Ensayos Sobre Socioautopoiesis Y Epistemologia Constructivista

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Ensayos sobre Socioautopoiesis

y

Epistemología Constructivista

Francisco Osorio

(E ditor)

Ediciones M A D Santiago de Chile © 2004 Im preso e n talleres de Q uickprint Ltda., P ed ro león Gallo 821, Santiago de Chile.

Indice Página

A u to r

Título

M arcelo A rnold

Introducción a las Epistemologías Sistémico Constructivistas

M arcelo A rno ld

Recursos para la Investigación Sistémico Constructivista

16

M arcelo A rn o ld y F ern a n d o Robles

Explorando Caminos Transilustrados más allá del Neopositivismo

26

F e rn a n d o Robles

Sistemas de Interacción, D oble Contingencia y Autopoiesis Indexieal

46

Julio Mejía

Perspectiva de la Investigación Social de Segundo O rd en

87

Jorge G ibert y Beatriz C o rre a

La Teoría de la Autopoiesis y su Aplicación en las Ciencias Sociales

119

R odrigo Flores

Alcances para una Conceptualización Constructivista del Concepto de Acción Social

141

7

D im as Santibañez

Investigación Social v A utorreferencia

160

A n to n io Hidalgo

Hacia una E conom ía Política Global P ostm oderna

176

E d u a rd o A g u ad o y R osario Rogel

La Recuperación del Observador en la Construcción del Dato: U na lectura constructivista.

194

Luis González

Perspectivas A utorreíerenciales en Ciencias Sociales

212

Lista de Autores Eduardo Aguado López y Rosario Rogel Salazar. Facultad de Ciencias Políticas y Adm inistración Pública de la U A E M , Toluca. México

Marcelo Arnold Cathalifaud. Departamento de Antropología. Universidad de Chile.

Rodrigo Flores Guerrero. Doctor en Sociología. Departamento de Antropología. Universi dad de Chile.

Jorge Gibert-Galassi y Beatriz Correa. U niversidad de La Frontera. Chile

Luis González Bravo. Psicólogo, Académico Universidad San Sebastián, Chile.

Antonio Luis Hidalgo Capitán. Doctoren Filosofía. Universidad deHuelva (España).

Julio Mejía Navarrete, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca. Docente Titular de Metodología de Investigación Sociológica en Ja Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú.

Fernando Robles. Sociólogo. Doctor en Sociología U niversidad Ludwig Maximilian. Profesor U niversidad de Concepción, Chile.

Dimas Santibáñez. D octor en Sociología. D e p a rta m e n to de Antropología. U niversidad de Chile.

Prólogo

El propósito de este libro es intentar llenar un vacío de conocimiento en el campo de la Teoría de Sistemas Constructivista en Latinoamérica. Para un académico o postgraduado interesado en el constructivismo, no es fácil responder preguntas tales como quiénes son los investigadores que escriben sobre esta materia, en qué centros universi­ tarios, qué metodologías se derivan del constructivismo o en qué ámbitos se están apli­ cando sus principios. Por lo tanto, esta compilación es un paso hacia la sistematización del conocimiento acumulado por los investigadores que han desarrollado esta teoría de las ciencias sociales en el idioma español. La manera que se escogió para crear este libro, fue tomar todos aquellos artículos sobre constructivismo que hubiesen aparecido en Cinta de Moebio, la conocida Revista Latinoamérica de Epistemología de Ciencias Sociales, al momento de la edición de este volumen. Si bien este método deja afuera académicos que trabajan en el área (ya que no todos ellos publican en esta Revista), tiene la ventaja que los artículos ya fueron selec­ cionados por un Comité Editorial y cumplen con los estándares de las publicaciones científicas internacionales. De todas maneras, los estudiantes de postgrado encontrarán en las referencias bibliográficas de cada artículo un primer mapa de quién es quién en el constructivismo, pues muchos de los investigadores que no aparecen en esta compila­ ción sí son citados por los autores de los ensayos. El constructivismo es un concepto de amplio uso en nuestros países, pero dentro de los ámbitos académicos, la teoría de sistemas constructivista aplicada a las ciencias sociales, o teoría de la sociopoiesis (ver Arnold 2002), no tiene la difusión de teorías clásicas como el funcionalismo, estructuralismo, teoría crítica o el marxismo. Queda al futuro la respuesta si este paradigma logra comportarse como nos ha ilustrado un clásico epistemólogo, es decir, eclipsar otras formas de análisis de la realidad social latinoame­ ricana, si empezamos a aceptar los supuestos desde los que arranca esta teoría o, en otras palabras, incorporamos sus distinciones. Tal vez el concepto de inconmensurabilidad tenga aquí un buen ejemplo para ilustrar los nuevos desafíos, pues una investigación que se autocalifique como sociopoiética, estaría condenada al fracaso si asume los supuestos empírico-naturalistas de investigación. Este error, frecuente de encontrar, sólo es posible de solucionar con textos como el presente, que clarifiquen los alcances de la teoría, defi­ nan sus conceptos, ejemplifiquen sus métodos y nos permitan entender (y asumir si que­ remos) las consecuencias que tiene esta perspectiva para nuestras investigaciones en fenómenos socioculturales latinoamericanos. Agradecemos al Proyecto de Investigación DID S 0 0 /0 9 de Ja Dirección de In­ vestigación de la Universidad de Chile, y para la cual la perspectiva sistémicoconstructivista constituyó su marco teórico, y al Programa de Magíster en Antropología y Desarrollo de la misma universidad, por apoyar al financiamiento de esta publicación.

Francisco Osorio [email protected] Editor

Epistemología Constructivisia

Introducción a las Epistemologías Sistémico/ Constructivistas (1)

Marcelo Arnold

Introducción (2) En el decenio que acompaña al fin de siglo no sólo presenciamos el derrumbe de algunos estados-nacionales, sistemas políticos y económicos, también las bases epistemológicas que sustentaron, durante largo tiempo, nuestros modos de hacer investi­ gación social han tenido importantes e inesperados vuelcos (3). A estas alturas no puede asegurarse el tipo de consenso que se alcanzará en el futuro, sólo es evidente que estamos en presencia de una pluralidad competitiva de epistemologías con sus correspondientes opciones metodológicas. Estas, en su cierre, se bifurcan en epistemologías tradicionales que tienen por centro lo observado y en las emergentes epistemologías del observador. Desde estos escenarios se han iniciado nuevos desafíos, muchas rutas se han abierto, pero también ha prendido el desconcierto. Asentadas costumbres investigativas, con sus viejas tradiciones, no ceden fácilmente el paso a renovaciones cuyos beneficios son in­ ciertos. Tam77ergentes detienen su evolución, potenciales paradigmas no entran en fases maduras, permanecen eclipsados, sacudidos por los diversos intereses y estados de desarrollo que cobijan. Lo único medianamente evidente es la constatación que un tipo de ciencia, al que debemos los cimientos de nuestras disciplinas, ha perdido su hegemonía siendo procesualmente desbordado desde distintos ángulos (4). Por dentro, a través del contun­ dente cuestionamiento de los fundamentos tradicionales de la validación del conoci­ miento científico, que inicia K. Popper (5) y, desde fuera, por sus resonancias respecto a los incrementos observados en la complejidad societal que acompañan al despliegue de la modernidad en los países industrializados, proceso que ha sido denominado postmodernidad (6). Quizá este último fenómeno, desde el punto de vista sociológico, es decisivo. La autodescripción de la sociedad contemporánea ya no se deja reducir por monólogos basados en teorías totalizantes. Tampoco se puede dejar de mencionar que, a partir del minucioso estudio de T. Kühn (1971), entramos de lleno en un cuestionamiento de los pilares básicos de la argu­ mentación científica tradicional. Recogemos sus indicaciones que afirman que ni la ra­ zón (racionalidad) ni las sensaciones (empirismo) sustentan los paradigmas de la cien­ cia, sino que consideraciones previas que se conforman en la fe de una comunidad que cree en ellos.

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Epistemología Constructivista

Un punto de inflexión Muchas de las nuevas actitudes que han conducido hacia una mayor reflexión sobre el quehacer de las ciencias sociales, tienen su origen en la antigua, pero renovada idea que sostiene que nos relacionamos con el entorno a través de experiencias activas que involucran, coparticipativamente, observadores con observaciones. En donde la in­ vestigación deja de concebirse en tanto una reproducción en el vacío de la realidad entendida como cl entorno "en sí"- sino como resultado de una actividad objetivante, dependiente de las perspectivas de un observador. Esto parece muy obvio, pero tales condicionalidades internas no son del todo transparentes, destaca Luhmann (1991), pues sí bien toda información se presenta como selección dentro del campo de posibilidades que el mismo observador prediseña, apare­ ce una ve/ realizada como selección del entorno, es decir, se experimenta como externa -como dato de la realidad. Ello se refuerza en su condensada externa! ización a través del lenguaje, He aquí las fuentes y eficacia práctica del "naturalismo" ingenuo de muchos científicos. Con toda la simplicidad de las reflexiones que destacan que no hay observaciones sin sus respectivos observadores, surgen los proyectiles que han removido Ja ciencia contemporánea. Ellos desprenden las ideas que los conocimientos que nos interesan, en cuanto investigadores, son resultados de operaciones, que mantienen estrechas depen­ dencias con las limitaciones, perspectivas y medios que disponen sus observadores. Donde las explicaciones e interpretaciones científicas son también operaciones, eso sí secunda­ rias, dentro de una sucesión recursivamente autosostenida de experiencias de observa­ ción. En adelante se sostiene reiteradamente que las informaciones científicas no pue­ den sustentarse en observadores neutros de onto]agías trascendentales, sino que son rela­ tivas al punto de vista y posibilidades del observador, es decir, a un contexto y trasfondo. No es, por lo tanto, casual que al centro del debate la epistemología (7) ocupe hoy un primer plano, acompañada, en el caso de las ciencias sociales, por la actual revalori­ zación de la hermenéutica, la fenomenología, la etnometodología y el renovado interés por las metodologías cualitativas. Recordemos que estas últimas siempre han tenido como punto de apoyo una problematización de las operaciones inherentes a la observación e interpretación y que, por tal motivo, eran denominadas "blandas". El perspectivísmo, que trasluce la primera entrada a estas propuestas, se concen­ tra en destacar las limitaciones que se tienen para acceder a cuestiones simples y comple­ jas, por la vía del proceder científico tradicional; como de las dificultades que se tienen para hablar del todo desde las partes o estas sobre sí mismas. Si bien la ciencia puede observar y describir desde posiciones privilegiadas (mal que mal es su función posicionarsc de tal manera), no se encuentra en un punto que le permita desarrollar descripciones de la totalidad de lo observable con el sentimiento de estar excluido de estas. Todo ello impide seguir sosteniendo una calidad y estatus de observador incues­ tionable -fuera de perspectiva- para los científicos. Nuestros privilegios -aún en tanto ideales- han quedado por tierra, ya que, en último término, los conocimientos del mundo se reciben a través de experiencias, las cuales están doblemente condenadas, por su incompletitud y su distorsión (8). Asumiendo esto último, con la profundidad que merece, nos hemos visto obliga­ dos a repensar y problematizar nuestro habitual quehacer científico. Especialmente en su pretensión de minimizar nuestros efectos como investigadores, para enfrentarnos direc­ tamente con la condición de responsables de una operativa observación/experiencia cons­ tituyente de realidad -en cuanto descripción- acerca de la cual hablamos, modelamos, ciframos y a la que, finalmente, pertenecemos e interferimos.

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Epistemología Constructivista

Desde una radicalización de estas visiones han surgido, además, sólidas alternati­ vas que ofrecen otros modos para el operar científico. Sus orígenes se encuentran tanto dentro de nuestras disciplinas -com o es el caso de la nueva etnografía o la teoría de los sistemas sociales-como fuera de ellas, especialmente, a partir de los estudios realizados en el campo de una biología del conocimiento fuertemente estrechada con la cibernética de segundo orden. De estos desarrollos surge el constructivismo como corriente epistemológica. Esta epistemología sostiene que nuestros conocimientos no se basan en correspondencias con algo externo, sino que son resultado de construcciones de un observador que se encuen­ tra siempre imposibilitado de contactarse directamente con su entorno (9). Nuestra com­ prensión del mundo no proviene de su descubrimiento, sino que de los principios que utilizamos para producirla. La lógica de la autorreferencialidad se abre paso desde el constructivismo desontologizando la noción de realidad.

Conocer como acto de distinguir En verdad, como dice Luhmann (1992), cuando se pretende conocer la sociedad, se debe en primer lugar caractcri/ar las condiciones que posibilitan esc conocimiento. Desde el constructivismo el conocimiento se hace posible al indicar y describir observaciones, vale decir: haciendo distinciones cuyos resultados constituyen los pisos autorreferidos para la emergencia de nuevas dislinciones. Todo lo anterior implica un alejamiento de la ontología clásica y hace ganar fuerza a la nueva lógica autorreferencial, anclada en la observación desde la diferencia, que hace convergir decididamente la tradi­ ción constructivista con la investigación de sistemas. Sólo desde allí pueden abordarse los problemas inherentes a la autoimplieación de las observaciones con sus observados, que para nuestros temas conlleva la inquietante pregunta: ¿hasta donde es posible h a ­ blar de lo social desde fuera de lo social? (10). Por cierto, temas de la magnitud y complejidad como los enunciados están por resolverse. Nuestras posibilidades actuales se reducen a un fragmento de su tematizaeión. insinúan rutas para su reducción -abren ventanas- son estimulantes para iniciar una ta­ rea. pero no para compartir una solución, En adelante nos concentraremos en esbozar, condensadamente, en sus encuentros con los actuales debates epistemológicos, algunas implicancias respecto a nuestros co­ nocimientos acerca de la sociedad y la cultura, específicamente las referidas a las interrogantes metodológicas que les acompañan. Hemos escogido ese ángulo, aislándolo de problemas infinitamente mayores, porque revivimos cotidianamente las dificultades que tenemos, como cientistas sociales, para trasladar las sustantivas renovaciones epistemológicas que apreciamos al plano investigativo: ¿sobre qué ideas de objetividad debemos tr a b a ja r ? ; ¿qué hacer con nuestros métodos de investigación tradicionales?; ¿bajo qué posición puede ser de­ finida una información como científicamente pertinente?, son algunas de las princi­ pales interrogantes que nos guían. Como hemos indicado, desde las nuevas epistemologías la estabilidad que atri­ buimos al entorno no es revelablc con independencia de la operación/observación de su observador. La búsqueda de una verdad objetiva, por sobre parciales versiones, es un valor inalcanzable. El objeto de la investigación se desplaza, en consecuencia, a sus posibilidades: al encuentro de explicaciones (buenas, mejores y útiles). Ya no es posible asegurar observaciones ,’verdaderas‘' o ''últimas". En consecuencia, las explicaciones son inevitablemente competitivas y dinámicas, en tanto las posibilidades de observación que las sustentan son también innumerables. Desde este enfoque el observador, en su acción de observar ocupa un rol central, configurando -dando cuenta d e - lo observado. Dicho de otra manera: las descripciones 9

Epistemología Constructivista

dicen más del descriptor y de los procesos que aplica para llevar a cabo su misión, que de lo descrito. Efectivamente, aunque la actividad científica se orienta hacia lo ignoto lo hace bajo el marco de un sistema cerrado de alternativas: su realidad se construye sobre Ja base de distinciones ya propuestas en sus teorías e hipótesis. De tal manera, el tipo y eslilo de investigación queda, de una u otra manera, autorreflejado en sus propios hallaz­ gos. Así, la objetividad se relativiza al contexto de su determinación, es decir, a la perspectiva que la hace visible. En tal sentido, se admite para lo social la coiidiana expe­ riencia de la coexistencia de variados tipos y niveles de objetividades (racionalidades) con sus respectivas clausuras. Cada una constituye un universo consensúa! de sentido {realidad): uno de los cuales es el estilo de observación y dominio de conocimientos asegurado por las comunidades de científicos sociales a través de sus teorías, hipótesis, conceptos, métodos e intervenciones. Sistemas observadores, como los investigadores sociales, están determinados cstrueturalmentc, su propia estructura, no algo externo, es lo que va a especificar su experimentar. Esta condición es equivalente para sus comunidades, en cuanto sistemas sociales, los que están condicionados por las matrices disciplinarias que autoconstruycn. Delinearemos las opciones que hemos bosquejado: a. La acción de explicar es la única posibilidad que dispone un observador que no puede acceder a una verdad, que siempre está afuera de sus posibilidades de ob scrvación. b. Toda observación debe ser con textual izada a las perspectivas asumidas por sus observadores. c. Al no haber apelación posible a la objetividad, se admiten sus distintas versiones, cada una de las cuales puede constituir un dominio de significación. d. Múltiples universos de significación pueden, sin afectarse, coexistir simultánea mente (II), c. Todas las apelaciones a racionalidades y fines operan en contextos explicativos delimitados por un observador y no por algo externo a éL f. La apropiación dcl sentido y no la distribución cuantitativa de cosas y eventos es lo que interesa al investigador. g. El investigador social es un observador externo, especializado en la observación de observadores, esto es: un observador de segundo orden.

Características de las Macrorientaciones Investigativas Tradicional

Sistémiea/Constructi vista

Verdad

Explicar

Ontoiogía

Perspectivismo

Objetividad

Sistemas de Signifícatividades

Universo

Realidades Múltiples

| Racionalidad Inm anente

Racionalidad Sistémica

Métodos v Técnicas Distributivas

Métodos y Técnicas Dirigidas al Sentido |

Observación de Partes y Sistemas

Observación de Segundo O rd e n

|

Todas estas aseveraciones conllevan problemas, invitan a preguntarse sobre las propiedades del sistema observador, singular o plural: ¿cómo puede afirmar lo que dice? La respuesta rnaluraniana (e,o. 1990), desde la biología del conocimiento, despliega Ja

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E p isle mo Iogía Cons i ru c t iv is ta

idea de autorreferencial idad, en loda su magnitud, en el concepto de autopoiesis y sus correlatos clausura operacional y determinismo estructural (12). Como adelantamos, nuestros conocimientos se hacen posibles al observar y des­ cribir observaciones, es decir: haciendo distinciones c indicaciones cuyos resultados cons­ tituyen horizonte para la emergencia de nuevas distinciones e indicaciones (SpcnccrBrown, G. 1979), en donde la materia del conocimiento está hecha sobre la base de noticias de diferencias (Bateson, G. 1985), de mapas y no territorios. Se reitera que observar significa, en tanto operación cognitiva, un manejo de es­ quemas de distinciones. Eslo quiere decir que no se pueden dar explicaciones que reve­ len algo independiente de las operaciones mediante las cuales se generan dichas explica­ ciones: la lógica de la observación no puede sobrepasar la lógica del (sistema) observa­ dor, la referencia de lo observado (descrito) siempre es cl (sistema) observador. Aquí se rcintroduce el tema de la autorreferencial idad, que marca el hecho que existen sistemas que no pueden dejar de referirse a sí mismos en cada una de sus operaciones. Así toda heterorrefereneia es posible sólo como construcción del observador. Como bien lo destaca Luhmann (1991), justamente la clausura autorreferencial del observador posibilita su apertura al entorno desde sus propios esquem as diferenciad ores: conocemos la realidad en la medida en que nos sentimos excluidos de ella. Así, en el proceso del conocimiento, la separación sujeto/objeto es un recurso infor­ mador para delimitar -seleccionar - posibilidades de observación, es una marca para la diferencia. Como puede notarse, estas posturas modifican radicalmente la comprensión tra­ dicional de lo que se entiende y enseña por quehacer invesligativo. No dejan criterios exclusivos del objeto, válidos en su sin contexto o perspectiva, que permítan evaluar "ncutralmentc” una determinada observación, hipótesis, teoría o explicación. Queda aquí planteada una oposición con el postulado clásico de la investigación científica, según el cual es propuesto un "mundo objetivo1', independiente de su observación por un observa­ dor.

Relativismo y Realismo Constructivista Para nosotros, tan inconveniente como las posturas tradicionales empirícistas re sulla la adopción de una discrecional radicalización del constructivismo. Como es cono­ cido, no es aventurado señalar que la ciencia tradicional tiene por un extremo al naturalismo y por el otro al solipsismo. Desde el primero, la realidad se representa como un orden e x trín se co al o b se rv a d o r y, en su reacción con resp e cto al p ro b le m a de la autorreferencial idad, las otras posturas, por su parte, hacen emerger un orden de realidad desde las actividades cognitivas intrínsecas del sistema observador. Nuestras experiencias, en lo cotidiano, no nos permiten posicionarnos en uno ni otro ángulo. Por lo general nuestros entornos no siempre coinciden con nuestros deseos, pero resulta vano pretender cambiarlos con la para imaginación. Nuestros "decires” -y menos nuestros "haccres”- no pueden ser desmentidos sin más. Por otro lado, ni una extrema posición fenomenológica o radicalmente empirista hace posible un acceso a la experiencia sin, al menos, un mínimo de categorías que la anteceden. No pocas veces el atractivo y consistencia de estas nuevas propuestas se desvirtúa en el ultrarrelatívismo de algunas tendencias postmodernistas, en donde todo es posible según cómo se lo vea o imagine. Nada está más lejos de la experiencia cotidiana. Con toda su eficacia práctica, el resonante discurso relativista no puede contradecir la expe­ riencia que demuestra que junto a los dominios cognoscitivos de la persona, en los domi­ nios sociales o institucionales Mlo objetivo” reina. Además, la información científica como la cotidiana- no se basta a sí misma: debe probar su potencia ante una complejidad

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Epistemología Constructi vísta

estructurada y parcialmente incontrolada, aun cuando la supongamos autoconstruida, Como señala von Glaserfcld (1978) las construcciones de la realidad siempre están mi­ diéndose según su utilidad para la supervivencia de sus sostenedores (esto puede impli ­ car que el observador desaparezca sin percatarse de su M error epistemológico"). La misma cultura es un proceso estructuralmente dinámico, que autoproduce sen­ tido, social y arbitrariamente elaborado, a través de la preservación estructurada de nor­ mas y valores fundantes, actúa como límite a la acción individual y colectiva, acentuan­ do sus funciones conectivas. Por ello Luhmann (1992) indica que la cultura, si bien no es un contenido de sentido necesariamente normativo, sí es una reducción que hace posible hacer distinciones del tipo pertinente-impertinente; correcto-incorrecto; apropiado-inapropiado, por ejemplo. A través de ellas se desarrollan las estructuras que permiten formar expectativas y hacer probable la comunicación que hace emerger a lo social como un tipo propio de sistema. Desde el piano de los sistemas observadores se aprecia el proceso constructivo de conocimientos sobre la base de posibilidades de observación de diferencias, cuyos resul­ tados no están totalmente especificados. Lo social y cultural -en tanto lo ya establecidomás que derivar de igualaciones -convergencias o consensos- surgen de la capacidad que tienen los observadores de observar otros observadores y observaciones y ajustarse a puntos comunes de observación. Desde hace tiempo la sociología comprensiva y el interaccionismo simbólico advertían que sobre tales complementariedades se reconstru­ ye la realidad (vid. Berger y Luckmann 1968), Ahora, si bien los sistemas observadores autoposibilitan sus distinciones, supo­ nen una complejidad externa disponible. Como indica Luhmann (1991): no hay ninguna constitución que sea exclusivamente condicionada endógenamente. El entorno -aún el construido- al menos, se hace notar por sus "ruidos". Desde la biología, Varela (1990) intenta también, restablecer un "sentido común" -fuera del solipsismo- en estas cuestiones, al aplicar el concepto de enacción hervorhrifigen- en la operadvidad de los sistemas observadores. La enacción representa un punto intermedio entre posturas antitéticas apuntando al proceso cotidiano de codeterminación circular, donde la perduración de un sistema autónomo es consecuencia de una autorregulación entre acción y conocimiento que se trae a mano desde el entorno. Tiempo atrás la epistemología genética de corte piagetano (1973) había abordado, desde su ángulo, estos asuntos, empleando para ello el concepto de acomodación. Los procesos cibernéticos, a que aludimos, se traslucen en la acción social, como reformulaciones y encajes entre experiencias y operaciones cognitivas. en el marco de una comunidad de sistemas observadores y cuya recursividad -siempre se pueden hacer diferencias de diferencias- tiene límites pragmáticos que fuerzan la constitución de esta­ dos dinámicamente estables de cosas, es decir; lo que estamos acostumbrados y que posibilita y es posibilitado por la conectividad de los acoplamientos cotidianos que en definitiva, permiten la reproducción de los sistemas sociales.

¿Qué objetividad nos interesa? Como hemos indicado, para el observador (singular o plural), el problema de qué se indica como real en el campo de la sociedad se desplaza a la determinación de los puntos desde donde se percibe algo como tal. Pero aquí, a diferencia de lo inerte se añade una dificultad adicional: tanto observados como observadores tienen algo que decir. Difícilmente podemos abordar eventos socioculturales sin lanzar preguntas acer­ ca de su intencionalidad y significado. Es evidente, por lo tanto, que nuestros temas no se reducen a la identificación de lascas, tamaños de predios, tasas de criminalidad, cantidad de ancianos, hábitos de consumo, programaciones televisivas, ni a otros modelos esta­

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Epistemología Constructivista

dísticos: ellos traían de significados y formas de significar. En este punió se encuentran los problemas inherentes a la observación de sistemas observadores que operan con el sentido (13). Desde esta perspectiva, los sistemas sociales y humanos se observan apoyados en la constitución e imbricación de horizontes relacionados, mecanismos reductores de com­ plejidad -en tanto excluyen posibilidades- fuertemente contingentes, pero que una vez determinados, operan como axiomas, constituyendo "sólidas" premisas para las accio­ nes sucesivas. Así selectividades convencionalm enle elaboradas actúan como estructurantes; construcciones que una vez "externalizadas'1 tienen una "materialidad” evidente y "existen", para el observador de primer orden, sin más. Resulta sugestivo como en la cotidianeidad de la vida social, a través de la repro­ ducción y producción de "leyes", creencias, conocimientos, documentos, declaraciones, "recetas", consejos, rumores y estereotipos, la cultura, montada en su vehículo lingüísti­ co, modela e impone determinadas formas de reconocimiento. Estas, en su aplicación recursiva, se reintroducen en la sociedad y al hacerlo, despliegan un marco operativo de objetividad, que en algunos casos, en un franco hiperetnocentrismo. se concibe como el único posible. Por cierto, en este punto, un rol muy im portante lo ju e g a el autocumplímíento que valida los marcos consensúales. Ciertamente, estamos en presencia de construcciones del orden significativo para una comunidad de observadores, sobre la base de distintas complementariedades implí­ citas, desde las cuales sólo puede observarse lo que se puede observar. Bajo tales presupuestos la investigación social, enfrentada ante estas ideas, no requiere abandonar sus pretensiones en el mar de lo relativo, feble o disipativo. Las preguntas son cómo reconocer esos niveles emergentes de complejidad reducida conte­ nida en los dominios socioculturales, sobre qué posición poder hacerlo, cómo estimar su extensión, perdurabilidad y derivas. Desde nuestros intereses investigativos, estas proposiciones apuntan a perfilar los medios de observación, el cómo se observa, pero no en la percepción desnuda del sistema vivo, sino en la que acontece en el sistema de la ciencia y, dentro de ella, en lo que compete a las Ciencias Sociales. En este campo la observación de segundo orden se constituye en la base de la investigación social de corte sislcmieo/eonstructívista.

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Epistemología Constructivista

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Notas 1. Este ensayo representa una continuidad y extensión de las reflexiones que hemos publicado en forma individual y en conjunto con Darío Rodríguez (1990). 2. Formarán parte de nuestras fuentes de inspiración autores tales como G. Bateson. P. Berger. R FeverabencL H. von Foerster, E. von Glaserfeld, A. Giddens: C. Gecrtz, J. Ibáñez, T. Kühn, G.H. Mead, T. Luckmann, N. Luhmann, F. Lyotard. H. Maturana. J. Piagel, K. Pike, A. Schütz, G. Spencer-Brown, F. Varela, F. Wallner, R Watzlawick, L. von Wittgenslein y otros, Todos ellos, pesar de sus diferencias, han contribuido a generar una importante corriente renovadora de nuesiras costumbres invesligativas. A lo largo de esta exposición capturaremos sus aportes y constituiremos desde ellos un marco de distinciones, a cuyo interior inlentarcmos desplegar nuestras propias y provisionales reflexiones y propuestas. ] 650), mecanicista de Newton (1642-1727). empirista desde Hume (1711-1776), retomada en las ciencias sociales por Comte (1798-1857) y hasta nuestros días, por los neopositivistas y dialéetico-marxisias.

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Epistemología Constructi vista

4. Como destaca A. Giddens (1994), la convicción de que todo lo que se pueda denominar conocimiento debe estar expresado, en forma referible, a una realidad que puede aprehenderse con tos sentidos, y que la metodología y estructura de la mecánica clásica puede ser aplicada en las Ciencias Sociales, ha entrado en franca crisis. Este autor postula la estrategia de la doble hermenéutica: se interpreta un mundo social pre-interpretado. 5. Recordamos que Karl Poppcr, si bien atraído inieialmente por el positivismo, prontamente se separa de sus principios clásicos al postular la imposibilidad de la verificación empírica de las teorías científicas, al destacar que las únicas proposiciones verdaderas son las que no nos permiten verificarlas (criterio de falseabilídad), El quehacer científico consiste en refutar afirmaciones. Con tal acercamiento el filosofo deja a la verdad como una meta inalcanzable que permanece como regulativa del quehacer empírico. 6. De acuerdo a Lyotard (1986), la postmodernidad se describe como un difuso y emergente estilo social y cultural que conlleva la pérdida de fe en explicaciones macros, fragmentación de los sabe res-poderes (Habermas) y derrumbe de los enfoques científico-epistemológicos totalizantes. 7. Por cierto la nueva epistemología ya no es propiedad exclusiva de la filosofía, hoy constituye un cruce de caminos entre las ciencias dcl lenguaje, la antropología euhural, la sociología del conocimiento, la psicología cognitiva y la biología dcl conocer. 8. ”En qué circunstancias pensamos las cosas como reates”, se pregunta A. Schütz (1974) al iniciar su célebre ensayo sobre El Quijote y el problema de la realidad. 9. Von Glascrfcld (1995) cita a Prolágoras como uno de los antecedentes inicíales del constructivismo. Este sostenía que el hombre es la medida de todas las cosas y es el quien deienrima cómo las cosas son. 10. Aunque ello fuera posible nunca lo sabríamos social mente, pues estaríamos fuera del lenguaje. 11. El poder tiene más que ver con sus hegemonías que la "verdad" que contienen. 12. Es el observador quien constituye la unidad de lo observado, este proceso se realiza m ediante distinciones hechas por él, son autorreferentes a sus propias determinaciones y no a las del entorno. 13. En palabras de von Foerster (1985): las ‘ciencias duras1’ tienen éxito dado que se ocupan de problemas blandos: las "ciencias blandas'1tienen problemas pues deben ocuparse de problemas duros.

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Recursos Sístémico Constructivista

Recursos para la Investigación Sistém ico/ Constructivista(l) Marcelo Arnold

Introducción No se pueden ignorar por más tiempo las renovaciones epistemológicas que sacu­ den las ciencias humanas y sociales (2). Redefinir nuestro quehacer en tanto observado­ res de sistemas complejos, y no triviales, que observan y operan en realidades que ellos mismos construyen, es el principal desafío para la investigación social contemporánea. Toda observación -cotidiana y científica- representa, por parte de su observador, aplicaciones de esquemas de diferencias que le permiten identificar/describir una reali­ dad. Tal información le vale como horizonte para nuevas acciones y experiencias, es decir, tiene un valor informativo. Cuando la aplicación de la observación es reiterada genera la ilusión de la estabilidad; cuando ésta modifica sus formas construye una nueva realidad. Las distinciones que se aplican en la observación están abiertas a la observa­ ción externa, en tanto puedan ser realizadas en el lenguaje. En lo que sigue puntualizaremos algunos avances en el campo de una metodolo­ gía, orientada por los principios epistemológicos constructivistas, que se hacen cargo de estos desafíos y que corresponden a la denominada observación de segundo orden.

La Observación de Segundo Orden Un observador de segundo orden es un tipo de observador externo, orientado a la observación de observadores y sus respectivas observaciones. Desde su posición no sólo puede observar lo que sus observados indican y describen -e l qué observan- , sino tam­ bién, captar los esquemas de diferencias con que marcan tales observaciones y trazan sus distinciones - el cómo obsen;an. Su perspectiva es privilegiada: un observador no puede observar por sí mismo, en su perspectiva interna y sin ayuda, sus propios esquemas de distinción, es decir precisar cómo él ve lo que ve, cuando está viendo (3). Esto obliga al investigador a observar diferencias con esquemas de diferencias propios y desarrollar la capacidad para distin­ guir entre ambos (4). Por otra parte, el observador de segundo orden, al observar conjuntos de descrip­ ciones puede combinar puntos de vista y con ello relevar lo que sus observados, desde sus parcialidades, no pueden ver, es decir, identificar estructuras latentes. Estas últimas son ciegas para sus usuarios, así la latencia refiere a las posibilidades de observar y describir lo que otro(s) obscrvador(es) no puede(n) observar ni describir, aun lo que es provocado por su propia concurrencia. Es decir, el efecto constituyente de realidad que resulta de la aplicación de sus propios esquemas de diferencia. Desde la siguiente figura se puede apreciar mejor la posición que adscribimos al observador de segundo orden:

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Recursos Sistémico Constructivista

Como se aprecia, el objetivo de la nueva ciencia consiste en pasar de una investi­ gación tradicional, orientada a "objetos", a la de observar observadores que en su operar construyen los mundos en los cuales se desenvuelven. Para ello debemos penetrar en la retícula y formas donde se seleccionan observaciones con valor informativo. Se debe poner atención que estas ideas proyectan en una redefinición del queha­ cer de la investigación social, en cuanto sistema de observación de sistemas observado­ res (von Foerster 1990). Trastocando no sólo el tipo esperado de investigación científica, sino, también, las formas deseables de explicación, es decir, la gramática que se imprime para la lectura de conjuntos de distinciones (Bateson 1993). En este punto, los enfoques sistémico/constructi vistas se entroncan con los ideacionales acerca de la cultura. En efecto, esas perspectivas convergen en una teoría de la observación, en tanto su atención está por el lado de los sistemas observadores y sus recursos. Es decir, las normas con arreglo a las cuales se observa (se distinguen), organi­ za (construye la diferencia), valora (prioriza) y da sentido al ambiente cotidiano. En otras palabras, representaciones que nos remiten a los modos de entendimiento y de comuni­ cación, mediante los cuales se construye la realidad del mundo vivido cotidianamente Lebenswelt.

El Dominio de Investigación Sistémico/Constructivista Bajo tal marco podemos apoyarnos en perspectivas teóricas, métodos y técnicas orientadas a la investigación de las categorías, significados y ordenes simbólicos consti­ tuyentes de lo que denominamos realidad. Entre ellas, las que mejor empalman con la observación de segundo orden son las de tipo semiólico y cognoscitivo (5). Estas postu­ lan que los sistemas observadores -humanos y sociales- están suspendidos en redes de significaciones, coparticipativamente producidas y externalizadas a través del lenguaje, que constituyen sus horizontes de realidad (6).

