¿Ha muerto el marxismo?

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Citation preview

EDUARDO KINNEN

�HA MUER TO EL MARXISMO? Del "socialismo científico" a la ª'·entura re\'olucionaria

EDITORIAL LOS

ANDES

DISERO LA TAPA: LUIS

F.

BENEDIT

© by EDITORIAL LOS ANDES S.R.L. Buenos Aires. Por acuerdo con lD.E.P. Santiago de Chile -

1974.

Queda hecho el depósito que previene la ley nQ

11.723.

PROLOGO A LA EDICIÓN ARGENTINA Esta obra apareció por primera vez en Chile en 1973. Editada por el INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITI­ COS (IDEP) de Santiago de Chile, su distribución coincidió con el golpe de Estado que se produjo en setiembre de ese mismo año en el país hermano. Los acontecimiento posteriores demostTaron hasta que punto el conflicto ideológico había minado la so­ ciedad chilena, a lo largo del gobierno constitucional. Nos parece importante presentar ahom a los lec­ tores argentinos

y latinoamericanos este excelente

estudio critico sobre las principales tesis originadas en el pensamiento marxista. La facilidad con que han sido aceptadas en nuestro país algunas de esas tesis, sobre todo a nivel inte­ lectual y universitario, es francamente alarmante. El hombre común suele hacer -quizá por pereza inteleCtual- una clara distinción entre la teoría y la práctica política. La separación real entre una y otra no es tan neta. La experiencia muestra con que rapi­ dez se difunden las ideas en América Latina proyec­ tando sus resultados sobre la estructura de la sociedad. Como ejemplo de ello

y en contrapunto con el estu­

dio de KINNEN resumimos un fragmento del libro de CLAUDIO ORREGO VICURA "Para una paz es­ table entre los chilenos". Escrito pocos meses después de producido el golpe militar, es un llamado de atención -para nosotros argentinos- sobre la necesidad de clarificar, antes de que sea tarde, las propuestas ideológicas.

" . .. Capítulo

3.

·

El Desprecio

o

la Democracia

De la división de la sociedad entre "explotadores y explotados" no puede sino surgir como conclusión ló­

la democracia no es más que la dictadura de la "burguesía" sobre "el proletariado". ¿Cómo sería

gica que

de otra forma si a la dictadura del proletariado se la define como el primer paso de la liberación de las mayorías oprimidas? En consecuencia, ¿de qué vale la farsa democrática de la burguesía? Las tácticas y las estrategias de cómo deshacerse de ella serán materia de largos debates y encarnizadas luchas ideológicas. ¿Pero quién se atre­ ve, desde el marxismo-leninismo, a desconocer su inevitable extinción final, cuando todas las condicio­ nes y correlaciones de fuerza estén dadas a beneficio del "proletariado" o de su "vanguardia" consciente? La lógica de ta división dicotómica de la sociedad y del conflicto irreductible lleva al desprecio de la democracia liberal. Es algo inevitable. ¿Acaso los chi­ lenos no tenemos conciencia de eno? Desde el otro extremo, la lógica se repite con la mis­ ma facilidad de un eco: ¿de qué sirve la democracia, si algún día podemos estar al lado de abajo de la tor· tilla? ¿Qué importan los principios cuando nosotros ganamos en la guerra a muerte que nos habían plan­ teado?

Y entonces surge la voluntad de aprovechar la ven· taja obtenida, para "acabar para siempre" con los ene. migas de ayer. ¡Acaso los cánceres no son extirpables con el solo bisturí, aun cuando sean en el cerebro! ¡¡Ahí estás entonces, pobre Democracia, aplastada

entre el peso de los que te desafiaron por "burguesa" JI lo..

"El hombre, leemos en los 'Manuscritos', es un ser gené­ rico, no s61o porque hace de la especie práctica y teóricamente su objeto, sino también porque se relaciona consigo mismo en cuanto especie presente, viva, en cuanto tiene consigo mismo una relación de ser universal, y por tanto libre''. O sea que la autoconciencia del hombre nace de esta conciencia que él tie­ ne de ser una expresión de la universalidad de la especie hu­ mana. Pero, como ya sabemos, la misma universalidad se ma­ nifiesta en la actividad humana. "Precisamente sólo en la transfonnación del mundo objetivo se comprueba el hombre realmente como ser genérico. .. El objeto del trabajo es, por tanto, la objetivación de la vida genérica del hombre: por cuan­ to éste se duplica no s6lo como en la conciencia; de manera in-

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telectual, sino activa y realmente y, por tanto, se contempla a sl mismo en un mundo creado por él". Asimismo se manifiesta otra característica del hombre en la actividad "genérica": la libertad. "El hombre es un ser consciente, sólo porque es un ser genérico. S6lo por eso su ac­ tividad es actividad libre. ...El animal produce sólo bajo el do­ minio de Ja necesidad física inmediata, pero el hombre produce aún cuando es libre de dicha necesidad. Más aún: produce realmente s6lo cuando es libre de la necesidad /lsica''. Pero el carácter social del hombre va más allá de su per­ tenencia a la especie; hay una íntima unión entre hombre indi­ vidual y sociedad. "Como la sociedad misma produce el hom­ bre en cuanto hombre, as( también ella es producida por él. IA actividad y el goce son sociales, según su contenido, como según su forma de existencia; son actividad social y goce so­ cial".

O sea: para Marx hay una unión íntima, una verdadera interpenetración de lo individual y de lo social; más aún: hay una relación dialéctica entre los dos aspectos. Esto lo expresa clart1.mente en la primera de las frases citadas, y que general­ mente se cita sólo en su primera parte. En efecto, se puede decir que "la sociedad produce al hombre en cuanto hombre"; pero la inversa es exacta, también, por cuanto "también elta (la sociedad) es producida por él". Según una lógica demasiado tradicional y "lineal", estos dos afinnaciones son contradicto­ rias; pero no así en una lógica dialéctica, que toma en cuenta toda la complejidad de la realidad. Es importante darse cuenta de eso, para apreciar en su exacta dimensión la antropología marxiana y su tesis de que el hombre es "un ser social". Muchas veces se interpreta dicha concepción en un sentido colectivista, haciendo desaparecer el valor original· de la persona humana. Nada está más lejos del pensamiento del autor de los "Manuscritos". Es cierto que según él, el individuo lo debe todo a la sociedad, en cierto sen· tido. Así dice p. ej.: "El individuo es el ser social... Su mani­ festación vital es por consiguiente una manifestación de la vida social, La actividad tanto en su contenido como en su manera de ser es social.. . El material de mi actividad -incluso en len-

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guaje (en el caso del científico)- me es dado como·producto social". Pero el autor subraya de la misma manera la origina­ lidad de cada petsonalidad. "La vida individual, dice, y la vi­ da genérica no son diferentes, aun cuando la manera de ser de la vida individual es una forma más particular o más general de la vida gen�rica. El hombre -aún en cuanto es un indivi­ duo parlicular- es en el mismo grado la totalidad, la existen­ cia subjetiva de la sociedad pensada y sentida para sí". Está claro, por lo tanto, que en Marx tenemos una verda­ dera síntesis entre el aspecto individual y el social, entre per­ sonalismo y comunitarismo. Sin olvidar la importancia decisi­ va de la sociedad en el ser y la aclividad del individuo, Marx no olvida el valor irreemplazable del sujeto individual, en su exis­ tencia, su pensamiento, su actuar. Este es el hombre marxiano: un ser "natural", que sale del reino animal; pero un ser natural "humano", es decir autoconsciente, inteligente y libre, cuya libertad v"a desarrollán­ dose a lo largo de la historia de las sociedades humanas, para realizarse plenamente en la sociedad "desalienada" sin clases. Además, un hombre que nunca vive ni actúa como ser aislado, sino siempre en unión con la sociedad de la cual surge y para ' la cual vive. Algunos intérpretes modernos de Marx han pretendido que a partir de la redacción de la "Ideología Alemana" (en 1845) éste· abandonó por completo todo pensamiento antropológico, por "ideológico", limitándose a una interpretación "científica" de los regímenes económico-sociales. Sin embargo, una lectu· ra un poco atenta de los escritos posteriores a 1 845, incluyen­ do los últimos de la vejez, demuestra todo lo contrario: el ideal antropológico de su juventud sigue inspirando, implfci­ ta y muchas veces explícitamente, al Marx maduto y al "viejo". Su pensamiento busca una base científica más amplia; pero su objetivo final sigue siendo el hombre "libre", libre "de" toda clase de alienaciones y libre "para" lograr su desarrollo "ge­ nérico" y plenamente humano ( 1).

( 1 ) V e r nuestra Anti-humanismo?

publicación:

El

Marxismo,

¿Humanismo

o

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4.

¿Humanismo, Naturalismo o Materialismo?

Antes de seguir en nuestro estudio del pensamiento man:ia­ no, preguntémonos sobre el significado profundo de la antropo­ logía que acabamos de resumir sucintamente. Esta antropolo­ gía, ¿hay que calificarla, como muchos piensan, de "materialis­ mo", o simplemente de "naturalismo", o, quizás, de auténtico "humanismo"? Por humanismo entendemos un sistema que coloca al hom­ bre al centro de su "cosmovisión", en el sentido que el hombre es el agente principal de su historia y que, además, este hom­ bre está continuamente desarrollándose y perfeccionándose, a través de las diversas formas históricas y sociales en que apa­ rece. Es evidente que se podría concebir, de por sf, un huma­ nismo materialista. Sin embargo, nosotros entendenios por hu­ manismo sólo un pensamiento que admite todas las dimensio­ nes del hombre, inc1uso las espirituales, pero no necesariamen­ te las "transcendentes". "Materialismo" seria una filosofía y una antropología que explicaría toda la realidad por la "materia", entendida como un conjunto de fuerzas puramente físico-químicas. Por "natura­ lismo", finalmente, se entiende una concepción que ve en el hombre un conjunto de fuerzas puramente "naturales'', y so­ bre todo biológicas: según esa concepción et hombre no sería sino un animal un poco mds desarrollado. En ese sentido ha­ bría poca diferencia entre materialismo . y naturalismo. Ahora bien, según lo que pudimos ver en los mismes tex· tos de los "Manuscritos económico-filosóficos", a nuestro en­ tender el humanismo marxiano, sin lugar a dudas, no es un materialismo. En efecto, por una parte Marx nunca habla de "materia", sino de "naturaleza''. Para él, el hombre es un ser "natural", parte de la naturaleza, si se quiere, pero un ser vivo esencialmente ·distinto del animal por ¡u autoconciencia, su inte­ Jigencia y su libertad. En otras palabras: para Marx el hombre se distingue del animal por su esptritu; el cual es superior no sólo a lo meramente material, sino a las otras fuerzas "vitales" que el hombre comparte hasta cierto punto con los animales.

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Hay que reconocer, eso sí, que el autor de los "Manuscri­ tos" .no reconoce fuerzas o valores "transcendentes" al mundo; él niega todo lo que está más allá de este mundo: la inmorta­ lidad del alma, Dios. En ese sentido se podría calificar su pen­ samiento de "naturalismo"; pero de todas maneras sería un naturalismo espiritualista, por cuanto reconoce la superioridad del espíritu sobre Ja materia y lo puramente biológico. Pero el espiritualismo no implica, de por sí, la dimensión transcenden­ te y religiosa, y de todas maneras el hecho de que sea ateo no basta para calificarlo de "materialista". Se puede decir, por �onsiguiente, que la antropología mar­ xiana no es sino la continuación, por lo menos en el plano "in­ tramundano", de la antropología realista y espiritualista tradi­ cional. Este es, a nuestro juicio, un hecho importantísimo, para eventuales contactos y diálogos con auténticos marxistas, con los que quieren volver al pensamiento marxiano inicial para buscar allf una . inspiración, con miras a desarrollar un pensa­ miento marxista contemporáneo más vivo y menos dogmático. Habría que añadir que Marx, como antropólogo, era un pen54dor "de avanzada", muy adelantado en relación con sus con­ temporáneos. En efecto, hace más de un siglo él había ya su­ perado un racionalismo, qtie en su tiempo era todavía la con­ cepción general. Sabemos que para él el hombre no es un ser puramente racional ni contemplativo, sino esencialmente fabri­ cador y activo, tesis que corresponde totalmente a la visión de la antropología moderna. Y con eso Marx no se refiere sólo a la actividad meramente técnica del hombre, sino que piensa a todos Jos campos de la creación humana: la ciencia, la tec­ nología, pero también la creación social, moral. política y ar­ tfstica. El "ser natural, humano y activo" de Marx es, en una palabra, el hombre fabricador y creador según todas las dimen­ siones de la creatividad humana. En cuanto a su ateísmo, éste es indiscutible y radical. Hay que añadir, sin embargo, que por una parte no es combativo, como el de muchos de sus partidarios actuales. Para Marx la religión se va a terminar por sí misma, una vez que se haya lo­ grado Ja sociedad ideal sin clases y sin antagonismos. Por otra parte, si se leea. con atención los textos en Jos cuales el autor

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trata de justificar su rechazo de Ja religión y de Dios, se nota que él no entendió ni una ni otro. El Dios que él combatió o que negó no era el de la auténtica religión ni mucho menos el de los Evangelios, sino un Dios que correspondía, desgra­ ciadamente, a las nociones y a la vida de muchos cristianos de su tiempo. Por eso se puede decir, a nuestro entender, que el ateísmo no es esencial al marxismo. El cristiano o el hombre religio­ so en general puede perfectamente admitir el concepto marxiS­ no del hombre, tratar de integrarlo a su visión religiosa del mundo y de realizarlo en su vida individual y social. Este es otro de los hechos que nos parecen importantes, pa­ ra un posible diálogo con marxistas en nuestro tiempo. Lo mismo no se puede decir, posiblemente, de la filosofía social de Marx o del "materialismo histórico". Por eso es tiem­ po que nos ocupemos de esa parte del pensamiento marxiano, que es la más conocida, pero también la más discutida y, qui­ zás, la más discutible.

11.

El Materialismo Hist6riCo.

En Jos textos antropológicos vimos que desde el principio M_arx era- un pensador "social". El sabía perfectamente que la superación de las alienaciones se podría lograr sólo por un cambio esencial de las estructuras socio-económicas. Más aún: en sus "Manuscritos", cuyo título es "Manuscritos econdmico­ filosóficos", el autor desarrolla muchos de los conceptos que más tarde, en la "Ideología Alemana" o en "El Capital", va & precisar y profundizar. Por eso no se puede decir, como lo afirman algun�s. que el pensamiento social de Marx haya em­ pezado sólo después de los escritos de juventud, en una espe­ cie de mutación repentina totalmente inexplicable e inexplicada. Todo lo contrario: todos los textos muestran que en el pensamiento de Marx hay una profunda y admirable continui­ dad. Se puede decir que el programa y el objetivo de su filo­ sofía social ya están contenidos en uno de sus primeros escri­ tos, donde denuncia la alienación religiosa. "La crítica del cielo,

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dice allí, se transforma en crítica de la tierra; la crítica de la religión ,en crítica del derecho; la crítica de la teología en crí­ tica de la política". Es esta crítica de la tierra, del derecho y de la política que el autor está realizando precisamente con su teoría del mate­ rialismo histórico, el cual trata de mostrar que derecho, polí­ tica y religión no son sino reflejos de la base económico-social de una sociedad dada. La obra básica en la cual se expone dicha concepción es la "Ideología Alemana", escrita en conjunto con su amigo En­ gels (en 1845, pero nunca publicada por él). En el "Manifies­ to Comunista" (escrito, también, conjuntamente con Engels, publicado en 1848) encontramos una especie de resumen po­ pular de la misma teoría. En "El Capital" (del cual el autor alcanzó a publicar sólo el tomo I, en 1867) no añade nada esencialmente nuevo, sino que aplica sus tesis al análisis críti­ co del capitalit;mo, para anunciar la autodestrucción del mismo y la instauración de la sociedad comúnista ideal. En algunos escritos menores como también en la Correspondencia (entre Marx, Engels y sus amigos) se encuentran varias precisiones importantes de los conceptos desarrollados en las obras ante­ riores. El materialismo histórico es un intento de explicación de Jos regímenes socio-pollticos y de las culturas correspondien­ tes por su base económico-social. Se trata de un conjunto de conceptos bien construido, pero en el cual se pueden distinguir dos aspectos, que se resumen en dos tesis: la de la relación entre infraestructura y superestructura, y la de la lucha de clases. Examinemos una por una estas dos tesis. A.

Relación entre infra y superestructura.

Por infraestructura se entiende el conjunto de las fuerzas de producción y de las relaciones de producción. Las primeras son constituidas por los medios de producción y los trabajado­ res, por cuanto las relaciones de producción son, en otras pa­ labras, las relaciones de propiedad que caracterizan un deter-

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minado régimen económico. Para Marx, dicha infraestructura económiro-social es la base sobre la cual se eleva todo el edi­ ficio social y que explica todas las manifestaciones culturales de una sociedad. La superestructura está formada, precisamente, por todos estos aspectos "superiores" de un rEgimen social. En ella hay que distinguir entre laa instituciones y las "ideologfas". La ins­ titución principal es el Estado, el cuaJ, según Marx, es a la vez la eXpresión del dominio de la clase dirigente ("amos" en el ré­ gimen esclavista; "señores" del régimen feudal; "burgueses" o "capit81istas" en el capitalismo) y la mejor garantía para_ man­ tener dicho dominio. Otra institución es el derecho objetivo vigente, el cual es el instrumento jurfdico del Estado y de la clase dominante para encauzar toda la vida social según sus interes�. Las "ideologías" son, de manera general, todos los conte­ nidos de conciencia, según la fórmula de la "Ideología Alema­ na": "No es la conciencia la que determina la -vida, sino la vi­ da que determina la conciencia" (por "vida" se entiende aquf Ja vida social, determinada por la clase dominante). Pero los contenidos de la conciencia son principalmente las ideas vi­ gentes en una sociedad dada, según la fórmula del "Manifiesto Comunista": "Las ideas dominantes son las de la clase domi­ nante". De ahí el término de "ideologías". Ahora bien, hay muchas formas de ideología. Las ideas implícitas en el sistema jurídico son ideología "jurídica". Ade­ más hay la ideología religiosa, la moral, la filosófica, la artís­ tica etc. El término de ideologfa es, evidentemente, despreciativo y 1uiere decir que no se trata de "verdades" ni de conocimien­ to, sino simplemente de conceptos impuestos por la clase do­ minante, para servir sus intereses, para formar las concien­ cias de todos los miembros de la sociedad según su convenien­ cia y, además, para dar por lo menos una apariencia de jus­ tificación a su dominación. Se trata de una especie de técnica psicológica, consciente o inconsciente, para dirigir y dominar las conciencias.

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Estas son las nociones básicas de la primera tesis y su signi· fjcado exacto. ¿Cuál es, ahora, la tesis misma? Dicha tesis, ya indicada implícitamente en el análisis de Jos conceptos, afirma que la superestructura -o sea tanto las institucion.es como las ideologías- no es sino el "reflejo" de Ja infraestructura o de la base económico-social. Según fór­ m ula de Engels, la infraestructura económico-social "forma la base sobre la cual descansa y la única que explica la historia política e intelectual de cada época". Se nota que la fórmula, como asimismo todas las otras de Marx o de Engels (que en ese punto no tienen divergencias), es bastante vaga y deja la puerta abierta a diversas interpretaciones. ¿En qué sentido la infraestructura es "la base sobre la cual descansa" la superes· tructura? ¿Qué significa que la primera "explica" la segunda? La segunda es puro "reflejo" mecánico, o tiene sus leyes propias de desarrollo? Si comparamos y analizamos el conjunto de los textos de Marx y Engels al respecto, y sobre todo también su corres­ pondencia (en la cual vuelven muchas veces sobre aspectos menos claros de su teoría), llegamos a la siguiente conclusión: De todas maneras la relación de dependencia que existe entre la superestructura a la infraestructura, no hay que enten­ derla de manera demasiado simplista. ni, sobre todo, "mecá­ nica". Los autores del materialismo histórico tenían una cultura académica demasiado profunda para no saber que la teoría, la filosofía, que el pensamiento científico en general se desarrollan de manera bas1ante autónoma, tienen su historia y sus leyes propias e inriuyen también sobre la ·vida social, política y eco­ nómica. Lo mismo vale de las instituciones, y sobre todo del Estado. Esto lo reconoce Engels de la manera más explícita en una Carnosa carta a su amigo Bloch (del 2 1 de septiembre de 1890), cuando dice textualmente lo siguiente: "La siluación económica es la base, pero las diversas parles de la superes­ tructura . . . también ejercen su iníluencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos preponderán en la de1erminación de su forma. Hay una interacci6n de todos esos elementos; en el seno de una interminable multitud de acci­ dentes . . . el movimiento económico termina por hacerse valer

29 LO S U R DO lll8LIOTECA I N � . tiº---

como necesario." En otros textos afirma todavía más claramente la aútonomía del pensamiento científico y de las "ideologías". Según estas aclaraciones de Engels, las diversas partes de la superestructura tienen relativa autonomía y, por otra parte, reaccionan sobre sus causas económicas. En una auténtica con, cepción dialéctica no puede ser de otra manera. Lo llnico que Engels subraya siempre es que, en última instancia, la base eco-. nómica es la que da la forma decisiva a la sociedad entera y, también, a los aspectos esenciales do la superestructura.

Se puede admitir que en eso Engels es el fiel intérprete del pensamiento común. En efecto, los dos escribieron juntos tanto la " Ideología Alemana" como el "Manifiesto", además de mucho¡ prefacios a las diversas ediciones de este último, en los cuales reiteran los· conceptos esenciales del mismo. Por eso se puede tener fe en Engels cuando pretende dar una especie de interpretación "auténtica" de la relación "dialéctica" que existe entre supra e infraestructura, y cuando declara (en la misma carta a Bloch, cuando Marx ya había muerto desde hacía siete años), que "el elemento determinante de la historia es en t1ltima instancia la producción y la reproducción de la vida real". "Ni Marx ni yo, sigue diciendo, hemos afirmado nunca más que eso; por eso, si alguien lo tergiversa, transfor­ mándolo en la afirmaci6n de que el elemento econ6mico es el t1nico determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda". El materialismo histórico no es, por consiguiente, ni un mecanicismo ni aún "economismo", para el cual el único factor serla el económico y todo el resto un puro "reflejo" mecánico. Sin embal'80, hay que preguntarse si aún en esa forma esta interpretación global de Ja historia es aceptable. Este es uno de Jos puntos centrales de nuestra discusión con el marxismo y el comunismo. En primer lugar, hay que reconocer que hay mucho de verdad en dicha teoría. Dejemos de lado por el momento el problema del Estado, sobre el cual hay que volver mlis ade· Iante. Si consideramos únicamente las llamadas "ideologías", o la "producción espiritual" (según otra expresión de los autores, equivalente para ellos a la de "ideología"). es evidente que-

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por gran parte tienen razón con sus tesis. En los conceptos vigentes en el derecho, en la política, en la filosoffa, la moral y hasta la religión se nota muchas veces, tanto en el pasado como en el presente, la influencia de Ja "clase dominante". La famosa frase del "Manifiesto", según la cual las "ideas do­ minantes son las de la clase dominante" �s por gran parte exacta. Pero: por parte solamente/ En un estt¡dio más detallado del marxismo (2) hemos tra­ tado de mostrar que una gran parte, y la parte más impor­ tante, de la llamada "producción espiritual" es independiente de la base económico-social. Es muy fácil darse cuenta, en un análisis un poco atento de lo que es la "cultura", que tanto la filosofía como Ja moral, la religión y el arte, en lo que tienen de específico y de original, están por encima de la vida económico-social. Sus conceptos fundamentales son uni­ versa1es y pruebas de la independencia del espíritu frente a lo puramente material y a las infuencias sociales. Lo esencial de Ja metafísica y de la antropología de un Platón, de la metafísica, de la ética o de la filosofía politice de un Aristóteles, del pen­ samiento de Plotino, San Agustín o de Santo Tomás, de Descartes, Spinoza, Kant, Hegel. Husserl, Bergson o Jaspers, de Jos conceptos religiosos ·o morales de Budha, Jesós, Mtlboma o Confucio, está más allá de la base económico-social de las sociedades en las cuales han vivido estas personalidades. En los mismos textos marxistas encontremos la pl".Jeba de lo que afirmamos. Así por ejemplo: en el "Manifiesto" hay un párrafo en el cual los autores tratan de explicar la universa­ lidad de algunos conceptos morales por la universalidad de la situación de dominación y de explotación en el pasado. Es ·evi­ dente, sin embargo, que dicha explicación no vale, porque no se ve qué tienen que ver las nociones de "libertad", "justicia", "fidelidad", "honor'', "respeto a las personas", "amor" etc., con las situaciones de las clases dominadas o de las domi­ nantes. En efecto, dichas nociones valfan siempre para todos, más allá de su situación social particular, después de la abo­ lición de la esclavitud por lo menos. El siervo de la Edad

(%) Ver ,.El Bum&Dismo Social de Man"' pp, 351-317. ll

Media por ejemplo: debía "lealtad" a su "señor", pero este último debía protección 'al siervo, o sea también una cierta lealtad (como lo reconoce el mismo Engels en su obra "El Origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado"). Estos conceptos y valores tenían, por lo tanto, su vigencia tanto para los señores como para los siervos, para los burguese�, los hombres de clase "media" y los "proletarios". Además, en su "Anti-Dühring", Engels hAbla de una moral futura, "universal· mente humana". Aún reconociendo, por lo tanto, que en las morales del pasado, teóricas y sobre todo prácticas, había de­ masiados elementos clasistas, el hecho mismo de que se admite la posibilidad de una moral "universalmente humana" es la prueba de la verdad de nuestra tesis, o sea de que por sí el espíritu y la "producción espiritual" son universales y no de· penden, en su esencia, de la base ec,o nómico-social. Marx misl}lo se dio cuenta del problema y de la dificultad que tiene el materialismo histórico para resolverlo, en un texto poco conocido (se trata de una " I ntroducción a la Critica de Ja Economía Política", del año 1 857). Alli Marx: se pregunta el por qué del valor estético tan grande de la literatura griega y del �eatro de Shakespeare, cuando los dos se "elevaban" sobre infraestructuras bastantes primitivas. Y él mismo reconoce que no sólo estas obras nos procuran placer estético, sino que siguen siendo "modelos" inimitables para Jos artistas contemporáneos. Es cierto que más adelante el autor trata de dar una respuesta a la pregunta planteada por el mismo. En cuanto al arte de Shakespeare, simplemente nos debe la explicación hasta hoy d ía, porque en esta parle se interrumpe súbitamente el manus· crito. Y el valor estético perenne del arte griego lo explica comparando a los. griegos a niños bien desarrollados, que pro­ curarían a nosotros, hombres "maduros" o "viejos" (cultural· mente hablando) et placer que procuran los juegos iníanliles a los abuelos. Es evidente que dicha respuesta, en el caso del arte griego, es una escapatoria. La razón indicada vale al máJCimo para la epopeya homérica, pero no para - el arte dramático, uno de los más grandes jamás creados,• ni para la escultura o la ar·

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quitectura, que son de una perfección y de una madurez pocas veces alcanzadas después. Este fracaso de una explicación satisfactoria, en el único caso de una "producción espiritual" no-ideológica analizado por el creador del materialismo histórico confirma lo .que di­ jimos: dicha teoría es ir1capaz de explicar las auténticas crea­ ciones culturales, las que en su esencia demuestran la inde­ pendencia del espíritu humano y su superioridad. frente a ca· tegorías puramente económico-sociales. Pero hay más. Afirmamos de la manera más categórica que el marxismo mismo, en lo que tiene de verdad, es una de estas "producciones espirituales" no-ideológicas y, por ende, indepen­ dientes. En efecto, en las p�ginas anteriores mostramos que en el pensamiento de Marx se pueden distinguir una antrops y � tra Jos "patricios". Sin embargo, nada de eso ·pasó. El Imperio romano se desmoronó, por decadencia moral, por la incapaci­ dad de aus gobernantea y, quizú, por otral!I razonea Internas más. Pero el golpe decisivo se lo ascataron los "búbaroa", que no tenían nada que ver con una "clase dominada" por loa Ro­ manos. Las clases o "estamentos" de la Edad Media, por otra parte, no se constituyeron por "sumisión" de los siervos a Ja "domi­ nación" de los señores. La razón ae la esb'Uctura social era la necesidad de protección que tenían loa campesinos (h"brea) frente a los invasores germanos. Dicha protección fue asumida, a petición de los mismos agricultores, por los "seftores", delen­ tores de armas y que conocían el "arte" de la guerra . Se tra­ taba simplemente de una especie de "división del trabajo", pero totalmente voluntaria. De todo eso tenemos un "testigo" insos­ pechado: en su Jibro "El Origen de Ja Familia, 'ª propiedad privada y el Estado", CJ mismo Engels expone esta teoría, de Ja manera más tradicional, sin darse cuenta que está en con­ tradicción con la teEis de la""lucha" de clases. M1ts adelante, en el seno de la sociedad medieval, se for­ maron los primeros capitales y aún los "burgueses", pero tam­ poco como una manifestación de la lucha de clases, sino mú bien "al lado" de los estamentos feudales. Toda esa formación de Jos primeros capitales, necesarios como "punto de partida" del capitalismo, o la Jlamada "acumulación originaria", es un proceso bastante obscuro, y que nadie hasta ahora ha totalmen­ te aclarado. Marx mismo se ocupa del problema en uno de los llltimos capítulos del libro 1 de "El Capital" e indica divenas causas. De todas maneras, entre éstas ne nombra la lucha de clases, asf que el nacimiento de esta clase tan importante no se debe tampoco a este fenómeno sociológico.

