nom bre del p u eblo. P o r o tra p arte, o b servó la ju sticia tam bién con los p risio n ero s de guerra. A sen tó sob re territorio rom an o innum erables extran jeros. L o g ró con su s súplicas desviar un ray o del cielo para que cayera contra una m áqu in a de guerra de los enem igos, con sigu ien d o la lluvia p ara su ejérci­ to que se veía an gu stiad o p o r la sed. Q u iso convertir a M arcom an ia y a Sarm atia en p rovin cias rom an as y hubiera realizad o este p r o ­ y ecto si no se hubiera reb elad o A vid io C asio b a jo su reinado en O rien te 67. A d em ás, éste se n o m b ró a sí m ism o em perado r, según dicen algunos, si­ guien do el d eseo de la em peratriz Fau stin a que h a­ bía p erd id o la esp eran za cíe que su esp o so recobra­ ra la salud. O tro s dicen que C a sio se n o m b ró em p erad or d esp ués de h ab er fin d igo que A nton ino h a­ bía m uerto y de haberle p ro clam ad o «d ivin o». P o r lo que respecta a A n ton in o , n o se alteró gran cosa p o r la deserción de C a sio , ni d ejó que su ira se ce­ b ara contra sus am igos. N o ob stan te, el senado le declaró enem igo p ú blico y su s bienes fu eron con ­ fiscad o s p ara en gro sar el erario público. 25 D ejan d o , p u es, la guerra sarm ática y m arcom ánica, m archó con tra C a sio . T am b ién en R o m a surgieron d iv ersos tu m u lto s, p ues se p en sab a que C a ­ sio se presen taría en la C iu d ad al hallarse ausente A n ton in o. P ero C a sio fu e asesin ad o enseguida y su cabeza se la prefeel^ron a A n ton in o . Sin em bargo, M arco no se alegró de su m uerte y ordenó que in ­ hum aran su cabeza. E l ejército d io m uerte tam bién

67 Cf. Avidio Casio, 7, ss.

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a M eciano 6S, a q u ien M arco había con fiad o A lejan d ría; p o r otra p arte, tam bién fue asesinado el prefecto del P reto rio que C a sio se había n o m brado p ara sí. M arco A u relio p ro h ib ió al sen ado que castigara severam ente a los cóm plices de esta revuelta, al tiem po que le p id ió que ningún sen ado r recibie­ ra la m uerte durante su p rin cip ad o p ara no m anci­ llar así su reinado — dio órd en es p ara que llam aran tam bién a los d ep o rtad o s— , p u es solam ente fueron con d en ados a m uerte u n o s cuantos centuriones. P erd on ó a las ciud ad es que habían estad o en co n ­ nivencia con C a sio , p erd o n ó tam bién a los antioq uenses que habían dicho m uchas cosas contra M arco y a favor de C a sio , a lo s que anteriorm ente había ab olid o sus esp ectácu lo s, sus asam bleas p ú ­ blicas y to d o tipo de reun ion es y con tra los que h a ­ bía enviado un ed icto m u y severo. Sin em bargo, un d iscu rso que p ron u n ció M arco ante sus am igos y que fue trasm itido p o r M ario M áxim o revela tam ­ bién que éstos se habían am otin ad o. E n fin, cuand o se dirigía a Siria, n o q u iso visitar A n tio qu ía, ni tam p oco C irro de d on d e era C a sio . E stu v o en A lejan d ría d on d e se c o m p o rtó afable­ m ente con sus habitantes. D e sp u é s, n o obstante, vi­ sitó A n tioquía. M an tu vo m últiples negociaciones con los reyes y co n so lid ó la p a z cu an do tod o s los reyes y legados de los p ersas salieron a su encuen­ tro. Fue m u y am ad o p o r to d as las provincias orientales. E n m uchas de ellas, adem ás, dejó vestigios de su pensam ien to filo só fico . E n tre los egipcios se com p o rtó com o un ciu d ad an o norm al y com o fi­ ló so fo en tod as las actividades que d esarrolló, tan­ to en los tem plos com o en o tro s lugares. Y , aun­ que los alejandrinos dijeron m uchas co sas ven tu ro­ sas en fav or de C a sio , no ob stan te, M arco les p er­ don ó a tod o s, e in clu so d ejó a su hija entre ellos.

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68 Tal vez el jurista L. Volusio Meciano, citado en la vida de Anto­ nino, 7,1.

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E n la villa de H alala, situad a al pie del m onte T a u ­ ro, p erd ió a su e sp o sa F au stin a, que m u rió com o consecuencia de una sú b ita enferm edad. P idió al senado que decretara p a ra ella h on ores divinos y la construcción de un tem plo, y p ron u n ció su elogio fúnebre, a p esar de que había tenido que agüantar con d esagrad o los ru m ores que corrían sobre su d esh onestidad, ru m ores que A n ton in o o d esco n o ­ ció o disim uló. In stitu y ó una nueva corporación de niñas llam adas F a u stin ia n a s 69 en h on or de su d i­ funta esp osa. A grad eció tam bién al senado el acuerdo de hon rar con la ap o teo sis a F austin a, a la q ue había tenido con sigo in clu so en los cam pam entos de verano, llam án dola p o r ellos «M ad re de los cam p am en tos». C o n v irtió tam bién en colonia la aldea donde m urió F au stin a y la d o tó de un tem plo, p ero éste fue dedicado desp ués a H elio gáb alo . D e acuerdo con su habitu al clem encia, so p o rtó que C asio fu era asesin ad o, pero n o fue él quien ord en ó su asesinato. H elio d o ro , el h ijo de C a sio , fue d epo rtad o, m ientras que los o tros cóm plices p udieron elegir el lu gar del exilio recibiendo una p arte de sus bienes. E n cam bio, lo s o tro s h ijo s de C a sio recibieron m ás de la m itad del p atrim o n io paterno y fueron ayu d ad os con d on acion es de o ro y plata y las m u ­ jeres, en cam bio, con distin tos orn am en tos; y su perm isividad llegó h asta el p u n to de q ue A lejan­ dría, la hija de C asio , y su yerno D ru n cian o p u die­ ron g ozar de la p o testad ae viajar librem ente, en­ com endados a la p rotecció n del m arido de su tía. E n fin, se lam entó de la m uerte de C a sio , pues afirm aba que su intención era gobern ar sin que se derram ara la sangre de ningún senador. 27 D e sp u és de que n o rm alizó la situación en O rien ­ te, se detuvo en A ten as y se acercó a iniciarse en

69 Cf. Antonino, 8,1.

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los m isterios de C eres 70, para p robar que era in o ­ cente, y entró él só lo en el santuario. A l volver a 2 Italia en un navio, su frió una violentísim a tem pes­ tad. A su llegada a Italia p o r B rin d isi, se vistió la 3 toga y dio la orden a sus so ld ad o s de que tam bién ellos utilizaran esta pren da, de m od o que durante su reinado ya nunca vistieron el sayo '. C eleb ró 4 su triunfo en cuanto llegó a R o m a y desde allí p ar­ tió hacia Lan uvio. A continu ación, asoció a C ó m o - 5 d o com o colega p ara ejercer la p otestad tribunicia, y dio al p u eblo un con giario y m agníficos espectá­ culos. D esp u és corrigió m u ch o s ab usos civiles. L i- 6 m itó los gasto s que origin aban los ju eg o s gladiato­ rios. Siem pre tuvo en sus lab ios la m áxim a de Pía- 7 tón, según la cual las ciud ad es son florecientes si las gobiernan filó so fo s, o si los gobernantes p rac­ tican la filosofía. C a só a su h ijo con la hija de B ru cio 8 Presente celebrándose la b o d a com o la de cualquier p articu lar; y, p ara festejar el acontecim iento, d istri­ b u y ó un congiario entre el pueblo. D esp u és p u so de nuevo su em peño en finalizar 9 la guerra, p ero m urió m ientras dirigía las op eracio­ nes, cuancfo ya su h ijo com en zaba a desviar sus c o s­ tum bres de los prin cipios q ue le había inculcado. 10 D esp u és sostu v o la guerra durante tres años con los m arcom an os, herm undu ros, sárm atas y cuados de form a que, si hubiera vivido un año m ás, habría

7” Divinidad romana de la vegetación ν de la tierra, cuyas fiestas (Ce­ realia V Fordicialia) se celebraban el 15 y el 19 de abril respectivamente. Su culto se adaptó luego al de Deméter griega, con lo cual Ceres ad­ quirió nuevas atribuciones, como la protección del matrimonio. En 191 a. de C. se introdujo el ayuno de Ceres (ieiunium Caereris) y otra fiesta después según el modelo de los misterios de Eleusis a la que tal vez alu­ de el texto. 71 Capa o manto de origen celta, de lana gruesa y de forma cuadra­ da, que se plegaba en dos y se sujetaba con una fíbula o un simple nudo. Se usaba especialmente como vestido militar por los oficiales y solda­ dos y los ciudadanos la vestían en casos de tumultos o de desórdenes interiores.

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convertido a estos p u eb lo s en provincias rom anas. Se dice que d o s días antes de expirar reunió a su s am igos y les dio el m ism o parecer sobre su hijo que F ilip o dio sob re A lejan d ro , cuando aún pensaba m al de él, añadiendo q ue aceptaba g u sto so la m uer­ te p o rq u e m oría d ejan d o a tal h ijo com o sucesor. E n efecto, C ó m o d o se m o strab a ya torpe y sanguinario. 28 A sí fue su m uerte: cuan d o com en zó a sentirse enferm o llam ó a su h ijo y le p id ió ante todo que no d esp reciara los ú ltim os co letazo s de la guerra, p ara que nadie le tom ara com o un traid or de la p a ­ tria. Y , al respon d erle su hijo que su prim er deseo era velar p o r su salu d , le p erm itió que hiciera lo que deseara, p id ién dole, no ob stan te, que esperase u n os p o c o s días p ara n o p artir al m ism o tiem po que él. D esp u és, d esean d o m orir, se abstuvo de com er y de beber, y así aum entó su m al. A los seis días llam ó a sus am igo s y , al tiem p o que se reía de las co sas hum anas y desp reciaba la m uerte, les d ijo : «¿ P o r qué m e lloráis y n o p en sáis m ás bien en la epidem ia y en la m uerte de to d o s? » . Y , al ver que deseaban retirarse, d ijo gim ien do : «Si y a m e d es­ p edís, o s d igo ad iós, y m e .adelanto a v o so tro s». Y , cu an d o le p regun taron q ue a quién recom endaba a su hijo, les con testó: « A v o so tro s, si es digno de ello, y a los d io ses in m o rtales». C u an d o el ejército se enteró de la m aligna enferm edad que le aqueja­ ba, sin tió un vivo d o lo r p o rq u e le había am ado de un m o d o sin gular. A l sép tim o d ía se p u so m ás grave y aceptó só lo la visita de su h ijo , al que despidió enseguida, p ara que n o se con tagiara con la enfer­ m edad. D esp u és de despedirle, se cubrió la cabeza com o si quisiera d orm ir, y durante la noche exhaló su espíritu. D icen que, d ad o que veía que su hijo ib a a ser tal cual fue d esp ués a e que él m urió, d e­ seó su m uerte p ara que n o se asem ejase, com o él m ism o decía, a N e ró n , C aligu la o D om ician o. 29 Se le recrim inó a M arco A u relio la p rom oción a

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distintas dignidades de los am antes de su esposa T értu lo, T utilio , O rfito y M o d erato , a p esar de que sorp ren d ió a T értu lo in clu so desayun an d o con su esposa. U n p an to m im o alu d ió a éste en el teatro y en presencia de A n to n in o : en un a ocasión en que un bufón p regun tab a a su esclavo el nom bre del am ante de su esp o sa y éste le decía tres veces T u lo, ante la in sisten cia del b u fó n que volvía a p regu n ­ tarle, le resp on d ió «Y a te lo he dicho tres veces: se llam a T u lo 72». Sob re este incidente el p u eb lo y otras person as hicieron m u ch o s com entarios, recri­ m inando a A n ton in o su paciencia. P o r cierto, antes de m orir y de iniciar su segu n d a expedición co n ­ tra los m arcom an os ju ró en el C ap ito lio 73 que no había consen tido que se con d en ara a m uerte a nir: gún senador y asegu raba q u e él habría conservado tam bién la vid a de los in surgentes si se hubiera en­ terado de su condena. N a d ie tem ió m ás, ni trató de evitar a base de súp licas, com o su fam a de avaro, sob re la que in tentó ju stificarse en m uchas cartas. L e im pu taron tam bién n o haber sid o sincero, ni tan franco com o parecía o com o había sid o Pío o Vero. L e reprocharon igualm ente haber in stitucionalizado el boato de la corte ap artan d o a sus am igos de las relaciones sociales generales y de los banquetes. D ecretó la con sagració n de sus padres. H o n ró con la erección de estatuas a los am igos de sus p a­ dres que habían m uerto. N o creyó a la p rim era a los que recom endaban a alguien, sinó que in vestigó en tod o s los casos h as­ ta descubrir la verdad.

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72 Juego de palabras basado en que el nombre Tertullus es un com­ puesto de ter y Tullus. 73 Templo construido por el último Tarquinio sobre la cima meri­ dional del monte Capitolio en honor de Júpiter, Juno y Minerva.

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D esp u és de que m u rió F au stin a, F ab ia se esfor- 10 z ó en contraer m atrim on io con él. P ero M arco tom ó com o concubina a la hija del adm inistrador de su esp o sa p ara no asignar a tan tos hijos una m a­ drastra.

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Se que la m ay o r parte de lo s escritores han tras­ m itido a la literatura y a la h istoria las biografías de M arco y de V ero de tal m anera que ofrecieron p rim ero la de V ero a su s lectores p ara que la c o ­ nocieran, sin segu ir el ord en de sucesión del g o ­ bierno, sino el de la vida. Y o , p o r el contrario, he 2 con siderado que debía p u b licar p rim ero la biogra­ fía de M arco y luego la de V ero , p u esto que M arco com enzó a gobern ar p rim ero y luego gobernó V ero x, que pereció cuan do aún vivía aquél. Pues bien, L u c io C e y o n io E lio C ó m o d o V ero 3 A n ton in o, que recibió el sob ren om b re de E lio p o r voluntad de A d rian o y el de V ero y A n ton in o p o r su parentesco con A n ton in o 2, no está catalogado ni entre los m alos ni entre lo s buen os em perado­ res. Pües se sabe que n o estab a erizado de vicios, 4 que no abun dó en virtu des y , en fin, que vivió, no en un principado p ro p io e independiente, sino o s­ tentando un p o d er sim iliar y de igual dignidad bajo el de M arco, de cuya línea de conducta se apartó, p u es estaba m arcada p o r el libertinaje de co stu m ­ bres y p o r los excesos de u n a v id a bastante disoluta. 5 En erecto, Vero era de costumbres sencillas e incapaz de fingir en nada 3. Su padre fue L u cio E lio V ero, 6 1 Sobre la asociación' de Vero al poder, cf. Marco, 7,5. 2 Cf. Marco, 7,7. 3 Cf. Marco, 16,4; 19,6,7.

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que, tras haber sid o ad o p tad o p o r A drian o , fue el p rim ero que recibió el título de C ésar y que m urió situ ad o en esta m ism a dignidad. Sus abuelos, bisa- 7 buelos y m uch os de su s an tepasad os fueron con su ­ lares 4. L u cio nació en R o m a cuan d o su padre ejer- 8 cía la p retu ra el día diecioch o de las calendas de ene­ ro, la m ism a fecha en la que nació tam bién N eró n 5, que luego llegaría a em perador. Su fam ilia paterna 9 era en su m ay o r parte origin aria de E tru ria, m ien­ tras que la m aterna p ro ced ía de Faven za. C o m o p roced ía de este linaje, entró a form ar p ar­ te de la fam ilia E lia cuan do su p ad re fue ad op tad o p o r A d rian o y, cuando m urió aquél, que era el C é ­ sar, perm aneció en la fam ilia de A d rian o , p o r quien 2 fue confiado V ero a A u relio p ara que fuera ad op ­ tado cuando, tom an d o las m edidas pertinentes para su sucesión, decidió q ue P ío fu era su hijo y M arco su nieto, con la con d ición de que V ero aceptara a 3 la hija de Pío 6, que se casó en realidad con M arco, p o rq u e V ero parecía in capacitad o p ara ello a causa de su edad, com o y a exp u sim os en la vida de M ar­ co. E n cam bio, tom ó p o r esp o sa a L ucila, hija de 4 M arco, y se educó en la casa de T iberio. E scu ch ó 5 las enseñanzas del gram ático latino E scaurin o, hijo de E scau ro 7, que fue p ro fe so r de gram ática de A drian o , las de los gram áticos griegos T élefo , E festión y H arp o cratió n , las de los m aestros de retóri­ ca A p o lo n io , C éler 8, C an in io y H e ro d e s A tico, las del látino C orn elio F ro n tó n y las de los filóso fos

4 Cf. Su abuelo era Lucio Ceyonio Cóm odo, cónsul en 106, cf. Elio, 2,7. Su bisabuelo fue probablemente L. Ceyonio Cómodo, cónsul en el año 28. 3 Suetonio, Nero, 6,1. 6 Cf. Elio, 6,9. 7 Famoso gramático al que alude Plinio, Epist., V, 11 y Aulo Gelio, N. A , 11,15,3. 8 Marco, 2,4.

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A p o lo n io 9 y Sexto 1C. A to d o s ellos los am ó de una m anera sin gular y, del m ism o m o d o fue am a­ d o p o r ellos, a p esar de que n o tuvo m ucho talento p ara las letras. C o n to d o , cuan do era n iño, tenía afición a com po n er v erso s, y m ás tarde, d iscu rsos. P o r cierto, se dice que fue m ejo r orad o r que p o eta o, p ara hablar con m ás p ro p ied ad , p eo r p oeta que re­ tórico. Y n o faltan quienes aseguran que sus am ig os le ayud aron con su talento y que los escritos que se le atribuyen a él fu eron o tro s los que los es­ cribieron, p u esto que, según dicen, m antuvo c o n s­ tantem ente a su lad o a m uchas p erson as elocuentes y sabias. T uv o com o p recep to r a N ico m ed es. F u e sensual, m u y alegre y extraordinariam ente capaci­ tad o p ara to d o tipo de d iversion es, ju ego s y b ro ­ m as. C u an d o cum plió los siete años p asó a form ar p arte de la fam ilia A u relia 11 y fue ed u cad o según las costum bres y los d eseos de M arco. F u e aficio­ n ado a las cacerías, a los ejercicios gim násticos y a to d o s los ejercicios p ro p io s de la juventud. Y perm aneció com o un sim ple ciu d ad an o en el p alacio im perial durante veintitrés años. 3 E l día en que V ero tom ó la to g a viril, A nton ino P ío , aprovech ando la o p o rtu n id ad de que dedicaba un tem plo a su p ad re, se m o stró liberal con el p u e­ b lo, y cuando aquél ofreció u n o s ju ego s al p u eblo, siendo y a cuestor, se sentó entre P ío y M arco. Inm ediatam ente d esp ués de la cuestura, recibió el con su lad o con su colega Sextio L ateran o. T ran s­ cu rrid os unos años, fue n o m b rad o cón sul p o r se­ gunda vez con su herm ano M arco. P ero se m antuvo durante m ucho tiem po com o un particular y ca­ reció del h on or con que era d istin gu id o su herm a­ no. E n efecto, ni se sentó en el senado antes de asu-

9 Antonino, 10,4; Marco, 2,7. 10 Marco, 3,2. 11 Es decir, fue adoptado por Pío.

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m ir la cuestura, ni cu an d o viajab a iba con su p a ­ dre, sino con el p refecto del P reto rio , y no recibió ningún otro título h on orífico q u e el de hijo de A u ­ gu sto. F u e tan aficion ad o a lo s juegos circenses com o a las luchas de glad iad ores. A p esar de que se veía zaran d ead o p o r los gran des d esvarios a que le conducían su s placeres y su afán de lu jo , A n to ­ nino le m antuvo com o hijo, al parecer, p orq u e A d rian o había ord en ado que p asara a ser hijo a d o p ­ tivo de P ío, para así p oderle llam ar nieto su y o . H a y indicios de que V ero m o stró hacia P ío lealtad, p ero no am or. Sin em bargo, A n ton in o P ío apreció su in genuidad de carácter y su p u reza de vid a y lle­ gó a exhortar a su herm ano M arco a que le im itara. A l m orir P ío , M arco le confirió to d o s lo s hon ores haciéndole partícipe d el p o d er im perial y le convir­ tió en colega su y o , a p e sa r de que el senado le h a­ bía o to rgad o a él so lo el im perio. 4 A ^Ç p^es, d esp ués de h ab erlo elevado al trono y de haberle conferido el p o d er tribunicio, tras ha­ berle o to rgad o tam bién el h o n o r del con sulado, o r ­ denó que le dieran el n om bre de V ero trasp asán ­ dole su p ro p io n om bre, p ues anteriorm ente le lla­ m aban C ó m o d o . L u c io , p o r su parte, corresp on diéndole a M arco, le ob edeció en lo que p rop on ía, com o un legado obedece al p ro có n su l, o un gober­ nad or al em perador. F u e entonces la prim era vez que M arco arengó a lo s so ld ad o s en nom bre de lo s d os, y para m antener la arm onía en el gobierno, V ero se co m p o rtó con d ign id ad y de acuerdo con el plan de vida que seguía M arco. Pero, cuando marchó a Siria, se d esacred itó no só lo p o r el desenfre­ no de su vida, bastante licenciosa, sino tam bién p o r sus adulterios y p o r su s relaciones am orosas con m uchachos jóvenes 12, p o rq u e, según dicen, fue tan grande su afan de placeres que, d espúés que volvió

12 Cf. Marco, 8,12.

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de Siria, estableció un figó n en su casa donde acu­ día d espués de com er con M arco y donde le ser­ vían tod o tipo de p erso n as infam es. D icen tam bién que aguantaría ju gan d o a lo s d ad o s to d a la noche l3, p asión que había ad q u irid o en Siria, y que em uló de tal m anera los n u m ero so s vicios de G a y o , N e ­ rón y V itelio, que recorría p o r las noches las taber­ nas y lupanares cubrien d o su cabeza con un cap u ­ chón, com o el que u sa la gente corriente en los via­ jes, y andaba en francachelas con in dividuos pen ­ dencieros, se m ezclaba en reyertas, disim ulando su personalidad, y había vuelto m uchas veces a casa con la cara am oratad a p o r los golp es recibidos tras haber sido identificado en las tabernas, a p e­ sar de que trataba de ocultarse. A rro jab a tam bién m onedas de gran volum en en los figones para ro m ­ per con ellas las copas. F u e aficion ado tam bién a las carreras de caballos tom an d o p artido p o r los verdes H. O frecía adem ás con m ucha frencuencia luchas de gladiadores durante los banquetes, p ro ­ lon gan do las com idas hasta el anochecer y quedán ­ d ose d orm id o en el diván d on d e había com id o, h as­ ta que se lo llevaban envuelto en los cobertores a su d orm ito rio. T enía el sueño m u y ligero y hacía la digestión enseguida. P ero M arco, a p esar de que sabía todas estas co sas, hacía com o que no estaba en­ terado del asunto, p o r vergüen za de reprender a su herm ano. Se cuenta que fue m u y fam o so un banquete de las características que siguen, en el cual dicen que

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13 Este juego estaba muy extendido en Roma. Se sabe que Augusto perdió en una noche 20.000 sestercios (Suetonio, Aug., 71). Las apues­ tas que hizo Nerón fueron muy cuantiosas (Suetonio, Nero, 30,3) v Claudio fue tan fanático de los dados que hizo construir un tablero es­ pecial para su carro (Suetonio, Claud., 33). 14 Se trata de una bandería (la factio prasina) de las cuatro en que se distribuían los conductores de carros en el circo y los equipos de hin­ chas que los apoyaban. Las otras tres eran: la blanca (factio alba o aibata), la encarnada (factio russata) y la azul (factio ueneta).

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se sentaron a la m esa p o r p rim era vez doce p erso ­ nas, a pesar de que to d o el m u n d o conoce la si­ guiente frase sob re el núm ero de in vitad os: «Siete hacen un festín, nueve, un tro p el.» Se regalaron a cada uno de los com ensales h erm osos esclavos que les servían a la m esa, se regalaron tam bién a cada uno de los asistentes vajillas y m aestresalas, se r e - ; galaron anim ales vivos d o m éstico s o salvajes, aves o cu ad rúp edos de la m ism a especie de aquéllos que se habían servid o, se regalaron tam bién copas de m irra o de cristal de A lejan d ría p ara que cada c o ­ m ensal bebiera en ellas una sóla vez, se regalaron vasos de oro y de p lata y o tros guarnecidos de p ie­ dras preciosas, es m ás, coro n as adorn ad as con cin­ tas de oro y con flores que n o eran del tiem po y se regalaron, tam bién, v a so s de o ro que contenían esencias, com o los vaso s de alabastro que se em ­ plean p ara los p erfum es, y finalm ente, carros con sus m u los y m ulateros y con arreos de plata, para que pudieran volver a casa. D icen que se evaluó to d o el festín en seis m illones de sestereios. Y que, cuando M arco se enteró del convite, ^e Ifeclro a llo ­ rar y sintió un p ro fu n d o d o lo r p o r el ae'stino de la república. D esp u és de q u e fin alizó el banquete, aún siguieron ju gan d o a los d ad o s h asta el am anecer. E sto ocurrió, realm ente, d espués de la guerra con los p arto s, a donde se dice que M arco le había en­ viado p ara que n o com etiera sus extravíos en R om a a los o jo s de to d o el m u n d o , o p ara que aprendiera lo que es la privación viajan d o p o r tierras extrañas, . o para que el tem or de la guerra le hiciera corre­ girse, o para que se diera cuenta de que era em pe­ rador. Pero el resto de su biografía y este banquete que acabam os de narrar d em ostrarán cuánto p ro ­ vecho sacó. 6 Se p reo cu p ó tanto p o r los ju eg o s circenses que rem itió frecuentem ente desde las provincias cartas para interesarse p o r ellos, y a su vez, las recibió. E n fin, en una ocasión en que asistía personalm en-

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te a las carreras y se sen taba ju n to a M arco, so p o r­ tó m uchas in jurias de la facción de los a z u le s 15, p o rq u e favorecía con d em asiad o d escaro a la ban­ dería contraria. Efectivam ente, in cluso llevaba consigo una im agen de oro de un caballo verde llam a­ d o A la d o ; ord en aba que le sirvieran en el p esebre com o pienso uvas p asas y parte de fru to s secos en lugar de cebada y que se lo llevaran al p alacio de T iberio, cubierto de cap otes teñidos de pú rp ura y, cuando m u rió, h izo erigirle una tu m ba en el V ati­ cano. F u e entonces cu an d o p o r prim era vez, en atención a este caballo, com en zaron a pedirse figu ­ ras de caballos de o ro com o prem ios p o r la v icto ­ ria en los ju egos. Y , en este sen tid o, aquel caballo recibió h on ores tan gran des, que frecuentem ente la facción de los verdes p ed ía p ara él un m od io de áu­ reos 16. M arco acom pañ ó a V ero h asta C ap u a cuando éste p artió a luchar con tra los p arto s. Y , com o a partir de allí se h artaba de com id a en las fincas de to d o el m un do, atacado p o r u n a in disp osición , cayó enferm o ju n to a C an u sio y allí acudió su herm ano a visitarle. D uran te su vida, e in cluso en tiem po de guerra, quedaron al d escubierto m uchas de sus c o ­ bardías y ruindades. E n efecto, m ientras que los sirios devastaban el O rien te tram an do una subleva­ ción d espués de haber d ad o m uerte al legado del em perador y de h ab er p asad o a cuchillo a las legio ­ nes, él cazaba en A pu lia, hacía excursiones m aríti­ m as cerca de C o rin to y de A ten as, entre orquestas y coro s, y se entretenía recorrien d o las ciudades

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15 La factio ueneta. 16 El áureo (aureus o nummus aureus) era el patrón de la moneda de oro de los romanos. Su valor, en principio de 25 denarios de plata, va­ rió con el tiempo, así como su tamaño. El modio era, después del ánfo­ ra, la medida romana más grande para los áridos, equivalente a 16 sex­ tarios, es decir, a 8,75 litros.

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costeras de A sia, una a una, y las de P^rhfîlia y C i­ licia que eran m ás célebres p o r sus fiestas. 7 C u an d o llegó a A n tio q u ía, se dedicó a disfrutar de los placeres. E n cam bio , sus generales E stacio P risco, A vid io C asio y M arcio V ero acabaron la guerra con los p arto s en cu atro añ os e incluso lle­ garon a B ab ilo n ia y a la M edia y recuperaron A r ­ m enia 17. C o n sig u iero n así p ara él los títulos de A rm én ico, P ártico y M é d ico , que ofrecieron tam ­ bién a M arco, aunque se en con traba en R om a. P o r otra parte, V ero p asó durante cuatro años el in­ vierno en L aod icea, el verano en /B a fn e, y .el resto del año en A n tio q u ía 18. F u e el^ l(W errej¿d e tod o s los sirios, de los que se conservan m uchos de los chistes que dijeron con tra él en el teatro. E n las Saturnales y en lo s días festivos siem pre solía adm itir a sus esclavos a su m esa. N o obstan te, m archó p o r segu n d a vez al E ú frates p o rq u e su s satélites le es­ tim ulaban favorablem ente a ello. V olvió tam bién a E fe so p ara recibir a su e sp o sa L u cila, enviada p o r su pad re M a rc o ; pero, so b re to d o , para que M arco no llegara con ella h asta Siria y así no se enterara de sus escán d alos, p u es M arco había com unicado al sen ado que ib a a llevar p erson alm en te a su hija h asta Siria. U n a vez acab ad a la guerra, con fió a lo s reyes el gobiern o de sus reinos y las provincias a sus satélites. D e sd e allí regresó a R o m a p ara celebrar su triunfo, aunque en con tra de sus deseos, p o rq u e ab an d on aba Siria que había sido com o un reino de su p ro p ied ad , y celebró el triunfo junto con su herm ano, recibiendo del senado los m ism os títulos que había recibido en ei ejército 19. D icen tam bién que se quitó la b arb a cuan d o estuvo en Si-

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17 Cf. Marco, 9,1-2. La campaña de Armenia fue la primera. Luego siguieron las de la Partía y la Media. 18 Cf. Marco, 8,12. 19 Los de Arménico Pártico Máximo y Médico, cf. Marco, 9,1-2.

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ria, siguiendo lo s d eseos de u n a am ante su y a de baja catadura. E llo dio m otiv o a q ue los sirios lanzaran m uchas bro m as con tra él. 8 T u v o la fatalid ad , según parece, de llevar con si­ go la peste a tod as las provincias p o r d on d e p asó hasta que llegó a R o m a 20. Y dicen que la epidem ia su rgió en B ab ilon ia cuan do se escap ó un baho p es­ tilente de una arq uita de o ro del tem plo de A p o lo , en la que un so ld ad o h ab ía abierto p o r casualidad un resquicio, y q ue desd e allí ap estó el reino de lo s p arto s y el orbe, y esto, n o p o r culp a de L u c io V ero, sino p o r culp a de C a sio , que, en contra de lo que había p ro m etid o , tom ó p o r asalto la ciudad de Seleucia que había aco gid o a nu estro s so ld ad o s com o am igos. E sta acción, p o r cierto, la ju stifica entre o tro s tam bién C u ad rato 21, h istoriad or de la guerra pártica, acusán do a lo s seleucios de haber sid o ellos los p rim eros en ro m p er el juram ento. V ero tuvo esta deferencia con M arco : que en el día del triunfo com partió con su herm ano los títulos que le habían ofrecido a él so lo . C u an d o volvió de la guerra con los p arto s fue y a m en os deferente con su herm an o; p o rq u e n o só lo secundó los d eseos de sus libertos con excesiva d esvergüen za sino que tam bién estableció m uch as d isp osicion es sin contar con aquél 22. A ñ ad ió a estos acto s la desfachatez de im portar histriones de Siria, com o si llevara ciertos reyes p ara celebrar el triun fo, de entre los cuales el m ás im portante fue M axim in o , a quien dio el n o m ­ bre de Paris. H iz o con struir adem ás en la vía C ío dia una quinta de m u y m ala reputación en la cual se entregaron con gran lu ju ria a excesos báquicos durante m uch os días él, sus libertos y los am igos

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20 C f.Marco, 13,3 y ss. 21 Anio Cuadrato, además de la historia de la guerra contra los par­ tos a que alude el texto, fue autor de una historia de Roma desde su fundación hasta el reinado de Severo, cf. Avidio Casio, 1,1. 22 Cf. 9,3-5.

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de P aris, sin que le ofreciera ningún reparo la p re­ sencia de éstos, e in vitó a M arco , que acudió allí con el fin de ofrecerle u n a m u estra de su virtud para que la respetara e im itara, y, durante los cinco días que residió en dicha m an sión , se entregó sin in­ terrupción a resolver cuestiones ju ríd icas, m ientras V ero se d edicaba a asistir y a ofrecer festines. M antenía tam bién al actor A g rip o , ap o d ad o M enfio, al que igualm ente había traíd o de Siria com o un tro­ feo de la guerra de los p arto s y al que im p u so el nom bre de A p o la u sto 23. H a b ía traído adem ás consigo tañedores de lira, flau tistas, bufon es, actores de pantom im a, p restid igitad o res y to d o tip o de es­ clavos, con cu y o s ju eg o s se recrean Siria y A lejan ­ dría, hasta el p u n to de que d ab a la im presión de que había concluido u n a guerra con tra com edian­ tes, no contra lo s p arto s. 9 U n falso ru m or, m ás q ue in d icios de auténtica veracidad, había hecho creer que esta diferencia en el m o d o de vivir de am b os y o tras m uchas causas habían dado origen a las rivalidades de M arco y V ero. P ero el prin cipal incidente q ue ocu rrió fue el siguiente: en una ocasión en que M arco envió com o legado a Siria a un p rim o su y o p atern o llam ad o L i­ bón, y éste se m o strab a m ás in solente de lo que cua­ draba a un sen ad o r m o d esto , d icien do que escribi­ ría a su p rim o si p o r az ar se le ofrecía cualquier duda, V ero, que se nallaba en Siria, n o p u d o aguan­ tarlo ; y , com o se d io la circun stan cia efe que L ib ón m urió a consecuencia de un a sú bita enferm edad con casi to d o s los sín tom as de envenenam iento, algu­ nas person as creyeron , aunque n o M arco, que se pod ía im putar su m uerte a una artim aña de Vero. E sta circunstancia aum entó los rum ores de sus enfrentam ientos. T u v iero n gran influencia ante Vero,

23 Del griego a n o X a ^ i'b s,: con la d ebid a deferencia, y a q u e es m i colega y suce­ s o r 2 ^ 5». Y , en efecto, enseguida tuvo lu gar la m uerte de Pértinax. D e sp u é s del asesinato de éste, 4 cuando Sulpiciano p reten d ía que le otorgaran el tí­ tulo de em perad o r en los cuarteles de los pretoriarios y Ju lian o acudió con su yern o al senado al en­ terarse de la con v ocatoria de la asam blea y halló las pu ertas cerradas en con trán d ose allí con los d os tri­ bu n o s P ublio F lo rian o y V ectio A p ro , éstos co ­ 2ks El texto está incompleto. L o traduzco siguiendo a Helm: que «y ».

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m enzaron a exhortarle a que o cu p ara el trono. A p esar de que Ju lian o les repetía que y a se había n om brado un em perador, ellos le retuvieron a la fu erza y le con d u jeron al cuartel pretoriano. P ero cuando llegaron al cuartel, com o nadie dejaba en­ trar a Ju lian o a p esar de que h acía grandes p ro m e­ sas desde la m uralla, d eb id o a q ue el prefecto del P reto rio y su egro de P értinax, Sulp ician o, p ro n u n ­ ciaba una arenga a los so ld ad o s y exigía para sí el trono, Ju lian o prim eram ente exh ortó a los pretorianos a que n o eligieran com o em perado r a un in ­ dividuo que pretendía vengar a Pértinax; después escribió en una tablilla que él trataría de rehabilitar la m em oria de C ó m o d o 3. Y só lo así fue adm itido dentro y luego p ro clam ad o em perador, pero con los ru egos de los p retorian o s p ara que n o hiciera ningún daño a Sulpiciano p o r haber deseado ser em perador. 3 E n ton ces Ju lian o n o m b ró a Ju lio F lavio G enial y a T u lio C risp in o p refectos del P reto rio , a petición de los p retorian o s, y fue escoltad o p o r un batallón im perial alistado p o r M auren cio, que anteriorm en­ te se había aso ciad o tam bién a Sulpiciano. Y en realidad, aunque había p ro m etid o veinticinco mil sestercios a los so ld ad o s, les dio treinta mil. D esd e allí, tras la celebración de un a asam blea m ilitar, se diri­ gió al atardecer al senado y se p u so incondicional­ m ente a su d isp osición y p o r vo tació n de un decre­ to de esta asam blea fue proclam ado em perador y o b ­ tuvo la p otestad tribunicia y el derecho p ro co n su ­ lar, siendo incluido entre las fam ilias patricias 4.

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3 Porque el senado mandó eliminar su nombre de las construcciones no realizadas por él, cf. Cómodo, 17,6 y de todos los monumentos pú­ blicos y privados, cf. Cómodo, 20,5. 4 Tenían de suyo el rango de patricias aquellas familias que descen­ dían de los patres reipublicae, como la Julio-Claudia. Dado que ello era considerado como un honor, el senado otorgaba el patriciado a los emperadores que no lo tenían por nacimiento, que desde Vespasiano fueron casi todos.

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T am bién su esp o sa M alia E sc an d ía y su hija D id ia C lara recibieron el título de A u g u stas. D e sd e allí se retiró a P alacio llam an do a su esp o sa y a su hija para que se unieran con él, si bien ellas se traslad a­ ron allí a regañadientes y tem blan d o, com o si preveyeran y a el trágico fin q u e les am enazaba. N o m bró a su yern o C o rn elio R ep en tin o p refecto de la C iu d ad p ara que su p liera a Sulpiciano. Entre tan to, D id io Ju lian o era o d iad o p o r el p u eb lo p o rq u e se había d ifu n d id o la creencia de que P értinax con su autoridad corregiría los m ales de los tiem pos de C ó ­ m o d o y se tenía la id ea de q u e Pértinax había sid o asesinado p o r determ inación de Ju lian o . Y , enseuida, los que habían co m en zad o a od iar a Ju lian o icieron correr en p rim er lu gar el bulo de que éste, desde el prim er día, desp recian d o las com idas que ofrecía Pértinax, había d isp u esto un banquete su n ­ tu o so en el que sirvieron ostras, aves de corral y p e ­ ces. C o n sta que esta n o ticia fue falsa, p ues se dice ue Ju lian o fue tan so b rio que racionaba p ara tres ías la carne de lechón y p ara o tros tres la de lie­ bre, si alguien le hacía tales regalos y , con m ucha frecuencia, sin que le m oviera ningún escrú pulo re­ ligioso p ara ello, n o p ro b a b a la carne en sus com i­ das, conten tándose con un as verduras y legum bres. E n fin, n o h izo ninguna com id a en regla antes de que Pértinax fue sep u ltad o , tom ó algún alim ento, aunque em bargad o de tristeza p o r su m uerte, y se m antuvo en vela durante la p rim era noche, an gu s­ tiado p o r tan terrible destin o. A h o ra bien, tan p ro n to com o a ió, recibió al senado y al estam ento ecuestre qué se presentaron en Palacio y salu d ó con gran cariño a cada uno de sus m iem bros, de acuerdo con su edad, com o si fuera un herm ano, un h ijo o un padre. Pero el pueblo le h o stig ab a en las asam bleas y delante de la C u ria con graves invectivas, confiando en la p o sib ilid ad de su renuncia al tro n o que los so ld a­ d os le habían con ced id o. C u an d o b ajab a acom pa-

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ñado de los so ld ad o s y de senadores a la C uria, le colm aron de im precaciones y p id ieron a los dioses que, al realizar el sacrificio, n o obtuviera buenos auspicios. L anzaron tam bién piedras contra él, a pe- 4 sar de que trataba de ap lacarlos constantem ente con la m ano. Sin em bargo, cuan do entró en la C uria ha- 5 bló con suavidad y prudencia. D io gracias al sena­ do p o r su elección y p o r la concesión, tanto a él m ism o com o a su e sp o sa y a su hija, del título de A u g u sto s. T am bién acep tó el título de Padre de la patria, p ero rechazó un a estatua de plata. E l p ue- 6 blo le cerró el p aso cuan d o se dirigía desde el se­ nado al C ap ito lio , p ero fue alejado y disuadido de sus p ro p ó sito s p o r las arm as, p o r los golp es y p o r las p rom esas de unas m on ed as de oro, en la cuan­ tía que el p ro p io Ju lian o in dicaba con los d edos p ara in fu ndir confianza. D e allí se dirigió a presen- 7 ciar u n os espectáculos circenses. Pero, tras haber o cu p ad o in discrim inadam ente las gradas de los d is­ tintos estam entos, el p u eb lo red ob ló los im p rop e­ rios contra Ju lian o y llam ó p ara que defendiera la C iu d ad a Pescenio N ig r o 5 que, según decían, ejer­ cía y a el p od er. Ju lian o aguan tó tod o s estos ultra- 8 jes sin p ertu rbarse y fue m u y diligente durante to d o el tiem po de su rein ad o; sin em bargo, el pueblo se dejaba llevar p o r violen tos im p u lso s contra los so l­ dad os que habían asesinado a P értinax p o r dinero. Aá^Vjíies, p ara ganarse el ap o y o del pueblo, resta­ bleció m uchas ae las d isp osicion es decretadas p o r C ó m o d o y sup rim id as p o r Pértinax. N o tom ó nin- 9 guna m edida ni favorable ni adversa con relación a este em perador, lo que p areció a algunos excesiva- 10 m ente rigu roso. P o r o tra parte, con sta que p or m ie­ do a los so ld ad o s gu ard ó silencio sobre los h o n o ­ res d ebid os a Pértinax.

* Cf. Pescenio Nigro, 3,1.

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Ju lian o no tem ía ni a lo s ejércitos de Bretaña ni a los de Iliria, a p esar de lo cual envió a un p rim i­ pilario 6 con la m isión de asesinar a N ig ro , p u es sus tem ores se centraban so b re to d o en los ejércitos de Siria. E n ton ces, Pescenio N ig r o se rebeló contra él en el Uirico y Sep tim io S evero en Siria, con los res­ pectivos ejércitos q ue tenían a su m an d o. P ero ante el anuncio de que se había rebelado Severo, del que n o tenía sosp ech a alguna, se alteró extraordinaria­ m ente: acudió al sen ado y con sigu ió que se le d e­ clarase enem igo p ú b lic o ; m ás aún, a los so ld ad o s que habían estad o de p arte de Severo, se les fijó un día top e d espués del cual serían con sid erad os tam ­ bién enem igos p ú b lic o s, si seguían con él. A dem ás de estas d isp o sicio n es, el sen ado envió una legación de consulares 7 a lo s so ld ad o s p ara que trataran de persuadirles de que aban d on aran el p artido de Se­ vero y de que aceptaran c o m o em perador al que eli­ giera esta asam blea. E n tre o tro s, fu e enviado com o em b ajad or V esp ro n io C án d id o , un viejo consular, o d ia a o en otro tiem p o p o r lo s so ld ad o s a cau sa de su m andato cruel y m ezq uin o. E n v iaron a V aleriano C atu lin o p ara que reem plazara a Severo, com o si fuera p o sib le su stitu ir a alguien que se había gran­ jead o y a el fav or del ejército. E n v iaron tam bién al centurión A q u ilio , que y a era fam o so p o r los ase­ sin atos que h ab ía ejecutado entre lo s senadores, p ara que asesinara a Severo. P o r su parte, Ju lian o dio person alm en te a los p reto rian o s la orden de sa­ lir al cam po y de fortificar las torres, p ero realm en­ te hizo salir a com bate a hom bres inactivos, corrom ­ p id o s p o r los placeres de la ciudad y reacios a los

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6 Era el primer centurión del primer manípulo de los triarii, cuerpos de infantería de arma pesada que formaban la tercera división de una legión romana. Estaba encargado de custodiar el águila y tenía derecho a asistir a las deliberaciones de los oficiales superiores y, en ausencia del tribuno, tomaba el mando de la legión. 7 Para este concepto, cf. Adriano, 7,3, n. 38.

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ejércitos m ilitares, h asta el extrem o de que co m p ra­ ban con dinero a o tros so ld ad o s para que los su stú ^y eran en el trab ajo que se les había en co­ m endado. Severo se acercaba a la C iu d a d con un ejército h ostil, m ientras que Ju lian o n o hacía ningún p r o ­ greso con el ejército p reto rian o y el p u eb lo le o d ia ­ ba y se m o fab a de él cad a día m ás. Y , creyendo q ue 2 L eto ap o y ab a a Severo, a p esar de que p o r su m e­ diación había lograd o escapar de las m an os de C ó ­ m o d o , Ju lian o ordenó su m uerte, olvidando tam a­ ño beneficio. Y al m ism o tiem po ord en ó tam bién la m uerte de M arcia. P ero, m ientras Ju lian o actu ab a así en R om a, Se- 3 vero se ap od eró de la flo ta de R ávena y se p asaro n al bando de Severo los legad os del senado que h a­ bían p rom etid o a Ju lian o su ap o y o 8. T u lio C risp i- 4 no, prefecto del P reto rio , que había recibido el en ­ cargo de lan zar la flota contra Severo, fue d errota­ d o y se volvió a R om a. A l con o cer estas cosas, Tu- 5 liano p id ió al senado q u e las vírgenes V estales y to d o s los sacerdotes salieran ju n to con lo s sen ad o ­ res al p aso del ejército de Severo y le im plorasen con sus cintas d esp legad as h asta el suelo, ad optan ­ do asi u n a...m edida inútil contra un ejército de b ár­ b aros. Sin em bargo, el con su lar Plaucio Q u in tilo , 6 que era augur 10, se o p u so a la actuación de J u ­ liano, afirm ando que n o debería regir el im perio un

8 Cf. Severo, 5,5. 9 Muchachas que se consagraban con voto de castidad al servicio de Ja diosa Vesta. Entre su indumentaria hay que destacar, porque alude a ello el texto, las cintas de lana blanca (infulae) y las vendas (uittae) con las que sujetaban sus cabellos. 10 El augur era un sacerdote romano que interpretaba la voluntad de los dioses mediante la observación de las aves, como hace ver el térmi­ no griego όιωνοσκόπος de su vuelo y de su canto. Gozaban en Roma de gran autoridad y estuvieron asociados en una corporación llamada collegium Augurum, El emblema de su autoridad era un cayado lla­ mado lituus.

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individuo que fuera in capaz de enfrentarse con las arm as a su enem igo. M u ch o s senadores estuvieron de acuerdo con él. P o r ello D id io , lleno de ira, p i­ dió que enviaran so ld ad o s d esd e los cuarteles p ara que redujeran a los sen adores a obediencia, o a e lo contrario, les m asacraran. P ero esta d isp osición no gu stó a nadie. E n efecto, no parecía adecuado que el senado so p o rtara a Ju lian o , que le era h ostil, sien­ do así que había sid o esta asam blea la que había de­ clarado enem igo a Severo p o r cau sa del p ro p io J u ­ liano. P o r lo cual, tras h abérselo p en sad o m ejo r, volvió al senado con un plan m ás adecuado, y p i­ dió que la asam blea redactara un decreto p ara re­ partir el im perio. Inm ediatam ente se llevó a cabo su propuesta. 7 E n ton ces tod o s se acord aron de un presagio que se dio el p ro p io Ju lian o el d ía que recibió el im pe­ rio. E n efecto, cuan do el cón sul d esign ado, al em itir el juicio que tenía sob re él p ron un ció esta frase: «pien so que D id io Ju lian o debe ser n om brado em ­ p e rad o r», éste su g irió : «añ ad e tam bién Severo», tí­ tulo que Ju lian o se había arro gad o de su abuelo y de su bisabuelo. N o ob stan te, hay quienes dicen que Ju lian o no tuvo intención alguna de p asar p o r las arm as al senado, d ad o que la asam blea había tom a­ do m uchas decisiones a su favor. Inm ediatam ente d espués de votar el decreto del senado, D id io Ju lian o envió a uno de los prefectos llam ado T u lio C risp in o y n o m b ró com o tercer prefecto a V eturio M acrin o, a quien Severo había es­ crito ya anteriorm ente una carta, con el fin de co n ­ ferirle el cargo. P ero el p u eb lo p ro p aló el rum or de que se había fingido la p a z y de que se había enco­ m endado el asesinato de Severo al prefecto del P re­ torio T ulio C risp in o y Severo tam bién lo sosp ech ó. E n definitiva, de acuerdo con los so ld ad o s, Severo prefirió ser enem igo de Ju lian o que copartícipe del poder. E scrib ió enseguida a R o m a a m uchas p ersonas y envió secretam ente u n os edictos que se ex­

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pu sieron al público. Ju lian o tuvo adem ás la insensatez de utilizar a lo s m agos 11 para celebrar m u ­ chos ritos con los que p en sab a aplacar el odio del p u eblo o apaciguar la exaltación bélica de los so l­ d ad os. E n efecto, los m agos sacrificaron algunas víctim as que no eran ad ecuad as para los ritos r o ­ m anos y cantaron h im n os p ro fan o s y Ju lian o h izo los ensalm os que, según las p rescrip cio n es, se h a­ cen ante un espejo, en el que dicen que los niños ven el futuro, d espués de haber ven dado sus o jo s y haber p ron u n ciad o fórm u las m ágicas sob re su ca­ beza, y en aquella ocasión se dice que un niño vio la llegada de Severo y la retirada de Ju lian o. 8 P o r cierto, cuando salió al encuentro de u n os em isarios de Severo, C risp in o fue asesinado p or o r ­ den de éste a instancias de Ju lio L eto. Se anularon tam bién los decretos del sen ado. Ju lian o no o b tu ­ vo ninguna resp u esta concreta del senado, a p esar de haber>reunido a la asam blea y de haber p u lsad o las o p in io s a e los sen adores so b re lo que se debía hacer. Pero, actuan do desp ués p o r p ro p ia iniciativa, dio órdenes para que L o lia n o T iciano arm ara a gladiadores de C ap u a y m an d ó llam ar de su villa ae T arracina 12 a C lau d io P o m p ey an o p ara hacerle partícipe del im perio, p o rq u e había sid o yerno de un em perador y había estad o durante m ucho tiem ­ po al frente del ejército. Pero éste rehusó resp on ­ diendo que era anciano y q ue tenía y a la vista cansada. Se habían p asad o y a tam bién desde U m bría algunos so ld ad o s al p artid o de Severo y éste había enviado tam bién una carta d an d o órdenes para que m antuvieran vigilad os a los asesinos de

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11 Realmente, eran los ministros del culto entre los medos y los per­ sas; ahora bien, los romanos designaban también con el nombre de magi a los que predecían el porvenir. 12 Ciudad de los Volscos en la costa del Lacio, entre las antiguas ciu­ dades de Antium al N orte y Fundí al Sur.

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Pértinax. Y en un breve esp acio de tiem po, Ju lian o se vio ab an d on ado p o r to d o s, aunque perm aneció en Palacio con só lo u n o de sus p refectos, G en ial, y con su yern o R ep en tin o. A l fin, se p ro p u so que el senado con su au to rid ad arrancara el p o d er a J u ­ liano. Y no só lo se llevó a cabo esta p ro p u esta, sino que adem ás se p ro c lam ó enseguida em perador a Severo fingiendo que Ju lian o se había dado la m u er­ te con un veneno. N o ob stan te, el senado envió a u nos in dividuos p o r cu y a intervención, con la ay u ­ da de un sim ple so ld ad o , Ju lian o fue asesinado en P alacio, a p esar de que im p lo rab a clem encia del C é ­ sar, es decir, de Severo. C u an d o alcanzó el p o d er im perial, Ju lian o había em ancipado a su hija dán­ dole su p atrim o n io ; p ero le fue arrebatado éste in­ m ediatam ente, ju n to co n el título de A u gu sta. Severo entregó el cadáver a su esp o sa M anlia E scantila y a su hija, p ara q ue le dieran sepultura, y ellas le llevaron a enterrar a la tu m ba de su bisa­ buelo situad a a cinco m illas en la vía L ab ican a 13. 9 Se le echaron en cara a Ju lian o estos vicio s: que h abía sid o g o lo so y ju g ad o r, que se había entrega­ d o a lo s ejercicios g lad iato rio s y que tod as estas p a­ siones las había ad q u irid o de anciano, y a que d u­ rante su juventud jam ás se le había acusad o de ellas. Se le rep roch ó tam bién su o rgu llo, aunque fue m u y humilde, incluso cuando ejerció el poder. P or el contrario, fue m u y afable en lo s banquetes, m u y b o n ­ d ad o so ante las p eticion es q u e le nacían y m u y c o ­ m edido respecto a la con cesión de la libertad. V ivió cincuenta y seis años y cuatro m eses. O stentó el p o d er im perial durante d o s m eses y cinco

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13 Arrancaba de Roma y, atravesando la ciudad de los L a b ia al lado de Túsculo, cruzaba entre la vía Prenestina por el N orte y la Tusculana por el Sur hasta encontrarse con ésta en Toleria.

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dias. Se le rep roch ó principalm ente que hubiera n om brado com o lugartenientes su y o s p ara gob er­ nar la república a p erso n as a las que tenía que h a­ ber con trolad o con su au to rid ad .

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D esp u és del asesinato de D id io Ju lian o , alcanzó el p od er im perial Severo, que era oriun d o de Á fri­ ca. Su ciudad natal fue L e p tis, su padre fue G eta y sus an tepasad os fueron caballeros rom an os, antes de que hubiera sid o o to rg ad a a to d o s la ciud ad a­ nía; su m adre fue Fulvia P ía; sus tíos paternos fu e­ ron A p ro y Severo, los d o s consulares*; su abuelo m aterno fue M acro y su abuelo paterno, F u lvio Pío. N a c ió el seis de los idus de abril, durante el segun ­ do con sulad o de E ru cio C la ro y el sexto de Seve­ ro. E n los p rim eros años de su niñez, antes de instruirse en la literatura griega y latina, en las que lue­ go fue m u y versado , no se ejercitó con los niños de su edad en ningún o tro juego que en el que los jueces, p ues se sentaba e im partía justicia rodeado de una hilera de niños que le ofrecían los haces y las segures ! . A los d ieciocho años declam ó en p ú ­ blico. D esp u és se dirigió a R o m a a causa de sus estu d ios, pidió al divino M arco el laticlavo 2 obte-

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1 Loa haces (fasces) eran un manojo de varas de abedul, fresno u olmo atadas con correas en forma de haz. En medio de ellas se empla­ zaba un hacha (securis). Eran el emblema del imperium y los llevaban los lictores delante de los magistrados dotados de él. 2 «Laticlavo» de latus clauus, larga raya o banda de color púrpura que corría a lo largo de la túnica en dirección perpendicular delante del pecho. Su uso era originariamente privilegio de los senadores romanos, aunque parece que luego algunas veces se concedió este derecho excep­

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niéndole gracias al ap o y o que le prestó su pariente Septim io Severo, que había sido ya dos veces cónsul. C u an d o llegó a R o m a, se encon tró con un huesp ed que estaba leyendo en ese preciso m om ento la vida del em perador A d rian o , coincidencia que co n ­ sideró com o un p resagio de su suerte futura. T u v o adem ás otro p resagio sob re su acceso al im perio. A ce ptó la toga p resid iaría 3 del p ro p io em perador en una ocasión en que se p resen tó vestido con el m anto griego 4 a un b an quete q ue se le había invita­ d o con el em perador, siendo así que debía haber acudido vestido con la to g a rom ana. E sa m ism a noche soñ ó que m am aba de las tetas de una loba, com o hicieron R em o y R ó m u lo . Se sentó tam bién en la silla del em perador que un esclavo había d e ­ jad o allí al azar, p o rq u e n o sab ía que no estaba p e r­ m itido hacerlo. T am b ién un d ía que d orm ía en un establo, una serpiente se enrolló en torno a su ca­ beza y , ante los gritos y el terror de los esclavos, desaparació sin causarle ningún daño. V ivió una juventud cargada de p asion es y a v e ­ ces de crím enes. Se defendió de una acusación de adulterio y fue absuelto p o r el p ro có n su l Ju lian o al que suced ió en el p ro c o n su lad o , tuvo com o colega en el con sulad o y su ced ió igualm ente en el im p e­ rio. E jerció con escru p u lo sid ad la cuestura, renun­ ciando al tribunado m ilitar. D esp u és de ejercer dicha m agistratura recibió p o r sorteo^ la cuestura de la B ética y desde aqu í se dirigió a A frica para p o ­ ner en orden su situación fam iliar tras la m uerte de su padre. P ero m ientras se encontraba en A frica le fue encom endada C erd eñ a en lu gar de la Bética, p o rq u e los m auritanos saqueaban la Bética. /Así,

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cionalmente a algunos caballeros, cuyo distintivo era el augustus clauus, la banda estrecha. 3 Una toga especial que se utilizaba entre las guarniciones. 4 Es decir, con el pallium, cf. Adriano, 22,4, n. 96.

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p u es, después de ejercer la cuestura en C erdeña, re­ cibió la legación de p ro c ó n su l de A frica. D u ran te esta legación, cuan do u n o de su s conciudadanos de L ep tis, a p esar de ser p leb ey o , le salud ó dándole un ab razo com o a un antiguo com pañ ero ante los que le escoltaban con las h aces, Severo le golp eó con las Vaía^, m ientras el heraldo p ro clam ab a: « N o oses tu, u n 'hom bre p leb ey o , ab razar tem erariam ente a un legad o del p u eb lo rom an o . » E ste incidente hizo q ue tam bién viajaran sen tado s en un carruaje los lega­ d o s, que anteriorm ente viajaban a pie. E n ton ces, en una ciudad de A frica, cuan d o acudió an gustiado a con su ltar a un m atem ático, d espués de q u e; se le descifró el h o ró sc o p o y vio en él los extraordinarios acontecim ientos que le aguardaban , el astró lo go le d ijo : «D im e tu h o ró sc o p o , n o uno ajen o .» Y , cuando Severo le ju ró q ue aqu él era el su y o , el astró lo ­ go le h izo una exp osición de to d o s lo s hechos que acaecieron después. Se h izo acreedor al tribu n ad o de la plebe que le concedió el em perado r M arco p o r u n decreto y lo ejerció con gran severidad e inteligencia. P o r entonces tom ó p o r esp o sa a M arcia, a la que no m en­ cionó en el relato de su v id a p riv ad a . D esp u és, cuando fue em perador, erigió estatuas en su honor. F u e n o m b rad o p re to r p o r M arco A urelio a los treinta y d os años de edad, n o com o candidato o fi­ cial del em perador, sino com o uno m ás entre otros com petid ores 6. E n to n ces fue enviado a H isp an ia donde soñ ó p rim ero que se le encargaba restaurar el tem plo de A u g u sto en T arrag o n a, que se estaba y a d erru m b an d o; desp ués con tem pló desde la cim a

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5 Se refiere a la autobiografía que Severo escribió después de la mpeVÍ te de Albino para justificarse de sus acciones y de su crueldad, cf. 18,6 y Clodio Albino, 7,1. 6 Cierto número de aspirantes a las magistraturas eran elegidos por el emperador. Se llamaban candidati Caesaris porque llevaban la toga candida.

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de una m ontañ a m uy alta el g lo b o terráqueo y la ciudad de R o m a, m ientras las provincias entonaban un canto con la lira, a viva v o z o con la flauta. C o n - 6 cedió d istin tos espectácu los. A continuación fue n o m brado jefe de la legión cuarta, la Escítica, que acam paba en las in m ediacion es de M arsella. D e s- 7 p u es de esto se d irigió a A ten as para perfeccionar sus estudios y con ocer los ritos sagrado s, las co n s­ trucciones p ú blicas y las antigüedades de la ciudad. D a d o que, durante su estancia en esta ciudad, reci­ bió ciertos ultrajes de los atenienses, se enem istó con ellos y luego, cu an d o fue em perador, se vengó dism inuyéndoles los p riv ilegio s que disfrutaban. D esp u és tom ó p o sesió n com o legado de la provin- 8 cia de L ió n . C o m o deseaba casarse de nuevo al ha- 9 ber perd id o a su esp o sa, se in form aba dei h o ró sco ­ p o de las p rom etid as, pues él m ism o era tam bién m u y versado en astro lo gia; y, cuando o y ó que h a­ bía u n a m ujer en Siria con un h o ró sc o p o tal, que la destin aba a casarse con un rey, la p id ió p or es­ p o sa — se trata de Ju lia — y se d esp o só con ella g ra­ cias a la m ediación de sus am igos. E sta le hizo p a ­ dre enseguida. 4 L o s galos le estim aron com o a ningún otro em ­ p erad o r p o r su severidad, h on orabilid ad e integri­ dad. D esp u és gobern ó las d os P anonias en calidad 2 de procón su l. A continuación recibió p o r sorteo la rovincia p ro co n su lar de Sicilia. Y reconoció otro 3 ijo que le nació en R o m a. D u ran te su estancia en Sicilia se le acusó de h ab er acud id o a consultar unas veces a los adivin os, otras a los C ald eo s sobre su acceso al p od er. L o s p refectos del P retorio, a q u ie­ nes se les había encom endado oir su causa, le ab ­ solvieron d ad o que y a C ó m o d o em pezaba a hacerse o d io so y enviaron a la cruz a su acusador. E jerció 4 su prim er consulado con A puleyo R ufino, designán­ d ole C ó m o d o entre m uch os candidatos. D esp ués del con su lad o, se m antuvo casi durante un año in activo; p ero d espués, gracias al ap oy o de Leto, re ­

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cibió el m ando del ejército de G erm ania. C u an d o iba a partir a este destin o co m p ró unos jardines de grandes dim ensiones 7, sien do así que hasta enton­ ces había p o se íd o 'u n a casa m uy pequeñ a en R om a y una sola finca"en V enecia. U n día que tendido so bre el suelo com ía un m enú m od esto con sus h i­ jos en estos jardines y su hijo m ayor, que enton­ ces tenía cinco años, d istribu ía a sus com pañeros de ju ego con m ano excesivam ente liberal las frutas que les habían servido y él le dijo reprendiéndole paternalm ente: «R ep arte con m ás com edim iento, pues no posees las riqu ezas de un rey », el m u ch a­ cho, de cinco años aún, le con testó: «P ero algún día las p o seeré.» M arch ó a G erm an ia y se com portó de tal m anera en el d esem peñ o de su legación, que aum entó su reputación y a puesta de relieve con anterioridad. H a sta entonces ejerció el arte m ilitar com o un p articular. Pero d esp ués, a instancias de una gran m ayoría y a p esar de su resistencia, el día de los idus de ago sto fue n o m b rad o em perador en C a r­ nunto p o r las legion es de G erm an ia, cuando se en­ teraron de que C ó m o d o había sid o asesinado y de que Ju lian o o cu p ab a el tro n o, o d iad o tam bién por todo el mundo. D io a los soldados sestercios, lo que n o había hecho ningún em pera­ d or anterior 7 bls. D esp u és de con so lid ar las provin cias que iba dejando a sus espaldas, se dirigió a Rom a, som etiéndose a él to d o s los habitantes de las regio­ nes p o r donde p asó , d ad o que los ejércitos de la Iliria y de las G alias y a le habían p restad o juram ento

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7 Se designaba con el nombre de jardines (horti) a tasrparques de di­ versión en los que solía haber, según las dimensioned Jíumbrosas ave­ nidas (gestationes) para pasear en silla o andaderas (sell'¿r;'lectica)t espa­ cios para los ejercicios de equitación (hippodromi), fuentes, grutas, es­ tatuas y otras obras de arte convenientemente repartidas para mayor es­ parcimiento. 7b,s Hay una laguna según Hohl que llenamos con de Σ.

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de fidelidad o b lig ad o s p o r su s jefes, pues era con- 4 siderado p o r tod o s com o el ven gad or de Pértinax. 5 P o r aquel tiem po, a in stancias de Ju lian o , Septim io Severo fue d eclarado enem igo p úblico p o r el sen a­ d o, d espués de que se envió un a em bajada para que, p o r decreto de la asam blea, lo s so ld ad o s desertaran de su ejército. Y , cu an d o Severo se enteró de que 6 le habían enviado la em b ajad a p o r resolución u n á­ nim e del senado, p rim ero se llenó de tem or, p ero d espués so b o rn ó a lo s legad os y consiguió que h a­ blaran al ejército en su fav or y que se pasaran a su p artido . C u an d o se con o cieron estos hechos, Ju lia- 7 no con sigu ió que el senado redactara un decreto p ara repartirse el p o d e r im perial con Severo, aun- 8 que no se sab e con segu rid ad si esto lo hizo de b u e­ na fe o p o r engaño, d ad o que y a en u n a ocasión an ­ terior había enviado a algu n os célebres asesinos de generales p ara que m ataran a Severo, de la m ism a m anera q u i l o s había enviado para que m ataran a Pescenio ftjfgrb, que tam bién había asum ido p e rso ­ nalm ente el p o d er contra él, in stigado p o r los ejér­ citos de Siria. Pero Severo, tras haber burlado la ac- 9 ción de aquéllos a los que Julian o había enviado para asesinarle, escribió una carta a los pretorianos con la consigna de ab an d on ar a Ju lia n o o de darle m u er­ te, con sign a que fue atendida enseguida, pues Ju - 10 liano fue asesinado en P alacio y a Severo se le in ­ vitó a entrar en R om a. D e esta m anera Severo re- 11 sultó ven cedor sin q u e m ediara nada m ás que una orden suya, lo que jam ás había ocu rrido a nadie an ­ teriorm ente, y acto segu id o se dirigió con su ejér­ cito a R om a. D esp u és de que Ju lian o fue asesinado, com o Se­ vero se m antenía aún en los cuarteles y en las tien­ das de cam paña com o si hiciera la m archa a través de un territorio enem igo, el sen ado le envió una d e ­ legación de cien senadores p ara felicitarle y presen ­ tarle sus súplicas. L o s sen adores se encontraron con 2 él en T erni y le salud aron , p ero después de que fue-

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ron registrad os, p ara q u e n o guardarán ningún arm a, m ientras que él se m antenía arm ado y escol­ tad o p o r h om bres con arm as. A l día siguiente entregó setecientos veinte áureos a lo s m iem bros de la legación del sen ado, cu an d o salía a recibirle tod a la servidum bre de P alacio, y les envió p o r delante a R om a, ofreciendo a los que así lo deseaban la p o sibilidad de perm anecer a su lad o y de volver luego con él a la C iu d ad . N o m b r ó tam bién enseguida prefecto del P reto rio a F lav io Ju v en al, al que Ju lian o había n o m b rad o tam bién com o tercer prefecto su yo. M ientras tanto se o rigin ó en R o m a una inm ensa agitación entre los so ld ad o s y lo s ciu d ad a­ n os, p o rq u e Severo av an zab a arm ad o contra los que le h abían d eclarado enem igo p ú b lico. A estos sucesos se su m ó la circunstancia de que Severo su po que las legiones de Siria habían con ced id o el título de em perador a P escen io N ig ro . E n ton ces, valiénd ose de un os em isarios su y o s, interceptó los edic­ tos y las cartas que éste d irigió al p u eblo y al sena­ d o, par^, con seguir que n o fueran expuestos al p u e­ blo ni íeidós al senado. P o r aquel m ism o tiem po Severo p en só tam bién n o m b rar com o sucesor su y o a C lo d io A lb in o , a quién se le había concedido p o r C ó m o d o m ediante un decreto el p o d e r de C ésar 7 ter. P ero, com o sentía gran tem or hacia las p er­ son as que le m erecían una op in ió n favorable, envió H eráclito p ara que o cu p ara B retañ a y a Plauciano p ara que se ap od erara de los hijos de N ig ro . C u an do Severo llegó a R o m a, o rd en ó que los p retoria­ nos salieran a recibirle d esarm ad os y con túnicas

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7tlT Acepto la segunda lectura de H ohl I, p- 307: a[ut] C om m o d iafnujm.

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«su b arm ales» 8. Y , tal com o estaban, lo s convocó al tribunal, rod eán d o les p o r to d as partes de h o m ­ bres arm ados. D esp u és de que en tró en R o m a arm ado, su bió tam bién al C ap ito lio con un a escolta de sold ad os arm ados. D esd e allí se dirigió con la m ism a in d u ­ m entaria al P alacio, h aciendo q u e llevaran delante los estandartes que h ab ía arrebatado a lo s p retoria­ n os, n o derechos, sin o vueltos hacia abajo. D e s- 2 p u és, los so ld ad o s se establecieron p o r to d a la C iu ­ dad en los tem plos, en los p ó rtic o s y en las estan ­ cias de la corte, com o si fueran posadas, con lo que la 3 entrada de Severo en R o m a fu e o d io sa y terrible, p u esto que lo s so ld ad o s se ap od erab an de las cosas sin com prarlas, am enazando con la destrucción de la C iu d ad . A l día siguiente, Severo vino al senado 4 escoltad o no só lo p o r so ld ad o s arm ad os, sino tam ­ bién p o r su am igos. E x p lic ó en la asam blea la ra ­ zó n p o r la que había asu m id o el p o d er im perial ale­ gando que Ju lian o había enviado p ara m atarle a unos in dividu os que y a eran célebres p o r haber ase­ sin ad o a generales 9. O b lig ó a firm ar un decreto del 5 senado que p roh ib iera al em perado r enviar a m u er­ te a ningún sen ador sin contar con la asam blea. 6 P ero, m ientras se h allaba en el senado, los so ld a­ dos se am otinaron y exigieron a la asam blea d iez m il sestercios p o r cabeza, siguien d o el ejem plo de aquéllos que habían con d u cid o a R o m a a O ctavia-

8 El texto dice cum subarmalibus inermes. El subarmale es un tipo de vestido cuya naturaleza no está bien determinada. Algunos supo­ nen que debía este nombre a que pasaba bajo uno de los brazos, como un exomis, túnica griega sin mangas muy corta (substricta) que al po­ nerla dejaba libre la espalda derecha (ωμοβ) y el brazo. Otros piensan que se llamaba así porque se llevaba sobre la armadura (arma). E l tex­ to, al constatar que debían ir desarmados, hace suponer que se trataría de un exomis. 9 Cf. 5,8; Didio Juliano, 5,8; Pescenio Nigro, 2,5.

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n o A u gu sto y que habían recib id o la m ism a canti­ dad. Y , aunque Severo no p u d o reprim irlos com o era su deseo, sin em b argo, lo g ró apaciguarlos y d i­ solverlos, tras haberles d ad o u n a gratificación. D esp u és organ izó un funeral co m o el de los c e n so r e s 10 para h on rar a la estatua de P értinax y co n sagró a éste in cluyéndole entre lo s em peradores diviniza­ d os, d espués de haberle asign ad o adem ás un fla­ m en y una cofradía de H elv ian o s que anteriorm en­ te habían sid o M arcian os 11. O rd en ó adem ás que se le llam ara Pértinax, aunque desp ués decidió quese le suprim iera este n o m b re, pen san d o que c o n s­ tituía un m al p resagio. D e sp u é s p ag ó las deudas de sus am igos. C a só a su s hijas con P ro b o y E c io , después de haberlas d o tad o convenientem ente. Y , cuan do o fre­ ció a su yern o P ro b o la prefectu ra de la C iu d ad , éste la rechazó d icien do q u e le parecía m enos ser refecto que yern o del p ríncipe. Sin em bargo, n o m ró cónsules in m ediatam ente a su s d o s y ern o s y los llenó de riquezas. O tro día acudió al sen ado y , tras acusar a los am igos de Ju lian o , los p ro scrib ió y co n ­ denó a m uerte. P resid ió m u ch ísim o s p ro ceso s. C astigó severam eñte a los jueces acu sad os p o r los ha­ bitantes de las p rovin cias, un a vez d em o strad a su cu lpabilidad. Se encon tró con una gran escasez de víveres p reo cu p án d o se de su aprovecham iento de tal m anera, que a su m uerte d ejó al p u eb lo rom an o una reserva p ara siete años. P artió p ara co n so lid ar la situación p olítica en O riente, sin haber hecho aún ni un só lo com enta­ rio en p úblico so b re N ig ro . N o ob stan te, envió legiones a A frica con el fin de que éste no pudiera

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10 Cf. Pértinax, n. 36. N ótese que aquí el funeral se decreta para hon­ rar la estatua del emperador muerto. 11 Cf. Marco, 15,4. Pértinax, 15,4.

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ocu p ar esta región p asan d o p o r L ib ia y E gipto ni acosar al p u eblo rom an o con la escasez ae ali­ m entos. D ejó com o p refecto de la C iu d ad a D o m icio D extro en lugar de B a so y salió de R o m a a los trein­ ta días después de haber llegado a ella. Y a fuera de la C iu d ad , tuvo que afrontar una violenta sedición de su ejército junto al paraje denom in ado «las r o ­ cas ro jas» 12 a causa del em plazam iento del cam pa­ m ento. Su herm ano G eta corrió rápidam ente a su encuentro y, en con tra de lo que esperaba, S e ­ vero le ord en ó asum ir el gobiern o de la provincia que le había sid o confiada. L e llevaron a su casa los hijos de N ig ro a los que m o stró la m ism a estim a que a los su y os. H ab ía enviado una legión para q u e ocupara G recia y T rac ia anticipándose a Pescenio; pero N ig ro y a tenía a B izan cio bajo su poder. D esean do ocu p ar tam bién P erinto, N ig ro m ató a un gran núm ero de so ld ad o s de Severo p or lo cual fue declarado enem igo p ú b lico ju n to con E m iliano. Y cuando invitó a Severo a repartirse el p o d er, éste re ­ chazó con desdén su p ro p o sició n . D e hecho, p ro m etió a N ig ro un exilio segu ro, si éste era su d e ­ se o ; en cam bio, a E m ilian o n o le p erd on ó. E ste , vencido p o c o d espués en H elesp o n to p o r los gen e­ rales de Severo, se refugió p rim ero en C ízico y lu e­ go en otra ciudad d on d e fue asesinado p o r orden de aquéllos. Y las tro pas de N ig r o tam bién fueron dispersadas p o r estos m ism os generales. 9 C u an d o se enteró de esto, Severo escribió al se ­ n ado, com o si ya hu biera acab ad o la guerra. D e s ­ pués se en zarzó en la lucha con N ig ro , lo m ató cer­ ca de C ízic o e hizo que pasearan su cabeza clavada en una pica.

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12 En latín, Saxa Rubra, en la vía Flaminia, diez millas aproximada­ mente al Norte de Roma. 13 P. Septimio Geta, probablemente gobernador de Dacia en el año 195.

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D esp u és de esto, envió al destierro con su m adre 2 a los hijos de N ig r o a los que había m antenido en el m ism o género de vida que a los su y os p ro p io s. 3 E n vió una carta al sen ado anunciándole su victoria y no castigó con la m uerte a ninguno de los sena­ dores que habían segu id o el p artid o de N ig ro , sal­ vo a uno. Se irritó m uch o co n lo s habitantes de 4 A n tio q u ía p o rq u e se habían reMo^de él cuando era ad m in istrad or en O rien te y p o rq u e habían ayu d a­ d o a N ig ro , in cluso d esp ués de su derrota. F in al­ m ente les q u itó m uchas de sus p rerrogativas. T am - 5 bién p rivó del derecho de ciudadanía a los habitan­ tes de N e á p o lis 14 de P alestina, p o rq u e se habían m antenido en pie de guerra durante m ucho tiem po ap oyan d o a N ig ro . C a stig ó con crueldad a un buen 6 núm ero de ciu d ad an o s que habían segu ido a N i ­ gro, exceptuando a los que pertenecían al estam en­ to senatorial. In fligió tam bién diversas afrentas y 7 m ultas a m uchas de las ciud ad es que habían abra­ zad o su causa. O rd e n ó la m uerte de los senadores 8 que habían lu ch ado con N ig r o com o generales o com o tribunos. D esp u és llevó a cabo m últiples ope- 9 raciones p róxim as a A rab ia, un a vez som etid os los p arto s al arbitrio de R o m a, así com o los adiabenos, p u eb lo que en su totalid ad había tenido los m ism os sentim ientos que P escenio. Y , p o r estas acciones, 10 cuando vo lv ió a R o m a se le concedieron los h o n o ­ res del triunfo y el título de A ráb ico , A diabén ico y Pártico. Pero rech azó el h o n o r del triunfo p ara 11 que no se pen sara que celebraba un a victoria ob te­ n ida contra sus con ciu d ad an os. R eh u só tam bién el título de P ártico p ara n o irritar a los p artos. 10 Ju stam en te cuan d o vo lv ió a R o m a, tras finalizar la guerra civil de N ig ro , se le anunció que C lo d io

14 «Ciudad nueva» del griego νέα-πόΙιβ. Probablemente se trata de Jerusalén, destruida en la rebelión de los judíos y reconstruida por Adriano, a la que llamó Elia Capitolina.

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A lb in o había su scitad o otra rebelán dose en la G a,lia. P o r ello fueron asesin ad os algo después los h i­ jo s de N ig ro ju n to con su m adre. P or tanto, in m e- 2 diatam ente declaró a A lb in o enem igo público, así com o a los que le habían escrito o contestado con excesivos halagos. Y cuan do se dirigía a luchar c o n ­ tra él, en plen a m archa, con firió el título de C ésar a su h ijo m ay o r B asian o en V im inacio, añ adién do­ le el nom bre de A u relio A n to n in o p ara quitar a su herm ano G eta la esp eran za q u e había concebido de llegar a em perador. P o r cierto, p u so a su hijo el 4 nom bre de A n ton in o p o rq u e había soñ ad o que iba a ser su su cesor un A n to n in o . P o r ello piensan al- 5 gunos autores que con ced ió a G e ta tam bién el n o m ­ bre de A n ton in o p ara que tam bién él le sucediese en el im perio. O tro s creen que la razón p or la que 6 B asian o fue llam ado A n to n in o fue p o rq u e el p r o ­ pio Severo quería p asar a fo rm ar parte de la fam ilia de M arco. P o r cierto que, en las prim eras escara- 7 m u zas, los generales de Severo fueron d errotados p o r los de A lb in o . E n ton ces, angustiado, cuando acudió a con su ltar a los adivin os, se enteró p o r las respuestas de los a u g u r e s 15 de P anonia que resu l­ taría vencedor, p ero que su enem igo n o caería en sus m anos ni lograría escapar, sino que perecería junto al agua. E n se gu id a se p asaro n a su lado de- 8 sertando m uch os am igos de A lb in o y fueron p re n ­ didos m uch os de su s generales, a los que Severo castigó. 11 D esp u és de que lo s d o s ban do s libraran en la G a ­ lia en este intervalo m últiples com bates con d istin ­ to resu ltado, Severo lu ch ó con gran éxito contra A l­ bino p o r prim era vez en los alrededores de T inurcio. E n ton ces afron tó realm ente un gran p eligro 2 al caer de su caballo, de tal form a que llegaron a creer

15 Cf. Didio Juliano, 6,6.

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que había m uerto al haber sid o alcanzado p o r el im ­ p acto de una b o la de p lo m o y , com o consecuencia de ello, el ejército estuvo a p u n to de elegir y a otro em perador. P o r entonces, cuando se leyeron las actas que el senado había red actad o p ro p o n ien d o la exaltación de C lo d io C elsin o , que era de H ad ru m eto y pariente de A lb in o , irritán dose Severo co n ­ tra el senado p en san d o q u e la asam blea había d e­ fendido esta p ro p u esta p ara favorecer a A lb in o, p ro p u so que se adm itiera a C ó m o d o en el ran go de lo s dioses, pen san d o que de esta fo rm a p o d ía ven­ garse del senado. Y fue el prim ero que confirió p ú tilicamente el título de «d iv in o » a C ó m o d o en p re­ sencia de los so ld ad o s, y lu ego se lo com unicó al senado p o r escrito, enviándole al m ism o tiem po un discu rso sob re su victoria. O rd en ó que fueran desp ed azad os los cadáveres de lo s senadores que ha­ bían recibido la m uerte durante esta guerra. D esp u és, cuando le llevaron el cuerpo de A lb in o , que aún estaba m edio m u erto, ordenó que le cortaran la cabeza y que le enviaran a R om a, adjuntan do una carta. A lb in o fue d errotad o el día onde de las calendas de m arzo. E l resto de su cadáver fue exp ues­ to p o r orden de Severo delante de su p ro p ia casa y allí perm aneció durante bastante tiem po. E l m ism o Severo, adem ás, m on tó so b re su caballo y le h o s­ tigó p ara que saltara p o r encim a del cadáver de A l­ bino y, al ver que se espantaba, le incitó p ara que a rienda suelta le p iso teara sin ningún m iram iento. O tro s dicen que fue él m ism o quien dio la orden de arrojar su cadáver al R ó d an o , ju n to con el de su e sp o sa y los de sus hijos. 12 U n a vez que fu eron asesinadas m uchísim as p er­ son as del p artido de A lb in o , entre las que se en­ contraban m uch os p roceres de R o m a y m ujeres de alta reputación, q uedaron co n fiscad os los bienes de to d o s ellos, con lo cual acrecentaron el erario. T am ­ bién entonces recibieron la m uerte m uch os patriciosjespañoleá^y galos. Fin alm ente, Severo dio a los

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so ld ad o s m ás e stip e n d io s 16 que ningún otro em pe­ rador. Y , gracias a la con fiscació n que hem os m en- 3 cionado, dejó a su s h ijo s un p atrim o n io m ayor que ningún otro em perador, p ues convirtió en p ro p ie­ dad del em perador la m ay o r p arte del o ro cobrado en las G alios,e)i las provin cias de H isp an ia y en Ita ­ lia. Entonces' se creó p o r p rim era vez el cargo q ue 4 cuidaba de la fo rtu n a p riv ad a del em perador 17. 5 D esp u és de la m uerte de A lb in o , fueron d errotados en la guerra p o r Severo m u ch o s que aún le eran fie ­ les. P o r aquella m ism a fecha anun ciaron a A lb in o 6 tam bién la defección al p artid o contrario de una le­ gión de A rabia. A á^pU es, d espués de haber ven gado con severi- 7 dad la re v u e lta de A lb in o d an d o m uerte a un gran núm ero de person as y hab ien d o extinguido el lin a­ je de su rival, volvió a R o m a airado con tra el sen a­ do y el p u eblo. H iz o el elogio de C ó m o d o en el se- 8 n ad o y delante de la asam blea del p u eb lo, le llam ó dios y afirm ó que este em perad o r sólo había d esa­ grad ad o a los infam es, con lo que se vió con clari^ ._ d ad la revuelta de A lb in o , d an d o m uerte a un gran . L ra.'ÍY d espués de esto, disertó sob re su p rop ia ele- 9 =¿i-m éhcia, a p esar de q u e fue extraordinariam ente cruel e h izo perecer a lo s senadores a continuación reseñados 18. 13 E jecu tó sin defensa alguna a estos n obles: M u m io Secundino, A sélio C lau d ian o , C lau d io R u fo , 2 V italio V ictor, P apio F au sto , E lio C elso , Ju lio

16 Se llamaba estipendio (stipendium) a la paga o sueldo de los solda­ dos. Se comenzó a pagar en Rom a en el año 406 a de C. durante el sitio de Veyes. Inicialmente se daban tres ases por día para la infantería y seis para la caballería. Durante el imperio, las cantidades variaron; pero, en general, la caballería cobraba el doble. El procurator rerum priuatarum, cf. Cómodo, 20,1. 18 Según Dión Casio (LX XV ,8), ejecutó a veintinueve y perdonó a treinta y cinco. La lista de cuarenta y uno que da Esparciano incluye probablemente a algunos partidarios de N igro.

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R u fo , L o lio P ro feso , A u ru n cu ley o C orn eliano, A n ton io B alb o , P o stu m io Severo, Sergio L u stral, F ab io Paulino, N o n io G ra c o , M asticio Fab ian o , C asp erio A g rip in o , C e y o n io A lb in o , C lau d io Su l­ piciano, M em io R u fin o , C a sp e rio E m ilian o, C o c ey o V ero, E ru cio C la ro , L . E stiló n , C lo d io R u fin o, Egnatuleyo H on orato, Petronio el Joven , los Péscenios F au sto , V eracíano, A u relian o , M ateriano, J u ­ liano y A lb in o ; los C erelio s M acrin o, F austin ian o y Ju lian o ; H eren io N e p o te , Sulp icio C an o , V alerio C atu lin o, N o v io R u fo , C lau d io A rab ian o y M ar­ cio A selión . A ái.p iíes, el asesin o de tan tos ciudadanos y tan ilustres com o ésto s — p u es un buen n ú ­ m ero de ellos eran con su lares o pretoriales y tod o s ellos sin d u d a varon es exim ios— fue con sid erad o com o un d io s p o r los africanos. A cu só a C in cio Severo de haber q u erid o envenenarle y , en con secuen ­ cia, le dio m uerte. 14 D e sp u és, arro jó a los leones a N a rc iso , el estrangu lád or de C ó m o d o 19. A d em ás quitó la vid a a m u ­ ch os h om bres, de fam ilia p o c o con o cid a, p ara no hablar de aquéllos a los q ue aniquiló el frago r del com bate. D esp u és de estos asesin atos, deseando congraciarse con to d o s p asó , de m an os privadas al fisco el servicio de. correo s p ú b lico s 20. L u e g o h izo que el senado diera el título de C é sa r a su h ijo B asiano A n ton in o y le con ced ió las insignias im peria­ les. A continuación su rg ió el ru m or de un a guerra con los p arto s. P o r p ro p ia iniciativa erigió estatuas en h on or de su p ad re, de su m adre, de su abuelo y de su prim era esp osa. A l con o cer la con d ucta de P lauciano, hasta entonces m u y am igo su y o , le co ­ bró tal od io que le declaró enem igo p ú b lico y le in­

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19 Cf. Cómodo, 17,2, aunque según D ión Casio éste fue muerto por Didio Juliano. 20 Parece que completó así la reforma emprendida por Adriano, cf. Adriano, 7,5, n. 42.

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fam ó con una injuria p esad a, p u es hizo derribar su s estatuas en to d o el o rb e de la tierra, irritado sob re to d o p o rq u e aquél h ab ía em plazad o su estatua en ­ tre las de los parientes y fam iliares de Severo. P erd on ó a los habitantes de P alestin a la p en a que h a­ bían m erecido p o r p o n erse de p arte de N ig ro . P o steriorm ente se reconcilió con Plaucian o y , tras en ­ trar en R o m a com o lo s que obtienen los hon ores de la ovación 21, se dirigió con él al C ap ito lio , aunque, andando el tiem po, tam bién m an d o ejecutarle. D io la toga viril a su hijo m enor, G eta, y al m ayor le unió en m atrim on io con u n a hija d e Plauciano 22. L o s que habían declarado a Plau cian o enem igo p úblico fu eron exiliados. — A sí cam bian siem pre todas las cosas, com o regidas p o r una ley n atu ral-^. E n se ­ gu ida n o m b ró cónsules a su d o s hijos. E n gran d eció a su herm ato G eta. P artió d esp ués a luchar contra los p arto s, p ero antes ofreció un espectáculo p ú ­ blico de gladiadores y d istrib u y ó entre el pueblo un congiario. E n el in tervalo d e estos su cesos, d io m uerte a m u ch o s ciu d ad an o s aduciendo m otivos reales o inventados. Sin em bargo, la m ay o r p arte de ellos eran con d en ados b ajo la acusación de h a­ ber dicho b ro m as, o tro s bajo la de haberse callado y otros bajo la de haber p ro n u n ciad o frases en ton o alegórico, c o m o : «he ahí a un em perad o r realm en­ te concorde con su nom bre, verdaderam ente p erti­ n az (Pertinax), verdaderam ente severo (Seuerus).»

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21 El texto dice ueluti ouans. La ovación (ouatio) era una recompen­ sa concedida al general victorioso inferior al triunfo, cf. Marco, n. 53. La primera que se concedió fue al cónsul Postumio, vencedor de los sa­ binos, hacia el año 500 a de C. El vencedor galardonado entraba en la ciudad a pie o a caballo, pero no sobre carro como en el triunfo, al son de flautas y no de trompetas, y se dirigía al Capitolio a hacer un sacri­ ficio de un cordero (ouis, de donde ouatio). El cortejo era menos es­ pectacular que en el triunfo: los soldados le precedían con ramos de oli­ vo y le acompañaban senadores, caballeros y los más destacados ciuda­ danos. 22 Fulvia Plautila.

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L o s rum ores de la gente aireaban la noticia de que Septim io Severo p ro m o v ía la guerra contra los p arto s m ovid o p o r el d eseo de hacerse fam o so , no p o r ninguna necesidad. Fin alm ente, después de tran sportar su ejército en B rin d isi; llegó a Siria sin interrum pir su m archa y luego rechazó a los p ar­ tos. Pero d espués vo lv ió de nuevo a Siria, con el fin de hacer lo s p rep arativos p ara guerrear contra aqué­ llos. M ientras tan to, p o r in stigación de Plauciano, p erseguía a los p artid ario s de Pescenio N ig ro que quedaban, de tal m anera q u e atacaba incluso a al­ g u n os de su s p ro p io s am igo s, achacándoles que h a­ bían atentado contra su vida. H iz o tam bién m orir a m uchos bajo la acusación de haber con sultad o a los C ald eo s o a los adivin os sob re su salud, so sp e ­ chando especialm ente de to d o s los que p od ían as­ p irar al trono, p o rq u e tenía hijos de m uy corta edad aún y p orq u e creía u oía decir que era esta la cir­ cunstancia que se alegaba p o r aquéllos que augura­ ban para sí el tron o. Fin alm ente, d espués de haber ordenado la m uerte de algu n os ciudadanos, pedía excusas y, una vez que habían m uerto, aseguraba que no había sid o él quien h ab ía ordenado tales eje­ cuciones. Según M ario M áxim o, así es com o actuó sob re tod o con L eto 23. E n una ocasión en que acu­ dió a visitarle su herm ana L ep titan a, que apenas ha­ blaba latín, com o él sentía m ucha vergüen za de ella p o r ser el em perador, tras concederle m últiples p re­ sentes y a su hijo la laticlavia, le ord en ó volver a su p atria junto con su h ijo, que m u rió enseguida. 16 ^sypj& es, cuan do acab aba y a el verano, tras hab erse'in tern ad o en Partía, llegó a C tesifon te d es­ p u és de expulsar de allí al rey y se apoderó de la ciudad, ya casi en la estación invernal, p orque en aquellas regiones se hacía m ejo r la guerra durante

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23 Legado suyo en la anterior campaña y defensor de Nisibis, ciudad de Mesopotamia, contra los partos.

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el invierno, aunque los so ld ad o s se alim entaran con raíces de hierbas y contrajeran p o r ello enferm eda­ des e in disposicion es. P o r esta razón, aunque n o p u d o adentrarse m ás a causa de la resistencia de los p arto s y de las diarreas de los so ld ad o s p rovo cad as p o r una dieta d esacostu m brad a, persistió en su em ­ p eñ o, tom ó la ciudad, p u so en fuga al rey y dio m uerte a un gran núm ero de enem igos, con lo que se hizo m erecedor del n om bre de Pártico. Por estos éxitos los so ld ad o s p ro clam aro n tam bién cop ar­ tícipe del im perio a su h ijo B asian o A nton ino que tenía trece años y ya había recib id o el título de C é ­ sar. T am bién a su hijo m en or G eta le dieron el título de C ésar llam án dole tam bién a él m ism o A n ­ tonino, según aseguran m uch os escritores. Para celebrar la concesión de estos n o m bres, distribuyó un m agnífico d on ativo entre los so ld ad o s y les conce­ d ió to d o el botín que p udieran capturar en la cap i­ tal de Partía, que era lo que ellos deseaban, y desde allí volvió a Siria com o ven ced or y con el título de P ártico. C o m o n o p o d ía m antenerse erguid o en el carro debid o a que se veía afectado p o r la gota, re­ ch azó el h on or del triunfo que le ofrecieron los se ­ n ad o res; p ero p erm itió obtener los honores del triunfo a su h ijo, a quien con ced ió el senado p or d e­ creto el triunfo Ju d a ic o , p o rq u e Severo había lu ­ chado con éxito tam bién en Siria. D e sp u és, cuando se trasladó a A n tio q u ía designó com o colega su y o en el con sulad o a su h ijo m ayor, concediéndole la toga viril, e inm ediatam ente am b o s tom aron p o se ­ sión de dicha m agistratu ra en Siria. D esp u és de esto se dirigió a A lejan dría tras haber d istribuido entre los so ld ad o s un sueldo m u y sustan cioso 24. 17 D u ran te su viaje, d io m uchas leyes a lo s palesti­ nos 24. P ro h ibió b ajo severas penas hacerse judío.

24 Cf. 14,6.

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R esp ecto al cristian ism o estableció u n a proh ibición sem ejante. D esp u és con ced ió a los habitantes de A lejan dría el derecho de elegir sen adores, p ues no contaban con una asam blea p ú b lica com o anterior­ m ente en ép oca de lo s reyes y estaban satisfechos con un só lo ju ez que h ab ía n o m b rad o el C ésar. A dem ás cam bió m uchas de sus leyes. E l p ro p io Severo in dicó siem p re p osteriorm en te que este viaje le había resultad o agradable p o r las cerem onias del culto del dios Serapis 25, p o r el conocim iento que había ad q uirido de los m on u m en tos de la antigüe­ d ad y p o r la n oved ad de lo s anim ales y de lo s p ai­ sajes que había v isto ; p o rq u e visitó con fnucha atención la ciudad de M e n fis, la estatua de M em nón 26, las p irám ides y el laberin to 27. Y , p u esto que es largo expon er los p orm en ores de su actuación, he aquí su s acciones m ás salientes: licenció a las coh ortes pretorian as, d espués de ha­ ber ven cido y d ad o m uerte a Ju lian o 2 , divin izó a Pértinax op on ién d ose a la vo lu n tad de lo s sold ad os y ordenó ab olir las decisiones de Salvio Ju lian o , aunque n o con sigu ió su p ro p ó sito . E n fin, parece que recibió el sobrenom bre de «A garrado» (Pertinax) no tanto p o r p ro p ia elección com o p o r su carácter ahorrativo. P o r o tra parte, se le con sid eró excesivam ente cruel p o r su s m últiples asesin ato s; así, en

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25 Cf. Marco, 23,8, n. 66. 26 Gigantesca estatua sedente del rey egipcio Amenofis III, colocada a la entrada de su templo funerario de Medinet-Abu, a la orilla del N ilo, frente a Tebas. Los griegos la llamaron de Memnón, porque creyeron ver en ella la figura de este personaje mitológico, hijo de la Aurora. 27 Construcción, en parte palacio y en parte templo y tumba, eleva­ da por el faraón Amenemhat III en Egipto, formada por una red com­ plicada de pasillos y habitaciones. 28 Aquí y en el pasaje correspondiente de Aurelio Víctor (Caes., X X ,1) parece confundirse a Salvio Juliano (cf. Adriano, 18,1) y el Edic­ tum perpetuum del que fue compilador con Didio Juliano y sus Acta. Pero las actas fueron rescindidas, no así el Edictum, que permaneció en vigor.

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una ocasión en que se p resen tó en actitud suplican­ te uno de sus enem igos y le pregu n tó cual habría sido su actuación si se h ubiera encontrado en una situación com o la suya, Severo ordenó que le ase­ sinaran sin inm utarse ante tan prudente pregunta. A nh elaba acabar con to d o tipo de conspiraciones y n o ; se retiró casi de ningún, com bate sin salir vencedor. 18 S u b y u gó al rey de los p ersas A b garo . Som etió a su autoridad a los árabes. H iz o tributarios a los adiabenos. F ortificó la B retaña, lo que con stitu yó la m ay o r gloria de su reinado, p o r m edio de un m u ro construido atravesan do la isla h asta tocar el O céano por am bos lados 29. P o r ello recibió el n om ­ bre de B ritán ico 30. H iz o segurísim a a la ciudad de T rípo li, de d on d e era origin ario, aniquilando a los p u eblos cercanos m ás belico so s, y aseguró p ara siem pre al p u eblo ro m an o un a ración de aceite d ia ­ ria gratuita y m uy abundante. . ■ Fu e inexorable con las faltas y m ostró una sagacidad singular para p ro m o c io n ar a los hom bres m ás activos. D ed icó bastante tiem po al estud io de la fi-_ losofía y de la oratoria y se excedía en sus ansias de aprender. Fue enem igo im placable de los lad ro ­ nes '. E scrib ió él m ism o su p ro p ia biografía pública y privada de fo rm a veraz, justifican d o única­ m ente el vicio de su crueldad 32. T eniendo en cuenta este vicio, el senado declaró que no debería h a­ ber nacido o que no debería h ab er m uerto, p orq u e fue dem asiado cruel y , al m ism o tiem po, dem asia­ d o útil a la república. Sin em bargo, en su p ro p ia

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29 Probablemente se trata de la reconstrucción del de Adriano, cf. Adriano, 11,2 y Antonino, 5,4. 30 Britannicus Maximus, según una inscripción. 31 Cf. Dión Casio, LX X V I, 10, por quien se conoce un famosísimo ladrón llamado Bulla Félix que causó el terror en Italia. 32 Cf. 3,2.

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casa fue p o c o p recavid o , p u esto que m antuvo en ella a su esp o sa Ju lia que se había desh on rado p o r su s adulterios e in cluso era cóm plice de una co n ­ juración. C o m o d em o rab a la gu erra d ebid o a que la gota enervaba su s pies y los so ld ad o s, incapaces de so p o rtar sem ejante situación , p roclam aron A u ­ g u sto a su hijo B asian o q u e estaba con él, ordenó que le levantaran en b ra zo s y le llevaran al tribu ­ nal 33 y que se p resen taran enseguida allí tod o s los tribu nos, los centuriones, lo s generales y las co h o r­ tes que habían origin ad o tal situación y que, a con ­ tinuación, se p u siera en p ie su hijo que había acep­ tad o el título de A u g u sto . Y , h abiendo dado órdenes p ara que castigaran a to d o s los autores de la elección excepto a B asian o , ante las súplicas que to ­ d os le hacían p o stra d o s ante el tribunal, d ijo : «A l fin com prendéis q ue quien gobiern a es la cabeza, n o los p ies.» Y , com o la fo rtu n a le había con d u ci­ do desde lo m ás b ajo h asta el im perio gracias a sus servicios m ilitares y a su sab id u ría p asan d o p o r múltiples escalones, solía repetir: «L o fui todo, pero de nada m e sirve.» 19 M u rió en E b o rac o 33bls en B retaña, d espués de h aber som etid o a los p u eb lo s que se m ostraban h ostiles con esta provincia, en el año decim octavo de su gobierno, con su m id o p o r una enferm edad gravísim a cuando era y a anciano. D e jó d os h ijos, A n ton in o B asian o y G eta, a quien tam bién im p uso el nom bre de A n to n in o , en h on or de M arco. F u e enterrado en el sep u lcro de M arco A n ton in o , al que h on ró sob re los dem ás em peradores hasta tal pun-

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33 El tribunal (tribunal) era una plataforma elevada que formaba uno de los extremos de una sala de juicio sobre el que se emplazaban las si­ llas curules de los jueces y otras personas de distinción que querían asis­ tir a los debates; pero también recibía este nombre la plataforma eleva­ da sobre la cual se sentaba el general para impartir justicia. 33bls La actual York.

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to que hizo figurar a C ó m o d o entre los dioses y con­ sideró que el nom bre de A n to n in o debería ser asig­ nado a to d o s los em peradores q ue le siguieron, así com o se les asignaba el de A u g u sto . E l m ism o fu e in cluido en el ran go de los d io ses p o r el senado a p ro p u esta de sus h ijo s, que habían celebrado en su non or un su n tu o sísim o funeral. L as principales ob ras p ú blicas realizadas p or él, que se conservan tod av ía h oy, so n el Septizonio 34, las term as de Severo y tam bién las Septim ianas en el d istrito del otro lad o del T ib er, junto a la puerta ue lleva su n o m b r e 35 ; p ero su estructura se errum bó enseguida e im p id ió que el público las utilizara. T o d o el m u n do em itió un ju icio elogio so sob re él d espués de su m uerte, sob re to d o , p o rq u e duran ­ te m ucho tiem po sus h ijo s no realizaron ninguna acción beneficiosa p ara el E sta d o y p o rq u e la n a­ ción se vio expuesta al saq u eo d e los d epredadores cuando m últiples u su rp ad o res intentaron ocupar el trono. Severo u só vestid os tan b aratos que su túnica apenas tenía retazos de p ú rp u ra y cubría su s esp al­ das con una tosca clám ide. C o m ía m uy p oco, le gu staban m ucho las legum bres de su patria, a veces le apetecía el vino y con frecuencia no p ro b ab a la carne. E ra h erm oso, corp u len to, de p ro m isa barba,

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34 Edificio de una gran magnificencia hecho de siete pisos de colum­ nas, unas sobre otras, que soportaban cada una un entablamento distito y una cornisa que daba la vuelta (zona), de donde recibía el nombre de septi-zonium. H ubo dos construcciones de este tipo en Roma, una an­ terior a Tito (cf. Suetonio, Tit., 2), en la región X II, y otra en la re­ gión X , al pie del'Palatino y cerca del Circo Máximo, a la que alude el texto. Tres pisos de los construidos por Severo se aprovecharon bajo el pontificado de Sixto V para erigir la columnata del Vaticano. 35 Según una antigua descripción de Roma, de la época de Constan­ tino, la notitia regionum, estarían estos baños en la 1.* región, en la parte más meridional de la Ciudad.

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de cabeza cana y rizad o s cabellos, de ro stro vene­ rable y de v o z clara, aunque con servó hasta la vejez su acento p articular africano. D esp u és de su m uer- 10 te fue m u y am ado, un a v ez que desapareció el odio que in spirab a su p o d er o el m iedo que suscitaba su crueldad. /~ y , 20 R ecuerd o haber (leído en un libro de E lio M au ­ ro, liberto de un liberto de A d rian o , llam ado Flegonte, que Septim io Severo cuando ib a a m orir se alegró sin m edida alguna, p o rq u e d ejaba a d os A nton inos con el m ism o p o d e r al frente de la rep ú bli­ ca, com o había hecho A n to n in o P ío, que había de­ jad o al frente de ella a lo s A n ton in o s V ero y M ar­ co. P ero que era m ejo r en su caso, p o rq u e A n ton i- 2 no había d ad o a la rep ú blica rom an a com o em pe­ radores a h ijos ad o p tiv o s, m ientras que él había en­ tregado a sus h ijos legítim os: a A n ton in o , es decir, a B asian o, que le había n acid o de su p rim er m atri­ m on io, y a G eta, de su segu n d a e sp o sa Ju lia. Pero su esperanza le resu ltó totalm ente fallida. E n efec- 3 to, un parricidio p rivó al E sta d o de uno de ellos, y del otro, su vid a licenciosa. Y ninguno de los dos osten tó p o r m ucho tiem po aquel n om bre venera^ ble. Y , al dar un rep aso a los grandes p erson ajes, 4 A u g u sto D ioclecian o, se m e aparece con suficiente claridad que ninguno de ellos han dejado un hijo óp tim o y útil al E sta d o . E n fin, o bien fueron hom - 5 bres que m urieron sin h ijos, o bien m uchos de ellos los tuvieron de tales cualidades, que m ejo r hubiera sido que se hubieran id o de este m u n do sin d es­ cendientes. 21 Para com enzar p o r R ó m u lo 3é, él no dejó nin­ gún hijo. N in g u n o dejó N u m a P o m p ilio 37 que p u ­ diera ser útil al E sta d o . Y ¿q u é decir de C a m ilo ? 38 36 Rómulo, primer rey de Roma, que reinó hasta el 717. 37 El sucesor de Rómulo (717-673). 38 M. Furio Camilo, Dictador, que se apoderó de Veyes en el 396. Desterrado tras el incendio de Roma por los galos en el 390, se enfren-

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¿tuvo acaso h ijo s que se parecieran a él? ¿Y E scip i ó n ? 39 ¿Y los C ato n es, que fueron tan gran des? ¿Y qué decir de H o m e ro , de D em ó sten es, de V ir­ gilio, de C risp o 40, de T eren cio, de P lau to y de o tros m ás? ¿qué decir de C é sar? ¿qué de T ulio 41, a quien sob re tod o le h ubiera resultad o m ejor n o tener h ijo s? ¿Q u é de A u g u sto , quien ni siquiera tuvo un buen hijo ad op tivo, cuan do g o z ó de la p o ­ sibilidad de elegir entre to d o s? Se engañó tam bién el m ism o T rajan o eligiendo a un sob rin o y conciu­ d adano su yo. Pero p asem o s a tratar de lo s hijos legítim os, p ara dejar a un lad o lo s ad op tivos, no n o s vayan a venir al pen sam ien to los A n ton in os Pío y M arco, deidades del E sta d o , ¿q u é h ubiera sido m ás ven turoso p ara M arco A u relio que no haber d eja­ do com o heredero a C ó m o d o ? ¿ Y qué dicha m ay o r para Septim io Severo, que n o haber engendra­ do a B asian o? Q uien asesinó enseguida a su h er­ m ano, tras haberle acu sad o de q ue se p rop on ía tra­ m ar asechanzas contra él, alegando incluso una fic ­ ción de p arricid io: aquél que se casó con su m adrastra — ¿qué digo m ad rastra?— o m ás bien con su p rop ia m adre, en cu y o reg azo había m atado a su h ijo G eta; aquél que asesinó a Papiniano, asilo del derecho y tesoro de la ciencia de la ju risp ru ­ dencia, p or ño haber q u erid o ju stificar el fraticidio qué él había cometido, a Papiano, que además era pre­ fecto para que ya no le faltara tam p oco esta d ig ­ nidad a un hom bre com o él excelente p o r sí m ism o y p or la sab id u ría que p oseía. E n fin, p ara dejar a un lado otros detalles, con sid ero que los vicios de

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tó victoriosamente a ellos y recuperó el tributo que habían pagado los romanos, por lo qúe se le consideró como el segundo salvador y fun­ dador de Roma. 39 Escipión Africano el Joven, quien parece que no tuvo hijos. 40 C. Salustio Crispo (86-35), que escribió, entre otras obras, la Guerra de Yugurta y la Conjuración de Catilina. 41 Es decir, M. Tulio Cicerón, el más famoso orador romano (106-43).

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B asian o con tribu yero n a que Severo, que era un h om bre m u y severo en tocio, e in clu so m u y cruel, fu era con sid erad o p ia d o so y digno de alcanzar los altares de lo s d io ses. D icen que cuan do se vio p o strado p o r l a , enferm edad, envió a su hijo m ay o r aquel divino d iscu rso tran sm itid o p o r Salustio, con el que M icip sa exh ortab a a sus h ijo s a la p a z 42. P ero esto fue en van o y ... a un h om bre al que y a só lo le afectaba la enferm edad. E n fin, A n tom n o vivió durante m u ch o tiem p o sien do blanco del od io p o p u lar y, en consecuencia, aquel n om bre, que h a­ bía sido venerable durante largo tiem po, d ejó de ser estim ado, aunque repartió al p u eb lo vestid os p o r lo que recibió el n o m b re de C aracalla 43, y c o n s­ tru y ó unas term as su n tu o sísim as. Se conserva aún en R o m a el p ó rtic o de Severo, que rep rod uce sus gestas escu lpidas p o r ord en de su h ijo, según ense­ ñar} m uch ísim os escritores. 22 E sto s fueron lo s p resag io s de su m uerte: soñ ó que era elevado al cielo en un carro recam ado de p ied ras p reciosas, tirad o p o r cuatro águilas y de­ lante del cual vo lab a no sé qué cuerpo inm enso con la form a de una figu ra h um ana y que, m ientras era tran spo rtad o, con tó h asta el núm ero ochenta y nueve, p o r encim a del cual n o vivió ni un año m ás, ues llegó al tro n o im perial cuan do y a era viejo. Y , abiendo sid o co lo cad o en m edio de un inm enso círculo de bronce, perm an eció en él durante m u ­ cho tiem po só lo y ab an d on ado . M ás cuando tem ía caer cabeza ab ajo, vio que Jú p ite r le llam aba y le colocaba entre los A n to n in o s. U n a vez que durante la celebración de u n os ju ego s circenses se habían em plazad o, com o de costu m bre, tres estatuitas de yeso de la V icto ria con su p alm a cada una, la del m edio, que tenía un g lo b o en el que estaba inscrito

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42 Salustio, I uS-> 10. 43 Cf. Caracalla, 9,7, ss. Vestidos usados por los galos con la misma función que cumplía la túnica para los romanos.

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su nom bre, se cayó de su p ean a im p u lsada p or el viento, p ero se m antuvo erguid a y así se quedó en el su elo ; la que estaba g rab ad a con el nom bre de G eta se p recip itó al su elo tam bién y se h izo p ed a­ z o s; p ero aquélla que llevaba el nom bre de B a sia­ n o , una vez perdicia su palm a, apenas se m antuvo erguida p o r el rem olino del viento. D esp u és de vi- 4 sitar el m uro que había c o n stru id o ju n to a una em ­ p alizad a en B retaña, cu an d o regresab a a la p o sad a m ás p ró xim a no sólo v ic to rio so , sino con la p a z asegurada p ara siem pre, p en san d o qué presagio le sobrevendría, un so ld ad o etíope que estab a enrola­ d o en uno de sus d estacam en tos m ilitares, de in sig­ ne fam a entre los b u fo n es y c u y o s chistes eran m u y con o cid os, se p resen tó ante él ceñido con una c o ­ ron a de ciprés 44. A l ord en ar airadam ente que le 5 apartaran ae su presencia, con m ov id o p o r el p resa­ gio que au guraba el c o lo r de este h om bre y el de la coro n a que llevaba el etíope, d ijo , según cuentan, p ara m ofarse de él: « T ú lo has sid o to d o , tú has ven cido totalm ente, sé p u es y a u n d io s v ic to rio so .» 6 Y , al llegar a una ciu d ad , cu an d o pretendía hacer un sacrificio, prim ero le con d u jeron al tem plo de B e lo n a 45 p o r una eq u ivo cación del arúspice ru ­ ral 46 y d espués le p resen taron cinco víctim as de c o ­ lor negro. Y , cuando se retiraba a Palacio después 7 de h aber d espreciado aquel p resagio , las negras v íc­ tim as le siguieron casi h asta el m ism o um bral de la casa Palatina p o rq u e lo s sacerd otes las habían d e­ jad o sueltas. 23 E xisten tod av ía repartidas p o r m uchas ciudades

44 Era indicio de muerte. 45 D iosa de la guerra. 46 L os arúspices eran unos adivinos de origen etrusco que deducían

sus predicciones del examen de las entrañas de la víctima del sacrificio. Su prestigio creció durante época imperial. Claudio creó una corpora­ ción con un Haruspex Maximus como jefe. Alejandro Severo creó una cátedra de aruspicina.

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la s o b r a s p ú b l i c a s s in g u la r e s m a n d ó c o n s ­ truir. P ero el hecho m ás n otable de su política fue la reconstrucción de to d o s los san tuarios p úblicos de R o m a que p o r culp a de los años se estaban d erru yen d o, sin haber in scrito casi nunca su p ro ­ p io nom bre, antes bien, hab ien d o m antenido en to ­ d os los lugares las in scrip cion es grab ad as p o r sus fu ndadores. A su m uerte, d ejó los fon do s correspondientes a la con tribución de siete, años, con el fin de, que se p u dieran d istribu ir m erced a ellos se­ tenta y cinco m il m o d io s 47 de trigo diarios y una cantidad tan grande de aceite com o fuera precisa, no sólo para el u so de la ciu dad de R o m a sin o.para las necesidades de to d a Italia. D icen que sü s: últim as p alab ras fueron éstas: «re-: cibí un E sta d o alb o ro tad o p o r tod as las partes y lo dejé en p a z in cluso con la B retaña, entregando a m is A n ton in o s, a p esar de m i vejez y de la gota que m e acosa, un im p erio só lid o , si ellos actúan ade­ cuadam ente, p ero m u y débil, si gobiernan m a l.»,A , continuación, ord en ó que dieran al tribuno com o san to y seña la p alab ra «trab aje m o s», p o rq u e Pértinax dio la p alab ra «lu ch em o s» com o santo y seña cuando fue llam ado al tron o. H ab ía encargado despu és que se hicieran d os estatuas de la F o rtu n a real que suele acom pañ ar a lo s em peradores y que sue­ le colocarse en las estancias de éstos, con el fin de dejar a cada uno de sus h ijo s la im agen de una d i­ vinidad tan ven erable; p ero, viendo que le aprem iaba la hora de la m uerte, ord en ó , según dicen, que colocaran dicha F o rtu n a alternativam ente en la ha­ bitación de los d o s em peradores. B asian o despreció esta orden in cluso antes de com eter el fra­ tricidio. 24 Su cuerpo fue recibido con gran veneración p or todas las p rovincias, desde B ritan ia hasta R o m a,

47 Para su capacidad, cf. Vero, 6,6.

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aunque algunos autores afirm an que solam ente se trasladó a R o m a una cajita de o ro que encerraba sus cenizas y que fue ésta la q u e sepultaron en el sepulcro de lo s A n to n in o s, m ientras que Septim io fue incinerado allí m ism o d on d e m urió. C u an d o con struía el Sep tizo n io 48, lo único q ue pen só fue que su o b ra fuera la prim era con la que se toparan los que venían de A frica. Y dicen que, si durante su ausencia n o hubiera sid o colocada p o r el prefecto de la C iu d ad en el m edio un a estatua suya, su d eseo habría sid o hacer p o r aquella parte la entrada a las estancias de P alacio, es decir, al atrio real. D esp u és, cuando A lejan d ro q u iso llevar a c ab o este p ro y ecto , se dice q ue los arúspices le hicieron desistir de él, p o rq u e n o lo g ró obtener buenos augurios.

48 Cf. n. 34.

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E s raro y difícil q ue se confíe adecuadam ente a la literatura la b iografía de aquéllos a los que la vic­ toria sob re o tro s les con virtió en u su rp ad ores y p o r ello tam bién difícilm ente se encuentran en las m e­ m orias y anales to d o s los d ato s p o r com pleto que existen sob re ellos, p u es, en p rim er lugar, aquellos hechos que son im p ortan tes para su h on ra apare­ cen d eform ad os p o r los h isto riad o res; en segundo lugar, o tros han sid o su p rim id o s p o r éstos y , p o r últim o, su vida y su co n d u cta no se investiga con m ucha escru p u lo sid ad , p o rq u e se considera que es suficiente exponer su osad ía, la batalla en la que fueron d errotado s y la p en a que sufrieron. D icen , en efecto, que P escen io N ig r o era deseendiente, según un o s, de fam ilia hum ilde, y, según o tro s, de fam ilia n o b le; que su padre era A n io F u s ­ c o ; su m adre, L am p rid ia, y su abuelo, el adm inis­ trador de A q u in o , de d on d e p roced ía su fam ilia. Pero este detalle aún h o y en día es d u d o so. É ste, educado de form a m ediocre en literatura, feroz de carácter, rico en exceso, fru gal de vid a e inclinado a g o zar desenfrenadam ente de to d o tipo de place­ res, tuvo durante m u ch o tiem po el cargo de centurión en el ejército y llegó a o cu p ar m uchas veces el de general, hasta el p u n to de que, p o r orden de C ó ­ m od o, fue n o m b rad o com andante de la arm ada de Siria, in fluyen do de m anera decisiva en su n o m b ra­ m iento, com o ocu rría entonces con tod o , la reco­ m endación del atleta que estranguló a C ó m o d o .

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D esp u és de que le llegó la n o ticia de que C ó m o ­ do h acía sid o asesin ad o, de q ue Ju lian o había sid o p roclam ad o em perado r y éste m ism o había recib i­ do la m uerte p o r ord en de Severo y del senado y de que tam bién A lb in o había asu m id o en la G alia el n om bre de em perador, P escen io fue p roclam ado em perador p o r las legion es de Siria que tenía a su cargo, según algunos m ás p o r o d io a Ju lian o que p o r rivalidad contra Severo. D u ran te lo s p rim eros 2 días de su gobiern o , a causa del od io que se había su scitado contra Ju lian o , se le favoreció a éste en R o m a de tal m anera, al m enos p o r parte de los se ­ nadores que o d iaban tam bién a Severo, que éstos rogaban p o r su s éxitos, entre las lapidaciones y m al­ diciones generales, y el p u eb lo le aclam aba dicien­ d o : «Q u e lo s d ioses n o s le o to rgu en com o em pera­ dor, que nos le o to rgu en com o A u g u sto .» Sin em - 3 b argo, lo s p op u lares od iaban a Ju lian o , p orq u e lo s so ld ad o s habían dado m uerte a P értinax y le h a­ bían aclam ado a él com o em perador, contravinien­ do la voluntad p op u lar. P o r ello, al fin h ubo gran- 4 des sediciones. P ara d ar m uerte a N ig ro , Ju lian o h a ­ bía enviado a un prim ipilario 2, una determ inación realm ente estúpida, p u es iba d irigid a con tra quien y a d isp on ía de un ejército y se p o d ía defender a sí m ism a, com o si cualquier em perador pudiera ser asesinado p o r un sim ple p rim ipilario. Im p u lsad o, 5 igualm ente, p o r u n a in sen satez sim ilar había envia­ do un su cesor a Severo, cuando éste y a era em pe­ rador. E n fin, había enviado tam bién al centurión 6

1 Para el sentido de populares, cf. Marco, n. 64. Aquí parece que se trata de la chusma, de la masa popular. 2 Cf. Didio Juliano, 6,1; Severo, 5,8. El primipilario (primipilaris o primipilarius) era el título que conservaba como una distinción hono­ rífica, después de que había recibido su licencia, el oficial que había te­ nido el rango de primipilus, es decir, de primer centurión del primer ma­ nípulo de los triarii), cf. Suetonio, C a l, 35 y 38.

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A qu ilio 3, con o cid o y a p o r sus asesinatos de gene­ rales ,creyendo que un centurión p o d ría acabar con un em perador tan grande. Igu al lo c u ra fue, según 7 cuentan, la actuación que tuvo con Severo, p ues se valió de un in terdicto q u e le p ro h ib ía asum ir el p o ­ der, p ara q ue p areciera q u e había accedido antes que aquél al p rin cip ad o legalm ente. 3 E l ju icio que el p u eb lo tuvo sob re Pescenio N i ­ gro se h izo patente en el siguiente hecho: en una ocasión en que Ju lian o ofrecía u n o s ju ego s circen­ ses en R o m a y los asien tos del circo M áxim o 4 se ocu p aron indiscrim inadam en te p o r el p u eb lo que le lan zaba graves in jurias, to d o el m un do, de c o ­ m ún acuerdo, reclam ó la presencia de Pescenio N i ­ gro p o r od io , com o d ijim os, a Ju lian o y p o r am or a Pértinax, aunque éste y a había sid o asesinado. Y 2 se dice que entonces Ju lian o aseguró que ni a él ni a Pescenio les estab a reservad o un gobierno d u ra­ d ero, sino a Severo, a quien iban a od iar m ás lo s senadores, los so ld ad o s, lo s habitantes d e las p ro ­ vincias y los p op u lares. E sto q u edó com pro b ad o p o r los hechos. Pescenio fue m u y am igo de Severo durante el 3 tiem po en que ad m in istró la p rovin cia de L ió n . E n 4 efecto, él m ism o h ab ía sid o enviado allí p ara cap ­ turar a los innum erables d esertores que p o r aquel tiem po agitaban las G alias. Se ganó la m áxim a sim - 5 patía de Severo p o r la h o n o rab ilid ad con que d e­ sem peñ ó esta tarea, hasta el p u n to de que éste, en los inform es que rem itía a C ó m o d o , h ablaba de él com o de un h om bre im prescin dible para la repú­ blica. Y , realm ente, se m o stró enérgico en la disci-

3 Cí. Didio Juliano, 5,7-8; Severo, 5,8. 4 Fue el circo más importante construido por Tarquinio Prisco entre las dos colinas del Aventino y el Palatino, al sur del Capitolio, con ca­ pacidad para 150.000 personas en tiempo de César, ampliándose pos­ teriormente para 385.000 espectadores.

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plina m ilitar. B ajo su m an d o, ningún sold ad o exigió p o r la fu erza a los habitan tes de las provincias leña, aceite y otra ay u d a sim ilar. P o r su parte, tam p o c o aceptó de los so ld ad o s ningún regalo. Igu al proced er ob servó cu an d o desem peñó el cargo de tribuno. Y , y a de em perado r, ord en ó a un destacam entó de tro p as auxiliares cargar a pedradas c o n ­ tra d os tribun os que habían recib id o, según se c o n s­ tató, algunas cantidades ilícitas de m an os de los proveedores. Se con serva una carta de Severo en la ue escribe lo siguiente a R ago n io C e lso , gobernao r de las G alias: « E s un a d esgracia que no p o d a ­ m o s im itar en la ob servación de la disciplina m ili­ tar a aquél al que h em os ven cido en la guerra. T u s so ld ad o s andan de un sitio p ara otro, tu s tribunos se p asan la m itad del día b añ án d ose; en lugar de triclinios tienen tab ern as; en lu gar de d orm ito rios, h a ­ bitaciones de alquiler; dan zan , beben, cantan y c o n ­ sideran que lo que d a la m ed id a de los banquetes es el beber sin m edida. ¿Sucedería esto si quedara aún alguna veta de la disciplin a de n uestros p ad res ? C o rrig e, p o r tanto, p rim ero a lo s trib u n o s; después, a los sold ad o s. E sto s te obedecerán, m ientras te tem an. Pero conviene q u e sep as, y ello p o r el testi­ m on io que n o s ofrece N ig ro , q ue no es p osible q ue los so ld ad o s tem an a lo s trib u n o s y sus jefes, si és­ tos no son ín tegro s.» E sto era lo que decía Severo A u g u sto de Pescenio. D e él, cuan do servía aún en la m ilicia, M arco A n ton in o escribió a C o rn elio B a lb o lo que sigue: «M e alabas a P escenio : lo ap ru eb o , p o rq u e tam bién tu antecesor afirm ó que era valiente en el com bate, p o n d erad o en su m o d o de vivir y , y a entonces, m ás que so ld ad o . E n consecuencia, ne enviado una carta, p ara que se lea ante las banderas, con la orden de que se p o n g a al frente de trescientos arm enios, cien sárm atas y m il de nu estro s sold ad o s. T u ob ligación es m ostrar que este h om bre no ha llegado p o r la am bición, p u es no estab a de acuerdo con

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nuestras costu m bres, sino p o r el valor al rango que m i abuelo A d rian o y m i bisabuelo T rajan o sólo conferían a aq u éllos que habían sid o pu estos a p ru eb a an teriorm en te.» C ó m o d o escribió sob re 4 este m ism o : «Sé q u e P escen io es un hom bre deci­ d ido y le he n o m b rad o y a p o r segu n d a vez trib u ­ n o : le nom braré general en el m om en to en que E lio C o rd u en o h aya ren u n ciad o a su cargo p olítico, de­ b ido a sus m u ch os añ o s.» E sta s eran las opiniones 5 generales sob re él. Y h asta el p ro p io Severo asegu­ ró en m uchas ocasion es que p erd on aría a Pescenio si no se ob stin ab a en su p ro p ó sito . Finalm ente, P es- 6 cenio, al ser p ro m o v id o al con su lad o p o r C ó m o ­ do, se vio an tepuesto a Severo, quien se irritó m ás aún p o rq u e N ig r o había o b ten id o dicha m agistra­ tura gracias a las recom en d acion es de los centurio­ nes. Severo afirm a en su biografía 5 que en una oca- 7 sión en que estuvo enferm o, antes de que sus hijos tuvieran la suficiente edad com o p ara p od er asum ir el p od er, tuvo la in tención de n o m brar com o su ­ cesores, en caso de que le ocurriera alguna d esgra­ cia, a P escenio N ig r o y C lo d io A lb in o , que fueron después los d os su s m ás en carn izados enem igos. 8 E sto indica tam bién cuál era la opin ión que Severo tenía sob re Pescenio. 5 Si creem os a Severo, N ig r o am bicionaba la g lo ­ ria, vivía hipócritam ente, tenía costum bres deprava­ das y era de edad av an zad a cuan d o asaltó el trono (p o r eso le echa en cara su s am biciones), com o si el p ro p io Severo h u biera llegad o al tro n o sien do m ás joven, él, que se q u ita añ o s, p u es fue em perador d u ­ rante dieciocho añ os y m u rió a los ochenta y nueve. Severo envió a H eráclito p ara q ue ocup ara B iti- 2 nia y a F u lvio p ara que se apod erara de los hijos de N ig ro , y a crecidos é. N o ob stan te, n o h izo nin- 3

5 Cf. Severo, 3,2. 6 Ibid., 4,10.

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gun com entario en el sen ado sob re N ig ro , a p esar de que había recibido noticias sob re su acceso al p o ­ der y de que se d irigía personalm ente a resolver la situación crítica de O rien te. E n realidad, lo único que h izo al p artir fue enviar unas legiones a A fri­ ca para que P escenio n o la p u d iera o cu p ar ni p u ­ diera aprem iar al p u eb lo ro m an o con el ham bre, pu es parecía que aquél p o d ía con segu ir este p ro p ó sito atravesando Siria y E g ip to , provincias p ró x i­ m as a A frica, a p esar de la dificultad del itinerario p o r tierra y p o r m ar. M ientras Severo se dirigió a O riente, P escenio m antenía realm ente el control sob re G recia, las T racias y M acedon ia, después de h aber dado m uerte a un gran núm ero de ciu d ad a­ nos ilustres, y exh ortaba a Severo a participar con él en el gobierno del im p erio. Pero fue declarado enem igo p ú b lico p o r éste ju n to con Em iliano a c au ­ sa de los asesinatos q ue había realizado. D esp u és fue d errotado p o r los generales de Severo en la b a ­ talla que p resentó p o r m edio de su lugarteniente E m iliano. Y , a p esar de que le p rom etía un destierro segu ro si se retiraba de las arm as, inició la lucha p o r segunda vez p ersistien d o en su p ro p ó sito , p ero fue d errotado y h erido en los alrededores de una la ­ guna 7, ju n to a C ízic o , m ientras intentaba huir. Y en estas condiciones fue llevado ante Severo, reci­ biendo inm ediatam ente la m uerte. Su cabeza fue enviada a R o m a después de haber sid o pasead a clavada en una p ic a, sus h ijo s y su e s­ p o sa fueron asesin ad os, su s bienes p atrim oniales con fiscad os y tod a su fam ilia extinguida. Pero tod os estos actos se llevaron a cab o d espués de que se tuvo conocim iento de la su blevación de A lbino, p u es anteriorm ente Severo só lo había desterrado a lo s h ijos de N ig ro y a su esp osa. Pero Severo se en-

7 En Bitinia, cerca de Nicea.

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fureció p o r esta segu n d a guerra civil; m ás aún, la tercera le volvió m ás cruel, y fue entonces cuando, 4 al asesinar a un núm ero de senadores incalculable, u n os le dieron el n o m bre de Sila el A frican o y o tros el de M ario 8. F u e de elevada estatu ra, de elegante figura, de ca- 5 bellos con rizo s gracio so s en su coronilla, de v o z cavernosa, aunque arm on iosa, de tal m anera que cuando h ablaba en el cam po se le p o d ía oir a m il p aso s de distancia, a n o ser que el viento fuera con ­ tarlo, de ro stro p u d o ro so y perm anentem ente so n ­ rosad o , de cuello negro h asta tal p u n to que, al decir de m uchas p erso n as, récibió p o r ello el n o m ­ bre de N ig ro , de blancura deslum brante en las res- 6 tantes partes del cu erpo y bastante grueso, in sacia­ ble en la bebida, p arco en la com id a y d escon oced or ab solu to del p lacer sexual, salvo p ara engendrar hij o s . E n fin, in cluso tom ó la determ inación de cele- 7 bjáW en la G alia d eterm in ad os ritos sagrad o s que se reservan a las p erson as h on estas, p ero con el con ­ sentim iento del p u eb lo. A éste le con tem p lam os ac- 8 tualm ente en la colu m n ata sem icircular de lo s ja r­ dines de C ó m o d o , en un a p in tu ra de un m osaico , celebrando los ritos de Isis entre lo s am igos ínti­ m os de C ó m o d o . A ellos se entregó con tanta de- 9 voción que se afeitaba la cab eza, llevaba en p ro c e­ sión la im agen de A n u b is y hacía en ella tod as las p au sas rituales. E l fue, p u es, excelente so ld ad o , tribuno excep- 10 cional, em inente general, legad o severísim o, cónsul insigne, h om bre ad m irad o p o r su com portam iento en su casa y fu era de ella, y em perado r desdichado. H u b iera sid o m u y útil al E sta d o b ajo el gobierno

8 Alusiones a las proscripciones de Sila y Mario. Recibía el apelativo de Africano (Punicus) por haber nacido en Africa. 9 Cf. Cómodo, 9,3 y ss.

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de Severo, hom bre de rígido carácter, si hubiera aceptado m antenerse unido a él. 7 Pero N ig ro fue engañ ado p o r los funestos c o n ­ sejos de A ureliano, quien le h izo persistir en sus pretensiones al tron o, d esp o san d o a su s hijas con los hijos de aquél. Fue tan grande su autorid ad que, al ver que las 2 provincias se arruinaban p o r la facilidad con que se cam biaba el aparato adm inistrativo, escribió p r i­ m ero a M arco A u relio y desp ués a C ó m o d o re­ com endándoles com o prim era m edida que no cam ­ biaran a ningún g ob ern ad or, legado o procón su l antes de que transcurrieran cinco años, pues en ese caso se verían o b lig ad o s a dejar el cargo antes de h a­ ber aprendido a d esem peñarlo. D esp u és, para que 3 no accedieran a gobern ar el E sta d o nom bres «n u e ­ v o s», exceptuando los cargos adm inistrativos del ejército, d isp u so que los que habían sido asesores 10 fueran luego gobern ad ores en aquellas provincias en las que habían d esem p eñ ado aquella función. 4 P osteriorm ente, Severo y m uch os otros em perado­ res m antuvieron estas d isp o sicio n es, com o lo p ru e ­ ban las prefecturas de P aulo y de U lpian o , que fo r ­ m aron parte del co n sejo de P apiniano e inm ediata­ m ente d espués de haber ejercido el uno la secreta­ ría de las m em orias y el otro la de los inform es 11

10 Se debe el nombre de asesores (assessores) a las personas que acon­ sejaban y ayudaban a un magistrado en sus funciones, formando parte de su séquito. También los gobernadores de provincia llevaban en sus séquitos un consilium de asesores que no podían ser naturales de las pro­ vincias donde ejercían el cargo y que recibían el nombre de comites o contubernales. En el Bajo Imperio los rectores y praesides debían re­ querir sus consejos en asuntos judiciales. 11 Se trata de dos funcionarios, el a libellis y el ab epistulis, que ejer­ cían la administración de los oficios (scrinia) imperiales, creados por Claudio. Adriano los eligió luego entre el orden ecuestre. Los otros dos fueron el a rationibus de «cuestiones financieras» y el λ cognitionibus de «denuncias y litigios». Caracalla creó el quinto, a memoria, que en­ tendía de distintos problemas políticos, cf. 22,8.

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fu eron n o m b rad o s en seguida p refectos. C u rsó tam - 5 bién la d isp o sició n de que nadie desem peñara la función de aseso r en su p ro p ia p rovin cia y que na­ die que no fuera ro m an o de R o m a, es decir, oriun- 5 do de la m ism a C iu d ad , p u d iera desem peñar un cargo adm inistrativo en R o m a. A sig n ó adem ás sueldos a los ju eces aseso res p ara que no resultaran grav osos a las p erso n as q ue acon sejaban, p ues d e­ cía que el ju ez no debía ni d ar ni recibir nada. M o s- 7 tró una severidad tan gran de con su s so ld ad o s que un día que le p id iero n vin o las tro pas que p ro te ­ gían la fron tera de E g ip to , resp o n d ió : «¿T en éis el N ilo y m e pedís v in o ?» E n efecto, la d u lzu ra del agua de este río es tan grande que los que habitan sus riberas no sienten d eseo s de-beber vino. Y a los g so ld ad o s que habían derrotadjo4 ) o s sarracenos, que alborotab an y decían: « N o p o d em o s luchar, p ues no tenem os v in o », les d ijo : «A v erg o n za o s, p ues los que os han ven cido beben agu a.» Y a los p alestin os 9 que le pedían que aliviara sus im p u estos, pues se los habían so b recargad o , les resp o n d ió : «V o so tro s queréis ver d ism in u id o el im p u esto sob re vuestras tierras; y o , en cam bio, desearía que p agarais in clu­ so p o r el aire que re sp iráis.» Finalm ente, la p ito n isa del A p o lo de D elfo s 12, en un m om en to de gravísim a turbación del E sta d o , cuando corrían ru m ores de que había y a tres em ­ p erad ores, Septim io Severo, P escenio N ig ro y C lo ­ dio A lb in o, a las con sultas que le hicieron p regu n ­ tándole quién de los tres convenía m ás a la repú-

12 Delfos, ciudad de la Fócida, al Sureste del monte Parnaso. La par­ te superior de la ciudad estaba consagrada a Apolo, cuyo templo, uni­ versalmente famoso, fue construido por el corintio Espintoro a costa de todos los griegos. Su oráculo era consultado por todo el mundo pa­ gano. Se hizo célebre su pitonisa, la sacerdotisa que lanzaba sus vatici­ nios entre los vapores que salían de la boca de un antro que había en el templo.

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blica contestó, según dicen, con un verso griego de este tenor: «E xtraord in ario es el N e g ro , bueno el A frican o, pésim o el B lan co .» D e acuerdo con el verso , se in terpretó que el vaticinio llam aba N e g ro a N ig ro , A frican o a Severo y B lanco a A lb in o. Y h u b o quienes, m ovidos p o r otra extraña cu rio sid ad , p regun tab an quién sería el que alcanzaría el im perio. A estas preguntas el o rá ­ culo resp on d ió con o tro verso com o el que sigu e:

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«Se derram ará la sangre de un anim al blanco [y negro y regirá el im p erio del orb e un descendiente [cartaginés.» Igualm ente, cuando p regu n taro n quién sería el que sucedería a éste, dicen que resp on d ió tam bién con un verso griego:

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«A quien concedan los dioses ostentar el [nom bre de P ío » verso que no se com prendió hasta que Basiano tom ó el nom bre de A n ton in o 13, que fue la verdadera m arca de identidad de Pío. Igualm en te, cuando se preguntó durante cuánto tiem po iba a ser em pera­ dor, dicen que resp o n d ió en griego: «Se em barcará d o s veces en el m ar de Italia [con cien naves 14 siem pre que un a sola nave logre atravesar el [m ar», de donde se d edu jo que Severo iba a estar en el p o ­ der durante veinte años. 9 E sta s son , ¡oh , D ioclecian o, el m ás exim io de los

13 Cf. Severo, 10,3. 14 Adaptación del verso 1,386 de la Eneida.

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A u g u sto s!, las co sas que h em os llegado a saber so ­ bre Pescenio, m erced a la lectura de m uchos libros. E n efecto, com o d ijim os al com ien zo de este v o lu ­ m en, n o es fácil q ue h aya alguien que se dedique a escribir las biografías de aquéllos que no fu eron príncipes de la rep ú blica, o no fu eron p roclam a­ d o s em peradores p o r el sen ado, o no p u dieron lle­ gar a la cim a de la fam a p o r haber recibido m u y p ro n to la m uerte. É sta es la razón p o r la que V in- 2 dex 15 perm anece ig n o rad o , P isón es d escon oci­ d o y son d esco n o cid o s tam bién to d o s aquéllos que solam ente lo graro n ser ad o p tad o s, o fueron acla­ m ad os em peradores p o r lo s so ld ad o s, com o A n to ­ nio 17 en ép oca de D o m ic ian o , o fueron rápidam en­ te asesin ad os perd ien d o su vid a y la p o sesión ilícita del trono. R éstam e ahora hab lar sob re C lo d io A l- 3 bino, al que se le con sid era casi com o un aliado de Pescenio, p ues se rebelaron a un m ism o tiem po contra Severo y fu eron d erro tad o s y m uertos p o r este m ism o em perador. Sob re él tam p oco existen 4 d ato s su ficien tem en te claros, p o rq u e su suerte corrió p areja a la de P escenio, aunque su vid a d i­ fiere bastante de la de aquél. Y p ara que no dé la im p resió n de que he p asad o 5 p o r alto algunos detalles que atañen a Pescenio, aunque éstos se p ueden leer en o tro s libro s, diré que lo s adivinos p red ijero n a Septim io Severo que Pescenio no caería ni vivo ni m uerto en süs m anos,

15 C. Julio Vindex, gobernador de la Galla Lugdunense que persua­ dió a secuanos, eduos y arvernos para rebelarse contra Nerón. Las le­ giones germanas, incitadas por la posibilidad de saquear las ciudades re­ beldes, lucharon contra él, que al fin se suicidó, cf. Suetonio, Nero, 60. 16 C. Calpurnio Pisón, cabecilla de una conspiración contra Nerón en el año 65, cf. Tácito, Ann., XV, 48-52. 17 L. Antonio Saturnino, gobernador de la Germania superior que consiguió que en el año 88 le nombraran emperador dos legiones de Ma­ guncia; pero Lucio Norbano, el gobernador de la Germania inferior, acabó con sus pretensiones.

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sino que perecería ju n to a las aguas, p re^ ició n ,(^ue 6 algunos autores atribu yen al m ism o Severo, que era m u y perito en el arte adivin atorio. Y la verdad no faltó a las resp uestas de los adivin os, p u esto que los so ld ad o s de Severo en con traron a Pescenio m o ri­ bundo junto a la lagu na 18. 10 E ste fue de una severidad tan grande que, cu an ­ do vio que algunos so ld ad o s bebían en una copa de p lata durante las m archas, dio la orden de que ale­ jaran tod o s los utensilios de p lata del alcance de los expedicionarios, con una cláusula adicional que perm itía la u tilización de vaso s de m adera, d isp o ­ sición que su scitó realm ente el od io del ejército contra él. A rgu m en taba, en efecto, que p od ía d arse 2 el caso de que los b agajes de los so ld ad o s cayeran en p od er de los enem igos y q ue no se debía p e r­ m itir que las naciones extranjeras se pudieran vanagloriar de utilizar nu estro s v a so s de plata, siendo los de m adera, al parecer, m en os a p ro p ó sito p ara inflam ar la jactan cia de los enem igos. O rd en ó q ue 3 los so ld ad o s n o bebieran vino en cam paña, sino que to d o s se contentaran con vinagre. P ro h ibió tam bién 4 que los confiteros siguieran tras las expediciones, ordenando que los so ld ad o s y tod os los dem ás se contentaran con la galleta 19. M andó cortar la ca- 5 beza a diez so ld ad o s de una m ism a com pañía p o r haberse com id o un p o llo que había ro b ad o uno de ellos, y h ubiera hecho ejecutar la orden, si no le h u ­ biera ro gad o tod o el ejército h asta el p u n to casi de infundirle m iedo de que se originara un a sedición. Y , a pesar de que p erd o n ó la acción,' condenó a lo s 6 diez so ld ad o s a p agar al provinciano d iez veces el valo r que tenían los p o llo s, añadiendo que durante tod a la expedición nadie encendiera fu ego en las

18 Cf. 5,8: 19 El buccellatum, galleta dura que se distribuía en las raciones que se repartían para las marchas.

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acam padas q ue hacían lo s m an íp u los, para que los so ld ad o s no p udieran com er ningún alim ento re­ cién cocid o, sino só lo p an y viandas frías, asignán­ doles vigilantes q u e les hicieron cum plir estas ó r­ denes. O rd en ó igualm ente que los so ld ad o s que iban a ir a la gu erra no llevaran m on ed as de o ro ni de p lata en el cinto, sino q ue las confiaran a una caja pública, p ara recup erarlas d espués de la guerra, asegurándoles que los d ep o sitario s a quienes se las habían con fiad o se las devolverían con to d a segu ­ ridad a sus h ijos y esp o sas, com o legítim os herede­ ro s, p ara que n o llegara a m an os de los enem igos ningún botín, si p o r az ar la fortu n a les era adversa. P ero tod as estas d isp o sicio n es, a causa de la d iso lución general que rein aba en tiem po de C ó m o d o , le fueron d esfavorables. E n fin, aunque en su tiem p o no se con sid eró a ningún general m ás severo que a él, esta severidad fue c au sa de su ruina m ás que < d e su g lo r ia > 19 hn\ sin em bargo, d espués de m uerto, una vez q ue d esap arecieron la envidia y el od io, se adm iraron aq u ellos ejem plos. E n tod as las expedicion es que hacían, com ía el 11 rancho del ejército delante de su tienda a la vista de tod o s. Y nunca b u scó lugares cubiertos p ara guarecerse del so l o de la lluvia si lo s so ld ad o s tam ­ p o c o disponían já^teljos, E n fin, tras haber m o stra­ do la lista de los yagajes a los so ld ad o s, consideró que él y sus esclavos debían llevar en tiem po de uerra la m ism a cantidad que se llevaba p o r aquéos, aunque a sus esclavos lo s cargaba tam bién con las p rovisio n es, p a ra que n o hicieran ellos las m ar­ chas d esp reo cu p ad o s y lo s so ld ad o s cargad os, lo que p od ría ser visto p o r el ejército con desagrado. Ju r ó tam bién en el curso de una asam blea que, d u ­ rante to d o el tiem po que había perm anecido en cam paña y el que aún perm anecería después, ni ha-

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19 k" Recojo en la traducción la idea que se sugiere con la conjetura de Peter: < g loriam attu lerunt>.

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bía actuado ni actuaría de d istin ta m anera que un sold ad o, p ues tenía ante sus o jo s a M ario y o tros generales sim ilares. Y n o trab ó jam ás otras conver- 4 saciones que no versaran sob re A n íb a l 20 y genera­ les com o él. Finalmente, un día que un individuo qui- 5 so recitar un panegírico en su h on or, cuando ya era em perador, le d ijo : «E scrib e las glorias de M ario, de A níbal o de cualquier otro general extraordina­ rio que haya m uerto y di cuáles fu eron sus g e s­ tas, para que n o so tro s le im item os. P o rqu e es u n a 6 m ofa cantar la gloria de los v ivos, sobre todo la de los em peradores de quienes se espera conseguir algo, a quienes se tem e, quienes p ueden p rom ocio nar a diversos cargos p ú b lico s, d ar la m uerte o en­ viar al d estierro.» Su d eseo, en cam bio, era agradar en vid a y que se le elogiara un a vez m uerto. 12 E ntre los em perado res, estim ó a A u gu sto , a V e s­ p asian o, a T ito , a T rajan o , a P ío y a M arco; a los o tros lo s llam aba h om b res de p a ja o seres veneno­ sos. Y entre los o tro s p erson ajes celebrados en las h istorias p refirió a M ario 21, C am ilo 22, Q uintio 23 y M arcio C o rio lan o 24. P ero cuan d o le pidieron su 2 opinión sob re los E scip io n es, dicen que resp on d ió que habían sid o m ás d ich oso s que fuertes, y que esto lo d em ostraban tanto su vid a de fam ilia com o su juventud, p ues ésta n o había sid o brillante en lo s d os casos durante el tiem po que vivieron en la p a ­ tria. T o d o s tienen la segu rid ad de que, si hubiera 3

20 Aníbal, famoso general cartaginés (247-138) que participó activa­ mente en la segunda guerra púnica. 21 Sobre Mario, cf. Avidio Casio, 3,8, n. 12. 22 M. Furio Camilo, cf. Severo, n. 38. 23 Quintio Cincinato, dictador en el año 458 a. de C., en el que ven­ ció a los ecuos que se habían sublevado, y en el 439, para calmar los disturbios que originó el asesinato de Espurio Malio. 24 Cn. Marcio Coriolano, que destacó en la toma de la ciudad de C a ­ rióles, por lo que adquirió este nombre. Intentó eliminar el tribunado de la plebe y fue desterrado. Desde el destierro se dirigió contra Roma, pero rompió el cerco de la Ciudad a instancias de su madre Veturia.

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alcanzado el im p erio, h ab ría corregido to d o s los excesos que Severo no p u d o o no q uiso corregir y que habría actuado no con crueldad, sino, m ás bien, con benignidad, p ero con un a benignidad al estilo m ilitar, no indolente, necia o ridicula. A ú n se p uede visitar h o y en R o m a, en el cam po de Jú p iter , su casa, que se conoce con el nom bre de Pesceniana, en la cual se em plazó un año d es­ pués de su vuelta de T e b as, en un salón con tres es­ tancias, una estatua su y a escu lp ida en m arfil tebano, que él había recib id o del rey de T eb as y que re­ p rod u cía sus faccion es. Se conserva tam bién un epigram a griego que en latín encierra esta idea:

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«Y érgu ese aq u í la estatua del corpulento N igro , terro r del sold ad o egipcio, aliado de T eb as y q ue desea la edad de oro. L e am an lo s reyes, le am an los p u eb los, le [am a la d orad a R o m a y es q u erid o de lo s A n to n in o s y del im perio. Tiene el n o m bre de N ig ro , negra hem os es­ c u lp id o su estatua, para que, oh m etal, el aspecto de su figura [coincida con el tu y o .»

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C iertam ente, Severo n o q u iso que se borraran los versos de esta in scrip ción , a p esar de que así se lo p ro p u siero n los p refectos y lo s m aestros de oficios, a los que les añ ad ió: «S i él fue así, que tod o s sepan qué clase de h om bre es el que hem os ven cid o; si no lo fue, que to d o s pien sen que n o so tro s hem os vencido a un h om bre sem ejante: p o r tanto, que se m antenga así la in scrip ción , pues éstas fueron sus características.»

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13 Lugar desconocido actualmente.

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12.

