Estudios Contemporaneos En Ciencias Antropologicas

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Entre Pasados y Presentes III Estudios Contemporáneos en Ciencias Antropológicas Nora Kuperszmit Teresa Lagos Mármol Leonardo Mucciolo Mariana Sacchi (Compiladores)

Asociación Amigos del Instituto Nacional de Antropología

COLEC CIO N INVESTIGACIÓN Y TESIS

Entre pasados y presentes III. Estudios contemporáneos en ciencias antropológicas / com­ pilado por N ora Kuperszmit... [et.al.]. 1a ed. - Buenos Aires: M nemosyne, 2012. - (Investigación y tesis / 38) C D - RO M . ISBN 978-987-1829-21-7 1. A ntropología Social. 2. Arqueología. 3. Etnohistoria. I. Kuperszmit , Nora... [et.al.], comp. C D D 306

Fecha de catalogación: 05/11/12

En t r e Pa s a d o s y Pr e s e n t e s III Es t u d i o s C o n t e m p o r á n e o s e n Ci e n c i a s An t r o p o l ó g i c a s 1a edición

© N ora Kuperszmit - Teresa Lagos M ármol - Leonardo Mucciolo - M ariana Sacchi © De esta edición, Editorial M NEM O SY N E, 2012 México 1470 PB 4 - (C1097ABD) Buenos Aires - Argentina (5411) 4381 4270 [email protected] www.mnemosyne.com.ar

ISBN 978-987-1829-21-7 — Fecha de publicación: Noviembre de 2012

Q ueda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 C D rom D E E D IC IÓ N A RG EN TIN A El contenido y la originalidad de este documento es responsabilidad exclusiva de sus autores. Las opiniones expresadas en el mismo no representan, ni reflejan necesariamente, la de los responsables de Editorial MNEM OSYNE. No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transforma­ ción de este libro en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediantefotocopias, digitalización u otros métodos, sin elpermiso previo y escrito del editor. Su infrac­ ción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Entre Pasados y Presentes III

Estudios Contemporáneos en Ciencias Antropológicas

Autoridades Presidenta de la Nación CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER

Vicepresidente de la Nación AMADO BOUDOU

Secretario de Cultura JORGE COSCIA

Subsecretaría de Gestión Cultural MARCELA CARDILLO

Subsecretaria de Políticas Socioculturales ALEJANDRA BLANCO

Jefe de Gabinete FABIÁN BLANCO

Director Nacional de Patrimonio y Museos ALBERTO PETRINA

Directora del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano DIANA SUSANA ROLANDI Compiladores

Nora Kuperszmit, Teresa Lagos Mármol, Leonardo Mucciolo y Mariana Sacchi Comité Evaluador Dr. Alejandro Acosta (CONICET-INAPL), Dra. Myriam Álvarez (CONICET), Lic. Claudia Aranda (Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires), Lic. Julio Ávalos (INAPL), Dra. Pilar Babot (CONICET-Universidad Nacional de Tucumán), Dra. Mara Basile (CONICET-Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires) Dra. Cecilia Benedetti (Universidad de Buenos Aires-CONICET), Dra. Karen Borrazzo (CONICET-IMICIHU), Dr. Damián Bozzuto (CONICET-INAPL), Dra. Mariana Carballido (CONICET-INAPL), Dr. Marcelo Cardillo ( CONICET-IMICIHU), Dr. Sebastián Carenzo (Universidad de Buenos Aires-CONICET), Dra. Gisela Cassiodoro (CONICET-INAPL), Dra. Analía Castro (CONICET-INAPL), Dr. César Ceriani Cernadas ( CONICET-FLACSO), Lic. Judith Charlín (CONICET-IMICIHU), Dr. Pablo Cirio (Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega”), Dra. Corina Courtis (Universidad de Buenos AiresCONICET), Dra. Carolina Crespo (CONICET-INAPL-Universidad de Buenos Aires), Dr. Walter Delrio (Instituto de In­ vestigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio-CONICET-Universidad Nacional de Rosario), Dra. Ingrid De Jong (CONICET-Universidad de Buenos Aires-Universidad Nacional de La Plata), Dra. Mariana De Nigris (CONICETINAPL), Lic. Paula Estrella (CONICET- Instituto de Investigaciones Gino Germani), Lic. Leandro Etchichury (Núcleo Argentino de Antropología Rural), Lic. María Pía Falchi (INAPL), Lic. Anabel Feely (CONICET- Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires), Dr. Pablo Fernández (CONICET-INAPL), Dra. María Inés Fernández Álvarez (CONICET-Universidad Nacional de Buenos Aires), Dra. María Rosario Feuillet Terzaghi (CONICET-Universidad Nacioanl de Rosario), Dr. José Garriga Zucal (CONICET-Universidad Nacional de San Martín), Dra. María Soledad Gheggi (CONICET-Universidad de Buenos Aires), Dra. Florencia Girola (CONICET-Universidad de Buenos Aires), Lic. Lorena Grana (CONICET-INAPL), Lic. Jennifer Grant (CONICET-INAPL), Lic. Juan Pablo Guagliardo (ANPCyT-INAPL), Dra. Ana Carolina Hecht (Universidad de Buenos Aires-CONICET), Dr. Daniel Loponte (CONICET-INAPL), Dr. Leandro Luna (CONICET- Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires), Dra. Virginia Manzano (Universidad de Buenos Aires-CONICET), Dr. Carlos Masotta (CONICET-Universidad de Buenos Aires-INAPL), Lic. Karina Menacho (Univer­ sidad Nacional de Jujuy), Lic. Leonardo Mucciolo (CONICET-INAPL), Dr. Sebastián Muñoz (CONICET-Universidad Nacional de Córdoba), Dr. Javier Musali (CONICET-INAPL), Dra. Lidia Nacuzzi (Universidad de Buenos Aires), Lic. Margarita Ondelj (Universidad de Buenos Aires), Dra. María Inés Pacecca (Universidad de Buenos Aires), Lic. Maricel Pérez (CONICET-INAPL), Dra. Ivanna Petz (Universidad de Buenos Aires), Dra. Virginia Pineau (CONICET), Dra. Paola Ramundo (CONICET-Universidad de Buenos Aires), Dra. Silvia Ratto (CONICET-Universidad Nacional de Quilmes), Dra. Anahí Re (CONICET-INAPL), Dr. Diego Rindel (CONICET-INAPL), Dra. Carolina Rivet (CONICET-ISES), Lic. Ana Rivoir (Universidad de la República-Uruguay), Dra. Lorena Rodríguez (Universidad de Buenos Aires-CONICET), Dra. Mariana Sacchi (Universidad de Buenos Aires-INAPL), Dra. Virginia Salerno (CONICET), Dr. Pedro Salminci (CONICET-INAPL), Dra. María Cecilia Scaglia (Universidad de Buenos Aires), Lic. Verónica Seldes (CONICET-INAPL), Lic. Adriana Stagnaro (Universidad de Buenos Aires), Dr. Augusto Tessone (CONICET-INGEIS), Dr. Sebastián Valverde (CONICET-Universidad de Buenos Aires), Dr. José Vaquer (CONICET), Lic. María Magdalena Vásquez (INAPL), Lic. Marcela Vidondo (Universidad de Buenos Aires-Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia), Dra. Carla Villalta (Universidad de Buenos Aires-CONICET), Dr. Carlos Zanolli (Universidad de Buenos Aires-INAPL)

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Indice Prólogo

12

1. A ntropología Política y Económ ica

15

De la medieria al arrendamiento: formas de relación laboral, acceso y uso de la tierra en trabajadores hortícolas del cinturón verde de La Plata Pamela Ferroni 16 Cooperativas de reciclado, estado, ongs: Múltiples conexiones Santiago Sorroche

33

Una etapa de la vida. El trabajo, la vida cotidiana y la experiencia de organización de un grupo de trabajadores telefónicos Sandra Wolanski 51

2. Estudios de A ntropología Jurídica

72

El consumo de estupefacientes. Detenciones policiales, procesamientos judiciales y la construcción de alternativas por un grupo de consumidores de drogas ilegales Florencia Corbelle 73 Anexo femenino. Avances preliminares sobre un acercamiento etnográfico en una unidad penitenciaria bonaerense. Leticia Corral y Gisel Sosa 90

3. Estudios Etnohistóricos

104

Con el foco en el otro: Las representaciones visuales acerca del indio y el territorio en los expedicionarios de la conquista del desierto en las campañas de 1879 y 1883 Ana Butto 105 “Representando el mundo desde un mundo nuevo”. Trayectorias y rupturas en las prácticas funerarias y el estilo cerámico en el valle Calchaquí norte (Salta), siglos XVI-XVII Lucila Gamarra 122 Negros esclavos y afrodescendientes en la historia del pago de la Magdalena. Un abordaje desde la antropología María Soledad García 143

Las instituciones estatales en un pueblo de pastores. Antofagasta de la sierra entre 1900 y 1943 Nora Kuperszmit 162 Grupos étnicos y territorios en la Cuenca del Plata durante los siglos XVI Y XVII Sergio Hernán Latini 178

4. Identidad y Procesos M igratorios

187

La migración japonesa en México y su relación con los imaginarios urbanos Dahil Melgar Tisoc

188

Representaciones y prácticas en torno a la circulación de niños entre grupos domésticos Qom (toba) en un contexto histórico migratorio Ingrid Spennemann 205 Sentidos de pertenencia, memoria y conflictos territoriales en Villa Traful Florencia Trentini

217

5. Las redes como m etodología en los estudios antropológicos

135

El pequeño mundo de las hinchadas de fútbol Javier Bundio

236

Citas bibliográficas en proyectos de investigación: un análisis de redes sociales aplicado a la producción académica 247 María Eugenia Lodi y Marina Cefali

6. H istoria y revisión de los clásicos en los estudios antropológicos

263

El viaje de Ambrosetti. La historia antropológica y su relación con “el otro” Ana Carolina Arias

264

Luchas hermenéuticas y usos estratégicos del milagro: perspectivas de la antropología y la sociología de la religión 283 Julia Costilla La etnohistoria andina como espacio de confluencia disciplinar María Alejandra Ramos

Enrique Palavecino, fotografías y archivo. Avance de investigación Ignacio Roca

322

Enmarcando una ciencia: la conformación disciplinar de la arqueología argentina vista a través de las fotografías de campaña tomadas en el NOA entre los años 1905 y 1930 María José Saletta 341

7. Patrim onio, H istoria y M em oria

368

“Cuando se acabe el petróleo nos vamos a quedar sin nada”. Discusiones en torno a la activación patrimonial como vía para el desarrollo en Buta Ranquil, provincia de Neuquén Lara Bersten 369 Coleccionar objetos arqueológicos: “Esto no está aquí por nosotros, nosotros estamos aquí por esto” Soledad Biasatti 383 Saberes y producciones culturales “locales” en la activación patrimonial del Parque Cultural Los Colorados Teresa Lagos Mármol 397 Antropología de lo que decimos y antropología en lo que decimos: una experiencia de divulgación científica y vinculación social en Ushuaia, Tierra del Fuego Gabriel Ángel Moscovici Vernieri 416

8. Bioarqueología y Prácticas M ortuorias

436

Una cuestión de muerte: cotidianeidad y prácticas funerarias en el sitio Juella, Quebrada de Humahuaca, Jujuy Santiago F. Barbich y Julia del Carmen De Stéfano 437 Aplicación de metodologías moleculares en contextos arqueológicos Cristian M . Crespo

449

Procesos de cambio en las prácticas mortuorias de los contextos locales bajo el dominio incaico en el Valle Calchaquí Norte, Salta Marisa Kergaravat y Claudia Amuedo 469 A cada uno su verdad culinaria: patrones paleodietarios y variables ambientales en el NOA

Violeta A. Killian Galván y Celeste T. Samec

487

La paleopatología en colecciones osteológicas documentadas: un caso local Marcos Plischuk

509

Análisis de la composición de sexo y edad de un nuevo entierro múltiple datado en ca. 3.740 años en la cuenca superior del río Santa Cruz Alfonsina Salvarredy y Ana Lucía Guarido 526 Análisis de los rasgos diagnósticos de elementos vertebrales para la asignación de la edad en el período fetal Analía Sbatella 588

9. Estudios sobre A rte Rupestre

549

El arte rupestre en el área oriental de Catamarca: el sitio Piedra Pintada (Dpto. El Alto) Eva A. Calomino

560

Variabilidad local en las representaciones rupestres del sector norte de la meseta del Strobel (Santa Cruz) Francisco Guichón 566 Saliendo del anonimato. Los arrieros por su nombre. Análisis de iniciales y nombres grabados en el desierto de Ischigualasto (provincia de San Juan) Guadalupe Romero Villanueva 585 Con el último trazo nos vamos. Momentos finales del arte rupestre en el bosque andino patagónico Anabella Vasini 604

10. Estudios Tafonómicos y Zooarqueológicos

620

Análisis tafonómico del registro arqueofaunístico de la pampa de las lagunas santafesinas. El sitio Laguna El Doce (provincia de Santa Fe, Argentina) Jimena Cornaglia Fernández 621 Zooarqueología de la Unidad Estratigráfica 2, Holoceno Medio, del alero AEP-1, de Piedra Museo, Santa Cruz Laura Marchionni 644 Variabilidad dietaria en camélidos de la Puna: un modelo actual a partir de la

evidencia isotópica Celeste T. Samec

666

Zooarqueología de cazadores-recolectores en la cuenca media e inferior del río Coronda (provincia de Santa Fe): avances y perspectivas Julieta Sartori 684 Obtención y procesamiento de camélidos en la Rinconada (valle de Ambato) entre los años 700 y 1.100 DC Ariadna Sbovoda 702 Un caso de estudio zooarqueológico en Patagonia meridional: el sitio Estancia Pueyrredón 2 Sofía Tecce 717

11. Estudios Tecnológicos I: M aterial Lítico

733

Tecnología de caza y descarte de proyectiles en la comarca andina del paralelo 42° y el valle del río Manso inferior. Una aproximación inicial Jimena Alberti 734 Estilos tecnológicos de conjuntos líticos arqueológicos de sociedades extractivas y productivas del oeste tinogasteño (provincia de Catamarca, Argentina) Dolores Carniglia 760 Manufactura, utilización y análisis de huellas de uso sobre artefactos líticos tallados en rocas silíceas de la Meseta central de Santa Cruz. Diseño y desarrollo del programa experimental Manuel Cueto 762 Análisis del uso de materias primas en el sitio Laguna del Faldeo Verde (Meseta del Strobel, provincia de Santa Cruz) Josefina Flores Coni 782 Caracterización de las materias primas y la tecnología lítica del sitio formativo Soria 2, Andalhuala, provincia de Catamarca Erico Gaál y Juan Pablo Carbonelli 708 Análisis preliminar del material lítico del sitio Arteaga, Reserva Finca Las Costas, provincia de Salta Elsa Mabel Mamani 818

Aproximación a los conjuntos líticos de la cueva Haichol (provincia de Neuquén): nuevas preguntas y tendencias preliminares 831 María de la Paz Pompei Las vueltas de La Maciega. Arqueología de un pequeño bajo en la Meseta de Somuncurá Enrique Terranova 847

12. Estudios Tecnológicos II: Producción y Uso de Alfarería

860

Esferas de consumo durante los períodos de Desarrollos Regionales e Inca en valle Calchaquí-Yocavil, Salta (Tolombón y Angastaco) 861 Lía Arechaga El sitio Hualfin Inka: interpretaciones a partir del análisis cerámico María Victoria Lissa y Julieta Lynch

878

Análisis comparativo de los conjuntos cerámicos de colecciones de museo: el caso Doncellas 888 Martina Inés Pérez

13. Presentación y Análisis de Sitios Arqueológicos

909

Volviendo a la Loma Rica de Shiquimil. Informe sobre el trabajo de campo año 2009 Carlos Belotti, Erico Gaál, Leticia Raffaele y Catriel Greco 910 Alero Los Guanacos 1 - lago Cardiel, Santa Cruz, Argentina Carla J. Martínez, Sebastián Pasqualini e Iván Rapela

924

14. Problem as M etodológicos en Arqueología

943

¿Dónde se encuentra el cuándo? Análisis de los datos procesados en el Laboratorio de Tritio y Radiocarbono (LATYR) 944 Mercedes Corbat y María de la Paz Pompei Lineamientos teórico-metodológicos para el estudio de las prácticas de consumo de maíz (Zea mays L.) en el oeste tinogasteño, Catamarca (ca. 2000-500 años AP) Irene Lantos 956 Uso del espacio y explotación de los recursos faunísticos en el norte de Tierra del Fuego durante el Holoceno Tardío: un acercamiento desde los sistemas de

información geográfica (SIG) María Cecilia Pallo

980

Paisajes de producción y reproducción durante el período de Integración Regional (600-1200 años DC): uso del SIG para el análisis de la agricultura en el AltoAncasti Verónica Zuccarelli 1000

15. Uso del Espacio y Arquitectura

1015

Sudeste del Valle de Yocavil: teledetección y paisajes arqueológicos Alina Álvarez Larrain

1016

Espacialidad, templos católicos y materialidad. Las iglesias de la ciudad de Buenos Aires desde el siglo XVII hasta el XX Luis V. J. Coll 1037 Estudio preliminar de los remanentes arquitectónicos del sitio El Churcal, Valle Calchaquí, Salta María Elena Ferreira 1056 Almacenaje y consumo en Juella ¿organización comunal en el Período Tardío? Iván Leibowicz, Leandro Palacios y Sebastián Cohen 1074

PRÓLO GO

“Habiéndome enfrentado a tantos impedimentos, me di cuenta, no sin un pequeño sobresalto, de que me hallaba por fin en situación de ‘hacer antropología’. Y cuanto más meditaba sobre este concepto menos claro lo veía. Si me pidieran que describiera a una persona dedicada a esta actividad, no sabría cómo reflejarla. Sólo se me ocurriría representar a un hombre subiendo una montaña (camino del lugar donde ‘hará antropología’) o redactando un informe (después de ‘hacer antropología’) ” (Barley 1993:70).

El propósito de esta publicación es doble: por un lado, dar cierre a una etapa durante la cual realizamos la selección de los trabajos, interactuamos con los autores y evaluadores y aprendimos a funcionar como Comité Editorial. Asimismo, nos proponemos abrir una discusión, entendiéndola como un intercambio de ideas, propuestas, experiencias y conclusiones. Es por este motivo que esta publicación representa y, paralelamente, propone un camino. Camino que nos lleva a recorrer el amplio espectro de nuestra disciplina, pero también a conocer las miradas de ciencias afines sobre los mismos problemas. Además, porque nos abre un itinerario hacia el conocimiento de mundos sociales pasados y presentes, ejes constitutivos de nuestro quehacer antropológico. Finalmente, debido a que este volumen expresa una continuidad en el propósito de publicar y difundir aquellos estudios presentados en un evento que ya cobró más de una década de trayectoria, las Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas organizadas regularmente desde 1992 por el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano1-IN A PL- en colaboración con la Asociación Amigos de esta institución. En este sentido, los trabajos que aquí se editan son el producto de una selección de las contribuciones de las VIII Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas, desarrolladas durante el mes de noviembre de 2009 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

1 El Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano depende de la Secretaría de Cultura de la Nación.

Desde sus orígenes, estas Jornadas han tenido como propósito promover un ámbito interactivo de discusión e integración entre jóvenes investigadores de la disciplina. Su interés ha sido brindar una oportunidad para que éstos puedan exponer e intercambiar los resultados de sus investigaciones y las dificultades que se les presentan durante el desarrollo de las mismas, contribuir en su formación, activar la reflexión crítica, posibilitar el debate sobre futuros retos a afrontar en la investigación -sea científica o para la gestión- y crear un ámbito en el que confluyan las distintas ramas de nuestro campo: la antropología sociocultural, la arqueología, la etnohistoria, entre otras. Con el correr de los años, este evento fue creciendo tanto en la cantidad como en la diversidad del origen de sus participantes. En este sentido, en el año 2009 las Jornadas han contado con un total de 147 trabajos y más de 200 inscriptos del país y Latinoamérica. De los 147 artículos expuestos, se publican en este volumen un total de 62 artículos. Todos han superado la evaluación por parte de expertos idóneos y se destacan por su rigor científico, su coherencia interna y sus aportes al desarrollo de la disciplina y al conocimiento de la sociedad. Los trabajos aquí seleccionados ponen de manifiesto problemáticas ocurridas en diferentes momentos históricos y espacios variados. Bajo un ordenamiento diferente al que tuvo lugar en aquellas Jornadas, las temáticas abordadas por los autores son múltiples y comprenden una amplia casuística. Incluyen desde propuestas y reflexiones de índole teórica-metodológica tanto en antropología sociocultural como en arqueología, reconsideraciones y análisis de los autores clásicos de la disciplina, investigaciones sobre la identidad y diversos procesos migratorios, indagaciones en el campo de la antropología jurídica y el amplio terreno de la política y la economía, así como estudios sobre materiales líticos y cerámicos, estudios zooarqueológicos, bioantropológicos y de paisajes arqueológicos. Nos parece importante también destacar la composición del capítulo sobre patrimonio, historia y memoria en el cual se incluyen trabajos arqueológicos y de antropología social, cuyas temáticas se entrelazan de forma tal que resultaba imposible separarlos. Dicha integración, junto con la diversidad de los temas abordados, representa quizá uno de los mayores logros y riquezas del volumen pues supone asimismo miradas originales y revisiones que renuevan a la disciplina. A su vez, son expresión de las diferentes formas en las que se posiciona hoy el antropólogo y de la apertura de la profesión hacia nuevas problemáticas de investigación y campos de aplicación.

Los estudios aquí presentados revisan y analizan problemáticas sociales del pasado y de la actualidad, a la luz de procesos económicos y políticos ocurridos en nuestro país y otros países de América Latina, invitándonos a un tránsito de ida y vuelta desde el presente al pasado y viceversa. La compilación en su conjunto aspira a repensarnos continuamente, mostrando no simplemente la diversidad y la pluralidad cultural, sino también los conflictos y las desigualdades en las que éstas se inscriben, así como los efectos de poder que producen. En este sentido, apuntan a reflexionar sobre una materia ineludible en el campo de la investigación en ciencias antropológicas, en la historia de esta disciplina en nuestro país, en nuestra propia historia y en nuestro presente. Finalmente queremos agradecer profundamente a todos los autores y evaluadores, al Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano y a la Asociación Amigos de dicho instituto, ya que sin la colaboración y paciencia de todos ellos esta publicación no hubiera sido posible.

Compiladores

Nora Kuperszmit, Teresa Lagos Mármol, Leonardo Mucciolo y Mariana Sacchi

l.Antropología Económica y Política

DE LA M ED IERIA A L ARRENDAM IENTO: FO RM AS DE RELAC IÓ N LABO RAL, A CC ESO Y USO DE LA TIERRA EN TRABAJADO RES HO RTÍCOLAS DEL CINTURÓ N VERDE DE LA PLATA FERRONI, Pamela*

INTRODUCCIÓN El sector hortícola del Partido de La Plata ha configurado desde principios del siglo pasado una trayectoria de consolidación creciente no exenta de transformaciones importantes vinculadas a procesos económicos y políticos globales e innovaciones tecnológicas y a procesos económico-políticos regionales. Uno de los cambios que nos interesa analizar toma como base la información proveniente de investigaciones recientes sobre el sector hortícola bonaerense en general y platense en particular (Benencia, Cattaneo y Fernandez 1997; Benencia 1999; García y Kebat 2007; Selis 2000). Estas investigaciones llaman la atención sobre un proceso de movilidad ascendente en trabajadores hortícolas de nacionalidad boliviana que ocurre en paralelo a la crisis política, social y económica que se instaura en nuestro país en 2001-2002. Se refieren a la posibilidad que ha tenido un sector de trabajadores no propietarios de la tierra (mayoritariamente medieros) de acumular un pequeño capital y acceder a la tenencia de la tierra bajo la forma de arriendo. Estas investigaciones sostienen que tras la devaluación, si bien muchos de los medieros bolivianos regresaron a su país, la merma de la mediería podría tener otras causas, como la del pasaje directo de medieros a productores arrendatarios. Sin embargo, el análisis de los datos expresa que si bien la coyuntura nacional mencionada les abrió las puertas a los trabajadores medieros para dar un salto, dado que, entre otros factores, el valor de la locación de la tierra disminuyó en ese período, estos arrendatarios nuevos se encuentran actualmente con problemas de capital, ya por la carencia de maquinaria y de tecnología adecuada, ya porque las * Estudiante avanzada de la carrera de Sociología. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UNLP Miembro del proyecto bianual de investigación, del cual surge el presente trabajo, denominado “Estudio de las interacciones y sinergias en salud relacionadas con el género y el trabajo. El caso de la producción hortícola del Cinturón Verde del partido de La Plata”, 11/S005., bajo la dirección de María Cristina Salva, acreditado y subsidiado por la SECyT. UNLP en el marco del Programa Nacional de Incentivos.

tierras arrendadas a bajo precio en la época de crisis están sometidas a un incremento creciente de los alquileres en momentos de bonanza . Estos cambios recientes en la posición socioproductiva de un conjunto de trabajadores en el campo de la producción hortícola de la región están explicados en la mayoría de las investigaciones a partir de los condicionantes estructurales. Es interés de nuestra investigación poder analizarlos también desde la perspectiva de los trabajadores reconstruyendo las estrategias que dichos agentes despliegan para reproducir o transformar el lugar que ocupan en el campo productivo. Entendiendo además que los actores otorgan significaciones a sus prácticas cotidianas desde los ámbitos específicos en los que se desenvuelven, son objetivos de nuestra investigación registrar los sentidos que actualmente construyen estos trabajadores sobre sus nuevos lugares en la estructura productiva hortícola. Cuáles son sus percepciones acerca de los factores que influyen en la continuidad / discontinuidad del acceso al arrendamiento de tierra. Cuáles son sus expectativas a corto y mediano plazo. Qué recursos materiales y simbólicos son movilizados para la consecución de sus metas. En esta presentación, incluiremos los primeros avances del análisis de los datos primarios y secundarios con que contamos hasta el momento. Para su cumplimiento contamos como insumo básico con información secundaria proveniente de un estudio integral de las condiciones de trabajo y de vida que fuera realizado por otros miembros del equipo de investigación que integramos (Salva 2006; Salva et al. 2008). El abordaje cualitativo implicó la implementación de entrevistas abiertas y observación directa cuyo cumplimiento estuvo a nuestro cargo abarcando el período de diciembre de 2008 a agosto de 2009. En las entrevistas se propuso la obtención de datos no sólo en la dimensión sincrónica sino también en la diacrónica. Por un lado, recabamos datos sobre la situación socioeconómica actual de los nuevos arrendatarios y por otro, incorporamos la dimensión histórica a los fines de indagar las condiciones que permitieron el pasaje de la mediería al arrendamiento de la tierra para reconstruir las trayectorias de los entrevistados en la horticultura local. En concordancia, la unidad de análisis consistente para este trabajo son los trabajadores hortícolas que han tenido la posibilidad de abandonar (en forma transitoria o definitiva) la mediería para explotar la tierra a partir del arrendamiento.

Dado que este trabajo forma parte de un proyecto más amplio que seguirá siendo desarrollado y profundizado, en esta presentación queremos compartir algunas conclusiones de tipo provisorias a las que hemos arribado al momento. Las reflexiones alcanzadas aquí se desprenden de la indagación teórica del problema de investigación y de los primeros contactos con cinco explotaciones hortícolas visitadas, en las cuales mantuvimos extensas conversaciones con más de un entrevistado en cada una de ellas.

CONTEXTUALIZACIÓN REGIONAL Y LOCAL A los fines de caracterizar el sector hortícola platense es conveniente hacer un recorrido histórico que, aunque sucinto, de cuenta de las principales transformaciones del sector desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad. Es válido comenzar por el proceso de cambio tecnológico ocurrido en el sector hortícola como expresión de lo que se llamó “Revolución Verde”, caracterizada a partir de 1950 por el incremento de la productividad merced a la incorporación de nuevas variedades de cultivos de alto rendimiento junto con tecnologías basadas en la utilización de fertilizantes, pesticidas y energía fósil, como insumos principales. Dicho proceso de cambio se especifica en la década del '60 con la incorporación del tractor y la creciente mecanización de las labores que ello conlleva. En los '70 aparece la incorporación de plaguicidas, continúa con los híbridos en los '80 con el objetivo de incrementar la calidad y cantidad de hortalizas producidas en la región; y más recientemente, en los '90 el proceso de cambio se patentiza con la incorporación de los invernáculos, cuya difusión se debe ya a la mayor seguridad de obtener una cosecha óptima al minimizar los efectos climáticos adversos, ya a la independencia estacional de los cultivos que se logra al modificar el microclima dentro del invernadero y obtener primicias, ya a los precios mayores que se obtienen debido a la mayor calidad que presentan los productos hortícolas. Este proceso de adopción de innovaciones determina el surgimiento de tecnologías sucesivamente más complejas y cualitativamente diferentes (Selis 2000). En esta caracterización del sector hortícola local es importante la referencia a una de las formas de relación laboral más extendida: la mediería. Se ha definido a la mediería, en el marco de producciones modernizadas.

como una modalidad de contrato o un tipo de relación socioproductiva no reductible al trabajo asalariado, ni a la figura de “socios” que expresa la flexibilidad de la mano de obra en la horticultura. Se trata de un arreglo que ha sido muy utilizado en la explotación hortícola en general y especialmente en la horticultura platense. Consiste en un arreglo entre partes, patrones y medieros, en el cual los primeros aportan la tierra, maquinaria y otros insumos, y los segundos aportan el trabajo necesario, generalmente mano de obra familiar o bien contratando trabajadores en etapas particulares del ciclo productivo. Generalmente dicho arreglo es flexible y variable, observándose diversas formas de reparto entre las partes del producto obtenido (Propersi 1998; Ringuelet et al. 1991; Selis 2000). El mediero o medianero resultó significativo en dos momentos de la horticultura platense: la etapa de expansión horizontal ocurrida a partir de mediados de los '70 (Benencia et al. 1997) y la etapa del invernáculo, principalmente durante la década del '90. En los '70 este actor aparece como respuesta a la demanda de mano de obra en un contexto de incorporación de nuevas tierras al proceso productivo y de aumentos en la productividad, correspondiéndose con la afluencia de trabajadores bolivianos al trabajo hortícola. En los '90, la mediería aparece como la forma laboral mas idónea para minimizar riesgos de inversión; en este período la afluencia de inmigrantes bolivianos tiene que ver no sólo con una fuerte demanda de mano de obra, sino también con el tipo de cambio altamente favorable. En relación a los cambios más recientes ocurridos en el sector hortícola platense, es importante mencionar la situación nacional de la década del '90 cuando la recesión económica de 1998 profundizó la crisis sociopolítica y económica, producto del modelo de la década del '90, y la incertidumbre que esto generaba finalmente derivó en la crisis institucional del 2001. Es en esta coyuntura donde aparece el fenómeno del aumento del arrendamiento de tierras en la horticultura platense. Según García y Kebat, (2007) uno de los factores que lo explican es el abaratamiento de las tierras producto del abandono de la actividad de un significativo número de propietarios hortícolas. Entre 2001 y 2005 el arrendamiento aumentó casi en la misma cantidad de explotaciones que desaparecen entre 1998 y 2001, como explican García y Kebat (2007). Siguiendo los datos del Censo Hortiflorícola Bonaerense de 2005,

en comparación con los Censos Hortícolas de la provincia de Buenos Aires de 1998 y 2001, analizados por estos autores, se puede confirmar la hipótesis sostenida por sus investigaciones respecto de que la coincidencia en la superficie arrendada entre 1998 (2219,3 ha.) y 2005 (2055,9 ha.) después de haber manifestado una pérdida importante en el 2001 (810,2 ha.), podría hacer conjeturar que son otros los actores que protagonizan este resurgimiento, en este caso los trabajadores medieros que “ascienden” a la posición de lo que denominan pequeños productores arrendatarios. Es especialmente éste el nudo problemático que nos ha interesado estudiar. Nos preguntamos en qué situación se encuentran hoy los trabajadores que han pasado por la experiencia de abandonar la relación laboral de mediería y accedido a la tenencia de la tierra mediante el arrendamiento. ¿El arrendamiento de la tierra implica el abandono definitivo de la mediería? ¿De qué hablamos cuando hablamos del pasaje de medieros a productores arrendatarios en términos de movilidad social ascendente? ¿Qué trama significativa construyen los actores en relación a estos cambios?

CONSIDERACIONES CONCEPTUALES

El abandono de la mediería hacia el arrendamiento por parte de los trabajadores hortícolas, no propietarios de la tierra, implica cambios en la posición de estos agentes dentro de este espacio social. Para definir el espacio social abrevamos en P. Bourdieu para quien: “La noción de espacio contiene, por sí misma, el principio de una aprehensión relacional del mundo social: afirma en efecto que toda la realidad que designa reside en la exterioridad mutua de los elementos que la componen. Los seres aparentes, directamente visibles, trátese de individuos o de grupos, existen y subsisten en y por la diferencia, es decir en tanto que ocupan posiciones relativas en un espacio de relaciones que, aunque invisible y siempre difícil de manifestar empíricamente, es la realidad más real (...) y el principio real de los comportamientos de los individuos y de los grupos” (Bourdieu 1997).

En este marco vamos a plantear una concepción de la realidad social como realidad relacional en los términos en que la define P. Bourdieu. Esto es, la realidad como algo complejo, dialéctico, multidimensional, formada no sólo por elementos

objetivos, sino también subjetivos, que tienen que ver con los esquemas mentales, las disposiciones a actuar, pensar y sentir de cierta manera, con motivaciones y representaciones. Esta estrategia teórica-metodológica relacional busca analizar y comprender las cosas y las percepciones de las cosas (Bourdieu y Wacquant 1995). La perspectiva bourdeana pone el acento en el análisis del espacio social, que implica el abordaje desde las prácticas sociales, a partir del estudio relacional de los condicionamientos tanto objetivos (estructuras sociales externas) como subjetivos (estructuras sociales internalizadas por los agentes) que limitan las posibilidades de elección y de acción de los agentes, determinando una serie de posiciones en el espacio social. Recuperar aportes de este marco teórico no significa anclarse en un análisis estrictamente estructural, sino que se enfatiza en el interjuego entre las condiciones objetivas de vida y en los esquemas de percepción, pensamiento y acción (habitus) internalizados en los actores y que ellos ponen en juego en las estrategias que despliegan en las prácticas cotidianas. En la concepción de Bourdieu la idea de habitus permite relacionar la posición en la estructura social y la interiorización de ese mundo objetivo. “(...) el habitus, un sistema socialmente constituido de disposiciones estructuradas y estructurantes, adquirido mediante la práctica y siempre orientado hacia funciones prácticas” (Bourdieu y Wacquant 1995). La comprensión de este concepto permite entender el de “estrategias”, el cual es fundamental para el desarrollo de este trabajo, y son definidas por el autor como las líneas de acción que los agentes sociales construyen en la práctica, objetivamente orientadas, y que se definen en el encuentro entre el habitus y una coyuntura particular del campo. Por su parte el concepto de estrategias de reproducción según Bourdieu hace referencia al conjunto de prácticas a través de las cuales los individuos y las familias buscan mantener o acrecentar su patrimonio, su capital, y así mantener o mejorar su posición en la estructura de clase en la que se encuentran (Bourdieu 1998). El despliegue de estrategias no requiere necesariamente que los agentes movilicen una determinada racionalidad. Se trata más bien de una racionalidad limitada, ya que el agente social está socialmente limitado por la posición que ocupa en el espacio social, y por las disposiciones a actuar, pensar y sentir, que ha ido internalizando a

lo largo de su vida, y a partir de las cuales se perciben las opciones, se evalúan y se actúa en consecuencia. Del complejo conceptual de Bourdieu tomamos también el concepto de capital que permite un análisis más profundo y complejo de las estrategias que llevan a cabo los agentes. Bourdieu define distintas especies de capitales que son las que entran en disputa en los diferentes campos y que determinan de manera particular el poder y la posición de los sujetos en el mismo. Los diferentes tipos de capital son el económico, el social, el cultural y el simbólico. El primero hace referencia a la posesión de bienes materiales y riqueza; el segundo tiene que ver con la construcción de una red de contactos y alianzas perdurables en el tiempo; el capital cultural está centrado en el conocimiento y las habilidades adquiridas y socialmente reconocidas; por último, el capital simbólico entraña la posesión de un reconocimiento colectivo que se obtiene de múltiples maneras, puede tratarse de un reconocimiento institucionalizado o no. Para poder determinar analíticamente el lugar que los agentes ocupan en un determinado espacio social (posición objetiva en la estructura social), se debe determinar el volumen global del capital poseído, cuál es la composición de dicho capital y la trayectoria social de los agentes. Motivo por el cual interesa en este trabajo indagar acerca de los capitales con los que cuentan los trabajadores hortícolas desde el momento que abandonan total o parcialmente la mediería para arrendar y registrar su trayectoria hasta el momento actual. Sin embargo, no sólo es importante saber qué posición ocupan dentro del espacio rural los trabajadores hortícolas para entender qué hacen en una coyuntura dada, sino también analizar la trayectoria de los mismos, ya que en el habitus está inscripta la forma en que se accede a una posición. El análisis de trayectorias particulares nos permitirá adentrarnos en la heterogeneidad de la problemática que estamos abordando. El hecho de que los trabajadores hayan pasado por la experiencia de abandonar la mediería para arrendar la tierra los hace ser parte de un mismo proceso, pero esto no implica que su posición en el espacio social sea la misma. Entran en juego aquí múltiples factores que influyen en la situación actual de los trabajadores hortícolas, más allá de este elemento en común. Indagando en sus prácticas puestas en juego, las cuales están orientadas por la disponibilidad de capitales y por las representaciones y percepciones que han

internalizado los agentes a partir de las condiciones estructurales, es que se podrán ver los factores que explican la situación actual de los trabajadores hortícolas en términos del modo en que trabajan la tierra, su acceso, su uso y las relaciones sociales que establecen. Es decir que para poder dar cuenta de la complejidad del mundo social que comprende elementos materiales y simbólicos nos interesa registrar y analizar las representaciones sociales que los agentes bajo estudio construyen respecto de sus condiciones de vida y de sus prácticas. Según I. Vasilachis: “(...) las representaciones sociales son construcciones simbólicas individuales y/o colectivas a las que los sujetos apelan o crean para interpretar el mundo, para reflexionar sobre su propia situación y la de los demás, y para determinar el alcance y la posibilidad de su acción histórica” (Vasilachis 2000, en Longo 2003).

He aquí el carácter inseparable de dos momentos en el análisis y en la realidad, el de las estructuras sociales y el de las interpretaciones que hacen los agentes de esas estructuras. Las representaciones sociales si bien emergen y se vinculan a la posición que los agentes ocupan en la estructura social, tienen un carácter constructivo ya que no son sólo portadoras de determinaciones sociales ni simples esquemas de reproducción de estructuras sociales; son un instrumento de lucha tanto individual como colectivo y cumplen la función de constituir la identidad.

CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS La metodología adoptada integra un abordaje cualitativo a través de los datos obtenidos de la observación directa y de entrevistas abiertas realizadas en explotaciones hortícolas del Cinturón Verde del partido de La Plata. La recolección de datos primarios a partir de las entrevistas fue realizada con trabajadores hortícolas, no propietarios de la tierra, que después de la salida de la Convertibilidad abandonaron la mediería para arrendar. En razón de pretender abarcar el mayor rango de situaciones en relación al cambio de status laboral, la muestra, de carácter intencional, incluye: trabajadores arrendatarios que a partir del 2001 accedieron y mantienen, al momento de la entrevista, este status ocupacional; trabajadores que accedieron al arrendamiento en 2001 y actualmente han pasado a ser propietarios de

la explotación y trabajadores que accedieron al arrendamiento en 2001 y que al no poder mantener este nuevo lugar han optado por pactar relaciones de mediería. Si bien en esta primera instancia del trabajo las entrevistas fueron aplicadas a uno de los grupos que constituye la muestra (ex medieros, actualmente arrendatarios). en la continuidad que tenemos programada complejizaremos el análisis con nuevas entrevistas que permitan incorporar otras posibles estrategias implementadas por los horticultores y así poder introducir algunas comparaciones entre los casos que han desplegado estrategias para conservar su situación como arrendatarios y aquellos casos en los que las estrategias orientaron otras prácticas. Contar con un corpus mayor de datos también repercutirá en el proceso de ratificación o rectificación de los resultados provisorios que estamos presentando. Asimismo queremos señalar que si bien la unidad de análisis son los trabajadores hortícolas no propietarios de tierra, contextualizaremos en las familias, dado que una característica fundamental del trabajo hortícola en el universo de estudio es que éste es realizado por todo el grupo familiar. El abordaje cuantitativo está constituido por el análisis de datos obrantes en el Censo Nacional Agropecuario 2002, Censo Hortiflorícola de Buenos Aires 2005 y Estadísticas del Ministerio de Economía, Pcia. de Buenos Aires.

ANÁLISIS Y DISCUSIÓN Si bien este trabajo forma parte de un proyecto más amplio que seguirá siendo desarrollado y profundizado, se pueden presentar las reflexiones alcanzadas a partir de la indagación teórica del problema de investigación y de los primeros contactos con la población de nuestro universo de estudio. Después de varias visitas a distintos predios hortícolas que forman parte del Cinturón Verde del partido de la Plata, particularmente en las localidades de Los Hornos y A. Etcheverry nos encontramos con situaciones diversas en las carreras ocupacionales de los arrendatarios entrevistados. No obstante ello, optamos por comenzar el análisis partiendo de los factores comunes que hemos encontrado en el conjunto de las cinco explotaciones visitadas. •

La mayoría de los entrevistados oriundos de Bolivia refieren que

llegan a la Argentina, y en especial a la región hortícola de La Plata, por la

dinámica de factores de expulsión principalmente de carácter económico. •

El sector mayoritario de los trabajadores entrevistados arribó a la

región teniendo alguna contención social por contar con conocidos en la zona, una conexión con una red social que ofició de mediadora. Muy pocos vinieron a “probar suerte” con mayor incertidumbre. Para los que llegaron conectados con una red social de pares ya instalados en un predio la posesión de este capital social les abrió las puertas para insertarse laboralmente en el mismo predio o en otro de la zona. •

En la generalidad de los entrevistados la inserción primera en el

sector hortícola platense se da a través de relaciones laborales de mediería. •

Los entrevistados otorgan un sentido positivo a la inserción laboral

como medieros cuando recién se llega a nuestro país. El sentido positivo deviene de que les presenta menos riesgos económicos de pérdidas por malas cosechas o bajos precios, ya que en este tipo de relación laboral se comparten tanto las ganancias cuanto las pérdidas con el propietario o arrendatario de la tierra. •

Sin embargo manifiestan las pocas posibilidades de mejorar sus

condiciones de vida bajo la forma de trabajo en mediería y las limitaciones en cuanto a las posibilidades de elegir cómo trabajar, cuánto tiempo, qué cultivar, cómo comercializar, etc. Esto es lo que fundamentan a la respuesta negativa de si volverían a trabajar como medieros. Volver a la posición de medieros, se asocia a una idea de retroceso en el sentido de ocupar una posición desventajosa en el campo laboral que enfatiza la pérdida de autonomía en la gestión del proceso productivo que sí es posible para un arrendatario. El análisis de las prácticas llevadas a cabo por los agentes, las cuales constituyen las estrategias puestas en juego, nos permite encontrar algunos matices de sus carreras en el proceso socioproductivo hortícola. •

Si bien se observa en la mayoría de los casos una fuerte resistencia

a volver a la mediería, nos encontramos con relatos en los que aparece como última alternativa a la cual recurrir en caso de encontrarse en el límite de tener que abandonar la actividad, sin dejar de ser esto una resistencia a la vuelta. Como podemos observar, la mediería no ha sido mencionada como una opción por el momento, sin embargo se manifiesta en las conversaciones

una referencia positiva a la misma cuando en sus trayectorias de arrendatarios han padecido grandes pérdidas económicas que resultaron en deudas, rescatando de la mediería la ausencia de riesgos de inversión, y sostienen que la posibilidad de ahorro actualmente es prácticamente nula tanto bajo la forma de mediería como del arrendamiento. •

El “saber hacer” (capital cultural) es un recurso indispensable

identificado por los sujetos. Señalan que es un aspecto crucial para el logro de cierta independencia en el sentido de una posibilidad de asumir cuando son medieros, aunque de modo mínimo, la gestión del proceso productivo. •

El “saber hacer” también es crucial si se dice arrendar la tierra, en este

caso la competencia se extiende a la globalidad del proceso productivo. Este saber forma parte de la vida y la trayectoria de los actores desde temprano, ya que la mayoría de los que migraron a la región hortícola platense ya se dedicaban junto a sus familias a esta actividad en sus lugares de origen. Sin embrago, nos cuentan algunos que ciertas tareas fueron aprendiéndolas aquí y sobre la marcha del trabajo. •

Si bien para los trabajadores tiene una connotación positiva en

cuanto a que los provee de libertad para trabajar las quintas, especialmente bajo arrendamiento, este saber aparece en los relatos como un único saber hacer operando como factor limitante frente a la posibilidad de dedicarse a otra actividad que no sea la hortícola. Varios de los entrevistados manifiestan no saber hacer otra cosa y por eso no se imaginan trabajando en otro rubro. •

Respecto de la posibilidad de dedicarse a otra actividad extrapredial,

no es sólo el saber específico lo que actúa como un factor influyente, sino que aparece la influencia del trabajo familiar tanto en términos de organización como de la conservación de los vínculos. En una de las entrevistas realizadas, con mayor profundidad a arrendatarios se mencionan las limitaciones para realizar otra actividad fuera del predio por parte de alguno de los cónyuges porque el trabajo en la quinta lo sostienen ambos junto con otros integrantes del grupo familiar; son necesarios todos poique es mucho el trabajo que hay que hacer. Se observó también en tres de los casos entrevistados que no fue condición necesaria la acumulación de cierto capital económico para incorporarse al proceso productivo a través del arriendo. Es así que encontramos trabajadores hortícolas

que sin haber adquirido previamente herramientas, o maquinarias, y aún sin contar con capital monetario propio en forma de ahorros abandonaron la mediería hacia el arrendamiento activando sus redes sociales, los vínculos con pares que pudieron otorgarles préstamos no formales de dinero y herramientas. No sólo contaron con ese capital social al momento de arrendar, sino que son vínculos que permanecen y a los que recurren también en las oportunidades en que necesitan hacer alguna inversión orientada a mantener o mejorar su posición. Notamos en la mayoría de los relatos que todas las decisiones tomadas desde sus nuevos lugares de arrendatarios están orientadas a reducir la incertidumbre propia de la actividad y principalmente bajo esta forma de tenencia que implica mayores riesgos; sin embargo, este grupo de arrendatarios que accede al arrendamiento con un nivel prácticamente nulo en términos de acumulación de capitales, enfatiza aún más esta lógica a partir de asegurar un ingreso constante sin correr grandes riesgos. Esta estrategia es puesta en práctica a partir de la producción de cultivos de hoja (lechuga, acelga, espinaca) por su bajo costo de producción, ciclo corto y menor demanda de mano de obra. Si bien la mayoría de los entrevistados han optado por producir sólo este tipo de cultivos al comienzo de su inserción como arrendatarios, ya que no requiere grandes gastos de inversión, en la actualidad aún lo continúan haciendo estos arrendatarios más pequeños. La decisión de no producir tomate y pimiento en los primeros tiempos representa para los trabajadores una práctica “prudente” coherente con la necesidad de disminuir el nivel de incertidumbre que enfrentan como arrendatarios en esta actividad. Producir tomates y pimientos no sólo significa invertir en la compra de las semillas que tienen un elevado costo por ser importadas, sino también en el tratamiento que necesita el suelo y la planta hasta la cosecha. El tomate requiere ser cultivado principalmente bajo cobertura y el suelo debe estar libre de hongos y parásitos, especialmente de nemátodos. Para ello se requiere la utilización de bromuro de metilo para la desinfección del suelo, cuyo costo por hectárea de invernáculo actualmente es de unos 3000 U$S. La producción de tomate es considerada por la mayoría de los entrevistados como el cultivo que logra hacer una diferencia en el ingreso obtenido de la actividad, ya que si bien implica mayores costos de inversión, una buena cosecha podría significar un aumento en las ganancias. Los arrendatarios que pueden ampliar y

diversificar su producción con la incorporación del tomate son aquellos que pudieron tener mayores posibilidades de ahorrar en su etapa de medieros, especialmente porque recibían el 50% de lo obtenido de la producción y combinaban la mediería con trabajos de temporada, como embalador o tantero, lo cual les permitió contar con un remanente durante la producción de lechuga. Ahora bien, para poder realizar esta inversión, han recurrido también en algún momento a estas redes sociales, ya sea a través de préstamos de amigos y familiares o por contar con proveedores de insumos que les facilitaran el acceso a las semillas o a los plantines. Nos resultó una herramienta muy fértil para este análisis el concepto ya mencionado de capital desarrollado por Bourdieu, especialmente porque podemos pensar cómo los agentes reconvierten unas especies de capital en otras como estrategia para mantener o mejorar la posición en el espacio socioproductivo. Un trabajador hortícola sin medios de producción ni capital económico acumulado puede recurrir al capital social disponible lo que le permite obtener el capital económico necesario para salir de la mediería en pos del arrendamiento de la tierra. Ahora bien, hasta aquí se puede afirmar efectivamente que las posiciones que ocupan los medieros y los arrendatarios en la estructura socioproductiva hortícola tienen varias diferencias. Comparativamente, el arrendamiento implica para el actor poseer autonomía en cuanto a la gestión global del proceso productivo; sin embargo, a partir de las expresiones de los arrendatarios entrevistados no puede generalizarse esto como ascenso o como aumento significativo de los recursos económicos. Ellos manifiestan que viven en condiciones de alta vulnerabilidad al no ser propietarios del principal factor de producción estando en permanente riesgo de inversión al tener que reservar dinero para pagar el alquiler de la tierra y casi sin posibilidades de ahorrar. Ello es una variable de peso en la posibilidad de seguir reproduciendo como arrendatario su actividad en el sector.

CONSIDERACIONES FINALES Hasta qué punto la imposibilidad de acumular capital sigue condicionando la posibilidad de reproducción de los nuevos pequeños arrendatarios. ¿Se puede hablar de movilidad ascendente en estos casos en donde los actores

no perciben considerables mejoras en sus condiciones de vida y de trabajo, en donde la mediería aparece como una alternativa latente ante situaciones extremas que no les permitan seguir sosteniendo la actividad hortícola desde el arrendamiento? Tenemos claro que la posición en el espacio productivo de la horticultura platense de los nuevos trabajadores arrendatarios no es homogénea, ya que cada uno de los entrevistados realiza el pasaje con elementos propios de sus trayectorias de vida, lo cual hace que las prácticas que llevan a cabo difieran unas de otras, provocando así distintas posiciones en el espacio. No contará con equivalente capital social un trabajador que está establecido en la zona hace varios años, que otro que hace poco tiempo que ha llegado. También ha influido el tipo de relación que han establecido con sus patrones en la modalidad anterior de mediería, el capital acumulado en términos monetarios no será igual para aquellos que recibieron un 40 %, un 30% o un porcentaje menor del total de lo producido. Cada una de estas trayectorias influye en las prácticas adoptadas por los trabajadores que abandonan las relaciones laborales de mediería para alquilar tierra y llevar adelante el proceso productivo como arrendatarios. Es así que encontramos casos en los que los contratos de alquiler se pactan por varios años y otros casos en que con mayor incertidumbre sólo se alquila por un año a modo de prueba por si no se puede sostener el pago de la renta a más largo plazo. La perspectiva estructural nos permite contextualizar la problemática en los procesos político-economicos y sociales que se desarrollaban en nuestro país en el período 2001/2002 y que actuaron, en parte, como posibilitadores para que un sector de trabajadores insertos en relaciones laborales de mediería optara por arrendar algunas hectáreas y trabajar en forma independiente, condiciones que en la actualidad son otras, especialmente las que se refieren al valor de la tierra, ahora mucho más costosa. Con esto queremos decir que no debe perderse de vista que los sujetos aquí estudiados ponen en marcha múltiples prácticas para conservar y mejorar sus posiciones pero que éstas no tienen un movimiento constante y ascendente sino que oscilan de un lugar a otro por tratarse de un sistema de relaciones articulado con los procesos sociales, económicos y políticos nacionales y regionales.

AGRADECIMIENTOS Agradecemos la disponibilidad de los/las entrevistados/as que brindaron parte de su tiempo de trabajo para conversar con nosotros, a los/las técnicos/as de la Facultad de Agronomía que nos facilitaron información y contactos para realizar las entrevistas. Al INAPL y a la Comisión Organizadora de estas Jornadas que hicieron posible la presentación de éste y otros trabajos.

BIBLIOGRAFÍA Benencia, R. 1999. El concepto de movilidad social en los estudios rurales. En: Estudios Rurales. Teorías, problemas y estratégias metodológicas. Norma Giarraca compiladora. Editorial La Colmena. Benencia, R; C. Cattaneo y R. Fernández 1997. Proceso histórico de conformación del área hortícola producción bajo cubierta. En Área Hortícola Bonaerense. Benencia R. (coordinador) Buenos Aires, La Colmena. Bourdieu, P. 1997. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Anagrama, Barcelona. 1998. La Distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Grupo Santillana de Ediciones, S.A., Madrid. Bourdieu, P. & Wacquant, J. D. 1995. Respuestas: Por una antropología reflexiva. Grijalbo, México. Censo Nacional Agropecuario 2002 Censo Hortiflorícola Provincia de Buenos Aires 2005 Ministerio de Asuntos Agrarios y Ministerio de Economía de la Prov. de Buenos Aires

García, M. y C. Kebat 2007. Cambios en la estructura productiva del sector hortícola platense. La influencia de peones y medieros bolivianos. Ponencia presentada en las V Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales. Facultad de Ciencias Económicas, UBA. Buenos Aires. Propersi, P. 1998. La flexibilidad rural en el ámbito rural: el caso de los productores hortícolas. Cuadernos de Desarrollo Rural N° 40. Ringuelet, R.; A. Archenti; M.C. Salva y S. Attademo 1991. Tiempo de medianero. Revista Cuestiones Agrarias Regionales, N° 6. Serie Estudios e Investigaciones de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UNLP, Buenos Aires. Salva, M.C. 2006. Trabajadores rurales y situación de salud. Ponencia presentada en el VII Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Salta. Salva, M.C.; A. Alberti; L. Bergel; P. Ferroni; F. Fonseca; M. L. Nicoletti y F. Rolfo 2008. Trabajo, salud y género en el contexto de la producción hortícola del cinturón verde del partido de La Plata. Publicación en Actas de las V Jornadas de Sociología de la UNLP, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata. ISBN 978-950-34-0514-7 Selis, D. 2000. Efectos del cambio tecnológico sobre las condiciones de producción y reproducción del sector hortícola de La Plata. Serie Estudios/Investigación N° 39. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UNLP.

Vasilachis, I. 2000. ¿Hace el trabajo la identidad del hombre? Revista Doctrina Laboral, n° 183,

Buenos Aires. En Longo, M. E.(2003) Representaciones sociales en torno al trabajo e identidad en varones pobres, 6° Congreso Nacional de Estudios del Trabajo - ASET, Buenos Aires.

COOPERATIVAS DE R ECIC LAD O , ESTADO, ONGS: M ÚLTIPLES CONEXIONES

SORROCHE, Santiago*

En este trabajo abordaré una cuestión que comenzó a intrigarme a poco de comenzar mi trabajo de campo, en diciembre de 2007, el cual fue llevado a cabo en una cooperativa de cartoneros del partido de La Matanza. Durante ese tiempo pude registrar la centralidad que adquieren para el mantenimiento del colectivo las “ayudas”1 provenientes tanto de diversas agencias estatales como de diferentes ONGs. Estas “ayudas” configuran maneras de actuar, lenguajes y prácticas, que la cooperativa debe utilizar frente a los agentes estatales o técnicos de ONGs. Es en este marco que la cooperativa aduce que el servicio de recolección diferenciada llevado a cabo por ellos “es testimonial” en tanto que la actividad cartonera enfrenta diversas dificultades para la (auto) sustentación. Es importante señalar que el éxito alcanzado por esta experiencia ha sido retomado por sectores de la municipalidad, quienes, al igual que la cooperativa, lo utilizan como carta de presentación frente a diversos organismos. En este marco, tanto las ONGs como las agencias estatales han tomado como propia la reivindicación de servicio público que la cooperativa enarbola hace varios años. Dicha reivindicación se ha enmarcado no sólo en una demanda para el reconocimiento como servicio público, sino también en diferenciarse con los lineamientos de algunos emprendimientos cartoneros y agencias estatales que esgrimen como solución a la problemática cartonera el trabajo en plantas sociales2 donde los residuos con los que se trabaja son los obtenidos de la recolección domiciliara llevada a cabo por las empresas concesionarias, es decir todo tipo de residuos -además de los reciclables-. El trabajar de esta manera implica, además de la pérdida de materiales3, condiciones peligrosas para la salud.

* Licenciado en Ciencias Antropológicas. Becario doctoral CONICET, ICA, FFyL, UBA. Integrante del proyecto UBACYT F603 “Formas cooperativas, “autogestión” y trabajo. Un estudio etnográfico de las prácticas organizativas, sociales y políticas de sectores populares en el Área metropolitana de Buenos Aires” [email protected]

El objetivo de este trabajo, entonces, es mostrar cómo las agencias estatales y ONGs se ven vinculadas en esta relación con la cooperativa. A tal fin, comenzaré con una pequeña introducción sobre la situación de la actividad cartonera en general para luego desarrollar brevemente la historia de la cooperativa y los problemas que tuvo que atravesar durante su constitución. Finalmente analizaré las diversas conexiones que se establecen entre la cooperativa, las ONGs y las agencias estatales en la búsqueda y obtención de las mencionadas “ayudas”. Este caso forma parte de la investigación etnográfica llevada adelante para la realización de mi tesis de licenciatura y se inscribe en un proyecto mayor titulado “Formas cooperativas, ‘autogestión’ y trabajo. Un estudio etnográfico de las prácticas organizativas, sociales y políticas de sectores populares en el Área metropolitana de Buenos Aires.”4 El trabajo de campo se ha centrado en la observación con participación registrando la realización de talleres de reflexión enmarcados en un proyecto de investigación-acción5;talleres de capacitación dictados por una fundación local en el marco de un proyecto financiado por una ONG italiana6y días de trabajo en los diferentes galpones de la cooperativa; como así también la realización de entrevistas en profundidad.

UN POCO DE HISTORIA Según nos cuenta uno de los “referentes”7 de la cooperativa, la crisis que atravesó la Argentina a fines de los años 90 provocó que el cartoneo dejase de ser una actividad rentable: “En el ’99, 2000, valía un centavo el kilo o sea, estaba tirado por todos lados, no se lo llevaba nadie, porque tenías que juntar 100 kilos para juntar $1 (...) El cobre valía 50 centavos el kilo. Esto llevó a que los sectores vinculados a esta actividad la habían abandonado para dedicarse a otras actividades (...) Hasta de cartoneros nos habíamos quedado sin trabajo” (Luciano8)

Esta estrepitosa caída de los precios volvió a esta práctica inviable, por lo que quienes se dedicaban a esto, debieron buscar otras maneras de sobrevivir. Entre otras actividades, varios fueron integrantes de grupos piqueteros; tal es el caso de los dos “referentes” de la cooperativa, quienes al no poder dedicarse a la recolección

y venta de materiales reciclables, comenzaron a militar en la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat (FTV). En el año 2002 la devaluación generó un incremento de los precios de los materiales y de esta manera el cartoneo se vio reimpulsado, como nos cuenta Luciano, dirigente de la cooperativa: ” (...) con la devaluación cuando cambió el dólar, con el peso que antes estaba uno a uno y se fue a $3. El cartón se llegó a pagar 50-60 centavos el kilo y ahí se empezó a mover de vuelta la actividad.” (Luciano)

Este vuelco de numerosas personas a la actividad generó una gran visibilidad pública y mediática y además, llamó la atención sobre la necesidad de regularla. En este contexto, comienzan a producirse diversos cambios en la legislación concerniente al tratamiento de los residuos. Hasta ese momento, el tomar materiales de la vía pública era considerado un delito, debido al decreto-ley 9.111 sancionado por la dictadura militar en 1978. El mismo estipulaba que los residuos eran del Estado, el cual los daba en concesión a las empresas de recolección, recibiendo el pago en función de la cantidad de kilos depositados en los rellenos sanitarios9. Esto generaba diversos problemas a quienes recolectaban materiales, tales como arrestos o sobornos a la policía. En reemplazo de este decreto en el 2004 se sancionó la ley nacional 25.916 y la ley provincial 13.592, en el 2006. Estas nuevas leyes, no sólo permiten la recolección de materiales de la vía pública sino que también remarcan la necesidad de disminuir los residuos enterrados y permiten la participación de los cartoneros en los circuitos de gestión de los residuos sólidos urbanos. Mediante estos cambios, se buscó “formalizar” el trabajo que realizaban para que de esta manera el sector pudiera ingresar al “circuito formal del reciclado” (Schamber y Suarez 2007). En relación con estos cambios, los emprendimientos han recibido “ayuda” de diversos sectores: agencias estatales (nacionales, provinciales o municipales), principalmente subsidios y programas orientados al sector, y ONGs (tanto nacionales como internacionales), las cuales han brindado capacitaciones, maquinarias y fondos para campañas entre otros. Al mismo tiempo, y bajo la nueva legislación, el Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires lanzó el programa “Sin Desperdicio”, con el propósito de: “Desarrollar, en colaboración con los Municipios y las diversas organizaciones

de la comunidad, programas sustentables en el tiempo de procesamiento y recuperación de materiales reciclables provenientes de los residuos sólidos urbanos”10,

otorgando para este fin subsidios a los diferentes municipios de la provincia para la implementación de programas de reciclado. Puesto en marcha en el año 2005, este programa estipulaba que: “A partir del trabajo conjunto del Gobierno Provincial con municipios, empresas, cartoneros, hogares y organizaciones intermedias [se estaba] logrando generar un cambio, revertir una situación de emergencia y a la vez generar trabajo genuino, dando una solución al problema ambiental”11.

y entre sus objetivos específicos incluía el: “Fortalecimiento y financiamiento a Cooperativas de Trabajo de Cartoneros y a la Red de cooperativas ‘Reciclando Valores’”12.

Por su parte, la cooperativa en estudio, comienza a relacionarse con la red “Reciclando Valores”, donde participaba una ONG italiana llamada COSPE. Más tarde esta ONG los relacionó con el programa “Sin Desperdicio”13. Gracias a estos vínculos, uno de los dirigentes de la cooperativa fue invitado a Brasil en el año 2003, donde conoció la experiencia de la recolección diferenciada12 llevada a cabo allí. Tras su retorno, y junto con el programa y la ONG, comienzan a delinear, basándose en la experiencia brasilera, un servicio de recolección diferenciada. Para esto, contaron con la “ayuda”, de becarios e investigadores del CONICET, quienes dictaban talleres en el marco de un proyecto de investigación-acción14, además de ayudar en la preparación de presentaciones a diversos organismos. De esta manera contaba Luciano sobre el surgimiento de la idea: “(...) tengo la posibilidad yo de irme a Brasil. O sea(...) (Risa) se pelearon entre todos y quedaba un lugar para ir a Brasil (...) y la verdad que nosotros ni, ni pensábamos para que (...) es más, era un quilombo para ir (...) para nosotros que alguno se vaya (...) no teníamos un mango, nada (...) Y bueno, salió lo de poder a ir a Brasil, de conocer la experiencia (...) me fui allá y cuando vine, empezamos a romper las bolas con esto de la basura diferenciada, porque allá los compañeros hacían una colecta. Es más, lo primero que decía era: colecta selectiva, porque me había quedado de allá” (Luciano)

En este fragmento se ve claramente la recuperación que Luciano hace del trabajo de las cooperativas de reciclado del Brasil. Él retoma algo que le resulta interesante y totalmente diferente de los otros colectivos de trabajo: el servicio público de recolección diferenciada15. En este sentido es que él ha insistido en la oficialización del programa y su disputa por que éste sea considerado un servicio público en relación al tratamiento de la basura, y de esta manera, sea pagado por la municipalidad. Es en este marco, que la cooperativa ha conformado la demanda en torno al pago de la recolección diferenciada16. llevada adelante por ellos. Esta es la diferencia sustancial con el resto de las organizaciones cartoneras, y es lo que permite la construcción política de Luciano. Su pelea es con no quedarse en una planta esperando que traigan los materiales. Como señalé al comienzo de este trabajo, las plantas sociales son la opción esgrimida por diversos agentes estatales como la solución al problema de los cartoneros. Es importante remarcar que no sólo implica que muchos materiales se pierden en el proceso, sino también peores condiciones de salubridad para los trabajadores. Es en este sentido, que su lucha apunta al reconocimiento de un servicio público. De esta manera, él ve en la experiencia brasilera la manera de poder combinar la actividad política con la actividad laboral. En este proceso, Luciano fue convirtiéndose en el interlocutor de la cooperativa con los diferentes organismos estatales, gracias a que en su trayectoria militante en la FTV- donde participó desde fines de los años '90 hasta el 2003-, pudo generar múltiples contactos con diversos actores estatales. En un primer momento, la cooperativa se relacionó con el Instituto Municipal de Desarrollo Económico Social de La Matanza (IMDES a partir de aquí). Esta institución fue la encargada de recibir un préstamo del Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires, ya que la cooperativa, al no estar formalizada, no podía recibirlo. Este préstamo fue obtenido en el año 2006 para el lanzamiento del servicio de recolección diferenciada en la localidad de Aldo Bonzi. Luego de un año de funcionamiento del programa, a mediados del 2007, éste fue considerado un éxito al reducir un 13% los residuos producidos en la localidad. Se decide, entonces, realizar un segundo lanzamiento del proyecto contando esta vez con la presencia del intendente. Debido al “éxito” alcanzado por el programa, los funcionarios del IMDES fueron utilizando el proyecto como su carta de presentación frente a otras autoridades municipales. Fue así que, sumado a los cambios legales

anteriormente mencionados, el intendente decide crear la Secretaría de Ambiente del municipio, basándose en esta experiencia. De esta manera quienes trabajaban en el IMDES pasaron a conformar la secretaría. No fue hasta el año 2008 que se constituyeron como una cooperativa formal. Ellos esgrimían que querían ser: “una cooperativa real antes que form al” (Luciano). Aunque esto les traía variados problemas, principalmente en la obtención de fondos. A pesar de que la cooperativa demanda el reconocimiento de servicio público, los diferentes agentes estatales aducen que con el procesamiento y venta de los materiales, tanto la cooperativa, como el resto de los emprendimientos cartoneros, pueden no sólo mantenerse sino obtener grandes ingresos con la mera comercialización de lo obtenido. Como he abordado en otros trabajos (Sorroche 2008, 2009), el mercado de los productos reciclables se ve muy afectado por los vaivenes económicos, lo que hace que los precios oscilen, llegando a grandes caídas en cuestión de días17. La previsión en estas circunstancias se hace difícil, como también el mantener los costos fijos18que una cooperativa conlleva. En consecuencia, la fluctuación de gente es constante, muchos parten en búsqueda de un mejor sueldo o de una situación más estable (Sorroche 2009).

LO TESTIMONIAL A continuación analizaré los diversos vínculos que se establecen entre las agencias estatales y las ONGs, con la cooperativa mediando entre ellos. Como señalé anteriormente, fue mediante un crédito no reembolsable del Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires que la cooperativa pudo lanzar el servicio de recolección diferenciada. Esta “ayuda” tenía por objetivo comprar un camión y maquinarias para la recolección y procesamiento de los materiales. La cooperativa decidió hacer las máquinas por cuenta propia para así abaratar costos y poder multiplicarlas. Además, compraron un camión y fabricaron los carros para la recolección diferenciada: “...nos dieron para cinco y nosotros hicimos diez”, según cuenta Luciano. Junto con este subsidio de la provincia, han recibido “ayudas” de diversas ONGs, capacitaciones, fondos para el lanzamiento del servicio y viajes a diversos lugares para la participación de encuentros, y como hemos señalado, también del gobierno municipal, principalmente “bolsones”19 y la financiación de la

impresión de volantes informativos acerca del servicio. En el marco de estas diversas “ayudas”, la cooperativa fue beneficiada con un proyecto de la cooperación italiana. El mismo incluía un gran despliegue de gente y recursos, no sólo en Buenos Aires y alrededores, sino también en la ciudad de Rosario. Pude participar de dicho proyecto en calidad de animador sociocultural20 en la cooperativa. Dicha función consistía en asistir, junto con las/os integrantes de la cooperativa, en las capacitaciones y registrar la recepción de estos cursos. Esto me permitió participar tanto en talleres como en reuniones de los “referentes” con miembros de la organización que cumplía el rol de contraprestación local, al mismo tiempo que debía acompañar a las técnicas y técnicos21y al director del proyecto en las visitas a la cooperativa. A continuación presento un fragmento de mis notas de campo que ilustra la relación que se estableció entre la cooperativa, esta ONG y La Secretaría de ambiente municipal: “Martes por la mañana, el técnico encargado de la dirección del proyecto va a visitar en persona a la cooperativa. Debo guiarlo hasta allá. Al llegar ya están todos esperándome en el garaje: el director; su secretaria (antropóloga); otro asistente del director, en este caso un técnico (ingeniero). Junto a ellos está el encargado de la capacitación, Carlos, miembro de una fundación denominada Educación Cooperativa la cual diagramó y dictó la capacitación en las cooperativas incluidas en el proyecto. A las 10.30 de la mañana llegamos al galpón de selección22 donde, tras los saludos, Luciano empieza a mostrar las actividades que desarrollan en este lugar y a presentar a quienes allí trabajan. Todos están muy atareados clasificando el material que han traído desde Aldo Bonzi, trabajando intensamente. Junto con Luciano está Pedro, miembro del equipo de investigación del CONICET, quien estableció el vínculo entre la cooperativa y la ONG. Luego de recorrer el galpón, nos quedamos charlando en la parte de adelante con Luciano, Pedro, Carlos, el director y sus asistentes. Mientras estamos hablando Roberto, el director, intenta prender nuevamente el habano que ya ha prendido y apagado reiteradas veces y Luciano se lo prohíbe terminantemente. “Es por seguridad”, dice y comienza a contar el funcionamiento del galpón. Nos quedamos en la entrada al galpón. Roberto enciende su habano. Empieza a hablar. Destaca “que lo importante es que haya un sostenimiento en el tiempo, que las máquinas no van a venir porque sí, tienen que ser usadas”. Que él ha participado en muchos proyectos y un par de años más tarde al volver vio las máquinas arrumbadas y sin uso. Luciano propone ir al otro galpón donde podrán ver el funcionamiento de las maquinarias. A mí me toca ir en el auto de Roberto, junto con nosotros viajan Mónica y el ingeniero. Por otro lado van Luciano, Pedro y Carlos. Cuando entramos al galpón de procesamiento, me sorprendo al ver que el molino, que hace unos días estaba roto, está funcionando. Todas las máquinas están encendidas, la planta está funcionando al 100% y Luciano explica el

funcionamiento, una por una. Roberto se muestra impresionado. La secadora, desarrollada en la cooperativa, consiste en un tambor que gira y, sobre la boca de este, hay un soplete que da una llama hacia adentro, “ . y a mí no me dejabas fumar”, bromea Roberto mientras se ríe. Mientras van viendo las máquinas, el ingeniero toma notas incesantemente. Roberto cuenta la importancia de que la cooperativa perdure y las máquinas sean usadas “. y o no creo, pero quiero que si mi hijo viene en diez años pueda ver las máquinas funcionando”. Hablan sobre el apoyo que el proyecto brindará a la cooperativa. Luciano cuenta lo que reciben de la municipalidad y sobre su pelea por el reconocimiento del servicio. Roberto acuerda y comenta que el municipio debería participar más. Luciano cuenta cómo fue que ellos mismos fabricaron las máquinas “Esto es testimonial”le dice, “pero así no podemos seguir, no nos alcanza, tenemos que dar el salto en productividad”. En ese momento, llega Antonio, jefe del gabinete de la Secretaría de Medio Ambiente de la municipalidad de La Matanza, junto con otro empleado. Pedro y yo estamos cerca de la puerta y nos saluda. Ahí nos cuenta que se acaba de enterar que salió el proyecto de Recolección en San Justo y Tapiales23, el cual incluye el pago de dinero mensual para los miembros de la cooperativa, una camioneta y nuevos carros, “me acabo de enterar ni el gordo [en referencia a Luciano] lo sabe” nos dice. Luciano pide que apaguen las máquinas. Logro hablar con Juan, tesorero de la cooperativa, quien se encuentra un poco más alejado. Me cuenta que el molino fue reparado el día anterior: “A las once de la mañana terminamos de armar todo, tuvimos que mandar a arreglarlo”. Luciano presenta a Antonio y a Roberto. Rubén, un integrante de la cooperativa que trabaja en este galpón, dispone una mesa y algunas sillas para el almuerzo. Empieza a llegar la gente del otro galpón. Unos minutos más tarde entra Diego, el encargado del otro galpón, que trae empanadas. Mientras están todos comiendo, Antonio aprovecha y hace el anuncio de la obtención del proyecto. Todos festejan, se ven caras de felicidad. Roberto se presenta e introduce al resto de su equipo. En tono de reproche, le dice a Antonio que deberían darle más “ayuda” a la cooperativa. Antonio habla de las limitaciones de La Secretaría para ayudarlos, y agrega que en lo que puedan ayudar lo van a hacer. Que estos proyectos que han armado en conjunto es la única manera en que ellos pueden “brindar ayuda” a la cooperativa. Remarca las dificultades de un municipio como La Matanza, y el escaso presupuesto que maneja La Secretaría. Dice que agradece esta “ayuda” que viene desde Italia, en referencia al proyecto. Y da un pequeño discurso donde agradece a Roberto la “ayuda central” que brindan a la cooperativa, especialmente en la entrega de maquinarias y la capacitación, ya que se vuelve necesario para que el proyecto crezca. Luego de comer, Roberto vuelve a insistir en la necesidad de que perduren en el tiempo y que las máquinas se utilicen para producir. Pregunta sobre los acopiadores, Diego cuenta que muchos han cerrado en este último tiempo debido a la caída de los precios. Luciano menciona que planean armar más cooperativas para que trabajen en la zona, las cuales se insertarían en un programa mayor de la Nación24. Roberto considera que sería interesante hacer un encuentro con las cooperativas de Rosario. Luciano está de acuerdo.

Cuando termina el almuerzo Antonio le comenta a Roberto que si él considera necesario se puede organizar un acto para mostrar el lanzamiento del proyecto en el partido: “...que nos sirva a todos... [Y] llamamos a algún periodista”, a lo que Roberto se muestra interesado. Antonio le da la tarjeta y al leer el apellido le dice algo en referencia a su evidente ascendencia italiana. Antonio empieza a hablar en un italiano un poco extraño, de lo que logro interpretar que los padres de Antonio son italianos. Se abrazan y ríen en la despedida. Roberto parte junto con sus asistentes. Cuando se van, Luciano le dice a Diego “ .cerrá la puerta que lo tenemos, de acá no se va”, en referencia a Antonio. Le preguntan sobre el proyecto: ¿Cuándo saldrá? ¿A qué beneficios podrán acceder? Antonio cuenta que antes de salir lo llamaron para notificarle que habían ingresado el dinero y que más información no tenía, pero que eso quería decir que en breve lo cobrarían. Da un pequeño discurso donde hace referencia a lo importante que ha sido que ellos mantuvieran la recolección aún sin dinero y que este “es un premio a su esfuerzo”. (Registro de campo 10-03-2009, Galpones de la cooperativa)

Este fragmento etnográfico resume, a mi entender, diversas relaciones que se establecen en la cooperativa y que me interesa señalar. Para esto recupero el planteo efectuado por Eric R. Wolf (Wolf 2001, 2005), tanto en términos teóricos como metodológicos, al proponer analizar la forma en la cual diversas conexiones se articulan en un mismo espacio. Al mismo tiempo, retomo el planteo efectuado por J. Ferguson y A. Gupta en tanto que “. e s necesario tratar la gubernamentalidad del estado y las ONGs en un marco común, sin hacer asunciones sobre su alcance espacial, altura vertical, o la relación a lo local” (Ferguson y Gupta 2002:99425). Es en este sentido, que considero central analizar las conexiones que se establecen entre agencias estatales y ONGs y, en este caso en particular, con la cooperativa. Podemos entonces desplegar algunos ejes a partir de este fragmento. En primer lugar, la auto-denominación del emprendimiento como testimonial implica que aunque el emprendimiento encuentra serias dificultades para su mantenimiento -dado que la mera venta de los materiales no alcanza a cubrir los costos-, y los planteos de ciertos sectores que aducían la imposibilidad de llevar a cabo un servicio de recolección diferenciada, la cooperativa ha demostrado que esto puede llevarse a cabo y que puede ser considerado un servicio público. En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, los agentes estatales y las ONGs marcan la necesidad de que el apoyo brindado redunde en la (auto) sustentabilidad del emprendimiento. Este argumento se basa en que a partir de la venta colectiva de productos, a mayor volumen, los emprendimientos podrían saltar a los intermediarios y obtener mayores réditos. Por lo que la ayuda que brinda esta

ONG se dirige a tecnificar el proceso productivo de la cooperativa, para así ya no sólo “saltar” a los intermediarios menores, sino vender directamente la materia prima a las industrias del ramo. En este sentido, y de central importancia para el acceso a las “ayudas”, es importante señalar que el servicio de recolección diferenciada es, sin lugar a dudas, la carta de presentación de la cooperativa, al mismo tiempo que es una manera más eficiente y responsable en relación al manejo de residuos. Esto permitió que esta “experiencia piloto” sea considerada, tanto por las ONGs como las agencias estatales, como un éxito. Esto le permitió a la cooperativa no sólo la posibilidad de relacionarse con diversos actores como agencias estatales de mayor envergadura (Secretaria de Ambiente de la Provincia y de la Nación), sino también con diversas ONGs, nacionales e internacionales. Es importante señalar que también La Secretaría de Ambiente de La Matanza utiliza al programa de recolección diferenciada como su carta de presentación. Considero interesante entonces recuperar el planteo de A. Appadurai (2002), en tanto que me permite analizar como ciertas teatralizaciones adquieren una relevancia central, en este caso para la demostración del trabajo. O, como ha marcado Fernández Álvarez (2006), la necesidad de estos emprendimientos de efectuar diversas muestras tanto en relación a la productividad, como a su funcionamiento. Esto se relaciona con lo que Appadurai (2002) ha denominado una política del reconocimiento desde abajo, es decir, cómo los sujetos involucrados son los que generan prácticas que son reconocidas por los diferentes agentes intervinientes. Esta consideración del programa de la cooperativa como “éxito” significó también la posibilidad de establecer una demanda concreta frente a las diversas agencias estatales. Por un lado, el que puedan seguir trabajando en las calles y no en plantas sociales donde los residuos con los que se trabaja son los obtenidos de la recolección domiciliara por las empresas concesionarias. Por el otro, la cooperativa ha construido una demanda en torno a la participación en las licitaciones de los circuitos de recolección de residuos, pero no de la recolección domiciliaria sino diferenciada, como esbozó Luciano en una presentación en un encuentro de trabajadores: “...a las empresas, por recolectar la basura y enterrarla, que está mal, le dan plata. A nosotros que reducimos el tamaño del CEAMSE, nos dan basura. Que le paguen con basura a la empresa también”.

En este sentido, podemos observar tanto una reivindicación por parte de la cooperativa, el tratar a los residuos de la mejor manera, y en relación a ésta, una demanda que se articula en un problema mayor, el problema de la basura y de los cartoneros. Ya que aunque los residuos reciclables en peso no llegan al 50% de lo depositado en los rellenos sanitarios, sí lo hacen en volumen, lo que haría que si se dispusieran separadamente, procesando lo reciclable y tratando por enterramiento lo orgánico, los rellenos sanitarios se verían reducidos a la mitad, es decir que una montaña de 50 metros tendría tan sólo 25 metros. Es por esto que la cooperativa muestra su demanda no sólo como una forma de mejorar sus condiciones de vida, sino como una manera más eficiente en el manejo de los residuos afectando menos al ambiente. Por último, me interesa detenerme en el modo en que a partir del vínculo de la cooperativa con la ONG, también podemos observar cómo los miembros de la municipalidad y de la ONG interactúan. En este sentido, mientras Roberto reclamaba “ayuda” y participación de la municipalidad a Antonio, este último no sólo señalaba la dificultad de responder a esta “ayuda” (dado el ajustado presupuesto y los problemas que presenta el municipio) sino que, al mismo tiempo, agradecía al primero por la puesta en marcha del proyecto mientras pedía que esta “ayuda” se multiplicara. En este punto, me interesa detenerme particularmente en el lugar de Antonio (jefe de gabinete de la secretaría de ambiente), quien al mismo tiempo que es destinatario de la demanda se convierte en esta escena en portavoz de la cooperativa, demandándole recursos a la ONG. Al mismo tiempo, sugiere la realización de un acto para la presentación del proyecto que nos sirva a todos”, lo que puede traducirse como un intento tanto de la ONG como de La Secretaría por obtener réditos por las “ayudas” entregadas. Aunque la manera de relacionarse con los agentes estatales difiere de la de los técnicos de las ONGs, ambos actores se ven relacionados en el ejercicio de la gubernamentabilidad, la cual se da en un marco común, que incluye diversos requerimientos (formalización, “funcionamiento cooperativo”, impuestos, entre otros). En este punto, me interesa destacar el acto de “encerrar” al funcionario municipal, una vez que la visita de la ONG finalizó, que a mi entender puede comprenderse a la luz de la estrecha relación que La Secretaría municipal y la cooperativa sostienen, o más precisamente el vínculo entre Luciano y Antonio26. Como hemos mencionado en el apartado anterior, La Secretaría fue creada a partir del IMDES. En este camino resultó clave el apoyo al programa de recolección llevado adelante por la cooperativa. Considero este acto de “encerrar” al funcionario a fin de obligarlo a cumplir con su compromiso

con la cooperativa, que marca una diferencia en el modo de vinculación que se establece con los técnicos de la ONG. Es interesante señalar, en relación con lo desarrollado aquí, el análisis propuesto por V. Manzano (2007) sobre los “cortes de ruta” y “ocupaciones de espacios públicos” llevados adelante por las organizaciones de desocupados de La Matanza como una práctica destinada a lograr el compromiso de los funcionarios estatales para la obtención de recursos, en ese caso provenientes de los “planes” de empleo.

CONCLUYENDO A modo de conclusión, estimo que se hace necesaria una etnografía de las conexiones que permita descentrarse de la cooperativa, las ONGs o las agencias estatales. En este sentido, considero que la cooperativa se encuentra mediando entre ONGs y organismos estatales e internacionales; por lo que las prácticas al interior y hacia afuera de la cooperativa, se ven moldeadas por estas conexiones. En este marco no sólo la cooperativa sino también los diferentes actores que se conectan se ven modificados en esta misma interacción. Para el análisis de este caso, considero centrales los aportes de William Roseberry (2007) en torno al concepto gramsciano de hegemonía, en tanto que este autor sostiene que los sectores subalternos, en el marco de relaciones de hegemonía, utilizan lenguajes y prácticas de los sectores dominantes para construir sus demandas y poder ser escuchados. No sólo los sectores subalternos son quienes se apropian de estos discursos, sino que estos provienen de diferentes niveles y son, en este caso en particular, apropiados tanto por las diversas agencias estatales, y sus diferentes niveles o estamentos, como por las ONGs. Es importante remarcar que estas relaciones de hegemonía se dan en una relación asimétrica, en tanto que son las agencias estatales y las ONGs quienes establecen el marco en el cual efectuar estas demandas, ya que los lenguajes y las prácticas que dan el límite a la acción de los sujetos están previamente establecidos. Como bien ha señalado Roseberry (2007), se hace uso de los discursos de los sectores dominantes, es decir que no se genera un repertorio diferencial. Sin embargo, y considero central remarcar, que como parte de este proceso hegemónico, tanto las diversas agencias estatales, en sus diferentes niveles, como las ONGs se apropian también de categorías o discursos de los sectores subalternos o, en este caso en particular, la cooperativa.

Podemos ver entonces, cómo esta relación va configurando las maneras y formas de conectarse. En este sentido, para el acceso a las “ayudas”, tanto de los agentes estatales como de las ONGs -de central importancia para el mantenimiento del colectivo de trabajo-, la cooperativa debe condensar ciertas características que le permitan acceder a ellas, desde la matrícula como tal, hasta cumplir con lo que una cooperativa debe ser, según las consideraciones de los técnicos o los agentes estatales. Podemos observar entonces que el acceso y la obtención de estas “ayudas” estuvo supeditado a la capacidad de la cooperativa de movilizar lenguajes y prácticas en común tanto con las agencias estatales como con las ONGs, dentro de los límites y consideraciones impuestos por estas. Con lo expuesto, intenté señalar los diversos sentidos que adquieren las “ayudas” y las diferentes relaciones que se establecen con los técnicos o los funcionarios municipales. Al mismo tiempo estas “ayudas” son diferentes dependiendo de donde provienen (agencias estatales, ONGs o el equipo del CONICET). Mientras algunas tienden a mejorar el proceso de producción (con maquinarias o capacitaciones, como en el caso de las ONGs), las otras se enfocan a la puesta en marcha del servicio de recolección diferenciada, presentándolo como una solución posible al problema de la basura en el distrito. A mi entender, una de las principales cuestiones que pone en evidencia el fragmento desplegado en páginas anteriores, es el carácter dinámico de las relaciones que se establecen entre ésta, las ONGs y agencias estatales, actores cuyos límites resultan difusos (Das y Poole 2004). Al mismo tiempo, como lo ha señalado Jane Schneider siguiendo el planteo de Eric Wolf “ . l o s campos sociales locales generan historias ‘ocultas’ que se encuentran imbricadas en ‘telarañas’ y ‘redes’ de relaciones que conectan a sus actores con contextos más amplios” (Schneider & Rapp 1995:7). Siguiendo este planteo, he intentado mostrar cómo la cooperativa se ha insertado en redes más amplias que incluyen diferentes niveles de agencias estatales (municipal, provincial y nacional) así como diferentes ONGs nacionales e internacionales. En esas conexiones la cooperativa ha jugado con estos límites difusos, generando diversos agrupamientos y distinciones, según la coyuntura específica que se le planteara.

AGRADECIMIENTOS A María Inés Fernández Álvarez, Ramiro Acevedo, Cecilia Espinosa, Juan José Gregoric, Soledad Cutuli, Sandra Wolanski y Virginia Manzano, quienes realizaron diversas críticas y sugerencias sobre este trabajo, sin embargo lo aquí expresado es pura responsabilidad mía. A Caro por ayudar a corregirlo.

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NOTAS 1 Utilizo comillas para las categorías nativas. Con “ayuda” refiero a subsidios, préstamos, capacitaciones, bolsones de alimento y otras cosas que la cooperativa ha recibido. Esta categoría entonces es utilizada, en el contexto de este trabajo, para referir a las diversas maneras de cooperación de otros actores para con el emprendimiento, que adquieren un sentido único basado en cada una de esas par­ ticulares relaciones y que iré describiendo en la medida que las mencione. 2 Las plantas sociales se ubican en los terrenos de los rellenos sanitarios. A ellas llegan los camiones del servicio de recolección de residuos. En ellos se sepa­ ran los materiales reciclables de los no reciclables, estos últimos son enterrados luego de la selección. 3 Se estima que en este proceso se llega a perder hasta el 50% de los materiales (Reynalds 2005). Esto se debe principalmente a que algunos materiales no pueden mojarse, como el caso del papel y el cartón, ya que esto imposibilita su reciclado. 4 PROYECTO UBACYT F 603, programación 2008-2010. Este proyecto tiene por objetivo analizar las prácticas organizativas, sociales y políticas, desarrolladas por los sectores populares a partir de la conformación de cooperativas de trabajo y procesos de “autogestión” del empleo en el área metropolitana. Directora: María Inés Fernández Álvarez. 5 Estos talleres fueron realizados por becarios e investigadores del CONICET como parte de un proyecto de Investigación-Acción. A través de éste tomé con­ tacto con la cooperativa y comencé a participar de los talleres. 6 Talleres dictados en el marco del proyecto Proyecto “Consolidación del tejido asociativo y productivo de los recicladores informales en provincia de Gran Bue­ nos Aires.” Llevado adelante por Progetto Sud - Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. 7 Decidí utilizar esta categoría para nombrar a las personas que en la práctica son reconocidas y desarrollan tareas de dirección de la cooperativa tanto en la gestión

productiva como en las negociaciones políticas. Actualmente ocupan los cargos de presidente y secretario es decir parte del consejo de administración. 8 Los nombres son ficticios, solo he mantenido, en el caso que sea necesario, los nombres de los funcionarios públicos. 9 Es por esta razón que Mauricio Macri acusó a los cartoneros de robar basura de las empresas concesionarias. 10 Fuente: http://www.mp.gba.gov.ar/spmm/sindesperdicio/ad_obj_general.php 11 Fuente Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires: http:// www.mp.gba.gov.ar/sindesperdicio/index.php 12 Fuente Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires: http:// www.mp.gba.gov.ar/sindesperdicio/index.php. 13 Esta red intentaba unir diversos emprendimientos de la provincia de Buenos Aires. La promoción de esta fue realizada por la ONG italiana COSPE. Final­ mente para el año 2006 la red se desarmó. Para más información sobre este pro­ ceso ver: Carenzo, S. y M. I. Fernández Álvarez 2009. 14 Este proyecto tenía sede en el CEIL-PIETTE/CONICET y contaba con financiamiento del Programa North-South del National Centre of Competence in Research (NCCR Switzerland). Como parte de las actividades del proyecto se realizaron talleres de reflexión colectiva sobre la organización del trabajo y se acompañó a la cooperativa en diferentes actividades (Battistini et al. 2006). 15 Por recolección diferenciada refiero a que la primera clasificación, entre ma­ teriales reciclables y no reciclables, es llevada a cabo en origen, es decir en las casas de los vecinos, de donde la cooperativa los retira. Esto implica que el 100% de los materiales obtenidos son plausibles de su reciclado. Al mismo tiempo, im­ plica menos riesgos para quienes los recogen. 16 El gasto municipal en tratamiento de basura está en el tercer o cuarto puesto, este es concesionado a empresas privadas que realizan la recolección y posterior disposición en los rellenos sanitarios del CEAMSE. 17 En octubre de 2009, con la publicitada crisis mundial, el kilo de PET (material con el que se fabrican las botellas de gaseosas) pasó de un 1,60 a 0,75 centavos. 18 Con costos fijos me refiero a gastos de alquiler, impositivos y de retiros de los asociados. 19 ”Bolsones” es el nombre que se les da a las bolsas de alimento que entrega, en este caso en particular, la municipalidad de La Matanza. Estos contienen diversos productos tales como: aceite, fideos, mermelada, harina entre otros productos alimenticios. 20 Por esto recibí un pequeño ingreso. 21 Los técnicos eran tanto nacionales como italianos. Entre otros se encontraban ingenieros, antropólogos, psicólogos y licenciados en ciencias de la educación. 22 La cooperativa cuenta con dos galpones. En uno de ellos, que hemos denomi­ nado galpón de selección, llegan los materiales de los recorridos y convenios, allí son clasificados y los que pueden son procesados, los plásticos, son enviados al galpón de procesamiento donde son sometidos a diversos procesos para venderlos (para más información de este proceso ver Sorroche 2009) 23 Proyecto financiado por la Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo (ACUMAR) por el plazo de 6 meses y con un aporte de $800 por mes para cada aso­ ciado.

24 En el marco del programa ingreso social con trabajo “Argentina Trabaja”. 25 Traducción propia. 26 En relación a esta observación, agradezco a Virginia Manzano los comentarios efectuados durante la presentación de este trabajo en las jornadas.

UNA ETAPA DE LA VIDA. EL TRABAJO, LA VIDA CO TIDIA NA Y LA EXPERIENCIA DE O R G A N IZA C IÓ N DE UN G RUPO DE TRABAJADO RES TELEFÓ NICO S WOLANSKI, Sandra*

INTRODUCCIÓN En los años posteriores a la privatización de la empresa estatal de telecomunicaciones (ENTel), las empresas licenciatarias del Servicio Básico Telefónico, Telefónica de Argentina y Telecom S.A., llevaron a cabo una importante reorganización del trabajo. Algunos cambios tecnológicos de importancia se aunaron a una fuerte política de recambio de la mano de obra de las empresas, dirigida a la renovación de los planteles. Mediante agresivas políticas de prejubilaciones y retiros voluntarios - destinados en particular a aquellos trabajadores que se habían desempeñado en la empresa estatal y sobre todo a quienes tenían una trayectoria de activismo sindical -, se logró reducir significativamente los planteles de trabajadores. Este proceso ha sido analizado por el sociólogo D. Pierbattisti, quien abordó los modos en que Telefónica construyó un estigma en torno de los trabajadores “viejos”, ex-ENTel; y un reverso positivo: los nuevos trabajadores, jóvenes (Pierbattisti 2008). En los sectores de atención telefónica al cliente, estos fueron incorporados mediante contratos de pasantía: una figura legal creada por el Decreto 340/92 cuyo objetivo, según su texto, era la realización por parte de estudiantes universitarios de prácticas acordes a sus estudios. La pasantía no constituía, de acuerdo al decreto, una relación laboral entre el pasante y la empresa - sólo entre el primero y su institución educativa. Careciendo por ende de derechos laborales, los pasantes trabajaban codo a codo con efectivos de planta, pero en condiciones de fuerte vulnerabilidad: con contratos de seis, tres o hasta un mes, permitían a la empresa una importante flexibilidad en sus planteles, sin costos de indemnización ni caigas sociales. Ritmos acelerados y una estricta disciplina en el espacio de trabajo caracterizaban la actividad de los operadores pasantes. * Becaria doctoral CONICET. Proyecto UBACyT F063, Programa “Procesos de reconfiguración estatal, resistencia social y construcción de hegemonías”. Sección de Antropología Social, ICA, UBA. Directora: Dra. Mabel Grimberg.

En este trabajo, busco indagar en la experiencia de un conjunto de trabajadores de Telefónica de Argentina S.A. que ingresaron en dos sectores de atención telefónica1 de la empresa a través de contratos de pasantía entre 1997 y 2000. Ella estuvo singularizada por el proceso de organización que llevaron adelante, entre 1999 y 2002, en torno a la demanda de efectivización de los pasantes, incluyendo, en diciembre de 2001, una acción de protesta que sería considerada un hito por los trabajadores: la ocupación (toma) del edificio en el que se encontraba uno de los call center, el edificio Verde2. Luego de esta medida, como Asamblea de Pasantes, continuaron el proceso de organización, extendiéndolo a otros sectores hasta acordar, a fines de 2002, la contratación de todos los pasantes de la empresa bajo el convenio colectivo de los trabajadores telefónicos. En los años siguientes, los pasantes de estos dos sectores fueron progresivamente convencionados3: esto implicó una redefinición de su organización, la afiliación al sindicato (FOETRA Buenos Aires) y la acción de los trabajadores en el seno de la organización gremial, tomando parte activamente de los distintos conflictos por ella planteados. La primera vez que encontré a los trabajadores de estos sectores, participaban de una movilización convocada por FOETRA Buenos Aires que acompañaba la presentación en el Congreso de la Nación de un proyecto de Ley del Teleoperador. Llevaban las banderas de sus sectores, cuyas inscripciones - con los nombres de sus edificios - se referían a su status como contratados o efectivos, afiliados al sindicato. Mientras charlábamos, en el curso de la movilización, hicieron referencia, en diversas oportunidades, a su organización “anterior” como pasantes, la “historia” de su sector. Muchas veces, en conversaciones informales, esta situación se repetiría: la Asamblea de Pasantes, y en especial la toma de diciembre de 2001 aparecían en las narraciones de los trabajadores como un hito en la historia de los sectores. Realicé mi trabajo de campo seis años después de ese hito, en un contexto de importantes cambios. En las entrevistas, muchos trabajadores hicieron hincapié en los modos en que la toma había cambiado aspectos de su vida. Así, para Nicolás, había sido “un golpe de realidad, fue como es posible hacer algo distinto, es posible decir que no a algo, decirle que no a un monstruo como el lugar donde trabajamos” (Nicolás, operador, Verde). De este modo, muchos de los trabajadores hacían énfasis en los modos en que trabajar en la empresa, y tomar parte de la organización en su sector de trabajo habían modificado sus planes, sus prácticas, sus apuestas personales, así como sus visiones y compromisos. Al referirse al trabajo en Telefónica, no era

la tarea realizada la que aparecía resaltada en sus relatos, sino la toma y su proceso de organización como pasantes. La experiencia de estos trabajadores aparece singularizada por el proceso de organización que llevaron adelante, ya que éste permeó su vida cotidiana4, incluyendo sus prácticas y sus interpretaciones sobre el mundo circundante. En investigaciones previas, se ha resaltado la “poca experiencia” laboral y gremial de los pasantes (Montes Cató 2006; Montes Cató y Wilkis 2001). De hecho, esta inexperiencia ha sido identificada como origen de políticas empresariales dirigidas a la contratación de trabajadores “jóvenes”, ya que garantizaría un escaso cuestionamiento de las políticas empresariales y la inexistencia de instancias de organización articuladas entre estos trabajadores. La referencia a la inexperiencia también permeó la caracterización de las relaciones entre los pasantes y los trabajadores efectivos ex ENTel a lo largo del proceso de organización en torno de la efectivización. En efecto, Montes Cató (2006) se ha referido a la “herencia” y a la transmisión de memoria de parte de los “viejos” trabajadores, aunque sin desarrollar los contenidos y formas de esa “herencia” ni las experiencias sociales a partir de las cuales los pasantes les dieron sentido. En este trabajo busco enfocar, en cambio, en la experiencia de los sujetos, varones y mujeres, que llevaron adelante el proceso de organización, dando cuenta de las experiencias previas a partir de las cuales otorgaron sentido a sus condiciones de trabajo, así como resaltando la manera en que la organización formó parte de sus vidas, modelando y modificando sus modos de vida y procesos identitarios. Se perfilan, entonces, dos ejes de análisis. El primero es la relación entre el trabajo y la vida cotidiana de los sujetos, considerando que no constituyen dimensiones disociadas, sino que, en cambio, aparecen entretejidas en las narrativas de su experiencia personal. Retomo de este modo los aportes de Fernández Álvarez (2006), quien en su tesis doctoral discutió la centralidad explicativa de las trayectorias laborales en investigaciones precedentes, mostrando que en las prácticas de esos y esas trabajadores/as se desdibujaban los límites entre trabajo y vida, dando cuenta, así, de los modos en que las experiencias previas - las vidas - de los sujetos confluyeron en el proceso de recuperación de una fábrica de la Ciudad de Buenos Aires. Un segundo eje de análisis se vincula con la inserción del proceso de demanda y organización de los pasantes en sus historias personales. Esta vinculación

entre acción colectiva y trayectorias ha sido objeto de distintas reflexiones desde la antropología social. Así, Manzano (2007), en el estudio de dos organizaciones de trabajadores desocupados del Gran Buenos Aires, se distancia de las miradas que buscan el modo en que las trayectorias previas de los sujetos modelan la protesta. Propone, en cambio, invertir esta mirada, describiendo los modos en que el piquete y los programas de empleo se insertaron en las trayectorias y modos de vida de los sujetos. Triguboff (2008), por su parte, reconstruyó las trayectorias previas y posteriores de un grupo de participantes en asambleas barriales, con el objetivo de analizar tanto el modo en que aspectos de las trayectorias de los asambleístas se plasmaron en el ámbito colectivo, como las maneras en que la experiencia asamblearia repercutió y redefinió la vida de sus integrantes. Para indagar en estos ejes, abordaré en este trabajo algunos aspectos5 de las trayectorias de vida de cuatro trabajadores de los sectores en cuestión6. Utilizo esta propuesta metodológica con el objetivo de captar desde la perspectiva de los sujetos los hitos significativos de su vida, así como el sentido de sus interacciones cotidianas, de forma de permitir revelar no sólo “los acontecimientos sufridos, sino las respuestas y las estrategias elaboradas” (Grimberg et al. 1998:236) por los trabajadores. Desde esta propuesta, los hitos analizados son aquellos considerados significativos por los sujetos (op.cit.: 232). Es necesario, sin embargo, realizar una aclaración. Estas trayectorias fueron reconstruidas a partir de entrevistas en profundidad extensas, sumando ocasionalmente datos de observación etnográfica. Dichas entrevistas pueden ser consideradas hechos de producción de una narrativa de la experiencia personal, en un marco espacio-temporal definido, y frente a un interlocutor determinado. Por lo tanto, son oportunidades para un auto-conocimiento siempre fragmentario (Ochs y Capps 1996). En este sentido, al ser realizadas muchas veces no sólo en el mismo espacio de trabajo, sino en el marco de una relación con la investigadora situada en ese espacio, los relatos tienden a circunscribirse al período de trabajo telefónico7. En lo que sigue intento, sin embargo, evitar circunscribirme a las llamadas trayectorias laborales, desplegando los múltiples ámbitos por los que circulan los sujetos e incorporando en el análisis las otras dimensiones de la vida que aparecen en el relato de los trabajadores, las relaciones personales de amistad y de pareja, las actividades extralaborales, la militancia en otros ámbitos, el estudio, la familia, etc.

UNA O R G A N IZA C IÓ N, CUATRO TRAYECTORIAS Nicolás: burbujas y aprendizajes Nicolás entró como pasante a Telefónica a los 20 años, en enero del 2000. Había terminado el secundario en un colegio de la Universidad de Buenos Aires tres años antes y, luego de dudar, había comenzado la carrera de Psicología en esa universidad. Hasta ese momento “había tenido alguna que otra changa ocasional”, pero ahora quería empezar a trabajar. Desde un principio se desempeñó en el edificio Verde. Ante la pregunta por cómo vivió el proceso de organización en su sector, Nicolás organiza su relato en torno a una metáfora: la burbuja en la que vivía hasta diciembre del 2001, que cambió como consecuencia de “el inicio de la política explícita” en su sector. Así, establece una diferencia entre su origen en una familia de clase media, que le hubiera permitido estudiar sin trabajar, y la experiencia laboral y gremial en Telefónica, que lo acercó al “mundo real”: “Y creo que trabajar en el lugar en que trabajo, y conocer a la gente que conozco por trabajar aquí, no sé, me permitió acercarme al mundo real, fue como un... un golpe de realidad”. En este sentido, en su relato, la ocupación del edificio en el que trabajaba resalta como un punto de estallido de esa burbuja. Tenía 21 años cuando el conflicto hizo que “le cayera la ficha”. Cuando se refiere a esa burbuja, incluye tanto el ignorar la organización política en su sector, como la intención de dejar ese trabajo, “hacía ya casi dos años de estar laburando ahí” - dos años que se hacen significativos en el contexto de la entrevista, seis años después. El 7 de diciembre de 2001, Nicolás llegó a su trabajo a las cuatro de la tarde y encontró a toda la sala “desconectada”, en estado de asamblea permanente. Participó en las asambleas que se realizaron ese día para decidir los pasos a seguir, pero resolvió, llegando la noche, salir del edificio. El resto de los días permaneció en la puerta, apoyando desde afuera con representantes de distintas organizaciones sociales y otros compañeros de trabajo. Luego de la toma, recupera el trabajo hecho por algunas compañeras que intentaron incorporar al debate a las personas que habían tomado parte del conflicto de manera “no tan protagónica”, según Nicolás. Durante el año 2002, recuerda especialmente esa división entre los trabajadores del sector y su “primer escrito político”, una carta abierta dirigida a todos sus compañeros, en la que los llamaba

a incorporar en las discusiones a quienes no se habían sumado desde un principio, a “abrirles la puerta”. Unos años después, en una toma organizada por FOETRA en la empresa ATENTO8, Nicolás conoció a su compañera, una activista de otro sector. Junto a ella participó activamente no sólo de movilizaciones sino de distintas ocupaciones de edificios. Siete años después de la toma, Nicolás continuaba trabajando en Telefónica, a pesar de evaluar con frecuencia la posibilidad de irse, y de tener que responder las constantes preguntas de su familia y amigos respecto de las razones para seguir trabajando allí - sobre todo cuando, a principios de 2008, terminó la carrera de Psicología y se separó de su compañera. Aun cuando su participación siguió siendo activa en las movilizaciones gremiales, fue canalizando su energía cada vez más hacia otro ámbito: la militancia en el Hospital Psiquiátrico Borda, activismo que no aparece, en su relato, como una ruptura con su experiencia en Telefónica, sino como una continuidad, el resultado de un aprendizaje sumamente valorado. En la evaluación final de su elección de quedarse, lo “ganado” superaba finalmente, a todas esas “contras” (la tarea tediosa, el retraso en la carrera, las peleas con su familia): “En el sentido de los contras, ése, que por ahí me podría haber recibido hace dos años, ahora las cosas que gané trabajando donde estoy no tienen comparación, a nivel de la cabeza, al conocer la gente que conocí, y de las cosas que he vivido, las cosas que he escuchado... (...) Pero hay muchas cosas buenas, hay cosas malas también, pero las cosas buenas que hay son muy buenas. Siento que el laburo este me enseñó algunas cosas, sin estar en la línea de fuego, estando donde estoy (...) Me digo “qué bueno que he elegido esto”, mirá que me peleo, con mis viejos, el otro día en Barracas, llamándome “¿estás bien?”, me peleé... Siento que está bien estar ahí, yo quiero participar de alguna manera para que esto cambie.”

Tomás: la independencia y el desgaste

Tomás entró a trabajar en el edificio Azul en octubre de 1998, con 20 años recién cumplidos. Mientras comenzaba la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires, consiguió la pasantía, su primer trabajo “fijo”, a través de la madre de un amigo. Tomás fue uno de los trabajadores que comenzaron a organizarse, durante el 2000, pautando reuniones, redactando boletines, coordinando acciones con otros edificios. Había cursado el secundario en otro colegio de la UBA, en el cual había participado del centro de estudiantes activamente, en una agrupación estudiantil de

vertiente trotskista. En sus primeros años en la carrera de Historia, se había acercado a un espacio “independiente”, tomando parte en asambleas y movilizaciones. Sin embargo, en su relato, su experiencia de militancia aparece relativizada frente a la magnitud del desafío en el ámbito laboral; así como valorizada además la independencia atribuida a la organización de los pasantes en su primera época: “Ninguno de nosotros, que habíamos arrancado la movida, teníamos una militancia partidaria. Éramos todos, ponéle, ‘zurditos independientes’, por llamarlo de alguna forma. Todos en proceso, aparte, de radicalización constante, ¿no? Porque yo había hecho política en el secundario, había hecho y fuerte, ¿eh? Pero nada que ver, es otro universo. Manejás otros códigos. Nada que ver.”

Como en la sala del edificio Verde, donde el 90% de los trabajadores eran pasantes, “no tenían a nadie”, Tomás eligió trasladarse allí a mediados del 2001. Al llegar, encontró a trabajadores como Lucía, que habían estado antes en el edificio Azul, “un grupete de gente que nos consideraban compañeros”. A partir de ese vínculo, Tomás fue intentando “gestar” la organización en este otro edificio. En su relato, aparecen subrayadas la bronca y la agitación ya presentes en el sector; presentándose a sí mismo como un “canalizador” de la situación. Tomás recuerda que en ese momento se conformó la “Mesa Chica” del edificio Verde, un grupo de trabajadores del sector que organizaba reuniones periódicas: a partir de ellas Tomás sitúa la organización de la toma, en la que permaneció dentro del edificio los cuatro días. En el proceso previo y posterior, fue perfilándose como referente; sin embargo, nunca quiso presentarse como delegado. Su rol fue activo en la política del sector en los años siguientes pero, desde su punto de vista, su acción estuvo orientada ante todo a “solidificar el colectivo”. En este sentido, pone reparos en conceptualizar su experiencia de referente como “gremial”, porque fue “más cotidiana”, poniendo en tensión ambos términos: “Mi experiencia.... gremial, por llamarle de alguna forma, porque... mi experiencia es menos gremial de lo que es, es más cotidiana... y es la experiencia con mis compañeros, con mi colectivo, con mi asamblea permanente de pasantes en su momento, con mi edificio,...” (el subrayado indica énfasis).

En los años que siguieron, desencantado y crítico hacia ellas, Tomás había

abandonado la carrera de Historia y la militancia universitaria. Su balance de la política gremial también era, hacia el 2007, pesimista, situando la afiliación al gremio como una limitación al “colectivo” y a su rol de referente en el sector. A una historia de organización y de crecimiento, habría seguido, así, una historia de “desgaste”, de cansancio y limitación de las potencialidades de la organización de ex pasantes. Se destaca aquí el hecho de que el pasado narrado importa por su relación con el presente y el futuro, es decir, las narrativas personales sobre el pasado buscan en primer lugar entender y lidiar con sus preocupaciones actuales (Ochs y Capps 1996). Tomás me advertía: “igual si me agarrabas un mes antes estaba combatiendo el capital”. Su evaluación adquiere sentido en un contexto de “vaciamiento” del sector por la masiva aceptación de retiros voluntarios, y de división de la conducción del sindicato en torno de un conflicto salarial. Admitiendo que sentía cierta “culpa de ser, o haber sido, referente”, dos meses después de la entrevista en la que expresaba estas opiniones, tomó el retiro voluntario. Con la plata, compró un departamento, que puso en alquiler. Abandonando la militancia, estuvo varios meses buscando trabajo, tuvo que cortarse el pelo y comprar un traje, hasta que entró como empleado administrativo en una PyME. “Otro mundo”, me dijo, meses después.

Lucía: ser delegada

Lucía entró a Telefónica a los 19 años, en enero del 2000, como pasante. Para entrar, dejó su currículum en las oficinas de Recursos Humanos de la empresa, en Ciudadela, postulándose en tanto estudiante de Psicología en la UBA. Comenzó a trabajar en el edificio Azul pero sólo dos meses después fue trasladada al Verde, por esos días desbordado de llamados. Siempre trabajó a la noche, a veces volviendo a la casa de sus padres en Villa Celina a las tres de la mañana. Entró a Telefónica con la expectativa de trabajar “un par de meses nomás” y ahorrar para viajar. Sin embargo, poco a poco, se fue quedando. Cuando quiso finalmente realizar el viaje, años después, no pudo: tenía abierta una causa penal - en el 2003 había sido detenida con otros trabajadores del sector por participar del movimiento de apoyo a la ocupación y demanda de expropiación de la fábrica textil Brukman9. Lucía conocía a Tomás, habían trabajado juntos en el edificio Azul; y fue parte de la organización de los pasantes en su edificio desde la primera reunión. Participó

en las reuniones de la “Mesa Chica” de su edificio y fue una de las encargadas de establecer vínculos con el centro de estudiantes de su facultad, ubicada en el mismo barrio que el edificio Verde. Sobre la toma, además de la vertiginosidad de los acontecimientos, recuerda la tarea de “contención” que realizó con sus compañeros, víctimas de crisis de llanto y nervios. Por permanecer en el edificio perdió una materia anual de la carrera, cuyo final no pudo rendir. Lucía rememora el impacto que el tiempo dedicado a la organización en su sector tuvo en sus relaciones fuera del espacio de trabajo: “yo entre el 2000 que empecé a trabajar, y la toma, el 2002, yo desaparecí de mi grupo de amigos, del barrio, del colegio”. Su tiempo transcurría en gran parte en relación al sector, en el trabajo, en las diversas actividades de organización y difusión, o con sus amigos. En efecto, además de los esfuerzos, Lucía recuerda las salidas, las cervezas en el turno noche, la amistad que la unía a sus compañeros de trabajo. Conoció además a su pareja actual, un trabajador del edificio Azul, en las actividades y asambleas que ambos sectores realizaban en conjunto. Lucía pasó a contrato en enero del 2004. A lo largo del proceso, tomó un lugar cada vez más activo en su sector y fue elegida delegada en julio del 2005. Siempre se mantuvo como independiente, si bien ligada a una de las agrupaciones que conformaban la lista de conducción del sindicato, el Frente Telefónico10. Como referente y delegada, tomó parte de movilizaciones y ocupaciones de su edificio y participó de reuniones de delegados y reuniones del Frente. Trabajó además especialmente en el conflicto de ATENTO, donde su hermana fue elegida delegada. En el período en que realicé mi trabajo de campo, su actividad gremial había comenzado a representar, para ella, una dificultad en su pareja: “Estamos buscando casa con mi novio, quiero mudarme, que lleva todo un proceso, entonces quiero dedicarle un poco de energía a eso, que hace tres años que estoy de novia, mi novio imagináte que, durante un mes estoy tomando un edificio, así que mucho no, mucha bola no le podía dar...”

Durante el año 2007, una gran cantidad de trabajadores tomaron el retiro voluntario. Ante esto, se decidió el cierre de la sala de atención del edificio Verde y Lucía, junto con otros trabajadores, se mudó nuevamente al Azul. Las dificultades en su vida personal y el traslado son las razones que Lucía aducía para no haberse presentado a elecciones. A pesar de no ser delegada, sin embargo, reconocía

mantener su papel de referente en el nuevo edificio, especialmente en relación a los que denominaba “microproblemas de la cotidianidad”. Así, el compromiso de militancia en el espacio de trabajo constituía para Lucía una de las principales razones para permanecer en el 19, a pesar de haber terminado la carrera de Psicología y de participar de una cátedra en la facultad. En este sentido afirmaba, en una charla informal, que no consideraba tomar el retiro voluntario, siempre presente: “Yo acá me voy a ir última, por mi rol gremial”.

Pedro: el referente Pedro entró a trabajar en el edificio Azul en agosto de 1998. En su relato, el momento de su ingreso a la empresa se inscribe, antes que en su trayectoria personal, en la historia sindical: recuerda que, ese mismo mes, FOETRA Buenos Aires salió - por primera vez, luego de la privatización de ENTel - a defender a trabajadores intimados a negociar el retiro voluntario. Como estudiante de Sociología y con una importante formación como activista, la narrativa que construye sobre su trayectoria está permeada de análisis sociohistóricos. La pasantía constituyó para Pedro su primer trabajo “formal y en blanco”. A los 20 años, tenía una breve experiencia laboral, en “trabajos más o menos informales”; sin embargo, venía de años de activismo en la escuela secundaria y en el centro de estudiantes de su facultad. Pedro remonta además el relato de su actividad militante a la actividad política de su padre; construyendo así una continuidad en sus inquietudes: “Eh... mi relación con la política la traigo casi de... no sé, de mis sobremesas familiares, en mi casa siempre se habló de política, creo que no se hablaba de otra cosa, un poco de fútbol. Si, claramente, cuando yo tenía 10, 11 años, mi viejo me cargó a los hombros y me llevó a Campo de Mayo cuando estaba R ico. No era militante el tipo, pero. uno de esos viejos peronistas, ¿viste? (...) Todo eso era absolutamente natural para mí, o se a . yo no iba a ver un sindicato y decir ‘¿y esto qué es?’. Yo no, pero. digamos, cuando entro a la facultad - bueno, en el secundario también milité, en el centro de estudiantes, esas giladas de secundario que uno hace. Después cuando entro en la universidad ya otro nivel de militancia.. .Y uno empieza a sistematizar más algunos conceptos.”

Así como Nicolás construía una ruptura en torno a la experiencia de la

organización, el relato de Pedro presenta su trayectoria en términos de continuidad, de un trayecto “absolutamente natural”, una progresión desde la política vivida a través de la filiación peronista de su padre, su militancia en la escuela secundaria y en la universidad, hasta su activismo en el ámbito laboral. A través de este relato conciliaba su militancia universitaria y gremial. En efecto, mientras que en la primera había tomado parte de un espacio “independiente” y era conocido por sus compañeros por sus ideas “autonomistas”11; en el espacio de trabajo - aunque siempre mantuvo formalmente su “independencia” - se vinculó estrechamente con el Frente Telefónico y participó activamente en FOETRA. Según su relato, sus preocupaciones y su formación previas, sumadas a la relación con los delegados del edificio en el que trabajaba, lo condujeron a publicar, a mediados del 2000, el primer boletín dirigido a los pasantes de Telefónica y Telecom. Pedro publicó los primeros boletines, pagándolos “de su bolsillo”, en las fotocopiadoras de la facultad - formadas además como parte de un proceso de movilización estudiantil en el que Pedro “militó” hasta que debió “apartarse”, para dedicar más tiempo a la organización de los pasantes. A pesar de que Pedro había asumido importantes responsabilidades en su militancia universitaria, ambos espacios se tornaron excluyentes en virtud de las exigencias de cada uno de ellos. A partir de ese momento, Pedro comenzó a contactarse con delegados y dirigentes de FOETRA Buenos Aires. No sólo fue uno de los principales responsables de los boletines dirigidos a los pasantes (de redactarlos, diseñarlos, editarlos, imprimirlos), sino uno de los activistas más importantes del proceso de organización en estos sectores, aquél al cual los trabajadores me referían cuando no manejaban alguna información: “¿vos hablaste con Pedro XX?”, me preguntaban. Concibe y narra cada uno de los movimientos realizados por los pasantes como parte de una estrategia, cuidadosamente diseñada, frente a las tácticas de la empresa y de los distintos sectores del gremio. Sitúa además este proceso al interior de los espacios de trabajo en el marco de los procesos de movilización social que tuvieron su momento de mayor expansión durante el año 2002. Pero no atribuye únicamente a este contexto las características de la organización en su sector, sino a los esfuerzos de los trabajadores, que dedicaban su tiempo, fuera de los horarios de trabajo, a asambleas y actividades: “Bueno, está bien, [el contexto] ayudó. Pero podría haber ofrecido un contexto y no obstante ese contexto no te n er. digo, en el 110 no pasó eso. Pasó

porque lo laburamos... Nosotros hacíamos a la mitad del 2002 asambleas en un departamento que tenía yo en Uruguay y Gorriti, la Jabonería, una locura to ta l. “Asambleas”. Las asambleas eran como seminarios de Ciencia Política.que empezaban a la una del mediodía y terminaban a las 11 de la noche y la gente entraba, salía de laburar, se tomaba el subte y se iba ahí, con el sol afuera a escuchar hablar de las relaciones de producción y l a . ”

Pedro siguió constituyendo uno de los principales referentes en estos sectores, así como uno de los principales interlocutores de los representantes del gremio - aunque nunca quiso presentarse a elecciones como delegado - y ante distintas organizaciones sociales. Fue trasladado al edificio Verde unos años después, un movimiento estipulado por la empresa. En el 2007, Pedro pidió el traslado a una oficina de repartidor, donde atiende clientes y gestiona la instalación de líneas telefónicas. Su partida constituye un tema controvertido entre los trabajadores del sector, aunque siguió en contacto con referentes y amigos del sector y continuó con su activismo dentro del sindicato, buscando un nuevo lugar desde donde emprenderlo. No casualmente, en este período retomó la carrera de Sociología, que había abandonado durante varios años.

LAS TRAYECTORIAS EN LA ORGANIZACIÓN... En primer lugar, el análisis de las trayectorias de estos trabajadores permite aproximarnos al modo en que se inserta en ellas su proceso de organización, iluminando los modos en que las trayectorias previas e historias de activismo de los pasantes confluyeron en él. Así, estos trabajadores remarcan -todos ellos- que la pasantía constituyó su primer trabajo formal; ya fuera porque nunca antes habían trabajado, o bien porque sus empleos anteriores estaban caracterizados por la informalidad, y la corta duración. Y si bien resulta paradójico, el empleo en que se organizaron como trabajadores precarios, era el empleo más formal que habían tenido hasta el momento. Esto permite señalar, a modo de hipótesis, que la “precariedad” o las condiciones de trabajo degradadas no constituyen una explicación suficiente de la organización de los pasantes. Mientras que muchos de ellos habían atravesado distintas experiencias de trabajos “precarios”, fue sólo en Telefónica que comenzaron a construir la “precariedad” como un problema frente al cual era posible y necesario realizar

acciones. Estos trabajadores compartían, entonces, una experiencia laboral signada por el tipo de empleo disponible en las condiciones del contraído mercado de trabajo de finales de la década pasada. Una de sus consecuencias era la casi nula vinculación previa con organizaciones sindicales. De hecho, algunos recuerdan su visión de los sindicatos como corruptos y desprestigiados. Incluso, Pedro busca aclarar: “Yo no iba a ver un sindicato y decir ‘¿qué es esto?’”, agregando “Yo no, p e r o . ”, sugiriendo así que ésta no era la situación de todos los pasantes y que la suya era una posición especial. Por otro lado -y por los propios requisitos de la pasantía- estos trabajadores compartían la situación común de ser estudiantes universitarios. Por su edad, estaban iniciando las carreras elegidas e, incluso, como sostenía Lucía, estaban “recién salidos del secundario”. En este sentido, la experiencia más prolongada de sus vidas hasta el momento del ingreso a la empresa, contra la cual se medían y construían sus expectativas y sus acciones, era la educación escolar secundaria, y los primeros pasos dentro de la universidad. Esta experiencia era central en otro aspecto: en tanto historia personal de activismo, cobra importancia la experiencia previa de militancia en los centros de estudiantes de colegios secundarios y en la universidad. En esta trayectoria de activismo puede hallarse una clave para comprender la distinción entre quienes encontraban todo natural, como Pedro, y quienes sostienen que no entendían nada, como Nicolás. Asimismo, las líneas políticas en las que se habían formado en su “militancia” previa (trotskismo o autonomismo), también influyeron en la forma que le dieron a la organización de los pasantes, construyendo una valoración de la independencia y la horizontalidad. Así, resaltar la “inexperiencia” de los pasantes supone privilegiar sólo un aspecto de sus trayectorias previas. Las trayectorias aquí reconstruidas nos acercan a experiencias comunes a los trabajadores, pero también a su heterogeneidad. Además, nos permiten dar cuenta de los múltiples sentidos que los operadores otorgaron a su trabajo, en relación a sus empleos previos, sus trayectorias de activismo, sus estudios, las expectativas de sus familias; sentidos que además fueron transformándose, en gran parte como resultado del proceso de organización llevado adelante. Lejos de tratarse de un comienzo “de cero”, existió también una continuidad entre los espacios de activismo de los trabajadores pasantes. En este sentido, sus trayectorias previas, así como sus saberes y formaciones, fueron la base para la problematización de la pasantía como un trabajo precario y la organización de acciones para intentar

transformar su situación. Esta se expresó en muchos casos en la simultaneidad de los compromisos militantes de los trabajadores, que combinaron (como Lucía, Pedro y Tomás) la actividad en centros de estudiantes y agrupaciones estudiantiles con el activismo en el espacio de trabajo. La importancia de poner de relieve las experiencias sociales previas que modelaron las acciones de organización de los pasantes reside en que les devuelve una postura activa. Una tarea pendiente consiste en rastrear las tradiciones y memorias transmitidas por los “viejos” trabajadores a los “nuevos”, los pasantes. Lo desarrollado aquí permite mostrar que estos últimos tomaron parte de ese diálogo de manera activa, a partir de sus propias trayectorias previas.

... Y LA ORGANIZACIÓN EN LAS TRAYECTORIAS Un segundo eje de indagación sugerido por las trayectorias refiere a la manera en que el proceso de organización se insertó y repercutió en la vida cotidiana y modificó los modos de vida de los trabajadores. En particular, la toma de diciembre de 2001 se recorta como un hito en las trayectorias de vida de estos trabajadores: un momento decisivo que tendría profundas consecuencias en sus trayectorias. La influencia de la experiencia de organización en sus modos de vida constituía un tópico de reflexión que los trabajadores traían permanentemente a colación en las entrevistas, pero también en las conversaciones en el espacio de trabajo. Estas reflexiones se hacían públicas con mayor frecuencia en la ocasión de ofrecimientos de retiros voluntarios, y las subsecuentes discusiones sobre la posibilidad de aceptarlos, o sobre trabajadores del sector que habían decidido tomarlos. La otra instancia en que emergía esta cuestión tenía lugar, de manera recurrente, al referirse a la necesidad de -como le ocurría a Nicolás- explicar constantemente a la familia y amigos por qué continuaba en este empleo. En el análisis busco precisar algunos de los significados que la inserción de la acción colectiva en su vida cotidiana tomó para estos sujetos. Un primer indicio en este sentido lo constituyen las referencias de los trabajadores al tiempo dedicado a asambleas, movilizaciones, tomas, y diversas actividades ligadas al activismo. Este es el sentido en que se expresa Pedro cuando recuerda las asambleas de los pasantes durante el año 2002, que se prolongaban durante horas, los días sábados, “con el sol

afuera”. Este tiempo dedicado a la organización resulta una medida de la importancia de la misma para sus vidas. De hecho, en el relato de los trabajadores, es ese tiempo (que es también energía) el que influyó en el resto de las esferas de su vida. Por un lado, repercutiendo en las relaciones personales: con los amigos, la familia y la pareja. Para Lucía, había implicado “desaparecer” de su grupo de amigos, así como una fuente de problemas con su pareja. En un momento en que intentaba justificar un relativo “alejamiento” del activismo, recuperar estos vínculos buscaba legitimarlo. En el caso de Nicolás, puede verse la manera en que influyen los vínculos familiares como desaprobación de la actividad de militancia, o bien como perplejidad ante la permanencia en el empleo. Para él también cobró importancia el vínculo de pareja en relación a su experiencia de la organización, aunque en un sentido distinto: habiendo conocido a su compañera en un proceso de movilización, y siendo ella activista, implicó una vinculación mayor de Nicolás con las actividades sindicales. En relación a estos vínculos personales, me parece importante mencionar -aunque no es el caso de estos cuatro trabajadores- que, en los últimos años, una vez obtenida la estabilidad laboral y con mejoras en las condiciones de trabajo de los sectores, se multiplicaron allí los casamientos y los embarazos de trabajadores y trabajadoras. Así, la temporalidad de la vida “privada” aparecía ligada directamente a las condiciones de trabajo y a la movilización. La apuesta por la organización también está directamente relacionada con el común aplazamiento y/o abandono de los estudios, vivida como una consecuencia lógica (como para Matías), o como una elección consciente (y dolorosa), como cuando Lucía “perdió” una materia anual al coincidir el examen final con la toma. En el caso de Tomás y Pedro, ambos abandonaron sus carreras durante años, aun cuando, previamente, habían puesto tiempo y energía como estudiantes y como activistas. Pedro vivió otra consecuencia del tiempo dedicado a la organización en el espacio de trabajo: la necesidad de abandonar la militancia en el ámbito universitario. Puede pensarse que el proceso de organización en el trabajo no sólo requirió un compromiso mayor, sino que puso en cuestión esas instancias de acción previas. En el caso de Tomás, en su relato enfatiza un desencanto con la carrera de Historia que puede vincularse con el desgaste que identifica en su propio activismo y en “el colectivo” en general. Finalmente, en el caso de Lucía, se perfila un límite en cuanto a las consecuencias que este compromiso (“mi rol gremial”) puede tener para su vida: la

decisión de continuar realizando una tarea frustrante y para la cual está enormemente sobrecalificada -rechazando además el dinero de los retiros- está supeditada a su lugar como activista. Es esta actividad la que hoy define el sentido de su trabajo. En el resto de los casos, las elecciones son más difíciles. Las razones se mezclan: el sueldo, el trabajo cómodo, la experiencia compartida, las amistades, el rol de referen te. Todas son razones para decidir quedarse. El aburrimiento, la conveniencia, el agotamiento de una etapa, la vocación en otro á m b ito . las razones para irse. Así, si bien el mecanismo de los retiros voluntarios puede ser pensado como dispositivo de dominación de la empresa (Pierbattisti 2008), interesa remarcar que su eficacia y sus sentidos son procesados a través de la experiencia cotidiana de los trabajadores tanto dentro como fuera del espacio de trabajo. La vida cotidiana puede verse, en este sentido, en tanto “espacio en el que se entretejen relaciones sociales y compromisos, se configuran y confrontan lealtades, se despolitizan y politizan problemas, se separa y ‘reunifica’ vida y política, en otros términos, se traban los procesos de hegemonía y se despliegan múltiples procesos de resistencia” (Grimberg 2009: 92).

REFLEXIONES FINALES Este trabajo buscó aportar una mirada que permita recuperar la complejidad del proceso de organización y movilización de un conjunto de trabajadores, con un foco en su vida cotidiana. Tal como el análisis realizado muestra, el proceso de organización que estos trabajadores llevaron adelante se imbricó en la experiencia en forma de prácticas, decisiones y compromisos que transformaron su vida, intersectando procesos (y acciones) individuales y colectivos. Así, la vida cotidiana se presenta como un espacio en que no existe una separación definida entre trabajo, las relaciones sociales (familiares, de pareja, de amistad) y la política, entretejiéndose en las decisiones e interpretaciones de los sujetos, así como en las narraciones que hacen de su historia. En este sentido, Lucía me dijo una vez, que en Telefónica ellos habían vivido una etapa de la vida: “Entramos recién salidos del secundario -sostuvo-. La primaria es una etapa, la secundaria es otra, nosotros acá hicimos una tercera. Entramos a los 20, estábamos haciendo el CBC, cambiando de carrera, una, dos, tres veces, algunos terminaron dejando la facultad, decidiendo que no era derecho, que no era economía.”.

En el período en que realicé el trabajo de campo, la mayor parte de las trabajadoras ex pasantes eran madres de uno o más hijos, muchos estaban casados, y ya no estudiaban. En sus conversaciones sobre las épocas pasadas, “cuando recién entraban”, se mezclaban los ritmos frenéticos de trabajo y la atmósfera opresiva de la sala con las salidas nocturnas casi diarias, los parciales de la facultad, las amistades y los noviazgos; también con la toma y las primeras movilizaciones, cuando “marchaban” con piqueteros y asambleas barriales. Las trayectorias de Nicolás, Lucía, Tomás y Pedro muestran la manera en que el trabajo, los vínculos personales, su activismo, sus estudios, constituyen pertenencias simultáneas, continuamente en tensión, dada la pluralidad de situaciones y de legitimidades que suponen. En este sentido, como sostiene Rosa (2008), retomando los desarrollos de Lahire, esta pluralidad conforma “vidas que para la desesperación de los sociólogos no son necesariamente coherentes” (2008:2). Desde esta propuesta, la diversidad de experiencias de vida de los sujetos no sólo aparece desplegada en el tiempo (en una trayectoria biográfica), sino que además es considerada como simultaneidad: definiciones distintas y coexistentes de lo que constituye una acción legítima en los distintos ámbitos de la vida. Es esta multiplicidad la que permite dotar de un sentido a decisiones como la de Tomás de tomar el retiro voluntario, legítima en términos laborales y de su vida personal, pero teñida de culpa por su rol de referente; así como a la resolución de Lucía de dejar de ser delegada, la determinación siempre inestable de Nicolás de permanecer en la empresa, o el traslado de Pedro. Pero es necesario para el análisis reconocer que fue (y es) en la interrelación de estos distintos espacios y legitimidades que los trabajadores construyeron su organización.

AGRADECIMIENTOS Agradezco a Virginia Manzano e Ivanna Petz por sus valiosos comentarios en la coordinación de la mesa en las Jornadas de Investigación. Al conjunto del equipo del Programa de Estudios sobre Protesta y Resistencia Social, por su lectura atenta y siempre sugerente, y especialmente a Mabel Grimberg, mi directora de estudios doctorales.

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NOTAS 1 El trabajo de los operadores se organiza en sectores de atención, que funcionan en salas o call centers, y donde atiende un servicio determinado. A su vez, estos sectores se encuentran en edificios de la empresa, donde conviven con trabajadores que realizan otras tareas. Aquí me referiré a menudo a los sectores como edificios, replicando el uso de los trabajadores. 2 Utilizaré en este trabajo nombres de fantasía para referirme a los edificios en cuestión: el edificio Verde y el edificio Azul, ambos de la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo, busco preservar la identidad de los trabajadores involucrados utilizando nombres distin­ tos de los verdaderos. 3 En diciembre de 2002, Telefónica firmó con FOETRA Buenos Aires una serie de actas que establecían la convencionalización progresiva de los pasantes. Estos pasarían a ser contratados por la empresa al cumplirse los cuatro años de pasantía, y serían efectivizados dos años después. 4 Hago referencia aquí a la “vida cotidiana”, siguiendo a Karel Kosik, como “la organi­ zación, día tras día, de la vida individual de los hombres, la reiteración de sus acciones vitales [que] se fija en la repetición de cada día, en la distribución diaria del tiempo. La cotidianeidad es la división del tiempo y del ritmo en que se desenvuelve la historia individual de cada cual. La vida cotidiana tiene su propia experiencia, su propia sabi­ duría, su horizonte propio, sus previsiones, sus repeticionesy también sus excepciones, sus días comunes y festivos” (Kosik, 1967:6). La cotidianidad se presenta desde esta visión como el ámbito de lafamiliaridad, que es vivido por varones y mujeres como “natural”, aunque en realidad, la co­ tidianidad misma sea un producto histórico. 5 Debido a la extensión requerida para esta presentación, realizaré un recorte en la re­ construcción de las trayectorias. Una versión más desarrollada puede encontrarse en el cuarto capítulo de mi tesis de licenciatura, “Organización, demanda y trabajo: historia de un grupo de operadores de Telefónica de Argentina”, Directora: Mabel Grimberg. 6 En diciembre de 2001, el edificio Verde contaba con 120 operadores, mientras que el Azul se acercaba a 180, repartidos entre varones y mujeres en proporciones parejas. Sin embargo, mientras que en el primero casi todos los trabajadores eran pasantes, en el seg­ undo convivían trabajadores de distintas edades y cuyas experiencias diferían. En 2008, cuando ambos sectores fueron concentrados en una única sala de atención, realizaban allí sus tareas entre 80 y 100 trabajadores. Aunque en el trabajo de campo tomé contacto con muchos de ellos, algunos tomaron especial relevancia a lo largo de mi investigación. Seleccioné a estos cuatro trabajadores con el objetivo de mostrar tanto las diferencias entre sus trayectorias (en cuanto a experiencias de militancia previas y el rol asumido a lo largo del proceso de organización, por ejemplo) como las similitudes. No busco sostener que ellas puedan considerarse una muestra representativa del conjunto de los trabajadores del sector, sino afirmar, a través de ellas, la existencia de una serie de nú­ cleos comunes para pensar su experiencia, así como cuestionar las miradas que hicieron hincapié en la inexperiencia de los pasantes. 7 Cabe también reflexionar, en este sentido, siguiendo a Marcelo Rosa (2008) sobre las características de las narraciones que se construyen en la relación con los sujetos de nuestra investigación, en tanto llegamos a ellos por medio de los movimientos y por lo tanto tendemos a encontrarlos, entrevistarlos y preguntarles sobre y en situaciones deli­ mitadas por los términos cognitivos del movimiento (2008:3).

8 ATENTO es una empresa que provee servicios de call center, propiedad del grupo Tel­ efónica. Opera en el país desde 2000, expandiéndose progresivamente hasta abarcar call centers en Mar del Plata, Tucumán, Córdoba, Salta y Martínez (en el conurbano bonae­ rense). Entre el 2004 y el 2006, FOETRA Buenos Aires, junto a los trabajadores de AT­ ENTO- Barracas (actualmente desmantelado) llevaron adelante un importante conflicto sindical en pos de la incorporación de los trabajadores al convenio telefónico. 9 Brukman es una empresa textil recuperada por sus trabajadores, situada en el barrio de Once de la Ciudad de Buenos Aires. A partir de la primera recuperación de la empresa, el 18 de diciembre de 2001, ella se transformó en un símbolo de lucha para distintas organizaciones sociales y partidos políticos. El tercer desalojo de la fábrica, en abril de 2003 estuvo marcado por una fuerte represión. 10 La conducción de FOETRA Buenos Aires estuvo conformada entre 1997 y 2009 por tres agrupaciones: el “Bloque” (peronista, ligado en sus comienzos al Movimiento de los Trabajadores Argentinos, y a la posterior CGT Disidente); el Frente Telefónico (que une a activistas de la Central de Trabajadores Argentinos y del Partido Obrero, más in­ dependientes y algunos militantes de otros partidos de izquierda); y la agrupación Nueva Propuesta Telefónica, que unió a radicales, socialistas e intransigentes. 11 El autonomismo o “marxismo autónomo” es una corriente política surgida en los años sesenta y setenta, de particular desarrollo en Italia. Se caracteriza por la crítica de los partidos y sindicatos de izquierda clásicos, caracterizados como burocráticos, privile­ giando la necesidad de una transformación de nivel cotidiano. En nuestro país, las posi­ ciones autonomistas adquirieron notoriedad luego de las jornadas de movilización de diciembre de 2001, en especial a través de las asambleas barriales y de grupos como el Colectivo Situaciones.

