Estudios sobre la teoría del imperialismo

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Primera edición en inglés: 1972 Título o riginal : Studies in the Theory o/ Jmperialism © 1972, Roger Owen y Bob Sutcliffe c/o Patrick Seale Books. Londres Traducción: Ana ·María Palos Primera edición en cspafiol: 1978 Derechos reservados en lengua española © 1978, Ediciones Era, S. A. Avena 102, Méitico 13, D. F. Impreso y hecho en Méitico

Printed and Made in Mexico

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INDICE

13

RECONOCIMIENTOS, y INTRODUCCIÓN

ROGER OWEN,



15

PRIMERA PARTE

TEORÍAS DEL IMPERIALISMO

--{ CD LA TEORIA MAR,iISTA DEL 'IivfPERIAÚSÚO 27 � l. Cuestiones de método e interpretación, 27 2. ¿Qué es el imperialismo?, 29 . 3. Capitalismo monopolista e imperialismo, 33 4. La contribución de. Lenin, 3 7 5. El impe'rialismo hoy, 40 · · ·· Discusión, 43

TOM KEMP,

.

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UNA CR1TICA

PE LAS TEOR1AS

DEL IMPERIALISMO

MARXISTAS

•.

BARRATT BROWN, 47 l. Apunte 50bre las:-teorías en general y las teorías marxistas en particular, 48 2. La relación del impe.rialismo con el capjtalismo, 50 3. El modelo económico de Marx, 52 4. La opinión de Marx sobre el comercio exterior, 54 5. El estudio de Hilferding sobre el capital financiero, 59 6. La opinión de Rosa Luxemburgo sobre el nacionalismo y el militarismo, 6 1 7 . E l "imperialismo" de Lenin, 63 8. Una revisión de las pruebas, 65 9. Explicaciones neomarxistas del imperialismo, 67 10. Una nota sobre el imperialismo soviético, 71 11. Capitalismo y subdesarrollo hoy, 73 12. Conclusión, 7 7 Discusión, 7 9

MICHAEL

.

f.

III. EL CRECIMIENTO INDUSTRIAL Y EL IMPERIALISMO ALEMÁN TEMPRANO HANS-ULRICH WEHLER, 83 l. Las consecuencias sociales del crecimiento económico inestable, 86 2. El Estado intervencionista y el imperialismo social, 87 3. La expansión comercial y la adquisición del imperio formal, 89

4. Imperialismo 1ocial y la defensa del status quo,

5. Imperialismo social después de Bismarck, Discusi6n, 99

97

93

(ÍV) ALGUNAS TEORfAS AFRICANAS Y TERCERMUNDISTAS 'SOBRE EL IMPERIALISMO THOMAS HODCKIN,

104

l. Los autores de las teorías, 104 2. El propósito de las teorías, 105 3. Características de la época del imperialismo, 108 4. Critica de los apologistas occidentales del imperialismo, 112 5. La relación del tercer· mundo con la teoría marxista, 117 6. Conclusión, 121 Discusión, 122

� BASES

NO EUROPEAS DEL IMPERIALISMO EUROPEO: ESBOZO PARA UNA TEORfA DE LA COLABORACIÓN

RONALD ROBINSON,

128

l. Una definición del imperialismo moderno,

129 2. La idea de élites colaboradoras o mediadoras, 131 3. El colono blanco: colaborador pn:fabricado ideal, 134 4. Colaboración en Afro-Asia: la fase externa o informal, 5. El carictcr de la colaboración afroasiática, 138 6. La toma de posesión imperial, 139 7. Colaboración y no-colaboración afroasiáticas bajo el dominio colonial, 141 8. No-colaboración y descolonización, 146 9. Conclusión, 146 Discusión, 148

136

PARTE ASPECTOS TEÓRICOS DEL IMPERIALISMO CONTEMPORÁNEO SEGUNDA

sultado fue una competencia acelerada por los restantes mercados en Asia y África, la mayoría de los cuales fueron sometidos al control político directo de una u otra de las potencias con el fin de evitar la exclusión de sus propios productos.

Una segunda área de acuerdo más o menos general fue l a referente a los efectos del imperialismo capitalista en las economías de los países no europeos. Con casi toda la industria indígena destruida y todos sus recur­ sos concentrados en la producción de unos pocos productos agrícolas -o minerales- para la exportación, tales economías se convirtieron en poco

más que mercados para los productos industriales europeos y en fuente de materias primas. Una vez establecido, era muy difícil, si no es que impo­ sible, romper este patrón. Así, por lo que se refería a esas economías, el fin de la colonización representó poca diferencia; la mayor parte de las vie­ jas barreras a la industrialización y la diversificación de exportaciones per­ maneció inalterada.

Un tercer tema concierne al hecho de que muchas teorías del imperia­ lismo fueron vistas como eurocéntricas debido a que centraban su atención en los cambios ocurridos dentro de la sociedad europea, y tenían poco que decir acerca de sus efectos fuera de Europa. El elocuente alegato de Thomas Hodgkin a favor de una teoría que dé cuenta del rompimiento que causó el imperialismo en Africa y Asia encontró amplia respuesta. Por otra par­

te, hubo cierto desacuerdo acerca del peso relativo que se debe conceder al estudio del mundo europeo como opuesto al no europeo. A su vez, esto dio origen a la cuestión más general de si el crecimiento del capitalismo en el siglo XIX hubiera sido posible si no se hubiera contado con el resto ?" _;)

del mundo para ser explotado, y si el actual sistema capitalista sobrevi­ viría si fuese privado de sus mercados y fuentes de materias primas afri­ canos y asiáticos. Por último, hubo una ininterrumpida discusión acerca de la rdación en­ tre economía y política. Una vez más la cuestión fue planteada con par­ ticular claridad en el texto de Thomas Hodgkin. Aun cuando los teóricos tercermundistas que él describe creen que el imperialismo es, en su base, un sistema de explotación económica, un hecho de mayor importancia para ellos fue el de que sus pueblos fueron subordinados políticamente a una potencia extranjera. Ser colonizado fue verse sometido a una intolerable experiencia de dominación política: ésta, a sus ojos, es la realidad esen­ cial de la era del imperialismo. NOTAS

i Para las obras de todos los autores mencionados en esta introducci6n, véase b · bibliografía. 2 Sociologie actuelle· de l'Afrique naire. Paris, 1955 y 1963, trad. por D. Gar­ man corno The Sociology o/ Black A.frica. Deutsch, Londres, 1970.

a Este p arte.