C L O D IO A L B IN O

(Julio C ap itolin o )

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D esp u és de la m uerte de P értinax, q u e fue asesi­ nado p o r in stigación de A lb in o , casi a un m ism o tiem po sim ultáneam ente fu eron proclam ado s em ­ p erad ores Ju lian o en R o m a p o r el senado, Septim io Severo p o r el ejército en Siria, P escenio N ig ro en O riente y C lo d io A lb in o en la G alia. P o r cierto, 2 H ero d ian o dice que A lb in o fue el C é sa r de Seve­ ro \ Pero, com o cad a uno de ellos consideraba in ­ dign o que reinara el o tro y lo s ejércitos de la G alia y de la G erm an ia tam p o co p o d ían tolerar que cad a cual tuviera su p ro p io em perador, su rgió una ag i­ tación general p o r to d as las partes del im perio. C lo d io A lb in o fue de fam ilia noble y natural de 3 la ciudad de H ad ru m eto , de A frica. P o r esto se atri- 4 buía a sí m ism o aquel oráculo p o r el que dijim os en la vida de P escenio que Severo había sido ala­ bado, no queriendo que se in terpretara com o «el m ás m alvado es el B lan co (A lbus)», aquella frase

1 Herodiano, historiador griego que describió en ocho libros el pe­ ríodo que media desde la muerte de Marco Aurelio hasta la elevación de Gordiano. Para más detalle, cf. la introducción de Juan J. Torres Esbarranch, Herodiano, Historia del imperio romano después de Marco Aurelio, Madrid, 1985. El pasaje paralelo es 11,15,3, donde dice: «Con el señuelo de los honores sedujo a Albino, que por otra parte era un hombre vanidoso y muy simple... Lo nombró César y con esta parti­ cipación en el poder se anticipó a la aspiración que más ilusionaba a Al­ bino.»

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JU LIO CAPITOLINO

que figuraba en el m ism o verso en el que se con ­ tenía el elogio de Severo y la alabanza de Pescenio N ig ro . P ero, antes de que y o diserte sob re su vid a 5 y sob re su m uerte, será p reciso decir qué es lo que le h izo ilustre. E n una ocasión en que C ó m o d o quería nom brar un candidato p ara que suced iera a A lb in o , le rem i­ tió a este m ism o un a carta en la que le ord en aba que asum iera la dign id ad de C ésar. H e in sertado 2 aqu í un extracto: « E l em perad o r C ó m o d o a C lo ­ dio A lb in o. E n otra ocasión te envié una carta o fi­ cial para hablarte de tu su ceso r y de tu nuevo car­ g o ; p ero ahora te envío ésta de carácter fam iliar e íntim a, com o ves, escrita to d a ella de m i p u ñ o y le­ tra, p o r la que te he con ced id o autorización p ara que, si fuera p reciso , te presen tes a lo s so ld ad o s y asum as el título de C ésar, p u es tengo entendido que 3 Septim io Severo y N o n io M u rco hablan m al de m í ante los so ld ad o s, p ara p ro cu rarse la dignidad del pu esto de A u g u sto s. C u an d o h ayas hecho esto, ten- 4 drás adem ás libre facultad p ara o to rg ar una p aga de h asta tres m onedas de o ro , p o rq u e he enviado tam ­ bién y o a m is ad m in istrad ores un a carta en este sen­ tido, sellada con un a estam pilla de la A m azo n a 2, que tu recibirás p erson alm en te y que entregarás a lo s recau dadores, si es necesario, p ara que te o b e­ dezcan cuando des alguna orden relativa al erario. Y p ara que tú osten tes adem ás algún sím b olo de la 5 m ajestad im perial, d isp o n d rás de la inm ediata fa­ cultad de u tilizar el m an to de e sc a rla ta 3, tanto cuando te halles lejo s de m í com o en m i presencia, p ara después vestir tam bién la p ú rp u ra, p ero sin

2 Según Cómodo, 9,9, este emperador tenía un retrato de Marcia, ataviada de Amazona. 3 Se trata del paludamentum, que se usaba en la época republicana por los generales, cf. Marco, 14,1, n. 48.

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oro 4, p o rq u e tam bién m i ab uelo V ero, que m urió cuando era un niño, recibió esta distinción de A drian o que le ad o p tó ». 3 A un que A lb in o recibió esta carta, n o quiso h a­ cer lo que se le ord en aba en ella, p u es veía que C ó ­ m o d o estaba a p u n to de ser asesin ad o, p orq u e con sus desm anes había d estru id o la república y se h a­ bía cubierto de ign om in ia y p o rq u e tem ía que iba a recibir la m ism a suerte que aquél. E n fin, se conserva un d iscu rso su y o en el que hace m ención a esta negativa, p ron u n ciad o cuan d o recibió el p o ­ d er im perial que, según algu n os, le fue confirm ado tam bién p o r la decisión de Severo. É ste es un extracto de él: «C o m p añ e ro s de arm as, y o he sid o in ­ d u cid o a asum ir el im p erio en contra de m i v o lu n ­ tad. L o p ru eb a el hecho de q ue y o desprecié el tí­ tulo de C ésar que C ó m o d o m e o to rg ab a ; pero d ebo som eterm e a vu estra vo lu n tad y a la de Severo A u ­ gu sto, p o q u e creo q ue só lo un h om bre exim io y un varón valiente p uede g obern ar bien la república. Y n o se p uede negar lo que cuenta tam bién M ario M áx im o : que Severo tu vo al p rin cipio la intención de dejar com o su cesores su y o s a P escenio N ig ro y a C lo d io A lb in o , si le o cu rría alguna desgracia. P ero d espués, d esean d o ap o y ar a sus hijos ya m ay o rcitos y sin tién dose celoso p o r el am or que su s­ citaba A lb in o , cam bió de op in ió n y les aniquiló a am bos en un a guerra, im p u lsad o ante tod o p o r los ru egos de su esp osa. E n fin, Severo le designó tam bién cónsul, lo que n o hubiera hecho si no se h u ­ biera tratado de un h om bre excepcional, dado que era una p erso n a escru p u lo sa en la elección de lo s m agistrados. 4 P ero, p ara volver a hablar de él, A lb in o fue,

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4 Era la toga triunfal de púrpura, bordada en oro, que los empera­ dores utilizaban en actos de especial relieve.

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com o he dicho, o riu n d o de H ad ru m eto , p ero de una fam ilia d istin gu id a entre su s p aisan os y em pa­ rentada rem otam ente con las fam ilias rom anas de los P o stu m ios, A lb in o s y C e y o n io s 5. E sta fam ilia 2 sigue siendo tam bién h o y , C o n stan tin o M áxim o, n obilísim a y ha sid o enaltecida p o r ti y aún será enaltecida m ás, aunque ella y a ad q u irió gran p re s­ tigio gracias a G alien o y a lo s G o rd ian o s. N o o b s- 3 tante, éste nació en un a casa m od esta, con una he­ rencia m uy escasa. Su p ad re, C ey o n io P o stu m o , y su m adre, A u relia M esalina, eran p erson as p iad o - 4 sas y él fue su h ijo p rim o gén ito . R ecib ió el nom bre de A lb in o p o rq u e, cuan d o le extrajeron del útero, en contra efe lo que suele ocu rrir con los niños, que norm alm ente adquieren un c o lo r ro jizo cuando na- 5 cen, él era b lan q uísim o. L a veracid ad de este hecho q u eda con statad a p o r un a carta que su p ad re entre­ gó a E lio B asian o, que entonces era p ro có n su l de A frica, pariente, segú n parece, de su s p ad res. C a rta 6 de C ey o n io P o stu m o a E lio B a sian o : «M i hijo ha nacido el día siete antes de las calendas de diciem ­ bre y to d o su cuerpo ha ad q u irid o inm ediatam ente una blancura tal que su p era a la del lienzo en el que 7 ha sido envuelto. P o r ello, tras aceptarle com o hijo legítim o, le he con fiad o a la fam ilia de los A lb in o s, que tu com partes con m igo , y le he im p uesto el nom bre de A lb in o. T e ru ego que sigas velando ce­ losam ente, com o lo haces, p o r el E sta d o , p o r ti m is­ m o y p o r n o so tro s.» 5 Pues bien, A lb in o p asó to d a su in fancia en Á fri­ ca, h ab ien d o sid o m ediocrem ente in stru id o en

5 Según Magie (The scriptores, I, p. 466, n. 2), la formación de estos nombres la utilizaría el autor como un medio para asociar a los Ceyo­ nios Albinos, una famosa familia del siglo IV , con los Postumios Albi­ nos, famosos en el siglo II a. de C. Este deseo de buscar orígenes no­ bles para los Ceyonios Albinos se ha utilizado como argumento de que parte de la Historia Augusta no se escribió antes del final del siglo iv.

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las letras griegas y latinas, p o rq u e ya d esd e enton­ ces poseía un espíritu altanero y belicoso. Efectivam ente, se dice que solía cantar a m enudo en la es­ cuela con los dem ás n iñ os esto s v erso s: «E m p u ñ o , com o un loco, las arm as; y no hay [suficiente razón para ello» repitiendo: «E m p u ñ o , c o m o un lo co , las arm as...» 6. D icen que cuando nació corrieron un buen núm ero de p resagios que le anunciaban el im perio. E n efecto, nació un toro blanco con cuernos de color p ú rp ura intensísim o, lo que se con sid eró com o un m ilagro tanto p o r los cuernos com o p o r el color. Y dicen tam bién que dichos cuernos, que habían sido d epo sitad o s p o r él m ism o en el tem plo de A p o lo de C u m as siendo tribuno, perm anecieron allí m ucho tiem po y que, cuando intentó sacar de este tem plo las suertes sob re su d estin o, se le resp on d ió p or el orácu lo con estos verso s: «E ste salvó al E sta d o rom an o cuando le p er­ t u r b a b a un gran tum ulto, cual jinete, d estruirá a los cartagineses y al in ­ d o m a b le G alo » 7. Y , realm ente, con sta que él su b y u gó a m uchos pu eblos en la G alia 8. Sin em bargo, personalm ente tenía la sosp ech a de que se le había atribuido a él la expresión «d estru irá a los cartagin eses» que se re­ fería a Septim io Severo, p u esto que era africano. H u b o tam bién otro p resagio q u e le auguró el im ­ perio. E n efecto, cuan do nació este pequeñuelo, un p escad or le llevó a su p ad re c o m o regalo una to r­ tuga gigantesca, siendo así que la fam ilia de C ésar te n ía la costu m bre especial ae lavar a los niños de la casa en una concha de tortuga. El padre de A l-

6 Virgilio, Eneida, 11,314. 7 Ibid., 6, 857-858. 8 Cf. 6,3.

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bino, que era una p erso n a in struida, considerando ese hecho com o un p resag io , aceptó con gusto la tortu ga y ord en ó que cuidaran de ella y que la uti­ lizaran p ara los bañ os calientes del niño, esperando que ello p ro v o caría su fu tu ro p restigio. A p esar de 8 que raram ente se ven águilas p o r el lugar donde na­ ció A lb in o , el sép tim o d ía de su nacim iento, a la h ora del convite que se ofrecía p ara festejar el na­ cim iento del niño y en el m om en to en que se le im ­ ponían los distin tos n o m b res, siete águilas p equ e­ ñas fu eron arrancadas de sus n ido s y colocadas, com o si se tratara de un ju eg o , en torno a la cuna del niño. T a m p o c o su p ad re despreció el presagio, sino que ord en ó que las alim entaran y cuidaran con atención. S obrev in o otro p resag io m ás: aunque era 9 costu m bre envolver a los n iñ os de su fam ilia en p e­ queñas ven das de co lo r ro jo , a éste le cubrieron con una ven da ancha de co lo r p ú rp u ra p orq u e, casual­ m ente, estaban aún h úm edas las vendas pequeñas q u e había lavad o y p re p arad o su m adre antes de dar a luz. P o r ello su n o d riza en plan jo c o so , le dio tam ­ bién el nom bre de P o rfirio ®b,s. É sto s y o tros m ás 10 fu eron los sign o s de su fu tu ra soberanía. Q u ien quiera con o cerlo s que lea a E lio C o rd o 9, que narra tod as las frivolid ad es que se cuentan sob re p re sa­ gios com o éstos. T an p ro n to co m o llegó a la adolescencia, se con ­ sagró al· ejército y su s parientes L o lio Sereno, B e ­ bió M ecian o y C e y o n io P o stu m ian o le dieron a co ­ n ocer a lo s A n to n in o s. M a n d ó com o tribuno jine­ tes dálm atas. M an d ó tam bién a los so ld ad o s de la 2 cuarta y de la p rim era legión. M an tuvo con fideli-

8bls Porphyrins «Porfirio» γ purpura están relacionados, pues ambos términos devienen del griego πόρφυρη. 9 Elio Junio Cordo, historiador citado por distintos autores de la Historia Augusta, cf. Maximinos, 4,1; 6,8; Gordiano, 4,6; 5,6; Maximo y Balbino, 4,2.

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dad los ejércitos de B itin ia durante la rebelión de A vid io. P osteriorm ente, C ó m o d o le trasladó a la 3 G alia, donde hizo célebre su nom bre no sólo entré los rom anos, sino tam bién entre los b árbaros, p o r ­ que p u so en fu ga a los p u eb los que habitaban m as allá del Rin. A n im ad o p o r estas hazañas, C ó m o d o 4 le ofreció el título de C ésar y le perm itió ofrecer un donativo a los so ld ad o s y vestir el m anto de es­ carlata 10. P ero A lb in o rechazó prudentem ente to- 5 d os estos hon ores, d icien do q u e C ó m o d o buscaba algunas person as que perecieran con él o algunas a las que él m ism o p udiera enviar a la m uerte bajo al­ gún pretexto. Se le exim ió de la cuestura. Tras di- 6 cha exención, ejerció las funciones de edil solam en­ te durante diez días, p o rq u e rápidam ente le envia­ ron al ejército. D esp u és ejerció la pretura bajo el 7 gobierno de C ó m o d o , alcan zan d o gran fama. E n efecto, durante sus ju eg o s, dicen que C ó m o d o h izo representar com bates en el fo ro y en el teatro. Se- 8 vero le n o m bró cónsul en aquella época en que se había decidido a elegirle a él y a Pescenio para que le sucedieran en el p od er. A cced ió al im perio cuando y a era de edad m uy avanzada y m ás viejo que Pescenio N ig ro , com o el p ro p io Severo cuenta en su biografía . Pero, una 2 vez d errotado Pescenio, com o Severo quería rete­ ner el im perio para su s hijos y veía que el senado sentía un gran am or hacia C lo d io A lb in o, p orque pertenecía a una antigua fam ilia, le envió unos em i­ sarios con una carta, redactada con extraordinario am or y afecto, en la que le exhortaba a com partir fielm ente con él el gob iern o de la república, ya que Pescenio N ig ro había m uerto. H e aquí un fragm en­ to de ella, según C o rd o : «E l em perador Severo A u - 3

10 El pallium coccinum, igual que en 11,5 es decir, el paludamentum, Ct. n. 3. 11 Cf. Severo, 3,2.

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gu sto a C ésar C lo d io A lb in o , su herm ano queridí­ sim o y p rofu n d am en te añ o rad o, salud. D esp u és de h aber vencido a P escen io, he enviado a R o m a una carta que el sen ado, que te am a sobrem anera, ha re­ cibido con com placencia. T e ru ego que gobiernes la república con la m ism a p asió n con la que eres am ado, herm ano m ío, en el espíritu y en el poder. B asian o y G eta te saludan. N u e stra Ju lia te saluda a ti y a tu herm ana. E n v iarem o s a tu hijito, P esce­ nio Princo, un os presen tes que están de acuerdo con su p o sició n y con la tu y a p rop ia. D esearía que m antuvieras al ejército fiel a la república y a m í, tú que sin tonizas con m igo y eres m i queridísim o y am antísim o am ig o .» 8 Severo entregó esta carta a u n os guardias de su escolta, que le guard ab an p ro fu n d a fidelidad, en­ cargán doles que se la entregaran a A lb in o a la vista de to d o s, pero que le dijeran que después querían com unicarle en p riv ad o m u ch o s detalles sob re las operaciones bélicas, lo s secretos de los cam pam en­ tos y la lealtad del p erso n al de p alacio ; y que cuan­ do se encontrasen a so las con él, bajo el pretexto de que iban a exponerle su m isión , los cinco m ás fuertes de entre ellos lo m ataran con las dagas que escondían b ajo sus vestid os. L o s em isarios cum plie­ ron a la perfección su p alab ra. E n efecto, cu an do se p resen taron a A lb in o y le entregaron la carta, éste la le y ó ; p ero , cu an do le dijeron que tenían que com entarle ciertas cosas a solas y le pidieron p ara ello un lu gar al que n o p u d iera acceder ningún tes­ tigo y no consintieron de ninguna m anera que na­ die p u d iera acom p añ ar a A lb in o a aquel p ó rtico tan distante, bajo el p retexto de que el m ensaje n o d e­ bía divulgarse, A lb in o com pren d ió sus asenchazas. Finalm ente, cediendo a sus sosp ech as, h izo que les aplicaran la tortura. A l p rin cip io , ellos se negaron obstinadam ente, p ero d esp ués, ven cidos p o r la n e­ cesidad, con fesaron aquello que Severo les había o r­ denado.

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E n ton ces, una vez que se revelaron los hechos y se d escubrió la conjura, cuan d o A lb in o se dio cuen­ ta de que se habían esclarecido sus sospechas, reu ­ nió un gran ejército y m archó contra Severo y su s generales. P o r cierto, en el p rim er com bate que trabó con los generales de Severo, salió con ventaja; sin em ­ bargo, desp ués de q u e el p ro p io Severo hizo to d o lo p osib le ante el sen ado p ara que A lb in o fuera d e ­ clarado enem igo, m arch an do contra él se le enfren­ tó en la G alia con gran fu erza y coraje, aunque con distinta suerte. Fin am ente, cuan d o consultó a lo s augures, p ues se en con traba in tranquilo, éstos le respon dieron , según cuenta M ario M áxim o, que A lb in o caería con to d a segu rid ad en su poder, p ero ni vivo ni m uerto. Y así ocurrió. E n efecto, cuando se enfrentaron en el últim o com bate, después de que un in contable n úm ero de los su y o s cayeron m u ertos y de que m u ch ísim o s se dieron a la fu ga y o tro s m uchos se entregaron a sus enem igos, A l­ bino se escap ó y se atravesó con la espada, com o dicen m u ch os, o, co m o afirm an otros, después de haber sido herido p o r un esclavo su yo, fue con d u ­ cido m orib u n d o ante Severo 12 —-por lo que se co rro b ora aquel au gu rio que se le había predicho anteriorm ente— . H a y adem ás m uchos que dicen que fue asesinado p o r su s so ld ad o s que trataban de conseguir el p erd ón de Severo a cam bio de la m u er­ te de aquél. A lb in o , según algun os, tuvo sólo un hijo; p ero M ario M áxim o dice q ue tuvo d os. A éstos, Severo p rim ero les concedió el p erd ón , pero después los atravesó con la espada juntam ente con su m adre, y ordenó que se les arrojara a un río. M an d ó p asear en la punta de una lan za la cabeza de A lb in o y lue-

12 Ibid., 11,6.

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go la envió a R o m a, d esp ués de haber rem itido una carta al senado en la que se bu rlaba de los sen ad o ­ res p o rq u e habían am ad o a A lb in o hasta tal extre­ m o que habían co lm ad o de h on ores a sus parientes y en especial a su herm ano. D icen que el cuerpo de A lb in o perm aneció duran te m uch os días tirado en el suelo delante de la tienda de Severo h asta que c o ­ m enzó a d esp edir m al o lo r, y que allí los p erros desgarraron sus carnes, h asta que, al fin, le arro ja­ ron al río. 10 H a y varias version es so b re sus costum bres. E l p ro p io Severo dice lo siguiente de él: le llam a vil, m alicioso, p erverso , d esv ergo n zad o , am bicioso y lu ju rioso 13. P ero le im p u tó estos defectos durante la guerra que m antuvo co n él, o desp ués de ella, cuando y a n o se le p o d ía creer, p u es h ablaba de él com o de un enem igo, p u e sto que anteriorm ente también él le dirigió frecuentes cartas personales co­ m o a un am igo m u y íntim o, m uchos tuvieron buena opin ión sob re A lb in o y h asta el p ro p io Severo de­ seó que le n om braran su C é sa r y , cuando p en sab a en un sucesor, a él fue a quien tuvo p rim ero ante sus o jo s. A d em ás se conservan otras cartas de M arco A u relio que ofrecen un testim onio no só lo de sus virtudes, sin o tam bién de su carácter. Incluir aquí una de ellas rem itidas a sus prefectos, inform án­ doles sob re su fam a, no fu e d esatin ad o: «M arco A u relio A n ton in o a su s p refecto s, salud. Y o he dad o a A lb in o , de la fam ilia l e los C ey o n io s y y er­ no de Plautilo, n atural de Á frica, p o r cierto, aun­ que con escasos rasg o s de lo s africanos, la com an ­ dancia de d o s coh ortes de tro pas auxiliares H . E s un hom bre experim entado, austero de vida y p on -

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13 Ibid., 3,2. 14 Se trata de las llamadas cohortes alariae, cuerpos de tropas aliadas o extranjeras que se organizaban en cohortes porque no llegaban a cons­ tituir una legión.

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d erado de carácter. P ien so q u e él ha de ser útil al ejército y que no le p erju d icará con ninguna so r ­ presa. H e decretado que se le dé doble salario, un atuendo m ilitar sencillo, p ero adecuado a su rango, y un cuádruple estipen dio. E xh o rtad le a que se dé a conocer a la república, p ues recibirá el prem io m e­ recid o.» E xiste tam bién o tra carta en la que el m ism o M arco escribió sob re él p o r la ép oca en que A vid io C a sio se rebeló, de la que ésta es un a copia: « E s preciso elogiar la firm eza de A lb in o q ue retuvo a los ejércitos que com etían un a grave traición, cuan ­ do intentaban p asarse a las filas de A v id io C asio . Si no hubiera estad o él, to d o s lo hubieran hecho. C o n tam o s, p o r tan to, con un h om bre que m erece el con sulad o, a quien y o v o y a o to rgar este cargo en su stitución de C asio P ap irio , q ue m e dicen que es­ tá y a casi acabado. E n tre tan to deseo que no hagas p úblico m i p ro p ó sito , p ara que no llegue a o í­ d os del m ism o P apirio o de su s am igos y para que no dé la im p resión de que n o m b ram o s a un cónsul p ara que ocu pe el lu gar de o tro cónsul aún viv o .» 11 A sí, p u es, esta carta p ru eb a que A lb in o fue un h om bre leal; p ero su lealtad la corro bora, sob re to d o , el hecho de que envió dinero para reconstruir las ciudades que Pescenio N ig r o había destruido, con lo cual lograb a m ás fácilm ente el ap o y o de lo s que las h ab itab an ; C o rd o , q ue narra en sus lib ro s estos p orm en ores, dice que fue un glotón y que lle­ gó a d evorar una cantidad tan grande de frutas com o no tolera la natu raleza hum ana. E n efecto, dice que com ió en ayun as quinientos h igo s-p asas, a los que los griegos llam an c a llistru tb ia s 15 y cien m elocoton es de C am p an ia, d iez m elones de O stia,

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15 H igos muy apetecibles para los gorriones(στρουθοι), de donde re­ ciben el nombre.

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veinte libras de uvas de L a b ic o 16, cien p ap afigo s 17 y cuatrocientas ostras. E ste m ism o autor dice que 4 bebía p o c o vino, extrem o n egad o p o r Severo, que asegura que aquél se em b orrach ab a in cluso en tiem ­ p o de guerra. N u n c a m an tuvo buenas relaciones 5 con los su y o s, o p o r su em briagu ez, co m o dice Se­ vero, o p o r la acritud de su carácter. F u e m uy o d io - 6 so p ara su esp o sa, in justo con sus siervos y cruel con los so ld ad o s. Efectivam ente, con frecuencia m an dó colgar de la cru z tam bién a centuriones re­ gulares 18, aun cuan d o el m otiv o que se aducía no exigiera tal castigo. E n m uch ísim as ocasion es los azotó con vergas y jam ás p erd o n ó delito alguno. 7 F u e elegantísim o en el vestir, de p roverb ial ^ h ||u in d ad en los banquetes, p reo cu p án d o se solam ente de la cantidad, m ujeriego y u n o de los am antes fam o ­ sos ; no con o ció nu nca lo s p laceres del am or inver­ tido, ni p ersig ió tales vicios y fue m u y versado en 8 la agricultura h asta el p u n to que escribió unas G eó rgicas. A lg u n o s autores dicen que se conservan u n os cuentos M ilesio s 19 su y o s, cu ya fam a era n o­ toria, aunque los escribió en un estilo m ediocre. 12 Fu e am ad o p o r el sen ado com o ningún otro p rín ­ cipe, debid o especialm ente al o d io que sentían los senadores hacia Severo, al q ue aborrecían con v e ­ hem encia p o r su crueldad. P o r fin, cuando venció 2 a A lb in o , Severo d io m uerte a un gran núm ero de

16 Ciudad situada entre Roma y Preneste. 17 Pájaro que come higos. 18 Los centuriones ordinarii, que en ese preciso momento estaban al mando directo de las centurias, frente a otros con funciones adminis­ trativas en el estado mayor del gobernador, alistados en la guardia pretoriana, etc. 19 Narraciones de carácter erótico llamadas así por el título de la.obra de Aristides de Mileto, autor del siglo I I, llamada Milesiaca (M iÁ noitw á traducidas al latín con ampliaciones obscenas por C. CorneliéJiisena, cf. Ovidio, Tr. 11,443 y ss. : uertit Aristiden Sisenna, nec obfuit illi his­ toriae turpes inseruisse iocos.

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senadores que se habían alistad o realm ente en el partido de aquél, o habían d ad o la im presión de h a­ cerlo. Finalm ente, cu an d o le d io m uerte cerca de 3 L ió n , ordenó que buscaran su correspon den cia p ara averiguar a quién h ab ía escrito él o quién le había contestado, e hizo q ue el sen ado declarara enem i­ gos p ú b licos a to d o s aq u éllos de los que encontró alguna carta; y no só lo no les concedió su p erd ón , 4 sino que ord en ó que lo s ejecutaran y que expu sie­ ran su s bienes, rem itiendo al teso ro p ú blico el p r o ­ ducto de la venta. E x iste una carta rem itida p or Se- 5 vero al senado, que revela su s intenciones. H e aq u í una copia de ella: « N a d a m ás grave m e puede acae- 6 cer, padres con scrip tos, que si A lb in o se capta v u e s­ tro favor m ás que Severo. Y o he p ro cu rad o el ap ro- 7 visionam iento de la república, y o he trabado m ú l­ tiples com bates p o r la rep ública, y o he ofrecido al p u eblo rom an o m ás aceite q ue puede prod u cir la naturaleza. A l dar m uerte a P escenio N ig ro , os he liberado de los m ales de la tiranía. C iertam ente, m e 8 habéis corresp on did o m agníficam ente, m e lo habéis agradecido sob rem an era: a un africano, y adem ás de H ad ru m eto , que se fingía descendiente del tro ­ no genealógico de los C e y o n io s, le habéis exaltado hasta tal extrem o que le queréis p o r em perador, aun cuando y o so y aún v u estro príncipe. Y o p regun to, 9 ¿acaso no había en un senado tan p restigioso un se­ n ad or al que deberíais am ar y que, a su vez, os am a­ ra? H ab éis exaltado con h on ores al herm ano de éste; esperáis que éste os conceda consulados, p returas o insignias de cualquier m agistratura. V o so - 10 tros no m e habéis m o strad o la gratitud que m o s­ traron vu estros an tepasad os ante la Sedición de P i­ són, ni la que testim oniaron a T rajan o , ni el ap o y o que hace p o c o tiem po ofrecieron op on iéndose a A vid io C asio . M e habéis p o sp u esto a ese indivi­ d u o, que es un em bustero, que p o see habilidad p ara u rdir todo tipo de im p ostu ras y que ha m entido tam bién respectó a su nobleza. M ás aún, nos tuvi- 11

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m os que tragar en el sen ado las palabras de E statilio C o rfu len o p ro p o n ien d o que se decretasen cier­ to s h on ores p ara A lb in o y p ara su herm ano. Sólo le faltó a A lb in o que éste n o ble varón p rop u siera que él celebrara tam bién un triunfo sob re mí. M ay o r d o lo r p ara m í fue ver que m uch ísim os de v o ­ so tro s con sid erasteis que se le debía elogiar com o a un literato, siendo así que, ab so rb id o p o r el atrac­ tivo de ciertas cantinelas de viejas 20, se ha hecho viejo entre cuentos m ilesios p ú n ico s de su am igo A p u le y o 21 y o tro s divertim entos literario s.» E sta carta m uestra con claridad la severidad con que Se­ vero se ven gó del p artid o de Pescenio y de C lo d io , to d o lo cual y a lo h em os relatad o en su vid a 22. N o obstan te, quien desee con o cerlo con m ás p o rm en o ­ res, que lea entre lo s autores latin os, a M ario M áx i­ m o y , entre los griego s, a H ero d ian o , pues ellos han narrado la m ay o r p arte de los d atos con fideli­ dad. 13 A lb in o fue esbelto de estatura, de cabello rizad o y con bucles, de frente ancha, de un a can didez ad ­ m irable y aso m b ro sa, de tal m o d o que la m ayor p arte de los autores p ie n sa que p o r eso recibió el n om bre de A lb in o , de v o z afem inada y con el tim bre p ró x im o al de los eun ucos, de torn ad izo im ­ p u lso , de p ro fu n d a irritabilid ad y locu ra fun estísi­ m a e inconstante en sus apetencias, pues a veces susp irab a p o r el vino y con frecuencia se m antenía ab s­ tem io, y experim entado en las arm as, p o r lo que con razón le llam aban el C atilin a de su tiem po .

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20 Traducimos así la expresión neniis anilibus. Las nenias eran can­ ciones fúnebres que cantaban plañideras a sueldo durante los funerales. 21 L. Apuleyo (125-170), polígrafo conocido, sobre todo, por su no­ vela Metamorfosis o Asno de oro. 22 Severo, 3,2. 23 Albino, del adjetivo albinus, formado con el sufijo inus sobre el adjetivo albus «blanco». 24 Para expresiones como ésta, cf. Caracalla, 4,10 Avidio Casio, 3,8.

C L O D IO A L B IN O

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C reem os que no está fuera de lugar señalar las causas p o r las que C lo d io A lb in o m ereció la esti­ m a del sen ado: cuan d o estaba al frente de los ejércitos de Bretaña p o r orden de C ó m o d o y se enteró de que era falsa la n oticia que corría sob re la m uer­ te de éste, d ad o que había sid o el m ism o C ó m o d o quien le había con ferid o el título de C ésar, avanzó ante los so ld ad o s y p ron u n ció el siguiente d iscu r­ so : «Si el senado del p u eb lo rom an o m antuviera aquel p o d er que antaño tuvo y si un E sta d o tan im ­ portante no estuviera con fiad o al arbitrio de un so lo in dividuo, el destin o del E sta d o no habría venido a parar a los V itelios, ni a los N ero n es, ni a los D o m icianos. Seguirían o sten tan d o el p o d er consular aquellas fam ilias nuestras, com o la de los C ey o n io s, la de los A lb in o s y la de los P o stu m io s, de los c u a­ les vuestros pad res apren d ieron m uchas cosas que, a su vez, ellos habían o íd o a sus abuelos. E s cierto que el senado anexionó A frica al im perio rom ano, el senado anexionó la G alia, el senado su byugó las provincias de H isp an ia, el sen ado im p u so sus leyes a los p u eb los del O rien te, el senado tanteó a lo s p arto s; hubiera llegado a som eterlos si la suerte de la república no hubiera d estin ad o com o jefe del ejército rom an o a un general avaro 25. C ésar su b y u g ó la B retañ a cu an do era sen ador, p ero no aún dictador. E ste m ism o C ó m o d o del que estam os h a­ blando, ¿n o habría sid o el m ejo r si hubiera tem ido al sen ado ? Y , realm ente, la autorid ad del senado tuvo p o d er hasta el rein ad o de N eró n , puesto que no tem ió condenar a un príncipe m ezq uin o, ya que los senadores dieron su s v o to s contra aquél que en ­ tonces p o seía el p o d er sob re la vida y la m uerte y

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25 Alusión, tal vez a M. Licinio Craso (114-53), que con Pompeyo y César formó en el año 60 el primer triunvirato. Com o su sobrenom­ bre indica (Crassus «el rico»), representaba los grandes poderes del di­ nero al final de la república.

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JU LIO CAPITOLINO

ocu p aba el trono. P o r esta razón , cam aradas, y o no 9 quiero asum ir el título de C é sa r que a m í m e o to r­ gó C ó m o d o . O ja lá los d io ses hagan que tam p oco 10 o tros le deseen. Q u e sea el sen ado quien gobierne, y quien d istrib u ya las p rovin cias; que sea el senado quien n o s haga cón sules ¿el senado, d igo y o ? V o ­ so tro s m ism os y v u estro s p ad res, p u es v o so tro s se­ réis tam bién sen ad o res.» 14 E ste discu rso fue enviado a R o m a cuando aún vi­ vía C ó m o d o . Su con ten id o irritó a C ó m o d o en contra de A lb in o y p o r ello le envip rápidam ente com o sucesor en el cargo a Ju n io S'eryero, uno de sus com pañeros de arm as 26. P o r el contrario, el dis- 2 cu rso de A lb in o com plació tanto al senado que, aunque él estaba ausente, la asam blea le hon ró con extraordinarias aclam acion es 27, tanto en vid a de C ó m o d o com o d esp ués de su m uerte, de tal m ane­ ra que algun os llegaron a acon sejar a Pértinax que le asociara al tro n o , y fue su autorid ad la que in­ flu y ó extraordinariam ente en Ju lian o p ara que p ro ­ yectara la m uerte de P értinax. Y , p ara que se vea 3 que esto es verd ad , he tran scrito a continuación una carta de C ó m o d o a sus p refectos del Pretorio en la que señala su intención de d ar la m uerte a A lb in o : «A u relio C ó m o d o a su s p refectos, salud. C reo 4 que habéis oíd o, en p rim er fugar, que se ha inven­ tado la n oticia de que y o he sid o asesinado p o r con ­ sejo de los m íos y , en segu n d o lugar, que C lo d io A lb in o ha p ron u n ciad o un d iscu rso ante m is so l­ d ad o s, p ues se encom ien da en gran m anera al se­ n ado y , p o r lo que estam os viendo, con éxito. P o r- 5 que, quien sostiene que n o debe de estar al frente del E sta d o un ún ico prín cip e y quien asegura que to d o s los asuntos del E sta d o deben estar regidos

26 Véase Suetonio, Nero, 49,2. 27 Avidio Casio 13,1 n. 29.

CLO D IO ALBINO

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p o r el senado, éste tal está p id ien d o p ara sí el im ­ p erio u tilizan do p ara ello al senado. M anteneos, p o r tanto, sum am en te p recavid o s, p u es y a sabéis que es un hom bre al q u e to d o s deben rehuir, las tro p as, el p u eb lo y v o so tro s.» C u an d o P értinax encon tró esta carta, la hizo p ú blica p ara suscitar el o d io con tra A lb in o. P or esta razón , A lb in o in stigó a Ju lia n o para que asesinara a Pértinax.

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VlAPXo A l· 13.

a n t o n in o

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'fe/t S i f\ fJ o

(E lio E sp arcian o)

D e los d o s h ijo s que d ejó Septim io S e v e r o — de los que al uno el ejército le confirió el nom bre de A nton ino, al otro se lo con firió su padre— , G eta fue declarado enem igo p ú b lico , m ientras que Basiano, com o es sab id o , alcan zó el p o d er im perial. Sobre los antecedentes de éste, p en sam os que es inútil repetir ningún detalle, p o rq u e y a los hem os anticipado to d o s suficientem ente en la vid a de Se­ vero. Pues bien, su in fancia fue lison jera, in geniosa, am oro sa p ara su s p ad res, com placiente p ara los ^ a m ig o s de sus p ad res, b ien q uista p ara el p u eblo, grata p ara el senado y ap ta p ara granjearse el am or. N o se m o stró p e re z o so en su s estu d io s, ni apático en hacer el bien, ni tacaño en las liberalidades, ni rem iso en la clem encia, al m en os en vid a de su s p a ­ dres. E n fin, si alguna v ez veía a lo s con d en ados ex­ p u e sto s a las fieras, llo rab a o ap artaba los o jo s, p ro ced er q ue resu ltab a al p u eb lo m u y agradable. Siendo un niño de siete añ o s, cuando se enteró de que un com pañ ero su y o de ju ego s había sid o a z o ­ tado con gran crueldad p o rq u e p racticaba la reli­ gión judía, se o p u so durante m ucho tiem po a ver a su pad re y al p ad re del niño, p ues les consideraba causantes de los azotes. C o n su m ediación lo gró devolver sus an tiguos d erech os a los habitantes de A n tio q u ía y de B izan cio , con tra lo s que Severo se había irritado p o r h ab er ay u d ad o a N ig ro . C o b ró aversión a Plauciano a cau sa de su crueldad. R ega-

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ló p o r p rop ia iniciativa a su s clientes 1 o a sus m aes­ tros lo que había recibido de sus padres con o ca­ sión de fas fiestas Sigilarías 2. Pero estas cosas las realizó cuan do era aún niño. A h ora bien, desp ués que rebasó la niñez, bien p o r las advertencias de su p ad re, bien p o r la astucia de su carácter, bien p o rq u e consideraba que debía equipararse a A lejan dro el G ran d e de M acedonia, se volvió m ás reservado, m ás severo e incluso de a s­ pecto m ás atro z, hasta el p u n to de que m uchos no creían que era el m ism o que habían conocido de niño. Tenía siem pre en sus la b io s a A lejan dro M agno y las hazañas que éste había realizado. En las reuniones elogiaba a m en u do a T ib erio y a Sila. F u e m ás o rgu lloso que su pad re y despreció a su her­ m ano p o r su gran m odestia. D esp u és de la m uerte de su p ad re, se dirigió al cam pam ento de los pretorian o s y se q u ejó ante los so ld ad o s de que se veía envuelto en las asechanzas que le tendía su herm ano y, en consecuencia, h izo que le asesinaran en P alacio y dio la orden de que quem aran inm ediatam ente su cadáver. A dem ás, dijo en el cam pam ento que su herm ano había in ­ tentado envenenarle y que se había com p o rtad o irreverentem ente con su m ad re; y dio las gracias publicam ente a los asesin os. E n fin, les dio adem ás una p aga adicional, com o si le hubieran m ostrad o una fidelidad excepcional. U n a parte de lo s soldad os que acam paban ju n to a A Íba recibieron con gran indignación la n oticia de la m uerte de G eta, m anifestando to d o s ellos que habían ju rad o guar­ dar fidelidad a los d os hijos de Severo y que, p o r tanto, debían ob servarla con lo s d os y, tras haber cerrado las puertas, no se le perm itió entrar al em ­ p erad or hasta que desp ués de un buen espacio de

1 Cf. Antonino, η. 40. 2 Cf. Adriano, η. 70.

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E LIO E SPA R C IA N O

tiem po se calm aron los ánim os, no sólo p o rq u e él expuso públicam ente su s quejas y acusaciones con ­ tra G eta, sino tam bién p o rq u e los p ro p io s so ld a­ dos se ap aciguaron , com o suele ser habitual, p o r la m agnitud de la so ld ad a que les ofreció; y, a conti­ nuación, regresó a R o m a. E n ton ces entró en el senado con una co raz a 3 b a jo su atuendo senatorial 4 escoltad o p o r so ld ad o s arm ad os. C o lo c ó a éstos en m edio entre los escaños en d oble fila y , una vez d is­ tribu id os así, p ron u n ció un d iscu rso. Se q u ejó de las celadas de su herm ano de una m anera confusa y desord en ad a, con el fin de acusarle a él y de ju s­ tificarse a sí m ism o. P ero el senado no escuchó con gu sto sus p alab ras, p u esto que afirm ó que él había p erm itid o to d o a su herm ano y le había librado de otras in sidias y que, no ob stan te, aquél había u r­ dido gravísim as asechan zas contra él y no había co rresp o n d id o a su am o r fraternal. 3 D e sp u és de esto, con ced ió la repatriación a aqué­ llos que habían sid o relegad os y d esterrados. D e s­ de allí se dirigió a visitar a los p retorian os y p er­ noctó en los cuarteles. A l d ía siguiente su bió al C ap ito lio, d irigió afablem ente la p alab ra a aquéllos a lo s que se d isp o n ía a asesinar y volvió de nuevo a P alacio, ap o y án d o se so b re Papiniano y C ilón . A l ver llo rar a la m ad re de G eta y a otras m ujeres d espués de la m uerte de su herm ano, intentó darles m uerte, p ero se ab stu vo de ello p o r no aum entar la reputación de crueldad q u e le nabía acarreado su fratricidio. O b lig ó a L e to a suicidarse, enviándole él m ism o el ven en o: en efecto, aquél había sid o el p rim ero que le había acon sejad o que asesinara a G eta, p ero tam bién fue el prim ero que pereció. Y

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La coraza (lórica) era un corselete de cuero, metal o bandas metá­ licas entrelazadas que cubría la espalda, el pecho, el vientre y los cos­ tados hasta la cintura. 4 La túnica laticlavia provista ¿ A la tu s clauus.

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el p ro p io B asian o llo ró en m uchísim as ocasiones su m uerte. H iz o perecer a m u ch o s que habían sid o cóm plices de su asesinato e in clu so a uno que h a­ bía hon rad o la im agen de su herm ano. D esp u és de esto, ordenó dar m uerte a su p rim o herm ano p a ­ terno A fro , al que había enviado el día anterior un a porció n de los m anjares de su m esa. E ste , aunque se había precip itado p o r m iedo a los s ic a r io s 5 d e s­ de una altura y se había acogid o junto a su esp o sa tras haberse ro to una pierna, n o obstante, fue cap ­ turado entre m ofas p o r aquéllos y asesinado al p u n ­ to. H iz o perecer tam bién a P o m p ey an o , nieto de M arco A u relio, h ijo de su hija y de P o m p eyan o , con quien se había casad o L u cila, d espués de la m uerte del em perado r V ero, y a quien había n o m ­ brado cón sul p o r segu n d a vez y había confiado el m an do de tod as las guerras, que en aquellos m o ­ m entos eran de extrem a gravedad. Sin em bargo, le hizo m orir de tal fo rm a que p areciera que había sido asesinado p o r u n o s ladrones. P o co d espués Papiniano fue golp ead o con un h a­ cha en presencia del m ism o príncipe p o r unos so l­ d ad o s y luego fue asesinado. Y , tras la ejecución, dijo al asesin o: «D e b ías haber cum plid o m i orden dándole m uerte con la e sp ad a». F u e ejecutado tam bién Patruino 6 ante el tem plo del divino Pío y lo s cadáveres de am bos fu eron arrastrad os p o r la p laza sin el m iram iento d eb id o a su condición hum ana. Igualm ente hizo· perecer al h ijo de Papiniano, que tres días antes había ofrecido com o cuestor un m ag-

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5 Sicario en general era el que se servía de la sica, especie de cuchillo o daga muy puntiaguda y con lámina doblada en forma de diente de jabalí. Era el arma nacional de los tracios y la empleaban también los gladiadores que tomaban su nombre de los tracios (tracii). Los roma­ nos la consideraban como arma de ladrones y asesinos, de ahí el senti­ do despectivo del término sicario. 6 Valerio Patruino, al parecer, coprefecto de la guardia pretoriana y colega de Papiniano y Leto.

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nífico espectáculo glad iato rio . P o r aquellos m ism os 3 días fue asesinada una can tid ad innum erable de ciu­ d adanos que se habían p u esto de parte de su her­ m ano. D io m uerte in cluso a los libertos 7 que ha­ bían ejercido cargos ad m in istrativos al servicio de G eta. D esp u és se ^m ultiplicaron los asesinatos p o r 4 tod as las partes. E sto s se llevaron a cabo tam bién en los bañ os p ú b lico s, e in clu so algun os perecieron cuando estaban a la m esa, entre ellos, Sam ónico Se­ vero 8, del que se conservan aún m uch os libro s eru­ ditos. T am bién estu vo a p u n to de perecer C iló n , 5 que era p refecto y cón sul p o r segunda vez, p o rq u e había acon sejado a los d o s h erm anos que llegaran a un acuerdo. E n efecto, un día que unos so ld ad o s 6 de la coh orte u rban a 9 arrastraban al p ro p io C ilón , d esp ojad o y a de su atuen do de sen ado r y con los pies d esn u d os, A n ton in o rep rim ió el tum ulto. D es- 7 p u és com etió otras m uchas m atanzas en la C iu d ad adem ás de éstas, p u es aq u í y allá fu eron ap resad os y asesinados p o r so ld ad o s d istin tos ciudadanos, ha­ ciendo com o que reprim ía un a conjura. A sesin ó a 8 H elv id io P értinax cón su l d esign ad o 10, solam ente p o rq u e era hijo de un em perador. Y no cesó hasta 9 que acabó con aquéllos que habían sid o am igos de su herm ano, ap rovech an d o distintas oportun id ad es para ello. L a n z ó arrogantes invectivas m uchas ve- 10 ces contra él y, otras m u ch as, con tra el senado en los edictos que p u b licab a o en los discu rsos que

7 Esclavos manumitidos que durante el imperio adquirieron gran prestigio y poder. Entre ellos se reclutaban médicos, arquitectos, mú­ sicos, etc., y desempeñaron importantes funciones en la administración imperial. Samónico Sereno fue autor de varios libros de carácter anticuario. 9 Los llamados urbaniaciani, soldados de las cuatro cohortes urbanas creadas por Augusto y puestas bajo las órdenes del praefectus urbis para velar por la guarda de Roma. 10 Uno de los dos cónsules (suffecti: «designados o suplentes») que reemplazaban a los cónsules normales (ordinarii).

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pronunciaba, m ostran d o que tam bién él iba a ser un Sila n . 5 D e sp u és de con su m ar estas m atan zas, se dirigió a la G alia, y, nada m ás llegar allí, dio m uerte al p r o ­ cónsul de la N arb o n en se. Irritad os después to d o s 2 los que adm inistraban esta provin cia, consiguió que le odiaran com o un tirano, aunque en alguna o c a ­ sión se fingía b o n d a d o so , a p esar de que era cruel p o r naturaleza. Y , d esp ués de que com etió m últi- 3 pies atropellos contra los ciud ad an os y contra los derechos que tenían las ciud ad es, sufrió un grave peligro, al verse atacado p or u n a enferm edad. F u e extraordinariam ente cruel con aquéllos que le cuir daban. D esp u és, cu an d o p rep arab a una expedición 4 a O riente, renunció a em pren der el cam ino y se qu edó en D acia. M ató a m u ch os bárbaros en los al­ rededores de R ecia y aren gó y gratificó a sus so l­ dad os com o si fueran so ld ad o s de Sila. P o r cierto, 5 proh ib ió que le im pusieran n om bres de dioses, a p esar de que C ó m o d o lo había p erm itid o, cuando le dieron el nom bre de H ércu les p o r haber m atado un león y otras fieras. Y , cuando som etió a los ger- 6 m an os, se d io el título de G erm an o 12, afirm ando en serio o en b ro m as, com o era tonto y sin sen ti­ do, que debería haber recib id o el título de Lucánico si hubiera vencido a los lucan os 13. F u eron con- 7 denados p o r entonces quienes se habían orinado en lugares en que se hallaban em plazadas estatuas o bu sto s del príncipe, y aq u éllos que habían quitado

11 Para esta expresión o similares, cf. Clodio Albino, 13,2. 12 Aceptamos la lectura Germanum: ΡΣ, frente a Germanicum: uulgo, pues posiblemente Elio Esparciano quiere reflejar el retruécano que supone la utilización del término germanus, susceptible de doble signi­ ficado «hermano» y «germano». El sobrenombre que asumió fue el de Germanicus Maximus. 13 Otro juego de palabras, pues Lucanicus puede significar «salchi­ cha» o «Lucánico», es decir, habitante de la región llamada Lucania, en la parte meridional de Italia.

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las coronas de flores de ésto s para colocarlas en otro lugar, enviando a la m uerte tam bién a quienes se las habían ad o sa d o al cuello com o rem edio contra las fiebres cuartanas o tercianas. H iz o una m archa a través de la T racia acom p añ ad o del prefecto del P reto rio ; y , cuan d o desd e allí iba a p asar a A sia, es­ tuvo a p u n to de n aufragar al p artirse la entena de su nave, de m o d o que tuvo que desem barcar en un bote salvavidas ju n to con su guardia. E l prefecto del P reto rio le recogió de allí en un a trirrem e y así escapó del p eligro. C a z ó con frecuencia jabalíes y tam bién h izo frente a un león. E n alguna ocasión tam bién envió cartas a su s am igo s en las que se v a­ n agloriaba y se jactab a de haberse acercado al valor que m o stró H ércu les. D esp u és de esto, vo lv ien d o su atención a la guerra contra los arm enios y contra los p arto s, eli­ gió com o general p ara d irigirla a un hom bre cuyo carácter coincidía con el su y o . D esd e allí se dirigió a A lejan dría, con v ocó al p u eb lo en el gim nasio 14 y le llenó de reproches. O rd e n ó que se hiciera una leva de h om bres fuertes p ara em puñar las arm as; p ero inm ediatam ente acabó con los elegidos, si­ guiendo el ejem plo de P to lo m eo E verguátes, el o c­ tavo que llevaba este nom bre. A dem as( tras dar la señal a los so ld ad o s p ara que asesinaran a sus h u és­ p edes, p ro v o c ó una gran m atan za en la ciudad de A lejan d ría. P o co d esp u és, adentrándose p o r el territorio de los cad u sio s y de los babilon ios, trabó com bate tum ultu osam ente con los sátrapas 15 de los p arto s, lan zan d o con tra los enem igos incluso fieras salvajes. A continuación envió una carta al senado, com o si hubiera lo grad o una victoria, oto rgán d o-

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14 Edificio público donde la juventud perfeccionaba sus ejercicios gimnásticos después de haber pasado por la palestra, donde se iniciaba en ellos. 15 Gobernadores de una provincia o región, en Persia.

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sçle el título de P ártico, p u es el de G erm ánico y a / lé había obtenido cuan do aún vivía su padre. D e s- 6 ^p u és, cuando pretendía reem prender la guerra co n ­ tra los p arto s e invernaba en E d esa, y partiendo de aquí, se había p resen tad o en C arras p ara celebrar la fiesta del d io s L u n o , el día de su cum pleaños, es decir, el día och o de lo s idus de abril y precisam en­ te durante las fiestas M egalen ses 16, en el m om ento en que se alejaba a un lu gar apartad o p ara satisfa­ cer sus necesidades naturales fue asesinado en una em boscad a que le tendió el p refecto del Pretorio M acrino, que se ap o d eró del im perio d espués de él. F u ero n cóm plices de este asesin ato N em esian o , su 7 herm ano A po lin ar y T rician o 17, com andante de la segu nda legión Pártica y jefe de la caballería de re ­ serva, y estaban al corriente del com plot tam bién M arcio A g rip a 18, que estaba al frente de la flota, y la m ay o r p arte de lo s oficiales p o r instigación de M a r c ia l19. 7 F u e asesinado a m itad del cam ino entre C arras y E d esa, cuando bajó de su caballo p ara orinar y avanzaba entre los so ld ad o s de su escolta, que se habían con jurad o tam bién p ara su asesinato. E n fin, 2 su escudero le atravesó el costad o con un puñal, en el m om en to en que le ayu d ab a a subir al caballo y to d o s gritaron que M arcial h ab ía sido el asesino. Y , 3 p u esto que hem os m en cion ad o al dios L u n o, c o n ­

16 Fiestas celebradas del 4 al 10 de abril en honor de Cibeles, la gran madre de los dioses y diosa de la naturaleza, durante las cuales las per­ sonas distinguidas se intercambiaban obsequios y en las cuales se rea­ lizaban juegos escénicos y circenses. 17 Nemesiano y Apolinar fueron tribunos de la guardia pretoriana y Elio Decio Triciano fue primero prefecto de la segunda legión y luego gobernador de Panonia nombrado por Macrino. 18 De origen esclavo, escaló distintos puestos administrativos, man­ dando en aquel momento probablemente la flota que transportaba las tropas del Asia Menor. Un soldado que, según D ión Casio L X X V III,5,3, se irritó contra Caracalla por no haberle ascendido a tribuno.

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viene saber lo que nos han enseñado h om bres m uy sab ios y a m e^until|as^¿reen actualm ente de m ane­ ra especial lo s habitan tes de C arra s: que quien pien­ sa que hay que llam ar a la L u n a con nom bre fem e­ nino p o r ser ése su sexo, d eberá servir siem pre a las m ujeres, q u edan d o so m etid o a ellas; que quien crea, en cam bio, q ue es un a divinidad m asculina, ese tal dom in ará siem pre sob re la m u jer y no tole­ rará ninguna asech an za m ujeril. E sta es la razón p o r la que lo s griegos y los egip cios, aunque incluyen en el m ism o género a la m u jer y al h om bre y lla­ m an tam bién a la L u n a d io s, n o ob stan te, en las ce­ lebraciones de los m isterios le llam an L un o. Sé que m u ch o s han escrito sob re la m uerte de P a ­ piniano de tal form a, que su relato p ru eba que no conocían la causa de su asesin ato, y a que cada uno de ellos da un a versión diferen te; p ero y o he p re­ ferido d ar a con o cer la varied ad de opiniones que existen antes que gu ard ar silencio sob re la m uerte de un h om bre tan im portante. Se ha difu n dido tradicionalm ente la id ea de que P apiniano fue m uy am igo del em perado r Severo y pariente su y o p o r parte de su segu n d a esp o sa, según dicen algunos, y que Seyero le encom endó a él de m anera especial su s d os hijos y que p o r esto P apiniano con tribuyó a la .buena arm onía entre los d os herm anos A n toninos ; m ás aún, que im p id ió que se diera la m uerte a G eta, cuando y a B asian o 20 com en zaba a q u ejar­ se de su s m aquin acion es, y que p o r eso fue asesi­ nado p o r un os so ld ad o s juntam ente con aquéllos ue favorecían a G eta, n o solam ente con p erm iso e B asian o, sin o in clu so p o r orden suya. M uch os autores dicen que B a sian o , d espués de la m uerte de su herm ano, m an dó a P apiniano que refutara p or

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20 Gran error cometido por el autor al creer que Basiano era hijo de Paciana Marciana, la primera esposa de Severo, Su edad era de 29 años.

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él este crim en ante el p u eb lo y ante el senado, p ero que aquél le resp o n d ió que era m ás fácil com eter un fratricidio que ju stificarlo. C o rre tam bién esta h istorieta: que no q u iso p ro n u ciar un d iscurso con el que debería atacar a su herm ano ju stificán d ose a sí m ism o, que había sid o el asesino, y que, al n e­ garse a ello, l e resp o n d ió d icien do que el parrici­ dio era un crim en y o tro crim en acusar a un in o ­ cente asesinado. A h o ra bien, esta versión no resp onde en ab solu to a la verd ad , p o rq u e, com o p re ­ fecto, no p o d ía p ron u n ciar d iscu rso s y , adem ás, p o rq u e se sab e que fue asesin ad o bajo el pretexto de que era p artidario de G eta. Se dice tam bién qu e, cuando era con d u cid o a P alacio p o r u n o s .soldados que le habían ap resad o para asesinarle allí, P apinia­ n o p resagió su fu tu ro d icien do que sería un id io ta con su m ad o aquél que fuera elegido p ara su stitu ir­ le, si n o ven gaba una prefectu ra que había sido ata­ cada con tanta crueldad. Y el p resagio se cum plió, p u es M acrino asesinó a A n ton in o , com o expusim os m ás arriba. Y , d espués de h ab er sido p ro clam ad o em perador en los cuarteles juntam ente con su h ijo, que hasta entonces se llam aba D iad u m en o , im p u so a éste el nom bre de A n ton in o , p o rq u e un A n ton i­ no fue ardientem ente d esead o p o r los p retorian os. 9 B asian o vivió cuarenta y tres años. F u e em pera­ d o r seis años. Fue sep u ltad o con un funeral p ú b li­ co. D e jó un h ijo, que p osteriorm en te fue llam ado tam bién él M arco A n ton in o H elio gáb alo , pues el nom bre de los A n ton in o s se había arraigado de tal m anera en los espíritus de los h om bres que no p o ­ día arrancarse de ellos p o rq u e, com o el de A u g u s­ to, se había adueñado del p ecb o de tod o s. F u e de m alas costum bres y m ás cruel aún que su padre. Fu e glotón , bo rrach o, o d iad o p o r sus p a ­ rientes y aborrecido p o r tod o el ejército, salvo p o r los sold ad os p retorian o s. E n su m a, los d o s herm a­ nos no se parecían en nada. Entre las construcciones que d ejó en R om a, h ay

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ue citar unas term as 21 de gran m agnificencia que evan su nom bre, cu ya sala de form a de sandalia 22 no puede im itarse p o r o tra con strucción sim ilar a ella, según aseguran los arq u itectos. E n efecto, és­ tos dicen que está co n stru id a sob re una balaustra­ da de bronce o cobre a la que está confiado el p eso de tod a la b ó ved a y que p osee unas ^ r p o r c io n e s tan gigantescas que los enten didos en m ecánica di­ cen que es im p osible con struir una ob ra así. D ejó tam bién un p ó rtico 23 al que dio el nom bre de su padre para que testim on iara las gestas p o r él reali­ zadas, sus triun fos y sus guerras. R ecib ió el n o m ­ bre de C aracalla 24 p o r un a pren d a de vestir, caída hasta los talones, que había repartido al p u eblo y que hasta entonces no se u sab a. P o r eso tam bién hoy se llam an A n ton in ian as a las «caracallas» de esa clase, utilizadas con m ucha frecuencia p o r la plebe rom ana. C o n stru y ó una nueva vía que p asa al pie de sus term as, es decir, las A nton inianas, la vía m ás bella que posiblem ente tú encontrarás en R om a en-

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21 La Thermae Antoninianae, o de Caracalla, a las que Heliogábalo y Alejandro dotaron de un pórtico (cf. Heliogábalo, 17,8-9; Alejandro Severo, 25,6), cuyas ruinas aún subsisten a la derecha de la vía Apia, cerca de la puerta Capena. 22 N o se sabe exactamente el sentido de la expresión cella solaris, em­ pleada por Esparciano. Las habitaciones que había en los baños con las comodidades necesarias para tomar el baño frío y caliente se llamaban cellae, poïque los baños se componían de un número de recintos co­ municados unos con otros como las celdillas de una colmena. Se lla­ maba celia caldaria la que contenía recipientes de agua caliente; tepida­ ria la que se utilizaba para el baño tibio y frigidaria o frigidarium, la que se usaba para el frío. Un adjetivo distinguía los diversos tipos, como ocurría con las cellae, que servían para otros usos, como la celia uinaria, la cava para guardar vino, celia olearia, para guardar aceite, etc. En el texto soliaria parece que alude a la cella frigidaria que contendría una gran piscina ¿de forma de sandalia? que le daría el nombre. Cf. Magie, op. cit., II, p. 24, n. 2. 23 Cf. Severo, 21,12. 24 Ibid. 21,11.

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tre sus anchas vías. T ra jo a R o m a los cultos a Isis y erigió p o r tod as las partes m agn íficos tem plos en h on or de esta d io sa, celeb ran d o sus ritos incluso con m ay o r reverencia q ue con la que se celebraban h asta entonces. Y en este sen tid o, ciertam ente, m e parece extraño que se p u ed a decir que las cerem o­ nias sagradas en h on or de Isis llegaron a R om a p o r prim era vez p o r su m ediación , y a que A nton ino C ó m o d o celebró estos ritos con tanta devoción q ue cargaba en sus h o m b ro s la efigie de A n u b is y hacía las p au sas que exigía el ritual , a no ser que fuera él quien tal vez agregó la efigie a la celebración de la fiesta, n o el p rim ero que la llevó a R om a. Su cuerpo fue sep u ltad o en la tum ba de los A n ton inos, a fin de que recibiera sus restos la m ism a sede que le había d ad o el nom bre. 10 Interesa saber cóm o dicen q ue se celebró el m a ­ trim onio con su m ad rastra Ju lia. D icen que un d ía que esta bellísim a m u jer se p resen tó casi com ple­ tam ente desnuda, sim ulan d o q ue se trataba de un d escu id o, y A n ton in o la d ijo : «T e querría, si fuera lícito », ella le replicó d icien do : «S i quieres, es líci­ to. O ¿acaso no sabes q u e tú eres em perador, y q u e tú das las leyes y no las rec ib es?». A l oír esto, su p asión desord en ad a se vio az u zad a a com eter el cri­ m en y celebró unas b o d a s que él m ás que nadie d e ­ bería haber p ro h ib id o , si hubiera sido consciente de que era él a quien le com petía legislar. T o m ó , p u es, com o esp o sa a su m adre (a la que n o se la d e ­ bería llam ar con otro nom bre) y sum ó a su fratri­ cidio un in cesto, y a q ue se u n ió en m atrim on io a aquélla a cu y o hijo había asesin ad o p o c o antes. N o está fu e ra de lu g ar añ a d ir aq u í un d ich o irónico q ue lan zaro n contra él. E fectivam ente, p u esto que se dio a sí m ism o los nom bres de G er-

25 Cf. Cómodo, 9,4 y 6; Pescenio Nigro, 6,9.

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m ánico, Pártico, A ráb ig o y A lam án ico (pues había vencido al p u ebio de los alam anes), dicen que H e l­ vio Pértinax, h ijo de Pértinax, le d ijo en ton o jocaso : «A ñ ad e, si quieres, tam bién el de G ético M áx im o », p o rq u e había d ad o m uerte a su herm a­ no G eta y se d ab a el n o m bre de g o d o s G etas a aquellos p u eb lo s a los que había d errotado en com ­ bates im p ro v isad o s, cu an d o se dirigió a O riente. 11 O cu rrieron m u ch o s p ro d ig io s sob re la m uerte de G eta, com o ya ex p o n d rem o s en su vida. E n efecto, aunque él m urió antes q ue su herm ano, n o so tro s hem os seguido el m étod o de escribir p rim ero la biografía de aquél que fue el p rim ero que nació y el prim ero que gobern ó. C u an d o el ejército le con firió el título de A u gu sto en vida de su p ad re, p o rq u e éste parecía que era in capaz de gobern ar el im p erio debid o a la gota, di­ cen que Severo d io vueltas en su m ente a la idea de asesinarle tam bién a él, si no se hubieran o p u esto a ello sus p refectos, que eran h om bres pon d erad os. A lg u n o s, p o r el con trario, afirm an que los prefectos desearon que se com etiera el asesinato, pero que Septim io se negó a ello para que su severidad no se viera desh onrada con el sam benito de sem ejante crueldad y, p u esto que los auténticos autores del crim en habían sid o los so ld ad o s, p ara que un ad o­ lescente no p agara las penas de su necia tem eridad con el anuncio de un castigo tan grave com o el de que se creyera que había sid o condenado a m uerte p o r el padre. Sin em bargo, este in dividuo, el m ás cruel de tod o s los hom bres y, p ara expresarlo con una sola fra­ se, fratricida, in cestu oso y enem igo de su padre, de su m adre y de su herm ano, fue elevado a la cate­ goría de d io s p o r su asesino M acrino p or tem or a los so ld ad o s y, sob re to d o , a lo s p retorian os. Tiene un tem plo, tiene salio s, tiene una cofradía de A ntoninianos él, que d esp o jó a F au stin a de su tem plo y de su nom bre divino, sin d u da del tem plo que na-

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bía erigido en su h on or su m arid o al pie del m onte T au ro , donde su h ijo H e lio g áb alo A nton ino c o n ­ sagró d espués otro tem plo en h o n o r de sí m ism o, de Jú p ite r Sirio o del S o l — p ero esto es incierto.

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(E lio E sp arcian o)

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Y o sé, C on stan tin o A u g u sto , que tu C lem encia y que m uchas p erson as p ueden preguntarm e p o r qué y o escribo tam bién la biografía de G eta A n to ­ nino. A n tes de hab lar so b re su vid a o sob re su 2 m uerte, v o y a exp on er p o r qué tam bién a él le im ­ p u so su pad re Severo el n o m bre de A nton ino. Pues no se pueden decir m uchas co sas en la biografía de una p erso n a que fue arrancada del m un do antes de que ocu p ara el trono con su herm ano. E n una ocasión en que Septim io Severo fue a 3 con su ltar a los adivin os y les p id ió que le indicaran quién sería su su ceso r d esp ués de su m uerte, vió en sueños que le sucedería A n ton in o . P o r ello, se pre- 4 sentó inm ediatam ente ante lo s so ld ad o s e im p uso a su hijo m ay o r B asian o el nom bre de M arco A u re­ lio A n ton in o. H ech o esto, siguiendo los con sejos 5 que le d ictab a su con d ición de pad re o, com o di­ cen otro s, am on estad o p o r su esp o sa Ju lia que d es­ conocía el conten ido del sueño, p o rq u e con este nom bram iento había excluido personalm ente a su h ijo m en or G eta del acceso al im perio, dio la o r­ den de que tam bién éste recibiera el nom bre de A n ­ tonino. E n consecuencia, en las cartas que escribía 6 a sus am igo s, si p o r casu alid ad se encontraba ausen­ te, siem pre decía: «S alu d ad con el nom bre de A n - 7 ton inos a m is h ijo s y su c eso res.» Pero de nada va­ lió su prudencia paternal, p u esto que só lo le suce­ dió com o em perado r el que fue prim ero en recibir

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el nom bre de A n ton in o . É sta s son las noticias s o ­ bre el nom bre d e A n ton in o. Sin em bargo, recibió el n o m b re de G eta p o rq u e se llam aba así su tío o su ab uelo p atern os, cuya vid a y carácter M ario M áxim o relató con bastante p r o ­ fu sió n en el p rim er sep ten ario 1 de la biografía de Severo. P o r otra parte, G eta fue llam ado tam bién A n ton in o, p o rq u e Severo d eseaba que todos los príncipes que le sucedieran recibieran el nom bre de A n ton in o s, lo m ism o q ue recibían el de A u gu sto s, y esto p or el am or q ue p ro fesab a a M arco, al que llam aba siem pre p ad re o h erm ano su y o y cuya fi­ lo so fía y educación literaria im itó constantem ente. O tro s dicen que se le d io a G e ta el nom bre de A n tonino no só lo en h o n o r de M arco , p u esto que éste tuvo aquel nom bre com o n o m bre adoptivo, sin o tam bién en h o n o r de aquél que había recibido el s o ­ brenom bre de Pío, a saber, del sucesor de A d ria ­ no, sin d u da p o rq u e este p rín cip e había elegido a Severo p ara form ar p arte del con sejo de ab ogad os del fisco 2 sacán dole del cargo de form ulario fo ren ­ se 3 que tenía, d ad o q u e el com ien zo del prim er c ar­ go o dignidad que le había con ced id o A n ton in o le había abierto el cam ino a tan grandes p ro greso s, y p orq u e, adem ás, ningún em perador le parecía a él m ás apto p ara im ponerle d ich o nom bre que aquél cuyo nom bre p ro p io había p asad o sucesivam ente p o r cuatro em peradores. Severo que con ocía su h o ró sco p o y que, com o m uchos africanos, era m u y entendido en h o ró sc o ­ p o s, según dicen, pron u n ció esta frase sob re el m is-

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1 El significado originario de septenarius no es claro. Puede referirse al curso de la narración de les pete primeros años de la Vida de Severo, o a un verso de siete pies pjjdícha biografía. 2 Oficio instituido por Adriano, cf. Adriano, 20, 6. 3 Debía de ser un abogado subalterno experimentado en fórmulas ju­ rídicas (formularius) o que tenía como misión redactarlas o proponerlas.

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m o G eta: «M e resu lta extrañ o, q uerid ísim o Ju v e- 7 nal, que n u estro G eta llegue a ser divinizado, pues n o veo en su h o ró sc o p o ningún rasgo p ro p io ele un em p erad o r.» — Ju v en a l era entonces su p refecto del P retorio— Y Severo n o le engañ ó, p o rq u e, d esp ués 8 de que B asian o asesinó a aquél y tem ió el estigm a de tiranía que le sob reven d ría a cau sa de su fraticidio, cuan d o o y ó decir que p o d ría verse aliviado su crim en si divin izab a a su herm ano, dicen que ex- 9 clam ó: «Q u e sea d ivino, con tal de que n o esté v iv o .» 4 A l fin, c o lo có a aquél entre los d io ses y p o r ello la opin ión p ú b lica volvió a serle favorable a p esar de ser un fraticida. 3 A u n qu e o tros autores han d ad o o tra versión, G eta nació el d ía seis de las calendas de ju n io d u ­ rante el con su lad o de Severo y V itelio en M ilán, de Ju lia su m adre, a la que Severo tom ó p o r esp osa, p o rq u e había d escu bierto en su h o ró sc o p o que ella sería esp o sa de u n rey, aunque él era aún un ciu­ dadano p articular p ero de ó p tim a p o sició n en el E s ­ tad o. N a d a m ás nacer, se anunció q ue uij-gallina ha- 2 bía p u esto un hu evo de p ú rp u ra en el p atio de un corral. C u an d o se lo llevaron a su herm ano B asia- 3 no y éste lo cogió y, com o si fuera un niño pequeño, lo rom pió estrellándolo contra el suelo, dicen que J u ­ lia exclam ó en to n o jo c o so : «M ald ito fratricida, aca­ bas de m atar a tu h erm an o .» A esta frase que, su m a- 4 dre había lan zad o p ara hacer reir, Severo lá'd io m a­ y o r im portan cia que el resto de los p resen tes; sin a o em bargo, los que le rod eab an en aquel m om en to re0 con ocieron desp ués que Ju lia había hablado im pul^ sad a p o r una fu erza divina. O c u rrió tam bién otro 5 au gu rio: una vez que en la gran ja de un hom bre de la plebe llam ado A n to n in o nació un cord ero que te­ nía un vellón de co lo r de p ú rp u ra en la frente, p re­ cisam ente en el d ía y h o ra en que había nacido

4 Juego de palabras en latín: diuus/uiuus «divo, divino»/«vivo».

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G eta, y o y ó aquel h om bre decir al arúspice que rei­ naría un A n ton in o desp ués de Severo, pensó que la p rofecía se refería a él m ism o ; sin em bargo, tem ien­ d o que sem ejante anun cio fu era el de su destino, hundió un cuchillo en el cord ero. E ste augurio fu e'* un anuncio tam bién de que G eta sería aniquilado p or A n ton in o , com o se h izo d espués notorio. O cu rrió tam bién o tro p resag io sobre este crim en, que se cum plió igualm ente, com o lo d em o stró el fin extraordinario que tuvo G e ta : en una ocasión en que Severo quería celebrar el natalicio del p e ­ queño G eta con un sacrificio, m ató a la víctim a un victim ario llam ado A n ton in o . E n ton ces pasó d esapercibida esta coincidencia y nadie preguntó nada, pero d espués se com pren dió su significado. 4 F u e un joven elegante, de carácter ru d o, pero no im pío, avaro, aficion ad o a lo s ju egos de palabras, go lo so , glotón y am ante de vin o s de distinta solera. C u en tan que de niño le ocurrió la siguiente anécdota: en una ocasió n que Severo quería a se si­ nar a unos ciud ad an os del p artid o contrario y c o ­ m entaba entre los su y o s: « O s estoy q uitan do en e­ m ig o s» y B asian o le ap o y a b a hasta el extrem o de asegurarle que debía asesinar tam bién a los hijos de aquéllos, si bu scab a su bien, dicen que G eta p re ­ guntó cuántos eran los con den ados a m uerte; y , cuando su p ad re le in form ó de ello, G eta in sistió «¿tienen ellos p ad res? ¿tienen p arien tes? Y , ante la respuesta afirm ativa de aquél, exclam ó entre llan ­ to s: «Será sup erio r el núm ero de ciudadanos que se entristezcan p o r n u estra victoria, que el que se ale­ gre p o r ella.» Y habría prevalecido su opinión si n o hubieran in sistido el p refecto P lauciano y Ju ven al esperando que se decretaran u n a serie de p ro sc rip ­ ciones, gracias a las cuales se hicieron ricos. A ellos se su m aba B asian o im p u lsad o p o r un a extrem a crueldad, al cual, com o se empeñaba en discutir con él afirm ando m edio en bro m a, m edio en serio, que h a ­ op u esto bía que acabar con tod o s

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juntam ente con su s h ijos, G eta, según dicen, repli­ có: «T ú que no perdonas a nadie, serás capaz de ase­ sin ar tam bién a tu h erm an o .» F rase que en aquel m om en to no sign ificó nada, p ero que d espués se consideró com o un p resagio. 5 F u e tenaz en el ap ren d izaje de las obras de los an­ tiguos escritores y reco rd ab a tam bién las ideas que su padre le había in cu lcad o ; fue siem pre o d io so a su herm ano, m ás am able con su m adre que con éste y p o seía una v o z m elo d io sa, aunque algo balbucíente. L e gustaban m uchísim o los vestidos elegantes h asta el p u n to de que su p ad re se reía de él. T o d o lo que sus p ad res le daban, lo em pleaba para vestir a su gusto y no h izo ningún regalo a nadie. D esp u és de la guerra con tra los p arto s, cuan do su pad re llegó al cénit de su gloria y con ced ió a B asian o el título d e copartícipe en el tro n o , G eta recibió tam bién el nom bre de C ésar y de A n ton in o , según dicen al­ gunos autores. T en ía la costu m bre de plantear a los gramáticos distintas cuestiones para que dijeran cómo em itían sus so n id o s cada u n o de los anim ales, ver­ bi gracia: los co rd eros balan, los cochinillos gruñen, las palom an arrullan, los o so s bram an airados, los leones rugen, lo s leo p ard o s chillan, los elefan­ tes barritan, las ranas croan, los caballos relinchan, los asn os rebuznan, lo s to ro s m ugen , y solía dem ostrar que emitían así sus sonidos, aportando el testimonio de autores antiguos. L e eran m u y fam iliares los libro s que Severo S am ón ico escribió a A n ton in o 5. T en ía tam bién esta costu m b re: m an d aba a esclavos expe­ rim entados que p repararan sus banquetes, y sob re to d o los alm uerzos, d istrib u y én d o lo s de acuerdo con las distintas letras: p o r ejem plo, en uno de ellos h abía ganso, jab alí y ánade; o tam bién p o llo , perd iz, p avo, p u erco, p ez, piern a y o tros tipo s de ali-

5 Cf. Caracalla, 4,4 η. 8.

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m entos que com en zaban con esta letra; o tam bién faisán, harina, higos y o tros m anjares sim ilares é. P o r eso se le con sid eraba p ró d ig o ya en su ad oles­ cencia. D esp u és de su asesin ato, u n a parte de los so ld a ­ dos que había perm anecido in sobo rn able, acogió el fratricidio con m u chísim a pena, pues to d o s afirm a­ ban que habían p ro m etid o fidelid ad a lo s dos h ijo s y a los d os debían m antenerla y , en consecuencia, cerraron las puertas del cuartel y no dejaron entrar al em perador durante m u ch o tiem po. E n fin, B a siano n o p u d o volver a R o m a hasta que no expresó públicam ente las q u ejas que tenía so b re G eta y aplacó los ánim os de lo s so ld ad o s pagándoles u n o s sueldos d esm esu rad o s. Finalm ente, tras su llegada a R om a, fueron asesin ad os Papiniano y otras m u ­ chas person as que ap oy ab an la con cordia entre los dos herm anos o que se habían p u esto de parte de G eta, de tal m anera q ue cayeron ab atid os distintos ciudadanos del estam ento senatorial y ecuestre, no só lo en el baño, sino tam bién en la m esa o en p ú ­ blico, y el p ro p io Papiniano fúe asesinado con un hacha, no sin que B asian o reproch ara q ue no se h u ­ biera llevado a cabo la acción con una espada. E n fin, la situación llegó a tal p u n to que se sublevaron los so ld ad o s de la guarnición de R o m a, a los que reprim ió B asian o con fuerte au to rid ad ordenando dar m uerte a su tribu n o, según algunos, o d e s­ terrándole, según otro s. Sin em bargo, le entró tanto tem or que acudió tam bién a la C u ria con una c o ­ raza bajo su túnica de sen ado r y, pertrechado de ese m o d o , rindió cuenta de su actuación y de la m uerte de G eta. Se dice que p o r eritonces, cuando un p retor p roclam aba lo s éxitos del em perador y le

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6 En latín anser, apruna, anas; polux, perdix, pauus, porcellus, piscis, perna; phasianus, farrata, ficus. Nótese que se considera igual fonema ph y f.

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atribuía los títulos de Sarm ático M áxim o y Pártico M áxim o, el hijo de P értinax, H elv io Pértinax, que después fue asesinado p o r el m ism o Basiano, le dijo: «A ñade tam bién el de G ético M áxim o» que es com o decir el G ó tico . E sta frase caló profundam ente en el pecho de B asian o, com o q u edó d espués d em o s­ trad o p o r el asesinato de P értinax y p o r los de otros m uchos que perecieron cruelm ente y en distintos lugares, com o y a d ijim os anteriorm ente. T am b ién consideró a H elv io so sp ec h o so de aspirar a la tira­ nía, p o rq u e to d o s le am aban y p o rq u e era hijo del em perador Pértinax, circunstancias que no ofrecen suficiente segu rid ad a nadie realm ente, si es un ciu­ dadano particular. 7 C uentan que el funeral de G eta se celebró con m ás esm ero del que co rresp o n d ía a u n a p erso n a que h abía sid o asesin ad a p o r su herm ano. F u e enterrad o en el sep ulcro de sus an tepasad os, esto es, en el de Severo, que está u b icad o en la vía A p ia, a la de­ recha según se va hacia la p u erta, con struid o a im i­ tación del septizonium que Severo había engalana­ do en vid a p ara que lu ego albergara su cadáver 7. T u v o la intención de asesinar tam bién a la m adre de G eta, su m ad rastra, p o rq u e llo raba a su herm a­ no, y a otras m ujeres a las q u e encontró llorándole cuando volvió del sen ado. A d em ás, A nton ino fue de uná crueldad tan grande, que se m ostrab a esp e­ cialmente lisonjero con aquéllos a los que había deci­ dido dar m uerte, de form a que eran más temibles sus lison jas que su ira. C iertam en te a to d o el m u n do le pareció extraño q ue irrum p iera en llantos p o r la m uerte de su herm ano cad a vez que se hacía m en­ ción de su nom bre y que veía retratos o bu sto s su ­ y o s. P o r otra parte, la versatilid ad de A n ton in o B a-

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7 El autor confunde el sepulcro de Adriano donde fueron enterrados los Antoninos y Severos (y más tarde Caracalla, cf. Severo, 19,3 y C a­ racalla, 9,12), con el septizonium construido por Severo, cf. Severo, 19,5.

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siano fue tan grande, y , m ás aún, fue tan grande su sed de sangre, que unas veces ordenaba la m uerte de los p artidarios de G eta y o tras la de sus enem i­ gos, cuando el azar los p on ía en sus m anos. P o r esta razón G eta era aún m ás añorado.

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O P IL IO M A C R IN O

(Julio C ap ito lin o )

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L a s vidas de aq u ellos p rín cip es, trátese de u su r­ p ad ores o de C ésares, q ue no ejercieron el p o d er im perial durante m uch o tiem p o, se esconden en el olvido, p o rq u e no hay detalles so b re su vida p riv a­ da que merezcan ser narrados, ya que ni se tendría co­ n ocim iento de ellos siquiera, si n o hubieran inten­ tado conseguir el tron o, y p o rq u e n o pueden con ­ tarse m uchas co sas so b re su acción de gobierno, p u es reinaron p o c o s años. N o obstan te, n o so tro s sacarem os a la lu z del día las noticias que hem os ex­ traído de d iversos h isto riad o res, p ero sólo las que m erezcan ser n arrad as, p u es no hay nadie que no 2 h aya realizado alguna que o tra acción m eritoria d u ­ rante su vida. P ero quien se p ro p o n e escribir b io ­ grafías ajenas, tiene el deber de narrar aquello que m erece la pena conocerse. Y , p o r lo que respecta a 3 Ju n io C o rd o , su afán se cen tró en p ublicar las b io ­ grafías de los em peradores que con sid eraba m ás d escon ocid o s, aunque n o o b tu v o resultad os sen sa­ cionales, p o rq u e d escu b rió p o cas co sas y tod as ellas 4 indignas de que se m antengan en el recuerdo, afir­ m ando que su intención era averiguar hasta los m í­ nim os detalles, com o si fu era p reciso saber sob re T rajan o , P ío o M arco , p o r ejem plo, cuántas veces paseaban , cuán d o cam biaban de dieta, cuándo se m u daban de ro p a y cuán do y a quiénes p ro m o v ie­ ron a algún cargo. A sí, con la exp osición de to d o s 5 estos detalles, llenó sus b iografías de recitados fa-

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h u losos describiendo co sas c o m o las referidas, sien ­ d o así que no se debe reseñar ningún d ato o m uy p o c o s sob re cosas in sign ifican tes; pero, si p or e s­ tos hechos se pueden com pren der las costum bres del biografiad o que realm ente deben conocerse < y o las consignaré p o r e s c r it o > 1, pero so lo en p a r ­ te, p ara que p o r ella se d ed u zca el resto. 2 D esp u és del asesinato de A n ton in o B asian o, el prefecto de su guardia p retorian a, O p ilio M acrino, que antes adm inistraba sus p ro p ied ad es particula­ res, se ap od eró del tro n o , a p e sar de que era de h u ­ m ilde condición y de que p o se ía un espíritu y un aspecto depravado, y se hizo llam ar unas veces S e ­ vero, otras A n ton in o lblsd ad o q ue era odiado p o r todos, ciudadanos y sold ad os; y , habiéndose dirigido 2 inm ediatam ente a luchar con tra los p a r t o s 2, evitó la p osib ilid ad de que los so ld ad o s dijeran lo que p ensaban sob re él y de que se increm entaran las crí­ ticas con las que le agobiaban. C o n to d o , el senado 3 le aceptó con agrado com o em perado r p o r odio a A nton ino B asian o, p u esto que to d o s los senadores en la asam blea dijeron a una v o z «A cualquiera m ás 4 que a un parricida, a cualquiera m ás que a un in ­ cestu oso , a cualquiera m ás que a un im puro, a cu al­ quiera m ás que a un asesino del senado y del p u e ­ b lo.» Y tal vez a tod o el m un do le parezca extraña la 5 razón de p o r qué D iad u m en o , el hijo de M acrino, q u iso que se le designara con el nom bre de A n to ­ nino, cuando se asegu ra que él fue el autor de la m uerte de un A n ton in o. 3 V oy a relatar ahora lo s hechos que sob re él se h a­ llan reseñados en los anales: durante el reinado de A ntonino, la sacerdotisa de la diosa C e le ste 2 de C ar1 Hay una laguna en el texto. Traduzco así aceptando una adición de P: conscribam, !l"’ Su nombre oficial, después de la asunción del poder, fue realmente M. Opilio Severo Macrino Augusto. 2 Para esta divinidad, cf. Pértinax, 4, 2 y n. 16.

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tagd, que p o r in spiración de esta divinidad suele va­ ticinar cosas verd ad eras, en una ocasión en que p re­ decía el porven ir a un p ro c ó n su l que, com o de c o s­ tum bre, la p regu n tab a so b re la situación del E sta ­ d o y sob re su p o d e r fu tu ro , cuando llegó a hablar de los em peradores, o rd en ó que contaran con v o z clara las veces que ella n o m b rab a a A n ton in o , y en­ tonces, ante el aso m b ro de to d o s los presentes, re­ pitió ocho veces el n o m b re de A n ton in o A u gu sto . 2 Pero, contra la o p in ió n general de que A nton ino P ío reinaría durante och o años solam ente, éste los so b rep asó , y entre los que creían en los vaticinios q u edó con statad o que lo que había in dicado la p ro ­ fetisa era algo d istin to referido a aquel m om en to o a años m ás tarde. E n definitiva, si se hace un re- 3 cuento de to d o s aq u éllos que se llam aron A n to n i­ n o s, se d escubre que es och o su núm ero. A saber, 4 el p rim ero, P ío ; el segu n d o, M a rc o ; el tercero, V ero ; el cuarto, C ó m o d o ; el q uin to, C aracalla; el sexto, G eta; el sép tim o, D iad u m en o ; y , el octavo, H elio gáb alo . Y no h ay que incluir entre los A n to- 5 ninos a los d os G o rd ian o s, p o rq u e éstos tuvieron solam ente el so b ren om b re de A n ton in o s, o recibie­ ron tam bién el n om bre de A n to n io s, n o el de A n ­ ton inos. E ste vaticinio fue la causa p o r la que Se- 6 vero se im p u so a sí m ism o tam bién el nom bre de A nton ino y p o r la que hicieron lo m ism o otros m u ­ chos príncipes com o P értinax, Ju lian o y el m ism o M acrino. Pero este n o m bre fue retenido aún m ás 7 que el su y o p ro p io p o r los m ism os A n ton in o s, que fueron los verd ad ero s su cesores de A n ton in o. E sto es lo que dicen un os autores. Pero o tro s dicen que 8 fue su p ad re M acrino quienrdio, a D iad u m en o el nom bre de A n ton in o , p ara auycntar de los so ld a­ dos la sosp ech a de que h a b ía 'iid o él el asesino de A n ton in o. O tro s, en cam bio, escriben que fue tan 9 grande la n ostalgia p o r este n o m bre, que ni el p u e­ blo ni los so ld ad o s con sid eraban em perador a na­ die, si no oían que se le d ab a este nom bre.

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Y , cuando se anunció que V ario H eliogáb alo se había erigido em perador, sien do así que y a el sen a­ do había d ad o el título de C é sa r a A lejan dro, m u ­ chos senadores exp u sieron en la asam blea aquellas acciones p o r las que p udiera m ostrarse claram ente que había sid o in noble, m ezq u in o e inm undo. E n 2 fin, éstas fueron las p alab ras de A u relio V íctor, al que se conocía con el ap o d o de P in io : «que, d u ­ rante el reinado de C ó m o d o , M acrino había sid o un liberto que se había p ro stitu id o a sí m ism o y se había d edicado a oficios serviles en la m ansión im ­ perial, fácilm ente sob orn ab le y de costum bres m e z­ quinas ; que, tras h ab er sid o apartado p o r Severo de 3 aquellos b ajísim os o ficio s que ejercía y de haber sido relegado a A frica, p ara o cu ltar la deshonra de esta condena, se había en tregado a la lectura, había defendido pequ eñ os p ro c e so s, había hecho decla­ m aciones y , finalm ente, había im p artido clases en una escuela; p ero que p osteriorm en te había sido ga- 4 lard on ado con el anillo de o ro 3 y n om brado a b o ­ gad o del fisco bajo el gobiern o de V ero A n ton in o, m erced al p atro cin io de un com pañ ero su y o de m a ­ num isión llam ado F e sto .» P ero no sólo estas n o ti- 5 cias se consideran d u d o sas, sin o que hay otros au ­ tores que ofrecen otras d istin tas, que n o so tro s tam ­ p o co callarem os. E n efecto, m u ch o s han escrito que participó en un com bate glad iatorio y q ue se retiró a A frica tras recibir la vara de h o n o r; q ue p rim ero 6 fue cazado r, luego n otario p ú b lico y finalm ente ab ogad o del fisco. D e sd e este cargo escaló las m ás 7 ilustres dignidades. D e sp u é s, cu ap d o era prefecto del P retorio, tras haber desterrad o a su colega, aca­ bó con la vid a de su em perad o r A n ton in o C aracalia con tanta astucia que no p areció que había sid o él el asesino. P o rqu e, d espués de haber com prad o 8

3 Signo del rango de los miembros del censo ecuestre.

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a su escudero y haber o frecid o una gran p ersp ecti­ va con la m uerte de C aracalla, se e sfo rz ó en que se difundiera la n oticia de q ue había sid o asesinado en un com plot m ilitar, p o rq u e y a no era grato a causa de su parricid io o de su in cesto. E n fin, asum ió ráp idam en te el p o d er im perial, in­ vitando a p articip ar en el gobiern o a su hijo D ia ­ dum eno, al que lo s so ld ad o s dieron enseguida, com o y a d ijim os, el n o m bre de A n ton in o siguien­ d o sus in dicaciones. D e sp u é s envió el cuerpo de 2 A n ton in o a R o m a p ara q ue le enterraran en el p an ­ teón de sus an tepasad os 4. M an d ó al prefecto del 3 Pretorio, colega su y o p o c o ha, que cum pliera con su deber y, sob re to d o , q u e sepultara a A nton ino con los d ebid o s h on ores, o rgan izan d o p o m p as fú ­ nebres de m unificencia regia, p u es era consciente de que había sid o am ad o profun d am en te p o r el pu eblo a causa de los v estid os y con giarios que le había d istribu ido . Se añade a esto que tem ía un al- 4 b o ro to m ilitar, p u es, en caso de que éste se su sci­ tara, no le perm itiría ejercer el im p erio, im perio que había u su rp ad o , p ero asu m ién do lo com o si no lo deseara, com o ocurre con lo s h om bres que dicen 5 que se les ob liga a determ inadas acciones que ellos proy ectan , in cluso recu rrien do a lo s crím enes. P o r otra parte, tem ió h asta a su colega, pen san d o que tam bién el desearía im perar, p ues to d o s esperaban que, si se p ro d u c ía el asentim iento de una so la u nidad m ilitar y él no se o p o n ía a ello, tod as las dem ás unidades harían lo m ism o p o r o d io a M acri­ no a causa de su vida d epravad a o de su hum ilde linaje, siendo así que to d o s los anteriores em pera- 6 d ores habían sid o nobles. A d em ás, M acrin o añadió 7 todavía a su nom bre el de Severo, a p esar de que no le unía ningún paren tesco con él. D e ahí que se conserva este juego : «M acrin o es Severo del m ism o

4 Cf. Caracalla, 9, 12. Se refiere al sepulcro de Adriano.

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m od o que D iad u m en o es A n to n in o .» Sin em bargo, para aplacar enseguida el m otín de los sold ad o s, d io a lo s legion arios y a lo s p retorian o s un estipendio m ás cuan tioso que de co stu m b re, p o rq u e d eseaba 8 atenuar al crim en que su p on ía haber asesinado a un em perador, Y , com o suele ocu rrir, a aquel indivi­ d u o al que n o p o d ía reportarle utilidad su in ocen­ cia, se la rep ortó el dinero, p u es se m antuvo en el trono durante algún tiem p o, a p e sar de ser un h o m ­ bre cargado de to d o s los vicios. D esp u és rem itió u n a carta sob re la m uerte de 9 A n tom n o en la que le llam ab a a él «d iv in o » y se ju s ­ tificaba a sí m ism o y ju rab a q u e no sabía, nada s o ­ bre su asesinato. A sí, com o es habitual en hom bres infam es, a su crim en su m ó el p erju rio en la carta que dirigió al senado, vicio co n el que era lógico que iniciara su reinado un h om b re sin escrúpulo al­ guno. Interesa saber cóm o fue el d iscu rso con el que ju stificó su crim en, p ara com pren der así la desver­ güenza de este h om bre y el sacrilegio con que c o ­ m en zó su reinado este em perado r m alvado. P árra- 2 fo s del discu rso de los em peradores M acrino y D ia ­ dum eno: «N u estro deseo hubiera sido, padres con s­ crip tos, contem plar vuestra clem encia con nuestro em perador A n ton in o a salvo y volviendo recom ­ pen sad os con el triunfo. P o rq u e entonces p o r fin seríam os to d o s felices p o r el esp len do r de nuestro país y p o d ríam o s vivir bajo el gobiern o de aquel príncipe que nos ciieran los d io ses com o sucesor de los A n ton in os. A h o ra bien, c o m o esto n o ha sid o 3 p o sib le debid o a la su blevación del ejército, en p ri- 4 m er lugar, o s in dicam os el com portam iento que esta in stitución ha tenido con n o so tro s, luego c u m ­ p lirem os con nuestra prim era ob ligación , decretan­ do hon ores divinos en h on or de aquel varón a quien ju ram os fidelidad, p u esto que el ejército pensó que nadie era m ás digno p ara ven gar el asesinato de B asiano que su prefecto al que el m ism o B asian o ha-

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b ría encargado sin d u da castigar esta sublevación, si hubiera p o d id o descu brirla cuando aún vivía.» Y 5 un p o c o m ás adelante: «M e confiaron a m i el im ­ p erio, cu ya tutela, p ad res con scrip tos, y o he reci­ bido de m om en to, y cu y o tim ón m antendré, si opináis del m ism o m o d o que lo s so ld ad o s, a los que he ab on ad o su p ag a y he d ad o tod as las ó rd e­ nes que suele d ar el em p erad o r.» Y un p o co m ás 6 ab ajo : «E l ejército ha galard on ad o a m i hijo D ia d u ­ meno, al que vosotros conocéis, con el imperio y con un n om bre, llam án dole A n ton in o , p ara que sea h on rad o tanto con este n o m bre, com o con el h o ­ n o r del tron o. O s su p licam o s, padres con scrip tos, 7 que aprobéis esta determ inación depositando vuestro v o to benévolo y fav orab le, p ara que se conserve entre v o so tro s el n o m b re de lo s A n ton in o s que tan­ tísim o a jilá is^ Y m ás adelante: « L o s so ld ad o s han 8 decretado h on ores divinos a A n ton in o y también^ nosotros los hemos decretado y o s pedimOS-^a (y c p -) (áp tros, pad res con scrip to s, que los ratifiq u elsJau n que p o d ríam o s ratificarlos haciendo u so cfetíuestra au toridad im perial, erigiéndole d os estatuas ecues­ tres, d os p edestres con u n iform e m ilitar y otras d o s que le representen sen tado y con el traje civil, e igualm ente otras d o s estatuas triunfales al divino Severo. V o so tro s, p ad res con scrip tos, o r d e n a r á ^ 9 que se cum plan to d o s esto s decretos accediendo a nuestros p ia d o so s d eseos en p ro de los que nos han p reced id o .» 7 Â s^ à u e s, desp ués de que se leyeron las cartas en el senado, la asam blea, con tra la opin ión general, acogió con alegría la n o ticia de la m uerte de A n to ­ nino y, esperan d o q ue O p ilio M acrino velaría p o r la libertad p ú b lica, prim eram ente le elevó al rango de p atricio, aunque era un h om bre «n uevo» 5 y has5 Com o se vio en el capítulo 2,1 era «de humilde condición» (humili natus loco). Para el sentido de hombre «nuevo», cf. Avidio Casio, n. 2 7 para la elevación al patriciado, cf. D idio Juliano, n. 4.

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ta p o co antes había sid o só lo ad m in istrad or del p a ­ trim onio privado del em perad o r 6. L u e g o , aunque 2 era un am anuense de lo s pontífices, de los que actualm entese llam an p on tífices m enores, le nom bró Pontífice M áxim o y le im p u so m ediante un decre­ to el nom bre de Pío. Sin em bargo, tras la lectura 3 de estas cartas, se m an tu vo el silencio durante m u ­ cho tiem po, p u esto que nadie en ab soluto creía en la m uerte de A n ton in o . A h o ra bien, cuando se 4 constató su asesinato, el senado lanzó contra él to ­ das las invectivas reservadas a lo s usurpadores. F i­ nalm ente, se apresuraron a o to rg ar a M acrino la au ­ toridad p rocon su lar y el p o d er tribunicio. D esp u és de haber asu m id o p o r su p arte el n o m - 5 bre de Feliz, p ara alejar de sí la sosp ech a del asesi­ nato de A n ton in o, a su hijo, llam ado hasta enton­ ces D iad u m en o , le concedió el nom bre de A n ton i­ no. E ste nom bre le asu m ió tam bién p osteriorm en - 6 te V ario H elio g áb alo , que se decía hijo de B asian o, h om bre de una vileza extrem a e hijo de una m ere­ triz. E n fin, se conservan unos versos de un p o eta 7 anónim o que m uestran que el nom bre de A n ton i­ no com enzó a ser usado p or Pío y, poco a poco, d es­ p u és de haberlo o sten tad o los A n ton in o s, llegó a la m ás extrem a degrad ación , p u e sto que M arco A n ­ tonino es el único que parece haber engrandecido la sacralidad de este nom bre con la integridad de su vida, m ientras que V ero lo envileció y C ó m o d o tam bién lo m ancilló. Y ¿qué se puede decir de A n - 8 tonino C aracalla? ¿qué de M acrino? ¿qué, fin al­ m ente, tam bién de H elio g áb alo el últim o de los A n ­ ton inos, del que se recuerda que vivió en la más ex ­ trem a degradación?

6 Cf. Cómodo, 10,1 y n. 48 7 Un scriba pontificius «amanuense» o «secretario de los pontífices». Eran, junto con compañeros del mismo oficio, los llamados pontifices minores que luego constituyeron una corporación de gran importancia.

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Pues bien, una vez p ro clam ad o em perador, de­ claró la guerra a los p arto s y p artió contra ellos con un p o d e ro so ejército, p u es deseaba elim inar la d es­ honra de su linaje y la m ala reputación de su vida p asad a, m ediante la con secución de una gran vic­ toria. P ero, tan p ro n to c o m o inició la lucha con tra lo s p arto s, fue an iquilad o en el curso de una su b le­ vación de sus legion es que h uyeron ju n to a V ario H e lio g áb alo . P ero su rein ad o duró m ás de un año. P o r cierto, en esta guerra que había iniciado A n tonino, M acrin o en un p rim er m om en to o p u so re­ sistencia, aunque sus fu erzas eran inferiores a las de A rtaban o, quien trataba de ven gar con au to ri­ dad la m uerte de lo s su y o s; p ero d espués envió al rey P arto una em b ajad a p id ién do le la p a z que aquél le concedió de buen grad o d espués de la m uerte de A n ton in o. H ab ién d o se retirado desde allí a A lejan dría y entregándose en esta ciudad a la vida licen­ ciosa, p ro p o rcio n ó al ejército un m otiv o justifica­ d o p ara darle m uerte y p a ra declararse p artid ario del preten d id o h ijo de B asian o , es decir, de H e lio ­ gábalo B asian o V ario, q u e posteriorm en te recibió lo s n om bres de B asian o y de A n ton in o . 9 H u b o una m ujer llam ad a M e sa o V aria 8, natural de la ciudad de E m esa 9, herm ana de Ju lia, la esp o ­ sa de Severo P értinax el A frican o , que d espués de la m uerte de A n ton in o B asian o había sid o exp u l­ sada de la m an sión im perial p o r la insolencia de M acrino, a la que éste p erm itió con servar to d o s los bienes que había reun ido d esp ués de m uch os años. E sta m ujer tenía d o s h ijas, Sim iam ira 10 y M a-

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8 Confróntese estos datos con Herodiano, V, 3, 2 ss. Julia Mesa, ca­ sada con Julio Avito, cónsul suffectus en época de Severo y procónsul de Asia. Fue aclamada Augusta y m ater castrorum en el 218. 9 En Siria central, en el Orontes. 10 Cf. Heliogábalo 2,1 y . n. 5.

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m ea 11, la m ay o r de las cuales era m adre de H e lio ­ gábalo, nom bre que dan los fenicios al so l 12. P ero H eliogáb alo era célebre p o r su belleza, p o r su estatura y p o r el sacerd ocio que ejercía, y era c o n o ­ cido p o r to d o s los fieles que acudían al tem plo, y sob re to d o p o r los so ld ad o s. A éstos M esa, o V aria, les dijo que B asian o era h ijo de A nton ino, lo que se divulgó p oco a p o c o entre todo el ejército. L a p rop ia M esa era adem ás inm ensam ente rica (gracias a lo cual tam bién H elio g áb alo vivía con gran lujo) y consiguió m ediante sus p rom esas a los so l­ d ad os que las legion es abandonaran el partido de M acrino. Pues bien, desp ués de haberle acogido p o r la noche con los su y o s en la C iu d ad , su nieto fue aclam ado con el n om bre de A n ton in o , tras haberle ofrecido las insignias del im perio. C u an d o in form aron de tod o esto a M acrino que tenía su cam pam ento en A n tio q u ía, adm irando la audacia de esta m ujer y al m ism o tiem po desp re­ ciando su proceder, envió a su p refecto Ju lian o con unas legiones para que la sitiaran con sus p artida­ rios. P ero, cuando m o straro n a A n ton in o a las legiones, im pulsadas p o r un extrañ o am or hacia él, se p u sieron to d as de su parte y dieron m uerte a J u ­ liano. D esp u és, A n to n in o reunió una parte del ejército y m archó contra M acrino que se apresuraba a cortarles el p aso . T rab aro n com bate, p ero M acrino fue d errotado enseguida, pues su s so ld ad o s le trai­ cionaron p o r am or a A n ton in o M acrino fue asesin ado con D iad u m en o en una aldea de B itin ia cuan­ d o huía con él y un os p artid ario s su yos. A rran ca­ ron su cabeza y se la llevaron a A n ton in o. C on vie­ ne saber, adem ás, que el joven D iad u m en o fue C é-

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11 Julia Mamea, la madre de Severo Alejandro, cf. Alejandro Severo, 5,1 y n. 8. 12 Cf. Heliogábalo, 1, 5 y n.

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sar, según dicen, n o A u g u sto , y que de él tran sm i­ tieron a la p o sterio rid ad m u ch o s escritores que ha­ bía tenido igual p o d e r q u e su p ad re. T am bién fue 5 asesinado el h ijo , al que el p o d er im perial só lo le d eparó la ocasión de ser asesin ad o a m ano de los sold ad os. Efectivam ente, n o se encontrará en su 6 biografía nada que m erezca ser narrad o, salvo esto: que fue agregado a los A n to n in o s com o un b as­ tardo. M acrino o b serv ó m ay o r rigidez y austeridad en sus costum bres en la etapa que fue em perador, es­ peran d o con seguir que se olvid ara to d a su actua­ ción anterior, sien do así que su m ism a severidad ofrecía una ocasió n p ro p ic ia p ara que se le rep ro ­ chara y se le denigrara. Efectivam ente, había desea- 2 do que le llam ara^Sey eroD ^P értin ax, d os nom bres que le parecían a él (que aen otabk n jseveridad. Y , a p esar efe que e ls e n a a o le con ced ió el título de Pío y de F eliz, aceptó este ú ltim o y rechazó aquél. E sta 3 es la razón p o r la que, al parecer, se conserva un epigram a, no exento de h u m or, de un p oeta anó­ nim o griego, que se exp resa en latín con estas ideas : «H istrión y a de anciano, infam e, severo, cruel [e in justo d eseó ser al m ism o tiem po im pío y feliz, de [tal form a que n o q u iso ser p ia d o so , aunque sí dich oso, algo que la n atu raleza rehúsa y la razón no [adm ite. P odía, en efecto, haberse llam ado p ia d o so y [feliz y haberlo p arecid o; p ero es im p ío y feliz y lo será siem pre.»

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E sto s verso s los escribió un p oeta anónim o latino en el fo ro al lad o de los verso s griegos que se ha­ bían fijad o allí anteriorm ente. C u an d o M acrino tuvo conocim iento de ellos, dicen que resp on d ió con estos otro s:

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«Si el destin o hubiera d o tad o al p o eta griego de las cualidades que o sten ta este granuja la[tino, el p u eb lo y el sen ado hubieran perm anecido [en la ignorancia, y ningún m ercader m e hubiera dedicado ver[sos ab om in ab les.»

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M acrino creyó que había d ad o una respuesta ade- 7 cuada con estos v erso s, aunque eran m ucho peores aún que los latin os; p ero la gente se rió m ás de él que del p oeta que recibió la ord en de traducirlos d e l griego al latín. A sí/p iies, fue so b erb io , san guinario, se p ro p u so gobernar al estilo m ilitar y llegó a censurar incluso las reglas de con d ucta de los reinados anteriores, elogiando só lo a Severo p o r encim a de lo s dem ás. 2 E n efecto, h izo crucificar a los so ld ad o s y les im ­ p u so siem pre penas que estaban reservadas a los es­ clavos y, cuando su frió alguna sedición m ilitar, la m ayor parte de las veces diezm ó a los soldados, aun­ que alguna vez también los «centesimo» — una palabra acuñada p o r él y que la em pleaba cuando se quería llamar a sí m ism o clemente— , porque «centesimaba» a aqu ellos so ld ad o s que habían m erecido m ás bien ser d iezm ad os o «v icesim ad os». E s m uy largo de ex- 3 p o n er tod as su s crueldades; sin em bargo, y o citaré una que aunque p o c o im portante, según su o p i­ nión, realm ente es m ás h orrible que tod as las b a r­ barid ad es com etidas p o r los tiranos. E n una oca- 4 sió n en que u n os so ld ad o s trataron de violar a un a sierva de su huésped, que había p erd id o ya hacía tiem po su recato, y M acrin o se enteró de ello p o r ­ que se lo com entó un m ercader de trigo, ordenó qu e los llevaran a su presencia y les p reguntó si h a­ bían sido ellos los violad ores. C u an d o constató su 5 culpabilidad, ordenó ab rir en canal dos bueyes v i­ v o s de gran corpulencia y enterrar en ellos a los d o s so ld ad o s, dejándo las cabezas fuera para que se pu-

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dieran hablar. Y de esta fo rm a les im p u so su casti­ go, aunque ni sus an tepasad os ni sus con tem p orá­ neos aplicaron su p licios com o el m encion ado ni si­ quiera a los adúlteros. N o obstan te, M acrino luch ó no con m en or coraje que éxito contra los p arto s, los arm enios y lo s árabes, a los que llam an E u d ém ones 13. H iz o atar en la p arte inferior de un carro de ruedas a un tribun o, que p erm itió que ab an d o­ naran un p u esto de guardia, y ord en ó que le arras­ traran así, prim ero vivo y luego m uerto, durante to d a un a m archa. R estab leció tam bién el su p licio de M ezencio 14, y , de acuerd o con sus n orm as, ata­ ba p erson as vivas con cadáveres y las ob ligaba a m orir con sum id as p o r el p ro lo n g a d o contagio. P o r esta raz ó n tam bién, cu an d o el p u eb lo m o stró su sim patía hacia D iad u m en o en el circo, le aclam ó así: « ¡O h joven de excepcional belleza, cu yo p ad re no d ebía ser M ezen cio !»

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O rd en ó tam bién encerrar y am ontonar h om bres vivo s entre p ared es, y a lo s reos de adulterio los q u e­ m ó siem pre v ivos y to d o s a la vez, haciendo p ara ello atar sus cu erp os. C o n d e n ó a m orir bajo la es­ p ad a de los gladiadores a lo s esclavos que se habían fu gad o de la casa de su s d u eñ os, si éstos lograban prenderlos. A lo s d elatores, si n o aportaban pruebas, les^condenaba a la p en a capital, y , si las ap o rta­ ban^'lás desp ach aba con un a n o ta infam ante, d es­ pués d é haber p ercib id o el p rem io del dinero p ro ­ m etido. 13 M acrino fue experto en derechcp, hasta el p u n to que decidió invalidar to d o s los rescrip tos de los em ­ p erad ores anteriores, p ara que en adelante la juris-

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13 Del griego εΰδαίμονες «felices». 14 Rey etrusco que combatió aliado con Turno contra Eneas. Para la descripción del castigo, cf. Virgilio, Aen., VIII, 485-488. 15 El primer verso es de la Eneida, X II, 275; el segundo del VII, 654.

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prudencia no se ap o y ara en ellos, sino en el dere­ cho, argum entando que con stitu ía un crim en co n ­ siderar com o leyes las d isp o sicio n es de C ó m o d o , de C aracalla o de o tros p rín cip es ign oran tes, siendo así que Trajano jam ás había respondido por escrito a las consultas que le hacían, p ara q ue no se aplicaran a otras causas las resp uestas del príncipe que se h a­ bían dictado p ara con ceder algún favor. F u e generosísim o en las distribuciones de trigo, p ero m uy tacaño en las donaciones de o ro , y tan cruel, pertinaz y severo cuando azo tab a a los siervos de p a ­ lacio, que éstos le llam aban M acelino 16 en lugar de M acrino, p o rq u e su casa se regab a con la sangre de los esclavos m ás jóvenes com o si fuera un a carni­ cería. L e gu stab a m ucho com er y beber, hasta el p u n to de que se em borrach aba algunas veces, pero siem pre p o r la tarde, p u es cuan do alm orzaba sin com pañía alguna era extrem adam ente so b rio , m ien­ tras que en la cena co m ía sin fren o . Invitaba a su s festines a literatos p ara ob ligarse a com er m enos, m ientras se entretenía en charlar sob re los estudios liberales. 14 P ero, cuando lo s ciu d ad an o s pen sab an en la b a­ jeza de su origen y veían la crueldad de su carácter y y a no p od ían so p o rtar m ás com o em perador a un h om bre corro m p id o, n o p u d ién d ole so p o rtar sobre tod o los so ld ad o s que record ab an m uchas de sus acciones funestísim as y a veces in dignísim as, tras p rom over una sublevación, le asesinaron ju n to con su hijo D iad u m en o que, com o se sabe, tenía el so ­ bren om bre de A n ton in o y del q u e y a se ha dicho que había sid o A n ton in o en sueñ os. P o r ello se conservan estos verso s que aluden a este hecho:

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16 El «carnicero». Apodo derivado de macellum «mercado de car­ ne», alusivo a su crueldad.

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«H e m o s visto en su eñ o s, ciud ad an os, si no [m e engañ o, tam bién esto: llevaba el n o m bre de los A n ton in o s aquel [niño que nació de p ad re esclavo, p ero de m adre [ “ v irtu o sa ” p ues resistió a cien ad últeros e h izo p ro p o si­ c io n e s a o tros cien. T am b ién este calvo fue am ante y d espués m a[rido, he aquí u n P ío, he aq u í un M arco, p u es él ja[m ás fue V e ro ;» 17 T am bién estos verso s fu eron trad u cid o s del grie­ go al latín: y , aunqu e en griego so n m u y expresi­ v o s, m e parece a m i que han sid o trad u cid os p o r al­ gún p o eta vulgar. C u an d o M acrin o se enteró de su existencia, co m p u so u n o s y am b o s que se han p er­ dido, p ero que eran m u y gracio so s, según dicen. Su p érd id a ocu rrió en el tu m u lto en el que fue asesit .nado, cuando tam bién to d o s sus bienes fu eron de\ j 9astad 0 s p o r lo s so ld ad o s. 15 C o m o y a h em os d ich o, su m uerte fue com o si­ gue: cu an d o el ejército se inclinó a fav or de A n to ­ nino H elio g áb alo , M acrin o escap ó y fue d errotado en la guerra y luego m u erto en u n arrabal de B itinia, tras haberse en tregado un a parte de su s so ld a­ d os, haber p erecid o o tra p arte y h ab er escap ad o lo s restantes. A sí a H e lio g áb alo se le consideró fam o ­ so , p ues se creía que había ven gado la m uerte de su padre, y , com o con secuen cia de ello, accedió al tro ­ no, al que d esh on ró con su s d esm esurados vicios, com o la lujuria, la in fam ia, la gloton ería, el orgullo y la fiereza. E l tam bién o b tu v o p o r suerte una miíéjp te sim ilar. ,

17 Retruécano. Verus en latín es nombre de varón, «Vero», o adjeti­ vo, «veraz».

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E sto es lo que n o so tro s sab em o s de M acrino, aunque m uch os autores discrepan en algunos p u n ­ tos, com o suele ocu rrir con la h isto ria de cualquier hom bre. L o hem os esp igad o en m últiples fuentes y se lo ofrecem os a tu serenidad, A u g u sto D iocleciano, p orq u e nos hem os p ercatad o de tu am or a los antiguos em peradores.

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(E lio L am p rid io )

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L a vid a del joven A n ton in o D iad u m en o , al que el ejército p ro clam ó em perad o r ju n to con su padre O p ilio M acrin o desp ués del asesinato de B asian o p o r la facción de M acrin o , no contiene ningún he­ cho dign o de m ención , excepto que recibió el n om ­ bre de A n to n in o y que le sobrevin ieron extraños p resagios anunciándole un breve reinado, tal com o ocurrió. E n efecto, tan p ro n to com o se su p o entre 2 las legiones que B asian o había sid o asesinado, una p ro fu n d a tristeza in vadió los pech os de tod o s los so ld ad o s, p o rq u e y a no tenían un A nton ino al fren­ te del E sta d o , p en san d o que con él iba a perecer el im perio rom an o . C u an d o anunciaron estas nuevas 3 a M acrino, que y a era em perador, tem iendo que el ejército se inclinase a fav o r de alguno de los A n to ­ ninos, p u esto q ue había m uch os generales p ro ce­ dentes de fam iliares de A n ton in o P ío entre los ge­ nerales del ejército o rd en ó que se convocara inm e­ diatam ente una asam blea m ilitar y confirió el n o m ­ bre de A n ton in o a su h ijo , aunque aún era un niño. 4 H e aquí su arenga: «C o m p a ñ e ro s de arm as, v o so ­ tros véis que y a so y de edad avanzada y que, en cam bio, es un joven cito aún D iad u m en o , al que, si los d io ses le so n fav orab les, tendréis com o em pe­ rad or durante m uch os años. A d em ás, com pren do 5 que aún añoráis extraordinariam ente el nom bre de A n ton in o. P o r ello, p u esto que parece que n o m e qu eda m ucha vid a, y a que la fragilidad hum ana im -

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p on e su ley, o to rg ó con v u estro p erm iso a este jo ­ ven el título de A n ton in o p ara que o s represente com o un A n ton in o durante m ucho tiem p o». En- 6 tonces aclam aron: «E m p e ra d o r M acrino, que los d ioses te con serven ; A n ton in o D iad u m en o, q ue los d ioses te conserven. T o d o s,p e d im o s un A nton ino con larga vida, ¡ oh, Jú p ite r O p tim o M áxim o ! 1, que 7 vivan M acrin o y A n ton in o . T ú lo sabes, Jú p iter, M acrino n o p uede ser d errotad o . T ú lo sabes, J ú ­ piter, A n ton in o no p u ede ser d errotado. T énem os un A n ton in o, lo tenem os to d o . L o s d io ses nos han 8 d ad o un A n ton in o. E l joven A n ton in o es digno del im p erio .» E l em perador M acrin o resp o n d ió : «R ecibid , p o r tanto, com pañ eros de arm as, tres áureos a cam bio de la p o testad im perial, cinco a cam bio del nom bre de A n ton in o y los ascen sos habituales, pero d u p li­ cados. O ja lá que lo s d io ses perm itan que se hagan estas donaciones co n m ás frecuencia. P o r lo q u e a n o so tro s respecta, rep etirem os cada cinco años las donaciones que h o y hem os o to rg ad o .» D esp u és de 2 esto, el m ism o em perado r D iad u m en o A n ton in o, que era aún un joven cito, d ijo : « O s d o y gracias, com pañ eros de arm as, p o r haberm e galardonado con un im perio y con un n om bre, p u esto que h a­ béis con siderado d ign o s tanto a m í com o a m i p a ­ dre de proclam arn os em peradores rom anos y de confiarnos la república. M i p ad re, sin duda, p rocu - 3 rará no d efraud ar al im perio y , p o r m i parte, y o m e esforzaré en no d efrau d ar el nom bre a e los A n to ­ ninos. P o rqu e so y consciente de que he recibido los títulos de P ío, M arco y V ero, p ero m e va a ser m u y difícil c o rresp o n d er a ellos. M ientras tanto, sin 4 em bargo, p o r m i acceso al tro n o y p o r este nom -

1 El Júpiter Capitolinus era el verdadero tutelar del pueblo romano, llamado Optimus Maximus, es decir, el mejor y más grande de los dio­ ses. Recibía el culto público del Estado.

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bre, y o os p rom eto to d o aquello que o s p rom etió m i padre y otro tan to, d uplican d o el núm ero de cargos, com o p ro m etió tam bién m i venerable p a ­ dre M acrino, que se halla aq u í p resen te.» E l escri- 5 tor griego H ero d ia n o om ite estos detalles y se li­ m ita a reseñar estos d o s h ech os: la proclam ación de D iad u m en o com o C é sa r p o r lo s so ld ad o s sien­ d o aún niño y su asesinato ju n to con su padre. N a d a m ás acabar esta asam blea, se acuñaron m o - 6 nedas en A n tio q u ía con el n o m bre de A n ton in o D iad u m en o ; p ero la im p resió n de m onedas con el nom bre de M acrin o se diferió hasta que no le d e­ cretó el senado. T am b ién fue enviada a esta asam - 7 blea una carta en la que se le n otificaba la conce­ sión del nom bre de A ntonino a D iadum eno. P or ello dicen que el senado tam bién aceptó con agrado su ascenso al tron o, aunque hay o tros que piensan que lo hizo p o r el od io que tenía a C aracalla. E l em pe- 8 rad o r M acrin o había d ecid id o distribuir entre el pu eblo p ara honrar a su h ijo unas pénulas 2 de co ­ lor encarnado que deberían llam arlas A nton inianas, com o se llam aban C aracallas las distribuidas p o r B asian o 3, afirm ando que había m ás m otivos p ara llam ar a su hijo Pen uleo o P enulario 4, que C aracalla a B asian o. P rom etió tam bién un congiario A n - 9 toniniano, p o r m edio de un edicto, com o el p ro p io edicto lo p u ede d em ostrar. Palabras del ed icto: 10 «C iu d a d an o s rom an o s, desearía y a estar entre v o ­ sotros. V u estro A n ton in o o s donaría un congiario que llevaría su nom bre e in stituiría, adem ás, una co ­ fradía de jóvenes A n ton in ian o s y de doncellas A n ­ toninianas p ara que p ro p ag ara la gloria de un nom bre tan estim ad o .» Y así sucesivam ente. R ealizad as estas cosas, com o hem os dicho, orde-

2 Para esta prenda, cf. Adriano, n. 20. } Cf. Caracalla, 9,7 y n. 24. 4 Derivado de paenula.

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nó que se confeccionaran en los cuarteles enseñas y b a n d e r a s 5 A n ton in ian as e h izo unas estatuas de B asian o en oro y p lata y se celebraron rogativas p ú ­ blicas 6 durante siete días p o r el nom bre de A n to ­ nino. F u e el m ás bello de to d o s los m uchachos, bas- 2 tante alto de talla, de cabellos ru b ios, de o jo s ne­ gros, de n ariz resp in go n a, de barbilla m odelada con to d o p rim or, de b o c a ad ecuad a para los besos, ro ­ busto p o r naturaleza, p ero un tanto afem inado p o r educación. C u an d o p o r p rim era vez tom ó los ves- 3 tidos de escarlata y p ú rp u ra y las dem ás insignias castrenses im periales, resplan d eció com o si fuera un ser astral o celeste, de fo rm a que to d o s le tenían afecto a causa de su elegancia. E sto es lo que tenía que decir sob re este m ucha- 4 cho. P asem os ahora a exp on er los p resagios de su reinado, p resag io s que, si han causad o adm iración en otros caso s, en su caso han sid o aún m ás ad m ira­ bles. 4 E l día en que n ació, su p ad re, que era entonces p ro cu rad o r del gran tesoro 7, in speccionó unas r o ­ pas de p ú rp ura y ord en ó que llevaran las que cosideró m ás brillantes a la habitación donde nació D iad u m en o dos h oras d esp ués. A dem ás, los n iñ os 2

5 Los estandartes (uexilla) eran un pieza de tela cuadrada atada por su parte superior a un travesaño horizontal, frente a la enseña o ban­ dera (signa), que era un palo coronado con la imagen de un águila, de un caballo, etc. El uexillum fue en su origen la enseña única y particu­ lar de la caballería romana y luego distintivo de las tropas auxiliares, así como el signum fue el de las legiones, de forma que cuando se que­ ría hablar conjuntamente de legiones y tropas auxiliares se empleaba la frase signa et uexilla, cf. Suetonio, N ero, 13; Vit., 11. 6 Adriano, η. 58. 7 Según Magie (op. cit., II, p. 88, n. 3), este oficio de procurator ae­ rarii maioris no existía como tal. Se trataría de un error por procurator thesaurorum, ya que en los thesauri se incluía todo el atuendo imperial.

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suelen distinguirse p o r una especie de birrete 8 n a­ tural que les qu itan las co m ad ron as al nacer, p ara vendérsele d espués a lo s ab o g ad o s crédulos, p o r ­ que los pleiteantes dicen q u e les ayu d a en lo s ju i­ cios. Pero este m uchacho n o nació con dicha m em - 3 brana en form a de birrete, sin o de u n a fina diad e­ m a, aunque de una resistencia tan grande que no se od ía rom p er p o rq u e estaban entremetidas sus firas com o las fib ras que se em plean'-eñ'íos arcos. 4 D icen tam bién que cuan do era m uchacho le llam a­ ban D iad em ad o 8 p ero q u e luego, cuando y a fue un adolescente, recibió el n o m b re de D iad u m en o , el m ism o que tenía su ab uelo m aterno, aunque el n om bre de D iad u m en o n o difiere m ucho del de D iad em ad o . Se dice que en la finca de su p ad re na- 5 cieron doces ovejas de c o lo r p ú pu ra, de entre las cuales só lo un a tenía ton alid ad es diversas. Se sabe 6 que, el m ism o día en que n ació, un águila le trajo, sin que él se diera cuenta, un p alom in o real, lo dejó en su cuna m ientras d o rm ía y luego se alejó sin cau­ sarle ningún m al. L o s p an tagato s 9 anidaron en la casa de su padre. 5 P o r la fecha en que nació, lo s m atem áticos, al co ­ n ocer su h o ró sc o p o , dijeron con adm iración que él m ism o era em perado r e h ijo de em perador, com o si su m adre hubiera sid o culpable de adulterio, tal com o sosten ía la o p in ió n p ública. C u an d o jpaseaba p o r el cam po, un águila le q u itó el birrete γ, ante 2

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8 Con este nombre se alude aquí a una membrana natural que apa­ recía con esa forma al nacer y que se pensaba que tenía determinados po­ deres mágicos, cf. n. 10. 81,15 En latín, Diadematus «adornado con diadema». La diadema era una banda blanca y azul que usaban los monarcas en Asia. Se adoptó como emblema de soberanía, cf. Juvenal, X III, 105. 9 Aves de buen augurio de identidad desconocida. 10 Se trata del llamado pileus, un birrete o bonete de filtro que lle­ vaban solamente los hombres. Variaba de forma según las distintas na­ ciones, pero en todas era redondo, sin bordes y ceñido a la cabeza.

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la gritería que organ izaron su s com pañeros de in­ fancia, la co locó, según dicen, en el m onum ento real que estaba situ ad o al lad o de la villa donde re­ sidía entonces su p ad re, encim a de una estatua del rey, de tal m o d o que encajara en ella. M uchos lo consideraron com o un p resagio de m al agüero y cóm o un indicio de su m u erte; sin em bargo, los he­ chos p o sterio res p ro b a ro n q u e el p resagio anuncia­ ba algo glorio so. A d em ás, nació el m ism o d ía en que nació A n ton in o , a la m ism a hora, y casi con los m ism os sign os del zo d íac o que se dieron cu an ­ do nació aquél, p o r lo que lo s m atem áticos d ecla­ raron que él sería h ijo de em perado r y em perador, pero no p o r m ucho tiem po. Se cuenta tam bién que el día en que nació, com o coincidía con el día del natalicio de A n ton in o , una m u jer que vivía p ró x i­ m a a él exclam ó: «Q u e se llam e A n ton in o », p ero que M acrino sintió tem or y se abstuvo de darle el nom bre p ro p io de un em perador, p o rq u e ningún m iem bro de su fam ilia había sid o in vestido con este nom bre y p o rq u e ya se había d ifun d ido p ú b lica­ m ente el ru m or sob re el sign ificado de su h o ró sc o ­ p o . M uch os autores relatan en sus escritos que ocurrieron éstos y o tro s p resag io s, p ero que el m ás fam o so fue el siguiente: en un a ocasión en que se hallaba D iad u m en o en la cuna y un león, después de haber roto las cadenas q u e le sujetaban, se e sc a­ p ó sin que se le p u d iera dom inar, según algunos, se acercó luego a la cuna, acarició al niño y le dejó ileso, en tanto que su n o d riza, que se lanzó contra él, pereció extenuada p o r sus m ord iscos. Y se dio la casualidad de que se la encon tró a ella sola en el recinto en que yacía aco stad o el niño. E stas son las cosas que he con sid erad o dignas de m ención respecto a A n ton in o D iad um en o. Y h u ­ biera narrado su biografía al m ism o tiem po que la de su p ad re, si el n om bre de los A nton inos no m e h ubiera o b ligad o a p u blicar aparte la biografía de este niño. C iertam ente, el n om bre de los A n ton i-

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nos fue tan am ad o en aq u ellos tiem p os que, a aquél que no se ap o y ab a en d ich o n om bre, no se le co n ­ sideraba digno de ser em perador. E sta es la razón 3 p o r la que algunos con sid eran que Severo, Pértinax y Ju lian o deben ser h o n rad o s con los prenom bres de A n ton in o s y que p o r ello desp ués recibieron el de A n ton in o s los d o s G o rd ian o s, p ad re e hijo. P ero 4 es distinto ad op tarlo com o p ren o m b re que asum ir­ lo com o n om bre p ro p io . A sí, P ío osten tó el nom - 5 bre p ro p io de A n to n in o y el sob ren om b re de Pío, m ientras que M arco A u relio tuvo el nom bre p ro ­ p io de V erísim o, p ero , d esp u és de que se elim inó este n om bre b o rrán d o lo de entre los títulos, reci­ bió el de A n ton in o n o com o pren om bre, sino com o n om bre. V ero, a su v ez, tenía el nom bre de C ó m o - 6 d o, p ero al ser elim inado éste, recibió el de A n to ­ nino, com o n om bre p ro p io , n o com o prenom bre. 7 M arco, en cam bio, con firió a C ó m o d o el nom bre de A n ton in o y así lo dio a con o cer a los registros p ú b licos el día de su nacim iento. E s bien sab id o 8 que, a causa de un sueño p o r el que se enteró de que el destin o le reservaba a un A n ton in o com o su­ cesor, Severo dio este n o m b re a C aracalla B asian o cuando tenía y a trece años, y en la m ism a ép oca le oto rg ó tam bién, según dicen, la p o testad im perial. 9 E n cuanto a G eta, aunque m u ch o s autores niegan que recibió el nom bre de A n ton in o , se sabe con certeza que lo recibió p o r la m ism a razón que B a ­ siano, es decir, p ara que suced iera a su pad re Seve­ ro, algo que en realidad n o ocurrió. D esp u és de 10 esto, com o hay con stan cia de ello, el p ro p io D ia ­ dum eno fue llam ad o A n to n in o , p ara que le acep­ tara el ejército, el sen ado y el p u eb lo rom an o, p u e s­ to que existía una gran n o stalgia p o r B asian o C aracalla. 7 Se conserva una carta de O p ilio M acrino, padre de D iad u m en o , en la que se gloría n o tanto a e ha­ ber alcanzado el p o d er im perial, p u esto que o sten ­ taba el segun d o ran go del p o d er im perial, com o de

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haber llegado a ser el p ad re del nom bre de A n to ­ nino, y a que en aq uellos tiem p os no había nom bre m ás p restigio so que éste, ni siquiera el de los d io ­ ses. A ntes de incluir aquí esta carta citaré de grad o unos verso s co m p u esto s contra C ó m o d o , q u e se había llam ado a sí m ism o H ércu les u , para q u e to ­ d os com prendan que el n o m b re de los A nton inos fue tan ilustre que parece que no se le asocia a él dignam ente ni siq u iera el nom bre de los d ioses. V ersos recitados en contra de A n ton in o :

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« C ó m o d o desea osten tar el nom bre de H é r­ c u le s , p o rq u e cree que no es p restig io so el de A n to[nino. E s in experto en la ju risp ru d en cia y en el m an[do, y , lo que es p eo r, cree que es m ás ilustre ser [dios que ser príncipe de egregio nom bre. E ste no será d io s, ni tam p oco h om bre.» E sto s v erso s, co m p u esto s p o r un poeta griego d escon ocido , fu eron trad u cid o s al latín p or un m al poeta. H e creído que d ebía recogerlos aquí para que to d o el m u n d o sep a que los A n ton in o s fueron es­ tim ad os m ás que lo s m ism os d ioses, p ero ello a cau ­ sa del am or a tres p rín cip es, p o r el que se im m ortalizó la sab id uría, la b o n d a d y la p ied ad : ésta en A n ton in o , la bo n dad en V ero y la sabiduría en M a r­ co. V uelvo ahora a la carta de O p ilio M acrino: «O p ilio M acrino a su e sp o sa N o n ia Celsa. N o p o d em o s apreciar, e sp o sa m ía, el bien que hem os con seguido, y q u izá pienses que me esto y refirien­ do al tro n o — N o es un gran bien éste que la fo r ­ tuna concede in cluso a los in dignos— : Y o m e he

11 Cf. Cómodo, 8,5; 9,2; Caracalla, 5,5.

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convertido en p ad re de un A n ton in o y tú en m a­ dre de un A n ton in o . ¡Felices n o so tro s!, ¡afo rtu n a­ da nuestra casa!, ¡ilustre glo ria p ara el im perio, que al fin es feliz! Q u e lo s d io ses y la d io sa Ju n o 1 , a quien ad oras, hagan que él im ite los m éritos de un A n ton in o y que y o , que so y p ad re de un A nton ino, les p arezca a to d o s d ign o de serlo ». E sta carta dem uestra que M acrin o p en sab a que había ob ten i­ d o una gloria in m ensa p o rq u e su h ijo había recibi­ d o el nom bre de A n ton in o. N o obstante, a los catorce m eses de su reinado, fue asesinado juntam ente con su p ad re 13, no p o r el nom bre que osten taba, sin o p o r el gobiern o al­ tanero e in justo de éste, aunque he descubierto que tam bién él d escargó sus iras contra m uch os ciuda­ danos con m ay o r crueldad de la que corresp on día a su edad, com o lo p ru eb an las cartas que de su p u ñ o y letra rem itió a su p ad re. E fectivam ente, en cierta ocasión en q u e u n o s ciu d ad an o s se hicieron sosp ech o so s de co n ju ra y M acrin o lo s castigó severísim am ente durante un a ausencia casual de su h ijo, cuando éste se enteró de que realm ente se ha­ bía dad o m uerte a lo s p ro m o to res de la conjura, p e ro que habían q u ed ad o ab su elto s o tros cóm pli­ ces, com o el g ob ern ad or m ilitar de A rm en ia 14 y los legados de A sia y de A rab ia, en atención a su antigua am istad, se dirigió, según dicen, a su padre con esta carta, rem itiendo tam bién otra igual a su m adre, de las cuales he con sid erad o ob ligad o incluir aquí un ejem plar p o r el interés de su relato:

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12 Esposa de Júpiter. Personificación de la Luna y diosa de los alum­ bramientos. Como suprema esposa de Júpiter, recibe el nombre de re­ gina y aparece a su lado y al de Minerva en el Capitolio. 13 Cf. Macrino, 10,3. 14 Se trata de un error, pues este cargo no existía aún. Los duces fue­ ron los generales comandantes de los ejércitos estacionados en las fron­ teras. Como gobernadores fueron instituidos al final del siglo tercero, cuando se separó la autoridad civil de la militar en las provincias.

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«A u gu sto h ijo a su p ad re A u g u sto . M e parece, p a ­ dre m ío, que no has m an ten id o convenientem ente tu proced er habitual en el am o r que m e p rofesas, p u esto que has con serv ad o la vid a de los cóm plices de aquéllos que han in tentado u su rp ar el p od er im ­ perial, esperando que ellos ib an a ser m ás am igos tu y o s si los p erd o n ab as, o p o rq u e creías que debías perd on arlos, dado que te unía a ellos un a antigua am istad: n o debiste h acerlo, p ues de nad a te servirá. E n p rim er lugar, es im p o sib le que sigan am án­ dote, p o rq u e se han visto acorralad os p o r las s o s ­ pechas. E n segun do lugar, los enem igos m ás crue­ les son aquéllos que, olvid an d o su antigua am istad, se juntaron a tus enem igos m ás d estacad os. A ñade a to d o ello q ue aún tienen en su s m anos el ejército. «Si a ti no te conm ueve la gloria de tan gran[des gestas piensa en tu h ijo A scan io , que y a va crecien­ d o , y en las esp eran zas del heredero Ju lo , al cual está destin ad o el reino de Italia y la [tierra de R o m a.» 15 Si quieres vivir segu ro debes darlos m uerte, p u es a aquél que m antiene salvo s a estos enem igos no le faltarán otro s, debido a que la especie hum ana es im perfecta.» A lgunos dicen que esta carta es de D iadum eno, o tros que la escribió su m aestro C elian o, retórico en otro tiem po en A frica. P o r ella se ve con claridad cuán in icuo hubiera sido este joven, si hubiera vivido m ás años. 9 E xiste aún otra carta dirigida p o r él a su m adre en estos térm in os: «N u e stro señ o r y A u g u sto ni te am a ni se am a a sí m ism o, p u esto que m antiene con vida a sus enem igos. P rocura, p o r tanto, que a A ra ­ biano, T u sco y G elio se les reserve el suplicio del

15 Virgilio, Aen., IV, 272-276.

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p oste, no vaya a ser que, si se les presenta una nue­ va ocasión , no la dejen p a sa r.» Y , p o r lo que dice L o lio U rb ic o en la h istoria que escribió sob re su tiem po, h ay rum ores de q ue esta carta, dada a c o ­ nocer p o r un am anuense su y o , cau só un gran d es­ p restigio a aquel joven entre sus so ld ad o s. E n efecto, algunos querían m antenerle vivo después de ha­ ber dado m uerte a su p ad re, p ero se p resen tó su ayu d a de cám ara, que leyó dicha carta públicam en ­ te en una asam ble de las tro p as. A p p l ie s , un a vez que fu eron am b o s asesinados y que sus cabezas fu eron p asead as en la p un ta de u n a lanza, el ejército se d eclaró p artidario de M ar­ co A urelio A n ton in o p o r el afecto que in spirab a su nom bre. E ste p asab a p o r ser hijo de B asian o C aracalla. E ra sacerd ote del tem plo de H elio g áb alo , el m ás im puro de to d o s lo s m ortales y de tal calaña que, p o r un h ad o d esco n o cid o , envileció el im p e­ rio rom ano. P u esto que son m uchas las noticias que conservam os sob re su vida, las reseñaré en su lu gar apropiado.

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A N T O N IN O H E L IO G Á B A L O

(E lio L am prid io)

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Jam ás hubiera escrito la vida de H eliogáb alo A n ­ tonino, con o cid o tam bién con el nom bre de V a­ rio ', para que nadie h ubiera tenido noticia de la existencia de este em perado r rom an o, si antes no hubieran o cu p ad o el m ism o tro n o im perial prínci­ pes com o C aligula, N e ró n o V itelio. P ero, com o la m ism a tierra p rod u ce sim ultáneam ente veneno y trigo u otros alim entos salu d ables, serpientes y ani­ m ales dom ésticos, el lector atento se procurará una cierta com pen sación al leer las vidas de A u gu sto, T rajan o , V esp asian o, A d rian o , P ío, T ito y M arco y contrastarlas con esto s tiranos m onstru osos. A l m ism o tiem po com pren derá cóm o pensaban los r o ­ m anos al ver que aq u éllos osten taron el p od er im ­ perial durante m ucho tiem po y m urieron de m uer­ te natural, m ientras que éstos, cu yo nom bre ni si-

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1 Se llamaba Vario Avito Basiano. Era hijo de Soemis (cf. n. 5) y de Sexto Vario Marcelo, un caballero sirio muy influyente durante Septimio Severo. Dión Casio (LX X V III) lo llama Avito. Cambió su nombre por el de Marco Aurelio Antonino cuando subió al trono, para lo cual su abuela Mesa declaró que era hijo natural de Caracalla (cf. Caracalla, 9,2: Macrino, 9,4). Adoptó como sobrenombre el de Eliogábalo (Heliogá­ balo), que era el nombre del dios patrono de Emesa (cf. n. 3), pero nun­ ca fue este nombre oficial. También se le llama Basiano, cf. Herodiano, V,3,3.

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q u iera es grato p ro n u n ciar, fueron asesinados, arrastrados p o r tierra y llam ad os tiranos. A /sí/p^es, tras el asesinato de M acrino y de su h ijo 'D iad u m en o 2 que había recibido tam bién el nom bre de A n ton in o con igual p o d er en el trono, se confirió el im p erio a V ario H eliogáb alo , p o rq u e se decía que era h ijo de B asian o. E ste fue sacerdote de H elio gáb alo , de Jú p ite r o del S o l 3 y se había im ­ p u esto a sí m ism o el n o m bre de A n ton in o, bien p ara d em ostrar su origen, bien p o rq u e se había dado cuenta de que era tan grande la estim a que tod o el m un do tenía p o r este n om bre, que hasta el fraticida B asian o era apreciado p o r llam arse A n to ­ nino. E ste, ciertam ente, se llam ó p rim ero V ario, después H elio g áb alo p o r h ab er desem peñado el sa ­ cerd ocio del d ios H e lio g áb alo , que im p ortó de Siria y en cuyo h on or edificó un tem plo en R om a, en aquel lugar donde estuvo em plazad o anteriorm en­ te el san tuario de O rc o 4. Finalm ente, cuando recibió el im perio, se hizo llam ar A n ton in o y así él fue el últim o de los A n to n in o s en el im perio ro m a­ no.

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2 Cf. Macrino 9,10; Herodiano, V. 4,1-2. 3 Elagábalo, nombre fenicio de un dios (ihgbl) que se veneraba en Emesa a través de un ídolo que Herodiano describe como un meteori­ to: «una enorme piedra, redonda por la base y terminada en punta por arriba, cónica y de color negro. Aseguran con orgullo que ha caído del cielo y muestra unos pequeños salientes e incisiones en su superficie; pretenden que es la imagan del sol», cf. V.3,5. En Roma fue llamado oficialemnte Deus Sol Elagabalus·, pero debido a la naturaleza solar de este dios, se relacionó con el griego «Η λιος sol», y se le llamó también Heliogabalus. Este último nombre se aplicó tanto a la divinidad como al emperador. 4 «Construyó a su dios», dice Herodiano V,5,8, «un templo grandí­ simo y bellísimo, alrededor del cual levantó muchos altaras», y en V,6,6: «construyó en las afueras de Roma un enorme y magnífico templo, adonde trasladaba el dios cada año a medio verano», cf. n. 8. El templo de Orco es desconocido.

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L a sum isión en que le tuvo su m adre Sim iam ira 5 fue tan grande q ue no realizaba ninguna g es­ tion en la adm inistración del E sta d o sin su vo lu n ­ tad, m ientras que ella, m anteniendo una vida sim i­ lar a la de las m eretrices, com etía en p alacio to d o tipo de d esh on estid ad es, habiéndose hecho fam osa p o r su adulterio con A n to n in o C aracalla, de tal m o d o que el m en cion ad o V ario, o H eligábalo, era con siderado hijo ilegítim o. Y algunos autores afirm an que sus con d iscíp u los le dieron el nom bre de V ario, p o rq u e pen sab an que había sido concebido de un sem en variad o ( uario ), com o si fuera hijo de una m eretriz. C u an d o los p artid ario s de M acrino asesinaron a A n tón in o , que se decía que era pad re su y o , H elio gáb alo , según cuentan, se refugió en el tem plo del d io s de este n o m bre com o en un lugar inviolable, p ara que n o p u d iera m atarle M acrino, que gobernó con gran crueldad junto con su h ijo , príncipe d iso lu to y san guin ario 6. Pero ya he hablado bastante sob re el n om bre, aunque él profan ó aquel sagrad o nom bre de los A n ton in o s que tú, sa ­ cratísim o C on stan tin o , has ven erado de tal m od o, que has incluido las efigies de M arco y Pío entre los áureos C o n stan cio s y C lau d io s, com o si fueran antecesores tu y o s, ad op tan d o las virtudes de los an­ tiguos que están en con so n an cia con tu carácter y que te son gratas y estim ables. P ero, volviendo a A n ton in o V ario, tan pronto com o asum ió el im perio, envió una em bajada a R o m a; y, estim ulados to d o s los estam entos y to d o el p u eblo con el n om bre de A n ton in o , que parecía que había sido restituido no só lo com o un título,

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3 Era Julia Soemis (Soemias) Basiana, hija de Julia Mesa y de Julio Avito (cf. Macrino, n. 8). Estuvo casada con Sexto Vario Marcelo (cf. n.l). N o hay una explicación satisfactoria para las formas Symiamira de aquí y de Macrino, 9,2 y Symiasera de Eutropio (VIII,22). 6 Cf. Macrino, 11-12.

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tal com o había o cu rrid o en el caso de D iad u m en o , sino en la sangre, p u esto que él se decía hijo de A n ­ tonino B asian o, se origin ó un vivo d eseo de su pre­ sencia. G o zab a, adem ás, de la rep u tació n que suele 2 tributarse a los nuevos p rín cip es que suceden a ti­ ran os, reputación q ue no se m antiene si n o se p o ­ seen virtudes exim ias y que m u ch o s príncipes m e­ d iocres perdieron . Fin alm ente, en el m om en to que 3 se leyeron las cartas de H e lio g áb alo en el senado, se expresaron p o r lo s sen adores fau sto s d eseos en fav o r de A n ton in o y crueles im p rop erio s contra M acrino y con tra su h ijo, y A n ton in o fue p ro c la­ m ad o em perador p restan d o to d o s ellos su asenti­ m iento y m ostránclose a cual m ás créd u lo, com o su ­ cede con los d eseos de los h om bres que son p r o ­ p en sos a la credulidad, cu an d o ansian que sea ver­ d ad lo que anhelan 7. P ero, tan p ro n to com o entró 4 en la C iu d ad , d esp reo cu p án d o se de lo que ocurría en las provin cias, co n sagró a H e lio g áb alo sob re el m onte Palatino, al lad o de su m an sión im perial y le erigió un tem plo 8, con el deseo de traslad ar a él la im agen de la M ad re de lo s d io ses 9, el fu ego de V esta , el P aladión y los escu d o s sagrad o s 11 y to ­ d os los ob jeto s de culto q ue los ro m an o s venera­ ban, procu ran d o que en R o m a n o se ad orara a nin-

7 Según Herodiano, V ,5,l-2, le proclamó el ejército, pero las reac­ ciones no fueron tan espontáneas: «Cuando el ejército y el senado fue­ ron informados de lo sucedido, todos escucharon las noticias a disgus­ to, pero se sometieron por la fuerza a la decisión del senado». 8 Fueron dos : uno en el Palatino, cerca del palacio imperial, llamado Eliogabalium y otro en el suburbio conocido como A d Spem Veterem, al Este de la Ciudad. 9 Divinidad de origen frigio, cuyas fiestas, junto con las de su aman^ te Atis, se celebraban con danzas jubilosas por sus sacerdotes, dando aullidos frenéticos y entregándose a los mayores excesos. 10 Diosa del fuego y del hogar. En su templo, levantado por Numa, el fuego que la representaba ardía permanentemente mantenido por las vírgenes llamadas Vestales.

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gún otro d io s que H elio g áb alo . D ecía, adem ás, q ue Rabia que trasp asar a aquel tem plo el culto de los ju d ío s y de los sam aritanos y el culto cristiano, p ara que los sacerdotes de H e lio g áb alo p oseyeran los se ­ cretos de tod as las religiones. D esp u és, el p rim er día q u e el sen ado celebró asam blea 12, ordenó q u e convocaran a su m adre. C u an to ésta se p resen tó , la llam aron p ara que o c u ­ p ara un lu gar junto al escaño de los cónsules y a sis­ tió a la firm a, es decir, actuó com o testigo en la re ­ dacción del decreto del sen ado, siendo así el único de tod o s los em peradores b ajo cuyo gobierno fue adm itida en el sen ado una m u jer, ocup an d o el ra n ­ go p ro p io de un h om bre, com o si fuera preclarísi­ m a 13. In stitu yó un senaculum 14, es decir, un senado de m ujeres, em p lazán d o lo en la colina del Q u irinal, d on d e antes se celebraban las reuniones de m a tr o n a s15, al m en os en d ías solem nes y cuan ­ do alguna de ellas era galard on ad a con los o rn a­ m entos corresp on dien tes al m atrim on io consular,

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11 Estatua de madera que representaba a Palas o Minerva y que la tradición suponía caída del cielo cuando lio edificaba Ilion. Según una tradición, fue salvada por Eneas que la rescató de un escondite que le reveló Héctor y en cuyo honor levantó luego un templo en Lavinium donde se depositó para pasar después al templo de Vesta. 12 O ancilia, que el rey N um a mandó fabricar a un forjador llamado Veturio Mamurio para evitar que fuera robado un escudo que apareció en su palacio caído del cielo y que tuvo efectos benéficos, como otros meteoritos, para la Ciudad. Para custodiarlos, además, creó la corpora­ ción de los 12 salios. 13 Lampridio la da el título de clarissima, propia del orden senato­ rial. Agripina asistió a una sesión del senado, pero ésta se celebró en Palacio y ella se mantuvo aislada detrás de una cortina (cf. Tácito, Ann., 13,3). 14 Estas reuniones de matronas datan de época republicana y sus de­ cisiones parece que recibían cierto reconocimiento oficial. 15 Se llamaba senaculum propiamente el recinto o lugar donde tenía costumbre de reunirse el senado. H ubo tres lugares en Roma: uno en­ tre el Capitolio y el Foro, donde se elevó luego el templo de la Con­ cordia, otro en la puerta Capena y otro cerca del templo de Beíona.