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Recursos Sistémico Constructivista

Desde esta posición se experimenta la cultura como continente de comunicacio­ nes recursivas, basadas en la aplicación de esquemas de distinción. Se acceden las distin­ ciones en tanto éstas pueden ser observadas externamente, estabilizadas y organizadas por el lenguaje en entidades tales como palabras y frases. A través de ellas podemos rescatarlos esquemas de diferencias que determinan las concepciones -construccionesde realidad, Como se puede apreciar, la constancia de los "objetos” es sustituida» en el nuevo paradigma, por la de los medios de observación, En el fondo, la investigación sistémica/ constructi vista persigue recrear, planificadamente, los mismos procesos que acontecen cuando son socializadas las nuevas generaciones, durante la integración de inmigrantes o mientras quienes ingresan, por primera vez, a una organización son sometidos al pro­ ceso de inducción. En todos estos casos se aprende a distinguir ^correctamente" -cali­ brar observaciones. En el plano investigativo dimensiones del ver y leer cotidiano, que responden a interrogantes del tipo ¿cómo se observan y organizan los entornos desde sistemas obser­ vadores? (etnocogniciones), ¿cuáles son los conocimientos del ambiente que sirven de base a la objetividad cotidiana? (etnoconocimientos), resultan ser de suma relevancia (Arnold 1991).

Orientaciones para las Nuevas Metodologías Dentro de las actuales prioridades está, justamente, la de enfilar técnicas e instru­ mentos, en coherencia con las nuevas orientaciones que oponemos a las tradicionales en el siguiente cuadro;

Características de las Macroorientaciones Metodológicas Tradicional

Sistémiea/Constructi vista

Elemental (analítica)

Complejidad (holismo)

Lineal (causal)

Retroacciones (redes)

Legal (trivializante)

Contingente (abierta a la novedad)

Distributiva/Algorítmica

Distintiva/Cualitativa

Muestras Estadísticas

Muestras Estructurales

Estímulo-Respuesta

Interpretativa

|

De las indicaciones presentadas arriba, pueden ser destacados los siguientes as­ pectos para ser tomados en cuenta por los investigadores: a) Una investigación debe dirigirse hacia la identificación de conjuntos relaciona­ dos de distinciones y no sólo a la reducción analítica y causal de componentes y procesos aislados, Con enfoques no aditivos, los registros se ajustan al ritmo de los observados respetando sus propias configuraciones. Subyace a esta opción el principio que el todo emergente es diferente a sus partes (sinergia). b) Las mejores explicaciones para fenómenos complejos se alcanzan observando ate n tam e n te pro ceso s d in ám ico s en m utua afec ta c ió n , es decir, redes de retroalimentaeiones consiste en deducir generali­ zaciones referidos a la totalidad social, trata de identificar su sistema de relaciones, su estructura dinámica, aquella que representa la naturaleza y esencia de una realidad so­ cial. Aquí la causalidad sistémica no es reductible analíticamente a las asociaciones ais­ ladas de sus elementos singulares. La explicación impone un proceso de razonamiento dialéctico en espiral, Wilhelm Dilthey lo denominó círculo hermenéutico. Es un movi­ miento del pensamiento del todo a las partes y de las partes al todo, tratando de encontrar el sentido de la realidad, en sucesivos momentos, en la forma de escalera de caracol, cambiando de dirección en cada fase y que vuelve a la misma posición, pero elevándose de nivel y, con ello, profundizando el conocimiento, llegando al profundo significado de los hechos sociales (103). En conclusión, la perspectiva metodológica cualitativa que concibe la realidad como una totalidad social tienen un alcance ideográfico de la realidad social: la búsque­ da de significados de la acción humana.

Técnica Cualitativa La técnica cualitativa que lleva la ruptura del sentido espontáneo del conocimien­ to y permite reconstruir teóricamente la realidad sobre la base de los significados de la acción social se basa en un diseño de investigación emergente de desarrollo. Diseño de

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Perspectiva de la Investigación Social de Segundo Orden

investigación que admite una gran variedad de grados de libertad. Es decir, el proceso de investigación se caracteriza por su carácter flexible, abierto y simétrico. Flexible, las decisiones o fases se modifican conforme se vaya avanzando en el estudio, se utilizan mientras son efectivos, y se modifican según las circunstancias y el proceso de investigación lo requiera. Abierto, las decisiones o planes surgen y se desarrollan de manera con­ tinua en el mismo proceso de investigación, la investigación puede generar información y resultados no establecidos en el diseño (104). Es decir» el diseño evoluciona mientras se realiza la investigación y puede adaptarse o modificarse mientras se lleva adelante el proceso de estudio de la realidad social. Las técnicas cualitativas tienden a establecer relaciones entre diseño y realidad que responden a una forma simétrica, ambas dimensiones procuran posesionarse en un mismo nivel horizontal, la presencia de un criterio maestro que orienta el proceso se moldea y transforma conforme la investigación se acerca a la realidad social se prede­ terminan mutuamente (105). Todos participan de la dinámica invcstigatoria, tanto el in­ vestigador que controla el diseño como los sujetos que integran el objeto de estudio, todos pueden preguntar y responder. Es decir las teorías e hipótesis de la investigación se contrastan mediante la cualificación de las características. El principal recurso es el método comparado, que impli­ ca en todo momento conceptual izar» categorizar, relacionar y clasificar. El proceso es flexible, debe acomodarse a los datos, se modifican y redefinen hasta llegar a mayores contrastaciones (106). En esas condiciones, el escenario del objeto de estudio de la perspectiva cualita­ tiva se establece según como ocurre el fenómeno espontáneamente y como se desarrolla en su ambiente natural. La investigación cualitativa tiende a llevar la observación de la realidad social basada en su medio habitual o natural con la intención de captar el flujo normal de los sucesos. Interesa resaltar la forma como la realidad social es construida v como el sujeto también es un ser socialmente construido. Una fase importante del diseño de investigación cualitativa es la selección de casos para llevar adelante la investigación. Como se utiliza un número reducido de ca­ sos, se recurre al muestreo estructural que permite, con rigor metodológico, realizar la representación de la diversidad de matices socio-estructurales del objeto de estudio (107). El tamaño del muestreo se determina por medio del punto de saturación, definido como el examen intensivo de casos que va cubriendo paulatinamente las propiedades y las relaciones sociales del objeto, de tal forma que a partir de una cantidad determinada los nuevos casos tienden a repetir -saturar- el contenido del conocimiento logrado (108). Bertaux sugiere con razón, que un proceso de saturación bien logrado favorece la cientificidad del conocimiento social La investigación cualitativa opera con datos que son discursos y se expresan en informes, palabras, textos, gráficos e imágenes realizados en lenguaje natural, producido desde los sujetos en situación de comunicación c interrelación sociales sobre las propie­ dades y naturaleza del objeto de estudio. Permite reconstruir la trama que sostiene la lógica de la acción social Jesús Ibáñez ha destacado que lo central de la investigación cualitativa es la utili­ zación del lenguaje como representación simbólica de la comunicación social, del mun­ do subjetivo de las creencias, valores, motivaciones, deseos y significados que caracteri­ za a los hechos sociales (109). Se considera que cl verdadero dato es cl significado, que la magnitud de un dato está conformada por su nivel de significación y que el dato sólo tiene significación en una estructura de relaciones. En esas condiciones, el lenguaje es instrumento y objeto de estudio. El lenguaje como instrumento, corresponde a las técnicas de producción de datos que se diseñan mediante el lenguaje y registran construcciones lingüísticas, se destacan la entrevista, las historias de vida, los grupos de discusión y la observación participante. El lenguaje como

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objeto de estudio, analiza io que dicen las personas en sus declaraciones, buscando develar los sentimientos, intenciones, valores, motivaciones y creencias que definen la acción social, En la perspectiva cualitativa las técnicas buscan la máxima implicación del in­ vestigador en el proceso de la producción de datos, al contrario del diseño cuantitativo, significa que tratan de llegar a una relación horizontal con Jos sujetos que se estudia, se busca que las técnicas se acomoden a las necesidades del objeto que estudia, del proceso, lo importante es construir un discurso conversacional continuo y espontáneo. Lo que predomina es la intensa interacción personal que posibilita un mayor nivel de persuasión y armonía con el entrevistado, dando lugar a una relación sustentada en un clima de confianza en la cual fluye la confidencia, según define Foucault (110) como "un rima! de discurso en que el sujeto que habla coincide con el sujeto", única garantía de poder acceder al mundo subjetivo de los sujetos. Por otro lado, son técnicas que se distinguen por el grado de apertura al contexto de observación y a los sujetos, si bien el investigador posee una guía para la conducción en la producción de datos, éste es sólo una orientación general, cuyo orden y contenido puede ser modificado según el proceso de investiga­ ción. En la perspectiva metodológica cualitativa la variedad de recursos técnicos para la producción de datos -entrevistas en profundidad, historias de vida, grupos de discu­ sión (111), observación participante y análisis de contenido cualitativo- se lleva en una interacción estrecha entre investigador y sujetos, no sólo el diseño se adapta y se modifi­ ca conforme al objeto de estudio, sino que las preguntas y respuestas pueden tener su origen tanto en el investigador como en Jos participantes. Sin embargo, aquí el concepto de estrategias metodológicas, modelos que articulan diversos procedimientos técnicos de producción de datos según el objeto que se investigue permite enfocarlos como herra­ mientas articuladas. Destacamos las siguientes estrategias metodológicas en el continuum de investigación cualitativa: Estrategias de investigación documentaría. Cualquier diseño de investigación, incluido el cualitativo, requiere de una información documental y estadística, Lleva a la utilización de la técnica para producir información dei análisis de datos secundarios. Estrategias de estudios de caso. La utilización de diversas técnicas cualitativas para estudiar casos etnográficos, observación participante e igualmente para el estudio de caso biográficos: entrevistas, historia de vida, grupos de discusión y análisis de conte­ nido cualitativo. Estrategias de triangulación. Es la articulación de técnicas cualitativas y técnicas cuantitativas, especialmente el cuestionario, en el mismo proceso de investigación. El análisis del discurso es la herramienta central para el examen de los datos cualitativos, es el estudio de los textos y el habla producidos en situación de comunica­ ción de los sujetos con la intención de encontrar estructuras y procesos significativos motivaciones, vaJores, creencias, sentimientos, etc.- que se encuentran en la base de la acción social. Es decir, el discurso entendido no sólo como práctica lingüística sino, también, como práctica significativa, toda representación simbólica tiene una función cognitiva, la información que expresa, y tiene una función afectiva, de motivaciones que despierta el símbolo (112). Se puede destacar otros métodos para el examen de los dalos cualitativos, como la inducción analítica -que tienen por objeto corroborar las hipótesis formuladas en la realidad estudiada- y la teoría fundamentada -que busca elaborar con­ ceptos y teorías científicas (113). Diversos métodos del estudio de la información cuali­ tativa que facilitan relacionar la cadena de enunciados y significados que se expresan en el discurso. En suma, la técnica cualitativa establece procedimientos de recolección de infor­ mación y la transformación de ésta en hechos de significado, como aspecto central de su realización.

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Notas 1)

Nicolás Maquiavelo: El príncipe, PEISA, Lima, 1972.

2)

Alfred Schütz: El problema de la realidad social, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1973, p. 86.

3)

Robert Merton: Teoría y estructuras sociales, FCE, México, 1964, pp., 419-432.

4)

Pierre Bourdieu: "Las finalidades de la sociología reflexiva”*en Pierre Bourdieu y LoVc Wacquant: Respuestas. P oruña antropología reflexiva, Grijalbo. México, 1995, pp. 39-157.

5)

Anthony Giddens: Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la épo­ ca contemporánea, Ediciones Península, Barcelona, 1997.

6)

Niklas Luhmann y Raffaele de Georgi: Teoría de la sociedad, Universidad de Guadalajara - Universidad Iberoamericana - Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, Guadalajara. 1993.

7)

George Soros: La crisis del capitalismo global. La sociedad abierta en peligro, Temas de Debate, Barcelona, 1999, p. 75.

8)

Un balance de estos puntos de vista en Ulrich Beck, Anthony Giddens y Scott Lash: Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno, Alianza Editorial, Madrid, 1997. También puede consultarse Ulrich Beck: La sociedad de riesgo. Hacia una nueva modernidad, Paidós, Barcelona, 1998; James Coleman: Fundations o f social theory, Harvard University Press, 1990: Scott Lash: Sociología del posmodernismo, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1997, pp. 316-317; y otros autores que se citan en el artículo.

9)

Niklas Luhmann: Sistemas sociales, Lincamientos para una teoría general, Alianza Editorial - Universidad Iberoamericana, México, 1991, p. 435.

10) Anthony Giddens: ob. cit., pp. 32-34. 11) Pierre Bourdieu: Cuestiones de sociología, Ediciones Istmo, Madrid, 1984, pp. 92-93. 12) James Coleman: ob. c it, pp, 610-61L 13) J osé Enrique Rodríguez Ibáñez: La perspectiva sociológicapTaurus, Madrid, 1989, p. 19. 14) Puede consultarse el trabajo de Adam Schaff: Historia y verdad, Grijalbo, Méxi­ co, 1974, p. 83. 15) Emilio Lamo de Espinoza: La sociedad reflexiva. Sujeto y objeto del conocimien­ to sociológico, Siglo XXI - CIS, Madrid, 1990, p. 153. 16) Niklas Luhmann: Sistemas sociales, ob. cit., p. 480. 17) Emilio Lamo de Espinoza: ob. cit., p, 152.

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18) Cabe anotar que estos rasgos no son exclusivos del conocimiento social, también fueron desarrollados por la física cuántica. En la física mecánica sujeto y objeto se encuentran separados, mientras que en la física cuántica el objeto, las partículas altamente sensibles del mundo atómico, son alterados por el sujeto al estudiarlo, el sujeto se hace reflexivo. Véase Jesús Ibáñez: "Los avalares del sujeto", en Jesús Ibáñez (coord.): Nuevos avances en la investigación social, la investigación de se­ gundo orden, Anthropos Suplementos N° 22, Barcelona, 1990, pp. 34-35. También puede consultarse Miguel Martínez: El paradigma emergente. Hacia una nueva teoría de la racionalidad científica, Gedisa, Barcelona, 1993, pp. 70-89. 19) Jesús Ibáñez: "Introducción”, en Nuevos avances en la investigación social la investigación de segundo orden, ob. cit., p. 5» 20) Aníbal Quijano: "Notas sobre los problemas de la investigación social en Améri­ ca Latina", en Revista de Sociología, N° 7, UNMSM, Lima, 1990, pp. 11-26. 21) Carlos Marx y Federico Engels: Ideología alemana, Progreso, Obras,T.3, p. 44. 22) Jesús Ibáñez: Del algoritmo al sujeto. Perspectivas de la investigación social, Siglo XXI, Madrid, Í985. p. 17. 23) Georg Lukács: Historia y conciencia de clase, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, pp.89-109. 24) Miguel Martínez: El paradigma emergente. Hacia una nueva teoría de la racio­ nalidad científica. Gedisa, Barcelona, 19 93, pp. 180-181. 25) Immanuel Wallerstein: "The geoculture of developmcnt, or the transformadon of our geoculture", en After liberalism, The New Press, New York, 1995, citado por Walter Mignolo: "La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad", en Edgar Lander (Compilador): La colonialidad del saber; eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoa­ mericanas, CLACSO - UNESCO, Buenos Aires, 2000, pp. 74-75. También se puede consultar del mismo autor El capitalismo histórico, Siglo XXI, Madrid, 1988, pp. 65-86. 26) Aníbal Quijano: "Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina", en Edgar Lander (Compilador): ob. cit., pp. 201-246. 27) Carlos Marx: Crítica de la filosofía del derecho de H egel Introducción, ob. cit.» T L p . 414 28) Jesús Ibáñez: "Investigación social de segundo orden", en Jesús Ibáñez (coord.): Nuevos avances en la investigación social la investigación de segundo orden, ob.cit., pp. 179-181. 29) Emilio Lamo de Espinoza. José María Gonzáles y Cristóbal Torres: La sociología del conocimiento y de la sociedad, Alianza Editorial, Madrid, 1994, pp. 607-616. 30) Teun Van Dijk: Ideología. Una aproximación multidisciplinaria, Gedisa, Barce­ lona, 1999, p. 23.

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31) Anthony Giddens: Las nuevas reglas del método sociológico. Crítica positiva de las sociologías interpretativas, Amorrortu, Buenos Aires, 1987, p. 149. 32) Niklas Luhmann: M¿Cómo se puede observar estructuras latentes?’', en Paul Watzlawick y Peter Krieg (comps.): El ojo observador. Contribuciones al constructivismo, Gedisa, Barcelona, 1995, p. 65. 33) lean Piaget, Paul Lazarsfeld, W. J. W. Mackenzie y otros: Tendencias de la investi­ gación en las ciencias sociales, Alianza Editorial - UNESCO, Madrid, 1982, p. 67. 34) Miguel Martínez: El paradigma emergente. Hacia una nueva teoría de la racio­ nalidad científica, Gedisa, Barcelona, 1993, p. 116. 35) Idea que ha sido desarrollada en otras disciplinas, de manera particular en biolo­ gía se sabe desde hace mucho tiempo que cada órgano contiene información de su propia individualidad y de la totalidad del ser vivo. 36) Carlos Marx: "Tesis sobre Feuerbach", en Carlos Marx y Federico Engels: Obras escogidas, editorial progreso, Moscú, s. f, p, 25. 37) Jesús Ibáñez: Del algorismo al sujeto. Perspectivas de la investigación social, ob. cit. 38) Se recoge los avances de la biología, así cada célula es una parte del organismo biológico, a la vez, el patrimonio genético se encuentra presente en cada célula. 39) Antonio Gramsci: "La formación de los intelectuales’', en De cuadernos de la cárcel Bogotá, s.f., p. 61. 40) Mauro Wolf: Sociologías de la vida cotidiana, Cátedra, Madrid, 1994, p. 133. 41) Miguel Martínez: Comportamiento humano. Nuevos métodos de investigaciónr Editorial Trillas, México, México, 1997, pp. 44-49. 42) Jean Piaget: Psicología y epistemología, Ariel, Madrid, 1975, p. 111. 43) Pierre Bourdieu: "Espacio social y poder simbólico", en Pierre Bourdieu: Cosas dichas, Gedisa, Barcelona, 1996, p. 134. 44) Cristián Santibáñez: “En torno a las metodologías cualitativas", en Sociedad Hoy. Revista de Ciencias Sociales, N° 2-3, Vol. 1, Universidad de Concepción, 1999, p. 6. 45) Jesús Ibáñez: Más allá de la sociología: el grupo de discusión, Siglo XXL Ma­ drid, 1986, p. 263. 46)

Juan-Luis Pintos: M La nueva plausibilidad. (La observación de segundo orden en Niklas Luhmann), en Revista Anthropos, N° 173-174, Barcelona, 1997, pp. 126-127.

47) Niklas Luhmann: '¿Cómo se puede observar estructuras latentes?'1, ob.cit., p. 68. 48) Gastón Bachelard: La formación del espíritu científico, Siglo XXI, Buenos Aires, 1983, p. 147.

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49) Carlos Marx: Introducción general a la crítica de ia economía política. 1857, Fondo de Cultura Popular, Lima, 1973, pp. 33-48. 50) Jesús Ibáñez: Del algorismo ai sujeto. Perspectivas de la investigación social, ob. cit., p. 210. 51) Marcelo Arnold: "Cambios epistemológicos y metodologías cualitativas", en So­ ciedad Hoy. Revista de Ciencias Sociales, Año 2. voL L N° 2-3. Concepción, 1999, pp. 27-28. 52) Pierre Bourdieu: M Las finalidades de la sociología reflexiva", ob. cit., p. 42. 53) Emilio Lamo de Espinoza: La sociedad reflexiva. Sujeto y objeto del conocimien­ to sociológico, ob. cit., p. XI. 54) Jesús Ibáñez: '‘Investigación social de segundo orden”, ob. cit. , p. 178. 55) Miguel Martínez: Comportamiento humano. Nuevos métodos de investigación, Triílas, México, 1999, p.84, 56) Sobre este punto, véase Tcun Van Dijk: Ideología, ob, cit., p.17. 57) El cuestionamiento del ideal de la objetividad positivista no sólo es parte del discurso de las ciencias sociales, también ha afectado duramente a las propias ciencias naturales, en especial a la física. El físico contemporáneo más influyente Stephen Hawking señala que "una teoría física es solamente un modelo matemá­ tico y no tiene sentido preguntarse si se corresponde o no con la realidad", en su libro La naturaleza del espacio y el tiempo, Debate, Madrid, p. 12. 58) Karl Popper: La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid, 1977, pp.27-30. 59) Imre Lakatos: La metodología de los programas de investigación científica, AI ianza Editorial, Madrid, 1989, p. 65. 60) Thomas Khun: La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México, 1982. 61) José María Gómez-Heras: El apriori del mundo de la vida. Fundamentación feriómenológica de la ciencia y de la técnica, Anthropos, Barcelona, 1989, pp. 47-62. 62) Immanuel Wallerstein (coord.): Abrir las ciencias sociales* Siglo XXI - UNAM, México, 1997, pp. 81-82. 63) Carlos Marx: “Tesis sobre Feuerbach”, ob. cit., p. 24. 64) Jürgen Habermas: Theofy and p rae tice, Shapiro, Boston, 1970. Citado por Richard Bernstein en La reestructuración de la teoría social y política, FCE, México, 1978, pp. 268. 65) Emile Durkheim: Las reglas del método sociológico, Edil. La Pleyade, Buenos Aires, 1979, pp. 16-17. 66) Max Weber: Economía y sociedad, FCE, México, 1984, p,8,

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67) Jesús Ibáñez;: Más allá de ía sociología: el grupo de discusión, Siglo XXL Ma­ drid, 1986, p. 21. 68) Pierre Bourdieu, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeon: El oficio del sociólogof Siglo XXI, Madrid, 1976. 69) Carlos Marx: Introducción general a la crítica de la economía política. 1857. ob.cit. 70) Aquí hemos seguido de cerca ía exposición de Jesús Ibáñez: Más allá de la socio­ logía,, ob.cit,, pp. 26-44. y

71) María Angeles Cea D ’Aconda: Metodología cuantitativa: estrategias y técnicas de investigación social, Síntesis, Madrid, 1988, pp. 47-49. 72) Jesús Ibáñez: "Las medidas en la sociedad", en Revista Española de Investigacio­ nes Sociológicas, CIS, Madrid, N° 29, 1985, pp. 29-85. 73) Miguel Martínez: La nueva ciencia. Su desafío, lógica y método, ob.cit., pp. 192194. 74) Rene Descartes: Principia phiiosophiae, en Oeuvres, Adam-Tannery, Paris, vol. 8, p. 25, citado por Miguel Martínez: La nueva ciencia. Su desafio, lógica y méto­ do, Trillas, México, 1999, p. 132. 75) Jesús Ibáñez: Más allá de la sociología, ob. cit., pp. 264-265. 76) Johan Galtung: Teoría y métodos de la investigación social, EUDEBA, Buenos Aires, 1966, p. 185,1.1. 77)

Theodor Adorno: "Sobre estática y dinámica como categorías sociológicas’1, en Max Horkheimer y Theodor Adorno: Sociológica, Taurus, Madrid, 1979, pp. 235236.

78) Emile Durkheim: ob. cit,, p. 13. 79) Thomas Wilson: "La sociología y el método matemático", en Anthony Giddens, Jonathan Turner y otros: La teoría social, hoy\ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes - Alianza Editorial, México, 1987, p. 494. 80) René Descartes: Discurso del método, Sopeta, Buenos Aires, 1964, p. 40 81) Miguel Martínez: La ciencia emergente, ob. cit., pp. 117-119. 82) Edgar Morín: "La necesidad de un pensamiento complejo", en Hors series de magazine littéraire, Paris, 1996, p. 120. 83) A Ortí: " La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta y la discusión de grupo", en Alvira, García y Jesús Ibáñez (comp..): El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación, Alianza editorial, M a­ drid, 1986. 84) Emile Durkheim, ob. cit,, p. 27.

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85)

Alonso Ortí: "La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: La entrevista abierta y el discurso de grupo”, Ob. CiL,pp. 171- 203.

86) Ana María Rusque: De la diversidad a la unidad en la investigación cualitativa, Ediciones FACES/UCV, Caracas, 1999, pp. 178-179. 87) Pierre Bourdieu: Cuestiones de sociología, ob. cit. , p. 221. 88) Mario Bunge: Las ciencias sociales en discusión: una perspectiva filosófica, Edi­ torial Sudamericana, Buenos Aires, 199, pp. 92-92. 89) Jesús Ibáñez: Del algorismo al sujeto. Perspectivas de la investigación social, ob. cit., p. 68. 90) Jacinto Rodríguez Osuna: "Métodos de muestreo", Cuadernos Metodológicos N° LCIS, Madrid, 1991. A

91) María Angeles Cea D ’Aconda: Metodología cuantitativa, ob. cit., pp. 91 -97. 92) Miguel Martínez: La nueva ciencia, ob. cit., p. 186, 93) César Germaná: "Las exigencias actuales del oficio del sociólogo”, Revista de Sociología, N° 10, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1996» pp. 224-225. 94) Rafael Echevarría: El Buho de Minerva, Dolen Ediciones, Santiago de Chile, 1993, pp. 204-205. 95) Ludwig Von Berta!an ffy et aL: Tendencias en la teoría general de sistemas, Alianza Editorial, Madrid, 1981. 96) Alonso Ortí: "La confrontación de modelos y niveles epistemológicos en la géne­ sis e historia de la investigación social, en Juan Delgado y Juan Gutiérrez: Méto­ dos y técnicas cualitativas de investigación en las ciencias sociales, Síntesis, Madrid, 1994, pp. 92-95. 97) Jesús Ibáñez: Más allá de la sociología, ob. cit., pp. 40-41. 98) Jesús de Miguel. Auto/biografías, Cuadernos Metodológicos N° 17, CIS. Madrid, 1996, pp. 14-15. 99) Alfred Schütz: Elpmblema de la realidad social Amorrortu, Buenos Aíres, 1977, p. 86. 100) Miguel Martínez: La, investigación cualitativa etnográfica en educación. Manual teórico-práctico, Trillas, México, 1994, pp. 42-44 101) Pablo Navarro: El holograma social Una antología de la socialidad humana, Siglo XXI, Madrid, 1994. 102) George Von Wright: Explicación y comprensión, Alianza Editorial, Madrid, 1979, p. 26. 103) Wilhelm Dilthey: El mundo histórico, FCE, México, 1994.

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Perspectiva de la Investigación Social de Segundo Orden

104) Jesús Ibáñez: Más allá de ¡a sociología, ob. cit, pp. 68-70. Para una discusión más especifica puede consultarse el trabajo de Juan Besse: "El diseño de la inves­ tigación como significante: exploraciones sobre el sentido”, Revista Bibliográfi­ ca de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Na 148, 1999. 105) M iguel Valles: Técnicas cualitativas de investigación social. R eflexión metodológica y práctica profesional, Síntesis, Madrid, 1997, pp. 75-78. 106) Justo Arnal: Perspectivas contemporáneas en metodología de la investigación, Asamblea Nacional de Rectores, Seminario - Taller, Lima, 2000, p. 53. 107) Julio Mejía: "El muestreo en la investigación cualitativa”, Investigaciones Socia­ les. Revista del Instituto de Investigaciones Histérico-Sociales, N° 5, Universi­ dad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 2000, pp. 165-180. 108) Daniel Bartaux: "De la perspectiva de la historia de vida a la transformación de ia práctica sociológica'', José Marinas y Cristina Santamarina (edición): La historia oral: métodos y experiencias, DEBATE, Madrid, 1993, pp. 27-28. 109) Jesús Ibáñez: Del algoritmo al sujeto, ob. cit., pp. 227-229. 110) Michel Foucault: Historia de la sexualidad, Siglo XXI, Madrid, 1980, p. 82. 111) Julio Mejía: "Técnicas cualitativas en la investigación en las ciencias sociales", Investigaciones Sociales. Revista del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales>N° 3, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1999, pp. 223256. 112) Teun Van Dijk: La ciencia del texto Un enfoque interdisciplinario, Paidós, Barce­ lona, 1992. 113) Steve Taylor y Robert Bogdan: Introducción a los métodos cualitativos de inves­ tigación, La búsqueda de significados, Paidós, Barcelona, 1987, pp. 154-157.

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Teoría de la A utopoiesis

La Teoría de la Autopoiesis y su Aplicación en las Ciencias Sociales: El caso de la interacción social Jorge Gibert-Galassi y Beatriz Correa

1) Introducción y Propósito Partimos de la convicción que la interacción social es un fenómeno básico, a la vez mínimo y fundamental, de la dinámica societaria y un tema por excelencia de las ciencias sociales, aunque conectado con la psicología, la neurobiología y las llamadas ciencias cognitivas. A pesar de ello, a nuestro juicio, este concepto aún adolece de la vaguedad sufi­ ciente como para apoyar teorías muy diversas. Esto es así, en parte, porque "condensa1’ (o debería simplificar) 1a explicación (más exactamente, la argumentación) respecto del problema sociológico general de "cómo es que la sociedad - mediante sus normas y costumbres - está internalizada en el individuo; y de cómo es que el individuo ~ median­ te su innovación y libre albedrío - recrea a la sociedad”. En efecto, cada vez que interactuamos entre individuos (se excluye en este trabajo el caso de la interacción del individuo con la naturaleza y los objetos artificiales), utilizamos a veces las pautas preestablecidas o creamos pautas originales de relación, que pueden convertirse en pau­ tas preestablecidas más tarde. Es decir, en una interacción social se activan mecanismos resolutivos del problema sociológico general antes mencionado. Por otro lado, el fondo de este problema es la discusión sobre la naturaleza de lo social, en particular sobre sí lo social pertenece al dominio del libre albedrío y/o al dominio de la legalidad, y de que forma. Por constituir un fenómeno básico de la vida en sociedad, el estudio de la interacción social debería concitar esfuerzos en común para su dilucidación y profundización. Este trabajo es un esfuerzo en esa dirección, aunque su enfoque es bas­ tante acotado. Nos proponemos reflexionar sobre los supuestos, conjeturas y modelos (o descripciones verbales) de la teoría sistémica autorreferencial y/o autopoiética de la interacción social. Así, el presente trabajo pretende sintetizar algunos hitos relevantes de un tópico clásico -vi» central de las ciencias sociales, cual es el fenómeno de la interacción social, es decir, cómo es posible que dos seres humanos (o más), se relacionen y construyan un sistema de orden superior, compuesto por elementos, con propiedades constitutivas o emergentes, que son y no son respectivamente, atribuibles a los individuos que constitu­ yen tal sistema,

2) Teoría de Sistemas y el Concepto de Autopoiesis: Las Tesis de Maturana sobre la Interacción Social Desde Pareto, las ciencias sociales han incluido el concepto de sistema como un importante instrumental teórico. Con las aportaciones de Von Bertalanffy y en especial a

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partir de la obra de Parsons, la comunidad de las ciencias sociales adoptó el vocablo definitivamente, no sin especificaciones (y confusiones) múltiples (1). Debe ser difícil o imposible encontrar hoy un investigador de las ciencias de la conducta o sociales que no utilice el concepto de sistema en algún sentido. Por ello es que nosotros vamos a apuntar específicamente a la discusión de los sistemas sociales autorreferenciales o autopoiéticos, centrándonos en la obra de Humberto Maturana y Niklas Luhmann, que gozan de gran influencia y divulgación en el medio local (2). Dejaremos fuera otras interesantes aportaciones a la teoría de los sistemas sociales autopoiéticos, como las de Morgan, Von Krogh y Roos, Mingers, Teubner, Hejl y otros (3). El punto de partida y central será, sin duda, el concepto de autopoiesis de Maturana (4). En el prólogo de 1995 de De máquinas y seres vivos, tanto Maturana como Varcla coinciden en que el concepto de autopoiesis fue formulado para sistemas vivos en su expresión mínima, esto es, a nivel molecular (5). La autopoiesis es una peculiaridad de ciertas máquinas homeostáticas, donde la variable fundamental que mantienen constante es su propia organización. "Una máquina autopoiética es una máquina organizada como un sistema de procesos de producción de componentes concatenados de tal manera que producen componentes que; i) generan los procesos (relaciones) de producción que los producen a través de sus continuas interacciones y transformaciones, y ii) constituyen a la máquina como una unidad en el espacio físico” (op.cit, 69). Dicho en breve, autopoiesis es una clase de dinámica de organización o, más exactamente, es una dinámica de autoorganización molecular. No es trivial recordar que, como entidad conceptual, perte­ nece a la clase de los conceptos biológicos. La autopoiesis es una característica de los sistemas vivos, pero que se expresa en diversidad de grados, Se tiene por lo tanto» una autopoiesis de primer orden o autopoiesis molecular en la cual se fundamentan las autopoiesis de organismos de niveles superio­ res, esto es, autopoiesis de organismos multicelulares o de segundo orden y autopoiesis de sistemas sociales o de tercer orden. Sin embargo, tanto en la autopoiesis de segundo como de tercer orden, éstas se constituyen por las relaciones autopoieticas de sus compo­ nentes y no por estar compuestas por elementos autopoieticos. Es clave el postulado de que los componentes deben ser autopoieticos. Es decir, los sistemas autopoiétícos de segundo y tercer orden son autopoiétícos sólo en la medida en que su fenomenología depende de ciertos componentes autopoiéticos a su base (primer orden); aunque en es­ tricto rigor, no deberían ser clasificados bajo tal rúbrica. A pesar de que se supone una autopoiesis a nivel de sistemas sociales, se plantean una serie de dudas con relación a la utilidad y validez de su utilización. De hecho, la discusión ha sido intensa respecto a la eventual pertinencia de la importación del con­ cepto de autopoiesis para la teoría sociológica, por ejemplo, de Niklas Luhmann. Maturana ha planteado que para concebir los sistemas sociales como sistemas autopoiéticos, éstos deben tener como componentes a seres autopoiéticos, es decir seres humanos, y no a las comunicaciones, que son los componentes propuestos en la teoría de sistemas de Luhmann (op.cit, 19). Volveremos sobre esta crítica más adelante bajo la forma de crítica al anti­ realismo de la sociología de ese autor. Sin embargo, bajo nuestra perspectiva, lo central es que la autopoiesis es un me­ canismo, que podría ser considerado para los efectos de una teoría como abstracto, como mera forma, que habría que ver si es descriptiva o explicativa. Si así se inicia la discu­ sión: ¿hacia donde nos podría conducir este planteamiento? Sí rescatamos el objetivo original de De máquinas y seres vivos, nos encontramos con una afirmación de enorme relevancia epistemológica: "Nuestro enfoque será mecanicista... nuestro problema es la organización de lo vivo...lo que nos interesa no son las propiedades de sus componentes, sino los procesos, y relaciones entre procesos, rea­ lizados por medio de los componentes" (op.cit, 65). Es importante porque ninguna molé­ cula determina el operar de un ser vivo, sino más bien que éste es producto de su dinámí-