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punto se · discute con mayor amp!;tml en la introducción a la tercera

PRIMERA PARTE

TEORfAS DEL IMPERIALISMO

La literatura marxista, y en particular la de Lenin, domina la cuestión del imperialismo. Tom Kemp hace aqu! un vi.sión de los orígenes de la teoría marxista en el análisis económico de Marx en El Capit (sección 2), espe­ cíficamente el problema de la realización, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y la concentración y centralización del capital. osigue señalando su desarrollo a cargo de Lenin, para quien el imperi ismo era virtualmente sinónimo de la época del capitalismo monopolista (secciones y 4), y finalmente su pertinencia contemporánea y las formas como se la 3 /JUede poner a prueba y desarrolla (sección 5). Dos de los puntos señalados por él deben ser recordados en toda discusión sobre el imperialismo. Primero, los marxistas emplean el término imperia­ lismo para significar algo distinto y generalmente mucho más amplio que lo significado por otros escritores, especialmente historiadores (sección 2). Esto es fuente de constantes malentendidos tanto accidentales como deli­ berados. Segundo, n a auténtica teoría marxista del imperialismo, o de cualquier otra cosa, no puede ser concebida desligada de stl importancia para una lucha política por el socialism (sección S); y ése es en última instancia el criterio a emplear por un marxista para probar su teoría. Re­ velar la verdad acerca del mundo es sentar las bases /1ara cambiarlo. Parte de la terminología de la sección 2 puede no serle familiar a algu­ nos lectores. Ella se explica más ampliamente en el libro de Tom Kemp Theories of Imperialism (capítulo 2), pero tal vez una muy breve expli­ cación pueda ser útil aquí. En el análisis de Marx del modo de produc­ ción capitalista el valor de una mercancía se comf1one de: primero, el valor del capital co1utante (c), esto es, la maquinaria y las materias fJri­ mas empleadas en la producción; segundo, el capital variable (v), el volu­ men de trabajo usado, medido en términos de los salarios pagados para conservar vivos a los obreros; y, tercero, la plusvalla (p), el exceso de valor de una mercancía sobre su costo de producción (c + v). Los capitalistas tienen el problema de obtener esta plusvalía: en el /110ceso de circulación (de mercancías y dinero) deben encontrar un mercado para sus productos. No sólo debe el mercado de benes i en general ser su­ ficiente para vender todo l o que se produce, sino que, /1or supuesto, debe haber también suficiente demanda tanto de bienes de consumo como de bienes de producción (lo que Marx entiende como los dos compartimentos de la economía). Las condiciones pnra esta proporcionalidad en la deman-



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da tanto en una economía estática como en una economía en crecimiento se encuentran formalmente establecidas en el esquema de la reproducción en el volumen JI de El Capital. , En opini6n de Marx, el pro¡:reso técnico tiende a elevar la composición orgánica del capital (c/v) en la producción, reduciendo el volumen de tra­ bajo necesario en relación al capital. Dado que la lucha de clases tiende a mantener constante la tasa de plusvalía, o tasa de explotaci6n (p/v), re­ sulta que existe una tendencia a que descienda la tasa de ganancia en el sentido que le da Mar:.: _P c+v .

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I. LA TEORtA MARXISTA DEL IM PERIALISMO'

TOM KEMP .

El intento de una vieja y conservadora escuela de historiografía por borrar el término "imperialismo" del vocabulario de los especialistas ha fracasado en forma conspicua. Cualquiera que sea el contenido que se le dé, tanto si nos aproximamos a él con la intención de encontrar una explicación gene­ ral o con una actitud completamente escéptica con respecto a la teoría, existe ahora un acuerdo general de que abarca fenómenos reconocibles que deben ser explicados. Puesto que el término ya no puede ser desechado, l a necesidad d e una mayor precisión resulta aún más imperativa. Y por lo tanto, el reto de la teoría marxista, o marxista-leninista -a pesar de todas las vicisitudes a las que la teoría marxista se ha visto sometida-, se hace sentir con renovada fuerza. La discusión ha tendido a convertirse en un debate acerca de la teoría. Más o menos conscientemente, incluso en el paraíso académico de los países anglosajones, los trabajos en este campo, tanto si son realizados por historiadores como por economistas, buscan re­ futar, y más raramente probar o verificar, lo que esta teoría afirma o se supone que afirma. La ortodoxia académica predominante es necesariamen­ te hostil al marxismo en estos países y es improbable que abjure. Pero ello no es necesariamente cierto respecto a los estudiosos jóvenes y los estudian­ tes que están insatisfechos con el subjetivismo, idealismo y carga ideológica de casi toda la enseñanza ac;1démica y que son conscientes de su inrapa­ dclad para captar o entender los verdaderos procesos que actúan actual­ mente para modelar nuestra época. El interés en el problema del imperia­ lismo lo demuestra. ¿En qué consiste, pues, la teoría marxista?

1 . CUESTIONES DE MÉTODO E INTERPRETACIÓN La teoría marxista del imperialismo forma parte del conjunto teórico co­ nocido como marxismo que se basa en el materialismo dialéctico, incluye su propia economía política y proporciona las tácticas y estrategias de la re­ volución proletaria. Se ha visto afectada por las vicisitudes del movimiento marxista en este siglo y particularmente por las revisiones y perversiones del stalinismo.2 Como resultado, quienes hoy día declaran ser marxistas tienen serias diferencias acerca de la teoría del imperialismo, así como en otros aspectos de la teoría y la práctica. Más que ocuparse de esas diferen­ cias, lo que sigue a continuación pretende insertarse dentro de la auténtica tradición marxista y dejará a otros la tarea de discutirla si así lo desean. Una vez dicho esto puede añadirse, aunque el punto es bastante obvio,