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El único ejemplo en el cual se verifica bastante bien la teoría es el de la transición del régimen feudal al régimen capitalista-burgués. Como se sabe, este fenómeno no se produjo a principios de la llamada "Edad Moderna" (siglo XVI}, sino en los siglos XVIII y XIX solamente. Y esta transformación, "reformista" o revolucionaria seg(in Jos casos, se debió a la "lucha" de Ja burguesfa, detentara del poder económico-finan­ ciero, contra el "antiguo régimen" monérqui�feudal, que se­ gufa deteniendo el poder político. En lnglatetta dicha sustitución ee produjo de manera incruenta. Pero en Francia se hit.0 a tra­ vés de la '"Gran Revolución" de 1789, la cual sirvió de ejemplo a la mayoría de los países de Europa occidental y a algunos de nuestro continente latinoamericano. En No��mtrfr.a se puc.�c decb; que la guerra (antieolonlal) de la i.n.11"r:r.:dencii:: (contra Inglaterra) corresponde al mismo esquema sociol6gico. En esta lucha de la burguesía capita1ista contra el régimen feudal, su posterior victoria y su consagración como "e� dominante" tenemos, por lo tanto, el ejemplo clásico y el pro­ totipo de la lucha de clases marxista y que realmente cambió las sociedades y la historia. Se puede pensar que toda Ja teoría de la lucha de clases está inspirada en este ejemplo, el cual, desgraciadamente para el marxi&mo, es también el dnico. Hay que concluir, por consiguiente, que la teoría que estamos discu­ tiendo es simplemente un ejemplo de "'generalización ilegitima" -que se basa en un solo ejemplo para fundar una afirmación universal-, eorl1Dl8 que se denuncia con tbda razón en cual· quier manual de lógica elemental. Pero, dirá un defensor del marxismo ("'marxiano" o "mar­ xista''), ¿no tenemos hoy dfa un sinnúmero de regímenes co­ munistas? La teoría valla, por lo tanto, para el fntu:-o.

- Para el presente y el futuro. Analicemos, por consiguiente, la cuestión de saber si la tesis de la lucha de clases vale para el presente (el cual era, para Marx, el futuro) y para el futuro, (desde nuestra perspec­ tiva). � m � � tam en n 1 . . en

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pita ! " Marx predijo con seguridad la autodestrucción del ca­ pitalismo y su reemplazo por el régimen comunista, según las leyes internas del materialismo histórico y según las mismas leyes económicas, interpretadas por él. . Según sus previsiones, los primeros países comunistas tenían· que ser los que tcnfan en su tiempo el máximo desarrollo capitalista: Inglaterra, Fran· da y Norteamérica. Pero resulta que éstos son precisamente los paises más capitalistas hasta hoy dfa todavía. Es cierto que ni en Francia ni en Inglaterra sobre todo existe el capitalismo "manchesteríano" duramente criticado por los autores del "Ma­ nifiesto", y con toda razón. Pero dichos pafses están lejos de tener regimenes comunistas, o simplemente "socialistas". Y al revés: los países que hoy día tienen regímenes comu­ nistas son los que en el tiempo de Marx estaban muy lejos del desarrollo industrial exigido por Marx como condición para el establecimientc. de una clase proletaria fuerte y combativa, capaz de hacer la revolución comunista; éstos eran países fran· camente subdesarrollados (Europa oriental, China, Cuba, etc.).

O sea: la evolución histórica no obedeció a tas "leyes"

establecidas por Marx y Engels, ni sobre todo a las fases pre­ vistas en el proceso de la lucha de clases. Ilustremos lo anterior con un ejemplo todavía más preciso

y concreto. Una de las leye.s económicas establecidas por Ma� en "El Capital", y que era una aplicación de la teoría de la

lucha de clases, era la de la inevitable "pauperización de Ias masas trab�jadoras" en el capitalismo. Según él, el proletariado iba a ser cada vez más amplio y extenso, a la vez que más pobre y desprovisto del "mínimo vital". Aaf cobrar'.a cada vez más fuerza y finalmente se sublevaría, para hacer la revolución comunista y suplantar a la clase "dominante" burgue.sa en el poder económico y político: Sin embargo, ésta es una de las leyes que no se cumplieron. Los dueños de los medios de p� ducción han sido ba:;tanle inteligentes para evitar dicha "paupe­ ri:zación" de las ruases; el nivel de vida de los trabajadores se ha elevado continuamente bajo el capitalismo, y hoy día es más elevado en los países realmente capitalistas que en cual· quier país comunista.

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Esta ha sido, quizás, la razón de un cierto "aburguesamiento" de la clase trabajadora, que asf perdió su empuje revolucionario y que no pieDSK hacer ninguna r�volución violenta, porque está disfrutando ella misma de las ventajas del régimen. Dicha evo­ lución puede ser considerada como lamentable desde el punto de vista. revolucionario, pero es un hecho no previsto por Marx, y la razón del fracaso de sus "predicciones". Au tént icos revo­ lucionarios como M11rcuse van hasta decir que el aburguesa­ miento de la clase trabajadora, en los regímenes capitalistas, es un hecho muy grave, y que parece ser un obstáculo ca si in­ �ncible para un cambio social radical. De todas maneras la apreciación· de Marcuse confirma nuestra tesis de que las "le­ yes " de la lucha de clases no se cumplieron. Asf hemos mostrado bastante, parece, la debilidad de la teoría de la lucha de clases. Afl.adamos, sin embargo, que la verdad profunda que ella contiene, consiste en que el capita­ Uamo está llamado a desaparecer. Esta no es sólo una exigencia �ca; se puede afirmar que hoy dfa asistimos a transfonnacio­ nes tan profundas y esenciales, en los mismos regímenes capi­ talistas, que éstos se van a transformar en algo muy distinto. Es deseable, más aún: es probable que los regímenes económico­ toeiales del futuro serán "socialistas" o por lo menos "sociali­ zantea", en el sentido que los medios de producción van a per­ tenecer cada vez más a los diversos grupos sociales de los cuales dependen. Pero para eso no es necesario , como lo exige el Jll8J'Xismo, pasar por una fase de "dictadura del proletariado", con un Estado ''proletario" omnipotente y aplastante, que se­ ría i nevi tablemente colectivista y totalitario. 2.

La Doctrina del Estado.

Para terminar esta exposición sucinta del pensamiento de Marx, tratemos de entender su dOctrina del Estado. Se trata de un aspecto fundamental del pensami1;;nto rnar­ xlano, y se puede decir que en lo esencial sus continuadores, desde Engela a Lenln y hasta los tiempos ac tuales , no han CIDl.biado dieha doctrina. El famoao libro de Lenin "El Estado 1 la Revolución", obi-a básica del comunismo mundial, se li43

mita en el fondo en repetir tos conceptos de Marx:, fuera de un solo punto, que habrá que aclarar más adelante. Como dijimos, la doctrina del Estado es como un "anexo" de Ja teoría de Ja lucha de clases. En efeéto, para el marxismo, el Estado, en su aspecto "político", es esencialmente un ins­ trumento en manos de la clase dominante para implantar y perpetuar su dominación. En eso no hace excepción et Estado proletario. Marx distingi1e tres fas�s en la evolución del Estado: el Estado anterior .c.l ccmunismo (en todos los rcgfmenes, desde l::i esclavit'.Jd hasta el capitalismo) -el Estado "proletario" o · ·socialista", que corresponde a Ja fase de Ja "dictadura del proletariado"- y, finalmente, una "entidad estatal" en la so­ ciedad comunista final.

- El Estado anterior al comunismo. A partir de la "Ideología Alemana", y más claramente en el "Manifiesto" y en todas las obras posteriores, el Estado es calificado de "clasista", institución principal de la "superes­ tructura" de la sociedad clasista y explotadora. El Estado es el instrumento principal de la clase dominante y explotadora para perpetuar su dominación y su explotación. Por consiguiente, según estos conceptos el Estado sirve únicamente los intereses de la clase privilegiada dominante, y todas las afirmaciones sobre la "función de Bien Común" del Estado son pura fraseología, parte de la "ideología" de la clase dominante. Sin embargo, si analizamos la realidad histórica, dicha afirmación parece bastante discutible. En primer lugar hay que hacer notar que todos los grandes pensadores políticos, desde Platón y Aristóteles hasta Kant y Hegel, pasando por S. Agustín, Santo Tomás y la escolástica, han afirmado siempre que la fundéri principal del Estado es la de realizar el Bien Común. Por otra parte, el cristianismo, una de las principales fuerzas espirituales del OcciJe,1te y que fomió la mayor parte de sus clases dirigentes, hizo su¡a la doctrina de S . Tomás y exigió siempre de los gobernantes el cumplimiento de esa misión de "guardianes del Bien Común". Del Estado de Platón y de He-

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gel se puede pensar que han estado más bien al servicio de una clase o de una mlnorfa de privilegiados; no así de la República de Aristóteles. o del Estado, guardián del Bien Común y basado por lo menos en el "consentimiento democrático" de los go­ bernados, de S. Tomás y de la tradición escolástica. Dicha doctrina, ¿habrá sido una pura "ideología" para engañar a los ingenuos y para encubrir una dominación injusta y una explo­ tación descarada?

El sentido común se resiste a admit Ú tal enormidad. Y " un análisis, aun someto, de los hechos históricos, da en este caso la roz6n ol sentido común.

Si consideramos Ja historia del pasado y del presente sin apasionamiento, vemos que las cosas se presentan de manera bastante diferente de lo que supone la doctrina marxiana (y marxista). No se puede negar, eso sí, que demasiadas veces los gobernantes ha.a buscado principalmente sus privilegios y su dominación, y han olvidado desgraciadamente su misión de ve­ lar por el Bien Común. Pero hubo también muchos otros que tenían una clara conciencia de esta misión sagrada. Como se­

ñalamos en relación con la teoría de la lucha de clases, el solo hecho de ser gobernante o de pertenecer a la clase dirigente no es necesariamente un privilegio injusto y una prueba de "explotación". En el pasado la mayoría de la humanidad estaba en "subdesarrollo", y tenía que haber, mucho má3 que hoy, clases dirigentes y gobernantes sobresalientes, capaces de diri­ gir la humanidad hacia adelante. Y nadie podrá negar, de buena fe, que muchos de estos gobernantes, que hayan sido monarcas, emperadores o hasta "dictadores", hayan buscado el bienestar de su pueblo, o el "Bien Común", como decimos hoy día. Asf en la antigüedad un Alejandro Magno, un Augusto o un

Marco Aurelio; en la Edad Media un Carlomagno, un San Luis

de Francia y muchos reyes y emperadores españoles, franceses o gennanos; en Ja edad moderna muchos gobernantes más o menos democráticos y "liberales". hicieron todo lo posible (o poco menos) para dar un mayor desarrollo económico, social Y cultural a sus pueblos, según las posibilidades de su tiempo. Los que critican sin discriminación los gobiernos del pasado,

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olvidan generalmente que hoy día existen posibilidades de desa­

rrc,!Jo, en todo sentido, que antes no habla.

En cuanto a la democracia liberal, tan vapuleada hoy día por �er meramente "formal" y por haber estado únicamente al servicio de la '' burguesía" capitalista, aún en su caso e) juicio nos parece sumamente parcial e injusto. Se la confunde falsa­ mente con el \iheraiismo económico, o capitalismo. Pero se ignora que se trata de dos fenómenos y procesos bastante dis­ tintos. Se olvida p. ej . que aquí , en nuestro país como en todo

el mundo, los liberales han sido los revolucionarios del siglo pasado, en política por lo menos. A ellos se debe el derroca­ mien10, en nuestro continente como en Europa, de las monar­ quías absolutas. La democracia que ellos crearon he: sido de­ masiado "fonnal" muchas veces, en la perspectiva de nuestro tiempo. Sin embtirgo, y a pesar de todos sus defectos, esta democracia "formal" hizo posible el proce.�o hacia una demcr e integral en todo sentido. Si los políticos y gobernantes liberales del pasr.do hubiesen eslado únicamente al servido de la burguesía capitalista, nunca habrían dado a sus pueblos el sufragio universal, y con eso la posibilidad de ser derrocados por el mismo pueblo. Los que se burlan del su­ fragio unii.iersal, pretendiendo que no sirve realmente al pueblo, sino siempre a Ja "clase dominante'', a lravés de campañas electorales "cnajPnantes", olvi.fan, consciente o i ñ consciente­ mentc, que gracias al sufragio universal Inglaterra tuvo muchos gobiernos socialislas y hoy día éste es un pafs que tiene un régimen por lo menos "socializante", contrario a les intereses de la burguesía capitalista; que en los países escandinavos te­ nemos gobiernos socialistas democráticos; que en todos los paf4 ses de Europa occidental el capitalismo se transformó, con di­ ferencias de grado, en un régimen con fuerte participación de los trabajadores en todos los niveles de la economía, en U. política y en la cultura, todo eso gracias al sufragio universal. Se olvida, finalmente, que gracias al mismo sistema de votación

cracia más real

popular, regalo de la democracia "burguesa", tenemos hoy día en Chile un gobierno de "Unidad Popular", el cual está cons­ truyendo una sociedad socialista.

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Es evidente por lo tauto que 1a tesis de que el Estado ha sido por su naturaleza y siempre únicamente un instrumento para los fines e intereses de Ja clase dominante, es muy parcial y, por ende, falsa. Pero en esta discusión, como en la antedor, tenemos, otra vez, un "testigo" inesperado a nuestro f.evor: el mismo Engels, en su obra "El Origen de Ja Familia, la Propiedad privada y el Estado". En efecto, en su análisis del Estado naciente en la antigua Grecia, el autor reconoce explkilamente que la (anti­ gua) constitución "gentil" ya no ert. apta para las nuevas cir­ cunstañcias y la nueva evolución social. "En resumen, dice textualmente, la constitución gentil llegó a s u término. La so­ ciedad pasó por encima de ella cada día más; no pudo atajar ni suprimir los peores males que habíe,n nacido ante su vista . . . N o pudiendo la constitución gentil acudir e n auxilio del pueblo explotado, no le quedaba sino el Estado naciente. Y éste acudi6 a soco"erlo por medio de la constitución de So16n". O sea: cuando Engels está anafü:nndo los hechos de manera objetiva, él reconoce que el Estado, lejo!J de ser "explotador" e instrumento de la clase dominante, es , al contrario (en el caso del "Estado naciente" en Grecia), la única ayuda para el pue­ blo explotado. Más adelante, hablando de la constitución que dio SoJón a Atenas, el autor confirma su anterior apreciación, mostrando cómo dicha constitución destruyó el poder de los ricos acree­ dores explotadores (la "clase dominante" de ese entonces) y protegió a los deudores. En efecto. "la propiedad de los acree­ dores fue la que tuvo su fin en provecho de la de los deudores, porque las deudas fueron sencillamente declaradas nulas". Por consiguiente, el Estado, lejos de ser un enemigo de la "clase explotada", ha sido 5l1 defensor y un factor de reconciliación

de las clases.

Pero nuestro asombro no termina ahí. El mismo autor re­ conoce que no se trata, en el caso del Estado de Salón, de un ejemplo particular y aialado, sino de una especie de modelo del Estado en general. "La formación del Estado entre Jos ate­ nienses, prosigue textualmente. es un modelo notablemente'tlpi­ co de la formaci6n del Estado en general; pues por una parte

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se realiza sin que intervengan violencias exteriores o interiores: peir otra parte hace brotar inmediatamente de la gens un Es­ tado de una forma muy perfeccionada, la República democrd­

tica".

Parece que no se puede contradecir de manera más radical a la tesis marxista respecto al Estado "clasista" y "explotador". En seguida el autor analiza la formación del Estado romano y del de la -Edad Media. Del primero dice, esencialmente, lo mismo que del griego: era la forma que tenía que adoptar la sociedad. después de que se desintegró la organización gentil. En cu:mto al segundo ya hemos visto que Engels admite la teo­ ría más tradicional respecto a su formación: los agricultores "francos" (libres) tenían que buscar la protección de "señores" más poderosos, y que, sobre todo, poseían las annas y la habi­ lidad necesaria para defenderlos frente a los invasores germanos, más bárbaros que ellos. No dice nada del Estado de esa época, pero según la misma tesis del materialismo histórico, éste debe corresponder a la estructura socio-económica respectiva. Y si dicha estructura es eitigida por las circunstancias históricas, no se puede decir que, de por sf, sea injusta n i explotadora. Con eso termina- el análisis histórico que hace el autor de algunas formas de Estado. No nos habla de los Estados del Re­ nacimiento ni de la época moderna. Pero con nuestras ante­ riores observaciones pensamos haber mostrado que la tesis mar­ xista, en su forma general. es tan falsa para estas formas más recientes de Estados como para las anteriores. Podemos concluir, por lo tanto, que la tesis marxista respec­ to al Estado "del pasado" es falsa, por su generalidad. Como lo reconoce el mismo Engels (cuando se olvida de su tesis pre­ concebida), el Estado no es, de por sí, clasista y explotador. sino un instrumento que se da la sociedad para encontrar la cohesión necesaria y para poder d�sarrollarse y alcanzar formas cada vez superiores de organización social y de bienestar para todos, en todos los sentidos. En cuanto ¡¡ las dos siguientes etapas del Estado en la teoría marxista, podemos resumir más rápidamente los concep· tos esenciales.

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Tanto para Marx como para Engels y Lenin, el Estado bur­ gués, o la "máquina burocrático-militar" de la burguesía tiene que ser destruida; éste es uno de los objetivos principales de la revolución comunista. Sin embargo, IOs tres están de acuer· do, tambiéi::t, en rechazar la tesis anarquista de la destrucción total y definitiva del Estado. Ellos defienden categóricamente, contra los anarquistas, el principio de autoridad, y por eso exi· gen la conquista del poder político por el proletariado. Como lo dice de la manera más explícita el "Manifiesto Comunista", el proletariado tiene que usar el poder del Estado como poder "clasista" (de la clase proletaria), para aplastar a todos los enemigos de su clase y para crear una sociedad nueva, la socie­ dad comunista. Por eso mismo la etapa del Estadc proletario es, por definición, una etapa tramitoria (del "socialismo" al "comunismo"). y su objetivo no es otro que el establecimiento de la sociedad sin clases final, en la cual no habrá más ninguna división en clases, ni tampoco una clase proletaria. Se habrá lleg•do al estado casi·paradisíaco de una sociedad totalmente armónica y fraterna,. en lll cual "el. libre desenvolvimiento de cada uno es la condición del libre desenvolvimiento de todos" ("Manifiesto Comunista'�. Para nosotros es interesante hacer notar que en eso el marxismo (y el comunismo) son nues.tros aliados en la defensa del principio de autoridad, contra los intentos de anarquismo. Lo curioso es que la autoridad, que según ellos es esencial· mente represiva y explotadora en los regímenes anteriores, de repente se hace buena y propicia. Se podría preguntar, sin embargo, al la realidad de los regímenes comunistas existentes corresponde a esta imagen idilica. En los capítulos siguientes vamos a tener la ocasión de volver a examinar este asunto. De todas maneras no se ve cómo el poder estatal casi todopoderoso de dichos regímenes podrfa desaparecer súbitamente, para de­ jar lugar a la sociedad sin clases, perfecta y sin poder político "represivo". Con eso llegamos a la última fase de la evoluci6n del Es· todo, en la teoria marxista. Y en ese punto hay, a todo parecer, una divergencia entre el pensamiento marxiano y el de Engels, Lenin y continuadores. En efecto, la doctrina "oficial" actual, 4.-¿tt. IOOBrto . . •

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que no es sino la de Engels, asumida por Lenin, es que el poder estatal se "extingue" poco a poco (en el periodo de transición "socialisla") , para desaparecer completamente en la última fare, la de la sociedad comunista perfecta. Lo curioso es que Lenin fcn su obra, " El Estado y la Revolución") interpreta de esa ma­ nera también el pensamiento de Marx. En el capftulo sobre Lenin vamos a volver a discutir este problema. De todas ma­ neras quienquiera lee atentamente el texto de Marx se da· cuen­ ta que la doclrina de éste es bastante diferente.

Nueslro autor trata el problema en un pequeño escrito, pero que es fundamental para su teorfa del Estado: 1$ "Crítica del Programa de Gotha" (de 1 875). Allí Marx habla explícitamen­ te de una "entidad estatal" de la futura sociedad comunista (en su úJtima fase). Y hasta dice que dicha entidad estatal tendrá que conservar algunas funciones análoga3 a las del Es­ tado tradicional (sin especificar cuáles). Con eso el autor reco­ noce, en el fondo, que el Estado tradicional no era tan malo; pero sobre todo no admite la tesis, hoy díir oficial, respecto a la "extinción total" del Estado.

Lo que según él va a desaparecer, y tiene que ser superado, es el aspecto propiamente clasista y "político"' o represivo del Estado, pero no la organización estatal como tal; si no, ¿cómo explicar su exigencia de que la futura "entidad estatal" con­ serve algunas funciones análogas a tas del antiguo Estado? Es evidente que en una sociedad sin clases el Estado no tiene por qué ser represivo, porque se supone que no hay más división en clases y que ha , según la expresión marxiana, identidad total entre el interés particular y el interés común. Por eso no hay más ninguna necesidad de un órgano "superordinado" a la sociedad, como lo era el antiguo Estado. La "entidad estatal" de la sociedad comunista es un órgano, o una organización, que dicha sociedad se da libremente para su mejor funcionamiento, y que debe �er y será totalmente subordinado a la misma y al servicio de ella.

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Esta es una idea muy antigua del autor; más aún: es una de las primeras ideas que él desarrolla en su crítica de la fi1o­ soffa polftica de Hegel ("Crítica del Derecho constitucional do Hegel"). Uno de los mayores reproches que et joven Marx hace

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a la filosoffa política de su antiguo maestro es precisamente que el Estado hegeliano es una entidad superordinada a Ia sociedad y que pretende dominarla por completo, en lugar de estar al servicio de ella (la "sociedad civil" de Hegel). Asf vemos otra vez -sea dicho de paso- Ja perfecta continuidad del pensa­ miento marxiano: en el escrito polftico de 1 875 repite una idea que habfa expresado en su primer manU3Crito polltico, m'8 de 30 años antes (en 1843 exactamente ! ) . S e puede pensar q u e el ideal marxiano es una utopfa. De hecho ningún régimen comunista actual pretende haber reali­ zado la sociedad comunista ideal. Más aún: lo más grave es que no se ve en dichos· regímenes nin n esfuerzo para reali­ zarlo. Se trata más bien de sociedades en las cuales el Estado (teóricamente "proletario") tiene una estructura muy fuerte y no se ve cómo podrá desaparecer paulatinamente, según las exigencias de Marx y de Engels.