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distinción que los an tigu os em peradores oto rgaron a sus parientes y especialm ente a aquéllas cuyos m a­ ridos no habían sid o n obles, para que no perm ane­ cieran sin aquella dignidad . B ajo la presidencia de Simiamira se prom ovieron senados consultos ridí­ culos sob re leyes concernientes a las m atron as p re s­ cribiendo, p o r ejem plo, quién de ellas p o d ía apare­ cer en p ú b lico y con qué vestid o, quién debía ce­ d er el p aso a quien, quién debía adelantarse a es­ tam par un beso, quién de entre ellas debía ir en co ­ che, quién a caballo, quién en m ulo de carga, quién en asno, quién en coche tirado p o r m u lo s; quién en coche de bueyes, quién en litera guarnecida de pieles, m arfil u oro y quiénes de entre ellas podrían adorn ar sus zap ato s con o ro o p ied ras preciosas, 5 A ^ p jlie s, al ver que había p asad o el invierno en N ic o m ed ia com etien do to d o tipo de ruindades, de­ ján d ose in cluso co p u lar y p o n ién d o se celoso com o las m ujeres, los so ld ad o s se arrepintieron rápida­ m ente de haber co n sp irad o con tra M acrino, para nom brar em perado r a H elio g áb alo , y cam biaron sus deseos en fav or de su p rim o A lejan dro , a quien el senado había n o m b rad o C é sa r d espués del ase­ sinato de M acrino. Pues ¿quién p o d ía sop ortar a un em perador que ab sorb ía p lacer p o r tod as las cavi­ dades de su cuerpo, cuando nadie toleraría un co m ­ portam ien to sim ilar ni siq u iera en una bestia? E n fin, se lim itaba en R o m a, com o única actividad, a procu rarse em isarios que le buscaran individuos con buenos cojones y se los llevaran a su m ansión, a fin de p o d er d isfru tar de sus cualidades. R epresentaba en la corte la leyenda de Paris 17, haciendo

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16 Ocurría esto si la mujer se casaba con un hombre de categoría in­ ferior a la suya, a no ser que se mantuviera su rango anterior por un decreto imperial. 17 Es decir, el famoso «juicio de Paris», hijo de Príamo y de Helena, que dirimió la mítica disputa entre Juno, Minerva y Venus por ver quién se llevaba la palma de la belleza.

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él m ism o el pap el de V e n u s 18, de tal m anera que, inesperadam ente, dejaba caer su s vestid os hasta los pies y se p on ía de rod illas, d esn u d o, con una m ano en su pecho y la otra en sus vergüen zas, echando hacia atrás su s nalgas y presen tán do selas a su am an­ te. D ep ilab a to d o su cu erp o y co n figu rab a adem ás su ro stro con la m ism a figu ra co n la que se suele pin tar a V enus, p u es con sid erab a que la recom pen­ sa m ás im portante de su vid a sería que le creyeran digno y cap az de satisfacer la p asió n de m uchísi­ m as personas. V endió, tanto personalm ente com o p o r m edio de cualquiera de sus esclavos o de lo s m in istros de sus placeres, hon ores, dign id ad es y o tro s p o d eres. Eligió senadores sin tener en cuenta la edad, ni la fo r­ tuna, ni el origen de los can d id atos, sino atendien­ d o al dinero, vendiendo tam bién las com andancias m ilitares, los trib u n ad os, los cargos de legado, de general, e in clu so las intendencias y oficios palati­ n os. A los aurigas P ro togen es y C o rd io los tuvo p rim ero com o socios en las com peticion es circen­ ses y posteriorm ente com o com pañ eros de las ac­ ciones que realizó durante su vida. T raslad ó a la corte a m uchos in dividuos cu ya com plexión co r­ p o ral le había agradado, haciéndoles abandonar el teatro, el circo o el anfiteatro. P ero am ó a H ierocíes hasta tal p u n to, que besab a su s partes sexuales, lo cual es v erg o n zo so in cluso decirlo, y afirm aba que, actuando así, celebraba las festividades de F lo ­ ra 19. C o m etió un in cesto con u n a virgen v e sta l20.

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18 En principio, diosa de la naturaleza. Luego, debido a su identidad con Afrodita, se convirtió en divinidad del amor y de la belleza. 19 D iosa de las flores y los trigos. En su honor se celebraban las fies­ tas de las flores llamadas Floralia (sacra Floralia) con danzas ligeras y juegos rústicos y gran licenciosidad. 2° Aquilia Severa con la que se casó en el año 221, después de divor­ ciarse de su esposa. Pretendía con este matrimonio simbolizar la unión de su dios Heliogábalo y Vesta, que representaba el Estado romano.

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P ro fan ó la religión del p u eb lo rom an o destru yen ­ d o sus san tuarios. P reten dió extinguir el fuego per- 7 p etu o. D e se ó ab olir n o só lo los diferentes cultos que se celebraban en R o m a, sino tam bién lo s que se celebraban en to d o el o rb e de la tierra, m ovido p o r la única ilusión de que H e lio g áb alo fuera ad orado com o un d io s en to d o el m u n do , y , m ancillado con to d o tipo de in m o ralid ad es ju n to con o tros h o m ­ bres que se habían d esh on rad o a sí m ism os, p ene­ tró violentam ente en el san tuario de V esta, al que só lo pueden acceder las vírgenes vestales y los p o n ­ tífices. Inten tó ro b ar tam bién el P aladión del inte- 8 rior del tem plo, p ero , h ab ién d ose ap od erad o de una vasija que la V estal M áxim a le había m o strad o fal­ sam ente, p en san d o él q ue se trataba de la vasija au­ téntica, y no hab ien d o en con trad o nad a en ella, la rom p ió estrellándola con tra el suelo. N o obstante, n o p erju dicó en n ad a el culto p o rq u e dicen que se habían fab ricad o m uch as vasijas sem ejantes para que nadie p u d iera ro b ar la verdadera. A p esar de 9 haber suced id o esto así, se llevó un a estatua que creía que era el P alad ión y la c o lo có en el tem plo de su d io s, desp ués de h ab er sid o bañ ad a en oro. 7 A d m itió tam bién los cu ltos de la M adre de los d ioses y recibió el tau ro b o lio 21, con el fin de ap o ­ derarse de su im agen y de o tros o b jeto s sagrado s que se m antienen esco n d id o s en el santuario. P o r 2 otra parte, agitó su cabeza entre lo s sacerdotes cas­ trad os de C ib eles y se ató los genitales e h izo tod o lo que suelen hacer los galos 2 y , tras ro b ar el b u s­ to sagrado de esta d iosa, lo tran spo rtó al tem plo de su dios. P racticó tam bién los ritos de Salam bo 23, 3

21 Sacrificio de un toro en honor de Ceres y de otras divinidades, que se realizaba sobre una plataforma con orificios, bajo la que el fiel reci­ bía la sangre purificadora que se derramaba de la víctima. 22 Los sacerdotes-eunucos de Cibeles. 23 Diosa semita emparentada con Afrodita y Celeste.

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con to d o s ios, gritos y sacu d id as con que se celebra este culto sirio, labrán do se así el p resagio de su in ­ m inente m uerte 24. D ec ía que to a o s los d io ses eran m inistros de su dios, llam án d o lo s a unos cubicula­ rios su y o s, a o tros siervos y a o tro s m in istros de d i­ versos asuntos. T u v o la intención de trasladar las p ied ras que la gente llam a divinas del m ism o tem ­ p lo de aquél y la estatua de D ia n a 25 de su santua­ rio de L ao d icea 26, en el que O re ste s la había colo­ cado. Y , p o r cierto, dicen que O restes 27 n o se lim itó a erigir una sola estatua de D ian a en un único lugar, sino que con sagró m uchas en m uch os sitios : y , d espués de que se p u rificó ju n to a los tres ríos cerca del E b ro cum plien d o la resp u esta del orácu­ lo, fu ndó tam bién la ciu d ad de O resta 28, a la que es preciso rociar frecuentem ente con san gre de sa ­ crificios hum anos. — Y fue precisam ente a esta ciudad de O resta a la que A d rian o ord en ó im poner su p ro p io nom bre en aquella ép oca en la que había c o ­ m en zad o a tener accesos de lo cu ra, ateniéndose a la resp u esta divina, p u esto que recibió la orden de ap rop iarse de la casa o del n o m b re de algún otro loco. E n efecto, dicen q ue esta m edida su avizó la locu ra que le había m o v id o a ord en ar la m uerte de m uchos senadores, p o r cuya salvación A n ton in o se h izo acreedor del n o m bre de P ío , pues presentó

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24 Ritos orgiásticos que incluían el acto de castración en conexión con distintos cultos orientales y, sobre todo, con el de Cibeles que pa­ rece que el emperador incluyó en el de Heliogábalo. 25 Diana era la diosa de los bosques y de la fecundidad. Según M a­ gie (op. cit., II, p. 120. η. 1), aquí no se trata propiamente de Diana, sino de la diosa tutelar de Laodicea asimilada a Artemisa ταυροπόλος. 26 Ciudad de la costa de Siria, entre Trípoli y Sidón. 27 Hijo del Agamenón y de Clitemnestra que vengó la muerte de su padre matando a Egisto, asesino de éste y amante de su madre. 28 Ciudad antigua de Tracia, a la que Adriano impuso el nombre de Hadrianopolis, como indica a continuación el texto, Cf. también A d ria­ no, 24,4 y Antonino, 2,4.

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posteriorm en te en el sen ado a to d o s aquéllos a quienes se creía y a m u erto s p o r orden-del prínci-

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pe — ‘ Sacrificó tam bién víctim as hum anas, eligiendo para ello p o r to d a Italia a niños nobles y h erm o­ sos, cu yos pad res y m ad res vivieran aún, creo que con el fin ae que la m uerte les resultara m ás d oloro sa a am bos. E n fin, m ago s de tod as las clases le asistían y celebraban diariam ente sacrificios, exhor­ tándoles él p erson alm en te y dando gracias a los d io ­ ses, p o rq u e había d escu bierto que les eran p ro p icio s cuando exam inaba las entrañas de los niños y to r­ turaba a las víctim as sigu ien d o el rito de su país na­ tal. C u an d o tom ó p o se sió n del con su lad o, ofreció al p u eblo, n o m on ed as de p lata o de oro , ni g o lo si­ nas, ni anim ales p eq u eñ o s, sin o bu eyes lucidísim os, cam ellos, asn os y ciervos, p ara que el pueblo se los disputara, aseguran d o que ésta era una acción que estaba en con son an cia con la dignidad im perial . P ersiguió cruelm ente la m em oria de M acrino, pero m ucho m ás la de D iad u m en o p o rq u e h abía re­ cibido el n om bre de A n ton in o , a quien él llam aba P se u d o-A n ton in o, igual q ue a F ilip o se le llam aba P se u d o -F ilip o , y p o rq u e, según decían, de fau stu o sísim o que era, se había vu elto m u y decidido, b o n ­ d ad o so , p on d erad o y austero. E n fin, ob ligó a algu n os escritores a d iscu tir asp ectos abom inables y hasta sacrilegos so b re sus com id as y su lujo, com o en su vida... C o n stru y ó un os baños p ú b licos en la m ansión im perial y, al m ism o tiem p o, abrió al p ueblo los de

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29 Herodiano pone estas donaciones en relación con el traslado del dios que el emperador hacía cada año al templo de las afueras de Roma (cf. n. 4). Al acabar la ceremonia, se subía a unas altísimas torres y des­ de allí arrojaba a la muchedumbre distintos regalos, cf. Herodiano, 5,6,9.

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Plauciano, para poder descubrir así las cualidades de los hom bres m ejor d o tad o s sexualm ente. Y p u so un particular em peño en que buscaran a los «onobelos» 30 p o r los lugares m ás escon d ido s de toda la C iu d ad y entre los m arin eros. A sí llam aban a aque­ llos individuos que parecían m ás viriles. C u an d o p roy ectab a atacar a lo s m arcom anos, com o A n ton in o había luch ado contra ellos con gran éxito, algunos le dijeron que este príncipe ha­ bía con segu ido que los m arcom an os fueran siem ­ pre leales y am igos del p u eb lo rom an o m erced a la intervención de los C ald eo s y m ag o s y que lo ha­ bía lograd o p o r m edio de cantos m ágicos y de un am uleto. C u an d o pregu n tó en qué consistía aquel am uleto y dónde se hallaba, le ocultaron estos ex­ trem os. E n efecto, existía la persu asión de que buscaba el am uleto para d estruirlo, con la esperanza de que iba a suscitar una nueva guerra, sob re todo p o rq u e había éido/qne se había p ro fetizad o que la guerra M arcom ánica sería acabada p or un A n ton i­ no, m ientras que él era llam ado V ario, H eliogáb alo y escarnio p ú b lico y había desh on rado el nom bre de A nton ino que había u su rp ad o . Sin em bargo, com enzaron a traicionarle sob re to d o aquéllos que se dolían de verse p o stergad o s p o r o tro s hom bres m e­ jo r capacitados sexualm ente p ara practicar la luju­ ria y que disponían de m ás dinero. Por esta razón com en zó a planearse su m uerte. E sta s noticias se re­ fieren a su vida privada. P ero los so ld ad o s no p u dieron sop o rtar que una peste com o aquella osten tara el título de em pera­ d or y com enzaron a dar p áb u lo a las habladurías, p rim ero entre sí y luego en las asam bleas, m ostran ­ do tod o s su sim patía p o r A lejan d ro que y a había sid o p roclam ado C ésar en aquella época p o r el se-

30 Del griego όνόβελος «de pene de asno»

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nado y que era p rim o herm ano de este A n ton in o, p u es V aria era abuela de am bos y p or esto H e lio ­ gábalo recibió tam bién el n om bre de V ario. D uran te su gob iern o , Z ótico 31 g o z ó de tanto 2 p od er, que los jefes de las distintas cancillerías le respetaban com o si fuera el m arid o de su em pera­ dor. A d em ás, este Z ó tico era un in dividuo tal que, 3 ab usan d o de la in tim id ad especial de que gozaba, era cap az de traficar con to d o s los dichos y hechos de H elio g áb alo a cam bio de falsas p rom esas y am asaba así in calculables riqu ezas, dado que am e­ nazaba a u n o s, hacía p ro m esas a o tros y engañaba a to d o s, y cuan do salía de ver al príncipe, se acerca­ ba a cad a uno de ellos individualm ente y les co ­ m entaba: «D e tí he dicho tal c o sa; sobre tí he oído esta otra; a tí te va a ocu rrir aquella otra». A sí sue- 4 len ser lo s h om bres de esta calaña, p ues si son ad ­ m itidos a una excesiva in tim id ad con los príncipes, venden la reputación de éstos, tanto la de los m a­ los com o la de lo s bu en o s, y m edran lanzando ca­ lum nias y habladurías, p o r la necedad o inocencia de los p ro p io s em perado res, que n o se dan cuenta de su p roced er. H e lio g áb alo se casó con Z ótico y 5 con sum ó el acto sexual con él, de form a que tenía a su d isp o sició n una pronuba 32 a la que gritaba: «g o lp ea cocin ero» 33 y esto in cluso cuando Z ótico se encontraba enferm o. D esp u és p regu n tab a a los 6 filó so fo s y a los ciu d ad an o s m ás circunspectos, si tam bién ellos durante su adolescencia habían su fri­ do las m ism as experiencias que él, y , p o r cierto, lo

31 Aurelio Zotico, un atleta de Esmirna llevado a Roma por orden de Heliogábalo. 32 La prónuba era una matrona que no había estado casada más que una vez y que acompañaba a la novia el día de la boda a todas las par­ tes, aunque su misión fundamental era llevarla al lecho nupcial (lectus genialis) y darle instrucciones sobre la nueva vida que iniciaba. 33 Traducción de la expresión latina concide Magire (de μάγειρος «cocinero»), que tiene sentido obsceno.

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hacía con gran d esvergü en za; en efecto, jam ás se ab stu vo de las expresiones b ajas, llegando a m o s­ trar su d esh onestidad in cluso con lo s d ed o s, sin o b ­ servar recato alguno ni en las reuniones ni cuando el p u eb lo rom an o le escuchaba. N o m b ró a lo s libertos gob ern ad ores, legados, cónsules y generales, y desh on ró tod as las dignida­ des p rom ovien d o a ellas a h om bres infam es y des­ con o cid os. H ab ien d o in vitado en cierta ocasión a u n os am igos su y o s n o bles a hacer la vendim ia, cuando descansaban sen tado s ju n to a los canastos, com en zó a p regun tar a lo s m ás p o n d erad o s de ellos si aún p od ían hacer el am o r y , ante el ru b o r de los ancianos, con sid eran d o que asentían con su silen­ ció y ru b o r exclam ó: «Se avergüen zan ; es buena se­ ñal 34». A continuación añadió a estas b ro m as el relato de sus experiencias p erson ales sin m ostrar re­ cato alguno. C u an d o vio que lo s ancianos se sonrojaban y guardaban silencio p o rq u e su edad o su dignidad no perm itía tales conversaciones, se diri­ gió a los jóvenes y com en zó a in dagar tod as sus co ­ sas. A l escuchar sus relatos, que eran congruentes con su edad, com en zó a alegrarse diciendo que una vendim ia que se celebraba así era realm ente licen­ ciosa. M uch os dicen que fue el p rim ero que tuvo la idea de que durante la fiesta de las vendim ias se dijeran contra los am os, in cluso si se hallaban pre­ sentes, m uchas chanzas com pu estas p o r él m ism o, sob re tod o en lengua griega. M ario M áxim o cita un gran núm ero de ellas en su b iografía. T enía am igos lascivos, algunos de ellos ancianos y con aspecto de filó so fo s, que arreglaban su cabeza utilizan do una redecilla, que adm itían h ab er su frid o algunas o b s­ cenidades y que se jactab an de tener m arido. Según algu nos autores, éstos fingieron tales vicios p arah a-

34 Terencio, Adelph., 643.

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cerse m ás gratos al príncipe im itando sus aberracio­ nes. 12 L lam ó p ara o cu p ar la p refectura 35 del Pretorio a un bailarín que había actuado en R o m a com o ac­ tor, n o m bró p refecto de las g u a r d ia s 36 al auriga C o rd io y p refecto de los víveres al barbero C lau ­ dio. P ro m o v ió a o tro s cargo s a individuos que le 2 habían recom en d ad o p o rq u e p oseían descom unales penes. O rd en ó recaud ar el im p u esto de la vigésim a p arte de las herencias a un m ulatero, a un corre­ dor, a un cocin ero y a un cerrajero. C u an d o entra- 3 ba en los cuarteles o en el senado, llevaba con sigo a su abuela V aria, de la q u e y a h em os hablado an­ teriorm en te, p a ra c o n se g u ir m ás consideración m erced a su au to rid ad , y a que no p o d ía con segu ir­ la p o r sí m ism o. Y , com o y a hem os dicho, antes de su acceso al p o d er, ninguna m ujer entró en el sena­ do recibiendo adem ás la p etición de redactar un de­ creto o de dar su op in ión . E n los banquetes colo- 4 caba a su lad o preferentem ente a viejos degenera­ d os y d isfru tab a so b re to d o con sus m an oseo s y es­ trujon es, y solam ente ellos le ofrecían la cop a cuan­ do bebía. 13 E n m edio de estos m ales que p rovo cab an sus costum bres desh on estas, ord en ó que alejaran de su lad o a A lejan d ro , al que había ad op tad o com o su ­ cesor, afirm ando que se arrepentía de su adopción , y encargó al sen ado que le quitara el título de C é ­ sar. Pero en el sen ado se p ro d u jo un gran silencio 2

35 El prefecto de las guardias (praefectus uigilum) era uno de los co­ mandantes de las siete cohortes creadas por Augusto, y reclutadas en­ tre esclavos y libertos, para luchar contra los incendios y asegurar el or­ den por la noche. 36 Es decir, praefectus annonae, cargo creado por Augusto, y con­ fiado a un miembro del orden ecuestre, para aprovisionar la Ciudad, fun­ ción encomendada antiguamente a los ediles. Probablemente se trata de Valerio Comazón Eutiquiano, un liberto miembro de una familia de danzantes y actores (cf. Herodiano, V,7,6).

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cuando se hizo p ú b lico su p ro p ó sito , y a que A le ­ jan d ro era un joven excelente, com o lo confirm ó después su form a de gobern ar, aunque precisam en­ te no era del agrado de su p ad re p o rq u e no era un joven im p údico, y, según (ficen algu n os, era p rim o 3 herm ano su y o 37; y entonces y a era am ad o p o r los so ld ad o s y estim ado p o r el sen ad o y p o r el esta­ m ento ecuestre. N o ob stan te, H e lio g áb alo no se v io 4 libre de locu ra, h asta el p u n to de que cayó en el p ro p ó sito m ás fun esto. E n efecto, envió a ynos in ­ dividu os para que le asesinaran 38, com o a co n ti­ nuación ex p o n go : se retiró a lo s jardin es de la A n - 5 tigua E sp eran za, h aciendo creer que ib a a hacer v o to s contra un joven in ocente y, después de haber dejado en el P alacio a su m adre, a su abuela y a su p rim o, y ord en ó que fuera asesinado este jo ­ ven extraordinario e in disp en sable y a p ara la rep ú ­ blica. E n v ió tam bién un a carta a los so ld ad o s en la 6 que les ord en aba p rivar del n o m bre de C ésar a A le ­ jan d ro. E n v ió a alguien p ara q ue cubriera tam bién 7 de lo d o las in scripcion es de su s estatuas em plaza­ das en los cuarteles, com o suele hacerse con las estatuas de los tiranos. Y tran sm itió las órdenes 8 op ortu n as a sus cuid ad ores, con la p rom esa de d is­ tintos p rem ios y h on ores, p ara q ue le dieran m u er­ te com o m ejo r les p areciera: en el baño, con la es­ p ad a o envenenándole. 14 P ero los m alvad os nad a p u eden contra los v ir­ tu o so s. E fectivam ente, n o h u b o fuerza capaz de in ­ ducir a nadie a com eter tan gran crim en, y a que las arm as que H elio g áb alo p rep arab a con tra otros se volvieron m ás bien con tra él, p ues fue asesinado

37 Según Herodiano V,3,3, Mesa tenía dos hijas, Soemis y Mamea. Ba­ siano era hijo de la primera y Alejandro hijo de la segunda. Herodiano llama a éste Alexiano, que era un nombre de la familia, y Dión Casio le llama Basiano. cf. Alejandro Severo 1, n. 2. 38 Cf. 3,2, n. 8.

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p o r las m ism as arm as con las que intentaba asesi­ nar a otros. P ero, tan p ro n to com o se cubrieron de lo d o las in scripcion es de las estatuas de A lejan dro, to d o s los so ld ad o s se encolerizaron, y una parte se dirigió a P alacio, otra a los jardin es d on d e estaba V ario, para vengar a A lejan d ro y apartar p o r fin del trono a un h om bre im puro y de intenciones fratricidas. Y , cuando llegaron a Palacio, cu stod iaron a A lejan dro ju n to con su m adre y su ab uelo, conducién dole d es­ pués con sum a p recaución a lo s cuarteles. Sim iam ira, m adre de H elio g áb alo , les siguió a pie, p reo c u ­ pad a p o r su hijo. D e sd e allí se dirigieron a los jardiñes d onde se en con traba V ario p rep aran d o un con curso de aurigas y esp eran d o con gran tensión el m om en to en que le anunciaran la m uerte de su sobrin o. A terrad o p o r un in esperad o griterío de lo s so ld ad o s, se ocultó en un rincón y se cubrió tras una cortina que había a la entrada de su d o rm ito ­ rio, d espués ae haber enviado a uno de sus prefectos p ara que detuviera a lo s so ld ad o s en los cuar­ teles y al o tro p ara que aplacara a los que y a se ha­ bían in trod u cid o en los jardin es. Pues bien, uno de los prefectos llam ado A n tio q u ian o que había llega­ d o a los jardin es, con sigu ió de éstos ú ltim os, a fu er­ za de súplicas y record án do les el juram ento que h a­ bían hecho, la p ro m esa de q ue no le darían m uerte, pu esto que eran p o c o s los q u e habían acudido y la m ay o r parte se había q u ed ad o con el estandarte que había retenido el tribuno A ristó m aco . E sto ocurrió en los jardines. 15 E n cam bio, en los cuarteles, ante las súplicas del prefecto, los so ld ad o s le resp on d ieron que estaban d isp u estos a p erd o n ar a H elio g áb alo , si alejaba de su presencia a las person as d esh on estas, a los auri­ gas e histriones y si volvía al cam ino del bien, ap ar­ tando sob re to d o de su lad o a aquéllos que tenían m uchísim a influencia sob re él, con p esar general, y a aquéllos que vendían tod as sus acciones, bien

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d iciendo la verd ad , bien lan zan d o falsas p rom esas. 2 A l fin fueron ap artad os de su lad o H ierocles 39, C o rd io 40, M irism o 41 y d o s am igos íntim os p e r­ verso s que le convertían en m ás ton to de lo que era. 3 L o s so ld ad o s ord en aron adem ás a los prefectos que no toleraran p o r m ás tiem p o su vida licenciosa y que protegieran a A lejan d ro p a ra que n o sufriera n inguna violencia y p ara que im pidieran al m ism o tiem po tam bién que el C é sa r viera a ninguno de los amigos del A ugusto a fin de que no pudiera imitar sus vicios. P ero H elio g áb alo no só lo reclam aba con in- 4 sistentes súplicas la p resen cia de H ierocles, indivi­ du o de extraordinaria desvergüen za, sino que tam ­ bién m ultiplicaba de d ía en d ía su s m aquinaciones contra el C ésar. Fin alm ente, n o consintió presen- 5 tarse en p ú blico con su so b rin o el día de las calen­ das de enero, a p esar de que los d o s habían sido d e ­ sign ad os cónsules al m ism o tiem po. A l fin, com o 6 su abuela y su m adre le repetían que el ejército e s­ taba al acecho para darle la m uerte, si veía que lo s dos p rim os no vivían en arm onía, tom ó la p retexta y se dirigió al senado alred ed or del m ediodía, c o n ­ vocan d o a su abuela a la asam blea y colocán d ola ju n to a su escaño. D e sp u é s de la sesión del senado, 7 no q u iso su b ir al C ap ito lio p ara p ron un ciar los v o ­ tos y llevar a cabo las cerem onias tradicionales, de m o d o que to d o s estos actos los realizó el pretor u r­ bano , com o si no hubiera cónsules en R om a. 16 N o ap lazó la ejecución de su p rim o, pero, te­ m iendo que el sen ado se p u siera de parte de otro candidato si le asesinaba, ord en ó que saliera inme-

39 Cf. 4,5. 40 Cf. 6,3. 41 Personaje desconocido. 42 Magistrado ordinario e independiente, encargado casi exclusiva­ mente de la administración de la justicia. Extendía su jurisdicción sobre Roma frente al pretor peregrinus y otros pretores para las provincias.

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diatam ente de la C iu d ad . In clu so dio la orden de que salieran in m ediatam ente de la C iu d ad to d o s aquellos senadores que no d isp on ían de carruajes o esclavos, de m o d o que u n o s fu eron tran spo rtad os p o r esportilleros y o tros p o r anim ales cap turad os al azar o alq uilad os m ediante un estipendio. L la m ó a un centurión 43 y le d ijo quedam ente al oíd o que asesinara al excón su l Sabin o 44, al que U lpian o 45 había d edicado un os lib ro s p o r haberse quedado en la C iu d ad . P ero el centurión, de o íd o bastante sordo, creyó que m andaba que le expulsara de la Ciudad, y así lo hizo. D e esta m anera, el defecto del centu­ rión salvó a Sabino. R em o v ió de sus cargos al jurisco n su lto U lp ian o , p o rq u e era un h om bre ím p ro ­ bo, y al retórico Sabino, al que había n om brado p ro feso r del C ésar. P o r cierto, éste fue asesinado, m ientras que U lp ian o q u edó a salvo. Pero los soldad os, particularm ente un p retorian o , o p o rq u e sa­ bían que H elio g áb alo m aq u in ab a ciertos m ales con ­ tra A lejan dro, o p o rq u e veían que les iba a coger antipatía p o r su afecto hacia éste, se reunieron en­ tre sí y , con ju rán do se p ara devolver la libertad a la república, p rim ero dieron m uerte a los cóm plices de las liviandades de H elio g áb alo de distintas m a­ neras, p u esto que a u n os les hacían perecer después de arrancarles las partes vitales y a o tro s les acribi­ llaban a heridas co m en zan d o p o r su s partes bajas, para que su m uerte estuviera en consonancia con la vida que habían llev ad o; desp ués de esto se dirigie­

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13 Oficial subalterno que mandaba una centuria, unidad táctica que varió su composición (100 hombres en principio) según los efectivos de la legión. 44 Tal vez Fabio Sabino, miembro del consilium de Alejandro, cf. Alejandro Severo, 68,1. 45 Domicio Ulpiano, famoso jurisconsulto, prefecto del pretorio en el año 222 y amigo de Septimio Severo, del cual los Digesta conservan numerosos fragmentos.

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ron contra él y le asesinaron en una letrina en que se había refugiado. 17 A continuación le arrastraro n públicam ente. L o s so ld ad o s sum aron una afrenta m ás a su cadáver, p ues le lanzaron a una cloaca. P ero, com o se dio la casualidad de que no cabía en ella, le arrojaron al T ib er p o r el puente E m ilio 46, d espués de atarle un p eso para que no flotara, con el fin de que jam ás pudieran darle sepultura. A d em ás habían arrastrado y a su cadáver p o r la arena del circo antes de arro ­ jarlo al T iber. Su n om bre, es decir, el de A nton ino, fue b o rrad o p or orden del sen ado , pero se m antu­ vo el de V ario H elio gáb alo , y a que había con ser­ vado cuidadosam ente aquél, p o rq u e deseaba ser te­ nido por hijo de A n ton in o . L e llam aro n después de su m uerte T ib erin o, A rrastrad o , Im pu ro y otros m uchos m otes, cuando querían aludir a los hechos que p ensaban q u e'se habían ejecutado b ajo su g o ­ bierno. E ntre tod o s los príncipes, sólo él fue arrastrado, arro jad o a una cloaca y p recip itado al T iber. E llo se debió a que se ganó el o d io universal, od io que los em peradores deben evitar particularm ente, pu esto que quienes no m erecen el am or del senado ni del p u eblo ni de lo s so ld ad o s tam poco m erecen recibir sepultura. N o se conserva ninguna de las obras públicas que p ro m o v ió , salvo el tem plo del d io s H eliogáb alo , al que unos llam an Sol y o tros Jú p iter, el anfiteatro 47 restaurado tras su incendio y lo s baños em plazados

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46 El primer puente de piedra sobre el Tiber, entre el puente Subli­ cio y la isla del Tiber. Iniciaron su construcción M. Emilio Lépido v M. Fulvio Nobilior en el 187 a. C. 47 El Coliseo. Se incendió como consecuencia del impacto de un rayo durante el reinado de Macrínú. cf. Dión Casio, LX X V II, 25,2-3.

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en el barrio Su lp icio 48, que había iniciado y a A n ­ tonino, el hijo efe Severo. P o r cierto, A n ton in o C a- 9 racalla había in au gu rad o y a estos bañ os para su u so particular y p ara su u so p ú b lico , p ero carecían de p ó rticos, que fu eron d esp ués con struid os p o r este falso A n ton in o y con clu id os totalm ente p o r A le­ jandro. 18 É ste fue el ú ltim o de lo s A n ton in o s (aunque m u ­ chos creen que m ás tarde lo s G o rd ian o s recibieron el conom bre de A n to n in o s, quienes p o r el contra­ rio fueron llam ad os A n to n io s, no A n ton in o s), tan od iad o p o r su vida, su s costu m b res y su p erversi­ dad que el senado h izo que desapareciera de él in­ cluso el nom bre. T a m p o c o y o le habría d ad o el 2 nom bre de A n ton in o , salvo p ara lograr su identifi­ cación, la cual o b lig a m uch as veces a em plear hasta aquellos n o m bres que han sid o ab olid os. F u e asesinada con él tam bién su m adre Sim iam ira, m ujer viciosísim a y d ign a de tal hijo. U n a vez 3 m uerto A n ton in o , se p ro c u ró ante to d o que jam ás entrara ninguna m u jer en el senado y que se con ­ sagrara y se d edicara a lo s in fiern os la cabeza de quien lo hiciera. Se han escrito y a m uchas co sas obscen as sob re la 4 vida de este em perador. P ero, com o éstas no son dignas de ser m en cion ad as, y o he con siderado que debía narrar aq u ellos actos que atañen a su fastu o ­ sidad, algunos de los cuales, según cuentan, los rea­ lizó cuando era un sim ple particular, otros cuando y a era em perador, p u es él m ism o decía que com o

48 Se trata de las Thermae Antoninianae o baños de Caracalla (cf. C a­ racalla, 9,4). El Vicus Sulpicius era el barrio o calle de este nombre que daba acceso a dichas termas. En efecto, el término uicus indica, en su sentido originario, «un cierto número de casas que se tocan», por con­ siguiente, una calle bordeada de casas en una villa o en una ciudad, y un barrio de ciudad. La alusión a la calle es clara en Caracalla, 9,9: idem uiam nouam muniuit, quae est sub thermis eius.

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particular im itaba a A p ic io 49, p ero com o em pera­ d or im itaba a N e ró n , O tó n y V itelio. 19 E n efecto, fue el p rim ero de tod o s los ciudada­ nos p riv ad os que cu b rió su s lechos con colchas de oro, p o rq u e entonces estaba p erm itid o hacerlo p o r autorización de M arco A n ton in o , que había ven di­ do en su basta p ú b lica los m uebles im periales. D e s- 2 p u és ofreció durante el verano festines, engalana­ d os con d istin tos colores, de m anera que un día ex­ h ibía el verde, otro día el verdem ar, otro dia el a z u ­ lad o, y así sucesivam ente, cam biando continuam en­ te de color durante to d o s lo s días de verano. F u e 3 el p rim ero que tuvo m arm itas de cocción autónom a y el p rim ero tam bién que tu vo m arm itas s im p le s50, vaso s de cien libras de p lata grab ad o s y algunos de ellos d esh on rados con figuras m u y libidinosas. F u e 4 el,prim ero que inventó el vino arom atizado con al­ m aciga y con p oleo y tod o s los com bin ados que m antiene nuestro b o a to actual. E n cuanto al vin o 5 ro sad o , utilizad o y a p o r otro s, le volvió m ás o lo ro ­ so añadiéndole tro zo s de p in as. E n fin, no se en­ cuentran noticias so b re estos tipo s de brebajes en las biografías anteriores a H elio gáb alo . Para él la vida se reducía a la b ú sq u ed a de nuevos placeres. 6 F u e el p rim ero que h izo m orcillas de p escad o, de ostras norm ales, de ostras lisas y de otras conchas m arinas sim ilares, de lan gosta, cangrejos y esqui-

49 M. Gavio Apicio fue el más célebre de los gastrónomos latinos. Es­ cribió un tratado de recetas sobre salsas (De condituris) recompuesto ha­ cia el año 400 en un tratado de arte de cocina (De re coquinaria). 50 Traducimos así los dos términos latinos autepsas y caccabos. Autepsa, del griego άυθέψης, significa en su sentido original algo que «hierve por sí mismo», de donde se infiere que era un aparato que con­ tenía en un recinto fuego y combustible para cocer el agua o los ali­ mentos, que se albergaban en otro, de forma que con ella se podía co­ cinar en cualquier parte. En Pompeya se han encontrado algunos ejem­ plares de este tipo. El caccabus, también del griego κακκάβη, era un pote para hervir en él carne o legumbre, colocándolo sobre el fuego o un trípode.

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lias. C u b rió de ro sas los triclinios, los lechos y los 7 p ó rtico s y, una vez que estaban ad orn ad os así, ca­ m inaba sob re ello s; y los cubrió tam bién con tod o tipo de flores, con lirios, violetas, jacin tos y narci­ sos. Solam ente n ad ab a en p iscin as rociadas con n o- 8 bles perfum es o con azafrán . T am p o c o le gustab a 9 acostarse en lechos que n o tuvieran pelo de liebre o p lum as de p e rd iz, de d eb ajo de las alas; y cam ­ biaba con m ucha frecuencia los colchones. A veces d esp reció al sen ado h asta tal pun to, que llam aba a los sen adores esclavos to g a d o s y al p u e­ blo rom an o lab rad o r de u n a sola p rop ied ad , no o b ­ servando ninguna con sid eración hacia el orden ecuestre. Invitaba con m uch a frecuencia al p refecto 2 de la C iu d ad a beber un trago ju n to s d espués de c o ­ m er, invitación que c u rsab a tam bién a los p refec­ tos del P reto rio de tal fo rm a que, si la rehusaban, los obligaban a aceptarla lo s jefes de las cancille­ rías 51. T u v o tam bién la intención de n o m brar un 3 prefecto p o r cad a uno de los distritos de la C iu d ad para que h u b iera catorce en R o m a 52. Y hubiera lle­ vado a cabo su p ro p ó sito , si hubiera vivido, para p rom ocio n ar a lo s h om bres m ás degenerados y de las m ás bajas p ro fesio n es, sin excepción. T enía lechos de p lata m aciza en sus com edores 4 y d orm ito rios. C o m ía con m uch a frecuencia, a im i- 5 tación de A picio, pezuñas de cam ellos, crestas de p o ­ llos recién cortadas y lenguas de p avo y de ruise­ ñor, p o rq u e decían que quien com iera estos, m an ­ jares se vería libre de la p este. O freció al person al

51 Los magistri officiorum, es decir, los jefes de las distintas seccio­ nes administrativas. 52 El proyecto de Heliogábalo lo llevó a cabo Alejandro, encomen­ dando las 14 regiones a 14 curatores de rango consular, cf. Alejandro Se­ vero, 33,1. Augusto, cuando dividió los 14 distritos, los encomendó a un pretor, edil o tribuno de la plebe, y Adriano posteriormente a per­ sonas que no tenían rango senatorial.

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de la corte d esm esuradas tarteras repletas de entra­ ñas de b arb o s, de seso s de flam enco, de huevos de p erd iz, de seso s de to rd o s y de cabezas de lo ro s, de faisanes y de p avo s. O rd en ab a que sirvieran bar- 7 bas de salm onetes tan descom un ales, p o r cierto, que las p resentaba en p latos y vasijas de cocer h a ­ bas com pletam ente llen os, en su sticu ión de los m a s­ tu erzos, adorm ideras, ju d ías verdes con vinagre y heno griego, lo cual es extraordinariam ente aso m ­ bro so. A lim en taba a su s p erro s con tro zo s de hígado de ganso. Sentía un p asió n especial p o r lo s leones y leop ard os p riv ad os de su s garras, a los que, una vez que les habían ad octrin ad o y a sus d om ad ores, al servir el segun do y tercer p la to , hacía recostarse inesperadam ente a los pies de su s invitados para lle­ narlos de espanto y suscitar c a r c a fa v puesto que to d o s ellos ign oraban que estab an d om ad os. E nvia- 2 ba a las caballerizas uvas de A pam en a 53 para a li­ m entar a sus caballos y daba de com er a sus leones y o tro s anim ales lo ro s y faisan es. H iz o servir tam - 3 bién durante diez días consecutivos treinta tetinas de jabalinas diarias con sus m atrices, guisantes con _ p iezas de o ro , lentejas con ceraunias, habas con troz o s de ám bar y arro z con p erlas blancas. R o ciab a 4 adem ás los peces y las setas con perlas blancas en lu gar de pim ienta. E n su s triclinios de artesonado 5 giratorio cubría a su s in vitad os de violetas y flores, hasta el p u n to de que algu nos de ellos m urieron al no p o d er salir al exterior. M ezclab a el agu a de su s 6 piscin as y bañ os con vin o aro m atizado y con vin o de rosas y ajenjo. In vitó a beber a la plebe con él y engulló tal cantidad de vino con el p u eblo que, cuando se p ercataron de lo que él sólo había traga­ do, pensaban que había estad o bebiendo en u n ap is-

53 Ciudad siria, junto al río Orontes.

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ciña. C o m o ofren das a los com ensales 54, distribuy ó eunucos, cuadrigas, caballos enjaezados, m u los, literas cerradas, carruajes, m il áureos y cien libras de plata. 22 E n los banquetes escribía sob re las cucharas unas suertes tan m agníficas, que uno salía de ellos con «d iez cam ellos», otro con «d iez m o sc as», aquél con «d iez libras de o ro » , éste con «d iez libras de p lo ­ m o », otro con «d iez av estruces» y otro con «diez huevos de gallin a», de tal m anera que constituían unos auténticos so rteo s, en los que lo s com ensales prob ab an sus resp ectivos sinos. L a m ism a costum bre exhibió en los ju egos, distribu yendo lotes de diez o so s, de d iez lo ro s, de diez lechugas o de d iez libras de oro. Y él fue el prim ero que in stitu yó estos so rtero s, tal com o los con ­ servam os actualm ente. P ero invitó a un auténtico sorteo a los actores de teatro, ofreciendo los si­ guientes lo tes: p erro s m u ertos, una libra de carne de buey, cien m on ed as de oro , m il de plata, cien bolsas a e piezas de bronce y otro s sim ilares. E l pueblo aceptó estos d on ativo s con tanto agrado que tras estos sorteos se alegraba de que fuera él quien im perara. 23 Se dice que ofreció espectácu los navales y circences en canales llenos de vin o, que roció los m antos con esencia de viñas silvestres, que con d u jo cuatro cuadrigas de elefantes en el V aticano, tras derruir los sepulcros que estorbaban , y que unció tam bién cuatro cam ellos a un carro en un circo particular para ofrecer un espectáculo. Se dice que reunió serpientes valiéndose de la ay u d a de los sacerdotes del

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54 Se trata de los apophoreta (de άποφόρητα «tributo»), nombre que daban los romanos a los regalos con que se obsequiaban en ciertas so­ lemnidades en las comidas, juegos, etc.

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pu eblo m arso 55 y que, antes del am anecer, cuando suele el p u eblo reunirse para celebrar los ju egos, las dejó sueltas y que m u ch o s concurrentes fueron h e­ rido s p o r su s m o rd ed u ras, o a consecuencia de la huida. U tilizab a una túnica to d a de oro , pero tam - 3 bién u tilizab a otra de p ú rp u ra y otra Pérsica, reca­ m ada de piedras p recio sas, d icien do q ue se sentía ago biado p o r el p eso del placer. L lev aba ad orn ad os 4 sus calzad os con p ied ras p recio sas, que estaban ad e­ m ás grab ad as, lo q ue p ro v o c ó la bu rla general, com o si los g rab ad os de los artistas ilustres p u d ie ­ ran ser adm irad os en la p ied ras preciosas que van sujetas a los pies. D e seab a utilizar una diadem a cua- 5 jad a de p ied ras p recio sas, p ara adquirir m ayor h er­ m osu ra y un sem blante m ás p arecid o al de una m u ­ jer. E sta diadem a la u tilizó tam bién en casa. Se dice 6 tam bién que p rom etió a sus con v id ad os un ave fé ­ nix o, en su lugar, m il libras de oro , p ara d esp edir­ los com o cu ad raba a un em perador. C o n stru y ó es- 7 tanques con agua de m ar, sob re tod o en lugares del interior y lu ego se lo s rem itió a cada uno de su s am igos para que nadaran en ello s, llenándolos p o s ­ teriorm ente de peces. H iz o acarrear nieve y erigió 8 con ella una m ontañ a en veran o en el jardín de su palacio. Ja m á s com ía peces en la costa pero, si se hallaba en las regiones lejanas al m ar, ofrecía to d o tipo de p ro d u cto s m arin os. O frecía com o alim ento a los cam pesinos de las regiones del interior leche de m urenas y de lo b o s m arin os. 24 C o m ía siem pre lo s p eces con condim entos a z u ­ lad os, com o si se hubieran cocid o en agua de m ar conservando su co lo r natural. C o n stru y ó piscinas que llenaba m om entáneam ente con vino rosado y ro sas y se bañaba en ellas con to d o s los su yos, p ro -

55 Pueblo que vivía en el actual Abruzzo.

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p orcion án d oles a con tin u ación caldarios 56 p erfu ­ m ad os con nardo. E m p leab a bálsam o en las lám p a­ ras. N u n ca g o z ó d o s veces de una m ujer, excepto de su esp osa. A b rió lupan ares en su m ansión para sus am igos, sus clientes, y su s esclavos. N u n ca com ía p o r m enos de cien sestercios, esto es, p o r trein­ ta libras de p lata; sin em b argo, en alguna ocasión su com ida co stó tres m il sestercios, calculando to ­ d o s los gastos en con jun to. Sob rep asó en su s com idas a V itelio y a A p icio . A carreaba con bueyes los peces de su s viveros. U n día, al p asar p o r el m er­ cado, se lam entó de la m en d icid ad del pueblo. A tab a a sus p a r á s it o s 57 a u n a rueda acuática y , hacién­ d ola girar, los sum ergía b a jo las aguas o los lan za­ ba de nuevo a la superficie, llam ándoles p o r ello sus «am igos I x ió n io s 58». Pavim entó con rocas de L aced em o n ia 59 y con otras de color p ú rp ura los p atios del Palacio, a lo s q u e dio el nom bre de A ntoninianos. E sta s losas se han conservado hasta nuestro tiem po, p ero hace p o c o las han arrancado y las han hecho p ed a zo s. H a b ía ord en ado erigir una gigantesca colum n a en fo rm a de caracol, a la que se p u diera subir p o r d en tro, p ara em plazar en lo m ás alto de ella al d io s H elio g áb alo , p ero no en-

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56 El caldarium era la habitación destinada al baño caliente, grande y luminosa. En un extremo estaba situado el baño (alueum) circular, en el otro el laconicum o assa sudatio, especie de alcoba semicircular con un recipiente de agua con la que el bañista se rociaba de vez en cuando si la temperatura era excesiva. 57 Entre los griegos, el ayudante del sacerdote. Entre los romanos, antiguamente, los ayudantes de los oficiales civiles que eran manteni­ dos por el Estado. Luego, el término adquirió un sentido despectivo in­ dicando el bufón o gorrón que divertía a los comensales para comer a costa de otros. 58 Por el castigo que sufrió Ixión, rey de los Lapitas, porque sedujo a Juno. La pena consistía en dar vueltas atado mediante unas serpientes a una rueda en perpetuo movimiento. 59 Territorio de Laconia, en el Peloponeso. Eran famosas las piedras de esta región por su parecido al mármol.

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contró una ro ca de las d im en sio n es deseadas en T e ­ bas 60, de donde había p en sad o traerla. 25 A m enudo encerraba en un d o rm ito rio a sus am i­ gos, d espués de haberles em borrach ado , e in espe­ radam ente in trod u cía p o r la noche leones, leo p ar­ dos y o so s d esp ro v isto s de garras para que, al d e s­ pertarse con la luz del d ía o , lo que es m ás grave aún, durante la noche, se encontraran con estas fie­ ras en la m ism a estancia, y c o m o consecuencia, la m ay o r parte de ellos m urieron . A m u ch os de su s 2 am igos de condición hum ilde les hacía sentar en c o ­ jines hinchados en lu g ar de lo s asientos norm ales y , cuando estaban com ien d o, ord en aba desinflarlos de tal m anera que, a m en u do , se encontraban de p ro n to comiencfo b ajo la m esa. E n fin, él fue el p ri- 3 m ero que in trod u jo la costu m bre de tender en tierra, no so b re los lech os, un recostadero de fo r ­ m a circular 61, con el fin de que los esclavos p u d ie­ ran desatar p o r los p ies los cojin es p ara quitarlos el aire. O rd en ó que en lo s ad ulterios que representa- 4 ban los m im os se realizaran de verdad aquellas e s­ cenas que sólo suelen ejecutarse de form a fingida. So- 5 lía com prar m eretrices a to d o s lo s m ercaderes de e s­ clavos y luego las m anum itía. H ab ien d o surgido un 6 día, en el tran scurso d e una charla privad a, el tem a del núm ero de herniados que p o d ría haber en R o m a, ord en ó que lo s hicieran a tod o s una señal y que los exhibieran en su s bañ os, y a continuación se bañó con ellos, aunque algun os pertenecían a la nobleza. A m enudo exhibió gladiacfores que lucha- 7 ban en su h on or antes de sus banquetes y tam bién púgiles. Se instaló en lo m ás alto de un anfiteatro 8 un triclinio y , m ientras com ía, hacía que le exhi­ bieran ejecuciones de delincuentes y cacerías de fie-

60 Ciudad de Grecia antigua, en la Beocia, Para la afición del empe­ rador por las torres, véase Herodiano, V,6,9. 61 Un triclinio llamado sigma, cf. Adriano, 17,4.

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ras salvajes. A l segu n d o p la to , ofrecía a sus parási- 9 tos com ida, unas veces rep resen tada en cera, otras en m adera, otras en m arfil, en alguna ocasión en barro y algunas veces in clu so en m árm ol o piedra, con el fin de que p u dieran contem plar, en distinta m ateria, to d o s lo s alim entos que él com ía, aunque solam ente bebían en cad a u n o de lo s servicios y se lavaban las m an os, com o si hubieran com ido. 26 Se dice que fue el p rim ero de los rom an o s que u só vestid os co n feccio n ad o s totalm ente en seda, cuando se u sab an y a los que contenían este p ro ­ d ucto al cincuenta p o r ciento. N o em pleaba jam ás telas de lino lavadas y llam ab a m en d igos a los que las utilizaban desp ués de h aberlas lavado. D esp u és 2 de com er se p resen tó siem pre en p ú blico vestido con dalm ática 62, llam án do se a sí m ism o F ab io G u rges 63 y E scip ió n , p o rq u e F ab io y C orn elio fueron p resen tad o s p o r su s p ad res en p ú blico con dicho atuen do cu an d o eran jóvenes, con el fin de corregir sus costum bres. R eunió en unos edificios públicos a todas las mere- 3 trices que p u lu lab an p o r el circo, p o r el estadio, p o r los baños y p or otros lugares, y pronunció una aren­ ga ante ellas com o si se trata de una arenga m ilitar, llam án dolas «com p añ eras de arm as», y discutió con ellas sob re las distintas clases de p o stu ras y p lace­ res. A d m itió desp ués en un a asam blea com o ésta a 4 alcahuetes y libertinos, q ue h izo buscar p o r todas p artes, y a los m u ch ach itos y jóvenes m ás d iso lu ­ tos. Y , hab ién d ose p resen tad o ante las m eretrices 5 con atuendo afem in ado y las tetillas al aire, y , ante aquellos degenerados con el atuen do exterior que utilizan los jóvenes que se p rostitu y en , después de arengarlos, les p ro m etió un don ativo de tres áu-

62 Cf. Cómodo, 8,8, n. 22. 63 Probablemente Quinto Fabio Máximo Gurges, cónsul en el 292, 276 y 265 a. C.

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reos com o si fueran so ld ad o s y les p id ió que su p li­ caran a los d ioses la p o sib ilid ad de disponer de otras p erson as que m erecieran su recom endación. B ro m eab a con su s esclavos hasta el punto de m andarles que le llevaran m il libras de telarañas, ofreciéndoles un p rem io, y se dice que llegó a re u ­ nir diez m il libras de este tejid o , asegurando que tam bién p o r esto p o d ría com pren derse cuán gran ­ de era R om a. E n v iab a a sus p arásito s com o salario anual, en lugar de p ro v isio n es, vasijas llenas de ra ­ nas, escorpion es, serpien tes y otros m o strao s se­ m ejantes. E n cerraba tam bién en otras vasijas sim ilares una infinidad de m o scas a las que llam aba ab e­ jas dom ésticas. 27 H iz o exhibir perm anentem ente para sí en sus c o ­ m edores o en sus p ó rtic o s, cuando d esayun aba y com ía, cuadrigas de las que actuaban en el circo, obligan d o a que las guiaran lo s ancianos a los que invitaba, aunque algu n os de ellos desem peñaran cargos p ú b licos. Sien d o y a em perador, ordenaba que le p rocuraran diez m il ratones, m il com adrejas y m il lirones. T uv o a su servicio confiteros y lecheros tan hábiles q u e im itaban con dulces o con leche los distintos alim entos que representaban sus cocineros, m aestresalas y frutero s. O freció a sus parásitos com id as p rep arad as in cluso con vidrio y , a veces, enviaba para engalanar las m esas tantos m an ­ teles p in tad os con los m anjares que le iban a servir com o p latos iba a com er, de tal form a que éstos se ofrecían solam ente en figuras hechas con la aguja o con el telar. N o obstan te, a veces les eran ofrecidos incluso cu ad ros p in tad o s, d an d o la im presión de que se les servía to d o tipo de m anjares y, a p esar de ello, se consum ían de ham bre. M ezcló p ied ras preciosas con frutas y flores. L a n z ó tam bién p o r la ventana la m ism a cantidad de alim entos que servía a sus am igos. H ab ía d ad o órdenes de que entregaran lo equivalente a la con tribución de un año a p o r­ tada p o r el pueblo rom an o a las m eretrices, alca-

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huetes y. degenerados que habitaban dentro de la C iu d ad , p rom etien do otro tanto a los que vivían fuera, ya que en aquella ép oca R o m a contaba con reservas de trigo equivalentes al tributo de siete años, gracias a la p rev isió n de Severo y B asian o. 28 U n ció cuatro p erros gigan tescos a un carro y se p aseó en él p o r el in terior de su m an sión im p e­ rial, repitiendo así el m ism o espectáculo que había ofrecido en sus p o sesio n es cuando él era aún ciu­ dadano “particular. Se p resen tó tam bién en p úblico 2 guiando un carro al que h ab ía enganchado cuatro grandes ciervos. U n c ió tam bién leones a su carro, d án dose a sí m ism o el título de «gran M ad re» 64 e h izo lo m ism o con tigres, llam án dose en este caso B aco 65 y p resen tán d o se con el vestid o típico con el que suelen presen tarse lo s d ioses a los que im i­ taba. P o seía en R o m a un as pequ eñ as serpientes de 3 E g ip to a las que los habitantes de este país llam an «b u en os gen ios» 66. T u v o tam bién h ipo pó tam os, u n cocod rilo, un rin oceron te y to d o s los anim ales de E g ip to que eran ap to s, d ad a su naturaleza, para ser exhibidos. O freció algunas veces en sus festines 4 avestruces, afirm ando que a los ju d ío s se les había p receptuado com er tales aves. R esu lta realm ente sorprendente el siguiente he- 5 cho que cuentan del él: habiendo invitado a d esa­ yu n ar a ciud ad an os del m ás alto ran go social, hizo que cubrieran los lechos con azafrán, diciendo que les ofrecía heno en atención a su dignidad. R eali- 6 zab a p o r las noches las actividades diurnas y d u ­ rante el día las nocturn as, p o rq u e con sid eraba com o un recurso m ás de su m olicie levantarse de dorm ir

64 La M ater magna o Cibeles, cf. n. 9 y Clodio Albino, n. 16. 65 Dios del vino. 66 «Buen genio», agathodaemon, es traducción del término griego άγαθοδαίμων con el que se designa al buen espíritu, algo así como nuestro ángel de la guarda.

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e iniciar tarde las au d ien d a s y , viceversa, acostarse a dorm ir de m añana. Se m o strab a a d iario genero­ so con su s am igos y era difícil que despidiera a a l­ guno de ellos sin un regalo, salvo a lo s que había averiguado que eran ah o rrad ores, pues los conside­ raba unos in fortu n ado s. 29 D isp o n ía de carruajes cu biertos de piedras p re ­ ciosas y de o ro y desp reciaba lo s que estaban h e­ chos de plata, m arfil o bronce. U n cía a un p ábilo 67 dos o cuatro m ujeres bellísim as, o bien a tres o m ás, y así era p asead o ; sin em bargo, la m ayor p a r­ te de las veces le p aseab an d esn u d o, yen d o d esn u ­ das tam bién las m ujeres que tiraban del carro. T uvo tam bién la co stu m b re d e invitar a com er a ocho hom bres calvos, y tam bién a och o tuertos, a och o go to so s, a och o so rd o s, a och o n egros, a och o in dividuos esp igad o s o a och o o b eso s, con el fin de suscitar la risa general, p u esto q ue tales com ensales no p od ían em plazarse en un só lo lecho. R egalaba a su s in vitados to d o s lo s u ten silios de p lata de sus banquetes y , m ás frecuentem ente, tod as las cop as en que había bebido. F u e el p rim er general rom an o que ofreció públicam ente garó m ezclado con agua, que h asta entonces era un a com id a m ilitar y cu yo u so restableció p o c o desp ués A lejandro. P ro p on ía adem ás a su s in vitad os, a m o d o de tesis, cóm o inventar nuevas salsas p ara condim entar los m anjares y concedía el p rem io m ás alto al que h u ­ biera dado con uno de su gu sto, otorgándole com o regalo un vestid o de seda, p ren d a que se con sid e­ raba entonces rara y d istin g u id a; si, p o r el contrario, alguien p rep arab a un con dim en to que n o le gustaba, recibía la ord en de com er constantem ente de él hasta que inventara otro m ejor. Se sentaba siem pre en m edio de flores o de esencias de gran valor. L e gu stab a que dijeran que el precio de lo s

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m anjares que servían a su m esa era m u y alto, pues afirm aba que ésta no era m ás que un aperitivo p ara lo s convites. 30 Se p in tó com o con fitero, p erfum ero , tabernero, tendero y alcahuete, e in clu so desem peñó sin cesar tod o s estos oficios en su casa. H iz o servir en m últiples m eses en un a sóla co m id a las cabezas de seis­ cientos avestruces, p ara q ue se com ieran los sesos. O freció una vez un b an quete tan esplén dido que sirvieron veintidós p lato s con gran des cantidades de m anjares, p ero tan to él c o m o su s am igos se bañ a­ ban d espués de cad a p lato y hacían el am or, ju ran ­ d o y p erju ran d o que habían satisfecho su deseo. C elebró tam bién otro b an quete con las siguientes características : se p rep arab a en casa de cada uno de sus am igos un p lato d istin to y , aunque uno habi­ taba en el C ap ito lio , o tro en la P alatino, otro al lad o de la m uralla de R o m a, otro en el C elio y otro en la ribera de m ás allá del T iber, com ían dichos p latos de uno en u n o y p o r turno en los distintos dom icilios, prescin d ien do del lu gar d onde h ab ita­ ban, y de este m o d o recorrieron tod as las casas. A sí, apenas dio tiem po a acab arse en el tran scurso de to d o el día un so lo banquete, p o rq u e to d o s se b a­ ñaban d espués de cada servicio y lu ego gozaban de m ujeres. O freció constantem ente un p lato Sibarítico aderezado con aceite y garó é8, p lato inventado p o r los sibaritas el m ism o año en que m urieron. Se dice que m andó con struir bañ os en m uchos lu ga­ res distintos y que ord en ó d estruirlos d espués de h aberlos u tilizad o una so la vez, a fin de n o tener baños u sad os. E l m ism o p roced er ob servó, según dicen, con sus casas, con su s p alacio s provinciales

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68 Especie de salsa para mezclarla con las legumbres, carne, vinagre, aceite, etc., con el fin de dar más sabor a la comida. Se preparaba con los menudillos y otras partes de los peces, poniéndolo en salmuera y de­ jándolo al sol durante algún tiempo.

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y con sus d orm ito rios. A h o ra bien, yo creo que es- 8 tos detalles, y algunos o tros que sobrepasan la cre­ dibilidad, son fruto de la invención de aquéllos que han preten d id o d esh on rar a H elio g áb alo para fa v o ­ recer a A lejan dro. 31 Se dice que alquiló p o r seis m il sestercios a una cortesana m uy con o cid a y m u y herm osa y que la respetó sin tocarla, com o si fuera virgen. En una 2 ocasión en que un in dividuo le preguntaba, cuando aún no era em perador: « ¿ N o temes em pobrecerte?», dicen que le con testó: «¿P u ed e ocurrir algo m ejo r que y o sea m i p ro p io heredero y el heredero de m i esp o sa?». A dem ás, se había adueñado de los recur- 3 sos d ejad os en testam ento p o r m uchas personas en atención a su padre. A firm ab a que no quería tener hijos, pues temía que alguno le saliera austero. O rde- 4 naba que quemaran aromas de las Indias para calentar sus habitaciones, p ero que no em plearan carbón. C u an d o era un sim ple ciu d ad an o jam ás em prendió un viaje con m enos de sesenta carruajes, a pesar de que su abuela V aria p ro testab a diciéndole que se 5 iba a arruinar. E n cam bio, siendo ya em perador, se dice que hacía que le siguieran hasta seiscientos carruajes, alegando que el rey de los p ersas viajaba con diez m il cam ellos y que N e r ó n había em pren­ dido una m archa con quinientas carrozas. L a causa 6 que justificaba tal cantidad de vehículos era que fi­ guraba en su séq uito un gran núm ero de alcahue­ tes, alcahuetas, cortesanas, degenerados y seductores d otad o s adem ás de buen os cojones. Se bañaba 7 siem pre acom pañ ad o de m ujeres, de tal suerte que las depilaba él personalm ente con p silotro 69, cui-

69 El psilothrum, de griego ψίλωθρον, era un preparado medicinal o ungüento hecho a base de arsénico calentado y de cal viva. Lo utiliza­ ban las personas de costumbres afeminadas para eliminar los pelos de la piel, cf. Marcial, 111,74; V I,93.

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dan d o tam bién su barba, vergüen za da decirlo, con el m ism o p silo tro con el que depilaba a las m u je­ res, y a la m ism a hora. T am b ién rasuró los m iem ­ bros viriles de sus ín cubos u san d o la m ism a navaja con la que él se hacía la barba. C u b rió el pórtico con lim aduras de o ro y p lata y se lam entaba de no p o d er hacerlo con ám bar, y realizó esta m ism a o p e­ ración frecuentem ente en el trecho de cam ino que hacía a pie hasta su caballo o carroza, igual que se hace h oy con arena dorada. 32 N u n ca utilizó d o s veces su calzad o, p ero incluso sus anillos tam poco se los p u so d os veces, según d i­ cen. Frecuentem ente rasgó vestid os de elevado p re­ cio. C ap tu ró una ballena y la p esó haciendo servir a sus am igos una cantidad de p escad o porp orcion al al del p eso de aquélla. H iz o hundir en el p uerto navíos ya cargad os, d icien do que esta acción era una m uestra de su m agnanim idad. D escargab a el p eso de su vientre en recipientes de oro y orinaba en pie­ zas de m urra o de ónice. Se le atribuye la siguiente frase: «E n caso de que tenga un heredero, le nom braré un tutor que le ob ligu e a hacer lo que y o he hecho y estoy d isp u esto a hacer». T u v o tam bién la costum bre de p rocu rarse las com id as, de tal guisa que un día com ía únicam ente faisán, y p o r tanto arreglaba tod o s los p latos solam ente con carne de faisanes, y otro día com ía p o llo , otro peces de d is­ tintas clases, otro carn e'd e cerdo, otro avestruces, otro verduras, otro fru tas, otro dulces y otro lacti­ cinios. M uchas veces encerró a sus am igos por la noche en d orm ito rios con viejas etíopes y los retenía allí hasta el am anecer, d icién doles que les había d is­ p u esto m ujeres h erm osísim as. U tilizó la m ism a estratagem a con m uchachos, ab uso que estuvo p er­ m itido antes del reinado de Filip o . A lgun as veces se reía de tal m anera que entre tod o el p úblico del teatro sólo se le oía a él. C an tab a, recitaba al son de la flauta, tocaba la trom peta, p unteaba la pan-

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du ra 70 y recitaba verso s acom p añ ad o del órgano. Se dice tam bién que en un só lo día, tap ad o con un capuchón de m ulero p ara que n o le reconocieran, visitó a tod as las m eretrices del circo, del teatro, del anfiteatro y de to d o s lo s p arajes de la C iu d ad y, sin haber satisfecho su sen su alidad, las regaló a tod as algunas m onedas de o ro d icien d o : «Q u e nadie lo sepa. A n ton in o o s hace este reg alo ». Inventó ciertas clases de placeres de tal refina­ m iento que su p eró a lo s spintrias de los antiguos em peradores y se con o cía to d o s lo s d isp ositivos de T ib erio, C aligu la y N e r ó n 71. 33 T am bién le había sid o vaticin ad o p o r u n os sacerdotes de Siria que m oriría de m uerte violenta. P o r ello, había p rep arad o cuerdas tren zad as con hilo de seda y de p ú rp ura o scu ra y escarlata p ara hacer con ellas un lazo si era p reciso y p o n e r fin así a su vida. H ab ía p rep arad o igualm ente esp ad as de oro p ara su icidarse, si le aprem iaba alguna fuerza im previs­ ta. H ab ía p rep arad o tam bién veneno en piedras p reciosas, jacin tos y esm eraldas p ara d arse m uerte, si le am enazaba algún p eligro grave. Y había hecho levantar una torre m u y alta, con struid a b ajo su in s­ pección con tab lados in cru stad o s en o ro y pedre­ ría, p ara precipitarse desde ella, p o rq u e decía que tam bién su m uerte d *b ía ser v a lio sa y com o una e s­ pecie de lu jo , hasta el p u n to q ue no se pudiera d e­ cir que nadie había m u erto com o él. P ero de nada le sirvieron estas m edidas. E n efecto, com o dijim os, fue asesinado p o r un os so ld ad o s de su guardia, arrastrado p o r las calles, tran spo rtad o v ergo n zo sa­ m ente p o r las cloacas y su m ergid o p or fin en el T i­ ber.

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70 Un instrumento musical con dos o tres cuerdas. La acción de to­ carle se llamaba pandurizare, como atestigua Lampridio. 71 Cf. Suetonio, Tib., 43,1 y Tácito., Ann., V I,1. Spintrias era el nom­ bre de ciertos individuos que, según Suetonio, inventaban monstruosas cópulas: monstrosique concubitus repertores.

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A sí acabó el n om bre de lo s A n ton in o s en la re- 8 pública, p u es de to d o s es sab id o que éste fue un fal­ so A nton ino tanto p o r su v id a com o p o r el nom bre. 34 T al vez a alguien le p arezca aso m b ro so , oh res­ petable C on stan tin o , que esta p laga que he descri­ to h aya o cu p ad o un p u e sto de em perador, y ad e­ m ás, casi durante tres añ o s: ciertam ente, no hubo entonces nadie en la rep ú blica cap az de separarle del tim ón del E sta d o ro m an o , m ientras que nunca faltó un tiranicida p ara acab ar con N eró n , V itelio, C aligu la 72 y o tros m o n stru o s sim ilares. P ero, an- 2 tes que nada, p id o p erd ó n p o r haber reseñado aquí estos detalles que he encon trado en distintos au to ­ res, h abiendo callado, en cam bio, m uchas acciones im pías y que no se p ueden narrar sin experim entar m u ch ísim a vergü en za; ah o ra bien, to d o lo que he 3 exp u esto, lo he encubierte, en la m edid a de lo p o ­ sible Utilizando distintos' m fe m ism o s. E n definiti- 4 va, estoy convencido de que hay que tener p resen­ te aquéllo que suele repetir tu C lem encia: «Q u e es co sa de la fortu n a ser em p erad o r». E n efecto, ha ha- 5 bido reyes que n o han sid o buenos y los ha habido m u y m alvados. A h o ra bien, creo tam bién que hay ue intentar con seguir lo que suele repetir tu Piead, que sean d ign o s del tro n o aquéllos a los que la fu erza del hado les ha d estin ad o necesariam ente a él. Y , p u esto que éste fue el últim o de los A n to- 6 ninos y después de él este nom bre n o le han osten ­ tado frecuentem ente en la república lo s em perado­ res, p ara que nadie se eq u ivo qu e cuando com ience la narracción de la b iografía de los G o rd ian o s, p a ­ dre e h ijo, que pretendían pertenecer a la fam ilia de los A n ton in o s, h aré estas d o s ob servacion es: en p ri­ m er lugar, que tuvieron el título de A n ton in o no

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72 Nerón se anticipó a su asesinato suicidándose, Vitelio fue asesi­ nado por los soldados y Caligula por un tribuno de la guardia pretoriana.

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com o n om bre, sino com o p ren om b re; en segundo 7 lu gar que, com o veo en m u ch os libros, recibieron el nom bre de «A n to n io s» no el de «A n to n in os». 35 E sto es lo que se sab e sob re H eliogáb alo , cuya vida, a p esar de m i o p o sic ió n y renuncia, m e decidí a escribir, tras espigar sus d ato s en distintos au to ­ res griegos y latinos, y a ofrecértela a tí, una vez p u blicad a la de los em peradores que le precedieron. V o y a com enzar ahora a escribir la de los em pera­ dores siguientes. D e ellos el m ejo r fue A lejan dro, 2 cuya biografía debe ser expu esta con detalle, p ues fue príncipe durante trece añ os, m ientras que los otros gobern aron seis m eses y u n o o d o s años in ­ com pletos, siendo A u relian o el m ás im portante y C lau d io , el fu n d ad or de la fam ilia, la h on ra de to ­ dos ellos. A l escribir a tu C lem encia, tem o decir la 3 verdad sob re él, no vayan a p en sar los m alévolos que so y ad u lad o r; p ero y o quedaré absuelto frente a la envidia de los h om bres p erverso s, cuando se re­ con o zca que tam bién otro s escritores le con side­ ran ilustre. A estos príncipes h ay que agregar D io - 4 cleciano, p ad re de la edad de oro , M axim iano, a quien el vulgo llam a p ad re de la edad de hierro, y lo s restantes príncipes h asta llegar a tu Piedad. P o r 5 lo que a tí respecta, A u g u sto venerable, tu b io gra­ fía la narrarán en m uchas y m u y elocuentes p á g i­ nas aquellos escritores a los q ue su ingenio fecun­ d ísim o les concedió tal don. A estos em peradores, 6 se deben sum ar aún L icin io , Severo, A lejan dro y M ajencio 73, p u es el p o d e r de to d o s ellos ha ven i­ do a parar a tu au to rid ad ; p ero debe hacerse de tal m anera que no se les quite un ápice a su valor. E n 7 efecto, no v o y a segu ir el proced im ien to de la m a-

73 Ma^eijcio fue derrotado por Constantino junto al puente Milvio en el kñ£ . /

42 Distinto del larario principal, Cf. 29,2. 43 La novedad es que Alejandro elige a estos catorce curatores del estamento senatorial, de ex cónsules, Cf. Heliogábalo, 20,3·

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defensores de su p ro p io ram o, y p ro p u so los ju e ­ ces que les debían corresp o n d er a cada u n o de ellos. C asi nunca h izo don acion es de dinero a los ac- 3 tores, y nunca, oro ni plata. E lim in ó los c o sto so s vestid os que H elio g áb alo les h ab ía regalado y eq u i­ p ab a a los so ld ad o s que llam an «o sten sio n ales», n o con vestid os de valo r, sino v isto so s y elegan­ tes, y no asign aba gran des cantidades de oro o de seda p ara los em blem as o p ara aum entar la m agni­ ficencia real, p ues decía que el p o d e r im perial resi­ día en el valor, no en el atractivo exterior. V olvió 4 a u tilizar las clám ides de largo s pelo s 44 que vistió Severo y túnicas sin ban d a de p ú rp ura, o de largas m angas 45 y m an tos co rto s de escarlata y de p ú rp u ­ ra. 34 N o conocía el o ro en sus banquetes, en los que u só cop as p equeñ as, aunque elegantes. L o s servi­ cios de su m esa nunca so b rep asaro n el p eso de d o s­ cientas libras de plata. R egaló al p u eblo enanos y 2 enanas, bufon es, viejos cantores y tod a clase de m ú ­ sicos y p an to m im o s; p ero asign ó a aquéllos que y a no servían p ara nada a distintas ciudades cada u n o , p ara que éstas les p rovey eran de alim entos, con el fin de que n o se vieran in co m o d ad as con la apari­ ción de nuevos m en d igos. R egaló a sus am igos lo s 3 eunucos que H elio g áb alo m antenía en su s vergon­ zo so s conciliábulos y a los que p ro m o v ía a cargos su periores, p ero con un a cláu su la p o r la que les p e r­ m itía castigarlos con la m uerte sin la garantía de un juicio, si no volvían a las buenas costum bres. O r - 4 denó que un núm ero incalculable de m ujeres de m ala nota, a las que h ab ía p ren d id o, fueran puestas

44 Se trata de las clámides llamada^ hirtae porque eran de lana tosca. 45 Sobre la túnica, Cf. Pértihéxyñ, 22. Los dos tipos que cita Iampridio son la que se llama asemdxáe άσημος «sin marca», «sencilla» por­ que estaba confeccionada sin adornos, sin la franja de púrpura y la lla­ mada macrochera (Μαχροχειρ «largos brazos»), porque poseía grandes mangas. El nombre es un sinónimo de chiridota.

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a d isp osición del p ú b lico y d ep o rtó a tod o s los li­ bertinos con los que aquella calam idad de H eliogábalo había tenido relaciones sin iestras, llegando in­ cluso a hacer que perecieran algunos en un naufra­ gio. N in gu n o de su s servid ores u tilizó vestid os bo rd ad os con oro , ni siq u iera en los banquetes p ú b li­ cos. C u an d o com ía entre lo s su y o s, invitaba a U lpiano o a h om bres ilu strad o s, p ara p o d er m antener con ellos conversaciones so b re tem as literarios con los que decía que se nutría y recreaba. C u an d o com ía en p rivad o, tenía en la m esa un libro y leía en él sob re to d o en griego. L e ía tam bién frecuente­ m ente a los p oetas latin os. C eleb rab a los banquetes p ú blicos con la m ism a sencillez qúe los p riva­ d os, salvo que en aq u éllos aum entaba el núm ero de lechos y la m uchedum bre de in vitados, p o r la que él se sentía m olesto, alegando que com ía en un cir­ co o en un teatro. 35 E scu ch ó gustosam ente, n o a los orado res y p o e ­ tas que pron un ciaban p an egíricos en su h on or, lo que con sid eraba un a necedad com o Pescenio, sino a los que recitaban d iscu rso s o celebraban las ha­ zañas de los an tepasad os, p ero m ás gustosam ente aún, a los que recitaban las lo as de A lejan d ro M a g ­ no o de los príncipes bu en o s del p asad o o de las grandes p erson alid ad es de la ciudad de R om a. A cu día con frecuencia al A ten eo p ara escuchar a los oradores o p oetas griegos y latinos. Sin em bargo, tam bién escuchó a lo s orad o res del fo ro cuando d a­ ban lectura a las cau sas que habían d efen dido antes delante de él o de los p refectos de la C iu d ad . Presidió la lucha en lo s ju eg o s p ú b lico s, principalm en­ te el certám en de H ércu les 46, celebrado en h on or de A lejan dro M agn o . N u n c a recibía a nadie a solas d espués del m ediod ía o durante las prim eras horas

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46 Un certamen al estilo griego ιά γφ ν), pero que debía de consistir en competiciones atléticas exclusivïmWhte.

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de la m añana, p orq u e se había enterado de que ha­ bían p rop alad o m uchas m entiras sobre él, pero si­ guió esta costum bre de m anera especial con V erconio T urino. E ste in dividuo, a p esar de que él le ha- 6 bía tratado com o a un am igo íntim o, había vendi­ do incluso con mentiras toda clase de prom esas, has­ ta tal extrem o que d esacreditó el gobierno de A le ­ jandro, com o si éste fuera un necio o una persona a la que él tenía som etid o a su influencia y a la que había convencido en m últiples asp ecto s; y de esta m anera había p ersu ad id o a to d o s de que el em pe­ rad or lo hacía tod o siguien d o su s órdenes. 36 P o r fin, A lejan dro le p ren d ió m ediante la si­ guiente estratagem a: so b o rn ó a un desconocido para que le pidiera a él m ism o algún favor en p ú ­ blico y para que, en cam bio, le rogara a T urino a ocultas, com o si tratara de ayudarle, que hiciera p or él alguna sugerencia en secreto a A lejan d ro ; se lle - 2 vó a cabo lo planeado y T u rin o le prom etió su ay u ­ da y, aunque realm ente no había dicho nada, le ase­ guró que h ab ía dicho a lp u ia s co sas al em perador, pero que de él dependía (|jírp la p osib ilid acfd e co n ­ seguir algo, p on ien d o así a p recio su éxito; y, h a­ biendo orden ado A lejan dro que se hiciera la peti­ ción de nuevo, tam bién T u rin o , sim ulando que h a­ cía otra cosa, asintió con m ovim ientos de cabeza, aunque tam poco dijo nada en la audiencia. Y, tras h aber alcanzado, en efecto, lo que se solicitaba, T u ­ rino recibió grandes prem ios del solicitante, a p e ­ sar de que se había lim itado a vender vanas p ro m e­ sas. Entonces A lejan dro hizo que le acusaran y, d espués de que m erced a distin tos testigos q ueda­ ran p ro b a d o s to d o s los cargos, a saber, la cantidad que nabía co b rad o y quiénes lo habían presenciado y las prom esas que había hecho y quiénes las h a­ bían oído, ord en ó que le ataran a un tronco de un árb ol en el fo ro T ran sitorio y le hizo dar m uerte, sofo cán d ole con el hum o de una h oguera que se prendió, según sus órden es, con pajas de rastrojo

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y leños h úm edos, m ientras un p regon ero decía: «A q u él que ha ven did o h u m o, sea castigad o con h u m o .» Y , p ara que no pareciera que había sid o dem asiado cruel ap o y án d o se exclusivam ente en una so la causa, h izo m in u cio sísim as in vestigaciones an­ tes de condenarle y d escu b rió que con m ucha fre­ cuencia no solam ente había recib id o gratificaciones en los p ro c eso s de las d o s partes en litigio, y a que d aba a conocer el resu ltad o a cam bio de dinero, sino tam bién de to d o s aq uéllos que habían ob ten i­ do intendencias o provin cias. 37 A sistió frecuentem ente a lo s espectáculos y fue m u y rem iso en las d on acion es, pues decía que lo s actores, m on tero s y au rigas, debían ser alim enta­ dos com o los esclavos de n u estra p rop ied ad , sean m on tero s, palafren eros o in strum en to de placer. Sus convites n o fu ero n ni o p íp aro s ni dem asiado frugales, p ero sí de extraordinaria brillantez, de tal m anera, n o obstan te, que hacía que presentaran ser­ villetas blancas, m ás frecuentem ente con rayas de escarlata, p ero n unca de o ro , aunque H elio g áb alo h abía y a com en zado a utilizarlas, y anteriorm ente, según dicen, las había u tilizad o y a A drian o . É sta fue la dieta diaria de sus festin es: treinta sextarios de vino p ara to d o el día, treinta libras de p an se­ lecto y cincuenta de pan de segun d a clase p ara re­ galar. E n efecto, entregaba siem pre con sus p ro p ias m anos el pan y las raciones de verdura, carne o le­ gum bres a los que servían en sus banquetes, actuan­ do com o un p ad re de fam ilia, con un co m p o rta­ m iento casi senil. Se había d ecid id o d istribuir treinta libras de carne v ariad a y d o s de carne de p o llo . E n los días de fiesta se servía un gan so , p ero en las calendas de enero, en las fiestas a e C ib eles 47, m a­ dre de los d io ses, en los ju e g o s en h on or de A p o -

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47 Fiestas en las que el regocijo popular era inmenso, como apunta su etimología en conexión con el griego ιλαρός «alegre». Se celebraban el 25 de marzo.

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lo 4S, en el banquete sag rad o en h on or de Jú p iter 49, en las saturnales y en otras solem n id ad es sim ilares ofrecían en su m esa un faisán, p ero en alguna o c a ­ sión la invitación incluía d os faisanes, a los que se añadían d os p ollo s. C o m ía to d o s los días liebre, y 7 con frecuencia carne de caza, p ero la com partía con sus am igos, sob re to d o con aq u éllos que sabía que n o disponían de ella p o r sus p ro p io s m edios. N o 8 ofreció ninguno de estos p resentes a los ricos, p ero siem pre recibió los que ellos le ofrecían. Tenía to - 9 dos los días a su disposición cuatro sextarios de vino m ezclado con m iel sin pim ienta, d o s con ella y, p ara no alargarm e in cluyen d o to d o s los detalles que ha exp u esto G arg ilio , escrito r de su tiem po, diré que to d o s los m anjares se los ofrecieron con m e­ sura y racionalmente. C o m ía aspasionadam ente dis- 10 tintas frutas, de tal m anera que se las debían servir casi siem pre com o p o stre. P o r eso existe un ju ego de p alab ras que dice que A lejan d ro no com ía se ­ gundo p lato , sino que lo com ía p o r segu nda vez 51. 11 Se atib orrab a de alim entos, p ero no bebía ni p o c o ni m ucho vino, sino lo suficiente. B eb ía s ie m p r e '12 agua fría p u ra y, en el veran o, vino aro m atizado con ro sa s; p o r cierto, éste era el único vino que h a­

48 H ijo de Zeus y Latona. L os griegos eligieron en su honor un tem­ plo en Delfos. Su culto se introdujo en R om a después de la segunda guerra púnica y, bajo Augusto, ocupó un puesto al lado de Júpiter Ca­ pitolino. En su honor se instituyeron los ludi Apollinares en el año 211 a. de C. que, según Livio, se celebraban del 6 al 13 de julio. 49 En Roma se solían ofrecer, desde épocas antiguas, banquetes lla­ mados épula a las divinidades del Capitolio, que se distinguían del lec­ tisternium, en el que los dioses estaban instalados en los lechos (lecti), Cf. Marco, X III,2 n. 47. Los banquetes de Júpiter, epula Iouis, fue­ ron dos: el 13 de septiembre y el 1 de noviembre, en conexión respec­ tivamente con los ludi Romani (4-19 de septiembre) y con los ludi Ple­ bei (4-17 de noviembre). 50 Probablemente Q. Gargilio Marcial, que escribió un tratado de agricultura, incluyendo también nociones de medicina y veterinaria. 51 Juego de palabras.

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bía m antenido en u so de entre las diversas clases de vino aro m atizado in ventadas p o r H eliogáb alo . 38 Y p u esto que se ha hecho m ención de los lebratillos, com o él tenía p ara com er liebre a diario, se origin ó una chanza p o ética basad a en la afirm ación de que dicen que las p erso n as que com en liebre se vuelven herm osas durante siete días, com o lo in di­ ca tam bién un epigram a de M arcial, que el poeta com pu so contra un a tal G elia, a este tenor: «C u a n d o m e envías una liebre, G elia, siem - 2 [pré m e m andas esta m isiva» ¡O h M arco, serás h erm o so durante siete días! si dices la verd ad , si tu m isiva es verídica, G e[lia> tu G elia, jam ás has com id o liebre 52». P ero M arcial c o m p u so estos verso s contra dicha m u jer p o rq u e era con trah ech a; en cam bio, el poeta de la época de A lejan d ro escribió contra éste lo que sigu e:

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« T ú ves que n u estro rey es bello, y que la raza... nos ofreció un Sirio, eso lo lo gró la liebre (lepus) que él caza y [com e de la que saca él su perenne encanto (le[pos).» 52 bis

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C u an d o uno de sus am igos le refirió estos versos, se dice que A lejan d ro resp on d ió con unos ver­ sos griegos cuyo conten ido era el siguiente:

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«P o rq u e, ateniéndote a una vu lgar historieta, [pienses que tu rey es h erm oso, d esgraciado poeta, y o no m e irrito con tigo, si crees que ello es [verdad.

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52 Cf. Marcial, V,29 con alguna variación. Para esta superstición, Cf. Plinio, N . H ., X X V III, 260. 32 hí Nótese el juego de palabras lepus-lepos que se da en latín.

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M i deseo sería que tú só lo com ieras lebrastas, p ara que tu alm a, tras alejar de sí los m ales, [se vuelva herm osa, y para que no sientas envidia im pulsado p o r [el o d io de tu espíritu.» 39

C u an d o recibía com o in vitad os a sus am igos m i­ litares, p ara conservar algo de la costum bre que h a­ bía in stituido T rajan o de beber después de los p o s­ tres hasta cinco cop as de vino, él les ofrecía so la­ m ente una en h on or de A lejan d ro M agn o, y ésta m ás pequeñ a, a no ser que algun o pidiese esp on tá­ neam ente una m ayor, lo cual estaba perm itido. P racticó el am or de m anera razon able y se m antuvo tan ajeno al trato con h om bres degenerados que, incluso, com o y a d ijim os anteriorm ente, tuvo la in ­ tención de proponer una ley para echarlos de la C iu ­ dad. C o n stru y ó gran eros p ú b lic o s en los distintos d istritos de la C iu d ad p ara que pudieran d epositar en ellos sus p rovisio n es quienes n o dispusieran de cen­ tinelas p ro p io s. D istrib u y ó bañ os p ú blicos en lo s b arrios de la C iu d ad que aún no contaban con ellos. E n efecto, tod avía h o y m uchos de ellos se llam an baños de A lejan dro. C o n stru y ó tam bién viviendas m uy bellas y las repartió com o regalo entre sus am igos, especialm ente entre los que d esta­ caban p o r su in tegridad. R e d u jo los ingresos p ú blicos en los siguientes extrem os: los que habían p agad o diez áureos durante el gobierno de H e lio ­ gábalo tenían que p agar solam ente el tercio de una a e estas m on ed as, es decir, la trigésim a parte del im ­ p u esto. Se am onedaron entonces p or prim era vez áureos de m edio as y, com o el im puesto se había redu cido al tercio de un áureo, tam bién de un ter­ cio de as, asegurando A lejan d ro que llegaría a h a­ ber áureos de un cuarto de as, p o rq u e y a no p o ­ dían acuñarse m ás pequeñ as. C u an d o y a los tenía acuñados, los retuvo en la casa de la m oneda, es-

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p eran d o p ara p o n erlo s en circulación que se h ubie­ ra p o d id o reducir m ás el im p u esto , p ero, al n o ser p o sib le p o r las necesidades que tenía el E sta d o , o r­ denó que los volvieran a fu n d ir y que acuñaran so ­ lam ente m onedas de un tercio de un áureo y só li­ d os 53. M an d ó fu n d ir y retirar de la circulación las m onedas1de d o s áureos, de tres, de cuatro, de diez, e incluso las de m ás v alo r aún, h asta los de un a li­ bra y de cien áureos, que había m an d ad o troquelar p o r prim era v ez H e lio g áb alo . Y p o r eso a estas m onedas se las d esign ó co n el nom bre del m etal con el que estaban hechas, p u es A lejan dro aseguraba que la causa de la excesiva largu eza del em perador se debía a que se veía o b lig ad o a d ar treinta, cin­ cuenta o cien p iezas, al d ar diez o m ás en un a sola m oneda, cuando tenía la p o sib ilid ad de repartir m u ­ chas m onedas de o ro de m en os valor. 40 T enía p o c o s vestid os de sed a; los que estaban con feccion ad os únicam ente con sed a nunca los u ti­ lizó y jam ás regaló los que la contenían al cincuen­ ta p o r ciento. N o envidiaba las riqu ezas de nadie. A y u d ó a los p o b res. E n riq u eció en to d o m om en to con m últiples p resentes consistentes en tierras, es­ clavos, anim ales, rebañ os e in strum en tos de labran ­ za, a las p erson as que habían d esem peñado cargos p ú blicos que veía que su p o b re z a era real, n o si­ m u lada o d ebid a al b o a to q ue llevaban. N o perm itió nunca que sus v estid o s estuvieran m ás de un año entre su s teso ro s, ord en an d o que los valoraran una vez p asad o ese tiem po. L o s que d estin aba a regalos los in speccion ab a personalm ente. H ac ía p esar tod o su o ro y su p lata, ord en an d o que se re­ pitiera con frecuencia la operación. R egalab a tam bien, adem ás de uniform es m ilitares, grebas, p an ­ talones y zapatos. E x ig ía enérgicam ente p ú rp u ra de

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53 Estas monedas de un tercio de áureo se llamaban semisses y los áu­ reos recibieron el nombre de sólidos (solidi) de Constantino en adelante.

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la m ás alta calidad p a ra destin arla no a su uso p ri­ vado, sino al de las m atron as q u e quisieran o p u ­ dieran llevarla, sin d u d a con el fin ae p od erla ven ­ der, de tal m anera q ue se llam a todavía hoy A le ­ jandrina la p ú rp u ra q ue el v u lg o llam a Probiana, p o rq u e fue A u relio P ro b o , el jefe de las tintorerías, quien d escubrió esa clase de m úrices de la que se elabora. É l m ism o u tilizó m uch as veces una clám i­ de de escarlata. Sin em b argo, vestía siem pre to g a en la ciudad de R o m a y en las ciudades ae Italia. S ólo utilizó la toga p retexta y la to g a b o r d a d a 54 d u ­ rante el tiem po que ejerció el co n su lad o, y p reci­ sam ente aquélla que vestían tam bién o tro s m ag is­ trados, com o los cón sules o lo s p retores después de haberla tom ad o del tem plo de Jú p iter. U tiliz ó tam bién la pretexta cu an d o h acía sacrificios, p ero si actuaba com o P on tífice M áxim o , n o com o em ­ perador. E ra p artidario del buen lienzo, y sin d u da, del p u ro , p o r lo que d ecía: « ¿ S i los vestid os se h a­ cen de lino p ara que n o tengan aspereza, qué nece­ sid ad hay de que el lin o tenga p ú rp u ra?» C on sid eraba tam bién una lo cu ra recam ar los vestid os con oro , p o rq u e entonces a la asp ereza se su m aba la r i­ gidez. Siem pre u tilizó ven das de tela p a ra el calza­ do. V estía bragas b la n c a s 55, n o de escarlata, com o las que se u sab an anteriorm ente. 41 V endió tod as las p ied ras p recio sas que tenía y el o ro de la venta lo in gresó en el tesoro p ú blico, d i­ ciendo que los h om bres n o debían hacer uso de ellas y que las m atron as reales debían contentarse con una redecilla, u n o s pendientes, un collar ad o r­

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54 Antiguamente la llevaba el cónsul con la túnica adornada de pal­ mas (palmata) cuando celebraba su triunfo. Los cónsules y pretores la utilizaban cuando celebraban los juegos en el circo, y muchos empera­ dores la adoptaron como una prenda oficial. 55 Las bracae eran unos calzones cortos que utilizaron los pueblos del Norte. En el siglo I aún se considera prenda bárbara, como testimo­ nia Tácito (Hist., 11,2: bracas barbarum tegmen indutus). Se prohibió su uso en el siglo IV.

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nado con perlas y una co ro n a p ara utilizarla cuan­ do ofrecieran sacrificios, un solo m anto salpicado de oro y una ciclada 56 que no tuviera m ás de seis on zas de oro. C o n sus costu m bres ejerció el p ap el de un auténtico cen sor en su tiem po. L o s hom bres im portantes le im itaron a él y las m atron as de la m ás alta n obleza im itaron a su esposa. R estringió la servidum bre de la corte haciendo que en cada uno de los cargos adm inistrativos se m antuvieran solam ente el núm ero de p erso n as que la necesidad exigiera, de tal fo rm a que los bataneros, sastres, p a­ n aderos, c o p eras y to a o s lo s siervos de la corte re­ cibieron p o r sus servicios un a cantidad de víveres y no dignidades, co m o aquella peste de H elio g áb a­ lo había establecido, aunque dichos víveres debían ser individuales, o a lo su m o para d os personas. Y , com o no tenía entre los útiles de su servicio m ás de doscien tas libras de p lata ni un gran núm ero de criados, cuando ofrecía alguna com id a aceptaba de sus am igos vajillas de p lata, criados y servilletas, costu m bre que se o b serv a tod av ía actualm ente p or los prefectos, si ofrecen algún festín cuando el em ­ p erad or está ausente. N u n c a adm itió rep resen tad o nes escénicas durante su s ban quetes, sino que sus m ayores deleites con sistían en contem plar las lu ­ chas de cachorrillos con cochin illos, las peleas de perdices o los vuelos de p equ eñ os grajillos, eleván­ d ose a las alturas o d escendiendo al suelo. P o r cierto, m antuvo en P alacio solam ente un p asatiem p o con el que obtenía un gran deleite y con el que ali­ viaba las p reocu p acio n es de E sta d o . E n efecto, había m an d ad o con struir p ajareras de p avo s, faisanes, p ollo s, ánades y perdices con los que se divertía ex-

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56 Ropaje largo y amplio, de tejido muy fino, que se echaba alrede­ dor del cuerpo como el pallium y que tenía la suficiente amplitud para cubrir toda la figura. Tenía a lo largo de los bordes una banda de color púrpura o un bordado de oro lo que dio lugar, según parece, al nom-, bre cyclas, del griego κυκλάβ «circular».

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traordinariam ente, p ero , sob re tod o , de palom as torcaces de las que, según cuentan, llegó a tener h asta un núm ero de veinte m il y , para q ue su m an ­ tenim iento no incidiera sob re lo s aprovisionam ien­ tos de grano, contrató a esclavos de alquiler que las alim entaran con el p ro d u cto de los huevos y de los p o llito s y pichones. 42 Se bañaba frecuentem ente con el p u eb lo en sus term as y en las de los anteriores em peradores, s o ­ bre to d o en verano, y vo lv ía a Palacio en traje de baño, m anteniendo únicam ente com o distintivo im perial la utilización de la lacerna de escarlata 57. 2 N u n c a tuvo ningún co rred o r q ue no fuera esclavo su y o , pues decía que lo s h om bres libres sólo d e­ bían correr en los ju eg o s sag rad o s y só lo adm itió a los esclavos de su p ro p ied ad co m o cocineros, p a ­ naderos, bataneros y bañ eros, de tal m anera que, si no tenía bastantes, lo s com praba. D uran te su g o- 3 bierno, uno sólo de los m édicos de palacio recibió salario, m ientras que lo s restantes, que llegaron a ser seis, recibían dos o tres raciones de alim entos, p ero lograron que una de ellas fuera de alim entos de prim era calidad y las otras de otra clase. C u an - 4 d o n om braba jueces, a ejem plo de los em peradores anteriores, com o enseña tam bién C iceró n , les p r o ­ veía de plata y de to d o lo que precisaran, de suerte que los gobernadores de p rovin cias recibieran vein­ te libras de plata, seis m u ías, d o s m u los, d os caba­ llos, vestid os de calle, d o s v estid os p ara casa, uno p ara el baño, cien áureos, un cocin ero, un m ulate­ ro y, si no tenían esp o sas, con cubin as, p u es p en sa­ ba que no p od ían vivir sin é stas; p ero les obligaba a devolver al dejar la adm inistración de la provin ­ cia las m uías, los m u lo s, los caballos, los m ulateros y cocineros, p u dien d o con serv ar para sí el resto, si 57 Capa provista de capuchón de tejido grueso que se utilizaba nor­ malmente para los viajes. Había otra de tejido más puro que se usaba en las fiestas y espectáculos.

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habían gobern ad o con rectitud, m ientras que, si ha­ bían actuado m al, deberían devolver el cruáduple, adem ás de p agar la pena de p eculad o o de con cu­ sión 58. 43 Sancionó un gran núm ero de leyes. Perm itió a to ­ d os los senadores d isp o n er en R o m a de carrozas y carros guarnecidos de p lata, pues con sid eraba que era im portante p ara la dign id ad rom ana que los se­ nadores de un C iu d ad tan grande pudieran utilizar tales vehículos. A to d o s los cónsules que n o m bró , fueran d esign ados u ord in arios, los n om bró de acuerdo con el p arecer del sen ado, reduciendo sus gasto s, y estableció el p la z o p ara asum ir el cargo ateniéndose a las n o rm as antiguas. O rd en ó que los cuestores n o m b rad o s p o r el em perador ofrecieran espectáculos al p u eb lo a sus e x p e n sa s59, pero con el acuerdo de que, d espués de la cuestura, recibi­ rían el título de p retores y lu ego el de gobern ad o­ res de provincia. P ero in stitu y ó los interventores del fisco p ara que ofrecieran ju egos con dinero de la caja de éste, aunque m ás econ óm icos. T uv o la in­ tención de d isem inar los espectácu los de glad iad o­ res durante treinta días, p ero no se sabe p o r qué de­ sistió de ello. C u an d o se h allaba en R om a, su bía al C ap ito lio tam bién cada siete días y frecuentaba los otros tem plos. T u v o la intención de erigir un tem p ío en h on or de C risto y de incluirle entre los d io ­ ses. P ro y e c to q u e, según dicen, tuvo tam bién A d rian o , quien había o rd en ad o que se con struy e­ ran en tod as las ciudades tem plos sin im ágenes, los cuales todavía h oy se llam an tem plos de A drian o , precisam ente p o r no p o seer divinidades, pues se de­ cía que los había erigido a este efecto; pero A lejandro fue apartado de su p ro p ó sito p o r aquéllos que

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58 Es decir, las penas establecidas por malversación de fondos públi­ cos, Cf. infra Aureliano, η. 42. 59 Se trata de los quaestores candidati principis a los que nombraba el emperador sin formalidad alguna.

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habían descubierto, m ediante su s consultas a los orácu los sag rad o s, q u e to d o s lo s h om bres se iban a convertir al cristian ism o, si llevaba a cabo su p r o ­ yecto, y que to d o s los dem ás tem plos iban a q u e ­ dar abandonados. 44 F u e m u y fino en su s b ro m as, am able en la c o n ­ versación y tan afable en los banquetes que cad a uno de los com ensales p o d ía p e d ir lo que quería. A ten to para acum ular dinero, p recavido para co n ­ servarlo, solícito en b u scarlo, p ero sin causar daño a nadie. N o quería que le llam aran Sirio, sino q ue le consideraran rom an o d esd e su s rem otos antepa­ sad os, y había hecho p in tar el árb o l genealógico de su linaje en el que se d em o strab a que su fam ilia d e s­ cendía de los M etelos. E stableció un salario p ara lo s retó ricos, gram átieos, m édicos, arúspices, astró lo g o s, ingenieros y ar­ quitectos, in stitu yó au d itorio s y ord en ó que se les confiara com o d iscíp u lo s a lo s h ijo s de ciudadanos p o b res, con tal de q u e fueran de condición libre, p ero con las corresp on dien tes raciones alim enticias. T am bién en las provin cias m o stró gran deferencia con los oradores foren ses y entregó víveres a m u ­ chos de ellos que sab ía que actuaban gratis. C o n solid ó las leyes p ara m u ch o s añ os y las ob servó p e r­ sonalm ente con gran escru p u lo sid ad . A sistía co n frecuencia a lo s esp ectáculos teatrales. T u v o la intención de restaurar el teatro de M arcelo. A m u ­ chas ciudades, que estaban d esfigu radas a con se­ cuencia de los terrem oto s, las entregó dinero de los im p u estos p ara reparar lo s ed ificios p ú b licos y p r i­ vados. N u n c a d ep o sitó com o ofren das en los tem p ío s m ás de cuatro o cinco libras de p lata y ni siquera una go ta ni una uúryiina eje oro , m usitan do el verso de P ersio Flaco «¿ Q u é hace el o ro ë r l los lugares sag ra d o s?» 60 Persio, Sat., 11,69.

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R ealizó distintas cam pañas bélicas, sobre las que v o y a hablar siguien d o su orden cron o ló gico. Sin em bargo, vo y a expon er antes su m o d o de p ro ce­ der respecto a las co sas que p en sab a que debía ca­ llar o anunciar. Se silenciaban los secretos sob re las 2 tácticas bélicas, aunque se anunciaban públicam en­ te los días de m archa, de tal m anera que, dos m eses antes de la cam paña, hacía colgar un edicto en el que se decía: «Sald ré de la C iu d ad tal día y a tal h ora y , si es d eseo de los d io ses, pernoctaré en la prim era p o sad a de la etap a.» D esp u és se enum era­ ban las otras p o sad as, a continuación los lugares de acam pada, luego los p u n to s de aprovisionam iento, y esto hasta cuan d o se llegaba a las fronteras de los bárbaros. Y ya, a p artir de allí, se observaba silen- 3 cio y to d o s cam inaban sin rum bo fijo para que los bárbaros no con ocieran la d isp o sició n de las tropas rom anas. P o r otra parte, es segu ro que jam ás dejó 4 de cum plir aquello que h ab ía p ro m etid o , afirm an­ do que no deseaba que su s d isp osicion es se p u sie­ ran en venta p o r sus cortesan os, co sa que había ocu rrido bajo el gob iern o de H elio g áb alo en el que los eunucos lo vendían to d o . E sta clase de indivi- 5 d u os desean que to d as las co sas sean secretas en la corte, con la finalidad de que parezca que son ellos los únicos que saben algo p ara, valiéndose de ello, conseguir influencia o dinero. Y p u esto que se ha hecho m ención sob re su eos- 6 tum bre de hacer p ú blicas su s d isp osicion es, añadi­ ré que cuan d o q u ería n o m b rar gobernadores para las p rovincias, elegir com andantes m ilitares o crear p ro cu rad o res, es decir, aduan eros, hacía p ú blicos su s n o m bres, exh ortando al p u eb lo p ara que, si al­ guien con ocía algún crim en com etid o p o r ellos, p rob ara su cu lp ab ilid ad con hechos in cuestion a­ bles, p ues, si no lo p ro b a b a, sufriría la pena capi­ tal. Y decía que era grave q ue no se hiciera esta in- 7 vestigación entre los gobern ad ores de provincias a los que se confía la fo rtu n a y las vidas de los h om ­

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bres, siendo así que los cristian os y los ju d ío s la exi­ gían p ara p roclam ar públicam en te a los sacerdotes que se querían ordenar. 46 E stableció un salario p ara lo s asesores, aunque solía repetir que había que con fiar los cargos so la ­ m ente a aquéllos que p udieran gestionar p o r sí m is­ m os n egocios p ú b lico s, no p o r m edio de asesores, agregando que los m ilitares tenían sus p rop ias ta ­ reas y los letrados las su yas y que p o r esa razón cada cual debía hacer aquello que sabía. D ab a lo s tesoros a los que los habían descubierto y, en caso de que fueran abun dantes, su m ab a tam bién para el reparto a los fu n cio n arios que tenían sus cancille­ rías. D a b a vueltas en su m ente y m antenía grabado en ella los favores q u e había con cedido y a quién se los había con ced id o y , si se enteraba que algu ­ nos no le habían hecho alguna petición o que le h a­ bían p ed id o p o cas co sas p ara aum entar sus recur­ so s, les llam aba y les decía: « ¿ C u á l es la razón p o r que no m e p id es nada? ¿tal vez deseas que y o m e convierta en d eu d o r tu y o ? Pide, no te vayas a q u e­ jar de m í cuando sea un p articu lar.» E n tre otras recom pen sas que daba, con tal de que n o lesionaran su reputación, están las sigu ien tes: repartía los bie­ nes de los con d en ado s a m uerte, p ero nunca con el oro, p lata o p ied ras p reciosas que poseían — p u es tod o esto lo restituía al erario— , repartía las je fa ­ turas de cargos civiles, n o de lo s m ilitares, y d istri­ buía aquellos p u esto s directivos que form aban p a r ­ te de la adm inistración. C am b iab a rápidam ente a los recaud ad ores, de m o d o que ninguno perm ane­ ciera en este cargo m ás de un año, y a estos agen­ tes, aunque fueran ím p ro b o s, les od iaba llam án do­ los un m al necesario. Pero nunca n om bró g o b e r­ n ad ores, p rocón su les o legados pen san d o en el fa ­ v or que hacía, sino d eján d ose guiar p o r su p rop ia op in ió n o p o r la del senado. 47 C u an d o hacía alguna expedición, distribuía a los so ld ad o s de m anera que pudieran recibir las provi-

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siones en sus alojam ien tos y no tuvieran que car­ ear con los víveres durante diecisiete días, com o era lo habitual, a n o ser que se encontraran en terreno enem igo, aunque, in clu so aquí, les p restaba ayu d a utilizan do m u los y cam ellos, diciendo que protegía m ás a lo s so ld ad o s que a su p ro p ia persona, p o r ­ que en ellos residía la salvación del E stad o . V isitaba de tienda en tienda a lo s que se encontraban en­ ferm os, aunque fueran so ld ad o s raso s, les tran sp o r­ taba en carros m ilitares y les ayu d ab a con to d o lo que precisaran. Y , si p o r casualid ad sufrían una enferm edad m uy grave, les d istribu ía p o r las ciud a­ des y los cam pos con fián d oles al cu id ad o de los p a ­ dres de fam ilia m ás d istin gu id os y de las m atron as m ás hon estas, su fragan d o los gasto s que habían o casion ad o tanto si habían m u erto, com o si se ha­ bían restablecido. 48 E n una ocasión que un sen ador de una antigua fam ilia llam ado O v in io C am ilo , extrem adam ente afem inado, intentó rebelarse para u su rp ar el trono y le dieron inm ediatam ente a A lejan d ro la n oticia aportando diversas p ru eb as del hecho, A lejan dro le llam ó a Palacio y le dio gracias p o r intentar asum ir espontáneam ente la dirección del E sta d o , que se h a­ bía im p uesto a los buen os em peradores a pesar de sus renuencias. A continuación se dirigió al senado, n o m bró copartícipe del tro n o a O v in io, que tem ­ blaba y se sentía co rro íd o p o r el fastid io de tan gran culpa, le concedió una audiencia en P alacio, le con ­ vidó a un festín y le revistió con orn am en tos im ­ periales, in cluso m ás elegantes que los que llevaba él m ism o. D esp u és, cu an d o se anunció una expedición contra los b árb aro s, le exhortó a que m ar­ chara él p o r su cuenta, si quería, o a que hiciera la expedición con él. Y p u esto que él m ism o realizaba la m archa a pie, le invitó a afrontar este esfuer­ zo, p ero com o andaba vacilante tras haber recorri­ do cinco m illas, le ord en ó que se m on tara en un ca­ ballo y d espués le subió a un carruaje m ilitar, pues-

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to que tras d o s jo rn ad as de cam ino se había fatig a­ do de ir a caballo. A l d esd eñ ar tam bién esta deferencia sinceram ente o m ovid o p o r el m ied o, renun­ ciando incluso al p o d er y m ostrán d o se d ispuesto a m orir, A lejan dro le d esp id ió del ejército y , después de haberle encom endado a u n o s so ld ad o s que ap re­ ciaban al em perador de form a singular, ordenó que se retirara a su finca donde vivió durante m ucho tiem po. P ero p osteriorm en te O v in io fue asesinado o r orden del em perador, quien alegaba que deseaa la guerra y su ejecución la llevaron a cabo un os sold ad os. Y a sé que el vu lgo im p u ta este hecho que he in sertado aquí al em perad o r T rajan o , pero M a ­ rio no lo narra en la b iografía de este em perador, ni F ab io M arcelino, ni A u relio V eno, ni E stacio V alente, que escribieron su biografía com pleta. A l contrario, los b ió g rafo s Septim in o, A co lio , En colp io y el resto de los escritores atribu yeron estos h e­ chos a A lejan dro. P o r eso y o he añadido aquí esta apostilla, a fin de que nadie h ag a m ás caso a los ru ­ m ores del vu lgo que a la h istoria, pues ésta es m ás verídica sin d u d a que aquéllos. 49 N o toleró jam ás que se vendieran lo s hon ores que su pon ía el derecho de llevar espada 61 dicien­ d o : «E s necesario que el que com pra venda tam ­ bién a su vez. Y o no tolero a m ercaderes de p o te s­ tades ni a aquellos in dividuos a los que n o pudiera castigar, si las adquirieran. Pues m e avergüenza c a s­ tigar a un hom bre que com pra y ven de.» H iz o q u e las funciones de pontífice, de quindecinviro y de augur fueran concedidas m ediante un codicilo del em perador, a condición de que lo s candidatos fu e­ ron elegidos en el senado. D ex ip o 62 escribió que A lejan d ro tom ó p or es-

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61 El ius gladii, o derecho de imponer la pena capital, que pertenecía al emperador y que éste concedió a algunos gobernadores provinciales. 62 P. Herenio Dexipo de Atenas. Su crónica abarcaba desde la época legendaria hasta el 268 a. de C. Repelió la invasión de los godos hacia el año 267 s. de G. Cf. Gállenos, 13,8.

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p o sa a la hija de un in d ivid u o llam ad o M acrian o, y que este m ism o fue n o m b rad o C ésar p o r él. P ero, com o M acrian o pretendía darle m uerte a traición, tras d escubrirse la con sp iració n , se lo quitó de en m edio y rep ud ió a su esp o sa. E l m ism o autor dice que A nton ino H elio g áb alo fue tío paterno de A le­ jan d ro, no hijo de la herm ana de la m adre de éste é3. U n a vez que los cristian os ocu p aro n un local que había sid o p úblico y u n os taberneros se op usieron diciendo que les pertenecía, A lejan d ro resp on d ió a éstos p o r escrito d icien do que era m ejo r que allí se adorase a un d io s, sin im p o rtar cóm o se hacía, que entregar el local a taberneros. 50 A sí, p u es, cuando se había destacad o y a com o un em perador tan grande y exim io tanto en su p atria com o fuera, em pren dió u n a expedición contra los p arto s que dirigió con tan ta disciplin a y suscitan d o tanto respeto hacia su p erso n a, que se p o d ía asegu ­ rar que no eran so ld ad o s lo s que m archaban, sino senadores. P o r to d o s los lugares que pasaban las legiones, los tribun os se m antenían callados, los cen­ turiones se m ostrab an d iscreto s y los so ld ad o s am a­ bles, y, p o r tantos y tan gran des bienes, los h ab i­ tantes de las provincias le m iraban com o a un dios. P o r otra parte, h asta los p ro p io s so ld ad o s am aban al joven em perador com o a un herm ano, com o a un h ijo o com o a un p ad re. Iban eq u ip ad os con dignidad, calzad os tam bién con d ecoro, arm ados con distinción y d o tad o s de caballos aparejados con m antas y frenos ad ecu ad os, de tal fo rm a que cual­ q uiera que contem plara el ejército de A lejan dro p o ­ dría descubrir lo que era el E sta d o rom ano. E n sum a, se esfo rzab a p o r m ostrarse dign o del n o m ­ bre que llevaba, m ás aún, de sup erar al M acedonio, y decía que d ebía m ediar un a gran diferencia entre el A lejan dro M aced o n io y el A lejan dro rom an o.

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63 N o es así. Fueron primos carnales, pues eran hijos respectivamen­ te de Soemis y Mamea, hijos a su vez de Mesa.

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H ab ía creado para su servicio un batallón de «argiro asp id as» y «c riso asp id a s» 64 y tam bién un a fa­ lange de treinta m il h om b res, a los que había o r­ denado que llam aran «fa la n g ian o s» 65 y con los que realizó grandes p ro e z as en Persia, falange que, p or cierto, estaba fo rm ad a p o r seis legiones equipadas con arm as sim ilares, p ero cuyas sold ad as fu eíán m ás altas d espués de la guerra con los persas. 51 D e p o sitó en los tem plos los dones efe los reyes; vendió las p ied ras p reciosas que le habían ofrecido, considerando que p o seer p ied ras p reciosas era algo m ujeril, p ues no p o d ían regalarse a un sold ad o ni las p o d ía llevar un h om bre. C u an d o un legado ofreció a su m ujer, p o r su p ro p ia m ediación, dos perlas de un p eso enorm e y de unas dim ensiones in usita­ das, ordenó que las vendieran. Y , com o no encontraban un precio ad ecuad o, p a ra que la reina no die­ ra un m al ejem plo u san d o algo que n o había p o si­ bilidad de com p rarlo , las con sagró a las orejas de V enus. T u v o com o tu to r a U lp ian o , a quien su madre rech azaba al p rin cipio, p ero al que luego agra­ deció sus servicios. L e defen d ió a m enudo contra la ira de los so ld ad o s cubriéndole incluso con su p ro p ia p ú rp ura, y fue tan extraordinario em pera­ dor, precisam ente p o rq u e rigió la república atenién­ dose sob re to d o a su s con sejo s. C u an d o se hallaba p resto al com bate, y durante las m archas m ilitares, alm orzaba y com ía con la tienda abierta, tom ando el rancho de los so ld ad o s ante la vista y el regocijo de to d o s, visitaba casi tod as las tiendas y no p er­ m itía que nadie se alejara de las banderas. Si alguien se desviaba de la ru ta a una p rop ied ad ajena, se le

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64 Se llamaban así los soldados de infantería que, por un honor es­ pecial, iban equipados con escudos (ασπις) de plata (άργυγος) u oro (χριισόβ) y que utilizó Alejandro Magno durante la campaña que llevó a cabo en la India. 65 Porque formaban una falange (φάλαγξ), cuerpo de tropas de in­ fantería pesada.

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som etía en su presencia, de acuerdo con su clase so ­ cial, a una d escarga de p alos, a golpes de látigos o a la pena de m uerte, o, si la d ig n id ad del hom bre ex­ cedía la calidad de to d o s esto s castigos, a durísim os reproches, pues él le decía: «¿Q u ie re s acaso que se haga en tu cam po lo que tú haces a o tro ?» Y repetía con frecuencia en alta v o z una frase que había oído a algunos ju d ío s o a algun os cristianos y que retenía en su m em oria, y cuando castigaba a al­ guien, ordenaba que el heraldo la pronun ciara diciendo: « N o hagas a otro lo que no quieres que te h agan.» A m ab a esta m áxim a hasta tal p unto que h izo que la grabaran en P alacio y en los m onum en­ tos p ú blicos. 52 C u an d o se enteró de que un a viejecilla había sido cubierta de injurias p o r un so ld ad o , licenció a éste y se lo entregó a la anciana com o esclavo, para que la m antuviera, p ues era m aestro de carruajes. Y , al ver que los so ld ad o s se lam entaban de esta acción, A lejan dro p ersu ad ió a to d o s p ara que la aceptaran sum isam ente y los llenó de terror. Su reinado, aunque fue rígido y severo, recibió el nom bre de «in ­ cruento» , p o rq u e no dio m uerte a ningún se­ nador, com o el escritor griego H ero d ian o refiere en los libros que narran los hechos de su época. Fue de tanta severidad con los so ld ad o s, que m u ­ chas veces licenció legiones enteras, llam ando a los so ld ad o s Quirites 67, en lu gar de so ld ad o s, y no tem ío nunca al ejército, p u esto que no se p o d ía ale­ gar, para reprender su con ducta, que los tribunos u oficiales hubieran escam otead o jam ás alguna can­

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66 El texto dice άναίματον «sin sangre». 67 El texto latino dice Quirites, nombre con el que se designaba a los «ciudadanos» romanos primitivos. El origen del término se hace deri­ var de quirinus, apellido de Rómulo, el fundador de la Ciudad, o de quiris que indica lanza en el dialecto sabino. Se dirigía a los soldados en plan de reproche Cf, Suetonio, Caes., 70,1. En los casos en que se dirige a ciudadanos realmente lo hemos traducido por «ciudadanos», cf Tácito, 7,3; Firmo, 5,4-6.

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tidad de los estipen dios de su s sold ad o s, siendo és­ tas sus p alab ras: « N o hay que tem er al sold ad o si está vestido, arm ad o, calzad o y bien com ido, y si lleva algo en su p equ eñ o ceñ id o r», p o rq u e a su ju i­ cio la m endicidad del so ld ad o , si se halla arm ado, le im p ulsa a la total d esesperación . N o perm itió que los tribunos o los generales tuvieran a ningún so l­ dado com o ord en an za y ord en ó que cuatro so ld a ­ dos precedieran com o escolta a los tribunos, seis a los generales, diez a lo s legad os, y que éstos los aco ­ gieran en sus casas. 53 Y p ara que se p u e d a con o cer su severidad he co n ­ siderado que debía in sertar aq u í una arenga m ilitar que puede m o strarn o s los criterios que siguió en el tem a del ejército. E n efecto, cuando le anunciaron, al llegar a A n tio q u ía, que lo s so ld ad o s se entrega­ ban a lo s b añ os, a las m u jeres y a la m olicie, o rd e ­ nó que los prendieran a to d o s y los arrojaran al ca­ lab o zo . C u an d o cu n d ió la n oticia de este hecho, la legión de aquellos so ld ad o s cu y o s com pañeros ha­ bían sid o arrestad os p ro m o v ió una sedición. E n tonces, A lejan dro su b ió al tribunal, h izo que lleva­ ran ante él a to d o s lo s arrestad os y dirigió el si­ guiente d iscu rso a lo s so ld ad o s que le rodeaban, con las arm as en las m an o s: «C a m ara d as, la discip lina de n uestros an tepasad os aún gobierna nuestra república, si, a p esar de este castigo, seguís re p ro ­ bando estos actos de v u estro s com pañ eros. Si la d is­ ciplina se disipa, p erd erem o s el nom bre y el im p e­ rio ro m an o ; bajo n u estro reinado, p u es, no se deben hacer las cosas q u e se hicieron p o c o tiem po ha, bajo aquella im p u ra bestia. S old ad o s rom an os, vu estros aliados y m is cam aradas y com pañ eros de arm as am an, beben y se bañan com o lo s griegos y se entregan a la lujuria. ¿ L o toleraré durante m ás tiem p o?, ¿n o los v o y a castigar con la pena de m uerte? A n te estas palabras se origin ó un m otín. Y él volvió a decir: «P o r qué n o reprim ís vuestros gritos, necesarios en la guerra contra el enem igo,

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p ero innecesarios con tra vu estro em perador? Sin du da, vuestros in stru ctores m ilitares os enseñaron estos gritos para que los lanzarais con tra los sárm atas, los germ anos y los p ersas, n o contra aquél que o s p ro p o rcio n a las vituallas recib id as de lo s ha­ bitantes de las p rovin cias, que os p ro p o rc io n a un u niform e y una sold ad a. R ep rim id , p ues, ese grito am enazador y necesario só lo en el cam po de b ata­ lla y durante la lucha, p ara que y o n o os d esp id a h o y a tod o s haciendo salir de m i b o ca un único g ri­ to, llam án doos Quirites, e in clu so d u do si d aros este nom bre, pues no sois d ign o s tam p oco de p er­ tenecer a la plebe rom an a si n o reconocéis el d ere­ cho rom an o .» 54 Y , com o entonces gritaban con m ás fu erza y lan­ zaban adem ás am enazas blan d ien d o su s espad as, continu ó: «B ajad vuestras diestras, q ue só lo debéis levantar contra el enem igo, si sois valientes, p u es a m í no m e aterran tales am enazas. P u es si m e asesináis a m í, que esto y so lo , vendrían a vengar m i m uerte la república, el sen ado y el p u eblo ro m a­ n o .» Y viendo que, a p esar de to d o , seguían gritand o después de decir esto, exclam ó : «Quirites, alejáo s y dejad las arm as.» D esp u és de ofrecer un ejem plo adm irable d epo sitan d o las arm as y d e sp o ­ ján d ose de sus say o s m ilitares, to d o s se retiraban no a los cuarteles, sin o a distintas p o sad as. Y entonces se advirtió p o r p rim era vez el p o d e r que te­ nía su severidad. Fin alm ente, los que form ab an su cortejo y los que estaban en torn o a él llevaron las banderas a los cuarteles y el p u eb lo recogió las ar­ m as y las tran sportó al P alacio. N o obstante, desp u é s de treinta días, y antes de p artir a la expedi­ ción con tra los p ersas, atendiendo a su s ru ego s, re s­ titu yó en su lugar a aquella legión que h ab ía licen­ ciado y con siguió la victoria, especialm ente p o r la colaboración que ésta p restó en la pelea, a p e sa r de lo cual castigó a su s tribun os con la p en a de m uer­ te, p orq u e los so ld ad o s se habían entregado a los

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placeres en la ciudad de D afn e p or su negligencia y el ejército se había sublevado con su connivencia. 55 A sí, p ues, A lejan dro se d irigió con un gran ap a­ rato bélico con tra los p ersas y venció al p o d ero sí­ sim o rey A rtajerjes en un com bate en el que él p e r­ sonalm ente r e c o m a las alas del ejército, estim ulaba a los sold ad o s, iba aq u í y allá som etid o al im pacto de los d ard o s, sosten ía m últiples ataques con su p ro p ia m ano y anim aba a la gloria con sus palabras a cada uno de los so ld ad o s 6S. Finalm ente, tan p ron to com o d errotó y p u so en fuga a un rey tan p o d e ro so que había acu d id o a luchar contra él con setecientos elefantes, m il och ocien tos carros p r o ­ vistos de hoces y m u ch o s m illares de caballos, A le ­ jandro se volvió a A n tio q u ía y enriqueció a su ejér­ cito con el botín arrebatado a lo s persas, habiendo dad o las órdenes o p ortu n as p ara que los tribunos, los generales y los so ld ad o s se quedaran con los o b ­ jetos que habían ro b ad o en lo s saqu eos de las al­ deas. E n ton ces fue la p rim era vez que hubo entre los rom an o s esclavos p ersas, a los que p o r cierto d ejó libres tras aceptar algun os din eros, puesto que a los reyes de los p ersas Ies resultaba difícil so p o r­ tar que algunos de su s sú b d ito s estuvieran al servi­ cio de o tros com o esclavos, y el precio del rescate o se lo dio a aquéllos que habían capturado con su p ro p ia m an o a los esclavos, o lo entregó al tesoro 56 p ú blico. D esp u és de esto se volvió a R o m a y, tras haber celebrado un h erm osísim o triunfo, p ro n u n ­ ció en p rim er lugar estas palabras en el senado. D e las actas del sen ado del d ía 7 de las calendas de o ctu bre: «P adres con scrip to s, hem os vencido a los persas. N o es necesario un gran d iscu rso: ú n i­ cam ente debéis saber cuáles fu eron sus arm as, cu á­ les sus in strum en tos bélicos. E n prim er lugar, te-

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68 Veáse el relato detallado de Herodiano, VI, 5-6, que narra sólo las derrotas de Alejandro, no la victoria, como Lampridio aquí, y Aurelio Victor (Caes., X X IV ) ν Eutropio (Bren. V III,23).

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nían setecientos elefantes que estaban p rovistos de torres arm adas con arq u eros y cargadas de flechas. L e s c a p tu ra m o s tre sc ie n to s, d o sc ie n to s yacen m u ertos, y hem os traído aq u í d ieciocho. T enían m il ochocientos carros arm ad os con hoces. P u d im os 4 traernos d oscien tos carros q u e iban tirad os p o r ani­ m ales a lo s que d im o s m uerte, p ero n o s ab stu vi­ m os de hacerlo p o rq u e p o d ía fingirse fácilm ente este hecho. H ic im o s h uir a ciento veinte m il jine- 5 tes, dim os m uerte durante la guerra a diez m il cata fr a c ta rio s69 a lo s que ellos llam an clibanarios y con sus arm as arm am os a lo s n uestros. C ap tu ram o s un gran núm ero de p ersas y los h em os vendido d es­ pués. H e m o s vu elto a recon q u istar las tierras com - 6 p ren d id as entre los d os río s que había perd id o aquella in m unda bestia. H e m o s d errotado y p ues- 7 to en fu ga a A rtajerjes, rey p o d ero sísim o p o r su p restigio y p o r su s d o m in io s, de tal m od o que la tierra de los p ersas con tem p ló su huida y el p ro p io rey tras abandonar sus enseñas se escapó de aquel lu gar p o r donde en otro tiem p o fueron pasead as en triunfo las enseñas de lo s nuestros. Padres con s- 8 criptos, éstas son nu estras hazañas. N o es preciso hacer d iscu rso s: los so ld ad o s vuelven ricos, nadie siente el esfu erzo en la victoria. V o so tro s debéis de- 9 cretar su plicacion es p ara que nadie piense que so ­ m os d esagrad ecid os con lo s d io se s.» E stas fueron las aclam aciones del sen ad o : «A lejan d ro A u g u sto , los d ioses te p ro tejan P érsico M áxim o, que los d io ­ ses te protejan . C o n razó n te llam an Pérsico, con 69 Los cataphracti (χαταφράχτου) eran soldados que formaban parte de la caballería pesada y que iban cubiertos, así como el caballo sobre el que cabalgaban, de un armadura o cota de malla que imitaba las esca­ mas del cocodrilo (Cf. Servio ad Aen., X I, 770 y Amiano Marcelino X X II, 15-16). Esta armadura la utilizaban, sobre todo, los partos, los persas y los sármatas. Se llamaba clibanarii a los soldados que iban cu­ biertos, como los catafractarios persas, con una armadura defensiva pa­ recida a un clibanus, vaso de hierro bajo y ancho con pequeñas poro­ sidades (Cf. Columela, V, 10,4), del cual recibieron el nombre.

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razón , Pártico. C o n tem p lam o s vu estros trofeos. Y tam bién vuestras victorias. L o o r al joven em pera­ dor, al P adre de la p atria, al P on tífice M áxim o. C o n tu ay ud a esp eram os alcanzar la victoria sobre los germ anos y p o r tu m ediació n hem os salido v ic to ­ rio so s en to d o el m u n d o . E l q ue guía bien a sus so l­ d ad o s resulta ven cedor. R ic o es el senado, ricos son los so ld ad o s, rico es el p u eblo ro m an o .» 57 U n a vez disuelta la sesión del Senado, subió al C a ­ pitolio y , después de que ofreció un sacrificio y d e ­ p o sitó en el tem plo las túnicas de los persas, p r o ­ nunció el siguiente d isc u rso : «C iu d a d an o s, hem os vencido a lo s persas. H e m o s devuelto a casa a los so ld ad o s con un gran botín. O s p rom etem os un congiario y m añana o s ofrecerem os un os juegos cir­ censes p é rsic o s.» E sta s noticias las hem os hallado en los anales y en o tro s m u ch o s autores. Pero al­ gunos dicen que A lejan d ro n o só lo no venció al rey p o r haber sid o traicio n ad o p o r un esclavo su y o , sino que se d io a la fu g a p o r n o salir derrotado. L o que p ara aquéllos q ue han leíd o a un m ay o r núm e­ ro de escritores no hay d u d a de que contradice a otros m uch os autores. E n efecto, tam bién dicen que él p erd ió su ejército p o r el ham bre, el frío y la en ­ ferm edad, com o lo asegu ra H ero d ia n o , contradi­ ciendo la opin ión de un buen núm ero de escrito­ res. D esp u és de esto, A lejan d ro acom pañ ad o del senado, del estam ento ecuestre y de tod o el p u eblo con gran m ajestu o sid ad y cortejad o aq u í y allá p o r m ujeres y niños y, especialm ente, p o r las esp osas de los so ld ad o s, su b ió a pie al P alacio, m ientras su carro triunfal era arrastrad o detrás de él p o r cu a­ tro elefantes. A lejan d ro era alzad o p o r los b ra zo s de la gente, y a d u ras p en as le fue p o sib le dar un p aso durante cuatro h oras, m ientras p o r todas las partes tod o el m un do gritaba: «R o m a está salvada, la república está salvada, pues está a salvo A lejan ­ d ro .» A l día siguiente, desp ués que acabaron las carre-

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ras en el circo y las representaciones teatrales, hizo que distribuyeran un con giario entre el p u eblo r o ­ m ano. In stituyó u n a agru p ación de niños llam ad os M am eanos y de niñas llam adas M am eanas, de la m ism a m anera q ue A n to n in o había in stituido las Faustinianas 70. 58 Se llevaron a cabo con éxito otras cam pañas bé­ licas, en la M au ritan ia T in gitan a p o r m edio de Furio C elso , en el U írico p o r m edio de V ario M acri­ no, pariente su y o , en A rm en ia p o r m edio de Ju n io P alm ato y desde to d as las partes le llegaron tabli­ llas laureadas 71. U n a vez q ue se las dio lectura en el senado y ante el p u eb lo en diferentes ocasiones, cuando llegaron tam bién d esd e Isau ria otras que se esperaban, fue h on rad o con la concesión de tod o s los nom bres de esas regiones. Se decretaron lo s ornam entos consulares p ara aqu éllos que habían g o ­ bernado con acierto el E sta d o , galardonando tam ­ bién con cargos sacerd otales y con distintas p ro ­ p iedades rústicas a las que eran p o b res y se veían ago b iad o s y a p o r la edad. R egaló prision ero s de distintas naciones a sus am igo s, si su edad infantil o juvenil lo perm itía; no ob stan te, a aquéllos que eran de fam ilia n oble o de estirpe regia lo s destinó a la carrera m ilitar, p ero n o a la de alta gradación. A los generales y a los so ld ad o s acan tonados en las fronteras les dio únicam ente aquellas tierras que ha­ bían sido arrebatadas a los enem igos para que se apropiaran de ellas, a con d ición de que sus herede­ ros se alistaran en el ejército, y nunca pasaran~ya a m anos privadas, alegando que ellos m ilitarían con m ayor interés, si tuvieran q u e defender tam bién sus cam pos. L es entregó adem ás bestias de carga y esclavos p ara que pudieran cultivar el cam po que les había asignado a fin de q ue la falta de h om bres o

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70 Cf. Antonino, 8.1; Marco, 16,6. 71 Tablillas que iban rodeadas con ramas de laurel {laureata), como signo de victoria.

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la vejez de los p rop ietario s no obligaran a dejar abandonadas las tierras de labranza que lindan con los bárbaros, lo que él consideraba m uy desh on ro­ so. 59 D esp u és de esto, cu an d o go z ab a ya de un inm en­ so am or entre el p u eb lo y los senadores, partió a la guerra contra los germ an os, y aunque todos e s­ peraban su victoria y le d espedían de m ala gana, le acom pañaron p o r esp acio de cien o ciento cincuen­ ta mil p aso s. E ra p ara la repú blica y para él p ersonalm ente un gravísim o p rob lem a que la G alia fu e­ ra asolada p o r las in cursion es devastadoras de los germ anos. Y aum entaba este b o ch orn o el hecho de que, d espués de haber ven cido a los p arto s, la n a­ ción que am enazaba lo s h o m b ro s de la república era aquélla que siem pre había estado som etida, in­ cluso a los m ás débiles em peradores. A van zó, p u es, haciendo largas m archas y entre la alegría de sus sold ad os. Pero cu an do d escu b rió que allí tam bién había unas legiones am otin ad as, ordenó que las d is­ persaran. Pero los espíritus galos, com o son ásperos, astu tos y m uchas veces in có m o d o s para los em ­ peradores, no toleraron la excesiva severidadrde este h om bre, que les resultaba m ucho m ás grakjosp aún después de H elio g áb alo . Finalm ente, cuando se encontraba en B retaña con μ η -deducido séquito o, com o o tros autores p reten d eren una aldea de la G a ­ lia llam ada Sicilia, algunosvsm dados, entre los que se encontraban principalm ente aquéllos que habían nadado en la abun dancia m erced a las recom pensas o trogad as p o r H elio g áb alo , co m o no p od ían so p o r­ tar su severidad, le asesinaron com o si fueran unos p iratas, y sin contar con el parecer de la totalidad. M uchos escritores dicen que le asesinaron unos re­ clutas in filtrados p o r M axim in o 72, que le habían sido con fiad os para su adiestram iento, y otros m u-

72 Maximino el Tracio, Cf. Maximinos VII.

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chos dicen que ocu rrió de o tro m o d o ; no obstante, 8 se sabe con certeza que le asesinaron sold ad o s, p u esto que éstos lan zaron m uchas injurias contra él tachándole de niño y co n tra su m adre tachándo­ la de avara y am biciosa. 60 G o b ern ó durante trece años y och o días. V ivió veintinueve años, tres m eses y siete días. Siguió en 2 to d o s sus actos los co n sejo s de su m adre, ju n to con la cual fue asesinado. É sto s fueron lo s p resagio s de su m uerte: cuan d o 3 encom endaba su aniversario a los d io ses, la víctim a se escapó chorreando san gre y , com o A lejan dro iba vestido con la in dum entaria de un ciudadano n o r­ m al y se hallaba m ezclad o con el p u eb lo, el anim al salpicó de sangre el vestid o blanco que llevaba p u esto. U n antiguo y gigantesco laurel que había 4 en el palacio de aquella ciu d ad de d on d e iba a p a r­ tir p ara la guerra se p recip itó , cuan largo era, sú b i­ tam ente al suelo. T res higueras de las que p ro d u - 5 cen u n os higos llam ad os A lejan d rin o s cayeron sú ­ bitam ente delante de su tienda, d án d ose la circuns­ tancia de que los p abellon es im periales estaban ata­ d os a aquéllas. C u an d o ib a a p artir a la guerra, una 6 D ru id a le dijo en la len gua de los g alos: «M a r­ cha, p ero n o esperes la victoria, ni confíes en tus so ld ad o s.» C u an d o su bió a la tribuna p ara p ron un - 7 ciar una arenga y d ar alguna fau sta noticia, com en ­ zó así: «U n a vez asesin ad o el em perador H e lio g á ­ b alo .» Pero se con sid eró co m o un p resagio el que, 8 cuando iba a salir a cam paña, com en zó a arengar a los so ld ad o s con palabras p o c o favorables. 61 Pero despreció to d o s estos p resag io s con gran energía y , h abiendo m arch ad o a la guerra, fue ase­ sin ado en el lugar que antes reseñ am os, com o si73 Los druidas eran sacerdotes galos que formaban una corporación que, aunque vivía alejada del pueblo, le dirigía espiritualmente con sus consejos. Sus doctrinas teológicas eran secretas y practicaban la adivi­ nación. Aquí se trata de una profetisa.

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gue: había com id o casualm ente, com o solía hacerlo, en un banquete p o p u lar, es decir, en una tienda abierta y tom an d o el rancho de los sold ad os, p ues no fue hallado p o r éstos en ella al sacudirla ningún otro alim ento. Y cu an d o descansaba después de la com ida, aproxim adam ente a la h ora séptim a del día, al in troducirse en su tienda m ientras to d o s estaban durm iendo, uno de los germ an os, que desem peña­ ba el cargo de escud ero, fue visto p o r el em pera­ dor, que se m antenía so lo despierto. A lejan dro le preguntó: «¿Q u é es esto, cam arada?, ¿m e traes acaso alguna n oticia sob re el en em ig o ?». Pero él, sobrecogido p o r el m iedo y tem iendo que no p o d ría eludir el castigo p o r haber p en etrad o en la tienda del em ­ perad or, corrió hacia su s cam aradas y los exhortó a acabar con un p rín cip e tan severo. Inm ediatam ente, un gran núm ero de ellos entraron en la tienda con las arm as en las m an os y cortaron la cabeza a aquéllos que p on ían resistencia, aun estando d esar­ m ad os, y atravesaron al em perador con m últiples golpes. A lgu n o s escritores dicen que nadie pronun ció una sola p alabra, sin o que solam ente los so ld a ­ d o s grietaron : «Sal, vete de aq u í». Y así fue d ecap i­ tado eiSte joven y extrao rd in ario... Pero tod o el aparato bélico, que desp ués M axim in o d esp lazó a G e r ­ m ania, fue o b ra de A lejan d ro , y fue realm ente p o ­ d erosísim o , p ues estab a com pu esto p o r arm enios, o sd ro en o s, p arto s y p o r h om bres de tod as las razas. 62 L a arrogancia de espíritu con la que siem pre su b ­ y u gó a los so ld ad o s y los detalles siguientes so n una p ru eb a de que A lejan d ro despreció la m uerte: el astró lo g o T rasíb u lo fue m u y am igo su y o . C u an d o le anunció que su destin o fatal era q u e perecería asesinado p o r una esp ad a b árbara, p rim ero reaccio­ nó con alegría p o rq u e creía q ue se cernía sob re él una m uerte digna de un em perador y de un guerre­ ro ; d espués com en zó a discutir y a intentar p ro b a r que los h om bres m ás gran des habían acabado an i­ qu ilados p o r una m uerte violenta, m encionando al

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m ism o A lejan dro, cu yo n o m bre osten taba, a P o m ­ pey o, a C ésar, a D em ó sten es, a T u lio y a o tros p restigio so s varones que habían afro n tad o una m uerte p o c o apacible. Y fue tal su audacia que pen- 4 saba que debían equipararle a lo s d io ses si perecía en la guerra. P ero la realidad le engañó, pues pere- 5 ció efectivam ente a m an os de un escudero b árbaro y de una espada tam bién bárbara, y n o en el co m ­ bate, aunque sí durante la guerra. 63 L o s sold ad o s, in clu so aq uéllos a los que había li­ cenciado tiem po atrás, aceptaron su m uerte con in­ m ensa p esad um b re y m asacraro n a los que habían com etido el asesinato. Y el p u eb lo rom an o y el se- 2 n ado entero, ju n to con la totalid ad de los h ab itan ­ tes de las p rovin cias, jam ás sufrieron nada tan d o ­ lo ro so ni tan triste. A l m ism o tiem po, la b ru sq u e­ dad y ru d eza de su su ceso r M axim in o, com o es ha­ bitual en un h om bre experim entado en la m ilicia, al que se le había o to rg ad o el im perio con su h ijo después de la m uerte a e A lejan d ro , parecía p resa­ giar un destin o fatal m ás cruel. E l senado in clu yó 3 a A lejan dro entre los dio ses. Se h izo acreedor de un cenotafio en la G alia y de un sep ulcro de gran ­ des dim ensiones en R o m a. Se n o m braron tam bién 4 cofrades de una co rp o ració n que recibieron el n o m ­ bre de A lejan d rin o s; se in stitu y ó adem ás una fiesta b ajo su ad vocación y la de su m adre, que se cele­ bra todavía h oy en R o m a con gran p ied ra en el aniversario de su nacim iento. O tro s autores dicen que la causa de su m uerte 5 fue ésta: que su m adre d eseaba que, tras abandonar la guerra gérm anica, volviera a O rien te p ara d ar p á ­ bulo a su vanidad y que p o r ello el ejército se llenó de enojo. Pero estas son in venciones de los parti- 6 d iarios de M axim ino, los cuales n o deseaban que se conociera que un em perado r tan extraordinario había sido asesinado p o r u n am igo su y o , en contra de las leyes divinas y hum anas. 64 E l p u eblo rom an o no tuvo h asta entonces a nin-

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gún em perador que reinara durante m ás tiem po pues, después de la m uerte de A lejan dro , se p reci­ pitaron a p o rfía sob re el im p erio diversos candida­ tos, de m od o que u n o s gobern aron durante seis m e ­ ses, o tros durante un año, la m ay o r parte durante dos o a lo sum o tres años, h asta los em peradores que extendieron m ás lejo s los territorios im peria­ les, m e refiero a A u relian o y sus sucesores. Sob re éstos, si aún m e q u eda vida, publicaré los datos que h aya averiguado 74. A lejan dro recibió lo s siguientes reproches: q ue no quería ser Sirio, que le g u stab a el o ro , que era excesivam ente su sp icaz, que se inventaba nuevos im p u estos, que quería im itar a A lejan dro M agno, que era dem asiado severo con su s so ld ad o s y que se p reo cu p ab a de los p ro b lem as de los particulares, defectos to d o s que h abía in stitucion alizad o en su gobierno. Y a sé que la m ay o r parte de los escritores dicen que no fue el senado, sino los so ld ad o s quienes d ie­ ron a éste el título de C ésar — pero ignoran p o r com pleto la verdad— , y que, adem ás, éste no fue p rim o herm ano de H elio g áb alo . Q u e lean ellos, para aceptar nuestra versión , a lo s h istoriadores de su tiem po y sob re to d o a A co lio , que ha descrito incluso los viajes de este em perador. 65 Sueles preguntar, C o n stan tin o M áxim o, qué es lo que ha hecho que sea tan buen em perado r un h o m ­ bre de raza siria y n acido en tierra extranjera, m ien­ tras que tantos príncipes de estirpe rom ana y tan ­ tos de otras p rovin cias del im perio han sido m al­ vados, im p u ros, crueles, despreciables, injustos y li­ bidinosos. E n prim er lugar, y o te pu edo resp on d er que, según la opinión de h om bres distinguidos, la aparición de un buen príncipe ha sido posible gra-

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74 Nótese, sin embargo, que las biografías de la Historia Augusta de Alejandro y sus sucesores se atribuyen a Vopisco, no a Lampridio.

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cías a la n aturaleza que en tod as las partes es m a­ dre excepcional y , en segu n d o lugar, que éste se ha vuelto el m ejor ae los p rín cip es p o r tem or, al p en ­ sar que el m ás m alvado 74bls ha m uerto asesinado. 3 P ero, p u esto que p ara h o n rar a tu C lem encia y a tu Piedad se exige decir la verdad, te revelaré las co ­ sas que he leído. A tu P ied ad le es con o cid o lo que 4 leiste en M ario M áx im o : que es m ejo r y casi m ás segu ro aquel E sta d o en el que gobierna un m al príncipe que aquél en el q ue los am igos del p rín ci­ p e son m alos, p u esto que un so lo hom bre m alo p uede ser corregido p o r m u ch o s, si son bu enos, en cam bio, m uch os h om bres m alo s n o pueden ser corregidos p o r u n o só lo , aunque sea bueno. Y esto 5 es lo que le dijo H ó m u lo 75 al m ism o T rajan o , al asegurarle que D o m ician o había sid o un p ésim o em perador, p ero había tenido am igos rectos, y que p o r esta razón C lau d io había su scitado aún m ás o d io que él, p o rq u e confió el gobierno de la repú­ blica a libertos m u y vicio so s, y a que es preferible so p o rtar la m ald ad de u n o só lo que la de m u ­ chos 75 66 P ero, p ara volver al tem a, sin d u da A lejan dro fue personalm ente un extraord in ario em perador... — en efecto, nadie sino el buen o desea ésto— y siguió los con sejo s de su m adre que era una m ujer exce­ lente. N o obstan te, tuvo tam bién am igos p ia d o so s 2 y respetables, no m alicio so s, ni rapaces, ni in trigan­ tes, ni taim ados, ni p artid ario s del m al, ni enem i­ gos de los buen os, ni d iso lu to s, ni crueles, ni zala­ m eros, ni satíricos con él, y que no trataban de en­ gañarle com o si fuera un to n to ; y, adem ás de p ia­ d o so s y respetables, eran so b rio s, religiosos, am an­ '4bis Es decir, Heliogábalo. Cf. Heliogábalo, 17,1. 75 Tal vez el hermano de Valerio Hómulo, mencionado en Antoni­ no, 11,8 y Marco, 6,9. 73 b“ Traducimos el pasaje muy corrompido, de acuerdo con la re­ construcción que hace Holh.

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tes de su em perado r e in capaces de reírse de él ni de desear que otros lo hicieran, h om bres que n o traficaban con nada, q u e no m entían en nacía, que no inventaban nada y nunca decepcionaban la esti­ m a que su em perador les m ostrab a, sino que le o b ­ servaban afecto. H a y q ue añadir, adem ás, que él n o 3 adm itió ni en su con sejo ni entre su servid um bre a los eunucos, los cuáles p o r sí so lo s causan la ruin a de los príncipes, p o rq u e desean que éstos vivan com o los extranjeros o com o lo s reyes p ersas, y lo s apartan de su p u eblo y de su s am igo s; ellos actúan efe interm ediarios refiriendo frecuentem ente co sas distintas de las que se les ha d ich o realm ente, en ­ claustrando a su príncipe y p ro cu ran d o sobre to d o que no sepa nada. P u es, en definitiva, ¿q u é pueden sab er ellos de lo recto, si no so n m ás que o b jetos com prado s y esclavos? E n fin, su frase favorita era 4 la siguiente: «Y o n o tolero q u e esclavos co m p ra­ d o s con unas m on ed as ju zgu en sob re las vidas de p refectos, cónsules y sen ad o res.» 67 Y o se, em perador, el p eligro que su p on e e x p o ­ ner estas co sas a un príncipe q ue es esclavo de tales in dividuos, p ero, un a vez que ha q u edado a salvo la república, d espués de que tú has com pren did o cuánta m ald ad p oseen estas calam idades y c ó m o acechan a los em peradores, tam bién tú les m antie­ nes en una p o sició n tal, que n unca les has invitado a que vistan la clám ide , sin o que perm ites úñicam ente que se ocupen de los m enesteres de tu casa. 2 Y es realm ente sin gular la circunstancia de que A le ­ jan d ro no recibió en audiencia a nadie den tro de P a ­ lacio, excepto a su p refecto y a U lp ian o , con lo q ue no dio a nadie la p o sib ilid ad de vender hum os s o ­ bre lo que él decía, ni de hablarle m al sob re otras p erson as, m áxim e desp ués de la ejecución de T u r i­ no, que había ven did o m uchas veces las p rom esas

76 Cf. Adriano, 3,5 n. 20.

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del em perador, com o si fuera un necio e insensato. 3 A to d o esto hay que añadir que A lejan dro castigó a los que d escu b rió que eran m alos parientes o m a­ los am igos o, si algún lazo antiguo de am istad o de parentesco lo im pedía, lo s alejó de su lado dicien­ d o : «M e es m ás estim able el E sta d o en su conjunto que éstos». 68 Y p ara que sep as quiénes fueron las p erson as que form aron p arte de su con sejo , hélas aquí: F ab io Sa­ bino 77, el C ató n de su tiem po, hijo de Sabino, h om bre de gran p re stig io ; el gran ju riscon su lto D o m inicio U lp ian o ; E lio G o rd ian o ... (padre del) em ­ p erad or G o rd ian o , quien tam bién fue un ciu d ad a­ no ilustre; Ju lio P aulo, gran con o ced o r del dere­ ch o; C lau d io V enaco, o ra d o r de sum a gran dilo­ cuencia; C atilio Severo, pariente su y o y el m ás sa­ bio de tod o s ello s; E lio Severiano, el ciudadano m ás respetable de to d o s; Q u in tilio M arcelo, que supera en perfección a to d o s los h om bres que m enciona la h istoria: ¿qué m al se p o d ía hacer o pensar con una 2 pléyade tan grande de con sejero s com o éstos o de otros sim ilares, siendo así que se ponían de acuer­ do para planear el bien? E n realidad, a éstos les ha- 3 bía exp ulsado de su lad o una banda de m alvados que había ro d ead o a A lejan d ro durante los p rim e­ ros años de su reinado, p ero , cu an d o estos indivi­ d u os fueron ejecutados o desterrad os gracias a la prudencia de este joven, se fortaleció tam bién esta am istad sagrada. E sto s son los que hicieron bueno a 4 un príncipe Sirio y, de un m o d o sim ilar, fueron los m alos am igos lo s que, m old eán d o lo s con sus vi­ cios, entregaron tam bién a sus descendientes p ési­ m os em peradores rom an os.

77 Tal vez la persona citada en Heliogábalo, 16,2. Los demás conse­ jeros mencionados son desconocidos, salvo Ulpiano y Paulo.

19.