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teoría marxista del imperialismo no fue proyectada como una aYu­ da para el estudio y la escritura de J a historia tal como se practica en las universidades.(Tuvo, y tiene todavía, un definido caráct�r operativo como g11ía para l a aboraci6n de políticas y para la acci6n No obstante, los rnarxistas estudian y escriben historia y afaman que en manos expertas su rnétodo permite que Ja historia se entienda más plenamente.ª Así pues, es necesario para comenzar decir algo, aunque sea breve e inadecuadamente,

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�cerca del materialismo hist6rico.4 El marxismo rastrea la dinámica de la actividad social y del desarrollo hist6rico hasta sus raíces en la producci6n y r eproducción de los medios de existencia. De esa base material, a su vez

continuamente cambiante a medida que los hombres establecen mayor con-· trol sobre el medio que los rodea, es de donde surge la superestructura de la cultura, las instituciones, las leyes y los sistemas políticos. Si bien estas fuer­ zas superestructurales pueden y en efecto asumen una autonomía pr?pia y reaccionan sobre la base material, son, en último análisis, remitibles a ella. Hay que subrayar que la concepción materialista de la historia no es esa especie de tosca interpretación "económica" que los críticos mal informa­ dos o deshonestos a veces suponen que es. Así como tampoco ve la evolu­ ción humana como un producto de "factores" separables de los cuales el

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económico es el dete1minante. Asume la totalidad de las relaciones huma­ nas, rastrea sus interrelaciones y busca la fuente del cambio hist6rico no en motivos, no en ideologías, sino en la base material de la sociedad en cuestión. Así pues, el estudio del imperialismo comienza con· l a estructura económica y halla ahí las fuerzas que ponen en movimiento "grandes ma­ sas, pueblos enteros y clases enteras en cada pueblo'', como lo define En­ gels. ara el marxismo, el imperialismo no es un fen6meno político o ideoló¡:óco, sino que expresa las necesidades imperativas del capitalismo avan­ ndo)

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Para los marxistas, por tanto, l a explicaci6n de tales aspectos del impe· rialismo como l a expansión colonial y las luchas por el poder entre los Es­

tados debe buscarse en las condiciones materiales más que en la ideología )' la política. La explicación subjetiva o psicológica del imperialismo ha sido muy convincentemente expresada por Joseph Schumpeter -quizá el único p�nsador no marxista que presenta una teoría general- pero ciertos elementos de ella se descubren en l a mayoría de las teorías no marxistas, si no e s que en todas.G Aunque no niega la influencia de fuerzas que son principalmente superestructurales, la teoría marxista rechaza la opini6n de

4ue el curso de la historia puede ser explicado en términos de impulsos de poder, amor a la guerra, deseo de gloria y la n i fluencia de personalida­ des extraordinarias. En particular, niega que las masivas fuerzas tecno16gicas y económicas del capitalismo avanzado hayan sido convertidas de alguna manera en impulsos imperialistas, contrarios a sus tendencias inhe­ rr.ntes, por hombres de Estado, líderes militares, castas aristocráticas o in-

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cluso por pueblos enteros. Comienza con el modo de producción capitalis­ ta en su estado de movimiento y ve lo que define como "imperialismo" como la expresión del desarrollo de sus leyes inmanentes. La complejidad de las formas en que estas leyes se materializan, su interacción con fuer­ zas en la superestructura y la infinita variedad de situaciones históricas reales, hacen la tarea de una auténtica explicación histórica no menos di­ fícil, y en ciertos aspectos más difícil, para el historiador marxista que para el no marxista. 2. ¿ QUÍ:

ES EL IMPERIALISllIO?

La teoría marxista del imperialismo se propone explicar las características que muestra el modo de producción capitalista en su última y más avan­ zada etapa como resultado de la acción de sus "leyes del movimiento" des­ cubiertas por Marx. Emplea así el término "imperialismo" en un sentido técnico, que debe ser cuidadosamente diferenciado del significado variable que le asignan los historiadores y otros estudiosos. Para estos últimos, gene­ ralmente significa principal o exclusivamente la relación entre el país avan­ zado, imperial, y las áreas coloniales o scmicoloniales que quedan dentro de su imperio formal o informal. La teoría marxista hace más que esto. Emplea el término para describir una etapa especial del desarrollo capita­ lista y, por extensión, se refiere a la época del imperialismo en que éste se ha convertido en la forma dominante y hace hincapié en los rasgos nuevos y característicos de esta etapa. Puesto que trata específicamente del modo de producción capitalista, no se ocupa de una teoría más general y global del imperialismo en un sentido más amplio. Si el mismo término se aplica a otros periodos, o en un sentido más cercano a sus orígenes etimológicos, no puede haber objeción en principio siempre que las diferencias se seña­ len claramente y se eviten las confusiones. Aunque Marx no nos dejó una teoría del imperialismo, el análisis que hizo del modo de producción capitalista proporciona el punto de partida para la teoría marxista-leninista. En El Capital, Marx se esforzó por mos­ trar que el modo de producción capitalista no estaba gobernado por la sa­ tisfacción de las necesidades humanas, sino por el deseo de extraer plusva­ Ha de una clase de trabajadores asalariados, de realizar esta plusvalía en­ contrando un mercado para los productos en que estaba encerrada y de capitalizar esta plusvalía en nuevos medios de producción. La teoría del imperialismo trata de la forma fenoménica especial que adopta este proceso en una etapa particular en el desarrollo del modo de producción capita­ lista. El trabajo de Marx sobre economía política requería la construcción de un modelo de "capitalismo puro" en un nivel de abstracción relativa­ mente elevado. La teoría del imperialismo, al ocuparse, como debe hacerlo, de los efectos reales de las "leyes del movimiento" que Marx descubrió, trata de dar mayor concreción a la forma como estas leyes se han maní29