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ca autopoiética. También es importante porque nos permite develar la concepción de sistema que poseen el autor. "En efecto, un fenómeno es el sistémico si ocurre como resultado del operar de los componentes de un sistema mientras realizan las relaciones que definen al sistema como tal, y en tanto ninguno de ellos lo determina por si sólo, aún cuando su presencia sea estrictamente necesaria" (op.cit, 23). Que más adelante las pro­ piedades de los componentes resulten de interés para esa teoría no es un asunto que deba preocuparnos. Lo interesante es posicionar la discusión para visualizar si es pertinente hablar de sistemas sociales autopoiéticos y, en particular, si podemos utilizar la expre­ sión sistemas de interacción social autopoiéticos. Lo típico de una importación conceptual es que mientras mayor sea la divulga­ ción no técnica del concepto original, m ayor será la tentación de u tilizarlo simplificadamente en otro dominio o contexto. Maturana comete ese error del siguiente modo: exporta su teoría a los dominios de las ciencias de la conducta y sociales y, como si ello no fuera suficiente, pretende extraer consecuencias filosóficas de envergadura, en especial en el plano de la ontología social, la epistemología y la filosofía de las ciencias sociales en general. Maturana, por ejemplo, piensa que es posible que una cultura sea "un sistema autopoiético que existe en un espacio de conversaciones" (op.cit, 15) o que "una cultura es una red cerrada de conversaciones" (6). Ahora bien, el que una red sea cerrada no la convierte en autopoiética, aunque es conditio sine qua non. El otro problema es el con­ cepto de conversación, el que está definido según el mismo autor en términos de entrelazamiento del lenguajear (una invención no muy castiza, que explicaremos breve­ mente más adelante) y del emocionar en el que tienen lugar todas las actividades huma­ nas. ¿Es válido plantear la idea que los sistemas sociales son autopoiéticos? ¿O sólo es aplicable plantear que éstos son autorreferidos o autorreferenciales? ¿Qué papel cumple el lenguaje? ¿Poseen clausura operacional los sistemas sociales? Pensamos que el autor no responde estas preguntas de manera sólida. Por el momento, nos detendremos en la concepción de interacción del autor. Para abordar el tema de la interacción, primero es menester definir lo que a juicio de Maturana es un individuo en términos de sistema cognoscitivo. Para ello, existen tres conceptos claves: cuerpo, emoción y lenguaje. Estos conceptos se relacionan mediante un acoplamiento recursivo dinámico, que conforman la estructura básica de tal sistema. Esto es así porque en primer lugar, el cuerpo, como entidad biológica posibilita la emergencia del lenguaje; determina la forma en que percibimos y nos constituimos como observadores de una realidad a la que no es posible acceder en forma objetiva como se ha entendido en términos tradicionales, sino que constituye una objetividad entre paréntesis o constitutiva, donde el observador reconstruye su experiencia en el lenguaje. Nuestra corporalidad determina nuestro ser, es decir, tendríamos que cambiar nuestro cuerpo para cambiar como personas. El reconocimiento del ser humano como ser determinado por su cuerpo está en relación directa con la elección de la objetividad entre paréntesis como camino explicativo (7). A su vez. el lenguaje es un fenómeno biológico, ya que la comunicación entre dos individuos es posible por la naturaleza de sus sistemas nerviosos; pero "ocurre en el dominio de las coordinaciones de acciones de los participantes y no en su fisiología o neurofisiología" (op.cit, 50). La razón es un producto de la coherencia opcracional hu­ mana en el lenguaje. No está claro a nuestro juicio si únicamente la presencia de tal lenguaje determina las conductas racionales, o si acaso existe otro tipo de mecanismo independiente del lenguaje, así entendido, que pudiera también ser racional. Esto forma parte de la discusión sobre el tipo de relación entre comunicación y lenguaje, cuál inclu­ ye a cuál y cómo. Nosotros argumentamos que todas estas confusiones son producto de una definición inapropiada y ambivalente del concepto de lenguaje. Finalmente, para entender el fenómeno de la percepción, y por lo tanto, también

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el de la cognición, debemos incorporar el concepto de emoción. Siempre percibimos, y por lo tanto conocemos» desde determinada emoción. Teniendo en cuenta el acoplamien­ to recursivo dinámico en que se encuentran los tres componentes básicos de la estructura del sistema, la cognición puede aparecer como el fenómeno en que queda más en eviden­ cia este acoplamiento entre cuerpo, lenguaje y emoción. Tenemos estos tres elementos conform ando la autopoiesis de un sistem a cognoscitivo individual (cuerpo, emoción y lenguaje). Por lo tanto, desde el enfoque epistemológico unitario y discreto de Maturana, un sistema de interacción mínimo supo­ ne dos individuos con estas características en su relación cognoscente con sus entornos. Ahora, es preciso identificar los elementos que constituyen la autopoiesis del sistema de interacción, que en el fondo es la pregunta clave en todo esto; si el sistema de interacción posee elementos de la autopoiesis de sus componentes, ¿cuáles serían éstos? A nuestro juicio, el elemento emergente - y que por tanto no podría ser reducido a ninguno de los seres humanos partícipes de una relación - que podría caracterizar la interacción social según el autor sería el lenguajear. que se define como el fluir en coor­ dinaciones de coordinaciones conductuales consensúales. Sin embargo, esta opción enfatiza únicamente el acuerdo o la colaboración, es decir, aquellas interacciones socia­ les fundadas en la emoción de la aceptación mutua (o amor) (8). Es decir, hay interacción social cuando, operando como entes discretos, como seres biológicos, compartimos un lenguaje cuyas propiedades en un dominio de realidad especificado hacen posible coor­ dinar conductas en función de objetivos recíprocos. El lenguaje en esta acepción es sinó­ nimo de reglas de operación en un espacio de propiedades que permiten esas reglas, cuestión que implica, obviamente, coherencia operativa (cuestión que el autor destaca como de gran interés siendo en términos lógicos una máxima trivialidad). El ejemplo del taxista y el peatón que requiere taxi es famoso. Sólo hay interacción cuando taxista y peatón coordinan conductas individuales con el fin de coordinar el evento final consensual entre taxista que alcanza a prestar su servicio y peatón que puede satisfacer su de­ manda de transporte. Estamos en desacuerdo con tal concepción por dos argumentos. El primero, es debido a que tal concepción responde más bien a una fenomenología física]ista en vez de una fenomenología social. La coordinación para la acción socia] es, sin duda, un tópico clave de toda teoría de las ciencias sociales, pero no creo posible reducir lo social a ella. Tal neo - conductismo impide abordar la gran mayoría de las interacciones sociales, donde la coordinación surge como eslabón final de una engorrosa cadena de acciones sociales de otro tipo. Además, esa óptica impide abordar con propie­ dad las interacciones comunicativas, en especial las íntimas, a menos que el autor des­ eche algunas de sus definiciones claves, como lenguaje y lenguajear. Los precedentes de intentos como ese han sido rechazados por las ciencias sociales, por parciales, superfluos c inconducentes desde hace mucho tiempo. El segundo, porque no es posible (a menos que integremos nuevamente la moral y las ciencias sociales, cuyo matrimonio termino mal avenido y sin ningún resultado provechoso distinguible) etiquetar la interacción so­ cial desde la perspectiva unilateral de que tales interacciones se corresponden únicamen­ te con el caso particular de la colaboración, excluyendo el conflicto, la costumbre u otros casos. Un buen ejemplo es su análisis de las relaciones de coordinación para completar una tarea, que las llama "comunidad laboral", utilizando el clásico pero ya improcedente concepto de Tonnies. Es interesante la concepción de que los sistemas vivientes conservan su corres­ pondencia estructural con el medio mediante interacciones recurrentes que ocurren en el dominio de coordinaciones de acciones consensúales. Existiría un acoplamiento conductual entre individuos, donde la conducta de uno de los organismos pasa a ser fuente de deformación para el otro y así recursivamente hasta que se interrumpe el aco­ plamiento. Estas son interacciones comunicativas, nos dirá Maturana (9), y es de interés anotar cuanto se ajusta con el concepto de comunicación de Luhmann, en especial res­

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pecto de la propiedad de 'limitarse". Sin embargo, pensamos que precisamente tal aco­ plamiento es lo que se requeriría dilucidar desde un enfoque genuinamente social y no fisicalista. Otro punto importante es el de los dominios, pues nos permite visualizar la inci­ dencia de la autopoiesis en la reflexión del autor. En especial la distinción respecto a los múltiples dominios que podemos distinguir en tanto observadores, y la legitimidad, co­ herencia y validez de éstos. La tríada que permite a Maturana articular su propuesta es la compuesta por el dominio de realidad, dominio de explicación y dominio cognitivo. El dominio de realidad (realidad objetiva en paréntesis) es la idea de que hay tantos dominios de realidad legítimos como dominios de explicaciones que un observa­ dor puede traer a mano a través de las coherencias operacionales de su praxis del vivir. Toda afirmación es válida en algún dominio de realidad (10). El "anything gees" de Feyerabend encuentra ahora un sustento en la denominada Biología del conocimiento. El dominio de explicación se define como el criterio de validación usado por un observador para aceptar una re formulación de ia praxis del vivir Hay tantos dominios de explicación como criterios de aceptación. Constituye a Jos dominios de acciones, desde que cada dominio de acción es aceptado como legítimo, este es un dominio cognitivo en ese dominio (Maturana, op.cit 28). Mientras que cada dominio cognitivo es un dominio de coordinación de acciones en la praxis del vivir de una comunidad de observadores. Es un dominio particular de coherencias operacionales, esto es, un dominio racional, Son dominios consensúales en la praxis del vivir de los observadores (op.cit, 77).Más allá de las diferencias e intersec­ ciones entre dominios, lo que nos interesa es el dominio de coordinación de acciones consensúales. Este dominio, el cognitivo, es el punto de "conexión" entre los dominios en que actúan los individuos, constituyendo: "dominios isomórficos de existencia", esto es, redes de conversaciones bajo ciertas emociones. Los seres humanos deben ponerse de acuerdo en el lenguaje para saber desde qué dominio cognitivo están hablando y actuar coordinadamente de acuerdo a determinada coherencia operacional: sólo pode­ mos conocer lo que podemos conocer, nos dirá Maturana, Como decíamos, los sistemas vivientes conservan su correspondencia estructural con el medio mediante interacciones recurrentes (la conexión con los dominios del otro) que ocurren en el dominio de coordinaciones de acciones consensúales. El cuerpo viene a ser el lugar donde se conectan cstructuralmcnte las interacciones recurrentes de dife­ rentes dominios de realidad, donde se viven la multiplicidad de dominios de coexisten­ cia, produciéndose una superposición de dominios. Por ejemplo, se viven diferentes do­ minios cognitivos (religión, ciencia) y el cuerpo debe hacerse cargo de las consecuencias que trae tener una multiplicidad de dominios, con diferentes racionalidades (coherencias operacionales). Otro aspecto relevante de la teoría de Maturana sobre la interacción es el relativo a los términos conversación, comunicación y lenguaje. Las conversaciones o redes de conversaciones se dan a través de interacciones en el lenguaje, por medio de nuestros cuerpos. Recordemos que lenguaje es un concepto no convencional para Maturana, o sea, no es un cuerpo de signos, sino más bien que es una fuente de deformaciones compensables expresada en conductas significativas entre un alter y un ego en el contexto de la conducta acoplada. La conversación, entonces, es un flujo de coordinaciones de acciones y emociones que ocurre entre seres humanos que interactúan recurrentemente en el lenguaje. El lenguaje es un concepto más amplio, por­ que como se desprende de la teoría, es constitutivo del ser humano. La comunicación, en cambio, viene a ser la interacción recurrente en el dominio de coordinaciones de accio­ nes consensúales: un dominio isomórfico de existencia. En ningún momento Maturana hace explícito el problema de si los individuos comunican o si es el sistema el que comunica, y tampoco plantea una postura al respecto.

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como lo hace Luhmann, por ejemplo. Pero cuando habla de lenguaje señala que este no es fisiológico sino que ocurre en el dominio de coordinación de acciones consensúales, es decir, a pesar de que la potencialidad del lenguaje se encuentra en nuestra biología, ocurre en otro dominio. El lenguaje por lo tanto no es un fenómeno individual como tampoco io es la comunicación. No es que la comunicación (ya sea en tanto pautas o códigos) haga probable la comprensión entre dos individuos, sino que es la naturaleza del sistema nervioso lo que permite dicha comprensión. Ahora bien, investigaciones complementarias focalizadas en la dimensión comunicativa verbal de la interacción social, han asumido una idea similar (aunque no idéntica) de autopoiesis. Se trata del concepto de circularidad de las pautas de comunicaeión, planteado por Watzlawick y otros, donde A y B afirman que reaccionan frente a la conducta verbal del otro e influyen sobre aquel a través de su propia reacción. En una primera aproximación, la doble contingencia desde la teoría de la comunicación humana nos guía a los conceptos de retroalimentación, redundancias y configuraciones. Si se afirma que la comunicación humana no es indeterminada, una forma de sacar conclusio­ nes es metacomunicacionalmente, en virtud de que la comunicación adopta patrones o configuraciones dadas por las redundancias presentes en ella. La importancia de estas conclusiones para el análisis de la interacción social son evidentes, en particular porque no requieren de un universo conceptual como el de la autopoiesis, hermético y arbitrario, siendo económico y eficiente a la hora de evaluar su contenido explicativo (11). Pero no es un objetivo de este trabajo realzar el enfoque anterior en desmedro del de Maturana, sino más bien ilustrar muy rápidamente otro modelo posible. La aplicación de la teoría de la autopoiesis al fenómeno interactivo es interesante y original. Afirmamos, simple­ mente, que ésta puede contener un número importante de objeciones. Así, quizás una de las debilidades más evidentes sea cl desacuerdo preliminar sobre el rol que juega el concepto de autopoiesis en la descripción de la interacción humana entre distintos exponentes de dicha teoría; desacuerdo que, a la vista de los antecedentes, sólo aumenta. En suma, la semántica de la teoría aún está en un estadio de ensayo y error, lo que en todo caso, no es necesariamente negativo ni criticable. Por ejemplo, la preeminencia de la categoría de autonomía en el caso de Varela, en vez de autopoiesis como en Maturana, al investigar la naturaleza de las instituciones y organiza­ ciones humanas (12). No es baladí plantear que los sistemas sociales son cerrados o abiertos, autopoieticos o autorreferen tes, autónomos o heterónomos, entre otras distinciones posi­ bles. Pero, independientemente de la semántica de la teoría, la idea de Maturana es que la interacción humana podría representarse de la siguiente manera; como flujos (habrá que especificar si de emociones, comunicaciones o coordinaciones de coordinaciones de con­ ductas consensúales) al interior de una red cerrada que mantienen o producen la configu­ ración de esa red. Habría que revisar, en todo caso, el rol del cuerpo en su teoría (afirma­ mos que dicho rol no es tan relevante, en particular hoy, cuando un número no desprecia­ ble de interacciones comunicativas se realizan en ambientes virtuales). Por otra parte, su reflexión epistemológica no deja a nadie indiferente. Parte del axioma que no es posible distinguir percepción e ilusión (lo que, entendemos, no consti­ tuye novedad). Una percepción nunca es eompleta ni verdadera, de allí que para poner­ nos de acuerdo , por ejemplo en medir, utilicemos instrumentos. O en el caso de la interacción, pidamos confirmación al interlocutor en la vida cotidiana o un "intérprete”. Suponiendo que una percepción es "verdadera" y una ilusión es “falsa”, esto depende de donde nos posicionemos, en que lado de una determinada distinción: de allí la frase, por ejemplo, de que "todos somos generosos con el dinero ajeno". Pero al posicionarnos, elegimos un lado y no el otro y, también, asumimos - en algunos casos, por ejemplo de alta reflexión- los sesgos de esa posición. Sin embargo, creemos que no se trata de selec­ cionar o imputar objetividad a una u otra perspectiva, sino en aceptar, como hipótesis,

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que puede haber una explicación más compleja que subsuma a ambas, que, de hecho son verdaderas o reales. Es el caso del mediador, que en una disputa entre dos partes, encuen­ tra argumentos a favor en ambas partes y, desde otra distinción - la del acuerdo - logra subsumir o sintetizar ambas posiciones en una sola, respetando lo medular de ellas, al menos temporalmente o mientras se mantenga la vigencia del acuerdo* Siendo importan­ te, desde la teoría de la distinción, que distinguir e indicar es una sola operación, por ejemplo, científica; de ello no se desprende que las distinciones de la ciencia no sean objetivas, como de algún modo argumenta Maturana (13). La constatación de que, por ejemplo, pueda ser útil en terapia familiar valorar como igualmente válidas las distintas versiones de cada uno de los integrantes del sistema ante un conflicto es obvio en tanto los integrantes viven ese conflicto, lo sufren o disfrutan, más o menos irreflexivamente o al menos atcorétícamente en la pulsión de su vida cotidiana (14). Pero en el plano científico esto no es cierto. Inclusive desde la teoría de Maturana, podríamos aventurar que la ciencia tiene su "propia emoción", que no es otra cosa que una versión más de muchas viejas ideas al respecto, como la del marxismo y su "perspec­ tiva de clase”, James y Schütz y su idea de los "universos subjetivos cerrados", el "ethos científico’' de R.K. Merton o Ja idea de Giddens de la "doble hermenéutica". Todas las ideas anteriores, aunque diversas, apuntan al dilema básico que es demarcar ciencia y no-ciencia en las observaciones, experimentos y teorías de las ciencias sociales. Sin embargo, a nuestro juicio, esto no constituye un óbice para las ciencias sociales, al me­ nos no es un obstáculo insuperable y del que se deriva un laíssez-faire, laissez-passer en el plano de la teoría y de la investigación. Dos teorías sobre una misma cuestión son igualmente válidas aunque difieran en su forma y contenido en tanto se inspiran en este ethos, hermenéutica, universo, perspectiva o emoción científica y no en un ethos, herme­ néutica, universo, perspectiva o emoción literaria, ideológica o estética, lo que es bastan­ te usual en estas disciplinas. Vale decir, las reglas son de un cierto tipo y no de otro. Que una teoría tenga más adeptos o mayor reconocimiento social respecto a otra, es un pro­ blema que pueden solucionar los sociólogos de la ciencia externalistas o los expertos en marketing. Que una teoría sea "más verdadera” que otra, es un problema que encuentra respuesta a través del tiempo, que se encarga de refutar, demostrar, desarrollar y plantear nuevos problemas a dichas teorías, las que en tales ejercicios se modifican, robustecen o desaparecen (15). La propuesta de Maturana también incluye una idea curiosa, a saber, que ningún científico social puede hacer una teoría que no lo incluya. Insistimos, esa fue la preocu­ pación del marxismo, cuando preguntaba a sus detractores ¿afirma eso desde la perspec­ tiva del proletariado o de la burguesía?, por ejemplo. Es una pregunta que tanto el holismo y la explicación de arriba hacia abajo como el individualismo y la explicación de abajo hacia arriba ya se han formulado persistentemente. Las evidencias le han dado la razón a la explicación intermedia: es un requisito que el investigador se incluya en una teoría, en algún sentido determinado (aunque esto puede ser falso en el caso de la demografía, la economía y la sociología, entre otras); así como es un requisito que el investigador se excluya de una teoría, en un determinado sentido (aunque esto puede ser falso para la psicología y, ciertamente es falso para los "know-how" tales como la terapia y la admi­ nistración). El panorama de las ciencias sociales y de la conducta es demasiado diversificado y amplio como para plantear modalidades únicas de formación de teorías. Otra cosa es plantear que la ciencia debe considerar lo más humano de lo humano en su reflexión. Pero el "deber ser" es el lenguaje de la ética y no el de la ciencia. En todo caso, cabe señalar que las confusiones anteriores son menores si las com­ paramos con la sentencia de que la ciencia no explica la realidad, sino la experiencia de esa realidad. El error estriba aquí en otorgar a la ciencia un papel que jamás ha osado desempeñan el de experieneiar la realidad. En filosofía de la ciencia, el concepto de experiencia alude a otras características tales como que esa experiencia sea comunica­

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ble, que tenga expresión lógica, que sea sistem atizare, refutable o que pueda confirmar­ se independientemente de quien la postula, de algún modo razonable. No es una expe­ riencia cualquiera. Ahora bien, en el caso que no aceptemos estas afirmaciones, no ve­ mos la necesidad de la aclaración inicial. Si afirmamos que la ciencia no es capaz de explicar la realidad, sino que sólo explica la experiencia de esa realidad, invocamos el principio leibniziano de la identidad de los indiscernibles, donde realidad y experiencia de realidad no pueden ser distinguidos. Es una regresión notable (tres siglos de filosofía, nada menos). Sin duda, la discusión de fondo es qué postura tomar frente al problema de la objetividad. Maturana plantea que no es posible acceder a la realidad en forma objetiva como se ha entendido en términos tradicionales, sino que a una objetividad entre parén­ tesis o constitutiva, donde el observador reconstruye su experiencia en el lenguaje. "Al escribir este artículo he seguido el camino explicativo de la objetividad en paréntesis. En verdad, no podría haberlo escrito siguiendo el camino de la objetividad sin paréntesis, porque tal camino explicativo, al negar la pregunta sobre el origen de las propiedades del observador como entidad biológica, es constitutivamente ciego a lo que he dicho" (16). Maturana afirma que tales propiedades son lo que son, que es igual a decir, que son lo que yo digo que son. Explayémonos algo sobre los juegos de lenguaje, en la acepción tradicional del término, por parte del autor. En primer lugar, se podría invocar una contradicción entre las siguientes afirma­ ciones: la primera, que la realidad es construida por el observador y, la segunda, que esto es cierto independientemente de sí yo lo digo. Pero esto sería faltar a la verdad: Maturana jamás ha caído en contradicción porque en ninguna parte afirma que su teoría es inde­ pendíente de él en tanto persona. El autor puede afirmar: "Esto es a s í’, a lo que un detrac­ tor dirá: "¿no lo estará engañando su perspectiva?"; a lo que el autor replicará: "No, porque precisamente es válido para mí porque yo lo digo", a lo que el ingenuo replicante argumentará: Myo pienso distinto'1; dando pie al cierre categórico del autor; "Eso está muy bien. Lo que usted dice confirma mi teoría’1. La pregunta lógica es: Si Juan dice "Pedro es un descarado", pero dice que lo que dice es "en paréntesis”, entonces lo que dice Juan es que, según él y entre paréntesis. "Pedro es un descarado", lo cual equivale a no decir nada más que "Digo que Pedro es un descarado". Un paso hacía adelante sería preguntar: ¿Es cierto o no? ¿Afirma que es verdad que "Pedro es un descarado". Pero no se afirma, porque depende : para el, para Juan, es cierto. Para los demás, quién sabe. Lo dice él, Juan, pero no pierde tiempo en demostraciones, el dice lo que dice, es cierto, para él, no pretende validar la afirmación, pues ya esta validada para el, porque el dice lo que dice, etc. ¿Qué significa este parénte­ sis? ¿Puede ser que Juan sea un loco y, por ello, haya que poner sus dichos entreparéntesis? ¿Siguen las afirmaciones sobre la realidad siendo validas puesto que corresponden al loquear de Juan y son coherentes en el contexto de ese loquear? No llegamos mucho más lejos que ese viejo adagio popular: nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira. Pero la ciencia posee un aparataje lógico que nos dice; a=a puede ser muy exacto, pero no nos sirve de mucho. No avanzamos en nuestro conocimiento de las cosas. Por otro lado, la paradoja del mentiroso ha sido resuelta hace mucho y consiste en desarrollar metalenguajes para que las expresiones que se refieren a su propio lenguaje adquieran significado. Tenemos una jerarquía de niveles de lenguaje. SÍ Juan dice "Pedro es un descarado", podemos pedirle respuesta a la pregunta ¿dices que es cierto que Pedro es un descarado? Con ello, superamos el subjetivismo. Juan deberá jugar alguna de las siguientes cartas: es verdad o es falso, sólo estaba bromeando. Pero al momento que dice "es cierto", tendrá que demostrarlo. En ciencias sociales, existen las pruebas empíricas. Independientemente de su "status metodológico" o "consistencia", el hecho es que existen; luego, se pueden utilizar. De eso, estamos hablando. Es decir, su teoría

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del conocimiento es "discurso1' en cuanto sus afirmaciones adoptan una forma que, en cierto modo, se asemejan a las paradojas lingüísticas o a las meras tautologías, como las frases "puedo ver lo que puedo ver", etc. Desde finales del siglo XVIII, sabemos que no se llega muy lejos por ese camino, pero el pensamiento postmoderno hace gala de su ignorancia en historia de las ideas. La pregunta sobre qué se gana adoptando la teoría de la autopoiesis en el caso del análisis de los sistemas humanos y sociales podría responderse con dos argumentos: primero, porque especifica o singulariza la realidad percibida, toda realidad es sólo para alguien de una cierta y única manera. Dos, porque permite validar cualquier afirmación a partir de lo primero, lo cual es enormemente revolucionario para el análisis de anorma­ lidad o patología, Lo que está detrás de todo esto es la regla moral, de la moral de Maturana, sobre el respeto y aceptación incondicional del otro y de "su verdad1’ como el único camino posible para una convivencia humana a futuro. Las distinciones entre los dife­ rentes dominios son el recurso heurístico para plausibilizar dicha tesis. Con las salveda­ des de rigor, por ejemplo nuestra actitud anti-apocalíptica, la propuesta moral de la teoría es convincente (aunque entendemos que predicar una teoría como ésta es más fácil que practicarla). Ahora bien, ¿habrá que justificar una teoría científica por sus ventajas mora­ les? Creemos que no. Es más, la critica a la ventaja de la singularidad podría ser una afirmación del tipo "que usted diga lo que diga pierde relevancia en la medida que yo soy capaz de decirlo", es decir, es posible prescindir del dominio absoluto en esta teoría del cuantificador individual o particular ("existe un ‘uno' tal que...M) (17); mientras que en el caso de la validación de las afirmaciones singulares. Ja crítica podría ser nque usted diga lo que diga, pierde radiealidad en la medida que yo estoy de acuerdo con Jo que usted dice", es decir, es posible prescindir de la justificación "porque yo lo digo, es así para mí, y eso es lo que cuenta". Hasta que punto los errores y desaciertos de Maturana son superados por una aplicación al fenómeno interactivo desde la tradición sociológica, es el lema del siguien­ te acápite, donde se desarrollan brevemente las ideas sobre la interacción social desde la perspectiva de la teoría de sistemas sociales autorreferenciales.

3) Teoría de Sistemas Sociales Autorreferenciales: Los "Grundisse" sociológicos de Luhmann para la teoría de la autopoiesis Tanto o más famosa que la propuesta de Maturana es la del sociólogo alemán Niklas Luhmann. Este autor realizó un esfuerzo programático que durante la década del ochenta permitió la adopción del concepto de auíopoiesis por parte de la teoría socioló­ gica (18). El primer paso para tal adopción lo había realizado a principios de la década del setenta, al definir el sentido como un medio de un sistema para experimentar y selec­ cionar opciones; un medio, en este caso, que pertenece tanto a los sistemas psíquicos como sociales. Desde esc punto de vista, el sentido es conceptualizado como un logro evolutivo, Jo cual hace más cJaro nuestro planteamiento inicial de que Ja interacción es una modalidad más de resolución del problema sociológico general de la relación entre individuo y sociedad (19). La pregunta es: ¿cuál fue la ganancia teórica para Luhmann de importar el concepto de autopoiesis? El argumento es que, así como el sentido permi­ te que un sistema psíquico seleccione determinados pensamientos y no cualquiera, preci­ samente aquellos que lo dotan de identidad como sistema respecto de un entorno; en el caso de los sistemas sociales sucede lo mismo con las comunicaciones. Así como los pensamientos generan pensamientos o, dicho más complejamente, así como los pensa­ mientos generan procesos que producen pensamientos que a su vez permiten tales procc-

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sos en una red organizada, autopoiética; las comunicaciones son los componentes autopoiéticos de los sistemas sociales autopoiéticos. La justificación de tal elección teorética es que la producción de comunicación no puede ser reducida a la actividad individual, con lo cual se economiza todos los problemas de la teoría de la acción y formaliza en un nivel más alto y más abstracto la teoría sociológica. Sociologiza la teoría en el sentido de poner en el centro el hecho de que la comu­ nicación debe ser transmitida y recibida, pero fundamentalmente en el hecho de que la comunicación para que sea tal, es decir, para que tenga sentido, debe ser seleccionada en una doble contingencia entre un ego y un alter, un modelo mínimo de interacción propia­ mente social (que no enfatiza el desempeño del individuo en el grupo, por ejemplo). Lo interesante es que en tal modelo, ni ego ni alter asumen la responsabilidad de la comuni­ cación: la comunicación sólo se debe a la comunicación, es autopoiética. A partir del concepto de autopoiesis o caracterización de lo constitutivo de la organización celular, las ciencias sociales y en particular ía sociología, tradujeron esa idea de la siguiente forma: la sociedad son sistemas sociales autopoiéticos (clausurados operativamente) y autorreferentes (que integran los elementos del sistema como unida­ des de función). Ego y alter son, cada uno, sistemas psíquicos; pero, ¿cómo es que juntos constitu­ yen un sistema social, como por ejemplo, un sistema de interacción social? La entrada sociológica a este problema es el denominado teorema de la doble contingencia. Pero en el caso que nos ocupa, el de sistemas autopoiéticos, ello supone desechar el tratamiento de la interacción en términos simétricos como reflejo, reciprocidad de perspectivas o la tesis de la intercambiabilidad de los puntos de vista. Los sistemas sociales se generan porque (y sólo porque) ambos interlocutores experimentan la doble contingencia, una situación de carácter indefinido que, por obra de algún misterio que se devela más ade­ lante, ofrece un sentido estructurante para ambos participantes (Luhmann, op.cit. 123124). Es obvio que como lo anotó Schütz (20), existe un cierto stock of knowledge, social, necesario para la reproducción del sistema social y el requisito de mínimo cono­ cimiento mutuo de las situaciones sociales es un hecho no trivial de la vida social. Sin embargo, en rigor, esto no es relevante. El hecho de la contingencia o la elección por la contingencia por parle de Luhm ann obliga, más bien, a relevar el atributo de intransparencia e incalculabilidad entre alter y ego. No se pueden leer los pensamientos del otro. El otro aparece ante mí como una caja negra, La doble contingencia entre dos sistemas de sentido, a saber dos individuos, de­ berá ser transparentada y calculada de alguna forma. Esta forma es un mecanismo de selección de "lo que pueden observar" desde su autopoiesis particular. Al seleccionar, dicha acción genera una respuesta y de ese modo emerge un orden que antes era impro­ bable. El teorema de la doble contingencia es la plausibilización de un enunciado proble­ mático a la base de toda filosofía de las ciencias sociales, a saber, que la interacción social es de carácter legal. Pues, si los sistemas de interacción social no se basan en que dos individuos puedan comprenderse y predecirse, reconocerse y pronosticarse: ¿en qué se basan, entonces? La respuesta es que se basan o son el resultado de ciertas posibilida­ des de controlar las incertidumbres dadas, posibilidades que tienen los participantes con respecto a su propia conducta. Es decir, los participantes tienen la posibilidad de asegu­ rar su propia conducta, y esa garantía es efectiva en virtud de las estructuras de expecta­ tivas para tal o cual situación. El sistema de interacción se ha formado y delimitado por tales estructuras de expectativas. Por lo tanto, son la estabilización de las expectativas lo que permite la absorción de la incertidumbre, bajo la fórmula que la transforma de incer­ tidumbre en transparencia y calculabilidad (op.cit, 126). En tal caso, como lo comentaremos más adelante, serían las estructuras de expec­ tativas y no las comunicaciones los elementos reproductores o autopoiéticos, si tal

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autopoiesis fuera eficientemente plausible, del sistema de interacción. Más aún, la esta­ bilización de tales expectativas no se diferencian mayormente, salvo por la semántica y el 'Tondo teórico'’, de la tesis de la reciprocidad de expectativas formulada por Parsons. Está el análisis del sustrato, en este caso la estructura de expectativas, y la propie­ dad emergente, que sería la comunicación. Sístémieamente, la comunicación adoptaría la forma de temas, que no es otra cosa sino sentido social tipificado. Ante la incertidumbre, se activan las estructuras de expectativas asociadas a tal situación y surge un tema, como por ejemplo: Mjque calor hace!, ¿no?" No surge el tema “Interesantes los campos gauge", a menos que surja en la convención de los físicos teóricos de la ciudad. Por otra parte, el excedente necesario de comunicación que hace posible que la comunicación siempre comunique (¿?) sería en este caso algo así como, por ejemplo: MSi, más caluroso que ayer". Pero la estructura delimita que el clima es un buen tema, un lema universal. Luhmann habla de desparadojizar la paradoja y postula el mecanismo de "colgarse de temas", es decir, utilizar el excedente de comunicación para producir nuevas o más co­ municación (21). Cada interacción esta relacionada con la sociedad, ya que como interacción no es autárquica (un sistema interactivo es incapaz, según Luhmann, de al­ canzar una cerradura completa del circuito de la comunicación). Los sistemas de interacción siempre suponen a la sociedad como entidad real y no pueden iniciar ni concluir sin sociedad. Nuestra afirmación en esta parte es que los sistemas de interacción siempre suponen, también, a los individuos como entidades reales y, desde ese punto de vista, cabría pensar que así como las interacciones son episodios de la trama de la socie­ dad, los individuos forman parte de la trama interactiva social y no son, en caso alguno, un caso de "frontera" que por esa condición halla de excluirse del análisis. Las interacciones no sólo son posibles con base en que "la comunicación social se llevó a cabo antes de iniciarse el episodio, de manera que puede suponerse residuos de la comunicación prece­ dente" (op.cit, 407), sino que fundamentalmente debido a expectativas. Digno de desta­ carse es la suposición del autor que la interacción no es el entorno de la sociedad y que la sociedad no es cl entorno de la interacción. Entre interacción v sociedad existen las organizaciones, que es el nivel intermedio de su teoría social de múltiples niveles. Es de gran interés la opción del autor por una teoría de este tipo. Desafortunadamente, el nivel basal interactivo no se vincula con niveles inferiores, de otras disciplinas. Una forma de hacerlo, sería postulando que el individuo procesa a través de sus pensamientos el "últi­ mo excedente de la comunicación" entre alter y ego, lo que significa darle un contenido concreto a la frase "la comunicación sigue a la comunicación", pero mediada por los pensamientos de cada individuo, que de esa forma se apresta para actualizar o inicializar nuevamente el sistema interactivo. Pero sigamos con la discusión sobre el papel de la estructura de expectativas en la interacción social. Podemos decir que los elementos para construir sistemas interactivos son las estructuras de expectativas que fundan la realidad de transparencia y otorgan un valor de enlace a dos sistemas psíquicos. Otra cosa es que esta transparencia se pague o se abrace a cualquier contingencia, tan trivial o superflua como el comentario sobre el clima. A pesar de ello, el curso de la interacción está determinado y no podría pasar "cualquier cosa": pasa algo que permite absorber incerlídumbre social. Nuestra interpretación es que la unidad de sentido denominada acción se genera a partir de la reducción de incertidumbrc y de la apertura de posibilidades de selección de lemas. La función, la autorreferencia de la acción como unidad de sentido, consiste en reproducir la capacidad de enlace de las comunicaciones con otras comunicaciones, a través del sustrato denominado estructura de expectativas. Según Luhmann, lo que sucede en la relación entre las cajas negras A y B parece acción, pero es comunicación. La acción es una selección atribuida a los sistemas. Ya sea que se la racionalice como selección entre varias alternativas o se ie represente como decisión en referencia a motivos, la acción sólo es contingencia actualizada y un mo-