L O S D O S M A X IM IN O S

(Ju lio C ap itolin o )

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P ara que n o resuite m olesto a tu C lem encia, p o ­ d eroso C on stan tin o, leer en lib ro s sep arad os la vid a de cada uno de los p rín cip es y de sus respectivos h ijos, he ad o p tad o la p ru d en te m edid a de reunir en un único volum en a lo s d os M áxim in o s, al padre y al h ijo ; a p artir de aquí, he m antenido esa a isp o si- 2 ción que tu P ied ad q u iso que fu era conservada p o r T acio C ir il o l , varón « c la r ísim o 2» q ue tradu jo obras griegas al latín. E sta n o rm a no la observaré 3 sólo en un libro, sino tam bién en otros m uchos q ue vendrán a continuación, exceptuando a los grandes em peradores, cuyas m uchas e ilustres hazañas re ­ quieren un texto m ás extenso. M axim ino el V iejo so b resalió bajo el im perio de A lejan dro. E m p ezó su carrera m ilitar con Severo. 4 5 N a c ió en una aldea de T racia p ró x im a a la fro n te­ ra, de m adre y padre b á rb aro s; se dice que uno era de origen alano y el o tro de p roced en cia god a, y 6 que su p ad re se llam ab a M ica y su m adre H ab ab a. 7 A l principio el m ism o M axim in o declaró esto s nom bres, p ero d esp ués, cuan d o llegó al im perio, ordenó que se ocultasen para que no se d escubrie­ se que los pad res del em perado r eran de origen b á r­ baro.

1 Autor desconocido. 2 Perteneciente al orden senatorial, Cf. Heliogábalo, n. 13 y Alejan­ dro Severo, n. 23.

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F u e en su ad olescen cia p asto r, cabecilla de los jó ­ venes, que se enfrentaba a los ladrones y defendía a los su y o s de los asalto s. Sus p rim eros años en el ejército los cum plió en la caballería. Se distinguía p o r el tam año de su cu erp o, sob resalía entre to d o s los so ld ad o s p o r su valor, era agradable p o r su as­ p ecto viril, bravo en sus costu m bres, duro, so b er­ b io , despreciativo, p ero casi siem pre ju sto. E sta fue la causa p o r la que, b ajo el im perio de Severo, se dio a conocer p o r p rim era vez: el día del nacim iento de G eta, su h ijo m enor, Severo dio u n os ju egos m ilitares en los q ue o frecía prem ios de p lata: b ra­ zaletes, collares y cinturones. M axim ino, aún ad olescente, sem ibárbaro y p o c o con o ced o r del latín, p id ió al em perador, casi en lengua tracia, que le die­ ra perm iso para luchar con aqu éllos, que y a no ser­ vían en un lu gar m ediocre. Severo, adm irado del tam año de su cuerp o, le alineó p rim ero entre los vi­ van d eros, p ero entre los m ás fuertes, p ara no ro m ­ p e r la disciplin a m ilitar. E n ton ces M axim ino, en un so lo com bate, abatió a dieciséis vivanderos y, tras conseguir dieciséis p rem io s de escasa im portan cia e im p ro p io s del ejército, recibió la orden de servir 3 com o sold ad o. D o s días d esp ués, p asean do casual­ mente Severo p o r el cam po de lucha, vio a M ax i­ m ino p ro v o can d o un alb o ro to en m edio de la m u ­ chedum bre a la m anera b árbara, y al p unto ordenó a un tribuno que le detuviese y le inculcase la d is­ ciplina rom ana. E n ton ces aquél, cuando com prendió que el em preador h ab ía h ab lad o de él y que a p e sar de ser con sid erad o un b árbaro era recon o ci­ do p o r el príncipe y so b resalía entre m uch os, se acercó al estribo del em perador, que estaba m o n ­ tando a caballo. L u e g o Severo, queriendo co m p ro bar cuánto p o d ía correr, lan zó a su caballo con grandes ro d eo s y, aunque él se e sfo rzó , M axim ino no dejó de correr durante un largo espacio de tiem ­ p o ; entonces el viejo em perad o r le d ijo : «¿ Q u é d e­ seas, pequeñ o tracio?, ¿acaso te agrada luchar des-

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pués de la carrera?» A q u é l resp o n d ió : « C o m o g u s­ tes, em perado r». D e sp u é s de esto , Severo bajó del caballo y ord en ó que se le enfrentaran los m ás aguerridos y fuertes so ld ad o s. E n ton ces, com o era norm al en él, venció a los siete m ás fuertes en un so lo com bate, y só lo a él le fue con cedido por Se­ vero, adem ás de los p rem io s de plata, un collar de o ro ; luego se le ord en ó situarse siem pre en el séuito im perial, entre los com ponentes de su g u ar­ ía personal. A p artir de entonces fue alguien d istinguido, fam o so entre los so ld a d o s: era am ado p o r los tribun os, bien acogid o p o r su s com pañeros, o b ­ tenía lo que quería del em perado r y, aunque era m u y joven , Severo co ad y u v ó a sus ascensos en el ejército. Sobresalía entre to d o s p o r la altura, tam a­ ño y h erm osu ra de su cu erp o y p o r la m agnitud de sus o jo s y la fran qu eza que ésto s desprendían. 4 E s sab id o que frecuentem ente se bebió en un so lo día un ánfora capitolina 3 de vin o, que com ía cu a­ renta libras de carne o, según dice C o rd o , incluso sesenta. E s tam bién suficientem ente conocido q ue se ab stu vo siem pre de las verduras y casi siem pre de co sas frías, salvo cuan do tenía necesidad de b e ­ ber. Frecuentem ente recogía su p ro p io su d or y lo echaba en cálices o en una jarra p equeñ a y así lle ­ gaba a m o strar d os o tres sextarios . B a jo A n ton in o C aracalla o c u p ó durante m ucho tiem po el cargo de centurión y a m en udo d esem ­ peñó otras dignidades m ilitares. E n tiem pos de M a ­ crino, p u esto que o d iab a vehem entem ente a quien había m atad o al h ijo de su em perador, se apartó del ejército, com pró tierras en la aldea de T racia en la que había nacido y m antuvo siem pre relaciones co-

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3 Con capacidad para 26,2 litros. Servía como unidad de medida y recibía el nombre de capitolina porque una vasija modelo se guardaba en el Capitolio. 4 El sextarius era la sexta parte de un congius, aproximadamente me­ dio litro.

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m erciales con lo s g o d o s. F u e am ad o de m anera sin­ gular p o r los g e t a s 5, c o m o si fuera uno de los su ­ y o s. C u alq u ier alano 6 que llegaba a la ribera 7 le con sid eraba un am igo e in tercam biaba.regalos con él. Pero cuando, tras m o rir M acrin o y su h ijo, su p o que H elio gáb alo , com o h ijo de A n ton in o , ocu p aba el p o d er, se p resen tó ante éste, a una edad y a m a­ dura, y le pid ió que tuviese acerca de él la m ism a opin ión que tuvo su abuelo Severo. Pero nada p u d o con segu ir de este h om b re desh on esto , pues se dice que H elio g áb alo b ro m eó vergon zosam en te con él: «Se com enta, M axim in o , q ue tú a veces agotaste a dieciséis, veinte e in clu so treinta so ld ad o s; ¿puedes “ h acerlo” treinta veces co n una m u jer?» E n ton ces M axim ino, cu an do vio que aquel infam e príncipe tuvo tal com ien zo, se sep aró del ejército. Sin em bargo, fue retenido p o r los am igos de H elio gáb alo , p ara que no se dijese, aum entan do su d esafortu n a­ d o renom bre, que el h om b re m ás fuerte de su tiem ­ p o , al que unos llam ab an H ércu les, o tros A qu iles, o tros H é cto r y-afeu nos A y an te se había alejado de 5 sus tropas. M L p ú e s, b a jo el gobiern o de este d es­ h on estísim o in dividuo, o c u p ó só lo el cargo de tri­ bu no, p ero nunca se acercó p ara tocar su m ano, nunca le salud ó, yen d o de aquí p ara allá durante tod o el trienio; o cu p ad o a veces en los cam pos, a veces en el ocio, a veces p retextan do fingidas en­ ferm edades. M u erto H elio g áb alo , tan pron to com o se enteró de que A lejan d ro había siclo n om brado em perador, m archó a R o m a. A lejan d ro le recibió con tan adm irada alegría y sincero agradecim iento, que pron u n ció estas p alab ras en el sen ado: « E l tri­ buno M axim ino, p ad res c o n scrip to s, a quien he o to rg ad o el “ laticlav o ” 8, ha b uscad o refugio junto

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5 Pueblo escita situado a orillas del Danubio, al Este de la Dacia. 6 Pueblo sármata que a principios del siglo v habría de invadir H is­ pania. 7 Naturalmente, del Danubio. 8 Cf. Severo, n. 2.

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a m í; él no p u d o servir bajo aquella bestia tan d es­ honesta, y fue tan im portante ju n to a Severo, mi d i­ vino ancestro, com o v o so tro s p od éis descubrir p o r la fam a». Inm ediatam ente le concedió el tribunado 5 de la Legión IV 9, que él m ism o había form ado con reclutas, y le dirigió estas p alab ras: «M i queridísi- 6 m o y am adísim o M axim in o, no te he confiado so l­ dad os veteranos p o rq u e tem ía que no pudieras corregir en ellos defectos que arraigaron cuando es­ taban al m ando de otro s. T ien es reclutas: haz que 7 ellos aprendan la m ilicia con tus costu m bres, tu v a­ lor y tu trabajo, para que yo tenga m uchos M axi­ m inos. Sólo tú harás que ellos sean m ás valiosos para el E sta d o ». T ras hacerse cargo de la legión , em pezó a ejerci­ tarla. O rd en ab a correr a los so ld ad o s cada cinco 2 días y realizar entre ellos enfrentam ientos sim ula­ d o s; y, adem ás, exam inar diariam ente las espadas, lanzas, corazas, cascos, escu d os, túnicas y toaas sus arm as; incluso él m ism o revisaba el calzado, m os- 3 trándose com o un pad re para los sold ad o s. C uan- 4 do en cierta ocasión algunos tribunos le am onesta­ ron dicien do: «¿P o r qué te esfu erzas tan to, cuando ocu pas ya un lugar que te perm ite aspirar a ser g e­ neral?», se cuenta que él con testó: «Y o trabajaré 5 más cuanto m ás alto m e encuentre». T am bién él se ejercitaba en los com bates con los sold ad o s, derri­ bán dolos de cinco en cinco, de seis en seis, de siete en siete y de quince en quince. E n fin, com o tod os 6 le envidiaban, una vez un tribuno m uy altanero, de gran corpulencia, recon ocid o valo r y p o r ello m uy bravo, le d ijo: « N o haces gran co sa venciendo a los so ld ad o s tú que eres un trib u n o». El resp on d ió: 1 «¿Quieres acaso que luchemos?». Y, como su contrin­ cante respondiese afirm ativam ente, cuando venía contra él, golpeándole en el pecho con la palm a de

9 Según Magie (op. at. II, pág. 323 y η. 2) puede tratarse de la L î·gn> IV Flavia, acuartelada en la Mesia Superior.

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la m ano, le tu m b ó de espaldas y dijo a continua­ ción: «D a d m e o tro , p ero que sea tribuno de ver­ d ad ». E ra adem ás, según refiere C o rd o , de tal corpulencia que, al parecer, su p erab a los ocho pies y seis d ed o s 10 de altura, con un p u lgar tan grande que utilizaba el brazalete de su m u jer com o anillo. Y en boca del p u eb lo circu laron inm ediatam ente las h istorias co n sab id as: que arrastraba un carro con sus m an os, que él so lo m ovía una carreta cargada, ue si daba un p u ñ e tazo a un caballo le saltaba los ientes, que si le d aba una p atad a le rom pía las p a ­ tas, que trituraba las p ied ras tob as, que abatía los árboles m ás resistentes, en fin, u n o s le llam aban M ilón de C ro to n a u , o tro s, H ércu les; otros, A n teo 12. 7 A este h om bre, ad m irab le p o r tales hechos, A le ­ jan d ro, ju ez de grandes m erecim ientos, le p u so , para su p ro p ia p erd ició n , al frente del ejército, con la alegría de to d o s, trib u n o s, generales y so ld ad o s, en tod as partes. Som etió a su acostum brada disciplina m ilitar a to d o el ejército, q u e bajo H eliogáoalo en su m ay o r p arte se había ablan dado. E sto , com o hem os d ich o, fue m u y grave p ara A lejan dro, un óp tim o em perador, p e ro que desde el principio p u d o ser m en osp reciado p o r su edad. E n efecto, encon trán d ose en la G alia, y tras establecer el cam ­ pam ento no lejo s de cierta ciudad 13, repentinam en­ te un gru p o de so ld ad o s que, según unos, fueron enviados p o r el m ism o M axim in o y , según otros, p o r ciertos trib u n os b árb aro s, m ataron a A lejan dro cu an d o huía hacia su m ad re y n o m braron a M axi­

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10 Preferimos aquí la lectura digitis sex videretur de Salmasius a la del manuscrito P, aigito videretur, que Hohl incluye en su edición. La altura de Maximino, según esta referencia, estaría próxima a los dos me­ tros y medio, pues un pie equivalía a 29,6 cms y un digitus era la die­ ciseisava parte de un pie. 11 Renombrado atleta de la antigüedad. 12 Anteo, hijo de la Tierra y Poseidón, era un enorme gigante que fue vencido por Hércules. 13 Tal vez, Mainz (Cf. Magie, op. cit. III, pág. 326 y η. 3).

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m ino em perador. A lgu n o s nos han trasm itido u n a 5 causa de la m uerte de A lejan d ro y o tros señalan otra. U n o s afirm an que M am ea fue la causante, p u es hizo que su hijo m archase a O riente, tras abandonar la guerra con los p u eb lo s germ ám icos, y que p o r ello los so ld ad o s llevaron a cabo la re­ vuelta; otros, sin em bargo, dicen que A lejan dro era 6 dem asiado estricto y que pretendía realizar licén­ ciam ientos en las legiones de la G alia com o los h a­ bía hecho en O riente 14. 8 M u erto A lejan dro , M axim in o , fue el prim er h om bre que, p rocedente del estam ento m ilitar, y sin ser aún senador, recibió el título de A u gu sto de m an os del ejército sin que m ediara un decreto del sen ado ; enseguida h izo copartícipe del p od er im ­ perial a su p ro p io h ijo, de quien a continuación d i­ rem os las p o cas cosas que n o s son c o n o c id a s15. 2 M axim in o tuvo siem pre tanta habilidad que no sólo d irigió a los so ld ad o s con valor, sino tam bién los v o lv ió m u y afectos a su p erso n a con p rem ios y re­ com pen sas. N u n c a p rivó a nadie de su ración. N u n - 3 4 ca toleró que algún so ld ad o estuviese en el ejército en calidad de ob rero o artesano, lo que so n la m a­ y oría, sino que entrenaba a las legion es únicam ente con cacerías. Sin em bargo, a estas virtudes unió tal 5 crueldad que u n o s le llam aban C íclo p e, o tros B u ­ siris 16, otro s E sciron 17, algunos F alaris 18, m uchos T ifón 19 o G igan te 20. E l senado le tem ía de tal ma- 6 ñera que en lo s tem plos, p ú blica y privadam ente, se hacían v o tos — las m ujeres con sus h ijos tam ­ bién— p ara que M axim in o nunca viese la ciudad 14 Cf. Alejandro Severo 59, 7-8 y Herodiano VI,9. 15 Cf. infra 27-33. 16 Mítico rey de Egipto que ofrecía a Zeus víctimas humanas. 17 Ladrón, famoso por su crueldad, que murió a manos de Teseo. 18 Tirano de Agrigento del siglo VI a. de C. que tenía por costumbre quemar a los condenados. 19 Titán, hijo de Gaya y Tártaro, que fue abatido por el rayo de Zeus. 20 Cyges era un gigante de cien brazos, hijo de Gaya y Urano.

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de R om a. Pues continuam ente oían que unos eran crucificados, o tro s encerrados en el vientre de ani­ m ales m uertos recientem ente, o tros arrojad os a las fieras, o tros q u eb ran tad o s a golpes, y todas estas cosas sin distinción de dignidad, pues parecía p re­ tender que im perase la disciplin a m ilitar. E n ese sentido inm ediatam ente q u iso reform ar los p o d e ­ res civiles del sen ado, lo que no es conveniente a un príncipe que quiere ser am ado. E stab a convencido de que el p o d er se m antenía só lo con la cruel­ d ad ; al m ism o tiem po tem ía ser despreciado p o r la n obleza a causa de su hum ilde origen bárbaro. Se acord aba adem ás de que él había sid o m enosprecia­ do en R o m a in cluso p o r los siervos de los nobles, hasta el p u n to de que ni siquiera los ad m in istrad o­ res toleraban su p resen cia; y — com o suele ocurrir con las opin ion es necias— esperaba que tod o s ellos habían de estar en su contra desde el m om en to en ue fuese em perador. T an to p o d er tiene el discurrir e un espíritu innoble. P ara ocultar su falta de ab o ­ lengo, m ató a to d o s los que conocían su origen, in­ cluso a algunos am igos q u e cuando era pobre le ha­ bían d ad o m uch os d on ativos p o r com pasión . Y no h ubo un anim al m ás cruel en la tierra, cifrándolo tod o en sus fu erzas, com o si así no pudiera ser ase­ sinado. E n fin, com o se con sid eraba casi inm ortal p or el tam año de su cuerpo y p o r su valor, se dice que cierto actor, cu an d o él se encontraba presente en el teatro, recitó un os versos griegos, cuyo sen ­ tido en latín era el siguiente: «Q u ien no puede ser asesinado p o r uno solo, es asesinado p or m uchos. El elefante es grande y sin em bargo m uere, el león es fuerte pero m uere, el tigre es fuerte y m uere tam ­ bién: si no tem es a los in dividuos protégete al m e­ nos de la m u ltitu d ». Y esto se.d ijo cuando el p ro ­ pio em perador estaba presente. C o m o pregun tase a sus am igos qué quería decir aquel bufón, le res­ pondieron que recitaba antiguos versos escritos contra hom bres violen tos, y él, com o era tracio y

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bárbaro, se lo creyó. N u n c a so p o rtó a su lado a ningún noble, intentando gob ern ar según el ejem plo de E sp artaco 21 o A ten ión 22. A d em ás, m ató de m añeras diferentes a to d o s lo s m in istros de A lejan dro y abolió las d isp osicion es que éste había tom ado. Y a m edida que concebía sosp ech as hacia los am i­ gos y colab o rad ores de A lejan d ro se volvía m ás cruel. 10 A u n que se había aco stu m b rad o al m o d o de vid a de los anim ales salvajes, se h izo m ás severo e inhu­ m ano, con ocasión de una con ju ra p reparada c o n ­ tra él p o r un tal M ag n o , h om bre consular, quien en com pañía de m uch os so ld ad o s y centuriones h a­ bía iniciado un plan p ara asesinarle, p ues deseaba obtener el im perio p ara sí. T al fue el plan de la con ju ra: M axim ino pretendía cru zar hacia lo s germ a­ nos tras construir un p u en te; entonces, pareció bien que los con sp irad ores cru zaran con él y que, d e s­ pu és de rom p er el puente, M axim in o fuese asesina­ d o, y a en suelo bárb aro , y M ag n o se hiciese con el im perio. Pues M axim in o había em pren dido to d as las guerras de form a enérgica d esd e que se con vir­ tió en em perador, y a q u e era experto en cuestiones m ilitares y quería m antener la estim a que de él se tenía superando ante to d o s la gloria de A lejan dro, a quien él había m atado. P o r esta razón , aunque era em perador, entrenaba a lo s so ld ad o s con ejercicios diarios y se m antenía en arm as, m ostran d o siem pre m uchos ejercicios a las tropas con sus m anos y su

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21 Espartaco fue el líder de la más importante revolución de esclavos de la antigüedad que tuvo lugar en el año 73 a. de C. y se extendió por toda Italia; a pesar de las numerosas victorias de Espartaco, la revolu­ ción fracasó ante el esfuerzo supremo del Estado romano, que man­ dó contra él a las tuerzas conjuntas de Pompeyo, Lúculo y C raso; se atribuye a este último el mérito de la victoria final. 22 Atenión acaudilló la revuelta de esclavos que tuvo lugar en Sicilia en el año 104 a. de C. Llegó a formar un estado independiente y orga­ nizado — incluso con acuñación de moneda— que duró hasta el año 100, cuando fue derrotado por Mario Aquilio.

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cuerpo. Se dice q ue esta con jura fue u rd id a p o r el p ro p io M axim in o p ara aum entar las razon es de su crueldad. Finalm ente, sin ju icio, sin previa acusación, sin fiscal ni d efen sor, m ató a tod o s y co n fis­ có sus bienes y , aunque ejecutó a m ás de cuatro m il 11 hom bres, no se sin tió satisfech o. H u b o tam bién b ajo su m andato una co n ju ra de los arq u eros osroen os 23, quienes se rebelaron con tra él p o r am or y añoranza de A lejan d ro , a quien, según p ro p ia convicción, había d ad o m uerte M axim in o , sin que fuera p o sib le p ersu ad irles de otra cosa. E llo s m ism os n o m braron su jefe y em perado r a T ito , uno de los su y o s, a quien M axim in o había licenciado. L e agasajaron con la p ú rp ura, le ad orn aron con to d o el b o ato regio y le rod earon com o si fueran su gu ardia p erson al, to d o ello, sin duda, en contra de su voluntad. P ero m ientas d orm ía en su casa fue asesinado p o r u n o de sus p ro p io s am igos, de n o m ­ bre M acedon io, quien estab a resentido p o rq u e T ito fuera su jefe; le traicionó y llevó su cabeza al em ­ p erad o r M axim in o 24. E ste , sin em bargo, aunque en principio le dio las gracias, desp ués le ab orréció com o a un traid or y lo m ató. P o r to d o esto se hacía cada día m ás in hum ano, com o les ocurre a las fieras, que se irritan m ás cuando so n heridas. D esp u és, cru zó a G erm an ia con to d o el ejército, m o ro s, o sro en os, p arto s y to d o s los que A lejan dro llevaba con sigo p ara esta guerra. C o n d u cía, so b re to d o , tropas auxiliares de O riente, p o rq u e nadie es m ás p o d ero so con tra los germ anos que los arq u e­ ros libres de bagajes. A lejan dro p rep aró esta adm irabie m áquina a e guerra a la que M axim ino — se 12 dice— añadió otro s m u ch o s elem entos. E n ton ces

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23 Aceptamos aquí la lectura de Magie Osrhoenis que parece aludir a los arqueros procedentes de Osroene, región al norte ae Mesopotamia. 24 Esta revuelta contra Maximino se cuenta también en Herodiano (VII 1,9-10). La biografía del tal Tito se incluye entre las de los Treinta Usurpadores, 32.

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penetró en la G erm an ia T ransrenana y se adentró en suelo b árbaro treinta o cuarenta m illas, incen­ dió aldeas, se ap od eró del gan ado , consiguió b o ti­ nes, m ató a m uchos h om bres, enriqueció a su ejér­ cito, capturó a n u m erosos prision ero s y, si los ger­ m anos no hubiesen h uid o d esd e los cam pos hacia los bo squ es y los p an tan os, hubiera som etido tod a la G erm an ia a la au to rid ad rom ana. M axim ino en p erson a llevaba a cabo m uchas acciones y en cierta ocasión en que estaba ro d ead o p o r los germ anos, después de haberse in ternado en un pantano, h u ­ biera sido cap turad o si sus so ld ad o s no le hubiesen liberado cuando se encon traba atrapado con su ca­ ballo en las aguas fan gosas. P u es, ciertam ente, tenía algo que es p ro p io de la tem eridad bárbara: pen ­ sar que el em perador ha de servirse siem pre ae su p ro p io brazo. Finalm ente llevó a cabo algo parecído a un com bate naval en un p an taq o xy allí causó la m uerte de m uchos enem igos. A p^p u es, vencida G erm ania, envió cartas a R o m a, al senádo y al p u e ­ blo, escritas a su d ictad o, cuyo texto decía: «N o p o dem os decir, p ad res con scrip to s, todo lo que n e­ m os hecho. A lo largo de cuarenta o cincuenta m i­ llas en territorio germ ano, incendiam os aldeas, r o ­ bam os ganado, cap turam os prision ero s, m atam os so ld ad o s y realizam os un com bate naval en un p a n ­ tano. H ab ríam o s llegado hasta los b o squ es, pero la p rofu n d idad de los p an tan os no nos perm itió cru ­ zar». E lio C o rd o dice que estas palabras son enteram ente su yas, y es dign o de créd ito ; ¿qué hay, en efecto, en esta carta de lo que n o sea cap az un s o l­ dad o bárbaro ? T am bién escribió al p u eblo con el m ism o conten ido p ero con m ay o r respeto, ya que o d iaba al senado p o rq u e p en sab a que éste le d e s­ p reciaba en gran m anera. M an d ó adem ás que se realizasen unas pinturas en las que quedara reflejado cóm o había sido la guerra, y que éstas fueran c o ­ locadas delante de la C u ria para que la pintura co n ­ tase sus hazañas. El senado desp ués ae su m uerte

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13 ordenó retirar esto s cu ad ros y quem arlos. H u b o otras m uchas guerras b a jo su im perio, de las que siem pre volvió triunfante, con nu m erosos cautivos e inm ensos botines. Se conserva un d iscurso su y o 2 enviado el sen ado del q ue a continuación interca­ lam os una m u estra: «E n p o c o tiem po, padres con s­ criptos, he realizad o tantas guerras com o ninguno de los antiguos llevó a cabo. H e traído al suelo ro ­ m ano un botín m ás gran de del que nadie p u d o es­ perar. C o n d u je tan gran núm ero de cautivos, que los territorios rom an o s casi no bastan para con te­ n erlos». E l resto del d iscu rso no concierne al asun ­ to que ahora tratam o s. T ra s p acificar G erm ania, lie- 3 gó a Sirm io 25 con idea de llevar la guerra contra los sárm atas y con el d eseo de som eter al dom inio rom an o las regiones m ás septentrionales que b o r­ dean el O céan o, lo que hubiera lo g rad o si hubiera 4 vivido, com o dice H ero d ian o 26, escritor griego que, com o fácilm ente p u ede verse, favoreció a M axim i­ n o en gran m anera, a causa de su od io hacia A lejan ­ dro. P ero com o lo s ro m an o s no p u d ieron sop o rtar su 5 crueldad, u rd iero n una con ju ra en su contra, pues M axim in o in citaba a lo s delatores, prem iaba a los acu sad ores, in ventaba falso s d elitos, m ataba a los inocentes, con d en aba a to d o s los que acudían ante los tribunales, convertía en p o b res a hom bres m uy ricos y n o b u scab a dinero en otro lugar que no fue­ ra la ruina ajena; adem ás, ejecutó, sin que hubieran com etid o ningún delito, a h om bres consulares y a m u ch o s gen erales; a u n o s los tran spo rtaba en carros 27 sin b eb id a ni alim ento y a otros los hizo

25 Ciudad de Panonia, próxima al Danubio, actual Mitrowitz. 26 Cf. Herodiano VII 2,9. 27 Cf. Herodiano VII, 3,4: «... y ordenó que, puestos ellos solos so­ bre los carros, sin ningún servicio, viajando de noche y de día desde oriente o desde occidente, según el caso, o desde el Sur, los condujeran a Panonia, donde él se encontraba».

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prision ero s y , en fin, n o d ejó p asar ninguna o c a ­ sión para ejercitar su cru eldad. Y no só lo fueron 6 los rom an o s, p ues tam bién el ejército de A frica se am otinó p o r su d esp ó tica actitud hacia los so ld a­ d os, y , en una rebelión repentina y p o d erosa, h izo e m p e rad o r al anciano G o rd ian o , hom bre m u y enérgico que o cu p ab a allí el p ro c o n su lad o . E l de14 sarro llo de los acon tecim ientos fu e así: había en L i­ bia un p ro cu rad o r de la H acien d a im perial que, se ­ gún los d eseos de M axim in o, había exp oliad o a to ­ d o s; éste fue asesinado a m an os de la plebe cam pe­ sina y de algunos so ld ad o s, tras rechazar á los q ue defendían al agente im p e r ia l28 p o r fid elid ad a M axim ino. P ero com o los autores de esta m uerte 2 pensasen que debían aliviar su situación con rem e­ d io s m ás enérgicos, se dirigieron al p ro có n su l G o r ­ diano — h om bre venerable, co m o d ijim os, m u y ilustre p o r su nacim iento, d istin gu id o p o r tod o tip o de virtudes, que fue enviado a A frica p o r A lejan ­ d ro m ediante un decreto del senado— y , aunque re ­ sistía arroján d ose al su elo, los so ld ad o s, am enazán­ d ole con espadas y to d o tipo de arm as, le ob liga­ ron a tom ar el p o d er cu brién d ole con la pú rp ura 29. 3 A l prin cipio, G o rd ian o había aceptad o esto s hechos de m ala gana, p ero d esp ués, cu an d o vio que la si­ tuación no era segura p ara su h ijo y p ara su fam i­ lia, asum ió el p o d er de buen g rad o y en com pañía de su h ijo fue p roclam ad o A u g u sto p o r tod o s lo s africanos en la ciudad de T u sd ro 30. D e sd e allí lie- 4 gó rápidam ente a C arta g o con la p o m p a regia, la gu ardia person al y los fasces lau read os, d esd e d o n ­ de envió una m isiva al sen ado ro m an o ; la carta, des28 Rationalis. El término era empleado en los siglos III y IV para de­ signar a cualquier procurador de provincias, aunque en principio se apli­ caba únicamente al procurator a rationibus. 29 Claudio fue el primer emperador romano nombrado por los sol­ dados contra su voluntad (Cf. Suetonio, Claud. X ), pero después este hecho se repitió con regular frecuencia. 30 Ciudad situada a 175 km s.de Cartago, en dirección Sureste.

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pués de que m uriese V italian o 31, com andante de la guardia p retorian a, fue recibida con regocijo a cau­ sa del o d io que se p ro fe sa b a a M axim ino. E n ton - 5 ces, am bos G o rd ian o s, el viejo y el joven, fueron 15 p roclam ad o s A u g u sto s p o r el senado. A continua­ ción se ejecutó a to d o s los delatores, a to d o s los acusadores y a to d o s los am igo s de M axim ino. M u ­ rió tam bién S abin o, p refecto de la C iu d ad , abatido a golpes p o r la m ultitud. M ientras se llevan a cabo 2 estos hechos, el sen ado, q ue tem ía en gran m anera a M axim ino, abierta y librem ente declaró enem igos del E sta d o a él y a su h ijo. D esp u és envió cartas a 3 tod as las provin cias p ara que contribuyesen a la li­ bertad y a la com ún salvación, y el llam am iento fue bien acogid o p o r tod o s. E n fin, en cada una de ellas 4 se dio m uerte a los am igo s, adm inistradores, tribu­ nos generales y so ld ad o s de M axim in o ; p o cas ciu- 5 dades con servaron su fidelid ad hacia el enem igo p ú ­ blico, p ero éstas traicion aron a quienes habían sido enviados y los entregaron a M axim ino p o r m edio de delatores. E ste es un ejem plo de las cartas que el senado en- 6 vió; «E l sen ado y el p u eb lo rom an o , que gracias a los príncipes G o rd ian o s ha em pezad o a verse libre de tan funesta fiera, a lo s p rocón su les, gobern ad o­ res 32, legad os, generales, tribu n os, m agistrados y a cada un a de las ciu d ad es, m u n icip ios, p u eb los, al­ deas y fo rtalezas 33, les desea la p ro sp erid ad que él m ism o ha em p ezad o a d isfrutar. C o n la ayud a de 7

31 La muerte de Vitaliano se cuenta con más detalle en Gordianos 10,5-8. Cf. también Herodiano VII 6,5-9. 32 Praesides, Sobre este término, Cf. Alejandro Severo, n. 27. 33 Establece en este pasaje el autor una reveladora distinción jerár­ quica en los términos empleados para designar las distintas localidades: avitas o ciudad regida por las leyes del derecho romano; municipium, generalmente, ciudad regida por el derecho latino; oppidum, ciudad for­ tificada, sin tener en cuenta por qué derecho se regía; vicus, aldea; y castellum que era un campamento fortificado de reducidas proporcio­ nes.

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los d ioses hem os co n segu id o tener c o m o príncipe al p ro có n su l G o rd ian o , h o m b re m uy venerable y sérenísim o senador, al que h em os proclam ado A u ­ gu sto, y no só lo a él, sino tam bién, com o salv a­ gu ardia p ara el E sta d o , a su joven y noble hijo G o r ­ d iano. A h o ra sois v o so tro s quienes tenéis que dar vuestro consen tim iento p a ra con seguir la salvación del E sta d o , p ara alejar lo s crím enes y p ara p e rse ­ guir a aquella fiera y a sus am igo s donde quiera que se encuentren. H e m o s con sid erad o a M axim ino y a su hijo enem igos p ú b lico s». 16 E l decreto del sen ado fue a s í 34 : D esp u és de ce­ lebrarse u n a reunión en el tem plo de C á sto r y P ólux 35, el d ía sexto antes de las calendas de julio, el cón su l Ju n io Silano leyó un carta, recibida desde A frica, del p ro có n su l, pad re de la patria y em pera­ d o r G o rd ia n o : « L o s jóven es, p ad res con scriptos, a quienes se encargó la p ro tecció n de Á frica, m e lla­ m aron al im perio p ara que ocu p ase el p od er au n ­ que y o n o lo deseaba. Sin em bargo, p o r respeto h a­ cia v o so tro s, m antengo de buen grad o esta situ a­ ción. E s a v o so tro s a quienes co rresp on d e determ i­ nar qué deseáis, p u es estaré in deciso y titubeante h asta que se p ro d u zc a la d ecisión del sen ado». D e sp u és efe que esta carta fuera leída, el senado excla­ m ó inm ediatam ente: «A u g u sto G o rd ian o , ¡los d io ­ ses te guarden! ¡Q u é gobiernes feliz y a salvo! T ú nos has liberado. G racias a ti el E sta d o está a sa l­ v o ; to d o s te dam os gracias». D e nuevo el cónsul se dirigió al sen ado : «P ad res con scrip tos, ¿qué d eci­ d im os sob re los M a x im in o s?». E llo s resp on d ieron : «E n em igo s, enem igos. Q u ien p u ed a m atarlos m e ­ recerá una recom p en sa». Y o tra vez h ab ló el cón su l: «E n cuanto a los am igos de M axim ino, ¿qué se

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34 N os separamos de Hohl al no admitir la palabra exemplum, omi­ tida en P y que aparece en Σ 35 Aún se mantienen en pie tres columnas de este templo, que se en­ cuentran en la parte sur del foro romano.

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determ ina?» Y ellos gritaron : «E n em igo s, enem i­ gos. Q u ien sea cap az de m atarlos m erecerá una recom pen sa». D e nuevo dijeron al u n íso n o: « E l ene­ m igo del senado sea llevado a la cruz, el adversario del senado sea castig ad o en cualquier parte. L o s enem igos del sen ado sean q u em ad os vivos. ¡A u g u s­ tos G o rd ian o s, los d io ses o s guarden! ¡O ja lá lo s d os viváis felices! ¡O ja lá gobernéis felizm ente! A sign a­ m os la pretu ra al nieto de G o rd ian o , p rom etem os el con sulad o al nieto de G o rd ian o . Q u e el nieto de G o rd ian o sea d esign ad o C ésar. Q u e el tercer G o r ­ diano reciba la p retu ra.» 17 C u an d o M axim in o , h om bre ap asion ado p o r na­ turaleza, recibió este decreto del senado, se enco­ lerizó de tal m anera que si lo hubieras visto no cree­ rías que era un h om bre, sin o una fiera. Se arrojaba contra las p ared es, se tiraba al suelo, gritaba de m a­ nera inconexa, desenvainaba su esp ad a com o si p u ­ diera m atar al sen ado, d esgarrab a su vestido regio, golp eaba a los sirvientes con el látigo y, según re­ fieren algunos autores, h ubiese arrancado los ojos a su hijo, aún adolescente, si no se hubiese aparta­ do. Se había en colerizad o contra él p orq u e, al iniciar su reinado le había ord en ado ir a R o m a y , a causa del excesivo am or que p ro fesab a a su padre, había d escu id ad o la o rd en ; p en sab a que si su hijo hubiera id o a R o m a el senado no se hubiese atre­ vid o a hacer nada. E n tales condiciones, m ientras ardía de ira, le recluyeron sus am igos en el d orm i­ torio. Sin em bargo, com o no p udiese sop ortar su p ro p io fu ror, se dice que, p ara olvidar sus p ro p io s pensam ien tos, el día en que con o ció la noticia se em borrachó de tal m anera que p erd ió la conciencia de lo que había ocu rrido . O tro día, con m ás cordura, tras con vocar a sus am igos, que, aunque no toleraban su presencia, guardaban- silencio y tácita­ m ente alababan la acción del senado, celebró un con sejo para determ inar qué convenía hacer. D espués del con sejo con vocó una asam blea en la que

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dijo m uchas cosas con tra los africanos, m uchas contra G o rd ian o y m uchas contra el senado, in s­ tando a los so ld ad o s a vengar las com unes injurias. 18 T o d a la arenga fue p ro p ia de un so ld ad o ; lo que sigue es su rep ro d u ció n : «C am arad as, dam os a c o ­ nocer algo que os es co n o cid o : los africanos ro m ­ pieron su fid e lid a d 36, ¿cu án d o la han tenido? E l anciano G o rd ian o , débil y p ró x im o a la m uerte, ha asu m id o el poder. A q u ello s ven eradísim os p ad res con scriptos que m ataron no só lo a R óm u lo 37 sino tam bién a C ésar, m e ju zgaro n enem igo público, cuando y o he lu ch ado en su lugar y he obtenido triunfos p ara ellos; y no só lo a m í, sino tam bién a vo so tro s y a tod os lo s que están de acuerdo c o n ­ m igo. A ios G o rd ian o s, p ad re e hijo, los han lla­ m ado A u g u sto s. A sí, M e s, si sois hom bres, si tenéis fuerzas, vayam os' contra el senado y los afri­ canos, cuyos bienes, to d o s, v o so tro s habréis de p o ­ seer». _ i^síjV ues, tras conceder una soldada, sin d u d a m agnifica, em pren dió el cam ino hacia R om a al frente de su ejército. 19 Gordiano., p o r su parte, enseguida em pezó a ser atacado en Á frica, p o r un tal C ap elian o, a quien el nuevo em perador h ab ía d epu esto de su gobierno entre los m o ro s, n o m b ran d o un sucesor. E n v ió contra éste a su hijo, y com o el joven G o rdian o m u ­ riese tras una durísim a batalla, el anciano, ahorcán­ d ose, p u so fin a su vida, consciente de que M ax i­ m ino tenía m uchos recu rsos y de que entre los afri­ canos, adem ás de no ab un dar las fuerzas, existía u n a gran p red isp osición p ara la traición. Entonces C a -

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36 Las alusiones a la fidelidad púnica, puesta en entredicho por los romanos desde los tiempos de las guerras con los Barca, constituyen casi un tópico literario entre los historiadores y biógrafos. Cf. Livio, X X I 4,9, referido a Aníbal, perfidia plus quam Punica. 37 Desde luego ésta no es la versión más extendida de la muerte de Rómulo, pero Livio la confirma: Fuisse credo tum quoque aliquos qui discerptum regem patrum manibus taciti arguerent (I 16,4).

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peliano, victo rio so , m ató y p ro scrib ió en Á frica en nom bre de M axim in o, a to d o s los partidario s de los G o rd ian o s, sin p erd o n ar a n in gu n o; parecía co m ­ p ortarse con el espíritu p ro p io de M axim in o: des- 4 truyó ciudades, saq u eó lo s tem plos, rep artió d o n a­ tivos entre los so ld ad o s y en las ciudades m ató tan­ to a los n obles com o al p u eb lo llano. A l m ism o 5 tiem po, se gran jeaba p ara sí las sim patías de los so l­ d ad os, prep arán d ose p ara el p o d er si M axim ino m oría. 20 C u an d o la n oticia de esto s hechos se con o ció en R om a, el senado, que tras la m uerte de los G o rd ia ­ nos tem ía la crueldad n atural y en este caso ob li­ gada de M axim in o, n o m b ró em pèradores a M áxi­ m o — antiguo p refecto de la C iu d ad , de linaje o s­ curo p ero ilustre p o r sus virtud es, que había de­ sem peñ ado n u m ero so s cargos de im portancia— y a B alb in o, de costu m b res m ás refinadas. E l p u eb lo 2 o to rg ó a am bos el título de A u g u sto s y d espués, en unión de los so ld ad o s, aclam ó^com o C ésar al p e­ queño nieto de G o rd ian o 38. A s^ n ú es, con tres em - 3 p erad ores, el E sta d o se p u so en gu ard ia contra M axim ino. Sin em bargo, M áxim o era el m ás enér- 4 gico de ellos p o r su experiencia, el m ás firm e p o r su valor y el m ás sereno p o r su sabiduría. P o r ello, 5 tanto el senado com o B alb in o le confiaron a él la guerra contra M axim in o. D esp u és de que M áxim o 6 m archara a la guerra con tra M axim ino, B alb in o tuvo que hacer frente en R o m a a conflictos inter­ nos que d erivaron en una guerra c iv il39, sob re tod o d espués de que ciertos so ld ad o s del p retorio fue­ ran asesinados b ajo la in stigación de G alican o y

38 Más tarde sería Gordiano III, Cf. Gordianos 22 y ss. 39 Existe una laguna en el texto que dificulta la comprensión del pa­ saje. De todos modos, los hechos ocurridos se narran confusamente en Máximo y Balbino 9-10, Gordianos 22, 7 y 28,1 y especialmente en H e­ rodiano VII 10,5-12,4, quien narra una versión diferente de los acon­ tecimientos a la de la H istoria Augusta.

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M ecenas. E l p u eb lo , entonces, fue m asacrado p o r los p retorian os al ser in capaz B alb in o de contener las revueltas con eficacia. Finalm ente, una gran p a r­ te de la ciu dad fue incendiada. Sin duda, el em perado r M axim in o había recobrad o su ánim o al con o cer la m uerte de G o rd ian o y la victoria de C ap elian o sob re su h ijo ; p ero cuando recibió o tro decreto del sen ado en el que se d ecían rab a em peradores a M áxim o , B alb in o y Gomík&? com pren dió que el o d io del sen ado era duradero y que realm ente él era co n sid erad o un enem igo pú21 blico en opin ión de to d o s. E n ton ces se adentró en Italia con m ás violencia que n unca y , cuando se en­ teró de que M áxim o había sid o enviado contra él, irritándose aún m ás, llegó a E m o n a 40 en form ación c u a d ra d a 41. P ero los habitan tes de la provincia concibieron la idea de encerrarse dentro de sus c iu ­ dades, llevando c o n sigo to d o lo que pudiese p r o ­ p orcio n ar alim ento con ob jeto de que M axim ino y su ejército sufriesen el ago b io del ham bre. C u an d o p o r p rim era vez acam p ó en terreno llano y no p u d o encontrar com ida, su p ro p io ejécito irritado contra él p o rq u e sufría h am bre en Italia, d onde después del p aso de los A lp es con fiaba en reanim arse, em ­ p e zó p rim ero a m urm u rar y d espués a hablar lib re­ m ente elevando la v o z. C u an d o M axim ino intentó reprim ir el d escon ten to, el ejército se encolerizó en gran m anera, p ero gu ard ó en silencio su odio y en el m om en to o p o rtu n o lo dio a conocer con firm e­ za. M u ch o s dicen que M axim in o , cuando encontró E m o n a vacía, se alegró estúpidam ente com o si tod a la ciudad se le hubiese entregado. D esp u és llegó a A qu ileya, que cerró las p u ertas contra él, tras d isp on er a los so ld ad o s alrededor de la m u ralla; y no fracasó la defensa que fue condu-

40 Ciudad de la Panonia, hoy Laibach. 41 Es decir, dispuesto, organizado y preparado para el combate.

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22 cida p o r los consulares M en ófilo y C risp in o 42. f is í, p u es, com o el asedio de A q u iley a resultase in û tilf' M axim ino envió em b ajad o res a la ciudad, con quie­ nes el p u eblo estuvo a p u n to de llegar à un acuer­ d o si no se hubieran o p u esto M en ófilo y su colega, diciendo in cluso que el d io s B eleño 4Í había res­ p o n d id o a través de los arúspices que M axim ino se­ ría vencido. P or esto, después los soldados de M axim ino, según se dice, repetían que A p o lo había lucha­ do contra ellos y que aquella victoria no pertenecía a M áxim o o al sen ado, sin o a los dio ses. Pero algunos afirm an que esto fue in ventado p o r ellos, pues es­ tos guerreros se avergon zaban de haber sid o venci­ dos d e ja l m o d o p o r gente prácticam ente desarm a­ da. ^ w e s , M axim in o , tras con struir un puente con cubás de vin o, cru zó el río 44 y em pezó a sitiar de cerca A qu ileya. Se p ro d u jo entonces, coincidiendo con un gran asalto, el m om en to decisivo; los ciu d ad an os rech azaron a lo s so ld ad o s con azufre, fuego y o tros m ed ios de defensa sim ilares. D e los hom bres de M axim in o, u n o s fueron d esp o jad o s de sus arm as, o tro s veían arder sus rop as y algunos q u edaron ciegos, in cluso las m áquinas de asalto fueron d estruidas. E n tretan to , M axim ino, en com pañía de su joven hijo, a quien había n o m brado C é ­ sar, daba vueltas a la m uralla y , desde una distancia que le perm itía estar suficientem ente lejos de los dardos que le arrojaban , dirigía ru egos unas veces a los su y o s y otras a los p ro p io s ciudadanos. N o ob tu vo, sin em bargo, ningún resultado, pues a cau-

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42 En Máximo y Balbino (12,2) se cuenta cómo ambos consulares ha­ bían sido enviados a Aquileya por orden del senado. 43 Divinidad que recibía culto en el N orte de Italia y la Nórica, Cf. Herodiano VII 3,8: «También se habían divulgado algunos oráculos se­ gún los cuales el dios de la ciudad había prometido la victoria. Este dios, conocido con el nombre de Beleño, es objeto de un extraordina­ rio culto y le identifican con A polo». 44 Se refiere al lso n zo (antiguo Sentius) que, según Herodia­ no VIII 4,1, distaba dieciséis millas de Aquileya.

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sa de su crueldad, se había acum ulad o m ucho ren ­ c o r n o só lo contra él, sin o tam bién contra su hijo, 23 qué era de una belleza extraordinaria. E ntonces M axim ino, creyendo que la guerra se prolon gaba p o r la p ereza de los su y o s, m ató a sus p ro p io s o fi­ ciales en el m om en to m ás in op ortu n o . C on ello p ro v o có q ue los so ld ad o s se encolerizaran m ás c o n ­ tra él. Se añadía a esto la in suficien cia de víveres, p u es el senado había m an d ad o cartas a todas las provincias y a lo s vigilantes p o rtu ario s para que ningún alim ento llegase a m an o s de M axim ino. H a bía enviado, adem ás, p o r todas las ciudades pretores y cuestores p ara que vigilaran p o r tod as partes y d e ­ fendieran tod as las co sas con tra M axim ino. Fin alm ente, se con sigu ió q ue él, m ientras sitiaba, su frie­ ra las penurias de u n sitiado. E n tales condiciones se anunció que to d o el m u n d o era unánim e en su od io contra M axim in o. P o r esta razón , algunos soldad os, tem erosos p o rq u e sus seres m ás queridos e s­ taban en el m onte A lb an o 45, ap rovecharon que p o r casualidad se hizo un descan so en m edio de la Datalla y m ataron a m ed iod ía a M axim in o y a su hijo cuando se hallaban en su tienda de cam paña; d e s­ p u és m o straro n sus cab ezas, clavadas en picas, a los aquilenses. E n ton ces, m ientras en la ciudad vecina se retiraron las estatuas e im ágenes de M axim ino, se ejecutó al p refecto del P reto rio con sus am igos m ás con ocid os. S u s cabezas fueron enviadas a R om a. 24 E ste fue el fin de los M axim in o s, digno de la crueldad del padre, in dign o de la bo n dad del h ijo. T ras la m uerte de am b o s, h u b o una inm ensa ale­ gría entre los habitantes de las provincias y un enor-

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45 Severo había situado allí la segunda legión, llamada Pártica; su proximidad respecto a Roma exponía a sus halitantes a la ira de los se­ nadores en el caso de que — como acertadamente interpreta Balbino García (op. cit. pág. 892 y n. 15)— éstos quisieran vengarse de los sol­ dados de Maximino en sus familiares.

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m e p esar entre los bárb aro s. C o n to d o , una vez que 2 m urieron los enem igos p ú b lic o s, los so ld ad o s, que así lo solicitaban, fu eron recib id os p o r lo s ciud ad a­ n os, y enseguida se p o stra ro n ante las im ágenes de M áxim o, B alb in o y G o rd ian o , d icien do que lo s an­ teriores G o rd ian o s habían sid o in cluidos entre los dioses. D esp u és de esto, u n a gran cantidad de vi- 3 veres, a la que se había fija d o un p recio, fue llevada desde A quileya al cam pam ento, que sufría p or la es­ casez; al d ía siguiente, cu an d o los so ld ad o s estaban restablecidos, se llegó a la asam blea y tod o s hicie­ ron el juram ento de fidelid ad a M áxim o y B alb in o , llam an do divinos a los d o s anteriores G o rd ian o s. A pen as p uede decirse cuán ta alegría h u bo cuan4 do la cabeza de M axim in o fue llevada a R o m a a tra­ vés de Italia; la gente acud ía desd e tod as partes p ara participar en el regocijo p ú b lico . M áxim o, al que 5 m uchos llam an P up ien o , p rep arab a la guerra en R ávena con tro pas auxiliares de los p u eb los germ a­ n o s; sin em bargo, cuan do su p o que el ejército es­ taba de acuerdo con él y con sus colegas y que los M axim inos habían m u erto, licenció a las tro pas ger- 6 m anas que había p rep arad o con tra el enem igo y en­ vió una carta lauread a a R om a,, que causó un a enor­ m e alegría en la C iu d a d ; entonces to d o s daban gra­ cias en los tem plos, altares, san tuarios y lugares re­ ligiosos. B alb in o , un in dividu o cobarde, h asta tal 7 p u n to que tem blaba cuan d o oía el n o m b re de M ax i­ m ino, h izo una h ecatom be 47 y ord en ó que en to ­ das las ciudades se diesen gracias a los d io ses con idéntico sacrificio. D e sp u é s, M áxim o llegó a R o m a, 8 entró en el sen ado, d on d e se le dieron gracias, y con v ocó una asam blea; d esd e allí, él, B alb in o y G o rd ian o se retiraron al P alacio c o m o vencedores. 46 Cf. 33,4 y Máximo y Balbino, 11,1. 47 En sentido originario, la hecatombe era el sacrificio de cien vícti­ mas, aunque luego se aplicó el nombre a cualquier sacrificio solemne en el que las víctimas fueran abundantes.

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E s interesante sab er cuál fue la decisión del se­ n ado o qué ocurrió en la C iu d a d ese día, cuando se anunció que M axim in o había sido asesinado. E n 2 prim er lugar, el m en sajero que fue enviado a R o m a desde A quileya, im prim ió a su galopar tal velocidad, cam biando de caballo de vez en cuando, que llegó a R o m a al tercer día de haber dejado a M áxim o en R ávena. E ra casualm ente un día de ju egos, cuando 3 el m ensajero entró en el teatro y encontró sentado tanto a B alb in o com o a G o rd ian o , y, antes, de que se indicase nada, to d o el p u eb lo exclam ó: «M ax i­ m ino ha m u erto». D e esta fo rm a tom aron la delan- 4 tera al m ensajero, y lo s em peradores, que se encon­ traban presentes, refrendaron la satisfacción p ú b li­ ca m ostran do su acuerdo con el pueblo. Entonces, 5 in terrum pido el espectáculo, tod os corrieron al pu n to a cum plim entar sus prácticas religiosas y, desde allí, los príncipes m archaron al senado, y el 26 pueblo, a la asam blea. E l decreto del senado 48 fue com o sigu e: después de que el em perador Balbino A u g u sto leyera en el sen ado la carta, los senadores dijeron al u n íso n o: « L o s d io ses persiguen a los ene- 2 m igos del senado, a lo s enem igos del p u eblo ro m a ­ no. G racias à ti, Jú p ite r, el m ay o r a e los dioses. G racias a ti, venerable A p o lo . G racias a ti, A u g u s­ to M áxim o. G racias a ti, A u g u sto Balbino. D eere- 3 tam os tem plos para los divinos G o rd ian o s. El n o m ­ bre de M axim ino, que fue b o rrad o recientem ente, debe desaparecer ahora de n uestro s espíritus ¡Q u e la cabeza del enem igo p ú b lic o sea arrojad a al río! ¡Q u e su cuerpo no reciba sep u ltura! Q u ien am ena­ zó de m uerte al sen ado ha m uerto com o m erecía. Q u ien am enazó con las cadenas al senado, tuvo la m uerte que debía. V en erabilísim os em peradores, os 4 dam os gracias. ¡M áxim o, B alb in o , G o rdian o , que los d ioses o s guarden! T o d o s anhelam os la presen48 sulta.

Se trata de aclamaciones muy impropiamente llamadas senatus con­

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cia de los que han ven cido a los enem igos. T o d o s deseam os la presencia de M áxim o. A u g u sto B alb i­ no, ¡q u e los d io ses velen p o r ti! V o so tro s h on ra­ réis este año al ser su s cón su les ¡Q u e en el p u esto de M axim ino sea elegido G o rd ia n o !». D esp u és, com o se inquiriese su op in ió n , C u sp id io Celerino 49 tuvo estas p alab ra s: «P ad res con scrip tos, una vez desaparecido el n o m b re de lo s M axim in os, y tras haber divin izad o a los G o rd ian o s a causa de la victoria, decretam os p ara nu estro s príncipes, M áx i­ m o, B alb in o y G o rd ian o , estatuas con elefantes; de­ cretam os p ara ellos carros triunfales, estatuas ecues­ tres y tro feo s». A continuación, antes de disolverse el senado, se decretaron su p lic a c io n e s50 en to d a la C iu d ad . L o s príncipes v icto rio so s se retiraron al Palacio, p ero de su vid a h ab larem os d espués, en otro libro.

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MAXIMINO EL JOVEN 27(1) Sobre su origen se ha h ab lad o m ás arriba; era tan­ ta su herm osura, que en to d as partes fue am ado p o r las m ujeres m ás atrevid as; algunas in cluso habrían deseado concebir de él. A l parecer, era m uy alto, tanto que parecía p o d er alcan zar la estatura del p a ­ dre si n o hubiera m uerto a los veintiún años, en la flo r de la juventud, aunque algun os dicen que fa­ lleció a los d ieciocho. F u e educado en las letras griegas y latinas desde la p rim era enseñanza, pues tuvo com o m aestro de griego al erudito F ab ilo 51, de quien aún se conservan m uch os apigram as grie­ gos, sobre to d o en las im ágenes del joven M axim i-

49 Desconocido en otras fuentes. 50 Cf. Adriano, n. 58. 51 Desconocido en otras fuentes.

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no. A dem ás, para d escribir a éste, h izo una versión en griego de los verso s latinos de V irgilio 52 : « C o m o cuando el L u cero del alba, rociad o p o r el agua del O céan o, saca su ro stro sagrad o en el cie­ lo y aparta las tinieblas, tal era el joven, ilustre p o r el nom bre de su p ad re». Para el latín tuvo com o m aestro al gram ático F ilem ón, al ju risco n su lto M o d estin o , al o rad o r T iciano hijo de T iciano el V iejo, quien escribió h erm o­ sísim o s libro s sob re las p rovin cias y fue la m ona de su ép oca p o rq u é im itó tod as las cosas. E stu d ió tam ­ bién con el retórico griego E u g am io 53, fam oso en aquel tiem po. Su p ro m etid a era Ju n ia Fadila, b isnieta de A n ton in o , que m ás tarde se casó con T o x o cio, un sen ador de la m ism a fam ilia que pereció d e s­ pués de la p retu ra y del que aún se conservan ob ras en verso. E lla guard ó las arras reales, que, según cuenta Ju n io C o rd o — in vestigad or de tales h e­ chos— , dicen que fu eron éstas: un collar de nueve perlas, una redecilla 54 con once esm eraldas, un b ra ­ zalete con un engarce de cu atro zafiro s, adem ás de los vestid os, tod o s regios y b o rd ad o s en oro, y los dem ás ad orn os p ro p io s de los esponsales. 28(2) E l joven M axim in o tenía un orgullo d esm esu ra­ d o ; tanto que, cuando su p ro p io padre, hom bre ti­ ránico, se levantaba p ara recibir a m uchas person as distinguidas él perm anecía sen tado ; de vida m u y alegre, m od erad o en lo que al vino se refiere p ero

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52 Cf. Eneida, VIII 589 y 591. En tales versos Virgilio se refiere a Pallas, hijo de Evandro. Sin embargo, el último verso, talis erat iuvenis patris sub nomine clarus, no se encuentra en la Eneida. 53 D e Filemón y Eugamio nada sabemos; acerca de los demás, Ma­ gie (op. cit. II, pág. 366 y ns. 2 y 3) nos da alguna noticia: Modestino tal vez sea un discípulo de Ulpiano mencionado en Digesta X L VII 2, 52, 20; Ticiano el Viejo probablemente sea el Julius Titianus autor de las Chorographia; Ticiano el Joven es mencionado por Ausonio (Grat. Actio VII 31) en una lista de tutores imperiales. 54 La redecilla era una prenda de malla muy utilizada por las muje­ res de la época, que recogía el pelo y servía de adorno para la cabeza.

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am ante de la com id a, sob re to d o de la caza, de m a­ nera que só lo com ía carne de jabalí, p ato s, grullas y to d o aquello q u e p u ede ser cazado. L o s am igos 3 de M áxim o, B alb in o y G o rd ian o le difam aban p o r su excesiva h erm osu ra, en especial los senadores, 4 que no deseaban que su belleza, casi divina, care­ ciera de to d o reproche. P o r eso, en aquel tiem po en que rod ean do las m urallas de A q u iley a solicitaba en com pañía de su p ad re la rendición de la ciudad, no le arrojaron n ad a, lim itán dose a cubrirle de su ­ cios in su lto s, que en ab so lu to correspon dían a la vida que llevaba. E sta b a tan p reo cu p ad o p o r su ves- 5 tim enta que no h u b o en el m u n do una m ujer m ás elegante que él. E ra aso m b ro so cóm o los am igos 6 de su p ad re le p erseguían con la esperanza de reci­ bir regalos y dinero. E n lo s salu d os era m uy altivo, 7 extendía la m an o y tolerab a que le besasen las r o ­ dillas, alguna vez in clu so lo s pies, lo que nunca to ­ leró M axim in o el V iejo, quien decía: « L o s dioses roh íban que algún h om bre libre bese m is rodias». Y p u esto que h em os alu d id o a M axim ino el Vie- 8 jo, n o d ebem os p a sa r p o r alto un hecho divertido: com o, según d ijim os, M axim in o tenía casi ocho pies y m edio de altura, ciertos in dividuos coloca­ ron en un b o sq u e que está entre A q u iley a y A rcia 55 su calzad o; es decir, una de las sandalias reales, pues era evidente que su pie su p erab a el tam año de cual­ quier pie hum ano. D e aquí el vu lgo ha tom ad o la 9 expresión «san d alia de M axim in o » cuando habla de h om bres altos y estú p id os. Y o he in trud ucid o esto 10 aqu í p ara que, quien lea a C o rd o , no piense que he om itid o algo relativo al tem a que esto y tratando. P ero he de volver al hijo. 29(3) A lejan dro A u relio , q ue d eseaba entregarle en

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55 Ciudad desconocida. 56 Es decir, Alejandro Severo. Su nombre completo era Marco A u­ relio Severo Alejandro.

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m atrim on io a su herm ana T eo clia, escribió a su m a­ dre M am ea estas p alab ras acerca del joven : «M ad re 2 m ía, si M axim ino el V iejo , q u e es nuestro general y sin d uda uno de lo s m ejo res, n o tuviese en su ca­ rácter rasgo s b árb aro s, y o y a habría entregado tu T eoclia a M axim in o el Jo v en . Pero tem o que m i 3 herm ana, in struida en lo s refinam ientos griegos, no p u ed a so p o rtar a un su egro b árb aro , aunque, según parece, el Jo v e n , adem ás de h erm oso y erudito, ha sid o educado en la in stru cción griega. E sto es lo 4 que y o p ien so ; sin em b argo, q u isiera saber tu o p i­ nión. R esp ón d em e si quieres com o y ern o a M a x i­ m in o, el hijo de M axim in o, o a M ésala, de noble fa­ m ilia, o ra d o r m uy relevante y de gran sabiduría, quien, si n o m e engaño, llegará a ser diestro en los asu ntos bélicos, cu an d o q u iera dedicarse a ello ». 5 E sto dijo A lejan dro acerca de M axim ino. Sobre él n o so tro s no tenem os nad a m ás que añadir. Y p ara que no p arezc a que se om ite algún deta- 6 lie, he in trod ucid o tam bién u n a carta de M axim ino el padre, cuando y a era em perador, en la que dice que él ha n o m b rad o em perad o r a su h ijo con el fin de que la C iu d ad viese, en retratos o en persona, cóm o estaba el joven M axim in o vestid o de p ú rp u ­ ra. L a carta decía así: «A u n q u e y o he ordenado que 7 m i M axim ino sea n o m b rad o em perado r p or causa del afecto que el p ad re debe al hijo, sin em bargo, lo he hecho tam bién p ara q ue el p u eb lo rom ano y aqu el antiguo senado p u edan ju rar que nunca tu ­ vieron un em perado r m ás h erm o so ». Siguiendo el 8 ejem plo de los P to lo m eo s, u só tam bién este joven urna coraza de oro o de p la ta; llevaba adem ás un escu do de oro , ad orn ad o de piedras, y una lan za del m ism o m etal. T am b ién m an d ó hacer para él es- 9 p ad as de p lata y de o ro , y to d o lo que pudiese c o ­ lab o rar a su elegancia, u tilizan do adem ás cascos y carrilleras con in cru staciones de piedras preciosas. E sto es lo que conviene con o cer y narrar sob re 10 este joven. Q u ien q u iera sab er el resto, es decir, los

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asuntos am ato rios y sexuales con los cuales C o rd o le salpica, que lea a éste. N o so tr o s en este asunto vam os a poner fin al libro, ab ord an d o otros tem as, pues así lo ord en a el deber público. 30(4) L o s p resagios que in dicaron que sería em perador fueron ésto s: una serpiente le rod eó la cabeza m ien­ tras dorm ía. U n a viña p lan tad a p o r él, dio, dentro del año, uvas rojas de gran tam año y creció de m a­ nera adm irable. Su escudo ardió bajo el sol. Su lanza fue atravesada p o r un ray o , dividiéndola lon gi­ tudinalm ente en d o s p artes, in cluso en la punta de hierro. A p artir de entonces los augurios vaticina­ ron que habría d o s em perado r de una m ism a fam i­ lia y con estos m ism os n o m bres, que no durarían m ucho tiem po. M uch os vieron que la coraza de su p ad re al oxidarse no tenía el color de la herrum be, sino que estaba teñida p o r com pleto de color p ú r­ p ura. Pero el hijo tuvo, adem ás, estos otros presag io s: cuando inició sus estu d io s con un gram ático, una pariente su y a le entregó unos libro s hom éricos que tenían tod o s el co lo r de la p ú rp u ra y estaban escritos en letras de oro. Siendo niño, com o A lejan d ro le invitó a una cena p ara hon rar a su padre y carecía del vestid o ap ro p iad o p ara el banquete. L levó p uesto uno del p ro p io A lejan dro. Y cuando era m ás p equ eñ o, in esperadam en te subió al coche de A nton ino C aracalla, que circulaba vacío entre la m ultitud, y, tras sentarse en su interior, sólo con grandes dificultades p u d o ser apeado p o r los co ­ cheros im periales. N o faltaron entonces quienes dijeron a C aracalla que d ebía guardarse de aquel niño, p ero éste resp o n d ió : « E stá m u y lejo s el día en que éste p u e d a su ced erm e». C iertam ente, en aquel tiem po se encon traba entre las gentes de escaso abolengo y era d em asiad o pequeño. 31(5) L o s p resagios de su m uerte fueron éstos: cierta m u jer se presen tó con una lúgu bre vestim enta y con los cabellos su eltos ante M axim in o, cuando en com pañía de su hijo m archaba contra M áxim o y

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B a lb in o , y ex c la m ó : «M ax im in o s, M axim in o s, M ax im in o s», y sin decir m ás se m urió; parece que qu iso añadir: «S o c o rred m e». Y en la siguiente p arada unos p erros, m ás de doce, aullaron alrededor de su tienda de cam paña y, d esp ués de sollozar d u ­ rante toda la noche, se les encon tró m uertos al am a­ necer. Q uin ien tos lo b o s entraron a la vez en un a ciudad a la que M axim in o se d irigía; m uchos dicen que era E m o n a, otro s que A rqu im ea, el caso es que, aban don ada p o r sus ciu d ad an o s, M axim ino la en ­ con tró abierta a su llegada. E s largo p ro seg u ir; quien quiera con ocer algún detalle, si así lo desea, que lea, com o frecuentem ente he dicho, a C o rd o , quien escribió to d o s estos hechos contando hasta las m ás nim ias anécdotas. N o se conservan sus sep ulcros. Sus cadáveres fu eron arro jad os a un río y su s cabezas ardieron, ante la bu rla del p u eb lo , en el C am p o de M arte. 32(6) E lio Sabino escribe, y no debe om itirse, que h a­ bía tanta herm osu ra en el ro stro del hijo que, cuan­ do y a estaba m uerto, su cabeza ennegrecida, sucia, golp ead a y em papada en san gre, aún dejaba ver la som b ra de un h erm oso rostro. Y ciertam ente, si el contem plar la cabeza de M axim in o p ro d u jo un a gran alegría, casi h u b o u n a tristeza sem ejante cuan­ do se vio que la cabeza del h ijo había sid o enviada con la del padre. D e x ip o 57 dice que había tanto o d io hacia M axim in o, que, cuan d o los G o rd ian o s m urieron, el senado d esign ó veinte hom bres p a ra que se enfrentaran a él; entre ellos estaban Balbino y M áxim o, a quienes con virtieron en em peradores c o n trafÑ ix im in o . E ste m ism o autor añade que su prefecto del P reto rio y su h ijo fueron ejecutados en presencia de M axim in o, cuan do y a había sid o ab an d on ado p o r los so ld ad o s. Y no faltan historiadores que dicen que el m ism o M axim in o, cuando

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57 P. Herennius Dexippus, ateniense autor de una historia que co­ menzaba en el período mítico y se prolongaba hasta el 268 d. de C.

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fue ab an d on ado y vio que su hijo había m uerto ante sus o jo s, se m ató con su p ro p ia m an o para que no le fuese atribuido ningún com po rtam ien to afem ina­ do. 33(7) T am p o co debe om itirse que los aquilenses m o s­ traron tanta fidelid ad en fav o r del senado y en con ­ tra de M axim ino, que hicieron cuerdas para los ar­ cos con lo s cabellos de su s m ujeres, pues no había otro m edio de lan zar las flechas. Se dice que este 2 hecho ocurrió tam bién en R o m a en cierta ocasión p o r lo que el sen ado in au gu ró el T em p lo de V enus C alva en h on or de las m atron as. D ig am o s, p o r últim o, algo que de ningún m o d o 3 debe perm anecer en silen cio: m ientras D exip o , A rrian o 59 y m u ch o s o tro s griegos escribieron que M áxim o y B alb in o fu eron hechos em peradores en con tra de M axim in o y que M áxim o, enviado con el ejército, p rep aró la gu erra en R ávena y no vio A q u iley a sino com o ven ced or, los escritores latinos dijeron que P u p ien o, no M áxim o , había luchado en A q u iley a con tra M axim in o y que había ven cido a éste. D e d ón d e h ay a su rg id o la equivocacón, no 4 p u ed o sab erlo, a n o ser q ue P up ien o, sea tal vez, el m ism o M áxim o 60. H e p u esto esto aquí, com o 5 co sa y a sab id a, p ara que ninguno p ien se que y o d es­ co n o zco algo que, en verd ad , p rod u ce gran aso m ­ bro y extrañeza.

58 También Lactancio menciona la existencia de este templo (Inst. I, 20,27). Sobre el origen de su nombre existen varias leyendas que Servio recuerda en su nota a Eneida I 720. 59 También en otros pasajes se llama así a Herodiano, Cf. Gordia­ nos 2,1 y Máximo y Balbino 1,2. 60 Com o señala Magie [op. cit. II 379 y η. 4) en la propia biografía de Máximo, el autor sigue sin estar seguro de si se trata o no de la mis­ ma persona. En Aurelio Victor (Caes. X X V I) y Eutropio (IX 2) siem­ pre se le llama Pupieno.

20.

L O S T R E S G O R D IA N O S

(Ju lio C ap itolin o )

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M i determ inación había sid o , venerable A u g u s­ to, presentar a vu estra C lem encia, siguiendo el ejem plo de otro s, un lib ro p ara cad a uno de los em ­ p erad ores, p u es y o m ism o he v isto que m uchos es- 2 critores han hecho esto y así lo he recogido en m is lecturas. Sin em bargo, m e p areció inadecuado n o 3 só lo distraer a vuestra P ied ad con tal cantidad de lib ro s, sino tam bién m o strar m i trabajo en un sin ­ fín de volúm enes. P o r esta raz ó n he reunido a lo s 4 tres G o rd ian o s en este libro, in tentan do, tanto en fav o r de m i trabajo co m o de vu estra lectura, q ue no o s esforzaseis en leer una m ism a h istoria desen­ rollan d o n u m erosos cód ices. P ero , para q ue y o, q ue 5 evito la extensión excesiva de los libros y la s muchas palabras, no piarezca in currir en ese error que m e esfu erzo delicadam ente en esquivar, abordaré y a el tem a que v o y a tratar. 2 L o s G o rd ian o s no fu eron d o s, com o han dicho algunos autores d esafortu n ad os, sino tres; y esto lo enseñan tanto A rrian o \ escrito r de h istoria grie­ ga, com o D ex ip o 2, au to r griego tam bién, quienes, aunque brevem ente, contaron to d as las cosas con fidelidad. D e éstos, G o rd ian o el V iejo, es decir, el 2 p rim ero, nació de M eció M aru lo y U lp ia G o rd ia­ n a; p o r su p ad re tenía el linaje de los G ra c o s y, p o r 1 Cf. Maximinos, n 59. 2 Cf. Maximinos, n 57.

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su m adre, el del em p erad o r T rajan o ; su padre, su abuelo y su bisabuelo fu ero n cón su les; su suegro, los d os abuelos de su m u jer y d o s de sus b isab u e­ los tam bién. E l m ism o fue un cón su l m uy rico y 3 m u y p o d e ro so ; era dueñ o en R o m a de la casa de P o m p ey o 3 y tenía en las provin cias m ás tierras que ningún otro in dividuo. D e sp u é s del con sulad o que 4 había ejercido con A lejan d ro , fue enviado a Á frica com o p ro có n su l p o r decreto del senado. 3 Pero antes de hab lar de su m andato diré algunas cosas sob re su carácter: sien do aún un adolescente, 2 este G o rd ian o del que estam os h ablan do escribió com po sicio n es p oéticas q u e tod avía se conservan con lo s m ism os argum en tos que u tilizab a C ic eró n ; es decir, sob re M ario , A rato , A lcion as, U x o rio y N ilo 4. Sin duda, trató so b re estos tem as p o rq u e las com po sicio n es de C ic eró n se veían com o algo m u y anticuado. E sc rib ió adem ás — igual que V irgilio 3 una Eneida , que E sta cio un a A quileida; y q u e m u ­ chos o tros una A lejandríada — una A ntoniníada so ­ bre A n ton in o P ío y M arco A n ton in o , describiendo con detalle, en treinta lib ro s de verso s m u y elo­ cuentes, la vida, las h azañ as y los hechos tanto p ú ­ blicos com o p riv ad o s de aq u éllos, y to d o ello, sien- 4 d o un niño. D e sp u és, cu an d o fue adulto, declam ó su s d iscu rsos en el A ten eo 5, en presencia in cluso de sus p ro p io s em peradores. D esem peñ ó la cuestura de m anera espléndida. 5 D u ran te su edilidad ofreció al p u eb lo rom an o, de su p ro p io dinero, d oce esp ectáculos — es decir, uno p o r cada m es— , tan brillantes que en ocasion es se m ostraro n quinientos p ares de glad iad ores y nunca 3 Situada en las Carinas, barrio romano emplazado en la ladera sur del Esquilmo, perteneció, después de la muerte de Pompeyo, a Marco Antonio y Tiberio (cf. Suetonio, Tib. XV). Más adelante, se la llama domus rostrata (3, 6). 4 Magie (op. cit. II, p. 383 y n. 5) revela otras fuentes en las que se atestigua que algunos cíe estos temas fueron tratados por Cicerón. 5 Cf. Pértinax, n. 30.

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m enos de ciento cincuenta. U n a vez ofreció en un 6 só lo día cien leones, y otra, m il oso s. E n la casa de los E sp o lo n es 6 de G n eo P o m p ey o , que perteneció a su abuelo, a su p ad re y a él antes de ser con fis­ cada p o r vuestra hacienda en tiem pos de Filipo 7, se conserva pin tad a una m em orable cacería de fie­ ras que él ofreció. E n esta p in tu ra aún h oy pueden 7 verse d oscien tos ciervos «p alm ad o s» 8 m ezclados con otros de raza británica, treinta caballos salva­ jes, cien ovejas m ontaraces, d iez alces, cien toros de C h ip re, trescientos avestruces de M auritania de co lo r ro jizo , treinta on ag ro s, ciento cincuenta ja b a ­ líes, doscien tos íbices y d oscien tos gam os. Perm i- 8 tió, adem ás, que tod as estas fieras fueran entrega­ das al p u eblo el día en que ofreció el espectáculo 4 p o r sexta vez. E jerció una pretu ra insigne. D esp u és de adm inistrar justicia, asum ió el consulado, p ri­ m ero con A n ton in o C aracalla, d espués con A lejan ­ dro. T uv o d o s hijos, uno que tras alcanzar el con- 2 su lad o fue n o m brado A u g u sto con é l 9 y m urió d u ­ rante la guerra en A frica ju n to a C artag o 10, y una hija, M ecia F austin a, que se casó con Ju n io B alb o, hom bre de rango consular. E jerc ió sus con su lad aos 3 con m ás brillantez que ningún o tro hom bre de su tiem po, hasta tal p u n to que A n to n in o le envidiaba, adm irando sus togas, su «laticlavo» 11 y sus espec­ táculos circenses, que superaban in cluso los p r o ­ p io s ju egos im periales. F u e el p rim er individuo ro- 4 m ano que tuvo en p rop ied ad una túnica palm ada y

6 Domus rostrata. Era costumbre romana adornar los templos y edi­ ficios con los espolones (rostra) arrebatados al enemigo. Tal vez, Pom ­ peyo adornó su casa con los trofeos obtenidos en su victoriosa guerra contra los piratas (67 a. de C.). 7 Filipo el Arabe fue emperador entre los años 244 y 249. C f infra 28-32. 8 Cerui palmati. Ciervos de cornamenta en forma de palma. 9 Cf. infra 17-22. 10 Cf. infra 15-16. 11 Cf. Severo, η. 2.

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una to ga p in tad a 12, p u es h asta entonces in cluso los em peradores recibían las que se guardaban en el C ap ito lio o en el Palatino. C o n el perm iso de los 5 em peradores d istrib u y ó entre las facciones 13 cien caballos sicilianos y o tro s cien cap ad ocio s, y p or esta razón fue bastante ap reciado p o r el pueblo, sensible siem pre ante tales hechos. C o rd o dice que 6 dio espectáculos escénicos y unas iuvenalia H, de su p ro p io dinero y durante cuatro días, en tod as las ciudades de C am p an ia, E tru ria, U m b ría, de F lam i­ nia y del Piceno. E sc rib ió en p ro sa la alabanza de 7 to d o s los A n to n in o s que h u b o antes de él. T an ta devoción tuvo p o r los A n to n in o s, que se o to rg ó a sí m ism o el n om bre de A n ton in o , según dicen u n o s; de A n to n io , según o tro s que son m ayoría. 8 E s suficientem ente co n o cid o que a su h ijo, que se llam aba G o rd ian o , le ennobleció con el nom bre de A n ton in o cu an d o, según costu m bre rom ana, le recon oció ante el p refecto del E ra rio e in scribió su 5 n om bre en las actas p ú b licas 15. D esp u és del con ­ su lad o, fue n o m b rad o p ro c ó n su l de A frica con el ap o y o de to d o s lo s que querían que el m andato de A lejan dro se con sid erase, gracias a la dignidad de tal p rocón su l, tam bién ilustre en aquella región. 2 A ú n se conserva un a carta del p ro p io A lejan dro en la que da gracias al sen ado p o r haber destin ado a A frica, com o p ro có n su l, a G o rd ian o . Su reprodu ción es ésta: « N a d a m ás g rato p ara m í, pad res cons- 3 criptos, ni m ás agradable p u d isteis llevar a cabo que 12 Ambas prendas constituían adornos triunfales. La túnica palmata iba debajo de la toga picta (Clodio Albino, n. 40). 13 Cf. Vero, n. 14. 14 Estas fiestas en honor de la diosa Iuuentas, protectora de la ju­ ventud, tenían lugar el 18 de octubre y fueron iniciadas por Nerón. 15 Alusión a la professio natalis, que regulada por una constitución de Marco Aurelio obligaba a los ciudadanos romanos a declarar el nom­ bre y fecha de nacimiento del hijo durante los treinta días siguientes al alumbramiento. Esta declaración se hacía en Roma ante el prefecto del erario y en las provincias ante los tabularii, encargados de las acta pu­ blica.

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enviar a A n ton in o G o rd ian o a A frica com o p r o ­ cónsul, hom bre n oble, m agnánim o, hábil, ju sto , m od erad o y b u en o », y con tin u aba con otras afir­ m aciones de este tipo. A través de ella p uede com - 4 prenderse qué gran h om bre fue G o rd ian o en este tiem po. F u e tan q u erid o p o r lo s africanos com o 5 ninguno de los p rocón su les anteriores, hasta tal p u n to que u n o s le llam aron E scip ió n 16, otros C a ­ tón 17, m uch os M u cio 18, R u tilio 19 o L elio 20. E s- 6 tos le o to rgaro n una aclam ación que conservam os escrita p o r Ju n io 21. C ierto día en que leía un acta 7 im perial, com o al em pezar m encion ase a los E scipiones que fu eron p ro có n su les, se le aclam ó: «A l nuevo E scip ió n , al verd ad ero E scip ió n , al p ro có n ­ sul G o rd ian o ». E sta s y otras aclam aciones sim ila­ res escuchó con frecuencia. 6 T en ía la estatura p ro p ia de un rom an o, una ca­ nicie elegante y un ro stro m ajestu o so ; ro jizo m ás que blanco y de cara m u y ancha, sus o jo s, su b o ca y su frente im ponían resp eto ; ligeram ente g o rd o ; 2 tan m o d erad o en sus costu m b res que n o podrías decir que él h aya realizad o algo anhelosa, excesiva o in opinadam en te. A m ó a sus descendientes de m a- 3 ñera excepcional, a su hijo y a su nieto m ás de lo que es n orm al, a su hija y a su nieta fervorosam en­ te. T u v o tanto resp eto p o r su su egro A n io Severo, 4 que se creía que él se había u n ido a su fam ilia com o un h ijo m ás; nunca se bañó con él; nunca, antes de 16 Parece aludir a Escipión Africano, vencedor de Aníbal en Zama (202 a. de. C.). 17 Sin duda, Catón el Viejo, cuya intervención fue decisiva para la destrucción de Cartago. 18 Q. M udo Escévola, maestro de Cicerón, famoso entre otras razo­ nes jjor la proverbial rectitud que demostró en su administración de la provincia de Asia: 19 P. Rutilio Rufo, orador, jurista e historiador que acompañó a su amigo Mucio Escévola en la administración de Asia. 2 C. Lelio Sapiens (el Sabio), amigo y consejero de Escipión Emi­ liano, fue cónsul en el año 140 a. de C. 21 Junio Cordo.

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la pretura, se sentó en p resen cia de aquél. Y cuando fue consul, o bien perm an eció en la casa de Se­ vero o, si se encon traba en la casa de P o m p ey o, p o r la m añana o p o r la tarde le visitaba. Sob rio con el vino y m uy m o d erad o en la co m id a; vestía con gran elegancia; era tan aficion ad o al bañ o que en el ve­ rano se b añ aba cuatro y cinco veces al día, en in­ vierno dos. Y le gu stab a tanto d orm ir que a veces, com iendo entre am igo s, se d orm ía sin p u d o r en los triclinios, lo que n o p arecía hacer p o r em briaguez o m olicie, sin o p o r una n ecesidad natural. 7 Pero estas buenas cu alid ad es de nada le sirvieron, p u es G o rd ian o , que llevó una vid a venerable en contacto siem pre con P lató n , con A ristó teles, con C iceró n y con V irgilio y lo s dem ás antiguos, su ­ frió una m uerte que n o m erecía. C u an d o en tiem p os de M axim in o , hom bre cruel y san guinario, g o b ern ab a el A frica en calidad de p rocón su l, el sen ado, entre tod o s los in dividuos de ran go consular, le envió co m o legad o a su p ro p io h ijo. E n ton ces un agente im perial 22 p ersigu ió a m uchos africanos m ás de lo que hubiera tolerado el p ro p io M axim in o : p ro scrib ía a algunos, m ataba a m uchos y se to m ab a m ás atribuciones que las que h ubieran corresp o n d id o a un p ro c u rad o r; y , cuan­ do fue refrenado p o r el p ro c ó n su l y su legad o, lle­ gó a am enazar a estos h om bres n o bles y con su la­ res. L o s africanos no p u d iero n so p o rtar tan in so ­ lentes in jurias y, tras unirse a algunos sold ad o s, le m ataro n ; luego, p u esto que d espués de su m uerte tod o el m un do ardía en o d io hacia M axim in o, em ­ p ezaro n a p en sar de qué m o d o p o d ían aplacar el conflicto su rgid o entre lo s m axim inianos y los cam ­ p esin o s o, p o r m ejo r d ecir,'lo s africanos. E n ton ces, un in dividuo llam ado M au ricio, decurión 23 con

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22 Rationalis. Cf. Maximinos, n. 28. 23 Decurio o curiales. Uno de los miembros de la Curia que en los municipia dirigía la administración local.

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cierto p o d er entre los africanos, com o quien está acostum brado a las arengas, h ab ló en las p roxim i­ d ades de T u sd ro , tan to a la p leb e urbana com o a los cam pesinos, con el n o bilísim o d iscurso que a 8 continuación escrib im os: «G rac ia s a los dioses in ­ m ortales p o rq u e nos dieron, ciud ad an os, la o p o r­ tunidad, sin ciuda necesaria, de precavern os contra un h om bre tan dem ente com o es M axim ino. Pues n o so tro s, tras haber d ad o m uerte a su recaudador, que era igual a él en su m o d o de vida y en su ca­ rácter, no p o d em o s estar a salvo si no nom bram os un em perador. P o r consiguiente, p u esto que no lejo s de aquí se encuentra un n obilísim o varón, p r o ­ cónsul, en com pañía de su h ijo, un legado con su ­ lar, am bos am en azad os de m uerte p o r aquella p e s­ te, si os parece bien, les n om brarem os em perado­ res llevando la p ú rp u ra de los estandartes, y cuan­ d o h ayam os reunido los em blem as, les darem os n u estro ap o y o con el juram en to rom an o ». Inm ediatam ente se aclam ó: «E s ju sto , es conveniente. G o rd ian o A u g u sto , ¡q u e los d io ses te guarden! F e ­ lizm ente eres em perador, gobiern a con tu h ijo ». D esp u és de esto, m arch aron con rap idez a la ciudad de T u sd ro , d on d e encon traron a este anciano venerable recostado en un lecho tras haber cum pli­ d o con sus o b ligacion es; cu an d o se vio rodeado p o r la p ú rp ura, se arro jó al suelo n egán dose a aceptar­ la, p ero enseguida le levantaron . Y , al no p o d er hacer nad a p o r evitar un p eligro que, si dudosam ente se acercaba de la p arte de Tos partidario s de M axi­ m ino, inevitablem ente habría de venir de la m ano de su s p ro p io s favorecedores, el anciano toleró que 9 se le llam ase em perador. E ra y a octogenario y, com o hem os dicho, antes había estado al frente de varias provincias. P o r su con d u cta era recom enda­ ble h asta tal p u n to p ara el p u eb lo rom ano que p a ­ recía digno de obtener el p o d er suprem o. En aquel m om en to G o rd ian o no tenía conocim iento de la m uerte del recaudador, pero cuando descubrió lo

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ocu rrido , p ró x im o y a a la m uerte y tem iendo en eran m anera p o r su h ijo , p refirió tener una causa h onesta p ara m orir que ser llevado b ajo cu stod ia a la cárcel de M axim ino. T ras n o m brar em p erad o r a G o rd ian o , los jóvenes que habían llevado a cabo tal acción derribaron las estatuas de M axim in o , d estru yeron sus im áge­ nes, bo rraron públicam ente su n om bre y dieron a G o rd ian o el n o m b re de A frican o. A lg u n o s afirm an que el sob ren om bre de A frican o le fue im p uesto a G o rd ian o , n o p o rq u e em pezase a gobern ar en Á fri­ ca, sino p o rq u e p ro ced ía de la fam ilia de los Escipiones. E n algunos lib ro s encuentro que G o rd ian o y su hijo fu eron n o m b rad o s em peradpres con el m ism o ran go y que am b o s recibieron (e^nom bre 24 de A n to n in o s; en o tro s lib ro s, sin em bargo, se dice ue les fue d ad o el de A n to n io s. D esp u és de esto, egó a C artago con p o m p a im perial y con lo s fa s­ ces lauread os, y su h ijo, legad o del padre, fue ce­ ñ ido con igual p o testad , sigu ien d o el ejem plo de los E scipion es 25, com o escribió D ex ip o , autor de una h istoria en griego. E n se gu id a se envió una em bajada a R o m a con cartas a e los G o rd ian o s relatando los hechos que se habían p ro d u c id o en Á frica; és­ tas fueron recibidas con regocijo p o r V aleriano 26, príncipe del sen ado, que fue em perado r d espués de estos hechos 27. E sta s cartas fueron enviadas a los

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24 Aunque traducimos por «nombre», el texto dice cognominatos, es decir, al praenomen y al nomen gentilicio añadieron el cognomen An­ tonino. Era frecuente entre los emperadores romanos la asunción de va­ rios sobrenombres o cognomina. 25 Puede tratarse, como indica Magie (op. cit. II, p. 396 y n. 4) de una alusión a la campaña de los Escipiones contra el sirio Antioco III (190 a. de C.), donde Escipión Africano actuó como legado de su her­ mano L. Escipión Asiático. 26 Recibía el título de princeps senatus el primer senador inscrito en la lista de los censores y que votaba el primero después de los magis­ trados. En determinados momentos el cargo gozó de gran prestigio e influencia. 27 Entre los años 253 y 260, cf. Valeriano.

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am igos nobles para que los h om bres p o d ero so s aprobasen esta acción y p ara q ue los am igo s p u d ie­ ran convertirse tod av ía en m ay o res am igos. 10 Sin em bargo, el sen ado recib ió con tanta alegría a los em peradores n o m b rad o s en con tra de M axi­ m ino que no só lo estu vo de acuerdo con tales he­ chos, sino que adem ás eligió a veinte hom bres, en­ tre los que estaban M axim o — o Pupieno— 28 y C lo d io B alb in o , quienes fu eron d esign ados em pe­ radores d espués de q ue los G o rd ian o s m urieron en A frica. E l senado había n o m b rad o a aqu ellos veinte p ara dividir las regiones de Italia entre ellos a fin de que éstas fueran d efendidas en fav or de los G o r ­ dian os y en contra de M axim in o . E n ton ces llegaron a R o m a em bajadas de M axim in o q ue p ro m e­ tían corregir su com po rtam ien to anterior. C o n to d o , venció la em bajada de los G o rd ian o s que p r o ­ m etía tod o lo buen o; se tuvo m ás con fian za en ellos p o rq u e ofrecía un enorm e estipen dio a los so ld a­ dos y cam pos y d on ativos p ara el puéblo. H asta tal p u n to se con fió m ás en los G o rd ian o s q u e en lo s partidarios de M axim in o, que un tal V italiano, q u e se encon traba al frente de los so ld ad o s pretorian os, fue asesinado, p o r orden del senado, a m anos de un audaz cuestor y sus so ld ad o s. E ste individuo antes se había co m p o rtad o cruelm ente y en aque­ llos m om en tos se tem ía su crueldad, afín y acorde con la con d ucta de M axim ino. A cerca de su m uerte se ha tran sm itido la siguiente h istoria: una falsa carta de M axim ino, sellada con un a im itación de su anillo, fue llevada a V italian o p o r los so ld ad o s c o ­ m andados p o r el cu esto r; éstos dijeron q u e adem ás de las cartas- debían referirle algunas co sas en lugar secreto. A sí/P Jíes, se retiraron p ara la entrevista a un p ó rtico alejado y , cuan d o aquél in dagó qué era lo que debían decirle ocultam ente, éstos le aconse-

28 Cf. Maximinos 33, 3 y n. 60.

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jaro n que previam ente exam inase el sello de la car­ ta, y m ientras hacía esto lo asesinaron. D esp u és se convenció a los so ld ad o s de que V italiano había m uerto p o r orden de M axim in o. T ras llevar a cabo tales acciones, se exhibieron en el cam pam ento la carta y las im ágenes de lo s d os G o rd ian o s. 11 Interesa dar a con o cer en m is escritos el decreto del senado p o r el cual los G o rd ian o s fueron decla­ rados em peradores y M axim in o enem igo público. N o en un día regular, sin o en una sesión extraor­ dinaria del senado, el cón sul, tras reunirse en su casa con los p retores, los ediles y los tribunos de la plebe, llegó a la C u ria. E l p refecto de la C iu dad, 29, que se resentía de no sé qué dolencia y no había recibido la co n v o cato ria pública, no p artici­ p ó en la reunión. P ero fue m ejor, pues el cónsul, antes de que se dijese algo agradable en relación con M axim ino, d ijo : «P ad res con scriptos, los dos G o rd ian o s, p ad re e h ijo, am b os de ran go consular, uno vuestro p ro có n su l y o tro vuestro legado, han sido n o m b rad o s em peradores en una gran asam blea de los africanos. P o r consiguiente, dem os las gracías a la ju ventud tusdritana, gracias al siem pre leal pu eblo cartaginés: ellos n o s han librado de la b es­ tia cruel, de aquella fiera salvaje; ¿p o r qué escucháis c o n cobardía?, ¿p o r qué volvéis la m irada a otras partes?, ¿p o r qué d u dáis? E sto es lo que siem pre deseasteis. M axim in o es un enem igo público. L o s dioses se ocup arán ahora de que él deje de existir y de que n o so tro s d isfru tem os, alegres, de la feli­ cidad y la sab id u ría del anciano G o rd ian o , del va­ lor y la firm eza de su joven h ijo ». D esp u és leyó las cartas de los G o rd ian o s enviadas a él y al senado. E n ton ces, el senado aclam ó: «D io se s, os d am os gracias. E sta m o s libres de los enem igos; ¡ojalá nos veam os com pletam ente libres d é ellos! T o d o s con-

29 Cf. Adriano, n. 31.

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sideram os a M axim in o un enem igo público. C o n ­ fiam os a M axim ino y su hijo a los d ioses inferna­ les. N o m b ram o s A u g u sto s a lo s G o rd ian o s. R econ ocem os com o príncipes a los G o rd ian o s. L o s d io ­ ses guarden a los em peradores p artid ario s del sen a­ d o, ¡ojalá veam os com o ven cedores a los nobles em peradores!, ¡ojalá R o m a vea a n uestros em pera­ d ores! Q u ien ejecute a los enem igos p úblicos m e ­ recerá una recom pen sa». 12 Ju n io C o rd o dice que este decreto del senado fue secreto. E xp o n d ré brevem ente en qué consiste o a qué debe tal nom bre: hoy, el equivalente a un senado consulto secreto no es m ás que esa acción m edian­ te la que vuestra Clemencia, tras convocar a los ancia­ nos en un lugar confidencial, decide aquello que no de­ be ser con o cid o p o r to d o s; so b re ello soléis incluso p edir juram ento p ara que nadie oiga o sepa algo antes de que el asunto esté totalm ente decidido. E n tre los antiguos esta costu m bre fue in troducida p o r necesidades públicas, de tal m anera que se prom ulga­ ba un decreto del senado secreto si por un desgracia­ d o azar las tropas enem igas estaban p róxim as y era necesario tom ar decisiones d rásticas o establecer algo que no convenía que fuese dicho antes de ser ejecu tad o; tam bién se p ro m u lg ab an cuando no q u e­ rían que determ inados hechos llegaran a oídos de sus p ro p io s am igos. E n tales casos no estaban p re ­ sentes ni los escribientes, ni lo s siervos p úblicos 30, ni los oficiales del censo 31 ; los senadores tom aban al dictado y llevaban a cabo las obligacion es de e s­ tos adm inistrativos y escribientes para que nada, p or azar, saliese a la luz. E n aquella ocasión se h izo

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30 Los esclavos públicos (seniipublici) gozaban de una condición de vida superior a la de los particulares; estaban ocupados generalmente en labores administrativas y podían disponer hasta cierto punto de su patrimonio. 31 No sabemos con exactitud cuáles eran las funciones en una sesión del senado de los censuales, administrativos que trabajaban a las órde­ nes del magister censum.

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un decreto del sen ado con carácter secreto p ara que 13 el asunto no llegase a o íd o s de M axim ino. Pero éste se enteró inm ediatam ente de to d o , pues así es el ca­ rácter de los h om bres, al m en os el de ésto s: unos enrojecen p o r sí so lo s si n o es con o cid o lo que ellos saben y o tros con sid eran q ue son innobles si no sa­ can a la luz lo que se les ha con fiad o. M axim ino re­ cibió in cluso una co p ia del sen ado co n sulto secreto, lo que nunca antes había ocu rrid o . E n fin, aún se 2 conserva una carta su y a d irigid a al prefecto de la C iu d ad en tales térm in o s: « H e leído un sen ado co n ­ su lto secreto de aq u ellos nu estro s ilustres p ad res, cuya existencia tú, que eres p refecto de la C iu d ad , q u izá d escon ozcas, p u esto que no estuviste presen ­ te en aquella sesión. T e envío una cop ia de él para que sepas de qué m o d o diriges la adm inistración de R om a. N o se p u ede d escrib ir la con m oción que su- 3 frió M axim ino cuan d o escuchó que A frica se había sep arad o p ara enfrentarse a él. T ras recibir el de- 4 creto del senado, parecía que iba a volverse loco, se golp eaba con tra las pared es, se rasgaba las ves­ tiduras y cogía la esp ad a pen san d o que pod ía m a­ tar a tod o s. E l prefecto ae la C iu d ad , después de 5 recibir cartas m ás enérgicas, se dirigió al p ueblo y a los so ld ad o s d icien do que M axim in o y a había m uerto. C o n ello la alegría aum entó e inm ediata- 6 m ente se derrib aron las estatuas e im ágenes de quien había sid o d eclarad o enem igo público. E l se- 7 nado u tilizó entonces los p o d eres de los que está re­ vestid o en caso de guerra inm inente. M andó ejecu­ tar a lo s d elatores, falso s acusad ores, funcionarios y a to d a aquella hez que había su rgid o con la tira­ nía de M axim ino. Y la d ecisión del senado fue te- 8 nue com parad a con la actitud del p u eb lo ; pues, d es­ p u és de ser ejecutad os, su s cadáveres fueron arras­ trad o s y arro jad os a las cloacas. L u ego , tam bién Sa- 9 bino, prefecto de la C iu d a d y varón de rango con ­ sular, fue fu stigad o y ejecutado y su cadáver quedó expuesto públicam ente.

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C u an d o M axim ino d escu b rió estos hechos, al p u n to exhortó a los so ld ad o s con esta arenga: « S a ­ grad os conm ilitones, o m ejo r aún, p artidarios de m i consagración 32 que, en m ayoría, habéis hecho la guerra a m i lad o ; m ientras n o so tro s defendem os la gran deza de la h ostil G erm an ia, m ientras n o so ­ tros p rotegem os el Ilírico de lo s b árb aro s, los afri­ canos prefirieron-'çonservar la fidelidad púnica 33. Pues nos han áaadjÁ co m o em peradores a los d os G o rd ian o s, de ios cuales, uno está abatido p or la vejez hasta tal p unto q ue no p u ed e levantarse, y el otro se ha sum ergid o tan to en lo s placeres que tie­ ne la debilidad p ro p ia de la senectud. Y p o r si esto fuera p o co , aquel ilustre sen ado reconoció la n o ­ ble acción de los africanos y, aunque n o so tro s lle­ vam os las arm as que deberían em puñar su s hijos, éstos n o m braron veinte h om b res contra n o so tro s y p rom u lgaron decretos en con tra nuestra, com o si m esem os enem igos. P o r to d o ello, co m p o rtao s com o conviene a los h o m b res: hem os de m archar hacia la C iu d ad , p ues d ebem os hacer frente a lo s veinte hom bres de ran go co n su lar que han sido ele­ gid os contra n o so tro s, con m i fuerte lid erazgo y vu estra lucha ten az.» E L m ism o M axim ino p u d o ver después de esta aren ga que la m oral de sus so l­ d ad os desfallecía y que su s án im os carecían de en­ tusiasm o. A l p u n to escribió a su hijo, quien le seguía desde lejo s, p ara que se apresurara con el fin a e que los so ld ad o s n o m aquin asen algo contra él aprovechando su ausencia. Ju lio C o rd o ha dado a conocer una cop ia de tal carta: «T in can io , m i asis­ tente, te referirá las co sas que sab em os se han p r o ­ ducido en A frica y en R o m a, y te contará en qué d isp osición se hallan los so ld ad o s. T e pido que

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32 Consecranei son aquéllos que participan de un mismo culto; aquí parece referirse al juramento que obligaba a los soldados a defender la autoridad de Maximino frente a cualquier ataque. 33 Cf. Maximinos, n. 36.

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avances to d o lo que p u ed as p ara que la turba de so l­ d ad os n o p u ed a tram ar n ad a de lo que acostum bra. L o que tem o lo oirás de éste a quien te he enviado». 15 M ientras se p ro d u cían estos hechos, los G o rd ia ­ nos fueron atacados en A frica p o r un tal C apelian o 34. E ra éste, in cluso en su vid a privada, enem i­ go person al de G o rd ian o , quien, al ser n om brado em perador, le ap artó del gobiern o de M auritania, cargo que o cu p aba, co m o sold ad o veterano, p o r o r­ den de M axim in o ; tan p ro n to com o fue destituido, reunió a los m o ro s en torn o a él y con una tropa tum ultuaria se dirigió a C arta g o , donde el pu eblo, con su aco stu m b rad a lealtad púnica, se inclinó ha­ cia él. G o rd ian o , d esean d o experim entar la fortuna 2 de la guerra, envió co n tra lo s m axim inianos de C apeliano a su p ro p io h ijo, quien era y a de edad m a­ dura — tenía cuarenta y seis años— y , com o hem os dicho, o cu p ab a el p u esto de legad o (sobre sus ca­ racterísticas p erson ales hab larem os en su lu g a r ) 35. 3 P ero com o C ap elian o era m u y audaz en las cues­ tiones m ilitares y el joven G o rd ian o no era tan ex­ p erto, pues se había entretenido en los placeres p ro ­ p io s de la n o b leza, cuan d o se llegó a la lucha fue 16 vencido y m u rió en el m ism o cam po de batalla. Se dice que la m ultitud de los partidario s de G o rd ia ­ no que m u rió en el com bate fue tan grande, que el cuerpo de G o rd ian o el Jo v e n , aun cuando se buscó durante m ucho tiem po, no p u d o ser encontrado. 2 H u b o adem ás, co sa rara en A frica, una enorm e tem pestad que fu stigó antes de la batalla al ejército de G o rd ian o h asta tal p u n to que los so ld ad o s q u e­ daron in capacitad os p ara la lucha, y así fue fácil la v ictoria de C ap elian o. C u an d o el viejo G o rd ian o 3 d escubrió estos hechos, al darse cuenta de que en 34 Estos hechos se cuentan también en Maximinos 19 y Herodiano VII 9, quien refiere que Capeliano, gobernador de Numidia, era un se­ nador enfrentado a Gordiano desde hacía tiempo por una cuestión legal. 35 Cf. 18-19.

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Á frica no p o d ía esperar ninguna ayuda, de que el terror a M axim ino era m u y gran de, de que no p o ­ día confiar en la lealtad p ú n ica y de que el ataque de C ap elian o era inm inente, y , en fin, com o el d o ­ lor hubiese abatido su m ente y su ánim o, decidió p o n er fin a su vid a ah o rcán d ose él m ism o. E ste fue el fin de lo s G o rd ia n o s; a am bos el sen ad o les llam ó A u g u sto s, situ án d olos después en­ tre los em peradores d iv in izad os.

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E ste h om bre era h ijo de G o rd ian o el V iejo, el p ro có n su l de Á frica, y fue n o m b rad o A u g u sto en com pañ ía de su padre p o r los africanos y p o r el se­ n ad o ; ilustre p o r sus escrito s y su s costu m bres ade­ m ás de p o r su n o bleza, p roced ía, según unos, de los A n to n in o s; según otro s, de lo s A n ton ios. A l- 2 gu n os escritores, p ara p ro b a r la categoría de su li­ naje, aducen com o p ru ebas que G o rd ian o el V iejo era llam ado A frican o, so b ren om b re de los Escip io n es, que éste p o seía en la C iu d a d la casa de P o m ­ p e y o , que siem pre se le d io el so b ren om b re de los A n ton in o s y q u iso que en el sen ado se llam ase A n ­ ton io a su hijo. T o d as estas versiones parecen apun­ tar a fam ilias diferentes, p ero y o sigo a Ju n io C o r- 3 do, quien dice q u e ja n o b lez a de lo s G o rd ian o s d e­ riva de todas esta^ a m ilias. G o rd ian o el Jo v en era 4 el h ijo p rim ogén ito de G o rd ian o y F ab ia O restila, biznieta de A n ton in o , a través de quien parecía em ­ parentar tam bién con la fam iliá de los C ésares. E n 5 los días p o sterio res a su nacim iento se le llam ó A n ­ tonino, p ero d espués se le O torgó en el senado el nom bre de A n to n io ; p o r ú ltim o, em pezó a ser co ­ n o cid o entre el p u eblo com o G o rd ian o . 18 Se entregó a los estu d io s con gran em peñ o; era d istin guid o en su asp ec to ; tenía un a m em oria sin ­ gular y tan buen co raz ó n que n o pod ía contener

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sus lágrim as cuan d o en la escuela algún niño era golp ead o 36. E n Sereno Sam ón ico 37, que fue m u y 2 am igo de su p ad re, tuvo un p recep to r m u y q ueri­ do y estim ad o ; tanto q u e cuan d o éste m urió legó to d o s los lib ro s de su p ad re — llam ad o tam bién Se­ reno Sam ónico— , que alcan zaban la cifra de sesen­ ta y d os m il, a G o rd ian o el Jo v en . E sto le llevó a 3 los cielos, p ues, gracias al p restig io de las letras, tras entrar en p o sesió n de un a biblioteca de tal m agn i­ tud y esplen dor, alcanzó la fam a entre los h om bres. D esem p eñ ó la cu estu ra gracias a la recom enda- 4 ción de H e lio gáb alo p u es su incontinencia juvenil — que, sin em bargo, n o fue depravada o infam e— fue alabada delante del lu ju rio so em perador. D e ­ tentó la p retu ra u rban a con A lejan dro , cargo en el 5 que m o stró tal actitud p a ra la adm inistración de justicia que inm ediatam ente m ereció el con su lad o, al que el pad re había accedido tardíam ente. E n 6 tiem pos de M axim in o , o q u izá del m ism o A lejan ­ dro, fue enviado p o r el sen ado al p ro co n su lad o de su pad re en calidad de legad o , y allí sucedieron esos hechos que m ás arriba h em os narrad o. 19 L e gu stab a m ucho el vino, p ero aro m atizado siem pre de alguna m anera, unas veces con rosas, otras con alm áciga, o tras con ajenjo y o tro s tipos de hierbas que resultan m u y agradables p ara el p a­ ladar. So b rio en la com id a, hasta tal j>unto que aca- 2 baba su alm u erzo — cu an d o alin ározaba— o su cena en un instante. M u y aficion ado i las m u jeres; 3 se dice que tenía asignadas p ara él veintidós con cu­ binas y que de cad a un a de ellas tuvo tres o cuatro h ijos. F u e llam ad o el P ríam o 38 de su tiem po, aun- 4 que el p u eb lo , en so n de burla, le llam ó frecuente­ m ente P ríap o 39 en lu gar de P ríam o, lo que resulta 36 Es relativamente frecuente en grabados y pinturas la imagen del maestro de escuela romano castigando con la palmeta a sus discípulos. 37 Cf. Alejandro Severo, 30, 2 y n. 38. 38 Rey de Troya, padre de 50 hijos. 39 Hijo de Baco y Venus, símbolo de la energía generadora.

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m ás adecuado a su naturaleza. V ivió en la m olicie: en los jardin es, en lo s baños y en los m ás placen­ teros b o sq u e s; su p ad re no se lo reprochó, p u es decía m u y a m en udo que h ab ría de m orir m u y p ro n to con la m ás alta gloria. Su vida, en lo que a valentía se refiere, estu vo a la altura de los m e jo ­ res; se m antuvo siem pre entre los ciudadanos m ás ilustres y nunca dejó de lad o las cuestiones de E stado. E n fin, el sen ado le llam ó A u g u sto de m u y buen grado y p u so en él la esp eran za del E stad o . E ra m uy elegante en su m o d o de vestir. Fue q u e ­ rido p o r sus siervos y p o r to d o s los su y o s. C o rd o dice que él nunca q u iso tener esp osa, p ero D ex ip o p ien sa que es hijo su y o el tercer G o rd ian o , quien después de él, aun sien do un niño, alcanzó el p o ­ der im perial con B alb in o y P upien o, al que tam ­ bién llam an M áxim o. 20 G o rd ian o el V iejo con su ltó en cierta ocasión a un astró lo go sob re el h o ró sc o p o de su h ijo , y el a s­ tró lo g o resp on d ió, según se dice, que éste sería h ijo y padre de un em perado r y que él m ism o alcanza­ ría el im perio. C o m o el viejo G o rd ian o se riera de tal predicción , dicen que el astró lo g o m ostró la constelación y leyó en alta v o z lo s lib ro s antiguos h asta p ro b ar que decía la verd ad . P red ijo tam bién el día y el tip o de m uerte del p ad re y del hijo, así com o lo s lugares en los que habrían de m orir, con firm eza y veracidad. T am b ién se cuenta que, andan d o el tiem po, G o rd ian o el V iejo relató todo esto en A frica y que, in clu so cuan d o y a era em perador y nada tenía que tem er, d escribió su m uerte y la de su hijo y la m anera en q ue éstas habrían de p ro d u ­ cirse. A dem ás, el anciano, cuan do veía a su hijo, recitaba frecuentem ente estos verso s 40 :

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40 Estos versos virgilianos están dedicados a Marcelo, el nieto de A u­ gusto que, como se sabe, murió en edad temprana (cf. Eneida, VI 869-871).

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«L o s h ad os únicam ente le m ostrarán a la [tierra y no perm itirán que esté p o r m ás tiem po. D io se s, la raza rom an a o s habría parecido de­ m a sia d o p o d ero sa si le hubieseis o to rg a d o tal d on ». A ún se conservan los escritos, tanto en p ro sa com o en verso, de G o rd ian o el Jo v en , que hoy en día son frecuentem ente citados p o r sus parientes. N o son de una calidad excelente, p ero tam poco son m alo s; tienen valo r m ediano y m uestran que su talento, en tod o caso, era el de un hom bre ingenio21 so p ero am ante del p lacer y d esp reocupado. L e g u s­ taban m ucho las frutas y las verduras y , aunque era m u y frugal en el resto de su alim entación, siem pre com ía con deleite las fru tas recién cortadas. M u y aficion ado a las bebidas frías, difícilm ente so p o rta­ ba el verano si n o bebía éstas en gran cantidad. E ra, adem ás, de gran corpulencia, lo que p rovo caba, en m ayor m edida, su apetencia p o r las bebidas frescas. E sto es lo que h em os encon trado sob re G o rd iano el Jo v en que m erezca ser m encionado. Pues no debem os repetir lo que Ju n io C o rd o ha escrito ri­ dicula y estúpidam ente sob re los placeres d om ésti­ cos y sob re o tro s asu n tos sin im portancia. Q uien quiera conocer estas c o sas que lea al p rop io C o rdo, quien describe no só lo qué siervos y qué am i­ gos ha tenido cada uno de los príncipes, sino ade­ m ás cuántas casacas y cuántas clám ides tuvo, cosas cuyo conocim iento a nadie aprovecha pero que, sin duda, deben ser con tadas p o r los h istoriad ores en su s ob ras, bien para h acer caso de ellas, bien para ignorarlas. N o pensé que debiera om itir, pues m e pareció m aravilloso, algo recogido en V ulcacio T erenciano 41, que escribió tam bién la historia de su tiem41 Autor desconocido.

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p o ; p o r eso lo he escrito aq uí: G o rd ian o el V iejo tenía gran sem ejanza en su ro stro con A u g u sto y arecía tener su v o z, su carácter y su tam año; su ijo se asem ejaba a P o m p ey o , si bien es cierto que P o m p eyo no era g ru e so ; en cuanto a su nieto, de quien aún ahora vem os retratos, se parecía a E sc i­ p ió n el A siático. H e con sid erad o que esto, p o r lo extraño que resulta, n o debía p asarlo en silencio.

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D esp u és de la m uerte de los d os G o rd ian o s, el senado, alarm ado y con gran tem or hacia M axim i­ no, n o m bró em peradores, de entre los veinte h o m ­ bre que había elegido p ara p ro teg er el E sta d o , a P u ­ pieno (o M áxim o) y a C lo d io B alb in o , am bos de rango consular. E n ton ces el p u eb lo y lo s so ld ad o s 2 pidieron que se n om brase C é sa r 42 al p equeñ o G o r ­ diano, quien, según dicen m u ch o s, tenía once a ñ o s; según otro s, trece y , si hacem os caso a Ju n io C o rd o , dieciséis (pues este autor asegu ra q ue m urió a lo s vein tidó s); a continuación fu e llevado al sen ado 3 y desde allí a la asam blea, d on d e tras ser investido con la indum entaria im perial, fue n o m brado C ésar. 4 M uchos autores afirm an que nació de una hija de G o rd ian o 43, p ero u n o o d os (pues no p u d e encon­ trar m ás) dicen que su pad re era el hijo de G o rd ia ­ no que m urió en A frica. D esp u és de ser n o m brado 5 C ésar, se educó junto a su m adre, y com o M áxim o y Balbino — que ocu p aro n el p o d e r d o s años, tras la desaparición de los M ax im in o s— m urieron víc-

42 Según Herodiano (VII 10 5-9) este nombramiento se produjo tras un motín popular, instigado, al parecer, por los amigos de Gordiano. Sin embargo, en Máximo y Balbino, 3, 2-5 y 8, 3 se describe como algo realizado pacíficamente y con el acuerdo de Máximo y Balbino. 43 Entre ellos Herodiano: «H abía un niño de corta edad, hijo de una hija de Gordiano, que se llamaba como su abuelo» (VII 10 7). U na ins­ cripción corrobora tal opinión (cf. Dessau, I. L. S. 498).

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tim as de una sedición m ilitar, el joven G o rdian o , que hasta ese m om en to había sid o C ésar, fue de­ sign ado A u g u sto p o r el fav or, la gran adm iración y el ingente am or que d esp ertab a no sólo entre los so ld ad o s y la p ob lació n , sin o tam bién en el senado y entre tod o s los p u eb lo s. E ra m uy querido p o r los m éritos de su ab uelo y su tío (o su padre), quienes tom aron las arm as con tra M axim in o, en fav or del senado y del p u eb lo rom an o , y perecieron uno con una m uerte p ro p ia de un so ld ad o y otro por la fu er­ za del destino. D esp u és de esto 44, un escuadrón de veteranos acu d ió a la C u ria p ara saber qué se es­ taba tratando. D o s de ellos entraron al C ap ito lio — donde estaba reunido el senado— y delante del ara fueron ejecutad os p o r el consular G alicano y p o r M ecenas, un an tigu o general. Entonces se p rod u jo una guerra civil, en la que in cluso los sen ado­ res estaban arm ad os, p u es los veteranos ign oraban que sólo el joven G o rd ian o detentaba el p od er im 23 perial (D ex ip o asegu ra q ue el tercer G o rd ian o na­ ció del hijo de G o rd ian o ) 45. L u e g o , cuando quedó aclarado tam bién p ara lo s veteranos que G o rd ian o era el único em perador, se con so lid ó la p az entre la p ob lació n , de un lad o , y los so ld ad o s y vetera­ n os, del otro, y con la d esign ación p ara el con su ­ lado del joven G o rd ian o se p u so fin a la guerra ci­ vil. P ero un p resagio de que G o rd ian o no había de reinar durante m u ch o tiem p o fue la aparición de un eclipse de sol tan in tenso que, com o si la noche hu-

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44 N o hay conexión con el párrafo anterior; lo que ha hecho pensar a Magie (op. cit. II, p. 421 y n. 4) que ha habido una interpolación. El sentido y los testimonios de Herodiano VII 10 y Maximinos 20, 6 in­ dican que este pasaje debería ir inmediatamente detrás del parágrafo 3; pero el problema es, a nuestro juicio, más complicado, pues las lí­ neas que siguen parecen señalar que la revuelta se produjo antes del nombramiento imperial de Gordiano y después de la muerte de Máxi­ mo y Balbino. 45 Algunos editores han rechazado esta frase porque su inclusión en este pasaje resulta claramente intempestiva.

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biese llegado, ningún asunto p o d ía resolverse sin la ayuda de las lám paras. D esp u és de estos sucesos, el 3 p u eblo rom an o se entregó a los placeres y d iver­ siones para olvidar los hechos que tan violentam en­ te se habían p ro d u cid o . Siendo cónsules V en usto y Sabino, surgió en 4 A frica una conjuración con tra G o rd ian o tercero com an d ad a p o r Sabiniano. G o rd ian o , p o r m edia­ ción del gobern ad or de M auritania, que había sid o asediado p o r los con ju rad o s, ap lastó de tal m anera la revuelta que to d o s venían a C artag o p ara entre­ gar a Sabiniano, con fesan do su s delitos y solicitan­ d o el perdón de sus crím enes. Sin em bargo, cuan- 5 do se calm aron los d istu rb io s en A frica, en el c o n ­ su lad o de P o m p eyan o y G o rd ian o — éste p or se ­ gu nda vez— , estalló un a guerra contra lo s p ersas. 6 A u n que todavía era joven , G o rd ian o , antes ae m ar­ char, tom ó p o r esp o sa a la h ija de T im esiteo 46, h om bre sab io, a quien p o r cau sa de su elocuencia ju zg ó digno de su p aren tesco y a quien inm ediata­ m ente convirtió en su p refecto. D esp u és de esto, 7 su im perio no pareció p ueril ni despreciable, p ues adem ás de ser ay u d ad o p o r los con sejo s de un buen su egro, él, gracias a su am or filial, em pezó a d e ­ sarrollar cierta sab id u ría y no p erm itió que sus fa ­ vores fueran ven didos p o r los eunucos y fun cion a­ rios cortesan os p o r m edio del desconocim iento o la connivencia de su m adre. 24 E n fin, se conserva una carta de su suegro d iri­ gida a él y otra del p ro p io G o rd ian o a su suegro, a través ele las cuales p u ede entenderse que el g o ­ bierno de su época se ejerció con m ás diligencia y eficacia gracias a la ay u d a de su suegro. E sta es la copia de am bas cartas: « A m i sob eran o hijo y A u - 2 gu sto de T im esiteo, su prefecto y suegro. E s una sa46 Aunque el autor de la Historia Augusta le llama Misitheus, sabe­ mos por una inscripción (Dessau, I. L. S. 1330) que la forma correcta de su nombre era C. Furius Sabinus Aquila Timesitbeus.

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tisfación que n o so tro s h ayam o s alejado de nuestra época una p en osa c o rru p ció n ; la que perm itía a los eunucos y a aq u éllos que parecían am igos tuyos (aunque eran, sin em b argo, p elig ro so s enem igos) com erciar con los asu n tos oficiales. Y ello resulta tanto m ás agradable p o rq u e la desaparición de esta lacra es m uy grata p ara ti, ya que si hubo algunas faltas, consta suficientem ente, m i venerable hijo, que no han sid o tu yas. P u es nadie p o d ía so p o rtar 3 que las jefaturas m ilitares fueran o to rgad as según la decisión de los eun u cos, que los trabajos carecie­ sen de recom pen sa, que se ejecutase o se diese la li­ bertad p o r capricho o so b o rn o a quien no co rres­ p on d ía, que el erario fuera d esp o jad o , que se fo r­ m aran con sp iracion es a través de quienes te visita­ ban diariam ente con o b jeto de engañarte, dado que los m ás m alvad os se ponían de acuerdo previam en­ te sob re lo que d ebía serte su gerid o acerca de los h om bres h on rad os, expulsaban a lo s ju sto s y ad m i­ tían a los m ás detestábles y , en fin, tod as tus d eci­ siones estaban en venta. A p pues, dam os gracias a 4 los d ioses p o rq u e, según cu-'aeseo, hem os alejado estas desgracias. D eleita ser suegro de un buen prín- 5 cipe, de alguien que in daga tod o , quiere saber todo y rechaza a los h om bres que antes le vendían com o en una su basta p ú b lica». 25 Y la carta de G o rd ian o a su su egro : «E l em pera­ dor G o rd ian o A u g u sto a T im esiteo , su padre y p re­ fecto. Si los d ioses to d o p o d e ro so s no hubieran p ro ­ tegido el im p erio rom an o , todavía hoy seríam os ven did os com o en una su b asta 47 p o r esos co m p ra­ d os eunucos. S ólo ahora com pren do que no debía 2 haber p u esto al frente de las cohortes pretorianas a

47 In hasta positi. La venta pública se realizaba iunto a una lanza (sub hasta) clavada en tierra; de ahí el castellano «subasta». Su empleo al­ terna con el de la palabra auctio que el autor ha utilizado más arriba (cf. in auctione positus).

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Felición 4S, ni debía haber con fiad o la legión cu ar­ ta a Serapam ón, ni —-para evitar la enum eración de tod o s m is errores— debía h ab er hecho m uchas c o ­ sas de las que hice; p ero , ¡gracias a los d io ses!, p o r ­ que tú, que nada m aqu in as, con tus consejos me en ­ señaste lo que en m is circunstancias no hubiera p o ­ d ido conocer. Pues, ¿q u é hacer, si tam bién mi m adre nos vendía cuando, tras celebrar un conciliábu­ lo con G au dian o , R everen do y M o n tan o, en salza­ ba o censuraba a determ inados h om bres, y y o a p ro ­ baba lo que ella había dicho con el consenso de aquéllos que parecían testigos in soborn ables? P a ­ dre m ío, quisiera que escucharas esta verd ad : es desagraciado aquel em perado r al que se le oculta la realidad, quien, no p u d ien d o andar entre el p u eblo, se ve necesitado de escuchar y de confirm ar lo que oye con la co rro b o ració n de la m ayoría». A través de estas cartas se com pren de que el joven em ­ p erad or se enm endó y corrigió con lo s consejos de su suegro. A lgu n o s dicen que la carta de T im esiteo estaba escrita en griego, pero en cualquier caso su contenido era el que hem os expuesto 49. Su probidad y virtud tuvo tal in flujo que con siguió hacer de G o rd ian o , d esco n o cid o excepto p o r su nobleza, un príncipe ilustre tam bién p o r su s hazañas. 26 E n el reinado de G o rd ian o hubo un terrem oto de tal m agnitud que las ciudades se hundieron con tod o s sus habitantes p o r las aberturas de la tierra. P o r ello, se celebraron grandes sacrificios en tod a la C iu d ad y en el m u n do entero. G o rd o dice q ue esta catástrofe natural se apaciguó tras exam inar los libros Sibilinos 50 y realizar lo s m andatos que en ellos se prescribían.

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48 Este nombre y los que siguen son desconocidos por otras fuentes, muy propios de eunucos y, tal vez, ficticios. 49 Una prueba más de la libertad con que el autor compone estas car­ tas, a todas luces espurias. Cf. Adriano, n. 13.

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U n a vez que el terrem oto se h u b o calm ado, sien- 3 do cónsules P retextato y A tico , G o rd ian o ab rió las puertas gem elas del tem plo de Ja n o 51, que era la se­ ñal de que se había d eclarad o la guerra, y m archó contra los p ersas con un gran ejército y la cantidad de oro suficiente p ara vencer fácilm ente a lo s p er­ sas o con su s soletados o con sus tropas auxiliares. 4 Se encam inó hacia M esia y , durante la expedición, d estru yó, p u so en fuga, desbarató y alejó a algunas tropas enem igas q ue hab ia en T racia 52. D esd e aquí, 5 a través de Siria llegó a A n tio q u ía, que y a estaba en p o d er de lo s p ersas. A llí realizó nu m erosos com ­ bates, ob tu vo la victoria tras rechazar al rey Sap or, 6 que reinaba desp ués de A rtajerjes, y tom ó A n tio ­ quía, C arras y N isib is, ciudades que estaban, todas 27 ellas, b ajo d om in io p ersa. E l rey de los p ersas te­ m ió tanto al príncipe G o rd ian o que, aunque tenía en su p o d e r a sus p ro p ias tro pas y a las de n u estro territorio, p o r p ro p ia iniciativa retiró las defensas de la ciudades y entregó éstas intactas a su s h ab i­ tantes, sin ap od erarse de nad a que fuera de su p er­ tenencia. Pero to d o esto se llevó a cabo gracias a la 2 intervención de T im esiteo , su egro y prefecto de G o rdian o . Fin alm ente se con sigu ió con los ataques 3 de G o rd ian o que los p ersas, tem idos y a en Italia, regresasen a su reino y q u e el E sta d o rom an o m an­ tuviese bajo su p o d e r to d o el O riente. Se conserva un d iscu rso de G o rd ian o al sen ado, 4 en el que, al escribir sob re sus hazañas, da m uchas gracias a su su egro y p refecto T im esiteo. H e in­ trodu cid o aquí un fragm en to de él p ara que co n o z­ cas sus p ro p ias p alab ras: «P ad res con scrip tos, des- 5 p u és de estos hechos, que se llevaron a cabo m ien­ tras hacíam os el tray ecto y que en aquel m om en to 51 Cf. Cómodo, n. 39. El templo de Jano se encontraba al Noreste del foro romano, próximo a la Curia senatorial. 52 Carpos, godos y,tal vez, alanos, cf. 34, 4 y Máximo y Balbino 16,

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se revelaron m erecedores de cerem onias triunfales in dividualizadas, tam bién a lo s p ersas — para enla­ zar m uchas cosas con rap idez— , tanto a sus reyes com o a sus fueros, lo s alejam os de las colinas de A n tioquía, que estaban y a som etid as al yu go p é r­ sico. D esp u és restitu im os C arra s y las dem ás ciud ades al im perio rom an o . L legam o s h asta N isib is y, si los d ioses nos favorecen, llegarem os a C tesifonte. O ja lá nuestro p ad re y p refecto T im esiteo goce siem pre de buena salu d : con su condu cción y m ediante su estrategia con segu im o s llevar a cab o estos hechos y con segu irem o s realizar los dem ás. P o r tanto, vuestro com etid o es d ecretar las su p licaciones 53, encom endarnos a lo s d ioses y dar g ra ­ cias a T im esiteo ». T ras ser leídas estas palabras en el senado, se decretaron cuádrigas de elefantes, p ara que G o rd ian o celebrase una cerem onia triunfal al estilo persa, y a que era a ellos a quienes se h ab ía vencido. P ara T im esiteo decretó una cuádriga de seis caballos, un carro triunfal y la siguiente in scripción : « E l senado y el p u eb lo rom an o, en ju sta correspon den cia, a T im esiteo , hom bre em inente, pad re de príncipes, p refecto del P reto rio , d efen sor del m un do entero y guardián del E sta d o ». 28 Sin em bargo, esta felicidad n o p u d o ser m uy d u ­ radera, p ues T im esiteo m urió, según dicen m uchos, p o r las m alas artes de F ilip o 54, quien después de él fue prefecto del P reto rio ; segú n otro s, a causa de una enferm edad. D e jó com o heredero al E stad o rom ad o y to d o lo que le había p ertenecido se añadió a las rentas de la C iu d ad . L a habilidad de este h om bre para los asuntos p ú b lico s fue tal que nunca h ubo una ciudad fron teriza de im portancia, en la que se p udiera cu sto d iar al ejército del pueblo ro-

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53 Cf. Adriano, n. 58. 54 Fue emperador tras la muerte de Gordiano (244-249). Su nombre completo era M. Iulius Philippus Arabs, probablemente nacido en Filipópolis, la actual Shehba, en el N orte de Arabia.

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ano y a su em perador, q u e no tuviera sum inistro íHe vinagre 55, trigo, tocin o, cebada, y heno para do un año; in cluso otras ciudades m enores tuvie­ ron abastecim iento p ara treinta días, algunas para cuarenta, otras p ara d os m eses y las que m enos para quince días. C u an d o era p refecto, siem pre inspec- 3 cionó personalm ente las arm as de su s sold ad o s. N o toleró que ningún anciano sirviera en el ejército, ni que un joven se encargase de los víveres. R evisaba tod os los cam pam entos y sus atrincheram ientos, y p o r las noches visitaba frecuentem ente las guardias. 4 E ra am ado p o r to d o s p o rq u e tam bién él am aba al E m p erad o r y al E sta d o . Sus tribun os y generales le tem ieron y am aron tanto que ni querían causar p er­ juicio ni lo causaron en ninguna parte. Se dice que 5 F ilip o le tem ía vehem entem ente p o r m uchas ra z o ­ nes, y p o r ello atentó con tra su vid a con la ayu d a de los m édicos. Su plan fue el siguiente: aq u ejad o 6 T im esiteo de disentería, ord en ó a lo s m édicos p re­ parar una p o ció n p ara asen tar el vientre; entonces, según se dice, ellos cam biaron el m edicam en to que hab ía sid o p rep arad o y le dieron otro que p ro v o ­ caba m ás d esco m p o sició n ; así m urió. 29 D esp u és de que éste m uriera en el con sulad o de A rriano y P ap o , fue n o m b rad o en su lugar p refec­ to del P reto rio F ilip o el A rab e,u n individuo de o ri­ gen hum ilde p ero arrogante, que no se contentó con su nueva y enorm e fortu n a, p u es enseguida se conju ró p o r m edio de los so ld ad o s contra G o rd ia ­ no, quien le había llam ad o p ara que ocupase el pu esto de su padre. É sta s fu eron su s asechanzas: T im esiteo, com o d ijim os, había alm acenado tantos 2 víveres que las reservas rom an as no p od ían debili­ tarse; sin em bargo, a cau sa de las intrigas de F ili­ po, p rim ero las naves frum entarias fueron desvia55 Además de vinagre, en ocasiones, el término acetum significa vino de mala calidad, como el que acostumbraban a beber los legionarios ro­ manos.

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das y d espués se co n d u jo a los so ld ad o s a aquellos lugares en los que no p odían ser abastecidos. E n tonces, los so ld ad o s se volvieron inm ediatam ente hostiles a G o rd ian o , sin com pren der que el joven había sid o engañ ado p or las m alas artes de F ilipo . Pero adem ás de esto, extendió entre los ejércitos el rum or de que G o rd ian o era joven y no podía regir el im perio, añadiendo que era m ejor que reinase al­ guien que supiera dirigir al ejército y conociera los asuntos de E stad o . C o rro m p ió adem ás a los m ás notables y con sigu ió ser llam ad o al p o d er p ú blica­ mente. L o s am igos de G o rd ian o al principio se opu sieron con vehem encia, p ero cuando los so ld a ­ dos fueron ven cidos p o r el ham bre, se entregó el p o d e r im perial a F ilip o y se cum plió la orden del ejército: F ilip o debía gobern ar junto a G o rdian o con idéntico poder, com o si fuese su tutor. 30 C o m o F ilipo , tras asum ir el p od er, se co m p o r­ tase de m anera altiva con G o rd ian o , éste se dio cuenta de que él, un em perad o r descendiente de em peradores y h om bre de una nobilísim a fam ilia, no pod ía sop ortar la insolencia de un hom bre tan in noble; entonces, en com pañ ía del prefecto M eció G o rd ian o , que era pariente su y o , se q u ejó ante un tribunal com pu esto p o r so ld ad o s y generales, esp e­ rando p od er arrebatar el p o d er a Filipo. Pero nada consiguió con esta denuncia, en la que acusó a F i­ lipo de no acordarse de los antiguos favores que le había p restad o y ser p o c o agredecido. Y aunque im p lo ró a los so ld ad o s e intentó ganarse a los gene­ rales, el bando de F ilip o se im puso. Finalm ente, después de ver que se le tenía en m enor rango, p i­ dió que al m enos entre ellos hubiera el m ism o p o ­ der, pero no lo consiguió. L u e g o , p id ió que se le tuviese en el lugar de un C ésar, y tam poco ob tuvo esto. In clu so solicitó ser el prefecto de Filipo, lo que tam bién le fue denegado. Sus últim os ruegos fueron que F ilip o le con siderase un general y que le perm itiese seguir vivien d o.A esto casi había dado

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su ap rob ación F ilip o , siem p re silencioso y realizan­ do to d o con m ovim ien tois de cabeza y órdenes se­ cretas que ejecutaban su s am igos. Pero m editando con sigo m ism o en el am or del p u eb lo rom ano, del senado, de tod a A frica, de Siria y de tod o el orbe rom an o hacía G o rd ian o p o rq u e era noble y nieto e hijo de em peradores y p o rq u e había liberado todo el E sta d o con durísim as guerras, con cluyó que p o ­ día ocurrir que alguna vez cam biase la vo lu n tad de los so ld ad o s y el im p erio fuera devuelto a G o rd ia ­ no, y com o en ese m om ento. J a s iras de los so ld a­ d o s con tra G o rd ian o e s t ^ e r ^ n desenfrenadas p o r causa del ham bre, m an d ó 'q iíe aquél, a p esar de sus ru egos, fuera ap artad o de su presencia, d esp ojad o de sus bienes y ejecutado. A u n q u e esto al princiio fue d iferid o, desp ués se llevó a cabo tal y com o abía orden ado. A sí, F ilip o , de m anera sacrilega y p o r m edios ilegales, co n sigu ió el p o d er im perial. 31 G o rd ian o reinó seis años. M ientras estos hechos tenían lu gar en A sia, A rg u n te 56, rey de los escitas, d evastaba los reinos fro n terizo s, envalentonado, sob re to d o , p o rq u e había d escubierto que T im esi­ teo, b ajo cuya dirección se había gobernado el E s ­ tad o, había m uerto. F ilip o , p ara que no pareciese q u e había alcanzado el p o d e r im perial p o r m edios cru entos, m an d ó una carta a R o m a, en la que n o ­ tificaba que G o rd ian o había m uerto p o r enferm e­ d ad y que él había sid o elegido p o r tod o s los so l­ d ad os. Y , com o es ló g ic o , el senado, que no con o­ cía lo ocu rrido , fue engañ ado. P o r tanto, F ilip o se convirtió en em perado r y fue n o m b rad o A u gu sto , m ientras el joven G o rd ian o era colocad o entre los dioses. F u e un príncipe alegre, h erm oso, am able, grato para to d o s, jovial en su vid a y sobresaliente en las

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56 Magie (op. at. II, p. 436 y η. 2) identifica a este Argunte con el lider gótico, llamado Argaithus en otras fuentes, que bajo Filipo llegó a sitiar la ciudad de Marcianópolis.

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letras; nada le faltaba p ara ejercer el p o d er excepto la edad. A n tes de que F ilip o conspirase contra él, fue querido p o r el p u eb lo , p o r el senado y p o r el ejército com o no lo fue ningún em perador. C o rd o dice que to d o s los so ld ad o s le llam aban su hijo, que tod o s en el senado le daban tal nom bre y que el p u eblo entero decía que G o rd ian o era su alegría. F ilip o , cuando le asesinó, no se atrevió a retirar sus im ágenes, ni a derrib ar sus estatuas ni a borrar su nom bre, sino que llam án dole siem pre «d ivin o», in ­ cluso entre los m ism os so ld ad o s con los que había con sp irad o, le veneró con ánim o sereno, pero tam ­ bién con cínica astucia. 32 T o d av ía h oy perm anece en pie la casa de los G o r ­ dian os, que fue esplén didam en te d ecorad a p or este. T am bién existe una villa de su p rop ied ad , situada en la via Prenestina 57, que tiene en el tetrástilo 58 doscientas colum nas, de ellas cincuenta so n de m ár­ m ol de C a r i s t o s 59, cincuenta del tipo claudiano 60, cincuenta del de Sin ada 61 y cincuenta de m árm ol de N u m id ia, todas de igual tam año. E n ella hay tres basílicas de cien pies de largo y otras co sas acordes con esta ob ra, y unas term as, que, si exceptuam os las de la C iu d ad tal com o estaban entonces, care­ cían de paran gón en el m u n do entero. E n fav or de la fam ilia de lo s G o rd ian o s, el senado decretó que sus descendientes estuvieran siem ­ p re exentos de las guard ias, las em bajadas y las o b li­ gaciones p úblicas, a n o ser que quisieran afrontar­ las. N o se conservan las obras realizadas en R om a p o r G ordiano, excepto algunas fuentes y los baños. Pero

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57 Unía Roma con Preneste, la actual Palestrina, al sur de Roma. 58 Tetrastylus era aquel lugar en el que había cuatro columnas o cua­ tro filas de columnas. 59 Ciudad al Sur de la isla de Eubea. 60 Probablemente se refiere al mármol de color rojo del monte Clau­ diano, en la costa este de Egipto. 61 Ciudad de Frigia.

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los baños habían sid o co n stru id o s p ara los p articu ­ lares sin ran go y sus ad o rn o s eran los que corres­ ponden a este tipo de construcciones. H abía empren- 6 dido la erección de un pórtico en el C am p o de M arte, al pie de la colina 62, de m il pies de largo, con idea de que se con struy ese otro p ó rtic o del m ism o tam a­ ño frente al anterior, de manera que entre ambos que­ dase un espacio de quinientos p ie s ; en dicho esp a­ cio pen saba colocar a los d o s lad o s jardines en los que abun dara el laurel, el m irto y el b o j, y en m edio un m osaico de m il pies de lon gitu d, flanqueado p o r pequeñ as colum nas y estatuillas, es decir, una galería que estaría co ro n ad a p o r un a b asílica de q u i­ nientos pies de lon gitud. A d em ás, había p royecta- 7 d o con T im esiteo la p o sib ilid ad de construir de­ trás de la basílica, unas term as estivales que llevaran su nom bre y colocar las de invierno al com ienzo de los p ó rtic o s, bien dentro de éstos, bien en los jar­ dines. P ero ahora to d o s esto s terrenos son p rop ie- 8 33 dad particular, fincas, jardin es o viviendas. H u b o en R om a, durante el p rin cip ad o de G o rd ian o , trein­ ta y d os elefantes (de los que él m ism o había en­ viado d oce y A lejan dro d iez), diez alces, d iez ti­ gres, sesenta leones d o m esticad os, treinta leo p ar­ d os d om esticad os, diez belbi o hienas, m il parejas de gladiadores de p ro p ied ad im perial, seis h ip o p ó ­ tam os, un rinoceronte, d iez leones salvajes, diez ji­ rafas, veinte asn os salvajes, cuarenta caballos salva­ jes y o tros anim ales de este tip o , innum erables y v a­ riop in to s, que F ilip o , en los ju eg o s seculares, o re­ galó o m ató. G o rd ian o , p rep arab a tod as estas fie- 2 ras, las dom ésticas y las salvajes, p ara el triunfo so ­ bre los p e rsas; p ero su im perial deseo no prevale­ ció, p ues F ilip o exhibió tod as ellas en los espectá- 3 cu los, en lo s ju egos seculares y en el circo, cuando

62 Parece referirse al Quirinal.

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celebró el m ilenario de la fun d ación de la C iu d ad 63 en el consu lado que co m p artió con su hijo. Según C o rd o , tam bién en el caso de G o rd ian o se 4 p ro d u jo aquello que la tradición nos cuenta de G a y o C ésar 64. E n efecto, desp ués de la m uerte de los F ilip o s, to d o s lo s que atacaron a G o rdian o con la espada (se dice que eran nueve) fallecieron, al p a ­ recer, víctim as de su p ro p ia m an o y sus p ro p ias,es^ Q padas, las m ism as con las que le habían agredidora é l.^ 34 E sta fue la vida de los tres G o rd ia n o s; todos'BHós recibieron el título de A u g u sto s. L o s so ld ad o s levantaron u n a tum ba a G o rd ian o 2 en el cam pam ento de C ircesio , en la frontera p e r­ sa, con la siguiente in scrip ción , en griego, latín, p e r­ sa, hebreo y egipcio, p ara que fuese leída p o r t o ­ d o s: «A l divino G o rd ian o , ven cedor de los p ersas, 3 vencedor de los g o d o s, ven cedor de lo s sárm atas, que alejó de R o m a las sed icion es, ven cedor de los germ anos p ero no de lo s F ilip o s». E sto últim o ve4 rosím ilm ente ha sid o añadido p o rq u e se había re ­ tirado vencido de los cam pos de F ilipo s en un c o m ­ bate tum ultuario con los alanos, y al m ism o tiem ­ p o p orq u e, según parece, fue asesinado p o r los d o s F ilip o s. D icen que L icin io 65 d estru y ó esta inscrip- 5 ción en el tiem po en que alcanzó el p o d e r im perial, p u es pretendía aparentar que descendía del linaje de F ilipo . Y o he in dagad o to d o esto, G ran C o n s6 tantino, para que tu con ocim ien to no fuera p riv a­ do de nada que p arezca digno de saberse.

63 En abril del 248. 64 Julio César. Cf. Suetonio, Caes. L X X X IX : «Casi ninguno de sus asesinos murió de muerte natural ni le sobrevivió más de tres años. Fue­ ron todos condenados, pereciendo cada cual de diferente manera; unos en naufragios, otros en combate y algunos clavándose el mismo puñal con que hirieron a César». 65 Compartió el imperio durante algún tiempo con Constantino y fue derrotado por éste en Bitinia en el 324.

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M Á X IM O Y B A L B I N O

(Julio C ap ito lin o )

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D esp u és de la m uerte en Á frica de G o rd ian o el V iejo y de su h ijo, com o M axim in o , encolerizado, se ap roxim ase a la C iu d ad p ara vengar el hecho de que los G o rd ian o s hubieran sid o d eclarados A u ­ gu sto s \ el senado, m uy agitad o, corrió al tem plo de la C o n co rd ia 2, siete d ías antes de los idus de ju ­ lio — m ientras se celebraban los ju ego s en h on or de A p o lo — 3, b u scan d o un rem edio contra el fu ro r de un h om bre p erverso. A sí^pjtes, cuando d os varo- 2 nes consulares em inentes, M áxim o y B alb in o (aun­ que D e x ip o 4 y A rrian o 5 dicen que M áxim o y Balbino fu eron elegidos en con tra de M áxim ino des­ p u és de los G o rd ian o s, el n om bre de M áxim o es om itid o p o r m u ch o s h istoriad ores que ponen en su lu gar el a e P u p ie n o )6, con sid erad os am bos ilustres, uno p o r su b o n dad , otro p o r su valo r y firm eza, en­ traron en la C u ria m o stran d o en el sem blante su gran tem or ante la llegada de M axim in o, aunque el cón sul había p lan tead o o tro s p rob lem as, aquél que debía m anifestar su o p o n ió n en p rim er lugar, ha­ bló de este m o d o : « O s in quietan asuntos m enores 3

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Cf. Maximinos, 20,1 y Gordianos, 22, 1. Cf. Pértinax, n. 17. Tenían lugar entre el 6 y el 13 de julio. Cf. Maximinos, n. 57. Cf. Maximinos, n. 59. A esta confusión también se hace referencia en Maximinos, 33, 3.

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y debatim os en la C u ria cosas p ro p ias casi de vie­ jas en un m om en to crítico. ¿Q u é necesidad hay de 4 tratar sob re la reparación de lo s tem plos, sobre la ornam entación de un a basílica, sob re las term as de T ito 7, so b re la c o n stru c c ió n del A n fiteatro 8, cuando M axim ino, al q ue con m igo declarastéis ene­ m igo p ú blico 9, nos am enaza, cuan do lo s dos G o r ­ dianos, a quienes hab íam os encargado la defensa, están m uertos y en el m om en to presente no h ay ningún so co rro que n o s perm ita respirar con tran ­ quilidad? P o r tanto, p ad res con scrip tos, deliberad y n om brad em peradores. ¿Q u é o s d em o ra? N o d e ­ béis ser derrotado s m ientras cad a uno tem e p o r sí 2 m ism o y m uestra m iedo en lu gar de coraje». D e s­ p u és de estas p alabras, cuan d o to d o s estaban en si­ lencio, M áxim o, que era el de m ay o r edad y el m ás ilustre p o r sus m éritos, su v a lo r y su firm eza, c o ­ m enzó a expresar su op in ión , in dicando que debían ser elegidos d os prín cipes. E n ton ces V etío S ab i­ no 10, de la fam ilia de los U lp io s, tras solicitar del cónsu l que le fuese p erm itid o in terrum pir y hablar, inició así su d isc u rso : «S é, p ad res con scriptos, q ue 2 es conveniente m o strar firm eza en los m om en tos críticos para que nu estro s p ro y ec to s sean tom ad os con decisión y no con largos titubeos, y que debe­ m os abstenernos de tantas palabras y opiniones cuando el asunto es urgente. Q u e cada un o p ien se 3 en su p ro p io cuello, que se acuerde de su m ujer y de sus hijos, y de la fortu n a de su pad re y de sus an tepasad os; to d o ello está am enazado p o r M ax i­ m ino, hom bre colérico p o r naturaleza, cruel, inhu­ m ano y ciertam ente im placable ahora q u e la causa

7 Al sur del Esqulino y junto a las Termas de Trajano, con las que a veces han sido confundidas. 8 El Coliseo. Cf. Heliogábalo, n. 47. 9 Cf. Maximinos, 15,2. 10 Tras la ascensión al imperio de Máximo y Balbino, se le nombró prefecto de la Ciudad, cf. 4,4.

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le parece lo bastante ju sta. E l, en orden de batalla y tras d isp on er los cam pam en tos en lugares conve­ nientes se dirige a la C iu d a d ; v o so tro s, en cam bio, con vuestras deliberaciones pasáis el día aquí sen­ tados. N o es necesario un largo d iscu rso : ha de nom brarse un em perador, o m ejor, han de n o m ­ brarse d os prín cipes, uno que se ocupe de lo s asun ­ tos civiles y otro de los bélicos, uno que resida en la C iu d ad y otro que salga con el ejército al ens v o y a decir el nom con firm adlos, si os leños o tros m ejo res: M áxim o y B alb in o , de los cuales, uno en los asu n ­ tos m ilitares es tan grande que ha elevado el con o ci­ m iento de su linaje con el renom bre de su valor, y el otro es con o cid o hasta tal p u n to p o r su n o b leza que resulta necesario al E sta d o tanto p o r la delica­ d eza de sus costu m bres co m o p o r la in tegridad de vid a que ha m o strad o siem p re desde edad tem pra­ na en los estud ios y en las letras. T enéis un a op inión, pad res con scrip to s, q u izá m ás p elig ro sa p ara m í que p ara v o so tro s, p ero tam p o co o s resultará su ­ ficientem ente segu ra a v o so tro s si n o designáis em eradores a éstos o a o tr o s.» C u an d o term inó de ablar se aclam ó de m anera unán im e: «E s ju sto , es ecuánim e. T o d o s estam os de acuerdo con la o p i­ nión de Sabino. A u g u sto s M áxim o y B alb in o, que los dioses os guarden. L o s d io ses o s hicieron p rín ­ cipes, ¡q ué ellos o s p ro tejan ! D efen d ed al sen ado de los ladrones, os en com en d am os la guerra con tra los bandidos. Q u e M axim in o , enem igo p ú b lico , m uera con su h ijo ; ¡p ersegu id al enem igo p ú b lico ! Felices vo so tro s p o r la decisión del senado, feliz el E sta d o p o r vuestro gobiern o . D irig id con fortaleza lo que el senado o s ha en tregado ; recibid gustosa3 m ente lo que él o s ha en com en d ad o.» C o n éstas y o tras aclam acion es fu eron hechos em peradores M áxim o y B alb in o. E ntonces, salieron del sen ado y p rim ero subie-

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ron al C ap ito lio y oficiaro n sacrificio s; d espués, convocaron al p u eb lo ante las tribunas de los o ra ­ d ores. A llí, tras escuchar el d iscu rso sob re la o p i­ nión del senado y so b re su elección, el pueblo r o ­ m ano, en unión de algun os so ld ad o s que habían acudido p o r casu alid ad , gritó: «T o d o s n o so tro s s o ­ licitam os que G o rd ian o sea C é sa r.» E ste , nieto de G o rd ian o p o r parte del hijo q ue m urió en A frica, tenía entonces, según la m ay o ría han afirm ado, ca­ torce años n . Se Te b u scó apresuradam ente y p o r una nueva especie de decreto del senado, pues ese m ism o día se había p ro m u lg a d o y a o tro , fue tra s­ ladado con rap idez a la C u ria y proclam ado C é ­ sar u . 4 L a prim era p ro p u esta de los príncipes fue que los d os G o rd ian o s fueran d iv in izad os. A lg u n o s piensan que só lo uno, el V iejo , fue llevado entre los d io ses, p ero y o recuerdo haber leído en los lib ro s, que tan prolijam ente escribió Ju n io C o rd o , que am bos fu e ­ ron divinizados. P ues, el V iejo p u so fin a su v id a ahorcándose, m ientras el joven m urió en la guerra, lo que sin d u d a le hace digno de m ayor respeto, y a que m urió luchando. D esp u és de tal p rop u esta, se encom endó la prefectura de la C iu d ad a Sabino, h om bre sereno y acord e con las costu m bres de M áxim o, la pretorian a a Pinario V alente 13. Pero antes de hablar de sus actos es conveniente decir algunas cosas so b re sus costu m b res y su lin a­ je, n o com o Ju n io C o rd o , que in dagó to d o s los d e ­ talles porm en orizad am en te, sin o com o lo hicieron Suetonio T ran q u ilo o V alerio M arcelino ; aunque C urio Fortunaciano 14, que escribió la historia de este p eríod o, ha trasm itido p o cas c o sas, C o rd o , sin em -

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11 Sobre su edad y parentesco, cf. Gordianos 22,2-4. 12 Cf. Gordianos, n. 42. 13 Pariente de Máximo, cf. 5,5. 14 Tanto Fortunaciano como Marcelino son autores desconocidos en otras fuentes.