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No se puede negar, sin embargo, que se trata de un ideaJ generoso, y al cual todas nuestras sociedades tendrían que acer­ carse cada día más. Hasta se puede decir, a nuestro juicio, que , hay poca diferencia entre el ideal de la sociedad "comunista . y el de la "democracia" integral. Si por sociedad "sin clases" se entiende una soCiedad donde no hay privilegiados, donde hay "igualdad de oportunidades" para todos, esto es exactamen­ te ·el ideal de la sociedad democrática integral. En efecto, la democracia integral exige igual desarrollo para todos en todos los planos, o por lo menos "igualdad. de oportunidades" en to­ dos los planos: económico, social, cultural y polftico.' En cuanto a la concepción del Estado, se puede constatar una coincidencia semejante. Marx exige un Estado, o una "en­ tidad estatal" (lo que viene a ser lo mismo) totalmente subor­ dinada a la sociedad y al servicio de ella. Pero, ¿qué es el Estado exigido por Ja doctrina tradicibnal en el Occidente (aun­ que haya sido pocas veces totalmente realizado), sino precisa­ mente un Estado al servicio del Bien Comrln, en otras palabras: un Estado que esté totalmente al servicio de la sociedad entera, Y no de algunos grupos privilegiados, y que, por lo tanto, sea wbordinado a la sociedad y ne superordinado con respecto a ella?

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Creemos que vale la pena subrayar esta coincidencia fun­ damental entre el ideal social y político de Marx y el de nues­ tra tradición. Si por una parte nos damos cuenta de dicha feliz coincidencia, y si por otra parte reconocemos con toda humil­ dad, tanto unos como otros, que nuestra realidad político-social está lejos de conesponder a nuestros respectiyos ideales, las condiciones podrlan estar dadas para una eventual colaboración ep. la persecución de dichos ideales, con tal que los medios propuestos sean aceptables para nosotros.

Hemos llegado así al tétmino de nuestro rápido análisis del pensamiento antropológico y social de Carlos Marx . Sabemos ahora que la antropologfa marxiana, muy "de avan­ z.ada" para su tiempo, coincide por mayor parte con nuestros conceptos antropológicos modernos. El hombre marxiano es un ser que sale de la naturaleza, pero que se distingue esencial­ mente del animal y que tiene, de por sf, la capacidad de desa­ rrollar todas sus potencialidades, tanto las ffsicas como las ess se desarrolla a lo v :� f�i�r�W. : Ía Yhf:to�� ��eªl� o f� Sabemos, también� que este ideal antropológico inspiró al aulor de "El Capital" toda su filosoffa social. Según Csta última, el hombre, sin dejar de ser una persona original e irreemplazable, es hasta cierto punto un "proaucto" de la sociedad. Hemos visto que para nuestro autor la sociedad misma es, en primer lugar, la "base" económico-social, sobre la cual se eleva la "superes­ tructura", y en la cual surge, por la estmctura social inadecuada, Ja lucha de clases, promotora del cambio social y de la evolu­ ción hacia fonnas sociales superiores. Pensamos haber mostrado que esta filosoffa social adolece de ciertos errores y exagera­ ciones, sobre todo en su apreciación de las "ideologías" o más bien de la producción cultural en general, y en su afán de explicar toda la historia humana por la lucha de clases.

;:

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Pero a pesar de estos aspectos discutibles de la filosofía social marxiana, la misma si: inspira en su amor al hombre y a su liberación total, a través de la transformación de la socie­ dad. Aunque no admitimos todos los medios que el marxismo pretende usar en su lucha revolucionaria para llegar a la socie­ dad ideal final, reconocemos que el ideal mismo, tanto el an­ tropológico como el social, es admirable y digno de inspirar cualquier lucha por la transformación revolucionaria de nues­ tras sociedades. En los capjtulos siguientes vamos a tratar de ver hasta qué punto Jos continuadores de Marx han sido fieles a esta inspi­ ración inicia) y a los grandes ideales del fundador principal del movimiento comunista internacional.

Capítulo

11

LENIN, PADRE DEL COMUNISMO

Nota Biográfica:

Vladimir llich Uljaoov (LENIN) nació en 1 870 en Sim­ birsk (sobre el Volga) en el seno de una familia "pequeño-bur­ guesa". Su padre era inspector de enseñanza primaria, de origen asiático; su madre (de apellido Blank) era de origen alemán. Su padre era un fiel taarista, pero de tendencias liberales. El joven Lenin hizo sus estudios secundarios en el c.olegio de Simbirsk. Ya en ese tiempo era de ideas "avanzadas"; pero el director del colegio lo protegió, a pesar de eso. Y ese direc­ tor no era otro que un Sr. Kerenski, padre del futuro gran adversario de Lenin. En la Universidad de Kasan, donde es­ tudió derecho, Lenin fue expulsado por revolucionario; sin em­ bargo pudo presentar sus exámenes finales y se recibió de abogado. Después se estableció en Pettogrado, donde fundó una cé­ lula comunista y organizó el proletariado industrial, el más importante de Rusia. Este mismo proletariado de Petrogrado iba a formar más tarde el núcleo del partido bolchevique ruso, destinado a conquistar el poder allf mismo. A fines de la década del 90 Lcnin sufrió su primer arresto, a consecuencia del cual fue deportado por tres años a Siberia. A su regreso prefirió el exilio y así, apartir de 1900 (hasta la revolución) Lenin vivió casi todo ei tiempo en el extranjero, en diversos países de Europa occidental.

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En 1 903 hubo lugar, primero en -Bruselas, después en Lon· dres, el primer importante_ Congreso de los "sociálistas rusos". En este congreso los partidarios de Lenin estuvieron primero en minoría, frente a la tendencia Dll1s "liberal" y moderada. Sin embargo, sobre la cuestión muy importante de la organización del Partido como grupo de élite, las tesis de Lenin fueron ace� tadas por una (leve) mayoría, y de ahora en adelante sus par· tidarios eran los- "bolcheviques" {los de la "mayoría"), contra los "mencheviques" (los de la "minoría"). En 1905 hubo las dos primeras sangrientas revueltas comunistas, en Petrogrado y en Moscú, las dos reprimidas fácilmente por las fuerzas tsa· ristas. Lenin sigue en el exilio, estudiando, escribiendo y organi· zando su partido sobre bases cada vez más amplias. Se da cuenta que tanto él como sus camaradas tienen que profundizar mucho todavía la teoría y la doctrina. Por esa publica en esos años dos obras importantes: "Materialismo y Empiriocriticis· mo" ( 1 909) y "El Imperialismo, fase superior del Capitalismo". Asimismo estudia en ese �tiempo la Lógica de Hegel, y fruto de este estudio es el manti!icrito "Cuadernos sobre la Lógica de Hegel" ( 1 9 1 6) . Entretanto, como consecuencia de la guerra, e l régimen tsa­ rista en Rusia se debilita cada día más, porque está perdiendo poco a poco el apoyo del ejército, el cual har,i: cada día más causa común con Jos revolucionarios. Así llega el año decisivo: 1 9 1 7. En febrero de ese año el régimen tsarista es derrocado y reemplazado por un gobierno socialdemócrata, cuyo último jefe será Kerenski. Después de una primera rebelión comunista fracasada,_ en julio, Lenin arranca a sus camaradas la decisión para el golpe final, et que se lleva a cabo el 25 de octubre (del calendario antiguo ruso) en Petrogrado, sede del gobierno. Le­ nin reemplaza a Kerenski e instala el primer gobierno comu­ nista. Después de un primer intento de régimen comunista radi· cal, Lenin, obligado por la hambruna que se extiende en todo el país, tiene que echar mano atrás e inaugura la N .E.P. (Nueva Política Económica), que mantiene algunos rasgos del antiguo régimen burgués. Pero en lo esencial, el nuevo régimen se man·

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tiene. Lenin construye pacientemente el primer Estado comunis­ ta del mundo, sobre una base federalista, en lo políticO.

A fines de 1921 cae gravemente enfermo. En 1923 tiene que retirarse de Ja politica activa, y en 1924 (el 21 de enero) muere en su residencia campestre, cerca de Moscú.

El comunismo contemporáneo ya .no se llama "marxismo", sin más, sino "marxismo-leninismo". Todos los representantes principales del movimiento, sean dirigentes políticos o pensa· dores, pretenden interpretar el auténtico "mandsmo-leninismo". Con eso se reconoce el lugar preponderante de Lenin dentro de la ideoloifa y de la praxis comunistas. Por lo mismo se puede llamarlo, con toda propiedad, "padre del comunismo''. En realidad, como pensador Lenin es algo decepcionante. En la mayoría de los textos doctrinarios él se limita en repetir los conceptos de Jos fundadores, Marx y Engels. Sin embargo, sus obras teóricas sirven por la claridad de sus síntesis, y en algunas partes alcanzan a una verdadera originalidad. Esta ca· pacidad de pensamiento original, la cual no podía siempre desarro11ar, quizás, por la urgencia de las tareas prácticas que se le imponían, Lenin la manifiesta principalmente en su con· cepción de la dialéctica, parte de la doctrina del conocimiento, y en su critica del capitalismo mundial. Nuestro estudio del pensamiento leninjsta se centra, por lo tanto, en el anA.lisis de su epistemología (o doctrina del cono­ cimiento) y de su presentación del materialismo histórico (del cual su crítica del "imperiidismo capitalista" es una parte esen· cial). Finalmente se estudia su doctrina del Partido y la apli· cación de sus conceptos te6ricos en su obra mayor, la Revolución de octubre y la creación de las bases del primer Estado socia· lista de la historia.

l.

EPISTEMOLOGIA

Y METAFISICA "ENGELSIANAS"

Se puede decir que la única obra de epistemología, dentro de la literatura básica del comunismo, es el volumen de Lenin sobre "Materialismo y Empiriocriticismo" (de 1909). En ella

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el autor no hace, en el fondo, sino exponer y desarrollar, en algunos puntos, los conceptos epistemológicos del "AntiDühring" de Engels. Y como la dialéctica es una parte esencial de la epistemología comunista, toda la interpretación del materialis­ mo dialéctico, en el comunismo posterior a Lenin, se inspira en la concepción de Engels ,la cual es algo diferente de la de Marx). Hay que añadir, sin embargo, que Lenin se ocupó en di· versos otros escritos del problema de la dialéctica, principal· mente en sus "Cuadernos sobre la Lógica" de Hegel. Final· mente, en la primera obra mencionada, Lenin, expone también· ciertos conceptos metafísicos. En este capítulo vamos a exponer brevemente, por consi· guiente, estos· tres aspectos del pensamiento de Lenin: su doc. trina del conocimiento en sentido escrito, su interpretación de la dialéctic� y su metaffsica.

1.

Realismo epistemol6gico.

Desde los primeros escritos de Marx y de Engels contra Hegel, el adversario principal en filosofía, para los marxistas, era el llamado "idealismo". Según una interpretación algo sim· plista, que es la del marxismo, es "idealista" cualquier filo­ sofía que pretende que lo primero que vale son las "ideas" o Jos conceptos abstractos, y que los hechOs de la experiencia (o ••empíricos") y los "fenómenos" de la realidad tienen que ser interpretados a la luz de dichas ideas. Según e� "materialis­ mo" marxista, al contrario, lo primero y lo más importante es la realidad material, y nuestros conceptos (o ideas) son sola· mente el reflejo de dicha realidad en nuestro cerebro o en nuestra conciencia. Por eso el marxismo rechaza de la manera más terminante una concepción que no admite dicha tesis y que da más importancia al "espíritu" o a la conciencia que a la realidad material. El tema principal de la obra de Lenin no rrollo .de esta concepción básica.

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es

sino el desa·

Los adversarios que combate no 50n de ninguna manera f:legel o sus discfpulos. sino los representantes de la Jl�mada escuela de "Viena'', que en el fondo eran modernos discípulos de Hume y de su empirismo (de ahf el nombre de la concep­ ción "empiriocriticismo" o "empirismo crítico"). Seglln ellos la distinción entre "espíritu" o conciencia y "materia" no tiene ningún sentido. La, única realidad 50n los "fenómenos" de la conciencia, las sensaciones y los sentimientos. Por consiguiente, los conceptos de "materia" y de "eSpfritu" no corresponden a ninguna realidad propia. Lenin rechaza con vehemencia dicha concepción. La razón de su vehemencia, y se puede decir la causa que lo determinó a escribir su obra, era que algunos marxistas rusos eran discí­ pulos de esa escuela e interpretaban al marxismo según los principios empiriocriticistas. El autor no tiene ninguna difi­ cultad en mostrar que el marxismo auténtico es contrario a estos principios. Refiriéndose a lo expuesto por Engels en los primeros ca­ pftulos del "Anti-Dühring". Lenin muestra que hay sólo dos concepciones relativas a la interpretación de nuestras sensacio­ nes y del pensamiento: a) del pensamiento y de las sensaciones a las cosas; b) de las cosas a la sensación del pensamiento. La primera es la del "idealismo" en sus diversas formas, la segunda la del "materialismo". Para Lenin, los empiriocriticistas son idealistas, porque ellos, también, parten de las sensaciones (y representaciones) "a las cosas" (las cuales no son sino conjuntos de sensaciones o "fe­ nómenos"). En estricta fitosoffa habría que decir que el autor está simplificando demasiado los problemas, porque los empi­ ristas, ellos, no se consideran como idealistas. Pero desde su punto de vista "materialistá" Lenin tiene razón. En cuanto a la segunda concepción, que va "de las cosas a la sensación y al pensamiento", el autor está simplificando otra vez. La interpretación que él defiende corresponde más bien al llamado "realismo ingenuo", según el cual nuestras sen­ saciones, por las cuales conocemos las cosas, son como imáge­ nes fotográficas, en nuestro cerebro, de estas últimas. En primer lugar hay que decir que dicha concepción no es, de por si,

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"materialista", sino que conesponde a cualquier realismo. Se­ gún el realismo tradicional conocemos, también, las cosas a través de nuestras sensaciones, de manera inmediata; sin em­ bargo, como el "materialismo" leninista (y engelsiano), el rea.­ lismo tradicional admite la distinción entre las cosas y nues­ tras sensaciones· y representaciones. Pero hoy día sabemos que el realismo ingenuo, el de � nin como el de cierta concepción tradicional, es insostenible. Lo que vemos no es la imagen de la cosa (en nuestra retina, es­ pecie de "cúnara fotográfica" natural), sino la cosa misma. En la sensación hay una especie de contacto directo entre el su· jeto y el objeto, entre la "conciencia" y las cosas. Sin embar­ go, en la discusión entre idealismo y "materialismo" se trata, en eso, de una cuestión de detalle. Cualquier realista está de acuerdo con Lenin en rechazar la interpretación idealista (y empiriocriticista) del conocimiento sensible. El autor expresa su concepción p. ej. en la siguiente fórmula: "Para todo natu­ ralista, así como para todo materialist&, la sensación es el vín­ cu1o. directo entre la conciencia y el mundo exterior; es la

transformación de la energla de la excitación exterior en un hecho de conciencia". Esta fórmula podría ser suscrita por cual­

quier realista. El autor mismo lo insinúa por el término de "todo naturalista". En efecto, el realismo tradicional se basa, de hecho, en un cierto "naturalismo".

Más adelante vamos a volver a este problema de las relacio­ nes entre el "materialismo" marxista y el realismo tradicional. En relación con su discusión con los empiriO-Griticistas, Lenin da, sin embargo, una interpretación totalmente materia­ lista de la fUnción del cerebro. Para los empiristas, el cerebro no tiene ninguna función especial, es sólo una ''imagen" (pri­ vilegiada) entre otras. Citando, como de costumbre, a Engels, Lenin rechaza esta concepción y afirma que "el pensar, la con­ ciencia, son productos del · cerebro humano". Y un poco más adelante dicen: "La materia no es un producto del espíritu, y el espíritu mismo no es más que el producto supremo de la materia. Esto· es, naturalmente, materialismo puro". En esta tésis de Lenin, son evidentes sólo la primera y la última frase. No tiene sentido decir que la materia sea el pro-.

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dueto del espíritu (por lo menos del espíritu individual), y e1 cierto qµe la tesis leninista, por lo menos fonnalmente, es "ma­ terialismo puro". En cuanto a la parte medular de la afirma­ ción, según la cual el "espíritu no es más que el producto su­ premo de la materia", se trata de un puro postulado que ni Lenin ni Engels se molestaron jamás de demostrar. Par­ tiendo de un éoncepto que no se encuentra en Marx --el de .. materia pura"-, y de una concepción estrechamente materia­ lisia, ellos piensan tener una especie de obligación de afirmar que la conciencia y el espíritu son "productos de la materia". Hay que añadir que, según el contexto, se trata de una materia "dialéctica", o sea en movimiento. Según su tesis la materia "en movimiento" o en perpetua evolución produce, primero, la vida y, después, la co�iencia y el pensamiento. Pero con ese problema ya llegamos a lo que se puede lla­ mar la "metaflsica" irhplícita en los e.s;critos de Lenin,· la cual se discutiría más adelante.

El problema de la verdad. Uno de los problemas más discutidos 1.:n la teoría del co­ nocimiento ha sido siempre el de la verdad, de su posibilidad y del criterio para su conocimiento. En el capítulo segundo de su obra, el autor expone detalla­ damente la concepción del "materialismo" al respecto. En pri­ mer lugar parte del presupuesto, evidente para todo materialis­ ta (como para el realista) que existe una realidad objetiva fren­ te a nuestra conciencia. El proceso del conocimiento. (de dicha realidad) consiste en expresar, por nuestras nociones abstrac­ tas, los diversós aspectos de la misma, de la manera más exac­ ta posible. En ese punto del debate Lenin enuncia una primera tesis, fundamental para el materialismo "dialéctico", y según la cual "hay que razonar dialécticamente, o sea, no suponer jamás a nuestro conocimiento acabado e invariable, sino analizar el pro­ ceso gracias al cual el conocimiento nace de la ignorancia o gracias al cual el conocimiento incompleto e inexacto llega a ser más completo y más exacto".

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Se puede decir que en esta tesis esh� contenida toda la doctrina de Lenin (y de Engels) relativa a la verdad. Més ade­ lante el autor vuelve a discutir el problema, en relación con l a cuestión de saber si la verdad que conocemos es "objetiva", "total" o "relativa". En primer lugar Lenin afirma -refirién­ dose siempre a Engels-- que las verdades que conocemos son "objetivas" y, en ese sentido, "absolutas". Puede ser que di­ chas verdades objetivas y absolutas sean escasas en las diver­ sas ciencias, pero en cuanto son verdades establecidas con certeza (relativas p. ej. a hechos y fenómenos empíricos, o .aún a principios generales). son objetivas y absolutas, por cuanto valen para el pasado, el presente y aún el fututro.

En el pi.ano científico, según el autor, hay que admitir la existencia de este tipo de verdades (en la física, la química, la matemática etc.), aunque sean escasas. O sea, según él el ma­ terialismo dialéctico no se opone, de por sf, a la noción de una verdad cientffica objetiva, y, en cuanto tal, también abso-­ luta (porque cualquier verdad es esencialmente absoluta). Esto significa que según el autor, el materialismo dialéctico rechaza el agnosticismo (que pretende que nb podemos conocer con certeza ninguna verdad obietiva), como también el relativismo (según el cual no existe ninguna verdad absoluta, si no que todas las afirmaciones nuestras tienen sólo un valor relativo). Sin embargo, en la continuación del texto, Lenin parece admitir Ja existencia de verdades "relativas". Pero si analiza­ mos dicha noción en su contexto, nos damos cuenta que el autor se refiere, de hecho, a las verdades parciales. En ese sen­ tido, dice· (citando siempre el "Anti-Dühring" de Engels), no existe la "verdad absoluta". Esta última se constituye poco a poco por la suma de· las verdades relativas. Es evidente, a nues­ tro juicio, que el autor confunde aquí las i::iocoiones de verdad "absoluta" y "total", por una parte, y las de verdad "relativa" y "parcial", por otra. Su rechazo del relativismo es demasiado claro, y el contexto indica que por verdad "relativa" entiende, de hecho, .las verdades parciales, que se conocen poco a poco y se suman gracias al progreso de la ciencia. "Cada fase del desarrollo de Ja ciencia, dice textualmente, añade nuevos gra­ nos a esta suma de verdad absoluta,· pero los limites de la ver-

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dad de cada tesis científica son relativos, tan pronto ampliados como restringidos por el progreso ultericr de los conocimien­ tos", En eso consiste, según él, la diferencia entre el materia­ lismo antiguo (demas.iado simplista y dogmático) y el mate­ rialismo dialéctico, el cual admite la noción de una verdad "en evolución", por cuanto nuestro conocimiento de la verdad está en continuo progreso, gracias al progreso mismo de las cien-

oiu.

.

Adeiruis, Lenin añade otra observación que prueba la exac. titud de nuestra interpretación. Por una parte, dice, no tene­ mos todavía la verdad "absoluta", en el sentido de "total" y "completa", pero "es incondicional la existencia de esta verdad (objetiva, absoluta) ...es incondicional el que cada uno de los descubrimientos (científicos) es un progreso del conocimiento incondicionalmente objetivo". Parece claro, por lo tanto, que Lenin rechaza todo relativismo, y que el proceso "dialéctico" del conocimiento consiste lloicamente en el hecho que todas las verdades descubiertas por las diversas ciencias son parcia­ les, pero que su suma nos acerca cada dfa más a la verdad "ab­ soluta" y total, cuya existencia (como ideal lejano en el fututro) se admite implícitamente· en cualquier estudio científico, y cu­ ya posibilidad se afirma explícitamente en la doctrina del co­ nocimiento. Una dltima confirmación de lo que decimos se encuentra el párrafo ímal sobre la "práctica como criterio de la ver­ dad"._ Para Engels y Lenin (y a partir de ellos, para el comunis­ mo en general), la prdctica es el rlnico criterio de la verdad. Esto significa que una idea o teoría que no ha sido probada por la experiencia o la práctica (de la vida) no puede tener la pre­ tensión de ser verdadera. Pero, al revés, una teoría verificada por la práctica equivale a una verdad "objetiva'', porque la pr¡lctica demostió que la representación teórica (en nuestra con­ en

ciencia) corresponde a "Una realidad objetiva, independiente de nuestra conciencia. Estas son las tesis esenciales de la epistemología (doctrina del conocimiento) leninista, base de toda la doctrina respectiva del comunismo.

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Ahora bien, si nos preguhtamos por qué, según el autor, esta doctrina es "materialista'', nos damos cuenta que su afir­ mación está sin fundamento. En efecto (y prescindiendo de la teoría que el pensamiento es "un producto del cerebro", tesis metafísica y no epistemológica), hay que decir que la concep­ ción expuesta coincide, en lo esencial, con la epistemología re11lista tradicional.

En efecto, los conceptos esenciales son los mismos, en las dos teorías: una y otra afirman la distinción ebtre "sujeto" y "objeto", entre "conciencia" y "realidad objetiva" que se opone a esta conciencia, y el nexo entre los dos factores se hace a través del conocimiento sensible, cuya objetividad es recono­ cida por las dos teorías. Asimismo el concepto de verdad obje­ tiva es el mismo en los dos casos. El materialismo "dialéctico" insiste más que la concepción tradicional en la necesidad de la evolución y del constante progreso en el conocimiento cien­ tífico; en eso, quizás, la tradición pecó a veces por un cierto dogmatismo e inmobilismo. Sin embargo, lo· que Engels y Le­ nin consideran como concepción "dialéctica" es, en ese caso, nada más que la exigencia del espíritu científico moderno, ene· migo de todo dogmatismo, y que afirma la necesidad del con· tinuo progreso del conocimiento científico, en todos los cam· pos. ·Con eso no se piensa negar el mérito de Lenin, y sobre todo de Engels, de haber sido entre los· primeros en plantear dichas exigencias. Pero la doctrina tradicional es perfectamen­ te compatible con estos conceptos. Lo mismo se puede decir de la práctica como criterio de Ja verdad. Es cierto que para la tradición realista la práctica no es el único criterio de la verdad, sino uno entre diversos. Pero lo importante es que ambas concepciones coinciden en aceplar dicho criterio y en admitir que el conocimiento de la verdad es algo objetivo, que no depende de las impresiones subjetivas del sujeto. La conclusión que se impone es que la epistemología de Lenin (y por consiguiente la del comunismo). lejos de ser "ma· terialista", no es sino una versión del realismo epistemológico tradicional.

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2.

LA dialéctica según Lenin.

Se sabe que para todos los pensadores marxistas (y comu­ nistas) la dialéctica es un aspecto esencial de su concepción. Los textos de Marx al respecto son muy escasos, y para él la dialéctica era más bien el pensamiento vivo mismo, por cuan­ to trata de captar todos los aspectos contrarios de la realidad en devenir. En Engels la dialéctica se hace más rígida; inspi­ rándose en Hegel, el aulor del "Anti-Dühring" establece todo un sistema de "leyes de la dialéclica", que habría que aplicar en todos los campos del pensamiento, desde las ciencias físi­ cas hasta la historia y su interpretación filosófica, el materiA­ lismo histórico. En eso, otra vez, Lenin sigue más a Engels que a Marx. Más aún: él va más lejos que el mismo Engels, y se inspira di­ rectamente en Hegel. Sus textos sobre la dialéctica son quizás los más originales que haya escrito. En su libro "Marx, Engels, Marxismo" alaba la dialéctica hegéliana como "la doctrina del desarrollo la más universal, rica de contenido y profunda" que existe. Como prueba este texto, y otros más, Lenin es un gran admirador de la dialéctica hegeliana, y va hasta reconocer una cierta justificación al idea­ liSJno mismo, en cuanto desarrollo de una facultad muy impor­ tante de nuestro espíritu. Es evidente, sin embargo, que el autor comunista interpreta dicho método según la visión materialista. "La naturaleza, di­ ce, es la piedra de toque de la dialéctica". Y más adelante: "Para la filosoffa dialéctica no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del deve­ nir y del perecer, en ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el cerebro pensante. es esta misma filo­ sofía. "Después concluye: "La dialéctica es, según Marx, la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mun­ do exterior como del pensamiento humano". Está bien claro, por consiguiente, que Lenin no piensa en ningún momento abandonar la visión materialista del comu­ nismo, la cual incluye el rechazo radical del idealismo hege-

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f

liano. Sin emba go, más que cualquier otro pensador comu. nista -antes de Mao Tse-tung por lo menos-- el autor insis­ te sobre la actividad propia y dialéctica dcf espíritu humano. De todas maneras, para él como para Engels y Marx, el pensamiento humano no es sino el reflejo, en e] cerebro, de un proceso dialéctico natural y real. Una primera tealidad en dicho proceso es la interdependencia e íntima concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno y de todos los fettóme­ nos del mundo. Se trata de un "proceso único y mundial de movimiento, con sus leyes".