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mentó o descomposición de la comunicación. Pero esto es cuestionable. La diferencia que permite el inicio de un sistema construido con base en la doble contingencia es si M el interlocutor acepta o rechaza una comunicación" o, dicho de otra manera, si la acción de información y notificación de A amerita una acción de compren­ sión de B. Como se deduce, lo anterior implica presencia (cuerpo en el lenguaje de Maturana). percepción, acción y comunicación; pero lo notable de Luhmann es que opta por la comunicación. En algunas interpretaciones de la obra de Luhmann y en particular en el problema de la interacción social o los sistemas interactivos, se habla de que la autopoiesis del sistema es la mutua presencia. Sin embargo, no concordamos con esta apreciación, por su sesgo fisicalista. Más bien, diremos que los cuerpos o la presencia es un requisito, como tantos otros (como por ejemplo, la efectividad de los sentidos: ¿qué rol podrían jugar los cuerpos sin visión, sin tacto, olfato, oído y sin gusto?) El punto de partida es la actuación contingente de cada individuo. Todos tenemos múltiples posibles maneras de actuar y cada una de ellas puede que otorgue un marco de actuación a la actuación de los demás: la determinación de la conducta propia de A puede condicionar la conducta de B y viceversa. La doble contingencia es siempre productiva en la medida que la arbitrariedad de la conducta de A no impide que ésta posea un valor informativo o en términos más generales, un valor comunicativo para las actuaciones de los demás. En el plano psíquico, Ja causalidad del sistema interactivo se asocia a metas, ob­ jetivos y profecías; mientras que en el plano de la conducta, se asocia a casualidades, errores o impulsos (coordinados o no). En cualquier caso, todo evento es productivo para el sistema, que de ésta forma se cierra y autorreficre. Ello se traduce en una de las máxi­ mas de la teoría general de sistemas: sin ruido no hay sistema. Nuestra posición es que la génesis de un sistema interactivo real, no teórico ni nomina], sólo es posible a partir del ruido que surge de un individuo. Otra cosa es que, como sustentan algunos constructivistas pragmáticos, a gran escala la pregunta por la génesis sea irrelevante o técnicamente imposible de contestar. Lo importante acá es que dicho ruido ''presupone una complejidad estructurada en el sentido de distribuciones no arbitrarias” (op.cit, 131). No tenemos noticias de si esta afirmación se refiere a la signi­ ficación estadística del concepto de ruido, como por ejemplo, en Mandelbrot (22); pero desde esta interpretación, la sentencia podría ser de vital importancia. A y B. aquellos que determinan su acción en la doble contingencia, pueden expe­ rimentar la selección del otro sí y sólo sí comparten el significado (en el sentido tradicio­ nal del término) de la contingencia o, dicho de otro modo, si son capaces de traducir lo universal de dicha contingencia. Ello porque la incertidumbre, con la radicalidad con que Luhmann la plantea, es insostenible, Es decir, está la inseguridad propia de A. la inseguridad del otro (B), la inseguridad de la selección de la conducta del otro (percibida por A y que depende de A; y, adicionalmcnte, lo mismo para B). Las posibilidades son varias: orientar la conducta en correspondencia con mis pensamientos, orientarla de acuer­ do a la selección del otro o bien orientarla de modo contextualizado (sentido social tipi­ ficado). En cualquier caso, repetir esa decisión y ese ejercicio reflexivo -diariamente decenas de veces- haría la vida social insosteniblemente tensa y agobiante. Nos parece que falta (o sobra) una pieza del puzzle. Con mayor razón cuando hoy la inseguridad respecto a la conducta propia ya no es tematizada como debilidad, tentación y pecado; y, por tanto, no es posible exorcizarla. Con todo, según Luhmann, los individuos se experi­ mentan y se conducen en su respectivo entorno como sistemas-con-entorno. Cada indi­ viduo es y tiene, parafraseando a Spencer-Brown, "su lado”, que le permite distinguirse del entorno, es decir, del mundo como tal, y de otros individuos, que son a su vez. sislemas-en-el-entorno y sistemas-con entorno dentro de su entorno. La experiencia del en­ torno se vuelve gravitante porque sólo se puede actuar hacia el otro, dirá Luhmann, cuando se sabe cómo uno mismo es experimentado por el otro en el entorno de aquel. Es

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determinante el círculo autorreferencial: yo hago lo que tu quieres si lu haces lo que yo quiero. O al revés: yo no me dejo condicionar por ti, si tu no te dejas condicionar por mí, La nueva unidad, el sistema interactivo, no puede ser reducida a ninguno de los sistemas individuales participantes. Sin embargo, creemos que en la práctica reflexiva de los sis­ temas psíquicos tales aclaraciones son improcedentes y generan mayor riesgo o menos probabilidades a la emergencia del sistema de interacción (Luhmann, op.cit, 128 a 132). Lo que prima es la capacidad de enlace de la estructura de expectativas, cotidiana o explícitada. Este círculo autorreferencial, ¿no es mero intercambio reflejo o simetría? Desde cierto punto de vista, pareciera que la no-lincalidad del planteamiento está asociado a una pérdida de interés por auscultar causalidad, antes que por el hecho de que no es posible descubrir causalidad...al menos no en ese nivel o jerarquía. Dicho de otro modo, esta nueva unidad denominada sistema interactivo, ¿"no se puede" o "no se quiere" redu­ cir a ninguno de los sistemas individuales participantes? Nuevamente, una cosa es la afirmación ,Yel ruido puede provenir de cualquier parte", y otra muy distinta el plantear que "no es factible saber de donde viene el ruido". Si se sustenta lo último, empero, habría que indicar si es un problema gnoseológico, teórico o metodológico. Desde la teoría de Luhmann sólo cabría responder con la primera alternativa y, quizás, con la segunda: sólo así, se confirmaría la prescindcncia del actor o individuo en su teoría so­ ciológica. Sin embargo, hasta qué punto es factible inmunizar a una teoría de un contenido insoslayable y hasta qué punto es razonable no estar dispuesto a modificar una tesis - por muy central que ésta sea - de tal teoría debido a su supuesta incompatibilidad con ese contenido, son preguntas que cobran vigor al ejecutar un comentario crítico en orden a enjuiciar la prescindcncia del actor en una teoría sociológica con pretensión de cientificidad y universalidad. En ese sentido, a nuestro juicio, mantener el concepto de autopoiesis se vincula con dos ventajas. La primera es que fortalece el enfoque sistémico genérico, asociándose la teoría con una discusión ya consagrada, en particular en la versión de la autoorganizacíón; y, la segunda ventaja, es que le permite diferenciarse al interior de esa misma discusión. La definición de sistema y de cómo un sistema se vuelve a sí mismo un sistema se tornaba problemático para la teoría. De allí que Luhmann optara por el enfo­ que sistémico de la autopoiesis y la complejidad, la autoorganizacíón y la autorrefereneia: esto es, postulando que son los enlaces de las operaciones propias con las operaciones propias (formulación no trivial en el desarrollo de este enfoque) las que permiten dife­ renciar un sistema de su entorno. La continuación de las operaciones de i sistema es la reproducción del sistema y, al mismo tiempo, la reproducción de la diferencia entre sis­ tema y entorno. Aquí la duda surge en el postulado de asimetría entre sistema y entorno, en el sentido que el entorno es siempre más complejo que el sistema. ¿Es plausible postular esto cuando el entorno de A es el sistema de B y viceversa? ¿No será más realista postu­ lar que existe una simetría en términos de complejidad entre A y B, en el caso particular de un sistema interactivo? ¿No será más eficiente, además, hacerlo de este modo, para otorgarle un status explicativo a la teoría, permitiéndole utilizar leyes de niveles inferio­ res para extraer consecuencias compatibles con otras teorías "frontera" > Todo lo anterior nos lleva a rediscutir el rol de la evidencia empírica en la teoría y hasta qué punto es un intento fútil organizar coherentemente algunos postulados genera­ les ad infinitio. Volvamos a la pregunta de fondo, acaso son las comunicaciones el com­ ponente autopoiético de los sistemas sociales, pero ahora incorporando la definición de Luhmann sobre qué es comunicación. En primer lugar, niega que la comunicación con­ sista en una transferencia de conciencia a conciencia de "algo”, de cierta entidad llamada "información" comunicada. Más bien, sólo se puede hablar de comunicación "cuando el cambio de estado del complejo A corresponde a un cambio de estado del complejo B,

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pese a que ambos complejos tengan otras posibilidades de definir su estado. Por lo tanto* comunicar-se significa limitar-se (poner límites a uno mismo y al otro)" (op.cit, 60), Tales límites se expresan debido a que la comunicación representa una síntesis de tres selecciones: información, notificación y comprensión o entendimiento. Sobre la base de tales selecciones se tiene que concluir que cada una de ellas resul ta altamente contingen­ te, pero ¿será efectiva a la hora de regular los límites? Pensamos que las ideas de Luhmann al respecto son ambiguas. 6Son las comunicaciones el componente autopoiético de los sistemas sociales? Esta pregunta se vincula directamente con el problema del individuo, agente o actor. ¿Cómo podría una organización, por ejemplo, producir comunicaciones sistémicas, ha­ cía adentro y hacia fuera por sí misma, sin el concurso explícito del agente? Inclusive atacando el tema desde una óptica más abstracta, ¿cómo analizar las comunicaciones sin remitirnos a su forma en términos de actos de habla, por ejemplo, y 110 a meras formas de selección (que, nuevamente, describen genéricamente la modalidad de un proceso, pero no explican nada del contenido empírico del proceso puesto que es un 'abstracto'’)? Sí el sentido es un medio en el que operan los sistemas sociales, que permite experienciar y seleccionar lo que pasa en el entorno, sus eventos, ¿cómo explicar el rol del liderazgo o los equipos de trabajo en el complejo empresa? ¿cómo explicar la dife­ renciación intraindustrial en mercados transparentes o “maduros"? Aquí la pregunta empírica es muy simple: hasta que punto el papel del individuo en las organizaciones refuta este modelo y, a un nivel mayor, hasta que punto la historia de las organizaciones en la historia de los países refuta esta premisa. Dicho de otro modo, la asimetría total que plantea Luhmann también implica un rechazo a cualquier estratificación sistémica o de sistemas sociales al interior de la sociedad. Esta tesis es tan evidentemente anti-empírica que no vemos razón alguna para comentarla. El postulado de la desontologización de la teoría es atractivo porque "inventa realidad" y potencia la búsqueda de equivalentes fun­ cionales. pero otra cosa es demostrar que esa realidad es algo distinto a un cuento de hadas. En la visión sistémica de Luhmann la comunicación es una comunicación sin sujetos, ya que éstos se encuentran en el entorno del sistema, en este caso, en el entorno del sistema de interacción. Los individuos no comunican, sino que piensan, es la socie­ dad la que comunica (y no piensa). La comunicación es por tanto la que constituye los sistemas sociales. Esto no significa pensar la sociedad sin individuos, lo que es absurdo. Luhmann jamás afirmó que el individuo halla desaparecido de la realidad social: sucede, simplemente, que lo ubicó en el entorno de los sistemas sociales. Las consecuencias de esa tesis para el análisis de los sistemas interactivos son varias. En breve, si seguimos afirmando con el autor que el sistema de interacción está compuesto por comunicaciones, deducimos que tal sistema es inestable, intermitente, sin memoria o registro sistémica, etc. Se entiende la opción de Luhmann, sobre todo si concordamos con que la teoría del autores una teoría cuya complejidad va desde la base hacia arriba, siendo el nivel basal el más complejo y, por ende, el más indeterminado. Pero, por el contrario, si pensamos que son las estructuras de expectativas el elemento reproductor o autopoiético de los sistemas sociales, los sistemas de interacción tenderán a ser caracterizados con altos grados de estabilidad, orden, teleología y memoria; lo cual, por otra parte, podría ser más congruente con la evidencia empírica (las relaciones amo­ rosas, por ejemplo, poseen patrones bastante estables). La opción de Luhmann por elegir a las comunicaciones como componentes del sistema social tiene su fundamento en tres importantes conceptos: interpenetración, co­ municación y doble contingencia. El ser humano no es quien comunica (entendiendo al ser humano como sistema psíquico y orgánico) sino el sistema social. La necesidad de explicar la sociedad sin referencia al sujeto es ciertamente revolucionaria, pues permite desantropologizar a la

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sociedad. Según el autor el hecho que se ubique al ser humano en el entorno del sistema social le da a éste la libertad y complejidad que realmente posee, excluyendo así la posi­ bilidad que la sociedad este configurada a imagen y semejanza del ser humano. El mecanismo que permite y exige la comunicación, desde nuestro ángulo, es la doble contingencia, pero esto no significa que la comunicación pueda ser concebida solamente como proceso. El teorema de la doble contingencia, formulado originalmente por Parsons, es re formulado por Niklas Luhmann en la "constitución y el procesamiento continuo del sentido" (op.cit 121). La doble contingencia se da tanto entre sistemas psíquicos como entre sistemas sociales, interesándonos la primera relación. En ello, el planteamiento de Luhmann tiene una virtud notable: lo social, la comunicación, no es reducible al proceso que se inicia entregando información originada en la conciencia de algún actor individual para terminar en la comprensión por la conciencia de otro. El lugar que ocupa el lenguaje es que es un medio de reducción de la complejidad, pero no basta el lenguaje para definir la comunicación. Existen otros medios (amor, dinero) para reducir la complejidad en los sistemas. La comunicación siempre es sistémicay reitera la diferencia entre sistema y entorno que el sistema hace, La comunicación establece las fronteras entre el sistema y el entorno. Pero el hecho de que la interacción es un caso límite podría hacer tambalear su pretensión de erradicar de la teoría el concepto de actor y acción, a diferencia de la sociología clásica de autores como Weber y Parsons y, también, de autores contemporá­ neos como Giddens y Habermas. Como ta l es decir como caso límite, la interacción tiene un tratamiento mediante el concepto de interpenetración: un caso especial de entor­ no de los sistemas sociales, el entorno constituido por los seres humanos y sus relaciones con los sistemas sociales. "Hablaremos de penetración cuando un sistema ponga a dispo­ sición su propia complejidad (y con ello, indeterminación, contingencia y coacción de selección) para construir otro sistema....Entonces, hay interpenetración cuando esta si­ tuación es recíproca; es decir, cuando ambos sistemas se posibilitan mutuamente aportar al otro su propia complejidad preeonstituida" (op.cit, 222). La interpenetración se da en forma de comunicación, pero no es comunicación, sino que es lo que permite hacer viable las condiciones para la doble contingencia. La cadena, de existir alguna en el pensamiento de Luhmann, sería la siguiente: sistemas interpenetración - doble contin­ gencia - comunicación. La comunicación presupone sistemas ya constituidos y es la síntesis de las tres selecciones que ya mencionamos. Nuestra interpretación es que, se­ gún Luhmann, esa síntesis la hace un sistema para sí, es interna. Lo que suceda con ella, es mera atribución desde otro sistema que, al plantear así la cuestión, nuevamente, reali­ za su propia síntesis de comunicación. Lo único que realmente comunica el sistema es la operación de distinción entre sistema y entorno. Uno de los errores de Luhmann es que al no considerar al agente, actor o indivi­ duo en su teoría, descarta - al igual como Maturana y Varela, al no considerar los virus en la discusión sobre los sistemas vivos, por ser un caso "de frontera"- la existencia de cierto nivel explicativo, optando por una mera descripción, en este caso idealista del sentido, como dotado de vida propia, sin conexión con los niveles inferiores y sus leyes. Es cierto que las teorías parsimoniosas son deseables. La generalización de Luhmann en el tratamiento del concepto de sentido es ingeniosa y le otorga abstracción (además de ahorrarle varios problemas). Sin embargo, la economía de los enunciados es incompati­ ble con la pérdida de contenidos sustantivos en una teoría. En este caso, la pérdida deí individuo en la teoría sociológica podría ser inaceptable. Lo social no tiene sentido salvo para sus protagonistas (actores o afectados). Lo social puede tener una fisonomía o for­ ma, pero el sentido es una propiedad individual que existe en el mundo social en la medida que lo social esta constituido por individuos en interacción permanente que explicitan u operan a base de estructuras de expectativas. Por otro lado, demasiado entusiasmo en torno a la idea que la sociedad es autopoiética

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podría traer consecuencias tan desastrosas como la masificación de la irresponsabilidad social por parte de los líderes y la pereza absoluta del resto de nosotros. Ello sería tan grave como aquel otro entusiasmo, hoy casi en el olvido, respecto a que la sociedad es un asunto de voluntades de individuos o vanguardias. Curiosamente, la pretensión de ejercitar la voluntad y el libre albedrío para gobernar el destino histórico de las sociedades, hoy se ha reemplazado por el mismo ingenuo propósito pero a nivel de las corporaciones. Las cien­ cias de la administración o management contemporáneo ¡lustran este nuevo error filosófi­ co. La intencionalidad individual es fundamental a la hora del análisis, en particular en el caso de la interacción social, pero no es lo decisivo. Debe ser considerado porque aporta variabilidad, que es una de las características más importantes de lo social (así como tam­ bién de varios fenómenos en la naturaleza), fundamentado en el axioma a la base de las leyes indeterministas, a saber, que una serie dada de ciertas condiciones iniciales puede conducir a varios estados finales alternativos. Obviamente, las intenciones no producen efectos puros, pero juegan un rol en la vida social y la investigación aplicada puede escla­ recerlo según sea el caso, que por cierto son muchos y agrupables en taxonomías. Sin embargo, lo decisivo es la estructura de expectativas. Una forma de conservar la propuesta de Luhmann, que posee una perspectiva única y de una riqueza sociológica insospechada para el análisis de la sociedad moderna, es transformar esta arquitectura en teoría sociológica propiamente tal. Ello exige, entre otras cosas: una revisión del propósito de la importación del concepto de autopoiesis: una revisión de la pertinencia de dicha importación y una justificación más explícita de porqué podría tener un mejor rendimiento que otras categorías como autonomía, por ejemplo; una revisión de sus vínculos con otras disciplinas, en particular con las ciencias eognitivas, la psicología y ciencias de la conducta y muy especialmente con la filosofía de las ciencias, donde creemos habría que rechazar su proposición de análisis desontologizado (que no es tal, sino mera ontología del suceso no declarada) y una toma de posición frente a su déficit explicativo y su antirrealismo; y, finalmente, algo muy importante y central, resolver de una manera distinta el problema del sujeto, así corno el problema de la acción.

4) Comentarios finales respecto a la aplicabilidad de la teoría de la autopoiesis a las ciencias sociales: Posibilidades y problemas Partimos de la premisa, en acuerdo con Maturana, que dos individuos son, a la vez, sistemas biológicos y psíquicos de naturaleza discreta y que, en tanto tales, conocen de cierta form a y no de otra. C om partim os con Luhm ann que no es correcto antropomorfizar la sociedad y, por tanto, es menester distinguir entre individualidad y doble contingencia (o lo social). Sin embargo, que los individuos Mpcr se" se encuentren fuera del sistema social, no impide afirmar que el límite o frontera o conjunto intersec­ ción no es una mera operación de distinción, sino que refiere a una entidad real inferida, que denominamos, estructura de expectativas, o red reproductora de procesos de trans­ formación de expectativas, que permiten la constitución de lo social así como también la conexión entre pensamiento y comunicación, individuo y sistemas sociales. Creemos que su afirmación en orden a afirmar que los individuos no comunican pero piensan y que un sistema social como una pareja de amigos, comunica pero no piensa, es problemática. En primer lugar, porque los individuos comunican y el análisis de la doble contingencia y el rol de los individuos en su interior así lo especifica. En segundo lugar, porque tal afirmación se efectúa por dogmatismo y sólo para validar su premisa de que los sistemas sociales son autopoiéticos y que tal autopoiesis tiene a las

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comunicaciones como sus componentes. Si se obliga a aceptar que un individuo también es, un sistema que comunica, se enfrentaría la teoría a aceptar que tal sistema requiere como elementos autopoiéticos a otras entidades. O bien que se define de acuerdo a otro modelo de organización, no autopoiético. Por otra parle, la acción, en especial la creativa, surge de los pensamientos y siendo así, la acción social definida como mera atribución, es de un reduccionismo enor­ me que, entre otras consecuencias importantes, impide la conexión de la sociología con las ciencias cognitivas y de la conducta. La comunicación seleccionada por el sistema A en copresencia de B, desde una óptica realista, otorga algún rol a los pensamientos e ideas de A al interior del sistema interactivo A-B, Ello, por otra parte, se conecta de modo notable con teorías particulares como el teorema de la profecía aulocumplida, formulado originalmente como el teorema de Thomas: ' Si los individuos definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias (...) los hombres responden no sólo a los rasgos objetivos de una situación, sino también, y a veces, primordialmcnle, al sentido que ía situación tiene para ellos. Y así que han atribuido algún sentido a la situación, su conducta consiguiente y algunas de las consecuencias de esa conducta, son determinadas por el sentido atribuido" (23). Lo que en un principio podría parecer sin consecuencias sociales, tan solo un enunciado planteado a un nivel individual, cobra relev¿meia en la interacción. En resumen, si la relación psicohiológiea entre dos individuos fuera tan azarosa y carente de determinación (contingente, ya que las determinaciones del sistema nervioso central varían de individuo a individuo), el problema estribaría en cómo poder coordinar tales relaciones y estabilizarlas, generar certidumbre y repetición. En otras palabras, no sería posible encontrar sistematicidad en las perturbaciones causadas por la doble con­ tingencia en la interacción social, la relación entre A y B sería únicamente "ruido”, en su forma pura. Esto nos lleva a posicionar al sistema interactivo en una coordenada históri­ ca, donde el concepto "socialización’1y "estructuras de expectativas” se relevan y le da un pleno sentido sociológico al fenómeno, esto es, al sistema de interacción. Nuevamen­ te, acá sería más coherente plantear que, a diferencia de lo que plantea Luhmann, los sistemas interactivos son más bien permanentes, poseen memoria y el modelo de interacción concreto es bastante repetitivo y, ciertamente, una condensación de expe­ riencias pasadas, que por supuesto se transforman con el paso del tiempo (24). La única forma de plantear sociológicamente al sistema interactivo como "primer nivel" es el de formularlo en términos de legalidad social o tendencia a la regularidad, lo que excluye en consecuencia la contingencia y la variabilidad "puras". Otras teorías, también devotas de la epistemología cibernética, han enfatizado los aspectos deterministas en detrimento de los argumentos de la contingencia pura, como por ejemplo, la retroalimcntacióm las redundancias y las configuraciones. Lo anterior es relevante en el sentido de que la comunicación humana no es indeterminada, y que de ella se pueden sacar conclusiones metacomunicaeionales importantes; esto último por­ que la comunicación adopta patrones o configuraciones dadas por las redundancias pre­ sentes en ella. El ejemplo de un observador de una partida de ajedrez, que no tiene cono­ cimiento alguno de las reglas que lo rigen, aclara este punto, ya que en el transcurso del juego podrá darse cuenta de una serie de redundancias o configuraciones pudiendo con­ cluir metacomunicaeionalmente el "cómo” de la comunicación, desde la operación (aun­ que no él "para qué", que implicaría un análisis más bien sistémico fenomenológieo) (25). Bateson, también desde una explicación cibernética, confirma que la comunicación "es precisamente creación de redundancias o estructuraciones mediante patrones” (26). La retroalimentación (tanto negativa = homeostasis, o positiva = cambio) autorregula al sistema, es decir, donde "la salida de un sistema vuelve a introducirse en el sistema como información acerca de dicha salida" (27). Tanto la retroa! imentación como las redundancias presentes en la comunicación de ambos sistemas individuales

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interactuantes son factores restrietores, que demarcan el universo de posibilidades del decurso de la comunicación intersistémica. Lo anterior quiere decir que los seres huma­ nos procesan continuamente "el ruido" del entorno, ingresando al propio sistema como información lo necesario para mantener la retroalimentación negativa y positiva necesa­ ria para el sistema, tanto individual como de interacción. Llegado a este punto podemos mencionar otra alternativa para el estudio de la interacción social En un sistema de interacción, el observable es la comunicación, (que puede o no estar fundada en profecías autocumplidas formuladas al interior de los sistemas psíquicos interactuantes) la que puede ser estudiada metacomunicacionalmentc encontran­ do así configuraciones que le otorgan significación. El sistema de interacción es un sistema gobernado por reglas comunicativas, cuyos elementos son las comunicaciones sociales, un mecanismo que regula y equilibraestocásticamente las relaciones entre individuos y de esa forma es relevante a la hora del análisis sociológico de la interacción o sistema interactivo básico. En fin, pensamos que pueden haber otras alternativas también. Desde la óptica general de Luhmann, según nuestra opinión, tal estudio también podría hacerse viable. La doble contingencia consiste en el_cómo los sistemas seleccio­ nan, procesan y re-estabilizan las comunicaciones que los perturban; conservando la distinción que los hace ser lo que son y observar tal como observan. La selección de, acá nos separamos de Luhmann, "alternativas" de comunicaciones dentro de las reglas ope­ rantes y de acuerdo a las estructuras de expectativas tanto para A como para B, depende de una suerte de autorreferencia compartida o consensuada entre A y B; y, por lo tanto, del procesamiento de la complejidad proveniente del entorno por ambos. C ada siste m a p síq u ico en in te rac c ió n con otro, deb e "escru tar" autorreferencialmente la complejidad del entorno (el ruido generado por el otro sistema psíquico) mediante la comunicación y de ello depende cómo se defina el status de la relación. Es decir, con la información que cada uno de esos sistemas psíquicos estén predispuestos a seleccionar, se traducirá la comunicación para el propio sistema. Si el sistema de interacción social es comunicación, sólo una parte de esta última se transfor­ mará en información para cada sistema psíquico autorreferencial. Se da, de acuerdo a este enfoque, una cierta autonomía en el nivel superior o más complejo, que permite la emergencia de un sistema social, que surge de los ruidos producidos por los sistemas psíquicos en su intento por comunicarse, pero que no son reductibles a esos sistemas psíquicos (Luhmann, op.cit, 223). Es decir, el ruido del entorno del sistema interactivo, donde se ubican los seres humanos, es constituyente del sistema de interacción, porque proporciona información para ambas partes con el objetivo de definir el status de la relación pero no la determina, a menos que el ruido adopte sistematicidad. La apuesta es que esa sistematicidad sólo puede ser producida por la estructura de expectativas. La relevancia del análisis sobre la interacción en un enfoque sistémieo distinto, consiste en dar plausibilidad a la existencia de determinación y estructura a partir de algo socialmente indeterminado y contingente - a lo cual, por lo demás, nunca se tendrá acce­ so - como son las conciencias y el sentido en los individuos. No es evidente el hecho de que dos o más individuos se enlacen mediante la comunicación y puedan entenderse. La doble con tingen cia nos aclara la posibilidad de este enlace, que m ediante la interpenetración de los sistemas psíquicos hace posible la interacción social. La interpenetración posibilita la socialización, formando al sistema psíquico y orgánico (com­ portamiento corporal). Para mirarlo desde otra perspectiva podemos posesionarnos en el paradigma de la complejidad, donde tenemos a dos sistemas psíquicos (A y B, "partes") altamente contingentes, y por otro lado al sistema de interacción ("todo”) altamente confiable, en otras palabras, existen propiedades emergentes en el sistema que significa una reducción de la complejidad de nuestros iniciales A y B, que posibilita la construc­ ción del Sistema Social al nivel de interacción. La analogía entre dos cajas negras y el sistema de interacción permite pensar

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también en la doble contingencia, ya que la situación básica de ésta es que dos sistemas psíquicos entablen relación el uno con el otro y establezcan relaciones autorreferenciales reduciendo la complejidad del entorno, lo que nos lleva a la cuestión de fondo de todo esto: la construcción de un sistema social (la construcción de un orden social o la posi­ bilidad del enlace entre sistemas). Es por lo tanto, la doble contingencia la que posibili­ ta la construcción de un sistema social, ya que ésta consiste en la selección de alternati­ vas de comunicaciones dentro de la estructura de expectativas y reglas presentes tanto en A como en B, y por lo tanto en el procesamiento de la complejidad por el sistema. Esta ¡dea es algo divergente de las tesis de la teoría de la autopoiesis. Supone otra epistemología. Creemos que la utilización fructífera de las ideas innovadoras de la teoría de la autopoiesis requiere que muchas de sus tesis principales sean objeto de más análisis y menos lecturas exegéticas. Una propuesta es la explorada en este trabajo, respecto de considerar a las estructuras de expectativas como los componentes de un sistema social que se reproduce, quizás, de manera autopoiética, y a las comunicaciones - en rigor, a los actos de habla - como los elementos emergentes del proceso de comunicación o deformación recíproca entre individuos. Tal sistema interactivo no existe en abstracto, salvo conceptualmente. Los sistemas interactivos reales siempre están situados, se des­ empeñan en determinada situación. Y la organización de las expectativas es función esa situación tipificada socialmente. La estructura de expectativas pertenece tanto a los sistemas síquicos como a los sistemas de interacción, es la intersección de un conjunto individual y otro social. Pensamos que la teoría ganaría al incluir al individuo y sus propiedades, puesto que si bien un sistema social no sólo es una sumatoria de actos individuales, existen propiedades que son comunes al sistema individual y al sistema social (para Luhmann, el sentido, pero no sólo ésta). Toda la riqueza y complejidad individual se expresan a menudo en los sistemas sociales, principalmente en los siste­ mas simples como los interactivos. Las estructuras de expectativas serían las propieda­ des constitutivas tanto del siquismo individual como de lo social, un punto de conexión o frontera entre individuo y sistema social, que complementa la subjetividad individual o autorrefereneia de los pensamientos y aporta variabilidad y ruido a la legalidad social de los patrones y normas, Por otra parle, ni el mismo Luhmann plantea el sistema interactivo como aulárquL co, de modo que no vemos la razón de ser en su insistencia de que lodo sistema social es autopoiético. Tampoco vemos argumentos en su teoría para rechazar la existencia de sis­ temas sociales no-aulopoiéticos, particularmente debido a su estructura multinivcl, que quizás habría que re-especificar bajo modalidades diferenciadas. De hecho, quizás uno de los malentendidos que le impide plantearse el problema de la transición desde el indivi­ duo hacia lo social es su definición de lo propiamente social en términos de propiedad emergente, en este caso, las comunicaciones; sin percatarse que desde un punto de vista formal, un sistema está compuesto tanto por las propiedades resultantes (constitutivas tanto de los componentes del sistema como del sistema, en este caso, la estructura de expectativas) como por las propiedades emergentes o de gestalt. Finalmente, uno de los grandes óbices para la aceptación de las supuestas conse­ cuencias epistemológicas de la teoría de la autopoiesis es que ni Maturana ni Luhmann asumen claramente una doctrina de la verdad. No se afirma "esta teoría es verdadera'’. La pregunta por el status de las teorías queda sin resolver (y cualquier epistemólogo estará de acuerdo que ésta es una interrogante clave). No sabemos si son teorías o inge­ niosos cuentos de hadas, ya que adoptan una posición anti-realista no sólo para el caso de lo social sino que también a nivel de la psicología individual, Además, en ambos casos, el universo conceptual elaborado es suficientemente arbitrario (por ejemplo, como Maturana entiende el lenguaje y como Luhmann levanta hipótesis auxiliares sin basa­ mento teórico o empírico de tipo alguno, como cuando justifica los entornos de los

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sistemas de interacción como caso especial) y hermético como para impedir establecer las necesarias conexiones con las áreas aplicadas de las disciplinas aledañas, en particu­ lar la psicología experimental, la psicología social y la sociología de grupos e institucional. Esto es particularmente grave y evidente en el caso de la interacción. La ontología del suceso en Luhmann (u ontología de la ''operación1') es teórica­ mente un camino válido pero no creo que la ciencia de la sociedad halla hecho los méri­ tos experimentales y empíricos para liarse con esas dificultades, de la manera que lo hace la ciencia física, por ejemplo. Es una desproporción. Como también lo es desontologizar su teoría ontologizando sus distinciones. Del mismo modo, es una desproporción la on­ tología de la emoción de Maturana, que en el último tiempo ha tenido por única función fundamentar algunas tesis de su propuesta de cambio cultural matrístico. Obviamente, no es posible cerrar la discusión aquí. Nuestro único propósito ha sido el de comentar dos propuestas para el análisis del fenómeno de la interacción social desde la teoría de la autopoiesis y ejecutar una crítica preliminar.

Notas 1.

Vilfredo Pareto: Manual de economía política, Editorial Atalaya, Buenos Aires, 1945; Ludwig Von Bertalanffy: Teoría general de los sistemas, FCE, México. 1993; T Parsons: The structure o f social action, New York, Free Press, 1937 y The social system, New York, Free Press. 195L

2.

En esta línea temática» dos artículos que podría ser de gran interés, pero que no hemos considerado en nuestra argumentación; uno, el de Darío Rodríguez: Ele­ mentos para una comparación de las teorías de Luhmann y Maturana en Revista Estudios Sociales, N°54, 4 trimestre (9-30). Santiago de Chile, 1987; y, el otro, de Marcelo Arnold y Fernando Robles: Comunicación y sistemas de interacción en Revista Mad, N° 3, Septiembre del 2000, Revista Electrónica del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile.

3.

Peter Hejl: Towards a theory of social systems: self-organization and selfmaintenance, self-reference and syn-reference en H. Ulrich y G. Probst (eds,): Self-organization and management of social systems. Berlín: Springer-Verlag. 1984; G. Teubner: Autopoietic law. Berlin-New York: Walter de Gruyter. 1988; J. Mingers: Self-producing systems. New York: Plenum Publishing, 1994; G. Morgan: Images of organízation. Beverly Hills CA: Sage, 1986; G. Von Krogh y J. Roos: Organizational epistemology: New York: St. Martin's Press, 1995.

4.

Hemos considerado para los propósitos de este trabajo los siguientes textos como representativos de su teoría: H. Maturana y F. Várela: El árbol del conocimiento. Editorial Universitaria, Santiago, 1994 (muy didáctico) y H. Maturana y F. Varela: De maquinas y seres vivos, Editorial Universitaria, Santiago, 1995; que es el tra­ bajo origina] de 1971 más un muy interesante prólogo escrito el año 1994,

5.

H. Maturana y F. Varela; De maquinas y seres vivos, Editorial Universitaria, 1995. pág. 18-19 y 51-52,

ó.

H. Maturana y G. Verden-Zoller: Amor y juego. Fundamentos olvidados de lo humano, Instituto de terapia cognitiva, Santiago, 1997. Pág. 11 y siguientes.

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7

La objetividad entre paréntesis es una suerte de teoría de la observación autopie tica. Véase al respecto largos pasajes de la obra de H. Maturana: La objetividad: un argumento para obligar. Editorial Dolmen, Santiago, 1997.

8.

Entre otras expresiones de esto, los largos pasajes dedicados a la cultura matrística en H. Maturana y G. Verden-Zollcr: Amor y juego... ; así como también, por ejem­ plo, en H. Maturana: La objetividad..., pág. 130 y siguientes, Esta tesis se encuen­ tra repartida en gran parte de su obra y una citación exhaustiva es imposible den­ tro de los límites de esta presentación.

9.