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bargo, ha narrado un gran núm ero de anécdotas, al­ gunas de las cuales resultan indecentes. 5 M áxim o era hijo de M áxim o , un in dividuo de la plebe 15 que, según dicen unos, era herrero y, se­ gún otros, fabricante de carretas. E n gen dró a M áxim o de una m ujer llam ada Prim a. T u v o cuatro her­ m anos varones y cuatro hem bras, que perecieron to d o s en la p ubertad 16. C u an d o nació M áxim o, se dice que un águila arro jó en un cuarto de su casa un tro zo de carne de buey de gran tam año, pues es­ taba abierta al exterior p o r un p equeñ o im pluvio 17; com o la carne perm aneciese allí y nadie se atrevie­ ra a tocarla p or los escrú p u lo s religiosos, el águila la cogió de nuevo y la so ltó en el recinto sagrado m ás p róxim o, que era el de Jú p ite r P ro tector . En ese m om en to aquello no pareció p resagiar nada, p ero su reinado vino a p ro b a r eme no se había he­ cho sin m otivo. P asó to d a su/t^ventud en casa de P inario, su tío paterno, a q u i¿ a ,n o m b ró prefecto del Pretorio tan p ro n to com o fue d esign ado em pe­ rador. N o estudió m ucho tiem po con el gram ático ni tam poco con el rhetor 19, pues cultivó siem pre

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15 Sin embargo, Herodiano (VIII 8,1) se refiere a Máximo y Balbi­ no, calificándolos de patricios·. «El pueblo estaba contento con ellos porque le enorgullecía contar con emperadores patricios que fueran dig­ nos del imperio.» 16 El término celia se emplea en un sentido amplio para designar cual­ quier dependencia de una casa. Propiamente significa el lugar donde se guarda algo, su traducción más corriente es «granero» o «despensa», aunque aquí parece más bien referirse al cuarto de la casa en que Máxi­ mo habitaba, haciendo hincapié con tal término en la humildad de ori­ gen de éste. 17 El impluvio era un depósito cuadrado, situado en medio del atrio de la casa, donde se recogían las aguas de lluvia, luego de pasar éstas por el compluvium; con el tiempo, sin embargo, adquirió el significado general de espacio descubierto y libre en las casas, significado que, cree­ mos, tiene en este pasaje. 18 A partir de una inscripción (C. .1. L. XIV 3555) se conoce la exis­ tencia de un templo de Júpiter Praestes, «Protector», en Tibur (Tivoli), pero no se sabe que existiera en Roma ningún santuario con tal nombre. 19 El rhetor era el profesor de elocuencia; su enseñanza constituía el

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el valor y la d isciplin a m ilitar. F u e tribuno m ilitar, 7 ejerciendo n u m ero so s cargos, y después alcanzó la pretu ra gracias a los d isp en d io s de Pescenia M a r­ celina que le ad o p tó y so stu v o com o si fuera su hijo. D esp u és asum ió el p ro co n su lad o de Bitinia, 8 lu ego el de G recia y en tercer lugar el de la G alia N arb o n en se. D esp u és de estos cargos, fue enviado 9 com o legado contra lo s sárm atas, im poniendo su d om inio en el Ilírico ; desde allí fue trasladado al R in donde ob tuvo bu en o s resu ltad os en sus enfrantam ientos con los germ anos. M ás tarde, se le adm i- 10 ró com o un prefecto de la C iu d ad prudentísim o, in ­ teligente y firm e. P o r ello, el senado le entregó 11 com o p rem io el p o d er im perial, aunque, p o r ser un h om bre de nueva fam ilia, era contrario a la ley. E n aquel m om en to to d o el sen ado estuvo de acuerdo en que no había nadie m ás capacitado que él p ara 6 recibir el título de príncipe. Y , p u esto que m uchos desean con o cer las c o sas m enores, direm os que le gu stab a m ucho com er, m uy p o c o el vino y no era m u y aficion ado a los asu n tos de V en u s; siem pre se ­ vero, tanto fuera com o en casa, hasta el punto de recibir el sob ren om bre de T riste. D e sem blante gra- 2 ve, in cluso huraño, alto de estatura, su aparencia c orp oral era m uy saludable, de costum bres p o c o dignas de estim a, p ero ju sto , in clu so en los m om en­ tos críticos, nunca se m o stró in hum ano o d esp ia­ dado. Siem pre p erd o n ó a quien lo solicitaba y n o 3 se encolerizó a no ser que hubiera suficiente m o ti­ vo p ara ello. N u n c a se p restó a con spirar, fue con s- 4 tante en sus decisiones y no co n fió en otros antes que en sí m ism o. P o r ello, fue m u y querid o p o r el 5 sen ado y tem ido p o r el p u eb lo , que conocía su ri­ g u rosa p refectura y veía que la dureza de su c o n ­

grado más elevado en la escuela romana. Enseñaba a los jóvenes a pre­ pararse para la vida pública, acrecentando su cultura media con el es­ tudio de los textos clásicos.

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ducta podía desarrollarse co n más virulencia en su m andato im perial. 7 El nobilísim o Balbino fue cónsul p o r dos veces y ocupó el gobierno de innum erables provincias. E n efecto, dirigió la adm inistración civil de Asia, Africa, Bitinia, G alacia, el P o n to , Tracia y las G a­ lias. D e vez en cuando m an d ó el ejército, pero tuvo siem pre m enor relevancia en los asuntos bélicos que en los civiles. Por su bondad, su enorme rectitud y su respeto, se había granjeado u n inm enso am or hacia su persona. D e m u y antigua familia — según aseguraba él m ism o— , descendía de B albo C ornelio T eofanes 20, quien había conseguido la ciudadanía p o r m edio de G neo P o m p e y o ; al parecer, este h o m ­ bre era m u y noble en su p ro p ia patria y, además, e sc rito r de h is to ria . E ra B alb in o de e sta tu ra corriente, distinguido en su apariencia y excesiva­ m ente proclive a los placeres. Tenía la ayuda de u n a inm ensa fortuna, pues era rico p o r sus antepasados y había unido à las herencias m uchas riquezas co n ­ seguidas p o r él m ism o. Ilustre en su elocuencia, destacó p o r sus escritos entre los poetas de su tiem ­ po. Inclinado al vino, al alim ento y a los asuntos am orosos y elegante en su m anera de vestir; nunca le faltó de nada. E sto le h izo p oco agradable ante el pueblo; sin em bargo, fue tam bién m u y querido p o r el senado. Esto es lo que hem os averiguado sobre la vida de am bos. A lgunos p en saro n que ellos debían ser com parados del m ism o m o d o que Salustio com pa-

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20 P u ed e alu d ir a L. C o rn elio B albo, quien o b tu v o la ciudadanía r o ­ m ana p o r sus servicios hacia P o m p e y o , bajo cuyas órdenes com batió en H isp an ia; su p erso n alid ad n o s es tam b ién con o cid a gracias al p ro B al­ bo de C iceró n . B albo fue ad o p tad o p o ste rio rm e n te p o r T eófanes de M itilene, quien aco m p añ ó a P o m p e y o en sus cam pañas co n tra M itrídates, de ahí el cognom en T eófanes con qu e se le m enciona en el pasaje. A h o ­ ra bien, el au to r, según se d esp ren d e de las palabras que siguen, parece h ab er co n fu n d id o a am bos in d iv id u o s, pues el fam oso escritor de H is­ to ria es T eófanes de M itilen e y n o B albo. 21 C f. Salustio, C at., L IX .

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ra a C atón y C ésar 21, señalando que uno era seve­ ro y el o tro afable, que aquél era v irtuoso y éste fir­ me, que uno no era pródigo en sus dádivas y el o tro 8 abundaba en todo tipo de riquezas. E sto sobre sus costum bres y su linaje. Tras serles entregados todos los honores im pe­ riales y las insignias del cargo, después de asum ir la potestad tribunicia, el im perio proconsular, el pontificado m áxim o 22 y el n o m b re de padres de la patria, M áxim o y B albino iniciaron su gobierno. 2 Pero m ientras se hacían en el C apitolio los sacrifi­ cios rituales, el pueblo rom ano contestó el im perio de M áxim o. Pues, los hom bres del pueblo tem ían su severidad, que consideraban m u y favorable para el senado y m uy contraria a sus deseos. P or ello, ocurrió, com o dijim os, que em pezaron a pedir que 3 el joven G ordiano fuese declarado príncipe 23; éste fue nom brado inm ediatam ente y no se les perm itió acudir al Palatino con u n a escolta arm ada, antes de ho n rar con el nom bre de C ésar al nieto de G ordia­ no 24. D espués de que esto ocurriera, se celebraron 4 ritos sagrados y se ofrecieron juegos escénicos y circenses, y u n espectáculo de gladiadores. Luego, M áxim o realizó sus ofrendas en el C apitolio y fue enviado a la guerra con tra M axim ino con un e n o r­ me ejército, perm aneciendo en R om a los pretorianos. D ebe decirse con brevedad de dónde procede la costum bre de que los em peradores cuando m ar- 5 chan a la guerra ofrezcan un espectáculo de gladia­ dores y de fieras salvajes. M uchos afirm an que en ­ tre los antiguos era un rito concebido en contra de (, los enem igos, cuya intención era que N émesis (es decir, una cierta m anifestación de la Fortuna) 25 se

22 T ítu lo s en los que se asentaba el p o d e r im perial, cl. A n to n in o Pío, n. 13. 23 C f. 3, 3. 24 C f. G ordianos, 22,2-3. 25 N ém esis, hija de Jú p ite r y de la N ecesidad, era la diosa vengadora

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calmase con la sangre ofrecida p o r los ciudadanos en aquel tipo de com bates 26. O tro s han escrito, lo 7 que yo considero más verosím il, que los rom anos, cuando van a la guerra, deben ver luchas, heridas, armas y hom bres desnudos peleando entre sí, para que no tem an en la guerra a los enem igos arm ados o se asusten de las heridas y de la sangre. 9 A m p ie s , M áxim o m archó a la guerra m ientras los pretorianos perm anecieron en Rom a. E n tre 2 ellos y el pueblo h u b o tantos enfrentam ientos que se llegó a la guerra civil: una gran parte de la ciu­ dad de R om a fue incendiada, los tem plos fueron u l­ trajados y todas las calles se m ancharon de sangre, ya que Balbino, u n hom b re poco enérgico, era in­ capaz de calmar la revuelta. Pues, m archando entre 3 la gente, tendía sus m anos a todos, estuvo a p unto de ser herido p o r las p ied ras y, según dicen algu­ nos, fue golpeado incluso con u n a vara. Y no h u - 4 biera calm ado el tu m u lto si no hubiera llevado ante el pueblo al pequ eñ o G ord ian o , vestido con la p ú r­ p u ra y colocado sobre los hom bros de u n hom bre m uy alto. D espués de que éste fue visto, el pueblo los soldados se calm aron y p o r am or hacia el p e­ queño G ordiano volvieron a la concordia 27. N u n - 5 ca nadie a su edad fue tan querido, gracias a los m é­ ritos de su abuelo y de su tío p aterno, quienes, en­ frentados a M axim ino, m u riero n p o r el pueblo ro ­ m ano en Africa. T an to valor tiene entre el pueblo., ^ 10 rom ano el recuerdo de las nobles acciones. Af í j ) pues, tras m archar M áxim o a la guerra, el s e n a a tr ^ envió hom bres de rango consular, p retorio, cuesde los crím enes. Es extraña la relación que el a u to r establece entre ella y la F o rtu n a . 26 E l v erd ad ero o rigen de estos juegos parece hallarse en E tru ria, d o n d e em p ezaro n a su p la n ta r en los rito s funerarios a los sacrificios h u ­ m anos. 27 E l a u to r parece m ezclar esta revuelta de la que habla con la que se p ro d u jo antes de la aclam ación de G o rd ian o I II com o C ésar; cf. 3, 3; M axim ino s, 20,6; G ordianos, 22, 2 y H e ro d ia n o , V II 10,5-9.

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torio, edilicio e incluso tribunicio a través de todas las regiones, para que cada población preparase las provisiones, las arm as, las fortificaciones y las m u ­ rallas con la intención de que M axim ino se desgas­ tase a su paso p o r cada u n a de las ciudades 28. Se 2 ordenó, entonces, que to d o lo que hubiera en los campos se llevase al in terio r de las ciudades p ara que el enem igo público no encontrase nada. A de- 3 más se envió a los inspectores del trigo 29 a todas las prinvicias para que llevasen la orden escrita de que se tendría p o r enem igo a cualquiera que ay u ­ dase a M axim ino. E n tretan to surgieron de nuevo 4 en R om a enfrentam ientos entre el pueblo y los so l­ dados. A unque Balbino p rom ulgaba m il edictos n o 5 se le escuchaba; los veteranos, en unión de los p retorianos, se refugiaron en los cam pam entos del p re ­ torio y el pueblo em pezó a sitiarlos. Y nunca se h u - 6 biera llegado a la reconciliación si el pueblo no h u ­ biera cortado los canales del agua 30. E n la C iudad, 7 antes de que se anunciase que los soldados se acer­ caban ya pacíficam ante, se arrojaron tejas desde los techos de las casas y todo tipo de vajilla que se encon­ trara en su interior. P o r ello, la m ayor parte de la 8 C iudad 31 quedó d estrozada y m uchos perdieron sus riquezas, pues los ladrones se m ezclaron con

28 C f. M a xim in o s, 21-23. 29 F rum entarii; cf. A d ria n o , n. 56. 30 C f. H e ro d ian o V II 11,3-4: «F inalm ente, p uesto que nada habían co nseguido con sus asaltos, los jefes de la o peración decidieron cortar to d o s los co n d u cto s de agua q u e afluían al cam pam ento, a fin de so­ m eter a los soldados p o r sed y p o r falta de agua corriente. Su táctica de ataque fue, p ues, desviar hacia o tro s canales to d o el sum inistro de agua, co rtan d o y cerran d o las tuberías q u e conectaban con el cam pa­ m en to .» Los orígenes y el d esarro llo de estos acontecim ientos están ex­ p u esto s con m ay o r claridad en H e ro d ia n o V II 11-12. 31 F re n te al térm in o urbs, em pleado en las líneas anteriores (in urbe a u tem ..,), el biógrafo utiliza aquí la p alabra civitas (m aior pars civitatis periit), ya que se refiere tan to a pérdidas m ateriales com o a las bajas p ro ­ ducidas en tre la p o b lación ciudadana (civitas).

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los soldados para robar, donde lo encontraran, aquello que conocían ya de antem ano. 11 M ientras estas cosas sucedían en R om a, M áxim o — o Pupieno— p reparaba la guerra en Rávena con un gran equipam iento, pues temía enorm em ente a M axim ino; al referirse a él, a m enudo decía que no hacía la guerra co n tra u n hom b re, sino contra u n Cíclope. Pero M axim ino fue vencido de una m anera tan absoluta en A quileya que sus p ropios solda­ dos 32 le asesinaron y su cabeza fue llevada a R á­ vena y después enviada p o r M áxim o a Rom a. N o debe silenciarse aquí la lealtad de los aquileyenses ha­ cia los rom anos, pues, se dice, que para lanzar las flechas ofrecieron los cabellos de sus m ujeres en lu ­ gar de las cuerdas de los arcos 33. Balbino, que era el más tem eroso, se alegró de tal m anera que, tan p ro n to com o recibió la cabeza de M axim ino, rea­ lizó una hecatom be. La hecatom be es un sacrificio de este tipo: se levantan en u n solo lugar cien aras construidas con cesped y se sacrifican en ellas cien cerdos y cien ovejas. A h o ra bien, si el sacrificio es realizado p o r u n em perador, se m atan cien leones, cien águilas y o tro s animales de este tipo p o r cen­ tenas. Según se dice, los griegos realizaban u n sacrificio de este tipo cuando padecían una epidem ia de peste, y consta que m uchos em peradores lo han celebrado 34. 12 A (kpiies, tras realizar este sacrificio, Balbino ini­ ció con enorm e congratulación la espera de M áxi­ m o, que volvía desde R ávena con el ejército y las tropas intactas. Pues, M axim ino había sido vencido p o r los ciudadanos de A quileya y p o r unos cuantos soldados que allí se encontraban, dirigidos p o r C rispino y M enófilo, hom bres de rango con­ sular, enviados p o r el senado. M áxim o, entonces, 32 C f. M axim inos, 22-23. 33 C f. M axim inos, 33, 7. 3'1 C f. M axim in o s, n. 47.

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m archó a A quileya p ara que todas las regiones p e r­ m aneciesen seguras e intactas hasta los Alpes y p ara contener a las poblaciones bárbaras, si es que q u e ­ daban algunas, que habían favorecido a M axim ino. D espués le fueron enviados veinte legados senato­ riales, cuyos nom bres están en C o rd o (entre ellos había cuatro de rango consular, ocho antiguos p re ­ tores y otros ocho con el rango de cuestor), con c o ­ ronas y u n decreto del senado en el que se ord en a­ ba la erección en su h o n o r de estatuas ecuestres de oro. Balbino se encolerizó p o r ello, afirm ando que M áxim o se había esforzado m enos que él, pues m ientras él había contenido tan grandes guerras en la C iudad, aquél había perm anecido en Rávena to ­ talm ente desocupado. P ero se valoran tan to las in tenciones que a M áxim o, p o r haber m archado co n ­ tra M axim ino, le fue atribuida u n a victoria que él m ism o no supo que había sido obtenida. Por tan to, tras apoderarse del ejército de M axim ino, M áxi­ m o llegó a la C iudad con gran pom pa y rodeado de una gran m ultitud, m ientras los soldados se q u e ­ jaban de haber perd id o al em perador elegido p o r ellos m ism os y de que su lugar fuera ocupado p o r esos que el senado les había asignado. Y el descontentó que aparecía en sus ro stro s no p o d ía ser d i­ simulado. Ya ni siquiera se abstenían de hablar, aunque M áxim o había dicho a m enudo a los solda­ dos que debía producirse el olvido de los aconteci­ m ientos pasados, les había dado grandes sumas de dinero y había enviado las tropas auxiliares a aque­ llos lugares que habían elegido. Pero los ánimos de los soldados, nuevam ente em papados de odio, n o pudieron ser refrenados. Finalm ente, aun cuando escucharon aclamaciones del senado que se referían a los soldados, se levantaron con m ay o r encono contra M áxim o y Balbino, debatiendo diariam ente

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35 P ara los acontecim ientos que se n a rra n a continuación, cf. H e ro diano V III 7-8.

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entre ellos quiénes debían ser nom brados em pera­ dores. 13 El decreto del senado que provocó su am otina­ m iento tuvo la siguiente f o r m a 36: C uando Balbi­ no, G ordiano, el senado y el pueblo rom ano salie­ ron al encuentro de M áxim o que avanzaba hacia la C iudad, h u b o prim ero aclam aciones públicas, que estaban dirigidas a los soldados. D esde allí se m archó a la C uria, donde, después de las aclam acio­ nes de costum bre, se dijo: «Así actúan los em pera­ dores sabiam ente elegidos, así perecen los em pera­ dores elegidos p o r gente inexperta.» Era evidente para todos que M axim ino había sido nom brado p o r los soldados y que B albino y M áxim o lo habían sido p o r los senadores. T ras decir esto, los soldados em pezaron a irritarse aún más, sobre todo con­ tra el senado, que parecía celebrar su triunfo sobre los soldados.. Sin duda B albino y M áxim o regían el E stado con gran m oderación y con el co ntento del senado y el pueblo rom ano. T enían en gran respeto al senado; prom ulgaban óptim as leyes; escuchaban las causas judiciales con im parcialidad y disponían con gran acierto las cuestiones m ilitares. Pero cuando ya se había dispuesto que M áxim o m archase contra los partos, B albino contra los germ anos y que el joven G ordiano perm aneciese en R om a, los soldados au­ m entaban día a día en su cólera, pues buscaban la o p ortu n id ad de asesinar a los em peradores y difí­ cilmente podían encontrarla con p ro n titu d , porque la guardia germ ana 38 rodeaba a M áxim o y Balbi-

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36 N atu ralm en te n o se trata de u n d ecreto del senado, sino de una aclam ación. 37 Es decir, los persas, cf. G ordianos, 26,3. 38 Según H e ro d ia n o (V III 8,2) la presencia de esta guardia germ ana en R om a era u n o de los m otivos del o d io de los soldados hacia M áxi­ m o y B albino: «T am bién m o tivaba su disgusto la presencia de los ger­ m anos ju n to a M áxim o, viviendo en R om a, P ensaban que se opon d rían a cu alq u ier in ten to de su p arte, y sospechaban que les estaban al acecho

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no. H ab ía tam bién desavenencias entre Balbino y 14 M áxim o 39, pero silenciosas y que se intuían más que se veían, pues B albino despreciaba a M áximo p o r su hum ilde origen y M áxim o despreciaba a Bal- 2 bino p o r su debilidad. P o r ello, se presentó una o p o rtu n id ad para los soldados, que com prendían que con facilidad pod ían ser asesinados dos em pe­ radores en desacuerdo. E n fin, en cierta ocasión en que la m ultitu d , los soldados y los sirvientes pala­ ciegos se encontraban presenciando representacio­ nes escénicas, hicieron u n ataque contra los em pe­ radores que se habían quedado solos en com pañía de la guardia germ ana. E ntonces, tras producirse la 3 revuelta de los soldados, inm ediatam ente le fue anunciado a M áxim o que se trataba de u n a p ertu r­ bación y u n tu m u lto difícilm ente evitable si no se enviaba a la guardia germ ana, pero , com o, casual­ m ente, los germ anos estuviesen con B albino en la otra parte del Palacio, M áxim o se dirigió hacia Balbino para solicitar su ayuda. E ntonces, aquél, sos- 4 pechando que le pedía la guardia para utilizarla en su contra y que M áxim o preten d ía la m onarquía, prim ero le eludió y después llegaron incluso a una abierta discusión. C u an d o se encontraban enfren- 5 tados en tal disputa, llegaron los soldados y, tras despojar a am bos de sus vestiduras reales, los saca­ ron del Palacio llenándolos de injurias e incluso preten d iero n arrastrarlos hasta su cam pam ento a través de la C iudad, tras haberlos prácticam ente despedazado; pero al advertir que los germ anos ve- 6 nían en defensa de los príncipes, m ataron a ambos y los abandonaron en m edio del trayecto. E n tre­ tanto el C ésar G o rd ian o , ensalzado p o r los solda- 7 dos, fue nom b rad o em perador — esto es A ugusp ara desarm arlos co n algún engaño y , al estar allí los germ anos, o cu p ar su sitio sin dificultad. E l ejem plo de Severo, q u e d esarm ó a los asesinos de P értin ax , acudía a su m em oria.» 39 C f. H e ro d ia n o , V II 8,4.

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to— , pues en aquel m o m en to no había otro a quien recurrir; luego, tras p ro ferir insultos contra el se­ nado y el pueblo, los soldados se retiraron inm e­ diatam ente a su cam pam ento. Los germ anos, p o r su parte, puesto que los em peradores habían m uer­ to y no tenían ninguna causa p o r la que luchar, se m archaron fuera ae la C iudad, donde estaban sus cuarteles. 15 Estos buenos em peradores tuvieron este final, indigno de su vida y de sus costum bres. Pues, com o puede verse a través de los hechos, n o había nadie más fuerte que M áxim o — o Pupieno— ni más b o n ­ dadoso que B albino. A u n q u e tiene potestad para ello, el senado n o elige a los m alvados. A dem ás, am bos habían sido puestos a pru eb a en sus num e­ rosos cargos y dignidades — u no había sido cónsul dos veces y prefecto de la C iudad, el otro cónsul en dos ocasiones— y habían alcanzado el pod er im ­ perial a u n a edad m adura. F u ero n queridos p o r el senado e incluso p o r el pueblo, que ya tem ía m e­ nos a M áximo. E sto es lo que sobre m áxim o hem os recogido principalm ente de H ero d ian o , escritor griego. Pero m uchos han dicho que M axim ino fue vencido en Aquileya no p o r M áximo, sino p o r el em perador P u ­ pieno, y que éste fue asesinado con Balbino. E n am ­ bos casos om iten el n o m b re de M áxim o 40. Es tanto el desconocim iento o la deform ación entre estos obcecados historiadores que m uchos pretenden lla­ m ar P upieno al m ism o M áxim o, aún cuando H e ­ rodiano, que escribió su vida en los tiem pos en que éste vivió, le llam a M áxim o y no Pupieno y aun­ que D exipo, escritor de le n g u a . griega, dice que M áxim o y B albino fuero n nom brados em perado­ res contra M axim ino después de los dos G ordianos y que M axim ino fue vencido p o r M áxim o y no p o r

40 C f. 16,7 y 18 y M a xim inos 33, 3.

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Pupierio. El desconocim iento de estos escritores se revela además cuando dicen que el pequeño G o r­ diano fue prefecto del P reto rio , ignorando m uchos que a m enudo era llevado a h o m b ro s para ser m os­ trado a los soldados 41. M áxim o y Balbino ocu p aro n el p o d er durante u n año 42, después de que M axim ino reinara con su hijo durante tres años, según un o s, aunque otros aseguran que fue u n bienio. 16 La casa de Balbino todavía ahora puede verse en Rom a, en las Carinas 43, grande y m ajestuosa; es hasta el presente posesión de su familia. M áximo — a quien la m ayor p arte de los historiadores lla­ m an Pupieno— no tenía riquezas, pero sí u n enor­ me valor. Bajo el m andato de am bos, los carpos 44 lucharon con tra los m esios. Se p ro d u jo tam bién el principio de la guerra contra los escitas y, en esa m ism a época, la destrucción de la ciudad de Istria 45, o, com o dice D exipo, de la ciudad ístrica. Este auto r alaba m ucho a B albino, dice que se en­ frentó a los soldados con ánim o valeroso y así m u­ rió, y afirma que no tem ía a la m uerte p o rq u e es­ taba m uy versado en todas las doctrinas filosóficas; pero niega que M áxim o fuera el hom bre que han descrito la m ayoría de los autores griegos. A ñade, además, que era tan grande el odio de los aquileyenses contra M axim ino que hicieron las cuerdas de los arcos con los cabellos de sus m ujeres y así dispararon las flechas.

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41 C f. 9,4. 42 La ascensión de G o rd ian o III com o em p erad o r ú nico parece h a ­ ber o cu rrid o en ju n io del 238; (cf. M agie II, p , 478, η. 3). 43 Carinae. «Q uillas». Se daba este n o m b re al barrio p o rq u e el techo de las casas se parecía a la quilla de las naves. 44 T rib u dacia expulsada del suelo ro m an o p o r F ilipo entre los años 245 y 247 y que p articip ó en la invasión de T racia que costó la vida a D ecio en el 251. 45 A n tig u a ciudad de D o b ru d ja , co n q u istad a p o r L úculo en el 72 a. de C.

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D exipo y H e ro d ian o , que han investigado la his- 6 toria de estos em peradores, dicen que M áxim o y Balbino fueron los príncipes elegidos p o r el senado contra M axim ino, después de la m uerte de los dos G ordianos en A frica; con ellos tam bién fue n o m ­ brado el tercer G o rdian o , todavía u n niño. Pero no 7 encuentro el n o m b re de M áxim o en la m ayoría de los autores latinos y, sin em bargo, he hallado al em ­ perador P upieno acom pañando a Balbino; se dice incluso que este P up ien o luchó en A quileya con M axim ino, cuando los h istoriadores antes m encio­ nados aseguran que M áxim o ni siquiera luchó con­ tra M axim ino, sino que perm aneció en Rávena y allí le fue com unicado que se había conseguido la victoria: A m í me parece que P upieno y M áxim o son la m ism a persona. 17 P o r esto he intecalado u n a carta de felicitación, que fue escrita acerca de P upieno y Balbino p o r u n cónsul de su tiem po, en la que se alegra de que el Estado haya sido restablecido p o r ellos, después de encontrarse en m anos de m alvados bandidos: «C laudio Juliano a los A ugustos P upieno y Bal- 2 bino. T an p ro n to com o m e he enterado — aunque todavía no p o r vuestra sagrada proclam a, sino sólo a través del decreto del senado, que m e envió m i co­ lega C elso E liano, varón clarísim o 46— de que p o r decisión de Jú p ite r O p tim o M áxim o y de los dioses inmortales y del senado, y con la aprobación de todo el género hum ano, el E stad o os había sido confia­ do para que lo preservaseis de los sacrilegios de u n im pío bandido y lo gobernaseis de acuerdo con las leyes rom anas, y o , santísim os señores e invencibles A ugustos, me alegré p o r la ciudad de R om a, para cuya salvación fuisteis elegidos ; m e alegré p o r el se­ nado, al que devolvisteis su antigua dignidad p o r la confianza que depositó en v osotros; me alegré p o r

46 C f. M axim in o s, n. 2; H eliogabalo, n. 13 y A lejandro Severo, n. 23.

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Italia, a la que principalm ente habéis defendido de la devastación de los enem igos; me alegré p o r las provincias, a las que, heridas p o r la insaciable ava­ ricia de los tiranos, habéis devuelto la esperanza de salvación; en fin, m e alegré incluso p o r las legiones y p o r las tropas auxiliares, que adoran ya vuestras imágenes en cualquier parte del m undo y, libres de la antigua deshonra, han recibido con vuestro nom bre u n sím bolo digno del principado rom ano. N un ca h u b o una voz tan p o ten te, ni u n discurso tan afortunado ni u n ingenio tan fecundo, que p u e ­ da expresar dignam ente la felicidad del Estado p o r estos hechos. C uán grande es esta felicidad y q u é características tiene hem os p o d id o com probarlo desde el inicio m ism o de vuestro principado, pues habéis restablecido las leyes rom anas, la justicia, que ya no existía, la clem encia, que había desapa­ recido, y la vida y las costum bres y la libertad y la esperanza de sucesores y herederos. Es difícil en u m erar estas cosas y aún más describirlas con la dig­ nidad con que m erecen ser expuestas. Pues, ¿de qué m odo explicaría o contaría y o cóm o vosotros nos habéis devuelto la vida, que u n execrable bandido, tras desplegar sus verdugos p o r cada una de las p r o ­ vincias, había am enazado claram ente, confesando su cólera contra n u estro ilustre estam ento?, sobre todo cuando m i m ediocridad n o sólo no puede ex­ presar la felicidad pública, sino que ni siquiera da a entender la alegría particular de mi ánim o, al ver a estos hom bres com o A ugustos y príncipes del gé­ nero hum ano. D esearía que su inalterable conduc­ ta aprobase m i sobriedad y mis costum bres com o si fueran antiguos censores y así, aunque y o confió en que éstas hayan sido ya confirm adas p o r los tes­ tim onios de los anteriores príncipes, m e enorgulle­ cería p o r la im portancia de vuestras opiniones. O jalá los dioses p rotejan ahora y en el fu tu ro esta fe­ licidad del m undo rom ano. Pues cuando os veo, no puedo desear ninguna o tra cosa, sino aquello que

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se dice im ploró el vencedor de C artago 47 a los dio­ ses, a saber, que conservasen la república en la co n­ dición en que entonces se encontraba, p o rq u e n in ­ guna m ejor p o d ría tener. D el m ism o m o d o ,y o pido 9 ue conserven el E stado p ara v osotros en esas coniciones en las que lo habéis logrado colocar cuan­ do todavía se tam baleaba». 18 Esta carta p ru eb a que P upieno es el m ism o a quien m uchos llam an M áxim o. Sin duda, en estos 2 tiem pos no se ha encontrado fácilm ente entre los griegos el n o m b re de P u p ien o e igualm ente ha sido difícil hallar entre los latinos el de M áxim o; p o r ello, las gestas llevadas a cabo contra M axim ino, en unos casos se dice que fu ero n realizadas p o r P u ­ pieno y en o tro s p o r M áxim o.

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47 E scip ió n E m iliano. C f. V alerio M áxim o IV 1,10.

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LO S D O S V A L E R IA N O S

(Trebelio Polión)

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Velsolo, rey de Reyes, a Sapor: «Si yo supiera que los rom anos p ueden ser vencidos de manera d e­ finitiva alguna Vez, te felicitaría p o r esa victoria de la que te jactas. Sin em bargo, puesto que, ya sea 2 p o r la fuerza del destino o p o r sus propias v irtu ­ des, aquel pueblo es m uy p o deroso, vigila para que el haber capturado a un anciano em perador — y esto con ayuda de artim añas— no resulte perjudi­ cial para ti o para tus sucesores. R ecuerda a cuán- 3 tos pueblos enem igos los rom anos han puesto bajo ' su yugo, aunque aquéllos a m enudo resultasen v e n ­ cedores en m uchas batallas. E n efecto, hem os oído 4 que los galos les vencieron e incendiaron aquella gran ciudad 2: hoy están som etidos a los rom anos. ¿Q ué decir de los africanos 3?, ¿Acaso no les ven­ cieron? A hora, sin em bargo, están som etidos a los rom anos. N ad a digo sobre ejem plos más lejanos y 5

1 U n a laguna en el texto nos ha p riv ad o de las biografías de Filipo el A rabe (244-249), D ecio (249-251), T reb o n ian o G alo (251-253) v E m iliano (253). D e V aleriano, que se co n v irtió en em perador en el 253 y cayó p risio n ero de Sapor I en el 259, sólo conservam os los capítulos finales de su biografía, cf. In tr., p. 11. 2 Parece aludir a la co n q u ista de R o m a p o r los galos en el año 390 a. de C ., tras su victoria ju n to al río A lia. 3 P u ed e referirse a las co n tinuas victorias de A níbal sobre los rom a­ nos d u ran te la Segunda G u e rra Púnica.

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uizá m enos im portantes 4. M itrídates el Póntico 3om inó to d o el A sia M en o r; pues bien, fue venci­

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do y actualm ente el Asia M en o r es de los rom anos. 6 Si quieres m i consejo, aprovecha la ocasión de paz y devuelve a V aleriano con los suyos. Yo me ale­ gro de tu buena suerte, p ero sólo si sabes servirte de ella.» 2 Veleno, rey de los c a d u s io s é, escribió com o si­ gue: «Recibí con alegría, íntegras e incólum es, las tropas auxiliares, que y o te había enviado. Pero no m e alegro tan to efe que V aleriano, príncipe entre los príncipes, haya sido capturado; me alegraría más si fuese devuelto. Pues, los rom anos son más temibles cuando son vencidos. P o r ello, actúa com o 2 conviene al hom b re p ru d e n te y que la fortuna, que a m uchos engañó, no te envanezca. V aleriano tiene un hijo E m p erad o r y un nieto C ésar 7, ¿y qué me dices de todo el m u n d o rom ano, que unido se le­ vantará contra ti? D eja en libertad, p o r tanto, a Va- 3 leriano y haz la p az con los rom anos, provechosa tam bién para n o so tro s a causa de las tribus del Ponto . » 8 3 A rtabasdes 9, rey de los arm enios, envió la si­ guiente carta a Sapor: «A m i me corresponde una parte de tu gloria, p ero m e tem o que, más que ven­ cer, has p lantado semillas de guerra. Su hijo recia- 2 4 A cep tam o s aq u í la lectu ra de O b re c h t, inferioribus. E l interioribus de los m ss. P y E , admitido» p o r H o h l, parece fuera de contexto. 5 L a P rim era G u erra M ittíridática term in ó con la victoria de Sila en el 85. L a Segunda, fav o rab le tam bién a las arm as rom anas, representa­ das en este caso p o r P o m p ey o , finalizó en el 66. 6 P u eb lo del n o rd este d e la M edia, q u e habitaba u n a región bañada p o r el M ar C aspio. 7 G alieno y Salonino, cf. L os dos Galienos. 8 E l P o n to E u x in o o M a r N eg ro . L os h ab itan tes de aquella región, aliados del p u eb lo ro m an o , dejarían de h o stig ar al rey sasánida y a sus aliados. L a in ten ció n del tex to parece ser d em o strar los n u m ero so s alia­ d os co n que co n tab a V aleriano; cf. 4. 9 N o se conoce la existencia de n in g ú n re y arm enio de este n o m b re en el siglo III d. de C.

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ma a V aleriano y su nieto y los generales rom anos y toda la Galia y toda A frica y toda H ispania y toda Italia y todos los pueblos del Ilírico, de O rie n ­ te y del P o n to , todos los que están de acuerdo con los rom anos o som etidos a su autoridad. H as capturado a u n anciano, p ero te has hecho enemigo de todos los pueblos del m u n d o y quizá lo m ismo nos ocurra a noso tro s, pues enviam os tropas auxiliares, som os vuestros vecinos y siem pre trabajam os para vosotros, luchando a vuestro lado.» 4 B a c tria n o s10, íb e r o s 11, a lb a n o s 12 y tauroescitas 13 no aceptaron las cartas de Sapor, p o r contra escribieron a los generales rom anos prom etiendo tropas auxiliares p ara liberar a V aleriano de su cau­ tiverio. Sin em bargo, m ientras V aleriano envejecía entre los persas, O d en ato de Palm ira 14 reunió un ejér­ cito y restableció el E stado rom ano casi en sus an­ tiguos límites. C ap tu ró los tesoros del rey parto, incluso sus concubinas, a las que estos reyes tienen en más estim a que sus tesoros. Sapor tem ió más, entonces, a los generales rom anos y rápidam ente, p o r m iedo a O d en ato y Balista 15, se refugió en su rei­ no. Y este fue, p o r algún tiem po, el fin de la guerra pérsica. 5 E sto es lo que m erece ser conocido acerca de V a­ leriano, cuya vida, loable a lo largo de setenta años, ascendió a tal grado de gloria, que, después de ejer­ cer todos los cargos y m agistraturas de manera in ­ signe, fue hecho em perador no , com o suele ocurrir, en una asamblea tum ultuaria del pueblo, ni en una

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10 B actriani. H ab itan tes de la B actriana, región asiática q u e actual­ m en te se in cluiría en el T u rq u están afgano. 11 H ib eri. S ituados al n o rte del C áucaso. 12 A lb a n i. H ab itan tes de A lbania, antigua región caucásica. 13 Tauroscythae. H ab itab an la p arte n o rte de la actual C rim ea, al sur de R usia. 14 C f. T reinta usurpadores, 15. 15 C f. T reinta usurpadores, 18.

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revuelta de soldados, sino p o r la justicia de sus m é­ ritos y casi con la unánim e opin ió n de to d o el m u n ­ do. C iertam ente, si a todos se diera la posibilidad 2 de decidir qué em perador desean, no sería elegido ningún otro. Y para que conozcas la enorm e im portancia que 3 tuvieron los m erecim ientos públicos de Valeriano, escribiré algunos decretos del senado en los que to ­ dos po d rán advertir qué o p in ió n tuvo siem pre so­ bre él este ilustrísim o estam ento. Siendo cónsules los dos D ecios, com o se celebra- 4 se, a instancias del em perador, una sesión del sena­ do en el tem plo de C ásto r y Pólux 16 el sexto día antes de las calendas de noviem bre, se inquirió la opinión de cada u n o de los senadores sobre a quien debería encom endarse la censura 17 (pues los D e­ cios habían dejado este asunto bajo la p otestad del nobilísim o senado). E n p rim er lugar, el p reto r p re ­ guntó: «¿Cuál es vuestro deseo, padres conscrip­ tos, en lo que a la elección del censor se refiere?»; después requirió la opin ió n de aquél, que en ausen­ cia de Valeriano (pues él estaba entonces con D ecio en el cam po de batalla) era el princeps del sena­ do 1S. E ntonces, todos, co n tra la costum bre norm al al em itir sus votos, dijeron unánim em ente: «La vida de Valeriano es una censura. A quél, que es el m e- 5 jo r para todos, nos juzgará a todos. A quél, que no ha com etido ningún delito, juzgará al senado. A quél, a quien nada puede reprocharse, em itirá su opinión sobre nuestra vida. V aleriano fue censor 6 desde la niñez. V aleriano ha sido censor durante 16 C f. M a xim in o s, n. 35. 17 D esd e los p rim e ro s tiem pos del im p erio la censura fue asum ida p o r los p ro p io s em p erad o res entre sus atribuciones (cf. 4,8) o sim ple­ m en te sup rim id a. C o m o indica M agie (op. cit., I l l , p. 8 y η. 3) este in ­ te n to de restablecer la m ag istratura q u e se señala en el texto es p ro b a ­ blem en te falso y fo rm a p arte de la tendencia del biógrafo a m agnificar la im p o rtan cia del senado en la política del im perio. 18 C f. G ordianos, 9,7.

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to d a su vida. Senador p ru d en te, senador m odera­ do, senador sereno. A m igo de los buenos, enemigo de los tiranos, enem igo de los delitos, enimigo de los vicios. T odos le acogem os com o censor. T odos querem os im itarle. El es el prim ero p o r su linaje, noble p o r su sangre, intachable en su vida, ilustre p o r su educación y singular en sus costum bres si­ guiendo el ejem plo de los antiguos.» Tras repetir estos pensam ientos varias veces, añadieron: «Todos estam os de acuerdo.» A sí, se term inó la sesión. 6 C uando D ecio recibió este decreto del senado, convocó a todos los cortesanos, m andó llamar tam ­ bién al m ism o V aleriano y, en esta reunión de los hom bres m ás distinguidos, leyó en voz alta el d e­ creto del senado y dijo: «Feliz tú, Valeriano, p o r la opinión que de ti tiene to d o el senado, o m ejor aún, p o r la opinión que de ti tienen los espíritus y corazones de to d o el orbe hum ano. Recibe la cen­ sura,^que a ti te entrega el E stado rom ano, pues sólo (tu ja m ereces. H ab rás de juzgar sobre la co n ­ ducta ae^todos, tam bién sobre nuestra propia co n ­ ducta. TlJ/ueterm inarás quienes deben perm anecer en la C uria, restablecerás la clase ecuestre y la si­ tuarás en su antiguo estado 19, fijarás el límite de los diferentes censos, asegurarás, distribuirás, y es­ tablecerás los im puestos y controlarás los asuntos públicos, se te dará autoridad para escribir leyes y habrás de juzgar sobre los escalafones m ilitares; tendrás a tu cargo el arm am ento y habrás de em itir un juicio sobre n u estro Palacio, nuestros jueces y los prefectos más em inentes; salvo el prefecto de la

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19 El ordo equester ad q u irió gran im portancia en la vida im perial; en él se reclutaban altos cargos com o el p refecto del P re to rio , el ae E gipto o el praefectus annonae. A p a rtir de Severo, esta clase social qued ó abier­ ta a los m ilitares de co n d ició n hum ilde, ya que el centu rio n ad o podía c o n stitu ir el p rim e r escalón en la carrera de un caballero; tal vez, ese restablecim iento del que habla el texto se refiere a la necesidad de im ­ p ed ir que los m ilitares de carrera ingresaran en tal ordo.

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ciudad de R om a, los cónsules ordinarios 20, el rey de los sacrificios 21 y la suprem a virgen Vestal — m ientras se m antenga p u ra— dictarás sentencia sobre todo. Pero incluso aquéllos sobre los que no puedes ju zg ar se esforzarán en com placerte.» Estas 7 fueron las palabras de D ecio, a las que V aleriano re ­ plicó de esta m anera: «Te pid o , venerable em pera­ dor, que no me asignes la responsabilidad de ju z ­ gar al pueblo, a los soldados, al senado y al con­ ju n to ae los jueces, trib u n o s y generales. Es p o r 8 ello p o r lo que ¡tu jien es el n o m b re de A ugusto; el oficio de censor te co rresponde a ti y no puede ser ejercido p o r un sim ple ciudadano. P o r tanto te pide 9 la indulgencia para este cargo, que está en desacuer­ do con m i vida, no guarda p ro p o rció n con m i ca­ pacidad y está en con tra de estos tiem pos, pues la naturaleza de los hom bres n o desea ya la censura.» 7 Podría contar m uchos o tro s decretos del senado y juicios de los más notables sobre V aleriano, si no fueran conocidos en su m ay o r parte p o r vosotros y no experim entara cierto p u d o r al ensalzar de tal m anera a u n h om bre, que fue vencido p o r su inexo­ rable destino. A h o ra me referiré a V aleriano el M e­ nor. 8 Valeriano el Joven, hijo de m adre distinta que la de G alieno, atractivo p o r su aspecto, adm irable p o r su m oderación, ilustre p o r su erudición si tenem os en cuenta su edad, respetable p o r sus costum bres y alejado de la vida libertina ae su herm ano, fue nom brado C ésar p o r su p ad re cuando estaba au­ sente y, según dice C elestino 23, recibió de su h er­ m ano el título de A ugusto 24. N ad a hay digno de 2 20 C f. C aracalla, η. 10. 21 R e x sacrorum. In stitu ció n m u y antigua — se piensa incluso que pu ed e p ro ced er de la época m o n árq u ica— que se en co n trab a entre las m ás im p o rtan tes de la jerarq u ía religiosa. 22 D id io Ju lian o , n. 9. 23 A u to r desconocido. 24 C f. Gállenos, 14, 9-11.

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m ención en su vida a no ser que nació en un linaje noble, fue educado espléndidam ente y m urió de m anera desgraciada. Y puesto que sé que m uchos, cuando leen en su 3 sepultura la inscripción «V aleriano em perador», se equivocan al creer que fue devuelto el cuerpo del Valeriano capturado p o r los persas, pensé que de­ bía escribir, para que no se deslice ningún error, que Valeriano el joven fue enterrado en los alrede­ dores de M ilán y que p o r o rden de C laudio se agre­ gó esta inscripción: «Valeriano em perador.» N o creo que nada m ás se deba indagar acerca del 4 Viejo o el Joven V aleriano. Y puesto que tengo m ié- 5 do de excederm e en los lím ites de este volum en si incluyo en él a G alieno — el hijo de Valeriano, del que ya os hem os contados m uchas cosas, quizás de­ masiadas, en la vida de su padre— y a Salonino, el hijo de G alieno, a quien la h isto ria de su tiem po lla­ m ó tam bién G alieno, pasaré, com o he p rom etido, a o tro volum en. Pues, siem pre me som eteré a v o ­ sotros y a la fama, a la que n ad a podem os negar 25.

25 L a trad u cció n de este pasaje ha sido realizada co n ayuda de las con­ jeturas que P eter in tro d u jo p ara com p letar las lagunas existentes en él.

23.

LO S D O S G A L IE N O S

(Trebelio Polión)

1

C apturado V aleriano (¿dónde, en efecto, debe iniciarse la vida de G alieno ', a n o ser en esta gran desgracia que arruinó su vida?), con un Estado tam ­ baleante, pues O d en ato 2 se había hecho con el p o ­ der en O rien te, y con un G alieno que se alegraba al descubrir la cautividad de su padre, los ejércitos vagaban sin ru m b o fijo 3, los generales m u rm u ra­ ban en cualquiera de las provincias y en todos ha­ bía tristeza p o rq u e V aleriano, el em perador ro m a­ no, era retenido en Persia com o si fuera un escla­ vo. Pero la tristeza era m ay o r p o rq u e G alieno, tras ocupar el poder, estaba arruinando al E stado con su conducta tanto com o su p adre lo había hecho al ser víctim a del destino. E ntonces, siendo cónsules G alieno y V olusiano, se reúnen M acriano y Balis­ ta4, convocan los restos del ejército y, com o el im ­ perio rom ano de O rien te se encontraba en situa­

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1 G alieno es u n em p erad o r p articu larm en te m altratad o p o r la H isto ­ ria A ug u sta , y a sea p o r su desconsideración hacia el senado al privarle de los m andos m ilitares, ya sea para dar m ay o r realce a la figura de C lau ­ dio, ascendente de C o n stan cio C lo ro . Sin em bargo, la crítica m oderna tiende a rev alo rizar su figura y se co n sid era que sin su labor la obra de restau ració n de los em p erad ores ¡líricos h u b iera resultado im posible. 2 T reinta usurpadores, 15. 3 A p artir de aq u í seguim os hasta el parágrafo 2 las conjeturas de O b re c h t y P eter, que han servido para co m p letar las lagunas existentes en el m an u scrito P. 4 C f. Treinta usurpadores, 12 v 18.

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ción inestable, buscan a quién hacer em perador. Pues G alieno se com p o rtab a tan negligentem ente que ni siquiera se h izo m ención de él ante el ejér­ cito. Finalm ente, pareció bien n o m b rar em peradores a M acriano y sus hijos con el fin de que asu­ m ieran la defensa del E stado. D e este m odo, el p o ­ der im perial fue entregado a M acriano; las causas de que él, en com pañía de sus hijos, dirigiese el im ­ perio fueron éstas 5: prim ero , que ninguno en aquél tiem po era considerado más sabio para gobernar ni más apto p ara adm inistrar el E stado; en segundo lu ­ gar, era riquísim o y p o d ía suplir con su propia fo r­ tuna el gasto público; a ello se añadía que sus h ijos, jóvenes m uy valerosos, se entregaban a la guerra con toda su capacidad, de m odo que cons­ tituían u n ejem plo p ara las legiones en todas las obligaciones militares. 2 E ntonces, M acriano, tras ocu p ar las regiones que estaban a su alcance, solicitó ayuda de todas partes y dirigió bajo su m ando la guerra, superando todas las m edidas, que habían p o d id o im aginarse contra él é. M acriano destinó a P isón 7, uno de los nobles y principales del senado, a A caya para que d e rro ­ case a V alente 8, que gobernaba aquella región del E stado con el título de procó n su l. Sin em bargo, V alente, cuando descubrió que P isón venía contra él, asum ió el p o d er im perial. Pisón, entonces, se re ti­ ró a Tesalia, donde m u rió ju n to a o tro s m uchos, derro tad o p o r los ejércitos enviados contra él p o r V alente. Tam bién P isón fue designado em perador con el sobrenom bre de Tesálico. E n tretanto, M acriano, cuando el O rien te se hubo estabilizado, dejó allí a u n o de sus hijos y m archó prim ero a A sia

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5 Pasaje lacu n o so en P q u e H o h l ha com pletado en p arte con las lec­ tu ras de 2 . 6 D e nuevo pasaje lacunoso. 7 C f. T reinta usurpadores, 21. 8 Cf. T reinta usurpadores, 19.

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y luego al Uírico. E n el Ilírico se enfrentó a D o m iciano 9, un general del em perador A ureolo que se había alzado con el p o d er en con tra de G alieno, con un ejército de trein ta m il soldados, que dirigía conjuntam ente con u n o de sus hijos. Pero M acriano y su hijo — que se llam aba tam bién M acriano— fueron vencidos y to d o el ejécito se entregó al em ­ perado r A ureolo 10. 3 M ientras el E stado se encontraba en gran confu­ sión, prácticam ente en todas sus regiones, O denato, cuando descubre que M acriano y su hijo han m uerto, que A ureolo gobierna y que G alieno ejer­ ce su autoridad con más indolencia, se apresura a capturar, p o r si la suerte tiene a bien concedérselo, al o tro hijo de M acriano y a su ejército. Pero los que se hallaban con el hijo de M acriano — cuyo nom bre era Q u ieto n — , com o estaban de acuerdo con O d en ato p o r la instigación de Balista, prefecto de M acriano, m ataro n al joven y, tras arrojar su cuerpo p o r la m uralla, se entregaron de form a m a­ siva a O den ato . Así, O d e n a to se convirtió en em p erado r de casi to d o O rien te, m ientras A ureolo re­ tenía el Ilírico y G alieno conservaba R om a. E l m ism o Balista m ató, además de a Q u ieto y al guardián del tesoro, a m uchos ciudadanos de Em esa 12, ciu­ dad, a la que habían huid o los soldados de M acria­ no, que fue prácticam ente destruida. E ntre tanto, O denato, com o si estuviese del lado de G alieno, o r­ denaba que todo lo que ocu rría le fuera anunciado a éste con rigurosa veracidad. Sin em bargo, G alieno, cuando supo que M acriano y sus hijos habían m uerto, com o si estuviese se­ guro de los acontecim ientos y su padre ya hubiese

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9 C f. Treinta usurpadores, 12, 14. 10 E n este tiem p o , A u reo lo era to d av ía u n general de G alieno, pues n o se p ro clam ó em p erad o r h asta el 268. 11 Cf. T reinta usurpadores, 14. 12 C iu d ad de la C elesiria, h o y H o m s.

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sido recuperado, se entregó al placer 7 a la lujuria. D io espectáculos circenses, escénicos, gim násticos, incluso una cacería y luchas de gladiadores, y co n ­ vocó al pueblo, com o en los días triunfales, para la celebración y el aplauso. Y aunque m uchos lam entasen la cautividad de su padre, él se alegraba des­ m edidam ente y, p retextando honrarle, decía que su padre había sido capturado p o r su afán de virtud. Se sabe con certeza que él n o hubiera podido so ­ p o rta r las recrim inaciones de su padre y que su d e­ seo más ardiente era n o tener que sop o rtar sobre sus hom bros el peso de la autoridad paterna. 4 P o r aquellos tiem pos, E m iliano 13 asum ió el p o ­ der im perial en E gipto y, tras apoderarse de los gra­ neros, d erro tó a m uchas ciudades con el agobio del ham bre. Sin em bargo, T eó d o to , general de Galieno, trabó com bate con él, le capturó, le despojó de sus galas imperiales y le entregó vivo al em pera­ dor . M ientras G alieno co ntinuaba apegado al lujo y la corrupción, se ocupaba en diversiones y orgías y no gobernaba, sino com o lo hacen los niños que juegan a ejercer el p o d er, los galos, en quien es ca­ racterístico n o p o d er tolerar a los gobernantes in ­ dolentes, alejados de la v irtu d rom ana e inclinados al lujo, n o m b raro n a P ostu m o em perador 15; éste contaba con el apoyo de los ejércitos, que detesta­ ban a u n em perador entregado p o r com pleto a los placeres. G alieno condujo su ejército contra éste, pero, cuando em pezaban a sitiar la ciudad en la que Postum o se había refugiado, al rodear los m uros que los galos defendían, fue herido p o r u n a flecha. P ostum o gobernó las Galias d urante siete años y las defendió con gran energía de las incursiones bár-

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13 C f. T reinta usurpadores, 22. 14 P ara la trad u cció n del pasaje 4 y 2 hem os aceptado parcialm ente algunas de las conjeturas que da O b re c h t p ara com pletar la laguna de P. 15 C f. Treinta usurpadores, 3.

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baras. G alieno, obligado p o r las desgracias, hizo la paz con A ureolo p ara luchar contra P ostum o, con quien entabló una larga guerra, en la que, con fo r­ tuna variable, se sucedieron los asedios y com ba­ tes. A tales males se añadía que los escitas 16 habían invadido B itinia y destru id o sus ciudades. Fue entonces cuando, tras incendiarla, devastaron la ciu­ dad de A staco, que después fue llam ada N icom edia. E n fin, com o si todas las regiones del im perio se hubieran sublevado, com o si se hubiese p ro d u ­ cido la conjuración de to d o el m u n d o , surgió tam ­ bién en Sicilia una especie de guerra servil, secun­ dada p o r ladrones y vagabundos, que m uy a duras penas p u d o ser subyugada. 5 Y to d o esto se hacia p o r desprecio a G alieno; pues no hay una situación que favorezca más la apa­ rición de la osadía entre los m alvados o de las ilu­ siones entre los buenos que el tem or a un m al em ­ perado r o el desprecio a un em perador corrom pido. Siendo cónsules G alieno y Fausiano, entre tantas calamidades bélicas, se p ro d u jo además u n gra­ vísimo terrem oto y h u b o oscuridad d urante m u ­ chos días. Se escuchó tam bién u n tru en o que p ro venía del retu m b ar de la tierra, y n o del tro n ar de Jú p ite r. A consecuencia del terrem oto m uchas construcciones se d erru m b aro n cuando sus h abi­ tantes se encontraban en el in terio r y m uchos h o m ­ bres m urieron de m iedo. E ste desastre fue más fu­ nesto en las ciudades de A sia, p ero tam bién R om a y Libia se vieron afectadas p o r él. La tierra se abrió en m uchos lugares y p o r las hendiduras b ro tó agua salada. El m ar inundó m uchas ciudades. E ntonces se buscó el favor de los dioses; consultados los li­ bros Sibilinos y de acuerdo con lo prescrito p o r ellos, se hicieron sacrificios a Jú p iter Salvador 17.

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16 T al invasión parece que tuvo lugar el año 258. El biógrafo suele referirse con el térm in o escitas a los godos. 17 E p íteto de Jú p ite r, equivalente al Σ ω θ ή ρ de los griegos, q u e es re­ lativam ente frecuente en algunas inscripciones rom anas.

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Pues había surgido u n a epidem ia de peste tan g ran ­ de en R om a y en las ciudades griegas que en un so ­ lo día m urieron p o r la m ism a enferm edad cinco m il hom bres. C uando la fo rtu n a se m o strab a cruel, m ientras, en un sitio u n terrem o to , en o tro las hendiduras del suelo y en todas partes la peste devastaban el m u n ­ do rom ano, m ientras V aleriano perm anecía en cau­ tividad y los galos estaban sitiados casi p o r com ­ pleto, m ientras O d en ato hacía la guerra, A ureolo cercaba el Ilírico 18 y E m iliano había ocupado Egipto, una parte de los godos 19... cuyo nom bre, com o he dicho más arriba, ha pasado a los godos, tras devastar Tracia, invadió Macedonia· y puso si­ tio a Tesalónica 20, y en ninguna parte, ni siquiera en un grado interm edio, h u b o tranquilidad. T o d o esto se hacía, com o hem os com entado frecuente­ m ente, p o r desprecio hacia G alieno, el hom bre más apegado al lujo y m ejor dispuesto p ara cualquier 6 acto vergonzoso que n o im plicara riesgo. C o n tra estos godos se luchó en A caya, de donde se retira­ ro n tras ser vencidos p o r los aqueos, que estaban a las órdenes de M arciano. Sin em bargo, los escitas, es decir, una parte de los godos, devastaron Asia; fu^ espoliado e incluso incendiado el T em plo de la L una de Efeso 21, cuyo n o m b re es fam oso entre los pueblos. A vergüenza contar lo que G alieno decía casi en b rom a en estos tiem pos, cuando se sucedían estos hechos y las desgracias del género hum ano eran continuas. Así, cuando le fue anunciado que E gipto se había separado se dice que com entó: «¿Y qué?, ¿no podem os estar sin el lino egipcio?» Y

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18 A ceptam os la co n jetu ra Illy ricu m de E y sse n h a rd t para com pletar la laguna de P. 19 L aguna en el texto. 20 Según Z ó sim o (I 29,2), el sitio de T esalónica p o r los godos tuvo lugar el 253 ó 254. D edicado, com o se sabe, a A rtem is; so b re esta invasión, cf. 7, 3.

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cuando descubrió que Asia había sido devastada por la acción de los elem entos y las incursiones es­ citas, afirm ó: «¿Q ué?, ¿no podem os pasarnos sin afronitro?» Y después de p erd er la Galia, se dice 6 que riendo com entó: «¿Acaso está más seguro el 7 Estado con los m antos de los atrabates?» 22. E n fin, de este m o d o brom eaba sobre todas las regiones del m undo, cada vez que alguna de ellas se perdía, con idea de aparentar que había sido privado de cosas sin im portancia. Y para que en la época de su reí- 8 nado no faltas-e ninguna desgracia, la ciudad de Bizancio, fam osa p o r las guerras navales y p u erto del P onto , fue destruida de tal m anera p o r los solda­ dos del p ro p io G alieno que no h u b o ni un solo suerviviente . Y n o se p o d ría encontrar entre los 9 izantinos una familia antigua si n o fuera p o rq u e alguno, ocupado en un viaje o enrolado en el éjercito, se libró de la m atanza y p u d o representar la 7 antigüedad o nobleza de su linaje. G alieno, en to n ­ ces, em prendió la guerra con tra P ostum o con A u ­ reolo y con el general C laudio, que depués sería em perador, el prim ero del linaje de nuestro César C onstancio 24. P o stu m o , ayudado p o r m últiples tropas auxiliares provenientes de los celtas y de los francos, m archó a la guerra con V ictorino 25, a quien había hecho copartícipe de su pod er im pe­ rial. D espués de entablar num erosos com bates con alternativas diversas, la victoria correspondió al bando de G alieno. Tenía éste la audacia que surge 2 del valor repentino, pues algunas veces reaccionaba con violencia ante las injurias recibidas. Finalm en­ te, m archó a B izancio para vengar a sus habitantes y, aunque no pensaba que pudiera ser recibido den­

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22 P u eb lo de la G i t í í 'Bélgica. 23 Cf. 7, 2, d o n d e se habla del castigo infligido a los autores de tal m atanza. 24 Cf. C laudio 13, 2. 25 Cf. Treinta usurpadores, 6.

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tro de los m uros de la ciudad, se le perm itió la en ­ trada al día siguiente m ediante un acuerdo; pero después, rom pió éste y dio m u erte a todos los sol­ dados, que desarm ados se hallaban rodeados en cír­ culo p o r los contingentes del em perador 26. T am bién en aquellos tiem pos los escitas fueron arrasa­ dos en Asia gracias al valor e inteligencia de los ge­ nerales rom anos, y, a continuación, regresaron a sus lugares de origen. Tras m asacrar a los soldados de Bizancio, G alieno, com o si hubiese realizado algo grande, voló a R om a en rápida carrera y, después de convocar al senado, celebró las decennalia , con nuevos tipos de espectáculos, con u n esplendor inusitado y con una m uestra escogida de toda clase de diversiones: 8 Tan p ro n to com o llegó, m archó hacia el C apitolio entre los senadores, vestidos con la toga, los m iem ­ bros del o rden ecuestre, y los oficiales vestidos de blanco; precediéndoles avanza to d o el pueblo, y abren la m archa casi tod o s los siervos y las m ujeres con lám paras y antorchas de cera. D elante m archan, además, a izquierda y derecha, cien bueyes blancos con los cuernos entrelazados co n cintas doradas, resplandecientes a causa de los dorsales de seda de diferentes colores; doscientas ovejas, adm irables p o r su blancura avanzan tam bién p o r am bos lados, y, al lado, diez elefantes, que había entonces en R om a; mil doscientos gladiadores, adornados con gran po m p a con los m antos dorados de sus m atro ­ nas, y a ellos se u nen doscientos animales dom és­ ticos de to d a clase, revestidos con ornatos esplén-

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26 Se desconoce p o r qué m otivos los soldados llevaron a cabo la m a­ tan za d e B izancio referida en 6, 8. 27 L a org an izació n de estos juegos se re m o n ta a A u g u sto , q u ie n los celebraba cada vez q u e se p ro d u cía la p ró rro g a de sus poderes p o r diez años. E stas decennalia de las q u e habla el tex to parecen haber tenido lu g ar en el 262, d iez años después de que G alieno y V aleriano fueran n o m b rad o s em p erad o res; algunas m onedas conm em orativas so n te sti­ m o n io d e ello.

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didos, carrozas con m im os y to d o tipo de h istrio ­ nes y púgiles con correas 2S, n o com o los que se en­ frentan en las luchas norm ales. T odos los bufones representaron «Ciclópeas» 29, algunas eran asom ­ brosas y dignas de adm iración. Los cam inos reso- 4 naban p o r todas partes con los vítores, los gritos y los aplausos. El em perador, en m edio, m archa ha- .5 cia el C apitolio con la toga triunfal y la túnica pal­ m ada, entre los senadores, com o hem os dicho, y en com pañía de tod o s los sacerdotes, vestidos con la toga pretexta. Flanqueándole el cam ino, había 6 lanzas doradas, distribuidas de quinientas en qui­ nientas, centenares de banderas sin contar las que son propias de cada corporación, y los emblemas de las cohortes y las estatuillas de los tem plos 30 y los estandartes de todas las legiones. Desfilaban, 7 además, individuos, que representaban a diferentes naciones, a los godos, sárm atas, francos y persas, 9 no m enos de doscientos en cada grupo. C o n este desfile aquel ho m b re incapaz cree engañar al p u e­ blo rom ano. Sin em bargo — así son las brom as de los rom anos— , u no declara favorecer a Postum o, o tro a Regiliano 31, o tro a A ureolo o a Em iliano y o tro a Saturnino 32, pues tam bién éste se conside-

28 Flacculis. Es u n hapax del que se han dado diferentes trad u ccio ­ n es: B albino G arcía (op. cit., p. 928 y n. 19) considera que la p alabra co n cierta con púgiles e indica el sentido falso de éstos respecto a los au­ tén tico s p ú g iles; su trad u cció n es: «... púgiles flacos representando p a ­ ro d ias de lucha.» Sin em bargo, la trad u cció n de M agie nos parece m ás acertada: «and boxers w h o fo u g h t, n o t in genuine com bat, b u t w ith the so fte r straps» (op. cit., I l l , p. 32 y n. 1); este a u to r considera que los fla ccu li eran unas correas que p ro teg ían las m anos de los pugilistas de las que habla Pausanias en V I 23, 3 (cf.ιμ ά ν τ ες ο ί μ α λ α κ ώ τερ ο ι). 29 Cyclopea. R epresentaciones burlescas que tenían p o r objeto p a ro ­ d iar la figura de los C íclopes. A ellas se refiere tam bién H o racio (cf. S. I 5,64 y E. II 2,125). 30 Se refiere a las estatuas patronales de los d istintos cam pam entos de las legiones. 31 C f. T reinta usurpadores, 10. 32 Cf. T reinta usurpadores, 23.

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raba ya em perador. Y en m edio de to d o ello, existía un enorm e descontento p o r la cautividad del p a­ dre, a quien su hijo había abandonado sin vengan­ za, aunque los extraños habían in tentado vengarle de una u o tra m anera 33. P ero n o se conm ovía G alieno p o r tal asunto, pues tenía el corazón em bo­ tado p o r los placeres, sino que p reguntaba a los que estaban alrededor de él: «¿Q ué tenem os para co­ m er?, ¿qué diversiones se han preparado?, ¿qué tipo de representación y qué clase de juegos circen­ ses habrá m añana? Así, tras acabar el desfile y después de celebrar las hecatom bes 34, vuelve a su re ­ gia residencia y, cuando term in aro n los banquetes y festines, fijó otros días para nuevas diversiones públicas. N o debe qued ar en silencio cierta brom a, que ha llegado a ser m u y conocida: u n grupo de persas era llevado en la procesión, com o sí se tra ­ tase de prisioneros (cosa ridicula); entonces ciertos bufones se m ezclaron con ellos, indagando to d o con avidez y exam inando con particular deteni­ m iento el ro stro de cada uno de ellos. A l preguntárseles p o rq u é actuaban de m anera tan insólita, los bufones respondieron: «Buscamos al p adre del em ­ perador.» C uando esto llegó a oídos de Galieno n o fue conm ovido p o r la vergüenza, la clemencia o el am or filial, y ordenó quem ar vivos a los bufones. El pueblo soportó esta acción con más tristeza de la que nadie hubiera supuesto. Los soldados, a su vez, se apenaron de tal m anera que no m ucho des­ pués le devolvieron el golpe. 10 Siendo cónsules G alieno y S aturnino, O denato, rey de Palm ira, se convirtió en em perador de todo O riente, y ello sobre to d o p o rq u e, m ientras G alie­ no no hacía nada o a lo sum o acciones ridiculas, inútiles y placenteras, él se declaró, p o r sus valien­ tes hazañas, digno de las insignias ae tan gran au33 Cf. 10, 1-3. 34 Cf. M axim inos, n. 47.

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toridad. E n seguida em prendió una guerra contra 2 los persas para in tentar la venganza de Valeriano, de la que su hijo se había olvidado. P ro n to ocupó 3 N isibis y C arras; los habitantes de ambas ciudades se entregaron a él y rechazaron a G alieno. N o fal- 4 tó, sin em bargo, una m uestra de respeto de O d e ­ nato hacia^ G alieno, pues le envió — casi com o in ­ sulto hacia él y jactancia de sí m ism o— unos sátra­ pas 35 que había capturado. C u an d o éstos llegaron 5 a Rom a, aunque O d en ato había sido el vencedor, G alieno celebró el triu n fo ; p ero no se hizo m en­ ción del padre, a quien n i siquiera hubiera divini­ zado, cuando se enteró de que estaba m uerto, si no se le hubiera obligado — aunque, en realidad, el p a­ dre aún vivía, pues los rum ores acerca de su m u er­ te eran falsos— . O d en ato asedió en C tesifonte a 6 m ultitu d de p arto s y, tras devastar todos los luga­ res de alrededor, m ató a innum erables hom bres. 7 Pero cuando los sátrapas de todas las regiones acu­ dieron a C tesifonte p ara llevar a cabo una defensa conjunta, los com bates fueron largos, con alterna­ tivas diversas, y la victoria rom ana se dem oró aún más. Sin em bargo, com o O d en ato n o pretendía o tra 8 cosa sino liberar a V aleriano, insistía día tras día y se esforzaba com o el m ejor de los com andantes, arrostrando el suelo extranjero las dificultades de 11 aquellos parajes. M ientras estos acontecim ientos se producían en suelo persa, los escitas invadieron Capadocia. Tras capturar las ciudades de aquella re­ gión en una guerra tam bién larga y de diversas al­ ternativas, se dirigieron a Bitinia. P o r to d o ello, los 2 soldados pensaron o tra vez en la necesidad de un nuevo em perador. E ntonces, G alieno, com o no consiguió aplacarlos y reducirlos a su autoridad, se­ gún su costum bre, los m ató a todos. M ientras los soldados buscaban u n príncipe dig- 3 35

E n tre los persas recibían tal n o m b re los gobernadores provincia-

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no de ellos, G alieno se convertía en arconte — es decir, el sum o m agistrado— de A tenas, im pulsado p o r aquella vanidad, que le hacía p reten d er no sólo ser inscrito com o ciudadano, sino estar presente en todos los ritos sagrados. E sto n o lo habían hecho ni A driano en la época más feliz del im perio ni A n ­ tonino en aquella paz floreciente, a pesar de que am bos em peradores se habían dedicado con tal en­ trega a las letras griegas que, a juicio de los más grandes hom bres, apenas eran inferiores a los más sabios 3é. A dem ás, G alieno, despreciando las cuestiones de E stado, -deseaba ser incluido entre los m iem bros del\AÍtSópago 37, pues fue, no puede negársele, ilustre en 'la oratoria, en la poesía y en to ­ das las artes. Suyo es aquél epitalam io, que entre cien poetas resultó ganador. Pues cuando casó a los hijos de sus herm anos, todos los poetas, tan to grie­ gos com o latinos, recitaron epitalam ios d urante va­ rios días, y él, cogiendo las m anos de los desposa­ dos, según algunos transm iten, recitó estos versos: «Id, jóvenes m íos, m archad, sentid juntos el [calor que se desprende de vuestros apasionados [cuerpos, que las palom as n o superen vuestros su­ su rro s, que las hiedras n o aventajen a vuestros bra-. [zos, que la u n ió n de las conchas no sea superior [a la de vuestros besos.» 38

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36 A d rian o fue arco n te de A ten as antes de su b ir al p o d e r (cf. A d r ia ­ no 19, 1). T an to él co m o M arco A u relio se iniciaron en los M isterios eleusinos (cf. A d ria n o 13, 1 y M arco 27, 1). 37 El A reópago es el consejo o trib u n a l m ás ilustre y antiguo de la H isto ria de A tenas, que siguió existiendo bajo la d o m inación ro m an a al m enos h asta el siglo IV. E n p rin c ip io se reclutaba e n tre los antiguos arcontes, p ero el s e n tid o d e l pasaje parece in d ic a r que en esta época los arcontes hab ían p e rd id o ese antiguo derecho. 38 C f. B aehrens, P . L. Μ ., IV , p p . 103-104.

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Es largo enum erar los versos y discursos, que le perm itieron brillar entre los poetas y oradores de su tiem po. P ero una cosa se exige al em perador y otra se requiere del poeta o del orador. 12 C on toda justicia se alaba una óptim a acción de G alieno. E n efecto, en el consulado de su herm ano ” 1 J ~ "■ ariente Lucilio, cuando descuhabían sido doblegados p o r O denato , que tanto N isibis com o C arras habían pasado de nuevo a p o d e r rom ano, que toda M eso­ potam ia era nuestra, llegándose p o r fin hasta C te­ sifonte, que el rey había huido, que se había cap­ turado a los sátrapas y que m uchos persas habían m uerto, llamó A ugusto a O d en ato y, tras hacerle partícipe del p o d er im perial, m andó que se acuñase una m oneda en su h o n o r en la que se reflejase la cautividad de los persas. E l senado, la C iudad y las gentes de toda edad ap ro b aro n tal decisión. Galieno fue, además, m u y ingenioso y desde luego agra­ da contar algunas acciones en las que se dem uestra su ingenio: En cierta ocasión en que un to ro inm enso fue enviado a la arena y se hizo salir a un cazador para abatirlo, G alieno, aunque aquél no consiguió m atarlo después de tenerlo a tiro diez ve­ ces, le arrojó una corona, y al preg u n tar todos p o r qué hacía eso, cóm o coronaba a un hom bre tan in ú ­ til, él o rdenó al heraldo que dijese: «Es cosa difícil no herir a un toro con tantas oportunidades.» O tra vez un individuo vendió a su m ujer piedras p re c io ­ sas de vidrio com o si fuesen auténticas y ella, tras conocer la verdad quiso vengarse entonces; G alie­ no pareció ordenar que el vendedor fuese entrega­ do a los leones, p ero de la jaula salió un gallo ca­ p ó n ; adm irados todos p o r tan absurdo proceder, ordenó anunciar al heraldo: «U n engaño com etió y o tro ha padecido.» D espués dejó m archar al co­ m erciante. M ientras O d en ato se ocupaba en la guerra con los persas y G alieno, com o solía, se dedicaba a ac-

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tividades inútiles, los escitas llegaron a H eraclea 39 con una escuadra naval y desde allí regresaron a su patria con el botín, aunque m uchos, tras ser derro­ tados en un com bate naval, perecieron en el nau­ fragio. 13 Poco después, O d en ato m urió, víctim a de las asechanzas de su p rim o 40, en com pañía de su hijo H erodes 41, a quien tam bién había procla­ m ado em perador. E ntonces, Z enobia 42, su m ujer, puesto que los hijos que le quedaban, H ereniano 43 y Tim olao 44, eran m u y pequeños, asum ió el pod er y reinó d urante m ucho tiem po, n o m ujerilm ente ni según los m odos fem eninos, sino con más coraje y sabiduría no sólo que G alieno — m ejor que él cual­ quiera, incluso una doncella, h ubiera podido go­ bernar— , sino tam bién que o tro s em peradores. G alieno preparó la guerra con tra los persas y con ella la tardía venganza de su padre, tan p ro n to como le fue anunciado que O d e n a to había m uerto. D espués de reunir u n ejército p o r m edio de su general H eracliano llevó a cabo la acción de u n príncipe sa­ bio. Sin em bargo, este H eracliano, cuando m archa­ ba con tra los persas, fue vencido p o r los palm iranos y p erdió todas las tropas que había reunido, pues Z enobia gobernaba virilm ente entre los palm iranos y la m ayoría de los orientales. E ntretan to , los escitas, navegando a través del m ar N egro, p e­ n etraro n en el D an u b io y llevaron a cabo graves de­ vastaciones en suelo rom ano 45. C uando G alieno se dio cuenta de ello, n o m b ró a los bizantinos C leodam o y A teneo para que organizaran y fortificaran las ciudades; se lu c h ó alrededor del m ar N egro, y 39 40 41 42 43 44 45

Situada en la costa n o rte de Bitinia. Su n o m b re era M aeonius, cf. T reinta usurpadores, 15, 5 y 17. C f. T reinta usurpadores, 16. C f. T reinta usurpadores, 30. Cf. T reinta usurpadores, 27. Cf. T reinta usurpadores, 28. Se trata de la invasión de los h éru lo s del año 267.

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los bárbaros fu ero n vencidos p o r los generales b i­ zantinos. T am bién los godos fueron derrotados en un com bate naval p o r el general V eneriano, aunque éste cayó dignam ente en el cam po de batalla. L ue- 8 go, los godos devastaron C ízico, el Asia M enor y toda G recia, p ero fueron vencidos p o r los atenien­ ses al m ando de D exipo 46, u n escritor de aquella época 47. Expulsados de allí, vagaron p o r el E piro, M acedonia y Mesia. G alieno, m ientras tanto, im - 9 pulsado al fin p o r las desgracias públicas, se enfren­ tó a los godos, que m erodeaban p o r el Ilírico y p o r un raro azar abatió a gran nú m ero de ellos. A l en­ terarse de esto, los escitas, tras hacer una barricada con sus carros, in ten taro n h u ir a través del m onte Gesaces 48. E ntonces, M arciano se enfrentó a los 10 escitas con desigual fo rtu n a 49... Estas m edidas lla­ m aron a la rebelión a todos los escitas. 14 El general H eracliano m o stró en todos estos h e­ chos una gran dedicación al E stado. Sin em bargo, com o ni él ni M arciano pudieran tolerar las co n ti­ nuas iniquidades de G alieno, em prendieron u n plan con el objetivo de que u n o de los dos asum iera el po d er 50... Fue elegido C laudio, el m ejor de todos, com o direm os en su m om en to , quien, aunque n o 2 tom ó p arte en la conspiración, era respetado u n á­ nim em ente p o r los conjurados, y p o r ello parecía, com o más tarde se p u d o co m p ro b ar, digno del p o ­ der im perial. É ste es el C laudio de quien procede 3 C onstancio, nuestro m uy diligente César. T o m ó 4 parte tam bién en la conjura contra G alieno u n tal C eronio o C ecropio, g obernador m ilitar de D alm a46 E n la batalla del río N e sto s, en tre M acedonia y T racia; en ella p a r­ ticipó tam b ién G alieno, au n que el b iógrafo lo ocu lta deliberadam ente. C f. A leja n d ro Severo, n. 62. 48 D esco n o cid o . M agie (op. cit., I l l , p. 44 y η. 4) apunta la p o sib ili­ d ad de que se trate del m o n te R o d o p e en T racia. 49 D e nuevo, lagunas en el texto. 50 N u e v a laguna en el tex to. M ás in fo rm ació n sobre estos aconteci­ m ien to s en Z ó sim o I 40 y Z onaras X II 25.

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cia, quien ayudó a éstos de m anera inteligente y m oderada. P ero com o no p o d ía alcanzar el p o d er 5 m ientras G alieno estuviera vivo, pensaron que de­ bía realizarse u n atentado con tra su persona con el objetivo de apartar de la dirección del género h u ­ m ano, en u n m om ento en que la república estaba cansada de tantas desgracias, a tan m iserable ruina hum ana. Así, evitarían que el E stado, acostum bra­ do al teatro y al circo d urante tan to tiem po, pere­ ciese a causa del encanto de las diversiones. Tal fue 6 el plan que tram aron: G alieno estaba enfrentado a A ureolo p o rq u e éste había asum ido para sí la más alta jerarquía del E stado y diariam ente esperaba la llegada peligrosa e intolerable de este im provisado em perador. C onociendo esto, M arciano y C ecropio ordena- 7 ro n súbitam ente que se anunciase a G alieno la in ­ m inente llegada de A ureolo. El reunió a sus tropas 8 y se encam inó a la batalla com o si fuera cierto, y entonces fue asesinado p o r los sicarios enviados para tal fin. Se dice que G alieno fue abatido p o r la 9 espada de C ecropio, el g obernador de D alm acia, y hay quien afirm a que su m uerte se p ro d u jo en las cercanías de M ilán, d o n d e tam bién fue asesinado, de m anera inm ediata, su h erm ano Valeriano, un h o m b re del que m uchos aseguran que fue A ugus­ to, m uchos que César y m uchos que ninguna de las dos cosas. E sto últim o es im probable, pues, des- 10 pués de ser capturado V aleriano, encontram os es­ crito en los fastos: «D urante el consulado del em ­ p erad o r Valeriano.» ¿Q u é o tro Valeriano puede ser, sino el herm ano de G alieno? T enem os noticia 11 de su linaje, p ero no conocem os su rango o, como otros han em pezado a llam arlo, su dignidad im pe­ rial 51. 51 El a u to r em plea los térm inos dignitas y maiestas, que n osotros h e ­ m os tra d u c id o aquí, respectivam ente, p o r «rango» y «dignidad im p e ­ rial».

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D espués de m o rir G alieno se p ro d u jo una gran rebelión de los soldados, m ovidos p o r la esperanza de botines y de espolio público, decían para p ro ­ vocar el odio, que les había sido arrebatado u n em ­ perad o r útil e indispensable para ellos, y al m ism o tiem po p oderoso y com petente. P o r esta causa, se 2 llevó a cabo u n a reu n ió n de los principales jefes, para que calmasen a los soldados de G alieno de aquella m anera con la que suelen ser aplacados. E n ­ tonces, después de que M arciano les prom etiera y ellos aceptaran veinte áureos para cada u no (pues tenía a su disposición abundancia de tesoros), los soldados, p o r p ro p ia iniciativa, hicieron que G alie­ no apareciera en los fastos com o u n u surpador. Así, 3 aplacados los soldados, C laudio, hom b re venerable y justam ente respetado, querido p o r todos los hom bres buenos, am igo de la patria, amigo de las leyes, grato al senado y m u y reconocido p o r el p u e­ blo, recibió el p o d e r im perial. 16 Esta fue la vida de G alieno, que y o he contado con brevedad en estas páginas, u n individuo que, engendrado para com er, beber y disfrutar de los placeres, p erdió sus días y sus noches en el vino y las orgías y prov o có que el m undo entero fuera de­ vastado p o r la aparición de casi veinte 52 u su rp ad o ­ res, entre los que había m ujeres que gobernaron m ejor que él. Y para que no quede sin m ención su 2 deplorable habilidad, digam os que en prim avera ha­ cía alcobas con las rosas y realizaba castillos con la fruta. C onservó uvas d u ran te tres años y sirvió m e­ lones en m edio del invierno. E nseñó de qué m ane­ ra se podía tener m osto d urante to d o el año. Siem­ pre ofrecía fuera de estación higos frescos y otras frutas recién cortadas del árbol. Siempre cubrió sus mesas con m anteles recam ados en oro. H iz o vasos 3 52 A u n q u e aquí dice viginti, después se nos n arrará las biografías de los T yra n n i triginta, que serán definitivam ente 32, cf. T reinta usurpa­ dores, n. 1.

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adornados con piedras preciosas que tam bién eran de oro. R ociaba con polvo de o ro sus propios ca- 4 bellos. A m enudo se paseaba con la corona radia­ da 53. E n R om a, donde los em peradores aparecían siem pre con la toga, se le vio vestido con una clá­ m ide p u rpúrea, que tenía broches de o ro y piedras preciosas. T enía una túnica viril de p ú rp u ra y oro, con mangas. U saba un tahalí con brillantes y se ata­ ba con correas, adornadas de gemas, unas sandalias a las que solía llam ar «reticuladas» 54. A costum bra- 5 ba a ofrecer banquetes en público, A blandó al p u e- 6 blo con donaciones y desde su asiento repartía re ­ galos al senado. A dm itió a las m atronas en su C o n ­ sejo, y él m ism o les entregaba cuatro m onedas de oro con su nom bre cuando éstas besaban su m ano. 17 A l saber que su padre V aleriano había sido captu­ rado, se dice que dijo acerca de él lo que el m ejor de los filósofos afirm ó, tras la pérdida de su hijo: «Sabía que le había engendrado mortal.» 55 Y no fal- 2 tó A nio C ornicula Sfa p ara falsam ente alabar a G a­ lieno con sus palabras, com o si fuera u n valeroso em perador. Frecuentem ente hacía su aparición al 3 sonido de la flauta y se retiraba con el sonido del órgano 57, ordenando que sonase la m úsica cuando salía o regresaba. E n verano se lavaba seis o siete 4

53 S ím bolo del p o d e r que en prin cip io se reservaba p ara los em p era­ do res dinivizados, p ero después fue llevada p o r m u ch o s em peradores del siglo III, a m ed id a que se iba p ro d u c ie n d o la orientalización del ré­ gim en im perial. 54 C am pagus reticulatus. E l campagus era una sandalia utilizada por los p atricios que, su jeta en el taló n y en tre los dedos, dejaba el pie al descu b ierto . Las correas del cam pagus, atadas a la p iern a, p o d ían fo r­ m ar u n a re d que se ad o rn ab a co n pedrería. 55 A trib u id a p o r C iceró n a A naxágoras, cf. Tuse. I I I 30 y 58. Cf., tam bién, Séneca, Polyb. 11,2. 56 D esco n o cid o en otras fuentes. 57 El órgano hid ráu lico , que fue inv en tad o p o r C tesibius de A lejan ­ dría en el siglo III a. de C ., fue m u y u tiliz a d o en la antigüedad. Sobre las circunstancias en que fue in v en tad o , cf. B. G arcía (op. cit., p . 934, n. 30).

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veces al día; en invierno, dos o tres. Bebió siem pre 5 en copas de oro, despreciando el vidrio, pues en su opinió n no había nada más vulgar. V ariaba siem- 6 pre los vinos y nunca bebió en u n banquete dos co­ pas del m ism o vino. Las concubinas se recostaron 7 con frecuencia en sus triclinios y casi siem pre tuvo dispuesta una segunda m esa p ara bufones y m im os. 8 C uando iba a los jardines, que llevaban su nom bre, siem pre le seguían todos los funcionarios de Pala­ cio. Le acom pañaban los prefectos y jefes de todos los servicios, quienes eran invitados a los banque­ tes y se bañaban en las piscinas al m ism o tiem po que el príncipe. A m enudo tam bién las m ujeres eran 9 adm itidas: con él las jóvenes herm osas, con·aqué­ llos las viejas deform es. Y con frecuencia decía que se divertía, m ientras p o r todas partes toleraba la 18 ruina del m u n d o entero. M o stró , sin em bargo, gran crueldad hacia los soldados, m atando, a veces, en un solo día a tres y cuatro mil. O rd en ó que se hiciera u n a estatua para él, más 2 grande que el C olo so 58 y ataviada com o el sol, pero m urió antes de acabarla. H ab ía em pezado a nacerse con unas m edidas tan grandes que parecía tener doble tam año que el C oloso. H ab ía querido 3 ponerla en lo más alto del m onte E squilino y que tuviera u n a lanza, p o r cuyo m ango u n niño pudie­ se ascender a lo más alto. Sin em bargo, después, tal 4 proyecto pareció estúpido, tan to a C laudio com o a A ureliano, sobre to d o p o rq u e tam bién había o rd e­ nado que se hiciesen caballos y u n carro de u n ta­ m año acorde con el de la estatua y , además, que fuera colocada en u n a base m u y alta. H ab ía p ro - 5 ectado que el p ó rtico F lam inio 59 se prolongase asta el p uente M ulvio y que tuviera cuatro hileras de colum nas o, com o o tro s dicen, cinco; la p rim e­ ra hilera estaría com puesta p o r pilastras, en cuyo

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58 Cf. A dria n o , n. 89. 59 Es decir, co n stru id o a lo largo de la vía Flam inia.

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frente aparecerían colum nas con estatuas; la segun­ da, la tercera y el resto ten d rían sim plem ente co­ lum nas, form ando una fila de cuatro. Es largo escribir tod o s los hechos que llevó a 6 cabo. El que quiera conocerlos que lea a Palfurio Sura 60, quien escribió el diario ae su vida. N o s o ­ tros refirám onos a Salonino.

SA L O N IN O G A LIE NO 19

E ra hijo de G alieno y nieto de V aleriano. Pocas cosas m erecen escribirse sobre él, salvo que nació de noble linaje, fue educado regiam ente y m urió n o p o r su p ro p ia culpa, sino p o r la de su padre. Existe gran confusión acerca de su n om bre. M uchos h is­ toriadores se refieren a él con el no m b re de G alie­ no y otros tantos con el de Salonino. Q uienes dicen que se llam aba Salonino explican que recibió tal nom b re a p artir de su nacim iento en Salona 61, y aquéllos que aseguran que su nom bre era G alie­ no, dicen que tal n o m b re proviene de su padre y de su abuelo G alieno, quien, en o tro tiem po, ocuó un destacado lugar en el E stado. H asta hoy se a conservado una estatua suya al pie del m onte de R óm ulo 62, esto es, delante de la Vía Sacra, entre el tem plo de Faustina y el de V esta, junto al arco F a ­ biano 63; en ella se lee la inscripción: «A G alieno el joven», y al lado, «A Salonino». A p artir de lo cual su nom bre p o d rá ser com prendido. Es suficientem ente conocido que G alieno superó los diez años de m andato. D ig o esto p orque m u -

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60 A u to r desconocido. 61 C iu d ad de la costa d álm ata; parece m ás acertado el origen del n o m ­ bre que se p ro p o n e en 21, 3. 62 E l P alatino. C o m o es sab ido, en la d isp u ta con R em o , R ó m u lo as­ cendió al P alatino, m ien tras aquél se dirigió al C a p ito lio para observar el vuelo de las aves; cf. L ivio I 6,4. 63 C o n stru id o , al parecer, p o r Q u in to F a b io M áxim o el A lobrógico.

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chos han dicho que fue asesinado en el año noveno de su im perio. E n su m o m en to contarem os que bajo su reinado h u b o o tro s usurpadores. Pues nos pareció bien incluir en u n v olum en único a los vein­ te 64 aspirantes al tro n o , ya que n o m ucho puede decirse sobre ellos, y en la V ida de G alieno ya he­ m os narrado bastantes cosas. Sobre G alieno será suficiente lo que hem os dicho en este libro. Pues y a hem os contado m uchas cosas en la V ida de V aleriano y en el libro que he­ m os de escribir sobre los trein ta usurpadores n arra­ rem os m uchas otras que parece poco útil reiterar y m encionar con tan ta frecuencia. A ello se añade que intencionadam ente he o m itid o ciertos hechos para que sus descendientes n o se sintiesen heridos p o r 20 la publicación de m uchos detalles. T ú sabes que los hom bres entablan grandes disputas con éstos, que escribieron algo sobre sus antepasados, y creo que no te será desconocido lo que M arco Tulio dice en su «H ortensio» 65, escrito a im itación del «P rotrep­ tico» é6. Sin em bargo, y o v o y a con tar una anécdota, que, aunque es intrascendente, tiene cierta gra­ cia y trajo una nueva co stum bre: E n cierta ocasión en que la m ayoría de los soldados, que habían acu­ dido a u n banquete, se despojaron de sus armas en el m om ento en que éste daba com ienzo, se cuenta que el niño Salonino — o G alieno— les arrebató sus cinturones, adornados de o ro y piedras preciosas, y, com o era difícil hacer u n a reclam ación en Pala­ cio po r algo que se había perdido, los hom bres so­ p o rta ro n su pérdida en silencio, p ero a p artir de en­ tonces, cuando fueron invitados al banquete, se sentaron siem pre con las arm as, que llevaban ceñi­ das, y com o se les preguntase p o r qué no se des-

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64 Cf. n. 52. 65 O b ra p erd id a de C icerón. 66 N o se conserva esta o b ra aristotélica, en la q u e se ex hortaba al es­ tu d io de la filosofía.

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pojaban de sus cinturones, se dice que respondie­ ron: «Evitam os a Salonino.» D esde entonces se im ­ plantó la costum bre de reclinarse con los cin tu ro ­ nes puestos cuando se está con el em perador. Y o 5 no puedo negar que p ara m uchos esta costum bre tiene un origen distin to ; dicen que los hom bres acudían al alm uerzo m ilitar (prandium ) ceñidos con sus armas, pues se llam ó «preparación» (parandium ), p o rq u e «prepara» (paret) a los soldados para el com bate 67; en apoyo de tal idea encontram os el hecho de que aún h oy se cene sin armas con el em ­ perador. H e escrito tales cosas p o rq u e m e parecen dignas de conocerse y recordarse. 21 A hora pasem os a hablar de los veinte u su rp ad o ­ res 68 que surgieron en tiem pos de G alieno p o r el desprecio que provocaba un em perador tan desa­ fortunado. A cerca de ellos debem os decir pocas co- 2 sas y narrarlas con brevedad, pues m uchos de ellos no merecen que sus nom bres se utilicen para com ­ pletar un libro, aunque algunos, al parecer, no es­ taban exentos de valor y fueron m uy provechosos para el Estado. Son tan diversas las opiniones acerca del nom bre 3 de Salonino que el au to r que cree hablar con más veracidad asegura que fue llam ado así p o r Salonina, su m adre, a la que G alieno am ó perdidam en­ te 69. Tam bién amó a la hija de un rey bárbaro, de nom bre Pipara 71, p o r lo cual 72 G alieno y los 4

67 E sta relación sem ántica p arece inexistente, pues p ra n d iu m p ro v ie ­ ne de prandeo «com er», y no de paro «preparar». 68 A u n q u e en el capítu lo 19, 7 ha h ablado ya de «T reinta tiranos», aqu í vuelve a decir vig in ti tyranni, cf. η. 52. 69 P referim os aq u í la lectura q u a m is de Salmasius que el q u a m vis de P., aceptado p o r H o h l. 70 A ceptam os aq u í la co n jetu ra de M agie e t dilexit p ara cubrir la la­ guna de P. que H o h l h a asum ido. 71 Según A urelio V ícto r (Caes. 33,6) era hija de un re y m arcóm ano a q uien G alieno cedió p arte de P anonia. 2 M agie in tro d u c e quare p ara c u b rir la laguna de P.

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ue le rodeaban siem pre se teñían el pelo de am ario. E n cuanto al nú m ero de años que d uró el im perio de V aleriano y G alieno, se h an trasm itido afir­ m aciones totalm ente falsas, pues aunque es sufi­ cientem ente conocido que ellos gobernaron quince años — es decir, que G alieno alcanzó el decim o­ quinto año de reinado— com o V aleriano fue cap­ turado en el sexto, unos han escrito que G alieno gobernó nueve años; otro s, que casi diez. Sin em ­ bargo, es patente que celebró unas decennalia en Rom a, y que, después de estos juegos, venció a los godos, hizo la p az con O d en ato , inició la unión con A ureolo, luchó contra P o stu m o , contra L olia­ no, y, en fin, realizó acciones que constituyen u n elogio para él. C o n to d o , son más num erosas las que alim entan su deshonra, pues, se dice, que p o r las noches frecuentaba siem pre las tabernas y que vivió entre m im os, bufones y rufianes.

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L O S T R E IN T A U S U R P A D O R E S 1

(Trebelio Polión)

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Tras haber escrito varios libros con un estilo im ­ p ro p io de u n h isto riad o r y m ás próxim o a lo v u l­ gar que a lo erudito, llegam os a esa época durante los años en que G alieno y V aleriano gobernaron el E stado, en la que surgieron treinta usurpadores; pues m ientras V aleriano se ocupaba en las grandes obligaciones de la guerra con los persas, Galieno, com o se ha dem ostrdo en su lugar, no sólo era des­ preciado p o r los hom bres sino tam bién p o r las m u ­ jeres. Sin em bargo, puesto que la oscuridad de es- 2 tos hom bres, que volaban desde diversas partes del m und o hacia el p o d er im perial, es tan grande que sobre ellos son pocas las cosas que pueden ser d i­ chas o investigadas p o r los estudiosos, y com o en la obra de todos los historiadores, que escribieron

1 E l a u to r titu la este capítulo T yra n n i triginta, co n el fin, sin duda, d e crear u n p aralelism o en tre la H isto ria d e R o m a y la de A tenas, pero, en realidad, tales indiv id u o s n o fu ero n «tiranos», sino sim plem ente u su rp ad o res o aspirantes al p o d e r; adem ás, sólo tenem os certeza de que n ueve de ellos u su rp a ro n el p o d e r: P o stu m o (258-268); Leliano, M ario, In g en u o (258), R egaliano (258), A u reo lo (268) y M acriano y sus d o s hi­ jos (260-261). D e los dem ás, algunos p u e d e n ser invención del biógrafo (S atu rn in o , T reb elian o y C elso), o tro s n u n c a d e te n ta ro n el p o d e r im ­ perial (O d en ato , M eo n io , Z en o b ia, etc.), y , en fin, o tro s son de época d istin ta a la de G alieno (V alente, V icto rin o , T étrico). P o r o tro lad o , el capítulo co n tien e trein ta y dos n o m b res; los d o s ú l­ tim o s, co m o explica el p ro p io a u to r (31, 7-12), no so n de la época de G alieno y tien en p o r o b jeto co m p letar el n ú m ero de trein ta si se hace exención de Z en o b ia y V ictoria.

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tanto en griego com o en latín, hasta tal p u n to p a­ san inadvertidos que ni siquiera sus nom bres apa­ recen con frecuencia, y , finalm ente, puesto que los detalles que m uchos nos han transm itido sobre aquéllos nos han llegado con versiones m uy dife­ rentes, y o los he reunido en u n solo libro, breve además, sobre to d o p o rq u e m uchos de los hechos que a ellos se refieren ya han sido contados en las vidas de V aleriano y G alieno y no hay necesidad de repetirlos.

C IR IA D E S 2

Este h o m b re 2, rico y noble, h u y en d o de su p a­ dre Ciriades, venerable anciano al que apesadum ­ braba con sus malas costum bres y su afán p o r el lacer, se refugió ju n to a los persas, tras haber roado una gran parte del o ro p atern o e incluso una enorm e cantidad de plata. A llí se unió y asoció con el rey Sapor y, después de aconsejarle que llevase la guerra contra los rom anos, arrastró al territorio rom ano p rim ero a O d o m aste 3 y después al p ro p io Sapor. Tras conquistar A n tio q u ía y Cesarea 4, se ganó el sobrenom bre de C esareano; luego fue nom orado A ugusto, y conm ovió to d o el O rien te con el r Dsadía provocaban; sin asesinado a su padre (hecho que niegan algunos historiadores), él m ism o m urió, víctim a de las asechanzas de los suyos, en el m om ento en que V aleriano se encam inaba ya h a­ cia la guerra con los persas. A la historia no ha lle-

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2 M agie (op. cit. I l l , p. 66 y η. 1) le identifica con el aventurero M ereades, u n sirio d e A n tio q u ía q u e se alió con S apor tras ser expulsado de su patria p o r m alversación de fo n d o s públicos (cf. A m iano M arce­ lino , X X III 5,3). 3 Q u iz á se refiera a O ro m astes, el h ijo de Sapor. 4 C iu d ad de C apadocia, cu y o n o m b re actual es K aisaríyeh.

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gado nada más que parezca ser digno de m ención acerca de este hom bre, al que su fam osa huida, su parricidio, su cruel tiranía y su n o to ria inclinación a los placeres llevaron a las letras.

POSTUMO 3

Este ho m b re m u y valiente en la guerra e in q u e­ brantable en la paz, tuvo tal rectitu d durante toda su vida que G alieno le puso ju n to a Salonino, su propio hijo — cuando éste se h izo cargo del gobier­ no de las Galias— , p ara que fuese guardián y guía de su vida, sus costum bres y sus actos imperiales. Sin em bargo, según h an afirm ado algunos autores 2 (aunque el hecho no es acorde con sus costum bres), después rom pió su lealtad y, tras m orir Salonino, asum ió el p oder. C o n más verosim ilitud otros h an 3 transm itido que los galos, com o odiaban con vehe­ m encia a G alieno y n o p odían so p o rtar que su hijo les gobernase, n o m b raro n em perador a aquél, que p o r delegación ejercía de hecho el p o d er y, tras en ­ viar a unos soldados con tal fin, dieron m uerte al joven. C uando éste m urió, P o stu m o fue recibido 4 con alegría p o r todo el ejército y p o r todos los ga­ los, y se entregó a la reorganización de las Galias durante siete años, m ientras G alieno frecuentaba los placeres y las tabernas, y envejecía am ando a una m ujer bárbara 5. E ntonces, G alieno inició u n a 5 guerra contra P ostum o en la que fue herido p o r una flecha. Sin duda, en el corazón de todos los 6 pueblos galos existía una estim a pro fu n d a hacia P ostum o porq u e, tras rechazar a todos los pueblos de la G erm ania, había devuelto la antigua seguri­ dad al im perio rom ano. Sin em bargo, como se 7 com portase con absoluta rectitud, los galos, hacien-

5 C f. Galienos, 21, 3-4.

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do h o n o r a aquella antigua costum bre que siem pre les im pulsa a desear las revoluciones, le asesinaron bajo la instigación de Loliano. Si alguno quiere conocer los m éritos de P ó stu - 8 m o, lea el juicio que acerca de él tenía Valeriano en esta carta que aquel em p erad o r envió a los galos: «H em os n o m b rad o com andante del limes del R in 9 y gobernador de la Galia a P o stu m o , el hom bre más digno de la austeridad de los galos. M ientras él esté presente, el soldado estará a salvo en el cam pam en­ to, se m antendrán los derechos en el foro, la ley en los tribunales de justicia y la dignidad en su pala­ cio; él velará p o r lo que es p articular y p ro p io de cada u n o ; y o espero que m e déis las gracias p o r en­ viaros a este hom b re, que m erecería en justicia el lugar del príncipe y ante el que y o m e descubro de­ lante de todos. Pues, si m e engañase en la opinión 10 que tengo del él, habéis de saber que en ninguna parte del m u n d o en contraría a alguien que pudiera recibir m i com pleta aprobación. H e otorgado el tri- 11 bunado de los voconcios 6 a su hijo, P ostum o de nom bre, quien, aunque es joven, se m o strará en su conducta digno del padre.

POSTUMO EL J O V E N 4

A cerca de este h o m b re nada puede contarse, sino que, después de ser n o m b rad o C ésar p o r su padre y de recibir el título m eram ente honorífico de A u ­ gusto, fue, según se dice, asesinado ju n to a su pa­ dre, cuando L oliano, tras aceptar el p o d e r im perial que los galos le habían ofrecido, ocupó el lugar de P ostum o. Sin em bargo, tuvo — es el único detalle 2 que merece m encionarse— tal predisposición p ara la elocuencia que se dice que sus «C ontroversias» 7 6 P u eb lo de la G alia N arb o n e n se en tre el R ó d a n o y el D urance. 7 P u ed e referirse a las D eclam ationes o Controversiae, atribuidas a

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se hallaban insertas en la o b ra de Q uintiliano, quien, com o la lectura de u n solo capítulo m ostra­ rá al p rim er vistazo, fue el más ingenioso o rad o r del pueblo rom ano.

L O L IA N O 5

A causa de la rebelión encabezada p o r este h o m ­ bre 8, P ostum o, el h o m b re más valiente de todos, m urió en la Galia, después de haber restituido a su antigua condición el p o d er ro m an o , cuando las G a­ lias estuvieron a p u n to de p erderse p o r los excesos de Galieno. Tam bién L oliano fue, sin duda, m u y 2 valiente, pero ante el tem o r de una rebelión no m ostró entre los galos la autoridad que sus fuerzas le perm itían. M urió a m anos de V ictorino, hijo de 3 V itruvia o de V ictoria 9, quien después fue llamada M adre de los C am pam entos y recibió incluso el nom bre de A ugusta, aunque ella, p o r sí misma, para esquivar el peso de u n a carga tan grande, entregó el m ando p rim ero a M ario y después a Tétrico y a su hijo 10. C iertam ente, tam bién Loliano resultó 4 provechoso para la república en algún aspecto, pues restitu y ó a su antigua condición algunas ciu­ dades de la G alia y algunos cam pam entos que, edi­ ficados p o r P ostu m o en suelo bárbaro durante los siete años de su gobierno 11, habían sido destrui­

Q u in tilian o ; una serie de p leito s legales im aginarios que se em pleaban en las clases de retórica. 8 L o lian o se rebeló co n tra P o stu m o y to m ó el p o d e r im perial, pero sólo m o m en tán eam en te, pues éste, según se desprende de los testim o ­ nios de A. V íctor (Caes. 33,8) y E u tro p io (IX 9), consiguió derrotarle y acabó con su vida. P o r tan to , la afirm ación que hace aquí n u e stro bió­ grafo parece to talm en te erró nea. 9 Cf. 31. 10 C f. 24-25. 11 N o h ay acuerdo so b re la fecha en q u e se p ro d u jo la usurpación de P o stu m o , p ero n o rm alm e n te se co n sid era que estuvo dos añ o s en el p o d er, en tre el 258 y el 268.

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dos e incendiados p o r una repentina invasión de los germ anos. D espués fue asesinado p o r sus propios soldados p o r ser excesivamente riguroso con el tra­ bajo. Así, m ientras G alieno conducía el E stado a la ruina, en la Galia se sublevaron, com o defensores del nom bre de Rom a, prim ero P o stu m o , después Loliano, luego V ictorino y p o r últim o — pues de M a­ rio nada direm os— T étrico. Y o creo que a todos ellos se les había o torgado u n d on divino para que, m ientras aquella peste era incapaz de m overse ante las desgracias que provocaban sus increíbles exce­ sos, no les fuese dada a los germ anos la posibilidad de apoderarse del territo rio rom ano. Pues si ellos hubieran penetrad o entonces del m ism o m odo en que lo hicieron godos y persas, la acción conjunta de los pueblos extranjeros en suelo rom ano habría provocado la desaparición del venerable im perio del pueblo rom ano. La vida de L oliano, com o la de P ostum o, es desconocida en m uchos p untos, so­ bre todo en sus aspectos privados. La fama que dis­ frutaro n en vida fue p ro d u cto del valor, no de la im portancia del rango.

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V IC TO R IN O 6

G uando P ostum o el Viejo supo que G alieno ve­ nía contra él con tropas m u y num erosas y que se hacía necesaria no sólo la ayuda de los soldados sino tam bién la de o tro príncipe, llam ó a V ictori­ no 12, un hom bre de gran valía en cuestiones m ili­ tares, para que participase del p o d er im perial, y con su ayuda se enfrentó a G alieno. Sin em bargo, aunque prolongaron la guerra d urante m ucho tiem po

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12 D e acuerdo con A. V íctor (Caes. 33,12) y E u tro p io IX 9, V icto­ rin o n o co m p artió el p o d er im perial con P o stu m o , sino que lo asum ió después de M ario y bajo el im perio de C laudio.

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con gran cantidad de tropas auxiliares llegadas de G erm ania, finalm ente fueron vencidos. Luego, des- 3 pués de que L oliano fuera tam bién asesinado, sólo V ictorino se m antuvo en el poder. Este, p o r o c u ­ p ar su tiem po en ro m p er los m atrim onios de sus soldados y oficiales, tam bién fue asesinado; en efec­ to, tras form arse una conjura contra él, m urió en A gripina 13 a m anos de un intendente m ilitar 14 a cuya m ujer había deshonrado. Tam bién el hijo de V ictorino, que había sido nom b rad o César p o r la m adre de éste, V itruvia — o V ictoria— a la que des­ pués se llamó M adre de los C am pam entos, fue eje­ cutado, aunque era todavía u n niño, instantes des­ pués de que su padre m uriera en A gripina. A cerca 4 de V ictorino, p o r el hecho de ser m uy valiente y a no ser p o r sus lujuriosas inclinaciones, un em pera­ d o r excelente, m uchas cosas nos han sido transm i­ tidas p o r num erosos autores. C reem os, sin em bar- 5 go, que será suficiente intercalar aquí u n fragm en­ to de cierto libro de Julio A teriano , en el que h a­ bla así sobre V ictorino: «Yo considero que ningu- 6 no ha de anteponerse a V ictorino, el que gobernó las Galias después de Julio 16 P ostum o, ni Trajano p o r su valor, ni A n to n in o p o r su bondad, ni N erva p o r su dignidad, ni V espasiano p o r su buen gobier­ no del erario, ni Pértinax o Severo p o r la austeri­ dad de to d a su vida o p o r su severa disciplina m i­ litar. Sin em bargo, su deseo y su pasión p o r los pía- 7 ceres que las m ujeres p ro p o rcio n an arruinó hasta

13 A grippinensis Colonia, actual C o lo n ia. 14 E l texto dice actuarius, qu e en los autores de esta época significa in ten d en te m ilitar, au n q u e en p rin cip io el actuarius era aquél q u e to ­ m aba al d ictad o las palabras del que hablaba. El térm in o , no obstante, p arece ten er u n a significación genérica y se aplica a los em pleados en tareas ad m inistrativas al servicio público o privado. 15 A u to r desconocido. 16 E l n o m b re co m p leto de P o stu m o , según sabem os p o r o tras fuen­ tes, era M . Cassianius L a tin iu s P ostum us A ugustus. E l n o m b re Iulius que se da aquí es in co rrecto .

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tal p u n to todas sus buenas cualidades que ninguno se atrevería a escribir las virtudes de alguien que, en opinión de todos, m ereció ser castigado.» P o r tanto, ya que los escritores tuvieron esta opinión acerca de V ictorino, m e parece que y o he dicho ya bastante sobre su carácter.

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V IC T O R IN O EL J O V E N 7

A cerca de él n o ha llegado a las letras sino el he­ cho de que fue nieto de V ictoria e hijo de V ictori­ no, y que, tras ser n o m b rad o C ésar p o r su m adre o abuela en el m om ento en que V ictorino m urió, fue ejecutado inm ediatam ente p o r los soldados que estaban en pleno fu ro r. E n fin, aún p ueden verse 2 en los alrededores de A gripina unos sepulcros h u ­ m ildes, cubiertos p o r u n m árm ol de reducidas p ro ­ porciones, en los que se lee esta inscripción: «A quí yacen los dos V ictorinos que u su rp aro n el p o d er imperial.»

M A R IO 8

D espués de la m uerte de P o stu m o , V ictorino y L oliano, M ario, u n antiguo h errero — según se dice— , alcanzó el p o d e r im perial p o r espacio tan sólo de tres días. Lo que m ás se desea saber sobre su persona y o lo desconozco, excepto el hecho de que su brevísim o m andato le hizo más ilustre. Pues com o aquel cónsul que, ocupando el consulado en calidad de su stituto d urante las seis horas del m e­ diodía, fue ridiculizado p o r C icerón 17 con esta brom a: «H em os tenido u n cónsul tan severo y rí­ gido que durante su m agistratura ninguno ha al-

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17 C f. Fam. V I I 30,1. Se refiere al cónsul C . C an in io R ebilo, suffec­ tus el 31 de d iciem bre del año 45 a. de C .

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m orzado, ninguno ha cenado, ninguno ha d o rm i­ do», tam bién parece que sobre M ario p o d ría decir­ se lo m ism o, ya que u n día fue hecho em perador, o tro día intentó gobernar y el tercero fue asesina­ do 18. Fue, sin duda, u n n o m b re valiente que alcanzó el p ó d e r im perial tras reco rrer varios grados del ejército; a él, p o r tratarse de u n herrero, la m a­ yoría le llam aron M am urio y algunos V eturio 19. Sin em bargo, ya hem os dicho m uchas cosas sobre este u surpador, acerca de quien bastará añadir aquello de que tenía las m anos más fuertes que n a ­ die, tanto para golpear com o p ara em pujar, pues, según parece, en los dedos tenía nervios pero no v e­ nas. Se dice que retenía con el dedo índice los carros en m archa y que, con u n solo dedo, golpeaba de tal m anera a los más fuertes que se dolían com o si hubieran sido sacudidos p o r el contacto de una m aza de m adera o de hierro. C o n la fuerza de dos dedos aplastó m uchos objetos. Fue asesinado p o r un soldado al que, cuando era general o, después, al asum ir el p oder, había despreciado p o r tratarse de un antiguo trabajador de su herrería. Dícese que el asesino exclamó: «Esta es la espada que tú m ism o has forjado.» L a p rim era arenga de M ario, se­ gún se cuenta, fue así: «Sé, com pañeros, que se m e puede echar en cara m i antiguo oficio, del que to ­ dos sois testigos. Sin em bargo, que cada uno diga lo que quiera. O jalá y o trabaje siem pre el hierro y

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18 E n otras fuentes h ay tam bién coincidencia sobre la brevedad de su m an d ato ; cf. A. V ícto r 33,12: H o c iugulato, post b id u u m Victorinus deligitur. 19 M a m u rio V etu rio forjó los escudos de los sacerdotes salios (lla­ m ad o s ancilia) y su n o m b re aparecía en el carm en saliare. Cf. O v id io , Fast. I l l 380 y ss.: « N u m a... co m p ren d ien d o que el destin o del im p erio estaba ligado a aquel escudo, to m ó una sagaz d eterm inación: o rd e n a fa­ b ricar varios escudos m ás, cincelados a sem ejanza del prim e ro , p ara co n ­ fu n d ir a quienes in ten taran sustraerlos. E l trab ajo fue realizado p o r M a­ m u rio , de q uien resu lta difícil d ecir si descollaba m ás p o r sus buenas co stu m b res o p o r su talen to artístico».

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no m uera entre vino, flores, m ujerzuelas y taber­ nas, com o hace G alieno indigno de su padre y de la nobleza de su linaje. Q u e m i oficio de herrero m e sea reprochado, m ientras las naciones extranje­ ras reconozcan en sus desastres que y o he m aneja­ do el hierro. En fin, yo m e esforzaré p ara que toda Alam ania, toda G erm ania y tod o s los pueblos que están alrededor, consideren al pueblo rom ano com o a una nación de hierro y tem an en noso tro s espe­ cialmente el hierro. Sin em bargo, quisiera que vosotros consideráseis que habéis convertido en em ­ perado r a alguien que nunca supo tratar con algo distinto del hierro. E sto lo digo p o rq u e sé que nada puede ser usado con tra m í p o r aquella pestífera crá­ p u la excepto el hecho de que y o sea u n forjador de espadas y lanzas.»

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IN G E N U O 9

Siendo cónsules Tusco y Baso 20, com o Galieno se dedicara al vino y a los m anjares, pasase el tiem ­ po entre alcahuetes, m im os y m eretrices y perdiese lo bueno de su origen en la continua dependencia del placer, Ingenuo, que entonces gobernaba la Panonia, fue nom b rad o em perador p o r las legiones de Mesia a petición de los soldados de Panonia. En ningún o tro m om ento pareció que los soldados p u ­ dieran tom ar una decisión m ejor para el Estado que en aquella ocasión, cuando, ante la irrupción de los sárm atas, n o m b raro n em perador a alguien que p o r su capacidad podía rem ediar los males de la rep ú ­ blica. Sin em bargo, la causa que le im pulsó a asum ir el p o d er fue su tem o r a resultar sospechoso

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20 E l año 258, au n q u e A. V íctor (Caes. 33,2) m antiene que la vuelta de In g en u o se p ro d u jo con p o ste rio rid ad a la cap tu ra de V aleriano, es decir, después del 260.

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para los em peradores 21, ya que era m u y poderoso, necesario para el E stado, y — lo que más alarm a a los gobernantes— despertaba gran simpatía entre los soldados. Pero G alieno, que, si en contadas ocasiones se com portaba com o u n com pleto deprava­ do, cuando la necesidad le obligaba, era veloz, fu e r­ te, enérgico y cruel, d e rro tó finalm ente a Ingenuo en la batalla 22 y, cuando éste fue ejecutado, des­ cargó su odio de la form a m ás rigurosa sobre to ­ dos los habitantes de Mesia, tan to civiles como m i­ litares. N in g u n o se lib ró de su crueldad; fue hasta tal p u n to d u ro y sanguinario que en m uchas ciu­ dades no dejó con vida a n in g ú n individuo del sexo m asculino. Se dice que Ingen u o , después de ser capturada la ciudad d o n d e se hallaba se sum ergió él m ism o en el agua, p o n ien d o así fin a su vida, para no caer en m anos del sanguinario tirano. A ún se conserva u n a carta de G alieno, escrita a Céler Veriano 23, en la que se m uestra su extraordinaria crueldad. P o r esta razó n y o la he introducido aquí, para que to d o el m u n d o com prenda que un h o m ­ bre disoluto, si la necesidad lo exige, puede ser m u y cruel: «G alieno a V eriano. N o me dejarás satisfecho si sólo matas a los soldados, a los que tam bién al azar habría p o d id o quitar la vida en las guerras. D ebe perecer todo varón, incluso los ancianos y los que aún no han llegado a la p u b ertad pueden ser ejecutados sin mi censura. H a de m o rir todo aquél que deseó el mal p ara mí, to d o el que habló en mi contra, en contra del hijo de V aleriano, en contra del padre y herm ano de tantos príncipes. Ingenuo fue nom brado em perador. H iere, m ata, asesina, com prende mi estado de ánim o; debes encolerizar-

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21 N atu ralm en te, G alieno y V aleriano. 22 D u d o so si fue en M ursa o en S irm io, am bas ciudades de P anonia. Cf. A. V íctor, Caes. 33,2 y E u tro p io IX 8,1. 23 A u to r desconocido.

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te con el m ism o odio que y o , que he escrito esto con mi p ro p ia m ano, te estoy dem ostrando.»

R E G A L I A N O 24 10

Era destino del E stado que en época de G alieno cualquiera que tenía posibilidades se encum brase hacia el p o d er im perial. A sí, Regaliano, que ocupa­ ba la jefatura m ilitar en el Ilírico, fue declarado em ­ perado r con el im pulso de los m esios, que, antes con Ingenuo, habían sido derro tad o s, y con cuyos parientes G alieno se había ensañado horriblem en­ te. Este llevó a cabo con valentía num erosas haza- 2 ñas contra los sárm atas, p ero m urió a m anos de los roxolanos 25 con el consentim iento de los soldados, ya que los habitantes de la provincia estaban tem e­ rosos de que G alieno realizase de nuevo acciones tan crueles. Si yo cuento cuál fue el origen de su gobierno, 3 parecerá, tal vez, p u ra fabulación. Pues, ciertam en­ te, alcanzó el p o d er m erced a u n a b ro m a funesta: 4 E n cierta ocasión en que Regaliano se hallaba ce­ nando en com pañía de algunos soldados, u n lugar­ teniente del trib u n o se levantó y dijo: «¿De dónde hem os de creer que proviene el no m b re de Rega­ liano?» Inm ediatam ente o tro afirm ó: «Yo creo que viene de reino.» E ntonces u n o de los que estaban 5 presentes, que había sido estudiante, em pezó a de­ clinar com o lo hacen los gram áticos, diciendo: «Rex, regis, regí, Regalianus». E n seguida, u no de 6 los soldados, que constituyen u n tipo de individuos

24 D e acuerdo con la nu m ism ática su n o m b re co rrecto es R egaliano, aun q u e en los m an u scristo s en co n tram o s R egilianus, lectu ra que H o h l ha m an ten id o . M agie (op. cit.,I l l , p. 86 y η. 1) o p in a q u e el n o m b re R e ­ gilianus resp o n d e al deseo de m an ten er la singular etim ología que se ofrece en X 3 y ss. 25 P u eb lo de Sarm acia, en tre el T anais (D o n ) y el B oristenes (D n ie­ per).

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inclinado a llevar a efecto lo que piensa, dijo: «E n­ tonces, ¿puede ser rey?», y o tro : «¿Puede ejercer su po d er real sobre n o sotros?», y o tro : «Dios te im ­ puso el no m b re de rey.» Para qué más. El día después de que tales frases fueran pronunciadas, cu an ­ do salió p o r la m añana, fue saludado com o em pe­ rador p o r los soldados de p rim era línea 26. D e este m odo, lo que a o tro s les fue entregado m ediante la audacia o una razonada elección, a éste se lo dio una aguda brom a. Fue, no puede negarse, u n h o m b re que siem pre mereció la aprobación en los asuntos m ilitares y que desde hacía tiem po resultaba sospechoso p ara Galieno p o rq u e parecía digno del p o d er suprem o; era de origen dacio, pariente de D ecébalo , según se dice. Se conserva u n a carta del divino C laudio, entonces u n simple ciudadano, en la que da las gra­ cias a Regaliano, gobern ad o r m ilitar ael Ilírico, p o r haber recuperado esta provincia, cuando to d o se perdía p o r la indolencia de G alieno. Y o la encon­ tré en su form a original y consideré que debía ser introducida aquí, pues tuvo u n carácter oficial: «Claudio a R egaliano con el saludo m ás afectuoso. A fortunado el E stado que ha m erecido tener en sus cam pam entos m ilitares a u n h o m b re com o tú, afo r­ tunado G alieno, aunque nadie le da a conocer la verdad, ni de lo bueno ni de lo m alo. B onito y C elso, los asistentes de n u estro em perador, me tra n s­ m itieron cóm o te co m portaste en la batalla de E s­ cupo 2S, cuántos com bates realizaste en u n solo día y con qué rapidez. Serías digno del triunfo si aún estuvieran vigentes las antiguas co stum bres 29.

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26 Príncipes. Su po sició n en el ejército im plicaba u n m ayor prestigio e influencia sobre los dem ás soldados. 17 R ey de los dacios, que causó n u m ero so s problem as a D om iciano y fue vencido p o r T rajan o , el añ o 107. 28 C iu d ad de M esia, h o y U sk u b . 29 L a posib ilid ad de celebrar la cerem onia del triu n fo quedó re strin ­ gida, a p a rtir de A u g u sto , a los em p erad o res; sin em bargo, d u ra n te la

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TREBELIO P O L IÓ N

Pero, ¿para qué decir más? Yo quisiera que tuvie­ ras presente a cierto ho m b re y que cuando o b tu ­ vieses alguna victoria actuases más cautelosam ente. Me gustaría que me enviases algunos arcos sarm áticos y dos capotes m ilitares, pero provistos de he­ billas, pues y o te he enviado algunos de los nues­ tros.» Esta carta m uestra cóm o pensaba C laudio sobre 13 Regaliano, una opinión que, en aquel tiem po era sin duda m uy considerada. Este hom bre no fue apoyado en sus ascensos p o r 14 G alieno, sino p o r su padre V aleriano, com o C lau­ dio, M acriano, Ingenuo, P o stu m o y A ureolo, que fueron asesinados, todo s ellos, m ientras detentaban el p o d e r im perial, aunque eran dignos de él. Es de 15 adm irar en el em perador V aleriano el hecho de que a todos aquellos a los que convirtió en generales, alcanzaran después el p o d er im perial con la ap ro ­ bación de los soldados; de ellos se desprende que el anciano em perador se m o stró en la elección de los generales del E stado, com o la felicidad rom ana — si los hados hubiesen p erm itid o que continuase el gobierno de un buen príncipe— lo exigía. ¡O jalá 16 hubiera sido posible que aquéllos que alcanzaron el p o der hubieran p o d id o gobernar p o r más tiem po, o que el gobierno del hijo de V aleriano hubiera d u ­ rado m enos, para que nuestro E stado se m antuvie­ ra en la posición que le corresponde! Pero la F or- 17 tuna fue dem asiado com placiente consigo misma, cuando jun to a Valeriano se llevó consigo a los bue­ nos em peradores y m antuvo a G alieno más tiem po del que convenía al E stado.

rep ú b lica p o d ía ser celebrada p o r cu alq u ier m agistrado con im perium , que cum pliera los dem ás req u isitos exigidos para que pu d iera llevarse a efecto; cf. ]. G uillén , Urbs R om a, III, p. 529 y ss.

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AU R E O L O 11

Tam bién este hom bre, cuando dirigía los ejérci­ tos de Iliria con desprecio hacia G alieno — com o todos en aquel tiem po— , fue obligado p o r los sol­ dados a asum ir el p o d er im perial. C uando M acria- 2 no con su hijo M acriano 3 se levantó contra G a­ lieno con tropas m uy num erosas, A ureolo derrotó a su ejército y atrajo a su causa a algunos soldados que se dejaron corrom per. Y com o a p a rtir de en- 3 tonces A ureolo se convirtió en u n poderoso em pe­ rador, G alieno, tras in ten tar inútilm ente dom inar a u n hom bre tan fuerte, h izo la p az con él, en el m o ­ m ento en que se disponía a em prender la guerra contra P ostum o. Sobre este asunto ya se han dicho m uchos detalles y aún habrem os de con tar alguno más. D espués de que G alieno fue asesinado, C lau- 4 dio trabó com bate con A ureolo y le d erro tó junto a ese p uente que ahora se llam a Puente de A ureo­ l o 31; allí Claudio le erigió u n sepulcro, pero h u ­ m ilde, com o corresponde a u n u surpador. Todavía 5 ahora se conserva un epitafio en griego que dice así : «C laudio, después de m uchos com bates ven­ c e d o r de este usurpador, dichoso al fin, o torga a A ureolo esta sepul­ t u r a p ara h o n rar su m uerte; él, que con to d a justicia le ha sobrevivido, hubiera querido respetar su vida si su egre­ g io ejército lo hubiera tolerado; pero con todo derecho sus soldados no han [perm itido que vivieran aquéllos que son indignos de él, y m ucho m e[nos A ureolo.

30 N o s separam os de H o h l al rechazar la lectura M acrino de su ed i­ ció n y adm itir, en cam bio, la de M acriano, q u e aparece en Σ. 31 A l N o r te de M ilán, sobre el río A dda, hoy se llam a P o n tiro lo .

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C laudio, que, sin em bargo, es clem ente, le ha [consagrado u n p u en te con su nom bre, y u n sepulcro p ara conservar los últim os res[tos de su cuerpo». Yo he escrito estos versos tal com o han sido traducidos p o r un desconocido gram ático; pues, au n ­ que podían estar m ejor traducidos, m i intención es m antener la literalidad p ara que la verdad h istó ri­ ca, que y o pienso he de guardar p o r encim a de todo, n o se pierda, pues n o m e p reo cu p o en abso­ luto de la elegancia de m i estilo. E n efecto, y o m e he p ro p u esto trasm itiros hechos y n o sólo palabras, sobre to d o cuando los hechos son tan num erosos com o los que se encuentran reunidos en la vida de . los treinta usurpadores.

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M A C R IA N O 32 12

C uando fue capturado V aleriano, que durante m ucho tiem po fue u n o de los hom bres más ilustres del E stado, después u n valeroso em perador y por, últim o el más desgraciado de todos los m ortales — no sólo p o rq u e y a viejo pasó sus últim os años en­ tre los persas, sino tam bién p o rq u e dejó descen­ dientes indignos de él— , Balista 33, prefecto dé V a­ leriano, y M acriano 34, su general más relevante, com prendiendo que G alieno n o era digno de esti­ m a y que los soldados reclam aban o tro em perador, se reunieron en cierto lugar para ver qué podía ha­ cerse. E ntonces se acordó que, p uesto que G alieno

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32 Según la nu m ism ática el n o m b re co rrecto es M acriano y n o M a­ crin o com o aparece en ocasiones en los m anuscritos de la H istoria A u ­ gusta y en o tro s autores. 33 C f. 18. 34 A lgunos detalles de su sublevación n o s so n y a conocidos p o r G a ­ lienos, 1,2.

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se encontraba alejado y A ureolo había usurpado el p o d er im perial, debía n om brarse u n príncipe — sin duda el hom bre más capacitado— para que no su r­ giera ya ningún o tro usu rp ad o r. A continuación 3 Balista (según lo transm itido p o r M eonio A stianacte 35 que estuvo presente en esta reunión) p ro n u n ­ ció estas palabras: «Mi edad, m i vocación y mi de- 4 seo m e alejan en gran m anera del p oder imperial, pero yo — no puedo negarlo— , estoy buscando u n buen príncipe. ¿Pero quién hay que pueda llenar el 5 lugar de Valeriano a n o ser quien sea tal como tu eres, fuerte, tenaz, íntegro, p ro b ad o en las labores del E stado y ·— lo que es más conveniente para quien ocupa el pod er— , poseed o r de una gran fo r­ tuna? P o r tanto, ocupa el lugar que corresponde a 6 tus m éritos. M ientras tu lo desees, podrás utilizar­ me com o prefecto. O jalá que tu sirvas al Estado de m anera tan positiva que to d o el m undo rom ano se alegre de que te hayas convertido en em perador.» 7 A estas palabras M acriano contestó: «Yo sé, Balis­ ta, que no en vano el p o d er im perial se otorga al hom bre p rudente. Q u iero , en efecto, auxiliar al E s­ tado y apartar a aquella calam idad del tim ó n de sus instituciones, p ero esto n o es p ro p io de m i edad: soy anciano, no p uedo dar ejem plo com o jinete, debo bañarm e con m ay o r frecuencia y al com er soy más delicado; las riquezas me apartaron ya hace tiem po de las costum bres m ilitares. D ebem os bus- 8 car a algunos jóvenes, y no a u n o , sino a dos o tres m uy valerosos, que, desde las diferentes partes del m undo, puedan restablecer el E stado que Valeria­ no, p o r su destino, y G alieno, con su género de vida, han echado a perder.» D espués de estas pala- 9 bras, Balista com prendió que M acriano, al hablar así, parecía estar pensando en sus hijos, y p o r eso replicó de este m odo: «H em os entregado el Estado 10

33 A u to r desconocido.

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a tu sabiduría: confíalo a tus hijos, M acriano y Q uieto , jóvenes valerosos, que ya hace tiem po fue­ ro n nom brados trib u n o s p o r V aleriano, pues, p o r el hecho de ser hom bres Dueños, n o pueden estar a salvo m ientras im pere G alieno.» E ntonces, M acriano, dándose cuenta de que sus pensam ientos h a­ bían sido com prendidos, elijo : «Accedo a ello y de m i p ro p io dinero daré u n a doble paga a los solda­ dos. Pero tu has de ayudarm e con la responsabili­ dad de la prefectura y debes p ro cu rar el aprovisio­ nam iento necesario en los lugares convenientes. Ya m e encargaré y o de que G alieno, u n ser desprecia­ ble incluso entre las m ujeres, conozca a los gene­ rales de su padre.» E ntonces, M acriano, después de que con el consentim iento de todos los soldados fue nom brado em perador ju n to con sus hijos, M a­ criano y Q u ieto , inició enseguida la m archa contra Galieno, dejando sin solucionar los asuntos de O riente. Pero cuando m archaba con u n ejército de cuarenta y cinco m il soldados, se enfrentó a A u ­ reolo en el Ilírico o en los lím ites de Tracia y , tras ser derrotado, fue asesinado ju n to a su hijo. Luego, treinta m il soldados se pasaron al bando de A u ­ reolo. A M acriano le venció D om iciano 36, el ge­ neral más valeroso y enérgico de A ureolo, que de­ cía descender de D om iciano y D o m itila 37. A l tratar de M acriano, m e parece inexcusable pasar en silencio la opin ió n de V aleriano, expresada p o r él en el discurso que desde la fro n tera con los persas envió al senado. E n tre otras cosas leem os en el discurso del divino V aleriano: «Yo, padres conscriptos, estando ocupado en la guerra pérsica, he confiado a M acriano, en lo que concierne a los as­ pectos m ilitares, la organización de to d o el E sta­

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36 C f. 13,3 y G alienos 2,6. 37 D o m itila era la n ieta del em p erad o r D o m ician o , au n q u e esta d es­ cendencia parece falsa.

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do 3S. El es fiel a voso tro s, leal a m í y tan amado com o tem ido p o r los soldados. C uando dirija sus ejércitos, llevará a cabo sus pro p ó sito s del m odo que sea. Y esto, padres conscriptos, no es nuevo ni 17 inopinado para vosotros. Su valor ha sido bien p ro ­ bado en Italia de niño, de adolescente en la Galia, de joven en Tracia, en A frica cuando era un hom ­ bre m aduro, y finalm ente, cuando su vida ya decli­ naba, en el Ilírico y D alm acia, pues en diversos com bates se com p o rtó , para ejem plo de los demás, de m anera m uy valerosa. A esto debem os añadir 18 que él tiene hijos jóvenes d ig n o s 39 de figurar en nuestra corporación de R om a y de nuestra amis­ tad.» Y así seguía.

M A C R IA N O EL J O V E N 13

A l escribir sobre el gobierno de su padre, se han expuesto ya m uchos detalles acerca ae este hom ­ bre, que nunca hubiera sido n o m b rad o em perador si a los ojos del padre n o pareciese digno de ello. Sobre el joven M acriano se han contado m uchas hazañas m aravillosas, relativas a la valentía de sus años jóvenes. Sin em bargo, ¿qué puede hacer la valentía de un solo hom bre frente al destino, o de qué es capaz en el curso de las guerras? Pues, aunque era un hom bre enérgico y tenía la com pañía de un sa­ pientísim o padre — p o r cuya intervención había em pezado a gobernar— , fue, com o hem os dicho más arriba, vencido y despojado de treinta mil sol­ dados p o r D om iciano. N o b le p o r parte de su m a­ dre, p o r su padre sólo valiente y preparado para la guerra, alcanzó con enorm e brillantez, la más alta

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38 C o n sid eram o s innecesaria la inclusión de la partícula et, que rea­ liza H o h l. 39 V olvem os a separarnos de H o h l, al co n sid erar aq u í más p robable la lectu ra dignos que da Σ y acepta Magie.

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TREBELIO PO LIO N

jerarquía, después de haber ocupado los grados más bajos de la milicia.

QUIETO 14

Este, com o dijim os, era hijo de M acriano. Fue nom brado em perador con su padre y su herm ano de acuerdo con la opin ió n de Balista. P ero cuando O denato, que desde hacía algún tiem po ocupaba el O riente, descubrió que M acriano, padre de Q u ie ­ to, había sido vencido ju n to con su herm ano p o r A ureolo, y que los soldados se habían apartado de su m ando, com o si reinvindicase la causa de G alie­ no, m ató enseguida al joven Q u ieto y con él a Ba­ lista, prefecto desde hacía m ucho tiem po. Q u ieto fue un joven digno del im perio rom ano, que de­ m ostró ser hijo de M acriano y herm ano de M acria­ no, quienes juntos fueron capaces de conducir el Estado en los m om entos difíciles. N o m e parece que deba om itirse al tratar de la familia de los M acrianos — la cual todavía h o y res­ plandece— algo que sus m iem bros han tenido siem ­ pre com o característica peculiar. La im agen de A lejandro M agno de M acedonia aparecía siem pre la­ brada en las m onedas y en los anillos de los h o m ­ bres y en las diadem as 40, brazaletes 41, anillos y todo tipo de adornos de las m ujeres; la costum bre se observaba hasta tal p u n to que aún h o y se con­ servan en esta familia túnicas, cinturones y capas de m ujer, que m uestran el retrato de A lejandro con bordados de diversa confección. H ace poco vim os a C ornelio M acro, varó n de esta m ism a familia, m ientras se celebraba una cena en el tem plo de H é r-

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40 R eticu lu m . C f. M a xim inos, π. 54. 41 E l dextrocherium era u n brazalete que se llevaba en el b razo de­ recho, m ientras el spinter ad o rn ad a el izq u ierd o .

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cules 42, beber a la salud de un pontífice de una p á­ tera de electro 43 que tenía en m edio el ro stro de A lejandro y alrededor contenía to d a su historia en pequeñas y m inúsculas pin tu ras, y cóm o después m andó que ésta se pasase entre todos los adm ira­ dores de u n hom b re tan glorioso. Y o he puesto esto aquí po rq u e dicen que son ayudados en todas sus obras quienes llevan labrada en o ro o plata la im a­ gen de A lejandro.

O D ENATO 15

Si O d en ato 44, príncipe de Palm ira, n o hubiera asum ido el p o d er im perial, cuando V aleriano fue capturado y los recursos del E stado ro m an o se en­ contraban agotados, to d o se h ubiera perdido en O riente. P o r esta razó n , tras asum ir, com o prim ero de su linaje el título de rey, reunió u n ejército y m archó contra los persas en com pañía de Z eno­ bia 45, su m ujer, de su hijo m ay o r, que se llamaba H erodes, y de H eren ian o y T im olao 46, los hijos m enores. P rim ero som etió N isibis y la m ayor p arte de O rien te con to d a la M esopotam ia, después derro tó al m ism o rey y le obligó a huir. P o r últim o , persiguió a Sapor y a sus hijos hasta C tesi­ fonte, y, tras capturar a las concubinas y recoger su gran botín, volvió al oriente rom ano con la es­ peranza de p o d er d erro tar a M acriano, que había em pezado a gobernar con tra G alieno, p ero aquél

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42 Es difícil saber a qué tem plo se refiere, y a que existían en R o m a va­ rio s tem p lo s dedicados a H ércules. 43 M ezcla de cu atro p artes de o ro con u n a de plata q u e da el co lo r del ám bar. 44 R ey de P alm ira que recibió de G alieno el g obierno de todas las provincias asiáticas y de E gipto. N o existe constancia en otras fuentes de que se rebelara co n tra G alieno y asum iera el título de A ugusto. 4? Cf. 30. 46 Cf. 27-28.

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había m archado ya con tra A ureolo y Galieno. com o M acriano hubiese m u erto 47, O d en ato m ató a su hijo Q u ieto , m ientras Balista, según afirm an la m ayoría, u surpó el p o d er im perial para evitar ser ejecutado. E ntonces, después de restablecer la situación en gran parte de O rien te, fue asesinado con su hijo H erodes — quien había recibido el título de em perador ju n to a su padre al regreso de Persia— p o r su prim o M eonio , que tam bién había asum i­ do el p o d er im perial. Yo creo que los dioses estaban encolerizados con el E stado, cuando, desapa­ recido V aleriano, no quisieron conservar a O d en a­ to. C on toda seguridad, él, en com pañía de su m ujer Z enobia hubiera restablecido no sólo el O rie n ­ te, al cual había llevado ya a su antigua situación, sino todas las partes del m u n d o entero. H o m b re enérgico en la guerra y, según cuentan la m ayoría de los escritores, fam oso siem pre p o r sus inolvida­ bles cacerías, quien desde edad tem prana consagró sus esfuerzos, com o es deber de un hom bre, a cap­ turar leones, leopardos, osos y dem ás animales sal­ vajes y vivió siem pre en m ontes y selvas, so p o rtan ­ do el calor, las lluvias y todas las calamidades que en sí contienen los placeres de la caza. E ndurecido p o r ellas, so p o rtó el sol y el polvo en las guerras pérsicas; y su esposa, que en opinión de m uchos era más fuerte que su m arido, no tenía costum bres diferentes, a pesar de ser las más noble de todas las m ujeres de O rien te y, según afirma C ornelio C a­ pitolino 49, la más herm osa.

47 V encido p o r D o m ician o , general de A u reo lo , cf. 12.14. 48 C f. 17 y Gállenos 13,1. 49 A u to r d esconocido.

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L O S T R E IN T A U S U R P A D O R E S

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HEROD ES 16

H erodes, que no era hijo de Z enobia, sino de una m ujer anterior de O d en ato , recibió el título de em ­ p erado r a la vez que su p adre; fue un hom bre sin igual en sus refinam ientos e inclinado a los lujos de O rien te y Grecia, que tenía las tiendas de cam paña adornadas con estatuillas, los pabellones engalana­ dos con telas de oro y todos los detalles que son propios de los persas. P o r ello O d en ato , con el talento que le caracterizaba, y m ovido p o r el indul­ gente afecto de un padre, le entregó las concubinas del rey 50, las riquezas y las piedras preciosas que había capturado. Z enobia m o strab a hacia él la conducta p ro p ia de una m adrastra y con ello consiguió que fuese el más querido de sus hijos p ara O d en a­ to. Y nada más se ha conservado que pued a decirse sobre H erodes.

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M E O N IO 17

E ste hom bre, prim o de O d en ato , no estuvo m o ­ vido, en el asesinato de aquel excelente em perador, p o r otra causa que no fuera una envidia desprecia­ ble, pues no tenía nada que reprocharle excepto el afán de lujo de su hijo H erodes. D icen que previam ente se había puesto de acuerdo con Zenobia, quien no p o d ía so p o rtar que su hijastro H erodes ocupase la más alta jerarquía antes de que sus h i­ jos, H ereniano y T im olao, recibieran el título de príncipes. Lo cierto es que M eonio era tam bién u n ser inm undo y p o r eso, aunque p o r una equivocación fue aclam ado em perador, enseguida fue ejecu­ tado a m anos de los soldados p o r los m erecim ien­ tos contraídos con sus desm anes.

50 S apor I. C f. 15,4.

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BALISTA 18

A cerca de éste, disputan los escritores entre sí so­ bre si llegó a ser em perador. M uchos dicen que, tras m o rir Q u ieto a m anos de O d en ato , Balista, aunque fue perd o n ad o , se convirtió en em perador po rq u e no se fiaba ni de G alieno, ni de A ureolo ni de O denato. O tro s afirm an que, alejado ya de los 2 cargos públicos, fue asesinado en u n a finca que ha­ bía com prado para sí ju n to a D afne 51. M uchos han 3 dicho que asum ió la p ú rp u ra para gobernar según la costum bre rom ana, que se puso al frente del ejér­ cito e hizo m uchas prom esas sobre su gobierno, pero fue ejecutado p o r aquéllos a quienes A ureolo había enviado para apresar a Q u ieto , el hijo de M a­ criano, a quien Balista consideraba su p ropia presa. Fue u n hom b re ilustre, capaz en el gobierno del Es- 4 tado, enérgico en sus decisiones, brillante en las campañas m ilitares, excepcional en el aprovisiona­ m iento de víveres, hasta tal p u n to grato a Valeria­ no que le elogió en una carta con tales argum en­ tos: «Valeriano a R agonio C laro 52, prefecto del Ilí- 5 rico y de las Galias. C laro, pariente m ío, si en ti hay buen juicio — y yo sé que lo hay— sigue las disposiciones de Balista y adm inistra a su m anera. ¿Te das cuenta de cóm o él deja sin gravámenes a 6 los habitantes de las provincias, de cóm o guarda los caballos allí donde hay forraje y consigue el ap ro ­ visionam iento de los soldados de lugares donde hay trigo, de cóm o no obliga ni al habitante de la p ro ­ vincia ni al p ropietario de tierras a dar trigo cuan­ do ellos carecen de él ni a apacentar caballos donde es im posible hacerlo. N o h ay m ejor aprovisiona- 7 m iento que solicitar en cada lugar aquello que se produce, de ese m odo no se grava al E stado con los gastos de transporte y o tro s desem bolsos. Galacia 8

51 L o calidad p ró x im a a A n tio q u ía, en Siria. 52 A u to r desconocido.

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tiene abundancia de trigo, T racia tiene sus grane­ ros repletos y el Ilírico rebosa en su p roducción; es en esos lugares donde debe acam par la infante­ ría, aunque en Tracia tam bién p o d ría invernar la ca­ ballería sin perjuicio de los provinciales, pues de sus cam pos se recoge gran cantidad de heno. Y el vino, el tocino y los o tro s alim entos deben ser p ro ­ porcionados p o r aquellas regiones en las que tales producto s se den con abundancia. T odos estos son consejos^de Balista, quien o rd en ó que cada pro v in ­ cia sum^npwase sólo u n p ro d u c to , aquél del que tu ­ viese excécfente, y que el ejército se apartase de ella. U n a resolución que fue oficialm ente decretada.» Se conserva tam bién o tra carta de V aleriano en la que da las gracias a Balista y m uestra los conse­ jos que p o r éste le fuero n dados para gobernar el E stado, alegrándose de que, gracias a ellos, entre sus colaboradores no hubiese n in g ú n trib u n o figu­ rativo — es decir, desocupado— ningún asistente que, realm ente, careciese de trabajo, n ingún solda­ do que, en verdad, no luchase nunca. E n fin, se dice que este h om bre, cuando yacía en su tienda de cam paña, fue asesinado p o r u n solddo raso que p retendía ganarse el favor de O den ato y G alieno. Yo no he descubierto con suficientes garantías la verdad acerca de la persona de Balista, pues los escritores de aquel tiem po nos han tram itido m uchos detalles sobre su prefectura, pero p o ­ cos sobre su reinado.

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VALENTE 19

Este hom bre, un m ilitar estim ado tam bién p o r el renom bre de sus virtudes civiles', detentaba el go­ bierno de A caya, cargo que le fue otorgado en aquél tiem po p o r G alieno. M acriano, que le tem ía p ro fundam ente p o rq u e sabía que era un hom bre so ­ bresaliente en todas las facetas de la vida y porque

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se daba cuenta de que, a causa del odio que las bue­ nas cualidades despiertan, V alente era u n enemigo para él, o rdenó que fuera asesinado tras enviar a P i­ són, m iem bro de u n a fam ilia que, entonces, erax m iiy noble y de rango consular. V alente, que to m e 3 ;' pó ,precauciones y se puso en guardia con gran di­ ligencia, viendo que no p o d ía auxiliarse a sí m ism o de otro m o d o , asum ió el p o d e r im perial y, en b re­ ve tiem po, fue asesinado p o r los soldados.

VALENTE EL VIEJO 20

O p o rtu n am en te se nos ocurre, al hablar de este Valente, m encionar tam bién algunas cosas acerca de aquel Valente 53 que fue asesinado en tiem pos de los anteriores em peradores. Pues, según se dice, fue 2 tío abuelo del V alente que asum ió el p o d e r bajo G a­ lieno. O tro s, sin em bargo, aseguran que era su tío. D e cualquier m odo, la fo rtu n a fue sim ilar para am- 3 bos, pues éste fue asesinado tras haber sido em ­ p erado r en el Ilírico d urante unos pocos días.