festado en .la historia. Lenin, en particular, , comenzó con los nuevos des­ arrollos en el capitalismo que debían ser explicados. Aquellas. partes de E l Capital que resultan más importantes para explicar la nueva etapa del modo de producción capitalista, el imperialismo, son las siguientes : a) los esquemas de reproducción en el volumen n que tratan del problema de c6mo se realiza la plusvalia extraída de la clase obrera. Tenemos así lo que se conoce como "el problema de la realización", un problema de mer­ cados, así como el del mantenimiento de las proporciones entre los dos principales compartimentos de la producción (el referente a los medios de producción y el referente a los medios de consumo) . Rosa Luxemburgo es­ taba primordialmente interesada en estos aspectos.6 b) la tendencia decreciente de la tasa de ganancia· que es consecuencia del cambio técnico que aumenta la proporción de capital constante a capital variable, de trabajo "muerto" cristalizado a trabajo vivo, produciendo, en otras palabras, una elevación en Jo que Marx lla.m6 la composición orgá­ nica del capital. Para Marx, esta ley era una ley Cle tendencia: es contra­ rrestada por otras fuerzas y por los esfuerzos de los capitalistas por encon­ trar modos de mantener la rentabilidad a pesar de Ja ley. De todo ello se l Capital. trata en los manuscritos incluidos en el volumen m de E i del capital como resultado inevitable de c] la concentración y centralzación Ja lucha competitiva. Esto se menciona en el volumen 1 y se trata más es­ pecíficamente en el volumen m, donde se relaciona con los cambios estruc­ turales ya visibles en el capitalismo y que estaban preparando el camino para el "capitalismo monopólico", según el término que los marxistas em­ plearían más tarde. Véanse, por ejemplo, las observaciones de Marx sobre el surgimiento de la empresa comercial y los "empresarios", el papel de la bolsa de valores y los bancos. Estas tendencias las trata también brevemente Engels en el Anti-Dühring. Las partes componentes del análisis de Marx del capitalismo fueron par­ te de un modelo que, aunque inconcluso, pretendía revelar las "leyes del movimiento" de este modo de producción en su desarrollo total. El méto­ do de Marx de abstraer un aspecto a fin de examinarlo de cerca era parte necesaria de esta tarea. Edificar una teoría sobre sólo una parte de la es­ tructura total, como hizo Rosa Luxemburgo con los esquemas de reproduc­ ción del volumen u, puede conducir a graves errores. También es necesa­ sario ser muy claros acerca de la distinción entre las características del "capitalismo puro" del modelo --esto es, la existencia de sólo dos clases, capitalistas y trabajadores- y el mundo real que es el que en última instancia tiene que explicar la teoría. Así, por ejemplo, ningún análisis

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sofisticado o construcción de modelos basados en los esquemas de repro­ ducción de Marx puede representar completamente el carácter dialéctico y contradictorio de las relaciones económicas reales en su contexto especí­ fico, derivado históricamente. Hay que tomar en cuenta el carácter de la supere.structura y su interacción con Ja base económica. Esto se aplica par­ ticularmente al Estado nacional, la forma de organización gubernamental dentro de Ja cual toma forma el modo de producción capitalista. Las fuerzas productivas puestas en marcha por el modo de producción capitalista no pueden estar contenidas dentro de las áreas geográficamente confinadas de los viejos Estados dinásticos de Europa. El surgimiento del capitalismo, y la industrialización de los países avanzados a que condujo, generan un mercado mundial y una división internacional del trabajo. Fue a través de su relación con el mercado mundial como Jos Estados capita­ listas nacionales adquirieron su fisonomía específica y como las áreas me­ nos desarrolladas, a medida que entraban en contacto con el mercado mun­ dial, asumieron una posición de dependencia. Para fines del siglo xrx la mayor parte del mundo había sido dividida en imperios y esferas de in­ fluencia de las potencias dominantes. Aparte de los países de colonización europea, sólo Japón fue capaz de desarrollarse independientemente según patrones capitalistas.

Al mismo tiempo, la burguesía, la clase dirigente capitalista, se estable­ ció políticamente a través del Estado nacional y así surgió un sistema de Estados que encarnaban diferentes intereses nacionales. El Estado se definió en la esfera económica mediante sus propias leyes, sistema monetario, tari­ fas y restricciones al movimiento de los factores de producción. Había, por lo tanto, una contradicción entre las tendencias internacionales unificado­ ras de las nuevas tecnologías y la influencia constrictora del Estado nacio­ nal. Esto se manifestó en rivalidades y tensiones entre las principales po­ tencias, en la expansión colonial, en alianzas y preparativos de guerra y finalmente en la guerra misma. Para finales del siglo XIX, según afirma el marxismo, el papel progresivo del capitalismo había llegado a su fin: co­ menzaba Ja época del imperialismo. Las relaciones y conflictos entre los Estados proporcionan casi todo el material de la historia política. En a,pariencia, predominaban las cuestio­ nes políticas, diplomáticas y militares, y gran parte de los escritos históri ­ cos sobre el periodo posterior a 1870 presta muy poca o ninguna atención a las fuerzas económicas que actuaban bajo Ja superficie. Al mismo tiempo, casi toda la historia económica académica está escrita como si el estallido de la primera guerra mundial no tuviera ninguna relación con el tema que estudia.1 Para el marxismo, esta dicotomía es totalmente irreal y pro­ viene del hecho de que gran parte del estudio académico de la historia moderna está cargado ideológicamente. Para la teoría marxista, existe cla­ ramente una conexión entre los cambios que tuvieron lugar en Ja estruc31