2. Estudios de Antropología Jurídica

EL CON SU M O DE ESTUPEFACIENTES. DETENCIONES PO LIC IALES, PR O C ESAM IEN TO S JU DIC IA LES Y LA C O N STRU CC IÓ N DE ALTERNATIVAS PO R U N GRUPO DE CO N SU M ID O R ES DE D RO G A S ILEG A LES CORBELLE, Florencia*

INTRODUCCIÓN En la Argentina, el consumo de drogas es considerado un problema social, una acción moralmente inaceptable asociada al delito y a la enfermedad. En su momento, nuestra sociedad, para hacer frente a esta problemática, recurrió al derecho penal. Así, desde el año 1926 hasta la actualidad, las políticas públicas respecto al consumo de drogas han sido políticas penales. En otras palabras, la tenencia de estupefacientes fue y continúa siendo punible aún en escasas cantidades que indican fehacientemente que es para consumo personal. A lo largo de los años, esta prohibición legal estuvo acompañada por una jurisprudencia acorde, salvo escasas excepciones1. Sin embargo, a pesar de la continuidad de esta política prohibicionista, si se realiza un recorrido histórico por la legislación sobre estupefacientes, podemos notar cómo la tenencia, acción o situación de consumo de drogas fue siendo definida de diferentes modos para culminar hoy en día siendo comprendida en términos de infracción o adicción; y el consumidor de drogas, en términos de delincuente o enfermo. De esta forma la ley 23.737, actualmente vigente, propone desde la reclusión en prisión, cuando se asocia el consumo a actos delictivos hasta la acción pedagógico-sanitaria de internación en institutos de rehabilitación, cuando se la asocia a una enfermedad que necesita tratamiento (Corbelle 2009) Ahora bien, la justicia muchas veces reducida al derecho. Esto es, al texto, se presenta amputada de una parte de sí misma (Garapón 1999). Por ello, más allá de la historia de la legislación en torno al consumo de drogas, es interesante pensar su actual aplicación. En este sentido, el presente trabajo se propone, por un lado, abordar las prácticas y representaciones policiales y judiciales que se ponen en juego en relación a la acción y situación de consumo y al consumidor de drogas ilegales. Y, * Profesora en Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA. CONICET. Equipo de Antropología Jurídica y Política, FFyL, UBA.

por otro lado, teniendo en cuenta que estas prácticas no se dan en el vacío sino que son aplicadas a determinados sectores de la población, este trabajo también se acerca a las alternativas construidas por un grupo de consumidores frente a estas prácticas judiciales y policiales en gran medida estigmatizantes. Dadas las características del problema de investigación, se consideró la mayor pertinencia de un abordaje cualitativo, privilegiando el trabajo etnográfico, la realización de entrevistas formales e informales y la lectura y análisis de material documental por sobre las estadísticas realizadas por diversos organismos vinculados al tema. Para ello, se recortaron teórica y metodológicamente diferentes campos de trabajo. Por un lado, el campo judicial, donde se observaron audiencias de Tribunales Orales Federales (TOF), localizados en Comodoro Py, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; así como se realizaron entrevistas formales e informales a diversos funcionarios entre fines del 2006 y fines del 2009. Por otro lado, el campo de los consumidores, donde se realizó trabajo de campo desde principios del 2001 hasta fines del 2008, junto a un grupo de consumidores de diversas sustancias ilegales, con quienes no sólo se convivió durante un período extenso de tiempo sino que también se mantuvo y se participó en un sin fin de conversaciones y discusiones vinculadas al tema. Por último, tampoco debe dejarse de mencionar el trabajo de lectura y análisis de leyes, fallos, sentencias, requerimientos de elevación a juicio y publicaciones de diarios y revistas que tratan el tema.

LA JUSTICIA PENAL FEDERAL EN LOS CASOS DE DROGAS Las violaciones a la ley de drogas son de competencia de la Justicia Federal. A partir de la Reforma Procesal Penal del año 1992 la estructura del fuero se separó en dos etapas: la primera conteniendo los Juzgados de Instrucción y la segunda los Tribunales Orales Federales (TOF), cada uno con sus respectivas fiscalías y defensorías. La primera etapa es considerada escrita y secreta, mientras que la segunda oral y pública (Eilbaum 2006). Según un defensor público entrevistado, las infracciones a la ley de estupefacientes que ingresan con mayor frecuencia a la Justicia Federal Penal son los delitos de tenencia para consumo, tenencia simple y tenencia para comercialización; que pueden estar agravados, entre otras razones, por el número de personas

intervinientes o por la cercanía a un establecimiento educativo. Siguiendo lo narrado por el defensor, mientras que la tenencia para consumo se encuentra tipificada como un delito correccional2y se juzga en primera instancia, la tenencia simple y la tenencia para comercialización siempre llegan a la etapa oral. La forma de trabajar de los Juzgados y Tribunales varía según el tipo de delito del que se trate. En los casos de tenencia para consumo, cuando no hay trascendencia a terceros3, una estrategia común de trabajo es lo que se conoce como resoluciones plancha, se trata de una resolución de sobreseimiento, mediante la cual se absuelve a la persona pero en algunos casos se le recomienda la realización de un tratamiento. Otra opción frecuente es el archivo de la causa. Pero cuando en la tenencia para consumo hay trascendencia a terceros, al imputado, salvo escasas excepciones, se le aplica una pena o medida sustitutiva de la pena. En lo que respecta a los otros tipos de delitos, en palabras de un funcionario judicial entrevistado, “La tenencia simple aparece cuando los Juzgados no se animan a poner tenencia para consumo por la cantidad. Cuando la causa llega a los Tribunales Orales, la bajan a tenencia para consumo, excepto que sea un kilo de marihuana (...) En el comercio hay que mostrar el dolo de tráfico, podés tener una determinada cantidad pero se tiene que demostrar que es para tráfico, sino cae la figura agravada y va para tenencia simple”.

Por otra parte, el modo en que ingresan las diferentes causas también varía de acuerdo al tipo de delito que se trate, así: “Las de comercio entran mayormente por la Policía y en menor medida por Gendarmería u otras fuerzas de seguridad. Son investigaciones. Generalmente empiezan con denuncias de vecinos, llamadas al 911 (...)”. Al contrario, las causas por tenencia simple y tenencia para consumo ingresan a la justicia como resultado de la prevención policial. Sin embargo, estas clasificaciones nativas -como veremos más adelantese mostraron bastante flexibles y maleables en la práctica. Siguiendo a Fonseca y Cardarello (2005), sabemos que las individualidades no son tan fácilmente domesticadas, ni tampoco caben necesariamente en los rótulos de las ciencias jurídicas; y por otra parte, como dice Renoldi (2005), los jueces admiten que tienen que interpretar los Códigos Penal y Procesal ya que en su formulación son bastante ambiguos.

LA CONSTRUCCIÓN DEL HECHO PENAL En un esfuerzo por evitar circunscribir el análisis al plano del funcionamiento ideal, se eligió un caso como punto de partida para analizar el universo de prácticas y representaciones policiales y judiciales que, día tras día, se reproducen en la penumbra de la vida cotidiana. En este sentido, se busca analizar las “microdecisiones” de los funcionarios judiciales y policías, considerándolas como el resultado de prácticas rutinizadas y naturalizadas, y no de una supuesta intencionalidad conspirativa (Melossi 1992). Brevemente, el caso comenzó con la detención de Jorge, llevada a cabo por dos agentes de la brigada policial, por averiguación de antecedentes. El detenido tenía entre sus pertenencias 0.82 gr de cocaína. Por este motivo, es trasladado a la comisaría donde declara que él compró por ahí, aclarando que por ahí vendían. Tras la detención de Jorge, otros dos oficiales de policía son avisados, y al encontrarse en la zona se dirigen a las inmediaciones del lugar del hecho y observan a dos individuos en un pasamanos y también los detienen. A uno de ellos, Carlos, le encuentran 1,03 gr de cocaína y al otro, Raúl, 0,3 gr y 16,60 pesos. Raúl se resiste a la detención e intenta ingresar a su casa. La policía llama al juzgado de turno, pide una orden de allanamiento y se dejan dos oficiales en la puerta de la casa. Al día siguiente, se procede al allanamiento y se encuentran 250 gr de una sustancia blanca lo que tras el peritaje arroja la suma de 19 gr de cocaína pura. Cuando presta declaración, Raúl dice que es consumidor hace 11 años y que nunca compra tanta cantidad, pero que esa vez la señora que siempre le vende le hizo mucha rebaja y que al haber cobrado una changa ese día decide comprarla. Da datos del lugar donde suele comprar pero si bien se hacen diferentes operativos policiales no se encuentran, según los agentes, acciones que infrinjan la ley 23.737. Finalmente, mientras que Jorge y Carlos serán sobreseídos, Raúl será procesado por el delito de tenencia para comercialización.

La Detención Policial En la Ciudad de Buenos Aires, la Policía Federal cumple funciones de seguridad e investigación para cualquier tipo de delito; es decir, actúa al mismo tiempo en la prevención y represión del delito, y como auxiliar de la justicia. Para llevar a cabo la función de prevención del delito la policía cuenta con diferentes

dispositivos y facultades, entre ellas la que dio inicio a esta causa: la detención por averiguación de antecedentes. Una vez que los casos ingresan al sistema judicial, la policía debe explicitar los motivos que la llevaron a la detención. Como plantean Martínez, Palmieri y Pita (1998), estos motivos son los argumentos que presenta el personal policial para justificar situaciones muy diversas de detención. Para ello, recurren a toda una lista de términos y expresiones que pueden entenderse como derivaciones del término genérico “actitud sospechosa”. En el caso que analizamos, el motivo que justifica esta primera detención, es dirigirse en forma presurosa. El detenido luego es llevado a la sede policial donde declara en forma espontánea, que por ahí venden. Esta declaración es considerada motivo suficiente para llevar a cabo la detención de otras dos personas que se encontraban realizando un pasamanos en las cercanías del lugar del hecho. Hasta este momento, no se le había notificado nada al juzgado de turno. Sin embargo, luego de la detención una de las personas intenta ingresar a su domicilio, y por este motivo según el acta policial se le da aviso al juez solicitándole una orden de allanamiento4. Sin embargo, en la rutina policial lo que se expresa bajo la retórica de la sospecha, se construye sobre estereotipos de rasgos físicos, actitudes corporales, formas de vestir, aspecto personal (Eilbaum 2004). Por ello, la categoría de sospecha, más que fundar o dar origen a la intervención policial, como podría desprenderse de la lectura de las actas policiales, como dice Eilbaum, “la legitima a posteriori: en los estrados judiciales (...) y ante la prensa justificándose frente a “vecinos morales” que construyen el problema de la “inseguridad” sobre la figura del sospechoso o extraño, como signo (amenaza) de peligrosidad” (Eilbaum, 2004:83-84).

Así, mediante la retórica de la sospecha, se pudo legitimar la detención de una persona por dirigirse presurosamente y justificar la solicitud de una orden de allanamiento en el domicilio de uno de los detenidos, que poseía droga y dinero, por intentar ingresar al mismo. De esta forma, a través del análisis de estas prácticas se puede vislumbrar una concepción de seguridad que considera que el trabajo de la policía consiste en controlar la actividad de personas, que por diversas razones, pueden ser consideradas como sospechosas y encontrarse en un permanente estado pre-delictual (Martínez et al. 1998). Para concluir este apartado dedicado a la detención policial, faltaría agregar

que estas prácticas policiales, que habilitan a la detención de personas por mera sospecha o infracciones menores, son una forma de trabajo altamente rutinizada y naturalizada sin control inmediato del poder judicial (Tiscornia 2007). Como veremos más adelante, a pesar de los cambios y reformas a los que estuvo sujeto el accionar policial, esta facultad de detener personas por sospecha, aún no es cuestionada por los operadores del sistema judicial.

El Procesamiento Judicial de Raúl Dada la fuerte presencia de la etapa de instrucción en el juicio oral -presencia que se materializa en el expediente, el cual muchas veces es leído en la etapa oral y otras veces partes de él son directamente incorporadas citando únicamente el número de fojas- opté por presenciar las audiencias de los juicios orales. Sin embargo, no solamente se tuvo en cuenta esta supuesta fuerte presencia de la primera etapa en esta segunda etapa del proceso judicial, sino además su supuesta mayor accesibilidad. A estas cualidades debe agregársele la posibilidad que tuve de acceder a algunos de los documentos escritos producidos en la etapa de instrucción. El juicio oral a Raúl comenzó con una breve descripción del caso, la lectura de las pericias realizadas por la Policía Federal y el pedido de nulidad de las actas de detención y allanamiento por parte de la defensa, pedido que fue rechazado aduciendo que se debía esperar a los alegatos. A continuación se le hicieron varias preguntas a Raúl sobre su familia, su trabajo, sus hábitos, sus amistades, los hábitos de sus amigos, y se le preguntó si quería declarar, pero el imputado se negó. De esta forma, se pasó a citar a los testigos de la detención y el allanamiento, así como a los agentes policiales involucrados en el caso. Tal como había anticipado, en ningún momento durante las declaraciones de los testigos, en los alegatos, o en el dictado de la sentencia, los operadores judiciales discutieron el motivo esgrimido en el acta policial - dirigirse en forma presurosa- para justificar la detención de Jorge por averiguación de antecedentes, ni la vaguedad de la declaración espontánea de este último en relación a la localización del punto de venta que habría en parte motivado las posteriores detenciones. Por otra parte, a pesar de que las declaraciones de los testigos y el personal policial resultaron ser bastante dispares y en algunos casos contradictorias, en gran medida se dio por sentado el “buen procedimiento policial”, no siendo indagado el proceder de esta

institución en el resto del debate. De esta forma, las versiones de algunos testigos que se contradecían con el accionar policial declarado en el acta fueron dejadas de lado -como la declaración del chofer de una línea de colectivos- y omitidos los confusos testimonios policiales. Por último, se hizo caso omiso a las denuncias que se habían realizado en una sede judicial por robo durante el allanamiento. En este sentido, puede decirse que durante el debate si bien la discusión se ocupó del hecho puntual, o sea, del momento y la acción que habría disparado la detención y el posterior allanamiento, también se abocó a otras cuestiones que parecían justificar un trato secundario a los hechos.

Del Acto al Actor En el transcurso de la lectura de los alegatos pero también, aunque en menor medida, en las preguntas formuladas por los operadores judiciales a algunos de los testigos, la discusión parecía estar abocada a otra cuestión: poder esclarecer si Raúl debía ser considerado un enfermo y/o un delincuente. Parecía ser que la preocupación pasaba menos por dilucidar lo que había ocurrido que por definir y encasillar al acusado en algunas de las opciones propuestas por la ley. Ahora bien, la ley sobre estupefacientes carece de criterios precisos para tipificar una situación como infracción y/o adicción, y clasificar un delito como tenencia para consumo, simple o para comercialización. Es por ello que para legitimar la postura adoptada por las partes y la posterior decisión tomada por el tribunal, se incorporaron múltiples discursos y representaciones sobre lo que es ser un consumidor y un traficante de drogas ilegales. Los diferentes discursos a los que se hizo referencia provinieron en gran medida del campo del derecho, la medicina, la psiquiatría y la psicología. Igualmente, se pusieron en juego valores y creencias que operan desde el sentido común y desde las diferentes comunidades de las que los actores forman parte. A lo largo del juicio oral y la lectura de los diferentes documentos me fue pareciendo que todos estos discursos y representaciones se nucleaban en torno a ciertas categorías nodales que en tanto valores se volvieron campo de disputa de sentidos, adquiriendo así especial relevancia a lo largo del debate. Entre dichas categorías se pueden resaltar las de: salud-enfermedad, salud pública, seguridad nacional, comunidad nacional y sujeto moderno. Surge entonces la inquietud

de enfocar la dimensión cultural del problema, recuperando estas categorías que naturalizan el problema del consumo y la tenencia de droga. A continuación, daré cuenta cómo estas categorías se fueron mechando a lo largo del debate y a su vez lo ordenaron y encausaron hacia otra serie de cuestiones que poco tenían que ver con el hecho ocurrido. En la etapa de instrucción se realizaron peritajes, informes y estudios de diferentes profesionales, como ser: legajos de personalidad, informes médicolegalistas, estudios psicológicos, peritajes químicos e informes socioambientales. Durante el juicio oral, estos diversos estudios fueron incorporados por lectura y traídos a colación en los alegatos. Asimismo, se le realizaron a Raúl y posteriormente a su amigo Carlos -quien declaró como testigo- preguntas acerca de familiares, amigos, hábitos, trabajo, tiempo libre, etc., que luego también fueron recordadas durante los alegatos. En ambos casos, lo que importaba era saber si el acusado trabajaba, de qué trabajaba, cuánto ganaba, si tenía familia, cómo se llevaba con su familia, si consumía drogas, hace cuánto consumía, cómo se llamaban sus amigos, si sus amigos consumían, a qué se dedicaban los amigos, de dónde los conocía, qué hacía con su tiempo libre y otros aspectos de su quehacer cotidiano también sujetos a evaluación. En cierta forma, puede decirse que todas estas cuestiones estaban encaminadas a determinar si el imputado debía ser considerado un sujeto racional dueño de sus propias acciones o un drogodependiente. Así, mientras que el fiscal aducía una conducta plenamente racional, consciente, libre y autónoma del imputado, recordando que los estudios realizados no probaban la adicción, el defensor hacía hincapié en la adicción del acusado. Así, ambos basaban su argumentación en la incompatibilidad de las conductas autónomas, libres y conscientes con las de un adicto, un enfermo. En este sentido, jugó un papel central la noción de persona propia de la modernidad, en donde el individuo ideal es entendido como un sujeto racional, consciente, independiente, responsable, con un proyecto de vida y con capacidad de construirlo, libre y autónomo. Mientras que el consumidor de drogas ilegales, en cambio, es considerado prácticamente una no-persona al ser un sujeto con derechos restringidos, que no tiene un proyecto de vida, ni puede construirlo, y no puede manejarse por sí mismo ya que depende de la droga (Renoldi 2001). Otra de las categorías que se volvió un punto central de discusión en el debate fue la de salud pública. El debate giró en torno a determinar si existió o no

una acción que puso en peligro este bien jurídico tutelado. El fiscal alegaba que el peligro era inminente ya que no había duda de que el imputado había estado vendiendo, consciente del peligro que acarreaba, sustancias estupefacientes en la vía pública; en otras palabras no había dudas de que era un delincuente. En su discurso, aparece la tenencia y el consumo de drogas como una enfermedad infectocontagiosa, considerando el fenómeno a partir de las categorías que son utilizadas para comprender a esta última: las drogas ocupan el lugar del agente infeccioso, el que las posee o consume es entendido como el huésped de este agente y el contexto sociocultural como el contexto donde ocurre la infección. En sentencias anteriores, de las cuales esta postura es heredera, se hace referencia a la tenencia de droga no sólo como un peligro para la salud pública sino como un peligro para la seguridad nacional; ya que se asocia la tenencia de drogas o su consumo a conductas antisociales y delictivas5. El defensor en cambio alegaba la escasa cantidad y la falta de prueba de comercialización, enfatizando que “el señor Raúl es una víctima de este flagelo” y no un peligro para el bien jurídico tutelado. En otras palabras, lo que estaba diciendo es que había actuado bajo el influjo de la droga y no era consciente de sus acciones. Por otra parte, iba aún más allá al “exigir al tribunal que se eduque, porque en su ignorancia hay cosas que no se pueden entender”. Esta idea también aparece ilustrada en la conversación mantenida, durante un cuarto intermedio, entre un policía y el defensor de Raúl en la que ambos coincidían en que “éste es un perejil” agregando el defensor que “tendrían que darle un tiempo para que aprenda”. Se sigue así lo planteado por Vianna, la existencia de individuos que dado su supuesto dominio parcial de los códigos y las conductas necesarios para pertenecer a la comunidad nacional, se los considera dependientes de la tutela estatal. Así a lo largo de muchas de las sentencias leídas se puede reparar en la constante mención del Estado, a quien se le asigna el deber de tutelar la moral pública; y en las medidas de reinserción social necesarias para hacer frente a este mal, a esta degradación física y psíquica. Como si los consumidores de drogas fuesen menos persona y tuviesen un dominio parcial de los códigos -a l igual que los niños y locos- motivo por el cual deben seguir una especie de tratamiento bajo tutela estatal con vistas a su reinserción social, donde aprendan los valores morales compartidos y a participar plenamente de la sociedad. En este sentido, puede decirse que las representaciones sobre los individuos

están en estrecha relación con las representaciones sobre la colectividad. Es así que, al consumidor de drogas no puede pensárselo por fuera del intento de pensar la colectividad nacional. En el esfuerzo por pensar la comunidad nacional, en palabras de Anderson una “comunidad imaginada”, se tiene como ideal la homogeneidad poblacional y la paz interior (Vianna 1997). Así los consumidores de drogas ilegales parecieran quedar fuera de los límites de la comunidad nacional, no siendo considerados participantes plenos de la sociedad, debiendo evitar que se tornen efectivamente peligrosos. Son comprendidos como elementos heterogéneos y peligrosos dentro del Estado-Nación, heterogéneos en tanto no pueden ser considerados individuos en el sentido moderno de la palabra, y peligrosos en tanto que supuestamente constituyen una amenaza a valores sociales defendidos: la salud y seguridad públicas. En suma, todos los discursos y representaciones y las categorías que creo los nuclean, vienen acompañados de toda una serie de adjetivos, descripciones y clasificaciones que terminan, a través de la regularidad con la que son aplicados y sus consecuencias prácticas, cristalizándose y sustantivándose en una categoría unificadora y complementaria a dichos adjetivos que permite definir y encasillar al acusado en algunas de las opciones propuestas por la ley: enfermo y/o delincuente. Así se propone desde la reclusión en prisión, cuando se asocia el consumo a actos delictivos, hasta la acción pedagógico-sanitaria de internación en institutos de rehabilitación, cuando se lo asocia a una enfermedad que necesita tratamiento. No obstante, hay que destacar que si bien ésta ha sido la forma predominante de encarar el tema, estas categorías en tanto que valores contienen posibilidades críticas y amplitud de variación; y las variantes a los valores centrales, pueden ir desde la afirmación extrema hasta la negación de los mismos. De esta forma, podemos dar cuenta que categorías como comunidad nacional, sujeto moderno, salud pública, salud-enfermedad y seguridad nacional, así como los adjetivos y clasificaciones que las acompañan, son centrales para formular una correspondencia entre legislación, sentencia y situación de consumo o tenencia de drogas ilegales que legitima el accionar de la justicia penal.

LAS ESTRATEGIAS DE UN GRUPO DE CONSUMIDORES Ahora bien, estas prácticas y representaciones policiales y judiciales que describimos anteriormente, tienen como corolario tanto la estigmatización de los consumidores de drogas como la creación de una “identidad deteriorada” por atributos negativos (Goffman 1995), constituyéndose en uno de los “costos sociales” de la penalización. En este sentido pueden rescatarse reflexiones como la de Carlos quien decía que “(...) había tenido problemas con esto y mis hijas me veían raro. Esto llegó a oídos de mis hijas y falté como tres días a casa. Fue un papelón muy grande para mí. Es algo que no se comenta, es una vergüenza”;

o la de muchos otros acusados que manifestaban las dificultades para conseguir un empleo o no ser simplemente vistos como posibles delincuentes o enfermos, inclusive por familiares y amigos. Sin embargo, esto no significa que los consumidores adopten una actitud meramente pasiva; sino que en el transcurso del proceso judicial y de otras experiencias vividas, van atravesando por un proceso de aprendizaje de la terminología, las prácticas, las representaciones y la lógica del mundo judicial y policial. Es así que lejos de adoptar una actitud pasiva, construyen toda una serie de alternativas que en tanto estrategias les permiten generar constantemente nuevos mecanismos de adaptación y resistencia frente a las prácticas policiales y judiciales. Específicamente, trabajé con las estrategias construidas por un grupo de consumidores, en su mayoría hombres, de entre 21 y 37 años que consumían drogas ilegales6. Las estrategias elaboradas por este grupo de consumidores se mostraron como mecanismos de adaptación en tanto les permitían adaptarse a diversas situaciones, pero también como mecanismos de resistencia que les permitían hacer frente a la pérdida de derechos. Por otra parte, no se limitaban a momentos de crisis en que ya habían sido detenidos por la policía o estaban siendo procesados, sino que iban mucho más allá permeando varios aspectos de su vida cotidiana. Estos mecanismos eran compartidos por los miembros del grupo, y no respetarlos podía equivaler a no conseguir lo que se estaba buscando -un poco de droga- y en casos de una continua desconsideración por los mismos, a ser apartado del grupo de confianza. Entonces, por un lado, estas estrategias podían ser mecanismos de

adaptación, que les permitían eludir detenciones policiales y procesos judiciales. Entre ellos pueden nombrarse algunos saberes vinculados a situaciones cotidianas, como ser: saber cómo comprar, dónde comprar, cómo transportar drogas, cómo ocultar drogas, cómo comunicarse, cómo consumir, dónde consumir, qué y dónde era conveniente consumir, qué drogas no eran aún conocidas por la policía ni la justicia. Pero también circulaban saberes vinculados a situaciones excepcionales o críticas. Así, si se era detenido por la policía se sabía que era conveniente buscar un arreglo. También se sabía que en algunos casos los mismos policías secuestraban la droga a cambio de la libertad. Se trataba de un intercambio en el cual bajo ningún pretexto se debía reclamar lo incautado so pena de que se rompiera la relación establecida y se les armara una causa. En otros casos el arreglo era en efectivo. Por eso era frecuente que si andaban trasportando grandes cantidades llevaran, si tenían, una buena cantidad de dinero en efectivo. No obstante, se sabía que estas estrategias no siempre funcionaban bien porque no se lograba negociar los términos del arreglo, o porque la policía necesitaba cerrar los números y los agentes recibían órdenes desde arriba de detener. Cuando la negociación con la policía no había funcionado y se ingresaba en la justicia penal, se sabía que era conveniente hacer hincapié en la trayectoria individual, en otras palabras, particularizar la propia situación. También era muy común, como hizo Raúl, definirse como un adicto, o como un adicto en recuperación que había tenido una recaída. Lo que se buscaba era evitar la prisión y acceder a la medida de seguridad curativa. Cuando se encontraban en problemas con la cantidad de droga secuestrada se solía decir que era la compra del mes, no sólo porque se reducía el precio sino también porque una menor cantidad de viajes disminuía la posibilidad de ser agarrados. Por otro lado, estas estrategias también podían ser mecanismos de resistencia que les permitían resistir a la pérdida de lo que consideraban sus derechos generalmente usando argumentos legales. Por nombrar sólo algunos, en relación al consumo, por ejemplo, se hacía permanente alusión al artículo 19 de la Constitución Nacional, como un derecho adquirido que no estaban dispuestos a negociar. De esta forma, se posicionaban frente a posturas prohibicionistas pero también a aquéllas que luchaban por la legalización para uso médico; ya que estas últimas desviaban el centro de la discusión focalizándose en el fin pero descuidando los medios. En relación a la tenencia, se enfrentaban a las posturas que sostenían que la posesión en grandes cantidades de droga o de plantas de las que se pueden extraer drogas, debía

ser considerada como tráfico. En su opinión, ellos estaban en todo su derecho de consumir drogas de buena calidad, y si pretendían abastecerse a sí mismos durante todo el año la cantidad no podía ser pequeña. Por último, se oponían a los argumentos que vinculaban la balanza con el tráfico. Como me decía Agustín, defendiendo el derecho de los consumidores a pesar el producto para reducir riesgos, “Todos los consumidores tienen balanza, todos los consumidores la usan. Hay ciertas drogas (...) a mi particularmente me gusta el MD puro, y es una droga con la que hay que tener cuidado y es necesario pesarla, yo soy muy puntilloso con mi consumo y no me gusta tomar a ojo.”

El modo en que estos mecanismos se construyeron a lo largo de los años fue a partir de la narración de anécdotas y experiencias, que les habían tocado vivir a ellos mismos, amigos y conocidos. Muchas de estas anécdotas se podían escuchar en las reuniones, asados, fiestas que organizaban los integrantes del grupo, e inclusive a algunas de ellas tuve la oportunidad de escucharlas varias veces. En otras ocasiones, las narraciones no circulaban en forma de anécdotas sino más bien parecían adquirir la forma de chismes que pasaban de boca en boca. Tampoco se puede descartar el papel jugado por Internet. En ciertas ocasiones, la distancia o la amistad virtual a través de diferentes foros vinculados al tema hacían de Internet el lugar por excelencia para la circulación de estas anécdotas. El cariz que tomaban las anécdotas variaba según qué es lo que se estaba contando, en algunas ocasiones cuando era un amigo el que perdía adquirían un matiz trágico creando y alimentando paranoias y miedos. Pero otras veces, no se transmitían como preocupaciones ni se les ponía una carga negativa dejando simplemente tras sí un halo de alerta. Más allá de estas diferencias, todas eran consideradas un saber preciado y conferían prestigio dentro del grupo a quien las contaba, ya sea que las haya vivido personalmente o algún amigo cercano. En los casos en que un conocido había perdido se le atribuían toda una serie de cualidades ligadas a la dureza del carácter para poder soportar todo lo que le había pasado, adquiriendo de esta forma cierto respeto dentro del grupo. Por otra parte, en caso de que el narrador hubiese zafado su persona adquiría toda una serie de adjetivos y calificaciones asociadas a la viveza, astucia e inteligencia, para salir de situaciones complicadas. Las anécdotas no eran manifiestamente narradas para ser tenidas en cuenta como material de aprendizaje del cual extraer saberes a desplegar en determinadas circunstancias, sino que más bien parecían ser narradas con el fin de pasar el rato. Sin

embargo, su narración tenía consecuencias claras en las representaciones y prácticas del grupo. Los cambios en las prácticas y representaciones del mundo policial y judicial con claros efectos para los consumidores -como ser las modalidades de los operativos policiales, la aparición de nuevos reactivos para drogas, el endurecimiento o flexibilidad en las penas, la persecución de algunas drogas en detrimento de otraseran aprehendidas a través de estas narraciones. Estos cambios eran incorporados y generaban modificaciones en este “otro mundo”. No obstante, no todas las prácticas y representaciones del grupo eran un “acto reflejo” de lo que ocurría en la policía o en la justicia. Si bien en gran medida se adaptaban a ciertos cambios en las prácticas y representaciones del mundo policial y judicial, no todas sus propias prácticas y representaciones estaban sujetas a eventuales modificaciones. Muchas veces ciertas prácticas se mantenían vigentes a pesar de que hubiese recrudecimientos en las penas; por ejemplo, nadie iba a dejar de consumir una droga porque se había hecho mediático perseguirla o porque se había comprado el reactivo. Otra gran cantidad de prácticas se modificaban porque se creía que era el momento oportuno de hacerlo antes de que alguien perdiera y no porque alguien se había enterado, a través de una nueva anécdota, que la policía ya estaba al tanto. Asimismo la mayoría de los integrantes del grupo no estaban dispuestos a negociar lo que ellos consideraban sus derechos -hacer uso libre del propio cuerpo- negando fervientemente el supuesto daño o peligro a la salud pública que tanto se escuchaba en los procedimientos judiciales.

CONCLUSIONES Como intenté ir plasmando a lo largo de este trabajo,

las prácticas y

representaciones policiales y judiciales ponen en juego estereotipos e imágenes poderosas en gran medida estigmatizantes. Sin embargo, lejos de adoptar una actitud pasiva, los consumidores elaboran todo un conjunto de alternativas, que en tanto estrategias, les permiten hacer frente a estas prácticas y representaciones policiales y judiciales. Por ello, de acuerdo con Foucault, puede decirse que el ejercicio del poder policial y judicial no es únicamente la imposición de un modo de acción sobre las acciones de los otros; porque donde hay poder, hay resistencia. En otras palabras,

si bien el poder es la estructuración del campo posible de acciones por medio de la acción, el poder sólo se ejerce sobre sujetos libres. Es así que siempre es posible, dada la libertad de estos sujetos, que los mismos puedan trasponer esta estructuración de manera creativa (Foucault 1983). Por otra parte, si bien los consumidores actúan generando diversas estrategias frente a las prácticas policiales y judiciales, no debe por ello entenderse que todas sus propias prácticas y representaciones sean un “acto reflejo” frente al accionar policial y judicial. Muchas de las estrategias tienen sus propios tiempos y formas, además de no estar todas ellas sujetas a una eventual modificación. De esta forma dan cuenta de que la resistencia no es meramente la imagen invertida del poder, sino que es tan inventiva, móvil y productiva como él (Foucault 1983).

AGRADECIMIENTOS Este trabajo se inscribe en el marco de investigación de mi Tesis de Licenciatura, por este motivo me gustaría agradecerle, en esta oportunidad, a mi directora de tesis Sofía Tiscornia por los consejos que me brindó y continúa brindándome en este proceso. Y por último, a aquellos a quienes debo mi pasión por este tema de investigación.

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NOTAS 1Las únicas excepciones fueron los fallos de la Corte Suprema en Bazterrica 1986, y Arriola en 2009. 2Aquellos delitos que son reprimidos con pena no privativa de la libertad o privativa de la libertad cuyo máximo no exceda de 3 años. 3Se considera que no hay trascendencia a terceros cuando el consumo se efectúa en forma privada y no se incita a terceros a consumir. 4A diferencia de lo relatado por el defensor público, en este caso el ingreso a la justicia penal del delito tipificado como tenencia para comercialización, fue el resultado de la prevención policial y no de una labor previa de investigación. 5 Sólo por citar algunos ejemplos ver Fallos Colavini 1978, Valerio 1981 y Capalbo en 1986 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. 6 El grupo estaba compuesto de unas 50 personas que se conocían y mantenían relaciones relativamente cercanas, y su lugar de encuentro solía ser la casa donde vivían algunos de ellos. En lo que respecta al consumo de drogas el grupo era bastante heterogéneo. Algunos consumían hace más de 15 años, otros recién comenzaban a consumir, algunos consumían todas las drogas, otros solamente alguna o algunas de ellas; pero todos consumían en forma asidua. Con respecto al nivel socioeconómico, éste también era variopinto. En su mayoría pertenecían a la clase media aunque muchos habían nacido en familias de clase baja y en los últimos años habían mejorado su posición económica. Por otra parte, algunos de ellos habían vivido parte de sus vidas en la calle y otros internados en reformatorios.

A NEX O FEM ENINO AVANCES PR ELIM INA R ES SOBRE UN ACERCAM IENTO ETN O G R Á FICO EN U NA UNIDAD PEN ITEN CIA RIA BONAERENSE CORRAL, Leticia* SOSA, Gisel*

El presente trabajo a desarrollar pretende analizar una institución penal específica: la cárcel, y los actores sociales que la componen. Desde una perspectiva de género, se examinará particularmente la situación con la que conviven un grupo de mujeres privadas de su libertad. Partiendo de este objetivo, creemos necesario explicitar a priori cual es nuestra postura frente a las cárceles, haciendo hincapié en el fracaso acerca del tratamiento brindado, especialmente a la población femenina; prescindiendo de una posición abolicionista de las cárceles, y proponiendo una perspectiva reformista, que promueva un camino reflexivo en la búsqueda de un espacio reformulador de las prácticas y tratamientos penitenciarios. El trabajo se estructurará en dos partes; en una de ellas analizaremos por qué las diferentes formas de “violencia m oral” (Segato 2003) vividas por las mujeres, pasan usualmente inadvertidas, sin ser reconocidas ni reprobadas, para poder así estim ular su reflexión

y discusión. En una

segunda etapa, tomaremos como punto de referencia el análisis de la situación en que se encuentran un grupo de mujeres detenidas en una Unidad Penitenciaria del Conurbano Bonaerense. Se observarán allí las diferentes situaciones relativas al modo en que su condición de género se com bina con otros indicadores que hacen a su condición dentro del sistema, tales como: educación, trabajo, salud, condiciones de alojamiento y visitas, las cuales constituyen un tipo específico de tratam iento “resocializador” impartido, tanto desde la jefatura de Vigilancia y Tratam iento1 como desde los diferentes profesionales que conforman los grupos de admisión y seguimiento.

* Estudiantes avanzadas de la Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP, e integrantes del Grupo de Admisión y Seguimiento del S.P.B.

La metodología elegida para la investigación es cualitativa y corresponde a un estudio de tipo etnográfico. Con el trabajo de campo se elaborará una descripción de las prácticas cotidianas y las interrelaciones humanas que se llevan a cabo en el escenario de la cárcel. Los instrumentos de recolección de datos son principalmente la observación participante (perspectiva del investigador) y la entrevista (perspectiva del actor). Si bien la entrevista es una situación compleja tanto por la acción misma de entrevistar, como por los cuidados que debe tomar el investigador, el hecho particular de hacerlo en el ámbito de una institución penitenciaria (como la cárcel), connota marcas especiales que en el desarrollo de nuestro trabajo trataremos de explicitar. En primer lugar, un aspecto importante a considerar es la cuestión de los “roles” (Bértola et al. 2003). Desde el punto de vista de las mujeres presas, básicamente podríamos diferenciar un “nosotros” representado por las internas y un “ellos” conformado por el personal penitenciario tanto del escalafón general (guardia cárceles, directivos, jefes de secciones) como del escalafón profesional (médicos, psicólogos, trabajadores sociales, abogados, sociólogos y estudiantes de antropología). Debido a que nosotras formamos parte de este “ellos”, ya que integramos el equipo profesional de ésta unidad carcelaria, las estrategias empleadas para lograr un mayor acercamiento, debían demostrar que en cierto modo formábamos parte de ese “nosotras”. La realización de las entrevistas y las observaciones en una primera instancia estuvieron marcadas por las dificultades metodológicas que conlleva el hecho de formar “parte” de la institución a analizar. Asimismo, una de las principales dificultades a la hora de entrevistar consiste en el temor que tienen las internas de hablar acerca de cómo se desarrolla su vida en el penal, teniendo especial cuidado al momento de emitir su opinión, basado en la creencia de que lo que se diga en el ámbito de las entrevistas puede tener incidencia en su causa penal, o peor aún provocarles dificultades de convivencia dentro de los pabellones. Establecer ese rapport involucra realizar una serie de concesiones que van desde llevar ropa y cigarrillos a las internas que lo necesitan hasta realizar averiguaciones sobre la situación penal en la que se encuentran. Por otro lado, éste mismo trabajo tuvo que realizarse con los directivos del penal (Director y Subdirector de vigilancia y tratamiento), ya que si bien no expusimos con sinceridad nuestros objetivos, ni explicitamos nuestros verdaderos intereses, el acceso al campo fue enmascarado en nuestro trabajo cotidiano en el penal.

En esta etapa inicial de nuestro trabajo de campo, la entrevista se desarrolló como parte del conjunto de actividades que tienen lugar en la observación participante: “(...) en la primera etapa del trabajo de campo, la entrevista antropológica sirve para descubrir preguntas, esto es, para construir los marcos de referencia de los actores a partir de la verbalización asociada libremente. De estos marcos se extraerán, en un segundo momento y tras una categorización diferida, las preguntas y temas significativos para la focalización y profundización(...)” (Guber 2005:220).

En este primer acceso al campo fue de suma importancia el acopio de datos propios del lenguaje de la cárcel, los cuales en posteriores entrevistas fueron de gran utilidad. PRIMERA PARTE: “OJOS QUE NO VEN...” Si bien en muchas ocasiones las mujeres son víctimas de violencia física en situaciones de encierro, esta idea no alcanza para describir aquellos mecanismos que hacen a las mujeres mayormente vulnerables en una institución que administra tanto sufrimiento como es el caso de las cárceles. Creemos necesario utilizar el concepto de violencia moral como aquel mecanismo más eficaz de control social y reproducción de las desigualdades, ya que por su invisibilidad y permeabilidad, resulta la forma más común de opresión y subordinación femenina, socialmente aceptada y validada. Esta violencia estructural es el sustento de lo que Segato (2003) llama “sexismo automático”, es decir, aquella mentalidad discriminadora no sólo de la mujer, sino de todo aquello que se encuentra en relación con lo femenino, que no responde a la conciencia discursiva de los actores sociales, sino a la costumbre, amparada en una moral que ya no se revisa. Esta idea nos ayudará a comprender por qué las mujeres representan una población sub-valorada dentro de la población carcelaria en general. Dentro de la cárcel, se reproducen las diferencias sociales y de género existentes en la sociedad, siendo el sistema de encarcelamiento mucho más severo y cruel con las mujeres, quienes han sido históricamente una minoría respecto a los hombres dentro de las cárceles. Seria interesante abordar en análisis posteriores si esta relación asimétrica entre hombres y mujeres se repite en el resto de los actores sociales del sistema penitenciario. La cárcel constituye para la mujer un espacio estigmatizante, reflejando y

acrecentando las diferencias de género existentes en el “afuera”, expresándose en el rol de la mujer en el encierro, siendo sometida a “tratamientos resocializadores” tales como la escasa capacitación laboral o peor aún, desarrollando actividades que, una vez en libertad, no les permitirán subsistir económicamente de las mismas (Anthony 2007), como son los talleres de macramé, telar, dibujo, reflexión, costura, etc. “(...) desde la perspectiva de género se concluye que el fenómeno de prisionización femenina transforma el ámbito carcelario en un espacio en el que -además de cumplir con la función de ámbito para la ejecución de la pena- se impone a través de dicha ejecución, una variedad de pautas de conductas y actividades destinadas a reafirmar el rol genérico asignado social y culturalmente a la mujer” (Arduino et al. 2006:11).

La falta de una política crim inal con perspectiva de género las invisibiliza y aún más en el caso de unidades carcelarias que en el interior de sus muros, alojan tanto penales masculinos como fem eninos. En estos casos particulares, los tratam ientos diferenciales hacia ambos sexos se tornan más crueles y en algunos casos, ausentes para con las mujeres. En síntesis, lo que se buscaría a través de éstos “tratam ientos resocializadores” es lograr una aparente formación y capacitación en los hombres, mientras que en las mujeres se esperaría mantenerlas ocupadas. Los cuestionam ientos por parte de las m ujeres respecto a la diferencia en el trato en relación con los hombres, son continuamente ignorados por los profesionales y agentes penitenciarios, accionando el sexismo automático que los lleva a no cuestionarse y ni siquiera problem atizar o poner de relieve tales diferencias en el tratam iento, reduciendo el cuestionamiento de las mujeres a simples demandas. Estas están justificadas por una m irada naturalizada y generalizada de vulnerabilidad psicológica/em ocional conduce a las mujeres a la insatisfacción sin revisar, si a la inversa, la misma es producto de un análisis inadecuado de los actores interactuantes con ellas, respecto de la necesidad de crear espacios de interacción adecuados a sus particulares condiciones de género.

SEGUNDA PARTE: ¿EL SEXO DÉBIL? La Unidad Penitenciaria Bonaerense que abordamos en el presente trabajo, fue inaugurada a fines de diciembre del año 2007; en la actualidad es una cárcel de carácter mixto, pero al principio alojó solamente a población masculina. Recién a fines de febrero del siguiente año arribó el primer grupo de mujeres procedentes de las comisarías aledañas al penal. Así es como el penal femenino se convirtió en el “Anexo”, como una dependencia del penal masculino. Ésta unidad carcelaria está conformada, como ya lo habíamos mencionado, por dos grupos antagónicos: por un lado el personal penitenciario y no penitenciario (ellos) y por otro, las/los internas/ os (nosotros). En el grupo que denominamos agentes penitenciarios, incluimos a los agentes que pertenecen al escalafón general y aquellos que integran el escalafón profesional. Dentro de éste grupo incluimos también un pequeño subgrupo, que si bien no son agentes penitenciarios, actúan en el espacio carcelario y forman parte de la cotidianeidad de la cárcel, ej.: religiosos, catequistas, etc. La interacción entre ambos grupos se caracteriza por una relación jerárquica explícita de poder/sumisión. Los agentes penitenciarios personifican la institución y detentan el poder y el control sobre las/os internas/os, quienes se encuentran en una posición de subalternidad y están sometidos a la autoridad de los primeros. Cada uno de éstos grupos por separado posee a su vez sus propias relaciones jerárquicas y de poder, (tanto el escalafón general como el escalafón profesional se encuentra organizado utilizando jerarquías de tipo militar). Dentro de los muros de ésta unidad penitenciaria, el régimen que impera tanto en el penal masculino como el anexo femenino es el régimen cerrado, a excepción de algunos casos particulares. En el caso de los hombres, sólo 4 (hasta septiembre del año 2009), accedieron a un régimen semi abierto (realizando trabajos extra-muro, es decir, desempeñando actividades laborales por fuera del perímetro del muro) y sólo una mujer se incorporó a éste tipo de régimen, por expresa orden judicial. Los hombres fueron postulados por el propio jefe del penal y con la autorización del director. Varios de estos trabajos implican realizar tareas administrativas, que especialmente son adjudicadas a internos hombres que han pertenecido a alguna fuerza de seguridad (ex policías, penitenciarios, etc). Otros desarrollan sus propios oficios, como el de mecánico, albañil, etc. En el caso de la única mujer que desarrolla trabajos extra muro, solo se dedica a la limpieza de los despachos de los directivos

y del resto de las oficinas. El hecho de obtener este tipo de trabajo implica un privilegio para las intemas/os más que un derecho. No existe un cuestionamiento sobre cuáles son las tareas que puede realizar un hombre y una mujer, implícitamente se da por establecido que las tareas domésticas le corresponden a la mujeres. Si bien hay hombres que deben realizar las tareas de limpieza dentro del penal masculino, a éstos últimos también se les delega otro tipo de tareas como las administrativas y de mantenimiento, mientras que a las mujeres no se les adjudican tales tareas. La estructura edilicia se configuró según el sistema panóptico (Bentham s.XVIII), es decir que tiene un eje simétrico a partir del cual se estructuran dos patios con los pabellones de borde en sentido semi radial. El sector masculino cuenta con diez pabellones, con una capacidad total para 360 hombres, y diferentes sectores destinados a sanidad, cocina, talleres (sector carpintería e informática entre otros), mientras que el Anexo femenino dispone sólo de cuatro pabellones, con una capacidad para alojar 60 mujeres, careciendo de sectores esenciales como lo es el de sanidad y talleres. En septiembre de 2009 la población femenina contaba con 60 internas, distribuidas en dos módulos que contienen dos pabellones cada uno, y cada pabellón posee cuatro celdas con una capacidad para alojar a cuatro personas en cada una de ellas. Al momento de su ingreso, cada interna es alojada en el S.A.C (Separación del Área de Convivencia) denominado en la jerga carcelaria como Buzones. Luego de ser entrevistada por el Grupo de Admisión y Seguimiento, la Jefa del Penal determina su ubicación en alguno de los pabellones. La mayoría de las mujeres detenidas tienen entre 20 y 60 años de edad, (ver tabla 1)2, siendo el 90% de las mismas de nacionalidad argentina y el 10% restante provenientes de otros países (Bolivia, Perú, Uruguay, Paraguay y Holanda). Es importante mencionar y remarcar aquí que aquellas provenientes de países limítrofes son doblemente discriminadas y sub-valoradas por su nacionalidad, por parte de sus propias compañeras y por ellas mismas.3

EDADES 20-30 30-40 40-50 50-60 TOTAL

FA4 13 20 16 11 60

Tabla 1. Frecuencia absoluta de la variable edad, organizada en intervalos de clase.

Durante los últimos años el porcentaje de mujeres detenidas ha crecido considerablemente en la provincia de Buenos Aires. Según datos presentados por el Comité contra la Tortura para el año 2007, las mujeres representaban un número inferior al 3% del total de la población carcelaria, mientras que para el 2008 ascendían al 4,1 % del total de detenidos. Esto ha sido el resultado de leyes más duras en relación a delitos vinculados a las drogas, delitos que usualmente se denominan peligro abstracto, aquellos que no provocan un perjuicio concreto sobre las personas, sino que se encuentran reprimidos por el potencial daño que se puede derivar de aquellas acciones (Comité contra la Tortura 2009). En el caso de la población femenina de la unidad estudiada, la mayoría se encuentra procesada por tenencia y comercialización de estupefacientes, (ver tabla 2). Casi todas poseen abogado de oficio, ya que pocas pueden pagar un abogado particular. Delito Tenencia de estupefacientes c/ fines de comercialización Hom icidio en ocasión de robo Hom icidio simple Hom icidio agravado Tentativa de Hom icidio C orrupción de m enores con abuso sexual agravado p o r el vínculo Robo calificado Total

FA 46 2 2 2 1 1 6 60

Tabla 2. Diferentes tipos de delitos Generalmente desconocen cuál es su situación penal. Cabe aclarar que del total de la población carcelaria femenina, el 90% corresponde a internas que están cumpliendo su prisión preventiva, y sólo un 10% corresponde a internas que han sido condenadas a cumplir una pena. En relación a otras unidades penitenciarias femeninas, éste fenómeno parece ser una constante ya que la mayoría de las mujeres pertenecientes al S.P.B se encuentran detenidas preventivamente por éste tipo de ilícitos, especialmente las acusadas por tenencia simple de estupefacientes. “(... ) es notable la cantidad de detenidas bajo el régimen de prisión preventiva: sobre el total de población el promedio de detenidas procesadas es del 85.9%, un porcentaje aún mayor que el de los hombre detenidos 76% (....)”. (Comité contra la Tortura 2009:155).

Es importante resaltar esta situación sobre todo si se tiene en cuenta que la tenencia simple de estupefacientes es un delito excarcelable reprimido con pena de multa o de prisión de hasta 6 años. Hay mujeres que hace 2 años se encuentran detenidas a la espera de la resolución judicial, en cuyos casos fueron denegados los pedidos de morigeración de la prisión preventiva. Los pedidos de arrestos domiciliarios, en algunos casos fueron denegados; aún en el caso de mujeres que tenían hijos menores de edad y constituían el sostén del hogar. Según datos relevados por el Comité contra la Tortura, la mayoría de las mujeres detenidas por tenencia de estupefacientes, comparten sus causas con otros coimputados, es decir que han cometido los supuestos delitos acompañadas por otros, la mayoría de ellos de sexo masculino. En nuestro caso y siguiendo esta particularidad, las detenidas comparten su causa ya sea con su ex-pareja, su esposo o algún hijo. Aún así siendo “cómplices” de supuestos delitos son igualmente encarceladas, puesto que han trasgredido tanto el orden social como el orden familiar (Ordóñez Vargas 2005). En este plano opera el sexismo automático, ya que la mujer al delinquir trasgrede ese rol genérico asignado social y culturalmente de “buena esposa, buena madre”, no compatible con la imagen socialmente construida que se tiene del delincuente. Contrariamente, para los hombres el rótulo de delincuente/preso a pesar del estigma y de otras circunstancias dolorosas, se constituye en una reafirmación de su masculinidad. En el caso de las mujeres implica un doble castigo: el rótulo de presa/delincuente y el de mala mujer, mala madre. Respecto al nivel educativo, la gran mayoría ha logrado completar la escuela primaria, tornándose casi imposible continuar con sus estudios (ver tabla 3). En relación a este punto, la Ley de Ejecución penal Bonaerense 12.256, en el Capítulo III, Artículos 31, 32 y 33 y en el capítulo IV, Art. 87, menciona como uno de los pilares más importantes del tratamiento penitenciario brindar la posibilidad de estudiar a sus internos. Según datos oficiales, para el ciclo lectivo 2009, en las 53 cárceles que dependen del S.P.B. se matricularon 4.435 internos en el nivel primario, 3.636 en el secundario, 204 en el terciario y 599 en el universitario (Batista 2009). La unidad analizada no cuenta con espacios educativos; sólo en el caso de los hombres se dicta un taller de alfabetización de carácter informal, pero para las mujeres no existe tal taller, aún cuando muchas de ellas han manifestado su interés por retomar sus estudios.

Nivel educativo Prim aria com pleta Prim aria incom pleta Secundario completo Secundario incom pleto Terciario/universitario Analfabetas Total

FA 32 11 6 7 2 2 60

Tabla 3. Máximo nivel educativo alcanzado Los talleres de capacitación que se realizan en el penal masculino son: talleres de dibujo, carpintería, campeonatos deportivos (especialmente de fútbol) organizados por los profesores de educación física, manualidades, artesanías, funciona una biblioteca, y por último, desde el mes de abril del corriente año, a partir de un convenio con una empresa privada, funciona un taller de reparación y armado de PC. Hasta el mes de septiembre participaban 10 internos y un encargado, la mayoría percibe un peculio (pequeño salario) por su participación en el taller y la idea a futuro es capacitar a una mayor cantidad de personas en este rubro. En el caso de las mujeres los únicos talleres de capacitación brindados son el de costura y el de macramé los cuales dependen de la voluntad de quien quiera compartir y subsidiar dichos talleres.5 El taller de macramé es dictado por nosotras, puesto que como ya expusimos anteriormente, el acceso al campo, si bien se encontraba enmascarado en el hecho de formar parte del equipo profesional, la permanencia dentro de las instalaciones donde se alojan las internas debía justificarse de alguna manera. Por lo tanto, debido a la inexistencia de actividades en el sector femenino, nos surgió la iniciativa de generar un espacio de encuentro, que en principio sirviera para que ellas tuviesen un momento de esparcimiento y charla fuera de los pabellones. Entonces, se nos ocurrió implementar este taller de macramé de carácter doméstico, el cual no iba a ser cuestionado por las autoridades y nos permitía a nosotras el acceso al campo. Sólo nos permitieron realizar los encuentros en el SUM (salón de usos múltiples), lugar donde las internas reciben a sus familiares los días de visitas. El hecho de realizar este tipo de taller, de alguna manera nos permitió tomarnos pequeñas atribuciones, ya que teníamos la autorización de los directivos del penal para realizar los encuentros

sin custodia del personal guardia -cárcel. Poco a poco, éste espacio fue cobrando importancia y se transformó en un lugar de cita entre las internas y nosotras, en donde aprender a hacer algunas artesanías en macramé, simplemente significaba una excusa para tal encuentro. El taller se realiza una vez por semana y se lleva adelante con muchas dificultades, desde las económicas (el dinero es aportado por nosotras y algunos compañeros, siempre en forma voluntaria) hasta la renuencia del personal guardia cárcel, que por razones de “seguridad” muchas veces prefieren que las internas no salgan de sus pabellones. El resto de las actividades que realizan están relacionadas con la cocina y la limpieza de los diferentes sectores del anexo; estas son las “tareas” a las que pueden acceder, las cuales son otorgadas por la jefa del penal, pero sólo a un pequeño grupo, ya que sus elecciones suelen ser arbitrarias. Hay pocas internas que desarrollan más de una actividad, y muchas, que no desarrollan ninguna. Por lo tanto, la capacitación profesional no existe para las mujeres, y parecería que nadie se ha dado cuanta de tal falta. Como observan Arduino et al.: “(...)atendiendo a la realidad económica, laboral y social, no es exagerado afirmar que es imposible que un régimen penitenciario, caracterizado por la ejecución de tareas domésticas más bien de tipo artesanal, sea eficaz para garantizar un mínimo de posibilidades de reinserción social a las mujeres, principalmente en los centros urbanos” (Arduino et al. 2006:12). En este sentido la idea de realizar un taller de carácter doméstico como lo es el macramé, no fue cuestionado por ninguna de las autoridades del penal, no así la incorporación de talleres implementados por personas ajenas al servicio penitenciario en donde las trabas burocráticas, y la decisión de su autorización queda sujeta a la exclusiva predisposición del Director del penal. Las condiciones de alojamiento también presentan dificultades; si bien no existe el hacinamiento, las condiciones en las que conviven las mujeres son deficientes, la calefacción prácticamente nunca funciona, en las duchas raras veces hay agua caliente, la calidad de la comida es pésima: reducida en proteínas y enriquecida en carbohidratos. El Servicio no les brinda los elementos de higiene personales fundamentales, como por ejemplo apósitos; derechos que marca la Ley 12.256 y que son omitidos. Dichas carencias son subsanadas por sus familiares cuando las visitan, en el caso de que los tengan. En el Anexo femenino no hay instalaciones destinadas a Sanidad, las mismas se encuentran emplazadas en el penal masculino. Dicho sector está conformado por un

equipo profesional integrado por médicos clínicos, enfermeros / as y un radiólogo.6 Es significativa la ausencia de un profesional médico ginecólogo, teniendo en cuenta que en el penal habitan mujeres. En el caso que necesiten una visita al ginecólogo, se programa una interconsulta con el profesional en el hospital zonal, pero sólo en casos agudos. Esto indica que los controles periódicos ginecológicos que debemos llevar a cabo las mujeres no son facilitados, incurriendo en una grave violación a los derechos sexuales y reproductivos. Ha habido casos en los cuales mujeres embarazadas detenidas en las comisarías perdieron sus embarazos antes de ser trasladadas a la unidad, y al llegar, no recibieron control alguno. Las visitan que reciben las mujeres son las últimas en ingresar, dado que primero ingresan las destinadas a los hombres; de este modo, las horas que tienen para ver a sus seres queridos son menos (recordemos que la diferencia en la proporción de hombres y mujeres es muy grande: 400 a 60). En la ficha de admisión que se le realiza a cada persona que ingresa al penal (documento que forma parte del legajo personal de cada interna) se recaban datos personales y filiatorios, siendo uno de los ítems -familiares que lo visitarían en el penal-. En el caso de los hombres, es mayoritaria la visitas de sus madres, esposas, novias y concubinas, a diferencia de las mujeres, donde las visitas muchas veces se limita a los hijos (en caso de que sean mayores de edad), hermanos y amigos. En su mayoría, las mujeres tienen a sus esposos o concubinos presos en otras unidades; en otros casos fueron abandonadas por sus parejas, y en los casos donde hay hijos menores, la situación se vuelve muchísimo más compleja. La separación de los hijos y la pérdida del contacto continuo con ellos es considerada por las internas, como la ruptura más difícil de transitar, ya que la mayor parte de ellas son jefas de familia. Así, frente a este panorama, resulta imposible pensar en la debilidad de estas mujeres que a fuerza de voluntad y mucha paciencia logran vivir cotidianamente en éstas condiciones, para evitar ser trasladadas y alojadas en otras cárceles del servicio, lo que implicaría el alejamiento espacial, especialmente de sus hijos y de sus familiares queridos.

COMENTARIOS FINALES Este trabajo se inscribe dentro de una visión de los derechos humanos como un campo complementario al campo de la Antropología, apuntando a una visión sobre los mismos que va más allá de la comprensión formalista de las obligaciones jurídicas internacionales, para buscar un consenso más profundo y un compromiso

sostenible con los derechos humanos internacionales de la mujer. Coincidimos con las ideas postuladas por An-Naim (abogado de Sudán, quien subraya la importancia que tiene la legitimidad cultural de los derechos humanos internacionales), cuando señala la importancia de estimular el “discurso interno” en relación con lo legal y los derechos de la mujer (Cook 1997). Este “discurso interno” entre diferentes sectores sociales que mantienen diferentes puntos de vista sobre la misma problemática, es decir, sobre la condición de la mujer, puede hacer que se exploren diferentes caminos para confrontar y desacreditar las prácticas discriminatorias, en formas que sean relevantes para la población en cuestión y que puedan ser comprendidas y aceptadas por ellas. Así que, para poder estimular este discurso interno, en relación a las desigualdades en cuanto al tratamiento penitenciario aplicado a las mujeres, consideramos necesario comenzar por escuchar a quienes son las más silenciadas y perjudicadas, a nuestro entender, por la institución carcelaria. El ámbito carcelario es uno de los lugares donde el Estado ejerce más violencia contra las personas, pero con las mujeres se convierte en un espacio fundamentalmente discriminado^ opresivo y otra forma de ejercer violencia de género, ya que se anula toda posibilidad de singularidad y autonomía. Se priva a la interna de la realización de su feminidad, el tiempo libre es mucho y el trabajo es un privilegio y no un derecho garantizado. Esta violencia moral a la que es sometida la mujer en el ámbito carcelario nos lleva a preguntarnos si las mujeres que infringen la ley, son recluidas en cárceles por los delitos cometidos, y a su vez son condenadas por haber trasgredido el orden social de “buena madre y esposa”, ¿por qué son encarceladas, alejadas de sus hijos siendo la cárcel un ámbito no adecuado para las mujeres? Creemos sumamente importante poner de relieve y discutir acerca de ésta violencia moral vivida por las mujeres para poder estimular así el discurso interno, que nos lleve a cuestionar el tipo de tratamiento impartido hacia las mujeres, tratando de indagar si se piensa la resocialización femenina en el encierro como apéndice de lo que se estructura en torno al universo masculino.

BIBLIOGRAFÍA Anthony, C. 2007. “Mujeres Invisibles: las cárceles femeninas en América Latina” Revista Nueva Sociedad, N° 208. Venezuela. Marzo-Abril. Arduino, I; L. Lorenzo y R. Salinas 2006. “Mujeres y cárceles: aproximación a la situación penitenciaria en Argentina desde una perspectiva de Género”. Batista, G. 2009a. “Más de 11,000 inscriptos para el ciclo lectivo 2009”. Revista Cambio N°5, pp.8-9. Servicio Penitenciario Bonaerense. Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires 2009b. “El Sistema de la crueldad IV”. Informe anual 2009 sobre violaciones a los derechos humanos en los lugares de detención de la Provincia de Buenos Aires. Comité contra la tortura. Cook, R. (Comp.). 1997. Derechos Humanos de la Mujer. Perspectivas Nacionales e Internacionales. Asociación Probienestar de la familia Colombiana. Profamilia. Cáp. 1 y 8. Guber, R. 2005. El salvaje metropolitano. Legasa. 1999. Buenos Aires. Jalile, E., M. Pessacq y L. Bertola 2003. La etnografía como estrategia para la interpretación de las prácticas cotidianas de los internos en el campo carcelario. Ponencia presentada en el Congreso regional de ciencia y tecnología, NOA . Universidad Nacional de Catamarca. Ordóñez Vargas, L. 2005. Sobreviver numa penitenciária de Mulheres: quando adaptar-se é resistir. Tesis de maestría. Universidad de Brasilia.

Segato, R. 2003. Las Estructuras Elementales de la Violencia. Ensayos sobre género entre la Antropología, el Psicoanálisis y los Derechos Humanos. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes/Prometeo. Weinstein, F. 2007. “Ley de Ejecución Penal Bonaerense 12.256”. Provincia de Buenos Aires. Servicio Penitenciario Bonaerense, 1999. Editorial Omar Favale.

NOTAS 1L a organizaciónjerárquica dentro de dicha unidad carcelaria esta compuesta por el director de unidad (máxima autoridad y máxima jerarquía), de él dependen 3 Jefaturas: 1) Administrativa, cuya autoridad es el subdirector administrativo (escalafón general), 2) Seguridad, cuya autoridad es el subdirector de seguridad (escalafón general) y por último 3) Asistencia y Tratamiento, cuya autoridad es el subdirector de asistencia y tratamiento (escalafón general). Cada una de estas jefaturas se encuentra subdividida en diferentes secciones. En el desarrollo de nuestro trabajo haremos especial hincapié en la jefatura de asistencia y tratamiento; la cual se compone por el Grupo de Admisión y Seguimiento, conformado por el Jefe y Jefa de penal del sector femenino y masculino (escalafón general) y guardia cárceles (en sus diferentes jerarquías y puestos). Por otro lado, las distintas secciones compuestas por personal de escalafón profesional (Asistencia Social, Clasificación - formado por psicólogos en su mayoría-, Sección deportes - integrados por profesores de Educación Física-; el G.A.y.S (grupo de admisión y seguimiento propiamente dicho, integrado por Psicólogos, Sociólogos, estudiantes de Antropología). Esta última jefatura es la encargada de brindar el tratamiento a la población carcelaria acorde a la Ley de Ejecución Penal Bonaerense 12.256. 2 Información recabada a través del trabajo de campo realizado en la Unidad carcelaria estudiada, entre los meses de enero y septiembre del año 2009. 3 En diversos relatos, las mujeres detenidas se han expresado con frases tales como: “me discrimi­ nan por ser boliviana”, “aunque soy peruana también soy un ser humano” (sic). 4 FA (FrecuenciaAbsoluta) llamaremos así al número de repeticiones que presenta una observación. 5 El taller de costura es brindado a unas pocas mujeres por Señoras voluntarias pertenecientes al culto católico, quienes también donaron una máquina de coser y los materiales para su uso. 6 Los profesionales del equipo de sanidad dependen del Ministerio de Salud y no del Ministerio de Justicia como el resto del personal penitenciario.

3. Estudios Etnohistóricos

CON EL FOCO EN EL OTRO: LAS REPRESENTACIO NES VISUALES A CER C A DEL INDIO Y EL TERRITO RIO EN LOS EX PED IC IO N AR IO S DE LA CONQUISTA D EL DESIERTO EN LAS CAM PAÑAS DE 1879 Y 1883

BUTTO, Ana *

INTRODUCCIÓN El tema general en el que se enmarca este trabajo puede ser definido como el problema del encuentro entre culturas y la representación de la alteridad; proceso que se da cuando dos sociedades diferentes interactúan. En el caso de este estudio, se trata de una población de la sociedad occidental que se encuentra con “otras” sociedades originarias del actual territorio argentino, que le son extrañas y a las que trata como diferentes y exóticas. La sociedad occidental está representada por la población blanca argentina de fines del siglo XIX, y más específicamente por sus agentes gubernamentales, representantes de un estado que se encontraba en plena conformación y expansión. Este proceso expansivo es el que llevó a la ocupación de los territorios norpatagónicos, habitados por las “otras” sociedades: múltiples grupos indígenas. Este encuentro de otredades se hizo patente en las diversas expediciones militares decimonónicas dirigidas a la Patagonia, conocidas como la Conquista del Desierto (Viñas 2003). El encuentro de los expedicionarios y los indios dejó como legado una gran cantidad de registros, tanto visuales como escritos, resultado del contacto directo de los agentes gubernamentales argentinos con las poblaciones nativas y los territorios desconocidos del sur. El estudio de estos materiales ofrece información de primera mano acerca de las construcciones identitarias y culturales de estos pueblos, para quien esté dispuesto a decodificar el lenguaje de dichos registros. A partir de los mismos, trabajamos con las representaciones de los expedicionarios acerca del indio y del paisaje, dado que la ciudadanía y el territorio * Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires; Asociación de Investigaciones Antropológicas. Contacto: [email protected]

fueron los elementos clave en la construcción del estado-nación. Estas campañas militares implicaron entonces un doble proceso: por un lado, la definición de quiénes eran, y cómo debían ser, los ciudadanos argentinos; por el otro, la delimitación de las fronteras internas y externas del estado (Bechis 1992). Esta puja de intereses respecto de la tierra y de la soberanía nacional se refleja en los imaginarios de los expedicionarios, que se constituyen así en “constructores de la nación” (De Jong 2002:161). El principal objetivo de este trabajo es, entonces, evaluar las colecciones fotográficas producidas durante las campañas militares dirigidas a Norpatagonia en los años 1879 y 1883, enmarcados en el relato “hegemónico” del poder estatal central argentino (resaltamos las comillas en la palabra hegemónico, ya que no consideramos que el relato del poder estatal fuera realmente totalitario, sino que contenía fracturas y quiebres). A su vez, nos proponemos por un lado, vincular las representaciones del territorio con la idea de que todo territorio a anexar constituía un “desierto” y por el otro, comparar las representaciones de los indígenas con el paradigma del indio como “salvaje”, ya que consideramos que estas representaciones implican una justificación ideológica del accionar estatal.

MARCO TEÓRICO El punto de partida conceptual de este trabajo es el estado nación, como institución política que tiene el monopolio legítimo de la coerción física, para mantener el orden social vigente, definido a partir de la organización del poder y el ejercicio de la dominación política. Su construcción implica la creación de una “comunidad imaginada”, creando un sentimiento de camaradería horizontal e ignorando las desigualdades; para construir una nación homogénea al interior y heterogénea al exterior (Hall 1998; Oszlak 2009; Portantiero 2004; Quijada et al. 2000). El estado, entonces, busca la normalización de la sociedad movilizando los recursos necesarios (materiales, humanos y simbólicos) que son la base de su poder (Nielsen y Walker 1999). El poder, a su vez, no está encarnado sólo en los agentes del estado, sino que está materializado “sobre los cuerpos mismos de los individuos” (Foucault 1992:112). Esta materialización nos interesa ya que nos permite, por un lado, rastrear el poder estatal imbricado en los cuerpos de los individuos fotografiados

y, por el otro, posibilita el análisis de las imágenes de sujetos y entornos para buscar esa construcción homogeneizadora de la nación argentina. El estado nación ejerce la dominación política, a la espera de que los ciudadanos obedezcan y cumplan sus órdenes. Esta dominación se basa en una ideología, es decir, en la representación del mundo que sostiene el grupo dominante para justificar su accionar. Para nuestro caso de estudio, uno de los elementos ideológicos que legitima el accionar estatal es el evolucionismo, que marca el orden y el progreso como estandartes de la civilización (Lois 1999; Miller y Tilley 1984; Montserrat 1993; Portantiero 2004). Esta ideología evolucionista se constituirá en paradigma hegemónico (Kuhn 2004), dentro del cual la fotografía se presenta como la tecnología preferida para registrar y describir el mundo de manera “objetiva”. Por esta razón, en toda campaña científica se incluirá su registro, que nosotros planeamos analizar, porque proveerá información sobre la construcción visual de dicha justificación ideológica. En efecto, en el marco del proceso de expansión y consolidación del estado nación, éste justificó sus actos mediante una ideología que incluía conceptos evolucionistas. Dentro de esta línea evolucionista científica, la fotografía era considerada de manera positivista, como una técnica que permitía el registro objetivo de la realidad; de tal manera, era la tecnología preferida por los funcionarios gubernamentales para retratar los logros del estado, por ser un supuesto registro fidedigno de los hechos. Desde nuestro punto de vista, la fotografía puede considerarse un artefacto cultural, en el cual es posible rastrear tanto la agencia del fotógrafo como la del retratado. En tal sentido, proponemos que las fotografías de nativos indígenas generadas por agentes del estado-nación argentino fueron producto de negociaciones entre ambos actores sociales. Dichas negociaciones se dieron tanto a partir de los intereses diferentes de cada agente social en cuanto a las formas de presentación de las sociedades indígenas, como a partir de los distintos grados de libertad de dichos agentes (fotógrafo y fotografiado) A su vez, esta negociación respondió a la interrelación de los procesos básicos de la construcción de identidad: la autoadscripción (del indígena), y la adscripción por los otros (los fotógrafos). De estas consideraciones desprendemos tres hipótesis de trabajo. La primera de ellas plantea que bajo estas condiciones de expansión del estado nación argentino, esperamos que el territorio indígena sea representado como un desierto, despojado de individuos y de estructuras que señalen algún derecho de estos pobladores, de

manera de justificar su anexión. Nuestra segunda hipótesis afirma que frente a la necesidad de definir el perfil de los ciudadanos argentinos, los indígenas serán representados como “salvajes” con dos alternativas: transculturación o exterminio. Finalmente, la tercera hipótesis sostiene que debido a la presencia ofensiva militar en territorio indígena, la población nativa habría sido ampliamente desestructurada, por lo que esperamos asimetría en la representación de género y edad de la sociedad blanca y la indígena.

CASO DE ESTUDIO Nuestro caso de estudio se compone de dos colecciones fotográficas que funcionaron como registro visual de las campañas militares a Norpatagonia: el álbum de fotos de Antonio Pozzo, que registra la campaña del año 1879 y el álbum de Carlos Encina, Edgardo Moreno y Compañía, que retrata la expedición del año 1883. Entre los antecedentes directos que podemos citar se encuentran investigadores que desde diversas perspectivas analizaron estos álbumes. Entre ellos, Vezub (2002) analiza el álbum de Encina y Moreno, concluyendo que estas imágenes retratan el mundo indígena en el instante de desestructuración de su universo simbólico, previo a su desaparición física. Estudia las imágenes en 4 niveles: la enunciación del fotógrafo, la interpretación del público contemporáneo, su lectura actual y la impronta de la fotografía, a partir de la que es posible recuperar cualitativamente la agencia del individuo. Alimonda y Ferguson (2004) se centran en la colección de fotos de Pozzo, y proponen una simetría entre las imágenes que retratan el mundo indígena y el mundo blanco, por ejemplo en la similitud de la imagen desértica de las ciudades patagónicas y los toldos indios; similitud con la que no concordamos, pero cuya discusión no se abordará en este trabajo. Tell (2003) retoma fotografías de ambos álbumes, y enfatiza en las sombras de los fotógrafos que son incluidas en las imágenes, sombras que ella piensa como sello de autoría de los artistas y científicos. El primero de estos álbumes fotográficos retrata la “Expedición al Río Negro” del año 1879, a cargo del Gral. Julio A. Roca, y fue realizado por el fotógrafo de origen italiano Antonio Pozzo y su ayudante, Alfonso Braco. Esta expedición,

conocida usualmente como “La Campaña al Desierto”, estuvo compuesta por cinco divisiones que se desplegaron por el territorio austral. Sin embargo, la única división que fue fotografiada fue la primera, a cargo del Gral. Roca, razón por la que este álbum se constituye en el único registro visual de la campaña. La primera división recorrió los territorios de la Pampa hasta el Río Negro, específicamente hasta Choele-Choel, lugar de alto valor estratégico para los indígenas por conectar con los territorios de la nación. En este lugar se celebró el aniversario de la Revolución de Mayo, al arribar el 25 de ese mes del año 1879. El segundo álbum fotográfico, “Vistas topográficas del Territorio Nacional del Limay y Neuquén”, fue realizado por los ingenieros topógrafos Carlos Encina, Edgardo Moreno y el fotógrafo Pedro Morelli. Estas fotografías retratan la campaña científico militar llevada a cabo entre los años 1882 y 1883, a cargo del Gral. Conrado Villegas; cuyo objetivo era extender las fronteras a toda la provincia del Neuquén y alcanzar el lago Nahuel Huapi. Las imágenes que componen ambos álbumes fueron ampliamente difundidas a lo largo de los años en múltiples libros, textos escolares y publicaciones periódicas. A su vez, se encuentran resguardadas en diversos archivos y bibliotecas de Buenos Aires y el mundo, tales como el Museo de la Casa Rosada, el Museo Roca, el Museo Saavedra y el Archivo General de la Nación, todos citos en Buenos Aires, Argentina, así como en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, en Brasil. Cabe destacar que en la mayoría de los casos tanto la exhibición y publicación editorial como el archivo se enfocó en las imágenes sueltas, y no como componentes de un corpus más amplio, el álbum de fotografías. Así, ambos álbumes fotográficos fueron perdiendo su identidad y escasamente fueron analizados como una unidad.

M ETODOLOGÍA A nivel metodológico, retomamos la propuesta de Fiore (2005 a y b, 2006) y Fiore y Varela (2007) acerca de la “arqueología con fotografías”, según la cual las fotografías son artefactos socialmente construidos que constituyen un registro de la cultura material y las prácticas sociales del fotógrafo y el fotografiado. Por ello, las fotografías conforman ya sea una fuente de información complementaria al registro arqueológico cuando éste no existe, o una fuente de información alternativa, cuando

proporciona información acerca de actividades de escasa o nula visibilidad arqueológica. Este abordaje crea un puente teórico entre las dos grandes concepciones teóricas opuestas de la fotografía: la concepción positivista de la fotografía como registro objetivo e imparcial de la realidad (Gernsheim 1986) y la concepción postmoderna de ésta como una construcción visual, en la cual la influencia del fotógrafo es casi absoluta (Edwards 1992; Sontag 1996). Esta nueva visión nos permite entonces captar tanto la visión del fotógrafo, como la agencia del sujeto fotografiado, desde una perspectiva teórica en la cual ambos son agentes activos. Fiore señala que el registro fotográfico provee: “información visual irreductible enteramente al lenguaje verbal (oral o escrito)” (Fiore 2006:10),

por lo que la metodología para el análisis de estos datos debe ser específica del registro visual. De esta manera, tanto el análisis de los procesos de formación del registro, que incluyen las múltiples transformaciones de la fotografía a lo largo de su secuencia de producción, circulación y consumo (Fiore y Varela 2007), como el estudio de los contenidos de la fotografía en sí, permiten la identificación de patrones cuali y cuantitativos. Estos patrones posibilitan no sólo la contrastación de esta información con los datos escritos y arqueológicos, sino también la identificación de tendencias antes desconocidas (ibídem). Por otro lado, retomamos la perspectiva de la “economía visual” de Poole, quien plantea la importancia del análisis de la producción, la circulación, el consumo y la posesión de las imágenes, y señala que “la palabra economía sugiere que el campo de la visión está organizado en una forma sistemática. También sugiere claramente que esta organización tiene mucho que hacer con relaciones sociales, desigualdad y poder, así como con significados y comunidad compartida” (Poole 2000:5 la cursiva es del original).

Consideramos que esta perspectiva, que incluye las variables que se centran en el archivo, la publicación y la exhibición de las imágenes nos acerca a analizar lo que Alvarado y Giordano (2007) denominan “trashumanda iconográfica”, es decir, a la extensa exhibición y publicación de las imágenes en diversos medios. Coincidimos entonces con las autoras en defender un “abordaje que dé cuenta de las complejidades de la imagen como lenguaje y como representación” (Alvarado y Giordano 2007:16).

Siguiendo estos lineamientos, analizamos un total de 235 imágenes correspondientes a los dos álbumes mencionados, de acuerdo con 3 unidades de análisis complementarias: la colección, las fotografías y los individuos fotografiados; alcanzando un manejo total de 35 variables. El nivel de la colección otorga una visión general del álbum fotográfico como unidad de análisis, al enfocar en las imágenes que cada fotógrafo produjo y seleccionó. En este nivel incluimos las siguientes variables: 1) colección, 2) nombre del álbum, 3) campaña, 4) fecha, 5) militar a cargo, 6) fotógrafo, 7) duración del viaje del fotógrafo, 8) propósito del fotógrafo, 9) género del fotógrafo, 10) edad del fotógrafo, 11) formación profesional, 12) equipo utilizado, 13) cantidad de fotografías, 14) publicación, 15) exhibición y 16) archivo. El segundo nivel, el de la fotografía se orienta a observar con mayor detalle cada una de las imágenes, comparándolas entre sí y observando detalladamente qué aparece retratado en cada una de ellas. Aquí incluimos las variables siguientes: 1) fecha, 2) técnica fotográfica, 3) ubicación geográfica de la toma, 4) tipo de plano, 5) paisaje fotografiado, 6) número de personas, 7) presencia y tipo de estructuras y 8) presencia y tipo de cultura material. Por último, el análisis al nivel de los individuos fotografiados es el que nos permite el estudio más detallado. Las variables incluidas son: 1) género, 2) edad, 3) adscripción socioétnica, 4) pose corporal, 5) pose fotográfica, 6) tipo de toma, 7) actividad desarrollada, 8) tipo de elementos de cultura material que porta, 9) tipo de vestimenta, 10) tipo de ornamentación y 11) tipo de estructuras. Finalmente, en base a nuestras hipótesis de trabajo, las variables más relevantes fueron cruzadas entre sí; entre ellas las variables de ubicación geográfica de la toma, paisaje fotografiado, presencia o ausencia de personas, presencia y tipo de estructuras, mientras que a nivel de los individuos fotografiados las variables cruzadas fueron género, edad, adscripción étnica y elementos de cultura material manipulados. Estas variables fueron relacionadas a fin de identificar las tendencias cuantitativas en pos de responder preguntas relativas a la producción, circulación y consumo de las imágenes, en relación con la búsqueda de justificación del accionar expansivo del estado nación argentino sobre territorios originalmente indígenas.

ANÁLISIS Y DISCUSIÓN El estado nación argentino, en pleno proceso de expansión y consolidación (1860-1890), justificó sus actos mediante una ideología que incluía conceptos evolucionistas. Al respecto, Montserrat señala que “el evolucionismo -aparte, es obvio, de su notable contribución biológicaserviría para pretender la legitimación científica de una poderosa ideología social: la del Progreso” (Montserrat 1993:51).

Dentro del marco científico evolucionista, la fotografía era considerada de manera positivista, como una técnica que permitía el registro objetivo de la realidad; de tal manera, era la tecnología preferida por los funcionarios gubernamentales para retratar los logros del estado, concebidos naturalmente como progresos, por ser un supuesto registro fidedigno de los hechos. Así, creemos que estas imágenes se construyeron para intentar justificar el accionar del estado nación en estos territorios patagónicos. Trabajamos, como ya hemos dicho, con tres hipótesis que guiaron nuestro análisis. La primera de ellas plantea una representación del territorio indígena como un desierto, despojado de individuos y de estructuras que indiquen un potencial derecho de los pobladores previos. Esta representación se dará bajo las condiciones de expansión del estado nación argentino, que busca justificar la anexión de estas tierras. Contrariamente, esperamos una representación de las zonas urbanas como habitadas por la sociedad blanca, rodeada de elementos culturales occidentales, con los que el público receptor de las imágenes (ciudadanos blancos habitantes del centro del estado-nación) se siente familiar y cómodo. Al respecto, encontramos que una gran mayoría de las imágenes de ambos álbumes se centra en paisajes rurales: el 77,77% en el álbum de Pozzo y el 84,25% en el álbum de Encina y Moreno. (Figuras 1 y 2)

A su vez, de estas fotografías de paisajes rurales, en el caso del álbum de Pozzo el 30% son imágenes desoladas, sin la presencia de personas, mientras que en el álbum de Encina y Moreno, ese porcentaje asciende a un 38%. Al respecto, recordamos los planteos de Pablo Wright acerca de la construcción de lo que él denomina “narrativa del desierto” para definir “una tierra vacante lista para la ocupación económica y política. Sus habitantes originarios eran invisibles” (Wright 1998:6 la cursiva es nuestra).

Consideramos que estas imágenes de paisajes rurales despoblados, sin personas en su interior, crean en el espectador la sensación de soledad y de falta de pobladores propietarios previos que se quiso transmitir respecto de estas tierras, de este “espacio liminal simbólica, ideológica y económicamente cargado” (Wright 1998:3).

Nuestra segunda hipótesis afirmaba que frente a la necesidad de definir el perfil de ciudadanos del estado nación argentino, el indígena será representado como un “salvaje” que tiene dos alternativas: o bien es transculturado y se incorpora a la sociedad, o bien es eliminado. Esperamos, entonces, que el indígena sea representado como “salvaje” a transculturar o eliminar, contraponiéndose a la representación del hombre blanco como modelo “civilizado”. Al respecto, todos los indígenas representados aparecen en espacios “naturales”, claramente no urbanos, demarcando de esta manera los espacios que ocupa la sociedad indígena y por contraposición la “blanca”. A su vez, los indígenas aparecen vestidos y ornamentados con los elementos que les son propios a su cultura,

y que son exóticos para la sociedad blanca: pieles y vinchas. Del total de los sujetos indígenas fotografiados, en caso de que porten algún ornamento, el ornamento elegido serán las vinchas, ya que no aparece representado ningún otro tipo de accesorio, por lo que las vinchas constituyen el 100%. Los

indígenas aparecen fotografiados también con sus artefactos

característicos, señalando la diferencia con la cultura material blanca. De esta manera, ambas sociedades se diferencian también en su cultura material, ya que los indígenas se asocian a sus armas típicas, las lanzas de madera; mientras la sociedad blanca queda asociada a las armas de fuego, las escopetas y el fusil remington. Al respecto, recordamos lo escrito por Zeballos: “las armas de estos indios consisten en lanzas y revólveres o fusiles viejos. La lanza difiere completamente de la de los araucanos o pampas y solamente la usan para combatir de a pie. Consiste en una caña de diez pies de largo con una punta de 18 pulgadas. Es un arma formidable por la destreza con que los indios la esgrimen” (Zeballos 2008:274).

De hecho, las lanzas de madera constituyen casi el único elemento de cultura material con el que son retratados los sujetos indígenas; aunque existe un único individuo en el álbum de Encina y Moreno que fue retratado manipulando boleadoras. Encontramos que en el álbum de Pozzo, de un total de 17 indígenas fotografiados, el 64,70 % (N=11) manipula lanzas de madera; mientras que en el álbum de Encina y Moreno, de un total de 283 indígenas retratados, un 7,06 % (N=20) porta estas armas; lo cual es similar en términos absolutos pero no en términos de proporciones. Consideramos que esta diferencia de proporción tiene relación con los cuatro años que separan a ambas campañas, años en los que la sociedad indígena fue sistemáticamente desestructurada y diezmada. A su vez, en el álbum de Encina y Moreno aparecen retratados los caciques vencidos, junto a sus familias, por lo que éstos no son fotografiados con atributos materiales o simbólicos de poder bélico, sino todo lo contrario, la imagen es la de un cacique vistiendo el uniforme militar argentino en claro gesto de rendición. (Figura 3)

Figura 3. Cacique Villamain. Sometido en Diciembre de 1882. Familia del cacique y mujeres de la tribu en sus tolderías en las inmediaciones de Ñorquin. Álbum de Encina y Moreno. Nuestra tercera hipótesis propone que debido a la presencia ofensiva militar en territorio indígena, la población indígena habría sufrido una notable desestructuración, por lo cual, es esperable una asimetría en la representación de género y edad de la sociedad blanca y la indígena. Las expectativas demográficas al respecto son: a) una mayor representación de individuos masculinos adultos blancos que corresponden a militares en campaña y b) una mayor representación de variadas edades y géneros indígenas, disminuyendo la proporción de individuos masculinos adultos jóvenes, ya que la sociedad indígena, al encontrarse en su propio territorio, no se encuentra organizada de manera ofensiva (como sí lo está el Ejército Argentino). Estas diferencias en la representación de edad y género se debe a que se trata de imágenes de campañas militares, donde los participantes son esencialmente hombres adultos, es decir, quienes son enviados a la guerra. Recordamos al respecto lo comentado por Sontag acerca de las primeras fotografías de guerra, en las cuales Roger Fenton, fotógrafo oficial de la Guerra de Crimea. “se ocupó de representar la guerra como una solemne excursión sólo de hombres” (Sontag 2003:61). En el álbum de Pozzo, los hombres adultos blancos ascienden al 93% del

total de una muestra de 307 individuos; mientras en el álbum de Encina y Moreno, este porcentaje es del 88% de hombres de adscripción blanca de una muestra de 1088 individuos fotografiados. En contraposición, la representación de la sociedad indígena incluye todos los rangos de edad y género, ya que el territorio que está siendo invadido es el habitado por esta sociedad, que es representada en su totalidad. En el álbum de Pozzo, sin embargo, todos los individuos indígenas fotografiados (N=17) son hombres adultos. Esta característica del registro es coherente con nuestra observación acerca del mayor porcentaje de manipulación de lanzas por los indígenas en esta colección de fotos. En el álbum de Encina y Moreno, de un total de 283 individuos indígenas, 55,50% son adultos, 22,6% son niños, 19,8% son jóvenes, 1,4% son individuos de edad mayor y 0,7% son bebés. (Figura 4)

Edades representadas d éla sociedad indígena - Album Encina y Moreno

Estos porcentajes apoyan la idea de una variada representación de edades de la totalidad de la sociedad indígena. De esos 156 individuos adultos, el 84 % (N= 131) corresponde a individuos masculinos; proporción similar a la que encontramos en el álbum de Pozzo. En términos de proporciones parece haber gran cantidad de hombres indígenas representados, sin embargo, en términos absolutos y en comparación con la cantidad de hombres blancos adultos fotografiados los indígenas tienen una menor representación. Al respecto, en el álbum de Pozzo el total de hombres adultos blancos asciende a 250, mientras en el álbum de Encina y Moreno estos escalan a un total de 625 individuos.

CONSIDERACIONES FINALES A modo de conclusión, consideramos que nuestras hipótesis fueron corroboradas, confirmando a su vez que el discurso nacional de 1860 a 1890 aproximadamente, que pensaba al indígena como un ser incivilizado que no puede formar parte del estadonación argentino a menos que sea transculturado hacia las normas occidentales, influyó directamente en las representaciones visuales realizadas por los fotógrafos de las campañas militares dirigidas a Norpatagonia. En estas colecciones de imágenes encontramos tres patrones interesantes respecto de las posibilidades de representación del indígena patagónico. En primer lugar, ocurre una exaltación de la representación del indígena como un “otro” diferente en cuanto a su vestimenta, ornamentación y artefactos culturales. La mayoría de ellos son fotografiados en sus territorios, lejanos de las ciudades, civilizadas y ordenadas, marcando un límite entre los espacios de acción de cada una de las sociedades. De esta manera, el indio es representado como un “salvaje”, externo al estado nación. En segundo lugar, frente a esa marginalidad de los indígenas respecto del estado, aparece también la representación del indígena como sujeto de una transculturación positiva hacia normas culturales aceptables para convivir en el estado nación. Esta transculturación se puede llevar a cabo por dos medios: la religión, que se visualiza en 5 imágenes de bautizos grupales o la rendición, que es visible en 6 fotos de grupos indígenas; implicando ambas la posibilidad de incluir al indio como ciudadano “civilizado” dentro de la sociedad. Por último, la tercer forma de representación es una ausencia: se trata del encubrimiento de la violencia. A lo largo de las 235 que componen ambos álbumes de fotos, no encontramos una sola toma fotográfica de indígenas muertos o de escenas de batalla. Consideramos que esta ausencia debe ser tomada como evidencia de un encubrimiento explícito del accionar del estado, ya que estas imágenes estaban dirigidas a un público ciudadano, que debía aprobar y naturalizar estas acciones estatales en el territorio patagónico y posiblemente preferiría evitar la visión directa de la violencia física. Creemos entonces, que la producción fotográfica de las campañas militares de los años 1879 y 1883 dirigidas a Norpatagonia aportó una forma de justificación visual e ideológica del accionar estatal de aniquilación y transculturación poblacional, a la vez que de su expansión territorial.

AGRADECIMIENTOS A Dánae Fiore por su dirección, paciencia, dedicación y cariño. Al amable personal del Archivo General de la Nación y el Museo Roca por permitirme el acceso a los materiales. Al Fondo Nacional de las Artes por otorgarme una beca (Becas Nacionales - Ciclo 2008 Especialidad Letras) que permitió la realización de este trabajo. Este trabajo es parte de mi tesis de licenciatura y se enmarca en el proyecto “Arqueología con fotografías: análisis sistemático de pautas de cultura material y prácticas sociales de los pueblos originarios de Tierra del Fuego” a cargo de la Dra. Dánae Fiore (ANPCYT-SECYT PICT 2005 38216).

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“REPRESENTANDO EL M UNDO D ESDE UN M UNDO N U E V O ” TRAYECTORIAS Y RUPTUR A S EN LAS PR Á CTIC AS FU N ERA R IA S Y EL ESTILO CERÁM ICO EN EL VALLE C ALCH AQ UÍ NORTE (SALTA), SIGLOS X VI-XVII

GAMARRA, Lucila!* INTRODUCCIÓN Diversos aspectos se vieron transformados a la llegada de los conquistadores europeos en el siglo XVI a América, lo cual generó nuevas realidades socio políticas (Palomeque 2000).Los modos de vida cambiaron y las poblaciones locales enfrentaron este nuevo contexto mediante diferentes estrategias para continuar con su reproducción social (Palomeque 2000; Paz 2008). En el área del actual Noroeste Argentino las investigaciones tanto desde la Historia como la Etnohistoria1, así como también desde la Historia del Arte2, dan cuenta de los procesos sociales que estaban teniendo lugar este nuevo contexto. En el caso de la Arqueología también distintos autores que han estudiado para la zona del NOA estos momentos históricos: desde los trabajos iniciales de González (1955) y Núñez Regueiro (1974) que definieron el llamado “Período Hispano Indígena”3; hasta las investigaciones mas recientes que abarcan los procesos que tuvieron lugar en el Valle de Santa María (Johansson 1996; Matera 2006; Quiroga 1995 y 2001; Stenborg 2001; Tarragó et al. 2005), la Quebrada de Humahuaca (Bordach et al. 1998; López 2006; Mendon^a et al. 1997) y la Puna Catamarqueña (Lema 2004), entre otros. El objetivo esta presentación es analizar desde la perspectiva de la Teoría de la Práctica (Bourdieu 1977, 1993; Giddens 1995) las transformaciones que experimentaron las poblaciones locales durante la conquista y colonización europea durante los siglos XVI y XVII en el área del actual Valle Calchaquí Norte (Salta). Para ello, me centraré en un aspecto particular del universo local como son las representaciones visuales y materiales. El enfoque está puesto en el estudio de

* Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

enterratorios y piezas cerámicas perteneciente a dos sitios ubicados en el área de Cachi Adentro4, Salta (Figura 1), los cuales fueron adjudicados temporalmente al período de referencia. En esta presentación los mismos son entendidos como composiciones materiales y visuales, realizadas a partir de preferencias sociales, códigos estéticos y elementos funcionales, cuya combinación esta íntimamente relacionada con el contexto socio histórico del cual son parte (Bugliani 2007, 2008).

Figura 1. Mapa de la región de estudio: Valle Calchaquí Norte (Salta, Argentina). En rojo se resalta la ubicación de los sitios de estudio, el verde la ubicación de Cachi Adentro. Se realizará un análisis comparativo de la evidencia con respecto a períodos previos a la conquista europea: Período Inca (1450 - 1532 años DC) y Período Tardío (1000-1450 años DC)5, haciendo especial hincapié en el período de estudio, de manera tal de dejar en claro las transformaciones a nivel material. En primer lugar, se explicitará la propuesta teórica que servirá de base para el análisis del caso estudiado en el presente trabajo. En segundo lugar, se presentará un breve panorama histórico de la zona, basado en investigaciones arqueológicas y etnohistóricas, de manera de caracterizar el contexto mayor en el que se inserta el caso de estudio. En tercer lugar, se presentará la muestra estudiada de los sitios del Valle Calchaquí Norte y la metodología de análisis aplicada sobre la misma. En último lugar, se expondrán los resultados y su discusión.

PERSPECTIVA TEÓRICA Este trabajo se enmarca dentro de la Teoría de la Práctica, siguiendo a Bourdieu (1977, 1993) y Giddens (1995). De acuerdo a estos autores, la vida social es el espacio en donde tienen lugar las acciones y relaciones sociales a partir de las prácticas cotidianas, que son las que producen y reproducen las estructuras sociales (Acuto et al. 2008b). De acuerdo a esta perspectiva, se desarrolla una relación dialéctica entre la estructura social y las prácticas y relaciones llevadas a cabo por los sujetos: la estructura posibilita las prácticas sociales, y los sujetos llevan a cabo las acciones produciendo y reproduciendo esas condiciones. Asimismo, pueden generar transformaciones en ellas, pero dentro del rango de posibilidades otorgadas por la estructura social. Las personas no actúan en su vida diaria de acuerdo a partir de estrategias concientes y planificadas, ni guiados sistemáticamente por las estructuras, sino que lo hacen a partir de un sentido práctico, a partir de diversos modos de accionar (determinados por el habitus) frente a las situaciones que se le presentan (Bourdieu 1977). Las categorías culturales bajo las que viven los sujetos y que permiten comprender el mundo, se ponen en evidencia al interactuar con la realidad cotidiana. Los nuevos acontecimientos se insertan en las categorías preexistentes, que son la manera de comprender el mundo y su funcionamiento En el caso del encuentro con un nuevo colonizador, con condiciones especificas que no estaban previstas dentro de las lógicas tradicionales, la cultura se ve alterada en la acción al reexaminar creativamente sus sistemas convencionales (Sahlins 1977). A partir de ello, los colonizados pueden modificar y resignificar la influencia externa, preservando parte del orden social previo al contacto cultural con el colonizador; o pueden producir un nuevo orden, en vez de perpetuar el anterior, generando así importantes transformaciones sociales (Thomas 1991,1999) En este sentido, se plantea que los procesos de contacto cultural, colonización y dominación transformaron la vida social de los colonizados, las formas culturales bajo las que vivían, afectando las acciones de los sujetos y generando por ello cambios en las practicas y representaciones sociales. Las composiciones visuales y materiales abordadas en este trabajo forman parte de la estructura a partir de la cual se percibe al mundo. Son entendidas como

representaciones, las cuales, de acuerdo a Siracusano (2008), se definen como objetos culturales que ocupan el lugar de algo que esta ausente, revelando y ocultando relaciones de fuerzas, siendo expresiones de un contexto histórico La apertura de nuevas posibilidades, como en el caso del contacto cultural, permite la puesta en acción de nuevas prácticas. En ese sentido, tanto los enterratorios como las piezas cerámicas se proponen en este trabajo como los objetos a partir de los cuales observar y analizar la producción y reproducción de los esquemas sociales frente a una situación en la que entraron en conflicto distintas fuerzas, incluyéndose dentro de un contexto mas amplio en el que se desarrolla dicho interjuego de poder.

EL VALLE CALCHAQUÍ NORTE EN PERSPECTIVA HISTÓRICA El presente trabajo se inserta dentro de un proyecto que estudia las practicas y relaciones sociales durante el Período Tardío (1000-1450 años AD) e Inca (1450­ 1532 años DC) en el Valle Calchaquí Norte (Acuto et al.2008 a y b; Kergaravat y Amuedo 2009). Desde la perspectiva del mismo se propone que durante el Período Tardío (1000-1450 años AD) en el Valle Calchaquí Norte la vida social estuvo articulada por la integración comunal, la comunalidad y la homogeneidad simbólica y material, así como el control y vigilancia comunal sobre el desarrollo de desigualdades, producto de una forma particular de habitar (sobre este enfoque acerca del Período Tardío ver Acuto et al. 2008b). La presencia Inca en la región (1450-1532 años DC) generó modificaciones en distintos niveles, tanto políticos como sociales, pero manteniendo la esfera de las representaciones como un universo compartido, conservando de esta manera el control sobre el mismo (Kergaravat y Amuedo 2009). De esta manera, alejándose del quiebre simbólico conservaban el poder sobre el mundo ideológico de las sociedades dominadas (Acuto et al.2008 a; Kergaravat y Amuedo 2009). Los españoles llevaron a cabo las primeras entradas al territorio del actual Norte Argentino en 1535 y en 1545. Ambas expediciones encontraron resistencia por parte de poblaciones de distintas zonas. A pesar de ello, en el segundo viaje se formaron los primeros asentamientos que serían la base del proceso de conquista, que no fue continuo, en parte por los conflictos entre los conquistadores por el control de las encomiendas y las dificultades en los tratos con los indígenas (Palomeque 2000).

En la zona de los Valles Calchaquíes, esta situación fue más fuerte, ya que se mantuvo la resistencia por lapsos prolongados, manteniendo la autonomía y evitando la ocupación efectiva por 130 años, resultando en conflictos y alzamientos. Más allá de esta unidad territorial, cada pueblo actuó de manera particular ante esta nueva situación (Lorandi y Boixados 1989; Palomeque 2000). En el caso del área del Norte de los Valles Calchaquíes, la misma fue identificada por los españoles como territorio de los Pulares, designación política con la cual se nombraba a las parcialidades indígenas aliadas (Quintian 2008). Estas poblaciones fueron las primeras en ser integradas al orden colonial a través del sistema de encomiendas6, lo cual estuvo relacionado con las prácticas de demandas, alianzas y negociaciones mantenidas con los españoles que resultaron en su colaboración durante los alzamientos de 1562,1630 y 1659 (Lorandi y Boixados 1989; Quintian 2008).

DESDE COLECCIONES Y NOTAS DE EXCAVACION: EL VALLE CALCHAQUÍ NORTE DURANTE LOS SIGLOS XVI Y XVII Este trabajo se centra en el estudio de dos sitios hallados en la zona conocida como Cachi Adentro, ubicada en el Valle Calchaquí Norte (Salta) nombrados como SSalCac 9 y SSalCac 145. Los mismos fueron excavados mediante rescates de emergencia realizados por Pío Pablo Díaz ante hallazgos de la gente del lugar7. Las contextos estudiados forman un total de 14 enterratorios8 (13 correspondientes a SSalCac 9 y 1 a SSalCac 145), todos ellos de tipo “pozo y cámara lateral” (Tarrago 1984; Díaz 1989).En cada una de las tumbas se halló sólo un individuo (tanto adultos como niños), acompañados por un ajuar integrado por distinto tipos de objetos, tales como herramientas para la agricultura, la producción textil, la caza y la preparación de alimentos (Figura 2). (Tarrago 1984; Díaz 1989). Asimismo, es significativa la presencia de objetos foráneos y objetos de adorno corporal, tales como materiales de origen europeo (collares de cuentas de vidrio, por ejemplo) y de origen local, como discos y topus. Una característica importante a destacar es que no se encuentran objetos de tipo incaicos como keros o tumis, característicos de los entierros asignados a momentos Incas. Tampoco se hallaron urnas santamarianas, las cuales formaban parte de la tradición local, aún en tiempos Incas.

Figura 2. Dibujo en sección de una tumba del tipo “pozo y cámara lateral” (Modificado de Mendon^a et al 1997) y en planta (Modificado de Johansonn 1996).

En total, la muestra se encuentra conformada por 592 objetos de diferente tipo, de los cuales 387 son piezas cerámicas, siendo de esta manera el ítem más representado (Gamarra 2008).

Figura 3. Porcentajes de tipos de objetos presentes en los conjuntos analizados Las vasijas que presentan manifestaciones plásticas tanto pintadas como modeladas son en total 153 (153/387: 39,5 %). Las formas descriptas se dividen en cuatro tipos: “Ollas”, “Pucos”, “Jarras” y “Ollitas Pie de Compotera”, además de algunas piezas únicas que no pueden clasificarse dentro de los anteriores conjuntos (Gamarra 2008). Las piezas se caracterizan en su mayoría una superficie de color castaño

rojiza producto de la cocción oxidante, sobre la cual se aplicó un engobe rojizo o blanquecino, donde se fijaron los diseños en negro, cuyo trazo es de variados grosores. En cuanto al acabado, en muchos casos los pucos presentan por lo menos una de sus superficies pulidas. Las ollas en cambio son en su mayor parte alisadas. sin pulir, al igual que las demás formas presentes (Gamarra 2008). Los motivos presentes en las piezas son en su mayor parte geométricos9 y se distribuyen por todo el plano decorativo siguiendo divisiones horizontales y verticales (Figura 4).

Figura 4. Piezas pertenecientes a los sitios analizados SSalCac 9 y SSalCac 145: a) Pieza N° 448 b)Pieza N° 3712 y c) Pieza N° 3715

Es importante aclarar que no se cuenta con fechados para estos sitios, por

lo cual la asignación temporal de los mismos esta determinada de manera relativa por los objetos hallados en cada contexto. En este caso, las piezas manufacturadas con materiales de origen europeo son las que permiten asignarlos a momentos coloniales10.

ANÁLISIS E INTERPRETACIONES De manera tal de realizar el análisis de la muestra, se estudiaran por un lado los enterratorios y por otro lado las piezas cerámicas. En el primer caso, se tomaran en cuenta las características constructivas de los entierros y su contenido (objetos y cuerpos) de las tumbas, comparando las variables con los períodos Tardío e Inca. En el caso de las piezas cerámicas, las variables analizadas son la forma y los diseños plasmados en ellas, realizando también una comparación con los períodos Tardío e Inca.

Enterratorios PERIODO TARDIO

PERIODO INCA

SIGLOS XVI - XVII

* Cístas de adultos

* Cístas de adultos * Entierros directos dentro de

*Pozo y cámara lateral

* pozos circulares con paredes revestidas en piedra

*pozos circulares con paredes revestidas en piedra * alineamientos de una única hilera de rocas rodeando un cuerpo de adulto (en el interior de los recintos)

*“hoyos hemisféricos excavados en el terreno a una profundidad entre 1m a 1.50 m sin recubrimiento interior, cuya entrada rectangular se ubica a un costado encuentra sellada con dos lajas dispuestas horizontalmente” (Diaz MS; Tarrago 1984).

Cuerpos

* Entierros primarios individuales y múltiples

* Entierros primarios individuales y múltiples

* Entierros primarios individuales

Objetos

Propios del período tardío del NOA

Propios del período tardío del NOA + elementos incaicos: tumis, aríbalos, platos pato, ollas pie de compotera.

Propios del período tardío del NOA + elementos de origen europeo

Tipo Características Constructivas

Contenido

Tabla 1. Comparación entre entierros pertenecientes a periodos Tardío, Inca y siglos XVI - XVII

Al analizar la evidencia se han observado cambios significativos en el registro material con respecto a lo estudiado para períodos anteriores en la misma zona11(Tabla 1). En el caso de los enterratorios se observan características distintivas importantes, como la individualidad de las tumbas. Anteriormente, el porcentaje de tumbas individuales era bastante menor al de las tumbas grupales12, incluso con la conquista del Estado Inca, lo cual se correspondería, de acuerdo a la perspectiva de este proyecto, con una larga tradición de comunalidad que se venía experimentando desde tiempo atrás y que resistía más allá de la dominación estatal Incaica (Acuto et al.2008). En cambio, en este contexto se observa que todas las tumbas de la muestra son individuales, incluso las de infantes. Estos cambios en la disposición de los individuos no son los únicos que se observan en la muestra estudiada a nivel de los enterratorios. Dentro de los conjuntos que acompañan a los individuos se encuentra que aumenta la presencia de objetos de adorno marcadamente personal. Asimismo se ha logrado observar, a partir del inventario del Museo de Cachi (Salta) que los objetos de adorno personal hallados en los sitios SSalCac 9 y SSalCac 145 presentan una distribución diferencial: se encuentran tumbas con una gran cantidad de collares de vidrio y piedra, así como también discos y topus, de la misma manera que se cuenta con entierros en los que no aparece ningún objeto de adorno corporal (Gamarra 2008). Dentro de este análisis no se pueden dejar de lado las continuidades que se encuentran ya que hablan del proceso que estaban atravesando las poblaciones locales. Los cuerpos fueron encontrados respetando la posición sentada, con las piernas flexionadas hacia su centro y el ajuar ubicado a cierta distancia, no dispuesto sobre el individuo. Además de estas características se encuentran restos atribuibles a rituales de inhumación como pigmentos, palitos agrupados sobre los pucos y distintos tipos de alimentos, todos hallazgos encontrados anteriormente en tumbas tanto del Tardío como de momentos Incas. Es el mismo caso del ajuar,13que seguía siendo, en líneas generales, un conjunto de objetos dispuestos de la misma manera que en épocas anteriores.

Cerámica Dentro de la colección estudiada se ha observado que con respecto a las piezas correspondientes a los estilos de los períodos anteriores, los campos se mantienen delimitados de manera similar (tanto en el caso de las ollas como de los pucos los planos que conforman el espacio decorativo se dividen en dos o cuatro campos. En el caso de las ollas, la partición se realizó siguiendo la línea divisoria conformada por las asas, ubicadas en los puntos de inflexión. En el caso de los pucos la división se realizó siguiendo la línea media interior, a partir de la cual se segmentó el espacio en dos o cuatro partes), pero dentro de cada uno de ellos el arreglo de los motivos no construye una imagen uniforme sino que se encuentran características que resultan en una construcción asimétrica de las mismas. Asimismo, los motivos se resuelven de manera irregular dando lugar a guardas oscilantes. Esto se relaciona directamente con el trazo, que produce líneas de distintos grosores aun dentro de un mismo motivo y con cargas más o menos uniformes de material en el pincel. Asimismo, se han podido observar fallas técnicas en la cocción de la pieza: se evidencian roturas y descascarados, poca estabilidad de muchas de las vasijas debido a sus bases irregulares, y manchas relativas a un control imperfecto de la oxigenación (Tarragó 1984:155). Además de las características mencionadas, las piezas analizadas presentan como transformación la incorporación del estilo Incaico, junto con el Santamariano dentro de los diseños, construyendo configuraciones diferentes a las que se observaban para el área (Acuto et al. 2008b; Gamarra 2008). Con respecto a la cerámica del Tardío o Santamariana, se puede observar que representa dentro de su repertorio imágenes antropomorfas y zoomorfas en su mayoría. Incluso el diseño que presenta la forma representativa de estilo, que es la urna, es en mayor parte organizado a partir de la figura humana (Figura 6).

Motivos

If

Guardas

1 4

Figura 5. Motivos y Guardas presentes en los diseños de las piezas pertenecientes a los sitios analizados SSalCac 9 y SSalCac 145

En cuanto al estilo Inca, el mismo se caracteriza por las formas geométricas en su mayoría, incluyendo en los estilos Inca locales elementos y configuraciones de procedencia Santamariana (Figura 7). Esto no sucede de la manera contraria: las piezas de manufactura local no incluyen diseños de procedencia incaica, considerándolo externo. (Acuto 2009; Gamarra 2008).

Figura 6. Cerámica estilo Santamariana, perteneciente al Periodo Tardío: a) urnas; b) decoración externa de puco (parte inferior) y c) decoración externa de puco (laterales). Todas las piezas pertenecen al sitio La Paya (SSalCac 1) y fueron reproducidas de la obra de J. B. Ambrosetti Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de La Paya (Valle Calchaquí, provincia de Salta (1907-08)

Figura 7. Cerámica estilo Inca, perteneciente al Periodo Incaico: a) y b) aribaloides (piezas incas de manufactura local); c) decoración externa de platos pato (parte inferior); d) vista lateral de plato pato y e) conjunto de aribalos de origen Imperial. Todas las piezas pertenecen al sitio La Paya (SSalCac 1) y fueron reproducidas de la obra de J. B. Ambrosetti Exploraciones arqueológicas en la ciudadprehistórica de La Paya (Valle Calchaquí, provincia de Salta (1907-08).

Esta diferencia con respecto a los períodos anteriores se corresponde con una comunidad local que permitía la incorporación de nuevos significados. Esta situación señala que la manera en que esta población percibía esta parte del universo simbólico y la manera en que representaba a través de él continuaba, pero aceptando ahora una innovación para actuar ante el nuevo colonizador: tomar como propio el estilo inca, que antes había sido considerado como externo. De esta manera se refuerza lo local frente a una nueva situación de conquista, la cual se caracterizó por reformar enteramente el mundo conocido (Gamarra 2008). Esto implica que algunas de las practicas sociales no habían cambiado radicalmente, sino que estaban entrando en juego otras prácticas que fueron tomando lugar frente a las tradicionales. Esto que implica que las prácticas sociales podían estar reconstituyéndose y reinterpretándose, dado el momento por el que la comunidad estaba atravesando. Como último punto, considero importante tener en cuenta que sólo se ha analizado una dimensión de la vida social de las poblaciones locales. Las vasijas aquí analizadas forman parte de un contexto funerario, el cual está sujeto a múltiples significados generados (conciente o inconscientemente) por las personas encargadas de realizar el ritual mortuorio. Estos significados pueden o no estar directamente relacionados con la vida doméstica, buscando exaltar u ocultar un modo de representación del mundo. Es por ello que éste es un punto importante para tratar a futuro: poder analizar las expresiones sensibles de las poblaciones que convivieron con transformaciones propias de un contexto histórico cambiante.

CONCLUSIÓN El dominio colonial se instaló sobre diferentes situaciones previas imponiendo una nueva estructura de poder. Las primeras interacciones con el dominio colonial español, a pesar de ser intermitentes, generaron la aparición de nuevos actores que pusieron en acción nuevas acontecimientos. Así, las poblaciones locales debieron llevar a cabo modificaciones en las prácticas de reproducción social para convivir con ese nuevo contexto, generando asimismo nuevas relaciones de sentido (Vázquez 2007). De acuerdo a Sahlins,

“Cuanto mas iguales permanecían las cosas tanto mas cambiaban, puesto que en cada una de esas reproducciones de las categorías ya no es la misma. Toda reproducción de la cultura es una alteración, en tanto que la acción, las categorías por las cuales se orquesta un mundo presente recogen cierto contenido empírico nuevo” (Sahlins 1977 (2008): 135) En suma, este autor expresa que “todo cambio práctico es además, una reproducción cultural” (Sahlins 1977 (2008): 135).

Ello implica que la interacción con el colonizador europeo y sus consecuencias sociales generaron en las poblaciones locales nuevos modos de reproducir las estructuras sociales, incorporando los cambios externos a sus propias categorías. En este trabajo, las representaciones analizadas sugieren la incorporación al universo de las prácticas locales de nuevas acciones y materialidades. Estas transformaciones significativas se observan en distintos niveles y son consideradas modos de construir nuevas relaciones de sentido que permitan asimilar los cambios a nivel del mundo de la vida diaria. Tanto los objetos que se incorporan a los ajuares como los diseños que se incorporan a las configuraciones plasmadas en las vasijas son producto de la acción práctica de los sujetos que, frente a una nueva realidad, la incorporan en sus categorías específicas.

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NOTAS 1 Son muchos las investigaciones realizadas sobre estos temas. A modo de ejemplo se puede nom­ brar los siguientes trabajos: Faberman y Gil Montero 2002; Lorandi 1988 a y b, 1997; Zanolli y Lorandi 1995; Palomeque 2000; entre otros. 2 A partir del análisis de imágenes plasmadas en distintos soportes, mayormente de origen eu­ ropeo. Ver: Siracusano, G. (2008) 3 El Período Hispano Indígena correspondería a la unidad temporal comprendida entre la llegada de los españoles al territorio del actual Noroeste Argentino y el término de las guerras calchaquíes

o la instalación del gobierno colonial europeo. Elijo no utilizar esta terminología ya que considero que asume límites fijos para un contexto socio histórico cambiante. Con respecto a una discusión acerca de la clasificación “Hispano Indígena ver Quiroga 2005. 4 “El contrato Hispano-Indígena: la provincia de Chicoana” fue publicado en 1984 en la revista Runa. Allí la autora da cuenta del hallazgo de SSalCac 9, uno de los sitios analizados en el pre­ sente trabajo. 5Las tumbas tardías (y de tradición local tardías) e incas estudiadas fueron excavadas en los sitios de La Paya (SSalCac 1) (Ambrosetti 1907-08; Díaz 1986) y Tero (SSalCac 14) (Díaz 1978-80) (ver: Gamarra 2008) 6 La encomienda es el régimen a partir del cual la Corona Española cedía a los conquistadores sus derechos a percibir tributos por parte de los pueblos conquistados como recompensa por los servicios prestados. Los encomenderos debían, por su parte, evangelizar a los pueblos que tenían a su cargo. En el caso del Tucumán Colonial, el servicio personal predominaba como manera de saldar las obligaciones tributarias, obligándose a las poblaciones indígenas a trabajar en distintos tipos de tareas como ganadería, agricultura y confección de tejidos y manufacturas (Zanolli y Lorandi 1995) 7 Con respecto a su ubicación en el caso de SSalCac 145, el mismo se encuentra dentro de las estructuras pertenecientes al sitio SSalCac 144, caracterizado como un sitio del Período Tardío; y en el caso de SSalCac 9, el conjunto fue hallado en la margen derecha del Río Las Cuevas, en la zona conocida como Cachi Adentro. 8El total de tumbas asciende a 15 para SSalCac 9, incluyendo dos entierros de infantes. Dado que tales entierros pueden involucrar practicas particulares, diferentes a las de los adultos, no se toman en cuenta para este estudio 9 No se encuentran motivos antropomorfos ni zoomorfos, salvo algunas decoraciones incisas excepcionales. 10Asigno estos sitios a los siglos XVI - XVII de manera genérica para referirme a los momentos en los cuales se llevaron a cabo los alzamientos en la zona de los Valles Calchaquíes, luego de los intentos de ocupación española. Como mencione anteriormente, se dieron diferentes procesos en los diferentes pueblos, sin embargo los traslados de población se produjeron de manera sistemáti­ ca luego del término de estos conflictos. Ello genero movimientos poblacionales que rompieron con las continuidades espaciales lo cual, puede haber generado transformaciones en las memorias sociales locales. 11 Para ahondar en esta comparación remitirse a Gamarra 2008 12 El entierro en cistas o bajo los recintos de habitación que se encontraba tanto en el Período Tardío e Inca podía contener hasta 30 individuos (Acuto et al. 2008b). 13 El ajuar como parte de los entierros es una costumbre andina. Las prácticas católicas estaban en contra de este tipo de acompañamiento, así como también de todo rito indígena que no se cor­ respondiera con las costumbres católicas europeas.

NEG RO S ESCLAVOS Y A FR O D ESC EN DIEN TES EN LA H ISTORIA DEL PAGO DE LA M AG DALENA. UN A BO R DA JE D ESDE LA A NTR O PO LO G ÍA

GARCÍA, María Soledad*

INTRODUCCIÓN Esta primera aproximación a la temática se encuentra enmarcada en mi proyecto de tesis doctoral1, que busca desde los postulados de la Antropología Histórica y la Arqueología del Mundo Moderno, analizar e interpretar en el Pago de la Magdalena durante los siglos XVIII y XIX, la diversidad, la desigualdad y el conflicto en las relaciones sociales que tuvieron lugar, a partir de fuentes escritas, orales y materiales. De esta forma, se plantea establecer las redes de circulación y consumo de bienes, la diferenciación en el acceso y uso de estos bienes por parte de los pobladores, los movimientos de los grupos humanos y las relaciones interétnicas con sus posibles evidencias de conflicto. El objetivo de este trabajo en particular es presentar un primer acercamiento a la población afrodescendiente en el Pago de la Magdalena, provincia de Buenos Aires, entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX y su relación con el resto de la sociedad, a partir de diversas fuentes de análisis.

Algunos conceptos como punto de partida Nos proponemos con la tesis doctoral en curso, la integración de tres líneas de evidencia: la arqueológica, las narrativas escritas y la historia oral (Orser 2000). Este trabajo aborda puntualmente el análisis desde las narrativas escritas, cuyos resultados serán integrados en otras instancias de investigación con las distintas líneas de evidencia abordadas. La propuesta de la Arqueología del Mundo Moderno confiere el marco general desde donde partimos, entendiendo a ésta como la disciplina que se encarga de contar la historia de aquellos grupos que no se encuentran representados en las fuentes escritas en las sociedades con escritura. De la misma manera, este área * Laboratorio de Análisis Cerámico. Facultad de Ciencias Naturales. Universidad Nacional de La Plata.

disciplinar se centra en la conformación del sistema capitalista que comienza con la expansión europea y en las prácticas sociales que conforman un nuevo orden en el mundo moderno, a partir de diversas líneas de análisis (Zarankin y Senatore 2007). Esta propuesta teórica propone “dar voz a los silenciados” o invisibilizados ya que la historia oficial fue y es construida a partir de documentos escritos, por lo general producidos por una elite que domina y maneja la escritura; también sugiere pensar en y desde la “pluralidad”, a las minorías, los marginales, los esclavos, quienes no registraron su propia historia para poder evidenciar así historias alternativas a las “versiones oficiales”, construyéndose múltiples versiones subjetivas (Zarankin y Senatore 2007). El presente trabajo, se sitúa en la frontera sur bonaerense en la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX. Definimos este espacio complejo siguiendo a Gregorio-Cernadas, quien considera a la “pampa como un escenario amplio, diverso, articulado e interconectado (1998:64); “[las fronteras son] mucho más que líneas- [que] definían espacios extendidos tanto como las circunstancias lo permitían: [...] un escenario donde el indio y el criollo se atraían y se repelían sucesivamente desde hacía siglos, sin recursos ni convicciones suficientes para eliminarse y cuyos intereses -declamados contrapuestos- confluían a menudo para dar aquí y allá nuevas puntadas en la intrincada malla de relaciones pampeanas” (Gregorio-Cernadas 1998:65).

De esta forma, en este complejo espacio fronterizo situamos las prácticas y representaciones de los actores sociales que son objeto de indagación en este trabajo, tales como los indígenas, y en particular los africanos y afrodescendientes, abordados desde la perspectiva de la microhistoria, ya que estos estudios nos brindan una mayor conciencia del tiempo corto que los hombres controlan de hecho en sus vidas (Bensa 1996). Esta perspectiva también toma en consideración el peso del tiempo largo, y nos invita a reflexionar acerca de las numerosas formas en que los actores construyen su propio presente en otras épocas y otros lugares. En las últimas décadas los estudios africanos y afroargentinos cobraron un notable impulso (Frigerio 2008, Guzmán 2006, Maffia 2008). La población afroporteña recibió gran atención en trabajos clásicos mayoritariamente en contextos urbanos (Andrews 1989, Rosal 1998); por su parte la población afrodescendiente de campaña también fue abordada, aunque en menor medida, y estos trabajos aportaron a matizar las ideas tradicionales de una frontera habitada sólo por indígenas y blancos:

la población africana y afromestiza, tanto libre como esclava, fue fundamental para el desarrollo de la productividad rural (Goldberg y Mallo 1993, Gresores 1998). De esta forma, el presente trabajo se enmarca en los estudios acerca de la ruralidad negra en nuestro territorio. Coincidiendo con Patricia Fogelman, es necesario construir una imagen demográfica algo más precisa de este grupo social en contextos particulares, para luego abocarse a otros aspectos aún por investigar acerca de las formas de vida y relaciones sociales de este sector de la sociedad (Fogelman 1999). Nos proponemos aportar en este sentido presentando un análisis de la información contenida en tres libros parroquiales (abarcando el período 1776-1844) y por los censos poblacionales de 1744 y 1778. La construcción de la historia colectiva y del patrimonio histórico local constituye un invalorable cohesionador social. Es así que consideramos indispensable la participación de la comunidad local en esta construcción mediante un proceso dinámico, que anclado en el presente y mediante la selección e interpretación del pasado, permita generar una apropiación colectiva. Esto requiere que la historia y el patrimonio local se constituyan en significativos dentro del proceso de participación (Rosas Mantecón 1998).

METODOLOGÍA Hemos realizado una recopilación y análisis bibliográfico, tanto de trabajos metodológicos como de estudios de caso en otras regiones, acerca de la población afrodescendiente. Así también, analizamos las fuentes documentales detalladas a continuación. El análisis de las fuentes parroquiales parte de considerar que determinados sectores de la población estaban al margen de los registros, por lo tanto no se toman como equivalentes los bautismos con nacimientos, ni las defunciones como muertes reales ni los matrimonios como uniones de hecho (Fogelman 1999). Para realizar este trabajo, nos encontramos con la imposibilidad de separar un sector de la sociedad para analizarlo, ya que los actores sociales mantenían una dinámica interrelación con otros sectores de la sociedad local. Por ello, si bien el eje del análisis es la población negra y afrodescendiente, se analiza en conjunto con los sectores blancos e indígenas. En este tiempo y lugar se dio una única población con particularidades y relaciones complejas entre diversos y desiguales actores sociales,

imposibles de aislarse y estudiarse fuera de su contexto. Otro corpus de información analizadaprocede de entrevistas semiestructuradas realizadas a los pobladores actuales de la ciudad de Magdalena2 para indagar sus conocimientos y significaciones acerca de esta temática, considerando sus aportes como parte central del proceso de investigación. El instrumento metodológico para la construcción de datos fue la entrevista ya que esta es considerada la técnica más adecuada para acceder al universo de significados compartidos por los actores (Guber 2005).

Fuentes Las fuentes éditas trabajadas corresponden a los Libros de Bautismos, de Entierros y de Casamientos de la Parroquia de Santa María Magdalena, editados por el Arzobispado de La Plata, obra del Presbítero José Luis Kaufmann, en el año 2006. La parroquia de Santa María Magdalena se inaugura en 1776, momento en que comienzan a registrarse los bautismos, previamente los mismos se anotaban en la Parroquia de Quilmes cuyo funcionamiento data desde 1666. Según estas fuentes, el libro de Entierros y el de Casamientos son los primeros (anotado de manera manuscrita por el Presbítero Ramón González de Lara en 1829, “libro 1° esistente. No se hizo entrega ninguna por el dho señor Cura -refiriéndose a su predecesor, Domingo González Gorostizu-, ni me entrego Libro de Partidas de Entierro”). En el caso de los Casamientos, sucede lo mismo, y no se han encontrado los registros de la capilla entre 1776 y 1829. La otra fuente analizada son los censos o padrones poblacionales de 1744 y 1778, publicados en los Documentos para la Historia Argentina en Buenos Aires en 1919. Estos censos fueron realizados por distintos censistas y la información que recogen ambos es diferente. El censo de 1744, presenta una información más completa, donde se detalla la unidad censal, los nombres y edades de sus miembros, la propiedad o no de la tierra, las actividades desarrolladas (“labranzas”, ”cría de ganado”), la situación habitacional, los agregados a la familia y los esclavos. En el caso del censo de 1778, la información que brinda es menos completa, ya que bajo las categorías de “Españoles, naturales o pardos” incluye las unidades censales sólo con el nombre del padre de familia, la existencia de esposa y la cantidad de hijos discriminados por sexo.

RESULTADOS Libro de Bautismos: 1776-1810 Este primer Libro de Bautismos en la Parroquia Santa María Magdalena abarca un período de 34 años, en los cuales ejercieron sus funciones once curas párrocos, con períodos de tiempo de ejercicio muy distintos, que van desde algunos meses hasta varios años. Están consignados en este libro un total de 1120 bautismos. Si bien la parroquia se crea en 1730, recién se bendice y comienza a registrar actas de este sacramento en 1776. Entre 1730 y 1776 las actas posiblemente hayan sido registradas en la Parroquia interina la Iglesia Santa Cruz de los Quilmes (Kauffman 2006). A las actas de la parroquia principal se agregaban periódicamente las actas de las Viceparroquias de la Ensenada de Barragán y de la Frontera de Chascomús, que integraban el Pago de La Magdalena. De este total registrado para el período, se registran como negros, mulatos y pardos un 8,66%, como indígenas un 6,78% y como hijos de indígenas y negros un 1,16%. El resto de la población registrada se considera como blanca (83,4%) por la omisión de cualquier otra categoría por quienes realizaban las actas. El Gráfico 1 presenta los bautismos registrados por año, de acuerdo a las cuatro categorías establecidas. Cabe destacar que la categoría “castas de color” no es utilizada como tal por los curas párrocos, y en ella se engloba a los negros, morenos, mulatos y pardos (términos utilizados en las actas). Durante los años 1784 a 1786 no se registran actas de bautismos en este Libro por razones desconocidas. Luego de las actas de 1810, se encuentran las actas repuestas, que de acuerdo al Presbítero González Gorostizu fueron copiadas “de un Quaderno, enque el P Fr Isidro García Religioso Dominico, asentaba las partidas de bautismos por no estar los libros en el Curato”. Estas partidas repuestas corresponden a los años 1785 y 1786, y no se consigna ninguna para el año 1784. En este documento encontramos gran cantidad de niños bautizados como “hijos de padres no conocidos”, circunstancia que nos refiere a un acuerdo social sobre el ocultamiento de la identidad de los padres, en un intento por mantener el prestigio social y la “decencia”, para salvar las apariencias (Morin 1972).

Gráfico 1. Bautismos en la Parroquia de Magdalena 1776-1810. Elaboración propia Del total registrado en las actas de bautismos, 99 individuos pertenecen a las denominadas “castas de color” (Bernard 2000), diversos grados de mestizaje que darán una gran cantidad de variaciones fenotípicas, consignada en la época como negros, mulatos, morenos y pardos (Bernard 2001). Dentro de este grupo encontramos un 43% de hombres libres y un 57% de esclavos. Estos eran tanto recién nacidos hijos de esclavos como niños y adultos. En algunos casos se aclara la procedencia de algunos esclavos adultos, o el adjetivo de “bozal”, que estaría indicando su reciente llegada desde África (Bernard 2000), por ejemplo: “negro bozal de Mozambique”, un negro bozal cuyo padrino es Juan Manuel de Rosas, “negra Bangela” (Benguela, actual Angola). Un dato significativo lo encontramos el 15/01/1799, en donde se registran tres bautismos de “negros adultos esclavos de Doña Tomasa Lopez de Osornio”, lo que nos podría estar hablando de una nueva partida de esclavos que entra forzosamente en la zona, ya que una obligación de los dueños de esclavos era su evangelización. En las actas de bautismos se encuentran también algunos casos de “indios aucas” adultos, algunos de ellos son apadrinados por don Clemente Lopez de Osornio, Sargento Mayor del Pago de la Magdalena, terrateniente y militar cuyas tierras se extendían hasta el Salado, zona de frontera para la época, de frecuente fricción con el indígena.

Libro de Casamientos (1829-1844) Este Primer libro de Casamientos de la Parroquia de Santa María Magdalena abarca un período de 16 años, en el cual han ejercido sus funciones dos curas párrocos, Ramón González Lara (1829-1836) y José Antonio Pérez (1837-1844). Se registran en el mismo 274 casamientos, dentro de los cuales identificamos 38 uniones que involucran por lo menos a un miembro “negro”, “pardo”, “moreno” o “indio”, tanto libres como esclavos, entonces el 13,86% de las uniones registradas involucraron a un miembro de color. De estas 38 uniones sólo dos registran únicamente a indígenas y en las 36 restantes encontramos a algún afrodescendiente. El Gráfico 2 presenta la cantidad de matrimonios celebrados por año, diferenciando los casamientos entre blancos y aquellos en que participaron miembros de otros grupos socioétnicos. Las uniones encontradas pueden ser mixtas, es decir no necesariamente los dos contrayentes eran asignados a la misma categoría por quienes realizaban las actas.

Gráfico 2. Casamientos en la Parroquia de Magdalena 1829-1844. Elaboración propia. En la Tabla 1 se detallan las categorías identificadas en los casamientos con sus posibles combinaciones registradas. Cabe destacar que todas las categorías explicitadas, a excepción de la categoría “blanco”, fueron las utilizadas por los propios actores sociales que llevaron el registro de las actas de casamientos.

Categorías involucradas

Frecuencias

Categorías involucradas

Frecuencias

Negro esclavo x negra esclava

1

Pardo esclavo x blanca

1

Negro esclavo x parda esclava

1

Pardo libre x negra esclava

1

Negro esclavo x parda libre

4

Pardo libre x parda libre

6

Negro esclavo x negra libre

2

Pardo libre x blanca

2

Negro esclavo x blanca

1

Moreno libre x morena libre

1

Negro libre x negra esclava

3

Indio x parda libre

1

Negro libre x negra libre

2

Indio x india

1

Negro libre x parda libre

2

Indio x blanca

1

Pardo esclavo x negra libre

1

Blanco x parda libre

6

Pardo esclavo x parda libre *

1

Total: 38

Tabla 1. Casamientos (1829-1844) por categorías. Elaboración propia. Es destacable que en los casos de matrimonios donde el novio es blanco y la novia es parda libre, se observa que una alta frecuencia masculina no es local. Por ejemplo, encontramos a un hombre natural de la Punta de San Luis, otro de Córdoba del Tucumán, un escocés y un inglés, según lo consigna el cura párroco en las actas. Esto nos remite a la función del matrimonio como un medio para establecer vínculos e introducirse en redes establecidas (Gresores 1998). De la misma manera, el estudio del mestizaje entre categorías nos puede indicar mecanismos de promoción social (Morin 1972) y como una estrategia de blanqueamiento (Gresores 1998). Así también se puede observar en este libro de casamientos que el porcentaje de hombres esclavos (41,37%) es mucho mayor que el de las mujeres (18,75%). La Tabla 2 expone la interrelación de tres categorías: género -hombre y mujer-, la categoría “racial” consignada en las actas -negros, pardos y morenos- y su condición - libres o esclavos. Guzmán menciona el mestizaje como un camino muy transitado para huir de la esclavitud, ya que los varones esclavos se casaron o unieron con mujeres libres (indígenas, mestizas y pardas) como una práctica cada vez más usual y los hijos nacieron libres. A su vez, como señala la autora, si el mestizaje informal ha sido incluso más extendido que el legalizado por la Iglesia, se puede sostener que esta ha sido una práctica eficaz en el tránsito hacia la libertad (Guzmán 2006). Por su parte, Marta Goldberg y Silvia Mallo sostienen que estas “vías de escape” son aún mayores en el área rural. Las particularidades de la frontera facilitaron el ascenso social y proporcionaron nuevas posibilidades de subsistencia y hasta de acceso a la tierra o al ganado (Goldbeig y Mallo 1993).

Hombres Esclavos Libres Negros Pardos Morenos Total

M ujeres Esclavas Libres

7 9 1 17

8 3 1 12 (41%)

5 1 0 6 (18,7%)

5 20 1 26

Tabla 2. Casamientos: género y esclavitud. Elaboración propia. Libro de Entierros (1829-1844) El Primer libro de Entierros de la Parroquia de Santa María Magdalena abarca un período de 16 años, en el cual han ejercido sus funciones dos curas párrocos, Ramón González Lara (1829-1836) y José Antonio Pérez (1837-1844). Se contabilizan un total de 532 defunciones, de las cuales un 12 % pertenece a negros o pardos, un 2 % a indígenas, y un 86% a blancos. En la Tabla 3 se encuentran representadas por año y por categoría las actas de defunciones con las frecuencias encontradas. Se destaca el uso diferencial de categorías por parte de quienes llevaban los libros de actas. El primero de ellos (González Lara) no utilizaba la categoría de moreno, en cambio su sucesor, José Antonio Pérez sí lo hace, dejando prácticamente sin uso el adjetivo de liberto. Año 20/11/1829­ 1830 1830-1831 1831-1832 1832-1833 1833-1834 1834-1835 1835-1836 1836-1837 1837-1838 1838-1839 1839-1840 1840-1841 1841-1842 1842-1843 1843-1844 1844-1845 Totales

Blancos 8 28 26 40 18 20 28 34 12 26 58 39 14 35 41 31 458

Negro Negro libre liberto 1 3 1 1 1

Negro esclavo 2 1 4 1

1 3

1 2 3 3 1

2

5

1

1 1 2

1

2 2

11

Pardo Moreno Moreno Párvulo Indio y Total libre esclavo (libre) liberto mestizo 1 10

5

1 1 1

1 1

11

3 2 1 22

2 2

1

1

1 2 4 2 9

1 1 7

8

Tabla 3. Frecuencias de entierros por año y categorías (1829-1844). Elaboración propia.

34 32 49 23 26 32 43 13 31 62 39 16 40 48 34 532

La esclavitud era transmitida por línea materna (Guzmán 2006). La categoría de liberto hace referencia a la situación jurídica que encontramos luego de las resoluciones de la Asamblea del Año XIII, donde se dictaminó la Ley de Libertad de Vientres (Bernard 2001, Fogelman 1999), con lo cual cualquier hijo de esclavas se lo consideraba liberto. En este libro, la mayoría de los casos muestra hijos de ambos padres esclavos (5 casos), pero algunos la madre es libre y el padre esclavo (2 casos). No se registran casos en el sentido inverso (madre esclava y padre libre) en estas actas. Este dato es consecuente con la información que brinda el Libro de Casamientos para este período, donde la frecuencia de hombres esclavos que contraen matrimonio es mayor que la de mujeres esclavas. En cuanto a la mortalidad infantil (en menores de 5 años) los datos relevados son proporcionalmente similares entre los tres grupos, aunque las fuentes son muy imprecisas y hay que tomar estos datos con precaución, ya que generalmente se omite la edad del fallecido, asignando la de “párvulo”. Cabe preguntarse también por el subregistro de recién nacidos fallecidos que no han sido bautizados y por lo tanto no constan en ningún libro de actas (Morin 1972). Las causas de muerte de los individuos infantojuveniles, cuando se señalan, son en su mayoría “el mal de 7 o 14 días” y “muertes súbitas”. En relación a las causas de muerte de la población en general, de los 532 casos registrados, sólo hay consignadas 106 causas de muerte. Dentro de éstas, 92 pertenecen a individuos blancos y 14 a negros y pardos. Pese a lo reducido de la muestra, el 29% de negros, morenos y pardos murió por una causa violenta. En el caso de los blancos, donde la muestra es mayor, la muerte por asesinato representa un 11% de las causas consignadas. Esto lleva a pensar en la hipótesis de si existía una mayor violencia interpersonal, o una mayor exposición a situaciones violentas en el primer grupo que entre los blancos. Carlos Mayo nos relata que en la campaña los peones (tanto blancos como negros) cargaban armas blancas cortas para las faenas del campo, y que éste podía tener múltiples usos, entre los que incluye el ataque y la defensa (Mayo 1995). En un futuro, continuaremos indagando el tema a partir de los casos de la Sección Juzgado del Crimen del Archivo Provincial (AHPBA).