H. Maturana y F. Varela: De maquinas y seres vivos, Editorial Universitaria. 1995. pág. 115.

10. H, Maturana: La objetividad. Un argumento para obligar. Editorial Dolmen, San­ tiago, 1997, pág. 24-25. 11. P. Watzlawick, J. Beavin Bavelas y D. Jackson: Teoría de la comunicación huma­ na, Editorial Herder, Barcelona, 1991. 12. F. Varela: Autonomy and autopoiesis en G. Roth y H. Schwegler (eds,): Sclforganizing systems: An interdiseiplinary approach, Campus verlag, New York/ Frankfurt, 1981. 13. Jorge Gibert: El enfoque explicativo en la teoría de sistemas sociales, inédito. 14. H. Maturana: La realidad: ¿objetiva o c o n s t r u i d a Editorial Anthropos, Barce­ lona, 1997, pág. 277. 15. O deberían hacerlo. Es un hecho el que muchas teorías falsas persisten a través del tiempo, principalmente a través de grupos marginales bien organizados, fi­ nanciados y con las tribunas de los incautos. Por desgracia, la comunidad cientí­ fica en un exceso de neutralismo rara vez descalifica públicamente a tales teorías, omitiendo la ética científica en consecuencia. Por otra parte, muchas teorías fal­ sas se transforman en ideologías y pocas ideologías contienen prototeorías capa­ ces de desarrollarse posteriormente. 16. H. Maturana: La objetividad. Un argumento para obligar. Editorial Dolmen, San­ tiago, 1997, pág. 109. 17. Desde ese punto de vista, la teoría autopoiética de Maturana no sólo es una teoría plana, sino que también es una teoría yerma. 18. No es el objetivo de este trabajo resumir, en ningún sentido y bajo ningún respec­ to, la obra sociológica de Luhmann, cuestión por la cual nos centraremos en aque­ llas tesis útiles para nuestro propósito. Para una introducción al pensamiento de Luhmann véase el libro de Marcelo Arnold y Darío Rodríguez; Sociedad y teoría de sistemas, Editorial universitaria, Santiago, 1991 y 1. Izuzquiza: La sociedad sin hombres: Niklas Luhmann o la teoría como escándalo, Barcelona, Anthropos, 1990. Para una exposición didáctica de la teoría de sistemas véase Francisco Osorio y Marcelo Arnold: Introducción a la teoría general de sistemas. Cinta de Moebio, Revista electrónica de epistemología de las ciencias sociales.

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19. Niklas Luhmann: Sistemas sociales, Editorial Iberoamericana, México, 199L pág. 79 y siguientes. 20, A. Schütz y Th. Luckmann; Las estructuras del mundo de la vida, Amorrortu, Buenos Aires, 1973, ver pág. 109 y siguientes. 2L

No tomaremos en cuenta la distinción entre tema y aportación. Al respecto vease el capítulo "Comunicación y acción" en Niklas Luhmann, op, cit.

22. B . Mandelbrot: New methods in statistical economías, Journal oí political economy, 7 1 (1963), 421; citado en J, Ibáñez (Editor): Nuevos avances en la investigación social, vol. I, Proyecto A, Barcelona, 1998, pág. 125 y siguientes. Allí, G. Stent sugiere que la objeción a un planteamiento nomológico en las ciencias sociales es debido al tratamiento epistemológico inadecuado de la singularidad. De hecho, todos los sucesos del mundo real poseen elementos únicos, sin denominador co­ mún, lo que los define como elementos al azar y donde el observador sólo puede percibirlos como ruido: es decir, como elementos que no aportan a la compren­ sión de la estructura de un fenómeno. En el caso de los análisis de "conjunto", como en el caso de la economía y la sociología, habría que afirmar que todos los conjuntos de sucesos reales contienen algo de ruido y, en muchísimas ocasiones, son [prácticamente 100 por ciento ruido!, Pero la reflexión indeterminista no nos sugiere desechar estos fenómenos, sino que, por el contrario, nos llama la atención sobre el carácter estadístico del ruido y la hipótesis que tal análisis nos per­ mite visualizar la actividad estructural espontánea del sistema mediante la infe­ rencia estadística de los valores medios que convergen hacia un límite. Esto no impide afirmar, también, que en los casos en que no hay convergencia, el análisis científico será necesariamente ambiguo y más bien especulativo. 23. Citado en R. K. Merton, Teoría y estructura sociales, FCE, México, 1964, pág. 4 19. 24. Un enfoque poco explorado por las ciencias sociales en este campo es el de los enfoques numéricos de reconstrucción filogcnética en general, como la técnica de construcción de árbol de Wagner y otros. Al respecto, véase J. Crisci y María Fernanda López: Introducción a la teoría y práctica de la taxonomía numérica, OEA, 1983. 25. P. Watzlawick, J. Beavin Bavelas y D. Jackson; op. cit. 26. G. Bateson: Pasos hacia una ecología de la mente, Editorial Planeta, B, Aires, 1991, pág. 436. 27. P. Watzlawick, J. Beavin Bavelas y D, Jackson; op. cit, pág. 32. Habría que estudiar si acaso existe compatibilidad entre esta tesis y el concepto de re-entry de Spencer “ Brown en Laws of form, Dutton, New York, 1979.

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Alcances para una Conceptualización Constructivista del Concepto de Acción Social Rodrigo Flores

Contextualizaciones Desde muy antiguo se ha desarrollado el interés del hombre por dar cuenta, en­ tender y explicar los fenómenos inherentes al mundo que se desenvuelve al interior de lo social. Por ejemplo, desde los tiempos de Aristóteles las dimensiones socio-políticas fueron consideradas como uno de los elementos más importantes en la sociedad ateniense, asociándose prontamente a las nociones de gobierno, autoridad o poder. Parte importan­ te de estas conceptualizaciones se asientan en afirmaciones acerca de la naturaleza relacional del ser humano y terminan identificándose» posteriormente, con la misma so­ ciedad ( I). Este interés por el conocimiento y explicación de ios fenómenos humanos -y posteriormente por las formas instauradas y mayormente validadas de conocimiento oc­ cidental como es la ciencia y en especial las ciencias sociales- ha llevado a la proposi­ ción de múltiples definiciones y conceptualizaciones acerca de los acontecimientos que cotidianamente vivimos. La misma diferenciación interna y especialización temática de las disciplinas que se dedican al estudio de lo sociocultural, unido al aumento considera­ ble de complejidad en su objeto de estudio, con el transcurrir del tiempo ha llevado a la revisión y reformulación de muchas de las definiciones y conceptos que se daban por conocidos y aceptados. Ante ello, no es difícil identificar diferentes formulaciones explicativas que pue­ den ser enmarcadas de acuerdo al desarrollo de diferentes epistemologías. En este senti­ do, el término paradigma propuesto por Thomas Kühn hace ya más de tres décadas (2), al ser definido como "la completa constelación de creencias, valores, técnicas y así suce­ sivamente, compartidos por los miembros de una comunidad científica y denota un de­ terminado caudal de enigmas y soluciones" (Kühn 1971:269), sirve de base para explicar por qué el conocimiento sociocultural -incluyendo sus teorías y muchas de sus metodologías- han sido creadas, abandonadas y vueltas a recrear para abordar y explicar la vida en sociedad (3). Las dimensiones anteriores sin lugar a dudas han contribuido a acrecentar la difi­ cultad que poseemos muchos de los cientistas sociales, cuando deseamos hacer referen­ cia a conceptos que tradicionalmcnte utilizamos, pero que al parecer no poseen una uni­ dad interna, semejanza de posiciones, ni criterios que aseguren que lodos entendemos lo mismo por medio de las mismas palabras. El concepto de acción social no parece escapar a esta norma. Concebida desde una innegable orientación antropológica, dependiente siempre de un(os) sujcto(s), orientada por determinados intereses y considerada como causa determinante de ciertos resultados, cl estudio de la acción ha dominado desde antiguo cl desarrollo de tas ciencias sociales desde un punto ya sea restrictivo, normativo o teleológico.

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Tradicionalmente, en nuestras disciplinas la acción hace referencia a un nivel de análisis sociocultural de complejidad reducida - o lo que se ha dado en denominar más bien nivel micro social- donde los actores humanos individuales hacen su aparición y son fácilmente identificables, por ejemplo en la caracterización de personas concretas con nombre y apellido. Es así como este tipo nominacional suele hacer referencia una especie de actor consciente y creativo que preocupa a muchos teóricos de la acción, pero también puede hacer referencia a un “actuante" menos consciente que interesa a los conductistas, a los teóricos del intercambio y a los teóricos de la elección racional. Del m ism o m odo se añade una c o m p le jid ad a d ic io n al, este tipo de conceptualizaciones no parecen poseer un elevado nivel de validez o generalización al interior de nuestras ciencias, yaque la acción también puede hacer referencia a la emer­ gencia, presencia y actuación -deliberada o n o- de determinadas colectividades y aso­ ciaciones de personas. Por ejem plo Alain Touraine (1977), desde sus propias conceptualizaciones teóricas, analiza a las clases sociales como actores. Este tipo de intelecciones en vez de solucionar un problema, en el caso de Touraine nominativo, parece más bien crear confusión, al hacer uso libre de conceptualizaciones reservadas a ámbitos micro sociales. Por ejemplo, si aceptamos que ciertas colectividades -clases sociales, grupos organizados, etc - pueden ser leídos como actores actuantes, entonces ya no nos es posible equiparar la capacidad tradicional de acción de "la acción” -y sus correspondientes actores involucrados™ a los fenómenos del nivel microsocial y de (co)prescncia. Muy por el contrario, estamos hablando aquí de organizaciones, grupos organizados, sindicatos o clases sociales -u n nivel sin lugar a dudas, más complejo de relaciones-que entran enjuego ''organizadamente" con otras organizaciones de la socie­ dad, y por lo tanto no ya en lo que tradicionalmente entendemos por acciones (4). Como puede apreciarse el panorama no parece ser alentador para alguien que desee de una ciencia, por lo menos, una unidad de criterios en torno a sus terminologías y conceptualizaciones más significativas. La amplitud y libertad del lenguaje nos ha desbordado y lo hemos creado y recreado una y otra vez, para designar viejas o nuevas situaciones, desde nuestras particulares perspectivas teórico-investigativas, aplicaciones e intervenciones. A continuación realizaremos una revisión sucinta de una serie de auto­ res que han desarrollado más o menos explícitamente intelecciones en torno al fenómeno que aquí nos preocupa. Debemos aclarar, sin embargo, que es algo que se encuentra totalmente alejado de nuestros interés el zanjar definitivamente, en estas páginas, un tipo de discusión como la propuesta, pero creemos que es tiempo de comenzar a visualizar con una nueva y refrescante mirada qué se ha entendido tradicionalmenle por el concep­ to acción social, y del mismo modo hacia dónde consideramos nosotros debe ser conceptualizado como criterio de construcción científica de lo social. La invitación está hecha ¡construyámosla!

Primeras conceptualizaciones acerca de la Acción Social Las primeras conceptualizaciones realizadas por nuestras ciencias acerca de lo que entendemos aquí como acción social, las encontramos en la obra sociológica de Emile Durkheim (1858-1917), quien de manera implícita pero lamentablemente sin de­ tallar, la utilizó asociada a otras conceptualizaciones, Como muy bien sabemos, Durkheim en su intento por establecer una ciencia de carácter objetiva, propuso tratar a los fenóme­ nos sociales como 'cosas1', de modo que el investigador tuviese una distancia adecuada de los acontecimientos que indudablemente le involucraban. Para este autor, los cambios producidos en el nivel de los fenómenos sociales más complejos, como la sociedad misma por ejemplo, pueden producir -y de hecho produ­ c en - cambios en el nivel de la acción y la interacción individual. De este modo, puede

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observarse cómo se produce una relación de influencia unidireccional entre las grandes estructuras o sistemas sociales y los fenómenos que los involucran, en dirección hacia los niveles de menor complejidad social - o niveles m icro- como puede ser denominada a la acción e interacción. En Durkheim es posible encontrar una dicotomía en la naturaleza de la acción y la interacción, pues ambas resultan ser bastante diferentes según el tipo de sociedad que nos encontremos observando, las ya clásicas distinguidas por él, sociedades con solida­ ridad mecánica y las que presentan solidaridad orgánica. En una sociedad con solidari­ dad mecánica, por ejemplo, un individuo suele enfurecerse sobremanera ante la viola­ ción de la conciencia colectiva del grupo, y actuar de forma inmediata y agresiva en contra del violador. Muy por el contrario, un individuo en una sociedad que posee un tipo de solidaridad orgánica suele adoptar una actitud más bien moderada, recurriendo a las instituciones que la misma sociedad ha establecido para estos fines, como pueden ser los tribunales de justicia por ejemplo. Como podemos observar, este autor presenta así un determinado tipo de acción de acuerdo a la sociedad que nos encontremos observando. En otro de sus fam osos escritos denom inado "El S uicidio’', el supuesto durkheimniano subyacente en el análisis de las tasas de suicidio es que la naturaleza de la acción y la interacción individual varía como resultado de las variaciones en las corrien­ tes sociales. Durkheim vinculó los cuatro tipos de suicidio a saber: egoísta, altruista, anómico y fatalista, con cl grado de integración y regulación que presentaba la sociedad donde aparecían. De este modo, se puede observar cómo la integración hace referencia al grado en que se comparten los sentimientos colectivos; en el suicidio altruista se relacio­ na con un alto grado de integración, mientras el egoísta se asocia a un grado bajo de este fenómeno. La regulación aquí se refiere al grado de constricción externo sobre las perso­ nas. El suicidio fatalista está conectado con niveles altos de regulación, y cl anómico con bajos. Una de las críticas que habitualmente se le pueden adjudicar a Durkheim en esta obra, es que empleó las tasas de suicidio como medidas acumulativas de los cambios en el nivel individual de las personas, pero no se analiza adecuadamente la naturaleza mis­ ma de esos cambios. Una respuesta a lo anterior puede señalarse indicando que este autor apenas analizó la acción y la interacción individual, dando una orientación preferente por los fenómenos macro de la sociedad y cómo éstos influían en los niveles personales de los individuos. Un autor que sí tomó en cuenta el concepto de acción social de manera explícita fue Max Weber (1864-1920). Como puede desprenderse de los estudios weberianos, podemos señalar con propiedad que todo el estudio de lo social se remite y puede ser abordado por medio del concepto de acción. Weber utiliza en su metodología el tipo ideal para aclarar el significado de la acción, identificando cuatro tipos básicos de racionalidad -que sin emhargo, a nuestro entender, se refieren categóricamente a diferentes tipos de acción- en un conunuum que va desde las sociedades más simples hacia las más complejas sin dejar de considerar la coexistencia de ellas. El interés de este autor iba mucho más allá de las orientaciones fragmentarias de la acción; su principal preocupación la constituyeron las pautas y las regularidades de la acción dentro de las civilizaciones, instituciones, estratos, ciases y grupos. El primer tipo de racionalidad es con arreglo a fines o acción que se encuentra "determinada por expectativas en cl comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, que utilizan estas expectativas como ‘condiciones’ o como 'm e­ dios' para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos'' (Weber 1968:24). El segundo tipo es la racionalidad con arreglo a valores, o acción que "está determinada por las creencias conscientes en el valor -ético, estético, religioso o de cualquier otra forma como se lo interprete- propio y absoluto de una determinada con­

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duela, sin relación alguna con el resultado” (Weber 1968:24-25). La acción afectiva está determinada por el estado emocional del actor. Y la acción tradicional está determinada por los modos de comportamiento habituales del actor y sus costumbres (5). Este autor diferenciaba claramente dos conceptos como son la acción y la con­ ducta puramente reactiva. Es Weber quien por primera vez introduce en ciencias sociales el concepto de conducta para hacer referencia al comportamiento automático que impli­ can procesos no pensados en los actores sociales; de modo que un estímulo se presenta y correlativamente la conducta se origina- con escasísima intervención entre estímulo y respuesta. La conducta, en este sentido, parece más bien asociarse a condiciones de tipo automáticas e instintivas, como las que presentan animales gregarios, las cuales resultan ser producto de su propia herencia genética que les impele a comportarse de forma deter­ minada. Este tipo de comportamiento, como es presumible, careció de interés para la sociología de Weber, pues se encontraba más preocupado de la acción, la cual supone claramente la intervención de procesos reflexivos -y en la acción resultante significati­ v a- entre el origen de cierto estímulo y la conclusión de la respuesta expresada. A pesar que este autor presentó un gran interés por los procesos mentales, sin embargo les dedicó poca atención. Muy por el contrario, concordó con Durkheim en señalar a la psicología como base sociológica de la acción. En su teoría de la acción, el propósito weberiano se dirige a los individuos y a las pautas y regularidades de su ac­ ción, no en la colectividad o los fenómenos macro. De este modo "La acción, como orientación subjetivamente comprensible de la propia conducta, sólo existe para noso­ tros como conducta de una o varias personas individuales" (1968:13). De este modo se encontraba preparado para admitir que, para algunos propósitos, tenemos que tratar las colectividades como individuos, "pero para la interpretación comprensible de la sociolo­ gía, sin embargo, estas formaciones no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo éstas pueden ser sujetos de una acción orientada por un sentido" (1968:13). Como hemos podido apreciar en las citas anteriores de la obra de este destacado autor, a la sociología de la acción le compete -en último término- el estudio de los individuos y no el de las colectividades. Una de las principales críticas que pueden hacérsele a Weber en este sentido, es precisamente llevar a la acción a términos indivi­ duales, subjetivos y al mismo tiempo considerarla el elemento irreductible de todo aná­ lisis social (6), Muy por el contrario, nosotros nos encontramos en posición de discrepar con estas formulaciones al considerar que, por el hecho mismo de ser social, la acción no puede remitir a la individualidad, pues lo lleva a términos estrictamente personales e incluso por qué no decirlo psíquicos. Recordemos que etimológicamente individuo sig­ nifica la propia persona u otra con abstracción de los demás, que niega categóricamente y excluye la posibilidad de dar cuenta de "lo social", precisamente al hacer abstracción de "los demás" (7).

La Fenomenología y la Hermenéutica Una consideración fenomenológica (8) de la acción social lo encontramos en los importantes aportes e influencias desarrolladas por Alfred Schütz ( 1899-1959), Para Schütz las ciencias sociales deben tratar de explicar lo que realmente sucede en el mundo social de nuestra vida cotidiana, describiendo las experiencias de sentido común. El científico, entonces, debe volver la mirada hacia el hombre olvidado, el actor en el mundo social, de modo que la pregunta habitual del investigador ”¿qué significa este mundo social?" sea reemplazada por la pregunta "¿qué significa este mundo social para el actor, que está en él y es observado?" El foco de atención pasa a ser el sentido común en que se expresa la percepción del individuo acerca del mundo social en que se desenvuelve. Las ciencias humanas trabajan como hechos que tienen un sentido y están insertos en un sistema de 144

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relevancia dado por los propios actores, y que es anterior al investigador, lo que marca una profunda diferencia con los hechos que tratan las ciencias naturales, que no son preinterpretados desde ellos mismos, La investigación científica en este campo debe recoger esa pre-interpretaeión del mundo que es dada mediante construcciones de sentido común por las personas que participan en ese mundo. Debe estudiarse la realidad directamente, tal como es experi­ mentada por los actores, investigando las construcciones de sentido común -conceptos y juicios de los mismos actores, que expresan sistemas de significación y jerarquías de relevancia con los cuales describen e interpretan las situaciones que viven- que aquellos elaboran y manejan, Debe advertirse que la conducta de esos actores no podría ser inter­ pretada sin considerar esos elementos que intervienen decisivamente en la orientación de esa conducta. Las categorías y modelos de Jas ciencias humanas vienen a ser cons­ trucciones de segundo grado, que se edifican sobre la experiencia de sentido común, subrayando lo esencial y común a diversas situaciones. La teoría debe reflejar la estruc­ tura y contenido de la realidad vivida. A nivel micro social Schütz logró identificar cuatro reinos diferentes en los cuales se encuentra inserta la vida en sociedad, cada uno de los cuales debe considerarse como una abstracción social, siendo distinguibles por su grado de inmediatez -es decir el gra­ do en que las situaciones se encuentran al alcance del actor- y determínabilidad -grado en que el actor puede controlar esas situaciones. Los reinos son el Umwelt -la realidad social directamente experimentada- , el M itw elt-la realidad social indirectamente expe­ rimentada- , el Folgewelt- el reino de los sucesores- , y el Vorwelt -el reino de los predecesores (9). El mundo social que este autor privilegia es el Umwelt, pues implica lo que Schütz denomina "asociados" o personas implicadas en relaciones cara a cara. Esta idea es "apli­ cable por igual a una charla íntima entre amigos y a la copresencia de extraños en un vagón de ferrocarril" (Schütz 1973:16), en este sentido el Umwelt posee un carácter e intensidad únicos: "...Cada copartícipe interviene en la vida en curso del otro, puede captar en un presente vivido los pensamientos del otro tal como este los construye, paso a paso. Así, cada uno de ellos comparte anticipaciones del futuro del otro -planes, espe­ ranzas o ansiedades. En resumen, cada uno de los asociados se halla implicado en la biografía del otro; envejecen juntos: viven, por decir así, en una pura relación- nosotros" (Schütz 1973:16-17). Las relaciones-nosotros se definen por un grado relativamente alto de intimidad, la cual se encuentra influenciada por el conocimiento de los actores de las biografías personales de cada uno. Del mismo modo constituye una relación cara a cara, en la que los copartícipes son mutuamente conscientes de ellos mismos y participan solidariamente en las vidas de cada uno durante algún tiempo, por corto que este sea (Schütz 1972). La relación-nosotros implica la conciencia de los participantes y a la vez los modelos de acción e interacción que caracterizan la interacción cara a cara. Según la obra de Schütz, la inmediatez de la interacción tiene dos implicancias para las relaciones sociales. Primero, en una relación-nosotros, a diferencia de lo que ocurre en una relaeión-ellos, existen muchos indicadores de la experiencia subjetiva de otros. La inmediatez permite a cada actor penetrar en la conciencia del otro. Segundo, cuando entablamos cualquier relación social, un individuo tiene un conocimiento típico del otro. Sin embargo, en un proceso continuado de interacción cara a cara, las tipificaciones del otro son comprobadas, revisadas, reformuladas y modificadas; es de­ cir, la interacción con otros modifica necesariamente las tipologías. Schütz, en este sen­ tido, era consciente de que existía una considerable interrclación entre los actores en el curso de las relaciones-nosotros. Las personas ponen a prueba diferentes líneas de ac­ ción con otras, abandonan rápidamente las que provocan reacciones hostiles y utilizan las que son aceptadas. Del mismo modo, también pueden encontrarse en situaciones en las que sus recetas no funcionen y verse en la necesidad de crear líneas de acción apro­

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piadas y efectivas. En el ámbito de las relaciones-nosotros la mayoría de las acciones se realizan cotidianamente de acuerdo con recetas. Las personas generalmente no reflexionan sobre lo que hacen o sobre lo que hacen otros. Sin embargo, cuando se topan con problemas, pensamientos y acciones inadecuados, se ven en la obligación de abandonar sus recetas y reflexionar sobre lo que sucede para crear una respuesta apropiada. En el Umwelt los actores son libres y por ello es difícil de analizar desde un punto de vísta científico, pues las personas y sus acciones no suelen estar tipificadas. Sin embargo las personas utilizan tipificaciones de otras personas y de sus pautas de acción. El resultado es que el científi­ co social puede, sin estar excento de dificultad, construir modelos racionales de ese mundo que suele ser irracional, los cuales pueden usarse para comprender mejor la vida en el Umwelt y el modo en que las personas se conducen realmente. En el Umwelt se crean las tipificaciones utilizadas en la vida cotidiana, siendo la fuente principal de los constructos de primer orden. El Mitwelt es el aspecto del mundo social donde las personas tratan solamente con "personas tipo" o con grandes estructuras sociales, en lugar de actores reaJes. Las personas se ajustan a estos tipos o estructuras, pero no son experimentados directamente. Mientras en el Umwelt las personas coexisten en las mismas coordenadas de tiempo y espacio, en el Mitwelt las distancias espaciales hacen imposible la interacción cara a cara. Si la situación espacial cambia y las personas se acercan unos a otros, entonces se hace posible la interacción cara a cara, pero si eso no ocurre entonces hemos regresado al Umwelt. Las personas que una vez estuvieron en mi Umwelt, pueden alejarse de mí y, en última instancia, debido a la distancia espacial, convertirse en parte del Mitwelt, por lo cual existe una transición gradual del Umwelt al Mitwelt a medida que las personas se alejan unas de otras espacio-temporalmente. Las relaciones-ellos, que se encuentran en el Mitw'elt, se caracterizan por la interacción con contemporáneos impersonales, el tipo que vende boletos del metro por ejemplo, en lugar de asociados, un amigo personal o un pariente, por lo cual los pensa­ mientos y las acciones de las personas se rigen por tipificaciones anónimas. En un relaeión-ellos pura, los esquemas de conocimiento típicos usados para definir otros actores no pueden modificarse. Como no actuamos con personas reales sino con contemporá­ neos impersonales, la información que difiere de nuestras tipificaciones no nos es dada, las nuevas experiencias no son constitutivas de la relación-ellos. Las tipificaciones cul­ turales determinan la acción, y no pueden ser modificadas por los pensamientos y las acciones de los actores en una relación-ellos (10). Al interior del paradigma hermenéutico ( 11), la obra de Anthony Giddens resulta ser ampliamente conocida, al intentar integrar la acción social, percibida en un nivel soeiocullural micro, y la estructura o los sistemas ubicadas en un nivel de análisis macro. Este autor presentó su teoría en la década de los años setenta, pero su forma más desarro­ llada la expone en su libro la constitución de la sociedad (1984) subtitulada, bosquejo de una teoría de la acción. Aquí. Giddens señala que toda investigación que se desarrolle en ciencias sociales o en historia, se ha preocupado por la relación entre la acción y la estructura, y que en ningún caso la estructura ''determina'1la acción o viceversa, Para tal efecto, toma en consideración una amplia gama de teorías que parten bien del actorindividuo o de la sociedad-estructura y rechaza en forma tajante ambas posiciones extre­ mas. Antes bien indica que el análisis social debe partir de las prácticas sociales recu­ rrentes; de esta forma afirma que "De acuerdo con la teoría de la estructuración, el domi­ nio básico del estudio de las ciencias sociales no es ni la experiencia del actor individual, ni la existencia de cualquier forma de totalidad social sino Jas prácticas sociales ordena­ das a través del tiempo y en el espacio” (1984:2). En el centro de su teoría, Giddens dirige su mirada hacia las prácticas sociales, de modo que su objetivo es establecer una teoría de la relación entre acción y estructura.

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donde ambas no pueden concebirse por separado, pues son las dos caras de una misma medalla. Toda acción social implica estructura, y toda estructura implica acción social, ambas se encuentran intrincadas en toda actividad o práctica humana. El punto de parti­ da del análisis social debe basarse en la observación de las prácticas humanas recurren­ tes, es decir las actividades que no son creadas por los actores sociales, sino continua­ mente recreadas por ellos a través de los diversos medios por los que se expresan a sí mismos como actores. De este modo, no es la conciencia la que mediante la construcción social de la realidad produce las actividades, ni es la estructura social la que las recrea; antes bien, en su expresión como actores, las personas se implican en la práctica, y me­ diante ella se producen la conciencia y la estructura (12). Los actores sociales en esta teoría, poseen capacidad de racionalización, lo cual implica el desarrollo de rutinas que les capacitan para manejarse eficazmente en la vida social. Los actores también tienen motivaciones para actuar, y estas motivaciones impli­ can deseos que impulsan la acción. Así, mientras la racionalización y la reflexividad están constantemente implicadas en la acción, es más apropiado considerar que las mo­ tivaciones son potenciales para ella. Las motivaciones proporcionan planes generales para la acción, pero la mayor pane de la acción no está directamente motivada. Aunque esta acción no está motivada y nuestras motivaciones suelen ser inconscientes, las moti­ vaciones desempeñan un importante papel en la conducta humana (13). Del mismo modo, Giddens hace una distinción importante entre conciencia prác­ tica y discursiva. La conciencia discursiva es la capacidad de expresar con palabras la cosas. La conciencia práctica implica sólo lo que hacen los actores y no entraña su capa­ cidad de expresar lo que hacen con palabras. Este último tipo de conciencia es la más importante en la teoría de este autor, en cuanto muestra un interés primordial por lo que se hace más que por lo que se dice. De este modo la teoría se desliza hacia lo que los agentes de la acción hacen realmente ‘ La capacidad de acción sugiere la existencia de eventos perpetrados por un individuo. Lo que ocurrió no hubiera ocurrido sin la inter­ vención de ese individuo” (Giddens 1984:9). Como podemos apreciar se concede una enorme importancia a la capacidad de acción. El tiempo y el espacio constituyen variables cruciales en la teoría de Giddens. Ambas dependen de si las otras personas están presentes temporal o cspacialmente. La condición primordial es la interacción cara a cara, en la que los otros están presentes en el mismo tiempo y espacio. Sin embargo, unos sistemas sociales se extienden en el tiem­ po y el espacio, mientras que otros dejan de estar presentes, Este distanciamiento en términos espacio-temporales es cada vez más posible en el mundo moderno debido a sus nuevas formas de (tele)comunicación y transporte. En su acento sobre la acción, Giddens atribuye un gran poder al agente, pues tienen la capacidad de introducir cambios en el mundo social. Es más los agentes no tienen sentido alguno si carecen de esas capacidad; es decir un actor deja de ser un agente si pierde la capacidad de introducir cambios. Por supuesto, este autor reconoce la existencia de constreñimientos sobre los actores, pero ello no significa que no tengan elección ni puedan transformar situaciones. Para Giddens la acción posee el poder o capacidad para transformar situaciones, atribuyéndoles un gran poder al actor, y opo­ niéndose a la vez a teorías que se desvían de esta orientación y asignan más importancia a las intenciones, como puede ser el caso de la fenomenología, o a las estructuras exter­ nas, como es el caso del estructural funcionalismo.

Hacia un paradigma sistémico del concepto Acción Social Uno de los más importantes teóricos sociales estadounidenses de nuestro siglo es Talcott Parsons (1902-1979). Este autor se vio profundamente influenciado por las tradi­ ciones teóricas de Alfred Marshall, Vilfredo Pareto, Emile Durkheim y Max Weber, por 147

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lo cual no es de extrañar que la primera obra de importancia de Parsons, La estructura de la acción social, se centra fundamentalmente -com o versa su título- en la teoría de la acción bajo la influencia de estos importantes autores europeos. La teoría de la acción, como vimos anteriormente, tiene su origen en la obra de Max Webcr, quien se basó en ciertos supuestos sobre los actores y la acción, centrando su interés en el análisis de las constricciones estructurales y culturales que se producen sobre los actores. En lugar de ocuparse de ese aspecto, la teoría de la acción parsoniana se sitúa en el nivel del pensa­ miento y la acción individuales. Lo vemos en el resumen que Roscoe Hinkle hizo de los principios de la teoría de la acción; L 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Las actividades sociales de los hombres se derivan de su conciencia de sí mismos feomo sujetos), de otros, y de las situaciones externas (como objetos). Como sujetos, los hombres actúan para alcanzar sus intenciones, propósitos, am­ biciones, fines, objetivos y metas (subjetivos). Utilizan los medios, técnicas, procedimientos, métodos e instrumentos adecuados, Sus cursos de acción están limitados por condiciones o circunstancias inalterables. Cuando ejercen su voluntad o juicio, eligen, sopesan y evalúan lo que harán, lo que hacen y lo que han hecho. Recurren a patrones, reglas o principios morales para tomar decisiones. Todo estudio de las relaciones sociales requiere que el investigador use técnicas subjetivas tales como la verstehen (Weber), la reconstrucción empáüca o imagi­ nativa, o la experiencia vicaria (Hinkle 1963:706-707).

Parsons sintió la necesidad apremiante de distinguir la teoría de la acción tal como él la entendía, del eonduetismo, cosa que no hizo necesariamente George Mead. De hecho, para ser mucho más claros, escogió el término acción porque tenía una connota­ ción absolutamente diferente a la de conducta. Conducta implica más bien una respuesta mecánica a los estímulos, mientras acción entraña un proceso mental activo y creativo, tal como lo había señalado Weber (14). Tres conceptos yacen en el núcleo de la teoría de la acción de Parsons: el acto unidad, el voluntarismo y la verstehen, El fenómeno más básico de la teoría de la acción es el acto unidad, que se define por sus cuatro componen­ tes. 1. Implica la existencia de un actor. 2. El acto unidad supone un fin. o un estado futuro hacia el que se orienta la acción. 3. La acción tiene lugar en una situación que entraña dos elementos: las cosas que el 4. actor no puede controlar (condiciones) y las que puede controlar (medios). Las normas y los valores sirven para determinar la elección del actor, de los me­ dios para alcanzar fines (Parsons, 1937) (15). Estrechamente vinculado al concepto de acto unidad se encuentra la noción de voluntarismo, que hace referencia a las elecciones que hacen los actores en las situacio­ nes soeiales en las que se encuentran. Esto no significa que los actores sean completa­ mente libres al hacer su elección, antes bien implica una mente, conciencia, e individuos que se encuentran constantemente tomando decisiones. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, la obra teórica de Parsons abandonará los tres conceptos centrales de su primera obra: el acto unidad, el voluntarismo y la verstehen (16). Para quien haya leído a este autor, el acto unidad yace en el núcleo mis­ mo de La estructura de la acción social, pero sin embargo desaparece con el transcurrir del tiempo y a medida que desarrolla su teoría. En El Sistema Social (1988), por ejem­ plo, el acto unidad aparece mencionado tan sólo tres veces, como constituyendo aún la unidad básica de su teoría, pero para los fines del análisis de niveles inferiores de los sistemas sociales, resulta adecuado hacer uso de una unidad de orden más alto que el

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acto, a saber, el status-rol, el cual pasa a convertirse en la unidad más significativa del sistema social. Sin embargo, es bastante claro que el acto unidad y el estatus-rol son dos fenóme­ nos conceptualmente diferentes que hacen alusión a distintas dimensiones. El acto uni­ dad hace referencia explícita de los actores y a la acción, mientras el status-rol se refiere a las posiciones (de un actor) dentro de una estructura de interacción. De igual modo se puede observar cómo Parsons abandona también el voluntarismo, la elección individual de los actores sociales, y también el concepto de verstehen para centrarse más bien en las normas, los valores, las disposiciones de necesidad y las orientaciones de los actores hacia las situaciones (17), En esta nueva conceptualización, los actores sociales usan el marco de las orientaciones motivacionales para analizar los fenómenos sociales que les interesan, De gran importancia resulta ser, como puede apreciarse, el grado en que los fenómenos representan satisfacción real o potencial y sus disposiciones de necesidad. Este proceso implica tres dimensiones: 1.

2. 3.

Los actores analizan una situación determinada de manera cognoscitiva. Es decir, localizan los fenómenos sociales, los diferencian de otros, los relacionan con cla­ ses generales de objetos, determinaba sus características, y determinan las fun­ ciones reales o potenciales del fenómeno, Los actores deben sopesar el significado catético del fenómeno social. Y por último, deben decidir la cantidad de afecto o emoción a invertir en un fenómeno, la cual gratifica o priva a los actores en términos de sus disposiciones de necesidad.

En términos sucintos, los actores realizan un proceso evaluativo por medio del cual determinan cómo distribuir sus energías para obtener la gratificación máxima y la privación mínima. Este proceso de la orientación motivacional concierne a la conciencia en gran medida, sin embargo no es un proceso consciente, pues las normas y valores 3o modelan en mayor medida. Del mismo modo, debemos señalar que Parsons utilizó los tres modelos de orien­ tación motivacional y de valor, a saber: cognoscitivos -que ayudan al actor a decidir si la información, observaciones y situaciones son importantes; evaluativos -que permiten valorar el grado de adecuación y coherencia de la cantidad de energía catética que debe ser invertida en los distintos fenómenos sociales; morales -que permiten a los actores sopesar las consecuencias de sus acciones para la integridad de una interrclación entre la personalidad y los sistemas sociales -para desarrollar cuatro tipos básicos acción. 1. 2. 3. 4.

