Fundamentos genéticos del lenguaje [1 ed.]
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Ángel López García

Fundamentos genéticos del lenguaje

CÁTEDRA LINGÜÍSTICA

1.* edición, 2002

© Ángel López García © Ediciones Cátedra (G rupo Anaya, S. A.), 2002 Ju an Ignacio Luca d e Tena, 15. 28027 Madrid D epósito legal: M. 21.922-2002 I.S.B.N.: 84-376-1991-2 P rin ted in Spain Im preso en Lavel, S. A. C / Gran Canaria, 12. P. I. Los Llanos 28970 H um anes de Madrid (Madrid)

índice Prefacio.............. ..................... ....... ........... ............... ............ ........ .

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Capítulo primero. Introducción ............. ....... ......... ........... .............

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1.1. Las ciencias de la naturaleza y las ciencias del hombre........... 1.2. El ser humano como organismo radicalmente antientrópico .

17 20

Capítulo II. El lenguaje de la vida .....................„.;................™..:.l....

23

2.1. El lenguaje químico y el lenguaje bioquímico....................... í 2.2. La semiótica de la vida ...................... ........ .................. .

23 27

Capítulo III. La información y las formas de la vida ...................

31

É 3.1. La información en el interior de la célula ......... : : 3.2. De la información intracelular a la información extracelular..

31 36

Capítulo IV. D e la información a la comunicación ....................

43

4.1. Procesos comunicativos en la naturaleza ..........:.................l.... ; 4.2. La comunicación entre los antropoides.............. .............. . 4.3. Las propiedades del lenguaje ................................................i....

43 48 57

Capítulo V. El c ó d ig o extern o d e l lenguaje h u m a n o

!i 61

5.1. El cómo del aprendizaje lingüístico de los primates .............. . . 5.2. El porqué del aprendizaje lingüístico de los primates ............ 5.3. Protolenguaje y leyes gestálticas...................................... ....... Capítulo VI, El código interno del lenguaje humano

61 65 69

..... . , 77

1 6.1. La cuestión del innatismo.................................... 77 - 6.2. Objeciones al innatismo y propuestas de s o l u c i ó n .1J 84

7

Capítulo VII. Las propiedades sintácticas del código interno .

93

7.1. Una falsa analogía.................................................................... 7.2. Replanteamiento de la analogía..............................................

93 98

.......

105

8.1. El codón y la estructura de la frase......................................... 8.1.1. La tercera base y el complemento............................. 8.1.2. La segunda base y el núcleo...................................... 8.1.3. La primera base y el especificador............................. 8.1.4. La estructura del codón y la estructura de la frase... 8.2. La categorización...................................................................... 8.3. Los niveles y la fijación en el referente ................................... 8.4. La concordancia y el tambaleo...............................................

105 109 111 114 116 120 129 133

Capítulo Vffl. La p r o y e c c i ó n

fo r m a l d el c ó d ig o g e n é t ic o

Capítulo IX. M á s

allA d e l c ó d ig o g e n é t ic o : n u e v a s p r o y e c c io ­

n es form a les

.......................................................................................... ...........

143

9.1. El ADN satélite y la estructura de constituyentes...... . 92. El entrecruzamiento y las construcciones correlativas-------9.3. La recursividad.......................................................................... 9.4. Los transposones y las llamadas categorías vacías.................. 9.5. Transposiciones compuestas y completivas de estilo indirecto . 9.6. La dominancia en cis y el concepto de isla sintáctica ...........

144 153 161 162 168 170

Capítulo X. La construcción del texto ......................................

173

10.1. El cistrón y la oración...............................................................; 174 10.2. El operón y el texto....... ............. ......................................... 181 10.2.1. Represión y coherencia semántica ..... ............ 187 102.2. Inducción y cohesión sintáctica ........ .......................................................... 191 10.3. Mecanismos celulares y descodificación de textos................. 10.4. La transcripción y sus equivalentes discursivos........... ....... 193 .. 10.4.1, Exones, intrones, cistrones: el enunciado y la oración ; 195 ,, 10.4.2. El promotor y el tópico ................. ....... ................... . ; 198 ... 10.4.3. Terminación con rho y sin rho: el foco y el rema ..... ; 200 10.5. Marcas formales de la traducción y equivalentes discursivos .. 204 10.6. El acto de traducir y la comprensión lingüística.................... 208 10.7. Modificaciones postraduccionales y producción de sentido . , 212 216 10.8; La variedad del ARN, y la variedad delaslenguas ........ ......... Capítulo XI. La construcción de la gramática .......................... . 11.1. La replicación como fundamento de la producción y del me.. talenguaje...... ............................ ..... ....................... .................. ; 11.2. El surgimiento del yo .....«........ ....... ........ o 226

8

219 223

11.3. Patrones gestálticos y patrones lingüísticos............................ 11.3.1. La construcción de la escena primaria....................... 11.3.2. La categorización primaría......................................... 11.4. Construcciones gramaticales secundarias............................... 11.5. Justificación genética de las etapas de adquisición................. 11.6. Justificación genética de la creatividad...................................

228 232 233 234 246 248

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A Teresa, m i mujer, este texto que completa otro que le dediquéhace casi un cuarto de siglo. Ahora como entonces o, mejor, más que nunca.

Prefacio El autor de este libro ha vacilado mucho antes de escribirlo. Sabe que el tema está en el ojo del huracán de la cultura del siglo xxi y también sospecha que las consecuencias que se extraen de él pueden representar un punto de inflexión en la imagen que los humanos tene­ mos de nosotros mismos. Tanto es así que he resistido la tentación de escribir un capítulo de conclusiones: dejo a cada lector que las extrai­ ga por sí mismo. El problema es que un libro se escribe teniendo pre­ sente al usuario potencial al que va destinado, y estos Fundamentos ge­ néticos del lenguaje no sabrían dónde encontrar su lector ideal. , Últimamente se ha puesto de moda la utilización de conceptos ex­ traídos de las ciencias duras para hacer progresar a las ciencias blandas. Esta clase de frivolidad —que Alan Sokal ha denominado con dureza «imposturas intelectuales»— se sirve de conceptos matemáticos o físi­ cos en Teoría literaria, en Psicoanálisis o en Sociología. Personalmente siempre he sido bastante escéptico respecto a estos intentos, tal vez porque mi formación tiene un doble entronque, científico y humanís­ tico a la vez, de manera que soy consciente de hasta qué punto ambos mundos no tienen nada en común. Mas, si en alguna parcela del co­ nocimiento deberíamos tender un puente entre ellos, es precisamente en la que nos ocupa aquí. Resulta que el ser humano es un organismo^ consta de productos minerales y de procesos orgánicos, similares en todo a los de la naturaleza, pues no deja de ser parte de ella; pero, ade­ más, habla, tiene lenguaje y, por ello mismo, piensa y vive en sociedad. ¿No habría que plantear el paso de una fase a otra en algún momento? El problema es que dicho propósito resulta casi imposible sin un método específico y el autor, quiero confesarlo abiertamente, carece de 13

él. Las imposturas intelectuales, a que acabo de aludir, nacen precisa­ mente de esta pretensión, de creer que el método hipotético-deductivo de la ciencia natural puede aplicarse al ser humano, de suponer que nuestros pensamientos, emociones y palabras pueden ser predichos desde un modelo formal y posteriormente comprobados en el labora­ torio. Tal vez me equivoque, pero creo que por ahora esto no es así y dudo que vayá a serlo alguna vez. Por ello, prudentemente, me he li­ mitado a la analogía como procedimiento —que no método científi­ co— de descubrimiento. El lector de este libro no encontrará otra cosa que una gran cantidad de leyes y categorías lingüísticas que son equi­ valentes a otras tantas leyes y categorías genéticas. Es poco, pero resul­ ta sorprendente y sus implicaciones —-en esto no creo engañarme— son muy profundas. Sin embargo, la dificultad, ya lo he dicho, estriba en el tipo de lec­ tor. Nuestra formación académica universitaria tan apenas considera sensato, y ni siquiera concebible, que un estudiante curse a la vez asig­ naturas de Lingüística y de Genética. Lo malo es que el lector de este libro debería poseer conocimientos de ambas disciplinas. Al redactar estas páginas me he debatido constantemente entre la necesidad de es­ cribir para lingüistas que no saben Genética y para genetistas que no entienden de Lingüística. La manera de satisfacer a ambos ha consisti­ do en procurar simplificar las dos posiciones, pero sin llegar a trivializarlas. Espero haberlo logrado. Ya sé que mis afirmaciones lingüísticas admiten muchas puritualizaciones y supongo que a mis datos genéti­ cos les sucede lo mismo. Pero si hubiera atendido a ambos requeri­ mientos!, este libro habría resultado ininteligible y tal vez no se hubie­ se escrito nunca. . Una d é las consecuencias del carácter híbrido de este trabajo es la gran cantidad de ayudas que me he visto obligado a recabar. Siempre he discutido los resultados de mis investigaciones con otros colegas, pero en este caso han leído el manuscrito muchas más personas de lo habitual. A todas ellas quiero agradecer sus generosas contribuciones. Algunos lectores, que sabían lo que estaba intentando, no dejaron de alentarme además en todo momento mucho antes de que les hiciese llegar el texto: Luis Santos,' de la Universidad de Salamanca, José An­ drés Molina, de la Universidad de Granada, y Cándido Pérez Gállego, dé la Universidad Complutense, así como Félix Monge, mi maestro, son los verdaderos culpables de que estas ideas hayan visto la luz. Es imposible citar aquí a todos los demás colegas a los que envié lá prime­ ra versión de este original, pero no quiero dejar de mencionar, por el influjo que su opinión ha tenido para mejorarlo^ a..Valerio Báez, Igna14

ció Bosque, José María Brucart, Julio Calvo, Milagros Fernández, Agustí Galiana, Joaquín Garrido, Carlos Hernández, Juan Carlos Mo­ reno, Antonio Narbona, Jenaro Ortega, Manuel Pruñonosa y Agustín Vera, así como a mis compañeros del Departamento de Teoría de los Lenguajes de la Universidad de Valencia. Agradezco asimismo la ayu­ da que me prestaron los profesores del Departamento de Lingüística de la Universidad de Murcia, donde pude exponer públicamente una versión preliminar, y a Giovanni Invitto, el director de la revista Segni e Comprensione, que la publicó en sus páginas. Finalmente, es para mí una satisfacción que Ediciones Cátedra acoja este libro en su catálogo. Allí publiqué hace más de veinte años (!) una obra que inauguraba la desazón intelectual a la que he aludido y que daría lugar a toda una es­ cuela de pensamiento lingüístico (para una exposición acutalizada, véase ahora «Die gramática liminar», s.v., Lexikon der Romanistíschen Linguistik, I, 1). Es como cuando uno recupera un paisaje de la niñez. Estos Fundamentos genéticos del lenguaje, por supuesto, son muy distin­ tos, pues no se plantean la cuestión del lenguaje en términos lógicomatemáticos, sino biológicos. Sin embargo, tengo la impresión de que lo que me obsesiona sigue siendo lo mismo: como entonces, lo único que me mueve es el viejo ideal socrático de «conócete a ti mismo», aunque aquí se aplique a la especie y no al individuo.

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C apítulo

primero

Introducción 1.1. L as CIENCIAS DE LA NATURALEZA Y LAS CIENCIAS DEL HOMBRE

Hay una prevención ideológica evidente que nos veda la utiliza­ ción de las categorías de la ciencia natural en el estudio de las ciencias humanas. ¿Acaso podemos entender al hombre con los conceptos de que nos servimos para describir a los animales o, peor aún, a las plan­ tas? Una cosa es que los humanos desciendan de los simios superiores —hoy en día casi nadie se atrevería a declararse antidarwinista— y otra muy diferente que la especificidad humana pueda compararse a ellos. Porque, como decían los antiguos, el hombre no sólo tiene cuerpo, también tiene espíritu. Es verdad que este planteamiento resulta ajeno a la ciencia. Pero no debemos dejamos engañar por las palabras. El ser humano —decimos— tiene conciencia y los animales no; el ser huma­ no posee raciocinio y los animales no (algunos son inteligentes, pero esta es sólo una condición para aquel); el ser humano actúa de mane­ ra intencional y los animales no; el ser humano posee una lengua y los animales no. Conciencia, raciocinio, intencionalidad, lenguaje: he aquí comportamientos específicos del hombre, diferentes entre sí, aunque es­ trechamente relacionados, los cuales antes se solían agrupar bajo el có­ modo rótulo de «espíritu» o, como diríamos ahora, de «mente», que es palabra que asusta menos. Lo relativo al hombre pertenecerá, pues, a las ciencias del espíritu (Geisteswissenschqfien), lo relativo a minerales, plantas y animales, a las ciencias de la naturaleza (Naturwissmscbafien). 17

Esta partición, quién lo duda, resulta bastante antropocéntrica. En términos de todo lo que es computable y medible, es decir, accesible a la observación científica, parece que la frontera primera debería trazar­ se entre la materia inerte y la materia viva. Desde el punto de vista de las grandes leyes de la naturaleza lo determinante es, en efecto, que la materia inerte cumple la segunda ley de la Termodinámica mientras que la materia viva parece conculcarla. Como es sabido, esta ley esta­ blece que, aunque la cantidad global de la energía disponible en el uni­ verso permanece constante (primera ley de la Termodinámica), en cambio, la entropía —esto es, el desorden— de un sistema material aumenta progresivamente con el paso del tiempo. La ley del aumento de la entropía es, pues, una predicción de la progresiva desorganiza­ ción de las condiciones iniciales de estructuración de un sistema molecu­ lar. Pero esto, que resulta válido para los sistemas inertes, no lo es para los sistemas vivos. La vida no sólo consume energía. Ante todo y sobre todo consume orden, de manera que cualquier organismo vivo toma del entorno lo que necesita para conservar y aun mejorar sus condicio­ nes iniciales, es decir, para disminuir su entropía o tendencia a la desor­ ganización en vez de aumentarla1. Desde la más humilde bacteria has­ ta el ser humano, la vida de cualquier organismo vivo consiste en com­ batir la tendencia a la desintegración mediante una infinidad de complicados procesos bioquímicos catalizados por proteínas que ellos mismos han producido. Es verdad que al final la degeneración resulta inevitable y que entonces sobreviene la muerte: pero no sin que los principios que hacen posible la antientropía hayan sido depositados en una continuación del organismo, en descendientes que continua­ rán la lucha contra el desorden de manera indefinida2. ¿A qué viene, pues, el orgullo humano, la presunta especificidad del hombre? A que en términos evolucionistas resulta ser, sin duda, una especie única, una verdadera anomalía evolutiva. Porque tiene conciencia, intencionalidad, raciocinio, lenguaje, ya lo hemos dicho. 1 Estas afirmaciones tan generales deberían matizarse de manera adecuada, pero en el contexto de la presente introducción son suficientes. Como es sabido, el primero que puso de manifiesto la estrecha relación de la vida con el orden y, consiguientemente, con la información, fue E. Schródinger, What is Ufe? M indand matter, Cambridge, 1945. No es el objeto de este libro ocuparse de la termodinámica de la vida. El problema se examina, por ejemplo, en L Prigogine, «La thermodynamique de la vie», en W .AA, La rediercbe en biologie moléculaire, París, Seuil, 1975, págs. 223-250. ‘ ' 2 En los organismos sexuados esta misión antientrópica queda encomendada a los descendientes, pero en los que se reproducen por gemación es literalmente el organismo antecesor el que se divide en sus sucesores, de manera que puede considerarse inmortal.

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Pero no sólo por eso. Al fin y al cabo otros animales poseen capacida­ des que al hombre le resultan ajenas y que más de una vez ha envidia­ do, como puede ser la de volar o la de autofecundarse. Lo relevante en este contexto energético es que la evolución del hombre difiere de la de todas las demás especies. Mientras que estas se fueron diferencian­ do a instancias de la selección natural, inducida por la competencia con los demás animales que ocupaban su mismo nicho ecológico3, el hombre evoluciona en competencia consigo mismo, con otros grupos humanos. Además, en el caso humano, no puede hablarse propiamen­ te de diferenciación, sino de todo lo contrario: a lo que se tiende es a que cada ser humano esté en relación con grupos de hombres cada vez más amplios y en el límite (tal vez la aldea global acabe siendo eso) con la humanidad en su conjunto. Y finalmente: los hombres no evolucio­ nan en función del nicho ecológico que ocupan o, mejor dicho, así fue al principio4, pero a la postre han terminado por ser ellos los que mo­ dificaron y crearon sus propios nichos habiendo modelado la totalidad del planeta Tierra según sus conveniencias5. 3 Advirtamos que la selección natural, en sentido darwinista, nada tiene que ver con la lucha por la vida tal y como la entiende la sabiduría popular. La selección natural con­ siste simplemente en que las variedades genéticas de una especie que mejor se adaptan al entorno viven más y consiguientemente tienen más ocasiones de procrear, por lo que a la larga sus descendientes, más numerosos y mejor dotados, terminarán por prevalecer. 4 Se acepta comúnmente que la conversión de los antropoides en humanos fue de­ bida a que una transformación geológica (tal vez el hundimiento del valle del Rift) obli­ gó a aquellos a abandonar el bosque y a vivir en la sabana. De ahí se siguieron una serie de procesos relacionados: 1) el bipedismo, pues surgió la necesidad de caminar largas dis­ tancias en busca de alimento o huyendo de los depredadores; 2) la evolución de la mano, la cual, no siendo ya necesaria para la locomoción, se transforma en un órgano prensil que permitirá la fabricación de instrumentos; 3) la evolución de los dientes y de la mandíbula, los cuales ya no se emplean en masticar grandes cantidades de vegetales duros, sino que se adaptan a una dieta omnívora; 4) el aumento del tamaño del cráneo y, consiguientemente, del volumen del cerebro, dada la necesidad de coordinar acciones complejas que antes no se habían planteado; 5) el desarrollo del aparato fbnador junto con el descenso de la laringe, pues la vista ya no es suficiente para garantizar los sistemas de alerta y de comunicación en el grupo; 6) finalmente, y ya fuera de todos estos proce­ sos, el surgimiento del lenguaje, que algunos han vinculado a la etapa del homo erectus da­ tada hace un millón de años, pero que probablemente no se produjo hasta la aparición del homo sapiens hace cien mil años. Entre los muchos trabajos que se han ocupado de esta cuestión me parece particularmente claro, a medio camino entre las humanidades y las ciencias naturales según nos proponemos en esta obra, el libro de J. Bertranpetit y C. Junyent, Viaje a los orígenes. Una historia biológica de la especie humana, Barcelona, Penín­ sula, 2000. 5 Para estas cuestiones, véase el ensayo de F. Cordón, La naturaleza delhombre a la luz de su origen biológico, Barcelona, Anthropos, 1981.

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1.2. EL SER HUMANO COMO ORGANISMO RADICALMENTE ANTIENTRÓPICO

Desde la perspectiva que acabamos de examinar ya no resulta tan desatinado postular que la verdadera frontera se da entre la materia hu­ mana y la no humana. Porque el ser humano podría ser caracterizado por una nueva y más radical repugnancia a la entropía: no se trata tan sólo de que, como todos los demás seres vivos, desordene el entorno para garantizar su propio orden interno; es que, además, el hombre in­ troduce modelos de orden en el mundo para hacer más fácil y durade­ ra la propagación de su propio orden interno. Si la oposición funda­ mental es la de «entropía/antientropía», habrá que convenir que la ma­ teria inerte, que cumple la segunda ley de la Termodinámica, se enfrenta globalmente a la materia viva, humana y no humana, que no la cumplen. Pero cuando partimos de la dualidad «orden/desorden», resulta evidente que los seres humanos, caracterizados globalmente por el orden, se enfrentan a los demás seres, que son instancias parcia­ les (seres vivos) o totales (materia inerte) de desorden. Lo que tenemos es una gradación temaría: desorden extemo e interno < orden interno y desorden externo < orden interno y externo MATERIA INERTE

MATERIA VIVA

SER HUMANO

1

2

3

v

pero no está claro si el paso de 1 a 2 y el de 2 a 3 se producen de for­ ma gradual o de manera brusca. En principio, la materia inerte es entrópica y la materia viva, antientrópica. Sin embargo, no faltan en aquella procesos físicos contra­ rios a la segunda ley de la entropía, como son las llamadas estructuras disipativas. Un ejemplo de estructura disipativa lo constituye la inesta­ bilidad de Bénard. Si calentamos un líquido, contenido en un reci­ piente, por debajo, al principio, el calor será transportado por conduc­ ción, pero, a partir de cierto gradiente de temperatura, se formarán por convección corrientes macroscópicas, las cuales suponen un nuevo principio de orden estabilizado gracias a los intercambios de energía con el mundo exterior. Con todo, no debemos llamamos a engaño; un líquido calentado en el que se desarrollan corrientes por convec­ ción es antientrópico, pero no es un oiganismo vivo. Para que la vida sea posible hace falta mucho más. Hoy por hoy lo que sabemos del origen de la misma sobre la Tierra es que hace 20

unos 3500 millones de años una atmósfera reductora formada por me­ tano, agua, nitrógeno y dióxido de carbono fue sometida a una estimu­ lación energética (rayos ultravioleta, ondas de choque de las mareas o calentamiento volcánico) y así se formó un caldo prebiótico en el que ya estaban presentes casi todos los componentes orgánicos de los seres vivos, en particular los ácidos nucleicos, los aminoácidos y los azúca­ res6. Sin embargo, ni siquiera esto era suficiente. Seguidamente los su­ sodichos ingredientes orgánicos debieron organizarse en forma de mo­ léculas poliméricas autoduplicativas. Este fue el origen de la doble hé­ lice de ADN, originada automáticamente por la tendencia de la adenina a emparejarse con la timina y la de la guanina a hacerlo con la citosina, aunque al principio el elemento autorreplicatdvo debió ser el ARN. El último paso, mal explicado hasta el momento, es cómo dicho proceso de autoduplicación, que al principio tuvo que producirse sin enzimas, pasó a ser activado por ciertas secuencias poliméricas de ami­ noácidos presentes en el caldo prebiótico para finalmente ligarse a di­ chos polipéptidos y guiar la síntesis de los mismos (proceso en el que la asimetría derivada del carácter dextrógiro del ADN frente al carácter levógiro del polipéptido también jugó un papel). Sólo cuando estos procesos tengan lugar en el seno de una estructura protegida por una membrana semipermeable —que deja entrar nutrientes, pero no que salgan los productos de la síntesis biológica—, es cuando en sentido estricto se puede hablar de vida. En resumen, puede decirse que el paso evolutivo que condujo de la materia inerte a la materia viva supuso algunos procesos graduales y otros que tienen un carácter emergente: el desarrollo de las materias que componían el caldo biótico es gradual y resulta explicable desde las leyes generales de la Química; sin embargo, el fundamento del có­

. 6 Esto es algo más que una suposición. Stanley Miller lo demostró experimental­ mente en 1953 sometiendo una mezcla gaseosa de agua, amoniaco, metano e hidróge­ no a una chispa eléctrica permanente, lo cual le permitió obtener cuatro de los aminoá­ cidos más importantes para la vida: alanina, glicina, ácido aspártico y ácido glutámico. Experimentos parecidos efectuados en los años siguientes permitieron sintetizar otros aminoácidos. Una vía distinta, que también explica la producción de materia orgánica de manera abiogénica, es la ensayada por A. Oparin, El origen de la vida, México, Edito­ res Mexicanos, 1975, a partir del examen de los meteoritos, similares en su composición al núcleo de la Tierra. El análisis de un gran meteorito hallado en Kabi (Hungría) reveló la existencia de ozoquerita, un hidrocarburo de gran peso molecular. A su vez, las masas de hierro halladas entre los basaltos de Ovifaq (Groenlandia) contienen carbono en for­ ma de carburo de hierro: este producto, procedente del núcleo terrestre, reacciona con el agua de la atmósfera y da lugar a hidrocarburos igualmente.

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digo genético, la asociación de tripletas de bases nucleotídicas a ami­ noácidos, pertenece a una dimensión diferente, es algo propio de la vida y que no puede ser inferido desde el estadio anterior. Como es sabido, esta primitiva molécula orgánica, muy parecida a una bacteria7, fue evolucionando y por selección natural terminaron produciéndose todos los demás seres vivos, incluido el hombre. La pregunta es si también debemos considerar el paso de 2 a 3 como una singularidad o bien aceptar que se produjo poco a poco. Esta pregun­ ta afecta directamente a la cuestión del origen del lenguaje, pues en lo demás poco diferimos los humanos de nuestros parientes más próxi­ mos, los chimpancés: si el lenguaje puede derivarse de los sistemas de comunicación animal y en particular de los de los primates, habrá paso gradual; si no, tendremos que hablar de salto evolutivo.

' 7 Hoy día ya no se acepta unánimemente que las eucariotas tienen su origen en las procanotas ni que los organismos unicelulares descienden de los pluricelulares. Hay es­ tudiosos que piensan que los organismos primitivos eran pluricelulares y poliploides, es decir, que constaban de muchas células y de varias copias del código genético para evi­ tar los errores introducidos en cada mitosis. Al trasladarse a entornos cálidos, el peligro de error aumentó y para prevenirlo se simplificó extraordinariamente el mecanismo lle­ gándose a las bacterias. Esto se demostraría por la existencia de ARN fósil en organismos superiores, pero no en bacterias. Sea como sea, lo que sí parece obvio es que, con inde­ pendencia de cómo eran los organismos primitivos, la evolución camina de los seres más simples hada los más complejos, según atestiguan los restos fósiles, datados con notable precisión, de manera inequívoca;

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C a p ítu lo

II

El lenguaje de la vida 2.1. El LENGUAJE QUÍMICO Y EL LENGUAJE BIOQUÍMICO En los últimos tiempos se han incrementado los esfuerzos para mostrar que la evolución entre los sistemas comunicativos de ciertas especies animales y el del hombre —el lenguaje— es un proceso gra­ dual. La posibilidad contraria ha sido descrita por los biólogos como una esperanzadora historia de monstruos (a hopeful monster story), casi una legitimación de la intervención divina. Sorprende que en este punto no hayamos sido capaces de conservar la frialdad científica con que se abordó el problema del origen de la vida. Puede que ello tenga que ver con que la cuestión de la comunicación entre seres vivos se plantea en el terreno de las Ciencias Humanas y no en el de las Cien­ cias Naturales. A pesar de lo anterior hay que decir que tampoco los biólogos han conseguido caracterizar el paso de la materia inerte a la materia viva sin echar mano de la noción de salto cualitativo. Una cosa son los produc­ tos orgánicos —producidos por los organismos— y otra, la vida. An­ tes de 1832, cuando Friedrich Wohler consiguió obtener urea (un com­ ponente de la orina de los mamíferos) calentando cianato amónico, los químicos pensaban que entre la química de la materia no viviente y la de la materia viviente existen diferencias esenciales. En la actuali­ dad, cuando conocemos ambas muy bien, sabemos que esto no es así y que los compuestos orgánicos se explican a partir de la peculiar es­ tructura del átomo de carbono. El problema es que, desde que Watson 23

y Crick descubrieron los fundamentos del código genético en 1953, hemos llegado a conocer también con bastante seguridad cuál es el funcionamiento químico de la vida y a pesar de ello esta acumulación de datos no nos ha permitido superar la estupefacción originaria. Hoy día el hecho de que una tripleta de bases nucleotídicas se asocie a un determinado aminoácido es explicable bioquímicamente, pero n o de­ riva de las leyes combinatorias de la Química.

En Química las sustancias se combinan unas con otras produ­ ciendo ya una mezcla ya un compuesto. En una mezcla las proporcio­ nes varían: por ejemplo, existe un número ilimitado de disoluciones de cloruro sódico en agua (1 por 100 de NaCl y 99 por 100 de H ,0 , o 2 por 100 de NaCl y 98 por 100 de H20 , o 3 por 100 de NaCl y 97 por 100 de H 20 , etc.). En un compuesto las proporciones son fijas: en el caso del agua tenemos siempre que en cada molécula hay dos áto­ mos de hidrógeno por uno de oxígeno o, si se prefiere, un 11,19 por 100 en peso de hidrógeno y un 88,81 por 100 de oxígeno. En cualquier caso, tanto las mezclas como los compuestos responden a las propie­ dades atómicas de los elementos químicos implicados: el cloruro de sodio es soluble en agua y forma mezclas con ella, pero el hidrógeno prácticamente no se disuelve; el oxígeno se combina con el hidrógeno, pero no con el oro. ; Si esta situación se compara con la del triplete GCA (guanina-citosina-adenina), el cual aparece asociado al aminoácido alanina, se adver­ tirá su singularidad. ¿Tenemos una combinación o una mezcla? Evi­ dentemente no se produce ningún compuesto, pues GCA nunca pier­ de su identidad y la alanina tampoco. Pero la «mezcla» GCA-alanina fio se comporta como si lo fuese; no sólo sucede que una molécula de ^ada nucleótido del triplete de partida se asocia a una molécula del de jlegada, sino, sobre todo, que el primero resulta necesario para que se dé el segundo. En la naturaleza puede haber agua donde no hay cloru­ ro de sodio y puede haber cloruro de sodio donde no hay agua: en los organismos, para que haya alanina es preciso que la suscite el triplete GCA o alguno de sus tripletes sinónimos (GCU, GCC y GCG). Ningún bioquímico ha sabido explicar hasta ahora qué propiedad química lleva a los tripletes GCA a asociar la alanina, tan sólo han des­ crito de manera muy exacta y pormenorizada cómo se produce dicha asociación. Se nos dice que una cadena de ADN que contiene la serie GCA se transcribe en una cadena equivalente de ARN mensajero (A RNJ con este mismo triplete y que, luego, GCA es traducido a alanina gracias a un adaptador, el ARN de transferencia (ARNt), que va cargado con el aminoácido y lo engancha en el triplete del ARNm. 24

Pero esto es una descripción, no una explicación. No hay ninguna pro­ piedad de la estructura química de la materia guanina-citosina-adenma que justifique su vinculación a la materia alanina1, en el mismo senti­ do en el que decimos que el único electrón que hay en el orbital exter­ no del átomo de sodio se incorpora al orbital externo del átomo de cloro, al cual le falta precisamente un electrón para estar completo, re­ sultando cloruro de sodio, Na+ + Cl~ = NaCl. Lo único que existe es una justificación biológica: el mantenimiento de la vida en los organis­ mos requiere la existencia de proteínas que contienen el aminoácido alanina y es esta necesidad la que justifica el acto de asociación con la tripleta GCA. Es sintomático que los biólogos moleculares hayan echado mano de metáforas lingüísticas para dar cuenta de esta situación tan particu­ lar. Desde los artículos clásicos y las obras de referencia hasta los ensa­ yos divulgativos, todos coinciden en decir que el código genético cons­ ta de «palabras» de tres «letras» cada una, las cuales llevan asociado un «sentido». Nuestra asociación de arriba se ve ahora como un problema semiótico. A partir de las cuatro bases nucleotídicas del ARN, adenina, uracilo (timina en el ADN), citosina y guanina, representadas por las letras A, U(T), C y G, se forman 64 palabras, de las que tres represen­ tan el signo de fin de la cadena y las demás, a un aminoácido. Como en los organismos sólo son operativos 20 aminoácidos, se sigue que muchos de estos tripletes han de ser sinónimos (por ejemplo, según vi­ mos, GCA, GCC, GCU y GCG significan alanina) o, como se suele decir, que el código está degenerado. Por citar sólo una de estas expo­ siciones metafóricas entre miles, véase lo que dice M. Ridley en una re­ ciente y apreciada obra de divulgación2: Im agínense que el genom a es u n libro. H ay veintitrés capítulos llam ados crom osom as. C ada capítulo contiene varios miles de his­ torias llamadas genes. C ada historia está com puesta de párrafos 11a‘ m ados exones con anuncios intercalados llamados intrones. C ada párrafo está com puesto de palabras llamadas codones. C ada palabra está escrita co n letras llamadas bases.

1 A lo más que se ha llegado es a advertir correspondencias de encaje entre cada triplete y su aminoácido, remisibles a sus respectivas estructuras topológicas secundarias o terciarias. Lo cual, seguramente, es cierto, pero resulta pobre: los sombreros encajan en las cabezas, mas esto no las explica, pues también encajarían las ollas, a la par que los sombreros pueden colocarse sobre un balón. 2 M. Ridley, Genoma. La autobiografía de una especie en 23 capítulos, Madrid, Taurus,

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¿Hasta qué punto está justificada esta metáfora? Como luego ve­ remos, los términos concretos de la equiparación que se propone (bases = letras, codones = palabras, etc.) son muy discutibles y repre­ sentan un obstáculo serio para entender el fundamento semiótico del código genético. Sin embargo, el punto de partida resulta inequívoco: lo que caracteriza a la vida es que su antientropía, su lucha contra la tendencia de la materia al aumento del desorden, se alcanza introdu­ ciendo un factor no contemplado hasta ese momento, el factor infor­ mación. Fue Francis Crick, uno de los descubridores del código genéti­ co, quien puso esto de manifiesto3: El dogma central establece que una vez que la «información» se ha convertido en proteína no puede recuperarse. Resulta posible transferir información desde el ácido nucleico hasta el ácido nuclei­ co o del ácido nucleico a la proteína, pero la transferencia de proteí­ na a proteína o de proteína a ácido nucleico es imposible. Aquí in­ formación significa la determinación precisa de la secuencia, bien de las bases en los ácidos nucleicos, bien de los aminoácidos en la pro­ teína.

La vida se basa en información y donde hay información hay sig­ nos. Probablemente el salto cualitativo que estamos investigando obe­ dezca justamente a esto. Por mucho que se hable del lenguaje de la Química, en realidad la materia inerte no funciona a base de la trans­ misión de información sino de la transmisión de energía. Siguiendo con el ejemplo de arriba, el átomo de sodio posee un potencial de ionización bajo, es decir, se requiere poca energía para sustraer un elec­ trón de su orbital externo, y el de cloro tiene gran afinidad electrónica, libera mucha energía cuando su orbital externo capta un electrón. En consecuencia, un átomo de sodio y otro de cloro se atraerán y tende­ rán a quedar unidos por un enlace electrovalente como NaCl, pues la suma dé la energía liberada por el cloro y de la que resulta del enlace es superior a la que pierde el sodio. También aquí es inevitable repre­ sentamos los hechos de forma metafórica. De la misma manera que la asociación de elperro y de come nos da un «compuesto verbal» elperro come, podríamos decir que N + + Ch nos da NaCl. Más aún: si en el se­ gundo caso hay un electrón que salta del sodio al cloro, ahora es una propiedad de elperro, el rasgo [+ animado], la que salta a come, de for­

3 P- H. C. Crick, «Central dogma o f molecular biology», Nature, 227, 1970, pági­ nas. 561-563.

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ma que el árbol come no sería una oración bien formada porque los que comen son los perros y no los árboles. Es como si dijésemos que a el perro le sobra el rasgo [+ animado], el cual aprovecha a come. Esta me­ táfora no es trivial. La idea misma de «valencia» de un elemento quími­ co se ha trasladado a la Lingüística y así decimos que dar es un verbo trivalente porque admite tres argumentos (alguien da algo a alguien) en el mismo sentido en el que afirmamos que el aluminio es trivalente porque posee tres electrones para combinarse y de ahí que forme com­ puestos con tres átomos de cloro como el cloruro de aluminio, A1C13. Pero a pesar de lo sugerentes que resultan estas analogías, la unión de signos tiene poco que ver con la unión de elementos químicos. Una unión de signos que se agotase en sí misma sería estéril porque su ob­ jetivo no es hablamos de dichos signos sino de otra cosa. Las reaccio­ nes químicas son reversibles sin más que cambiar las condiciones en que se producen: así la electrólisis del agua permite obtener hidrógeno y oxígeno mientras que la combinación de estos dos elementos a ele­ vadas temperaturas vuelve a dar agua: 2H20 2HZ + 0 2. Por el con­ trario, la unión de los significantes [el pérro] y [kóme] en boca del ha­ blante nos da [el pérro kóme], pero el oyente no descompone este sig­ nificante, sino que se apresura a asociarlo a una situación del mundo, a un significado de índole diferente «el perro come». Si se hubiese es­ forzado en reconocer otra vez [el pérro] y [kóme] a partir de [el pérro kóme], no diríamos que esta persona está conversando, sino que se tra­ ta de un gramático, de alguien que disfruta descomponiendo las cade­ nas lingüísticas en sus partes. 2.2. La SEMIÓTICA DE LA VIDA

Cuando se plantea la cuestión de si los animales superiores tienen o no sistemas comunicativos parangonables al lenguaje humano, ha­ bría que dar una respuesta mucho más radical: cualquier organismo vivo los posee potencialmente porque el código genéticoya tieneforma de código semiótico. Los semióticos se dieron cuenta hace tiempo de que muchas conductas de los animales muestran algunos rasgos característicos de la semiosis. Como dice Ch. Monis4: El proceso en el que algo funciona como signo puede denomi­ narse semiosis. Comúnmente, en una tradición que se remonta a los 4 Ch. Morris, Fundamentos de la teoría de los signos, Buenos Aires, Paidós, 1985, pág. 27.'

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griegos, se ha considerado que este proceso implica tres (o cuatro) factores: lo que actúa como signo, aquello a que el signo alude, y el efecto que produce en determinado intérprete en virtud del cual la cosa en cuestión es un signo para él. Estos tres componentes de la semiosis pueden denominarse, respectivamente, el vehículo sígnico, el designatum y el interpretante. El intérprete podría considerarse un cuar­ to factor, ¿to s términos explicitan los factores implícitos en la afir mación común de que un signo alude a algo para alguien. Un peiro responde con este tipo de conducta (I) que implica la caza de ardi­ llas (D) a cierto sonido (S); un viajero se prepara para estar a tono (I) ■con la región geográfica (D) a que se desplaza en virtud de la carta (S) de un amigo. En esos casos S es el vehículo sígnico (y un signo en virtud de su funcionamiento), D el designatum e I el interpretan­ te del intéiprete. La caracterización más eficaz de un signo es la siguiente: S es un signo de D para I en la medida en que I tome en consideración D en virtud de la presencia de S. Este proceso semiótico se da en el lenguaje humano, y tal vez en los chillidos de los monos vervet, en los cantos de muchos pájaros, en la danza de las abejas, etc., pero algunos componentes también aparecen en el interior del organismo más sencillo, la célula procariota. Por ejem­ plo, cuándo el genoma del bacteriófago R17 contiene una secuencia de bases nucleotídicas5 ... UUUGAAGC [AUG.GCU.UCU.AAC.UUU... y cada tapíete es leído a partir de la iniciación como un aminoácido —en este caso fMetionina + Alanina + Serina + Asparagina + Fenilalanina...—, de forma que el conjunto de estos aminoácidos da lugar a la proteína de cubierta del fago, la cual permite aislarlo y evitar su di­ gestión por la bacteria, lo que tenemos en realidad es lo siguiente: 1. Hay un vehículo sígnico, la secuencia de bases nucleotídicas. 2. Dicha secuencia determina cierta proteína de cubierta. 3. Esta proteína es la responsable de una conducta protectora del fago respecto de la bacteria. 4 . La bacteria infectada por el virus fágico sufre las consecuencias de la invasión y es destruida.

No sería correcto decir que el fago aprovecha (toma en considera­ ción) la proteína, pero sí que esta sólo está presente en virtud de la se­ 5 Descubierto tempranamente por J. A. Steitz, «Polypeptide chain initiation: nucleotide sequences o f the three ribosomal binding sites in bacteriophage R17 RNA», Nature, 224,1969, págs. 957-964.

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cuencia de nucleótidos de su genoma y no por alguna afinidad quími­ ca entre ellos; más discutible todavía es que lo haga con el objeto de protegerse de la digestión bacteriana, pues evidentemente no existe in­ tencionalidad; tampoco hay, obviamente, conciencia de lo que sucede por parte de la bacteria. En otras palabras, que en la asociación de una secuencia de nucleótidos a una proteína tenemos dos de los compo­ nentes de la semiosis, el vehículo sígníco, representado por el ADN, y el denotatum, representado por la proteína. Faltan, en cambio, el inter­ pretante y el intérprete, pues la asociación de aquellos está prefijada en el código y no es el resultado de que su vinculación se produzca para determinar una conducta (el interpretante) ni en la mente de un intér­ prete. ; Tal vez, incluso esta valoración restrictiva sea juzgada metafórica y excesiva. Sin embargo, da cuenta muy adecuadamente del cambio cua­ litativo que tuvo lugar cuando se pasó de la materia inerte a la materia viva. En aquella no hay semiosis, en esta tampoco llega a darse un pro­ ceso semiótico pleno antes de la aparición del ser humano, pero ya apa­ rece la condición circular de que los productos de la semiosis son a la vez condición de la semiosis misma. Esta circularidad se debe a que la transcripción de cada codón (triplete de bases nucleotídicas) no se logra tan sólo con un adaptador que lo liga a su aminoácido correspondien­ te, sino que el adaptador es construido a su vez por un grupo de veinte proteínas, las aminoacil ARNt sintetasas. En otras palabras, que las pro­ teínas no existen sin los ácidos nucleicos, pero las instrucciones para leer estos como proteína están precisamente en unas proteínas6. Es casi lo mismo que sucede en la semiosis, cuya circularidad apa­ rece claramente reflejada en la siguiente definición del signo que da Ch. S. Peirce7: Cualquier cosa que determina alguna otra (su interpretante) para que se refiera a un objeto al cual él mismo se refiere (su objeto); de la misma manera el interpretante se convierte a su vez en un signo, y así ad injinitum.

6 Últimamente se ha descubierto que el origen del código genético puede simplifi­ carse notablemente, pero ello no llega a resolver el misterio irreductible de la primera asociación de nucleótidos a proteína. L Ribas y P. Schimmel, CeU, 26-1-2001, han mos­ trado que, de las 20 proteínas que son responsables de la síntesis de los aminoacil sintetasa, por cada proteína de una clase que se ensambla en el adaptador, hay otra de una clase enfrentada que se puede ligar al adaptador al mismo tiempo y, además, sus aminoá­ cidos correspondientes tienen propiedades químicas compartidas. 7 Ch. S. Peirce, Obra Lógico-Semiótica, Madrid, Taurus, 1987, pág. 2.303. -

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La diferencia entre la presemiosis biológica y la semiosis lingüística es que esta última resulta ser un proceso ilimitado. En realidad, lo que distingue a la materia inerte de la materia viva es que aquella es una muestra de la categoría peirceana de la primariedad y esta, de la secundariedad. Como dice Peirce: «Lo Primero es la concepción del ser o del existir independientemente de cualquier otra cosa. Lo Segundo es la concepción del ser relativo a, la concepción de reacción con otra cosa. Lo Tercero es la concepción de mediación por la que un Primero y un Segundo son puestos en relación» (6.32). Los elementos de la materia inerte son un Primero, se consideran por sí mismos y en sí mismos. En cambio, las relaciones entre el ADN y la proteína, en las que se fundamenta la vida, consisten en que el ADN se liga factualmente con la proteína8.

; 8 Esto no quiere decir que en términos bioquímicos tengamos por qué suponer un hiato insalvable entre la materia inerte y la materia viva. Hace un cuarto de siglo que Manfred Eigen («Molecular Self-Organization and the Early Stages o f Evolution», QuarUrty R tvitw ofBiopjrysics, 4,2-3,1971, pág. 149) propuso una explicación basada en pro­ cesos de autorganización resultantes de ciclos enzimáticos catalíticos que funcionan como bucles de retroalimentadón. Pero esto, aparte de ser una mera hipótesis, deja en pie la cuestión de que, con gradualidad o sin ella, antes de la vida no había informadón y con la vida sí.

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C a p ítu lo

III

La información y las formas de la vida 3.1. La INFORMACIÓN EN EL INTERIOR DE LA CÉLULA La vida consiste en una serie de operaciones codificadas por el ADN y ejecutadas por las proteínas. Esta dualidad gén-proteína es la encamación de la secundariedad semiótica y se manifiesta constante­ mente en el interior de cada célula. Los procesos más importantes son los siguientes: a) Replicación: el ADN, que es una doble hélice de secuencias com­ plementarias de bases nucleotídicas, se duplica porque cada filamento de ADN, separado de su pareja, genera un correlato estructural confor­ me al apareamiento de bases A-T y G-C. b) Transcripción: la cadena de ADN se transcribe, gracias a la me­ diación de su complementaria, como una cadena equivalente de ARN mensajero (ARNm), la cual es transportada desde el núcleo hasta el ci­ toplasma. c) Traducción: el ARN de transferencia (ARNt) engancha un ami­ noácido a cada codón o triplete de bases del ARNm gracias a un anti­ codón complementario; el ARNm se degrada y queda la secuencia de aminoácidos, que es una proteína. d) Transferencia: las proteínas se desplazan por el citosol y, gracias a las señales que las identifican, unas veces son atraídas por los recepto­ res de ciertos orgánulos —transferencia postraduccional— y otras veces se quedan asociadas a la membrana en la que van surgiendo —transfe­ rencia cotraduccional. 31

Estas operaciones tienen lugar en sitios diferentes de la célula. Una célula es una porción de materia viva separada del exterior por una membrana, la membrana plasmática, la cual controla el flujo de nu­ trientes y de información entre la célula y su entorno. En las células eu­ cariotas —las cuales forman los tejidos de casi todas las plantas y ani­ males—, el núcleo está separado del resto por una membrana, la mem­ brana nuclear; en las procariotas (bacterias, micoplasmas, etc.) no hay separación. El núcleo está constituido básicamente por proteínas y por una larga cadena de ADN plegada innumerables veces sobre sí misma; constituye el genoma de la célula y se agrupa en varios cromosomas, veintitrés pares (cuarenta y seis cromosomas en total) en el hombre. El resto de la célula se llama citoplasma y consta del citosol y de una se­ rie de orgánulos entre los que destacan las mitocondrias, el retículo endoplasmático, el complejo de Golgi, las vacuolas, los lisosomas y los ribosomas. El citosol es una solución acuosa por la que circulan sustan­ cias orgánicas; también contiene numerosos filamentos que son el asiento de la estructura celular. Las mitocondrias son las encargadas de producir el ATP (adenosín trifosfato), que es la base de la energía de la célula; también contienen ADN, independiente del del núcleo. Casi todos los demás orgánulos desempeñan funciones variadas relaciona­ das con el metabolismo celular. Los ribosomas sintetizan proteínas y participan directamente en la traducción. La replicación tiene lugar en el núcleo y sólo ocurre cada vez que la célula se divide en la mitosis. La transcripción supone el tránsito desde una cadena de ADN del nú­ cleo hasta una cadena correspondiente de ARNmdel citosol. La traduc­ ción de dicho ARNm en proteínas se produce enteramente en el citosol. En ésquema lo que tenemos es lo siguiente: í' ...ATGATAGTGTTTTTG...