PISÓ N 21

Este 54, enviado p o r M acriano p ara asesinar a Valente, cuando, previendo el fu tu ro , se dio cuenta de que éste sería n o m b rad o em perador, se retiró a T e­ salia y allí de acuerdo con n o m uchos más, asum ió el po d er im perial. Luego, después de recibir el so­ b renom bre de Tesálico, fue asesinado. E ra u n

53 M ie n tras D e d o m arch aba a la guerra c o n tra los godos en el añ o 250, este V alente u su rp ó en R o m a el p o d er, p ero p ro n to fue asesi­ n a d o , cf. A . V íc to r, Caes. 29,3. S eguram ente, su inclusión aquí se debe al in ten to del biógrafo de com pletar el n úm ero de «Treinta usurpadores». 54 N in g ú n o tro a u to r n o m b ra a este P isó n y la num ism ática no ates­ tig u a su existencia.

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hom bre de gran integridad, conocido en su tiempo con el nom bre de F r u g i55 y que descendía de aque­ lla familia de Pisones, a la que C iceró n se unió para aproxim arse a la nobleza . Fue u n hom bre m uy 2 estim ado p o r tod o s los em peradores. El m ism o Valente, quien se dice que envió a los hom bres que le asesinaron, afirm ó, según se cuenta, que él no es­ taba a bien con los dioses infernales, al haber o r­ denado que Pisón fuera ejecutado, pues aunque era su enem igo, el E stado ro m an o no tenía ho m b re que pudiera igualársele. C o n agrado he in tro d u cid o u n decreto del sena- 3 do sobre Pisón, con objeto de que se conozca su grandeza: el séptim o día antes de las calendas de julio, cuando se anunció que P isó n había sido ase­ sinado p o r V alente y que éste últim o había m uerto a m anos de los suyos, A urelio Fusco 57, ciudadano de rango consular, que, tras reem plazar a Valeria­ no, era el prim ero en expresar su opinión, dijo: «C ónsul, consulta», y, después de ser interrogado, 4 añadió : «Propongo hono res divinos para Pisón, p a­ dres conscriptos; confio en que G alieno, Valeriano y Salonino, nuestros em peradores, han de aprobar tal determ inación. N o h u b o h o m b re m ejor ni más recto.» C onsultados los demás, después de éste, de- 5 cretaron para P isón una estatua entre los generales triunfantes y u n carro de cuatro caballos. Su esta- 6 tua aún puede verse, p ero la cuádriga que ellos de­ cretaron, fue erigida con idea de que pudiera ser transportada y aún no ha sido repuesta en su anti­ guo lugar, pues se encontraba en estos parajes en 7 los que fueron edificadas las T erm as de D ioclecia­ no, de nom bre tan eterno com o sagrado.

55 Frugi. A djetiv o indeclinable que designa al h o m b re m oderado, so ­ b rio y h o n rad o . 56 C icerón casó a su hija T ulia co n G ay o C a lp u rn io P isón F rugi. 57 C f. A u reliano 40,4, d o n d e se habla de u n in d ividuo del m ism o n o m b re que fue p ro n có n su l de A sia en el 274-?75.

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EMILIANO 22

Es p ro p io del pueb lo egipcio, com o de gentes de­ m entes o enloquecidas, situar al E stado en los más graves riesgos a p a rtir de cuestiones sin im p o rtan ­ cia; frecuentem ente, p o r saludos descuidados, p o r 2 no ceder el sitio en los baños públicos, p o r la carne o las verduras intervenidas, p o r cuestiones relativas al calzado de los esclavos u otras cosas similares, llegaron en sus revueltas a p o n e r en grave peligro al E stado hasta tal p u n to qije ft|e necesario d ispo­ ner tropas en su contra. Xsi^pués, con el fu ro r que 3 les caracteriza, cierto día en que u n esclavo del cu­ rial 5S, que entonces gobernaba en A lejandría, fue asesinado p o r u n soldado, p o rq u e había dicho que sus sandalias eran m ejores que las m ilitares, la m u l­ titud, una vez congregada, se dirigió a la casa del general Em iliano y le hostigó con to d a la cólera y todos los utensilios que son p ro p io s de los m o ti­ nes: se le arrojaron piedras, se le atacó con la es­ pada y n o faltó ninguna de las arm as usuales en una rebelión. O bligado p o r tales hechos, Em iliano asu- 4 m ió el p o d e r im perial, pues en su fuero intern o sa­ bía que de cualquier m odo iba a m orir. El ejército 5 de E gipto se m o stró de acuerdo con él, sobre todo or ocfio hacia G alieno. Y n o le faltó vigor para go- 6 ernar el E stado, pues reco rrió la Tebaida y toda la provincia de E gipto, y, hasta d o n d e le fue p o si­ ble, apartó a los b árbaros co n su firm e vigor. E n 7 fin, en gracia a sus virtudes se le llam ó A lejandro o A lejandrino (pues incluso esto es incierto). C uan- 8 do preparaba una cam paña co n tra los indios, el ge­ neral T eó d o to , que había sido enviado p o r orden de G alieno, le h izo p risio n ero y, según se dice, fue

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58 E l curator rei publicae, in stitu ció n m unicipal de sum a im p o rtan c ia en el siglo III. E ra n o m b ra d o p o r la curia p e ro el n o m b ram ie n to exigía la ratificación im perial. C o n tro la b a la ad m in istració n y las finanzas de la ciudad en que gobernaba.

LOS T R EIN TA U SU RPA D O RES

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estrangulado en la cárcel, com o ocurría con los antiguos presos . N o creo que deba om itir, al referirm e a Egipto, un hecho que trasm iten los antiguos historiadores y que está al m ism o tiem po relacionado con Galie­ no. C uando éste quiso o to rg ar el pod er proconsular a T eó d o to , los sacerdotes se lo im pidieron, d i­ ciendo que no era lícito llevar las insignias consu­ lares a A lejandría. E sto — com o bien sabem os— lo recuerda tam bién C icerón en su discurso contra G abinio 60, y, en fin, aún hoy tenem os la concien­ cia de que este asunto está vigente; p o r ello, conviene saber que, cuando vuestro padre H erenio Celso 61 aspira al consulado, n o es lícito lo que de­ sea. Pues, se dice, que en las cercanías de Menfis hay una colum na áurea en la que está escrito en le­ tras egipcias que E gipto sólo será libre cuando a esta provincia lleguen las togas pretextas y las fas­ ces ae los rom anos. Lo que p u ede leerse en el gram ático Próculo 62, el hom bre más sabio de su tiem ­ po, cuando habla sobre las naciones extranjeras.

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SATU R N IN O 23

Saturnino 63, un ho m b re elegido p o r Valeriano, fue el m ejor de los generales que hubo en la época de Galieno. Tam bién él, incapaz de sopo rtar el de-

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59 F ue u n a p ráctica bastante com ú n en tiem pos de la república m a­ tar en el T ulian o (calabozo del E stad o , llam ado así p o r ser obra de Ser­ vio T u lio ) a los jefes extranjeros que caían en m anos de los generales ro m an o s; recuérdense entre o tro s los casos de Y ugurta o V ercingétorix. 60 G ab in io fue u n lugarten iente de P o m p ey o que co n trib u y ó co n sus tro p as a que P to lo m eo A uletes fuese restablecido en el trono. C u a n d o regresó a R om a, en el 54, C ice ró n le atacó en un discurso q u e no conservam os. 61 D esconocido. 62 P ro b ab lem en te, se refiere a E u tiq u io P róculo, p ro feso r de M arco A u relio (cf. M arco 2,3). 63 C f. Gállenos 9,1 ν Firmo 11,1.

T REBELIO P O L IÓ N

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senfreno de G alieno, que ya pasaba las noches en públicas diversiones, em pezó a dirigir a los solda­ dos, a su m anera, n o com o lo hacía su em perador, y recibió el p o d er im perial de m anos del ejército. Fue un hom bre de sabiduría inigualable, ilustre p o r su dignidad, p o r sus gratas costum bres y p orque obtuvo victorias conocidas en todas partes, incluso entre los bárbaros. E l m ism o día en que fue revestido p o r los soldados con la túnica de los em pera­ dores, se dice que p ro n u n ció estas palabras ante la asamblea: «C om pañeros, habéis perd id o un buen general y habéis hecho u n m al príncipe.» E n fin, después de llevar a cabo valerosas hazañas en el cur­ so ae su reinado, com o adoptase una actitud disci­ plinada y severa hacia los soldados, fue asesinado p o r los m ism os que le habían nom b rad o em pera­ dor. U n a de sus disposiciones le ha hecho fam oso, la de haber o rdenado a los soldados que se senta­ sen a com er con los sayos para que sus piernas no estuvieran desnudas, en invierno con los más tu p i­ dos y en verano con o tro s más ligeros.

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TÉTRICO EL VIEJO 24

D espués de que V ictorino y su hijo fueran ase­ sinados 64, su m adre V ictoria — o V itruvia— , reco­ m endó para el im perio a T étrico, senador del p u e­ blo rom ano que dirigía el gobierno en la Galia; la razón para tal recom endación estribaba en el pa­ rentesco, que, según dicen m uchos, existía entre am bos; luego h izo que se le llamase A ugusto y no m b ró C ésar a su hijo. Sin em bargo, T étrico, después de haber llevado a cabo m uchas felices accio­ nes y de h ab er gobernado d urante m ucho tiem po,

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LOS TREINTA USURPADORES

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fue vencido p o r A ureliano 65 y,. com o n o pudiera so portar la desvergüenza y atrevim iento de sus p ro ­ pios soldados, se entregó, voluntariam ente, a este príncipe tan d u ro y severo. Se ha transm itido, in - 3 cluso, la cita de u n verso, escrito inm ediatam ente p o r él a A ureliano : «Libéram e, Invicto de estas desgracias» é6. Sin em bargo, A ureliano, de natural desconfiado 4 y nada proclive a la reconciliación o a la clemencia, condujo en su triu n fo a T étrico, aunque era un se­ nad o r del pueblo rom ano, de rango consular, que, con la autoridad de u n gobernador, había dirigido el gobierno de todas las provincias galas; y lo m ism o hizo, en aquel tiem po, con Z en o b ia 67, la m ujer de O d en ato y con los dos hijos de éste, H erm an o y Tim oleao é8. Sin em bargo, A ureliano, que era u n 5 hom b re dem asiado rígido, se sintió vencido p o r su conciencia y n o m b ró a T étrico, a quien había p a ­ seado en su triunfo, inspector 69 de toda Italia, esto es, de Cam pania, del Sam nio, de la Lucania b rú ­ cense, de la A pulia calabresa, de E tru ria y U m bría, del Piceno, de la Flam inia y de to d a región p ro d u c­ tora de trigo 70; y no sólo consintió que Tétrico viviera, sino que incluso le m antuvo en la más ele65 Según E u tro p io (IX 13,1) en C atalaunos. M ás detalles en A . V íc­ to r, Caes. 35,4-5. 66 Cf. Eneida, V I 365, d o n d e P alin u ro dirige a E neas estas m ism as palabras. 67 C f. 30,24-26. 68 C f. 27 y 28. 69 Corrector. L a finalidad y atribuciones d e este cargo han sido m u y discu tid as; aunque fue creado a finales del siglo I no se convirtió en re­ g u lar h asta el siglo III. Su lab o r de vigilancia n o se circunscribía ú n i­ cam ente a las tareas financieras, sino q u e tam bién atañía al o rd e n pú b lico . 70 E n el siglo III Italia quedó dividida en dos regiones: la annonaria, q u e coincidía prácticam en te con la Italia su p e rio r, y la suburbicaria (Ita ­ lia cen tral y m erid io n al); según el au to r, T étrico fue n o m b rad o correc­ to r de to d a Italia, p u es las regiones que cita en p rim e r lugar se co rre s­ p o n d e n casi con la Italia suburbicaria; cf. B. G arcía, op. cit., p. 953 y n. 24.

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TREBELIO PO LIÓ N

vada posición, llam ándolo a m enudo colega, algu­ nas veces com pañero y, de vez en cuando, incluso em perador.

TÉTRICO EL J O V E N 25

Este 71, siendo niñ o , fue n o m b rad o C ésar p o r V ictoria, después de que ella m ism a recibiera de m anos del ejército el títu lo de M adre de los C am ­ pam entos. A un q u e fue paseado en el triunfo de A u- 2 reliano ju n to a su pad re, desem peñó después todos los cargos senatoriales; además, conservó intacto el p atrim onio, que legó después a sus descendientes, , según dice A urelio Fusco 72, fue siem pre u n om bre distinguido. M i abuelo 73 solía con tar que 3 era amigo, suyo y qué nadie gozó de m ayores preferenoíaCallente ae A ureliano o de los príncipes que le sucedieron. Se conserva en la actualidad la casa 4 de los T étricos, situada en el m o n te C elio, entre dos bosques y frente al tem plo de Isis, que cons­ tru y ó M etelo 74; es m u y herm osa, y en ella h ay una p in tu ra en la que se ve a A ureliano o torgando a los dos T étricos la pretexta y la dignidad senatorial y recibiendo de ellos el cetro, la corona y la ciclada. La p in tu ra es u n m osaico 75 y, según se dice, el día de su inauguración los dos T étricos ofrecieron un banquete a A ureliano.

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71 D e acuerdo co n las inscripciones y m onedas su n o m b re era P ío E suvio T étrico C ésar. Se discute si fue o n o n o m b ra d o A u g u sto . 72 C f. n. 57. 73 Las alusiones al p ad re o abuelo del biógrafo (Firmo, 9,4; Caracalia 12,3; 14,1; 1; etc.) so n im itación de S uetonio (O tó n , X 1 y Cal. X IX 3)· 74 D esco n o cem o s q u ién fue el M etelo q u e c o n stru y ó este ejem plo, p ero sabem os q u e existió u n santuario consagrado a Isis en la cara n o r­ te del C elio. 75 P referid o s aq u í la lectu ra m usiuo de M agie que la de m useo que d a P y adm ite H o h l.

LOS TREINTA USURPADORES

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T R E B E L IA N O 26

A vergüenza ya exponer cuántos usurpadores hubo bajo G alieno p o r culpa de los vicios de aquel hom bre libertino, pues sus excesos eran tales que hubiera m erecido que el n ú m ero de hom bres que se levantó contra él fuera más elevado, y su cruel­ dad era tan grande que con razó n se le temía. E sta 2 crueldad la ejerció co n tra Trebeliano 76, que fue h e­ cho príncipe en Isauria 77 cuando los isaurianos 3 quisieron tener su p ro p io jefe. Y, áunque algunos le llam aban jefe de piratas , él se o torgó a sí m is­ m o el título de em perador. Incluso, o rdenó acuñar m oneda 79 y edificó u n palacio en una ciudadela de Isauria. L uego se replegó a las regiones recónditas y seguras de los isaurios y,, pro teg id o p o r los m o n ­ tes y las estrecheces de aquellos Tugares, m antuvo, d urante algún tiem po, el p o d er en Cilicia. Sin em - 4 bargo, C am sisoleo , .general de G alieno de origen egipcio y herm ano del T eó d o to que había captura­ do a Em iliano, tras arrastrarle a cam po abierto, le venció y después le asesinó. A p artir de entonces, 5 no se ha p o d id o llevar a los isaurianos, que tem ían que G alieno se ensañara con ellos, a terreno llano, ni siquiera con la m ediación hum anitaria de algún em perador. D e hecho, a p a rtir de Trebeliano se les 6 consideró bárbaros; su país, situado en suelo r o ­ m ano, se halla defendido, según el nuevo tipo de protección, similar al limes, p o r los parajes y no p o r los hom bres. Pues no sobresalen p o r su tam a- 7 ño ni tienen reconocido valor, son desconocedores

76 Sólo co n o cid o p o r la H istoria A ugusta. 77 C o m arca del A sia M en or, en la región m o n tañ o sa del T a u ro , en­ tre la P isidia y la Celicia. 78 A rchipirata. L a Isauria era un fam oso refugio de piratas y ban­ d idos. 79 N o se h a conservado n in g u n a y p uede que sea p u ra invención del biográfo. D esco n o cid o en otras fuentes.

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TREBELIO PO LIÓ N

del m anejo de las armas e im prudentes en sus de­ cisiones, pero están seguros en su territorio, p o r­ que si se sitúan en los lugares elevados no pueden ser atacados. E l divino C laudio estuvo a p u n to de conseguir que abandonasen sus propias regiones y se establecieran en Cilicia, pues tenía la intención de entregar el territo rio que estaba en p o d er de los isaurios a u no de los am igos que le eran más fieles, para que ninguna rebelión volviera a surgir desde aquellas tierras.

H E R E N IA N O 27

C uando O d en ato m urió, dejó dos hijos, H ereniano y su herm ano T im olao 81 en n o m b re de los cuales, Z enobia, tras u su rp ar para sí el p o d er im ­ perial, gobernó más tiem po del que es conveniente e una m ujer. A sus hijos, vestidos con el traje p u r­ púreo, pro p io del em perador rom ano, los llevaba a las asambleas públicas, a las que asistía com o lo ha­ ría u n hom bre, ensalzando, entre o tro s ejem plos, las figuras de D id o , Sem iram is 82 y C leopatra, fu n ­ dadora de su estirpe 83. Sobre la m uerte de sus h i­ jos tod o es incierto; m uchos dicen que fueron ejecutados p o r A ureliano y m uchos o tro s que falle­ cieron de m uerte natural, pues los descendientes de Zenobia todavía h o y se encuentran entre los nobles de Rom a.

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81 T am b ién desco n o cid o s en otras fuentes'. 82 R ein a de los asirio s q u e fue reg en te en tre los años 810 y 805 a. de C . Según la leyenda, co n q u istó M edia, Persia, A rm enia, E gip­ to y L ibia, y se m o stró co m o una gran soberana. é C f. 30,2.

L O S T R E IN T A U S U R P A D O R E S

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TIMO L A O 28

Acerca de éste, consideram os digno de conocer­ se lo que ya hem os m encionado en relación a su herm ano. H a y sólo u n detalle que le separa de H e - 2 reniano, el haber p u esto tan to afán en los estudios rom anos que, en p o co tiem po, consiguió confirm ar lo que su m aestro había insinuado sobre él, e in ­ cluso que se dijese que él h ubiera p o d id o conver­ tirse en el más gránele de los retóricos latinos.

CELSO 29

C uando las provincias galas, las orientales e in ­ cluso las del P o n to , Tracia y el Ilírico se en con­ traban separadas del im perio, y m ientras G alieno frecuentaba las tabernas y pasaba la vida en los b a­ ños públicos y en las casas de placer, tam bién los africanos, a instancias de V ibio Pasieno, p ro c ó n ­ sul de A frica, y de F abio P om p o n ian o , general en jefe del limes de Libia, n o m b raro n em perador a C elso 84, revistiéndole con el peplo de la diosa C e ­ leste 85. E ste hom bre, que antiguam ente había sido 2 un trib u n o destinado a A frica, vivía en sus posesio­ nes com o u n simple particular, p ero tal era su afán p o r la justicia y era tan grande el tam año de su cu er­ po que parecía digno del p o d e r im perial. Tras ser 3 nom brado em perador, fue asesinado, el séptim o día después de haber alcanzado el p o d e r im perial, p o r una m ujer de n o m b re G aliena, prim a herm ana de Galieno, y, p o r ello, apenas es m encionado entre los príncipes m enos conocidos. A instancias de los 4 sicenses , que habían conservado su lealtad a G a-

84 N a d a n o s es co n o cid o e n o tras fu en tes tan to de este C elso com o de esos Pasieno o P o m p o n ia n o a los q u e acaba de citar. 85 C f. Pértinax, n . 16. 86 H ab itan tes d e Sicca, ciu d ad de N u m id ia , h o y el-K ef.

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TREBELIO PO LIÓ N

lieno, su cuerpo fue devorado p o r los perros, y, con un nuevo tipo de injuria, su im agen fue colo­ cada en la cruz, m ientras el vulgo se regocijaba com o si estuviera viendo al p ro p io Celso clavado en el patíbulo.

ZENOBIA 30

Ya no quedaba ningún p u d o r; en las penosas cir­ cunstancias p o r las que pasaba el E stado, se llegó a tal p u n to que, m ientras G alieno se com portaba de un m odo incalificable, las m ujeres, incluso, gober­ naron de m anera brillante, y aún las extranjeras. E n 2 efecto, una extranjera, de no m b re Z enobia, de la que ya se han dicho m uchas cosas, quien se jactaba de proceder del linaje de las C leopatras y los P to lom eos, después de la m uerte de su m arido O d e ­ nato, cubrió sus hom b ro s con el m an to im perial, adornándose con las vestiduras de D id o y adm i­ tiendo incluso la diadem a 87. O cu p ó el im perio en nom bre de sus hijos, H eren ian o y Tim olao, más tiem po del que una p erso n a del sexo fem enino p o ­ día soportar. Pues esta orgullosa m ujer desem peñó 3 las funciones de u n rey, d u ran te el m andato de G a­ lieno y m ientras C laudio se encontraba ocupado en la guerra con los godos, y sólo cuando con gran di­ ficultad fue vencida p o r A ureliano y llevada en su triunfo, se som etió a la ley de Rom a. Se conserva u n a carta de A ureliano que testim o- 4 nia el cautiverio de esta m ujer. E n efecto, com o al­ gunos le recrim inaron que él, el más valeroso de los hom bres, llevase en su triu n fo a una m ujer, com o si se tratase de u n general cualquiera, él, en­ viando una carta al senado y al pueblo rom ano, se

87 L a diadem a era u n trib u to c o m ú n m en te u tilizad o p o r los reyes h e ­ lenísticos; su em pleo p o r p arte de Z en o b ia, reina de P alm ira, era co m ­ p letam en te norm al.

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defendió en tales térm inos: «O igo, padres coscriptos, que se m e acusa de n o ac‘------- '' ----var a Zenobia en el paseo p o r esto me reprenden no y tante si supieran qué m ujer es ésta, si conocieran su sabiduría en las decisiones, su firm eza en las dis­ posiciones y su severidad frente a los soldados; cuán generosa es cuando la necesidad lo requiere, y cuán rígida cuando la disciplina lo exige. P uedo decir que fue p o r su intervención p o r lo que O d e ­ nato venció a los persas y, tras p oner en fuga a Sa­ por, llegó a C tesifonte . P uedo asegurar que infundió tan gran tem o r entre los pueblos de O rie n ­ te y de E gipto que ni los árabes, ni los sarracenos, ni los arm enios se revelaron contra su autoridad. Y no hubiera respetado su vida si no se supiera que ella fue m uy útil al Estado rom ano, al retener para sí o para sus hijos el p o d er im perial en O riente. Así, pues, que éstos, a los que nada complace, guarden para sí el veneno de sus propias lenguas. Pues si no es conveniente vencer y llevar en el triunfo a una m ujer, ¿qué opinan de G alieno, para cuyo m e­ nosprecio ésta gobernó sabiam ente el im perio?, ¿qué del divino C laudio, venerable y respetado general, que, según se dice, toleró que ella ejerciese el pod er p o ra u e se encontraba ocupado en su expedición contó"tós godos? Y C laudio hizo esto cal­ culada y sabiam ente, para que, m ientras ella guar­ daba la frontera oriental del im perio, él pudiera lle­ var a cabo con m ay or seguridad lo que había d e­ term inado realizar.» Este discurso m uestra el juicio de A ureliano sobre Zenobia. D e ella se dice que era tal su castidad que si no hubiera tenido el p ro p ó sito de concebir, ni siquiera hubiera conocido a su m arido. Pues, si en alguna alguna ocasión se acostaba con él, m an-

88 Cf. 15, 3-4.

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TREBELIO PO LIÓ N

tenía su continencia hasta que llegaba la m enstrua­ ción, p o r ver si estaba em barazada, y sólo en caso contrario le daba de nuevo la o p o rtu n id ad de tener hijos. Vivió con p om p a real. Prefería ser venerada según los m o d o s persas y dio banquetes a la m anera en que lo hacen los reyes de esta nación. Se­ gún la costum bre de los em peradores rom anos, m archaba a las asambleas públicas cubierta con u n casco y ceñida con una fája de colo r p ú rp u ra, de cuya orla colgaban piedras preciosas, y que tenía en m edio u n brillante de form a de caracol, p re n d i­ do com o si fuera u n broche de m ujer y, frecuente­ m ente, con u n o de sus b razos desnudo. E ra de ro stro oscuro, de color m o ren o , con unos ojos negros que irradiaban u n vigor ex traordinario, de espíritu divino, de u n a belleza increíble. Sus dientes eran tan blancos que m uchos pensaban que tenía perlas en lugar de dientes. La voz, clara y sem ejante a la de un hombre. La dureza de los tiranos, cuando la necesi­ dad lo exigía; la clem encia de los buenos príncipes, cuando la indulgencia lo reclam aba. P rudentem ente generosa se encargaba de la custodia del erario m ejor ae lo que es habitual en el género fem enino. Se servía de u n carruaje, rara vez de u n coche de m u ­ jer 90, y con frecuencia m o tab a a cballo. Se dice que a m enudo cam inaba con los soldados tres o cuatro millas 91. C azaba con la pasión de los hispanos. Bebía frecuentem ente con lo s generales, aunque n o r­ m alm ente era m u y sobria; tam bién bebía con p er­ sas y arm enios con el fin de m ostrarse superior a ellos. U tilizó vasos de oro con piedras preciosas en los banquetes, sirviéndose de aquéllos que habían

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89 Cochlis. B rillante con fo rm a de caracol, p ro ced en te de A rab ia; cf. P lin io , N . H „ X X X V II, 194. 90 E l carpentum era u n carruaje de carga, u tilizad o a veces co n fines m ilitares. El p ile n tu m era u n a carro za co n suspensión, n o rm alm e n te em ­ plead a p o r las dam as rom anas. 91 La m illa ro m an a, com o es sabido, equivalía a 1480 ms.

LOS TR EIN TA U SU RPA D O RES

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pertenecido a C leopatra. En el servicio tenía eu n u ­ cos de edad avanzada, rara vez doncellas. O rd en ó 20 a sus hijos que hablaran en latín, de m anera que se expresaban en griego con dificultad y en pocas ocasioens. Ella m ism a n o era totalm ente desconocedo- 21 ra del latín, pero lo hablaba cohibida p o r la v er­ güenza; p o r contra, se expresaba en egipcio de m a­ nera perfecta. C onocía de tal m odo la historia de 22 A lejandro y de O rien te, que, según se dice, ella m ism a escribió un epítom e. N o obstante, leía en griego la historia latina. C uando A ureliano la h izo prisionera, tras ser 23 conducida a su presencia, la inculpó en estos té r­ m inos: «¿Por qué, Z enobia, te has atrevido a desa­ fiar a los em peradores rom anos?». D icen que en­ tonces ella contestó: «A ti, que has vencido, te re ­ conozco com o em perador, a G alieno, a A ureolo y a los demás príncipes no los consideré tales. C o n ­ fiando en que V ictoria 92 fuera sem ejante a mí, d e­ seé, si la m agnitud del territo rio lo hubiese p erm i­ tido, com partir con ell^.^1 p o d e r real.» A sí, fue con- 24 ducida en u n p a s e o ^ ftriu n fa l tan p o m poso com o ningún o tro de los presenciados p o r el pueblo ro ­ m ano. Engalanada, en p rim er lugar, con unas ge­ mas tan enorm es que se fatigaba p o r el peso de sus adornos. Pues, según se dice, esta m ujer tan vale- 25 rosa se detenía a m enudo diciendo que n o podía so ­ p o rta r el peso de sus joyas. A dem ás, sus pies esta- 26 ban atados con cadenas de o ro ; sus m anos, con unas esposas del m ism o m etal, y en su cuello no faltaba un grillete, tam bién de oro, que sostenía delante de lia un bufón persa. Le fue perd o n ad a la vida p o r 27 A urelio y dicen que desde entonces vivió con sus hijos, com o lo hace una m atro n a rom ana, en una hacienda de Tívoli que le fue concedida; ésta, to ­ davía hoy, lleva el nom bre de Z enobia y está sigua-

92 C f. 31.

TREBELIO P O L IÓ N

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da no lejos del palacio de A driano y de ese lugar al que se le da el nom b re de C oncha.

VICTO RIA 31

N o sería m u y digno que tam bién V itruvia — o V ictoria— ocupase u n lugar en las letras, si las cos­ tum bres de G alieno no hubieran conseguido que incluso las m ujeres fueran consideradas dignas de m ención. C iertam ente, V ictoria, cuando vio que su hijo y 2 su nieto habían sido ejecutados p o r los soldados y que P ostum o, después L oliano e incluso M ario (a quien los soldados habían nom b rad o em perador) habían sido asesinados, aconsejó a Tétrico, de quien hem os hablado m ás arriba 95, p ara el im perio, pues siem pre acom etía acciones propias de u n hom bre. A dem ás, se distinguió tam bién p o r el título de M a­ dre de los C am pam entos 96, con que era conocida. Se em itieron m onedas suyas de bronce, de o ro y 3 de plata 97, c u yo cuño se conserva aún h o y entre los treviros 98. V ictoria no vivió m ucho tiem po; fue 4 asesinada cuando T étrico detentaba el p oder, según dicen algunos, m ientras o tro s afirm an que m urió cuando la ley n atu ral lo había prefijado. E sto es lo que a m í m e parece que debe m encio- 5 narse en relación con los trein ta usurpadores. H e reunido a éstos en u n único volum en, pues si h u ­ biese contado p o rm en o rizad am en te los hechos de cada uno, habría p ro vocado u n cansancio inm ere­ cido e intolerable para el lector. A h o ra voy a pasar 6

93 C f. A d ria n o , n. 102. 94 Cf. 3, 5 y 8. 95 C f. 24. 96 E ste títu lo fue reg u larm en te em pleado p o r las em peratrices a p a r­ tir de F au stin a (cf. M arco, 26,8). 97 N o se conserva n inguna. 98 P u eb lo de la G alia Bélgica.

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al em perador C laudio. A cerca de éste a m í me pa=^ rece que ha de publicarse, p o r los m éritos q u / c o R trajo d urante su vida, u n volum en aparte, au nque' sea breve, incluyendo en él a su herm ano " , un hom bre sin igual^de m o d o que puedan referirse al m enos unasÆahtas/Cosas sobre una familia tan n o ­ ble y venerable.' Yo he intro d u cid o a las m ujeres intencionada- 7 m ente en este libro, con el fin de burlarm e de G alieno, el m onstruo más grande que h u b o de so p o r­ tar el E stado rom ano. A h o ra voy a añadir dos usurpadores más, que, p o r así decirlo, son super­ num erarios, ya que n o son de esta época, pues u no vivió en tiem pos de M axim ino y el o tro cfurante el m andato de C laudio; de esta form a, en este v o lu ­ m en, estarán incluidos trein ta hom bres que u su r­ p aro n el p o d e r im perial. Te ruego a ti, que habías 8 recibido el libro ya com pleto, que me com prendas y quieras incluir en tu volum en a éstos a quienes, igual que a Valente el V iejo100 en este libro, yo p re ­ tendía incluir, después de C laudio y A ureliano, en ­ tre esos que vivieron entre T ácito y D iocleciano. Pero la exactitud de tus conocim ientos, al recordar 9 la historia, corrigió m i error. A sí, pues, doy gra- 10 cias p orque la generosidad de tu sabiduría haya com pletado m i título. N in g u n o p odrá decir en el tem plo de la Paz 101 que y o he incluido m ujeres en ­ tre los usurpadores, es decir, usurpadoras o «usur­ patrices», com o ellos suelen, entre risas y brom as, echarm e en cara. T ienen el nú m ero com pleto, reu- 11 nido en m i obra desde los más ocultos secretos de la historia. Pues he añadido 102 a Tito y a C enso- 12 99 Su n o m b re era Q u in tilo ; cf. C laudio 12. 100 C f. 20. 101 E dificio m ajestuoso, co n stru id o p o r m andato de V espasiano en el año 75 de C ., que con tab a con una gran biblioteca y, p o r lo q u e aquí se dice, era lu g ar de reu n ió n de críticos y literatos. 102 A cep tam o s aq u í la co n jetura a d d e n tu r de P eter para llenar la la­ guna de P.

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TREBELIO PO LIÓ N

riño — el prim ero, com o ya dije, vivió bajo el m an­ dato de M axim ino y el o tro en tiem pos de C lau­ dio— , quienes fuero n asesinados p o r los m ismos soldados que antes les habían revestido con la p ú r­ p ura imperial.

TITO y " p"

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C uánta D exipo, y no lo ocultan H ero d ian o y to ­ dos los que transm itieran tales relatos a la p o steri­ dad, que T ito 103, u n trib u n o de los m auritanos a quien M axim ino había reducido a la condición de simple ciudadano, p o r m iedo a u n a m uerte cruen­ ta, según aquéllos refieren, pero de mala gana y obligado p o r los soldados, com o afirm a la m ayo­ ría, se alzó con el p o d e r im perial; y añaden que él fue asesinado p o r pr-ppios soldados, pocos días después de que n ju íén rsid o som etido el levanta­ m iento que el consular M agno 104 dirigió contra M axim ino. D icen, sin em bargo, que fue em perador 2 durante seis meses. La actitud de este ho m b re ha­ cia el E stado, tan to en la p atria com o en el extran­ jero, fue siem pre elogiable, p ero en su m andato im ­ perial se m ostró poco afortunado. P o r o tra parte, 3 algunos aseguran que fue n o m b rad o em perador p o r los arqueros a rm e n io s 105, a quienes M axim ino, p o r ser partidarios de A lejandro, detestaba y había dado m otivos de ofensa. N o debes sorprenderte de que 4 haya tan gran diversidad de opiniones acerca de este hom bre, pues su n o m b re apenas nos es conocido. C alpurnia era su esposa, una m ujer respetada y ve- 5 nerable del linaje de los C esoninos — es decir, de

103 C f. M axim in o s, 11, 1-4. H e ro d ia n o (V II 1,9-10) se refiere a él con el n o m b re de Q uartinus. 104 C f. M axim inos, 10. 105 E n M axim inos, 11,1 se dice qu e eran osroenos.

LOS TREINTA USURPADORES

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los P is o n e s 106— a la que n uestros antepasados re ­ verenciaron, com o sacerdotisa casada u n a sola vez, entre las más venerables m ujeres y cuya estatua ve­ m os todavía en el tem plo de V enus, de piedra la parte superior y el resto de oro. Se dice que poseía 6 unas perlas m uy grandes, que habían pertenecido a C leopatra, y u n a fuente 1 de plata a e cien libras de peso, que han recordado m uchos poetas, y en la que aparecíain scrita la h isto ria de sus antepasados. A m í me parece que he ido más lejos de lo que 7 el asunto requería. P ero, ¿qué voy a hacer?; el sa­ ber, p o r una inclinación n atural, resulta prolijo. P o r 8 eso vuelvo a C ensorino, h o m b re de noble cuna, pero que, según se dice, gobernó durante siete días, más para perjuicio que p ara bien del Estado.

CENSORINO 33

E ra un ho m b re entregado p o r com pleto a la m i­ licia y a la antigua dignidad de la C uria, que fue dos veces cónsul, dos veces prefecto del P retorio, tres veces prefecto de la C iudad, cuatro veces p r o ­ cónsul, tres veces legado de rango consular, dos ve­ ces de rango p reto rio , cuatro veces de rango edilicio y tres del cuestorio, y que fue encargado de una legación extraordinaria a los persas y o tra a los sármatas 108 Sin em bargo, después de todos estos cargos, cuando envejecía en su hacienda, cojeando incluso de un pie a causa de u n a h erida que había recibido

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p recio so s tenía u n uso decorativo. M u y estim adas en Roíma, adem ás de p o r su v alo r m aterial, p o r el v alo r artístico de sus adornos. 108 E s im p osible q u e u n in d iv id u o q u e hu b iera ejercido tan tas y tan im p o rtan tes fu nciones n o h a y a dejado hu ella en n inguna o tra p a rte ; o n u n ca existió o su im p o rtan cia fue m u ch o m enor.

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TREBELIO PO LIÓ N

en la guerra contra los persas, en tiem pos de Vale­ riano, fue hecho em perador y p o r b rom a de los bufones se le dio el n o m b re de C laudio 109. Pero com o actuara con enorm e serenidad y se hiciera in ­ soportable para los soldados a causa de su rígida disciplina, fue asesinado p o r los m ism os que le ha­ bían nom brado. Se conserva su sepulcro en los alrededores de B olonia y en él se han inscrito con grandes letras todos los cargos que desem peñó; pero en la últim a línea se ha añadido: «A fortunado en todas las cosas, desafortunadísim o em perador.» Su familia todavía existe, m u y conocida p o r el n o m ­ bre de los C ensorinos, u n a p arte de la cual, p o r aversión a los asuntos de R om a, m archó a Tracia, otra a Bitinia. Su casa, m u y h erm osa y em plazada junto a la M ansión de los Flavios 110, tam m én se conserva y, según se dice, en o tro tiem po pertene­ ció al em perador Tito. Tienes com pleto el nú m ero de los treinta u su rpadores, tú, que disputabas conm igo en unió n de los m alintencionados, aunque, sin duda, con buena intención. A h o ra da a quien tú quieras este librillo, escrito no tan elegante com o fidedignam ente. A m í me parece que yo no he p ro m etid o elegancia, sino hechos, pues estos libros, que y o he com puesto so­ bre la vida de los príncipes, n o los escribo, sino que los dicto, y los dicto con esa rapidez que — com o si yo hubiese p ro m etid o algo o tú m e lo hubieras pedido— me exiges, de tal m o d o que n o tengo p o ­ sibilidades de respirar.

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109 Claudus, en efecto, significa «cojo». 110 Situada en el Q u irin aí, fue c o n stru id a p o r V espasiano y conver­ tida en tem plo p o r D o m ician o , (cf. S uetonio, D o m . I 1). E l térm ino G entes tiene en este pasaje la significación p ro p iam en te m aterial de «M ansión».

25.

EL D IV IN O C L A U D IO

(Trebelio Polión)

1

H em os llegado al em perador C laudio quien, p o r respeto al C ésar C onstancio 2, debe ser tratado en nuestros escritos con la debida solicitud. E n efecto, yo no p u d e negarm e a escribir acerca de él cuando he escrito acerca de otros em perado­ res elegidos tum ultuariam ente, es decir, reyezuelos, en ese libro que he redactado sobre los treinta u su r­ padores y que ahora contiene incluso el linaje de C leopatra 3 y el de V ictoria 4; pues las cosas llegaron a tal p u n to que yo he escrito las vidas de las m ujeres p o r hacer una com paración con el mal go­ bierno de G alieno. C iertam en te no era lícito p asar en silencio a este príncipe que dejó tan notables des­ cendientes de su linaje 5; que con su p ro p io valor puso fin a la guerra con los godos; que cuando fue vencedor intentó resolver los desastres públicos; que, aunque no fue el artífice de la conjura, al em ­

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1 C o n o c id o n o rm alm en te com o C laudio II, el p rim e ro de los em pe­ rad o res ilíricos (cf. 9,9); o cu p ó el p o d er entre los años 268 y 270. 2 El parentesco existente en tre C laudio y C o n stan cio C loro, a quien se refiere en el pasaje, n o está claro en las fuentes. M ás adelante (cf. 13), este bió g rafo sostiene que C o n stan cio era so b rin o nieto de C laudio; sin em b arg o , en E u tro p io (IX 22) y Z onaras (X II 26) se dice que C o n s ta n ­ cio era nieto de C lau d io . E sta disparidad en las fuentes ha provocado que m u ch o s críticos dud en de la existencia real de tal parentesco. 3 A lu sión a Z en o b ia; cf. T reinta Usurpadores, 30,2. 4 Cf. Treinta Usurpadores, 31, 1-4. a C o n stan cio C lo ro , C o n stan tin o , etc.

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TREBELIO P O L IÓ N

pezar a gobernar para bien del género hum ano, apartó a G alieno, u n m o n stru o so em perador, del ti­ m ón del E stado; que, si se h ubiera m antenido más tiem po a la cabeza de la república, nos habría de­ vuelto con su fuerza, sus consejos y su cautela a los Escipiones, a los Cam ilos y a todos aquellos h o m ­ bres de la antigüedad. E l tiem po que aquél se m an­ tuvo en el p o d er fue, n o p u ed o negarlo, breve, pero breve habría sido el m andato de un hom bre com o él, aunque hubiera p o d id o gobernar tanto tiem po com o dura la vida de los hom bres. ¿Q ué hay en él que no sea adm irable? ¿Q ué hay que no llame la atención? ¿Q ué, que no deba anteponerse a aque­ llos antiguos triunfadores? E n él se hallaban p re ­ sentes el valor de T rajano, la piedad de A ntonino, la m oderación de A ugusto y las buenas cualidades de los grandes príncipes en u n grado tal que no ne­ cesitaba el ejem plo de otro s, antes al contrario, si aquéllos no h ubieran existido, él hubiera dado el ejem plo a seguir p o r los dem ás. Los más sabios as­ trólogos consideran que al h o m b re le han sido o to r ­ gados ciento veinte años p ara vivir y repiten que a ninguno se le han concedido m ás; añaden, incluso, que sólo M oisés, el am igo de D ios, com o dicen los libros de los judíos, vivió ciento veinticinco años 6, y que, cuando se quejó de m o rir joven, se le res­ pondió , según dicen, a través de una desconocida divinidad que ninguno viviría más que él. P o r lo cual, aunque C laudio h ubiera vivido ciento veinti­ cinco años, su vida, adm irable y asom brosa, nos m uestra que nadie habría visto su m uerte com o algo ineludible o esperable, com o dice T ulio acerca ae E scipión 7. ¿Pues qué tuvo aquel ho m b re que no fuera grande tan to en la p atria com o en el extran­ jero? A m ó a los padres, lo que no es sorprendente. A m ó tam bién a sus herm anos, lo que ahora es casi 6 Según D eu tero n o m io X X X IV 11, M oisés vivió ciento veinte años. 7 C iceró n , M il, 16, al referirse a E scip ió n E m iliano.

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asom broso. A m ó incluso a sus allegados, y esto, en nuestros tiem pos, debe ser ya considerado com o un m ilagro. N o envidió a nadie, p ero persiguió a los m alvados. C on d en ó pública y abiertam ente a los jueces corrom pidos y m o stró hacia los necios una casi negligente condescendencia. Prom ulgó leyes excelentes. Fue tan p ro vechoso para él Estado que los más grandes príncipes eligieron a sus descen­ dientes para ocupar el p o d er im perial y u n senado m uy m ejorado se inclinó p o r tal opción. 3 A lguno puede pensar que y o hablo así para ga­ narm e el favor del C ésar C onstancio, p ero tu buen juicio y m i p ropia vida son testigos de que yo n u n ­ ca he pensado, he dicho o he hecho nada para com ­ placer a alguien 8. Yo estoy hablando del em perad o r C laudio, a quien su vida, su bondad y todas las acciones que llevó a cabo en favor del E stado, otorgaron tan eran ren o m b re entre las generacio­ nes que le sucedieron, que el senado y el pueblo r o ­ m ano le recom pensaron con nuevos honores des­ pués de su m uerte: en reconocim iento hacia él, el senado, con el consentim iento de todos, colocó en la C uria rom ana un clypeus aureus — o, como d i­ cen los gram áticos, u n clypeum aureum 9— de m a­ nera que aún h oy puede verse su ro stro en el busto que está grabado en él. E n su h o n o r — lo que n u n ca antes se había realizado— el pueblo rom ano con sus propios recursos le erigió u n a estatua aurea de diez pies de alto en el C apitolio, enfrente del tem plo de Jú p iter O p tim o M áxim o. E n su recuerdo, con la aprobación de to d o el m undo, se colocó

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8 C o n scien te el p ro p io b ió grafo del carácter exageradam ente panegi­ rista de esta vida, rechaza en varios pasajes las im putaciones de adula­ ción (cf. 6,5; 8,2; 9,5). 9 E l clipeus era u n escudo d o n d e solían estar representados bustos de dioses o grandes ho m b res. La form a m asculina en us es m ás fre­ cu en te que la n e u tra um , au n q u e am bas alternan en n u estros textos. 10 U n pie son 29,6 cm, p o r tan to la estatua m edía casi tres m etros de alto.

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en los Rostra 11 una colum na que sostenía una es­ tatua suya de m il quinientas libras 12 de plata, en la que vestía la túnica palm ada 13. Fue él quien, pen- 6 sando en el futu ro , agrandó la M ansión de los Flav io s 14, que había p ertenecido a Vespasiano, a T ito y — me cuesta p ro n u n ciar su nom bre— a D om icia­ no. El, quien, en un breve espacio de tiem po, puso 7 fin a la guerra con los g o d o s 15. P o r ello, el senado y el pueblo rom ano, las naciones extranjeras y las provincias se han m ostrad o aduladoras de su re­ cuerdo, pues todos los órdenes sociales, todas las edades y todas las ciudades han hon rad o al buen príncipe con estatuas, insignias, coronas, tem plos y arcos triunfales. 4 Es interesante para aquéllos que im itan a los bue­ nos príncipes y para to d o el género hum ano, co­ nocer los decretos del senado em itidos acerca de este hom b re, para que tod o s conozcan la opinión oficial que de él se tenía. E n efecto, cuando el n o - 2 veno día antes de las calendas de abril, el día de la Sangre lé, se anunció en el santuario de la M adre que C laudio había sido n o m b rad o em perador, aun­ que n o se p u d o reu n ir al senado a causa de la ce­ lebración de los ritos sagrados, los senadores se vis­ tieron con sus togas y m archaron al tem plo de A p o ­ lo 17, y allí, una vez leída la carta del príncipe C lau11 Y a sabem os que recibía ta l n o m b re la trib u n a desde don d e los o ra ­ do res arengaban al p u eb lo , ad o rn ad a co n los espolones de las naves to ­ m adas al enem igo. 12 L a libra ro m an a equivalía a 327 gram os y era su un id ad superior de peso. 13 C f. G ordianos, n. 12. 14 C f. T reinta U surpadores, n. 110. 15 C f. 6-9. 16 L os G alli o sacerdotes de la M agna M ater, C ibeles, celebraban el 24 de m arzo , seg undo día de las fiestas en h o n o r de la diosa, en el P a ­ latin o , u n ritu a l que consistía en origen en la castración de los m encio­ n ad o s sacerdotes y, p o ste rio rm en te, se redujo a u n corte sim bólico en el b razo del Archigallus, el sum o sacerdote, p ara derram ar unas gotas de sangre. 17 C o n stru id o p o r A u g u sto en el P alatino.

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dio, pronun ciaro n estas aclamaciones en su h o n o r: 3 «A ugusto C laudio, ¡qué los dioses te guarden!» Esto se dijo sesenta veces. «A ugusto C laudio, siem ­ pre deseamos tenerte a ti com o príncipe o a alguien semejante a ti.» Se dijo cuarenta veces. «A ugusto C laudio, el E stado te necesitaba.» Se dijo cuarenta veces. «A ugusto C laudio, tu eres un herm ano, u n padre, un am igo, u n buen senador, u n auténtico príncipe.» Se dijo ochenta veces. «A ugusto C lau- 4 dio, líbranos de A ureolo.» Se dijo cinco veces. «A u­ gusto C laudio, líbranos de los palm iranos.» Se dijo cinco veces. «A ugusto C laudio, líbranos de Z e n o ­ bia y de V itruvia.» Se dijo siete veces. «A ugusto C laudio, T étrico no realizó nada.» Se dijo siete veces. -Tan p ro n to com o fue n o m b rad o em perador, Q a - y (lucero entabló com bate con A ureo lo , que había sido una pesada carga para el E stado p o r com pla­ cer en exceso a G aliano, le apartó del tim ón del E s ­ tado y le consideró u n u su rp a d o r en las proclam as enviadas al pueblo y en los m ensajes dirigidos al se­ nado. A dem ás, este d u ro e inflexible em perador n o 2 escuchó a A ureolo cuando con sus ruegos solicitaba un tratado de paz, sino que le rechazó con tal res­ puesta: «Esto deberías haberlo solicitado de Galieno, que tenía costum bres similares a las tuyas y ade­ más te habría tenido m iedo». Finalm ente, p o r de- 3 cisión de sus p ropios soldados, A ureolo tuvo, cer­ ca de M ilán, una m uerte digna de su vida y de sus costum bres; y, sin em bargo, algunos historiadores han intentado alabarlo, exponiéndose, sin duda, al ridículo. Pues G alo A n tip ater 19, esclava de los car- 4 gos y deshonra de los historiadores 20, al referirse 18 C f. T reinta Usurpadores, 11. 19 A u to r desconocido. 20 A ncilla h o n o ru m et historicorum d eh onestam entum ; la frase, tal co m o ap u n ta M agie (op. cit., I l l , p. 160 y η. 3), p uede ser im itación de Salustio (H istoriae I, frag. 55,22): ancilla turpis, bonorum o m n iu m de­ ho n esta m en tu m .

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a A ureolo, com enzó así: «Llegamos a un em pera­ d o r que hace h o n o r a su p ro p io nom bre». C o m o si con el nom bre del o ro se designe una excelsa vir­ tud; pero yo(se^que entre los gladiadores a m en u ­ do se da este n o m b re a los buenos com batientes. Recientem ente tu libro sobre los juegos recogía este nom bre en la lista de los luchadores. 6 Pero volvam os a C laudio. Pues, com o más arri­ ba dijim os, aquellos godos, que se habían escapado después de las persecuciones de M arciano 21, y éstos, a los que C laudio había im pedido la huida 22, para evitar que ocurriese lo que entonces se cum ­ plió, concitaron a todos los pueblos de su ento rn o para conseguir el b o tín de Rom a. Finalm ente, las diversas tribus de los escitas, los peucinos, los grutungos ostrogodos, tervingos, visigodos, gipedes, celtas e, incluso, hérulos, en su afán de pillaje, irrum pieron en territo rio ro m an o y allí devastaron m uchas regiones, m ientras C laudio se ocupaba de otras cuestiones y preparaba, com o lo hace u n buen com andante, la guerra que después em prendió. E n ­ tonces, pareció que el destino de R om a se detenía ante los lentos preparativos del buen príncipe, pero yo creo que la gloria de C laudio creció de este m odo, y que su victoria le hizo más ilustre en to ­ das las partes del m undo. Flabía, entonces, trescientos veinte m il hom bres de aquellos pueblos dis­ puestos a luchar. Q u ien nos acusa de adulación, que diga ahora si C laudio n o m erecía ser querido. T res­ cientos veinte m il guerreros. ¿Q ue alguien m e diga si Jerjes 23 tuvo tantos!, ¡si alguna leyenda ideó un núm ero tan elevado!, ¡si algún p o eta lo concibió! H abía trescientos veinte m il soldados. A ñade a sus

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21 C f. Galienos, 6,1. 22 C lau d io , com o general de G alieno, o b tu v o u n a gran victoria so­ bre los alam anes, que le valió el so b ren o m b re de G erm ánico. 23 Según H e ro d o to , Jerjes c ru z ó el H e le sp o n to co n 1.700.000 infan­ tes y 80.000 jinetes.

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esclavos, añade a sus familias, añade sus carabanas y piensa en los ríos desecados, en los bosques des­ truidos y en el cansancio de la m ism a tierra, que so ­ p o rtó a una m asa tan ingente de bárbaros. 7 Existe una carta suya, enviada al senado para ser leída ante el pueblo, en la que alude al núm ero de bárbaros; la carta es com o sigue: «El em perador Claudio al senado y al p ueblo rom ano». (Se dice que él m ism o la dictó y yo n o quiero la versión del magister memoriae) 24. «Padres conscriptos, oid con adm iración lo que es verdad. T rescientos veinte m il guerreros bárbaros h an venido al territo rio ro m a­ no: si yo los venciese agradeced mis servicios; si no venciese, sabed que y o in ten té luchar después del gobierno de G alieno. T o d o el E stado está exhausto; vam os a luchar ahora, después de Valeria­ no, después de Ingenuo, después de Regaliano, des­ pués de L oliano, después de P ostum o, después de Celso, después de o tro s m il que se separaron del E stado p o r desprecio hacia el em perador Galieno. Ya no quedan escudos, ni espadas, ni lanzas. Las Galias e H ispania, los pilares ael E stado, se encuen­ tran en p o d er de T étrico, y todos los arqueros — avergüenza decirlo— p erte n e c en a Z enobia. C ualquier cosa que hagam os será bastante grande». Luego, C laudio venció a estos pueblos gracias a su innato valor y en p oco tiem po los aniquiló, p e r­ m itiendo sólo a algunos de ellos regresar al te rri­ torio patrio. M e p reg u n to qué valor tiene ante tan gran victoria u n escudo en la curia o qué clase de recom pensa es una estatua de o ro 25. D ice E nnio 26 refiriéndose a E scipión: «¿Q ué estatua, qué colum na hará el pueblo rom an o p ara representar tus h a ­ zañas?». Podem os decir que Flavio 27 C laudio, u n

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24 Cf. Pescenio N ig ro , 7,4 y n. 11. 25 Cf. 3,1 y ns. 9 y 10. 26 U n pasaje del p o em a Scipio, en el q u e E nnio elogiaba a E scipión A fricano. 27 El n o m b re Flavio que se da aquí a C la u d io es inexacto y responde

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em perador sin rival en to d o el m u n d o , no se sirvió de colum nas, ni de estatuas, sino del p o d er de su renom bre. 8 Tenían, además, dos m il naves, es decir, dos ve­ ces el núm ero con el que to d a G recia y to d a T esa­ lia inten taro n atacar en o tro tiem po las ciudades de Asia 2S. P ero este n ú m ero lo im aginó la plum a de un poeta y la cifra que n o so tro s dam os se apoya en datos históricos. Y, sin em bargo, los escritores adu- 2 lam os a C laudio, u n h o m b re que d estruyó, aplastó y aniquiló a dos m il naves y a trescientos veinte mil guerreros bárbaros, que unas veces o rd en ó quem ar y otras entregó a la servidum bre rom ana, ju n to con sus familias, u n convoy tan grande com o el que tal m u ltitu d de guerreros p u d o p rep arar y disponer para sí. E sto lo p ru eb a u n a carta suya que escribió 3 a Junio Broco , encargado entonces de defender el Ilírico: «C laudio a B roco. H em o s aniquilado a 4 trescientos veinte m il godos, hem os hund id o dos m il naves. Los ríos están tapados p o r sus escudos, 5 todas las playas están cubiertas de sus espadas y sus lanzas. Los cam pos se ocultan debajo ae sus h u e­ sos; ningún cam ino está lim pio, el inm enso convoy ha sido abandonado. H em o s capturado a tan gran 6 núm ero de m ujeres que el soldado vencedor p u ede 9 unirse con dos o con tres. ¡O jalá el E stado no h u ­ biera tenido que sufrir a G alieno! ¡O jalá no h u b ie­ ra tenido que so p o rtar a los seiscientos u su rp ad o ­ resI'MC u án to se h ubiera engrandecido la república (sf ^ tu v ie ra n indem nes los soldados que fueron cas­ tigados p o r tantos com bates, si se hallaron a salvo las legiones que G alieno, u n m al v e n c e d o r30, des­

al deseo del biógrafo de relacionarlo co n Flavio V alerio C onstancio C lo ­ ro. 28 A lu sión a la g u erra de T ro y a. 29 D esco n o cid o en otras fuentes. 30 A su pesar, el biógrafo reconoce aq u í las victorias de G alieno so ­ bre los godos y A u reo lo (cf. Gállenos 13,6 y 14,1).

EL. D I V I N O C L A U D I O

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truyó! Sin duda, mi actividad une ahora los m iem bros de ese naufragio político al cuerpo del Estado rom ano». Se luchó junto a los mesios y h u b o m uchos com bates cerca de M arcianópolis 31. M uchos hom bres m urieron en los naufragios, m uchos reyes fueron capturados, m ujeres nobles de los diferentes p u e ­ blos fueron conducidas com o cautivas, las pro v in ­ cias rom anas se llenaron con los esclavos bárbaros y los agricultores escitas 32. E l que antes era godo se convirtió en colono del limes b árbaro. N o h u b o región alguna que no dispusiera de esclavos godos com o adornos de su triunfo. ¿ Y qué p odría decir de esos bueyes bárbaros que vieron nuestros ante­ pasados? ¿Y de esas ovejas? ¿Y de esas yeguas celtas que la fama ha divulgado? T odo eso co n trib u ­ ye a la gloria de C laudio. Pues, C laudio no sólo dio seguridad al E stado sino tam bién abundancia de riquezas. Se luchó tam bién en Bizancio, com portándose con gran valentía los bizantinos que h a­ bían logrado sobrevivir. Se luchó en Tesalónica, que había sido sitiada p o r los bárbaros, m ientras C laudio estaba ausente. Se luchó en diversas regiones y en todas ellas, bajo los auspicios de Claudio, los godos fueron vencidos, hasta tal p u n to que ya entonces parecía p rep arar un E stado seguro para sir futuro nieto, el C ésar C onstancio 33. 10 O p o rtu n am en te recuerdo que es necesario co n ­ tar un oráculo, que, según se dice, recibió C laudio en C om agene 34, con objeto de que todos c o n o z­ can que el linaje de C laudio fue instituido por vo-

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31 C iu d ad de la M esia in ferior, fundada p o r T rajano, a la que dio el n o m b re de su h erm an a M arciana. 32 Sabem os p o r otras fuentes que m uchos de los pueblos bárbaros d erro tad o s se asentaron en suelo rom ano en calidad de granjeros, cf. Zósim o I 46. 33 Cf. n. 2. 34 C iu d ad del D an u b io , a u n o s 35 K m s al N o rte de Viena.

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TREBELIO PO LIÓ N

luntad divina para la felicidad del Estado. C uando, tras convertirse en em perador, p reguntó cuánto tiem po habría de ocupar el p oder, surgió el siguien­ te oráculo 35 :

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«ÍTií^que ahora gobiernas las regiones patrias y riges los destinos del m undo, enviado de 1 [los dioses, ( ju ,su p erarás con tus descendientes a los anti­ g uo s; pues tus sucesores reinarán y harán reyes a sus sucesores».

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Igualm ente, cuando p reg u n tó en el A penino sobre su fu tu ro , recibió tal respuesta:

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«H asta que el tercer verano le haya visto rei­ n a n d o en el Lacio» 36. D el m ism o m odo, cuando p reg u n tó acerca de sus descendientes:

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«Yo no p o n d ré lím ites ni a su poderío ni a la [duración de su m andato» 37. Y cuando se interesó p o r el fu tu ro de su herm ano Q u in tilo 38, al que p reten d ía tener com o aso­ ciado en el p o d er im perial, se le respondió: «A él los hados no harán más que m ostrarlo [sobre la tierra» 39. Yo he contado estos oráculos para que todos perciban con claridad que C onstancio, hom bre de li­ naje divino, nuestro venerabilísim o César, procede de una familia de A ugustos y ha de darnos m uchos

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C f. C f. C f. Cf. C f.

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A leja n d ro ,S evero , 4,6 y Firm o, 3,4. E neida, I 265. E neida, I 278. 12. E neida, V I 669; tam bién citado en Elio 4,1 y G ordianos,

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A ugustos, con la m ay o r garantía para los A ugustos D iocleciano y M axim iano y p a ra su herm ano G ale­ rio. 11 Pero m ientras el divino C laudio llevaba a cabo estas cosas, los palm iranos, bajo la conducción de sus generales Saba y Tim agenes, hacen la guerra contra los egipcios , quienes resultan vencedores gracias a la firm eza egipcia y a su incansable co n ­ tinuidad en la lucha. Sin em bargo, P ro b ato , el jefe 2 de los egipcios, fue asesinado p o r las asechanzas de Timagenes. N o obstante, todos los egipcios se en ­ tregaron al em perador rom an o , juran d o lealtad a C laudio, aunque no estaba presente. Siendo cónsules A ticiano y O rfito , el favor divi- 3 no colaboró con las decisiones de C laudio. Pues, una gran m u ltitu d de bárbaros, form ada con los su ­ pervivientes de todos los pueblos, tras reunirse en el H em im o n to 41, fue castigada p o r el ham bre y p o r tal epidem ia de peste que C laudio desdeñó vencer­ los ademas con las arm as. P o r fin, la m ás cruel de 4 las g u w sy W m in ó y se alejaron los terrores de la nación rom ana 42. M i rectitu d m e obliga a decir la 5 verdad, p ero tam bién el deseo de que éstos, que quieren que y o sea considerado u n adulador, sepan que yo no dejo pasar en silencio aquello que la h is­ toria exige que sea contado: en aquel tiem po en q u e 6 se había alcanzado la victoria de m anera total, u n grupo num eroso de soldados de C laudio, em puja­ do p o r el éxito, que p e rtu rb a incluso los ánim os

40 Saba era u n general de Z en o b ia (cf. A u relia n o , 25,3) que en co m ­ p añ ía del egipcio T im ágenes co n q u istó E g ip to (cf. Z ó sim o I 44). P ro b ato , u n general d e C lau d io , in te n tó su reco n q u ista, p ero al parecer, ésta n o se p ro d u jo h asta los tiem pos de A ureliano. 41 Se refiere al m o n te H a em u s, en T racia (cf. Z ó sim o I 45). E l n o m ­ bre de H e m im o n to c o rre sp o n d e a los tiem p o s de D iocleciano; era una de las seis provincias en que fue dividida la diócesis de Tracia. 42 C o m o consecuencia de esta victoria C lau d io asum ió el cognom en G othicus (cf. M agie, op. cit., I II , p . 173 y n . 3).

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de los más sabios 43, se dedicó irreflexivam ente al saqueo, sin pensar que u n reducido contingente de enemigos podía p onerlos en fuga m ientras ellos, se dedicaban, entregados en cuerpo y espíritu, a reco­ ger el botín. Así, cuando se p ro d u jo la victoria, m u- 7 rieron a m anos de algunos bárbaros, que ya habían sido dispersados, casi dos m il soldados. Sin em bar- 8 go, cuando C laudio se enteró de esto, tras reunir el ejército, detuvo a tod o s los que se habían m o s­ trado rebeldes y los envió encadenados a R om a ara que sirvieran de distración en los juegos p ú licos. D e este m odo, los sinsabores que la fortuna o el soldado habían causado, fueron reparados p o r la energía de u n buen príncipe. N o sólo consiguió la victoria sobre el enem igo sino tam bién el desqui­ te. E n esta guerra que C laudio llevó a cabo, sobre- 9 salió el inm enso valor de la caballería dálm ata, pues C laudio, al parecer, declaraba haber nacido en esta provincia; otros, sin em bargo, han dicho que era un dárdano y que p o r sus venas corría la sangre de lio, fun d ad o r de T roya, e incluso del m ism o D ár12 daño 44. E n estos tiem pos, los escitas in ten taro n de­ vastar C reta y C hipre, p ero fueron vencidos en to ­ das partes al sufrir su ejército la peste y el ham bre. A l finalizar la guerra con los godos, se originó 2 una gravísima epidem ia; entonces, C laudio, afecta­ do tam bién p o r la enferm edad, abandonó su vida m ortal y m archó a un cielo que le era ya familiar p o r sus propias virtudes. M ientras se dirigía hacia 3 los dioses y las estrellas, su herm ano Q uintilo, hom bre venerable y p ara decirlo claram ente, un herm ano de su herm ano, asum ió el p oder imperial,

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43 C f. Salustio, C ., X I 7: Q uippe secundae res sapientium anim os f a ­ tigant. 44 D árd an o , h ijo de Z eus y E lectra, y rey de T ro y a a la m uerte de T eu cro . El biógrafo parece c o n fu n d ir la región de D ardania, situada en el Ilírico, con la d ardánica T ro y a; p o r lo dem ás, dicha confusión co n ­ trib u y e al engrandecim iento de C laudio.

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que le fue entregado con el consentim iento de to ­ dos, no com o algo hereditario, sino en atención a sus propias virtudes; pues hubiese sido nom brado em perador aunque n o fuera h erm ano del príncipe. Bajo su im perio, los bárbaros, que aún sobrevivían, intentaro n devastar A nquialos 45 e incluso apode­ rarse de N icópolis 46, pero fu ero n aplastados gra­ cias al valor de los habitantes de aquella provincia. Q uintilo , p o r lo breve de su m andato, n o p u d o lievar a cabo nada que fuera digno del p o d er im pe­ rial, pues transcurridos diecisiete días, fue asesina­ do, com o antes ocurriera a G alba 47 y a Pértinax 4S, p o r m ostrarse severo y rígido con los soldados y p o r haber p rom etido com p o rtarse com o un autén­ tico príncipe. D exipo n o dice que Q u in tilo fuera asesinado, sino sólo que m urió ; pero n o añade que m uriera p o r enferm edad, de m anera que parece te ­ ner dudas. 13 Puesto que ya hem os hablado de su co m p o rta­ m iento en la guerra, debem os decir algunas cosas al m enos acerca del linaje y la familia de C laudio, para que no parezca que pasam os en silencio lo que debe ser conocido p o r todos: los herm anos eran C laudio, Q u in tilo y C rispo. C laudia era hija de C rispo; de ella y de E u tro p io , el ho m b re más n o ­ ble del pueblo dárdano, nació el C ésar C o n stan ­ cio 49. Tam bién tenían herm anas, una de las cuales, que se llam aba C onstantina y estaba casada con u n trib u n o de los asirios, m urió en los prim eros años de su juventud. A cerca de sus antepasados n o so tros conocem os pocas cosas, p ero m uchos autores han trasm itido diferentes datos. E l p ro p io C laudio era insigne p o r la gravedad de sus costum bres, in-

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C iu d ad de la costa se p ten trio n al de T racia, a orillas del M ar N eg ro . A ctual Stari N ik u b , en la B ulgaria m eridional. C f. T ácito , H , I 18 y ss. y S uetonio, G alb, X V y ss. C f. P értinax, 11. C f. n. 2.

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signe p o r su vida singular y su sin p ar castidad; m o ­ derado con el vino, p ero inclinado al alim ento; ele­ vado de estatura, de ojos ardientes y ro stro ancho y lleno, con unos dedos tan fuertes que a m enudo sacaba los dientes a los caballos y a los m ulos de un puñetazo. E sto lo había hecho tam bién en la m i- 6 licia, siendo joven, cuando hacía una dem ostración de lucha entre o tro s fo rzu d o s en los juegos del C am po de M arte. Pues, habiéndose irritado con u n 7 individuo que en lugar del cin tu ró n le agarró los testículos, le sacó to ao s los dientes de u n p u ñ eta­ zo. Este asunto m ereció el p erd ó n p o r ser la ven­ ganza del p u d o r o fendido; pues, D ecio, que era en- 8 tonces em perador y se hallaba presente cuando ocurrió el hecho, no sólo alabó públicam ente el va­ lo r y el p u d o r de C laudio sino que le recom pensó con brazaletes y collares 50, p ero le o rd en ó apartar­ se d&-los com bates de los soldados, tem iendo que realM e/algo con más violencia de lo que el ejerci­ cio d é la lucha requiere. C laudio no tuvo hijos, p e ro Q uintilo dejó dos y C risp o , com o hem os dicho, 9 una hija. 14 A hora hagam os referencia a las opiniones que ex­ presaron diferentes príncipes sobre él, con u n cariz tal, que se h izo evidente que C laudio iba a ser em ­ p erado r en cualquier m om ento. U n a carta de V a- 2 leriano a Z osim ión 51, p ro c u ra d o r de Siria: «H e­ m os entregado al trib u n o C laudio u n hom b re de origen ilirio, n uestra valiente y fidelísim a quinta le­ gión M arcia, pues él está p o r encim a de los más va­ lientes y leales veteranos. A éste le darás de nues- 3 tro tesoro particular las siguientes provisiones: tres m il m odios anuales de trig o , seis m il de cebada, dos m il libras de tocino, tres m ili quinientos sextarios de vino viejo, ciento cincuenta sextarios de aceite

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>.i £7:-

- C í a ·'

50 P rem io s q u e se o to rg a b a n a lo s so ldados q u e vencían en este tipo de com bates, M axim inos, 2,4. 51 D esco n o cid o en o tras fuentes.

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bueno y seiscientos sextarios del de calidad infe­ rior, veinte m edios de sal y ciento cincuenta libras de cera; de heno, paja, vinagre, hortalizas y hierbas cuánto sea necesario y treinta decenas de pieles para las tiendas de cam paña; además, tam bién cada año, seis m ulos, tres caballos, diez camellas, nueve m ulas, cincuenta libras en objetos de plata y ciento cin­ cuenta Filipeos 52 con m i efigie; en las fiestas, com o regalo 53, cuarenta y siete Filipeos y ciento se­ senta m onedas de un tercio de Filipeo 54. Igualm en^te en vasos, copas y jarras once libras. Tam bién cada año, dos túnicas m ilitares de color rojo, dos capotes m ilitares, dos fíbulas de plata dorada, una fíbula de o ro con un pasador de C hipre, un tala­ barte de plata dorada, un anillo con dos gemas de una onza, un brazalete de siete onzas, u n collar de una libra, un casco dorado, dos escudos con incrus­ taciones de oro y una coraza que deberá devolver. D os lanzas herculeanas 55, dos jabalinas 56, dos h o ces norm ales y cuatro de las que se em plean para cortar heno. A dem ás, u n cocinero y un m ulero que deberá devolver y dos m ujeres herm osas, elegidas entre las cautivas. U n vestido blanco de mezcla de seda con p ú rp u ra de G irba 57 y una túnica interior adornada 58 con p ú rp u ra m ora. U n escriba y un en-

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52 E ste n om bre, q u e o rig inariam ente se o to rg ó al stater de o ro acu­ ñ ad o p o r Filipo II de M acedonia, se aplicaba en ocasiones al aureus ro ­ m ano. 53 Las strenae eran regalos que se hacían los días de fiesta com o sig­ n o de buen presagio. 54 L os trientes, acuñados p o r p rim era vez p o r A lejandro Severo (cf.

39). Parece u n anacronism o del autor. A lgunas arm as rom anas recibie­ ro n el n o m b re de «herculianas» a p artir del título H erculius asum ido p o r M axim iano. 56 A clides. Jab alin a cilindrica de 66 cm s con un gancho a cada lado que se arro jab a p o r m edio de una correa y podía ser recuperada des­ pués de h e rir al enem igo. 57 A ctu al D jerb a, una isla em plazada frente a las costas tunecinas. 58 Subarm alis. Especie de chal que se arrollaba al cuerpo p o r debajo de los brazos.

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cargado de servir 59 la mesa, que habrá de devolver. D os par,e57dereojines chipriotas, dos camisas blancas, dos m eifla^d e h o m b re 60 y una toga y un laticlavo, que deberá devolver. D os cazadores que sirvan com o asistentes, u n co n stru cto r de coches, u n m ayordom o, u n aguador, u n pescador y un con­ fitero. M il libras de leña cada día, si hay abundancia de provisiones, en caso contrario , cuánto haya y dónde quiera que se encuentre, y cuatro braseros de carbón vegetal cada día. U n bañero y astillas ara calentar el baño, pero si no hay, que utilice los años públicos. T odas aquellas cosas que p o r su insignificancia no p u ed en ser detalladas aquí, se las entregarás com edidam ente, p ero nada debe abonar­ se en dinero, y si en algún sitio falta algo, no debe sum inistrarse ni tam poco pagarse en dinero. Yo le he otorgado todas estas cosas de u n m odo excep­ cional, com o si se tratase de u n general y no de un tribun o , pues es u n h o m b re de tal clase que aún ha­ brían de ser concedidas m uchas cosas más». 15 E n o tra carta de V aleriano, dirigida a Ablavio M urena 61, prefecto del P reto rio , hem os encontra­ do entre otras, las siguientes m anifestaciones: «Deja ya de quejarte p o rq u e C laudio sea trib u n o y no di­ rija nuestros ejércitos con el grado de general, de lo que, según tú, tam bién se lam entan el senado y el pueblo. H a sido n o m b rad o general y general de todo el Ilírico. T iene bajo su m ando los ejércitos de Tracia, M esia, D alm acia, Panonia y Dacia. E ste hom bre, que en m i opin ió n tam bién es em inente, puede esperar el consulado y, si n o está reñido con su form a de ser, puede recibir, cuando lo desee, la prefectura del P reto rio . H as de saber que yo le he asignado la m ism a cantidad de provisiones que a la

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59 E l structor era el esclavo encargado de p o n e r la m esa y disponer en ella de fo rm a adecuada los p latos y bandejas. 60 C f. A leja n d ro Severo 40,11. 61 D esco n o cid o en o tras fuentes.

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prefectura de E gipto, el m ism o núm ero de vestidos que hem os entregado al proconsulado de Africa, la m ism a cantidad de plata que recibe el adm inistra­ d o r de las m inas del Ilírico y tantos sirvientes com o yo m ism o m e he asignado en cada una de las ciu­ dades; así, todos com prenderán cuál es m i opinión acerca de este hom bre». 16 Existe igualm ente u n a carta de D ecio en la que se m enciona a C laudio : «D ecio saluda a Mésala 62, gobernador de Acaya». E n tre otras cosas leemos: «Sin em bargo, a nuestro trib u n o C laudio, joven ex­ celente, enérgico soldado e integrísim o ciudadano, que es tan necesario a los cam pam entos com o al se­ nado y al E stado, le ordenam os ir a las T erm opi­ las, encom endándole, adem ás, el gobierno de los peloponesios, pues som os conscientes de que nadie cum plirá m ejor todo lo que hem os ordenado. A él 2 le asignarás doscientos soldados del d istrito dardánico 63, cietí-'coraceroíí64, sesenta jinetes, sesenta ar­ queros créticos, y de los nuevos reclutas le darás m il, bien arm ados. Es, sin duda, u n a buena decisión 3 confiarle a él los nuevos ejércitos, ya que no se en­ cuentra a nadie más leal, más valiente y más sereno que él». 17 D el m ism o m odo, cuando a G alieno le fue anun­ ciado p o r sus inspectores 65 que C laudio se había encolerizado a causa de su v oluptuosa form a de vida, escribió en una carta: «N ada me afecta tanto 2 com o lo que m e contaste en tu inform e, a saber, ue C laudio, nuestro pariente y amigo, se ha enfaado gravem ente p o rq u e le han sido insinuadas m uchas falsedades. P o r tan to , te p id o , querido V e- 3 nusto, si quieres m ostrarm e tu lealtad, que trates de calm arle p o r m ediación de G rato y H erenia-

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Igualm ente, desconocido en otras fuentes. C f. n. 44. Cataphactarii o cataphracti. C f. A le ja n d ro Severo, n. 69. F rum entarii, cf. A dria n o , n. 56.

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no 66, sin que los soldados de D acia, que ya están enfurecidos, se enteren de ello, pues así evitarem os que éstos lleven las cosas aún más>lejos. Y o m ism o 4 le ha enviado unos regalos, que(tu,aebes conseguir que sean bien recibidos p o r él. A dem ás, has de p ro ­ curar que no se entere de que y o sé esto, a fin de que no piense que m e he enojado con él y, obliga­ do p o r las circunstancias, adopte una últim a deci­ sión. Yo le he enviado dos pateras adornadas con 5 gemas de tres libras de peso, dos copas de o ro ta­ chonadas con gemas de tres libras, una bandeja de plata con la form a de u n racim o de hiedra de vein­ te libras, una fuente de plata con relieves de p ám ­ panos de treinta libras, una vasija de plata con la form a de u n a h oja de h iedra de veintres libras, u n plato de pescado de plata de veinte libras, dos jarro ­ nes de plata engastados en oro de seis libras y en vasos pequeños u n to tal de veinticinco libras de pla­ ta; diez cálices egipcios y otras obras de orfebrería, 6 dos clámides bordadas con p ú rp u ra de auténtico brillo, dieciseis vestidos diferentes, u n alba de seda mezclada, una túnica con bordados de tres onzas de peso 67, tres pares de sandalias párticas de mi p ropio sum inistro, diez túnicas de D alm acia 6S, un m anto dardánico, una casaca iliricana, un bardocuculum é9, dos capuchas recubiertas de pelo y cuatro 7 pañuelos de Sarepta 70 ; además, ciento cincuenta aúreos de Valeriano y trescientas m onedas de un tercio de áureo con la im agen de Salonino». 18 Tam bién el senado le concedió juicios m u y fa­ vorables, antes de llegar al poder. Así, cuando fue anunciado que él, ju n to con M arciano 71, había lu66 E sto s n o m b res n o s son desconocidos p o r otras fuentes. 67 P aragauda. T ú n ica con m angas de espesas orlas y bord ad o s, que p ro p o rc io n a n al tejido gran rigidez. C f. C ó m o d o , 8,8 y n. 22. 69 V estid u ra de p a ñ o b u rd o con capuchón. 70 C iu d ad fenicia, p ró x im a a S idón y fam osa p o r su p ú rp u ra. 71 C f. G alienos 6,1.

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chado valerosam ente con tra los pueblos del Ilírico, el senado le aclamó de este m o d o : «¡Claudio, nues- 2 tro jefe más valeroso, salve! , ¡saludam os tus v irtu ­ des y tu lealtad! ¡Todos ordenam os que se dedique una estatua a C laudio! D eseam os que C laudio sea cónsul. Q u ien ama al E stado actúa así, quien ama a los príncipes, actúa así, así o b raro n los antiguos soldados. D ichoso tú, C laudio, p o r la buena o pi- 3 nión que de ti tienen los príncipes, dichoso tú p o r las buenas cualidades que posees, ¡Tú cónsul!, ¡tú prefecto! ¡O jalá vivas m ucho tiem po, Valerio 72, y 4 goces del am or de nuestro em perador!». Es largo escribir el gran n ú m ero de elogios que aquel ilustre hom bre m ereció; hay, sin em bargo, un detalle que yo no debo om itir, a saber, que tanto el senado com o el pueblo le tuvieron en tan gran aprecio, an­ tes de que fuera em perador, cuando lo fue y d es­ pués de serlo, que es adm itido p o r todos que ni T rajano ni los A nto nin o s ni ningún o tro em pera­ d o r fue tan querido.

72 D e nuevo, el deseo de relacio n ar a C lau d io con C onstancio C loro im pulsa al biógrafo a llam ar a aquél con el nom bre de Valerio.

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(Flavio V opisco Siracusano)

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U na vez concluidas las fiestas de Cibeles *, en las que sabem os que deben hacerse y decirse toda clase de cosas jocosas, el prefecto de la C iudad Ju nio T iberino 2, h o m b re célebre y que m erecía que se pronunciara su no m b re anticipando una reverencia, m e acogió en su carruaje, u n coche co­ m o el que utilizaban los jueces. C om o su espíritu se hallaba en aquel m om ento libre y desem bara­ zado de los asuntos judiciales y de las activida­ des públicas, inició una larga charla que d uró desde Palacio hasta los jardines de Varío y que versó especialm ente sobre la vida de los em peradores. Y cuando llegamos al tem plo del S o l3, que había sido consagrado p o r el em perador A ureliano, pues­ to que él m ism o hacía derivar su sangre en cierto grado de la familia de éste, me p reg u n tó quién ha­ bía escrito su vida. C u an d o y o fe contesté diciendo que no había leído a ning u n o de los escritores la­ tinos, pero sí a algunos de los griegos, este venera­ ble varón expresó el d o lo r que m anifestaban sus ge-

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1 Se trata de las fiestas llam adas H ilaria, cf. A lejandro Severo, 37, 6, n. 47. ;■! ç \ 2 Ju n io T ib e rin o fue cón sul en ¡etaño(281 y 291. 3 C f. 35,3. E staba situ ad o , según las Ñ o titia e en el cam po dé A gripa, p ero su id entificación es p ro b lem ática, cf. M agie, op. cit., I ll, 9. 264, η. 1.

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m idos, con estas palabras: «O sea, que a Tersites 4, a Sinon 5 y a aquellos restantes azotes de la an ti­ güedad los conocem os bien n o so tro s, y nuestros descendientes tam bién p o d rán recordarlos a m en u ­ do, y, en cam bioK¿será posible que la p o sterio ri­ dad desconozc^ebdivino A ureliano, príncipe de ex­ traordinario prestigio y em perador de gran au to ri­ dad, gracias al cual le n a sido devuelto to d o el orbe al p o d er de Rom a? Q u e D ios im pida tam aña locura. Y, sin em bargo, si bien tengo entendido, p o see­ m os los escritos de unas efem érides de este p rín ci­ pe. Tam bién noticias sobre sus guerras, redactadas al estilo de la historia. D esearía que tú te hicieras con ellas y que las pusieras p o r escrito ordenada­ m ente, agregando aquellos aspectos que atañen a su vida. T ú p odrás in form arte de todas estas cosas, de acuerdo con tu habitual diligencia, leyendo los li­ bros línteos 6, en los que él había m andado consig­ nar p o r escrito sus acciones diarias. Yo procu raré que te los traigan de la biblioteca U lpia 7. Tú acce­ de a mi deseo y, según tus posibilidades, escribe la vida de A ureliano f e ^ z u a l es». O bedecí tus ó rd e ­ nes, m i querido Pim ano, tom é los libros griegos y puse a m ano todas las obras que me eran necesa­ rias, de las que saqué aquellas noticias que eran dig­ nas de m ención y las reu n í en u n solo libro. D eseo que aceptes favorablem ente m i o b ra y que, si no te conform as con ello, releas a los autores griegos e in ­ vestigues tam bién los libros línteos, que te p ro p o r­ cionará la biblioteca U lpia cuando tú quieras. 2 Y, cuando trabam os en este m ism o carruaje u n a

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4 E l v ilip en d iad o r de A g em enón, cf. Ilia d a II, 212 ss. 5 E l tra id o r que p ersu ad ió a los tro y a n o s a in tro d u c ir el caballo en la ciudad, cf. V irgilio, A e n ., II, 67 ss. 6 L ib ro s escritos en tela que, según L ivio, n arra b an u n a crónica m u y antigua que u tilizaro n los antiguos analistas, y que se guardaban en el tem p lo de I m o M oneta. 7 Situada en el p o r o de T rajano.

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FLAVIO VOPISCO SIRACUSANO

conversación sobre T rebelio P olió n 8, que redactó para la posteridad tan to las vidas de los em perado­ res ilustres, com o la de los que son desconocidos, desde los dos Filipos hasta el divino C laudio y su herm ano Q u in tilo , al asegurar T iberiano que P o ­ lión había relatado m uchas cosas negligentem ente y otras m uchas sum ariam ente, m ientras que y o le contradecía afirm ando que n o había habido ningún escritor del género h istórico al que no se le hubiera escapado alguna m entira, y le m ostraba aquello en lo que Livio, Salustio, C orn elio T ácito y, finalm en­ te, T rogo 9 p odían ser refutados con pruebas evi­ dentes, cam biando de o p in ió n y estrechándom e la m ano en plan jocoso añadió a lo que había dicho: 2 «Escribe com o quieras. P odrás decir lo que quieras seguro, pues tendrás com o com pañeros de m enti­ ras a aquellos autores que adm iram os p o r su elo­ cuencia histórica». 3 Pero, p ara n o in tro d u c ir en estos preám bulos m uchas cosas y sin sustancia, señalaré que, según la m ayor p arte de los autores, el divino A ureliano nació en Sirm io 10 de u n a fam ilia bastante desco­ nocida y, según algunos autores, en la D acia rip en ­ se n . Sin em bargo, y o recuerdo haber(leíd o 'un au- 2 to r que afirm aba que había nacido en 'M esia 12. Efectivam ente, acontece a veces que se desconoce el lugar de nacim iento de aquellas personas que, p o r ser de un país hum ilde, se inventan a m enudo ellos tam bién u n suelo natal, p ara conferir así brillantez a sus descendientes p o r el esplendor de los d istin­ tos países en los que h an fingido nacer. N o obs- 3 tante, entre las circunstancias a tener en cuenta res8 U n o de los au to res de la H isto ria A ugusta, escrito r de las Vitae d es­ de F ilipo a C lau d io , co m o se indica en el tex to , cf. Introducción, n. 9, 9 P o m p ey o T ro g o , escrito r de las H istorias Philippicae, 10 E n la P an o n ia su p e rio r, cerca del D a n u b io y en los lím ites de la D acia y la P an o n ia inferio r. 11 L a nueva p ro v in cia creada p o r A u relian o , cf. 39, 7. 12 P rovincia ro m an a al N o r te de T racia y M acedonia.

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pecto a los grandes príncipes, n o es lo más im p o r­ tante saber dónde nació cada uno de ellos, sino cóm o se co m p o rtó en la república. ¿Acaso le confiere más m érito a P latón el hecho de haber sido ciudadano ateniense que el de haber brillado com o un regalo excepcional de la sabiduría? o ¿tal yez nos parecen más pequeños A ristóteles el Estagirijí-) ta, Z enón de Elea 13 o A nacarsis 14 de Escitia j e r ­ que nacieron en aldehuelas sin im portancia, siendo así que a ellos los elevó hasta el cielo la perfección de toda su filosofía? 4 Pues bien, volviendo al hilo de nuestro relato, A ureliano que nació de padres m odestos y fue des­ de sus prim eros años de un talento agudísim o y fa­ m oso p o r su fuerza física, no dejó pasar ni un solo día, aunque fuera festivo o de asueto, sin realizar algún ejercicio con la jabalina, con el arco y con otras clases de armas. C alícrates de T iro, un escrito r que aventajaba en erudición al resto de los es­ critores griegos, dice que su m adre fue sacerdotisa del tem plo del Sol invicto en la aldea donde h a b i­ taban sus padres. Más aún, dice que poseyó un cierto olfato adivinatorio hasta tal p u n to que, una vez que reñía? con su m arido, al m ism o tiem po que le censuraba su necedad y bajeza, decía: «M irad al p a ­ dre de un em perador». C o n ello queda patente que aquella m ujer tuvo conocim iento del destino. E l m ism o au to r dice que los auspicios que auguraron el p o der im perial a A ureliano fueron éstos: al p rin ­ cipio, siendo aún niñ o , una serpiente 15 se enroscó m uchas veces a su palangana y jamás fue posible

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13 D iscípulo de P arm énides (finales del siglo vi), n atu ral de E lea tam ­ bién com o éste, y que vivió a com ienzos del siglo v. In ten tó d em ostrar la im p o sibilidad del m ov im iento con d istin to s argum entos, siendo el ' m ás fam oso el de A quiles y la tortuga. 14 F am oso a u to r de aporías del siglo v. 15 La serpiente estaba co n siderada co m o un genius, una especie de ángel tu te la r del h o g ar, p o r lo que había m uchas casas rom anas que m an ten ían estos reptiles.

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da!r l/jríu e rte , hasta que al fin su m adre, que había contem plado este p rodigio, no consintió que la m a­ taran, com o si fuera de la casa. A ñade, además, que su m adre la sacerdotisa, según dicen, confeccionó para su hijo unos juguetes del pequeño m anto de pú rp u ra que el em perador de su tiem po había ofre­ cido al Sol. A grega tam bién este o tro prodigio : «U n águila levantó de la cuna a A ureliano fajado con sus pañales, sin hacerle ningún daño, y luego le colocó en un altar situado jun to a un pequeño santuario que p o r azar se encontraba sin fuego. E ste m ism o escritor dice que a su m adre le nació un novillo de dim ensiones sorprendentes y de color blanco, pero con m anchas de color p ú rp u ra dispuestas de tal m a­ nera que form aban en un costado el saludo «ave» y en el o tro una coropa^ 5 R ecuerdo que hejleidp^en este m ism o au to r otros m uchos prodigios infundados com o, p o r ejem plo: asegura que después de nacer A ureliano b ro taro n en el patio de la casa esta m ism a m ujer rosas de color p ú rp u ra, con o lo r de rosa pero con péta­ los de oro. D espués, cuando ya servía en el ejército, le acontecieron tam bién m últiples augurios de que alcanzaría el p oder, tal com o luego confirm a­ ron los hechos. E fectivam ente, cuando entró en A ntioquía en un carruaje p o rq u e no podía hacer­ lo a caballo a causa de u n a herida, u n m anto de p ú rp u ra que habían extendido en su h o n o r se vino abajo cubriéndole los h om bros. Y, com o deseaba trasladarse a un caballo, p o rq u e entonces es­ taba mal visto utilizar carruajes en la ciudad, le acer­ caron u n caballo del em perador, y se m o n tó en él pues tenía prisa. Pero, cuando se dio cuenta de di­ cha circunstancia, se cam bió de nuevo al suyo propio. A dem ás, cuando p artió a Persia com o legado, le regalaron una pátera, com o la que el rey de los persas suele ofrecer al em perador, en la que estaba grabado u n sol con la m ism a in dum enta­ ria con la que era adorado el Sol del tem plo en que

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su m adre había sido sacerdotisa. Tam bién le regalaron u n elefante extraordinario, p ero él se le ofreció al em perador, y así A ureliano fue el ú n i­ co ciudadano p articular que poseyó u n elefante propio. 6 Pero, dejando a u n lado estos y otros sucesos simi­ lares, A ureliano era elegante y encantador, de h e r­ m osura varonil, bastante alto, de fortísim os m ú s­ culos, aficionado, aunque p o co , a la com ida y a la bebida, poco lujurioso, de gran severidad, de ex­ traordinaria form ación y p ro n to a desenvainar la espada. E n efecto, com o había en el ejército dos tribunos con el n o m b re de A ureliano, éste y o tro ue fue apresado con V aleriano, los soldados añaieron al nom bre de em perador el distintivo de «es­ pada en m ano», para que, si p o r casualidad alguien preguntaba qué A ureliano había realizado determ i­ nada acción o había llevado a cabo determ inada h a ­ zaña, se le pudiera contestar «A ureliano el de la es­ pada en m ano», y así p udiera ser identificado. Se recuerdan aún m uchas de las singulares p ro e zas que realizó cuando aún era u n ciudadano p a r­ ticular. P o r ejem plo, cuando los sárm atas irrum pie­ ro n en el Ilírico, los d erro tó él sólo con trescientos soldados de una guarnición. Teoclio, que escribió sobre la época en q u e rein aro n los Césares, refiere que A ureliano dio m uerte con su p ro p ia m ano en la guerra con tra los sárm atas a cuarenta y ocho ene­ migos en un solo día y a novecientos cincuenta en distintos días, de tal m o d o que hasta los niños co m ­ pusieron en h o n o r suyo canciones y danzas para poder ejecutarlas com o los soldados en los días de fiesta:

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«H em os degollado m il, m il, mil. ¡U n sólo hom bre! hem os degollado mil. Beba m il veces el que ha m atado mil. N adie tiene tan to vino, com o sangre él ha [derram ado».

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Veo que estas cosas son excesivamente frívolas, 6 pero he creído que no debía silenciarlas p o rq u e el autor antes citado las insertó en sus escritos tal com o aparecen aquí en latín. 7 C uando era trib u n o de la legión sexta Galicana, d erro tó en M aguncia de tal m anera a los francos que invadieron el territo rio , tras vagar de un lado a otro p o r toda ^ Galia, que m ató a setecientos y vendió en público Subasta a trescientos prisioneros de ellos. P o r esta hazaña com pusieron en su h o n o r 2 uña segunda cantinela que decía: «A m il sárm atas y a m il francos hem os pasado a cuchillo de una vez, de una [sola vez. T ratam os de en co n trar a m il persas.» P o r o tra parte, A ureliano suscitó tanto tem or en- 3 tre los soldados que, después de que corrigió una vez con gran severidad las faltas habituales en el ejército, ninguno transgredió el reglam ento bajo su m ando. E n fin, fue el único general que infligió el 4 siguiente castigo a un soldado que había com etido adulterio con la esposa de su huésped: dobló hasta el suelo las copas de los árboles, las ató a los pies del soldado y a continuación las soltó con el fin de que éste se quedara colgado en los árboles rajado en dos partes, lo cual originó u n gran tem or en to ­ dos los soldados. Se conserva una carta suya que re- 5 dactó en campaña y entregó a su lugarteniente, escrita en estos térm inos: «Si quieres ser trib u n o , es más, si quieres vivir, sujeta las manos a tus soldados. Q ue ninguno ro b e u n pollo ajeno ni toque a una oveja. Q ue nadie robe uvas, ni deteriore las mieses, ni exija aceite, sal o leña y que cada u no se contente con su ración de víveres. Q u e los soldados obtengan sus víveres del b o tín capturado a los enemigos, no de las lágrimas de los habitantes de las provincias. 6 Q u e las armas defensivas estén lim pias, las ofensi-

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vas biçn pulidas y que el calzado sea consistente. Q u e la ro p a vieja se sustituya p o r nueva. Q u e el soldado guarde su estipendio en el cinto y no lo d i­ lapide en la taberna. Q u e vaya p rovisto además de collár, brazalete y anillo. Q u e cada u n o lim pie su caballo y su acémila y no venda el forraje destina­ do a los animales y que todos cuiden en com ún del m ulo centuriado. Q u e se m uestre com placiente u n o con otro, co m o si en..., p e ro que nadie obedezca com o si fuera u n esclavo, que los m édicos les asis­ tan gratuitam ente, que no den nada a los arúspices; que se com porten h onestam ente en los albergues y que el que prom ueva litigios sea azotado». 8 E ncontré hace p oco entre los libros de la b iblio­ teca U lpia una carta del divino Valeriano sobre el em perador A ureliano. La he copiado, com o convenía, al pie de la letra. V aleriano A ugusto al cónsul A nton in o G alo : «Me reprochas en una carta confi­ dencial tuya el que haya confiado m i hijo G alie­ no a P ostum o, y no a A ureliano, siendo así que ta n ­ to el niño com o el ejército se debían haber confia­ do al más severo. P ero no seguirías pensando lo m ism o durante más tiem po, si conocieras bien cuán grande es la severidad de A ureliano. Es extrem ado, im po rtu n o y riguroso, y no actúa ya de acuerdo con nuestros tiem pos. Pongo p o r testigo a tod o s los dioses que y o tam bién he tem ido que él casti­ gará con excesiva severidad a m i hijo, cuando éste planeara alguna frivolidad m a y o r «— pues es p ro pensó p o r naturaleza a la diversión— ». Esta carta dem uestra cuán grande fue la severidad de A urelia­ no, puesto que hasta el m ism o V aleriano asegura que llegó a temerle. 9 Existe o tra carta del p ro p io V aleriano que n arra los elogios de que fue objeto. La he sacado de los archivos de la prefectura de la C iudad. E n efecto, se le habían decretado al llegar a R om a los h o n o ­ rarios que le correspondían p o r su cargo. C opia de la carta: «Valeriano A ugusto al prefecto de la C iu ­

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dad C eyonio A lbino. Q uisiéram os p ro p o rcio n ar a todos aquéllos que se consagran de una m anera es­ pecial a la política m ayores ganancias que las que su dignidad exige, sobre to d o cuando su vida reco­ m iende la concesión de tales honores — porque, además de la dignidad, se les debe im putar a los m é­ ritos algún o tro valor— , p ero el rigor de las obli­ gaciones públicas hace que nadie pueda recibir de los im puestos de las provincias más de lo que le corresponde p o r el puesto de la clase a la que p er­ tenece. H em os encargado la inspección y organización de todos los cam pam entos a A ureliano, h o m ­ bre de gran coraje, al cual debem os canto nosotros y to d a la república, según la unánim e confesión de to ­ do el ejército, que es difícil que encontrem os alguna recom pensa, p o r m u y grande que sea, com o la que él merece. Pues ¿qué h ay en él que n o sea ilustre? ¿H ay algo en lo que n o se le pueda com parar a los C orvinos 16 y E scipiones? É l es el lib ertad o r del Ilí­ rico, el restaurador de las Galias, el general ejem plar para todos. Y, no obstante, nada p u ed o añadir a u n varón tan eximio para agradecerle sus funciones — no lo perm ite u n E stado que debe ser gobernado con rectitud y sobriedad— p o r lo cual, m i queri­ dísim o pariente, tu integridad debe entregar a este hom bre, d urante el tiem po que esté en Rom a, die­ ciséis panes m ilitares de los m ejores, cuarenta p a­ nes militares de cam paña, cuarenta sextarios de vino de mesa, la m itad de u n cerdo pequeño, dos pollos, treinta libras de carne de puerca, cuarenta libras de carne de buey, u n sextario de aceite, u n sextario de jugo de buey, u n sextario de sal y las hierbas y le­ gum bres que precise. A dem ás, puesto que hay que asignarle algo en particular, d urante el tiem po que perm anezca en R om a, le concederás cantidades de

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16 M . V alerio C o rv in o , v en ced o r de los volscos y sam nitas en el si­ glo III a. de. C ., y sus d escendientes, sobre to d o , fyl.Mesala C o rv in o , fa­ m o so general de A u g u sto y p ro te c to r del p o eta T ibulo.

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forraje extraordinarias y, p ara sus gastos persona­ les, dos áureos A ntoninianos diarios, cincuenta m inútulos Filipeos de plata 17 y cien denarios de co ­ bre. Los prefectos del erario le sum inistrarán el res­ to». 10 Estos detalles le parecerán a alguien tal vez frí­ volos y de escasa im portancia; pero la curiosidad no desdeña nada. Ejerció m uchas veces el oficio de 2 general, m uchísim as el de trib u n o , casi cuarenta ve­ ces el de suplente de algún general o trib u n o en d is­ tintas ocasiones, hasta el extrem o de que reem pla­ zó a U lpio C rinito que se consideraba descendien­ te de la familia de T rajano (hom bre realm ente aguerridísim o y de gran parecido con Trajano, que fue pintado con A ureliano en el tem plo del Sol y al que V aleriano había determ inado elegir en el car­ go de César), tom ó el m ando del ejército, restable­ ció las fronteras, dio el botín a los soldados, en ri­ queció con bueyes, caballos, esclavos y prisioneros a las Tracias, expuso en Palacio los despojos arra n ­ cados al enem igo y reunió en una quinta, que era propiedad particular de V aleriano, quinientos es­ clavos, dos m il vacas, m il yegüas, diez m il ovejas y quince mil cabras, siendo entonces cuando U lp io 3 C rinito dio las gracias públicam ente en las term as a Valeriano, que se encontraba en B izancio, diciéndole que había tenido una buena opinión sobre él, puesto que había dado a A ureliano com o lugarte­ niente. P o r ello decidió adoptarle. 11 Interesa conocer las cartas que se escribieron so ­ bre A ureliano y el m ism o relato de la adopción. C arta de Valeriano a A ureliano: «Si hubiera o tro individuo, queridísim o A ureliano, que pudiese h a ­ cer las veces de U lpio C rin ito , me gustaría hablar contigo sobre su v irtu d y su diligencia; pero com o 17 C f. A ureliano 28, 8. L a aplicación del térm ino Filipeo a los áureos era norm al, pero p ro b lem ática respecto a los m in ú tu lo s, cf. M agie, op. cit., IÍI, p. 210, n i.

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no he p odido en co n trar a nadie que te supere en prestigio, encárgate de la guerra de la zona de N i­ copolis a fin de que la enferm edad de C rin ito no nos resulte perjudicial. H a z lo que puedas. Soy breve. En tu p o d er estará la dirección del ejército. D ispones de trescientos arqueros itireos, seiscientos ar­ m enios, ciento cincuenta árabes, doscientos sarra­ cenos, cuatrocientos auxiliares de M esopotam ia; tienes a tu disposición a la legión tercera Feliz y a ochocientos coraceros de caballería. E stará contigo H ario m u n d o , H aldagates, H ild o m u n d o y C ariovisco 18. Los prefectos han dispuesto en todos los cam pam entos los aprovisionam ientos necesarios. A ti te com pete, u tilizando las cualidades y la astucia que te son características, em plazar los cuarteles de invierno y de verano en lugares que dispongan de todo lo preciso, enterarte además de la situación de los convoyes de los enem igos y saber a ciencia cier­ ta su núm ero y su ralea, con el fin de no consum ir en vano los víveres o de no desperdiciar los dar­ dos, pues en estas dos m edidas reside el arte de la guerra. Yo, con la protección de la divinidad, espero tanto de tí cuanto la república p o d ría esperar de T rajano, si viniera ahora. Y, en realidad, no es de m enor valía aquél, al que yo he elegido para que le sustituyas y hagas sus veces. Es lógico que tú esperes obtener con dispendios del Estadio el consu­ lado del año próxim o al m ism o tiem po que tu co­ lega U lpio C rinito, para sustituir a G alieno y Va­ leriano a p artir del día once de las calendas de ju ­ nio. En efecto, debe aliviarse la pob reza de aquélíos que siguen siendo po b res, a pesar de haberse consagrado d urante m ucho tiem po a la política, y no la de o tro alguno. T am bién esta carta revela la grandeza de A ureliano; y la verdad es que nadie lle­ gó jamás a la cima del p o d er si no ascendió antes

18 D istin to s caudillos germ anos alistados en el ejército rom ano.

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desde sus prim eros años p o r los distintos escalones de la virtud. 12 C arta sobre el consulado de A ureliano: «Valeria­ no A ugusto al prefecto del teso ro Elio X ifidio. A A ureliano, al que hem os o to rg ad o el consulado, a causa de su. p o breza, p o r la que ha adquirido cierta grandeza y superioridad ante los demás, le e n tre­ garás para que pueda celebrar los juegos circenses trescientos áureos A nto n in ian o s, tres m il m in u tu ­ los Filipeos de plata, cincuenta m il sestercios de co­ bre, diez túnicas de lino, dos pares de m anteles de C hipre, diez tapetes africanos, diez tapices m oros, cien puercos y cien ovejas. O rdénarás que sirvan 2 un banquete público a los senadores y caballeros ro ­ m anos y que se ofrenden dos víctimas adultas y cuatro m enores». Y puesto que yo había hecho la prom esa de re- 3 latar algunos detalles que atañen a l a adopción de tan gran príncipe, ruego que nadie me considere ex­ cesivam ente im p o rtu n o y locuaz en este tema, que para m ay o r veracidad creí o p o rtu n o incluir aquí ex- 4 trayendo sus datos de los libros de A colio, que fue jefe de audiencias del prín cip e V aleriano, concreta­ m ente del libro noveno de sus hechos. 13 E n una ocasión en que V aleriano A ugusto se sen­ tó en las term as en la ciudad de Bizancio, en p re ­ sencia del ejército y de los oficiales del palacio, sen­ tándose a su lado el cónsul ordinario N u m io T u s­ co, el prefecto del p reto rio B ebió M acro 19 y el g o ­ b ernador de O rien te Q u in to A ncario, y sentándo­ se tam bién a su parte izqu ierd a A vulnio Saturnino, general de la frontera d é la Esticia, M urrentio M a u ­ ricio, designado para g obernar E gipto, Julio T rifón, general de la fro n tera oriental, M eció B ru n d i­ sino, prefecto del abastecim iento de víveres de O riente, U lp io C rin ito , general de la frontera de

19 É ste y los personajes que siguen so n desconocidos.

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Iliria y de la Tracia y Fulvio B oyo, general de la frontera de la Recia, V aleriano A ugusto dijo: «la re- 2 pública te da gracias, A ureliano A ugusto, p o r ha­ berla liberado del p o d er de los godos. P o r ti som os ricos en botín, p o r ti som os ricos en gloria y en to ­ dos aquellos bienes con los que aum enta la felici­ dad del pueblo rom ano. Recibe, pues, a cam bio, de 3 las acciones que has realizado, cuatro coronas m u ­ rales 20, cinco coronas vallares 21, dos coronas n a­ vales 22, dos coronas cív ic a s23, diez lanzas sin hierro 24, cuatro banderas de dos colores, cuatro tú ­ nicas rojas de general, dos m antos proconsulares, una toga pretexta, una túnica adornada con palm as, una toga pintada, u n am plio subarm al 25 y una silla de marfil. E n efecto, h o y te n o m b ro cónsul y v o y 4 a escribir al senado para que te asigne el cetro 26 y

20 L a co ro n a era u n a g u irn alda hecha de flores, hojas u o tro s m a te ­ riales reales o artificiales p ara a d o rn a r la cabeza. Se la em pleaba p rin c i­ palm en te p ara reco m p en sar d eterm inadas acciones m eritorias, com o en los casos que siguen, o co m o ad o rn o en las fiestas. Se diferenciaban p o r el m aterial de cjue estaban hechas o p o r el destino que tenían. A q u í se alude a varios tipos. L a c o ro n a m uralis se concedía com o prem io al so l­ d ad o que escalaba el p rim e ro u n m u ro . Solía estar decorada con to rres y alm enetas. 21 L a co ro n a castrensis o uallaris se concedía al p rim e r soldado que hab ía fran qu ead o alguna em palizada (uallum ). E stab a adornada co n em ­ palizadas. 22 L a co ro n a classica, naualis o rostrata era u n co ro n a de o ro hecha im itan d o los espolones d e las em barcaciones (rostra), y se ofrecía al al­ m ira n te que había d estru id o u n a flo ta y quizá tam bién al p rim e r m ari­ n o que había ab o rd ad o u n a nave enem iga. 23 C f. M arco, 12, 8. 24 Es decir, las lanzas llam adas pu ra s p o rq u e estaban desprovistas de p u n ta de h ierro (cuspis), co m o el an tig u o cetro co n que el general r o ­ m an o reco m p en sab a al so ld ad o q u e se había d istinguido en u n a batalla, cf. T ácito, A n n ., III, 21; V irgilio, A e n ., V I, 769. 25 El latín dice subarm ale p ro fu n d u m . S obre la p re n d a del subarm a­ le, cf. Severo, 6, 11. E l térm in o p r o fu n d u s significaría, al p arecer, «sin lím ites, incom m esurable, am plio». 26 E n latín scipio, del griego σ κ ίπ ω ν , u n a variante de sceptrum , tam ­ bién derivado del griego σ κ ή π τρ ο ν , am bos de la raíz que subyace en el v erb o ο χ ή π τω «lanzar, arrojar». E s u n a especie de cetro o b astón

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para que tam bién te asigne los haces, pues el em ­ perado r no suele o to rg ar estas insignias, sino que, al contrario, suele él recibirlas del senado, cuando es nom brado cónsul». 14 Después de estas palabras de Valeriano, Aurelio se levantó y se acercó a las m anos de éste dándole gra­ cias con expresiones propias de un soldado, que yo he estim ado que debía transcrib ir con exactitud y al pie de la letra. A ureliano dijo: «Tam bién yo, so- 2 berano V aleriano y em perador A ugusto, he reali­ zado to d o , he recibido con paciencia estas heridas y he estim ulado a mis caballos y a los que se han conjurado conm igo, con la única intención de que me lo agradezca el E stado y m i p ropia conciencia. 3 Pero tú has hecho cosas m ayores. D o y gracias a tu bondad y acepto el consulado que me otorgas. H a ­ gan los dioses y el dios Sol ipvicto au e tam bién el senado opine lo m ism o de {m » ) Ksí¡ p)ies, cuan- 4 do todos los presentes m ostraban suvagradecimiento, U lpio C rinito se levantó y p ro n u n ció este dis­ curso: «O h A ugusto V aleriano!, entre nuestros an- 5 tepasados existió una costum bre, peculiar de m i fa­ m ilia y de la que ella hacía gala, p o r la que sus m iem bros más distinguidos elegían siem pre a los varones más robustos, para que la fecundidad de la nueva prole enalteciera a las familias que ya enve­ jecían o a los partos de sus m atrim onios, ya d éb i­ les. P o r tanto, al ad o p tar a A ureliano, a quien has 6 nom brado lugarteniente m ío siguiendo el dictam en de su autoridad, he pensado que se debía repetir lo que hizo C oceyo N erv a en la adopción de Trajano, lo que hizo T rajano en la de A driano, lo que h izo A driano en la de A n to n in o y lo que hicieron el res­ to de los em peradores, según una sugestión ya an­ cestral. M anda, p o r tanto, que se actúe con ley y 7

q u e p o r t a b a a n t a ñ o e l g e n e r a l v e n c e d o r y q u e , a p a r t i r d e l s i g l o I I, a ñ a ­ d i e r o n lo s c o n s u la r e s a s u a tu e n d o d e e ti q u e ta .

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que A ureliano sea el h eredero del culto, del n o m ­ bre, de los bienes y de todos los derechos legales de U lpio C rin ito , quien y a posee el rango consu­ lar, y que él m ism o sea enseguida consular p o r tu decisión». 15 Es prolijo exponer tod o s los detalles. E n efecto, Valeriano dio las gracias a C rin ito y la adopción se llevó a cabo com o era habitual. Recuerdo haber leí- 2 do en un libro griego algo que no m e ha parecido o p o rtu n o callar, a saber, que V aleriano encargó a C rinito adoptar a A ureliano, sobre to d o porque era p obre; p ero pienso que ésto debe quedar en sus­ penso. Y, puesto que ya he transcrito anteriorm ente una 3 carta p o r la que se le asignaba una sum a para el de­ sem peño de su consulado, pienso que debo expli­ car porqué he relatado esta circunstancia, que pa­ rece de poco interés. H em o s visto hace poco que 4 el consulado de F urio Plácido se ha hecho público en el circo con tan to bo ato , que daba la im presión de que se entregaban a los aurigas no regalos, sino bienes patrim oniales, pues se les galardonaba con túnicas al cien p o r cien de seda, paragaudas de lino e incluso caballos, en m edio de las consiguientes la­ m entaciones de los hom bres m origerados. E n efec- 5 to, se ha logrado que el consulado sea en cuestión de riquezas, no de personas p o rq u e, realm ente, si se otorga en atención a los m éritos, n o debe arru i­ n ar a su titular. Perecieron y a aquellos tiem pos en 6 los que reinaba la integridad y perecerán en ade­ lante p o r las intrigas p o r o b ten er el favor popular. P ero n o so tro s, com o nos es habitual, dejarem os tam bién este problem a en suspenso. 16 Así.mles, apoyado p o r todas estas opiniones y fa­ vores que acabam os ae exponer, descolló tanto en vida de C laudio que, después de la m uerte de éste y de su herm ano Q uintilo, ostentó él sólo el imperio una vez que d ieron m uerte a A ureolo, con quien G alieno había concertado la paz. E n este aspecto 2

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es tal la discrepancia de los historiadores, incluyen­ do también-,-1φ griegos, que u n o s dicen que A u reo ­ lo fue asesinado p o r A ureliano contrariando la v o ­ luntad de C laudio, o tro s, que p o r m andato y d e­ seo de éste, otros, que dicho personaje fue asesi­ nado p o r A ureliano cuando y a era aún em pera­ dor, y otros, en cam bio, que se ejecutó el asesinato cuando éste era aún u n ciudadano privado. Pero d ejarem os en suspenso estos porm en o res que h abrá que investigar en aquellos autores que los han transm itido. U n a cosa es segura: que el divino C laudio n o confió a ningún o tro , sino a A ureliano, el conjunto de las operaciones bélicas contra los m eótidas 27. 17 Existe una carta que he considerado o p o rtu n o in ­ cluir aquí p o r am or a la fidelidad, com o es habitual en mí, o m ejor aún, p o rq u e veo que o tro s escrito­ res de anales así lo han hecho : «Flavio C laudio saluda a su querido A ureliano. N u estra república te reclam a los servicios que sueles prestarla: asúm e­ los. ¿Porqué te dem oras? D eseo que los soldados aprovechen tu m agisterio y los trib u n o s tu direc­ ción. H a y que atacar a los godos, hay que expul­ sarlos de Tracia. En efecto, la m ay o r parte de aqué­ llos que se p usieron en fuga, cuando tú les atacaste, atacan ahora H em im o n to y E uropa. P ongo en tu s m anos todos los ejércitos de Tracia, todos los de Ili­ ria y toda la frontera. Ea, m uéstranos tu coraje h a­ bitual. M i herm ano Q u in tilo , u n a vez que se haya presentado a ti, se quedará contigo. Yo, que estoy atareado con otros m enesteres, confío a tu talento la dirección de la guerra. Te he enviado diez caba­ llos, dos corazas y o tro s utensilios con los que la necesidad obliga a p ro teg er a aquél que va a la guerra». A sfjktes, aprovechando los éxitos de sus batallas

27 H ab itan tes de las riberas del lago M eotis, en el m a r Azov.

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y bajo los auspicios de C laudio, A ureliano devol­ vió a la república a su antiguo estado, e inm ediata­ m ente, com o dijim os antes, fue elegido em perador p o r acuerdo unánim e de todas las legiones. 18 A ntes de alzanzar la dignidad im perial, asumió durante el gobierno de C laudio el m ando de toda la caballería, p o rq u e los jefes de este cuerpo habían com etido una ofensa al em perador, al em prender la lucha a la ligera y sin que él lo h ubiera ordenado. P o r esta época, el p ro p io A ureliano luchó con gran arrojo co n tra los suebos y los sárm atas y lo ­ gró una espléndida victoria. Sin em bargo, bajo su m ando, los rom anos sufrieron u n trem endo desca­ labro p o r los m arcom anos, a causa de u n erro r tác­ tico que com etió. E n efecto, fuero n devastados con grandes estragos todos los cam pos de los alrededo­ res de M ilán, pues n o se preocupó de afrontar la sú­ bita acom etida de aquéllos, sino que se dedicó a perseguirlos p o r la retaguardia. N o obstante, pos­ teriorm ente fueron d errotados tam bién estos m is­ m os pueblos. E n m edio del pánico que suscitaron los m arcom anos devastándolo to d o , se originaron grandes m otines en R om a, pues tod o s tem ían que pudieran repetirse los desastres de la época de G alieno. P o r esta razó n tam bién se co nsultaron los libros Sibili­ no s que eran célebres p o r los servicios prestados al E stado, y se averiguó que debían hacerse sacrifi­ cios, en determ inados lugares que los bárbaros no p udieran franquear. E n fin, se realizaron todas las prescripciones de los libros Sibilinos, celebrando cultos m u y variados y, gracias a ellos, detuvieron su m archa los bárbaros, a lcps^qtm dio m uerte en su totalidad, pues andabafr e fe ríte s desperdigados. M e place ahora explicar el texto del decreto del senado p o r el que la autoridad de esta ilustrísim a asamblea o rdenó que se inspeccionaran dichos li­ bros: 19 E n el tercer día de los idus de enero, el p reto r ur-

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bano Fulvio Sabino dijo: «Os damos cuenta de la su­ gerencia de los pontífices y de la carta del em pera­ d o r A ureliano en la que éste ordena que se inspec­ cionen los libros del destino que contienen la p r o ­ m esa de acabar la guerra co ntando con el p o ­ der sagrado de los dioses. E n efecto, vosotros m ism os sabei^/que se han consultado estos libros siem ­ pre que Ka o currido algún tu m u lto de cierta grave­ dad y que los males públicos n o han acabado hasta que no se ha autorizad o a realizar sacrificios de acuerdo con ellos». E ntonces se levantó U lpio Silaño, al que correspondía o p in ar en p rim er lugar, y habló así: «D em asiado tarde, senadores, nos d e­ cidim os a consultar sobre la salud de nuestra n a ­ ción, tarde volvem os a inspeccionar los preceptos del destino, actuando com o los enferm os, que no m andan llam ar a los m ejores m édicos hasta que no se encuentran en la situación más desesperada, com o si fueran los hom bres m ás experim entados los que deberían cuidar más de la salud, cuando en realidad es m ejor prevenir todas las enferm edades. Recordáis, senadores, que y o repetí m uchas veces en esta asamblea, tan p ro n to com o tuvim os noticia ^de-ios ataques de los m arcom anos que era preciso cnspltar las disposiciones de la Sibila, que había que "aprovecharse de los beneficios de A polo y seguir las órdenes de los dioses inm ortales, y que, en cam ­ bio, algunos senadores lo rechazaron incluso con violentas e injustas críticas, pues afirm aban en to n o adulador que el valor de A ureliano era tan grande que le exim ía de la necesidad de consultar a los d io ­ ses, com o si él, varón venerable, no debiera adorar a los dioses, ni esperar nada de los dioses in m o rta­ les. ¿Q ué m ás voy a añadir? A cabam os de oir la carta en la que él ha suplicado el auxilio de los dioses — algo que jamás ha supuesto desdoro p ara nadie— ¡O jalá u n hom b re de tan extraordinario coraje re ­ ciba su ayuda! A cudid, p o r tan to , ¡oh pontífices!, puros, lim pios, castos y adecuadam ente vestidos y

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con espíritu reverente, sub id al tem plo, p o n ed en o rden los asientos de laurel, cubrid vuestras m anos para abrir los libros sagrados, averiguar el destino de nuestra nación, que es inm ortal. A los niños cu­ yos padres viven aún, señaládles el canto que de20 ben entonar. N o so tro s fijarem os los gastos para los ritos sagrados, nosotros dispondremos los preparati­ vos para los sacrificios, nosotros dispondremos a toda prisa los altares». D espués de este discurso, habiéndo sido interrogados los senadores, m uchos de ellos expusieron sus orígenes, que resulta pesado deta­ llar aquí. A continuación, en vista de que unos alzaban las m anos y o tro s se dirigían a pie a p resen­ tar sus votos y que la m ay o r p arte expresaba su conform idad de palabra, se redactó el decreto del senado. D espués se dirigieron al tem plo, repasaron los libros sagrados, publicaro n los versos fatales, re­ corrieron la C iudad, can taro n him nos, celebraron una procesión en to rn o a la C iu d ad 28, se anuncia­ ro n los A m barvales 29, y de esta form a cum plieron los ritos sagrados que se habían prescrito. C arta de A ureliano sob re los libros Sibilinos. La he incluido aquí tam bién p ara que se dé crédito a los hechos. «Me adm ira, senadores, que vosotros hayáis/dudado d urante tan to tiem po si debel^) abrir o no los libros Sibilinos, com o si os encontrarais en una iglesia de cristianos y n o en el tem plo de to ­ dos los dioses. A ctuad, p o r tan to , y, valiéndoos de la virtu d de los pontífices y de ritos solemnes, ayu­ dad a u n príncipe que está inquieto p o r la situación crítica de su pueblo. Q u e se consulten los libros Si-

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28 E l llam ado a m b u r b iu m , un a p ro cesió n p o r las calles de la C iu d ad acom pañada de plegarias y de u n sacrificio. 29 L os a m b arvalia, u n as fiestas qu e se celebraban para im p etra r de la diosa C éres la fecu n d id ad del cam po. E n ellas se paseaba la o frenda del sacrificio (am barualis hostia), consistente generalm ente en u n a suo­ vetaurilia o sacrificio d e u n cerdo, una oveja y un to ro , y se o fren d a­ ban las víctim as m ien tras se cantaba el carmen aruale acom pañado de una danza.

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bilinos y se celebren las cerem onias, en caso de que se haya prescrito su celebración: no m e niego a ofrendar, antes al contrarío, ofrezco gustoso cual­ quier dispendio, prisioneros de cualquier pueblo, y los animales reales necesarios, pues no es ningún bal­ dó n vencer al enemigo con la ayuda de los dioses. Así es com o nuestros m ayores com enzaron y c o n ­ cluyeron m uchas guerras. H e entregado una carta al prefecto del erario, con las órdenes de que aporA te los dispendios precisos. A dem ás, vosotros teméis/ bajo vuestro poder el arca del E stado, que sé que está más llena de lo que deseo». 21 Sin em bargo, cuando A ureliano pretendía atacar sim ultáneam ente a tod o s sus enem igos, alistando en su ejército un gran nú m ero de soldados, recibió al lado de Placencia u n a d erro ta ta n descom unal, que estuvo a p u n to de sucum bir el im perio rom ano. C iertam ente, la causa de este peligro residió en la perfidia y astucia de los m ovim ientos de los bárba­ ros. En efecto, al n o p o d e r com batir en lucha abierta, se ad entraron en espesísim os bosques y así, al oscurecer, cayeron sobre los nuestros. Finalm ente, los rom anos n o h ubieran alcanzado la victoria si, tras la consulta de los libros Sibilinos y la celebra­ ción de sacrificios diversos, los dioses n o les h u b ie­ ran ayudado con ciertos prodigios y apariciones so ­ brenaturales que desconcertaron a los bárbaros. C uando acabó la lucha que m antenía con los m arcom anos, com o A ureliano era m uy feroz p o r naturaleza, se dirigió a R om a lleno de indignación ansiando llevar a cabo la venganza que reclam aba la violencia de las sediciones que se habían suscita­ do. Finalm ente, haciendo uso del pod er con exce­ siva altivez, él, que en otras ocasiones había sido u n hom bre excelente, acabó con los cabecillas de las sediciones y reprim ió con gran crueldad aque­ llos m ovim ientos que debía haber aplacado con m a­ yor flexibilidad. E n efecto, fu ero n ejecutados tam bien algunos senadores nobles, aún cuando hubie-

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ra sido un único testigo, o u n testigo falaz o in d o ­ cum entado, el que les h ubiera acusado de alguna falta de poca im portancia o que hubiera p o d i­ do ser desdeñada p o r u n príncipe más benigno. Y 7 ¿para qué referir más detalles? M ancilló con el im pacto de su m ala reputación, que resultó m u y fu­ nesta, aquel p rincipado que ya había sido grande y que, no sin razó n , había alentado la esperanza. C o - 8 m enzó a ser tem ido u n príncipe excelente y a p er­ der el afecto, pues unos aseguraban que u n prínci­ pe sem ejante no era digno de ser deseado sino de ser profundam ente odiado, y otros decían que era un buen m édico, ciertam ente, pero que curaba con un régim en perjudicial. D espués efe estos actos, 9 cuando A ureliano se percató de que p o d ría ocurrir algo similar a lo que o cu rrió bajo el gobierno de G alieno, tras aceptar la o p in ió n del senado, am plió las m urallas de la ciudad de R om a. Pero no fue en­ tonces cuando am plió el p o m erio 30, sino más tar­ de. E n este sentido, a n in g ú n em perador le está per- 10 m itida su am pliación, a n o ser que antes haya en­ riquecido al E stado rom ano con la conquista de al­ guna parte de u n territo rio bárbaro. Sin em bargo, 11 A ugusto hizo u n a am pliación, o tra Trajano y otra N eró n , bajo cuyo reinado fuero n som etidos a la ju ­ risdicción rom ana el P o n to Polem oniaco 31 y los Alpes C otios 32. 22 T^sÇpp’es, una vez que concluyó los proyectos relativos'ál am urallam iento, a la estabilidad de la C iu ­

30 El p o m eriu m era u n a especie de paseo sagrado a u n lado y o tro del surco p rincipal (sulcus principalis) abierto en la tierra en el m o m en ­ to de la fu n d ació n de la C iu d ad . E stab a reservado p ara la consulta de los auspicios p o r los augures p o r lo que n o era edificable. A u n q u e en p rin cip io ese espacio n o coincidía co n los m u ro s defensivos, tendió lue­ go a co n fu n d irse con éstos debido a su etim ología (postm urum ). Se am ­ plió en d istintas ocasiones, p ero no están d ocum entadas en ninguna o tra p arte las am pliaciones atribuidas p o r V opisco a N e ró n y T rajano. 31 R egión al su r del m ar rojo. 32 R egión situada en la fro n tera francoitaliana.

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dad y de los problem as de la población civil, se d i­ rigió contra los palm irenos, es decir, contra Z eno­ bia, que ostentaba el p o d e r im perial en O riente en nom bre de sus hijos. Las guerras que llevó a cabo en el cam ino fueron num erosas e im portantes. A sí, en las Tracias y en el Ilírico d e rro tó a los bárbaros que le hicieron frente, es más, dio m uerte tam bién en el o tro lado del D an u b io a C anaba o C anabaude, jefe de los godos, y a cien m il de sus hom bres. Y, desde allí, después de atravesar Bizancio, se adentró en B itinia apoderándose de ella sin ningún com bate. F u ero n m uchos y m u y fam osos sus d ichos y hechos, pero n o podem os relatarlos todos en u n libro sin dar lugar al hastío, ni querem os h a ­ cerlo así, sino que entresacarem os algunos de ellos para que se pueda com prender así su carácter y su coraje. En efecto, cuando llegó a Tiana 33 y la encontró cerrada, dice que exclamó airado: «N o de­ jaré ni un p e rro en esta ciudad». Y al p u n to fue capturada la ciudad gracias al arro jo con que atacaron sus soldados, im pulsados p o r la esperanza del b o ­ tín, y a la traición de u n individuo llam ado H eraclam ón, que tem ía caer asesinado entre el resto de sus conciudadanos. 23 Pero A ureliano, con espíritu realm ente im perial, ofreció enseguida dos m uestras particulares de su carácter: la una revelaba su severidad y la otra su benignidad. E n efecto, a pesar de su victoria, actuó sabiam ente al ordenar ejecutar a H eraclam ón p o r traicionar a su patria y, cuando los soldados le p edían que destruyera a la c iu d a d 1apoyándose en aquella frase p o r la que él había asegurado que n o dejaría ni u n perro en Tiana, les respondió con es­ tas palabras: «Aseguré que no dejaría n i un p erro en esta ciudad: pues m atadlos a todos». G randiosa fue la frase del príncipe, pero más grandiosa fue la

33 C iu d ad situada al S uroeste de C apadocia.

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actuación de los soldados. E n efecto, la jocosa frase del príncipe p o r la que se negaba el botín y se salvaba la ciudad, la in terp retó el ejército en el sen­ tido de que se le iba a colm ar de riquezas. C arta so­ bre H eraclam ón: «A ureliano A ug u sto a M alio Q u i,lón. H e perm itido la m u erte de aquél p o r cuyo fa­ vor, p o r así decirlo, tom é Tiana. N o pude m o strar afecto alguno a u n tra id o r y p o r ello toleré com ­ placientem ente que los soldados le asesinaran, pues pienso que tam poco a m í m e h ubiera p o d id o ser fiel una persona que traicionó a su patria. E n fin, a él sólo, de entre tod o s los que estaban som etidos a asedio, el cam po le recibió en su seno. N o p uedo negar que era u n hom b re rico, p ero he restituido sus bienes a sus hijos, p a ra que nadie m e p u ed a ca­ lum niar diciendo que he perm itido que se diera la m uerte a u n h o m b re o pulento, a causa de sus riquezas». 24 La ciudad fue tom ada de u n a m anera so rp ren ­ dente. E n efecto, habiendo m ostrad o H eraclam ón un lugar elevado p o r u n a especie de m o n te natural p o r donde p o d ría subir A ureliano con el atuendo imperial, éste subió a él y se m o stró a los hab itan ­ tes del interio r de la ciudad y a los soldados de fue­ ra dejando ver su clám ide de p ú rp u ra, y de este m odo la ciudad fue capturada, pensando que to d o el ejército de A ureliano estaba d en tro de las m u ra­ llas. N o debe silenciarse u n hecho que concierne a la gloria de este venerable príncipe. P o rq u e se dice que había pensado en serio destru ir la ciudad y que había hablado sinceram ente sobre ello; p ero que A polonio de Tiana, sabio de gran ren o m b re y au­ toridad, filósofo y a anciano, u n am igo verdadero de los dioses, digno tam bién él de recibir honores divinos, se le p resentó inesperadam ente cuando iba a entrar en su tienda con su figura habitual y le dijo las siguientes palabras en latín, p ara que pudiera en­ tenderlas u n hom b re de Panonia com o era él: «A u-

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reliano, si quieres vencer, n o debes pensar en la m uerte de mis conciudadanos. A ureliano si quieres ostentar el im perio, abstente de sangre de inocen­ tes. A ureliano, si quieres vivir, actúa con clem en­ cia». El em perador conocía el ro stro de este venerabie filósofo p o rq u e había visto su imagen en m u ­ chos tem plos. E n fin, sobrecogido inm ediatam ente de pánico, le pro m etió u n cuadro, estatuas y u n tem plo y rectificó sus propó sito s. Estas noticias las conozco yo p o r boca de personas de gran respeto y las he vuelto a lee^ en los libros de la biblioteca U lpia y las he créído en atención a la autoridad de A polonio sobre terao. Pues ¿qué persona ha h a b i-' do entre los hom bres m ás santa, más venerable, más noble y más divina que él? Él devolvió la vida a los m uertos, él dijo e h izo m uchas cosas sobrehum a­ nas. El que quiera conocerlas, que lea los libros griegos que se han escrito sobre su vida. P o r lo que a m í toca, si m e queda aún vida y si p o r en to n ­ ces aún perm anece floreciente el prestigio de este hom bre, escribiré, aunque sea brevem ente, las ac­ ciones de tan gran personaje, n o p o rq u e las gestas de un hom b re com o él precisen de m is servicios, sino para que todos proclam en con su v o z aquellas acciones que m erecen ser adm iradas. 25 U n a vez recuperada T iana y tras haber p ro m eti­ do a todos la im punidad, se apoderó de A ntioquía después de u n breve com bate ju n to a D afne y des­ de entonces fue más h u m ano y clem ente, pues, se­ gún se adm ite, obedecía los consejos de aquel vene­ rable varón llam ado A polonio. D espués de esto luchó en un gran com bate cerca de Emesa contra Ze­ nobia y su á S a ó ^ a b a , p ara hacerse con el arbitraje de la situación. Y, cuando las tropas de caballería de Aureliano estaban a punto de abandonar el comba­ te y dar la espalda agobiadas p o r la fatiga, súbitam en­ te se sintieron reanimadas p o r una imagen divina que, com o se puso después de m anifiesto, les alentaba con el im pulso de su p o d er, y p o r la actuación

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tam bién de las tropas de infantería. Z enobia y Zaba fueron puestos en fuga y con ello se consiguió una victoria total. H ab ien d o recuperado, pues, el gobierno de O rien te, entró en Em esa com o vencedor e inm ediatam ente se dirigió al tem plo de H eliogábalo, para cum plir los votos com o si se tratara de un deber público. P ero allí descubrió la m ism a imagen divina que vio que le ayudaba en el com bate. P o r esta razón erigió tam bién en aquella ciudad di­ versos tem plos proveyéndoles de grandes tesoros y construyó en R om a u n tem plo dedicado al Sol que consagró con m ay o r boato, com o dijim os en su lugar. 26 D espués de esto se volvió a Palm ira con el fin de asaltar la ciudad y dar térm ino así a sus empresas. Pe­ ro durante la marcha sufrió num erosos ataques de los ladrones de Siria, siendo acogido a m enudo h o stil­ m ente su ejército y , en el transcurso del asedio de la ciudad, se arriesgó hasta el p u n to de que casi le alcanzó una flecha. Se conserva aún una carta que dirigió a M ucapor, en la que, sobrepasando el decoro debido a un em perador, reconoce la dificultad que suponía esta guerra: «Los rom anos dicen que y o com bato sólo contra una m ujer, com o si Z-fîÿîbia luchara sola conm igo y con sus propias fuerzas, pero realm ente el núm ero de enem igos es equiparable a los que ten ­ dría si tuviera que atacar a un hom b re, dado que ella es más peligrosa a causa de su com plejo de cul­ pabilidad y de su tem or. N o puede decirse cuántas flechas hay aquí, qué clases de m áquinas de guerra, cuántos dardos o cuántas piedras. N o hay ninguna parte de la m uralla que n o esté p rotegida p o r dos o tres ballestas; tam bién sus catapultas lanzan fue­ gos. ¿Para qué añadir más detalles? Tiene m iedo com o m ujer que es, pero lucha com o los que m en un castigo. Pero creo que los dioses ayudaran) al E stado rom ano, ya que nunca dejaron de secun­ dar nuestros proyectos».

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C ansado, al fin, y exhausto p o r estos males, A u reliano envió una carta a Z enobia pidiendo su re n ­ dición y prom etiendo conservar su vida. D e ella he ofrecido este extracto: «A ureliano, em perador del orbe rom ano y que ha recob rad o el O rien te, a Z e­ nobia y a los demás que están u nidos a ella en alian­ za para la guerra. D ebisteis hacer p o r p ropia iniciativa lo que ahora os m ando en m i carta. Pues os ordeno la rendición, p ro m etién d o o s la vida con to ­ tal libertad, de tal m anera que tú , Z enobia, puedas pasar tus días con los tuyos d o n d e yo te instalare, de acuerdo con lo que dictamine nuestro prestigiosí­ simo senado. E ntregad al erario rom ano las piedras preciosas, el oro, la plata, la seda, los caballos y ca­ mellos. A los palmirenos se les conservará su derecho». 27 C uando recibió esta carta, Z enobia contestó al em perador con más altanería e insolencia que la que perm itía su propia situación política, creo que al dictam en de su tem or. Efectivam ente, he insertado tam bién una copia de su carta: «Zenobia, reina en O riente, a A ureliano A ugusto. H asta ahora nadie, salvo tú, es capaz de p e d ir p o r carta lo que tu exi­ ges. La valentía debe ser el m o to r de cualquier ac­ tuación bélica. Pides m i rendición, com o si no supieras que la reina C leopatra prefirió m o rir a vivir con cualquier o tra dignidad. A n o so tro s n o nos van a faltar los auxilios ae los persas, que ya estamos esperando, a favor n u estro están los sarracenos, a favor nuestro, tam bién, los arm enios. A ureliano, los ladrones de Siria han d erro tad o tu ejército. ¿Q ué más? Porque, si llega aquél contingente de tropas que esperam os de todas las partes, entonces depondrás sin duda ese entrecejo arrogante con el que ahora m e exiges la rendición, com o si fueras un vencedor universal». N icóm aco dice que trad u jo esta carta al griego de la lengua siria en la que había dictado la p ropia Zenobia. E n efecto, la anterior que hem os citado de A ureliano estaba escrita en griego.

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C uando recibió esta carta, A ureliano no se aver­ gonzó, sino que se irritó , y reuniendo inm ediantam ente a su ejército y a sus generales, dio la ord en de asediar P alm ira p o r todas las partes y, com o era hom bre enérgico, no renunció a nada que pudiera parecer que lo dejaba incom pleto o inacabado. In terceptó las tropas auxiliares que habían enviado los persas, descom puso los cuerpos de caballería de los sarracenos y de los arm enios y los hizo pasar a sus filas, bien con arrogancia, bien con sagacidad, y p o r fin derro tó a aquella N poderosísim a m ujer tras m u ­ chos esfuerzos. Aísyp,ues, cuando Z enobia huía después de su d erro ta con unos cam ellos, a los que los de allí llam an drom edarios, y se dirigía en ellos ha­ cia Persia, fue capturada p o r u n escuadrón de ca­ ballería enviado p o í A ureliano y luego puesta a su disposición. Y en consecuencia, A ureliano, que había salido victorioso y era d ueño y a de to d o O rie n ­ te, puesto que tenía entre cadenas a Zenobia, trató con los persas, arm enios y sarracenos aquellos ne­ gocios que exigía la ocasión con excesivo orgullo e insolencia. E ntonces se llevaron al tem plo del Sol las vestiduras que vem os aún hoy, recam adas de piedras preciosas, entonces se llevaron tam bién dra­ gones persas, tiaras y u n a p ú rp u ra especial que ya no ha ofrecido después n in g ú n o tro país y que el orbe rom ano no ha visto m ás. Sobre esta clase de p ú rp u ra nos^place decir, al m enos, unas palabras. 29 Recordáis^que h u b o en el tem plo de Jú p iter Ó p ­ tim o M áxim o un m anto peq u eñ o de lana de color p ú rp u ra junto al que los vestidos de p ú rp u ra de las m atronas y del p ro p io A ureliano parecían que cam ­ biaban su color p o r el colo r de ceniza, si los acer­ caban, al contraste con el brillo divino que aquél poseía. Se dice que el rey de los persas com pró este m anto y que luego se lo regaló a A ureliano, escri­ biéndole: «A cepta este m an to de p ú rp u ra com o el que yo utilizo». Pero esto n o fue verdad. E n efecto, A ureliano posterio rm en te y P ro b o y D iocle-

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ciano, más recientem ente, buscaron con gran celo esta clase de p ú rp u ra enviando a Persia a negocian­ tes diligentísim os y, sin em bargo, no p u d iero n en­ contrarlo. P o rq u e dicen que es el sándix de la I n ­ dia el que p ro d u ce esta p ú rp u ra , si se le trata ade­ cuadam ente. 30 Pero volvam os al hilo de la narración: todos los soldados con gran clam or pedían que Zenobia fue­ ra castigada con la m uerte. P ero A ureliano, consi- 2 derando que era indigno hacer m o rir a una m ujer, una vez ejecutada la m ay o r p arte de los cómplices con los que ella había im pulsado, preparado y lle­ vado a cabo la guerra, la reservó para su triunfo, con la intención de que sirviera de espectáculo a los ojos del pueblo rom ano. C u en tan que fue una de- 3 cisión funesta condenar a m uerte, entre otros, al fi­ lósofo L ongino 34, de quien se dice que Zenobia se había servido com o m aestro de literatu ra griega. E n realidad, se dice que A ureliano le asesinó p o r esto, po rq u e corrían rum ores de que aquella carta inso­ lentísim a de la reina había sido redactada según sus consejos, aunque había sido com puesta en lengua siria. -, A síp u e s, u n a vez pacificado el O rien te, A urelia- 4 no volvió com o vencedor a E u ro p a y d erro tó allí a las tropas de los carpos y, com o el senado le con­ cedió el título de C árpico d urante su ausencia, d i­ cen que escribió a esta asam bleas® to n o jocoso: «sólo falta, senadores, que me llaméis tam bién C a r­ pisculo». El carpisculo, en efecto, com o es suficien- 5 tem ente sabido, es un tipo de calzado. Le parecía que dicho título era algo vulgar, dado que ya p o ­ seía el de G ótico, Salmático, A rm énico, Pártico y Adiabénico. 31 Es raro, y más aún difícil, que los sirios m anten­ gan la fidelidad. Así, los palm iranos que ya habían

34 F iló so fo n eo p lató n ico , retó rico y filólogo.

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sido vencidos y aplastados p ro m o v iero n una grave revuelta, m ientras A ureliano se ocupaba de la si­ tuación de la zo n a de E u ro p a. E n erecto, m ataron a Sandarión, a quien A ureliano había encargado el gobierno de esta zona, y a setecientos arqueros, dis­ p oniendo el p o d er im perial para u n individuo lla­ m ado A quileo pariente de Z enobia. Pero, com o A ureliano estaba p rep arad o realm ente, se volvió desde R ódope y d estruyó la ciudad p o rq u e se hizo m erecedora de tal castigo. E n fin, la crueldad de A ureliano, o com o otros dicen, su severidad llegó a tal extrem o que se puede citar una carta suya que m uestra la confesión de su cruelísim a cólera. É sta es una copia de aquélla: «A ureliano A ugusto a C erronio Baso. N o conviene que las espadas de los soldados lleguen más lejos. Bastantes palm iranos han sido asesinados y pasados a cuchillo. N o he­ m os p erdonado a las m ujeres, hem os asesinado a los niños, hem os decapitado a los ancianos y he­ m os aniquilado a los cam pesinos ¿A quién dejarem os, finalm ente, estas tierras y esta ciudad? Es p re­ ciso p erd o n ar a los que aún sobreviven. C reem os, en efecto, que u n núm ero tan reducido habrá que­ dado escarm entado con los castigos de m uchos. D eseo tam bién que se devuelva su antigua estruc­ tura al tem plo del Sol, que los aquiliferos de la ter­ cera región asolaron en la ciudad de Palm ira junta­ m ente con los p ortaestandartes, el dragonero, los cornetas y los trom petas. Tienes a tu disposición tres libras de o ro procedentes de los cofrecillos de Zenobia, tienes tam bién m il ochocientas libras de plata de los bienes de los palm iranos y tienes tam ­ bién piedras preciosas de la casa real. H a z que se adorne el tem plo con tod o s estos tesoros: así nos causarás a m í y a los dioses inm ortales una gran ale­ gría. Yo escribiré al senado pidiéndole envie u n pontífice para que consagre el tem plo». C om o vem os, esta carta indica que ya había quedado satis­ fecha la ferocidad de este em perador inflexible.

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Al fin, ya más seguro, regresó de nuevo a E u ro ­ pa donde, haciendo gala de su conocido valor, des­ barató a todos los enem igos que pululaban aquí y allá. M ientras A ureliano realizaba magníficas hazañas en Tracia y en toda E uropa, apareció un tal F ir­ m o que se apoderó de E gipto sin asum ir las insig­ nias reales, com o si se tratara de un E stado inde­ pendiente de Rom a. Inm ediatam ente se dirigió contra él A ureliano, al que tam poco le faltó en aquel caso su fortuna habitual. E n efecto, recuperó al pun to E gipto y, com o era feroz de espíritu y vengativo de pensam iento y estaba profundam ente irritado, p o rq u e aún T étrico ocupaba las Galias, se dirigió a O ccidente y, m erced a que éste traicionó a su propio ejército p o rq u e no podía soportar sus actos de indisciplina, A ureliano tom ó el m ando de las legiones que aquél le entregó. P o r tanto, una vez que dejó pacificado el O rien te, las Galias y las tierras de to d o el m u n d o y se convirtió en príncipe de tod o el m undo, decidió m archar a R om a para ce­ lebrar ante los ojos de los rom anos su triunfo so ­ bre Z enobia y T étrico, es decir, sobre O riente y O ccidente. 33 N o está fuera de lugar saber cóm o se celebró el triunfo de A ureliano, pues fue, en efecto, brillantí­ simo. H u b o en el desfile tres carros reales, uno de los cuales era el de O d eo n ato , labrado y adornado con plata, oro y piedras preciosas, o tro , el que re­ galó a A ureliano el rey de los persas, cuya fabrica­ ción era sim ilar a la de aquél, y el tercero, el que había m andado fabricar Z enobia para sí, puesto que esperaba acudir con él a visitar la ciudaa de Rom a; y su esperanza no q uedó fallida, pues entró en la C iudad con aquel carro, pero cautiva y com o un re ­ hén triunfal. H u b o tam bién o tro carro tirado p o r cuatro ciervos, que dicen que pertenecía al rey de los godos. E n él, según la versión de un gran n ú ­ m ero de autores, A ureliano fue transportado hasta el C apitolio para sacrificar allí los ciervos que di-

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cen que había p ro m etid o ofrecer a Jú p iter O p tim o M áxim o cuando los cap tu ró ju n to con el carro al que iban uncidos. Precedieron veinte elefantes, fieras dom esticadas de la L ibia y doscientas fieras de Palestina de distintas especies, que A ureliano rega­ ló enseguida a particulares p ara n o sobrecargar Tos gastos del fisco con su sustento; después cuatro ti­ gres, jirafas, alces y o tro s animales de la m ism a cla­ se, que era conducidos en fila, ochocientas parejas de gladiadores — adem ás de los prisioneros de los pueblos extranjeros— blem ios, exom itas, árabes, eudem ones, indios, bactrianos, iberos, sarracenos, y persas, todos ellos con sus regalos; godos, alanos, roxolanos, sárm atas, francos, suevos, vándalos y germ anos, con las m anos atadas, com o si fueran prisioneros. A brían la m archa tam bién, entre ellos, los príncipes de la ciudad de Palm ira, que habían sobrevivido, y los egipcios a causa de su subleva­ ción. 34 E ran conducidas tam bién en el cortejo diez m u ­ jeres que habían sido capturadas peleando entre los godos con atuendo varonil, m ientras que otras com pañeras suyas perecieron. U n cartel indicaba que eran am azonas: precedían al cortejo carteles que llevaban escritos los nom bres de distintos p u e­ blos. E n tre ellos desfiló T étrico vestido con la clá­ m ide de p ú rp u ra, la túnica de color verde y las b ra­ gas galas, y a su lado su hijo, al que había n o m b ra­ do em perador de la Galia. D esfilaba tam bién Zenobia, adornada con sus piedras preciosas y m ania­ tada con cadenas de o ro que o tro s la ayudaban a lle­ var. Llevaban delante las coronas de o ro de todas las ciudades, colocadas en unos carteles que se al­ zaban a lo alto. A continuación seguía el m ism o pueblo rom ano, luego los guiones die las distintas corporaciones y de los distintos cuarteles, los sol­ dados catafractarios, las fuerzas reales y to d o el ejército y el senado (aunque bastante triste p o rq u e veía que tam bién se exhibían senadores com o rehe-

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nes triunfales) p ro p o rcio n aro n gran fastuosidad. E n fin, no p u d o llegar al C apitolio casi hasta la h o ra nona, y más tarde aún al Palacio. En los días sucesivos se ofrecieron al pueblo distintos espectácu­ los escénicos y circenses, cacerías, com bates gladia­ torios y naum aquias. 35 Parece que no se debe o m itir u n hecho que el pueblo rom ano conserva en su m em oria y que la fe histórica ha difundido con frecuencia, a saber, que A ureliano, p o r aquella época en que se disponía a p artir para O riente, p ro m etió rep artir al pueblo co ­ ronas de dos libras, si volvía victorioso, pero que, al no p o d er o no q uerer dárselas de o ro com o el pueblo esperaba, las confeccionó con los panes que ahora llam an «siliginos» 35 y las distribuyó com o regalo a to d o s los ciudadanos, de tal m anera que durante to d o su reinado cada persona recibiera a diario u n pan de esta clase y trasm itiera este d ere­ cho a sus descendientes. P o r o tra parte, el p ro p io A ureliano distribuyó tam bién carne de cerdo al pueblo rom ano, com o se hace actualm ente. Prom ulgó m uchísim as leyes y ciertam ente, útiles todas. In stitu y ó sacerdocios. C o n stru y ó u n tem plo dedicado al Sol y le consolidó dotándole de unos )órticos y destinó fondos p ara su conservación y a atención de sus m inistros. H ech o esto, se dirigió a las Galias y lib ró a los vindélicos de los ataques de los b á rb a |^ fij después regresó al Ilírico y, tras reunir u n ejército más n u ­ m eroso que po d ero so , declaró la guerra a los p e r­ sas a los que había d erro tad o y a p o r la época en que derro tó a Z enobia, consiguiendo así u n a en o r­ me reputación. Pero, cuando realizaba la m archa contra ellos, A ureliano fue asesinado gracias a la as­ tucia de su secretario y p o r m ano de M ucapor, en

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35 P an fabricado co n la flo r de la harina o co n harina de pan candeal.