Uso de las categorías El análisis de las fuentes documentales ha puesto en evidencia las dificultades que encontramos en el tratamiento de las categorías utilizadas en las mismas. Ilustramos con un caso tomado del Libro de Bautismos de la Parroquia de Santa María Magdalena, al que se suman trece casos de estas características. La Tabla 4 muestra la descendencia de una familia seleccionada, a manera de ejemplo, donde sus hijos bautizados son inscriptos bajo distintas categorías. Cabe remarcar que en sucesivos casos registrados en este libro, a veces no se utiliza ninguna categoría, lo que por omisión llevaría a asignarlos al grupo blancos. Esto nos hace reflexionar acerca de las distorsiones que pueden existir en las cuantificaciones. A su vez, plantea un interrogante acerca de la flexibilidad y las negociaciones presentes al momento de asignar a un grupo u otro, ya que éste era un sistema de promoción social donde la posibilidad de ser registrado como 'blanco' los podía ayudar en sus vidas (Megenney 2007). La asignación no necesariamente tenía que ver con categorías ni identidades autorreconocidas, sino que muchas veces eran impuestas o asignadas por los curas párrocos y censistas, estando estos hombres blancos en situación asimétrica con estos grupos subalternos. La asignación a una u otra categoría o la falta de la misma está dando cuenta de negociaciones y conflictos de intereses y prestigio que tuvieron lugar en la Magdalena colonial y de organización nacional. De la misma forma, nos lleva a plantear ciertos recaudos metodológicos para el manejo de las fuentes, ya que los datos son estimativos y aproximados. Si bien en los libros parroquiales aparecen mencionados una gran diversidad de actores sociales, no todos tenían el mismo grado de relación con la institución religiosa, muchos nacimientos, muertes y uniones de hecho pueden no estar reflejados en las actas. La minuciosidad para el asiento de las mismas no siempre fue la deseada por los investigadores, sin embargo constituyen una de las pocas fuentes con que contamos para este tipo de análisis (Morin 1972). Para el período estudiado no existían reglas ortográficas, por tal motivo encontramos nombres y apellidos escritos de diferentes formas. Asimismo, se encuentran casos en los cuales no coincide el nombre de alguno de los padres o se omiten algunos apellidos (sobre todo en el caso de las madres). En estos casos se coteja con otros datos que brinda la fuente, o con otros datos contemporáneos.

F echa B a u tis m o B a u tiz a d o

P adre

M adre

C a te g o r ía

C u ra

16/11/1788 13/10/1791 12/08/1793 24/07/1795 8/12/1796 21/06/1798 12/04/1800 24/07/1802 25/10/1806

Isidro M edina Isidro M edina Isidro M edina Isidro M edina Isidro M edina P ed ro M edina Isidro M edina Isidro M edina Isidro M edina

M a. M a. M a. M a. M a. M a. M a. M a. M a.

Sin categoria P ard o s libres P ardos Sin categoría P ardos P ardos P ard o s libres P ard o s libres Indios

Olivera C ora A lberti D e P uy D e P uy A ñ asco G Gorostizu G Gorostizu G Gorostizu

M a. Eugenia M a. Francisca N icolas Jo se f Jose Camilo Jose C lem ente M odesto M a. Isidora M a. Apolinaria Gavino

R am írez R am irez R am irez R am irez D e l Socorro R am irez del Socorro D el Socorro D el Socorro R am irez

Tabla 4. Uso de categorías en el libro de bautismos. Elaboración propia.

Padrones de la campaña de Buenos Aires Padrón de 1744 El primer padrón de Buenos Aires y su campaña tomado en forma rigurosa fue el de 1744 (Cuesta 2006). El pago de la Magdalena fue relevado por un único censista y se registraron 136 unidades censadas. Estas unidades contaban con un total de 652 individuos, de los cuales 564 son blancos; 43 son censados como negros y pardos libres; 37 como negros, mulatos y pardos esclavos y 8 como “indios”. El Gráfico 3 muestra los valores porcentuales de cada uno de estos grupos. La información que brinda este censo es muy completa, ya que se detallan cuestiones habitacionales, productivas y familiares (Gresores 1998). Una información central para el censista era la cantidad de hombres capaces de portar armas en el pago, categoría que engloba a todos los varones entre 12 y 60 años de edad, tanto blancos como negros, pardos e “indios”.

Grafico 3. Padrón de la campaña de Buenos Aires 1744. Elaboración propia.

Padrón de 1778 Este censo presenta divisiones: Ensenada de Barragán, Estancias, Naturales, Pueblo de la Reducción de los Quilmes, Pardos y Negros Libres, bajo las cuales censaron las diferentes unidades (Tabla 5 y valores porcentuales por categoría en Gráfico 4). Se registran sólo el nombre del padre de familia, su estado civil y la cantidad de hijos discriminados por sexo. Padrón

Matrimonios

Hijos

Hijas

27

26

Estantes solteros 103

62

1

8

128

69

2

7

37

-

-

-

1

Españoles

303

639

539

Naturales

75

86

Pardos

33

83

Negros libres

2

-

Viudo

Viuda

Tabla 5. Padrón poblacional de 1778. Fuente: Documentos para la Historia Argentina. Tomo XII.

Grafico 4. Padrón de la campaña de Buenos Aires 1778. Elaboración propia.

Los esclavos no son censados como tales; sin embargo coincidente con este período de tiempo, contamos con los datos que aporta el Libro de Bautismos, que registra la presencia de numerosos esclavos (tanto bebés y niños bautizados como sus padres) que no aparecen en este censo. Este censo presenta un aumento significativo en la presencia de pardos y sobre todo de indígenas respecto del censo de 1744 y del Libro de Bautismos con el que coincide temporalmente. La participación en las instituciones por parte de los diferentes grupos poblacionales fue diferencial,

situación que se refleja en los documentos consultados. La población indígena tenía, por ejemplo, una mayor representación en el censo poblacional de 1778 que en libro de bautismos contemporáneo, lo que indicaría que un grupo de indígenas habitaba el territorio efectivamente ocupado por el blanco bajo ciertas instituciones de gobierno local y regional (situación que demuestra su aparición en los censos), pero no participaría activamente en la institución religiosa.

LOS POBLADORES HOY La propuesta de incorporar las voces de los pobladores actuales persigue la posibilidad de recuperar los sentidos asignados a los africanos y afrodescendientes y rescatar las memorias colectivas de los actuales pobladores de la ciudad de Magdalena. En tal sentido realizamos entrevistas en profundidad entre los meses de junio y septiembre de 2009 en esta ciudad para intentar un acceso al universo de significados de los actores (Guber 2005). Se entrevistaron jóvenes, adultos y adultos mayores, quienes presentaron una gran apertura y disponibilidad a la hora de realizar las entrevistas. En general registramos un gran desconocimiento sobre el tema. “Nunca escuche nada de eso”; “Acá no hubo negros”, “mmm, n o .n o sé nada...” son frases reiteradas, predominantemente en la población joven escolarizada en enseñanza media de la ciudad. Algunas personas mayores, luego de algunos titubeos, mencionan a “la Negra Carmona”, nieta de esclavos africanos de Juan Manuel de Rosas que falleció en 1974. La recuerdan como “la última”; “era muy religiosa, iba todos los domingos a misa”, y generalmente se hace referencia a una nota del semanario local publicado en 1999, en el que se relata brevemente su vida. Una entrevistada ante la pregunta dijo no saber nada del tema. Cuando se repregunta específicamente por este personaje, recordó que la conoció cuando era una niña. No se ha podido registrar otra información acerca de este personaje magdaleniense, ni sobre ningún otro de ascendencia africana. Se plantea su historia como una curiosidad aislada, sin realizar una clara vinculación con los procesos sociohistóricos más amplios que dieron lugar a la presencia de población africana y afrodescendiente en la historia de su pueblo. Resulta significativo que algunos entrevistados contestan rápidamente que no conocen nada de ese tema, pero ante las reiteradas preguntas, más precisas, comienzan a recordar algunas cuestiones en relación a la presencia de afrodescendientes en Magdalena, aunque escasas y sólo en referencia al personaje citado.

CONSIDERACIONES FINALES De acuerdo a las fuentes consultadas se registra entre aproximadamente un 10 y 13% de afrodescendientes, cifra que es acorde a las estimaciones de otros autores para la campaña bonaerense en este período (Fogelman 1999, Guzmán 2006, Gresores 1998). Sin embargo, la proporción de indígenas es muy variable de acuerdo a la fuente analizada. Los documentos eclesiásticos muestran una representación menor de los indígenas en las actas de los bautismos, casamientos y entierros, que en los censos, sobre todo el de 1778. Los documentos se generaron con objetivos particulares y distintivos, situación que también refleja distintos grados de institucionalización de los actores intervinientes. Los censos poblacionales tenían por objeto cuantificar la población con fines militares o fiscales -por ejemplo los hombres capaces de llevar armas disponibles (Cuesta 2006); el censista de 1744 incluye a los eslavos entre ellos, por el contrario el censista de 1778 no lo hace, por lo cual hoy no disponemos de ese dato. Las actas parroquiales, tenían por finalidad registrar la población feligresa y los sacramentos que se administraban (Morin 1972). En tal sentido, las fuentes presentan limitaciones y sesgos, por lo que deben ser abordadas con los recaudos metodológicos necesarios, si bien constituyen una vía válida para acercarnos a la población en estudio, ya que “son los únicos datos con los que contamos para darnos una idea aproximada del tamaño y las características de la población en cuestión” (Fogelman 1999:11). Estas limitaciones muchas veces tienen su origen en el uso de las categorías sin un criterio persistente y rastreable en el tiempo, dando lugar a cuantificaciones que pueden no estar reflejando con exactitud a ciertos sectores de la población. Estos acercamientos nos invitan a reflexionar acerca de las categorías y utilizarlas con los recaudos necesarios, ya que éstas evidencian relaciones complejas, ejercicio de poder y negociaciones mediante. Las categorías vernáculas con las que contamos, reflejan esa complejidad de las relaciones sociales. La población del Pago de la Magdalena tardocolonial y de comienzos del período independiente constituyó una sociedad de frontera conformada por grupos heterogéneos, con relaciones e interacciones complejas entre ellos, atravesadas por dimensiones de diversidad y desigualdad y de alguna manera esa complejidad se observa en estos documentos.

La existencia de la población afrodescendiente en nuestro territorio y su aporte a la conformación de la identidad nacional han sido desconocidas por sectores mayoritarios de la sociedad argentina y continúan siéndolo actualmente. Las ausencias y desconocimientos relevados en las entrevistas a los actuales pobladores son una muestra de las concepciones articuladas e inscriptas en el imaginario argentino. Este imaginario se ha construido a partir de un modelo de nación que se generó con las ideas de una élite porteña en el siglo XIX donde la mirada hacia las potencias europeas fortaleció la negación de la diversidad e invisibilizó a los indígenas y afrodescendientes (Frigerio 2008). Sin embargo, la producción académica reciente ha dado mayor importancia a las investigaciones en este campo, concomitante con el accionar de los movimientos de afrodescendientes, que a través de diversas manifestaciones particularmente de su música, danzas y arte, así como diversas reivindicaciones, son parte de la agenda política y cultural en la actualidad. Estas manifestaciones y avances académicos contribuyen a la visualización de este grupo socioétnico, comenzando a darles el lugar que les corresponde en la identidad argentina. Esperamos que este trabajo realice un modesto aporte en este sentido.

AGRADECIMIENTOS A Diego Citterio por facilitarme los libros parroquiales.Ala comunidad de Magdalena por su apertura y predisposición. A Luciano López por la ayuda con los gráficos y la edición. Al evaluador y a Clara por sus aportes. Todo lo aquí expuesto es de mi entera responsabilidad. FUENTES Documentos para la Historia Argentina. 1919. Tomo X: Padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810) Tomo XII: Territorio y Población. Padrón de la campaña de Buenos Aires (1778). FFyL. Buenos Aires. Kaufmann, J.L. 2006. Bautismos en la Parroquia “Santa María Magdalena” (de la actual Arquidiócesis de La Plata) 1776-1810; Entierros en la Parroquia “Santa María Magdale­ n a ” (de la actual Arquidiócesis de La Plata) 1829-1844; Casamientos en la Parro­ quia “Santa María Magdalena” (de la actual Arquidiócesis de La Plata) 1829-1844. Arzobispado de La Plata. La Plata, Buenos Aires. Semanario Magdalena. 15 de abril de 1999. “Doña Catalina Eulogia Carmona. Magdaleniense ejemplar hasta su última hora”. Edición N° 321.

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LAS INSTITU CIO N ES ESTATALES EN UN PUEBLO DE PASTORES. ANTOFAGASTA DE LA SIERRA ENTRE 1900 Y 1943

KUPERSZMIT, Nora G. *

ANTOGASTA DE LA SIERRA DENTRO DEL TERRITORIO NACIONAL DE LOS ANDES

El período analizado en este trabajo comprende los años 1900-1943, período durante el cual Antofagasta de la Sierra formara parte del Territorio Nacional de los Andes; anteriormente, esta región perteneció a Bolivia, pero en el año 1879 fue ocupada militarmente por Chile a raíz de la Guerra del Pacífico. Dicha ocupación fue efectiva durante veinte años; en 1899 se firmaron una serie de tratados entre Chile y Argentina, a partir de los cuales la región de la Puna de Atacama, dentro de la cual estaba Antofagasta, pasó a pertenecer a la Argentina. El gobierno nacional tomó la decisión de crear el Territorio Nacional de los Andes para aglutinar dentro de éste a los pueblos de Susques, Santa Rosa de Pastos Grandes y Antofagasta de la Sierra. Pocos años después se agregaría San Antonio de los Cobres, cedido por la provincia de Salta, para establecer allí la capital del territorio y el asiento de las autoridades (Benedetti 2003; Brizuela del Moral 1988; Cerri 1993; García y Rolandi 1999a). Estos antecedentes históricos son importantes para comprender las relaciones que se establecieron entre la población y las autoridades argentinas dado que la mayoría de la población adulta había nacido boliviana, luego había sido chilena y ahora se encontraba con una nueva pertenencia jurisdiccional y el estado argentino, se planteó llevar a cabo el desarrollo de la región social y económicamente. Por este motivo fueron implantadas allí las instituciones estatales; es interés de este trabajo analizar qué modificaciones generaron estas nuevas instituciones en la vida cotidiana de los antofagasteños como así también determinar de qué modo la población nativa se adaptó a las nuevas reglas de juego y a la presencia de nuevos actores sociales, los funcionarios.

* Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

Para las nuevas autoridades, el hecho de que los habitantes nativos basaran su economía en el pastoreo era uno de los factores más importantes que afectaban el avance y crecimiento de la región; esta actividad hacía que la población se mantuviera en movimiento permanente, dinámica que resultaba ser perjudicial para el progreso. “La economía pastoril determina densidades demográficas bajas y un patrón residencial disperso, que facilita a cada unidad doméstica, un acceso directo y regular a las pasturas” (Nielsen 1997/1998:142).

Si bien el citado autor estudia una población del altiplano boliviano, las características geográficas y climáticas y los modos de organización social son los mismos que encontramos en Antofagasta, pastores y caravaneros con residencias múltiples; esta característica es común a toda la población puneña y consiste en mantener una casa en el pueblo y otras en diferentes vegas a la cuales se trasladaban a pastar el ganado en algunas épocas del año. Otra práctica que dificultaba el control de la población eran los viajes comerciales a lomo de mula y con caravanas de llamas y burros que los hombres realizaban hacia la zona de los valles con el fin de intercambiar los productos nativos por maíz, frutas secas, harina y otros (García y Rolandi 1999b). Además, complementaban el pastoreo con la caza de animales salvajes -mayormente chinchillas y vicuñas-. Regiones geográficas con condiciones climáticas tan extremas como la Puna condicionan a sus habitantes a modos específicos de organización social y económica que, sumado a los escasos medios de subsistencia de los cuales es posible disponer, arrojan como resultado este patrón de asentamiento particular, las unidades domésticas con residencias múltiples. Como afirma Gil Montero “(...) las características ecológicas de la puna exigen diversas estrategias para superar las limitaciones impuestas por el medio ambiente” (Gil Montero 2004:160). Debido entonces a estas diversas estrategias de subsistencia, el patrón de asentamiento disperso y múltiple, los viajes comerciales y la caza de animales, las nuevas autoridades se encontraron con una sociedad difícil de controlar y de cuantificar. El presente análisis se basa en la documentación consultada en el Archivo General de la Nación; dentro de estos documentos están las cartas, informes, quejas,

denuncias y censos que fueran enviados desde la capital del Territorio Nacional, San Antonio de los Cobres, desde Salta, lugar donde residían regularmente los gobernadores y desde Buenos Aires, de donde dependía la Gobernación por ser un territorio nacional, hacia Antofagasta de la Sierra y desde aquí hacia los mencionados lugares. La información que aparece puede dividirse en dos niveles diferentes: por un lado, figuran datos cuantitativos con relación a la cantidad de habitantes, a las riquezas mineras -especialmente boratos- y las nuevas leyes y decretos que se fueron dictando. Por otro, entremezclados con estos aparecen datos cualitativos, es decir, consideraciones de los gobernadores y de los funcionarios locales sobre el modo de vida de los pobladores, sobre las dificultades para lograr el desarrollo de la región y sobre la falta de infraestructura, pero también sobre la idiosincrasia de la población autóctona renuente a adoptar nuevas pautas de comportamiento necesarias para el progreso de la región. La política planteada desde el gobierno nacional se basaba en los ideales de la “generación del ‘37”, quienes para resolver la contradicción entre civilización y barbarie, proponían: “(...) modernización del país, educación y un papel central asignado a la inmigración como ‘aporte directo’ de nuevos hábitos y nuevas mentalidades que permitieran acortar la brecha entre el ciudadano -sujeto soberano del pacto político- y el (im)posible ciudadano, el ‘otro’, aquel que no acepta o que se mantiene al margen de las ideas políticas modernizadoras” (Villavicencio 2007: www.institucional.us.es).

A partir del análisis de los documentos fui articulando los objetivos planteados desde el gobierno nacional en aras del progreso de todos los territorios nacionales con las consideraciones particulares de los gobernadores sobre la región. En el presente caso más que por las ideas políticas, de las cuales los habitantes de los Territorios Nacionales estaban al margen, los gobernantes estaban preocupados por las pautas económicas y culturales que impedían el progreso de la zona. “Dos aspectos esenciales presenta, pues, la acción del gobierno en los Territorios Nacionales: por una parte la fusión de los elementos de su población, dispersos y nómadas, en sociedad coherente, constituida alrededor de un centro de influencia nacional y general, donde afluyen y se debaten todos los intereses particulares y locales; la creación de una vida colectiva que se desenvuelve en un segundo centro de influencia de otro orden local y

autónomo, primer grado de una escuela social cuyo régimen preparará la futura democracia que habrá de gobernarse por sí sola cuando los territorios, elevados al rango de provincias, se incorporen a la Nación; y por otra, el impulso que sólo la protección oficial puede dar a la civilización y al progreso, por las modificaciones aportadas al medio geográfico, el fomento de las industrias y del comercio, de la prosperidad económica” (Memorias del Departamento del Interior, 1915-1916).

Por este motivo recurrentemente los gobernadores plantearon la necesidad de avanzar en los siguientes aspectos: a) Ocupación de tierras por colonos: debido a la escasa densidad poblacional, 0,04 habitantes por km2, se planteó impulsar la instalación de colonos que además de aportar personas traerían nuevas costumbres y un modo de vida moderno. Sin embargo, los intentos de las autoridades se vieron frustrados por la limitación de las condiciones climáticas y geográficas que ponían un freno a la inmigración. Además de intentar la instalación de más habitantes, recurrentemente se llevaron a cabo censos poblacionales, con mayor frecuencia en los primeros años del territorio nacional. Se suman a estos censos varios informes de los funcionarios locales los cuales en líneas generales divergían en gran medida con los números aportados por los censos. Es decir que fue una preocupación constante de las autoridades cuantificar a la población. b) Desarrollo de la minería y vías de comunicación: “El territorio de los Andes, el último incorporado a los dominios de la Nación, se halla por su situación topográfica y la falta de vías de comunicaciones, en condiciones desfavorables para desarrollar sus riquezas naturales, que son las minas” (Memorias del Departamento del Interior, 1911-1912).

A pesar de estas consideraciones, las rutas de acceso fueron recién mejoradas después de la disolución del Territorio, es decir cuando cada departamento pertenecía ya a una provincia distinta (Benedetti 2005). Dentro del Departamento de Antofagasta de la Sierra las canteras de ónix eran explotadas en forma privada por la población nativa. En el año 1932, fue reactivada la Mina Incahuasi de la cual se extraía oro, pero no significó un cambio de vida para la población dado que la mayoría de los obreros fueron traidos de las provincias vecinas.

Debido a la distancia y aislamiento de la región de las ciudades más importantes, los funcionarios bregaron por la construcción de caminos carreteros y por la instalación de correos, telégrafos y estaciones de radio. Sin embargo, las comunicaciones de Antofagasta de la Sierra con la capital del Territorio sufrieron interrupciones en reiteradas ocasiones, máxime en la época invernal durante la cual quedaba prácticamente aislada debido a las intensas nevadas. c)

Educación pública: según las declaraciones de uno de los gobernadores

era imprescindible “(...) la implantación de pensionados de hogar, internados o cualquier otra clase de concentración escolar que permita substraer al niño del medio ambiente y formar al adolescente que, con nuevas prácticas y con una idiosincrasia superior, iría a reformar la situación de aletargamiento moral y material de la población nativa de hoy” (Memorias del Departamento del Interior, 1934).

Sin embargo, la escuela fue una de las instituciones más vulnerable a los vaivenes sociales, políticos y económicos de la Gobernación y no logró en Antofagasta la estabilidad necesaria para cumplir con estos objetivos. Como resultado de esta situación en el censo escolar del año 1943 decía: “El departamento de Antofagasta es la jurisdicción que tiene más alta proporción de jóvenes de 14 a 21 años de edad que nunca fueron a la escuela, pues éstos representan el 15,8 por ciento del total censado” (Censo Escolar, 1943). d) Agricultura: Decía uno de los gobernadores del Territorio Nacional: “(...) la implantación de una chacra y quinta experimental agrícola es urgente. Ella abrirá nuevas orientaciones combatiendo la aversión instintiva del nativo por las faenas agrícolas resultante de la falta de adaptación a la tierra determinada por causas que se eslabonan en una larga cadena atávica plasmando otro ambiente social más orgánico y civilizado” (AGN. Series Históricas III. Signatura 143).

El gran desarrollo de las prácticas agrícolas en la región pampeana, motor económico de la época, llevó a los gobernantes a realizar varios intentos de estimular dichas prácticas entre la población puneña. Sin embargo, las experiencias fracasaron por las condiciones climáticas y tal vez, por el desinterés de los pobladores habituados a las

actividades pastoriles; en relación a esta actividad opinaba así una de las autoridades: “(...) no hay otras preocupaciones que las que emanan de una vida puramente pastoril, que impide, como toda monocultura la libre formación de aptitudes en los individuos y determina a mi juicio un desequilibrio económico en todo el Territorio al proyectar su acción en forma unilateral” (AGN. Series Históricas III. Signatura 143).

Es decir que, además del perjuicio económico para la región, se ponían en juego las cuestiones relativas a la idiosincrasia de la población. e)

Propiedad privada de la tierra: En uno de los informes presentado por la

Gobernación decía: “La retención de la tierra por el Estado, tal como se practica en Los Andes, donde no hay una sola propiedad particular, sigue y seguirá siendo el primer óbice para la multiplicación del poblador” (Memorias del Departamento del Interior, 1925-1926).

Los gobernadores frecuentemente alertaban a las autoridades nacionales sobre la conveniencia de otorgar títulos de propiedad individuales a los pobladores. Según Moscoso (1991) la organización comunitaria fue constantemente cuestionada como un sistema anacrónico, que carecía de vigencia dentro de los esquemas de modernización del país, y la población nativa debía participar de la tenencia de la tierra como propietario para contribuir con las mismas obligaciones que el resto de la población. Entonces, cuando pensamos en el progreso estamos incluyendo los aspectos sociales, culturales y económicos. El avance de cada uno de estos aspectos haría avanzar a los demás de una manera automática, como la puesta en marcha de un motor que una vez encendido, no se detuviera nunca. Sin embargo, las medidas propuestas no fueron efectivas en todos los casos para una región que, como hemos expuesto, contaba con particulares características sociales, culturales y económicas. Los aspectos enumerados en los cuales era necesario avanzar para lograr sacar a la región de su ancestral atraso, atentaban de alguna manera contra las costumbres, modos de vida, prácticas económicas y movilidad permanente de la población.

LAS INSTITUCIONES ESTATALES Y LOS FUNCIONARIOS LOCALES A partir del análisis de los documentos pude comprobar que en Antofagasta de la Sierra las instituciones que se planteaban como necesarias para el progreso fueron establecidas en su totalidad. Sin embargo, su funcionamiento fue irregular y estuvo sometido a una serie de dificultades de diversa índole que provenían en parte de las decisiones políticas de las autoridades nacionales y en parte del accionar de los funcionarios locales a cargo de cada una de ellas. Los inconvenientes relacionados con el primer aspecto, se pueden circunscribir a la escasez de presupuesto y a las consecuencias derivadas de esto. Por ejemplo, decía uno de los gobernadores sobre los jueces de paz: “(...) es casi imposible encontrar personas que vengan a estas alturas a lucir su competencia en funciones complejas, por tan reducido salario como perciben aquellos” (Memorias del Departamento del Interior 1925-1926).

En varias ocasiones se registraron quejas de los jueces de paz sobre las condiciones en las cuales debían trabajar. A modo de ejemplo, citamos: “Reitero mi pedido de papel, sobres de nota, tinta y plumas de escribir, por carecer por completo. Ya no hay en qué actuar por falta de una hoja de papel. Las actas del Registro Civil están sufriendo un atraso por falta de tinta, pues la poca que existe es de copiar y no es apta para los libros del registro” (AGN. Series Históricas III. Signatura 156).

En otra ocasión el reclamo era el siguiente: “Hace seis años que vengo solicitando a las diferentes administraciones del Territorio, la provisión de cuatro sillas para asientos de esta oficina por carecer de ellas en absoluto. Los asientos que tiene el Juzgado son unos cuantos cajones vacíos” (AGN. Series Históricas III. Signatura 157). Asimismo, los comisarios elevaron quejas en el mismo sentido que los jueces de paz. Por ejemplo: “(...) el edificio de la comisaría la mayor parte está en el suelo, completamente destruido“ (AGN. Series Históricas III. Signatura 143).

O también: “(...) esta comisaría no cuenta más que con una carabina Winchester en regular estado y ni un sólo proyectil para ella, no habiendo otra clase de armas de que servirse” (AGN. Series Históricas III. Signatura 131). Las dificultades relacionadas con el segundo de los aspectos mencionados, es decir con las prácticas de los funcionarios locales, se evidenciaron en los reclamos, denuncias y quejas de los pobladores. Las leyes y decretos que habían sido dictados con el fin de modificar las prácticas económicas tradicionales fueron manipulados y utilizados en beneficio personal por varios de estos empleados. Las prácticas recurrentes se pueden agrupar bajo los siguientes rótulos: decomiso de mercadería a los comerciantes, decomiso de los productos de la caza y de las armas, entrega de lotes a determinados pobladores, negociados personales e incumplimiento de las obligaciones inherentes a sus funciones como por ejemplo, quedándose con el dinero del cobro de multas y contravenciones. Si bien las funciones y atribuciones inherentes a cada función estaban claramente estipuladas desde las leyes, en la práctica los hechos no siempre coincidieron con las normas. Dicha discordancia obedeció, en parte, a la distancia entre Antofagasta de la Sierra y la capital del Territorio Nacional de Los Andes, San Antonio de los Cobres, distancia que se cubría a lomo de mula en aproximadamente siete días. Es decir que entre que una carta llegaba a destino y volvía la respuesta, pasaban por lo menos catorce días, tiempo suficiente para que algunos inconvenientes debieran resolverse por otros medios. Sin embargo, ésta no era la única causa por la cual observamos diferencias entre el deber ser de cada función y el rol jugado en la realidad; entre los factores que tomaremos en consideración estarán los intereses personales, las relaciones sociales y los factores económicos, entre otros. Los límites de cada una de las funciones fueron permanentemente traspasados a causa de lo cual fue preocupación cotidiana de los gobernadores controlar el buen ejercicio de sus subordinados. Nos vamos a centrar específicamente en los jueces de paz y comisarios, porque eran los que ejercían los cargos con mayor poder de decisión. En palabras del gobernador Luis Diez: “(...) pocos funcionarios de policía conciben las atribuciones especiales que la Ley 3906 asigna a los Jueces de Paz locales, en materia correccional,

comercial y civil, existiendo una natural tendencia, muchas veces rectificada por la Gobernación, a ejercer atribuciones judiciales y prescindir hasta de elementales consideraciones para con los jueces, a quienes tratan de cercenar materias de su exclusiva competencia” (Memorias del Departamento del Interior, 1925-1926).

Sin embargo, consideramos que estos abusos de atribuciones no fueron unidireccionales y que detrás de cada funcionario local había una base política que los sustentaba; tal vez por este motivo y por las quejas de los pobladores ante lo que consideraban abusos de poder de parte de los empleados estatales, hubo un recambio recurrente de comisarios y en menor medida de jueces de paz. Ejemplificamos las prácticas ilegales de algunos funcionarios con las siguientes citas: “(...) soy víctima de parte del Señor juez de paz de este Departamento Don Pedro A. Cámara, quien como se explica desconociendo en absoluto mis derechos legítimamente adquiridos como lo prueba desde ya el tiempo me ha desalojado de la Vega de Cortadera, de la que soy poseedor, desde el año setenta, época de mis finados padres, dándole posesión de ésta por mera complacencia al sujeto Avelino Burgos con quien es íntimo amigo y bajo ningún concepto podía dejar de complacerlo en tan observadas pretensiones” (AGN. Series Históricas III. Signatura 131). En los primeros años de Antofagasta de la Sierra dentro del Territorio Nacional de Los Andes no había impuestos ni contribuciones fiscales; paulatinamente, se fue legislando acerca de diferentes temas dentro de los cuales podemos mencionar: el cobro de invernada a las personas ajenas al territorio, el cobro de multas a los cazadores de vicuñas y chinchillas y otras contravenciones, el sellado de los certificados de marcas y señales, etc. Este aumento de la presión fiscal sobre los pobladores fue para los funcionarios locales una fuente de ingresos paralela, dado que en variadas ocasiones no hicieron entrega del dinero a la jefatura de policía ni informaron acerca de su cobro. El gobernador Brígido Zavaleta, en el año 1910, realizó una acusación a Alberto Durand quien fuera comisario y juez de paz, porque “(...) ha cobrado impuestos municipales, derechos por introducción de coca, derechos a las pieles y derechos de pastaje a vecinos del Territorio, y de cuya inversión no existen antecedentes en los archivos de la Gobernación” (Libro Copiador. Signatura 198. Copiador N° 3). A pesar de la distancia y de las dificultades de comunicación entre Antofagasta

y la capital del Territorio las quejas y denuncias sobre estas irregularidades llegaron con asiduidad. Fueron, en general, los mismos perjudicados quienes denunciaron a los funcionarios implicados, los cuales en algunos casos fueron removidos de su puesto. Por otro lado, hubo algunos funcionarios que ocuparon el cargo durante varios años; éstos se involucraron en relaciones amistosas y sentimentales, situación que derivó en dificultades en el momento de ejercer el cargo público. Uno de los funcionarios paradigmático para ejemplificar esta situación es Moisés Aráoz quien fuera juez de paz durante veinte años. En el año 1936, el entonces gobernador Juan E. Cornejo Arias solicitó al Ministerio del Interior el traslado de Aráoz al Departamento de Pastos Grandes, fundado en que: “(...) dicho Juez, de un tiempo a esta parte, no cumple estrictamente con sus obligaciones, debido seguramente a estrechas amistades contraídas en su larga estadía en ese departamento, lo que le imposibilita aplicar la ley y sus sanciones en la manera en que está obligado, como asimismo en el hecho de haber denuncias contra dicho funcionario sobre posibles desavenencias con el resto de los pobladores, los cuales aseveran ser víctimas de injusticias que, si bien es cierto, no pudieron comprobar debidamente, siempre quedaron presunciones de su mal comportamiento” (Libro Copiador. Signatura 236. Copiador N° 43).

Sin embargo, el juez de paz no fue trasladado y permaneció en el cargo siete años más. Muy posiblemente en tantos años haya hecho amistad con parte de la población; además, se casó con Juana Reales, quien era parte de una familia extensa e influyente dentro de la cual estaba Carlos Reales -agente de policía-. Es decir que estableció relaciones sociales y personales en Antofagasta de la Sierra que habrán beneficiado a algunos pobladores, perjudicando a otros. En contraste con este caso, hubo otros funcionarios que solamente ocuparon el cargo unos meses; a pesar de la diferencia que implica la permanencia corta en el cargo, casi sin excepción hubo inconvenientes con casi todos los funcionarios y quejas de los pobladores. Es decir que la presencia de estos nuevos actores sociales no pasó desapercibida, ni sus actos ajenos a las leyes fueron tolerados por la población. La tradición de contraponer acciones y denuncias a las situaciones consideradas injustas, nacida en la etapa colonial, permaneció como una práctica válida de enfrentamiento entre intereses opuestos, aunque en siglos anteriores su manifestación haya sido a través de la rebelión abierta. Entonces, la inserción de Antofagasta de la Sierra dentro del Estado argentino

generó escasas modificaciones en el modo de vida de los habitantes; el cambio de nacionalidad, pasar de ser bolivianos a ser chilenos y luego argentinos, no suscitó conflictos de identidad y los pobladores aceptaron las nuevas reglas y se adaptaron a ellas de manera tal de comprender los mecanismos de presión sobre las autoridades y utilizarlos en los casos que fue necesario.

CONCLUSIONES La política planteada desde el gobierno nacional fue caracterizada como basada en los ideales de la “generación del ‘37”, dentro de los cuales se señaló la importancia asignada al progreso, es decir aquellos aspectos relacionados con el desarrollo económico, social y cultural que eran inseparables unos de otros. Apenas incorporada esta región al territorio argentino, desde el Ministerio del Interior se planteó: “(...) adoptar todas las providencias encaminadas a favorecer la buena marcha y el progreso del Territorio que entra al dominio de la República tal como salió de las manos del Creador” (Memorias del Departamento del Ineterior, 1988).

Entonces, estaba allí todo por hacerse aún; no sólo era necesario impulsar las instituciones acordes a una nación moderna, sino que además era indispensable acrecentar el número de habitantes a partir de la instalación de colonos provenientes de las provincias vecinas, quienes como efecto secundario deseado, traerían además pautas culturales novedosas para los habitantes nativos. La iglesia como institución no jugó un rol importante en Antofagasta de la Sierra debido a que nunca hubo un sacerdote establecido de forma permanente, sino que realizaban esporádicas visitas. Esas ocasiones, en las que se reunía en el pueblo la gente que habitaba en las vegas de los alrededores, fueron aprovechadas por los funcionarios para realizar censos de población. En todos los informes de los gobernadores consultados se hacía hincapié en la imperiosa necesidad de fortalecer la educación, único medio posible para la homogeneización de la población con la del resto del país. Asimismo, era considerada la vía directa hacia la consecución de la defensa de la soberanía nacional en una región limítrofe que había pertenecido a Bolivia y a Chile antes de quedar incluida en la República Argentina.

La Historia Patria, materia que por razón de ubicación del Territorio, debe ser y es, objeto de especial atención, ocupa un lugar especial en los programas. La Escuela Argentina actual pórtico de una argentinidad viril y sana de espíritu, debe formar caracteres que ritmen su sentir con la época; y la Escuela Argentina, en Los Andes, guía sus pasos en tal sentido, buscando orientar a ese alumnado hacia normas de vida sana y espiritualmente nobles” (AGN. Series Históricas III. Signatura 184).

Sin embargo, la escuela en Antofagasta de la Sierra no logró mantener su funcionamiento con regularidad; a pesar del énfasis explicitado desde los papeles, en la realidad resultó ser una institución que estuvo a merced de la buena o mala disposición de los comisarios y jueces de paz, quienes en ocasiones dificultaron su normal desempeño. A modo de ejemplo, citamos la siguiente queja de uno de los maestros: “(...) el Encargado de la Comisaría Cabo de Policía Francisco P. Aijona en connivencia con el Sr, Juez de Paz del mismo lugar, arbitrariamente han cortado el agua de una acequia que cruza contigua a la escuela, privando a la misma y su alumnado del uso de tan indispensable elemento(...)” (AGN. Series Históricas III. Signatura 184).

Entonces, los funcionarios locales con asiduidad tuvieron intereses enfrentados con los ideales nacionales, no exclusivamente con relación a las escuelas. El desarrollo de la agricultura fue impulsado desde el gobierno nacional mediante el Ministerio de Agricultura; si bien la región puneña presenta características desérticas en casi toda su extensión, con muy escasas lluvias y pocos ríos, determinadas zonas, como Antofagasta de la Sierra presentan abundancia de agua y pastos naturales. Sin embargo, no prosperaron los intentos de plantar otro tipo de vegetales, en parte por las condiciones climáticas y en parte por el desinterés de los pobladores que tenían organizada la vida económica y simbólica alrededor de los rebaños de animales. Además de brindarles alimento y lana para la confección de ropas, utilizaban sus productos para el intercambio con la gente de los valles mesotermales. Particularmente, Tinogasta, Fiambalá y Belén en la provincia de Catamarca, fueron los lugares más elegidos. Llegaban hasta allí en caravanas de burros o llamas transportando sal además de los productos derivados de ovejas, cabras y llamas, especialmente la lana y a su regreso traían en mayor medida frutas secas y maíz. Otro

tipo de comercio era el que realizaban a larga distancia, llevando ganado vacuno que invernaba en las vegas del Departamento a Chile y Bolivia, trayendo de vuelta hojas de coca y artículos de uso cotidiano -peines, agujas, ropa, etc.-, para vender o trocar (García y Rolandi 1999b; García et. al. 2002). Con el fin de controlar este tipo de prácticas comerciales se crearon resguardos de aduana para los productos importados que funcionaron de manera irregular, dando lugar a situaciones dudosas y conflictivas. El modo de vida tradicional descripto, con sus costumbres y prácticas económicas características, no se vio alterado sustancialmente por las nuevas instituciones estatales y la acción de los funcionarios. A pesar de que, desde el gobierno nacional, se plantearon objetivos que iban en contra de la trashumancia y a favor del sedentarismo, nunca se tomaron las medidas legales tendientes a regularizar la situación de la posesión de la tierra. Aún en la actualidad, las tierras son de propiedad fiscal y en el período analizado en este trabajo, esta situación fue fuente de contradicciones; por un lado, le garantizaba a los pobladores el acceso a las pasturas, pero también permitía el accionar arbitrario de los jueces de paz y comisarios que en ocasiones, otorgaban y quitaban parcelas de tierras según su parecer. Los policías y jueces de paz que ocuparon cargos en Antofagasta de la Sierra desobedecieron las órdenes de sus superiores en variadas ocasiones. Amparados en la distancia de la capital del Territorio de donde emanaban las normas tomaron decisiones por su cuenta; los pobladores no consintieron estos actos de manera pasiva, sino que realizaron quejas y reclamos con dispares resultados. Los gobernadores, que eran elegidos desde el gobierno nacional, tuvieron una ardua tarea en el control del buen accionar de sus empleados. Sin embargo, fueron tolerantes y flexibles en determinados casos; seguramente, había intereses políticos que escapan a los objetivos del presente trabajo, pero que podrían ser rastreados con relación a los vaivenes de la política salteña. Las nuevas relaciones sociales que se establecieron en Antofagasta de la Sierra a partir de las instituciones estatales estuvieron en íntima relación con el funcionario que las representaba y no con la institución misma. En general, la política que se proponía desde el gobierno nacional a través de la representación de los gobernadores, fue vulnerable a las decisiones de los encargados de llevarlas a la práctica, es decir, que podemos plantear cierta independencia de criterios en la interpretación de las leyes y disposiciones. A partir del análisis de los diferentes hechos ocurridos, queda claro que los cargos

de comisario y juez de paz no eran un fin en sí mismo sino un medio a través del cual se pretendía el acceso a posiciones de poder dentro de la comunidad, que facilitaran la realización de negocios más redituables que el salario percibido por el cargo. Asimismo, en algunos casos fue una especie de trampolín o de ejercicio de práctica para cargos de mayor jerarquía. “Dominar las instituciones para poder burlar las reglas era la práctica cotidiana de esta sociedad de contumaces ambiciosos (...)”, dice Lorandi (2002) hablando de los encomenderos, y creemos que esa fue también la práctica cotidiana de estos funcionarios. Las intensiones de los funcionarios que ocupaban distintos cargos estuvieron orientadas hacia el control de la población en beneficio propio, y en aquellos casos en que las alianzas no fueron posibles, no dudaron en calumniar, mentir, atacar, etc. a los otros, es decir en desestabilizar a la institución que podía competir por el poder. En este sentido, los gobernadores resultaron ser una especie de árbitros o mediadores entre las partes en disputa. Como se ha señalado anteriormente, las pautas sociales, económicas y culturales de la población no sufrieron grandes alteraciones a partir de la nueva inserción estatal. Sin embargo, los pobladores evidenciaron una gran adaptabilidad a las nuevas reglas de juego basada en sus anteriores experiencias con las autoridades bolivianas y chilenas, en menor medida. Los reclamos y quejas junto con las amenazas de cambiar de jurisdicción, fueron armas utilizadas recurrentemente ante situaciones consideradas injustas o perjudiciales. Finalmente, considero que la presencia estatal fue en cierta manera, formal. Si bien no se analiza en este trabajo el desempeño de cada gobernador, es posible observar que algunos sentaron una presencia estatal más fuerte y orientaron sus actos de gobierno hacia el reforzamiento de las instituciones; hubo períodos en los que las dificultades relacionadas con los funcionarios opacaron las intenciones de progreso. Si bien todas las estructuras estatales fueron instaladas, nombrados los funcionarios y dictadas las leyes y decretos, su contenido fue confuso y desviado hacia privilegios individuales. Estaban las instituciones, estaban las leyes y estaban los funcionarios pero no estaban los medios económicos imprescindibles para cumplir con los objetivos propuestos. Tal vez, este aspecto sea la cara y contracara simbólica de la contradicción entre lo escrito y lo actuado, entre los derechos y obligaciones de los funcionarios y su accionar concreto y la decisión política de disolver el Territorio Nacional, su inevitable consecuencia.

AGRADECIMIENTOS Agradezco al Dr. Carlos Zanolli la sutil, paciente y atenta lectura de este trabajo y sus oportunos comentarios.

BIBLIOGRAFÍA Benedetti, A. 2003. Territorio Nacional de Los Andes: entre el éxito diplomático y el fracaso económico. En: Puna de Atacama. Sociedad, economía y frontera págs. 53-80. Alejandro Benedetti (comp.) Córdoba, Alción Editora. 2005. Un territorio andino para un país pampeano. Geografía histórica del Territorio de Los Andes (1900-1943). Tesis Doctoral. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras, MS. Brizuela del Moral, Félix 1988. Historia de la organización territorial de Catamarca (siglosXVI, XVII, XVIII, X IX y XX). Universidad Nacional de Catamarca. Cerri, Daniel 1993 (1903). El Territorio de Los Andes (República Argentina). Reseña Geográfica Descriptiva. Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy. García, S. y D. Rolandi 1999a. Breve historia de Antofagasta. Buenos Aires. Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. 1999b. Viajes comerciales, intercambio y relaciones sociales en la población de Antofagasta de la Sierra (Puna Meridional, Argentina). En: Propuestas para una Antropología Argentina V págs. 201-217. Carlos Berbeglia (coord.) Buenos Aires, Biblos. García, S., D. Rolandi, M. López y P. Valeri 2002. Viajes comerciales de intercambio en el departamento de Antofagasta de la Sierra, Puna meridional argentina: pasado y presente. Redes, Volumen 2: 5. http://revista-redes.rediris.es

Gil Montero, R. 2004. Caravaneros y trashumantes en los Andes Meridionales. Población y familia indígena en la Puna de Jujuy, 1770-1870. Lima. Instituto de Estudios Peruanos. Lorandi, A.M. 2002. Ni ley, ni rey, ni hombre virtuoso. Guerra y sociedad en el virreinato del Perú. Siglos X V Iy XVII. Editorial Gedisa. Barcelona. Moscoso, M. 1991. La tierra: espacio de conflicto y relación entre el Estado y la comunidad en el siglo XIX. En: Los Andes en la encrucijada. Indios, Comunidades y Estado en el siglo XIX, págs. 367-390. Heraclio Bonilla (comp.), Quito, FLACSO. Nielsen, A. 1997/1998. Tráfico de caravanas en el sur de Bolivia: observaciones etnográficas e implicancias arqueológicas. Relaciones XXII-XXIII: 140-177. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología. Villavicencio, S. 2007. Ciudadanos, bárbaros y extranjeros: figuras del Otro y estrategias de exclusión en la construcción de la ciudadanía en Argentina. En: Araucaria, Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, Año 5, N° 9 (on line).

FUENTES DOCUMENTALES AGN: Archivo General de la Nación Libro Copiador Series Históricas III Biblioteca Nacional del Maestro: Consejo Nacional de Educación Censo Escolar, año 1943 Ministerio del Interior Memorias del Ministerio del Interior

G RUPOS ÉTNICO S Y TERRITO RIOS EN LA CUENCA DEL PLATA DURANTE LOS SIGLOS X V I Y X VII LATINI, Sergio Hernán *

INTRODUCCIÓN Este trabajo es parte de una investigación de doctorado sobre procesos de etnogénesis y reconfiguración étnica entre los pueblos indígenas que habitaron la banda oriental del Uruguay y el delta del Paraná. Podríamos delimitar la región en estudio como el área comprendida por el territorio de la actual República Oriental del Uruguay, el delta del río Paraná, la actual provincia argentina de Entre Ríos, el sur de la provincia de Corrientes hasta el río Miriñay y el sur del estado brasileño de Rio Grande do Sul hasta el río Ibicuí. Consideramos que éste fue un espacio de frontera, en donde el europeo no tuvo control efectivo ni sobre el territorio ni sobre los pueblos que lo habitaban. Sin embargo, los colonizadores trabaron una profunda interacción con estos grupos, ya sea a través de hostilidades como también de negociaciones, induciéndolos a profundos procesos de etnogénesis. Utilizamos el término europeo para referirnos a los colonizadores en general, ya que el territorio en cuestión fue recorrido y disputado tanto por españoles como por portugueses a lo largo de varios siglos. Los españoles en busca de una vía fluvial que comunicara el océano Atlántico con el Perú, siempre tras los metales preciosos, remontaron el río Paraná, y fundaron Asunción del Paraguay en 1541. Esta ciudad fue la única que permaneció, ya que los otros intentos fundacionales como por ejemplo Sancti Spiritu (1527) a orillas del Paraná en la provincia de Santa Fe, San Salvador (1520) en el actual departamento de Colonia, Uruguay, y Buenos Aires (1536), éstos últimos en el estuario del Río de la Plata, fueron abandonados tras sufrir el acoso permanente de los pueblos indígenas de la región. Bracco (2004) afirma que uno de los factores que favorecieron la permanencia de Asunción fue la convivencia pacífica de los españoles con la población indígena y la posibilidad de parte de aquellos de utilizar la abundante mano de obra de los “naturales”.

*CONICET/Universidad de Buenos Aires

Sin embargo, a pesar del crecimiento de Asunción, a costa de la esclavización de la mano de obra indígena, ésta quedaba aislada en medio del continente. Su comunicación fluvial era muy dificultosa, al igual que los caminos terrestres hacia Perú, por lo que las rutas más utilizadas eran las que comunicaban con los portugueses del litoral atlántico (Bracco 2004). Debido a esta situación, los españoles buscaron fundar en el curso fluvial del Paraná, puestos intermedios que ayudaran a la navegación del mismo, para que las naves provenientes de España pudieran reaprovisionarse antes de remontarlo. Hacia fines del siglo XVI se produce la fundación de Santa Fe (1573), Buenos Aires por segunda vez y de manera definitiva (1580) y Corrientes (1583). Todas estas fundaciones nos demuestran que los españoles harán que el río Paraná se constituya como la línea de frontera oriental de su expansión durante el siglo XVI. Los territorios al este de esta línea son denominados de varias maneras en las fuentes: “banda oriental”, “banda del norte” (desde la perspectiva de Buenos Aires) y algunas veces como “banda de los charrúas”. Esta zona estará habitada por los indios infieles, llamados así porque los intentos de otorgarlos en encomienda o reducirlos en pueblos de misión no prosperaron. Uno de los objetivos de nuestra investigación doctoral es la reconstrucción de territorialidades de los grupos indígenas que habitaban esta región, antes de la llegada de los europeos, que - a diferencia de los espacios circundantes como Pampa, Patagonia y el Chaco que estaban habitados por grupos étnicos que ocupaban extensas áreas- contiene en un espacio reducido una multiplicidad de grupos étnicos: “charrúas”, “minuanes” o “guenoas”, “yaros”, “chaná- timbúes” y “guaraníes”, por nombrar sólo algunas de las denominaciones con las que nos encontramos en los documentos. Ahora bien, intentar conocer con más precisión el territorio habitado por estos grupos antes de la ocupación española plantea todo un desafío, por la escasez de fuentes documentales sobre los primeros contactos y por la confusión que las mismas plantean en cuanto a las denominaciones y adscripciones étnicas que españoles y portugueses utilizaron. En este trabajo discutiremos la identificación de los territorios de los grupos étnicos por parte de los autores que se especializaron en el área, en base a las descripciones de los conquistadores europeos de los siglos XVI y XVII.

LOS TERRITORIOS INDÍGENAS SEGÚN LA BIBLIOGRAFÍA ESPECIALIZADA

Diversos autores que se ocuparon del tema delimitaron y reconstruyeron territorialidades. Sólo indicaremos tres autores a los que consideramos más significativos en el estado actual de la investigación. El primero es Eduardo Acosta y Lara. Este realizó una obra monumental en dos tomos llamada “La guerra de los charrúas”, publicada en 1961 y 1969. Aquí él cita numerosas fuentes intentando reconstruir la historia de los grupos indígenas que habitaron el Uruguay. Siguiendo los relatos de los primeros conquistadores va ubicando a todos los grupos antes mencionados únicamente en el actual territorio de la República del Uruguay. Los charrúas estarían ubicados en dos grupos: el primero desde las inmediaciones del cabo Santa María -lo que hoy es Punta del Este-, bordeando la costa del río de la Plata hasta Maldonado; y el segundo en la zona de la desembocadura del río Uruguay, en los alrededores de la actual Colonia del Sacramento. Los chaná-timbués se encontrarían en la desembocadura del río Solís Grande sobre el río de la Plata. Acosta y Lara, siguiendo el diario del navegante portugués Lope de Sousa, dice que este grupo del Solís Grande es de chaná-beguaes. Sin embargo, autores posteriores afirman que es un subgrupo de los chaná-timbúes por hablar la misma lengua. Asimismo, va a ubicar otro grupo de chaná-timbúes en las inmediaciones de Colonia, y en la desembocadura del río Negro sobre el río Uruguay. Los guaraníes se encontrarían en las islas del delta del Paraná y en la región de Colonia. Curiosamente, no nombra minuanes en el siglo XVI, el siglo de los primeros contactos. Creemos que esta exclusión de los minuanes por parte de Acosta y Lara -en su reconstrucción de las territorialidades de los grupos étnicos en el Uruguay del siglo XVI- se debe a que estos grupos no fueron nombrados por los primeros europeos que llegaron a esa zona, y recién aparecieron en las fuentes del siglo XVII. La segunda autora es Itala Basile Becker, que utiliza un planteo muy interesante desde una perspectiva etnohistórica en una tesis de maestría de 1982 que va a publicar 20 años después. Indicó que los grupos más importantes que habitaban la banda oriental del Uruguay en el momento de la llegada de los europeos en el siglo XVI, eran los charrúas y los minuanes, que luego durante el siglo XVIII serán confundidos entre sí en las fuentes, especialmente luego de la alianza que hacen

ambos grupos aproximadamente por 1730, cuando tendrán otra distribución espacial. A los charrúas los dividirá en dos grupos, cada uno localizado en una de las márgenes del río Uruguay, es decir, un grupo del lado argentino y el otro del lado uruguayo, desde la desembocadura del río Uruguay hasta la desembocadura del río Negro. A los minuanes los ubica en el territorio este y sudeste de la República del Uruguay, dividiéndolos en dos grupos, los del este y los del sur. Esta localización explica para ella que los navegantes del río Uruguay no los hayan observado y que recién se los nombre por vez primera en una fuente de 1655. Esta autora sólo menciona a otros grupos como los chaná-timbúes y los guaraníes, sin dar detalles de los mismos. Creemos que es debido a que, como dijimos anteriormente, para ella los charrúas y minuanes eran mayoritarios y, además, debido a su recorte de investigación que tenía como objeto de estudio únicamente a estos dos grupos étnicos. Y el tercero es Diego Bracco que en el 2004 publicó en un libro “Charrúas, guenoas y guaraníes” fragmentos de fuentes primarias inéditas, demostrando un gran trabajo de recopilación de documentos de archivo de varios repositorios. Basándose en este gran corpus documental buscó aportar al conocimiento de las poblaciones indígenas del territorio de la Banda Oriental del Uruguay. Él también menciona a los grupos indígenas antes indicados. A los guaraníes los ubica en las islas del delta del Paraná, pero considera que “tienen un radio de acción más extenso y se consideraban emparentados con numerosas parcialidades emplazadas a veces en sitios tan distantes como el río Paraguay” (Bracco 2004: 29).

A los chaná-timbúes los situará en torno del río Paraná, al sur de la desembocadura del río Paraguay, y también en islas del río Uruguay en la desembocadura del río Negro. En los lugares próximos al nacimiento del río de la Plata tendrían sus asentamientos los charrúas. Y en las inmediaciones del cabo Santa María habría una parcialidad distinta, pero que por la fuente que utiliza (Medina 1908) no puede asegurar cual es. Pensamos que pueden ser los minuanes, localizados en ese sitio por Basile Becker.

DISCUSIÓN Estos tres autores muestran cuan confuso es el panorama étnico de la región. Creemos poder identificar diversos factores que contribuyen a esta confusión. Primero hay que tener en cuenta tanto como advierten Basile Becker (2002) y Bracco (2004) que los datos que poseemos son sólo de las riberas de los ríos. El siglo XVI va a ser el siglo de los descubrimientos en la región. Tanto la corona española como la portuguesa enviarán expediciones en busca del paso interoceánico, como también en exploración de los territorios y de sus potenciales riquezas. Diversos navegantes han recorrido estas aguas como Solís, Diego García, Gaboto, Ortiz de Zárate, Lope de Sousa, etc. En sus diarios de navegación, o en los relatos de cronistas que iban con ellos, se encuentran las primeras noticias de los grupos indígenas de la región. Ello no significa que los grupos sólo ocupen las riberas de los ríos y no el interior del territorio. Luego habrá noticias de ellos en las fuentes posteriores, cuando comience a ocuparse efectivamente el interior del territorio. Por lo cual, para este siglo, esto limita bastante la verdadera reconstrucción de las territorialidades. En segundo lugar, tenemos una superposición de datos contradictorios en las ubicaciones de los diferentes grupos por parte de los tres autores. Sin embargo, si ampliáramos la cantidad de autores la confusión se acentuaría aún más. ¿Cómo es esto posible si todos trabajan con un corpus documental muy parecido y a veces hasta con las mismas fuentes? Diversos motivos nos podrían ayudar a responder esta pregunta. Antes que nada, hay que reconocer que los cronistas no son antropólogos y no estaban interesados en realizar etnografías, por lo que las informaciones que nos dan de los grupos étnicos están bastante limitadas tanto por el conocimiento de la lengua nativa que poseían como por el poco interés que tenían para identificarlos cabalmente. Siguiendo a Nacuzzi (1998: 109): “los gentilicios adjudicados por los viajeros o cronistas en general resultan generalmente poco confiables, puesto que frecuentemente eran anotados sin tener en cuenta si la denominación provenía del grupo propiamente dicho, si era proporcionada por terceros o si era fruto de la observación personal del autor. Muchas veces están teñidos por opiniones preformadas debido a la información que han recibido de los grupos, de algunos de sus integrantes o de otros autores antes de contactarse con ellos; la ortografía es poco clara y siempre cambiante.”

En nuestra área de estudio hay razones fundadas- además es mencionado por todos los autores- para creer que el guaraní se hubiera convertido en una lengua franca, ya que muchos europeos la utilizaban para comunicarse con los diferentes grupos étnicos de la región. Esto nos conduce a pensar que todos, o la mayoría de los intentos de denominaciones étnicas estarían ya interferidas por la utilización del guaraní. Ejemplo de esto se encuentra en las anotaciones de Pedro de Ángelis a la obra de Ruy Díaz de Guzmán cuando dice: “Charrúa, en guaraní quiere decir somos turbulentos y revoltosos [...]” ([1836] 1969: 335). También es significativo que muchos de los accidentes geográficos de la región recibirán nombres guaraníes, como por ejemplo el río Uruguay, que significa río de los pájaros o río de los caracoles. También encontrarnos en las fuentes muchos nombres guaraníes de caciques charrúas o minuanes. A esto hay que sumarle la dificultad de los cronistas de entender lo que escuchaban en las lenguas indígenas para conseguir información de otros grupos y para transcribir los nombres que escuchaban. Es así como tenemos diversos términos para un mismo grupo étnico, como por ejemplo, Fernández de Oviedo habla de “jacroas”, Diego García de “charruaes”, Del Barco Centenera de “charruaha” y Schmidel de “zechuruass”. En este caso, es fácil deducir por analogía que se trata del mismo grupo étnico, sin embargo hay otras denominaciones para las cuales no podemos por el momento, arriesgar una correspondencia con otros nombres más conocidos, como “yaros”, “bohanes”, “beguaes”, etc. Teniendo en cuenta todos estos elementos, que a primera vista parecen confusos, podemos hablar de identidades impuestas, como señala Nacuzzi (1998). Es decir, los cronistas van poniendo rótulos a los grupos que encuentran aproximadamente por sus ubicaciones geográficas, sus relaciones con otros grupos, su lengua, etc. “No era una preocupación clave de estos informantes delimitar grupos y naciones, sino hacer posible la convivencia y el trato con ellos. Con este fin, sólo necesitaban identificarlos de alguna manera y a grosso modo utilizaban los mencionados rótulos” (Nacuzzi 1998: 133).

Creemos que el análisis que esta autora realiza para el norte de la Patagonia puede ser perfectamente aplicado en nuestra área de estudio. A los primeros descubridores les interesaba saber con cuáles grupos podían interactuar y a cuáles era mejor evitar. No olvidemos el desafortunado episodio del descubridor del río de

la Plata, Juan Díaz de Solís, que al desembarcar con unos compañeros en la región de Colonia de Sacramento, “fueron emboscados, muertos y devorados” (Bracco 2004: 17)1. Este hecho despertó una larga discusión, que todavía perdura, sobre si se trataba de charrúas o guaraníes. Luego de este encuentro poco feliz, no parece desatinado afirmar que lo primero que querían identificar los europeos era si los grupos eran antropófagos o no. Por último, nos encontramos que en las fuentes que utilizan los mismos autores ubican diferentes grupos étnicos en un mismo lugar. Esto puede ser explicado por dos razones, por un lado nos encontramos que todos estos grupos interactuaban profundamente entre sí. Acosta y Lara (2006: 5) nos dice al respecto que charrúas y chaná-timbués convivían en un mismo lugar. Bracco (2004) también abona esta idea al mencionar alianzas entre estos grupos contra los europeos como así también la utilización de paraderos estacionales y el intercambio de productos, más allá de las guerras internas entre sí. Además de todo esto, hay que tener en cuenta que son grupos nómades, y como tales, siguiendo a Nacuzzi (1991) tenían ciertas rutas estacionales y movilidades que se relacionan con la accesibilidad de diferentes recursos en diferentes épocas del año.

CONSIDERACIONES FINALES Según nuestro análisis, las cuestiones mencionadas como el conocimiento del territorio que se limitó a las riberas de los grandes ríos, la aplicación de rótulos tal vez en guaraní- la preocupación por identificar grupos étnicos “amigos” de los que no lo eran, en una población nómade que cambiaba de lugar dependiendo de ciclos estacionales, hace muy dificultoso establecer territorialidades precisas para todos los grupos que habitaron nuestra área de estudio durante el siglo XVI en el momento actual de la investigación. Esto nos plantea más interrogantes ¿Son diferentes grupos étnicos o son diferentes parcialidades de un mismo grupo étnico? ¿Hasta qué punto será posible establecer territorialidades para estos grupos étnicos? Tal vez ayude a responder estas preguntas la hipótesis que sugerimos de que el territorio de estos pueblos, como el de todos los cazadores-recolectores, no es un continuum de tierras en los márgenes de los ríos -como consideran todos los autores- sino que su radio de acción estaba constituido por un territorio fragmentado.

Este territorio estaba “salpicado” por otros pueblos, con los cuales interactuaban permanentemente, relacionándose pacíficamente con intercambios, como así también, luchando por el acceso a los recursos, como Lucaioli (2005) ha demostrado para los abipones del Chaco. Esta autora prefiere utilizar la expresión “ámbito geográfico” por ser más dinámica que “ubicación geográfica”. Definirá al “ámbito geográfico” de los grupos abipones como el espacio utilizado por ellos para “el desarrollo de sus actividades económicas, sociopolíticas e interétnicas” (2005: 100). A este espacio territorial, ella los dividirá en dos clases: uno más acotado que es el espacio del emplazamiento de las viviendas y que sería reconocido como propio, y el segundo como un espacio más amplio compartido con otros grupos para sus partidas de caza, comercio, guerra, etc. Creemos que el análisis realizado por Lucaioli podría ser aplicado a los grupos étnicos que habitaron nuestra área de estudio y nos ayudaría a esclarecer un poco el confuso panorama étnico de la región. Posiblemente los grupos étnicos que habitaron nuestra área de estudio tendrían un espacio acotado donde establecerían sus viviendas y que sería reconocido como propio y luego un área más extensa y compartida entre todos los grupos étnicos que estaría relacionado con los circuitos de acceso a los recursos. Seguramente habría cazaderos y centros pesqueros compartidos. La afirmación de Acosta y Lara mencionada anteriormente que refiere a charrúas y chaná-timbués viviendo juntos en un mismo lugar, puede referirse a un paradero estacional compartido por los diversos grupos étnicos. Con esto no queremos excluir los conflictos, ya que las alianzas entre los distintos grupos eran muy cambiantes y en constante redefinición, y junto con estos territorios compartidos de acceso a los recursos, intercambios comerciales y lazos de parentesco, habría rivalidades y encuentros hostiles. Esta idea de “ámbito geográfico” abona nuestra hipótesis de “territorio salpicado”. Los grupos étnicos de nuestra área de estudio no tendrían un continuum de tierras en las riberas de los grandes ríos como afirman Acosta y Lara, Basile Becker y Bracco, sino que su territorio sería un espacio amplio en el que estarían en constante interacción entre sí y dentro del cual tendrían una gran movilidad siguiendo rutas estacionales. Esto explicaría por qué en las fuentes muchas veces se localizan a diferentes grupos en un mismo lugar o compartiendo el mismo lugar y también a un mismo grupo ocupando lugares muy distantes entre sí. Esperamos que en la medida que vayamos avanzando en nuestra investigación podamos responder a estos interrogantes.

BIBLIOGRAFÍA Acosta y Lara, E. F. 2006 (1961). La guerra de los Charrúas Vol. I y II. Montevideo, Ediciones Cruz del Sur. Basile Becker, I. 2002. Os indios charrua e minuano na Antiga Banda Oriental do Uruguai. Sao Leopoldo, R.S., Brasil, UNISINOS Bracco, D. 2004. Charrúas, guenoas y guaraníes. Interacción y destrucción en el Río de la Plata. Montevideo, Librería Linadi y Risso. Díaz de Guzmán, R. 1969 (1836). Historia Argentina del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata. En: Colección Pedro de Angelis I. Buenos Aires, Plus Ultra. Lucaioli, C. 2005. Los grupos abipones hacia mediados del siglo XVIII. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología. Nacuzzi, L. 1991. La cuestión del nomadismo entre los tehuelches. Memoria Americana 1: 103-134. Buenos Aires, Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires. 1998. Identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología.

NOTAS 1 “[Solís] salió a tierra con los que podían caber en la barca, los indios que tenían emboscados muchos arqueros vieron a los castellanos algo desviados de la mar, dieron con ellos, y rodeán­ dolos mataron sin que aprovechase el socorro de la artillería de la carabela, y tomando a cuestas los muertos, y apartándolos de la ribera hasta donde los del navío los podían ver, cortando las cabezas, brazos, y pies, asaron los cuerpos enteros, y se los comían.” (Herrera 1934-1957, citado por Bracco 2004: 28)

4. Identidad y Procesos Migratorios

LA M IG R A CIÓ N JA PO N ESA EN M ÉXICO Y SU RELAC IÓ N CON LOS IM A G INA R IO S U RBANOS MELGAR TÍSOC, Dahil*

Existe, sin duda, una íntima relación entre la migración, los imaginarios y los imaginarios urbanos. La propia historia y desarrollo de la urbanización de la Ciudad de México nos da fe de ello, pues fueron precisamente los imaginarios de la ciudad como un lugar de progreso, modernidad, movilidad social, consumo y trabajo los que motivaron la gran mayoría de los flujos internos pero también internacionales. En el caso latinoamericano, pero también aplicable a otras regiones continentales, la emigración del campo a la ciudad promovida por la precarización del agro y el pujante y emergente desarrollo industrial en las urbes centrales permitió consolidar el papel hegemónico de las capitales no sólo en cuanto a sus funciones políticas, económicas y productivas, sino también dentro de la construcción de imágenes e imaginarios. La presencia de migrantes nacionales y extranjeros provenientes de diferentes coordenadas geográficas y culturales permitió acrecentar la heterogeneidad cultural, racial y social de las ciudades. Esta heterogeneidad, sin duda, se traduce también en una diversidad de formas de percibir la ciudad y de construir imaginarios urbanos, que en conjunto conducen a su vez a formas diferentes de habitar la ciudad. La conexión entre imaginarios urbanos y migración, ha sido un tema poco trabajado tanto por la antropología urbana como por los estudios migratorios. La primera ha tendido a centrarse únicamente en el estudio de los imaginarios que construyen los nativos de la ciudad, mientras los segundos han hecho referencia a los imaginarios e imaginarios urbanos a través de escuetas líneas en las que se mencionan las expectativas y las impresiones que deja el lugar de llegada entre los migrantes. En este sentido nos interesa analizar la ciudad que imaginan y construyen los japoneses de la Ciudad de México y sus descendientes, pues a través de ella podemos aproximarnos a la manera en que ellos viven, articulan y fragmentan la Ciudad de México que imaginan.

* Antropóloga social egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México

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Para el presente trabajo se realizaron 38 entrevistas semiestructuradas a hombres y mujeres entre los 17 y los 60 años, los cuales pueden ser considerados de clase media por su perfil socioeconómico y su auto-adscripción de clase. Otros datos derivaron de pláticas informales y de la observación participante en distintas actividades de la comunidad. Se buscó tener representación de distintos sectores de población entre ellos japoneses migrados, estudiantes de intercambio y descendientes.

LA MIGRACIÓN JAPONESA A M ÉXICO: DE MIGRANTES ECONÓM ICOS A MIGRANTES EN BUSCA DE OTRO ESTILO DE VIDA La migración japonesa en México data de finales del siglo XIX y fue producto por un lado, de la apertura de México a la migración internacional con fines de colonizar territorios de baja densidad poblacional, que difícilmente atraían flujos de migración interna. Por otro lado, correspondió al proceso de modernización, urbanización y construcción del Estado-nación japonés enmarcado dentro del periodo conocido como era o renovación Meiji (1868-1912). Fueron distintos los cambios estructurales que se promovieron en la era Meiji, entre ellos, la modernización de las estructuras militares, económicas, educativas, políticas, burocráticas y de producción industrial. La severa crisis económica desatada durante los primeros años del naciente Estado-nación japonés, sumada a la reforma agraria y al proceso de expansión urbana, dejaría a muchos campesinos sin tierra acrecentando los márgenes de pobreza. Algunos de ellos se incorporaron como prestadores de servicios en las ciudades o como proletarios en las nacientes industrias, sin embargo, ni las fábricas ni las urbes pudieron cubrir toda la demanda laboral. Es por ello que Japón, en su apuesta de construcción nacional, vio en la migración una válvula de escape que le permitiría deshacerse de sus excedentes poblacionales. Si bien la migración japonesa se explica principalmente por motivos económicos, también posibilitó el pago de las deudas morales. Dentro de la tradición filosófica japonesa del bushido y religiosa del shinto (shintoísmo), se subrayan la existencia de deudas y deberes que los individuos contraen desde su nacimiento hacia los superiores, desde el hermano mayor hasta el emperador. Este modelo ético japonés, a su vez, hace énfasis en la importancia del autosacrificio en pos del bienestar colectivo, en el entendido de que los intereses individuales son correspondientes a los intereses de la colectividad. Estas ideas pudieron reforzar la convicción de

algunos migrantes de la necesidad de salir fuera del Japón. Su partida tendría un doble beneficio: a ellos les permitía alcanzar un mayor bienestar económico, a la par que su salida contribuiría a evitar que el régimen del emperador fracasara. A su vez, los hijos menores excluidos de la herencia1 podrían buscar una salida económica y laboral por su cuenta en las Américas, y mediante este autosacrificio “no molestar ni perjudicar a sus padres con quienes también habían contraído una deuda moral” (Hirai 2009). A México llegaron, a través de distintas oleadas migratorias, diversos contingentes de migrantes japoneses que trajeron la diversidad de sus orígenes regionales pero que también fueron heterogéneos de acuerdo a sus actividades profesionales y al contexto específico de su salida y llegada. Dependiendo de la época en que salieron de Japón, trajeron ideas e imaginarios diferentes sobre el imperio del sol naciente y sobre el resto del mundo. Para María Elena Ota Mishima se produjeron desde 1897, fecha de inicio de la migración japonesa en México, un total de siete oleadas migratorias. Esta división obedece al cambio de los patrones migratorios, a la apertura o cierre de las políticas de inmigración mexicanas, así como a los perfiles ocupacionales de los migrantes. Sin embargo, consideramos que a la par de la catalogación propuesta por Ota, las migraciones también pueden ser agrupadas en dos bloques fundamentales de acuerdo a sus características socioeconómicas: las migraciones de carácter económico que sucedieron de 1897 hasta la primera década de finalizada la Segunda Guerra Mundial; y aquellas que podríamos denominar como migraciones en busca de otro estilo de vida (Snepenger et al. 1995 en Williams y Hall 2000) las cuales enmarcan los flujos ocurridos desde la segunda mitad de la década de 1950 hasta las migraciones actuales. El tomar el primer decenio posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial como hito en la catalogación corresponde a que en este periodo se produjo la segunda revolución industrial japonesa (la primera ocurrió en la eraMeiji) y el boom económico, tecnológico e industrial que posicionarían a Japón como una potencia mundial. La estabilidad económica y el bienestar social generalizado al interior de Japón permitirían que la migración dejara de ser una alternativa de supervivencia como sucedió en los primeros flujos migratorios, reorientando así los móviles de los desplazamientos. La migración en busca de otro estilo de vida surge a partir de dos tipos fundamentales de búsqueda: la primera, producto de una reconversión monetaria

más favorable que posibilita el acceso a bienes y servicios de consumo que en el país de origen sería imposible acceder por su costo económico, tales como el servicio doméstico, espacios habitacionales amplios, jardines, choferes, por mencionar sólo algunos. La amplitud del espacio doméstico para un japonés no es una cosa menor, pues en “términos de espacio vital, [Japón] se encuentran muy por debajo del más pobre de los países industriales” (Smith 1986:132). Si bien los turistas japoneses también se benefician de una conversión de divisas favorable, nuestro interés se centra únicamente en aquellos japoneses que han fijado su residencia ya sea temporal o definitivamente en México, y no en los turistas cuya permanencia es efímera. La segunda acepción del término, refiere al deseo de experimentar estilos de vida, prácticas sociales y pautas de comportamiento que son socialmente sancionadas o que no corresponden a las expectativas de orden social del país de origen. Podemos encontrar varios casos de japoneses que deciden radicarse en nuestro país al no sentirse cómodos en Japón y verse socialmente marginados al no compartir las normas sociales japonesas ni estar de acuerdo con el alto orden y la hiperracionalidad sobre el tiempo, el trabajo y el espacio. La búsqueda de una forma de vivir diferente a la que es posible en el país de origen puede expresarse también por medio del deseo de habitar un espacio más ecológico o rural, o bien llevar una cotidianidad más tranquila. El anhelo por experimentar una vida tradicional no representa un elemento extraño para los japoneses, pues han existido diversas campañas públicas y mediáticas al interior de Japón para promocionar la vida del campo como algo positivo. Como señala Jennifer Robertson (1991), el furusato (terruño) se convirtió en un lugar de nostalgia para muchos urbanitas japoneses. Permite contener la migración a la ciudad a la par que vuelve al trabajo agrícola una doble fuente de ingresos, por un lado producto de la venta de las cosechas, por el otro, hace del propio trabajo un bien turístico. La nostalgia de los urbanitas por el furusato hace de la vida agreste una forma de ingreso al motivar visitas turísticas de quienes desean experimentar por unos días o unas horas cómo es la vida y el trabajo rural.

Figura 1. Pagoda Japonesa y monte Fuji. Trabajo escolar de un niño en el Liceo Mexicano Japonés El furusato puede explicar algunos casos de migración japonesa contemporánea a México, sin embargo, la búsqueda que emprenden la mayoría de ellos no está guiada por la nostalgia por la vida agreste sino por el deseo de vivir de manera alternativa a las pautas que dicta el discurso nacional y hegemónico japonés. El rechazo a la diferencia es un componente básico de este discurso y se expresa a través de la presunta idea de homogeneidad étnica y cultural como las dos principales coordenadas que construyen la idea de japoneidad más esencialista. Distintos esfuerzos académicos se centraron en la demostración de esta presunta unicidad, entre ellos, los estudios nacionales (kokugaku) y la literatura nihonjinron. Para Renato Ortiz, la propia geografía japonesa contribuiría en dicha argumentación, en la medida en que la idea de país-isla es una fuerte metáfora y símbolo para sugerir aislamiento y desconexión (Ortiz 2003). Esta supuesta unicidad cultural y biológica es acompañada de la creencia sobre la unicidad de pensamiento entre los japoneses. Por tanto, la homogeneidad de comportamiento es un atributo deseable. Como menciona Michitaro Tada, uno de los pioneros de los estudios culturales en Japón, la pérdida de la singularidad y la voluntad de parecerse a los otros más que generar sufrimiento por falta de originalidad, genera a los japoneses una maravillosa sensación de alivio (Tada 2007).

“Vivir en México, me ha abierto mucho la perspectiva hacia el mundo. Como es tan diferente la cultura mexicana a la japonesa me volví más tolerante a lo que es la diferencia. Creo que desde antes yo era más flexible ante la diferencia, pero creo que me volví mucho más tolerante una vez aquí, y me ha gustado eso. Me he dado cuenta de que veo las cosas de una manera diferente. Antes me aferraba más a la manera de ser de los japoneses y pensar de que las cosas deben ser una manera específica y de que se debían seguir las reglas, ahora trato de ser flexible y aceptar las opiniones y visiones diferentes” (Entrevista mujer japonesa, 30 años).

Otro rasgo es la valorización del trabajo extenuante como un símbolo de prestigio, en contraste a la ociosidad y el descanso prolongado, los cuales son socialmente reprobados. Como también lo es una prolongada ruptura en la agenda laboral o educativa o la falta de correspondencia entra la edad y el nivel escolar que se debería estar cursando. Por último mencionaremos la reserva y parquedad emocional asociado al control sobre el cuerpo y las emociones. El contacto físico no es una necesidad que se promueve entre la afectividad japonesa, hecho contrario a lo que sucede en México y en América Latina donde el contacto físico representa una estructura primaria de socialización y dicta una manera física de transmitir la afectividad hacia la pareja, los amigos y los hijos. La búsqueda y el hallazgo de otro orden de afectividad son también elementos deseados y pueden llegar a ser ponderables en la decisión de cambio de país de residencia. “Lo que más me impresionó en mi primer viaje a México fue cuando estuve en Isla Mujeres, en frente del hotel estaba una tienda de artículos de recuerdos y en la noche había un señor que estaba jugando con su hijo. Entonces eso me impresionó mucho, porque mi papá trabajó durante 40 años en Panasonic y yo no tengo recuerdos o memoria de haber jugado con mi papá. Aunque México es más pobre que Japón al menos la convivencia padre-hijos sí hay y eso es algo que casi no se ve en Japón y eso sí me impresionó” (Entrevista hombre japonés, 34 años).

LA CIUDAD Y LOS IMAGINARIOS URBANOS La construcción de imaginarios urbanos está íntimamente relacionada con la percepción sensorial. Si bien, en tanto humanos poseemos el mismo potencial sensorial - a salvedad de ciertos casos congénitos, o por una enfermedad o accidente en el que

éstos se vean disminuidos- las profundidades, usos y predominancias de cada sentido están culturalmente orientados. La valorización y percepción de la temperatura, la cromática, la sonoridad, los olores, el orden, lo sucio y peligroso no será la misma para todas las culturas, menos aún tratándose de matrices culturales tan alejadas como son México y Japón; pero tampoco será la misma para todos los miembros de una cultura. La sensorialidad en tanto construcción social también está mediada por el género, la generación y la clase social y es precisamente esta “sensibilidad la que nos permite estar en relación con la ciudad” (Licona 2007:14). Pues es a partir de los sentidos y de los juicios que los acompañan que se construyen las imágenes sobre la ciudad; se planean los recorridos, se señalan los espacios deseables e indeseables, se construyen las certezas, los miedos y las fantasmagorías urbanas. Al preguntarle a nuestros entrevistados cuáles eran los lugares de la ciudad en los cuales se sentían más a gusto, el sur y el poniente de la Ciudad de México fueron las áreas que condensaron la mayoría de las respuestas; en tanto corresponden a los principales núcleos de habitación de los japoneses y sus descendientes en la Ciudad de México y en los cuales existen diversos espacios de oferta recreativa, de manera particular centros comerciales y otros espacios asociados al consumo como son cines, cafés y restaurantes. También representan áreas tasadas económica y socialmente de manera favorable, en tanto en ellas habitan predominantemente sectores de clase media y media-alta. En contraste, el área que emergió como la zona más peligrosa fue el Centro de la ciudad. En algunas respuestas el Centro se acotó a los linderos del barrio de Tepito;2 en otras, el Centro por entero se coloreó como una zona temible. La relación que tienen los japoneses y sus descendientes con el Centro ha cambiado a lo largo de los últimos años. El Centro del D.F. fue hasta hace pocas décadas un importante eje articulador de la comunidad; en él se instalaron gran parte de los primeros negocios urbanos en los cuales participaron los japoneses y sus descendientes a manera de dueños, socios o empleados de mexicanos. El proceso de descentralización del Centro Histórico y la emergencia de nuevos nodos de actividad productiva en otras áreas de la ciudad permitió también descentralizar los negocios de japoneses y esparcirlos por la metrópoli. Esta descentralización generalizada de la actividad productiva en el D.F. se explica a través del tránsito de la ciudad central a una ciudad policéntrica. A su vez, la creciente movilidad social de los hogares japoneses, seguida de la profesionalización de muchos de los descendientes ocasionó

el abandono de la gran mayoría de los negocios familiares. La movilidad social producto de la profesionalización, aunada a la llegada de empresas multinacionales y transnacionales japonesas a México junto con personal especializado y altamente remunerado, derivó en un re-enclasamiento real pero también imaginado de los japoneses y sus descendientes. El boom económico japonés y su consolidación económica y tecnológica incidieron en la revalorización de la percepción global sobre Japón y los japoneses. La riqueza del país fue inescrutablemente proyectada hacia sus ciudadanos y aun hacia los japoneses de ultramar, aunque dentro de sus fronteras -al igual que en el resto de los países considerados como desarrolladosno sólo existen, sino que se agravan las condiciones de desigualdad y marginación social consideradas exclusivas de los países en vías de desarrollo.

Figura2. Imagen alusivaalFestival Nagoya en la Ciudad de México

La percepción de la vulnerabilidad no es cosa menor dentro de este grupo. Si bien los japoneses conforman una minoría poco perceptible dentro de la ciudad, están sujetos a una doble acción visibilizadora: por un lado, producto de la visibilización económica que los construye como sujetos de clase media y media-alta -a pesar de que en algunos casos no corresponda a su realidad económica- 3. Por el otro, a su visibilidad literal, en la medida de que su cuerpo a modo de frontera les impide pasar desapercibidos, por tanto se convierten en sujetos altamente vulnerables a la delincuencia en determinados contextos. El temor generalizado no es hacia el asalto común, si no hacia el secuestro, el cual representa en la actualidad un crimen corriente en México, y hacia el asalto violento. “Las partes de la ciudad que me causan inseguridad son la colonia Del Valle y un poco Polanco y el Pedregal4; no es porque yo perciba inseguridad en ellas sino porque estoy en un lugar donde la gente sin pensarlo me ubican como un japonés con dinero y que trabaja en una empresa [...] no quiero que me asocien a ese tipo de japonés “ (entrevista hombre japonés, 34 años).

El deseo de no ser visible y la percepción de la vulnerabilidad, sin duda, también son subjetivos. Algunos entrevistados se sienten vulnerables en zonas de la ciudad de clase baja o media baja, pues en ellas son económicamente visibles en un contexto equivocado. Otros, como el entrevistado anterior, se sienten vulnerables en las zonas “caras” de la ciudad al ser asociados a los japoneses adinerados que se encuentran de manera regular en estas zonas. Para Manuel Delgado Ruiz (2002), la visibilización de los migrantes es una de las principales agresiones en contra de ellos, pues aunque lo deseen, nunca podrán pasar desapercibidos, por tanto se les niega el derecho a la indiferencia pública. Si bien el Centro de la ciudad dejó de ser un importante referente de las prácticas ciudadanas de los japoneses y sus descendientes, aún representa un lugar visitado por gran parte de los nikkei5 en edad adulta, por los turistas japoneses, los estudiantes temporales y los migrantes más recientes. Sin embargo, se convierte en no lugar6 para la gran mayoría de los nikkei más jóvenes, quienes ven en él, no únicamente un lugar indeseable sino un lugar deshabitado “al que nadie va” (Entrevista hombre nikkei, 18 años); al menos, nadie dentro de sus círculos culturales y sociales más próximos. Ir al Centro, si no es en calidad de turista, también puede representar una amenaza al estatus social conquistado. La relación de los japoneses y sus descendientes con el Centro, no se restringe únicamente al espacio en el cual en

algún momento emplazaron diversas actividades laborales; también a él acudieron en búsqueda de mejores precios para su abastecimiento personal y familiar. Si bien hasta hace unas décadas ir al Centro de compras representaba un acto regular y libre de vergüenza para las capas medias y medias-altas, la descentralización de los negocios acompañada de la pauperización y deterioro del Centro Histórico, contribuyó a la percepción negativa sobre él, aun en los sectores medios que solían frecuentarlo. Es por ello que los descendientes más jóvenes no ven en el Centro un espacio deseable, sino más bien un espacio que los expone al riesgo en un doble sentido: por un lado, pone en entre dicho su autopercepción socio-económica y por el otro su integridad física, dado que dentro de sus fantasmagorías urbanas, el Centro de la Ciudad es habitado y regido por el crimen organizado en su más diversas manifestaciones. Expresa también uno de los sintagmas más poderosos: la asociación espacial entre lo feo-pobre-peligroso (Vergara 2003). “Si se trata únicamente de japoneses-japoneses no se atreven a salir porque simplemente el mito de la información de que les meten a los japoneses que viajan al tercer mundo de la inseguridad; y realmente los japoneses vienen con esa idea, y pues son muy precavidos por lo que sus espacios de recreación no saldrían del ámbito escolar, laboral y doméstico y de repente algún restaurante japonés. Pero el área de acción de los japoneses es limitada, muy pero muy limitada. En cambio lo que es con los chavos7nikkei es la misma libertad de un chavo de clase acomodada, como cualquiera que va al cine, ve una película, va a vidriar8un rato a ver productos por simple ocio, a cosas normales, sin meterse a lugares a los que un chavo de clase acomodada nunca iría” (Entrevista hombre nikkei, 24años).

La mayoría de los nikkei y japoneses comparten la imagen pública, que también es global, de la Ciudad de México como una ciudad peligrosa. Sin embargo, podemos ver que su conocimiento de la ciudad es parcial y restringido. Si bien saben de la existencia de numerosas zonas de la ciudad que pueden ser peligrosas, tienen poca claridad en relación a donde se encuentran ubicadas, por tanto, se les dificulta nombrar otros lugares más allá de los referentes comunes. Las zonas que concentran sus temores urbanos son Tepito, la Merced y la Colonia Doctores9; sin embargo no son producto de la experiencia empírica, sino de la imagen pública construida por los medios de comunicación y el rumor ciudadano. Precisamente este desconocimiento de la ciudad hace que el Centro se zonifique como la zona más peligrosa de todas. La especialización del miedo va de la mano, como apunta Rossana Reguillo (2009) de la antropomorfización del miedo, que

permite encarnar en ciertos cuerpos el miedo urbano. El Centro Histórico, sin duda, representa un espacio de concentración de la diversidad urbana y en el cual ciertos cuerpos asociados a los estratos populares y culturas urbanas particulares pueden ser percibidos como peligrosos desde ciertos imaginarios urbanos clase-medieros. La construcción de imaginarios urbanos se encuentra íntimamente relacionada a la posición que ocupan los sujetos dentro del espacio social. Ésta configura un cierto tipo de “habitus urbano que confiere sentido a lo que es posible y oportuno hacer con y en el espacio urbano” (Bourdieu y Wacquant 1995 en Duhau y Giglia 2008: 28), también delinea los contenidos de la urbanidad, entendida ésta como los códigos de etiqueta urbana que señalan los comportamientos deseables dentro del espacio público. Existen, sin duda, formas diferentes de practicar y desenvolverse en el espacio público entre México y Japón, no únicamente producto de la propia configuración espacial de sus ciudades, ni de las políticas de gestión, ordenamiento y planeación urbana implementadas, sino también de la permisibilidad social, pero también legal, para romper o no con los códigos de etiqueta urbana. El habitus urbano aprendido en Japón puede corresponder a los usos y las prácticas reglamentarias del espacio público y de la urbanidad mexicana manifiesta en un conjunto diverso de reglamentaciones oficiales; sin embargo, en la práctica cotidiana el incumplimiento generalizado de estas reglas formales representa una regularidad. Por tanto, los japoneses llegados a la Ciudad de México ya sea de manera transitoria o como residentes permanentes de la ciudad deben aprender nuevos sentidos del juego, que les permitan desenvolverse en la ciudad. Por otra parte, cuando preguntamos a los entrevistados a qué lugares de la ciudad llevarían o recomendarían a sus familiares o amigos que llegaran de visita desde Japón, la mayoría nombró: Coyoacán10, el Palacio de Bellas Artes, Xochimilco11, el Museo de Antropología, Chapultepec12, Teotihuacán, la UNAM13 y la Torre Latinoamericana14. La ubicación de algunos de los sitios en el Centro Histórico pareció no importarles y por un momento parecieron inclusive perderle el miedo a la ciudad y su centro. En relación a los sitios seleccionados podemos ver que éstos corresponden a aquellos promocionados por los medios de comunicación y las industrias turísticas mexicanas. También nos permite observar una valorización de los espacios monumentales de la ciudad, considerados también patrimonio nacional y en algunos casos patrimonio de la humanidad. Otros entrevistados además mencionaron que llevarían a sus parientes a los tianguis15, a las fondas16 y mercados y quizás a

Tepito. Cuando preguntamos el por qué de la elección de dichos lugares, refirieron que sólo a través de ellos se podría conocer el verdadero México, así como también representaban algunos espacios de mayor contraste con Japón. En las entrevistas que realizamos a jóvenes migrantes japoneses y a estudiantes temporales, descubrimos que Tepito, a pesar de ser percibido también por ellos como un lugar peligroso, se vuelve un destino turístico deseable, más allá de que lleguen o no a concretar ese recorrido. Haber ido a Tepito para comprar en él o simplemente para conocerlo, se convierte en un capital simbólico importante, pues se capitaliza como hazaña digna de contarse. El contraste entre la elección de sitios para visitar y llevar a los recién llegados nos permite ver que el turismo no únicamente corresponde al conocimiento de las zonas que más lucen la ciudad, sino también de aquellas que la deslucen. La antropóloga brasileña Margarita Barreto menciona el caso del favelatour donde los turistas pueden apreciar cómo viven los pobres en las villas miseria de Rio de Janeiro; o el caso de la promoción del turismo de zonas de guerras o la venta de paquetes de tour en Filipinas que promocionan como un atractivo de sus recorridos turísticos las amplias posibilidades de ser secuestrado (Barreto en Silva 2005).

CONCLUSIONES Todo estudio sobre imaginarios e imaginarios urbanos es parcial, no sólo en relación a la imagen urbana que tienen los entrevistados sino también producto de la manera en que se habita, deshabita y experimenta la ciudad. El género, la generación y la clase son importantes estructurantes de la percepción sensible; así como también la cultura puede tener alguna incidencia sobre ella. No queremos decir que la cultura determine por sí misma las capacidades sensoriales, sin embargo sí incide y da un peso diferenciado al desarrollo de los distintos sentidos, así como a la carga valorativa que acompaña a lo que éstos perciben. En el caso de comunidades migrantes el reto es mayor, en tanto nos enfrentamos a la convergencia de distintas sensorialidades que también varían de acuerdo al tiempo de llegada y el lugar de origen. La experiencia sensible de un habitante de Tokio será, sin duda, muy distinta de aquel proveniente de alguna de las islas adyacentes. Como tampoco será la misma sensorialidad la de los trabajadores temporales que pertenecen a la elite japonesa en México en contraparte de los migrantes en busca de otro estilo de vida o los nikkei.

Porque más allá de la japoneidad que los une desde el exterior, su diversidad también queda manifiesta en la forma en que perciben y viven la ciudad de destino. Vivir en la misma ciudad, no implica vivirla de la misma manera, ni aun compartiendo lecturas comunes sobre sus inseguridades y bellzas.

Figura3. Miembrosdel Nagano Kenjin Kai (club de oriundos de la región de Nagano)

Louis Wirth (1938) mencionó que las ciudades poseen estilos de vida propios; la migración de japoneses a la ciudad de México permite mediante la experimentación de otros órdenes urbanos y manejos diversos del tiempo-espacio experimentar otras formas de vivir no sólo la ciudad sino la cotidianidad misma. En este sentido, los migrantes en busca de otro estilo de vida pueden encontrar en la ciudad un medio para concretar sus fines. Las expectativas sobre el viaje o la nueva residencia como oportunidades para cambiar la orientación de vida, se alimenta de otra cara de los imaginarios más positiva. Pues “una de las características del imaginario es que no solamente tiene una dirección negativa, es decir, la representación o la sensación de temor, el miedo, la incertidumbre o el hastío. Hay también imaginarios utópicos que alimentan la confianza en sus ciudades” (Vergara 2003:104).

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NOTAS 1. Dentro de la tradiciónjaponesa, de manera particular tratándose de familias campesinas, solía ser práctica instituida que el primogénito varón fuera el único en tener derecho de herencia sobre los bienes y las tierras. 2. Tepito es uno de los barrios de la Ciudad de México más emblemáticos y conocidos al interior como al exterior de México, debido a que es un referente común de los medios de comunicación como una zona altamente peligrosa, regida por distintas organizaciones de narcotraficantes y vendedores ambulantes de mercancías robadas o de contrabando. Sin embargo, Tepito no se limita únicamente a un espacio comercial, también representa un importante centro habitacional de clases económicas deprimidas y de indígenas urbanos. Desde la segunda mitad del siglo XX, pero de manera enfática desde comienzos del sigo XXI, se han impulsado distintas campañas de gentrificación del área, bajo la apuesta de realizar una “limpieza urbana y social”. Cabe señalar que la gentrificación hace referencia a la transformación urbana de un barrio o de una zona deteriorada o pauperizada a través de la progresiva inversión de capital o la llegada de nuevos residentes con mayor poder adquisitivo. Este cambio conduce a un desplazamiento de los anteriores pobladores. 3. La pertenencia a la clase media no depende únicamente de factores económicos, puesto que la posición dentro de la estructura social y la conciencia de clase son tan importantes como el reconocimiento público de su pertenencia, la cual puede ser reconocida o no por

otros sujetos que compartan la misma o similar posición social, como también puede ser atribuida desde los márgenes de otra clase social. 4. La colonia Del Valle, Polanco y El Pedregal, son tres de los barrios más adinerados de la Ciudad de México. 5 Nikkei es el término japonés para hacer referencia a los descendientes de japoneses nacidos en el extranjero hasta la 5 generación. 6. Los no lugares - concepto introducido por Marc Augé-, son los espacios de tránsito y circulación acelerada de bienes y personas. Esta dinámica de flujo y tránsito temporal impide que los sujetos desarrollen una relación de pertenencia o de identificación con el lugar. El no lugar representa entonces un espacio que carece de identificación y que no otorga identidad a quienes lo ocupan. Sin embargo, un matiz importante que se tiene que hacer sobre los no lugares es que si bien estos pueden carecer de sentido para unos, puede también representar espacios altamente significativos para otros; convirtiéndose en lugares. 7. Coloquialismo mexicano para denominar a la gente joven. 8. El término de “vidriar” o también llamado “vitrineo”, hace referencia a la práctica de ir a los centros comerciales o lugares de alta concentración de tiendas a mirar los escaparates o incluso entrar a las tiendas a ver las mercancías sin la intención de comprarlas. 9 La Colonia Doctores, es uno de los barrios populares de la Ciudad de México más conocidos por sus altos índices de delincuencia, de venta económica de autopartes ya sean nuevas, de segunda mano, de contrabando o robadas, así como por la presencia de la arena de lucha libre más conocida en el país: La Arena México. 10. Coyoacán es una delegación al Sur del D.F. y es una de las zonas que mejor ha conservado la arquitectura colonial, es un epicentro cultural de la ciudad no solamente debido a la fuerte presencia de museos, escuelas y espacios culturales, sino también debido a que es un importante espacio de residencia de intelectuales y artistas. Asimismo es una reconocida zona de recreación juvenil debido a la fuerte concentración de bares, cafés y un extenso mercado de ropa y artesanías. 11. Xochimilco es una de las 16 delegaciones del D.F, sin embargo, comúnmente se utiliza para hacer referencia a su zona de embarcaderos donde se puede recorrer en trajinera (una especie de góndola mexicana) algunos de los canales de agua, o bien, visitar alguna de las islas artificiales para cultivo construidas con técnicas prehispánicas. 12. Chapultepec es una zona muy extensa conocida principalmente por ser el pulmón más grande de la ciudad debido a sus amplios jardines, parques y lago artificial, sin embargo, también contiene múltiples espacios de recreación como son juegos mecánicos, teatros, museos y un zoológico. 13. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es considerada como

atractivo turístico de la ciudad debido a la arquitectura monumental y el decorado mural de algunos de sus edificios y facultades. En junio del 2007 su campus central fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. 14. La Torre Latinoamericana fue el primer rascacielos en México, se ubica en el centro histórico del D.F. y su último piso sirve actualmente como mirador de la ciudad. 15 Tianguis es la palabra de origen náhuatl que se utiliza en México para hacer referencia a los mercados de puestos móviles o semifijos. 16. Fonda es el nombre con el que se conoce en México a los establecimientos tipo restaurante popular que ofrecen comida mexicana a precios económicos.

REPRESENTACIONES Y PRÁCTICAS EN TORNO A LA CIRCULACIÓN DE NIÑOS ENTRE GRUPOS DOMÉSTICOS QOM (TOBA) EN UN CONTEXTO HISTÓRICO MIGRATORIO

SPENNEMANN, Ingrid *

En este trabajo se presenta un proyecto de investigación de postgrado elaborado en base a vivencias e información obtenida en sucesivas experiencias de trabajo de campo1 con los integrantes de la Comunidad Indígena Qom Davixaiqui de la provincia de Buenos Aires2. Dicho proyecto se propone llevar adelante una investigación de las representaciones y prácticas sobre la circulación de niños entre grupos domésticos qom (toba) residentes tanto en la provincia de Buenos Aires como en la del Chaco, en función del modo en que estos grupos se organizan. La circulación de niños, si bien ha sido y es muy habitual entre los grupos chaqueños y entre los migrantes originarios de allí, no ha recibido una atención privilegiada en las investigaciones antropológicas de la región. Procurando superar esa escasa referencia académica en este proyecto se plantean objetivos de investigación que permitirán avanzar hacia la elaboración de una descripción analítica acerca de la cuestión. Se planifica un comienzo del abordaje atendiendo a las correlaciones y diferencias que presenta la circulación de niños en contextos históricos y geográficos diversos. La investigación llevará también a analizar el ciclo de desarrollo y las características de grupos dadores y receptores de niños, en adición a las implicancias de la circulación de niños en el marco del sistema de parentesco. Otro de los objetivos que se alcanzarán con la concreción de este proyecto será la indagación de la inserción laboral y educativa de los niños, así como de la composición y de la organización de las actividades de consumo, reproducción y producción de los grupos domésticos. Los objetivos señalados suponen el desarrollo de una futura investigación que partirá de una problematización de los conceptos de ‘adopción’, ‘familia’ y ‘grupo doméstico’ e indagará la relación entre la circulación de niños y la dinámica de las migraciones.

* Licenciada en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires.

El objetivo general de la investigación que proponemos desarrollar es: investigar las representaciones y prácticas sobre la circulación de niños entre los grupos domésticos qom (toba) residentes en las provincias de Buenos Aires y Chaco en función del modo en que dichos grupos se organizan. Los objetivos específicos son: 1. Abordar las prácticas tobas de circulación de niños entre los grupos domésticos relevando correlaciones y diferencias entre contextos históricos y geográficos disímiles. 2. Analizar el ciclo de desarrollo y las características de grupos dadores y receptores de niños. 3. Identificar, dentro del sistema de parentesco, el significado y las implicancias sociológicas de la circulación de niños. 4. Estudiar si la circulación de niños adquiere sentidos diferentes cuando ocurre entre grupos emparentados y entre grupos no emparentados. 5. Abordar las actividades y la inserción laboral y educativa de los niños que circulan entre unidades domésticas y comunidades. 6. Indagar la relación entre la circulación de niños y las redes sociales y migratorias establecidas entre grupos domésticos. 7. Describir la composición y la organización de las actividades de consumo, reproducción y producción de los grupos domésticos y familiares qom. 8. Analizar continuidades y discontinuidades en las prácticas y en las representaciones relativas a la familia, la maternidad, la paternidad, la niñez, la crianza y la adopción. 9. Contextualizar e historizar las relaciones de poder entre los géneros prestando especial atención a las transformaciones derivadas de la experiencia migratoria.

ANTECEDENTES Y CONSIDERACIONES TEÓRICAS

Un antecedente insoslayable de este proyecto es la investigación realizada para la Tesis de Licenciatura (Spennemann 2008) en torno a los factores condicionantes, las características y las implicancias político identitarias de la participación del proceso

migratorio por parte de los integrantes de la Comunidad Indígena Qom Davixaiqui (toba), de la provincia de Buenos Aires. La aproximación al campo que implicó esa investigación sumada a mi interés de investigación actual me permitieron observar la escasa referencia, en la bibliografía antropológica contemporánea, a una práctica que aparentemente ha sido y es muy habitual entre los grupos domésticos toba: la circulación de niños. Esto es, el tránsito de los niños entre grupos domésticos vinculados por relaciones de parentesco y amistad, y su permanencia más o menos prolongada según el caso. Pocas veces la permanencia llega incluso a ser ‘definitiva’ a través del ocultamiento de las relaciones de filiación previas, lo que en el sentido hegemónico del término llamaríamos ‘adopción’. Sin embargo, la diferencia se encuentra en la ausencia de las instituciones del aparato del Estado en la regulación de la cuestión. En cuanto a las investigaciones empíricas que abordan el tema en cuestión resulta ineludible el trabajo de Fonseca Caminos de adopción (1998). En dicho libro la autora analiza las dinámicas familiares y las implicancias de la práctica de circulación de niños entre grupos populares brasileños. Una práctica ‘tradicional’ de muchas generaciones en que los niños transitan entre casas sin pasar nunca por un tribunal judicial. Particularmente nos interesa la observación de esa práctica como una estructura básica de la organización del parentesco con su propia lógica, marcada por la prioridad dada al principio consanguíneo y por una noción particular de infancia, así como el estudio de sus funciones sociales y económicas, sin desatender los conflictos inherentes. En los estudios de parentesco, la adopción ha sido tratada generalmente como la excepción a la regla. Sin embargo, ya algunos autores han expresado que la adopción podría ser la “clave del problema del parentesco” (Meillassoux 2001: 81). De hecho, esta práctica muestra precisamente que una relación biológica (la consanguinidad) no es necesaria para establecer una relación de parentesco. Al no poder ser explicada a partir de lo biológico, la adopción requiere de un análisis de otro tipo que dé cuenta de por qué individuos con lazos consanguíneos e individuos sin dichos lazos entablan relaciones de parentesco. En un sentido semejante, Tarducci (2008) problematiza el concepto de adopción planteando la necesidad de trascender la noción clásica de ‘parentesco ficticio’. Ella propone pensar el parentesco como una institución socio-histórica atravesada por relaciones de poder, visión desde la cual la adopción y la maternidad merecerían un análisis político que considere las experiencias de las mujeres y el contexto en el cual viven sus maternidades, evitando las habituales sobredeterminaciones de lo biológico y

lo genético. Con respecto a la construcción de la ‘familia’ como objeto de análisis, cabe mencionar los trabajos de Durham (1998) y Grassi (1998) que discuten y cuestionan la naturalidad de dicho concepto. La primera autora señala que se trata de una unidad social concreta que articula relaciones de consanguinidad, afinidad y descendencia en núcleos de reproducción social y que tiende a organizarse como unidades o subunidades domésticas y residenciales, por lo menos durante parte de su existencia, constituyendo un lugar privilegiado de incidencia en la división sexual del trabajo que determina el grado de autonomía y subordinación de las mujeres (Durham 1998). Para definir la noción de ‘familia’, Archetti y Stolen (1975) parten de las posturas de Goody (1958) y Fortes (1958) y la conceptualizan como “un sistema de relaciones sociales basado en el parentesco que regula el conjunto de derechos y obligaciones sobre la propiedad” (1975: 50-51). Por ‘grupo doméstico’, en cambio, entienden “un sistema de relaciones sociales que basado en el principio de residencia en común regula y garantiza el proceso productivo” (1975: 55). Este último concepto implica no sólo una unidad de residencia, sino también de consumo y de producción, de cuyas relaciones y mutuas determinaciones resulta el carácter reproductivo del mismo. Este carácter conlleva un modo específico de ver el mundo, de relacionarse con la ‘naturaleza’, con otros hombres y de organizarse social y políticamente en el transcurso de la vida cotidiana (Radovich y Balazote 1992). Desde el enfoque de la antropología política, cabría retomar la distinción de Fortes y Evans Pritchard (1940) entre el aspecto jurídico-político y el domésticointerpersonal de las relaciones sociales. Como indica Balbi (2001), la separación analítica de ambos aspectos permite distinguir “los factores ‘externos’ representados por las disposiciones legales y políticas, y los ‘internos’, representados por las presiones domésticas que se originan dentro del grupo familiar” (2001: 6). Para nuestra investigación proponemos tomar el ‘grupo doméstico’ como unidad de análisis ya que ofrece la ventaja de articular diferentes niveles analíticos. De hecho, tal como sostienen Radovich y Balazote (1992), las microdeterminaciones de su estructura interna (distintas fases del ciclo de desarrollo) se vinculan con las macrodeterminaciones político-económicas que se producen en la sociedad en un doble proceso que conjuga su conformación y accionar. El privilegio de esta unidad de análisis se inscribe dentro de la perspectiva de lo que Massey y otros (1993) denominan “la nueva economía de las migraciones”, teoría que explica los factores

condicionantes de la migración centrándose en las estrategias, las decisiones y elecciones realizadas por estos grupos. Esta teoría se asocia a la teoría de las redes sociales orientada a explicar la prolongación de los desplazamientos poblacionales en el tiempo (Malgesini 1998). En el marco de los abordajes antropológicos de la cuestión migratoria, ya Arizpe (1984) sostenía la necesidad de vincular distintos niveles analíticos: los ‘factores precipitantes’ a nivel de los grupos domésticos, los ‘factores mediatos’ a nivel local o regional y las ‘condiciones generales’ a nivel nacional. De un modo similar, también Pachano (1986) destacó la importancia de no relegar a los grupos domésticos y familiares en el análisis de los procesos migratorios. En cuanto a los trabajos antropológicos sobre los tobas me interesa distinguir entre los estudios que se realizaron en la región chaqueña y los que se centraron en poblaciones que habitan el conurbano de Buenos Aires, La Plata y Rosario. Entre los primeros trabajos es importante mencionar las investigaciones ya clásicas de Métraux (1946), Cordeu y Siffredi (1971), Miller (1979) y de Hermitte y equipo (Iñigo Carrera e Islas) de 1995. Los trabajos de Tola (1998 y 1999) sobre las concepciones toba de la reproducción, la lactancia y los roles maternos y paternos constituyen un antecedente del tema que nos proponemos investigar. Además, los estudios que Tola (2006, 2007) viene desarrollando sobre parentesco, experiencia histórica y emociones demuestran la importancia de considerar las relaciones de parentesco en la organización actual de las comunidades tobas. Entre las investigaciones que toman como referente a migrantes internos interregionales cabe señalar artículos de Bigot, Vázquez, Rodríguez y otros en torno a diferentes aspectos que involucran a los nucleamientos de la ciudad de Rosario3. Destacamos especialmente los trabajos de Viglianchino (1997) y de Carracedo y Viglianchino (1999) como antecedentes del abordaje de las desigualdades de género, la división sexual del trabajo y las transformaciones advenidas con la migración en el ejercicio del control social por parte de los mayores. Además, los trabajos de Tamagno en La Plata centrados en la identidad y la memoria histórica, y aquéllos de Messineo y equipo en Derqui (provincia de Buenos Aires), sobre cuestiones lingüísticas y socialización cultural representan antecedentes recientes relacionados con aspectos de nuestra investigación4. Este es el caso de los trabajos de Hecht (2008a y 2008b) que abordan la cuestión de la niñez a partir de la categorización que hacen los toba de las primeras etapas del ciclo vital y analizan las modalidades de apropiación de la lengua y la identidad por parte de los niños en contextos urbanos.

Asimismo, Wright (2008) tiene una larga trayectoria de investigación sobre la vida de los tobas en Buenos Aires. A continuación explicitamos las hipótesis de trabajo que guiarán nuestra investigación: 1. La etapa que atraviesa cada grupo doméstico en su ciclo de desarrollo, así como su composición y nivel socioeconómico condicionan su carácter de grupo dador o receptor de niños. 2. Si bien la circulación de niños y la migración constituyen dos prácticas que no se vinculan de manera causal, el establecimiento de redes migratorias potencia la extensión de la circulación de niños. 3. Tanto la circulación de niños como la migración se asocian con la búsqueda de una mejora socioeconómica de los grupos domésticos o de quienes son dados en adopción. 4. Así como la experiencia migratoria introdujo cambios en las relaciones domésticas y en las relaciones de poder entre los géneros, las prácticas y representaciones de la familia, la maternidad, la paternidad, la niñez, la crianza y la adopción también revelan reformulaciones significativas a partir de la participación del proceso migratorio y sobre todo del establecimiento de una residencia más ‘permanente’ en el lugar de destino.

ACTIVIDADES

Inicialmente realizaremos un relevamiento bibliográfico y documental que, junto con la cursada de los seminarios de postgrado, nos permitirá ampliar y profundizar el conocimiento de los antecedentes del tema en la bibliografía tanto nacional y regional como internacional. Simultáneamente, prepararemos el trabajo de campo y emprenderemos una aproximación al campo en función de delinear las estrategias a implementar. Posteriormente, llevaremos adelante el trabajo de campo en varias etapas elaborando los informes y registros pertinentes, a partir de los cuales procederemos a la sistematización de la información obtenida. Una vez concretado esto último será necesario realizar un nuevo relevamiento bibliográfico y documental con vistas a la redacción de una tesis.

CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS

En función del tema y los objetivos explicitados nos proponemos hacer trabajo de campo con los tobas que residen en diversos barrios de Buenos Aires al mismo tiempo que viajar con ellos a la provincia y comunidades de origen en el Chaco (Paraje El Colchón, Villa Río Bermejito, entre otras). Participaremos de las actividades cotidianas con el fin de observar el modo en que los grupos domésticos organizan la producción, el consumo y la reproducción. La estadía en el campo también nos permitirá observar la circulación de niños. Esa participación con observación contribuirá a generar un ámbito favorable para realizar entrevistas abiertas y semiestructuradas tanto a los miembros adultos como a los jóvenes y niños de los grupos familiares con el propósito de indagar acerca de las representaciones de la familia, la maternidad, la paternidad, la niñez, la crianza y la adopción. Un acercamiento a la lengua (tanto a nivel gramatical como en los contextos de uso) será fundamental a lo largo de toda la investigación. Recurriremos también a documentos secundarios (censos, EPH, Leyes vigentes o no, artículos periodísticos, etc.) para obtener información acerca del contexto socio-económico y jurídico-político en el que los grupos domésticos despliegan sus prácticas y representaciones en torno a la circulación de niños. Dichos materiales nos permitirán también evaluar las mediaciones existentes entre sujetoestructura a partir de las modalidades a través de las cuales los condicionamientos histórico-estructurales afectan las decisiones y la capacidad de elegir de los sujetos y sus grupos domésticos (Briones 1994; Menéndez 1998; Sider 1997). Para el análisis de los datos, primero transcribiremos toda la información obtenida a lo largo del trabajo de campo y la sistematizaremos en función de los ejes de nuestro proyecto. Luego procederemos a la clasificación, comparación y relación de los datos obtenidos, de acuerdo al contexto geográfico, sociohistórico, etc., a la evaluación de los mismos en función de las hipótesis y supuestos previos y a la refutación o modificación de los mismos si resultara pertinente. Por último. elaboraremos una descripción analítica que vincule la información obtenida con los conceptos teóricos a fin de concretar los objetivos y responder a los interrogantes analíticos que cada uno supone.

AGRADECIMIENTOS Deseo agradecer la calidez y el apoyo de Audelina Medrano y Clemente López durante la realización del trabajo de campo con la gente de la Comunidad Indígena Qom Davixaiqui (entre los años 2002 y 2005). Las charlas y los momentos compartidos con ellos y otros habitantes del barrio me permitieron aproximarme a las historias de circulación de niños. Además deseo expresar mi agradecimiento a Florencia Tola por las múltiples revisiones de este proyecto de investigación. También agradezco a mis padres y Adil Podhajcer las palabras de apoyo e incentivo. Por último, agradezco el amor y la paciencia de Micaela y Ariel.

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NOTAS 1Entre los años 2002 y 2005 realicé trabajo de campo en el marco de la investigación llevada adelante para la Tesis de Licenciatura en Cs. Antropológicas. Véase Spennemann 2008. 2La Comunidad Indígena Qom Davixaiqui es más conocida como la ‘comunidad toba de Pte. Derqui’, Partido de Pilar. 3Véanse por ejemplo: Bigot, Rodríguez y Vázquez 1992; Vázquez 2000. 4Véanse por ejemplo: Messineo 1997; Messineo y Dell' Arciprete 2005.

SENTIDOS DE PERTENENCIA, M EM O RIA Y CONFLICTOS TERRITO RIALES EN VILLA TRAFUL TRENTINI, Florencia *

INTRODUCCIÓN En el siguiente trabajo analizaré las categorías de adscripción esgrimidas por dos familias de Villa Traful -Departamento Los Lagos, Provincia de Neuquén- en el marco de las políticas territoriales implementadas en la localidad. Villa Traful fue creada en 1936 como una de las villas turísticas del Parque Nacional Nahuel Huapi. Desde el comienzo, las políticas hegemónicas de la Administración de Parques Nacionales (en adelante APN), fundamentalmente aquellas que se centraban en la ocupación y el control de los territorios, fueron categorizando a los pobladores de Traful. En este sentido, lo que me interesa analizar en esta ponencia es cómo los esquemas clasificatorios establecidos por la APN se convierten en “categorías de adscripción” y en “estigmas” que construyen y señalan subjetividades propias del contexto actual de la localidad. Es decir, cómo las clasificaciones impuestas por la APN dejan de ser simples palabras y se vuelven categorías sociales que superan lo puramente discursivo, constituyendo -en el contexto socio-histórico propio de la localidad- prácticas sociales específicas y particulares relaciones de poder. Específicamente analizaré cómo operan en dos familias particulares, las familias Calfueque y Painepe, estas categorías de adscripción, en las que el Estado ha tenido un papel central. Pero sobre todo, indagaré en el significado y en el uso que hacen estas familias de estas categorías. Para llevar adelante el trabajo he utilizado el método etnográfico basado en la observación participante y en las entrevistas abiertas y semiestructuradas. El trabajo de campo fue realizado en febrero de 2007 y de 2008. Asimismo, he analizado distintos documentos de la Administración de Parques Nacionales y de otros organismos oficiales.

* Becaria Doctoral CONICET - Sección Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

El análisis presentado en esta ponencia es parte de mi Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas, en donde abordo de forma comparativa las experiencias de las familias Painepe y Calfueque en Villa Traful con las experiencias de las familias Paichil Antriao y Quintriqueo en Villa La Angostura, dos localidades del Departamento Los Lagos de la Provincia de Neuquén (Trentini 2009). En el año 2003, los Paichil Antriao y los Quintriqueo comenzaron a reafirmar su pertenencia al Pueblo Originario Mapuche, asegurando su preexistencia al Estado-Nación argentino, exigiendo la posesión definitiva de sus territorios ancestrales y reclamando su reconocimiento “oficial” como comunidad indígena. Por lo tanto, en Villa La Angostura, la discusión se centraba en si estas familias eran o no “comunidad” y si tenían derecho a comenzar a reclamar por sus territorios y su identidad en tanto “mapuches”. Este reclamo se da en un contexto de mayor protección legal para los pueblos originarios, ya que distintas leyes y convenios nacionales e internacionales1 reconocen -al menos en los papeles- los derechos de estos pueblos. De hecho nuestro país ha ratificado constitucionalmente su preexistencia.2Esto ha permitido la apertura de espacios para la disputa y la negociación tanto con el Estado nacional como con los Estados provinciales. En los últimos años, la “negación” de la existencia de los pueblos indígenas, en base a la cual se constituyeron los Estados-nación latinoamericanos ha dejado lugar al reconocimiento -al menos en las legislacionesde la diversidad cultural, dando lugar a la autoafirmación pública de las identidades étnicas. En este contexto general, y después de haber estado haciendo trabajo de campo en Angostura, comenzar a trabajar en Villa Traful representó para mí un gran desafío e implicó hacer explícito mi preconcepto: yo esperaba que los procesos de reivindicación étnica también estuvieran presentes en esta localidad. Es decir, esperaba encontrarme con un reclamo étnico similar al de Angostura. Sin embargo, esto no sucedió, y a través de la interacción con los habitantes fui descubriendo una identidad local, la de “primerospobladores”, que comprende diferentes adscripciones étnicas y nacionales, conformando una identidad local que les ha permitido a las familias, como los Painepe y los Calfueque, interactuar con “el Estado”3e interpelarlo desde su situación de subalternidad. En esta ponencia en particular, presentaré parte de uno de los capítulos de la Tesis en donde profundizo en las historias y experiencias de los Painepe y los

Calfueque, dos familias de “primeros pobladores” de Villa Traful. Según se afirma en la localidad, los “primeros pobladores son los que realmente pueden hablar de acá, son los que nacieron y vivieron toda la vida”, aquellos que se identifican, y son reconocidos por el resto de los habitantes del pueblo, como pertenecientes a las familias más antiguas de la localidad. Descendientes de los primeros que arribaron a la zona, de aquellos que ya estaban cuando llega Parques. Para estas familias, “la llegada de Parques Nacionales” marcó el “comienzo” de una disputa permanente por la tierra, hecho que no es menor si tenemos en consideración que sus vidas estaban -y aún están- fuertemente relacionadas al territorio y sus recursos. Para los Painepe y los Calfueque, “la llegada de Parques” es un hecho fundante al que remitir para explicar muchas de sus situaciones presentes. Así, a lo largo de esta ponencia analizaré las distintas categorías de adscripción esgrimidas por estas familias en los marcos de las políticas hegemónicas de Villa Traful. A mi entender, la tenencia de la tierra es un factor de disputa fundamental que articula y relaciona los relatos de los Painepe y los Calfueque -y los de otras familias de “primeros pobladores”-. Y sostengo que la auto-identificación de estas familias como “primeros pobladores de Villa Traful” está fuertemente relacionada con la necesidad de posicionarse frente a la tenencia de la tierra y legitimar sus derechos sobre los territorios que habitan. Asimismo, considero que la auto-adscripción como “primeros pobladores” les ha permitido superar las distintas clasificaciones estatales, y plantear la legitimidad y el derecho sobre los territorios -sobre los cuales aún no poseen papeles oficiales- en función del pasado y las memorias de las familias. A diferencia de lo que sucede en Villa La Angostura, donde las “respuestas” de los Paichil Antriao y los Quintriqueo son explícitas y forman parte de un movimiento etno-político organizado, los Painepe y los Calfueque -al igual que otras familias de “primeros pobladores”- interactúan e interpelan al Estado a través de prácticas locales que no aparecen como una contraposición definida y clara de las concepciones “oficiales”, pero que sin embargo impactan y condicionan los procesos de dominación y dan lugar a complejos y particulares procesos de construcción de hegemonía, propios de Villa Traful.

LA LLEGADA DE PARQUES: COMIENZO DE LA DISPUTA POR LA TIERRA Villa Traful se crea en 1936 como una de las villas turísticas del Parque Nacional Nahuel Huapi. En el Departamento Los Lagos, la Administración de Parques Nacionales (APN) fue la institución encargada de controlar el territorio, definir loteos, establecer y limitar las actividades tradicionales que se podían realizar. Asimismo, contaba con la facultad de ceder tierras, con los correspondientes títulos de propiedad, a vecinos prominentes, contribuyendo con esto a la consolidación y al afianzamiento de la elite local, sectores emergentes del poder regional (García y Valverde 2007; Pérez 2009). A partir de su llegada, la APN definió la situación de los pobladores que previamente habitaban los territorios. Quienes habían adquirido anteriormente las tierras -mediante las distintas Leyes de Poblamiento una vez culminada la Conquista del Desierto-4 y ya poseían el título definitivo, o quienes las compraron mediante los posteriores loteos de Parques, fueron reconocidos como propietarios “privados” dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi. Al resto de los pobladores se les entregaron Permisos Precarios de Ocupación y Pastaje (PPOP), convirtiéndolos en “pobladores precarios”. Estos permisos daban derecho al usufructo de las tierras, pero no a la propiedad de las mismas, y para conservarlos se debían respetar las normas y reglamentaciones establecidas por Parques, y sobre todo pagar en tiempo y forma los derechos de Pastaje. Para la década del ’40, muchas familias no habían podido cumplir con las normativas y los pagos, por lo tanto, estos Permisos no fueron renovados y esos “pobladores precarios” se convirtieron en “intrusos” que podían ser desalojados por las autoridades de Parques Nacionales. La APN fue el principal referente del Estado Nacional sobre el territorio y su política de distribución de tierras generó relaciones asimétricas entre quienes poseían los títulos de propiedad de los terrenos y aquellos que recibieron PPOP, o fueron posteriormente calificados como “intrusos”. A partir del arribo de esta institución, el único requisito para convertirse en propietario de una porción del Parque estaba reglado por la solvencia económica de aquellos postulantes que se beneficiaron de las políticas de distribución de la tierra pública (Pérez 2009). Como afirma Pérez, la propiedad es una relación social que plantea un criterio de exclusión, que en este caso margina a los que habitaban anteriormente la zona y que no se regían por el criterio de la propiedad privada. Entonces, el surgimiento

de propietarios lleva implícito la existencia de aquellos que no lo son y termina erigiéndose como un fuerte mecanismo de exclusión y estratificación (2009: 11). En este contexto, para los Painepe y los Calfueque, el no ser propietarios implicaba un peligro permanente, asociado a la categoría de “intrusos” y a las prácticas de desalojo por parte de la APN. Es decir, el no tener derecho sobre la propiedad de la tierra y sólo derecho de usufructo, que podía ser rápidamente revocado por la institución, convertía a la incertidumbre y el miedo en parte de la vida cotidiana de estas familias. Como veremos, esta vulnerabilidad tiene su correlato en el presente, ya que la nueva jurisdicción provincial aún no ha reconocido la tenencia definitiva de los territorios. Para los “primeros pobladores”, las imposiciones y limitaciones de Parques tuvieron consecuencias inmediatas en sus vidas cotidianas, sobre todo porque estas vidas estaban directamente relacionadas con la tierra y sus recursos. Las economías familiares estaban basadas en la agricultura y la ganadería extensiva, por lo tanto, las limitaciones en las áreas de siembra y pastoreo, y las prohibiciones en la tenencia de algunos animales, hicieron que estas actividades perdieran su influencia en la economía doméstica, impidiendo el crecimiento económico de estas familias (García et al. 2008). Asimismo, el ser calificados por la institución como “pobladores precarios” deslegitimó sus derechos sobre el territorio y los recursos. Esto continúa en la actualidad, ya que a pesar del cambio jurisdiccional -con la desafectación en favor de la provincia-, el derecho a las tierras que ocupan “desde antes de la llegada de Parques Nacionales”, todavía no ha sido legítimo y legalmente reconocido. En este sentido, debemos remarcar que como consecuencia de las políticas hegemónicas de la APN, el derecho sobre los territorios está asociado a los títulos de propiedad, que documenten la posesión.

CONTRADICCIONES, SUPERPOSICIONES Y TRASPASOS JURISDICCIONALES Villa Traful permaneció bajo la jurisdicción de la APN hasta 1994, cuando se desafectaron 620 hectáreas de tierras que pasaron a formar parte de la Provincia de Neuquén. En la actualidad, el centro de la villa se encuentra bajo jurisdicción provincial, pero al estar rodeada por los territorios de la APN, la relación-contradicción entre Parques y Provincia es parte de la vida cotidiana de la localidad y de sus pobladores. Es decir, que

si bien el ejido urbano de 620 hectáreas pertenece a la provincia y es administrado por la Comisión de Fomento, el resto de las tierras de Villa Traful se encuentra aún bajo la jurisdicción de la Administración del Parque Nacional Nahuel Huapi. Con el traspaso jurisdiccional, para los pobladores la principal modificación estuvo relacionada -nuevamente- con los terrenos, porque el pasaje significó nuevos ajustes en la mensura de los lotes y la necesidad de validar un nuevo reconocimiento institucional, diferente a los viejos PPOP. Así, mientras los “privados” no vieron afectadas directamente sus tierras con este traspaso, aquellos calificados por Parques como “pobladores precarios”, fueron nuevamente cuestionados, y sus derechos y territorios puestos -de nuevo- en peligro. Las familias, que como los Painepe y los Calfueque poseían PPOP, se encontraron en una situación particular: las tierras no eran legalmente de su propiedad y la institución a la cual estas tierras pertenecían ya no tenía jurisdicción en estos territorios. Esto es fundamental si recordamos que el derecho, dentro del sistema capitalista, viene dado por los títulos de propiedad escritos y validados institucionalmente. En este sentido, entiendo que esta situación con respecto a los títulos y permisos, nos muestra como las políticas hegemónicas y las disposiciones estatales marcan y condicionan las vidas y experiencias de los sujetos, quienes deben negociar, adaptarse o luchar contra determinadas prácticas hegemónicas concretas. Asimismo, estas prácticas y estas políticas van categorizando socialmente a los sujetos, que en este caso sienten que deben ser “propietarios” o vivir en una situación de incertidumbre con respecto a sus territorios, como “pobladores” o como “intrusos”. Sin embargo, es interesante que tanto los Calfueque como los Painepe continúen guardando el PPOP otorgado por Parques Nacionales y haciendo alusión al mismo cuando se les pregunta por un papel que demuestre que estas tierras les pertenecen. Para entender esto considero que debemos tener en cuenta, por un lado, el cambio de políticas por parte de la APN, que hoy reconoce a los pobladores que habitan dentro de sus territorios y los incluye al momento de plantear sus normativas. Pero por otro lado, el hecho de guardar el PPOP y hacer mención al mismo, implica una búsqueda de legitimidad en el marco del proceso hegemónico propio de Villa Traful. Es decir, aquellos que continuaban teniendo los Permisos no eran calificados como “intrusos” por Parques, y a mi entender, aún en otro marco jurisdiccional esto implica para las familias una forma de demostrar su derecho a habitar el espacio. En el caso de los Painepe, que se asientan en la costa del Lago Traful, a

5km del centro de la villa, se da una situación particular: en estos territorios está comenzando a plantearse la posibilidad de nuevos proyectos turísticos que pondrían en peligro las tierras de la familia, sobre las que aún no poseen los títulos definitivos. En este contexto, el traspaso jurisdiccional y el no reconocimiento de los viejos PPOP de Parques, ha puesto a la familia en una situación de conflicto permanente con la provincia, que no les reconoce la tenencia legítima de la tierra. En este sentido, considero que cuanto más fuerte es el conflicto presente más idealizado aparece el pasado, construido como un momento que se espera recuperar. Por lo tanto, entiendo que el problema presente por las tierras con provincia hace que la disputa territorial con Parques -y a concluida por el cambio jurisdiccional- se relativice. Así afirman: “Parques me cedió, pero como paso a la provincia, la provincia no porque la provincia lo que quiere es quitar las tierras” (Entrevista realizada en febrero de 2007). Considero que cuando los Painepe afirman: “Parques me cedió”, están haciendo alusión al PPOP que en otro contexto jurisdiccional significaba limitaciones, trabas y falta de reconocimiento sobre la propiedad de la tierra, pero que en el contexto actual se vuelve un papel legitimante frente a la falta de algún tipo de reconocimiento por parte de la provincia. Según relatan los Painepe, la provincia no los reconoce porque busca lotear los terrenos de la costa cercanos al centro de la villa. De hecho, en el 2006 se llamó a licitación pública para realizar cuatro proyectos de inversión, entre ellos la construcción de un hotel-spa. En este contexto, los Painepe entienden que mientras otras familias han negociado, ellos continúan luchando y resistiendo. Así, afirman que otros han permitido que les quitaran parte de sus tierras y han arreglado individualmente por pocas hectáreas, en las que muchas veces ni siquiera pueden tener a sus animales. A mi entender, esto es parte de un complejo proceso de disputa territorial que ha comenzado con las políticas de distribución de tierras por parte de la APN, y se ha continuado y redefinido con el traspaso jurisdiccional, a partir del cual no ha habido una política clara en cuanto a la propiedad y el derecho a la tierra. Si Parques calificaba a los habitantes de Traful en “privados” y “pobladores precarios” según la propiedad, la provincia ha establecido relaciones particulares con aquellos que eran “pobladores precarios”, y ha “reconocido” la tenencia de la tierra en algunos casos mientras continúa disputándola y negándola en otros, aunque en ningún caso ha otorgado los títulos definitivos.

EL ESTIGMA DE “SER INTRUSO” EN VILLA TRAFUL Como vimos, las políticas hegemónicas de la APN, fundamentalmente aquellas que se centraban en la ocupación y el control de los territorios, fueron categorizando a los pobladores de Traful. En este sentido, lo que me interesa analizar es cómo estos esquemas clasificatorios establecidos por la APN se convierten en “categorías de adscripción” y en “estigmas” que construyen y señalan subjetividades propias del contexto actual de Villa Traful. Es decir, cómo estos “nombres” impuestos por la APN dejan de ser simples palabras, y se vuelven categorías sociales que superan lo puramente discursivo constituyendo, en el contexto socio-histórico propio de la localidad, prácticas sociales específicas y particulares relaciones de poder. Fundamentalmente, porque en la actualidad, en un contexto donde Villa Traful ya no se encuentra bajo la jurisdicción de Parques Nacionales, la categoría social de “intrusos” vuelve a ser utilizada, esta vez en relación a nuevas disputas por los terrenos. A mi entender es primordial centrarse en la categoría de “intruso”, porque mediante ésta se han estructurado relaciones sociales de dominación particulares de Villa Traful. Esta categoría señala y expresa relaciones y poderes materiales, sociales, políticos y económicos propios de la localidad, en relación al proceso hegemónico que devino a partir del ordenamiento de la APN. Durante el período jurisdiccional de Parques Nacionales “ser intruso” implicaba correr peligro de ser desalojado, sin tener ningún derecho sobre el territorio y sin ninguna posibilidad de reclamos. Los motivos de estos desalojos solían no ser claros, pero la mayoría de los pobladores los asocian a las deudas por pago de pastajes. Debemos tener en cuenta, que los PPOP eran personales e intransferibles. Y eran renovados si los pastajes habían sido pagados en tiempo y forma y si el poblador había cumplido con las normas establecidas por la APN. Si se contrariaba alguna de las normativas o no se cumplía con el pago de derecho de pastaje, el PPOP se consideraba nulo y los pobladores se convertían en “intrusos”, procediéndose al desalojo. Sumado a esto, el reconocimiento de los pastajes era por familia, y como la tierra era de dominio público, el Estado Nacional impidió el posterior fraccionamiento por parte de los grupos individuales, imposibilitando el reconocimiento, por vía jurídica, de divisiones al interior de las familias. Esto generaba continuos conflictos y peleas entre los hermanos, ya que cuando los hijos crecían y el titular del PPOP fallecía,

sólo uno de ellos podía resultar en titular del Permiso. En este sentido, entiendo que la cantidad de normas a seguir para poder continuar con la posesión del PPOP, y la complejidad que implicaba su sucesión, eran para Parques, formas de “vaciar” los territorios. En estos procesos la categoría de “intrusos” tenía un papel fundamental, ya que una vez catalogados como tales la APN podía desalojar a los pobladores de las tierras que ocupaban. En función de esto, la Ley 12.103 de 1934, establece como atribuciones de la Dirección de Parques Nacionales el “proceder al desalojo de los intrusos en tierras de dominio público que a su juicio no convengan a los intereses de parques y reservas” (Artículo 16. Ley 12.103 de Creación de Parques Nacionales). A diferencia de lo que sucedió con otras familias de la zona que fueron catalogadas como “intrusos” y desalojadas de sus tierras, los Painepe y los Calfueque pudieron permanecer en sus territorios como “pobladores precarios” con PPOP. Sin embargo, entiendo que las connotaciones estigmatizantes asociadas a la categoría de “intrusos” van más allá de las prácticas de desalojo en sí mismas. La categoría de “intruso”, en tanto categoría estigmatizante, tiene una funcionalidad en el marco de las prácticas de poder concretas de Villa Traful, volviéndose una parte fundamental de la vida social de la localidad, funcionando como un marcador útil en la inclusión y exclusión de personas o familias particulares (Trinchero 2000). Lo interesante es que esta estigmatización va más allá de las prácticas concretas de la institución de Parques Nacionales, y en el contexto presente se ve re-significada en relación a las contradicciones entre los diferentes niveles de estatalidad. En Villa Traful, la categoría de “intruso” no sólo se refiere a políticas del pasado, sino que continúa operando en el presente en relación con procesos actuales. Hoy la categoría de “intruso” se encuentra re-significada en relación a las políticas provinciales, no obstante, aún continúa haciendo alusión a las personas que se encontrarían en infracción al habitar determinado territorio y que por lo tanto pueden ser desalojadas. Lejos de ser sólo una palabra, la categoría de “intruso” implica relaciones sociales y de poder particulares, y vuelve a poner a las familias en una situación de vulnerabilidad con respecto a la tierra. En el pasado era una categorización institucional relacionada a la propiedad, en el presente, el estigma asociado a la categoría de “intruso” significa un cuestionamiento permanente al derecho de habitar un territorio que ha pertenecido a la familia desde siempre y el peligro de perder las tierras en manos -ahora- de la provincia.

En este caso, resulta interesante indagar en la vinculación que tiene la categoría de “intrusos” con otra categoría social, como la de “nacidos y criados”. Esta categoría, a la que se refieren generalmente como NYC hace alusión a los que han nacido y se han criado en el lugar, son aquellos que se auto-adjudican la mayor legitimidad como habitantes y derechos sobre el espacio por haber nacido y vivido en él. Esta categoría tiene larga data en Patagonia y su uso es muy habitual en las distintas localidades del sur para agrupar a las distintas oleadas de venidos que han poblado los territorios una vez culminada la Conquista del desierto. Si como afirma Crespo, esta taxonomía “globalizante” o “universalista” fue utilizada por los sectores dominantes como una forma de invisibilizar las desigualdades y diferencias étnicas, de género, nacionalidad y clase (2008: 8), es interesante analizar la re-utilización que los pobladores de Traful hacen de esta categoría hegemónica para establecer su “sentido de pertenencia” (Brow 2000) y remarcar sus derechos, en tanto legítimos pobladores de Villa Traful. A lo largo de nuestras entrevistas, los pobladores se presentaron primero con su nombre y apellido, y luego por la frase “nacido y criado acá”. De esta manera, en Traful la categoría de “nyc” hace alusión a haber nacido en la localidad y a haber vivido toda su vida allí. Por lo tanto, esta categoría engloba a diferentes grupos que han venido en distintos momentos -no a aquellos que han llegado en los últimos años conocidos como “los de afuera”- y que se han establecido definitivamente en la localidad. Entonces, son “nacidos y criados” tanto aquellos pobladores que habitaban la zona en la época previa a Parques, como aquellos pobladores que arribaron con el amparo de la APN y con la venta de terrenos promovida por esta institución, aquellos conocidos como los “pioneros”. Es interesante la diferencia que se da entre la categoría de “primer poblador” y la de “pionero”. La misma página oficial de Villa Traful realiza una distinción entre aquellos “nyc” que descienden de los “primeros pobladores” y los que provienen de familias de “pioneros” europeos. “La población permanente es de 503 habitantes según el último censo de población y viviendas que data del año 2001. La mayoría son nativos de la localidad, algunos descendientes de los primeros pobladores (...) Otros provienen de familias de pioneros europeos. En los últimos años, se ha sumado una importante porción de nuevos habitantes, que llegaron en busca de un cambio de estilo de vida, alejado de las grandes urbes”.5(El subrayado es mío).