...ATGATAGTGTTTTTG... . ...TACTATCACAAAAAC...

Hebra no codificadora Replicación -» . ...ATGATAGTGTTTTTG... ...TACTATCACAAAAAC... ...TACTATCACAAAAAC...

Hebra codificadora

Transcripción 4' ...AUG

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AUA

GUG,

UUU . ; UUG...

Traducción Jr ...Metionina - Isoleucina - Valina - Fenilalanina - Leucina... Transferencia 4Proteína en circulación Estas cuatro operaciones —replicación, transcripción, traducción y transferencia— están teniendo lugar constantemente en alguna de las células de un organismo y se han dado trillones de veces desde que sur­ gió la vida sobre la Tierra. Es sabido que la teoría de la evolución supo­ ne una acomodación progresiva del organismo al ambiente: las muta­ ciones que favorecen la vida dotan a los ejemplares que las han experi­ mentado de un mayor número de descendientes, con lo que a la larga desaparecen los representantes de la especie que no mutaron en el sen­ tido favorable. Sin embargo, lo más interesante es que dicha acomoda­ ción ya estaba prefigurada en el genoma de las células del organismo. Como decía Konrad Lorenz, el fundador de la Etología: Cuando hallamos que determinado cambio ambiental provoca regularmente en cierto organismo una modificación que « lo adapta de forma teleonómica a ese cambio, esta adecuación, como cual­ quier otra, se funda en información filogenéticamente adquirida [...] Por lo tanto, si una planta que vive en condiciones lumínicas desfa­ vorables adquiere una longitud considerable [...], estos cambios teleonómicos han sido provocados por influencias exteriores, pero constituyen la realización de un programa incorporado que es pro­ ducto de una evolución filogenética y está previsto en el genoma1. R. Riedl ha desarrollado el modelo etológico de K. Lorenz en el sentido de una biología del conocimiento2: Como hemos visto, ningún saber puede llegar más lejos que lo que alcanza su contenido de experiencia. Y simultáneamente debe basarse en aquel presaber del que ha surgido. La imagen del mundo de cualquier criatura sólo puede ser atinada en aquel ámbito selectivo dentro del cual constantemente pueden confirmarse o fracasar sus hipótesis. Pero simultáneamente ningún aparato de represen­ 1 K. Lorenz, Fundamentos de la etología, Barcelona, Paidós, 1986, págs. 235-236. 2 R. Riedl, Biología delconocimiento. Losfundamentosfihgenéticos de la razón, Barcelona, Labor, 1983, págs. 220-221.

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tación del mundo puede surgir sin sus predecesores, y toda ampliar ción del ámbito vital obliga a la representación del mundo y a su aparato a imas extrapolaciones hacia lo desconocido. En la primera evolución, en la que sólo aprendía el patrimonio hereditario, el pro­ ceso era tan lento que las representaciones del mundo que tenían los animales eran todas atinadas. Por pequeña que fuera la parcela de este mundo que les era relevante. El proceso se acelera en varios ór­ denes de magnitud en la segunda evolución que transmite la expe­ riencia por medio del lenguaje y la escritura. La parcela relevante se ensancha.

Estructuralmente, la vida se inicia en las procariotas unicelulares. Desde este organismo mínimo hasta el hombre lo que hay es una dia­ léctica entre expectativas internas y experiencias externas. La evolución se organiza en estratos; un cierto estrato evolutivo n aprovecha lo ad­ quirido por el estrato precedente n -l e intenta responder al reto que la experiencia del ambiente exterior supone para sus propias condiciones internas; el resultado se zanja con un estrato superior n+1. La cuestión es si el tránsito entre estratos puede considerarse gradual o no3. Eviden­ temente, así parece serlo en lo relativo a las formas anatómicas y a los procesos fisiológicos: por ejemplo, podemos reconocer todas las eta­ pas que llevaron suavemente desde el Hyracotherium, un caballo primi­ tivo, del tamaño de un perro, que vivió hace cincuenta millones de años, que tenía varios dedos en la pata y una dentadura para ramonear, hasta el caballo moderno, mucho mayor, con un solo dedo en la pata y la dentadura adecuada para pastar. Las dudas surgen cuando conside­ ramos el surgimiento de las estructuras cognoscitivas del hombre, el lenguaje, la razón y la conciencia. Los organismos tienen que entrar en relación con el entorno para satisfacer sus necesidades nutricionales. En la fotosíntesis una planta absorbe agua de la tierra junto con dióxido de carbono de la atmósfe­ ra y, con el auxilio de la energía lumínica, los convierte en glucosa y en oxígeno. Un pez aspira el aire disuelto en el agua a través de sus bran­ quias y hace lo contrario, oxida la glucosa y la transforma en C 0 2 y HLO desprendiendo energía. Estos procesos son esenciales para la vida, pero, en sentido estricto, no suponen un proceso informativo porque pertenecen a la primariedad, se basan en una mera relación causa-efecto. La información implica un cambio en elgradiente de una señal 3 RiedI considera siete estratos principales (cír. fig. 58, pág. 212): precelular, estruc­ tural, instintivo, asociativo, raciomorfo, racional y cultural. Los tres últimos son especí­ ficos del ser humano.'

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y una respuesta asociada al mismo que no guarda relación n i con su intensidad ni con sus características. Por ejemplo, hay información cuando un depre­

dador avista una presa y se lanza tras ella para devorarla. Hay informa­ ción cuando leemos ¡peligro! en un cartel y adoptamos precauciones al pasar por su lado. Como pusieron de manifiesto Shannon y Weaver, la información4 aparece siempre que un sistema —una fuente— influye en otro sistema —un destino— mediante la manipulación de señales alternativas que pueden transmitirse por un canal, normalmente con el auxilio de un transmisor que las codifica y de un receptor que las des­ codifica. Así, en el caso del herbívoro atrapado por un carnívoro, la fuente es la imagen del antílope convertida en puntos de intensidad lu­ mínica variable en la retina del tigre; el transmisor es un mecanismo que convierte estas diferencias de luminosidad en señales eléctricas; el canal es el nervio óptico que a través de sucesivas sinapsis las lleva has­ ta el cerebro del tigre; el receptor es el área visual del cerebro donde se convierten otra vez en sensaciones luminosas; el destinó son los músculos del tigre que actúan atrapando al antílope. La información pertenece a la secundariedad peirceana; es la concepción de reacción con otra cosa. Ningún biólogo pondría en duda la afirmación de que todos los procesos fisiológicos de los seres vivos son reductibles en última ins­ tancia a fenómenos bioquímicos que tienen lugar en el interior de la célula y que son predeterminados por el ADN. Por ejemplo, la respira­ ción consiste en que los organismos dotados de pulmones o de bran­ quias captan oxígeno del aire o del agua para facilitar los procesos or­ gánicos de oxidación liberando al mismo tiempo dióxido de carbono. Esto se logra mediante la hemoglobina, que es un componente de los hematíes de la sangre. El oxígeno se une a la hemoglobina (dando oxihemoglobina) y, al llegar a las células, es liberado, al tiempo que la he­ moglobina se carga con el dióxido de carbono. Pero este proceso, que en fisiología se conoce hace tiempo, no se acabó de entender por com­ pleto hasta que Ingram demostró en 1957 que el carácter monogénico 4 C. E. Shannon y W. Weaver, The M athematical Theory o f Commmication, Urbana, University o f Illinois Press, 1949. Pese a que los autores hablen de comunicaáón, hoy el aspecto puramente formal de la transmisión de señales y de sus probabilidades de apari­ ción se conoce con el nombre de información. La información está relacionada con la en­ tropía. Teniendo en cuenta que conforme aumenta el número de estados de un sistema se necesita más información para especificarlo, es evidente, suponiendo que los estados sean equiprobables, que la cantidad de información aumentará con nuestra incertidumbre para predecirlos. En general, si un sistema tiene k estados, su máxima entropía H max viene definida por la ecuación = log2k.

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de la anemia fálciforme es atribuible a un cambio en los aminoácidos de la cadena proteica de la hemoglobina. En otras palabras que el respon­ sable de la estructura de la hemoglobina es un gen y la oxidación, que se consuma en la célula, está planeada también desde el núcleo de la célula misma.

3.2. De LA INFORMACIÓN INTRACELULAR A LA INFORMACIÓN EXTRACELULAR

Lo que ya no resulta tan común es aceptar que los procesos infor­ mativos en los que están implicados los seres vivos también guardan relación con las relaciones informativas que tienen lugar en el interior de la célula. Por ejemplo, no es habitual suponer que la forma de los intercambios informativos sostenidos por las neuronas o células ner­ viosas del cerebro reproduce la estructura general de los procesos infor­ mativos de la célula en general, aunque sí se suela admitir que el con­ junto de las sinapsis neuronales está relacionado isomórficamente con la red de relaciones existentes entre los seres del mundo que aquellas intentan modelar5. Interior de la neurona NÚCLEO > ARN + PROTEfNA> MEMBRANA 4 ¿como?

Entre neuronas CÉLULA. A > SINAPSIS > CÉLULA B 4- como

Mundo exterior AGENTE > PROCESO > PACIENTE

5 Esta idea no está todavía generalizada, pero empieza a abrirse camino lenta­ mente entre los especialistas en ciencia cogniüva. Uno de los primeros en formularla fiie R. Thom, «La función de la topología en el análisis semántico», en B. Pottier (ed.), Sentóntícay Lógica, Madrid, Gredos, 1983, págs. 77-79: «Resulta tentador—y conforme a la me­ todología general de la ciencia— representarse el universo semántico como una morfo­ logía cuyo sustrato fuera un espacio eudidiano con un número muy grande de dimen­ siones (por ejemplo, el espado de los estados de activadón de las neuronas, si se adopta d punto de vista materialista que identifica un estado mental con el estado cerebral co­ rrespondiente) [...] La idea general que puede proponerse en semántica es que existe un isomorfismo aproximativo entre el logos de un ser material E y el logos del concepto co­ rrespondiente C(E), considerado como una forma espacial sobre el espado eudidiano de las actividades psíquicas.»

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Una hipotética falta de homología entre el intercambio de infor­ mación intracelular y el intercambio de información extracelular resul­ taría, como mínimo, sorprendente. Supondría que un ser vivo, que está hecho de células, se comunica con el entorno (el mundo exterior u otros seres vivos) siguiendo un patrón estructural W, mientras que el núcleo de cada una de las células de dicho ser vivo se comunica a su vez con su propio entorno (el citosol u otros orgánulos) siguiendo un patrón estructural V que nada tiene que ver con el anterior. Considére­ se una situación elemental como la que ocurre cuando la ameba, que es un organismo unicelular, se acerca a una fuente de luz y, de repente, la elude y se dirige a una zona menos iluminada. Lo que ha habido es un conjunto de procesos bioquímicos, pues la ameba carece de cé­ lulas fotorreceptoras y no puede «recibir información»: el fenómeno se reduce a que la luz afecta directamente a las enzimas que regulan los movimientos del citoplasma. La señal luminosa W y su conse­ cuencia V, el movimiento citoplasmático, están ligados causalmente y guardan proporción estricta: a mayor intensidad de la luz, más in­ tensa será la modificación de la enzima y más grandes los efectos ci­ néticos que provoca. Pero repárese en los efectos de la luz sobre algunos protozoos cilia­ dos como el Stentor coeruleus, sólo un poco más complejos biológica­ mente que la ameba. Ahora, el cambio en la intensidad de la luz afec­ ta a un pigmento azul, el cual provoca un cambio de potencial eléctri­ co en la membrana de la célula y a resultas del mismo la inversión del movimiento de los cilios que permiten nadar al animal6. ¿Hasta qué punto son homologas la estructura informativa W y la estructura conductual V? Evidentemente ambas responden al esquema general causaefecto, pero no existe relación directa entre la emisión de luz y el mo­ vimiento de los cilios. En este caso, la variación lumínica W es una se­ ñal, la cual activa el pigmento y desencadena un movimiento V que no es causado por la luz sino por las diferencias de potencial eléctrico. Ha nacido la información, la estructura informativa más simple. Como se puede advertir, esta información primigenia se basa en un proceso de transferencia de la señal: la luz es reconocida por un receptor —el pigmento azul— y ello desencadena una cadena conductual. ¿Está justificado el nombre de transferencia para este proceso? O en otras palabras: cuando llamamos transferencia al comportamiento infor­ mativo de los protozoos, ¿usamos dicha palabra en el mismo sentido

6 Véase V. Bruce y P. R. Green, Percepáón visual, Barcelona, Paidós, 1994, pág. 30.

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que cuando describe las vicisitudes de la proteína en el citosol? La pro­ teína consta de una primera secuencia de aminoácidos —el líder—que facilita su anclaje en determinada membrana intracelular y una se­ cuencia siguiente que es la responsable de sus efectos en el organismo. Que una proteína tenga determinados efectos sobre el metabolismo celular no es informativo. Pero que la proteína lleve una señal que la ancla en derto lugar de la célula sí lo es, pues dicha señal, que se pue­ de originar lejos del lugar de destino y que no tiene afinidad química por él ni efecto alguno sobre el mismo, debe ser reconocida. Esta se­ ñal, llamada secuencia líder, es una hilera de aminoácidos que se ante­ pone al extremo N ’ del polipéptido7y dirige el tráfico; el líder, que pro­ bablemente es reconocido por algún aspecto de su estructura secunda­ ria o terciaria (plegamiento), penetra en la membrana gracias a un reconocedor y a continuación es roto y separado de su proteína, la cual se dispone a ejercer sus efectos metabólicos. La transferencia constitu­ ye así el primer paso del proceso informativo biológico, aquel por el que los cambios del entorno son reconocidos por el organismo como señales que desencadenan una reacción. A partir de aquí es fácil enten­ der que algunos organismos más evolucionados desarrollen un esque­ ma informativo 2T, basado en la transferencia y en la transcripción y otros, en fin, el esquema informativo más complejo 3T, basado en la transferencia, en la transcripción y en la traducción. Considérese lo que sucede cuando la imagen de una mosca en mo­ vimiento impresiona las células nerviosas de la retina de una rana. Como en el caso anterior, la luz es una señal W que dispara una con­ ducta V, a saber, el salto de la rana para atrapar a la mosca. Pero en este caso la relación entre W y V todavía es menos inmediata. Antes de que la rana salte, es preciso transferir la señal lumínica de la retina al área visual del cerebro de la rana8, siendo la identificación por las células on de la mancha que se mueve la que acaba induciendo órdenes nervio­ sas a los órganos motores del anfibio. Este proceso informativo no sólo supone transferencia de la señal W hasta la conducta V. Además,

7 Los aminoácidos, R, R’..., de la proteína forman largas cadenas unidos por el enla­ ce peptídico, el cual es de la forma ...CO-HN..., en H2N-CHR-CO[OH + H]HN-CHR’COOH, con eliminación de una molécula de agua. Se llama extremo N ’ el correspon­ diente a HN y extremo C’ el correspondiente a CO. -, , 8 Ello se logra convirtiendo fotones en electrones. Para el análisis neurofisiológjco del sistema visual de la rana, cfr. J. Lettwin, H. Maturana.W. McCulIoch y W. Pitts, «Two Remarks on the Visual System o f the Frog», en W. Rosenblith (ed.), Sensoty Communication, Cambridge, MIT, 1961, págs. 757-776:

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hay una tramcñpción previa de dicha señal y un transporte correlativo de la misma, desde lo que pudiéramos llamar su formato lumínico en la retina hasta su formato electroquímico en el área visual del cerebro. Es un proceso informativo 2T. La visión humana funciona de manera parecida, pero no equiva­ lente. Considérese lo que sucede cuando un niño ve una fuente con pasteles y se abalanza sobre ella para tomar uno. Como en los proto­ zoos, una variación de la intensidad de la luz es una señal que activa una conducta: tenemos, pues, transferencia. Por otro lado, es evidente que ha habido transcripción: lo que en la retina del niño era una cuadrícu­ la de conos y bastones que recibían distintas intensidades de luz, en su área visual9 se convierte en sinapsis neuronales que transmiten electro­ químicamente una sensación de imagen. Pero, ahora, aparece un nue­ vo elemento que no estaba presente en la rana. El niño ve «un pastel», es decir, asocia un cierto sentido a la sensación visual. En el caso de la rana se comprueba que esta no reacciona ante las moscas inmóviles, sólo ante las que se mueven. Ello quiere decir que la rana no ve mos­ cas, está preprogramada para atrapar y deglutir manchas pequeñas en movimiento (presas), pero no sabe que son presas cuando las ve sin que se muevan. El niño lo que hace, presumiblemente, es cotejar su imagen actual del pastel con un almacén de imágenes virtuales deposi­ tado en su memoria, lo cual le permite traducir la imagen pastel con el sentido «pastel». En definitiva, que en el proceso informativo humano no sólo hay transferencia y transcripción, sino también traducción. Es un proceso informativo 3T. Teniendo presente todo lo anterior, la hipótesis de que querríamos partir aquí es audaz, pero no necesariamente infundada: todos losproce­ sos de información délos organismos aprovechany mejoran elbasamento sumi­ nistrado por la estructura informativa de la célula. Es como si, ante los retos que plantea el entorno, el organismo acudiese a los principios que re­ gulan su organización genética y se inspirase en ellos para reaccionar. Esta es una manera metafórica de hablar, pero no carece de fundamen­ to. Lo que queremos decir es que, así como la actuación puramente metabóhca y reproductiva de la célula está predeterminada por el ge­ noma e igualmente lo están la asociación diferenciada de las células en tejidos, la de estos en órganos y la de los .órganos en organismos, no parece irrazonable imaginar que se da un encadenamiento similar de los procesos informativos de cada una de estas estructuraciones sucesi­ ■ 9 Hoy en día, más que de una sola área visual, se habla de varios módulos interrelacionados, pero esto es indiferente.

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vas de la materia viva. La única diferencia estriba en que, mientras los procesos metabólicos están codificados en los genes, b s procesos informativos es­ tarían prefigurados en la form a de codificar b s genes. Lo anterior no es tan sorprendente como parece. En realidad, la vida se inició de manera similar. Desde los elementos químicos aislados de la Tierra primitiva hasta las complejas moléculas biológicas del caldo pre­ biótico hay un proceso gradual de combinación guiado por las mismas leyes. Pero cuando los tripletes de bases nucleotídicas se asocien a los aminoácidos, las propiedades químicas de unos y de otros dejarán de ser relevantes y pasarán a serlo sus formas respectivas. Como hemos dicho, aunque hoy sea el ARNt el encargado del ajuste, hace tres mil millones de años lo único que parece justificar la asociación ADN-proteína me­ diada por el ARNmes el encaje local de las cadenas de nucleótido en las cadenas de aminoácido. Esta importancia de la forma aparece en todos los fenómenos de la vida y la atestiguan innumerables situaciones. En el comportamiento de las proteínas influye tanto su composición química (su secuencia de aminoácidos) como la disposición topológica de la ca­ dena, lo que se llama estructuras secundarias y terciarias. A su vez, lo que justifica la doble hélice del ADN es que las dos cadenas polinucleotídicas van en sentidos opuestos (son antiparalelas), una de 5’ a 3’ y otra de 3’ a 5’10. La traducción, en fin, que es el proceso decisivo de ajuste ADN-proteína, no sólo se fundamenta en el código genético, sino tam­ bién en el hecho de que la enzima aminoacil-ARNt sintetasa tiene tres lugares de unión específicos para alojar el aminoácido, el ATP (la cadena fosfática que proporciona energía) y el ARNt: si cualquiera de ellos se desplazase o no encajase bien, todo el proceso fracasaría. La vida surgió porque las propiedades —los contenidos— de los elementos químicos y de sus combinaciones hicieron valer también sus estructuras topológicas —sus formas—. La información (es decir, in-formación, donación de forma) se manifiesta en una serie de proce­ sos biológicos y adopta precisamente las formas que caracterizan la transferencia, transcripción y traducción de señales en el interior de la célula. Tenemos así un doble proceso de salto evolutivo:

10 Los nucleótídos son como peldaños horizontales de una escalera en la que los pa­ samanos verticales están constituidos por pentosas (azúcares de cinco carbonos) unidas a grupos fosfatos. Cada fosfato anterior se une al carbono 5’ de la pentosa y cada fosfa­ to siguiente al carbono 3’, con lo que el orden es 5’-3’-5’-3’... Sin embargo, el empareja­ miento automático de bases nucleotídicas (A con T y G con C), que sustenta los pelda­ ños, exige que la cadena de azúcar-fosfato del otro pasamanos mire en el sentido opues­ to 3’-5’-3’-5’...

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propiedades de la materia + formas de la materia

'l' propiedades de la célula + formas de la célula

’J' procesos informativos de los seres vivos

Naturalmente un planteamiento de este tipo parece contradecir hasta cierto punto las previsiones de la teoría de la evolución. Frente a lo que sugiere la cita de K. Lorenz de arriba, cada nuevo y más perfec­ to grado informativo no se logra porque el genoma de las sucesivas es­ pecies haya incorporado las mutaciones de los descendientes que desa­ rrollaban una conducta informativa mejor integrada en el ambiente. Lo que sucede más bien es que, a partir de cierto momento, las con­ ductas informativas fueron ajustándose de manera cada vez más estre­ cha a la forma de los procesos informativos intracelulares. Es como si una reorganización hubiera dado lugar a un gen o, más probablemente, a una red de genes que tuvieran como misión la de codificar conductas informativas homologas de los procesos informativos intracelulares. Esto no es imposible. Al fin y al cabo, todos los ingredientes de los procesos informativos intracelulares son codificados por genes: las aminoacil sintetasas y el ARN ribosómico de la traducción, el ARN mensajero de la transcripción y el ADN de la replicación. Esto es una consecuencia del dogma central, del hecho de que el ADN codifica ARN, proteína o ADN, pero la proteína no puede codificar a su vez. La hipótesis evolutiva que sostenemos es, por tanto, la de que, en cier­ to momento, estos genes, ocupados en regular procesos informativos intracelulares, se asociaron para regular conductas informativas exter­ nas, de manera que sucesivas activaciones de los genes de la red, favo­ recidas por el ambiente informativo, fiieron calcando cada vez con mayor fidelidad el modelo del interior de la célula. Y es que la evolu­ ción no sólo está determinada desde el entorno exterior, también pue­ de estarlo desde la bioquímica interna de la célula, como últimamente reconocen muchos biólogos11: [...] existen muchos otros factores selectivos además de los que impo­ ne el mundo extemo ecológico. La mayor parte de ellos son relacio­ nes internas entre los pasos bioquímicos y las etapas de desarrollo...

11 D. J. Futuyma, Evolutionaiy Biology, Sunderland, Mass., Sinauer, 1986, pág. 19.

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Probablemente el proceso se originó en las mitocondrias y pasó luego al núcleo o bien al contrario. En la célula eucariota no toda la in­ formación genética está contenida en el núcleo. Además, hay orgánulos con un sistema particular de ADN, el cual no responde a la heren­ cia mendeliana, pues sólo se transmite por vía monoparental. Dicho ADN responde a algunos criterios peculiares de correspondencia de los codones con los aminoácidos. En los mamíferos, los únicos orgánulos que contienen ADN fuera del núcleo son las mitocondrias, las cuales, según parece, sólo se heredan por vía materna. El genoma de las mitocondrias y el de los cloroplastos posee secuencias de ADN ca­ paces de sintetizar todas las moléculas de ARN del orgánulo (ARNm, ARNt y ARN), así como parte de las proteínas que necesita (las demás las importa del citosol). Ríes bien, aunque no es frecuente, a veces se dan transferencias de ADN entre los orgánulos y el núcleo. De hecho, evolutivamente, estos orgánulos debieron de surgir como bacterias in­ corporadas por una célula primitiva (es lo que se llama origen endosimbiótico). La hipótesis de arriba se sustentaría biológicamente como sigue: en un cierto momento, material genético de la mitocondria es­ pecializado en organizar los ciclos informativos en el interior del orga­ nillo habría ¿migrado hacia el núcleo para, desde allí, ocuparse de or­ ganizar la estructura de los intercambios informativos de la célula con el entorno exterior. También podría haber sucedido al revés, que fuesen genes nucleares los que hubiesen emigrado a las mitocondrias y desde allí se ocupasen de regular la información. Al fin y al cabo las mitocondrias son el asiento de los procesos energéticos de la cé­ lula y la información, como vimos, es una forma de energía. Esta al­ ternativa vendría apoyada por el hecho de que, como ha demostrad do L. L. Cavalli-Sforza12, las diferencias lingüísticas de la humani­ dad, que coinciden aproximadamente con sus diferencias genéticas, pueden ser rastreadas comparando el ADN mitocondrial de las dis­ tintas poblaciones.

a Li L Cavalli-Sforza, Genes,puebbsy lenguas, Barcelona, Crítica, 1997.:

C apítulo IV

De la información a la comunicación 4.1. Procesos

com unicativos e n la naturaleza

Hasta ahora hemos examinado, algunos procesos informativos. Pero los seres vivos también se comunican entre sí. La diferencia entre información y comunicación es que la segunda supone un intercam­ bio producido entre dos organismos. Hay comunicación cuando la in­ formación, en vez de afectar a un solo organismo y determinar su con­ ducta, es emitida por este y dirigida hacia otro organismo para que aquel se comporte de determinada manera. En esquema: I n f o r m a c ió n

entorno ■: : l

C o m u n ic a c ió n

, organism o 1

¿ señal

señal

K ^ organism o

organism o 2

;' v

Cuando se confronta la información con la comunicación no pa­ rece aventurado suponer la existencia de numerosas homologías entre ambas. Al fin y al cabo, la comunicación es información que llega a un organismo desde otro organismo en vez de hacerlo desde el entorno. En cambio, cuando se parte de la homología formal establecida entre los procesos informativos que tienen lugar en el interior de la célula y los que afectan a los organismos y se pretende hacerla extensiva a los procesos comunicativos que se desarrollan entre ellos surgen todo tipo de reticencias epistemológicas. ¿Cómo es posible que la transferencia 43

de señales en el interior de la célula haya podido in-formar la comuni­ cación entre los seres vivos? Lo curioso es que el análisis de los hechos empíricos parece confirmar esta hipótesis sorprendente. Esto es debido a que la comunicación entre los seres vivos tiene lugar en el seno de grupos sociales y en ellos los demás seres son precisamente el entorno de cada ser vivo, de manera que, en este contexto, la comunicación es información y, por lo tanto, transmisión biológica de señales. Los procesos comunicativos en los que los seres vivos no humanos se relacionan con otros seres vivos son fundamentalmente de cuatro tipos: El más sencillo de todos es la transferencia de señales-conducta, la cual tiene lugar en el intercambio sexual. Las variadas prácticas sexua­ les de las distintas especies son, por un lado, señales que buscan atraer al sexo opuesto y, por otro, conductas que propiciarán la fecundación. Esta dualidad aparece en todo tipo de organismos, desde las plantas hasta el hombre. En las plantas fanerógamas, por ejemplo, la poliniza­ ción es el transporte o transferencia del polen desde las anteras hasta los estigmas, ya sea por el viento o por los insectos, y el posterior an­ claje del polen en el estigma con la consiguiente fecundación. No pa­ rece aventurado establecer un paralelismo entre la transferencia de pro­ teínas en el interior de la célula y la transferencia de señales-conducta entre dos organismos o en el interior de un mismo organismo. Adviér­ tase que la información transferida puede ser en ambos casos inmedia­ ta o mediata. La transferencia cotraduccional ancla la proteína en la membrana en la que se origina, mientras que la transferencia postraduccional lleva la proteína a un lugar diferente de la célula donde su señal queda anclada por un reconocedor de una membrana. De mane­ ra similar, hay plantas hermafroditas que se autopolinizan (es decir, en las que el estambre recibe su propio polen) y plantas unisexuales, la mayoría, en las que unas flores son masculinas y otras femeninas. La transcripción representa un paso más, pues la señal que pasa de un organismo a otro no determina directamente la conducta y, prueba de ello, es que tiene que sufrir una adaptación —transcripción— des­ de el emisor hasta el receptor para que este la haga suya. En la célula esta dualidad se manifiesta por el hecho de que tenemos dos modula­ ciones de la señal, la del ADN molde y la del ARNm: el ADN molde es el mensaje emitido por el genoma del núcleo, el AJRNmes la versión ligeramente modificada de dicho mensaje1 que llega al citosol y que 1 Esta modificación obedece fundamentalmente a dos razones: a la sustitución de la timina (T) del ADN por el uracilo (U) del ARN y a la desaparición en el ARN de los lla­ mados intrones del ADN, los cuales son largas secuencias de bases no operativas. '

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será captada por el ribosoma. En los organismos vivientes la transcrip­ ción caracteriza el intercambio de señales en muchos animales sociales (por ejemplo, entre las abejas). Lo que distingue a este proceso de los que tratamos seguidamente es que en sentido estricto no puede hablar­ se de dos niveles de articulación del mensaje, sólo de dos formas dife­ rentes del mismo, la del emisor y la del receptor. La célebre danza de las abejas, descrita hace años por von Frisch2, es buena muestra. Cuando las abejas recolectoras descubren una fuen­ te de alimento, describen trayectorias en forma de odio, al tiempo que agitan el extremo inferior del abdomen y emiten un zumbido con in­ tensidad proporcional a la distanda a la que se halla la fuente y a la cantidad de alimento; además, la parte central de la trayectoria, que es casi recta, informa de la direcdón del alimento por el ángulo que for­ ma su movimiento con respecto al sol. ¿Hasta qué punto puede consi­ derarse este comportamiento como un lenguaje? He aquí una pregun­ ta absurda que nos ha vedado durante décadas una correcta compren­ sión d d problema: si el prototipo del lenguaje son los intercambios comunicativos vocales entre seres humanos, resulta evidente que ni la danza de las abejas ni ningún otro fenómeno parecido del reino ani­ mal puede ser un lenguaje pleno, pues siempre carecerá de alguna de las propiedades características de las lenguas de los hombres. En este caso, entre otras, falta la intencionalidad —la abeja que vudve a la col­ mena no puede hacer otra cosa— o la redprocidad —sus compañeras no le contestan—. Sin embargo, resulta evidente que esta danza es co­ municativa: las abejas que llegan informan de una situadón y las abe­ jas que están en la colmena o en sus alrededores son informadas de la misma. Es dudoso que unas y otras sean conscientes de lo que sucede: más bien actúan de una manera instintiva preprogramada en los genes. Pero, aun así, los movimientos de la abeja recolectora constituyen una señal y, además, un señal que cambia ligeramente y se degrada en el paso de la emisión a la recepción. Según la posición que ocupen las abejas receptoras, su valoración del ángulo de desvío será muy pobre y, en cualquier caso, su evaluación de la intensidad con que su compañe­ ra mueve el abdomen resultará forzosamente aproximada. Nótese asi­ mismo que la señal es icónica, que su forma de manifestación es soli­ daria del contenido manifestado: una cierta inclinación del cuerpo res­ pecto a la vertical transmite el contenido informativo de un cierto desvío de la fuente de alimento respecto al sol. Estas tres características,

2 K. von Frisch, La vida de las abijas, Barcelona, Labor, 1957.

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la iconicidad estricta, la degradación de la señal y su ligera modifica­ ción, son precisamente las que nos permiten caracterizar esta danza como una transcripción: el ADN cuando se transcribe como ARN si­ gue siendo un ácido nucleico parecido y que pronto será degradado. El tercer paso en esta complicación creciente de los procesos comuni­ cativos biológicos lo constituye la traducción. Cuando una secuencia de ARNmrecibe una secuencia correspondiente de aminoácidos gracias a la adaptación ejercida por el ARNt, lo que tenemos son señales doblemente articuladas en las que el nivel de manifestación —ácido nucleico— y el ni­ vel de contenido —polipéptido— ya no son equivalentes. Esta dualidad tampoco es ajena a los procesos comunicativos de los seres vivos, pero ge­ neralmente resta confinada a los animales superiores. Uno de los fenóme­ nos más conocidos es el de los gritos de los monos vervet, estudiados por Seyfárth y sus colaboradores3. Esta especie posee varios gritos de alarma, cada uno de los cuales advierte a los compañeros de manada de la presen­ cia de un tipo de depredador (del águila, del leopardo, de la serpiente). El resultado es, naturalmente, una conducta diferenciada: si ante el grito que advierte de la presencia de un águila, los vervets bajan apresuradamente de los árboles y se ocultan entre la maleza, ante el grito que advierte de la pre­ sencia de un leopardo, hacen exactamente lo contrario. : En conclusión, podemos establecer un paralelismo formal entre los procesos informativos que tienen lugar en el interior de la célula y los pro­ cesos comunicativos e informativos que se dan entre los seres vivos: T ip o

d e proceso

Transferencia (IT) Transcripción (2T) Traducción (3T)

Fe n ó m e n o CELULAR

C o m u n ic a c ió n BIOLÓGICA

In f o r m a c ió n BIOLÓGICA .

Anclaje de proteínas Polinización Visión de protozoos Paso ADN a ARNm Danza de las abejas Visión de la rana . Paso ARNm a proteína Gritos de los vervets Visión humana

, Es de destacar que estas tres fases, transferencia, transcripción y tra­ ducción, son acumulativas, tanto en la célula como en los seres vivos. Esto quiere decir que en un organismo la traducción implica lá trans­ cripción y la transferencia, y la transcripción implica la transferencia. Están ligadas, pues, por la siguiente relación de implicación que permi­ te considerarlos universales de la información biológica: 3 R. Seyfkrth, D. Cheney y P. Marler, «Monkey responses to three different alann calis: Evídence o f predator dassiñcation and semantic communication», Science, 210, 1980, págs. 801-803; «Vervet Monkeys Alarm Calis: Semantic Communication in a Free-ranging Primate», A nim alBebaviour, 28,1980, págs. 1.070-1.094.

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TRADUCCIÓN > TRANSCRIPCIÓN > TRANSFERENCIA

3T >

2T

>

IT

Entre los seres vivos esto se advierte con facilidad. Los monos vervet, que presentan traducción de señales doblemente articuladas, trans­ miten informaciones desde un mono emisor hasta un mono receptor, lo cual es una característica definitoria de la transcripción y, lógicamen­ te, pueden degradar su señal de un polo al otro; además, la emisión de dichas señales induce una conducta, en este caso la huida ante los de­ predadores, que es lo propio de la transferencia. Por lo que respecta a las abejas obreras, ocioso resulta destacar que su danza, que hemos ca­ racterizado como una muestra prototípica de transcripción, induce una conducta recolectora en los receptores, es decir, que también pre­ sentan transferencia. Es notable que el grado de complejidad de los or­ ganismos y su propia posición en la escala evolutiva desde el primer ser vivo parece ajustarse a la complejidad creciente de estos tres procesos informativos: muchas plantas y animales inferiores presentan transfe­ rencia; algunos insectos sociales así como peces y anfibios tienen ade­ más transcripción4; sólo en las aves y en los mamíferos5 parece darse, junto a la transferencia y a la transcripción, la traducción. Algo pare­ cido puede decirse de los procesos informativos: un mismo fenóme­ no, la visión, es IT en los protozoos, 2T en los anfibios y 3T en el hombre. Cuando pasamos al ámbito de la célula, esta relación implicativa tal vez no resulte tan evidente porque siempre es el ADN de los genes (sal­ vo en algunos virus de ARN monocatenario) el que se transcribe como ARNm, este ARNmel que se traduce como proteína, y dicha proteína la que es transferida al citosol. Para entender el sentido de la implicación de arriba es preciso partir de lo que resulta imprescindible en un organis­

4 En este apartado habría que incluir también todas las señales sexuales que diferencian a los machos de las hembras y que se usan en el cortejo, por ejemplo, los cantos nupcia­ les de la mosca del vinagre (H. Benneth-Clark, Y. Leroy y L Tsacas, «Species and sex-specific songs and courtship behavior in the genus Zaprionus», Anim al Behaviour, 28,1980, págs. 230-255) o los cambios de luminosidad de las luciérnagas 0. E. Lloyd, «Bioluminiscence and Communication», en T. Sebeok, How Anim áis Communicate, Bloomington, Indiana, 1977, págs. 164-183). s W. H. Thorpe, «Vocal Communication in Birds», en R. A. Hinde, Non-Verbal Communication, Cambridge University Press, 1972, págs. 153-174, ha mostrado que muchos pájaros del bosque emiten dos llamadas diferenciadas, una corta para avisar de la presen' cía de halcones o gavilanes, y otra larga para prevenir de la de búhos o mochuelos. Como se puede ver son casos de traducción similares a los de los monos.

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mo y de lo que no. Ningún organismo puede existir sin proteínas, pues la vida, básicamente, son los procesos vitales y las estructuras en que in­ tervienen aquellas. Pero hay fenómenos orgánicos que parecen consistir sólo en proteína, sin rastro de ácido nucleico, por lo que, naturalmente, lo único que en términos informativos cabe distinguir en ellos es el trá­ fico de proteínas, esto es, la transferencia: es el caso del scrapie de las ove­ jas, una enfermedad neurológjca relacionada con la célebre EEB de las vacas locas y que es producida por la infección de un prión, una glucoproteína hidrofóbica que en su forma virulenta no parece ser codificada por ningún ácido nucleico. Por otro lado, determinados procesos, como la escisión del pre-ARN(, del pre-ARN y de algunos pre-ARN_, se reali­ zan gracias a ARN enzimáticos (las riboenzimas), los cuales llevan aso­ ciada —sin traducción— una proteína que no parece ejercer ninguna función enzimática y se limita a facilitar el proceso. Esta implicación ADN > ARN > proteína tiene carácter funcional, pero no parece responder a lo que sucedió en el caldo prebiótico de los orígenes de la vida. Lo primero que debió formarse es ARN, pues, el he­ cho de tener cadena simple, le permite formar estructuras secundarias va­ riadas por emparejamiento de bases, con lo que se constituyeron las ri­ boenzimas. En otras palabras, que el ARN desempeñó al principio las dos funciones, la del ADN y la del aminoácido. En cualquier caso, esto nada tiene que ver con procesos mucho más modernos como el de la hi­ potética transferencia de las estructuras informativas y comunicativas de la célula al organismo, primero, y a la sociedad de oiganismos, después6.

4.2. La COMUNICACIÓN ENTRE LOS ANTROPOIDES En este capítulo nos enfrentamos a una pregunta difícil, que duran­ te el último cuarto de siglo se han planteado reiteradamente los inves­

6 Con posterioridad al experimento de Miller, Juan Oró obtuvo no sólo aminoáddos similares a los de aquel, sino también adenina al calentar juntos amoniaco y cianuro de hi­ drógeno. La supuesta prevalencia del ARN sobre el ADN en el tiempo se basa en el hecho de que, a baja temperatura, el poli U (polímero de uracilo, la única base que diferencia el ARN del ADN) tiene la notable propiedad de facilitar la unión de monómeros de adenina en una hélice (es lo que se llama una reacción dirigida por patrón). En cualquier caso, es de advertir que el primer sistema genético fiie probablemente, contra lo que se tendería a creer, mis complejo y menos definido que el actual, de manera que el primer ácido nucleico duplicativo no debió de ser ni el ARN ni el ADN sino que debió de contener los cuatro nu­ cleótidos actuales y alguno más. Algo similar ocurrió con las proteínas.

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tigadores: ¿en qué consiste la especificidad del lenguaje humano por contraposición al de sus parientes más cercanos, los primates superio­ res? No se le oculta a nadie que esta cuestión tiene implicaciones de todo tipo: llegar a saber cuál es la especificidad del lenguaje vale tanto como determinar cuál es el fundamento de la conciencia, a la que el lenguaje sirve de instrumento y, por consiguiente, en qué consiste la naturaleza del hombre. Estas implicaciones son responsables de que la cuestión haya sido abordada desde uno y otro lado con todo tipo de prejuicios y con planteamientos alejados del método científico. Por una parte, está la posición de los lingüistas, empeñados en demostrar que los procesos comunicativos de los primates no guardan ningún parecido con el len­ guaje humano: para defenderla han tendido en ocasiones a negar lo evidente y, sobre todo, a cifrar la especificidad de las lenguas naturales casi exclusivamente en la sintaxis, el aspecto en el que los procesos co­ municativos de los primates se revelan más deficitarios. Por el lado contrario, está la posición de los psicólogos y de los etólogos: como para ellos lo que está en juego es sobre todo una forma de conducta, y el comportamiento humano guarda obvias similitudes con la conduc­ ta de los primates en los aspectos no lingüísticos (manifestación de emociones, actitudes ante el grupo social, ante la pareja sexual, etc.), in­ tentan hacer extensivas estas semejanzas al ámbito lingüístico, obligan­ do a los chimpancés y a otras especies a aprender remedos simplifica­ dos del lenguaje. Ambas posturas son reduccionistas, aunque por motivos diferen­ tes. Limitar la especificidad del lenguaje a lo sintáctico parece tan capri­ choso como pretender que lo que caracteriza a las plantas son las flo­ res y que la raíz y el tallo son irrelevantes. Estudiar las características de la comunicación de los primates con chimpancés aislados en un labo­ ratorio y a los que los seres humanos intentan enseñar con grandes es­ fuerzos la lengua de signos de los sordomudos o ciertos códigos prepa­ rados artificialmente para este propósito sería como estudiar el efecto de la erosión sobre el terreno regándolo con una manguera y soplando sobre él con un ventilador. Sería de desear que la especificidad de los sistemas comunicativos íiiese contrastada con la totalidad de la lengua, es decir, que se examinase en sus aspectos formales, semánticos y pragmáticos al mismo tiempo, pues también los lenguajes artificiales de la computación poseen una sintaxis compleja y, sin embargo, no son humanos. Al mismo tiempo, sería de desear que las conclusiones que se extraigan del estudio de la comunicación entre primates pro­ vengan de la observación de su comportamiento espontáneo en li­ 49

bertad7; adviértase que lo que parece poder inferirse de los llamados niños ferales es que sus pautas de comportamiento se ajustan a las de las fieras con las que se criaron8, aunque sin llegar a ser nunca del todo como ellas, es decir, que el mero aprendizaje de la conducta y leyes como la de generalización del estímulo tal vez permitan explicar casi todos los «descubrimientos» de los primatólogos9. En esta disputa, que podríamos simplificar caricaturescamente con la fórmula «los monos no pueden/pueden hablar», no sólo se enfren­ tan los lingüistas (defensores de la complejidad y exclusividad de su objeto de estudio) y los que no lo son, sino también dos posiciones gnoseológicas, la innatista frente a la conductista. En principio, estas dos alternativas son independientes, si bien a la hora de la verdad nin­ gún innatista cree que los primates puedan hablar, aunque hay conductistas que les conceden esta facultad y otros partidarios de negarles el habla. Como es sabido, la postura innatista extrema la representan N. Chomsky y sus discípulos para quienes el lenguaje o, mejor dicho, la capacidad para aprenderlo (language adquisition device), serían inna­ tos, de forma que los niños heredarían una gramática universal (G. U.) consistente en un conjunto de principios y parámetros sintácticos10 que luego se modelan —se fijan— conforme a la lengua concreta que los revive en el entorno. Entre los empiristas más discretos se hallan los epistemólogos genéticos de la escuela de J. Piaget: para estos autores lo 7 Es lo que hizo el etólogo A. Kortlandt, «The Use o f Hands in Chimpanzees in the Wild», en The Use o fHands and Communication in Monkeys, Apes and Early Hominids, Hans Huber Verlag, 1968. Según Kortlandt, la destreza manual de los chimpancés no sólo les permite fabricar rudimentarias herramientas: también disponen de señales para pedir alimento, ofrecer ayuda y buscar protección. Hay incluso una incipiente variación; mientras que un grupo de chimpancés utilizaba una señal para detenerse, otro grupo ale­ jado en otra zona de la selva se servía de otra. Esto parece demostrar que entre los chimj pancés parte de la comunicación visual es adquirida en el grupo. 8 Kamala, una de las niñas halladas en 1920 en la India en una manada de lobos, que era muda, andaba sobre las cuatro patas y tenía un afinado sentido del oído y del ol­ fato, atrapó una gallina en el jardín de la casa donde observaban su comportamiento y se dispuso a devorarla cruda después de matada con las manos y los dientes. Evidente­ mente, el hecho de usar las manos no puede venirle de la imitación de los lobos, pero sí todo lo demás. . 9 Casi todos, pero no todos: el comportamiento espontáneo de la chimpancé Washoe, la cual signaba libremente por juego y hasta inventaba nuevas señales, demues­ tra los límites del conductismo. También se registraron numerosas «conversaciones» en Ameslan en el seno de la familia de chimpancés de la que Washoe era la matriarca. 10 Uno de sus seguidores más apasionados, S. Pinker, ha llegado a hablar de «instin­ to del lenguaje» y de un lenguaje mental interno previo a la diferenciación lingüística, el mentales. Cfr. S. Pinker, E l instinto dellengutqe, Madrid, Alianza, 1995. ■v

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que se hereda no es un LAD, sino una capacidad general para el aprendizaje cognitivo, de la que carecen los demás animales y que ex­ plicaría igualmente la unicidad de la especie humana11. Finalmente, la postura de los conductistas clásicos como Skinner —al que Chomsky dedicó una célebre y feroz reseña12— considera que el hombre comparte con los animales superiores una serie de hábitos de aprendizaje innatos, pero, al poseer una capacidad cerebral muy superior, es capaz de aprender cosas como el lenguaje que a aquellos les resultan inasequibles. E. Linden ha puesto de manifiesto13 cómo lo que hay detrás de la aceptación de las conclusiones de los primatólogos cuando creen po­ der demostrar que los póngidos tienen lenguaje es el derrumbamiento de todo el paradigma de la ciencia occidental desde Platón. Según él, ya no podrían mantenerse los supuestos de Konrad Lorenz para quien lo humano del hombre estriba en las siguientes prerrogativas: la razón y la inteligencia; la ética; la cultura; el habla, que es condición de la an­ terior; la autoconciencia; la metacuriosidad transformadora del medio. Con todo, la ilusionada euforia de Linden, quien llega a decir que Washoe —la primera chimpancé a la que se intentó enseñar el lengua­ je de signos— representa un giro copemicano en la historia de la cien­ cia (!), nos parece tremendamente ingenua. Esto mismo les sucede a muchos primatólogos: una cosa es que el racionalismo, con el abismo infranqueable que tiende entre la especie humana y las demás, haya servido para legitimar nuestra falta de respeto a la naturaleza y, a la pos­ tre, tal vez llegue a ser responsable de la destrucción del planeta, y otra, que el más elemental sentido común no nos haga advertir algo más que diferencias de grado entre el hombre y sus parientes más cercanos. Los principios a los que se refiere Lorenz son ciertamente humanos, pero no parece obvio ni mucho menos que, por lo que sabemos de la conducta de los primates, también resulten aplicables a ellos. Los pri­ mates no han desarrollado una cultura, carecen de ética, de raciocinio y de autoconciencia y tampoco han transformado el medio en el que viven. ¿A qué fin, pues, tanto empecinamiento en negar la exclusivi­ dad de la especie humana? Porque existen indicios de que los primates

11 Ambos autores contrastaron sus respectivas posturas en un célebre encuentro. Cfr. M. Piatelli-Palmerini, Teorías dellenguaje. Teorías dd aprendizaje, Barcelona, Grijalbo, 1983. 12 N. Chomsky, «A review o f Skinner’s Verbal Behavior», Language, 35, 1959, pági­ nas 26-58, •' ' ■■■ 13 E. Linden, «Darwin en el templo de Platón», Monos, hombresy lenguaje, Madrid, AU, 1985, págs. 210-223.

