Feminismo Genero Y Diferencias (S)

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D irig id a p o r Alejandra Castillo

Nelly Richard

Feminismo, género y diferencia(s)

Palinodia

Rcgitrr» discuno íni:nú>:. curro por.de Mibrtyar la inuMial cabida que Mariano Ajuirre, «ditor del Suplemento Libro* del diario Lj le dio a la reflexión «obte cultura * pinero en lis pig. ñas d íl Suplemento No «óVí tal coyuntura no ve ha vuelto a repetu sin.» que la critf.a feminista ha ido perdiendo cada ser nvi» terreno público. • F.l espacio d t la c r.:^ a Ik e ra ra fem inista (u n esp.-sn que com parten Raquel O le a. Eugenia Is iit i K cn iy O y irru i N.Jedad B o n .h i. (lia n a O rte fi y o«>-¡ w fue arm ando, en C U t , «obte ú In te de algunos gtupo* de (n b a jo y reflexión. enere ¡u j cu ites d e hcnvit m encionar el T iU tr d t lit r x i t t 'j j c /ltttj f i w n i i u d ir.y.klo por M ercedes Valdivieso en nos-iembtr de 1983 en el C ircu lo de Estudio* de í j M ujer, el tille » que «* desarrolló sim u liJn ran iem c a la parparación del C u g ru a d t L b iur,i F< K *n )n j L M tiM tM rrK Jm (I9 8 7 > « n li S E C H : «I taller I k i h m i d t M ujerrr de I j C o a ile la M u jer I j M orada que convocó al “ Encuentro con C.aheiela M is iriP (Santiago de C h ile -A rio s. 1989): t i ssuto dictado por K rrtiy O y a ra in sobre TtotU h t t ’.t r u Fem inift* U u n * tm r n .jn ,t en lu Facultad de F i Visoria y lite ratu ra de Ij U ni'.ersidid de C h ile (enero 19 ) 2 1

Literatura de mujeres y escritura femenina: ¿cómo textualizar la diferencia gcncrico-sexual?

Es ya materia de relativo acuerdo docr que “en los últimos dic7. anos cn O tile las mujeres han producido una notable cantidad y calidad de textos literarios"'. Se cita como prueba de ello un signi­ ficativo conjunto,de nariadoras (Díamela FJtit. Mercedes Valdivie­ so. Ana Marra u d Río, Pía Barros. Guadalupe Santa Cruz. Sonia Montecino. etc.) y de poetas (Carmen Beienguer. Soledad Fariña. Eugenia Brito, letesaAdriasola. Malú Uiriola, Nadia Prado. Mari­ na Arraie, etc.) cuya lista testimonia de cómo las mujeres protago­ nizan una toma colectiva de la palabra literaria. A diferencia de lo transcurrido hasta ahora en la ttadición literaria nacional, “recién en los años 80 la mujer escritora chilena trasciende su aislamiento individual Pareciera que por primera vez puede hablarse de escritura de mujeres, así. tnp lu­

ral . Y sin duda que el Congreso de l iteratura Femenina de 1987 le dio visibilidad pública al tramado poético y literario de una constelación de voces signadas por la misma pertenen­ cia de género de sus auroras. Pero, ¿es lo mismo hablar de “li­ teratura de mujeics que de "escritura femenina"? ¿Basta supo­ ner que la escritura femenina es. por definición, una escritura de ia diferencia o bien debemos analizar cóm o lo “femenino" rcconjuga sus marcas de diferenciación simbólico-sexual en la materialidad cscritural de una poética de la transgresión? L i "literatura de mujeres" designa un conjunto de obras literarias cuya firma tiene una valencia sexuada, aunque las auto­

' O Ic j. R .. ep. tu.

V > !cj*: Runthi. 'Itv tiira Je mofcro' cn l n JfttSe Lt m ujer. O íg i G n u («S )■ Santiago. U M o r*),/C u rto IW J . p. IM .