En Patagonia, los sectores hegemónicos han utilizado como sinónimos las categorías de “pioneros” y “primeros pobladores” para referirse a quienes llegaron a poblar los territorios a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, invisibilizando las diferencias al interior de estas poblaciones. Por esta razón es interesante la distinción que implica el uso de estas categorías en Villa Traful. La categoría de “primer poblador” se refiere a aquellos que llegaron primero, que llegaron antes que Parques, mientras la categoría de “pionero” implica, en cierta forma, el ser de afuera, el ser extranjero, en comparación con los “primeros pobladores”. Frente a esto, entiendo que la categoría de “primeros pobladores” -que analizaré a continuación- es superadora, porque mientras muchos pobladores han nacido y vivido toda su vida en el pueblo, pocas familias pueden adjudicarse el derecho que otorga haber sido los primeros en la localidad. Sobre todo si tenemos en cuenta que en Villa Traful, las políticas hegemónicas dispuestas por la APN generaron que los integrantes de estas familias, no sólo no tuvieran los títulos definitivos de sus territorios, sino que muchas veces debieran migrar en busca de mejores condiciones de vida.

PRIM EROS POBLADORES: LA LEGITIM ACIÓN DEL DERECHO DE PERTENENCIA Entiendo que la categoría de “primeros pobladores” refiere a aquellas primeras familias que arribaron a la zona, a “los primeros que entraron en Villa Traful, los que siempre estuvieron acá”. Así, si bien los Painepe y los Calfueque se presentan como “nacidosy criados” en Villa Traful, remarcan el hecho de pertenecer a dos de las familias “fundadoras” y hacen alusión a la llegada de sus antepasados, marcando el momento en que arribaron a la localidad. Para los Painepe y los Calfueque -igual que sucedió al entrevistar a otras familias de “primeros pobladores”- es fundamental remarcar en sus relatos el hecho de que sus familias estuvieron “antes que Parques”. A mi entender, autoidentificándose como “primerospobladores” y haciendo alusión a su preexistencia a Parques, se diferencian tanto de los “venidos de afuera”, aquellos que han comenzado a llegar al pueblo en los últimos años, como de los “pioneros”, a pesar de que éstos son parte fundamental de la historia local, y son “nacidos y criados”. Sumado a esto, debemos tener en cuenta que en el contexto actual, la categoría social de “intrusos”

vuelve a ser utilizada, esta vez en relación con “la llegada de los de afuera” y las nuevas disputas por los terrenos. Como afirma un integrante de la familia Painepe: “Algunos que han venido de afuera tienen terribles lotes, no sé como consiguieron el título rápido, y otros que no agarraron más de lo que tienen, lo que les han dejado los padres, a esos le dicen que son intrusos” (Entrevista realizada en febrero de 2007). Lo interesante es que en la actualidad son los descendientes de los “primeros pobladores” quienes suelen ser catalogados como “intrusos”. “...fíjense, hijos de los primeros pobladores, pero ellos no, dicen que nosotros somos intrusos” (Entrevista a un integrante de la familia Painepe. Realizada en febrero de 2007). De esta manera, considero que en la actualidad, cuando aquellos calificados como “intrusos” se auto-identifican como “primeros pobladores”, están posicionándose de una manera específica en relación al territorio, a los recursos y a otros derechos, ya que aún hoy, legalmente, como ellos mismos afirman: “no somos dueños de nada”. Frente a “la llegada de los de afuera”, de los “nuevos pobladores” -aquellos que han llegado hace pocos años y cuya identidad no está relacionada con la historia local, con la tierra y con los valores propios de “ser primer poblador”-, la categoría de “intrusos” se resignifica en marcos hegemónicos diferentes a los anteriormente estructurados por la APN. Sin embargo, a pesar del paso del tiempo y de los cambios institucionales y jurisdiccionales, “ser intruso” continúa estando asociado con la posibilidad de la pérdida de sus territorios, esta vez, frente a un posible crecimiento de la localidad y a la venta de terrenos que esto implicaría. En este sentido, es interesante ver como en los relatos de estas familias parece haber un paralelismo entre “la llegada de los privados” o de los “pioneros”, en la época de Parques y “la llegada de los de afuera” en la actualidad. En ambos casos la tenencia de la tierra y el miedo a su pérdida articula sus relatos. Es importante remarcar que en el presente, a pesar de los proyectos de licitación, casi no hay venta de terrenos en Villa Traful, sin embargo es un pueblo donde la tierra tiene un valor significativo, porque al estar rodeada por los territorios de Parques Nacionales, los terrenos factibles de ser ocupados son escasos y hasta el momento esto limita la llegada de “nuevos pobladores”. No obstante, la concepción de muchos de los “primeros pobladores” es que su permanencia en los territorios que han habitado desde siempre nuevamente corre peligro, porque aún no son los

dueños de sus tierras y no poseen los títulos que demuestren su propiedad. En esta situación, frente a un posible crecimiento de la villa y de “la llegada de los de afuera”, con dinero suficiente para comprar las tierras, estarían nuevamente en riesgo de ser desalojados. Por lo tanto, considero que en el presente, la categoría de “primeros pobladores” se convierte en una herramienta de legitimidad y en un instrumento político. Sin títulos de propiedad y en un contexto signado por la desigualdad y las relaciones de poder asimétricas, la apelación a esta categoría reafirma que estos pobladores son los “creadores” de Villa Traful. El uso de esta categoría intenta señalar que estas familias -y sus descendientes- son quienes “conformaron” el espacio y en cierta forma “armaron” la villa. La identidad de los “primeros pobladores” se construye apelando al pasado, convirtiendo a la memoria en una herramienta de legitimación política que les permita disputar y luchar por sus derechos en marcos caracterizados por la dominación y por la distribución desigual de los recursos. Pero también se construye en relación al presente, un presente en el que aún su legitimidad no ha sido reconocida y en el que “la llegada de los de afuera” vuelve a poner en peligro sus territorios y sus derechos. En este sentido, “ser primer poblador” trasciende lo temporal para convertirse en una herramienta de legitimación a nivel local. Una legitimidad que se vuelve fundamental al momento de tener derecho sobre el espacio y de sentirse parte constitutiva del mismo (Tozzini 2004). Como se pregunta Tozzini, ¿en qué puede resultar beneficioso el hecho de poseer o no un origen? Sin embargo, como ella misma responde, la lucha no es por demostrar un origen, sino por ligar el mismo a la fundación del espacio en que conviven. Compartir su origen con el origen del pueblo es la clave para posicionarse de una manera determinada con respecto a la tenencia de la tierra y legitimar su posesión (2004: 14). En este sentido, tanto los Painepe como los Calfueque asientan en el terreno del pasado su “sentido de pertenencia” (Brow 2000) a Villa Traful. Mediante la construcción de esta identidad de “primeros pobladores”, anclada en la legitimidad del pasado, pueden posicionarse y tratar de superar las connotaciones negativas asociadas a la categoría de “intruso” y pueden, a pesar de no tener los medios legales, pelear por sus derechos. Así, tanto los Painepe como los Calfueque buscan justificar su vida en este espacio a través de memorias que demuestren que han estado desde siempre y que han vivido y trabajado en estas tierras “desde antes que Parques”.

Considero que esta justificación a través de la memoria debe entenderse en relación a la carencia de una legitimación en base a papeles y documentos legales, más allá de los PPOP, que perdieron legalidad con el traspaso a la provincia. En marcos hegemónicos como los de Villa Traful, donde las familias pobladoras se han sentido históricamente deslegitimadas por “el Estado”, la memoria se vuelve el principal recurso político para pelear y reclamar por sus derechos. Así, se apropian del pasado y lo re-significan en función de las disputas presentes y de sus proyectos futuros. De esta manera, la construcción de la memoria deviene central en los procesos de construcción identitaria de estas familias, según entiendo, porque los relatos del pasado constituyen una de las pocas herramientas con las que cuentan para reclamar la legitimidad de su ocupación y luchar por permanecer en las tierras que siempre les han pertenecido.

A MODO DE CONCLUSIÓN: EL COMIENZO DE UN ANÁLISIS COMPARATIVO Comenzar a trabajar en Villa Traful me permitió profundizar mi trabajo en Villa la Angostura, ya que empecé a repensar algunos puntos centrales de lo que comúnmente se entiende por “ser mapuche”. Este Pueblo Originario es reconocido por su fuerza y organización política, por lo tanto, generalmente “ser mapuche” se asocia a reivindicaciones etno-políticas concretas y fundamentalmente “visibles”. Se “debe” hablar la lengua, practicar las ceremonias, llevar determinada vestimenta, pero parece que también se “debe” reclamar al “Estado” en términos étnicos. De esta manera, se termina asociando a una “etnicidad” más que a una “identidad étnica” entendiendo a la primera como la expresión y afirmación de la segunda, y que por lo tanto implica visibilidad (Vázquez 2000)-. Lo interesante es que mientras en el censo del año 2001, el 24% de la población de Villa Traful se reconoció como indígena6, al momento de preguntar por la reivindicación étnica en la localidad, las respuestas suelen ser similares a la siguiente: Entrevistador: “¿Acá no hay gente que se reivindique como poblador mapuche?” Nuevo poblador: “No, desde lo que yo he visto, por ahí lo más cercano es alguien que te dice ‘mi viejo era’, pero ‘mi viejo era’, ¿si? no te viene con el discurso de la gente de Angostura de ‘nosotros los mapuches’ (...) De pronto

escuchas que hace más de 70 años acá no hay ninguno, entonces, o se fueron todos o nunca los hubo, no me queda claro, creo que si hay problemas con los terrenos van a aparecer” (Entrevista realizada a un “nuevo poblador” en Febrero de 2007. El subrayado es nuestro).

A mi entender, en Villa Traful “lo mapuche” no está ausente, pero tiene una implicancia muy distinta al caso de Villa La Angostura. Muchas familias de “primeros pobladores”, como es el caso de los Painepe y los Calfueque, hacen alusión a ser “mapuches”, “descendientes de mapuches” o tener “antepasados mapuches”, pero no se auto-identifican como parte del Pueblo Mapuche, no revalorizan esta identidad étnica en términos políticos, ni apelan al derecho indígena para reclamar por su derecho al territorio, como sucede en Villa La Angostura con los Paichil Antriao y los Quintriqueo. Ni los Painepe, ni los Calfueque -ni otras familias de “primeros pobladores”- confrontan e interpelan al “Estado” como “mapuches. Y “lo mapuche” no parece en Villa Traful como una identidad conflictiva. En este sentido, acuerdo con Héctor Vázquez, cuando afirma, “recién durante el proceso de constitución de las propuestas indianistas, institucionalmente organizadas, se construye un nivel de conciencia capaz de expresarse ideológicamente en una pluralidad de organizaciones y de movilizarse en defensa de los intereses socioculturales de las poblaciones indias” (2000: 56).

En el caso de Traful, la “identidad mapuche” no aparece -aún- como una identidad problemática porque no contradice las construcciones hegemónicas locales. Los Painepe, los Calfueque y otras familias que reconocen una ascendencia indígena no interpelan al Estado en estos términos, no afirman estar antes que el Estado-Nación argentino, sino antes que la Administración de Parques Nacionales, reafirmándose como “primeros pobladores de Villa Traful”. Cuando un poblador de Traful se auto-reconoce como “mapuche” o “descendiente de mapuche” no relaciona esta adscripción con un movimiento etno-político, ni construye un discurso legitimante en términos étnicos. Ahora bien, ¿esto implica que “no hay mapuches en Villa Traful”? Responder a esta pregunta implicaría seguir definiendo a la identidad en términos esencialistas, seguir pensando que existen identidades estáticas posibles de ser definidas de una vez y para siempre, y mediante determinados rasgos específicos. Pero por otra parte, también es importante aclarar que cuando la “identidad étnica”

se “hace visible” por medio de la “etnicidad”, suele reducirse el fenómeno identitario a la concreción de ciertos objetivos políticos. En este sentido, considero que comparar los casos de Villa La Angostura y Villa Traful nos permite analizar cómo las identidades no son esenciales, únicas, excluyentes e instrumentales, sino que sólo pueden pensarse en el marco de particulares procesos históricos y de específicas relaciones de hegemonía y subalternidad. A mi entender, en Villa Traful, la “identidad mapuche” no es “visible” ni se expresa políticamente, como sucede en Villa La Angostura, no obstante, aparece fuertemente asociada al pasado de las familias y de la localidad, y a la identidad de “primeros pobladores”. A esta identidad local que engloba distintas adscripciones étnicas y nacionales, y que en el espacio local ha sido re-significada por los sujetos y utilizada, en relación con la historia del pueblo, para interpelar al Estado y reclamar por derechos y por una legitimidad históricamente negados. Para entender esto es necesario pensar a la identidad como un proceso de construcción permanente que depende de la situación coyuntural y del contexto histórico-social, pero fundamentalmente de la relación que se establezca con “el otro”. En este sentido, las identidades lejos de pensarse como esencias definidas a priori e inmodificables, se construyen en el marco de relaciones de hegemonía y subalternidad (Trinchero 2000). Como nos permite ver el análisis comparativo de los casos de Villa La Angostura y Villa Traful, las identidades se construyen a lo largo de un proceso social de identificación. Ambos casos dan cuenta de que los intereses económicos y políticos, y las relaciones sociales y de poder son fundamentales para entender las construcciones de la memoria y la identidad de cada grupo. Es la situación presente de cada una de estas familias, sus conflictos políticos y territoriales y sus relaciones con los “otros” -entre ellos con “el Estado”-, los que nos permiten entender qué construcciones y selecciones hacen del pasado. Y porqué cada familia auto-adscribe a una “identidad” particular, que no es única y estable, y sobre todo, no es excluyente de otras identidades (Trentini 2009). En este sentido, considero que las “identidades” son construcciones que sólo pueden entenderse en función de los marcos y contextos históricos en los que se manifiestan o “invisibilizan”. Por lo tanto, no es una cuestión de identidades excluyentes, sino de énfasis y prioridades, que están en relación con las trayectorias en que estas identidades se construyen, re-construyen y re-significan.

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Trentini, F. 2009. Relaciones interétnicas y políticas estatales en el Departamento Los Lagos, Provincia de Neuquén. Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas. FFyL, UBA. Trinchero, H. 2000. Los Dominios del Demonio. Buenos Aires, EUDEBA. Vázquez, H. 2000. Procesos identitarios y exclusión sociocultural. La cuestión indígena en la Argentina. Biblos, Buenos Aires.

NOTAS 1 Principalmente, el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales, ratificado por la Argentina en Julio del año 2000. 2 La Reforma de la Constitución Nacional del año 1994 en el Artículo 75 inciso 17 reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, garantiza -entre otros dere­ chos- el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural. 3. El Estado no es un aparato homogéneo, una entidad monolítica y mitificada que actúa sobre los sujetos mediante un proyecto único y de manera unilateral. Siguiendo los planteos de Abrams (1988), Corrigan y Sayer (2007), Alonso (1994) y Lagos y Calla (2007), entiendo que es necesario analizarlo en sus formas más amplias y cotidianas de acción. Si bien las experiencias y prácticas de los sujetos con los que trabajamos se dan dentro de los marcos de “un” Estado dominante, es impor­ tante aclarar que este proceso no es un simple modelo de oposición entre dominantes y subalternos. Es un proceso mucho más complejo, en la medida en que los poderes del “Estado” son aplicados a regiones particulares a través de “modos de estatalidad” particulares que entran en relaciones -tam­ bién particulares- con los sujetos que habitan y viven en cada localidad (Roseberry 2002). 4. Para más información sobre las Leyes de Poblamiento ver Bandieri 2005. 5. Página Oficial de Villa Traful: www.villatrafúl.gov.ar 6. Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, INDEC 2001.

5. Las redes como metodología en los estudios antropológicos

EL PEQ UEÑO M UNDO DE LAS HIN CH AD A S DE FUTBOL BUNDIO, Javier S. *

INTRODUCCIÓN Durante mucho tiempo se pensó que los elementos constitutivos de los sistemas complejos (como aquellos que componen las células, las sociedades y la web) estaban enlazados aleatoriamente. Los modelos de redes aleatorias predecían que una red de esta clase evolucionaría hacia una componente gigante donde cada elemento, conocido como nodo, estaría vinculado a cualquier otro en una serie corta de pasos. Esta hipótesis fue adoptada en las distintas disciplinas que trataban con sistemas interconectados, y demostró (momentaneamente) tener capacidad predictiva en ciencias sociales en la década de 1960, cuando el psicólogo social Stanley Milgram demostró experimentalmente que dos personas escogidas al azar en cualquier parte del mundo estarían conectadas entre sí por una pequeña cadena de conocidos (Barabási 2002). Sin embargo, a finales del siglo XIX, adquirió peso la idea de que las redes aleatorias no son buenos modelos de redes del mundo real. Todo un conjunto de investigaciones han demostrado que muchas redes empíricas tienen una arquitectura compleja netamente alejada de la aleatoriedad (Albert y Barabási 2001). El surgimiento de las ciencias de las redes estuvo ligado a la elaboración de los modelos generativos que intentaron explicar por qué las redes tienen esta estructura tan peculiar. El objetivo del presente trabajo es describir, partiendo de los conceptos centrales en la ciencia de las redes complejas, las características estructurales de una red empírica que tomamos como caso de estudio: la red de enemistades y amistades entre hinchadas de fútbol argentinas. El caso es ideal para un enfoque como el que proponemos debido a la naturaleza vinculante de los conflictos y alianzas entre estos grupos sociales. Las preguntas generales que guían esta investigación son ¿Qué estructura tienen las redes de hinchadas enemigas y amigas? y ¿Qué nos puede decir esta estructura sobre el fenómeno que nos interesa? Sostenemos la hipótesis de que las relaciones de enemistades y amistades entre las hinchadas de fútbol argentinas * Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

forman redes complejas, con todas las implicancias teóricas que se derivan de ello y que trataremos a continuación.

CONCEPTOS CENTRALES EN REDES COMPLEJAS Una red social implica un conjunto de actores entre los cuáles existe algún tipo vínculo (Hanneman y Riddle 2005). Esta idea tan general permite plantear productivamente temáticas de interés en antropología en términos de elementos constitutivos y de relaciones entre ellos (Reynoso 2008). Esto último es de gran importancia para la investigación empírica que trata con redes sociales, ya que es posible plantear los problemas de investigación en función de las propiedades universales de la topología de la red más allá del referente empírico de cada una de ellas (Reynoso 2008). La idea de red social tiene una larga historia en ciencias sociales. Sin ir más lejos el propio Radcliffe-Brown concebía a las instituciones como una red de relaciones sociales, Nadel planteaba su sociología de roles en términos relacionales, y la Escuela de Manchester desarrolló conceptos que sirvieron de base al análisis de redes egocéntricas y sociométricas. La utilidad de los métodos formales de representación de redes radica en que no solo sugieren respuestas a los interrogantes planteados por el investigador, sino que también posibilitan la aparición de preguntas impensadas de antemano y susceptibles de responderse mediante un enfoque reticular (Hanneman y Riddle 2005). Las redes complejas son un tipo especial de redes que pueden considerarse como sistemas complejos (Albert y Barabási 2001) donde las propiedades globales de la red son resultado de las interacciones locales de los agentes que conforman el sistema. Muchos académicos se han dedicado a investigar los mecanismos que condicionan la topología o estructura de este tipo de redes. De esta manera muchas redes empíricas han demostrado ser redes complejas: world-wide web, internet, redes de colaboración entre actores, redes de colaboración científica, redes de contactos sexuales, redes celulares, redes ecológicas, redes de llamadas telefónicas, redes de citas científicas, redes lingüísticas, redes eléctricas, redes neurales y redes proteínicas, entre otras (Albert y Barabási, 2001). El estudio de las propiedades de las redes complejas fue abordado

históricamente desde tres clases de paradigmas de modelado (Albert y Barabási, 2001). En primer lugar por los modelos de redes aleatorias, variantes del modelo de Erdos-Rényi, que se abocaron a demostrar que la evolución de las redes aleatorias deriva en una componente gigante, donde siempre es posible encontrar un camino entre un par de nodos escogidos al azar, de ahí que estas redes sean siempre redes pequeñas y que este modelo haya servido para explicar el fenómeno estudiado por Milgram. En segundo lugar, el problema fue encarado a partir de los modelos de redes de mundo pequeño, conocidos como modelos WS (Albert y Barabási, 2001), ideados por Watts y Strogatz (de ahí su nombre WS), quienes interpolaron una grilla regular agrupada con la existencia de vínculos aleatorios. Estos modelos partían del supuesto de que existen agrupamientos en una red social dados por la pertenencia de los individuos a un grupo de afiliación. La pertenencia de unos pocos de estos individuos a más de un grupo social, les permite funcionar como atajos entre los grupos. Los autores plantearon que estos dos mecanismos, el agrupamiento y una media pequeña de distancias geodésicas, son necesarios y suficientes para generar una red de mundo pequeño. Es decir, un mundo pequeño es una red en donde un nodo cualquiera puede acceder a cualquier otro en una serie corta de pasos, y que a la vez manifiesta un elevado agrupamiento que lo diferencia de las redes aleatorias, sirviendo como modelo alternativo del anteriormente mencionado. Por último están los modelos de redes libres de escala, que se enfocaron en el estudio de la dinámica de la red y en el origen de las distribuciones de grado. El grado (degree) designa a la cantidad de vínculos que un nodo posee. Típicamente las redes libres de escala implican mecanismos distintos a los propuestos por el modelo WS y que son importantes para comprender la dinámica del sistema: el crecimiento de la red y el enlazamiento preferencial. Barabási desarrolló estos mecanismos para explicar la evolución de la web señalando que la existencia de hubs o nodos muy conectados depende de la preferencia de las nuevas webs a linkearse a otras que estén bien conectadas como estrategia para aumentar su propia conectividad (Barabási 2002). Es decir, si una página web quiere adquirir visibilidad lo mejor que puede hacer es linkearse a Google. De esta manera, sólo unos pocos nodos como Google y Yahoo tienen millones de links, mientras que la amplia mayoría de nodos tienen tan sólo unos pocos. Resumiendo, podemos decir que existen tres conceptos que ocupan un lugar

prominente en el estudio de las redes complejas y que sirven a los propósitos de su caracterización (Albert y Barabási, 2001): 1) Pocos grados de separación (path length): a pesar del enorme tamaño de las redes complejas existen relativamente pocos pasos de distancia entre dos nodos tomados al azar. Para decirlo en un lenguaje de redes: la media de las distancias geodésicas entre los nodos es pequeña, se cree por ejemplo que los grados de separación entre las personas del mundo es de sólo 6 (Watts 2006). Las redes aleatorias son redes pequeñas ya que la distancia típica entre dos nodos disminuye a medida que aumenta su conectividad, las redes de mundo pequeño son pequeñas porque existen atajos entre agrupamientos (Watts 2006). 2) Agrupamiento (clustering): es una propiedad común en las redes sociales la formación de clusters, que representan grupos de amistades (o cualquier otro tipo de relación social) en donde cada miembro es amigo de (o está vinculado a) todos los demás. Esta tendencia puede medirse reticularmente con el coeficiente de agrupamiento (Newman 1999). En las redes de mundo pequeño este coeficiente es mucho mayor que en redes aleatorias del mismo tamaño y densidad. 3) Distribución de grado libre de escala (scale-free degree distribution): no todos los nodos de la red tienen el mismo número de vínculos. La probabilidad de que un nodo escogido al azar tenga una cantidad determinada de vínculos sigue una distribución de ley de potencia, opuesta a una distribución de Poisson característica de las redes aleatorias. En estas redes unos pocos nodos están muy bien conectados mientras que la mayoría no lo están. Estas redes también poseen un elevado agrupamiento y una pequeña media de las distancias geodésicas debido a la alta conectividad de los hubs. Si las redes de enemistades y amistades entre hinchadas son redes complejas, deberían exhibir las características mencionadas, o ser mundos pequeños o bien ser libres de escala. De demostrarse que las redes de enemistades y amistades entre hinchadas son redes complejas, es posible argumentar que ellas no evolucionaron aleatoriamente. Indagaremos a continuación si las redes exhiben estas propiedades y qué insight sobre el fenómeno nos puede dar ese conocimiento.

DATOS Y MÉTODOS

Para comprobar nuestra hipótesis fue necesario construir dos tipos de redes: la red de hinchadas enemigas y la red de hinchadas amigas. La primera de ellas se conoce como red “negativa” y la segunda como red “positiva”. El concepto de red negativa refiere a aquellas redes que conectan actores a partir de actitudes, emociones y comportamientos negativos (Robins y Pattison 2006), reservándose el término positivo para el resto de las redes1. Los datos reticulares necesarios para construir estas redes fueron tomados de la página web Barras-Bravas.com2. En esta página, que es una obra colectiva de todos los simpatizantes de fútbol a una escala nacional y actualizada permanentemente, están disponibles fichas de cada hinchada donde se mencionan a sus pares enemigas y amigas. La gran ventaja de utilizar estos datos es que no es necesario ningún trabajo de relevamiento, que en este caso sería prohibitivo en términos de economía y tiempo de investigación, sino que simplemente necesitamos traducir los datos ya existentes a un formato susceptible de analizarse reticularmente. Esto se logra creando una matriz de doble entrada (matriz de adyacencia) donde la primera fila y la primera columna contienen a los nodos, y las celdas contienen dos valores: 0 para indicar ausencia de relación y 1 para indicar la presencia de relación. La red fue luego simetralizada por el método mínimo (Borgatti 1999), de manera que sólo se tuvieron en cuenta las relaciones manifestadas por ambas partes. Por la naturaleza de los datos esta red constituye una red emic (los datos fueron informados por los mismos actores) y simétrica (los vínculos son recíprocos) (Hanneman y Riddle 2005). La red incluye a 186 nodos que corresponden a hinchadas de toda la Argentina y que representan a clubes de todas las divisiones deportivas.

ANÁLISIS3 En la Tabla 1 se comparan los coeficientes de agrupamiento C de las redes empíricas con los coeficientes de agrupamiento Crand que corresponden a redes aleatorias del mismo tamaño. Como afirmamos previamente, el coeficiente de agrupamiento mide el grado de clusterización o agrupamiento de la red (Newman 1999). También se comparan las medias de las distancias geodédicas l. Como

vemos, este último valor es pequeño, tal como se esperaría de una red aleatoria, pero el coeficiente C es muy elevado comparado con Crand. Esto estaría indicando que ese agrupamiento no depende de una vinculación azarosa de las hinchadas sino a profundos principios organizadores de la red relacionado a los mecanismos de generación del agrupamiento. Tipo de red

N

l

C

Cra n d

A ctores de cine Red neuronal

225.226 282

3,65 2,65

0,79 0,28

0,00027 0,05

Red de Servicio Eléctrico

4941

18,7

0,08

0,0005

Red de enem istades

186

4,26

0,27

0,03

Red de am istades

186

6,12

0,05

0,0001

Tabla 1. Coeficiente de agrupamiento de varios tipos de redes empíricas (Newman, 1999). Donde N es el número de nodos, l es la media de las distancias geodésicas, C es el coeficiente de agrupamiento y Crand es el coeficiente de agrupamiento para una red aleatoria del mismo tamaño. Si bien estamos seguros de que las redes de amistades y enemistades entre hinchadas son redes de mundo pequeño, tenemos razonables dudas de afirmar que son redes libres de escala. En el Gráfico 1 se observa la distribución de los grados nodales en la red de enemistades. Esta distribución tiende hacia una asimetría que recuerda a una ley de potencia: existen unas pocas hinchadas muy vinculadas mientras que la mayoría tiene pocos lazos. Una red aleatoria del mismo tamaño tendría una distribución similar a una curva normal. Sin embargo los datos no son concluyentes para ninguna de las redes.

Gráfico 1. Comparación de la distribución de los grados nodales de las redes de enemistades. Se observa que la red de enemistades exhibe una distribución libre de escala, diferente a la distribución aleatoria esperada.

Una forma más intuitiva de visualizar los conceptos centrales en redes complejas es simplemente observando las redes gráficamente. En la Figura 1 se pueden ver las redes de enemistades y amistades, las cuales están comparadas con redes aleatorias del mismo tamaño. La clusterización o agrupamiento se observa a simple vista, gracias a los algoritmos de visualización, en la forma de un subgrupo ampliamente conectado en la zona central de la gráfica. La red de amistades no está tan conectada pero ambas no se parecen en nada a las redes aleatorias que se asemejan más a un “ovillo de lana” en el caso de las enemistades y a un conjunto de “islas” (componentes) en el caso de las amistades.

Figura 1. Pequeños Mundos y Redes Aleatorias. En estos ejemplos el agrupamiento se observa a simple vista. Las redes de amistades (superior izquierda) y enemistades (superior derecha) están más agrupadas comparadas con redes aleatorias del mismo tamaño y densidad (inferiores respectivas).

DISCUSIÓN El análisis demuestra que las redes de amistades y enemistades entre hinchadas de fútbol son redes de mundo pequeño, aunque existen dudas de que puedan considerarse redes libre de escala. Este hallazgo es significativo para el caso de las redes de enemistades ya que existen pocos trabajos sobre redes negativas (Robins y Pattison 2006) y de acuerdo a la bibliografía a la cuál tuvimos acceso, la red de enemistades entre hinchadas es la primera red negativa que tiene características de mundo pequeño4. La distribución de los grados nodales quizás esté influida por el pequeño tamaño de las redes y la poca densidad. Por otro lado la web Barras-Bravas.com solo expone una muestra del total de hinchadas, por lo que la distribución nodal puede estar sesgada. Debemos recordar que cuando de redes sociales se trata, ningún muestreo puede arrojar resultados significativos de la estructura de la red, y es necesario estudiar la red en su totalidad (Hanneman y Riddle 2005). La simetralización por el método mínimo también puede influir en las distribuciones de grados nodales al eliminar relaciones asimétricas y disminuir significativamente la conectividad de algunos nodos. Las conclusiones de nuestro análisis permiten inscribir a las redes de enemistades y amistades en el conjunto de redes de mundos pequeños descubiertas hasta el momento, y por lo tanto nos habilita a afirmar que son redes complejas. Con respecto a esto último, concordamos con Duncan Watts en que la estructura una red compleja: “sólo se puede comprender de forma adecuada en términos de la naturaleza de los procesos que condujeron a ella.” (Watts, 2006)

Para el fenómeno que nos ocupa, la pregunta que surge es ¿Qué mecanismo puede explicar el hecho de que las relaciones entre hinchadas de fútbol hayan constituido un mundo pequeño? Si las hinchadas no escogen a sus enemigos y amigos de manera azarosa, deberían existir factores endógenos o exógenos que condicionan esta elección. El caso de las enemistades desafía el sentido común, ya que uno estaría tentado a pensar que dos hinchadas que tienen un enemigo en común deberían aliarse para enfrentarlo, dando lugar a los que algunos investigadores llaman lógica del beduino, y que fue identificada etnográficamente para el caso de algunas hinchadas

argentinas (Garriga Zucal 2002). Sin embargo no sucede esto a nivel global, sino que dos hinchadas que comparten un enemigo tienen muchas probabilidades de ser enemigos entre sí, tal como lo demuestra el elevado coeficiente de agrupamiento. Estudios preliminares (Bundio 2009) indican que las hinchadas se relacionan más frecuentemente con aquellas con las cuáles compartieron alguna división deportiva. Desde la psicología social se ha observado que la competencia transforma a grupos sociales rivales en enemigos, vinculándolos en una relación recíproca de hostilidad intergrupal (Sherif y Sherif 1961). De esta manera la estructura de la red de enemistades puede estar condicionada por la manera en que se organizó el sistema de categorías deportivas a los largo del tiempo. Si esta organización tiende a agrupar a un conjunto de hinchadas en un mismo contexto competitivo, es de esperar que se establezcan relaciones negativas entre ellas. Dentro del sistema de categorías deportivas, los ascensos y descensos pueden funcionar a modo de atajos que vinculan hinchadas afiliadas a distintas categorías, de manera similar al modelo WS. Por otra parte, si bien la presencia de amistades tiende a decrecer a medida que eliminamos de la red a las hinchadas que compartieron pocos años (Bundio 2009), el compartir una misma división es requisito necesario para establecer una alianza entre hinchadas. La descripción de la estructura de las redes empíricas permite plantear la cuestión de su génesis y desarrollo, aunque se vuelve necesario el uso de formalismos de simulación y modelado que exceden a los objetivos del presente trabajo. Esperamos pese a ello haber contribuido al conocimiento de las pautas globales de interacción entre las hinchadas de fútbol y que este conocimiento permita plantear discusiones posteriores que permitan relacionar las elecciones grupales y las conductas globales emergentes.

AGRADECIMIENTOS Agradecemos a los integrantes del grupo de investigación Antropocaos, sin cuya contribución esta investigación no habría sido posible.

BIBLIOGRAFÍA Albert, R. y A.L. Barabási 2001. Statistical Mechanics of complex networks. Reviews o f Modern Physics 74:47-97. Barabási, A.L. 2002. Linked. The new science o f networks. Cambridge, Perseus Publishing. Borgatti, E.1999. 1999. UCINET 5 fo r Windows. Software fo r social analysis. User’s guide. http:// www.analytictech.com/ (13 de enero de 2010) Bundio, J.S. 2009. Apuntes metodológicos para el análisis de las relaciones entre hinchadas de fútbol mediante A.R.S.. Ponencia presentada en la VIII Reunión de Antropología del MERCOSUR, Buenos Aires, U.N.S.A.M. Garriga Zucal, J. 2002. “Amistades entre hinchadas”. Violencia, masculinidady vínculos de amistad en un grupo de simpatizantes de fútbol. http://www.efdeportes.com/efd55/hinchada. htm (13 de enero de 2010) Hanneman, R. y M. Riddle. 2005. Introduction to social network methods. http://faculty.ucr.edu/~hanneman/ nettext/ (13 de enero de 2010) Newman, M.E.J. 1999. Small Worlds. The structure of social networks. Working Papers from Santa Fe Institute n° 99-12-080. Reynoso, C. 2008. Hacia la complejidad por la vía de las redes. Nuevas lecciones epistemológicas. Desacatos 28:17-40.

Robbins, G. y Pattison, P. 2006. Multiple networks in organizations. http://sna.unimelb.edu.au/publications/ (17 de junio de 2009) Sherif, M. y K. Sherif 1961. Intergroup Conflict and Cooperatios. The Robber’s Cave Experiment. Oklahoma, University Book Exchange. Watts, D. 2006. Seis grados de separación. La ciencia de las redes en la era del acceso. Barcelona, Paidós Ibérica.

NOTAS 1. Los términos negativa y positiva no hacen referencia a la magnitud del vínculo, simple­ mente sirven como referencia indicadora de que las relaciones sociales están en polos distin­ tos en una escala de valores 2. Los datos pueden consultarse en http://www.barras-bravas.com.ar. 3. Todas las medidas fueron tomadas con la versión de prueba de Ucinet, disponible en http:// www.analytictech.com/ 4. Quizás debido a que los investigadores tienden a privilegiar los lazos positivos en sus es­ tudios como si fueran los únicos capaces de dar cuenta de la cohesividad de un grupo social. Creemos que el conflicto es tan importante como la cooperación a la hora de estructurar un espacio social.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS EN PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN: UN ANÁLISIS DE REDES SOCIALES APLICADO A LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA LODI, María Eugenia * CEFALI, Marina *

INTRODUCCIÓN ¿Qué son las redes sociales? En términos generales, una red es una colección de objetos relacionados de cierto modo entre sí. Esta definición permitió que, a lo largo del desarrollo de las ciencias sociales, el término se utilice de diferentes maneras. A diferencia de las investigaciones que aplican el concepto de red en un sentido metafórico, la noción de red social utilizada en el presente trabajo tiene un carácter formal, gracias a que desde el análisis de redes sociales (ARS), se recuperan elementos tomados de la teoría de grafos y del álgebra de matrices. El surgimiento de la teoría de redes se remonta a 1736, en la ciudad prusiana de Konigsberg, cuando Leonhard Euler se pregunta si es posible realizar un paseo por los siete puentes del lugar sin pasar por el mismo puente más de una vez. Euler pensó que este problema podía representarse como un grafo, siendo en este caso los puentes líneas y la tierra puntos. Si bien las redes permanecieron largo tiempo entendidas como objetos estructurales puros, la teoría del siglo XX las encuentra como entidades dinámicas recibiendo un impulso del campo de las ciencias sociales, donde se comienza a hablar más específicamente de análisis de redes sociales. Será, entonces, a partir de este periodo en el cual se desarrollan medidas para analizar las conexiones entre los actores, donde también se realizarán las primeras representaciones gráficas de las matrices de datos.

* Estudiante avanzada de la carrera Ciencias Antropológicas, UBA. UBACyT numero F115 Grupo Antropocaos

De este modo, es importante destacar que el ARS además de permitirnos tomar determinadas mediciones sobre la conexión entre los nodos, proporciona una visualización clara de la naturaleza de estos vínculos, agilizándonos la interpretación de los datos. Esta situación fue potenciada por la aparición de las computadoras, ya que la capacidad de cálculo y representación gráfica de las mismas, facilitó el trabajo para aquellos casos en los cuales el universo de estudio era demasiado grande. En la actualidad existen numerosos programas capaces de sistematizar la información y someterla a análisis utilizando índices matemáticos y estadísticos. Los softwares que utilizamos para el presente trabajo son el UCINET y el NETDRAW. El UCINET es un programa de análisis de redes sociales desarrollado por Steve Borgatti, Martin Everett y Lin Freeman y que se utiliza para generar las bases de datos matriciales y mapeo reticular, el mismo trabaja en conjunto con el NETDRAW que es el que permite la visualización grafica de las redes generadas. (En: www.analytictech.com/ucinet/) Una particularidad interesante de este tipo de metodología tiene que ver con que el foco no estará puesto en los atributos de los actores sino más bien en las relaciones entre los mismos. Al punto que los nodos son entendidos como en una relación de interdependencia, en lugar de pensarlos como unidades autónomas independientes. (Wasserman y Faust 1994) Otro aspecto a mencionar tiene que ver con que tanto los nodos como los lazos pueden representar objetos muy variados; los nodos pueden ser individuos. empresas, unidades domesticas, etcétera, y los lazos pueden representar cualquier tipo de vínculo. En este caso, la semántica será dada por el investigador, y las medidas utilizadas también representarán cuestiones a interpretar por él. Así, es posible encontrar una amplia gama de trabajos realizados con este tipo de metodología en diversos campos, por ejemplo análisis de empresas, integración social, procesos políticos, relaciones de dependencia entre naciones, difusión de medicamentos, epidemiología, coautorías, etc. Cuando la Ciencia se estudia a sí misma El análisis del trabajo científico propiamente dicho, puede producirse por diferentes vías y desde diferentes enfoques, es por esto que es importante mencionar los antecedentes relacionados a la temática que se presentara en este trabajo. En primer lugar, existen trabajos que, desde una perspectiva reticular, se enfocan en los investigadores; éstos pueden o no trabajar con citas bibliográficas

como insumo, pero se interesaran, entre otras cosas, por analizar la existencia o no de colaboración entre científicos. En esta línea de investigación encontramos autores que buscan establecer la existencia de dicha colaboración mediante el análisis de las coautorías, como por ejemplo Molina, Perianes-Rodríguez, Olmeda-Gómez, MoyaAnegón, etc.3 Por otra parte, existe otra corriente que, si bien se centra en los investigadores, no utilizan las citas bibliográficas como insumo. Aquí, el interés consiste en establecer vínculos entre investigadores, entendiendo la importancia de las posibles relaciones formales que pueden darse en un departamento académico, como también las relaciones informales entre ellos. Esta perspectiva es la que sigue el trabajo de Gaette Fiscella, quien también aplica una metodología de tipo reticular. En segundo lugar encontramos una disciplina, la bibliometría, que se encarga fundamentalmente de analizar el desarrollo de las ciencias a través de métodos estadísticos y matemáticos. En este caso el foco estará puesto en las citas bibliográficas, y se pretenderá establecer la actividad, la estructura y la evolución de una ciencia. Mediante la cuantificación de estos datos y la utilización de estadísticos específicos, la bibliometría puede tanto encargarse de los aspectos descriptivos como así evaluativos. Esta disciplina, entonces, utilizará como insumo las bases de datos bibliográficas, por lo que estará limitada a los productos del pensamiento científico materializados en una producción escrita. También es posible analizar las temáticas que son estudiadas por una disciplina en un determinado lapso de tiempo, de esta forma la bibliometría aplicada a la sociología de la ciencia como a políticas científicas nos brinda un estado de cuestión sobre la productividad de las publicaciones, de los autores, así como de los lugares e instituciones editoras. A su vez, es posible mediante este tipo de disciplinas analizar el impacto de determinados autores a partir de la posibilidad de establecer citas cruzadas entre investigadores. Desde una perspectiva antropológica contamos como antecedentes con los trabajos realizados por Latour y Woolgar desde la década del 70. En su libro, “La Vida en el Laboratorio” (1995) presentan los resultados de las investigaciones llevadas a cabo en un laboratorio californiano a través de herramientas etnográficas. Estaban interesados principalmente en tres cuestiones: la primera preocupación de los autores consistía en poner en discusión la naturaleza de la relación entre lo científico y lo social, intentando exponer cómo se construye socialmente la categoría 3. Ver: Molina, J. L., Muñoz, J. L. y Domenech, M. (2000); Molina, J.L. y Schmidt, S. (2003); Perianes-Rodríguez, A., Olmeda-Gómez, C. y de Moya-Anegón, F. (2008)

de ciencia y el producto de ella. La segunda cuestión en la que se concentraron es en la vida cotidiana de los investigadores con el objetivo de rescatar haces de prácticas y comprender reflexivamente las actividades de los científicos. Finalmente, a partir de estas dos cuestiones anteriores, intentaron focalizar aun más sobre este producto de la ciencia y trabajar sobre la construcción del hecho científico. En el capitulo tres, los autores analizan esta construcción tomando como referente empírico la caracterización de tres sustancias -el TRL, el LRF y la somatostatina- realizadas por algunos investigadores que pertenecían a distintos laboratorios y equipos de investigación. Un laboratorio es definido como un sistema de inscripción gráfica cuyo objetivo es convencer a otros de que algo, en este caso la aislación de estas sustancias, es un hecho situado más allá de su historicidad. Aquí se interesan por estudiar la génesis del TRL a partir del relevamiento en trabajos y publicaciones de la utilización de este término. Para Latour y Woolgar no sería adecuado pensar en términos de “descubrimiento”, ya que la existencia de estas sustancias es relativa al contexto de producción y de circulación de la información. Si tenemos en cuenta, como los autores, que una red es un conjunto de posiciones dentro de la cual tiene significado un objeto como el TRL, la facticidad del mismo está vinculada a una o mas redes concretas. Si bien no realizan ARS propiamente dicho, trabajan desde un enfoque relacional, intentando valorar las extensiones de estas redes de conocimiento a partir de mediciones acerca de la difusión y familiarización con el término. De este modo, describiendo la historia de la sustancia presentan las distintas formas en que los laboratorios analizaron la misma y las redes de colaboración positiva o negativa que entablaron. Esto nos lleva a pensar una relación entre la bibliometría, aquellos trabajos que analizan coautorías desde un enfoque relacional y los aportes de la antropología de la ciencia siendo fundamental el concepto de colegios invisibles para pensar aquellas influencias y contactos entre investigadores. Los colegios invisibles El concepto de colegios invisibles, fue introducido en el siglo XVII en Inglaterra por Robert Boyle, un importante químico, para designar pequeños grupos de científicos muy productivos que establecían medios informales (correspondencia, encuentros, conferencias) de contacto y de apoyo mutuo con el propósito de ganar prestigio y prioridad dentro del campo. El Colegio Invisible al que pertenecía Boyle

era una especie de sociedad esotérica que se dedicaba a la filosofía de la ciencia y el estudio de los fenómenos naturales, relacionados con los alquímicos, en un contexto donde estaba casi prohibido hablar de ciencia experimental e ir en contra de las ideas dominantes de la Iglesia. Este grupo se reunía a discutir cuestiones relacionadas a los hechos y demostraciones empíricas. En 1660, esta asociación abandona su carácter esotérico y se transforma en la Royal Society, institución dedicada a la “Nueva Filosofía” o Filosofía Experimental impulsada por Francis Bacon y que contó con miembros destacados como Leibniz, Newton y Hooke. (Gracia Guillén 2005) Este concepto es resignificado trescientos años después por Derek J. de Solla Price, físico e historiador de la ciencia y fundador de la cienciometría, en un capítulo de su libro Science Since Babylon (1961), en el que utilizó la expresión New Invisible Colleges, para caracterizar las relaciones informales que se establecían entre científicos, al margen de las publicaciones científicas regulares. No se trataba, pues, de la comunicación a través de revistas científicas, sino por procedimientos distintos y más rápidos. Esto hacía que los científicos se comunicaran por medio de los llamados “pre-prints”, formando así redes informales de investigación. Pronto, Price va a utilizar sólo la expresión «colegios invisibles». Este término da título a un capítulo de su famoso libro Little Science, Big Science, publicado el año 1963. En este libro sigue manteniendo la tesis de que los colegios invisibles se comunican por medios distintos de las revistas científicas. Diane Crane, autora de Invisible Colleges (1972) y alumna de Solla Price, estudió los patrones de comunicación y trabajo en el mundo de la ciencia y descubrió que, normalmente, el número de científicos que trabajan en una línea determinada de investigación es realmente pequeño. Según Crane los científicos que en todo el mundo investigan en un tema concreto suelen conocerse entre sí, y están al corriente de sus trabajos respectivos. Los investigadores que trabajan en un área determinada a menudo intercambian, incluso, propuestas de investigación y versiones previas de los trabajos, antes de que se den a conocer por otros canales más formales como pueden ser las revistas especializadas. Los congresos y reuniones académicas desempeñan también un papel importante en los procesos de comunicación, en la medida en que ayudan a la difusión de versiones preliminares de trabajos de investigación y favorecen su análisis y crítica de los mismos por otros investigadores. Además, este tipo de eventos contribuye al intercambio de puntos de vista y al establecimiento

de contactos y redes de colaboración entre los científicos que pertenecen al mismo Colegio Invisible. En nuestro trabajo esta idea es utilizada para enmarcar conceptualmente la búsqueda de un patrón en la producción académica. ¿Qué hay en común entre los proyectos de investigación trabajados? ¿El análisis de redes sobre las citas nos permitirá relevar contactos de comunicación informal o de transmisión tácita de conocimiento? Creemos que a través del ARS es posible observar uniones desde las fuentes citadas en el apartado bibliográfico de los formularios de presentación de los proyectos UBACyT y así detectar propiedades emergentes de la interacción total de la red, difíciles de percibir mediante un análisis convencional.

LOS PROYECTOS UBACYT Los UBACyT son proyectos de investigación que están financiados y acreditados por la Universidad de Buenos Aires. El objetivo de los mismos es la: “ejecución de proyectos de investigación científica y tecnológica que tiendan a incrementar el conocimiento, elevar el nivel técnico, científico y cultural de nuestra sociedad y promover la formación de recursos humanos de alto nivel y desarrollo científico tecnológico del país”. (En: www.uba.ar/secyt)

Para que sea posible el otorgamiento de un subsidio, existen una serie de requisitos generales que serán tenidos en cuenta al momento de la evaluación. Entre ellos, la formación de recursos humanos en lo que refiere a la investigación, la contribución al conocimiento acerca del tema que trate el proyecto y que los investigadores cuenten con los medios necesarios para el desarrollo del mismo. Los proyectos están organizados en torno a un director y un codirector, también pueden participar las siguientes categorías de investigadores: investigador formado, investigador en formación, investigador tesista, investigador de apoyo, becario de investigación UBA y no UBA, estudiante, técnico de apoyo. En cualquier momento del desarrollo del proyecto se pueden incorporar nuevos integrantes para lo cual sólo es necesaria la firma del director. Existen tres categorías diferentes de proyectos UBACyT en función de las

características de su director, estos son: •

Los proyectos de grupos consolidados: Estos son proyectos trienales, que están dirigidos por investigadores con experiencia en dirección de proyectos y con meritos científicos relevantes.



Los proyectos de grupos en formación: Estos son proyectos bienales, que están dirigidos por investigadores que se inician en la dirección de proyectos de investigación, o hayan dirigido o codirigido proyectos por un lapso menor a cuatro años.



Los proyectos de jóvenes investigadores: Estos son proyectos bienales, que están dirigidos por investigadores de hasta treinta y seis años de edad a la fecha de la presentación, con tesis de Maestría o Doctorado aprobada. Los proyectos se radican en una unidad académica, trabajan un área temática

específica desde una disciplina con su rama correspondiente y una comisión técnica asesora. El llamado por parte de la Universidad de Buenos Aires a presentarlos se realiza cada dos años, para luego ser evaluados y seleccionados por la comisión técnica asesora. Es posible que algunos de los proyectos sean acreditados pero no financiados. Los proyectos financiados cuentan con un presupuesto anual; por el contrario, los que no son financiados cuentan con un estipendio mínimo de sostenimiento. Para el presente trabajo fueron tomados los proyectos UBACyT del periodo 2008-2010, de la Facultad de Filosofía y Letras, del área temática Ciencias Antropológicas, rama Sociocultural, correspondiente a la comisión técnica asesora de Humanidades. Los proyectos pertenecen a las tres categorías explicadas anteriormente, Grupos consolidados, Grupos en formación y Jóvenes investigadores, y se tomaron tanto los proyectos con financiación como aquellos con estipendio.

EL ARMADO DE LA RED El tratamiento de los datos para una investigación centrada en las redes sociales presenta diferencias respecto a las matrices utilizadas frecuentemente por aquellos investigadores que se centran en el análisis estadístico. Tradicionalmente, la matriz que se utiliza para la aplicación de procedimientos estadísticos es una de tipo rectangular con mediciones, en la cual cada celda de la misma describe una

puntuación que presentará el actor en relación a algún atributo establecido por el investigador. En nuestro caso, los datos de la red constituirán una matriz cuadrada en la cual la primera fila y columna representa el mismo conjunto de sujetos o casos, siendo en este caso una matriz de tipo simétrica. Cada celda describe la relación existente entre dichos sujetos o casos, pudiendo entender estos lazos como binarios (presencia-ausencia de relación) o como lazos valuados (estableciendo gradientes en el vínculo). Es importante destacar que lo relevante en este tipo de matrices son las relaciones entre los actores y no sus atributos. Para nuestra investigación, se trabajó con 33 proyectos de los 36 presentados para la rama sociocultural de Ciencias Antropológicas entre los cuales encontramos temáticas ampliamente diversas como antropología jurídica, estudios de género, trabajos con poblaciones indígenas, antropología urbana, rural, etcétera. A continuación se presenta la matriz elaborada para nuestra red de proyectos:

Figura 1. Matriz generada con el software Ucinet. Como se observa se trata de una matriz simétrica, donde los proyectos están representados con letras y números en la primera fila y en la primera columna, y los números en cada celda de intersección significa la cantidad de autores que ambos

proyectos tienen en común. A partir de esta matriz se armo la siguiente red:

Figura 2. Red de proyectos generada por el software Netdraw. En esta red, los nodos representan los proyectos de investigación y los lazos la existencia de autores citados en común. El grosor de los lazos indica la cantidad de autores que los proyectos comparten. Observando el grafo, sin utilizar las medidas, notamos que la red presenta un sólo componente, no hay nodos aislados y dada la cantidad de lazos y su grosor, podemos anticipar que la densidad de la red es alta, estando la mayoría de los nodos relacionados entre sí. Los proyectos que están en la parte inferior tienen claramente poca vinculación y notamos ciertas regiones de la red con mayor conectividad.

ANALISIS DE LA RED Para realizar el análisis correspondiente se utilizaron algunas medidas de centralidad y la medida de densidad. Las medidas de centralidad utilizadas son el Grado (Degree) que nos indica la cantidad de vínculos directos que tiene cada nodo,

la Intermediación (Betweenness) que calcula la cantidad de nodos que necesitan pasar por ego para conectarse entre sí y la Cercanía (Closeness) que se concentra en la distancia geodésica de cada actor con todos los demás. Estas medidas describen la ubicación de los nodos en términos de cuán cerca están del centro de la acción de la red. (Hanneman 2000) Si bien las medidas de Cercanía y de Intermediación son útiles cuando se analiza el flujo especifico de algo, como por ejemplo de poder o de bienes, en este caso aun no se analiza si existe tal transmisión. De todos modos, resultan importantes como medidas generales de la estructura de la red y sirven para complementar los resultados de la medida de grado, ya que se disminuye una limitación propia de la misma. Esta limitación tiene que ver con que esta solo mide la cantidad de lazos de un nodo sin distinguir si estos vínculos tienen lugar únicamente entre el nodo en cuestión y un solo nodo o si se relaciona con muchos otros. En este sentido, tendremos un caso (BEL23) que si bien no presenta relación estrecha con ningún proyecto en particular y no está entre los valores más altos de grado, tiene una alta conectividad con la totalidad de la red. Estas son las medidas de centralidad calculadas para nuestra red de proyectos: GRADO 24CRT24 13TSA13 4 p rr4 7 BVN7

CERCANIA 122 13TSA13 120 24CRT24 116 23 BEL23 93 7 BVN7

94.118 94.118 91.429 88.889

INTERMEDIACION 23 BEL23 13 TSA13 24 CRT24

18.322 16.526 13.773 10.855

12 BRN12 26MRT26 19 GRC19

10.440 10.203 10.160

4 prr4

26MRT26 6 BBI6 8 GZG8

93 93 87

26MRT26 6 BBI6

4 prr4

86.486 86.486 86.486

23BEL23 18 SRM18 1 WRTl

86 79 78

15 NFD15 12BRN12 2 TRG2

84.211 84.211 82.051

7 BVN7 6 BBI6 16 NV016

8.602 7.518 6.141

22RTM22 20 BTN20 12BRN12 29 BLZ29

77 76 71 68

8 GZG8 1 WRTl 29 BLZ29 18SRM18

82.051 80.000 80.000 80.000

15 NFD15 18 SRM18 30 NCZ30 8 GZG8

6.083 5.084 4.880 4.738

11 W D11 15NFD15 2 TRG2 16NV016 25 DJN25 33 GIG33

68 64 62 62 52 51

20 BTN20 16NV016 9 MYA9 19 GRC19 33 GIG33 31 DPY31

80.000 80.000 78.049 76.190 76.190 76.190

2 TRG2 9 MYA9 20 BTN20 33 GIG33 1 WRTl 29 BLZ29

4.121 3.948 3.913 3.563 3.503 3.163

30 NCZ30 31 DPY31 17RDV17 9 MYA9 14FAZ14 3 LCR3 19 GRC19

46 45 44 41 41 39 37

30 NCZ30 22 RTM22 25 DJN25 11 VVD11 17RDV17 14FAZ14 27MGL27

74.419 74.419 71.111 69.565 68.085 65.306 65.306

27MGL27 22 RTM22 25DJN25 31 DPY31 5 M S05 14FAZ14 11 VVD11

3.005 2.952 2.831 2.679 2.360 2.062 1.236

28 GLD28 32 KSK32 27MGL27

35 29 26

28 GLD28 3 LCR3 10 LRD10

65.306 64.000 62.745

28 GLD28 32 KSK32 17 RDV17

1.200 0.848 0.783

10 LRD10 5 M S05 21 RYN21

16 15 4

32 KSK32 5 M S05 21 RYN21

62.745 57.143 53.333

10 LRD10 3 LjCR3 21 RYN21

0.777 0.446 0.286

Tabla 1. Tabla con las medidas utilizadas para los nodos.

Analizando la medida de grado, encontramos que los nodos que dieron valores más altos son:

Tabla 2. alores más altos de grado. Esta medida nos ofrece una primera aproximación para determinar cuáles son los nodos centrales. En este caso, CRT24 tiene 122 vínculos directos con otros nodos, lo que nos indica que es el proyecto que mayor cantidad de autores comparte con el resto. El nodo TSA13 también muestra un valor muy elevado en cuanto a la medida de grado. En este caso, como se observa en el grafo, puede deberse a que tienen una gran cantidad de vínculos con PIT4, que también muestra un grado alto. Por esto es importante tener en cuenta otras medidas de centralidad posibles. Por otro lado, los nodos con menor centralidad de grado pueden ser un indicador de cuales serían las temáticas o perspectivas teóricas menos trabajadas en la disciplina. De la misma forma es importante notar la diferencia entre el valor más bajo (RYN21) y aquel que le sigue (MSO5) ya que el salto es extremadamente marcado. En relación a la medida de cercanía, los nodos que dieron valores más altos son:

Tabla 3. Valores más altos de cercanía.

Al igual que con la medida de grado, los nodos TSA13 y CRT24, son centrales. En este caso, aparece en tercer lugar un nodo (BEL23) que tiene un valor de grado alto pero no se encuentra dentro de los más elevados. Los valores con mayor grado de intermediación son:

Tabla 4:. Valores más altos de intermediación. Si bien las medidas se corresponden a grandes rasgos con las que dieron de grado y de cercanía, también es interesante notar que el nodo BEL23 presenta el valor más alto de intermediación mostrando ser el de mayor importancia en cuanto al acceso a toda la red. Esto se debe a que tiene muchas conexiones sin tener lazos muy intensos con ningún nodo en particular. Es importante tener en cuenta las tres medidas ya que como vimos la medida de grado no es suficiente para dar cuenta de la importancia de un nodo. La medida de red completa utilizada es la densidad, para esto debimos dicotomizar, esto es, transformar la matriz en una nueva donde en la casilla de intersección de cada proyecto aparezca cero (0) si no hay autores citados en común y uno (1) para uno o más autores citados en común. La herramienta de dicotomización permite establecer en términos binarios - presencia y ausencia- las múltiples relaciones entre los nodos. Así, para esta matriz la Densidad es: 0.6648. La densidad de la red es alta, ya que un 66% de los lazos posibles están conectados. Sería interesante entonces, ver si hay regiones de la red que presenten mayor conectividad; para esto, utilizaremos la idea de clique.

Subconjuntos Un aspecto interesante para analizar la estructura de una red consiste en la posibilidad de determinar la existencia de subgrupos con mayor conectividad entre si. Para esto, utilizaremos la idea de clique, definiendo al mismo como: “...un subconjunto de actores que están más fuertemente conectados mutuamente que lo que lo están con otros actores que no forman parte del grupo.” (Hanneman 2000)

De este modo, en nuestra red seria posible determinar aquellos proyectos que presenten mayor conectividad entre sí, para poder luego analizar el motivo de la formación de dichos subgrupos. Para poder utilizar la medida de clique, dicotomizamos la matriz con un criterio más restrictivo que el utilizado para calcular la densidad, ya que al estar la mayoría de los nodos interconectados con al menos un (1) lazo, no nos representa una relación significativa para analizar. Decimos “significativa” en cuanto responde a un objetivo operativo, ya que si tenemos en cuenta un mayor número de cliques, nos resultaría prácticamente inmanejable realizar un análisis. Se intentó utilizar distintos valores de dicotomización, y encontramos que con una dicotomización en doce (12), esto es: proyectos que compartan doce autores entre sí, no existía ningún clique, por lo que decidimos intentar con los valores menores al mismo. A modo de ejemplo a continuación mostramos los cliques para la dicotomización en nueve (9) y en seis (6). Los resultados fueron: • Con el valor 6: 12 cliques 1: PIT4 GZG8 TSA13 2: WRT1 PIT4 TSA13 3: PIT4 TSA13 SRM18 4: BBI6 BVN7 GZG8 TSA13 5: BRN12 TSA13 CRT24 6: LCR3 BEL23 MRT26 7: VVD11 RDV17 RTM22 8: VVD11 RDV17 BLZ29 9: BTN20 CRT24 MRT26 10: RTM22 CRT24 MRT26 11: BEL23 CRT24 MRT26

12: BRN12 CRT24 DJN25 • Con el valor 9: 2 cliques 1: PIT4 TSA13 SRM18 2: BBI6 BVN7 GZG8 Si bien, esto es un diseño exploratorio de acercamiento al universo de estudio, podemos de todas formas, responder algunas cuestiones. Teniendo en cuenta las medidas de centralidad, los cliques y analizando los proyectos, elegimos el criterio de dicotomización en nueve y pudimos notar que los dos subgrupos trabajan temáticas similares al interior de cada uno. En uno de ellos (PIT4 TSA13 SRM18) la especialización es violencia policial, antropología jurídica y política. En relación a esto hay un punto que resulta interesante y es que existe otro proyecto que trabaja este tipo de temáticas, y que no tiene un grado de centralidad elevado además de no presentar muchos autores en común con este clique. Esto puede deberse a diferentes perspectivas del tratamiento de un área disciplinar específica o a que los nodos altamente relacionados pueden tener algún vínculo de otro tipo, como por ejemplo pertenecer a un mismo equipo de investigación o cátedra. El segundo clique, compuesto por los nodos BBI6 BVN7 GZG8, podría estar formado, debido a que los tres proyectos trabajan cuestiones relacionadas a integración regional, en una misma zona geográfica.

Figura 3. Red con los dos cliques dicotomizada en 9.

Por último pudimos notar que existen ciertas temáticas o perspectivas teóricas que no tienen una posición central en la disciplina, al menos en la Universidad de Buenos Aires. Estas son aquellas que corresponden a los nodos con menor centralidad, donde el tema trabajado se relaciona con la antropología lingüística (MSO5) y con las teorías del caos y complejidad (RYN21). CONCLUSIONES Y CONSIDERACIONES FINALES En nuestra disciplina, la construcción del hecho empírico resulta un tema central y de vital importancia, ya que los métodos y perspectivas epistemológicas se encuentran en un marco de debate constante. El ARS es, sin duda, un tipo de metodología que ofrece amplias posibilidades para este tratamiento. Entre otras cosas, nos permitió realizar un acercamiento al universo de estudio, y gracias a la utilización de las medidas estructurales más habituales observamos que algunos proyectos cuentan con mayor presencia respecto a otros. Por otra parte, los cliques nos permitieron focalizar y trabajar con los proyectos centrales. Encontramos que las uniones o diferencias se dan por los referentes empíricos específicos y no tanto por su marco teórico conceptual como creímos en un primer momento. Actualmente estamos trabajando en la construcción de una red de autores que nos permita establecer la naturaleza de tales interacciones a través de una jerarquización y sistematización de los mismos.

AGRADECIMIENTOS Agradecemos al Grupo Antropocaos y especialmente a Javier Bundio

BIBLIOGRAFÍA Crane, D. 1972. Invisible colleges. Difíusion of knowledge in scientific communities. Chicago y Londres, The University of Chicago Press.

De Solla Price, D. 1963. Little science, big science. Columbia University Press. Nueva York De Solla Price, D. 1961. Science since Babylon. Yale University Press, N. Haven, Connecticut. Gracia Guillén, D. 2005. De los colegios Invisibles al Campus Virtual, En II Jornada Campus Virtual UCM: Cómo integrar investigación y docencia en el CV-UCM. Madrid, Editorial Complutense. Hanneman, R. 2000. Introducción a los métodos del análisis de redes sociales Depto. De Sociología de la Universidad de California Riverside. Versión electrónica disponible en http:// wizard.ucr.edu/~rhannema/networks/text/textindex.html Latour, B. y Woolgar, S. 1995. La vida en el laboratorio. Madrid, Alianza Editorial. Molina, J. L., Muñoz, J. L. y Domenech, M. 2000. Redes de publicaciones científicas: un análisis de la estructura de coautorías. En: Revista hispana para el análisis de redes sociales. Vol. 1, #3, enero 2002. http:// revista-redes.rediris.es Molina, J.L. y Schmidt, S. 2003. El análisis de redes sociales en Hispanoamérica: Presente y futuro. Ponencia presentada en la XXIII Conferencia Internacional de Análisis de Redes Sociales, Cancún, México Perianes-Rodríguez, A., Olmeda-Gómez, C. y de Moya-Anegón, F. 2008. Introducción al análisis de redes. En: El profesional de la información, Vol. 17, n. 6, pp. 664-669. Wasserman, S. y Faust, K. 1994. Social NetwoikAnalysis. Methods andAplications. Cambridge, Cambridge Univeraty Press.

6. Historia y revisión de los clásicos en los estudios antropológicos

EL VIAJE DE AMBROSETTI LA HISTORIA ANTROPOLÓGICA Y SU RELACIÓN C O N “EL OTRO” ARIAS, Ana Carolina *

INTRODUCCIÓN LA ANTROPOLOGÍA, LA HISTORIA Y EL OTRO Considero la reflexión histórica sobre la producción antropológica en Argentina como fundamental para el conocimiento de nuestra práctica actual. La misma permite indagar aspectos académicos, de sociabilidad, institucionales, epistemológicos, políticos, entre otros, que hicieron a la constitución del campo; permitiendo comprender la relación entre el crecimiento de la disciplina y los contextos históricos y políticos en los que fue desarrollándose. Desde los inicios, la actividad antropológica se relaciona con un otro. Descripciones físicas, viajes a tierras ignotas que “espejan” la propia sociedad, exhumaciones, colecciones de objetos y culturas “en extinción”, clasificaciones, creación de mapas y límites reales e im aginarios, constitución de identidades, denominación de “pueblos” y delimitación de estadios humanos en el progreso de la Nación. Este otro sujeto no siempre es interpelado y abordado de la misma manera y es allí donde la indagación reflexiva e histórica adquiere relevancia, permitiendo yuxtaponer y contrastar distintos modos de relación e interpretación. Estos tópicos no se refieren exclusivamente al discurso antropológico: los dilemas de las diversidades culturales y su relación con la constitución de la identidad nacional (entre otros) atraviesan la historia del pensamiento latinoamericano. Indagar sobre los objetos de esas antropologías, su relación con la constitución del campo disciplinar, las comunidades académicas y las instituciones vinculadas a ellas, permite comprender cómo aquellos “antropólogos”1 crearon modelos discursivos que aprehenden al otro en un determinado espacio-tiempo. A lo * Estudiante avanzada de Licenciatura en Antropología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Pasante del proyecto “R edes sociales en comunidades locales ”, dirigido por la Lic. Laura Teves

largo de estas líneas se intentará problematizar dichos vínculos, en qué contextos y bajo qué modos discursivos surgen y luego se transmiten a la sociedad. A fines de siglo XIX la consolidación del estado-nación argentino se encuentra en un pico de tensión. Desde mediados de siglo y hasta 1880 se perfilan y debaten diferentes fuerzas con el único interés de “organizar” la nación. La disputa Confederación versus Buenos Aires se clausura con la federalización de la capital (promovida por Avellaneda y aprobada el 21 de septiembre de 1880 por la Legislatura). El 12 de octubre asume la presidencia el provinciano Julio Argentino Roca. La “conquista del desierto” había afianzado la presencia argentina en los terrenos australes, y una vez en el gobierno, el nuevo dirigente completa su tarea con los avances hacia la frontera Norte. El ideario de Roca, conservador y gradualista2, presenta como primera prioridad el afianzamiento de la república “posible” alberdiana. (Botana y Gallo 2007; D'Atri 2008) La sociedad se encuentra en manos de la llamada “generación del '80” -fundada en ideales positivistas y de progreso- y la antropología se vincula fuertemente con esta élite porteña puesto que las incipientes figuras pertenecen a los acotados ámbitos de la misma o se adscriben a importantes linajes criollos. La expansión nacional, territorial y simbólica ofrece la posibilidad a estos intelectuales de realizar viajes hacia los confines del territorio nacional: Juan Bautista Ambrosetti, Francisco Moreno, Estanislao Zeballos, Adam Quiroga y Samuel Lafone Quevedo recorren, siempre acompañando las campañas militares, culturas y paisajes lejanos, desiertos repletos de aquella supuesta otredad. El encuentro con la misma, sumado a la experiencia del traslado, les permite construir su imagen como “viajeros” o “exploradores” y más adelante como autoridades científicas e institucionales. Además, comienzan a llegar al país personalidades científicas extranjeras, algunas invitadas por importantes funcionarios con el fin de mejorar las condiciones locales de producción, ya sea mediante la enseñanza o creando nuevas instituciones y centros de investigación; otras movidas por intereses personales, en general con expectativas de hallazgos fósiles. Emergen también en este período figuras autodidactas, hijos de inmigrantes ultramarinos que se interesan por la labor científica y que irán adquiriendo cierto prestigio en los ámbitos de sociabilidad de la época (Perazzi 2003). El análisis del presente trabajo parte del libro Viaje de un maturrango de Tomás Bathata (Juan Bautista Ambrosetti) e intenta mirar al trasluz de la mirada

misma: de qué manera se inscribe este antropólogo en el campo, cómo construye su objeto de estudio, se mueve hacia él -física y discursivamente- y lo incluye -o no - en un contexto personal, académico, político y social particular. Tomo como referencia una pregunta de James Clifford: ¿qué pasaría si el viaje fuera visto sin trabas. como un espectro complejo abarcador de las experiencias humanas?, considerando las prácticas de desplazamiento como un aspecto (o proceso) constitutivo de los significados culturales, en lugar de ser su simple extensión o transferencia (Clifford 1999).

Ambrosetti 1885 Fines de siglo XIX, la sociedad es escrita por la generación del 80; a través de José Ingenieros, de Miguel Cané, de Octavio Bunge, de Lucio V Mansilla... la Argentina es pensada frente al novedoso progreso y creciente cambio, en vistas de una Nación nueva que se construye, que amplía sus fronteras políticas, territoriales y sociales. Bajo el seudónimo de Tomás Bathata, Juan B. Ambrosetti publica en 1893 (ocho años después de su realización) el Viaje de un Maturrango3; un pequeño libro que relata su primera experiencia de viaje fuera de Buenos Aires en calidad de “observador”, es decir, cuya función es el registro, la descripción, el conocimiento de lo otro distante que atraviesa la expedición. Gracias a su amistad desde muy joven con el Dr. Ladislao Holmberg4, Ambrosetti frecuenta los círculos de élite científicos y literarios de la Buenos Aires modernizándose; allí conoce al Capitán D. Antonio A. Romero, del entonces Batallón de Infantería Marina, quien lo llevará a recorrer, con sólo veinte años, la guarnición en la línea del chaco santafesino.

EL AUTOR EN TRAJE DE VIAJE El relato comienza previo a la partida, allá en las reuniones en casa de Holmberg o del mismo Ambrosetti. Es en uno de estos encuentros cuando el expectante científico decide que está preparado para un viaje que le es ofrecido, ya que ha “superado el miedo” que lo hacía ver con pesar las partidas de amigos hacia tierras lejanas. Había llegado su hora soñada: “Finalmente, daría una satisfacción a

mi amor propio herido, hubiera ido al infierno por tal de ir á alguna parte” (Ambrosetti 1893:11). De esta forma arranca su viaje iniciático. Sentado en la biblioteca frente a “sus amigos” Holmberg, Pitaluga, Romero, etc. se mantiene tranquilo frente a la noticia de la partida, pero confiesa en su diario la exaltación, culminación de una “lucha desesperada de la impotencia de un muchacho de familia” que permitirá calmar aquella “sed de lo desconocido” de un inexperto. “Me hubiera puesto á saltar si no hubiese pensado en aquel momento que todo explorador debía ser serio” (Ambrosetti 1893:12). El imaginario frente a la idea de aquella oportunidad se despliega en dos sentidos. Por un lado, hacia un mundo que le hace rememorar a Julio Verne: selvas vírgenes, tigres, indios, aventuras. Un territorio desconocido y lleno de hazañas se abre camino en la mente inquieta del joven investigador. Junto a esto escribe: “es muy lindo tener veinte años y el cerebro lleno de ilusiones”, apuntando en el texto una mirada desde el presente en que edita este relato. Un presente perteneciente al explorador -con más experiencia- que revisa su primer diario y atenúa, en cierta manera, esa exaltación fantástica por lo desconocido. Ironía y sensibilidad se mezclan en las reflexiones sobre aquélla época al retomar la lectura de estas notas. Esta imaginación que recrea un mundo exótico es, sin embargo, el motor al menos manifiesto que desencadena la vocación de Ambrosetti por el viaje, por el desplazamiento fuera de la ciudad y su órbita civilizada y de progreso; en fin, por la antropología. Por otro lado, el imaginario se despliega sobre el personaje mismo del explorador, aquel que “debe ser” serio y estar preparado para zambullirse en un universo extraño y fantástico. Dicha preparación incluye un equipamiento específico para el terreno: armas, municiones, redes, cajas, frascos, papeles, instrumentos, provisiones, medicamentos, y por supuesto la infaltable herramienta: la libreta de viaje. Estas características brindan una pista acerca de la intencionalidad del libro en sí mismo. ¿Por qué motivos publica estas notas fuera de contexto y bajo un seudónimo? Partiendo desde el título: en América se usa el término “maturrango” para referir a un mal jinete, a una persona pesada o de mal movimiento. También para referir al español o europeo. Según Cortazar, el término fue usado de modo peyorativo por los criollos de la guerra gaucha para hablar de los españoles. En el momento de la edición, Ambrosetti recorta personalmente su diario (que hasta

pareciera demasiado “íntimo” por su aura enigmática) y agrega juicios de valor que le permiten justificar determinados pasajes y pensamientos; sin dejar de hacer sentir al lector la emoción de los veinte años, el exotismo del chaco y el cariño por esas páginas llenas de “niñerías” y de “candidez”. Sus amigos, a quienes dedica el ejemplar y a quienes adjudica la insistencia de publicar el mismo, pueden ser vistos como los interlocutores inmediatos. Por detrás y más allá es posible imaginar un potencial lector, más amplio, que desconoce el interior del país y tal vez se sienta atraído más por los pasajes interpretativos y descriptivos que por los datos de rigurosidad científica. Los mecanismos de validación del texto funcionan en uno y otro sentido. Hay que recordar, además, que en esta época en Buenos Aires la literatura se halla a mitad de camino entre el “gentleman escritor” y el escritor de oficio, no quedando este libro fuera de ese entrelugar discursivo. (Altamirano y Sarlo 1997; Jitrik 2009). Bajo un seudónimo y relatada a modo de cuento, la expedición de este maturrango genera un juego con las palabras y también con el lector, puesto que transforma un “relato de viaje” en un alegre librito de anécdotas, quitándole disimuladamente -por un lado- la carga de responsabilidad de los juicios emitidos allí; y exhumando abiertamente -por otro lado- la inexperiencia de la primera cabalgata. El texto produce además cierta ruptura o discontinuidad entre el relato desde el presente y el relato exacto del diario: sólo en algunos pasajes aclara “copio de mis libretas mis impresiones”. En apoyo a este estilo narrativo y de presentación, los capítulos aparecen ilustrados con imágenes casi caricaturescas sobre la aventura, creadas por Eduardo Alejandro Holmberg, hijo de su gran amigo y mentor. El dibujante figura en la portada bajo el seudónimo de Noris Zucoff y realiza su obra a posteriori del viaje, puesto que no participa en él, en base a unos bocetos del propio Ambrosetti. Estos dibujos refuerzan el aspecto informal del libro, ensanchando la ruptura entre el diario y la presente redacción. Sin embargo, aunque se presenta a sí mismo como guiado por una experiencia juvenil e inexperta, los registros que selecciona y publica de su libreta de viajes dejan entrever a un joven “científico” que se preocupa por la autenticidad de su observación, por la sistematicidad, por el rigor del conocimiento (de acuerdo a las exigencias del positivismo imperante). Con un afán por describir, transmitir y darle veracidad a aquella experiencia iniciática, los detalles abundan en todo

el recorrido: superpuestos y entremezclados a la mirada intelectual y extranjera se pueden rescatar datos referentes a los modos de vida en las provincias del litoral. Tanto en las ciudades, los ingenios, los fuertes o las reducciones recoge información acerca de las condiciones demográficas, territoriales y ambientales de diferentes poblados y asentamientos. También colecciona datos sobre cantidades de producción anual, tecnología disponible y técnicas de producción, comidas, festejos, rituales, vestimenta, vocablos, medios de transporte, tipos de construcción. En esta perspectiva, el libro puede ser valorado como documento etnográfico del chaco santafesino a fines de siglo XIX. Además, su lectura nos presenta una idea de cómo se inicia un joven de aquél tiempo en la labor del antropólogo en el que más tarde se convertirá, conservando aún cierta expresividad intuitiva y sensible frente a la experiencia; hábito que es más difícil (cuando no imposible) de encontrar en escritos posteriores del propio Ambrosetti. Un estilo que presenta la inocencia -en el sentido que le da Nigel Barleyen el viaje de campo, instancia que quedará, en la historia de la disciplina, oculta más de una vez (Barley 1989). Hay un punto del relato que merece cierta detención: Luego de varios días de andar -dificultosamente- a mula camino a Las Toscas (noreste de la provincia de Santa Fe), el viajero despierta con un terrible malestar físico. “Como siempre” -dice- “no quise dar mi brazo a torcer” y se toma dos pastillas de quinina y una taza de café para apearse “como sea” a su bayo. Al mediodía ya se encuentra recuperado y declara “ahora sí que estaba seguro de hacer el viaje completo sin molestia ni fastidio” (Ambrosetti 1893:58). Esta suerte de superación expone, sin quererlo, la posibilidad de no poder soportar el v ia je . sin embargo el desafío de la experiencia es resuelto, aunque pesarosamente, y ya se encuentra listo para manifestar de nuevo “su actividad”: cazar insectos y escribir impresiones en su diario. Pareciera que a partir de aquí es un explorador “como debe ser”. Esta es una de todas las “pruebas” que tendrá que realizar para completar su iniciación. Hacia el final del relato, insiste sobra las ambiciosas anotaciones en su libreta. destacándose aún más la pretensión de conocimiento y de producción del mismo. Su labor como observador se despliega ante la mayor cantidad de experiencias posibles. A medida que ha visto y escrito tantas cosas y lugares, las referencias a su inexperiencia y juventud son menos frecuentes. El viaje ha dado su fruto: un nuevo miembro de la tribu antropológica regresa

a Buenos Aires a reunirse con su parentela y ampliar su formación. La mirada del experto cierra el libro y el recuerdo, con amor y con reproche. En sus últimas líneas confiesa cómo su “querido y famoso diario de tapas negras”, luego de haber sido revisado y re-escrito es arrojado por él mismo a la hoguera. La tarea de selección no tiene vuelta atrás: aquél joven iluso se quemó para siempre. Confidencia que no es menor: la única evidencia del diario es la re-escritura que publica del mismo.

IM PRESIONES DE UN MATURRANGO Primer contacto con aquello otro: Corrientes con sus calles plagadas de soldados de la Intervención Nacional5, descuidada y parecida a la antigua Buenos Aires. La curiosidad lo lleva a recorrer diferentes sitios del pueblo, pero la “animación” la encuentra por fin en el mercado, donde convergen las parroquianas, las vendedoras guaraníes y las indias en un conjunto abigarrado, colorido y plagado de un chisporroteo de frases inentendibles. Entrada la noche se encuentra con “las polkas correntinas” (música y baile populares de la región), donde por primera vez en el relato aparece una distinción que se seguirá repitiendo: el “ellos” (en esta ocasión, bailarines incansables y despreocupados) y el “nosotros” (él y la evocación de sus amistades metropolitanas, galantemente acostumbrados a ofrecer el brazo a sus compañeras luego de un minuto de baile, para que no se agiten demasiado). Hay una lejanía a partir de esta distinción (ellos-nosotros) que se puede mirar, es una distancia de la cual se puede dar cuenta, pero que le resulta sorprendente y a veces incomprensible. Construye así una espacialidad distinguible -física y simbólicamente- que se pone de manifiesto ante él (y para él) a partir del encuentro y a partir del contraste, de la comparación. Es en ese lejano y por momentos “oculto” y “sombrío” mundo donde se adentra el explorador, rompiendo con su vapor el lento paisaje, calmo, que saluda al viajero. La armonía es la clave imperante, lo regular se muestra a sus ojos desde los árboles, a través del río, la ribera esplendorosa pero suave, la ostentosa vegetación que se “abre al viajero” tímidamente. Más allá se oculta lo profundo, lo impenetrable, la sombra. Aquello otro a donde no ha llegado el dominio del conocimiento, donde el progreso no ha forjado ciudades ni civilización; allí asoma lo salvaje. La relación que establece el viajero con el mundo está marcada por esta distancia, por la mirada

asombrada pero sistemática que se adentra en los paisajes; intentando comprenderlos y describirlos, pero sabiendo que hay allí detrás una espesura -el monte- que no se deja ver tan fácilmente. Esta misma idea de lo espeso o inalcanzable se vislumbra en otras situaciones, más allá del paisaje, que observa y registra Ambrosetti: La vida en los ranchos o en los fuertes puede ser experimentada, puede anotarse en la libreta la disposición de muebles, el rezo de las muchachas en un entierro, charlas en un patio, bailes, cocinas hum eantes. la pluma traza incansable todo aquello que llama la atención a sus ojos, sin embargo no logra trazar un puente -una explicación tal vez- que lo ubique dentro de esa visión. “Parado en la puerta no cesaba de mirar el baile sin atreverme á e n t r a r .” (Ambrosetti 1893:46). Pero el más profundo enfrentamiento se produce quizás cuando llega a Las Toscas, “colonia indígena” o “Gran Toldería”. Congelado el itinerario por unos días, decide visitar la reducción de San Antonio de Obligado6. La noche anterior no puede disimular su ansiedad y emoción: “( . ) vería indios: indios en sus casas con sus objetos y útiles haciendo vida íntima. ¡¡¡Cómo trabajaría mi libreta entonces!!!” (Ambrosetti 1893:75). Por unos días se separa de la rutina militar y se encamina hacia San Antonio, donde tendría tiempo de “hartarse de indios”. La visita a la reducción contiene una riqueza etnográfica que posiblemente no estuviera premeditada en el plan de “curiosear” de este joven amateur. Sus ideas respecto de la vida que observa allí y los datos que registra son, sin embargo, de una tonalidad bastante original para su época. En principio visita al cura Hermete Constansi quien estaba a cargo de la capilla y de la escuela, obteniendo información suficiente para satisfacer su “curiosidad general”; pero una vez logrado este pantallazo -y bastante crítico de la relación entre la institución católica y los indiosdecide volver a recorrer todo “metódicamente” junto al cabo Crespo. “Francamente, no comprendo el afán de los misioneros de llenarle la cabeza á los indios con la doctrina (...) Los indios, por pasársela bien dirán á todo que sí, pero yo pregunto. ¿Qué deben pensar, qué deben comprender al oír una misa y en latín? (...) ¿No es posible que al oír al cura hablar latín, haciendo todas esas reverencias y signos, para ellos misteriosos, no lo comparen con el brujo ó médico de la tribu? Todo esto pensaba, mientras el buen padre me hablaba con entusiasmo de los progresos que hacían sus neófitos.” (Ambrosetti 1893:82-83).

Así entonces se enfrenta a los ranchos cara a cara, describiendo con asombro

y un poco con repugnancia aquella vida de pies descalzos y comida escasa. El recorrido se entromete por los interiores de las casas, en las curaciones del “médico” (cuyos cantos y “griterías” lo atosigan terriblemente) y por las labores diarias de la comunidad. Se sorprende al encontrar que los indios a pesar de ser “tan nómades” no dejan de ser “industriosos” y detalla extensamente sus herramientas de caza y también los utensilios de cocina y aseo, los ornamentos y distintas vestimentas. Al segundo día tiene oportunidad de asistir a una carneada, para lo cual se levanta bien temprano con el objeto de presenciarla. La descripción no escatima detalles: cuando las mujeres se pelean por las tripas y menudencias, los perros flacos se precipitan sobre el estiércol del animal muerto en busca de coágulos de sangre y las indias amontonan sus pies entre las tripas tibias. Hay una evidente idea de barbarie en estas descripciones, dualismo (civilización-barbarie) persistente en diversas épocas del pensamiento argentino y latinoamericano y al cual tampoco escapa este joven extranjero. Pero esta tensión contiene también una mirada de lo otro que es contradictoria en su figura misma (en su modo de pensarlo) y que genera un sentimiento contradictorio al ser leída. Volveré sobre este tema, pero es importante aclarar que “lo bárbaro” no está condensado, aparece aquí y allá en el texto de diferentes modos, por ejemplo, en descripciones de ciertas costumbres o como oposición o “lo civilizado”. La distancia persiste a pesar de estar presenciando la cotidianeidad. Los indios, dice, “son poco comunicativos”, siempre los encuentra mudos, moviéndose en pocas ocasiones, para volver a su “eterna afonía” e “indolencia”. La relación opuesta entre él y lo otro adquiere distintos matices y formulaciones, pero no logra superarse. Por otro lado, hay una suerte de pasaje desde un naturalista aficionado a un etnógrafo, crecientemente interesado por las anécdotas en torno al fuego y por la observación de situaciones “extrañas”. Este tránsito discurre a través del relato de viaje de modo casi imperceptible e inconsciente por parte del autor. De las primeras descripciones del monte y los insectos capturados en formol, las notas en la libreta van dejando un lugar cada vez mayor a los indios y la vida en la reducción, a los ingenios, a las costumbres dentro de los fortines. Su curiosidad y su presencia como observador privilegiado se afirman paulatinamente en el texto, aumentando las notas y la profundidad de sus indagaciones: “Aquellos ranchos perfumados de bagual, en otras condiciones me hubieran hecho disparar, pero me retenía la curiosidad y el amor propio, como á los

estudiantes de medicina en las primeras lecciones de anfiteatro. En Buenos Aires, y de frac, hubiera sido abominable; pero en el Chaco, de bombachas y con camisa de tartán, dominado el primer impulso de repulsión, seguí mirando indiferente, encontrando todo muy natural” (Ambrosetti 1893:85-86, el subrayado es mío).

Aunque se puede dar cuenta de cierta formación anterior (menciona lecturas de D'Orbigny, de Figuier, de Holmberg, entre otros) el trabajo que publica no es una investigación explícita ni tampoco reflexiva acerca de dicho pasaje, en cierto modo metodológico y en otro también teórico. Desde el punto de vista metodológico, podría considerarse un estudio de tipo “extensivo”7, más allá de la pretensión etnográfica como objetivo implícito o explícito. No hay tampoco una tradición consolidada de viaje estrictamente antropológico en aquella época. La mayoría de los viajeros como él se adscriben a un rol de “exploradores” y a lo sumo de científicos. Él mismo se dedica -por ejemplo- a juntar muestras de insectos y a procurar quinina a los enfermos. Esta heterogeneidad de su rol también es una referencia inevitable -así como lo es la ambigüedad de su libro- a las características de constitución del campo intelectual y científico a fines de siglo XIX. Con todo, su relativamente rápido “encuentro” y “conocimiento” de las culturas del chaco santafesino parece cementar las bases de un investigador que seguirá ocupándose cada vez más de temas antropológicos, como lo indica su gran interés y dedicación posterior por la arqueología y el “folklore”. Sin embargo, no volverá a escribir y, sobre todo a reflexionar, sobre la experiencia de lo otro con la inocencia que lo hiciera en su juventud. Por último, aquella mirada sobre lo otro -que no deja de tener un aspecto etnocéntrico y confiado en el positivismo científico- adquiere en ciertos pasajes un carácter relativista que al leerlo desde el presente parece desencajar con las ideas predominantes de la nación blanca y europea. Incluso parece ser contradictorio en él mismo, volveré a esta última disonancia más adelante, por el momento veamos sus palabras sobre los indios: “Aquella posición de estatuas, aquella mirada vaga é indiferente, como sumergida en una eterna reverie8 es algo que produce admiración y desconfianza. Qué pensarán de nosotros los blancos, que valiéndonos de nuestra superioridad y en nombre de principios de civilización, los arrancamos de sus hogares después de una espantosa carnicería, cazados como fieras, para sujetarlos después á un régimen que no es el suyo y para enseñarles cosas que no comprenden ni necesitan saber? ¿Los habremos hecho más felices? Muchas

veces me he preguntado eso, y siempre he comprendido el porqué los chinos, los negros y los mismos indios no quieren saber nada de nuestra civilización. El egoísmo blanco, el egoísmo cristiano, naturalmente tiene que chocar con la vida feliz de los pueblos; vida feliz, porque la felicidad es relativa, y cada cual la entiende á su modo.” (Ambrosetti 1893:101)

Nos interpela a través de estas notas un viajero sensible, que enriquece con sus reflexiones casi poéticas una experiencia que es al mismo tiempo humanística y etnográfica. La aparición del concepto de relatividad y el interés por el “pensamiento salvaje”, sumados a la experiencia formadora en el campo; se anticipan, de manera sugerente, a trabajos que no aparecerán hasta unas décadas después, los cuales colocan en discusión la relación entre el etnógrafo y aquello que observa. El perfil antropológico de este joven aficionado podría compararse (como si fuera una expresión a escala local de procesos más amplios de reformulación de la metodología y orientación teórica en la antropología) con las ambiciones de algunas de las grandes figuras de la disciplina, como Boas o Malinoswki. A través de la imagen de viajero-científico, Ambrosetti escribe desde un lugar sensibilizado con la experiencia pero sin intención de innovar metodológicamente, o sea, siguiendo los métodos clásicos de indagación, heredados de las ciencias exactas y naturales. Sin intención tampoco de poner en duda su lugar de “superioridad”. El procedimiento de observación y escritura puede compararse con aquello que -según Stocking- sucedía en las primeras monografías de los etnógrafos académicos de la generación de Malinowski, unas décadas después del viaje de Ambrosetti (Stocking 1993).

EN BUENOS AIRES Y DE FRAC Ambrosetti retorna a la capital con un traje nuevo. La proximidad con escritores, artistas y científicos de la época irá en aumento junto con su prestigio. Ese año es nombrado Director del Museo de Paraná, al cual le dedica su labor durante cinco años. Desde 1890 vuelve a instalarse en Buenos Aires y comienza con una etapa de “viajero naturalista” cada vez más especializado, recorriendo en varias ocasiones la provincia de Misiones y alrededores. Pronto el espectro de viajes persigue un interés específicamente antropológico y se amplía hacia Salta, Tucumán,

Catamarca y otros sitios del NOA; así como hacia La Pampa y Tierra del Fuego. En junio de 1897 presenta en El Ateneo su disertación sobre “El diablo indígena, ensayo de mitología argentina” llevando la novedad, según Cortazar, de su especialización etnográfica, arqueológica y folklórica. En 1903 Miguel Cané, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, lo nombra profesor suplente de Arqueología. Allí comparte la enseñanza con Samuel Lafone Quevedo. Un año más tarde dona sus colecciones9 a la Facultad insistiendo en la creación del Museo Etnográfico, del cual se convierte en Director en 1905. Como señalé antes, las ideas que aparecen de modo germinal en Viaje de un Maturrango no están aisladas del estilo de la época. Los comienzos de la actividad y producción antropológica, ubicados según Adriana Stagnaro entre 1870 y 1910, están impregnados de ese espíritu positivista, signado por la preeminencia de estudios paleontológicos, prehistóricos y arqueológicos; miradas distantes que intentan trazar puentes pero que dejan ciertas problemáticas en la penumbra, especialmente las relacionadas al mestizaje y a los procesos sociales, políticos y económicos de las comunidades que sobrevivieron a las intervenciones militares y a los fuertes procesos de cambio. Mejor era dedicarse a la exhumación del pasado, ya que “discutir sobre indios muertos y sus perdidas huellas podía ser apasionante y para nada comprometido” (Stagnaro 1993:54). ¿Cómo se relacionan estos hechos con la trayectoria del pensamiento antropológico en la Argentina? ¿Qué indicios presentan las trayectorias individuales al enmarcarlas en el árbol genealógico de la disciplina? ¿Cuáles son las relaciones que se entablan -explícita o implícitamente- entre los distintos intérpretes de la cultura y los sujetos interpretados a lo largo de la constitución del campo antropológico?10

DISCUSIÓN La Nación, Ambrosetti y el fin-de-siglo La Argentina se encuentra en pleno proceso de transformación social, política y económica. El 12 de octubre de 1880 Roca asume la presidencia de la República, Buenos Aires “muere” como capital provincial, naciendo como capital federal. Se inicia con ello una época de capital financiero, donde el país se ofrece como una despensa potencial para satisfacer de alimento en abundancia a las

viejas capitales europeas. La creciente prosperidad permite realizar campañas de “poblamiento” hacia los pretendidos desiertos nacionales, además del desarrollo y perfeccionamiento de la agricultura y la ganadería (D'Atri 2008). Después de haber consumado la sangrienta Campaña del Desierto hacia la Patagonia, Roca se encuentra con que aún no ha terminado la lucha contra el indio. Un segundo frente indígena se abre en su presidencia: el Noreste argentino, conocido como Gran Chaco. Los avances militares son acompañados por intelectuales que se encargan de obtener un panorama social, cultural, político y económico de las geografías distantes. El material de registro se constituye como una herramienta invisible de dominación, tejiendo una sociedad y un pueblo que se ajustan al nuevo cuerpo nacional, ya sea incluyéndolo en la nueva configuración de la identidad nacional, ya se incorporándolo al sistema productivo. ¿Cuál es el rol de estos viajeros, traductores de la cultura, en ese proceso de desarrollo y ajuste de la Argentina finisecular? El crecimiento generado por el aluvión inmigratorio instaló una inquietud entre las elites argentinas, las cuales comenzaron a preocuparse por la identidad de la nación y la búsqueda de la homogeneidad de creencias entre sus integrantes. A su vez, la posibilidad de ascenso de los nuevos integrantes de la sociedad amenazaba su propio estatus (De Jong 2005; Terán 2008). Esta situación cambiante produce cierta tensión entre el ideal de progreso y la defensa de la tradición nacionalista, la ciudad de Buenos Aires pasa de ser el ámbito de la civilización a “la ciudad como vicio”: los cambios tecnológicos y técnicos que produce velozmente la modernidad atentan contra los valores arquetípicos de la patria. Muchos de los intelectuales expresan este contraste, esta confrontación entre ciencia e ideal (Terán 2008). Sin embargo, la naciente antropología, a diferencia de otras dedicaciones intelectuales, parecía estar “poco conectada” con la cuestión social creada por la inmigración. Más bien enfoca sus intereses hacia la exploración de los nuevos territorios conquistados al indígena y el relevamiento de los recursos naturales y poblacionales de estas nuevas áreas. En algunos pasajes de Viaje de un maturrango, como mencioné anteriormente, se trasluce esta contradicción. Un sentimiento de que algo puede ser por su propia cuenta y a la vez un pensamiento que asegura que el país se encuentra dentro de un movimiento inevitable de cambio y modernización. Al llegar a las colonias se sorprende de su desarrollo y productividad. La labor de “poblamiento y colonización” que se ha iniciado con poco esfuerzo por parte del gobierno nacional promete, sumada a las condiciones del “progreso inherente” del país, convertirlas el

día de mañana en grandes centros de población. Sin embargo, lo ensombrece la duda y cuestiona los valores “civilizatorios” que han arrancado a aquellos indios de su felicidad. Como América para los europeos, el Chaco es para él -como representante del progreso porteño- un lugar que a pesar de verse distante tiene su propia identidad; lugar que debería defenderse de la “ola invasora del progreso occidental”. La actividad de este viajero curioso -como de otros similares- genera una herramienta de sujeción por parte de las élites del país (en su mayoría de Buenos Aires) sobre las lejanas provincias y sus habitantes. El control detallado de lo que allí sucede no sólo implica un conocimiento social y político, sino también un relevamiento territorial de recursos disponibles, tanto naturales como de mano de obra. El autor recibe a cambio de su laboriosa tarea mayor prestigio dentro de ese círculo social, mayor autoridad para escribir la sociedad y de esta manera, para conformarla. Obtiene también la posibilidad de acceder a diferentes instituciones, en caso de Ambrosetti, al Instituto Geográfico Argentino, a la Sociedad Científica Argentina, a la Revista del Museo de La Plata y más tarde al Museo Etnográfico de Buenos Aires, por mencionar las más importantes. La antropología recorre el país de la mano de las campañas militares de conquista territorial y de exterminio del indio. El contacto con lo otro nace en este marco y aunque Ambrosetti pone en cuestión algunos tópicos (el proceso civilizatorio, la influencia de la tecnología y el Progreso sobre la vida provinciana) en ningún momento duda sobre los efectos de la intervención militar. Es más, los soldados más de una vez son calificados de héroes de la patria. La sujeción territorial es también simbólica, social y política. Mirando desde un espectro más amplio, en relación a los diversos discursos sociales que produjeron los intelectuales antes y después de fin de siglo, hay elementos en la obra de Ambrosetti que lo ubican en una filiación común. Uno de ellos es su carácter de “entrelugar” discursivo, que se verá dos décadas más tarde representado por el estilo denominado “ensayo de interpretación” (Weinberg 2001). Viaje de un maturrango no es un ensayo de este tipo (ni tiene la intención de serlo) pero comparte la legitimación a través del lugar de interpretación de los sentidos, dejando poco espacio al recurso de objetividad. No es estrictamente literario ni tampoco científico, ni de viajes de siglo XIX. También está presente la paradoja intelectual-cultura popular (que en este caso he llamado lo otro en el texto y en la subjetividad del autor).

Por último, quisiera hacer un breve comentario acerca del concepto de lo otro utilizado en este trabajo. La categoría en sí conlleva el conflicto de ser una mirada desde el yo -que mira a los otros- y además que los generaliza. Si bien es útil para dar cuenta de ciertas intenciones (tanto en una investigación historiográfica como contemporánea) no deja de generar una separación, un discontinuo artificial: la categoría es usada para denotar esa clasificación creada por Ambrosetti. En la imaginación del viajero aparece ese otro, sólo en su imaginación. Luego lo hace real a través de sus palabras. La historiografía y la antropología pueden aunarse en una perspectiva crítica y constructiva en la medida en que la misma permita reflexionar sobre nuestras prácticas actuales.

AGRADECIMIENTOS A la Lic. Laura Teves, al Dr. Pablo Perazzi y a la Dr. Alejandra Mailhe por sus valiosos aportes y comentarios para el surgimiento, realización y revisión de este trabajo.

BIBLIOGRAFÍA Altamirano, C. y B. Sarlo 1997. La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos. En: Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, págs. 161-199. Buenos Aires, Ariel. Ambrosetti, J. B. 2005. Viaje de un maturrango y otros relatos folklóricos. Prólogo de A. R. Cortazar. 1a ed. Buenos Aires: Taurus. Barley, N. 1989. El antropólogo inocente. Madrid, Anagrama. Bathata, T. 1893. Viaje de un maturrango. Buenos Aires, Casa Editoria (Jacobo Peuser).

Botana, N E. Gallo 2007. De la República posible a la República verdadera. Buenos Aires, Emecé. Clifford, J. 1999. In medias res y Prácticas espaciales: el trabajo de campo, el viaje y la disciplina de la antropología. En: Itinerarios transculturales, Barcelona, Gedisa. D'Atri, N. 2008. Del 80 al 90 en la Argentina. Datos para una historia polémica. Buenos Aires, Punto de Encuentro. De Jong, I. 2005. Entre indios e inmigrantes: el pensamiento nacionalista y los precursores del folklore en la antropología argentina del cambio de siglo (xix-xx). Revista de Indias 234:405-426 Giordano, Mariana 2003. De jesuitas a franciscanos. Imaginario de la labor misional entre los indígenas chaqueños. Revista Complutense de Historia de América 29: 5-24 Jitrik, N. 2009. Transiciones: hacia el fin de siglo. En Panorama histórico de la literatura argentina, págs. 119-142. Buenos Aires, El ateneo. Perazzi, P. 2003. Hermenéutica de la barbarie. Una historia de la antropología en Buenos Aires, 1935-1966. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología. Stagnaro, A. 1993. La Antropología en la comunidad científica: entre el origen del hombre y la caza de cráneos -trofeo (1870-1910). Alteridades 3(6):53-65. Stocking, G. W.

1993. La magia del etnógrafo. El trabajo de campo en la Antropología británica desde Tylor a Malinowski. En: Lecturas de antropología para educadores. El ámbito de la antropología de la educación y de la etnografía escolar. Velasco, H. M. et al. Buenos Aires, Trotta. Terán, O. 2008. Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910): derivas de la “cultura científica”. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. Weinberg, L. 2001. Ezequiel Martinez Estrada: la interpretación y la institución de sentido de la sociedad argentina. En Prismas, Revista de historia intelectual 5:259-281.

NOTAS 1. Menciono “antropólogos” entre comillas justamente por su falta de consolidación, hasta la década del 60 en que se forman las carreras universitarias, como profesionales o científicos específicamente formados en la disciplina o las disciplinas de las “Cien­ cias Antropológicas”. Perazzi (2003), en una referencia similar, afirma que una ciencia se define más por la aplicación de métodos y la realización de investigaciones que por “concesiones” o “conquistas” institucionales. Ingrid de Jong (2005) escribe sobre “los antropólogos de fin de siglo”, entre ellos Ambrosetti, sin necesidad de aclarar su con­ dición como tales. 2. Conservador por la “importancia que otorgaba al afianzamiento del orden, un impera­ tivo que explicitó claramente cuando puso su gestión bajo la inspiración del lema que presidió una vieja asamblea patria: “Fin de la Revolución y principio del orden”. Gradualista, porque “veía a la “república verdadera” al final de un largo camino que debía ser recorrido si prisas ni ansias reformistas”. (Botana y Gallo, pg. 47-48) 3. Luego de la primera edición, el relato es editado nuevamente en dos ocasiones. La 2da edición es de 1963 y pertenece a la colección “La Tradición Viva” a cargo del folklorólogo A. R.Cortazar. El libro se titula “Viaje de un maturrango y otros relatos folklóricos” y contiene además del viaje una amplia selección de cuentos y leyendas que Ambrosetti publicó en diferentes escritos. A diferencia de la primera, en esta edición figura Ambrosetti como autor en la portada, aunque aparece el seudónimo en el cuerpo del texto, y no conserva ninguna de las imágenes de Holmberg hijo. Cortazar agrega al texto un estudio preliminar, textos introductorios a cada capítulo, notas y una extensa bibliografía. En el 2005 se edita nuevamente, con todos los contenidos agregados y modificaciones de la edición de Cortazar, en una colección dirigida por Gregorio Weinberg de la editorial Taurus. 4. El cual será también más tarde su suegro. Ambrosetti nace en Entre Ríos en 1865 dentro de una familia acomodada, su padre Tomás A. Ambrosetti es un “distinguido

comerciante y hombre culto”. Recibe formación en el English College y en el Colegio Nacional de Buenos Aires. (Perazzi 2003, Cortazar en el Prólogo a Viaje de un Maturrango 2005) 5. La presidencia de Roca, luego de haberse organizado la Nación y ampliado su ter­ ritorio sustancialmente, llevó al poder a un conjunto de empresarios, productores, com­ erciantes, militares, políticos e intelectuales que coincidían en instrumentar un plan de modernización y progreso del país (la famosa generación del 80). Bajo el lema “Paz y Administración”, las Intervenciones Nacionales (o Intervenciones Federales) fueron una de las herramientas impulsadas y utilizadas por este poder porteño para afirmar su pre­ ponderancia por sobre las provincias. Botana y Gallo (2007). 6. Dentro de la llamada «Segunda Evangelización del Chaco», que se produce a partir de 1850 con la reaparición de un frente misional franciscano que continúa la labor de los jesuitas, se erigen nuevas misiones y se reorganizan las reducciones existentes. Desde el Convento de San Carlos (Santa Fe) los franciscanos se hicieron cargo de las reduc­ ciones de San Jerónimo del Sauce, de abipones, y San Pedro, San Javier y Santa Rosa, de mocovíes. Se erigieron las misiones de San Martín Norte (1870) de mocovíes y tobas, la Concepción de Reconquista (1873) de tobas y San Antonio de Obligado (1884) de mo­ covíes y tobas. Desde el Hospicio de la Merced de Corrientes se instaló la reducción de San Buenaventura del Monte Alto (1865) de vilelas, cercana al Río Negro y a la antigua misión jesuítica de San Fernando (hoy Resistencia). Desde el Convento de San Diego se fundó en el Chaco salteño la Inmaculada Concepción (1859), San Francisco de las Con­ chas (1862) y San Antonio (1868), las que desaparecieron a los pocos años; San Miguel de Miraflores (1880-1890), Nuestra Señora de Pompeya (1900) de matacos sobre el an­ tiguo cauce del Bermejo (Territorio Nacional del Chaco), a las que se sumaron y Laishí y Tacaaglé (1901) en el Territorio Nacional de Formosa, estas dos últimas organizadas desde Corrientes. La reducción San Antonio de Obligado prosperó rápidamente durante los años siguientes a su fundación (Ambrosetti la visita un año después de creada), merced a la labor del pa­ dre Ermete Constanzi, quien concentró a tobas y mocovíes a los que impartió la instruc­ ción religiosa, a la vez que enseñó el cultivo de la tierra y las primeras letras. En 1886, estaba en su apogeo, dedicándose indios y colonos correntinos y extranjeros radicados en Las Toscas a la plantación de caña de azúcar y a la cría de ganado, a la vez que se había instalado una milicia indígena. Un año más tarde esta última se sublevó, provocando muertes de pobladores blancos, siendo reprimidos por tropas de Chaco y Corrientes. (Giordano 2003) 7. En 1886 Franz Boas es incorporado como “agente de campo” de Hale, marcando -según Stocking- el comienzo de una fase que se caracteriza por la recolección de datos a cargo de científicos naturalistas con formación académica que se definían a sí mismos como antropólogos y a los que también importaban las problemáticas de la antropología. Sus metas científicas eran en la práctica el estudio de la fauna, la formación de algunos aspectos del paisaje, la recolección de curiosidades y el “rescate” de “momentos etnográ­ ficos” que intuían eran únicos. Si bien Ambrosetti no tuvo una formación académica, las características técnicas y teóricas de su viaje permiten ubicarlo en esta fase “extensiva” de la historia de la metodología etnográfica. 8. Ensueño 9. Según una entrevista a su esposa, Cortazar afirma que dicha donación inicia el Museo, sin embargo la colección no aparece en catálogo hasta después de su muerte. 10. Este análisis en torno al viaje de Ambrosetti y la publicación de su libro están en­

marcados en una segunda instancia de trabajo, que consiste en el análisis y construc­ ción de redes y genealogías, basada en producciones historiográficas de los últimos años sobre la antropología argentina. Como resultado último, se busca combinar un análisis de redes sobre los aspectos teóricos y metodológicos con una mirada reflexiva sobre las prácticas disciplinarias; permitiendo ahondar y complejizar la visión acerca del desar­ rollo de la antropología local y ampliando la discusión contemporánea sobre el quehacer antropológico.

LUCHAS HERMENÉUTICAS Y USOS ESTRATÉGICOS DEL MILAGRO: PERSPECTIVAS DE LA ANTROPOLOGÍA Y LA SOCIOLOGÍA DE LA RELIGIÓN COSTILLA, Julia* INTRODUCCIÓN El presente trabajo1 se enmarca en el desarrollo de una investigación mayor acerca de los usos de lo simbólico-religioso -y en particular del milagroen la trayectoria histórica de cuatro cultos cristianos americanos (tres de raíces coloniales, el Señor de los Milagros limeño, el Señor del Milagro salteño y la Virgen de Copacabana (con su variante jujeña), y uno más contemporáneo, la Virgen del Rosario de San Nicolás). Allí, nuestros objetivos se orientan en dos sentidos principales: a) analizar comparativamente el desarrollo histórico de estos cultos para contemplar cambios y continuidades en relación con el contexto social donde se manifiestan; y b) analizar como opera el milagro en la dinámica social, considerando especialmente cuál es su lugar y el de lo simbólico-religioso en general en procesos de integración social y de construcción de identidades. Dada la primordial tarea de definir un marco teórico-metodológico para dicha investigación, nuestro propósito en esta oportunidad ha sido reflexionar sobre los aportes de distintos exponentes de la Sociología y la Antropología de la religión. De esta manera, abordaremos analíticamente algunas de las contribuciones principales de autores clásicos -como Emile Durkheim (1858-1917), Marcel Mauss (1872-1950), Roger Bastide (1898­ 1976) y Pierre Bourdieu (1930-2002)- y menos convencionales -como Zora Neale Hurston (1891-1960), Michael Leiris (1901-1990), Ernesto de Martino (1908-1965) y Roger Caillois (1913-1978)- al tema específico que nos compete y a las temáticas más generales con las cuales se relaciona, con la intención de ofrecer y poner en discusión distintas perspectivas de análisis para el abordaje de los fenómenos religiosos. Evaluaremos así las posibilidades que los conceptos y nociones desarrolladas por estos enfoques nos ofrecen para abordar nuestros objetivos, como así también sus aportes metodológicos para el trabajo de campo y el tratamiento del material obtenido a partir del mismo. * Sección Etnohistoria, Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA.

Para organizar operativamente la exposición de los temas, se ha dividido el trabajo en dos bloques principales: uno teórico y otro metodológico. Dentro del primero (aquel donde más se ha enfocado nuestra atención) comenzaremos nuestro recorrido por las nociones más generales sobre lo simbólico, lo sagrado y la cuestión de los ritos, aquellas que constituyen, a nuestro entender, la base conceptual primordial para el desarrollo de nuestros objetivos. Luego pasaremos al tema de las relaciones entre religión y sociedad, desarrollando el concepto de campo religioso que propone Bourdieu con sus aportes al tratamiento de las complejas vinculaciones entre los fenómenos religiosos, las relaciones de poder y el orden de lo político/ ideológico. Así, a la luz de estos planteos respecto de la inserción del campo religioso en la estructura social general y sus relaciones con otros campos, retomaremos las principales nociones abordadas en el trabajo, para completar la discusión sobre las mismas, y abordaremos la cuestión del cambio en los sistemas religiosos -aspecto central para el primer objetivo de nuestra investigación-. Dentro del segundo bloque nos ocuparemos de cuestiones más metodológicas respecto al trabajo con temáticas religiosas, considerando los replanteos sobre el lugar del investigador que surgen de las experiencias y reflexiones de los autores considerados y que pueden redimensionarse a partir de nuestro particular abordaje histórico etnográfico.

PROPUESTAS TEÓRICAS DESDE LA SOCIOLOGÍA Y LA ANTROPOLOGÍA Símbolos y potencia polisémica: retomando perspectivas clásicas La noción de símbolo, desde autores clásicos como Eliade (1983), Geertz (1987), Ricoeur (1976) y Turner (1980), ha sido definida siempre como una entidad opaca y polémica en su interpretación. Es por eso que he recurrido a ella para la conceptualización del milagro2, puesto que cuando el prodigio interviene en una determinada realidad social -resultando así interpretado y manipulado desde distintas instancias de la sociedad- parece dejar de ser un mero signo de Dios para volverse también un símbolo, vale decir, un elemento pasible de condensar y unificar múltiples y hasta dispares significados tras su sentido más manifiesto. Gracias a esta potencia polisémica, el milagro manifiesta, como cualquier símbolo, una particular fuerza para dirigir e imponer, permitiéndole a los sujetos interpretar

significativamente su experiencia y contribuyendo a la organización de la conducta individual y a la regulación de las fricciones del sistema social (Turner op. cit). Si consideramos el caso del surgimiento del culto a la Virgen de Copacabana (s. XVI), podemos advertir, más allá del uso evangelizador de sus milagros en tanto signos de Dios, otros usos estratégicos de esos prodigios en función de las variadas interpretaciones que sobre ellos podían hacer distintos actores: para los nativos, por ejemplo, podían ser percibidos como símbolos del beneplácito de la Virgen hacia esta imagen suya que ellos mismos habían hecho, pudiendo recurrir a esos milagros como eficaces herramientas simbólicas para la obtención de reconocimiento, para legitimar su lugar como cristianos y para mantener prerrogativas o acceder a ciertos espacios y beneficios en el nuevo orden colonial3. Pero si hablamos de milagro en tanto símbolo, estamos refiriendo a un tipo particular de símbolo, aquel que forma parte de un “sistema solidario” denominado religión. Como parte entonces de un sistema religioso, los símbolos presentan además la peculiaridad de manifestarse como sagrados: involucran creencias y ritos relativos a lo sagrado que movilizan y estimulan a las personas (Durkheim 1968 [1912]; Geertz op cit).

Lo sagrado y su relación con lo profano: las resonancias de Emile Durkheim Quien le ha otorgado a lo sagrado un lugar clave en la definición de los fenómenos religiosos es Emile Durkheim (1968 [1912]), a partir de cuyos planteos sobre la división entre lo sagrado y lo profano como esencia de la religión se han abierto distintas perspectivas de análisis. Dentro de la Sociología, encontramos al francés Roger Bastide, para quien lo sagrado en todas sus formas ha sido el hilo conductor de su obra. La religión para este autor es entonces una forma -espiritual y simbólica- de lo sagrado y un sistema que debe ser estudiado en su totalidad (no sus elementos por separado). En este sentido, Bastide refiere a los límites de la Sociología para abordar estos fenómenos en tanto la religión no es sólo un hecho social; es ante todo un hecho humano, sentimiento y vida que brotan desde abajo, no sólo como dogma sino a partir de la fe viva (Bastide 2007 [1960]4). Otro sociólogo que trabajó desde un punto de partida durkheimiano es el francés Roger Caillois, para quien lo sagrado sólo puede definirse en su relación con lo profano, siendo los dos órdenes necesarios para el desarrollo de la vida: lo profano precisamente como el ámbito donde ésta

se desenvuelve y lo sagrado como la fuente que la crea y la renueva. Se interesa principalmente por las relaciones entre los hombres y lo sagrado, tanto de respeto como de transgresión, por las obligaciones que vinculan al hombre con lo sobrenatural y por la ambigüedad esencial de lo sagrado: hecho de fuerzas y fluidos ligados tanto al deseo como al temor, a dos polos opuestos pero intercambiables, el de lo puro y el de lo impuro, pasibles a su vez de corromperse o santificarse respectivamente (a diferencia de la neutralidad del mundo profano) (Caillois 1942). De esta forma, es la tensión permanente entre estos dos polos de lo sagrado, lo que el investigador debería analizar en los términos en que cada comunidad la expresa. En relación con nuestros ejemplos, especialmente con el caso de la celebración a la Virgen de Copacabana en la Quebrada de Humahuaca, podemos pensar en este sentido a la percepción local de ciertas prácticas y festividades como el Carnaval y la Semana Santa. En líneas generales, ambas festividades son entendidas como momentos del año verdaderamente sagrados que a su vez pueden recibir distintas connotaciones morales en relación con las conductas que a ellos se asocian: así como la corrupción y la rebeldía propias del Carnaval incluyen su dimensión de sacralidad y respeto, también la Semana Santa puede habilitar actos innobles e irreverentes. Desde la Antropología, otro de los autores que trabajó con esta noción de lo sagrado es el etnógrafo francés Michael Leiris. Si bien se acerca a Durkheim y Mauss, lo interesante y distintivo de su perspectiva es que se interesó por lo sagrado en la vida cotidiana, por lo sagrado no oficial y no institucionalizado, presente en los hechos “humildes” y experiencias sencillas de la vida diaria5(cuando para Durkheim justamente lo sagrado era un orden particular y excepcional de cosas manifestadas fuera de lo cotidiano y ordinario). Caracteriza a lo sagrado como algo marcado por lo “sobrenatural” y relacionado con lo misterioso, con aquello que impone respeto, que asombra y que causa impresiones ambiguas en el sujeto: es atractivo y peligroso, fascinante y vertiginoso, extraño e íntimo a la vez6. Asimismo, señala que no es una propiedad fija de seres y objetos, sino una relación fluida entre el individuo y un objeto o ser, que si se substancializa o institucionaliza pierde autenticidad. Para Leiris, con la religión institucionalizada se pierde el pacto logrado por la participación en lo sagrado, se pierde el vínculo con los demás y con una forma de vida superior (Leiris en Dianteill 2008). Si bien preferiremos no referirnos a lo sagrado en términos de una mayor o menor autenticidad, sí creemos que estas consideraciones pueden ser muy útiles para el análisis de aquellos cultos que han sido instituidos o afirmados

en un proceso verticalista “hacia abajo”, ya a partir de imágenes preexistentes como en el caso del Señor del Milagro salteño o el de la Virgen del Rosario de San Nicolás- como de imágenes creadas por los propios devotos -como la Virgen de Copacabana o el Señor de los Milagros limeño-. En ambos casos, más allá de esta institucionalización y oficialización de lo sagrado, nos centraremos en el mantenimiento de esa participación cotidiana de los devotos en su reproducción y resignificación.

Ritos y prácticas simbólicas: entre la eficacia y la obligatoriedad Dentro del campo de lo sagrado, uno de los dos componentes fundamentales de la religión son los ritos, íntimamente ligados a las creencias que los movilizan (obligatorias, en términos de Durkheim) y al célebre concepto de “eficacia simbólica” -acuñado por autores como Levi-Strauss7y Víctor Turner-. En este punto, encontramos un interesante aporte de la mano de Leiris, quien sostiene que más allá de las funciones sociales del ritual, de sus efectos concretos (curar, solucionar conflictos, etc.), éste no debe ser entendido como un medio para llegar a un fin (político, terapéutico, social) sino como un fin en sí mismo -dado que el acceso a dicha funcionalidad, y al verdadero sentido de los ritos, puede no ser directamente accesible al investigador- (López Sanz 2007; Leiris en Dianteill 2008). En nuestra opinión, creemos que las prácticas y rituales religiosos siempre manifiestan una particular eficacia -cuyo análisis consideramos fundamental-, al tiempo que, justamente en tanto hechos sociales, adquieren una especial obligatoriedad que los vuelve actos necesarios independientemente de su funcionalidad: por ejemplo, un devoto persignándose frente a una imagen. Tanto en las grandes manifestaciones peregrinaciones, procesiones, etc.- como en los pequeños actos -en relación con la Virgen de Copacabana tilcareña, por ejemplo, tomar flores y objetos del arco debajo del cual acaba de pasar la Imagen, hacerse cubrir con su manto, tocar sus cintas o tomar su “tierrita” milagrosa del lugar donde apareció por primera vez-, siempre existe un fuerte componente ligado a la tradición, a la memoria, a lo colectivo que trasciende a las individualidades en tanto hecho social. Pero, al mismo tiempo, comportan siempre algún tipo de eficacia simbólica que puede estar contenida incluso en ese fin en sí mismo del que hablaba Leiris. En relación a los pequeños actos, y a propósito de la distinción durkheimiana

entre prácticas y creencias, Marcel Mauss (1970 [1909]) plantea al particular acto lingüístico de la oración en tanto institución central de la vida religiosa que implica necesariamente ambas instancias. Es un acto tradicional de eficacia extraempírica (un rito) y la expresión oral de ideas y sentimientos religiosos (una creencia): un discurso religioso inteligible que necesariamente conlleva un sentido manifiesto para quien lo realiza. Además, aun cuando sea un acto individual en donde la comunicación con los seres sagrados se expresa de manera directa, Mauss la define como un fenómeno social -externo, obligatorio y de forma y contenidos consagrados-, que actúa como germen de la religión. La misma advertencia, entonces, creemos que debe valer para el análisis de cualquier acto religioso individual -como colocar una ofrenda o hacer una promesa a una imagen- más allá de sus implicancias subjetivas. Ahora bien, un tipo particular de ritos no precisamente “religiosos” pero generalmente vinculados a la religión (ya sea por oposición o por semejanzas), son aquellos denominados mágicos. En este punto, y vinculado al énfasis durkheimiano (1968 [1912]) en el carácter no social de las prácticas mágicas, Mauss (1970 [1909], 1979 [1902-03] -en este último con H. Hubert-) sostiene que aunque la magia también consiste en creencias y prácticas, las suyas se distinguen de las religiosas por no formar parte de un culto organizado y sacralizado, por no tener la obligatoriedad y la adhesión social de aquellas; se caracteriza entonces por ser un hecho de tradición, prácticas transmitidas de generación en generación cuya eficacia es sui-generis. Desde otro lugar, una perspectiva interesante en relación con esta distinción entre ritos mágicos y religiosos es la de Jean Cazeneuve (1972), quien los diferencia a partir de su relación con las fuerzas de lo numinoso (aquellas que se oponen al orden de la condición humana): los primeros buscan manejar estas fuerzas en sus propios términos y los religiosos trascenderlas en términos de una participación humana en lo sagrado. Pero lo sagrado, desde esta visión -entendido como una de las tres formas posibles de lo numinoso, junto a las impurezas y a las potencias mágicas- es algo propio de la religión, propio de sus ritos en tanto síntesis de las otras dos actitudes (antitéticas) frente a lo numinoso -rechazarlo como impuro o manipularlo como potencia mágica- y los únicos que permitirían una participación del hombre en lo numinoso. Leiris, en cambio, prefiere hablar de lo sagrado mágico y lo sagrado religioso, confiriéndole a ambas esferas este carácter de sagradas: la primera más ligada a lo espontáneo, efímero, cotidiano, fluido, diverso, efervescente, transgresor e indomable, y la segunda, en cambio, vinculada a lo histórico, a lo

institucionalizado y domesticado (Leiris en Dianteill 2008). Si consideramos además aquella polaridad de lo sagrado entre lo puro y lo impuro de la que hablaba Caillois, vemos que es posible mantener una mirada más amplia en torno a esta noción de lo sagrado y utilizarla en un sentido más cercano al de lo numinoso en general, con los distintos aspectos que esta esfera encierra tal como describe Cazeneuve. Por otra parte, quisiéramos subrayar la sugerente perspectiva sobre la magia que nos ofrece el antropólogo italiano Ernesto de Martino, y que puede resultar muy útil para entender también el funcionamiento del milagro. Partiendo de un concepto de “realidad” en tanto artefacto histórico cultural -no como evidencia-, este autor se interesa por aquellos poderes que realmente existen para determinadas culturas. Tal como lo señalaba Mauss, De Martino afirma que la eficacia de las prácticas mágicas es efectivamente cultural; pero aun la propia naturaleza también está culturalmente condicionada, ella también, según este autor, es una institución donde intervienen intenciones humanas. La magia es presentada entonces como una forma de luchar contra la desdicha y contra las “crisis de la existencia”, absorbiéndose esa historicidad dramática en un orden supratemporal que, al mismo tiempo, proporciona construcciones semánticas para eventos que no tienen explicación (De Martino 1958). Es en estos términos que podemos pensar también una de las maneras en que el milagro opera en la sociedad -particularmente en los fieles-, como herramienta divina para hacer frente a las adversidades mundanas y como una forma de interpretar y racionalizar situaciones extraordinarias.

Los fenómenos religiosos y sus relaciones con otros campos de la vida humana: algunas aristas de la arquitectura social de lo religioso Para abordar este tema es insoslayable, una vez más, el aporte fundacional de Emile Durkheim, en tanto enfatizó la dimensión eminentemente social de los fenómenos religiosos. Puesto que la sociedad necesita símbolos de ella misma que deben ser respetados, la religión viene a ser el fundamento de la vida social, el sistema de símbolos y representaciones sagradas que una sociedad necesariamente debe generar para tomar conciencia de sí misma (llegando a incluir también dentro de este campo a las fiestas patrias y al culto a la nación) (Durkheim 1987 [1893], 1999 [1897] 8, 1968 [1912]). Respecto de aquellos hechos religiosos definidos como fenómenos sociales

totales, (Durkheim 1985 [1895]; Mauss y Hubert 1979 [1923-24]), nos interesa destacarlos en la medida en que pueden expresar y condensar múltiples aspectos de la vida social, vinculados a instituciones y pautas no sólo religiosas sino también jurídicas, morales, políticas, estéticas, socioeconómicas, etc. Al mismo tiempo,

utilizar este concepto nos permite enfatizar el aspecto colectivo de la

devoción religiosa como algo que trasciende las manifestaciones individuales, e incluso -pensando en términos de larga duración- comprender el culto como una manifestación cultural que expresa su continuidad a lo largo del tiempo, atravesada en distintas épocas por diferentes procesos políticos, culturales y socioeconómicos. Asimismo, creemos que la condición de hecho social total puede valer también para referir a las distintas dimensiones de sentido que un fenómeno religioso manifiesta. por su inserción en una determinada matriz cultural, en un universo simbólico tensionado permanentemente por las luchas hermenéuticas que lo atraviesan9. En este sentido, Roger Bastide refiere a una dialéctica permanente entre las estructuras sociales -o bases morfológicas- y las superestructuras simbólicas; a relaciones verticales y horizontales, contradicciones, efectos y contraefectos entre estos distintos planos en que la sociedad está organizada (Bastide 2007 [1960]). Roger Caillois, en cambio, plantea estas relaciones entre lo religioso y el resto de los órdenes de la vida humana en términos de una vinculación más general entre hechos sociales y naturales como expresiones especulares. Los hechos religiosos como parte del mundo social están íntimamente ligados al mundo físico y biológico: el hombre es movido por la afectividad, y la actividad simbólica está influenciada por aspectos orgánicos y fisiológicos10. Estas ideas pueden ser asociadas a la polaridad del símbolo que explica Víctor Turner (1980), a esa transitividad entre un polo de sentido sensorial o biológico y un polo de significados ideológicos que puede tornar “lo obligatorio en deseable”. De alguna manera, esto que Turner sostiene a nivel del símbolo ritual, es lo que Caillois nos está señalando en una escala mucho más general. Ambas perspectivas nos pueden brindar herramientas para considerar y analizar el lugar clave de las sensaciones e impresiones en las prácticas religiosas colectivas donde centramos nuestra indagación etnográfica: tales como procesiones, peregrinaciones y fiestas patronales. La presencia de sonidos, ruidos, aromas y objetos palpables por los devotos, genera un impacto en los sujetos que repercute en la manera en que los símbolos religiosos en acción operan en la sociedad. Ahora bien, puesto que la simbología religiosa está siempre situada en un

particular contexto socio-histórico y ligada al resto de las instituciones y esferas -políticas, económicas, ideológicas-, la actualización de un símbolo será inseparable de las condiciones y tensiones de la vida social11 y lo religioso se difundirá a otras actividades sociales (Mauss y Hubert 1979 [1923-24]). En este punto es donde más nos aporta la obra de Pierre Bourdieu, quien para abordar el tema de la Sociología de la religión se ha apoyado a su vez en las contribuciones tanto de Durkheim como de Karl Marx y Max Weber (Bourdieu 2009). Del primero, rescata la idea de religión como instrumento de comunicación y de conocimiento, su función de integración social a través de las representaciones colectivas y de las formas de clasificación; de Marx ha tomado su noción de ideología en tanto transfiguración de vínculos sociales en vínculos supra-naturales inscriptos y justificados en la naturaleza de las cosas, como así también la función política de la religión de conservar el orden social; de Weber, por su parte, su idea de una Sociología de la religión como dimensión de la Sociología del poder. Para Bourdieu entonces, la Etnología debe ir más allá de lo cultural y concebir la religión como un hecho social vinculado a otros fenómenos sociales, relativizando la autonomía de las representaciones religiosas dentro de la estructura social general. Así, entre un orden sui generis y una superestructura, el acto religioso ni corresponde a una idealización ni es un simple reflejo, más o menos deformado, de la estructura social. La clave de esta dependencia/independencia se la encuentra en lo que Bourdieu (2009) denomina el campo religioso, estructuralmente homólogo a la arquitectura general de las relaciones sociales pero con un particular habitus y un tipo específico de interés irreductible a los de otros campos. Es, entonces, un espacio ordenado por juegos de intereses, confrontaciones y rivalidades internas; el sistema de posiciones, transacciones y relaciones de poder entre los agentes religiosos, aquellos que están familiarizados con su habitus y que conocen y reconocen sus leyes inmanentes. Es en estos términos que podremos analizar, para cada uno de los cultos con los cuales trabajaremos, las relaciones entre autoridades eclesiásticas, órdenes religiosas, laicos, devotos, y todos aquellos actores que participan de ese campo reproduciéndolo y reconfigurándolo con sus prácticas e intervenciones particulares. En cuanto a sus planteos más cercanos a las teorías marxistas, Bourdieu sostiene que las prácticas y representaciones religiosas contribuyen en principio a una visión del mundo esencialmente conservadora y legitiman la naturaleza arbitraria de la dominación. Esto, en relación a la Iglesia como cuerpo institucional, se vincula a

su gran capacidad de adaptación, al hecho de definirse por su unidad y su diversidad, con capacidad para tratar diferentes demandas bajo la apariencia de unidad. Esta unidad, a su vez, es reforzada por el intrínsecamente polisémico discurso religioso, que puede esconder detrás de una única expresión una pluralidad de significados relacionados con diferentes posiciones sociales: en su universalidad, y con sus procedimientos de doble sentido, este discurso tiende a negar los conflictos sociales o al menos eufemizarlos (Bourdieu 2009; Dianteill 2004). Para nuestra investigación particular, donde trataremos de evaluar el lugar del milagro -y de lo religioso en general- en los procesos socio-políticos orientados a la integración social y a la conformación de identidades regionales, nacionales y locales, destacamos el poder de lo simbólico, de la eficacia del milagro para operar sobre diferencias culturales y socio-económicas radicales y atenuar en una dimensión religiosa las contradicciones entre los distintos sectores sociales. Al ser ante todo signos de la voluntad divina, los milagros le confieren trascendencia en un plano simbólico-religioso a la comunión entre los sujetos, afirmando así el sentido de pertenencia que los vincula a una determinada comunidad patronal cristiana y a una particular imagen hegemónica12. Nuestra hipótesis es que en sociedades con una gran diversidad étnica y sociocultural, como lo era por ejemplo la sociedad colonial americana, puede volverse necesario recurrir a la trascendencia de lo sagrado y a la ecumenicidad del cristianismo para construir sentidos de pertenencia y relaciones comunales supra-locales. Retomaremos ahora los puntos anteriormente trabajados -los símbolos, lo sagrado y su relación con lo profano (que será recuperado en relación con las oposiciones entre prácticas religiosas y prácticas mágicas) y los ritos en generalpara contemplarlos a la luz de estas consideraciones sobre el campo religioso. Respecto al poder de los símbolos - a esa particular fuerza para dirigir e imponer a la que ya hicimos referencia-, sostiene Bourdieu que éste descansa sobre una relación de significado fundada y aceptada socialmente; reside en lo que no está dicho explícitamente, aquello que está supuesto. Por eso -y no obstante la arbitrariedad de su significado- sólo es posible en la medida en que se lo reconoce como no arbitrario: por tanto, la creencia en la eficacia simbólica de una práctica o una representación religiosa será la propia condición de esa eficacia. Asimismo, los fundamentos de este poder de los símbolos religiosos descansan sobre las instancias de oposición y las relaciones de poder propias de la estructura social, sobre las cuales, a su vez, esos mismos símbolos pueden actuar en términos de “sublimación” y de legitimación

(Bourdieu 2009)13. Así, por ejemplo, el poder simbólico de una ofrenda institucional durante una procesión estará ligado al propio posicionamiento sociopolítico, de la institución que realice la ofrenda, en la estructura de las relaciones de fuerza de la sociedad en cuestión y, al mismo tiempo, puede actuar como acto legitimador de ese posicionamiento. En un sentido similar, y en relación con el tema particular del rito, Bourdieu (en Dianteill 2004) enfatiza las condiciones sociales de su eficacia fuera del propio campo religioso. Siguiendo posturas anteriormente citadas, podemos pensar que según cuál sea la particular manera de concebir los hechos religiosos -como fenómenos sociales totales (Durkheim, Mauss) o como hechos “naturales” (Caillois), por ejemplo-, estas condiciones podrán ser encontradas en fundamentos económicos, políticos, jurídicos, o también, tal como indicaba Caillois, en aspectos biológicos y fisiológicos. En cuanto a las oposiciones entre religión y magia y entre lo sagrado y lo profano, constituyen uno de los puntos que más nos interesa destacar en relación con el análisis de los cultos con los cuales trabajaremos, puesto que ambas pueden perder su valor heurístico y adquirir otras connotaciones cuando se las inserta en el marco de la estructura general de los vínculos sociales. Para Bourdieu, en efecto, estas divisiones son de naturaleza política y se fundan en la confusión generada por identificar la distinción entre magia “legítima” e “ilegtima” con la socialmente disputada distinción entre “religión” y “magia”. En cuanto a las semejanzas entre estas dos esferas, la magia, en tanto sistema de “inducciones a priori” usadas bajo la presión de necesidades de grupos de individuos, además de tener también un fundamento social, la creencia, y una eficacia social asociada a ella (Bourdieu 2009), manifiesta al igual que la religión cuestiones de poder y de lucha simbólica que la atraviesan. De esta forma, la noción de magia puede entenderse como categoría acusatoria: denominar a una práctica como profana o mágica puede implicar una intención de devaluar actos religiosos considerados ilegítimos y de descalificar al grupo que los practica. En este sentido, tales oposiciones pueden ser pensadas, por ejemplo, como una traslación simbólica del monopolio del clero sobre las relaciones con lo sobrenatural (Ibídem). Si pensamos en el contexto histórico del proceso de cristianización en hispanoamérica, fue de esa manera que resultaron atacadas las religiones locales, y es considerando estos planteos que debemos analizar e interpretar la documentación histórica, para no eludir de nuestra investigación todo este universo de hechos marginados del área de lo “religioso”. Además, ligado a este

sentido descalificador, magia también puede servir para etiquetar actos de protesta contra la religión dominante por parte de grupos dominados que ven en ellos formas de invertir las jerarquías sociales (cfr. Bourdieu en Dianteill 2004). Si nuestro interés al abordar el proceso histórico de construcción de los cultos, es desentrañar y analizar luchas hermenéuticas y simbólicas ancladas en luchas sociales y políticas, debemos atender a este tipo de disputas clasificatorias que siempre acompañan a estas luchas. En definitiva, aunque la esfera de lo “mágico” suela ser excluida del campo de indagación cuando se abordan temáticas ligadas a lo religioso, creemos que es importante tener presentes estas particulares definiciones y planteos para poder entender ciertas prácticas cotidianas y ciertos hechos sociales que se salen de estos límites y que nos obligan a complejizar la mirada.