Acción intelectual. La acción intelectual implica tomar en consideración los inte­ reses motivacionales cognoscitivos y modelos cognoscitivos de valor; Acción expresiva, la cual combina intereses catéüeos y modelos evaluativos; Acción moral. La acción moral loma en consideración los intereses evaluativos y modelos morales; Acción instrumental, la cual se refiere a las metas futuras influenciadas por los intereses catéücos, modelos y medios de evaluación para alcanzar las metas de­ terminadas por modelos cognoscitivos.

En la teoría de la acción sueial a nivel más fundamental, Parsons tomó en cuenta lo que pasó a denominar pautas variables, las cuales son un conjunto conceptual de cinco elecciones dicotómicas de acción que los actores pueden hacer en una situación dada, por lo cual constituyen herramientas para analizar procesos conscientes. Las pautas va­ riables son elecciones universales que hace un actor antes de que la situación tenga un significado determinado, por lo cual abordan el problema de la orientación que posee un

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actor hacia una situación específica (Parsons 1988). Dentro de las pautas variables en­ contramos: 1.

2. 3. 4. 5.

Afectividad / neutralidad afectiva. Aquí podemos observar los problemas actítudinales de qué es lo que sentimos hacia un fenómenos social, y la cantidad de emoción o afecto que vamos a invertir en él. Especificidad / difusidad, hace referencia al problema actitudinal de orientarnos hacia una parte o hacía el todo del fenómenos social. Universalismo / particularismo, o el problema de cómo categorizar los fenóme­ nos sociales, sea en modelos generales universales o más emocionales y específieos. Adquisición / adscripción, donde se definen los fenómenos sociales de acuerdo con lo que está adscrito en ellos o definirlos de acuerdo a lo que es adquirido. Sí mismo / colectividad, el cual hace referencia a la disyuntiva entre persecución de los intereses propios o los compartidos con otros miembros de la colectividad.

Del mismo modo, el sistema general de la acción de Parsons se encuentra com­ puesto por cuatro dimensiones interdependientes que actúan conjuntamente: la dimen­ sión biológica, la dimensión psicológica, la dimensión social, y la dimensión cultural. Bajo el influjo de estas cuatro dimensiones se produce el eoncatenamiento de las actos unitarios descritos con anterioridad, los cuales son los que constituyen el sistema de acción. 1. 2. 3. 4.

Dimensión biológica incluye los procesos bioquímicos, base de la vida humana. La dimensión psicológica considera los temas motivacionales, tales como la per­ sonalidad, etc. La dimensión social se encuentra compuesta por las reglas, convenciones, nor­ mas y nociones de integración y equilibrio. La dimensión cultural contiene los elementos que dan sentido a la acción.

Estos cuatro elementos pueden, del mismo modo, equipararse al ya famoso es­ quema AGIL para el subsistema social. Sistema de Personalidad

Sistemas Biológicos

ADAPTATIQN

GOAL ATTAINMENT Sistema Social

Sistema Cultural

LATENCY

ii

INTEGRATION

Como sabemos, todo el sistema social será analizable a partir del esquema AGIL, por lo cual puede ser entendido como una lógica teórica más bien autoelausurada. El AGIL es un constructo que implica un determinado método de constitución del objeto y no del objeto en sí, lo cual quiere decir que la sociedad (y el sistema acción) no es AGIL, sino más bien la teoría que da cuenta de la realidad. Sin embargo, posteriormente la teoría se convierte en un prerrequisito funcional insalvable para la constitución de lo social, sin lo cual el sistema no puede mantenerse y su viabilidad peligra a todas luces. Desde nuestra perspectiva, la matriz explicativa se reifica al interior de la sociedad, y ahora no podemos saber si es un constructo teórico necesariamente construido que debe

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ser mantenido o es más bien una distinción de lo social (18). Uno de los más destacados cientistas sociales contemporáneos europeos es Niklas Luhmann (n.1927), quien construye una teoría general de la sociedad partiendo desde una concepción epistemológica constructivista acerca de los fenómenos sociales, para entroncarlos rápidamente con formulaciones sistémicas funcionalistas-estructurales. Para Luhmann ante la infinita complejidad del "mundo", sea ésta cuantitativa o cualitativa (19), los sistemas sociales tienen por funcionalidad reducir la complejidad, y pueden ser entendidos como poseedores de un orden que selecciona relaciones de entre todas las relaciones posibles. Siempre los sistemas disponen de menores posibilidades que las de sus entornos, en este sentido constituyen complejidad reducida, de modo que las interacciones, los grupos sociales, las organizaciones formales e informales y los siste­ mas pareíalcs como la economía, la política, la religión, el arte, la ciencia, etc. se distin­ guen de sus respectivos entornos en tanto constituyen diseños simplificados de seleccio­ nes que ellos mismos realizan (20). Según la conceptualización luhmanniana se está en presencia de un sistema so­ cial cuando una pluralidad socialmente constituida -sean ellos roles, grupos, organiza­ ciones, países, etc.- opera y se reproduce a través de relaciones tipificadas que se han ido seleccionando en el curso de su misma relación. Estas vinculaciones están constituidas por comunicaciones con sentido, las cuales tienen en común la función de controlar y canalizar, en algún grado, la variedad potencial disponible en toda actividad humana y social, evitando así que los nuevos encuentros o relaciones tengan que partir siempre de la total incertidumbre (21) (Rodríguez y Arnold 1991). En el caso concreto de la problemática que aquí nos aqueja, Luhmann considera que la acción social ha sido mal entendida c interpretada por las teorías tradicionales desarrolladas por las ciencias sociales, las cuales le han dado, no se sabe por qué motivo - a parte de la tradición- el estatus de ser el elemento constitutivo e indisoluble por la cual la sociedad se recrea (22). En este sentido podemos hacernos la siguiente pregunta bastante válida ¿de qué modo se constituye la unidad de la acción?. Las intenciones no pueden ser una respuesta válida pues ellas son, sin más, unidades psíquicamente definidas y claramente delimita­ das, por lo cual remite a sistemas personales y no a sistemas sociales. Del mismo modo la relación de un sujeto con un objeto tampoco satisface completamente, pues ella parece más bien una relación tradicionalmcnte epistemológica. En otra conceptualización, Weber supuso que la acción puede entenderse y explicarse utilizando las categorías de finalidad y medios, y Parsons se apoyó en él (23). Sin embargo, Luhmann no considera válido este punto de partida y señala que la acción no puede desempeñar un papel tan preponderante en las ciencias sociales y propone por el contrario a la comunicación -y no a la accióncomo objeto de análisis elemental propio de lo social (24). En este sentido, la acción no puede seguir concibiéndose haciendo referencia a los sujetos-personas, como si se tratara de un concepto solo y aislado. Por el contrario, es necesario pasar del concepto de acción como elemento puntual a la consideración de los diferentes sistemas de acción que se dan en una sociedad. Tomando esta variante en cuenta, ahora ya no resulta posible aceptar la primacía del sujeto-persona sobre la ac­ ción. Tampoco se puede aceptar el carácter de causa que, cotidianamente, se le atribuye; más bien las nuevas intelecciones permiten observar al sistema-acción como un ámbito que puede dar lugar a muchas posibilidades diferentes y que crea constantemente posi­ bles alternativas de acción, por lo cual cada uno de ellos es diferente de otro de acuerdo a las comunicaciones que establezcan. Del mismo modo podemos preguntarnos qué diferencia a la sociedad de la interacción, la cual parece confundirse en la construcción parsoniana. Sociedad e interacción pueden ser entendidos si los tomamos dentro de un contínuum en el cual se encuentra inserta Ja realidad de la comunicación social. Desde luego, esto no significa

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que la interacción en un cierto sentido quede fuera de la sociedad. La interacción realiza a la sociedad, pero de manera que en ella se producen ciertos límites entre el específico sistema de interacción y su entorno dentro de la sociedad (25). Ya que ninguna interacción puede realizar en sí misma todas las comunicaciones social mente posibles y ya que nun­ ca se puede verificar el que todos los interlocutores estén siempre y totalmente presentes, en las mismas sociedades más simples ya se produce una diferencia entre sistemas de interacción y sistemas societales. Para dejar más claro lo anterior, sin ninguna interacción no habría ninguna sociedad y sin sociedad tampoco existe la experiencia de la doble contingencia (26). Resumiendo lo dicho hasta el momento, podemos indicar que el concepto de acción presente en la tradición social no resulta ser lo suficientemente adecuado como para poder abarcar la enorme complejidad que pretende enfrentar, y por lo tanto, desde ahora en adelante no puede ser considerado un instrumento de análisis válido. La escasa complejidad del concepto ha obligado a permanecer en un nivel de explicación de los fenómenos sociales que podríamos denominar como "elementar', pues se ha recurrido constantemente a consideraciones de tipo moral y ético, centrado la observación en los motivos de la acción, en los intereses de las personas o grupos, en los fines que pretenden ser alcanzados por un "agente" y de las intenciones que manifiesten las personas, como hemos podido dar cuenta en esta sucinta revisión que diferentes teóricos le han dado al concepto aquí tratado. Sin embargo, para hacer justicia, Luhmann no se limita ya a criticar el concepto clásico de acción, sino que pretende fundar las bases para el establecimiento de un nuevo concepto que contenga un mayor nivel informativo. Para ello emplea las nociones de contingencia, selección, conexión y tiempo, los cuales le permiten elaborar una teoría de la acción que resulte ser más eficaz al abordar la enorme complejidad de la sociedad moderna. En este sentido, toda acción sirve para mantenerse estructuralmente en un mundo complejo, es decir se actúa para enfrentarse a la complejidad del mundo, para enfrentar el exceso de relaciones que el mundo ofrece al que actúa, y para poder mantenerse a sí mismo en ese mundo. La acción, en este sentido, debe ponerse siempre en conexión con la complejidad del mundo y su finalidad es la de enfrentar esa complejidad para poder mantenerse a sí misma. Como todo sistema, las interacciones se constituyen a través de una diferencia (27). Para el caso de los sistemas interaccionales su principio de diferenciación y de formación de límites con respecto a su entorno se da en las siguientes condiciones: a) presencia simultánea de a lo menos dos individuos participantes, b) su unión por la selec­ ción y manejo de un sistema cerrado de temas comunes, c) por medio de los cuales se mantiene el nivel de conectividad mutua requerido para la estabilización temporal de la relación y d) que están en permanente autoconstrucción y automodelación (Rodríguez y Arnold 1991). El problema de la contingencia ocupa un lugar central en la obra teórica de Luhmann (28). Este principio tiene una formulación explícita en la obra de Parsons para quien, en todo momento de la acción y de los sistemas sociales debe estar presente. Según este autor en toda situación interactiva se presupone que cada uno de los partici­ pantes es. al mismo tiempo, agente actuante y objeto de actuación para sí y para otros, por lo cual es altamente improbable que se produzca algún tipo de relación social, es decir se encuentran sometidos a un doble proceso contingente. Para encontrar un punto de resolución a este problema, Parsons supone la existencia de un ''sistema simbólico compartido" por quienes participan en la acción, lo que permite resolver positivamente esta situación. Luhmann se aparta del camino parsoniano al no admitir la existencia de una refe­ rencia que, como es el caso del sistema simbólico, anule la apertura inaugurada por la doble contingencia. Estar dominado por la doble contingencia supone estar siempre abierto

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y estructurado según la pura posibilidad. Todo tiene la posibilidad de ser de otro modo, aunque sea actualmente de una forma concreta. En otros términos, la complejidad se traduce socialmente en contingencia: nunca se puede estar seguro de la coincidencia con otros individuos libres en el experimentar y en la acción, Esta sensación es recíproca, de ahí que la contingencia sea doble (29). Partir del hecho de la doble contingencia permite dirigir la mirada al sistema de acción y no de las acciones individuales de las personas, por lo cual desde ahora los agentes de la doble contingencia son denominado Ego y Alter. Ego y Alter son existen­ cias concretas, que se mantienen como diferentes entre sí: ambos son dos grandes opera­ dores que pueden ser tanto hombres, individuos, sistemas, organizaciones, etc. En cl caso concreto de la acción social, Ego y Alter son considerados sistemas psíquicos que se observan mutuamente, cuyo rasgo definitivo es la conciencia. Un elemento de decisiva importancia en la acción es el concepto de expectativa. En toda acción doblemente contingente, cada uno de los sujetos actúa según determina­ das expectativas que orientarán acciones posteriores. Pero -y esto es importante- la for­ mación de las expectativas de cada uno de los actuantes se realiza siempre teniendo en cuenta las expectativas de ios otros. El valor de las expectativas radica en que permiten realizar determinadas selecciones y establecer determinadas conexiones. De este modo, la acción de Ego se encuentra dirigida por la expectativa de que Alter acepte o rechace esa acción, y viceversa. De ahí que la noción de expectativa contribuya, en cierto senti­ do, a reforzar radicalmente la doble contingencia y a hacer de ella un elemento estructu­ ral de toda acción. En este sentido, toda acción social es siempre una selección contingente, que condiciona selecciones posteriores que sean realizadas. Es así como la acción debe ana­ lizarse desde el punto de vista de la selecciones que la construyen como tal y desde las consecuencias que esa elección plantea y que en definitiva son selecciones ulteriores (30). Uno de los rasgos centrales de la doble contingencia es su carácter autorreferente. Esto quiere decir que se encuentra fundamentada en una rccursividad que toma la forma: "yo hago lo que quieres, si tú haces lo que yo quiero”, o bien "yo no me determino por ti si tú no te dejas determinar por mí". Esta rccursividad no puede ser reducida a ninguno de los sistemas que participan en la acción doblemente contingente (31); supone una indeterminación que se condiciona a sí misma y alcanza un nivel de independencia pro­ pia, que lo vincula con la aplicación del concepto de autopoiesis, el cual es utilizado como una creación continua de los elementos y la estructura del sistema social (32). Nuestro autor considera que toda acción es un suceso intrincado en tramas de temporalidad, y como tal, debe considerar una construcción teórica del tiempo para que pueda ser abordada con precisión y justicia. Como sabemos, la acción es un suceso radi­ calmente conectivo, de ahí que sea necesario incorporar cl elemento temporal que supo­ ne toda conexión y toda selectividad entendida como conexión, para poder entender la acción. Por ello Luhmann piensa que lo más importante de la acción no es tanto su subjetividad, ni los intereses que permiten estructurarla, sino su coneetividad, su posibi­ lidad de establecer conexiones y relaciones determinadas. Esto quiere decir que toda acción necesita de una cierta duración y mientras perdura puede corlarse, interrumpirse, revocarse o desviarse de las comunicaciones originales que constituyeron su origen, Un tema ligado al factor temporal de la acción es su duración, la cual puede entenderse como un momento específico de su unidad sobre la cual, en un sistema que la tiene como elemento, se loma la decisión de ejecutarla. Aparte de esto, la acción es un acontecimiento que imponderablemente debe consumirse y que puede finalizar con ma­ yor o menor nitidez. Los sistemas que están compuestos por estas unidades temporalizadas, tienen como es evidente, grandes problemas de auto-reproducción, pues pueden cesar simplemente en cualquier momento, cuando se acaba la última acción, sin haber podido conectarse. La duración de los sistemas interaccionales puede ser muy breve, como ocu­

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rre, por ejemplo, en las conversaciones que emergen en las salas de espera, en los viajes, pasillos, almuerzos, en las reuniones, asambleas, etc. En algunos casos, estos sistemas se articulan intermitentemente, como por ejemplo las reuniones de amigos, o se traducen en sistemas de expectativas bastante estructurados, como las relaciones de vecindad o pa­ rentesco. Sin embargo, la acción debe concluirse con una acción, y cuando esto sucede debe haber "alguien" que pueda continuarla y retomarla, "alguien" que pueda llevar con­ sigo la carga de la acción durante un rato y luego restituir las posibilidades de conexión. En este sentido se hace necesaria la presencia de Ego y Alter en la interacción, lo cual remite a la posibilidad de ser percibidos y por lo tanto requiere un acoplamiento estructural con procesos de la conciencia que no pueden controlarse por medio de la comunicación. La presencia tiene un sentido para la formación del sistema, únicamente sobre el trasfondo de la otra parte de la forma que constituye su diferencia -co n lo que está ausente. De este modo, los presentes se imponen como personas haciéndose ver y escuchar. Mediante esta diferencia entre presente y ausente, la interacción forma una diferencia entre sistema y entorno referida a sí misma, que marca el espacio dentro del cual la interacción puede efectuarse (Luhmann 1982). Cualquiera que sea tratado como presente en una interacción participa en la co­ municación, El modo complejo con el que opera la comunicación y sus tres selecciones, actúa como una especie de dispositivo de captura al que ninguno de los presentes puede sustraerse. Por ejemplo, si en una conversación uno no habla nada, se le trata inmediata­ mente como escucha o al menos como alguien que comprende, de quien se puede esperar que participe activamente, al menos esta es la idea de diversos tipos de interacciones, como en las salas de clases por ejemplo, donde la mayoría de las veces el profesor expo­ ne y los alumnos escuchan, hasta la interrupción de este proceso inversa y así sucesiva­ mente. De esta manera la interacción está firmemente anclada en la "realidad" que se puede ver y escuchar: de aquí acumula un excedente de posibilidades y precisamente eso obliga a hacer selecciones, y a la autopoiesis, hasta que solo los presentes siguen presen­ tes (Luhmann ] 982). En una interacción, los temas compiten entre sí para estar en el centro de la esce­ na. En ello entran en juego mecanismos variados, algunos de los cuales competen al tema mismo y su atractivo psicológico, social o cultural; otros se basan más bien en las características que se atribuyen a su introductor, como son el prestigio, el poder, la belle­ za, la elocuencia, etc (33). Los sistemas interaccionales son también medios propicios para la expresión de emociones y afectos, piénsese en las interacciones familiares o de amistades, las cuales permiten su propia estabilización o desestabilización. Por ejemplo, atribuciones como simpático o antipático, leal o cínico, desempeñan un importante pa­ pel. Si bien la unidad de sentido de estos sistemas es identificablc por el tipo de comu­ nicación que establecen y por las expectativas que estructuran a partir de su comunica­ ción, estos son bastante inestables. Ello se debe a que las fronteras temáticas y de sentido de los sistemas interaccionales son altamente fluidas y no posibilitan estabilizaciones más allá de la presencia física de los interactuantes, es decir, coinciden con las fronteras de la percepción, como lo hemos señalado anteriormente. Lo más notable de la teoría de los sistemas autorreferenciales desarrollada por Luhmann, es que se mantiene inalterablemente atenta a la posibilidad de conexión de acciones que pueden llevar tanto al consenso como al disenso, por lo cual no presenta ningún fundamento ontológico en sí misma. La importancia de la comunicación es sola­ mente que cualquiera sea su sentido, esta apunta siempre a la convivencia con los demás, y no que deba implicar la expectativa o el establecimiento de una comprensión o una aceptación de ella como lo ha hecho Habermas (1989), quien ha intentado demostrar que existen formas específicas de acción por medio de las cuales los interlocutores adhieren a la comunicación orientada a la comprensión, aceptando razones lo suficientemente

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convincentes como para justificar ia propia elección de sus acciones. En este sentido como lo ha planteado Lulimann (1982), lo que Habermas preten­ de plantear puede ser aceptado mientras se deje a los actuantes la posibilidad de definir claramente las condiciones bajo las cuales las razones que se señale debe resultar con­ vincente. Sin embargo se vuelve una exigencia muy fuerte, o casi una imposición, si las razones transmitidas deben tener validez general inherente, es decir, validez aún para quienes no participan en la comunicación (34). Como hemos podido observan la obra teórica de Luhmann constituye una invita­ ción a pensar en una nueva conceptual i zación de hacer teoría social, y por lo tanto plan­ tea un nuevo concepto de acción basada en una conceptual ización sistémica autopoiética desprovista de connotaciones aderiptivas a un sujeto, un grupo o clase social en particu­ lar, para tomar en cuenta la comunicación que en él se da. En esta apuesta por la nove­ dad, digámoslo, se encuentra una de las principales dificultades para la aceptación de las conceptualizaciones de este autor, cuya obra se encuentra por decir lo menos distanciada de los planteamientos de antropocentricos propios de la ilustración y de la cual hemos sido herederos. Por este motivo, la perspectiva encerrada en la obra de Luhmann desafía a sus interlocutores a ver más allá de sus tradicionales fronteras, delimitando un espacio en el que es necesario pensar de nuevo, con nuevos instrumentos, antiguas preguntas acerca de lo social y su complejidad. El concepto de sistema-acción, en este sentido, pasa a ser relativizado a un observador quien debe tomar en cuenta las coordenadas espaciotemporales de este tipo de sistema y por lo tanto, la distinción que traza, la selección que involucra, la complejidad que reduce, la referencia que establece, la comunicación que tematiza, y la autopoiesis de su estructura que, quiéralo o no, lo incluye en su propia descripción.

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Notas 1.

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Por ejemplo al comienzo de su Política, Aristóteles establecía que el Estado era una institución natural, pues señalaba que se encontraba en la misma naturaleza de los hombres el agruparse para disfrutar de amistad y protección. En este senti­ do debemos señalar que el propio Aristóteles consideraba a la sociedad ateniense como Koinonie Politikc, comunidad constituida políticamente. Paradigma es una palabra que deriva del griego y quiere decir modelo, patrón, ejemplo. Un conjunto integrado de suposiciones del cual se refieren un conjunto de expectativas. Quizás esta idea pueda ser quedar mejor explicada, si entendemos que las conceptualizaciones disciplinarias -teorías, hipótesis y convenciones-, son al fi­ nal producto de la actividad que se desarrolla al interior de una determinada co­ munidad científica, por lo cual son también y del mismo modo un producto so­ cial. Para incrementar la complejidad aún más, de modo similar pero esta vez inverso, el término Hm aero-social" puede hacer referencia no sólo a las grandes estructu­ ras o sistemas sociales, sino también a las culturas de ciertas colectividades ~ cultura organizaeionaL subculturas juveniles por ejemplo-. De este modo, lo micro puede o no hacer referencia a los "actuantes’' y lo macro puede o no hacer referen­ cia a los ,?sistemasu. Debemos señalar con justicia que, aunque Weber distinguiera entre estos cuatro tipos ideales como formas de acción, siempre fue muy consciente de que cual­ quier acción dada implicaba normalmente alguna combinación de estos cuatro tipos; del mismo modo argumentó que los estudiosos de la sociedad tienen mu­ chas más oportunidades de comprender la acción racional que la acción domina­ da por el afecto o la tradición. Por ejemplo, la acción, en el sentido de este autor, se encuentra destinada a ocu­ rrir cuando los individuos atribuyen significados subjetivos a sus acciones; de modo que la tarea del análisis sociológico lleva consigo “la interpretación de la acción en términos de su significado subjetivo" (1968:8). Un buen ejemplo del pensamiento de Weber en lo que respecta a la acción lo encontramos en su análi­ sis de la acción económica, la cual definió como "una orientación consciente y primaria a la consideración económica...para la que lo que importa no es la nece­ sidad objetiva de establecer una previsión económica, sino la creencia de que es necesaria” (1968:64). Del mismo modo, nuestra conceptualización se basa en el consenso aparente en ciencias sociales que señala que un solo individuo -por sí solo- no constituye

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sociedad. En estricto rigor la fenomenología no presupone nada, se coloca en posición de explorar "lo dado". La cuestión más importante en la obra de Schütz la constituye el desarrollar una sociología basada en las interpretaciones del mundo social que hacen los actores. En este sentido resulta dificultoso conocer las interpretaciones de los predeceso­ res, c imposible anticipar y comprender la de los sucesores. Sin embargo existe la posibilidad de entender a los mismos contemporáneos (Mitwelt) y las interpreta­ ciones de aquellos con los que estamos en estrecho contacto cara a cara (Umwelt). A pesar de la distinción entre relaciones-nosotros y relaciones-ellos, las tipificaciones usadas en las relaciones-ellos tienen sus raíces históricas en las relaciones nosotros; La primera y originalmente la más objetiva solución de un problema aún depende en buena medida de la conciencia subjetiva relevante del individuo (Schütz y Luckmann, 1977). Sin embargo, estas soluciones se hacen cada vez más tipificadas y anónimas; en suma, cada vez más forman parle del reino cultural, La hermenéutica es entendida como el estudio interpretativo del sentido. Hoy en día se habla de la doble hermenéutica para referirse a la actividad del investigador social que persigue encontrar los significados del significado es decir bucea den­ tro de marcos interpretativos preexistentes. Giddens (1993:165) indica: "la socio­ logía (...) se ocupa de un universo que ya esta constituido dentro de marcos de significado por los actores mismos y los reinterprcta dentro de sus propios esque­ mas teóricos, mediante el lenguaje corriente y técnico". Interesante su observa­ ción acerca del deslizamiento de los conceptos así construidos. En términos generales, se puede señalar que la preocupación de Giddens es el proceso dialéctico mediante el cual producen la práctica, la estructura y la con­ ciencia; por lo tanto la acción y la estructura son enfocados desde un punto de vista dinámico, procesual e histórico. Giddens encontró serias dificultades en su esfuerzo por separar ia acción de las intenciones, porque afirmaba que la acción terminada difiere considerablemente de la acción inicial y su intención; en otras palabras, los actos intencionados tam­ bién suelen tener consecuencias inesperadas. Sin embargo, debemos señalar que Parsons tuvo la precaución de distinguir ex­ plícitamente la teoría de la acción del conductismo, cosa que no hizo Weber: "Una teoría que, como el conductismo, insiste en analizar los seres humanos en términos que excluyen su aspecto subjetivo no es una teoría de la acción" (1937:7778). Parsons afirmó que "la acción no es más que un esfuerzo por acatar las normas" (1937:76-77). Por lo cual, en su concepto de acto unidad se puede observar las preocupaciones por entidades culturales tales como normas y valores. Por Verstehen se entiende la necesidad de interpretar la acción desde una pers­ pectiva subjetiva. Como puede recordarse, Weber la había utilizado por vez pri­ mera en ciencia sociales para abordar el concepto de acción. Se puede encontrar fácilmente aquí una preocupación por la conciencia indivi­ dual, pues los actores son descritos corno individuos que se conducen por dispo­ siciones de necesidad para alcanzar una gratificación máxima, se sienten impul­ sados por las necesidades innatas que están determinadas y moldeadas por fuer­ zas externas en Jas disposiciones. Quizás pueda decirse con propiedad que se produce un acercamiento con la teoría de elección racional desde una perspectiva valórico-normativa. En el análisis que este autor realiza de los sistemas de acción y sus interrelaciones, se aprecia un acercamiento progresivo hacia el estructural-funcionalismo. En los

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supuestos que fueron utilizados en los análisis de la acción se puede encontrar el problema del orden. Para Parsons los cientistas sociales anteriores a su genera­ ción, no habían respondido de manera satisfactoria al problema hobbesiano del orden: es decir qué es lo que evita una guerra social de todos contra todos. La complejidad dice relación con la cantidad de elementos presentes en un siste­ ma (complejidad cuantitativa), como asi mismo el tipo de relaciones que sus com­ ponentes establecen (complejidad cualitativa), No obstante lo anterior, la constante en los sistemas sociales es su función de reducción de complejidad. En este sentido, podemos decir que son funcionalmente equivalentes, ya se trate de la constitución de una pareja, la conformación de una organización burocrática de un organismo planificador o un grupo de anarquistas, la Iglesia o el mercado. En cada uno de ellos la complejidad queda reducida a través de selecciones con las cuales terminan caracterizándose (amor, trámites, proyectos, fe, disponibilidad, etc.), Esto nos recuerda, en cierto sentido, las conceptualizaciones desarrolladas por A.Schütz en torno a las relaciones-ellos y las relaciones-nosotros. Como sabemos, la sociología, sobre todo desde la decisiva aportación de Max Weher, es considerada como la ciencia de la acción social, por lo cual resulta fácil señalar que la sociedad será el resultado de la acción que ejecutan diversos seres humanos. Como señala Luhmann (1982), la teleología ha podido transitar desde una com ­ prensión naturalista, incluso "corporal", hasta una comprensión mental, desde una postulación de un fin natural de la acción hasta la idea de una anticipación m ental La comunicación para Luhmann (198 Ib) se constituye como un proceso de tres selecciones altamente improbables: la información -lo que se quiere expresar-, la notificación -cómo se expresa lo expresado- y la (in)comprensión de la informa­ ción y la notificación. Sólo con la concurrencia de estas tres selecciones la comu­ nicación es posible. Por supuesto, estamos pensando en una sociedad constituida por más de dos per­ sonas, que salvo en el caso de poblar una isla desierta sus interacciones constitu­ yen a la sociedad misma. En último caso, podemos pensar si constituye realmente sociedad -sí un sistema social por cierto. Aquí podemos hacer una triple distinción, según dirijamos nuestra mirada a la dimensión material, la dimensión temporal o la dimensión social del sistema de acción, En la dimensión materia] la diferencia de la acción hace posible un Mrcentry" de la diferencia entre presente y ausente en lo que se encuentra presente. En la comunicación se puede hablar de lo que está ausente y de los ausentes, y de esta manera se puede tratar la distinción entre presente y ausente como presente. En la dimensión temporal, esto corresponde la posibilidad de la formación de episodios, pues los sistemas de interacción tienen un inicio y un fin. Su inicio se perfila; su fin seguramente vendrá. En la dimensión social, si subsisten las condi­ ciones del orden material y de la temporalidad se puede manifestar una cierta consideración por las expectativas de quienes participan en la interacción tienen en otros sistemas de interacción que, a veces, son distintos (Luhmann, 1982). Como los sistemas se forman siempre distinguiéndose de un entorno por medio del trazamiento de una diferencia, la diferenciación sistémica puede introducirse en el mismo sistema para crear nuevas distinciones sistema / entorno, de este modo, llevado a la sociedad, ella se articula en una multiplicidad de perspectivas sistema / entorno y cada una de ellas reconstruye, lomando uno y otro, la unidad del sistema global (Flores, R., 1997a). Del mismo modo indica Luhmann: ”Los sistemas de interacción se forman cuan­

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do, para resolver a través de la comunicación el problema de la doble contingen­ cia, se usa la presencia de personas0 (Luhmann, De Gcorgi, 1993). La doble contingencia supone admitir, en la formación de todo sistema de acción, una duplicación de la improbabilidad, de la variación, de la posibilidad que aclara la determinación de las conductas particulares. Ello supone que c! sistema-acción no sólo posee una estabilidad dinámica, sino que se forma a partir del "ruido", a partir del desorden y que el mismo desorden se constituye en punto de partida de cualquier forma sistémica, Si bien toda selección en su origen es absolutamente contingente, una vez ¿tdopiada actúa como limitante para futuras selecciones. La historia de un sistema no es más que la sedimentación, a través de estructuras, de las selecciones que dieron origen a su diferenciación. En cuanto estructuras, los sistemas sociales pueden ser concebidos como sistemas generales de expectativas o más bien de expectati­ vas de expectativas y no como sistemas que regulan comportamientos específi­ cos. Sus efectos quedan proyectados en la estabilización de las normas, su objetivación a través de la determinación de roles y su institucionalizaeión con­ sensúa!. La doble contingencia es un problema extremadamente creativo, pues permite la creación de nuevas estructuras para salvar su propia autorrefereneia y para man­ tener los niveles de contingencia que ella misma expresa. Es pues un problema que acelera la formación de determinadas estructuras, las cuales forman distintos niveles sociales y mantienen continuamente el nivel de autorrefereneia y de pre­ sencia de esa doble contingencia. Para Luhmann (1982), la teoría de sistemas sólo puede ofrecer como "universal" su propio concepto de autopoiesis, En este sentido, la acción debe producir la acción a base de autorrefereneia basa! y de temporalidad de acontecimientos. Así debemos partir de una interdependencia de descomposición y reproducción; el cese de una acción es la condición para las acciones consecutivas y el sistema se reproduce sobre las condiciones de posibilidad de esta interdependencia, Cuando se pretende abordar temas complejos en sistemas de interacción, estos deben proporcionarse en un orden interno más diferenciado, necesitan definir una temática exclusiva (agenda) y un orden de participación, es decir, se protocolizan. Luhmann (1982) critica de la opción teórica asumida por Habermas, la incapaci­ dad para explicar los conflictos, las revoluciones y la confrontación. Igualmente, tampoco explica la posibilidad de no aceptar más decisiones de mayoría y de basarse en un disenso estable, cuando no en el simple conflicto. En este sentido sólo podrían ser explicados en el ámbito de formas de acción que paradójicamen­ te podríamos catalogar como "imperfectas".

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Investigación Social y Autorrefereneia: Sistemas sociales y sistemas psíquicos como sistemas autorreferenciales Dimas Santibáñez

Presentación (1)

Es cuestión de asistir a seminarios, ponencias, charlas o conversar con cientistas sociales de diferentes generaciones y perspectivas teóricas para percatarse que la idea de participar en un proceso de cambio en las ciencias sociales aún no es del todo reconocida o aceptada. Cuando lo es, y esto tal vez constituya lo más dramático, es posible observar atrincheram ientos orientados a com batir estos despliegues desde viejas recetas epistemológicas, teóricas y metodológicas. Más de alguien puede señalar que las ciencias sociales viven en un dinámico y permanente proceso de idas y venidas. Si bien esto puede ser correcto, las idas y venidas no son sino un síntoma de la necesidad de construir una carta de navegación más clara y precisa para pilotear en las turbulencias de las sociedades contemporáneas. La criticidad de este proceso no se encuentra en la disposición de un escenario para ensayar y aplicar nuevas metodologías desconectadas de concepciones epistemológicas y cuerpos teóri­ cos que les den sustentabilidad y potencia; o para manipular formulaciones teóricas que permitan la aplicación de nuevas recetas que validen el aporte de nuestras disciplinas al desarrollo de las sociedades, La importancia de reconocer, aceptar y trabajar en la idea de participar en un proceso de cambio, es simple: nos debe permitir proyectar una comprensión mas com­ pleja de la sociedad. Ello, es posible si en nuestra observación incluimos, en primer lugar, a nuestras propias disciplinas como objeto de observación, como parte de la diná­ mica social. Sólo a través de ese recurso es posible re-disponer las herramientas concep­ tuales y metodológicas que tanto nos gustan, ya que una ciencia social que se comprende a sí misma, es una ciencia social que aprende y está en mejores condiciones de desplegarse en sus relaciones con el entorno. Los siguientes apuntes se orientan en la perspectiva de destacar algunas señas que faciliten la incorporación al proceso de autoobservación. Lo hacemos escogiendo un concepto complejo: autorreferencialidad, el cual nos enfrenta al problema de la relación individuo/sociedad, punto crítico de la Investigación socio-cultural. Desde nuestra pers­ pectiva, se trata, por las implicancias y consecuencias que tiene, uno de los temas en los cuales la auto-observación de la ciencia social puede rendir importantes frutos, pues permite despejar y consolidar un basamento epistemológico y teórico que potencie la práctica de la investigación social y sus metodologías. Esperamos sugieran algunas indi­ caciones para seguir delineando la earta de navegación que se ha empezado a dibujar.