ras de estas obras no se hagan necesariamente cargo de la pregun­ ta — interna a la obra— de cóm o textualizar la diferencia genérico-scxual. La categoría "literatura de mujeres" delimita su

corpus en base al previo recorte de la identificación sexual de las autoras, y aísla ese airpm para que la crítica feminista aplique un sistema relativamente autónom o «le referencias y valores que le confiera unidad de género a la suma empírica de las obras que agrupa. Es derii que la "literatura de mujeres" arma el corpas sociocultural que contiene y sostiene, empíricamente, el valor analítico de la pregunta que debe hacerse la critica liteiaria femi­ nista en torno a las caracterizaciones de género de la 'escritura femenina". Algunas críticas literarias feministas buscan responder'esta pregunta rastreando las caracterizaciones de la mujer a nivel ex­

presivo (buscando un “estilo" de lo femenino), o bien a nivel temático (valorando un argumento literalio centrado en “imá­ genes de la mujer" que, pot lo general, sugieren una identifica­ ción compartida entre el personaje femenino y la narradora m u je r). Esa crítica literaria que pretende descubrir las caracteri­ zaciones expresivas y temáticas de lo "femenino' en una prolon­ gación lineal del "ser mujer de la autora, suele basarse en una concepción reprtsentacionalde la literatura según la cual el texto es llamado a expresar realistamente el contenido experienaal de las situaciones de vida que retratarían la "autenticidad" de la condición-mujer o bien, en clave más directamente feminista,

t* So n¡*f ocurre cuando ’rv.SK un cotuiantt interno de transgredir loilfmitei que separan i! pertor-ije de mi a c id a ra (. >. La v¡m u n to narrativa como li del person? c hice una v prrtendf afumit ti pii-ibra femenina en ;ctmi: n genéricos í„ J. La narradora no salo inventa. tambifa se involueu emodomlnvenie c«n su person»ir". Marcela Sabaj. * Texto, cuerpo, muier" (a propósito de 'E l tono menor del slc*eo“ de Pía Borras) en el Suplemento literatura y Libras N )89. noviembre 1991. ilf¡ d.lrio /_*» É f fti

el valor |>os¡civo (afirmativo y reivindicativo) de la toma de con­ ciencia anti-patriarcal de su identificación de genero*. Me parece que ese upa de crítica feminista, al desatender la materialidad sígnica del complejo escritura! y la energía signi­ ficante que despliega y refbrmula la maquinaria textual, se topa con serios problemas y limitaciones teóricas: por una parte, su concepción naturalista del texro — el rexto concebido como sim pie vehículo expresivo de contenidos vivciicialcs— defiende un tratamiento realista de la literatura de mujeres que se ve desafia­ do |x>r aquellas otras obras donde la escritura protagoniza un trabajo de desestructuración-t ecsciucturación de los códigos na­ rrativos que violenta la estabilidad del universo leferencia! y que, por lo mismo, desfigura todo supuesto de verosimilitud de los mecanismos literarios de personificación c identificación feme­ ninas. Por otra parre, el tratamiento contenidista de lo femeni­ no como una categoría que debería expresar el referente pleno de una identidad-esencia supone que la relación entre "las muje­ res que escriben' y "escribir como mujer" es lineal y homogénea, sin tomar en consideración el modo cn que identidad y represen­

tación se hacen y se deshacen incesantemente cn el transe-uno del texto bajo las presiones alteradoras del dispositivo de remúdela* ción linguístico-simbólica de la escritura. Ambas dimensiones — la escritura como productividad textual y la identidad como juego de representaciones— son lasque sí incorpora la nueva teo­ ría literaria feminista, para construir y desconsmiir los signos de lo “femenino” que, lejos de naturalizarse como una referencia in­ variable, cambian de máscaras en el interior del texto. ‘ *EI r rli'u k lu .e c.icfpo t!< mujer, u croiiu, se aucodotiiiye en rn C i> uu rr.tf

'F ite lo io d c w¡"

Je M arina Arrute, publicada t il Rcvími / .,/ V i l l;.l..ñ tn t t p e á J i M ujer )• escri m ía , Ca.icepción, agosto 198.\ ts mía la tradi#cii>.-i Je « U » K iiu rv a , i-a R t w lta itx rf.v L a n p u g t fcS tu p it, Paró Sr..i!

>974 y /W>v'«ptt. Parí». Seuil. Í97?,

siempre en movimiento d cn:cc interdialéctico de varias fucr/as de subjetivación. Serían dos lis tuerzas principales que, según J. Kiisteva. se oponen entre si: por un lado, la fuera racionalizado™ -ton-

cepttutiixante(masculina) que simboliza la institución del signo en gatanrla del pacto sociocomunicativo de la cultura y, por otro, la fuerza icmiótico-puUional(femenina) que desborda la fir.imd de la palabra con