Religión y transformaciones sociales Indudablemente, y siguiendo el planteo de Bourdieu (2009), el campo religioso no puede ser concebido como una realidad inmutable: existe una génesis estructural para él, en relación con las transformaciones de la estructura social, y una posible disolución que se hace visible en sociedades en vías de secularización. Mientras que cualquier institución religiosa tiende a ser presentada como una realidad ahistórica, el necesario análisis histórico revela los procesos detrás de la constitución de las creencias, ritos e instituciones. Es justamente este proceso el foco de nuestro interés -principalmente en relación con el primer objetivo de nuestra investigación-, y es a partir de su reconstrucción que trataremos de evaluar los cambios y continuidades en la trayectoria de cada uno de los cultos indicados, en relación con las propias transformaciones de la sociedad donde se desarrollaron. Ahora bien, para explicar las transformaciones en un sistema religioso es posible afirmar que la desestructuración de la base social -de la organización y las relaciones sociales- no implica una desintegración de sus formas simbólicas, si no que, por el contrario, esta superestructura puede reconstituir la sociedad reproduciendo las formas sociales (Bastide 2007 [1960]). Esta posición puede resultar muy interesante para explicar la pervivencia de las formas simbólicas andinas tradicionales a lo largo de los siglos más allá de las transformaciones acarreadas por la colonización y evangelización de las sociedades nativas: situación apreciable particularmente para el caso de la Virgen de Copacabana, tanto en la zona del lago Titicaca (Bolivia)

como en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy) (cfr. Costilla 2008; Zanolli et al. 2009). Por otra parte, Bastide manifestaba, a diferencia de la mayoría de los autores contemporáneos, una particular visión sobre los cambios en los sistemas religiosos: frecuentemente los percibía como “desviaciones”, como degradaciones que conllevan expresiones inauténticas (2007 [1960]). Esto de alguna forma involucra a todas las religiones que presentan un alto grado de sincretismo, justamente aquellas que más han despertado el interés de los investigadores. En nuestra opinión, para el análisis de estos complejos sistemas religiosos consideramos más enriquecedoras perspectivas como la de la etnógrafa norteamericana Zora Neale Hurston (cfr. Hemenway 1980) quien, desde sus trabajos con poblaciones afroamericanas, nos invita a poner el acento en la creatividad y la resistencia de las culturas subalternas, en los procesos de adaptación e invención de las sociedades nativas más allá de la incorporación de elementos ajenos. También es posible pensar los cambios socio-religiosos en términos de una mayor o menor “domesticación” de lo sagrado (Bastide 1983 [1965]): en esta línea, Bastide caracterizaba a las sociedades “modernas” a partir de una creciente secularización y al ocaso de las religiones históricas, lo que implicaría un renacimiento de lo sagrado de manera más “salvaje” o menos controlada socialmente. Sin entender esto en términos de evolución histórica, creemos que sus planteos respecto al mayor control o “domesticación” de lo sagrado en las sociedades “primitivas” o “tradicionales”, pueden reformularse en términos de una distinción entre sociedades con un control más social de lo sagrado frente a otro más institucionalizado. En este sentido, el aporte de Bourdieu nos puede servir para responder los siguientes interrogantes: ¿se puede hablar de religión en sociedades donde no existen religiones institucionales? ¿Es pertinente la noción de campo religioso en sociedades crecientemente seculares? ¿Está lo “religioso” limitado necesariamente al campo denominado como tal? Coincidimos con este autor en que es preferible usar términos como simbología y ritualidad en tanto no implican instituciones religiosas (cfr. Bourdieu en Dianteill 2004). De la misma manera, creemos que también puede ser apropiado en estos casos el término religiosidad, en la medida en que alude a formas simbólicas y comportamientos en relación con lo sagrado independientemente de los marcos institucionales u oficiales donde se inserten. En términos históricos, estas precisiones conceptuales nos permiten mantener nuestro enfoque orientado hacia un mismo tipo de fenómenos más allá de los cambios estructurales e institucionales

que afectaron a las distintas sociedades coloniales, y nacionales posteriormente, con las cuales trabajaremos. Así como en las comunidades nativas americanas existían variadas manifestaciones religiosas por fuera de los lineamientos hegemónicos de la religión oficial, y no había una separación clara entre las esferas de lo religioso y lo político durante el periodo colonial, en relación con las sociedades más contemporáneas se observa una redefinición de los límites del campo religioso. Así, al disolverse la religión en un campo más amplio y de mayor manipulación simbólica, sus funciones van siendo reemplazadas por otros agentes sociales (cfr. Ibidem), lo cual nos obliga a seguir profundizando nuestra mirada y complejizando el tratamiento de las fuentes escritas, orales y visuales sobre las cuales desarrollamos nuestras interpretaciones. Esto nos lleva al último punto de nuestro trabajo, la cuestión metodológica, donde también han contribuido notablemente los autores que hemos venido citando.

ENTRE LA EMPATÍA Y LA OBJETIVIDAD Todos los investigadores de la religión nos enfrentamos con la misma contradicción. Cuando se es “uno de ellos”, uno participa de las creencias inherentes al campo analizado, lo cual puede llevar a adoptar un punto de vista religioso y a practicar, más que un estudio de la religión, un estudio religioso. Pero cuando no se es uno de ellos, existe también el riesgo de carecer de información de vital utilidad, sumado a los peligros de caer en un acercamiento exclusivamente externo que no permita ver las fuerzas subjetivas de la actividad religiosa y la adhesión incondicional a las verdades reveladas (Bourdieu 1987; Dianteill 2004). Ejemplos de la primera situación podrían ser los trabajos etnográficos de Michel Leiris y especialmente los de Zora Neale Hurston. El primero, no por su participación en las creencias estudiadas si no porque aplicó una metodología muy novedosa poniendo en juego su propia subjetividad, apelando más al autoexamen y a la reflexividad, y sumando a la observación etnográfica la autobiografía (López Sanz 2007)14. La segunda porque apeló a un método radicalmente comprensivo y de integración total en la cultura a estudiar (Dianteill 2008; Hemenway 1980): siendo ella misma afrodescendiente, y formando parte del universo cultural que se proponía documentar, vivió el folklore afroamericano antes de reconocerlo como

objeto científico. A partir de esta inmersión metodológica, la autora realiza una minuciosa descripción de lo observado y de lo vivido así como de las condiciones en que se ha recogido el material, que si bien resulta necesaria y sumamente interesante, no incluye un análisis teórico15. Estas limitaciones para poder objetivar ciertas experiencias extremas es una de las barreras principales de la observación participante, que se acentúa cuando el investigador se identifica con aquellos a quienes estudia. Para sortearla, es necesario realizar una objetivación de todas las formas de participación y de todas las pertenencias, hasta las más tenues, subjetivas y objetivas (Bourdieu 1987; Dianteill 2004). Así, manteniendo una conciencia crítica de nuestras pertenencias en relación al campo de indagación etnográfica y superando los riesgos de “identificación emotiva” y de “naturalización” de los hechos culturales estudiados -cuestiones que también caracterizaron el enfoque histórico etnográfico de De Martino16- (Signorelli 2003), formar parte y/o identificarse con la sociedad analizada puede favorecer la superación de otro tipo de limitaciones. Nos referimos, de esta manera, a aquellas que corresponden a la otra situación metodológica: la del investigador completamente ajeno que por no ser “uno de ellos” puede perder de vista las sutilezas y los detalles que enriquecen la comprensión de los fenómenos en todas sus dimensiones. Ya el propio Durkheim señalaba, en sus últimos escritos más alejados del positivismo17, que para entender la religión es metodológicamente necesaria cierta simpatía; uno tiene que ser un poco creyente y no totalmente cientista. También Mauss, distanciándose de Durkheim, incorporó un método más comprensivo para salir de la explicación de los hechos sociales por hechos sociales, puesto que en cualquier rito o acto significante no puede ser olvidado el sentido que los individuos le dan a sus prácticas. Otro autor que cuestiona esta metodología social objetivista es Bastide, quien cuestionaba a Durkheim por tratar a los hechos sociales como “cosas” y por privilegiar a la colectividad, cuando se debe tener en cuenta también la innovación de la capacidad individual. Aunque su método era el objetivo comparatista, consideraba necesario completarlo con un método comprensivo y con una cierta simpatía intuitiva (idea tomada del filósofo francés Henri Bergson) para poder entender los sentimientos y emociones que le dan vida a los hechos religiosos más allá de lo dogmático (Bastide 2003 [1935]). Con esta actitud es que debemos abordar también las fuentes en las cuales se apoya nuestra indagación histórica sobre los cultos, especialmente aquellas que habiendo sido escritas por los propios actores de esas historias que buscamos reconstruir, nos

permiten acercarnos a una comprensión mayor de los fenómenos a analizar. En este sentido, para abordar un tema de tantas implicancias subjetivas como el del milagro, podemos recurrir una vez más a las consideraciones de De Martino (1958) acerca de la magia. Siguiendo sus planteos, los hechos mágicos -al igual que los milagros- son fenómenos que no pueden ser estudiados desde el método científico; ya sea desde un enfoque histórico o etnográfico, para entenderlos es necesario comprender el drama histórico local de los que viven ese mundo. Es por eso que, como antropólogos, necesitamos neutralizar el sentido crítico para poder entender este tipo de hechos sean estos históricos o actuales-; nuestra tarea no es decir científicamente si existen o no los espíritus ni refutar o confirmar la veracidad del milagro. Nuestra labor, en relación a los objetivos que nuestra investigación se propone, es comprender la cosmovisión donde se insertan estos fenómenos -manifestando cierta simpatía hacia ellos y empatía hacia quienes se está estudiando-, analizar los significados que reciben y dar cuenta de la manera en que operan en la dinámica social e intervienen en los procesos socio-históricos atravesados por la sociedad en cuestión.

PALABRAS FINALES La tarea de definir un marco teórico-metodológico para llevar a cabo una investigación sobre temáticas religiosas siempre implica adentrarse en planteos conceptuales sumamente complejos y profundos. Nuestra intención en este trabajo ha sido abordar analíticamente algunos de los tópicos más generales de los estudios sobre religión y religiosidad, desde la perspectiva de distintos autores provenientes de la Sociología y la Antropología. Sin agotar en absoluto las discusiones y consideraciones sobre cada uno de los puntos trabajados, hemos tratado de evaluar las distintas herramientas que dichos enfoques nos ofrecen, contemplando los alcances y limitaciones de sus conceptos e ideas a la luz de las problemáticas y de las propias complejidades que involucra nuestro tema particular. De esta manera, en el análisis del material etnográfico obtenido para cada uno de los cultos cristianos con los que trabajamos, trataremos de atender a las manifestaciones más cotidianas de lo sagrado y a la tensión permanente entre sus dos polos, el de santidad y el de impureza, en los términos en que cada sociedad la expresa. Asimismo, debemos repensar y matizar las tradicionales oposiciones entre lo mágico y lo religioso, y entre lo sagrado y lo

profano, ubicándolas en la propia estructura de las relaciones de poder al interior de cada contexto socio histórico donde centramos nuestro análisis. Buscaremos entonces abordar las fuentes históricas y etnográficas en atención a tales matices y manteniendo una visión lo más flexible y amplia posible sobre los fenómenos religiosos, más allá de los marcos institucionales donde éstos se insertan y atendiendo siempre a las tensiones entre los distintos agentes que participan del campo religioso reproduciéndolo y reconfigurándolo con sus particulares intervenciones. Justamente por ubicarse en la larga duración y por establecer un análisis comparativo entre distintos casos, nuestra investigación intentará iluminar el estudio de estos fenómenos a partir de considerarlos en diferentes sociedades, en distintos momentos históricos y en relación con distintos actores, pudiendo desentrañar así las tensiones y luchas hermenéuticas que siempre acompañan a la trayectoria histórica de un culto.

AGRADECIMIENTOS Al Dr. Erwan Dianteill, por el valioso aporte de su seminario. Al Dr. Carlos Zanolli, mi director de tesis. A la Dra. Florencia Girola, coordinadora de la Mesa de Trabajo Metodología II: Teoría y Métodos en Antropología Social, por sus comentarios durante las Jornadas. Y al CONICET, con cuya beca me encuentro desarrollando la investigación de doctorado.

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NOTAS 1Una primera versión del mismo ha sido presentada como monografía final del seminario de doctorado dictado por el profesor Erwan Dianteill en el Centro Franco-Argentino de Altos Estudios de la UBA, titulado “Enfoques clásicos y heterodoxos en sociología y religión”, en octubre de 2008. 2 En términos teológicos, un milagro es un hecho sensible producido por Dios fuera del orden natural, es decir que es ante todo un signo de Dios. Por ello, no basta que un hecho natural sea excepcional para que pueda ser considerado milagro; debe tener también un carácter tal que signifique una intervención especial de Dios en la cual Él quiera manifestarse de un modo nuevo (Sobre este tema, véase: Bouyer, L. 1977. Diccionario de Teología. Barcelona, Herder; 1953. Enciclopedia de la Religión Católica. Tomo V. Barcelona, Dalman y Joser S.A. ediciones; Riaza Morales, J. M. 1964. Azar, ley, milagro, introducción científica al estudio del milagro. La Editorial Católica. 3 Sin adentrarnos aquí en mayores precisiones respecto a las diferencias entre los nativos, ya fuera por la parcialidad a la cual pertenecían -Anan o Urin- o por su origen sociocultural antiguos habitantes locales, mitimaes incaicos o descendientes de la elite cuzqueña-. 4 También en: Bastide, R. 1997 [1935]. Éléments de sociologie religieuse. París, Stock [cit­ ado en Dianteill 2008]. 5 Estas afirmaciones corresponden a una conferencia dictada por Leiris en el Colegio de Sociología de Francia el 8 de enero de 1938, titulada “Lo sagrado en la vida cotidiana” (cfr. Bataille, G. y M. Leiris. 2008. Intercambios y correspondencias 1924-1982. Buenos Aires, El cuenco de Plata). 6 Esta ambigüedad de lo sagrado, ya analizada por Rudolf Otto, también la describe Roger Caillois citando a este teólogo alemán (1939: 34); sin embargo, señala Dianteill que Leiris no cita explícitamente a Otto como influencia (comunicación personal, Buenos Aires, 6 de Octubre 2008). 7 Levi-Strauss, C. 1984. Antropología estructural. Buenos Aires, EUDEBA. 8 En sus primeras definiciones, apartándose de la idea marxista de religión como falsa con­ ciencia, la ha presentado como un modo de pensamiento propio del ser colectivo, ligado a sentimientos compartidos. 9 Estas consideraciones han sido presentadas en un trabajo anterior de autoría compartida con Carlos Zanolli y Dolores Estruch (Zanolli et al., 2009).

10 Dichos planteos corresponden a las últimas obras de Caillois, publicadas ya en la década de 1970, a las cuales no hemos podido acceder en forma directa (citadas por Dianteill 2008). 11 Cfr. Carvalho, J. J. 2000. A religiao como sistema simbólico. Uma atualizagao teórica. Série Antropologia 285. Brasilia, Departamento de Antropología, Universidad de Brasilia; Chapp, M.E., et al. 1991. Religiosidad popular en la Argentina. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina. 12 Cfr. Costilla, J. 2007. Los usos socio-políticos del milagro cristiano. Una aproximación teórica y bibliográfica. XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Tucumán, FFyL, UNT. CD-ROM 13 Aunque no está limitado al dominio religioso, siendo la religión una actividad simbólica esencial el poder simbólico resulta practicado allí más claramente que en otros campos de la acción social (Bourdieu en Dianteill 2004). 14 Siendo interesantes también sus consideraciones sobre nuestro papel como investigadores observadores y participantes del hecho social que estudiamos, teniendo que sumarle a los fac­ tores externos que pueden condicionar la práctica etnográfica también los factores internos relativos a nuestras propias emociones. 15 La obra donde mejor se puede apreciar esta situación es Mules and Men: Negro Folktales and Voodoo Practices in the South, de 1935 (Philadelphia, Lippincott); a la cual solo hemos podido acceder de manera indirecta. 16 Las investigaciones de De Martino ofrecen una prueba empírica de la posibilidad de evitar esos riesgos, pudiendo desprenderse de ellas los referentes teóricos, metodológicos y téc­ nicos sobre los cuales basar no tanto la neutralidad (puesto que De Martino no creía en ella) sino el rigor de una antropología dentro de la propia sociedad del investigador (Signorelli 2003: 23). 17 En su conferencia “El porvenir de la religión”, de 1914 (citado por Dianteill 2008).

LA ETNOHISTORIA ANDINA COMO ESPACIO DE CONFLUENCIA DISCIPLINAR RAMOS, María Alejandra * INTRODUCCIÓN Este trabajo se enmarca en la investigación realizada para nuestra tesis de Licenciatura, en la cual analizamos el periodo inicial del desarrollo de la Etnohistoria andina (1940-1970) en Perú. El estudio se realizó a partir del examen de las obras de John Rowe y John Murra, principales referentes de un periodo en el que tuvo lugar una profunda transformación de los enfoques metodológicos y las perspectivas interpretativas, que condujo a importantes avances en los estudios de las sociedades andinas. La Etnohistoria andina surgió en un momento de renovados vínculos entre la Antropología y la Historia, que fue resultado, en parte, de que a mediados del siglo XX, las problemáticas sociales emergentes de la época interpelaron a los investigadores de estas disciplinas a diseñar nuevos acercamientos. Por lo tanto, nuestra investigación debió considerar la inserción de los sucesos vinculados al desarrollo de la Etnohistoria en Perú en procesos que se desenvolvían en una escala mayor y que encerraban tanto aspectos académicos como no académicos. Con el fin de caracterizar las investigaciones del periodo mencionado fue necesario crear un cuadro de situación del estado de los estudios históricos, arqueológicos y antropológicos en Perú en las décadas previas, en el cual se tuvieron en cuenta los aportes de los principales investigadores de aquella época (1900­ 1940), las instituciones de financiación y formación y la manera de concebir las relaciones disciplinares. Para esta presentación hemos optado por centrarnos en las transformaciones que tuvieron lugar en los vínculos disciplinares entre un periodo y otro. Si bien los aspectos institucionales y los desarrollos teóricos y conceptuales no son en sí mismos objetos de este escrito, no pueden obviarse por completo y realizaremos referencias a ellos cuando sea oportuno. La importancia de estudiar el periodo de gestación del nuevo modelo radica en que, gracias a una fructífera combinación de disciplinas -Arqueología, Historia y Antropología-, se impulsaron

* Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias Antropológicas. Sección Etnohistoria. [email protected]

investigaciones capaces de ampliar el conocimiento existente y renovar las preguntas de investigación. Sobre las particularidades resultantes de que nuestras fuentes sean textos académicos, Palerm en su Historia de la etnología (1974) plantea que para las investigaciones de este tipo es necesario examinar la producción de los autores como fuentes documentales al mismo tiempo que como generadores de técnicas y metodologías y como representantes de tradiciones teóricas. En tanto fuentes debemos identificar “el pensamiento e intenciones del autor tratando de comprenderlo antes que de refutar sus teorías” (Fernández 1992:89). Respecto de lo segundo, seguimos el planteo de Bourdieu ([1973] 1986), quien considera que lo teórico y lo metodológico no son planos escindibles sino que deben considerarse conjuntamente en la construcción del objeto y en el examen de esa construcción.

LOS ESTUDIOS SOBRE PERÚ ENTRE 1900 Y 1940 En las primeras décadas del siglo XX, la Historia y la Arqueología eran las principales disciplinas productoras de conocimiento sobre las sociedades que ocuparon el territorio del actual Perú. Además, los estudios que se realizaban remitían casi exclusivamente a los incas. En cuanto a esto último, y en el campo de la Arqueología, fue de gran importancia la labor de Max Uhle, quien buscó insertar a la sociedad inca en un proceso histórico mayor y resaltó la necesidad de trascender los límites nacionales en las investigaciones sobre las sociedades precolombinas (Kaulicke 1998; Uhle [1913] 1998). Dentro de los estudios históricos, que continuaban dedicados exclusivamente a los incas, se realizaron importantes avances en la sistematización de las crónicas —gracias a los aportes de Philip Means y Louis Baudin— y se instaló un debate en torno al sistema de organización económica, social y política de los incas (Baudin [1928]1940; Means 1918). De forma paralela al desarrollo de las investigaciones mencionadas, se produjeron cambios institucionales: en las universidades de Estados Unidos surgieron departamentos de Antropología; más tarde en Perú se crearon instituciones nacionales, principalmente museos, capaces de financiar estudios; y finalmente, con la ocupación de puestos de gestión por intelectuales pertenecientes a la corriente indigenista, se ampliaron en Perú los centros de formación y financiación al tiempo

que la Antropología cobraba un lugar cada vez más importante en los estudios andinos. En lo referente a los espacios institucionales en Estados Unidos, la aparición de Doctorados y Departamentos de Antropología en las universidades instaló a este campo de estudio como disciplina académica independiente. En 1896, Franz Boas llegó a la Universidad de Columbia y dictó un seminario sobre North American Indian, de esta manera se abrió el espacio para que la Antropología se instalara como una disciplina académica. Uno de sus alumnos, Alfred Kroeber, obtuvo en 1901 su doctorado en Antropología, el primero concedido en esta área en la Universidad de Columbia. Ese mismo año, Kroeber estableció contactos con la Universidad de California y allí fundó el Departamento de Antropología (Steward et al. 1961). Fue otro estudiante de Boas, Fay-Cooper Cole, quien en 1929 fundó -junto a Edward Sapir y Robert Redfield- un departamento similar en la Universidad de Chicago (Stocking 1979). Durante la primera década del siglo XX, la Universidad de California tuvo un importante rol en las investigaciones arqueológicas realizadas en Perú, ya que financió las campañas de Max Uhle y conservó las colecciones de cerámica que en ellas se obtuvieron. Como era de esperar, la extracción de materiales arqueológicos fuera del país generó controversias, en un momento en el que se gestaba en Perú un fuerte sentimiento nacionalista -tras la guerra con Chile- representado por la “generación del 900”. El surgimiento de instituciones nacionales que fomentaron expediciones, como el Museo Nacional de Perú creado en 1905, vino a modificar la situación (Ávila Molero 2000; Martínez 1998). El discurso historiográfico de la “generación del 900”, que pensaba la unidad nacional desde el mestizaje, fue confrontado por los indigenistas que veían en Perú la coexistencia -basada en la dominación- de dos naciones (Ávila Molero 2000). El desarrollo de este movimiento intelectual ha sido descrito a partir de tres etapas: la primera se extiende desde 1897 a 1909 y comprende la generación protagonista de la huelga universitaria de 1909; la segunda tiene lugar entre 1909 y 1920, con el desarrollo del regionalismo y la profundización del indigenismo. Estas dos etapas tuvieron lugar en Cusco, mientras que la tercera consistió en la expansión nacional, entre 1920 y 1930, de la cual Luis Valcárcel y Julio Tello fueron protagonistas (Valladares Quijano 2005). Con el advenimiento y la expansión de la corriente indigenista peruana en la década de 1920, se instaló un interés por

vincular los estudios sobre las sociedades indígenas del pasado con las poblaciones contemporáneas de la región. Los estudiosos de Perú vieron en las crónicas la posibilidad de acercarse al sistema de organización incaico y las pusieron en diálogo con los resultados de las excavaciones arqueológicas. A ello se sumó luego un interés político por conectar los grupos indígenas contemporáneos con las sociedades prehispánicas, que contribuyó a establecer una continuidad entre el registro arqueológico, el histórico y la información etnográfica. A raíz de esta conjunción disciplinar, Valcárcel incorporó el terminó Etnohistoria para diferenciar el nuevo tipo de investigaciones de los estudios históricos que se habían llevado a cabo hasta el momento. Estas investigaciones, impulsadas por los intelectuales peruanos, se combinaron con los intereses de una nueva generación de investigadores provenientes de Estados Unidos, entre los que se destacaron particularmente John Rowe y John Murra. Formados bajo la premisa de la necesidad de recurrir a distintos tipos de registros en su investigación, en 1941 ambos autores comenzaron sus estudios de campo; mientras Rowe lo hizo en Cusco, Murra lo realizó en Ecuador. Con el inicio de la década de 1940 comenzaba un nuevo periodo en las investigaciones andinas, a lo largo del cual se concretó aquello que había sugerido Uhle: traspasar los límites nacionales del actual Perú y considerar la región andina en general. Además, si bien los incas conservaron un lugar central, empezaron a ser estudiadas las distintas sociedades andinas incorporadas al Tawantinsuyu.

PROBLEMÁTICAS SOCIALES EM ERGENTES Y NUEVAS ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN La creciente flexibilidad de los límites disciplinares en las investigaciones sobre las sociedades andinas no fue un hecho aislado. Por el contrario, fue parte de un fenómeno general que adquirió distintos matices según la región y las problemáticas de investigación. A mediados del siglo XX los límites disciplinares de la Historia y la Antropología comenzaron a hacerse menos rígidos, tras un periodo de “separación” -en términos de Viazzo (2003)- que tuvo sus inicios en la década de 1920. En Antropología, se había producido un “rechazo a la historia” por parte de los exponentes de la corriente estructural funcionalista, que fue considerado una reacción a la “historia especulativa” de los evolucionistas. Por aquellos años, los

historiadores se encontraban interesados en las biografías de los grandes hombres, en los acontecimientos bélicos y en el estudio de las instituciones europeas. Esta tendencia comenzó a declinar tras la primera posguerra, cuando la Historia social comenzó a ganar espacios con los estudios de demografía, economía y sociedad. En Francia, el aumento de este tipo de investigaciones tuvo como corolario la creación, en 1929, de la revista Annales d'Histoire Economique et Sociale. El desarrollo de la Historia social implicó una apertura temática y metodológica que impulsó un mayor contacto con otras Ciencias Sociales (Lorandi y Rodriguez Molas 1984; Viazzo 2003). En Antropología, y a pesar del distanciamiento inicial, fue dentro del funcionalismo y el estructural funcionalismo que se dieron los cambios que condujeron a un nuevo interés en la dimensión histórica. A fines de la década de 1940, Raymond Firth y Meyer Fortes, representantes de estas corrientes, ensayaron categorías como “organización social” o “ciclo del desarrollo del grupo doméstico” con el fin de incluir la dimensión histórica en su análisis1. Se iniciaba un replanteo de las categorías de análisis y de los intereses de investigación, en un intento por contemplar los procesos históricos (Viazzo 2003). Este acercamiento de la Antropología a la Historia se puso aún más de manifiesto en una conferencia dictada en 1950 por Evans-Pritchard. En ella, el autor sostuvo que las dos disciplinas compartían el objeto (los significados culturales) y el método (comprender y traducir). Pero esta similitud había sido opacada por el contraste entre el estudio directo de la vida social que los antropólogos realizan y el indirecto que llevan a cabo los historiadores mediados por los documentos, lo que constituiría solo una diferencia de técnica (Evans-Pritchard 1950). Pero las disciplinas no sólo se desarrollan a partir de las teorías y metodologías que se construyen para dar cuenta de su objeto, sino que también se encuentran condicionadas por las problemáticas sociales emergentes (Lorandi y del Rio 1992). En este sentido, el Indian Claims Act, aprobado en Estados Unidos en 1946, desencadenó una serie de investigaciones de archivo llevadas a cabo por antropólogos. Esta ley hacía posible que los grupos indígenas reclamasen al gobierno, mediante un juicio, una indemnización en el caso de que sus tierras hubiesen sido expropiadas tras las firmas de tratados que protegían sus derechos de propiedad. Se iniciaron así una serie de juicios que se prolongaron por varios años y muchos antropólogos que fueron requeridos como expertos se familiarizaron con

los archivos del gobierno. Los antropólogos realizaron estudios diacrónicos con el fin de aportar evidencia para avalar o desestimar las demandas (Viazzo 2003). Esta experiencia común los alentó a realizar, a partir de 1954, una serie de encuentros titulados Ohio Valley Historic Indian Conference desde los que se impulsó la creación de la revista Ethnohistory. Luego los encuentros fueron conocidos como American Indian Ethno-historic Conference, y desde 1966 constituyeron la American Society for Ethnohistory (Krech 1991). Simultáneamente, el proceso de descolonización impulsó historiografías especializadas. La que más se destacó entre ellas fue la Historia de África, cuyo principal representante es Jan Vansina. Los investigadores pertenecientes a esta corriente se abocaron al uso de documentos hasta el momento ignorados e incluyeron en su estudio las fuentes orales. Adoptaron también nuevas perspectivas interpretativas, producto de su interés por información referente a la organización social y a las creencias de los grupos estudiados. Estos trabajos fueron reunidos a partir de 1960 en el Journal o f African History (Vansina 1962; Viazzo 2003). Durante estos años, otros investigadores -tanto en México como en Perú- intentaron conjugar las investigaciones arqueológicas, históricas y antropológicas para el estudio de las sociedades precolombinas. El término Etnohistoria comenzó a utilizarse para designar trabajos que ya se venían realizando en esta línea (Pérez Zeballos y Pérez Gollán 1987). Dentro de este panorama general en el que fueron surgiendo diversos puntos de conexión entre Historia y Antropología, la Etnohistoria andina presenta una serie de características que le son propias. Una de las más importantes es que la Arqueología tuvo un rol tan importante como las otras dos disciplinas mencionadas. Esta disciplina se había instalado desde los estudios realizados a principios del siglo XX y consolidó su lugar con las influencias norteamericanas de mediados de siglo; es decir, con los trabajos de Rowe y Murra. Tengamos en cuenta que Rowe había estudiado Arqueología clásica, especialidad en la que era corriente conjugar la información arqueológica con la obtenida a partir de los documentos, mientras que Murra se había formado bajo la influencia de los trabajos de Cole en Illinois, que también buscaban la articulación de esos dos registros. Los trabajos de Rowe y Murra se insertaron en este contexto general y compartieron inquietudes comunes, a pesar de las diferencias que estos investigadores mantuvieron entre sí en la elección del objeto de estudio.

EL SURGIMIENTO DE LA ETNOHISTORIA ANDINA John Rowe y John Murra iniciaron sus investigaciones en el “mundo académico” que comentamos en los apartados precedentes. Ellos fueron los protagonistas de un viraje en los estudios andinos que involucró cambios en las formas de relación entre la Antropología, la Arqueología y la Historia, renovó los enfoques metodológicos y las perspectivas interpretativas y condujo a la expansión del objeto de estudio acompañado de la profundización del conocimiento. La década de 1940 se inició con las críticas de Rowe a la cronología incaica y preincaica del momento. La combinación que realizó este autor de un minucioso examen de las crónicas y excavaciones arqueológicas sistemáticas hizo posible que arribara, a fines de los años 50’, a una nueva propuesta cronológica ampliamente cimentada y que ganaba en precisión a la anterior. También por aquellos años Rowe comenzó sus investigaciones sobre la continuidad de las tradiciones de la nobleza incaica durante el periodo colonial hasta el siglo XVIII. En 1955 Murra escribió su tesis doctoral, en la que anticipaba el modelo del “control vertical de un máximo de pisos ecológicos” que impactaría internacionalmente por la difusión que su autor le diera en los últimos años de la década de 1960 y por medio de la publicación en 1972 de un trabajo exclusivamente dedicado a poner a prueba dicho modelo. Tanto Rowe como Murra se habían formado en la Antropología norteamericana, es decir en una disciplina que cubría cuatro campos clásicos: Etnografía, Arqueología, Lingüística y Antropología Fisica -luego Biológica-. Los dos investigadores, de diferente manera y en distinta medida, utilizaron los aportes combinados de estos campos. En el lapso de treinta años se desarrolló un nuevo marco teórico-metodológico, conocido como Etnohistoria andina, inicialmente vinculado a la actual región de Perú, pero que tras su consolidación en la década de 1970 se expandiría, con diferentes ritmos, a las investigaciones llevadas a cabo en Ecuador, Bolivia, Chile y Argentina.

Las investigaciones de John Rowe en el periodo inicial del desarrollo de la Etnohistoria andina El empleo por parte de Rowe de herramientas provenientes de los estudios lingüísticos puede apreciarse al menos en tres áreas: en primer lugar, el autor

contribuyó al análisis del quechua elaborando un alfabeto fonémico y mediante el estudio de ciertos patrones dialectales (1950); en segundo lugar, utilizó el conocimiento adquirido del quechua para examinar documentos que incluyeran textos en esta lengua y así intentar reconstruir su sentido (1953, 1960). Esto le permitió, entre otras cosas, examinar el culto al dios creador a partir de una serie de oraciones que le dedicaban. En tercer lugar fue capaz de ir más allá de las aplicaciones particulares para realizar consideraciones metodológicas generales sobre los sistemas de clasificación del lenguaje, tomando partido en un importante debate de aquellos años entre los criterios lexicológicos y los morfológicos, apoyando el primero (Lackner y Rowe 1955). Desde sus primeras investigaciones arqueológicas Rowe articuló la información con la provista por fuentes históricas. En el desarrollo de las mismas podemos establecer dos etapas, una de corte más descriptivo en la primera mitad de la década de 1940 y una segunda, que cubre desde mediados de los años ’50 hasta 1962, en la cual Rowe elabora un modelo interpretativo. Richard Burger sostiene que “An Introduction to the Archaeology o f Cuzco” (1944) junto a “Inca culture at the time o f the spanish conquest” (1946) “established John as the leading authority on the Incas before he reached the age o f thirty” (Burger 2007: 35). Consideramos que debe sumarse un escrito más a estas obras iniciales y a la vez consagratorias de Rowe, nos referimos a “Absolute chronology in the Andean area” (1945). Los textos publicados en 1944 y en 1946 exponen los resultados de sucesivas campañas arqueológicas realizadas en Cusco en 1941 y 1943. Los aportes más significativos de estas investigaciones se vinculan a la identificación y descripción de la cultura Chanapata y la cerámica Killke. Los avances en la investigación arqueológica permitían establecer que la cultura inca fue producto de un largo desarrollo en el valle de Cusco, pero la cronología del momento era demasiado vaga. Rowe se interesó entonces por la información que aportaban las crónicas con la intensión de emplear una cronología histórica en conjunción con los resultados de sus trabajos arqueológicos. Sin embargo, no estaba conforme con el empleo de los documentos que se había realizado hasta el momento y por ello en su artículo “Absolute chronology in the Andean area” (publicado en 1945 pero escrito posteriormente a los dos mencionados), se ocupó de discutir la clasificación de las crónicas realizada por Means, propuso una propia y de ella derivó una cronología histórica de los reyes incas. Con los avances producto de sus investigaciones en distintos campos Rowe

no sólo contribuyó a una manera de estudiar los incas que combina la Arqueología y la historiografía, sino que instaló un nuevo estándar de rigurosidad (Burger 2007). Entre 1954 y 1955, junto a sus discípulos, Rowe llevó a cabo un proyecto de trabajo arqueológico auspiciado por la Universidad de California. Se realizaron campañas en Cusco y en Ica, que fueron principalmente de exploración (aunque se hicieron dos excavaciones en la costa) y se utilizaron además las colecciones de cerámica de museos de Estados Unidos. Los resultados del proyecto fueron articulados con la información ya conocida en un esquema que daba cuenta del devenir de las culturas andinas, desde 700 AC hasta la conquista española. Se obtuvo así el material para precisar cada vez más la cronología basada en la cerámica andina, y su estudio implicó el replanteo de las herramientas de análisis (Rowe 1956). Por ello entre 1958 y 1962 Rowe escribió cuatro artículos que revisaban conceptos claves de la Arqueología y su aplicación. En estos escritos combinados, en los que tomó categorías y metodologías existentes, las desarrolló aún más e incluso las aplicó a nuevas regiones, fundamentaron teórica y empíricamente la implementación de un nuevo modelo para el estudio arqueológico de las sociedades andinas. Para dar cuenta del proceso cultural era necesario establecer una cronología de los hechos, relativa primero para luego intentar convertirla en absoluta. Rowe reelaboró la cronología relativa existente a partir de la secuencia de estilos cerámicos. Con el fin de tornar esa cronología en absoluta recurrió a la datación radiocarbónica para el periodo previo a la expansión inca, y de allí en adelante se basó en los documentos históricos, pero para poder utilizarlos primero los reclasificó y propuso una cronología de los reyes incas. Como nexo entre las dos cronologías reconstruyó el sistema de horizontes y periodos basado en la contemporaneidad -afinando los métodos para establecerla- y aumentó su precisión enlazándolo a una secuencia maestra (Ica) (Rowe 1958, 1959, 1962). En otros estudios Rowe combinó la información arqueológica y documental con sus conocimientos en el campo de la Historia del Arte. El análisis de aspectos específicos de la cultura andina le permitió retomar y profundizar su tesis de la continuidad de la tradición inca en el periodo colonial. A raíz de su investigación de 1951 sobre los retratos de incas durante el periodo colonial, pero sobre todo con sus trabajos acerca del movimiento nacional inca (1955) y las instituciones coloniales (1957), Rowe se sumergió en el tema de la continuidad de ciertos aspectos de la tradición inca durante la colonia y los movimientos de protesta y reivindicación

incaica. Los datos que identificó como indicios de esta continuidad lo condujeron a estudiar en profundidad las circunstancias del ciclo de rebeliones que se produjo en el siglo XVIII. Tal como los realizaba Rowe, los estudios de carácter más arqueológico y aquellos, en términos de Flores Ochoa (2003), de tipo más etnohistórico tenían en común la búsqueda de mayor precisión en la secuencia de los acontecimientos. El interés del autor en ganar cada vez más detalle radicaba en su objetivo de obtener una descripción lo más certera posible de los acontecimientos. Tal descripción permitiría identificar cambios, reelaboraciones, innovaciones y continuidades culturales.

Las investigaciones de John Murra en el periodo inicial del desarrollo de la Etnohistoria andina Ya en sus primeros trabajos arqueológicos en Ecuador, realizados entre 1941 y 1942 junto a Collier, Murra concebía las sociedades estudiadas como parte de un proceso mayor y no sólo como subordinadas al dominio inca (Collier y Murra 1943). Podemos decir que allí tiene sus raíces la tesis del autor sobre los procesos andinos de larga duración y su permanencia bajo el régimen incaico y el colonial. En su tesis doctoral de 1955, publicada recién en 1978, se plasmaron sus preocupaciones por cómo el Estado inca captaba el excedente y cómo lo utilizaba después. Los interrogantes planteados en esta línea encontraron una vía de respuesta en la premisa de la reelaboración incaica de instituciones preincaicas. Sin embargo, una serie de ideas permanecieron en el terreno hipotético, a falta de fuentes que brindaran información “funcional”. Estas fuentes, anheladas por Murra en su tesis, no se hicieron esperar; tan sólo cinco años después el autor tuvo sus primeros contactos con las visitas2. Una primera aproximación a este material le permitió examinar y profundizar una serie de ideas, como por ejemplo: las obligaciones y derechos de los señores étnicos y el rol de los yanas (Murra [1958] 1975, 1962, [1964] 1975). Los primeros usos de términos como “trueque” o “ferias inter-zonales”, para describir el flujo de bienes sobre el que informa Iñigo Ortiz de Zúñiga en la visita a Huánuco, fueron abandonados una vez formulado el modelo de “control vertical”. Esto le permitió, a la vez, reforzar una de sus ideas tempranas: la ausencia de comercio en los Andes durante el dominio incaico. Sus argumentos acerca de los cambios que estaba atravesando el Tawantinsuyu al momento de la llegada de

los colonizadores también fueron retomados y completados. La hipótesis de que el sistema incaico se alejaba cada vez más de las pautas andinas tradicionales se vio enriquecida con el examen de la modificación del rol de los mitimaes realizada por los incas, precisión que el autor pudo lograr a la luz de la información brindada por Iñigo Ortiz de Zúñiga (Murra 1967, 1972). Las visitas no sólo proveyeron la información “funcional” tan esperada por Murra en su tesis (a las que se sumaron los textos folklóricos y los juicios) sino que también, y en particular la de Huánuco, le permitieron llevar a una nueva escala de trabajo la interdisciplinariedad en la que se había formado: “Yo siempre he sido partidario de que las diversas facetas de la antropología colaboren. Que la historia y la arqueología colaboren; que la lingüística no sea un arte mágico y separado, sino que colaboren. Esto lo aprendí muy temprano, cuando regreso de España en los años de 1940” (Castro et al. 2000: 56).

Recordemos que en los años de formación de Murra, la Universidad de Chicago impulsaba la interdisciplinariedad (Stocking 1979), y sus profesores (Eggan y Cole) investigaban articulando lo que Murra llamó “tácticas antropológicas”: el análisis de documentos, las excavaciones arqueológicas y los trabajos etnográficos. Este ideal interdisciplinario encuentra en el Proyecto Huánuco3su máxima expresión: reunió especialistas de diversos campos; realizó un trabajo intenso en terreno de dos años; impulsó la publicación de documentos; constituyó un ejemplo de integración entre la práctica puramente de investigación con trabajos de conservación; impulsó la difusión de la investigación realizada al público masivo y brindó la posibilidad de formación de investigadores locales. La Etnohistoria como forma de investigación refleja en Murra estos dos grandes ideales: el de la interdisciplinariedad y el del estudio de las sociedades andinas desde la perspectiva simultánea de sus logros compartidos y su singularidad local (Murra 1970).

CONSIDERACIONES FINALES Los temas que privilegiaron y las propuestas que se convirtieron luego en líneas de indagación, si bien en primera instancia pueden pensarse como opuestos, lo cierto es que de alguna manera se complementan y comparten una preocupación

por aquello que permanece por encima de los cambios, o más concretamente, por las diversas formas que puede adquirir una misma tradición o institución en distintos escenarios. Rowe continuó la línea iniciada por Uhle al buscar distinguir lo incaico de lo pre-incaico en el registro arqueológico; se propuso también identificar el ritmo de la expansión incaica y dar cuenta de la continuidad de su tradición durante el régimen colonial. La elaboración de una cronología se tornó indispensable para Rowe, porque sólo a través de una secuenciación precisa de los acontecimientos sería posible dar cuenta de los procesos culturales; es decir, de los cambios, transformaciones y permanencias en las prácticas cotidianas. Mientras que Murra retomó el debate sobre el sistema de organización incaico, discutió la imposición de categorías correspondientes a otro tipo de sociedades y propuso un modelo propio para las sociedades andinas. Para ello, insistió en discriminar la información referente al Estado inca de la concerniente a los distintos grupos étnicos locales, analizando la continuidad de un conjunto de instituciones de distribución pan-andina y las modificaciones que las mismas sufrieron al desplegarse en distintas escalas y como parte de organizaciones sociopolíticas heterogéneas, teniendo en cuenta especialmente el estudio de los sistemas de tenencia de la tierra y el flujo de bienes. Los dos autores fueron formados de acuerdo al sistema estadounidense que engloba cuatro campos dentro de la Antropología: Arqueología, Antropología Física, Etnología y Lingüística. Sin embargo, cuando ellos se referían a los aportes que podía realizar la Antropología a los estudios andinos estaban pensando particularmente en la Etnología, que tendría un rol fundamental al combinarse con la Historia y la Arqueología. Esto es así ya que para los dos autores existen problemas de investigación que necesariamente deben abordarse desde un enfoque interdisciplinario. Rowe pensaba que los límites entre las disciplinas eran flexibles, principalmente en las Ciencias Sociales; mientras que Murra argumentó en pos de la existencia de una sola disciplina: la Antropología, que encerraba diferentes tácticas (arqueológicas, documentales y etnográficas)4. Ambos autores insistieron en que los estudios arqueológicos debían ser complementados con el análisis de fuentes y en que los antropólogos -tanto por los temas de interés como por su formación teóricaestaban en especial posición para el estudio de la historia andina. En este punto, la principal diferencia entre los autores quizá sea que Murra notó la necesidad de crear equipos de especialistas para llevar a cabo estudios interdisciplinarios. Con la creciente especialización ya no resultaba posible que un solo investigador reuniera

el conocimiento de los distintos campos de manera actualizada. Las propuestas de Rowe y Murra fueron retomadas y discutidas ampliamente a partir de la década de 1970, inspirando un conjunto de nuevas investigaciones. La articulación de distintas disciplinas con una fuerte impronta antropológica renovó los enfoques metodológicos y las perspectivas interpretativas, principalmente por medio de la auspiciada “lectura antropológica” de los documentos. Esto permitió elaborar modelos que integraran los distintos mecanismos que regulaban la organización de las sociedades andinas e impulsó estudios sobre tales sociedades bajo el régimen colonial. Los estudios llevados a cabo por autores como John Rowe y John Murra fueron retomados y discutidos ampliamente a partir de la década de 1970, inspirando un conjunto de nuevas investigaciones (Ávila Molero 2000; Kaulicke 2004; Lorandi y del Río 1992).

AGRADECIMIENTOS Agradezco al Dr. Carlos Zanolli, director de mi tesis de Licenciatura, por las correcciones y sugerencias realizadas.

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ENRIQUE PALAVECINO, FO TO G RAFIAS Y ARCHIVO. AVANCE DE INV ESTIG A CIO N

ROCA, Ignacio * A partir de septiembre de 2006 y hasta marzo de 2009 realicé una pasantía en el Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la UBA (AFyDMEt). Las tareas consistieron en catalogación y digitalización del material de archivo (el fotográfico en mayor medida) y atención a las consultas de investigadores y público general. Más adelante, durante octubre y diciembre de 2009, fui nuevamente convocado para participar en la catalogación del fondo documental de Enrique Palavecino. En lo personal, estas prácticas significaron un primer contacto con la historia de la antropología argentina, la fotografía y el funcionamiento de los archivos. Dichas materias se encuentran vinculadas en el AFyD-MEt, archivo cuyos fondos refieren al trabajo de antropólogos y arqueólogos argentinos del siglo XX, que posee un considerable acervo de fotografías tomadas y/o archivadas por estos investigadores y cuya dinámica de trabajo se concentra en atender las consultas recibidas diariamente y profundizar en la investigación y catalogación del material1. La experiencia de esta pasantía me llevó a formular un proyecto de tesis de licenciatura, cuya propuesta es investigar el trabajo etnográfico realizado por Enrique Palavecino en el Chaco argentino durante el período 1927-1966, trabajando principalmente con el material de archivo (documental y fotográfico) que se encuentra en el AFyD-MEt. El objetivo es identificar las categorías teóricas y metodológicas que caracterizaron a este investigador en el marco de una historia de la antropología argentina. Este proyecto cuenta con la dirección de un Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA2 y paralelamente participan dos grupos de investigación. Uno de ellos es el Colectivo Etnografías Chaco, grupo que se propone realizar un relevamiento y puesta en valor de fuentes documentales sobre historia de la etnografía en el Chaco argentino3. El segundo conforma un equipo de relevamiento de archivos (en este trabajo lo llamaré ERA) que actualmente se encuentra elaborando un plan de trabajo, cuyo foco de interés es la práctica de investigar fotografías en archivos, entendida como una experiencia de campo particular con metodologías, enfoques y problemas específicos4. * Estudiante de antropología, UBA.

El propósito de este trabajo es comunicar algunos de los avances obtenidos en el marco de los proyectos mencionados. Los adelantos que compartiré son ante todo un resultado del trabajo en el archivo, en este sentido pretendo hacer un relato de mi experiencia de pasantía antes que una propuesta conceptual. En primer lugar explicitaré un modelo de ejes de análisis que junto al ERA consideramos herramientas indispensables para abordar una fotografía de archivo. Este modelo propone considerar tres etapas: las condiciones de realización de la fotografía, el momento de su institucionalización archivística y el alcance social que adquiere a través de las consultas de los usuarios. Luego de presentar cada una de ellas, me detendré con mayor profundidad en la primera al realizar un análisis del contexto teórico de producción de cinco fotografías del AFyD-MEt, cuatro correspondientes al Fondo Palavecino y una al Fondo Bórmida siguiendo algunos de los enfoques que vengo trabajando para mi tesis de licenciatura.

TRES ETAPAS EN LA HISTORIA DE UNA FOTOGRAFÍA DE ARCHIVO Las fotografías de archivo que abordaré aquí pueden ser entendidas como antropológicas en tanto fueron tomadas por antropólogos en contexto de trabajo de campo, además de formar parte de la colección de una institución antropológica. Y en este sentido, mi interés por ellas reside en el potencial que poseen para ofrecer información sobre la práctica etnográfica en distintos períodos de la disciplina. Sin embargo, la “lectura” de fotografías requiere ciertos recaudos. El cuestionamiento a las funciones de credibilidad de la fotografía es un presupuesto ampliamente aceptado en la bibliografía académica. La mirada del fotógrafo o la misma escena capturada pueden estar condicionadas por posicionamientos de género, ideológicos o institucionales entre otros. Por esta razón la fotografía no sería un reflejo fiel de la realidad, sino una representación de ella construida por sujetos y por lo tanto es necesario contextualizarla para realizar una lectura interpretativa que impida arribar a suposiciones ingenuas (Alvarado 2001; Barthes 1985; Gamboa Cetina 2003; Masotta 2003; Martínez y Tamagno 2006). Ahora bien, una de las propuestas aquí es considerar las demás instancias en las que la fotografía de archivo también puede ser construida. De esta forma no sólo puede ser una representación de su autor, sino que también podría serlo de la institución que la archiva, del consultante que

la investiga y del receptor final que la interpreta. Así, junto al ERA planteamos el siguiente recorrido a lo largo de la vida de una fotografía de archivo para dar cuenta de las posibles instancias en las que su sentido puede ser construido.

Condiciones de realización de una fotografía Siendo la primera instancia que identificamos en la historia de una foto, nos interesan los siguientes factores. A) La predeterminación del investigador: como fue mencionado anteriormente, el investigador pudo tomar la fotografía tratando de registrar algo que ya tenía en mente; esto puede condicionar y filtrar lo incluido y no incluido en la captura de la imagen. También se pone en juego en esta instancia el contexto histórico y disciplinar en el que se tomó la foto, como las metodologías y paradigmas científicos del momento. B) La preparación o no preparación de la captura: preparar una escenografía por ejemplo, vestir a las personas, montar contextos o, por el contrario, tomar una foto espontánea. C) El momento de la captura: entran en juego cuestiones físicas y no físicas. Las físicas tienen que ver con el lente, la luz, y demás tecnicismos fotográficos que se utilicen. Las no físicas se relacionan con aspectos tales como adónde se apunta la cámara, qué se incluye en el cuadro y qué no en función del interés del momento. D) Proceso técnico de la imagen: el revelado puede condicionar. A qué formato se llevó una fotografía no es neutral. Si se decidió dejarla en negativo puede mantener más características de la realidad porque sufre menos procesos técnicos de revelado en los que se puede perder información, pero al mismo tiempo resulta más lejos de la consulta al público por ser un formato de difícil visualización que además requiere mayores cuidados de conservación. Y lo inverso sucede si se lleva a formato papel. E) Información sobre la foto aportada por el autor: los datos que el autor recolecte sobre el contexto de la foto en el momento de ser tomada es información de primera mano que puede existir o no en un archivo. Más adelante profundizaré en esta etapa cuando presente las fotos de Palavecino y Bórmida. La meta será identificar tendencias epistemológicas que puedan haber condicionado la forma en que fueron tomadas.

El proceso archivístico En esta etapa identificamos los siguientes puntos. A) Entrada al archivo:

Si fue por compra, canje o donación. Quién donó el material. Si es una persona o institución reconocida científicamente o no. Estos factores pueden condicionar el grado de exposición o prioridad de intervención dados al material y por lo tanto su grado de alcance social. B) La manipulación archivística: de la conservación depende la continuidad en el tiempo del material y la información contenida en él; la clasificación, catalogación e indización del material es información aportada institucionalmente que luego llega al público de consulta. En este sentido, el trabajo de investigación e interpretación del personal del archivo será determinante en las representaciones que luego se difundan en torno a un documento. C) El grado de difusión del material. La difusión puede estar a cargo de la institución de acuerdo a sus intereses o la pueden realizar las personas que consultan el archivo. En esta instancia nos interesa analizar el movimiento de la información dentro de los archivos; indagar cómo se conforma, cambia y exterioriza. Para ello creemos necesario considerar en primer lugar la autoridad que ejercen las instituciones en la construcción de sentidos sobre el material. Siguiendo a Concha Lagos (2005) y Nacuzzi (2002), acordamos en que en la organización de todo archivo se manifiesta una intencionalidad o voluntad específica; es decir, un interés en archivar e intervenir determinada información y no otra en función de los intereses científicos, políticos o administrativos de la institución.

Difusión del material de archivo Sobre este eje nos interesan principalmente los siguientes dos puntos. A) La consulta y el trabajo del investigador. La relación consultante-archivo es una instancia de análisis muy interesante ya que suelen darse intercambios de información que aportan al corpus de datos sobre el material. El trabajo de interpretación y difusión realizado por el investigador también colaborará en la construcción de imaginarios respecto al material consultado. B) Receptor final: el receptor de un medio de comunicación o de un trabajo de investigación, sea público general o académico, realizará una interpretación que también puede condicionar y construir representaciones de los materiales de archivo. Indagar sobre los posibles significados de sentido que circulan en la sociedad, académica y no-académica, a partir de la difusión del material de archivos, es un problema considerablemente amplio. Dentro de esta complejidad, nuestro interés se

relaciona con el rol de quién consulta y finalmente difunde el material, es decir el investigador. En la difusión de la información de archivo el trabajo del investigador es central. Podemos pensar que su intervención confirma el propósito del archivo. Sin alguien que confronte la información y la ponga en movimiento hacia fuera de la institución, un archivo no sería tal, sino más bien un depósito. Esto nos lleva a reflexionar sobre algunas de las características del rol jugado por el investigador y sus formas de interpretar el material. Acordamos con Lidia Nacuzzi en que el trabajo en archivos es un verdadero “trabajo de campo” y uno de los problemas inherentes al mismo es realizar una crítica textual y contextual de los documentos para llegar a obtener datos confiables, ya que “[no] deja de pesar la deformación que todo antropólogo le impone a su objeto de estudio al interpretarlo según sus propias normas y valores, a la que se suma la primera deformación que le ha impreso el autor de los papeles en cuestión” (Nacuzzi 2002: 10).

La información de archivo que podemos ver en publicaciones, exposiciones, catálogos y demás formatos, ha sido siempre trabajada por sujetos y por lo tanto necesariamente habrá operado algún filtro interpretativo que debe ser tomado en cuenta si queremos profundizar en los posibles significados del material. Sin ir más lejos, las siguientes conjeturas sobre la fotografía de Palavecino son interpretaciones propias que, aun considerando lo desacertadas que pueden ser, espero sirvan al menos como motivadoras de nuevos ejes de análisis en la investigación.

LA FOTOGRAFIA DE ENRIQUE PALAVECINO. APORTES PARA SU INTERPRETACION Abordar fotografías producidas por un antropólogo en el campo teniendo en cuenta el contexto científico y social en que fueron tomadas, puede ofrecer excelentes pistas sobre formas de hacer etnografía en distintas etapas de la disciplina. En este sentido, aunque leyendo entre líneas, abordé las fotografías de Enrique Palavecino del AFyD-MEt con el objetivo de identificar su trabajo teórica y metodológicamente5. Enrique Palavecino (1900-1966) tuvo un papel protagónico en la antropología argentina. Sus acciones se concentraron tanto en la investigación, como en la docencia y la gestión institucional. Comenzó sus estudios de manera

autodidacta y para 1927 era encargado de las colecciones etnográficas del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. A partir de ese año comienza un intenso trabajo etnográfico que duraría toda su vida, concentrando sus viajes en la zona del Chaco Salteño. Teóricamente se aproximó, aunque de manera crítica y traducida a un contexto local, a la escuela histórico-cultural y sus principales preocupaciones giraron en torno al problema del cambio cultural y la sistematización del territorio sudamericano en áreas culturales (Califano et al. 1985; Perazzi 2003). Participó de la planificación del primer Censo Indígena Nacional como vicepresidente de la Comisión Ejecutiva en 1965 (Lenton 2004). Fue docente en el Museo de La Plata, en la Universidad Nacional de Tucumán (donde dirigió su instituto de antropología en dos ocasiones) y en la Universidad de Buenos Aires, donde además se hizo cargo de la dirección del Museo Etnográfico desde 1958 hasta su muerte en 1966 (Morínigo 1968). Por otro lado es para destacar el hecho de que la mayor parte de su actividad fue realizada en compañía de su esposa, Delia Millán de Palavecino (quien fuera a su vez una destacada investigadora en el área textil) de manera tan coparticipativa que en algunas ocasiones, en los documentos, resulta difícil distinguir el trabajo de ambos como actividades separadas. Por esa razón propongo considerar que cuando nos referimos a Enrique Palavecino en gran medida estamos refiriéndonos a un equipo formado por la pareja Palavecino-Millán. Como planteé en nota al final, las fotografías del Fondo Palavecino del AFyD-MEt son una cantidad numerosa. Aquí seleccioné cuatro fotos que considero representativas de su estilo etnográfico y que reflejan dos situaciones de campo que se encuentran reiteradamente en el acervo de imágenes: personas fabricando objetos o realizando diversas tareas y la presencia del mismo Palavecino (y/o Delia Millán) junto a los sujetos. Sobre estos dos ejes guiaré mi análisis. En primer lugar creo necesario analizar el marco teórico al que adscribía Palavecino ya que en antropología la postura epistemológica de un investigador condicionará directamente los resultados fotográficos obtenidos (Ardevol 1998: 2)6. Pues bien, como mencioné anteriormente este investigador tendría una particular afinidad por la escuela histórico-cultural y una de sus principales inquietudes teóricas se relacionaría con el problema del cambio cultural. De esta forma, y acorde a los lineamientos teóricos que caracterizaron a la escuela histórico-cultural en la Argentina (Perazzi 2009), Palavecino se interesó en circunscribir históricamente los orígenes e interrelaciones de los grupos étnicos así como los procesos de cambio que

experimentaron ante el avance cultural del Estado-nación argentino en los últimos dos siglos (Califano et ál. 1985; Palavecino 1965). Contextualizadas en este marco, interpreto a muchas de las fotografías como una forma de registro, desde una mirada procesual, de determinadas prácticas tradicionales manifiestas en la vida material (técnicas de fabricación de cerámicas, textiles y arquitectura), productiva (caza, pesca y agricultura) y ritual (danzas, utilización de máscaras, carnavales). De esta forma las fotos sugieren un interés no tanto por los objetos etnográficos en sí, sino más bien por los procesos culturales que subyacen a ellos y por el trabajo humano del que son resultado. Así es muy común hallar entre las fotos de Palavecino imágenes que registran no un objeto descontextualizado, sino a personas construyéndolos o realizando todo tipo de faenas.

Figura 1. Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la UBA. Fotografía 570 rr 1 (Fondo Enrique Palavecino).

Figura 2. Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la UBA. Fotografía 365-12 (Fondo Enrique Palavecino). Las fotografías de Palavecino no parecen estar condicionando deliberadas formas de representar la alteridad de los sujetos observados. Sugieren ser imágenes tomadas en contexto de investigación y para la investigación, con el fin de servir como registro, análisis y comunicación científica. En el marco de esta formalidad, la tendencia parece ser el interés por registrar una realidad tal cual es. En este sentido serían, en términos de Ardevol, imágenes de tipo observacional; es decir, un recorte espacio-temporal sobre un dato que más tarde el investigador puede trabajar (Ardevol 1998). Sin embargo, remarcar el carácter observacional no impide pensar el trabajo fotográfico de Palavecino desde un punto de vista verité, al que podemos definir como “la aceptación de la presencia de la cámara como catalizadora de la acción y la inclusión de la subjetividad del director en el film” (Ardevol 1998: 9),

o

desde un punto de vista participativo, en el que se evita captar una realidad

tal cual es y se “refleja la interacción de los actores con la cámara y entre ellos, incluido el realizador” (Ardevol 1996: 135)

De hecho considero que la cuestión de la interacción y la inclusión de la subjetividad

en el campo son dos aspectos que deben ser tenidos muy en cuenta en el trabajo de Palavecino. Palavecino, etnógrafo En una libreta de campo (sin referencia a fecha o lugar) hallada entre los documentos del Fondo se lee: “La desconfianza por el blanco (del que siempre se ve defraudado) es extrema, y sólo con la permanencia entre ellos de mañana y tarde conseguí me explicarán e hicieran los detalles de las yicas” [el subrayado es original] (Fondo Documental Enrique Palavecino AFyD-MEt. Caja N° 17). El interés por una permanencia de mañana y tarde para lograr que le expliquen (a él) una técnica de trabajo, revela una conciencia del involucramiento de la propia subjetividad en el campo. En este sentido, es probable que muchas de las fotografías de Palavecino, lejos de ser un acontecimiento de la realidad tal cual es, fueran más bien escenas catalizadas por él mismo. La inclusión de la subjetividad en el campo se manifiesta también en otro tipo de fotos, presentes reiteradamente en la colección, en las que se advierte la presencia de Palavecino y/o Millán posando o trabajando junto a los sujetos. Observar la gestualidad corporal presente en estas imágenes puede sugerir algunas características sobre el tipo de relación que los investigadores entablaban con los sujetos. Son numerosos los trabajos que han abordado la corporalidad presente en las fotografías de indígenas como resultado de la relación violenta, asimétrica y racista que ha operado a lo largo de la historia entre los pueblos indígenas y los representantes de la cultura occidental moderna. Martínez y Tamagno (2006) analizaron un conjunto de fotografías tomadas en una expedición dirigida por el AntropólogoRobert LehmannNitsche al Chaco argentino a inicios del siglo XX. Como plantean los autores, estas fotografías tomadas bajo la guía del paradigma evolucionista y positivista de la época fueron posibles a partir de una relación en la que se tendía a tratar a los sujetos como objetos científicos medibles, descontextualizándolos de su entorno, enfocando estrictamente en lo somático en función de una antropotaxis física y negando así todo atributo subjetivo y/o emocional; una relación que no haría más que reproducir el carácter violento y desigual que el Estado-nación argentino (y sus representantes científicos) históricamente mantienen con los pueblos indígenas. Bajo un enfoque

similar interpreta Carlos Masotta (2003) a las postales de indios argentinas producidas entre 1900 y 1940. Para el autor, dichas imágenes actuaron como una representación iconográfica que buscaba difundir determinados estereotipos del indígena en función de un proyecto de construcción identitaria nacionalista. De esa manera, mientras que al sujeto criollo se lo reivindica como sujeto activo y productivo, las imágenes de indígenas reproducen a sujetos pasivos y dóciles en cuya gestualidad corporal podría leerse la inscripción de un discurso excluyente, evidenciando así el trasfondo de una relación social desigual. De la misma manera, comparando con otros estilos etnográficos contemporáneos a los de Palavecino, interpreto las fotografías tomadas en la expedición de José Imbelloni y Marcelo Bórmida enviados por la Administración de Parques Nacionales en 1949 para relevar población indígena en la Patagonia (Perazzi 2003). En estas imágenes pertenecientes al Fondo Documental Marcelo Bórmida del AFyD-MEt, se evidencia claramente una expresión de incomodidad y rigidez por parte de los sujetos fotografiados, así como una actitud corporal dominante de parte de los investigadores, acentuada además por la presencia de armas y personal militar.

Figura 3. José Imbelloni tomando medidas antropométricas. Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la UBA. Fotografía 370-96 (Fondo Marcelo Bórmida). Ahora bien, al analizar las fotos de Palavecino siguiendo una línea de análisis similar al de los anteriores trabajos, es decir, tratando de reparar en la relación social que subyace a ellas, no puedo más que aproximarme a una conclusión en sentido inverso. Entre sus imágenes aparecen recurrentemente gestos sonrientes, cuerpos

distendidos y resueltos; en fin, personas realizando sus tareas cotidianas antes que constreñidas a adquirir posturas impuestas para ser fotografiados.

Figura 4. Enrique Palavecino con mujeres Chiriguanas. Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la UBA. Fotografía 570-u17 (Fondo Enrique Palavecino).

Figura 5. Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la UBA. Fotografía 365-d23 (Fondo Enrique Palavecino). Entiendo que estas imágenes reflejan la existencia de una relación con mayor sentido de horizontalidad social y empatía, en comparación a la desigualdad advertida en otros estilos etnográficos (como los referidos anteriormente) ¿Responderá este

tipo de relación al carácter de Palavecino o más bien a formalidades científicas? Dado que opinar sobre la personalidad del investigador no dejaría de ser mera especulación, prefiero indagar sobre el trasfondo epistemológico que pueda haber condicionado esta relación social evidenciada en las fuentes. De esta forma, un camino que me propongo seguir posteriormente es analizar el estilo de Palavecino en términos de una hermenéutica interpretativa, en el sentido que Gadamer y Ricoeur le atribuyen: como una instancia superadora de la búsqueda explicativa y objetivista de las corrientes positivas; a favor de una comprensión dada a partir de la interpretación como acuerdo; basada en el lenguaje y el vínculo intersubjetivo que caracteriza al objeto de las ciencias sociales; y dando de este modo un privilegio a la experiencia vivida por el investigador (Schuster et al. 1995). Infiero que el estilo de Palavecino manifiesta características de esta corriente epistemológica, particularmente en lo que respecta a la profundización del vínculo con las personas en el campo. Espero que un posterior análisis me permita esclarecer si es posible atribuirle algún grado de adscripción a dicho método. Para Califano et al. (1985: 58) Palavecino sobresalió como etnógrafo entre los colegas de su generación. La importancia dada a la etnografía por este investigador resulta evidente cuando en una de sus publicaciones, al comparar la arqueología y la etnografía como fuentes de conocimiento sobre las culturas, dice “La primera [fuente de conocimiento] y obviamente la más completa es la suministrada por la etnografía; por ella nos es dado penetrar en los sectores de la cultura que por su especial naturaleza resultan vedados al arqueólogo” (Palavecino 1948: 477).

Mientras que la arqueología por el contrario se vería obligada a “(...) operar únicamente con unos pocos elementos de la cultura material que la destrucción ha respetado [y] en tales condiciones el conocimiento de una cultura a través de esos vestigios es forzosamente impreciso” (Ídem). ¿Tal vez la etnografía le proporcionó a Palavecino una práctica donde desarrollar una interacción intensa con los sujetos, para de esta manera comprenderlos y así poder acceder a aquellos aspectos de especial naturaleza en la cultura? De ser así cobraría mayor relevancia su preocupación por la permanencia entre ellos de mañana y tarde.

Hasta aquí planteé que las fotos podrían reflejar el trasfondo de un estilo metodológico de trabajo. Pero algo muy distinto es el uso que específicamente Palavecino dio a la cámara en el trabajo de campo. Entonces, ¿qué podría decirse respecto al papel de la cámara en este esquema? Partiendo de la premisa ya mencionada, según la cual entiendo a la foto de Palavecino como una herramienta de registro procesual, me propongo explorar esta pregunta indagando en dos aspectos: la cuestión del rescate cultural y la preocupación por la transmisión del conocimiento antropológico. En un documento del fondo documental, un mecanografiado con fecha de 1947 y que a todas luces parece ser un informe elevado a una instancia de gobierno nacional sobre la situación del indígena chaqueño (pues en el texto se dirige a un interlocutor como Sr. Ministro), Palavecino expresa una de sus preocupaciones principales: la tendencia a la desaparición a la que se dirigen los grupos indígenas a causa del avance cultural del Estado-nación argentino (Fondo Documental Enrique Palavecino, AFyD-MEt. Documento S/R). Refiriéndose al mismo problema, en otra de sus publicaciones sostiene que para él es fundamental “(...) ayudar a construir, ex novo, un puente cultural para que un par de generaciones provenientes de un mundo arqueológico ingresen al presente con un mínimo de frustraciones” (Palavecino 1965 en Califano et ál. 1985: 58)7. En este sentido, me pregunto si la fotografía fue una de las formas que Palavecino halló para registrar y comunicar, en términos de rescate (Mead 2000), el cambio cultural que estaban experimentando los pueblos indígenas en el país. En sus publicaciones estas fotografías cumplen una función de análisis e ilustración del propio trabajo, pero al ser ahora información conservada en un archivo público renacen como herramienta de comunicación social, tanto para la academia, el público general y especialmente para los mismos protagonistas8.

CONCLUSIONES Mi objetivo en este trabajo fue introducir problemáticas propias del campo archivístico para relacionarlas luego con la investigación de la historia de la antropología. Enfocando principalmente en las fotografías de archivo, parto del

presupuesto (ampliamente aceptado por la comunidad académica) de que todo documento debe ser leído entre líneas (Nacuzzi 2002) pues durante el proceso que los creó habrán operado sucesivos filtros de interpretación subjetiva. Para dar cuenta de esto, presenté un modelo sobre el desarrollo histórico de una fotografía de archivo identificando las distintas instancias en las que pudo haber sido condicionada: desde los filtros operados en su contexto de producción, hasta aquellos dados en las instituciones que las archivan y los que finalmente se dan desde la mirada de un receptor que las investiga, interpreta y difunde. Así, la información que puede aportar una fotografía antropológica si tratamos de ver más allá de su evidencia inmediata es valiosa y diversa. Luego de tener en cuenta estas consideraciones realicé mi propia lectura de las fotografías de Enrique Palavecino. Mi objetivo es aproximarme al capítulo escrito por este investigador en la historia de la antropología argentina y el primer paso fue analizar sus imágenes de archivo. El camino fue doble. Por un lado, partí de las mismas imágenes para construir interpretaciones sobre algunas categorías teóricas y metodológicas utilizadas en el trabajo de este investigador. Y en dirección inversa, tomé información escrita sobre su trabajo (bibliografía y documentos de archivo) con el fin de reconstruir el contexto de producción de las fotografías y de esa manera poder realizar una interpretación de las mismas. Los resultados obtenidos, a los que considero líneas de análisis a seguir en la investigación antes que conclusiones, fueron los siguientes. Las fotos podrían reflejar características del marco teórico y metodológico de Palavecino. En este sentido, interpreto a muchas de ellas como expresión de la mirada procesual del investigador; es decir, una mirada que enfocaría en el trabajo humano para dar cuenta de la existencia de prácticas tradicionales en el marco del cambio cultural que los pueblos indígenas estarían experimentando. Por otro lado. planteé que las imágenes (y los documentos) reflejan un interés por construir vínculos intersubjetivos intensos durante el trabajo de campo, lo cual me propongo abordar posteriormente en términos de una hermenéutica interpretativa y, de ser posible, considerando la forma en qué los aspectos subjetivos del investigador (carácter, tendencias ideológicas o religiosas, etc.) puedan haber influido en las relaciones sociales entabladas con los sujetos. En cuanto al aspecto metodológico, me pregunté cuál pudo ser el uso específico que Palavecino le dio a la cámara fotográfica en el campo y para responder

a esta interrogante formulé la siguiente conjetura. En el marco de su preocupación por el problema del cambio cultural y la creciente desaparición de los pueblos indígenas, es factible entender a la fotografía como una forma de registro, en términos de rescate, de culturas que se encontrarían en vías de desaparición según el mismo investigador. Consecuentemente, esta herramienta le habría permitido a Palavecino comunicarlos resultados de su trabajo tanto en términos académicos como sociales. Finalmente dejo una reflexión abierta. Teniendo en cuenta las relaciones desiguales de poder que reiteradamente se dieron en el vínculo entre antropólogos y pueblos indígenas a lo largo de la historia argentina, considerando los antecedentes de Palavecino como asesor gubernamental, y lo que sus documentos evidencian como un estilo etnográfico tendiente a un trato igualitario con los sujetos (aunque probablemente también paternalista) ¿puede este investigador ser considerado como pionero de una antropología políticamente comprometida en la Argentina? Probablemente la investigación y el tiempo ofrezcan una respuesta.

AGRADECIMIENTOS A Gonzalo Iparraguirre, Vivian Spoliansky, Luis M assa y Gerardo Mora.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES Alvarado, Margarita 2001. Pose y montaje en la fotografía mapuche. En: Mapuche. Fotografías siglos XIX y XX. Construcción y montaje de un imaginario. M. Alvarado, P. Mege y C. Báez (Eds.). Editorial Pewen, Santiago. Ardevol, Elisenda 1996. La representación audiovisual de las culturas. Representación y cine etnográfico. Qaderns de L ica10. Barcelona. Opfyl,pp. 125-167. 1998. Por una antropología de la mirada: etnografía, representación y construcción de datos audiovisuales. En Revista de Dialectología y Tradiciones Populares del

CSIC, L. Calvo, Perspectivas de la antropología visual, Madrid pp. 217-240. Barthes, Roland 1985. Lo obvio y lo obtuso. Barcelona. Paidós. Califano M., A. Pérez Diez y S. Balzano 1985. Evolución de las Ciencias en la República Argentina 1872-1972. Sociedad Científica Argentina. Tomo X. Relator: Centro Argentino de Etnología Americana. Págs. 9-71. Concha Lagos, J. P. 2005. Voluntad, azar y sentido en el archivo fotográfico. Aisthesis: Revista chilena de investigaciones estéticas, ISSN 0568-3939, N° 38, Págs. 160-170. Gamboa Cetina, J. 2003. La fotografía y la antropología: una historia de convergencias. Revista Latina de Comunicación Social, 55, La Laguna (Tenerife). http://www.ull.es/publicaciones/ latina/20035522gamboa.htm (20 de Mayo de 2010). Lenton, D. 2004. Todos éramos desarrollistas...: la experiencia del Primer Censo Indígena Nacional. Revista Etnía, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Museo Municipal Dámaso Arce, Olavarría, Buenos Aires, Vol. 46-47. Martínez, A. y L. Tamagno 2006. La naturalización de la violencia. Un análisis de fotografías antropométricas de principios del siglo XX. Cuadernos de Antropología Social 24: 93-112. Massota, C. 2003. Cuerpos dóciles y miradas encontradas. Miniaturización de los cuerpos e indicios de la resistencia en las postales de indios argentinas (1900-1940). Revista Chilena de Antropología Visual 3. Santiago. Mead, M.

2000. Antropología Visual en una disciplina de palabras. En S. Sel Etnografías Fílmicas. Ficha de Cátedra. OPFyL, UBA. Trad. Marián Moya. Morínigo, M. A. 1968-71.Biografía de Enrique Palavecino (1900-1966). Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología 7: 425-428. Nacuzzi, L. 2002. Leyendo entre líneas: una eterna duda acerca de las certezas. En: Visacovsky, S. y R. Guber, Historia y estilos de trabajo de campo en Argentina. Buenos Aires: Editorial Antropofagia. Palavecino E. 1948. Áreas y capas culturales en el territorio argentino. GAEA. 1965. Introducción al problema indígena chaqueño(m.s.). Primera Convención Nacional de Antropología. Resistencia, Universidad Nacional delNordeste, Facultad de Humanidades. 23-28 de mayo. Perazzi, P. 2003. Hermenéutica de la barbarie. Una historia de la antropología en Buenos Aires, 1935-1966. Sociedad Argentina de Antropología, Colección Tesis de Licenciatura, Buenos Aires. 2009. La recepción de la Escuela Histórico-Cultural en la antropología Argentina. Ponencia presentada en las V Jornadas de Historia de las Izquierdas. Buenos Aires, CeDInCI/IDES. Schuster, F., Giarraca N., Aparicio S., Chiaramonte, J.C. y Sarlo B. 1995. El oficio de investigador. Ed. Homo Sapiens, Rosario. Fuentes documentales - Fondo Documental Enrique Palavecino del Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”. Facultad de Filosofía y Letras, universidad de Buenos Aires. - Fondo Documental Marcelo Bórmida del Archivo Fotográfico y Documental del Museo

Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”. Facultad de Filosofía y Letras, universidad de Buenos Aires.

NOTAS 1 El AFyD-MEt comenzó a organizarse en 1987 durante la dirección de José Antonio Pérez Gollán. Los documentos y fotografías que lo componen se encontraban disper­ sos en distintas áreas del Museo. En 1995 todo el material se ubica en la oficina que actualmente constituye el archivo, en la planta alta del Museo. Los principales fon­ dos son los de Ambrosetti, Debenedetti, Outes, Bórmida, Palavecino y el Institucion­ al. Algunos conjuntos documentales menores reúnen material de Aparicio, Imbelloni, Krapovickas y Rex González (además de otros materiales dispersos). Las fotografías se encuentran en distintos soportes (copias papel; negativos y diapositivas de vidrio y flexibles). El material documental incluye libretas de campo, material docente, notas de investigación, correspondencia, documentos sobre el funcionamiento in­ terno del Museo y un legajo institucional. Además se encuentra material gráfico que incluye mapas y planos de regiones geográficas, arquitectura y yacimientos arque­ ológicos, láminas de tipos raciales y litografías de indígenas. 2 Desde mediados de 2009 dirige mi tesis de licenciatura el Doctor Pablo Perazzi. 3 Morita Carrasco, Julia Costilla, Ana Laura Drigo, Dolores Estruch, Verónica Hopp, Ignacio Roca, Ana Vivaldi y Cecilia Wahren. Departamento de Antropología e Insti­ tuto de Ciencias Antropológicas, F. F. y L. Universidad de Buenos Aires. El equipo se formó en 2009 y actualmente desarrolla un proyecto de investigación y digitalización de fotografías de Enrique Palavecino del AFyD-MEt. 4 El equipo está conformado por Margarita Alvarado, esteta chilena, y el Dr. Luis Massa de argentina, quienes vienen trabajando juntos en el relevamiento de archivos fotográficos desde hace 8 años; y el autor de esta ponencia, quien se sumó en 2008. 5 El Fondo Documental Enrique Palavecino llegó al AFyD-MEt en el año 1994 por medio de una donación de las hermanas de Delia Millán de Palavecino. Está con­ formado por documentos, fotográficos y escritos, resultado de las investigaciones etnográficas que ambos investigadores realizaron entre 1927 y 1966. Las fotografías suman una cantidad aproximada de 1760 imágenes repartidas en distintos formatos: negativos de vidrio, diapositivas de vidrio, negativos flexibles y papel. La mayoría de las fotos no tienen información asociada y llegaron al archivo sin estar sistema­ tizadas. 6 Los trabajos de Ardevol, si bien tratan la fotografía antropológica, profundizan en el análisis de la práctica fílmica etnográfica.Soy conciente que el filme y la fo­ tografía etnográfica en absoluto son lo mismo, pero entiendo que comparten una especificidad: problematizar el involucramiento de un investigador con cámara en mano en el campo (sea esta fotográfica o filmadora). Incorporé estos trabajos porque me han aportado herramientas teóricas muy valiosas. 7 Es interesante notar como se filtra en el discurso de Palavecino cierto sesgo evolu­ cionista. Ante esta consideración las apreciaciones que hice de su estilo etnográfico en términos de “horizontalidad” puede adquirir también un fuerte sentido de paternalismo. Comentarios respecto al carácter evolucionista y desarrollista de Palave­ cino se encuentran en Lenton 2004.

8 Durante mi experiencia en el AFyD-MEt recibí alrededor de cinco consultas hechas por investigadores, representantes o militantes Mapuche, Toba y Mbya; y de la mis­ ma forma pude comprobar la existencia cada vez mayor de investigadores académi­ cos trabajando conjuntamente con los pueblos indígenas.

ENM A RC A ND O U NA CIENCIA: LA CONFORM ACIÓ N DISC IPLIN A R DE LA A R Q U EO LO G ÍA A R G EN TIN A VISTA A TRAVÉS DE LAS FO TO G RAFÍAS DE CAM PAÑA TOM ADAS EN EL NOA ENTRE LOS A ÑO S 1905 Y 1930 SALETTA, María José *

INTRODUCCIÓN La historia del desarrollo de la arqueología argentina ha sido abordada hasta ahora a través de la producción escrita de los investigadores que fueron sus protagonistas (Fernández 1982; Haber 1994; Madrazo 1985; Nastri 2004a, 2004b; Ramundo 2007, 2008a, 2008b, 2008c). Sin embargo, hay otras fuentes de información disponibles para analizar la conformación de una disciplina científica y que involucran diferentes aspectos de la producción de los investigadores, como por ejemplo, el uso del registro fotográfico como fuente de información (Fiore 2002). El propósito de este trabajo es presentar un análisis de la historia de la arqueología como disciplina científica en el NOA entre 1905 y 1930 focalizado en las fotografías tomadas en trabajos de campo hechos por expediciones organizadas durante ese período por el Museo Etnográfico dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras (Saletta 2008 ms). La problemática abordada se relaciona con dar cuenta de cómo fue el proceso de construcción del objeto de estudio de la arqueología en el NOA en ese período. Esta investigación se enmarca en la perspectiva que sostiene que la fotografía como artefacto cultural provee de información complementaria y alternativa al registro escrito (Fiore 2005, 2006) y por lo tanto es relevante para investigar la historia de la arqueología. El objetivo específico que se desarrolla en este trabajo es demostrar cómo el contexto de formación inicial de la disciplina influyó en la práctica de campo de los primeros investigadores rastreando su habitus de visión (ver este concepto más abajo) en las fotografías tomadas durante los trabajos de campo.

* Asociación de Investigaciones Antropológicas-CONICET [email protected]

MARCO HISTÓRICO En 1904 el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Norberto Piñero ordenó fundar el Museo Etnográfico y Juan Bautista Ambrosetti fue nombrado como su director. Este acto es considerado como el hito fundacional de la arqueología argentina ya que institucionaliza la práctica arqueológica (Fernández 1982; Haber 1994; Madrazo 1985; Nastri 2004a y b; Podgorny 1999). Sin embargo, que la arqueología y la antropología tuvieran un espacio físico y de desarrollo académico, no equivalió al reconocimiento de su autonomía disciplinaria, ya que también en este período aparecen materias de arqueología asociadas a la carrera de Historia en diferentes universidades (Fernández 1982; Haber 1994; Podgorny 1999; Ramundo 2008). De hecho, la consolidación universitaria de la disciplina recién llegaría a la Universidad de Buenos Aires en 1958 (Podgorny 1999; Ramundo 2008a y b). Es a partir de la fundación del Museo que Ambrosetti -formado en ciencias naturales pero luego abocado a la práctica arqueológica- organizó una serie de expediciones al Noroeste Argentino con el objetivo de aumentar la colección de objetos antropológicos y arqueológicos para su exhibición y el intercambio con otros museos (Fernández 1982; Nastri 2003; Ramundo 2008a). Durante 25 años se realizaron 25 expediciones, las primeras fueron dirigidas por Ambrosetti hasta su muerte en 1917, año en que asumió como director Debenedetti, su discípulo, quien continuó con la dirección de los trabajos de campo hasta 1930, año de su muerte. Por lo tanto, el período elegido para este trabajo se justifica también, por el hecho de que abarca los primeros 25 años de existencia del Museo Etnográfico y sus dos primeros directores. ANTECEDENTES Y CONCEPTOS TEÓRICOS Antecedentes y conceptos arqueológicos Fernández (1982) ha escrito uno de los trabajos más exhaustivos sobre la historia de la arqueología argentina hasta la década de 1980. En su trabajo analiza tanto las vertientes teóricas como las metodológicas de los investigadores involucrados así como la inserción académica en el desarrollo de la arqueología argentina. Este autor divide la historia de la arqueología argentina en etapas. La etapa

más relevante para este artículo es la denominada arqueología en la universidad (1901-1925), que se caracterizó por la creación de materias relacionadas con la arqueología -en general dependientes de la carrera de Historia- en diferentes universidades y la creación de institutos y museos de antropología y arqueología dependientes de las mismas (Fernández 1982). Otra de las características de esta etapa es que los investigadores son mayoritariamente argentinos y existe financiación estatal de las campañas, las investigaciones y las instituciones. Estas particularidades mencionadas por Fernández son pertinentes a la definición de nuestro período de estudio ya que se condicen con el lapso elegido y la importancia dada al peso y formación de una arqueología argentina desde los ámbitos académicos. Una falta en el trabajo de Fernández es la ausencia de un tratamiento del contexto sociopolítico argentino que acompañó cada una de las etapas en las que divide la historia de la arqueología. El análisis de la realidad sociopolítica por la que atravesaba el país es necesario si se quiere brindar un contexto de explicación del desarrollo de una disciplina científica que incluya su inserción dentro de un proyecto político como es el de un Estado-Nación. De esta manera, si el contexto sociopolítico no se incluye en el análisis la ciencia aparece desvinculada del resto de la sociedad, como libre de condicionamientos económicos, políticos e ideológicos, que sin duda influyen tanto en su conformación como en su desarrollo (Bourdieu 1994). Madrazo (1985), entre otros autores (Podgorny 1999; Ramundo 2008a, 2008b, 2008c) ha tomado en cuenta el contexto sociopolítico en su análisis de la historia de la antropología en Argentina. Este autor caracterizó la etapa 1865­ 1930, que incluye a la trabajada en este artículo, como de signo positivista a nivel teórico-práctico, mientras que las perspectivas ideológicas imperantes responden a lineamientos liberales e individualistas, derivadas de la concepción de progreso cultural unilineal en donde Europa y Occidente son considerados como la culminación más exitosa de este proceso. Para este autor, la falta de un desarrollo teórico propio es suplida con el uso de las ciencias naturales como el modelo del método científico. Esto es relevante para el desarrollo del análisis propuesto en este trabajo, por lo que será retomado más adelante. Haber (1994) es otro autor que aporta una herramienta teórica al mismo tiempo que analiza el contexto sociopolítico y académico del período inmediatamente anterior al trabajado en este artículo. Este autor examina el periodo entre 1875 y 1900 en el desarrollo de la arqueología en Catamarca, al que caracteriza como pre-

disciplinar o liminar (entendiendo este término como sinónimo de prólogo de la formación disciplinaria de la arqueología). Si bien dicho periodo es previo al que se analiza en este artículo, es necesario retomar su propuesta para comprobar si el corte entre lo pre-disciplinar y lo disciplinar fue tan abrupto como pareciera indicar el comienzo de la institucionalización o si hay elementos que permanecieron y, de haber sido así, cuáles de ellos revistieron de importancia para el período siguiente. Haber analizó los supuestos teóricos y metodológicos de esta primera etapa y examinó la autorepresentación de los primeros investigadores en el plano discursivo y en la demarcación del objeto de estudio de la disciplina en formación (1994). Para este autor existió una baja autorepresentación de los investigadores evidenciada por la poca discusión sobre los diversos enfoques teóricos propuestos por cada uno de ellos desde su producción escrita académica. Esto sería consecuencia de una disciplina en estado de génesis en donde todo, o casi todo, puede ser admitido (Haber 1994). En tanto, la demarcación del objeto de estudio de la arqueología en ese período fue analizada por Haber como una consecuencia de la disputa -nunca explicitadaentre dos diferentes tendencias predominantes dentro de los investigadores: a)

naturalista-viajera, vinculada a los viajeros que desarrollaban sus actividades arqueológicas en conjunto con otras actividades relacionadas con las ciencias naturales. Sus representantes fueron Moreno, Ameghino y Zeballos entre otros. Para estos investigadores la arqueología era una disciplina más dentro de las ciencias naturales, que se ocupaba del pasado natural del hombre.

b) histórico-filológica, vinculada con investigadores que realizaban sus investigaciones arqueológicas inspirados por las lecturas de fuentes históricas y leyendas del folklore. Los más representativos fueron Lafone Quevedo y Quiroga. Ellos consideraban a la arqueología como parte de la Historia, como disciplina auxiliar de ésta frente a la carencia de documentos escritos. Haber postuló que el triunfo de la primera tendencia conformó el carácter que adquirió el objeto de estudio de la arqueología argentina del NOA en las etapas sucesivas. Este triunfo quedó puesto en evidencia por la prevalencia en la práctica arqueológica de los años posteriores de la visión hegemónica de una ciencia positiva y empírica que se encontró dirigida por la observación rigurosa y la medición de

objetos y fenómenos observables, metodologías todas derivadas del positivismo. Esta visión era la predominante entre los naturalistas y era coherente con la ideología de orden y progreso de los intelectuales liberales de la última parte del siglo XIX. Como se puede observar, tanto Madrazo (1985) como Haber (1994) concuerdan al denominar la etapa previa a 1904 como carente de métodos de investigación y marcos teóricos propios de la arqueología, que fueron suplidos con los modelos empiristas provenientes de las ciencias naturales.

Conceptos fotográficos

La fotografía es un artefacto de cultura material (Fiore 2002; Ruby 1996) y, por lo tanto, puede ser analizada como un producto del quehacer humano utilizando una perspectiva arqueológica. Entendida así, la fotografía no es una tecnología libre de posiciones subjetivas, tal y como fue concebida en sus inicios, cuando se la consideraba capaz de representar objetivamente la realidad (Gernsheim 1986). Desde la arqueología se ha trabajado la fotografía de dos maneras. En la primera se encuentra la línea planteada por Fiore que se concentra en establecer cómo las secuencias de producción de una fotografía -toma, edición, publicación, archivo- brindan información tanto sobre los sujetos que fotografían como sobre los sujetos y objetos retratados (Fiore 2006). Dicha postura considerara a todos los actores relacionados con la toma de una fotografía: quién la toma, a qué o quién/es se retrata y la situación de retrato y para quiénes/qué público se la realiza. De otro modo corremos el riesgo de caer en una interpretación de la fotografía en donde se considere a los sujetos (tanto fotógrafos como retratados y público) como pasivos y que se les niegue su capacidad de acción (Fiore 2002, 2005; Kossoy 2001). Otros autores (Orquera y Piana 1999) han utilizado también a la fotografía etnográfica como fuente de información relevante histórico-etnográfica sobre los sujetos fotografiados. La segunda vertiente es la utilizada por autores como Manzi (2000) que las consideran como fuente de hipótesis a contrastar con el registro arqueológico. Aquí se retomará la primera de ellas, ya que las fotografías serán utilizadas para contrastar hipótesis, es decir, como fuente de información. Barthes ha trabajado en “El mensaje fotográfico” (1977) con la representación social de la fotografía y permite entender la propuesta de análisis de este trabajo.

Barthes menciona que la fotografía no es lo real (en el sentido que no es lo que se fotografió), sino lo que denomina su analogon perfecto. Esta cualidad es la que otorga a la imagen fotografiada, desde el sentido común, la pretensión de verdad. Esta pretensión de verdad surge a partir de considerar ingenuamente que la foto sólo se reduce a lo que ella denota, sin considerar que también produce sentido connotado. Ambos sentidos, el denotado y el connotado, son relevantes para la compresión de la información de una fotografía. Es por esto, que en este análisis se observa lo denotado -qué es lo que aparece en la fotografía- y lo connotado -que es lo que la imagen sugiere a partir de la composición de sus elementos-. Bourdieu (1998) es otro autor que ha analizado especialmente la relación entre objetividad y realidad en la fotografía y los usos sociales de las visiones fotográficas. Según este autor, una primera aproximación a la fotografía revela que “(...) la fotografía fija un aspecto de lo real que nunca es el resultado de una relación arbitraria y, por ello mismo, de una trascripción: entre todas las cualidades del objeto, solo son retenidas aquellas [cualidades] visuales que se dan en el momento y a partir de un punto de vista único; estas son transcriptas en blanco y negro [sic], generalmente reducidas y siempre proyectadas en el plano” (Bourdieu 1998: 135).

Es decir, el carácter atribuido a la fotografía en sus comienzos como verdadera y real, parte de que la manera de encuadrar las imágenes responde a las normas de la perspectiva renacentista que emplea las leyes tradicionales de la ortometría. Para este autor, las imágenes que no responden a esta lógica son generalmente descartadas por la mayoría de los fotógrafos, no porque sean menos “reales” que las otras, sino porque no concuerdan con las reglas tradicionales de representación visual de Occidente. Esto devela que la visión plasmada en la fotografía responde a la visión clásica y hegemónica del mundo. Según este autor, de acuerdo con las normas sociales que orientan la práctica fotográfica, la mayoría de los fotógrafos capta el mundo de la manera en que lo ve. El carácter de “objetivo” que el realismo ingenuo otorgó a la fotografía proviene de que las mismas reglas de composición que quedaron fijadas en las tomas corresponden a una definición social de cómo debería ser la visión “objetiva” del mundo. A ello se le suma su génesis mecánica, que es el otro aspecto de este acuerdo social sobre la supuesta objetividad atribuida a la fotografía en sus comienzos. La definición social de la visión objetiva del mundo es parte de lo que Bourdieu

(2007) denomina habitus, que define como el conjunto de prácticas estructuradas y estructurantes de una sociedad. El concepto de habitus es aplicado también por el mismo autor (Bourdieu 1994:92) para referirse al campo científico. Según Bourdieu, cada campo científico/disciplinar genera sus principios organizadores de representación de sus prácticas de acuerdo a aquello que el consenso entre científicos considera pertinente representar. Por lo tanto, a medida que la constitución de una disciplina se va tornando más estructurada, sus participantes consensúan y legitiman ciertas formas de representación de la práctica por sobre otras. En la fotografía científica esta legitimación se expresa en lo que en este trabajo se denomina un habitus de visión -uniendo el concepto de habitus de Bourdieu con el de visión del mundo de Kossoy (2001)- de determinado campo disciplinar. Para este autor “el análisis estético de la gran mayoría de obras fotográficas puede legítimamente reducirse, sin caer en el reduccionismo, a la sociología de los grupos que las producen, de las funciones que les asignan y de las significaciones que les confieren, explícita y, sobre todo, implícitamente” (Bourdieu 1998:166).

De esta manera, en este artículo se analizará de qué manera la incipiente formación disciplinar se puede observar en la forma en que los investigadores decidían representar el trabajo de campo científico a través de su habitus de visión, identificable a partir del análisis de sus fotografías de campo. Kossoy (2001) es otro de los autores que se han dedicado a indagar la relación entre la fotografía, su realidad material y la capacidad que tiene ésta de ser fuente de información. Analiza que todos los componentes de la secuencia de producción (lato sensu) de la imagen fotográfica -que le dan origen por medio de un fotógrafo y una tecnología disponible- se encuentran “materializados en la fotografía” (Kossoy 2001). Esto se debe a que el acto de producción de la fotografía se da en un contexto histórico, social, económico, estético, etc. determinado, que la tecnología empleada se encuentra indicada en la imagen en sí y que el asunto registrado se muestra como un fragmento de lo real (ídem). Kossoy remarca así que el fotógrafo es un “filtro cultural”. La fotografía no registra en sí misma sólo la tecnología que la hizo posible sino también “documenta la propia actitud del fotógrafo frente a la realidad; su estado de espíritu y su ideología acaban transparentándose en sus imágenes (...)” (Ídem 2001:36). Para este autor es posible detectar en las fotografías estas actitudes y esas visiones del mundo. Siguiendo a Kossoy, es por estas razones que en este

trabajo se considera a las imágenes fotográficas como fuentes de información, tanto de la realización técnica de la fotografía como de la visión del mundo del fotógrafo -el habitus de visión-.

HIPOTESIS En este trabajo hemos propuesto que para el período 1905-1930 la arqueología se definía como una ciencia positiva que utilizaba el método inductivo y el empirismo: se propone analizar la visibilidad fotográfica del empirismo y la inducción a través de la búsqueda e identificación de un habitus de visión, es decir, una manera de representar fotográficamente el trabajo de campo científico en donde se denota la ausencia de explicitación visual de los métodos de trabajo de campo debido a la baja autorepresentación de los investigadores (sensu Haber 1994). Se plantea, además, que este contexto pre-disciplinario, junto con la ausencia de enfoques teóricos propios que se expresaran en desarrollos metodológicos específicos, fue suplido por lineamientos teóricos y metodológicos provenientes de las ciencias naturales (especialmente la geología) y que dichos lineamientos tienen visibilidad fotográfica. Este habitus de visión poco desarrollado se expresa en: a) ausencia en las fotografías de los materiales fotografiados de escalas, instrumentos de medidas y otros implementos que den cuenta de la dimensión, por que no era necesario hacer explícito cómo se trabajaba, es decir, el método de excavación; b) preeminencia del uso de planos generales en las tomas fotográficas porque no era necesario el detalle del registro del trabajo de campo; c) preeminencia de situaciones documentadas de sitio y paisaje por sobre los contextos de excavación ya que se explicitaba sólo el lugar de trabajo y no cómo se realizaba ese trabajo; d) ausencia del uso de personas y/o implementos en las fotografías usadas como escalas de las estructuras o los materiales arqueológicos portables, porque no se concebía aún a la fotografía como registro sistemático del trabajo de campo; e) fotografías en las que el material arqueológico aparece ordenado de acuerdo a criterios taxonómicos provenientes de las ciencias naturales y con carácter reconstruccionista que guíe la interpretación.

METODO Muestra Se analizó una muestra de 165 fotografías tomadas en 13 campañas efectuadas en 16 sitios del NOA por el Museo Etnográfico entre 1905 y 1930 (tabla 1). La muestra fue recolectada en el Archivo Fotográfico y Documental (AFyDME) y la Biblioteca (BME) ambos pertenecientes al Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras (Ambrosetti 1907; Debenedetti 1917, 1918a, 1918b, 1921, 1930a, 1930b; Debenedetti y Casanova 1935). Los criterios de selección utilizados fueron: a) que pertenecieran a expediciones del Museo entre los años 1905 y1930 b) que dieran cuenta del trabajo de campo c) que fueran del NOA c) que estuvieran tanto las publicadas como las inéditas. FECHA

N° EXPEDICION

UBICACIÓN

CANTIDAD DE FOTOS

1905

I

Pampa Grande, Salta

29

1906

II

Kipón-Cachi, Salta

2

1906

II

La Paya, Salta

1907

III

La Paya, Salta

1908

IV

La Isla, Jujuy

1908

IV

Pucará de Tilcara, Jujuy

1909

V

Pucará de Tilcara,Jujuy

1910

VI

Pucará de Tilcara,Jujuy

Dic 1928- En 1929

XXIV

Pucará de Tilcara, Jujuy

Oct/Nov 1914

XI

Valle de Calingasta, San Juan

29 6

58

16 1916

XII-A

Valle de Calingasta, San Juan

1917

XIII-A

El Alfarcito, Jujuy

Dic 1917- En 1818

XIV

Perchel, Jujuy

Dic 1917- En 1818

XIV

Campo Morado, Jujuy

Dic 1917- En 1818

XIV

La Huerta, Jujuy

En- Feb 1922

XVIII

San Juan Mayo, Jujuy

9

Dic 1929- En 1930

XXV

Titiconte, Salta

11

Tabla 1. Expediciones del Museo Etnográfico

5

6

Variables La muestra de 165 fotografías fue analizada de acuerdo a 18 variables diagnósticas: 1) número de Fotografía de Registro en Base de Datos (N° RBD); 2) número de Fotografía del Archivo (N° AFyDME); 3) nombre del fotógrafo; 4) fecha de la fotografía; 5) número de la Expedición; 6) técnica fotográfica; 7) ubicación geográfica de la toma; 8) tipo de toma; 9) situación documentada en la fotografía; 10) presencia de personas en la fotografía; 11) cantidad de personas en la fotografía; 12) presencia de artefactos arqueológicos en la fotografía; 13) presencia de implementos de campo arqueológicos; 14) presencia de estructuras; 15) procedencia de la fotografía; 16) lugar y fecha de publicación; 17) epígrafes; 18) comentarios. Estas variables fueron registradas en una base de datos con dos tipos de tablas: a) una por fotografía y b) otra por objeto que aparecía en la fotografía. La tabla por fotografía incluye 18 variables (Saletta 2008 ms). En este trabajo se evalúan en particular las 4 más relevantes para el tema analizado en este artículo. Estas variantes fueron seleccionadas entre las 18, porque son aquellas que permiten responder, mediante el análisis cuantitativo de cada una de ellas y sus respectivos cruces, la hipótesis propuesta para este trabajo. Estas cuatro variables son las que permiten evaluar la acción subjetiva del fotógrafo frente a la elección de qué es lo que se debe retratar y cómo se debe hacerlo. Estas cuatro variables son: a) tipos de tomas utilizadas: panorámica, plano general, primer plano y plano detalle; b) situación documentada en la fotografía o tipo de actividad fotografiada: paisaje (donde se muestran los paisajes de las localidades donde se ubican los sitios y/o su ubicación topográfica; en estas fotos puede o no aparecer registro arqueológico visible); sitio (donde se muestra un sitio o una porción de un sitio y en las cuales se visualizan los trabajos de excavación); contexto de excavación (caso en el que se muestra la excavación propiamente dicha o un contexto de hallazgo de materiales); cotidiana (de situaciones de producción habitual diaria de una campaña, tales como campamentos o trabajos cotidianos); cultivo (de campos de cultivo actuales); trabajadores descansando (retratados durante un alto del trabajo en el sitio); c) presencia de implementos de trabajo arqueológico: estado de la variable si o no; y d) presencia de personas: estado de la variable si o no. En las tablas en donde se detallan las características de los objetos y/o personas que aparecen por fotografía se evalúan las siguientes variables:

a) implementos de trabajo arqueológico: picos, palas, regletas, carpas, libretas de campo, etc. y b) personas: variables sexo (masculino o femenino) y edad (adultos, jóvenes, niños). La constatación de la presencia de personas e implementos de trabajo en las fotografías de trabajo de campo, permite evaluar la pertinencia o no de que aparezcan personas en las fotografías, primero, y segundo, qué personas están siendo retratadas y cómo. Denotar sólo la presencia de implementos de trabajo arqueológico en las fotografías, es también sólo un primer paso, ya que una vez constatada su presencia, hay que evaluar qué tipos de elementos son los fotografiados, ya que no es lo mismo que aparezca una regleta o una escala, que aparezca un pico o una pala, como elementos de la composición fotográfica.

Análisis de las variables Las variables registradas en las tablas de la base de datos se analizaron realizando diferentes cuantificaciones. Primero se realizó un análisis univariado que estableció la primera estructura de la muestra, que indica cómo se comportan cuantitativamente cada una de las variables de la muestra por separado. Luego se realizó un análisis bivariado cruzando pares de variables entre sí. De este segundo análisis cuantitativo surgió una segunda estructura en la muestra, definida por los patrones que se forman al relacionar las variables. Estos patrones son el resultado de que las variables escogidas se relacionan de manera no azarosa. Esto implica que las variables seleccionadas forman patrones que resultan significativos en relación a las preguntas e hipótesis establecidas. En este trabajo se analizan los cruces considerados más significativos para responder a la hipótesis bajo estudio.

ANÁLISIS DEL CASO Análisis univariado: cuantificación de las variables 1) Tipo de toma empleada Se puede observar una tendencia al uso de planos generales (58,1%) y a

planos enteros (33,9%) por sobre los otros tipos de planos identificados, lo que indica que las fotografías no muestran los materiales arqueológicos o a los sitios con mucho detalle (tabla 2).

T ipo de Toma

Total

Plano General Plano Entero Primer Plano Panorámica Total general

96 56 10 3 165

Tabla 2. Tipos de tomas

2) Situaciones documentadas en las fotografías Más de un tercio de las fotografías (38,7%) corresponde a la documentación de sitios, tanto excavados como sin excavar (tabla 3). Las imágenes que describen un paisaje, sea con restos arqueológicos visibles o no, se ubican en el segundo lugar (31,5%). De éstas fotografías de paisaje sólo el 40% (menos de la mitad) tienen restos arqueológicos visibles registrados en detalle. En tercer lugar se ubican las fotografías que documentan contextos de excavación (23%). El hecho de que las situaciones de sitio y paisaje fueran más asiduamente documentadas que los contextos de excavación, las situaciones cotidianas o los trabajadores descansando implica una tendencia de los investigadores a mostrar más los lugares en los que estaban trabajando, que el trabajo arqueológico de excavación propiamente dicho.

Situación docum entada en la fotografía

Total

Sitio Paisaje Contexto de excavación Cotidianas Cultivos Trabajadores Descansando en el Sitio Total general Tabla 3. Situaciones documentadas en las fotografías

64 52 38 6 3 2 165

3)

Presencia de implementos de trabajo arqueológico

De las fotografías de la muestra solo el 15,7% (26) tienen implementos de trabajo arqueológico. Esto implica que no eran activamente seleccionados para integrar la composición de las fotografías (tabla 4). En las 26 imágenes con implementos de trabajo arqueológico hay 35 de ellos fotografiados. El 60% corresponde a palas, mientras que el 12% son picos. Como se ve en la tabla 5 solo aparecen un metro y una libreta. Esto implica que los implementos de trabajo arqueológico que denotaban el método de excavación como, por ejemplo reglas o elementos de medida, se encontraban ausentes de explicitación visual en las fotografías. Las palas y los picos presentes pueden haber sido usados como escalas para dimensionar las estructuras. Presencia de im plem entos de cam po arqueológico

Total

No Si Tndet Total general

137 26 2 165

Tabla 4. Presencia de implementos de trabajo de campo arqueológico p

CJ

d oip o

Tipo de Im plem entos

Total

Libreta Metro Pala Pico Pico largo Trincheras excavación Total general-----------------------------

2 1 1 21 8 1 1 35

Tabla 5. Tipo de Implementos

4) Presencia de personas En las 165 fotografías sólo el 28,4% (47) tienen personas en su composición (tabla 6). Este porcentaje es más alto que el de implementos de trabajo arqueológico e implica que las personas pueden haber actuado como escalas en las fotografías. Esto denota, sin embargo, un grado muy bajo de precisión y sistematicidad en el uso de escalas.

Presencia de nersonas en la fotografía

No SiTotal general

Total

118 47 165

Tabla 6. Presencia de personas en las fotografías

Análisis bivariado 1) Tipos de tomas por situaciones documentadas En la figura 1 se muestran los tipos de tomas usadas en cada una de las situaciones documentadas. Los planos generales se encuentran distribuidos sobre todo en imágenes de paisajes (46) y en sitios (38), lo cual es esperable por ser planos amplios con poco detalle. Los planos enteros eran usados para fotografiar sitios (25) y contextos de excavación (22); también este uso es el esperado ya que son planos que presentan a los objetos con un poco más de detalle. Los primeros planos fueron usados casi en su totalidad en los contextos de excavación (9), en los que se requieren planos que muestren los objetos con mucho detalle. De tal manera, se registra una fuerte concordancia entre la elección del tipo de plano y la situación documentada.

Figura 1. Planos utilizados según situaciones documentas en las fotografías

2)

Presencia de personas y de estructuras en las fotografías

En toda la muestra hay una baja frecuencia de estructuras y personas juntas en las mismas fotografías (17%, 29 imágenes). Si se centra el análisis en las 108 fotografías de la muestra que tienen estructuras, se observa que las 29 imágenes que también tienen personas representan sólo 26,8% de ellas. Esto implica que las personas no eran usadas activamente como escalas en el registro visual de las estructuras. Sin embargo, como se ve en la tabla 7, si se centra el análisis sólo en las 47 fotografías que tienen personas, las 29 imágenes que incluyen estructuras representan el 61,7% de ellas. Esto indica que, aunque su uso no era sistemático, cuando las personas eran seleccionadas para componer la toma, fueron, o podían haber sido usadas, como escalas de los materiales arqueológicos. Esto demuestra en parte que los principios de representación sistemáticos no estaban aun desarrollados pero que existía un uso informal e incipiente de escalas, quizás tomado de las ciencias geológicas. A la vez, esto muestra una tendencia a presentar habitualmente la evidencia como libre de cualquier referencia externa, es decir, las estructuras arqueológicas son capaces de hablar por sí mismas en las fotografías.

Presencia de personas

No Si Total general

Preseincia d e estructuras Indeterm inados No Total general Si

1 1

39 79 17 29 56 108

118 47 165

Tabla 7. Presencia de estructuras y personas en las fotografías

3)

Presencia de implementos de trabajo arqueológico y de estructuras en las

fotografías En este caso también se observa en toda la muestra una baja frecuencia de implementos de trabajo arqueológico y de estructuras juntos en una fotografía (12%, 20 imágenes) (tabla 8). De las 108 fotografías que tienen estructuras, las 20 imágenes que también tienen implementos arqueológicos representan sólo el 18,5%. Es decir que los implementos no eran usados frecuentemente en este caso como escalas de las estructuras. Esto es aun más destacable si se piensa que la mayoría de estos

implementos fotografiados son palas y picos, es decir, no son instrumentos de medición. Lo que implica que cuando se utilizaban estos implementos era para otorgar escala pero desde la forma y método tomadas de las ciencias geológicas. Sin embargo, de las 26 fotografías con implementos de la muestra estas 20 imágenes que tienen implementos y estructuras representan el 77%. Esto implica que cuando se seleccionaba un implemento en la composición de una toma era, aparentemente, para otorgar escala a una estructura. Esto no inhabilita la interpretación de que la baja frecuencia de esta tendencia en el total de la muestra indica que no era un habitus de visión sistemático y estandarizado. Esto implica un bajo nivel de consenso disciplinar a la par que el uso de palas y picos refuerza un préstamo desde las ciencias geológicas y naturales de la representación de la evidencia sin ninguna referencia externa o sin escalas. Presencia de estructuras Presencia de im plem entos de cam po arqueológico Indeterm inados Total general No Si

No Si Indeterminado Total general

1

1

50 6

86 20 2 56 108

137 26 2 165

Tabla 8. Presencia de estructuras y de implementos de trabajo de campo en las fotografías

4)

Presencia de personas e implementos de trabajo arqueológico en las

fotografías Hay una baja frecuencia de fotografías con implementos de trabajo arqueológico y personas en la muestra, constituyendo sólo el 12% (20) de las imágenes. Esta frecuencia acompaña la tendencia general vista en las variables anteriores.

Análisis cualitativo En este apartado se presenta el análisis cualitativo de tres fotografías de la muestra.

La primera de ellas [(N° AFyDME: C278 F15) figura 2] en la que se muestra, en primer plano, dos obreros ubicados dentro de una cista excavada y, en segundo plano, se encuentran los materiales arqueológicos extraídos colocados en la superficie del suelo. Los trabajadores estarían ubicados siguiendo las indicaciones de Ambrosetti o Debenedetti (que es el autor de la fotografía) ya que en el epígrafe publicado (Ambrosetti 1907) se menciona lo siguiente: “los peones sentados en su interior demostrarían la forma de la primitiva colocación de los muertos en la tumba” (Ambrosetti 1907: 92).

Entonces, la posición de los dos hombres en la fotografía responde a una reconstrucción inductiva a partir de la interpretación de los arqueólogos sobre el registro arqueológico. No se trata de una foto del registro arqueológico, sino una fotografía de su interpretación. A ello se le suma que la evidencia arqueológica, en ambas fotografías igual ya que no se movió nada, no está in situ sino colocada detrás de los trabajadores y ordenada según categorías: cráneos por un lado, huesos largos alineados por otro y pucos y cerámicas por otro lado. Es decir, la presentación visual de la evidencia arqueológica no responde a cómo se encontraban en el momento del hallazgo sino a criterios taxonómicos provenientes de las ciencias naturales lo que es evidencia de un contexto pre-disciplinar.

Figura 2. (sin título) C278 F15 AFyDME. Fotografía digitalizada del negativo original de la placa de vidrio estereoscópica original trabajada por el AFyDME. La fotografía original se publicó en “Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de La Paya (valle Calchaquí, prov. de Salta)” (Ambrosetti 1907). En la siguiente fotografía [(N° AFyDME C94 F17) figura 3] se observan los

mismos artefactos arqueológicos que en la figura 3, ordenados de la misma manera, pero la cista está vacía (los trabajadores no se encuentran dentro de ella). La única diferencia entre las dos fotografías se encuentra en esta ausencia de personas.

Figura 3. (sin título) C94 F17 AFyDME. Fotografía digitalizada del negativo original en vidrio de la vista estereoscópica. Esta fotografía no fue publicada y la fecha y lugar de toma fueron determinados durante la investigación de la tesis de licenciatura (Saletta 2008 ms) La comparación entre ambas tomas permite arrojar luz sobre como el contexto pre-diciplinar y la epistemología inductivista confluyeron formando los “filtros culturales” y el habitus de visión (Bourdieu 2007; Kossoy 2001) de los investigadores cuando se tomaron las fotografías. En primer lugar se analiza la selección y disposición de los elementos de la composición de la fotografía. Los elementos arqueológicos hallados en la cista se encuentran acomodados de igual manera en las dos fotografías. Los cráneos todos juntos, los huesos largos alineados todos juntos, los pucos y vasijas todas juntas en hilera. Aunque los artefactos están fotografiados en el contexto de hallazgo, no se encuentran in situ. Se ha producido una primera disociación entre los objetos y su contexto; quizás la más importante es aquella relacionada con la ruptura de la intencionalidad de quienes depositaron los cuerpos dentro de la cista (más allá de las transformaciones post depositacionales que pudieran haber sufrido). Pero los objetos no se acomodaron al azar para ser fotografiados. Aparecen organizados de acuerdo a las reglas de clasificación anatómicas y tipológicas de exhibición de los

museos: por un lado los cráneos y los huesos largos apilados y por el otro, pucos y vasijas. Pese a ser una foto tomada en el campo, el objeto arqueológico es mostrado en la fotografía desvinculado de sus asociaciones primarias y colocado en un nuevo contexto de asociación, que responde a objetivos analíticos de los investigadores según criterios de clasificación de laboratorio. Los materiales arqueológicos se exhiben como los representantes del pasado y desvinculados de las relaciones que condujeron a que esos objetos estuvieran colocados de una determinada manera en la estructura funeraria. Pero a la vez, quedan insertos en una nueva relación: la de ser objetos arqueológicos clasificados morfológica y tipológicamente según criterios de las ciencias naturales. En el caso de la figura 2 (la que tiene trabajadores), la intención de los investigadores era intentar demostrar la disposición de los muertos en la cista, de ahí el uso de un verbo -demostrarían- en condicional. Esta intencionalidad no es accidental, ya que en la otra imagen (figura 3), los trabajadores no están presentes. En estas dos fotografías es posible observar cómo las categorías de clasificación tipológicas y anatómicas propias de las ciencias naturales, de las cuales la arqueología recién se estaba separando, y los marcos epistemológicos inductivos conformaban un “filtro cultural” (Kossoy 2001) y un habitus de visión (Bourdieu 2007). Este filtro cultural se encuentra evidenciado en el ordenamiento del material encontrado en la cista de manera cualitativa y cuantitativa. La pre-disciplinariedad se demuestra en que los criterios para presentar la evidencia arqueológica no responden a lineamientos provenientes de un marco disciplinar arqueológico, sino que son presentados según lo derivado de las ciencias naturales. Por último, de las dos tomas realizadas, la elegida para su publicación fue la figura 2 (Ambrosetti 1907), con los trabajadores dentro de la tumba. Es decir que se seleccionó aquella que marcaba la inducción interpretativa de los investigadores. El tercer, y último caso de análisis es una fotografía [N° AFyDME C92F04 (figura 4)] que fue tomada en el Pucará de Tilcara durante alguna de las IV-V-VIXXIV expediciones. Esta fotografía muestra el final de una estructura excavada con dos niveles. No hay personas fotografiadas. La fotografía se publicó en “Las ruinas del Pucará” (Debenedetti 1930) y el epígrafe dice: “El yacimiento N° 2 durante la exhumación de sus restos arqueológicos en uno de los ángulos de las construcciones. (Fot. de la exp.)” En esta imagen los materiales arqueológicos se dispusieron siguiendo un

principio de clasificación tipológica y morfológica de los objetos. Por un lado, más abajo, se encuentra la gran urna. A su lado hay pequeños huesos acomodados, aparentemente, al azar junto a una jarra de cerámica colocada sobre un puco de cerámica. En el nivel superior se encuentran los dos cráneos colocados de manera aparentemente desprolija. Juntas, sobre una laja hay dos jarras de cerámica alineadas. En ese mismo nivel, hay un pico de mano apoyado sobre el piso, sin denotar si está para mostrar escala o fue dejado de manera casual. Como menciona el epígrafe, se encuentran en el ángulo de una estructura de muro de piedra canteada. No hay nada en la fotografía que indique cómo era la posición original de esos objetos arqueológicos. Los objetos se han acomodado para la fotografía sin que se hagan explicitas sus ubicaciones primarias dentro de la estructura. Por lo tanto, la pre-disciplinariedad, en este caso, se pone en evidencia en la falta de estandarización de la composición de la fotografía. No hay una explicitación visual del método de excavación ni un uso de escalas que permitirían una comparación de los tamaños relativos de los objetos y las estructuras y que harían de la fotografía una forma de registro mucho más riguroso.

Figura 4. (sin título) C92 F04 N° AFyDME. Fotografía de excavaciones en el Pucará de Tilcara. Publicada en “Las ruinas del Pucará de Tilcara” (Debenedetti 1930). Fotografía digitalizada del negativo original en vidrio.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES La fundación del Museo Etnográfico fue un hito en la institucionalización académica de la práctica arqueológica, así como en la formación de recursos humanos especializados en esta disciplina, pero su fundación no generó de manera instantánea cambios en los marcos disciplinares arqueológicos. Este proceso fue mucho más lento y gradual. Es por ello que en este ámbito de baja estructuración disciplinar -continuación de la etapa previa caracterizada por Haber (1994) como liminar- el método arqueológico no era ni visual ni discursivamente discutido. El campo científico disciplinar de la arqueología (Bourdieu 1994) aun no había definido ni consensuado cuáles eran las formas pertinentes de representación de su práctica científica. Siguiendo esta propuesta de Bourdieu (1994) de consenso entre los participantes (y también de disputas de poder y jerarquías) de una forma de representación del trabajo científico, podríamos afirmar que en materia de presentación de la evidencia arqueológica en las fotografías y en el uso de la fotografía como forma de registro del trabajo arqueológico y del registro arqueológico en sí mismo, este acuerdo en la arqueología argentina se produciría entre mediados y fines de la década del ochenta. En ese momento comenzaban a sentarse las bases de la Nueva Arqueología y se consolidaba su marco disciplinar. Sin embargo, para poder afirmar esta hipótesis sería necesario hacer un estudio de las fotografías tomadas durante los trabajos de campo en esta época. Es decir, aplicar este mismo método de manera verdaderamente diacrónica. Esta ausencia de un método y marco teórico propio fue suplida con marcos y métodos provenientes de las ciencias naturales (Haber 1994; Madrazo 1985). Visualmente esta afirmación puede ser rastreada en los resultados de las cuantificaciones de las variables: 1) una predominancia de planos generales como tipo de toma más usada lo que implica muy poco detalle en las imágenes; 2) predominancia de sitios y paisajes como situaciones más fotografiadas, denotando muy poco interés en registrar los contextos y los métodos de excavación por parte de los arqueólogos; 3) baja frecuencia de implementos de trabajo (mayormente aparecen palas y picos) indicando poca representación de los métodos de excavación y la ausencia de referenciación de la evidencia arqueológica a otra cosa que no sea ella misma y 4) baja frecuencia de personas en las fotografías, indicando poco interés en registrar la dimensión a los

objetos fotografiados. El análisis bivariado apoya la tendencia a una escasa representación visual de los métodos de trabajo y de registro. Esto se rastrea en 1) baja frecuencia de fotografías de estructuras y personas (17%) lo que implica que las personas no eran usadas como escala; 2) baja frecuencia de fotografías con implementos y estructuras (12%) lo que demuestra muy poco interés por parte de los investigadores en otorgar escalas a las estructuras, pero en los casos en que se las otorgaban, lo hacían con las formas de representación típicas de las ciencias geológicas o naturales; 3) baja frecuencia de personas e implementos en las fotografías, que representan el 12% de la muestra. Si los implementos hubiesen sido regletas, escalas o metros que podrían haber sido fotografiados sin personas sería lógico obtener ese porcentaje bajo. Sin embargo, el 73% de las 26 fotografías que tienen implementos también tienen personas, dato unido a que el 60% de los implementos que aparecen retratados son palas explica que estas aparezcan acompañadas por aquellos que los estaban usando, connotando un interés en mostrar el trabajo de extracción pero de una manera que se acerca más a los patrones de representación del trabajo geológico o de ciencias naturales en general. El análisis cualitativo responde las expectativas en torno a la utilización de la inducción en la interpretación de la evidencia arqueológica y la aplicación de los criterios taxonómicos de clasificación provenientes de las ciencias naturales en la presentación visual de la evidencia. Es resumen, puede verse que tanto desde la cuantificación de las variables así como de los cruces entre ellas y en el análisis cualitativo, demuestra una predisciplinariedad y un bajo nivel de autorepresentación evidenciado visualmente en la baja explicitación visual de los métodos de trabajo de campo, de recolección y registro del proceso de excavación. Esto es producto de un habitus de visión que aun no estaba desarrollado en cuanto a qué era pertinente representar y registrar fotográficamente de la práctica arqueológica. El poco desarrollo de este habitus de visión se expresa sobre todo en la baja sistematización y estandarización de las tomas fotográficas. No hay patrones de representación, no se fotografía usando siempre lo mismo como escala. Es decir, los investigadores se conformaban en representar el lugar dónde trabajaban y no el cómo trabajaban. El dónde se puede observar en la predominancia de fotos de paisajes (52) y sitios (64), y la ausencia del cómo, puede observarse en la baja frecuencia de personas e implementos fotografiados junto a

estructuras como medidas de escala. Es precisamente esta falta de estandarización lo que denota la existencia de un habitus de visión poco desarrollado dentro de las representaciones de la práctica arqueológica de campo y que se dirige más a la representación según los cánones de las ciencias naturales. Se concluye que para el período bajo estudio (1904-1930) había una baja autorepresentación de los arqueólogos y de su trabajo mostrando en las fotografías un habitus de visión poco desarrollado, producto de una estructura disciplinar aun muy difusa. Para finalizar, se propone que una línea de evidencia relevante para futuras investigaciones sobre la historia de la arqueología sea el análisis de sus propios artefactos culturales: las fotografías. Los marcos teóricos y los métodos empleados en los trabajos de campo se hacen explícitos en todos los artículos y trabajos científicos. Sin embargo, su aplicación en el campo, las formas de excavación y registro de la evidencia se hacen visibles en las fotografías. Por lo que se podría proponer una línea de trabajos que demuestren si hay una efectiva concordancia entre la evidencia visual del método y el marco teórico en las fotografías y lo que se presenta en los trabajos escritos. Asimismo, el uso de la fotografía digital ha abierto una nueva forma de encarar el registro fotográfico en el campo, haciendo posible que se tomen gran cantidad de imágenes del trabajo. Esta gran cantidad de información visual sobre el trabajo de campo podría ser usada en un futuro siguiendo el análisis propuesto en este trabajo. Estos materiales culturales constituyen una fuente alternativa y novedosa para adentrase en la historia de la ciencia que se define por el estudio de la cultura material.

AGRADECIMIENTOS Este trabajo no hubiera sido posible sin la paciencia y correcciones de Dánae Fiore quien me dirigió en la tesis de licenciatura y actualmente me dirige en mi tesis de doctorado. También se nutrió de los aportes, discusiones y correcciones de Luis Orquera y el apoyo de la Asociación de Investigaciones Antropológicas y Conicet. Debo agradecer el inmenso apoyo recibido por mis padres, Alicia y Rubén, mi hermano Juanma y de mis amigas y compañeras de carrera: Lau, Clara y Caty. A la familia Trebisacce por brindarme contención y cariño en mis primeros años de carrera en Buenos Aires. A Efe, con quien compartí años de vida y numerosas discusiones que enriquecieron algunas de las perspectivas que utilizo en este trabajo. A Pili, con quien intercambiamos muchas ideas. A Vicky Pedrotta por brindarme la primera oportunidad de ir a una campaña en donde surgió la chispa de la pregunta que luego guió este trabajo. Este trabajo se enmarca dentro del proyecto “Arqueología con fotografías” PICT 38216 (ANPCYT 2005).

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7. Patrimonio, historia y memoria

“CUANDO SE ACABE EL PETRÓLEO NOS VAMOS A QUEDAR SIN NADA”. DISCUSIONES EN TORNO A LA ACTIVACIÓN PATRIMONIAL COMO VÍA PARA EL DESARROLLO EN BUTA RANQUIL, PROVINCIA DE NEUQUÉN BERSTEN, Lara *

INTRODUCCIÓN El presente trabajo forma parte mi investigación doctoral en la cual me propongo comparar las modalidades de patrimonialización de lugares, bienes y prácticas y su vinculación con la formulación e implementación de proyectos de desarrollo en las localidades de Villa Traful y Buta Ranquil, provincia de Neuquén en el contexto actual. La propuesta radica en contemplar las tensiones y continuidades entre el espacio global/local, analizando el modo en que se construyen y gestionan políticas diferenciales en un mismo marco político institucional. En este artículo focalizaré en la localidad de Buta Ranquil (Departamento Pehuenches), para analizar el modo en que se comienza a pensar, discutir y gestionar el patrimonio y el desarrollo a partir de las especificidades locales. Retomo las posturas vinculadas a la noción de patrimonio en tanto construcción social, enfatizando en el modo en que se entablan relaciones sociales, políticas y económicas en territorios específicos. En el presente trabajo señalo la vinculación entre patrimonio y desarrollo, en tanto dimensión económica de los procesos de activación patrimonial (Aguilar Criado 2001, Jiménez de Madariaga 2004, Stephen 1990). La mencionada localidad se ha caracterizado tradicionalmente por la explotación del ganado menor, actividad económica fundamental en el norte neuquino. La misma se encontraba entrelazada con el circuito que une los pueblos del norte ganadero, cuya ciudad cabecera es Chos Malal -antigua capital provincial-. En el año 1991, se encuentra -y se comienza a explotar- un yacimiento gasífero (El Portón), a partir de esto el pueblo comenzó a cambiar aceleradamente.

* Licenciada en Ciencias Antropológicas. Becaria doctoral UBA. Programa Antropología Política de la Cultura, Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL, UBA.

En esta línea planteo que el patrimonio se constituye como una estrategia para planificar el crecimiento económico a partir de actividades que se definen como “medioambientalemente sustentables”. Así adquieren relevancia actores que pugnan por la discusión, gestión y valorización de recursos a través de políticas de activación patrimonial, ligadas a las nociones de “tradición”, “sustentabilidad” y “desarrollo”. En esta misma línea entiendo que la ponderación de ciertos bienes, lugares y actividades en tanto activación patrimonial entra en disputa con otras maneras de explotación económica con un impacto medioambiental específico (la actividad hidrocarburífera). El abordaje metodológico se viene realizando desde la perspectiva de la Antropología Social enfatizando en un enfoque de índole básicamente cualitativo. Para esto retomo el trabajo de campo como eje central, en tanto instancia fundamental de un proceso más amplio de construcción de conocimiento. Entiendo que el enfoque etnográfico posibilita dimensionar en qué medida se discute y apropian las activaciones patrimoniales desde la comunidad local en su interrelación dialéctica con otras instancias patrimoniales. Para el desarrollo del presente trabajo analizo el material de campo recopilado durante el año 2009, el cual intento abordarlo desde el marco de la economía política, considero que este enfoque permite indagar la forma en que el espacio social se concretiza en territorios específicos. Entiendo que esta propuesta posibilita el análisis de las vinculaciones a nivel local, pero que asimismo viabiliza la comprensión de dinámicas socioculturales más generales, planteando una interrelación entre el espacio micro y macrosocial.

CARACTERIZACIÓN DE BUTA RANQUIL EN EL CONTEXTO NEUQUINO Buta Ranquil se encuentra en el extremo norte de la provincia de Neuquén, en el departamento Pehuenches. La fundación de este pueblo data de principios del siglo XX, no obstante, la adscripción de los sujetos a territorios específicos es un fenómeno posterior. Planteo que la localidad de Buta Ranquil sólo puede ser analizada desde una mirada regional que permita comprender la coexistencia entre los modos tradicionales de vida, y de qué manera estos se fueron imbricando a lo largo del

siglo con la consolidación de la estatalidad y la conformación de un perfil político y económico a nivel nacional y provincial. Por lo tanto sostengo que hasta avanzado el siglo XX la zona de Buta Ranquil se caracterizaba por un criterio territorial definido en base a la movilidad, esto era tanto por los ciclos ganaderos como por los trabajos estacionales en relación de dependencia. Siguiendo a Sack, “La territorialidad está incrustada en las relaciones sociales (y) es siempre socialmente construida (...) en un acto de voluntad que involucra múltiples niveles de razones y significados (...) es el telón de fondo de las relaciones humanas espaciales y las concepciones del espacio” (1986:5 -traducción propia-).

A cuerdo con Crespo en relación a qué, “la incorporación del territorio dentro de la matriz del Estado junto a la implementación de una matriz económica capitalista han requerido instrumentos -materiales y simbólicos- demarcadores de un “adentro” y un “afuera” que fueron concretándose y redefiniéndose en función de la coyuntura de la época y de cada región” (2008:42),

Agregando qué, la especificidad en relación al territorio, es variable según el contexto político y económico local, provincial y nacional. Si bien en términos nacionales, en tanto política general extensible a todo el territorio argentino, se fijaron directrices vinculadas al afianzamiento geopolítico (en relación al establecimiento de fronteras nacionales y provinciales), en el espacio local no siempre se implementó de manera “taxativa”. Esto fue debido a la necesidad del poder económico local de contar con mano de obra barata temporaria, así como también al uso tradicional del espacio caracterizado por la ganadería transhumante. Por lo tanto, si bien en el presente trabajo tomo como referencia la localidad de Buta Ranquil1, el criterio territorial para pensar el pasado se dificulta, dado que como se mencionó, el norte neuquino se caracterizaba por ser un dinámico circuito regional. En las entrevistas realizadas a los actuales habitantes de Buta Ranquil aparece de manera recurrente la movilidad familiar por diferentes parajes de la zona (en la actualidad algunos constituyen pueblos y otros continúan siendo parajes o campos de invernada/veranada). Para comprender esto, es necesario señalar el surgimiento y desarrollo del pueblo a partir de la caracterización histórica del norte neuquino. La misma se

comprende en el marco de concreción del Estado Nacional y provincial en tanto qué, a medida que se fue constituyendo, generaron diferentes planos de dominación, con su consecuente consolidación del estado a lo largo de todo el territorio2. La delimitación territorial del Estado no siempre era concordante con el modo de ocupación y uso del espacio de los pobladores. No obstante, si bien esto era contradictorio, no fue problemático durante gran parte del siglo XX. Las modificaciones más importantes en relación a la delimitación territorial las detecto en vinculación con la aparición de nuevas formas de trabajo. Sostengo qué, el surgimiento de éstas ha traído aparejado importantes modificaciones en relación a la ocupación, delimitación y gestión del territorio. Para sintetizar lo mencionado, señalo que si bien la fijación a territorios específicos fue un proceso que consolidó a lo largo del siglo XX, marco dos momentos que considero importantes en relación al mismo: -

El primero momento que señalo es el proceso de consolidación del Estado

Nacional desde fines del siglo XIX como país federal3. Es decir un tipo de estado, basado en la segmentación de poder a partir de dos formas de gobierno, la nacional y la provincial. Como consecuencia de esto se impondrá una doble frontera: la nacional (con Chile) y la provincial (con Mendoza). El territorio neuquino fue incorporado al estado como resultado de la conquista del desierto (realizada por el poder centralizado de Buenos Aires) quedó incorporado como Territorio Nacional. Por lo tanto se forjó de manera dependiente al poder central. Esto será hasta avanzado el siglo XX. Si bien se establece una doble frontera, el tránsito de los pobladores por el territorio continuará durante mucho tiempo. Como sostienen los pobladores, “y sobre to d o , la gente por ahí an tes, los animales, que no entienden de barreras cruzaban a chile a pastar, como los crianceros chilenos venían a pastar acá con sus animales, hay antecedentes de gente que venía a invernar a Barranca con sus familias de chile. Ellos se movían porque es un ciclo, un ciclo productivo,” (poblador Buta Ranquil) “O sea la mayoría de nosotros, la fam ilia, mis abuelos eran los cuatro chilenos, tengo tío s , tengo to d o s, b a h , esto es toda una región, hablo entre provincias, no reconocían los lim ites, vos cruzas el rio acá y estas en Mendoza, para ellos estás en el paraje tal, no en Mendoza, no reconocen, es algo que impuso el Estado. Bueno eso es lindo ver que por ahí la gente, mas por los lazos familiares, vos cruzas el rio y tenes a todos tus parientes del otro la d o ,” (poblador de Buta Ranquil)

A partir del trabajo de campo pude establecer que el “tránsito” no sólo era consecuencia del ciclo natural de invernada y veranada sino también de la distribución de la familia extensa y del desabastecimiento (del otro lado de los Andes, se encontraba la ciudad chilena de Linares, que para ese entonces y comparativamente tenía un importante núcleo poblacional, comercial y religioso). A medida que fue avanzando el siglo XX la presencia de las instituciones, sobre todo las escuelas, comenzaron a ser incipientes aglomeradoras de población. -

El segundo momento, se vincula con la emergencia económica del norte

neuquino en relación a la explotación minera e hidrocarburífera. Como resultado de esto, se realizó el trazado del ferrocarril y dicha zona quedó integrada al mercado nacional a partir de la producción de energéticos (García 2003). Esta situación hizo emerger económicamente a Neuquén, dando lugar a una importante organización y movilización política, en la cual surge en tanto grupo preponderante el Movimiento Popular Neuquino (MPN)4. En este contexto los grupos dirigentes comienzan a pugnar por la provincialización de Neuquén, hecho que se produce en la década del 50. Será en el año 1955 que los habitantes de Neuquén son reconocidos como ciudadanos con pleno derecho a voto. El desarrollo de la parte norte de la provincia se forjó en estrecha vinculación a la explotación de los recursos hidrocarburíferos específicamente en las zonas de Cutral Co y Plaza Huincul donde se instaló la entonces empresa del Estado YPF (Yacimientos Petrolíferos del Estado). El resto de las localidades mantuvieron la forma tradicional de producción ganadera -crianceros transhumantes-, acompañado por trabajos estacionales como peones de estancias5 y como trabajadores en las minas. Entiendo que la provincialización de Neuquén, inició un proceso de consolidación política e institucional en el territorio. Esto trajo aparejado la fijación a localidades específicas. Una de las primeras medidas tomadas por el gobierno del Movimiento Popular Neuquino (MPN) fue la formación/fundación de pueblos hecho que va generando una lenta adscripción a territorios determinados que no necesariamente se correspondían con el territorio social y productivo de los habitantes. De este modo el Estado comenzó a tener presencia en el territorio a partir de la creación de diversas instituciones y de este modo, la cordillera de los Andes (en tanto frontera nacional) y el río (en tanto frontera provincial) se fueron volviendo límites

efectivos y no espacios de tránsito6. Esto será avanzado el siglo XX, quebrando así un importante circuito de comercial y social, pasando a estar prohibido el comercio o trueque, convirtiéndose en “contrabando”. En este sentido entiendo que la identidad local, en tanto sujetos “butaranquilenses”, es algo relativamente nuevo, vinculado a los procesos históricos en relación a la conformación de identidades locales en el marco de consolidación del Estado nacional y provincial. En la actualidad, cuando los pobladores refieren al pasado mencionan ese “circuito regional”, mientras que al hablar sobre el presente, lo hacen en términos de “butaranquilenses ”, estando así su identidad territorialmente definida. Hoy, “ser de Buta Ranquil”, ser “nacido y criado” en la localidad cobra relevancia no solo en tanto sujeto de derechos sino también como voces legítimamente autorizadas7. Retomo a Escobar cuando sostiene que, “. los lugares son creaciones históricas, que deben ser explicados, no asumidos, y que esta explicación debe tomar en cuenta las maneras en las que la circulación global del capital, el conocimiento y los medios configuran la experiencia de la localidad. El foco, por lo tanto, cambia hacia los vínculos múltiples entre identidad, lugar y poder -entre la creación del lugar y la creación de gente- sin naturalizar o construir lugares como fuente de identidades auténticas y esencializadas” (2000:115)

El apego a un espacio determinado se irá consolidando a lo largo del siglo XX y será luego de muchos años que los habitantes reafirmarán su “identidad” asociada a un espacio territorial específico. Esta discusión pone de relieve de qué manera el pasado cobra relevancia en el presente como objeto de disputa y negociación. En el presente el pueblo, sus habitantes y sus tradiciones, adquieren valor en tanto apelación presente y proyección futura. En este mismo sentido los pobladores comienzan a señalar características identitarias en tanto pobladores de Buta Ranquil y es a través de las mismas que plantean proyectos de desarrollo vinculados a la patrimonialización de ciertas prácticas, postulándolos asimismo como actividades tradicionales que deben ser valorizadas y que se caracterizan además por ser medioambientalmente sustentables (en contraposición a la actividad hidrocarburífera)8.