En este movimiento universal, los impulsos son originados por la contradicción o la interpretación de los contrarios, por el choque de las diversa!> fuerzas y tendencias (en determinados fenómenos naturales y en el seno de la sociedad humana). Más adelante el autor insisle sobre el hecho que la noción y la Jey de la contradicción y de Ja interpenetración de los contrarios es la esencia misma de Ja dialéctica. Al respecto rechaza como impropia la noción de "identidad" de los contrarios, y prefie­ re hablar d� unidad (o unión) de los mismos. Según Lenin, la "contradicción" consiste, por ende, en la existencia de ten· dencias contrarias en todos los fenómenos y procesos de la na· turaleza (también en el espíritu y en la sociedad). La evolución y el progreso en el mundo nacen de esta uni· dad de los contrarios, o sea del desdoblamiento de los factores contrarios (dentro de un fenómeno) en dos polos que se exclu· yen mutuamente, pero que siguen estando en una relación dialéctica mutua. Así se explica el movimiento progresivo, el cual es, por lo tanto, un automovimiento, que no requiere ninguna explicación externa. Además, la evolución no se h�ce en un movimiento lineal (en1Jfnca recta). sino por el juego mismo de las contradiccio· nes dialécticas, en fonna de espiral, a través de saltos, catás­ trofes y revoluciones. Hasta ahí Lenin no hace sino reproducir la concepción del movimiento dialéctico, como eJl'.iste en Ja realidad, según la visión de Man y, más aún, de Engels. Pero según la misma concepción, las leyes de la dialéctica valen también para el pensamiento. En esta parte de su eKposición el autor se ins·

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pira, m's all6 de Engels, en los textos del mismo Hegel, en una forma que es cada vez menos "marxiana". En efecto, está casi repitiendo los términos de Hegel, cuando afirma (contra­ riamente a su anterior observación) que Jos "contrarios son idénticos" y que "Jo particu1ar no existe más que en su rela­ ción con lo general", que "todo ]o general es partícula o as­ pecto o esencia de lo particular" y que, del mismo modo, "todo Jo particular es (de un modo u otro} general".

Lenin se refiere aquí a nuestra forma de pensar y de ha­ blar, a "una locución cualquiera" (p. ej.: las hojas del árbol es1'n verdes; lván es un hombre etc.), en la cual se establece siempre una relación entre algo particulat ("las hojas", "lván'') y algo general ("verde", "hombre", "perro" etc.). El autor resume su concepción de ta"' dialéctica en la siguien­ te forma: "De modo que· es pos.ible, y se debe descubrir en cualquier locución, como en una célula, los gérmenes de todos los elementos de la dialéctica, demostrando así que la dialéc­ tica es, en general, inherente a todo el conocimiento del hom­ bre ... Las Ciencias Naturales muestran que lo mismo pasa en la naturaleza objetiva: la transformación de lo particular en lo general, de lo casual en lo necesario, las transformaciones y la relación mutua de los c.ontrarios". .Nuesgo propósito aquí no es entrar a una discusión a fondo de la dialéctica leninista. De tocias mBl'leras se puede hacer notar lo sorprendente que son estos textos, por parte de un "materialista". Parece que el autor estuviese totalmente de acuerdo con el idealismo hegeliano. De hecho, más adelante rinde un verdadero homenaje al idealismo, tan fuertemente re­ pudiado por sus antecesores, cuando dice que sólo el materia� lismo dialéctico (en oposición al materialismo vulgar) entiende que el idealismo es como una "hinchazón", un desarrollo uni· lateral de "uno de los rasgos del conocimiento, en algo abso­ luto". "Este idealismo, dice, es una flor estéril, pero una flor estéril que crece en el 6rbol vivo, fértU, auténtico, poderoso, omnipotente, objetivo, absoluto del COllQCimiento humano.". O sea, a pesar del repudio que le sigue mereciendo el idealismo, el autor TCCOnoce que el mismo es una manifestación (algo exagerada) de una capacidad real del espíritu humano.

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Con eso tenemos el criterio para apreciar su aceptación de �ierta term.inologfa hegeliana. Lo que Lenin admite no es, en el fondo, la dialéctica hegeliana (que para Hegel tiene un significado ontol6gico, puesto que para él hay identidad entre pensar y ser), sino sólo el hecho que entre las nociones abs-­ tractas de nuestra inteligencia hay relaciones mutuas, las c�­ les expresan las relaciones entre los diver'sos fenómenos y en­ tes. · Sin embargo, en algunos párr'afos se pone muy hegeliano y emite tesis que ni Marx ni, quizás, Engels, habrían aceptado (cuando habla de la identidad entre lo "particular" y lo "ge­ neral"). Con todo, estos textos sobre la dialéctica muestran que el autor se daba cuenta cabal de la importancia de la actividad de nuestro espíritu o, si se quiere, de nuestra inteligencia, prin­ cipalmente en la frase casi ditirámbica sobre el "árbot vivo, e el n n ' · tr r q E un auténtico pensador (cuando tenla el tiempo de dedicarse al �nsamiento "puro"), del linaje de Marx, como después de él hubo pocos dentro del movimiento comunista, y sobre todo dentro del reducido número de dirigentes politicos, encargados de traducir a la realidad la utopía comunista.

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3.

La metafísica "engelsiana".

Pensamos haber mostrado en el capítulo relativo • Marx que el fundador del movimiento no era un "metafísico", sino un antropólogo y humanista, junto con ser un pensador social. Por eso Marx nunca se ocupó en desarrollar una metalfsica abstrac­ ta. Para él la naturaleza tenía un sentido sólo en su relación dialéctica con el hombre. Engels, espfritu más "científico" y sistemático, trató de elaborar una "visión del mundo'', en la cual la dialéctica se­ rla el método universal para interpretar los diversos planos de la realidad y para mostrar la íntima conexión de estos di­ versos planos. Aplicando dicho método a la concepción bási­ ca de un devenir uniVersal, Engels llegó (en su "Anti-Dühring"

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y su "Dialéctica de la Naturaleza") a explicar el mundo en­ tero, desde la materia al hombre y a la sociedad, a partir de Ja "evolución dialéctica" de la materia inicial. A partir de esa visión del mundo hay que entender la "metafísica" de Lenin. No se trata de una metafísica elabora­ da, sino sólo implícita en los escritos de este úkimo. En eso como en su epistemología, el autor de "Materialismo y Empi­ riocriticismo" es mucho mlis discípulo de Engels que de Marx. El supone cootíouamente como base la concepción desarro­ llada por el autor del "Anti·Qühring", y se limita en exponer algunas nociones que le parecen fundamentales, siempre en relación con problemas de actualidad dentro del pensamiento comunista de su tiempo.

La nocidn de "Materia". En primer lugar, en su discusión con los empiriocritcistas, el autor trata de justificar la noción btisica del materialismo, la de materia. Ya sabemos que en su epistemología insiste &e esas premisas Lenin deduce la tesis, fundamental para su materialismo, que "la materia, la naturaleza, el ser, lo flsico es lo primario; el esplritu, Ja conciencia, Ja sensación, lo sfqui· co es lo secundario". Otra consecuencia de su definición de la materia es sa concepto de "experiencia". Para los empfriocriticistas, la expe­ riencia no es sino "la conexión indisoluble entre el ·Yo y su medio". O, en otros términos, la conexión entre el Yo y Jos fenómenos por a experimentados. Con toda razón Lenin re­ chaza esta interpretación como idealista, porque no se distin-

gue en esa "conexión indisoluble" lo que es objetivo y lo sub­ jetivo. Refiriéndose a Feuerbach y a Engels, el autor opone a ese idealismo su llamado "materialismo", según el cual hay que ad­ mitir que la experiencia es el conjunto de fenómenos y de rea­ lidades que se presentan al hombre. Es cierto que la ciencia elabora las "leyes" de los fenómenos (dados en la experiencia), pero según el materialismo hay que admitir que dichas leyes corresponden a una realidad objetiva de la experiencia. "El reconocimiento --dice -de las leyes objetivas de la natura­ leza y del reflejo aproximadamente exacto de tales leyes en el cerebro del hombre, es materialismo". Y más adelante: "La cuestión gno.seológica verdaderamente importante, la que di­ vide las direcciones filos6ficas, no consiste en saber cuál es el grado de precisión qui.: han alcanzado nuestras descripciones de las conexiones causales ... sino en saber si el origen de nues­ tro conocimiento de esas conexiones está en las leyes objetivas de la naturaleza o en las propic:,dades de. nuestra mente, en la capacidad inherente a ella de conocer ciertas verdades aprio­ rísticas, etc. Esto es lo que separa irrevocablemente a los ma­ terialistas Feucrbach, Marx y Engels de los agnósticos (o sea de los empiriocriticistas) ". Es evidente que dicha concepción de la experiencia y de la objetividad de las leyes es la consecuencia lógica del con­ cepto de materia defendido por el autor. Pero si se compara las tesis de Lenin respecto a la materia y la experiencia con t¡ii s del realismo tradicional, se ve que Coinciden totalmente. Esto confirma lo que dijimos en rela­ ción con la epistomologfa de Engels y de Lenin: se trata sim· plemente de ver.1iones marxistas del realismo tradicional. Co­ mo lo recordamos en el análisis del pensamiento del mismo Marx, et término de "materialismo" usado por ellos (los pen­ sadores marxistas en general) se explica por su oposíci�n a Hegel y su rechazo de cualquier concepción que podrá tener una semejanza con el idealismo hegeliano: De hecho, en lugar de "materialismo" se podría poner, en muchos casos (no en todos), el de "realismo". 70

La relación pensamienlo-e única y exclusivamente en la ley económica del mo­ vimien/o ele la sociedad moderna. La socialización del trabajo, qlle avanza cada vez más de prisa bajo miles de formas . . .es la base material más importante del ineluctable advenimiento cid socialismo. El motor intelectual y moral, el agente físico de esta transformación es el proletariado, educado por el propio capitalismo. Su lucha con la burguesía, que se manifiesta en las formas más diversas y cada vez más ricas de contenido, llega a convertirse inevi1ablemente en lucha política para 1a conquisla del Poder político por el proletariado ("dictadura del proletariado")." Este párrafo, y todo el capÍtulo respectivo, no son sino la reiteración de lo que ya sabemos: Ja doctrina económica, de­ sanollada a lo largo . de los mil�s de páginas de F.I Capital y_ de otros escritos m.:nores, es Ja aplicación a la sociedad moderna burguesa de la filosofía social del autor, y tiende a demostrar poi; los hechos y su proyección hacia el f1:1turo lo que está preestablecido en dicha filosofía: el qecesario advenimiento de la sociedad s,ocialista del futuro, etapa final de todo el de­ sarrollo histórico-social de Ja humanidad. Lo malo es que los porfiadQs hcéhos posteriores y actuales mostraron que el autor de El Capital estaba equivocado, a pesar de su pretensión a un pensamiento "científico", pretensión compartida y corroborada por Lenin. Con eso no pensamos negar Jo que ya indicamos en nuestro estudio sobre el mismo Marx: el fundador del comu­ nismQ tiene el inmenso mérito de haber dejado al descubierto las imperfecciones y las injusticias inherentes al régimen ca-

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pitalísta. Su clamor por la superación de la sociedad capitalista se justifica plenamente como exigencia ética. Más aún: en cierto sentido Lenin tiene razón cuando afinna, con Marx y con más autoridad que él, que asistimos a una inevitable "so­ cialización" de los regímenes económico.sociales; en ese proceso, el cual hoy en d a está todavía más claro que en los tiempos de Lenin, podemos ver una realización parcial de la predicción marxiana respecto a la suplantación del régimen capitalista por otro de tipo "socialista" o por lo menos socializante. Pero el proceso en sí mismo es bastante diferente del imaginado por Marx y sus discípulos. En relación con el "socialismo" Lenin toca otro problema, invariablemente ligado al anterior, et de la conquista del "Poder político" o del Estado. En eso, también, no hace sino repetir los conceptos y las tesis de Marx y de Engels, ya indicados en el Manifiesto Comunista: el proletariado, para poder hacer la revolución total e instalar el nuevo régimen de producción, el comunista, tiene que apoderarse del poder político, o sea del Estado, para transformar as{ poco a poco la sociedad entera en una sociedad sin clases. Por eso mismo se va a abolir a sí mismo como clase y hará superfluo el poder del Estado. Y el autor termina con la famosa frase de Engels (de El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado): "La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de pro­ ductores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce".



Según estos textos se ve cómo el problema del Estado es sólo una cuestión particular en el conjunto del materialismo histórico, y tiene ·relación especialmente con la realización del socialismo. Por eso mismo el autor le va a consagrar toda una obra, conocida bajo el título de "El Estado y la Revolu· ción ", y que se analizará más adelante. Pero desde luego se puede constatar que sus ideas al respecto no son sino la re· petición de las de sus precursores. Antes de pasar al problema del Estado, veamos primero otra obra de Lenin, que tiene relación directa con la doctrina 86

económica de Marx, y que es en cierto modo la aplicación de los conceptos económicos mar.danos a la evolución con­ temporánea del capitalismo.

2.

El Imperialismo, fase superior del Capitalismo.

Esta obra es no sólo una de las principales del fundador del comunismo ruso, sino quizás la más original. En efecto, en ella éste no se contenta en reproducir Jos conceptos de sus predecesores, sino que nos da el resultado de sus propias investigaciones sobre el capitalismo contempor.ineo (de la pri­ mera mitad del siglo veinte) y trata de sacar sus propias con­ clusiones. Es évidente que emplea las nociones básicas y el método de Marx; por eso esta obra podría considerarse como una prolongación original de El Capital. El texto data del año 1 9 1 6 (durante la primera guerra mun­ dial), del período durante el cual el autor se había refugiado en Suiza, territorio neutro, donde podía vivir sin ser molestado y proseguir sus estudios e investigaciones personales, a falta de acción revolucionaria directa. El libro fue publicado por primera vez en 1 9 1 7 en Petrogrado (la anterior San Petersburgo y posterior Leningrado). El autor había estudiado . muchos libros y escritos relacionados con el tema, entre los cuales hay que destacar el de un autor inglés, Hobson, sobre el imperia­ lismo, (señalado por el mismo Lenin en su prefacio, escrito en 1 9 1 7 , por su importancia) y el del alemán Hilferding, sobre el capital financiero. Hay que reconocer, por lo tanto, que los datos y las estadísticas que forman la base empírica de la obra tienen la misma seriedad que los elaborados por el autor de El Capital. El libro consta de 10 capítulos, que se pueden dividir en dos partes bien distintas: los primeros 5 capítulos analizan la evolución del capitalismo internacional en sí mismo; los úl­ timos 5 tratan de demostrar la vinculación entre el capita­ lismo internacional y el fenómeno político del "imperialismo", a la vez que conti.:nen una crítica virulenta del mismo im­ perialismo, en cuanto a su "lugar en la historia" y su ine-

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vitable descomposición. En este mero análisis del contenido de los diversos capítulos se puede notar la tesis implícita de la obra, y que el autor indica parcialmente al final de su prólogo, cuando dice textualmente: "Yo espero que mi folleto ( ! ) ayudará a la comprensión de un problema económico ca· pital, sin el estudip del cual es imposible de entender nada de Jo que son la guerra y la política contemporánea; quiere decir la nizturaleza económica d�d imperiafümo". Decimos que ésta es sólo un enunciado parcial de la tesis; en efecto, como se entiende por los títulos de los últimos capítulos, el autor quiere demostrar que, en vista de esta vinculación entre capitalismo e imperialismo, los dos son destinados a desintegrarse y a desaparecer en un futuro próximo. Veamos rápidamente los conceptos principales de las dos partes, para tratar después de hacer una apreciación de la tesis que el autor quiere demostrar. En el primer capítulo el autor nos indica cómo se verifica, según él, la tesis marxiana respecto a la concentración de la producción en pocas manos y l a constitución de los monopo­ lios. En base a estadísticas bien precisas, no tiene ninguna di· ficultad en mostrar que, en el plano nacional como, sobre todo, el intern�cional, la producción económica se concentra en manos de los carteles y trusts mundiales. E l segundo capítulo analiza el "nuevo papel de los bancos". Hasta fines del siglo anterior dominaba el capital industrial. Pero desde principios del siglo XX surgen los bancos como los verdaderos dueños de los capitales, y los industriales tienen que limitarse en pedir prestados sus capitales a los primeros. Así se pasa de la dominación del capital en general a la dominación del capital financiero, signo distintivo del "viraje del viejo capitalismo al nuevo". El capítulo siguiente nos demuestra la constitución de la "oligarquía financiera". Se trata en eso simplemente de una nueva y más poderosa concentración de los capitales (finan­ cieros) y de la creación de verdaderos monopolios financieros mundiales. Siempre en base a estadísticas precisas, tomadas de los estudios mencionados, el autor llega a la conclusión que en 88

el momento en que empezó la guerra mundial, el 80% del capital financiero mundial estaba concentrado en sólo 4 países: Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos de Norte­ América. Con el capítulo IV, que lleva como título " La exportación de Capital", empieza la parte más polémica de la obra. Aquí el autor verifica cómo la acumulación de capitales en "pro­ porciones gigantescas" en algunos países, los llamados ricos, y siempre sobre la base de la plusvalía denunciada por Marx, Jle Va a los financieros de dichos países a exportar sus exceden­ tes de capital a otros países menos ricos y francamente sub­ desarrollados. De hecho el capital de exportación es creado por los mo­ nopolios. Por lo mismo en este negocio no hay competencia; los monopolios financieros tratan de colocar sus empréstitos por todos los medios (presiones políticas, económicas, etc.) y además, imponen libremente sus condiciones, las cuales consisten principalmente en ventajas para el comercio de exportación (de mercaderías) del país acreedor. En el capítulo siguiente (V) asimismo al "reparto del mundo" que hacen entre sf las aso­ ciaciones de capitalistas y los grandes trusts que exportan a través de sus sistemas crediticios. En todo eso el autor ve la confirmación de la ley marxiana de la concentración de los capitales y de Ja ruina de los capita­ listas más pequeños, con Ja consiguiente absorción de los "chicos" por los "grandes". O sea, que en el plano internacional pasa' ahora lo mismo que antes en el nacional. No se puede negar que hay mucha verdad en las tesis de Lenin. A pesar de que Ja concentración de los capitales no es total, ni en lo nacional ni en lo internacional, es cierto que existían ya en los tiempos de Lenin estos grandes consor­ cios financieros internacionales, los cuales hoy día han exten­ dido su poder todavía mucho más. Es cierto también que esto da lugar a diversas formas de presión económica y política y lrae consigo muchas injusticias. Se puede preguntar, sin embargo, si en el plano meramente económico dicha evolución no ha sido beneficiosa por mayor parte. El hecho que las empresas chicas desaparezcan no es

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trágico, de por sí. En efecto, para una producción masiva, como se la necesita hoy día, es evidente que las empresas grandes sirven mucho más que las chicas, principalmente porque así se bajan enormemente los costos. Además, en la lucha de la so· brevivencia, o la "competencia" económica, las empresas que sobreviven son las más eficientes, bajo todo punto de vista. Hay dos otras afirmaciones de Lenin que son discutibles. El pretende que la expansión internacional de los grandes trusts se hace sólo bajo la condición del "subdesarrollo y de la miseria", primero en los propios países acreedcres. ¿Cómo se explica, entonces, que hoy día el comunismo pretende en todas partes que el alto nivel de vida de los países se debe a la explotación de los países en desarrollo por parte de los países desarrollados? Esto supone que en Jos países exportado­ res de capitales el nivel de vida alto es bastante generalizado, Jo que, por lo demás, es un hecho indiscutible. Por otra parte, la tesis supone que el capital financiero internacional hace una explotación desenfrenada de los países en desarrollo, manteniendo estos últimos en su postración eco­ nómica. Este argumento se repite hasta la saciedad hoy dfa por toda la propaganda comunista y filocomunista. Sin embargo, en el mismo Manifiesto Comunista sus autores reconocen que ningún régimen como el capitalista ha contribuido al desarrollo de la economía mundial en general. Y Lenin dice, en el mismo sentido, que la "exportación de capitales repercute en el de­ sarrollo del capitalismo dentro de los países en que aquellos son invertidos, acefer4ndolo extraordinariamente". ¿En qué que­ darnos entonces? ¿Con los slogans propagandísticos, o con las constataciones de los autores del Manifiesto y de la obra sobre el Imperialismo, hechas a base de estudios científicos y con mayor honestidad? No se trata de defender al capitalismo. Tam· poco pensamos defender la política económica de los países desarrollados frente a los subdesarrollados. Sin embargo, hay que reconocer honestamente, a nuestro juicio, que sin la ex­ pansión mundial del capital financiero internacional, en la mayor parte del mundo este problema simplemente no se plan­ tearía, porque la mayoría de los países estarían todavía en un estado de feudalismo, de esclavismo y hasta de prehistoria, que

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ni aún se darían cuenta de la posibilidad de salir de su pos­ tración económico-social. consecuencia del subdesarrollo. Los capítulos siguientes (VI y VII) son destinados a jus­ tificár la tesis central del libro, expresada en el título: o sea el nexo entre el capitalismo financiero y el "imperialismo" político. Por este último se entiende esencialmente el fenómeno de la expansión colonial, realizada por las naciones capitalistas a partir de la segunda mitad del siglo XIX y hasta principios de nuestro siglo. La tesis consiste en mostrar que, del mismo modo que los trusts financieros "se repartían el mundo", las naciones correspondientes se dividían el mundo para su domi­ nación política, o sea por, el establecimiento de las colonias. Según los datos encontrados por el autor en las obras corres­ pondientes, entre 1 870 y la primera década de nuestro siglo. las potencias colonizadoras se repartían el 76,6% de Africa, el 42,1 % de la Polinesia, el 56,6% de Asia y el 27 ,2% de América Latina. Después ya no quedaba nada por repartir, porque los territorios restantes eran ocupados por Estados in­ dependientes (con lo que se reconoce, implícitamente, que en los territorios colonizados no había todavía Estados indepen­ dientes!) Las potencias colonizadoras eran, en Europa: Ingla­ terra, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda; y en América los Estados Unidos del Norte. Es cierto que hay u n paralelismo entre la colonización y la "exportación de capitales" por los trusts internacionales. Pero esto no prueba la exactitud de la tesis leninista. Parece más bien que la colonización, en la mayoría de · Jos casos o por lo menos en muchos de ellos, ha sido anterior a la expan­ sión financiera e industrial, y que sus motivos han sido políticos principalmente. Para las naciones europeas la colonización era una manera de aumentar su poderío frente a las naciones rivales; no hay que olvidar, en efecto, que la Europa del siglo XIX es la del nacionalismo y de la exaltación del poder político­ militar de cada nación. El mismo Lenin cita a dos políticos ingleses (Los Chamberlain y Cecil Rhodes), cuyas declaraciones en favor del colonialismo se inspiran precisamente en razones de grandeza nacional y de expansión demográfica necesaria

(e.sta última siendo muy diferente de una pura expansión finan­ ciera, con fines de poder económico para grupos particulares). Por lo tanto Ja tesis de Lenin, que establece un nexo total y causal entre el capitalismo financiero monopolístico y el imperialismo colonial, es, al máximo, sólo parcialmente exacta. El autor ve en esta fase imperialista del capitalismo el tránsito a un régimen superior (al del capitalismo del siglo X I X ) , por su carácter monopolistico, el cual, según él, excluye la libre competencia, esencial al capitalismo tradicional. N i aún este aspecto de la tesis es 101almente exacto. Es cierto que el mo­ nopolio excluye, por definición, la competencia dentro del campo de su acción. Pero, fuera del hecho que al lado de los monopolios subsisten un sinnúmero de empresas medianas y chicas, que están en competencia unas con otras (la cual se manifiesta en la "batalla" de la publicidad, entre otras cosas), queda también la competencia, en el plano mundial, de las em­ presas llamadas monopólicas en1re sí. Una prueba de eso es Ja guerra "imperialis1a", la cual según el mismo autor era el único medio para dirimir la lucha, vale decir la ccmpetencfr.i, para la posesión de las colonias, necesarias para la expansión de las esferas de influencia del capital financiero. Pero es un hecho, por otra pal"le, que entre las causas de la guerra (la primera guerra mundial) había por Jo menos tantos móviles políticos que económicos. En efecto, la guerra estalló entre Alemania, por una parte, y Francia con Rusia por otra, por motivos más bien "nacionalistas". E Inglaterra, la mayor po­ tencia colonial en Europa, se sumó a la guerra sólo a regaña­ dientes. Además, no está probado, del lado de Francia y de Rusia por lo menos, que los gobiernos no hacían sino obedecer a Ja presión de las empresas monopolísticas (las cuales, en Rusia, no existían). Por todo eso, la conclusión final de Lenin y sus negros vaticinios respecto al porvenir del capitalismo "monopólico e imperialista" no convencen, hoy día menos que nunca. Basán· dose en Jos estudios ya citados sobre el imperialismo, sobre todo el del iniilés Hobson. el aulor llega a afirmar que, por la inOuencia del monopolio, se impondrá cada vez más la tendencia al estancamiento económico, a la descomposición

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económica y moral y, finalmente, a una especie de parasitiiimo de los ciudadanos de los p"aíses imperialistas, a "costillas" de los países en desarrollo, y, por ende, a un verdadero estanca­ miento de la civilización occidental. Sin estar de acuerdo con la evolución tomada por la evolución de los países capitalistas después de las dos guerras mundiales, y sobre todo sin aprobar la política de estos últimos respecto a las naciones en desa­ rrollo, pensamos que hay que reconocer qu� los hechos han desmentido esta tesis y sus negras predicciones sobre el porvenir de la civilización occidental. En los últimos capítulos el autor no hace sino resumir sus conceptos y conclusiones anteriores. Según el capítulo final, intitulado el "Lugar histórico del imperialismo''. dicho "lugar histórico" se carackriza por ser la última fase del capitalismo. la de un capitaiismu "en descomposición" y "agonizante". Se puede lamentar que el cap•talismo "imperialista" haya sobre­ vivido tanto y no haya dado lugar a un sistema más justo y humano, y sobre todo que hasta hoy día no haya encontrado solución al problema tremendo del subdesarrollo -el provocado por él o el que existía mucho antes de su acción imperialisla!­ pero, repetimos, los hechos han demostrado que la tesis leni· nista era falsa. Podemos concluir, por lo tanto, diciendo que el autor de esta especie de continuación de El Capital no tuvo más suerte que el de Ja obra inicial. El libro de Lenin tiene los mismos méritos y defectos que el de su maestro. Los dos reunieron una cantidad impresionante de hechos respecto al capitalismo y al "movimiento de su desarrollo", en sus respectivas épocas. Los dos tienen razón en muchas de sus observaciones y críticas. Pero ni sus tesis principales ni sus prediccicines se revelaron exactas. Quizás la razón de eso sea la misma en los dos casos: en lugar de ceñirse estrictamente a los hechos y su interpreta­ ción científica, los autores prefirieron interpretarlos según sus conceptos preconcebidos y llegaron a conclusiones erróneas. Pero eso no impide que tengan el gran mérito de haber planteado el problema y de obligarnos a reflexionar sobre él y a buscar las soluciones adecuadas. 9J

3.