tura del capitalismo en los países más poderosos durante el periodo que siguió a 1870 y las nuevas formas de rivalidad entre Estados y la configu­ ración del mundo en imperios coloniales y esferas de influencia que seña­ laron e l comienzo de Ja época del imperialismo. De la aplicación del ma­ terialismo histórico se deduce que en su orientación principal las tenden­ cias políticas del llamado "nuevo imperialismo" expresaban el resultado de leyes económicas y la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el Estado nacional. Volviendo a las secciones de El Capital que nos interesan aquí, pueden señalarse brevemente los siguientes puntos. Primero, las empresas capita­ listas de los países avanzados buscaron ampliar sus mercados (para realizar plusvalía) y mantener elevadas sus ganancias introduciéndose en el mer­ cado mundial. Siempre que les fue posible, lo hicieron con Ja ayuda y apo­ yo de sus gobiernos y/o empleando su fuerza de negociación superior al tratar con socios más débiles, obteniendo concesiones y otras ycntajas. Se­ gundo, otras áreas del mundo estaban vinculadas económicamente a los centros de industria avanzada, haciendo posible así la adquisición en tér­ minos favorables de materias primas que entraban en el proceso de circu­ lación, como capital variable y constante, ayudando así a contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Tercero, esto requería Ja ex­ portación de capital a áreas subdesarrolladas para construir vías férreas y puertos, abriendo vías de acceso en el interior y poniendo así nuevos sec­ tores de sus economías bajo la dependencia del mercado mundial. Cuarto, estos desarrollos de la división internacional del trabajo, determinados por las necesidades de los países avanzados, fueron acompañados por la expre­ sión de aquellos cambios estructurales -especialmente el ci·ecimiento de los monopolios- cuyos comienzos fueron señalados por Marx y Engels pero que se habían convertido ya, o se estaban convirtiendo, en las formas dominantes del modo de producción capitalista en su etapa superior. Estas características, especialmente Ja cuarta, fueron el punto de partida del análisis del imperialismo de Lenin que examinaremos más adelante. Surgen aquí numerosos problemas que sólo podemos señalar brevemente. Todos ellos dependen de si es posible establecer una conexión entre, por una parte, las políticas del "imperialismo'', sus ideologías y expansión co­ l on ial y, por la otra, los cambios en la estructura económica que, según los marxistas, fueron en última instancia las fuerzas motrices de la nueva época histórica. Hay que admitir que formular la teoría apropiada a esta etapa en términos marxistas no es prueba suficiente para aquellos que no aceptan los mismos postulados. Sigue siendo difícil ver qué "prueba" es la que éstos exigen o estarían dispuestos a aceptar. Dentro de los límites del presente estudio, por lo tanto, nos parece mejor proceder comenzando por aclarnr qué es lo que ellos tienen que refutar. ·

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3. CAPITALISMO MONOPOLISTA E IMPERIAl..ISMO

' Para enfocar el problema desde un ángulo diferente, puede decirse que mu­ chos no marxistas que emplean el término "imperialismo" lo hacen en un sentido político más que económico.8 Se refieren a la relación establecida entre los países metropolitanos avanzados y sus colonias, o también pue­ den ampliarlo para n i cluir otras dependencias. el imperio "informal". Co­ mo consecuencia, algunos autores ·han concluido, en forma algo malinten­ cionada, que con el fin de la dominación colonial el imperialismo ha llegado a su fin. El término se usa también algunas veces de manera menos precisa para describir las políticas expansionistas de cualquier época y el sometimiento político y militar de unos pueblos por otros. Podría decirse así que el "imperialismo" comienza con el surgimiento de Estados organiza­ dos empeñados en la conquista. Sin negar tales empleos en su contexto apropiado, como ya dijimos, el té�no, para los marxistas, tiene un sentido técnic�_2�entífico definido, La teoría mank y A. M. Craig, East Asia : The Modern Trans/ormation. Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1965. 12 F. Michael, The Taiping Rebellion. 3 vol. University of Washington Press, Seattle, 1966. ssionary Riots: 1891-1900, Uni­ u E. S. Wehrle, Britain, China and the Antimi versity of Minneapolis Press, 1966; Paul A. Cohen, China and Christianity : The Missionary Movement and the Growth o/ Chinese Antiforeignism 1860-1870, Har­ vard University Pres s Cambridge, Mass., 1963. u Véase, M. C. ' Vright, The Lasl Slrand of Chinese Conservatism: The T'ung­ Chih Rettoration, 1862-1874. Stanford University Press, Nueva York, 1966, passim. 1 1> Véase, R. H. Davison, Reform in Ottoman Empire, 1839-1876, Princeton Uni­ versity Press, 1963 ¡ W. R. Pol k y R. L. Chambers, Beginning o/ Modernization in the Middle East, The Nineteenth Century, University of Chicago Press, 1968. ·

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.

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Ja A/rica and the Victorians; R. Robinson y J. Gallagher, "The Aírican Parti­ tion", The New Crambridge Modern History, x1, 1962; cf. C. W. Newbury, "Victo· rians, rcpublicans and the partition of WC$l Africa", Journal of African History, 3, 1962; Newbury y Kanya-Forstner, "Frcnch policy and the origina of the scramble of the West Africa" Kanya-Forstner, Th• Conqu•st of th• W•sl"n Sudan, E. Sto· kes, "Late ninetcenth expansion and the attack on the theory of economic imperia­ lism", Hist. ]oumal, n. 12, 1969. lT E. R. J. Owen, Cotton and the Egyptian Economy, 1820-1914, Oxford Uni· versity Press, Londres, 1969; G. Baer, Land Reform in Modern Egypt, 1800-1950, Nueva York, 1962; P. M. Holt, Political and Social Change in Modern Egypt, Ox· ford University Prcss, Londres, 1968. l8 A. Hourani, Arabic Thought in the Liberal Age, Oxford University Press, Lon­ dres, 1962; S. G. Haim, Arabic Nationalism, Univcrsity of California Press, Berke­ ley, 1962. 19 Véase A/rica a11d the Victorians, cit., cap. 1v. 20 Para algunos ejemplos de sistemas indios véase The Emergence of lndian Na­ tionalism, Cambrid$e University Press, 1968; R. Frykenberg, Guntur District, 17881848: a history o/ local i11/luence antl central authority in South India, Oxford University Prcss, Londres, 1965; J. H. Broomfield, Elite Conflict in a Plural Society, twentieth century Bengal, University of California Press, Berkeley, 1968; G. Johnson, Intlian politics, 1895-1905, tesis doctoral de la Universidad de Cambridge, 1969; p;1ra ejemplos de micropolítica de crisis, véase S. B. Chaudhuri, Civil Rebellion in the Indian Mutinies, y E. Stokes, "Rural rcvolt in thc Grcat Rcbellion of 1857 in India", Hilt. ]oumal, n. 12, 4, 1969. 21 El ejemplo está tomado de G. Bakheit, British administratio11 and Sudanese nationalism, tesis doctoral inédita, Universidad de Cambridge, 1966; véase tam­ hién M. Abd al-Rahim, Jmperialism and Nationa/iJrn in tite Sudan, Oxford Uni­ \'Crsity Press, Londres, 1967. 22 Para algunos ejemplos africanos, véase, M. Perham, Native .Administralion in NiJ!eria, Oxford University Press, 1936, y Lugard, 2 vol., Ed. Collins, Londres, 1956, 1960; J. D. Hargreavcs, "West African States and the European Conquest"; J. E. Flint, "Nigeria : the colonial experience from 1880 to 1914", Co/onialisrn in A/rica 1870-1960, L. H. Gann y P. Duignan (eds.), Cambridge Univcrsity Press 1970; .J. M. Lonsdale, "Political association in western Kenya" y otros artículos en Protest and Power in Block A/rica, R. I. Rotberg y A. A. Azrui (eds.), Oxford University Press, 1970; Lonsdale, "Sorne origins of African nationalism in East Africa", ]ournal Afri· can History, 9, 1, 1968; T. Ranger, "African reactions to the imposition of colo­ nial rule in East and Central Africa", op. cit., Colonia/ism in A/rica, 1870-1960; J. Jliffe, TanganyJ.a under German Rule, 1905-1912, Cambridge University Press, 1969; M. Twaddle, " 'Tribalism' in Eastern Uganda", Tradition and Transition in East A/rica, P. H. Gulliver (ed.), Ed. Routledge, Londres, 1968; M. Crowder, West A/rica under Colonial Rule, Ed. Hutchinson, Londres, 1968; West African Resis­ lance, Ed. Hutchinson, Londres, 1971; A. H. M. Kirk-Greene (ed.), The Princi· ples o/ Native Adminütration in Nigeria, Selected Documents 1900-1947, Oxford University Press, 1965; D. Austin, Politics in Ghana, 1946-1960, Oxford Universi­ ty Press, 1964; D. A. Low y R. Pratt, Buganda and British Over-Rule, Oxford University Press, 1960. !!.' T. O. Ranger, "Connections between 'primary resistance' movements and mo­ dern mass nationalisrn in east and central Afriea", Joumal of African History, 1x, 3 y 4, 1968; E. Stokes, "European administration and African political systems, 1891-1897". Conferencia sobre la Historia de Africa Central, Lusaka, 1963; D. Ashford, "Thc politics of rural mobilisation in North Africa", ]ournal Mod. Afr. Studies, 7, 2, 1969; J. M. Lonsdale, "African politics in Western Kenya: its lea·