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poseen inteligencia suficiente para aprender algunos rudimentos del lenguaje: se supone que es el primer paso para todo lo demás. Un rápido resumen del estado de la cuestión relativo al tema que nos ocupa seria el siguiente: A mediados de los sesenta el matrimonio Gardner14 enseñó Ameslan a la chimpancé Washoe por el procedimiento conductista de estí­ mulo-respuesta. Se le mostraba un objeto y se le cogían las manos obli­ gándola a formar el gesto manual correspondiente a dicha palabra. Luego se le recompensaba cada vez que hacía el signo por sí misma al ver el objeto. Sin embargo, este procedimiento no fue el único que uti­ lizaron: Washoe también aprendía signos de Ameslan por sí misma, observando a sus instructores y relacionándolos con el objeto. Pronto Washoe no sólo utilizaba los signos aprendidos para objetos concretos, sino que se mostraba capaz de generalizarlos (usando el signo de «perro» para todo tipo de perros y no sólo para la muestra) e incluso llegaba a inventar signos cuando no recordaba el que le habían enseñado. El paso siguiente fue unir signos, por ejemplo «dame dulce» o «tú hacercosquillas yo». Por su parte, R. Fouts15 creyó observar que, en la colo­ nia de chimpancés que cuidaba, el Ameslan era empleado espontánea­ mente por los primates para comunicarse entre ellos. He aquí una muestra de las sorprendentes habilidades «lingüísticas» de Washoe16: ( Si el verdadero aprendizaje va acom p añ ad o d e u n a flexibilidad que perm ite adaptar lo aprendido a nuevas situaciones, la capacidad de im provisación q u e dem ostraba W ashoe en el em pleo d e los sig­ nos era la m ejor prueba de q u e los había asim ilado perfectamente. Para referirse a u n orinal, em pleaba «caca bueno» y, para la nevera, «abrir com ida bebida», aunque nosotros nom b ráb am o s estos obje­

14 R. A. Gardner y B. Gardner, «Teaching Sign Language to a Chimpanzee», Science, 165,1969, págs. 664-672. Las investigaciones de los Gardner son las primeras en las que se intentó enseñar un código gestual a los antropoides. Antes se había probado a enseñarles la lengua oral, con muy poco éxito: por ejemplo, C. Hayes, TheApeinOur House, Víctor Gollancz Ltd., 1952, adoptó una chimpancé recién nacida, Vicky, y se es: forzó en enseñarle inglés hablado durante seis años, sin que Vicky llegara a aprender mis que cuatro palabras (mama,papa, cupyup). Evidentemente ello es debido a lo inadecua­ do de sus órganos fonadores (la laringe está demasiado alta y la lengua es estrecha) y tam­ bién a que los chimpancés son animales silenciosos, poco dados a imitar sonidos, aun­ que muy bien dotados para la mím ica.. 15 R. S. Fouts y R. L Mellgren, «Language, Signs, and Cognition in the Chimpan­ zee», Sign Language Studies, 1975, págs. 319-346. 16 R. Fouts, Primos hermanos, Barcelona, Ediciones B, 1999, pág. 103.

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tos com o «orinal» y «caja fría» respectivamente [...] Pero esto n o es todo. W ashoe tam bién aprendió a autocorregir sus errores en el uso de las herram ientas lingüísticas. E n cierta ocasión, m ientras m iraba la foto de u n a bebida en las páginas de u n a revista, dijo «esto com i­ da», pero luego se quedó m irando fijamente su propia m ano y recti­ ficó el segundo signo para decir «esto bebida».

Estas sorprendentes habilidades de los chimpancés no presuponen necesariamente un vínculo icónico entre la señal y el objeto. En la dé­ cada de los ochenta, S. Savage-Rumbaugh17 y sus colegas estudiaron los procesos de generalización de la referencia en tres chimpancés (Sherman y Austin, y Lana como sujeto de control) mediante lexigramas escritos en la pantalla de un ordenador cuyas teclas eran dibujos y no letras. Al principio asociaban un lexigrama a un objeto y sólo cam­ biaban esta asociación tras la extinción de la anterior. Sin embargo, con el tiempo llegaron a generalizar la referencia, adquiriendo una nueva y manteniendo la anterior: por ejemplo, tras haber vinculado el lexigrama de «comida» con un plátano pasaban a vincularlo también con una manzana. Un hecho sorprendente es que un cuarto chimpan­ cé, Kanzi, que era un bebé que asistía casualmente al entrenamiento colgado del cuello de su madre, aprendió lo mismo que su progenitora sin que los psicólogos le prestaran ninguna atención18. Un acercamiento de otro tipo fue el iniciado por D. Premack19, quien enseñó a la chimpancé Sara un lenguaje basado en fichas de plás­ tico de colores y formas arbitrarios, cada una de las cuales lleva asigna­ do un significado. Con ello se pierde la espontaneidad de Washoe (Sara no podrá inventar signos ni está habilitada por herencia para usar fichas), pero se facilitan las operaciones sintácticas. Lo que Sara vino a hacer es algo próximo a la lectura y a la escritura. Y en este campo lle­ ga a construir oraciones condicionales, comparativas o interrogativas en un mecanismo de resolución de problemas típicamente conductista: por ejemplo, se situaba la ficha de la interrogación entre otras dos fichas y se le pedía que la sustituyese o por la ficha de igual o por la de distinto.

17 E. S. Savage-Rumbaugh, Ape Language: From Conditioned Response to Symbol, Nue­ va York, Columbia University Press, 1986. 18 E. S. Savage-Rumbaugh y R. Lewin, Kanzi: TheApe at the Brink o fthe Human M ind, Nueva York, John Wiley, 1994. 19 D. Premack, «The Education o f Sarah: a Chimp Leams Language», Psycbobgy To­ day, 4,1970, págs. 55-58.

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Aun así, era evidente que la sintaxis seguía constituyendo el punto flaco de los acercamientos primatológicos al lenguaje. Para remediar dicha deficiencia, R Fouts y su equipo20 se propusieron enseñar al chimpancé AUy a «usar la sintaxis». El experimento consistía en pedir­ le a Ally que tomara un objeto de entre los que había en una caja (mu­ ñeca, pelota, sombrero, flor, cepillo...) y que lo colocara en alguno de los lugares elegidos o que se lo diera a otra persona. Así se le enviaban mensajes en Ameslan como «dar a Bill cepillo» o «poner pelota en bol­ so», a los que Ally respondió correctamente en un 31 por 100 de los casos (la pura aleatoriedad no habría rebasado el 7 por 100). Una vez comprobado, según ellos, que Ally «entendía las construcciones sintác­ ticas», se le incitó a producirlas por sí mismo: se le preguntaba dónde estaba algo, y él contestaba «pelota en mesa» o «flor en caja», lo cual, en opinión de estos primatólogos, suponía «manejar la sintaxis como usuario creativo». Resulta difícil decidirse a la hora de calificar estos comportamien­ tos como «lenguaje», aunque evidentemente son procesos comunicati­ vos de diversa índole. Más sencillo es preguntarse cómo se producen. Consideremos el caso de Washoe, una chimpancé inteligente que lle­ gó a aprender centenares de signos del Ameslan. En principio, la aso­ ciación de un signo gestual a un objeto responde a un mecanismo conductista de aprendizaje similar a cualquier otro: Washoe hará el signo de plátano cuando se le muestre un plátano porque antes fue gratifica­ da por ello y espera recibir un premio similar; por la misma razón, cada vez que nuestro perro oye ¡depie!, se alza sobre sus cuartos trase­ ros y se pone a hacer carantoñas. Hasta aquí nada de particular. Por su­ puesto, el término conductismo tiene aquí un significado muy amplio: el que Washoe aprendiera muchos signos jugando, a base de observar a los humanos, significa simplemente que la gratificación del estímulo le venía de su propia actividad lúdica, de manera parecida a como pue­ den aprender muchas otras cosas (ponerse y quitarse un sombrero, en­ cender la TV, etc.) por imitación. Tampoco es reseñable la generaliza­ ción del estímulo derivada de que Washoe utilice el signo plátano cuan­ do le mostramos un plátano diferente —más grande y algo verde, por ejemplo— del que empleamos en otras experiencias: al fin y al cabo el perro de Pavlov también terminó salivando cuando oía una campana con un sonido próximo a la originaria. Más interesante resulta la espo­ rádica invención de algún signo por el chimpancé: esto se logra de dos ' 20 R. S. Fouts, G. Shapiro y C. O’Neil, «Studies of Linguistic Behavior in Apes and Children», UndentandingLanguage Tbrough Siffi Language, Nueva York, Academic Press, 1978.

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maneras, uniendo signos anteriores o creándolos de nuevo. En cual­ quiera de los dos casos se trata de una conducta que ya no es simple­ mente reactiva: estos signos parten del sujeto y guardan cierta propie­ dad icónica que hace plausible su anclaje en el mundo real. Por ejem­ plo, Washoe «inventó» un signo especial para babero a base de trazar la forma de un babero sobre su pecho. Idéntica cualidad icónica tienen las uniones de dos o más signos: según los Gardner se producen en cualquier orden, pues lo único que parece importar es la correspon­ dencia de cada uno con un elemento destacado y reconocible de la rea­ lidad evocada. Los lingüistas criticaron severamente la presunta cualidad «lingüís­ tica» del comportamiento de Washoe. No les falta razón cuando dicen que estas pruebas son engañosas: sugieren una incipiente semiosis por­ que, dentro de un típico mecanismo conductista, aparecen estímulos que tienen la forma de signos y no de cualquier otro señuelo. La obje­ ción más común era la de que este lenguaje carecía propiamente de sintaxis21, dado que las esporádicas uniones de signos corresponden a queremas simultáneos del Ameslan22, aunque, desde luego, este no fuese siempre el caso. No es de extrañar, por tanto, que en la fase si­ guiente los primatólogos se esforzaran por dotar de una sintaxis cohe­ rente a la conducta semiótica de los chimpancés. No obstante, es muy discutible que lograran su propósito, fuera de las meras asociaciones binarias de signos. Consideremos ahora el com­ portamiento de Sara. Lo más sorprendente es que, en vez de enseñarle estructuras sintácticas sencillas como la atribución o la predicación, Premack se empeñase en enseñarle la interrogación o las condicionales, así como la expresión del tamaño, de la forma o del color. Nada menos: ni siquiera tenemos constancia de que los chimpancés perciban los mis­ mos colores que nosotros como para especular sobre si son capaces de expresarlos. Obsérvese cómo procedía Premack. Con una serie de fi­ chas de plástico arbitrarias a las que atribuye los valores respectivos de 21 R. Brown, «The First Sentences o f Child and Chimpanzee», Psycbolinguistia: Selected Papers, Nueva York, Free Press, 1970. 22 Obsérvese que el lenguage supone una compartimentación caprichosa de la reali­ dad. Por ejemplo, la idea de «abrir la mano» es eso, una idea veibalizada, pero no una sucesión de acontecimientos, pues en el mundo «abril» y «mano» son simultáneos. Los queremas —componentes gestuales— de las lenguas de signos vuelven a restaurar la uni­ dad originaria, de manera que muchas de las traducciones lingüísticas que se ofrecen del Ameslan son engañosas: por ejemplo, en LSE «árbol lánguido» es el mismo signo de «árbol» (el brazo derecho vertical con los dedos extendidos hacia arriba como si fuesen ramas), pero con los dedos caídos y horizontales.

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Sara, c o g e r , m an zan a, Mary, d a r y c h o c o l a t e , así como los símbolos gramaticales de la interrogación y del condicional, se cons­ truye la secuencia S ara c o g e r m an zan a ? M ary d a r c h o c o l a t e S a ra y se premia al chimpancé con chocolate cuando sustituye la fi­ cha ? por la ficha si. Repetida la experiencia con otras combinaciones, se termina logrando que Sara acierte siempre. De acuerdo. Pero esto no supone que haya aprendido el condicional, una relación oracio­ nal que los niños de siete años, cuando su sistema sintáctico ya es tan operativo como el de un adulto, todavía no han adquirido. El condi­ cional requiere la cognición de lo hipotético, la de los mundos posi­ bles, la de lo contrafactivo. Lo que Sara está haciendo es concatenar una serie de estímulos a la izquierda de la ficha si y establecer una co­ rrespondencia con otra concatenación a su derecha o, mejor dicho, relacionar la ficha relevante de la izquierda, m a n za n a , con la de la derecha, c h o c o l a t e , la cual rejpresenta la gratificación. No es sor­ prendente que Sara aprendiese con facilidad el uso de la ficha n o , un concepto que en el lenguaje conlleva la ausencia de mundos posibles y además restricciones de espacio operacional. La ficha se debía inser­ tar para rechazar una equiparación errónea, por ejemplo, la de rojo con p lá ta n o o la de a m a r illo con m an zan a: es el mismo procedi­ miento que en el caso anterior, pero con desemejanza de los térmi­ nos. Algo parecido cabe decir de los signos c o l o r d e , ta m a ñ o d e o fo r m a de: los tres están construidos sobre la correlación de dos ele­ mentos (g r a n d e - ta m a ñ o d e - v a so , etc.). Después de lo anterior, queda la duda razonable de si Sara, aparte de resolver con acierto una serie de problemas conductuales, llegó al­ guna vez a interpretar m a n za n a como la ficha correspondiente a «manzana», algo que en el Ameslan de Washoe parece haberse logrado dada su naturaleza irónica. Por eso, se volvió al Ameslan en los experi­ mentos realizados con Ally. Sin embargo, es muy dudoso que su con­ ducta, tanto pasiva como activa, equivalga al manejo de una sintaxis si­ milar a la del lenguaje humano. Y es que, con independencia del ico­ nismo que se manifiesta en algunas estructuras lingüísticas, sobre todo en los esquemas actanciales, lo propio de la sintaxis de las lenguas es su arbitrariedad. Lo notable no es que una relación «contenido (c) + con­ tinente (C)» del mundo se verbalice como «c prep C», sino que los ni­ ños hispanohablantes aprendan a distinguir y a usar correctamente la casa delpueblo frente a la casa en elpueblo, la casajunto alpueblo y la casa dentro delptteblo. Tampoco es decisivo que el esquema «agente-acciónobjeto», propio del mundo y que cualquier animal puede observar en la naturaleza, se verbalice como SVO: lo notable es que SVO se pro­

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yecte metafóricamente (?) a situaciones verbales que no son acciones, como la casa es blanca, miprima tiene sueño o b qm dijo mepreocupa. ■

4.3. Las

propiedades del lenguaje

í A qué nos conducen estos experimentos? El hecho de que última­ mente apenas se haya continuado en esta línea parece indicar que los esfuerzos de los primatólogos habían tocado tedio. Un chimpancé no es un ser humano y nunca logrará hacer, aun con un gran esfuerzo, lo que cualquier niño resuelve en pocos meses sin aparente dificultad. En otras palabras, que los chimpancés no hablan, no pueden hablar. Más aún: por lo mismo, tampoco tienen lenguaje. Pero esto no quiere de­ cir que lo que se les ha enseñado no sea el lenguaje. Considérese la ca­ racterización clásica de los rasgos definitorios del lenguaje hecha por Ch. Hockett:

Una vez tomada esta decisión, podemos considerar el siguiente conjunto definitorio para el lenguaje: carácter abierto, desplaza­ miento, dualidad, arbitrariedad, carácter discreto, intercambiabilidad, retroalimentación, especialización, desaparición rápida, difu­ sión a distancia y transmisión direccional. Todo sistema que tenga estas diez propiedades se llamará aquí lenguaje; cualquier lenguaje manifestado por nuestra propia especie se llamará lenguaje humano [...] Presumiblemente, si bien no de manera tan obvia, todo lengua­ je tiene prevaricación y reflexividad; al menos, el lenguaje humano sí las posee23.

Tal y como ha sido elaborada esta lista —asegura Hockett— con: tiene las propiedades específicas del lenguaje, tanto humano como ani­ mal. Las distintas especies animales comparten alguno de estos rasgos, pero no todos según se muestra en otro trabajo anterior24. Sin embar­ go, cuando se atiende a los resultados de laboratorio obtenidos por los primatólogos, no resulta difícil encontrar en su lenguaje los rudimen­ tos de las diez propiedades a la vez:

i 23 Ch. Hockett, «The Problem o f Universals in Language», en J. Greenberg (ed.), Umversals o/Languagc, Cambridge, M1T, 1963, pág. 15. ■:' í. ¿ 24 Ch. Hockett, «Logical Considerations in the Study o f Animal Communicarion», en W. Lanyon y W. Tavolga {tá s), A nim al Sounds and Communication, Washington, AIBS, 1960, págs. 392-430.

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— Carácter abierto: es posible transmitir informaciones nuevas con el lenguaje (es lo que otros autores han llamado creatividad). Evidente­ mente, Washoe, que llega a inventar algunos signos, así como los chimpancés de la colonia de Fouts, que en apariencia se comunican entre ellos en Ameslan, son vestigialmente creativos. — Desplazamiento: los mensajes pueden referir a situaciones ajenas a la percepción actual, ya del pasado, ya del futuro. Es el rasgo más di­ fícil de aplicar al lenguaje animal, en opinión de los propios primatólogos25. La liberación del aquí y del ahora es a la vez efecto y condición de la tecnología, tan ligada al desarrollo de la especie humana. Los ex­ perimentos comunicativos con chimpancés no han progresado lo sufi­ ciente como para evidenciar esta relación, pero sí se ha comprobado que poseen unas incipientes capacidades técnicas (aguzamiento de pa­ los para extraer termitas de su nido, etc.), de manera que no es imposi­ ble que llegaran a programarlas con el lenguaje. — Dualidad: carácter doblemente articulado de los signos, los cua­ les tienen una forma y un sentido mutuamente independientes, de ma­ nera que con unas pocas unidades formales es posible construir un nú­ mero muy grande de unidades semánticas (en el lenguaje humano se obtienen miles de palabras con unos pocos fonemas). Esta propiedad no es una característica de los usuarios, sino del sistema lingüístico como tal. Entre los procedimientos usados por los primatólogos care­ cen de dualidad las fichas de Sara y los lexigramas de Sheiman y Austin, pero no así los signos de Washoe, que se basan en el Ameslan26. . — Arbitrariedad: la relación entre el signo y su denotación no es irónica. Aquí sucede lo contrario que en el caso anterior: los gestos de Washoe son relativamente motivados, pero tanto las fichas como los lexigramas se basan en una relación completamente arbitraria. —■Carácter discreto: los mensajes constan de unidades discretas en­ tre las que es posible trazar fronteras estrictas. Se trata otra vez de una propiedad del sistema más que de una característica de la comunica­ ción. En los lenguajes utilizados por los chimDancés lo discreto está

25 Cfr. Linden, capítulo 11, donde se atribuye el desplazamiento al neocórtex y se caracteriza como respuesta esencialmente no emocional, ajena al sistema límbico. 26 Como observó W. C. Stokoe, «Sign language structure: An outline o f the visual communication system of the American deaf», Studies in Linguistics. O aasiond Papers, 8, los signos gestuales del Ameslan son el resultado de la combinación de unas pocas uni­ dades mínimas pertenecientes a tres categorías: la configuración manual, la localización en el espació y el movimiento. Stokoe reconoce 19 configuraciones, 12 localizaciones y 24 movimientos. Posteriormente se ha añadido alguna más como la orientación. -:

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siempre presente, pues fueron concebidos como una sucesión de sig­ nos encadenados27. ■ — Intercambiabilidad: los distintos miembros de la comunidad pueden ser indistintamente emisores y receptores de mensajes. Esto es particularmente cierto en el caso de Washoe y sus sucesores, pero no en el de Sara, la cual nunca tomó la iniciativa de comunicarse con sus instructores. — Retroalimentación: el emisor de una señal la percibe a su vez. Se da en todos los casos, como es obvio. — Especialización: las consecuencias energéticas de las señales emi­ tidas son irrelevantes, lo que importa son los efectos que producen. Es una característica de la información como tal y, naturalmente, aparece en todos los casos. — Desaparitión rápida: la señal perdura poco tiempo, justo el que dura su emisión. Esto sucede en el habla humana y en los signos gestuales de Ameslan, ya los articule un ser humano o un chimpancé. No sucede en la escritura ni, por lo tanto, en los Iexigramas o en las fichas. — Difusión a distanciay transmisión direcciond. En el habla humana estas propiedades derivan del hecho de que el sonido es una onda, pero también lo es la luz, lo que garantiza su cumplimiento en el Ameslan. ¿Qué conclusiones pueden extraerse de la presencia, plena o vesti­ gial, de estas diez propiedades en el lenguaje que se ha enseñado a los chimpancés. Evidentemente que si hablar consiste en esto, ellos pue­ den hablar. El problema es que hablar no consiste sób en esto. Las mencionadas propiedades caracterizan externamente al fenómeno co­ municativo lingüístico y, como todos los rasgos externos, es posible ad­ quirirlas por medio del aprendizaje. Un actor que está representando el papel de Hamlet ha aprendido a moverse como un príncipe, ha aprendido a decir las cosas que diría un noble danés y ha aprendido a actuar como actuaría el protagonista, pero no es Hamlet. El verdadero Hamlet ha nacido y se ha hecho Hamlet28 y el actor sólo puede damos la ilusión de que es Hamlet reproduciendo los rasgos extemos que lleva­

27 Esto es así incluso en Ameslan donde últimamente se ha señalado el carácter su­ cesivo de muchos queremas. 28 Hay obras en las que el personaje real ha nacido como tal, pero no se ha hecho todavía, según le ocurre al Segismundo de La vida es sueño. En este caso lo que el actor representa es doblemente traslaticio, pues ha de simular en escena el propio proceso de constitución externa del personaje.

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ron a este a ser él mismo: por eso, acabada la representación, nuestro actor se quita el maquillaje y los disfraces y pasa a enfrentarse a proble­ mas vitales que nada tienen que ver con los de la obra. En el caso del lenguaje que aprendieron los chimpancés —que no es su lenguaje, nó­ tese bien— sucede lo mismo. Mientras duran los entrenamientos, es­ tos animales hacen como que son humanos. Pero en cuanto acaban de fingir o de jugar, vuelven a ser los animales que son. Por eso no ha ha­ bido ningún chimpancé que haya llegado a adquirir una lengua natu­ ral para usarla como la usan los seres humanos, con sus propiedades externas y con sus. propiedades internas. Cuáles son estas propiedades internas del lenguaje es una pregunta que intentaremos responder más adelante. Por lo pronto, nótese que las dos únicas propiedades extemas que, según Hockett, no comparti­ mos con los lenguajes de los animales suponen un punto de partida para averiguarlas: — Prevaricación: los mensajes pueden ser falsos o lógicamente in­ consistentes. Algunos primatólogos han querido obviar esta dificultad objetando que Washoe y otros chimpancés engañaban a veces a sus instructores. Sin embargo el engaño y la mentira no son lo mismo. Muchos predadores intentan engañar a sus presas simulando una in­ movilidad aparente. Pero mentir es otra cosa: supone algo más que ocultar la verdad, es utilizar intencionalmente los signos con una de­ notación distinta de la que les corresponde o sin denotación alguna. Ningún animal hace esto. — Rejlexividad: el lenguaje se usa para hablar de sí mismo. Desde luego la capacidad metalingüística es exclusivamente humana. Nótese que la reflexividad es la vertiente formal de la prevaricación: desviamos la aplicación de las formas sobre los sentidos y las dirigimos a las forvmas mismas (rojo es adjetivo) como desviamos los significados de sus re­ ferentes para concentrarlos en otros significados (dosy dos son cinco).

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C a p ítu lo V

El código externo del lenguaje humano 5.1. El CÓM O DEL APRENDIZAJE LINGÜÍSTICO DELOS PRIMATES

La pregunta que podemos formulamos es la de cómo aprendieron estos chimpancés ciertas estructuras lingüísticas y por qué no aprendie­ ron el resto hasta llegar a dominar el instrumento verbal igual que los seres humanos. La respuesta que se suele dar en el sentido de atribuir­ lo a la menor capacidad cerebral de los simios es correcta, pero parcial: al fin y al cabo, en otros aspectos cognitivos no lingüísticos los grandes monos suelen mostrar notable capacidad e inteligencia. Además, entre los propios seres humanos no existe relación estricta entre la inteligen­ cia o el tamaño del cerebro y las capacidades verbales: aunque el domi­ nio del lenguaje ayuda a la expresión del pensamiento, hay muchas personas de inteligencia media que tienen gran habilidad lingüística y personas muy inteligentes con escasa capacidad verbal. Añádase a todo ello que el cráneo del Homo neandertbalensis, una rama extinguida del Homo sapiens arcaico que fue superada por nuestro antepasado el Homo sapiens sapiens, parece haber sido mayor que el de este y también lo era, por consiguiente, el volumen de su cerebro1. Naturalmente esto no signifi­ ca que podamos asegurar que el Homo neandertbalensis, pese a su mayor 1 También se han descrito numerosos casos de personajes célebres, como Erasmo de Rotterdam o Anatole France, los cuales tenían un volumen cerebral bastante inferior a la media.'

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cerebro, carecía de lenguaje, pero sí que, caso de tenerlo, era un instru­ mento más imperfecto desde el punto de vista de su éxito evolutivo. Sea cual sea el origen de la especificidad del lenguaje, desde luego no reside en el volumen del cerebro, sino en su estructura neuronal. Otra posibilidad es suponer que el cerebro humano ha desarro­ llado áreas lingüísticas, mientras que el cerebro de los antropoides no lo ha hecho. Durante mucho tiempo la corriente de pensamiento localizacionista —y que situaba la capacidad lingüística en el área de Broca y en la de Wemicke— constituyó el aval más fuerte de esta hipó­ tesis. No obstante, también hay que decir que las zonas correspondien­ tes del cerebro de los primates podrían haber albergado el lenguaje y no lo han hecho: como todos los mamíferos, los antropoides poseen tres capas de desarrollo cerebral, la vegetativa, el sistema límbico y el neocórtex2, la última de las cuales está perfectamente capacitada en lo funcional para albergarlo. El problema principal para extender esta modularidad anatómica —Comprobada por las carencias motoras que provocan las lesiones en el área de Broca y por las carencias de com­ prensión derivadas de lesiones en el área de Wemicke3— estriba en qué el alejamiento físico de estos dos dominios (respectivamente prefrontal y temporal) demuestra que la capacidad lingüística no reside en ellos sino que se limita a utilizarlos como instrumentos para expresar­ se, pues en el signo la forma vocal y el contenido evocado se presupo­ nen mutuamente. Lo contrario sería algo así como suponer que la res­ piración está en los pulmones, en el corazón y en los vasos sanguíneos, cuando, en realidad, según decíamos páginas atrás, es un fenómeno que se da en cada célula y al que sirven estos tres órganos. Una manera alternativa de plantear la cuestión precedente es la de preguntamos si por el hecho de haber aprendido algunas estructuras lingüísticas, cabe afirmar que los chimpancés poseen los rudimentos cerebrales del lenguaje. La respuesta no ha de ser necesariamente afir­ mativa: al fin y al cabo, los seres humanos podemos aprender a nadar, pero la evolución nos ha alejado considerablemente de los peces, al privamos de branquias y de aletas, sin que la conformación de nuestras

■ :2 La hipótesis de que el desarrollo del cerebro en los animales se produce en tres eta­ pas que han dado como resultado tres zonas' superpuestas fue formulada hace un cuar­ to de siglo por P. D. MacLean, The triune brain in evolutim , Nueva York, Plenum Press,

1990. 3 Esta correspondencia es la que se suele establecer en lo fundamental, si bien los de­ talles varían; por ejemplo, ledentes descubrimientos han puesto de manifiesto que algu­ nos pacientes de afasia de Broca tienen problemas con la comprensión gramatical.

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extremidades y de la dermis nos permita vivir en un medio líquido a la manera de otros mamíferos como las ballenas o los delfines. Para que la caracterización lingüística de los chimpancés sea efectiva, habría que determinar si el aprendizaje de las habilidades lingüísticas que llegaron a desarrollar en el laboratorio (también en colonias de antropoides, fuera de él) puede ser calificado de lenguaje o no. Pues bien, un análisis detallado de cómo adquirieron Washoe, Sara y Ally el lenguaje nos demuestra que en apariencia pudieron valerse de leyes generales de asociación de estímulos que no son específicas del aprendizaje verbal. Según estableció J. S. Mili4, el fundador del asociacionismo psicológico concebido como «química mental»5, la asocia­ ción se rige por estas leyes: 1) Similitud (los fenómenos similares tien­ den a ser pensados juntos); 2) Contigüidad (los fenómenos que han sido pensados en estrecha contigüidad tienden a ser pensados juntos); 3) Frecuencia e Inseparabilidad (cuando dos fenómenos han sido expe­ rimentados juntamente con mucha frecuencia, se produce entre ellos lo que ha sido llamado asociación inseparable: no sólo ocurre que la idea evocada mediante la asociación se vuelve inseparable de la idea que la sugirió, sino también que los hechos o fenómenos que respon­ den a estas ideas vienen a ser al final inseparables en la existencia). Si ahora se comparan estas leyes con las prácticas lingüísticas a que algu­ nos instructores sometieron a los chimpancés se advertirá: — Que el proceder de Washoe se basa en la contigüidad. Washoe asocia cada signo de Ameslan a un objeto de la realidad o porque le obligan a hacerlo cuando dicho objeto está presente y le gratifican por ello o porque ella misma imita los gestos de sus instructores en presen­ cia del objeto y termina asociándolos a él. Naturalmente, cuando quie­ ra que el objeto se materialice, manifestará el signo asociado. — Que Sara establece relaciones de semejanza, avaladas por el re­ ferente, entre una ficha de la cadena situada a la izquierda y otra ficha situada en la de la derecha. Ello permite simular (porque de eso se tra­ ta, de una simulación) relaciones como la expresión de la forma, el ta­ maño, el color o la interrogación.

4 J. S. Mili, Examinatíon o fSir WiUiam Hamilton ’sphibsophy, Londres, 1865. rt ■ 5 Bien lejos estaba J. S. Mili de figurarse que a comienzos del siglo xxi esta expresión ya no tiene nada de metafórico, sino que los pensamientos y el lenguaje se explican en su desarrollo como el resultado de innumerables sinapsis electroquímicas, al tiempo que, tal vez, según se investiga en este libro, el código que los hace posibles también tie­ ne una base genética, esto es, bioquímica.

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— Que Ally, enseñado a relacionar un elemento A del conjunto contenido con un elemento B del conjunto continente, luego un A’ con un B’, etc, acabará por establecer un lazo permanente entre cual­ quier elemento del primer conjunto y cualquier elemento del segundo. El resultado de reiterar los vínculos, según advirtió ya Mili, es la reificación de los estímulos mentales, es decir, la sensación de que los refe­ rentes de las ideas también están unidos en el mundo. Una vez sentado cómopudieron haceresto, cabría preguntar por quéno Segaron más aM. En mi opinión, la razón estriba en que, si bien fueron inducidos a practicar conductas de asociación por sus instructores, lo hicieron de manera instintiva, aprovechando la circunstancia de que semejanza, contigüidad e inseparabilidad son procedimientos de per­ cepción sensorial innatos en los primates, los cuales nunca les dejaron ir más allá de lo que permitía su instinto. Ello explicaría también que las colonias de chimpancés se sirvieran espontáneamente del Ameslan para comunicarse entre ellos, pero sólo hasta cierto punto. La dotación genética de estos animales les faculta para la segundidad semiótica, pero no para la terceridad. Un chimpancé, que posee una constelación de genes para comunicarse conforme al modelo 3T (transferencia + transcripción + traducción), es capaz de ligar un vehículo de señal a un referente, pero no llega a servirse de ella de manera natural como pro­ cedimiento para inducir una conducta distinta —un interpretante— en la mente de un intérprete. & I Si los chimpancés hubiesen llegado a desarrollar plenamente la ter­ ceridad, habrían podido transmitir los conocimientos adquiridos a otros miembros del grupo, con lo que habría surgido una incipiente cultura que eventualmente habrían legado a sus descendientes6. Existe una contradicción irresoluble entre la apasionada pretensión de los primatólogos cuando insisten en considerar el lenguaje humano como una continuación evolutiva de los hábitos gestuales que compartimos con los primates7 y el hecho, incuestionable, de que estos gestos no 4 Esto no debe confundirse con el hecho de que Washoe signase delante de su hijo adoptivo Loulis y este aprendiese algunos signos de Ameslan. Lo cierto es que aquella no usó el Ameslan para transmitirle sus recuerdos, sus conocimientos o su visión del mundo, que es lo que hace cualquier madre humana con sus hijos. 7 Esta hipótesis sobre el origen del lenguaje se basa en las observaciones de un estu­ dio sobre la afasia de D. Kimura, «The Neural Basis of Language Qua Gesture», Studies in Linguistia, vol. 2, Academic Press, 1976. Kimura había notado que sus pacientes afísicos tenían dificultades para realizar movimientos precisos con la mano, lo cual la llevó a concluir que la región del cerebro que regula la secuencia de acontecimientos muscu-

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han progresado entre ellos hasta convertirse en una lengua social. La imparable evolución de la especie humana sólo puede explicarse de esta manera, a base de la semiosis ilimitada que preconizaba Ch. S. Peirce: cuando el vehículo de signo está por el objeto recreando un sentido —interpretante— en la mente del intérprete, lo que tenemos es una primera modificación del objeto, la cual, en una nueva semiosis, expe­ rimenta una modificación ulterior, y así sucesivamente. No ha sido así en el caso de los chimpancés, los cuales, fuera de la lenta evolución biológica, realmente no pueden progresar. 5.2. El porqué del aprendizaje DE LOS PRIMATES

lingüístico

Y sin embargo, llegan a conducirse como hablantes incipientes. La Psicología de la Gestalt ha puesto de manifiesto que la percepción vi­ sual no consiste en reproducir directamente la imagen del objeto refle­ jada en la retina, sino en reconstruirla. Para ello, los estímulos lumino­ sos puntuales de intensidad variada, que el nervio óptico transmite desde la retina hasta el córtex visual, deben ser agrupados en esta ubi­ cación cerebral de forma coherente8. Diversos experimentos realizados con seres humanos9, pero también con todo tipo de animales10, han puesto de manifiesto que este agrupamiento responde a tres leyes, las cuales configuran una verdadera sintaxis visual": lares de la mano y de la lengua es similar. Una vez más, se trata de acercamientos exter­ nos al fenómeno lingüístico: por una parte, hay que decir que el cerebro de algunos pá­ jaros es capaz de controlar todos los movimientos de los órganos bucales necesarios para vocalizar como los humanos y, no obstante, carecen de habilidad manual (y hasta de manos); por otra, aunque las lenguas se llamen así, lo decisivo en ellas es el cerebro, no el órgano gustativo que hace posible su manifestación oral.. * La transmisión de la imagen visual se produce en tres etapas: imagen bidimensional de la retina > imagen unidimensional lineal transmitida por las sinapsis neuronales > recomposición de la imagen bidimensional en el córtex visual (a su vez, la super­ posición de las imágenes de cada ojo crea la estereopsis y la sensación de relieve). Es un proceso parecido al de la transmisión de imágenes por televisión, desde la cámara hasta el monitor doméstico. 9 Se encontrará una descripción pormenorizada de todos ellos en G. Kanizsa, Gra­ mática de la visión. Percepcióny pensamiento, Barcelona, Paidós, 1986. v 10 Cfr. W. Kohler, «Nachweiss einfacher Strukturfünktionen beim Schimpansen und beim Haushuhn», A.P.A.W., 1918 y, sobre todo, Intettigenzprfíjungen an Menscbenaffen, Berlín, Springer, 1921. u Las leyes Rieron establecidas por M. Wertheimer en 1923, «Unteisuchungen zur Lehre von der Gestalt», PsychologischeForschung, 4, págs. 301-350. No se reducen a la visión,

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— La ley de la proxim idaden condiciones iguales, la percepción agrupa los estímulos que están próximos entre sí. Por eso, vemos XX XXX no como cinco X, sino como un grupo de dos X y otro de tres X. — La ley de la equivalencia: en condiciones iguales, la percepción agrupa los estímulos que se parecen. Por eso, vemos xxXXX como un grupo de dos x pequeñas y otro de tres X grandes, antes que como un gru­ po de cinco equis sin más. — La ley de la clausura: en condiciones iguales, la percepción tien­ de a agrupar los estímulos formando conjuntos cerrados. Por eso, el hombre y los animales (en este caso, los ratones con los que se ha ex­ perimentado) perciben una mancha con forma rectangular y un rectán­ gulo del mismo tamaño como estímulos equivalentes, pues no sólo captan los puntos uno a uno, sino el conjunto cerrado que conforman. Es fácil darse cuenta de que las leyes de asociación de ideas de Mili, la contigüidad, la semejanza y la invariabilidad, son, respectivamente, las leyes perceptivas de la proximidad, de la equivalencia y de la clau­ sura. No es de extrañar que los instructores de los chimpancés hayan logrado enseñarles a asociar vehículos señal con objetos o vehículos se­ ñal entre sí, e incluso a inferir relaciones permanentes entre grupos de vehículos señal. Al obrar así, los animales se limitaban a tratar las for­ mas y los contenidos lingüísticos de la misma manera que procesan por instinto los estímulos visuales, algo para lo que los antropoides es­ tán particularmente dotados como vimos. Pero los chimpancés no son humanos y es dudoso que las ideas que sus instructores creen que aso­ cian lleguen a parecerse a nuestras ideas. Por eso, la contigüidad de dos ideas en el cerebro de un antropoide no llega a aplicarse a una situa­ ción semejante a la situación en la que fueron aprendidas. En otras pa­ labras, que estos rudimentos de lenguaje de los simios no les permiten hacer planes para el futuro o recordar el pasado12y transmitírselo a sus descendientes. El resultado es conocido: al carecer de la propiedad del pues también se dan, aunque ligeramente modificadas, en los demás sentidos. Las tres leyes mencionadas son las fundamentales y resultan comunes a todos los animales supe­ riores y a todas las franjas de edad. Los seres humanos adultos añaden otras leyes, como la de la diieccionalidad, que suponen una maduración posterior del cerebro y que no se dan en los niños ni en los animales. ■ u Se han puesto algunos reparos en lo relativo al pasado: por ejemplo, lá práctica de celebrar la Navidad con los chimpancés del grupo de Fouts, condujo a uno de ellos, al ver la nieve, a pedir por señas «árbol golosina». Pero esto sólo significa que recuerdan: cualquier animal que ha sido agredido por un ser humano saldrá huyendo en cuanto lo vea. Recrear el pasado con el lenguaje es otra cosa.

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desplazamiento, el lenguaje de los primates no les faculta ni para una tec­ nología progresiva ni para la cultura. El salto evolutivo, verdaderamen­ te insalvable, que les separa de la especie humana sigue sin poder ser franqueado. De esta situación y de un análisis de los intercambios lingüísticos de los chimpancés parte el autor de un libro reciente13 para intentar ex­ plicar la diferencia en términos de la coevolución del lenguaje y del ce­ rebro. Observa, muy atinadamente, que el problema de la función sim­ bólica humana resulta irresoluble para un chimpancé fuera del labora­ torio porque, para ampliar la referencia de un signo a entidades diferentes de la que le permitió incorporarlo a la memoria por prime­ ra vez, es necesario poseer previamente una red de relaciones de dicho símbolo con otros símbolos y esta sólo puede ser suministrada por el instructor. Con sus propias palabras (86, 99, 100) y a propósito de las habilidades que adquirieron Sherman y Austin: Descubrieron que la relación que cada lexigrama guarda con un objeto es una función de la relación que mantiene con otros lexigramas, y no solamente una función de la aparición conjunta de am­ bos, del lexigrama y del objeto. Esta es la esencia de la relación sim­ bólica [...] En resumen, pues, los símbolos no pueden entenderse como una colección no estructurada de elementos que remiten a una colección de referentes porque los símbolos no representan ex­ clusivamente cosas en el mundo, se representan también a sí mis­ mos [...] Los símbolos, por tanto, no quedan almacenados en colec­ ciones no estructuradas que se pueden combinar arbitrariamente de diferentes maneras. El sistema de relaciones de representación, que se origina entre los símbolos conforme se desarrollan los sistemas simbólicos, comprende una matriz mucho más compleja. En térmi­ nos abstractos, se trata de una especie de enmarañada red jerárquica de nudos y conexiones, la cual define un espacio semántico vasto y en continuo cambio. Lo que ya resulta más discutible es suponer, como hace Deacon, que esta reestructuración del sistema simbólico es una mera conse­ cuencia del proceso de reestructuración mismo y no de un plan prees­ tablecido. En realidad, el hecho de que los niños vayan alcanzando gramáticas parciales de la lengua que adquieren en casa y el de que los que aprenden una segunda lengua procedan de manera bastante simi­ 13 T. W. Deacon, The Symbolic Species: the co-evolution ofhnguage and tbe brain, Lon­ dres, Penguin, 1997. ■ :

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lar conduce a pensar que estas etapas14, que se suceden de manera más o menos equivalente en todos los hablantes, están prefiguradas en la men­ te, aunque no en el código como opciones del mismo. Esta es la razón por la que los primates no podrían desarrollar el lenguaje, pues por mucho que los instructores les fueran suministrando como estímulos estructuras lingüísticas cada vez más complejas, su reestructuración no es un resultado automático de las mismas. Además, si la reestructura­ ción inducida por el proceso reestructurador mismo fuese una mera consecuencia de la plasticidad cerebral, no habría razón para que se de­ tuviese. Pero en las lenguas esto no es así; los procesos de adquisición y de aprendizaje lingüístico tienen siempre un término adquetn consti­ tuido por la gramática del adulto nativo. Las lenguas evolucionan muy lentamente, con cambios mínimos introducidos y generalizados por cada generación. •• Sentada la necesidad de anclar la capacidad lingüística en alguna especificidad genética exclusiva del ser humano, no hay duda empero de que, como quiere Deacon, el desarrollo evolutivo del lenguaje se produjo paralelamente al del cerebro. Hay una familia de genes seria­ dos, los llamados genes homeóticos o genes Hox, cuyo orden secuencial en el cromosoma determina la activación seriada de los órganos del embrión de los animales, desde la cabeza hasta la cola. Por lo que respecta a los mamíferos, hay dos familias de genes, los Otx y los Emx, igualmente seriados, pero que sólo afectan al cerebro y cuya activación se da en sentido inverso, desde la parte posterior hacia la anterior. La sucesión Qtx2 > Otxl > Emx2 > Emxl se traduce en que el primero en expresarse es Otx2, el cual empieza cubriendo casi todo el cerebro, desde el cerebelo hasta el telencéfalo, y el último es Emxl, que queda confinado a la región que se desarrollará como neocortex o corteza ce­ rebral. No es imposible que, de la misma manera que la diferencia ge­ nética entre los genes homeóticos de un gusano y los de un mamífero tuvo consecuencias para el desarrollo de la cognición en este último, una mutación similar en el caso del hombre acarreara el surgimiento de la capacidad lingüística del cerebro, la cual, significativamente, se desarrolla en la zona neocortical. Por el momento se trata de una hipó­ tesis atractiva, pero no comprobada. Además, de llegar a comprobarla, tampoco habríamos hecho más que empezar: una cosa es que un de­ 14 L Selinker, «Interlanguage», I.R.A.L., X, 3,1972, págs. 209-231, ha denominado a estas etapas «interlenguaje». El 95 por 100 de las personas que aprenden una L2 activa alguna(s) de estas etapas, las cuales contienen reglas que no están ni en L1 ni en la len­ gua meta (L2), por lo que son parcialmente ajenas a los estímulos externos.

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sarrollo excepcional de la zona frontal del cerebro en el hombre haya permitido un incremento exponencial de las conexiones variables que soportan el uso del lenguaje y otra que así lleguemos a entender algu­ na vez por qué es el lenguaje como es.