BUTA RANQUIL EN EL PRESENTE. PLANIFICACIÓN Y DESARROLLO: REVALORIZACIÓN DE ACTIVIDADES TRADICIONALES Como mencioné en la introducción, a principio de la década del 90, se localizó un importante pozo de gas en la zona - “El Portón”-, como consecuencia de esto se instalaron empresas nacionales e internacionales, generando una gran cantidad de puestos de trabajo, hecho que trajo aparejado un importante aumento poblacional y una reconfiguración del espacio social del pueblo. A partir de la explotación hidrocarburífera se produjo un abrupto crecimiento y la consecuente reconfiguración en los modos de vida existentes, tendiendo a desarticularse la actividad económica que ha sido tradicionalmente predominante: la cría de ganado menor característica del norte neuquino. Tal como se mencionó previamente, esto trajo aparejada la preocupación sobre el futuro, dado los habitantes sostienen que una vez que se agote el recurso y se retiren las empresas petroleras, el pueblo se va a “quedar sin nada”9. Como consecuencia de esto los pobladores a través de una ONG, municipio e instituciones provinciales y nacionales, han comenzado a proponer planes de desarrollo vinculados a la noción de patrimonio natural y cultural. En este sentido han cobrado centralidad las discusiones y gestiones de políticas patrimoniales como vía para lograr un desarrollo “sustentable”, apuntándose a fomentar actividades definidas como “tradicionales”, para lograr alternativas económicas a la explotación hidrocarburífera. En este sentido uno de los ejes a desarrollar a lo largo del trabajo se vincula con la forma en que se construye el patrimonio, valorado económicamente. Por lo tanto la propuesta es focalizar en las implicancias que tienen estas transformaciones en las prácticas, representaciones y valoraciones que sostienen los pobladores en vinculación a las actividades tradicionales y la relación de las mismas con los recursos naturales y los modos de administrar, gestionar, operar sobre los mismos. En esta línea se sostiene la necesidad de fomentar actividades económicas independientes de la explotación de hidrocarburos. Éstas propuestas están fijadas territorialmente en el pueblo de Buta Ranquil. Por lo tanto considero interesante ver como comienzan a discutirse y pensarse ciertas políticas patrimoniales y de desarrollo asentadas en territorios concretos y a partir de ponderar ciertas actividades y espacios entendidos como “propios”, y que por sus características específicas pueden ser importantes para la propia comunidad y el pueblo, pero también pueden

ser atractivas y valiosas también para el afuera. Para analizar esto me interesa retomar los nuevos enfoques vinculados al desarrollo rural, los mismos enfatizan en la revalorización de una perspectiva basada en el territorio. Esta propuesta, supone recuperar aquellos atributos particulares que hacen a la singularidad de los procesos identitarios locales y el patrimonio natural y cultural de cada lugar, así como de las potenciales capacidades (técnicas, sociales, logísticas, comunicacionales, etc.) disponibles en ellos para explotar dichas singularidades, que permita desarrollar productos y servicios que puedan integrarse en mercados globales a partir del reconocimiento de su diferenciación territorial (Benedetti y Carenzo 2006:10). Por ende, lo que resalta de estos nuevos enfoques es la búsqueda de diferenciación,

justamente en aquellos atributos culturales que le otorgan una

identidad definida y particular (Benedetto 2006), vehiculizando todo un universo de símbolos vinculados a un territorio determinado, como características socio­ económicas de su población y también sus particularidades geográficas y ecológicas. Este tipo de proyectos buscan “activar” la dinámica identitaria de estas comunidades. En un contexto donde se evidencia una rápida transformación de las condiciones, se busca concientizar respecto de la erosión de los patrimonios culturales sobre los que se sustentan las identidades territoriales y trabajar en la (re) creación de estos repertorios identitarios de acuerdo a una estrategia de inserción en mercados globales (Op. Cit.). En la actualidad en Buta Ranquil, comenzaron a desarrollarse proyectos de desarrollo territorial, basados en la revalorización de las actividades crianceras. Estos se propusieron focalizar en la intensificación y comercialización de los animales y sus productos derivados. Así el INTA de Chos Malal en conjunto con el departamento de producción de la provincia -que cuenta con técnicos locales y de familias crianceras-, han iniciado un proyecto llamado “Denominación en Origen”, con el objetivo de enseñar a trabajar un tipo de lana -el cashmire- de alto valor comercial y que sólo se registra en la zona. No obstante estos proyectos se encuentran en una fase inicial y muchas de las vinculaciones de los funcionarios nacionales, provinciales y los pobladores aún no están institucionalizadas10. “si, yo trabajo en el campo en realidad... tenemos algunas agrupaciones de crianceros, no formales. no con personería jurídica, ni nada de eso, ¿no? Trabajo en programas en caprinos. trabajamos la reproducción de caprinos, trabajamos con una fibra. Acá la particularidad del caprino del norte de

Neuquén es que tiene cashmire, es en la única parte del país que tiene cashmire. Estamos con una agrupación en un paraje donde estamos peinando y hace dos días la última peinada que la llevamos a Bariloche la vendieron a una gente de Sudáfrica hace poco. Y bueno así, uno trabaja con ciertos. no con toda la gente, yo trabajo mas con la gente del campo” (funcionario provincial y poblador de familia criancera de Buta Ranquil)

En este sentido tanto los pobladores como los funcionarios encargados de llevar adelante este proyecto, sostienen que esto puede ser atractivo para los jóvenes (de hecho tratar de realizarlo con familias en las cuales varios miembros estén comprometidos con la ganadería). Asimismo plantean que este tipo de proyectos a largo plazo podría contrarrestar la pérdida actual de ese conocimiento, dado que consideran que como consecuencia del trabajo en las empresas se está generando una, ruptura en relación a la trasmisión de este conocimiento. En este sentido entiendo que este tipo de proyectos no sólo se postulan como una salida económica “sustentable” a largo plazo, sino que también promueven la activación patrimonial de éstas actividades que deben ser preservadas y valoradas, -ante el inminente “riesgo de la pérdida”. Retomamos a Gon^alves (2002) cuando alude a “una retórica de la pérdida”, si bien el autor refiere a las modalidades discursivas en relación a la consolidación de una memoria e identidad nacional, me parece relevante esta idea en el sentido en que ésta “retórica” se constituye en una estrategia discursiva por medio de la cual la “cultura” es representada como una realidad objetiva, pero en proceso de “desaparición”. En la medida en que ese proceso es tomado como un hecho, se estructuran y legitiman políticas patrimoniales tendientes a la preservación de aquellas referencias relevantes para la construcción de una memoria, representativa de un determinado colectivo social. El patrimonio alude permanentemente a aquello que se ha transformado en carencia y/o olvido y que se intenta recuperar en la actualidad. En este sentido observo que si bien el proceso de adscripción territorial de los pobladores de Buta Ranquil fue fomentado por el estado -nacional y provincial-, en el presente se constituye en una herramienta por medio de la cual los pobladores comienzan a esbozar estrategias de desarrollo territorial ligadas a una activación patrimonial.

CONCLUSIONES Como señalé desde épocas tempranas el norte neuquino se caracterizó por una importante y diversa actividad económica, la temprana explotación hidrocarburífera y minera combinada con la ganadería transhumante. Por lo tanto desde principio del siglo XX las familias residentes en el norte neuquino desarrollaban una economía mixta y en general mantenían una constante circulación por la región que no se veía afectada por fronteras departamentales, provinciales, ni nacionales. Se producía así una coexistencia entre los modos tradicionales de vida, y de qué manera estos se fueron imbricando a lo largo del siglo con la consolidación de la estatalidad y la conformación de un perfil político y económico a nivel nacional y provincial. (migraciones por trabajo) Por lo tanto planteé que los habitantes de Buta Ranquil, hasta avanzado el siglo XX, tenían un criterio territorial definido en base a la movilidad, en este sentido el criterio territorial para pensar el pasado se dificulta a diferencia de la situación presente. En el presente la identidad territorial cobra relevancia, en este sentido los proyectos de desarrollo se formulan a partir de las especificidades locales postulando la importancia de generar proyectos que no sólo permitirían una proyección y planificación sustentable en el tiempo, sino que además se los visualiza en tanto ponderación y arquetipización de la cultura local, fijada territorialmente. Así en el presente Buta Ranquil pasa a ser visualizado como un espacio en el que a través de la vinculación territorial con el medio y con sus semejantes condensa prácticas culturales específicas que los unen e identifican como conjunto. En este sentido entiendo que la formulación de estos proyectos de desarrollo ligados a la valorización de éstas prácticas, tiene como objetivo una finalidad económica pero también sociocultural. Esto implican un señalamiento de aquello que es valioso para un agrupación humana, para un conjunto socio-cultural determinado en un momento histórico dado; de aquellos bienes, prácticas, concepciones, que son identificados como propios y que coadyuvan a su vez para que un colectivo se reconozca como tal. En este contexto, una de las problemáticas que presenta preeminencia refiere a la relación entre patrimonio y desarrollo, que constituye uno de los puntos centrales sobre los cuales se asienta el paradigma de desarrollo “local”, en esta línea entendemos que a la tríada patrimonio- desarrollo- sustentabilidad se le agrega la especificidad territorial.

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NOTAS 1 La propuesta general de mi investigación radica en hacer un análisis comparativo de la manera en que los grupos locales se vinculan entre sí implementando y planificando políticas patrimoniales y de desarrollo en dos localidades de Neuquén, un al sur y otra al norte. Por lo tanto en la investigación se focaliza más que en criterios territoriales específicos, en rela­ ciones sociales a partir de las cuales se esbozan políticas en territorios concretos. 2 Para una caracterización más completa de este proceso ver Bersten, 2009. 3 El federalismo es un tipo de organización del Estado que se caracteriza por la segmentación del poder, es decir que contempla como principio básico dos formas de “Estado” y de gobi­ erno -la provincial y la nacional- que deben mantener un equilibrio de poderes generando una cierta tensión entre centralización/descentralización (Favaro y Cao 2005). Por lo tanto este sistema contempla una relativa autonomía de los Estados Provinciales que permite la distribución del poder entre el nivel nacional y provincial. 4 El Movimiento Popular Neuquino es un partido político que se forjó durante la proscrip­ ción del peronismo, liderado por la familia Sapag. El mismo tuvo mucha importancia en el proceso que condujo a la provincialización de Neuquén, llevando como bandera “reclamos federalistas” frente al gobierno nacional. Diversos investigadores lo han denominado como un estado-partido, dado que desde la provincialización hasta el presente han mantenido la gobernación de la provincia. Para mayores referencias ver Favaro 2005, García 2003,2009 y Mombello 2005 5 Los grandes estancieros de la zona eran en su mayoría militares que habían adquirido las tierras a partir de los premios militares otorgados por el gobierno nacional por la partici­ pación en la Campaña del Desierto. 6 Esto proceso no sólo se da del lado argentino, sino también del lado chileno, que comienzan a controlar fuertemente las fronteras y el tránsito de pobladores, mercancías y animales. 7 Ser “nyc” -nacido y criado- es una noción muy difundida en la Patagonia en general y es de gran importancia en Neuquén. Esta noción aparece en confrontación con los “vyc” -venidos y criados- y se vincula a los importantes afluentes migratorios que acaecieron en la provincia. En relación a estas nociones ver Crespo (2008) y focalizando sobre estos conceptos en la localidad de Buta Ranquil, ver García (2009). 8 Quiero enfatizar que no considero que la actividad hidrocarburífera se presente en la lo­ calidad como mera exterioridad. Al momento que se dio inicio a esta actividad, la misma comenzó a formar parte de la vida cotidiana de los habitantes. No obstante por el estado de la investigación y por el énfasis dado a este artículo he decidido centrarme en el modo en el que parte de sus habitantes analizan la explotación petrolera en la localidad. Para un análisis más profundo en relación a la actividad petrolera y la relación capital trabajo en Buta Ranquil, ver García, Analía (2009). 9 Existen proyecciones que planifican alrededor de 15/20 años más de explotación, fecha en que se estima el fin del recurso. Por otra parte la preocupación también se basa en las referencias que existen sobre otros pueblos petroleros que atravesaron un período de auge y crecimiento, hasta el fin del recurso y el retiro de las empresas, quedando totalmente devas­ tados. Tal es el caso de Cutral-Có y Plaza Huincul, que fue en donde surgieron los primeros movimientos piqueteros del país. Para mayores referencias de este proceso ver García 2009 y Mombello 2005. No obstante es importante señalar que aún queda profundizar las diferentes apreciaciones del conjunto de los pobladores, dado que no podemos pensarlos como un con­ junto homogéneo. Al interior de la comunidad existen disputas y tensiones vinculadas a la

llegada de esta actividad, al beneficio individual de la misma, así como también al beneficio colectivo y proyectivo en tanto butaranquilenses. 10 Cabe señalar que cuando realicé trabajo de campo, este proyecto se encontraba en su fase inicial, por ende en una nueva visita al campo, profundizaré en el modo en que este proyecto se articula con circuitos de comercialización nacionales e internacionales, así como también información vinculada al de la producción, el proceso de la lana y las especificidades del proceso productivo, entre otros elementos a tener en cuenta.

COLECCIONAR OBJETOS ARQUEOLÓGICOS:

ESTO NO ESTÁ AQUÍ POR NOSOTROS, NOSOTROS ESTAMOS AQUÍ POR ESTO

BIASATTI, Soledad *

INTRODUCCIÓN En este trabajo intento profundizar en el análisis de la relación entre los sujetos y los objetos arqueológicos en el presente. Particularmente me propongo realizar una discusión desde una mirada que recorra algunos de los elementos desplegados en las colecciones privadas y muestras exhibidas en museos privados de la Provincia de San Juan. Dichos museos han sido configurados a través del pasaje hacia el ámbito público de conjuntos de objetos arqueológicos reunidos por prácticas de coleccionismo privado de sectores de las élites provinciales. El montaje de muestras a través de museos privados fue - prácticamente - consecuencia de las sanciones de legislación sobre patrimonio arqueológico y paleontológico (Ley Provincial 6.801 de 1997 y Ley Nacional 25.743 de 2003), mediante las cuales los coleccionistas debieron comprometerse a inventariar, declarar y exhibir sus objetos, dejando entrever las historias subjetivas detrás de las colecciones que eran presentadas en las vitrinas. El proceso homogeneizador de conformación del actual Estado nacional ha tenido algunas particularidades provinciales y regionales a lo largo del tiempo. Según hemos podido analizar - a través de proyectos de investigación desarrollados en museos, escuelas y universidad desde 2006 en la Provincia de San Juan (Argentina) - la incorporación y asimilación de las comunidades indígenas en la historia “oficial” y/o provincial se ha traducido en una serie de tópicos en donde los pueblos originarios aparecen como pertenecientes a un pasado cerrado. En este sentido, los discursos disciplinares construidos desde la arqueología han aportado elementos a esta historia local cargada de rupturas y discontinuidades, circunscribiendo a

* CONICET - UNR. Centro de Estudios Espacio, Memoria e Identidad (CEEMI) y “Cayana: Colectivo de Arqueología ”. [email protected]

cada una de las “culturas indígenas” a una sucesión cronológica lineal que se ve - literalmente - interrumpida por la “llegada de los españoles”, momento a partir del cual las poblaciones indígenas “desaparecen” (Jofré 2008) de lo que sería el territorio provincial actual. Sin embargo, en algunos casos, a través de estas colecciones y del modo de exponerlas (o no), los sujetos logran dar cuenta de resignificaciones e interpretaciones alternativas de la historia oficial local a pesar de que sus discursos museológicos prescindieron - prácticamente - de las comunidades locales y de sus memorias en las construcciones de sentidos. Algunos de los usos y las significaciones socioculturales del “patrimonio arqueológico” expresados en las colecciones privadas y en museos (en tanto espacios donde se ponen en relación sujetos y objetos) construyen y re­ construyen aquellos sentidos acerca del pasado y del presente a través de instancias de reapropiación que ponen en tensión la historia oficial provincial. Desde la disciplina arqueológica encontramos innumerables conflictos y disputas en relación a aquello que sería “nuestro objeto de estudio” ¿Por qué? ¿Por qué, además de la curiosidad o la indagación científica, queremos conocer el pasado? y ¿a quién pertenece? Aunque las preguntas sobre los “usos del pasado” van más allá de la cuestión específica de quién posee qué, nos adentran en una compleja trama de elementos ideológicos, políticos, identitarios e intereses económicos porque los objetos arqueológicos además de ser objetos del pasado son objetos del presente. Es decir, que será desde el presente que nos relacionaremos con ellos (no sólo los arqueólogos sino también la comunidad toda) y esa posibilidad de acercarse a los objetos arqueológicos, en tanto testimonios/evidencias/restos/documentos de un pasado, generan distintas preguntas y modos de acercamiento. El modo de insertarse en las sociedades actuales es complejo y genera desafíos ya que “lo arqueológico” abarca una serie de elementos que pueden ser no sólo objetos sino también lugares y hallarse en distintos ámbitos, por ejemplo: piezas arqueológicas in situ que serían aquellas que “tradicionalmente” conforman el “objeto de estudio” del arqueólogo (obtenidas directamente del contexto original a través de excavaciones e investigaciones sistemáticas); piezas arqueológicas en manos de “privados” que forman parte de colecciones privadas (obtenidas a través de prácticas de coleccionismo, recolección y/o adquisición, muchas veces se ha perdido la procedencia de las mismas y estarían “descontextualizadas”); piezas arqueológicas en diferentes museos que proceden también de colecciones privadas,

donaciones y/o excavaciones sistemáticas (museos de sitio, comunales, privados, estatales, provinciales, municipales, universitarios, museos en otros países, etc.). A su vez, dentro de los mismos museos existen piezas “exhibidas” y enormes cantidades de objetos “en depósito”, incluyendo restos humanos en sus colecciones. Los sitios arqueológicos también se encuentran en distintas situaciones que dependen de su visibilidad, de su ubicación espacial, de su profundidad temporal, de su reutilización, de estar protegidos como patrimonio (analizados por investigadores y /o resguardados por algún tipo de legislación), sólo por mencionar el abanico de posibilidades y decisiones que se pueden generan en nuestra disciplina. Es decir, que aquellos elementos con los que trabajamos los arqueólogos se insertan en un complejo contexto actual de intereses sociales, históricos, territoriales, económicos, turísticos, académicos, científicos, individuales, etc. Entonces aquello “arqueológico” ya sea musealizado, comercializado, explotado turísticamente no deja de ser resignificado. Muchas veces -la mayoría- el pasado (a través de la materialidad de lo arqueológico y de sus significaciones) es requerido a responder a conjuntos de intereses presentes de apropiación, olvido, memoria, sea dentro de la propia disciplina arqueológica o de problemáticas sociales más amplias, cambiantes, conflictivas, contrapuestas. Sin embargo, éstas no exceden nuestro trabajo sino que forman parte del mismo.

PATRIMONIO DE TODOS/PATRIMONIO DE NADIE Los abordajes proteccionistas y legales en relación al patrimonio arqueológico y a los “bienes patrimonializables”, en su mayoría, pre-suponen un valor universal esencial para todos aquellos objetos y sitios que quedan definidos bajo esa órbita. Pre-suponiendo, además, toda una serie de valoraciones que los sujetos han de tener sobre ellos. Estas valoraciones pre-definen también, un modo de acercarse a estos sitios y objetos arqueológicos que, los escinde de su vida cotidiana, así como también “de los conflictos de clases y grupos sociales” (Benedetti 2004: 15). Dichos abordajes siguen la línea definida por la UNESCO en Paris en el año 1972, donde se declara como Patrimonio Cultural a los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza, incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde una perspectiva histórica, estética,

etnológica o antropológica; aunque estas miradas han ido dinamizándose, definiendo el patrimonio cultural como “todo aquello que socialmente se considera digno de conservación independientemente de su interés utilitario” (Prats 1998: 63 la cursiva es mía) por citar un ejemplo. En este sentido, podemos retomar a Baudrillard (1990), para decir que los objetos poseen -al menos- dos funciones inversas, por un lado permiten ser utilizados por los sujetos dentro de un orden práctico y cotidiano y por otro lado “los objetos marginales”, pueden ser poseídos por los sujetos dentro del orden de la abstracción y, estos objetos que están escindidos de su función utilitaria, cobran sentidos puramente subjetivos como, por ejemplo, los objetos de colección. Es decir, que habría dos tipos de objetos, unos que pueden ser utilizados y unos que pueden ser coleccionados. Avanzando en esta lógica se plantean varias paradojas. Podríamos pensar que los objetos coleccionados no necesariamente deben adquirir el “valor universal” (que subyace a los abordajes proteccionistas) y viceversa: los valores “universales” no serían tales, en este caso, ya que no abarcan a todos los objetos coleccionados. Entonces ¿cuál es el valor “universal”? y ¿cuál es el valor subjetivo? ¿quiénes definen aquello que es “digno de ser conservado”?, preguntas que en definitiva nos remiten a la vieja disputa :¿De quién es el patrimonio arqueológico? ¿Quién puede definirlo? ¿Quién puede poseerlo? Estas dicotomías que suelen desplegarse en trabajos teóricos implican profundas consecuencias al trabajar con comunidades que tienen posicionamientos consolidados (también heterogéneos) sobre aquellos elementos culturales y/o arqueológicos que “les pertenecen”. En la actualidad, aquellos actos deliberados de conservar objetos por su significado y/o valor subjetivo, suelen ser interpretados como una obstinación por escapar a la inmediatez de la existencia frente al paso vertiginoso del tiempo. Algunos autores (Huyssen 2007) sostienen que estamos inmersos en una globalización o cultura de la memoria y que el mundo se está “musealizando”. Sin embargo, el hombre siempre “materializó” la memoria a través de marcas y/o de la conservación de objetos. Los recuerdos (y los olvidos) forman parte de nuestra cotidianeidad a través de objetos pequeños o monumentales, documentos y fotos circulan de generación en generación como bienes de una herencia familiar e histórica. En este sentido entendemos que, por ejemplo las colecciones (y en este caso las colecciones arqueológicas) no son meras acumulaciones de objetos sino que se conforman como parte de una historia con sentido (Piña 1986). Al coleccionar,

se seleccionan determinados elementos para agrupar en el conjunto según valores que son determinados por sus contextos históricos, políticos, culturales y suelen escogerse objetos diferenciados por sus características como pueden serlo su valor afectivo, de recuerdo, de cambio, de conservación, de exhibición, de status social, etc. Asimismo, los museos (en tanto espacio donde sujetos y objetos - en este caso, arqueológicos- se ponen en relación) no son sólo una acumulación de colecciones sino que se conforman por un conjunto de objetos segregados de la vida social. Por tanto, los objetos museificados (a través de su materialidad) instalan un registro de realidad (Huyssen 2007) y - en el mismo acto - una distancia histórica. Las explicaciones sobre la aparición de los museos en el mundo moderno se remiten generalmente a explicaciones sobre el coleccionismo y la historia del mismo: “Porque los museos ¿qué son? Son las colecciones que hizo la gente en todas las épocas. Por eso existen los museos, sino fuera así no habría museos.”(Entrevista con P. director de museo privado de San Juan, 2007). De este modo, suele afirmarse (Podgorny 2000, 2008) que el coleccionismo como fenómeno cultural comenzaría con posterioridad al siglo XV en Europa, incluyendo aquellas primeras colecciones de objetos arqueológicos llevados desde América. En Europa ya existían los denominados ‘Gabinetes de Curiosidades’ donde los objetos de ciencias naturales y etnográficos eran conservados como “rarezas”, pero también para fines científicos por parte de las universidades y agrupaciones de profesionales, y es de este último tipo de coleccionismo de donde provienen algunos de los sentidos de los museos modernos. La colección con fines científicos que fue abriendo el camino a la lógica “patrimonialista” no eliminaba el sentido de lo culto sino que asimilaba la “ciencia” a esta idea: hacer ciencia era hacer “cultura” aunque de un tipo especial porque no era exactamente hacer ostentación social, pero sí saber más que otros, dado que la representación de la ciencia siempre ha estado asociada a la representación de la sabiduría (Pereira 2000). En Latinoamérica, mientras tanto, sobre los bienes culturales se aplicaron las mismas lógicas colonialistas que sufrieron a lo largo de su historia las poblaciones y los recursos económicos, sociales y naturales (Gilli 2004). Bajo una mirada histórica de este proceso, Anderson (2007) analizará cómo el surgimiento de tres nuevas instituciones: el censo, el mapa y el museo - a las que habría que agregar el archivo como cuarto elemento de organización estatal, según Rolón (2009) - contribuirían a dar forma al modo en que las metrópolis coloniales empezaron a imaginar sus

dominios. Mediante estas tres instituciones se formaba un modo de clasificación centralizado que buscaba controlar, dándole un lugar, y sólo uno, a todas las cosas. Con el paso del tiempo, cada vez más, los estados modernos fueron ocupándose de establecer las normativas sobre diferentes ámbitos de la sociedad otorgando tratamiento político y jurídico a los bienes materiales, culturales e históricos (Ballart 1997), deviniendo en nociones como “patrimonio de todos” o “patrimonio nacional”. Estas normativas legalistas totalizadoras se retomaron (posteriormente a la Segunda Guerra Mundial) pero ya desde miradas “universalizantes” y fueron ratificadas a través de la proliferación de organizaciones internacionales (UNESCO, ICOM, etc) nacidas por y para esta lógica: son las encargadas de declarar y custodiar aquellos bienes dignos de ser conservados y factibles de ser entendidos como patrimonio desde un carácter global donde éste “es concebido como una realidad esencial preexistente, no como una construcción social, y, por tanto, las políticas de conservación y difusión del patrimonio identifican los referentes a partir de esos principios de legitimación implícitos, pero en ningún caso los cuestionan, ni tan siquiera reflexionan al respecto.” (Prats 2005: 25). Particularmente, en el caso de la Provincia de San Juan, este “gran discurso patrimonialista” consiguió permearse en algunos sectores e instituciones. De este modo, el transcurso del pasaje hacia la “patrimonialización” de aquello que debía ser incluido como Patrimonio Arqueológico fue definido y declarado legalmente por algunos grupos de la élite sanjuanina dejando relegada la historia indígena así como otros significados locales a conjuntos de objetos y sitios arqueológicos pertenecientes a un pasado cerrado mediante un proceso de expropiación y acopio de la cultura material en determinados museos. Este pasado acabado de las sociedades indígenas se erigía y exhibía detrás de una historia provincial “actual” donde las poblaciones indígenas pasaron a formar parte de la “prehistoria” del territorio.

PATRIMONIOS LOCALES/ PATRIMONIOS “OTROS” EN LA PROVINCIA DE SAN JUAN. En esta reflexión se plasman algunas de las diversas líneas de investigaciónacción que hemos venido desarrollando desde el año 2006 en la Provincia de San Juan (Argentina) en el marco de proyectos dirigidos por la Lic. Ivana Carina Jofré (UNCa), dentro de los cuales intentamos indagar acerca de las representaciones

sociales en relación al pasado indígena en la región. Estas investigaciones han establecido dos ámbitos interrelacionados de trabajo: arqueología y transferencia educativa, simultáneamente. Para ello, hemos intentado dar cuerpo a una metodología arqueológica que vaya más allá de los objetos en sí mismos, buscando los sentidos que los sujetos otorgan a los objetos del pasado desde el presente. Las actividades se llevan adelante en instancias de entrevistas, charlas, talleres, jornadas y observaciones en escuelas, centros vecinales, universidad y museos. A través de estas instancias hemos podido analizar algunas líneas emergentes de nuestro trabajo. Por un lado, cómo se relacionan los pobladores de las comunidades rurales del norte de la provincia con aquellos objetos que denominan “cayanas” (fragmentos de cerámica que se encuentran en superficie y que los inscriben dentro de su cotidianidad) y aquellos elementos (culturales y/o naturales) que son “protegidos” y por ello se restringen a ser objetos “prohibidos” (Jofré et.al. 2009; Jofré y Gonzalez 2009). Por otra parte, hemos analizado cómo existen prácticas diferenciadas sobre los objetos arqueológicos, enmarcadas desde las experiencias de distintos “coleccionismos” y/o exhibiciones en museos de piezas arqueológicas (Biasatti y Aroca 2007; Biasatti 2008; Jofré et.al. 2008). De esta manera, nos fuimos situando en modos locales de pensar “lo arqueológico” que nos llevaron a cuestionarnos aquellas miradas totalizadoras y/o proteccionistas a priori que connotan un entramado de aproximaciones diversas a la materialidad arqueológica. El territorio sanjuanino se encuentra sobre la cordillera de los Andes, siendo un espacio donde se emplazaron numerosas y sucesivas poblaciones indígenas a través del tiempo (hasta la actualidad). De estas reiteradas ocupaciones en la región se han conservado importantes sitios, siendo frecuente hallar materiales arqueológicos en superficie al recorrer determinadas zonas (fragmentos de cerámica, lítico, restos de viviendas, corrales, petroglifos, tumbas, etc.). Aquellas áreas donde es habitual encontrar restos arqueológicos son conocidas por los pobladores locales, quienes suelen referirse a las mismas como “antigales”, “tamberías” o simplemente como lugares donde hay “cosas de indios”. Estos espacios han sido objeto de diversos modos de expropiación a través del deterioro, saqueo y comercialización de piezas, así como también a través de la apropiación en disputas relacionadas a la legislación, exhibición en museos, gestión, restitución y preservación de los mismos. Esta expropiación/apropiación signa las disputas sobre las significaciones de ese pasado

narrado a través de estas materialidades en el presente. Aquellas colecciones que se encuentran expuestas, mayormente en museos privados en la Provincia de San Juan, se han conformado a través de intereses particulares de sujetos que fueron recolectando, adquiriendo y guardando durante muchos años incontables y variados objetos con un sentido subjetivo particular. Buscando los sentidos detrás de los objetos exhibidos en estas muestras museográficas emerge la figura del coleccionista que conformó la serie ya que la mayoría de los mismos se fundaron a partir de coleccionistas privados que debieron regularizar su situación después de la promulgación de la Ley 6.801 en el año 1997. Dichas colecciones, entre otras, poseen piezas arqueológicas. Es decir, que no sólo tienen como finalidad conservar materiales hallados en los sitios arqueológicos sino también otros elementos que reúnen determinadas características para el coleccionista. Sin embargo, aquellos objetos o bienes que fueron definidos como “patrimonio arqueológico” por la legislación debieron ser inventariados, declarados y exhibidos por sus poseedores: “Los propietarios o poseedores de bienes comprendidos en la enunciación del Artículo 3° de la presente Ley, trátese de entes públicos o personas privadas, deberán denunciar su existencia y ubicación a la Autoridad de Aplicación” (artículo 5° de la Ley 6.801). En el transcurso de este proceso de “normalización” o “patrimonialización” se fueron concediendo nuevos significados por parte de los coleccionistas, quienes comenzaron a contar una historia al público a través de objetos que habían sido reunidos, según Baudrillard (1990) para narrar historias “sobre sí mismos”1. Partiendo de una ontología absolutamente centrada en las historias que nos presentan las miradas de los coleccionistas (“exóticas”, naturalistas, “cultas”, históricas, elitistas, hegemónicas y apasionadas) a través de estos objetos2. Así, al intentar analizar estas prácticas, nuestros trabajos se centraron en la construcción de sentidos que estos sujetos otorgaban a las colecciones particulares y en caracterizar qué otras interpretaciones del pasado habían quedado excluidas (Biasatti y Aroca 2007; Biasatti 2008). Pero a su vez, existe toda una serie de objetos arqueológicos que no han entrado en ninguno de ambos círculos y que se encuentran especialmente conservados en las casas de algunos de los pobladores. Nos referimos a “objetos de colección” guardados pero que no han sido mediados por situaciones de legalidad, institucionalidad, comercialización, explotación turística, exhibición, etc.

Como fue mencionado, muchas de las piezas están en posesión de pobladores locales que conocen los sitios y poseen objetos arqueológicos que conservan en espacios privados de sus hogares. Los mismos han ido recolectando elementos a lo largo de toda su vida o han sido traspasados de generación en generación como un bien familiar. Desde un punto de vista patrimonialista, estos elementos estarían en una esfera de ilegalidad ya que no han sido declarados. Esto se debe, generalmente, a las dificultades y a la falta de recursos económicos para llevar adelante lo que significa confeccionar los inventarios (sacar fotografías, imprimir los formularios, acceder a Internet, etc.) o por falta de información sobre la posibilidad de hacerlo (aunque los pobladores saben que deben manejarse con ciertos cuidados, por ejemplo, a quienes mostrarlos, etc. y que “puede venir la policía” a inspeccionar sus casas como ha sucedido en la zona en algunos casos de allanamientos que han tomado relevancia en los medios de comunicación)3. Pero, al mismo tiempo, expresan un modo de apropiación de esos objetos arqueológicos a través de un “proteccionismo local” en el caso de localidades que no tienen museos locales y que han visto partir las piezas hacia otras instituciones en la provincia o que sospechan que las piezas han entrado en circuitos de comercialización. Aunque no será trabajado aquí, es interesante comentar que otros “proteccionismos locales” se expresan, por ejemplo en el Departamento de Iglesia (norte de San Juan), a través del hecho de esconder o de no formalizar denuncias sobre hallazgos arqueológicos fortuitos en la zona. De esta manera, los pobladores locales evitan que los objetos arqueológicos (también los restos humanos) entren en los circuitos formales burocráticos de la “legalidad”, donde ellos desconocen el destino de los mismos o simplemente porque eligen protegerlos de esa manera en función de sus propias experiencias y de una historia local cargada de expropiaciones.

REFLEXIONES FINALES Es necesario precisar que, al referir a “lo arqueológico”, estamos recortando desde nuestra mirada “profesional” sobre conjuntos de elementos que, en muchos casos, suelen ser guardados o reconocidos en el marco de otros grupos de objetos naturales o históricos (desde rocas hasta monedas, por ejemplo) o que pertenecen a la familia (recuerdos, fotografías, etc.). Sin embargo, los pobladores diferencian estos

elementos como “cosas de antes” o “de los indios” o “que hacían los aborígenes”. Los pobladores locales establecen, entonces, otros tipos de relaciones con objetos arqueológicos. Dichos objetos son encontrados cuando trabajan en el campo o en salidas que se organizan exclusivamente con el fin de recolectar “puntas de flechas o cosas así” y luego, llevados y conservados en sus casas, como parte de una práctica habitual que se repite regularmente. Esta situación que aparece como “irregular”, desde un punto de vista legalista y/o patrimonialista, posee fuertes connotaciones en el sentido de apropiación de esa cultura material. Cuando un poblador guarda una pieza en su casa, sabe que esto puede ser denunciado pero, al mismo tiempo, podemos pensar que está enunciando un modo de “protección local” frente a determinadas situaciones propias de la región. Se genera aquí una paradoja ya que, por un lado, los sentidos subjetivos no alcanzarían un “valor universal” puesto que son individuales e intransferibles aunque, por otro lado, existen objetos “dignos de ser conservados” (de colección o no utilitarios) porque poseerían un valor universal. La paradoja es que aquello definido como “lo universal” o “patrimonio de la humanidad” o “patrimonio de todos” no llegaría a ser tan abarcador como para incluir los sentidos particulares y subjetivos. Sin embargo, en este trabajo el interés estuvo centrado en algunas aristas de la complejidad de aquellas apropiaciones del pasado que exceden las nociones tradicionales (universalistas, esencialistas) de protección, gestión y conservación del “patrimonio” como esferas exclusivas de los “profesionales arqueólogos” y cuestionan nuestras miradas conservacionistas apriorísticas sobre aquello que “debemos hacer” en estos casos. Por ello, el título del trabajo “esto no está aquí por nosotros, nosotros estamos aquí por esto”4 apunta a afirmar que ESTO arqueológico se conserva a través de diversos mecanismos y NOSOTROS los arqueólogos, que estamos aquí desde nuestra disciplina para analizarlo e interpretarlo, debemos entender que hay otras miradas puestas en juego al momento de acercarnos a “lo arqueológico”. Es decir que aquello “arqueológico”, en la mayoría de los casos, al momento de abordarlo desde nuestras intervenciones de investigación, ya se encuentra en una red de relaciones y que, (en la mayoría de los casos), no está aquí por nosotros, sino que está aquí porque hay sujetos dispuestos a resignificarlos, a apropiarlos, a conservarlos y nuestro trabajo debe entrar en relación con ello, intentando evitar una (única) mirada sancionadora para poder intervenir desde la profunda convicción

de que nuestro discurso sobre el pasado es uno más de los discursos posibles y los sujetos todos pueden disputar sentidos sobre su propia historia. AGRADECIMIENTOS A todos los que forman parte de “Cayana: Colectivo de Arqueología”. A mis compañeros y amigos con quienes intentamos llevar a la práctica otras arqueologías posibles. Estos trabajos se realizan en el contexto de investigaciones para mi tesis doctoral y de proyectos dirigidos por la Lic. Carina Jofré (radicados en la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca). Al Dr. Diego Escolar, por las ideas discutidas en el marco de su Seminario.

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NOTAS 1.Dice Baudrillard “ .a ú n cuando la colección se convierte en discurso a los demás, es siem­ pre, en primer lugar, un discurso para sí mismo.” (1990: 118). 2.Coleccionistas que, por otra parte, nos remiten a los orígenes mismos de la arqueología aca­ démica en la Provincia de San Juan ya que se hallan íntimamente entrelazadas sus maneras de interpretar el pasado y sus prácticas, con aquellas de las arqueologías locales tradicionales. 3Véase por ejemplo las notas de Diario de Cuyo de los días 5 de diciembre de 2003 y 1 diciembre de 2007) 4. La frase ha sido tomada de la película “Everything is illuminated” del director Liev Schreiber (2005).

SABERES Y PRODUCCIONES CULTURALES “LOCALES” EN LA ACTIVACIÓN PATRIMONIAL DEL PARQUE CULTURAL LOS COLORADOS LAGOS MÁRMOL, Teresa * INTRODUCCIÓN Este trabajo forma parte de una propuesta más amplia que es la tesis de licenciatura en Antropología Social que estoy realizando actualmente. La misma propone reflexionar acerca del proceso de diseño e implementación de un nuevo circuito turístico en el paraje Los Colorados, situado en el Departamento de Independencia, en el centro oeste de la provincia de La Rioja. Este Parque turísticocultural fue diseñado por un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INALP), quienes seleccionaron ciertos espacios culturales de la zona -algunos de los cuales ya eran considerados de valor histórico- en tanto “conformadores de lo local”, tales como: la estación ferroviaria “Los Colorados”, el sitio histórico “Cueva del Chacho” y el sitio arqueológico “Los Colorados”. Junto a este Parque se promovieron otros espacios de atracción turística preexistentes a la iniciativa del INAPL: el santuario de la Difunta Correa, la formación geológica “Los Colorados” y la flora y fauna del lugar1. El proyecto “Parque Cultural Los Colorados” surgió en el año 2008. Previamente, las autoridades provinciales de La Rioja2 habían solicitado a investigadores del INAPL que elaborasen un plan de interpretación, manejo y conservación en el sitio arqueológico con el objeto de mostrarlo y difundirlo al público de forma organizada y bajo un discurso académico. A partir de ello, los arqueólogos incorporaron este proyecto a uno mayor, que incluía planes de manejo y conservación de otros sitios arqueológicos e históricos ubicados en esta provincia y en la vecina provincia de San Juan3, con la misma finalidad; es decir, poner en valor y activar el patrimonio cultural de la zona a partir del desarrollo de una actividad “turística sostenible”4. Concluida la primera etapa del proyecto, el equipo debió buscar un nuevo subsidio para continuar con la investigación y la gestión de los sitios. Originalmente para Los Colorados no * Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano y Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.

se había pensado en un “Parque Cultural”, sino en un “Parque Arqueológico”. Es decir, el foco estaba puesto en el manejo y la difusión de los sitios arqueológicos con arte rupestre. Posteriormente, y en relación al potencial turístico que presentaba el lugar, se reflexionó sobre la posibilidad de elaborar una propuesta más integradora. De esta manera, una vez que fueron incorporados otros especialistas al proyecto -un arquitecto y una antropóloga social- se pensó entonces, en delinear un parque cultural que integre todos los aspectos culturales de la zona5. En este artículo mi interés es examinar de manera preliminar, cómo ciertos actores involucrados, especialmente este equipo de investigadores, los agentes estatales locales y la comunidad, se interrelacionan en esta activación y definen diferencialmente aquello que se selecciona como “saberes y producciones culturales locales” para el desarrollo del turismo en la zona.

EL PARAJE La antigua estación ferroviaria de Los Colorados recibe su nombre de las formaciones geológicas de 250 millones de años de antigüedad que se encuentran a 6 km. de la misma. Estos afloramientos de arenisca son llamativos por sus curiosas formas y tonalidades de rojo. La región se caracteriza por su aridez y clima cálido continental, presentando veranos muy calurosos e inviernos suaves. “Los Colorados” y sus alrededores se emplazan entre las Sierras de Paganzo y las últimas estribaciones de la Sierra de Velasco, conformando en su conjunto un paisaje atractivo en términos turísticos. En este sentido, no es menos importante su localización geográfica en relación a su acceso, ya que el camino por el cual se ingresa al paraje Los Colorados esta ubicado en el tramo de la Ruta Nacional N° 74 que une Chilecito con Patquía (cabecera departamental ubicada a 35 km), siendo Chilecito la segunda ciudad en importancia de la provincia de La Rioja. Debe destacarse también su relativa proximidad con el Parque Nacional Talampaya, en la misma provincia y el Parque Provincial Ischigualasto, en la vecina provincia de San Juan, con los cuales comparte un mismo circuito turístico.

Figura 1. Los Colorados, Departamento de Independencia, La Rioja En el año 1898 llega el tren hasta Chilecito y con él se crean nuevas estaciones, entre ellas, “Los Colorados”. Esta estación se edifica junto con un depósito y viviendas para los ferroviarios. Si bien en la actualidad gran parte de las estructuras originales se mantienen en pie, éstas han cambiado notablemente su funcionalidad debido a que, en la década de los 90 y como parte de las políticas económicas neoliberales, los trenes fueron desactivados como medios de transporte. Las casas originales de Los Colorados hoy se encuentran ocupadas por nueve familias que guardan poca relación con quienes ellos llaman “los ferroviarios”. Según los relatos de la gente del pueblo, la mayor parte de los antiguos ferroviarios que aún vive, ha emigrado a los centros urbanos más cercanos. Fueron los primeros ferroviarios quienes fabricaron las actuales viviendas con durmientes de quebracho colorado y rieles de ferrocarril. Estas viviendas son excepcionales en su arquitectura y le otorgan por cierto un aspecto singular al pequeño paraje. Conocida es la influencia que tuvo históricamente el tren en el desarrollo socioeconómico a lo largo y ancho de todo el país. Si bien su tendido favoreció el crecimiento de algunos pueblos, en ciertas ocasiones fue en detrimento de otros antiguos. En el caso de Los Colorados, éste vivió su momento de mayor “esplendor” durante las décadas en que las actividades giraron alrededor del tren, más allá de las

consecuencias negativas que traería posteriormente en cuestiones de desertización medio-ambiental. Sus actuales pobladores, que en la actualidad rondan los 37 habitantes6, hablan de lo distinto que era el pueblo tiempo atrás. Un poblador recuerda que: “.v en ía el tren carguero y el tren pasajero, que transportaba mucha gente (...) varias señoras horneaban tortitas y tortillas en el horno comunitario que los niños vendían a los pasajeros. Además éstos compraban quesillos y animales vivos como gallinas, pavos y cabritos.” (Rolandi et al. 2009: 7)

Además de estas casas tan peculiares, el paraje incluye una escuela, una capilla, una ramada comunitaria y una salita de primeros auxilios que actualmente se encuentra en desuso. Sus pobladores sostienen que fue para mediados del siglo pasado que el pueblo comienzó a crecer. Asimismo, se inauguró la Escuela “María Sánchez de Thompson”, la cual recibió como donación la imagen de la Santísima Virgen del Valle para los niños. Esta imagen ha sido muy significativa y venerada por la comunidad y suele realizarse todos los años una fiesta en torno a ella, a la cual acuden muchos fieles de la zona. Ahora bien, en concomitancia con la fuente laboral que abrió el ferrocarril a lo largo del siglo pasado, se fueron desarrollando otras actividades económicas. Tal es el caso de los obrajes de carbón de leña, la minería y la producción ganadera: “una de las actividades económicas principales fueron los obrajes, que tuvieron su esplendor entre las décadas de 1950 y 1960. En éstos se explotaba el monte de algarrobo y retamo, que era abundante en la región, para la producción de carbón de leña. Los hacheros, que eran trabajadores golondrina, se organizaban en cuadrillas al mando de un capataz. Éste era el encargado de alquilar el campo que se iba a desmontar. Luego, producido el carbón, se lo transportaba en camión o se cargaba en el tren. En Los Colorados, detrás de la escuela, había doce hornos fijos para quemar la leña. Sus restos fueron reutilizados para otras construcciones. A partir de los años 60 la actividad languideció por la tala indiscriminada del monte, sin embargo los obrajes aún funcionaron hasta unos veinte años después” (Rolandi et al. 2009: 8)

Por lo tanto, el trabajo de la gente del paraje Los Colorados se repartió históricamente entre el ferrocarril, los obrajes, la tradicional actividad ganadera -única que continúa en la actualidad- y, en menor medida, la minería (Rolandi et al. 2009). La cría de animales parece haber sido una fuente de reproducción social y económica constante en la zona.

El paisaje que rodea “Los Colorados” ha sufrido profundas transformaciones durante el siglo XX debido al sobre-pastoreo y la destrucción del monte nativo, lo cual fue agravado por las recurrentes sequías de la zona. La tala indiscriminada del monte para el consumo de combustible del ferrocarril, para los viñedos y finalmente. para la fabricación de carbón de leña, contribuyeron notablemente en la degradación de los suelos y la desertización del monte. En la década del noventa el tren fue desactivado y con él muchas actividades económicas fueron abandonadas. Para este período, las políticas neoliberales introducidas en el país fueron las responsables de profundos cambios estructurales. Es decir, la fuerte desocupación, la flexibilización laboral, la pauperización de las condiciones de vida de la población y el aumento de la desigualdad, entre otras cosas, que trajo aparejado este nuevo modelo económico, transformó sustancialmente el modo de vida de los habitantes de Los Colorados. Al alto índice de desempleo se sumó una fuerte emigración, lo que generó un importante despoblamiento del paraje. De esta manera y bajo un contexto creciente de desocupación, se acentuó un modo de vida basado en la auto-subsistencia sostenida gracias a la cría de animales, y con el tiempo apoyado en un importante “asistencialismo” estatal. En la actualidad la situación socio-económica no es muy distinta a la que comenzó a gestarse en los años noventa. La población, especialmente las generaciones más jóvenes, hoy se enfrenta a una alta movilidad entre distintos centros urbanos: La Rioja, Patquía, Vichigasta y Chilecito. Si bien esta migración estacional es común en este tipo de pequeñas comunidades campesinas y ha sido una constante en otros períodos, ésta se ha agudizado debido al importante despoblamiento que ha sufrido el paraje con el cese de las actividades económicas anteriormente nombradas: ferrocarril, producción de carbón de leña, minería. En este contexto, y teniendo en cuenta el valor que fue cobrando el turismo como supuesto motor de desarrollo económico en los últimos años,

nuevos

proyectos que toman a la “cultura” y el “patrimonio” como recursos económicos para el “desarrollo local” entran en escena.

PATRIMONIO Y DESARROLLO Desde sus orígenes la noción de patrimonio estuvo estrechamente vinculada

a la de un acervo transmitido de manera inmutable de una generación a otra, tal cual lo explica Rosas Mantecón (1998). Fue esta concepción la que prevaleció principalmente en las disciplinas responsables de su cuidado: arqueología, arquitectura, restauración, museología, folklore, etc. No obstante, en los últimos años, esta visión estática del patrimonio ha sido cuestionada por diversos académicos, quienes comienzan a visibilizar las relaciones de poder y contradicciones que operan en su producción y en sus usos. De esta manera, con la finalidad de reconocer las fracturas y el conflicto en su proceso de definición y selección, abandonan la noción de acervo patrimonial por la idea del patrimonio como construcción social (Rosas Mantecón 1998). “La construcción del patrimonio es una operación dinámica, enraizada en el presente, a partir de la cual se reconstruye, selecciona e interpreta el pasado.” (Rosas Mantecón 1998: 5)

Por otro lado, en relación a los cambios sociales políticos y económicos de los últimos años, se ha producido un cambio en el tipo de uso realizado sobre el patrimonio. Mientras anteriormente el patrimonio era “utilizado” como recurso político-ideológico en función de la configuración y legitimación de una determinada identidad nacional unificada, en las últimas décadas, con la globalización y masificación del mundo se le agrega, según Prats, un segundo proceso de construcción patrimonial vinculado con la lógica del mercado. De esta manera, el patrimonio se activa también con fines turísticos y comerciales, es decir, se convierte en recurso económico (Prats 1998). La activación turística del patrimonio cultural promueve la selección de determinados “saberes y producciones culturales locales” o que se consideran locales, y que pueden ser conjugados con ella. Frente a los efectos desfavorables de las políticas neoliberales, “lo local”, “lo territorial”, la “cultura” y el “patrimonio” comienzan a concebirse como un potencial recurso para paliar situaciones de crisis (Benedetti 2009). En este sentido, la dimensión cultural que históricamente fue considerada secundaria en el campo del desarrollo, adquiere un rol protagónico en las recientes propuestas de dichos proyectos. Los productos y prácticas culturales pasan a ser de gran utilidad en poblaciones empobrecidas que no cuentan con riquezas materiales (Kliksberg 2000). Los nuevos paradigmas del desarrollo encuentran así en la cultura y el “patrimonio local” un potencial recurso económico para el desarrollo de ciertas “áreas relegadas”.

El Parque Cultural Los Colorados y los diversos agentes interesados en su diseño e implementación -fundaciones, agencias estatales, académicos, etc.se enmarcan en este tipo de políticas y definiciones en torno al “desarrollo” y al lugar que ocupan el patrimonio y la cultura “local”, “particular” y “distintiva” en su interior. La creación de este parque cultural supone, de hecho, la puesta en escena de diferentes “saberes y producciones culturales locales” para el turismo por parte de distintos agentes sociales -académicos, agentes estatales y comunidad localque tienen desigual poder de decisión en ello. Lo que sigue a continuación, es un examen acerca de las interpretaciones realizadas sobre aquello que se consideró de carácter “local”, pasible de ser difundido al turismo -las casas, la leyenda del Chacho Peñaloza, los grabados de arte rupestre y las artesanías- por parte de los agentes en juego en este proyecto y el diferencial poder que tienen en su definición.

SABERES Y PRODUCCIONES CULTURALES LOCALES “Las casas” y su arquitectura ferroviaria Las viviendas constituyen uno de los rasgos más distintivos del poblado. Su arquitectura ferroviaria es sumamente singular y casi única en el país. Éstas datan del momento en que se creó la Estación y están hechas con los durmientes de quebracho colorado y los rieles de las vías. Estas casas se encuentran dentro del perímetro del Ferrocarril. Sus habitantes no son dueños de las mismas y ni siquiera pagan renta por vivir en ellas. El sistema de ocupación, de acuerdo a lo informado por quienes las habitan, se basa principalmente en los años de instalación en las mismas y el permiso que les otorga la persona que se las deja7. La apropiación y el sentido de posesión de las mismas dependen de la duración de su residencia. Esto se puede observar en el cuidado y/ o reparaciones que éstas tienen. Algunos hablan de casas “prestadas” y otros de “mi rancho”. Los ranchos no cuentan con ningún servicio -luz, agua corriente, cloacas- y sólo tres viviendas, de un total de nueve, tienen un panel solar. Las “casitas de durmientes” -así las llama la gente del lugar- forman parte del imaginario social que caracteriza a Los Colorados. Son invocadas recurrentemente en el momento en que a sus habitantes se les pregunta por el lugar donde viven o acerca de qué le contarían de su pueblo a alguien que no lo conoce. Tal es así que, una mujer de 35 años, consultada por uno de los investigadores (en una entrevista

en el año 2006 previo al desarrollo del proyecto del “Parque Cultural”) acerca de con qué aspectos ella identificaría a Los Colorados, respondió rápidamente: “las casas”. Asimismo, “las casitas de durmientes” suele ser materia de evocación en los versos de antiguos pobladores locales y fuente de dibujo de los chicos de la escuela que, en el marco de un taller coordinado por algunos arqueólogos en el año 2009 bajo la consigna de qué les gustaría conservar, representaron las casas. El aspecto positivo otorgado a este bien cultural, como fuente de identificación “preciado” y “a conservar”, no son las únicas representaciones que sus habitantes hacen de ellas. También los pobladores tienen apreciaciones negativas asociadas a las casas o a lo que implica vivir en esas casas. Se refieren a ellas como: “mi humilde rancho”, “el problema son las chinches” (vinchucas)8, “entre medio de las maderas está minado de chinches”, “sonpeligrosos los bichos, las chinches, las víboras, las arañas (...) tienen muchos agujeros y se meten” . Por otra parte, fue interesante observar como estas apreciaciones negativas acerca de las casas se acentuaron a partir de la promesa política de que les iban a construir viviendas municipales con servicio de electricidad. Bajo este ofrecimiento, las casas se convirtieron más aún en “inhabitables” pero, al mismo tiempo, sumamente importantes para preservar como “bien histórico preciado”. En Los Colorados, las concepciones que sus habitantes tienen de sus casas por momentos parecen acordar con el discurso político que esgrime la importancia de “conservarlas como parte histórica pero no habitadas”. Sin embargo, en otros momentos confrontan estas argumentaciones al plantear que: “no la voy a abandonar”, “ya estamos acostumbrados”, “es nuestro rancho”. Estos discursos a los que se apela en forma paralela, parecen no tenerse en cuenta en este contexto de su “puesta en valor” por parte de los agentes estatales y los académicos. El valor histórico que se impone al “humilde rancho, repleto de chinches” y el tinte pintoresco que se resalta de este viejo poblado ferroviario rural, parecen olvidar o sesgar las condiciones socio­ económicas, de precariedad y pobreza en las que viven sus habitantes. A la gente de Los Colorados, sus casas parecen generarles un sentimiento ambivalente de identificación pero también de rechazo o crítica; de reclamo pero también de un lugar de apego y de costumbre. Por otra parte, bajo esta forma de “visibilización” y “puesta en valor” de la arquitectura como “típica”, “tradicional” y “local”, realizada por los agentes estatales y el equipo de investigación, se invisibiliza, además, una problemática que recorre a muchos espacios y poblaciones subordinadas de la

Argentina, como es la falta de regularización del título de propiedad de la tierra. De esta manera, bajo el carácter pintoresco, local e identificatorio con el que se construye a las casas como patrimonio, se esconden severas problemáticas sociales.

Figura 2. Casa de durmientes. Relatos en torno al “Chacho” Peñaloza Gran parte de los relatos orales que cuentan los pobladores de Los Colorados están íntimamente relacionados a las “reminiscencias” del criollismo y el caudillaje, los cuales se entrelazan con los relatos de los “troperos” o también llamados “arrieros”. En esta dirección deben incluirse aquellos que hacen referencia a Ángel Vicente Peñaloza (1796-1863), más comúnmente conocido como el “Chacho”. El “Chacho” fue un caudillo militar federal argentino que participó en las luchas montoneras contra los unitarios. Sobre su figura se han elaborado varias leyendas y ha contado con fuertes adhesiones. En ellas, suele decirse que este caudillo se refugiaba en una cueva, “La Cueva” del Chacho, despistando a sus perseguidores. Esta cueva constituye el atractivo turístico más popular de la zona. A diferencia del sitio arqueológico es conocida por todos sus pobladores. Asimismo, es un sitio de referencia espacial cotidiano: “antes de la cueva del Chacho”, “más allá de la cueva del Chacho”, “Pasando la Cueva del Chacho”.

Las historias que se entrelazan en torno a este “personaje histórico”, la leyenda y el sitio son de lo más variadas. Muchos cuentan que la cueva era más grande y que se ha derrumbado. Otros lo niegan rotundamente. Explican que en tiempos del Chacho existía un agujero y que el caudillo salía por el otro lado. Sin embargo, hay quienes afirman que el agujero original sigue existiendo. Respecto a la idea del derrumbe, uno de los entrevistados cuenta que fue en la época de los militares (refiriéndose al gobierno militar de 1976-1983) que hicieron detonar las rocas para que los Montoneros no se pudieran esconder. Además, algunos pobladores relatan que cerca de la cueva, había unas murallas que seguramente sirvieron de habitación para el Chacho y otros arrieros que estarían de paso. Ahora bien, el relato más recurrente es el que afirma que el Chacho “oteaba”, es decir vigilaba desde arriba de la cueva a la gente que venía y le robaba para ayudar a los

pobres. Sinembargo, en el pueblo de Patquía la dueña del único hotelde la

localidad, cuenta que el Chacho parece no haber sido “tan bueno” como la gente dice: “el Chacho tenía un camino secreto y robaba la mercadería”, “no era tan bueno” “cuando pasaban por el camino del Chacho le tenían que dejar algo o pagar un peaje” (Diario de campo, abril 2009).

Así, los relatos son realmente diversos y se contradicen según quienes los enuncian. Es decir, parecieran diferenciarse en relación al sector social donde estén circulando. Lo interesante para analizar del caso, es la selección realizada por los académicos cuya intención es recuperar esta historia como parte del paisaje local. El equipo de investigación seleccionó “uno” como leyenda local. Aquel que dice: “(...) el Chacho y sus huestes se escondían en esta cueva. Desde la cumbre el caudillo oteaba el camino esperando que pasaran las carretas cargadas, para asaltarlas y repartir las mercaderías entre los pobres” (Rolandi et al. 2009: 25).

En este caso la leyenda elegida se enfocó en el relato del buen caudillo que robaba para darle a los pobres, o sea, el caudillo caritativo que ayudaba a los sectores carenciados, marginales. Con la intención de formalizar un discurso en torno a “las leyendas” del “Chacho”, resaltaron así únicamente esa imagen “heroica” y descartaron ciertas “tramas”, “matices” y “contextos” que permitan interpretar

situadamente el sentido que adquieren esos relatos.

Figura 3. La cueva del Chacho. El sitio arqueológico “los Petroglifos” El sitio arqueológico “Los Colorados” -llamado por los pobladores “petroglifos”- está constituido por un área de siete bloques dispersos con grabados rupestres y tres áreas con morteros. Los estudios arqueológicos efectuados indican que los mismos se ubicarían en el Período Agroalfarero Tardío, con posterioridad a los 1000 años DC. Este lugar, que se encuentra a escasa distancia de La Cueva del “Chacho”, es poco conocido por sus pobladores y quienes lo visitaron o estuvieron cerca, parecen no haberle prestado demasiada atención. Asimismo, es poco también lo que ellos cuentan al respecto. “Y bueno yo siempre he andado pero nunca he llegado y después he visto en, en La Rioja que estaban pasando por la tele (...) ¡y yo he pasado por al lado! (...) [Entrevistadora: ¿¡Y no los veía!?(...) Ahora (...) ¿Y qué le parece? ¿Qué piensa? ¿Qué, quién lo hizo?] I: Esos son los indios.” (Poblador de Los Colorados, Septiembre de 2006)

Hablar del sitio no parece ser un tema de interés -o comodidad, en el sentido de agrado- para la mayor parte de los pobladores, quizás sea por falta de

“información” o mismo por creer que ellos a un investigador no le pueden aportar mucho desde su conocimiento “local” no legitimado científicamente. Así, es común escuchar frases tales como: “no conozco”, “eso yo no sé”. La ruptura establecida por la población local en relación al pasado indígena es notable y se corresponde con la estigmatización e invisibilización que durante años han establecido los sectores hegemónicos en nuestro país sobre dicha población. Sin embargo, esto no significa que los pobladores no reconozcan la existencia de vestigios de poblaciones pasadas, y por ende su existencia como primeros habitantes del lugar, sino que no lo reconocen como parte de su propia historia. Desde la comunidad local, parecería haber un consenso general, en que los grabados rupestres fueron ejecutados “por los indios” y aclaran: “la gente mayor contaba que acá antes vivían indios”, “cuentan que en épocas de los indios, las piedras eran blandas como el barro, por eso las podían marcar y dejar sus huellas” (Diario de Campo, Marzo 2009)

Por lo tanto, más allá de reconocer la existencia pasada de poblaciones indígenas y otorgarles a ellos la calidad de primeros habitantes, en las conversaciones en torno a la temática se hace evidente el “silencio” y la “distancia”. La insistencia en “no conocer”, “no saber”, “no entender” refleja como operaron estas políticas hegemónicas de estigmatización hacia la población indígena a lo largo de la historia. “Lo indígena” junto con sus vestigios materiales, parecerían formar parte de un relicto del pasado “remoto”, “estático”, que hoy no permite reconocerlo más que como un “objeto”. Bajo esta línea, se hace interesante analizar las nuevas concepciones y activaciones que el proceso de implementación del Parque Cultural provocó en la comunidad local en relación al sitio arqueológico. Ya que los conceptos de “valorización”, “apropiación” y “conservación”, estimulados desde actores externos -en este caso, académicos- parecerían no tener un efecto mayor que el de advertirlos como un potencial recurso económico. Por lo tanto, para la comunidad de Los Colorados el “valor patrimonial” del sitio arqueológico parece activarse desde una lógica puramente mercantil, como objeto más de consumo y exposición turística. Es decir, el foco esta puesto únicamente en el beneficio económico que puede traer la exhibición al público. Esto se diferencia del interés profesional de conservación, visibilización y valorización de los sitios arqueológicos que moviliza

a los arqueólogos. A pesar de que estos académicos intentan promoverlo como “herencia cultural”, el sitio arqueológico no genera ningún sentido de pertenencia, ni de cercanía en términos culturales para la comunidad local. Tal como lo indicaron distintos entrevistados: “nosotros no sabíamos que eso tenía valor”, “Ahora que nos lo dijeron, sabemos que debemos cuidarlos y protegerlos”. Además, éste tipo de comentarios suele estar acompañado del temor que sean otros los que empiecen a hacer la explotación turística del lugar, quedando ellos fuera del “negocio”. De esta manera, es posible vislumbrar cómo el carácter “local” del sitio arqueológico se redefine a partir de intereses ciertamente distintos entre la comunidad y los arqueólogos.

Figura 4. Sitio Arqueológico. Las artesanías A partir de la propuesta del proyecto del Parque Cultural comienza a emerger la idea de que parte de la producción artesanal de los pobladores que estaba “resguardada” para el uso propio y/o doméstico, podía ser vendida en el mercado turístico. Esta producción artesanal local, parece haberse fomentado no sólo desde los propios turistas que preguntan por artesanías, sino también desde la municipalidad

que organiza talleres, a los cuales al menos una mujer de Los Colorados asistió. También surge a partir de una iniciativa y aspiración local, por parte de la comunidad, de desarrollar una cooperativa artesanal inspirada en las referencias que tienen respecto de un circuito turístico vecino, denominado “El Chiflón” . Si bien el interés en la venta de las artesanías es un fenómeno muy reciente, es interesante destacar que las mismas comenzaron a ser redefinidas, a partir de su diferenciación en dos tipos de circuitos y funciones. En principio, aquellas artesanías de “uso” cotidiano se pensaron como un “saber local” pasible de generar un rédito económico mediante su venta al turismo. Durante el trabajo de campo realizado en julio del 2009, pudo observarse como algunas personas tejían mantas a crochet, confeccionaban matras a telar e informaban a los distintos agentes -académicos y autoridades municipales- de los conocimientos que tenían en distintos tipos de producción artesanal -en cuero, en lana, alimenticios- como forma de promocionarlos. Sin embargo, la corta experiencia en estos emprendimientos demostró, entre un trabajo de campo y el siguiente, que esos primeros productos no fueron vendidos a “otros” sino que los terminaron guardando para su propio uso y tampoco continuaron manufacturándolos para la venta. Esto último, se diferencia de aquellas elaboraciones de artesanías que se corresponden con una nueva forma de producción artesanal que no pertenece al grupo de productos que ellos acostumbraban a confeccionar y/o a utilizar cotidianamente, sino que se piensan y originan con un fin más bien comercial, las cuales sí se han vendido y aumentado su producción en cantidad y diversidad. Lo interesante además de estas “nuevas” artesanías, es su relación con el Parque Cultural y los distintos sitios que se están promocionando dentro del mismo. Por un lado, muchos de los motivos y figuras que representan se corresponden con las temáticas que se desarrollan en el recorrido del Parque. Por ejemplo, se realizan tallados en piedra de “pie indígena”. Este lo confeccionan con seis dedos como la figura que aparece en el arte rupestre. Asimismo, cada producto lleva distintas inscripciones tales como: “lanza indígena - artesano Juan Perafan”, “Recuerdo de Los Colorados”, “Recuerdo Cueva del Chacho”, “Acha [sin “h”] indígena - Recuerdo Cueva del Chacho- Departamento Independencia”, etc. De acuerdo a lo informado por los “artesanos”, estas prácticas, como el tallado en piedra, no solían hacerlo con anterioridad sino que lo fueron practicando en el último tiempo, y las ideas fueron tomadas de distintas revistas y de otros lugares dónde ellos vieron el tipo de artesanías que solían ser vendidas.

De esta manera se hace interesante analizar el carácter que toma la producción artesanal como “saber y producción local” bajo estos dos circuitos con funciones diferenciadas. Mientras el primero parecería estar más ligado a una producción de “uso” doméstico, el segundo comienza a gestarse con fines especialmente lucrativos. Pero en relación a éste último, se hace aún más interesante la relación que toma con la creación del Parque y ese concepto de “lo local” que parecería definirse más en relación a un “otro”. Es decir, las “nuevas” artesanías que se ofrecen como producto “local”, se crean en función al mercado turístico y de lo que se cree que el turista espera encontrar.

Figura 5. Artesanías.

REFLEXIONES FINALES A lo largo de este trabajo intenté exponer y reflexionar acerca de cómo el diseño e implementación del Parque Cultural Los Colorados fue activando diferentes “saberes y producciones culturales locales” por parte de agentes estatales y académicos de manera más o menos distanciada respecto de aquello que la comunidad en cuestión considera “propio”. De esta forma, indiqué cómo en “las casitas de durmientes” se incluyó su arquitectura tradicional singular y se excluyeron

las problemáticas socioeconómicas que implican habitarlas. En los relatos en torno al “Chacho” se incluyó la leyenda que destaca la imagen heroica y del buen caudillo, descartando aquellos discursos que sostienen que era un bandido y/o un asesino. En relación al sitio arqueológico se puso en relieve su “valor patrimonial” como “herencia cultural” estimulado por los académicos y se excluyeron los motivos de apropiación por parte de la comunidad local, ligados al beneficio económico. Y en lo que concierne a las artesanías, se incluyó su impronta de producto “local”, y se excluyó la relación diferencial - “uso doméstico”, “uso comercial”- que adquieren con la demanda turística y la “nueva” fabricación en función a aquello que se cree que el “otro” espera encontrar. Por lo tanto, los “saberes y producciones culturales” que forman parte del complejo entramado social, han sido definidos y re-configurados de forma variada por los distintos sujetos de acuerdo a diversos intereses. Al analizar los diferentes “tópicos” se pueden observar los encuentros y disidencias entre los agentes implicados en el proceso de “elaboración” e interpretación de estos “saberes y producciones culturales locales”. Si bien estos desencuentros no se tradujeron hasta la fecha en un conflicto explícito, es posible entrever las contradicciones “latentes” en el proceso de selección, en la que sólo determinados agentes, como los académicos y los agentes estatales son quienes tienen el poder de legitimar qué bienes, prácticas e interpretaciones deben incluirse en la categoría de lo “local”, es decir, quienes tienen el poder de definir, construir y mantener aquello que se considera representativo del patrimonio, lo local y la cultura viva (Cruces 1998). En ese sentido, una reflexión no sólo de cómo operan concretamente los agentes estatales y paradigmas actuales de “desarrollo” promovidos desde agencias internacionales, nacionales y provinciales sino también una visión crítica de nuestro quehacer profesional, no pueden dejar de estar presentes cuando nos involucramos en estos procesos de gestión de este tipo de proyectos.

AGRADECIMIENTOS A la comunidad de Los Colorados, a todo el equipo de investigación: Diana Rolandi, Mercedes Podestá, María Pía Falchi, Marcelo Torres, Anahí Re, Gabriela Guráieb, Guillermo Rolón y a mi Directora de tesis de licenciatura Carolina Crespo, por su paciente y valiosísima lectura. A todos ellos, les estoy sumamente agradecida.

BIBLIOGRAFIA Benedetti, C. 2009. El fomento de las artesanías indígenas. El caso de la comunidad Chané de Campo Durán, provincia argentina de Salta. En: Actas de VIII Reunión de Antropología del Mercosur (RAM), GT 36. Cruces, F. 1998. Problemas en torno a la restitución del patrimonio. Una visión desde la antropología. En: Alteridades 8 (16): 75-84. México, Universidad Autónoma Metropolitana. Kliksberg, B. 2000. El rol del capital social y de la cultura en el proceso de desarrollo. En Kliksberg, B. y L. Tomassini (comps.). Capital Social y Cultura: claves estratégicas para el desarrollo. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. Prats, L. 1998. El concepto de patrimonio cultural. Política y sociedad 27: 63-76. Rolandi D.; M. M. Podestá; M. P. Falchi; T. Lagos Mármol; G. Rolón y M. Torres 2009. Los Colorados. Un lugar para descubrir. AINA, Buenos Aires. Rosas Mantecón, A. 1998. Presentación. En: Alteridades 8 (16): 3-9. México, Universidad Autónoma Metropolitana.

Torres, M.; M. P. Falchi; A. G. Guráieb; D. Rolandi y R. Rotondaro 2007. El Patrimonio Cultural y su Uso Público. Una propuesta para Áreas Seleccionadas de San Juan y La Rioja, págs. 377-386. En: Vázquez, C. y O. M. Palacios (Eds.) Patrimonio Cultural: la gestión, el arte, la arqueología y las ciencias exactas aplicadas. CNEA.

NOTAS 1 Cabe aclarar que la antigua estación ferroviaria “Los Colorados” dista de las formaciones geológicas “Los Colorados” unos 6 km. aproximadamente siguiendo la línea del ferrocarril Gral. Belgrano en dirección sudeste. Adentrándose en las formaciones geológicas de “Los Colorados” se encuentra el sitio arqueológico con arte rupestre y el sitio histórico “Cueva del Chacho”. 2 Específicamente quien era Director de Turismo de la provincia de La Rioja, para ese en­ tonces, Raúl Scaglione. 3 “Patrimonio cultural y actividad turística sostenible. Bases para la elaboración de planes de manejo de recursos arqueológicos e históricos en cinco áreas de las provincias de San Juan y La Rioja” (BID 1201/0C-PICT 12182). 4 El equipo de investigación sostenía que: “Una gestión turística sostenible de recursos patrimoniales requiere compatibilizar las dos racionalidades: la patrimonial- que enfatiza la conservación- y la turística, cuyo interés primario estriba en la renta (...). En este contexto de uso público racional, la interpretación de la información y su presentación al público son elementos de vital importancia. Tienen como objetivo hacer comprensible el sitio y su contenido con el fin de que se los aprecie, se los valore y se genere en el público una actitud que favorezca su conservación. Todas las tareas que permiten el uso público de los bienes patrimoniales deben ser integradas en una labor interdisciplinaria e interinstitucional con la participación activa de las comunidades y de los gestores turísticos e institucionales” (Torres et al., 2007: 378) 5El proyecto titulado: “Bases para el uso público de sitios patrimoniales. Estudio y desarrollo de un plan de manejo para el sitio arqueológico e histórico Los Colorados, Provincia de La Rioja” fue presentado en el 2008 a la Fundación Teoría y Práctica de las Artes (TyPA) para finan­

ciar la realización de la cartelería y de otros medios de difusión -folletos, libros- de los recursos culturales y naturales que se exhibirían en el recorrido del Parque. Cabe destacar que este proyecto fue presentado previamente a las autoridades municipales y en otra reunión a la comunidad, y fue aceptado por ambas partes. Así fue como durante el 2009 el mismo se hace realidad a través de la financiación de diversas instituciones: el INAPL, la Municipalidad de Patquía del Departamento de Independencia de La Rioja y la Fundación TyPA. 6 Este es un número aproximado, resultado de un “censo” que he realizado durante el trabajo de campo de Marzo - Abril 2009.

7Es decir, la persona o familia al abandonar la vivienda mantendría su “derecho” sobre la misma, quedando bajo su “autoridad” permitir que otros la ocupen. 8 La vinchuca es un insecto hematófago que transmite la enfermedad Mal de Chagas-Mazza a través de sus deyecciones. Se trata del agente transmisor o huésped intermediario del Trypanosoma Cruzi. 9Éste último se encuentra ubicado en el mismo Departamento de la provincia y es conocido en la zona por el desarrollo y organización que ha tenido en los últimos años. Los agentes municipales suelen recurrir al mismo como ejemplo a seguir y además destacan cierto “éxito” en términos económicos. Esto último genera mucha expectativa en la gente de Los Colorados, quienes suelen tenerlo como punto de referencia en su nueva experiencia del Parque. 10 También pelero o sudadera, se utiliza para ensillar y se pone debajo del recado o montura.

ANTROPOLOGÍA DE LO QUE DECIMOS Y ANTROPOLOGÍA EN LO QUE DECIMOS: UNA EXPERIENCIA DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA Y VINCULACIÓN SOCIAL EN USHUAIA, TIERRA DEL FUEGO MOSCOVICI VERNIERI, Gabriel Ángel *

INTRODUCCIÓN Pese a que pocos profesionales negarían a la divulgación del conocimiento como parte de la investigación científica, es aún una afirmación declamatoria en nuestro campo académico. La divulgación realizada por arqueólogos y antropólogos atraviesa problemáticas que no son del todo reconocidas, o bien, son directamente invisibilizadas. Reconociendo a la divulgación científica como campo de estudio y aplicación, estas problemáticas pueden empezar a pensarse en términos de marginación e invisibilización1. Estas categorías analíticas pueden ayudarnos a organizar los conjuntos de problemas que suelen ser planteados respecto de la divulgación científica de nuestro campo. Por ejemplo, la marginación se puede evidenciar en la escasez de producciones y experiencias (Juncosa Vecchierini 2002), en la ausencia de sistematicidad en los proyectos divulgativos o en su falta de interdisciplinariedad (Errobidart et al. 2007). Todos estos problemas se expresan en los espacios de educación no formal de Argentina, y particularmente en Ushuaia, Tierra del Fuego. Con la excepción de la abundante gestión museística que en general se viene desarrollando (por ej. Baraza de Fonts y Sulca 1997; Chiavazza 2003; Pozzo 2008; entre otros) muchos otros espacios de educación no formal quedan descartados de los circuitos donde los estudiantes y profesionales divulgan. Sin embargo la marginación es una cuestión desestimada por no haber consenso en reconocer si los esfuerzos desarrollados en la divulgación son equiparables con la producción estrictamente académica (Figuerero Torres y Horwitz 2007). Pero ¿cómo medir el esfuerzo, o sobre qué registro de experiencias * Universidad de Buenos Aires - Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

se construye este consenso si rara vez se socializan en reuniones académicas las experiencias divulgativas? De esta forma mientras el problema de la marginación queda circunscripto a opiniones encontradas sobre los descuidos en la divulgación de la ciencia, la falta de una seria reflexión en nuestro campo (Pernicone 2007) nos invita a examinar esta ceguera en términos de una operación de omisión. Esta invisibilización contribuye a naturalizar lo que es la divulgación científica, a la que se representa como una práctica espontánea y autosuficiente que sólo requiere una técnica y genera una determinada producción no estrictamente académica (Sánchez Mora 2006). A su vez, la falta de seriedad en el tratamiento teórico-metodológico se confirma en la mayoría de los trabajos que versan sobre gestiones divulgativas realizadas por antropólogos y arqueólogos en: las descripciones mínimas de contenidos, dispositivos y modalidades, la falta de explicitación de las cargas teóricas de los recursos didácticos incorporados, la problematización superficial de los supuestos que subyacen a la práctica comunicativa y la ausencia de una profunda reflexión sobre los fundamentos que justifican su supuesta contribución social. Mi objetivo es contribuir a la superación de estas cuestiones al socializar los resultados obtenidos a partir de la realización de un taller de antropología para niños en un contexto educativo no formal de la ciudad de Ushuaia. Al respecto, expongo aspectos descriptivos y reflexivos del diseño, implementación y estudio del proyecto. Ellos son: (a) la experiencia de divulgar antropología, (b) la experiencia de establecer una vinculación con diferentes sectores de la sociedad, y (c) la posibilidad de explorar a través de (a) y (b) las fronteras de nuestro campo de estudio, cómo sus estudiosos podemos replantearnos la importancia que le damos a ciertos problemas fundantes; y junto con esta reflexión, establecer cuáles son nuestras posibilidades en la reestructuración de los quehaceres y metas disciplinares. Siguiendo estos vectores, el presente trabajo está dividido en dos partes. En la primera caracterizo la experiencia, las herramientas teóricas-metodológicas y las expectativas del proyecto. Luego, en la segunda parte, problematizo los criterios y fundamentos divulgativos adoptados en el taller. En última instancia esta problematización se cimienta en la búsqueda de una fundamentación a las contribuciones sociales contra la monopólica valoración que ofrece la lógica del intelectualismo -que supone al estudioso como comprometido sólo con el conocimiento, como objeto válido por sí mismo-. Y este cuestionamiento al

intelectualismo implica en el terreno de la gestión cultural explicitar y romper con la concepción de Patrimonio Cultural que es usada para disciplinar a la sociedad sobre los recursos culturales que deben ser valorados3.

CONTEXTO Y ANTECEDENTES La propuesta se desarrolló en la provincia de Tierra del Fuego, en el Centro Hípico “Fin del Mundo” de la ciudad de Ushuaia. El establecimiento se encuentra en el valle del río Pipo, camino al parque nacional sobre el tramo final de la ruta nacional número tres, a cinco kilómetros al oeste del centro comercial de la ciudad. La institución cuenta con una infraestructura edilicia a los pies del monte Susana y durante el verano desarrolla una colonia de vacaciones en un contexto de turbales, ríos, arroyos, bosques de lengas y guindos cercanos a la costa del canal Beagle, frente a la bahía Golondrina. Un paisaje arqueológico e histórico. El total de niños que suelen participar de la colonia supera los doscientos con edades que oscilan de 2 a 14 años. El contingente está dividido en grupos que incluyen una guardería para los más pequeños, un grupo de entre 4 y 5 años, otro de 6 y 7 años, y finalmente los dos más grandes de 8 a 10 y de 11 a 14 años. Asimismo entre ellos, son integrados a los grupos chicos con capacidades diferentes. Cada grupo está integrado por treinta chicos aproximadamente que son dirigidos por docentes -en general profesores de educación física-, que a su vez están acompañados de hasta tres auxiliares. Las actividades que desarrollan los chicos son: palestra, equitación, canotaje y una escuela de vida en la naturaleza. Esta última es la que ocupa mayor carga horaria semanal con unas 24 horas. Mi primera experiencia en el marco de esta institución fue desarrollada desde enero hasta mediados de febrero de 2008. En ella tuve un primer acercamiento al espacio recreativo de la colonia con grupos de niños de entre 8 y 10 años. En esta oportunidad, desde mi función como asistente de los docentes encargados de grupo, comencé a compartir algunos saberes sobre el pasado regional durante caminatas. Por ejemplo, ante la presencia de concheros en estancia Túnel, hablé sobre las diferentes modalidades de subsistencia de los grupos de cazadores-recolectores, o en una merienda en el monte Susana comenté sobre la explotación forestal de los presidiarios y el rol de la colonización penal en la fundación de Ushuaia. Asimismo

en algunas ocasiones propuse juegos que incorporaban contenidos asociados a la etnografía fueguina, relaté cuentos y leyendas en los fogones de los campamentos, relacionados a la mitología y cosmogonía de los pueblos yámana y shelknam. Frente al interés creciente de niños, profesores y padres, estas experiencias fueron ocupando un lugar cada vez más importante en la colonia hasta que a principios de febrero me propusieron trabajar también con grupos de niños de entre 6 y 7 años. Estas actuaciones también despertaron su interés, y la experiencia dejó una puerta abierta para ampliarse en el próximo año. Para la temporada de enero y febrero de 2009 la propuesta fue formalmente planificada: se delinearon objetivos, estrategias didácticas y ejes temáticos. El proyecto fue bienvenido por los directores del establecimiento y ocupó una instancia transversal a las actividades de los docentes encargados de grupo. La propuesta original fue trabajar con los grupos de 6 y 7 años y 8, 9 y 10 años, pero con la tentativa de incursionar con los grupos más grandes de 11 a 14 años y los más pequeños de entre 4 y 5 años. La experiencia fue muy instructiva y me hizo reflexionar sobre algunas naturalizaciones presentes en los chicos, en los profesores y por sobre todo en mi propia práctica divulgativa. A continuación detallaré la propuesta didáctica desarrollada en enero y febrero de 2009 y el intento -palabra tan reprimida desde los espacios académicos de enseñanza sobre las formas narrativas de la producción que se jacta de ser científica- por comenzar a enmarcar esta práctica en un plano de estudio.

LA EXPERIENCIA DE DIVULGAR Problemas y argumentos La realización de esta experiencia surgió al considerar problemáticas intramuros y extramuros del campo científico. En un principio la propuesta buscó aportar estrategias para comunicar conocimientos antropológicos y entrever los procesos involucrados en la educación sobre antropología. A su vez, esta empezó bajo mi interés no sólo como estudiante, sino como miembro de la comunidad ushuaiense, de contribuir a la protección de los paisajes arqueológicos e históricos que en las últimas décadas se han visto comprometidos ante la acelerada transformación económica y el crecimiento urbano de la ciudad.

Entonces, partiendo de la premisa de que no se puede valorar lo que no se conoce, el objetivo del taller fue el de generar un panorama general de lugares, agentes, conflictos y situaciones de la historia regional fueguina. Los temas abordados fueron divididos en tiempos y lugares: (1) El tiempo de los pioneros incluyó como temática central la colonización penal a fines del siglo XIX en el sector sur de la isla de Tierra del Fuego; (2) El tiempo de los navegantes abordó parte del proceso exploratorio naval y las ideas dominantes en torno al imaginario fantástico y eurocéntrico de los primeros exploradores, en los alrededores de la isla, desde el s.XVI y el s.XIX; (3) El tiempo de los encuentros y desencuentros incluyó el tratamiento de la cosmología, la ceremonialidad y la organización social de las etnias fueguinas, desde el relato etnográfico y etnohistórico; y (4) El tiempo de los ancestros propuso un acercamiento a la temática arqueológica de las primeras poblaciones que colonizaron y explotaron los ambientes litorales y boscosos de la región norte, centro y sur de la isla. Estos temas se desprendieron de tres ejes que estructuraron y justificaron los contenidos abordados, el punto de partida de toda la propuesta didáctica. Ellos fueron: (i) pasado, presente y temporalidad; (ii) diversidad y complejidad del fenómeno cultural; y (iii) objeto, sujeto, investigadores e investigados. Pasado, presente y temporalidad surgió al considerar la dificultad del público infantil para establecer relaciones temporales: indios y dinosaurios aparecen en una dimensión casi indiferenciada (Correa y Correa 2004). Entonces, generar un orden temporal fue un eje que tuve en cuenta a lo largo del proceso divulgativo, ya que es el que consideré que aportaba coherencia organizativa sobre los elementos abordados. Esto fue explicitado ante los chicos al recrear una máquina del tiempo expresada en una recta histórica que atravesaba épocas y lugares. Generalización, diversidad y complejidad surgió al considerar un segundo problema de orden pedagógico: cualquier generalización tiende a sobresimplificar el fenómeno cultural observado. Por ello la elección de determinados momentos fue construida haciendo hincapié en la presencia social de lugares con alta referencia a lo patrimonial. Estos espacios se relacionan directa o indirectamente a los centros de producción y divulgación del conocimiento antropológico de Ushuaia: museos, parques temáticos, paisajes históricos y arqueológicos, senderos de interpretación, entre otros. Este abordaje ofreció la posibilidad de romper con el binomio de transferir más o menos, detallando o generalizando, ya que los contenidos abordados eran disparadores de historias que terminaban entrelazando agentes, tiempos y espacios,

pero siempre en relación a la visibilidad social e institucional del conocimiento. Por lo tanto el desarrollo de la historia humana fue abordado como fenómeno selectivo, no unilineal y contrastable desde los múltiples discursos del pasado en el presente. Esto constituye una clara ruptura con una definición de tiempo objetivista y metafísica: pasado y presente como entramado inseparable. Objeto, sujeto: investigadores e investigados surge al contemplar ciertas consideraciones de orden epistemológico. En la frontera entre la definición de objeto y sujeto, de objetividad y subjetividad, se disputa la legitimidad de los saberes humanos transmutados en conocimientos científicos (Caicedo 2003; Vasilachis de Gialdino 2007). Esta esfera que muestra la cara reflexiva e irresoluta de la ciencia se revela como una dimensión fundamental que merece ocupar un espacio en el campo de la divulgación. Explicitarla resulta imperioso para derribar la idea generalizada de que en ciencia sólo hay certezas, o bien que sólo ellas ameritan difundirse. La idea es poder acercar a los chicos a estos problemas desde la dramatización de las dos caras del conocimiento, jugando con esa dicotomía de roles que funda a la antropología imperialista: entre el sujeto que es objeto de estudio -por ej. el aborigen- y el sujeto que objetiviza los campos dignos de ser estudiados -por ej. el etnógrafo-.

Didáctica: el bosque de los recuerdos La didáctica fue desarrollada partiendo de estos ejes y sus respectivas consideraciones. A partir de ellos proyecté un objetivo dual: entretener al tiempo de estimular el interés por aprender. Para cumplirlo hice uso de la capacidad del juego, la imaginación y la teatralización en tanto herramientas para el incentivo de la vinculación con el pasado regional. El primer paso fue generar un espacio cargado de simbolismo en el mapa de la colonia. Este mapa se había constituido por las propias actividades planteadas por los profesores o la predilección de los chicos de jugar en el río, alrededor de un árbol caído, en chozas creadas por los grupos más grandes, etc. En el área había un lugar que tenía un rancho caído -cuya historia era objeto de especulación entre los chicos- al que bauticé como el bosque de los recuerdos. Este fue un lugar central de actividades. La consigna era que vean a los árboles como testigos y herederos de una larga historia. Luego, para empezar a establecer un diálogo entre el pasado-presente cada niño escogía un árbol y por

medio de ofrendas le depositaba sus recuerdos. Dentro del bosque de los recuerdos construimos un espacio que denominamos el lugar sagrado, que funcionaba como una máquina del tiempo. Este lugar constituyó una metáfora de la historia de la tierra, donde cada árbol, cada rama y hoja representaba un detalle de un momento en un determinado lugar del pasado. Partiendo de esta idea, con una soga se unieron cuatro árboles que representaban momentos específicos en lugares determinados de la historia regional: el tiempo de los pioneros, de los navegantes, de los encuentros, etc. En la máquina del tiempo había un árbol que recordaba a un busto humano al que denominé tótem. Al momento de la llegada de los chicos, este servía de base de apoyo para un cofre. Dentro de este cofre había objetos antiguos que me encargaba de ir cambiando a medida que retrocedíamos en el tiempo, viajando a través de cada árbol, de cada época, de cada lugar. Cada uno de estos objetos tenía una historia que contar, relatos que preparaba haciendo uso de diversa literatura. Una vez que era contada la historia salíamos de la máquina y dedicábamos dos semanas a jugar en ese tiempo. Las actividades fuera de la máquina del tiempo hicieron uso del juego y el teatro como dispositivos para la recreación del pasado. En este sentido me encargaba de incorporar contenidos a las propuestas de los docentes de educación física. Haciendo uso de la teoría lúdica (Huizinga 1939) aproveché la capacidad del juego de recrear componentes sobre la vida y la muerte, de constituir un relato animado. De esta forma, entendiendo al juego no como una mera manifestación cultural, sino como un eje estructurador de la cultura, pude acompañar las historias narradas con historias recreadas en juegos -de ahí el nombre del taller y la página en Internet4-. Haciendo uso de los géneros dominantes de cada juego -acción, drama, suspenso, comedia- una persecución como por ejemplo la mancha, el poliladron o las escondidas se transformaba en una fuga de presos, un motín en un barco, o una persecución de la luna antropófaga; el juego del quemado, en una batalla entre potencias imperialistas; competencias de destreza física se volvían competencias pedestres entre aborígenes. Aplicando este sencillo principio de extrapolación, desarrollé más de 50 juegos. Durante la semana, los chicos generaban preguntas, dudas respecto de las bases de los juegos, el origen de los objetos, las secuelas de las historias que les narraba. Entonces los lugares que visitamos una vez por semana eran espacios para confrontar dudas, divulgar su existencia y sus valoraciones, estimular el interés por

visitarlos y confrontar pasado-presente. Finalmente, para el cierre de los casi dos meses de actividades realizamos una excavación simulada, en la que fueron apareciendo enterradas cosas que hacían referencia a los objetos del cofre y los temas tratados. La consigna final para el destino de estos objetos era que debían ser estudiadas en el laboratorio, para al siguiente año poder contar nuevas historias a otros chicos y continuar jugando en el tiempo. Ahora bien, si la práctica de la divulgación se desarrolla considerando datos, estrategias y argumentos, su estudio debería orientarse a problematizar esos componentes y socializarlos.

LA EXPERIENCIA DE EXPLORARNOS ¿Contenidos, modalidades, contextos? Una situación que enfrenté fue la de decidir qué información socializar. Para los que sostienen una concepción objetivista del aprendizaje esto deriva en un problema: el costo de oportunidad, es decir, aquello que dejamos de decir al abordar determinados discursos. Esta situación suele ser pensada como un problema de representatividad, donde el tiempo efectivo dedicado a la transferencia siempre es un factor limitante. Una forma habitual de responder a este problema consiste en considerar que al aumentar la resolución de ciertos contenidos, también quitamos escala o viceversa. Sin embargo, para Martin Barbero la difusión de una obra o la comprensión del sentido de una práctica no tiene como límites su densidad, sino la situación de lectura, y su imbricación de factores sociales: “Asumir esta perspectiva no va en modo alguno en detrimento de la especificidad de la información o del trabajo cultural, es más bien asumir que esta especificidad no está hecha sólo de diferencias formales sino también de referencias a los mundos de vida y a los modos de uso.” (Martín Barbero 1990 en Herrero Lima 2004: 3-4)

Desde esta perspectiva el verdadero problema surge al ubicar nuestros intereses en esa situación de lectura. Consiste en aceptar que como agentes culturales orientados hacia determinadas competencias de la investigación y que comprometidos con ciertas corrientes teóricas, políticas e ideológicas, podemos marginar otras

perspectivas, valoraciones y/o intereses sobre el pasado y el universo social. Para Foucault (1995) nuestros discursos no son neutrales porque la construcción de sentidos siempre se vincula con un ejercicio de legitimación de nuestro lugar en un régimen de política de la verdad. Esto será retomado para repensar como ciertos fundamentos para la contribución social de la divulgación descansan acríticamente en la concientización para la conservación del patrimonio. En el caso del taller de Ushuaia, intenté generar un diálogo con los diferentes agentes que participan de la construcción del pasado local. Esta es la dimensión social y vinculante del proyecto que me ha conducido desde el rol de comunicador o educador hacia el de gestor cultural o mediador (Herrera Lima 2004). En este camino se abren nuevas posibilidades para el divulgador, ya no como un mero agente respondiendo a unos pocos intereses, sino como intermediario en una sociedad dialógica, participativa e intercultural (Pernicone 2007). Superando este verdadero desafío democrático, me topé con la posibilidad de considerar las definiciones en juego: ¿qué significa divulgar ciencia? El primer obstáculo a superar es el de separar la idea de comunicación de contenidos científicos, de la divulgación científica de contenidos. De restringirme a una definición centrada en el rigor académico de los contenidos, situaciones como la intervención de otras voces no científicas desestimaría esta experiencia como científica. La condición científica de estos productos, en todo caso, emana de un diálogo entre personas y prácticas legitimadas del quehacer científico, pero aceptar que lo científico de la comunicación sólo recae en la condición científica de los contenidos, desplaza toda la atención hacia la justificación-legitimación de “lo científico” respecto de los conocimientos necesarios sobre divulgación para divulgar (Sánchez Mora 2006). Al considerar esta naturalización sobre los contenidos termina cayendo por su propio peso la idea que separa la “producción estrictamente académica”, de la “producción estrictamente divulgativa”, y se hace más coherente pensar a la divulgación en términos de modalidades, estrategias, contextos y destinatarios, y no en términos de productos académicos o no académicos. Ahora bien, ¿solo existe una forma de concebir las modalidades? Ciertamente existen diferentes concepciones de la comunicación pública. Estas formas de percibir a la práctica divulgativa tienen correlatos sociales que se reflejan en las modalidades divulgativas: no es lo mismo concebir a la divulgación como vulgarización, es decir, como un ejercicio universal de simplificación del

conocimiento en función de la incapacidad del educando para acceder a la complejidad del fenómeno, que problematizar el medio de comunicación, sus destinatarios y sus contextos (Calsamiglia et al. 1998). En la primera definición opera un modelo de déficit donde el conocimiento debe ser “bajado” hasta condiciones que permitan un acceso mínimo al sentido original del mensaje. Mensaje, que es conocimiento, y que sólo es potestad del sabio. Por otra parte, al pensar a la divulgación como decodificación, se separa el contenido original que se transmite de la forma verbal final. La consecuencia discursiva es que esta última expresión pasa a ser, “(...) sólo un envoltorio de un saber que existe -de facto- independientemente de su representación discursiva. De esta forma, lo lingüístico se concibe como algo complementario, accidental y, en consecuencia, secundario.” (Calsamiglia et al. 1998:2)

En cambio, en el taller he adoptado un enfoque pragmatista donde la divulgación científica es comprendida en términos de recontextualización (sensu Calsamiglia et al. 1998). Para esta concepción el contenido del discurso si está estrechamente vinculado a su representación comunicativa, ya que ella responde a un determinado contexto comunicativo. De esta forma, la variable contextual me demandó no sólo elaborar una estrategia acorde a las circunstancias, sino la recreación del mismo conocimiento para una audiencia no especializada. Concebir esta variable constituye una herramienta analítica y ética poderosa: no es lo mismo argumentar la necesidad de simplificar o generalizar por la incapacidad del educando de entendernos, que explicar gran parte de esta falta de entendimiento por la falta de voluntades, espacios, herramientas teóricas y prácticas, y tiempos para desarrollar contenidos. Modalidades y contextos están cargados por variables que es necesario empezar a dilucidar. Evidentemente la gestión divulgativa anual en el marco de un equipo de arqueología difiere de las clases diarias de arqueología en espacios de educación formal en primaria, secundaria, universidad, que a su vez difieren de los espacios de educación no formal e informal con niños en diferentes situaciones. Entonces, si estamos de acuerdo con este panorama infinitamente más complejo, buena parte de nuestros esfuerzos deberían orientarse pragmática y reflexivamente pensando en contextos, con estrategias empáticas y con metas coherentes respecto de los entornos conceptuales y situaciones de escasez de recursos que condicionan

cualquier propuesta.

¿Fundamentación y contribución social? Al comienzo del proyecto me orienté a fundamentar la experiencia y el trabajo en términos de explorar estrategias divulgativas del capital antropológico en contextos alternativos, y contribuir en la protección de los paisajes arqueológicos e históricos de Ushuaia. Por un lado esperando favorecer a la didáctica y pedagogía de la antropología, por el otro intentando una contribución social más amplia desde la concientización patrimonial. Reviso este último objetivo, a posteriori, bajo una mirada menos ingenua. En el marco de los procesos sociales y políticos como la crisis de “lugar en el mundo” de la arqueología (Podgorny 1995) o de la investigación social (Caicedo 2003), la fundamentación de una determinada actuación social, como la divulgación científica, no puede sostenerse sólo desde las contribuciones a la comunidad científica: sea a la didáctica o la pedagogía de la antropología. Es necesario un aporte social más amplio. Pero ¿cómo fundamentamos la contribución social? Como profesionales y estudiantes vinculados a universidades públicas justificamos la socialización desde un tipo muy particular de fundamentación que se basa en una concepción de dones y contradones. Esta concepción tiene antecedentes en el campo de la extensión universitaria latinoamericana (González 1996) e implica un ejercicio orientado a la democratización del conocimiento adquirido. Estos conocimientos transferidos pueden traducirse como una forma de retribución por nuestro paso por la universidad pública. El problema surge al considerar que esta socialización está cargada de un espíritu altruista que naturaliza la transferencia como universalmente beneficiosa. Pero ¿es la búsqueda desinteresada del conocimiento -intelectualismo- lo que prima, por ejemplo, en el fundamento de conservar? Como ha sido señalado por Criado Boado y González Méndez (1995) no podemos perder de vista que las experiencias de puesta en valor del patrimonio cultural están atravesadas por la lógica del sistema capitalista y los procesos de mercantilización cultural. En este sentido el taller de Ushuaia es una oferta cultural y educativa cargada de sentidos y valores sobre los recursos culturales. Como el concepto de Patrimonio Cultural naturalizado y ampliamente difundido en tanto conjunto de bienes estables, neutros, con valores y sentidos universales a partir de

criterios sobre lo auténtico y original (Salgado Gómez 2008) facilita su empaquetado como bien de consumo para ser transferido en una oferta cultural y educativa, podemos esperar vernos involucrados en la patología de los intereses económicos y políticos en juego. Justamente porque ocupamos un lugar clave tanto en la legitimación de lo patrimonial, como en la significación comunitaria de los recursos culturales, tenemos que reconocer que las experiencias de puesta en valor orientadas a la conservación de lo patrimonial -que suele ser legitimado como valioso para todos- son funcionales fundamentalmente a nuestros intereses. Los beneficiarios de la conservación y la concientización no son sólo los niños y las “generaciones futuras”, sino los sectores que sacan rédito político y económico de esos recursos culturales no renovables que aspiran a patrimonializarse. Y estos sectores no se reducen a las secretarias de cultura, organismos internacionales, propietarios de sitios con yacimientos arqueológicos, agencias o agentes de turismo y recreación, sino que benefician muy particularmente a los que necesitan disciplinar a la sociedad en la conservación para poder seguir estudiando, investigando y educando. Desde este desquiciado prisma, no sólo concientizamos para conservar, sino que conservamos para concientizar. Pero lo interesante de implicarnos en la ecuación radica en la posibilidad de repensarnos para empezar a transformarnos. Estableceré una relación. En antropología, el develar la interacción del individuo con el todo social constituye un punto de partida clave del campo objetual (Caicedo 2003). Por otra parte la necesidad de una fundamentación social respecto de nuestro circunscripto quehacer académico nos obliga a comprometernos con una contribución social más allá de nuestros intereses. Es decir que nuestro objeto de estudio es también un sujeto de contribución: el sujeto social-cultural. Pero en esta ecuación, que remite al científico que estudia a la humanidad y al científico que contribuye a la sociedad, se omite la implicación del científico en la humanidad y en la sociedad. Es decir, esta concepción es acompañada por un mecanismo de distanciamiento respecto de ese sujeto social-cultural. En antropología, ese sujeto casi siempre es otredad. Este mecanismo opera invisibilizándonos tanto como sujetos socialesculturales incorporables en el estudio, como destinatarios de las contribuciones orientadas a la sociedad. El resultado es una inconsistencia, donde los fundamentos sociales para contribuir a la sociedad están cargados de intereses no explicitados,

y estos intereses no pueden ser dilucidados por la investigación porque esta se construye sobre una plataforma epistemológica que no puede dar cuenta de nuestro lugar en la ecuación (Vasilachis de Gialdino 2007). Entonces, la invisibilización de la divulgación, expresa en antropología una ceguera mayor: la de nosotros. Creo que todo estudio antropológico debería estar acompañado de un explicitación de la subjetividad fundante y toda contribución debería empezar por un ejercicio de sinceramiento. Esto es explicitarnos como sujetos de contribución e implicarnos en nuestra investigación: el científico como individuo que interactúa con el todo social y se estudia como sujeto social-cultural y el científico que como actor político motivado por intereses personales expandibles o no al de otros actores, contribuye a su propio escenario social. Entonces, en términos de la génesis social de cualquier verdad, hablar de fundamentos desde la antropología, de argumentos para el quehacer antropológico, supone transmutar el para qué en términos de para quiénes. Frente al abismo de no haber respuestas al para qué que no se relacionen con nuestros ombligos, el estigma resonante de esta pregunta inconmensurable nos obliga a enfrentarnos contra la burguesa y etnocéntrica hipocresía que evita revisarnos a nosotros mismos en nuestras experiencias de trabajo en y con la sociedad. Una discusión más profunda escapa a las posibilidades de este trabajo, sin embargo considero que liberados de tener que transferir contenidos como si su fundamento, su valor social fuera algo dado per se -intelectualismo-, y reconociendo las limitaciones

epistemológicas, podríamos esgrimir, como primer argumento,

que divulgar puede tener mucho más que ver con un ejercicio de vinculación social y exploración de los usos sociales y políticos de la ciencia que con un ejercicio de transferencia unilateral que nos contenta sólo si es efectivo en nuestros propios términos paternalistas. Sinceramiento. A la luz de todas estas consideraciones, la realización del taller de Ushuaia se justifica en primer lugar como una actividad de exploración teórica-política en la búsqueda de nuestro lugar para la contribución en el todo social. En su contribución social conservadora, para el desarrollo de estrategias que estimulen modos del ver el mundo desde la antropología que recreo. Desde sus alcances disruptivos, como un campo laboral que puede ayudar a sostener a estudiantes cuya subsistencia no está garantizada durante la carrera gracias a un sistema injusto: en el marco de la tercerización laboral, los criterios restrictivos de

acceso a espacios de educación formal y los convenios laborales no pagos por los equipos de investigación, poder estudiar y trabajar en antropología no es posible para cualquiera. Si el científico también responde a intereses de clase en un sistema social que condiciona el acceso al poder -de tener voz y voto para deci(di)r dentro y fuera de la academia-, entonces, la potencialidad de apostar a la construcción de otros espacios es favorable para la construcción de otro ser-antropólogo: uno cuyo acceso a esta carrera no sólo dependa de la buena ventura de su condición de clase, uno que no tenga que bajar su rendimiento académico por trabajar fuera de su campo mal remunerado, uno que pueda repensar la utilidad de su conocimiento. Tanto la búsqueda de una ética de la antropología, como la fundamentación social de nuestra praxis de frente al espejo son, en el mejor de los casos, bálsamos al corto plazo para una enfermedad crónica. Reconocer la potencialidad de la autocrítica, es también reconocer la crudeza de los problemas que enfrentamos.

LA EXPERIENCIA EN RETROSPECTIVA: CONCLUSIÓN La aventura del taller y la realización de este trabajo ha sido necesaria para exponer problemas fundantes: la marginación e invisibilización de un campo que puede ayudar a revisar y transformar el quehacer antropológico. En la primera parte del trabajo expuse aspectos básicos de la propuesta explicando las estrategias operacionalizadas, mientras que en la segunda plantee que la divulgación no puede separarse de un ejercicio de vinculación social y autoexploración. Esta propuesta educativa se inspiró en una pedagogía social-humanista priorizando la estimulación del interés por aprender y el aprendizaje como condición de posibilidad para el discernimiento, por sobre la transmisión de datos per se. Sin embargo hubo un esfuerzo concreto en la transferencia. Esta no se centró en la densidad formal de los contenidos, sino en explicitar y hacer inteligibles los supuestos que estructuran nuestra disciplina: pasado, presente y temporalidad; generalización, diversidady complejidad; objeto, sujeto, investigadores e investigados. La expectativa es que explicitando estos ejes estructuradores un signo o categoría antropológica puede empezar a ocupar un lugar relevante en las representaciones de los chicos. Estas elecciones han construido una tentativa respuesta -por lejos, insuficiente- a las tentativas preguntas sobre, primero, cuál es la importancia de

transferir datos en el contexto de una profunda falta de fundamentación de las contribuciones sociales de la divulgación de antropología, y segundo, cómo afrontar la búsqueda una antropología aplicada a una educación autocrítica, no coercitiva y sinérgica. Creo que el camino poco transitado que separa estos interrogantes puede empezar recorrerse en los lindes de la comunicación pública de los saberes antropológicos y la antropología de esa práctica comunicativa. Entonces, aceptando la imbricación de lo político en la investigación y la divulgación, apuesto al estudio de herramientas para la estimulación del interés de la sociedad por aprender sobre una antropología que desafía sus límites. De esta forma contra el modelo ciencia básica-aplicada (Varsavsky 1969), una epistemología centrada en el sujeto cognoscente y una antropología de la otredad, apuesto a un espacio reflexivo de objetivación y transformación del nosotros, los académicos, los estudiosos, como sujetos sociales-culturales susceptibles al análisis en la búsqueda de un para quién más inclusivo. Su implementación ofrece nuevas esperanzas de respuesta a cómo usar el análisis antropológico de la antropología para colectivamente sacarnos de nuestro presente predicamento (Borofsky 2000).

EPILOGO: LA EXPERIENCIA DEL PODER El vicio y la virtud del taller fue la de acercarse al campo de la divulgación científica en el marco de un contexto y un fin recreativo, y no en un contexto académico con un fin intelectual y educativo tradicional. Ambas situaciones están sobredeterminadas. En este sistema toda práctica laboral tiene como condición de existencia su reproducción, aún en los matices de una reproducción parcial. Por lo tanto la mercantilización de la cultura, no nos evade ni como sujetos socialesculturales, ni como productores de sentidos culturales legítim(ad)os. Si para el horror de muchos la simulación de una excavación con chicos -también podríamos hablar de “casos agudos”: un graffiti sobre arte rupestre, el huaqueo de un cementerio aborigen, o el traslado de momias sin el aval de los conservadores- no se justifica porque no contribuye a la preservación del Patrimonio Cultural, para muchos otros la construcción del patrimonio es una decisión que no sólo compete a los que garantizan un estado de intereses escondiéndose sólo detrás de un estado de cosas. Aún si ciertos sacrificios no son negociables, bajo

la salvaguarda de la inestimable racionalidad burguesa, igual será necesario cierto grado de redención a través de la explicitación de aquellos intereses frente a las valoraciones contrapuestas. La crisis de la modernidad obliga. Tal vez, sin tener que llegar al extremo de chocarnos contra nuestros propios muros, tengamos que redefinir en la agenda de prioridades de los vicios y virtudes de nuestro campo objetual, cuáles son nuestras opciones de vasallaje y cuáles son nuestras posibilidades disruptivas.

AGRADECIMIENTOS A los niños, niñas y familias que se animaron a viajar por el tiempo. A la familia Imbert y Alejandra Danna por abrirme las puertas del trabajo, con confianza. A las docentes de grupo Fernanda Dick y Natalia Cona. A Alba, Barri y su hermosa familia, del museo Yámana. A Alejandra Rossel del Museo Naval y del Ex-presidio de Ushuaia; Martín Vázquez, Nelida Pal y Vanesa Parmigiani del Museo del Fin del Mundo y el CADIC. A Cristina Bellelli por sus sugerencias. A los medios que facilitaron la difusión del taller. A mis amigos del alma Anabella Vasini, Carla Birsignani, Marcela Lupo y Ariel Mel, por estar tan cerca, siempre. A mi pequeña familia en Buenos Aires: Beatriz Moscovici, Judith Estrin y Rubén Jacherian. A mí querida abuela Lucrecia Luzuriaga, mi madre Gabriela Vernieri, mi padre Horacio Moscovici y mis hermanos Santiago y Lihuel que son pilares en este camino. A los p erd id o s.

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NOTAS 1Son cuestiones que estoy desarrollando en mi tesis y que subyacen a este trabajo. Entiendo por marginación a la situación de exclusión por fallas en la integración de la divulgación a un modelo dado del quehacer científico: el de la ciencia-martillo. Este modelo distingue entre una ciencia básica, pura y desprovista de connotaciones éticas, políticas e ideológicas, de sus instancias de aplicación (Varsavsky 1969; Marí 1991). En este modelo, la divulgación es una mera práctica que nunca ocupará un lugar inherente y protagónico en la investigación, ya que las instancias de aplicación son concebidas por fuera de las de investigación. Por su parte, la invisibilización es definida como una operación de omisión de la divulgación científica reali­ zada por antropólogos y arqueólogos del universo de análisis disciplinar. Ella es el resultado de aplicar en nuestro campo objetual una epistemología centrada en el sujeto cognoscente, la cual plantea un reduccionismo unidireccional entre el investigador y el que es conocido (Caicedo 2003; Vasilachis de Gialdino 2006). De esta forma si la marginación excluye a la divulgación científica como componente inherente de una investigación, la invisibilización la excluye como práctica susceptible de ser analizada. 2La defino como toda actividad organizada, sistemática, educativa, realizada fuera del marco del sistema oficial, para facilitar determinadas clases de aprendizaje a subgrupos particulares de la población (Coombs y Ahmed 1975 en Vázquez 1998). 3Extrapolo la propuesta de Salgado Gómez (2008) al campo científico. Me interesa repensar el concepto de Patrimonio Cultural como fuente de intereses -por ej. su conservación- y ex­ pectativas -por ej. su estudio y explotación comercial- que favorecen sólo a ciertos grupos, o bien sólo en sus términos. En este sentido lo concibo en su dimensión dialéctica: como dis­ positivo simbólico y disciplinario de exclusión social, y como construcción social atravesada por relaciones de poder y dominación. 4http://wwwjugareneltiempo.blogspot.com

8. Bioarqueología y Prácticas Mortuorias

UNA CUESTIÓ N DE M UERTE: CO TIDIA NEID A D Y PRÁCTICAS FU N ERA R IA S EN EL SITIO JUELLA, Q UEBRADA DE H U M A H U A CA , JUJUY

BARBICH, Santiago Francisco * DE STÉFANO, Julia del Carmen **

INTRODUCCIÓN El objetivo del presente trabajo es rever y caracterizar el comportamiento mortuorio del sitio arqueológico Juella, Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy. De esta manera, apuntamos a entender la relación que existió entre este comportamiento y las prácticas cotidianas llevadas a cabo en los recintos donde se hallaron las inhumaciones. A los fines propuestos, revisaremos los datos publicados por Cigliano (1965, 1967) y llevaremos a cabo una comparación entre los conjuntos habitacionales 08-11 y 32-34. En cada caso analizaremos la espacialidad al interior de los recintos y la cultura material (dentro de la tumba y fuera de ella) para ver la relación que existió entre los diferentes tipos de prácticas: cotidianas y rituales. Por otro lado, en los casos analizados notamos que los enterratorios se realizaban en cistas o en urnas al interior de los recintos. De este modo, más allá del ritual que constituye el momento de enterramiento de un ser humano y de su acompañamiento material, nuestro énfasis se centra en los significados que conlleva el convivir con el difunto en el mismo ambiente donde se vive, se duerme, se come, etc.

EL SITIO La Quebrada de Juella se abre hacia el oeste de la Quebrada de Humahuaca. A aproximadamente 4 km de la intersección entre ambas un cono de deyección con * Instituto de Arqueología, U.B.A. [email protected] ** Instituto de Arqueología, U.B.A. [email protected]

forma de espolón alberga al sitio arqueológico Juella. La pendiente pronunciada de dicha geoforma impide que el acceso al sitio sea posible desde todos lados, habiendo solo unos pocos sectores desde los cuales se puede acceder. Durante su ocupación se accedía a través de un camino ubicado en el extremo septentrional. Hoy en día existe otro acceso ubicado en la parte sur que no parece haber tenido vigencia mientras el sitio estuvo poblado (Nielsen et al. 2004). Es un sitio de grandes dimensiones, comparado con otros contemporáneos de la región, siendo su extensión estimada de 6 hectáreas. Su ocupación se enmarca dentro del período Tardío del NOA, cuya extensión temporal va desde el año 900 DC hasta el 1410 DC. (Palma 1998). Según Nielsen (2007), teniendo en cuenta los fechados disponibles hasta ahora, el sitio habría estado poblado durante el llamado Período de Desarrollos Regionales II, entre el 1250 y el 1420 DC aproximadamente. Por otra parte, es importante mencionar que hasta el momento no se ha detectado ningún tipo de objetos ni construcciones inkaicas que evidencien la presencia del Tawantinsuyu en el sitio. En cuanto a su ordenamiento urbano, el sitio es un asentamiento conglomerado residencial (Cigliano 1967). A través de su extensión se aprecian unidades de vivienda de variados tamaños y formas, espacios abiertos y recintos mayores que, según Cigliano (1967), actuaron como campos de cultivo. Es de destacar que el sitio tiene más de 400 estructuras, algunas de los cuales se encuentran adosadas formando unidades arquitectónicas de 3 o 4 recintos con aberturas que comunican unos con otros. Estos en su mayoría son rectangulares, sin embargo algunos presentan ángulos ligeramente redondeados. Un rasgo del sitio que es resaltado por Nielsen y coautores (2004) son las vías de circulación. Existe un camino principal que corre en dirección N-S y se encuentra sobreelevado a 1,5 m. Otro camino, paralelo, se une con este en un sector del sitio más elevado y sin construcciones. A ambos lados de los caminos, otras vías de circulación de menor tamaño dirigen el paso hacia los recintos. A su vez, solo unos pocos recintos presentan la entrada apuntando al camino principal.

Figura 1. Plano del sitio tomado de Nielsen y coautores (2004). Hasta el momento, todos los entierros que se conocen del sitio se encuentran dentro de los recintos. A grandes rasgos podemos decir que los adultos se encuentran sepultados dentro de cistas y los párvulos dentro de ollas de diferentes estilos cerámicos. En el presente trabajo haremos una revisión de las prácticas mortuorias del sitio y para ello realizaremos una comparación entre las unidades 08-11, compuesta por 4 recintos, y la unidad 32-34, compuesta por 3 recintos.

M ARCO TEÓRICO

En este trabajo consideraremos a las prácticas funerarias como un componente fundamental que permite la producción y reproducción de la sociedad. Es decir, que destacamos la intencionalidad del comportamiento funerario cuestionando la

posibilidad de una lectura directa de la materialidad funeraria como referente de lo social. Es por ello que planteamos como problema la naturaleza de las correspondencias entre la variabilidad de lo funerario y lo social desde una perspectiva mediante la cual los objetos y situaciones no revelan, sino que contrariamente, ocultan o codifican el orden social (Braithwaite 1982; Hodder 1982; Pader 1982; Parker Pearson 1982; Shanks y Tilley 1982, 1987). Asimismo, sostenemos que la presencia de determinadas características en las estructuras mortuorias actúa como mecanismo de transmisión de una forma particular de ver al mundo social y de denotar posiciones frente a otros grupos. No son pues, necesariamente, un reflejo pasivo de la organización social sino que pueden ser producto de elecciones y estrategias sociales y personales activas. Las prácticas mortuorias pueden idealizar las relaciones sociales diarias, invertirlas o enmascararlas. De allí que el comportamiento mortuorio pueda reflejar, más allá de la organización social, el modo de ver el mundo desde esa sociedad. De la misma manera, consideramos que el espacio no es solamente el marco donde se llevan a cabo las actividades humanas sino que es producto de la acción humana. Los sujetos se constituyen tanto espacial como materialmente y el espacio se convierte en un lugar para la producción y consolidación de significados (Hodder 1999; Soja 1989; Tilley 1994; Thomas 1993, 2001). Entendemos entonces que la relación que se da entre la gente, el espacio y los objetos no es directa sino que está mediada por las ideas, las creencias y los significados (Hodder 1994).

DESCRIPCIÓN Y ANALISIS DE LOS DOS CONJUNTOS El primer conjunto analizado corresponde al 08-11, ubicado en el sector norte del sitio. Está conformado por 4 recintos adosados los cuales fueron excavados en su totalidad por Cigliano (1967). El recinto 08, como se observa en la Figura 2, presenta un muro que lo divide en dos, quedando la parte más pequeña como un ambiente de circulación o pasillo y la otra, de mayores dimensiones, como un lugar donde posiblemente se realizaban actividades domésticas.

Figura 2. Planta del conjunto 08-11. En relación a las inhumaciones, en el ángulo SO a 70 cm de la pared O y a 60 cm de profundidad del piso se encontró un entierro secundario de adulto en una cista. Esta fue construida con piedras elegidas y lajas que servían para trabar y otras de mayor tamaño que fueron utilizadas como tapa. La pared de la misma tenía 8-10 cm de espesor y era ligeramente ovalada con un diámetro máximo de 70 cm y un mínimo de 64 cm. A modo de ajuar funerario se hallaron un vaso y un puco ambos pertenecientes al estilo Tilcara Negro sobre Rojo (en adelante N/R). En la esquina NO de este mismo recinto, sobre el piso de ocupación, se halló un párvulo algo flexionado cubierto en parte por una pequeña laja. Por debajo de este se halló otro párvulo dentro de una olla de estilo Juella Tosca, la cual estaba tapada con una laja. Continuando con los hallazgos del recinto 08, otro párvulo fue encontrado sobre la pared E a 70 cm de profundidad del piso. En este caso estaba enterrado dentro de un hoyo cuyas paredes se hallaban bien consolidadas. En esta misma ubicación, por encima del párvulo y sobre el piso de ocupación, se halló una pieza de piedra. Dentro de este mismo recinto, sin asociación directa con los enterratorios,

han sido hallados otros elementos. Sobre el ángulo NE se advierte la presencia de fragmentos cerámicos de diferentes estilos: 34 fragmentos de Juella Tosca y 47 fragmentos de Tilcara N/R. Por otra parte, a la altura de la mitad de la pared O se halló una boquilla de hueso, la cual se encontraba sobre el piso de ocupación. Por su parte, en la habitación 9, en el ángulo SE debajo del piso, se encontró una cista circular de 87-90 cm de diámetro y 75 cm de altura, tapada con 5 piedras lajas de 75 cm de longitud de promedio. A su vez, las paredes de ésta fueron confeccionadas con piedras elegidas de forma sub-cuadrangular y trabadas por lajas pequeñas. En su interior se encontraron cuatro esqueletos de adultos en entierro secundario. Junto a los cuerpos se advierte la presencia de un ajuar compuesto por 4 pucos correspondientes a los tipos Juella Rojo, Juella Negro y Rojo, Poma N/R y Tilcara N/R, junto a un cuchillón de madera y una calabaza. Es de destacar que según informa Cigliano (1967) el ajuar funerario se encontró sin ningún orden en la cista, lo cual, sumado al carácter secundario de la inhumación, no nos permite individualizar qué ajuar le correspondía a cada uno de los individuos. Sobre el piso de ocupación, en este mismo recinto, se registraron: un objeto de hueso, el cuello de una urna (en el ángulo SE), la base de un puco Poma N/R, 7 fragmentos de cerámica Tilcara N/R y 12 fragmentos de Juella Tosca. Es de destacar que en los recintos 10 y 11 no se hallaron estructuras funerarias. En el recinto número 10 solo se advierte la presencia de varios tiestos aislados de diversos estilos, mientras que en el recinto 11, además de cerámica en abundancia, se hallaron bastantes instrumentos líticos relacionados a actividades de molienda (conanas, manos y morteros). El segundo conjunto analizado, corresponde al 32-34 que se ubica en la parte sur del sitio. Esta unidad está formada por tres habitaciones que se comunican entre sí por aberturas que se encuentran en los muros divisorios. Se destaca la presencia de 4 escalones que permiten la entrada desde el exterior hacia el recinto N°34, que apunta directamente a uno de los caminos que guían la circulación al interior del sitio (Figura 3).

Conjunto 32-34

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Entierro de adulto

l i Cerámica ■ Lítico A Instrumento de hueso

Figura 3. Planta del conjunto 32-34. En la habitación 34, en la esquina NE y a 20 cm de los cimientos del pircado, fUe hallada una cista circular con un esqueleto humano adulto en entierro secundario. Dicho enterratorio, presenta como acompañamiento un puco Juella N/R, una mano de mortero y un objeto de madera. Por su parte, en la esquina SO se hallaron una mano y un objeto de hueso sobre el piso de ocupación. La habitación 32 presenta un picardo en su interior que subdivide al recinto en dos (parte E y parte O). En la parte O, se halló en la esquina NE una cista con un entierro secundario de adulto sin ningún elemento como ajuar funerario. En este mismo recinto, en la esquina SE, apareció un fragmento de mano de pecana y 7 fragmentos cerámicos del tipo Angosto Chico Inciso (ambos hallazgos fueron hechos sobre el piso de ocupación). Por su parte, en el recinto 33 no se halló ningún entierro y solo se hallaron solo una mano y un mortero plano en la esquina SO. En relación al análisis espacial de los conjuntos 08-11 y 32-34 vemos que todas las inhumaciones se encuentran en el área intramuros sobre el piso de ocupación. A su vez en estos mismos recintos se han hallado además otros materiales no asociados de manera directa a los enterratorios (piezas de piedra, instrumentos de hueso, fragmentos cerámicos) que nos sugieren la posibilidad de que en esta misma habitación se realizaran otras actividades además de albergar a los difuntos. Esto

nos lleva a pensar la íntima relación que existía entre las prácticas funerarias y las actividades diarias. Así mismo, queremos insistir sobre la importancia del tamaño de los recintos. Todos son de pequeñas dimensiones: superficies menores a 9 m2, lo cual implica que cualquier persona trabajando o circulando dentro del recinto se encuentre cercana a la cista, y por lo tanto, no pueda dejar de advertir la presencia del individuo enterrado.

CONSIDERACIONES FINALES Si bien este trabajo constituye una primera aproximación a la funebria del sitio arqueológico Juella, hay una serie de puntos sobre los que queremos hacer hincapié. En lo que respecta a los tipos de entierros vemos que coexisten dos modalidades distintas: en cistas para adultos y en urnas para párvulos. Es de destacar, por un lado, la variabilidad en la elección de estilos en las ollas utilizadas para los enterratorios y además la modificación en el significado que éstas adquieren, ya que no son ollas de uso doméstico sino que tienen un uso funerario. En relación al ajuar funerario también vemos que predominan los elementos de uso cotidiano (vasos, pucos, etc) así como la variabilidad de estilos. Aunque por el momento no podemos estar seguros de que estos artefactos fueron previamente utilizados en actividades cotidianas o si fueron confeccionados exclusivamente para acompañar a los difuntos, sí podemos sugerir que las similitudes estilísticas apoyan una continuidad entre ambos tipos de actividades. Advertimos, por último, que en todas las habitaciones donde se han hallado enterratorios se encontraron también objetos que no tienen una relación directa con las tumbas. De lo anterior se desprende, por un lado, que los recintos no eran exclusivamente para enterrar a los muertos ni exclusivamente para realizar tareas domésticas, y por otro, que tampoco existen objetos que fueran confeccionados únicamente para acompañar a los muertos. Entonces, en la misma habitación donde se realizaban actividades cotidianas se presentan individuos enterrados. De esta manera observamos dos prácticas que no parecen ser opuestas, coexisten y pueden, sin que esto afecte alguna de las dos, compartir el mismo espacio físico. A su vez observamos que no existía una intención de ocultar a los difuntos

sino que en general estos se encuentran en lugares donde su presencia podía ser advertida por quien circulara por el interior del recinto, o incluso por el exterior, como se aprecia en el caso del recinto 34, recinto cuya cista se encuentra a pocos metros de la entrada que da al camino principal. Los enterratorios y las actividades domésticas son entonces dos esferas que no pueden ser separadas y se entremezclan en la cotidianeidad de la gente. Interpretamos entonces al convivir día a día con el muerto como un ritual cotidiano que tiene otras implicancias simbólicas que el momento del entierro en sí. Este ritual cotidiano, de todos los días, produce una unión, una continuidad entre el mundo de los muertos y el mundo de los vivos (Barret 1994). Nos atrevemos a decir entonces que en Juella existió una cercanía física, social y simbólica entre vivos y muertos, una continuidad entre la vida y la muerte que era constantemente reproducida en la cotidianeidad de los pobladores. A modo de cierre, con este trabajo quisimos ofrecer un acercamiento al papel que jugaba el comportamiento mortuorio en la organización política y social de este poblado durante el período Tardío. Pretendimos insertar al muerto dentro de la vida cotidiana, no pensarlo como algo ajeno a esta y despojarnos de las concepciones con las que vivimos en nuestra sociedad. Contrariamente a esta idea de la muerte como algo lejano y ajeno a los vivos, proponemos que existió una cotidianeidad que implicaba la convivencia con el difunto en el mismo ambiente donde se dormía, se comía, se procesaba alimento, en otras palabras: donde se vivía. De esta manera postulamos que, para el caso de estudio, el corte tan tajante que se da entre la vida y la muerte biológicas no existe entre la vida y la muerte como concepciones simbólicas y sociales.

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A PLICA C IÓ N DE M ETO DO LO G ÍA S M O LECU LA RES EN CONTEXTOS A RQ UEO LÓ G IC O S

CRESPO, Cristian M. *

INTRODUCCIÓN Tradicionalmente, la arqueología ha centrado sus investigaciones en tratar de comprender y explicar la diversidad cultural de las poblaciones pretéritas y describir los procesos que incentivan los cambios culturales (Shennan 2002). Para alcanzar tales metas se ha valido de la construcción de secuencias culturales mayormente sobre bases tipológicas, así como también de mediciones y comparaciones de los rasgos ambientales existentes en las distintas regiones. Una metodología válida para tratar dicha temática es la utilización del material genético, que permite estudiar la dinámica de poblaciones y factores demográficos, especialmente el que proviene de la mitocondria y el cromosoma Y (Schurr 2004; Stone y Stoneking 1998). En las últimas décadas, la antropología biológica comenzó a utilizar datos moleculares en sus intentos por responder interrogantes específicos; entre ellos las historias y trayectorias de la dispersión global de nuestra especie así como sus migraciones internas y su evolución en el sentido más amplio. Esta nueva línea de investigación ha sido denominada de diferentes maneras -i.e. Antropología Genética, Antropología Molecular- y cuando las muestras son arqueológicas, Arqueogenética o Paleogenética para referirse a estudios de ADN antiguo, dando por sentado que además se la integra con la información procedente de diferentes disciplinas (Oliveira 2008; Renfrew 2000). Todos estos estudios se encuadran dentro del marco teórico de la genética de poblaciones, que estudia la evolución y distribución de diferentes marcadores genéticos y frecuencias alélicas en distintas regiones del mundo para describir y/o modelar procesos poblacionales y su evolución. Este tipo de investigaciones son de marcada importancia ya que integran diversas especialidades y disciplinas permitiendo aplicar y analizar diferentes líneas de evidencias que estudian la evolución humana (Hummel 2003; Kaestle y Horsburg 2002). Estos

* Fundación de Historia Natural Félix Azara. Dpto. de Cs. Naturales y Antropológicas. Universidad Maimónides. [email protected]

estudios probaron ser útiles en diversas problemáticas de difícil y/o ambigua resolución en el registro arqueológico. Como ejemplo se establecieron filiaciones entre distintas poblaciones extintas, se reconstruyeron procesos demográficos y evolutivos en diferentes poblaciones, se determinaron procesos de domesticación de plantas y animales, se realizaron reconstrucciones climáticas, se identificaron especies extintas y no extintas en el registro arqueológico, se analizaron los patrones culturales relacionados con el acceso a recursos, y se realizaron paleo-diagnósticos de parásitos o microbios relacionadas con la salud de distintas poblaciones (Hummel 2003; Kaestle y Horsburg 2002). A su vez, también fueron utilizadas para modelar el origen del género Homo y su dispersión global conocida bajo el nombre de la “hipótesis de la Eva mitocondrial” (Cann et al. 1987) y su relación con otras poblaciones emparentadas, como es el caso de los Neandertales (Green et al. 2009; Krause et al. 2007; Krings et al. 2000). Actualmente, la mayoría de la información de la Antropología Genética o Molecular proviene del ADN de poblaciones humanas actuales y en menor cantidad, de estudios realizados utilizando ADN antiguo. Recientemente se han diseñado diferentes protocolos y metodologías a fin poder extraer ADN de restos esqueletales de manera exitosa, sin correr riesgos de contaminación (Carnese et al. 2010; Crespo et al. 2009; Paábo et al. 2004) e integrarlos interdisciplinarmente. Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, el siguiente trabajo tiene como meta dos objetivos: en primera instancia, analizar las características y los principales marcadores genéticos utilizados en el análisis de ADN antiguo, enfocándonos principalmente en el ADN mitocondrial (ADNmt de ahora en más) y su utilización en estudios arqueológicos y de poblamiento americano. En segunda instancia, presentar los resultados parciales obtenidos de la extracción y tipificación de ADN antiguo a partir de piezas dentales de individuos adultos procedentes del Museo regional Rosa Novak, Puerto San Julián, Santa Cruz y su posterior remontaje.

ESTUDIOS DE ADN ANTIGUO Y SU APLICACIÓN EN ARQUEOLOGÍA A partir de la década de 1980 los estudios de marcadores genéticos por técnicas moleculares comenzaron a utilizarse en diversas problemáticas antropológicas y arqueológicas en todo el mundo de manera frecuente. Un momento crucial para todos

estos estudios fue la secuenciación completa del genoma mitocondrial (Anderson et al. 1981), modificada luego en 1999 (Andrews et al. 1999) ya que proporcionó la secuencia contra la cual comparar los demás ADNs mitocondriales que se estaban obteniendo en diversas investigaciones. Un evento de vital importancia fue la invención de la reacción en cadena de polimerasa -PCR de aquí en más- permitiendo amplificar y copiar los segmentos de ADN elegidos para cada investigación. En el campo del ADN antiguo, los primeros trabajos comenzaron también la década de 1980. Inicialmente investigadores chinos comprobaron que el ADN podía presentarse preservado en tejidos corporales muy antiguos (Hunan Medical School 1980). Años posteriores se demuestra la presencia de ADN en un infante momificado (Paabo et al. 1984). En 1989 se produjo otro gran avance técnico, ya que por primera vez se logra extraer y amplificar ADN procedente de restos arqueológicos, demostrando la supervivencia del mismo en tejidos óseos antiguos (Hagelberg et al. 1989). En arqueología, estas metodologías han comenzado a aplicarse con éxito en diferentes tópicos de interés, dentro de los cuales se pueden nombrar como principales: la determinación del sexo para reconstrucciones demográficas (Hummel 2003), identificación de especies animales y vegetales en el registro arqueológico (Burger et al. 2000), procesos de domesticación de plantas y animales (Fernández et al. 2006; Marín et al. 2007), acceso diferencial a recursos claves (Speller et al. 2005), reconstrucciones paleo ecológicas (Barnes et al. 2000), estudios de parentesco en poblaciones prehistóricas (Keyser-Tracqui et al. 2003) y el análisis de diferentes marcadores genéticos a fin de dar cuenta de la dispersión de los humanos en diferentes continentes y los procesos microevolutivos que primaron en las poblaciones durante dicho procesos (Schurr 2004). Estos estudios y metodologías están aportando lentamente evidencias e información adicional sobre problemáticas de interés arqueológico, además de la posibilidad de unir diferentes líneas de investigación y disciplinas que estudian el pasado del hombre.

CARACTERÍSTICAS DEL ADN ANTIGUO Y DE SU EXTRACCIÓN El ADN antiguo se puede extraer exitosamente de una gran variedad de restos orgánicos. Su estado de conservación depende la temperatura y la humedad del contexto donde estaban depositados (Kaestle y Horsburgh 2002). Actualmente se disponen de

distintos protocolos relacionados con la extracción de ADN antiguo (Hummel 2003; Kaestle y Horsburg 2002). Es esperable que el ADN contenido en las muestras antiguas esté degradado, dificultando el estudio de fragmentos de ADN de gran cantidad de pares bases. A su vez, las posibilidades de contaminación están siempre presentes, debido a que cualquier molécula de ADN moderno puede estar en las muestras, reactivos, enzimas y demás herramientas que se utilizan en los procesos de extracción y purificación, conllevando a una interpretación errónea de los resultados. Diversos investigadores han marcado a las etapas de extracción y amplificación del ADN como las más críticas (Hummel 2003; Kaestle y Horsburg 2002; Páábo et al. 2004). Para evitar dicha contaminación se utilizan comúnmente los siguientes protocolos: a) las superficies de las muestras debe ser tratada con hipoclorito de sodio con el fin de remover la posible contaminación de ADN exógeno; b) todos los materiales con los cuales se trabajará la muestra o que tendrán contacto con ella deben estar libres de ADN; c) blanqueo (tratamiento con hipoclorito de sodio e irradiación con UV) de accesorios, herramientas, mesadas, etc; d) asegurar que todos los reactivos, enzimas y soluciones sean alicuotados y utilizados sólo en la extracción de ADN antiguo y sean almacenados en lugares sin contacto con ADN moderno o fuentes de contaminación; e) aislar los lugares de trabajo que sean utilizados en los diferentes pasos de la extracción; f) en la PCR, el movimiento del aire y la transferencia de tubos y pipetas puede fácilmente agregar ADN exógeno que puede llegar a contaminar la muestra. Los laboratorios de ADN antiguo deben estar aislados física y logísticamente de toda investigación biológica; g) toda la maquinaria a utilizarse debe limpiarse y remover el posible ADN existente y utilizarse solo para muestras antiguas; h) utilización de guantes, barbijos, mascarillas y guardapolvos descartables; i) utilizar un blanco testigo que acompañe la muestra en todo el proceso de extracción a fin de detectar la presencia de posibles contaminaciones.

MARCADORES GENÉTICOS UTILIZADOS EN ADN ANTIGUO Actualmente se disponen de diferentes sistemas genéticos para estudios en poblaciones actuales. Por las limitaciones que posee el ADN antiguo, anteriormente nombradas, se utilizan mayoritariamente marcadores factibles de amplificar. Cada uno tiene diferentes características y su utilización depende de la información que se necesite

obtener y del objetivo de investigación que se tenga. Los mismos pueden dividirse en: a) biparentales (heredados de ambos padres) que poseen recombinación en el momento de la concepción. Dentro de esta categoría pueden nombrarse a los grupos sanguíneos ABO (Hummel et al. 2002), las cadenas de repeticiones cortas, denominadas STRs autosómicos (Keyser-Tracqui et al. 2003) y al gen de la amelogenina (Hummel 2003) que se utiliza para realizar el sexado molecular de los individuos, y; b) uniparentales (heredados solamente de uno de los padres), que no poseen recombinación genética en el momento de la concepción. Dentro de esta categoría pueden nombrarse a la región no recombinante del cromosoma Y (Keyser-Tracqui et al. 2003) de herencia exclusivamente paterna y al ADN mitocondrial (Stone y Stoneking 1998) de herencia exclusivamente materna. De todos los marcadores nombrados anteriormente, el ADNmt es el más utilizado en genética de poblaciones, ya que al no poseer recombinación, es posible rastrear las líneas maternas de cualquier población. A su vez, su gran número de copias aumenta las posibilidades de recuperarlo en restos antiguos (Hummel 2003; Kaestle y Horsburg 2002; Lalueza et al. 1997). Es un genoma que ha sido muy estudiado, por lo que se conocen muy bien sus tasas de mutación, sitios polimórficos, y lugares de corte para análisis moleculares y filogenéticos. Todas estas características han sido utilizadas para estudiar el proceso de dispersión del género Homo a través del continente americano y los diferentes procesos que modelaron su estructura actual (Carnese et al. 2009; Crespo et al. 2009; Hummel 2003; Schurr 2004; Stone y Stoneking 1998; entre otros).

CARACTERÍSTICAS DEL ADN MITOCONDRIAL Las mitocondrias son organelas localizadas en el citoplasma celular presentes en la mayoría de las células. Están repartidas de forma uniforme en todos el organismo, tanto vegetal como animal. Su número varía dependiendo de la célula. Poseen una pequeña cantidad de ADN -16.569 pares bases- (Anderson et al. 1981) de forma circular. Una de las principales características de las mitocondrias es la de poseer un sistema genético propio. Posee una región no codificante llamada región control

(dividida en HVR I y HVR II) la cual posee una alta tasa de mutación (Anderson et al. 1981; Hummel 2003). Dentro del restante ADNmt se encuentran diferentes polimorfismos los cuales son característicos de ciertas poblaciones y regiones geográficas. Los polimorfismos, como su nombre lo indica (muchas formas) son producto de errores ocasionales en la copia del ADN llamadas mutaciones, definidas como el cambio de uno o más nucleótidos en una secuencia genética. Esas mutaciones se introducen al azar dentro de la molécula de ADN y es lo que se observan para realizar comparaciones. Estas mutaciones pasan de una generación a otra, por lo que el nuevo ADN que ha sufrido la mutación estará presente en la descendencia. Estos procesos ocurren también en el ADN mitocondrial. El reconocimiento de dichos polimorfismos es utilizado en la actualidad para realizar filiaciones y filogenias maternas de diferentes grupos humanos. En poblaciones americanas actuales se ha logrado determinar la existencia de ciertos polimorfismos del ADNmt (Bonatto y Salzano 1997a y b; Lalueza et al. 1997; Schurr 2004; Stone y Stoneking 1998). Todas estas investigaciones se basan en la existencia de haplogrupos reconocidos mediante RFLP -Polimorfismos de longitud de fragmentos de restricción- o bien, haplotipos reconocidos mediante secuenciación de la región HVR I y II. En la actualidad es ampliamente aceptado que ciertas características del ADNmt son típicamente de origen amerindio. Dichas características son puntos de mutación -cambios en la secuencia de los nucleótidos base-, lo cual ha permitido reconocer diferentes haplogrupos mitocondriales. A cada haplogrupo amerindio le corresponde un conjunto de polimorfismos en particular. Los mismos pueden definirse a través de enzimas de restricción mediante la técnica de RFLP como (ver Stone y Stoneking 1998): haplogrupo A, ganancia de sitio de corte en la posición 663 para la enzima HaeIII; haplogrupo B, deleción de 9bp en la región COIII/tRNA; haplogrupo C, pérdida de sitio para la enzima HincII en posición 13259; y haplogrupo D, pérdida de un sitio de corte para AluI en posición 5176.