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Investigación Social y Autoreferencía

Introducción: Sociedad Compleja y Ciencias Sociales Entendemos que la pregunta por los límites epistemológicos de la investigación social es la pregunta por el papel de la investigación social en el marco de la sociedad compleja. En la reformulación anterior, por lo menos tres cuestiones previas que requieren alguna reflexión: 1. 2. 3.

¿Qué es aquello de la pregunta por los límites epistemológicos?; ¿Qué opera cuando surge y se tematiza una reflexión en ese orden dentro de las ciencias sociales? ¿Qué es aquello de la sociedad compleja?; ¿Cuál es el lugar de las ciencias socia­ les en la sociedad compleja? ¿De qué manera, en el marco de la sociedad compleja, surge una pregunta epistemológica que mediante su respuesta intenta re-especificar el papel de la investigación social?

Las respuestas tentativas que queremos desarrollar en esta introducción tienen como objetivo describir el escenario en el que estas preguntas son pertinentes y, al mis­ mo tiempo, fijar algunas de nuestras posiciones.

Reflexión Epistemológica A estas alturas parece lugar común hablar de la Crisis Paradigmática en las Cien­ cias Sociales (2). Más allá de las temáticas que se encuentra en el núcleo de esta crisis interesa enfatizar que por cam bio paradigm ático debemos com prender cambios epistemológicos. Allí se sitúan las revoluciones científicas en el sentido de T.S. Kuhn (3). De acuerdo con T S . Kuhn» crisis en la ciencia normal (4) debe ser entendida como aquel momento del proceso que aporta con un mecanismo de auto-corrección que asegura que la rigidez de la ciencia normal no siga indefinidamente sin ser puesta en duda. Las crisis no son, necesariamente, generadas por la comunidad que las experimen­ ta, por lo que pueden ser gatilladas desde el entorno (5). Independientemente del origen del factor de duda, el debate y cuestionamiento puede llegar a encontrarse con la dificultad de descubrir que se han utilizado premisas que no se pueden seguir sosteniendo. En este punto, cualquier reflexión se torna crítica, en tanto se hace una pregunta por el nivel paradigmático, o si se quiere por los límites epistemológicos del quehacer científico. Los cambios de paradigmas así entendidos, son revoluciones epistemológicas. La maduración de la crisis no es otra cosa que la emergencia de una reflexión epistemológica que se va constituyendo cada vez más como un dominio diferenciado, destinado a posi­ bilitar la observación de la ciencia sobre la ciencia, con el objeto de aportar con distin­ ciones co-constructoras en su desarrollo. La epistemología, se revitaliza como una ob­ servación de segundo orden del sistema ciencia -u n meta- sistema. En estos esfuerzos de auto-procesamiento observamos tendencias que se orientan en la perspectiva de resolver tres cuestiones de manera simultánea: 1.

2. 3.

Incorporar y procesar comunicaciones del entorno que pueden estar gatillando el proceso o, por lo menos, sobrepasando la capacidad de distinción con la que se operaba. Indagar, entonces, sobre las distinciones con las que se ha venido operando, las cuales vienen perdiendo efectividad. Revitalizar, por lo tanto, la propia capacidad de observación, es decir, de distinción.

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Para el caso de la investigación social el momento auto-correctivo tiene relación con los tres niveles señalados. Ya se trate del impacto de la revolución epistemológica, que a nivel del desarrollo de las ciencias se viene produciendo, o de los impactos que los cambios sociales provocan en la teoría social y el quehacer profesional en las ciencias sociales, lo claro es que problemáticas de esta naturaleza desbordan en más de algún punto su actuales capacidades operativas y explicativas. Lo interesante del momento actual es que no se están poniendo sacos de arena, sino construyendo nuevos causes cuyo primer giro es disponer las ciencias sociales a observarse a sí mismas, es decir, a situarse en el banquillo de los "objetos”.

Sociedad Compleja y Ciencias Sociales La teoría social ha introducido la noción de sociedad compleja, la cual no es otra cosa que el operar de una distinción de la sociedad sobre sí misma. La posibilidad de dibujar esta distinción surge de las descripciones que auto-elabora la sociedad en su propio proceso de producción. Importa recordar, entonces, que no hay nada social fuera de la sociedad: "... la sociedad es el concepto social más amplio, incluye todo lo social y, por consiguiente, no conoce ningún entorno social" (6). Las distinciones que la ciencia social logra trazar son distinciones gatilladas en la dinámica de los procesos sociales, los cuales son elaborados dentro de los límites de la ciencia social en tanto sistema autóno­ mo que procesa a su entorno. Para trabajar el planteamiento anterior en un escenario más amplio parece prove­ choso recobrar, explícitamente, una teoría evolutiva de los sistemas socio-culturales, y reconocer que lo que se tematiza como sociedad compleja debe ser entendido como sociedad funcionalmente diferenciada. De acuerdo a N, Luhmann (7) lo central de la evolución socio-cultural es que la sociedad construye de manera más compleja los pre­ supuestos sobre los cuales se sostiene un orden improbable. De este modo, cuando el autor afirma, por ejemplo, que M en la transición hacia la sociedad moderna, es decir, en la transición de la diferenciación estratificada a la diferenciación funcional del sistema so­ cial...", lo que se observa es que "la sociedad se encuentra cada vez más en confrontación continua con una realidad autoproducida:.." (8), lo que se está formulando es que la improbabilidad de la organización que implica esto que se llama el orden social, se probabiliza a través de una complejización creciente del sistema contenida en sus pro­ pias posibilidades. En términos generales se puede formular que lo que marca el proceso evolutivo es la exigencia del sistema social para ir resolviendo sus propias complejidades a través de la diferenciación de sistemas. En el caso de la sociedad contemporánea se trata de la diferenciación funcional, lo que implica comprender que la emergencia de sistemas clausurados en torno a una especialización funcional, que mantienen acoplamientos ne­ cesarios con su entorno, aportan a la integración de la sociedad a partir de sus propias condiciones de operación. De acuerdo a Luhmann la tensión diferenciación-integración requiere comprender que "cada sistema parcial, asume parte de la complejidad global al orientarse solamente según su propia diferencia sistema/entorno, sin embargo, reconstituye con ello al sistema global para sí mismo" (9). La ciencia social debe ser entendida como la emergencia de una diferencia espe­ cializada en observar y tematizar la sociedad. En efecto, ya es un lugar común señalar que la sociología, es la sociedad observándose a sí misma (10), es decir la Investigación Social es uno de los espacios auto-producidos para que la sociedad se observe a sí mis­ ma. La capacidad de la ciencia social de reconocerse en esa posición -d e situarse como objeto- debe ser comprendida como una de las formas que la reflexión epistemológica ha hecho su entrada a la investigación social. Desde nuestra perspectiva se trata de cargar con el problema de que el observador y sus dispositivos de distinción son productos de la 162

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propia sociedad. El desborde epistemológico que implican estas afirmaciones, las cuales constituyen el centro que potencia el flujo que exige la apertura de nuevos cauces, no son otra cosa que la intuición de la autorreferencialidad y autonomía sistémica(l l ) - y con ello, la inluición de que la comprensión de la sociedad moderna requiere un andamiaje teórico más complejo.

Los Cauces de la Re-Especificación de la Investigación Social Lo dicho hasta aquí, puede ser oído de distintas formas desde la teoría del conoci­ miento hasta la teoría social, pasando por todo el espectro de la ciencia, como la radicalización de la noción de autorreferencialidad. Su aplicación, a todos los ámbitos, constituye uno de los vértices desde los cuales Ja revolución epistemológica, a la que hemos aludido, se expande. Esta problemática no es colonia de las teorías sistémicas, cibernéticas y/o constructivistas. Es también una pregunta que se formula desde otros ámbitos de la teo­ ría social. A. Giddens (12), intenta hacerse cargo de la imposibilidad lógica de la inves­ tigación social que surge del develamiento de la problemática de la autorreferencialidad. Su paradoja se palpa cuando intenta explicar el rol de la ciencia social que debe describir la sociedad desde la sociedad y a la vez suponerse fuera de ella. Tales cuestiones tienen relación con los problemas que han gatillado, incluso para el propio Giddens, las formulaciones de los Teoremas de la Incompletitud de Godel (13) y la lógica de Tarsky (14), aún cuando las posibles soluciones propuestas para tales pro­ blemáticas no sean del total agrado de este autor. En ambas, pareciera ser que el sinuoso camino de solución tiene relación con la construcción de meta-sistemas y meta-lenguajes, capaces de establecer algún grado de distancia respecto de quienes se constituyen en sus "objetos’1de observación y comunicación. La ciencia social y su investigación deben ser comprendidas bajo dichos parámetros para comprender su viabilidad en tanto siste­ mas especializados de observación. De algún modo, Giddens recorre un camino similar al sostener la pertinencia de metalenguajes descriptivos, sin embargo intentando mante­ ner grados importantes de correspondencia, entre unos lenguajes -lo s de la vida cotidia­ n a - y otros -los metalenguajes de la sociología- a través de la respuesta instrumental que le ofrece el análisis hermenéutieo y la doble hermenéutica (15). Desde nuestra perspectiva, retomar el problema de la investigación social en la sociedad compleja es enfrentar y resolver el problema de la autorreferencialidad de lo social. En este punto, se encuentra el quiebre, el desborde al que ya hacíamos mención. Nos interesa asumir la radicalización de la noción de autorreferencialidad, lo que implica re-introducir las distinciones con que operamos en nuestro propio operar. A pro­ pósito de lo que señalábamos en relación a las actualizaciones de las preguntas epistemológicas, es necesario en este instante, girar algo más el regulador y señalar que todas ”... las teorías reflexivas (como lo son las teorías del conocimiento, como tiene que ser las reflexiones epistemológicas, o las teorías de la sociedad) no sólo son teorías que reflejan la autorrefereneia como identidad del sistema, ellas mismas son también un momento de la autopoiesis autor referencia^ hacen lo que describen" (16) y , para ello emergen como dominios diferenciados que se constituyen en sistemas autónomos y autorreferenciales -en este caso, como lo hemos señalado, se trata de meta-sistemas, que en el proceso pueden/deben observarse a sí mismas. La intuición de la autorrefereneia ensayó, históricamente, diversas respuestas que, desde la perspectiva de Luhmann, no hicieron otra cosa que evitar el problema e, incluso agudizarlo (17). La propuesta del autor en el ámbito de la teoría del conocimiento se orienta en la perspectiva de enfrentar el problema e introducir en el operar autorreferencial condicionamientos, nuevas preguntas, críticas, etc., de tal manera que, entendido como 163

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el despliegue de un círculo virtuoso, el trabajo científico se haga sensible a nuevas infor­ maciones, es decir a acoplamientos más operativos y efectivos del conocimiento con aquello que se nombra como realidad. Siendo aquella la promesa de una nueva teoría del conocimiento, que se funda­ menta en la constatación y radicalización de la noción de autorreferencia] idad, un segun­ do plano exige enfrentar, desde la teoría y la práctica científica -la investigación socialla imbricación que existe entre ellas y sus quehaceres. Las teorías son, en alguna medida, resultado de las prácticas y éstas, a su vez» son condicionadas por aquellas. Es otro modo de señalar que el observador se encuentra en las coordenadas de su propio objeto de observación. Sus consecuencias son evidentes para la teoría y la investigación social: deben incluirse como objetos de su propia observación, porque todo aquello que señalan en relación a su objeto es válido también para el las. Es interesante resaltar la consecuen­ cia relativista o perspectivista que apunta Luhmann M... quien reduce Jas ideologías de los demás a situaciones de intereses y posiciones sociales tiene que particularizar su teoría a aplicarla también a sí mismo” (op. cit:476). Para las ciencias sociales el reconocimiento de un mundo que se mueve por el desenvolvimiento de sistemas autorrefercnciales implica disponer sus teorías y métodos para procesar una relación cuya característica central es la doble contingencia: "el objeto sólo puede ser investigado al ponerse en marcha su autorreferencia, es decir, utiliza tam­ bién su propio movimiento” (op. cit:480). Digamos provisoriamente, entonces, que la investigación social es un sistema social emergente, diferenciado, que se constituye como un momento de la autoobservación y reproducción de lo social y, en este sentido, es un dispositivo que hace emerger siste­ mas, por lo que quienes participan de sus procesos - 'investigadores e investigados’- son co-partícipes y responsables de sus resultados: es decir cl conocimiento que producen es una co-construcción que adquiere una realidad propia, en la dinámica de la reproducción social. A partir del escenario que hemos descrito y de la definición de un punto de parti­ da, nuestra tarea es abordar la temática de la Investigación Social de Segundo Orden asumiendo la noción de autorreferencial idad en todos sus efectos (18).

Investigación Social de Segundo Orden. Paradigma de los Sistemas Autorreferenciales: Sociedad e Individuo Uno de los ángulos más complejos donde desplegar en todas su consecuencias el paradigma de la autorreferencia tiene que ver con enfrentar el problema de la reproduc­ ción de lo social, puesto que importa resolver la tensión de la interacción individuosociedad. Entendemos que las respuestas que se formulan a este respecto no sólo tienen un valor de soporte dentro de la lógica de las teorías, sino que, importa fundamentos epistemológico-metodológicos parala investigación sociocultural. Nos interesa, enton­ ces, discutir algunos elementos relativos a la constitución de lo social y, en ese marco, observar la posición que en una teoría de lo sociocultural tiene el par individuo/sociedad, yaque en ello, no sólo se enfrenta el problema de la creación de la "realidad social'’, sino también el diseño de estrategias para su aproximación y comprensión (19). J. Gutiérrez y J. M, Delgado, en la incorporación de lo que podemos llamar el paradigma de la fractalidad buscan abordar el problema de la complejidad y heterogenei­ dad social a partir de una reconceptualización de la relación entre sujetos "inter-individuales y sistemas”. Sobre la base de este problema los autores desarrollan, en primer lugar, una crítica a la Sociología Positiva, la cual bajo la formulación de un sujeto "...trans­ parente (para sí mismo y para la acción social)... al cual se ha presupuesto una concien­ cia racional" se ha construido una teoría de lo social que apuesta a la estabilidad, deter-

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mi nación y equilibrio. El paradigma de la estabilidad de la Sociología Positiva, a través de este "artilugio" no sólo ha excluido una noción más compleja de los sistemas persona­ les, sino que también de los sistemas sociales. De algún modo, ha supuesto una relación determinante de la sociedad sobre el individuo, sobre la base de que los contactos entre ambos tipos de sistemas se hacen en un sólo registro. En síntesis, todo el andamiaje teórico de este paradigma se ha hecho con independencia de la complejidad, heteroge­ neidad e incertidumbre que subyacen en la interacción entre los sujetos y en la interacción entre "sujeto" y "sociedad” (20). Para los autores, la teoría de la frac tal id ad social viene a ocuparse del espacio que se ha establecido en la dicotomía irresoluble entre sujeto y sociedad, estableciendo "... una suerte de unidad y conexión que da el justo protagonismo precisamente al espacio intermedio entre un sujeto hipotéticamente aislado y una organización compleja como puede ser la sociedad" (21). Desde un punto de vista teórico, este problema ha sido debatido desde E. Durkheim (22) en adelante, retomado, recurrentemente, por la teoría sociológica y mencionado por la teoría de la cultura. En el escenario contemporáneo esta cuestión es también identifi­ cada y tratada por A. Giddens (23) como la tensión que toda explicación de 1a produc­ ción y reproducción de la sociedad debe enfrentar cuando se la entiende como el resulta­ do logrado por la actividad humana. En síntesis, para el autor, se trata de explicar el papel del actor social en la producción de la sociedad. Tal compromiso emerge del convencímiento de que la sociedad esta suspendida en la capacidad de significación de los acto­ res; éstos a través de su actuar cotidiano en interacciones, ponen en juego sus interpreta­ ciones y se abren a la posibilidad de las re-interpretaciones. En la medida en que se establece un marco programático para las Ciencias Socia­ les, las cuales a diferencia de las Ciencias Naturales están en una relación de sujetosujeto, es decir se ocupan de un mundo pre-ínterpretado en el que los significados desa­ rrollados por sujetos activos entran prácticamente en la constitución o producción real de ese mundo, entendemos se define lo social como una continuidad del operar de lo seres humanos. La verstehen debe ser comprendida, entonces, como condición ontológica de la sociedad humana, tal como es producida y reproducida por sus miembros. Lo social, entendido de manera inestable, como una reconstrucción permanente de ia subjetividad humana, queda, en síntesis, hipotecada a los procesos de estructuración íntersubjetiva de la acción de los individuos, es decir a sus intenciones, razones y moti­ vos. Entendemos que este tipo de aproximación no es del todo novedoso. El mismo problema fue trabajado, bajo coordenadas similares, por Berger y Luckmann (24) me­ diante el uso del concepto de institucionalización, el cual es entendido como el proceso de construcción de la realidad social, a través de Ja "tipificación recíproca de acciones habitualizadas", dando como resultado una realidad social objetiva para el conjunto de los miembros de un sistema social. Concretamente, la realidad social objetiva cristaliza en instituciones, las que al ser compartidas son accesibles al conjunto de los miembros de una sociedad y cumplen la función de tipificar a los actores individuales como a las acciones individualizadas. El proceso caracterizado por los autores expresa desde una perspectiva que su­ braya las intenciones, motivaciones y atribuciones de los actores el problema de la reso­ lución de la doble contingencia y la presión de selección que ella implica. Las institucio­ nes, entonces, "controlan el comportamiento humano estableciendo pautas definidas de antemano que lo canalizan en una dirección determinada en oposición a las muchas otras que podrían darse teóricamente" (25). Sin embargo, lo medular de la exposición de Berger y Luckmann, se encuentra, tal como ellos enfatizan a través de múltiples reiteraciones, en que el proceso de institucionalización debe ser entendido como la deriva socio-histórica de producción o

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construcción de la realidad social. Esta una vez cristalizada, adquiere objetividad, es decir "se experimenta como si poseyera una realidad propia, que se presenta al individuo como un hecho externo y coercitivo" (26). Desde nuestra perspectiva, lo que los autores intentan describir es que lo social debe comprenderse como un nivel de emergencia (27) no reductible a lo individual. Nuestro punto de partida, en cambio, para entender esta misma cuestión se sustenta en el empleo de una directriz básica de distinción: la diferencia sistema/entorno. Sobre ella, individuo y sociedad se comprenden en una relación sistema/entorno. Ello implica y exige entender al sistema social y al sistema personal como sistemas autopoiéticos y autorreferenciales, por lo tanto, sistemas que se autoproducen en sus elementos constitu­ yentes, y en éste ámbito operan recursivamente y en clausura operadonal (28). Una primera consecuencia para la teoría de la sociedad es que ambas realidades deben ser explicadas en el ámbito en el que encuentran su identidad, por lo que para el caso de la teoría social, lo social no puede ser reducido a factores de tipo psicológico y/ o biológico. Como se ha señalado, lo social es un nivel de emergencia cuyo elemento límite es la comunicación: Mel proceso elemental que constituye lo social como realidad especial es un proceso comunicacional”. Si bien esta afirmación implica la negación de la acción como unidad constituyente de lo social, no la margina de la teoría, Por el con­ trario, el proceso comunicacional es una síntesis de tres actos selectivos -notificación, información, com prensión-que tienen función de enlace en el proceso comunicacional. La autorrefereneia del proceso comunicacional, al descomponerse en acciones, obtiene las bases para relacionarse con otros procesos comunicacionales (29). En el operar de este proceso recursivo se encuentra la autopoiesis del sistema: "la comunicación tiene todas las propiedades necesarias para la autopoiesis del sistema; es una operación genuinamente social (y la única genuinamente tal), Es una operación social porque presupone el concurso de un gran número de sistemas de con­ c ie n cia p e ro precisamente por eso, como unidad, no puede ser imputada a ninguna conciencia sola..." (Luhmann & De Georgi 1993:45). En el entorno de los sistemas sociales operan los sistemas psíquicos cuyo compo­ nente básico que asegura su reproducción autopoiética es la conciencia. A los sistemas psíquicos, entonces, se les puede aplicar los conceptos de clausura operacional y autopoiesis, en tanto: "... reproducen conciencia mediante la conciencia, para lo cual no dependen de nadie, y que por consiguiente no reciben está conciencia del exterior ni la pueden transmitir hacia fuera. Por conciencia no se debe entender algo que existe sustancialmente, sino sólo un modo de operación específico de los sistemas psíquicos” (30). Sociedad y personas, en tanto sistemas, se encuentran en clausura operacional en aquello que los distingue como unidad. La pregunta inicial se torna en este punto un tanto más aguda, pues se establece una distinción que subraya la imposibilidad de con­ tacto entre uno y otro sistema. La sociedad no puede comunicarse con los sistemas psí­ quicos, los sistemas psíquicos no pueden pensar (para) la sociedad. Esta radicalización de la distinción sistem a/entorno v de las nociones de autorreferencialidad y sistemas autopoiéticos exige comprender con nuevos conceptos la relación sistemas sociales/ sistemas psíquicos. En una primera aproximación N. Luhmann (31) ha propuesto el concepto de interpenetración, para abordar la relación entre sistemas que pertenecen recíprocamente uno al entorno del otro. Sólo puede haber interpenetración cuando los sistemas son autopoiéticos. El sen­ tido es el elemento que posibilita tal interpenetración y, con ello, las formaciones de sistemas psíquicos y sociales, conservando para cada uno su autopoiesis. "Los sistemas psíquicos y sociales surgieron en el camino de la coevolución. Un tipo de sistema es entorno imprescindible del otro. (...) Las personas no pueden perm a­ necer ni existir sin los sistemas sociales3 y viceversa. La coevolución condujo hacia ese logro común que es utilizado por los sistemas tanto psíquicos como sociales. (...) A este

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logro coevolutivo le llamamos sentido” (32), Hay penetración cuando un sistema pone a disposición su complejidad para la constitución de otro sistema, es decir cada sistema aporta indeterminación, contingencia, ruido, desorden para la posibilidad de la constitución del otro. Hay interpenetración, entonces, cuando ambos sistemas se posibilitan mutuamente aportando cada uno su com­ plejidad pre-constituida. Esta complejidad es siempre desorden para el otro, porque siem­ pre se mantienen uno en el entorno del otro. Los sistemas sociales surgen de los ruidos producidos por los sistemas psíquicos en su intento por comunicarse. Tras este proceso, es posible el entendimiento y la reproducción de la conciencia en la comunicación y, al mismo tiempo, la adjudicación de la comunicación en la con­ ciencia. El uno no puede operar sin el operar del otro, sin embargo cada operación res­ ponde a la organización propia, por ello es que aquel lo que se define como ruido, debe ser entendido como conciencia o comunicación dependiendo del sistema desde el cual se hable. El mismo autor, se enfrenta a este mismo problema bajo la formulación de la siguientes preguntas: ¿cómo se configura un sistema?, ¿cómo configura el sistema de la sociedad sus relaciones con el entorno, si no puede mantener ningún contacto con el entorno? (33) Para responder esta pregunta, Luhmann recurre al concepto de acoplamiento es­ tructural que recoge de H. Maturana, por medio del cual se subrayan, en primer lugar, las nociones de autorreferencial idad y clausura operacional: ",Jodo sistema autopoiético opera como sistema autodeterminado por la estruc­ turat es decir como un sistema que puede determinar las propias operaciones sólo a través de las propias estructuras. El acoplamiento estructural, entonces, excluye el que los datos existentes en el entorno puedan especificar, conforme a las propias estructu­ ras, lo que sucede en el sistema.." (34) Si bien el entorno no determina la autopoiesis del sistema, lo presupone, puesto que, de no existir, la viabilidad del propio sistema se vería amenazada. Por ello, en su acepción más clásica acoplamiento estructural puede ser entendida como adaptación, lo cual significa, para el caso de lo social y lo personal, que la deriva de relaciones recu­ rrentes entre ambos ha implicado una diferenciación extrema que ha posibilitado la exis­ tencia de cada uno como unidad, pero al mismo tiempo, se han hecho imprescindibles el uno para el otro. Así, como sin conciencia la comunicación es imposible, sin comunica­ ción la conciencia es imposible, lo cual no significa que una sea reductible a la otra. Por el contrario, Mla comunicación constituye una realidad emergente sui generis” (35). Los enlaces y coordinaciones entre ambos sistemas deben buscarse en mecanis­ mos que actúen a modo de bisagras articulando estos acoplamientos: el sentido y el lenguaje son dos de ellos. El procesamiento y uso de estos mecanismos de articulación no puede hacernos p erd er de vista que su m anejo cae d en tro de los lím ites autorreferenciales de cada sistema. Para el tema que nos ocupa, el ángulo desde el cual se debe problematizar esta articulación es a partir de una teoría de la observación. En efec­ to, sistemas sociales y sistemas personales son sistemas observadores y como tales, parte importante de su articulación, y con ello la posibilidad de procesamiento del sentido, está dada por las operaciones que realizan como observadores del entorno, el cual se da en forma de sentido (36). Al respecto, vale la pena recordar que: • •

el observador, en tanto sistema, opera a partir de los esquemas que él mismo ha producido, por lo que sólo ve aquello que está en condiciones de ver. el conocimiento, producido por sistemas observadores, es un conocimiento pro­ ducido recursivámente en los límites de esa clausura operacional.

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Partimos de la base que los "actores” son, en primer lugar, observadores que pro­ cesan información y generan conocimiento que les permite relacionarse de manera per­ tinente en dominios sociales diferenciados. De este modo, al re-introducir la directriz básica de distinción, la diferencia sistema/entorno, señalamos desde otro ángulo que los mecanismos de distinción que los observadores utilizan cotidianamente son los mecanis­ mos que les permiten operar de manera pertinente, es decir acoplada, en la realidad so­ cial. Para el caso de los sistemas personales como sistemas observadores externos de lo social, el papel que juega el conocimiento como plataforma de estar en el mundo es central. El factor que lo define como tal es su efectividad en tanto mecanismo de orien­ tación, dirección y encaje en los ambientes en los que nuestra experiencia se pone a prueba. Tal como lo señala E. Glasersfeld (37), poco importa sí el conocimiento coincide con la realidad, en tanto nos permita mantener un acoplamiento exitoso con el entorno. Sobre la base de estos procesos de orientación, en los que se ponen en juego los conocimientos modelados a partir de las experiencias de contacto de los sistemas perso­ nales con su entorno social, lo social está haciendo su propio juego. La puesta en acción de esquemas de distinción construidos a partir de la deriva ontogénica de cada individuo, no es otra cosa que la experiencia cotidiana de interactuar en forma recurrente con un ambiente social y cultural específico. No cabe la menor duda que dentro de esos domi­ nios particulares surge Ja posibilidad de una objetividad operativa que posibilita, a partir del uso del conocimiento obtenido, actuar en forma exitosa, pero al mismo tiempo abier­ to a la necesidad de procesamiento que surgen en los quiebres de la vida cotidiana (38). Aquí se encuentra uno de los vértices claves que conecta una teoría de la comple­ jidad social con una investigación social de segundo orden. En efecto, en torno a este vértice un conjunto no menor de autores han desarrollado formulaciones tendientes a configurar un modelo mediante el cual sea posible comprender aquellos procesos donde lo soeio-cultural se posibilita a partir de los outputs cognitivos de los individuos y a éstos, en su procesos cognitivos, a partir de los resultados de los procesos socio-cultura­ les (39). Desde nuestra perspectiva, una teoría en torno los sistemas observadores, no sólo es necesaria para compactar una estrategia de investigación social de segundo orden, lo es porque en el marco de un paradigma de sistemas autorreferenciales, "el conocimiento ya no puede ser más la imagen o representación de un mundo independiente del hombre que hace la experiencia" (40). A él tam bién se le debe aplicar [a noción de autorreferencialidad.

Sistemas Observadores e Investigación Social Se requiere, entonces, una teoría del observador, porque es uno de los vértices en el que converge la temática de la autorreferencialidad y la investigación social que he­ mos venido delineando en el marco de la constitución de lo social. Para adentrarnos de una manera abrupta citamos la siguiente proposición de Heinz von Foerster: "el medio ambiente, tal como lo percibimos, es invención nuestra" (41). Esta construcción es m e­ diada por un proceso de observación-descripción- conocimiento, donde cada descrip­ ción implica al que describe. Puesto en este ángulo del problema, las epistemologías constructivistas nos pro­ ponen seguir caminos, que si bien pueden parecer paralelos, son convergentes en sus efectos para la elaboración de una teoría de la observador. Uno de sus caminos tiene relación con el proceso del conocimiento en el acto de observar. La formulación de von Foerster es definitiva, aunque oscura: "los procesos del conocimiento deben ser entendidos como procesos ilimitadamente recursivos de cálcu­ lo". Todo proceso de cálculo -com putación- implica la "manipulación" de "los objetos"

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que se computan. Los objetos que se computan, sin embargo, son sólo cálculos previos o como, también lo formula el autor, representaciones (42). Queremos entender que cuan­ do H. von Foerster habla de representaciones, lo hace en el sentido de que en el proceso cognitivo sólo intervienen productos del propio proceso cognitivo. Y en este sentido, lo que se calcula (transforma, ordena, modifica, etc.) tiene realidad en el proceso de cálculo (43), Ahora bien, a este proceso se le puede llamar, también, relación, en el sentido, de que un cálculo -un cómputo- es el procesamiento de las relaciones entre las relaciones y en el contexto, de lo que podríamos denominar, una relación particular: observadormedio. Por cierto, a estas alturas el proceso de conocimiento se vuelve, dramáticamente, autorreferente y recursivo. El proceso de conocimiento ya no requiere Mel postulado de una realidad externa", puesto que deja el Jugar a una realidad determinada por los modos de cálculo interno que utiliza los productos de su propio proceso (44). En este sentido, la información sólo tiene valor de información si encaja en los cálculos desarrollados por el observador -lo cual debe ser entendido también como capacidad de procesamiento. El medio será menos o más abundante en relación al observador que lo observa. Parece obvio en este punto acusar al autor de solípsista, cuestión que él también prevé. Su respuesta es también precisa: en función de un postulado de la teoría de la relatividad, una hipótesis debe ser rechazada si es aplicable a dos casos por separado, que no se aceptan simultáneamente, es decir el encuentro con otros que pudieran afir­ marse, también, en un principio solipsista exige a ambos aceptar que ya no lo pueden sostener del todo. O sea, "...se hace insostenible tan pronto como invento otro ser vivien­ te autónomo a mi lado” (Op. cit). Las implicancias de esta ultima afirmación son provocativas, puesto que abren el problema del conocimiento al campo en el que su uso es condición necesaria: el social. Es decir, ¿cómo es posible lo social si toda observación de primer orden opera en la clausura autorreferencial de cada observador?; ¿Cuál es, en este punto, el papel que juega eí sentido y el lenguaje, como medios que articulan observaciones autorreferentes de sistem as de conciencia im posibilitados de com unicarse entre sí? Digamos, provisoriamente que, dado que el punto de vista solipsista no puede sostenerse en la vida cotidiana-lo cual no indica que cventualmente pueda operar el punto de vista relativista, es decir la relación tú-yo-tercero de referencia- impulsa a comprender que la Realidad es Comunidad. Desde otro ángulo, H. von Foerster (op.cit), está en condiciones de afirmar que "... construimos a partir de un actuar, actuando conjuntamente, nuestra realidad”. Lo que puede ser decodificado bajo el concepto de cnacción propuesto por F. Várela que alude a la "... actividad circular que eslabona la acción y el conocimiento, al conocedor y lo conocido, en un círculo indisociable" (45). Es decir, la co-determinaeión entra en escena y lo social termina siendo la emergencia de mundos posibles a partir de la acción entre tú-yo-tercero de referencia -contexto o trasfondo. Sin embargo, en ese momento estamos en el espacio de lo social, es decir en el espacio de la comunicación. Sociedad y sistemas psíquicos se posibilitan mutuamente, se co-construyen en sus interacciones recurrentes. Esto significa, desde el ángulo de los sistemas personales y de acuerdo a lo que hemos venido exponiendo, que su posibilidad de participar en lo social se sostiene en tanto sistema observador que traza distinciones en la realidad social. Distinciones que se han incorporado como modelos, conocimiento de primer orden, gra­ cias a la experiencia de participar en lo social, es decir en tramas comunicacionales que le posibilitan tener acceso a excedentes de sentido. Tal como hemos señalado el procesamiento del sentido se sopona en la capacidad observacional de los sistemas, sin embargo toda observación es la aplicación de una distinción, de una diferencia actualizada en el mismo proceso. Una distinción tiene siem­ pre dos lados, la que se indica, la referencia, y la que queda oculta, al otro lado de la distinción. Cuando participamos de lo social haciendo distinciones - observando- indi-

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eamos a los otros un punto de referencia, dejamos oculto, sin embargo, una zona inmen­ sa a la que eventualmente podemos referir mediante otra distinción. Lo que se registra, entonces, en: "..Ja observación (es) una operación que utiliza una distinción para indicar un lado (y no el otro). En consecuencia es una operación con dos componentes: la distin­ ción y la indicación que no pueden amalgamarse ni separarse operativamente.." (46), Para Luhmann la pregunta no está en resolver el lado oscuro de la distinción, es decir a lo que no se ha hecho referencia, puesto que ahí entraríamos en un proceso de realizar distinciones sobre distinciones. El problema se encuentra en observar el punto ciego, es decir la distinción, la propia operación de observación, con la que se marca el límite entre lo indicado y lo no indicado. Aquí se encuentra el problema de la observación de la observación, es decir la observación de segundo orden: "Quien quiera observara un observador como observador, no sólo debe tomarlo como objeto distinguible; debe comprender la distinción utilizada en el nivel de primer orden” (47).