5.3. PROTOLENGUAJE Y LEYES GESTÁLTICAS A pesar de nuestras reservas sobre las habilidades lingüísticas de los primates y lo que las hace posibles, no deberíamos menospreciar la uti­ lidad de las leyes gestálticas perceptivas para la sintaxis del lenguaje. D. Bidcerton15ha mostrado en un trabajo memorable que las cadenas lingüísticas que llegan a construir los chimpancés en el laboratorio se parecen sorprendentemente a las primeras manifestaciones verbales de los niños antes de los dos años de edad, así como a los pidgins que se han formado repetidas veces en el mundo cuando hablantes de dos lenguas mutuamente ininteligibles necesitaron mantener contactos verbales esporádicos y temáticamente limitados. Bickerton (146-147, 162-163,165) supone que ello demuestra la existencia de un protolenguaje genético, compartido por todos los homínidos, incluido el hom­ bre, y sobre el que, luego, se alzaría el lenguaje propiamente dicho tan sólo en este último: Sin duda, tenemos que suponer una de estas dos posibilidades: que el lenguaje, tal como lo conocemos, apareció de golpe en el mundo, con todas las complejidades descritas [...], o que originalmen­ te apareció en una forma mucho más primitiva. La primera es menos . probable. En la evolución rara vez, o nunca, se dan saltos de esta 15 D. Bickerton, Lenguajey especies, Madrid, Alianza, 1994. En esta misma línea, W. H. Calvin y D. Bickerton, Lingua ex Machina. Reconáling Darwin and Cbomsky with the Human Brain, Cambridge, M1T, 2000, han realizado una propuesta que pretende funda­ mentar neurológicamente la hipótesis chomskiana en términos de selección natural. Se supone que cada categoría verbal está almacenada en una parte diferente del cerebro y obtiene sus elementos (los nombres, los verbos, etc.) a base de combinar rasgos proce­ dentes del código específico de cada almacén. Como estas categorías se combinan luego entre sí formando cadenas sintácticas, es preciso que las interconecte el neocórtex, pero como las asociaciones posibles son ilimitadas, termina actuando la selección natural para retener sólo las más productivas. Los autores de esta obra dicen reconciliar a Chomsky con Darwin: en mi opinión esto no es así, sino que se trata de la vieja cuestión del excesivo poder generativo de la gramática y de las restricciones que se le imponen, sólo que aquí estas se visten con un ropaje seudoneutológico. Véanse las reseñas de A. Alonso Cortés (Revistade Libros, 53,2001, págs. 21-23) y j. L Mendívil (LynX, 1,2002).

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magnitud. La segunda se vería reforzada si pudiéram os encontrar en nuestra propia especie formas de lenguaje, o algo semejante al len­ guaje, que también careciera de alguna de las características específi­ cas del lenguaje [...] Los datos examinados hasta ahora d an razones para suponer que hay un m odo de expresión lingüística que está completamente separado del lenguaje h um ano norm al y que lo com parten cuatro clases de hablantes: los antropoides entrenados, los niños menores de dos años, los adultos que h an sido privados del lenguaje en sus primeros años16 y los hablantes de lenguas fran­ cas [...] H em os visto que el protolenguaje, com o el lenguaje, forma parte de la dotación de nuestra especie. C uan do las personas que es­ tán enfermas, agotadas, bebidas o sim plem ente im pacientes, hablan de esta manera entrecortada, están sim plem ente utilizando u n pro­ tolenguaje más que u n lenguaje...

El protolenguaje difiere del lenguaje en aspectos fundamentales de la sintaxis, no en los demás componentes. Por supuesto, su léxico es muy pobre, pero también lo es el de algunas lenguas de tribus nóma­ das que tan apenas necesitan mantener intercambios comunicativos. Asimismo sus fonemas son escasos, aunque existen grandes lenguas de cultura que tienen un inventario fonológico y unas reglas de combina­ ción de fonemas muy sencillas. En cambio, su sintaxis es otro mundo. Las propiedades estructurales que la caracterizan son, según Bickerton (162-170), las siguientes: — Tanto el lenguaje como el protolenguaje pueden ordenar las pa­ labras en la cadena de varias maneras, pero, mientras que en el prime­ ro, existen severas constricciones formales que restringen la tendencia a ir expresando cada elemento conforme ocupa la atención del emisor, en el segundo, el único criterio de emisión parece ser el funcional. — En el lenguaje los elementos nulos son predecibles y recupera­ bles contextualmente; en el protolenguaje puede faltar cualquier ele­ mento léxico y la única manera de restituirlo es una inferencia contextual. El lenguaje tiene reglas estrictas que regulan el funcionamiento de las huellas, el protolenguaje no. — El lenguaje posee recursividad, el protolenguaje no. Se refiere a los niños ferales, en particular a Genie, una niña califomiana a la que su padre retuvo completamente aislada en una habitación casi hasta la adolescencia. Una vez liberada, aprendió muchas cosas, pero nunca llegó a rebasar un nivel lingüísti­ co superior al del protolenguaje. . / ' ' 70

— El protolenguaje apenas posee elementos gramaticales como flexivos, conjunciones, determinantes, etc. Naturalmente estas características señaladas por Bickerton no son las únicas y no dejan de reflejar fuertemente el modelo gramatical —la gramática generativa— que le sirve de referencia. Pero esto es lo de me­ nos. Lo importante es comprender que, junto a los valiosos logros des­ criptivos de este trabajo, hay un supuesto cognitivo de todo punto in­ verosímil y es el de que el protolenguaje se considera una suerte de eta­ pa lingüística genética fósil, anterior al surgimiento del lenguaje propiamente dicho, la cual, sin embargo, puede ser activada en caso de necesidad, tanto por hablantes de lenguas pidgin, como por los que usan su lengua materna en circunstancias de tensión emocional. La re­ ciente lectura del genoma de muchas especies, y últimamente la del genoma humano, ha puesto de manifiesto que gran parte de la cadena de ADN es lo que se suele llamar genes basura, es decir, restos inactivados que constituyen fósiles de etapas anteriores de la evolución. Como veremos, estos seudogenes constituyen un buen modelo para explicar las etapas sucesivas del desarrollo lingüístico en los niños a partir de los dos años, pero no pueden constituir la base del protolen­ guaje, pues estos fósiles trazan una línea continua hasta el momento presente y el protolenguaje no. El protolenguaje supone una ruptura, impide ir más allá de cierto límite, pero, al mismo tiempo, su manifes­ tación no está ligada a un proceso de maduración del cerebro, como sucede con el lenguaje. El protolenguaje tiene que tener un fundamento genético perma­ nentemente activado en la especie humana actual. Una posibilidad se­ ría ubicarlo en el sistema límbico, el cual es el asiento de las emocio­ nes. Pero esta vía, derivada de la sugerencia de Bickerton de que el ha­ bla entrecortada de las personas sometidas a tensión emocional es similar a los pidgins y al habla de los niños, sería un falso camino. Bas­ ta echar un vistazo al discurso emocional para darse cuenta de que, ciertamente, contiene numerosas elipsis, pero nunca carece de los ras­ gos gramaticales fundamentales. Cuando estamos emocionados, «nos faltan las palabras», como se suele decir, pero las que usamos no care­ cen de flexivos ni contradicen las leyes de ordenamiento propias de cada lengua: nadie ordena algo furiosamente con un modo distinto del imperativo (si lo posee la lengua), ni coloca el artículo o el posesi­ vo en cualquier sitio de la oración por muy borracho que esté. El protolenguaje remonta a un estrato de organización de estímu­ los diferente, precisamente al sistema perceptivo. J. Piaget mostró que, 71

en las primeras etapas de su desarrollo, los niños poseen lo que llama inteligencia sensomotriz17, es decir, una inteligencia derivada de la ma­ duración temprana de las partes del cerebro que regulan la organiza­ ción sensorial de los datos del mundo. El lenguaje no aparece confor­ mado plenamente hasta la edad de seis o siete años porque las áreas ce­ rebrales que constituyen su asiento no han madurado antes. En cambio, la visión precede a otras capacidades cognitivas: experimentos realizados con niños demuestran que pueden ver como los adultos a los pocos días de nacer. No es irrazonable pensar que, si las reglas del protolenguaje hundiesen sus raíces en las leyes de la percepción visual, tanto el habla infantil como los pidgins y las prácticas lingüísticas de laboratorio de los primates tendrían un mismo y fácil sustrato cognitivo. Bastaría con que todos estos usuarios tan variados echasen mano de un elenco de leyes (proximidad, orden y equivalencia) de las que no han dejado de servirse en todo momento casi desde el instante mismo de su nacimiento. Incluso explicaría que los niños ferales pudiesen ser integrados en este grupo: mientras que el momento de aprender una lengua está circunscrito temporalmente a un periodo de tiempo (y por eso, nunca aprendemos las segundas lenguas como la materna fuera de dicho periodo), las habilidades perceptivas se están ejerciendo en toda su plenitud a lo largo de toda nuestra vida. Considérese la forma de cualquier secuencia típica de protolenguaje. Ya pertenezca al habla infantil o a un pidgin, consiste en grupos de palabras que se van sucediendo conforme el emisor las va activando en su cerebro, sin ampliaciones internas debidas a la recursividad ni rela­ ciones fóricas estructuradas (elementos vacíos y huellas), todo ello con una presencia mínima de palabras gramaticales (partículas, determi­ nantes, morfemas flexivos o de concordancia). Es fácil adivinar en este comportamiento la aplicación de las leyes perceptivas: — La ley de la proximidad se traduce en que cada palabra se emi­ te por su inmediatez a la situación extema que denota, es básicamente tópica.

17 El periodo de la inteligencia sensorio-motriz va de los cero a los dos años. Le si­ gue el periodo de las operaciones concretas entre los dos y los once años, con dos subperiodos, el de las representaciones preoperacionales, donde el sistema simbólico prima­ rio al que llegó al fina] de la primera etapa echa a andar, y el periodo operacional, en el que propiamente alcanza un comportamiento racional. Finalmente, de los once a los quince años, se sitúa el periodo de las operaciones formales, en el que aparecen las es­ tructuras lógicas, los conceptos abstractos y los mundos posibles.

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— La ley de la clausura permite organizar grupos de dos o tres pa­ labras, normalmente encapsuladas en una misma curva tonal. — La ley de la semejanza permite suplir las deficiencias de un en­ cadenamiento que no conoce relaciones fóricas estructuradas: por eso, en vez de usar clíticos o huellas y elementos vacíos gramaticalizados, lo que suele haber son repeticiones constantes de un mismo elemento o de alguna variante del mismo. Obsérvese, por ejemplo, el contraste entre las secuencias en pidgin de la izquierda y las secuencias en criollo de Hawai de la derecha18: Building, bighplace, wattpart, time, now lime, andtben, now temperature, evety limegmeyou

Get one electric sign high up on da wall of da building show you what time an temperature get [it is] right now

Nowdays, ab, bouse, ab, inside, washi Those days bin get [there were] no dothesmachineget, no?Befare time, ab, ' more washing machine, no more pipe nomore, see?And thenpipe no more, ' ■ water like get [there is] inside house waterpipe no more nowadays, ah? De manera similar, obsérvese la siguiente secuencia de lenguaje in­ fantil grabada, sin que se diese cuenta, en el dormitorio de un niño por su madre19: What color... what color blanket... what cobr mop ...what cobr glass... what cobr TV... redant ...fire ... like lipstick... blanket... n ow ... tbe blue blanket... what cobr TV... what cobr horse... then what cobr table... then what cobrfire... hereyeüow spoon

Cuestión diferente es la de por qué nos servimos de estas tenden­ cias perceptivas para articular el protolenguaje. En lo relativo a la coin­ cidencia de relaciones fundamentales no parece haber duda. Evidente­ mente el protolenguaje aprovecha lo que son tendencias innatas de agrupamiento de elementos, y tanto da que dichos elementos sean es­ tímulos luminosos que llegan al córtex visual como que se trate de estímulos lingüísticos mentales que confluyen en los órganos neurológjcos del lenguaje. El hecho de que el protolenguaje no consiga repro­ 18 D. Bickerton, «Creóle languages», en W. S. Y. Wang, Tíjc Emergence o f Languagc. Dtvdopment and Evolution, Nueva York, Freeman, 1991, pág. 63. 19 B. A. Moskowitz, «The acquisitíon o f language», en W. S. Y. Wang, 1991, pág. 137.

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ducir a la perfección las características del lenguaje constituye una prueba adicional de sus vínculos con la percepción, pues ello podría ser debido a que sus conexiones se ubican preferentemente en el he­ misferio derecho del cerebro. Este hemisferio resulta dominante para el reconocimiento de los patrones visuales y también para las funcio­ nes cerebrales que ponemos en juego en el aprendizaje de segundas lenguas después que el hemisferio izquierdo, el encargado del lengua­ je, ha terminado su proceso de maduración. La pregunta, con todo, es la de por qué parecen poder tratarse en un mismo nivel la percepción y —dentro de ciertos límites relativos a sus manifestaciones más elementales— el lenguaje. El cerebro desarro­ lla muchas otras actividades neuronales y, tal vez, podría pensarse que los procesos límbicos, responsables de la expresión de las emociones y de los sentimientos, están más próximos a lo verbal que las actividades puramente perceptivas. Sin embargo, como ha puesto agudamente de manifiesto J. Searle20, las percepciones visuales son tan intencionales como las creencias o los deseos (ya que todos ellos tienen condiciones de satisfacción determinadas por los contenidos de la experiencia), pero, frente a ellos, se realizan fenoménicamente como un evento mental consciente y, además, no representan el objeto, sino queproporcionan el acceso directo al mismo.'En otras palabras, que la percepción visual nos infor­ ma proposicionalmente sobre el mundo, es esencialmente informati­ va, propiedad que comparte con el lenguaje: la diferencia estriba, entre otras cosas, en que el lenguaje es comunicativo y la percepción visual se queda en el sujeto de la experiencia. No es este el lugar para debatir la posición «realista ingenua» adop­ tada por Searle frente a la teoría representativa o el fenomenalismo, para las cuales la experiencia visual es el objeto de la percepción visual, con lo que se prescinde de su intencionalidad y también del mundo referencial21. En el fondo, la duda sobre si, al ver, vemos algo con exis­ tencia independiente, está muy bien como discusión filosófica, pero se opone a la experiencia común del mundo y aquí es de ella de lo que partimos. También es cuestionable gnoseológicamente si las cosas de las que hablamos existen realmente o son una creación del lenguaje: no obstante, los hablantes actuamos como si el mundo existiese ahí afuera y los lingüistas obran en consecuencia. Por consiguiente, lo que 20 J. Searle, Intencionalidad. Un ensayo en lafilosofía de la mente, Madrid, Tecnos, 1992, capítulo2. ■■■..• 21 Véase J. L Austin, Sentidoy percepción, Madrid, Tecnos, 1981, para una discusión crítica.

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importa destacar es que, en la medida en que la percepción visual sea informativa, «codificará una señal que remite a algo externo a ella, es decir, transformará los estímulos visuales relativos a un objeto externo en estímulos mentales que acceden a la conciencia. Recuérdese que en el capítulo anterior hemos ejemplificado el sur­ gimiento de la información en la célula precisamente con el análisis de los fenómenos de percepción visual, primero en la ameba, luego en los protozoos y en la rana, finalmente en el hombre. La percepción visual constituye el ejemplo más claro y casi prototípico de transmisión de la información desde el medio ambiente hasta un ser vivo. Dijimos en­ tonces que el desarrollo del fenómeno informativo consistió en adqui­ rir progresivamente la dimensión de transferencia (IT), la de transcrip­ ción (2T) y la de traducción (3T) por parte de la célula. Ahora es inevi­ table que nos preguntemos si las tres leyes gestálticas perceptivas recién examinadas guardan alguna relación con dichas estructuras. Y así pare­ ce ser, en efecto: 1. La transferencia de proteínas es un proceso parecido a una cade­ na de montaje. Cada vez que una proteína llega a un orgánulo, es mo­ dificada enzimáticamente y su producto pasa al siguiente orgánulo donde lo modifica una segunda enzima y así sucesivamente. En otras palabras, que la transferencia de proteínas es un proceso lineal que se basa en relaciones de proximidad. Dada una fase en la transferencia de una cierta proteína, digamos la proteína', podemos predecir que pro­ viene de una proteína''1, que se produjo en el orgánulo anterior, y que, a su vez, constituye el sustrato de la proteína1+1, que se producirá en el orgánulo siguiente: orgánulo 1 [proteína1-1] -» orgánulo 2 [proteína’J —>orgánulo 3 [proteína'+1]... Esta situación constituye un modelo formal de la cadena percepti­ va: la información va pasando de un estado de elaboración a otro y en cada uno se va modificando el contenido transmitido, el cual se apoya en el anterior y sirve de sustrato al siguiente: \ ■estado 1 [percepto] -» estado 2 [percepto’] -» estado 3 [percepto”]...

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2. La transcripción supone el paso del ADN al ARN , es decir, la conservación de la señal del núcleo (ADN) en el citosol (ARNm), sólo que ligeramente modificada. No es difícil darse cuenta de que el fun­ damento estructural de este fenómeno es la ley gestáltica de la equiva-

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leticia: para que dos señales sean semejantes es preciso que compartan una amplia identidad genérica y sólo les separe una ligera diferencia es­ pecífica. En resumen: elemento de partida^,*,: ...ATTGCCGAAAGTAC... elemento equivalente^: ...AUUGCCGAAAGUAC... 3. La traducción consiste en establecer una correspondencia biunívoca entre un codón y un aminoácido. Se trata de dos entidades de na­ turaleza diferente, por lo que lo único que justifica su unión son cier­ tas correspondencias topológicas de sus formas respectivas las cuales, como cuando una llave entra en una cerradura, facilitan su encaje mu­ tuo. Este proceso bioquímico modela formalmente la ley perceptiva de la clausura. En esquema: zona de encaje xyzxyz> + >abcabc codón de ARN aminoácido

Una cuestión apasionante es la de saber si estas homologías: Pr o c eso

celular

Transferencia Transcripción Traducción

Ley

g e s t Al t ic a

Ley de la proximidad Ley de la equivalencia Ley de la clausura

son debidas a que los procesos celulares dieron lugar a las funciones perceptivas, si sucedió al contrario, o si se trata de una relación aleato­ ria. No la responderemos aquí, si bien nos sentimos inclinados a supo­ ner una relación de causa-efécto entre lo que ocurre en el interior de cualquier célula y las tres leyes de organización de estímulos propias de los organismos superiores, que no dejan de ser una agrupación de mi­ llones de células. Obsérvese también que la secuencia temporal de apa­ rición parece haber sido la misma. Es razonable pensar que, para esta­ blecer relaciones de semejanza entre estímulos, antes hay que aproxi­ marlos (es decir, que la proximidad es anterior a la equivalencia) y, a su vez, que, para constituir un grupo cerrado con dos o más estímulos, tienen que tener previamente algo en común, es decir, que la equiva­ lencia precedió a la clausura.

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C a p ítu lo VI

El código interno del lenguaje humano 6.1. La CUESTIÓN DEL INNATISMO Por el momento, nada de lo que llevamos dicho resulta particular­ mente extraño. Hemos mostrado que, desde los organismos más sen­ cillos hasta el hombre, se puede trazar un proceso gradual de compli­ cación de las estructuras de la información y de la comunicación y que cada etapa se corresponde bastante bien con uno de los mecanismos de transmisión de señales que operan en el interior de la célula. A su vez, estos mecanismos justifican la existencia de tendencias generales de percepción del mundo, las cuales subyacen a la forma de unir sig­ nos del llamado protolenguaje de los niños pequeños, de los pidgjns y de los primates que aprenden sucedáneos del lenguaje en el laborato­ rio. Cualesquiera que sean las reservas metodológicas planteadas a pro­ pósito de la opción implícita en las consideraciones anteriores, lo cier­ to es que la misma permite trazar un cuadro de conjunto bastante con­ vincente de cómo pudo producirse la evolución de los fenómenos informativos en los seres vivos. Los verdaderos problemas, y la incredulidad epistemológica a la que —todo hay que decirlo— ni siquiera es ajeno el autor de estas lí­ neas, surgen a propósito del ser humano y su lenguaje. En cierto m o­ mento de la adquisición de su lengua materna, los niños dejan de cons­ truir secuencias más o menos torpes de protolenguaje y, en un periodo muy breve —entre los dieciocho y los treinta meses por término me­ dio—, se hacen con el dominio de un instrumento comunicativo com­ 77

plejísimo. Aún falta mucho para que estos niños de tres años se parez­ can a los adultos en otros aspectos: sus capacidades cognitivas siguen siendo pobres, su dominio de la cultura a la que pertenecen es escaso, todavía son seres desvalidos que no saben valerse por sí mismos. Estos niños carecen de madurez emocional, de madurez racional o simple­ mente de madurez anatómica. Pero no importa: por sorprendente que parezca, ya tienen madurez lingüística, pues, en lo fundamental, su manejo del instrumento lingüístico es como el de los adultos. Soy consciente de que este tipo de arranque connota de una cierta manera mi discurso entre los lingüistas profesionales. Decían los presocráticos que el origen de la filosofía es simplemente el asombro. Pues bien, hay una posición lingüística que surge del asombro de que los ni­ ños puedan aprender a hablar, como hay otras que se originan en el asombro producido por la riqueza y variedad de las lenguas, por las complejidades de su estructura o por el decisivo poder socializador del lenguaje. La posición lingüística a que me refiero se llama gramática ge­ nerativa y la vienen sosteniendo Noam Chomsky y sus discípulos des­ de hace medio siglo. Si la Lingüística no estuviese parcelada en escue­ las mutuamente irreconciliables, lo que Chomsky denomina el proble­ ma de Platón, seguramente sería un punto de partida inexcusable de cualquier especulación lingüística. No ha sido así. Todavía falta mucho para que la Lingüística sea una ciencia dura. Se quiera o no, hoy por hoy está hecha de escuelas más que de teoremas y, por desgracia, mien­ tras que los teoremas se demuestran, a las escuelas nos afiliamos sin más, generalmente de manera acritica y porque nos hemos formado en una de ellas. En Lingüística es imposible ser a la vez generativista y funcionalista, y lo mismo cabe decir de otros movimientos menos exten­ didos. Lo nonmal es que los miembros de cada escuela actúen sectaria­ mente: sólo consideran científico lo que se produce en el interior de la secta, ni siquiera conocen o les interesan los resultados de las demás sectas e, inevitablemente, sólo se plantean parte de las preguntas rele­ vantes que cabe formular sobre el objeto de estudio lenguaje. Pese a lo dicho y a que, personalmente, no trabajo dentro de la me­ todología generativa, creo que el problema de Platón constituye un punto de partida prometedor y que la solución que le da Noam Chomsky merece ser considerada. Según él, es imposible que los niños aprendan su lengua materna aplicando hábitos de aprendizaje simila­ res a los que les servirán para aprender muchas otras cosas que les en­ señan en la familia o en la escuela porque los estímulos externos que reciben son demasiado escasos e imperfectos como para justificar que en un tiempo brevísimo dominen un instrumento tan complejo. En 78

consecuencia, concluye, el lenguaje tiene en la especie humana un ca­ rácter instintivo, la capacidad para aprenderlo es algo que se hereda y que pertenece a nuestra dotación genética. Con sus propias palabras1: Incluso en los niveles bajos de inteligencia, en los niveles pato­ lógicos, encontramos un dominio del lenguaje que es totalmente inalcanzable por un mono, el cual, en otros aspectos, sobrepasa a un ser humano retrasado mental en la resolución de problemas y en otros tipos de conducta adaptativa (10) [...] Diferentes hablantes de una misma lengua, con experiencias y grados de entrenamiento dis­ tintos, adquieren, no obstante, gramáticas notablemente pareci­ das (13) [...] Todas las evidencias que hemos acumulado apoyan, en mi opinión, el punto de vista de que la habilidad de adquirir y usar lenguas es una capacidad específica del ser humano, de que hay principios muy profundos y restrictivos que determinan la naturale­ za del lenguaje humano, los cuales hunden sus raíces en la natu­ raleza de la mente del hombre (102). Cuestión diferente es la de si la solución que la gramática generati­ va ha venido dando al problema de Platón es acertada o no. En reali­ dad, aunque siempre se ha partido del asombro que dicho problema suscita, los modelos que sucesivamente se han ido presentando —y que constituyen la historia del paradigma generativo— son tan varia­ dos y, a veces, tan parciales e imperfectos, que uno entiende muy bien las reticencias que ha suscitado. En un primer momento se pensó que lo innato era un mecanismo generador de estructuras sintácticas sospe­ chosamente parecido a la gramática del inglés. Más tarde se fue intro­ duciendo cada vez más información semántica en aras de postular un código verdaderamente universal. En el momento presente lo que se conoce por programa minimalista está más cerca que nunca del pro­ blema de Platón, en el sentido de proponer un reducido número de principios de gran simplicidad con el objeto de explicar cómo es posi­ ble aprender algo tan complejo con un desarrollo intelectual tan inma­ duro como es el de los niños de dos años. Tanto es así que, probable­ mente, los últimos desarrollos del programa minimalista hayan excedi­ do el límite de lo razonable a la hora de simplificar la dotación genética con la que los humanos enfrentamos el lenguaje. Sin embargo, a pesar de todo, el planteamiento opuesto sigue man­ teniendo obstinadamente la inviabilidad del innatismo. Incluso un

1 N. Chomsky, Language and Mind, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1968.

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funcionalista «razonable» como T. Givón2, cuando opta por una po­ sición ponderada y señala las numerosas falacias y los actos de fe in­ genuos en los que ha caído el funcionalismo en su crítica antigenerativista: — que el lenguaje sólo es una actividad social y cultural; — que la estructura sób desempeña funciones cognitivas o comu­ nicativas y no responde a ninguna necesidad interna; — que la estructura es completamente icónica y no hay ningún in­ grediente de arbitrariedad; — que el significado sób depende del contexto y no es atómico; — que siempre hay cambio y variación, sin que importen las di­ mensiones temporales y espaciales del mismo; — que las categorías son totalmente continuas y su pretendido ca­ rácter discreto es una imposición de los lingüistas; — que la estructura es completamente maleable; — que las reglas de la gramática siempre admiten fisuras, se olvida del tema central que subyace a la gramática generativa, el ca­ rácter presuntamente innato de la habilidad lingüística humana, y for­ mula la hipótesis füncionalista de que la gramática es una construcción emergente, algo que surge en los primeros años como consecuencia de nuestro enfrentamiento al lenguaje y al contexto. Y eso que la hipóte­ sis de Givón en relación con el origen del lenguaje está muy próxima a la que planteamos en el capítulo anterior, ya que lo considera una ex­ tensión de las capacidades visuales del hombre (1995, págs. 394-395): Mi tesis principal —que el soporte neurológico específico del procesamiento del lenguaje constituye un desarrollo evolutivo del sistema de procesamiento de la información visual— no es, en sen­ tido estricto, una novedad [...] También quiero sugerir que en la evo­ lución del lenguaje humano aparecieron dos ciclos distintos de sim,bolización. El primero implicó la evolución de un léxico convenien­ temente codificado; el segundo, la evolución de la gramática. En ambos casos se advierte una etapa inicial, de codificación icónica (no arbitraria), que es más natural, seguida de un desplazamiento ha­ cia un código simbólico más arbitrario. Según trataré de probar tam­ bién, en ambos casos sucede igualmente que el iconismo temprano y el simbolismo tardío tienen una incuestionable motivación adap-

1 T. Givón, Functionalism and Grammar, Amsterdamjohn Benjamins, 1995.

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tativa. Además, se observa invariablemente una misma secuencia de cambios —del código más icónico al código más simbólico— en la evolución de la comunicación codificada en las especies anteriores al hombre (desde las abejas hasta los mamíferos y los primates). Fi­ nalmente, existen sólidas razones cognitivas, relativas al desarrollo del procesamiento automático de la información, para este tipo de secuencia evolutiva, un proceso que John Haiman [...] ha llamado ritualización o emancipación. En efecto, que el procesamiento visual constituye un antecedente evolutivo muy claro para el surgimiento del procesamiento lingüístico es algo de puro sentido común, pues el mundo nos llega fundamental­ mente por los sentidos y por el lenguaje y, dentro de aquellos, de ma­ nera señalada, por la visión. Esto no sólo no es algo nuevo —según ad­ vierte Givón citando trabajos de veinte años atrás—, sino que es algo viejísimo: el filósofo español Ramón Llull ya escribió en el siglo xiv un tratado titulado De affatu sive de sexto sensu en el que añade la capacidad verbal a los cinco sentidos tradicionales. Existe toda una línea del estructuralismo que parte de la correlación lenguaje-visión, con impor­ tantes consecuencias metodológicas3. Mas todo esto, siendo —presu­ miblemente— cierto, sigue pareciendo insuficiente. Los mamíferos y, por supuesto, los primates, poseen mecanismos de procesamiento vi­ sual muy parecidos a los del ser humano, pero dichos mecanismos no evolucionaron hasta dar lugar a procesadores verbales como los nues­ tros. Esta, otra vez, es la cuestión capital. El hombre habla, los (demás) animales son incapaces de hacerlo. Aceptando, pues, un origen común para las habilidades comunicativas de unos y otros, en algún momen­ to hay que postular un giro radical, un salto cualitativo o, dicho técni­ camente, una catástrofe. Por los motivos expuestos en el capítulo ante­ rior, lo más razonable es pensar que dicho hiato evolutivo aparece jus­ tamente cuando las habilidades de procesamiento visual dejan de resultar suficientes en su aplicación traslaticia al lenguaje verbal, es de­ cir, cuando se pasa del protolenguaje —que sí puede enseñarse a los si­ mios y que sí está estructurado por leyes similares a las de la visión— al mundo cualitativamente superior del lenguaje. Así volvemos a la cuestión del innatismo. Si el salto evolutivo con­ sistió —lo que nadie duda— en que la capacidad neurológica humana se desarrolló de manera extraordinaria hasta el punto de permitirle a

3 Me ocupo de esta cuestión en A. López García, «Lingüistica topologica e percezione visiva», Versus. Quademi di Studi Semiotid, 65/66,1993, págs. 47-59.

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cada niño transferir sus pautas de procesamiento visual a pautas de procesamiento verbal, habrá que explicar por qué le resulta más fácil la adquisición del lenguaje que la de otras capacidades intelectuales que, sin embargo, se basan en procesadores mucho menos complicados que el procesador lingüístico. Si el basamento perceptivo visual del lenguaje es suficiente, habrá que justificar el que los niños ciegos de na­ cimiento, los cuales carecen del importante apoyo suministrado por las imágenes, adquieran el lenguaje sin mayores problemas, cuestión que ya llamó la atención de Aristóteles4. Se mire como se mire, resulta difícil escapar a la sugestión de que los fundamentos del lenguaje pertenecen a la dotación genética huma­ na. El problema es que las propuestas de Chomsky y de sus discípulos son en parte rebatibles y en parte siguen sin haberse demostrado. Lo no demostrado es, naturalmente, el cómo. «Cómo puede estar prefigu­ rada una gramática universal —esto es, la capacidad para aprender cualquier lengua— nada menos que en los genes, los cuales no son otra cosa que secuencias de ácidos nucleicos que determinan aminoá­ cidos o, más sencillo aún, recetas para fabricar proteínas? Últimamen­ te se ha avanzado mucho en Bioquímica y se ha tambaleado bastante la presunta barrera que, desde Platón y Aristóteles hasta Kant y Husserl pasando por Descartes, separaba lo corporal de lo mental, el cuerpo del espíritu. Hoy sabemos que los genes y los procesos bioquímicos a que dan lugar son el origen de nuestras peculiaridades corporales y de nuestras enfermedades, pero también de nuestros gustos, temperamen­ to y estados emocionales. Aunque resulte poco romántico, resulta fácil de explicar: por ejemplo, la dopamina es un neurotransmisor produci­ do por el gen D4DR que permite el paso de la señal eléctrica en la sinapsis; las personas que producen poca tienen un carácter apagado y en casos patológicos padecen la enfermedad de Parkinson; las perso­ nas que producen mucha son de carácter alegre y activo, pero si llegan a tener demasiada en el cerebro, caerán en una crisis esquizofrénica. Hasta aquí todo es razonable. Lo improbable, cuando no lo inverosí­ mil, surge en el momento en el que se nos quiere hacer creer que hay un gen que se encarga de establecer el orden SOV, otro que regula la

. * Curiosamente, las crías de lechuza a las que se priva de información visual en los primeros tres meses de vida son incapaces de desarrollar esquemas icónicos espaciales de dos dimensiones a partir de datos auditivos tan sólo. Cfr. E. I. Knudsen, «Experience alters the sparial tuning of auditory units in the optic tectum during a sensitive period in the bam owl», Journal ofNeurosáence, 1, 1985. Como en tantos otros casos, siempre que del lenguaje se trata, los fenómenos humanos son desviantes.

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estructura de la frase preposicional y un tercero que tal vez asegura el mecanismo de las oraciones negativas y el espacio operacional de los operadores negativos. Chomsky es plenamente consciente de esta dificultad. Por eso se li­ mita a traspasar el testigo a los biólogos5: Cualquier progreso en esta dirección haría más grave un pro­ blema de las ciencias biológicas que está lejos de ser trivial: ¿cómo puede surgir en la mente/cerebro un sistema como el lenguaje hu­ mano, o, en relación con lo mismo, cómo puede haber surgido en el mundo orgánico, donde no se encuentra nada parecido que ten­ ga las propiedades básicas del lenguaje? Se ha considerado alguna vez que este problema supone una crisis para la ciencia cognitiva. La conclusión es correcta, pero la premisa está mal establecida, pues se trata, ante todo, de un problema de la biología y de la cien­ cia del cerebro, las cuales, tal y como se las entiende actualmente, no suministran ninguna base explicativa para lo que parecen ser hechos bien establecidos sobre el lenguaje. Casi todo el interés del estudio técnico y detallado del lenguaje radica en esto, en mi opi. nión. ■ Sospecho que los biólogos no traerán la solución por sí solos y que esta únicamente puede venir de su colaboración con los lingüistas, pues el problema se le plantea al lingüista, no al biólogo. Similarmen­ te, la Biología molecular, que es una rama de la Química, no la descu­ brieron sólo los biólogos, sino precisamente algunos físicos que se ob­ sesionaron por desentrañar el misterio de la materia viva, entre ellos Delbrück, un discípulo del gran físico Niels Bohr, cuando colaboró con algunos biólogos interesados en los efectos de las radiaciones so­ bre la Drosophila. La incomodidad con la cuestión del estatuto cere­ bral de las capacidades lingüísticas del hombre no ha surgido en Biolo­ gía, donde están claras las áreas neuronales del lenguaje6, es algo que inquieta a los lingüistas y que, antes de que podamos ofrecer una solu­ ción satisfactoria, convierte a nuestros modelos en meros artilugios hi­ potéticos.

5 Noara Chomsky, The Minimalist Program, Cambridge, The MIT Press, 1-2. 6 Hoy día la ubicación decimonónica que, como dijimos páginas atrás, sitúa las ca­ pacidades lingüísticas en el área de Broca y en la de Wemicke se ha refinado mucho. Para una visión actualizada cfr. M. I. Posner y M. E. Raichle, Images o f M ind, Nueva York, Scientífic American, 1994.

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6.2. O b jecio n es a l in n atism o Y PROPUESTAS DE SOLUCIÓN

Antes de entrar en lo que pudiéramos llamar la hipótesis biológico-üngüística de nuestro trabajo, la cual intentará abordar el aspecto no de­ mostrado hasta el presente del supuesto diomskiano —el carácter in­ nato de la facultad del lenguaje—, es preciso ocuparse de los aspectos rebatibles del mismo. Según Chomsky, este LAD (language acquisition daña) consta de un conjunto de principios de la gramática universal comunes a todas las lenguas. Hasta aquí todo parece correcto, siempre que se acepte el punto de partida: si la facultad del lenguaje es innata, todos los seres humanos la tendrán depositada de la misma manera en sus genes y esta base común deberá manifestarse en todas las lenguas, es decir, será universal7. Pero Chomsky añade una segunda característi­ ca: comoquiera que lo que los niños van procesando, aparte del voca­ bulario, son alternativas estructurales en las que unos idiomas difieren de otros, se sigue que lo que aprenden son estos aspectos variables, lla­ mados parámetros, los cuales tienen la forma de una opción binaria. Por consiguiente, el LAD consistirá en un conjunto de principios y además, continúa Chomsky, en un conjunto de parámetros: como en un conmutador eléctrico, los datos externos llevarían al niño a elegir una de las dos posiciones innatas de cada parámetro.

7 Advirtamos, aun así, que lo universal no debe confundirse con lo innato, pues no se trata de términos sinónimos. Hay peculiaridades universales de los seres humanos, como el deseo de conservar el recuerdo de los antepasados, las cuales no son innatas, sino un resultado de la cultura. Y, al contrario, muchas enfermedades que heredamos de nuestros padres son innatas, pero no universales. En el caso de las presuntas propiedades innatas del lenguaje ocurre lo mismo: un universal puede darse casualmente en todas las lenguas, sin que por ello haya que suponer que su manifestación está prefigurada en el genoma. Es lo que sucede probablemente con muchos primitivos semánticos estudiados por A. Wierzbicka, «Anchoring linguistic typology in universal semantic primes», Lmguistic Typology, 2-2,1998, págs. 141-195: no parece poder existir una lengua sin palabras para «hacer», «saber», «yo», «tú», «después», «todo», «parte», «cuerpo», «gente», «cerca», «bueno», «grande», etc., términos que, combinados, permiten parafrasear casi cualquier otro; pero esto es una cosa, y otra que sean innatos, si bien algunos de ellos tienen un evidente contenido lógico. Todavía más difícilmente innatos parecen los universales lé­ xicos que se resisten al préstamo descubiertos por A. Dolgopolsky (en Voprosy Yasykosnaniya, 1964,2, págs. 53-63; apui. J. C. Moreno Cabrera, Introducáón a la lingüística. En­ foquetipológicoy unnmahsta, Madrid, Síntesis, 1997, pág. 158) al comparar lenguas: ojo, corazón, lengua, muerte, agua, etc.

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El problema es que el carácter innato de la variación paramétrica no se sigue necesariamente del carácter innato de los principios. Su­ pongamos que, en efecto, estos parámetros son binarios, como parece ser el caso en el doblete «núcleo al principio/núcleo al final»: hay len­ guas como el inglés o el español en las que el núcleo precede al modi­ ficador, por ejemplo, el verbo a su complemento y la preposición a su régimen, y lenguas como el vasco o el coreano en las que sucede lo contrario, el objeto va delante del verbo y la postposición detrás del nombre. Se trata de un universal del lenguaje de tipo implicativo que fue establecido hace años por J. Greenberg8. Mas el que este sistema sea universal no supone que tenga por qué ser innato: los niños que se enfrentan a un grupo «preposición + régimen» generalizarán este estí­ mulo sin mayores problemas, siempre que el LAD les provea de la ca­ pacidad de identificar el regente y el régimen como tales, y los niños que se enfrenten al orden «verbo + objeto» harán lo mismo a poco re­ fuerzo que reciban; los niños expuestos a los estímulos contrarios, al orden «régimen + postposición» y «objeto + verbo», los generalizarán a su vez. Por ejemplo, los niños hispanohablantes que hayan aprendi­ do a decir de la casa, en la ventana y desde el monte estarán en condiciones de construir en la casa, desde la ventana y del monte por sí mismos con fa­ cilidad; los niños vascohablantes que aprendan sus correlatos respecti­ vos etxeko, leyoan y menditik serán igualmente capaces de construir etxean, leyotik y mendiko. Normalmente harán las dos cosas, pues suelen aprender español y vasco al mismo tiempo. Obsérvese que si lo que tu­ viesen fijado en los genes fuera algo así como «núcleo al principio/nú­ cleo al final», la fijación del parámetro exigiría duplicar su manifesta­ ción, de manera que en el caso del español llegarían a « n ú c l e o a l PRlNCiPlo/núdeo al final» y en el del vasco, a «núcleo al principio/NúCLEO AL FINAL».

Probablemente los defensores de la teoría de parámetros dirían que este gasto de energía suplementaria se ve compensado con creces por el hecho de que n ú c le o a l p rin c ip io permite justificar tanto en casa como, por ejemplo, Uevo un libro en la mano, y n ú c l e o a l f i n a l subyace no sólo a etxean sino también a eskuan liburu bat daramat [lit. «en la mano libro un llevo»]. Sin embargo, esta ventaja se ve contrapesada por el hecho de que en los casos del orden español VO y del orden vas­ co OV se trata de las posiciones normales, pero las situaciones infor­ 8 J. Greenberg, «Some universals o f grammar with particular reference to the order of meanmgful elements», en J. Greenberg (ed.), Unrversah ofLanguage, Cambridge, The MU Press, 1963, págs. 58-90.

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mativamente marcadas suelen cambiarlo, en español, por ejemplo, en contextos de contraste focal (éllevas un libro en la mano ?; — un libo se lee, no se lleva) y, en vasco, en estructuras negativas o interrogativas (nundaramazu Uburu bat, lit. «¿dónde llevas libro un?»). ¿Habrá que suponer que estas ordenaciones marcadas —en contextos diferentes además— del español y del vasco también están prefiguradas en las posiciones de algún parámetro o ahora recurriremos al aprendizaje y a la generaliza­ ción de los estímulos? Estas son inconsecuencias teóricas de la hipótesis de los paráme­ tros. Pero también existen contraejemplos empíricos. Se supone que una mínima evidencia positiva —ejemplos de lenguaje adulto—: de un parámetro permite aprenderlo deprisa y sin errores. No obstante, va­ rios estudios de campo sobre lenguaje infantil han puesto de manifies­ to que esto no es así: por ejemplo, los niños anglohablantes de corta edad suelen vacilar al principio a propósito del llamado parámetro del sujeto nulo, de forma que emiten expresiones como *want eatcookie o *likes bananas, que nunca se aceptarían en el lenguaje adulto9. De otro lado, muchas situaciones de variación gramatical entre las lenguas del mundo no son binarias, sino que tienen la forma de escalas graduadas, a menudo pluridimensionales, por lo que la cuestión de la fijación de un valor paramétrico parece excluida: ¿cómo podrían fijar los niños un parámetro innato relativo a la noción de sujeto cuando lo caracterizan hasta seis rasgos10, de los que dos se dan siempre, mas, de los otros cua­ tro, el latín los cumple todos, el inglés satisface tres, el español cumple dos, uno de ellos no coincidente con el inglés, el japonés cumple otros dos, ninguno de los cuales coincide con el español, el uto-azteca cum­ ple sólo uno, y así sucesivamente? Por fin, hay que decir que el asenta­ miento mental rápido de estructuras cognitivas se suele dar en cual­ quier alternativa de aprendizaje que se le plantea al ser humano, sin ne­ cesidad de postular una solución cómo la teoría de los parámetros. Por ejemplo, los niños aprenden en seguida los rasgos físicos y culturales que diferencian a las mujeres de los hombres, siendo en cambio dudo­ so que esta variación paramétrica la posean de manera innata. Natural­ mente, el que tengan que aprender que los hombres tienen la voz más recia y las mujeres, más fina (hay muchos niños que se muestran rece­

* Cfr. D. Ingram, «Early pattems o f grammatical development», en R. Stark (ed.), Language behtwior m infaruy and early chiUhood, Nueva York, Elsevier, 1981, págs. 327-352. ■■■:: 10 Véase C. N, Li y S. Thompson, «Subject and topic: A new typology o f language», en C. N. Li, Subject and Topic, Nueva York, Academic Press, 1976, págs. 457-490. i

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losos con todos los varones adultos salvo los de su familia), no exclu­ ye que otros conocimientos, como el instinto de succión, sean innatos. Lo que parecería absurdo seria decir que los niños heredan el paráme­ tro binario, sexualmente ligado, del reconocimiento de la variación de timbre de voz de los adultos. Estas objeciones a la teoría de los parámetros —que no he plantea­ do sino de manera muy superficial porque se pueden ampliar fácil­ mente en la bibliografía especializada11— no invalidan el hecho de que, sin algunos principios universales innatos, no es posible compren­ der cómo aprenden lenguas los seres humanos y, sobre todo, cómo lo hacen con la rapidez y la facilidad que les caracteriza. Desgraciada­ mente los lingüistas tampoco parecen ponerse de acuerdo a la hora de establecer la nómina de estos principios. Esto es debido a que aquí se cruzan dos tipos de universales, llamados respectivamente formales y sustantivos. Los universales formales son propiedades que deben satisfacer las gramáticas, es decir, se trata de universales deduc­ tivos que dependen estrechamente del modelo de teoría lingüística del que se parte. Los universales sustantivos son características que se han encontrado en todas las lenguas y que, por consiguiente, tienen una base inductiva. Idealmente el acercamiento deductivo, de la teoría a los hechos, y el inductivo, de los hechos a la teoría, deberían corres­ ponderse12. . , Sin embargo, no ha sido así. Esto es debido a que la gramática no es una ciencia pura, se establece teniendo en cuenta la experiencia lin­ güística del investigador en cuanto hablante, por lo que resulta inevita­ ble que muchos presuntos universales formales lo sean en menor gra­ do de lo que se les atribuye y que muchos universales sustantivos sean simplemente generales. Por ejemplo, en el modelo standard de la gra­ mática generativa las funciones de sujeto y objeto fueron establecidas en términos configuracionales: sujeto sería el SN dominado directa­ mente por O y objeto sería el SN dominado directamente por SV e in­ directamente por O. El problema es que, como señaló Hale, hay len­ guas no configuracionales en las que el sujeto y el objeto son señalados directamente por el verbo sin tener en cuenta dato estructural algu­

11 Por ejemplo en W. Croft, «Autonomy and fúnctionalist linguistics», Language, 71, 1995,págs.490-532. v- -..v-.... 12 La correspondencia se aborda en N. Fukui, «The Principles-and-Parameters Approach: A Comparative Syntax of English and Japanese», en M. Shibatani y T. Bynon (eds.), Approacbes to Language Typology, Oxford, Clarendon, 1995, págs. 327-372. Repre­ senta un paso mínimo, referido sólo a dos lenguas, pero estimulante.