El Problema del Estado ("El Estado y la Revolución ") .

Como mostramos en la exposición del materialismo histórico según Marx, el problema del Estado hace · parte de esta teoría general. El Estado no es, para el marxismo, sino un instru­ mento de dominación de clase y tiene que ser, por consiguiente, uno de los objetivos de la lucha de clases.

La obra principal de Lerún al respecto es el famoso libro sobre "El Estado y la Revolución", redactado en circunstancias muy especiales (durante su último exilio a Finlandia, en los meses inmediatamente anteriores a la revOlución de octubre de 1 9 1 7). Estas circunstancias explican, quizás, el carácter poco origitíal del escrito, el cual corresponde exactamente a su sul:>­ título: "La doctrina marxista del Estado y las tareas del Pro­ letariado en la revolución". En efecto, el autor no hace sino resumir rápidamente la doctrina de Marx (y de Engels) sobre Ja relación entre Estado y Proletariado, defendiéndola contra algunas interpretaciones, según él, equivocadas. Pero se puede preguntar si él mismo alcanzó a interpretarla exactamente en todos los puntos. En dicha doctrina hay que distinguir tres aspectos, según las tres fases o formas del Estado: el Estado anterior al co­ munismo -el Estado de la sociedad "socialista"- y, final­ mente, la organización estatal que corresponde eventualmente a la sociedad comunista (final). � En cuanto al Enado anterior al comunismo -de hecho se trata casi siempre, en los escritos marxistas, del Estado burgués--, Lenin se limita a citar y a resumir los textos res­ pectivos de Marx y de Engels (el cual en ese punto no hace sino explicar la doctrina de su amigo). Para el autor de "El Estado y la Revolución", Ja idea fundamental del marxismo en cuanto al papel histórico del Estado es que éste es a la vez producto y manifestación "del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase", y que por Jo mismo el Estado es un instrumento de explotación de la clase oprimida. El autor trata de justificar dicha tesis con algunos hechos de la historia contemporánea, citando, entre otros, los ejemplos de los social­ demócratas Jean Jaurés (Francia) y Kerenski (Rusia; Kerenski

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era jefe de un gobierno social-demócrata en el momento de la redacción del libro) . El olvida, sin embargo, que estos y otros social-demócra1as no estaban de ninguna manera al servicio de Ja burguesía "dominante", sino de los trabajadores y de cierta clase media. Así Jean Jaurés debilitó más bien la posi· ción del gobierno francés ("burgués") al principio de la pri­ mera guerra mundial, tal como, más cerca de nosotros, el go­ bierno de "Frente Popular" (y no de la burguesía!) de León Blum debilitó la fuerza defensiva y ofensiva de Francia, antes de la segunda guerra mundial, y ha sido una de las causales de la derrota francesa de 1 940! Asimismo, si Kerenski hubiese podido mantenerse en el gobierno (gracias, quizás, a una política más inteligente de sus aliados en la guerra). él habría hecho un gobierno al servicio de Ja clase trabajadora y de los cam­ pesinos rusos, y no de Ja burguesía o de los terratenientes, y habría, quizás, transformado a Rusia en un Estado "socia­ lista", sin caer en los excesos posteriores de los bolcheviques . . . De hecho, en otros países europeos ( en los escandinavos) se hizo esta transformación pacífica, contrariamente a las tesis y predicciones del comunismo. Analizando más adelante el libro de Marx sobre los acon­ tecimientos que siguieron a la revolución francesa de 1 848 ("El J 8 Brumario de Luis Bonaparte"). Lenin subraya la conclusión del autor, en el sentido que todas las revoluciones francesas "han perfeccionado la máquina estatal en vez de destrozarla". Esto implica, insiste Lenin, que la auténtica concepción marxista no espera que el Estado burgués se extinga por sí mismo, sino que hay que destruir esta "máquina burocrático-militar" a la fuerza. En eso el marxismo ha estado siempre de acuerdo con el anarquismo (contra el cual mantiene, sin embargo, la ne­ cesidad del Estado en el período de transformación revolucio­ naria). Esta tesis se dirige contra todos los "oportunistas" (5obre todo los socialdemócratas Kautsky y Bernsteln). que pre­ dican la transformación pacífica del Estado burgués. Es im­ portante recordar esta tesis básica de la doctrina política co­ munista, en un mon'lento en que el comunismo quiere repre­ sentarse como partidario de métodos pacíficos para llegar al poder, y que alguno¡; ingenuos demócratas se dejan engañar! 95

Según la costumbre de los autores marxistas, Lenin no se limita en enunciar su tesis, sino que pretende prever la evolución histórica futura. Al respecto dice textualmente: · · Es indudable que en la actualidad, la historia del mundo conduce, en proporciones incomparablemente más amplias que en 1852, a la concentración de todas las fuerzas de la revolución proletaria para destruir la máquina del Estado". Lamentablemente se equivocó otra vez. La mayoría de los Estados burgueses del tiempo de Lenin subsisten hasta hoy día, aunque por gran parte muy transformados. Y en los dos casos en que se cumplió, con ciertas reservas, su predicción -Rusia y China. pero los cuales no eran precisamente "burgueses"!-, había un con· junto de circunstancias muy especiales, hábilmente explotadas por los partidos comunistas (minoritarios!) respectivos. Más adelante volveremos a analizar este aspecto. A continuación el autor cita una carta de Marx, que data del fin del período analizado ( 1 848 - 1 852) y en la cual este último, en relación con la teoría de la lucha de clases, declara que lo esencial es que esta lucha sea mantenida hasta la des· trucción de la burguesía y la dictadura del proletariado. Se ve por consiguiente que la tesis de la necesaria destrucción del Estado burgués es permanente y fundamental para su autor, y que según él tiene que desembocar en una nueva forma de Estado, la dictadura del proletariado. Así llegamos a la segunda forma de Estado prevista en la doctrina política de Lenin como de Marx. - Estado socialista

y dictadura del proletariado.

Lenin se ocupa de esta forma de Estado en diversas partes de su obra, en relación con los diversos escritos de Marx y de Engels, analizados en el orden cronológico. Este hecho con­ firma que el libro que comentamos ha sido redactado apresu­ radamente y su autor no tenía tiempo, a todo parecer. para llegar a una mayor sistematización. Ahora bien, si tratamos de reunir lo esencial de sus citas y comentarios al respecto. tenemos los siguientes conceptos: 96

En primer lugar Lenin insiste repetidas veces, como sus pre­ decesores, sobre la necesidad de un verdadero Estado proletario. Esta tesis es dirigida principalmente contra los anarquistas, los cuales han sido siempre los adversarios del comunismo, desde los tiempos de Marx, y combatidos permanentemente por este último. Con los anarquistas, el marxismo y el comunismo exigen la destrucción violenta del Estado burgués; pero contrariamente a ellos, los últimos insisten sobre la necesidad de conquistar el poder político para el proletariado, o sea sobre la necesidad de crear un Estado nuevo, bajo la dirección del proletariado. Lenin no tiene ninguna dificultad en mostrar que ésta ha sido la concepción permanente de los fundadores del marxismo, desde el Manifiesto Comunista, hasta sus últimas obras. En relación con una polémica de Engels con los anarquistas, el autor dice al respecto que una revolución ( se trata de la revolución hecha por el proletariado) "es indudablemente la cosa más autoritaria que existe", y que por lo tanto, el proleta· riada tiene que establecer un Estado fuerte y autoritario, para dominar a sus enemigos (de la clase burguesa) y realizar la transformación socialista de la sociedad. Desde el Manifiesto, también, está claro que el Estado nuevo será el de una dictadura de la clase proletaria (el término de "dictadura del proletariado" aparece más tarde, pero la idea está presente desde 1 848). Esto significa que será un Estado del proletariado organizado como clase dominante. Los textos marxianos analizados por Lenin muestran cómo Marx ha ido profundizando este concepto a lo largo de sus diversos escritos políticos. Desde el Manifiesto se sabe que la dictadura se dirige sólo contra Jos enemigos de clase, los burgueses, y no contra los propios proletarios. Más adelante Marx trata de definir el contenido interno de esta dictadura, o sea la manera como tendrá que ser ejercida en relación con la clase proletaria misma. Aquí aparece otro de los conceptos básicos de Marx, en relación con el Estado proletario, concepto compartido plena· mente por Lenin: el de democracia proletaria. En relación con una carta de Marx de 1852 ( a su amigo Weydemeyer), Lenin declara que el Estado nuevo tiene que ser "democrático, de manera nueva", para· los proletarios. 7.-¿Ha muerto ..•

97

Este concepto se va aclarando y precisando poco a poco. El texto más completo y' áetallado al respecto es el famoso libro de Marx "La Guerra Civil en Francia" (análisis crítico de la Comuna de Paris, de 1 8 7 1 ) . Lenin atribuye a este texto bastante importancia para dedicarle un capítulo entero (cap.

Ill).

En primer lugar insiste� con Marx, en que huy que sustituir la máquina del Estado (burgués) por la "democracia más com· p)eta'". Esta se realiza por una especie de democracia directa, con supresión del ejército y de todo el aparato represivo. Por una parte la represión necesaria (de los burgueses) es ejercida por el pueblo entero; y por otra, los cargos de · representantcs del pueblo (o "diputados") en Ja Asamblea popular dependen continuamente del pueblo, porque los funcionarios que ocupan los cargos respectivos (a la vez legislativos y eiecutivos) son inmediatamente responsables delante sus electores y, por ende, revocables. Lenin piensa que es posible organizar así el Estado, a la vez como democracia "directa" y representativa, y también la "gran -producción", "partiendo, añade textualmente, de lo 'que ha sido creado por el capitalismo (!), y basándonos en nuestra propia experiencia de trabajo". Pero el texto de Marx es mucho más amplio y se ocupa de una verdadera organización política de Ja nación entera (o sea de Francia, en el f(lntexto). El autor propicia una estructura similar a Ja de la Comuna de Paris. Esto significa, en concreto, que en cada municipio y en cada rrovincia tendrá que haber �obiernos municipales y regionales; éstos serán elegidos por sus respectivas bases y gozarán de una gran autonomía, a la vez_ que serán revocables, como lo son los "representantes popu­ lares" de la Comuna de París. Sin embargo, según la idea de Marx. hay que mantener un mínimo de gobierno central. Al respecto el autor de la "Guerra Civil en Francia" habla exp1f­ citamente de funciones "estatales" que hay que conservar en manos de los "agerttes comunales" (es decir de la "Comuna de Paris"), y que son responsables delante de la Comuna. Se trata evidentemente de una e'Specic de es tructur a lista, en términos modernos. Pero en relación con dicha

98

federa­ �struc-

tura, Lenin critica vehementemente a Bernstein (social-demó­ crata alemán) por haber comparado la cpncepción de Marx con el federalismo ideado por Proudhon. De hecho este último es conocido por sus ideas anarquistas y su oposición a un poder estatal central; en eso Lenin tiene ciertamente razón. Sin embargo, parece que Lenin exagera cuando califica la concepción de Marx de "centralista". "Marx es centralista, dice textualmente. Marx usa intencionalmente la expresión "organizar la unidad de la nación" para contraponer el cen­ tralismo consciente, democrático, proletario, al centralismo burgués, militar, burocrático". De hecho, como ya indicamos, la estructura propuesta por Marx es la que corresponde al federalismo moderno. En efecto, éste prevé la mayor autonomía posible de las instancias infeliores (municipios, provincias, etc.), sin negar la necesidad de un poder estital c;entral. Pero este último conserva sólo las fun­ ciones indispensables, las que no pueden ser cumplidas por las instancias inferiores, tal como lo propone Marx. En eso el pen­ samiento de Lenin es bastante ambiguo. Por una· parte insiste sobre la necesidad de un fuerte "centralismo", y, por otra, declara que dicho centralismo tiene que ser "democrático", lo que podría entenderse en el sentido de un máximo de autonomía "democrátka" para los gobiernos municipales y provinciales. Más adelante vuelve a discutir el mismo problema en rela­ ción con un texto de Engels, la "Crítica del Programa de Erfurt" (escrito en 1 8 9 1 ) . Allí Engels insiste, igual que Marx, sobre la necesidad de un Estado centralizado. Sin embargo, la unidad de dicho Estado centralizado tiene que su.rgir desde abajo, de la voluntad libre de las funciones comunales y re­ gionales, las cuales deben tener, según él, plena autonomía en sus asuntos locales y no depender de funcionarios nombrados por el poder central. Al respecto Lenin hace notar que, de hecho e históricamente, las repúblicas centralistas han garantí· zado una mayor libertad (local y regional) que las llamadas federativas (en las cuales había, en cada región o prov-incía federada, un gobierno demasiado autoritario). Todo eso parece in�icar que la interpretación leninista del texto marxiano que estamos comentando no se aparta mayormente del sentido que

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Man: le había dado, o sea el de un centralismo democrático y, de hecho, federalista. Hay que añadir, sin embargo, que Lenin insiste más sobre el aspecto centralista que sobre el democrá· tico y federalista (en el sentido actual del ténnino). Pero esto es más bien la consecuencia de la estructura que dio Lenin al Partido comunista y al papel fundamental que le asignó en todas las tareas y en todos los planos, problema que analizaremos en seguida. Se ve que, a pesar .de que en el plano teórico la interpreta· ción leninista puede ser la auténtica, la tendencia al centralismo que ya se manifiesta en el análisis teórico se va a fortalecer cada vez más en la práctica y borrar casi totalmente la ins. piración federalista y democrática fundamental. De todas maneras queda claro que en la fase de "dictadura del Proletariado" se mantendrá el Estado, como poder centra· lizador y represivo. Sobre este último aspecto los textos marxianos y leninistas no dejan ninguna duda. En un capítulo posterior (cap. V) el autor vuelve a insistir al respecto, en un comentario a uno de los últimos escritos de Marx, de gran importancia para la doctrina política, la "Crítica del Programa de Gotha". Según la teoría marxista, mientras que hay Estado hay opresión, y en eso el Estado proletario no puede ser un-. excepción. Al respecto Lenin subraya la frase de Marx que lo dice explícitamente: "Entre la sociedad capitalista y la comu· nista se sitúa el período de transformación revolucionaria de aquélla en ésta. A lo cual corresponde un período de transición política, donde el Estado no puede ser otra cosa que la dicta· dura revolucionaria del proletariado". Es evidente que dicha dictadura implica la represión de los "enemigos de clase", que son los restos de grupos burgueses todavía no integrados a la clase proletaria. Pero este es sólo un aspecto del Estado proletario (o "so-­ cialista"). Por otra parte, dicho Estado será, según Marx y Lenin, mucho más democrático que cualquier Estado burgués anterior, porque extenderá la democracia real (y no s6lo formal) a la clase proletaria entera, en lo económico, lo social y lo político. Por eso, el Estado de la dictadura del proletariado será sólo de transici6n, y en ese sentido una forma nueva de 100

Estado, que no corresponde exactamente al antiguo concepto. El Estado antiguo (según los autores) era única y exclusivamente opresor; el nuevo será represivo sólo para una minorla (de los adversarios de clase) y democracia real para la mayorfa. Esta es al mismo tiempo la razón de su pronta extinción, en el momento en que todos los adversarios habrfan sido eliminados o por lo menos dominados completamente. Sin embargo, en este análisis del' Estado proletario (socia­ lista) se nota la misma ambigüedad que encontramos en toda Ja doctrina politica del marxismo. Por una parte el Estado, -in­ cluso el socialista- es considerado esencialmente como un ins­ trumento de dominación de Clase y represión; por consiguiente no habría ninguna razón de mantenerlo, cuando cesa dicha nece­ sidad de represión. Y, por otra, se reconoce que la estructura estatal es necesaria para mantener la unidad del cuerpo social, para imponer la necesaria disciplina social. En efecto, Ja es­ tructura federalista propuesta por Marx, y aceptada por Lenin, para las naciones "socialistas" del futuro, con su poder estatal central, no es destinada únicamente para la sociedad comunista final (lo que agravarla el problema, porque, para Lenin por Jo menos, en dicha sociedad no habrá más Estado!). De toda evidencia, Mahr. y Lenin la admiten y proponen para la socie­ dad de transición, de la dictadura del proletariado. Esto significa que el Estado socialista no ejerce su poder sólo como instru­ mento represivo (de los restos de enemigos de clase), sino,

como cualquier otro Estado, en cuanto autoridad, para mante­ ner la unidad y la cohesión sociales y para imponer el régimen económico-social a todos los miembros del cuerpo social. O sea: es falso que en la etapa de transición se necesita el Estado sólo como instrumento represivo; su función es, también, la de ejercer Ja autoridad (cuya necesidad en la sociedad . han reconocido siempre todos los autores marxistas mencionados).

El mismo texto que el autor está analizando en el capítulo indicado (cap. V) confinna Jo que decimos. En su "Crítica del Programa de Gotha" Marx distingue dos fases de la sociedad comunista, una primera imperfecta ((llamada después "socia­ lista") y una segunda perfecta (la "superior"). Ahora bien, según los párrafos citados y subrayados por Lenin mismo, esta primera

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fase adolece todavía de muchos defectos, porque tiene su origen en la sociedad capitalista y conserva muchas características de dicha sociedad. Por falta de desarrollo económico-social, la primera fase (socialista) del comunismo no puede realizar el ideal total de la igualdad comunista, en el trabajo y el salario principalmente. Más arriba Marx ya habí� hablado de la subsistencia del derecho "burgués", el cual es, en el fondo, una consagración del derecho a la "desigualdad � . Por consiguiente, subsisten "normas jurídicas", las cuales tienen que ser impuestas por la autoridad estatal. Es lo que reconoce Marx textualmente, en otro párrafo (citado por Lenin): "Por esa razón (es decir la indicada) subsiste la necesidad de un Estado encargado . . . de proteger la igualdad del trabajo y la igualdad en la repartición de los productos" (según los diversos trabajos, lo que significa claramente en el contexto que, de hecho, la repartición será desigual, porque el valor de los trabajos es desigual). No se puede decir con más claridad que el Estado socia­ lista tiene la misma misión que se asigna tradicionalmente al Estado (función que el marxismo no quiere reconocer al Estado clasista tradicional ! ) : la de ma.ucner, por su autoridad, la uni­ dad del cuerpo social! Todo esto confirma nuestra crítica a la doctrina política marxista. En efecto ¿con qué derecho se niega que el Estado tradicional Cl'.i;2¡;la una función que se reconoce como necesaria para el Estado socialista, y que no tiene nada qu13 ver con la represión? Por la misma razón se explica la diferencia, y hasta con­ tradicción, que ex.hite entre la tesis de Lenin (y de Engels y la de Marx respecto a la extinción total del Estado (hacia el final de la etapa "socialista") y su desaparición en la etapa "superior". - ¿Extinción del Estado o "entidad estatal" en la etapa

final?.

En efecto, la tesis constante de Engels y de Lenin es que el Estado se extingue paulatinamente en la etapa de transición, para desaparecer totalmente en la etapa final superior. Engels enuncia claramente dicha tesis en el "Anti-Dühring" y la repite 102

en �u obra sobre el orig�n de la familia y del Estado. Lenin no hace sino citar los texlos respectivos de su "maestro", basándose en el r.iismo argumento que éste: el Estado, siendo esencialmente un instrumento de represión (de Jos enemigos de clase, en el Estado socialista), no tiene ninguna razón de existir en el momento en que ya no hay diferencias de clase ni, por consiguiente, enemigos de clase. En la '',,sociedad sin chises" no pued..,: haber. por definición, antagonismos de clase; no se ne ceú t a, por lo tanto, el ini.trnmento de represión que es el Estado, y éste desaparece por una evolución social ine· vitable. Es evidente, sin embargo, que dicho razonamiento olvida por completo el otro carácter del Estado (del socialista como de cualquier otro) que acabamos de subrayar, y en el cual coinciden tanto Marx como Lenin: el de ser la autoridad ne· cesarla para dirigir la sociedad. Es cierto que en el Estado de transición, dicha autoridad es más indispensable (que en la etapa "superior") a causa de las desigualdades subsistentes. Sin embargo, aquí es el lugar de recordar las famosas frases de Engels, cuando defiende el principio- de autoridad contra los anarquistas: "¿Cómo se imagina esta gente que pueda funcionar

un barco o un ferrocarril, sin autoridad que los dirija?" Lo mismo se puede decir, de toda evidencia, de la sociedad comu. nista final, en la cual no hay más antagonismos de clase, pero sí diversidades de funciones. ¿Cómo se imaginan Engels 1 Leni n que pueda funcionar dicha so;:iedad. sin que exista una autoridad e.entra! que indiqui:: a cada uno sus funciones, su �· pecialidad {en las ciencias, la producción, la tecnología o la pedagogía)? Decir con las palabras de Engels que "el gobierna de las personas será reemplazado por la administración de las

cosas" es repetir una simple frase vacía, que no indica ninguna solución conc.reta para una socíedad complejísima, por su mismo alto grado de desarrollo. En cuanto a Marx, es indudable que él no pensaba as(. La constitución comunal. por ejemplo, que él postulaba para Francia entera, y por ende para cualquier sociedad comunista futura, preveía un poder central, con funciones análogas a les del Estdo -burgués. Y no hay ninguna indicación que dicho poder

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central tendría que desap�recer, cuando desaparezca la nece­ sidad de Ja "dictadura del proletariado", en la sociedad sin clases. En una de las últimas frases del texto respectivo, el autor dice explícitamente que "la Paris de los trabajadores, con su Comuna, será festejada eternamente como la gloriosa pre­ cursora de la nueva sociedad", sin restricción. De eso se puede deducir que la eslructura básica de la Comuna vale para cual­ quier etapa de la "nueva sociedad", y no sólo para Ja etap 8 de transición. El texto de Ja "Crítica del Programa de Gotha" confirma totalmente esta interpretación. En efecto. sabemos que allí Marx postula para la última etapa "superior" de Ja nueva sociedad una "entidad estatal'', con funciones "análogas a las antiguas funciones estatales". Que eso no es ya un "Estado en el sentido tradicional de la palabra", estamos de acuerdo. Pero como pen­ samos haber mostrado (en el capítulo sobre Marx), dicha "en1idad estatal" corresponde, sino a Ja real fdad de los Estados burgueses, por lo menos a la doctrina tradicional respecto al Estado. Puede ser que Engels haya compartido la misma concep­ ción; pero el hecho· es que sus textos no lo indican explícita­ mente, y el sentido más obvio es más bien contrario a dicha interpretación. Asf se explica también que Lenin, '"ceo" fiel de Engels, insiste unilateralmente sobre la extinción del Estado al final del periodo de transición y calla totalmente el texto rela­ tivo a la "entidad estatal" de Ja fase superior (el cual tenía que conocer, sin embargo). Vale ta pena citar tas frases finales del capítulo respectivo de Lenin, ·en el cual comenta la concepción marxiana de la "fase superior" de la sociedad comunista. Según ese texto, la función esencial d�l Estado; en su etapa socialista (de transi­ ción) es la de una especie de control de la producción y de los "productores" (de Jos trabajadores). Pero en la fase su­ perior, dicho control puede ser ejercido fácilmente, según el autor, por "todos los miembros de la sociedad, o por lo menos su gran mayoría". De esta manera, la necesidad de observar las normas, simples pero esenciales, de toda sociedad se hará rápidamente una costumbre. "Entonces, prosigue textualmente

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el autor, se abrirá ampliamente la puerta que permitirá pasar de Ja primera fase de la sociedad comunista a su fase superior y, en seguida, a la extinción completa del Estado". Este texto confinna plenamente nuestra apreciación anterior: aunque tenía a mano la "Critica del Programa de Gotha"

-porque la está citando-- , Lenin "ignora" simplemente las expresiones r:caRianas de "entidad estatal" y de las "funciones

análogas a las estatales" que corresponderfan a un poder central y director de la sociedad comunista, en su etapa superior. Recordemos que dicho texto de la "Critica" mencionada coincide totalmente con la concepción expuesta en la "Guena civil en Francia" y con las defensas reiteradas del principio de autoridad, por parte de Marx y de Engels. Además, Lenin piensa aqu[,

según el contexto, únicamente en las funciones· ecoJiómicas (de producci6n) de ta sociedad comunista, o se imagina (inconscien1emente) que se puede realizar el idilio utópico descrito por los autores de la " Ideología Alemana", y según el cual, en la

sociedad comunista hay una abolición completa de la división del trabajo, y cada uno puede hacer "lo que le plazca" y

cambiar de ocupación no sólo cada mes o cada semana, sino •aun durante . el mismo día. Es evidente que el Marx maduro

se dio cuenta del carácter utópico de esta visión idílica, y por eso él exige, para la sociedad comunista (en ·su fase

superior) la famosa "entidad estatal", encargada de la dirección suprema. Por otra parte, es un hecho que en las sociedades comunistas actuales hay tanta división del trabajo corno en cualquier otro tipo de sociedad desanollada, y no se ve cómo hoy día una tal sociedad podría funcionar sin una estricta es­ pecialización en las tareas, lo que supone una previa tfü·il'ii6n del trabajo y una dirección central, encargada de bacer la planificación general de las tareas y funciones. Sino, ¿cómo se podría asegurar que la sociedad tenga, primero, suficientes especialistas en los diversos planos --de las ciencias, de la tecnología, de .Ja pedagogía y de Ja cultura en general- y, segundo, que las actividades sociales en estos diversos planos se desarrollen con el mfnimo de coordinación indispensable, para que no se caiga en el más absoluto caos?