energía trarvsverbal Si bien ambas fuerzas co-actúan

en todo proceso de subjetivación creativa, es el predominio de una fuerza sobre la otra el que polariza la escritura en términos sea mas­ culinos (cuando se impone la norma estabilizante) sea femeninos (cuando prevalece e¡ vértigo desestructurador). M is allá de la iden­ tificación del género sexual “mujer', cierras experiencias-limitede la escritura que se aventuran en los bordes más explosivos de los códigos de sentido (tal como sucede —-según la misma Kristeva— con lis vanguardias literariis). son capaces de desatar dentro del len­ guaje la pulsión heterogénea de lo semiótico-fémcnino; una pul­ sión que revienta el signo y transgrede la clausura paterna de las significaciones monológicas, abriendo la palabra a una multiplici­ dad de ritmos y quiebres sintácticos. M is que de escritura femenina, convendría, entonces, hablar (cualquiera sea el género sexual del sujeto biográfico que firma el texto) de unafeminización de U escritura: una feminiza­ ción que Se produce a cada vez que una poética o una erótica del signo rebalsa el marco de retención/contención de la significa­ ción misculina con sus excedentes rebeldes (cuerpo, libido, goce, heterogeneidad, multiplicidad) para desregular asi la tesis nor­ mativa y represiva de In dominante cultural. Cualquier literatu­ ra que se practique como disidencia de identidad en contra de! formato reglamentario de la cultura masculino-paterna; cual­ quier escritura que elija hacerse cómplice de la rittnicidad trans­

grosura de lo femenino-pulsional, despicaría d coeficiente m i­ noritario y subversivo (contradominante) de lo "femenino". Dicho cn palabras de Delcuze-Guattari, cualquier escritura que husca descontrolar las paulas de la discursividad masculina/he geinónica estaría virtualmcntc compartiendo el “devenir -m i­ noritario" de un femenino que opera como paradigma de dcstcrritorialrcación de los regímenes d t poder y captura de la identi dad normada v centrada por la cultura oficial '. La tesis de Kristcva plantea una experiencia del lenguaje dividida entre los dos bordes que orillan el habla — el borde infci ior (femenino) de lo psicosomjiicoyd borde superior (mas culino) de lo lógico-coriccprual— como bordes que no se ex chiven rígidamente uno a otro sino que se cruzan interdi..!. , ti camente. El interés de este planteamiento consiste cn potenciar una contradicción móvil entre pulsión y concepto, entre flujo v

legmentación que, en el interior de la producción textual, diluye la oposición rígida entre “masculino" y "femenino". Al rechazar toda coincidencia natural entre determinante biológica (ser mu

jer) c identidad literaria (escribir como mujer), podemos expío rar las brechas y los descalces de representación que se producen entre la experiencia «Id género y sus puestas en «cena enunciati­ vas. La elaboración critica de un intervalo de no-coincidencia cn las escrituras v las identidades permite convertir lo femenino cn ' ' C o Íin k Ic .-oi. cii-, p. 125. ‘ Díamela Ellir. ‘ CMotionano' en Numero Especia!deli iev.»u ¿iir.Coixcptiita, «gofio 1987.

feminista debe necesariamente entrar en el detalle (discursivo c ideológico-literario) del comportamiento escritura] de los textos, para

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terminar censurando, en nombre de Lt diferencia sexual

que marca el grupo social de las mujeres, aquellas diferencial tex­

tuales que, por ejemplo, enfrentan ciertas producciones femeni­ nas aún subordinadas a una ideología literaria eleL¡ representación (expresiva-femenina o militante-feminista) a aquellas otras escri­ tura» antirrcprescntacionale.% que sospechan tanto de la categoría autoevidente de lo femenino como del determinismo genéricosexual de un vector homogéneo de unificación del texto. Marcar una diferencia entre ¡os textos le sirve a la crítica literaria feminista para separar "dos tendencias extremas en la actividad cultural de oposición: una que tiende a dar por sentados los procesos de sig­ nificación" y que les encarga a los significados “ya constituidos" la tarea de vehicular el mensaje de oposición, y otra que "considera el carácter ideológico del proceso de significación como algo que hay que desaliar", basándose en la idea “de que los modos habí males de representación constituyen formas de la subjetividad — el sujeto fijado por el carácter cerrado de la obra, por ejem­ plo— características de una cultura patriarcal o masculina, y que escribir ‘al modo femenino’ es en sí desafiar la constitución ideo­ lógica de los modos predominantes de representación'' . Reincorporar la escritura de mujeres a las dinámicas de cntrecruzamicnto polémico de las múltiples series discursivas c ideológicas que animan las tradiciones literarias del texto, obliga la crítica feminista 3 pensar lo femenino siempre en tensión con el marco de la iiuertextualidad cultural, y no como una dimen­ sión pura y homogénea que se mantendría ais!ada de los proce-

r AniKtK Khuii. < in r iü

NI «drill, Cátedra.