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no13. El acercamiento inductivo tampoco resuelve el problema, pues nuestras posibilidades a la hora de acceder a un número considerable de lenguas desde dentro, y no desde fuera como suele suceder (es de­ cir, desde la conciencia lingüística generalmente indoeuropea del in­ vestigador), se ven constreñidas por el elevado número de lenguas que hay en el mundo. Según he destacado en otro lugar14, la cuestión de los universales se debate entre el problema de Narciso —descubrimos lo que, por nues­ tra lengua, estamos dispuestos a descubrir— y el problema del Arca de Noé —estamos limitados por los datos parciales procedentes de nues­ tra colección de lenguas—. La única manera de obtener un inventario de principios lingüísticos universales no contaminado sería extraerlo de fuentes ajenas a nuestra conciencia o a nuestros conocimientos lin­ güísticos. Es un camino paradójico que no ha dejado de emprenderse. En este sentido, hace tiempo que se recurre a distintos modelos lógicos o algebraicos para, desde ellos, intentar prefigurar las propiedades for­ males de las lenguas. Sin embargo, hasta el momento ninguno de es­ tos acercamientos formales ha dado cuenta de la complejidad de las lenguas naturales con la sutileza y riqueza de matices con que lo hace cualquier gramática descriptiva. Hay varias razones para ello. La prime­ ra y más evidente es que la lingüística es una disciplina empírica mien­ tras que la lógica intenta justificar la validez formal del razonamiento; en otras palabras, que aunque se ocupen de cosas parecidas, la prime­ ra formula enunciados relativos a fenómenos del mundo en un contex­ to social y la segunda atiende sólo a la corrección de las derivaciones. Casi nada de lo que decimos es lingüísticamente aceptable por el he­ cho de ser cierto; en cambio, sólo lo que es verdadero resulta lógica­ mente consistente (es el principio de la verdad de Tarski). Hay que des­ cartar la hipótesis de que la Lingüística y la Lógica están tan próximas que la una puede tomarse por la otra. Cuando se afirma que la diferen­ cia estriba, tan sólo, en que la lingüística se ocupa de hechos de habla reales, esto es, que tiene una dimensión de peifomance o de parole de la que carece la Lógica, por lo que esta podría tomarse como una abstrae-

13 K, Hale, «Warlpiri and the grammar of non-configurational languages», Natural Language and Linguistic Theoiy, 1,1983, págs. 5-47. Por ejemplo, en waripiri el sujeto es el sustantivo que está en ergadvo y, en su defecto, el que está en absoluto; el objeto es el que está en dadvoy, en su defecto, en absoluto. ' w - ü , 14 A. López García, «La tipología lingüística entre la ontogénesis y la filogénesis», en Juan de Dios Luque y A. Pamies, Estudios de tipología lingüística, Granada, Método, 1998, págs. 139-159.

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ción de aquella, se olvida que en el lenguaje hay otras dimensiones co­ municativas aparte de la puramente declarativa y que estas nunca po­ drán ser modeladas lógicamente. Este tipo de dificultades ha conducido desde siempre a una modera­ ción de las pretensiones logicistas en Lingüística, reduciendo el deseo de formalizar lógicamente las lenguas a ocuparse tan sólo de su sintaxis. Es el propósito que subyace a la idea de que la Lógica es a la Lingüística lo que las Matemáticas a la Física. Sin embaigo, esta perspectiva reduccio­ nista establece una proporción «Matemáticas : Física :: Lógica : Lingüís­ tica» que se revela inexacta. El desarrollo de las Matemáticas es gnoseológicamente independiente de las leyes de la naturaleza: las reglas mate­ máticas constituyen un sistema axiomático, válido por sí mismo —es decir, sus fórmulas no pueden ser verdaderas o falsas, sólo correctas o in­ correctas— y que ha sido desarrollado por los seres humanos; lo que lla­ mamos Física es la aplicación de este cálculo formal a la naturaleza, esto es, la comprobación de que las relaciones entre las variables físicas (el es­ pacio, el tiempo, la masa, etc.) son de naturaleza matemática. Por eso y sólo por eso tiene sentido emplear modelos matemáticos para predecir regularidades físicas: como decía Galileo, «el libro de la naturaleza está escrito con números». Pero en el caso de la Lingüística la situación es di: ferente porque las oraciones declarativas son nuestra manera de comuni­ car pensamientos sobre el mundo, por lo que el cálculo lógico que pre­ tende formalizarlas viene a ser, en el fondo, un duplicado de las mismas incapaz de distanciarse de ellas. Evidentemente, al aplicarlo a la natura­ leza estaremos enfrentando un objeto de estudio independiente, pero al dirigirlo hacia los hechos lingüísticos, que son hechos mentales, no deja­ remos de aplicarlo a un objeto relacionado con el sustento de la propia Lógica como tal. La utilización de modelos lógicos en Lingüística no pasa de ser tautológica. En otras palabras: que el origen de la Lógica y de la Sintaxis lingüística es el mismo, aunque cada una se ocupe de una par­ cela de la actividad mental del ser humano. Esta vinculación estrecha se advierte ya en la Lógica de Aristóteles y perdura hasta el siglo xix. Pero a partir de este momento los lógicos han sentidó siempre dicho entronque lingüístico como un inconve­ niente y se han esforzado por alejarse del lenguaje natural elaborando un código formal menos «imperfecto». R. Camap, el padre del empi­ rismo lógico, sostiene en su célebre artículo sobre la eliminación de la Metafísica15 que el hecho de que las lenguas naturales permitan la for­ 15 R. Camap, «The Elimination of Metaphysics through the Logical Analysis ofLanguage», en A. J. Ayer (ed.), LogicalPosithism, Nueva York, Macmillan, 1959. 89

mación de secuencias carentes de significado sin violar las reglas de la gramática demuestra que la sintaxis gramatical es inadecuada desde el punto de vista de la Lógica. La Lógica simbólica pudo dar así un salto de gigante y terminó por suministrar un poderoso aparato de formalización que está en la base de las Matemáticas16, de la Informática y de la Inteligencia artificial. Sin embargo, lo que no se puede pretender es que un cálculo formal, como la Lógica, que se ha ido construyendo a base de eliminar poco a poco lo que tenía de lingüístico, se utilice aho­ ra como base para legitimar lo que las lenguas tienen presuntamente en común. Es como si la Química, tan trabajosamente separada de la Alquimia, fuese a sustentar ahora un programa de investigación para descubrir la piedra filosofal. A lo más que se ha llegado, por obra de R. Montague y sus sucesores17, es a construir una gramática universal entendida no como principios compartidos por todas las lenguas (a la manera de los lingüistas), sino como lenguaje formal abstracto que subyace a la vez a las lenguas naturales y a las lenguas artificiales. Evi­ dentemente este propósito es muy laudable, pero no resuelve el dilema planteado en este capítulo: un sistema formal de tipo montaguiano no puede ser heredado por los seres humanos, pues ello supondría que los hombres forman una misma rama evolutiva, ya no con otros animales, sino con las máquinas, esto es, con los autómatas generadores de len­ guajes artificiales18. Antes que plantear si heredamos principios generales de naturaleza lógica o lingüística, habrá que concluir que lo que heredamos —sien­ do la herencia un fenómeno biológico— no puede ser otra cosa que el código de la vida. El problema no estriba, por tanto, en saber cómo se pasa de las leyes lógicas —concebidas como ampliación o reducción “ La aportación de B. Russell en sus Principies ofMatbematics, Oxford, 1903, consis­ tió precisamente en demostrar que la Lógica y las Matemáticas son idénticas, pues la se­ gunda trabaja exclusivamente con conceptos definibles en términos lógicos. í 17 R. Montague, «The Proper Treatment o f Quantification in Ordinary English», Formal Philosophy. Sekcted Papen o fRichard Montague, Yale University Press, 1974, pági­ nas 247-270. Para una presentación muy clara de las ideas de Montague, véase J. C. Mo­ reno Cabrera, Lógicaformaly lingüística. Una introducción a la gramática de R. Montague, Madrid, UAM, 1985. ■ “ Todo esto es independiente del hecho de que resultan de enorme utilidad los es­ fuerzos realizados en el procesamiento del lenguaje natural para procesar la información lingüística en términos lógicos. Estos formalismos suelen basarse en dos principios: la concatenación (que toda la información procesada sea remisible al orden superficial de la cadena) y la unificación (por la que dos estructuras de rasgos D’ y D ” se unifican en una estructura D que es su suma lógica). Para esta cuestión, véase S. M. Shieber, A n Introduction to Unification-Based Approaches to Grammar, Stanford University, 1986. ^ 90

de las leyes lingüísticas— a los principios que rigen el funcionamiento del lenguaje, sino en qué medida están prefigurados estos principios en las bases del código genético. Hemos dicho arriba que el sistema co­ municativo más perfeccionado entre los animales, el de los primates, es de tipo 3T, es decir, supone la acción de un conjunto de genes que realizan hacia afuera lo mismo que en el interior de la célula represen­ ta el encadenamiento de la transcripción, de la traducción y de la trans­ ferencia. Si la comunicación humana representa una complicación de este esquema —y es obvio que así es— la única posibilidad estriba en que el sistema aludido incorpore también el mecanismo de la replica­ ción por el que la secuencia bicatenaria de ADN se replica semiconservativamente en la mitosis dando lugar a dos secuencias bicatenarias equivalentes, una para cada descendiente. En otros términos, que la comunicación lingüística se basaría en un mecanismo 3T + R.

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C a p ítu lo

VII

Las propiedades sintácticas del código interno 7.1. UNA FALSA ANALOGÍA

Hemos dicho páginas atrás que la metáfora habitual que compara las bases nucleotídicas con las letras de un código y los codones con las palabras del mismo es una falsa analogía. Hay que decir, en honor de la verdad, que esta idea no sólo ha surgido en las mentes de los biólo­ gos. Si así fuera, sería una metáfora inocua, pues cada ciencia es libre de presentar sus conceptos como le venga en gana por razones peda­ gógicas. Por ejemplo, la propia Lingüística ha echado mano de compa­ raciones extraídas del campo de la Biología, cuando habla de lenguas madres y de lenguas hijas, de la Química, cuando especula sobre los componentes atómicos del significado, de la Geografía, cuando se pro­ pone cartografiar las hablas de un territorio en los Adas lingüísticos, etc. El problema es que la aludida interpretación lingüística del código genético también fue postulada por algunos lingüistas de la talla de R-Jakobson1: /

Los descubrimientos espectaculares realizados estos últimos años en el terreno de la genética molecular son presentados por los investigadores mismos en términos tomados de la lingüística y de la teoría de la información [...] Cada palabra comprende tres subunida-

1 R. Jakobson, «Relaciones entre la ciencia del lenguaje y las otras ciencias», Nuevos Ensayos de Lingüística General, México, Siglo XXI, 1976, págs. 56-60.

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des de codificación llamadas «bases nucleotídicas» o «letras» del «al­ fabeto» que constituyen el código. Este alfabeto comprende cuatro letras diferentes «utilizadas para enunciar el mensaje genético». El «diccionario» del código genético comprende 64 palabras distintas que, teniendo en cuenta sus elementos constitutivos, se denominan «tripletes», pues cada uno de ellos forma una secuencia de tres letras; sesenta y uno de estos tripletes tienen una significación propia y los otros tres no se utilizan aparentemente más que para señalar el final de un mensaje genético [...] Por consiguiente, podemos afirmar que, de todos los sistemas transmisores de información, el código genéti­ co y el código verbal son los únicos que están fundados en el em­ pleo de elementos discretos que, en sí mismos, están desprovistos de sentido, pero que sirven para constituir las unidades significativas mínimas, es decir, entidades dotadas de una significación que les es propia en el código en cuestión [...] El paso de las unidades léxicas a las unidades sintácticas de grados diferentes corresponde al paso de los codones a los «ostrones» y «operones», y los biólogos han esta­ blecido el paralelo entre estos dos últimos grados de secuencia gené­ tica y las construcciones sintácticas ascendentes, y las constricciones impuestas a la distribución de los codones en el interior de estas construcciones han sido llamadas «sintaxis de la cadena de ADN» [...] La lingüística y las ciencias emparentadas con ella tratan principal­ mente del circuito del discurso y de las formas análogas de interco­ municación, es decir, de los papeles alternantes del destinatario y del receptor que da una respuesta, ya sea manifiesta, ya sea por lo me­ nos muda, a su interlocutor. En cuanto al tratamiento de la informa­ ción genética sé dice que es irreversible: «el mecanismo de la célula no puede traducir más que en un solo sentido». Sin embargo, los cir: cuitos reguladores descubiertos por los genetistas —la represión y la retroinhibición— parecen presentar una ligera analogía en el plan molecular con lo que es el diálogo para el lenguaje. Las palabras de Jakobson despertaron un cúmulo de expectativas que el tiempo no ha confirmado. Cuando fueron enunciadas se es­ peculó con optimismo sobre la posibilidad de. una colaboración per­ manente entre biólogos y lingüistas, sobre la constitución de una nue­ va ciencia —algo así como la Biología lingüística— que parecía perfi­ larse en el horizonte. No ha sido así. Lo cual es sorprendente, porque el hecho de que la analogía que comentamos fuera formulada desde ambas orillas, desde la biológica, ya con Watson y Crick, y desde la lin­ güística, con Jakobson, parecía corroborarla. No todas las comparaciones interdisciplinares de que se han servi­ do los lingüistas son igualmente oportunas. Así, sentimos que las ana­ logías tomadas del evolucionismo darwiniano llevaban a los compara94

tístas del siglo xix demasiado lejos, a menudo a formulaciones franca­ mente ridiculas, como cuando A. Schleicher compara las raíces de las palabras con las células germinales: Según esto, la teoría de Darwin me parece ser una necesaria con­ secuencia de los principios vigentes hoy en día en la ciencia de la na­ turaleza. Descansa en la observación y es fundamentalmente un in­ tento de historia de la evolución [...] Pero lo que Darwin da por vá­ lido para las especies de animales y plantas es aplicable también, al menos en sus rasgos más importantes, a los organismos de las len­ guas [...] Con las familias lingüísticas que nos son suficientemente conocidas establecemos árboles genealógicos al igual que Darwin ha intentado hacer con las especies de plantas y animales [...] Para ti y para tus colegas puedo yo describir alegóricamente las raíces como sencillas células lingüísticas en las que no existen todavía para fun­ ciones como nombre, verbo, etc., órganos especializados y en las cuales estas funciones (las relaciones gramaticales) están tan poco di­ ferenciadas como en los organismos unicelulares o en la vesícula ger­ minal de [los] seres vivos superiores, la respiración y la digestión2. En cambio, los principios metodológicos que subyacen a los Adas lingüísticos son plenamente geográficos. De la misma manera que se puede cartografiar la distribución terrestre de los climas, de los tipos de roca o de la producción mundial del carbón y del acero, también se pueden representar en un mapa los dialectos. Como en los mapas, las curvas de nivel próximas representan cambios bruscos (de altitud en los mapas físicos, de especificidad idiomática en los dialectales), el tamaño de la zona asignada a u n rasgo físico o a una variedad lin­ güística es representativo de su extensión real, y así sucesivamente. En este caso, lo que sucede es que la necesidad de acudir a los ma­ pas fue sentida desde los dos campos: no es posible practicar la Geo­ grafía sin ellos, pero tampoco se puede entender la Dialectología sin su concurso. Naturalmente, esto no quiere decir que para que un acercamientoo interdisciplinar sea adecuado debe ser reclamado por dos ciencias. La de arriba es una implicación de tipo condicional: A -> B significa que lo que importa es B, tanto si además se da A como si no. Puede suce­ der que ciertos conceptos habitualmente utilizados en una disciplina hayan sido aprovechados ventajosamente por otra con independencia • 2 A. Schleicher, Die Darwiniscbe Tbeotie und die Sprackwissmschafi, Weimar, 1873, págs. 11-13 y 25, «»/># se acomodaría mejor a las categorías del nombre (lluvia) y del verbo (llover) que a la del adjetivo (pero lluvioso) y a la del adverbio, mientras que la idea de «bue­ no» parece encontrarse más a gusto en estas últimas {puerto, bien, pero bondad). Por eso, en español Uuvia y llover son primitivos mientras que lluvioso es derivado, en tanto bueno y bien son primitivos frente a bondad que es derivado. En inglés pasa lo mismo: rain vale para el nombre (tbe rain) y para el verbo (to rain), pero no para el adjetivo (rainy); los primiti­ vos weil ygpod son respectivamente adverbio y adjetivo, mientras que el nombregpodness es un derivado. En resumen, que cuántas pueden ser las categorías de las lenguas y cuáles pueden ser sus relaciones mutuas es algo no enteramente arbitrario que impone límites a nuestra percepción del mundo y que tal vez tenga una base genética. 8.2. La c a t e g o r i z a c i ó n El que hayamos reconocido cuatro tipos de codón y los hayamos hecho corresponder con otros tantos tipos de frase nos ha llevado in­ directamente a sugerir que: 18 A. Zamboni, «Cambiamento di lingua o cambiamento di sistema? Per un hilan­ d o cronológico della transizione», en J. Hermán (ed.), La tremsizione del latino alie tingue romanze, Tübingen, Niemeyer, 1998, pág. 109.

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— Los codones con una A en 2.a posición se comportan como las FV, por lo que A se parece al verbo; — Los codones con un U (T) en 2.a posición se comportan como las FN, por lo que U (T) se parece al nombre; — Los codones con una C en 2.a posición se comportan como las FAdj, por lo que C se parece al adjetivo; — Los codones con una G en 2.a posición se comportan como las frases prepositivo-adverbiales, por lo que G se parece a la preposiciónadverbio. Estas consecuencias implícitas son más negativas que positivas a la hora de rentabilizar el paralelismo codón-frase, pues suponen que una lengua debe tener estas cuatro categorías, lo que la realidad de las len­ guas del mundo desmiente absolutamente. Por un lado, sucede que, en relación con una misma lengua, los gramáticos no están de acuerdo en el inventario, pues este es una función de los presupuestos episte­ mológicos de partida: para el español se han propuesto desde sólo tres categorías por Gonzalo Correas en el siglo xvii (nombre, verbo y par­ tículas) hasta las ocho que recoge la tradición griega (nombre, pronom­ bre, artículo, verbo, participio, preposición, adverbio, conjunción, in­ terjección) y que, con matices (el adjetivo sustituye al participio), sue­ len aparecer en las gramáticas escolares. Por otro lado, al confrontar unas lenguas con otras también se advierten diferencias notables im­ puestas por la morfología: serán más fáciles de reconocer las categorías caracterizadas por un paradigma flexivo (del tipo genéro y número para el nombre en español, etc.), por lo que las lenguas aislantes tende­ rán a ser descritas como lenguas pobres en categorías (en chino, por ejemplo, sólo se diferencian los términos llenos de los términos va­ cíos)19. Un tercer factor que debe ser tenido en cuenta es que las cate­ gorías tienen una manifestación discursiva, pero cuanto menos prototípico sea el empleo de un elemento en el discurso, menor será el nú­ mero de rasgos formales que lo caracterizan como tal20: por ejemplo, el empleo de un verbo como argumento le suele privar en español de morfemas de modo, tiempo y persona (me pista trabajarpor la noche), el de un nombre como predicado suele eliminar los determinantes (Ma­ ría es médico), etc. Una última observación es la de que resulta posible 19 Véase T. Givón, «Word Classes», Syntax: A Functwnd-Typobgied Introdnction, Amsterdam, John Benjamins, 1984, págs. 47-84. • 20 Véase P. JL Hopper y S. A. Thompson, «The discourse basis for lexical categories in Universal Grammar», Language, 604,1984, págs. 703-752.

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definir todas las categorías de una lengua a partir de una sola categoría primaria de partida (generalmente el nombre N ) y de la categoría ter­ minal oración (O /1: es lo que suelen hacer las gramáticas categoriales cuando definen el adjetivo como «el elemento que combinado con un N da otro N» (N /N : podéis vivir todos conmigo porque tengo casa /casa grande), el verbo como «el elemento que combinado con un N da un 0 » (0 /N : Juan pasea), etc. Pese a todo lo anterior, muchos lingüistas coinciden en diferenciar las llamadas categorías léxicas de las categorías gramaticales y en distin­ guir cuatro categorías fundamentales dentro de aquellas: nombre, ver­ bo, adjetivo y adverbio. Evidentemente ello da que pensar. L. Tesniére lo justifica como sigue22: Las palabras llenas son [...] las que expresan directamente el pensamiento. Ahora bien, se pueden pensar ideas de dos tipos, las ideas particulares, que representan las cosas mismas, y las ideas gene­ rales, que sólo representan las categorías gracias al entramado de las cuales captamos las ideas particulares [...] El contenido semántico no se encuentra más que en las palabras llenas particulares, mientras que el contenido categorial se encuentra a la vez en las palabras lle­ nas particulares y en las palabras llenas generales. El contenido cate­ gorial es así el único susceptible de suministramos un principio de . clasificación común a todas las palabras llenas, ya sean particulares o generales [...] Una primera subdivisión opondrá las ideas de sustan­ cia y las de proceso [...] Las palabras llenas que expresan la idea de una sustancia se llaman sustantivos [...] Las palabras llenas que ex­ presan la ¡dea de un proceso se llaman verbos [...] Una segunda sub­ división opondrá a las nociones, en principio concretas, de sustancia y de proceso sus atributos abstractos. De ahí resultan dos nuevas es­ pecies de palabras llenas, una en el dominio de las sustancias, otra en el dominio de los procesos. Las palabras llenas que expresan los atri­ butos abstractos de las sustancias se llaman adjetivos. Las palabras llenas que expresan los atributos abstractos de los procesos se llaman adverbios [...] El adverbio es al verbo lo que el adjetivo es al sustan­ tivo. De ahí que cuando un sustantivo se transforma en verbo, hay que cambiar paralelamente el adjetivo en adverbio. He traído a colación esta larga cita de Tesniére porque contiene mucho más de lo que pudiera parecer a simple vista. Por supuesto 21 Para las gramáticas categoriales, que, al igual que los codones, se basan en el or­ den lineal de los elementos, cfr. los trabajos recogidos en R. T. Oehrle ctaL (eds.), Cate­ gorial Grumman and Natural Language Struclures, Dordrecht, Reidel, 1988. 22 L Tesniére, ÉlémentsdeSyntaxestructurale, París, Klincksieck, 1959, capítulos 31 y 32.

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coinridé en reconocer estas cuatro categorías básicas del pensamiento verbalizado con otros autores23. Pero, lo más interesante es que, lejos de definirlas a partir de rasgos formales extemos, diferentes de gramá­ tico a gramático, de lengua a lengua y de instancia de discurso a instan­ cia de discurso, lo hace atribuyéndoles una suerte de necesidad con­ ceptual. Es importante destacar, empero, que se trata de categorías verbales de coticeptualizarión, no de meras categorías lógicas. Los filósofos vienen reconociendo desde siempre una serie de categorías del pensa­ miento. Aristóteles, por ejemplo, opone la substancia a sus accidentes de cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situs, habitus, acción y pasión (Phys, A, 7, 190a 34 y Perí Hermeneias, 19b), concibiéndolos como formas del ser. Kant, en cambio, considera las categorías como formas a priori (Kritik der reinen Vemunjt, 2.a parte, libro I, capítulo 1), ya sea de la sensibilidad (espacio y tiempo), ya del entendimiento (cantidad, cualidad, relación y modalidad)24. Otros filósofos, como Leibniz, Locke o Fichte, han propuesto inventarios diferentes, parcial­ mente coincidentes con los anteriores, desde diversos puntos de vista. Nada de esto tiene que ver con el lenguaje. Las categorías lógicas, cual­ quiera que sea el inventario que se establezca, pueden manifestarse de formas variadas en las lenguas, de manera que a veces coinciden dos categorías lógicas en una misma clase de palabras lingüística (el verbo expresa tanto acción como pasión) o, al contrario, una categoría lógica se manifiesta bajo la forma de distintas clases de palabras (así, la prepo­ sición desde, el pronombre este, el adjetivo izquierdo o el adverbio enci­ ma son manifestaciones del espacio). Las cuatro categorías de que hablan Tesniére y muchos otros lin­ güistas son primitivos, pero no del pensamiento, sino del pensamien­ to verbal. Modernamente25 es habitual representarlas mediante un sis­ tema de rasgos como sigue:

23 Por ejemplo, con Ch. Fríes quien distingue estas mismas cuatro major classes o f words en su célebre trabajo The Structure ofEnglish; A n Introduction to the Conslruction ofEttglish Sentmce, Nueva York, Hartcourt Brace, 1952. 24 Estas se subdividen a su vez. Categorías de la cantidad: unidad, pluralidad, totali­ dad; de la cualidad: realidad, negación, limitación; de la relación: inherencia y subsisten­ cia, causalidad y dependencia, comunidad; de la modalidad: posibilidad-imposibilidad, existencia-inexistencia, necesidad-contingencia. . 25 La cuestión se plantea ya en N. Chomsky, «Remarks on Nominalization», en R. A. Jacobs y P. S. Rosenbaum, Readings in English Transfomational Grammar, Waltham, Massachusets, 1970, y págs. 184-221 y todavía está vigente en «Categories and Transformations», capítulo 4 de Chomsky, 1995. Lo que en este modelo se llama preposiciones incluye a menudo lo que en otros son adverbios.

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nombre: [+N.-V] verbo: [-N, +V] adjetivo: [+N, +V] preposición: [-N,-V]

lo cual supone tomar como primitivos de la teoría el nombre N y el verbo V. Esta decisión se justifica teniendo en cuenta que los primeros elementos que reconocen verbalmente los niños cuando aprenden n n a lengua son los nombres y luego, en la fase de estructuras bimem­ bres, los predicados. También se aduce en su favor que una categorización a base de rasgos permite adscribir los comportamientos formales y las leyes que los regulan a más de una categoría a la vez: por ejemplo, si lo propio de +N es tener género, ello explicaría que en español lo manifestasen el nombre y el adjetivo, pero no el verbo ni la preposi­ ción; si lo propio de +V es tener aspecto, ello explicaría que lo tuvie­ sen los verbos y los adjetivos españoles, pero no los nombres ni las pre­ posiciones. Sin embargo, también hay consecuencias negativas. La primera es que la abstracción es consustancial a las lenguas, por lo que no parece razonable tomar el adjetivo y el adverbio como derivados: una cosa es que los niños tarden en adquirirlos y otra que sean secundarios, pues el poder de las lenguas como instrumentos de comunicación reside precisamente en su capacidad de abstracción. La segunda consecuen­ cia indeseable del sistema de rasgos es que no se entiende qué podría representar conceptualmente la preposición, la cual se caracteriza como una pura negatividad, -N y -V: al fin y al cabo, la palabra pre­ dicativa que aparece en las expresiones bimembres de los niños no tie­ ne por qué ser un verbo, también puede tratarse de una frase preposi­ cional (cup in box) o de un nombre de poseedor (Momtny h a t/6; ade­ más, muchas preposiciones proceden históricamente de nombres y en ciertas lenguas la diferencia es difícil de establecer27. En tercer lugar, la caracterización de rasgos aludida no da cuenta del hecho, destacado por Tesniére, de que el adjetivo es al nombre lo que el adverbio es al verbo (y de ahí que N se oponga a V como Adj. a Adv.) o, por expre­ sarlo discursivamente, que el correlato de un desarrollo rápido es se desa­ rrolla rápidamente: pero, en términos de rasgos, [+N, -V ]/[+N , +V] = [-N, -V]/[-N, -V] constituye una proporción incoherente. 26 Cfr. P. A. de Villiers y J. G. de Villiers, Earfy Language, Londres, Open Books, 1980, capítulo IV. 27 Según B. Heine, U. Claudi y F. Hünnemeyer, Grammaticalization. A Conceptual Framework, The Univereity o f Chicago Press, 1991,65, la palabra megbé de la lengua ewe que significa «espalda» (épé megbéfá, «su espalda [está] fría») se usa también con el signi­ ficado de «tras, detrás de» (ék xo á megbé, «está casa-la espalda», i. e., «está detrás de la casa»). ' . ' 1 ■■■. ■.;

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Las cuatro categorías del nombre, verbo, adjetivo y adverbio, tal y como las establece Tesniére, no resultan ni de criterios morfológicos superficiales, propios de cada idioma, ni de categorías ónticas o lógicas ajenas al lenguaje. Son formas de concebir verbalmente el mundo que parecen comunes a todos los idiomas28. La que primero adquieren los niños29 es, obviamente, la del prenombre, pues en sus primeras mani­ festaciones lingüísticas lo que hacen es designar a los objetos del mun­ do que les llaman la atención. Pronto la escena se descompone en dos y, junto al prenombre, aparece una segunda categoría de naturaleza predicativa que podríamos llamar preverbo, aunque, desde el punto de vista délos adultos, no sólo la integren verbos. Así tenemos ya un pri­ mitivo sistema de rasgos, con [N] para los participantes y [V] para la participación30: Nombre: [+participante]

Verbo: [+partiápación]

A este sistema se superpone un segundo sistema que evalúa tanto los participantes como la participación y que es el origen del adjetivo y del adverbio: Adjetivo: [-fevaluaáón del participante] Adverbio: [-I-evaluaciónde la participación] Se trata, obviamente, de una segunda instancia de análisis y, por eso, los niños lo desarrollan más tarde. Sin embargo, aquí hay una pa­ radoja perceptiva. Aunque el empleo de adjetivos y adverbios es poste­ rior al de nombres y verbos, la captación perceptiva de las propiedades de las cosas y de los fenómenos precede en el tiempo a la conciencia perceptiva de las cosas y de los fenómenos mismos. Por ejemplo, la pri­ mera vez que un niño ve la mesa amarilla de su habitación, lo que le 28 De hecho tienen una dimensión fenomenológica que ya fue advertida por E. HusserI, Eifabrungund Urteil Untersucbimgcn zur Genealogie der Logik, Hamburg, 1948, pág. 249, cuando distingue entre el Was der Erfassung (nombre), la Erfassungaufeimi anderen (adjetivo), la Erfassung ais Vorgang, Prozess in derZeit, Zustand (verbo) y la Erfassung auf einen Vorgang (adverbio). Para un análisis de esta cuestión, véase el trabajo de E. Coseriu, «Sobre las categorías verbales (partes de la oración)», en Gramática, semántica, universales, Madrid, Gredos, 1978, págs. 50-79. 29 He tratado esta cuestión en A. López García, «Sintaxis mínima», Revista de Investí’ g/tción Lingüística, IV, 2002. i • . 30 La dependencia de la dualidad «nombre/verbo» respecto de la categoría de la par­ ticipación se aborda en J. Broschart, «Noun, Verb, and Participation», en H. Seiler y W, Premper (eds.), Partizipation. Das sprachliche Erfassen von Sacbverhálten, Tübingen, GunterNarr, 1991, págs. 65-137. :

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impacta perceptivamente es el color amarillo —que no deja de ser una franja del espectro de descomposición de la luz— y no el objeto mesa que todavía no es capaz de diferenciar del resto de la escena objetual. Similarmente, la primera vez que una niña siente el balanceo de su cuna, lo que identifica es la mayor o menor rapidez del balanceo, an­ tes que la conciencia de que se trata de un balanceo por oposición a una tracción. En otras palabras, que las cuatro categorías nombre, verbo, ad­ jetivo y adverbio se establecen en plan de igualdad: el nombre y el ver­ bo son verbalmente primarias y perceptivamente secundarias, el adjetivo y el adverbio son primarias en lo perceptivo y secundarias en lo verbal. Este delicado sistema de compensaciones mutuas, universal en cuanto verbalizadón de lo perisable, se establece probablemente sobre un estrato innato común a la especie humana. La hipótesis que que­ rríamos formular es la de que la articulación mutua de las cuatro bases nudeotídicasA , G, C, T(U) en el mecanismo de la replicación suministra un modeloform al adecuado para explicar la posición categorial del verbo, é l adverbio, del adjetivoy del nombre. Entiéndase bien que lo que estamos proponiendo no es una analogía más o menos metafórica sino una similaridad de pautas formales. No es que A equivalga al verbo, G, al ad­ verbio, C, al adjetivo y T (U), al nombre. Es que sus relaciones mutuas son como las de aquellos. En otras palabras, que un ser humano dota­ do de las pautas formales que siguen A, G, C y T (U) en la replicación puede usarlas como modelo formal para establecer las cuatro catego­ rías verbales básicas de cognición, el verbo, el adverbio, el adjetivo y el nombre respectivamente. Por lo pronto, el código genético funciona conforme a la ecuación de arriba: ^ 1

nombre

adjetivo

T

C

verbo

adverbio

A

G

es decir, el nombre se opone al verbo como el adjetivo al adverbio en el mismo sentido en el que toda Timina de una hebra de ADN se em­ pareja con una Adenina y toda Citosiná lo hace con una Guanina. ¿Qué inferencias pueden extraerse de un isomorfismo como el pro­ puesto? La primera es que cualquier posición de una doble hélice de ADN si se toma en una base T de una hebra, nos lleva a una base A de la otra, y si se toma en una base C de una hebra, nos lleva a una base G de otra, o a la inversa. Trasladando el modelo al lenguaje, resulta que 126

cualquier captación de una escena del mundo si se verbaliza como nombre, nos lleva a un verbo alternativo, y si se verbaliza como adjeti­ vo, nos lleva a un adverbio alternativo. Y así es, en efecto. Considére­ se lá escena constituida por un nadador que nada en una piscina: si parto de la percepción del agente nadador, inferiré su acción, el hecho de que nada, y si parto de la percepción de una acción, nada, llegaré a la conciencia de que debe haber un agente nadador que la soporta. Es­ tas dos entidades, el nombre de agente y el verbo de acción están, pues, mutuamente relacionadas. Es una mera cuestión perceptiva de fi­ gura o fondo el que prefiera fijar la atención en uno e inferir el otro o a la inversa. Lo mismo ocurre en la doble hélice de ADN: la secuencia de una hebra y la secuencia de la otra son distintas, pero correlativas, por lo que puedo tomar cualquiera de ellas como punto de partida para la replicación semiconservativa. En esquema31: E l n a d a d o r nada

v s.

e l nadador n a d a

como T*a

v s.

t*A

Los adjetivos y los adverbios se ajustan al mismo patrón. Si en el ejemplo de antes observo una determinada forma de producirse el de­ sarrollo de la pareja agente-acción, podré concluir o que el nadador era rápido al nadar o que el nadador nadaba rápidamente. AI igual que an­ tes tendremos, según qué elemento se alce a la condición perceptiva de figura y cuál a la de fondo, dos posibilidades paralelas de una doble hé­ lice en la que C alterna con G y viceversa: Xrá p id o Y rápidamente vs. X rápido Y r á p id a m

e n te

como C*g v s . c *G

Ambas posibilidades suelen presentarse combinadas: escena 1: elnadador rápido escena 1’: nada rápidamente

'

hebra 1: ...TC... hebra 1’: ..AG ...

El sentido estructural de las largas cadenas de bases nudeotídicas del genoma resulta así paralelo al sentido estructural de las largas cade­ nas de categorías léxicas de que están formados los textos lingüísticos. En los genes, tenemos bases de una hebra que encuentran un correla­ to exacto con bases diferentes de la otra hebra; en el lenguaje, tenemos categorías de una secuencia, las cuales expresan una forma de percibir 31 Convencionalmente representamos la figura en versalitas y tipo de letra grande y el fondo con tipo de letra pequeño. v r ¡

127

verbalmente el mundo que es correlativa de otra forma posible de ha­ cerlo: ...N+Adv+Adv+V+V+V+Adj+N+N+N+Adj+V+V......TGGAAACTTTCAA... ...V+Adj+Adj+N+N+N+Adv+V+V+V+Adv+N+N... ..ACCTTTGAAAGTT... Por supuesto, ningún texto real de lenguas reales podría producir­ se en la forma en la que se producen los textos genéticos ni replicarse —es decir, transformar su forma de expresión sin variar el contenido— como ellos lo hacen. Sin embargo, los principios estructurales comu­ nes a ambos textos son necesarios para garantizar el aprendizaje rápido de una lengua y la construcción de textos en la misma, aunque Juego, dependiendo del tipo de lengua y de factores que tienen que ver con el estilo, estos principios se vean sometidos a numerosas restricciones específicas de cada idioma. Piénsese que uno de los rasgos que caracte­ rizan al lenguaje humano es la capacidad de cada receptor R para trans­ mitir en calidad de emisor E las informaciones recibidas (es lo que Hockett llamaba intercambiabilidad). Es claro que esto no lo hacemos repitiendo exactamente lo que hemos oído, sino que, como advierte Peirce, cambiamos la forma y, en parte, el contenido, abriendo así un proceso de semiosis ilimitada. La replicación está, pues, en el inicio de la semiosis ilimitada. La diferencia estriba en que, mientras Ej comuni­ ca X a R /E 2 y este lo pasa como X* a R /E j y este lo transforma en X” para R,/E4, etc., en la replicación genética, a la hebra Y le corresponde una hebra Y, pero a Y le corresponde otra vez Y, y así sucesivamente, es decir, que hay tan sólo semiosis limitada, salvo cuando surgen errores. Una segunda similaridad entre el código genético y el lingüístico consiste en que no sólo sucede que, cuando hay alternancia estilística, los nombres piden verbos y los adjetivos piden adverbios como T pide A y C pide G. También ocurre que los nombres y los adjetivos perte­ necen a una misma hipercategoría y los verbos y los adverbios a otra, en estricto paralelismo con el hecho de que T y C son pirimidinas mientras que A y G son purinas: Hipercategoría 1: [nombre, adjetivo] Pirimidinas: [T,C] Hipercategoría 2: [verbo, adverbio] r ■ Purinas: [A, G] La categoría del adjetivo no se desglosó de la del nombre en las gra­ máticas occidentales antes de los modistas, en la baja Edad Media: has­ ta ese momento, casa y blanca se consideraban simplemente nombres, pero desde entonces se diferencia el nombre, sustantivo (llamado tam128

I

bien sustantivo o nombre, como hacemos aquí) y el nombre adjetivo (llamado también adjetivo, que es la opción que hemos adoptado). En el caso del verbo y del adverbio se presentan separados desde el co­ mienzo de nuestra tradición gramatical, si bien todos los autores son conscientes de que pertenecen a una misma hipercategoría. Ello se ad­ vierte en sus denominaciones respectivas, que vienen del griego a tra­ vés del latín: el adverbio era el epírreema, compuesto de epí, «sobre» y de rema, «verbo», de donde el latín adverbium («junto al verbo»). La hipercategoría [nombre, adjetivo] y la hipercategoría [verbo, adverbio] presentan propiedades morfológicas características y mutuamente excluyentes: en español, el nombre y el adjetivo expresan género, el ver­ bo y el adverbio pueden expresar tiempo. El paso de nombre a adjeti­ vo es fácil (unjoven [obreroy ] estudiante/un estudiantejoven [y alto]) y el de verbo a adverbio también (se apasionó amorosamentepor ella = se ena­ moró apasionadamente de ella). Las cuatro categorías examinadas muestran, pues, dos tipos de rela­ ción. De un lado, cada A alterna con un T y cada C alterna con un G, en el mismo sentido en el que un verbo alterna con un nombre y un adjetivo alterna con un adverbio o al revés. Además, A y G forman par­ te de una misma hipercategoría, T y C de otra. Se trata de una relación paradigmática, pues el hablante almacena las dos posibilidades alterna­ tivas o los dos representantes de la hipercategoría en la memoria y el código genético desarrolla igualmente la tendencia a efectuar las aso­ ciaciones postuladas. Un mismo contenido X se manifiesta categorialmente como Xa o como pero, además X? lleva a un Xc y Xb a un Xd: por ejemplo, el contenido a n s í - podrá manifestarse como nombre (an­ siedad), como verbo (ansiar), como adjetivo (ansioso) o como adverbio (ansiosamente). En definitiva, que llegamos a una red de valores, a una estructura formal imprescindible para la función simbólica del lengua­ je, para que la secundariedad peirceana se troque en terceridad: Xa > Xb

A

V

Xc < Xd

8.3. LOS NIVELES Y LA FIJACIÓN EN EL REFERENTE

Pero lo anterior no basta para que los datos lingüísticos que recibe el niño se organicen en la forma característica de las expresiones de una lengua. El cuadro lingüístico que pinta el bosquejo de amba resul­ 129

ta excesivamente intelectual y abstracto. Aunque una lengua consta de expresiones como su decisión de ayudarme me emocionó o como el empeo­ ramiento de las condiciones departida contribuyó decisivamente alfracaso de¡a expedición, lo norm al—y, desde luego, lo primero que oyen los ni­ ños— son expresiones del tipo quieropan, M aría tiene unafalda preciosa o el gatito duerme. Sorprendentemente, las relaciones paradigmáticas postuladas se reconocen en los textos abstractos, pero no en los de to­ dos los días: decisión se relaciona con decidir, empeoramiento viene de em­ peorar y este de peor, condiciones y partida remiten respectivamente a con­ dicionar y partir, decisivamente se forma sobre decisivo y este sobre deci­ sión y decidir, etc. Es fácil trazar la red mental de conexiones neuronales que sostiene este tipo de expresiones. Sin embargo, cuando pasamos a las expresiones más usuales, estas interconexiones se rompen: pan, Ma­ ría, uña,falda o gatito no se relacionan tan fácilmente con algún verbo, adjetivo o adverbio de significado similar al que estos nombres tienen en los ejemplos citados32. En estos casos es como si el nombre se hu­ biese alejado del verbo, con el que ocupaba un mismo compartimen­ to en la memoria, y se hubiese aproximado a un dominio diferente, al mundo de los objetos. Lo anterior es debido a que las expresiones lingüísticas se usan para representar escenas del mundo y para hacerlo necesitan apoyarse en una serie de elementos del mismo que percibimos como entidades in­ dependientes. Dicho de otra manera: resulta filosóficamente cuestio­ nable si «la mesa» que tengo delante existe o no, pero lo cierto es que la percibo como si existiese, comp un objeto; en cambio, cuando digo se ha caído la mesa roja, no puede afirmarse que percibo «se ha caído» ni «roja». La frase se ha caído es inseparable de mi idea de la mesa puesta de pie y de mi constatación de que ahora está en el suelo. A su vez roja expresa una propiedad ligada indisodablemente al objeto mesa. Por eso puedo decir tráeme la mesa, pero no *tráeme roja o *tráeme se ha caí­ do. Los seres humanos organizan la captación verbal del mundo a base de establecer relaciones entre elementos que están anclados en el mis­ mo: estos elementos siempre son nombres (como María, pan, falda),

32 De María sólo parece poder extraerse el adjetivo mañano, pero con un sentido reli­ gioso muy particular («que muestra devoción a la Virgen María»);falda, nos dafaldear con el significado de «andar por la falda de una montaña»; gatear es «andar a cuatro patas, como los gatos», uña se relaciona con el adjetivo culto angulado, que pocos hispanohablantes co­ nocen, y con ningún veibo, sí bien el participio uñada parece remitir a un verbo implícito *uñar. Se trata siempre de sentidos metafóricos derivados de una acepción inhabitual que no es la de las opresiones citadas. Sólo pan nos da el va h o panificar, :

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aquellas relaciones pueden ser verbos, adjetivos, adverbios y también ciertos nombres. Los lógicos fueron los primeros en advertir la diferencia radical que separa a los nombres de las demás categorías33. Mientras que estas tie­ nen un sentido que está dado en el diccionario mental que todos lle­ vamos en el cerebro, los nombres integran las llamadas expresiones definidas y tienen a la vez un sentido y una referencia. El sentido les viene dado igualmente por el diccionario mental, pero la referencia la adquieren en el acto de habla concreto en el que se emplea la expre­ sión en la que aparecen y por relación al contexto de la misma. Por ejemplo, la expresión la mesa de la cocina tapa completamente la entrada de la despensa exige conocer el significado de tapa, de completamente y de mesa, etc., pero, además, tenemos que saber de qué mesa se trata, lo cual nos lleva a averiguar cuál es la cocina de la que estamos hablando, cuál la despensa y dónde está la entrada de esta. En cambio, los demás elementos sólo refieren a través de la proposición de la que forman parte: es la proposición enunciada la mesa de la cocina tapa completamen­ te la entrada de la despensa la que puede darse en el mundo (y ser verda­ dera) o no darse en el mismo (y ser falsa), no los elementos como tapa o completamente. Cuanto más abstracto sea un nombre más fácil será re­ lacionarlo con un verbo del mismo sentido, cuanto más concreto, más difícil resultará hacerlo y más indirecta resultará la asociación, porque los verbos se aplican a estados o procesos del mundo que a su vez se apoyan en objetos del mismo, mientras que los nombres concretos tienden a hacerlo directamente en estos últimos.