151

dcrship, scale and focus", trabajo inédito para el Seminario de Historia de la Co­ munidad Británica de la Universidad de Cambridge, 1967, y "Dccolonisation in East Africa", Seminario de Historia de la Comunidad Británica, 1971. 2• Fieldhouse, op cit. Theory of Capitalist lmperialism, xv, pp. 193-94.

152

,•

SECUNDA PARTE

:

ASP ECTOS TEÓRICOS DEL IMPERIALISMO CONTEMPORÁNEO



VI. IMPERIALISMO SIN COLONIAS HARRY MAODOFF

·r

La identificación del imperialismo con el control político formal en forma de colonialismo es una fuente de confusiones que obstaculiza casi todas las discusiones sobre el imperialismo, incluyendo la que se conforma en este li­ bro. (Véase conclusión, 4.) Es una característica común en todos los enfo­ ques marxistas, como aquí afirma Magdoff, asentar que aunque la división territorial del mundo fue sin duda una parte del "nuevo imperialismo" de fi­ nes del siglo XIX, �! imperialismo ha sobrevivido intacto a la descoloniza­ ción. Una de las partes esenciales de esta continuidad es la inversión extranjera en gran escala. La mayor parte del ensayo trata de diversos aspectos de esta exportación de capital. Primero sus causas: aquí Magdoff reclia!a las ex� plicaciones, como la de Hobson, b�d P.. lnióñ, esº la-queººveº el impulso principal para la inversión directa a escala m ündiaJ en los imperativos de la operación del capital en condi­ cíQñcs monopolistas: Este marco analítico abarca una explicación de a] el :cuerpo principal de la inversión, tanto en industrias extractivas como manufactureras, y b] el aumento en las exportaciones de capital durante el periodo de imperialismo. Su objetivo central es demostrar la interrela­ ción existente entre el aumento concomitante en las exportaciones de ca­ pital y el monopolio como base del nuevo imperialismo. Los negocios, en general, pueden entenderse mejor como un sistema de poder, para usar una frase de Robert Brady. La esencia de los negocios consiste en tratar de controlar su propio mercado y en operar, en la me­ dida de lo posible, como si todo el mundo fuese su coto. Esto fue así desde el principio mismo de la era capitalista. Sin embargo, como en muchas in­ du.strfas había demasiados competidores, las oportunidades de lograr el con­ trol eran muy limitadas. Con el desarrollo de las condiciones de monopo­ lio -esto es, cuando un puñado de compañías domina cada uno de los mercados importantes- el ejercicio de controlar el poder no sólo se vuelve posible sino cada vez más esencial para la seguridad de la firma y sus fondos. .La..¿parición de un grado significativo de concentración de poder no significa er firi de la competencia. Significa que la competencia ha sido ele­ vada Ortado por Estados Unidos. (De esta forma, las diferencias de salarios quedan eliminadas como elemento competitivo en los mercados extranjeros.) Los datos referentes a la distribución de las ventas de firmas manufactureras norteamericanas establecidas en el ex­ tranjero (de 1962 a 1965) muestran que, excepto para Canadá, menos del 2 por ciento de la producción norteamericana en el extranjero es enviada a Estados Unidos (véase cuadro IV). El alto porcentaje correspondiente a Canadá consiste principalmente en manufacturas basadas en recursos canadienses (papel, por ejemplo) . Aunque aún no se dispone de datos completos, parece que desde 1965 ha habido un . aumento en las firmas norteamericanas que fabrican en el extranjero partes y equipos para ser vendidos en los mercados domésticos de Estados Unidos. No obstante, la relativa importancia de esta activi­ dad no prueba aún el argumento de que éste sea el determinante prin­ cipal de la inversión externa norteamericana. Por otra parte, estos bajos porcentajes no significan que los cambios que ocurren en la producción no causen un impacto muy real y grave en el obrero norteamericano. La

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tendencia a fabricar componentes y productos terminados en .Jap6n, Italia, Corea, Hong Kong, etcétera, ha sido indudablemente sentida por ciertos sectores obreros norteamericanos.

CUADRO rv.