pp 31/32.

sos tic institucionalización de l.i cultura. Reubicar el texto de las mujeres como una parte activa de la tradición cultural con la que ésta dialoga y cuya autoridad interpela, permite entender mejor la relación continuidad/ruptura que puede llevar !a "dife­ rencia'" a interrumpir los sistemas de identidad y repetición ofi­ ciales. Ninguna tradición literaria est.í herméticamente sellada por la£on?imiidad de una sola y única voz '. Lengua, historia y tradición no son totalidades monolíticas, inquebrantables, sino secuencias formadas por distintos — e 11 regulares— planos de consistencia U ¡’x i'U . SjniLipu. Omitoctinco, 1986. "¡unHt. Santiago, Planeta. 1988: M Buenos Aire». l’Uncu 199 i.

Experiencia, teoría

yrepresentación en

lo fem enino-latinoam ericano'

Los grupos feministas han reaccionado diversamente a la incorporación de la teoría como instrumento de foimación y lucha intelectuales para las mujeres. Los movimientos fem i­ nistas más directamente vinculados al activismo social tienden a desconfiar de la teoría por considerarla sospechosa de repro­ ducir las condiciones de desigualdad opresiva ligadas a una “división del ti abajo” que opone el pensar al hacer, la abstrac­ ción de los libros a la concreción de la experiencia, la especula­ ción mental al contacto físico con la realidad diaria, la clase media intelectual al m undo popular. Muchas feministas toda­ vía creen que la intelectuali/ación del discurso hace caer a las mujeres en la trampa falocrática que vincula el podcr-de-la ra­ zón a la razón-como-poder. La teoría sería, para esas feminis­ tas, un discurso de autoridad culpable de repetir la censura mantenida durante siglos por el do m in io conceptual del Logos (masculino) sobre la cultura del cuerpo y del deseo que asocia, namralmcntc, lo femenino a lo subjetivo y lo afectivo del “yo" vivcncial. ' Esta n u r-t versan c v ís ík J j udcl\n; M tuiettjf tb ilti» , Sm m go. C um io Piopio. 1991. p. JO.

¡itl

nes y combinaciones de registros heterogéneos. Lo que precede y excede el I ogos occidental como sustancia rebelde a su hege­ monía culturizadora, no permanece fijamente retenido y con­ signado en ta dimensión originariamente pura (inalterable) del ser latinoamericano. Fijar para siempre lo femenino en la ima­ gen del cuerpo-naturaleza de América Latina como ten ¡torio virgen (símbolo pie moderno de un espacio-tiempo aun no con­ taminado pin la lógica discursiva de la cultura del signo) deshistoriza el significado político tic las prácticas subalternas cuyas opera­ ciones de códigos reinterpretan y critican — híbridamente— los signos de la cultura dominante, desde el interior mismo de sus correlaciones y mezclas de podei5, Si bien la academia norteamericana amenaza con tra­ ducir la producción local del feminismo latinoamericano a su registro hcgcmónico, es peligroso que la crítica feminista se proponga com o rarea el rescate m ítico de una “otredad" latinoamericana como cuerpo vivo y dotado de una energía natural que, a su vez, simbolizaría el acceso directo a un co­ nocimiento m is verdadero — por auténtico— de lo subal­ terno y de lo femenino. Dicha imagen ratifica, sin saberlo, un esquema de "división global del trabajo" que ha siempre colocado a “Latinoamérica en el lugar del cuerpo mientras el Norte es el lugar de la "raheza /fue h¡ pierna', razón por la

'Ju n to can Míuí.ii l i alternativa q.if consisie rn recuperar orígenes de la mujer latinoamericana... en Ij madre anuncelMiia, en e¡ despojo marginal ijuc funciona como paradigma de lo femenino1’ niedant: una hiitor.i 10 Usosde representación. 1-0 femenino no es el dato expresado por una identidad ya resucita (“ser mujer”), sino un conjunto inestable de marcas disímiles a modelar y producir: una elaboración múltiple que incluye el género en una com bi­ nación variable de significantes heterogéneos que entrelaza dife­ rentes modos de subjetividad y contextos de actuación E.sta di­ mensión situacional de la diferencia-mujer es la que debería ser­