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C enofrurio, una m ansion 36 im perial situada entre H eraclea y Bizancio. 36 Explicaré brevem ente cuál fue la causa de su m uerte y cóm o se llevó a cabo, para que nadie ig­ nore un hecho tan im portante. A ureliano, n o se puede negar, fue u n em perador rígido, cruel y san­ guinario. H ab ien d o llegado su rigurosidad hasta el extrem o de haber dado la m uerte a la hija de su herm ana p o r u n m otivo insignificante y que no m e­ recía tal castigo, éste se ganó, prim ero, el odio de los suyos. Pero, com o o cu rren fatalm ente las cosas, a esta circunstancia se sum ó el hecho de que, p o r no sé qué sospechas, h izo con sus amenazas más acérrim o enem igo suyo a u n tal M nesteo 37, que había sido su secretario, y tam bién liberto suyo, según algunos. M nesteo, que sabía que A u reliano n o tenía la costum bre de am enazar en vano ni de olvidar, si había hecho alguna am enaza, es­ cribió una lista de nom bres m ezclando aquéllos con­ tra los que el em perador estaba realm ente enem is­ tado ju n to con aquéllos o tro s sobre los que no pen-~ saba ejercer ninguna violencia, añadiendo tam bién su nom b re para hacer creer que se había m ostrado solícito, y luego leyó la lista a cada u no de los que figuraban en ella, diciéndoles que A ureliano había decidido acabar con todos y que, si eran verdade­ ros hom bres, debían salvar su vida. H abiéndose irritado, p o r tem or, los que m erecían el castigo, y los inocentes, p o r d o lo r de que A ureliano se m os­ trase desagradecido a sus servicios y favores, aco­ m etiendo súbitam ente al em perador durante su via­ je en el lugar reseñado, le dieron m uerte.

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36 Se llam aban m ansiones los lugares de descanso situados a cierta dis­ tancia a lo largo de las grandes vías de com unicación. Se aprovechaban p ara estacionar tro p as, p a ra albergarse los p articulares, relevar los ca­ ballos de los correos, etc. 37 Es p ro b lem ático este n o m b re, pues Z ósim o y Z onaras lo llam an E ros.

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Éste fue el fin de A ureliano, príncipe útil, más que bueno. C u ando se descubrieron las circunstan­ cias que habían envuelto su m uerte, sus asesinos ofrecieron en su h o n o r u n m agnífico sepulcro y un tem plo. M nesteo fue p ren d id o después clandestinam ente y expuesto luego a u n p o ste para que le co ­ m ieran las fieras, com o lo p ru eb an unas estatuas de m árm ol que se colocaron a am bos lados del lugar del suplicio, donde tam bién se em plazaron dos es­ tatuas sobre unas colum nas dedicadas al divino A u ­ reliano. El senado sintió p ro fundam ente su m uerte, pero la sintió más aún el pueblo que solía lla­ m ar a A ureliano «El pedagogo 38 de los senadores». O sten tó el p o d e r im perial d u ran te seis años y cin ­ co meses m enos algunos días y se le hizo figurar en ­ tre los dioses p o r las grandes hazañas realizadas. Me he visto obligado a incluir aquí u n hecho que aparece expuesto en ciertos relatos históricos, p o r­ que está relacionado con A ureliano 39. E n efecto, un gran nú m ero de autores dicen que Q uintilio, el herm ano de C laudio, cuando recibió la noticia de la m uerte de éste en u n a guarnición de Italia d onde se encontraba, asum ió el p o d er im perial, pero que, poco después, cuando se supo que A urelio era y a em perador, fue abandonado p o r todo el ejército p o r esta m ism a causa, y que, com o se puso a p ro ­ nunciar una arenga en contra de A ureliano y los soldados no le escucharon, se co rtó las venas y p e­ reció a los veinte días de haberse proclam ado em pe­ rador. A ureliano hizo desaparecer de todo el orbe de la tierra todos los crím enes, todos los m alos senti­ m ientos, todas las profesiones siniestras y todas las bandas existentes.

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38 E ra el p re c e p to r y acom pañante de los n iños h asta que recibían la to g a viril. E ran de co n d ició n servil. L os capítulos q u e siguen (37,5 a 41,15), según M agie, op. cit. p. 269, 2.2, son u n a especie de apéndice co n repeticiones de lo ya dicho.

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C reo que esto tam bién atañe al tem a que trata­ m os, a saber, que Z enobia retuvo el im perio que ha­ bía en nom bre de su hijo V abalato, no en el de Tim olao y H eren ian o 40. O c u rrió tam bién bajo A u reliano la guerra de los m onederos, siendo su ins­ tigador el contable Felicísim o. La reprim ió con gran d ureza y rigor, p ero perecieron en ella m il sol­ dados de su ejército, com o lo p ru eb a esta carta que escribió a U lp io C rin ito , tres veces cónsul, el cual le había ad optado a él anterio rm en te: «A ureliano A ugusto a su padre U lpio. U n a sedición surgida dentro de R om a ha p ro vocado u n a guerra p ern i­ ciosísima para m í, com o si el destino actuara en contra m ía, haciendo que to d o tip o de turbaciones dificulten aún m ás todas las guerras que em pren­ do. Los m onederos m anifestaron sus sentim ientos hostiles con tra m i, instigados p o r Felicísim o, el ú l­ tim o de mis esclavos, a quien y o había encom en­ dado la adm inistración del fisco. H a n sido reprim isv pero han perecido siete millares de soldados joario s, riparenses, castrianos 41 y dacios. Esto indica que los dioses inm ortales n o m e han conce­ dido ninguna victoria sin dificultades». 39 A T étrico, sobre el que había triunfado, le n o m ­ bró inspector de Lucania, m ientras que su hijo p er­ manecía en el senado. Exigió el tem plo :m ajestuosísimo del Sol. E xtendió la m uralla ae R om a de tal m anera que su circuito llegó a m ed ir más de cincuenta millas. Persiguió con gran severidad a los cuadruplatores y delatores. E n una ocasión ordenó quem ar en el fo ro de T rajano los archivos p ú b li­ cos, para infundir tranquilidad a los ciudadanos que debían algo. T am bién, d u ran te su gobierno se ae-

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40 C f. T reinta Usurpadores, 30, 1-3. 41 L im bario s eran los soldados qu e m ilitaban en la flota del D a n u ­ bio, llam ados así p o r el térm in o lim b u s «barco», «chalupa». R ip arien ­ ses, los apostados en guarniciones a orillas (ripae) del D an u b io . C astríanos, los de las guarniciones de lo s castra fro n terizo s.

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cretó una am nistía de los delitos políticos, a ejem ­ plo de los atenienses, com o recuerda T ulio Ciceró n en las Filípicas. P ersiguió rebasando los lím ites de la disciplina m ilitar a los acusados de concusión y a los reos de peculado 42, llegando a infligirlos grandes suplicios y to rtu ras. E ntregó al tem plo del Sol oro en abundancia y m uchas piedras preciosas. C uando vio que el Ilírico había sido devastado y que se había p e rd id o la M esia, dejó la D acia T ran s­ danubiana, que T rajano había convertido en p r o ­ vincia rom ana, y retiró el ejército y los habitantes de dicha provincia, desconfiando ya de p oder c o n ­ servarla y, después de haber hecho salir a los p u e ­ blos que la ocupaban, los estableció en la M esia, a la que dio el nom bre de D acia A ureliana y que actualm ente separa las dos M esías. Se dice además que fue de una crueldad tal que, p ara p o d er acabar con más facilidad con la vida de u n gran núm ero de se­ nadores, les echó en cara falsam ente la constitución de una asociación p ara co nspirar y alzarse con el poder. A lgunos añaden que él asesinó n o a la hija, sino al hijo de su herm ana; sin em bargo, la m ay o r parte de los autores dice que m ató tam bién al hijo de su herm ana. . 40 La circunspección de que h iz o gala aquel senado venerable y la ponderación y prudencia del ejército dem uestran las grandes dificultades que existen para elegir a u n em perador com o ^sucesor de o tro de grandes cualidades: en efecto, después del asesinato de u n príncipe tan rígido, el ejército confió al senado la m isión de elegir al nuevo em perador, orque pensaba que la elección n o debía recaer sore ninguno de aquéllos que habían participado en el asesinato de aquél príncipe tan grande. Pero el senado, a su vez, declinó esta elección en el ejército,

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42 Se trata del crim en repetundarum , equivalente al cohecho o c o rru p c ió n con dádivas de p erso n as que ejercen funciones públicas, de­ lito m u v frecuente en tre los m agistrados provinciales rom anos y d el pe­ culatus, que consistía en la m alversación de fon d o s públicos.

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consciente de que ya los soldados n o aceptaban con agrado a los em peradores que elegía el senado. E n fin, la operación se repitió p o r tres veces, de tal m a­ nera que el m undo rom an o perm aneció durante seis meses sin em perador y se m antuvieron en sus pues­ tos todos los m agistrados que había elegido el se­ nado o A ureliano, a excepción de Faltonio P robo que fue n om brado p ro có n su l de A sia en sustitu ­ ción de A relio Fusco, 41 M e com place in co rp o rar aquí la m ism a carta que el ejército envió al senado: «Las tropas afortunadas y aguerridas al senado y al p ueblo rom ano. N u e s­ tro em perador A ureliano ha sido asesinado m erced a la astucia de u n sólo h o m b re y p o r la equivoca­ ción de o tro s hom bres h o n rad o s y malvados. ¡O h senadores respetables y venerables señores!, elevad­ le al rango de los dioses, y enviadnos com o em pe­ rad o r a alguien de nuestro estam ento que conside­ réis digno. E n efecto, n o so tro s no tolerarem os que nos m ande ninguno de aquéllos que actuaron p o r equivocación o con m ala intención». L a contestación se h izo según u n decreto del senado. C uando el día tres de las nonas de enero el senado celebró una asam blea plenaria en la C u ria P om piliana, el cónsul A urelio G o rd ian o dijo: «Senadores, vamos a consultaros sobre u n a carta de n u estro ejército que ha o btenido extraordinarios éxitos». U n a vez que hub iero n leído là carta, A urelio T ácito, que era el prim ero en dar su o p in ió n (se trata del m ism o que fue proclam ado em perador después de A u re­ liano con el consentim iento de todos), habló así: «Los dioses habrían actuado con rectitu d y regula­ ridad, si h ubieran p erm itid o que los buenos em pe­ radores hubieran resultado invulnerables a la espa­ da, de tal form a que p u d ieran vivir d urante m ucho tiem po, y si las personas que m aquinan en su m en-

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43 N o m b re aplicado aquí, y en T ácito, 3, 2, falsam ente a la curia lulia.

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te siniestra asesinatos m on stru o so s no tuvieran p o ­ der contra ellos. E ntonces aún viviría nuestro p rín cipe A ureliano, que aventajó a todos en energía y servicios al E stado. N u e stra república, ciertam ente, había com enzado a resp irar con el gobierno de C laudio, después del in fo rtu n io de Valeriano y de las desdichas de G alieno; p ero A ureliano la ha res­ tituido a su antiguo estado gracias a las victorias que ha o btenido en to d o el orbe. Él nos dio las G alias, él liberó Italia, él descargó a los vindélicos del yugo de la esclavitud bárbara. M erced a su victoria se recuperó la Iliria y se som etió de nuevo a las T racias a la obediencia de las leyes rom anas. Él, ¡oh, vergüenza!, recuperó para el dom inio rom ano el O rien te que estaba o prim ido p o r el y u g o de una m ujer, él dispersó, auyentó y aniquiló a los persas que se jactaban aún de la m u erte efe Valeriano. L os sarracenos, blem ios, exom itas, bactranos, seros, iberos, albanos, arm enios, e incluso los pueblos de la India, le adoraron com o si estuviera presente y casi com o a u n dios. E l C apitolio está repleto de los regalos que él o b tu v o entre los países bárbaros. U n sólo tem plo posee quince m il libras de oro, fru ­ to de su liberalidad, y todos los santuarios encla­ vados en R om a brillan con los destellos de sus p re ­ sentes, P o r esto, senadores, m e asiste el derecho para acusar incluso a los m ism os dioses p o r haber perm itido el asesinato de tal em perador, a m enos que les haya m ovido el anhelo de tenerle a su lado. P o r tanto, p ro p o n g o que se le tributen,,honores d ivinos, y pienso ^ œ )o d o s voso tro s detós* hacer la m ism a propuesta. Y, p o r lo que atañe a l a elección del em perador, pienso que hay que encom endarla al p ro p io ejército. E n efecto, en una decisión de este tipo, el elegido se expondrá al peligro y el elec­ to r al odio, si no se hace lo q u e se dice». La p ro puesta de Tácito fue aprobada; pero, com o las m i­ sivas para la elección se repetían u n a u o tra vez, al fin fue nom b rad o T ácito en v irtu d de u n decreto

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del senado que reproducirem os en la vida de este em perador. 42 A ureliano dejó solam ente u n a hija, cuyos descen­ dientes viven actualm ente en R om a. Y es nieto suyo el procó n su l de C ilicia llam ado A ureliano, u n se­ n ador excepcional y respetado p o r su rectitud y p o r sus costum bres, que actualm ente vive en Sicilia. «¿A qué diría y o que se debe el que haya habido tan pocos príncipes buenos, siendo así que ya han ocupado ef tro n o tantos Césares? E n efecto, los re­ gistros públicos contienen la serie de purp u rad o s que han existido desde A ugusto hasta D iocleciano y M axim iano. P ero, entre ellos, los más eximios fueron el m ism o A ugusto, Flavio Vespasiano, Fla­ vio T ito , C oceyo N erva, el divino T rajano, el di­ vino A driano, los A n to n in o s Pío y M arco, Severo el A fricano, A lejandro el hijo de M am ea, el divino C laudio y el divino A ureliano, pues a Valeriano, aunque fue un extraordinario em perador, el in fo r­ tunio le separó de todos los demás em peradores. M ira, p o r favor, cuán escasos son los príncipes bue­ nos, de suerte que se afirm ó con razó n p o r u n ac­ to r de m im os de la época de C laudio y bufón de este em perador que podían inscribirse y represen­ tarse en u n sólo anillo los príncipes buenos». P o r el contrario, ¿cuál es la lista de los príncipes p er­ versos? pues, en el supuesto de que om itam os a los Vitelios, Caligulas y N ero n es, ¿quién será capaz de aguantar a los M axim inos, a los Filipos y a la hez de aquel confuso tropel de em peradores? aunque deba exceptuar a los D ecios, cuya vida y m uerte m erece parangonarse con la de los antepasados. 43 C iertam ente, se suele p reg u n tar p o r la causa que vuelve m alos a los príncipes: en p rim er lugar, ami­ go m ío, es el libertinaje; después, la abundancia de bienes y, aparte de estas causas, los amigos p erver­ sos, los servidores execrables, los eunucos cargados de codicia, los cortesanos necios o detestables y, sin lugar a duda, la ignorancia de la adm inistración del

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Estado. Pero y o escuché de labios de m i padre que el em perador D iocleciano, cuando ya era un h o m ­ bre particular, dijo que n o había nada más difícil que gobernar bien. Se reúnen cuatro o cinco p ersonas y adoptan la com ún decisión de engañar al príncipe, en cuyo caso, le dicen qué es lo que debe aprobar. El em perador, que está encerrado en su casa, no conoce la verdad. Se ve constreñido a sa­ ber solam ente lo que aquéllos le dicen, nom bra ju e­ ces que n o debería n o m b ra r y aparta de la adm i­ nistración a las personas que debía m antener en ella, ¿qué más? C o m o decía el p ro p io D iocleciano, de esta m anera es traicionado el em perador bueno, el p ruden te y el más perfecto. Estas son las palabras de D iocleciano que he incluido aquí para que tu prudencia advierta que nada h ay más escaso que un buen príncipe. 44 Sin duda, m uchos escritores n o colocan a A u re­ liano ni entre los príncipes buenos, ni entre los m a­ los, p o rq u e le faltó la clem encia, la prim era cuali­ dad de los em peradores. V erconio H ereniano 44, prefecto del P reto rio de D iocleciano, contaba m u ­ chas veces, según atestigua A sclepiodoto, que este em perador dijo frecuentem ente al reprender la se­ veridad de M axim ino que A ureliano debería h aber sido general más que em perador. En efecto, detes­ taba su excesiva crueldad. T al vez parezca so rp ren d en te u n hecho que descubrió D iocleciano y que, según dice A sclepiodo­ to, aquél com unicó a su consejero Celsino; pero las futuras generaciones juzgarán sobre ello. Decía, en efecto, que en cierta ocasión A ureliano acudió a consultar a las D ruidas de la G alia 45 p ara averiguar si el tro n o iba a perm anecer entre sus descendien­ tes y que, según él, ellas le habían respondido que ningún nom bre llegaría a ser tan ilustre como el de

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44 C f. Probo} 23,3. 45 Se trata de m ujeres adivinas, cf. A lejandro, 40,6 y Caro, 14,3 ss.

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los descendientes de C laudio. Y, efectivam ente, ya es em perador C onstancio, u n vástago de su mism a sangre, cuyos descendientes, según creo, llegarán a alcanzar aquella gloria que vaticinaron las D ruidas. H e relatado este hecho en la vida de A ureliano p o r­ que fue él quien h izo la consulta y quien recibió la respuesta. 45 A ureliano estableció que desde E gipto se enviara a la ciudad de R om a u n trib u to consistente en vi­ drio, papel, lino, cáñam o y otras clases de bienes con los que se cobraba u n a tasa perpétua. P royectó la construcción de unas term as para invierno en un barrio del o tro lado del T iber, p o rq u e allí había es­ casez de agua fría. C o m en zó a cim entar un foro que llevaba su n o m b re en O stia, al lado del m ar. D espués se co n stru y ó en él un p re to rio público. E nriqueció a sus am igos, aunque con prudencia y m oderación, para que, p o r u n a parte, eludieran las miserias de la p o b reza y., p o r otra, evitaran la en­ vidia que suscitan las riquezas haciendo u n uso m o ­ derado de su patrim onio. N o conservó p resonalm ente en su ro p ero ningún vestido de seda pu ra, n i p erm itió a otro s que los u ti­ lizaran. Y u n día que su m ujer le pidió perm iso p ara ponerse u n m anto singular de seda de color p ú rp u ­ ra, jla i'çfespondiô: «N o quieran los dioses que yo com pre seda con oro». E fectivam ente, en aquellos m om entos una libra de seda equivalía a una de oro. 46 T uvo la intención de p ro h ib ir que se enviara oro para decorar las habitaciones, recam ar las túnicas y las pieles y m ezclarlo con la plata, alegando que en las mismas había m ás oro que plata, p ero que el oro desaparecía debido a los distintos usos a que se des­ tinaban sus lám inas, hilos y distintas fundiciones, m ientras que la plata se conservaba intacta p ara los usos habituales. H ab ía dado perm iso para que los que quisieran utilizaran vasos y copas ae oro. A demás, otorgó a los particulares la posibilidad de dis­ p o ner de coches plateados, m ientras que hasta en-

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tonces los carruajes habían sido adornados con bronce o marfil. P erm itió igualm ente que las m a- 4 trônas vistieran túnicas y o tro s trajes ae p úrpura, siendo así que con anterioridad los habían usado de distintos colores y, con m ucho, de color de acan­ to. T am bién fue el p rim ero en p erm itir que los sol- 5 dados rasos utilizaran ^hebillas de oro , siendo así que anteriormente^ |á s /n a b ía n usado de plata, y el 6 prim ero que repartió entre los soldados vestidos con fajas bordadas de oro, siendo así que anterior­ m ente éstos no los habían recibido sino dotados con unas rayas rectas de colo r p ú rp u ra, en algu­ nos casos p o r cierto, con u n a sola franja, en o tro s con dos, en otros con tres, y, a veces, hasta con cin­ co, com o los vestidos de lino que se usan actual­ m ente. 47 A ñadió a los panes que se usaban en R om a una onza de peso que sacaba de los trib u to s de Egipto, com o él m ism o se jacta en u n a carta que envió al prefecto del abastecim iento de víveres de la C iu ­ dad: «A ureliano A ugusto a Flavio A rabiano, p re- 2 fecto del aprovisionam iento. E ntre los restantes m edios con los que hem os ayudado al Estado r o ­ m ano, con el beneplácito de los dioses, ninguno es para noso tro s más noble que el haber enriquecido con el aum ento de una onza de peso tod o s los a p ro ­ visionam ientos que se reparten p o r la C iudad. Y, 3 para que esta innovación se aplique perm an en te­ m ente, he apostado nuevos arm adores que hagan la travesía del N ilo en E gipto y o tro s que hagan la del T iber en R om a, he levantado las riberas de este río, he dragado su lecho, que estaba encenagado, he d e­ cidido que se hagan votos a los dioses y a la P eren ­ nidad y he consagrado una estatua a la prolífica C éres. A hora, queridísim o A rabiano, es deber tu y o 4 procurar que no resulten inútiles mis disposiciones. En efecto, n o hay nada que cause más alegría que el pueblo rom ano cuando está saturado. 48 H ab ía decidido tam bién d istrib u ir vino gratuita-

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m ente al pueb lo ro m an o p ara que, de la m ism a m a­ nera que se sum inistraba gratuitam ente aceite, pan y carne de cerdo, así se hiciera tam bién con el vino, pues había pensado que con esta m edida p erp etu a­ ría dicha distribución. Se extienden en E tru ria a los 2 largo de la vía A urelia 46 hasta los A lpes M arítim os cam pos inm ensos que son fértiles y que están cu­ biertos de selvas. A ureliano se había p ro p u esto p a­ gar su precio a los propietarios que quisieran ven­ der aquellos terrenos abandonados y establecer en ellos esclavos cautivos, p lan tar de vides las m o n ta­ ñas y d istrib u ir el vino que se recolectara, de tal fo r­ m a que el fisco no recibiera ninguna ren ta p o r ellas sino que las cediera en su totalidad al pueblo ro ­ m ano. Se había hecho el cálculo de las dogas, cu­ bas, naves y jornales que se necesitaban. Pero m u- 3 chos dicen que alguien aconsejó a A ureliano que n o acom etiera esta em presa, o tro s dicen que fue su prefecto del P reto rio el que se lo im pidió, según ellos, con estas palabras: «Si tam bién dam os vino al pueblo rom ano, sólo falta que le dem os pollos y p a ­ tos». Sirve com o argum ento p a ra p ro b a r que A u - 4 reliano realm ente tuvo esta idea, o m ejo r aún, que estuvo dispuesto a llevarla a cabo y que la ejecutó en parte, el hecho de que se almacenase vino del fis­ co en los pórticos del tem plo del Sol, n o con el fin de que se sacara gratuitam ente para distribuirlo al pueblo, sino m ediante el pago de u n a cantidad. N o 5 obstante, conviene saber que A ureliano distribuyó tres veces congiarios, que regaló tam bién túnicas blancas provistas de m angas, procedentes de d istin ­ tas provincias del im perio, otras de lino p u ro de Á frica y de E gipto, y que él fue el prim ero que re ­ galó pañuelos al pueblo rom an o para que los u tili­ zara en las aclamaciones.

46 E sta vía co rría a lo largo de la costa E tru sca h asta Pisa, co n tin u a­ da desde allí h asta G en o v a p o r la vía de E m ilio E scauro.

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C uando estaba en R o m a n o le gustaba habitar en Palacio, sino que prefería vivir en los jardines de Salustio o en los de Domicia. A dornó el pórtico de mil pasos de longitud que había en los jardines de Sa­ lustio en el que se ejercitaba a sí m ism o y a sus ca­ ballos hasta el agotam iento, aunque n o disfrutaba de buena salud. O rd en ab a castigar en su presencia a los esclavos y servidores de su casa que habían co ­ m etido alguna falta, según un o s, para m antener la disciplina y, según otro s, p o r su inclinación a la crueldad. C astigó con la pena de m uerte a una criada suya que había com etido adulterio con un co m ­ pañero de esclavitud. E ntregó a los tribunales p ú blicos, para que les ju zg aran de acuerdo con la ley, a m uchos esclavos ae su p ro p ia casa que habían co ­ m etido alguna falta. H ab ía expresado el deseo de devolver a las damas rom anas su senado o senacu­ lum 47, con la condición de que ocuparan sus p ri­ m eros puestos aquellas m ujeres que p o r decisión del senado hubieran obten id o algún cargo sacerdo­ tal. P rohibió a todos los h om bres el uso de zapatos de color salm onete, am arillo, blancos y del color de la hiedra, pero perm itió su uso a las mujeres. P er­ m itió a los senadores d isponer de m ensajeros con el m ism o atuendo que tenían los suyos. P rohibió tener concubinas de condición libre. L im itó el n ú ­ m ero de eunucos, de acuerdo co n las declaraciones de bienes de los senadores, p o rq u e habían alcanzado recios m uy elevados. Sus vasos de plata nunca sorepasaron las treinta libras de peso. C om ió prefe­ rentem ente carne asada. T uvo especial predilección p o r el vino tinto. 50 C uando se encontraba enferm o, nunca llamaba al m édico, sino que se curaba él m ism o a base de d ie­ ta principalm ente. Estableció la celebración de u nas Sigilarías anuales en h o n o r de su esposa y de su

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47 C f. H eliogábalo, 4, 3, n. 14.

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hija, com o si fuera un particular. C uando llegó a 3 em perador, p ro p o rcio n ó a sus esclavos los mism os vestidos que cuando era u n sim ple ciudadano, sal­ vo a dos ancianos a los que m o stró gran deferencia, com o si fueran libertos, a saber, a A ntistio y G ilón, que fueron m anum itidos después de su m uer­ te p o r u n decreto del senado. Asistía a los juegos 4 sólo en alguna ocasión, p ero encontraba un extra­ ño placer en los m im os, y d isfrutó extraordinaria­ m ente con la actuación de un com ilón 48, que en­ gullía grandes cantidades de alim ento, hasta el p u n ­ to de que se com ió en u n sólo día ante su m esa un jabalí entero, cien panes, u n carnero y un lechón, y se bebió, después de que le acoplaran un em bu­ do, más vino de lo que cabe en un tonel. G ozó de una época venturosísim a, eclipsada sólo p o r algunos m otines internos. El pueblo rom ano le amó, pero el senado le tem ió.

48 E n latín fa g o , de! griego φ α γ ώ ν,

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(Flavio V opisco Siracusano)

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Según refieren en sus obras los pontífices, en cu ­ yas m anos estuvo la facultad de escribir la historia, aquel procedim iento que se em pleó después de la m uerte de R óm ulo, cuando el im perio de la ciudad de R om a era aún reciente, a saber, que se iniciara un interregno 1 m ientras se buscaba u n buen p rín ­ cipe que sucediera a o tro tam bién bueno, ese m is­ m o procedim iento se em pleó al m o rir A ureliano, suscitándose entre el senado y el ejército rom ano una rivalidad que no radicaba en la envidia ni en la am argura sino en la generosidad y en el respeto y que d uró seis meses com pletos. Sin em bargo, el caso que tratam os difiere de m uchas m aneras del problem a planteado en época de R óm ulo. E fecti­ vam ente, en p rim er lugar, cuando com enzó el in ­ terregno al m o rir éste, se n o m b raro n regentes y to d o aquel año se repartió en períodos de cinco, de cuatro o tres días para que se tu rn aran en el gobier­ no cien senadores, de tal m anera que los que tenían más prestigio desem peñaran la función de regentes al m enos u n a vez. C o n lo cual se consiguió que el

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1 El in terreg n o era el p e rio d o de tiem p o co m p ren d id o entre la m u er­ te de u n rey y la elección del sucesor. E l p rim e ro fue el que m ed ió en­ tre la m u erte de R ó m u lo y el n o m b ra m ie n to de N u m a P o m p ilio (Li­ v io , 1,17). Se llam ó interrex a la p erso n a q u e o sten tó el p o d er du ran te el in terreg n o , así co m o al m agistrado qu e después d u ran te la república ejerció u n a m ag istratu ra vacante. E n este caso el interrex fue el p ro p io senado.

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interregno se m antuviera p o r un plazo superior a un año, para que nadie que poseyera la m ism a dig­ nidad quedara m arginado del gobierno de Rom a. A esto hay que añadir que h u b o regentes tam bién bajo los cónsules y los trib u n o s m ilitares investidos con el p o d er consular 2, si alguna vez se p ro d u jo u n interregno, y que, de este m odo, jamás la rep ú ­ blica rom ana se vio desprovista de este título, de m anera que no se n o m b rara algún regente, aunque sólo fuera p ara dos días o p ara tres. M e doy cuenta de que se m e pued e objetar que en época de nues­ tros antepasados no h u b o d urante u n cuatrienio m agistrados c u ru le s 3, p ero sí trib u n o s de la plebe dotados del p o d er tribunicio, que constituye la p ar­ te más im portante del p o d er real. N o obstante, na­ die ha dicho que en aquella época no hubiera regé^, tes, más aún, se ha proclam ado p o r los historiado­ res más fidedignos en sus relatos que los cónsules fueron creados más tarde p o r los regentes, p a ra que celebraran los com icios d o n d e se elegía a ios otros m agistrados. AsÇpues, el senado y el pueblo rom ano tolera­ ro n que la república no tuviera em perador durante seis meses, m ientras buscaban un buen candidato, lo cual constituyó u n hecho incóm odo y anorm al ¿C uál fue la concordia entre los soldados? ¿C uánta la calma entre el pueblo? ¿C uán firm e la autoridad del senado? N o surgió entonces ningún tirano. T o d o el orbe fue gobernado quedando som etido al parecer del senado, del ejército y del pueblo ro m a­ 2 E n los albores de la república, cu an d o se req u erían m ás de dos ofi­ ciales investidos de p o d e r su prem o, se eligieron de dos a seis de estos trib u n o s consulares en lu g ar de los cónsules. 3 M ag istrad o s que ten ían derecho a la sella curulis, u n tab u rete de pies curvos y b razo s, fo rm an d o u n a x, que se p o d ía ab rir y cerrar có­ m o d am en te co m o n u estras sillas plegables. T raspasadas de É t r u r i ^ o n de la u sab an los reye^.j. R om a, se consideró un privilegió su u s o 'ïx c lu sivo p o r los m agistrados con im perium , rey, in te rre y cónsul, etc., que p o r ello recib iero n el apelativo de curules.

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no. Estos colectivos n o tem ían a ningún príncipe para actuar con rectitu d , ni tam poco al poder tr i­ bunicio, sino que — y esto es lo m ejor en la vida— se tem ían entre sí. N o obstante, es preciso decir la causa que m o ti- 3 vó tan faustas dem oras, y se h ab rá de observar p o r la posteridad del género h um ano ese m ism o adm i­ rable ejem plo de m oderación, p ara que, los que d e­ sean reinar, lleguen a la convicción de que los im ­ perios no se roban, sino que se adquieren p o r los m éritos: después de que A ureliano fue asesinado 4 arteram ente, com o ya hem os dicho en el libro an­ terior 4, p o r la sagaz intervención de u n esclavo m u y m alvado y p o r e rro r de los soldados (com o entre ellos tiene gran incidencia cualquier com en­ tario, pues unas veces escuchan airados, la m ayor parte de las veces borrachos y casi siem pre d espro­ vistos realm ente de opiniones propias), cuando to ­ dos recuperaron el b uen sentido y el ejército casti­ gó con rigor a los culpables, se com enzó a p reg u n ­ tar quién de entre los candidatos debería ser elegi­ do em perador. E ntonces el ejército, que solía hacer 5 esta elección apresuradam ente, im pulsado p o r el odio a sus jefes, envió al senado la carta de la σμβΛ hablam os ya en el libro an terio r 5, pidiendo que é lf- } gieran un príncipe entre los senadores. Pero esta7 6 asamblea, com o sabía que los príncipes que ella h a ­ bía elegido n o eran del agrado de los soldados, d e­ clinó el n o m bram iento en el ejército y así, tras h a ­ cer este ofrecim iento m uchas veces, transcurrieron seis meses 6. 3 P ero es interesante saber cóm o fue n om brado Tácito em perador. E l día siete de las calendas de enero, cuando el 2 estam ento más prestigioso celebraba asamblea en la 4 Cf. A urelia n o , 36. 5 Ib id ., 41,1-2. 6 Cf. 1,1 y A urelia n o , 40,4.

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curia Pom piliana 7, el consul C ornificio G ordiano dijo: «O s p roponem os, padres conscriptos, la cues- 3 tión que ya os hem os p ro p u esto m uchas veces: es preciso elegir u n em perador, p o r que el ejército no puede mantenerse seguro durante m ucho tiempo sin u n príncipe y, al m ism o tiem po, p o rq u e la necesi­ dad obliga a ello. E n efecto, dicen que los germ a- 4 nos han ro to las fronteras de la o tra orilla del Rin y que han ocupado ciudades fuertes, fam osas, ricas y poderosas. Y, aunque n o h ay ninguna noticia de 5 m ovim iento alguno entre los persas, tened en cuen­ ta que los espíritus de los sirios son tan inconstan­ tes que prefieren que los gobiernen incluso m uje­ res antes de so p o rtar n u estra santa autoridad. ¿Q ué 6 decir de Á frica? ¿Q ué del Uírico? ¿Q ué de E gipto y de los ejércitos de todas estas partes del m undo? ¿H asta cuándo creem os que p u ed en perm anecer sin príncipe? P o r tan to , ¡anim o!, padres conscriptos, 7 elegid ya u n em perador, pues el ejército aceptará*el que vosotros enjais')), si lo rechaza, él n om brará otro». V _^ 4 D espués de esto, cuando T ácito, que era consu­ lar con derecho a hablar el prim ero, p retendía ex­ p o ner su opinión — no sabem os cuál— , todos los senadores p ro rru m p iero n en aclamaciones: «Tácito 2 A ugusto, que los dioses te p rotejan. A ti te elegi­ m os, a ti te nom bram os em perador, a ti te confia­ m os el gobierno de la república y del orbe. A cepta 3 p o r m andato del senado el im perio al que te has he­ cho acreedor, pues lo m erece tu rango, tu conduc­ ta y tu inteligencia. C o n razó n el príncipe del se­ nado recibe el títu lo de A ug u sto , con razón el que expone el prim ero su opin ió n sea proclam ado em ­ perador. ¿H ay alguien acaso capaz de gobernar m e- 4 jo r que u n ho m b re p onderado? ¿H ay alguien aca­ so capaz de gobernar m ejor que u n hom bre ilus-

7 C f. A urelia n o , 41,3 y η. 43.

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trado? que tu gobierno sea feliz, prósp ero y salu­ dable, pues has vivido m uchos años com o un sim ­ ple ciudadano, tú sabes cóm o debes gobernar, pues has soportado a otros príncipes; tú sabes cóm o d e­ bes gobernar pues ya h as dado una opinión sobre otros príncipes. Pero él replicó: .«Me asom bra, p a- 5 dres conscritos, que p r e t e ndáís^él e g i r com o p rín ci­ pe a un anciano para suceder a A ureliano, em pera­ dor de gran decisión. Buscad unos m iem bros que 6 sean capaces de lanzar la jabalina, de blandir la lan ­ za, de agitar el escudo y de m o n ta r frecuentem en­ te a caballo para dar ejem plo a los soldados. N o ­ sotros apenas ejercemos ya las funciones de sena­ dor, apenas exponem os ya las opiniones que nos obliga defender n u estro raneóTNMirad con m ucha 7 atención a qué anciano s^cais^de su dorm ito rio y de la som bra de su casa para exponerle a ,k s escar­ chas o a los ardores del sol. P ero ¿pensáis' que los soldados van a aceptar a u n anciano com o em pera­ dor? Fijaos, no vayáis a dar a la república como prín- 8 cipe a aquél, a quien v osotros n o d eseais/y que co ­ mience-a perjudicarm e a m í únicamente^ ésto: el que me hajyáiy elegido unánim em ente. 5 D espués de esto, el senado p ro rru m p ió en acla­ m aciones: «T am bién T rajano accedió al tro n o de anciano». R e p itie ro n diez veces. «Tam bién A driano accedió al tro n o de anciano». R epitieron diez veces! «Tam bién A n to n in o accedió al tropo, de anciano» R epitieron diez veces. «Y tú has (eicjo: y la barba cana del rey de Roma» 8. Repitieron diez ve­ ces. «¿Q uién será capaz de gobernar m ejo r que u n anciano?» R epitieron diez veces. «Te hacem os em ­ p erador, no soldado». R epitieron veinte veces. 2 «M anda a los soldados a luchar». R epitieron trein ­ ta veces. «Eres inteligente y tienes un herm ano que es bueno». R epitieron diez veces. «Severo dijo que

“ V irgilio, A e n ., V, 809-810.

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quien gobernaba era la cabeza, n o los pies». R epi­ tieron treinta veces. «Elegim os tu alma, no tu cuer­ po». R epitieron veinte veces. «Tácito A ugusto, que los dioses te protejan», y después dijeron: «De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo». D espués de estas aclamaciones, cuando se pidió la opinión al se­ nad o r consular que se sentaba después de Tácito, Meció F altonio N icóm aco, éste p ro n u n ció el si­ guiente discurso: 6 «Siem pre, p ad res co nscriptos, esta m agnífica asamblea ha velado con acierto y prudencia p o r la república y de ningún o tro pueblo del orbe de la tierra se ha esperado jamás u n a sabiduría más fir­ me; no obstante, nunca en este santuario se ha ex­ presado una opin ió n más pon d erad a ni más p ru ­ dente. H em os elegido com o em perador a u n anciano y a u n ho m b re que es capaz de velar p o r todos com o u n padre. N o hay que tem er que él tom e al­ guna m edida intem pestiva, apresurada o rigurosa. H a y que presagiar, p o r el co ntrario, que todas sus órdenes serán dignas, enérgicas, y com o si fuera la propia república quien las diera. E n efecto, él sabe cuál fue el príncipe p o r el que siem pre suspiró y no puede p o r tan to ofrecernos o tro distinto xdel que él deseó y quiso tener. A h o ra bien, si deseáis) recordar aquellos m o n stru o s de épocas pasad as,m e refiero a los N ero n es, a los H eliogábalos, a los C ó mocios, o m ejor dicho, siem pre Incóm odos, os daçeis^cuenta de que sus vicios fueron realm ente una consecuencia de su época, m ás que p ro d u cto de su condición hum ana. Los dioses n o perm itan que se elijan com o príncipes a niños y com o padres de la patria a im púberes, a los que sus m aestros de gra­ m ática tengan que sujetar la m ano para firm ar y a los que pro v o q u en a conferir consulados los dul­ ces, los pastelillos o cualquier o tro capricho pueril. ¡Q ué locura! no hay razó n para contar con u n em ­ perado r que no sepa cuidar de su reputación, que no sepa en qué consiste la política, que tem a a su

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p rotecto r, que haga caso a su nodriza, que esté siem pre sobrecogido p o r el tem o r a los golpes de las férulas de sus m aestros y que nom bre consula­ res, generales y jueces a aquéllos cuyas vidas, m é­ ritos, edades, familias y obras desconoce. Pero ¿para qué pro lo n g o p o r más tiem po m i discurso, padres conscriptos? alegrém onos de tener a un em perad o r anciano y no recordem os aquellos tiem pos que fueron más que deplorables para los que los su ­ frían. P o r tanto, doy gracias a los dioses y a ellos quedo agradecido, en m i n o m b re y en el de toda la república, y a(tf,/Tácito A ugusto, acudo en actitud suplicante, pidiéndote vivam ente y reclam ándote con toda franqueza, p o r nuestras leyes y p o r nues­ tra patria com ún, que n o declares herederos del im ­ perio rom ano a tus hijos, aún jóvenes, si el destino te sorprendiera más p ro n to de lo previsto, para que no legues en testam ento la república, los senadores y el pueblo rom ano, com o si se tratara de una p e ­ queña finca tuya, de tus colonos o de tus esclavos. Sé p o r tanto circunspecto, im ita a los N ervas, a los Trajanos y a los A drianos. A m ar a la república más que a sus hijos es la inm ensa gloria de u n príncipe que está en el trance de la m uerte». Este discurso conm ovió vivam ente al m ism o Tácito y em ocionó a todo el estam ento senatorial, que al p u n to excla­ m ó: «Todos de acuerdo, todos de acuerdo». 7 D esde allí se dirigieron al C am po de M arte 9. A llí subió al tribunal de los com icios, desde donde e P prefecto de la C iudad Elio C eseciano habló de la siguiente m anera: «V osotros, soldados respetabilísimos, y vosotros, ciudadanos venerabilísim os, te-

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v Se llam aba así la antigua llan u ra que extendía sus límites desde el fo ro ro m an o y la isla del T ib e r co n el reco d o que éste form aba hasta el M a u su leu m A u g u sti y la Vía L ata, la actual carrera de U m b erto . E ra u n lugar de esparcim iento p ara los ro m an o s, d o n d e tam bién se reu ­ nía la juv en tu d ro m an a para adiestrarse en los ejercicios deportivos. L uego se fue c u b rien d o de edificios, los Saepta, el P ó rtico de O ctavia, el A ra París, etc.

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fiéis /un em perador que ha elegido el senado con el cOrísentimiento de todos los ejércitos: me refiero a Tácito, augustísim o señor, que hasta hoy ha servi­ do a la república con sus consejos y que ahora oja­ lá la sirva con sus m andatos y decretos». El pueblo pro rru m p ió en aclam aciones: «Felicísimo Tácito A ugusto, que los dioses te protejan» y el resto que se suele decir en estos casos. N o debo o m itir aquí que la m ayor parte de los autores escribieron que Tácito fue nombrado empera­ dor cuando estaba ausente e instalado en Campania: es verdad y no p u ed o negarlo. P o rq u e cuando surgió el ru m o r de que iban a proclam arle em perador, se marchó de Roma, y permaneció durante dos meses en Bayas. Pero, después de que le hicieron venir de allí, asistió a esta deliberación del senado, com o si realm ente fuera u n ciudadano p articular y u n a per8 sona que rechazaba sinceram ente el tro n o . Y para que nadie piense que y o he escrito a la ligera la opi­ n ió n de algún escritor griego o latino, le recuerdo que tiene a su disposición en la biblioteca U lpia, en el sexto arm ario, u n libro de m arfil en el que está escrito este decreto del senado, que firm ó el m is­ m o Tácito con su p u ñ o y letra, pues durante m ucho tiem po estos decretos concernientes a los em ­ peradores se redactaban en libros de marfil. D espués se encam inó al ejército. A llí tam bién, en el m om ento que ocupó la tribuna, el prefecto del P retorio M esio G alicano habló en estos térm inos: «Venerabilísim os cam aradas, el senado os ha dado el príncipe que le pedisteis; esta nobilísim a asam ­ blea secundó las recom endaciones y el deseo del ejército. N o p u ed o deciros más cosas puesto que el em perador se halla ya presente entre vosotros. P o r tanto, escuchadle con cortesía a él m ism o, que es quien debe velar p o r n osotros». C u an d o acabó de hablar, Tácito A ugusto dijo: «Tam bién T rajano asum ió el p o d er cuando era ya anciano, pero a él le eligió un ho m b re sólo; en cam bio, a mí, m u y res-

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petables camaradas, prim ero v osotros, que sábéts^ elegir a vuestros príncipes, y luego el senado en p le­ no me juzgasteis dignos de este n o m b re: me p reo ­ cuparé, me esforzaré y haré porque no os falte, si n o actos heroicos, al m enos consejos dignos de un em ­ perado r y de vosotros». 9 D espués de esto, p ro m etió u n a paga y un dona­ tivo, según costum bre, y p ro n u n ció ante el senado su prim er dicurso que fue así: «O jalá yo pueda, p a ­ dres concriptos, gobernar el im perio de tal m anera que quede constancia de que He sido elegido p o r vosotros, pues he decidido acom odar m is actos a vuestra opinión y autoridad. V uestro deber es, p o r tanto, orden ar y ratificar aquellas decisiones que os parezcan dignas de v osotros, dignas de u n ejército sin pretensiones, y dignas del p ueblo rom ano». E n este m ism o discurso decretó que se elevara una es­ tatua de oro en el C apitolio en h o n o r de A urelia­ no, una de plata en la C uria, o tra en el tem plo del S o l10 y o tra en el fo ro del divino Trajano. Pero no se em plazó la de oro, sino que se consagraron solam ente las de plata. E n este m ism o discurso advirtió que si alguien m ezclaba p ara uso público o privado plata con cobre, plata con oro , o plom o con cobre, sería castigado con la pena de m uerte y con la confiscación de sus bienes. En este m ism o discurso dispuso que los esclavos n o fueran in terro ­ gados en procesos co n tra las vidas de sus señores, ni siquiera en las causas de lesa majestad. Im puso a todos la obligación de, tener u n retrato de A u re­ liano. O rd en ó que se erigiera u n tem plo a los em ­ peradores divinizados en el cual se debían em pla­ zar estatuas de los príncipes buenos, de tal m anera que se les ofrecieran libaciones en los días de su ani­ versario, en las Palilias u , en las calendas de enero

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10 C f. A u relia n o , 35,3 11 Fiestas que se celebraban el 21 de abril en h o n o r de Pales, d ivini­ dad fem enina de natu raleza rústica y cuyo com etido era p ro p o rcio n ar

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y en el día de los V otos 12. E n el m ism o discurso 6 pidió el consulado para su h erm ano Floriano, pero no lo consiguió, p o rq u e el senado había cerrado to ­ dos los plazos p ara p resen tar la candidatura a cón­ sul suplente 13. Sin em bargo, se dice que se alegró m ucho de que esta asam blea procediera con liber­ tad al denegarle el consulado que había pedido para su herm ano. C uentan, en fin, que exclam ó: «el se­ nado sabe a qué em perador ha elegido». 10 A djudicó al tesoro público sus bienes familiares, que él había p uesto a{ recjito p o r una cantidad de dos m il ochocientos m illones de sestercios. G astó el dinero que había ah o rrad o en su casa p ara pagar a las tropas. U tilizó las(mijtna$ togas y túnicas que llevaba cuando era ciudadano norm al. P rohibió que 2 se m antuvieran casas de p ro stitu ció n d en tro de la ciudad de R om a, lo que realm ente n o p u d o o bser­ varse p o r m ucho tiem po. O rd e n ó que todas las ter­ mas se cerraran antes de que se encendieran las lám ­ paras, con el fin de que n o se originara ninguna se­ dición n octurna. O rd e n ó que se depositara en to - 3 das las bibliotecas públicas u n C ornelio T ácito, es­ critor de la H isto ria A ugusta 14, p o rq u e decía que era pariente suyo. Y, p ara que n o se destruyera p o r la incuria de los lectores, m andó que cada año se transcribiesen diez copias del libro de los escrito­ rios públicos y que se depositaran en las bibliotealim en to y d efen d er a los p asto res, reb añ o s y p asto s, cf. G . D um ézil, «Les deux Palés» R E L , 40, 1962, 109-117. EÍla dio lugar a la d en o m i­ n ació n del P a latinum . 12 Se refiere a la p ro clam ació n solem ne de los v otos el 3 de enero, la nuncupatio V otorum , q u e h acían oficialm ente los sacerdotes p o r la sa­ lu d del em p erad o r, cf. A d riano, 23,16, n. 105 y Elio, 48. 13 C f. A leja n d ro , Severo, n. 33. C o m o allí dijim os, las N u n d in a e eran las ferias o m ercados que ten ían lu g ar cada nueve días, indicando luego N u n d in iu m u n p e río d o d e d u ració n fija, y en co n creto , la d u ració n del co nsulado y N u n d in ia las fechas de to m a de p osesión de esta m a­ g istratura. J 14 Famosísimo pasaje del que Casaubón, filológpo)del siglo xvi-xvn, de­ d u jo el títu lo d e H isto ria A u g u sta , cf. Introducción, p. 8.

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cas. Prohibió a todos los h om bres vestir trajes de seda pura. M andó d erru ir su casa y o rdenó cons­ tru ir a sus expensas unas term as públicas en el lu ­ gar que había estado em plazada. Regaló a los h ahitantes de O stia, tam bién de su p ro p io peculio, cien colum nas de m árm ol de N u m id ia, de veinti­ trés pies de altura. E ntreg ó las posesiones que tenía en M auritania asignándolas al C apitolio para m a n te n e p ¿ ép. perfecto estado. L a vajilla de plata que utilizaba en su m esa antes de llegar a em pera­ dor, la destinó para el servicio de los convites que se celebraban en los tem plos. M anum itió a todos los esclavos de am bos sexos que tenía en la C iu ­ dad, p ero sin sobrepasar el núm ero de cien, p ara que no se pensara que transgredía la ley C aninia 15. 11 Fue m u y m origerado en sus costum bres, de tal m anera que nunca llegó a b eber u n sextario 16 de vino al día y m uchas veces m enos de una hém ina 17. P o r otra parte, su com ida consistía en u n gallo, pero añadía tam bién sesos y huevos. Le servían toda cla­ se de verduras y en gran cantidad, pero prefería y com ía con pasión las lechugas, pues decía que así com praba el sueño con la prodigalidad dé aquel gasto. Le gustaban m ucho los alim entos un tan to amargos. R ara vez utilizó los baños y se m antuvo m uy sano en su vejez. Le causaban gran placer los distintos tipos de vidrios y los trabajos realizados en ellos. Solamente com ía pan seco y aderezado con sal u otros condim entos. Era m u y versado en las artes, apasionado al m árm ol, de elegancia senatorial y aficionado a la caza. Finalm ente nunca honró su mesa con p roductos que no fueran del campo. Tam poco ofreció faisán salvo en los aniversarios de su nacimiento y en los de los suyos y en los días festi-

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15 L a lex Fufia C aninia de 2 a. de C . q u e fijaba el n úm ero de escla­ vos que se debían m anum itir. 16 M edida de líqu id o s equivalente aproxim adam ente a un litro. 17 E quivalente a m edio litro.

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vos. R estituyó siem pre a su casa las víctimas que había ofrendado y ord en ó que los suyos se alim en­ taran con ellas. N p p erm itió que su esposa utilizara 6 piedras preciosas y '1,4 prohibió usar vestidos con fran­ jas de oro. P o r otrá-parte, se dice que fue tam bién él quien instigó a A ureliano p ara que hiciera retirar el oro de los vestidos de los artesonados y de las pieles. Se le atribuyen a él otras m uchas disposicio- 7 nes, pero resulta largo reseñarlas p o r escrito. Si al­ guien desea conocer to d o lo que hizo este príncie, que lea a Suetonio O p tacian o que ha escrito su iografía con m ucho detalle. Siendo ya anciano leía 8 de form a so rprendente letras m u y dim inutas y ja­ más dejó pasar una noche en la que no escribiera o leyera algo, salvo la del día siguiente de las calendas. 12 N o se debe ocultar, y hay que hacerlo público frecuentem ente, que fue tan grande la alegría del se­ nado p o r haber recuperado este im portantísim o es­ tam ento la función de elegir al em perador, que se decretaron suplicaciones, se prom etió una hecatom ­ be y, en fin, que todos los senadores escribieron a los suyos, más no sólo a ellos, sino tam bién a los extranjeros, y se enviaron además a las provincias cartas que decían: que to d o s los aliados y todas las naciones debían saber que la república había vuelto a su antiguo estado y que el senado elegía a los em ­ peradores, más aún, que el p ro p io senado se había erigido en caudillo, que las leyes había que pedirlas al senado, que al senado tenían que dirigir sus sú­ plicas los reyes bárbaros y que los problem as de la paz y de la guerra debían tratarse bajo la guía del senado. E n fin, para que n o falte nada a m i info r- 9 m ación, he incluido al final de este libro la m ayor parte de estas cartas que, según y o pienso, se van a leer con avidez y sin hastío. 13 La prim era preocupación de Tácito, nada más ser nom b rad o em perador, fue acabar con todos los ase­ sinos de A ureliano, fueran buenos o m alos, a pesar de que ya había quedado vengado. Y, cuando m u- 2

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cprabárbaros procedentes de la z o n a del lago M eotiVnabían irrum pido ya en el im perio, T ácito los re ­ chazó con decisión y valor, aunque estos m ism os 3 m eótidas se concentraban com o si, p o r invitación de A ureliano, hubieran acudido a prestar ayuda a los nuestros en la guerra contra los persas, si la n e­ cesidad así lo exigía. M arco T ulio dice que era m ás 4 h onroso para él decir cóm o hab ía ejercido el co n ­ sulado que cóm o lo había o b ten id o ; en cam bio, en el caso de este hom bre lo h o n ro so fue haber asu­ m ido el im perio con tan ta gloria sin haber realiza­ do nada im portante, sin em bargo, p o r la brevedad de su reinado. Perdió la vida p o r una conspiración 5 m ilitar a los seis meses, según uno s, o com o con­ secuencia de una enferm edad, según otros. C o n todo, se sabe con certeza que le faltó valor y espí­ ritu cuando se vio sorprendido p o r distintas suble­ vaciones. Este m ism o ho m b re o rdenó que se lla­ m ara Tácito al mes de septiem bre, p o rq u e él había nacido y había sido proclam ado em perador en d i­ cho mes. Le sucedió en el im perio su herm ano F loriano, sobre el cual se dirán pocas cosas. 14(1) F loriano fue herm ano carnal de T ácito, quien después de la m uerte de éste se apoderó del poder, n o p o r decisión del senado sino p o r su p ro p io de­ seo, com o si se tratara de algo hereditario, puesto que sabía que a Tácito se le había pedido con in ­ sistencia en el senado que, cuando entrara en ago­ nía, no proclam ara em peradores a sus hijos sino al m ejor candidato. E n fin, m antuvo el tro n o apenas 2 durante dos meses, siendo asesinado en Tarsis p o r los soldados que habían oido que P ro b o y a ocupa­ ba el tro n o , pues le había elegido todo el ejército. 3 P robo poseía una form ación tan grande en el arte m ilitar, que p o r ello el senado o p tó p o r él, los soldadosüé) eligieron y el m ism o p ueblo rom ano le p i­ dió a gritos. F loriano im itó las costum bres de su 4 herm ano, p ero n o en to d o . E n efecto, T ácito, que era frugal, le reprochaba su prodigalidad, y esta

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mism a ansia p o r ocu p ar el tro n o indica que su m odo de. vivir difería del de su herm ano. A ^ jju e s , en u n a sola fam ilia h u b o dos em peradores;"de los cuales uno gobernó d urante seis m e­ ses, el o tro casi d u ran te dos, com o auténticos re ­ gentes, p o r así decirlo, entre A ureliano y P robo. 15(2) H u b o en Interam no 18 dos estatuas de ellos de treinta pies de altura talladas en m árm ol, puesto que allí estuvieron em plazados dos cenotafios en u n so­ lar de su p ro p ied ad ; p ero fueron derribadas p o r u n rayo haciéndolas tantos pedazos, que yacen en tro ­ zos disem inadas p o r el suelo. P o r aquel tiem po los arúspices p redijeron que de la fam ilia de ellos, p o r vía m asculina o p o r vía fem enina, saldría algún día un em perador rom ano que n o m b raría jueces p ara los partos y los persas, que som etería a los francos y a los alam anos a la legislación rom ana, que no de­ jaría a u n sólo bárbaro en to d a la región africana, que im pondría u n g o b ern ad o r a los taprobanos, que enviaría u n p ro có n su l a la isla Juverna 19, que actuaría com o arb itro de todos los sárm atas, que haría suya toda la tierra hasta d o n d e la circunda el O céano, tras apoderarse de todos los pueblos que la habitan, p ero que después devolvería el p o d e r al se­ nado y viviría de acuerdo con las leyes antiguas, para p ro lo n g ar su existencia d urante cien años y m orir sin herederos. Sin em bargo, dijeron que él llegaría a em perador después de m il años a p artir del día en que cayó un ray o e h izo pedazos sus es­ tatuas. La ingeniosidad de los arúspices que aseguraron el advenim iento de u n príncipe sem ejante depués de transcurridos m il años no fue m u y grande, porqu e si su predicción h ubiera sido p ara el plazo de cien años, sus falacias tal vez p o d rían d escubrir­

18 La actual T ern a, a 60 m illas al N o r te de R om a. 19 La actual Irlanda.

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se con facilidad... 19¿,s mas no era fácil hacerlo o fre­ ciendo u n plazo de tantos años, pues difícilm ente p o d ría conservarse d u ran te tan to tiem po esta h is­ toria. Sin em bargo, he creído que debía insertar en 5 este volum en estos detalles, p ara que nadie crea cuando me lea que y o no m e he inform ado su ­ ficientem ente. 16(3) Tácito apenas dio u n congiario al pueblo en el p e ­ ríodo de seis meses. Su retrato está expuesto en la 2 casa de los Q uintilios en u n cuadro quintuple, en el que en u n panel está pintado con toga, en otro con clámide, en el siguiente arm ado, en o tro con m an ­ to y en el últim o con atuendo de cazador. U n com - 3 p o sito r de epigram as se b u rló de este cuadro d i­ ciendo: « N o reconozco a aquel anciano arm ado, ni a aquél que lleva la clámide» y así sucesivamente, «sino a aquél que lleva la toga». F loriano y Tácito 4 tuvieron m uchos hijos, cuyos descendientes, según creo, están esperando el año m ilésim o. C o n tra ellos se han escrito m uchos epigram as en los que tam ­ bién se zahiere a los arúspices que les p ro m etiero n el trono. Estas son las cosas que y o recuerdo h ab er encon- 5 trado dignas de m ención sobre las vidas de Tácito y de Floriano. A h o ra debo escribir la de P robo, va- 6 rón prestigioso en su p atria y en el extranjero y que ha ae ser considerado superior a A ureliano, a T ra ­ jano, a A driano, a los A n to n in o s, a A lejandro y a C laudio, p o rq u e, si bien éstos p o sey ero n cualida­ des diversas, todas las más principales se hallaron reunidas en éste, que fue elegido em perador jd|pj)iés de Tácito p o r decisión de tod o s los nobles y g o ­ bernó el orbe de la tierra que se m antuvo en p r o ­ fundo sosiego, después de h ab er aniquilado a los pueblos bárbaros y haber elim inado a m uchos ti­ 19 t,s Pasaje difícil p o r la existencia de u n a laguna. L a suplo co m p le­ ta n d o el sen tid o de pollicentes co n la frase «mas no era fácil... tantos años».

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ranos que surgieron en su tiem po, y de quien se ha dicho ya que m ereció llam arse P ro b o , aunque no fuera éste su nom bre. A lgunos dicen que los libros Sibilinos habían vaticinado que, si él hubiera vivi­ do más tiem po, el Ogbe. de la tierra n o poseería ya bárbaros. Y o he c /e id p 'q u e debía anticipar breve- 7 m ente estos detalles sobre P ro b o en la vida de otros em peradores, p o r si se diera el caso de que el día, la hora o u n instante reclam aran algo para sí, p e r­ judicándom e con u n destino fatal, y m uriera p o r ello sin haber celebrado a P ro b o . A hora, puesto que 8 he satisfecho de m o m en to m i deseo, concluiré este volum en con la idea de que ya he cum plido m i em ­ peño y anhelo. 17(4) Tácito tuvo los siguientes presagios de su acceso al tro n o : u n poseso, con los m iem bros rígidos, gri­ tó siete veces consecutivas en el tem plo de Silvano: «La p ú rp u ra de T ácito, la p ú rp u ra de Tácito», con lo cual se consideró m ás tarde com o u n augurio. 2 E l vino con el que T ácito iba a hacer libaciones en el tem plo de H ércules, en F o n d i, se volvió de co­ lor de p ú rp u ra en u n instante. U n a vid que daba 3 uvas blancas de A m inia las dio de color de p ú rp u ra el año en que él asum ió el tro n o ...y m uchísim as co­ sas tom aro n el m ism o color. Los presagios de su 4 m uerte fueron éstos: el sepulcro de su padre se abrió, rom piéndose súbitam ente las puertas. La som bra de su m adre se les apareció a pleno día a Tácito y a F loriano, com o si estuviera viva, pues se decía que eran hijos de distinto' padre. T odos los dioses de su capilla privada cayeron al suelo, p o r azar o com o consecuencia de u n terrem oto. La es- 5 tatúa de A polo que am bos veneraban fue descu­ bierta en su lecho, lejos de lo más alto de su p e­ destal, sin que la hubiera colocado allí la m ano de ningún hom bre. Pero ¿hasta dónde prolongarem os nuestros relato? O tro s autores cuentas estos p ro d i­ gios. R eservém onos n o so tro s p ara celebrar a P ro ­ bo y cantar sus insignes proezas.

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18(5) Y puesto que he pro m etid o 20 que iba a ofrecer algunas cartas, para que ellas nos hagan ver los sen­ tim ientos de alegría que em bargaron al senado, cuando T ácito fue n o m b rad o em perador, las agre­ garé aquí y así p o n d ré fin a m i exposición. Cartas públicas: «El prestigiosísim o senado de R om a saluda a la asamblea de C artago. H a vuelto a noso tro s el d e ­ recho de conceder el im perio, de n o m b rar al em ­ perado r y de conceder públicam ente el título de A ugusto. ¡O jalá que ello sea útil, favorable, fecun­ do y saludable p ara la república y para el m undo rom ano! C onsultadnos, pues, en todos los tem as de im portancia. T o d a apelación será com petencia del prefecto de la C iu d ad 21 p ero ella deberá p r o ­ ceder de los procónsules y de los jueces ordinarios. C o n ello creem os que tam bién vuestra dignidad ha vuelto a adquirir la situación que tenía, puesto que este estam ento nuestro es el prim ero que, recupe­ rando su influencia, hace que se m antenga intacto el derecho de los demás». O tra carta: «El p restigiosísim o senado de R om a s a l u d a d a asamblea de Tréveris. C reem os que os alearais-de ver que sois libres y que siem pre lo fuisteis. H a vuelto al senado el derecho de n o m b ra r al em perador y si­ m ultáneam ente se ha decretado que todas las ape­ laciones se hagan al prefecto de la C iudad». Se enviaron cartas con un contenido sim ilar al de éstas a las asambleas de A ntioquía, de A quileya, de M ilán, de A lejandría, de Tesalónica, de C o rin tio y de A te ­ nas. 19(6) Las cartas de carácter privado fueron éstas: «A u­ tro n io T iberiano a su p ad re A u tro n io Ju sto , salud: padre inviolable, debiste ahora asistir a esta ilustrísima asamblea del senado, debiste ahora expresar tu opinión, dado que ha crecido tanto la autoridad de 20 C f. 12,2. 21 P o r ser él el rep resen tan te del senado, cf. Probo, 13,1.

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este estamento prestigiosísimo, que ya somos nosotros quienes designam os a los príncipes de la república, que así ha sido restituida a su antiguo estado, n o ­ sotros proclam am os em peradores y nosotros, en fin, nom bram os augustos. Procura, pues, restable- 2 certe para asistir a la antigua asamblea. N o so tro s re­ cuperam os la autoridad p roconsular, y al prefecto de la C iudad han vuelto las apelaciones de todos los m agistrados y de tod o s los rangos». O tra dice: 3 «C laudio Sapiliano saluda a su tío p aterno C ereyo M eciano. H em os conseguido, padre inviolable, lo que siem pre hem os deseado: el senado ha vuelto a su antigua dignidad. H acem os príncipes y nuestro estam ento ostenta las m agistraturas. D am os gracias 4 al ejército rom ano, y auténticam ente rom ano: él nos ha devuelto el p o d e r de que siem pre gozam os. 5 Deja el retiro de Bayas y de P uzol. Vuelve a la C iu ­ dad, reincorpórate al senado. R om a recupera su es­ plendor, la república entera rejuvenece; n o m b ra­ mos em peradores, elegimos príncipes. Podem os tam bién vetarlos, puesto que hem os com enzado ya a actuar. Lo dicho es suficiente para el que es sabio». Resulta pesado reunjr,-aquí todas las cartas que 6 yo he encontrado y le íd o /M e lim itaré a constatar que fue tan grande la alegría que em bargó a todos los em peradores, que inm olaban en sus casas vícti­ mas blancas, descubrían en m uchos sitios las im á­ genes de los dioses, asistían a las reuniones en tú ­ nica blanca, ofrecían banquetes con gran suntuosi­ dad y pensaban que les había sido devuelto el tiem po pasado.

PRO BO (Flavio V opisco Siracusano).

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Es verdad lo que los historiadores Salustio C ris­ po, M arco C ató n y G elio escribieron a m odo de aforism o, que todas las virtudes de los hom bres son tan grandes com o han querido presentarlas, valién­ dose de sus cualidades literarias, aquellos escritores que han narrad o sus hazañas *. E sta es la razón p o r 2 la que A lejandro M agno el M acedonio, cuando se presentó ante el sepulcro de A quiles, dijo entre p ro ­ fundos suspiros, deseando que se entendiera que se refería a H o m ero , que forjó u n A quiles tan grande o r sus anhelos de v irtu d , com o él m ism o destacaa p o r su talento: «Feliz de ti, joven, que encon­ traste u n can to r tan sublim e p ara tus virtudes.» Tal vez intentes saber, querido C elsino, a qué se 3 refieren estas palabras. E n estos m om entos apenas conocem os p o r falta de historiadores al em perador P ro b o , bajo cuyo gobierno el O rien te y el O cci­ dente, el M ediodía y el S eptentrión y todas las p a r­ tes del m u n d o volvieron a disfru tar de una total se­ guridad. Se p erd ió p ara siem pre ¡O h vergüenza! la 4 biografía de u n ho m b re tan grande y tan famoso que no han p ro p o rcio n ad o o tro igual las guerras púnicas, ni el te rro r inspirado p o r los galos ni las rebeliones del P o n to , n i la astucia H ispana. P ero 5 y o , que hace poco tiem po escogí com o objeto de m i narración la vida de A ureliano, expuesta y a en la m edida que m e ha sido posible, después cíe h a­ ber escrito las de Tácito y F loriano, no dejaré de

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rem ontarm e hasta los hechos de P ro b o , p ara luego hablar, si me queda aún vida, de todos los em pera­ dores restantes hasta M axim iano y D iocleciano. A hora bien, en ellas n o p ro m eto d errochar talento 6 y elocuencia, sino n arrar sim plem ente unos hechos que no tolero que se p ierd an en el olvido. 2 C o n el objeto de n o fru strar en ningún sentido la intim idad con que tu m e acoges, que es gratísi­ ma, he utilizado principalm ente los libros de la bi­ blioteca U lpia 2, que en m i época estaban en las ter­ mas de D iocleciano y los de la casa de T iberio 3, y he utilizado tam bién las m em orias de los escriba­ nos del p ó rtico de P o rfirio 4 y las actas del senado y del pueblo. Y, p uesto que me ha otorgado una 2 gran ayuda para recopilar las gestas de tan gran hom b re la efem érides de T ú ra u lo G alicano, ciu­ dadano de gran honorab ilid ad e integridad, h e con­ siderado u n deber no silenciar el favor de este am i­ go anciano. » ¿Q uién conocería a G n e ç Orpf>eyo, cubierto de 3 esplendor p o r la consecucióñ de los tres triunfos obtenidos en las guerras que libró con tra los p ira­ tas, contra Sertorio y co n tra M itridates y engran­ decido p o r la m agnificencia de otras m uchas ges­ tas? ¿quién, en fin, le conocería si M arco Tulio y T ito Livio no le hub ieran incluido en su escritos? 4 Pero es que no poseerían aún y ocultarían en su seno las tinieblas del olvido a Publio E scipión el

1 Se trata de u n resu m en del p en sam ien to de S alustio (C a t., 8,4) y de C a tó n , según A u lo G elio, I II , 7, 19. C f. V . P icón, «D iversificación d el género biográfico», A ctas d e l V I Cong. Esp. de E studios Clásicos, M ad rid , 1983, p. 100 ss. 2 A u relian o , 1, 7. 3 C f. A n to n in o 10, 4. 4 E n el fo ro de T rajan o , cf. A d ria n o , 7, 6. 5 Las efem érides eran cu ad ern o s o lib ro s de notas en que se refleja­ b an los hechos diarios, del griego έ φ η μ ε ρ ίς. R ecibían tam bién este n o m ­ b re los reg istro s q u e recogían las acciones de lo s em peradores, cí. G a­ lieno, 18 y P robo, 2, 3 y 5.

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A fricano, m ejor dicho, a tod o s los Escipiones, ta n ­ to los llam ados Lucios com o a los N asicas, si no hubiesen existido historiadores ilustres o sin ape­ nas reputación que hubiçjsen escrito sus panegíri­ cos? Resultaría largo ^ ’reu n ir todos los casos que deberían m encionarse com o ejem plos de este tipo, incluso si n osotros guardam os silencio. Yo sólo quiero dejar constancia de estos dos extrem os: que he escrito unos hechos que alguien p o d ría exponer con más decoro y en u n estilo más elevado, si así lo desea, y que, al n arrar las vidas y épocas de los em peradores, he tenido la intención de im itar n o a escritores com o Salustio, Livio, T ácito, T rogo 6 y todos los que poseyeron u n a extraordinaria elo­ cuencia, sino a M ario M áxim o, Suetonio T ran q u i­ lo, Fabio M arcelino 7, G argilio M a rc ia l8, Julio C a ­ pitolino, Elio L am pridio y los restantes que transm itieroijg^la posteridad estos hechos y otros sim i­ lares, HiâSÆO tanto con elegancia com o con veraci­ dad. En efecto, yo soy una p ersona curiosa, no puedo negarlo, y además m e estim ulas tú que, aun sa­ biendo m uchas cosas, deseas saber más. Y, para n o hablar más de mis intenciones, com enzaré ya la b io ­ grafía de este em perador noble, ilustre y de tales cualidades com o n uestra historia no recuerda o tra igual. 3 P ro b o , que era o riu n d o de Panonia, de la ciudad de Sirmio, más noble p o r parte de su padre que de su m adre, de patrim o n io m odesto y de familia de poca relevancia social, brilló extraordinariam ente p o r la nobleza de sus virtudes tan to durante su vida privada, com o cuando fue em perador. Según algunos escritores consignaron en sus obras, el padre de P ro b o se llam aba M áxim o, quien, tras haber ejercido con gran honorab ilid ad el cargo de centu6 Cf. A urelia n o , 2, 1. 7 C f. A lejandro, 48, 6. 8 Ib id ., 37, 9.

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rión, m urió en E gipto después de haber alcanzado el tribunado, habiendo dejado esposa y dos hijos, u n varón y una hem bra. M uchos autores dicen que P ro b o fue pariente del extraordinario y venerabilí­ simo em perador C laudio, p ero dejarem os en sus­ penso esta noticia, p o rq u e ha sido relatada p o r uno sólo de los escritores griegos. Sin em bargo, m e limito, a reseñar una sola cosa, que recuerdo haber (eidcpen unas efem érides: que P ro b o fue sepultado p o r su herm ana Claudia. Cuando era aún u n m uchacho, P ro b o se h izo tan fam oso p o r su vigor cor­ poral, que recibió el trib u n ad o p o r decisión de V a­ leriano sin haberle despuntado aún la barba. Se conserva una carta de V aleriano a G alieno en la que ala­ ba al joven P ro b o y le p ro p o n e a todos com o m o ­ delo. D e ello se desprende que nadie llegó jamás a alcanzar la cim a de la v irtu d a la edad m adura, sino quien, endurecido antes de niño en u n fecundísim o sem illero de virtudes, ofreció ya alguna acción in-

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C arta de Valeriano : «Valeriano A ugusto a su hijo Galieno A ugusto. Siguiendo la opinión que yo he tenido desde u n principio del joven P ro b o y la de todas las personas rectas, que le identifican con el hom bre que lleva su nom b re, le he otorgado el tri­ bunado, confiándole seis cohortes de sarracenos y tropas auxiliares galas ju n to con aquél escuadrón de persas que el sirio A rtabasis dejó. M i queridísi- 2 m o hijo, te ruego que tengas a este joven, al que yo quisiera que im itaran todos los niños, tanta con­ sideración cuanta exigen sus virtudes y sus m éritos, teniendo en cuenta lo que se le debe a él p o r la cla­ ridad de su inteligencia». O tra carta del m ism o Va- 3 leriano al prefecto del P reto rio , e ' se habla del salario: «Valeriano A ugusto Galicano, prefecto del P retorio. Tal vez te asom bres de que haya elevado al trib u n ad o a un joven aún im ­ berbe, contraviniendo el parecer del divino A d ria­ no, pero no te asom brarás tanto si piensas en P ro-

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bo; es un m uchacho realm ente p ro b o ; efectivam ente, cuando pienso en él, jamás se me viene al p e n ­ sam iento o tra cosa que el n o m b re de P ro b o , que si no lo tuvo com o n om b re, p u d o tenerlo com o so ­ brenom bre. P o r consiguiente, puesto que posee u n a escasa fortuna, para que la dignidad que ostenta se vea arropada con distintas ayudas, darás la orden de que le entreguen dos túnicas rojas, dos m antos bordados, una bandeja de plata bruñ id a de diez li­ bras de peso, cien A nto n in ian o s de oro, m il A u re­ lianos de plata y diez m il Filipeos de bronce; asim ism o recibirá, com o salario diario... (diez) libras de carne de buey, seis de carne-de cerdo y diez de carne de cabra, un pollo y un sejrario de aceite cada dos días y diez sestarios de vîïib diarios junto con! tocino, galletas, sal, legum bres y toda la leña que necesite. O rdenarás además que le p roporcionen albergues, com o a los trib u n o s de las legiones». 5 Éstas son, al m enos, las noticias que se exponen en las cartas. A hora expongo cuánto he podido re u ­ nir de su diario: habiendo realizado m últiples ac­ tos de valentía en el transcurso de la guerra contra los sárm atas, tras atravesar el D an u b io y a com o tri­ buno, fue galardonado públicam ente en una asam ­ blea con cuatro lanzas sin hierro, dos coronas va­ llares, una cívica, cuatro estandartes blancos sin adornos, dos brazaletes de oro , u n collar de oro y una copa de cinco libras de p eso para los sacrifi­ cios. P o r entonces tam bién lib ró de u n tropel de cuados a V aleriano Flaco, un m uchacho aristócrata que tenía parenteso con V aleriano. P o r lo cual éste le concedió una corona cívica. E stas fueron las p alabras de Valeriano pronunciadas ante la asamblea: «Probo, recibe estas recom pensas en n o m b re de la república, recibe esta corona cívica en nom bre de tu pariente». P o r cierto, p o r este tiem po le confío tam bién la tercera legión con u n escrito com o el que sigue. C arta sobre la concesión de la tercera legión: «Tus hazañas, queridísim o P robo, hacen que

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de la im presión de que y o te confio dem asiado tar­ de mis tropas más im p o rtan tes; y, sin em bargo, te las voy a entregar rápidam ente. Recibe bajo tu m ando la legión tercera Félix que hasta ahora no he con­ fiado a nadie que no fuera ya de avanzada edad; a m ? tam bién se m e confió esta legión cuando ya me vio'' cubierto de canas el que m e la confiaba para agradecer mis servicios. P ero yo, tratándose efe ti, no espero a la edad, p u esto que eres ya ilustre p o r tus virtudes y apreciado p o r tu carácter. H e o rd e­ nado que te den tres uniform es, te he asignado d o ­ ble salario y u n abanderado». 6 Resultaría largo si y o recorriera u n a p o r u n a las acciones que realizó un varón tan eximio cuando aún era u n ciudadano p articular, d urante los reina­ dos de V aleriano, de G alieno, de A ureliano y de C laudio, las veces que escaló u n a m uralla, arrancó una em palizada, m ató con su p ro p ia m ano a algún enem igo, m ereció las recom pensas de los em pera­ dores y cóm o, gracias a su valor, devolvió a la re­ pública a su antigua situación. U n a carta que G alieno rem itió a sus trib u n o s dem uestra quién fue realm ente P ro b o : «G alieno A ugusto a los tribunos de los ejércitos Ilíricos. A un q u e a m i padre le so r­ prend ió una m u erte fatal en la guerra con tra los persas, tengo aún, sin em bargo, a m i pariente A u ­ relio P ro b o , con cuyo concurso puedo vivir segu­ ro. Si él hubiera estado presente, nunca se hubiera apoderado del tro n o aquél tirano, que ni siquiera merece que se le nom bre. P o r esto deseo que todos vosotros sigáis los consejos de aquél que na m ere­ cido la aprobación de m i padre y del senado». Tal vez te parezca que n o es im portante el juicio de un príncipe tan afem inado com o G alieno, pero hay u n a cosa que no puede negarse, que ninguna persona distinta se entrega a la p rotección de o tro si piensa que las virtudes de él n o le van a ser ú ti­ les. P ero concedam os que sea así, prescindam os de la carta de G alieno ¿qué crédito nos m erece la opi­

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nión de A ureliano? É l confió a P ro b o el m ando de los «decum anos», los soldados más aguerridos de su ejército y con los que él había llevado a cabo grandes proezas, y lo h izo con el siguiente testim onio: «A ureliano A ugusto a P ro b o , salud. Para que veas la gran estim a en que te tengo, acepta el m an ­ do de mis «decum anos» que C laudio m e confió. P o rque éstos son unos soldados que, p o r cierto au­ gurio de felicidad, no están acostum brados a tener p o r jefes sino a futu ro s em peradores. P o r esto se p u d o deducir que A ureliano tuvo la intención de hacer a P ro b o em perador, en el su ­ puesto de que le o curriera algo, com o preveía y sa7 bía que iba a suceder. R esulta pesado aducir los ju i­ cios de C laudio o de T ácito sobre P ro b o , aunque se dice que Tácito, cuando le ofrecieron el im p e­ rio, señaló ante el senado que a quien deberían ele­ gir era a P robo. A h o ra bien, y o no he encontrado este decreto del senado. P o r otra parte, el p ro p io T ácito, cuando era y a em perador, rem itió esta p rim era carta a P ro b o : «Tácito A ugusto a P ro b o . El senado m e ha n o m ­ brado em perador siguiendo los deseos del ejército, que se ha m ostrado sagaz. Sin em bargo, debes sa­ ber que el E stado se ha apoyado ahora más sobre tus hom b ro s, pues todos sabem os, y el senado lo sabe tam bién, quién eres y la grandeza que posees. A yúdanos, p o r tanto, en^ nuestras necesidades y, com o es ya habitual en' tíjs u m a a los desvelos ae tu familia los que p ro p o rcio n a el Estado. Tras confiarte m ediante un decreto el m ando de todo el O riente, hem os quintuplicado tu sálario, hem os duplicado tus o rnam entos m ilitares y hem os decre­ tado que asumas con n o so tro s el consulado para el año próxim o; te aguarda, pues, la túnica capitolina adornada con palm as, com o recom pensa de tus v ir­ tudes». A lgunos autores dicen que P ro b o consideró com o un presagio de su fu tu ro reinado la frase que

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Tácito escribió al final: «Te aguarda la túnica Capi­ tolina adornada con palm as». Pero siem pre se escri­ bía a tod o s los cónsules u tilizando esta expresión. 8 El am or que los soldados tuvieron a P ro b o fue siem pre extraordinario, p ero él n o toleró que jamás faltaran a su deber. M ás aún, m uchas veces hizo de­ sistir a A ureliano de castigarlos con graves penas. 2 Pasaba personalm ente revista a cada m anípulo, ins­ peccionaba su calzado y su uniform e y, cuando lo ­ graron algún b o tín , lo d istrib u y ó de tal m anera que sólo se reservaba p ara sí las armas y los dardos. Más 3 aún, en una ocasión en que, entre el botín captura­ do a los alanos o no se sabe a qué o tro pueblo, se encontró u n caballo, ni herm oso ni grande, pero que, según com entaban los prisioneros, p o d ría re­ correr cien millas diarias y repetir este recorrido durante ocho o diez días consecutivos, cuando to ­ dos creían que P ro b o se iba a reservar para sí este animal, prim eram ente dijo: «Este caballo cuadra más a u n soldado d esertor que a u n soldado valien­ te». D espués o rd en ó que los soldados m etieran su 4 nom bre en una urna, p ara que se lo llevara aquél a quien le cupiera en suerte. Y, al darse la circuns- 5 tancia de que en el ejército m ilitaban otros cuatro soldados con el nom b re de P ro b o , aconteció p o r azar que el p rim er n o m b re que salió fue el de P ro ­ bo, aunque el nom b re del p ro p io general P ro b o no se había incluido en ella. A h o ra bien, com o los cua- 6 tro soldados com petían entre sí y defendían cada uno de ellos que la suerte le había sido favorable, ordenó de nuevo que se agitara la urna, pero vol­ vió a salir tam bién p o r segunda vez el no m b re de P ro b o ; y, cuando hizo repetir- p o r tres y cuatro ve­ ces la operación, la urnaforrojó el nom bre de P ro ­ bo p o r cuarta vez. E n to n ta s to d o el ejército regaló 7 el caballo al em perador, sum ándose a la decisión los cuatro soldados cuyos nom bres habían sido agraciados con la suerte. 9 Luchó tam bién con gran coraje en A frica contra

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los m arm áridas. Los d erro tó , y luego se trasladó desde Libia a C artago a la que libró de varias re ­ beliones. L uchó tam bién en A frica en u n a contienda singular con tra u n individuo llam ado A radión y le derro tó com pletam ente, p ero al h aber constata­ do el gran valor y la extraordinaria firm eza de este hom bre, le h o n ró con u n sepulcro grandioso que persiste todavía actualm ente, elevado sobre u n tú ­ m ulo de doscientos pies de largo p o r los soldados, a los que nunca p erm itió que se m antuvieran o cio ­ sos. A ú n se conservan en m uchas ciudades de E gipto obras suyas, que co n stru y ó valiéndose de los so l­ dados. Realizó tan abundantes obras en el N iló, que sólo él facilitó de esta form a el cobro del im puesto de trigo. C o n stru y ó con m ano de o b ra m ilitar puentes, tem plos, pórticos, basílicas; franqueó las desem bocaduras de m uchos ríos; desecó un gran núm ero de pantanos y los transform ó en llanuras de tierra y cam pos de mieses. L uchó tam bién co n tra los habitantes de Palm ira, que defendían E gipto favoreciendo al p artid o de O a e n a to y C leopatra 9, al principio con éxito, pero después con tanta te­ m eridad que estuvo a p u n to de ser capturado y, p o r fin, tras rehacer sus fuerzas, som etió E gipto y la m ayor^parte de O rien te al p o d e r de A ureliano. 10 A sypues, al ver que destacaba p o r el núm ero y la m agnitud de sus virtudes, cuando T ácito fue ase­ sinado fatalm ente y F loriano intentaba u surpar el p o d er im perial, le n o m b ró em perador to d o el ejér­ cito oriental. N o es una h isto ria im p o rtu n a ni aburrida m o strar cóm o P ro b o o btuvo el p o d er: cuando llegó al ejército la noticia de la m uerte de Tácito, lo prim ero que se les o currió a los soldados fue in ten tar adelantarse a los ejércitos de Italia, p ara que el senado no volviera a n o m b ra r u n em pera­ dor. Pero cuando discutían en tre sí sobre quién d ebería ser elegido em perador y los tribunos les aren9 Cf. Tácito, 18, 3.

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gaban en el cam po p o r escuadrones, diciéndoles que era preciso elegir com o em perador a algún hom bre valiente, recto, m od esto , clem ente y p ro ­ bo, y repetían esto p o r los m últiples corrillos que form aban los soldados, com o suele acontecer, és­ tos a una, com o p o r im pulso divino aclam aron p o r todas las partes: «Probo A ug u sto , que los dioses te 5 retejan». E nseguida se reu n iero n ju n to a una triuna de cesped y le n o m b ra ro n em perador ofre­ ciéndole com o adorno u n m anto de p ú rp u ra que quitaro n a una estatua de u n tem plo y desde allí le condujeron de nuevo a Palacio, a pesar de que se oponía a ello, de que se negaba a avanzar y de que repe,tí^suna y o tra vez: no os conviene soldados, no viviréis )bien conm igo. P o rq u e yo no puedo m os­ trarm e blando con vosotros». La p rim era carta que entregó al prefecto del P re- 6 torio C ap itó n fue com o sigue: «Jamás deseé el im ­ perio y lo acepté en contra de m i voluntad. Pero ya no me es lícito renunciar a él, aunque me resul­ ta m uy enojoso. Tengo que representar el persona­ je que los soldados me han asignado. Te ruego, C a- 7 pitón, que disfrutes conm igo una vez que ya está a salvo la república y que acopies p ara los soldados trigo, vituallas y de to d o lo que precisen en cada caso. Yo, en cuanto me sea posible, no n om braré a o tro prefecto, si todos tus actos de gobierno son rectos. A p .p u es, al enterarse los soldados de que P ro b o 8 ya era-^emperador y, com prendiendo que nadie te­ nía la posibilidad de gobernar con más dignidad que él, dieron m uerte a F loriano que se había apodera­ do del tro n o com o si se tratase de algo hereditario. 9 D e este m odo, sin ningún inconveniente, se le ofre­ ció el im perio de todo el orbe de la tierra p o r de­ cisión del senado y del ejército. 11 Y puesto que hem os m encionado al senado, con­ viene saber el contenido de la carta que escribió al senado y lo que esta ilustrísim a asamblea le contes-

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tó. Primer discurso de Probo al senado: «Vuestra elemencia actuó con corrección y regularidad el año pasado, padres conscriptos, al ofrecer al orbe de la tierra un príncipe, eligiéndole de entre vosotros, que sois los príncipes dçl m u n d o , siem pre lo ha/b é is^ id o y lo se g a re is siéndo en vuestros descenaientes. Y ojala Floriano h ubiera esperado vuestra elección y no se hubiera apropiado el im perio com o si fuera hereditario, pues vuestra m ajestad habría elegido a él o a otro cualquiera. A hora, p o r haberse apoderado del tro n o , los soldados me han ofrecido a(m f^l título de A ugusto y lo que es más, aquellos soldados que poseen m ay o r sagacidad le han casti­ gado a él p o r dicha usurpación. O s ruego que ju zg^jery sobre mis m éritos, pues voy a inten tar hacer lo que vuestra clemencia ordene». Igualm ente, éste es el decreto del senado firm ado el día tres de las nonas de febrero, en el tem plo-de la C oncordia. E n ­ tre otras cosas, el cónsul Elio E scorpiano dijo: «Ya haj^eis·* escuchado*la carta de A urelio Valerio P ro ­ bo: ¿qué p e n sá isjo b re ella?» E ntonces exclam aron: «¡Probo A ugusto, que los dioses te guarden! D es­ de hace m ucho tiem po eres u n jefe experim entado, valiente, justo y bueno y un b uen general; un m o ­ delo para el ejército, u n m odelo de autoridad ¡que los dioses te guarden! D efensor de la república, ¡que reines feliz! C o n d u cto r del ejército, ¡que te n ­ gas un gobierno feliz! ¡Q ue los dioses te protejan a ti y a Tos tuyos! T am bién el senado te eligió hace tiem po. Eres inferior a Tácito en edad, pero supe­ rior en lo demás. Recibe n uestra gratitud p o r h aber asum ido el tro n o . D efiéndenos, defiende-^ la república. C o n razón hem os confiado- e n / t í ^ u e s tú nos ha salvado hasta el presente. (T u^stW tas el título de Fráncico, G ótico, Sarm ático, Pártico y, en una palabra, todos los títulos. Ya antes fuiste en todo m om ento digno del im perio, digno de los triunfos, ¡O jalá vivas feliz! ¡O jalá reines felizm en­ te!».

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D espués de este discurso, M anlio Estaciano, que en aquel m om ento tenía derecho a hablar el p rim e­ ro, «fijo así: «Padres conscriptos, gracias a los dio­ ses inm ortales y, antes que a ningún o tro , a Jú p iter O p tim o , que nos han dado u n príncipe com o el ( que siem pre deseábam os. Si pensam os cuerdam en' te, no' nechárem os fde m enos ni a A ureliano, ni a A lejandro, ni a los A n to n in o s, ni a T rajano, ni a Claudio. E n este príncipe sólo se encuentran reu ­ nidas todas las dotes: el conocim iento de la táctica m ilitar, una disposición clem ente, una vida irrep ro ­ chable, u n m odelo p ara aprender a gobernar y una prenda de todas las virtudes. R ealm ente ¿Q ué parte del m undo hay que P ro b o no haya-conocido con sus victorias? Testigos son los marrftaridás, que fue­ ron vencidos en tierras africanas; testigos son los francos, aniquilados en sus inaccesibles lagunas; testigos los germ anos y los alemanes, alejados más allá de las riberas del R in. P ero , además, para qué voy a hablar de los sárm atas, de los godos, de los partos, de los persas y de to d o el te rrito rio del P o n ­ to. E n todas las partes florecen los signos del valor de P robo. R esulta largo de enum erar la gran cantidad de reyes de naciones poderosas que ha pues­ to en fuga, la m u ltitu d de caudillos que m ató con su prop ia m ano y el arsenal de arm as que él m ism o capturó antes de acceder al im perio. Testigos son ,4as cartas que se conservan en nuestros m o n u m ef ! tfôitos públicos de cóm o le rindieron su agradeci­ m iento los em peradores que le precedieron. ¡O h dioses bondadosos! ¡cuántas veces fue galardonado con recom pensas m ilitares ! ¡cuántos elogios ha m e­ recido de sus soldados ! C u an d o era aún u n m ucha­ cho, recibió el trib u n ad o y , no m ucho después, el m ando de las legiones. Jú p ite r O p tim o M áxim o, Ju n o Regina y tú, M inerva, p ro tecto ra de las vir­ tudes; tú , C on co rd ia del m u n d o y tam bién tú, Vic­ toria Rom ana, conceded este favor al pueblo y al senado rom ano, concedédselo al ejército y conce-

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dédselo tam bién a n uestros aliados y a las naciones extranjeras: ¡que reine de la m ism a m anera que sirvio en el ejército! P o r tanto, padres concriptos, d e ­ creto para él con vuestro v o to unánim e el nom bre de em perador, el de C ésar y el de A ugusto; le o to r­ go, además, el p o d er p ro co n su lar, la consideración de Padre de la patria, el pontificad o m áxim o, el d e­ recho a presentar tres m ociones en el senado y la autoridad tribunicia». A l acabar, la asamblea excla­ m ó: «Todos asentim os, todos de acuerdo». 13 A sí/pues, tras aceptar este decreto del senado, m ediante u n segundo discurso a la asamblea p e r­ m itió a los senadores dictar sentencia en las apela­ ciones de los jueces superiores 10, n o m b rar p ro c ó n ­ sules, p ro p o n e r los legados consulares, otorgar a los gobernadores provinciales el derecho de los p re to ­ res y sancionar con decretos específicos del senado las leyes que dictara P robo. Inm ediatam ente después, castigó con diversos suplicios a los asesinos de A ureliano que aún q u e ­ dáis an con vida, ahora bien, actuó con ellos con más flexibilidad y m oderación que la que m ostró p ri­ m ero el ejército y después T ácito. A continuación castigó tam bién a aquéllos que conspiraron contra éste. P erdonó a los p artidarios de F loriano, p o rq u e creían que seguían al herm ano de su em perador, no a un tirano cualquiera. D espués asum ió el m ando de todos los ejércitos de E u ro p a que habían n o m ­ brado em perador a F loriano y luego le habían h e ­ cho asesinar. Tras realizar estos actos, se dirigió con un p o d eroso ejército a las provincias de las Galias, que se habían visto envueltas todas ellas en desórdenes, después de la m uerte de P o stu m o , y que habían

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10 El texto dice in excubiis. L as excubiae eran las guardias de día fren­ te a las uigiliae que eran las guardias de n o ch e. P ero tam bién se utiliza el térm in o para indicar, com o aquí, guardia en general, e incluso, guar­ nición.

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sido ocupadas p o r los germ anos al m o rir A urelia­ no. A llí entabló tantos com bates y los libró con tanto éxito, que los bárbaros le entregaron sesenta ciudades fam osísim as de todas las Galias y después todo el b o tín que poseían, p o r el que, sin tener en cuenta otras riquezas, eran ensalzados hasta confe­ rirlos celebridad. Y, cuando y a cam paban p o r sus repetos sin preocupación alguna p o r nuestras cos­ tas, e incluso p o r to d o el te rrito rio de las Galias, después de m atar casi a cuatrocientas m il personas que se habían aposentado en territo rio rom ano, hizo h u ir a los restantes h asta más allá del río N i­ cro y del Alba. A rreb ató a los bárbaros u n b o tín tan cuantioso com o el que ellos habían capturado a los rom anos. E m plazó en te rrito rio bárbaro di­ versos cam pam entos, situándolos frente a las ciu14 dades rom anas, y dejó tropas en ellos. Proveyó de tierras, almacenes, casas y víveres a todos los que ocupaban el o tro lado del R in y, p o r supuesto, a los que había apostado en las guardias. Y la lucha n o cesó en n ingún m o m en to , dándose la circuns­ tancia de que todos los días le llevaban cabezas de soldados bárbaros, entonces ya al precio de una m oneda de o ro cada una, hasta que nueve reyezue­ los de diversas tribus vinieron a verle y se arroja­ ron a sus pies. P rim ero, les exigió rehenes y al m om entó se los entregaron; después, les pidió trigo y, finalm ente, vacas y ovejas. D icen que les ordenó, u n tanto rigurosam ente, n o utilizar más sus armas y que deberían esperar a que los rom anos les de­ fendieran, en caso de que algún enemigo intentara castigarlos. Pero se vio que esta ord en no podía lievarse a efecto, a n o ser que se ensanchara la fro n ­ tera rom ana y se convirtiera toda la G erm ania en una única provincia. Sin em bargo, con el consentim iento de los p ro p io s reyes, P ro b o castigó espe­ cialmente a aquéllos que n o devolvieron fielm ente el botín que habían obten id o . Recibió, además, dieciseis mil reclutas que d istrib u y ó en su totalidad

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p o r las distintas provincias, in co rp o ran d o cincuen­ ta o sesenta de ellos en las distintas unidades y en­ tre los soldados que defendían las fronteras, pues decía que no había que lim itarse a ver cuándo el r o ­ m ano es ayudado p o r las tropas auxiliares b árb a­ ras, sino que había que sentirlo físicamente. 15 U na vez resueltos los problem as de las Galias, re ­ m itió esta carta al senado: «D oy gracias a los d io ­ ses inm ortales, padres conscriptos, p o rq u e ha q u e ^ dado confirm ada la opin ió n que teníais sobre m i . /*2 T odo el territo rio p o r el que se extienden los d o ­ m inios de G erm ania ha quedado som etido, de m odo que los nueve reyes efe sus diversas tribus se arrojaron p ostrándose en actitud suplicante a mis pies, o m ejor dicho, a los vuestros. E n estos m o ­ m entos, todos los bárbaros labran para vosotros, os sirven a vosotros y luchan c o n tra los pueblos más lejanos. P o r tanto, decretad acciones de gracias a los dioses. E n efecto, han sido abatidos cuarenta 3 m il enem igos, se nos h an entregado dieciseis mil hom bres arm ados, han sido rescatados de la cau ti­ vidad del enem igo setenta ciudades de gran fam a y todas las provincias de las G alias han conseguido la plena libertad. H e consagrado a vuestra ciernen- 4 cia, padres conscriptos, las coronas de o ro que me ofrecieron todas las ciudades de las Galias. O fre ­ cedlas con vuestras propias m anos a Jú p iter O p ti­ m o M áxim o y a los dem ás dioses y diosas in m o r­ tales. H em os recuperado to d o el botín e incluso he- 5 m os capturado otro m ay o r que el que se nos había arrebatado. Los cam pos de la Galia ya los están la- 6 brando bueyes bárbaros y las yuntas de los germ a­ nos, cautivos, ofrecen sus testudes a nuestros agri­ cultores; los rebaños de estos diversos pueblos p a ­ cen para alim entar a los n uestros, su ganado caba­ llar se fecunda para n u trir n u estra caballería y n u es­ tros graneros están repletos de trigo bárbaro. ¿Q ué más? A ellos les hem os dejado sólo el suelo, m ien ­ tras que noso tro s poseem os todas sus cosas. N o s 7

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habíam os p ro p u esto , padres conscriptos, nom b rar un nuevo tq è ^ ia d o r p ara G erm ania, p ero lo hem os aplazado hasta que se cum plan satisfactoriam ente vuestros votos. Pensam os, sin duda, que esta m e­ dida será útil cuando la divina providencia ayude con más pro fu sió n a n u estro s ejércitos». 16 D espués de esto se dirigió al Ilírico. Pero, antes de llegar allí, im puso u n a p az tan firm e a las p ro ­ vincias de Recia que elim inó toda sospecha de que pudiera surgir algún m otivo de terro r. D e rro tó de tal m anera en el Ilírico a los sárm atas y a otras tri­ bus, que casi sin lucha recuperó to d o lo que estos pueblos habían ro b ad o . D espués, contin u ó su itinerario p o r las Tracias y aceptó la sum isión o la am istad de todos los pueblos géticos, aterrados p o r la fam a de sus acciones y cautivados p o r la au to ri­ dad de su antiguo nom b re. H ech o esto, se dirigió a O rien te y en el cam ino, después de pren d er y con­ denar a m uerte a u n b an d id o poderosísim o llam a­ do Palfurio, libertó a to d a la Isauria, volviendo a im poner las leyes rom anas a sus pueblos y ciuda­ des. Se adentró, p o r la fuerza o u tilizando la diplomacia, en las zonas ocupadas p o r los bárbaros que viven entre los isauros y, después de haberlas pa­ teado, dijo: «Es más fácil m antener alejados de estos lugares a los ladrones que elim inarlos». A djudicó a los veteranos todas las zonas privadas que eran de difícil acceso, im poniéndoles la obligación de en­ viar a la milicia a sus hijos u n a vez cum plidos los dieciocho años, si eran varones, con el fin de que no aprendieran jamás a robar. 17 Finalm ente, tras haber im puesto la paz en todas las partes de Panfília y de las restantes provincias lim ítrofes a la Isauria, em prendió viaje a O riente. Subyugó tam bién a los blemias e hizo conducir a R om a a algunos de ellos com o prisioneros de guerra, los cuales exhibieron sus extraordinarias fi­ guras ante la estupefacción del p ueblo rom ano que los contem plaba. Som etió de nuevo a las leyes ro-

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manas a las ciudades de C o p ta y Ptolom aida tras haberlas arrancado de la servidum bre de los b árb a­ ros. T o d o ello le p ro p o rcio n ó u n prestigio tan grande que los p artos le enviaron legados confesando su tem o r y pidiéndole la paz, pero él los recibió con gran altanería y los despidió a su tierra con más tem or que antes. Se dice que rep u d ió los dones que el rey N arses le había enviado y que le escribió esta carta: «Me so rprende que tu m e hayas enviado tan escasos presentes de to d o lo que ha de ser nuestro bien p ro n to . M ientras tan to , quédate con todas esas riquezas que aún disfrutas. E n caso de que n o so ­ tros deseem os adquirirlas, ya sabem os cóm o ten e­ m os que apropiárnoslas». C u an d o recibió esta carta, N arses quedó p ro fu n d am en te aterrado, sobre todo p o rq u e se enteró de que P ro b o había liberta­ do a C o p ta y P tolom aida del p o d er de los blemias y de que había pasado a cuchillo hasta su exterm i­ nio a estos pueblos, que habían sido anteriorm ente el terro r de las dem ás tribus. 18 .M ig u e s , después de firm ar la paz con los p e r­ sas, volvió a las Tracias y estableció en territo rio r o ­ m ano a cien m il bastarnos que se m antuvieron siem pre fieles en su totalidad. P ero, habiendo trasladado igualm ente un gran n úm eo de colonos de otros pueblos, a saber, de los gipedos, grautungos, y vándulos, todos ellos ro m p iero n el juram ento de fidelidad a R om a y anduvieron errantes p o r tierra y p o r m ar por>casi to d o el orbe, m ientras Probo se hallaba distraidó luchando con los usurpadores, y causaron gran perjuicio al prestigio de Rom a. C o n to d o , P ro b o los d e rro tó en diversas ocasiones y co n victorias m u y variadas, de m o d o que sólo unos p o ­ cos lograron volver a casa vanagloriándose de naber escapado de las m anos del em perador. Estas fueron las hazañas que P ro b o llevó a cabo contra los bárbaros. Pero dom inó tam bién sublevaciones im portantes de algunos tiranos. E n efecto, venció a Saturnino,

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que había usurpado el p o d e r im perial en O riente, en distintos com bates y haciendo gala de su co n o ­ cido valor. D espués de esta victoria, la tranquilidad que reinó en O rien te fue tan grande, que, com o so­ lía decir la gente, nadie podía oir un ratón rebelde. D espués, cuando P róculo y B onoso se adueñaron del tro n o en C olonia, ciudad de la Galia, reclam an­ do para sí todas las provincias de Bretaña, de H is­ pania y de la Galia Bragada 11 les venció con la ayu­ da de los bárbaros. Pero, p ara que no pida más información sobre Saturnino, Próculo o Bonoso, los incluiré en un libro aparte, con el fin de narrar unos pocos detalles, com o cuadra a su personalidad y como la necesidad exige. U n hecho realmente conviene tener en cuenta, a saber, que cuando Próculo trató de exigir que tod o s los germ anos le presenta­ ran su auxilio, éstos prefirieran servir a P robo que ejercer el m ando con B onoso y Próculo. D espués dio perm iso a tod o s los habitantes de la Galia, de H ispania y de Bretaña para que plantaran vides y elaboraran vino. O rd e n ó que los soldados cavaran hoyas en el m onte A lm a, situado en la Iliria, en los alrededores de Sirmio, y lo plantó después él m is­ m o con vides escogidas. 19 O freció al pueblo de R om a espectáculos real­ m ente célebres pues se d istrib u y ero n tam bién con­ giarios. C elebró un triunfo sobre los germ anos y los blem ios, haciendo preceder a la p o m p a 12 triu n ­ fal cuerpos de tropas de todos estos pueblos de has­ ta cincuenta hom bres. O freció una soberbia cace­ ría en el circo perm itiendo que el pueblo se dispu­

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11 Es decir, la Galia bracata, n o m b re to m ad o de la pren d a de vestir llam ada braca (cf. A ureliano, η. 55). Es la actual N arb o n en se. 12 Se llam aba pom pa (del griego π ο μ π ή ) al cortejo fúnebre con el que se acom pañaba a u n m u erto y que estaba form an d o p o r tocadores de tibias, acom pañados de flautas y tro m p e ta s, p o rtad o res de antorchas, p lañideras o praeficae; p ero , com o aquí, se daba tam bién este nom bre a la p ro cesió n triunfal que acom pañaba a los generales en la celebración del triu n fo .

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tara la posesión de todos los despojos. El espectáculo se presentó de esta form a: los soldados arran­ caron a cuajo robu sto s árboles y los clavaron a bi­ gas entrecruzadas a lo largo y a lo ancho y después cubrieron este entram ado con tierra, de tal form a que todo el circo, p lantado com o un bosque, se cu ­ brió de follaje adquiriendo un extraño verdor. D espués, se soltaron p o r todos los accesos m il avestru­ ces, m il ciervos y m il jabalíes; a continuación, ga­ mos, cabras m ontesas, ovejas salvajes y otros ani­ males herbívoros, cuantos p udieron ser cazados o alim entados. Y, a renglón seguido, se dejó entrar a la gente del pueblo y cada cual cogió lo que quiso. O tro día hizo salir en u n a sola carrera en el anfi­ teatro a cien leones de largas crines, los cuales p a ­ recían em itir grandes truenos co n sus rugidos. Fueron todos ellos abatidos p o r la espada sin ofrecer un gran espectáculo al m o rir, pues sus embestidas ya no eran com o suelen ser las de las fieras cuando salen de las jaulas; adem ás, un b uen núm ero de ellos que no querían seguir la dirección pretendida fue­ ron m atados a flechazos. D espués, se representaro n al público cien leopardos de Libia y , a co n ti­ nuación, cien de Siria, cien leones y trescientos osos a la vez. A h o ra bien, se sabe que el espectáculo que pro p o rcio n aro n todas estas fieras no resultó agra­ dable, aunque sí grandioso. O freció además u n com bate de trescientas parejas de gladiadores, en el que lucharon la m ayor parte de blem ios que fue­ ron exhibidos en su entrada triunfal, u n gran n ú ­ m ero de germ anos y sárm atas y tam bién algunos la­ drones isaurios. 2 0 . A l acabar estos espectáculos, cuando se prepara­ ba a luchar contra los persas, sus soldados le q u i­ taron la vida m ediante una em boscada en el trans­ curso de u n a m archa que realizaba a través del Ilírico. Las causas de su m uerte fuero n éstas: en p ri­ m er lugar, n o haber p erm itid o que los soldados perm anecieran ociosos, y a que llevó a cabo m uchos

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de sus trabajos con m ano de o b ra m ilitar, alegando que el soldado no debía com er gratuitam ente los alim entos que se le prop o rcio n ab an . A éstas aña- 3 dió otra, la pron u n ciació n de esta frase, onerosa para ellos, si alguna vez se p o n ía en práctica, p ero saludable para la república: «Q ue en breve los sol­ dados y a no serían necesarios». ¿Q u é era lo que él 4 había concebido en su espíritu al decir esto? pero ¿acáso no había som etido él ya todas las naciones bárbaras y había conseguido que to d o el m undo fuera rom ano? «En breve tiem po», dijo, «no ten- 5 drem os soldados forzosos», lo que es lo m ism o que decir: p ro n to n o habrá n in g ú n soldado rom ano; después la república, segura, extenderá su dom inio p o r todas las partes y se adueñará de tod o , ningún 6 lugar del m u n d o fabricará arm as, ni sum inistrará vi­ tuallas para el ejército, los bueyes serán retenidos p o r el arado, el caballo nacerá para que se le utilice pacíficam ente, no habrá g uerra alguna, ni existirán prisioneros, p o r todas las partes se im p o n d rán las leyes rom anas y juzgarán nuestros jueces. 21 M ovido p o r el am or hacia este em perador ex­ traordinario, he ido más lejos de lo que dem anda u n estilo prosaico. P o r ello, v oy a añadir solam en­ te el hecho que apresuró, m ás que ningún o tro , la m uerte fatal de tan eximio varón. E n erecto, cuan- 2 do llegó a Sirm io con el p ro y ecto de ensanchar y hacer m ás fértil el suelo de su patria, destinó sim ul­ táneam ente a m uchos m illares de soldados a dese­ car un pantano, o rd en an d o que co nstruyeran una fosa gigantesca p ara utilizarla desviando sus cana­ les al Savo, con el fin de sanear aquellos terrenos que de ese m o d o p o d rían ser aprovechados p o r los siemienses. P ero los soldados, soliviantados p o r 3 ello, le dieron m uerte en el q u in to año de su rei­ nado, en el m om ento en que tratab a de h u ir a una torre guarnecida con h ierro , que había ordenado construir a gran altura para utilizarla com o atalaya. N o obstante, todos los soldados, de com ún acuer- 4

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do, le erigieron poco después u n sepulcro, tras le­ vantar un gran terraplén para ello, e hicieron co lo ­ car una inscripción grabada en m árm ol que decía: «A quí yace el em perador P ro b o , que es verdadera­ m ente p ro b o , vencedor de tod o s los pueblos b á r­ baros, vencedor tam bién de los tiranos». 22 A l tratar de com parar al em perador P robo con los demás em peradores me d o y cuenta de que este hom bre, o fue igual que casi to d o s los generales r o ­ m anos que fueron en unos casos valientes, en otros prudentes y en otros dignos de adm iración, o, si no lo contradice una violenta antipatía, m ejor que ellos. E n efecto, d u ran te el quinquenio que ejerció 2 el p o d e r im perial llevó a cabo p o r to d o el orbe de la tierra tantas guerras, dirigiéndolas personalm en­ te, que causa adm iración cóm o p u d o afrontar ta n ­ tas batallas. Realizó m uchas proezas con su p ro p ia 3 m ano e in stru y ó a fam osísim os generales, pues se form aro n con sus enseñanzas C aro, D iocleciano, C onstan tin o , A sclepiodoto 13, A nibaliano, L eóni­ des, C ecropio, Pisoniano, H eren ian o , G audioso, LJrsiniano y otros a los que nuestros padres adm i­ raron y de entre los cuales algunos fueron buenos em peradores. A quien le plazca, que com pare aho- 4 ra con su reinado los veinte años que gobernaron T rajano y A driano, que com pare los años, casi igual en núm ero del reinado de los A n toninos. Y ¿qué voy a decir de A ugusto, cuando es casi im posible sobrevivir los años de su gobierno? Respecto a los príncipes m alos, guardo silencio. Las mismas p ala­ bras de P ro b o indican bien claram ente lo que él es­ peraba haber podido realizar, puesto que afirm aba que p ro n to d o s soldados no serían necesarios. 23 Pero, consciente de sí m ism o, no tem ió ni a los bárbaros ni a los tiranos. E n fin, ¿cuánta felicidad 2 13 E x cep to los em peradores, Ju lio A sclep io d o to y A franio A nibalia­ n o , cónsules del año 292, y H eren ian o (tal vez V erconio H eren ian o m en cio n ad o en A ureliano, 44, 2 (los dem ás son desconocidos).

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hubiera brillado p ara eJ im perio, si n o hubiera ha­ bido soldados durante su gobierno? N in g ú n habi­ tante de las provincias tendría que trib u tar para el avituallam iento, no se pagaría ninguna soldada ex­ trayéndola de los donativos públicos, la república rom ana dispondría de tesoros inagotables, el em pe­ rad o r no realizaría ningún gasto y los propietarios no pagarían im puesto alguno: ciertam ente, P ro b o prom etía un siglo de oro. N o habría en adelante 3 cam pam entos, en ninguna parte se oiría el clarín de guerra, no se fabricarían ya arm as, este pueblo de guerreros, que ahora tra sto rn a la república con guerras civiles, se dedicaría a labrar la tierra, se en­ tregaría al estudio, se instru iría en las artes y se ejer­ citaría en la navegación. A ñade a to d o ello que na­ die m oriría ya en la guerra. ¡O h dioses b o ndado- 4 sos! ¿qué ofensa tan grande ha com etido c o n tra vo­ sotros la república rom ana a la que habçis^a?rebatado tan gran em perador? V áyanse los que p repa- 5 ran a los soldados para las guerras civiles, los que desean arm ar las diestras de sus herm anos para que den m uerte a sus herm anos, exhortar a los hijos a que hieran a sus padres y negar a P ro b o la divini­ dad, siendo así que nuestros hijos em peradores ju z­ garon p ru dentem ente que debía ser inm ortalizada con im ágenes, h o n rad a con tem plos y glorificada con la celebración de juegos circenses. 24 Los descendientes de P ro b o , im pulsados p o r el odio o p o r tem o r a la envidia, h u y ero n de R om a y establecieron sus lares en Italia cerca de V erona, ju nto a los lagos de Benaco y Lario. C iertam ente, 2 no he podido pasar p o r alto esto: que, cuándo la estatua de P ro b o em plazada en u n lugar de V erona se vio afectada p o r el im pacto de u n rayo de m a­ nera que la pretexta que cubría el cuerpo cam bió de color, los arúspices vaticinaron que los descen­ dientes de su familia alcanzarían tanta fama que to ­ dos llegarían a desem peñar los más altos cargos. 3 Pero, en realidad, noso tro s no hem os conocido a

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ninguno de ellos, aunque su descendencia parece disfrutar de la eternidad y no tener u n límite. El senado acogió la m uerte de P robo con gran pesadum bre, igual que el pueblo. Y cuando llegó la noticia de que había asum ido el p o d er im perial C aro, ho m b re bondadoso p ero de costum bres m u y diferentes de las de P ro b o p o r la influencia de su hijo C arino, que había llevado siem pre una vida m uy degenerada, tan to el p ueblo com o el senado se llenaron de h o rro r. E n efecto, tod o s tem ían a u n príncipe tan siniestro, p ero aún más a su perverso heredero. E sto es lo que conocem os sobre P ro b o , o lo que hem os considerado digno de m ención. A hora n ablarem os de F irm o, S aturnino, B onoso y Próculo, en otro libro que será breve. E n efecto, n o era a p ro ­ piado m ezclar la vida de estos cuatro tiranos con la de un príncipe bueno. D espués, en caso de que m e uede aún vida, com enzaré a redactar la biografía e C aro ju n to con la de sus hijos.

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(Flavio V opisco Siracusano).

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Sé que la m ay o r parte de los escritores no han ha­ blado de los u surpadores de escasa im portancia o no los han m encionado sino de pasada. P o r ejem­ plo, Suetonio T ranquilo, escritor veracísim o y de gran im parcialidad, om itió las biografías de A n to ­ nio y de V índex x, lim itándose a hacer una referen­ cia rápida de ellos, y M ario M áxim o incluyó a A vi­ dio en la época de M arco y A lbino y N ig ro en la época de Severo, no en las bografías dedicadas a ellos, sino en las de otros príncipes. Y en cuanto a Suetonio, no nos parece extraño, pues le fue con­ natural am ar la concisión. P ero, ¿qué decir de M a­ rio M áxim o, el más locuaz de todos los hom bres, que se enredó en la com posición de obras fabulo­ sas? ¿descendió acaso a tanta exactitud y detalle? P o r el contrario, T rebelio P olión fue de una escru­ pulosidad y diligencia tal a la h o ra de editar las bio­ grafías de los buenos y de los m alos em peradores, que incluyó en un solo libro, brevem ente, los trein­ ta usurpadores que h u b o en tiem pos de Valeriano y de G alieno y de los príncipes no m ucho anterio­ res o posteriores a ellos. P o r ello tam bién nosotros, a pesar de la prem u ra con que actuam os, hem os o b ­ servado una gran diligencia para no guardar silen-

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1 V index fue u n g o b ern ad o r de la G alia N arb o n e n se que se rebeló co n tra N e ró n en el año 68 d. de C . P ara L. S aturnino A n to n io , cf. Pescenio N igro, 9, n. 7.

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cío sobre Saturnino, B onoso, P róculo y Firm o que vivieron bajo A ureliano, una vez expuestas ya las vidas de A ureliano, T ácito, F lorian o e incluso la del magnífico y extraordinario em perador P ro b o , au n ­ que aún tengam os que escribir la de C aro , C arino y N um eriano. 2 Bien sabes, Baso m ío 2, la violenta discusión que tuvim os hace poco con M arco F o n tey o , hom bre apasionado p o r los cuentos, pues decía que Firm o, que había ocupado E gipto en tiem po de A urelia­ no, había sido un ladro n zu elo , no u n príncipe, mientras que, al contrario, Rufio Celso, Ceyonio Ju ­ liano, Fabio Sosiano y y o nos oponíam os a ello d e­ fendiendo que no sólo había vestido la pú rp u ra, sino que además había recibido el título de A ugus­ to en las m onedas que había acuñado, com o lo d e­ m uestra el hecho de que Severo A contio m ostró tam bién algunas m onedas suyas y p ro b ó m ediante el testim onio de libros griegos y egipcios que en sus edictos se llam aba a sí m ism o a u tó c ra ta 3. P ero, 2 en realidad, la única ra z ó n que alegó F on tey o cuan­ do nos contradecía fue, según él, que A ureliano, en un edicto que h izo público, no escribió que él h a ­ bía m atado a u n tirano, sino que él había alejado a cierto bandolero de la república, com o si fuera u n a h o n ra que u n príncipe de tanta n om bradla diera el nom bre de u su rp ad o r a u n h o m b re desconocido o que los grandes em peradores n o hubieran dado siem pre el no m b re de ladrones a todos aquéllos que llegaron a m atar para conseguir la p ú rp u ra. Yo m is- 3 m o, en la vida de A ureliano, antes de conocer m ás detalles sobre Firm o, n o le consideré com o uno de los p u rp u rad o s, sino com o un lad ró n cualquiera; y he hecho esta salvedad para que nadie piense que 2 E ste y los perso n ajes que siguen son desconocidos. 3 V opisco utiliza el térm in o griego que indica el títu lo que en G re ­ cia se confería al em p erad o r p o r co n sid erar q u e éste tenía poderes ab so ­ lutos.

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m e he olvidado de lo que y o m ism o he dicho. Pero 4 pasem os ya a la vida efe F irm o , para n o m ultiplicar las noticias en u n libro que p ro m etí que sería m uy breve. 3 La patria de F irm o fue Seleucia, aunque la m a­ y o r parte de los escritores griegos le atribuyen otra, p orque desconocen que p o r entonces h u b o tres F ir­ m os, de los cuales u n o fue prefecto de E gipto, o tro , jefe de las fronteras de A frica y tam bién p ro c ó n ­ sul, y el tercero, el cóm plice y am igo de Z enobia que, im pulsado p o r el entusiasm o que caracteriza a los egipcios, se apoderó de la ciudad de A lejandría, y al que A ureliano d erro tó con el éxito que solía acom pañar a su coraje. C o rrían m uchos rum ores 2 sobre sus riquezas. E n efecto, se dice que había am ueblado su casa poij?rándola de espejos cuadra­ dos fijados con asfalto ÿ o tro s p reparados, y que te­ nía una cantidad tan grande de libros, que com en­ taba m uchas veces en público que p o d ía alim entar un ejército con cola y pergam ino. M antuvo u n a so- 3 lidísim a alianza con los blem ios y con los sarrace­ nos. E nvió tam bién frecuentem ente naves a las In ­ dias para com erciar. Se dice tam bién que poseía dos 4 colmillos de elefante de diez pies de largos, con los que A ureliano había decidido, añadiendo otros dos colmillos más, hacer un sitial en el que se pudiera aposentar una estatua de Jú p ite r tallada en oro , ta­ chonada de piedras preciosas y vestida con una p re­ texta especial, para exponerlo a la veneración en el tem plo del Sol y al que,· tras consultar las suertes de los A peninos 4, había decidido que le dieran el nom bre de Jú p iter C ó n su l o C onsejero. Pero, poco 5 después, C arino regaló estos m ism os colm illos a una m ujer que, según cuentan, se hizo u n lecho con ellos. Su nom bre m e lo callo, no solam ente p o rq u e

4 C f. A leja n d ro Severo, 6,6 y C laudio, 10,4. P ara el sentido d'el té r­ m in o «suertes», cf. A d ria n o , 2,8, n. 12.

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se conoce aún actualm ente, sino p o rq u e no a p ro ­ vechará nada saberlo a las generaciones futuras. D e 6 este m o d o este regalo de la In d ia ofrendado en un principio a Jú p iter O p tim o M áxim o, se convirtió, según parece, p o r decisión de este príncipe tan m al­ vado, en precio e in stru m en to de lujuria. 4 Firm o fue de gran estatura, de ojos desorbitados, de cabellos rizado. T enía la frente cubierta de cica­ trices, el ro stro un tan to o scu ro ,,eh resto del cu er­ p o blanco, p ero belludo e h n 'tu so / de tal m anera que la m ayoría de las personas le llam aban C íclo­ pe 5. Se alim entaba a base de grandes cantidades de 2 carne y cuentan que se com ió u n a avestruz en u n día. Bebía p oco vino, p ero m uchísim a agua. Tenía una extraordinaria firm eza de carácter y una m u s­ culatura tan fuerte, que aventajaba en este aspecto a T ritano 6, de quien hace m ención V arrón. Efec- 3 tivam ente, llegó a aguantar un y u n q u e colocado so­ bre su pecho, m ientras otros lo golpeaban sin ce­ sar, m anteniéndose suspendido sobre sus m anos e inclinado hacia atrás fo rm an d o Un arco. Adem ás, cuando los generales de A ureliano querían p ro b ar­ le, no dudó en com petir con ellos a ver quién b e­ bía más. Pues bien, u n día que le provocó a beber 4 un borracho fam osísim o llam ado B ú rb u ro , que ser­ vía en una unidad de vexilarios, se trincó dos cu ­ bos de vino p u ro , p ero se m antuvo sereno después durante to d o el banquete; y cuando B úrburo le dijo: «Por qué no te has bebido las heces», él le co n ­ testó: «N ecio, la tierra no se bebe». Pero me estoy entreteniendo en nim iedades, siendo así que se d e­ ben n arrar los hechos de m ay o r im portancia. 5 A sypues, F irm o se apoderó del im perio contra

5 L os cíclopes eran seres m itológicos herm an o s de los T itanes, de gran corpulencia, belludos y de u n solo o jo en la frente. R ealizaron grandes azañas. 6 N o m b re de u n soldado de P o m p ey o , cuyas p ro ezas describe P li­ nio, N a t H ist., V II,81.

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A ureliano para defender las regiones que aún p er­ m anecían bajo el p o d e r de Z enobia. P ero fue d e rro ­ tado p o r aquél cuando volvía de Tracia. M uchos di- 2 cen que se quitó la vida ahorcándose; pero A urelia­ n o da a entender o tra cosa d istinta en sus edictos. E n efecto, después de h ab er alcanzado la victoria sobre él, o rdenó que se expusiera públicam ente en R om a este edicto: «A ureliano A ugusto saluda al 3 pueblo rom ano, que le am a sobrem anera. D espués de haber pacificado todas las regiones del m undo y los pueblos que las habitan, p ara n o en trar en más detalles, hem os puesto en fuga, asediado, enviado a la to rtu ra y dado m uerte tam bién a F irm o, ese la­ dró n egipcio que se em bravecía sacando p artid o de los tum ultos ae los bárbaros y congregaba a los ú l­ tim os seguidores de u a a y n u je r desvergonzada. Ya 4 no hay nada que p ó d a ij/te m e r, ciudadanos ro m a­ nos, hijos de R óm ulo. L a con trib u ció n que ap o r­ taba E gipto, y que había interceptado ese m alvado ladrón, volverá a llegar a R o m a íntegra. M antened 5 la concordia con el senado, la am istad con el orden ecuestre y la buena disposición de siem pre con los pretorianos. Yo conseguiré que n o exista ninguna preocupación en R om a. E ntregáos a los juegos, en- 6 tregaos a las com peticiones del circo. Q u e a n o so ­ tros nos m antengan ocupados las necesidades p ú ­ blicas; que a vosotros, en cam bio, os tengan absorvidos las diversiones. P o r ello, venerabilísim os ciu­ dadanos», etc. 6 Tú debes saber que son éstos los hechos que yo conozco sobre F irm o ; m e refiero a los que son dig­ nos de m ención. P o rq u e, si tú deseas conocer aque- 2 lias otras noticias que escribió sobre él más p o rm enorizadam ente A urelio F estivo, liberto de A urelia­ no, deberás leer su obra, sobre to d o aquellos pasa­ jes en los que cuenta que F irm o nadaba entre co­ codrilos, tras em badurnarse con grasa de estos ani­ males, que había guiado elefantes y m on tad o sobre hipopótam os y que se había hecho arrastrar senta­

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do sobre grandes avestruces, haciendo que volaba. Pero ¿qué utilidad tiene saber to d o esto? Tam bién Livio y Salustio silenciaron los detalles sin im p o r­ tancia de aquellos personajes sobre los que escri­ bieron. E n efecto, no sabem os cóm o eran los m ulos que tenía C lodio 7 o las m uías que tenía M ilón , o si era etrusco o sardo el caballo que cabal­ gó C atilina o de qué clase era la clámide que usaba . Pom peyo, si era de p ú rp u ra o no. P o r tanto, acabem os la vida de Firm o e iniciem os la de Saturnino que, enfrentándose a P ro b o , reivindicó para sí el im perio en la región oriental. 7 Saturnino fue galo de nacim iento, de una raza de hom bres turbulentísim a y que estaba siem pre ávi­ da o de n o m b rar a un nuevo p ríncipe o de consti­ tuir un im perio. A ureliano le eligió entre los restantes generales para confiarle el m ando de la fro n ­ tera oriental, p o rq u e le creía realm ente el hom bre más prestigioso, ordenándole co n gran sensatez que no visitara nunca E gipto. E fectivam ente, este h o m bre tan sagaz pensaba, p o r lo que se ve, en el ca­ rácter de los galos, tem iendo que, si Saturnino v i­ sitaba aquel violentísism o país, se dejaría arrastrar, com o consecuencia tam bién de la am istad con sus habitantes, a donde su p ropia inclinación le im pul­ saba. Porque los egipcios son, com o tu sabes, p re suntuosos, irritables, jactanciosos, injustos y tan casquivanos, lincenciosos y ávidos de novedades que llegan a celebrarlas en canciones populares, v er­ sificadores, epigram áticos, astrólogos, arúspices y m édicos. E n tre ellos viven cristianos, sam aritanos y otras personas que censuran siem pre con extre-

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7 P. C lo d io P u lcro m u erto en el 52 a. de C ., trib u n o de la plebe en el año 52, p ara p asar a la cual m odificó la o rto g rafía de su p ro p io n o m ­ bre (C laudius C lodius). H iz o d esterrar a C ice ró n acusándole de haber co n d en ad o ilegalm ente a C atilina y m u rió asesinado en el año 52 po r M iló n , cf. n. siguiente. 8 T. A n io M ilón, aristó crata enem igo de C lo d io , a quien defendió C i­ ceró n del asesinato de C lo d io co n su fam oso discurso Pro M ilone. 9 C f. A d ria n o , 16,1.

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m a libertad los tiem pos presentes. Y, p ara que n ingún egipcio se irrite co n tra m í y piense que lo que ne escrito es invención m ía, expondré u n a carta de A driano, sacada de los libros de su lib erto Flegonte 9, que describe perfectam ente las costum bres de los egipcios. 8 «A driano A ugusto al cónsul Serviano, salud. Bien se, queridísim o Serviano, que E gipto, al que tu m e alabas, es u n país com pletam ente frívolo, in ­ seguro y que vuela de acá p ara allá, según los dis­ tintos im pulsos de la fama. Allí, los que h o n ran a Serapis son cristianos, y están consagrados a este dios los que se llam an obispos de C risto ; allí no hay ningún jefe de la sinagoga de los judíos, n in ­ gún sam aritano, n ingún prebístero de los cristianos que no sea astrólogo o arúspice o curandero 10. E l m ism o patriarca, cuando llega a E gipto, es obliga­ do p o r unos a adorar a Serapis y p o r o tro s a ado­ rar a C risto. Es u n a raza de hom bres m uy levantisca, m u y frívola y p ro p en sa a la injuria; su capital es próspera, rica, fecunda y en ella nadie puede vivir ocioso. U n o s soplan el vidrio, o tro s confeccionan el papel, todos en realidad son tejedores de lino y, según parece, poseen cualquier o tra habilidad; los cojos tienen una tarea específica, los eunucos y los ciegos tam bién, y ni siquiera los que padecen la gota en las m anos se hallan entre ellos ociosos. Su único dios es el dinero. A éste adoran los cristianos, los judíos y todos, incluso los gentiles. O jalá las cos­ tum bres fueran m ejores en esta ciudad que p o r su riqueza y p o r su m agnificencia m erece ser la capital de to d o el E gipto. Yo la he hecho to d o tipo de concesiones, la he devuelto sus antiguos privilegios y

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10 E n latín aliptes o alipta (del griego ά λ ε ίπ τ η ς), p erso n a qu e u ngía y fro tab a a los atletas con aceite y o tro s u n g ü en to s antes y después de la lucha en la p alestra, p o r la ^ u a L se le exigía te n e r con o cim ien to de anatom ía y m edicina. N o se (ajíbí co n fu n d ir co n el unctor, esclavo q u e h abía en los baños p ara secar Y -ungir a los bañistas (cf. Séneca, Ep., 56).

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Ja he concedido otros n u evos, de tal m anera que, cuando estuve allí, me d ieron las gracias. Pero, tan p ro n to com o salí del país, lanzaron contra mi hijo Vero m últiples im properios e hicieron correr sobre A ntinó o diversos rum ores, que creo que tu cono­ ces. Yo no les deseo más que se com an sus propios pollos, a los que crían de una form a que da v er­ güenza decirlo. Te he enviado unas copas tornasoladas de distinto color, que me ofreció a mí el sa­ cerdote del tem plo y que yo he dedicado de una m anera especial a mi herm ana y á ítiP ’M i deseo es ue tú las utilices en los convites que ofrezcas los ías de fiesta. Sin em bargo, procu ra que nuestro A fricano 11 no las use a su capricho». 9 P o r tanto, com o pensaba así sobre los egipcios, A ureliano había dado la orden a Saturnino, y sin duda con inteligencia divina, de que n o visitara Egipto. En efecto, tan p ro n to com o los egipcios vieron que u n a altísim a dignidad llegaba a su tierra exclam aron: «Saturnino A ug u sto , que los dioses te protejan». Pero com o él era — n o se puede negar— , u n hom bre p rudente, en seguida se m archó de A le­ jandría y volvió a Palestina. N o obstante, com o h abía com enzado a sospechar que allí no estaría se­ guro si vivía com o u n ciudadano particular, se cu ­ brió con un m an to de p ú rp u ra arrebatado a una es­ tatua de Venus y con la toga ciclada 12 de su espo­ sa en presencia de los soldados que le rodeaban y al p u n to recibió su adoración. O í a m i abuelo decir m uchas veces que él estuvo presente en el m om en­ to en que Saturnino era adorado. «Lloraba», decía mi abuelo, «y decía»: «la república ha perdido u n ciudadano indispensable, si se m e perm ite hablar sin arrogancia. Y o he reorganizado, realm ente, las G a­ lias, yo he devuelto A frica que estaba en poder de

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11 U n so b rin o de A d rian o del q u e se d esconocen sus datos biográfi­ cos. 12 D el griego κ υ κ λ ά ς: toga red o n d a y larga.

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los m oros, y o he pacificado las provincias de H is­ pania. pero , ¿de qué m e sirve? pues to d o ello ha re­ sultado inútil, en cuanto he aspirado al trono». 10 Y, com o aquéllos que le habían revestido con la p ú rp u ra le anim aban a que defendiera su vida o a que^e^m antuviera en ^el tro n o , él les habló así: «N o sábeis^amigos, que^desgracia es ser em perador. Se 2 ciernen sobre nuestras cabezas espadas que penden de un hilo y p o r todas partes te apuntan lanzas y dardos. Se tem e a los guardianes p ro p io s y la p ro ­ pia escolta causa tem or. N o se com e con placer, ni se viaja con voluntad, n i se pelea p o r p ro p ia deci­ sión, ni se utilizan las arm as p o r gusto. Suma a es- 3 tas desventajas que, cuando se es em perador, cual­ quier edad está expuesta a la censura: si es uno an­ ciano, le consideran in ep to ; en cam bio, si es joven, dicen que se abrasa de entusiasm o. E ntonces ¿por qué afirm o r a s q u e P ro b o es am ado p o r todos? C uando des¡eáWque y o trate de im itarle a él, a quien cedo gustoso el p uesto y de quien y o deseo ser su general, m e a rrastfáÍ| a la fatalidad de la m uerte. Pero tengo u n consuelo p ara m i m uerte: que no p o ­ dré perecer solo». M arco Salvidieno dice que es ver- 4 dad que este discurso es de S aturnino, y no hay duda de que él fue m u y erudito, pues había sido discípulo de u n retórico en A frica y había frecuen­ tado las pérgolas 13 d o n d e enseñaban los m aestros en Rom a. 11 Pues bien, p ara no ser m ás p rolijo, he de decir algo que afecta de una m anera especial a Saturni­ no : que algunos se equivocan al identificarle con aquel Saturnino que se apoderó del tro n o im perial en época de G alieno, pues éste es o tro hom b re to ­ talm ente distinto, que fue asesinado sin que P ro b o apenas opusiera resistencia. Sin em bargo, se dice 2 que P ro b o le escribió varias cartas en las que se

13 G alerías en las q u e se h ab ilitab an las escuelas.

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m ostraba clem ente con él y que le pro m etió el p e r­ dón, pero que los soldados que habían estado con él no se lo creyeron. Finalm ente, tras haber sido sitiado en u n fuerte, fue asesinado p o r los soldados que había enviado P ro b o , contraviniendo su volun­ tad. R esulta pesado exponer los detalles insustanciales, u n o p o r u n o , e im p o rtu n o decir cuál fue su es­ tatura, su constitución corporal, su atractivo y qué es lo que com ía y bebía. Sean o tro s los que relaten estos p orm enores que n o tienen casi ninguna utili­ dad para p ro p o n erlo s com o ejem plo. N o so tro s re ­ tom em os el hilo de aquello que aún nos queda p o r exponer. 12 La patria de Próculo fue A lbingauno 14, ciudad situada en los Alpes que lindan con el litoral. E ra de familia noble, aunque sus antepasados se dedi­ caban al pillaje y, p o r este m otivo, era bastante rico en ganados y esclavos y en o tros bienes que él m is­ m o había robado. Se dice, en fin, que arm ó dos m il esclavos suyos en la época en que se apoderó del im perio. Su esposa, que le im pulsó a semejante l o ^ cura, era una m ujeÇ dq carácter varonil, llam^cfot^ Samso, nom b re que ljfjihpusieron más tarde en s u s ­ titución del antiguo de V itúriga. Su hijo era H ereniano, al que, si hubiera llegado a cum plir los cin­ co años, le habría enriquecido, com o él decía, con el im perio. U n hom bre, lo cual n o se puede negar... y m uy valiente, que estaba habituado a tom ar p a r­ te en actos de piratería y que, no obstante, vivió en­ tregado a las armas. E n efecto, estuvo al frente de m uchas legiones com o trib u n o y realizó actos h e­ roicos. Y, puesto que los actos insignificantes son tam bién agradables y ofrecen cierto encanto cuan­ do se leen, no hay que silenciar u n hecho del que se gloría él personalm ente en una carta suya que yo

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14 L a m o d ern a A lb en g a a 50 m illas aproxim adam ente al Suroeste de G én o v a.

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prefiero incluir aquí, en lugar de hablar extensa­ m ente sobre ella. «Próculo a su pariente M eciano, 7 salud. H e capturado a los sárm atas cien vírgenes. H e desflorado a diez en una sola noche, p ero a to ­ das ellas las hice m ujeres en el plazo de quince días, pues ten íap o ten cia sexual para ello»».— C om o ves, 8 se gloría cíe una acción to rp e y bastante lasciva y cree que se le incluirá entre los hom bres fuertes, si se encallece m ultiplicando los crímenes. 13 Este hom bre, aún cuando después de haber co n ­ seguido los honores m ilitares se conducía de form a obscena y desenfrenada, p ero con valentía, a ins­ tancias de los lionenses que se consideraban grave­ m ente hum illados p o r A ureliano y que tem ían intensísim am ente a P ro b o , fue proclam ado em pera­ d o r en una especie de chanza o de juego que re­ cuerda O nésim o 15, p ero que n o he encontrado en ningún o tro autor. E n efecto, u n día que jugaba al 2 juego de los ladrones 16 en u n banquete y le tocó p o r diez veces consecutivas hacer de em perador, un bufón que era bastante conocido le dijo: «Yo te saludo, A ugusto» y to m an d o u n p año de lana de color de p ú rp u ra le cubrió los hom b ro s y le adoró; a p a rtir ae aquel m om ento, los cóm plices del acto em pezaron a tem er y consiguientem ente trataron de seducir al ejército y de obtener el trono para P ró ­ culo. N o obstante, P ró cu lo les fue m uy ú til a los 3 galos, p o rq u e d erro tó , n o sin alcanzar un gran pres­ tigio, a los alam anos que aún se llam aban germ a­ nos, a p esar de que luchó siem pre con la estrategia de u n bandolero. Pero P ro b o le d erro tó y le quitó 4 la vida tras hacerle h u ir hasta las tierras más lejanas, y cuando se disponía a p e d ir ayuda a los francos, de los que él decía que derivaba su origen, fueron 15 A u to r de u n a vid a de P ro b o , según 14,4 y C aro, 4,2. 16 Se trata del ludus la trunculorum al que se jugaba sobre u n a p la n ­ cha llam ada Tabula latruncularia, q u e tenía cierto parecido con n u es­ tro juego de dam as.

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los m ism os francos los que le traicionaron, pues en ellos es un hábito ro m p e r el juram ento de fidelidad con la sonrisa entre los labios. Sus descendientes vi- 5 ven todavía h o y con los albigaunos y suelen decir en brom as que a ellos no les gusta ser ni em pera­ dores ni ladrones. Estas son las cosas dignas de m ención que re- 6 cuerdo haber llegado a saber sobre Próculo. P ase­ mos a B onoso, sobre quien he redactado m uchas m enos noticias aún. 14 B onoso fue descendiente-de u n a fam ilia hispana, britano de origen, aunque sg'inadre era gala, e hijo, com o él m ism o decía, de u n p ro feso r de retórica, o com o yo he descubierto p o r o tro s autores, de u n profesor de literatura. P erdió a su padre cuando era aún un niño, habiendo sido educado después p o r su m adre, que era m u y enérgica, ya n o aprendió nada de literatura. Sirvió p rim ero en el ejército 2 com o soldado en u n a legión, después entre los ca­ balleros; a continuación ostentó el grado de centu­ rión, desem peñó distintos trib u n ad o s, fue jefe de la frontera de Recia y bebía m ás que ningún o tro hom bre. A ureliano decía m uchas veces de él: «H a 3 nacido p ara beber, no para vivir» 17. C o n todo, le m antuvo en su estim a d urante m ucho tiem po p o r el servicio que le prestaba. E n efecto, si alguna v ez 4 llegaban bárbaros desde cualquier parte ael m u n ­ do, se les invitaba a beber, para em briagarlos y adu irir inform ación de to d o s sus planes, valiéndose el vino para ello. Pero él, p o r m ucho que bebiera, se m antenía sereno y despejado y , según dice O n ésim o, au to r de la vida de P ro b o , se m ostraba más sagaz cuando había bebido. T en ía adem ás la ven- 5 taja adm irable de que m eaba cuanto bebía y de que nunca su pecho, su vientre o su vejiga sintieran m a­ lestar. 15 Este m ism o hom bre, com o en cierta ocasión los

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17 Ju eg o de p alab ras: uiuere «vivir» bibere «beber».

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germ anos incendiaron unas naves de crucero que tenían los rom anos en el R in, ante el tem o r de que tendría que sufrir algunas penas p o r ello, se apoderó del tro n o y lo conservó en su p o d e r más tiem po de lo que merecía. A l fin, después de haber 2 sido derrotado p o r P ro b o tras una d u ra y larga ba­ talla, puso fin a su vida con u n lazo, p o r lo que se difundió u n chascarrillo que decía que lo que col­ gaba era una anáfora, n o u n hom bre. D ejó dos hijos, a los que P ro b o o to rg ó el per- 3 dón, m anteniendo tam bién en su aprecio a la espo­ sa de aquél, a la que concedió una pensión hasta su m uerte. Se dice, en efecto, com o tam bién decía m i 4 abuelo, que ésta fue u n a m u jer de una ejem plaridad singular y de fam ilia noble, aunque de raza gala. A ureliano se la había concedido a B onoso com o esposa, p ara conocer p o r él todos los p ro ­ yectos de los galos, pues era una doncella de estir­ pe real. Se conserva una carta escrita al legado de 5 las Tracias sobre esta b oda y sobre los regalos que A ureliano o rd en ó que con m otivo de ella se le die­ ran al general B onoso, carta que he incluido aquí: 6 «A ureliano A ugusto a G alonio A vito, salud. T e he dado las órdenes o p o rtu n as, en u n a carta anterior, para que distribuyas en P erin to a las jovenes de la aristocracia goda y he decretado p ara ellas determ i­ nadas asignaciones, n o p ara u n a a u n a p o r separa­ do, sino para que com an sim ultáneam ente en gru­ pos de siete, pues si la reciben u n a a una, resulta insuficiente y el E stado gasta excesivam ente. Sin 7 em bargo, puesto que he aeterm ian d o que H u n ila sea entregada en m atrim o n io a B onoso, le darás a él tam bién, de acuerdo con el breve d ocum ento que adjunto, to d o lo que he prescrito y harás celebrar sus bodas con dinero p ro ced en te del E stado». Esta era la lista de regalos: dos túnicas palióla- 8 das 18 de color de jacinto y al cincuenta p o r ciento 18 La túnica paliolada (túnica palliolata) era u n a p ren d a q u e re u n ía

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de seda, una túnica en la m ism a p ro p o rció n de seda con bandas de oro y de una libra ae peso, dos tú ­ nicas interiores con dos bandas de color y otras co ­ sas que cuadran a una m ujer casada. A él m ism o le darás cien Filipeos de o;ro, m il A ntoninianos de p la­ ta y diez m il s e s t e r ^ b ^ de cobre». // 3' N·, Éstas son las cosás"que yo recuerdo haber leído 9 sobre Bonoso. En realidad, tam bién y o podía h a ­ ber om itido la vida de estos u surpadores sobre los que nadie quería investigar; n o obstante, para no faltar un ápice a la verdad, he p ro cu rad o tam bién dar a conocer las noticias que y o había adquirido sobre ellos. Pero aún me quedan C aro, C arino y 10 N um erian o , pues D iocleciano y sus sucesores de­ ben ser biografiados en un estilo más elevado.

las características de la túnica y del pallium (cf. A d rian o , 22,4, n. 96), lo que los gram áticos llam aban tunicopallium , no m b re acuñado p ara in­ d icar la natu raleza especial del vestido llam ado palla, pues la p a rte su­ p e rio r del ropaje que fo rm ab a la toga de cerem onia de las dam as ricas, actores, m úsicos, etc. (palla) se colocaba im itan d o u n pequeño m anto (palliolum ) colo can d o sobre las espaldas y el pecho, en lugar de sobre la cabeza.

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C A R O , C A R IN O Y N U M E R IA N O

(Flavio V opisco Siracusano)

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La m uerte de P ro b o l dem uestra suficientem en­ te que la república es gobernada p o r el destino y que p o r él es encum brada a lo más alto o reducida a las condiciones más deplorables. E n efecto, después de que soportó casi todos los sufrimientos que la na­ turaleza hum ana so p o rta en la vida de u n hom bre, tras haber sido dirigida a lo largo de los tiem pos p o r distintas conm ociones que unas veces la debi­ litaban y otras la reanim aban, cam biando a causa de alguna tem pestad o de algún acontecim iento fa­ vorable, parecía que después de tan variados males iba à perm anecer ya se g u ra y en p erp etu a felicidad al acabar el gobierno de A ureliano ^principe^sgyjFf" ro, cuando P ro b o m oderaba las.leyes y g o o éran d a/ el tim ón del E stado ateniéndose a la voluntacTclel pueblo y del senado. P ero, cuando los soldados ati­ zados p o r el destino q u itaro n de en m edio a este príncipe, una gran catástrofe sim ilar a u n naufragio o a un incendio redujo los deseos del pueblo ajjna. desesperación tal, que to d o s tem ían a los Dorhic/a/ nos, Vitelios y N ero n es. E n efecto, el carácter-ve­ leidoso de u n em perador provoca más tem or que esperanza, sobre to d o en aquella república que,

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1 U ltim o rey de R o m a, en tre el 534-509. A R ey del E p iro al que T a re n to p id ió ayuda p ara defenderse de R om a. / T r a s varias victorias so b re los ro m a n o s, sufrió en el año 275 u n gran descalabro en B enevento.