' 33 Ya desde el artículo clásico de G. Frege, «Ueber Sinn und Bedeutung», Ztitschrifijur Pbibsophie undphibsopbische Kritik, 1892, págs. 25-50, reformulado por B. Russell en su tra­ bajo «On Denoting», M ind, XIV, 1905, y nuevamente por P. Strawson en «On Referring», M ind, LIX, 1950. Se encontrará una completa exposición crítica de estas cuestio­ nes en el capítulo 3 de J. L Blasco, T. Grimaltos y D. Sánchez, Signoy pensamiento, Bar­ celona, Ariel, 1999. Advirtamos empero que en lingüística, aparte de que los rótulos no coinciden, se suele establecer un nivel más. Así, E. Coseriu, «Semántica y gramática*, en Gramática, semántica, universales, Madrid, Gredos, 1978, capítulo V, distingue: la designa­ ción, que es la referencia, si bien aplicada no sólo a cosas sino también a estados del pen­ samiento, lo cual permite referir a cualquier categoría léxica; el significado, que vendría a ser el contenido transmitido por las palabras en cada lengua concreta; el sentido, que es el valor que cada palabra adquiere en un texto y situación determinados. Aquí nos basa­ remos en la dualidad lógica y en la idea de que sólo los nombres definidos se aplican a cosas, pues todavía no nos planteamos la cuestión de los idiomas particulares, sino tan sólo las condiciones en las que el código genético puede estructurar formalmente un có­ digo lingüístico.:

131

Las expresiones definidas son nombres caracterizados por el ancla­ je de su sentido en ciertos objetos del mundo. Las lenguas conocen va­ rios procedimientos para ello. El más común consiste en utilizar especificadores: Ja mesa, este éico, m i brazo, etc. No obstante, hay nombres que incorporan estos elementos de manera permanente: son los nom­ bres propios como María, porque basta que use este nombre para que mi interlocutor sepa a qué persona me estoy refiriendo. Por otro lado, las lenguas varían mucho en cuanto al uso que hacen de estos determi­ nantes: en latín no existía el artículo, de manera que la madre ve ala hija se decía materjtliam videt, en inglés sí existe, pero a veces aparece en una lengua y no en la otra (elhombre es mortal se traduce por man is mor­ tal%etc. ■ Obsérvese que lo que se está planteando es la necesidad de diferen­ ciar dos niveles de consideración de los hechos lingüísticos. En el dic­ cionario mental tenemos nombres, verbos, adjetivos y adverbios abs­ tractos, pero cuando los combinamos para aplicarlos a una situación del mundo, la aplicación o anclaje se realiza tan sólo a través de nom­ bres definidos: M e m o r ia

nombres • verbos -> adjetivos adverbios

T exto

T exto

m ental

N + Adj + V + Adv



verbal

+ Adj + V +Adv I O

b je t o m e s a

Los lingüistas han dado nombres muy variados a estos dos niveles y no siempre coinciden entre ellos: podríamos llamar construcción al prime­ ro y expresión al segundo34. Lo interesante empero es que esta dualidad entre la secuencia previa al acto de habla y la secuencia que ya ha sido transformada para el mismo aparece igualmente en el código genético. En el genoma contenido en el núcleo, las cadenas de ADN de doble he­ bra utilizan las bases núcleotídicas A, T, C, G, pero cuando dichas se­ cuencias se transcriben en forma de cadenas de ARN„ de una sola hebra en el citoplasma, la Timina se transforma en Uracilo . . Lo habitual es oponer la oración a la expresión. Sin embargo, la expresión puede ser una oración (m ihermana está enferma) o una frase (cerradopor reformas), por lo que en­ globaremos ambas bajo el término construcción. 35 El uracilo se parece químicamente a la timina: ambos constan de un anillo hexa­ gonal (son pirimidinas) con un grupo OH entre dos grupos N, pero la timina tiene ade­ más un grupo metilo CH3 en el quinto carbono. N o hay acuerdo entre los estudiosos

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.. . A A T A C T T A T G C C A T T A .. . . . . 4.. , . ...AAUACUUAUGCCAUUA... Es como si cada T equivaliese a un nombre sin determinante y cada U a un nombre que integra una expresión definida. Al igual que en el lenguaje, los T sólo se dan en el código abstracto del genoma, los U se dan en la realización previa a la traducción peptídica, es decir, a la aparición del sentido bioquímico. Como dijimos, el ARNm, el asiento de los U, es de vida corta y se desintegra poco después de ser traducido, mientras que la doble hélice de ADN, el asiento de las T, permanece en el genoma perpetuándose a través de la replicación. Y esto mismo es lo que sucede en el lenguaje: los nombres del diccionario (junto con los verbos, los adjetivos y los adverbios) están depositados en la memoria a nuestra disposición cada vez que los necesitamos; los nombres de las expresiones toman tales o cuales determinantes según el objeto de la realidad al que queramos aplicarlos y, como este objeto es variable, su utilidad desaparece en cuanto cambia aquel: los prime­ ros se comportan como las T del ADN, los segundos como los U del ARN^. Por ejemplo, este libro, aplicado al libro que tengo en la mano sólo tiene sentido en el momento en que le pregunto a otra persona éte gusta este libro?; cuando ella me conteste, ya no podrá servirse de mi ex­ presión definida, sino que tendrá que construir una expresión diferen­ te y decir no, ese libro meparece muy aburrido.

8.4. La C O N C O R D A N C IA

Y EL TAMBALEO

Sin embargo, todo esto no es todavía suficiente. Hemos hablado de que en la manifestación del lenguaje cabe distinguir dos niveles, la construcción y la expresión: la construcción es una oración o una frase abstracta,' un esquema mental atento a la verbalización de un fenóme­ no del mundo, la expresión representa la concreción de dicha concep-

sobre la justificación bioquímica del paso de T del ADN a U del ARN. La hipótesis más extendida se basa en el hecho de que la citosina, al desaminaise (al intercambiar el gru­ po amino por el grupo ceto), produce uracilo, el cual suele ser eliminado por una enzi­ ma y deja bases G sin emparejar que el sistema de reparación termina emparejando con bases C. Evidentemente, si el ADN no tuviese T en vez de U, no habría forma de detectar los U anómalos, pues se confundirían con los normales.

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tualización previa. En la construcción elegimos en la memoria una se­ rie de elementos representativos de una escena del mundo, por ejem­ plo, el proceso c o m e r , el ser animado n i ñ o y la cantidad p o c o , y los articulamos mutuamente36: C o n s t r u c ió n :

po co

—> c o m e r (n i ñ o )

En la expresión les damos una forma lingüística concreta, por ejemplo, la del español, y anclamos los nombres, en este caso niño, en algún elemento de la realidad: E x p r e s ió n :

poco —» come (el niño)

: Pero esta expresión está destinada a convertirse en un evento, llega a integrar un acto de habla por el que un hablante informa a un oyente de algo que interesa a ambos, precisamente que «el niño come poco». El evento es un acontecimiento único e irrepetible y se basa en la predica­ ción, en la asociación de un nombre determinado y de un verbo, la cual es valedera sólo para cierto momento relacionado con el momento del habla, para cierto grado de compromiso con la realidad y para cierto tipo de desarrollo. Por eso, la expresión anterior puede convertirse en el even­ to d niño comepoco1, dicho con tono de preocupación en ausencia del niño, en el evento elniño comepoa9-, dicho irónicamente al observar que el niño se está atiborrando de comida, en el evento elniño comepoco", di­ cho en la consulta del médico por la madre del niño cuando le explica por qué el niño está tan desmejorado, etc. Es decir: E v e n to :

el niño comepoco1, el niño comepocoz, ... el niño comepoaf1

La idea de que existen tres niveles de codificación —y, por consi­ guiente, también de análisis— de los fenómenos lingüísticos es com­ partida por muchos lingüistas37. Lo interesante es que en el proceso que lleva del ADN a los aminoácidos aparecen tres etapas similares: 34 Adviértase que c o m e r , n i ñ o y po co no son todavía verbos, nombres y adver­ bios de una determinada lengua, es decir, no forman parte de sus clases léxicas, sino cla­ ses fenomenológicas. Por eso los representamos en versalitas; cuando se conviertan en palabras léxicas, las representaremos en cursiva. 37 La formularon por primera vez los autores de la escuela de Praga, por ejemplo, F. Daneí, «A Three Level Approach to Syntax», Travaux Linguistiques de Prague, I, París, Klincksieck, 1964, págs. 225-240, quien habla de oración, expresión y evento. Sin embar­ go, esta idea aparece en muchas otras escuelas. '

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— N ivel de latencia delcodón (Replicación): la doble hebra de ADN se replica semiconservativamente sin perder su unidad; — N ivel de expresión del codón (Transcripción): la hebra base se transcribe38 en forma de una hebra de ARNm; — N ivel de realización del codón (Traducción): los ARNt traducen cada tripleta de ARNm o codón a un aminoácido. Como en el caso del lenguaje, el nivel de latencia del codón con­ siste en la agrupación ternaria de las bases, pero todavía sin proyección bioquímica, pues, mientras no se emplea para regular los procesos bio­ químicos, el genoma o parte del mismo permanece latente. El nivel de expresión del codón supone la adecuación de las cadenas de ADN al mundo bioquímico del citosol mediante su salida del núcleo y su transcripción en forma de hebras de ARNm en las que T es reemplaza­ da por U. El nivel de realización del codón se alcanza cuando cada tri­ pleta de bases se traduce por un aminoácido que, al ligarse a otros con el enlace peptídico, determina procesos bioquímicos concretos. Es interesante observar cómo tiene lugar la traducción. Un nuevo tipo de ARN, el ARNt (ARN de transferencia) adopta forma de trébol y engancha un anticodón de su bucle (pétalo) inferior en cada codón del ARN_ mientras el aminoácido que lleva asociado covalentemente se une a la cadena peptídica. Por ejemplo39: . Codones del ARNm: Anticodones del ARNt: Aminoácidos del ARN(:

...CUC GAU ...GAG CUA Leu Asp

UUU AAA Phe

AGU... UCA... Ser

El ARNt es una especie de adaptador entre el ARN y el aminoá­ cido: se une al primero mediante enlaces débiles de hidrógeno entre bases complementarias del codón y del anticodón40; se une al segun­ do por su extremo 3’ mediante un enlace covalente. Este proceso tie­

■ 38 En realidad, aunque la hebra que se transcribe, llamada sin sentido, es la que da lugar al ARNm, este equivale por su secuencia a la llamada hebra con sentido. Por ejem­ plo, una hebra de ADN con sentido ...ATGC..., que va de 5’ a 3’, corresponde a una he­ bra de ADN sin sentido ...TACG..., que va de 3’ a 5 \ y a esta se enlaza una hebra de ARNm, otra vez de 5’ a 3’, la cual reproduce (salvo porque tiene U por T) la primera de ellas:...AUGC... ¡: / \ ' M En el genoma no hay espacios entre codón y codón, pero aquí los incluimos para facilitar la comprensión. 40 Complementarias y antiparalelas: mientras que las bases del codón van en el sen­ tido 5’-3’, las del anticodón lo hacen en el sentido 3’-5\

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ne lugar en el ribosoma, compuesto de ARNr (ARN ribosómico). El ribosoma, que consta de dos subunidades entre las que corre la hebra de ARN , se mueve a lo largo del mismo en el sentido 5’-3’. En su ca­ mino se Te van uniendo los aminoacil-ARN( apropiados (ARNt carga­ do con aminoácidos), de forma que la parte del anticodón está en la subunidad pequeña y la del aminoácido en la grande. En cada mo­ mento el ribosoma aloja dos aminoacil-ARNt, correspondientes a dos codones, para que entre sus aminoácidos se forme el enlace peptídico. Lo más interesante, desde la perspectiva que consideramos aquí, es un fenómeno que se conoce con el nombre de tambaleo (wobble). Aun­ que el ARN, tiene forma de trébol de tres hojas, a la hora de la verdad se pliega sobre sí mismo y adopta una estructura terciaria con forma de L Ello le presta una cierta flexibilidad, la cual es responsable de que los criterios de complementariedad de bases se relajen, de manera que G del anticodón no sólo reconoce C (como sucede en la replica­ ción del ADN), sino también U, aunque no por ello este último deje de ser reconocido por A en su caso. Una fuente suplementaria de fenó­ menos de tambaleo deriva de que los ARNt experimentan algunas mo­ dificaciones de bases, con lo que se amplía o reduce aquel. Por ejem­ plo, la conversión de la uridina41 en 2 -tiouridina vuelve el empareja­ miento a la situación originaria, pues en este caso U sólo se empareja con A. En cambio, la desaminación de la adenina, al sustituir un gru­ po NH 2 por un grupo OH, produce I (inosina), la cual en posición wobble reconoce U, C y A. En esquema: wobble por flexibilidad del ARNt . codón: anticodón:

U

C G

G

A .U .

wobble por modificación de bases U

A I

C

El resultado bioquímico del tambaleo es que, aunque para 61 co­ dones codificantes (excluidos los tres de terminación) deberían existir 61 ARNt, de hecho, basta con 32 ARN para los 20 aminoácidos, pues cuando U está en la posición wobble ael anticodón se puede aparear tanto con A (apareamiento clásico) como con G del codón y cuando G está en la posición wobble del anticodón se puede aparear tanto 41 bosa.

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La urídina es el nucleósido correspondiente a la base uracilo, es decir, uracilo + ri-

con G (que es lo esperado) como con U, al tiempo que I en posición wobble del anticodón puede aparearse con U, C y A42. No obstante, junto a las consecuencias bioquímicas, merece la pena valorar la significación estructural del tambaleo. Hasta ahora, el ADN, y lo mismo cabe decir de su ARNmcorrelativo, se han presenta­ do como una sucesión de tripletes de bases nucleotídicas entre las que no existe relación alguna. El hecho de que tengamos una sucesión: ...AUUGCCAGCUUC... nos permite leer: lie 4- Ala + Ser + Phe porque el primer codón AUU vale por lie, el segundo codón GCC vale por Ala, el tercer codón AGC vale por Ser y el cuarto codón UUC vale por Phe, pero nada indica que en el genoma a lie le debe seguir Ala, a Ala le debe seguir Ser y a Ser le debe seguir Phe. Tanto es así que, basta con que al leer saltemos una base o que una base experimente una mutación y se convierta en otra base, para que el resultado de la lectura sea diferente. Estos fenómenos son muy frecuentes en todas las fases de la descodificación genética, sobre todo en las últimas (en la transcripción y en la traducción), y en el ejemplo propuesto, suponien­ do que se hubiese perdido la tercera U, nos llevarían a leeí43: ...AUGCCAGCUUCN... como: Met + Pro + Ala + Ser secuencia que poco tiene que ver con la anterior. Si, por el contra­ rio, incluimos una C entre la segunda y la tercera U, á lo que se Uega44 es a : . ...AUCUGCCAGCUU... 42 En algunos organismos, como la levadura Saccbaromyccs ccreutsute, U en posición wobble no reconoce G e I no reconoce A, lo cual exige 46 ARN. ■; 43 Al haber una base menos, añadimos el símbolo N al final, con lo que el resulta­ do no varía cualquiera que sea su expresión nucleotídica. 44 Al sobrar una letra, ahora hacemos caso omiso de la C final.

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que vale por la siguiente secuencia de aminoácidos, completamente di­ ferentes de los del principio salvo por lo que respecta al primero: lie + Cys + Gln + Leu Es obvio que en el lenguaje no sucede nada parecido. Si en la se­ cuencia de palabras: los tres mejores años de mi vida lospasé en Venecia

suprimimos la segunda, el resultado es poco importante: los mejores años de m i vida lospasé en Venecia

Si añadimos una palabra entre la segunda y la tercera, por ejemplo últimos, tampoco sucede nada grave: los tres últimos mejores años de mi vida lospasé en Venecia

Y, en fin, aunque es evidente que algunas supresiones producen una secuencia gramaticalmente poco aceptable, por ejemplo la de la octava palabra: : los tres mejores años de mi vida pasé en Venecia

ello no interfiere seriamente en nuestras posibilidades de compren­ sión, porque el significado global de la secuencia se mantiene prácti­ camente inalterado. Sólo la sustitución de algunas palabras clave, nor­ malmente verbos, por otras, acarrearía cambios notables, pero en nin­ gún caso tan drásticos como los de arriba: los tres mejores años de mi vida bs perdí en Venecia Esta diferencia tan radical entre el código genético y el código lin­ güístico45 obedece a que los codones son, por definición, agrupaciones 45 La diferencia subsiste cuando las bases nucleotídicas se consideran letras o fone­ mas, según quiere la interpretación metafórica tradicional, y no palabras como hacemos en este libro. Por ejemplo, si en lacasademiprimo incluimos una u en tercera posición, ob­ tenemos laucasademiprimo, que deja inalterado el sentido anterior; si incluimos una p en sexta posición, obtenemos un sentido diferente, hcaspademiprimo, pero con muchos ele­ mentos del anterior, etc. . ,

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de tres bases, mientras que las frases, si bien constan estructuralmente de «especificador + núcleo + complemento», pueden estar constitui­ das por más de tres palabras y, también, por menos de tres, dado que, salvo el núcleo, los otros dos elementos funcionales son opcionales. Considérense los ejemplos de frase nominal que siguen: M aría su hija la h ija d eju a n la h ija pequeña deJuatt la tím ida hija pequeña deJuan la tím ida h ija pequeña de m i amigo la tím ida hija pequeña de m i sabio amigo

CJJ3A jnua bo-

Estas frases nominales, que tienen entre una y ocho palabras, po­ drían referirse perfectamente a una misma persona, lo cual plantea una divergencia seria entre la construcción y el evento. En el lenguaje hay factores que aseguran que estos elementos están relacionados. En espa­ ñol esta función la desempeñan los morfemas de concordancia: la, hija,pequeña y tímida están en femenino singular y, a su vez,Juan, amigo y sabio están en masculino singular (mi, su sólo en singular). Por su parte, la tímida hija pequeña y m i sabio amigo forman otro grupo.de con­ cordancia, si bien su manifestación no se hace patente hasta que un verbo concuerda con ambos en singular: obsérvese que decimos la tí­ mida hijapequeña de m i sabio amigo ha venido, en singular, pero la tímida hijapequeñay m i sabio amigo han venido, en plural. Pues bien, el tambaleo supone un proceso formal de este tipo. En situación de wobble, los U y los C de la tercera base de diferentes co­ dones se hacen equivalentes, puesto que ambos son emparejados con Gde la primera base del anticodón; a su vez, los A, los U y los C de la tercera base de diferentes codones pueden aparearse con I (inosina) y también pasan a ser equivalentes. Tendríamos algo parecido a esto: ..AUU AAC CAU AGA UGC... \ / \ I / G I con un mecanismo de enlace de las U y de las C y un mecanismo dis­ tinto, aunque relacionado con el anterior, de enlace de las U, de las C y de las A. Evidentemente, estos mecanismos pueden repetirse. En una secuencia de bases, algunas se unirán en grupos U+C y otras en grupos

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U+C+A: estas últimas reiteran las anteriores y añaden algo más. En re­ sumen: [U+C]¡ + [U+C]j + [U+C]k+... +[[U+C]¡ + [U+C]¡ + [U+C]k+... + A]] En realidad, el tambaleo que agrupa las terceras bases C y U de al­ gunos codones a través de G y el que agrupa las terceras bases C, U y A de otros a través de I, lo único que aseguran son dos maneras distin­ tas, pero relacionadas, de agrupar. Lo que importa es que la primera manera agrupa las pirimidinas C y U, mientras que la segunda repite dicho agrupamiento, pero ahora al lado de A, es decir, le confiere un ámbito más amplio. En el lenguaje, la agrupación en tomo a la frase nominal y la agrupación de esta con la frase verbal están marcadas por dos sistemas de concordancia diferentes que Lehmann 46 ha llamado respectivamente interna y externa: a) En el primer caso los morfemas suponen la continuidad de un mismo participante, por ejemplo, los morfemas de las personas apios para elestudio suponen que laspersonas se continúa en aptas y este en es­ tudio; en español esta continuidad de la concordancia interna se mani­ fiesta mediante los morfemas de género y número del nombre y del adjetivo. ■... . . ■ b) En el segundo caso los morfemas manifiestan una discontinui­ dad e indican que el participante se ha unido a un participado, por ejemplo laspersonas...encuentran manifiesta que las personas es el sujeto correspondiente al predicado cuyo núcleo es encuentran; en español son morfemas de número y persona los que sostienen esta concordan­ cia externa, la cual, significativamente, se marca con alomorfos distin­ tos en la frase nominal (con -s) y en la frase verbal (con -n). Por supuesto las lenguas varían mucho en lá intensidad con que se manifiestan estos dos tipos de concordancia y en los morfemas impli­ cados en la misma. Por ejemplo, cuando se compara la oración swahili vyumba viwili vina vitanda con su equivalente española dos habitado46 Ch. Lehmann, «Universal and typological aspects o f agreement», en H. Seilery F. J. Stachowiak (eds.), Apprebension. Das sprachüche Erfasscnvon Gegmstanden, vol. II, Tübingen, Gunter Narr, 1982, págs. 201-267. La diferenciación entre concordancia interna y con­ cordancia externa es muy antigua: la estableció ya L Hjelmslev en «Essai d’une théorie des morphémes», Actes du IVM Congris International des Lingüista a Copenhague (1936), Co­ penhague, 1938 págs. 140-151, a propósito de los morfemas intensos y de los morfemas ex­ tensos. En algunas lenguas, además, el verbo y el adverbio concuerdan en tiempo: es un segundo tipo de concordancia interna, formalmente similar al tambaleo, que agrupa A y G desde U.

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rns tienen camas, se observa que todas las palabras del swahili llevan el prefijo vi-, que es la marca plural de la clase ¡ú (cosas), como si dijéra­ mos «vi-habitación vi-dos vi-hay vi-cama», mientras que en español el numeral y el núcleo de la frase nominal sujeto se relacionan sólo im­ plícitamente (dos es plural, pero su -s no es alomorfo de plural), este conjunto se relaciona explícitamente con el núcleo de la frase verbal, si bien con dos alomorfos diferentes (-s de habitaciones y -n de tienen), y, en fin, el objeto camas es plural sin que nadie lo exija (también sería po­ sible dos habitaciones tienen cama). Mas si, a su vez, contrastamos el espa­ ñol con el inglés, advertiremos que la pobreza de flexiones nominales y verbales de este último hace a menudo difícil la manifestación de la concordancia: en the bighouse no hay manifestación de género, sólo va­ ría el número, pero reduciendo su expresión al núcleo, como en the big bornes; en John carne frente athey carne, no cambia ni siquiera el núme­ ro. Ello no es óbice para que las llamadas frases de concordancia hayan llegado a consolidarse en las gramáticas del inglés47. Importa destacar que, cualquiera que sea el procedimiento de que se sirve un idioma para manifestar la concordancia interna y la extema, des­ de el punto de vista perceptivo consiste en un patrón común que viene a ser como un fondo uniforme sobre el que se alzan los distintos elemen­ tos de las frases que constituyen la función nominal o la función verbal: F u n c ió n

F u n c ió n

n o m in a l

frase., frase2... frase \ |/ concordancia interna

\

verbal

frase,, frase2, ...frase, | / concordancia extema

Las reglas del wobble tipifican, además, que los elementos comu­ nes se manifiestan en la tercera base de cada codón, es decir, siguiendo el paralelismo que estamos exponiendo, en los complementos de las distintas frases. Esto, evidentemente, no suele ser así en los morfemas del lenguaje: en los hermanos de mi tío, los morfemas de masculino y de plural aparecen en el especificador los y en el núcleo hermanos, pero no 47 Cfr. A. Radford, Syntactic tbeoiy and tbt structm o fEnglisb. A mmimalist approaá, Cambridge University Press, 1997, capítulo 10. Esta idea se inserta en el marco de la lla­ mada spIit-INFL hypothesis. Se supone que en las cláusulas finitas hay un morfema abs­ tracto de concordancia el cual se proyecta en una fiase de concordancia (AP). El núcleo de concordancia ocuparía una posición más alta que el de tiempo-modo (T); los auxilia­ res son generados en T, pero ascienden hasta unirse al núcleo de AP; los sujetos ascien­ den desde la posición de especificador de VP hasta la de especificador de AP, para cote­ jar allí sus rasgos de caso y concordancia.

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en el complemento de m i tío; en han venido ayer, los morfemas de plural y 3.a persona se manifiestan en el especificador han, pero no en el nú­ cleo venido ni en el complemento ayer. La razón de esta divergencia es estructural: en los codones el único elemento variable es el tercero, mientras que en las frases puede variar cualquiera de los tres. Pese a ello, estas estructuras de concordancia morfológica también re­ tienen alguna característica del wobble. Adviértase que lo normal es que la función nominal aparezca aglutinada por ciertos morfemas (género y número en español), de los que alguno(s) se repite en la función verbal (el número y/o la persona) y además aparecen morfemas nuevos (el tiempo, el modo...). En el wobble sucede lo mismo, según hemos visto: por un lado hay un tambaleo de G que afecta a U y C; por otro, un tambaleo de I que afecta a U y C, pero también a A. Obsérvese asimismo que algunas propiedades diferenciales de ambos se repiten en el lenguaje. Mientras que G lleva a U y U lleva a G, sólo G lleva a C y nunca a la inversa: por su parte, en lenguas como el español, el género y el número pertenecen al sustantivo, pero no resultan previsibles desde el lexema adjetivo, de for­ ma que altas es femenino y plural tan sólo porque se flexiona así al modi­ ficar a un sustantivo isomorfemático. En cambio, desde I (inosina) llega­ mos a U, C, A, pero nunca a la inversa, situación que recuerda a la de los morfemas de concordancia del verbo, siempre inducidos desde fuera48. :

. 44 Resulta discutible si, en ¡os niños comen, el número y la persona van del verbo al nombre o del nombre al veibo. U n punto de vista formalista asegura que, puesto que la oración puede reducirse al veibo, el origen de la concordancia es verbal. Sin embargo, en términos de percepción del mundo esto no es así, pues las únicas írases determina­ das, que tienen, por tanto, entidad referencia], son las nominales. Esto quiere decir que vemos «niños» o «niños que comen», no «comen»: por consiguiente, sólo podemos ha­ blar de niños o de niños que comen, nunca de comen. La atribución de la concordancia al verbo se basa en un malentendido: el hecho de que las frases nominales no aparezcan es debido a que sus referentes están en el contexto o en el cotexto, pero ningún discurso puede empezar sin su mención. En cambio, sí existen expresiones sin verbo: María, aquí incluye el número singular y la persona del receptor sin verbo explícito. Obsérvese que la persona es inducida desde el sujeto: D. Antonio, ¿puede atenderme? es segunda persona de respeto porque nos estamos dirigiendo a alguien de usted, con independencia de que el verbo manifieste los morfemas de tercera persona. El número y la persona no se com­ portan de la misma manera a este respecto: mientras que el número se manifiesta formal­ mente tanto en el adjetivo como en el nombre (que es el núcleo de la frase nominal), la persona sólo aparece en el nombre. Sin embargo, esto es propio del español, pero no de otras lenguas, como el inglés, donde el número tampoco aparece en el adjetivo. Por otro lado, el veibo no siempre reproduce el número y la persona del sujeto: hay lenguas como el danés en las que la conjugación consiste en anteponer un índice personal, que reproduce el del sujeto, a un radical verbal invariable (por ejemplojifg&wr, «vivo», du fever, «vives», ban/bun lever, «vive», vi lever, «vivimos», Ilever, «vivís», de lever, «viven»).

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C apítulo IX

Más allá del codigo genético: nuevas proyecciones formales ¿Es suficiente todo lo anterior para justificar la pretensión chomskiana de que la capacidad lingüística es innata y de que, por lo tanto, los seres humanos la llevan incorporada a su genoma? No quisiera con­ ceder una importancia desmesurada a las correlaciones investigadas en el capítulo VIII, pero tampoco parece razonable pasarlas por alto. Si cada base nudeotídica se trata como un equivalente formal de una pa­ labra (y hay buenos motivos para ello), nos encontramos con que las unidades mínimas del código genético susceptibles de tener lectura peptídica son grupos de tres bases, los codones, y las unidades míni­ mas con sentido en el mundo del código lingüístico son las fiases, aso­ ciaciones ternarias que constan de especificador, núcleo y complemen:to. Existen también interesantes paralelismos entre la 1.a, la 2 .a y la 3.a ,base de un codón y los componentes de la frase: la 2 .a base determina el comportamiento polar relacional o no polar constitutivo del ami­ noácido resultante, mientras que el núcleo es responsable del corres­ pondiente comportamiento de la frase en calidad de función relacio­ nal o de argumento constitutivo; las pautas distribucionales de la 3.* base son similares a las del complemento; la 1.a base es libre y puede unirse a cualquier otra, igual que el especificador. Cuando atendemos a las categorías que dan nombre a las frases, también se advierten co­ rrelaciones entre ellas y las bases nucleotídicas: T es a A lo que C a G en el mismo sentido en el que el nombre es al verbo como el adjetivo al adverbio; además A y G son bases del mismo tipo, igual que el veí143

bo y el adverbio, y T y C lo son por su parte, igual que el nombre y el adjetivo. La tentación de considerar T, A, C y G como correlatos for­ males del nombre, del verbo, del adjetivo y del adverbio se acentúa al advertir que T es la única base que cambia al transcribir el ADN está­ tico del genoma nuclear en el ARNm dinámico del citosol y, paralela­ mente, los nombres son la única categoría abstracta del código lingüís­ tico que necesita recibir determinantes para referir en la expresión. Por fin, también es posible señalar un simulacro de concordancia: mien­ tras que el tambaleo del ARN, establece uniones pasajeras entre codo­ nes terminados en U y C oponiéndolas a otras uniones pasajeras que se desarrollan entre codones terminados en U, C y A, las estructuras de concordancia operan de manera similar agrupando algunas frases en tomo a una frase nominal y oponiéndolas al conjunto formado por otras que se agrupan a una frase verbal. Evidentemente un niño que dispusiese de todos estos mecanismos formales estaría mucho mejor preparado para aprender una lengua que el que simplemente estuviese en condiciones de agrupar palabras me­ diante las leyes gestálticas de semejanza, contigüidad y buena forma. El resultado de la aplicación de las leyes perceptivas gestálticas es el protolengjiaje, común a los pidgin, a los mecanismos comunicativos de los animales superiores y al habla de los niños menores de dos años. El re­ sultado de la aplicación de las regularidades formales aludidas sería un lenguaje mucho más elaborado, un verdadero prelenguaje.

9.1. E l ADN s a t é l it e y

la est r u c t u r a

DE CONSTITUYENTES

Pero, aun así, subsisten serios problemas para que dicho prelenguaje pueda considerarse formalmente equivalente al lenguaje pleno. El más serio es que en el lenguaje las secuencias de frases, que forman oraciones, que a su vez forman textos, presentan una estructura de constituyentes en mayor o menor grado. Por ejemplo, en las cervezas de trigoya tío están en la nevera debajo de la leche tenemos una serie de frases, la frase nominal las cervezas, la frase preposicional de trigo, la frase verbal ya no están, la fra­ se preposicional en la nevera y la frase adverbial debajo de la leche: las cervezas + de trigo + ya no están + en la nevera + debajo de la leche Sin embargo, esta descripción estructural no es suficiente. ¿Cómo po­ dríamos saber que de trigo se relaciona más estrechamente con las cenaos 144

que con.ya no están *Lo curioso es que los hablantes lo saben: por eso pue­ den contestar las de higo hspuse en elcajón. Se podría objetar que al hablar tenemos en cuenta el mundo y que los hablantes saben que trigo expresa un componente de cerveza, es parte suya. Pero también debajo dela leche es uno de los espacios de que se compone la nevera y, sin embargo, estas dos frases no tienen por qué considerarse indisociables, de manera que po­ dríamos contestar en la nevera no encontrarás las cervezasporquedebajo de Ulechebepuesto losfiambres. La única manera de dar cuenta de estas relaciones entre las fiases que componen la oración sería mostrar que el sujeto lascer­ vezas de trigo se opone al predicado ya no están debajo de la lechey que en la nevera es más libre que debajo de la leche, hasta el punto de poder figurar en cualquier sitio de la cadena (compárese la secuencia de arriba con *debajo délalechelas cervezas de trigpya no están en la nevera). Una forma de represen­ tar estos hechos sería utilizar un grafo1 como el siguiente: en la nevera las cervezas de trigo ya no están debajo de la leche ■'/ ■■ \ — en la nevera las cervezas de trigo ya no están debajo de la leche / \ las cervezas de trigo ya no están debajo de la leche / \ / \ las cervezas de trigo ya no están debajo de la leche Hay otro tipo de situaciones que también aconsejan servirse de una estructura formal a base de constituyentes. Por ejemplo, todos los ha­ blantes son conscientes de que la oración interrogativa iba traído Susana lafalda de seda? guarda alguna relación con la oración declarativa Susana ha traído lafalda de seda. Evidentemente a veces los niños las aprenden juntas (équieres agua? —sí, quiero agua) y, al poco tiempo de haber asimi­ lado una declarativa y su interrogativa correspondiente, son capaces de inferir una regla general que les permite formar interrogativas a partir de declarativas y a la inversa. ¿Cómo podría ser esta regla general?: algo pa­ recido a «para formar la interrogativa se toma el verbo de la declarativa y se coloca al principio si no lo estaba ya», por ejemplo, de Susana ba traí­ dolafalda de seda llegaríamos a ¿ha traído Susana lafalda deseda? El proble­ ma es que, en Susana dice que ha traído lafalda de seda, nuestra regla ten­ 1 En términos matemáticos, un grafb simple G es un par [V(G), E(G)] en el que V(G) es un conjunto finito no vacío de elementos llamados vértices y E(G) es un conjunto finito de pares no ordenados de elementos de V(G) llamados aristas. Los graíbs de que nos servimos en sintaxis son los árboles, que son grafbs conexos (que no pueden ser expresados por la unión de dos grafos) y sin circuitos (sin que una arista salga de un vértice para volver a él). ■

145

dría que especificar que el verbo que se adelanta es el primero, pues te­ nemos ¿dice Susana que ha traído lafalda de seda?, pero no *¿ha traído Susa­ na dice que lafalda de seda? Sin embargo, esto no siempre es así: en la chi­ ca quese ¡lama Susana ha traído ¡afalda de seda, lo que adelantamos es el se­ gundo verbo, ¿ha traído la chica que se Boma Susana ¡afalda de seda? y no *¿se llama la dñca que Susana ha traído lafalda de seda? Naturalmente los gramáticos no tienen ningún problema para expli­ car por qué son así las cosas. En una gramática del español la regla no ha­ blaría de primero o segundo verbo, sino de verbo principal, especificaría que el que se adelanta es el verbo principal y no los verbos subordina­ dos: por eso, no podemos adelantar ha traído en el primer caso, pues es el núcleo de una completiva subordinada al verbo principal dice (... dice queha traído...), pero debemos adelantar ha traído en el segundo caso por­ que domina a una oración subordinada de relativo con el verbo seUrna, la cual depende del sujeto de aquel (la chica que se llam a... ha traído...). Si los hablantes no se equivocan nunca es porque saben lo mismo que el gramático. No obstante, esta es una manera inadecuada de expresarlo: no lo saben, lo saben hacer, que es distinto2. Resulta bastante inverosí­ mil suponer que los hablantes tienen conocimiento de nociones tales como verbo principal o subordinada de relativo. Lo más sencillo es ima­ ginar que, al igual que en el caso de arriba, estas relaciones gramaticales implícitas las incorporamos en forma de estructura de constituyentes: Susana dice que ha traído la falda de seda / \ Susana dice que ha traído la falda de seda ■ \ ' dice que ha traído la falda de seda / \ ha traído la falda de seda la chica que se llama Susana ha traído la falda de seda la chica que se llama Susana ha traído la falda de seda / \ / \ la chica que se llama Susana ha traído la falda de seda " / ■.-■■■■■ V/ ' que (ella) se llama Susana 2 Sólo el médico conoce cómo digerimos los alimentos mediante las enzimas del es­ tómago y del intestino y cuáles de ellas fallan cuando la digestión es deficitaria. Los pa­ cientes sé limitan a digerir, bien o mal.

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con lo cual resultaría muy sencillo formular la regla en estos términos: «en las oraciones interrogativas se pone en primera posición el verbo que esté más alto en la estructura de constituyentes». Esta regla no tiene nada de particular. Interrogar es una forma de buscar y cuando buscamos siempre elegimos el elemento más impor­ tante y, dentro del mismo grado de importancia, el que está más cerca. Así, un animal hambriento preferirá el alimento adecuado a su meta­ bolismo y cazará los que estén más próximos a él: entre una gacela y un ratón, el león siempre opta por la gacela y, dentro de la manada, se lanza sobre la que tiene al alcance de su salto, no sobre la que ya desa­ parece entre el follaje. El problema es que esta jerarquía de lo que de­ bemos buscar resulta obvia en el mundo, pero no en el lenguaje. El niño prefiere beber leche antes que whysky porque el olor y el sabor de este le desagradan; además, cogerá el vaso de leche que tiene delante, no el que está en la alacena, a no ser que sea mucho más grande. Sin embargo, las palabras no tienen olor ni sabor y en la cadena —en lo que oye el niño— no siempre sucede que los verbos más importantes están delante de los que lo son menos. En la secuencia (inverosímil, pero posible) el chico que dice que lo dijiste ha dicho que élya lo dedo, ante­ pondríamos ha dicho en la interrogativa sin vacilar (esto es: iha dicho d éico que dice que lo dijiste que élya lo decía?), a pesar de que todos los ver­ bos son formas de decir. La consecuencia que debemos extraer de aquí es que el niño se da cuenta de cuál es la estructura de constituyentes de una cadena de frases, pero no puede inferirlo totalmente a base de los rasgos externos de dichas frases, necesita un armazón estructural, un grafo, en el que las va colocando mentalmente conforme a los datos proporcionados por dichas frases. Dicha estructura de constituyentes no parece encontrarse prefigu­ rada en el código genético, pues, como sabemos, este consta tan sólo de tripletes de bases que se suceden linealmente. Además, sería alta­ mente improbable que estuviese en el código, pues la configuracionalidad es una particularidad sintáctica que se da en grados muy variables entre las lenguas del mundo3. En consecuencia, parece razonable pen­

3 La idea de que todas las lenguas son configuradonales hizo crisis cuando algunos lingüistas adujeron el caso de lenguas poco conocidas (el walpiri, una lengua australiana, fue la primera), las cuales parecían no ser configuradonales. Hoy en día ya no se man­ tiene una postura tan radical y se admite que la configuracionalidad es una cuestión de grado, esto es, que las lenguas son más o menos configuradonales. Para esta cuestión, véase L Marácz y P. Muysken (eds.), Conftgitrationality. The Typology o fAsymmetria, Dordrecht, Foris, 1989. - '

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sar que si el genoma la incorpora formalmente, ha de hacerlo en algu­ na parte prescindible del mismo, es decir, en alguna parte que pueda tomarse libremente como patrón formal y con intensidad variable en cada caso, pero que no se erija en patrón de obligado cumplimiento. Estos requisitos no son nada difíciles de encontrar en el genoma. Los últimos descubrimientos efectuados en el campo de la Genética molecular han puesto de manifiesto un hecho sorprendente: sólo el 5 por 100 de las secuencias de ADN codifican proteínas, de manera que el 95 por 100 restante (!) es inservible y constituye meramente un resto fósil de etapas anteriores de la evolución en las que dicho ADN resultaba operativo. Es lo que se suele llamar —muy gráficamente— ADN basura. Hoy en día se cree que ciertas secuencias de ADN basura deben cumplir algún tipo de función estructural. En particular, cuando se centrifuga ADN eucariótico en un gradiente de densidad, suelen apa­ recer materiales que responden a dos bandas bien diferenciadas: un pico centrado en tomo a los 1,701 g*cm'3 de densidad, el cual represen­ ta el 92 por 100 del genoma, y un segundo pico con una densidad de 1,690 g*cm'3, que representa el 8 por 100 del genoma y que se de­ nomina ADN satélite. Los ADN satélite se suelen encontrar en la heterocromatina (región cromosómica situada alrededor de los centrómeros de los cromosomas mitóticos), por lo que se supone que tienen alguna fundón estructural en la segregación cromosómica4. Es interesante observar la estructura de este ADN satélite. Por un lado, hay que decir que se está formando y disgregando continuamen­ te: ello hace difícil su estudio, pues una secuencia actual puede corres­ ponder a una secuencia anterior que ya no existe en la célula. Por otro, es preciso señalar que los satélites son altamente repetitivos, constan de secuencias muy largas y poco complejas de ADN, las cuales tienden a repetir un tipo básico. En tercer lugar, estas repeticiones se producen en grupos binarios y presentan una estructura jerárquica. No es sorpren­ 4 En la mitosis o división celular, la cromatina (filamentos de ADN que portan el ge­ noma y que resultan invisibles al microscopio óptico, si bien el conjunto de ellos puede ser apreciado cuando se le añaden colorantes básicos) se condensa hasta formar los cro­ mosomas. Los cromosomas suelen tener un estrechamiento en el centro, llamado centrómero, y dos partes desiguales, llamadas brazos. La mitosis, cuando afecta a los carac­ teres sexuales, se llama meiosis. La segregación es la transmisión de las características ge­ néricas en la meiosis. Por ejemplo, la primera ley de Mendel dice que los alelos de un gen (esto es, sus formas alternativas de expresión: color rojo o blanco de la flor, etc.) se­ gregan independientemente, esto es, aunque se combinen en una generación, se trans­ miten inalterados a la siguiente.

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dente que, al menos como hipótesis de trabajo, nosplanteemos la posibilidad de considerar elA D N satélite como un correlatoformalde la estructura de consti­ tuyentes de las expresiones del lenguaje. Al fin y al cabo ambas formas son igualmente perecederas: el ADN satélite aparece y desaparece, mien­ tras que una determinada estructura de constituyentes no es algo que una oración lleve consigo, sino un artefacto que elaboramos para emi­ tirla y, sobre todo, para inteipretarla. Para que se entienda cómo funcionan las repeticiones del ADN sa­ télite considérese lo que sucede con el del ratón Murmusculuss. Cuan­ do digerimos con la enzima EcoRII su ADN satélite obtenemos, entre otras, una banda monomérica predominante de 234 pares de bases que se repite, con escasas variaciones, en el 70 por 100 del satélite. Esta banda de 234 pb consta de dos mitades repetidas de 117 pb, las cuales son bastante parecidas, pues sólo divergen en 22 pb (en un 19 por 100 del total). A su vez, las dos mitades de 117 pb se descomponen cada una en dos partes repetidas entre las que existe un parecido menor, pues difieren en 23 de 58 posiciones (es decir, en un 40 por 100 del to­ tal). No obstante, es de destacar que las tres primeras son bastante pa­ recidas entre sí y que la que más diverge es la cuarta. Si ahora pasamos al nivel siguiente obtenemos ocho secuencias con una divergencia de 19 bases sobre 31 (lo que da un 61 por 100 del total) y así sucesivamen­ te. El aspecto de estas repeticiones viene a ser el siguiente (las bases di­ vergentes aparecen subrayadas):. - . Nivel 1/2

...GGAC£TGGAATATGGC£AG... (1-19) ...GGACGTGGAATATGGCAAG... (119-137) Nivel 1/4

...GGAC£TG£AAIATG£CGA£... (1-19) ...GGACQTGAAAAATGACGAA... (177-191) Nivel 1/8

...SGACCTGfíAAIATGfiCGAfi... (a,) ...QGACUGAAAAATGACGAA... (aj Interesa destacar que, aunque hemos descrito el esquema formal de arriba abajo, en realidad se produce de abajo arriba: la secuencia ac­ 5 Para una descripción, cfr. B. Lewin, GenesIV, Oxford Utiivercity Press, 1990, cap. 28.

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tual de 234 pb se debió producir en algún momento del pasado por duplicación de una secuencia de 117 pb y sólo más tarde se acumula­ ron las diferencias entre los duplicados. Es fácil darse cuenta de que formalmente las repeticiones del ADN satélite conforman un grafo binario: A (234pb) V:-v/, . ....

.

;. /. B. (117 pb) ,

......

C, (56 pb)

. .

\

C2 (56 pb)

\ ■■ ■■ . V

VB, (117 pb)

I



C3(56pb)

\

C4 (56 pb)

Pero las similitudes con la estructura de constituyentes de las len­ guas todavía son más estrechas. Considérese lo que ocurre en la expre­ sión muchaspersonas mayores viajan en el tren. Un gramático diría que su estructura de constituyentes es la siguiente: . muchas personas mayores viajan en el tren ,'//./; ' ■'/ \ ;; muchas personas mayores viajan en el tren ■ :/ \ ■ ; / V v;.': muchas personas mayores viajan en el tren i-/-: ■ \ ' / =V personas mayores en el tren ■/

.