105

Es cierto que Marx había visto el problema, p ero que por otra parte, siempre se resistió a dar una respuesta d et a ll ada y preci�a al respecto. Esto se pued e entender, porque pa!°a él la sociedad comunista final estaba en un futuro muy lej a no . Lo mismo no se puede decir de Lenin, el que se preparaba, en el momento de la redacción de la obra que comentamos, a dar el golpe final de la revolución comun i sta. Ta mpoco se conoce de él ningiln otro texto posterior, en el cual Pabría dado una soluci ón más p rec isa y realista · al problem a. En su doctrina po líti ca hay, por lo tanto, t:.!l vacío muy g rande y grave, que se debe a su falta de comprensión exacta de la concepción marxiana del Estado. lfl.

DE LA TEORIA A LA PRAXIS REVOLUCIONARIA.

Los capítulos a nteri ore s mostraron _que Len in es, sin duda, uno de los grandes pensadores del comunismo. El mostró su o rigin alid ad en la imponancia que conced ió a las tesis funQa­ mentales de la epis temología , en el desarrollo propio que dio a la dialéctica, en su anál is is del imp eriali smo y, fi mdmen t�. aunque en menor grado, en su doctrina política. Sin embargo, en todo eso se trata más bien del desarrollo de algunos aspectos de la doctrina de sus antecesores y en su apl ic ación a las circunstancias del presente , pero no de un pensamiento rea!­ mcnt e creador. La mayor orig i n alidad de Lenin está, a todo parece:-, en su capac i dad de di rigente y en su acción revolucionaria, tanto durante como después de la l'e volución comunista rusa. Esta ca l id1:1 d está manifiesta ya en su última obra .teórica sobre "El Estado y la Revolución", la cual es sobre todo un resumen rápido de la doctrina política de sus predecesores , destinado a servir de texto-guía para la revolución que se aveci n aba. Eso mismo explicaría las lagunas que nparecieron en dicha obra. Desde Jos primeros tiempos de su actividad de com unis la militante, Lenin se mani festó como un gran organizador y un gran di rigente. En efecto, no sólo te nfa una claridad ejemplar 106

en la exposición de la doctrina, de manera que los menos ins· truidos podían captarla fácilmente -capacidad qu� mostró en toda.;i las obras teóricas estudiadas-, sino que sobre todo sabía . crear los instrumentos necesarios para la penetración de las masas y su organización. El instrumento principal para conse­ guir este objetivo iba a ser el partido comunista, cuya estructura se debe esencialmente a Lenin. Por lo tanto, para entender la acción revolucionaria de éste, hay que conocer su concepción del Partido y la doctrina corrcspondi::nte que iba a inspirar toda la acción del comunismo a partir de él. 1.

LA doctrina leninista del Pariido.

La inspiración profunda de Lenin era, sin duda, la de un ideal democrático. En eso seguía la concepción de Marx, ex� puesta en la "Guerra civil en Francia", y según la cual la organización democrática de la Comun� de París era el modelo para la futura sociedad comunista. En muchos textos l..enin expone ideas semeiantes. Así, oor ejemplo. en un artículo sobre las "Tareas inmediatas del Poder Soviético", publicado en 1 9 1 8 (en la "Pravda" ';I en "lzvestia''). o sea en el primer a ñ o d e su ,:i:obierno. mantiene el idei:il de la "democracia socialista", e n la cual l a s masas trabaiadoras !':On los únicos electores. los cuales determinan ellos mismos las normas de las elecciones. Se,run el mismo texto. el "Poder soviético" consiste esencial· mente en Que los "Soviets" (o Conseios de obreros y campe· sinos) eiercen el control total del j!'.obierno desde la base , y aue cada trabajador, desuués de cumplir su tarea en el pro­ ceso oroductivo. desempeña ?ratuitamente las funciones oolíti· cas (en los Soviets respectivos). Sólo así. dice el autor. se ga· rantiza la comolidación definitiva de( socialismo v se barre toda sombra de posible deformación del rxule." soviético. Es cierto que en Ta tradición marxista se daba siempre una imPortancia mavor al oroletariado industrial. por ser la parte más consciente y más unida del proletariado. Pero el ideal es que "la población en su totalidad comience a gobernar". Sin embargo. en el mismo texto Lenin habla de la necesidad de una "dictadura personal", en ciertas circunstancias, para 1 07

"hacer despertar a las masas y elevarlas a una histórica obra creadora". Según él, Ja masa del pueblo y de los "militantes de base" no tiene el suficiente grado de sentido de responsabi­ lidad. Por eso, para llegar a la necesaria y férrea unidad de las voluntades alrededor del programa soviético (el de la construc­ ción de la nueva sociedad socialista), tiene que haber una total sumisión de las voluntades de miles de hombres a la de uno solo, el qué no es otro que el dirigente del partido bolchevique. Lenin sabe por experiencia que la tendencia del militante de base es disfrutar de las ventajas del nuevo régimen y de perder así el necesario espfritu de sacrificio. Por eso es preciso que d Partido bolchevique se ponga "a la cabeza de las masas cansadas", para mostrarles el buen camino hacia la construcción del socialismo; y esto supone, por parte de las bases, una

subordinaci6n incondicional a la voluntad del dirigente sovié­ tico, el que tiene que ser, durante el trabajo, u n verdadero "dictador". Y el autor no ve ninguna contradicción entre "la democracia en las discusiones públicas"y la "disciplina férrea durante el trabajo, Ja subordinación incondicional a la voluntad del dirigente bolchevique" durante las horas de trabajo.

Es cierto que Lenin insistía siempre sobre la necesaria es-­ tructura democrática del Partido. Así, eri un artículo prepara­ torio al IV Congreso del Partido (en 1905), congreso que tenfa la misión de reorganizar el partido (recién salido de la clandes­ tinidad). él exige, junto con el Comité Central, la "completa realización del principio democrático en Ja organización del Partido". Por eso Jos dirigentes tendrían que ser elegidos por elecciones democráticas (contrariamente a la costumbre durante la clandestinidad). Además, para ampliar Ja base democrática, había que reclutar muchos nuevos miembros obreros y distribuir· los intelectuales entre ellos, de manera que en todas las organi­ zaciones locales serian los obreros los que formarían la mayoría determinante. El papel de los intelectuales (entre los cuales, no hay que olvidarlo, estaba el mismo Lenin!) iba a ser reducido en el futuro al de guías intelectuales. Pero los que tendrían que · "hacer" las cosas, "plasmar en la vida misma Ja teorfa gris", serian Jos obreros.

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Esta actitud democrática fundamental, en su concepción del Partido, ha sido siempre la de Lenin: En un texto muy posterior (un proyecto de resolución para el X Congreso, en I 92 I) insiste más que antes sobre la indispensable unidad del Partido y l a necesidad de evitar todo fraccionalismo. En ese sentido prohibe la fonnación de grupos al lado de los orga­ nismos regulares, para discutir problemas de teorías o de tác­ tica partidista. Pero no quiere impedir la crítica democrática dentro del partido; al contrario la exige, a condición que los puntos en discusión sean sometidos a todos los miembros del Partido. Más aún; él exige la permanente lucha contra el bu­ rocratismo, el desarrollo de la democracia y, dentro de esa, el fomento de la iniciativa de los militantes de base. Sin �mbargo, las circunstancias históricas obligaron a Lenin a dar al Partido una estruc�ura bastante rígida, en la cual la necesidad de la disciplina y de ta unidad primaron, quizás, sobre · la inspiración democrática fundamental. Ya vimos como, en las horas del trabajo, se exige una sumisión total de las "bases" a los dirigentes, los cuales cobran un cierto poder dictatorial. Era inevitable que esta influencia preponderante de los dirigentes se extendiera poco a poco a toda la vida del partido. En el mismo texto (de 192 1 ) que acabamos de citar, Lenin exige atribuciones especiales para el Comité Central, a fines de mantener la disciplina y la unidad y de evitar el fraccionalismo. Por eso se dio al Comité Central el poder de imponer las sanciones necesarias en caso de infracción, · san­ ciones que podían llegar a la exclusión del partido. Es evidente que de esta manera el poder de dicho organismo iba cada vez en aumento, con el consiguiente peligro para un control real­ mente democrático de los dirigentes por las bases. En las relaciones del Partido con las masas trabajadoras pasó algo semejante. De hecho en Rusia, país poco industria­ lizado, los obreros industriales eran una minoría, y la ma­ yoría la formaban los campesinos. Estos últimos no sólo eran menos cultos, sino también tenían una mentalidad de "peque­ ños burgueses". Para llevar a cabo la transformación revolu­ cionaria de la sociedad rusa, Lenin se vio obligado, por lo tanto, de apoyarse principalmente en los obreros indus-

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trializados, más instruidos y "conscientizados", y que por eso tenían · una mayor conciencia de clase y mayor combatividad, tanto ailtes como después de la revolución de octubre. Entre los documentos relativos al X Congreso del Partido hay uno muy significativo sobre "la desviación sindicalista y anarquista" en el Partido, y que se debe a la pluma del mismo Lenin. En él su autor recuerda que "el marxismo enseña" que el partido tiene un papel político en relación con el proletariado entero. Después dice textualmente que dicha doctrina "y tam­ bién la experiencia de nuestra revolución nos manifiesta . . .que solo el partido polttico de la clase obrera, es decir el Partido Conwnista, está en condiciones de agrupar, educar y organi­ zar a la vanguardia capaz de contrarrestar las inevitables va­ cilaciones pequeño-burguesas de las masas. . , .y dirigir políti­ camente al proletariado y, a través de él, dirig ir a todas las masas trabajadoras. Sin esto, la dictadura del proletariado es

irrealizable".

No se podfa expresar con más claridad Ja alta misión y la situación privilegiada que Lenin asigna al Partido. A con­ tinuación exige por parte de los sindicatos y de sus dirigentes el reconocimiento del papel dirigente del Partido y la sumi­ sión a las directiva;,; de aquél. Este papel es a la vez "dirigente, educativo y organizador" respecto a lus sindicatos, tal como el prolctariaJo en su conjunto tier.: el papel dirigente rei;pecto " a las masas trabajador&.s semipequeñoburguesas y puramente pequeñoburguesas". Finalmente el autor recuerda Ja situación difícil en la cual se encuentra Rusia (en 1 92 1 ) como conse­ cuencia de la guerra y de ]as mal�s cosechas (de los primeros años de comunismo! ) , todo lo cual causó la ruina, la pau­ perización . Y miseria, y engendró vacilaciones en los "ánimos de las masas pequeñoburguesas y c.emi-proletarias". Por esta razón el Partido Comunista tiene \{lle mantenerse férreamente unido, para poder cumplir con su papel de "vanguardia re­ volucionaria del proletariado". De esta manera, y por las circunstancias mencionadas -primero la clandestinidad y después el carácter heterogéneo del proletariado tusa, junto con su falta de cultura y de con­ ciencia de clase-, el creador del comunismo soviético se vio

1 10

2.

La realidad

del Partido Comunista.

Es un hecho que Lenin no sólo tenía las mejores inten­ ciones democráticas, en su estructuración del aparato del partido y del gobierno, sino que él mismo se sometió en cada instante a las reglas de juego democráticas. Así lo der:iostró en el famoso congreso de 1903 (de Bruselas y Londres), donde, primero, sus partidarios quedaron en minoría. Pero, porque él supo explicar sus ideas con mayor claridad y convencer a los delegados (venidos de las ·más diversas partes de Rusia, y todos clandestinamente), su minoría se convirtió finalmente

en mayoría. De ahí en adelante sus partidarios, más . radicales que Jos otros, eran los "bolc'1eviques" ("representantes de la

mayoría"), frente a los "mencheviques" ("los minoritarios"). El nombre mismo del partido "bolchevique" es, por lo tanto, una prueba de la actitud democrática de su jefe principal. Por otra parte, y por una evolución natural, sin exclusiones violentas,

los "mencheviques" se separaron finalmen!e del partido de Lenin y se unieron a los socialdemóci-atas. Para evitar Ja formación de una nueva clase privilegiada de diriger\tes, separados del pueblo -lo que impediría una verdadera democracia-, Lenin exigió siempre igualdad en las condiciones de vida (remuneración etc.) entre los dirigentes

del Partido y del Estado, por una parte, y los simple obreros, por otra. Se sabe que él mismo predicó con el ejemplo y vivió de 11! manera más sencilla. Hay lestimonios al respecto de campesioos llegados a Moscú, en los años de hambruoa

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general, y que se extrañaron de constatar que los dirigentes máximos, entre los cuales Lenin, comían en el .comedor común, los mismos platos "de hambre" (sopa, papas, repollo, etc.) que los obreros. Pero en cuanto a las remuneraciones, se sabe también que Lenin se quejó hasta el fin de su vida de no haber podido realizar su ideal de igualdad al respecto, desde los simples obreros hasta los dirigentes máximos. Sin embargo, hay otro aspecto mucho más importante para juzgar hasta qué punto la organización del partido corres­ ponde a una concepción democrática. Es cierto que según las declaraciones oficiales, desde Lenin hasta nuestros días, el Partido es el "portavoz" y el "representante" de las masas. Pero, de hecho, éste es un grupo de "élite'', que asume una representación por sí mismo, sin consulta previa de las masas. Así, según datos oficiales, en 1 9 1 7 el número de miembros era de 40.000 ; en 1 9 2 1 de 730.05 1 ; en 1945 de 5 millones y medio aproximadamente, y en 1 956 de algo más de 7 millones. A pesar de este aumento considerable del número de miembros, éste siguió siendo un cuerpo de "élite", frente a los 1 50 ó 200 millones de ciudadanos soviéticos. No hay que olvidar, en efecto, que los verdaderos gobernantes en la URSS son los miembros y dirigentes del Partido, y no los organismos esta­ tales, teóricamente dependientes de un "Parlamento", pero el cual no tiene ningún poder de decisión. Además, hay que considerar la composición del partido según las diversas categorías. Desde el principio y según la.s exigencias doctrin'arias del mismo Lenin, la mayor parte de los miembros tenían que ser obreros industriales, una menor parte campesinos y una ínfima minoría intelectuales. Sin embargo, en el curso de los años el partido se transformó, primero, en u n grupo de élite con educación superior y, se- . gundo, en un conjunto de ''funcionarios" rentados. Así en 1 956 un 64,5% de los miembros tenían educación superior: y de los más de 7 millones habfa algo más de un millon y medio de campesinos, menos de un millon ( ! ) de obreros in­ dustriales y más de 4 millones y medio de funcionarios. La divisa de Lenin, tanto para la estructura del· Estado como para la del Partido, era la de "centralismo democrático".

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Sin embargo, los hechos ya indicados y la evolución del par­ tido, después de Lenin principalmente, impidieron cada vez más los anhelos democráticos del fundador. Una de las razones de esta situación es el principio, enun· ciado y realizado por el mismo Lenin, de la unicidad del partido. En un Jexto subrayado por Sts.lin (en sus "Cuestiones del Leninismo''} Lenin sienta el principio que no puede haber otro partido proletario en Rusia fuera del bolchevique. Según el autor, la forma precisa del pacto necesario entre la clase proletaria y el resto de la sociedad se basa en el partido único bolchevique, el cual tiene que ser "guía único" en el Estado y en la dictadura del proletariado, y que "no puede compartir conducción con otros partidos". A partir de dicho principio, el partido bolchevique consolidó cada vez más su poder, im­ poniéndose a las bases y al mismo "proletariado" de manera más o menos dictatorial. Asi se explica que, a pesar del considerable aumento del número de los miembros, el partido se Convirtió, finalmente, en un cuerpo de élite frente a les masas proletarias. Pero dentro del partido mismo. iba a haber una infuencia cada vez más preponderante de los dirigentes sobre los simples miembros. En principio se admite, en los tiempos de Lenin, la norma democrática de que la minoría debe someterse a la mayoría, después de un debate libre. Pero a esta minoría -la cual, teóricamente, puede tener la razón, como pasó al mismo Lenin a veces- se impide prácticamente defender sus puntos de vista, o por lo menos promover la discusión de éstos, tanto antes como después de las reuniones de los Congresos del P�rtido. Se insiste que el partido no es un "club de debates". y que hay que estar férreamente unidos alrededor de las decisiones una vez tomadas en el Comité Central o en los Congresos. Lo que pasó entonces inevitablemente es que, a pesar de las declaraciones sobre "democcacia interna", y por el prestigio y el poder cada vez crecientes de las instancias superiores del Partido (Comit€ Central, Buró político etc.), los dirigentes in· feriores y los simple.s miembros tenían a la larga la inevitable tendencia a acatar todo lo que "viene desde arriba". 1.-¿Ha muerto..•

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Una confirmación de dicha tendencia se ve en el hecho que el Congreso del Partido, organo supremo y suprema aut� ridad, y q_ue tenía que ser convocado en principio todos los años para fijar las metas y dar las directivas (al Comité Central), se convocó cada vez con menor frecuencia. Entre­ tanto el Comité Central tenía las "manos libres" para dirigir el Partido a su antojo, aumentar su poder sobre los dirigentes inferiores y hacer aprobar, en el fondo, en cada Congreso sus proposiciones. Se puede decir que después de algunos añoa, del "centralismo democrático" quedó solo el primer aspecto y que el segundo, el que correspondía a ]as exigencias dem� cráticas, cayó poco a poco en olvido. Otra confirmación de lo que decimos puede verse en el hecho -muy poco democrático- que en el partido bolcf1Fvi­ que reina el más absoluto "patriarcado", es decir el dominio de los hombres sobre las mujeres. Desde el principio de la revo­ lución Lenin promelip a las mujeres la superación total de la situación de "enajenación" de la mujer, caracterfstica dt: la sociedad capitalista y burguesa. Y no se puede negar que, en general, el comunismo cumplió en gran parte con esa promesa. Pero donde falió completamente, y donde hasta hoy día la mujer soviética no conquistó su "igualdad democrática", es en el seno del Partido Por lo menos en los puestos dirigentes del aparato partidista, como también en el Estado, las mujeres son muy escasas. Sólo algunas alcanzaron el puesto de miembro suplente del Comilé Central, y hay uno o dos casos de mujeres­ minist �os de gobierno, en toda la historia cincu entenaria del comunismo ruso. Podríamos alargar indefinidamente la enumeración de esta serie de hechos y prácticas que forman la tradición del Par­ tido boichevlQue. Pero desde ya se ve que la estructura misma del partido y de las normas de su actividad nos p ermiten concluir que, del "centralismo democrático" prometido por su fundador, y que representaba realmente el anhelo profundo y el ideal de éste, se perdió casi totalmente el as pec to dem� crá1ico y quedó sólo un centralismo cada vez más absorbente. Así se explica la evolución posterior de las diversas formas de comunismo bcia un colectivismo mli s o menos totalitario, bajo una dirección sea unipersonal, sea "col egi al". 1 14

3.

El Ateísmo militante.

Dentro de la "Praxis" del régimen iniciado por Lcnin, no se puede dejar de mencionar, aunque sea brevemente, el pro­ blema del a t e ísmo y de la actitud práctica frente a las religiones. Se sabe que para Marx, a pesar de su ateísmo radical, el problema de la religión era de importancia menor, Sin neg'ar luchas ocasionales contra las autoridades eclesiásticas, por cuanto éstas eran consideradas como apoyo del capitalismo, el ateísmo de Marx no era militante ni agresivo. El fundador del movimiento comunista estaba convencido que la religión se te rm i n a ría por sí misma, con Ja nueva sociedad y con la superación de la enajenación económica, raíz de toda forma de alienación. Mucho más impor t an te era para él el desarroll o del '"humanismo positivo", hecho posible por las nuevas con­ diciones de la sociedad futura soñada por él. Lenin por su pa rt e , más hombre de acción que su maestro y que tenía que encarar con realismo la inmensa tarea de la i.:om!rucción de la primera sociedad socialista, se dio cuenta que la religión y las diversas Iglesias eran obstáculos mucho más tenaces de lo que había pensado Marx. Basándose en Ja concepción "materialista" básica del marxismo, Lenin e scribía ya en 1 909 que el marxismo, como cualquier materialismo, tenia que tener una "ac1itud resueltamente hostil" frente a la

religión. Pero, al parecer mucho más que Marx, Lenin consi­ dera la religión y las muchas Iglesias Oficiales como aliados principales del capitalismo explota dor. Así se explica que el ateísmo de los r.:gím..:nes comunistas inspirados en el "marxis­ mo-leninismo., se hizo militante y agresivo. Sin embargo. ilÚn así Lenin exige que la lucha contra la religión sea siempre subordinada al objetivo principal del comunismo: la incitación a la lm:ha de clases de Jos explotados contra los explotadores, con el fin de la aniquilación de estos últimos. 115

Con su habitual realismo, I:.enin, igual que sus continua­ dores, adoptaron, por lo tanto, siempre un método "dialéctico" en su lucha contra la religión. En el caso de una oposición radical de una Iglesia al comunismo, el objetivo tenia que ser la aniquilación total de la misma. Pero si el régimen vefa alguna posibilidad de aprovechar una religión o una Iglesia existente para sus fines inmediatos, la doctrina leninista eltige la penetración de la misma, con el fin de dominarla y de someterla -así a _sus propios fines de la construcción de la so­ ciedad socialista. En eso, como en otros puntos tácticos, el marxismo-leninismo mostró siempre una gran flexibilidad y una gran ingeniosidad "dialéctica" para sacar provecho de las más diversas circunstancias. Para la consecución del primero de los fines -el del ani­ quilamiento de la religión-, uno de los medios principales era, durante décadas, la "Liga de los ateos". Dicha liga era posterior a Lenin, pero tiene su origen en una asociación "de los amigos de la gaceta "el Ateo", fundada en los últimos años de vida del lider ( 1 922 ) . En 1 926 esta asociación adoptó el nombre de "Liga de la ateos", para conver­ tirse finalmente en la "Liga de los ateos militantes" ( 1 929). Su extensión ha sido muy grande y rápida. De 87 .033 miem­ bros en 1926 pasó, en 1 93 1 , a 5 millones, de los cuales 2 millones de jóvenes. La misión de la Liga de los ateos era sobre todo de pro­ paganda antirreligiosa en toda la población, y con preferencia entre la juventud. En 1 9 3 1 aparecieron no menos de siete re­ vistas antirreligiosas, con centenas de miles de ejemplares cada una. Además se publicaron miles de libros con el mismo fin. Entre 1 928 y 1946 aparecieron casi dos mil titulas diferentes, con más de 140 millones de e;emplares. Para el solo año de 1941 se había proyectado la publicación de tres millones y medio de ejemplares de libros antirreligiosos. En 1941 se disolvió la "Liga de los ateos" (por razones de política interna\ por la necesidad de una "unión nacional" para combatir la agresión de los alemanes) . Sin embargo, la propaganda antirreligiosa a través de las publicaciones no terminó nunca.

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Pero la política antirreligiosa no se limitó en la propaganda. Los regímenes comunistas de los diversos países dominados por es1e movimiento adoptaron una serie de medidas, desde Jos tiempos de Lenin, pero mucho más después de su muerte, para destruir las. organizaciones religiosas e imposibilitar cual­ quier tipO de iníluencia de las Iglesias sobre la población en general y sobre la juventud en particular. Estas medidas eran principalmente las siguientes: supresión de la prensa religiosa, disolución de las organizaciones de laicos, y sobre · todo de jóvenes cristianos; estatización de las escuelas· confesionales y prohibició!l de cualquier enseñanza religiosa; confiscación de los bienes eclesiásticos y .exigencia de altos impuestos por parte de las Iglesias; prohibición de cualquier tipo de actividad so­ cial y caritativa. Además, son mundialmenle conocidas las persecuciones directas que tenían que sufrir muchos sacerdotes, obispos y laicos de las religiones cristianas, y pÍ'incipalmente católicos, muchas veces después de procesos espectaculares. Como en el caso del cardenal Mind�zenty, las autoridades comunistas pre· tendieron siempre que los motivos no era la persecución re­ ligiosa, sino actitudes y actos "contrarrevolucionarios" de las víctimas. Sin embargo, y aunque en c.ásos aislados pudo haber quizás actitudes demasiado rígidas y "antisociales" de algunos de los perseguidos, hay suficientes pruebas que la inmensa mayorfa de las víctimas han sufrido la cárcel, la deportación o la muerte únicamente por sus conviciones y actividades re­ ligiosas. Quizás no se podrá culpar a Lenin de Jos excesos cometidos. Pero no hay duda que él mismo dio la señal de la lucha. Y si en algunos textos sugiere sobre todo el empleo de armas "espirituales" en la lucha antirreligiosa, en otros, y según una contradicción frecuente en el comunismo, habla también de medios "físicos" a emplear en ciertos casos. Finalmente hay que mencionar otro método usado por el co­ munismo en su lucha contra las religiones: es el de la penetra­ ción de las Iglesias oficiales, por la constitución de grupos separa­ tistas comunizantes, las llamadas "Iglesias nacionales". De este método hay ejemplos no tanto en la misma Rusia, sino

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en los países anexados a la fuerza después de la segunda guerra mundial y en China. Adoptando un "disfraz" religioso, los emisarios del comunismo -algunos, quizás, de buena fe, otros con cinismo-- reprochan a las Iglesias constituidas de estar al servicio del "extranjero", del "Vaticano" o, en los paises co­ loniales, ·del "imperialismo", y pretenden, por su ,Parte, y se­ gún una táctica hábilmente empleada en todas partes, defender únicamente los intereses nacionales. Asf consiguen constituir a veces grupos importantes disidentes, dentro de las diversas Iglesias, y que están completamente al servicio de los objetivos del partido, en los países re!l;pectivos. Vale la pena recordar dicha táctica, porque algunos acon­ tecimientos y fenómenos aparecidos en los últimos años en Chile, y dentro de la Iglesia católica chilena, se explican mejor, quizás, a la luz de estos antecedentes. Indirectamente por lo menos. todas estas diversas tácticas provienen de las instrucciones sobre la lucha antirreligiosa, emanadas del propio Lenin.