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desgarrada p o r recientes heridas, ha deplorado la cautividad a que le som etió V aleriano y la d isolu­ ción de G alieno, so p o rtan d o el caos a que dieron lugar cerca de treinta tiranos q u e reivindicaban cada un o para sí los m iem bros despedazados de sus p r o ­ pios com patriotas. 2 Efectivam ente, si preten d em o s recordar los cam ­ bios que la república rom ana ha experim entado desde que se fundó la ciudad de R om a, constatare­ m os que ninguna o tra alcanzó más brillo bajo el g o­ bierno de príncipes bond ad o so s, ni padeció tan to p o r el gobierno de los m alos. Y, para com enzar p o r R óm ulo, verdadero p ad re y fu n d ad o r de la re p ú ­ blica, ¿cuál fue la felicidad de aquél que fundó, co n ­ solidó e h izo p o d ero sa a la república y que dejó una C iudad perfecta, com o n o hizo ningún o tro fundador? D espués, ¿qué diré de N u m a que p ro tegió con la coraza de las instituciones religiosas a una C iudad que rugía con las guerras y que se veía abrum ada p o r los triunfos? Y así continuó floreciendo nuestra patria hasta los tiem pos de T arq u i­ nio el Soberbio; pero , tras so p o rtar la adversidad com o consecuencia del carácter de este rey, se v en ­ gó a sí mism a, no sin u n a im ponente destrucción. Después~adc|uirió m ay o r prestigio hasta la época de la conïroracîôn con los galos; pero, sum ergida en una especie de naufragio, cuando fue capturada toda la C iu d ad excepto la fortaleza, experim entó entonces un castigo casi superio r al éxito de que se ensoberbecía. Volvió a reco b rar su integridad, p ero se vio abrum ada p o r el peso de las guerras púnicas y p o r el espanto suscitado p o r P irro hasta tal p u n ­ to, que llegó a sentir los m ism os sufrim ientos de los m ortales p o r el te m o r que p ren d ió en sus en tra­ ñas. 3 D espués de la victoria sobre C artago y de exten­ der su im perio más allá del m ar, se h izo más p o ­ derosa, pero, debilitada a causa de las guerras civi­ les y apagada la sensación de felicidad de que dis-

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frutaba, envejeció extenuada p o r las discordias ci­ viles hasta el reinado de A ugusto. D espués fue res­ taurada p o r A ugusto, si se puede llam ar restaura­ ción a la destrucción de la libertad. Pero en cual- 2 quier caso, aunque fue desdichada en el interior, floreció entre los pueblos extranjeros. A continua­ ción, tras so p o rtar u n b uen núm ero de N erones, le­ vantó la cabeza gracias al gobierno de Vespasiano. 3 Y no habiendo disfrutado de la felicidad plena del reinado de T ito, después de h aber sido lastim ada p o r la crueldad de D om iciano, p e ro siendo más afortunada que de costum bre d u ran te los reinados de N erv a y T rajano hasta el advenim iento de M ar­ co A urelio, se vio atorm entada p o r la locura y crueldad de C ó m o d o . D espués de esto, no experi- 4 m entó ningún o tro bien salvo el de la solicitud de Severo hasta que reinó A lejandro, el hijo de M amea. Es m u y pesado n a rra r todas las vicisitudes que 5 siguen después: en efecto, no p u d o aprovecharse del principado de Valeriano y tuvo que soportar el de G alieno d urante quince años. La fortuna, p ro p i- 6 cia siempre al cambio y enemiga permanente de la jus­ ticia, privó a Claudio de u n largo reinado. D e tal ma- 7 ñera se llevó a cabo el asesinato de A ureliano, la aniquilación de T ácito y la m atanza de P ro b o , que se constata que nada es tan grato a la fo rtu n a com o transform ar los planes que afectan a la adm inistra­ ción del E stado, m ediante diversos acontecim ien­ tos. P ero ¿con qué objeto nos entretenem os en ta- 8 les quejas y en las vicisitudes de las distintas épo­ cas? Pasem os a C aro, un h o m b re de cualidades in ­ term edias, p o r así decirlo, y que debe ser cataloga­ do más bien entre los príncipes buenos que entre los malos, y que hubiera sido m ucho m ejor aún, si no hubiera dejado a C arino p o r heredero. 4 La m ayoría de los autores hablan de la patria de C aro con tanta am bigüedad, que no puedo decir, ante u n cúm ulo tan grande de opiniones, cuál de ellas es la verdadera. Efectivam ente, O nésim o, que 2

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escribió con m uchísim o detalle la biografía de P r o ­ bo, defiende que C aro nació y fue educado en Rom a, pero que sus padres eran de Iliria. En cam bio, Fabio C eriliano 3 que describió con gran h a­ bilidad la época de C aro, C arin o y N um eriano, ase­ gura que no nació en R om a, sino en la Iliria y que sus padres n o eran de P anonia sino cartagineses. Y o recuerdo haber leído en unas efem érides que C aro había venido al m u n d o en M ilán, pero que había sido inscrito en el registro de la C uria de la ciudad de Aquileya. El mism o deseó que le consideraran ro m ano, dato que es im posible negar, com o lo revela una carta que siendo p ro có n su l envió a su lugarte­ niente, exhortándole a ejercer sus honrosos d eb e­ res. C arta de C aro : «M arco A urelio C aro, pro có n su l de Cilicia, a Jun io su lugarteniente. Los príncipes rom anos que nos precedieron, a la h o ra de elegir a sus lugartenientes, tu v iero n la costum bre de o fre­ cer una m uestra de sus propias virtudes p o r m edio de aquéllos a los que confiaban el gobierno del E s ­ tado. E n lo que a m í respecta, em pero, aunque n o hubiera sido así, no habría actuado de o tro m odo. E n efecto, n o he actuado de o tro m odo y no q u e ­ daré defraudado si cu rne ayudas. P rocura, p o r ta n ­ to, que n o discrepem os de n uestros antepasados, es decir, de los ciudadanos rom anos». Ya ves, p o r el sentido de to d a la carta, que él desea que sus an te­ pasados sean considerados rom anos. 5 Y tam bién un discurso suyo dirigido al senado m uestra la m ism a presunción sobré su linaje. E n efecto, tan p ro n to com o fue elegido em perador, es­ cribió lo que sigue al senado, entre otras cosas: «H ay que alegrarse pues, padres conscriptos, p o r ­ que ha sido n o m b rad o em perador un m iem bro de vuestro estam ento y de vuestra raza. E sforcém o­

3 E scrito r desconocido.

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nos, p o r tanto, en no p erm itir que se crea que son m ejores los extranjeros que vuestros com patriotas». 3 Tam bién en este pasaje se ve con bastante claridad que él quería que le considerasen rom ano, es decir, originario de R om a. Asi^çjies, después de que fue elegido p o r P ro b o 4 prefecto del P reto rio , tras o cu p ar distintos grados de la vida civil y m ilitar, com o atestiguan las ins­ cripciones de sus estatuas, lo g ró que los soldados le tuvieran tanto afecto que, una vez asesinado un príncipe tan grande com o P ro b o , a todos les pare­ ció que no había o tro candidato más digno del tro ­ no que él. 6 N o se m e oculta que la m ay o r parte de los es­ critores sospechan que P ro b o fue elim inado p o r una facción partidaria de C aro y que así lo nan constatado ellos en los fastos 4; pero ni la conducta de P ro b o hacia C aro, ni las costum bres de C aro perm iten que se crea su versión, ya que además éste vengó la m uerte de P ro b o con extraordinaria cruel­ dad y pertinacia. Y, respecto a la opinión que P ro - 2 bo tenía de C aro, una buena m uestra es esta carta que aquél dirigió al senado sobre los honores que le trib u tó : «Probo A ugusto saluda al senado, al que ama so­ bre m anera»: Y, entre otras cosas, continuaba: «N uestra patria sería dichosa, si tuviera en los car­ gos públicos a m uchos com o C aro o com o la m a­ y o r parte de vosotros. P o r ello pienso que, si os pa- 3 rece bien, debe decretarse para u n hom b re que o b ­ serva las costum bres ancestrales una estatua ecues­ tre, añadiendo la petición de que se le construya un palacio a expensas públicas, con distintos tipos de

4 L os fastos designaban originariam ente los días aptos (de fa s «líci­ to») p ara tra ta r asuntos judiciales y civiles; p ero el térm in o indica tam ­ bién el m ism o calendario en su c o n ju n to , así com o las listas de los m a­ gistrados, de triu n fo s, etc., y los co m en tario s o crónicas de d istintos he­ chos.

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m árm ol que yo traeré de una cancera. Porque co n ­ viene que recom pensem os la integridad de un h o m ­ bre com o éste», etc. 7 Pero, para no añadir todo tipo de nim iedades y de porm enores que se pueden encontrar en otros autores, diré que, tan p ro n to com o asum ió el im ­ perio, con el consentim iento general del ejército, confirió a sus hijos el títu lo de Césares y luego co­ m enzó la guerra contra los persas, que preparaba P robo , adoptando la siguiente estrategia: destinar a C arino a la Gallas p ara que las defendiera con tr o ­ pas de las más selectas, m ientras que él se llevaba a N um erian o , joven m u y distinguido y de extraordi­ naria elocuencia. Y, p o r cierto, dicen que repetía 2 con frecuencia que era u n desdichado p o r haber en­ viado a las Galias com o príncipe a C arino y p o r ­ que N um erian o aún no había alcanzado la edad adecuada para poderle confiar el im perio galo, cuyo gobierno reclam aba u n príncipe de una firm eza ex­ cepcional. P ero reservarem os estos porm enores para o tra ocasión. E n efecto, existe tam bién u n a 3 carta de C aro en la que se lam enta ante su prefecto de las costum bres de C arino, co n lo que se confir­ m a la veracidad de la afirm ación de O nésim o cuan­ do dice que C aro tuvo la intención de arrebatar a C arino el p o d er que tenía com o César. P ero, com o 4 ya hem os dicho, hablarem os de esto en otro m o ­ m ento en la biografía del m ism o C arino 5. A hora volvam os al hilo del relato. 8 D espués de haber acabado en gran p arte la guerra ue m antenía con los sárm atas, m erced a los gran­ es dispositivos bélicos y al con ju n to de tropas que había alistado P robo, dirigiéndose contra los p e r­ sas, se apoderó de M esopotam ia sin que ningún enemigo le saliera al paso, llegó hasta la ciudad de C tesifonte y, com o los persas se hallaban absorbi­

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5 C f. 17,6.

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dos p o r u n a rebelión intestina, consiguio/íe* o to r­ garan el título de em p erad o r de Persia. Pero, al haber penetrado más de lo debido en el país, m ovido p o r el deseo de gloria y, aún m ás, p o r las instan ­ cias de su prefecto quien, deseando o b ten er el p o ­ der, buscaba su destrucción y la de sus hijos, m u ­ rió abatido p o r u n a enferm edad, según unos, o ful­ m inado p o r u n rayo, según otros. N o pued e negarse que en el m o m en to de su m u erte se p ro d u jero n tantos truenos que, según cuentan, m uchas p erso ­ nas m urieron presas de terro r. Según esta versión, cuando yacía p o strado en su tienda p o r una enfer­ m edad, perdió la vida al desencadenarse una vio­ lenta tem pestad acom pañada de grandes relám pa­ gos y de truenos aún más espantosos, com o y a d i­ jim os, Su secretario Julio C alpurnio entregó esta carta sobre la m u erte de C aro al prefecto de la C iu ­ dad. E n tre otras cosas, decía: «C uando C aro, nuestro príncipe realm ente C a ro 6, se hallaba enferm o, surgió inesperadam ente u n tem poral que p ro d u jo u n a to rm en ta tan grande que to d o quedó oscure­ cido y nadie se reconocía entre sí; a continuación, u na vibración continua de centellas y truenos, si­ m ilar a la de los destellos de una estrella encendida nos privó a todos n o so tro s de conocer lo que p a­ saba. E n efecto, súbitam ente, p ero de u n m o d o especial después de aquél tru e n o que había ocasiona­ do el te rro r general, surgió u n griterío unánim e anunciando la m uerte del em perador. A estos h echos, se sum ó la circunstancia de que los ayudas de cám ara de C aro, afligidos p o r su m uerte, incendia­ ro n su tienda. P o r esto rápidam ente surgió el ru ­ m o r de que el em perador había sido fulm inado p o r u n rayo cuando, p o r lo que podem os saber, hay constancia de que pereció p o r u n a enferm edad». 9 H e insertado aquí esta carta p o rq u e la m ay o r

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6 Ju eg o de palabras: C arus «C aro» (n o m b re p ro p io ) carus «querido» (adjetivo).

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parte de los autores dicen que existe u n decreto del destino, según el cual n ingún em perador rom ano puede pasar más allá de C tesifonte, y que, precisa­ m ente p o r ello, C aro fue fulm inado p o r un rayo cuando pretendía traspasar aquellos lím ites que h a­ bían sido fijados p o r el destino. Pero dejemos que 2 la cobardía, a la que hay que aplastar a base de va­ lor, m antenga sus artilugios. Es y será lícito desde 3 luego, (y así lo ha p ro b ad o n u estro sacratísim o C é ­ sar M axim iano) vencer a los persas y traspasar sus fronteras, y pienso que esto ocu rrirá algún día, si los nuestros no descuidan la protección que la d i­ vinidad les ha prom etido. H a y m uchos hechos que dem uestran que C aro 4 fue un buen príncipe, entre ellos esta m aniobra que utilizó con los sárm atas: apenas conseguida la dig­ nidad im perial, cuando los sárm atas se m ostraban tan audaces ante la m uerte de P ro b o que am enaza­ ban invadir n o sólo el Uírico, sino incluso las T racias e Italia, los debilitó con tanta habilidad aislan­ do los com bates, que en m uy pocos días pudo o b ­ sequiar con una seguridad absoluta a las Panonias, después de haber dado m uerte a dieciseis mil sár­ matas y haber capturado a diez mil prisioneros de am bos sexos. 10 C reo que esto es suficiente sobre C aro. Pasemos a N um eriano. Su biografía está más u n id a a su p a ­ dre que la de C arino y se hizo más célebre, al p a ­ recer, p o r el crim en de su suegro. Y, aunque C a ri­ no fue m ay o r en edad y recibió el títu lo de César ante; e N u m erian o , es necesario, n o obstante, que emos p rim ero de este que m u rió despues de su padre, y a continuación de C arino, a quien un hom bre providencial para la república com o Diocleciano A ugusto le quitó la vida después de h a ­ ber m antenido diversos com bates con él. 11 N um eriano 7, hijo de C aro, poseyó virtudes ex7 Su n o m b re co m p leto era M . A urelio N u m e ria n o A ugusto.

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cepcionales y fue realm ente digno del tro n o , des­ tacando tam bién p o r su elocuencia hasta tal p u n to que, ya de niño, declam ó en p úblico y aún circulan obras célebres com puestas p o r él, aunque más ajus­ tadas al género declam atorio que al estilo cicero­ niano. P o r o tra parte, se dice que fue tan hábil en 2 la versificación que superó en este arte a todos los poetas de su tiem po. E n efecto, n o solam ente com ­ pitió con O lim pio N em esiano 8, que escribió trata­ dos de piscicultura, de cinegética y navegación y que se hizo fam oso p o rq u e dom inaba todos los recu r­ sos estilísticos, sino que tam bién, cuando se p u b li­ caron las cosas que había recitado en público, eclip­ só com o con u n rayo de sol al poeta satírico A u ­ relio A polinar, que había escrito las gestas de su p a­ dre. D icen que el discurso que envió al senado era 3 tan elocuente que esta asam blea le decretó u n a es­ tatua, no en calidad de C ésar sino de retórico, para que la em plazaran en la biblioteca U lp ia con la si­ guiente inscripción: «Al C ésar N u m erian o , el más prestigioso o rad o r de su tiem po». 12 N um erian o acom pañó a su padre en la guerra contra los partos. A la m uerte de éste, aprovechan­ do la circunstancia de que había com enzado a p a­ decer una afección ocular, u n tipo de dolencia que fue habitual en él p o r estar agotado debido a su ex­ cesivo insom nio, y cuando era tran sp o rtad o en u n a litera, fue asesinado p o r los partidarios de su sue­ gro A pro, que intentaba apoderarse del tro n o . 2 P ero, cuando los soldados p reguntaban u n día y o tro p o r la salud del em perador y se descubrió la verdad p o r el h ed o r del cadáver, en co n tra de las afirmaciones de A p ro que proclam aba públicam en­ te que no se le p o d ía ver p o rq u e debía proteger sus ojos enferm os del viento y del sol, tocios se lanza­ 8 M . A u relian o O lim p io N em esian o . Se conservan cuatro églogas en las que im ita a V irgilio y u n o s fragm entos de u n p o em a didáctico titu ­ lado Cynegetica.

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ron contra A p ro , cuya artim aña no p u d o perm ane­ cer oculta, y le arrastraron hasta las banderas del cuartel general. A continuación se celebró una co n ­ curridísim a asam blea y se constru y ó u n tribunal. 13 Y, cuando se p reguntaban unos y o tro s a quién debería confiarse, p o r ser el más digno, la vengan­ za de N um erian o y quién debería ser elegido p rín ­ cipe de la república p o r sus buenas cualidades, to ­ dos con extraordinaria unanim idad n o m braron A u ­ gusto a D iocleciano 9, a quien decían que se le h a­ bían dado ya m uchos presagios del im perio, en aquel m om ento com andante de la guardia de corps, un hom bre insigne, hábil, fiel a la república, am an­ te de los suyos y convenientem ente dispuesto a lo que cada circunstancia exigía, que m antenía siem ­ pre elevados designios y a veces m ostraba un ro s ­ tro insensible, aunque reprim ía los im pulsos de su tu rb u len to corazón con p rudencia y gran firmeza. 2 D espués de que s^bió al trib u n al y recibió el título de A ugusto, cuando le preguntaban cóm o había sido asesinado N u m erian o , desenvainando su espa­ da y apuntando al prefecto del P reto rio A pro, le atravesó con ella agregando estas palabras: «Este es el au to r de la m uerte de N um eriano». D e esta m a­ nera A pro, que vivía u n a vida vergonzosa y alber­ gaba horribles proyectos, tuvo el fin que m erecía p o r sus costum bres. M i abuelo m e contó que asis- 3 tió a la asamblea en la cual A p ro fue, asesinado a m a­ nos de D iocleciano; y decía que la frase que p r o ­ nunció D iocleciano al h erir a A p ro fue: «G loríate, A pro», «Caes bajo la diestra del gran E neas»10, frase que y o me extraño de que la pronunciara u n 4 m ilitar, aunque sé a ciencia cierta que hay un gran núm ero de militares que utilizan expresiones en 9 Se trata de C . A u relio D iocleciano A u g u sto , em perador de 284 a 305. 10 V irgilio, A en ., X,830.

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griego o latín de com ediógrafos u o tro s poetas se­ mejantes. E n fin, hasta los m ism os cóm icos en m u- 5 chas ocasiones in tro d u cen soldados en escena h a­ ciéndoles decir proverbios antiguos. P o r ejem plo, «Tú también comes liebre, pero reclamas pulpam en­ to» 11, es tam bién u n p ro v erb io de Livio A n d ro n i­ co 12, y así otros m uchos que consagraron P lauto y Cecilio. 14 N o considero que sea indiscreto ni dem asiado vulgar relatar una anécdota sobre D iocleciano A u ­ gusto, que cuadra a este lugar y que constituyó para él un presagio del im perio. — M i abuelo me dijo que la había conocido p o r boca del p ro p io D iocle­ ciano— . «En una ocasión en que éste», decía m i 2 abuelo, «se detuvo algún tiem po en una posada de la Galia en la región de los tun g ro s, cuando aún m i­ litaba en los g radosjm ás inferioresf'del ejército y echaba las cuentas cok una D ru id a 'd e los víveres que había com ido cada día, y ésta le decía: «D io­ cleciano, eres dem asiado avaro y dem asiado ahorra­ tivo», D iocleciano, según se dice, la respondió, no en serio, sino en bro m a: «Ya seré generoso cuando llegue a em perador». Y, al escuchar estas palabras, 3 dicen que la D ru id a exclam ó: «D iocleciano, no p re­ tendas m ofarte, pues serás em perador cuando ha­ yas dado m uerte a A pro» 13. 15 D iocleciano m antuvo siem pre en su espíritu el deseo del tro n o ,y de ello era consciente M axim ia­ n o y m i abuelo, al que él personalm ente le refirió las palabras que le había dicho la D ruida. Pero com o era astuto, se lo tom ó a risa y guardó silen­ cio. N o obstante, m ató siem pre los jabalíes con su 2

11 P u lp a m en tu m , n o m b re con el q u e se designaban tro z o s de carne o pescado p -d aterm in ad o s p latos de carne guisada. 12 La frase ’es de T eren cio , E un., 426, aunque es posible que re m o n ­ te a L ivio A n d ro n ic o , el p rim e r p o eta ro m an o (280-204). 13 F rase con d o b le sen tid o , pues aper significa «jabalí» y aper «apro», n o m b re pro p io .

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p ro p ia m ano en las cacerías, cuando se le presentó o p o rtu n id ad de hacerlo. E n fin, com o A ureliano, 3 P ro b o , T ácito y el p ro p io C a ro alcanzaron sucesi­ vam ente el tro n o , D iocleciano exclam ó: «Yo siem ­ pre m ato jabalíes, p ero o tro se com e la carne». P o r 4 lo dem ás, es conocida y está suficientem ente divul­ gada la frase que pronu n ció , según cuentan, cu an ­ do m ató al prefecto del P re to rio : «Al fin he dado m uerte al A p ro , señalado p o r el destino». M i abue- 5 lo tam bién decía que D iocleciano había afirm ado que su único p ro p ó sito , al d ar la m uerte a aquel Hombre con su p ropia mano, había sido el de cu m ­ p lir la predicción de la D ru id a y asegurarse el tr o ­ no. Efectivam ente, él n o h u b iera deseado m o strar- 6 se tan cruel, sobre to d o en los prim eros años de su reinado, si la necesidad n o le hubiera arrastrado a com eter aquel atro z asesinato. 16 Ya he hablado de C aro y de N u m erian o ; p ero aún me falta hablar de C arino, el más im puro de los hom bres, adúltero; y co rru p to r pertinaz de la ju ­ ventud, quien además h izo m al uso de los placeres de su p ro p io sexo. É ste, cuando ejercía el p o d e r 2 concerniente a u n C ésar, tras haberle sido confia­ dos p o r u n decreto las Galias, Italia, el Ilírico, las H ispanias, las Bretañas y el A frica, donde su padre le había dejado con dicho títu lo , pero con la co n ­ dición de desem peñar todas las funciones que correspondían a un A ugusto, se m ancilló con v i­ cios desm esurados cayendo en u n a gigantesca d e­ gradación, alejó a los am igos m ás virtuosos, eligió 3 y m antuvo a su lado a los m ás m alvados e hizo p re ­ fecto de la C iu d ad a u n o de sus ujieres 14, la acción más abdom inable que jamás p u d o pensarse o d e­ cirse. M ató a su prefecto del P re to rio ; en su lugar 4 5 no m b ró a un antiguo alcahuete llam ado M acronia14 T rad u cció n de u n u m ex cancellariis suis, pues el cancellarius era u n oficial que m o n tab a la guardia ante la tien d a del em p erad o r o de su d o rm ito rio , cu y o acceso estaba p ro teg id o p o r un enrejado (cancelli).

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no, uno de sus secretarios al que había tenido siem ­ pre com o cóm plice y co lab o rad o r de sus estupros y placeres. Se presen tó en público com o cónsul, contraviniendo la volu n tad ele su padre. E scribió al senado cartas arrogantes. P ro m etió los bienes de los senadores al p opulacho de la ciudad de R om a, com o si se tratara del p ueblo rom ano. T om ó a nueve m ujeres com o esposas tras sucesivos m atrim o ­ nios y divorcios, rep u d ian d o a la m ay o r parte de ellas cuando se hallaban preñadas. L lenó el Palacio de actores de baja estofa, m eretrices, p an to m i­ m os 15, cantores y alcahuetes. Sentía tal hastio de firm ar docum entos, que encom endó esta tarea a u n hom bre degradado con el que gastaba siem pre b ro ­ mas al m ediodía, y al que reprochaba en m uchas ocasiones que im itara correctam ente su firma. 17 Tl ' 1 ciosas en sus zapatos. N o estuvieran adornados con perlas y su tahalí tam bién m uchas veces estaba guarnecido de pedrería. E n fin, la m ay o r p arte de los ilírios le daDan el títu lo de rey. N u n c a salía a recibir a los prefectos ni a los cónsules. O to rg ó m u ­ chos honores a hom bres perversos y los invitaba habitualm ente a sus festines. E n ellos ofrecía con frecuencia cien libras de aves, cien libras de peces y m il libras de carne variada. H acía servir grandes cantidades de vino. N ad ab a entre frutas y melones. A lfom braba sus triclinios y sus d o rm ito rio s con r o ­ sas de M ilán. T om aba baños fríos,/a la tem peratura que suelen estar las habitaciones de los sótanos, pues los tom aba en cámaras refrigeradas constante­ m ente con nieve. U n a vez, cuando llegó d urante la estación invernal a u n lugar en el que había u n m a­ nantial del que solía m an ar de form a natural d u ­ rante el invierno agua m u y tibia y se bañó en una

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15 A cto res p arecidos a n u estro s bailarines de ballet. U tilizab an m ás­ caras y rep resen tab an h isto rias am orosas y m itológicas, escandalizando con sus procacidades.

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piscina utilizando aqyel-agua, dicen que com entó a los bañeros: «Me habéis/preparado un baño p ro p io de m ujeres», y se dice que esta frase fue la más fa­ m osa que p ronunció. Su padre, cuando recibía n o ticias de las cosas que hacía, exclam aba: «Este n o es m i hijo». E n fin, había decidido d ar m uerte a su padre, según dice O nésim o, y elegir para que le sustituyera a C onstancio 16, que entonces se o c u ­ paba-d el gobierno de la D alm acia y después fue nom brad o César, p o rq u e no había en aquellos m o ­ m entos, al parecer, n in g ú n h o m b re más virtuoso que él. R esultaría p rolijo que y o pretendiera ofrecer muchas noticias sobre su lujuria. El que desee co­ nocer su vida en detalle que lea tam bién a Fulvio A spriano que expone la to talidad de sus ademanes hasta llegar a aburrir. 18 C uando C arino supo que su p ad re había sido fu l­ m inado p o r u n rayo, que su h erm ano había sido eli­ m inado p o r su suegro y que D iocleciano había sido elegido em perador, exhibió m ayores vicios y com e­ tió delitos más graves, com o si la m uerte de los su ­ yos le h ubiera liberado de los frenos que le im p o ­ nía el respeto hacia su familia. Sin em bargo, no le faltó coraje a su espíritu para reivindicar el tro n o , pues luchó con tra D iocleciano en num erosos com ­ bates, pero cayó vencido en la últim a batalla en la que se enfrentaron cerca de M argo 17. Este fue el fin que tuvieron estos tres príncipes, C aro, N u m erian o y C arino. D espués de ellos, los dioses nos o to rg aro n a D iocleciano y a M axim iano, y, ju n to a tan ilustres personalidades, a G alerio y C onstancio, de los que el uno nació para borrar la ignom inia que supuso el cautiverio ele V aleriano y el o tro p ara som eter de nuevo a las Galias a las le­ yes de Rom a. C iertam ente, estos cuatro caudillos del m u n d o fueron aguerridos, sabios, benignos y 16 E s decir, C o n stan cio C lo ro o C o n stan cio I. 17 L a actual M oravia.

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m u y generosos, de idénticas ideas políticas, sum a­ m ente respetuosos con el senado rom ano, m esura­ dos, amigos del pueblo, m u y piadosos, p o ndera­ dos, religiosos y príncipes com o los que hem os su­ plicado. C laudio E ustenio, que fue secretario de D iocleciano, escribió sus biografías dedicando a cada una de ellas u n libro, detalle que he reseñado aquí para que nadie m e exija una tarea tan árdua, máxim e cuando n o se p u ed e n arrar la vida de los príncipes que aún viven, sin exponerse a la censura. 19 El reinado de C aro, C arin o y N u m erian o tuvo com o hecho más m em orable la concesión al p u e­ blo rom ano de unos juegos realzados con nuevos espectáculos, que hem os contem plado en unas p in ­ turas de Palacio cerca del p ó rtico de las caballeri­ zas. E n efecto, se exhibió u n funam bulista que se m ovía con sus co tu rn o s com o sostenido p o r el viento, u n escalador de m uros que corrió p o r una pared eludiendo a u n oso, y o tro s osos represen­ tando u n m im o, a cien tro m petistas tocando al u n í­ sono, a cien tañedores de cuernos, a cien flautistas de los que acom pañan los coros y a otros cien de los que celebran los com bates píticos, a m il p a n to ­ m im os y gim nastas y, adem ás, u n teatro m óvil cu­ ya escena se consum ió p o r las llamas y que D iocle­ ciano después reco n stru y ó con m ayor suntuosi­ dad. H iz o venir a actores de m im os de todas las partes. O freció tam bién los juegos Sarm áticos, que superan en diversión a todos los demás. O freció una representación alusiva a los Cíclopes 18. Se con­ cedieron regalos en oro y plata a los artistas grie­ gos, a los gim nastas, a los actores y a los m úsicos, y se les regaló tam bién vestidos de seda. 20 Pero, aunque todas estas cosas tienen u n a insos­ pechada aceptación ante el pueblo, no tienen valor alguno ante los príncipes buenos. E n fin, corre en-

18 C f. Firm o, n. 5.

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tre la gente u n a frase que D iocleciano p ronunció cuando u no de sus tesoreros elogiaba el espectácu­ lo de C aro diciendo q u e aquellos em peradores h a­ bían sido m u y grandes debido a las representacio­ nes teatrales y circenses que habían p ro cu rad o : «Por ese m otivo», dijo aquél, «con razó n C aro ha sido m otivo de risa en su p ro p io reinado». E n fin, aunque D iocleciano ofreció u n o s espectáculos a los que invitó a asistir a tod o s los pueblos, fue m uy re ­ m iso en su liberalidad, alegando que era convenien­ te que los juegos fueran más decorosos cuando a ellos asistía algún censor. O jalá lea este pasaje Ju n io M ésala, a quien y o m e atrevo a censurar sin cortapisas. En efecto, él en­ tregó sus bienes patrim oniales a unos com ediantes y se los negó a sus herederos, entregando la túnica de su m adre a una actriz y el m anto de su p adre a un' pantom im o — y correctam ente, si u n actor trá ­ gico podía haber usado ya com o disfraz trágico el m anto de p ú rp u ra y o ro de su abuela— . T odavía se conserva escrito el nom bre de la esposa de Mésala en el m anto de p ú rp u ra violeta de un flautista que se ufana de dicha pren d a com o si se tratara de u n despojo conquistado a la nobleza. Y, ¿para qué v o y hablar de los vestidos de lino im portados de E g ip ­ to? ¿para qué de los im p o rtad o s de T iro y Sidón m uy transparentes debido a su finura, brillantes p o r su p ú rp u ra y fam osísim os p o r sus trabajosos b o r­ dados? D istrib u y ó com o regalos capotes 19 im p o rtados del país de los atrabatos, de C anusio y de A frica, lujosas prendas que hasta entonces no se h a ­ bían contem plado sobre la escena. 21 P o r cierto, he publicado estos porm enores m o ­ vido p o r el deseo de que el p u d o r invite a los futuros organizadores de espectáculos públicos a

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19 Los famosos birri de estos lugares, prendas que guardaban bien el calor (en relación con el griego πυρ «fuego»).

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no asignar sus p atrim o n io s a pantom im os y m a­ leantes en d etrim ento de sus legítim os herederos. A cepta, amigo m ío, este regalo que, com o he repetido m uchas veces, he dado a la luz pública no p o r su elocuencia, sino p o r su exactitud in form ati­ va, intentando sobre to d o esto: que, si algún escri­ to r elocuente desea contar las acciones de los em ­ peradores, n o tenga que buscar ya m aterial para ello, pues p o d rá co n tar con m is libros com o ins­ trum entos auxiliares de su elocuencia. Te ruego, pues, que te sientas co n ten to con m i regaló y que com prendas que y o he in ten tad o escribir la obra lo m ejor que m e ha sido posible.

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III.

ín d ice de nom bres

1. Abreviaturas A AP AS Aur Αν C Ca Car Cl CIA D DJ E F G Ge Go H M MA Max Ma P Pro PN SS T TU V Va

= = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = =

Adriano Antonino Pío Alejandro Severo Aureliano Avidio Casio Cómodo Caro, Carino, Numeriano Caracalla Claudio Clodio Albino Diadumeno Didio Juliano Elio Firmo, Saturnino, Próculo y Bonoso Galieno Geta Gordianos Helio gáb alo Maximinos Marco Aurelio Maximino y Balbino Macrino Pértinex Probo Pescenio Nigro Septimio Severo Tácito Treinta Usurpadores Vero Valeriano

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H IS T O R IA A U G U S T A

En el índice se recogen todos los nombres, salvo los de Roma, Ciudad (referido a Roma), Estado; los de tratamiento, como Clemencia; los de los títulos de Augusto/a, César y algunos otros. Los hemos castellanizado en general, exceptuando sólo aquéllos casos en los que hacerlo supondría violentar su forma, consagrada ya fuertemente por el uso, como en Caracalla, Escitia, Ennio, Pértinax, Víndex y algunos más. Hemos recurrido a la utilización del paréntesis para introducir en él elementos que permitan una mejor identificación del nombre a que se alu­ de o para completar con él la forma de éste. Así mismo, se in­ troducen en él las distintas referencias a títulos, sobrenom­ bres, etc., mediante la abreviación r., por ejemplo, (r. Aurelia­ no) = «referido a Aureliano»). Téngase en cuenta, por último, que bajo el nombre de los emperadores se recogen las distintas denominaciones que éstos poseyeron. 2. Indice Abgaro: AP 9,6; SS 18,1. Ablavio Murena: Cl 15,1. Abrahán: AS 29,2. Academia: A 26,5. Acaya: A 13,1 y 2; AP 5,5; C 7,7; G 2,2 y 6,1 ; TU 19,1 ; Cl 16,1. Adiabénico: (r. Aureliano) Aur 30,5. Adria: A 1,1; 19,1. Adriano: cf. Vida por Elio Esparciano y E 1,1; 1,2; 2,1,6,9; 3,1,4,7-9; 4,2-3, 5,7,8; 5,1,4,5; 6,1,4,5,7 y 10; 7,1-3; AP 2,4,6,11 bis, 3,5,8; 4,1,2,4,5 bis, 6,10; 5,2,3: 6,3; 8,2 bis; 9,6; MA 1,10; 4,1,5,6; 5,1,3 bis, 6; 6,1,2; 7,10; 11,6,7; 16,6; 17,4; 19,9; V 1,3,6; 2,1 bis, 5; 3,6; 11,1; Av 2,5; 8,6; C 17,4; SS 1,6; 20,1; PN 4,3; CIA 2,5; Ge 2,3; H 7,8; AS 30,6; 37,2; 43,6 bis; G 11,4; TU 30,27; Aur 14,6 bis; 42,4; T 5,1; 16,6; Pro 4,3; 22,4; F 7,6; 8,1. Adriano, cf. Elio. Adrianópolis: A 20,4. Adrianos: T 6,9. Adrianoteras: A 20,13. Aerópaeo: G 11,5. África: A 13,4 y 6; 22,14; C 9,1; P 4,1; DI 2,3; SS 1,1; 2,3,4,5,8; 8,7;

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Africana: (flota) C 17,7. Africana Comodiana Herculea: C 17,8. Africano: (r. Gordiano) Go 9,3 bis; 17,2. Africano: (r. Severo) PN 8,1; Ma 9,1. Africano: (T. Sextio Africano; sobrino de Adriano) F 8,10. Afro: (Septimio; primo hermano paterno de Caracalla) Car 3,6. Afeminado: (r. Cómodo) C 17,10. Agaclito: MA 15,2; V 9,3; 10,5. Agarrador: (r. Pértinax) SS 17,6. Agrícola, cf. Calpurnio. Agripa: A 19,10; AP 8,2. Agripina: AS 26,7. Agripina: (colonia) TU 6,3 bis; 7,2. Agripino, cf. Casperio. Agripo: (L. Elio Aurelio Apolausto Menfio) V 8,10. Alacio: (r. caballo de Vero) V 6,3. Alado: (nombre de un cáliz) V 10,9. Alamania: TU 8,11. Alamânico: (r. Caracalla) Car 10,6. Alba: (río) DT 1,7; Pro 13,7. Albano: (ciuaad) Αν 9,8. Albano: (monte) M 23,6. Albingauno: F 12,1. Albino, cf. Ceyonio. Albino, cf. Clodio. Albino, cf. Numio. Albino, cf. Pescenio. Albinos, cf. CIA 4,1,7; 13,5. Albo: (distrito de Germania) P 13,7. Alcionas: Go 3,2. Alejandría: (ciudad) A 12,1; 20,2; MA 25,4; 26,1; V 5,3; 8,11; Αν 7,4; C 17,8; SS 16,9; 17,2; Car 6,2,3; Ma 8,4; AS 28,7; TU 22,3,10; T 18,6; F 3,1; 9,2. Alejandría: (hija de Av.) MA 26,12; Av 9,3; C 17,7. Alejandría Comodiana: (r. Cartago) C 17,8. Alejandría: Go 3,3. Alejandrina: (basílica) AS 26,7. Alejandrina: (purpura) AS 40,6. Alejandrino: (acueducto) AS 25,3. Alejandrino: (r. Emiliano) TU 22,7. Alejandrinos: (corporación) AS 63,3. Alejandrinos: (higos) AS 60,5. Alejandro: (Julio Alejandro; conspirador) C 8,3.

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Alejandro Aurelio: (r. AS) M 29,1. Alejandro Cotiense: MA 2,3. Alejandro: (r. Emiliano) TU 22,7. Alejandro Magno: A 4,9; MA 27,11; Car 2,1,2; AS 5,1 bis, 2,5; 6,1; 11,4; 13,1,4; 30,3; 31,5; 35,1,4; 39,1; 50,4; 62,3; 64,3; TU 14,4 bis, 5,6; 30,22. Alejandro Severo: cf. Vida por Elio Lampridio y, bajo distin­ tos nombres, SS 24,5; Ma 4,1; H 5,1; 10,1; 13,1,2,6; 14,2 bis, 3; 15,3; 16,5; 17,9; 29,5; 30,8; 35,2; M 1,3; 5,3,4; 7,1,3,4,5,6; 8,1; 9,7,8; 10,3; 11,1,7,9; 13,4; 14,2; 29,5; 30,5 bis; Go 2,4; 4,1; 5,1,2; 18,5,6; 33,1; TU 32,3; Aur 42,4; T 16,6; Pro 12,2; Ca 3,4. Alio-Fusco: C 7,6. Alma: (monte) P 18,8; Pro 18,8. Alpes: AP 12,4; MA 14,6; V 9,7; 21,3; Max 12,3; Aur 48,2; F 12 , 1 .

Alpes Cotios: Aur 21,11. Altino: V 9,11 bis. Amazona: C 11,9 bis; Cía 2,4. Amalió Cilón: Aur 23,4. Amazonio: (r. diciembre) C 11,8 y 9. Aminia: T 17,3. Anacarsis de Escitia: Aur 3,5. (Q.) Ancario: Aur 13,1. Anarón: MA 2,2. Ania, cf. Faustina. Ania Cornificia: (hermana de MA) MA 1,8. Ania Faustina: (esposa de AP) AP 1,6; 5,2; 6,7; 8,1; MA 1,3; Αν 10,1. Ania Faustina: (hija de AP, esposa de MA) AP 10,2; MA 1,8; 6,6; 19,2,3 y 7; 20,7; 24,6; 26,4,7 y 9; 29,10; V 10,1,5; Av 7,1; 9,6,9 y 11; 10,1; 11,1 y 3; C 1,3; Car 11,6. Aníbal: PN 11,4-5. Anibalino: Pro 22,3. Aninio Macro: MA 2,4. Anio Cornicula: G 17,2. Anio Fusco: PN 1,3. Anio Libón: MA 1,3, Anio Severo: Go 6,4 y 5. Anio Verisimo: (r. MA) MA 1,10. Anio Vero: (bisabuelo de MA) MA 1,2 y 4. Anio Vero: (falso nombre de Vero) A 24,2; AP 6,10. Anio Vero: (hijo de MA) MA 21,3; C 1,10. Anio Vero: (r. MA) MA 1,10; 5,5.

IN DICE DE NOMBRES

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Anio Vero: (padre de MA) MA 1,1. Anio vero: (suegro de AP) AP 1,6; MA 1,2; P 15,6. A ndo: (acueducto) AP 8,3. Anquialos: Cl 12,4. Anteo: M 6,9. Antimaco: A 16,2. Antinoo: A 14,5; F 8,8. Antio Lupo: C 7,5. Antioquia: A 5,9 y 10; AP 9,2; MA 8,12; 20,6; 25,11; 26,1; V 7,1,3; Av 6,5; 9,1; P 1,6; SS 16,8; Car 1,7; AS 28,7; 53,2; 55,2; Go 26,5 bis, 27,5; TU 2,2; Aur 5,3; T 18,6. Antioquiano: H 14,8. Antipater, cf. Celio. Antipater, cf. Galo. Antístio: Aur 50,3. Antístio, cf. Capela. Antístio Burro: P 3,7; C 6,11. Antoniniada: Go 3,3. Antoninianas: (niñas) D 2,10. Antoninianas: (termas) Car 9,9. Antoninianas Caracallas: (vestidos) Car 9,8; D 2,8. Antoniano: (edicto) D 2,9. Antoniano: (flamen) MA 15,4. Antonianas: (enseñas y banderas) D 3,1. Antonianos: (áureos) Aur 9,7; 12,1; Pro 4,5; F 15,8. Antonianos: (cofraaes) AP 13,4; MA 15,4; 18,8; Car 11,6. Antonianos: (flámenes) MA 18,8. Antonianos: (niños) D 2,10. Antonianos: (patios) H 24,6. Antonino: (r. Gordiano) Go 4,7. Antonino: (r. Gordiano el Joven) Go 4,7; 17,5. Antonino: (hijo de Mamertino) C 7,6. Antonino: (r. septiembre) P 10,1. Antonino: (nomDre de un plebeyo) Ge 3,5. Antonino: (victimario) Ge 3,8. Antonino: los emperadores llamados así, según Capitolino (cf. Ma 3,3 ss.) son ocho: Pío, Marco, Vero, Cómodo, Caracalla, Geta, Diadumeno y Heliogábalo. N o obstante, reciben tam­ bién este nombre Pértinax (D 6,3), Didio Juliano (D 6,3), Se­ vero (D 6,8), Opilio Macrino (Ma 2,1) y Vero (E 5,12). Antonino, cf. Arrio. Antonino Galo: Aur, 8,2. Antonino Pío: cf. Vida por Julio Capitolino y A 24,1,3,6,9 bis, 10; 25,5,6,8; 26,6; 27,2,4; E 2,9; 6,9; 7,2; MA 5,1; 5,5,6;

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6,1,2,3,7,9; 7,3,5; 8,1,6; 16,7; 19,2; 29,6; V 1,3; 2,2,3; 3,1,2,6 bis, 7,8; Av 1,5; 8,7; 10,1; SS 20,1; 21,4; PN 8,5; 12,1; Car 4,2; Ge 2,4; Ma 1,4; 3,1,2,4,7; 7,7; D 1,3; 5,4,5; 6,5; 7,4; H I,2; 2,4; 7,9; AS 9,1; 10,5; 57,7; M 27,6; Go 3,3; 17,4; G II,4; TU 6,6; Cl 3,3; Aur 14,6; 42,4; T 5,1. Antoninos: E 5,13; MA 13,4; SS 20,1; 21,4; 22,2; 23,3; 24,2; P N 12,6; CIA 6,1; Car 8,3; 9,12; Ge 1,7; 2,2; Ma 3,3-5,7; 6,2; 7,7; D 1,3; 6,3; 7,4; H 1,7; 18,1 ter; 34,6 ss.; AS 1,1; 7,3 ss.; 10,4,7; Go 4,7 bis; 9,5; 17,1 y 2; Cl 18,4; T 16,6; Pro 12,2; 22,4. Antonio: (r. Gordiano) Go 4,7. Antonio: (r. Gordiano el Joven) Go 17,2 y 5. Antonio: (Saturnino) PN 9,2; AS 1,7; F 1,1. Antonio Balbo: SS 13,2. Antonios: H 18,1; 34,7; Go 9,5; 17,1. Anubis: C 9,4,6; 16,4; PN 6,9; Car 9,11. Apamena: H 21,2. Apenino: Cl 10,4. Apeninos: P 1,2; F 3,4. Apia: Ge 7,2. Apicio Celio: E 5,9; H 18,4; 20,5; 24,3. Apis: A 12,1. Apolausto: (r. Agripo) V 8,10; C 7,2. Apolinar: (Aurelio Apolinar) Car 6,7. Apolinar, cf. Sulpicio. Apolo: MA 6,9; V 8,2; P N 8,1; ClA 5,4; AS 37,6; M 22,2; 26,2; Max 1,1; Cl 4,2; Aur 19,4; T 17,5. Apolodoro: A 19,13. Apolonio: (retórico) V 2,5. Apolonio de Calcedonia: AP 10,4 bis; MA 2,7; 3,1; V 2,5. Apolonio de Tiana: AS 29,2; Aur 24,3 y 7; 25,1. Apolonio Siró: A 2,9. Apro: (tío paterno de Severo) SS 1,2. Apro: (suegro de Numeriano) Ca 12,1,2 bis; 13,2 bis, 3 ter; 14,3; 15,4. Apro: (cónsul) C 2,4; 12,4. Apro: (P. Septimio) SS 1,2. Apro, cf. Trosio. Apro, cf. Vectio. Apulia: V 6,9. Apulia Calabresa: TU 24,5. Apuleyo: (escritor) ClA 12,12. Apuleyo Rufino: SS 4,4. Aquileya: MA 14,2; V 9,7 bis, 10; M 21,6; 22,1,4; 24,3; 25,2;

IN D IC E D E N O M B R E S

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28,4 y 8; 33,3 bis; Max 11,2; 12,2 y 3; 15,4; 16,7; T 18,6; Ca 4.4. Aquileo: Aur 31,2. Aquiles: AS 31,4; M 4,9; Pro 1,2 bis. Aquileida: Go 3,3. Aquilio: DJ 5,8; PN 2,6. Aquilon: E 5,10. Aquino: PN 1,1. Arabia: A 14,4; AP 9,4 bis, 5; Av 6,5; DJ 2,3; SS 9,9; 12,6; D 8.4. Arabiano: D 9,1. Arabiano, cf. Claudio. Arabiano, cf. Flavio. Arabiano., cf. Septimio. Arábico: (r. Caracalla) Car 10,6. Arábico: (r. Septimio Severo) SS 9,10. Aradión: Pro 9,2. Arato: Go 3,2. Arca Cesarea: AS 1,2; 5,1; 13,5. Arcario, cf. Quinto. Arcia: M 28,8. Arcontio, cf. Severo. Arelio Fusco: (consular) TU 21,3, Arelio Fusco: (escritor) TU 25,2. Arelio Fusco: (procónsul) Aur 40,4. Argunte: Go 31,1. Aristómaco: H 14,8. Aristóteles: Go 7,1. Armenia: MA 9,1; V 7,1; Αν 6,5; D 8,4; AS 58,1. Arménico: (r. Aureliano) Aur 30,5. Arménico (r. MA y V) MA 9,1; V 7,2. Arquimea: M 31,3. Arrastrado: (r. Heliogábalo) H 17,5. Arria Fadila: AP 1,4. Arriano: (consul) Go 29,1. Arrio: (r. Herodiano) M 33,3; Go 2,1; Max 2,2. Arrio Antonino: C 7,1 bis; P 3,7. Arrio Antonino: (nombre imaginario de AP) A 24,1; AP 4,1. Arrio Antonino: (abuelo de AP) AP 1,4. Artabasdes: Va 3,1. Artabases: Pro 4,1. Artajerjes: AS 55,1; 56,6; Go 26,5. Artaxata: MA 9,1. Articuleyo: A 3,1.

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Asclepiodoto: Aur 44,2,3. Aselio Claudiano: SS 13,1. Aselión, cf. Marco. Asia: A 13,1,6; AP 3,2; 9,1; V 6,9; 7,1,7; Car 5,8; D 8,4; Go 31,1; Max 7,2; Va 1,5 bis; G 2,5; 5,3; 6,1,5,; 7,3; 13,8; Cl 8,1; Aur 40,4. Aspriano, cf. Fulvio. Astaco: G 4,8. Astianacte, cf. Meonio. Atalo: C 7,1. Atelanas: A 26,4. Atenas: MA 27,1; V 6,9; G 11,1; T 18,6. Ateneo: P 1,3; Go 3,4. Ateneo: (general de Galieno) G 13,6. Atenión: M 9,6. Ateriano, cf. Julio. Ateyo Santo: C 1,6. Atiano, Celio: A 5,5 y 9; cf. Celio. Aticiano: Cl 11,3. Atico, cf. Herodes. Atico: Go 26,3. Atidio Corneliano: MA 8,6. Atilio Severo: C 4,11. Atilio Ticiano: AP 7,3. Aufidio Victorino: MA 3,8; 8,8. Augur, Arrio: MA 1,5. Augusto: (Octaviano) A 6,4; 12,3; Αν 8,6; 11,6; SS 3,4; 21,3; PN 12,1; H 1,2; AS 10,4; 28,6; Go 21,5; Cl 2,3; Aur 21,11; 42,3; T 4,5; Pro 22,4; Ca 3,1 bis. Augusto: (nombre de mes r. Cómodo) C 11,8. Aurelia: (familia) MA 5,5; V 2,10. Aurelia: (vía) A 1,8; Aur 48,2. Aurelia Mesalina: (madre de Clodio) CIA 4,3. Aureliano: cf. Vida por Flavio Vopisco y FI 35,2; AS 64,1; G 18,4; TU 24,2,3,4,5; 25,2,3,4 bis; 27,2; 30,3,4,12,23,27; T 1,1; 2,4; 4,5; 9,5; 11,6; 13,1,3; 14,5; 16,6; Pro 1,5; 6,1,5,6,7; 8,1; 9,5; 12,2; 13,2,5; F 1,4 bis; 2,1,2,3; 3,1,4; 4,3; 5,1,2,3; 6,2; 7,2; 9,1; 13,1; 14,3; 15,4,5 bis, 6; Ca 1,2; 3,7; 15,3. Aureliano: (conspirador contra Av) PN 7,1. Aureliano: (nieto de Aureliano y proconsul de Sicilia) Aur 42,2 bis. Aureliano: (tribuno) Aur 6,2. Aureliano Festivo: F 6,2. Aureliano, cf. Pescenio.

IN D IC E D E N O M B R E S

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Aurelianos: (áureos) Pro 4,5. Aurelianos: (corporación) MA 7,11. (L.) Aureliano: (nombre dado al padre de Elio Ceyonio Có­ modo) E 2,7. (T.) Aurelio, cf. Antonino Pío. Aurelio Alejandro, cf. Alejandro Severo. Aurelio Cómodo, cf. Cómodo. Aurelio Festivo: F 6,2. Aurelio Filipo: AS 3,2. Aurelio Fulvo: (abuelo de AP) AP 1,2. Aurelio Fulvo: (padre de AP) AP 1,3. Aurelio Fulvo Boyonio, cf. Antonino Pío. Aurelio Gordiano: (cónsul) Aur 41,3. Aurelio Probo Augusto, cf. Probo. Aurelio Probo: (jefe de tintoreros) AS 40,6. Aurelio Tácito, cf. Tácito (emperador). Aurelio Vero: (nombre falso dado a Elio) E 2,6. Aurelio Vero: (escritor) AS 48,6. Aurelio Víctor: Ma 4,2. Aureolo: cf. Vidapor Trebelio Polión y G 2,6,7; 3,1,3; 4,6; 5,6; 7,1; 9,1; 14,6; TU 10,14; 12,2; 13,3,14 bis; 14,1; 15,4; 18,1,3; 30,23; C1 4,2; 5,1,2,3,4; Aur 16,1. Aureolo: (puente de") TU 11,4. Aurunculeyo Corneliano: SS 13,2. Autronio Justo: T 19,1. Autronio Tiberiano: T 19,1. Avidio Casio: cf. Vida por Vulcacio Galicano y MA 15,6; 21,2; 24,5,7 y 8; 25,1,2 bis, 3,8,12; 26,3,10,11,12 bis, 13; V 7,1; 8,3; C 2,3; P 2,10; CIA 6,2; 10,9 y 11; 12,10; AS 1,7; F 1,1. Avidio Severo: (abuelo de Avidio Casio) Av 1,1. Avito, cf. Galieno. Avito, cf. Loliano. Avulnio Saturnino: Aur 13,1. Auxiliadora: (legión) A 2,2. Ayax: M 4,9.

Babilonia: V 7,1; 8,2. Baco: H 28,2. Balbino: M 20,1,5,6 bis, 8; 24,2,3,7,8; 25,3; 26,1,2,4 bis, 5; 28,3; 31,1; 32,3; 33,3; Go 19,9; 22,1,5. Balbo, cf. Antonio.

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Balbo, cf. Cornelio. Balbo Cornelio Teófanes: Max 7,3. Balbo, Junio: Go 4,2. Balista: Va 4,4; G 1,2; 3,2 γ 4; TU 12,1,3,7,9; 14,1 bis; 15,4. Basiano, cf. Caracalla y Heliogábalo. Basiano, Elio: CIA 4,5 y 6, cf. Elio Basiano. Basiano, Valerio: C 7,6, cf. Valerio Basiano. Baso: (amigo de Vopisco) F 2,1. Baso: (cónsul) TU 9,1. Baso, cf. Ferronio. Baso: (prefecto de la Ciudad) SS 8,8. Bayas: A 25,5; AP 5,1; MA 6,1; AS 26,9 y 10; T 7,6; 19,5. Bayo, cf. Fulvio. Bebió Longo: MA 3,8. Bebió Macriano: AS 3,3. Bebió Macro: (prefecto de la Ciudad) A 5,5. Bebió Macro: (prefecto del Pretorio) Aur 13,1. Beleño: Μ 22,1. Bélgica: (Galia) DJ 1,7. Belona: C 9,5; SS 22,6. Benaco: (lago) Pro 24,1. Bética: (Hispania Bética) SS 2,3,4 bis. Bitinia: DJ 2,3; PN 5,2; CIA 6,2; Ma 10,3; 15,1; Max 5,8; 7,2; G 4,7; 11,1; TU 33,5; Aur 22,3. Bizancio: SS 8,12; Car 1,7; G 6,8; 7,2,4; Cl 9,7; Aur 22,3; 33,5. Blanco: (r. Albino) CIA 1,4. Bolonia: TU 33,4. Bonito: TU 10,11. Bonoso: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 18,5; 24,7; F 1,4; 13,6; 14,1. Bóreas: E 5,10. Bosforo: AP 9,8. Bovonia Procila: AP 1,4. Boyonio Antonino Pío, cf. Antonino Pío. Bragada: (Galia) Pro 18,5. Bretaña: A 12,1; C 6,2; 13,5; P 1,6; 3,5 y 8; DJ 5,1; SS 6,10; 19,1; 24,1; CIA 13,4 y 7; AS 59,6; Pro 18,5 y 8; Ca 16,2. Brindisi: MA 9,4; 27,3; SS 15,2. Broco, cf. Junio. Brundisino, cf. Meció. Brucio Presente: MA 27,8. Bucólicos: (soldados) MA 21,2; Αν 6,7. Buena Diosa: (templo de la) A 19,11. Búrburo: F 4,4 bis.

ÍN D IC E D E N O M B R E S

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Burro, cf. Antístio. Busiris: Μ 8,5.

Cádiz: A 1,2. Calcis: AP 10,4 bis. Caldeos: (adivinos) SS 4,3: 15,5. Caleno: MA 3,8. Calícrates de Tiro: Aur 4,2. Caligula: Av 8,4; H 1,1; 34,1; C 10,2. Caligulas: Aur 42,6. Calpurnia: TU 32,5. Calpurnio: Av 10,9. Calpurnio Agricola: MA 8,8. Calpurnio, cf. Julio. Calvila, cf. Domicia. Calvisio Tulio: MA 1,3. Camilo Furio: SS 21,1; PN 12,1. Camilo, cf. Ovidio. Camilos: Cl 1,2. Campania: A 9,6; AP 7,11; MA 10,7; Go 4,6; TU 24,5; T 7,5. Campo de Marte: A 9,1; MA 13,6; AS 26,7; M 31,5; Go 32,6; Cl 13,6; T 7,2. Camsisolio: TU 26,4. Cánaba o Canabaude: Aur 22,2. Cándido: A 3,4. Cándido, cf. Vespronio. Caninio Celer: MA 2,4; V 2,5. Cano, cf. Sulpicio. Canope: A 26,5. Capadocia: A 13,7; G 11,1. Capela Antistio: C 1,6. Capeliano: M 19,1,3: 20,6; Go 15,1,2,3; 11,2,3. Capitolino, cf. Julio. Capitolio: MA 29,4; P 5,4; DJ 4,6; SS 7,1; 14,7; Car 3,2; H 15,7; 30,4; AS 43,5; 57,1; Go 4,4; 22,8; Max 3,2; 8,2,4; G 8,1,5; Cl 3,4; Aur 33,3; 34,5; 41,11; T 10,5; P 9,2; 10,5. Capiton: Pro 10, 6, 7. Capiton, cf. Egnacio. Capri: C 5,7. Capua: MA 8,10; V 6,7; Av 10,7; DJ 8,3. Caracalla: cf. Vida por Elio Esparciano y SS 10,3; 14,3; 16,3;

738

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18,9 y 10; 19,2; 20,2; 21,6,9, 11 bis; 22,3; 23,7; PN 8,5; CIA 7,5; Ge 1,4; 7; 2,8; 3,36; 4,2,4; 5,3,6; 6,2,3,4,6,7; 7,4,6; Ma 2,1,3; 3,4,8; 4,7; 5,2,3,9; 6,4 bis, 8; 7,1,3,5,6,8; 8,3 bis, 4; 9,1,4; 13,1 ; D 1,1,2; 2,7,8 bis; 3,1; 6,8,9,10; 9,4; H 1,4,5; 2,1,3; 3,1; 17,8,9; AS 5,3; 7,4; 9,1; 10,5; 25,6; M 4,4,6; 30,6,7; Go 4,1,3. ( Carinas: (barrio) Max 16,1. Carino: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 24,4; F 1,4; 3,5; 15,10; Ca 3,8; 4,3; 7,1,2,3 bis, 4; 10,1 bis. Carnunto: SS 5,1. Caro: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 22,3; 24,4 y 8; F 1,4; 15,10; Ca 11,1; 15,3; 16,1; 18,3; 19,1; 20,2 bis. Cárpico: (r. Aureliano) Aur 30,4. Carpisculo: (r. Aureliano) Aur 30,4. Carras: Car 6,6; 7,1,3; Go 26,5; 27,6; 10,2; 12,1. Cartago: A 20,4; AP 9,2; C 17,8; Ma 3,1; M 14,4; Go 4,2; 9,6; 23,4; Max 17,8; T 18,2; Ca 3,1. Caristos: Go 32,2. Casio: (monte) A 14,3. Casio, cf. Avidio. Casio Papirio: CIA, 10, 11, 12. Casios: Áv 1,1. Casperio Agripino: SS 13,3. Casperio Emiliano: SS 13,4. Cástor: M 16,1; Va 5,4. Catilina: Av 3,5; CIA 13,2; F 6,4; cf. Sergio. Catilio Severo: (r. a MA) MA 1,9. Catilio Severo: (consejero de AS) AS 68,1. Catilio Severo: (gobernador de Siria) A 5,10; 15,7; 24,6,7; AP 2,9; MA 1,4. Catón el Censor: A 5,3; 10,3; 16,6; Av 14,4; Go 5,5; Pro 1,1. Catón de Utica: Max 7,7. Catón: (r. Fabio Sabino) AS 68,1. Catones: SS 21,1. Catulino, cf. Valerio. Catulo: (abuelo de Memia) AS 20,3. Catulo, cf. Ciña. Catulo: (filósofo) MA 3,2, cf. Ciña. Cayeta: (puerto) AP 8,3. Cecilio: Av 10,9. Cecropio: G 14,4,7,9. Cecropio: (general) Pro 22,3. Céler, cf. Caninio.

IN DICE DE NOMBRES

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Céler Veriano: TU 9,5 y 6. Celerino, cf. Cuspidio. Celeste: P 4,2; Ma 3,1; TU 29,1. Celestino: Va 8,1. Celiano: (retórico) D 8,9. Celio: (monte) MA 1,5; C 16,3; H 30,4; TU 25,4. Celio: A 1,4; 4,2; 8,7; 9,3 bis; 15,2, cf. Atiano. Celio: (historiador) A 16,6. Celio Félix: C 7,6. Celsa, cf. Nonia. Celsino: Pro 1,3. Celsino: (consejero de Diocleciano) A ur 44,3. Celsino, cf. Clodio. Celso: cf. Vida por Trebelio Polión y CL 7,4. Celso: (consul) A 4,3; 7,2. Celso: (conspirador) Αν 10,1. Celso: (consejero) TU 10,11. Celso Eliano: Max 17,2. Celso, cf. Elio. Celso, cf. Furio. Celso, cf. Herenio. Celso, cf. Juvencio. Celso, cf. Raeonio. Celso, cf. Rufio. Cenofrurio: Aur 35.5 Censorino: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 31,12; 32,8. Censorinos: TU 33,5. λ λ Centuncelas: C 1,9. (XoéfrCerdeña: SS 2,4 y 5. Cerelio Faustiniano: SS 13,6. Cerelio Juliano: SS 13,6. Cerelio Macrino: SS 13,6. Cereyo Meciano: T 19,3. Ceres: MA 27,1; Aur 47,3. Ceriliano, cf. Fabio. Ceronio: G 14,4, cf. Cecropio. Cerronio Baso: Aur 31,5. César (Julio): E 7,5; Αν 11,6; SS 21,2; CIA 13,7; AS 62,3; M 18,2; Go 33,4; Max 7,7. César, cf. Elio. Cesarea: TU 2,2. Cesareano: (r. Ciriades) TU 2,2. Ceseciano, cf. Elio.

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Cesonio Vectiliano: Av 5,5. Cesoninos: TU 32,5. Ceyonio Albino: (asesinado por SS) SS 13,3. Ceyonio Albino: (prefecto de la Ciudad) Aur, 9,2. Ceyonio Cómodo: E 2,7. Ceyonio Juliano: F 2,1. Ceyonio Postumiano: CIA 6,2. Ceyonio Postumo: CIA 4,3 y 6. Ceyonios: CIA 4,1 y 7; 10,7; 12,8; 13,5. Cibeles: H 7,2; AS 37,6; Aur 1,1. Cicerón, cf. Tulio. Cíclope: M 8,5; Max 11,1. Ciclópea^: G 8,3. Cíclopes: Ca 19,3. Cierzo: E 5,10. Cilicia: V 6,9; TU 26,3,7; Ca 4,6. Cilón: Car 3,2; 4,5 y 6, cf. Fabio. Ciña Cátulo: MA 3,2. Ciña, cf. Cátulo. Cinció Severo: SS 13,9. Cingio Severo: C 20,3. Circesio: Go 34,2. Ciríades: cf. Vida por Trebelio Polión. Ciríades: (padre) TU 2,1. Cirilo, cf. Tacio. Cirro: MA 25,11. Cívica: MA 9,4. Cízico: AP 3,4; SS 8,16; 9,1; P N 5,8; G 13,8. Clara Emilia: DJ 1,2. Claro, P 15,6. cf. Erucio. Claro, cf. Ragonio. Claro, cf. Septícío. Claudia: (hermana de Probo) Pro 3,4. Claudia: (sobrina de Claudio) Cl 13,2. Claudiano, cf. Aselio. Claudio: cf. Vida por Trebelio Polión y H 35,2; Va 8,3; G 7,1; 14,2,3; 15|3; 18,4; TU 10,9,10,13,14; 11,4 bis, 5 bis; 26,7; 30,3,11 bis; 31,6,7,8,12; 33,2; Aur 2,1; 16,1,2,4; 17,5; 18,1; 37,5; 41,7; 42,4,5; 44,4; T 16,6; Pro 3,3; 6,1,6; 7,1; 12,2; Ca 3,6. Claudio Arabiano: SS 13,7. Claudio: (barbero) H 12,1. Claudio Eustenio: Ca 18,5.

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Claudio, cf. Flavio. Claudio Juliano: Max 17,2. Claudio Lucano: C 7,7. Claudio Máximo: MA 3,2. Claudio: (Tiberio Claudio) AS 65,5. Claudio Pompeyano: (yerno de MA) MA 20,6; Av 10,3; 11,8; 12,2; C 5,12; P 2,4; 4,10; DJ 8,3; Car 3,8. Claudio Pompeyano (Quinctiano): C 4,2 y 4. Claudio Rufo: SS 13,2. Claudio Sapiliano: T 19,3. Claudio Severo: (filósofo) MA 3,3. Claudio Sulpiciano: SS 13,3. Claudio Venaco: AS 68,1. Claudio: (acueducto) AS 30,4. Cleandro: C 6,3,5,6,8,10,12; 7,1,3; 17,5. Cleodamo: G 13,6. Cleopatra: TU 27,1; 30, 19; 32,6; Cl 1,1; Aur 27,3; Pro 9,5 Cleopatras: TU 30,2. Clocfia: (vía) V 8,8. Clodio: (Clodio Pulcro) F 6,4. Clodio Albino: cf. Vida por Julio Capitolino y SS 6,9; 10,1,2,7,8; 11,1,3 bis, 6,8; 12,1,5,6,7; PN 2,1; 4,7; 6,2; 8,1; 9,3; AS 1,7; F 1,1. Clodio: Go 10,1, cf. Balbino. Clodio Celsino: SS 11,3. Clodio Rufino: SS 13,5. Coceyo: Aur 14,6; 42,4 cf. Nerva. Coceyo Vero: SS 13,4. Coedes: V 9,5. Colonia: Pro 18,5. Coloso: (estatua) A 19,12; C 17,9; G 18,2 bis. Comagene: CL 10,1. Comodiana: (r. casa palatina) C 12,7. Comodiana: (r. Roma) C 8,6,9. Comodiana Hercúlea: (r. flota) C 17,8'. Comodiano: (r. siglo de oro) C 14,3. Comodiano: (r. pueblo romano) C 15,5. Cómodo Antonino: cf. Vida por Elio Lampridio y MA 16,1; 17,3; 18,4; 19,1,4,7; 22,12; 27,5,12; V 9,6; Av 10,3; 13,2,4,7; P 3,5,8; 4,3,4,5,7,10; 5,1 bis, 2,3,7; 6,2,3,6,10; 7,4,6,8; 8,1,2,9; 9,8; 12,8 bis; DJ 2,1,6; 3,7; 4,8; 6,2; SS 4,3,4; 5,1; 6,9; 11,3,4; 19,3; PN 1,5 bis; 2,1; 3,5; 4,6; 6,8; 7,2; 10,8; CIA

742

H IS T O R IA A U G U S T A

2,1; 3,1; 6,3,4,5,7 bis; 13,7; 14,2; Car 5,5; 9,11; Ma 3,4; 4,2; 7,7; 13,1; D 6,7; 7,2,3 bis; AS 7,4; 9,2; 10,5; Ca 3,3. Concordia: P 4,9; AS 6,2; Max 1,1; Pro 11,5; 12,7. Concha: TU 30,27. Condiano: C 4,9. Constancio: (Cloro) G 7,1; 14,3; Cl 1,1; 3,1; 9,9; 10,7; 13,2; Aur 44,5; Pro 22,3; Ca 17,6; 18,3. Constancios: (áureos) H 2,4. Constantina: Cl 13,3. Constantino: (emperador) Ge 1,1; H 2,4; 34,1; AS 65,1; M 1,1; Go 34,6. Controversias: TU 4,2. Copta: Pro 17,3,6. Cordio: H 6,3; 12,1; 15,2. Cordo: CIA 5,10; 7,2; 11,2; Ma 1,3; M 4,1; 6,8; 12,7; 27,7; 28,10; 29,10; 31,4; Go 4,6; 5,6; 12,1; 14,7; 17,3; 19,8; 21,3,4; 22,2; Max 4,3,5 bis; 12,4. Cordo, cf. Valerio. Cordueno, cf. Elio. Corfuleno, cf. Estatilio. Corinto: V 6,9; T 18,6. Coriolano, cf. Marcio. Corneliano, cf. Atidio. Corneliano, cf. Aurunculeyo. Cornelio Balbo: PN 4,1. Cornelio Capitolino: TU 15,8. Cornelio Dolabela: AP 1,8. Cornelio Fronton: (orador) MA 2,5 bis. V 2,5. Cornelio Mácro: TU 14,5. Cornelio Repentino: DJ 3,6. Cornelio Tácito: Aur 2,1; T 10,3. Cornelio Teófanes, cf. Balbo. Cornelio Victoriano: AP 8,8. Cornicula, cf. Anio. Cornificia, cf. Ania. Cornificia: (amante de Pértinax) P 13,8. Cornificio, cf. Velio. Corvinos: Aur 9,4. Cotios, cf. Alpes. Craso: A 5,6. Craso, cf. Sulpicio. Cretólogo: (r. Pértinax) P 13,5. Creta: C1 12,1/;

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Crinito: Aur 15,1,2; cf. Ulpio. Crispino: M 21,6; Max 12,2. Crispino, cf. Tulio. Crispo: Cl 13,2 bis y 9. Cristo: AS 29,2; 43,6; F 8,2. Ctesifonte: SS 16,1; Go 27,6; G 10,6,7; 12,1; TU 15,4; 30,6; Ca 8,1. Cuadrato: (Asinio Cuadrato, historiador) V 8,4 Αν 1,2. Cuadrato: (conspirador) C 4,1,4. Cuadrato; cf. Umidio. Cuarto, cf. Marcio. Cupido: E 5,10. Cures: A 2,8. Curia: MA 10,8; P 4,9,11; D ] 4,2,3,5; Ge 6,5; AS 6,2; Go 11,2; 22,7; Max 2,2,3; 3,5; 13,2; TU 33,1; Cl 3,3; Aur 41,3; T 9,2; Ca 4,4. Curio Fortunaciano: Max 4,5. ' Chipre: Go 3,7; Cl 12,1; 14,5. Dacia: A 6,7; 7,3; C 13,5; P 2,4,10; Cl 15,2; 17,3. Dacia Aureliana: Aur 39,7. Dacia Ripense: Aur 3,1. Dacia Transdanubiana: Aur 39,7. Dafne: MA 8,12; V 7,3; Av 5,5: 6,1: AS 54,7; TU 18,2; Aur 25,1. Dalmacia: MA 21,7; C 6,1; DJ 1,9; G 14,9; TU 12,17; Cl 15,2; 17,6; Ca 17,6. Danubio: MA 21,10; Av. 4,6; P 2,10; G 13,6; Aur 22,2; Pro 5,1. Dardania: (en Yugoslavia) MA 21,7. Dardania: (en Asia Menor) Cl 11,9. Dárdano: Cl 11,9. Dásumo: MA 1,6. Deberes: (Los) AS 30,2. Decébalo: TU 10,8. Decriano: A 19,12. Decio: Va 5,4; 6,1,7; Cl 13,8; 16,1 bis. Decios: Va 5,4 bis; Aur 42,6. Delos: AS 26,8. Demóstenes: SS 21,2; AS 62,3. Dexipo: (Herenio Dexipo) AS 49,3; M 32,3; 33,3; Go 2,2; 9,6; 19,9; 23,1; Max 1,2; 15,5; 16,3,6; G 13,8; TU 32,1; Cl 12,6.

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H IS T O R IA A U G U S T A

Déxtro, cf. Domicio. Diaboleno: AP 12,1· Diademado: (nombre originario de Diadumeno) D 4,4 bis. Diadumeno Antonino, cf. Vida por Elio Lampridio y Ma 2,5; 3,4,8; 5,1,7; 6,2,6; 7,5; 10,3,4; 12,9; 14,1; H 1,4; 3,1; 8,4; AS 9,3; 10,5. Diana: (estatua) H 7,6. Didia Clara: DJ 3,4. Didio Juliano: cf. Vida por Elio Esparciano y P 14,4 bis, 5,9; SS 1,1; 2,2; 5,1,5,7,9 bis, 10; 6,1,5; 7,4; 8,3; 17,5; PN 2,1 bis, 2,3,4; 3,1 bis, 2; CIA 14,2,6; Ma 3,6; D 6,3; AS 1,7. Didio, cf. Petronio. Didio Próculo: (hermano de Didio Juliano) DJ 1,2. Didio: TU 27,1; 30,2. Diocleciano: (Augusto) E 1,1 bis; MA 19,12; V 11,4; Av 3,3; SS 20,4; Ma 15,4; TU 21,7; 31,8; Cl 10,7; Aur 29,3; 42,2; 43,2; Pro 1,5; 2,1; 22,3; F 15,10; Ca 10,1; 13,1,3 bis; 14,1 bis, 2 bis, 3; 15,3,5; 18,1,2,3,5; 19,2; 20,2,3. Diogneto: MA 4,9. Dolabela, cf. Cornelio. Domicia Calvila: (o Domicia Lucila Menor; madre de MA) MA 1,3. Domicia Lucila: (madre de MA) DJ 1,3. Domicia Paulina: (madre de Adriano) A 1,2. Domicia: (jardines de) AP 5,1; Aur 49,1. Domiciano: (Augusto) A 2,3; 20,3; MA 28,10; Av 2,6; S 19,2; AS 65,5; Cl 3,6; Aur 43,4,5; 44,2,3; Ca 3,3. Domiciano: (general de Aureolo) G 2,6; TU 12,14 bis; 13,3. Domicianos: CIA 13,5; Ca 1,3. Domicio Dextro: SS 8,8. Domicio Ulpiano: AS 68,1. Domitila: TU 12,14. Druida/s: (adivinas de la Galia) Aur 44,4,5; 60,6; Ca 14,3; 15,1,5. Druenciano: (yerno de Casio) Av 9,3. Drunciano: MA 26,12, cf. Druenciano. Dulio: (Dulio Silano) C 7,5. Eboraco: SS 19,1. Ebro: H 7,7. Ebucian'o: 6,12. Ecio: (yerno de SS) SS 8,1.

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Eclecto: V 9,5,6; C 15,1; P 4,5,6. Edesa: Car 6,6; 7,1, Efeso: V 7,7; G 6,1. Efestión: V 2,5. Egipto: A 5,2; 7,3; AP 5,5; MA 21,2; C 2,3; SS 8,7; P N 5,5; 7,7; H 28,3 bis; AS 28,7; G 4,1; 5,6; 6,4; TU 22,5,6,9,13; 30,7; Cl 15,4; Aur 13,1; 32,2,3; 45,1; 47,1,3; 48,5; T 3,6; Pro 3,2; 9,3,5 bis; F 2,1; 3,1; 5,4; 7,2; 8,4,7; 9,1. Egnacio Capiton: C 4,10. Egnatuleyo Honorato: SS 13,5. Elia: (familia) V 2,1. Elio: cf. Vida por Elio Esparciano y A 23,10,11 bis, 14,15; 24,1; AP 4,1,5; MA 2,7; 4,5; 6,2; Y 1,6; 11,1; P 10,2; CIA 2,5; F 8 ,8 .

Elio: (nombre de un mes) C 12,2. Elio, cf. Cordo. Elio, cf. Vero. Elio Adriano: (padre de Adriano) A 1,2. Elio Adriano: (tío paterno de Adriano) A 2,4. Elio Basiano: (padre de CIA) ClA 4,5,6. Elio Celso: SS 13,2. Elio César: (padre de Vero) V 11,1. Elio Ceseciano: T 7,1. Elio Cordueno: P N 4,4. Elio Escorpiano: Pro 11,5. Elio Esparciano: E 1,1. Elio Gordiano: (padre de Gordiano) AS 68,1. Elio Lampridio: Pro 2,7. Elio Mauro: SS 20,1. Elio Sabino: M 32,1. Elio Severiano: AS 68,1. Elio Vero César, cf. Elio. Elio Xifidio: Aur 12,1. Elios: E 2,6. Eleusinos: (misterios) A 13,1; AS 18,2. Emesa; Ma 9,1; G 3,4; Aur 25,2,4. Emilia, cf. Clara. Emilia: (vía) P 2,2. Emiliano: cf. Vida por Trebelio Polión y G 4,1; 5,6; 9,1; TU 26,4. Emiliano, cf. Casperio. Emiliano: (Aselio Emiliano) SS 8,13,15; PN 5,7 bis. Emilio Leto, (Q): C 17.1.

746

HISTORIA AUGUSTA

Emilio: (puente) H 17,2. Emilio Junco: C 4,11. Emilio Parteniano: (historiador) Av 5,1. Emona: M 21,1,5; 31,3. Encolpio: AS 17,1 ; 48,7. Eneas: Ca 13,3. Eneida: Go 3,3. Ennio: A 16,4; Cl 7,5. Epicteto: A 16,10. Epiro: G 13,8. Erucio Claro: SS 1,3. Erucio Claro: (Julio Erucio Claro) P 15,6; SS 13,4. Escantila, cf. Malia o Manlia. Escauro: (Quinto Terencio Escauro) V 2,5. Escaurino: (Terencio Escaurino) V 2,5; AS 3,3. Escaurino: (Terencio Escaurino; hijo de Escaurino) AS 3,3. Escévoia: MA 11,10. Escipión Africano: Cl 7,6; Pro 2,4. Escipión Asiático: Go 21,5. Escipión: (Publio Cornelio Escipión Emiliano) A 10,2; AP 9,10; SS 21,1; H 26,2; Cl 2,5. Escipión: (r. Gordiano el Viejo) Go 5,5,7. Escipión: (r. Heliogábalo) H 26,2. Escipiones: A 1,1; P N 12,2; Go 5,7; 9,4,6; 17,2; Cl 1,2; Aur 9,4; Pro 2,4. Escirón: M 8,5. Escitia: A 16,3; Aur 13,1. Escítica: (legión) SS 3,6. Escorpiano, cf. Elio. Escupo: T U 10,11. Esparciano, cf. Elio. Espartaco: M 9,6. Esperanza: (jardines de la) H 13,5. Esperato: (r Cómodo) C 18,10. Espolones: (casa de) Go 3,6. Esquilmo: G 18,3. Estaciano, cf. Manlio. Estacio: Go 3,3. Estado Prisco: (Licinio Itálio) MA 9,1; V 7,1. Estacio Valente: AS 48,6. Estatilio Corfuleno: CIA 12,11. Estilión: AS 3,3. Estiíón, (L.): SS 13,4.

ÍN D IC E D E N O M B R E S

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Etna: A 13,3. Etruria: A 19,1; E 2,8; AP 3,5 ¿ú ; V 1,9; Go 4,6; TU 24,5; Aur 48,2. Eudemón: A 15,3. Eudémones: (r. árabes) Ma 12,6. Euforión: MA 2,2. Eufrates: A 5,3; V 7,6. Eugamio: Μ 27,5. Eupator: (Julio) AP 9,8. Europa: Aur 17,2; 30,3; 31,1; 32,1; Pro 1,4. Eurupiano, cf. Larcio. Eustenio, cf. Claudio. Eutiquio Próculo: MA 2,3. Eutropio: (padre de Constancio Cloro) C1 13,2.

Fabia: (Ceyonia; hija de Elio y hermana de Vero) MA 29,10; V 10,3,4. Fabia Orestila: Go 17,4. Fabiano: (arco) G 19,4. Fabiano, cf. Masticio. Fabilo: M 27,3. Fabio Ceriliano: Ca 4,3. Fabio Cilón: C 20,1. Fabio Gurges: (r. Heliogábalo) H 26,2, cf. Gurges. Fabio Marcelino: AS 48,6; Pro 2,7. Fabio Paulino: SS 13,3. Fabio Pomponiano: TU 29,1. Fabio Repentino: AP 8,8. Fabio Sabino: AS 68,1. Fabio Sosiano: F 2,1. Fadila, cf. Arria. Fadila: (Aurelia Fadila, hija de ΜΑ) Αν 10,6. Fadila, cf. Julia. Fadila, cf Junia. Faenza: A 7,2; E 2,8; V 1,9. Falaris: M 8,5. Falcón: (Q. Sosio Falcón) P 10,1,4,5,9; 15,6. Faltonio, cf. Meció. Faltonio Probo: Aur 40,4. Farasmanes: A 13,9; 17,12; AP 9,6. Faro: AP 8,2.

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HISTORIA AUGUSTA

Fausiano: G 5,2. Faustina, cf. Ania Faustina maior. Faustina, cf. Ania Faustina minor. Faustina Ania: (Ania Fundania Faustina; prima de MA) C 7,7. Faustina, cf. Mecia. Faustina, cf. Rupilia. Faustina, cf. Vitrasia. Faustina: (templo) Car 11,6; G 19,4. Faustinianas: (corporación) AP 8,1; MA 26,6. Faustiniano, cf. Cerelio. Faustinianos: (corporación) AS 57,7. Faustino: (r. octubre) AP 10,1. Fausto, cf. Papio. Favorino: A 15,12; 16,10. Felición: Go 25,2. Felicísimo: (r. Aureliano) Aur 38,2,3. Felix, cf. Celio. Feliz: (r. Cómodo) C 8,1. Feliz: (r. Macrino) Ma 7,5; 11,2. Feliz: (legión) Aur 11,4. Fenicia: A 14,1. Festivo, cf. Aureliano. Festo: Ma 4,4. Festo, cf. Pescenίο. Fiestas Latinas: MA 4,6. Filemón: Μ 27,5. Filípicas: Aur 39,3. Filipeos: (áureos) Cl 14,3 ter; Aur 9,7; 12,1 Pro 4,5; F 15,8. Filipo: (padre nutricio de AS) AS 13,4. Filipo el Arabe: Go 3,7; 28,1,5; 29,1,2,3,6 bis; 30,1 bis, 2,3,6,7,9; 31,2,3,5,7; 33,1,3; 34,5. Filipo, cf. Aurelio. Filipo de Macedonia: A 13,1; MA 27,11; AS 24,4. Filipos: Go 33,4; 34,3,4; Aur 2,1; 42,6. Filipos: (campos de) Go 34,4. Firmo, cf. Vida por Flavio Vopisco y Aur 32,2; Pro 24,7; F 1,4; 2,1,3,4. Flaco, cf. Persio. Flaco, cf. Valeriano. Flaminia: Go 4,6; TU 24,5. Flaminio: (pórtico) G 18,5. Flavia Ticiana: (esposa de Pértinax) P 5,4. Flavio Arabiano: Aur 47,2,4.

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Flavio Claudio: Aur 17,1. Flavio Domiciano: AP 1,8. cf. Domiciano. Flavio Genial: DJ 3,1; 8,6. Flavio Juvenal: SS 6,5, cf. Jevenal. Flavio Sulpiciano: P 13,7. Flavio: Aur 42,4; cf. Tito. Flavio Vespasiano: Aur 42,4, cf. Vespasiano. Flavios: (mansion de los) TU 33,6; Cl 3,6. Flegónte: A 16,1; SS 20; F 7,6. Flora: H 6,5. Floriano: Vida por Flavio Vopisco: T 9,6; 13,5; Pro 1,5; 10,1,8; 11,3; 13,4; F 1,4. Floro: (P. Anio Floro) A 16,3,4. Fondi: T 17,2. Fonteyo: F 2,1. Formiano: Αν 10,6,8; 11,3. Formias: Αν 10,7. Fortuna: AP 12,5; MA 7,3; SS 23,5,6; AS 4,6; Marx 8,6; TU 10,7. Fortunaciano, cf. Curio. Francico: (r. Probo) Pro 11,9. Frontino, cf. Julio. Frontón: MA 2,4,5, cf. Cornelio. Frugi: (r. Pisón) TU 21,1. Frugo Craso: A 5,5. Fucino: (lago) A 22,12. Fulvia Pía: (madre de SS) SS 1,2. Fulvio: (Plauciano) PN 5,2. Fulvio Aspriano: Ca 17,7. Fulvio Boyo: Aur 13,1. Fulvio Pío: (abuelo paterno de SS) SS 1,2. Fulvio Sabino: Aur 19,1. Fulvo, cf. (T.) Aurelio. Furio Celso: AS 58,1. Furio Plácido: Aur 15,4. Furio Victorino: MA 14,5. Fusciano: C 12,9; P 4,3. Fusco: A 23,3, cf. Anio. Fusco, cf. Arelio.

Gábalo: (r, Heliogábalo) AS 1,2. Gabinio: TU 22,11.

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Galacia: Max 7,2; TU 18,8. Galba: Av 8,5; Cl 12,5. Galería Faustino Augusta: MA 1,3, cf. Ania Faustina. Galerio: Cl 10,7; Ca 18,3. Galia/s: A 10,1; 12,1; MA 22,1; SS 5,3; 10,1; 11,1; 12,3; P N 2,1; 3,4,9; 6,7; CIA 1,1,2; 6,3; 9,1; 13,6; Car 5,1; AS 59,2,6; 63,3; M 7,4,6; Max 5,8; 7,2; Va 3,2; G 4,5; 6,6; TU 3,3,9; 5,1 bis, 4,5; 6,6; 12,7; 18,5; Cl 7,5; Aur 9,4; 32,3,4; 34,2; 35,4; 41,8; 44,4; Pro 13,5,6; 15,1,3,4,6; 18,5 bis; F 9,5; Ca 7,1,2; 14,2; 16,2; 18,3. Galicana: (legión) Aur 7,1. Galicano: Μ 20,6; 22,8. Galicano, cf. Mesio. Galicano, cf. Mulvio. Galicano, cf. Túrdulo. Galiena: (prima de Galieno) TU 29,3. Galieno, cf. Vida por Trebelio Polión y CIA 4,2; Va 8,1,5 bis; TU 1 bis, 2; 3,1,3 bis, 5; 5,1,5; 6,1 bis; 8,9; 9,1,3,5,6; 10,1 bis, 2,8,9,10,14,17; 11,1,2,3,4; 12,1,2,8,10,11,12; 14,1; 15,4; 18,1,8; 19,1; 20,2; 21,4; 22,5,8,9; 23,1,2; 26,1,4,5; 29,1,3 bis,4; 30,1,3,10,23; 31,1,7; Cl 1,2 bis; 5,1,2; 7,3,4; 9,1 bis; 17,1; Aur 8,2; 11,8; 16,1; 18,4; 21,9; 41,7; Pro 3,6; 4,1; 6,1,2 bis, 4,5; F 1,3; 11,1; Ca 1,4; 3,5. Galieno: (padre del emperador) G 19,3. Galieno: Va 8,5, cf. Salonino. Galieno Avito: F 15,6. Galo: A 2,7. Galo Antipater: Cl 5,4. Galo; cf. Antonino. Gargilio: AS 37,9; Pro 2,7. Gaudiano: Go 25,3. Gaudioso: Pro 22,3. Gavio Máximo: AP 8,7. Gayo: V 4,6, cf. Caligula. Geíia: AS 38,1,2 ter. Gelio: (historiador) Pro 1,1. Gémino: (actor cómico) MA 2,2. Gémino: (liberto) MA 15,2; V 9,3. Genial: DJ 8,6; cf. Flavio. Gentiano, cf. Loliano. Gentiano, cf. Terencio. Geórgicas: CIA 11,8. Germania: A 2,5; 10,2 MA 8,7; C 12,2; 13,5; P 2,2; DJ 1,6,7,9;

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SS 4,4,7; 5,1; CIA 1,2; AS 61,8; M 11,7; 12,1 bis, 5; 13,1; Go 14,1; TU 3,6; 6,2; 8,11; Pro 14,5; 15,2,7. Germánico: (r. Marco Aurelio) MA 12,9. Germánico: (r. Cómodo) C 11,14. Germánico: (r. Caracalla) Car 5,6; 6,6; 10,6. Gesaces: G 13,9. Geta Antonino; cf. Vida por Elio Esparciano y SS 10,5; 14,8; 16,4; 19,2; 20,2; 21,7; 22,3; CIA 7,5; Car 1,1; 2,7,8; 3,3,4; 4,3; 8,4,7; 10,6; 11,1; Ma 3,4; D 6,9; M 2,4. Geta: (P. Septimio Geta; padre de SS) SS 1,2; Ge 2,1. Geta: (P. Septimio Geta; hermano de SS) SS 8,10; 10,3,5; 14,10. Getas: (godos) Car 10,6. Gigante: M 8,5. Gifón: Àur 50,3. Girba: Cl 14,2. Gordiana, cf. Ulpia. Gordiano el Viejo, cf. Vida por Julio Capitolino y AS 68,1; M 13,6; 14,2,3; 15,7; 16,2,3; 17,7; 18,1; 19,1 20,6; Max 1,1; 3,4, Gordiano el Joven: cf. Vida por Julio Capitolino y M 15,7; 19,2. Gordiano Tercero: cf. Vida por Julio Capitolino y M 16,7 qua­ ter; 20,2,8; 24,2,8; 25,3; 26,4 bis, 5; 28,3; Max 3,3; 8,3 bis; 9,4 bis; 13,1,5; 14,7; 15,6; 16,6. Gordiano, cf. Aurelio. Gordiano, cf. Elio. Gordiano: Go 30,1, cf. Mecio. Gordianos: CIA 4,2; Ma 3,5; D 6,3; H 18,1; M 14,5; 15,6; 16,6; 18,2; 19,3; 20,1; 23,2,3; 26,3,5; 32,3; Max 1,1,2,4; 4,1; 15,5; 16,6. Gótico: (r. Aureliano) Aur 30,5. Gótico: (r. Probo) Pro 11,9. Graco, cf. Nonio. Gracos: Go 2,2. Graniano, cf. Julio. Grato: Cl 17,3. Grecia: SS 8,12; P N 5,6; Max 5,8; G 13,8; TU 16,1; Cl 8,1. Grecostadio: AP 8,2.

Hababa: M 1,6. Hadrumeto: DJ 1,2; SS 11,3; CIA 1,3; 12,8. Halala: MA 26,4.

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Haldagates: Aur 11,4. Hariomundo: Aur 11,4 Harpocratión: V 2,5. Héctor: M 4,9. Helesponto: SS 8,16. Heliodoro: (hijo de Avidio Casio) MA 26,11. Heliodoro: A 15,5; 16,10. Heliogábalo: (divinidad) MA 26,9; Ma 9,3; D 9,5; H 1,5,6; 3,4 bis, 5; 6,7; 17,8; 24,7; Aur 25,4. Heliogábalo, cf. Vida por Elio Lampridio y, bajo distintos nom­ bres, Car 9,2; 11,7; Ma 3,4; 4,1; 7,6,8; 8,2,4; 9,2,3,5; 10,2,3 ter; 15,1.2; D 9,4,5; AS 1,1,2; 2,4; 4,1,6; 5,4; 7,4; 10,5; 17,3; 18,3; 21,9; 22,2; 23,5,6; 24,2; 26,5; 33,3; 34,3,5; 37,2,12; 39,6,9; 45,4; 49,5; 59,5,6; 60,7; 64,4; M 4,6,7,9; 5,3; 7,2; Go 18,4; Aur 1,1. Helvianos: (corporación) P 15,4; SS 7,8. Helvio, cf. Pértinax. Helvio Pértinax: (hijo de Pértinax) Car 10,6; Ge 6,6. Helvio Suceso: (padre de Pértinax) P 1,1. Hemimonto: Cl 11,3; Aur 17,2. Heraclamón: Aur 22,6; 23,2,4; 24,1. Heraclea: G 12,6. Aur 35,5. Heracliano: G 13,5 bis; 14,1. Heraclito: SS 6,10; PN 5,2. Hércules: A 13,1 ; C 9,1 ; 10,9; 16,4; P 8,4; AS 35,4; M 4,9; 6,9; TU 14,5; T 17,2. Hércules: (r. septiembre) C 11,8. Hercules: (r. octubre) C 11.13,14. Hércules: (r. Cómodo) D 7,2,3. Herculeano Comodiano: (flamen) C 17,11. Hereniano, cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,2; TU 15,2; 17,2; 24,4; 28,2; 30,2; Aur 38,1. Hereniano: (consejero) Cl 17,3. Hereniano: (general) Pro 22,3. Hereniano: (nijo de Próculo) F 12,4. Hereniano, cf. Verconio. Herenio Celso: TU 22,12. Herenio Nepote: SS 13,7. Herodes Atico: MA 2,A; V 2,5. Herodes, cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,1; TU 15,2,5; 17,1,2. Herodiano: (historiador) CIA 1,2; D 2,5; AS 57,3; M 13,4; Max 15,3,5; 16,6; TU 32,1, cf. Arriano.

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Hierocles: H 6,5; 15,4. Hildomundo: Aur 11,4 Hispania/s: A 1,1; 12,3,4; MA 1,4; 22,11; CIA 13,6; Va 3,2; Cl 7,5; Pro 1,4; 18,5,8; F 9,5; Ca 16,2. Historia Augusta: T 10,3. Homero: A 16,6; SS 21,2; Pro 1,2. Hómulo: A S‘65,5, cf. Valerio. Honorato, cf. Egnatuleyo. Horacio: AS 30,2. Hortensio: G 20,1.

Iliria: DJ 5,1; TU 11,1; Pro 18,8; C 42,4. Ilirico: A 5,10; MA 14,6; DJ 5,2; AS 58,1; Go 14,1; Max 5,9 Va 3,2; G 2,5,6; 3,3; 5,6; 13,9; TU 10,1,9; 12,13,17; 18,5,8 20,3; 29,1; CI 8,3; 15,2,4; 18,1; Aur 6,3; 9,4; 13,1; 17,3; 35,4 48,1; Pro 16,1,2; 20,1; Ca 9,4; 16,2. Ilo: Cl 11,9. India: Aur 29,3; F 3,3,6. Ingenuo: TU 10,14; Cl 7,4. Interamno: SS 6,2; T 15,1. Invicto: (r. octubre) C 11,8; 12,1. Isauria: AS 58,1; TU 26,2 bis; Pro 16,4; 17,1; 19,8. Isis: C 9,4,6 bis; PN 6,8: TU 25,4. Istria: Max 16,3. Italia: A 6,5; 22,3,13; AP 2,11; 3,1; MA 11,3,6,8; 22,2; 27,3 DJ 2,1; SS 12,3; 23,2; PN 8,6; D 8,7; A S 40,7; M 21,1,3,; 24,4 Go 10,2; 27,3; Max 17,2; Va 3,2; TU 12,17; 24,5; Pro 10,3 24,2; Ca 16,2. Itálica: A 1,1; 12,4. Impuro: (r. Heliogábalo) H 17,4. Incómodos: (r. Cómodos) T 6,4. Ixionios: (parásitos) H 24,5.

Jano: C 16,4, Go 26,3. Jerjes: Cl 6,5. Julia: (Domna) SS 3,9; 18,8; 20,2; CIA 7,5; Ma 9,1; Ge 1,5; 3,1,3.

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Julia Fadila: AP 1,5. Juliano, cf. Cerelio. Juliano, cf. Ceyonio. Juliano, cf. Didio. Juliano: (Prefecto del Pretorio de Cómodo) C 7,4; 11,3. Juliano, cf. Pescenio. Juliano, cf. Salvio. Juliano: (Prefecto de Macrino) Ma 10,1,2. Julio Ateriano: TU 6,5. Julio: E 7,5; Av 1,4, cf. César. Julio Calpurnio: Ca 8,4. Julio Capitolino: Pro 2,7. Julio Frontino: AS 3,3. Julio Graniano: AS 3,3. Julio Leto: DJ 8,1. Julio Lupo: AP 1,6. Julio Paulo: AS 68,1. Julio Próculo: C 7,7. Julio Rufo: SS 13,2. Julio Trifón: Aur 13,1. Julo: D 8,7. Junco, cf. Emilio. Junia Fadila: M 27,6. Junio: (legado de Caro) CA 4,6. Junio Balbo: Go 4,2. Junio Broco: Cl 8,3,4. Junio, cf. Cordo. Junio Mésala: CA 20,4,5. Junio Palmato: AS 58,1. Junio Rústico: MA 3,2. Junio Severo: CIA 14,1. Junio Tiberiano: Aur 1,1. Juno Regina: Pro 12,7, Júpiter: SS 22,2;D 1,7 bis; H 1,5; 17,8, AS 17,4;40,8 G 5,3; F 3,4. Júpiter Cónsul: F 3,6. Júpiter Nicéforo: A 2,9. Júpiter Olimpio: A 13,6. Júpiter Qptimo: 26,2; Pro 12,1. Júpiter Optimo: Máximo: MA 21,5; C 18,7; D 1,7; Cl3,4; Max 17,2; Aur 29,1; Pro 12,7; 15,4. Júpiter Optimo:Máximo Capitolino: Aur 29,1. Júpiter Protector: Max 5,3. Júpiter Salvador: G 5,5.

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Jupiter Sirio: Car 11,7. Jupiter Vengador: P 11,10. Justo, cf. Autronio. Juvenal: Ge 2,7 bis. Juvenal, cf. Flavio. Juvencio Celso: A 18,1. Juverna: T 15,2.

Laberio Máximo (M): A 5,5. Labicana: DJ 8,10. Labico: CIA 11,3. Lacedemonia: H 24,6; AS 25,6. Lacio: Cl 10,4. Lamia Silano: AP 1,7. Lampridia: PN 1,3. Lampridio, cf. Elio. Lanuvio: AP 1,8; 8,3; MA 27,4; C 1,2; 8,6; 16,5. Laodicea: V 7,3. Larcio Eurupiano: C 7,6. Lario: Pro 24,1. Laterano: MA 1,7. Laterano, cf. Sextio. Latinas: (Fiestas) MA 14,6. Latino: (derecho) A 21,7. Laurense, cf. Livio. Lelio: Go 5,5. Leónides: Pro 22,3. Leptis: SS 1,2; 2,6. Leptitana: (esposa de Severo) SS 15,7. Leto: (Q. Emilio) C. 15,7; P 4,5,6; 5,2 bis; 10,8,9; 11,7; DJ 6,2; SS 4,4, cf. Emilio. Leto: SS 15,6, cf. Julio. Leto: (Mecenio) Car 3,4. Libia: A 5,2; SS 8,7; M 14,1; G 5,3; T U 29,1; A ur 33,4; Pro 9,1; 19,7. Libitana: (puerta) C 16,7. Libón: (primo de Marco Aurelio) V 9,2,3, cf. Anio. Licinio: Go 34,5. Liceo: A 26,5. Liguria: P 3,3,4. Lión: SS 3,8; P N 3,3; CIA 12,3.

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Liviano: (Claudio) A 4,2. Livio: (Tito) Aur 2,1; Pro 2,7. Livio Andrónico: Ca 13,5. Livio Laurense: C 20,1. Loliano: G 21,5; TU 3,6; 4,1; 6,3; 8,1; 31,2; Cl 7,4. Loliano Avito: P 1,5. Loliano Genciano: P 7,7. Loliano Ticiano: DJ 8,3. Lolio Sereno: CIA 6,1. Lolio Urbico: (historiador) D 9,2. Lolio Urbico: AP 5,4. Longo, cf. Bebió. Lorio: AP 1,8. Lucania: Aur 39,1. Lucania Brúcense TU 24,5. Lucano, cf, Claudio. Lucero: M 27,4. Lucila: (hija de Marco Aurelio) y esposa de Pompeyano) MA 7,7; V 2,4; 7,7; 10,3; C 4,1,4; 5,7; 8,3; Car 3,8. Lucila, cf. Domicia. Lucilio: P 9,5. Lucilo: (cónsul) G 12,1. Lucio Aurelio Vero: (nombre de Elio) E 2,6, Lucio César, cf. Elio. Lucio Elio Vero: (padre de L. Vero) V 1,6. Lucio Vindex: PN 9,2; AS 1,7. Lucios: (r. Escipiones) Pro 2,4. Luna: Car 7,5; G 6,1. Luno: Car 6,6; 7,1,3,5. Lupia: MA 1,6. Lupo, cf. Antio. Lupo, cf. Julio. Lusio Quieto: A 5,8; 7,2. Lusitania: MA 22,11. Lustral, cf. Sergio.

Macedonia: A 5,3; P N 5,6; G 5,6; 13,8; TU 14,4. Macedonio: (r. Alejandro Magno) AS 50,4. Mecedonio: (asesino del usurpador Tito) M H>4. Macelino: (r. Macrino) Ma 13,3. Macriano, cf. Vida por Trebelio Polión y G 1,2,3 bis; 2,1,2,5,7;

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3,1 bis, 2 bis, 4,6; TU 10,14; 11,2; 12,1; 14,1 bis, 2; 15,4 bis; 18,3; 19,2; 21,1. Macriano el joven: G 2,7; TU 11,2; 14,2. Macriano: AS 3,3, cf. Bebio. Macriano: (suegro de Alejandro Severo) AS 49,3,4. Macrianos: TU 14,3. Macrino: SS 13,6, cf. Cerelio. Macrino, cf. Opilio. Macrino, cf. Vario: AS 58,1. Macrino: DJ 7,5, cf. Veturio. Macro: (abuelo materno de Septimio Severo) SS 1,2. Macro, cf. Aninio. Macro, cf. Bebio. Macroniano: Ca 16,5. Madre de los dioses: H 3,4; 7,1; 28,2; Cl 4,2. Madre de los campamentos (r. Faustina) MA 26,9. Madre de los campamentos: (r. Victoria) TU 5,3; 6,3; 25,1 ; 31,2. Magno: AS 5,2,4, cf. Alejandro. Magno: (conspirador) Μ 10,1,2; TU 32,1. Magno: (r. Alejandro Severo) AS 5,5; 11,3,4. Magno, cf. Pactumeyo. Maguncia: Aur 7,1. Maíemnio: (rey Salen tino) MA 1,6. Malia o Manlia Escandía: DJ 3,4; 8,10. Mamea: Ma 9,2; AS 3,1; 5,2; 20,3; 26,9 bis; M 7,5; 29,1: Aur 42,4; Ca 3,4. Mameanas/os: (agrupación de niñas y niños) AS 57,7. Mameo: (estanque ael palacio de Bayas) AS 26,9. Mamertino, cf. Petronio. Mamurio: TU 8,3. Malio Quilón: Aur 23,4. Manlio Estaciano: Pro 12,1. Marcelina, cf. Pescenia. Marcelino, cf. Fabrio. Marcelino, cf. Valerio. Marcelo, cf. Publicio Marcelo: A 15,4. Marcelo: (Claudio Marcelo, M.) AS 4,6. Marcelo: (teatro de) AS 44,8. Marcelo, cf. Quintilo. Marcelo, cf. Ulpio. Marcia: C 8,6; 11,9; 17,1; DJ 6,2; P 5,2. Marcia: (esposa de Septimio Severo) SS 3,2. Marcia: (legión) Cl 14,2.

758

HISTORIA AUGUSTA

Marcial: (Julio) Car 6,7; 7,2. Marcial: (Valerio; poeta) E 5,9; AS 38,1,3. Marcial, cf. Gargilio. Marciano: G 6,1; 13,10; 14,1,7; 15,2; Cl 6,1; 18,1. Marcianos: (cofradía) P 15,4; SS 7,8. Marcianópolis : Cl 9,3. Marcio Agripa: Car 6,7. Marcio Coriolano: P N 12,1. Marcio Cuarto: C 6,8. Marcio Turbón: A 5,8; 6,7. Marco Vero: V 7,1; Av 9,7. Marco: (personaje de un epigrama de Marcial) AS 38,2. Marco: (r. Macrino) Ma 14,2; D 2,3. Marco Antonino: cf. Vida por Julio Capitolino y A 24,1; E 5,12 bis; 6,9 bis; 7,2; AP 1,7; 4,5; 6,9; 10,2,4,5; 12,5; V 1,1; 1,2 bis, 4; 2,2,3 bis, 4,10; 3,2,3,7,8; 4,2,3 bis, 5,11; 5,6,8; 6,2,7; 7,2,7 ter; 8,5,9; 9,1,2 bis, 3 bis, 4,6,7,8,9; 10,2,4,5; 11,2,3,4; Av 1,2; 2,1,8 bis; 3,6; 4,9; 5,4,9; 6,6,7; 7,1,2 bis, 4 bis, 5,6,7,8,9; 8,1,2,7; 9,2,4,5,11; 10,1; 11,1,2,8; 12,1,2,7; 13,1,2; 14,3,5,7; C 1,1,2,5; 2,2; P 2,4 bis, 6,7,9 bis; 3,1; 15,4; DJ 1,3,5; SS 1,5; 3,1,3; 10,6; 19,2,3; 20,1; 21,4,5; P N 4,1; 7,2; 12,1; CIA 10,4,6,9; Car 3,8; Ge 2,2,3 bis; Ma 1,4; 3,4; 7,7; 14,2; D 2,3; 6,5,7; 7,4; H 1,2; 2,4; 9,1; 19,1; AS 7,3; 9,1; 10,5; Go 3,3; Aur 42,4; F 1,1; Ca 3,3. Marco Aselión: SS 13,7. Marcomania: MA 24,5. Marcománica: (guerra) H 9,2. Margo: Ca 18,2. Mario: (r. Avidio Casio) Av 3,8; (admirado por Pescenio N i­ gro) P N 1,3,5; 12,1. Mario: (poema de Cicerón imitado por Gordiano) Go 3,2. Mario, cf. Vida por Trebelio Polión y TU 5,3,5; 31,2. Mario Máximo: A 2,10; 12,4; 20,3; 25,4; E 3,9; 5,5; AP 11,3 MA 1,6; 25,10; Av 6,6,7; 9,5,9; C 13,2; 15,4; 18,2; P 2,8 15,8; SS 15,6; CIA 3,4; 9,2,5; 12,14; Ge 2,1; H 11,6; AS 5,4 21,4; 30,6; 48,6; 65,4; Pro 2,7; F, 1,1,2. Marilino: A 1,2. Mama: (r. Alejandro Severo) AS 17,4. Marsella: SS 3,6. Marte: (Campo de) A 9,1; MA 13.6; AS 26,7; M 31,5; Go 32,6; Cl 13,6; T 7,1 Marte: MA 4,3. Marulo: MA 8,1, cf. Meció.

I N D IC E D E N O M B R E S

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Masticio Fabiano: SS 13,2. Materiano, cf. Pescenio. Materno Lascivo, cf. Triario. Matidia¡(suegra de Adriano) A 5,9. Maurencio: DJ 3,1. Mauricio: Go 7,4. Mauricio, cf. Murrentio. Mauritania: A 5,8; 6,7; E 2,3; AS 58,1; Go 3,7; 23,4; T 10,5, Mauro, cf. Elio. Maximiano: (emperador) E 2,2; H 35,4; Cl 10,7; Aur 42,3; 44,2; Pro 1,5; Ca 15,1; 18,3. Maximiano, César, cf. Galerio. Maximino, cf. Vida, por Julio Capitolino y AS 59,7; 61,8; 63,2,6; Go 7,2 bis, 3; 8,1,6; 9,2,3; 10,1,2,3,5 bis, 6,8; 11,1,3,6,9 bis; 12,4; 13,1,3,5,7; 14,1,5; 15,1; 18,6; 22,1,6; Max 1,1,2 bis,4; 2,3,11; 8,4; 9,5; 10,1,3; 11,1,4; 12,2,3,6,7; 13,2; 15,4,5 bis, 7; 16,5,6,7 bis; 18,2; TU 31,7,12; 32,1 bis, 3. Maximino: (histrion) V 8,7. Maximinos: Go 22,5; Aur 42,6. Máximo, cf Vida por Julio Capitolino y M 20,1,4,6,8; 21,1; 22,2; 24,2,3,5,8; 25,2; 26,2,4 bis, 5; 28,1; 31,1; 32,3; 33,3 ter; 33,4; Go 10,1; 19,9; 22,1,5. Máximo: (padre de Probo) Pro 3,2. Máximo, cf. Claudio. Máximo, cf. Gabio. Máximo, cf. Laberio. Máximo, cf. Mario. Máximo, cf. Tacio. Mecenas: M 20,6; Go 22,8. Mecía Faustina: Go 4,2. Meciano: (Volusio Meciano) MA 25,4; Av 7,4. Meciano: (pariente de Próculo) F 12,7. Meciano, cf. Cereyo. Meciano, cf. Volusio. Meció Brundisino: Aur 13,1. Meció Faltonio Nicómaco: T 5,3. Meció Gordiano: Go 30,1. Meció Marulo: Go 2,2. Media: V 7,1. Médico: (r. Vero) V 7,2. Mediodía: Pro 1,3. Megalenses: (fiestas) Car 6,6. Memia: AS 20,3.

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HISTORIA AUGUSTA

Memio Rufino: SS 13,4. Memnón: SS 17,4. Menfis: SS 17,4; TU 22,13. Menófilo: M 21,6; 22,2; Max 12,2. Meónio: TU 15,5. Meonio Astianacte: TU 12,3. Mesa: Ma 9,1,4,5, cf. Varia. Mésala: M 29,4. Mésala: (gobernador de Claudio) Cl 16,1. Mésala, cf. Junio. Mésala, cf. Aurelia. Mesia: A 2,3; 6,6; AP 9,4; P 2,1; Go 26,4; 13,8; TU 9,1,3; Cl 15,2; Aur 3,2; 39,7 bis. Mesio Galicano: T 8,3. Mesopotomia: A 21,12; G 12,1; TU 15,2; Aur 11,3; Ca 8,1. Metelo: A 10,2. Metelo: (Cecilio Metelo, Q.) AS 8,5. Metelo: (templo de Isis de) TU 25,4. Metelos: AS 44,3. Mezencio: Ma 12,8,10. Mica: M 1,6. Micipsa: SS 21,10. Milán: DJ 1,2; Ge 3,1; Va 8,3; G 14,9; Cl 5,3; Aur 18,3; T 18,6; Ca 4,4; 12,3. Milesios: (cuentos) CIA 11,8. Milón de Crotona: M 6,9. Minerva: Pro 12,7. Minervia: (legión) A 3,6. Minucio: C 16,5. Mirismo: H 15,2. Mitra: C 9,6. Mitrídates: Va 1,5; Pro 2,3. Mnesteo: Aur 36,4,5. Moderato: MA 29,1. Modestino: Μ 27,5. Moisés: Cl 2,4. Montano: Go 25,3. Motileno: C 9,2. Mucio: Go 5,5. Mucapor: Aur 26,2; 35,5. Mulvio: G 18,5. Mulvio Galicano: Pro 4,3. Mumio Secundino: SS 13,1.

I N D IC E D E N O M B R E S

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Murena, cf. Ablavio. Murrentio Mauricio: Aur 13,1.

Nâpoles: A 19,1. Narbona: AP 9,1. Narbonense: Car 5,1. Narciso: SS 14,1. Narses: Pro 17,5,6. Nasicas: (r. Escipiones) Pro 2,4. Neápolis: SS 9,5. Negro: (mar) G 13,6 bis. Negro: (r. Nigro) PN 8,1. Nemesiano: (Aurelio Nemesiano) Car 6,7. Nemesiano, cf. Olimpio. Némesis: Max 8,6. Nepote, cf. Herenio. Nepote, cf. Platorio. Neptuno: A 19,10. Neracio Prisco: A 4,8 bis; 18,1. Nerón: (emperador) A 19,13; MA 28,10; V 1,8; 4,6; 10,8; Av 8,4; C 17,10; 19,2; CIA 13,8; H 1,1; 18,4; 31,5; 33,1; AS 25,3; Aur 21,11. Nerones: CIA 13,5; AS 9,4; Aur 42,6; T 6,4; Ca 1,3; 3,2. ’ Nerva: (emperador) A 2,5,6; 3,7; AP 1,4; AS 28,6; TU 6,6; Aur 14,6; 42,4; Ca 3,3. Nervas: T 6,9. Nicomedes: V 2,8. Nicomedia: H 5,1; G 4,8. Nicopolis: Cl 12,4; Aur 11,1. Nicro: (río) Pro 13,7. Nigrino: (Avidio Nigrino) A 7,1,2; 23,10. Nigro, cf. Pescenio. Nigro: (prefecto del Pretorio) C 6,6; DJ 5,1; SS 9,3. Nilo: A 14,5: PN 7,7; Go 3,2; Aur 47,3; Pro 9,3. Nimes: A 12,2; AP 1,1. Nisibis: Go 26,5; 27,6; G 10,2; 12,1; TU 15,2. Nonia Celsa: D 7,5. Nonio Graco: SS 13,3. Nonio Murco: CIA 2,3. Norbana: C 4,4. Norbano: C 4,4.

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H IS T O R IA A U G U S T A

Nórico: P 2,6. Noto: E 5,10. Novio Rufo: SS 13,7. Numa Pompilio: AP 2,2; 13,4; MA 1,6; SS 21,1 ; Ca2,3. Numeriano, cf. Vida por Flavio Vopisco y F 1,4; 15,10; Ca 4,3; 10,1; 11,3; 16,1; 18,3; 19,1. Numidia: Go 32,2; T 10,5. Numio Albino: DJ 1,2. Numio Tusco: Aur 13,1.

Occidente: Aur 32,3,4; Pro 1,3. Océano: SS 18,2; M 27,4; T 15,2. Océano: (nombre de bañera) AS 25,5. Octaviano: A 10,3; SS 7,6, cf. Augusto. Odenato de Palmira, cf Vida por Trebelino Polión y Va 4,2,4; G 1,1; 3,1,2 bis, 3,5; 5,6; 10,1,4,5,6,8; 12,1 bis, 6; 13,1,4; 21,5; TU 14,1; 16,1,2,3; 17,1; 18,1 bis, 12; 24,4; 27,1; 30,2,6; Aur 33,2; Pro 9,5. Odomaste: TU 2,2. Olbiópolis: AP 9,9. Olimpias: AS 13,3. Olimpio Nemesiano: Ca 11,2. Onesicrates: C 1,6. Onésimo: F 13,1; 14,4; Ca 4,2; 7,3; 16,1; 17,6. Opilio Macrino, cf. Vida por Julio Capitolino y Car 4,8; 6,6; 8,9; 11,5; D 1,1 bis, 3,6,7 bis; 2,1,4,6,8; 5,5; 7,1,5 bis; 8,1,4: H 1,4; 2,3 bis; 3,3; 5,1 bis; 8,4; AS 1,2; M 4,6. Optaciano, cf. Suetonio. Orco; H 1,6. Oresta: H 7,7,8. Orestes: H 7,5,6. Orestila, cf. Fabia. Orfeo: AS 29,2. Orfito: (prefecto de la Ciudad) AP 8,6. Orfito: MA 29,1. Orfito: (Escipión Orfito; consul) C 11,14; 12,6. Orfito: (Virio Orfito; consul) Cl 11,3. Oriente: A 13,6; AP 9,6; MA 12,13; 24,6; 27,1; V 6,9; Av 7,1; SS 8,6; 9,4; PN 5,3,6; CIA 1,1; Car 5,4; 10,6; AS 5,4; 63,5; M 7,5,6; 11,8; Go 27,3; Va 3,2; G 1,1,2; 2,5; 3,3; 10,1; TU 2,3; 12,12; 14,1; 15,1,2,5,7,8; 16,1; 30,7,8,22; Aur 13,1;

I N D IC E D E N O M B R E S

763

22,1; 25,4; 26,7; 27,2; 28,4; 30,4; 32,4 bis; 35,1; 41,9; Pro 1,3; 7,4; 9,5; 16,4; 17,1; 18,4 bis. Osdroe: A 13,8. Ostia: AP 8,3; CIA 111,3; Aur 45,2; T 10,5. Otón: (emperador) Αν 8,4; H 18,4. Ovidio: (Ovidio Nasón, P.) E 5,9. Ovinio Camilo: AS 48,2,6.

Pacoro: AP 7,6. Pactumeyo Magno: C 7,6. Padre de la patria: A 6,4; AP 6,6; MA 9,3; P 5,6; DJ 4,5; AS 56,9; Pro 12,8. Palacio: C 16,3 bis; P 5,7; 6,5; 7,8; 11,4,6; 13,4; 14,9; DJ 3,5; 4,1; 8,6,8; SS 5,10; 7,1; 22,7; Car 2,4; 3,2; 8,8; H 13,5; 14,2,3; 24,6; AS 15,2; 19,3; 23,5; 25,7; 26,9; 41,6; 42,1; 48,1,2; 51,8; 54,6; 57,4; 67,2; M 26,7; Max 14,3,5; Va 6,6; G 17,8; 20,3; Aur 1,2; 10,2; 34,5; 49,1; Pro 10,5; Ca 16,7; 19,1. Paladión: H 3,4; 6,8. Palatina: (casa) P 10,2; SS 22,7. Palatina Comodiana: (casa) C 12,7. Palatino: H 3,4; 30,4; Go 4,4; Max 8,3. Palestina: A 5,2; SS 14,6; Aur 33,4; F 9,2. Palfurio: Pro 16,4. Palfurio Sura: G 18,6. Palilias: (fiestas) T 9,5. Palma: (Cornelio) A 4,3; 7,2. Palmato, cf. Junio. Palmira: Va 4,2; G 10,1; TU 15,1; Aur 26,1; 28,1; 31,7; 33,5; Pro 9,6; 17,1. Panfilia: MA 6,9; Pro 17,1. Panonia: A 3,9; 6,7; 23,13; 25,3; E 3,2; MA 17,3; V 9,10; SS 10,7; AS 27,6; TU 9,1 bis; Cl 15,2; Aur 24,3; Pro 3,1; Ca 4,3. Panonias: C 13,5; SS 4,2; Ca 9,4. Panteón: A 19,10. Papiano: Car 4,2. Papiniano: (Emilio) SS 21,8; PN 7,4; Car 3,2; 4,1; 8,1,2,3,5,8; Ge 6,3 bis; AS 26,6. Pepio Fausto: SS 13,2,6. Papirio: CIA 10,12, cf. Casio. Papo: (consul) Go 29,1.

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HISTORIA AUGUSTA

Papo, cf. Sosio. Paralio: C 4,4. Paris: H 5,4. Paris: (r. al actor Maximino) V 8,7. Partamasiris: A 5,4. Parteniano, cf. Emilio. Partía: SS 16,1,5. Pártica: (legión) Car 6,7. Pártico: (r. Alejandro Severo) AS 56,9. Pártico: (R. Aureliano) Aur 30,5. Pártico: (r. Caracalla) Car 6,5; 10,6. Pártico: (r. Probo) Pro 11,9. Pártico: (r. Septimio Severo) SS 9,10,11; 16,2,5. Pártico: (r. Vero) MA 7,2. Pártico Máximo: (r. Geta) Ge 6,6. Parto: (rey.) Ma 8,3. Pasieno, cf. Vibio. Paterno: C 4,7,8 ter; 14,8; cf. Tarruteno. Patruino: Car 4,2. Paulina, cf. Domicia. Paulina: (hermana de Adriano) A 1,2. Paulino, cf. Fabio. Paulo: PN 7,4; AS 26,5; 27,2, cf. Julio. Paz: (templo de la) TU 31,10. Pecile: A 26,5. Pelusio: A 14,4; MA 23,7. Penates: AP 3,5; MA 18,6. Penuleo o Penulario: (r. Diadumeno) D 2,8. Perene: C 5,1,6,13; 6,1,2,4,5,6; 8,1; 14,8; P 3,3,5. Perinto: SS 8,13; F 15,6. Persia: G 1,1; TU 15,5; Aur 5,5; 28,3; 29,3; Car 8,1. Pérsica: (túnica) H 23,3. Pérsico: (r. Alejandro Severo) AS 56,9 bis. Persio Flaco: AS 44,9. Pértinax, cf. Vida por Julio Capitolino y C 17,4; 18,7; 20,1; DJ 1,1; 2,3 ter, 6 bis; 3,7,8,10; 4,8 bis, 10; 8,5; SS 5,3; 7,8; 17,6; 23,4; P N 2,3; 3,1; CIA 1,1; 14,2 bis, 6; Car 10,6; Ge 6,6,8; Ma 3,6; D 6,3; TU 6,6; Cl 12,5. Pértinax, cf. Helvio. Pértinax: (r. Macrino) Ma 11,2. Pescenia Marcelina: Max 5,7. Pesceniana: P N 12,4. Pescenio Albino: SS 13,6.

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Pescenio Aureliano: SS 13,6. Pescenio Festo: SS 13,6. Pescenio Juliano: SS 13,6. Pescenio Materiano: SS 13,6. Pescenio Nigro, cf. Vida por Elio Esparciano y DJ 4,7; 5,1; SS 5,8; 6,7,10; 8,6,11, 12 bis, 13,15,17; 9,1,2,4,5,6,8,9; 10, 1 bis; 14,6; 15,4; CIA 1,1,4 bis; 3,4; 6,8; 7,1,2 bis, 4; 11,1; 12,7; Car 1,7; AS 1,7; 35,1; F 1,1. Pescenio Princo: CIA 7,5. Pescenio Veraciano: SS 13,6. Perennidad: Aur 47,3. Petronio Didio Severo: DJ 1,2. Petronio Mamertino: C 7,5 bis. Petronio el joven: SS 13,5. Petronios: C 7,5. Pia, cf. Fulvia. Piceno: A 1,1; Go 4,6; TU 24,5. Pinario Valente: Max 4,4; 5,5. Piniano: Aur 1,9. Pinio: (r. Aurelio Victor) Ma 4,2. Pío: (r. Cómodo) C 8,1. Pío: (r. Pescenio Nigro) PN 12,1. Pio: (r. Macrino) Ma 7,2; 11,2; 14,2. Pío: (r. Diadumeno) D 2,3. Pío: (r. Alejandro Severo) AS 4,5. Pio: (r. mes) C 12,9. Pio, cf. Fulvio. Pipara: G 21,3. Pirro: Ca 2,6. Pisiteo: Av 10,8. Pisón; cf. Vida por Trebelio Polión y G 2,2,3 bis, 4; TU 19,2. Pisón: (Calpurnio Pisón Frugo Liciniano) PN 9,2. Pisón: (Calpurnio Pisón; cónsul) C 12,1. Pisón: (conspirador contra Nerón) CIA 12,10. Pisoniano: Pro 22,3. Pisones: TU 21,1; 33,5. Placencia: Aur 21,1. Plácido, cf. Furio. Platón: A 16,6; AS 30,1; Go 7,1; Aur 3,4. Platón: (r. Virgilio) AS 31,4. Platorrio Nepote: A 4,2; 15,2; 23,4. Plauciano: SS 6,10; 14,5,7,8 bis; 15,4; Car 1,7; Ge 4,4; H 8,6. Plaucio Quintilo: DJ 6,6.

766

H IS T O R IA A U G U S T A

Plauto: SS 21,2; Ca 13,5. Plautilo: CIA 10,7. Pletoria: MA 10,12. Plotina: (esposa de Trajano) A 2,10; 4,1,4,10; 5,9. Plutarco: MA 3,2. Polieno: A 15,4. Polión: (gramático) MA 2,3. Polión: (Pomponio Próculo Vitrasio; cónsul) C 2,4. Polión: (Futirio; cónsul) C 11,13; 12,4. Polión: Aur 2,1, cf. Trebelio. Pólux: M 16,1; Va 5,4. Pompeyano: Go 23,5. Pompeyano: Av 10,3; 11,8; 12,2, cf. Claudio Pompeyano. Pompeyano: (Claudio Pompeyano; nieto de Marco Antonio e hijo del anterior) Car 3,8. Pompeyo: A 14,4; AS 11,4; 62,3; Go 2,3; 3,6; 6,5; 17,2; 21,5 bis; Max 7,3; F 6,4. Pompiliana: (Curia) Aur 41,3; T 3,2. Pompilio, cf. Numa. Pomponiano, cf. Fabio. Pontífice Máximo: A 22,10; Ma 7,2; AS 40,9; 56,9. Ponto: AP 9,9; Max 7,2; Va 2,3; 3,2; G 6,8; TU 29,1; Aur 21,11; Pro 1,4; 12,4. Pórfido: (mármol de) AS 25,7. Porfirio: (r. Albino) CIA 5,9. Porfirio: (pórtico) Pro 2,1. Posidipo: MA 15,6. Postumiano, cf. Ceyonio. Postumio Severo: SS 13,2. Postumios: CIA 4,1; 13,5. Postumo: cf. Vida por Trebelio Polión y G 4,3,4,5,6; 7,1 bis; 9,1; 21,5; TU 4,1; 5,1,4,5,8; 6,1,6; 8,1; 10,14; 11,3; 31,2; Aur 8,2; Pro 13,5. Postumo el Joven: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 3,9. Postumo, cf. Ceyonio. Preneste: MA 21,3; AS 4,6. Prenestina: (vía) Go 32,2. Presente: C 12,7, cf. Brutio. Pretextato: Go 26,3. Priamo: Go 19,4 bis, Priapo: Go 19,4. Prima: Max 5,1. Primigenia: (legión) DJ 1,6.

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Princo, cf. Pescenio. Prisciano: AP 7,4. Prisco, cf. Estacio. Prisco, cf. Neracio. Probiana: (purpura) AS 40,6. Probato: Cl 11,1. Probo: cf. Vida por Flavio Vopisco y A ur 29,3; T 14,2,5; 16,6 bis, 7; 17,5; F 1,4; 6,5; 10,3; 11,3; 13,1,4; 14,4; 15,3; Ca 1,1,2; 3,7; 4,2; 5,4 bis; 6,1 ter, 2 bis; 7,1; 8,1; 9,4; 19,1; 20,2 bis. Probo: (yerno de Severo) SS 8,1 bis. Probo: (soldado) Pro 8,5,7. Probo, cf. Aurelio. Probo, cf. Falconio. Procila, cf. Boyonia. Próculo: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 18,5,6,7 bis; 24,7; F 1,4. Próculo: (gramático) TU 22,14. Próculo, cf. Didio. Próculo: MA 3,5, cf. Eutiquio. Próculo, cf. Julio. Protréptico: G 20,1. Protogenes: H 6,3. Ptolemaida: Pro 17,3,6. Ptolomeo Evergetes: Car 6,3. Ptolomeos: M 29,8; TU 30,2. Pudente: C 11,13. Pupieno: M 33,3,4; Go 10,1; 19,9; 22,1, cf. Máximo. Puzol: A 25,7; 27,3; T 19,5.

Quieto: cf. Vida por Trebelio Polión y G 3,2,4; TU 12,10,12; 15,4; 18,1,3. Quieto, cf. Lusio. Quilón, cf. Malio. Quintio: P N 12,1. Quintiliano: TU 4,2. Quintilio Marcelo: AS 68,1. Quintilios: T 16,1. Quinólo: (Aurelio Claudio; hermano de Claudio) Cl 10,6; 12,3,5,6; 13,2,9. Aur 2,1; 16,1; 17,3; 37,5. Quintilo, cf. Plaucio. Quirites: AS 52,3; 53,10; 54,3.

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Ragonio Celso: PN 3,9. Ragonio Claro: TU 18,5 bis. Ravena: DJ 6,3; M 24,5; 25,2; 33,3; Max 11,1,2; 12,1,5; 16,7. Recia: P 2,6; Aur 13,1; Pro 16,1; F 14,2. Regaliano: Cl 7,4. Regiliano: G 9,1, cf. Regaliano. Regilo: C 7,4. Repentino: DJ 8,6, cf. Cornelio. Repentino, cf. Fabio. República: (sobre la; de Cicerón) AS 30,1. Reverendo: Go 25,3. Rhoemetalce: AP 9,8. Rin: Max 5,9; TU 3,9; Pro 14,1. Rodano: SS 11,9. Rodas: AP 9,1. Rómulo: SS 21,1; M 18,1; G 19,4; F 5,4. Rostra: Cl 3,5. Rufino, cf. Apuleyo. Rufino, cf. Clodio. Rufino, cf. Memio. Rufio Celso: F 2,1. Rufo, cf. Claudio. Rufo, cf. Julio. Rufo, cf. Novio. Rufo, cf. Velio. Rupilia Faustina: MA 1,4. Rustico, cf. Junio. Rutilio: Go 5,5.

Saba: Cl 11,1. Sabina: (esposa de Adriano) A 1,2; 11,3; 23,9. Sabino: H 16,2,3. Sabiniano: Go 23,4 bis. Sabino: (cónsul) Go 23,4. Sabino: (prefecto de la Ciudad) M 15,1; Go 13,9. Sabino: (hermano de Fabio Sabino) AS 68,1. Sabino: M 32,1, cf. Elio. Sabino, cf. Fabio. Sabino, cf. Fulvio. Sabino, çf. Vecio. Sacra: (vía) G 19,4.

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Salam bo: H 7,3. Salas de M am ea: AS 26,9. Salentino: (rey) M A 1,6. Salona: G 19,3. Salonina: G 21,3. Salonino: cf. Vida p o r T rebelio P o lió n y Va 8,5; T U 3,1,2; 21,4; C1

I 7’7·

Salustio: (Salustio C rispo; h isto riad o r) A 16,6; SS 21,2,10; Max 7,7; A u r 2,1; 49, 1,2; P ro 1,1; F 6,3. Salvidieno: F 10,4. Salvio Juliano: (bisabuelo de D id io Juliano) A 18,1; DJ 1,1; SS 17.5. Salvio Juliano, (P.): C 3,2 bis; 4,8,9; D J 1,2; 2,1. Salvio Juliano: (tío m aterno de D id io Juliano) AS 1,2. Salvio V alente: A P 12,1. Sam nio: P 8,2; T U 24,5. Sam ónico Sereno: C ar 4,4; G o 18,2. Sam ónico Sereno: (hijo) AS 30,1; G o 18,2. Samso o V itúriga: (esposa de P róculo) F 12,3. Sandarión: A u r 31,2. Sangre: (día de) C1 4,2. Santo, cf. A teyo. Saotero: C 3,6; 4,5 bis,7. Sapiliano, cf. C laudio. Sapor: G o 26,5; Va 1,1; 3,1; 4,1,4; T U 2,2 bis; 15,4; 30,6. Sarecta: C l 17,7. Sarm ático: (r. A ureliano) A u r 30,5. Sarm ático: (r. P robo) P ro 11,9.

Sarmático Máximo: (r. Geta) Ge 6,6. Sarm áticos: (Juegos) C a 19,1. Saturnales: A 17,3. S aturnino: cf. Vida p o r T rebelio P olió n y G 9,1; 10,1; F 11,1. Saturnino: cf. Vida p o r Flavio V opisco y Pro 18,6; 24,7; F 1 4· 6.5. ^ Saturnino, cf. A vulnio. S aturnino: (cónsul) G 10,1. S aturno: M A 9,7. Savo: (río) P ro 21,2. Secundino, cf. M um io. Segundo, cf. V itruvio. Seleucia: V 8,3; F 3,1. Sem iram is: T U 27,1. S eptentrion: P ro 1,3.

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Septicio Claro: A 9,5; 11,3; 15,2. Septimianas: (termas) SS 19,5. Septimio: AS 17,2; 48,7. Septimio Arabiano: AS 17,3,4. Septimio Severo, cf. Severo. Septimio Severo: (pariente de Severo) SS 1,2,5. Septizonio: SS 19,5; 24,3. Serapamón: Go 25,2. Serapión: AS 3,3. Serapis: SS 17,4; AS 26,8; F 8,2,3. Sereno, cf. Lolio. Sereno Samónico: Ge 5,6, cf. Samónico. Sergio: (r. Casio) Av 3,5. Sergio: F 6,4, cf. Catilina. Sergio Lustral: SS 13,3. Sertorio: Pro 2,3. Serviano: (Julio Urso) A 1,2; 2,6 bis; 3,8; 8,11 bis; 15,8; 23,2,8; 25,8; F 8,1 bis. Servilio: C 7,5. Setos, los: A 19,10. Severiano, cf. Elio. Severo: cf. Vida por Elio Esparciano y C 17,11,12; P 15,1 bis, 2,5; DJ 5,2,3,5,7,8; 6,1,2,3 bis, 4,5,8; 7,5,6,7,11; 8,1,4,7,8 y 10; PN 2,1 bis, 2,5,7; 3,2,3,5,9; 4,1,5,6,7,8; 5,1,2,6 bis, 7; 6,2,3,10; 7,4; 8,1,6; 9,3; 12,3,7; CIA 1,1,4; 2,3; 3,2,3,4,6; 5,5; 7,1,2,3; 8,1,3,4; 9,1 bis, 3,4,5; 10,1,3; 11,5; 12,1,2,5,6; Car 1,1 bis, 2,7; 8,2,3; 11,3; Ge 1,2,3; 2,1,2,4,6; 3,1 bis, 4,5; 4,2; 7,2 bis; Ma 3,6; 4,3; 5,7; 6,8; 9,1; 11,2; 12,1; D 6,3,8,9; H 17,8; 27,7; 35,6; AS 1,7; 5,4; 13,6; 22,2; 33,4; M 1,4; 2,3,4,6; 3,1,3,4,5; 4,6; 5,4; TU 6,6; Aur 42,4; T 5,2; F 1,1; Ca 3,4. Severo: (tío paterno de SS) SS 1,2. Severo: (cónsul) SS 1,3. Severo: (delator) DJ 2,1. Severo, Go 6,4,5, cf. Anio. Severo, cf. Atilio. Severo Arcontio: F 2,1. Severo, cf. Catilio. Severo, cf. Cingio. Severo, cf. Junio. Severo, cf. Postumio. Severo: (r. Macrino) DJ 7,2; Ma 2,1; 5,7; 11,2. Severo Pértinax el Africano: (r. Septimio Severo) Ma 9,1.

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Sextio Laterano: V 3,3. Sexto: (hijo de Condiano) C 4,9. Sexto: (filósofo) V 2,5. Sexto de Queronea: MA 3,2. Seyo Fusciano: MA 3,8. Sibarítico: (plato) H 30,6. Sibila: Aur 19,4. Sibilinos: (libros) Go 26,2; 20,4,5; Aur 18,5,6; 20,4,5,7; 21,4; T 16,6. Sica: MA 2,3. Sicilia: A 2,3; 4,2,3; G 4,9; Aur 42,2. Sicilia: (aldea) AS 59,6. Sicilia: (recinto de Palacio) P 11,6. Sidón: Car 20,5. Sigilarías: (fiestas) A 17,3; Car 1,8; Aur 50,2. Sila: C 8,1. Silano: M 16,1, cf. Junio. Silano, cf. Lamia. Silano, cf. Ulpio. Silanos: C 7,5. Silvano: T 17,1. Simiamira: H 2,1; 4,4; 14,4; 18,2. Simile: A 9,6. Sinada: Go 32,2. Sinón: Aur 1,5. Siria: A 4,6; 14,1; MA 8,12; 9,5; 12,7; V 4,4,5; 7,7 ¿«,9,10; 8,7,10,11; 9,2 bis; Av 5,9; C 2,3; P 1,6; 2,11; 3,1; DJ 5,1,2; SS 3,9; 5,8; 6,7; 15,2,3; 16,5,7,8; PN 1,5; 2,1; 5,5; CIA 1,1; H 1,6; Go 26,5; 30,8; CL14,2; Aur 26,1; 27,5; Pro 19,7. Sirio: (r. Alejandro Severo) AS 28,7 bis; 38,4; 44,3; 64,3; 68,4. Sirmio: M 13,1; Pro 3,1; 18,8; 21;2; Aur 3,1. Siro, cf. Apolonio. Sol: (divinidad) A 19,13; H 1,5; Aur 1,3; 4,2,5; 5,5; 10,2; 14,3; 25,6; 28,5; 31,7; 35,3; 39,2; 48,4; T 9,2. Sosiano, cf. Fabio. Sosio Papo: A 4,1. Sotérides: Av 10,8. Sublicio: AP 8,2. Suburano: A 3,8. Suceso, cf. Helvio. Sucuba: MA 1,4. Suetonio Optaciano: T 11,7. Suetonio Tranquilo: A 11,3; C 10,2; Max 4,5; Pro 2,7; F 1,1,2.

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HISTORIA AUGUSTA

Sulpiciano; DJ 2,4,6,7; 3,6; cf. Flavio. Sulpicio; (barrio) H 17,8. Sulpicio: (padre de Mamea) AS 20,3. Sulpicio Apolinar: P 1,4. Sulpicio Cano: SS 13,7. Sulpicio Craso: C 7,7. Sulpicio, cf. Claudio. Sura: (Licinio) A 2,10; 3,10. Sura: G 18,6, cf. Palfurio. Sura: (Petronio) C 7,5.

Tacio Cirilo: M 1,2. Tácito: cf. Vida por Flavio Vopisco γ TU 31,8; Aur 41,15 bis; T 14,1 bis,4; 16,1,4,5,6; 17,1 ter,2,4; 18,1; Pro 1,5; 7,1 bis,2,5; 10,1; 11,7;13,2; F 1,4; Ca 3,7; 15,3. Tácito: (sobrino de Floriano) T 14,1. Tácito: (r. septiembre) T 13,6. Tácito, cf. Cornelio. Tarquinio el Soberbio: Ca 2,4. Tarsis: T 14,2. Tarracina: A 7,2; DJ 8,3. Tarragona: A 12,3,4,5; SS 3,4. Tarruteno Paterno: C 4,1. Tacio Máximo: AP 8,7. Tauro: (monte) Car 11,7; MA 26,4. Tausio: P 11,9. Tebaida: TU 22,6. Tebas: PN 12,4 bis,6. Terencio: Genciano: A 23,5. Télefo: V 2,5. Tempe: A 26,5. Teoclia: M 29,1,2. Teódoto: G 4,2; TU 22,8,10; 26,4. Teófanes: (Balbo Cornelio) Max 7,3. Terenciano: (Vulcacio) Go 21,5. Termopilas: Cl 16,1. Terni: SS 6,2. Tersites: Aur 1,5. Tértulo: MA 29,1 bis. Terracina: (puerto) AP 8,3. Tesalia: G 2,3; TU 21,1; Cl 8,1.

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Tesálico: (r. Pisón) TU 21,1. Tesalónica: G 5,6; Cl 9,8; T 18,6. Tétrico: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 5,3,5; 31,2,4; Cl 4,4; 7,5; Aur 32,3,4; 34,2; 39,1. Tétricos: TU 25,4 ter. Tiana: Aur 22,5; 23,2,4; 24,2; 25,1. Tiber: A 19,11; 21,6; AP 9,3; MA 8,4; C 17,4; H 17,3,6; 30,4; 33,7; Aur 45,2; 47,3. Tiberiano: Aur 2,1. Tiberiano, cf. Junio. Tiberino: (r. Heliogábalo) H 17,5. Tiberio: (emperador) Car 2,2; H 33,1. Tiberio: (casa de) AP 10,4; MA 6,3; V 2,4; 6,4; Pro2,l. Ticiana, cf. Flavia. Ticiano: A 15,6, cf. Atilio. Ticiano: (julio) M 27,5. Ticiano: (julio; el viejo) Μ 27,5. Ticiano, cf. Loliano. Tifón: Μ 8,5. Tigidio: C 4,7. Tigris: A 5,3. Timágenes: Cl 11,1,2. Timesiteo: Go 23,6; 24,2; 25,1,6,7; 27,2,4,7,8,9,10; 28,1; 29,2; 31,1; 32,7. Timolanó: cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,2; Tu 15,2; 17,2; 24,4; 27,1; 30,2; Aur 38,1. Tinchanio: Go 14,7. Tinurcio: SS 11,1. Tiro: Ca 20,5. Tito: (emperador) A 1,3; MA 1,2; P N 12,1; H 1,2; AS 10,3; Max 1,4; TU 33,6; Cl 3,6; Ca 3,3. Tito; cf. Vida por Trebelio Polión y M 11,2,4; TU 31,12. Tivoli: A 23,7; 26,5; TU 30,27. Toxocio: M 27,6. Tracia: SS 8,12; Car 5,8; M 1,5; 4,4; Go 26,5; Max 7,2; G 5,6; TU 12,13,17; 18,8 bis; 29,1; 33,5; Cl 15,2; Aur 17,2; 32,1; F 5,1. Tracias: P N 5,6; Aur 22,2; 41,8; Pro 16,1; 18,1; F 15,5; Ca 9,4. T ra jan o : (em perador) A 1,1,4; 2,2,5,6 bis, 7 bis, 10; 3,1,2,3,6,7,8,10,11; 4,7,8,9,10; 5,2,4,9; 6,1 bis, 3 bis; 7,7,8; 9,1,2; 10,2; 21,11,12; E 2,2; AP 9,7; MA 17,4; 21,9; Av 8,6; C 2,1; P 9,3; SS 21,3; P N 4,3; CIA 12,10; Ma 1,4; 13,1; H 1,2; AS 10,2; 13,2; 25,5; 26,4,11 bis; 39,1; 48,6; 65,5; Go 2,2;

774

HISTORIA AUGUSTA

Tu 6,6; Cl 2,3; 18,4; Aur 10,2; 11,7; 14,4; 21,11; 39,3,7; 42,4; T 8,5; 9,2; 16,6; Pro 12,2; 22,4; F 2,3. Trajanos: T 6,9. Traies: AP 3,3. Tranquilo, cf. Suetonio. Transitorio: (foro) AS 28,6. Trasíbulo: AS 62,2. Trebelio Polión: Aur 2,1; F 1,3. Tréveris: T 18,5. Triario Materno Lascivo: P 6,4. Triciano: (Elio Decio) Car 6,7. Trifón, cf. Julio. Trípoli: SS 18,3. Triste: (r. Máximo) Max 6,1. Tritano: F 4,2. Triunfador: (r. noviembre) C 11,8. Trogo: (Pompeyo) Pro 2,7. Trosio Apro: MA 2,3. Troya: Cl 11,9. Tulio, cf. Calvisio. Tulio Crispino: DJ 3,1; 6,4; 7,4,6; 8,1. Tulio Cicerón: A 16,6; 25,7; SS 21,2; AS 8,5; 30,2; 31,4; 42,4; 62,3; Go 3,2 bis; 7,1; G 20,1; TU 8,2; 21,1; 22,11; Cl 2,5; Aur 39,4; T 13,4; Pro 2,3. Turbón: A 4,2; 5,8; 7,3; 9,4; 15,7, cf. Marcio. Túrdulo Galicano: Pro 2,2. Turino: AS 36,1,2 ter; 67,2, cf. Verconio. Tusco: D 9,1. Tusco: TU 9,1, cf. Numio. Tusco: (caballo) F 6,4. Tusdro: M 14,3; Go 7,4; 8,5. Tutilio: (Ponciano Genciano) MA 29,1.

Ulpia: (biblioteca) Aur 1,7,10; 8,1; 24,7; T 8,1; Pro 2,1. Ulpia Gordiana: Go 2,2. Ulpiano: PN 7,4; H 16,2,4 bis; AS 15,6; 26,5,6; 27,2; 31,3; 34,6; 51,4; 67,2,68,1; cf. Domicio. Ulpio: (foro) MA 22,7. Ulpio Crinito: Aur 10,2,3; 11,1 bis, 8; 13,1; 14,4,7; 15,1,2. Ulpio Marcelo: AP 12,1.

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Ulpio Silano: Aur 19,3. Ulpio Trajano: A 1,4, cf. Trajano. Ulpios: Max 2,1. Umbría: P 8,4; Go 4,6; TU 24,5. Umidio Cuadrato: A 15,7; MA 7,4. Urbico: D 9,2, cf. Lolio. Ursiniano: Pro 22,3. Uxorio: Go 3,2.

Vabalato: Aur 38,1. Vada Sabatia: P 9,3 ; 13,4. Valente: cf. Vida por Trebelio Polión y G 2,3 bis,4; TU 20,1,2; 21,1,2,3. Valente el Viejo: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 31,8. Valente, cf. Estacio. Valente, cf. Pinario. Valente, cf. Salvio. Valeriano: cf. Vida por Trebelio Polión y Go 9,7; G 1,1 bis; 5,6; 10,2,8; 12,1; 14,10; 17,1; 19,1,7; 21,5 bis; TU 1,1 bis,2; 2,3; 3,8; 9,8; 10,14,15,16,17; 12,1 bis, 5,8,10,15 bis; 15,1,6; 18,4,5,11; 21,3,4; 23,1; 33,2; Cl 7,4; 14,2; 15,1; 17,7; Aur 6,2; 8,1,2; 9,1,2; 10,2 bis,3; 11,1; 12,1,4; 13,1; 14,1,2,5; 15,1,2; 41,7,9; 42,4; Pro 3,5,6; 4,1,3 bis; 5,2,3; 6,1; F 1,3; Ca 18,3. Valeriano el joven: cf. Vida por Trebeliano Polión y G 12,1; 14,9,10 bis; Aur 11,8. Valeriano: (profesor) P 12,7. Valeriano Flaco: Pro 5,2. Valerio Basiano: C 7,6. Valerio Catulino: P 5,7; SS 13,7. Valerio Cordo: AS 3,2. Valerio Marcelino: Max 4,5. Valerio Hómulo: AP 11,8; 13,3; MA 6,9. Varia: H 10,1; 31,4; AS 1,2. Vario, cf. Heliogábalo. Vario: (padre de Alejandro Severo) AS 1,2. Vario Macrino: AS 58,1. Varrón: (Terencio) AS 8,4; F 4,2. Vaticano: (monte) V 6,4; H 23,1. Vectiliana: (villa) C 16,3; P 5,7. Vectiliano, cf. Cesonio. Vectio Apro: DJ 2,4.

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H IS T O R IA A U G U S T A

Vectio Sabino: Max 2,1,10; 4,4. Veleno: Va 2,1. Velio Cornificio Gordiano: T 3,2. Velio Rufo: C 4,10. Velsolo: Va 1,1. Venaco, cf. Claudio. Vencedor: (r. noviembre) C 12,4. Veneriano: G 13,7. Venus: H 5,4,5; AS 51,3; Max 6,1; TU 32,5; F 9,3. Venus Calva: (templo de) M 33,1. Venusto: Cl 17,3. Venusto: (cónsul) Go 23,4. Veraciano: SS 13,6, cf. Pescenio. Verconio Hereniano: Aur 44,2. Verconio Turino: AS 35,5; 36,2 ter; 67,2. Veriano: (Céler) TU 9,5,6. Verísimo: (r. Marco Antonino) D 6,5, cf. Anio. Vero: Vida por Julio Capitolino y E 6,9 bis; 7,2,3; AP 4,5 bis; 10,3; MA 5,2; 7,5,7; 8,5,6,9,10,11 bis, 12; 9,4; 12,7,9; 15,2,5; 16,3,4; 20,5; 29,6; Av 1,6,7; 2,8; 9,5,7; P 10,2; SS 20,1; Car 3,8; Ma 3,4; 4,4; 7,7; D 6,6; 7,4; AS 7,4; 9,1; 10,5. Vero: (nombre incorrecto en lugar de Elio) E 2,6; 3,8 bis; 4,1,3; 5,5; 6,7. Vero: (r. Macrino) Ma 14,2. Vero: (r. Diadumeno) D 2,3. Vero: (padre de Elio Vero) E 2,7, cf. Ceyonio Cómodo. Vero, cf. Anio. Vero, cf. Coceyo. Vero, cf. Marcio. Vero, cf. Vindio. Vero César: (hijo de Marco Antonino) MA 21,3; C 1,10. Verona: Pro 24,2. Vespasiano: (emperador) MA 1,1; PN 12,1; H 1,2; AS 10,2; TU 6,6; Cl 3,6; Ca 3,2. Vespronio Cándido: DJ 5,6. Vesta: H 3,4; 6,7; G 19,4. Vestal: H 6,8; Va 6,6. Vestales: P 6,5. Vetrasino: MA 12,3. Veturio: TU 8,3. Veturio: (Tito) AS 3,2. Veturio Macrino: DJ 7,5. Vibio Pasieno: TU 29,1.

I N D IC E D E N O M B R E S

777

Victoria, cf. Vida por Trebelio Polión y TU 5,3; 6,3; 7,1; 24,1; 25,1; 30,23; Cl 1,1. Victorias: (estatuas) SS 22,2. Victoria Romana: AS 14,2; Pro 12,7. Victorino: cf. Vida por Trebelio Polión y G 7,1; TU 5,3,5; 7,1 bis; 8,1; 24,1. Victorino, cf. Aufidio. Victorino, cf. Cornelio. Victorino, cf. Furio. Viminacio: SS 10,3. Vindio Vero: AP 12,1. Vindex, cf. Lucio. Virgilio: (Virgilio Marón) A 16,6; E 5,9; SS 21,2; AS 14,5; M 27,4; Go 3,3; 7,1. Vitaliano: M 14,4; Go 10,5,6,8. Vitelio: (emperador) V 4,6; Av 8,4; Ge 3,1; H 1,1; 24,4; 34,1; Vitelios: Cl A 13,5; AS 9,4; Aur 42,6; Ca 1,3. Vitrasia Faustina: C 4,10. Vitruvia: TU 5,3; 6,3; 24,1; Cl 4,4, cf. Victoria. Vitruvio Segundo: C 4,8. Vitúriga: F 12,3. Vologeso: MA 8,6. Volusiano: G 1,2. Volusio: AP 12,1; MA 3,6; cf. Meciano. Votos: (día de los) T 9,5. Vulcacio Terenciano: Go 21,5.

Xifidio, cf. Elio.

Zaba: Aur 25,2,3. Zenobia: cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,2,5; TU 15,2,7 16,1,3; 17,2; 24,4; 27,1,2; Cl 4,4; 7,5; Aur 25,2,3; 26,3,6,7,8 27,1,2,6; 28,3,4; 30,1,3; 31,2,8; 32,4; 33,2; 34,2,3; 35,4; 38,1 F 3,1; 5,1. Zenon de Elea: Aur 3,4. Zosimión: Cl 14,2. Zôtico: H 10,2,3,5 bis.