ESTUDIOS DE ADNMT EN POBLACIONES NATIVAS AMERICANAS En poblaciones nativas americanas, el primer estudio genético poblacional llegó a la conclusión de que el ADNmt existente en las poblaciones americanas era diferente al presente en las demás poblaciones de todo el mundo (Johnson et al.

1983). En 1985, con la misma metodología, se confirmó las afinidades asiáticas del ADNmt americano, informando la presencia de diferentes polimorfismos que eran desconocidos en otras poblaciones (Wallace et al. 1985), llevando a los autores a proponer una posible conexión entre asiáticos y americanos y describiendo las características de haplogrupo D. En 1990, se logró caracterizar los haplogrupos amerindios A, B, y C (Schurr et al. 1990). Por último, se confirmó la presencia de un quinto haplogrupo, que fue denominado como X (Foster et al. 1996). La información genética ha permitido establecer que: a) los cuatro mayores haplogrupos se encuentran en poblaciones de Norte, Centro y Sudamérica, patrón que indica que éstos estaban presentes en la o las migraciones hacia el Nuevo Mundo. La información del ADN antiguo ha permitido comprobar esto, ya que en todas las Américas se encuentran identificados cuatro haplogrupos fundadores (Schurr 2004; Stone y Stoneking 1998) sumado recientemente a la confirmación en restos arqueológicos del haplogrupo X en Norteamérica (Mahli y Smith 2002); b) se puede observar a través de los grupos amerindios y muestras prehistóricas patrones intercontinentales de distribución de los haplogrupos, tanto para las muestras modernas como para las antiguas. El haplogrupo A muestra una disminución en su frecuencia con sentido Norte-Sur, mientras que los haplogrupos C y D muestran un incremento en dirección Norte-Sur. En contraste, no se verifica una distribución clinal para el haplogrupo B, pero está en muy baja frecuencia en ciertas zonas del Norte de Norteamérica (Merriwether et al. 1994) y Sudamérica (Lalueza et al. 1997). A su vez, en ciertas regiones de Sudamérica -región andina y aledañas- se observan altas frecuencias de los haplogrupos A y B, lo cual puede estar relacionado con procesos micro evolutivos como el flujo genético y deriva, ambos efectos del surgimiento de los diferentes imperios -Inca sobre todo- y sociedades estatales (Moraga et al. 2005; Rodriguez-Delfín et al. 2001). Se ha interpretado que estas distribuciones podrían estar reflejando los patrones originales del poblamiento americano, la subsecuente diferenciación genética de las poblaciones nativas en ciertas regiones geográficas o aspectos de ambos procesos (Schurr 2004). Algunos investigadores han postulado un tipo de patrón clinal siguiendo un sentido Norte-Sur en la frecuencia de ciertos haplogrupos -C y D- en detrimento de los restantes, que puede ser causado por procesos que afectaron la demografía o por selección de esas características (García et al. 2006; Lalueza-Fox et al. 1997; Schurr 2004). Este patrón se observa claramente en la Patagonia (García et al. 2006; Lalueza et al. 1997); c) los haplogrupos A,

B, C y D parecen proceder juntos de una misma migración, pero muchas de las tribus actuales reflejan ausencia de al menos uno de los linajes (Schurr et al. 1990). Este patrón probablemente demuestra una situación en la que la deriva genética y el efecto fundador han influenciado una extinción estocástica o una fijación de ciertos haplogrupos mitocondriales. Se ha calculado según la diversidad genética existente en aborígenes, que el poblamiento inicial podría haber sido conseguido con una sola migración (Bonatto y Salzano 1997a; Dejean et al. 2007; Kitchen et al. 2008). A su vez, el número de migrantes pudo haber sido muy reducido y aún así explicaría perfectamente la distribución y variabilidad genética existente, con posibilidad de que la o las poblaciones hayan estado expuestas a un asilamiento geográfico muy marcado antes de ingresar al continente, con una rápida expansión geográfica posterior (Dejean et al. 2007; Kitchen et al. 2008); f) la fecha calculada para la separación de los grupos y el poblamiento americano ronda los 20.000 años (Bonatto y Salsano 1997a y b; Dejean et al. 2007).

ESTUDIOS DE POBLAM IENTO AMERICANO Arqueológicamente muchos estudios han hecho hincapié en problemáticas tales como la relación entre poblaciones y su evolución y adaptación a diferentes ambientes, las posibles rutas migratorias y momento de arribo al continente, los procesos demográficos que atravesaron y su dispersión por los distintos ambientes (Dillehay 2000; Fiedel 2000; Meltzer 1992; entre otros). Pero por las dificultades que presenta algunas veces el registro arqueológico en relación a su grado de integridad y preservación -que en ciertas áreas y/o rangos temporales puede ser muy bajo-, puede ser difícil contestar completamente los interrogantes mencionados, ya que el grado de la información recuperable muchas veces puede ser disímil (Borrero 2001 a y b; Lanata 1996). Otros investigadores han tratado de explicar el proceso de poblamiento en América y, particularmente su extremo sur, a través de los hallazgos de sitios tempranos y la construcción de tipologías basadas en puntas de proyectiles (Borrero 2001a; Dillehay 2000; Pearson 2004), tratando de rastrear este proceso y unir histórica, biológica y tecnológicamente a los primeros pobladores del Cono Sur con aquellos que ingresaron al continente inicialmente. Pero han enfrentado limitaciones

en la información disponible en el registro arqueológico con fechas tempranas, y la metodología para establecer dichas comparaciones (Pearson 2004; Politis 1991). Diversos autores han remarcado que las discontinuidades y fragmentariedad del registro arqueológico puede deberse a un problema de muestreo o explicarse por la dinámica del proceso de dispersión de una población y su entrada a un nuevo espacio, dando lugar a cuellos de botella y efectos fundadores, lo cual puede haber afectado las características demográficas, tecnológicas y biológicas de dichas poblaciones (Borrero 2001 a y b; Lanata 1996; Pearson 2004). Se ha utilizado marcadores mitocondriales y sus mutaciones para estudiar cómo pudo darse este proceso -i.e. Bonatto y Salzano 1997a y b; Schurr 2004; Stone y Stoneking 1998; entre otros-. Analizar la distribución de los linajes maternos a través del espacio ha contribuido a estudiar procesos evolutivos, migratorios, relaciones entre poblaciones y de ancestría entre grupos extintos y actuales. La obtención de esta información ha permitido inferir posibles procesos microevolutivos (como deriva, migración o selección) que pudieron atravesar las poblaciones humanas en el pasado (Lalueza et al. 1997), los cuales son de gran utilidad para estudiar la dinámica de la dispersión en las Américas y el poblamiento de diferentes espacios en particular (Schurr 2004). En pocas ocasiones se ha utilizado la aplicación de técnicas moleculares sobre restos arqueológicos del territorio argentino (Carnese et al. 2010; Crespo et al. 2009; Demarchi et al. 2001; Lalueza et al. 1997) para el estudio del poblamiento y demografía

MATERIALES Y MÉTODOS Las muestras Las muestras analizadas fueron obtenidas en el Museo Regional Rosa Novak, Pto. San Julián, Provincia de Santa Cruz. Son parte de colecciones que posee el museo cedidas por coleccionistas privados para su estudio y preservación. Actualmente no se disponen de fechados ni información contextual de las mismas, salvo que proceden de trabajos de remoción de terreno en diferentes cascos de estancias de las inmediaciones de la ciudad. Se tomaron cinco piezas dentales y un fémur de diferentes individuos adultos, pero se analizaron hasta ahora sólo tres muestras. Las mismas fueron: segundo premolar superior izquierdo (rotulado como

DA1), segundo premolar derecho (rotulado como DA2) y un tercer molar superior derecho (rotulado como DA3), ya que presentaban las mejores probabilidades de extracción del ADN, dejando de lado las demás piezas para análisis posteriores.

Extracción y tipificación del ADN Con el fin de preservar las piezas dentales se priorizó aplicar una metodología no destructiva sobre las muestras. Para ello se analizó sólo la pulpa dental. Inicialmente se sumergió la pieza en hipoclorito de sodio por diez minutos para limpiarla de cualquier fuente de contaminación presente en la superficie de la pieza. Se sujetaron las piezas dentales a una morsa y se retiró su raíz con un minitorno. Se obtuvo su pulpa dental en forma de polvo con una fresa y se recolectó el mismo en un tubo estéril, ascendiendo a una cantidad aproximada de 200 mg. por pieza analizada. Se realizaron alícuotas del 60-70 mg. para efectuar posteriormente las contra muestras necesarias siguiendo las recomendaciones bibliográficas (Kuch et al. 2007). A estas alícuotas se les agregó un ml. de EDTA 0,5 M a Ph 8 para remover todo el calcio y liberar el material orgánico presente. Como paso siguiente, se le adicionó 800 ^l de Buffer de extracción, 200 ^l de SDS y 50 ^l de Proteinasa K para obtener el material genético y eliminar posibles impurezas. Esto se realizó en un rotador a 55 °C durante 12 horas. Luego se extrajo el ADN siguiendo los protocolos de Fenol-Cloroformo Isoamílico (Hummel 2003). Debido a que el ADN antiguo suele estar degradado y en poca cantidad, se empleó para purificarlo y concentrarlo el equipo Wizard SV Gel and PCR Clean-Up System (Promega, Winsconsin, USA). Se utilizó una reacción en cadena de polimerasas (PCR) para obtener un gran número de copias de la sección del ADNmt y del gen de la amelogenina, siguiendo los protocolos estándar para este tipo de muestras (Hummel 2003; Stone y Stoneking 1998). A fin de detectar los polimorfismos mitocondriales amerindios clásicos se realizó digestión enzimática o RFLP -Polimorfismos de longitud de fragmentos de restricción- siguiendo los protocolos mencionados en otros trabajos (Hummel 2003; Stone y Stoneking 1998). Dicha reacción nos permitirá ver a través de diferentes enzimas los sitios de corte característico para cada haplogrupo mitocondrial (Schurr 2004; Stone y Stoneking 1998). Para el gen de la amelogenina no hizo falta realizar una RFLP, ya que dicho gen es dimórfico: en el cromosoma X tiene una deleción de 6 pares bases con respecto al de cromosoma Y, obteniéndose diferente patrón bandas

en las amplificaciones de individuos masculinos y femeninos.

Remontaje de las piezas Debido a que los análisis de ADN se realizaron a partir de la pulpa dental, las piezas pudieron ser resguardadas de posibles fisuras o fracturas en su parte externa. De todas maneras, siempre cabe la posibilidad de que las piezas arqueológicas analizadas sufran algún tipo de daño. En este caso, es importante considerar la obligación primordial de preservación que debe tener cualquier investigador por sobre cualquier proyecto o interés de investigación. Las muestras analizadas en este trabajo fueron remontadas lo mejor posible a su estado original. Para este cometido se rellenó la cavidad producto del acopio de su pulpa con un monómero autocurable del mismo matiz de la pieza (Figura 1) para poder ser devuelta en las mejores condiciones posibles a las autoridades del museo que permitieron nuestros estudios.

Figura 1. Estado de las tres piezas dentales luego del proceso de extracción de su pulpa y su remontaje posterior.

RESULTADOS Se pudo determinar en dos de las muestras (DA2 y DA3) que los segmentos correspondientes al gen de la amelogenina eran los esperados en individuos de sexo femenino. Para los marcadores mitocondriales, se pudo determinar en dos de las tres

muestras analizadas (DA2 y DA3), la presencia del haplogrupo D. Dicho resultado fue repetido en dos PCRs distintas, de diferentes extracciones para comprobar la autenticidad de los mismos. No se pudo determinar ningún marcador genético para la muestra rotulada como DA1, posiblemente por la presencia de inhibidores que estaban presentes en la muestra, habituales en este tipo de material.

DISCUSIÓN Si bien el análisis de ADN antiguo es sumamente laborioso creemos que la información que se obtiene es muy valiosa y de aplicabilidad en diversas disciplinas. Esto se ve reflejado sobre todo en los estudios del poblamiento americano. Actualmente se hallan reconocidos cinco haplogrupos mitocondriales fundantes en toda América (A, B, C, D y X sólo en Norteamérica). Los análisis de ADN antiguo permiten avalar estos resultados, ya que la misma variabilidad de haplogrupos mitocondriales es la encontrada en todas las muestras arqueológicas hasta ahora analizadas por diversos investigadores. En la región Patagónica se encontraban identificados sólo dos haplogrupos (C y D), hecho interpretado como resultado de procesos microevolutivos relacionados con efectos fundadores y deriva génica (Lalueza et al. 1997). Recientes investigaciones han identificado al haplogrupo B, además del C y D (Moraga et al. 2009) en distintas frecuencias, variando las mismas en relación a la antigüedad de las muestras, en un total de 40 individuos de diferentes sitios arqueológicos de Fuego-Patagonia de Argentina y Chile. De todas maneras los autores remarcan que el haplogrupo B comienza a disminuir hasta desaparecer cuanto más próximas al presente son las muestras. Si bien los individuos muestreados en el presente trabajo y los que están disponibles en bibliografía son un conjunto pequeño aún, la baja o ausente frecuencia de los haplogrupos A y B en Patagonia puede entenderse debido a la estructura poblacional, la demografía y factores geográfico-ambientales (Dejean et al. 2007). Los haplogrupos C y D continúan teniendo alta frecuencia en la región de procedencia de las muestras avalando las hipótesis actuales sobre la distribución de linajes maternos en América (Dejean et al. 2007; Lalueza et al. 1997; Schurr 2004). A su vez los resultados obtenidos en este estudio demuestran la factibilidad de la extracción de ADN a través de pulpa dental sin destruir la pieza (Figura 1) y la

posibilidad de comenzar a realizar íntegramente estudios de este tipo en laboratorios de este país. Con el material genético obtenido se están realizando determinaciones de otros marcadores genéticos, intentando remover los inhibidores presentes en la muestra DA1 y comenzando los estudios sobre las piezas restantes.

AGRADECIMIENTOS Se agradece a la Fundación Félix de Azara por sus colaboraciones, al C.E.B.B.A.D, Universidad Maimónides, por prestar sus instalaciones e insumos y a la sección de Antropología biológica de la Facultad de Filosofía y Letras y a su director Dr. F.R. Carnese. También agradecemos a la Municipalidad de la ciudad de Puerto San Julián, a las autoridades del museo regional Rosa Novak y de la Secretaría de Cultura de la ciudad. Apoyo financiero de UBACyT y Conicet.

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PR O C ESO S DE CAM BIO EN LAS PR Á CTIC AS M O RTUO RIAS DE LOS CONTEXTOS LO CALES BA JO EL D O M IN IO INCAICO EN EL VALLE CALC H A Q U Í NORTE, SALTA KERGARAVAT, Marisa * AMUEDO, Claudia **

INTRODUCCION El objetivo del presente trabajo es evaluar la presencia de cambios culturales durante el periodo de dominación (1450 - 1532 DC) del incanato en las comunidades que habitaron el Valle Calchaquí Norte, Salta, a partir del estudio de las prácticas mortuorias. En general, el avance del Imperio Inca sobre las poblaciones locales implicó la apropiación de sus lugares sagrados (wak’a), así como el control de su culto, las peregrinaciones, la materialidad y las experiencias sensoriales (espacio construido y accesibilidad) (Acuto et al. 2008a). Observando las realidades locales en los momentos de la conquista y dominación, se destaca la atención puesta sobre las prácticas mortuorias por parte del Imperio. Dentro de la estrategia incaica se buscó mediar entre los aspectos sagrados de la comunidad local y los intereses ideológicos de la dominación, sin producir una fractura de la cosmovisión, sino su apropiación por medio de su resignificación (Acuto et al. 2008a), regulando así la relación entre la comunidad y lo sagrado. Dentro de este marco, observamos que las prácticas funerarias sufrieron cambios sutiles en comparación a otros procesos. Esta poca afectación de la funebria es paradójica dada la importancia del culto a los ancestros en la cosmovisión del mundo andino (Earls y Silverblatt 1978). Dentro de esta cosmovisión, las manifestaciones hacia los muertos producen y reproducen tanto el vínculo entre los antepasados y la comunidad, como entre los vivos. Este sustrato ideológico también formaba parte del mundo incaico ¿Por qué los incas no se apropiaron directamente de estas prácticas, cuando si lo hicieron con otras?

* FFyL, UBA. [email protected] ** FFyL, UBA. [email protected]

Para responder a esta pregunta estudiaremos la evidencia de las actividades mortuorias disponible en la zona de estudio, comparando el momento de ocupación incaica (1450 - 1532 DC) con el momento previo, el Período Tardío (1000-1450 DC). En primer lugar haremos una breve descripción de los modelos de cambio social aplicados en arqueología y nos detendremos en cómo estos se aplicaron en el caso del dominio incaico sobre las poblaciones del noroeste argentino. Estos modelos se centraron en cambios a niveles macro-estructurales como cambios económicos, político-administrativos y religiosos. A continuación evaluaremos la propuesta de la teoría de la práctica sobre el análisis del cambio social en situaciones de contacto y dominación. La misma, sin ignorar el cambio macro-estructural atiende a los cambios sucedidos a nivel de la práctica social, de las personas y sus relaciones. En tercer lugar, presentaremos la muestra estudiada de los sitios del Valle Calchaquí Norte y la metodología de análisis aplicada a la misma compuesta por 179 tumbas provenientes de los sitios de La Paya (SsalCac1), Guitián (SsalCac2) y Tero (SsalCac14). Por último, se expondrán los resultados junto con la discusión de los mismos. Este trabajo sobre las prácticas mortuorias del Valle Calchaquí Norte, se inserta dentro de un proyecto mayor, dirigido por el Dr. Félix Acuto (IMHICIHU, CONICET) y el Dr. Andrés Troncoso (Universidad de Chile), cuyo objetivo es estudiar las actividades y paisajes rituales Incas en los Andes del Sur. El proyecto busca demostrar que la naturaleza del paisaje incaico y las estrategias de dominación que los Incas desarrollaron en muchas áreas de los Andes del Sur estuvieron más relacionadas con aspectos ideológicos/simbólicos y culturales de la colonización, antes que con intereses económicos y logísticos.

MODELOS DE CAMBIO SOCIAL Los modelos de cambio social en arqueología se han enfocado tradicionalmente en el cambio como resultado de factores externos actuando sobre una sociedad que pierde su equilibrio y debe reajustarse a las nuevas condiciones. Estos factores externos pueden ser naturales, como los cambios climáticos y/o la disposición de recursos. También pueden ser sociales, como el crecimiento demográfico (generando presión sobre los recursos, lo que lleva a la intensificación o domesticación) o el contacto con otra sociedad (Hodder 1994; Trigger 1989).

Los modelos clásicos de cambio social en situaciones de contacto parten de la premisa de que los sujetos dominados sufren una desestructuración profunda de su modo de vida y, por lo tanto, deben caer en un proceso de readaptación a la nueva situación. El ritmo de este proceso estará determinado por las condiciones impuestas por el grupo dominador. En conclusión, todo se resume a la dicotomía desestructuración-adaptación. Los casos se observan como situaciones terminales en las que el cambio es inevitable e implica el fin de un modo de vida, de un tipo de conducta social, material y cosmológica donde la desestructuración lleva a la formación de identidades culturales nuevas. En este sentido, los estudios arqueológicos de situaciones de contacto se han centrado principalmente en la observación del impacto sobre los ámbitos estructurales: políticos (nueva organización, nuevas jerarquías, nuevas relaciones de poder); económicos (cambios en las actividades de subsistencia y distribución) y religiosos (cambios en los aspectos rituales, de culto y de participación) (Hodder 1994; Gamarra 2008; Trigger 1989). Para ejemplificar este punto nos referiremos al contexto general de cambios introducidos por la conquista incaica en el Noroeste Argentino que han recibido mayor atención en los estudios arqueológicos y a sus correlatos materiales: -Cambios económicos: ocupación efectiva de los lugares más fértiles, remodelación y cambios tecnológicos (como collcas y andenes), intensificación de la producción agrícola, apropiación de la explotación minera (González 2000; Raffino 1978, 1981). -Cambios políticos: captación de la colaboración de las elites locales, intervención en los mecanismos de asignación de status, reestructuración de las relaciones de producción, traslado de poblaciones (mitmakunas) (Acuto et al. 2008a; D'Altroy et al. 1994; González 2000). -Cambios religiosos: mediación estatal de las ceremonias locales, apropiación de las wak'as locales, traslado, en el caso de ser posible, de w ak’as al Cuzco, reorganización del panteón de deidades y reorganización de los espacios de culto (Acuto et al. 2008a).

EL CAMBIO SOCIAL DESDE LAS TEORÍAS DE LA PRÁCTICA Las teorías de la práctica/agencia pretenden abordar la forma en que los

cambios se suceden y el rol de los sujetos en el proceso. Nuestra propuesta es la de abordar el cambio desde estas teorías (Bourdieu 1999, 2007; Giddens 1979). Esto implica otro punto de vista, desde el cual se pueden observar fenómenos sociales que pasarían por alto los modelos mencionados. Por ejemplo, las prácticas culturales en general y la agencia de grupos subalternos en particular. Entonces, se busca mostrar a través de esta perspectiva teórica importantes aspectos de los procesos de colonización y cambio cultural que no suelen ser vistos: las transformaciones en las prácticas culturales de los colonizados. En los contextos de colonización, por el nuevo tejido de relaciones que se establece, los marcos de sentido de la sociedad local, los aspectos dóxicos (Bourdieu 1999), se fracturan. Y esto es así porque los sistemas de disposición (habitus) cambian y se transforman cuando operan en condiciones objetivas nuevas y diferentes de las que le dieron origen (Gamarra 2008). Entonces, ¿cuáles pueden ser las respuestas de los agentes sociales? Un escenario posible es el de la imposición de un orden, ortodoxia, donde comienzan a ajustarse los mecanismos de aprehensión de una doxa. Frente a este, otra atmosfera posible sería la reflexión y disputa entre distintos esquemas de significación, la heterodoxia (Bourdieu 1999; Bourdieu y Eagleton 2003). Es a partir de esta última imagen que pensamos la situación de los dominadores y dominados en nuestro caso de estudio. Entendiendo que los esquemas de percepción se reproducen y transforman en los estilos de vida y en la vida cotidiana, manifestándose entonces en la praxis social, para nuestro trabajo desarrollaremos un aspecto para observar el escenario propuesto: las prácticas mortuorias.

M ETODOLOGÍA Descripción de la muestra Este trabajo se centra en el estudio de los entierros de adultos de los sitios La Paya (SsalCac1), Guitián (SsalCac2) y Tero (SsalCac14) en el Valle Calchaquí Norte, provincia de Salta (Figura 1). Para la definición de la muestra el análisis partió de la lectura de libretas de campo y bibliografía publicada sobre las campañas realizadas por Juan Bautista Ambrosetti en 1906 y 1907 en La Paya (Ambrosetti 1907-1908), y por el trabajo posterior de Pío Pablo Díaz en el mismo sitio en 1981 (Díaz 1981), así como también el rescate arqueológico dirigido por el mismo Díaz entre 1978 y 1984

en el sitio de Tero (Díaz 1978-1984; Tarragó et al. 1979), a lo que sumamos nuestro trabajo de campo en el Sitio Guitián en 2007. La muestra estudiada se compone de un total de 179 entierros de adultos en cistas: 163 entierros corresponden al sitio de La Paya (Ambrosetti 1907-1908; Díaz 1981), de los cuales, 139 fueron identificados como tumbas tardías y las 24 tumbas restantes se encuentran asociadas a contextos incaicos. Otras 14 tumbas de la muestra pertenecen al sitio Tero, las cuales fueron relevadas durante un rescate arqueológico (Díaz 1978-1984; Tarragó et al. 1979). Del total de 14 tumbas, sólo 3 casos están asociados a contextos incaicos. Por último se sumaron a la muestra 2 entierros del sitio Guitián, una de ellas excavada durante un trabajo de campo propio realizado en el año 2007, bajo la dirección del Dr. Félix A. Acuto; y la segunda tumba fue relevada durante un trabaj o de rescate arqueológico a cargo de personal del Museo Arqueológico de Cachi en el año 2008. La muestra original de tumbas, ascendía a un total de 246 entierros, distribuidos de la siguiente manera: 202 de La Paya, 42 tumbas de Tero y 2 de Guitián. Pero se tomó la decisión, a los propósitos de este trabajo, de retirar los entierros de niños porque se considera que debe estudiarse como una categoría particular, que aún nos es necesario profundizar. Y se obviaron también las cistas excavadas que no contenían cuerpos y que fueron consideradas por Ambrosetti (1907-1908) como almacenes o hallazgos. Es importante aclarar que no se cuenta con fechados absolutos, por lo que la asignación temporal de los contextos considerados tardíos o incaicos está determinada de manera relativa por la presencia de los objetos en los entierros o por la ubicación de dichos entierros dentro de contextos específicos (e.g. RPC).

Figura 1. Valle Calchaquí Norte. A) Quebrada del Río Potrero y conexión con la Quebrada del Toro; B) sector medio del valle Calchaquí Medio; C) Extremo Norte del valle Calchaquí: 1. La Paya (SSalCac 1), 2. Guitián (SSalCac 2), 3. Tero (SSalCac 14), 4. Fuerte Alto (SSalCac 4), 5. Mariscal (SSalCac 5), 6. Borgatta (SSalCac 16), 7. Choque (SSalCac 17), 8. Las Pailas (SSalCac 18), 9. Loma del Oratorio (SSalCac 8), 10. Corral del Algarrobal (SSalCac 27), 11. Quipón 1 (SSalCac 3), 12. Ruiz de los Llanos (SSalCac 10), 13. Valdez (SSalCac 12), 14. Buena Vista (SSalCac 87), 15. Tin Tin (SSalCac 66), 16. Agua de los Loros (SSalCac 63), 17. Tonco 2 (SSalCac 126) y Tonco 3 (SSalCac 126), 18. Pucará de Palermo (SSalCac 6), 19. Alto Palermo, 20. Cortaderas Alto (SSalCac 44), 21. Cortaderas Bajo (SSalCac 65), 22. Cortaderas Izquierda (SSalCac 43), 23. Cortaderas Derecha (SSalCac 65D o 133), 24. Belgrano (SSalCac 120), 25. Casa Quemada (SSalCac 146), 26. Potrero de Payogasta (SSalCac 42), 27. Ojo de Agua, 28. Corral Blanco (SSalRol 10), 29. Capillas (SSalRol 9), 30. Corralito (SSalRol 12), 31. Los Graneros (SSalLap 14), 32. Río Blanco, 33. La Encrucijada (SSalLap 25), 34. El Calvario o RP005, 35. RP002

Variables examinadas Las variables consideradas en este estudio fueron: la ubicación de las tumbas, las características constructivas de los entierros, y el contenido (objetos y cuerpos) de las tumbas. La ubicación de la tumbas se refiere a la localización física de la misma y fue subdividida en: dentro de los sitios (en el interior de los recintos, en el exterior de los recintos y asociadas a sus paredes, en vías de circulación, en montículos, en la periferia de los sitios), y fuera de los sitios (en cementerios, aisladas). Las características constructivas fueron definidas sobre la base de los siguientes ítems: tipo de entierro (cista, entierros directos rodeados de alineamientos simples de piedras), tipo de materia prima (local, no local), forma de la tumba (circular, semicircular, ovalada, etc.), disposición de las rocas, uso de argamasa (presencia o ausencia), tapa o cerramiento (presencia o ausencia). Y por último el contenido de las tumbas: presencia de objetos (tipos presentes), presencia de cuerpos (entierros simples/entierros múltiples, entierros primarios/entierros secundarios). Cada una de estas variables fue estudiada comparando las tumbas asignadas a cada momento (Período Tardío e Incaico).

Presentación de los datos Al observar la ubicación de las tumbas verificamos que no hay diferencias marcadas en la distribución dentro y fuera de los sitios para cada período. Y, al mismo tiempo la distribución de las tumbas dentro y fuera de los sitios es homogénea en ambos períodos (Tabla 1 y 2). Aunque debemos aclarar que se trata de una afirmación general y que no se han realizado test estadísticos que eliminen las variaciones debidas al azar. Tumbas de Adultos P. Tardío

Cantidad de Tumbas

Ubicación La Paya

Tero

Guitián

Total

%

Dentro del sitio

52

11

1

64

42

Fuera del sitio

87

0

0

87

58

139

11

1

151

100

Totales

Tumbas de Adultos P. Inca Localización

Cantidad de Tumbas La Paya

Tero

Guitián

Total

%

Dentro del sitio

12

3

1

16

57

Fuera del sitio

12

0

0

12

43

24

3

1

28

100

Totales

Tabla 2. Ubicación de las Tumbas de adultos del período Inca. Al comparar los tipos de entierros presentes entre el Período Tardío y el Período Inca notamos la aparición de un tipo de estructura mortuoria novedosa durante momentos incaicos. En el Tardío el 100 % de los entierros de adultos están representados por cistas, mientras que, si bien este tipo de entierro tiene una representación mayoritaria en momentos de la ocupación imperial (89%), también se registra un tipo de entierro construido a partir de un alineamiento simple de rocas en torno al cuerpo (Figura 2), el cual podemos considerar como una inhumación directa (Díaz 1981; Tablas 3 y 4)

Tumbas de Adultos P. Tardío Tipo de Entierro

Cantidad de Tumbas La Paya

Cista Directo con alineamiento de rocas Totales

Tero

Guitián

Total

%

139

11

1

151

100

0

0

0

0

0

139

11

1

151

100

Tabla 3. Tipos de Entierros de adultos del período Tardío. Tumbas de Adultos P. Inca Tipo de Entierro Cista

Directo con alineamiento de rocas Totales

Cantidad de Tumbas La Paya

Tero

Guitián

Total

%

22

3

0

25

89

2

0

1

3

11

24

3

1

28

100

Una vez considerados los tipos de entierro, indagamos sobre las características constructivas de los mismos. En primer lugar, el tipo de materia prima utilizada está representada totalmente por materia prima local sin modificaciones (rodados fluviales y lajas), a diferencia de la utilizada en la Casa Morada (La Paya) donde se observa la utilización de materia prima seleccionada y modificada de una cantera ubicada a 17 km (Ambrosetti 1907-1908; González y Díaz 1992). En segundo lugar, en cuanto a la forma de la tumba, prevalecen las formas circulares y semicirculares u ovaladas para ambos momentos, este patrón se verifica incluso para los alineamientos de rocas. En tercer lugar, la disposición de las rocas se mantiene, las mismas fueron acomodadas revistiendo las paredes de los pozos de las cista, en algunos casos se presentan paredes de muro doble (cementerio de La Paya) (Ambrosetti 1907-1908). En cuarto lugar, en ninguna ocasión se constató el uso de argamasa, como si se registró su uso en construcciones de Potrero de Payogasta durante el período del incanato (Difrieri 1947). Por último, se verificó la presencia de tapas o cerramientos. Ambrosetti (1907-08) menciona que durante los trabajos de exhumación se retiraron lajas y tirantes de algarrobo de las bocas de las cistas. Por otro lado, durante nuestras tareas de prospección en los sitios de la zona, registramos la presencia de lajas de gran tamaño (75 x 20 cm) cercanas a las cistas. En relación al contenido de las tumbas, en las tumbas tardías se observa la incorporación de objetos tales como: cerámica (santamariana como urnas y pucos,

cerámica tosca), lítico (puntas, lascas, algunas de obsidiana, cuentas y útiles de molienda), madera (torteros, husos, palas, azadas, figurinas, tabletas, inhaladores, etc.), metal (placas, hachas, cinceles, etc.), óseo animal (restos de fauna, puntas), restos vegetales (marlos, semillas, etc.), pigmentos, entre otros. Por su parte, en las tumbas identificadas para momentos incaicos, son incorporados objetos de origen imperial (aríbalos, platos patos, ollas pie de compoteras, tumis), junto a los objetos locales previos que siguen formando parte de ellas. El análisis de los cuerpos inhumados consistió en la determinación del número presente por tumba, es decir, la valoración de simple versus múltiple. En ambos momentos predominan los entierros de tipo múltiple. Es importante destacar que para momentos tardíos la cantidad de entierros simples es considerablemente mayor (N=43) al que se contabiliza para los entierros incaicos (N=6), esto se debe a que la muestra que poseemos es mayor para momentos tardíos, pero en términos relativos a las cantidades manejadas para cada período la proporciones entre entierros simples y múltiples son similares (Tablas 5 y 6).

Tumbas de Adultos P. Tardío N°

Cantidad de Tumbas La Paya

G uitián

Tero

Total

%

Simple

43

3

0

46

30

Múltiple

96

8

1

105

70

Totales

139

11

1

151

100

Tabla 5. Relación entre tumbas simples y múltiples del período Tardío.

Tumbas de Adultos P. Inca N°

Cantidad de Tumbas La Paya

Guitián

Tero

Total

%

6

0

1

7

25

Múltiple

18

3

0

21

75

Totales

24

3

1

28

100

Simple

Tabla 6. Relación entre tumbas simples y múltiples del período Inca.

Por último, mencionamos que los cuerpos fueron hallados en todos los casos articulados. De esta manera se descarta la existencia de entierros secundarios, o de la evidencia de alguna modificación del cuerpo previa al entierro (desmembramiento, desarticulación, reacomodamiento, ausencia de partes esqueletales, cremación, etc.).

DISCUSIÓN En resumen, los cambios observados en las tumbas del Valle Calchaquí Norte a partir de la comparación de las tumbas del Período Tardío e Inca son sutiles (Tabla 7). En relación a la ubicación de los entierros de adultos, durante el período tardío estos se realizaron en el interior de los sitios: fuera de los recintos, en vías de circulación y en montículos, así como también en la periferia de los sitios, y en zonas de cementerios (como en el sitio La Paya), mientras que durante momentos incaicos todos estos lugares de entierro se mantienen y además se comienza a inhumar individuos adultos en el interior de los recintos (en el interior de un recinto local y en un RPC). En cuanto a las características constructivas de las tumbas (cistas) se mantienen en momentos de ocupación incaica, los tamaños, las formas y las materias primas tradicionales. Se incorpora además un tipo de entierro que es el entierro

directo con un alineamiento de rocas alrededor del cuerpo (Figura 2), evidenciado por los dos casos mencionados. Hasta el momento no hemos identificado entierros directos fuera de recintos. El acompañamiento mortuorio también presenta cambios relacionados con la incorporación de objetos de origen imperial: aríbalos, platos patos, ollas pie de compoteras, tumis. Los mismos objetos locales presentes en el tardío siguen incorporándose a las tumbas (Figura 3 y Tabla 7). Por otra parte es interesante observar que estos objetos remiten a actividades cotidianas como la producción textil, la producción de herramientas líticas, el procesamiento, almacenamiento y consumo de alimentos, el pastoreo, etc. (Acuto et al. 2008b).

Figura 3. Tumba N° 61 de La Paya con objetos de filiación imperial y locales (Ambrosetti 1907-08). Período Tardío

Tipo

U bicación

- Cistas de adultos

- Dentro de los sitios: adultos fuera de los recintos.

Características Constructivas

C ontenido Objetos Cuerpos

-Cistas: cámaras de piedra de formas circulares y ovaladas.

Propios del período tardío del NOA

Entierros primarios individuales y múltiples

- Cistas.

A los objetos locales se suman elementos incaicos: tumis, aríbalos, platos pato, ollas pie de compotera.

Entierros primarios individuales y múltiples

- Fuera de los sitios: adultos en cementerios y aislados. Inca

- Cistas de Adultos - Entierro directo de adultos (en el interior de los recintos)

- Dentro de los sitios: adultos dentro y fuera de los recintos. - Fuera de los sitios: adultos en cementerios.

-Alineamientos de una única hilera de rocas rodeando un cuerpo de adulto (en el interior de los recintos)

CONCLUSIÓN El panorama, en cuanto al accionar incaico y a las respuestas locales en torno a las prácticas mortuorias en el mundo andino en general es, sin dudas, bastante amplio y complejo. Por el momento podemos señalar algunos casos como el del Cementerio Huaquerones, en Puruchuco, en la costa peruana Cock (2002), el sitio Camarones 9, en Arica, costa norte de Chile (Ulloa et al. 2000), el sitio Bellavista, en el Valle del Aconcagua, también en Chile (González y Rodríguez 1993; Pavlovic el al. 2004; Sánchez Romero 1998), la fortaleza Lupaca de Cutimbo y el sitio Sora (Lago Poopó), ambos en el área lacustre del altiplano Boliviano (Gil García 2001; Kesseli y Parssinen 2005), y por último, el sitio La Huerta en la Quebrada de Humahuaca (Palma 1997-1998), donde los autores describen ciertas continuidades en las prácticas y sobre todo en la expresión material de las mismas. Se observan persistencias en cuanto al tipo de entierro (entierros primarios, entierros secundarios), al lugar de entierro (en cementerios, cercanos a sitios de habitación, dentro de los lugares de habitación), en relación a las características estructurales de las tumbas (chullpas, cámaras circulares o rectangulares, bóvedas subterráneas en montículos, fardos funerarios, entierros directos), la cantidad de cuerpos inhumados (entierros múltiples, entierros individuales); y por último en cuanto a los objetos incorporados a la tumba, especialmente en los casos de los sitios de Bellavista y La Huerta, donde se observa que se suman los objetos incaicos a los locales. Para el caso del Valle Calchaquí Norte en particular, interpretamos la conservación de las prácticas y las modificaciones menores observadas como respuestas locales a un contexto social sujeto a un cambio intenso. La llegada de los incas al Valle Calchaquí Norte implicó una reestructuración de las relaciones con lo sagrado (Acuto et al. 2008a), y la preservación de la funebria puede considerarse como una forma de conservación de los esquemas de significación previos (ortodoxia). Sin embargo, también consideramos que los aspectos dóxicos relacionados con el culto a los muertos eran compartidos entre los incas y las poblaciones vallistas, y por lo tanto, en este contexto el inca no buscó un quiebre o un enfrentamiento directo con las ideas y prácticas locales, sino la creación de una dinámica representacional donde el sustento ideológico fuera dado por el imperio, cubriendo aquellos aspectos del universo local sin entrar en conflicto con él. Dentro de esta lógica se insertan las prácticas mortuorias, las ideas y prácticas del culto a los ancestros continuaron

fluyendo como una esfera de reproducción social a nivel local. Más allá de las estrategias de dominación expuestas, la conquista del imperio incaico se diferenció de lo que después constituyó la conquista española por respetar las creencias y sistemas de asentamiento en ayllus como unidad social. No respeto como estrategia, sino como un mundo de ideas y esquemas representacionales compartidos. Su dominio fue efectivo porque resignificaron no para legitimar su dominación, sino porque era su lógica de reproducción del mundo, donde el contacto con lo sagrado era parte constitutiva y de suma importancia para la reproducción de la vida (Earls y Silverblatt 1978; Rostworowski 1976). Ahora bien, si un momento de contacto entre poblaciones implica un cuestionamiento de este orden naturalizado de vivir, dándose una crisis al crearse un nuevo tejido de relaciones (materiales, personales, de ideas, choques de cosmologías, etc.), en este caso, donde las ideas y las prácticas en definitiva, no chocaron radicalmente, ¿hay una crisis en las representaciones a escala cataclísmica? Posiblemente si, pero en otro orden (e.g. relaciones de producción, organización política) (Raffino 1981). En el caso estudiado, la materialidad imperial se incorpora a lo cotidiano, pero no reemplaza los objetos que tradicionalmente eran utilizados. Entonces, volviendo a la pregunta realizada anteriormente para el área específica del Valle Calchaquí Norte: ¿por qué los incas no afectaron directamente las prácticas mortuorias, cuando sí lo hicieron con otras prácticas? Una de las respuestas es que no había un por qué para hacerlo. De alguna manera, afectarlas hubiera implicado afectar los ciclos productivos de la comunidad local (y la propia, dado los asentamientos locales del imperio). Los muertos son parte de las fuerzas productivas, lo que hace posible, entre otras cosas, la circulación de los flujos vitales, y por lo tanto parte del sistema que hace posible la reproducción de la vida (Earls y Silverblatt 1978; Randall 1993; Rostworowski 1976) ¿Qué significaría atentar contra las prácticas mortuorias locales? Significaría afectar las relaciones de los vivos con los muertos de una comunidad, supondría atentar contra las técnicas milenarias que hacen que las cosas (plantas, animales, minerales, niños, textiles, cerámica) en los Andes se vuelvan productivas. En un contexto de cambios radicales en las prácticas y las experiencias, las percepciones relacionadas con el mundo de la muerte no fueron afectadas porque existía una comprensión mutua de la importancia del cuidado y relación constante con los muertos.

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A CADA UNO SU VERDAD CULINARIA: PATRONES PALEODIETARIOS Y VARIABLES AM BIENTALES EN EL NOA KILLIAN GALVÁN, Violeta A. * SAMEC, Celeste T. ** RESUMEN Este trabajo revisa los valores de isótopos estables de Carbono y Nitrógeno publicados hasta el momento, obtenidos sobre restos humanos provenientes de distintas áreas del NOA. El objetivo es lograr una mayor comprensión de la relación existente entre estos datos y las variables de naturaleza ambiental (altura, precipitaciones) y social (cronología). Teniendo en cuenta que la variación de las relaciones isotópicas en las cadenas tróficas de cada microregión es condicionada por variables ambientales, enfatizamos la necesidad de comprender cómo estas inciden en los valores isotópicos antes de inferir cambios en la dieta humana. De esta manera evaluamos expectativas generadas por modelos anteriores que asumían un equilibrio entre el consumo cárnico y vegetal, en particular de maíz, para momentos tardíos como corolario de procesos sociales que se sucedieron en la región (domesticación de camélidos, cultivo de maíz y caravaneo). Los resultados obtenidos demuestran que al utilizar como eje de discusión los períodos clásicos planteados para el NOA no se pueden identificar tendencias claras en la alimentación, siendo la procedencia geográfica de los valores isotópicos el dato más relevante al interpretar su significado en términos dietarios.

INTRODUCCIÓN Los isótopos estables constituyen una línea de investigación que permite obtener información sobre la subsistencia humana en el pasado (Pate 1994; Schoeninger 1995). La posibilidad de discriminar un mayor o menor consumo

* CONICET / Instituto de Geocronología y Geología Isotópica. Pabellón INGEIS, Ciudad Universitaria (1428), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]. ** CONICET / Instituto de Geocronología y Geología Isotópica. Pabellón INGEIS, Ciudad Universitaria (1428), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

de ciertos grupos de alimentos en poblaciones arqueológicas se debe a que la composición isotópica de los tejidos animales depende de manera directa de su dieta (Ambrose 1993). Cada alimento ingerido posee un valor promedio y un rango de variación expresado en 5%o y se ve incorporado de manera diferencial en la síntesis del tejido animal. De esta forma, se registra un factor fraccionamiento que implica un enriquecimiento isotópico entre el alimento (sustrato) y el tejido final (producto) (Ambrose 1993). Estos principios son los que nos permiten reconstruir las relaciones tróficas de un área en el pasado y, particularmente en lo que respecta a la dieta humana, identificar si la subsistencia estaba basada mayormente en el consumo cárnico o vegetal. Por lo tanto, esta técnica permite identificar cambios en las estrategias de obtención de recursos, resultando adecuada a la hora de contrastar expectativas sobre la existencia de patrones alimentarios diferenciados a lo largo del tiempo o entre grupos contemporáneos. En el caso del Noroeste Argentino, los valores de isótopos estables de Carbono y Nitrógeno fueron utilizados principalmente para discutir tendencias temporales, atendiendo a la introducción de nuevos alimentos y su grado de impacto en la alimentación humana, sugiriendo para momentos tardíos el establecimiento de una dieta equilibrada integrada por recursos vegetales (fundamentalmente maíz) y cárnicos (Olivera y Yacobaccio 1999). Ahora bien, al considerar las características particulares del área de estudio, es importante tener en cuenta que el maíz, como especie vegetal tropical, encuentra en zonas húmedas un ambiente adecuado para su crecimiento. Por el contrario, la producción pastoril, orientada en el NOA a la cría de camélidos domésticos, encontró en la Puna un escenario ideal para su desarrollo. Discutiremos por lo tanto, si el potencial agrícola y/o ganadero de cada ecozona influyó en la dieta de los diferentes grupos que habitaron las distintas áreas del NOA en mayor o menor medida que el intercambio de bienes alimenticios. Al margen de los condicionantes culturales que pudieron haber influenciado la dieta, algunos autores establecen que la variación de las relaciones isotópicas en las cadenas tróficas de cada microregión es condicionada por variables ambientales, dado que se registran variaciones intraespecíficas en vegetales conforme su procedencia geográfica (para una síntesis sobre el tema ver Amundson et al. 2003). Al mismo tiempo, se han identificado variaciones en situaciones de stress climático, debido a cambios en la fisiología y el metabolismo en vegetales y animales (Ambrose 1993) aunque su efecto no siempre ha sido verificado (Murphy y Bowman 2006). Entonces.

el objetivo de este trabajo es lograr una mayor comprensión sobre la relación existente entre los datos obtenidos sobre restos humanos disponibles para el NOA y las variables de naturaleza ambiental (altura, precipitaciones) y social (cronología). En este sentido, apuntamos a comprender la relevancia de la procedencia geográfica en la señal isotópica de los individuos analizados.

EL DATO ISOTÓPICO Los valores de S13C sobre elementos orgánicos, como ser hueso, pelo y diente, representan el aporte isotópico de la dieta y tienen su origen en la absorción de CO2por parte de los vegetales, los cuales pueden adoptar tres vías fotosintéticas diferentes: C3, C4 y CAM. En función del camino adoptado, de la proporción de 12C/13C presente en el sustrato y de las condiciones ambientales imperantes, cada especie vegetal tendrá un valor de S13C diferente (Ambrose 1993; Schoeninger 1995). En el caso de las C3 sus valores se encuentran entre -19 y -35%o con un promedio de -26.5%o; las de tipo C4 entre -9 y -15%o con una media en -12,5%o ; mientras que aquellas que adoptan el patrón CAM su rango se ubica entre -9 y -15%o (Ambrose 1993). La composición isotópica de los vegetales pasará a través de la ingesta al siguiente eslabón de la cadena trófica, que manifestará dichos valores enriquecidos (en aproximadamente 5%o para el colágeno y 9%o para la apatita) a causa del proceso de asimilación y promediados en función de la existencia de alimentos de distintos orígenes (Schoeninger 1995). Particularmente, estudios experimentales han demostrado que las distintas fracciones del tejido óseo (tejido más comúnmente analizado debido a su mayor conservación) reflejan los macronutrientes asimilados de manera diferencial (Ambrose 1993). El colágeno del hueso representa la porción proteica de la dieta, mientras que la parte mineralógica y el esmalte dental (apatita) tienen su origen en la totalidad de carbohidratos, lípidos y proteínas ingeridos (Ambrose 1993). Una manera de interpretar los valores en ambas fracciones es utilizar la diferencia entre ambas como valor absoluto, a partir de esto diferentes autores han estimado patrones de consumo herbívoros, carnívoros u omnívoros. Pero la utilidad de esta diferencia (A13C v ap-co7) ha sido cuestionada recientemente *por Kellner y Shoeninger (2007), quienes indican la necesidad de considerar el camino fotosintético en el que se inscriben los recursos proteicos separadamente de aquellos

que proveen energía. De esta manera, la diferencia del S13C obtenido sobre ambas fracciones nos permitirá saber si existe un mayor o menor aporte de componentes vegetales y animales con régimen fotosintético diferente, pero no una mayor o menor importancia del componente cárnico. Por lo tanto, proponen un modelo empírico1que fue construido a partir de los datos obtenidos sobre 3 poblaciones arqueológicas con dietas contrastantes y que consta de 3 líneas de regresión, definidas por el consumo de proteína C3, C4 y marina, donde la posición en cada línea indica la fuente de energía (C3, C4 o mezcla). Considerando los isótopos del Nitrógeno, las plantas terrestres lo obtienen de distintas fuentes pero principalmente del suelo, resultando en valores de S15N comprendidos entre -2 y 6%o (Pate 1994). Distintos autores mencionan la existencia de un enriquecimiento de 3-4%o a medida que se asciende en la cadena trófica, siendo los valores promedio en mamíferos terrestres de 5,7%o sobre colágeno óseo (Ambrose 1993; Pate 1994). A su vez, estudios realizados en el E y S de África indican la existencia de una correlación negativa entre los valores de S15N y las precipitaciones anuales, de forma tal que se han registrado valores de más de 10%o en herbívoros en regiones en las que las precipitaciones no superan los 400mm anuales, con un fraccionamiento de hasta 6%o en el pasaje de un eslabón de la cadena trófica a la siguiente (Ambrose 1993 entre otros). Las primeras explicaciones para este hecho, lo vincularon a las adaptaciones fisiológicas de los herbívoros que deben enfrentar condiciones de aridez, en los cuales se ha registrado orina empobrecida en 15N, aumentando la cantidad de este isótopo participante en la síntesis de los tejidos (Ambrose 1993). Por otro lado, el enriquecimiento en los valores de Nitrógeno también ha sido atribuido a un mayor contenido de nitratos en los suelos salinos característicos de ambientes áridos, hecho que vería afectados los valores de las plantas de estas áreas (Pate 1994).

CRONOLOGÍA Si consideramos la evidencia isotópica disponible y los períodos cronológicos establecidos para el Noroeste Argentino podemos establecer expectativas en la dieta para seis momentos: Cazadores-Recolectores (ca. 10600-3500 años AP), Formativo (ca.3500-1500 años AP), Período Medio (ca. 1500-900 años AP), Desarrollos

Regionales (ca. 900-500 años AP), Ocupación Inkaica (ca. 500-400 años AP) y contacto Hispanoindígena (ca. 400 años AP en adelante). Para el período de Cazadores Recolectores y en particular para el área de Puna, que es donde se encuentran las evidencias más tempranas de ocupación humana, se espera una dieta proteica basada en la caza de animales silvestres, complementada a través de la recolección de recursos vegetales en general y la obtención de leguminosas y curcubitáceas silvestres de áreas templadas a partir de la alta movilidad de estos grupos (Yacobaccio 1994). Debemos aclarar que este período tan amplio que abarca 7000 años, ha sido delineado de tal forma siguiendo los lineamientos planteados por Yacobaccio y colaboradores (1997-1998), es decir, considerando la caza-recolección como la estrategia predominante en este período. Ya en el Formativo, la localización de las aldeas en puntos estratégicos del gradiente andino habría permitido el aprovechamiento de productos de distintos pisos y la participación por parte de los grupos humanos en el intercambio de bienes con otras aldeas. La dieta habría estado basada en el consumo de camélidos y vegetales como quínoa, tubérculos y calabaza en el área de Puna, mientras que el maíz habría comenzado a cultivarse en las áreas de clima menos riguroso (Olivera 1991). El proceso de Integración Regional haría esperar un aumento en la complementariedad entre aldeas distantes, gracias a la inversión en la construcción y expansión de la infraestructura agrícola, el desarrollo del pastoreo y fundamentalmente de redes de caravaneo (Pérez Gollán 1994). Para estos momentos se ha señalado la explotación de nuevas variedades de cultivos más productivos, como es el caso de la aparición de razas de maíz de mayor rinde en contextos arqueológicos (Tarragó 1999). El Período de Desarrollos Regionales ha sido caracterizado por la consolidación de la integración económica, es decir, unidades que desarrollarían su fuerte económico, haciendo de la complementariedad entre distintas áreas una opción eficaz (Nielsen 2001; Nastri 1997-1998). Durante la ocupación inkaica, a pesar que la producción agrícola ganadera estaría bajo control estatal, estas redes se mantendrían, siendo interrumpidas a partir de la ocupación europea (Tarragó 1999). En lo referente a la dieta y considerando procesos sociales que se sucedieron en la región, una posible expectativa es la existencia de una tendencia hacia el equilibrio entre el consumo cárnico y vegetal, en particular a partir de la incorporación de maíz a la dieta (Olivera y Yacobaccio 1999). Teniendo esto en cuenta, utilizaremos la evidencia isotópica generada hasta el momento con el fin de discutir si se identifica

un aumento en el consumo del maíz a lo largo de la secuencia temporal y si la complementariedad entre ecozonas logró homogeneizar las señales isotópicas en el registro arqueológico. Consideramos que este escenario se contrapondría a la existencia de patrones alimentarios, resultantes de la productividad diferencial de dichas ecozonas (Figura 1).

Figura 1. Ecoregiones y ubicación de los sitios.

M ETODOLOGÍA Para la realización del siguiente trabajo se consideraron los valores de S13C sobre colágeno, S13C sobre apatitay S15N sobre colágeno, publicados hasta el momento y provenientes de las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca y la Rioja3. En nuestro análisis de los valores isotópicos obtenidos sobre restos humanos consideramos especialmente la procedencia de cada muestra, tomando en cuenta particularmente la altura y las precipitaciones4 del área en la que fueron obtenidas como variables fundamentales (Tabla 1). Con el fin de comparar los valores sobre colágeno óseo con las mediciones efectuadas sobre otros tejidos, como pelo y uña, se consideró el fraccionamiento sugerido por O'Connell y colaboradores (2001)5.

Región

Área

Sitio

Crono.

Período (añosAP)

ü13c rol

□13cap L-1

□BN

ü13c ^

Fuente

Tabla 1.

\Me

Río Chañarmuyo,LaRioja

LaCuestedlk

1320

Medio(1500-900)

-11,67

\Me

Vde StaMaría, Catamarca

Lampaáto

1446

Medio(1500-900)

-12

Scsitoh\etd2IXB

\Me

Vde StaMaría, Catamarca

LaVaquería

1375

Medio(1500-900)

-12

ScattoBneííá 2005

\Me

Andalg^lá,Catamarca

AguaVerde

415

Inka(500-400)

-132

-6,7

7,8

6,5 Williamsy deHoyos2001

\Me

Andal^lá, Cataimrca

AguaVerde

380

Histórico (400-en adelante)

-11,6

-63

8,2

53 Williamsy deHoyos2001

-6,44

8,4

5,23 Goraldi,2006

Qda de Humahuaca

Tikarajujuy

LaHuerta

600

Tard» (900-500)

-U ?

-824

931

3,66 OliverayYacobaccio

Qda de Humahuaca

Tikarajujuy

LaHuerta

600

Tard» (900-500)

-10,55

437

9,19

6,18 OliverayYacobaccio

Qda de Humahuaca

Timibayajujuy

Esquinade Huajra

320

Inka(500-400)

PimMeridicml

Antoíágastadela Sierra

Qda de la Cueva

1130

Medio(1500-900)

-1266

-1139

8,86

1,07 OliverayYacobaccio

PimMeridicmi

Antofagastade la Sierra

Qda de la Cueva

1180

Medio(1500-900)

-13,13

-1287

9,64

0,26 OliverayYacobaccio

Puna Meridional

Antoíágastadela Sieira

PuntadelaPeña9

ca 1500

Formativo(3500-1500)

11,71

Aranibaref 20071

122

-11,4

Williamsetal 2005

493

Área

Sitio

Crono.

PunaMeridional

Antoíágastadela Sieira

PuntadelaPeña9

ca 1500

Formativo (3500-1500)

PunaSeptentrional

Susques,Jujuy

HomiHos3

W0.05) y %MAU y %MGUI (r=-0.477, p=0.005 3900

Vicuñas < 3900

Vicuñas > 3900

46

24

19

27

10

14

-19,21

-18,39

-17,74

-20,24

-16,39

-19,81

Mediana

-19,3

-19,3

-18

-20

-16,15

-19,65

Min

-23,5

-20,6

-19,2

-23,5

-18,7

-20,6

Max

-13,8

-14,6

-13,8

-18,4

-14,6

-19,1

SD

1,72

1,93

1,19

1,18

1,25

0,49

Media

A pesar de esta superposición, las llamas presentan valores isotópicos más dispersos que las vicuñas, aspecto que se explica al considerar que son conducidas a sus territorios de alimentación por los pastores, y por ende están sujetas a factores de movilidad extra específicos que involucran la utilización de distintos hábitats (esto puede observarse a través de la presencia de outliers en las figuras 4 y 5). Por otro lado, las vicuñas se ajustan mejor a la tendencia lineal que se verifica en función de la altitud (r2= 0,8862), lo que confirma su selectividad y menor movilidad entre hábitats.

Figura 4. Box plots conteniendo todos los valores de 513C analizados en el trabajo.

Al analizar la estadística de las muestras, se realizó un Test T con el fin de comparar la dieta de los especímenes domésticos y silvestres, cuyos resultados concuerdan con lo afirmado anteriormente: t = -2,797 p = 0,01 para las poblaciones de ambas especies por debajo de los 3900 msnm (estadísticamente significativo), y t = -1,661 p = 0,10 para las que se recuperaron por encima de los 3900 msnm (estadísticamente no significativo).

CONCLUSIONES En líneas generales, los datos muestran la incidencia de la altitud en la alimentación de vicuñas y llamas, de tal forma que a medida que esta variable aumenta los valores de S13C se vuelven más negativos, reflejando una mayor proporción de vegetales C3 en la dieta. Los valores también varían en función de las diferencias dietarias entre las distintas poblaciones de camélidos, de tal forma que la especie silvestre (V vicugna) parece inclinarse hacia un mayor consumo de vegetales C4 cuando estos se hallan disponibles (por debajo de los 3900 msnm) que sus parientes domesticados, si bien ambas dietas se superponen en gran medida. A su vez, las vicuñas presentan una menor dispersión y se ajustan mejor a la tendencia lineal que se verifica en función de la altitud, hecho que se explica al considerar su comportamiento territorial más acotado. Por el contrario, las llamas son conducidas a sus territorios de alimentación mediante manejo humano y están sujetas, entonces, a factores territoriales extra específicos que producen una mayor movilidad y promueven la utilización de hábitats más diversos, lo cual explica la mayor dispersión que exhibe la señal isotópica de las llamas. Para finalizar, se debe destacar la importancia de este estudio como un paso preliminar a la generación de un modelo de ecología isotópica para el área, que considere los distintos eslabones de las cadenas tróficas y resulte aplicable a la resolución de problemas arqueológicos. La futura contrastación del modelo aquí propuesto, a partir de la obtención de valores isotópicos sobre materiales arqueológicos, arrojará luz sobre el grado de correlación entre estas prácticas en el presente y su implementación en el pasado, permitiendo evaluar la pertinencia de la aplicación de la analogía etnográfica cuando se consideran este tipo de problemáticas.

AGRADECIMIENTOS Este trabajo se realizó con fondos de UBACyT, CONICET y ANPCyT. Los análisis se efectuaron en el INGEIS, gracias a la colaboración del Dr. Héctor Panarello. Resultaron de vital importancia los aportes del Dr. Hugo Yacobaccio. el Lic. Augusto Tessone, la Lic. Patricia Solá, el Lic. Marcelo Morales y la Prof. Violeta Killian Galván.

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ZO O AR Q U EO L O G ÍA DE CAZA D O R ES-R EC O LEC TO R ES EN LA C UENCA M ED IA E IN FE R IO R DEL RÍO C ORONDA (PROVINCIA DE SANTA FE): AVANCES Y PERSPECTIVAS SARTORI, Julieta *1

En el presente trabajo se realiza una síntesis de la información obtenida hasta el momento del análisis de materiales arqueofaunísticos provenientes de sitios que se ubican en la Cuenca Media e Inferior del río Coronda. El objetivo general es poder establecer la variabilidad del registro en una zona que se encuentra escasamente estudiada. Para ello se efectúa una comparación de los conjuntos recuperados considerándose tres aspectos centrales: 1) la abundancia taxonómica, 2) la representación anatómica y 3) las huellas de procesamiento. Otro aspecto considerado fue la incidencia de los agentes tafonómicos, ya que en muchos casos, la acción de los mismos no contribuye a la preservación de los especímenes; con lo cual se produce una pérdida sustancial de la información cultural que estos pueden proveer. Por último se espera que los resultados arrojados por el presente análisis permitan establecer una aproximación al tipo de explotación faunística que habrían realizado las poblaciones que habitaron los sitios en el pasado. Asimismo la identificación de los agentes tafonómicos que están afectando al registro arqueofaunístico permitirá realizar una primer evaluación de la recurrencia -o no- de los mismos en los distintos conjuntos.

INTRODUCCIÓN La Cuenca Media e Inferior del río Coronda es una zona que en materia de análisis arqueofaunísticos se encuentra escasamente estudiada. Esto se debe en gran parte a que la zona quedó relegada respecto a las investigaciones que se realizaron en el sector de influencia del río Paraná. Las investigaciones arqueológicas sistemáticas recién comenzaron a realizarse a partir del proyecto “El uso del espacio en la Cuenca Inferior del río Salado” que está siendo llevado a cabo por la Dra. Feuillet Terzaghi * CONICET-INAPL-UNR-FUNDARQ

desde el año 2003. Teniendo en cuenta lo antes mencionado es que se consideró relevante dar continuidad a las investigaciones que se venían realizando, pero en este caso en particular, enfocando el componente faunístico del registro. Específicamente se intenta evaluar la variabilidad del registro arqueofaunístico generado por los grupos cazadores-recolectores en la Cuenca Media e Inferior del Río Coronda durante el Holoceno tardío. Para ello se realiza una comparación de los conjuntos recuperados de los sitios Familia Primón y Río Salado Coronda II (de aquí en más FP y RSCII) tanto en sus aspectos cualitativos como cuantitativos. El considerar ambas propiedades del registro posibilitará discutir la presencia/ausencia de los taxa en función de los agentes tafonómicos que podrían haber contribuido o no a la preservación de los especímenes. Por último, dado que uno de los principales objetivos del trabajo es analizar la variabilidad del registro arqueofaunístico, a través del análisis general de la estructura de los conjuntos se evalúan ciertas similitudes y diferencias que poseen los dos sitios analizados y se consideran algunos puntos a profundizar en futuros trabajos a partir de las evidencias que se obtengan en nuevas excavaciones.

MEDIO AMBIENTE Y DISPONIBILIDAD DE RECURSOS La Cuenca Media e Inferior del río Coronda es un ambiente en el cual se hallan disponibles una gran cantidad de recursos debido a que se encuentra en la zona de transición entre el sector Pampásico y el sector de Delta e Islas del Paraná (Peña 1997; SPANP 1997). De esta forma el ambiente se caracteriza por poseer especies típicas del sector Pampásico, tales como Cavia aperea y Chaetophractus villosus; pero también especies típicas del sector de Delta e Islas del Paraná, con lo cual cuenta con una variada fauna adaptada a la vida acuática. Dentro de la misma puede mencionarse al carpincho (Hydrochoerus hidrochaerys), lobito de río (Lontra longicaudis), coipo (Myocastor coypus), yacaré (Caiman sp.), coriyú (Eunectes notaeus) y tortuga de río (Phrynops sp. e Hydromedusa sp.) (SPANP 1997). Cabe destacar que dado que el Humedal del Paraná Inferior [entendido en el sentido de la Convención de Humedales de Importancia Internacional Ramsar (2006)], se encuentra en la Ecoregión del Delta e Islas del Paraná (sensu Burkart et

al. 1999) en la zona cercana a los sitios pueden encontrarse además de roedores y moluscos, cérvidos tales como el venado de las pampas y el ciervo de los pantanos (Ozotoceros bezoarticus y Blastocerus dichotomus respectivamente) (Cabrera y Yepes 1971). Este último es el mamífero que posee mayor porte de la zona ya que un macho adulto puede llegar a pesar hasta 150 kg y una hembra adulta entre 90-100 kg. Se trata de una especie que presenta dimorfismo sexual, dado que sólo el macho desarrolla las astas características de la familia Cervidae. En general esta especie posee hábitos solitarios y habita en lugares que se encuentran próximos lagunas, ríos y en zonas anegadas con pastos altos que le proporcionan alimento y cobertura de los predadores (Loponte 2008). El otro ungulado que le sigue en importancia es el O. bezoarticus que posee un peso de entre 25 y 40 kg. Este animal habita ambientes abiertos aunque también puede hallarse en sectores cerrados y boscosos. Se alimenta de pasturas tiernas y brotes. Por último el cérvido más pequeño que también habitó la zona en el pasado es Mazama sp. cuyo peso oscila entre los 20-30 kg. Este animal se alimenta de hierbas y en ocasiones de frutos y su comportamiento es solitario (Reig et al. 1985). Por otro lado hay dos roedores en la zona que son de suma importancia por su abundancia. El de mayor tamaño es Hydrochoerus hydrochaeris (carpincho) y es el roedor más grande del mundo ya que los ejemplares adultos pesan más de 50 kg pudiendo alcanzar los 90kg. El carpincho al igual que M. coypus está adaptado al medio acuático y se alimenta de las gramíneas ribereñas. Habita zonas cercanas al agua y provistas de vegetación capaz de proporcionarle alimento y también refugio, ya que esta especie no construye albergues sino que aprovecha los refugios naturales (Cabal et al. 1983). De hábitos gregarios el carpincho vive en manadas sedentarias que varían en su tamaño -de quince a treinta individuos- según las estaciones del año. El otro roedor de importancia es Myocastor coypus (coipo) el cual posee un tamaño mediano, (que alcanza un peso medio de 7 kg) y que se caracteriza por poseer hábitos acuáticos (Olrog y Lucero 1981). Los ambientes ocupados por el coipo son los acuático-continentales de Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile. El coipo es un excelente nadador y se alimenta de raíces y otras materias de origen vegetal. Este roedor construye plataformas con materiales vegetales cerca del agua y cuevas como refugio. Estas últimas pueden estar conformadas por un túnel sencillo o por un sistema complejo de pasadizos que se extienden unos 15 m y presentan

cámaras donde arman sus nidos de cría (Ferrari 1983). El coipo presenta una gestación prolongada, al igual que otros roedores del mismo suborden. La duración promedio de la gestación es de 132 días y las hembras producen 2 ó 3 camadas por año. La fauna ictícola de la zona está compuesta por más de trescientas especies, representadas por dos órdenes principales: Characiformes y Siluriformes. Entre los Characiformes se encuentran el dorado (Salminus), el sábalo (Prochilodus platensis), la boga (Leporinus sp.), la tararira (Leporinus obtusidens), el pacú (Piaractus mesopotámicus), y las mojarras (Aphiyocharax sp., Astyanax sp.); y entre los Siluriformes el surubí (Pseudoplatystoma coruscans), patí (Luciopmeludus pati), bagre (Pimelodus claris y Rhamdia sapo), armado (Pterodoras granulosus), moncholo (Pimelodus albicans) y vieja del agua (Plecostomus commersoni) (Ringuelet 2004). Las aves más características del dominio pampásico son algunos funáridos como el leñatero (Anumbius annumbi), los espineros (Phacellodomus sp.) y los pijuíes (Synallaxis sp.) aunque también hay aguiluchos langosteros (Buteo swainsoni) y lechuzón de campo (Asio flammeus). Por su parte para la región subtropical se encuentran entre las especies más representativas al aninga (Anhinga anhinga), chiricote (Aramides cajanea), rayador (Rynchops niger), chajá (Chauna torquata), biguá (Phalacrocorax olivaceus) y distintas especies de patos (Familia Anatidae), entre otros (SPANP 1997). La zona se caracteriza por un clima cálido y húmedo con precipitaciones de 1000 mm anuales. La vegetación predominante es de flechillas con arbustos de poca altura aunque posee selvas marginales y bosques edáficos xerófilos, en los cuales predominan el algarrobo (Prosopis sp.), el saúco (Sambucus sp.) y el ombú (Phytolacca dioica). Estos se encuentran a lo largo de los ríos y albardones del delta del Paraná. Asimismo, las especies más representativas de la zona son el curupí (Sapium haematosperum), el sauce criollo (Salix humboltiana), el espinillo (Acacia caven), el chañar (Geoffroea decorticans), la tusca (Acacia caven), el aromo (Acacio aromo) y la cina cina (Parkinsonia aculeata) (SPANP 1997). Estos árboles se encuentran en zonas deprimidas con suelos salinos y siguiendo el curso del SaladoCoronda en sectores de cañadas o áreas encharcadas. La relevancia de estas especies radica en que las mismas poseen vainas y frutos comestibles, de los cuales una vez procesados puede obtenerse harina, bebidas (eg. mediante la fermentación de los frutos del chañar o de la fermentación de las vainas del algarrobo) y dulces naturales

(eg. miel de algarrobo y arrope) (Loponte 2008). La disponibilidad de recursos habría sido uno de los factores que influyó para la elección del asentamiento de los grupos humanos en el pasado (Bettinger 1991; Kelly 1995). En este sentido puede observarse como la zona de la Cuenca Media e Inferior del río Coronda es un ambiente que cuenta en la actualidad, pero que también habría contado durante el Holoceno tardío, con gran cantidad de recursos animales y vegetales disponibles. Partiendo entonces de la estructura de los recursos, se busca establecer el grado de importancia que tuvieron los distintos taxones explotados en cada sitio. Particularmente son de gran relevancia aquellas presas que se vinculan a ambientes acuáticos, debido a que todos los sitios se encuentran emplazados próximos a cursos de agua, lo cual hace que recursos de pequeño porte como lo son el coipo y los peces se encuentren altamente disponibles en el ambiente.

ASPECTOS TEÓRICOS Dada la evidencia arqueológica con la que se cuenta por el momento para la zona se considera relevante poder esbozar aquí algunas consideraciones teóricas respecto del uso del ambiente que habrían realizado las poblaciones que habitaron los sitios en el pasado. De este modo, si bien los materiales arqueofaunísticos analizados aquí poseen una baja integridad anatómica y taxonómica, los mismos podrán ser incluidos dentro de problemáticas más amplias de carácter regional. La relación hombre-medio ha sido ampliamente tratada en la bibliografía arqueológica (Bettinger 1991; Binford 1980; Jochim 1998; Kelly 1995; entre muchos otros). Si se tiene en cuenta el emplazamiento de los sitios de la Cuenca Media e Inferior del río Coronda, sería esperable que en los mismos se recuperen gran cantidad de recursos vinculados al ambiente acuático. Estos recursos serían tanto de alta jerarquía (e.g. cérvidos, carpincho) como de baja jerarquía (eg. coipo, dasipódidos, peces) y dado que los mismos se hallan disponibles próximos a los sitios, sería esperable que los grupos tengan una baja movilidad residencial (en el sentido de Binford 1981). También es probable que si los recursos de alto rendimiento fluctuasen en el espacio -y por lo tanto su caza implicase una tasa de retorno baja- se diera una dieta acotada a la utilización de recursos locales de baja jerarquía. Esto sería factible ya que los recursos de baja jerarquía se caracterizan por: 1) encontrarse

altamente localizados, 2) hallarse en abundancia y ser predecibles; y 3) encontrarse disponibles a lo largo de todo el año. Tales características difieren de las de los recursos de alto rendimiento (i.e. ungulados) que son menos predecibles y menos abundantes en el espacio. Cabe mencionar además, que las estrategias basadas en el uso de recursos que son de pequeño porte contribuyen a amortiguar la escasez de los recursos de alto rendimiento por sobre la de los de bajo rendimiento (Kelly 1983). Debido al carácter intrínseco de los recursos de bajo ranking ya mencionados es que es probable que los grupos humanos los hayan incluido en la dieta. Teniendo en cuenta esto para los sitios de la Cuenca Media e Inferior del río Coronda es esperable encontrar que los sitios funcionen como bases residenciales en las cuales aquellos taxa explotados que son de porte pequeño, ingresen enteros al sitio (es decir sin un trozamiento previo) y que para su mayor aprovechamiento se realice una captura en masa lo cual brinda una tasa de rendimiento alta, en contraste con la obtención de recursos individuales (Bettinger 2007). A su vez los distintos recursos explotados, pero fundamentalmente aquellos que poseen bajos valores de lípidos/proteínas (eg. cérvidos), pueden ser aprovechados de manera intensiva mediante el hervido en contenedores cerámicos, ya que la cocción ha sido utilizada por grupos cazadores-recolectores para maximizar la energía obtenida de los alimentos (Wandsnider 1997). Por último, debe tenerse en cuenta que la relación entre la diversidad ambiental y la subsistencia es compleja y requiere, que en este caso se realicen más estudios en profundidad.

CARACTERÍSTICAS DEL EMPLAZAMIENTO DE LOS SITIOS Los sitios de los que se ocupa este trabajo se encuentran emplazados en el centro-este de la provincia de Santa Fe (Figura 1).

Figura 1. Ubicación de los sitios Familia Primón y Río Salado Coronda II en la provincia de Santa Fe.

Una característica común respecto del emplazamiento de los mismos es que se vieron afectados por diferentes agentes tafonómicos que perturbaron la preservación y la disposición estratigráfica del registro arqueológico. El sitio Familia Primón se sitúa en la localidad de Coronda (Dpto. San Jerónimo), sobre un albardón que se halla ubicado sobre la margen derecha del río Salado, dentro de la llanura aluvial del Paraná. Más específicamente el sito se localizó en el patio de una vivienda particular, en el cual se realizaron tareas de remoción y transporte de sedimentos para la construcción de viviendas. Asimismo se observó el pisoteo del sitio por parte de los habitantes de la vivienda, de los animales domésticos que en muchos casos realizaban pozos y la acción de raíces de árboles de gran tamaño. En este caso se considera que la acción de estas últimas habrían producido desplazamientos horizontales y verticales (Wood y Johnson 1978)

así como también la fractura de los especímenes óseos. El sitio RSC II se encuentra emplazado sobre la calle Roverano, en la ciudad de Santo Tomé, la cual termina en el río Salado a un centenar de metros al este del sitio. Los materiales arqueológicos quedaron expuestos en la misma debido , por un lado, a las intensas lluvias que cayeron en el mes de marzo de 2007 y por otro a que la calle se encuentra 50 cm por debajo del nivel del terreno que lo circunda y tiene una pendiente que desemboca en el río. Estos factores hicieron que al momento de la visita inicial al sitio, previo a la excavación, se registraran algunos materiales expuestos, tales como fragmentos cerámicos, y principalmente restos óseos humanos. Dado que este sitio se encontró emplazado en medio de una calle sin pavimentar, distintos tipos de vehículos circulaban produciendo el aplastamiento y fragmentación del registro arqueológico. También se observó el pisoteo por parte de vacunos y equinos producto de actividades ganaderas que se desarrollaban cercanas al sitio y la remoción de sedimentos por parte de animales domésticos (perros). Los materiales de ambos sitios poseen manchas de manganeso. Este aspecto es de relevancia debido a que por un lado, es un indicador de condiciones de humedad y por otro, este agente produjo un obstáculo para poder observar diversas propiedades que podrían encontrarse en los especímenes (como la presencia de huellas y marcas). En síntesis, diferentes agentes y procesos han afectado los materiales analizados. Por consiguiente, es necesario considerarlos a la hora de efectuar las interpretaciones sobre la conducta humana.

MATERIALES Y MÉTODOS Los materiales analizados que provienen de los sitios arriba descriptos fueron recuperados en las excavaciones sistemáticas que se realizaron en cada caso. En RSCII fueron planteadas y excavadas seis cuadrículas y tres pozos de sondeo; y en FP fueron excavadas ocho cuadrículas. En ambos sitios se hallaron, además de los restos faunísticos, enterratorios primarios y secundarios, restos cerámicos, ocre y carbón. En lo que respecta a la metodología del análisis arqueofaunístico más específicamente, la identificación anatómica y taxonómica se realizó utilizando los criterios de la sistemática biológica, tratando de alcanzar el nivel taxonómico y

anatómico más preciso (Salemme et al. 1988). En aquellos casos que por el grado de astillamiento y/o conservación de los materiales no fue factible asignarlos a categorías taxonómicas superiores (i.e. Familia, Orden, Clase) fUeron considerados como fragmentos indeterminados -indet-. Para la estimar la abundancia y diversidad taxonómica se utilizaron las medidas convencionales de NISP y MNI (Grayson 1984; Lyman 1994; Mengoni Goñalons 1988). A su vez en los especímenes se observaron huellas de corte (Lyman 1987; Mengoni Goñalons 1999), marcas de raíces (Wood y Johnson 1978), marcas de carnívoros -particularmente perforaciones (puncture) (Binford 1981)-, alteraciones térmicas (Lyman 1994; Mengoni Goñalons 1999) y meteorización (Behrensmeyer 1978).

ANÁLISIS ARQUEOFAUNÍSTICO DE LOS CONJUNTOS RECUPERADOS En cuanto a los recursos arqueofaunísticos representados en FP y RSCII cabe señalar que la diversidad faunística es muy escasa ya que se encuentran representados sólo cuatro taxones entre todos los sitios (M. coypus, cérvidos, dasipódidos y Peces). Ambos sitios presentaron escasos NISP (de 158 y 200 especímenes respectivamente), y en cuanto a la representación taxonómica en los mismos es muy similar como puede observarse en la Tabla 1. El análisis de los taxa presentes en cada sitio será presentado de manera sintética por haber sido tratado en profundidad en otro trabajo (Sartori 2008, en prensa). FP

FP

RSC II

RSC II

NISP

NISP%

NISP

NISP%

Dasypodidae

9

5,7

2

1

Myocastor coypus

33

20,9

20

10

Cérvido

1

0,6

1

0,5

Macrotaxón Peces

55

34,8

41

20,5

Mammalia indet.

60

38

136

68

Total

158

100

200

100

SITIOS Taxa

En el caso de Myocastor coypus en ambos sitios se encuentran más representados los elementos pertenecientes a la mandíbula, particularmente molares y fragmentos de incisivos. La mayor supervivencia de estos elementos podría deberse a la mayor densidad mineral ósea que poseen los mismos. A diferencia de RSCII, en dónde solo aparecen las secciones antes mencionadas y dos vértebras caudales, el sitio FP contó también con elementos correspondientes al esqueleto apendicular (tibia, falanges, metatarso) de este roedor. En cuanto a los dasipódidos los mismos se encontraron representados tanto en FP como en RSCII por placas dérmicas pertenecientes a los caparazones de estos mamíferos. Si bien estos elementos son diagnósticos para determinar Género-especie (Scillato-Yané 1982 en Vizcaino y Bargo 1993), cuando los mismos se encuentran fragmentados esto se dificulta dada la similitud morfológica de las placas que poseen las especies que podrían encontrarse presentes en el registro. En los casos que aquí se analizan cabe destacar que todos los elementos se encontraron fragmentados, poseyendo además manchas de manganeso sobre sus superficies, lo cual hizo que no puedan ser asignados a un nivel más específico que el de Familia. Los cérvidos se vieron escasamente representados en ambos sitios ya que poseen un NISP de un especímen en cada caso. En FP el mismo corresponde a un fragmento de escápula que pertenecería a un taxón pequeño (e.g. Mazama sp ) y en el caso de RSCII se recuperó sólo un fragmento de cóndilo de metapodio que se hallaba calcinado. Los peces se encuentran representados en ambos sitios por los Ordenes Siluriformes y Characiformes, siendo en ambos casos más abundantes los correspondientes al primero. Los elementos no pudieron ser identificados a nivel más específico por el grado de fragmentación de los especímenes. Las partes anatómicas representadas corresponden principalmente a: vértebras, cráneo, rayo pectoral y costillas. Por el tamaño de las vértebras (que fueron el elemento más representado en ambos casos) puede estimarse que las mismas pertenecerían a animales de pequeño porte (menores a 800 gr) (J. Musali com. pers. 2008).

Procesamiento de las presas: huellas y alteraciones térmicas En cuanto a las huellas que pueden hallarse en los huesos producto del procesamiento de las presas, cabe señalar que sólo dos elementos pertenecientes a FP contaron con la presencia de las mismas. En uno de los casos se identificaron huellas de corte en un especímen indeterminado y en otro sobre el proceso coronoides de una hemimandíbula de Myocastor coypus. Cabe señalar que en este último caso la ubicación de las mismas se vinculan con la desarticulación de la mandíbula con el cráneo pero también con la técnica de cuereo de este animal (Acosta 2005; Escosteguy 2008 en prensa). Un aspecto que debe tenerse en cuenta respecto de la baja presencia de huellas en todos los conjuntos es el alto grado de fragmentación que presentaban todos los especímenes. Al respecto es probable que los restos óseos se hayan visto fracturados producto de la acción de diversos agentes tafonómicos que incidieron en los registros, además de las fracturas intencionales que se producen al momento de procesar las presas. Estos dos factores han contribuido a que la muestra se componga de especímenes muy pequeños (menores a los 3 cm) y de baja integridad anatómica. De este modo la presencia de huellas se ve afectada, por un lado, debido a que la frecuencia de las mismas es sensibles a la fragmentación de los especímenes (Bartram 1993) y por otro, debido a que su presencia depende del tipo de actividad que se esté llevando a cabo, el tamaño de la presa, la intensidad del procesamiento, etc (Lyman 2005). En cuanto a los especímenes con alteraciones térmicas los mismos fueron hallados en ambos conjuntos en las vértebras de peces, una placa de dasipódido, un cóndilo de cérvido y en fragmentos de mamíferos indeterminados. Entre los mismos sólo se registraron especímenes que se hallaban calcinados, observándose en éstos el característico color gris-azulado. En cambio no fueron registrados especímenes que se hallaran quemados, hecho que puede deberse a que la mayoría de los materiales de FP y RSCII poseían sus superficies teñidas de manganeso lo cual hace difícil el poder determinar cuál es la causa de la coloración marrón oscura/negra.

DISCUSIÓN Los recursos representados en los registros de los sitios como ya fue mencionado son escasos y los especímenes poseen baja integridad anatómica. Dado esto y al contexto de los hallazgos es que se considera que los materiales aquí analizados no presentan una tendencia clara para poder discutir aspectos de la subsistencia de los grupos que habitaron la zona en el pasado. De este modo las expectativas planteadas más arriba (como la dependencia de recursos acuáticos y su posible extracción en masa; y la utilización de recursos de alta jerarquía) son difíciles de contrastar por el momento. No obstante esto otros casos de sitios con mayor integridad del registro arqueofaunístico pueden servir para pensar una estrategia de utilización de recursos a nivel regional. Particularmente los sitios Playa Mansa (PM) y Bajada Guereño (BG), ubicados al sur de la provincia de Santa Fe, comparten con los sitios aquí analizados el pertenecer al Holoceno tardío y el encontrarse emplazados próximos a cursos de agua. En estos sitios al igual que en los aquí presentados son más abundantes los restos pertenecientes a mamíferos que los pertenecientes a peces. Sin embargo RSCII y FP poseen grandes diferencias respecto de PM, sobre todo en la diversidad faunística. En este último sitio fueron hallados elementos del autopodio que corresponden a Lama guanicoe. A su vez en los sitios de la Cuenca Media e Inferior del río Coronda no se hallan restos pertenecientes a Cavia aperea, mientras que este pequeño roedor es muy abundante en el registro de PM. Una coincidencia en los registros lo constituyen la presencia de dasipódidos en todos los sitios y la ausencia de aves y de carpincho. Respecto de este último varios autores que trabajan en la zona han sugerido que podría deberse a cuestiones de estructura cultural (e.g. tabúes alimenticios) (Acosta 2005; Feuillet Terzaghi 2002; Loponte 2008) ya que se habría encontrado disponible en los ambientes en que se emplazan los sitios y el mismo constituye el segundo mamífero de mayor tamaño de la zona. Por otro lado los peces, que se encuentran presentes en todos los sitios a excepción de algunos especímenes de PM, por el tamaño de sus vértebras puede saberse que corresponderían a presas pequeñas (< 800 gr), que podrían haber sido obtenidas mediante el uso de redes, canastos e inclusive sin ningún tipo de instrumento -sólo con la mano- (Musali com pers. 2009). Asimismo otros recursos acuáticos altamente disponibles y que podrían haber compuesto la dieta de las poblaciones de

la zona son los cangrejos y camarones de río. Estos taxa pueden ser capturados de las maneras mencionadas e inclusive cuando se realiza la pesca de peces. Otro factor que los hace atrayentes además de los mencionados es que son altamente nutritivos ya que su carne posee un 70% de proteínas y menos de un 5% de lípidos (Collins et al. 2004). Lamentablemente estos recursos son de muy baja visibilidad arqueológica y su posible consumo queda esbozado aquí sólo de manera hipotética. Tanto los sitios de la Cuenca Media e Inferior del río Salado, como los del sur santafesino comparten el encontrarse localizados próximos no sólo a los recursos animales más explotados (roedores, peces, cérvidos y dasipódidos), sino también próximos a otros recursos que son vitales para la subsistencia, como el agua, vegetales comestibles, leña y arcilla. Por último cabe mencionar que en la zona se ha realizado el hallazgo de un sitio de isla (Isleta del Arbol Viejo) que posee un registro similar al de los sitios aquí analizados, aunque en la fauna presente -que corresponde a peces y cérvido- no han podido observarse la incidencia de agentes antrópicos, probablemente debido a que los materiales se hallaron muy afectados por estadíos de meteorización altos y por manganeso. Por lo antes mencionado y debido a que todos los materiales de IAV provienen de recolecciones superficiales, -y que aún deben realizarse análisis de grano fino que ayuden a dilucidar los procesos de formación-alteración de este tipo de sitios-, es que no se incluyeron los materiales en el presente análisis. Sin embargo se considera que a futuro podrán generarse criterios diagnósticos sobre la explotación de recursos ribereños por parte de los grupos humanos del pasado; los cuales permitirán integrar efectivamente a la discusión de las tendencias generales del registro arqueofaunístico del área a los distintos tipos de sitios que se hallan en la Cuenca Media e Inferior del río Coronda.

CONSIDERACIONES FINALES En este trabajo se presentó el análisis faunístico de dos sitios ubicados en la zona de la Cuenca Media e Inferior del río Coronda. Si bien las investigaciones deben continuarse y profundizarse por el momento se realizó la identificación de los agentes tafonómicos que están afectando a los sitios y se realizó una comparación de la estructura de los conjuntos.

Queda por dilucidar aún si la mayor representación de recursos de baja jerarquía se debe a una estrategia implementada o a un sesgo en el muestreo. Así mismo sería interesante que para el caso del único sitio de isla por el momento localizado (IAV), pueda establecer que recursos fueron explotados con mayor intensidad, ya que los elementos identificados que pertenecen a cérvidos y peces podrían corresponder efectivamente al contexto arqueológico. De esta forma se podría evaluar a futuro que frecuencias de especies se dan en los sitios de tierra firme vs. los sitios de islas ya que en los mismos podrían darse estrategias distintas. que podrían estar vinculadas con secuencias temporales diferentes o variaciones en la funcionalidad de los sitios - entre otras posibilidades-. Estas consideraciones deberán ser contrastadas mediante las nuevas evidencias que surjan de las próximas excavaciones, para poder establecer así con mayor certeza el tipo de subsistencia de los grupos que habitaron la zona en el pasado.

AGRADECIMIENTOS A la Lic. Sandra Escudero por la información brindada respecto de los sitios PM y BG, y por permitirme acceder a los materiales de los mencionados conjuntos. Al Dr. Alejandro Acosta por los valiosos comentarios realizados respecto de este trabajo. Al Lic. Javier Musali por el intercambio de ideas y lecturas sugeridas que permitieron enriquecer la presente investigación. Quiero aclarar que soy la única responsable de lo aquí expuesto.

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OBTENCIÓN Y PROCESAMIENTO DE CAMÉLIDOS EN LA RINCONADA (VALLE DE AMBATO) ENTRE LOS AÑOS 700Y 1.100 DC SVOBODA, Ariadna *

RESUMEN En este trabajo se presentan los resultados del análisis del conjunto de camélidos proveniente del sitio La Rinconada, localizado en el valle de Ambato, provincia de Catamarca. El rango temporal de ocupación de dicho sitio comienza en el 700 DC hasta su repentino abandono registrado en el 1.100 DC. El material óseo proviene de uno de los grandes patios (Estructura 5) del emplazamiento, cuya organización se vincula a la esfera doméstica. Se concluye que la obtención de camélidos se basó en estrategias económicas relacionadas con el pastoreo, aunque el rol de la caza fue un complemento en la subsistencia. Asimismo, los resultados indican que las carcasas de camélidos ingresaron de manera completa a la estructura 5, donde posteriormente se realizaron actividades vinculadas a la extracción de cueros, desarticulación, descarne y consumo. De este modo, se observa un aprovechamiento integral de las presas, lo cual es coherente con lo esperado en contextos agropastoriles.

INTRODUCCIÓN En este trabajo abordaré la temática del manejo de camélidos en contextos de sociedades agropastoriles. En el sitio de La Rinconada, la muestra arqueofaunística proveniente de la estructura 5 será la base para realizar algunas inferencias en cuanto a las estrategias de obtención y procesamiento de camélidos. A lo largo del tiempo la utilización de camélidos en el Noroeste Argentino (NOA) se ha intensificado hasta concluir con la domesticación de este animal. Para el 4.500 AP comienza dicho proceso, y posteriormente en 2.000 AP ya es fuerte la

* Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. E-mail: [email protected]

evidencia osteológica de tamaños de llama actual (Lama glama), tanto en la Puna como en la región valliserrrana (Yacobaccio y Korstanje 2008). Durante el Formativo en la región valliserrana y en la Puna sur del NOA las economías productoras se basan en la agricultura y el pastoralismo; sin embargo, éstas no son las únicas estrategias empleadas, ya que se le suman la caza y recolección (Olivera 2001). Por ejemplo, en la Puna la caza de camélidos fue un componente constante en la subsistencia (López 2002; Olivera 2001). Las ocupaciones sedentarias en los valles longitudinales de Catamarca (Abaucan, Hualfin, etc) se ubican en zonas con disponibilidad de agua y terrenos aptos para el cultivo, señalando la importancia de la agricultura como fuente de nutrientes. En el valle de Ambato, la manipulación de vegetales domesticados es altamente evidenciada por las estructuras y artefactos asociados a actividades agrícolas (Figueroa 2008). En La Rinconada hay evidencias de procesamiento de vegetales domesticados (morteros, manos) aunque también se hallaron frutos de chañar recolectados en los bosquecillos cercanos al sitio, señalando la continuidad de la recolección (Gordillo 2007a). Surge un interrogante en cuanto a la estrategia de obtención de camélidos en La Rinconada: cuál fue el rol de la caza y el pastoreo? Los estudios realizados en el sitio indican el predominio de camélidos en las diferentes estructuras, aunque no se detalla el nivel específico (Gordillo 2004)1. Entonces en este trabajo identificaremos a nivel de especie (Lama glama, Lama guanicoe, Vicugna vicugna) entre la familia Camelidae para acercarnos a las estrategias de obtención de camélidos. En otra región como los Valles Calchaquies, se mantuvo una relación de 50% a 50% entre camélidos domesticados y silvestres, indicando la complementariedad de estrategias -caza y pastoreo. Además, se registró una tendencia a la incorporación de nuevas especies de menor tamaño durante el 500 AC y el 1000 DC (Izeta 2007); continuando durante el Período de Desarrollos Regionales (Belotti 2007). El transporte de partes esqueletales constituye una vía apropiada para evaluar el modo de obtención de presas. La incorporación de individuos enteros, por un lado, y la selección de partes esqueletales, por el otro, nos indican la estrategia de obtención empleada (Binford 1981). Por lo general, el transporte selectivo de partes se vincula a grupos cazadores-recolectores en donde los segmentos anatómicos representados en el registro auqueológico están condicionados por diferentes criterios (rendimiento económico, distancia al campamento base, tamaño de la presa,

etc) (Mengoni Goñalons 1999). En cambio, en sociedades agropastoriles se espera que los animales ingresen enteros (Raffino et al. 1977). Asimismo, al considerar el procesamiento podemos acercarnos a las tareas realizadas por esta población en cuanto al uso de camélidos. Varios autores (Crabtree 1990; Elkin 1996) sugieren que en contextos pastoriles se espera hallar un aprovechamiento integral de los recursos, en este caso de camélidos. De este modo, se procede a reconocer si se llevaron a cabo todas las etapas de procesamiento o solo algunas de ellas mediante el análisis de la representación de partes anatómicas y de marcas antrópicas.

LA RINCONADA Y LA ESTRUCTURA 5 La Rinconada se ubica en el valle de Ambato, en la provincia de Catamarca. El sitio se encuentra emplazado en la planicie de fondo de valle, sobre el margen del río Los Puestos, rodeado al oeste por el cordón de Ambato-Manchao (4050 msnm) y la sierra de Humaya, y hacia el este por la sierra de Graciana-Balcozna (1.850 msnm.). El extremo norte está definido por los Altos de Singuil y el sur por la quebrada del río Huañomil (Figura 1). Varios sitios conforman el sistema de sitios contemporáneos en el cual La Rinconada se destaca por su arquitectura ceremonial.

Figura 1. Provinda de Catamarca y localización del valle deAmbato con distribución de sitios (Tomado de Inés Goidillo).

La ocupación del sitio se extendió por varios cientos de años, entre el 600 y el 1.000-1.100 DC (Gordillo 2004), aunque en un trabajo posterior dicha cronología se extiende hasta 1.200 DC (2007b). Su configuración arquitectónica está formada por un conjunto de estructuras articuladas en trama ortogonal de unidades adosadas. En planta, el conjunto de construcciones forma una U abierta hacia el oeste (Figura 2). Las estructuras, de diversos tamaños, se disponen alrededor del centro, el cual es un espacio amplio y plano. Hacia el sur, se encuentra la plataforma principal del sitio con sus respectivas rampas de acceso. Las unidades arquitectónicas del sector norte y este están articuladas entre sí y corresponden al ámbito residencial del sitio (Gordillo 2004).

Figura 2. Planta del sitio (Tomado de Inés Gordillo). En este trabajo nos ocuparemos del sector residencial focalizando en la estructura 5, la cual conforma uno de los grandes patios de La Rinconada, y cubre una superficie de 582 m2en el sector nordeste del mismo. Su forma está determinada por los recintos que los rodean, cuyos paramentos son predominantemente de piedras y presentan vanos que comunican con las habitaciones aledañas (Gordillo 2004). Varias actividades vinculadas a la vida doméstica fueron realizadas aquí: procesamiento de animales y vegetales, actividades de molienda, almacenamiento de agua, consumo de alimentos, rituales, etc; tales actividades han sido inferidas a partir los estudios de superficie y tareas de excavación realizadas en la esquina nordeste por Inés Gordillo (Gordillo 2007a; Gordillo y Ares 2005).

METODOLOGÍA

Para evaluar el grado de integridad del conjunto faunístico, fueron consideradas diferentes variables que indican la cantidad de agentes que participaron en su formación (Binford 1981). Los agentes naturales tales como animales carnivoros, reodores y raices dejan marcas en la superficie de los huesos, las cuales pueden ser observadas macroscópicamente y mediante el empleo de aumentos (Lyman 1994). Asimismo, se evaluó la meteorización ósea siguiendo los 5 estadios propuestos por Behrensmeyer (1978) y la supervivencia diferencial de los huesos correlacionando la densidad global ósea con los valores estandarizados de la cantidad de unidades anatómicas mínimas (%MAU). En un primer momento se procedió a la identificación taxonómica y anatómica de los especímenes óseos. Luego, se cuantificaron los datos para obtener la abundancia relativa entre taxones (NISP) y la abundancia de partes esqueletarias (MNE, MAU y %MAU) para evaluar qué partes esqueletales fueron procesadas en el patio de La Rinconada. Para el procesamiento de carcasas se cosideró el desarrollo en tres estapas (Mengoni 1999): 1) trozamiento primario o inicial: realizado en el lugar de obtención para facilitar el transporte; 2) trozamiento secundario: implica la división de las unidades primarias del camélido en unidades menores, que son distribuidas entre los individuos o grupos; 3) trozamiento final: está relacionado con la preparación para el consumo final. Sin embargo, se debe aclarar que estas unidades son aplicadas a casos de cazadores recolectores (Mengoni 1999), mientras que en las sociedades agropastoriles no siempre ocurre el transporte de partes esqueletales. Las actividades vinculadas al trozamiento de camélidos generan marcas de cortes. Según Binford (1981) y Lyman (1994) el cuereo produce marcas en la falanges y en las mandíbulas; la actividad de desarticulación deja huellas en las superficies articulares de los huesos largos y en la pelvis. Por último, el descarne genera marcas paralelas en las diáfisis de los huesos largos. Las mediciones de la epífisis proximal de las falanges primeras (medidas 2 y 3 según Elkin 1996) se realizaron para la identificación interespecífica de camélidos. Lo resultados obtenidos se volcaron en un gráfico de dispersión con datos de medidas de llama, guanaco y vicuña actuales (Yacobaccio com. pers.) para identificar con cuáles de estas especies se superponen.

RESULTADOS Los fragmentos óseos recuperados suman un total de 3.372, entre los cuales se identificaron 1.636 especímenes y 1.736 no pudieron ser asignados a ningún taxón debido a su alto grado de fragmentacion reflejado en astillas y fragmentos muy pequeños. Es notable el predominio de camélidos sobre las demás familias (Figura 3). Cabe señalar la diversisdad de taxones representados: cérvidos, cánidos, aves, roedores, etc. La marcas naturales registradas fueron causadas por agentes como roedores, carnívoros y raíces, aunque la frecuencia de aparición sobre el total de los restos identificados es muy baja (1.8%). Por otro lado, la muestra se encuentra mayormente distribuida entre los estadios 0 y 1 de meteorización (Tabla 1). Por su parte, no hubo correlación entre la densidad ósea global y el %MAU. De este modo, la historia tafónomica de este conjunto indica que no ha sufrido modificaciones significativas por parte de los agentes naturales.

ci 2

Marcas naturales

S

et

Estadios

Casos

%*

0

294

19.7

1

229

15.3

2

158

10.5

3

32

2.1

4

5

0.3

5

1

0.06

total

719

43.9

Tipo

Casos

%*

carnívoro

3

0.1

roedor

17

1

raíz

10

0.7

total

30

1.8

Tabla 1. Estadios de meteorización (según Behrensmeyer 1978) y marcas naturales de los subconjutos de camélidos, artiodáctilos y cérvidos. *: porcentaje calculado sobre el total de los especímenes identificados.

Figura 3. Diversidad taxonómica (expresados en frecuencias relativas) NISP total=1636. Los resultados del análisis del subconjunto camélido se encuentran expresados en la Tabla 2. El número mínimo de elementos (MNE) indica que se encuentran representados tanto el esqueleto apendicular como el axial. El número mínimo de individuos identificados es de 10, calculado a partir de la tibia distal registrandose 5 elementos derechos fusionadas y 5 izquierdos sin fusionar .

Partes esqueletarias

NISP

MNE

MNI

MAU

%MAU

Esqueleto Axial Cráneo

21

3

3

3

35 3

Mandíbula.

47

6

5

Hioides Atlas

11 3

3 -

35 3 -

Axis

7 30

2 3

2 3

2 3

23,5 35 3

Cervicales 3-7

7

2

1.4

165

49

13

2

11,8

39 18

8 17

2

1 1,1

Costillas* Pelvis

172

71 3

3

29

3

2,9 3

34,1 35 3

Esternebras

5 431

3

1

0.5

5,8

140 411

Torácicas Lumbares Caudales

Total esqueleto axial Esqueleto Apendicular

13

Escápula Húmero

26

7 4

6 3

3.5

34

2

47,5

Radioulna Carpianos

28 22

4 21

5 4

2 2.1

47,5 24,7

1 3

2 3

23,5 35 3 35,3

Metacarpo Fémur Rótula Tibia. Tarsianos Astrágalo

5

4

32 6

6 6

4

3

56

17

10

8,5

100

26 13

26 12

7 7

1,2 6

14,1 70,5

2,5 3

29,4 35 3

Calcáneo

8

5

4

Metatarso proximal Metapodio

11 59

6 16

Falange 1

25

19

2 4 3

Falange 2 Falange 3

22 12

17

3

Sesamoideos

11 396

11 10

Total esqueleto apend.

4

47

2,3

27

2

2,1 1,3

24,7 153

1

0,5

5,8

-

-

191

TOTAL PARCIAL 827 169

331

10

Dientes TOTAL

996

331

10

Tabla 2. NISP, MNE,MNI, MAU y %MAU del subconjunto camélido.*: Se calculó a partir de la porción proximal completa.

La estandarización de los valores de las unidades anatómicas mínimas demuestra que se encuentran representados todos los huesos del esqueleto. Sin embargo, hay una leve tendencia en la representación de la tibia seguida por el astrágalo y los huesos tarsianos, estando el espinazo, el radioulna y el húmero menos representados (Figura 4).

M A l 'H

Figura 4. MAU% del subconjunto camélido.

En lo que respecta a las marcas antrópicas generadas por actividades de trozamiento y consumo se distribuyen de modo homogéneo tanto en el esqueleto axial como el apendicular (10,1% y 10,5% respectivamente). Las huellas de corte aparecen mayormente en el esqueleto axial; pero esto se debe a las altas frecuencias de huellas en las fracciones proximales de las costillas vinculadas a tareas de desarticulación (Figura 5). Las marcas relacionadas a tareas de extracción de médula se encuentran mayormente representadas en el esqueleto apendicular, lo cual es esperable debido a la presencia de médula ósea en los huesos largos (Yacobaccio y Catá 2006).

9Y

8,2

Corte

Raspado

M achacado

H oyo de percusión

Negativo de im pacto

Figura 5. Distribución de marcas antrópicas en el esqueleto de camélidos (expresado en frecuencias relativas).

La ubicación topográfica de las huellas antrópicas identificadas en las diferentes unidades anatómicas indican actividades de cuereo (p.e marcas de corte en falanges), desarticulación (p.e marcas de corte en los tarsianos y carpianos), descarne (p.e corte en diáfisis) y extracción de médula (p.e hoyos de percusión en huesos largos). De este modo se encuentran representadas las tres etapas de trozamiento en un mismo lugar, sugiriendo que no hubo transporte de partes esqueletales a esta unidad. Los resultados obtenidos a partir de las mediciones osteométricas de camélidos, para las que se emplearon las falanges primeras, se distribuyen en el rango de llama pequeña. Ningún espécimen cae en los valores de Vicugna vicugna (Figura 6). Cabe mencionar, que esta especie se ha identificado en el sitio, pero en un contexto vinculado a la ritualidad ya que fue hallado en un enterratorio en el piso de una estructura habitacional (Gordillo 2007a).

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5

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► ■

1416

16,8

17,6

18,4

19,2

20

20,8

21,6

1FA2

Figura 6. Dispersión de las medidas 2 y 3 de las falanges primeras de camélidos de La Rinconada (N= 6) y de llamas,guanacos y vicuñas actuales (Tomadas de Yacobaccio, comunicación personal).

COSIDERACIONES FINALES Los resultados del análisis tafonómico señalan que la integridad de la muestra es alta, de este modo, los agentes naturales no provocaron modificaciones en los huesos. Asimismo, la alta frecuencia de huellas de origen antrópico demuestran la alta participación del agente humano en la formación del conjunto. Se evidencia la importancia económica de los camélidos en la economia de esta población, particularmente de la variante domesticada, siguiendo los resultados de las mediciones osteológicas para la identificación interespecífica. La introducción de los animales enteros, sin una previa selección de partes, sugiere un contexto de estabilidad residencial. Lo cual está en corcondancia con otros indicadores arqueológicos del sitio, tales como evidencias de procesamiento de alimentos con morteros, arquitectura residencial y pública, etc. Por otra parte, todas las actividades vinculadas al procesamiento de camélidos

fueron realizadas en la estructura 5. Estos animales fueron aprovechados de modo homogéneo, ya que tanto el esqueleto axial como el apendicular se encuentran representados; asimismo las huellas antrópicas se distribuyen homogéneamente en ambas zonas . En conclusión, la evidencia arqueofaunística demuestra que los camélidos fueron aprovechados integralmente, lo cual es esperable para contextos pastoriles y agropastoriles.

AGRADECIMIENTOS Quisiera agradecer al Dr. Gabriel López por los comentarios y aportes para la presentación de este trabajo durante las jornadas. También, al Dr. Hugo Yacobaccio por dirigirme en este proyecto y a la Dra. Inés Gordillo por facilitarme el material de estudio y la información presentada en este articulo. A los organizadores de este evento por permitirme participar en las VIII Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas. Por último, al evaluador de este trabajo por sus comentarios. Todo lo aquí expresado es responsabilidad de la autora.

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NOTAS 1Analizado por Virginia Fernández Varela y María Josefina Peña, bajo la dirección del Dr. Daniel Olivera (INAPL). Las estructuras 4, 15 y 23 fueron estudiadas por Alberto Pérez, P. Teta, A. Andrade, C. Panti (Museo Etnográfico, FFyL, UBA) y J. A. Cordero (CICHEP Chubut). Por otro lado, el Dr. Gabriel López y la Lic. Laura Ares se encargaron de analizar varios huesos de la estructura 5.

UN CASO DE ESTUDIO ZO O AR Q U EO LÓ G IC O EN PATAGONIA M ERIDIONAL: EL SITIO ESTANCIA PU EY RR ED Ó N 2 TECCE, Sofía *

INTRODUCCIÓN El objetivo del presente trabajo es presentar los primeros resultados del análisis zooarqueológico del sitio Estancia Pueyrredón 2 (en adelante EP2), ubicado en el área noreste del lago Pueyrredón-Cochrane, al noroeste de la provincia de Santa Cruz, Argentina. Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación “Colonización y consolidación en ambientes cordilleranos de Patagonia centromeridional: área del lago Pueyrredón”, dirigido por el Lic. Carlos A. Aschero. El mismo tiene como objetivo general explicar los inicios y la consolidación del proceso de colonización de los ambientes perilacustres cordilleranos, por parte de poblaciones cazadoras-recolectoras entre los 11.000 y 2.500 años AP (Aschero et al. 2009). En lo particular, con la información aquí presentada se busca contribuir al conocimiento de las estrategias de explotación de los recursos faunísticos del interior de Patagonia, durante el Holoceno medio y tardío, para el área noreste del lago Pueyrredón-Cochrane. Las investigaciones en esta nueva área de estudio comenzaron en el año 2006, momento en el que se llevaron a cabo una serie de prospecciones arqueológicas orientadas a la búsqueda de sitios a cielo abierto y bajo reparo. En esa ocasión, se registró la presencia de numerosos sitios nuevos, entre ellos EP2, haciéndose manifiesta la importante densidad ocupacional del área. Si bien el carácter de la información producida alrededor de esta región es aún preliminar, los fechados disponibles señalan una ocupación humana que se extiende desde ca. 5.100 a 200 años AP (Holoceno medio y tardío) (Aschero et al. 2009). Para los momentos de consolidación poblacional en la zona (7.000/3.000 años AP) se plantea como expectativa la existencia de un proceso de intensificación en el uso de los recursos de subsistencia, manifestado como un aprovechamiento integral de tales recursos.

* Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. E-mail: [email protected]

Dicho proceso se corresponde con un fenómeno de fisión y constricción espacial de la población originaria, que se ve reflejado, entre otras cosas, en el uso de los recursos bióticos (Aschero et al. 2009). Nos interesará observar esta dinámica en los conjuntos óseos recuperados, que se ubican en estos momentos cronológicos. Los primeros acercamientos al registro arqueofaunístico del área correspondientes a los sitios Cueva Milodón Norte 1, Estancia Pueyrredón 2, Alero La Reparosa y Alero La Raedera- evidenciaron las siguientes características generales compartidas por todos ellos: (a) un marcado predominio del guanaco (Lama guanicoe); (b) por el momento, la ausencia de especímenenes atribuibles a huemul (Hippocamelus bisulcus); (c) la presencia de otros taxones como puma (Felis concolor), piche (Zaedyus pichiy), distintas variedades de aves -entre ellas ñandú (Rheidae)- y valvas de moluscos; (d) una fuerte presencia de roedores, atribuida en su mayoría a factores postdepositacionales; y (e) la ocurrencia de modificaciones de origen antrópico (Aschero et al. 2009). En las páginas que siguen, presentaré los resultados de los primeros análisis efectuados sobre el material óseo de EP2, en particular de aquel proveniente de los momentos más tempranos de ocupación de la cueva. Este breve estudio representa, a su vez, el primer análisis de estas características que disponemos para conjuntos arqueofaunísticos de la región del lago Pueyrredón-Cochrane.

PRESENTACIÓN DEL SITIO El sitio EP2 es una cueva localizada al noreste del lago Pueyrredón-Cochrane, con una altitud de 400 msnm. Más específicamente, está ubicada en el punto definido por las coordenadas 47° 20’ 14,1’’ S y 71° 51’ 89,8’’ O (Figura 1). En ella se han realizado una serie de sondeos y excavaciones en dos campañas arqueológicas, en los años 2006 y 2008. El área del lago circundante al sitio se caracteriza, en la actualidad, por poseer un clima templado y una oferta relevante de vegetales propios de la estepa, las lagunas y los lagos cordilleranos. El sector perilacustre ubicado al noreste del lago se destaca por presentar una importante oferta de recursos topográficos, litológicos, florísticos y faunísticos, en contraposición con lo que ocurre en el sector suroeste, actualmente más impactado por la presencia humana. El área que rodea a EP2 se trata, en suma, de una zona de muy buenas condiciones ecológicas para la vida humana (Aschero et al. 2009).

Figura 1. Localización del sitio bajo estudio.

La buena preservación de los materiales orgánicos en los sitios relevados en esta área del lago, permitió la realización de una serie de dataciones radiocarbónicas que han ubicado a la ocupación humana en el Holoceno medio y tardío (Aschero et al. 2009). En particular, disponemos para EP2 de un fechado radiocarbónico efectuado sobre una muestra de gramíneas proveniente de la capa 7 (2°), que ha arrojado una edad de 3540±60 años AP (Aschero et al. 2009). Las muestras óseas analizadas para el presente trabajo, proceden de la última capa de la secuencia estratigráfica del sitio EP2, la capa 10, que podemos ubicar temporalmente en el Holoceno medio/tardío. Esta capa está representada por un área de excavación de 0,5 m2, que, si bien se trata de una muestra de tamaño pequeño, tiene relevancia como fuente de información novedosa para esta área de estudio.

Metodología de trabajo Durante la excavación del sitio EP2, se registraron un total de 10 capas claramente definidas por su color, textura y estructura. Para el estudio de los huesos recuperados se ha empleado el criterio de máxima distinción (Grayson 1984), respetando las divisiones naturales observadas entre las distintas unidades. Es importante destacar la muy buena preservación de los huesos y la baja incidencia de la meteorización sobre los conjuntos (Aschero et al. 2009), hecho que favorece al análisis zooarqueológico. La metodología empleada para el estudio de los conjuntos óseos ha seguido los lineamientos generales planteados por Mengoni Goñalons (1999, 2006-2009) y De Nigris (2004). Como ya fuera mencionado, nuestro interés es indagar sobre las estrategias de explotación de los recursos faunísticos; en función de dicha problemática, el análisis se desarrolló en varias etapas. En primer lugar, se realizó la identificación anatómica y taxonómica de los especímenes óseos recuperados durante las excavaciones. Luego se relevó la presencia de marcas de origen antrópico -marcas de procesamiento y consumo, fracturas- y de aquellas cuya presencia se adjudicó a otros agentes y procesos -e.g. marcas por acción de roedores y carnívoros-. Dichas modificaciones fueron observadas a ojo desnudo y con una magnificación de 10x, dada la buena preservación de las superficies óseas. También se registró la acción de la meteorización y otras alteraciones de las superficies. En una etapa posterior del análisis, se cuantificaron las muestras considerando la abundancia taxonómica (NISP, MNI) y la anatómica (MNE, MAU, %MAU); así como también se realizaron cálculos estadísticos (rho de Spearman). A continuación presentaremos los resultados del análisis zooarqueológico llevado a cabo sobre las muestras óseas de EP2.

RESULTADOS Especies representadas Observando el perfil taxonómico de los conjuntos óseos de la capa 10, se observa una baja diversidad de especies representadas. En particular, dos grandes grupos dominan la secuencia: por un lado, los roedores, y por el otro, los artiodáctilos en general y el guanaco (Lama guanicoe) en particular (Tabla 1). Al respecto de los

primeros, destaca la gran abundancia de restos óseos; sin embargo, los mismos son entendidos para este caso como producto de procesos post-depositacionales, debido a factores tales como su asociación a egagrópilas, el hecho de que en muchos casos los huesos se encuentran articulados, y la ausencia de cualquier evidencia en ellos que remita a una utilización u aprovechamiento por parte de humanos. Estas mismas observaciones pueden extenderse a los especímenes asignados al suborden Lacertilia y a los casos de Aves indeterminadas. Taxón Aves indeterminadas Mammalia indeterminados Mammalia pequeños Mammalia medianos Artiodactyla Guanaco (Lama guanicoe) Piche (Zaedyus pichiy) Lacertilia Rodentia NISP identificables N no identificables NR total

Capa 10

8 1 2 3 125 58 5 23 2437 2662 264 2926

Tabla 1. Representación taxonómica (NISP). El grupo de especímenes identificados a nivel de orden Artiodactyla domina el conjunto en segundo lugar. Bajo este rótulo se abarcó a aquellos especímenes que carecían de atributos diagnósticos que permitiesen su asignación a nivel de especie (guanaco o huemul), debido principalmente a la alta fragmentación de la muestra. Esta categoría contiene, pues, fragmentos de dientes sueltos, porciones del cráneo, vértebras indeterminadas, superficies articulares no diferenciadas y diáfisis de huesos largos no diagnósticas. La cantidad de especímenes correspondientes a esta categoría se entiende por el alto nivel de fragmentación de la muestra, que disminuye el nivel de identificabilidad de los huesos en general. Como veremos más adelante, la ausencia de especímenes óseos pertenecientes a huemul (Hippocamelus bisulcus) y la presencia dominante del guanaco, nos conduce a interpretar a los restos óseos de

Artiodactyla como pertenecientes, muy probablemente, a esta última especie. Por su parte, y en tercer lugar en abundancia, destaca la presencia del guanaco como especie dominante en la muestra estudiada. El único otro taxón identificado a nivel de especie hasta el momento es el piche (Zaedyus pichiy), representado en su mayoría por placas dérmicas. Asimismo, es importante remarcar nuevamente el hecho de que no se han detectado hasta el momento especímenes atribuibles a huemul. En aquellos casos de especímenes óseos que poseían atributos estructurales de mamíferos, los mismos fueron asignados a diferentes categorías de acuerdo al peso estimado del animal: Mammalia pequeños -menores a 5 k g - y Mammalia medianos -entre 5 y 50 kg-. Cuando no fue posible determinar a qué categoría de tamaño pertenecían, fueron consignados como Mammalia indeterminados. Su presencia en la muestra relevada es, no obstante, escasa. A continuación, centraremos nuestro estudio en las muestras óseas de guanaco, por tratarse del taxón más representativo de la muestra.

Representación anatómica del guanaco En el conjunto óseo analizado, se observa el predominio de los huesos de la cabeza y del esqueleto apendicular del guanaco, mientras que el resto del segmento axial es el menos representado (Figura 2). Previamente a cualquier análisis de estas características, es importante tener en cuenta la acción de otro tipo de factores no antrópicos que puedan estar afectando la composición de la muestra. Para medir el impacto de procesos densitodependientes, se realizaron cálculos estadísticos (rho de Spearman) sobre los conjuntos óseos. A tal fin, fueron correlacionados los valores de %MAU con los valores de densidad mineral ósea calculados para camélidos (Elkin 1995). El valor obtenido (r=0,33; p45

20

Extrema

Tabla 2.Ponderación de la pendiente. Al norte, las fricciones extrema y elevada están ausentes Debido a sus bajos caudales y dimensiones poco significativas (Iturraspe y Urciuolo 2000), probablemente ningún flujo o cuerpo de agua representó un impedimento para la circulación, debido a que podían ser cruzados en alguno de sus tramos. Sin embargo, fue indispensable otorgarles un valor de fricción, entendida como el grado de dificultad del desplazamiento humano sobre el terreno (Tabla 3), puesto que de lo contrario las pendientes de los cauces serían interpretados por el modelo MADO como áreas idóneas para el desplazamiento, solapándose la hidrografía con las vías de desplazamiento en los casos en que fueran paralelos. Clase 1 2

Caudal en m3./seg 40

10 20

Grado de dificultad Bajo Bajo-Medio Medio-Alto Extrema

Tabla 3Ponderación de la redfluvial. En el área de estudio solo hay ríos con caudal menor a 4 m3./seg. Los cuerpos lagunares tienenunvalor 20 conuna fricciónextrema, para evitar solaparlos con las rutas Si bien la fitogeografía de la porción norte de la isla no presenta mayores variaciones, puesto que esta dominada por estepa graminosa (Burry et al. 2006), la vegetación suele estar adaptada a condiciones de altura, orientación y humedad. Debido a esto, se la reclasificó con un valor que une la clase de vegetación con el entorno en el que se desarrolla (Tabla 4).

Clase

Suelo/Vegetación

Fricción

Grado de dificultad

1,2,3

Estepa graminosa, Tierra de arbustos abierta, Playa

1

Bajo

4,5

Ladera de estepa graminosa con arbustos, Tierra de arbustos cerrados

2

Bajo-Medio

6

Estepa graminosa de ambientes altos

3

Medio

7,8

Bosque siempre verde de Nothofagus, Bosque deciduo

5

Medio-Alto

9

Bosque mixto deciduo siempre verde

8

Alto

Tabla 4.Ponderación de los suelos o vegetación El MADO tiene un carácter determinístico y se basa en los conceptos de superficies de fricción y cálculo de costes propios del SIG. Cabe aclarar que el criterio de asignación de los valores de fricción podría resistir otras alternativas a las aquí diseñadas. No obstante eso, este cálculo resulta una manera sencilla y homogénea, puesto que todos los casos son analizados sobre el mismo mapa de fricción, por lo que los resultados serán equivalentes y comparables.

RESULTADOS ALCANZADOS Cabe señalar que si bien las correlaciones se realizaron sobre datos continuos, los resultados fueron evaluados de acuerdo a los rangos de distancia antes mencionados, a fin de evaluar radios en de los cuales se vuelve importante la ubicación de los asentamientos en función del aprovisionamiento de los recursos (Tabla 5). Correlaciones en N= 13 Ambiente Terrestre Aprovechamiento de FT Ambiente Marino Aprovechamiento de FM r = 0,8159 R = 0,8159 radio de 5km radio de 5km P= 0,001 p= 0,001 r = 0,8092 R = 0,8092 Radio de 10km radio de 10km P= 0,001 p= 0,001 r = 0,7545 R = 0,7545 Radio de 20km radio de 20km p= 0,003 P= 0,003 r = 0,7055 R = 0,7055 Radio de 30km radio de 30km p= 0,007 P= 0,007 Tabla 5.Correlaciones entre factor ambiente y factor aprovechamiento para variables terrestres (derecha) y marinas (izquierda). Referencias: Fauna terrestre (FT) y Fauna Marina (FM)

Los resultados señalan valores de correlación positivos, altos y significativos entre el tipo de fauna (marina/terrestre) y el ambiente (marino/terrestre) para todos los radios considerados (P< 0,05; R > 0,6; Tabla 5). No obstante, los mismos aumentan a medida que nos acercamos al radio de 5km, siendo éste el que presenta la correlación más alta. Sobre esta base estadística, la fauna hallada en los sitios es fuertemente representativa de su entorno inmediato, tanto en lo que respecta al ambiente terrestre como al marino. A pesar de esto, las distancias mayores parecen dar una visión más completa en los casos en que la presencia de fauna marina implica trayectos a la línea de costa, mayores a los 5 km. En particular, las distancias comprendidas entre 5 y 10 km son las que mejor explican la presencia de recursos marinos, aunque en escasas proporciones, en Mandíbulas, Bloque Errático 1 y Cabeza de León 1. Estos casos destacan la significancia de las correlaciones sobre el radio de los 10 km (Figura 2).

Figura 2.Se presentan las correlaciones obtenidas entre los factores ambiente marino y aprovechamiento de fauna marina sobre los radios de 5 y 10 km2 para cada uno de los sitios analizados

Vale remarcar que el valor de las correlaciones no varía significativamente si se considera como NISP general al representado por todos los taxa presentes en los sitios, es decir incluyendo aquellos que fueron descartados del análisis. Esto señala que los resultados obtenidos no son dependientes de la muestra de datos aquí seleccionada.

RANGOS DE ACCIÓN Y ÁREAS DE ACCESO HUMANO La zona analizada, por su propia configuración topográfica, ofrece un espectro suficientemente grande de posibilidades para el movimiento. Las potenciales vías de acceso resultantes a partir de la inclusión de las distintas variables de fricción, muestran un abanico de posibilidades relativamente amplio de circulación en distintas direcciones para cada uno de los sitios estudiados. Si bien las alternativas del desplazamiento en cada caso son diferentes, se enciman respondiendo básicamente a los desniveles poco significativos del terreno. Los espacios más accesibles incluyen las zonas costeras, con vegetación y pendientes prácticamente nulas, y para el interior de la isla los ambientes con pendientes menores a 3 grados con vegetación esteparia. Las áreas menos seleccionadas corresponden a las Sierras Boquerón al norte, y Carmen Sylva al sudoeste, de pendientes escasas a medias y vegetación esteparia de gramíneas y arbustos. Esto se identifica claramente en el diseño de las vías que salen de los sitios del extremo norte, Punta Catalina 3 y Espíritu Santo 1, las cuales costean los sectores más dificultosos (Figura 3).

Figura 3.Se presentan algunos ejemplos de las vías óptimas obtenidas de sitios del extremo norte (izq.), del centro y sudeste (centro) y de la bahía San Sebastián (der.) en el norte de la isla. Los sitios del centro y sudeste muestran un espectro más amplio y parejo de espacios para el desplazamiento. Las vías se diversifican en mayor medida al llegar a la depresión entre las bahías Inútil y San Sebastián, discurriendo hacia el norte por las pendientes nulas y evitando las escasas, con mayor alcance que las que van hacia el sur. Esto podría deberse a que las Sierras Boquerón presentan pendientes nulas

que se entremezclan entre las escasas, haciendo más fácil el paso, mientras que en las sierras de Carmen Sylva las pendientes escasas están más concentradas (Figura 3). Por su parte, el entramado de vías que sale de los sitios de la Bahía San Sebastián refleja semejanzas con los dos grupos antes mencionados. Existe una diversificación de las rutas hacia el norte, al igual que los sitios del centro y sudeste del área de estudio y, a su vez, se observa un área menos favorecida en el desplazamiento correspondiente a las Sierras Carmen Sylva, como ocurre con las rutas que salen de los sitios del extremo norte (Figura 3). En general, la ubicación de los sitios se vincula con espacios de pendiente nula, vegetación esteparia y disponibilidad de fuentes de agua, mientras que las vías de desplazamiento bordean y/o cruzan ríos o cuerpos lagunares en algunos tramos. Esto podría vincularse con las características de las fuentes de agua. Por un lado, sus pendientes bajas favorecen el desplazamiento y, por otro lado, la disponibilidad de agua como factor limitante en la adaptación humana en buena parte de Patagonia (e.g. Borrero y Muñoz 1999), hace a estos espacios atractivos para las poblaciones cazadoras recolectoras en términos de circulación, instalación y aprovisionamiento de recursos.

DISCUSIÓN Uno de los indicadores de la importancia de un recurso o de un grupo de recursos es la posición de los sitios respecto de éste (Moreno 2008). La distribución actual de loci arqueológicos en el norte de Tierra del Fuego, es superior en las estepas interiores respecto de la zona costera. Esta idea se refuerza si consideramos la posición de los sitios en el momento en que estuvieron ocupados. Teniendo en cuenta que la línea de costa atlántica manifiesta desde el Holoceno Medio un retroceso en el sector septentrional y una agradación en la bahía San Sebastián (Bujalesky 2007; Rabassa et al. 1992; Rabassa et al. 2000), algunos de los loci del norte de la isla que son actualmente costeros, fueron ocupados como parte de ambientes interiores durante el Holoceno Tardío. Este es el caso de Punta Catalina 3 y Espíritu Santo 1 (Borrazzo 2010). Otros loci cercanos a la Bahía San Sebastián siempre se ubicaron en espacios interiores. aunque posiblemente entre 1 y 2 km más cercan de la línea de costa durante su ocupación (Borrazzo 2010). De acuerdo con ello, parecen haber preponderado los ambientes terrestres en

función del aprovechamiento de sus recursos, lo que indica la existencia de espacios de explotación de recursos específicos, en especial más allá de los 10 km de la costa. Si bien esto podría deberse a un sesgo de la muestra disponible, puesto que los cambios en la morfología costera nos alertan sobre la pérdida de información sobre ocupaciones costeras tardías, particularmente en la franja de 1 a 2 km entre la línea de costa y el océano Atlántico en el norte de la isla, diversos autores señalan la preponderancia de los recursos terrestres, en particular el guanaco, sobre la fauna que proviene del mar (e.g. Borrero et al. 2008, Massone et al. 2003, entre otros). Los recursos costeros, aunque poco abundantes en la dieta, señalan la inclusión sistemática de dicho ambiente a los rangos de acción de las poblaciones pasadas (Borrero et al. 2008) en distancias que creemos parecen no superar los 10 km a la línea de costa. En relación con esto, la localidad Las Mandíbulas, el sitio Bloque Errático 1 y el sitio Cabeza de León 1, presentan hueso de cetáceos, pinnípedos y moluscos, con ubicaciones a 9 km, 7 km, y 6 km respectivamente de la línea de costa. En particular, la presencia de moluscos en Bloque Errático 1 y Cabeza de León 1, señala que estos recursos fueron aprovechados dentro de un evento de consumo diario. Sobre esta base, podría tomarse al radio de los 10 km como el espacio límite en el que se sostiene la existencia de una mayor variedad de ambientes de explotación que implicaron sectores terrestres y marinos en constante interacción. Es interesante mencionar que Borrero y Lanata (1988) observan que la cantidad de moluscos hallada en sitio arqueológicos dentro de la franja de 1 km a la línea de costa atlántica varía independientemente de la distancia al océano, por lo que serían otros los factores que controlan el asentamiento humano. De acuerdo a esto, pareciera ser que un cambio en la escala de análisis supone un cambio en las variables que controlan el aprovechamiento de los recursos. Posiblemente, la distancia a la costa necesite evaluarse en una escala regional de análisis para ser un factor significativo en la toma de decisiones humanas sobre el uso del espacio en el norte de Tierra del Fuego. Quedaría por verse cómo responde el radio comprendido entre los 10 y 20 km en el aprovechamiento de los recursos, particularmente los marinos. El hecho de contar con sólo un caso, el sitio Tres Arroyos 1 que registra moluscos en distancias que rondan los 20 km de la línea de costa, no nos permite consignar ninguna idea concluyente. A pesar de ello, el análisis estadístico sugiere que las características ambientales del radio de 5 km son las que se vinculan más estrechamente con la toma

de decisiones humanas sobre la subsistencia. A este patrón responden sitios como San Julio 2. con distancias que superan los 20 km del mar y que sólo presentan consumo de recursos terrestres. También lo hacen los sitios próximos a la línea de costa, en los que un radio de 5 km cubre tanto ambiente terrestre como marino. En este sentido. el análisis estadístico manifiesta que las correlaciones sobre el componente marino aumentan su grado de significancia a medida que se reduce el radio de distancia al mar, por lo cual es comprensible que los sitios más cercanos a la costa informen los valores más altos de fauna marina. La evidencia arqueológica de actividad humana en la localidad Marazzi (aunque no contamos con valores exactos), muy cercana a la costa de la bahía Inútil, y la localidad San Genaro en la costa de la Bahía San Sebastián, así como los sitios costeros de Punta Catalina 3 y Espíritu Santo 1 en la costa Atlántica, junto con la abundancia del registro óseo de cetáceos (Borella 2004, entre otros), permiten sostener que la disponibilidad de este recurso ha sido frecuente en el pasado y que la localización de sitios que contienen restos de cetáceos en el norte de la isla se vincula directamente con los lugares donde estos materiales son recolectados y seleccionados, es decir, con la costa (Borella et al. 2008). Para el norte de Tierra del Fuego, el MADO sugiere una alta accesibilidad y conexión entre ambientes interiores y costeros. debido principalmente a una configuración del paisaje más bien “laxa” en términos orográficos. A esto se añade el fácil acceso al agua, que debe haber estado disponible durante todo el año, junto con los recursos marinos concentrados en la costa y el guanaco, distribuido homogéneamente en las estepas interiores y con un comportamiento estacional no muy marcado (Borrero 2001). A ello se suma la disponibilidad diferencial de combustible. La producción de vegetación leñosa mantienen una relación proporcional con la precipitación y disminuye fuertemente con el aumento de la altura, además de vincularse con condiciones térmicas, tipo de suelo y áreas de suministro de agua y nutrientes (Frangi et al. 2004 en Rabassa et al. 2004). Debido a esto, en el sector norte de la isla las mayores cantidades de combustible se ubican en las serranías. De acuerdo al bajo gradiente térmico durante el año, sería esperable que la incidencia de los recursos tanto terrestres como marinos fuera similar durante todo el ciclo anual en la dieta de los cazadores recolectores (Manzi 2006).

CONCLUSIÓN Las características medioambientales son altamente informativas y se vuelven relevantes a la hora de evaluar las elecciones de las poblaciones pasadas en lo que respecta al asentamiento y la subsistencia. La falta de barreras biogeográficas en el área de estudio denota que la orografía no debe haber sido un condicionante en la accesibilidad espacial, sino que ofreció vías de circulación multidireccionales. Los espacios de pendiente nula en el interior y la costa, así como los ríos y cuerpos lagunares, son espacios de menor costo asociados con la disponibilidad de recursos básicos que debieron haber facilitado la circulación, la instalación y la subsistencia humanas. Si la escasez del componente marino en el interior no está vinculada con la dificultad en el acceso al ámbito costero, podría ser la distancia a la costa la variable más importante en los mecanismos de obtención y circulación de los recursos. Asimismo, hemos observado que este factor resulta relevante en una escala regional de análisis, mientras que en distancias de hasta 1 km a la línea de costa, otros son los factores que condicionan el aprovechamiento de los recursos marinos, en particular los moluscos (Borrero y Lanata 1988). A la importancia de la distancia al océano, a nivel regional, se añade que la distribución y disponibilidad de los recursos durante todo el año (Borrero 2001) refuerza la preponderancia del aprovechamiento de la fauna dentro del entorno inmediato a los sitios. En particular, sobresalen los ambientes terrestres en el aprovechamiento de la fauna inmediatamente disponible, especialmente más allá de los 10 km a la línea de costa. Dentro de este esquema, el radio de los 10 km podría considerarse como el límite de la interacción entre la costa y el interior, con el aprovechamiento de todos sus recursos disponibles.

AGRADECIMIENTOS Al Dr. Luis Borrero y la Dra. Lorena LHeureux por haberme alentado en la presentación de este trabajo, colaborando con generosa disposición todas las veces que acudí a ellos: datos, comentarios, correcciones y m ás.. .También, gracias a la Dra. Mónica Salemme y al Lic. Fernando Santiago, por facilitarme el trabajo sobre el sitio Las Vueltas 1 cuando se hallaba en prensa. Finalmente, quiero agradecer a quien me evaluó, el Dr. Sebastián Muñoz, por aportarme nuevas y valiosas consideraciones que ayudaron a mejorar este trabajo y mi labor a futuro.

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PAISAJES DE PRODUCCIÓN Y REPRODUCCIÓN DURANTE EL PERIODO DE INTEGRACIÓN REGIONAL (600-1200 DC): USO DEL GIS PARA EL ANÁLISIS DE LA AGRICULTURA EN EL ALTO-ANCASTI ZUCCARELLI, Verónica N. *

INTRODUCCION El presente proyecto de investigación se centra en las posibilidades de explotación agrícola en un conjunto de sitios localizados en el Departamento de El Alto, Catamarca. Se trata de Rodeo de los Indios 1, 2, 3 y 4, tentativamente adscriptos al lapso conformado por el Periodo de Integración Regional1, entre 600 y 1100/1200 años D.C. Forma parte de un proyecto más abarcativo sobre la creación y recreación de paisajes sociales en los valles orientales de Catamarca2. La presente propuesta es avanzar en el análisis de la articulación entre la base de subsistencia agrícola, y la construcción de un paisaje agrario coherente con las relaciones sociales y políticas que se desarrollaron en esa época (Gordillo 2007; Núñez Regueiro y Tartusi 2003, etc.), las que inevitablemente serán objeto de revisión. Esto implica elaborar un modelo de uso del espacio agrícola que nos permita generar hipótesis acerca de las relaciones intra e inter poblacionales en sus aspectos económicos. Para lograr esto hemos comenzado a definir la conformación y distribución del espacio agrícola, su relación con las áreas de vivienda, sus características técnicas, así como su relación con los procesos de producción a distintas escalas. Con este fin se explorará la utilización de programas de análisis espacial - SIG (Sistemas de Información Geográfica)- en el marco de la problemática del paisaje construido para la producción a través de la caracterización de sus expresiones espaciales.

LA PROPUESTA TEORICO-M ETODOLOGICA Es en el marco de los interrogantes acerca del grado de integración dentro * Instituto de Arqueología, UBA.

de las formaciones sociales y entre ellas durante el PIR, sus aspectos simbólicos y políticos y la transformaciones que protagonizaron, que el estudio de

las

características de la base de subsistencia agrícola puede ser una línea de evidencia que aporte información respecto del sistema económico de estas sociedades y de las relaciones políticas inherentes a ellas. Particularmente en los valles de Ambato (Cruz 2006; Figueroa 2008), Catamarca (Álvarez et al. 2008; Kriskautzky 1996-1997) y la Puna Salada (Delfino 2005) durante el PIR, las construcciones relevadas han mostrado un patrón de variabilidad de emplazamiento de las estructuras agrícolas en los diferentes pisos de altitud, conformada por la combinación de diversas técnicas, tales como terrazas de ladera, canchones y estructuras de manejo hidráulico. Estos antecedentes serán la base comparativa de este proyecto, ya que permitirán evaluar diferencias y similitudes entre las diferentes regiones.

Tipo de estructura agrícola Terrazas de cauce

Puna Salada (Delfino 2005)

Valle de Ambato (Cruz 2006; Figueroa 2008)

Valle de Catamarca (Álvarez 2008; Kriskautzky 1996-1997)

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Terrazas de ladera Canchones Represas Puestos Estructuras compuestas (Canchón con aterrazamiento interno)

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Superficies despedradas y estructuras de despedre

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Canales de irrigación

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Para tratar el estudio, en la región de Ancasti, seguiremos la propuesta de Erickson (1996, 2006), de integrar la problemática agrícola dentro de la visión global del paisaje (Criado Boado 1999, Barret 1999, Tilley 1994, entre otros). El paisaje fue construido en relación a prácticas económicas de distinto alcance, a los modos de tenencia de la tierra y al sistema de conocimiento de las sociedades que lo crearon a lo largo de generaciones (Barret 1999; Erickson 2006). Puede ser medido, datado y analizado a través de sus expresiones territoriales: caminos, delimitaciones arquitectónicas de los campos, canales de riego, orientación, extensión, etc.; (Erickson 2006). Por consiguiente, el fin principal de este proyecto consiste en lograr una caracterización del paisaje agrícola; para esto, en términos analíticos, se abordará el plano físico - relacionado con el contexto ambiental y geomorfológico- y el espacio arqueológico, que tiene que ver con la distribución y emplazamiento de los sitios. Por otro lado, la propuesta es considerar los lineamientos teóricos que ponen énfasis en el papel de la unidad doméstica respecto al control de sus medios de producción. Básicamente, el campesinado constituye un tipo de formación social de amplio alcance, susceptible de existir bajo diferentes contextos políticos, y en diferentes tiempos y espacios (Erickson 1993, 2006; Parcero Oubiña 2002). Esta vuelta hacia los mecanismos de descentralización es relevante en relación a las problemáticas acerca de las formaciones sociales y la complejización social que suelen atribuirse al PIR. Por lo tanto, siguiendo la propuesta de Erickson (2006), resulta pertinente para este proyecto tomar una perspectiva “desde abajo”, que implica no dar por sentada, pero tampoco descartar, la intervención directa de una elite en la ingeniería y desarrollo de la agricultura intensiva. Cabe destacar, sin embargo, que excede los límites de este trabajo lograr comprobar una centralización o descentralización política que implicaría un trabajo extensivo y de grano fino a nivel regional. Siendo que en este caso de estudio en particular solo contamos con asentamientos de pequeña escala, en principio no es posible pensar en la existencia de elites, sin embargo, se pretenderá insertar estos hallazgos dentro de los debates acerca de las sociedades del PIR (Cruz 2006, Delfino 2005, entre otros). Por consiguiente, se buscará aportar un ejemplo puntual de configuración espacial de la producción, que, siguiendo esta perspectiva, permitirá considerar de forma más dinámica la relación entre unidades domésticas y políticas dentro de la población y con poblaciones de otras regiones.