4.

Lenin, el genio de la revoluci6n.

Fiel a la inspiración fundamental del marxismo, Lenin nunca separó la teoría de la "praxis", la cual, para el comu­ nista, no puede ser sino la práctica revolucionaria que conduce a la abolición del capitalismo y la instauración de la sociedad comunista. En su epistemología había sentado una base sólida para la "fe" comunista, junto con las tesis esenciales del "ma­ terialismo" dialéctico, cosmovisión que daba una explicación total del mundo, desde la materia hasta la conciencia y el pen�amiento. El materialismo histórico por su parte le habfa indicado las líneas de su acción transformadora de la sociedad. Desde sus años de juventud, como auténtico comunista, Lenin se sentía llamado a poner en práetica sus principios teóricos y a desarrollar la acción revolucionaria que iba a culminar con la Revolución de Octubre del año 1 9 1 7 . Vimos cómo en todos esos años preparatorios el fundador del partido bolchevique no abandonó nunca el estudio teórico y la profundización de

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los problemas en el plano del pensamiento. Recordemos que su · última gran obra teórica fue redactada unas semanas antes del acto revolucionario mismo. Pero conjuntamente, el futuro creador del primer Estado socialista no cesaba de desarrollar una continua acción · de difusión, organización y penetración revolucionaria, fiel a las exigencias de la "praxis" comunista. En esta síntesis equilibrada y fructífera de teoría y praxis está la originalidad y, quizás, la genialidad del gran lider comunista. Veamos brevemente este genio de la revolución en su acción ptevia a la revolución, en la revolución misma y en el período de consolidación postrevolucionaria. No hay que olvidar que el joven Lenin heredó toda una tradición revolucionaria de las generaciones rusas anteriores. En efecto, durante todo el siglo XIX, y sobre todo la segunda mitad de ese siglo, la "santa" Rusia se encontraba en una siluación prerrevolucionaria. Había diversos movimientos re­ novadores, unos más pacifistas, otros francamente violentos. El mlis importante de dichos movimientos, el de los "Narodniki" -"amigos del pueblo"- era dividido él mismo en dos co­ rrientes, una pacifista y Otra constituida por revolucionarios decididos a usar métodos violentos. Por un hecho que le tocó muy íntimamente -la condenación a muerte y ejecución de su hermano mayor por las autoridades tsaristas_:, Lenin se convenció de la necesidad del segundo de los métodos. Pero él H dio cuenta que había que crear una organización nueva, más radical y con bases más sólidas. El comunismo le pareció ofrecer todos estos factores que faltaban. Asf el joven Lenin, desde sus tiempos de colegial, pero sobre todo durante sus estudios universitarios, se hizo militante comunista y dirigente juvenil destacado. El sabía que el ca· mino era largo y que había que formar, primero, los dirigentes necesarios para la formación y la "concientización" del pro­ letariado ruso poco instruido y dispei;so. Por eso multiplicó sus actividades en reuniones, constitución de c.élulas, redacción de artículos y, más !arde, fundación de diarios y revistas, de las cuales- la más famosa, publicada en el ex.ilio, era "Iskra" ("Chi&pa") . ·

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Desde sus tiempos de estudiante sufrió Ja persecución de las autoridades, después el encarcelamiento, la deportación a Siberia y, finalmente, el exilio. Durante casi veinte años Lenin, que amó apasionadamente a su país , y a su pueblo, tenía que vivir en el exilio la mayor parte del tiempo, en diversos países de Europa occidental. Allí se reunió con sus camaradas del partido, con los cuples alcanzó a dar una organización defi­ nitiva al partido "bolchevique", y al cual impuso, gracias a su genio y su capacidad de convencimiento, sus tesis de la necesidad de un partido férreamente unido y resueltamente revolucionario.

En el exilio siguió con la redacción de discursos, artículos y libros, y siempre se ingenió para publicar sus artículos en

la misma Rusia. De hecho todas sus grandes obras, escritas en el exilio, han sido publicadas en su patria. También al­ canzó. por lo menos antes de la guerra mundial, a hacer visitas esporáclicas a sus camaradas en 'Rusia, para alentarlos, esti­ mularlos y prepararlos directamente para la lucha decisiva. Pero la mayor obra de Lenin en ese tiempo fue la creación y oíganización del Partido bolchevique. Sabemos que en eso, bajo la presión de las circunstancias, él se vio obligado a transferir la función que Marx había asignado a la clase pro­ letaria entera, al partido comunista-bolchevique. Por su genial intuición de jefe revolucionarici se dio cuenta que el proleta­ riado ruso, masa inculta, amorfa y dispersa, no era preparado para hacer la revolución. Por eso Lenin creó en el partido holchevique el instrumento indispensable para guiar esta masa amorfa, para darle la conciencia de clase necesaria y dirigirla hacia la lucha revolucionaria decisiva y la construcción de la sociedad socialista. Así, el Partido· bolchevique, -modelo de todos los par­ tidos rnarxistas·leninistas actuales--, se constituyó en "vanguar­ dia del proletariado'', guía infalible y depositario de la verdad, omnisciente y todopoderoso en todas las circunstancias. Las consecuencias de dicha concepción han sido enonnes para todo el movimiento comunista mundial. Ya no era la clase prole­ taria la -llamada a hacer la revolución, sino el partido (en todos los movimientos marxistas-leninistas), vale decir: los dirigen-

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tes y principalmente el puñado de los dirigentes máximos, reunidos en el Comité Central, el cual iba a ser, en todo momento y bajo todas las latitudes, el encargado de decidir la polftica y las tácticas a imponer al proletariado, en el plano teórico como en el práctico. La última etapa de dicha evolución, iniciada por Lenin (pero con las mejores intenciones), era la íunción preponde­ rante que alcanzó inevitablemente el secretariado del Comité Central, por ser Ja institución encargada de reunir todos los antecedentes para las reuniones y las discusiones y de "dirigir" en cierto modo a los mismos dirigentes. As( se explica la aparición, en casi todos los regímenes comunistas posteriores a Lenin, de dictaduras unipersonales, precisamente en las personas llamadas a dirigir el secretariado del Partido. Hay que reconocer que Lenin mismo, como lo dijimos más arriba, y a pesar de su inmenso y merecido prestigio, nunca usó personalmente métodos dictatoriales. Según su ins­ piración fundamental, él actuó siempre, --o casi siempre...como un auténtico demócrata, por discusión y convencimiento, de manera tal que alcanzó a imponer sus puntos de vista por votación mayoritaria. Además, es un hecho ql.e en su testamen­ to puso en guardia a sus camaradas contra Stalin y les aconsejó de reemplazarlo en el puesto de secretario del Partido por otro. Desgraciadamente después de la muerte del "gran Jefe", Stalin se ingenió para hacer desaparecer esta parte del testa.. mento de Lenin . . . Así el genio de Lenin creó poco a poco, con una paciencia inmensa, las condiciones y el instrumento para dar el golpe final y rea1izar su sueño de la revolución comunista. El año 1 9 1 7 iba a darle la oportunidad tan largamente esperada. E n febrero de ese año estalla la revolución burguesa contra el tsar, el cual es depuesto y reemplazado por un go­ bierno socialdemócrata (dirigido posteriormente por Kerenski). Gracias a la gentileza del Estado mayor alemán Lenin puede atravesar los dos frentes de guerra y penetrar a Rusia para apro­ vechar la situación revolucionaria a beneficio de su movimiento. Su objetivo inmediato es hacer caer el gobierno socialdemócrata "reformista". Para eso instituye en todas partes, y principal-

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mente en San Petersburgo (o Petrogrado ) , s.:dl.! tld gubi.:rno, el "poder paralelo" de los Soviets (de obreros, soldados y cam­ pesinos), gracias al cual pronto va a derrocar d gobierno de Kerenski. El 20 de julio Lenin ordena una primera revuelta contra el gobierno, con ocasión de una manifestación pública- Pero los bolcheviques y sus soviets no son todavía bastante fuertes; Kerenski alcánza a reprimir la rebelión. Dos de los principales jeíes (Trotsky y Kamenev) son encarcelados y Lenin mismo tiene que huir al extranjero (a · Finlandia). Este será su úllimo exilio (que él aprovecha. como sabemos, para escribir su úhi· ma obta teórica: "El Estado y la Revolución"). Desde su exilio Lenin dirige el partido y la acción revolu­ cionaria de éste. Su lema es: "Todo el poder para los Soviets''. El gobierno de Kerenski, por su falta de decisión, se debilita todos los días. A principios de ·octubre Lenin hace adoptar por decisión mayoritaria del Comité Central, y contra los indecisos (que todavía eran muchos) el acuerdo del "golpe final". En la noche anterior al 25 de octubre vuelve del exilio para dirigir personalmente el acto revolucionario, que se lleva a cabo ese mismo día, por los Soviets de Petrogrado, con la ayuda de tropas amotinadas y del acorazado "Aurora". El gobierno ca­ pitu1a en la noche del 25 al 26 de octubre (del calendario ortodoxo), Kerenski huye al extranjero y l.enin se instala en el palacio de invierno, sede del gobierno. La revolución ha triunfado. Parece indudable que el éxito del golpe revolucionario se debe principalmente a la lucidez y al poder de decisión y de convicción de Lenin. Una vez instalado en el gobiemo, el mis­ mo Lenin iba a revelarse como un gobernaote tan genial como lo había sido antes y durante la revolución. En efecto, se vio enfrentado a la tarea gigantesca de construir el primer Estado socialista, en un país subdesarrollado, agotado por la guerra y dividido en muchas fracciones. Lenin tenía que luchar con· tinuamente contra las diversas corrientes de su propio partido, amén de los adversarios de la nobleza y de la burguesía. Durante los primeros años (de 1 9 1 8 a 192 1 ) trató de im­ plantar un comunismo radical, con la colectivización de la

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agricultura y de todos los medios de producción y del comercio. Sin embargo, por falta de preparación de la población y sobre todo de los campesinos, y por las nuevas dificultades surgidas por la guerra civil (contra los "blancos"), este primer intento fracasó. La consecuencia era una espantosa hambruna, que causó mi lfones de muertos (según la misma enciclopedia sovié­ tica). Es aquí donde Lenin mostró sus cualidades de estadista: para evitar mayores sufrimientos a su querido pueblo, con gran realismo y sentido de responsabilidad, él echó marcha atrás, paró la colectivización del agro y devolvió parte de las tierras a los campesinos para la explotación particular, aceptó la ayu­ da de los técnicos "burgueses" y hasta la ayuda externa, en capitales y en alimentos (entre los cuales 700.000 toneladas

de los Estados Unidos).

Por otra parte acentuó, sin embargo, la "dictadura del pro­ letariado" a través del Partido bolchevique, destruyendo los restos de la oposición menchevique y burguesa, y, siempre se­ gún los principios de Marx, expue.stos en "El Estado y la Revolución", sentó las bases de la estructura federalista de la URSS, realizando así, por lo · menos teóricamente, su concep­ ción de "centralismo democrático" . También dio pasos deci­ sivos para el desarrollo económico acelerado, según su defini­ ción de que el Estado soviético era "el socialismo más la in­ dustrialización". En los últimos años de su vida, Lenin era minado por una enfermedad incurable. A fines de 1921 su estado empeoró. En el XI Congreso ( 1922) él se hizo cargo todavía del discurso principal. Pero a fines del mismo año redactó su testamento y dejó de asistir al XII Congreso ( 1 923). El 21 de enero de 1 924 murió apaciblemente en su residencia campestre de Gorki, cer­ ca de Moscú.

· Lenin ya pasó a la h istoria del comunismo y de la huma­ nidad entera como uno de sus gigantes. Se podrá disentir de muchos de sus conceptos y hasta pensar que en algunos puntos

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alteró el mensaje inicial de Marx, quizis contra su intención. Se Je podrá criticar en algunas de sus actuaciones. Pero no se podrá dudar de su sinceridad de revolucionario, artffice de

una de las más grandes revoluciones de la humanidad y que iba a cambiar totalmente el curso de- la historia entera. Lenin, tanto por su pensamiento como por su acción, nos plantea a todos nosotros el problema y la exigencia de superar

las estructuras sociales actuales injustas y de hacer, como él, esfuerzos sobrehumanos para lograr la creación de sociedades más justas y más fraternas.

ANEXO SOBRE STALIN

Observaci6n preliminar. Nuestra intención inicial era de incluir en eSte ensayo un capítulo sobre el comunismo staliniano. Por razones ajenas a nuestra voluntad no se pudo realizar este proyecto. Pensamos, sin embargo, que no se puede entender la evolución del comu· nismo en nuestros dfas, sin conocer el p&pel que cumplió en

la misma el hombre que fue el creador de la mayor potencia comunista actual: José STALIN. Por eso presentamos aquí, en una muy breve síntesis, to que nos parece ser lo esencial del pensamiento y de las realizaciones y actuaciones del que se ha Ilamado, con bastante razón, el "tsar rojo".

l.

FILOSOFIA SIMPLISTA Y DOGMATICA.

Para la mayoría de los comunistas actuales, Stalin ocupa un lugar al lado de sus tres grandes predecesores, y segúri la fórmula estereotipada son cuatro los "padres" del comunismo (anterior a Mao Tse-tung): MARX • ENGELS - LENIN y STALIN. Sin embargo. y sin negar que en algunos aspectos Stalin desarrolló un pensamiento bastante original. él fue so­ bre todo un hombre de acción, mucho más que cualquiera de sus predecesores. Así se explica que no Je preocupó tanto el desarroUo de la doctrina, sino la presentación de la misma en conceptos sen-

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tillos. que pudiesen ser fácilmente captados por los dirigentes y militantes, para ser aplicados y realizados en la gran obra de la "construcción del primer Estado socialista". Hay que reconocer que dicha obra era tan exaltante e inmensa, para él y sus colaboradores, que se entiende que no le quedaba ni tiempo n i interés por tratar de desarrollar más el aspecto doc­ trinario del comunismo, de acuerdo con las circunstancias es­ peciales de la Rusia de los años 1 920- 1950. El escrito doctrinario más difundido de Stalin, sino el mlis importante, es el texto intitulado "Materialismo dialéctico y Materialismo histórico". Se trata, de hecho, de un capítulo de Ja "Historia de la Revolución Rusa", redactado por él mismo y publicado separadamente, en millones de ejemplares, como texto básico para el estudio del comunismo en todo el pafs (escuelas, sindicatos, organizaciones de juventud, etc.). En él el autor hizo un resumen muy breve de la doctrina tradicional. En la parte relativa al materialismo dialéctico, Stalin se inspi­ ra esencialmente en los escritos de Engels y de Lenin , y prin­ cipalmente en la obra del último sobre "Materialiimo y Empi­ riocriticismo" (la cual, por su parte, repite los conceptos de Engels). El materialismo histórico se expone según las nocio­ nes marxistas tradicionales, las cuales se deben por lo esen­ cial a Marx mismo. Pero lo que para Lenin y Engels, y mucho más para Marx, era una doctrina viva, en perpetuo desarrollo y que había que adaptar a las circunstancias de cada época, se hace con Stalin un conjunto de nociones abstractas, rígidas e inmutables, imp.üestas dogmáticamente tanto a los dirigentes y militantes, como a los mismos intelectuales, que no tenían ningún derecho de "repensar" de manera original la doctrina recibida de los fundadores del comunismo. La consecuencia de eso era que bajo Stalin hubo u n estan­ camiento total del pensamiento comunista, en Jos países do­ minadlls por la URSS, y una actitud dogmática, que no permi­ tía la más leve "desviación" con respecto a la doctrina oficial. Los "pensadores" comunistas, por cuanto todavía existían (aún en los países occidentales, denlro de los partidos comunistas) tenían que limitarse en repetir de manera más o menos servil los1 26

conceptos del jefe supremo, el cual pretendía no sólo poseer la suma del poder económico, sino también "la verdad" total ( 1 ) .

11.

EL ESTADO STAL!NIANO.

Según la doctrina marxista el Estado "socialista" proleta· ria debe ser sólo una etapa de transición hacia Ja sociedad sin clases y sin Estado, en el sentido tradicional del término. Sin embargo, bajo Stalin (y a partir de él en todos los Estados socialistas), el nuevo Estado se constituyó en un poder cada vez m4s exorbitante. Se puede decir que el Estado staliniano (mo­ delo de casi todos los Estados comunistas posteriores), se hizo más fuerte, más exigente y universal en su poder que cualquier fonna anterior de Estado. Por eso mismo no se ve cómo pueda "extinguirse'', según la terminología oficial comunista, sino que todo parece indicar que Jos actuales gobernantes soviéticos -herederos de Stalin- van a hacer lodo para mantener el inmenso poderío estatal.

Capitalismo de Estado. El primer rasgo del Estado staliniano es el de ser una potencia capitalista. En efecto, según las exigencias del pro­ grama comunista -y marxiano, en este caso-- , todos los me­ dios de producción y de distribución pasaron a ser propiedad "cQmún", lo que significó en concreto que el Estado se hizo propietario único de los mismos. Ahora bien , en la intención de Marx, y también de tos que hicieron Ja revolución rusa. la comunidad entera, o, en una primera etapa, Ja clase proletaria entera era destinada a ser "propietaria". O sea: la administra­ ción de Jos medios de prodncción y de distribución estatizados tenía que pasar, poco a poco, a manos de la clase trabajadora (t) Un claro ejemplo de lo que afirmamos e9 el famoso pensador t'Omunista frant'éa R. Gauudy, cuyo pensamiento se hho realmente oriitinal sólo después de haberse liberado de estE' dominio dictatorial ataliniano en el plano intelet'tual.

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entera, o por lo menos ésta debía tener una participación real en dicha administración. Pero lo que pasó en la Rusia de Stalin -y desde entonces no hubo ningún cambio esencial al respecto-- es que la "pro­ piedad común" .de los medios de producción era meramente formal. La propiedad verdadera, o sea el dominio sobre la misma y su administración, estaba exclusivamente en manos de Jos gobernantes y de sus delegados, los '"gerentes" de las industrias. La planificación de la producción como de las in­ versiones, la fijación de los salarios de los trabajadores, etc .. era totalmente centralizada. Los famosos planes "quinquenales" eran elaborados por el Gobierno, de común acuerdo con las instancias superiores del Partido. Los trabajadores tenían !'ólo la "libertad" de cumplir con los objetivos fijados por el Plan respectivo; además se les estimulaba de producir lo más posible y de tratar siempre de superar las metas fijadas por los plani­ ficadores. Es sabido que los sindicatos soviéticos, los cuales eran los indicados para ser los instrumentos para una auténtica parti­ cipación de los trabajndores en la gestión de la producción. eran y si¡¡:uen siendo asociaciones meramente formales. en el plano estrictamente económico. Su íunción era la de ocuparse de los asuntos sociales (previsión para las eníermcdades, orga· nización de las vacaciones, etc.). y de administrar al máximo los fondos relativos a estas actividades. Hay que decir, por consiguiente, que en el plano econó­ mico el régirilen staliniano era el de un verdadero "capitalis­ mo de Estado". En efecto. si el capitalismo se caracteriza por la dominación de una minoría, la cual es dueña de los medios de producción, es evidente que la Rusia de Stalin correspondí¡¡. a dicha definición, porque en ella una minoría -los diri��ntes del Partido y del Estado-- eran. de hecho, los dueños, porque ellos eiercían todos los derechos de los dUeños del r.!�imen capitalista. El salario -principal obieto de los ataques de los fundadores del comunismo, los cuales habían prometido un régimen nuevo, en el cuai no httbtía más "asalariados"-, exis­ tía (y existe todavía) de hecho, aunque se le dé et nombre de "participación en los bienes económicos de la sociedad". 1 28

Esto significa que dicho régimen es un engaño para la cla­ se trabajadora, a la cual se prometió el fin de la "alienación económica", representada y concretizada en el régimen de sa­ lario. Todos los críticos ( ¡ marxistas!) del régimen soviético (co­ mo Fromm o Marcuse entre otros) coinciden en estimar que la clase trabajadora soviética vive tan alienada como la de cual­ quier régimen capitalista. Pero b.By més: Como los que son los dueños reales de los medios de producción son una pequeña minoría de "gerentes" y dirigentes, hubo otra consecuencia inevitable en el régimen staliniano, que lo asem_eja todavía más a cualquier régimen capitalista: en efecto, se formó una verdadera "Nueva Clase'', con caracteres y privilegios semejantes a los de la clase domi­ nante en los países burgueses. Es muy conocido el libro de un comunista yugoslavo que denuncia precisamente este hecho, para Ja URSS (en los tiempos de Stalin), y que, como auténtico marxista, reprocha a los dirigentes soviéticos haber traicionado los ideales iniciales de Marx (2).

Estado totalitario y colectivista. Otra consecuencia del régimen instalado por Stalin es su aspecto totalitario. Porque el Estado era dueño de toda la eco­ nomía, y porque todo el poder económico y político era con­ centrado en ruanos del Gobierno (y del Partido), era inevita­ ble que poco a por.o este poder se transformara en totalitario. Se sabe que la intención de Lenio. era totalmente diferente y que hasta advirtió en su testamento que no se dé a Stalin el puesto de Secretario General del Partido (puesto clave en los regímenes comunistas), porque se daba cuenta, al par�r. de los peligros que eso encerraba para el porvenir del comunismo ruso. Pero Stalin alcanzó a eliminar astuciosamente todos sus rivales y a ocupar dicho puesto clave. Puede ser que él mismo no pensaba ser el dictador que fue despu,és de algunos años. Se puede admitir que Ja estructura misma del Estado comu­ nista lo ayudó y lo incitó a concentrar cada vez más en sus

(2) Ver:

Milonn Djilu. "La Nue't'a

Clue". 129

manos todo el poder económico y político en el Gobierno (di­ rigido, a su vez por el Comité Central del Partido). La con­ cepción staliniana exigía una centralización total de la eco.. nomía y, por ende, de las funciones políticas (porque, según la concepción básica del marxismo, la política no es sino la "ma­ nifestación" de la realidad económica). Se puede decir, por consiguiente, que S1alin llegó poco a poco e inevitablemente a ser un dictador en el sentido más estricto del ténnino: él disponía, a través del Gobierno (del cual él era el verdadero Jefe) y a través del Comité Central del Partido, de todos los instrumentos para hacer cumplir su voluntad en toda la URSS. Es evidente que no hay nada que pueda haber estado más lejos de las intenciones del creador principal del movimiento comunisla. Marx hablaba siempre de la "dictadura del prole­ tariado", o se� de la clase proletaria entera sobre lo que que­ daba de las Olras clases, y sólo para preparar el estado final de la sociedad sin clases. El régimen staliniano, por el contra­ rio, significaba una dictadura unipersonal del Jefe del Partido Comunista, no ya sobre las otras clases, sino sobre todos, in­ cluso los proletarios, cuya inmensa mayoría no tenía la más mínima participación en Ja gestión del Estado "socialista". Si hubiese alguna duda al respecto, las revelaciones y denuncia­ ciones posteriores de Jruchov contra Stalin, como también los estallidos de furor del mismo con!ra la cruel dictadura im­ puest:> por el tirano y sus injusticias (en el XXVI Congreso del Partido, en 1956) están para confinnarlo. O sea, por la absoluta falta de libertad para los particula­ res, el Es!ado staliniano era la expresión máxima de un tota­

litari5mo colectivista. Imperialismo.