.i'. ■;

Pero lo interesante es observar cómo se ha llegado a un esquema de este tipo. En el nivel último de partición (nivel 1/8) unimos perso­ nas con mayores para obtener el compuesto personas mayores. Obsérve­ se que si podemos unirlas, es porque personas tiene algunas característi­ cas sintáctico-semánticas que aceptan que sea modificada por mayores y mayores posee algunas propiedades correlativas que le permiten mo­ dificar a personas: las personas pueden ser mayores, pero los árboles no podrían serlo en este sentido (diríamos árboles adultos). Hay, en cambio, características de personas y de mayores que ya no resultan aprovecha­ bles desde elmomento en que las hemos unido: por ejemplo, personas puede referirse a una sociedad anónima en la frase personasjurídicas, pero las personas de personas mayores son seres humanos individuales; por su parte, mayores puede aplicarse a otros nombres con sentidos bien di­ ferentes, como en lasfiestas mayores por lasfiestas principales. En resu­ men, que personas y mayores son parcialmente iguales y parcialmente diferentes: se asemejan en las características X¿...Xp, y difieren en las ca­ racterísticas Xn+1 frente a X¡_p pero cuando las unimos en la frase perso150

nos mayores, retenemos tan sólo las características comunes X;...Xn, per­ diendo las características dispares Xn+1, Xj_,: personas [X¡...Xn, Xn+j] + mayores [X ^, X¡...XJ = personas mayores [Xi...Xn]

Algo parecido sucede con la unión áten y el tren (con el tren es más general, no implica conocimiento del tren en el que viajan), si bien ahora lo que tienen en común es mucho menos que lo que tenían per­ sonas y mayores; sobre todo en presenta características bien diferentes de los otros tres miembros del nivel 1/ 8 . * Cuando pasamos al nivel siguiente (1/4), observaremos que el pro­ ceso se repite. La frase personas mayores pierde alguna de sus caracterís­ ticas al unirse con muchas, por. ejemplo, ahora sabemos que ya no tie­ ne un valor genérico (como cuando decimos eso es depersonas mayores, que también podría decirse eso es depersona mayor),sino que se refiere a un conjunto de individuos. Lo mismo ocurre en la frase verbal del ni­ vel 1/4: viajan en el tren excluye algunos valores de viajan (porejemplo, el de perder el sentido de la realidad al ingerir drogas), precisamente porque se ha unido a en el tren; por su parte, en el tren también prescin­ de de alguna de sus posibilidades al unirse con viajan, como es la de significar una acción habitual (compárese con comen en eltren, que pue­ de parafrasearse por suelen comeren d tren, frente a 'suelen viajaren eltren, la cual, salvo cuando hay un solo tren, prefier¿suelen viajar en tren). : La última combinación, la del sujeto y él predicado en el nivel 1/2, tampoco está exenta de consecuencias. La interpretación de la frase no­ minal laspersonas mayores está relacionada con la de la frase verbal via­ jan en el tren. En este caso tomaremos laspersonas mayores como un con­ junto de adultos, pero si le hubiese seguido la frase verbal pierdenfacul­ tades, su interpretación habría sido la de personas de la tercera edad. Similarmente, viajan en eltren especializa ciertos sentidos precisamente porque se combina con laspersonas mayores: si le hubiera precedido la frase nominal los temeros destinados al matadero, nuestra idea de en qué consiste dicho viaje en él tren sería sin duda diferente. Así llegamos á la éxjíresión laspersonas mayores viajan en eltren, donde el sujeto y el pre­ dicado comparten muchos rasgos, si bien no dejan de tener propieda­ des semánticas específicas de cada uno. ; < ; El proceso por el qué las piezas léxicas se fusionan, de abajo arriba conforme á la estructura de constituyentes y siguiendo las instruccio­ nes que derivan de sus propiedades semánticas6, es mucho más com­ ‘ * Es lo que en gramática generativa se suele llamar merge. v

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plicado, pero en líneas generales las etapas que hemos esbozado se ajustan a lo que parece ocurrir en la realidad del lenguaje. Lo interesan­ te, tomando dicha estructura al revés, de arriba abajo, es que cada ni­ vel l / 2 n incorpora nuevas divergencias respecto al nivel anterior 1/n, puesto que suma posibilidades significativas que ya han sido resueltas y desechadas en aquel. En esquema7: nivel 1: a ( V X n+ m+ .]j3 nivel 1/2: Ya[Xi...Xn+mP nivel 1/4: SYa[Xi...XJ[3&cp

Como se puede ver, esta idealización del proceso de constitución de la oración resulta formalmente similar al de los ADN satélites. Al igual que en estos, el proceso se inicia en el nivel más bajo y va subien­ do hasta llegar al nivel de la expresión, de manera que cada ascenso su­ pone una pérdida de rasgos diferenciales y, consiguientemente, una re­ petición más exacta en el predicado de la secuencia de rasgos del suje­ to. En cada paso se pierde en intensión y se gana en extensión: mientras que personas se puede aplicar a muchos más individuos que personas mayores, este es más específico que aquel; a su vez, la frase las personas mayores todavía acota mejor el referente y la frase las personas mayores que viajan con más razón, si bien el coste es un estrechamiento progresivo de su capacidad de significar. La pregunta, naturalmente, es hasta qué punto dicho paralelismo formal resulta ser un producto de la casualidad o tiene significación evolutiva. Probablemente, como en los casos examinados en el aparta­ do anterior, la estructura genómica constituye tan sólo un sustento ne­ cesario, pero no suficiente, para que los niños echen a hablar. Todo el complejo proceso de agrupamiento de palabras es algo que se aprende con la lengua y que no puede ser innato. Los niños hispanohablantes aprenden primero que en español comer pide un objeto directo sólido (por ejemplo, pan) y beber, un objeto directo líquido (por ejemplo, agua) y, sólo a partir de este momento, incorporan en su memoria el verbo comer con dicho requisito y el verbo beber con el suyo. La prueba es que en otras lenguas, como en persa, hay un solo verbo que se usa in­ distintamente para objetos sólidos y líquidos. Lo mismo ocurre cuando ampliamos el predicado y miramos hacia el sujeto: los niños hispano­ 7 Representamos los conjuntos de rasgos diferentes con letras griegas y los de rasgos compartidos con letras latinas.

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hablantes aprenden que comer debe llevar un sujeto animado (los nom­ bres abstractos están excluidos), pero los niños alemanes aprenden a diferenciar entre sujetos humanos (asm) y sujetos no humanos (fressen). Algunas de estas restricciones son propias de cada idioma, pero otras son universales. Sin embargo, estas últimas tampoco parecen in­ natas: que no se pueden comer entidades abstractas (y de ahí *comer res­ ponsabilidad, *comer tristeza, etc.) es algo que nos impone el mundo y que, presumiblemente, ocurre en todas las lenguas, porque los seres humanos no comemos conceptos, sino alimentos. Lo único que po­ dría ser innato es el proceso mismo de asociación de elementos léxicos, es decir, el mecanismo formal por el que cada nivel ascendido supone repeticiones en tándem cada vez menos diferentes.

9.2.

E l ENTRECRUZAM IENTO Y

LAS C O N ST R U C C IO N ES CORRELATIVAS

Sin embargo, que dicho mecanismo formal aparezca prefigurado en el genoma ya es bastante8. La pregunta es si dicha condición nece­ saria resulta suficiente. Antes hemos aludido a otro tipo de procesos que hacen imprescindible la existencia de un cierto grado.de configuracionalidad: los llamados procesos de movimiento. El problema es que la tradición histórica de la Lingüística ha visto estos fenómenos como movimientos en sentido estricto, dificultando así sobremanera la comprensión de los mismos. Las situaciones en las que los miembros de dos expresiones entre­ cruzan partes de su material respectivo son muy comunes en el lengua­ je. Aparecen, por ejemplo, cuando cotejamos los dos miembros de una oración compuesta, como en si llueve, no iremos de excursión junto a no iremos de excursión si llueve, o cuando contrastamos el orden AS («adjeti­ vo + sustantivo»: una gran persona) con el orden SA («sustantivo + ad­ jetivo»: una persona grande) en la frase nominal. Las podríamos llamar construcciones correlativas.

* Al fin y al cabo en el proceso de máxima reducción de los principios que rigen el aprendizaje de lenguas, Noam Chomslcy considera que el único proceso computacional imprescindible es el que llama ensamble y que define como sigue: ensamble es una ope-, ración que toma dos objetos sintácticos (a, b) y forma K (a, b) a partir de ellos. Cfr, N. Chomslcy, «Minimal Inquines: The fiamework», en R. Martin, D. Michaels y J. Uriagereka (eds.), Step by Step. Papen in Minimalist Syntax m Honor ofHoward Lasnik, Cam­ bridge, The MIT Press, 2000. i

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En lingüística ha existido la tentación de interpretar una de las va­ riantes como el resultado de un movimiento operado a partir de la otra, que sería la fundamental. Por ejemplo, se podría decir que si llueve, no salderemos es el resultado de colocar el miembro oracional que los gramáticos suelen considerar subordinado — es decir, si llue­ ve—, delante del miembro oracional principal — esto es, no saldre­ mos—. Según esto, lo normal es el orden «principal + subordinada» de no saldremos si llueve, pero un movimiento puede invertirlo, dando lugar a una construcción correlativa si llueve, no saldremos. Que no sal­ dremos si llueve es el orden normal se justifica porque no hay una pau­ sa tan marcada entre los dos miembros como en el otro caso (donde la escritura marca una coma), señal inequívoca —se dice— de que si llueve ha sido «movido». También se aduce el testimonio de las coor­ dinadas, en las que dicha inversión resulta imposible a pesar de que muchas veces hay construcciones subordinadas muy parecidas: com­ párense las subordinadas concesivas no iré aunque podría hacerlo y atin­ que podría hacerlo, no iré con las adversativas coordinadas no iré, pero podría hacerlo junto a *peropodría hacerlo, no iré. En definitiva, que des­ de la tradición descriptiva del «movimiento» tendríamos el siguiente proceso: [n o sa ld re m o s][sillu e v e ]» '» » [sillu e v e ], [nosaldrem os]

El caso del adjetivo antepuesto y postpuesto es similar, aunque se produzca en un dominio menor, el de la frase. En lenguas romá­ nicas como el español, hay grupos de sustantivo y adjetivo que pue­ den presentarse en el orden SA o en el orden AS. A veces los senti­ dos de ambos apenas difieren (los electricistas buenos quitan la luz an­ tes de empalmar los cables/los buenos electricistas quitan la luz antes de empalmar los cables), pero en otras ocasiones se producen diferencias de sentido considerables. Por ejemplo, hombre pobre es el que carece de medios materiales (los hombres pobres nunca tienen dinero sobrante), mientras que pobre hombre implica una calificación psicológica conmiserativa (aunque nadaba en la abundancia, el pobre hombre era muy desgraciado). También aquí se ha tendido a interpretar que AS deriva de un movimiento ejercido sobre SA, es decir SA » > AS, pues SA es lo habitual en español y muchos adjetivos rechazan la anteposi­ ción (*urta cuadrada mesa). Sin embargo, el hecho de que la antepo­ sición genere aveces diferencias de sentido muy marcadas ha lleva­ do a cuestionar el movimiento y a. interpretar el pobre{ de hombrepo-: brel como una forma homónima del pobre2 de pobre2 hombre. El 154

problema es que entre la diferencia radical SA/AS y la equiparación SA = AS, hay todo tipo de situaciones transicionales, por lo que pa­ rece mejor limitarse a señalar que SA y AS son construcciones corre­ lativas. Parecido es el caso de la inversión que aparece en las interrogativas totales del español. Todos los hispanohablantes se dan cuenta de que iba l'legado M aría ?y M aría ha llegado son estructuras relacionadas. En la primera, preguntamos, en la segunda, declaramos. No obstante, los lin­ güistas se extralimitaron en su explicación al considerar que la estruc­ tura básica es la declarativa María ba llegado y que para formar una in­ terrogativa tomamos su sujeto y lo movemos —de ahí el término ‘mo­ vimiento’— hasta colocarlo detrás del predicado: María ha llegado » > iba llegado M aría? Esta afirmación es muy discutible. ¿Por qué habría de ser más importante declarar algo que preguntar por algo? Sólo una concepción lógica del lenguaje, en la que se privilegien las proposicio­ nes que traducen estados del mundo, daría lo anterior por sentado. Si nos fijamos en el uso que hace el niño del lenguaje, nos daremos cuen­ ta de que en las primeras etapas enuncia nombres de objetos, pero en seguida pasa a construir expresiones interrogativas para que los adultos le vayan suministrando la información que necesita para desarrollar su personalidad y su condición humana social. Incluso en la vida comen­ te de los adultos hay circunstancias en las que la pregunta precede a la declaración y no a la inversa: lo normal es que la policía se pregunte ¿ha cometido x el crimen ?, no que comience asegurando x cometió elcrimen para luego cuestionarlo. Por supuesto, los autores que consideran que la declarativa precede a la interrogativa parten de una hipotética prece­ dencia mental; no real; sin embargo esto no resulta evidente, sino que es justamente lo que habría que probar. Además, al igual que sucede al cotejar SA con AS, la declarativa y la interrogativa, evidentemente, no significan lo mismo. Este tipo de consideraciones nos lleva a postular para las construc­ ciones correlativas una relación como la siguiente: C o n s t r u c c ió n C o n s t r u c c ió n

1: miembro A + miembro B 2 : miembro B + miembro A :

en la que cada construcción bimembre tiene autonomía, pero los espa­ cios de sus miembros aparecen entrecruzados. A la pregunta de si en el genoma existen fenómenos parecidos con­ testaremos diciendo que, en efecto, también se habla de entrecruzamiento (crossing-over). La segunda ley de Mendel afirma que los genes 155

segregan independientemente9. Sin embargo, pese a que el carácter in­ dependiente de la segregación de los genes supone que la combinato­ ria de los mismos es puramente probabilística, los genetistas observa­ ron con sorpresa que la proporción de genotipos parentales en la se­ gunda generación es mayor de lo esperado y que se da una reducción correlativa de los genotipos recombinantes. Esto es debido a que algu­ nos genes no segregan independientemente, sino que tienden a aso­ ciarse: es lo que se llama ligamiento (linkage). Como es sabido, los genes (que no son otra cosa que secuencias de ADN) se alinean uno tras otro en el cromosoma. Se observó que el li­ 9 Mientras que, según vimos en la nota 4, la primera ley de Mendel afirma que los alelos segregan independientemente, la segunda añade que los genes también segregan independientemente. Esto quiere decir que a partir de la fase diploide de un organismo, cuando existen dos copias de cada gen, una de las copias pasa a un gameto (célula ger­ minal) y se une a un gameto correlativo de un progenitor de otro sexo para formar un cigoto (huevo fecundado). Así el cigoto reproduce la situación diploide originaria en la que, para cada gen, el organismo posee una copia paterna y otra materna. Muchos genes se presentan en formas alternativas: por ejemplo, el gen del color de las flores del guisan^ te tiene una variedad fuerte y otra débil. Estas variedades, de las que una suele ser domi­ nante (letra mayúscula) y la otra recesiva (letra minúscula) se llaman alelos. Supongamos que un gen tiene dos alelos, el dominante A y el recesivo a. Un organismo se llama homocigótico cuando las dos copias de cada gen pertenecen al mismo alelo (AA o aa) y se llama heterocigótico cuando pertenecen a genes distintos (Aa). Cuando dos organismos homocigóticos respecto a un gen, esto es, AA y aa (por ejemplo, guisantes de color fuer­ te y de color débil) se reproducen, cada alelo segrega independientemente, según la pri­ mera ley de Mendel, de manera que, como cada progenitor forma un solo tipo de game­ to, A o a, se llega a Aa en la primera generación y, disponiendo ahora de gametos A, A, a, a, obtenemos AA, aa, Aa (este en doble proporción que los anteriores) en la genera­ ción siguiente. En resumen: AA + aa = Aa; Aa + Aa = AA, aa, Aa. Al considerar la se­ gunda ley de Mendel, nos enfrentamos a una situación en la que intervienen dos (o más genes), por ejemplo, el del color (con los susodichos alelos A, a) y el de la forma lisa o rugosa (con los alelos B, b). Como los genes también segregan independientemente y la segregación de cada uno no influye en la del otro, a partir de un progenitor homocigótico para los dos tipos dominantes, AABB, y de otro homocigótico para los dos tipos re­ cesivos, aabb, obtendremos, AaBb en la primera generación, dado que del progenitor AABB sólo interviene una copia AB y del progenitor aabb, una copia ab. En la segunda generación, los progenitores AaBb suministran cuatro tipos de copia, AB, Ab, aB, ab, con lo que se llega a l é posibilidades de combinación binaria (4 x 4), las cuales quedan reducidas a las diez posibilidades genotípicas AABB, AABb, AaBB, AAbb, AaBb, Aabb, aaBB, Aabb, aaBb, aabb. Dichas posibilidades se dividen en dos grupos. El grupo que contiene los tipos parentales puede tener un fenotipo que combina los rasgos dominan­ tes color fuerte y piel lisa (AABB, AABb, AaBB, AaBb) o un fenotipo que combina los rasgos recesivos color débil y piel rugosa (aabb). Sin embargo el otro grupo contiene va­ riedades que no se parecen a ninguno de los progenitores porque recombinan los rasgos. En estos casos se habla de tipos recombinantes, en particular, el fenotipo de color fuer te y piel rugosa (Aabb, AAbb) y el fenotipo de color débil y piel suave (aaBB, aaBb).

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gamiento se producía con mucha mayor facilidad entre genes próxi­ mos que entre genes lejanos. Curiosamente los tipos recombinantes se producen con mayor facilidad entre genes alejados. Ello puso de ma­ nifiesto que existe una relación inversa ente ligamiento y recombina­ ción y sentó las bases para comprender el carácter mecánico de la recombinación. Según Morgan, la recombinación supone un entrecruzamiento simi­ lar al que ocurre durante la meiosis. Al principio de la meiosis las dos eromátidas de un cromosoma aportadas por cada progenitor se sitúan para­ lelas a las del otro y se producen quiasmas, es decú; intercambios de ma­ terial. Dos cromátidas, una de cada progenitor, se rompen y vuelven a unirse a un trozo de cromátida del otro progenitor, con lo que tenemos un entrecruzamiento y el correspondiente tipo recombinante, ya que las nuevas cromátidas reúnen tipos dominantes de un gen en un extremo (A o B) y tipos recesivos de otro gen en el extremo opuesto (a o b): A+++-H-+++++++++++++++B A++++++++++++++++++++B . i A+++++++++++++++++4++B A+++-H-++++++************'l'b i i i I I i i i iB £*******************************^ Naturalmente, este entrecruzamiento no puede hallarse en la base de las construcciones correlativas, pues es un fenómeno que aparece en el material genético que codifica proteína, ajeno, por tanto, al ADN no codificante. Pero en el ADN satélite también se producen recombi­ naciones entre regiones emparejadas erróneamente, lo cual no es sor­ prendente dado que, según dijimos, este tipo de ADN se concentra en la heterocromatina. Supongamos una secuencia formada por la uni­ dad repetida ab entre los extremos x, y. Si representamos un cromoso­ ma en tipo de letra normal y el otro en cursiva, llegaríamos a un empa­ rejamiento exacto como sigue: xabababababababababababy xababababababababababdy No obstante, como cualquier secuencia ab (donde a y b represen­ tan una serie de bases que se repite) de un cromosoma se puede empa­ 157

rejar con una secuencia ab del otro cromosoma, un emparejamiento erróneo tendría el siguiente aspecto: xabababababababababababy

xabababababababababababy

Probablemente el emparejamiento empieza en una región limitada y luego se va extendiendo. Si ahora se produce un entecruzamiento en el lugar x, llegamos a: xabababababababababababy x

xabababababababababababy xababibababibabababababababy

+ xabababab&bzbababab&by

con lo que los recombinantes tendrán un número de repeticiones dis­ tinto y uno será más largo que el otro. Este tipo de recombinación del ADN satélite suministra un buen modelo formal para las construcciones correlativas. Lo que sugiere for­ malmente es que, dada una construcción repetida de tipo X que se em­ pareja con una construcción repetida equivalente de tipo X± es posible obtener dos secuencias, una más larga de forma x* y otra más corta de forma xx, relacionadas entre sí. Supongamos que el tipo X correspon­ de a una serie de oraciones encadenadas y el tipo X a las inferencias pragmáticas que las mismas despiertan en la mente del oyente. Última­ mente se ha advertido10 que lo que llamamos una causal expresa un sentido que es una presuposición de la oración causada: por ejemplo, María haperdido el tren presupone pragmáticamente, entre otras causas posibles, que Segó tarde, de manera que cuando decimos María haper­ dido el tren porque llegó tarde estamos uniendo la presuposición a su pre­ supuesto. En otros casos lo que hay es un sistema de preferencias so­ ciales: en la vida diaria se atribuye a las personas delgadas una cierta fal­

10 Este tratamiento de la oración compuesta fue iniciado por O. Ducrot, Dire eí m pos dire, París, Hermán, 1972, quien señaló que la condicionante es un sobreentendido de la condicionada. Luego se ha extendido a los demás tipos oracionales. Se encontrara un examen detallado en A. López García, Gramática del español I. La oración compuesta, Madrid, Arco, 1994.

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ta de fuerza física, por lo que la construcción adversativaJuan es delga­ do,perofuerte enlaza estos dos términos en apariencia incompatibles (y de ahí que no digamos Juan es robusto, perofuerte). Si ahora aplicamos el esquema formal de arriba obtendríamos: ... oración + oración + oración... x ... implicación + implicación + implicación ... oración + implicación implicación + oración En el caso de SA/AS tendríamos una serie X de sustantivos que re­ miten a elementos del mundo y una serie X correlativa de cualidades que la percepción capta junto con dichos referentes: ...S + S + S... x ..A + A + A = SA + AS. En la pareja declaración/interrogación opo­ nemos la serie de los referentes, que son sustantivos, a la de los proce­ sos verbales que advertimos relacionados con ellos: ...S + S + S... x ...V + V + V... = SV + VS. Según prevé el esquema formal de arriba, una de las construccio­ nes correlativas suele ser más larga que la otra. Y así es. Entre las ora­ ciones compuestas tenemos M aría es inteligente, pero vaga, con elisión del sujeto y de la cópula en el seyando miembro, por ejemplo. En el caso del grupo SA/AS es frecuente que el adjetivo antepuesto se apocope: hombre grande!gran hombre. También resulta bastante frecuente que la declaración sea más larga que su interrogación correlativa. Así, tras habernos lamentado de los retrasos de los vuelos, alguien puede añadir el vuelo de París, donde no había niebla, se ha retrasado tam­ bién horay media. Pero esta estructura, si es interrogativa, probable­ mente quedará como i también se ha retrasado elvuelo de París?, rara vez como ¿también se ha retrasado horay media el vuelo de París, donde nohabía niebla? , También está prevista formalmente por el código genético la posi­ bilidad de que los entrecruzamientos tengan efectos de mayor o me­ nor alcance. El intercambio de alelos que tiene lugar en el entrecruza; miento puede no tener repercusiones fenotípicas nuevas o puede te­ nerlas: lo primero ocurre en los casos de dominancia completa en los que el alelo recesivo no influye en el fenotipo y este, inducido por el alelo dominante, coincide con el de uno de los tipos parentales; lo se-; gundo ocurre en los casos de dominancia incompleta o de codominancia en los que ambos alelos se mezclan produciendo un fenotipo 159

innovador11. Similarmente, las construcciones correlativas pueden ex­ presar dos sentidos diferentes (interrogativo/declarativo, adjetivo ante­ puesto/adjetivo postpuesto) o dos sentidos similares con leves diferencioas de matiz (es el caso de las dos ordenaciones posibles de los miem­ bros de las oraciones compuestas). Volviendo a las recombinaciones del ADN satélite diremos que pueden producirse en consonancia o en disonancia. Se habla de re­ combinación en consonancia cuando, al emparejarse las secuencias, cada unidad repetida a puede hacerlo con su homologa a y cada uni­ dad repetida b con su homóloga b: es el caso del ejemplo de arriba. Pero también puede haber emparejamientos en disonancia cuando se salta una unidad y se producen dos soluciones atípicas, aba en la se­ cuencia de arriba y ¿ab en la de abajo. Es lo que sucede en: xababababababababy x

xababababababababy xabibababababaababy xababababababbababv

En la llamada interrogación parcial, cuando un pronombre o ad­ verbio interrogativo se sitúa al comienzo de una secuencia, hay lingüis­ tas que creen que deja una huella (h) en el lugar que le correspondería estructuralmente. Por ejemplo, ¿quéviste ayer? se interpreta en la forma ¿quél viste b. ayer?, con lo que se incorpora la información estructural de que en reaíidad qué. es el objeto directo k de viste. Como se puede ver, hecha salvedad de la huella, el tratamiento es similar al de las intenogativas totales. Y los problemas que el mismo suscita también. Cuan­ do vamos por la calle lo normal es que alguien nos pregunte ¿dónde está elAyuntamiento? y le contestemos elAyuntamiento está alfinal de esta ca­ lle, no que paremos a un desconocido para informarle amablemente sobre los edificios públicos de nuestra ciudad sin que nos lo haya pe­ dido. En algunos casos, la suposición de que la declarativa precede a la interrogativa es particularmente difícil de sostener. Evidentemente, el Ayuntamiento está en algún sitio, pero cuando preguntamos ¿tenéis

11 Habría dominancia incompleta cuando un alelo de color rojo y otro de color blanco se combinan para dar flores rosas en la generación siguiente. La codominancia supone un equilibrio perfecto de ambos alelos: el grupo sanguíneo AB es el resultado de combinar grupos AA y BB homocigóticos.

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hora?, nos encontramos con el problema de que nadie dice habitual­ mente sí,yo tengo hora, salvo cómo contestación a la pregunta anterior. En otros casos la pregunta y la respuesta varían en algo más que en el orden de los elementos: a ¿quéhora es? contestamos con son las sietey diez, de forma que no existe ni *équéhora son? ni *es las sietey diez. En el caso de la interrogación parcial todavía resulta menos eviden­ te que la estructura interrogativa pueda derivar de la declarativa, porque normalmente la incógnita no está en el contexto o en el cotexto prece­ dente, sino que es aclarada por la respuesta siguiente. Esto quiere decir que podemos discutir si éha venidoJuan? deriva deJuan ha venido o no, puesto que se contesta con sí/no, pero en ¿dóndepusiste elmantel?no po­ demos suponer una estructura precedente puse el mantel en el cajón, ya que en el cajón es precisamente la respuesta. Sin embargo, el qué ante­ puesto es, evidentemente, un objeto directo gramatical. En realidad, es un objeto que ocupa más espacio del que debería, está a la vez delan­ te (como qué) y detrás (como h) de su verbo.-Una sucesión formal de este tipo es precisamente la que predice el componente anómalo ¿ab del entrecruzamiento en disonancia: b ¿qué¡

a b viste h¡? ;

Por su parte aba se ajusta a la estructura formal de la interrogación total en lenguas como el inglés donde el verbo se transforma en un ele­ mento discontinuo a...a que precede al sujeto y al mismo tiempo le si­ gue: did Susan come yesterday? como interrogativa correlativa de Susan cameyesterday. 9.3. La r e c u r s i v i d a d Un fenómeno que merece la pena examinar brevemente aquí es el de la llamada fijación por entrecruzamiento (crossoverfixation). Se ha propuesto que la recombinación desigual, al ocurrir en sitios aleato­ rios, puede provocar que una determinada unidad repetida termine por predominar abrumadóraménte en el satélite. Por ejemplo, dadas las unidades repetidas a, b, c, d, e, puede suceder lo siguiente: ahcde abcde

ahhcde : abcde

->

abbbcde v abcde . ■■■.'

abbbbcde

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lo cual conduce a agrupamientos con un dominio formado tan sólo por unidades b. Es fácil darse cuenta de que esta estructura formal pue­ de proyectarse en el lenguaje hasta los fenómenos de la recursividad. Se llaman estructuras recursivas aquellas en las que un elemento for­ mal, por ejemplo una FPrep, subordina otra FPrep’ y esta una FPrep”, etc.: el libro del amigo de la novia de Carlos. Este tipo de secuencias es muy frecuente en las lenguas y diferencia claramente el protolenguaje del lenguaje propiamente dicho: Elena dice que Pedro cree que el maestro prefiere que el examen sea mañana. La hipótesis de que la recursividad en el lenguaje tiene su.origen en la fijación por entrecruzamiento del ADN satélite no sólo constituye una prueba suplementaria del supuesto genético que subyace a este li­ bro. Además, da cuenta satisfactoriamente de un hecho que los trata­ mientos clásicos de la recursividad siempre explicaron mal. La recursi­ vidad que comentamos es, por definición, finita, porque las secuencias repetidas también lo son. En recombinaciones desiguales ulteriores esta unidad repetitiva puede decrecer, crecer o, incluso, sustituir a to­ das las demás, pero siempre dentro de los límites del ADN satélite en los que está insertada. Los gramáticos acostumbran a definir la recursi­ vidad como el resultado de la aplicación reiterada de una regla (por ejemplo FN = Det + N + (Fprep); Fprep = Prep + FN, generarían una secuencia infinita del tipo la casa del chico de la vecina deljefe de...) y atri­ buyen su carácter finito a limitaciones de la atención y de la memoria. Sin embargo, aunque estas limitaciones existen, tiene que haber algo más, pues un texto consta de una suma infinita de oraciones y, si bien a la hora de la verdad termina alguna vez, ningún texto pide su clausu­ ra como la piden las estructuras recursivas.

9.4. LOS TOANSPOSONES Y

LAS LLAMADAS CATEGORÍAS VACÍAS

Considérese la secuencia Luis quiere ver una película. Evidentemen­ te, cualquier hispanohablante se da cuenta de que lo que pretendemos significar es que «Luis quiere algo» y que eso que quiere es que «Luis vea una película». Si el sujeto de ver una película hubiese sido una per­ sona distinta de Luis, lo habríamos expresado obligatoriamente po­ niendo el verbo en forma conjugada y, caso de tratarse de una tercera persona, manifestándola en forma léxica: Luis quiere que veas unapelícu­ la, Luis quiere que Ana vea una película. Pero esto es precisamente lo que no podemos hacer cuando el sujeto de ver unapelícula es Luis: Luis quic­ io .

reque Luis vea una película sólo es posible si el primer Luis y el segundo Luis son dos personas diferentes. Los gramáticos suelen decir que ante el infinitivo hay una presencia implícita de la frase nominal Luis, la cual está elíptica12: L u is quiere [L uis] ver una película

No obstante, este tipo de planteamiento encierra alguna dificultad. Si la segunda frase nominal Luis se hubiese elidido por resultar correferencial con la primera frase nominal Luis, todo lo demás permanece­ ría igual. Pero no es así: desaparece la forma que y el verbo conjugado se transforma en un infinitivo. Obsérvese que en otras situaciones de correferencialidad y elisión los demás elementos permanecen inaltera­ dos: María trabajó en Alemaniay Pedro, en Francia por María trabajó en Alemaniay Pedro trabajó en Francia. Así pues, no podemos hablar sim­ plemente de elisión. ¿Qué ha sucedido? Cuando un verbo aparece en forma conjugada es porque manifies­ ta formalmente el número y la persona del sujeto; además, según sabe; mos, puede (y en algunas lenguas debe) exteriorizar dicho sujeto léxi­ camente: vienes o tú vienes. Cuando un verbo aparece en infinitivo y no puede manifestar dichos morfemas se crea un problema con la mani­ festación léxica del sujeto: como el infinitivo es incapaz de sostenerlo, pasa a hacerse cargo del mismo el verbo conjugado principal. El matiz es importante. Lo que estamos afirmando es que, en Luis quiere ver la película, el hueco estructural dejado por el sujeto Luis delante del infi­ nitivo ver es el resultado de trasladar el sujeto léxico de este infinitivo hasta el verbo principal quiere. Al fin y al cabo, dicho verbo principal no necesita un sujeto léxico explícito, puesto que, como forma conju­ gada, ya expresa los morfemas de número y persona del sujeto. En re­ sumen: quiere [Luis] ver la película

4' Luis quiere [...] ver la película 12 En este punto coinciden todos los gramáticos, pues ninguno podría pretender que Luis no es el que ve la película. Las divergencias, que han suscitado un torrente de bibliografía polémica, se centran en tomo a la naturaleza del infinitivo: la mayoría lo consideran el centro de una oración (la llamada oración de infinitivo); otros dicen que es el núcleo de una frase verbal que no llega a ser oración; finalmente, fuera ya de la gra­ mática generativa, se piensa que el infinitivo es un sustantivo y que no hay una oración. Todo eso es irrelevante para la cuestión que tratamos aquí.

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Dentro de la gramática generativa se acepta comúnmente que en Luis quiere v ver la película hay una categoría vacía13 v, pero también se reconoce una categoría vacía en v quieropan, de manera que, en quiero ver la película, habría dos manifestaciones de la noción categoría va­ cía14: v quiero v ver la película. Ello nos obliga a diferenciar formalmen­ te un tipo de categoría vacía del otro. En el segundo caso, lo que suce­ de es que el radical verbal va unido a una categoría vacía constituida por los morfemas flexivos y estos se llenan con un contenido léxico. Los sujetos léxicos, en lenguas como el español donde el verbo mani­ fiesta formalmente su naturaleza, son opcionales y responden a un de­ seo de énfasis (yo lo haré) o de delimitación referencial (miprimo es alto): mi herm ana i * CT' H -3.*p.Sm g [- k *p .s ¡n g

Tras estas puntualizaciones, que nos llevan a tratar el sujeto no ex­ presado léxicamente del verbo principal de manera diferente al sujeto del infinitivo, la cuestión es ahora, una vez más, la de si en el código genético existe una situación parecida a la de estos sujetos de infinitivo que se mueven hacia la posición sujeto del verbo principal dejando un espacio vacío en el lugar que ocupaban. Probablemente el mecanismo genético más parecido a esta situación es el de las secuencias de inser­ ción, hasta el punto de que pueden considerarse como un correlato formal susceptible de inducir aquellos. Hasta no hace mucho el genoma se solía ver como algo estático, como una información cifrada en forma de ácidos nucleicos de la que se seguían, eso sí, traducciones dinámicas en forma de proteína en los organismos vivos. Era, por retomar la vieja metáfora, como un libro de ADN, que está muerto hasta que no lo toma un lector y crea sentido proteico a partir del mismo. Es verdad que el genoma de un organis­

13 También se suele considerar que las huellas son categorías vacías: ¿quédijo hfSm embargo, los mismos gramáticos generativos admiten que se trata de categorías vacías di­ ferentes de las que estamos considerando ahora (v), pues resultan de un cambio de posi­ ciones que presupone la previa conformación de una estructura de constituyentes (o, di­ cho de otra manera, las h son categorías vacías que surgirían en ES y no en EP como las v). Convencionalmente representamos las categorías vacías con v (e de empty en textos ingleses) y las huellas con h (t de trace en dichos textos). 14 Si b ie n se acep ta q u e s o n d o s tip o s d e categ o ría v a c ía d ife re n te s: la q u e hace de sujeto d el v erb o c o n ju g a d o se rep re sen ta c o n p r o , la q u e h a c e d e su je to del infinitivo, c o n pro .

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mo no pasa nunca inalterado a sus descendientes. Como consecuencia de la recombinación de alelos en la meiosis y de las eventuales muta­ ciones producidas en los distintos genes, cada genoma viene a ser una instantánea artificial de un proceso evolutivo que realmente no se para nunca, algo así como un fotograma aislado de una película. Mas, junto a estos dos tipos de dinamismo, uno relativo a procesos extemos al genoma, como es la traducción, y otro aplicable a la espe­ cie en su conjunto y no al individuo, existe una tercera clase de dina­ mismo, descubierto en los últimos años, que se produce en el interior del genoma de cada organismo. No sería sorprendente que una fuente de dinamismo incorporada al genoma tuviese consecuencias para la es­ tructura del código y, en la medida en que esta se proyecta hacia el có­ digo lingüístico, para este último igualmente. Nos referimos a los transposones. Se llama así a una serie de secuen­ cias transponibles de ADN, las cuales dejan la posición que ocupaban en la cadena de bases nucleotídicas y se insertan en medio de una se­ cuencia de ADN no codificante o de un gen, que previamente han cor­ tado. Estos transposones llevan uno o varios genes que suministran las enzimas necesarias para su propia transposición (o sea que son elemen­ tos autopropulsados). A menudo el transposón tiene consecuencias es­ tructurales, positivas o negativas, para el gen al que se ha trasladado, pero no siempre (en este caso se suele hablar de ADN egoísta, que sólo piensa en autoperpetuarse). Normalmente el transposón aparece flan­ queado en 5’ por un segmento repetido, el cual reaparece invertido en el extremo 3’. Por ejemplo, siendo AATGAGCTG (ficha secuencia, ten­ dríamos: ...ATTTGCA[ JAGAATACCAATAAATA [AATGAGCTGtransposónCAGCTCATT] GGACT..;,

, j 4 ............. .... .. ..... ........... ................. i ; El transposón se fija en el interior de un gen (esto es, «sabe, que debe introducirse en el gen») porque la secuencia de bases del gen se corte a continuación de una secuencia determinada (por ejemplo, TTGCA), la cual es repuesta al final del transposón y de la secuencia invertida flanqueante por la ADN polimerasa y la íigasa, en la misma forma (esto es, como repetición directa). En esquema: ...gen diana [ fla n c o r e c to .......... transposón directa

flanco verso]

diana gen... (Erecta ;

-AT TTGCA AATGAGCTG AACTACCG...CCAGTTA CAGCTCATT TTGCA CT... ~TA AACGTTTACTCGAC TTGATGGC...GGTCAAT GTCGAGTAAAACGT GA...

165

Según se puede apreciar, un mecanismo de este tipo simula bas­ tante bien la formación de espacios vacíos en las oraciones de infini­ tivo. El transposón viene a ser como el sujeto léxico que se desplaza desde la oración subordinada (que luego será de infinitivo) hasta la principal. El desplazamiento es catalizado por cierta señal existente en la oración principal, normalmente un verbo conjugado en la mis­ ma persona y número que el sujeto léxico que se va a desplazar, pues si no, no habría movimiento (quieres queJuan venga frente a Juan quie­ re venir). Esta similitud formal entre ambas oraciones la representa en el genoma la repetición directa de la diana (TTGCA): en efecto, los oyentes reconstruyen la persona y número del sujeto ausente del in­ finitivo reiterando mentalmente la persona y número del verbo prin­ cipal; dichos morfemas vienen a ser una diana estructural. Con ello, los oyentes ejercen una labor reparadora similar a la de la ADN poli­ merasa. Hay que destacar que el elemento transportado constituye una unidad formal (fonológica) y no funcional. Esto significa que, aunque en el ejemplo de arriba la frase nominal que hace de sujeto del infini­ tivo es también sujeto del verbo principal (Luis quiere [Luis] ver lape­ lícula), puede suceder que pase a desempeñar una función distinta, por ejemplo la de objeto directo: a M aría la oigo [M aría] cantar desde aquí. Las secuencias flanqueantes del transposón desempeñan esta labor preservadora de la entidad formal, pues en la secuencia genética, donde no hay cortes, la única manera de reconocer una unidad es la presen­ cia de alguna secuencia característica en sus extremos, la cual debe, además, invertirse en el segundo de ellos, ya que, de no hacerlo, se con­ fundiría con el conjunto (piénsese que las repeticiones son propias del ADN satélite en general). En el límite, lo único que importa en un transposón son las secuencias flanqueantes directa e inversa: las llama­ das IS (insertion sequences) son los transposones más sencillos y consis­ ten simplemente en las secuencias flanqueantes junto con el gen que regula la transposición. Similarmente, el espacio vacío que hace de su­ jeto del infinitivo podría llegar a tener un valor semántico general (es lo que se llama interpretación arbitraria): es malo tomarse las cosas apecho (o sea, «es malo para cualquiera»). Los transposones pueden ser de dos tipos. Hemos visto la transposición conservativa (PRO) que es aquella en la que la secuencia que se mueve se inserta en su diana, pero deja de existir en el donador: Por el contrario, en la transposición replicativa, el transposón crea un duplicado in situ y es este el que se traslada hasta la diana. Algunos transposones pertenecen a uno de los dos tipos, pero otros pueden servirse alternativamente de ambos: 166

Transposición conservativa ***r

Transposición replicativa

1***

i .................... t

» * * [» * * ]* * *

_

,

+ + + ***+ + +

____ -___ t

¿A qué podría corresponder la transposición replicativa? Las condi­ ciones formales de pro son exactamente las de la transposición replica­ tiva. El transposón se duplica y se inserta en una diana, pero no desa­ parece, sino que queda de alguna manera, en el espacio originario. Lo único que importa, al cotejar el transposón insertado y el transposón originario, es que aquel tiene mayor entidad formal que este. Mientras que el transposón insertado consta de «diana directa + flanco directo + transposón + flanco inverso + diana directa», según vimos, el trans­ posón originario carece de las secuencias diana. Similarmente, los suje­ tos léxicos extrapolados tienen mayor entidad formal que los morfe­ mas flexivos en los que se originan. También se suelen considerar ma­ nifestación de pro los elídeos resultantes de dislocar algún objeto a la izquierda del verbo. Este fenómeno no es universal, pero resplefo 3 j3 frecuente en algunas lenguas románicas como el español: áqewiureayer la v i en el cine frente a ayer vi a miprima en el cine. En realoz tuotpfenómeno y el de la manifestación léxica del sujeto están este’ joz «file­ te relacionados, pues los díticos vienen a ser morfemas fl»* trance de gramaticalización. La única diferencia estriba en q morfemas flexivos son obligatorios, mientras que los clíticoi nen este carácter cuando el objeto ocupa una posición mares te del verbo. En esquema: tá v ien e -s

i . . . ...... i

a m iprim a, ayer la v i en el eme t ...... A

Una última observación pertinente es la de que, si bien hemos di­ ferenciado las huellas (¿que'dices h?), por un lado, y las categorías vacías (Luis quiere v ir, a m i me gusta el cine), por otro, estos fenómenos no es­ tán demasiado alejados estructuralmente ni en el lenguaje (lo que jus­ tifica, tal vez, que la gramática generativa los considere conjuntamen­ te) ni, lo que es significativo, en el genoma. Y es que hay situaciones en las que la recombinación por entrecruzamiento está muy próxima a la transposición15. 15 Es lo que sucede, por ejemplo, en la transposición del fago Mu. Al principio, hay cuatro roturas de cadena simple, dos en la molécula donadora (una a cada extremo del

167

9.5.

T r a n s p o s ic io n e s c o m p u e s t a s Y COMPLETIVAS DE ESTILO IN DIRECTO

Hasta el momento sólo hemos examinado las consecuencias es­ tructurales de los transposones simples, es decir, de las secuencias de ADN móvil que se insertan en un sitio diana de otra secuencia de ba­ ses nucleotídicas. Pero también existen los llamados transposones compuestos. Son estructuras en las que dos secuencias de inserción (IS), que están en orientación inversa, se asocian a una región central, una en cada extremo de la misma, siendo' el conjunto formado por los tres elementos el que se mueve y se inserta en alguna diana. Al princi­ pio los dos IS son iguales, pero con el tiempo pueden divergir. IS » » »

región central « « « IS

Una estructura de este tipo podría haber prefigurado las secuencias de estilo indirecto que caracterizan a las oraciones completivas. Consi­ dérese el siguiente diálogo: Juan: ¿Quieres venir alarte? María: Lo siento, estoy cansada ; Un narrador daría cuenta del mismo en estos términos: Juan lepreguntósi quería ir al ciney María contestó que lo sentía, pero qut estaba cansada. Como se puede ver, lo que ha sucedido es que se han insertado se­ cuencias discursivas, previamente transformadas, en un texto descripti­ vo a base de eliminar ciertas variables del mismo:

transposón) y dos en la molécula diana. A continuación, cada extremo del transposón se une a una de las cadenas simples en el sitio diana, con lo que se llega a una estructura entrecruzada. Si la replicación es conservativa, la diana se reconstruye y la molécula do­ nadora rota se pierde. Pero cuando la replicación es replicativa, se forma un cointegrado por duplicación del replicón. Finalmente una recombinación entre las dos copias del re­ plicón regenera la molécula original y libera la molécula diana con un replicón inserta­ do. Es lo que se llama resolución.

168

Ju a n le preguntó algoy M aría contestó algo t t si quería ¡ra l cine que lo sentía, pero estaba cansada T t ¿quieres ir a l cine? lo siento, estoy cansada

Los equivalentes funcionales de las IS en el lenguaje son las llama­ das conjunciones (si, que). Es notorio que aquí sólo flanqueen uno de los extremos del transposón y no los dos, si bien los morfemas de tiem­ po narrado (quería, estaba) con que se combinan parecen desempeñar el mismo papel de convertir la secuencia en discurso indirecto. Los gra­ máticos han discutido mucho cuál es el estatuto funcional de estos ele­ mentos. Dentro de la tradición de la gramática generativa, las conjun­ ciones se suelen asignar al nudo c o m p y se acepta comúnmente que los pronombres interrogativos que han sido movidos (huellas) se ubi­ can también en dicho nudo, lo cual es compatible con la correlación que acabamos de señalar entre las transposiciones (c o m p ) y los entrecruzamientos (pronombres interrogativos). En cuanto a los morfemas verbales, se asignan al nudo in f l e x . Ambas categorías se describen como procedimientos de proyección del nudo oración: O = SN i n flex SV; O ’ = c o m p O. La correlación formal que estamos estable­ ciendo entre el código genético y el código lingüístico sale así reforza­ da: las conjunciones y los flexivos del verbo no son sino procedimien­ tos para ‘empaquetar’ la oración e insertarla en secuencias oracionales más amplias; las IS ejercen la misma función en relación con la región central. . Los niños aprenden a construir este tipo de oraciones completivas después de haberse familiarizado con las preguntas y las respuestas di­ rectas, lo cual indica que aquellas representan un grado posterior de elaboración. Sin embargo, su capacidad para mantener un discurso en estilo indirecto es limitada. Es muy frecuente que los niños —y tam­ bién los adultos— interrumpan el estilo indirecto, cuando ya se alarga demasiado, con secuencias en estilo directo. A esto se le llama estilo in­ directo libre: Se acordaba de su mujery seponía triste ¿Quéestaría haciendo? Con independencia de que el estilo indirecto libre sea una técnica lite­ raria, lo cierto es que en la conversación corriente también se emplea de manera habitud. Nadie mantiene una narración en estilo indirecto más allá de ciertos límites, sino que termina volviendo a interpelar di­ rectamente a sus interlocutores, a hacer observaciones en primera per­ sona, etc. Probablemente ello esté en relación con el hecho de que en los transposones compuestos, que son el correlato estructural del esti­ 169

lo indirecto, la frecuencia de transposición disminuye conforme aumenta la distancia entre las IS flanqueantes.

9.6. La DOMINANCIA EN Y

CIS

EL CONCEPTO DE ISLA SINTÁCTICA

Una isla es una porción de tierra rodeada de agua por todas partes, lo cual tiene importantes efectos sobre la vida. Antes de que se generalizasen los viajes en avión, los seres humanos que habitaban las islas desarrollaron costumbres particulares muy cerradas, se reproducían tan sólo entre ellos /ellas y, en conjunto, vivían bajo lo que se conoce como síndrome de la insularidad, que no en vano la isla condiciona totalmente su forma de vida. Los demás seres vivos que pueblan las islas, ya se trate de animales o de plantas, todavía pueden ser descritos desde dicho patrón, pues dan lu­ gar a numerosos endemismos y a desarrollos evolutivos específicos. Los gramáticos generativos utilizaron una metáfora expresiva cuan­ do denominaron «islas» a ciertos dominios sintácticos que no permi­ ten la extracción de material, esto es, dominios que actúan como espa­ cios clausos de los que no se puede salir. Uno de ellos es el sujeto. Con­ sidérese la pintoresca secuencia los libros d d vecino del quinto están en el cajón del aparador dd vecino del cuarto. Las preguntas relativas al objeto local pueden aplicarse a todo él o a partes diferentes del mismo: ¿dón­ de están los libros del vecino del quinto?, ien qué cajón están los libros del veci­ no del quinto?, éen quéparte del aparador están ¡os libros del vecino del quin­ to?, ¿de quién es el aj>arador del cajón en el que están los libros del vecino dd quinto? Pero el sujeto sólo puede ser interrogado en su conjunto, estan­ do prohibida la extracción de parte alguna del mismo: ¿québoy en elca­ jón del aparador dd vecino del cuarto?, frente a *¿los libros de quién están en el cajón del aparador del vecino del cuarto?, *¿los libros del vecino de quépiso están en el cajón del aparador del vecino del cuarto? En el genoma se dan fenómenos parecidos de restricción de dominio de un proceso, los cuales prefiguran formalmente el fenómeno de las is­ las sintácticas. Es lo que los biólogos llaman dominancia m ás. El concep­ to de dominancia en cis se refiere a cualquier secuencia de bases que ejer­ ce su influencia sobre los genes adyacentes que están presentes en la mis­ ma molécula de ADN, pero no sobre genes situados en otras moléculas16. 16 Se dice que estos últimos están situados en trans y de una secuencia que codifica una sustancia diíusora que presenta dominancia en trans. Estas dos palabras, cis y trans, son las preposiciones latinas que significan a este lado/al otro lado, respectivamete.