Dirección de las ventas de filiales manufactureras norteameri­ canas establecidas fuera de Estados Unidos, 1962-65

Ventas totales

Áreas

Ventas locales

Exportación a Estados Unidos

Exportación a otros paises

DISTRIBUCIÓN EN PORCENTAJES

100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Total Canadá Latinoamérica Europa Otras áreas

82.3 81.1 91.5 77.2 93.9

"

4.1 10.8 1.6 1.0 1.4

13.6 8.1 6.9 21.8 4.7

Fuente : 1962. Suruay of Current Business, noviembre de 1965, p. 19; 1963-65. !bid., noviembre de 1966, p. 9.

4.

IMPERIALISMO

Y

CRISIS

Antes de referirnos a cómo estas relaciones econónúcas han persistido tras Ja decadencia del colonialismo, hay otras dos áreas de discusión acerca del nuevo imperialismo que debemos analizar. f:.stas son la relación del impe­ rialismo con la crisis y el papel del Estado. Estudiemos la primera de ellas : el imperialismo como vía de escape capitalista de la crisis. Cualquiera que sea el mérito de este enfoque, puede

crear confusiones si no se separa bien la causa del efecto. Las depresiones de 1870 y 1880, los conflictos agrarios así como las crisis industriales de aquellos años, probablemente aceleraron el nacimiento de un nuevo im­ perialismo. Pero ellos mismos no fueron la causa del imperialismo. Si acaso, tanto la gravedad de los trastornos económicos como las políticas imperia­ listas tienen su origen en las mismas rápidas transformaciones de finales del siglo xrx. Las raíces del imperialismo están a profundidad mtJcho mayor que cual­ quier crisis particular o que la reacción de cualquier gobierno a la crisis. Se hallan en los factores que antes discutimos: el impulso expansionista de cada naci"6n capitalista avanzada para operar a escala mundial, el desarro­ llo del monopoio l y las rivalidades nacionales asociadas a las necesidades de las economías avanzadas con estructuras monopolistas.

170

Lo que logran frecuentemente las crisis económicas es dar a las clases dirigentes y a los gobiernos una aguda conciencia de la necesidad de un remedio vigoroso. Recuerdan su "deber" a los gobiernos perezosos y los impulsan a la acción. Así como la realidad de las contradicciones del capi­ talismo se revela más francamente durante los periodos de tensión, así las reacciones de los gobiernos se hacen más patentes bajo esa presión. Pero las poHticas y prácticas del imperialismo económico y político forman par­ te tanto de la prosperidad como de la depresión. Los gobiernos más enérgi­

cos y previsores actuarán, o se prepararán para actuar, en periodos de· calma y prosperidad. Los gobiernos temerosos y miopes despertarán en el momento en que la crisis los golpee, o bien serán derribados por un grupo político más fuerte. Un corolario al argumento de que el imperialismo fue un medio para salir de la depresión es la idea de que el capitalismo se derrumbará a medida que disminuya el área disponible para la expansión imperialista.

Esta tesis se basa en una visión rígida y poco realista de cómo funciona el capitalismo. La reducción de mercados y fuentes de materias primas crea serios problemas a la empresa capitalista, pero no m i plica necesariamente su desaparición. No debería ser preciso señalar lo anterior después de tantos años de ex­ periencia durante los cuales numerosas áreas del mundo han salido por sí mismas de la órbita imperialista. Pero las formulaciones excesivamen­ te simplificadas y mecanicistas parecen poseer una vida propia. Es im­ portante entender los grados de flexibilidad que existen en la sociedad ca­ pitalista y que la hacen un sistema más durable de lo que sus oponentes acostumbran suponer. Los organismos biológicos muestran la misma cua­ lidad : la oclusión de una arteria coronaria puede ser compensada por la dilatación de otra arteria que toma a su cargo Ja función de la primera. Sin duda, estos ajustes orgánicos no son eternos y a menudo conducen a distintas y mayores complicaciones. Pero una lección importante que de­ bemos aprender de la historia del capitalismo es que los grandes problemas no conducen a un colapso automático. La experiencia de la posguerra de la segunda guerra mundial proporciona un buen ejemplo de esta flexibilidad. El crecimiento del aparato militar de Estados Unidos se convirtió en una poderosa ayuda para su economía. A su vez, el éxito obtenido por Estados Unidos como organizador del sistema imperialista mundial a punto de derrumbarse dio un importante empuje a otros capitalismos avanzados, creando mercados y ampliando el comercio internacional. Sin embargo, esta flexibilidad no carece de límites. En los más recientes acuerdos imperialistas hl:\y-- · etas ...._ � ._J {ife fb'�l'? : ¡ ·,, claramente evidentes en las �resione� �e los mercados �oneta9. . , c1onales, as1 como en las crecientes dificultades de la rmsma eco or .;,;·. teamorioana. Nuova> .de.::Sus_cóp�1,1Jes,_ s.e.. CQ!l_vjr_ti�on 'en- u!1_ _gr�j_i�-��-_pr�si�n-- ���-�_.Y.e�.!I.1ª-S_ }Ngero�o, dedicado a defender su·s propios intereses como banqueros y exportadores así 'como, en virtud de ser i portantes de bonos egipcios, a asegurarse de poseedores de cantidades m que el gobierno cumpliera con los pagos de intereses de los diversos prés­ tamos. Los terratenientes egipcios. El�!l.mi.mient.Q......d_e_.una__das�_ci�.. t�rrate.nientes . egiprj9$ se produjo �� _!_r��-�tapas. .Il'rimero;v a fi11�_d.Lla._década_de los treinta.s_y principios de los cuarentas, casi la tot�lidad..delas _:rp.ejores tfori� -_ de_ la de Egipto fueron parceladas y_pue�tas ba10 . .. -·é1 contr_ol de miembros familia _r.cal y altos funcio_narios. Aunque algunas de estas-propiedades fue­ ron quitadas a suspropietarios durante el reinado de ��bas (1849-54) gran -tiempo�muchos parte de ellas permaneció en manos particulares. . notables locales, particularmente los jeques . de .�Ideas, . pudieron -�Cl.Cé!� ventaja. de....su .. posición-como. .agentes_deL gobiemo_central._para__o_!:>_!� tierras_par!l sí mismos. Había numei:_o_sos jn�entivos_p!ira__esto, por supuesto, foda .vez. q!!�_la producción_ae� algodón y otros cultivos resultab!l cada vez más. provechosa.ffinalmente� durante el reinado de Ismail los favoritos deHf 'corte,_ oficiales del ejército, our6Cra1as:y:Otro . s; recibieron. tierras como :- ef propio gobeinánte itó regaios o . en. iugar de una pensión. Mientras tru l ia real hasta que. a finales -áúméñt6 notablemente las. tierras de la fami de su reinado, controlaba aproxiínadameríte üña quinta parte de toda el área cultivada. Hasta ahora ningún historiador ha podido hacer una distinción satisfac­ toria entre los terratenientes de diversos tipos, pero no hay duda de que, c_o]llo_ grµpo, ocupaban una _ posición . particularmente_ favorable, Jabor¡¡ndo frecui:n.temente sus_propiedades mediant�_corvées d�.-obreros locales, sus.

tAfinismo fas .