El abordaje del paisaje agrícola requiere de herramientas que permitan apreciar la continuidad espacial entre los núcleos habitacionales -los que más atención han recibido- y los espacios utilizados para la producción. La organización espacial de la producción agrícola tiene implicancias importantes en el patrón de asentamiento porque está íntimamente relacionado con los sistemas de tenencia de la tierra (Barrett 1999; Criado Boado 1999; Erickson 1996; Killion 1992). En este marco, para cumplir los objetivos de esta investigación, el uso de sistemas informáticos SIG permitirá crear modelos para analizar la continuidad entre los diferentes componentes del sistema agrícola y las áreas habitacionales. A la vez permite generar un enfoque global del paisaje facilitando la organización de los pasos de la investigación. Se trata de una herramienta que favorece ampliamente el análisis de las características ambientales y topográficas que condicionaron la construcción de determinado paisaje, así como también los costos de trabajo que implicó su creación y mantenimiento.

GIS: una técnica para la modelización del paisaje Los Sistemas de Información Geográfica (GIS) han demostrado ser una herramienta fundamental como fuente de modelos espaciales factibles de contrastar hipótesis respecto a los paisajes del pasado. Permiten interrelacionar datos espaciales en bases de datos para así generar un sistema analítico capaz de ser consultado (Fernández Freire 2007). Esta herramienta informática genera modelos del espacio geográfico y posee funciones que facilitan su análisis, como por ejemplo la medición de la visibilidad e intervisibilidad entre diferentes puntos o la relación entre los elementos del relieve. La posibilidad de evaluar las características del relieve y las cuencas hidrológicas de la zona va a permitir dar cuenta de las zonas con mejores características agronómicas. Es posible, además, trabajar con áreas amplias lo cual es necesario para abordar el estudio de las estructuras agrícolas, las que pueden alcanzar una gran dispersión en el espacio. Los trabajos de Parcero Oubiña (2002) y de Fernández Freire (2007) plantean este medio para acceder a una lógica económica desconocida a partir de la lógica espacial de los asentamientos, articulando las decisiones locacionales y la localización de los recursos. Esto implica definir las siguientes unidades de análisis para ser demarcadas en el modelo, según Fernández Freire (2007): -Los elementos del paisaje agrario: a) espacio explotado -o entramado

parcelario-. b) El espacio no cultivado- ya sea porque es inaccesible o que es explotable pero no se utilizó efectivamente- c) el hábitat agrario, o asentamientos de las poblaciones asociadas a la explotación agraria; d) relaciones entre otros elementos, como las redes viarias. -Los factores del paisaje agrario: a) los primarios, es decir, el clima - régimen pluviométrico, hidrografía, temperatura, etc.; el relieve- topografía, altimetría, dinámicas erosivas, etc.; y también los derivados de éstos, como la cobertura vegetal y el tipo de suelo. b) los factores humanos: no son directamente observables, responden a la teoría social que articula la investigación. Junto con las características hidrológicas, el relieve es un factor crítico para la capacidad agronómica de los suelos, entre otras cosas, porque determina los niveles de erosión. Los tipos de suelos, a la vez, serán analizados a través de la digitalización de cartas geológicas en combinación con mapas de suelos e índices de productividad agrícola actual que ya han sido elaborados en la región (Vargas Gil 1989). Estos recursos apuntan a una primera aproximación al área de estudio, en un marco general, para luego evaluar la obtención de datos de grano más fino en un futuro y así poder analizar las implicancias en el pasado. Para el caso, el relieve será representado por el SIG mediante un Modelo Digital de Elevación (DEM), al que se le adicionaran las demás capas de información -los elementos y factores- que luego se interrelacionarán. Este análisis es acorde con los lineamientos teórico-metodológicos de la Arqueología del Paisaje (Criado Boado 1999), donde se accede sucesivamente a las diferentes dimensiones de la espacialidad. El GIS permite formalizar las características del paisaje correspondiente al espacio físico, o contexto ambiental, para así evaluar el espacio social, que es el medio construido por el ser humano donde se dan las relaciones sociales. Cabe aclarar, sin embargo, que más allá de estas herramientas conceptuales y analíticas, es necesario no perder de vista que según la perspectiva del paisaje, este es un continuum, el espacio es siempre social. En una primera instancia esta propuesta plantea realizar el modelo en base a las prospecciones ya realizadas y elaborar un SIG que permita determinar las zonas donde sería factible hallar estructuras agrícolas. Luego se procederá a prospectar nuevamente en base a las expectativas generadas para contrastarlas con el registro arqueológico y así lograr un modelo más completo sobre la expresión de las prácticas productivas.

AREA DE ESTUDIO Y MUESTRA El área de estudio se asienta en el sistema serrano del Alto-Ancasti, que es una zona intermedia entre los valles occidentales de Catamarca (Ambato y Catamarca) y las Yungas. La Sierra de El Alto-Ancasti es de menor altura que las formaciones más occidentales-Sierras de Ambato y Graciana- y no supera los 1900 msnm. Por sus características geomorfológicas en la ladera oriental es donde se condensan las precipitaciones, especialmente en sus zonas más altas (De la Fuente 1979; Llamazares 1997-1998; Nazar 2003). A nivel fitogeográfico la vegetación se divide en pisos, los bosques llegan a los 800 msnm y luego se despejan, formándose pastizales en las cumbres de las serranías alcanzando 1500 msnm, donde se encuentran localizados los sitios Rodeo de los Indios 1, 2, 3 y 4. (Figura 1)

Figura 1. Imagen de Google Earth donde se observa la distribución de los sitios y el sector oriental de la provincia de Catamarca donde se emplazan (der.) El sitio Rodeo 3 es el de mayor extensión y presenta dos núcleos habitacionales. El patrón arquitectónico es coherente con lo relevado para otros ámbitos Aguada, además de haberse recuperado cerámica Ambato Negro Grabado durante las excavaciones (Gordillo 2009). Los sitios 1-2-4 están muy próximos uno de otro, pudiéndose considerar que en realidad se trata de un solo sitio. Se encuentran además a 5 km de Rodeo 3. Presentan andenería y recintos de planta ortogonal con un patrón arquitectónico coherente con el definido para Aguada. Hasta el momento

pudo apreciarse el uso de los espolones de las lomadas principales para asentar terrazas, que se encuentran próximas a los recintos detectados. Algunas de estas terrazas han sido construidas aprovechando como base de los muros de contención los afloramientos metamórficos que abundan en la zona. (Figuras 2, 3, 4, 5)

Rodeo 1

i 0 5m

Figura 2. Croquis del sitio Rodeo 1 (Gordillo 2009)

Figura 4. Foto de las terrazas presentes en Rodeo 2

Figura 6. Croquis del sitio Rodeo 4 En relación a la temática planteada en esta propuesta los pasos metodológicos previstos son los siguientes: -Generar un modelo de SIG de áreas con potencial explotación agrícola para ser contrastado: esto implica introducir imágenes satelitales en un SIG teniendo en cuenta los antecedentes de emplazamientos de estructuras en los valles, las estructuras ya detectadas y las características topográficas e hidrográficas del área de estudio. -Seleccionar mediante el análisis del SIG que áreas se prospectarán así como también las muestras de control. -Prospección: localización de los puntos mediante GPS, planimetría de las estructuras y caracterización tipológica, recolección de material cerámico diagnóstico en superficie-en caso de que lo hubiera- para una adscripción temporal tentativa de las estructuras. -Reingreso de los resultados de las prospecciones en el modelo inicial. Respecto al tamaño de la zona a muestrear, partiendo de los sitios habitacionales como unidad ya definida, la escala se establecerá

en base a la

evaluación del contexto geomorfológico mediante imágenes satelitales y aéreas. Si se espera que haya un aprovechamiento de los diferentes emplazamientos geográficos, se incorporaran al estudio las zonas contiguas a los sitios registrados y

se irá ampliando sucesivamente el área de análisis. Si tomamos los datos expuestos en los antecedentes acerca de la variabilidad de emplazamiento de las estructuras, se cubrirán las unidades geomorfológicas conformadas por las lomas donde están asentados los sitios, las laderas adyacentes y los cursos de agua.

DISCUSIÓN El análisis del paisaje agrícola plantea diversas problemáticas. Por un lado la cuestión del actualismo, ya que esta propuesta considera la construcción de un SIG en base al relieve actual. Cabe destacar que se trata de un punto de partida para luego evaluar los posibles procesos geomorfológicos que actuaron en el área. Es decir que lo que según el modelo inicial son áreas potencialmente explotables pudieron no serlo en el pasado y viceversa. Aún así, esto no invalida la construcción de este modelo porque podemos considerar que el marco topográfico general es un factor que se mantiene más constante que otros. Lo que se pretende al usar un SIG es poder aislar las diferentes variables e identificar nuevas. Otra cuestión a tener en cuenta tiene que ver con las particularidades de las prácticas agrícolas, que afectan su detección e interpretación. Este paisaje suele estar conformado por dos tipos de espacio: los campos permanentes, que suele estar en las inmediaciones del sitio de vivienda -e incluye las huertas- (Killion 1992; Parcero Oubiña 2002) y los campos extensivos, de zonas en general menos fértiles y más problemáticas para el desarrollo de una explotación intensiva y permanente, pero que sí permiten un aprovechamiento discontinuo de determinadas especies. También puede darse que se elija combinar una estrategia extensiva en áreas alejadas de los asentamientos con una intensiva en las inmediaciones de los mismos (Killion 1992). En este sentido, el abordaje de las áreas extensivas presenta problemas metodológicos a nivel arqueológico ya que no suele dejar correlatos materiales e incluso son áreas que pueden estar a más de un día de distancia de los asentamientos (Killion 1992). En consecuencia, este proyecto se centrará en los llamados campos permanentes en las inmediaciones de los sitios. Por esta razón es que el área de análisis se irá definiendo a través de la incorporación de zonas de forma sucesiva a partir de los lugares de vivienda en base a las zonas más aptas para el cultivo. También la problemática de la temporalidad es un tema complejo de tratar al analizar las estructuras agrícolas. En esta instancia nos abocaremos a detectarlas para

luego proceder a recolectar material diagnóstico en superficie-en caso de que lo hubieray también nos apoyaremos en las técnicas constructivas y la relación entre las estructuras con los sitios para dar cuenta de una datación tentativa. Al igual que con lo mencionado para los procesos geomorfológicos, el modelo de uso del paisaje es una instancia inicial que en alguna medida nos va a permitir evaluar otros factores que surjan durante el curso de la investigación, en virtud de esta metodología que posibilita el manejo de grandes volúmenes de información- tales como visibilidad, inter visibilidad, tipo de suelos, orientación, etc.Finalmente, la relevancia de este trabajo radica en dos aspectos de reciente abordaje en el área. En primer lugar, los pastizales como área estrechamente vinculada a las yungas. Hasta el momento las investigaciones realizadas en la sierra de El AltoAncasti se han centrado en el arte rupestre presente en el sur de la ladera oriental (De la Fuente 1979; Llamazares 1997-1998), que por su densidad de sitios con representaciones y las características de las mismas sitúan al área como una zona de importancia para las poblaciones del PIR. Las asociaciones estilísticas apuntan a las representaciones iconográficas presentes en cerámica y metalurgia adscripta a Aguada (Llamazares 1997­ 1998). Por lo tanto, avanzar sobre la dinámica de los sitios en los pastizales permitirá tratar las características de las ocupaciones de esta área intermedia y la yunga más al este, que se encuentra a no más de 20 km de los Rodeos. En segundo lugar, la problemática agrícola está comenzando a ser tratada por otros investigadores en la zona3 , por lo que la temática promete avanzar a nivel regional.

EXPECTATIVAS Y COMENTARIOS FINALES Se espera comenzar a avanzar sobre el tratamiento de las expresiones espaciales, y por ende materialización de las relaciones sociales, en los diferentes ámbitos de interacción durante el PIR. Tal como se ha expuesto, la meta es comenzar a tratar qué clases de relaciones sociales involucró este paisaje de producción y reproducción de las poblaciones que habitaron los Rodeos. En este sentido, si admitimos que proliferó una lógica espacial similar en diferentes valles durante el PIR, recreando los mismos principios en diferentes ámbitos geográficos, cabe preguntarse qué panorama se dilucidará en futuras investigaciones cuando más patrones sean relevados y comparados. De esta forma se podrá comenzar a analizar

críticamente sobre una base más sólida, las relaciones entre las comunidades de mayor tamaño, las de menor tamaño, las consideradas como “fronterizas” y las “centrales”. Particularmente, se comenzarán a evaluar las diferencias y similitudes de la articulación del paisaje entre los núcleos habitacionales de Rodeo 1-2-4 y Rodeo 3, y, a la vez, compararlo con los patrones de uso del espacio productivo de los valles de Ambato (Cruz 2006; Figueroa 2008), y de Catamarca (Álvarez et al. 2008; Kriskautzky 1996-1997). Finalmente, a nivel general, buscaremos avanzar sobre las técnicas agrícolas empleadas en los valles mesotérmicos en la región oriental de Catamarca. Por otra parte, la perspectiva “desde abajo” (Erickson 2006) con énfasis en la producción permite destacar la capacidad de las comunidades insertas en un sistema de interacción mayor, de mantener y negociar su autonomía. Este enfoque admite la posibilidad de evaluar el grado de control de las formaciones sociales agrícolas sedentarias respecto a sus medios de producción, su grado de interdependencia o su vulnerabilidad respecto a las limitaciones ambientales. Finalmente, nos interesa volver a resaltar las posibilidades que ofrece el uso de Sistemas de Información Geográfica como una herramienta que se adecua a una problemática de la escala espacial que representa la práctica de la agricultura. Su mayor ventaja es la de formalizar los datos geográficos facilitando su análisis. Gracias a las herramientas que ofrecen estos programas se puede extraer mayor información de las imágenes satelitales y fotos aéreas para organizar los pasos de la investigación y las técnicas de muestreo tal como se ha desarrollado.

AGRADECIMIENTOS A Inés Gordillo, José María Vaquer, Eva Calomino, Juan Pablo Guagliardo, Héctor Buono, y Luciana Eguía, por su apoyo y consejo. Los errores u omisiones son de mi entera responsabilidad.

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NOTAS De ahora en más PIR 2 “Paisajes del abandono. Creación y recreación de espacios sociales Aguada en los valles orientales y mas allá” (UBA CyT F032). dirigido por la Dra. Inés Gordillo. 3 El equipo dirigido por Marcos Quesada está comenzando a tratar esta cuestión en el marco de un proyecto en el área contigua a la que compete esta investigación 1

15. Uso del Espacio y Arquitectura

SUDESTE DEL VALLE DE YOCAVIL: TELEDETECCIÓN Y PAISAJES ARQUEOLÓGICOS.

ÁLVAREZ LARRAIN, Alina * INTRODUCCIÓN El presente trabajo propone abordar la problemática del asentamiento prehispánico para el sudeste del valle de Yocavil. Para esto se realizó un estudio de teledetección de estructuras arqueológicas a partir de fotografías aéreas, abarcando una extensión territorial amplia para encontrar yacimientos arqueológicos de diversa funcionalidad en asociación a las unidades del paisaje. Sobre esta base se realizó en el campo un primer cotejo de las detecciones, planteando una cronología relativa de los yacimientos a partir de los rasgos constructivos de las estructuras y del registro cerámico recuperado en superficie. Se buscó así realizar un aporte al estudio de la ocupación y los usos prehispánicos del espacio desde los inicios del primer milenio DC, momento en que la arquitectura aborigen se hace presente como una impronta detectable sobre el paisaje, hasta los tiempos tardíos (1000 años DC hasta fines del S. XVII), cuando los patrones prehispánicos sufren los efectos de la conquista española.

LA DIMENSIÓN ESPACIAL EN ARQUELOGÍA La Arqueología del Paisaje repiensa al espacio como una construcción social, imaginaria, en movimiento continuo y enraizada en la cultura, reemplazando así una visión del mismo como elemento fijo e inerte, por la elaboración de un concepto contextual inseparable de un sistema de saber de una sociedad (Criado Boado 1993). Se entiende que el paisaje es un proceso sociocultural, donde el mundo es mediatizado por la experiencia subjetiva de hombres y mujeres que crean su propio entorno al vivir en él (Anschuetz et al. 2001). De esta forma, el paisaje presenta múltiples dimensiones: 1: entorno físico o matriz medioambiental; 2: entorno social o medio construido por el ser humano a partir de sus actividades diarias, sus creencias y valores y 3: entorno pensado o medio simbólico cargado de significado (Criado * Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Boado 1999). De esta forma, como plantea Orejas (1991:212), estudiar el paisaje arqueológico implica proceder por niveles que van desde lo directamente detectable hasta la interpretación más compleja del mismo. Una de las tecnologías para construir el espacio y sobre la cual nos centramos aquí, lo constituye la arquitectura. La Arqueología de la Arquitectura la define como la manipulación antrópica de un espacio a través de técnicas constructivas que varían en el tiempo debido a factores socioculturales y económicos. Así, la arquitectura está relacionada tanto con el entorno físico como con la sociedad que la genera, estando su forma directamente relacionada con los códigos de uso y concepción del espacio y con los esquemas de pensamiento de una sociedad (Mañana Borrazás et al. 2002:14). Así, la casa y el espacio construido pueden ser considerados mecanismos físicos que reflejan, a la vez que crean, una visión del mundo, imponiendo esquemas de organización y conducta social (Rapoport 1972).

ÁREA DE ESTUDIO El valle de Yocavil o Santa María (Dto. de Santa María, Prov. de Catamarca) se encuentra enmarcado por dos cordones montañosos, la Sierra del Cajón o Quilmes hacia el oeste y la Sierra del Aconquija hacia el este, con una elevación máxima de 5500 msnm. En su geomorfología el valle presenta una asimetría marcada, dado que mientras de su margen occidental presenta conos de deyección a lo largo de la Sierra del Cajón, la vertiente oriental presenta un relieve quebrado de niveles aterrazados. La asimetría morfológica se refleja también en su red de tributarios ya que los colectores occidentales del río Santa María se encuentran secos la mayor parte del año, mientras que los ríos de la vertiente oriental (Caspinchango, Entre Ríos, Andalhuala, Ampajango, entre otros) son cursos hídricos permanentes debido a que se nutren de las aguas de deshielo de las cumbres del Aconquija (Ruiz Huidobro 1972). La microrregión bajo estudio se encuentra ubicada en el sudeste del valle de Yocavil. Se eligió un sector emplazado entre los S 26° 45' y los S 26° 57' y desde la margen oriental del río Santa María (O 65° 53') hasta la cumbre del cordón montañoso del Aconquija (O 66° 07') (Figura 1). En ésta microrregión cobran relevancia fisiográfica los valles transversales al río Santa María donde se emplazan las localidades actuales y arqueológicas de Entre Ríos/Shiquimil, Andalhuala y Ampajango.

Figura l.Esquema del valle de Yocavil con la ubicación de las localidades actuales y arqueológicas de Entre Ríos/ Shiquimil, Andalhuala y Ampajango. ANTECEDENTES La historia arqueológica del sudeste de Yocavil se enmarca dentro de la historia general de las investigaciones y problemáticas del valle (Scattolin 2000; Tarragó y Scattolin 1999). A fines del S. XIX y principios del S. XX, numerosos investigadores (González 1954; Liberani y Hernández 1877; Methfessel 1887- 1889; Quiroga 1931; Ten Kate 1894; Weiser y Wolters 1923-1924) realizan excavaciones acotadas y de cementerios, recuperación aislada de urnas y materiales de superficie y registro de manifestaciones rupestres, no brindándose en la mayoría de los casos la localización exacta de dichas intervenciones. Para la década de 1960 la Universidad Nacional del Litoral encara un estudio regional del valle de Santa María, corroborando la presencia de instalaciones arqueológicas de diversa funcionalidad (Cigliano 1962; Cigliano et al. 1960; Lorandi 1966). Lamentablemente las referencias geográficas de los sitios trabajados seguían sin ser precisas. Se encaran a su vez trabajos que retoman materiales de antiguas colecciones, realizándose nuevas excavaciones en zonas de donde se piensa provienen las piezas (Chiappe 1965; Perrotta y Podestá 1975).

Para fines de los 80 comienzan los trabajos del ProyectoArqueológico Yocavil y el estudio sistemático de algunos asentamientos. En la Meseta de Andalhuala se realiza el hallazgo de Soria 2, contexto doméstico conformado por dos recintos de plantas cuadrangulares (Palamarczuk et al. 2007), que constituye una de las evidencias de ocupación más temprana de Yocavil, con un fechado radiocarbónico que lo ubica en el 1940 ± 80 años AP (LP-1541) (Álvarez Larrain et al. 2009), 53 años cal. AC - 342 años cal. DC (2 sigma- Curva de calibración ShCal04, McCormac et al. 2004; Software utilizado OxCal v4.1.5, Bronk Ramsey 2009). En Ampajango se inicia el estudio de Ampajango II, Rosendo Cáceres, sitio emplazado en una terraza baja, ocupado durante el período de Desarrollos Regionales- con una posible ocupación agroalfarera temprana- sufriendo posteriormente remodelaciones durante la ocupación incaica. Hacia el N, se registra Ampajango III, Casas Viejas, un conjunto tipo kancha y la Loma Redonda (Ampajango 7), una meseta de cumbre plana con plataformas en sus laderas y un muro perimetral con estructuras asociadas. Este asentamiento, de mayor elevación, pudo ser utilizado con características defensivas y de mirador (Tarragó y González 2005). Vemos que esta zona ha sido objeto de estudio desde los comienzos de las investigaciones en Yocavil, dando cuenta de numerosos vestigios. Sin embargo, la información es fragmentaria y los registros de distintas expediciones arqueológicas se encuentran inéditos o no han sido publicados en detalle, siendo difícil en la actualidad localizar sitios ya trabajados. Se suma a esta problemática que para el sudeste de Yocavil se carecía hasta el momento de evidencias relacionadas con el uso de los pisos de altura. Sin embargo, los puestos arqueológicos y subactuales registrados en el Cajón (Nastri 1997-98; Nastri et al. 2002) y en la Falda del Aconquija (Scattolin 1994; Scattolin y Korstanje 1994), mostraron la necesidad de investigar este tipo de instalaciones para completar el panorama sobre los patrones de asentamiento de las poblaciones prehispánicas de Yocavil.

TELEDETECCIÓN EN EL SUDESTE DE YOCAVIL La Teledetección hace referencia a cualquier método de percepción remota de la superficie terrestre. La percepción remota implica el uso de un instrumento que detecta y registra propiedades o características de los objetos, transformándolas

en imágenes, sin estar en contacto directo con los mismos (Movia 2003). La teledetección comprende así distintas técnicas, entre ellas el uso de la fotografía aérea, la cual permite la posibilidad única de tener una visión global e integrada del paisaje (Sánchez Palencia y Orejas 1991: 2). Nuestra zona de estudio comprende un total de 20 fotogramas. Los mismos son fotografías aéreas verticales pancromáticas a escala 1:50.0001. Para la sistematización de las detecciones se empleó el uso de unidades de mapeo sobre la base de características fisiográficas del terreno (adaptado de Espiro y Papetti 2006). Las unidades propuestas son: -Planicies aluviales: fondo de valle del río Santa María (2000- 2100 msnm) y fondos de los valles subsidiarios que corren en sentido transversal a éste. -Lomadas de cumbre plana: Si bien son relictos de terrazas fluviales, sus pequeñas cumbres planas, perfectamente delimitadas por paredes escarpadas, las convierten en unidades con significancia arqueológica adicional. - Lomadas de cumbre aguda: relieve muy degradado, originando los terrenos de bad- lands, especialmente sobre las formaciones de areniscas susceptibles a la erosión. - Terrazas fluviales: constituyen superficies relativamente planas, delimitadas por cauces. Dividimos esta geoforma en dos por una cuestión altitudinal y de acceso: las terrazas fluviales de poca altura (2100 - 2200 msnm), y las terrazas fluviales altas (2300 - 2500 msnm), que se adosan a los faldeos del Aconquija mostrando un quiebre altitudinal importante con respecto al piso inferior por la presencia de paredones de arenisca. - Faldeos montañosos: faldeos occidentales del Aconquija comprendidos entre 2500 - 4000 msnm cortados por quebradas que presentan cursos de agua permanente. - Tronco montañoso: comprende los afloramientos de rocas metamórficas que se encuentran en la cima de la Sierra del Aconquija, entre 4000 - 4500 msnm De la observación de los fotogramas ha resultado la detección de 100 Zonas Arqueológicas2 cubriendo así un área total de 624 km2. Comentaremos aquí las características más sobresalientes de las mismas a partir de la clasificación por unidades de mapeo (Tabla 1).

Unidad fisiográfica de maneo

Cantidad

Faldeos montañosos

28

Terrazas fluviales baias

23

Planicies aluviales

14

Terrazas fluviales altas

14

Lomadas de cumbre aguda Lomadas de cumbre plana Tronco montañoso TOTAL

10 6 5 100

Tabla 1.Cantidad de detecciones por unidades de mapeo. La unidad con mayor número de detecciones fue la de los faldeos del Aconquija. De las 28 detecciones registradas, 17 fueron consideradas puestos de pastoreo o refugios de altura y 9 parecen pertenecer a cuadros de cultivos. Si bien es difícil determinar en las fotografías un momento de construcción y/o uso de las estructuras, las formas de las plantas, pero principalmente su localización en pisos de altura, parece responder a puestos de actividades específicas como los definiera Nastri (1997- 98). En la ocupación de los ambientes serranos está ampliamente registrada la reutilización de los espacios más óptimos y el aprovechamiento de estructuras a través del tiempo (Nastri et al. 2002; Ratto et al. 2002). La distribución lineal que muestran las detecciones siguiendo las vertientes de los ríos es coherente también con la instalación de puestos en un ámbito árido, donde la cercanía a las fuentes de agua es vital para la actividad pastoril. El agua determina a su vez la presencia de pasturas en torno a las cuales se organizan los sistemas de movilidad o trashumancia (Scattolin 1994). Creemos que la cantidad de detecciones puede ser indicio tanto de la importancia de estos pisos con fines agropastoriles como para la movilidad hacia el sector de las yungas tucumanas. Las terrazas fluviales bajas, enmarcadas por cursos hídricos permanentes, son lugares propicios para la instalación humana, ligada a usos habitacionales y agropecuarios, por su fácil acceso, disponibilidad de agua y suelos fértiles. Aquí el

asentamiento prehispánico y el de las poblaciones modernas coincide, sin embargo la información arqueológica muestra un retroceso en la cantidad de terreno ocupado por las fincas con respecto a los yacimientos, permitiendo buenos resultados de teledetección. En estas unidades se registraron un total de 23 ZA. La presencia de estructuras en patrón concentrado, es decir, recintos adosados o próximos en número elevado, tiende a ser un buen patrón para el reconocimiento de arquitectura arqueológica por teledetección, indicando áreas habitacionales. Por su parte las estructuras de mayor tamaño parecen responder a recintos de carácter agrícola. En tercer lugar se encuentran las detecciones sobre las planicies aluviales. De las 14 detecciones, 8 corresponden a la planicie aluvial del río Santa María, 1 a la planicie del río Yapes y 5 a la planicie del río Ampajango. En general estas detecciones se presentan como recintos aislados o conjuntos pequeños de recintos. La proximidad de las fincas modernas es el principal factor que condiciona la visibilidad. La excepción fue la detección registrada sobre la planicie aluvial del río Ampajango, formando cuadros de cultivo sin solución de continuidad, con una extensión de 142, 60 ha, estando algunos campos aún en uso para el momento de toma de la fotografía (Figura 2)3. Es posible que esta zona se haya constituido como una instalación productiva agrícola de primera importancia. La falta de visualización de recintos de planta circular entre los campos de cultivo (patrón asociado a los momentos tempranos) y su proximidad (6 km) al sitio Ampajango 2 de ocupación tardía, permite pensar que esta instalación agropecuaria pudo haber estado en funcionamiento a gran escala en el período de Desarrollos Regionales.

0

250

500

1000 m.

Figura 2. Cuadros de cultivos detectados sobre la planicie aluvial del río Ampajango (dibujo de las estructuras sobre fotografía aérea).

La unidad de las terrazas fluviales altas se presentaba como una zona de interés debido a que otros sectores del valle de Yocavil como Caspinchango (Cigliano et al. 1960) y la Falda del Aconquija al sur del valle (Scattolin y Albeck 1994) mostraron asentamientos tempranos y agrícolas a altitudes similares. En total se han registrado 14 detecciones sobre esta unidad, la mayoría mostrando el ya mencionado patrón concentrado de varios recintos. Sin embargo, la dificultad de ascenso a estas terrazas altas debido a la presencia de los paredones de areniscas que las delimitan y la lejanía del agua, convertía a estas detecciones dudosas. La tarea de teledetección sobre las lomadas de cumbre plana parece seguir reflejando el patrón de ocupación arqueológico conocido para el valle. En esta unidad se han podido registrar 6 detecciones, dos correspondiendo a los sitios Loma Rica de Jujuil, al norte de Entre Ríos, y Loma Rica de Shiquimil (LRS), al norte de Andalhuala La Banda, considerados poblados del periodo de Desarrollos Regionales (Tarragó 1995)4. De las restantes detecciones, una corresponde a la lomada conocida como Loma Alta, al este de la LRS. Las restantes detecciones corresponden a lomadas de cumbre plana al norte de la población de Ampajango, entre ellas la Loma Redonda o Ampajango 7, que mostró la presencia de estructuras en su interior. Así, la teledetección parece confirmar el uso prehispánico de estas formaciones naturales que caracterizan al este del valle de Yocavil, pudiendo responder a poblados o a puestos de actividades específicas, como ser miradores desde donde controlar los movimientos de las áreas circundantes. Si bien se han contabilizado más detecciones en las lomadas de cumbre aguda con respecto a la unidad precedente, las mismas son de carácter dudoso debido a que estos terrenos sumamente plegados presentan una textura formando patrones subrectangulares que puede llevar a confusión. Algunas de las detecciones presentan líneas muy rectas siendo difícil determinar si se trata de arquitectura prehispánica tardía, estructuras subactuales o plegamientos del terreno. Hasta hoy no se conocen yacimientos arqueológicos en las mismas, razón por la cual de las 10 detecciones aquí registradas, 7 son consideradas poco probables, tanto desde el punto de vista de la dificultad del asentamiento, como por cuestiones de visibilidad producto de los terrenos plegados de badlands. En principio no parece ser una topografía apta para la instalación humana, aunque tampoco se puede descartar algún posible uso de la misma. Por último, en el tronco montañoso del Aconquija, a partir de los 4000 msnm

se pudieron contabilizar 5 detecciones. Como en los faldeos, estas detecciones fueron consideradas subactuales/ arqueológicas dada la posible reutilización de estos espacios como puestos o refugios de altura. La presencia de dos o tres estructuras pueden ser interpretadas como puestos de actividades específicas, ligadas a la actividad pastoril o a campamentos de pernocte usados durante los cruces de la sierra. Aún hoy los pobladores de la zona hacen incursiones a lo alto del Aconquija en partidas de caza o para realizar cruces al lado tucumano, para la visita de familiares. Si bien son pocas y no se puede determinar en las fotografías su carácter arqueológico, su presencia confirma de manera preliminar el uso de las cumbres.

PRIMERAS PROSPECCIONES La teledetección fue empleada como un mapa base sobre el cual elegir zonas de interés a prospectar en el campo. Los resultados aquí presentados corresponden a una primera aproximación con el fin de comenzar a determinar la importancia de las unidades fisiográficas en los patrones de uso del espacio arqueológico. Durante los trabajos de prospección y relevamiento arquitectónico se procedió a recolectar cerámica de superficie, como un registro material que ayudara a establecer una asignación temporal tentativa de las estructuras. Dos terrazas fluviales bajas fueron prospectadas en esta oportunidad: la Mesada de Shiquimil en Entre Ríos y la Meseta de Andalhuala, al norte de las fincas de Andalhuala La Banda. La primera mostró evidencias de estructuras de muros dobles con relleno de grava y arcilla, recintos solos o asociados de plantas cuadrangulares y circulares que se asemejan constructivamente con lo que Tarragó (2007: 18) denominó “Cuadrángulo y estructuras anexas en su periferia”, registradas en Rincón Chico (Figuras 3 y 4). La cerámica recuperada avala el rango temporal que nos ofrecen los datos arquitectónicos, sobresaliendo los fragmentos Santa María (Bicolor, Indet.) y los fragmentos Peinado con baño semejante a la cerámica ordinaria tardía del valle (Tabla 2). Así, todas las evidencias registradas parecen indicar la presencia de un poblado semiconglomerado de los tiempos tardíos. En la Meseta de Andalhuala, se observaron gran cantidad de vestigios pero la acumulación de sedimentos y los procesos de reocupación vuelven a esta superficie un palimpsesto complejo de ocupaciones. Las evidencias nos hablan de una zona

de factible uso agrícola de los tiempos tardíos: canchones, andenes y aterrazados. También se pudieron registrar estructuras de recintos de grandes dimensiones con recintos pequeños circunscriptos en su interior, que podrían corresponder a unidades habitacionales de las personas dedicadas a las tareas agrícolas. Los fragmentos cerámicos recuperados también apuntan a este rango cronológico: Santa María, Alisados Negro/Rojo (semejante a piezas Loma Rica y/o Shiquimil Geométrico) y Peinados con baño (Tabla 2). La terraza baja al sureste del río Zampay se presentó con abundantes bloques rocosos de gran tamaño y depositación de sedimentos. Pudieron igualmente distinguirse estructuras de muros simples y dobles que recuerdan la planta del sitio Soria 2 y espacios despejados. Los tipos cerámicos recuperados, Alisado Marrón/Anaranjado, Alisado Negro/Ante, Pulidos en tonalidades del ante al gris y gris oscuro/negro y Alisado Negro Grabado, también son semejantes a la cerámica de Soria 2 confirmando una ocupación temprana (Spano 2008). Se registraron también estructuras que responden más a los tiempos tardíos dada la presencia de estructuras de muros dobles con relleno, apareciendo cerámica tanto tardía como temprana. Así, estas terrazas, de aparente uso doméstico para los tiempos tempranos, debieron ser reocupadas a lo largo del tiempo, convirtiéndose en instalaciones agropecuarias para los tiempos tardíos, constituyendo el núcleo de producción que seguramente abastecía a poblaciones residenciales como la instalada en lo alto de LRS.

DERRU M BE RELLENO L IN E A D E MURO

Figura 4. Detalle constructivode muro internode estructuraregistradaen laMesadade Shiquimil, EntreRíos. ms

mA

Santa María Bicolor

3

Santa María indet.

16

10

Peinado con baño

24

13

Peinado indet.

15

Alisado Negro/Rojo

6

Alisado Negro/ Marrón

Sez

Total 3 26

1

38 15

8

3

1

17 1

Alisado baño blanco

2

2

Alisado baño rojo

1

1 29 1 3 58

29 1 3 79

Alisado Gris Inciso

1

1

Alisado Negro Grabado

2

2

Alisado Marrón Anaranjado Alisado Café/ Ante Alisado Negro/Ante Alisado indet.

6

Pulido Negro Grabado

15

1

Pulido Negro Pulido Ante Pulido Gris Indet. Total

2 75

3 51

1 2 3 2

2 3 2

4 109

9 235

Tabla 2. Fragmentos cerámicos recuperados en las terrazas fluviales bajas (MS, Mesada de Shiquimil; MA, Meseta de Andalhuala; SEZ, terraza al SE del Zampay).

Inmediatamente al este de estas terrazas bajas, se levantan las terrazas fluviales altas, llamadas aquí: Barranca Norte (Entre Ríos/Shiquimil) y Alto de Andalhuala (Andalhuala). La Barranca Norte se presentó como una superficie relativamente plana y libre de construcciones. La única construcción que pudo apreciarse, sobre una pequeña loma que se levanta sobre uno de los filos de la terraza, fue un muro perimetral simple de grandes mampuestos no acomodados de 90 m de longitud y un ancho que oscila entre los 0,80 y 1,20 m. El muro bordeaba la loma por su límite este a modo de muralla dificultando su acceso. No se observaron estructuras o rasgos que se asociaran al muro ni cerámica en superficie. La presencia de la muralla puede tener múltiples interpretaciones, sin embargo la excelente visibilidad desde aquí que se tiene del bajo nos llevó a considerarla una instalación para el control visual del territorio circundante. En Alto de Andalhuala, la cima se presentó como una superficie plana cortada por quebradas que dificultaban su prospección en sentido N-S. Dos tipos de evidencia fueron recuperadas. Por un lado, dos concentraciones de cerámica arqueológica (C1 - C2) abarcando un rango desde lo “pre-santamariano” hasta el hispano-indígena (Tabla 3). Su hallazgo descontextualizado no brinda mucha información, pero sí es un indicio del uso de estas terrazas en el tiempo. El segundo tipo de evidencia fue la existencia de estructuras aisladas de plantas circulares y subcirculares y un gran recinto tipo corral, que podrían responder a una instalación agrícola o ganadera de altura (Figura 5). Aquí la cerámica no fue diagnóstica (Tabla 3). Así, el uso habitacional de estas terrazas, que a primera vista sugería la teledetección, no fue confirmado, apuntando las evidencias hacia un uso específico de estas formaciones para la instalación de puestos de actividades específicas, productivos y/o defensivos.

Figura 5. Planimetría y vista general de las estructuras, posibles puestos, registrados en Alto de Andalhuala.

Alisado Negro/ Rojo Alisado Indet. (no comp) Pulido Negro Grabado Pulido Gris

Alto And. C1

Alto And. C2

1

1

8

1

Total Estructuras 2 2

9

9

11

1

1

Hispano Indígena Total

Alto And.

1 19

3

1 2

24

Por último fueron prospectadas las quebradas al este que se internan en los pisos altos de la Sierra del Aconquija. En la quebrada de Shiquimil se pudo registrar sobre el faldeo, próximo a la cima, varias estructuras. Un recinto cuadrangular (9 x 8 m) que se apoyaba sobre la ladera de la montaña, siendo sus restantes muros de pirca seca y que pareciera tratarse de un corral fuera de uso, por la presencia de vegetación en su interior. Al sur, un pequeño recinto circular de menos de un metro de diámetro de pirca simple se adosaba a una estructura en “L” de muros simples, que partía de un peñasco. Un cuarto recinto aislado de muros simples de pirca seca y planta subrectangular fue registrado más al sur. A pocos metros, descendiendo por la ladera, se observó un muro de 57 m de longitud que seguía el filo de la misma, a modo de muro perimetral o de contención, construido con pirca seca, sin estructuras o rasgos adosados. Es posible que este muro haya estado integrado al ámbito de ocupación de las otras estructuras, delimitando el espacio del conjunto y sirviendo de protección, dada su ubicación en pendiente pronunciada. Consideramos este conjunto de estructuras un posible puesto ganadero por lo que se le dio al conjunto de estas construcciones el nombre de Puesto Shiquimil. La ausencia de alfarería en superficie y la técnica de construcción poco elaborada, no permitió definir un rango temporal de uso, pero su presencia es un dato significativo en el uso de los pisos de altura. La prospección de la quebrada de Ampajango se encaró por la margen derecha del río Ampajango. Aquí pudieron observarse dos recintos. El primero, llamado Puesto Ampajango I, era un recinto de planta oval con muro doble con relleno y mampuestos no acomodados. Las dimensiones del mismo eran 3,40 x 2,60 m. Este recinto aislado de probable carácter habitacional, puede responder a un campamento temporario en el tránsito hacia el este, o un puesto de actividades específicas, como fuera registrado para las localidades anteriores. No se encontraron estructuras cercanas asociadas. Fue llamativa la presencia en un sector más adentrado de la quebrada, de otro recinto de planta cuadrangular también aislado (Puesto Ampajango II). En este caso, la presencia de paredes que sobrepasan el metro en algunos sectores del muro y la presencia de un horcón de madera en su interior, hacen pensar que se trata de una estructura subactual. Sin embargo, un cambio en la técnica constructiva del muro, siendo su parte inferior de bloques de mayor tamaño y su continuación hacia arriba de pequeños rodados, puede ser interpretado como la reutilización de una antigua estructura arqueológica en épocas modernas. Vemos una

vez más la reocupación de los mismos espacios y la prolongación de ciertas prácticas en el tiempo. La cerámica recuperada en ambos puestos resulto poco significativa, con la excepción de un fragmento Santa María Indet. y un fragmento Alisado Negro/ Rojo, de momentos tardíos (Tabla 4). En ambas quebradas la presencia de estructuras aisladas puede estar respondiendo a puestos de actividades específicas ligados al pastoreo o campamentos temporarios en el cruce hacia la vertiente tucumana de las sierras, tal vez dentro de los mismos sistemas de trashumancia pastoril.

Puesto Amp. I. Intramuro

Puesto Amp. I. ^ Extramuro

, ues ° Amp. II

Total

Alisado Blanco

1

1

Alisado Indet.

7

7

Alisado Negro/Rojo

1

Alisado baño marrón

2

Santa María Indet. Total

2

1

2

7

9

1

1

17

1

20

Tabla 4. Fragmentos cerámicos recuperados en Puesto Ampajango I y II de la quebrada de Ampajango. El aporte del trabajo aquí presentando fue buscar nuevas evidencias, integrándolas a un registro hasta ahora poco articulado, permitiendo así encarar futuros trabajos en el área. Para continuar será necesario seguir chequeando mediante las prospecciones en el campo las evidencias obtenidas por teledetección a fin de confirmar su presencia y carácter arqueológico. Se deberá también ajustar la cronología de todos los yacimientos encontrados a partir de excavaciones sistemáticas. A largo plazo se busca seguir avanzando en el análisis del uso del espacio por parte de las poblaciones agroalfareras del sudeste de Yocavil con el fin de entender no sólo los tipos de instalaciones presentes sino también las relaciones intra e intersitios.

AGRADECIMIENTOS A Myriam Tarragó y a los miembros del Proyecto Arqueológico Yocavil por su guía y apoyo durante el desarrollo de estas investigaciones. Especialmente a Fernando Cabrera y Juan Pablo Carbonelli por su colaboración y compañía durante la campaña emprendida en marzo del 2008. A Paula Villegas por sus consejos y recomendaciones sobre las tareas de teledetección. A los pobladores de Entre Ríos (especialmente la Familia Cáceres y Walter Fregenal), Andalhuala (Familia Soria) y Ampajango, por abrirnos las puertas de sus casas y compartir con nosotros sus historias y conocimientos. A los distintos evaluadores por los aportes en las diversas instancias de este trabajo.

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NOTAS 1 Los fotogramas (23 x 23 cm) pertenecen al Plan Cordillera Norte de la Dirección General de Geología y Minería tomados entre mayo y junio de 1968 y adquiridos en el SEGEMAR. 2 Por Zona Arqueológica se entiende la presencia de estructuras arqueológicas próximas entre sí, mediante su circunscripción dentro de una figura de forma variable (Sosa 1999: 359). 3 Detección N° 88 (Álvarez Larrain 2009). 4 . Estos dos poblados, dada la excelente visibilidad de los recintos presentes en las cimas, se presentaron como referencias de importancia para la introducción en la práctica de acercami­ ento visual de fotografías aéreas con fines arqueológicos.

ESPACIALIDAD, TEMPLOS CATÓLICOS Y MATERIALIDAD LAS IGLESIAS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES DESDE EL SIGLO XVII HASTA EL XX

COLL, Luis V. J. *

INTRODUCCIÓN Este trabajo es parte de la tesis de licenciatura. El problema que estimuló el desarrollo de esta investigación es: ¿cómo se manifiestan los cambios en las relaciones entre los feligreses de Buenos Aires y la Iglesia Católica Romana en la cultura material de sus templos? Estos vínculos de comunicación que se manifiestan en lo material no sólo muestran relaciones de poder (correspondientes a la cercanía entre lo sagrado y lo profano) sino también formas de pensar el mundo (cosmovisión), además de brindar elementos de identificación y diferenciación tanto dentro como fuera de la comunidad (adscripción y autoadcripción). Estas formas de relacionarse se transmiten a través de vehículos sígnicos (Eco 1984), es decir, la arquitectura como los distintos materiales que conforman la edificación religiosa. Por supuesto, las normas sobre las prácticas religiosas realizadas para la comunidad serán elaboradas por la Iglesia. Pero al mismo tiempo, será la sociedad la que obligue a la institución católica a reevaluar sus formas de relacionarse con la comunidad. En resumen, en este escrito se indagará sobre los cambios efectuados entre las relaciones de la comunidad y la Iglesia, enfocándonos principalmente en las modificaciones de la arquitectura de los templo y en los elementos internos (fijos, semi-fijos y móviles sensu Rapoport 2003) que la componen. Ya formulada la problemática central, nos proponemos como objetivo discutir a través de la cultura material las transformaciones de las relaciones entre la Iglesia Católica y la comunidad de la ciudad de Buenos Aires entre los siglos XVII y XX, enfocándonos en la arquitectura de los templos y en los elementos que la componen. La elección de la Iglesia Católica así como la Ciudad de Buenos Aires no

*Museo Etnográfico, Facultad de Filosofía y Letras (UBA.)

es casual. Los templos se estudian como espacios materiales que delimitan lo sagrado (en contraposición a lo profano). En lo que respecta a esta institución religiosa, su elección se debe principalmente a su rol primordial en el desarrollo de la sociedad latinoamericana en sus aspectos políticos, ideológicos y sociales a través del tiempo. Y nos enfocamos en la ciudad por ser un centro de recepción de personas, comercio e ideas (especialmente contar con un puerto o una ciudad-puerto, en términos de José Luis Romero (2005), haciéndola más vulnerable a los cambios históricos como a la modificaciones de los dogmas religiosos propuestos por Roma. Dentro de las relaciones entre la sociedad y la Iglesia Católica nos vamos a enfocar especialmente en tres esferas: la vinculación entre lo cotidiano y lo sagrado, los ritos de pasaje y la iluminación. La primera la entendemos como un cambio de las percepciones del individuo entre un ambiente al otro. Es decir, como se crea ese entorno construido sagrado en oposición al exterior. Mientras los ritos de pasaje (Turner 1980, 1988; Van Gennep 1986) los definimos como las formas de ver el mundo, relacionados principalmente a la concepción de la Iglesia sobre los ciclos importantes de la vida (nacimiento, reproducción y defunción). Por último, la iluminación como elemento de ocultamiento o manifestación de objetos y límites entre lo sagrado y lo profano. Estas esferas nos permitirán comprender que la cultura material posee la potencialidad de analizar distintos pensamientos y discursos. En otras palabras, los mensajes que se transmiten a través de la arquitectura (en nuestro caso la eclesiástica) y sus componentes. Esto se debe a que son productos de ideas y narraciones de los hombres en otros períodos que quedan plasmados en lo material (Grahame 1995; Leone 1977, 1984; Panofsky 1957; Zarankin 1999 y 2002). Estas nos facilitarán en discutir sobre las relaciones que existen entre la comunidad y la iglesia en distintos momentos. Para ello, adoptaremos los momentos de la historia de Buenos Aires definidos por José Luis Romero (1976). En las secciones siguientes trataremos una breve introducción teórica del trabajo. Luego se proseguirá con los criterios de selección de la muestra. Se continuará con una sintética descripción de las herramientas analíticas utilizadas. Una vez terminado esto se procederá al análisis de los distintos casos. Por último se continuará con la interpretación de los mismos y la conclusión.

RELIGIÓN Y CULTURA MATERIAL Las tres esferas comentadas anteriormente nos facilitan vincular los dos aspectos que este trabaja, es decir: la cultura material y la religión. Antes de continuar discutiendo sobre esta relación, es necesario desarrollar, en cada una de estas temáticas, algunos de sus aspectos.

Ritualidad y Sacralidad La religión la definimos como un sistema solidario de creencias y de prácticas en relación a las cosas sagradas (ritos), que unen en una misma comunidad moral a todos los que se adhieren a ellas (Durkheim 1968). Es a través de dos aspectos importantes como la Iglesia (la comunidad) y el rito (acción) como se logra la supervivencia de las creencias y la reproducción de la estructura social. Sin embargo, la comunidad es el germen que posibilita el cambio; mientras que el rito pretende mantener las formas de la estabilidad e inmutabilidad. El ritual es entendido como una conducta formal prescripta relacionada con las creencias y con su contexto social, que está compuesto por una unidad mínima (el símbolo). Este elemento mínimo conserva las propiedades específicas de la conducta ritual; es decir, es la unidad última de la estructura específica en un contexto ritual. Y el símbolo es observado a través de objetos, actividades, relaciones, acontecimientos, gestos y unidades espaciales dentro de un contexto ritual (Turner 1980). De esta manera, vemos que la cultura material tiene una relación muy estrecha con los símbolos rituales, ya que éstos tienen la necesidad de objetivarse para crear y recrear relaciones sociales, además de dar un sentido de identidad a los miembros de la comunidad. Entonces se origina con la acción comunitaria elementos de diferenciación social y al mismo tiempo de cohesión (Weber 1998), formando una identidad homogénea y simultáneamente heterogénea dentro de dicha sociedad (Aronson y Weisz, 2005). Así, las relaciones con lo sagrado como los rituales de ciclos de crisis vitales (Turner. 1980, Van Gennep 1986) y su iluminación se asocian a la cultura material (distintos tipos de arquitectura, objetos sagrados y profanos) en determinados contextos espaciales y temporales, teniendo en cuenta también el contexto histórico en particular. Debemos resaltar que es a través de los ritos de pasaje (o rituales

de crisis de ciclos vitales) que se recrean y crean los vínculos entre la sociedad y la religión. Y éstos se verán por medios de los objetos (sagrados y profanos) y la arquitectura, considerando su contexto espacial, cultural e histórico. Las características anteriores sobre la religión se reflejan en el Cristianismo. El rito de mayor importancia, y por ende el más sagrado, es la Eucaristía. Es decir, el rito donde se produce la transustanciación que consiste en la transformación del pan y del vino en la carne y sangre de Cristo. Esta manifestación de Cristo por su sacralidad se ubica en el sagrario para su adoración, siendo el objeto más sagrado en el templo. El espacio material donde se realiza este rito es el altar, en tanto que lo profano por excelencia es la calle. De esta manera, se podrán observar las conexiones y límites existentes entre estos dos extremos de la sacralidad y lo mundano (es decir, por un lado lo sagrado/altar; y por el otro, lo profano/calle) en cada uno de los casos de estudio. Con respecto a los ritos de pasajes, se observan en los sacramentos de la Iglesia Católica (bautismo, matrimonio, orden sagrado y unción de los enfermos). Éstos se extienden desde el ingreso a la comunidad (bautismo), la reproducción de ésta (matrimonio) y el cese de los miembros en el plano terrenal (defunción). Todas estas actividades se desarrollan en las parroquias, es decir, las iglesias. Además cada una de las iglesias tiene diferentes usos de la luz para observar u ocultar determinados aspectos de las dos esferas anteriores.

Discursos e ideas amalgamadas en el espacio y su materialidad La arquitectura forma parte de la cultura material, la cual está constituida de manera significativa, es decir, que sólo es posible interpretarla a través del contexto. Esto no quiere decir que por más que se contextualice los objetos nos mostrarán la totalidad de su significado, esto se debe a que los artefactos pueden significar cosas distintas en el mismo contexto. Entonces, sólo podemos llegar a comprender un contexto cultural en sí mismo considerándolo como un conjunto de disposiciones y prácticas sociales. De esta manera, la cultura material nos permite construir acercamientos alternativos para estudiar a la sociedad. Esto se debe a que ésta es mucho más que un aspecto utilitario, es decir, se encuentra cargada de significación. Por lo tanto, no se refleja de manera pasiva, sino que es activamente manipulada por los sujetos para negociar su lugar en la sociedad. Y en esta investigación nos centraremos en la

arquitectura, uno de los componentes de la cultura material. La arquitectura tiene la capacidad de materializar discursos y pensamientos para transmitir mensajes de maneras alternativas a la palabra (Grahame 1995; Leone 1977, 1984; Panofsky 1957; Zarankin 2002). De esta manera, al ser un producto cultural posee un gran potencial para estudiar el mundo social. Entonces lo que permite comprender el uso de la arquitectura no es su posible función, sino los significados que están relacionados con ella. Para ello es necesario conocer los códigos sociales existentes para comprender la utilidad adecuada de la arquitectura, aunque éstos se irán resignificando según los momentos históricos y las necesidades de la sociedad (Eco 1968, 1984; Grahame 1995; Jencks 1984; Zarankin 2002).

CRITERIOS DE SELECCIÓN DE LA MUESTRA Uno de los criterios necesarios para la elección de la muestra fue el decidir los momentos históricos ha estudiar. Estos fueron adquiridos de la obra de José Luis Romero Latinoamérica: Las ciudades y las ideas (1976). Esto se debió a varias razones: 1- se enfoca principalmente en las ciudades que son focos de recepción y producción de ideas; 2- observa las mentalidades (Burke 1993; Cardoso y Pérez Brignoli 1999: Lorandi y del Río. 1992) en cada período, es decir, le interesa observar las ideas, costumbres y percepciones del mundo; 3- vincula cada cambio de estas formas de pensar según las circunstancias históricas. Entonces los periodos históricos son: el Colonial (las Ciudades Hidalgas de Indias); el Revolucionario (las Ciudades Criollas); el Posrevolución y Guerras Civiles (las Ciudades Patricias); el de Conformación del Estado-Nación (las Ciudades Burguesas); el Siglo XX, Dictaduras y Democracias (las Ciudades Masificadas). Los casos de análisis fueron seleccionados entre todas las iglesias de la ciudad de Buenos Aires. Se consideraron las fechas de erección canónicas para elegir un templo por cada período. Además se seleccionó sólo a las parroquias, esto es debido a que: i-es la sede de cada unidad de los territorio que conforman una diócesis; ii- en ella se realizan las celebraciones eucarísticas y de otros sacramentos; iii- y por último, el aspecto más importante para esta investigación, se conservan los archivos correspondientes a los fieles a su cuidado y otros registros (Di Stefano y Zanatta 2000; Lineamiento generales para la construcción de iglesias 1993). Otro

requisito era que estas construcciones eclesiásticas debían estar localizadas dentro de la ciudad de Buenos Aires, es decir, en una zona urbana. Sumado a esto, cada iglesia debía contar con alguna documentación (escrita u oral) sobre sus modificaciones (tanto en la estructura como en los objetos muebles). Y por último, de los cinco templos fueron seleccionados aquellos casos más representativos de los momentos históricos a estudiar. Además, para realizar la elección de la muestra se consideraron las recomendaciones de especialistas sobre arquitectura y religión, quienes plantearon el grado de dificultad de elegir un criterio de selección considerando sólo los estilos arquitectónicos, a causa de la gran cantidad de templos con estilos eclécticos. Considerando los criterios anteriores se seleccionó para la muestra: 1) San Ignacio de Loyola; 2) San Pedro González Telmo; 3) Inmaculada Concepción; 4) Nuestra Señora de Guadalupe; y por último, 5) Nuestra Señora de Loreto.

HERRAMIENTAS ANALÍTICAS Se emplearon distintas herramientas analíticas para estudiar cada unas de las esferas. Estos distintos instrumentos nos permitirán contestar las siguientes preguntas: ¿Qué aspectos materiales y del entorno manifiestan unión o separación entre lo sagrado y lo profano a través de los distintos momentos históricos que se tratarán en la investigación? ¿Cómo van cambiando en el tiempo los ritos de pasaje en sus componentes material y en el espacio en los templos?

Instrumentos de análisis para la Vinculación Sagrado-Profano Para analizar la vinculación de lo sacro con lo mundano se utilizó la propuesta empleada por Zarankin (2002) que implica combinar el modelo de Hillary y Hanson (1993) con los índices de Blanton (1994). Esto permitió un acercamiento más adecuado hacia esta esfera, debido a que ambas herramientas trabajan la circulación y la accesibilidad. Estas dos variables que ofrecen estos análisis de la arquitectura nos habilitarán a observar los límites y conexiones entre lo sagrado y lo profano. Es significativo no olvidar que esta herramienta es utilizada especialmente

para ambientes cerrados pero interconectados, con lo cual habrá que hacer algunas modificaciones para poder utilizarlo en nuestro caso. Es importante destacar que este análisis se centró en el interior del templo y su relación con la calle. Aquellos espacios que están relacionados con estas iglesias como colegios, seminarios, hospicios, entre otros, no fueron analizados. A causa de las formas arquitectónicas que poseen estas construcciones, fue necesario considerar a ciertos espacios abiertos como nodos. Uno de estos nodos es el altar (como lugar de importancia central de lo sagrado). También los pasillos de la izquierda, central y derecha de la basílica (separadas por columnas, teniendo en cuenta la entrada principal) se consideran espacios aislados. El resto de los nodos que se encuentran en las iglesias están identificados sin problemas. Por último, la asignación (izquierda, derecha y central) de cada pasillo se designa siempre mirando desde la entrada principal hacia el altar. De esta forma, estos espacios que poseen cada edificio religioso (que denominamos nodos), nos permiten estudiar la distribución del espacio de las distintas edificaciones tanto en su totalidad como por cada una de sus partes. Además, otro aspecto de suma importancia fue el realizar un análisis del contexto de determinados nodos particulares. Esto nos permitirá profundizar los límites y conexiones entre el mundo sagrado y profano, considerando su acceso, distribución y uso en ese momento histórico estudiado (Zarankin 2002).

Instrumento de análisis para los Ritos de Pasaje e Iluminación Para estudiar los ritos de pasaje y la iluminación nos enfocamos en los trabajos de Moore (1996, 1998). El autor nos muestra como se pueden ver las relaciones de poder y control mediante el ocultamiento de determinadas características estructurales de los edificios para esconder estos vínculos de dominación y coerción. Esto se logra a través del posicionamiento diferencial de cada miembro de la sociedad según su importancia, en la cual se observan diferentes perspectivas según el lugar espacial en el que se encuentre el observador (de esta manera podrá ver sólo lo que se quiere mostrar). En otras palabras, el vínculo y la cercanía al poder son correspondientes a la distancia de uno o de un objeto en relación a un espacio particular de privilegio (no permitiendo su fácil acceso y ocultando información, esto último dificultando o escondiendo características visuales del entorno).

Aunque este análisis es utilizado en ambientes abiertos y públicos en los Andes precolombinos para estudiar las relaciones de poder, control y cohesión, también puede ser aplicado para analizar edificios públicos donde se desarrollan actividades rituales. En nuestra investigación considerando la relación especial de las iglesias entre los diferentes componentes de los pasajes de transición y su jerarquía, según la distancia y la visibilidad en relación al espacio sagrado por excelencia. Se considera al altar principal como el área más sagrada de la iglesia. De esta manera, no hay ningún inconveniente en aplicar este instrumento analítico para cada uno de los casos Las relaciones entre los ritos se analizan al considerar el rango de visión como la distancia que hay entre un espacio y el otro. Es decir, se considera la proxémica del ritual (Moore 1998). Definimos proxémica como la distancia de relación o de comportamiento entre las personas, las cuales transmiten diferentes tipos de mensajes. Estas conductas comunican diferente tipos de relaciones según la distancia entre los actores (Hall 1966). Cuando a esta concepción se le agrega el aspecto ritual, se le suman tres componentes importantes que conforman al rito para poder ser transmitido: i- verbales (discursos y signos lingüísticos de alcance cercano e íntimo); ii- paralingüísticos (pausas y tonos del discurso); y iii- no verbales (gestos corporales, elementos materiales que conforman el ritual y su ubicación en el espacio). Para la iluminación se prosiguió con una categorización visual (altamente luminosa, medianamente luminosa y escasamente luminosa), cuyo único sensor de medición fue el ojo. El período de la adquisición de la muestra fue realizada para todas las iglesias entre el mes de mayo hasta agosto de 2007 (dentro de las 9:00 a las 14:00 hs). Esta selección temporal fue para obtener mayor exposición solar y poca o casi nula de presencia de luz artificial. En cuanto al aspecto ritual lo que nos permite estudiar las relaciones de visibilidad como su posicionamiento en el espacio es especialmente lo material. La importancia del rito estará dada según la distancia que tenga del centro sagrado por excelencia.

ANÁLISIS DE LOS CASOS En esta sección se efectuará el análisis de los casos, enfocándonos en las esferas anteriormente desarrolladas. Se examinará la vinculación entre lo sagrado y lo profano, para luego estudiar los ritos de pasajes. Vinculando estos dos aspectos con la iluminación, elemento de ocultamiento o proclamación de distintos mensajes y objetos dentro de los templos. Este orden de selección se debe a que la jerarquía que posee cada rito estará en relación con el espacio sagrado más importante del templo. Casi todas estas construcciones religiosas poseen circulaciones no distributivas. Es decir, se observa una concentración de poder y de formas de control, priorizando algunos espacios sobre otros, jerarquizándolos notoriamente. El espacio priorizado es el altar, que tiene el control del resto del templo (ver Figura N° 1a, 1b, 1d y 1e). En cuanto, al templo de San Ignacio de Loyola (ver Figura N° 1a) se observa en el gráfico de Hillary y Hanson (1995) que posee una distribución distributiva. Pero, esos nodos que permiten una circulación mayor en la iglesia se encontraban restringidos al público en general. Esto termina reconfigurando el diagrama de circulación, precisamente no distributivo. La excepción, es la Inmaculada Concepción que posee una estructura distributiva, que representa una forma más democrática y de igualdad de esta construcción. Esto se debe sobre todo a la forma circular de su planta. Aunque esta iglesia es un quiebre con las anteriores en relación a la estructura rígida entre la relación sagrado - profano, el altar no deja de estar aislado de lo mundano (ver Figura N° 1c).

Figura 1. Referencia: Figura1a-A: exterior-la calle 1: atrio; 2: pasillo derecho; 3: pasillo central; 4: pasillo izquierdo; 5: contra sacristía; 6: altar principal; 7: sacristía; 8: pasillo del antiguo colegio; 9: acceso al campanario y al órgano; 10: zona actual de carteleras de información. Figura 1b-A: exterior-la calle 1: atrio; 2: pasillo derecho; 3: pasillo central; 4: pasillo izquierdo; 5: contra sacristía; 6: altar principal; 7: sacristía; 8: pasillo del antiguo colegio; 9: acceso al campanario y al órgano; 10: zona actual de carteleras de información. Figura 1c-A: exterior-la calle; 1: atrio; 2: pasillo izquierdo; 3: pasillo central; 4: pasillo derecho; 5: sacristía; 6: altar principal; 7: contra sacristía; 8: bautisterio; 9: pasillo exterior izquierdo; 10: pasillo exterior central; 11: pasillo exterior derecho; 12: acceso campanario y 1er piso. Figura 1d-A: exterior-la calle; 1: atrio; 2: pasillo izquierdo; 3: pasillo central; 4: pasillo derecho; 5: altar principal; 6: bautisterio; 7: sacristía; 8:pasillo del colegio; 9: patio del colegio; 10: entrada al colegio; 11: acceso campanario y al órgano; 12: acceso al coro en el 1er piso; 13: acceso al 1er piso. Figura 1e-A: exterior-la calle; 1: atrio; 2: lugar donde se encuentran los bancos; 3: altar principal; 4: sacristía; 5: capilla de Ntra. Sra. de Loreto; 6: Capilla con una imagen de San José; 7: contra sacristía; 8: deposito; 9: patio externo de la capilla; 10: patio de entrada al templo; 11: acceso a oficinas.

La cantidad de espacio con los que se encuentra conectado el altar, en la mayoría de las veces son tres (con excepción de la Inmaculada Concepción que posee seis nodos). Estos lugares marcan el vínculo entre el ambiente profano y sagrado, es decir, la relación entre la calle y el altar. En los edificios eclesiásticos de San Ignacio de Loyola y San Pedro González Telmo se observan que los nodos cercanos a las puertas que dan al exterior y que son usadas sin restricciones por toda la comunidad cuentan con la presencia de pilas con aguas benditas cerca, ambas bien iluminadas. Esto nos marca la proximidad máxima de lo profano con lo sagrado, marcando la frontera entre estos dos ambientes. Esto se debe a que este elemento de purificación, que se haya asociado con el elemento mundano y contaminante por excelencia, o sea, la calle, sugiere un cuidado y una limpieza al ingreso de este lugar sagrado. Es decir, un límite entre estos dos mundos. Mientras que para los templos de la Inmaculada Concepción y Ntra. Sra. de Guadalupe se observan algunas diferencias con los casos anteriores. Si bien, las puertas principales muestran la presencia de pilas con agua bendita, no es así para las puertas secundarias que son usadas por cualquier miembro de la comunidad. Esto comienza a mostrar una disolución de las fronteras de lo profano y lo sagrado. Por último, Ntra. Sra. de Loreto no presenta esta estructura de purificación. Esto marca la disolución de esta barrera entre lo contaminante (profano) y lo puro (por ende sagrado). Otro aspecto que marca un límite entre estos dos ambientes es la intimidad que posee el templo para la celebración de sus ritos. En casi todos los casos se poseen grandes puertas de maderas, que proveen poca visibilidad hacia al interior de las iglesias mientras que en Ntra. Sra. de Loreto su entrada principal presenta puertas de vidrio. Éstas permiten una fácil visión hacia el interior del templo desde el patio central de la parroquia como desde la calle. Esta intrusión de la visión a la intimidad sagrada del templo marca otro elemento de disolución o cambio en la relación entre lo sagrado y lo profano. En cuanto a la materialización de los ritos de pasaje (nacimiento-bautismo, reproducción-matrimonio y defunción-traspaso del miembro de la comunidad a otro plano) solamente uno se observa en los templos estudiados, el bautismo. En cuanto a la muerte tampoco se ha encontrado ningún aspecto de la cultura material que lo refleje, a pesar de poseer también elementos móviles. En cuanto al bautismo en los primeros dos casos de análisis (San Ignacio de Loyola y San Pedro González Telmo) se observa que su ubicación es cerca de la puerta principal. En ambos casos se localiza para ser precisos en el pasillo izquierdo

del templo. Las pilas bautismales de estas dos iglesias se encuentran elaboradas en mármol de carrara, muy poco iluminadas. Aunque en la de San Ignacio de Loyola dicha estructura estaba finamente decorada, característica que no comparte la del otro templo. Teniendo en cuenta el análisis anterior de la relación entre lo sagrado y lo profano, se observa que la distancia de las pilas bautismales con el altar es grande. También se advierte el ocultamiento visual del altar desde la pila bautismal y viceversa. Además, se debe considerar que la cercanía a la puerta como a las pilas de agua bendita marca su relación de frontera entre lo puro y lo impuro. Sin embargo, la riqueza del material con el cual están elaboradas como su ubicación en el interior marca una importancia en su celebración con la comunidad. En el caso de edificaciones eclesiásticas como la Inmaculada Concepción y de Ntra. Sra. de Guadalupe comienza a observarse un cambio. Éste consiste en que la pila bautismal se ubica a una distancia más cercana que las anteriores; pero se localiza al exterior de la nave, precisamente en el bautisterio. Esto marca un ocultamiento, con lo cual deja de ser una celebración pública para convertirse en un hecho privado; a pesar de poseer una mayor luminosidad que en los casos anteriores. Al mismo tiempo esta separación con el interior del templo marca también el limite entre aquello sagrado con lo mundano. Con lo cual, se conserva la separación entre estos dos mundos, pero también comienza a notarse un cambio en la conducta de la comunidad católica y de la sociedad en general en cuanto a estas fiestas públicas. Los materiales con los cuales fueron elaboradas estas pilas bautismales son iguales a los anteriores y presentan decoración. Esto nos muestra que el rito no pierde importancia, aunque si hay un cambio en su concepción. El último caso, Ntra. Sra. de Loreto, se observa un cambio radical en relación a lo anterior. La pila bautismal no sólo se halla en el altar (altamente iluminada), sino que además su elaboración fue hecha con material no de prestigio. Sin embargo, si bien fue confeccionada en ladrillo la pileta que se halla en su interior es de mármol y plata. Otra característica llamativa de esta estructura es que cuando no se está utilizando se le coloca una tapa de madera y macetas con plantas, ocultando su ubicación. Tanto la forma de tratar dicho elemento ritual como su cercanía al altar nos muestran la gran disolución que hay entre estos dos ambientes, sagrado y profano, en relación a los casos anteriores. Aunque es necesario resaltar que se recupera la celebración pública del ritual, dándole ya no solo una ubicación secundaria a este momento de pasaje sino principal al colocarlo en el altar a la vista de todos, inclusive de los transeúntes.

INTERPRETACIÓN En el análisis de los cinco casos sobre la vinculación de lo sagrado y lo profano siempre se tomó al altar principal o presbiterio como lo sagrado por excelencia. Es aquí donde se desarrolla el rito más importante y sacro de la vida católica: la Eucaristía. En relación a este lugar sacro se observa un cambio importante durante el Concilio Vaticano Segundo. Si bien, este rito no pierde jerarquía y control se observa modificaciones en la disposición de los altares, ubicándolos más cerca de la nave y otorgándole valor al acto de la comunión. También los aspectos materiales (vehículos sígnicos) como las puertas con dificultoso acceso visual, las pilas y las barreras de mármol reflejan la separación entre lo sagrado y lo profano. Al cambiar la concepción sobre la vida mundana y empaparse la sacralidad de ésta comienzan a presenciarse fenómenos de disolución de las viejas barreras. Con el cambio de concepciones sobre lo sacro y la intromisión del mundo profano en las iglesias comienza la desaparición de los elementos materiales anteriormente nombrados. Esto no significa que se produzca una banalización de lo sagrado, sino que para acercar más al pueblo a la vida religiosa es necesario eliminar aquellos elementos que marcan diferenciación tanto entre los mismos feligreses como con la figura del religioso. Por supuesto, no se deben perder del todo aquellos componentes jerárquicos como sagrados esenciales para la vida religiosa de la comunidad católica. En cuanto al bautismo, la ubicación de la pila bautismal cercana a la puerta principal se debe a que al infante o bautizo se lo considera portador del pecado original (impuro), en oposición el acercarse al altar donde se produce el acto más sagrado (puro). Además, el no bautizado es considerado un extraño, un sujeto exógeno y contaminante a la sacralidad del templo donde se lleva acabo el rito más importante de la vida católica. Esto figura en el Concilio de Trento al aclarar que las personas que no hayan sido bautizadas tienen el acceso restringido al templo. Si bien en este Concilio no se hace referencia a dónde tiene que estar ubicada la pila bautismal, sí se encuentra recién en 1899 con la declaración el Concilio Plenario de América Latina donde se resalta que la concepción del infante sigue sin cambiar. Esta fuente describe que el bautisterio puede encontrarse junto a la puerta mayor del templo, o cerca del altar reguardada por muros y cerrado con llave. También este documento detalla con que clase de materia prima debe estar

elaborada la pila bautismal (1899. Título XIV- De las Cosas Sagradas-. Capítulo I -D e las Iglesias-: 891). Sin embargo, una diferencia que se observa en iglesias de mediados y fines del siglo XIX es la creación de bautisterios ubicados fuera del templo en cuartos pero cerca del altar, esto marca una privacidad de dicho rito en contraposición a lo anterior como una celebración pública, pero distante de lo más sagrado. Esto se relaciona con la concepción de privacidad asociada a la mentalidad liberal, la cual se encuentra instalada en la sociedad. A pesar de entrar en continuo conflicto con las ideas y creencias liberales, la Iglesia incorpora ciertos elementos de la mentalidad burguesa. Para el Concilio Vaticano Segundo, el bautismo es la herramienta para ingresar a la Iglesia, y purificar el pecado original. Es decir, no hay modificación en relación al Concilio de Trento. Pero la diferencia se encuentra en el lugar en donde se encuentra la pila bautismal. Lo que se ve en el cambio de ubicación es una modificación en la concepción del bautizo. Ya no es visto como un sujeto que contamina, sino que vitaliza y refuerza a la comunidad, haciendo de ésto una gran celebración pública (Conferencia Episcopal Argentina 1993a).

CONCLUSIÓN Al comienzo de esta investigación varias fueron las preguntas que nos planteamos. El aporte de esta investigación a la temática radica en estudiar a través de la cultura material la relación entre la Iglesia Católica y la sociedad. La necesidad de analizar sólo tres de las múltiples y diversas esferas de la relación entre la Iglesia y la sociedad remarca la complejidad de este tema. Las esferas estudiadas fueron la vinculación de lo sagrado y lo profano, los ritos de pasaje y la luminosidad. Analizar desde lo material las modificaciones en la relación entre la institución religiosa y la comunidad local de la ciudad de Buenos Aires a través del tiempo fue el propósito del trabajo. La perspectiva diacrónica es un aspecto central de nuestro trabajo. Analizamos cinco casos en los que se observan la disolución de los límites entre los ambientes sagrados y profanos a través del tiempo desde el período colonial hasta el siglo XX. La desaparición de esta frontera no es un proceso rápido, sino al contrario es lento. Esto se destaca en lo material por la desaparición de ciertos

objetos que proveían la protección a las cosas sagradas. Este cambio paulatino en la concepción de los elementos sagrados es producto de ideas y comportamientos nuevos que posee la comunidad de Buenos Aires. La otra tendencia que se distingue es el cambio en la percepción de los distintos momentos de los ciclos de la vida del individuo, especialmente el nacimiento (es decir, el bautismo). El acercamiento de este componente fijo al área sagrada por excelencia a través del tiempo establece una modificación en las formas de ver el mundo y en las conductas, al igual que el caso anterior. Estos cambios de la flexibilidad de la liturgia anterior al Concilio Vaticano Segundo como el resurgimiento de la idea sobre la primera comunidad católica nos muestra una aptitud más criticas a las viejas estructuras jerárquicas y de poder de la Iglesia Católica como de otras instituciones sociales. Esto lo logran afectando las esferas de la vinculación entre lo sagrado-profano y los ritos de pasajes, aspectos que se observan en la dimensión material de éstas. Con lo cual, las transformaciones en las relaciones entre los feligreses y la Iglesia se transmiten en su correlato material. Por supuesto, estas formas de ver el mundo como modos de actuar no sólo son impuestas desde la Iglesia hacia la sociedad sino también es la comunidad la que negocia sus ideas ante esta institución religiosa. De esta manera, el objeto arquitectónico no sólo denota su función, sino que también puede connotar cierta ideología de las funciones, como sugerir otras cosas. Es decir, la función connotativa de la arquitectura, es la función simbólica del objeto. Durante el desarrollo de la investigación fueron surgiendo diversas preguntas e ideas complementarias. En futuras investigaciones es necesario estudiar la biografía de los arquitectos, párrocos, constructores, artistas y obispos que actuaron en estos distintos templos. Además, se deberá profundizar en las distintas relaciones de poder y su manifestación en lo material. Estos diferentes análisis nos facilitará comprender las distintas mentalidades que crearon, recrearon y reformularon los otros aspectos materiales del interior de estas construcciones eclesiásticas, según sus visiones del mundo. Otros personajes a examinar son aquellos que aportan arte; dinero; servicios y bienes personales a la parroquia, los que con sus acciones dejarán ver su participación en la comunidad y cuál era su condición social. Esto incluirá otras esferas (además de profundizar las ya analizadas) que componen la relación entre la comunidad y la Iglesia; por ejemplo, mecanismos de comunicación, elementos de identidad. Por último, otros aspectos a analizar son el estudio de la fachada exterior; el análisis de la distribución de las imaginarias en relación a la distancia al altar (que nos permitiría ver las

relaciones jerárquicas entre estas imágenes); y el estudio del sonido en el interior de las edificaciones eclesiásticas. Estos aspectos nos permitirán examinar otros elementos que afectan la percepción de los sujetos, ahondando más sobre las esferas ya estudiadas y agregando otras, que se efectuará en futuros trabajos. Todas estas recomendaciones permitirán ampliar y eliminar ese análisis mecánico que presento el presente trabajo, a causa de la complejidad del tema.

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ESTUDIO PR EL IM IN A R DE LOS REM ANENTES A RQ UITEC TÓ N ICO S DEL SITIO EL C HURCAL, VALLE CALC H A Q U Í, SALTA. FERREIRA, María Elena *

INTRODUCCIÓN Durante el Periodo de Desarrollos Regionales (siglos IX-XV) en el Valle Calchaquí central se distinguen distintos tipos de instalación y patrones arquitectónicos. En el valle troncal se presenta una serie de poblados conglomerados con importante densidad de construcciones, en algunos de los cuales se observan, aunque en baja proporción, unidades de vivienda complejas. En las cuencas subsidiarias occidentales predominan amplios

espacios

agropecuarios

con

conjuntos de viviendas de menores dimensiones y con menor frecuencia, algunos sitios concentrados con características de pucará. Esta disposición sugiere que en los últimos siglos prehispánicos se consolidaron ciertas tendencias de agregación y concentración de las poblaciones, así como de diversificación arquitectónica y funcional en los asentamientos (Baldini et al. 2004). Una de las problemáticas planteadas se relaciona con el intento de elucidar la estructuración de las poblaciones y las relaciones entre las que habitaron los asentamientos del área, así como con otros grupos sociales a mayor escala espacial. A fin de ahondar en estas propuestas es necesario enfocar la investigación hacia el interior de los asentamientos. Teniendo en cuenta que El Churcal es uno de los sitios más importantes dentro del área para el Período y que existe un cúmulo de información previa (Baldini et al 2007; Raffino et al. 1976; Raffino 1984), se reanudó su estudio. En primera instancia, se inició un relevamiento planimétrico y un registro arquitectónico pormenorizado. Desde esta aproximación se espera avanzar en el conocimiento de la composición y estructura del asentamiento. En este artículo se presenta la metodología implementada para el registro arquitectónico y una primera etapa de análisis considerando tipos de unidades, rasgos arquitectónicos particulares, formas, dimensiones, grado de segmentación y * Facultad de Ciencias Naturales y Museo. UNLP

relaciones espaciales en las estructuras construidas.

EL CHURCAL Este trabajo forma parte de investigaciones que se realizan en el sector central del Valle Calchaquí, entre las cuencas de los ríos Cachi y Molinos, Provincia de Salta1. El sitio El Churcal, un poblado con estructuras concentradas de paredes de piedra, está emplazado sobre un piedemonte desde el cual se tiene un amplio dominio visual del valle, en la margen occidental del río Calchaquí, 10 km al N de la actual población de Molinos (Figura 1). Por sus dimensiones y complejidad, es uno de los asentamientos más importantes de la región para el Período de Desarrollos Regionales (Baldini 2010).

Figura 1. Mapa del sector central del Valle Calchaquí. Entre las cuencas del río Cachi y Molinos se encuentra la región en estudio de los Proyectos donde se enmarca el presente trabajo. (Tomado y modificado de Baldini et al. 2004).

En las décadas de 1960 y 1970 fue investigado por Cigliano, Raffino y colaboradores (Raffino 1984; Raffino et al. 1976), que atribuyeron diferentes funcionalidades a las estructuras (habitaciones, patios, enterratorios, calles, espacios abiertos, basurales, etc), levantaron un plano general y realizaron excavaciones en 18 de los 530 recintos que contabilizaron, 20 tumbas -cistas- de adultos, 33 entierros de infantes, y sondeos en un espacio abierto, basureros y calzadas, estimando que se excavó alrededor del 8% de las estructuras del sitio. Los autores plantearon que el asentamiento está conformado por dos sectores con recintos concentrados que denominaron “población alta” y “población baja”, según su posición en la topografía. Entre ambos sectores se halla la estructura denominada “canchón”, un amplio espacio semiplano, parcialmente delimitado por muros, que constituiría un espacio público. Señalaron que las viviendas de la población baja corresponden a casas-pozo, con sus pisos a bajo nivel, construidas excavando el suelo y levantando los lienzos de las paredes contra el sedimento del piedemonte y que en diversos sectores con concentración de recintos, sus muros delimitan vías de circulación.

En la población alta, las viviendas habrían sido

construidas sobre nivel, dejando sectores libres que funcionaron como espacios de circulación. Plantearon que la segmentación del sitio podría relacionarse con una organización social en mitades y que existen indicios de diferenciación social en las tumbas, pero no en el patrón arquitectónico (Raffino 1984; Raffino et al. 1976). Estimaron la cronología del asentamiento por el patrón arquitectónico, los materiales asociados, particularmente la alfarería y los objetos de madera, muy similares a los de La Paya (Ambrosetti 1907), y la ausencia de indicadores de ocupación incaica. Además, efectuaron un fechado radiocarbónico de 740 ± 50 años AP2. A partir de esta información propusieron que el sitio habría sido ocupado entre 1.150 y 1.350 años DC (Raffino 1984). Las nuevas investigaciones en El Churcal incluyen el estudio de los materiales de excavaciones previas, prospecciones, levantamiento topográfico y planimétrico, excavaciones y relevamiento arquitectónico. Para éste se siguen los lineamientos de Magadán (1988) considerando diversos aspectos constructivos y otros referidos al estado de conservación. Se incluyen detalles acerca del tipo, forma y funcionalidad estimada de las estructuras, dimensiones, técnicas, composición de los muros, tipos, tamaños y tratamiento de los materiales, presencia de elementos constructivos como cimientos, pilares y aberturas, etc. También se relevan huellas de

excavaciones anteriores, acumulaciones de sedimento removido, derrumbes y otros aspectos relacionados con el deterioro de las estructuras.

ANÁLISIS EXPLORATORIO Con el objetivo de avanzar en el estudio de las unidades arquitectónicas de El Churcal, a partir de un análisis exploratorio de los datos arquitectónicos relevados, se propone una caracterización preliminar de las estructuras construidas. Se tomó una muestra de 112 recintos y se consideró la información documentada en las fichas de relevamiento arquitectónico y parte de la información contenida en el plano parcial construido por nosotros hasta el momento. Es decir, éste es un abordaje a partir de las figuras planas con las que representamos las plantas de los recintos, que se analizan teniendo en cuenta formas, dimensiones, rasgos arquitectónicos particulares, relaciones espaciales, modos de circulación, etc. En una primera instancia utilizamos el criterio de forma. En la literatura arqueológica es común la utilización del prefijo “sub” -plantas subrectangulares, por ejemplo- para poner de manifiesto que, en virtud de la irregularidad de sus formas. las plantas no pueden ser representadas por figuras geométricas convencionales, por lo que se las representa con figuras semejantes a rectángulos, cuadrados o círculos. Ajustando la descripción morfológica con elementos de la geometría clasificamos nuestras figuras como polígonos, es decir, espacios geométricos de dos dimensiones delimitados por segmentos consecutivos no alineados. Los recintos de El Churcal pueden representarse como polígonos simples, generalmente irregulares, -con lados de distinta longitud y vértices no contenidos en una circunferencia- mayoritariamente convexos (con sus ángulos interiores menores a 180°), aunque algunos son cóncavos (con ángulos mayores a 180°). Las figuras más recurrentes son los cuadriláteros subrectangulares, los polígonos curvilíneos -con al menos uno de sus lados curvo-, los cuadriláteros subcuadrangulares y los trapezoides, también hay algunos polígonos hexagonales y octogonales, siempre irregulares. En segundo lugar, considerando las superficies de los recintos, se empleó el criterio de tamaño. Un primer análisis estadístico muestra que si bien la amplitud del rango abarca desde 12 m2 hasta 232 m2, la mayoría (62%) se ubica en un intervalo

entre los 30 m2 y los 60 m2. En ese mismo intervalo se localizan la moda (49 m2) y el promedio (57,2 m2) de la muestra. Algunos recintos (el 6% del total) se alejan de estos valores, marcando una notoria discontinuidad. Por sus superficies (superan los 120 m2y hay un caso de 232 m2) y por su posición dentro de unidades integradas por más de dos recintos, podrían corresponder a patios. Es decir, si consideramos a los recintos sin tener en cuenta que integren o no unidades compuestas por más de un recinto, observamos gran heterogeneidad en los tamaños y las formas, aunque predominan las plantas subrectangulares, con superficies entre 30 m2 y 60 m2, resaltando algunos que duplican estas superficies.

UNIDADES ARQUITECTÓNICAS Consideramos unidad arquitectónica a un espacio definido por un límite discreto, en este caso un muro perimetral de piedra, que constituye y da forma a un espacio interno. Un interrogante se plantea en torno a la variabilidad en la composición de las unidades arquitectónicas y sus relaciones. Las unidades de El Churcal pueden presentar muros internos que las subdividen en recintos vinculados por vanos. De acuerdo a esta característica distinguimos dos categorías generales: unidades simples (un recinto) y unidades compuestas (formadas por más de un recinto). A su vez, las unidades compuestas pueden clasificarse de acuerdo a la cantidad de recintos que las integran: dobles (dos recintos intercomunicados) y múltiples (más de dos recintos intercomunicados). La muestra relevada hasta el momento en El Churcal, incluye un total de 91 unidades arquitectónicas. Al agruparlas según las categorías mencionadas, se observa un amplio predominio de las simples (78 casos, 86%) sobre las compuestas (13 casos, 14%), entre las que se distinguen 10 casos de unidades dobles (11%) y 3 casos de unidades múltiples (3%), integradas por 3, 5 y 6 recintos respectivamente.

Unidades simples (US) Las US se evaluaron según forma y tamaño. Con relación a este último, agrupamos las superficies en intervalos y de acuerdo a su distribución consideramos

operativamente 5 tipos de tamaño. La muestra presenta gran heterogeneidad en los tamaños y gradación continua en una alta proporción de las US, que tienen una superficie promedio de 53 m2. En la Figura 2 se observa que en los extremos de la curva de dispersión hay discontinuidades que representan a las unidades de tamaño mucho menor y mucho mayor, tipos I y V, respectivamente.

Figura 2. El gráfico de de barras representa a las unidades agrupadas por tamaño (intervalos). A la derecha, en la curva de dispersión, se representan las unidades sin agrupar. La forma de las plantas se analizó según criterios geométricos. Del total de la muestra de 78 US, el 41% (32 casos) corresponde a unidades de planta subrectangular, el 23% (18 casos) a unidades en forma de polígono curvilíneo, el 21% (16 casos) a unidades con planta trapezoide, el 14% (11 casos) a unidades de planta subcuadrangular y el 1% representa al único caso de unidad con planta hexagonal. Considerando conjuntamente formas y dimensiones vemos que las formas subrectangular y trapezoide se dan en todos los tamaños, excepto en el más pequeño. La planta curvilínea se registra en todos los tamaños, a excepción del mayor. Los dos intervalos de tamaño que concentran mayor cantidad de frecuencias presentan toda la variedad de formas, exceptuando la planta hexagonal, presente únicamente en el tamaño mayor. La planta subcuadrangular se encuentra en tres de los cinco tipos de tamaños definidos. (Tabla 1)

UNIDADES SIMPLES Intervalos

Tipo Subrec. Subcua.

Trapezoide Curvilínea Hexagonal

Total

2

2

y y y 80 m2

V

5

1

1

32

11

16

Subtotal

18

1

8

1

78

Tabla 1. Cuadro de distribución de frecuencias por tamaño (superficie) y forma. Ref: Subrec.: subrectangular; Subcua: subcuadrangular.

II. Caracterización general de las unidades compuestas (UC) En el análisis de las UC, además de tamaño y forma, se considera la presencia/ ausencia de ciertos elementos, propiedades y relaciones espaciales. En estas unidades definimos dos tipos de muros de acuerdo a su función y ubicación: muros perimetrales, que delimitan el espacio de una unidad arquitectónica, y muros divisores internos. Los internos siempre poseen un vano para la intercomunicación de los recintos3, ubicado en un extremo de la pared divisoria, próximo a la perimetral. Se registró un único caso de muro divisorio con vanos en ambos extremos, característica que le otorga a la unidad (619-126)4 una alternativa de circulación diversa a las de las otras UC. A su vez, un vano puede ser abierto (posibilitando un ingreso no restringido), o puede poseer alguna característica constructiva, atributo o estructura que restrinja el ingreso o circulación. En El Churcal registramos deflectores5, muros cortos y curvos que se proyectan desde de la pared perimetral frente a los vanos que comunican recintos, en algunas UC dobles y múltiples. En los casos registrados, el deflector se encuentra sobre la pared N de la unidad, restringiendo la circulación en sentido O-E o E-O. Un rasgo mencionado para El Churcal (Raffino 1984), es la ausencia de vanos de acceso a las unidades, rasgo que parece mantenerse en forma predominante. Pero, aún desde esta visión parcial y superficial registramos aberturas de ingreso en cuatro unidades de diferentes sectores del asentamiento, todas emplazadas en una de las esquinas de la pared perimetral orientada al E.

Algunas propiedades de las relaciones espaciales Antes de avanzar es necesario definir algunas propiedades que consideraremos más adelante, al evaluar las relaciones de los espacios intervinculados en las unidades dobles y múltiples. Los espacios arquitectónicos se pueden analizar considerando el modo en que se ordenan, se conectan y se relacionan. Desde esta perspectiva es posible definir ciertas propiedades básicas de las relaciones espaciales como son la simetría/asimetría, que indica la independencia interespacial y el control de un espacio sobre otro respectivamente (Sánchez 1998) y la organización espacial distribuida/no distribuida que se refiere a que sólo se puede acceder de una manera en la distribuida (para llegar a B desde el exterior, es necesario pasar antes por A) y de más de una manera en la no distribuida (Ayán Vila 2003). A nivel exploratorio, consideraremos estas propiedades en los casos de estudio aquí tratados, a fin de identificar regularidades o rasgos de diferenciación que nos permitan avanzar en la caracterización del modo de uso del espacio construido en El Churcal.

Unidades dobles. (UD) Con respecto al tamaño, consideramos la superficie de cada unidad y dividimos la muestra en 4 tipos de tamaño, con un criterio operativo. (Tabla 2) Intervalo

fo

Unidades

Tipo

60m2 => y < 80 m2

2

637-638 y 1012-1013

I

80m2 => y < 100 m2

3

600-601; 624-623 y 1005-1006

II

100m2 => y < 200 m2

4

642-643; 602-603; 619-126 y 112-103

III

>200 m2

1

1003-1004

IV

Las UD tienen un promedio de 57 m2por recinto y de 115 m2 por unidad. Las dos más pequeñas (tipo I) tienen superficies equivalentes a las US del tipo IV y son menores que las US del tipo V. Al mismo tiempo, las superficies de las US del tipo V son comparables con las UD del tipo II e incluso con algunas del tipo III. En la muestra relevada, hay una única UD que supera los 200 m2, la unidad 1003-1004 (con 244 m2) del tipo IV. Con respecto a la forma, agrupamos las UD según la geometría de las plantas de los recintos que las componen y distinguimos variantes relacionadas al tipo de acceso, organización espacial y tamaño. A.

Unidades compuestas por recintos de planta subrectangular: 5 casos.

(Figura 3) a) Esta unidad, de 99 m2(tamaño tipo II), presenta vano de acceso directo y también es directo el acceso al recinto contiguo. La circulación es distribuida, ya que necesariamente hay que pasar por el R1006 para acceder al R1005 y la relación entre los recintos es asimétrica, dado que el primero controla espacialmente al segundo. b) En esta unidad, de 162 m2 (tamaño III), no se observa vano de ingreso. La circulación es no distribuida ya que hay dos maneras de acceder de un recinto al otro y simétrica, dado que no hay control espacial de un recinto sobre el otro sino interdependencia del mismo orden. c, d y e) En estas unidades no se observa vano de acceso. La circulación es distribuida, ya que hay una sola forma de acceder de un recinto al recinto contiguo y la relación entre éstos es simétrica, pues no hay control espacial de un recinto sobre otro sino interdependencia del mismo orden. Los recintos de la unidad 637-638 (67 m2, tamaño I) son claramente dispares, mientras que en las unidades 1012-1013 (69 m2, tamaño I) y 112-103 (191 m2, tamaño III) guardan cierta equivalencia en cuanto a forma y tamaño.

Figura 3. Unidades dobles (UD). A. Planta subrectangular: a) Con vano de acceso no restringido. Circulación distribuida, asimétrica. b) Sin vano de acceso. Circulación no distribuida y simétrica. c, d y e) Sin vano de acceso. Circulación distribuida, simétrica. B.

Unidades compuestas por recintos de planta subcuadrangular: 2 casos.

(Figura 4) f y g) En estas unidades no se observa vano de acceso. En el caso de la unidad 602-603 (125 m2, tamaño III) la presencia de un deflector en la pared N frente al vano que intercomunica los recintos, restringe la circulación en sentido O-E y da una pauta de control espacial del R 602 sobre el R 603. Por lo tanto, la relación es asimétrica. En el caso de la unidad 623-624 (98 m2, tamaño II) la circulación es distribuida y la relación entre los recintos es simétrica.

Figura 4. B. Planta subcuadrangular: f) Sin vano de acceso, circulación distribuida. El deflector en la pared N restringe la circulación en sentido O-E, relación asimétrica. g) No se observa vano de acceso, circulación distribuida y simétrica. C. Unidades compuestas por recintos de planta desigual: 3 casos. (Figura 5) Las tres unidades agrupadas aquí están compuestas por dos recintos cuyas plantas son de forma y dimensiones diferentes entre sí. A su vez, cada una de estas UD presenta variantes en relación a su organización espacial, acceso y tamaño: h) Esta es la mayor de todas las UD, tiene 244 m2 (tamaño IV) y no presenta vano de acceso. Sus características son únicas dentro de la muestra relevada, se compone por dos recintos, uno de menor superficie y planta subcuadrangular, y otro recinto mucho mayor con planta en forma de polígono octogonal irregular. La organización espacial es distribuida y asimétrica, pues para acceder al R 1004 necesariamente se debe pasar por el R 1003, que lo controla espacialmente. i) Esta unidad, (90m2, tamaño II) se compone de un recinto menor con forma de polígono curvilíneo y otro de superficie mayor y planta subrectangular. Posee vano de acceso directo y no hay restricción en el acceso al recinto contiguo. La circulación es distribuida, ya que para acceder al recinto 601 hay que pasar necesariamente por el recinto 600. Por lo tanto, la relación entre los recintos es asimétrica, ya que el R 600 controla espacialmente al R 601. j) Esta unidad, (125 m2, tamaño III) sin vano de acceso visible, se compone de un recinto menor de planta subrectangular y un recinto mayor de planta trapezoide. La circulación es distribuida, ya que hay una sola forma de acceder desde un recinto al recinto contiguo. La relación entre los recintos es simétrica, con interdependencia del mismo orden entre los recintos, sin control espacial evidente.

Figura 5. C. Planta desigual: h) Sin vano de acceso. Circulación distribuida, asimétrica. i) Con vano de acceso no restringido, circulación distribuida y asimétrica. j) No se observa vano de acceso. Circulación distribuida, simétrica. En síntesis, dentro del conjunto de 10 UD relevadas, se advierte un amplio rango de variabilidad en las dimensiones, que va desde los 64 m2 a los 244 m2. Las formas de las plantas son similares a las registradas en las plantas de las US (a excepción de la planta hexagonal), aunque en este conjunto se presentan combinadas e intercomunicadas. Una de las UD presenta una planta en forma de polígono octogonal, ausente en las US. Respecto a la composición del espacio en las UD es interesante destacar que, si bien encontramos similitudes en base a las cuales las hemos agrupado, no se han registrado dos plantas que respondan exactamente a un mismo partido del espacio.

3. Unidades múltiples. (UM) Del total de la muestra de 91 unidades arquitectónicas relevadas, 3 corresponden a UM compuestas de 3, 5 y 6 recintos intercomunicados, respectivamente. En relación al tamaño, las 3 UM tienen un promedio de 76 m2 por recinto y de 362 m2por unidad. Al comparar la superficie de cada una, se advierte que la unidad 104-108 (406 m2) y la unidad 113-123 (479 m2) duplican la superficie de la unidad 1000-1002 (200 m2). A su vez, el promedio en metros cuadrados por recinto en la unidad 104-108 es de 81 m2, en la unidad 113-123 es de 80 m2, mientras en la

unidad 1000-1002 es de 61 m2. En cuanto a la forma, las plantas de los recintos que componen las UM son similares a las observadas en las US y UD. Es decir, subrectangulares, polígonos curvilíneos, subcuadrangulares y trapezoides. Como en las UD, en las UM también se encuentran combinadas e intercomunicadas, aunque en estos casos de manera más compleja y variada. Analizamos estas unidades considerando la presencia de espacios redistributivos, modo de circulación y la organización del espacio, observando distintos niveles de permeabilidad y control entre los espacios que las componen.

Figura 6. a) Unidad 1000-1002. Integrada por 3 recintos intercomunicados y con vano de acceso no restringido. Circulación distribuida, asimétrica. b) Unidad 113-123. Integrada por 6 recintos intercomunicados, sin vano de acceso. Organización espacial asimétrica y distribuida, con espacios redistributivos. c) Unidad 104-108. Integrada por 5 recintos intercomunicados, sin vano de acceso. Organización espacial asimétrica y distribuida, con espacios redistributivos. El doble círculo en línea puntuada representa la cista 109.

a)

Unidad 1000-1002. Por su tamaño y posición relativa consideramos que

el recinto 1000 es una estructura de patio. Frente al vano que comunica con el recinto 1001, sobre la pared N, hay un deflector que restringe la circulación hacia los otros recintos, en sentido E-O. La organización espacial es distribuida (para acceder a R

1002 desde el exterior hay que pasar necesariamente por R 1001) y las relaciones son asimétricas, ya que existe control espacial entre los recintos. b) Unidad 113-123. Por sus dimensiones y su posición relativa, consideramos al recinto 113 como un patio. Es un espacio que redistribuye la circulación dentro de la unidad y controla espacialmente a los demás recintos. En la pared N de la unidad, hay un deflector frente al vano que comunica con el recinto 123 A, restringiendo la circulación en sentido O-E. La organización espacial es distribuida, ya que hay una sola manera de acceder a cada uno de los recintos, a través de sucesivos niveles de profundidad, (por ejemplo: para acceder al recinto 123 hay que pasar previamente por el recinto 113 y por el recinto 123a). Las relaciones son asimétricas, puesto que el R 113 controla espacialmente a los demás recintos. c) Unidad 104-108. Sobre la base de los mismos criterios que en los casos anteriores, el recinto 1056se considera un patio. Este recinto y el 106 son espacios que redistribuyen y controlan la circulación dentro de la unidad, por tanto la organización espacial es distribuida y las relaciones son asimétricas.

SÍNTESIS Y COMENTARIOS En síntesis, este análisis ha permitido definir tres tipos de unidades arquitectónicas para El Churcal: simples (compuestas por un recinto), dobles (compuestas por dos recintos) y múltiples (compuestas por más de dos recintos). Dentro de los tres tipos de unidades se observa un amplio rango de variabilidad en los tamaños. Si bien se registran tendencias de concentración en torno a los intervalos que agrupan los valores medios de la muestra, también se registran discontinuidades marcadas por unidades de tamaño mucho mayor y mucho menor. El promedio de metros cuadrados por unidad es, en las simples 53 m2; en las dobles 115m2; y en las múltiples 362 m2. Con relación a la proporción de m2por tipo de unidad dentro del total espacio construido, el 62% corresponde a las 78 US (4112 m2); el 19% corresponde a las 10 UD (1275 m2) y el 19% a las 3 UM (1236 m2). Es decir, la concentración de metros cuadrados construidos en las escasas unidades múltiples es significativamente alta. Estas discontinuidades en los tamaños y diferencias en la concentración de m2, así como la baja proporción de UD y UM dentro del conjunto, podrían señalar

cierto grado de asimetría social, pero es posible que en parte esta situación obedezca al enmascaramiento por sedimentos. Es necesario contar con mayor precisión cronológica y un análisis del contenido de las unidades para efectuar una evaluación más acabada. Respecto a la variabilidad en la morfología de las plantas de los recintos, son recurrentes las formas de polígonos simples e irregulares, mayoritariamente subrectangulares, curvilíneos, subcuadrangulares y trapezoides. También se incluyen algunas pocas formas de hexágonos y octógonos. En los casos de UD y UM los recintos que las componen presentan los mismos tipos morfológicos presentes en las US. Al analizar la forma de las plantas, se ha señalado que la irregularidad se presenta en aquellos casos en que la irregularidad topográfica actuó como condicionante. (Raffino 2007: 263). En el avance de nuestro relevamiento observamos que, si bien hay algunos casos en que la irregularidad de las plantas de las unidades de El Churcal podría ser atribuida al condicionamiento topográfico, en muchos otros casos esta explicación se invalida ya que las unidades se encuentran emplazadas en áreas relativamente planas. Para el caso de las UD y UM, se plantean algunos esquemas generales de circulación y organización del espacio teniendo en cuenta el modo en que los recintos se articulan, conectan y ordenan. Considerar la presencia de vanos de ingreso e internos y otros rasgos arquitectónicos que de algún modo afectan a la movilidad, permite distinguir diferencias en las formas de organización espacial y circulación. En la mayoría de las unidades, dobles o múltiples, la circulación es distribuida. En la UD 126-619 se da el único caso de circulación no distribuida, debido a la presencia de vanos en ambos extremos de la pared divisoria, que posibilitan dos alternativas en el modo de acceder desde un recinto al recinto contiguo. En cuanto a las relaciones de simetría/asimetría, se advierte en las UD con vano de acceso y/o deflector frente al vano de comunicación interna, que las relaciones son asimétricas. Por el contrario, en las unidades que no poseen vano de acceso o deflector, las relaciones son simétricas. En las UM, las relaciones son siempre asimétricas y hay mayor dependencia entre los espacios, en ocasiones esto implica atravesar más de dos recintos para acceder a un tercero, y a su vez se tornan más complejas por la presencia de espacios redistributivos.

Los accesos restringidos, la presencia de estructuras que condicionan la movilidad, las relaciones asimétricas entre los recintos y el tipo de circulación distribuida, podrían manifestar la intención de ejercer mayor control sobre la visibilidad y la privacidad, jerarquizando unos espacios sobre otros al interior de las unidades y marcando un límite con el espacio externo. Con respecto a la asociación espacial entre los tipos de unidades arquitectónicas, es interesante señalar que dos de las unidades múltiples se encuentran adyacentes y, a su vez, se vinculan espacialmente con unidades dobles. Del mismo modo, la tercera de estas unidades múltiples, se encuentra en otro sector, también vinculada a unidades dobles y a otras de características poco frecuentes en cuanto su forma y disposición. La concentración de superficie construida en las UM y su estrecha asociación espacial con UD sugieren la posibilidad que esta configuración señale alguna sectorización al interior del asentamiento. Algunos autores (Mañana Borrazás et al. 2002; Sánchez 1998; Steadman 1996) postulan que el grado de segmentación en el uso del espacio y la arquitectura, tanto a nivel del asentamiento como dentro de la vivienda, podrían representar el nivel de segmentación de la sociedad a la que pertenecen. Las observaciones efectuadas en el presente análisis permiten plantearnos interrogantes en este sentido, pero el estado actual de conocimiento resulta prematuro para avanzar en propuestas más profundas acerca de las implicancias sociales. En el curso de la investigación esperamos avanzar hacia instancias de mayor alcance interpretativo y explicativo. Aquí se presentan resultados de una fase descriptiva inicial.

AGRADECIMIENTOS A Elisa Ferreira, por su colaboración en la confección de las ilustraciones.

BIBLIOGRAFÍA Ayán Vila, J. M. 2001. La vivienda castreña. Propuesta de reconstrucción en el castro de Elviña. Tapa 23. Laboratorio de Arqueoloxía e Formas Culturais, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela. Ambrosetti, J. B. 1907. Exploraciones arqueológicas en la Ciudad Prehistórica de “La Paya”. Revista de la Universidad Nacional de Buenos Aires, 8. Baldini, L. 2010. Prácticas funerarias de sociedades prehispánicas tardías en el valle Calchaquí, Salta, Argentina. Anais do IV Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociaes e Humanidades: “Imagens da Morte”: 1-20. Niteroi.-Río de Janeiro, Universidade Salgado de Oliveira, Universo. Baldini, L., E. I. Baffi., L.Quiroga, y V. Villamayor 2004. Los Desarrollos Regionales en el valle Calchaquí, Salta. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XXIX: 59-80. Magadán, M. L. 1988. Propuesta de una ficha para el relevamiento de restos arquitectónicos en sitios prehispánicos. Arqueología urbana. Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas Mario J. Buschiazzo. Publicación N° 8. Buenos Aires, Facultad de Arquitectura y Urbanismo - UBA. Mañana Borrazás, P., R. Blanco Rotea, X. M. Ayán Vila 2002. Arqueotectura 1: bases teórico-metodológicas para una arqueología de la arquitectura. TAPA 25. Laboratorio de Patrimonio, Paleoambiente e Paisaxe, Santiago de Compostela, Instituto de Investigacións Tecnolóxicas, Universidade de Santiago de Compostela. Raffino, R.

1984. Excavaciones en El Churcal (Valle Calchaquí, República Argentina). Revista del Museo de La Plata, 7, Antropología 59: 223-263. 2007. Poblaciones indígenas enArgentina, Urbanismoyproceso socialprecolombino. Buenos Aires, Emecé Editores. Raffino, R., E. Cigliano y E. Manzur 1976. El Churcal. Un modelo de urbanización tardía en el valle Calchaquí. Revista del Museo de Historia Natural de San Rafael 3 (1), pp. 33-42. Sánchez, J. 1998. La arqueología de la arquitectura. Aplicación de nuevos modelos de análisis a estructuras de la alta Andalucía en época ibérica. Trabajos de Prehistoria 55, N°2: 89-109. Steadman, S. 1996. Recent research in the Archaeology of Architecture: Beyond the foundations. Journal o f Archaeological Research 4 (1): 51-77.

NOTAS 1Proyectos financiados por Conicet PIP 5712 y UNLP N461. 2 C.S.I.C. 434. 3Cabe mencionar que dado el espesor de las paredes, el vano constituye un pasillo de aproxi­ madamente un metro de largo. 4Los números menores a 600 corresponden a la numeración conservada de las investiga­ ciones de 1970. A partir de 600 se numeraron las estructuras relevadas por nosotros en la parte baja del sitio y a partir de 1000 las de la parte más alta. 5Empleamos este término por la morfología, sin atribuirle una funcionalidad específica dado que su presencia se advierte sólo en recintos anteriormente excavados y no contamos con información referida a rasgos o materiales vinculados a ellos que permitan evaluarla. 6En este recinto se encuentra la única cista registrada hasta el presente dentro de una unidad arquitectónica (C 109).

A LM A CEN A JE Y CONSUM O EN JUELLA. ¿O RGANIZACIÓ N COM UNAL EN EL PERÍODO TARDÍO? LEIBOWICZ, Iván * PALACIOS, Leandro * COHEN, Sebastián * “Que no te demore el mundo, no, poniéndote el antifaz. Y buscando acomodarte en medio del derrumbe de su decadencia” (Ricardo Iorio)

En un contexto de creciente debate que cuestiona y pone en tela de juicio aquellos postulados que históricamente definieron al Período Tardío, en especial en su etapa final también conocida como Período de Desarrollos Regionales Tardío (ó PDR II) (Nielsen 2007; Palma 1998), cuya extensión va desde 1.250 años DC a 1.450 años DC en el Noroeste Argentino, como un momento signado por enfrentamientos entre grandes jefaturas, una desigualdad institucionalizada y una producción artesanal al servicio de una elite. En el presente trabajo proponemos a partir del análisis e interpretación del almacenaje y consumo, que ciertas actividades. y en este caso en particular la producción de bienes y alimentos, pudo darse a un nivel comunal siendo realizada la misma por la mayor parte de la comunidad (Acuto 2007). Así estas primeras aproximaciones se inscriben dentro de las nuevas nociones que plantean, al menos, problematizar la presencia de estratificación y jerarquías en el PDR II. Las ideas sostenidas en el presente trabajo se apoyan en el conjunto de investigaciones ya realizadas en el sitio Juella desde esta perspectiva (Barbich y De Stefano 2009; Leibowicz 2009; Robledo 2009), y que a partir del análisis de los diferentes indicadores clásicos para dar cuenta de estratificación y jerarquía. (población de a miles, producción especializada, segregación residencial, jerarquías entre sitios, inversión en construcciones con trabajo comunitario, elites que se distinguen por sobre el común de la gente, etc. [Earle 1987; Kristiansen 1991; Service 1993; Wright 1984]) cuestionan la presencia de los mismos para el PDR II * Instituto de Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

en dicho sitio. Más allá de esto, es imperioso dejar en claro que no se pierde de vista el carácter problemático que reviste el uso de estos mismos indicadores, puesto que si bien se piensa en ellos desde su presencia o ausencia, tal vez nunca se haya hecho un cuestionamiento sobre los presupuestos implícitos en ellos. El asentamiento se ubica en un espolón sobre el río Juella, a cuatro kilómetros de la confluencia del mismo y la Quebrada de Humahuaca. Cuenta con una superficie de seis hectáreas y alrededor de 420 recintos (Figura 11). Este sitio sólo presenta hasta el momento indicios de una ocupación del Período de Desarrollos Regionales Tardío II (Nielsen 2007; Palma 1998) y a diferencia de otros sitios de la región, y de acuerdo a las excavaciones efectuadas hasta la actualidad (Cigliano 1967; Nielsen et al. 2004; Pellisero 1969), una ausencia de materiales que indiquen una presencia Inka.

Figura 1. Plano de Juella. (Ver Nielsen 1997, 2001 y Nielsen et al. 2004). Las numeraciones de los recintos 94 y 100 fueron efectuadas por el Lic. Iván Leibowicz sobre el plano original ya que estos no tenían asignados ninguna referencia.

En este sentido, la aspiración de esta investigación es lograr una aproximación multidimensional a las sociedades del pasado que considere dentro de nuestra interpretación a las personas accionando en su medio, relacionándose con otras personas y con este espacio, poniendo el acento en la relación dialéctica entre los sujetos y la materialidad (Bradley 2003; Hodder 1999; Thomas 1996, 2001) Así y siguiendo esta perspectiva arqueológica intentaremos un acercamiento a la evidencia encontrada en el sitio Juella en relación con el almacenaje, consumo y producción de alimentos, a partir del desarrollo de tres grandes ejes a saber: en el primero “Artefactos de Molienda: Manos y Molinos”, nos referiremos a la concentración homogénea de artefactos de molienda encontrados en el sitio hasta el momento (Cigliano 1967; Nielsen et al. 2004; Pellisero 1969) y en el que introducimos los hallazgos realizados por el Proyecto Arqueológico Juella en el Recinto 100, no sólo por el material encontrado sino también por el hecho de que se encuentra contiguo al Recinto 94 del cual nos ocupamos en el eje siguiente. Así. en el segundo eje, “Recinto 94” presentamos un “inusual” contexto arqueológico hallado en dicho recinto, y a partir del cual se articulan las discusiones en torno al consumo y almacenaje comunal. Y en el tercer y último eje que se intitula “Un acercamiento etnográfico” expondremos una primera aproximación exploratoria a un estudio etnográfico de la comunidad de Juella que busca de manera inacabada ampliar, reforzar y problematizar las hipótesis presentadas.

ARTEFACTOS DE MOLIENDA: MANOS Y MOLINOS Para comenzar es menester destacar la uniforme presencia de manos y molinos de piedra a lo largo de todo el sitio. Estos artefactos vinculados a actividades de molienda han aparecido en todos los contextos excavados en el sitio, tanto por el equipo del Proyecto Arqueológico Juella como por aquellos que lo investigaron anteriormente (Cigliano 1967; Nielsen et al. 2004; Pellisero 1969). Cigliano, quien excavó la mayor cantidad de habitaciones da cuenta de la aparición uniforme de este tipo de materiales. Sostenemos que esta presencia constante y generalizada de artefactos de molienda, puede estar dando cuenta de un uso de los mismos relacionado a diversas actividades como el procesamiento de alimentos, pigmentos (hematita y limonita) y minerales de cobre (malaquita), etc. y que estas actividades se desarrollan

indiferenciadamente en todo el sitio. Es decir, vemos que el uso de manos y molinos según su distribución, no está restringido a recintos específicos dentro del sitio, sino que se encuentra en la mayoría de los recintos del mismo. La cantidad de objetos relacionados con estas tareas ya fue destacada como un importante indicador del fuerte énfasis en esta actividad (Nielsen et al. 2004) Sin embargo, sí existen casos particulares, documentados tanto por Cigliano (1967), Nielsen y colaboradores (2004) como por nosotros. Igualmente es importante tener en cuenta que estos casos no sobresalen en sobremanera sobre el resto, sosteniendo que la presencia de este tipo de artefactos no es extraña en ningún sector. En cuanto a las excavaciones realizadas por este proyecto durante el año 2009, los resultados fueron acordes con los que obtuvieron aquellos que nos precedieron. En el R 100, en una trinchera de aproximadamente 2 m cuadrados, encontramos un molino plano y cuatro manos. Los mismos se encuentran junto a un posible fogón y restos óseos quemados por lo que creemos pueden estar relacionados con la producción de alimentos. En el R 94, con sus 20 m cuadrados excavados, la cantidad es mayor alcanzando el número de diecisiete manos y seis molinos, hallándose también tres palas líticas. En este caso los análisis macroscópicos preliminares nos indican al menos dos manos estuvieron relacionadas con el procesamiento de minerales de cobre. Se están llevando a cabo análisis químicos y microscópicos más específicos que nos permitirán definir con más exactitud qué tipo de materiales fueron procesados con este instrumental. Cabe destacar que Cigliano (1967) da cuenta de este tipo de hallazgos, es decir de la presencia de manos y morteros relacionados tanto con el procesamiento de alimentos y minerales. Por un lado podemos destacar a los recintos 11; 25; 28 y 29 con gran cantidad de instrumentos de molienda así como la presencia de fogones y restos animales. Mientras que por otro lado es importante la presencia en los recintos 14; 17 y 24 de este instrumental lítico relacionado con elementos propios de la producción metalúrgica como restos de escoria y crisoles3. Por su parte, en el que Nielsen y colaboradores (2004) llaman Recinto 10 (R 68 en la nueva numeración), se hallaron, en 8 m cuadrados excavados, cuatro manos, cuatro martillos, tres molinos planos y un mortero. El mismo es caracterizado como un patio doméstico, sin techar. Vemos entonces que no hay sectores diferenciados, ni áreas del sitio separadas de la producción de alimentos. Esta producción, así como la de metales, se

encuentra homogéneamente distribuida, estando toda la población del asentamiento comprometida con esta labor. En este sentido, y teniendo en cuenta lo mencionado, no observamos que parte de la población se encuentre separada de la elaboración y preparación de este fundamental recurso. Esta idea se contrapone, como ya se ha mencionado más arriba, con la caracterización tradicional de una elite separada de los medios de producción, consumiendo aquello que otros producen para ellos. Es decir unos de los rasgos que caracterizan a una desigualdad institucionalizada. En relación con esto, y siguiendo los postulados de Acuto (2008), reflexionamos que recintos como estos (que exceden ligeramente la media de elementos encontrados), en lugar de considerarse talleres de especialistas, pueden pensarse como espacios de uso colectivo y socialización, espacios en donde se superan los límites de la unidad doméstica y las divisiones tajantes entre lo público y lo privado se tornan porosas (Acuto 2008). Es importante mencionar que consideramos un taller a un área de trabajo específica con especialistas dedicados exclusivamente a esos menesteres, separados de otras esferas de la producción, en una escala que sobrepase la producción de tipo doméstico.

EL RECINTO 94 Ahora bien, es el excepcional hallazgo realizado en el Recinto 94, durante las campañas del 2008/2009, el que nos permite reforzar fuertemente lo que se viene planteando en torno al almacenaje comunal. Dentro de este recinto del sitio Juella y luego de excavar 20 m cuadrados, hemos encontrado la inusual cantidad de 17 ollas de cerámica y una pequeña jarra enteras o prácticamente completas2. Si bien en las excavaciones anteriormente mencionadas ha sido frecuente el hallazgo de vasijas enteras, es particular el número hallado en este contexto. Las vasijas encontradas son de diversas formas y tamaños, y representan los distintos estilos (o grupos), cerámicos conocidos para este período (componente HUM) en la región y que Nielsen (entre otros) se ha ocupado de describir y periodizar (Nielsen 2007). En lo que refiere a los tamaños y formas seguimos los postulados vinculados al trabajo de Menacho (2007), quien diferencia dichos atributos por la funcionalidad de los mismos en un trabajo etnoarqueológico realizado en la Puna (ver Menacho 2007). Teniendo en cuenta estas referencias,

se han encontrado siete cántaros decorados en negro sobre rojo (con banderines y reticuladosA una pequeña olla con decoración tricolor (Polícromo o Juella Polícromo) (Figura 2), seis cántaros toscos, un gran cántaro tosco, una jarra, un cántaro con decoración antropomorfa (Figura 3) y una olla rojo pulido colmada de pigmento rojo (hematita). Asimismo, dentro de la categoría de pucos o escudillas pudimos reconstruir, en algunos casos casi totalmente, doce elementos. Entre ellos, y caracterizándolos estilísticamente, encontramos, dos pucos Poma Negro sobre Rojo, cuatro pucos Interior Negro Pulido, tres pucos Negro sobre Rojo y tres pucos Rojizo Pulidos (de base recta y más altos que los otros) o también llamados por Cigliano, Juella Rojo. Además contamos con la presencia de un pequeño vaso troncocónico de manufactura tosca. Posteriormente en el laboratorio se pudieron reconstruir parcialmente dos pequeñas ollas Angosto Chico Inciso y otra Tricolor. De esta manera el total de piezas completas o semicompletas halladas en el R 94 de Juella se puede sintetizar en la siguiente tabla (Tabla1).

Ollas

Jarras

Pucos

Vaso

Total

%

Negro sobre Rojo

7

0

3

0

10

29,41

Tosco

7

1

0

1

9

26,47

Rojo Pulido

1

0

3

0

4

11,77

Interior Negro Pulido

0

0

4

0

4

11,77

Polícromo

2

0

0

0

2

5,88

Angosto Chico inciso

2

0

0

0

2

5,88

Poma Negro sobre Rojo

0

0

2

0

2

5,88

Isla (?)

1

0

0

0

1

2,94

20

1

12

1

34

100

Estilo

Total

Figura 2. Cántaro con decoración en negro sobre rojo y olla tricolor. Llegado este punto es necesario detenerse en algunas de estas piezas dadas sus peculiaridades: en primer lugar la Jarra .Ésta presenta signos marcados de deterioro por exposición al fuego y en su interior encontramos una figurina femenina tallada en pigmento rojo (hematita) (Figura 4) y un fragmento de amonite4 cuya forma sugiere un trabajo orientado a revestirlo de forma fálica. La segunda pieza en la que creemos necesario detenernos es la que presenta una decoración antropomorfa (Figura 3). La misma recuerda al estilo Isla, perteneciente al período precedente, es decir, y siguiendo a Nielsen (2007), concerniente al componente IAP (Isla/Alfarcito), del Período de Desarrollos Regionales Temprano (ó PDR I), que se extiende desde 1.000 a 1.250 años DC, ya que posee atributos faciales: ojos, nariz, boca y orejas realizados con la técnica de pastillaje (adosados al cuerpo de la olla) (Nielsen 2007). Además, el rostro está pintado de blanco y se le suma la presencia de una suerte de lágrimas pintadas en color negro. Sin embargo, la misma cuenta con un tamaño excepcional para materiales de este tipo ya que posee una altura de 51 cm por lo que no nos atrevemos a caracterizarla como perteneciente a este estilo.

Figura 4. Figurina femenina confeccionada en pigmento rojo (hematita). Es menester remarcar que en la mayor parte de las ollas, con excepción de la Jarra ya mencionada, no se encontró ningún tipo de material cultural, es decir se encontraban vacías o rellenas de sedimento. No obstante, en seis de éstas se extrajeron restos de un insecto denominado scotobius s.p.5 Dicho coleóptero, según los análisis entomológicos realizados, consume detritos vegetales, (ya sean sólidos o líquidos). Esta evidencia, junto con los análisis de ácidos grasos y los estudios sobre forma y posible función a realizarse en el futuro, nos permitirán conocer de manera más atinada qué producto vegetal o derivados de éste se almacenaban en las ollas. Otra de las particularidades a tener en cuenta es que todas las bocas de las vasijas estaban tapadas por piedras lajas y enterradas hasta el cuello de las mismas (es decir, el resto del cuerpo se encontró por debajo del piso de ocupación), estando la parte enterrada inmovilizada con piedras pequeñas como si fueran cuñas y cubierta con sedimento de relleno (Figura 5). Esto es un indicio más, que sumado a la información brindada por pobladores de la comunidad de Juella (como se verá más adelante), nos hacen pensar en un uso relacionado con el almacenamiento de líquidos y/o vegetales.6 Es por este motivo que hemos realizado una serie de cálculos matemáticos7 para estimar la capacidad de almacenaje de cada una de las ollas (sin tener en cuenta aquella que almacenaba pigmento y la Jarra con la figurina femenina) y un promedio del recinto en general. Dichos cálculos arrojaron un total -haciendo una sumatoria de los litros por ollas tenidas en cuenta, es decir considerando la capacidad de almacenaje de 16 de las ollas- aproximado de 450 litros. Ahora, es

posible sostener que la producción y el almacenaje de estas cantidades trascienden la actividad de una unidad doméstica y pueden indicar un espacio común de almacenaje, e incluso quizá específico de un producto determinado. En relación con esto, no es posible dejar de mencionar la presencia de pucos, vasos troncocónicos y artefactos de madera, íntimamente relacionados con estas vasijas (Figura 5). Estos se encuentran cercanos a los cántaros y entre medio de las bocas de los mismos. Consideramos dada la distribución de los mismos y la relación establecida con las ollas, que se utilizaban para servir y/o consumir las bebidas y alimentos que allí se almacenaban. Es por este motivo que nos atrevemos a pensar este espacio no sólo como un sitio de almacenaje y trabajo comunal, sino también y sobre todo como un espacio donde confluían diversas actividades.

Figura 5. Ollas enterradas, vaso troncocónico y artefacto de madera. Así, creemos que este contexto excede las actividades relacionadas con el almacenaje y consumo de alimentos y/o bebidas, puesto que estas actividades son parte de una totalidad mayor que es la producción8. Y esta producción de la vida material está relacionada indisolublemente con la esfera simbólica de toda sociedad. De esta manera la presencia de otro tipo de elementos asociados a las ollas como

una espátula de hueso (relacionada al consumo de alucinógenos), astas de cérvido, y la ya mencionada figurina antropomorfa, confeccionada en pigmento rojo (Figura 6), dan cuenta de la complejidad de las múltiples esferas que se yuxtaponen en el desarrollo de la vida social y que deben ser tenidas en cuenta para todo tipo de interpretación de la cultura material.

Figura 6. Espátula de hueso y asta de cérvido.

UN ACERCAM IENTO ETNOGRÁFICO Como tercer y último punto creímos necesario reforzar nuestras investigaciones con un acercamiento etnográfico que contemple estos interrogantes arqueológicos y que involucre las voces de quienes hoy en día siguen desarrollando prácticas (en este caso la producción de chicha) de las cuales podemos obtener datos, que sin perder de vista las distancias temporales ni caer en analogías directas, nos ayuden a entender y agreguen información para la interpretación del registro arqueológico. Es decir, a partir de la observación de la materialidad en la comunidad de Juella actual, considerando que la realidad es fundamentalmente discontinua y heterogénea (Ginzburg 1995) y salvando las distancias temporales y los procesos

acaecidos en el tiempo, intentaremos ampliar y reforzar nuestro enfoque desde una posición cimentada sobre una idea de la participación y de la investigación misma, que intenta construir una ámbito en el que se incluyan no sólo la reflexividad del investigador, sino también la de los interpelados9 (Batallán y García 1992). Ahora bien, este análisis etnográfico fue estrictamente preliminar y debe ser extendido y profundizado de manera más sistemática y metódica. No obstante esto, en este caso realizamos durante tres días (del 15 al 17 de septiembre 2009) diversas charlas individuales y grupales con diferentes personas de la comunidad: niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres (aunque en su mayoría fueron mujeres las que dialogaron con nosotros). Específicamente y a los fines de esta investigación, tuvimos la oportunidad de dialogar con mayor profundidad, y realizar entrevistas de tipo etnográfico10, con tres mujeres de más de 60 años, miembros de de la comunidad, dos amas de casa y la dueña del kiosco del pueblo11. Esto tuvo que ver con nuestra intención de centrarnos específicamente en un grupo de edad específico (mayores de 60 años), que dada su rol social dentro de la comunidad nos brindara información sobre las diferentes formas de organizar la producción y si esta había cambiado en el último tiempo entre otras cosas. Es menester destacar que en la mayoría de las conversaciones, y en especial con las mantenidas con las tres señoras mayores, las abuelas, las charlas siempre viraban en torno a la elaboración y el almacenaje de chicha. Es decir, ellas insistían constantemente en la similitud entre las ollas encontradas en el sitio y las que les fueron heredadas para la preparación de esta bebida. En este sentido, remarcaron el valor que tenían estas ollas, ya que no solo poseían un significado especial para ellas por ser de sus ancestros, sino que al mismo tiempo, la elaboración de la chicha estaba íntimamente ligada a esas ollas heredadas, y sin éstas, la chicha dejaría de hacerse. Asimismo también nos explicaron, sobre todo en relación al cántaro mayor, y no sólo por su tamaño sino también por los residuos blancuzcos12 impregnados en la parte interna de la boca del mismo, que podía utilizarse para almacenar agua. Del mismo modo y según lo relevado en las conversaciones y en las entrevistas “la chicha nunca se hace para uno”, la chicha siempre se hace para compartir, para todos... Es decir, la actividad de preparación de esta bebida aún hoy se encuentra asociada a una tarea que incluye a varias unidades domésticas, y en algunos casos hasta la comunidad toda, sobre todo en ciertas fechas específicas. no sólo por la trabajosa labor que supone su realización, sino también y sobre todo

porque se encuentra asociada a cierto significados que se experimentan grupalmente. Y en este sentido es también interesante mencionar, a colación del contexto excavado, la costumbre actual de tapar las ollas, e incluso en algunos casos de enterrarlas. Esta última costumbre no es privativa de esta comunidad puesto que en otras observaciones etnográficas, por ejemplo en comunidades amazónicas de la etnía Cucama, también hemos visto cómo durante el desarrollo de ciertas actividades colectivas (cosecha) se enterraban baldes con masato13 y se ponían vasitos para beberlo a disposición de todos, con el doble objetivo de mantener fría la bebida y de que quienes trabajaban pudieran servirse a su gusto14. Vale la pena agregar aquí la información brindada por casi todas las personas que aún elaboran chicha en la comunidad, y las tres señoras en particular, con respecto a los insectos que encontramos en las ollas y que comúnmente son llamados escarabajos. Según lo que nos dijeron, “los escarabajos” y sus larvas aparecen durante el proceso de fermentación de la chicha.

CONSIDERACIONES FINALES En virtud de lo dicho, recapitulemos: a partir de la evidencia arqueológica y de la información recogida sobre ciertas prácticas actuales (a partir de las entrevistas y conversaciones) con el objeto de ampliar el espectro interpretativo de la cultura material consideramos, apoyados también en la evidencia encontrada en el recinto 100 y en el resto de los recintos excavados por otros investigadores (Cigliano 1967; Nielsen et al. 2004; Pellisero 1969) que el recinto 94 del sitio Juella, en primer lugar, si bien puede pensarse como una zona de producción especializada controlada por sujetos revestidos de poder que están organizando la producción, creemos más bien que este espacio fue un ámbito importante de interacción comunal, con una estructura arquitectónica que no se destaca (ver Barbich y De Stefano 2009 y Leibowicz 2009), y un conjunto de artefactos similares a los hallados en otros sectores del sitio, más allá de su particular concentración. En segundo lugar, y en estrecha vinculación con el punto anterior, creemos que las actividades realizadas en dicho recinto no sólo están siendo realizadas por varias unidades domésticas de la comunidad, sino que al mismo tiempo en dicha actividad se encuentran interrelacionadas las dimensiones económicas y simbólicas, por lo que nuestras interpretaciones piensan al recinto

como un espacio de producción y/o almacenaje que debe ser entendido en su carácter de totalidad. En tercer lugar y a partir de las conversaciones con la gente de Juella la idea del recinto como un espacio “para preparar o guardar la chicha”, más allá de que aún carecemos de las pruebas suficientes para aseverar dicha afirmación, es otro punto de partida para pensar al recinto de esta manera. Sin embargo y por último, nuestra posición no niega que puedan existir sujetos que controlen (¿coordinen?) ciertos aspectos de la producción. Liderazgos variables y movibles (laxos) en pos de eventos particulares que estén organizando diversas actividades en diferentes momentos según distintos grados de autoridad (Leibowicz 2007), que pueden estar basados en el prestigio y/o virtuosismo para determinadas tareas (caza, agricultura, preparación de chicha, etc.) más que en un poder hereditario. Es decir, nosotros pensamos que la evidencia material del recinto 94 da cuenta de ciertos mecanismos de producción comunitaria y de control social más que de una desigualdad institucionalizada encarnada en individuos que acumulan poder y capital15. Para concluir, queremos esbozar un primer planteo que deja las puertas abiertas para futuras investigaciones, y que sin perder de vista la posible conflictividad interna de toda sociedad, considere una organización comunal de estas prácticas en estrecha relación con los mecanismos de producción y en donde no observamos una acceso diferencial a los recursos que permita hablar de jerarquización social. “Pues la enfermante histeria que hay a su alrededor, tratará de agotarte para que formes parte de su digestión.” (Ricardo Iorio)

AGRADECMIENTOS A la comunidad de Juella por sus enseñanzas y acompañamiento, a Cristian por la lecturas y comentarios, a todos los miembros del equipo del Proyecto Arqueológico Juella por compartir sus reflexiones e investigaciones con nosotros, al Dr. Félix Acuto y su equipo, a K. Menacho y A. Vasini, por su lectura pormenorizada, sus comentarios y correcciones que nos ayudaron a ver muchos de nuestros errores y a avanzar en nuestro camino como investigadores y especialmente a la Lic. Marina Sprovieri por todo. Por último gracias a Patricia y a Florencia por bancarnos.

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NOTAS 1Plano original, ver Nielsen 1997, 2001 y Nielsen et al 2004. Aunque vale aclarar que las nu­ meraciones de los recintos 94 y 100 fueron efectuadas por el Lic. Iván Leibowicz sobre el plano original ya que estos no tenían asignados ninguna referencia. 2Según la investigación de Cigliano (1967) pudimos relevar lo siguiente: Habitación 11: gran cantidad de elementos de molienda. Habitación 14: en el piso de ocupación más profundo, gran cantidad de elementos de molienda. Manos con restos de ocre y cobre. Habitación 17: Dos escalones para salvar desnivel con el exterior. NO: Objeto de cobre. SO: mano y mortero. SE: pecana y crisol. NE: fondo de urna N/R con restos de párvulo, bajo el nivel de los cimientos de la pirca y con un borde debajo de la pared. Habitación 18: SE: urna N/R con dos fetos de 8 meses de vida intrauterina. Mitad de pared S: dos manos y dos boquillas de hueso. NO: punta de basalto, 4 bolas de honda, mortero, mano, pecana. SO: tubo de hueso y mano. Habitación 19: SE: urna N/R con párvulo, una cuenta de malaquita. Manos, morteros. Sobre el segundo escalón de entrada: un tubo de hueso (corneta?). Habitación 24: fragmento de cerámica tosca en su mayoría conteniendo en abundancia escorias de cobre. Cerca de estos restos tres manos y un mortero. Habitación 25: En su interior gran cantidad de manos y objetos de piedrajunto a gran cantidad de huesos de camélido Habitación 28. Manos, percutores, mortero, mano de pecana. Habitación 29: dos grandes fogones sobre la pared E y gran cantidad de instrumentos de molienda (manos y morteros) en la parte O. Cigliano relaciona este recinto con preparación y cocción de alimentos (Cigliano 1967). 3En esta categorización no se tiene en cuenta para este trabajo las escudillas y los pucos hallados. 4Cefalópodo (Amonites). Lic. Ezequiel Vera (com. per.) 5 Orden: Coleoptero; Familia: Tenebrionidae; Género: Scotobius. Dr. Diego Carpintero (com.

per.) 6Esta idea se ve reforzada por la similitud entre las ollas encontradas en el recinto 94 y aquellas que Karina Menacho establece, por sus formas y funcionalidad actual, como ollas de almacenaje en la Puna Jujeña (Menacho 2007). 7El cálculo matemático partió del supuesto de que el espacio de almacenaje de una olla es equiva­ lente al de una esfera por lo cual utilizamos las siguientes fórmulas: Radio = Circunferencia / 2pi Volumen = 4/3 pi x r3 8 Otras evidencias de actividades productivas son las escorias y prills (gota residuo del proceso de fundición) relacionadas con la producción metalúrgica y sobre todo el almacenaje de pigmen­ to (hematita) vinculado a: decoración de cerámica y huesos, aleante para fundición (Craddock 1978), materia prima para talla de figuras, y por que no pintura rupestre, pintura corporal, pintura de cueros y colorante para tejidos. 9“La relación social implicada en el encuentro de investigación se convierte en forma y contenido de un nuevo material interpretable también para el interpelado. En consecuencia el dato es un ma­ terial simbólico, una determinada estructuración, un proceso de síntesis y atribución de sentidos, es un real construido” (Batallan, G. y García, P. 1992: 85). 10Partimos de la concepción de que en el trabajo de campo etnográfico la entrevista es una alterna­ tiva más entre otros tipos de intercambios verbales, entre los cuales no hay un orden preestableci­ do. Y entendemos por esta una situación cara-a-cara donde más allá del encuentro entre distintas reflexividades se genera una nueva reflexividad. Entendemos a la entrevista etnográfica como una relación social a través de la cual se obtienen enunciados y verbalizaciones en una instancia de observación directa y de participación (Guber, R. 2006). 11No brindaremos los nombres de las personas entrevistadas dado que, si bien se les dijo que se iba a utilizar la información para investigaciones, no prestaron su consentimiento para que apare­ cieran sus nombres en esta investigación. 12 Estos residuos fueron enviados para realizarles diferentes análisis que nos permitan conocer cual era el contenido del cántaro y confirmar o no la aseveración de las personas de la comunidad. 13 Es una bebida fermentada que tradicionalmente se prepara con yuca sancochada, la cual es masticada y escupida en un recipiente, en el cual se mezcla con agua y se deja reposar para que el almidón de la yuca se convierta en azúcar por acción de las enzimas de la saliva y que finalmente se fermenta para convertirse en alcohol. Esta forma de preparación prevalece entre las etnias amazónicas nativas, sin embargo, comercialmente se prepara moliendo la yuca y agregando leva­ dura para la fermentación, facilitándose así el consumo por parte de personas ajenas a las etnias amazónicas, que de la manera poco tradicional “repudiarían” su consumo 14Esta información fue obtenida a partir del trabajo de campo realizado por Sebastián Cohen, en la comunidad de San José de Lupuna en la amazonía peruana, en el marco del Seminario “Los Andes antes de los Incas” a cargo de la profesora A. M. Rocchietti. Dictado en el Instituto de Ecuación Superior Joaquín V. González. Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Secretaria de Educación. Del 02/02/2009 a 20/02/2009. 15Estas ideas se ven reforzadas por ciertas observaciones realizadas en diferentes contextos de la comunidad de Juella en la actualidad, ya que en los intersticios de la unión que la misma presenta frente a las problemáticas políticas, sociales y económicas que le aquejan se vislumbran espacios de disputa por la autoridad y la capacidad de organizar las diferentes acciones colectivas.

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