’ Ju lii Kmtcv*. T i tiempo ce l«m u |e itf" en D ttjtt/em im - rj N'*I0. México 199V p. 357. " C h a n a l Mouftc, ‘Ftm iim m o. ciud*¿iní* y pc.iiici dcfnocrJctca cr. tfr. ,;r,i d r O t if J CulturalN * 9, Sinii*gO. 1994. p. 56.

le inás útil a la reflexión del feminismo latinoamericano ya que permite pluralizar

I99 i. |>. 196.

tabilizada) antes que l.i articule o l.i desarticule la práctica del texto. La mecánica distributiva del mercado señaliza los rasgo* de lo femenino y lo latinoamericano a través de patrones de ¡denudad fácilmente manipulables, para que los receptores de las obras de escritoras latinoamericanas se ajusten redundante­ mente a la imagen de Lector(a) Modelo que fábrica para ellos la industria cultyJiatMcon sagacidad sociológica y con un brillante sentido de la media estadística"1*. Las obras promovidas por el nuevo mercado rranscultnral de identidades segmentadas y cata­ logabas son obras que suelen reflejar una doble ilu¡ió)i represen­

tativa: 1J creen en una estética naturalista que le asigna a la escri­ tora la tarca de ilustrar ternas v contenidos previamente articula­ dos por el discuto social haciéndolos literariamente reconoci­ bles mediante repeticiones y transposiciones mecánicas, y: 2) pretenden a la vez que estos temas y contenidos identifiquen una dase homogénea de lectoras ¡pie revalidarán el sentido co­ m ún de la pertenencia de género cn la ilustratividad del estereo­ tipo mujer latinoamericana". Reconocimiento c identificación son las claves tranquilizadoras que comunican a !a lectora con una matriz de significación donde !o legible nace del calce predeter­ minado (invariable) entre significante y significado. La no-prohlcmaticidad del lenguaje cn la literatura comercial ayuda a ‘‘las estrategias del marketing lircrario’ de un femenino cuva repre­ sentación global i/.uia "convoca tanto a rescatar lo esencialmente auténtico como, también, el encanto femenino universal que produce una identificación ampliamente extendida ordenando acontecimientos históricos a t ravés de los cuerpos de mujeres a fin de vincular la pcrs|xi.tiva política al universo íntimo. De este

’ Umberco Eco. E lIn ttr tn filM * . B uc d o iu, Lumen. 19S1 |' 82.

modo la femineidad ocupa un rol central en establecer puentes entre las disyunciones locales y globales, reconfigurando mensa­ jes en una promesa novedosa de unificación"

En contra de lo

que dictan esta», regias del mercado literario globaÜzado, la críti­ ca feminista debería interesarse en proyectar lo femenino no como una representación homogénea y homogeneizante, sino como un vector de dttttiurawiento significante que interroga los mecanismos de unificación del sentido y de la identidad que (también) operan en la formación discursiva llamada ‘ literatura de mujeres". Acentuar teóricamente esta función dcsestabilizadora de lo “femenino" que se resiste a cualquier oposición bina­ ria (masculino/femenino, identidad/diferencia, centro •' periletia, etc..) sólo es posible desde un feminismo la(s) diferencia^: un feminismo que postula múltiples combinaciones de signos en ‘ transiciones contingentes" (Laclau-MoulTe) entre registros hcteiogeneos, plurales y contradictorios de identificación sexual, de representación social y de significación cultural. Nada más alejado de este feminismo teórico de la(s) diferencia(s) que aborda el significante “mujer’* en la discontinuidad de sus planos de representación discursiva, que el rescate de lo vivencia! contó conciencia primaria de un femenino latinoamericano reducido fusionalmcnte a los mitos del cuerpo y la orahdad.

* M u id lo , op cu., p 809.