.

·

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214

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trayendo agua de los canal�-p�r_a sus propios campos cada vez que la nece­ Sifaban y pagando· impuestos más bajos que sus vecinos campesinos. Ade­ más, los terratenientes eran los mayores beneficiarios de todos los fondos J.lúblicos g�tados en la construcción de nuevos canales y del sistema ferro­ .Yiiírio: Ellos, tanto como los cónsules europeos, fueron responsables de Ja abolición de los monopolios agrícolas de Muhammad Ali; así como sin duda también fueron ellos quienes sometieron a presiones a sucesivos gobiernos egipcios para que promulgaran las leyes necesarias para crear un sistema �e propiedad privada de la tierra. En su mayor parte, las grandes y medianas propiedades creadas entre 1840 y 1880 se formaron con tierras poseídas anteriormente por campesi­ nos independientes. La mayoría de estos campesinos pasaron a ser trabaja­ dores agrícolas en sus aldeas, o fueron agrupados en las nuevas propiedades en poblados conocidos como ezbas. El cultivo del algodón es particular­ mente intensivo, y los terratenientes parece que se preocuparon por con­ servar a la vieja fuerza de trabajo más o menos intacta. A estos trabaja­ dores se.. les pagaba en especie o, más frecuentemente, se les permitía c�ltivar una pequeña parcela.

Los burócratas. Los esfuerzos para crear un Estado moderno requerían un número creciente de empleados civiles. tstos se obtenían en muchos nive­ les, entre los graduados de las escuelas de Muhammad Alí e Ismail y entre Jos muchos egipcios jóvenes que regresaban de estudiar en Europa. Con el paso del tiempo la burocracia fue sometida a un proceso de racionali­ zación. Se formaron ministerios separados; los empleos se volvieron más específicos; se introdujeron las pensiones. Como resultado se desarrolló lo que Abdel-Malek califica adecuadamente como intereses burocráticos es­ peciales. u Los burócratas tendían a compartir ideas acerca del papel del Estado. Más adelante, hacia 1870, estaban bastante unidos en su deseo de evitar cualquier aumento en el número y los privilegios de los europeos al servicio del gobierno. Por otra parte, suele ser difícil hacer una distinción clara entre los burócratas como grupo y los terratenientes desde el momen­ to en que los primeros empezaron a ser también propietarios de tierras. La clase dirigente turco-circasiana. Durante el siglo XV1Il casi todos los car­ gos elevados en el gobierno y el ejército eran detentados por una minoría .de habla turca, descendiente de los esclavos mamelucos o de funcionarios enviados desde Estambul. Más tarde, durante los primeros años del siglo xrx, muchos de ellos fueron sustituidos por soldados de fortuna otomanos que habían servido en el ejército de Muhammad Alí. Con el tiempo su importancia como grupo separado _ comenzó a disminuir, particularmente a medida que Ja administración se . iba· volviendo más "egipcia" como re­ sultado del empleo creciente de nativos y de las reglamentaciones para imponer el uso del árabe en el servicio del gobierno. Entre tanto, por su 215

parte, �'.isla yez más turco-circasianos _se casaban con mujeres egip�i.�s, par� ticipaban en las administraciones de los distritos o se incorporaban más _ _estrechamente a la sociedad egipcia de otras formas.-No. oostanté;-su-po­ r..la: der y prestigio se sentía aún especialmente en el ejéréitc»:d0nde, po década de los setentas, ocupaban todos los puestos de gra�o superior al -- --- --de coronel. 3. BANCARROTA

Y

OCUPACIÓN 1875-188214

' . La bancarrota dé Egipto en 1875, señaló el _ principio 9e un .periodo de siete años de cambios rápidamente acelerados en muchas áreas d_�_ggJ:i�er­ no y la sociedad egipcios. Una serie de acuerdos financieros destinados- a asegurar · que el país pagase sus deudas facilitó el _control europeo_.sobr� la administración. Esto, a su vez, pJ_9yoc6_11n?- �nérg_icé!- r_esm1esta. egipcia, encabezada primero por Ismail, por lo que fue depuesto en .1.819, y luego por un número creciente de soldados y funcionarios. Finalmente el sur­ girnient9__ 5!_e__}.l!!_rr10Y�!f!iento _n'.lcionalist�.J �Qp_\!!-ª! .en 1881_Y. 1882 paiW..,6· Ja--ocu· suficientemente amenazante a los intereses europeos para motivar - --- -pación de Egipto por tropas británicas.. Los esfuerzos para explicar estos sucesos se concentran generalmente, por una parte, en buscar la génesis del movimiento nacionalista; por la otra, en tratar de descubrir cuáles fueron los motivos para la creciente intervención europea. Este método tiene dos inconvenientes principales. Primero, empuja a los autores a ignorar el contexto socioeconómico en el que tuvieron lugar estos acontecimientos.' Segundo, casi todas las explica� /t ciones de la crisis, al concentrarse bien sea en el punto de vista egipcio ·o ' en el europeo, tienden a subestimar la importancia de Ja constante interac­ c ión entre estos dos elementos. Lo que sigue es un intento de señalar unos cuantos puntos acerca de la crisis a la luz de estas dos consideraciones. a] El m ovim!_e_ nto nacional egipcio debe considerarse corno una coalición de difereñtes gi-uii_O:s.�:�Qd.O.�� !