170 !

Las regiones que presentan dominancia en cis son: o regiones con una determinada estructura formal que debe ser reconocida (como los pro­ motores y terminadores de la traducción y de la transcripción, que ve­ remos más adelante); o regiones cuyos productos no son difusibles y no llegan á otras moléculas.

171

C ap itu lo X

La construcción del texto Hasta ahora nos hemos movido exclusivamente en el ámbito de la frase. En el capítulo VIII examinábamos la estructura del codón y veía­ mos en qué medida prefigura formalmente las propiedades de la frase en el lenguaje. Pero, como señalamos al final de dicho capítulo, existen procedimientos traduccionales que permiten vincular ciertos codones con otros, lo cual supone un embrión formal de concordancia entre frases nominales y frases verbales que podría estar en la base de la oración como unidad superior. En el capítulo IX hemos considerado fenómenos que tienen un alcance típicamente oracional a partir de las estructuras formales que incorpora el ADN no codificante: las se­ cuencias repetidas en tándem, que se consideraron el modelo de la configuracionalidad y de la recursividad; los procesos de entrecruzamiento, que fueron puestos en relación con el movimiento de nú­ cleo y de operador; la transposición, la cual se relacionó con p r o y con pro: la dominancia en cis como análogo formal de las islas sin­ tácticas. En el presente capítulo ascenderemos de nivel y nos ocuparemos de la unidad superior de la lengua, la oración, y de la unidad superior del discurso, el texto, la cual consiste en un agregado de oraciones. Como la oración y el texto no suponen meramente procesos formales del tipo de los descritos en el capítulo IX, sino que incorporan signifi­ cados específicos, será preciso volver a las regiones de ADN codifican­ te del genomá en busca de modelos formales susceptibles de prefigu­ rarlos. 173

10.1. El CISTRÓN Y LA ORACIÓN Adviértase que la hipótesis de que el código genético prefigura for­ malmente el código lingüístico supone tomar aquel como modelo de este. Ello supone, entre otras muchas cosas, que a cada nivel del uno debe corresponder un nivel correlativo en el otro. Hasta el momento hemos equiparado la unidad sígnica fundamental, la palabra1, a las ba­ ses nudeotídicas y la frase, a los codones. Siguiendo con esta equipara­ ción, parece lógico que la siguiente unidad del código genético, el cis­ trón, se equipare a la oración, y que la unidad más compleja, el ope­ rón, se considere el equivalente estructural del texto. En resumen: U n id a d e s g e n étic a s

U n id a d e s l in g ü ís t ic a s

nucleótido codón cistrón operón

palabra frase oración texto

Lo que modernamente se llama un entrón viene a corresponder a lo que antes se llamaba un gen. En Genética los términos gen, proteína y cistrón son sinónimos, si bien es preciso advertir que la sinonimia no implica equivalencia perfecta. El concepto átg en es funcional: un gen és una secuencia de ácido nucleico que codifica un polipéptído, de manera que, a grandes rasgos, puede decirse que a cada gen corres­ ponde una proteína2. El gen fiie establecido por Mendel y se conside­ 1 Se puede discutir si el signo mínimo es el morfema o la palabra. Evidentemente, el morfema es previo a la palabra, pero sólo como unidad mental del código, nunca como unidad con correlato en el mundo: eso es una panadería y lo que hacen allí es venda, pero eso no puede ser -tría. Por ello, los hablantes de una lengua son conscientes de las palabras, pero raramente de los morfemas que las componen. Las asociaciones de palabras son pro­ ductivas, mientras que las asociaciones de morfemas resultan tan sólo semiproductivas: la creación léxica por ¿fijación o por composición queda reservada a los creadores del idioma. De ahí, también, que en el aprendizaje de lenguas adquiramos palabras y no morfemas (en teoría, sería más sencillo aprender de memoria el reducido inventario de morfemas de un idioma pata luego combinarlos). Lo anterior se refiere a las unidades sígnicas o unidades con sonido y sentido (llamadas de la primera articulación). También hay unidades sólo signifi­ cantes (de la segunda articulación), que no nos interesan aquí: fonemas, sílabas, etc 2 En términos estrictos, el gen corresponde al polipéptido, no a la proteína, pues esta puede ser homomultimérica (es decir, constar de unidades polipeptídicas similares regi­ das por un solo gen) o heteromultimérica (constituida por varias subunidades polipeptí­ dicas, cada una regida por un gen diferente).

174

ró un factor discreto que pasa inalterado de una generación a otra (factores como el color de los ojos o la propensión a determinadas enfermedades, por ejemplo). No obstante, los genes pueden experi­ mentar mutaciones: en este caso se dice que el gen silvestre se ha transformado en un mutante. El cistrón se determina examinando los imitantes3. A la hora de equiparar formalmente el gen/cistrón a la oración sur­ gen todo tipo de interrogantes. El primero y más serio es que sus di­ mensiones son muy diferentes. Mientras que cada oración consta de un número reducido de frases, que oscila entre una sola (¡ven!) y una docena más o menos: elhijo de la prim a de m ipadre ha traído con cuidado un libroparaJuan ayer p o r la tarde con su m oto

un gen/cistrón consta normalmente de centenares de codones. Por ejemplo, en la ruta metabólica de la lactosa, intervienen el gen lacZ, que produce una proteína de 1.021 aminoácidos (los cuales traducen un número igual de codones), el gen lacY, con 260 aminoácidos (y co­ dones) y el gen lacA con 275 aminoácidos (y codones). Como cada co­ dón equivale a tres bases (palabras), resulta que en el primer caso ten­ dríamos una oración de 3.000 palabras (!) y en los otros dos, de imas ochocientas. Resulta difícil admitir que el código lingüístico pueda re­ flejar esto. La razón de lo anterior estriba, a nuestro entender, en el hecho de . que una oración es una unidad de sentido que supone la adición im­ plícita de muchos otros sentidos por parte del receptor del mensaje. Esto es algo de lo que fueron conscientes desde el principio los lógicos empeñados en el análisis formal de las lenguas naturales. Por ejemplo, H. Reichenbach, el primer lógico que dedicó un capítulo memorable

3 Dos mutaciones pueden tener el mismo efecto fenotípico y ser alélicas de un gen, pero también pueden surgir en dos genes diferentes que codifican proteínas distintas, las cuales colaboran a la misma fundón. Cuando dos mutaciones recesivas se originan en el mismo gen, el fenotipo depende de la configuración: en trarn (las mutaciones están en cromosomas diferentes) el fenotipo es mutante y en as (las mutaciones están en el mis­ mo cromosoma) el fenotipo es silvestre. Cuando las mutaciones están en genes diferen­ tes, no importa la configuración, pues una copia de cada gen es mutante y la otra silves­ tre, con lo que siempre se obtiene un fenotipo silvestre, tanto en trans como en cis: se dice que los dos genes complementan. Cuando dos mutaciones no complementan en trans y se obtiene un fenotipo mutante, les corresponde el mismo grupo de complementación: así se establece el cistrón. ¡

175

al análisis del lenguaje conversacional4, observa que una secuencia tan simple como la oración de verbo meteorológico itsnows; requiere, para m = ‘snow5 y / = ‘fáll’, el siguiente análisis:

(3v)p*(v) que podríamos parafrasear como: existe un acontecimiento v y existe un argumento x y este aconteci­ miento v corresponde a este argumento x y x es nieve y x cae Asimismo, la oraciónJean is mostbapgy, para d = ‘happiness’, reque­ riría una fórmula del tipo: feü $ x )g (x m -(V y ) (V b) [8 (h}h(y) =>. (h v o z

No parece aventurado establecer un paralelismo formal entre los procedimientos de control del operón y los del texto. U n operón consis­ te en un encadenamiento de genes estructurales y un texto, en un enca­ denamiento de oraciones. En uno y otro caso, el control puede ser: 2-2’. Negativo, cuando los genes estructurales se manifiestan y cuando las funciones y propiedades verbales o adjetivas de las distintas oraciones se van sucediendo, a no ser que aparezca un elemento que interrumpe el proceso. Dicho elemento suele ser un producto de los genes/oraciones anteriores, el cual activa un gen regulador. En este sen: tido, el equivalente de una presencia excesiva de triptófano en el medio, la cual interrumpe la producción de triptófano, sería una oración 186

que introduce funciones o propiedades ya conocidas y que resultan re­ dundantes. 1-1’. Positivo, cuando los genes no se manifiestan salvo en presen­ cia de un inductor regido por un gen regulador, por un lado, y cuando las oraciones mantienen sus argumentos sin alteración a no ser que la presencia de un nuevo inventario de argumentos desencadene uñarespuesta, por otro. En este sentido, el equivalente estructural de la lacto­ sa, cuando obliga a los genes que producen lactosa a activarse, es la aparición de referentes nominales que ya no pueden enlazar con los fóricos presentes en el texto. . En la célula ambos tipos de control, el negativo y el positivo, pue­ den darse a la vez, y de hecho así suele suceder, exactamente igual que en el texto. Mas con este sorprendente paralelismo no se acaban las coincidencias entre ambos dominios. Las formas en que se produce el control en los operones son muy variadas: sería interesante cotejarlas con los procedimientos lingüísticos que aseguran la isotopía y la pro­ gresión de los textos. Recuérdese que, según decíamos arriba, la com­ pacidad textual tiene dos vertientes, la coherencia semántica y la cohe­ sión fórica, de las que la primera tiene un fundamento léxico y la se­ gunda un fundamento gramatical.

10.2.1. Represióny coherencia semántica Examinemos cómo se produce la represión eri el sistema del triptófano. En el genoma de la bacteria E. coli9 se alinean sucesivamente los siguientes elementos: Gen r e g u l a d o r + P r o m o t o r + O perador + G enes estructurales - »

Trp

aporrepresor (inactivo').................... ................ ....... . « « < correpresor 'i';,. activo El gen regulador produce un aporrepresor, que es un represor inacti­ vo, de forma que la ARN polimerasa puede fijarse en el Promotor e

9 En eucariotas el proceso es parecido, pero más complejo. La ventaja de las bao tenas para la ejemplificación es que responden inmediatamente a las variaciones del medio.

187

iniciar la transcripción de los genes estructurales. El exceso de triptófano, por acumulación progresiva o por adición al medio, provoca una brusca detención de la síntesis, porque Trp funciona como compresor que se une al represor inactivo: este se vuelve activo y, al asociarse al operador, bloquea la transcripción. La secuencia de funciones y propiedades verbo-adjetivales que ca­ racteriza la coherencia semántica de un texto funciona de la misma manera. Asi como a pre-Trp, la primera fase en lá elaboración del triptófano que es regida por el gen estructural i, le siguen pre-Trp5, regido por el gen 2, pre-Trp”, regido por el gen 3, y Trp, regido por el gen 4, que es el producto final10, sucede que una cierta función verbal de la oración 1 desarrolla funciones o propiedades relacionadas en la ora­ ción 2 y estas dan lugar a su vez a funciones y propiedades correspon­ dientes en la oración 3: Nuria compró (1) un kib de carne, la adobó (2) con manteca, saly pimientay la calentó (3) aljuego durante media hora. Cuando se añade Trp antes de tiempo o la tasa de Trp rebasa un cierto nivel, el proceso se interrumpe. En el lenguaje sucede lo mismo: si hubiéramos añadido una segunda función comprat, haciéndola depender de sujetos u objetos diferentes, se habría producido una elipsis de dicho exceso verbal, al tiempo que el texto se interrumpe: N uria compró un kilo decar­ ney Andrés, una barra depan #; mis amigosprefieren el rockyyo también #n. Este tipo de elipsis, que los gramáticos generativos suelen llamar vacia­ do, se fundamenta, pues, en un control negativo conducente a elimi­ nar los sentidos que sobran. Del mismo tipo es la interrupción por ago­ tamiento del universo semántico, aunque aquí los gramáticos no ha­ yan hablado nunca de elipsis: ¿cuántos años tienes?; —(tengo) cuarentay dos#12. • . , .Í f; vi El vaciado y la interrupción por agotamiento del universo semán­ tico son procesos de orientación regresiva. Situándonos en Carlos tiene siete discos, no podemos concluir qué es preciso elidir ni si hay que eli­ dir algo. Si nos dicen que la oración precedente era a M aría legista mu­ cho bailar, evidentemente no será preciso elidir nada y tendremos a Ma­ ría lepista mucho bailary Carlos tiene siete discos. Pero si nos dicen que la

10 Eschericia coli sintetiza triptófano a partir del ácido corísmico. En el proceso están implicados sucesivamente los genes estructurales trpE, trpD, trpC, trpB y trpA, precedi­ dos a su vez por tipR (el regulador), trpP (el promotor) y trpO (el operador). Hemos nu­ merado convencionalmente los genes estructurales de 1 a 4. 11 Representamos con el signo # la interrupción del texto. n Obsérvese que difícilmente podríamos alargar el tum o dentro de la misma isoto­ pía semántica.

188

oración precedente era María tiene docediscos, resulta obvio que los sen­ tidos «tiene» y «discos» de la segunda oración son redundantes y que tras su elisión obtendremos María time doce discosy Carlos, siete. Lo que ocurre es, por tanto, que un sentido de la oración siguiente coincide con un sentido de la precedente y activa el proceso de vaciado. Es lo mismo que sucede en la represión del triptófáno cuando un exceso de este se combina con un aporrepresor volviéndolo activo y obligando al operador a interrumpir el proceso: < ..................... ........... ........... ..................< t t t t 1 María tiene doce discos y Carlos tiene siete discos i ; 0 0 2

10.2.2. Induccióny cohesión sintáctica El mecanismo de la inducción de la lactosa, por su parte, funciona de la siguiente manera. La bacteria habitualmente consume glucosa y el operón lactosa está desconectado. Sin embargo, en ausencia de glu­ cosa, el organismo debe producir glucosa a partir de la lactosa13. Para ello se sirve de una secuencia similar a la de arriba: G en

r e g u l a d o r + P r o m o t o r + O perador + genes

ESTRUCTURALEs^Lactosa

i represor pero que tiene la particularidad de que el gen regulador produce direc­ tamente un represor que al unirse al operador bloquea la transcripción.1 Sin embargo, en presencia de lactosa, la cual hace de inductor, el repre­ sor se inactiva, dejando de unirse al operador o desenganchándose del mismo, con lo que el promotor puede fijar la ARN polimerasa e ini­ ciar la transcripción. 13 Los tres genes estructurales lacZ, lacY, lacA, se presentan uno a continuación de otro: el primero rige la enzima p-galactosidasa; el segundo produce la |3-galactósido permeasa, que forma parte del sistema de transporte; y el tercero da lugar a una ^-galactósido acetilasa que se encarga de transferir un grupo acetilo. Las mutaciones suprimen el efecto de estas enzimas: los imitantes LA.cZ* no producen enzima y, por consiguiente, impiden la metabolización de la lactosa; los imitantes lacY" impiden la incorporación de la lactosa del medio.

189

La cohesión sintáctica asegurada por los pronombres fóricos es pa­ recida. Por lo pronto, adviértase que su orientación es progresiva: para que un referente pueda ser sustituido por un pronombre anafórico es preciso que un elemento léxico anterior correferencial permita la susti­ tución. Así, tenemos ella se lo dio en Juan pidió un vaso de agua a Maríay ella se lo dio porque íe14 corresponde a un objeto indirecto de persona, aJuan, porque ella corresponde a un sujeto de persona femenino singu­ lar, María, y porque lo corresponde a un objeto directo masculino, un vaso de agua. Por eso, ella se lo dio no podría corresponder a Juan pidió una cerveza a María en ningún caso, dado que una cerveza supone la, es decir, Juan pidió una cerveza a Maríay ella se la dio; tampoco podría co­ rresponder aJuan pidió un vaso de agua a Pedro, pues Pedro exige un pro­ nombre sujeto él. En resumen: Juan » » » » » » » » » » » » » » » »

1

pidió un vaso de agua » » » » » » » » > a María » » » » > ella

se (le)

lo dio 2

Un determinado inventario de argumentos (digamos, Pedro y Susa­ na) viene a ser como un medio hostil que no llega a activar el operón: correspondería a la presencia de glucosa, la cual bloquea la posibilidad de que la bacteria sintetice lactosa. Mientras el medio permanezca glucosado, no habrá alteraciones sustanciales, sólo variarán las concentracio­ nes de glucosa: similarmente nuestros argumentos desempeñarán distin­ tas funciones (Pedro miró a Susanay ella le devolvió la mirada; luego Pedrose despidió de ella). Pero cuando la glucosa se agota, la bacteria echa mano de lactosa y, después que esta desactiva al represor, se inicia un ciclo enzimático nuevo. Similarmente, cuando la isotopía fórica sustentada por [Pedro, Susana] no da más de sí, entra en escena un nuevo conjunto argumental ¡Juan, María, un vaso de agua] y se inicia un operón con una nueva isotopía textual de pronombres anafóricos que remiten al mismo. Un fenómeno interesante es el de la llamada represión catabólica. ¿Qué sucede cuando en un medio hay a la vez glucosa y lactosa?: en este caso la glucosa resulta preferente y el operón lactosa no entra en funcionamiento15. Algo de esto sucede formalmente con una clase es­

14 Esta forma se de se h dio, no es el reflexivo se, sino una variante de le cuando se combina con b/la. . ■¡ -: 15 La razón es que la glucosa hace disminuir los niveles de AMP cíclico (una fuente de energía celular), lo cual tiene la consecuencia de que la proteína es incapaz de unirse a la región de control impidiendo que la ARN polimerasa inicie la transcripción. ■;

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pecial de pronombres, los reflexivos. Un reflexivo se distingue de una anáfora en que su antecedente no puede estar en otra oración, sino pre­ cisamente en su misma oración: la diferencia entrefue a casa de Pedro y lo afeitó yfu e a casa de Pedroy se afeitó es que en el primer caso el afei­ tado es Pedro, y en el segundo el afeitado es otra persona diferente de Pedro. Los reflexivos han sido descritos por los gramáticos como pro­ nombres incapaces de buscar su referente en la oración anterior. Otra manera de expresar esto es decir que son pronombres obligados a bus­ carlo en su propia oración. Desde este punto de vista, evidentemente, lo que sucede es que no pueden abrir una isotopía textual o, en otras palabras, que presentan un esquema formal similar al que estamos des­ cribiendo aquí, donde existe un impedimento (la presencia de glucosa) para que el operón (de lactosa) eche a andar. Lo determinante en el caso de los reflexivos es que interrumpeñ la foricidad, no que no mi­ ren hacia la oración precedente, pues esto también es propio de una variedad de fóricos llamada catafórica: cuando vayas a casa saluda de mi parte a Maríaky dilei a Luisxque b exirañamosy que iremos a verle¡.

10.3. M e c a n i s m o s

celulares

Y DESCODIFICACIÓN DE TEXTOS

Hemos señalado arriba una propiedad del genoma que lo diferen­ cia absolutamente de cualquier lengua natural: el genoma es ajeno al YO y, por consiguiente, no es un texto que se emita, sino un texto que se descodifica. Lo más parecido a la codificación lingüística sería el proceso de replicación, por el que la secuencia de bases se duplica en cada división celular. Pero la analogía es muy leve: replicar un gen vie­ ne a ser el equivalente de copiar1^ una oración, no de enunciarla creán­ dola de la nada. Una práctica metodológica común en Lingüística consiste en tratar la descodificación como complementaria e inversa de la codificación. Sin embargo, este planteamiento esconde un error teórico, pues lo que hace el hablante nunca es equivalente a lo que hace el oyente. Si todos los que somos capaces de leer y comprender a Cervantes o a Shakespeare

; 16 Copia que más se parece al trabajo manual de los copistas medievales que a las modernas fbtocopiadoras o, menos aún, a la copia de un archivo digital. En efecto: cada replicación introduce mutaciones en el genoma como cada copia de un manuscrito sus­ citaba nuevas variantes en el mismo. < •,

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fuéramos igualmente capaces de escribir lo que ellos escribieron, la Historia de la Literatura no existiría. Esto quiere decir que, en rigor, lo que los hablantes de una lengua comparten es antes una misma forma de comprender los textos que una manera común de producirlos. De ahí se sigue que lasgramáticas de las lenguas deberían ser realmentegramáti­ cas delproducto elaborado destinadas a explicar cómo se dispone de cara a su recepción, no cómo se manifiesta lo que queremos decir. En otras pala­ bras, que hablamos para que nos entiendan y no para expresamos. Sin embargo, es fácil darse cuenta de que la tradición gramatical occidental no ha obrado así. Aunque en Roma la Gramática se consi­ derase una subdisciplina de la Retórica y esta distinguiese el proceso de búsqueda de argumentos ( i n v e n t i o ), el de su ordenación lógica (d is posm o) y el de su embellecimiento final ( e l o c u t i o ), a la postre, la pérdida de la vida democrática con el fin de la República, primero, y la de la vida forense con el advenimiento del feudalismo medieval, des­ pués, llevó a los gramáticos latinos a privilegiar los «buenos autores» y así siguen haciéndolo las obras académicas modernas. Sólo reciente­ mente se han empezado a emplear argumentos basados en el llamado «juicio del hablante nativo», aunque habría que decir que, realmente, se fundamentan en el juicio del oyente nativo, pues lo que se nos dice, por ejemplo, es que *te alego de tu venida no se puede oír en español, no qué ha ocurrido en el cerebro de un hispanohablante al decir me alego de tu venida o ¿te alegro con mi venida? Esto no quiere decir, naturalmente, que el hablante no importe. Al contrario: lo que hace del lenguaje una propiedad exclusiva de la espe­ cie humana es que constituye el mejor instrumento del que dispone para expresar la conciencia, su y o , y esto sólo es posible al hablar. Sin embargo, desde el punto de vista metodológico, el lenguaje, pese a ser una capacidad, una energeia, sólo resulta accesible como producto, como ergon, por lo que todo lo que digamos de él se basará en nues­ tra experiencia como descodificadores de textos. La creciente impor­ tancia que los factores pragmáticos y discursivos van cobrando en Lin­ güística se debe a esto. El hablante es autosuficiente, su capacidad es independiente de una relación social determinada, de manera que sé hablar español (o inglés o ruso...), aunque apenas me relacione con nadie. Pero el oyente no lo es: para comprender lo que le están dicien­ do necesita activar toda una red de relaciones sociales y cognitivas, ya que, de lo contrario, podría suceder perfectamente que un hispanoha­ blante estuviese oyendo hablar español sin entender lo que se dice, cir­ cunstancia impensable como hablante fuera de los contextos patológi­ cos. En lo que sigue nos ocuparemos de algunos fenómenos lingüísti192

eos que guardan relación, ya no con los esfuerzos del hablante encami­ nados a representar el mundo, sino con la actividad que desarrolla para hacérselo accesible al oyente.

10.4. La t r a n s c r i p c i ó n Y SUS EQUIVALENTES DISCURSIVOS

Como se recordará, en el capítulo V planteábamos la hipótesis de que los procesos celulares de transcripción del ADN en ARNm, traduc­ ción del ARNm en proteína y transferencia de proteínas en el citosol constituyen, respectivamente, los fundamentos genéticos de los com­ portamientos asociativos que los psicólogos de la Gestalt llamaron ley de la semejanza, de la clausura y de la proximidad. Estas leyes, decía­ mos entonces también; no sólo explican la percepción sensorial, sino también el protolenguaje que se ha podido enseñar a los simios, así como los primeros intentos lingüísticos del niño y de los adultos que se enfrentan a situaciones de contacto (pidgins). Dicho protolenguaje carece de estructura de la frase, de configuracionalidad, de recursividad, de huellas y de movimiento. Y no es para menos: estas peculiari­ dades son exclusivas del lenguaje humano y a fundamentarlas genéti­ camente hemos dedicado los capítulos VII, VIII y IX de este libro. En realidad, el paso del protolenguaje al lenguaje rio consiste en hacer algo diferente, sino en hacerlo de otra manera. De lo contrario, la evolución resultaría imposible: nadar es una cosa y volar, otra, pero lo cierto es que las aves proceden de los reptiles y que todo el proceso evolutivo se resume en que las extremidades motoras terminaron trans­ formándose en alas. En el paso del protolenguaje al lenguaje debió su­ ceder lo mismo17. Algunos procesos genéticos, que en un cierto tipo de aprovechamiento grosero bastaban para soportar aquel, fueron aprovechados al máximo y terminaron soportando también este, aun­ que sin abandonar el primero (las aves no sólo vuelan, al mismo tiem­ po son capaces de andar). Lo hemos visto a propósito del codón: su es­ tructura, leída de manera simple, asegura los empaquetamienos de ma­ terial propios de las «frases» del protolenguaje, pero, leídos de manera compleja, permiten predecir bastantes rasgos estructurales de las frases del lenguaje, entre otros su composición interna a base de especifica!7 Adviértase que una cosa es la evolución del lenguaje y otra, la de la especie huma­ na. Como veremos más adelante, el hombre y sus lenguas presuponen la constitución del yo y de la conciencia, proceso que no es ficil imaginar en términos evolutivos.

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dor, núcleo y complemento. Ahora ha llegado el momento de pregun­ tamos qué tipo de estructura discursiva puede haber sido inducida por los procesos genéticos de transcripción, traducción y transferencia. La transcripción es la conversión del ADN bicatenario del genoma en una cadena de ARNm, la cual se degradará poco después de haber sido traducida en proteína. Para ello, se requiere la intervención de una enzima, la ARN polimerasa, la cual se une al ADN en su inicio provo­ cando el desenrollamiento de la doble hélice de ADN en una cadena con sentido y otra sin sentido. La polimerasa va recorriendo la cadena de ADN al tiempo que produce, en eucariotas, un ARN precursor. Di­ cho ARN precursor se obtiene por correspondencia de bases sobre el molde suministrado por la cadena sin sentido. Como muchos genes están interrumpidos, es preciso cortar la cadena de ARN precursor y eliminar todas las secuencias que no codifican proteína (los llamados intrones), volviendo a unirse y a pegarse las secuencias que sí lo hacen (los exones)1*. Así se llega al ARNm monocatenario19. Sin embargo, la transcripción no es un proceso automático de sustitución de bases. Por un lado, no todos los genes se transcriben, pues ciertas enzimas deter­ minan cuáles están listos para ser transcritos. Por otro lado, la inicia­ ción se ensaya varias veces (es lo que se llama inidaáón abortiva), trans­ cribiéndose pequeñas secuencias de menos de diez bases, hasta que se da con una que permite seguir adelante20, el llamado promotor. A con­ tinuación se desarrolla la transcripción propiamente dicha, el proceso de elongación, la cual concluye cuando la ARN polimerasa llega a un terminador.

18 Todos estos procesos son activados por enzimas; el corte, pegado y degradación de fragmentos sobrantes por endonudeasas y exonucleasas; los desenrollamientos y en­ rollamientos de la hélice por girasas y topoisomerasas. La reacción de escisión-empalme es bastante complicada. Los intrones del ARN precursor empiezan por GU y terminan por un AG precedido de un empalme A a unas 30 pb. El proceso tiene lugar en dos eta­ pas llamadas reacciones de transesterificación. En la primera, se produce una escisión en­ tre el final del exón y el comienzo del intrón, justo delante de GU. Seguidamente se pro­ duce un lazo (¡ariat)yG\i se une a A. Luego hay un segundo corte tras AG, el cual deja libre el intrón en forma de lazo, que se degrada, al tiempo que los dos exones sucesivos se sueldan. w En procariotas se pasa directamente del ADN al ARNm, por lo que no llega a pro­ ducirse la diferenciación entre exones e intrones, ya que todo el ADN se convierte enAKNm. 20 La ARN polimerasa es una holoenzima que consta de dos partes, el núcleo enzimático y el factor sigma, que es un polipéptido. Las iniciaciones abortivas se producen mientras ambos factores están unidos: sólo tras la separación del factor sigma, le resulta posible moverse al núcleo enzimático é iniciar la e l o n g a c i ó n ; ■

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10.4.1. Exones, intrones, cistrones: el enunciadoy la oración Un fenómeno digno de consideración es el corte del ARN pre­ cursor con la caída de los intrones y la posterior reagrupación de los exones21: » » » » » » » > 5’» » » » » 3X los ladronesfueron detenidos por la policía. En cualquier caso, el niño que está aprendiendo la lengua integra los tres ingredientes aludidos con la ayuda de su aparato perceptivo habitual: • E. L Keenan, «Towards a universal definition ofSubject», en Ch. N. Li (ed.J, SubjeaandTopic,H vxv»YoA^ Academic Press, 1976, págs. 303-334.

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— La concordancia se percibe como una relación de semejanza, pues consiste en que dos elementos semejantes (que comparten unos mismos morfemas: número y persona entre el sujeto y el verbo en es­ pañol, por ejemplo) se sienten como un grupo solidario; — La suprimibilidad está relacionada con la mención anterior, es decir, con la proximidad; — La agentividad se basa en una relación biunívoca entre un suje­ to agente y un verbo de acción30, por lo que podemos concebirla como una percepción basada en la ley gestáltica de la clausura. El paso final en la adquisición de las habilidades lingüisticas del adul­ to lo constituye para el niño el dominio del nivel texto. Como vimos, también aquí operan todo tipo de determinaciones genéticas, en particu­ lar los mecanismos de control positivo y negativo responsables del enca­ denamiento de los cistrones en el operón y cuyas manifestaciones verba­ les son la coherencia semántica y la cohesión garantizada por los clíticos. Pero, al igual que en los niveles anteriores, los mecanismos innatos se unen al aporte suministrado por el mundo en forma de información en­ ciclopédica31. Y también aquí se hacen presentes las leyes gestálticas como catalizadores. Un texto, unidad formal que los niños adquieren tardía­ mente, se articula en forma de figura y fondo, en particular oponiendo la información de primer plano, ordenada de manera cronológica, a la infor­ mación de segundo plano, la cual no sigue este requisito. Pero, además, las unidades del discurso escrito, los párrafos, se organizan siguiendo alguna de las leyes perceptivas que hemos mencionado32. Y otro tanto puede de­ cirse de las unidades del discurso oral, de la conversación33. : 30 El nombre Pedro no es un nombre de agente, pues tenemos veo a Pedro, sólo lo será como sujeto de un verbo de acción en Pedro corre, por ejemplo. t 31 Es lo quej. Petófi, «Towards an Empirically Motivated Grammatícal Theory ofVer-, bal Texts», en J. Petófi y H. Rieser (eds.), Studies in Text Grammar, Dordrecht, Reidel, 1973,. págs. 205-273, llama gramática textual del tipo IV, la cual asigna a cada texto lineal dado to das las representaciones sintáctico-semánticas admisibles (bases textuales), genera todos loü tipos de bases textuales posibles y proporciona procedimientos de comparación de textos. 32 Lo advierte M. L. Pérez Juliá, Rutinas de la escritura. Un estudio perceptivo de la uni­ dadpárrafo, Universidad de Valencia, LynX, 1998: el párrafo glosa, organizado sobre una estructura paralelísdca en la que cada idea se completa con otra que la desarrolla, se basa en la semejanza; el párrafo de acotación añade elementos extemos que guardan una re­ lación subordinada con el principal y se basa en la clausura; el párrafo de recapitulación enlaza líneas narrativas que tienen algo en común y se basa en la proximidad. 33 Cfr. B. Gallardo, Lingüísticaperceptivay conversación: secuencias, Universidad de Va­ lencia, LynX, 1993: las secuencias de conformidad (en peticiones, invitaciones u ofreci­ mientos) se basan en la semejanza; las secuencias laterales que tratan cuestiones relacio-

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11.5. J u s t i f i c a c i ó n

g e n é t ic a . DE LAS ETAPAS D E A D Q U ISICIÓ N

Hay que decir que lo que sabemos empíricamente sobre los proce­ sos de adquisición del lenguaje por parte de los niños se ajusta bastante bien a estas previsiones. Hasta hace poco estos estudios se limitaban a constatar la complejidad creciente de los procedimientos gramaticales empleados en cada etapa y el aumento de longitud de las secuencias. Sin embargo, Pinker34 ha estudiado el cómo de las distintas transiciones en­ tre etapas. Según él, los procedimientos que permiten convertir la infor­ mación semántica del mundo en información sintáctica de la lengua se basan en lo que llama semantic bootstrapping, es decir, en un reconoci­ miento de papeles semánticos ligados a categorías gramaticales y en un ulterior aprendizaje distribucional ligado a la estructura de aquellos as­ pectos del lenguaje que no son transparentes semánticamente. En otras palabras que las categorías y subcategorías están semánticamente motiva­ das, según muestran los sistemas axiales de arriba, pero este basamento perceptivo debe combinarse con información estructural relativa a tipos de construcción y a relaciones jerárquicas entre construcciones. ■ Según dijimos páginas atrás, en el aprendizaje del lenguaje por los niños se van sucediendo una serie de gramáticas parciales que los es­ tudiosos han denominado interknguas. Cada una de estas interlenguas resulta de adecuar ciertas estructuras genéticas a ciertos requisitos con­ textúales, es decir, son en parte innatas y en parte adquiridas. Natural­ mente, cada fase es más compleja que la anterior y, conforme nos acer­ camos al patrón definitivo de la lengua adulta, va aumentando el ingre­ diente foráneo y disminuyendo el que está prefigurado en los genes. La pregunta que ahora nos formulamos es la de si esta sucesión de códi­ gos gramaticales, progresivamente más parecidos al que servirá de base a la lengua de los adultos, está prefigurado de alguna manera en el genoma. Adviértase que este requisito parece razonable, pues los da­ tos contextúales se reciben siempre de forma global35 y el acervo de innadas se basan en la proximidad; las secuencias de historia, que desarrollan un asunto completo, se basan en la clausura. ■ :; - M S. Pinker, Language leamability and language devebpment, Cambridge, Harvard University Pres, 1984. v ,¿v; j 35 Habría que matizar esta afirmación. Evidentemente la información cóntextual que puede procesar un niño depende de su grado de madurez y el de dos años no percibe lo que percibe el de diez. Sin embargo, la adquisición del código lingüístico se

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formación estructural presente en el genoma, que interactúa con los anteriores, es siempre la misma. Que la interlengua definitiva In sea el resultado de una sucesión I 1 > I2 > I 3 > ... > I" no es, pues, la conse­ cuencia de la aparición de nuevos datos contextúales ni de la activa­ ción de nuevas estructuras gramaticales, sino algo planificado formal­ mente y que se repite de maneras bastante parecidas en todos los niños que aprenden un idioma, aunque varíe de lengua a lengua, pues cada una modela dicha sucesión conforme al patrón lingüístico que le es propio. Los procesos de desarrollo embrionario están regulados génicamente de dos maneras, a base de gradientes y a base de cascadas. Las cascadas son fáciles de entender: consisten en una serie de controles sucesivos, de manera que la activación de un gen en una fase controla la expresión de otro gen en la siguiente, mecanismo muy frecuente en los bacteriófagos y que regula el cuándo de la expresión génica. Los gradientes son necesarios porque existe un segundo problema. Puesto que el desarrollo comienza en un único huevo, la pregunta no es sólo cómo controlamos el momen­ to en que se expresa un gen, sino también cómo determinamos el lugar en que lo hace, esto es, cómo regulamos el dónde, pues todas las células tienen los mismos genes y, sin embargo, las que se desarollan cuando se foima un miembro del cuerpo son diferentes de las que se desarrollan cuando se forma otro. Este segundo problema se ha estudiado con mu­ chos animales, sobre todo con la mosca DrosophHo, y se ha descubierto que existen unos genes de segmentación, llamados genes homeóticos, que delimitan zonas cadá vez más pequeñas del embrión. Estos genes es­ tablecen gradientes horizontales, desde el polo anterior hasta el posterior; y gradientes verticales en sentido dorso-ventral. Es fácil darse cuenta de que estos procesos, con todo lo fascinantes que resultan para la imaginación, no tienen otra cosa en común con el desarrollo del lenguaje que el hecho de basarse en un programa. Las lenguas no son estructuras espaciales y, aunque sus productos textuales sí lo sean; su característica principal es que los diferentes segmentos no ¡ están fijados a una posición. Ninguna mosca tiene los ojos en el abdo-‘ i men, pero muchas oraciones del español aparecen con el sujeto al final y también es posible contar una historia in medias res, sin seguir el or­ den temporal de los acontecimientos. Por otro lado, las fases tempora­ les en que se van sucediendo las distintas interlenguas no son las mis­ mas en cada niño, mientras que el desarrollo de los embriones sigue un orden estricto. Esto quiere decir, por ejemplo, que hay niños que desarrolla en un periodo muy breve, entre los dos y los cuatro años, mientras que la ma­ duración cognitiva se alarga hasta la pubertad.

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adquieren antes las condicionales y otros que adquieren antes las ad­ versativas, aunque, evidentemente, todos adquirieron las copulativas con anterioridad a aquellas. En el lenguaje lo que existe es una suce­ sión de etapas progresivamente más parecidas a la etapa adulta final, pero no podemos hablar de una cascada de cambios en ningún caso. El antecedente formal más parecido a las fases de la evolución lin­ güística son los llamados seudogenes. Se trata de restos fósiles de la evo­ lución que, como consecuencia de determinadas mutaciones, dejaron de poder codificar las proteínas que regulaban y quedaron depositados en la parte inactiva del genoma. Estos seudogenes se representan con una antepuesta al nombre del gen funcional y aparecen en el geno­ ma algunas kilobases antes que el gen: por ejemplo, el seudogen ^(32 del conejo es muy parecido al gen [31 que produce la globina de dicho animal; la única diferencia es que en el seudogen se ha elidido una base en el vigésimo codón, por lo que la traducción termina de mane­ ra prematura y ya no se distinguen los intrones de los exones. Una pre­ gunta que se han formulado repetidamnte los biólogos es la de por qué no se eliminan estos seudogenes que representan etapas abortadas de la evolución y que no codifican proteína. Tal vez su utilidad no sea funcional, sino formal, precisamente en el dominio del lenguaje. Si ^¡31 > ^¡32 > I2 > I3... prefiguran el que condu­ ce a In, se entendería su utilidad. De la misma manera que los genes basu­ ra constituyen un modelo para la estructura de la frase y para ciertos mo­ vimientos estructurales, los seudogenes constituirían un modelo para re­ gular el proceso de adquisición lingüística a través de varias interlenguas sucesivas. Es verdad que los seudogenes siempre están inactivos —es de­ cir, no codifican proteína—, mientras que las distintas interlenguas dan lugar a productos lingüísticos reales durante la fase de aprendizaje. Sin embargo, lo que estamos proponiendo es una hipótesis basada en el pa­ ralelismo entre la evolución lingüística y la adquisición lingüística, entre la filogénesis y la ontogénesis: las versiones antiguas del código ya no pue­ den producir secuencias lingüísticas, como es natural, pero se aprovecha­ rían para modelar las versiones tentativas del lenguaje infantil. ; 11.6. J ustificación genética DE LA CREATIVIDAD

Otro problema serio a la hora de entender la especificidad del len­ guaje humano es el de la creatividad. Se ha dicho que el código lingüís­ tico es complejísimo. Se ha destacado asimismo lo inverosímil que re248

sulta el hecho de que el aprendizaje de dicho código por los niños se produzca en un breve lapso de tiempo y en apariencia sin esfuerzo al­ guno. No obstante, lo verdaderamente admirable es el uso que los hu­ manos hacemos de dicho código. En principio, es posible construir programas de ordenador más complejos que el código lingüístico de las lenguas y, por supuesto, la asimilación de dichos programas por el hardware de un ordenador potente también es más rápida que el aprendizaje del código lingüístico por los niños. Lo que en el ser hu­ mano admira y, en cambio, ha hecho fracasar todos los intentos de la llamada hipótesis fuerte de la inteligencia artificial36, es aquello que no­ sotros podemos hacer con el lenguaje y ningún ordenador ha logrado jamás. Se trata de algo bien simple: acomodamos a un número infini­ to de situaciones semánticas nuevas, es decir, crear. La creatividad del lenguaje es consustacial al ser humano, pues constituye la base de su libertad. Como decían los filósofos antiguos, el animal y la máquina se rigen por las leyes de la necesidad, el ser humano, también, por las de la libertad. Gracias al lenguaje y a su capacidad creativa, les faltó añadir. La pregunta que nos formulamos ahora es la de si en el código ge­ nético existe algo parecido. Hay razones para pensar que, en efecto, así es y que dicho mecanismo es el reordenamientogénico que se produce en las inmunoglobulinasi Las inmunoglobulinas (Ig) o anticuerpos son proteínas que el cuerpo sintetiza para luchar contra la presencia de agentes externos (producidos por virus, hongos, bacterias e, incluso, elementos inocuos en el caso de las alergias), los antígenos. Dichas Ig son de cinco tipos (IgM, IgG, IgA, IgD, IgE) y constan de cuatro cade­ nas de aminoácidos, dos cadenas pesadas iguales, que son específicas (y para IgG, (i para IgM, a para IgA, 8 para IgD y e para IgE) y otras dos cadenas ligeras iguales ( k o X); ambos tipos de cadena tienen par­ tes constantes y partes variables. El problema que se le plantea al orga­ nismo es el de cómo producir, a base de unas pocas decenas de miles de genes, un número enorme de anticuerpos, del orden de miles de millones, a menudo anticuerpos que neutralizan el efecto de antígenos desconocidos con los que nunca ha entrado en contacto y alguno de los cuales todavía no existe en el mundo. Es exactamente el mismo problema que se le plantea al código lingüístico, el de construir oracio­

36 La hipótesis fuerte de la 1A considera que la mente es lina máquina biológica, es decir, que la red de sinapsis neuronales es similar a los circuitos de un ordenador por lo que, en teoría, la IA llegará a poder simular cualquier proceso cognitivo humano.

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nes y textos capaces de verbalizar infinitas situaciones del mundo, la mayor parte completamente nuevas para los hablantes. La solución del organismo es muy original. Los linfocitos B, que se producen en la médula, migran hacia los órganos periféricos (ganglios, bazo) y atrapan allí los antígenos. Cada linfocito posee un IgM especí­ fico que reconoce su correspondiente antígeno y, acto seguido, sinteti­ za IgG, IgD, IgE e IgA. En el ADN de una célula cualquiera que no sea inmunocompetente se encuentran: las secuencias que codifican para las regiones variables de la cadena pesada |a, que son unas 100 secuen­ cias tipo v’, unas 50 secuencias tipo D y unas 6 secuencias tipo J; una secuencia C que codifica para la parte constante de |i. Pero en la célu­ la inmunocompetente, capaz de sintetizar Ig (en los linfocitos B) se produce un reordenamiento génico, de manera que sólo se escogen al azar una secuencia v’, una D y una J, las cuales se acercan en el ge­ noma a la secuencia C. Ello nos da 30.000 combinaciones posibles (100 x 50 x 6 ) para las que no son necesarios 30.000 genes, sino tan sólo 100 + 5 0 + 6 + 1 = 157 secuencias distintas. Además existe flexi­ bilidad de recombinación, pues v5, D y J pueden empalmar en puntos distintos, con lo que se llega a unas 180.000 combinaciones. A su vez la cadena ligera k resulta de combinar 100 secuencias v’ con 5 secuen­ cias J, lo que da 500 posibilidades, las cuales, al multiplicarse por tres debido a la flexibilidad de recombinación, conducen a 1.500 tipos. Al asociar las dos cadenas pesadas jx con las dos ligeras k (lo cual tiene lu­ gar en el retículo endoplasmático) obtenemos 180.000 x 1.500 = 270 millones de IgM distintos. Nuevas variaciones debidas a mutaciones en la región variable amplían las posibilidades hasta 10 11. Es fácil darse cuenta de que estos procedimientos de ampliación de tipos constituyen un modelo formal viable para explicar la creatividad sintáctica de las lenguas, siempre que se acepte la hipótesis de este li­ bro, esto es, la de que las formas del código genético prefiguran las del código lingüístico. Los lingüistas han destacado que, desde el punto de vista formal, la sintaxis de las lenguas consta de un álgebra de Boole junto con un sistema de movimientos de símbolos37. El álgebra esta­ blece todas las combinaciones posibles entre los elementos de varios ti­ 37 Se trata de la etapa alcanzada por el primer modelo generatívista, el de N. Chomsky, Syntaclic structures, The Hague, Mouton, 1957. Por supuesto desde entonces las ideas generarivistas han cambiado mucho y han incorporado un componente semántico al tiempo que limitaban severamente lo sintáctico. Sin embargo, por lo que a la sintaxis se refiere, la existencia de una combinatoria y de reglas de movimiento parece difícil de re­ batir. Como siempre, el genoma plantea un punto de llegada, de ninguna manera la for­ ma elaborada de un idioma real. 250

pos categoriales y el sistema de movimientos aleja o acerca algunas de estas categorías, si bien ambos procedimientos están sometidos a nu­ merosas restricciones que limitan su poder generativo. Por ejemplo, una lengua que sólo tuviera dos determinantes, mil sustantivos y mil verbos intransitivos permitiría formar 2 x 1.000 x 1.000 = 2.000.000 de oraciones; suponiendo que el verbo pudiese anteponerse libremente al grupo Det+N, llegaríamos a cuatro millones de combinaciones, etc. Así se obtiene un cuadro de conjunto que recuerda muy de cerca el de los reordenamientos génicos de las inmunoglobulinas.

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