Los desafíos crítico-políticos del fem inism o deconstructivo

Los más recientes diálogos del feminismo con el psicoa­ nálisis y la deconstrucción llevaron las categorías "mujer"sexo" “género" a experimentar múltiples disociaciones de significado según las cuales ya no es posible concebir la identidad — ni fe­ menina, ni feminista— como algo que se ciei ra lint-alíñeme so bre un núcleo garantizado de atributos picdctcrminados. El psicoanálisis ya le había enseñado a la crítica fcmiimia la fuerza dcscentradora, cxccntradora, del inconsciente que rompe el equilibrio de la identidad-Una (sea masculina sea femenina) con la negatividad heterogénea de energías contrarias a tuda con­ solidación del yo. El psicoanálisis le enseñó al feminismo que ya no podemos confiar en un yo-"mujer~, unificado por alguna matriz homogénea de femineidad, porque ningún sujeto— ni masculino ni femenino— coincide plenamente consigo mismo. Jum o al psicoanálisis, las filosofías de la deconsimcción ponen cn duda ¡a consistencia de un ‘ ser mujer" que exprese

naturttbnentt una femineidad originaria; ellas rompen con el guión metafísico de las oposiciones binarias entre términos ab-

' E ü f < i e' r o i o »lc un* c o n lr r c n c ii leída cn sobre el mundo, ¿parece Is ¡mxttidumbre de ti el mundo puede 1er ieorií*do". Natvcy H uiso c k "Foticault un power a theory tor womcu" en tvm im sm / p I63-16Í. { la «aducción e* mi*).

Por mucho que eviterno* caer en lecturas conspirativas, 110

podemos dejar de notar que las filosofías de la deconstnrc-

ción emiten signos perversos, l.a postmoderuidad de fin de >i glo se confiesa trizada por la crisis de las jerarquías universales (centralidad, totalidad, finalidad) que gobernaban el pensamiento tic lo Uno; la postmodernidad acusa la* fallas de aquel sujeto desde siempre dueño de la metafísica occidental y, mediante un geno bastante insidioso, decide ahora reaccnniar favorablemen­ te — con una marcacomplicitariamente femenina— toda la se tie de crizaduras y descomposiciones de la misma tradición talogocíntrica que usó, durante siglos, para excluir a lo no-masculi­ no de su narración maestra. Antes, el discurso de la filosofía occidental era lo que la crítica feminista debía tefutar en su condición de totalización opresiva y de sistematización represiva. Hoy, una corriente de este mismo discurso filosófico llamada "deconstrucción se muestra arrepentida de tanta prepotencia y toma la iniciativa de autocriticar sus presuposiciones masculinas de autoridad, tobán­ dole así al feminismo su protagonismo crítico en el desmontaje del relato falogocéntrico. La filosofía de fin de siglo reivindica

pura si el privilegio — femineizante— de la alieridad y del dcscentramiento. ¿De que podrían quejarse ahora las feministas, se pregunta Francoise Collin, si "la filosofía misma ha entablado su "liacerse mujer" en las temáticas de lo no-uno, de la diferen­ cia o de la differance, de la diseminación, de la vulnerabilidad, del "no toda", de lo indefinido, de la altendad radical?"4. La situación es compleja, y esta complejidad obliga el

• F m k o íw Clollin, T i Ji m « «ic U «¿iírr.-iuü, now* «obre Wi IfiljiVoo iM «i tío '. R tv iiti M oi.i N ' I , fcuMltad Je Filatoila y Lciras ,1cü l/nivcn*!*!t h tc ti e n iw tit e:.¡ í « , y ¡ rt.i a > rfn rii'¡< ' I i . i ft.tr.-rr.iii ■> xSrc l.t d.Teten i íeviul en !o$ K l k w " > ' i t »kl |«>MtiH>dcll»Í4ir-> .-M.nl» l il\>-n'or otro, alguna voluntad manifiesta de sus autores de hacerse partícipes de ¡as luchas políticas encargadas de transformar las relaciones de poder y genero que construyen la desigualdad sexual. D i­ cho con palabras deT. de Laureéis, al “aplazar el tema del gene­ ro sobre una ahistórica figura de la femineidad puramente tex­ tual". las filosofías de la deconstrucción "niegan !a historia de la opresión y la resistencia política de las mujeres reales tanto como la contribución epistemológica del feminismo para la rcdefiuición de la subjetividad’” . La filosofía postmetaftsica suele ocupar lo femenino para simbolizar el juego — fluido y multicentrado— de las diferen­ cias. Pero la diferencia sexual es, para dicha filosofía una dijeren

c:,i entrto!r.u: una de las muchas variaciones del proceso de p a ­ ralización de lo Uno que ha liberado la critica amimctafisica al dogma de la idcmidad-centralidad-totalidad La filosofía de la deconstrucción parece no acusar recibo de lo demostrado por la teoría feminista, a saber que. lejos de ser una diferencia entre otras, la diferencia masculino/femenino es la que estructura toda

que tienen vigencia. I .l en cambio. pu