Pero la traición de Stalin respecto a Marx no se limita a eso. Uno de los "dogmas" del movimiento comunista era (y sigue siendo "oficialmente'') el del "internacionalismo prole­ tario". Y del punto de vista de la revolución comunista es evi­ dente qllc éste tenfa que ser uno de los objetivos centrales. Si,

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como la había probado Marx y como lo - demostró todavía más Lenin (en su obra: "El Imperialismo, fase superior del capitalismo"), el capitalismo era un fenómeno mundial, la unión del proletariado, instrumento principal para la revolución anti­ capi1alista, tenía que tener, evidentemente, también un carác­ ter mundial. Es cierto que Ja propaganda oficial siguió y sigue hablando del internacionalismo proletario y de la necesidad de la revolución mundial. Sin embargo, es un hecho que Stalin empezó con una verdadera política imperialista soviética, com­ parable con el imperialismo de los tsares. Su afán era en pri­ mer lugar hacer de la URSS una potencia mundial industrial, militar y política, y no cabe duda que alcanzó dicho objetivo. Si hoy día la Unión Soviética es la segunda potencia mundial --en todos los planos-, esto lo debe en primer lugar a Stalin y a sus sucesores que, en el fondo, no cambiaron en nada las metas perseguidas por él. Antes, pero sobre todo durante y después de Ja guerra mundial, Stalin practicó una política de anexión de regiones vecinas, que aumentó considerablemente el territorio de la Unión Soviética, y eso. muchas veces en perjuicio de naciones "amigas" socialistas. Asimismo consoli­ dó las conquistas, hechas por los tsares, de vastas regiones de China, aun cuando la instalación del régimen comunista en China se hizo mucho antes de su muerte. De ahí las actuales disputas fronterizas entre las dos mayores potencias comunistas. El imperialismo del Estado staliniano se impuso, de la mis­ ma manera, en el terreno económico, y precisamente en sus relaciones con las naciones "hermanas" socialistas. Cuando des­ pués de la guerra Stalin extendió su "zona de influencia" (gra­ cias a la ingenuidad de Roosevelt) e impuso a las naciones balkánicas regímenes comunistas, el jefe soviético utilizó dicha influencia para sacar ventajas económicas para la URSS y au­ mentar de esa manera Ja riqueza y el poder económico de su país, en perjuicio de sus aliados socialistas. Esta afirmación, que puede ºparecer grave y hasta temeraria, se basa en las .de­ claraciones del líder comunista yugoslavo ya citado, Milovan Djilas, el cual dice textualmente que una de las razones de la ruptura entre Tito y Stalin era precisamente esta política de imperialismo económico practicada por el último en relación

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con Yugoslavia (y los otros países balkánicos) (3). En el últi· mo capítulo del libro citado el autor va hasta afirmar que el cinismo de Stalin, en su política interna cuma en su imperia· lismo frente a las otras naciones socialistas, llegó a tales ex· tremas, que él se convenció que el líder soviético no creía para nada en el comunismo y sus objetivos e ideales, y que dicha concepción era para él nada más que un medio para aumentar su poder personal y el poderío de su nación, la URSS. Puede ser que este juicio sea e:icagerado. Pero los hechos en los-cua· les se basa son indiscutibles, porque no hay que olvidar que Djilas era, en esa época, el colaborador más íntimo del Presi· dente Tho y, repetidas veces, miembro de delegaciones yugos­ lavas mandadas a Moscú para negociar con el Uirigente so­ viético.

111.

EL PARTIDO STALINIANO.

En el capítulo sobre Lenin vimos cómo el verdadero crea· dor de la organización del Partido Comunista bolchevique es Lenin, el cual concibió a éste como la "vanguardia" del prole­ tariado, · destinado a educar y a dirigir este último en la tarea de la Revolución. primero, y después en la obra de la construc· ción del socialismo. También nos dimos cuenta que, dada la situación del proletariado y, sobre t¡;ido, dd campesinado ruso, se entiende que el fundador del Partido bolchevique se haya visto obligado a conferirle esta función preponderante. ' En este sentido se puede decir que Stalin, aún como Jefe del Partido, no es si110 el continuador de la obra de su prede­ cesor. Sin embargo, también sabemos que, por una parte, Le­ nin luchó siempre por una democracia interna dentro del Par­ tido, y por la creación de una conciencia de clase en todo el proletariado. Se puede admitir que bajo su dirección las bases dd Partido habrían sido ampliadas continuamente Y• habría ha­ bido una participación cada vez mayor de las masas pioleta· rias en los asuntos del Partido y del Estado. Pero con Stalin esta evolución se hizo imposible. Este acentuó las funciones (S) Milovan Djilaa, Conversaciones con Stalin,

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y los privilegios del Partido, y dentro de éste, del Comité Cen· tra1, de tal manera que para él este 1'.iltimo se transformó en un instrumento dócil para su dictadura personal. Segíin los estatutos, Ja autoridad máxima del Partido bolchevique es el Congreso, el cual élige el Comité Central, especie de "poder ejecutivo", que tiene que aplicar las directivas emanadas del Congreso. Stalin se las arregló para convocar el Congreso cada vez con menos frecuencia. En el intcrtanto, como la mayoría de los miembros del te le eran totalmente adictos, él podía dirigir y mandar a su antojo. Como, además, los Congresos eran minuciosamente preparados por el CC, el Jefe máximo no corría ningún riesgo elJ los mismos, y siempre se aprobaban las resoluciones elaboradas de antemano, expresi1r nes de la voluntad del dictador. Las consecuencias de esta estructura monolítica del Par­ tido soviético eran las siguientes: - en lo económico, una excesiva centralización y colectiviza­ ción, con la consiguiente burocratización y todos los defectos de una planificación estatal demasiado rígida. Todavía muchos años después de la muerte de Stalin aparecieron frecuentemen­ te, en las revista s · especializadas soviéticas sobre problemas de economía, artículos que contenían críticas a este tipo de cen­ tralización y los obstáculos que ponían a un verdadero desa­ rrollo económico, tanto del punto de vista de la productividad como del del consumidor. En ese aspecto hubo, bajo los herede." ros de Stalin, ciertos cambios, que llevaron a una relativa autonomía de las instancias inferiores y a la tendencia de lo­ mar en cuenta las aspiraciones· de Jos consumidores soviéticos. Pero durante el régimen staliniano se dio siempre preferencia a la industria pesada, base del poderío económico de la URSS en el plano inlernacional y sobre todo, también, en el plano militar (por las exigencias de la política imperialista impuesta por el dictador). - en el plano político: una total subordinación del Estado, a través del Gobierno, a Ja voluntad del Partido, o sea del CC y de su verdadero jefe, el mismo Stalin. De por si, esca no es extraño en un régimen cC'munista, porque corresponde a una teoría y una práctica comunistas generales. Pero porque

LO SURD¡jl BliL.IOTE'A INV, N·---

Stalin dominó completamente al Partido y a su CC, el Estado entero estaba cumpliendo su voluntad y sus órdenes. En efec­ to, de por sí, aún en un régimen comunista, es posible que ciertos órganos estatales --romo el Parlamento principalmente­ gocen de una relativa autonomía. En el régimen staliniano, sin embargo, esto era impensable. Y eso era tanto más grave, por cuanto la URSS es (y era) oficialmente una Federación de Repúblicas (según h1 voluntad de Lenin, que no hizo sino aplicar el programa de Marx expuesto en la "Guerra Civil en Francia"). - en el plano del Partido: la concepción y la práctica stali­ nianas consagraron un modelo monolítico y, en el fondo, totalitario para los partidos comunistas de todo el mundo. Contrariamente a las intenciones de Marx y aún de Lenin, en lugar de realizar una máxima democracia interna, en la clase proletaria y en _el mismo Partido, Stalin impuso un modelo de partido dominado por los dirigentes máximos y muchas veces por un solo "Jefe''. A partir de Stalin la inmensa mayoría de los partidos comunistas del mundo entero son semejantes a una pirámide, dirigida a partir de su cúspide por un solo jefe o al múimo por un grupo reducido de dirigentes, Jos cuales dan las órdenes y preparan los Congresos y las reuniones de los ce, para que se impongan siempre sus tesis. Con muy ra­ ras excepciones este modelo se impuso en todos los Estados "satélites" de la URSS, como también en Cuba y aún en China (la cual mantiene, de manera significativa. su culto a Stalin, a pe'sar de sus tremendas diferencias con los actuales dirigen­ tes soviéticos). Uno de los aspectos más criticables y condenables de ese poder dictatorial (o casi dictatorial) del Jefe del Partido es ef de las llamadas "purgas". La costumbre staliniana era (y es) de eliminar cualquiera que se oponga a la voluntad de la direc­ ción o que simplemente no comparta en todo momento las concepciones vigentes. Se sabe que Stalin eliminó así, por ra­ zones aparentemente ideológicas (de oposición a la "lfnea del Partido", o por desviacionismo), pero de hecho generalmente por razones personales, muchos de los más valiosos hombres del Partido o de Jos generales del ejército, de los cuales mu-

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chos habían sido compañeros de los primeros años de lucha. Y a todo parecer. según las escasas noticias de las cuales dis­ ponemos, la súbita muerte de Stalin se debe, por lo menos in­ directamente, a una rebelión de sus colaboradores del ce, en un momento en que él planeaba su última "purga", en un ataque de verdadero delirio de persecución. Desgraciadamente esta tradición se mantiene, según todas las apariencias, en los regímenes comunistas actuales, con mé­ todos a veces sangrientos, a veces (sobre todo hoy día) más "pacíficos'', pero siempre crueles y, seguramente también, in­ justos y arbitrarios. - en el plano cientl/ico y cultural el dogmatismo staliniano tuvo y tiene, también, consecuencias funestas. En efecto, se. gún la tesis s1aiiniana el Partido es el detentor de la verdad no sólo de Ja doctrina comunista, sino en todos los campos: ciencia, filosofía y arte. Bajo Stalin el Partido fijaba no sólo las tesis estrictamente doctrinarias, sino también las corres­ pondientes a todo el saber humano, por cuanto pod[a ser desa­ rrollado por los intelectuales soviéticos: en la historia, la fí­ sica, la biologfa, la psicología y, evidentemente, la filosofía. La consecuencia de dicha actitud era un estancamiento doctri­ nario y científico en general. Más aún: la ··verdad" cambiaba y cambia según la conveniencia del Partido y las concepciones vigentes en cada momento entre los dirigentes. El caso más conocido es el de la historia. Así, los manuales y los tratados de historia en la URSS tienen que ser "reescritos", cada vez que cambian las apreciaciones de la directiva del Partido so­ bre un personaje o u n periodo histórico (sea del comunismo o sea del mundo "burgués"). En las bellas artes opera un dogmatismo semejante. El Partido fija las pautas, en todos los campos del arte, que deben corresponder al llamado "realismo socialista", el cual consiste en la presentación y exaltación del "hombre socialista" y de sus virtudes, y de la sociedad socialista en general, y en la proscripción de todo auténtico realismo, basado en una psicolo­ gía humana real. considerada como "decadencia burguesa". La consecuencia es un arte "socialista" totalmente formal y arti­ ficial, el cual es la negación de la verdadera libertad y de h1 creatividad artísticas.

IJS

Felizmente, la tradición artística rusa era demasiado gra·1de y auténtica, para que el comunismo alcance a destruirla total­ mente. Por eso, hoy dla, después de algunos (tímidos) inten­ tos de "destalinización", asistimos en la URSS a un renaci­ miento de la vida artística (por lo menos en la literatura), pero con el. resultado que los artistas e intelectuales más originales y sinceros o bien tienen que exilar�f' o bien son perseguidos y hasta encerrados en manicomios, para que no puedan divul­ par sus obras consideradas como "decadentes" y "antipatrió­ ticas". Conclusión.

Este brevísimo resumen del pensamiento de Stalin y de las caracterfsticas de su régimen basta, así lo esperamos, para que se pueda apreciar la importancia de este personaje en la evo­ lución del comunismo mundial. Las conocidas denuncias de Jruchov no dejan ninguna duda sobre el carácter dictatorial de su régimen. Dicho carácter se debe, como lo insinuamos, quizás por una parte a la personalidad misma del dirigente sovié­ lico, y, por otra, a las circunstancias del desarrollo de la so­ ciedad ruso-soviética. En ese sentido Stalin y su régimen no son, quizás, sino la expresión del capit;1ismo de Estado ins­ taurado y fortalecido durante su pennanencia en el poder, como también de la estructura monolítica, rígida y dogmática del Partido bolchevique creado por Lenin, pero al cual su suce­ sor imprimió su marca personal. Así, el régimen staliniano, colectivista y totalitario. repre­ senta la cumbre de la evolución del comunismo mundial (cum­ bre que, a todo parecer, dicho movimiento no alcanzará nunca más), a la vez que contiene en sí los gérmenes de la futura división del movimiento y las causas de su debilitamiento. En efecto, la liberalización parcial del régimen iniciada por sus su­ cesores iba a hacer imposible para siempre una vuelta a una dictadura tan cruel y arbitraria, en la misma URSS como en los países socialistas en general (por lo menos Jos más desarro­ llados). Por otra parte, sin embargo, Ja concepción staliniana, aceptada generalmente en Jos regímenes comunistas, llevó a

1 36

los dirigentes de dichos países .ª considerarse más o menos in­ falibles, como su modelo. La consecuencia era, y es, que en lugar del comunismo mundial monolftico (de los tiempos de Stalin), tenemos hoy dfa tres o cuatro formas de comunismo, que o bien se combaten entre sí, o bien, por lo menos, se con­ sideran como centros de poder tan legítimos e importantes (de por sí) como el régimen soviético. Por · consiguiente, si, por una parte, Sta1in rindió inmensos servicios a la causa comunista, 1os defectos de su régimen son la causa misma de u n posterior e irreversible debilitamiento del movimiento comunista en el plano mundial. Este nos parece ser el verdadero significado histórico del paso por el Kremlin del "tsar rojo".

Capítulo

111

MAO TSE-TUNG

Nota biográfica.

Mao Tse-tung nació en 1893 eri la provincia de Hunan, una familia de campesinos acomodados. Se educó en la escuela normal de la capital de su provincia (Changsa). En de

1921 fundó, junto con 11 compañeros, el partido comunista chino; pero hasta 1 927 Mao Tse-tung no se consideró como uno de los dirigentes principales. Su papel de jefe del partido lo conquistó a partir de 1927, año de la "iluminación campesina". Una encuesta en su pro­ vincia sobre la realidad del campesinado le reveló la importan­ cia primordial de éste en toda China. Mao se convenció enton­ ces que, en vista de que el proletariado industrial en su país estaba poco desarrollado, la base de la revolución china tenía que ser el ca m pesi nado , fuerza principal en todo el país. Su divisa era, a partir de ese momento: "Todo el poJ.?'r a lRs aso­ ciaciones campesinas". Estas últimas, agrupaciones de p:que· ños propietarios y arrendatarios en lucha contra los terrate­ nientes "feudales", reunían en 1927 ya un total de cerca de 1 O millones de personas. La idea de Meo Tse-tung era de po­ nerse al frente de estas " u ni ones " de. campesinos, para diri­ girlas, penetrarlas de conceptos marxistas y utilizar1as para realizar la revolución "socialista". Con eso iba a la larga a cambiar algunas orientaciones fundamentales del marxismo mismo.

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La única manera para conseguir sus objetivos, a causa de la falta de una "infraestructura" a propia d a, en la lu(.:ha ar· mada. Por eso el movimiento de Mao Tse-tung era esencial­ mente, desde 1 927, un movimiento militar, que se apoyó prin­ cipalmente en el ejército "rojo". Desde 1 928 el íuturo d íri · gente máximo indiscutido explica claramente estas ideas en diversos escritos. Así. Mno Tse-rung trató de implantar su do­ minación político-militar en algunas provincias. para ccnquis· tar poco a poco el país entero gracias a este método. Acosado por las tropas de Chiang Kai-shek, el jefe comunisla chino emprendió en 1934 con su s tropas y partidarios Ja famosa "Gran Marcha" que duró un año entero (de octubre de 1 934 a octubre de 1 935, y para algunas unidades hasla octubre de 1 936). cruz3ndo, en un trayecto de 1 2 .600 kilómetros, once provincias, desde d Sur hasta el Noroeste. Al final Je queda· han menos del 1 0 por ciento de sus efectivos, pero él babia creado en una masa de alrededor de 200 m í llone s de campe· sinos la conciencia de la necesidad y de la posibilidad de una revolución agraria. Después continuó la lucha en la gran guerra naci_onal anti· japonesa, de 1 937 a 1 945. Y, finalmente, emprendió, con la ayuda de las armas soviéticas (y, por parte, norteamericanas), la lucha final contra su enemigo" Chiang Kai-shek, lucha que culminó con la victoria y la revolu1.:ión comunista total e l 1e de · octubre de 1 949. En !odas estas luchas el papel principal y decisivo lo cum­ plió eJ ejército. Se puede decir que en el movimiento comu· nista chino el ejército ha tenido, de hecho, fa función que se· gún el materialismo histórico marxiano (y marxista) tiene el prolelariado industrial. Esta circunstancia iba a tener inevita­ blemente una influencia en la concepción misma del materia· lismo his�órico, cuyos conceptos íundamentales sufrirían trans­ formaciones bastante importantes en el pensamiento del lfder chino. El resto de la vida de Mao se confunde con la historia del régimen creado por él. Al principio el líder chino, educado en Moscú, siguió el ejemplo de los planes quinquenales soviéti· cos. Pero de pronto encontró su propio camino, según las cir· 1 40

cunstancias particulares de su país y conforme al realismo y a la capacidad de adaptación que siempre le caracterizaron. Así asistimos a las diversas fases y a los diversos experimentos (no todos logrados) del régimen de Mao: el "gran �alto adelante", las comunas populares, la revolución permanente y la "revo­ lución cultural". A pesar de algunos fracasos indiscutibles, y a pesar de que, a todo parecer, Mao Tse-tung tuvo que luchar repetidas veces contra oposiciones internas muy fuertes, el lí­ der alcanzó siempre a mantenerse a la cabeza del movimiento y del régimen creado por él. En los últimos tiempos parece que el histérico "culto de la personalidad" dedicado a su per­ sona decreció y que actualmente el régimen chino tiene una dirección más bien colegiada.

Como se indica i:n la nota biográfica, Mao Tse·tung se en­ contró en China frente a una situación totalmente nueva, no prevista en la doctrina marxista tradicional. Mucho más que la Rusia tsarista, China era un inmenso país esencialmente agrí­ cola y con una estructur& social casi totalmente feudal. El desarrollo industrial era insignificante y, por consiguiente, el proletariado industrial, el cual para Marx tenia que ser la base de la revolución, y todavía para Lenin la "vanguardia del proletariado", tenía poca fuerza y reprcsentatividad, en el con­ junto del cuadro social chino. Además, la minoría bastante ac­ tiva de dirigentes proletarios (industriales) del Partido Comu­ nista chino que había, fueron aniquilados por la masacre or­ ganizada por Chiang Kai·shek en Shanghai, en 1927. Así se explica que Mao Tse-tung, a pesar de su formación comunista soviética, se vio obligado a adaptar, no sólo la tác· tica, sino Ja doctrina misma a la realidad de las circunstan­ cias chinas. Su problema era el de pasar de una sociedad "feu­ dal y semifeudal" (según su propia expresión) a una sociedad aocialista (transitoria). para poder construir, finalmente, la so-­ ciedad comunista perfecta. S i bien Lenin se había encontrado

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frente a un problema semejante, en Rusia el proletariado in· dusttial había sido bastante importante para poder formar la base del Partido y para poder mantener así lo esencial de la doc1rina y las tácticas marxistas. Después de 1 927 Mao Tse­ tung se encontró con un proletariado casi exclusivamente cam­ pesino, el cual además, era inculto. Así se entiende que él tu­ vo que generalizar la doctrina de la contradicción o dialéctica, para poder dar una importancia mayor a los factores subjeti­ vos, relegando a un segundo plano los objetivos relativos 'a la infraestructura. En el plano práctico, frente a la inmensa masa de campesinos incultos y, por otra parte, las fuerzas po­ lítico-militares de la "reacción" (de la clase burguesa, repre­ sentada por Chiang Kai-shek, y del imperialismo japonés), te­ nia que reforzar todavía el poder del Partido y, dentro del Par­ tido, Ja importancia de los elementos militares, para empren­ der una lucha revolucionaria que tendría que ser de manera predominante una lucha militar. Para comprender el "fenómeno chino", en cuanto a la rapi­ dez con que se efectuó la revolución y en cuanto a los rasgos básicos del actual régimen de Pekín, tratemos, por lo tanto, de entender, primero, la teoría del conocimiento de Mao Tse­ lung y su concepción de la dialéclica, su interpretación del materialismo histórico y, finalmente, las etapas esenciales de la revolución china y de la evolución del régimen instalado des.. pués de 1 949.

l.

TEORIA DEL CONOCIMIENTO Y DIALECTICA.

De manera general se puede decir que con Mao Tse-tung termina una evolución que había empezado con Lenin : los pen­ sadores marxistas y, a continuación sus dirigentes, se alejan cada vez más del auténtico pensamiento marxiano, el cual está presente sólo por cuanto sus continuadores inmediatos -Engels y Lenin- se inspiran en él. Pero, al mismo tiempo, Jos aspectos fonnales del pensamiento de estos últimos, la "cosmovi&ión" y la dialéctica abstracta, prevalecen sobre la 1 42

inspiración marxiana, presente todavía en los discípulos tnnie· di a tos. De hecho, en los escritos teóricos y filosóficos de Mao Tse­ !ung las citas de Marx son muy escasas, pero abundan las de Lenin y, en menor grado, de Engels. No será extraño, entonces, si el resultado final es un pensamiento bastante diferente del autor de los "Manuscritos económico-filosóficos" y ' ca-autor del "Manifiesto Comunista". Los escritos epistemológicos de Mao son principalmente dos, redactados en el mismo año ( 1 937), uno a continuación del otro. Se trata del breve estudio "Sobre la pdctica" y de otro, más extenso, cuyo título es: "Sobre la Contradicción". Se puede decir que en el primero el autor resume toda su epistemología (o teoría del conocimiento), alrededor del pro­ blema de la relación entre teoría y praxis. En dicho escrito no se encuentra ningún concepto que no haya sido desarTOllado por Lenin, sobre todo en la obra que conocemos: "Materialis. mo y Empiriocriticismo" (la cual, en lo esencial, reproduce la teoría de Engels). Ante todo, el autor insiste sobre la importancia fundamen­ tal de la práctica, la cual es a la vez la base de todo conoci­ miento, el objetivo final de toda teoría y finalmente, el crite­ rio de la verdad (para la teorfa}. Todo eso corresponde estric­ tamente a las ideas de Lenin (y de Engels), desarrolJadas en el Jibro citado. Pero antes de analizar brevemente la versión maoista de dicha concepción, veamos primero cómo Mao con­ cibe el "desarrollo del conocimiento humano" (título de uno de los capftulos). La base del conocimiento (dentro de la "práctica social") es el conocimiento sensible, el cual nos entrega sólo las "apa· rencias" de las cosas, sus "aspectos aislados". Pero después de ún contacto bastante profundizado con las cosas y los acon­ tecimientos (de Ja evolución social ante todo) surge, de repen· te, y por un "salto repentino", una segunda etapa del cono­ cimiento: la de los conCeptos. Estos captan las cosas "en su esencia'', en su conjunto y "sus conexiones internas", y por eso mismo sólo ese conocimiento debe ser considerado como el

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nrdadero; el conocimiento sensibk se queda en la superficie de las cosas. Mao da dos ejemplos principales para ilustrar este proceso, ejemplos que son sacados, de manera significativa, de la expe· ricncia social. Así, en el capitalismo el proletariado era una "clase en sí", la cual tenía un conocimiento sólo sensorial de sus miserias e injusticias, hasta la aparición del marxismo. Es Carlos Marx quien ayudó al proletariado a superar esta etapa y a llegar al conocimiento racional de su situación, por su crítica del capitalismo y sus análisis conceptuales de los diversos ele­ mentos y factores del sistema capitalista, en su conjunto. Así, la clase proletaria entendió claramente cuál era su v. :>i00 existenres de hecho en el Partido, como nos enseñJ u n a nota previ a ) . La primera desviación es la de Jos " 1estarudos", que se aferran a sus ideas teóricas y no se dan cuenta de las adaptaciones ne­ cesarias en las circunstancias concretas: éstos son los "dogmáti· cos de derecha", que quedan "a la rezaga" de la evolución social. La segunda forma de desviación es la de los impacien­ tes, que quieren pasar por encima de una determinada etapa de desarrollo del proceso objetivo. Estos son los "izquierdis tas", los mismos que Lenin había combatido en sus artículos contra el "infantilismo de izquierda". Se ve cómo en todo el dirigente chino se mantiene en la línea "leninista", que no es sino la aplicación concreta de la teoría de la "unidad del saber y del hacer", y que inspira en todo momento a los dirigentes comunistas un gran realismo en su manera de proceder. Antes de analizar la doctrina de Mao relativa a la dialéctica, tratemos de enjuiciar brevemente la teoría general del conoci­ miento que nos propone el pensador chino. E n cuanto a la fonna, desde luego los rasgos sobresalientes son Ia claridad y la sencillez. Mao tiene una visión sintética perfecta de la doc­ trina, quizás mucho más que cualquiera de sus predecesores. El es capaz de resumir con perfecta claridad la teoría marxista del conocimiento y situarla dentro del contexto general del materialismo histórico, el cual, con toda razón, es considera­ do por él como "la filosofía" del marxismo-leninismo. La con­ trapar1ida es un cierto simplismo filosófico; él no se preocupa de justificar mayormente sus tesis filosóficas, sino que le bas· 146

tán algunos ejemplos sencillos , y la autoridad de los autores principales del comunismo. El se limita más bien a descri­ bir las diversas etapas del conocimiento, según el "materialis­ mo dialéctico", y no a buscar una profundización filosófica. La razón de eso es seguramente el hecho que sus lectores eran en su mayoría campesinos incultos, a los cuales habfa de expli­ car en los términos más sencillos algunas nociones b.6sicas de filosoffa. Es evidente que en eso Mao no busca de ninguna manera la originalidad, sino que, igual que Lenin, trata de reproducir lo más fielmente posible la doctrina tradicional (comunista). De hecho, en cualquier manual de "materialismo -dialéctico" soviético se pueden encontrar los mismos conceptos, sólo en una forma más desarrollada ( 1 ) . Ahora bien, en cuanta a la apreciación filosófica q u e me­ recen las concepciones expuestas, se puede decir que corres­ ponden a la doctrina más tradicional y realista del conocimien­ to, desde Aristóteles. La teoría expuesta no es n i "positivista" o "materialista'', ni mucho menos, "idealista". Al igual que pa­ ra Aristóteles (y Santo Tomás), la base del conocimiento son los sentidos, pero el conocimiento verdadero y "profundo" es el racional, a través de los conceptos racionales y abstractos. Meo Tse-tung (como tampoco Lenin o Engels) no se preocu­ pa mayormente de explicar el mecanismo de la abstracción, ni el origen de los principios universales que rigen el conocimien­ to racional y teórico; pero admite explfcitamente el valor de dicha universalidad. Más aún: mucho más que Engels, él re-