Investigación Social como Observación de Segundo Orden Sobre la base de los planteamientos que hemos ido desarrollando nos interesa afirmar, en primer lugar, que la observación de segundo orden entraña la promesa de observar no sólo lo que los observadores distinguen y describen, sino también persigue captar los esquemas de diferencias -los puntos ciegos- con que realizan tales observa­ ciones, los cuales mientras operan no son observables (48). En la práctica, lo que la investigación social puede prometer, en primer lugar, es identificar el conjunto de conocimientos con los cuales los sistemas psíquicos se desen­ vuelven exitosamente en dominios sociales y culturales particulares. Por medio de este recurso, la investigación social está en condiciones de modelar, con una perspectiva más compleja, el conjunto de coordenadas que constituyen los sistemas sociales. En este vértice, es posible comprender la específica posición de la investigación social y, por extensión, la de las ciencias sociales. Nos interesa subrayar, entonces, que en función de los principios de la autorrefereneia y la autopoiesis de los sistemas complejos, los cuales han sido tratados como sistemas observadores, mientras operan como tales, es decir mientras observan se sitúan como tercero excluido: se considera que observar es siempre una operación que debe ser efectuada por un sistema autopoiético y que indica este sistema en esta función como observador esto lleva a afirmar que el observador es el tercero excluido de su observación. Al obser­ var no puede verse a sí mismo. (...) Y esto vale para cada observación, independiente­ mente del hecho de que la operación sea psíquica o social que se realice como proceso actual de la conciencia o como comunicación" (49), La conclusión de Luhmann es que: "..ninguna autoobservaeión está en condicio­ nes de comprender la plena realidad del sistema que ella realiza..0 (op. cit:46). La autoobservaeión desde esta perspectiva es una operación del proceso de constitución de sistemas que mientras opera no es capaz de distinguir su punto ciego, su distinción, ni observarse en el operar. Sin embargo, un sistema lo suficientemente complejo: puede pasar de la observación de sus operaciones a ia observación de su observar y por último a la observación del sistema m ism o,, (op.cit:46). Al respecto cabe tener presente una consideración en este planteamiento, tal como lo delineábamos en la introducción de este texto: para el caso de la sociedad toda obser­ vación de carácter social está contenida en ella. Es decir no existen observaciones exter­ nas a lo social. Ello implica señalar que los sistemas psíquicos, en tanto tales, no hacen

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observaciones sociales, puesto que están en el entorno de lo social: ''Los sistemas psíquicos pueden indudablemente observar la sociedad desde fue­ ra, pero, socialmente, esto queda sm consecuencias si no se comunica, es decir la obser­ vación no es efectuada en el sistema social" (op. cit;47). Para el caso de la sociedad, entonces, la capacidad de autobservarse debe ser entendida como un logro evolutivo mediante el cual va posibilitando su propia improba­ bilidad. Es decir, la sociedad constituye el sistema complejo que ha logrado desarrollar esta capacidad reflexiva de la autorreferencia, En esta capacidad se sustenta la dinámica de diferenciación que la caracteriza, puesto que se trata de la capacidad de distinguir dentro del sistema entre autorreferencia y heteroreferencia: esta distinción es una cons­ trucción del sistema, es decir complejízación (50). Si se observa, entonces, la investigación social entendida en el marco de las cien­ cias sociales es un momento de la diferencia de la sociedad. Se ha constituido como el despliegue de la autorreferencialidad del sistema social que posibilita en otro espacio y otro momento la observación del operar de la sociedad. Y en este sentido, en tanto domi­ nio diferenciado y autorreferentc aporta en la constitución del sistema social. La investi­ gación social, a su vez, se observa a sí misma, medíante la emergencia de otro espacio y otro momento, distinto al operar de la investigación: la reflexión epistemológica. De este modo, entendemos que la investigación social de segundo orden, en tanto momento de la autoobservación de la sociedad, puede desplegar esta posibilidad en sis­ temas sociales que quieren introducir el autoaprendizaje y la autoorganización como una capacidad endógena, mediante cl gatillamiento de complejizaciones y diferencias en el propio sistema. Sólo en este sentido puede entenderse la M autoobservación", como la creación de sistemas sociales dentro de sistemas sociales, en los cuales los sistemas psí­ quicos juegan su propio papel (51).

Bibliografía

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Notas 1.

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Este trabajo es fruto del conjunto de lecturas y reflexiones desarrolladas en los cursos de Epistemología de las Ciencias Antropológicas dictado por el Dr. Marcelo Arnold en el Magister de Antropología y Desarrollo del Departamento de Antropo­ logía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y Metodologías Avanzadas II (Métodos Cualitativos) dictado por el Dr. Manuel Canales en el Magister de Ciencias Sociales del Departamento de Sociología de la misma casa de estudios. Por cierto, las formulaciones aquí expuestas sólo comprometen a su autor. En !o que sigue nos interesa especificar la validez y pertinencia de la pregunta por los límites epistemológicos intentado puntualizar la función que cumple. En estas primeras líneas, entonces, no abordamos de manera concreta los contenidos de la pregunta. En cualquier caso nos hacemos cargo del planteamiento y remitimos a Arnold, M. y Rodríguez, D. "Crisis y cambio en la ciencia social contemporánea", en Estudios Sociales N° 65, CPU 1990. Interpretando a T.S. Kuhn Las Estructuras de las Revoluciones Científicas, Fondo de Cultura Económica México 1990, entendemos por Paradigma una Gestalt ad­ quirida a través del aprendizaje de un lenguaje y ejemplos concretos y de su funcio­ namiento en el uso cotidiano, es decir una epísteme. Un Paradigma es un "conoci­ miento tácito*1 que se obtiene practicando la ciencia, no adquiriendo reglas para practicarla, nos habla del cómo se procesa y elabora el mundo en una comunidad científica. Para el caso de las Ciencias Sociales, por ciencia normal puede entenderse todo el desarrollo teórico y metodológico que caracterizan Arnold, M. y Rodríguez, D. en "El Perspectivismo en la Teoría Sociológica", "Crisis y Cambio en l a Ciencia Social Contemporánea", Estudios Sociales, CPU, 1990N° 64 y 65 respectivamente; Arnold. M. en "Investigación Sistémica: Alcances y Propocisiones’\ Estudios Sociales, CPU, 1992, N° 75; Gutierrez, J. y Delgado, J.M. "Socioanálísis Cibernético. Una Teoría de la Autoorganización Social", En Métodos y Técnicas Cualitativas de Investiga­ ción en Ciencias Sociales, Ed. Síntesis, Madrid 1995, cuando aluden al paradigma de la Sociología Positiva. Kuhn, T.S. 1990 pp. 300 y ss. Luhmann, Niklas Sistemas Sociales. Lincamientos para una Teoría General Alianza Editorial, Universidad Iberoamericana México 1991, pp. 408. Luhmann, Niklas y De Georgi, R. Teoría de la Sociedad. Universidad de Guadalajara, Universidad Iberoamericana, México 1993. Luhmann, Niklas (1991), pp. 116.

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9. Op. cit. pp. 201 10. Ver, por ejemplo, "la sociología ha emergido en un momento en que la sociedad se hace conciente de sí misma", Ibáñez, J. El regreso del sujeto. La investigación so­ cial de Segundo Orden, Santiago 1991, pp. 15.; o " (la sociología)... como ciencia de reflexión del sistema social (suministra) las autodescripciones de éste..", Luhmann, N. (1991), pp. 430. 11. Cuando hablamos de autorreferencia y autonomía sistémica nos estamos refiriendo a la capacidad de autoregulación de los sistemas. Para H. von Foerster, la reglamentación de la propia reglamentación para decidir las propias decisiones (von Foerster, H. 1990). Para F. Varela, la capacidad de los sistemas para a partir de sus operaciones establecer las condiciones bajo las cuales pueden ser diferenciados de un fondo (Varela, F. 1990). Para Luhmann, cuando por síntesis comunicativa clausura- los sistemas se diferencian de su entorno -constituyendo sus propios elementos- y seleccionan los aspectos con los cuales establecen lazos con el entorno (Luhmann, N. 1991). 12. Giddens, A. Las nuevas Reglas del Método Sociológico, Amorrotu Editores. Ar­ gentina 1992. 13. Un sistema complejo no puede validarse a sí mismo y a la vez ser consistente. Es decir, al mismo tiempo que todos los enunciados son verdaderos, todos los enunciados verdaderos están contenidos en él: es completo. Para validarse de manera completa uno de los enunciados debe ser a la vez que verdadero, indemostrable (Morin, E. Sociología, Ed. Tecnos, Madrid 1994, Ibáñez, J. 1991). 14. Un sistema semántico no puede explicarse totalmente a sí mismo, no hay posibilidad de la exhaustividad (vid. Morin, E. 1994). 15. Vid. Giddens, A. 1992. 16. Luhmann, Niklas (1991), pp. 473-474. 17. El papel de la "conciencia" entendida en términos trascendentales expresa de manera contundente esta idea: "la autorreferencia pura significaría, es real aquello que el conocimiento indica como real". Op. cit. pp. 474. 18. Entendemos que ésta constituye una entrada alternativa a la propuesta por Gutierrez, J. y Delgado, J.M. Socioanálisis Cibernético. Una Teoría de la Autoorganización Social, en Métodos y Técnicas Cualitativas de Investigación en Ciencias Social, Ed. Síntesis, Madrid 1995; quiénes abordan Jo social desde las temáticas de la complejidad y la auto-organización en sistemas irreversibles. Para N. Luhmann el concepto de auto-organización refiere "sólo" a las estructuras de un sistema, es decir a problemas de morfogénesis. El concepto de autorreferencia en cambio, como ya aludimos, refiere a la constitución de los sistemas en sus elementos y operaciones elementales (Luhmann, N. 1991). Ver nota a pie de página N° 10, en este mismo texto. 19. Entendemos que este es uno de los problemas más gravitantes en la teoría sociológica actual, la cual no sólo tiene repercusiones relativas a problemas de tipo metodológico para la investigación social, sino que también importantes consecuencias a nivel de las metodologías de intervención social. Gutierrez, J. y Delgado, J.M. (1995) abordan esta problemática cuando discuten la solución que la sociología positiva ha dado a esta cuestión; a modo de ejemplo: "Sociedad y conciencia han sido los lugares de la reversibilidad de toda transformación a unas condiciones de equilibrio, unidad, sentido, etc. Consecuencias no queridas de la acción del sujeto o significados inconcientes han sido desechados como ruido, desorden, o desperdicio de las ténicas de conocimiento científico social" (pp. 583). 20. Op. cit. pp. 586-587. 21. Op. cit. pp. 589. 22. Durkheim, Emile. Las reglas del Método Sociológico. La Pléyade, Buenos Aires

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1974. Para Luhmann esta cuestión no ha sido resuelta en la sociología porque no se ha podido dar respuesta a la ''pregunta qué es en verdad un ''individuo" y cómo se posibilita a sí mismo bajo condiciones sociales cambiantes'’ Luhmann, Niklas. Sistemas Sociales. Lincamientos para una Teoría General. Ed. Alianza. Universidad Iberoamericana, México 1991, pp. 265. Giddens, A. Las nuevas Reglas del Método Sociológico, Amorrortu Editores, Ar­ gentina 1992. La Construcción Social de la Realidad. Amorrortu Editores, Argentina 1991. Op. cit. pp. 76. Op. cit. pp. 80. Una de las críticas que se le han formulado a estos autores es la tendencia a la reificación de lo social, lo cual, al parecer, en la lógica de su exposición es un pecado no menor, en cuanto si bien lo social depende de las acciones de los actores, estas terminan imponiéndose a ellos controlando sus comportamientos posibles. Emergencia ‘'indica los elementos límites que no se pueden descomponer sin perder el sistema" (Rodríguez y Arnold, Sociedad y Teoría de Sistemas, Santiago de Chile 1991). En otras palabras se trata de situar lo social en aquello que lo define como tal, no explicable por medio de niveles distintos, como serían las motivaciones de los individuos. Luhman, Niklas, Sistemas Sociales. Lincamientos para una Teoría General. Ed. Alianza, Universidad Iberoamericana, México 1991. Op. cit. pp 152 y ss. Luhman, Niklas, Sistemas Sociales. Lincamientos para una Teoría General. Ed. Alianza, Universidad Iberoamericana, México 1991, pp. 268. Op. cit. Ver capítulo Interpenetración. Op. cit. pp. 79. Luhmann, N. y De Georgi, R. Teoría de la Sociedad, Universidad de Guadalajara, Universidad Iberoamericana, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, México, 1993. Op. cit. pp. 52. Op. cit. pp. 52. El procesamiento del sentido opera en base a distinciones, diferencias que son actualizadas en el proceso de procesar el sentido. Observar es operar en distinciones. Glasersfeld, Ernst von. Despedida de ¡a Objetividad. En: El Ojo del Observador. Contribuciones al Constructivismo, Watzlawick, P Et. al., Ed. Gedisa, Barcelona 1995. Sobre el trazado que hemos realizado nos es posible volver sobre los planteamientos de J. Gutierrez y J.M. Delgado, cuando señalan que una de las consecuencias más radicales de asumir una lógica de la fractalidad social radica en considerar (las teorías sobre) el funcionamiento de la mente humana como una de las fuentes principales de complejidad que interctúa con (las teorías de) la autoorganización social y con la evolución de la especie (filogénesis) y del hombre (ontogénesis)”. Vid. Gutierrez y Delgado, 1995, pp. 592. Esta es una de las cuestiones que intenta resolver E. Morin cuando aborda el problema de la relación cultura-conocimiento. Aqui tampoco intenta evadir el problema de la autorreferencialidad, sólo se añade una perspectiva de tipo hipercomplejo para entender, desde otros ángulos, el tema del acoplamiento estructural. En efecto, desde la perspectiva del autor la mente individual puede entenderse en una relación de dependencia/autonomía (clausura operacional) con su sustrato cerebral y su entorno sociocultural. Ambos aportan sus complejidades preconstituidas para la posíbilitación del sistema psíquico. El resultado de estos procesos constituye la actualización permanente de la capacidad de procesamiento de información, es decir conocimiento que permite estar en el mundo. Morin, Edgar "Cultura n Conocimiento'1. En:

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Watzlawick, P. e t al. El Ojo de) Observador. Contribuciones al Constructivismo. Ed. Gedisa, Barcelona 1995. Glasersfeld, Emst von. Despedida de la Objetividad. En: El Ojo del Observador. Contribuciones al Constructivismo, Watzlawick, R Et. al., Ed. Gedisa, Barcelona 1995, pp. 19. Consideramos que con estos planteamientos cerramos un primer círculo, aquel que tiene relación con los sistemas psíquicos en tanto sistemas observadores que para estar en ambientes sociales actualizan distinciones -ponen en juego sus conocimientos-, a la vez que aportan en la construcción de lo social. "Todo hacer es conocer y todo conocer es hacer" Maturana, H, y Varela, F. El árbol del conocimiento. Ed. Universitaria, Santiago 1994. Foerster, Heinz von. Creación de la Realidad. En. La Realidad inventada. Watzlawick, P. ct. al. Ed. Gedisa, Barcelona 1990. Para F. Varela (1990), la noción de representaión presenta ambigüedades, puesto que la noción de representación implica la idea de que sólo es posible representar un mundo predefinido: es decir especular la naturaleza. Parafraseando, podríamos decir que el cálculo R de un cálculo x en el instante t L es distinto ai cálculo de ese cáculo en el instante t2. Foerster, Heinz von. Creación de la Realidad. En. La Realidad inventada. Watzlawick, P.et. al. Ed. Gedisa. Barcelona 1990. Al igual como se formula a propósito de la paradoja de la investigación social autorreferencia y recursividad-, el autor formula que la posibilidad de romper el circuito parad ojal está en la creación y/o emergencia de niveles de orden superior metasístemas, metalenguajes-mctaprogramas, etc. Por cierto el proceso de conocimiento en las ciencias implica -diríamos requiere- mantenerse sobre este vehículo. Op. cit, Varela, Francisco, Conocer. Ed. Gedisa. Barcelona, 1990 (pp. 90). Luhmann, Niklas. "Cómo se pueden observar estructuras latentes?". En: El Ojo del Observador. Contribuciones al Constructivismo. Watzlawick, P. Et. al., Ed. Gedisa, Barcelona 1995, pp. 63. Op. cit, pp. 65. Las negritas son del texto original. Es importante señalar que Luhmann es coherente con su postulado de laradicalización de la autorreferencia, puesto que afirma que tampoco el observador de segundo orden que se concentra en las causas de la no observación tiene otra posibilidad que utilizar ciegamente distinciones propias" Op. cit. pp, 65. Ahora bien, como hemos visto, los esquemas de diferencia con los cuales operan los sistemas personales son "el instrumental básico" de la participación social. Como hemos intentado señalar, estos son productos de la experiencia del participar en lo social. Luhmann, N. y De Georgi, R. Teoría de la Sociedad, Universidad de Guadalajara, Universidad Iberoamericana. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, México, 1993, pp. 42. Op. cit. pp. 46. Dicho de otra manera: '\..la diferencia principal se establece mediante una semántica que puede representar la relación entre sistema y entorno dentro del sistema. Esto requiere un mínimo proceso de diferenciación de la comunicación reflexiva en el sistema,./’ Luhman, Niklas, Sistemas Sociales. Lincamientos para una Teoría General. Ed. Alianza, Universidad Iberoamericana. México 1991, pp. 453. Entendemos que de esta manera proponen J. Gutiérrez y J.M. Delgado su concepto de autoobsaervación, Ver "Teoría de la Observación", de los autores, en: Métodos y Técnicas Cualitativas de Investigación en Ciencias Sociales, Ed. Síntesis, Madrid 1995.

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Hacia una Economía Política Global Postmoderna

Hada una Economía Política Global Postmoderna: La economía mundial como sistema socioeconómico autopoiético Antonio Hidalgo

Introducción

Existe una larga tradición en Economía que estudia los fenómenos económicos desde una perspectiva sistémica, entendiendo que la realidad económica puede ser inter­ pretada por medio de unos modelos denominados sistem as; de hecho toda la corriente estructuralista de la Economía así lo hace. En el terreno de la Economía Nacional y de la Economía Internacional este enfoque ha gozado tradicionalmente de gran popularidad. Sin embargo» en los últimos años el proceso de globalización ha hecho que el concepto de economía internacional pierda capacidad para reflejar el conjunto de fenó­ menos económicos que se dan más allá de la fronteras nacionales, y que ya no responden exclusivamente a las relaciones económicas entre naciones; ello ha permitido el surgi­ miento del concepto de economía mundial, entendiendo que existen fenómenos econó­ micos que se desarrollan a escala planetaria y que existen agentes que intervienen en la economía sin considerar las dimensiones nacionales. Así ha surgido, como evolución de la Economía Internacional, una nueva especialidad de la Economía, la Economía Mun­ dial, que, igualmente en muchos casos, ha adoptado el análisis sistémico como perspec­ tiva metodológica. El concepto de sistema ha ido evolucionando a lo largo del tiempo incorporándosele dimensiones y características de las que originalmente carecía, de tal forma que ahora podemos hablar de sistemas autoorganizados o autopoiéticos. Esto hace que la nueva especialidad de Economía Mundial disponga de un instrumento analítico tradicional, pero renovado y adaptado a la nueva realidad que debe explicar y a las nuevas tendencias filosóficas y metodológicas de la Ciencias Sociales. Teniendo presente todo lo anterior, en este trabajo vamos a tratar de sintetizar las características de un análisis sistémico renovado y de aplicar el mismo al estudio de la economía mundial tratando de contribuir a la construcción de una Economía Política Global Postmoderna.

El análisis sistémico renovado Una de las concepciones tradicionales de sistema es la debida a Bertalanffy (1950: 143), que lo entendía como un complejo de elementos interactivos que puede conside­ rarse como una sola entidad. Dicho concepto se ha utilizando frecuentemente en las Ciencias Sociales para el estudio de la realidad social, hablándose así de sistema social.

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Esto no quiere decir que una determinada realidad social se encuentre organizada en forma de sistema, sino que pueden elaborarse un sistema social conceptual abstracto (Bertalanffy, 1992 [1975]: 152) que se corresponda con ella, un modelo definido por el sujeto por medio del cual se describe e interpreta, para luego poder explicar, la realidad social. Desde este punto de vista, al conocimiento de la realidad social se llegaría a través del conjunto de elementos e interrclaeiones que la configuran y que difícilmente pueden ser contemplados en una visión directa de Ja misma. Dicho sistema social conceptual no será único, ya que el conocimiento que pode­ mos tener de la realidad social está limitado por su propia complejidad (indeterminismo objetivo) y por la capacidad del conocimiento humano (indeterminismo subjetivo) y ello impide llegar a un modelo interpretativo objetivo. Además, el sujeto elabora un sistema social que modeliza una realidad de la que forma parte, por lo que dicho sistema depen­ derá de la perspectiva que adopte el sujeto; si el sujeto modeliza la realidad social desde una perspectiva cultural estará elaborando un sistema sociocultural, si lo hace desde una perspectiva política estará elaborando un sistema sociopolítico, si lo hace desde una perspectiva económica estará elaborando un sistema socioeconómico... Por tanto, al ser el sujeto el que define el sistema social, éste será subjetivo y, ante la imposibilidad de un análisis objetivo, lo que procede es aceptar la subjetividad del mismo haciendo explícitas las perspectivas ideológicas, los supuestos, los juicios de va­ lor y cuantos elementos subjetivos puedan influir en el análisis. No obstante, la subjetivi­ dad no es patrimonio del análisis sistémíco, yaque todo análisis basado en lamodelización de la realidad es subjetivo. El análisis sistémico estudia una determinada realidad social de forma global, como una sola entidad, entendiendo que cl conjunto posee una serie de propiedades diferentes de las de cada uno de los elementos que lo configuran; pero al mismo tiempo estudia las interdependencias, el complejo de elementos interactivos. ya que cl funciona­ miento de cada una de las partes del todo depende de las relaciones que mantiene con las otras partes y, por tanto, no puede entenderse dicho funcionamiento de forma aislada. Así pues global idad e interdependencia son dos de las características esenciales del con­ cepto de sistema y por tanto del de sistema social. Por otro lado, tanto los elementos como las interdependencias pueden ser perma­ nentes o variables a lo largo del tiempo. Si nos fijamos en los elementos y las relaciones del sistema social que son estabJes durante largos períodos de tiempo estaremos estu­ diando la estructura del sistema; mientras que si nos fijamos en los elementos y relacio­ nes del sistema social que varían en un intervalo corlo de tiempo, habitualmente menos de un año. estaremos estudiando la coyuntura del sistema. EJ concepto de estructura aparece así relacionado con la permanencia y la visión anatómica del sistema social, mientras que el concepto de coyuntura lo estaría con la dinámica y la visión fisiológica del sistema social. Así, podemos adoptar una perspectiva fisiológica o anatómica (Hicks y Hart, J958 [ 1950]; 251-252): en el primer caso, nos ocuparíamos del funcionamiento del sistema, de los flujos de entrada y salida, de las reacciones del sistema ante cambios en el entorno..,; en el segundo caso, la perspectiva anatómica nos lleva a ocuparnos de la estructura, de sus elementos y sus relaciones. Sin embargo, la importancia del estudio anatómico reside en que sin él no puede acometerse con éxito el estudio fisiológico; por tanto, si queremos conocer el funcionamiento del sistema social debemos primero conocer su estructura. Desde este punto de vista, sistema y estructura no serían sinónimos, sino que la estructura formaría parte del sistema. Ello difiere deJ concepto de estructura de Sampedro y Martínez Cortina (1975, [ 19691: 265-272), que entienden que una estructura puede identificarse con un sistema, bajo ciertas condiciones, ya que este es también una estruc­ tura, la más amplia y envolvente, pero que dispone de la autonomía suficienLe para su autoorganización hasta en los aspectos más fundamentales; aunque también existirían

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estructuras parciales que no poseerían esta capacidad de autoorganizarse, por lo que no serían sistemas. Para otros autores, en especial los estructuralistas franceses, el sistema social está compuesto por diversas estructuras. Si adoptamos una perspectiva fisiológica, debemos aceptar el carácter dinámico del sistema social y ello supone incorporar la noción de tiempo. Si entendemos el térmi­ no dinámica como funcionamiento, el concepto de tiempo que emplearemos será el tiempo causal, mientras que si lo empleamos como evolución, el concepto de tiempo que em­ plearemos será el tiempo histórico. Según Granger (Viet, 1970 [1965]: 187-188) pode­ mos distinguir entre tiempo causal, tiempo histórico y tiempo estocástico; el tiempo cau­ sal sería el tiempo no fechado, el intervalo temporal entre la existencia de la causa y la existencia del efecto; el tiempo estocástico sería intervalo de tiempo no fechado en el que pueden darse determinados fenómenos además de las relaciones causa-efecto; y el tiempo histórico sería una variable plena y orientada, cuya estructura es tal que el conte­ nido de cada instante depende del contenido de los instantes que le precedieron, en él se dan relaciones causales y fenómenos aleatorios. Bajo la perspectiva fisiológica, podemos estudiar la naturaleza, el sentido, el rit­ mo y la intensidad de una serie á t flujos de materia, energía e información que se dan entre los distintos elementos del sistema social; dicho flujos suelen tener un carácter circular generando así efectos de retroalimentación y de causación circular (Wiener, 1948). Cuando los efectos de retroalimentación se dan en flujos de información, el siste­ ma social tiene la capacidad de aprendizaje. Hasta ahora hemos estado hablando de un sistema social cerrado, pero si conside­ ramos que toda realidad social no se da en el vacío, sino que se encuentra inmersa en un medio físico y, la mayoría de las veces, en una realidad social más amplia, podemos empezar a considerar la idea de un sistema social abierto, es decir, de un sistema que mantiene un intercambio de materia, energía e información con el entorno o ambiente, existiendo, por tanto, flujos de entrada y de salida de dicho sistema (BertaJanffy, 1992 11975]). Así, si nos referimos al entorno físico del sistema social, la naturaleza no sólo es un elemento a tener en cuenta en el análisis, sino que es el entorno de dicho sistema, con el que mantiene flujos de entrada y de salida, interactuando tanto en sentido positivo como negativo. Lo mismo puede decirse del propio entorno social de un sistema social; para un sistema social de tipo nacional, su entorno social sería la realidad social del resto del mundo, organizada o no en forma de sistemas; mientras que para un sistema social de tipo mundial no existiría entorno social. Un sistema social tiene la capacidad de reaccionar ante los cambios que se produ­ cen en el entorno, al objeto de mantener estable unas determinadas magnitudes, es decir, posee capacidad de autorregulación; cuando el sistema social tiene además la capacidad de generar y recibir flujos de información, éste puede realizar un aprendizaje que le permita controlar mejor su propia evolución (Wiener, 1948). Esto hace posible plantear además la noción de finalidad, característica que algu­ nos sistemas poseen. Corno todo, la determinación de la finalidad de un sistema es sub­ jetiva, es decir, es el sujeto el que le asigna una finalidad a un sistema en el proceso de interpretación de la realidad. Un sistema social pueden tener o no una finalidad, aunque al considerar la capacidad de autorregulación del mismo, el mantenimiento de la estabi­ lidad, o su recuperación cuando ésta se ha perdido, pueden ser entendidos como la fina­ lidad, el propósito o el objetivo del sistema. Sin embargo, el concepto de autorregulación se ha visto desbordado por el de autopoiesis, término procedente de la biología (Varela, Maturana y Uribe, 1974), que pue­ de definirse como la capacidad que tiene un sistema para, a pesar de no estar en equilibrio, mantener una estabilidad estructural absorbiendo energía del entorno o autorregulándose continuamente. Al igual que un ser vivo, un sistema autopoiético es capaz de mantener su autonomía y la continuidad de sus pautas (Hodgson, 1995 [1993]: 365-366).

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La traslación del concepto de autopoiesis, propio de la Biología, a las Ciencias Sociales, no puede hacerse de manera automática; distintos autores han presentado una serie de objeciones para que un sistema social pueda considerarse como autopoiético (Beyme, 1994 [1991]: 216-217): Sólo pueden denominarse autopoiético a un sistema vivo; en este sentido cual­ quier sistema social está compuesto por individuos y, por tanto, por elementos vivos. Un sistem a autopoiético-biológico produce sus propios com ponentes, se autorreproduce; esto sólo es válido para ciertos tipos de sistema socia] capaces de produ­ cir sus propios agentes. Un sistema autopoiético-biológico puede no tener cerebro; no todo sistema social posee un órgano encargado de la toma de decisiones, aunque ciertos tipos de sistema social poseen un gobierno, mientras que otros funcionan por medio de la coordinación de los agentes. En un sistema autopoiético-biológico los componentes pertenecen a un sistema y sólo a uno; sólo algunos tipos de sistema social pertenecientes al mismo plano de análisis (local, regional, nacional, mundial...) cumplen esta característica. No todos los elementos de un sistema autopoiético-biológico tienen acceso al entorno de dicho sistema; en el caso del sistema social todos sus elementos tienen acceso al entorno físico, pero sólo algunos elementos tienen acceso al entorno social, salvo en el caso del sistema social mundial, que carece de entorno social A pesar de estas consideraciones, el concepto de autopoiesis es útil para explicar el funcionamiento de determinados tipos de sistema social; de esta forma un sistema social autopoiético será aquél que tiene capacidad para mantener su estabilidad estructu­ ral autorregulándose continuamente o absorbiendo energía de su entorno. Frente este tipo de sistema social tendríamos el sistema social alopoiético. que sería aquél cuyos mecanismos de regulación no forman parte del mismo; suele conside­ rarse como alopoiético a todo sistema que puede identificarse en el interior de un sistema autopoiético (Beyme, 1994 [ 1991 ]: 220-221). Si consideramos al sistema social mundial como autopoiético, podríamos tratar a todo sistema social nacional como sistema alopoiético o subsistema, mientras que si consideramos al sistema social nacional como autopoiético, el resto del mundo sería su entorno social y todo sistema social regional o estatal sería un sistema alopoiético o subsistema espacial Así mismo, todo sistema sec­ torial que pueda darse dentro de un sistema autopoiético podría ser considerado como un sistema alopoiético o subsistema sectorial. En adelante hablaremos de un sistema social autopoiético. La estabilidad estructural que garantiza la autopoiesis es compatible con la ines­ tabilidad del sistema social a nivel micro; con ello se rescata la vieja idea de Peircc. de finales del siglo XIX, de que el azar engendra orden y de que puede surgir un macroorden a partir de un microcaos, y el principio de deterninism o estratificado de Weiss (1969), que sostiene que existe una determinación de lo grande a pesar de la indeterminación de lo pequeño. Así un sistema social autopoiético mostrará un cierto grado de orden a nivel macro a pesar de la variedad y el caos a nivel micro. El paso del microcaos al macroorden del sistema viene explicado por los trabajos de Prigogine y la Escuela de Bruselas (Prigogine y Stengers, 1984), que demuestran cómo un nuevo orden, equilibrio o estructura puede surgir a partir de una situación de caos, desequilibrio o inestabilidad del sistema, en virtud de procesos de autorregulación; de hecho es precisamente la variedad y el desorden a nivel micro lo que permite amorti­ guar los efectos de retroalimcntactón acumulativa que podrían desestabilizar fácilmente un sistema en equilibrio (Hodgson, 1995 [1993]; 366-367). Pero el mantenimiento de la estabilidad estructural supone la necesidad de redu­ cir la entropía, o grado de desorden, del sistema. El buen funcionamiento de un sistema social supone, por tanto, la existencia de un proceso de reducción de la entropía; y ello

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puede hacerse de dos formas: o bien el sistema traslada la entropía a su entorno físico o social (deterioro ambiental, desestabilización de otros sistemas socales...), o bien el sis­ tema social acumula su entropía en partes relativamente aisladas del mismo (subdesarrolio, marginación y exclusión social de ciertos territorios. ..)• cuya relevancia para cl fun­ cionamiento del mismo es marginal D esde esta perspectiva, fenóm enos, hab itu alm en te in terp retad o s com o disfuncionalidades del sistema social, serían ahora considerados como consecuencia de la autorregulación de dicho sistema y, por tanto, consustanciales a la existencia del mis­ mo. No obstante, la acumulación de la entropía, tanto en el entorno del sistema como en ciertas partes del sistema social, pudiera llegar a convertirse en cl origen de perturba­ ciones que pudieran afectar a la estabilidad futura del mismo. Por otro lado, puede distinguirse entre autorregulaciones prim arias* encamina­ das a un nuevo orden o una nueva estructura y que están gobernadas por interacciones entre los distintos com ponentes del sistem a social y entre éste y su entorno, y autorregulaciones secundarias, que presuponen la existencia de mecanismos estructura­ les fijos que determinan la naturaleza de los mecanismos reguladores basados en la retroalimentación (Bertalanffy, 1965: 48-49). Es decir, las autorregulaciones primarias ri­ gen los cambios y las autorregulaciones secundarias rigen la estabilidad. En un sistema social la estabilidad viene garantizada por la autorregulación se­ cundaria. Dicha regulación puede ser de dos tipos, automática o deliberada. Hablamos de autorregulación automática cuando las actuaciones de los agentes son no delibera­ das, es decir, cuando están basadas en los hábitos y las pautas de pensamiento propios de la cultura, que serán consecuencia del marco político-institucional concreto en que se encuentre el sistema social; son las instituciones propias de dicho marco las que garanti­ zan la au torregulación autom ática del m ism o y, por tanto, la estabilidad. La autorregulación deliberada es consecuencia de las decisiones tomadas conscientemente por los agentes con la intención de autorregular el sistema; en este caso, la capacidad de autorregulación dependerá de la cuota de poder que posean los agentes decisorios. Por el contrario, la evolución, el paso de una situación de estabilidad a otra, de un orden a otro, de una estructura a otra, viene influida por la autorregulación primaria, que igualmente puede ser deliberada o automática; aunque en este caso los mecanismos de regulación deliberada son los más importantes. Todo sistema social sufre variaciones orgánicas o constitucionales, bien sean trans­ formaciones lentas a lo largo del tiempo o bien cambios más bien bruscos; a estas varia­ ciones podemos denominarlas, respectivamente, transformaciones estructurales y cam ­ bios estructurales. (Fernández Díaz et al., 1993 [1989]: 89). No obstante, antes de continuar debemos aclarar la aparente contradicción entre el supuesto de permanencia de la estructura y las transformaciones y cambios estructura­ les. La estructura de un sistema social no ha de entenderse como inmutable o inalterable, sino como relativamente estable (Marchal), invariable a corto plazo (Akerman), de m o­ vimiento lento (Tinbergen) o de modificación débil (Perroux) (Viet, 1970 [1965]: 185). En otras palabras, la estructura social es estable a corto o medio plazo, pero al ser obser­ vada a largo plazo puede comprobarse como la misma sufre variaciones lentas y conti­ nuas (transformación estructural) y bruscas (cambio estructural). En los análisis de evolución estructural contemplaremos necesariamente el tiempo, distinguiendo aquí los análisis que se realizan entre dos cambios estructurales, centrados en las transformaciones, y que tienen una visión de largo plazo, y los que se realizan específicamente sobre un cambio estructural, con una visión de medio o largo plazo. En las transformaciones estructurales lo que se transforman son los elementos de la estructura, aunque no las leyes que rigen las inlerrelaciones que permanecen invaria­ bles, en su mayoría, y que son las que dan sentido a dicha estructura (Berzosa, 1995: 38).

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En Ios cambios estructurales se alteran precisamente también dicha leyes, por lo que Ja vieja estructura da paso a una estructura nueva, El funcionamiento de un sistema social entre dos cambios estructurales puede explicarse a partir de la identificación de la estructura existente en ese intervalo de tiem­ po. Así pues, la periodificación empírica de los intervalos de estabilidad del sistema económico será la primera fase del análisis de su estructura; es la periodificación la que define la estructura, en la medida en que buscamos en ella la permanencia, y no la per­ manencia de los elementos y relaciones estructurales la que define los intervalos (Viet, 1970 [1965]: 187-188). Pero si hablamos de evolución estamos hablando de tiempo histórico o tiempo irreversible, en el que importa el instante además del intervalo; y ello por dos motivos, porque en ese instante los fenómenos aleatorios no son los mismos que cualquier otro instante, y porque lo que ha ocurrido en instantes precedentes condiciona lo que puede suceder en el instante posterior. El tiempo irreversible es el tiempo relevante desde una perspectiva sistém ica de multicausalidad, de causalidad no lineal, de azar y de autorregulación y, por tanto, el único tiempo útil a la hora de explicar la evolución es­ tructural de un sistema social. Aceptada la evolución de la estructura nos interesa ahora precisar qué la origina; dialéctica, caos, finalidad y creatividad se entremezclan en su explicación. Bajo una perspectiva dialéctica, la evolución de un sistema social se explicaría en función de las contradicciones internas del propio sistema que terminarán por generar una nueva estructura económica, cuyas características ya se encuentran en la estructura previa al cambio; es decir, el cambio estructural vendría determinado por las contradic­ ciones del sistema, bastaría con identificar esas contradicciones para predecir el futuro del sistema. El enfoque dialéctico es pues determinista, en la medida en que los resulta­ dos están condicionados por leyes causales de naturaleza dialéctica (Hodgson, 1995 [1993]: 307). Frente a este deterninismo, la teoría del caos ha puesto de manifiesto la imposi­ bilidad de conocer el futuro de un sistema social, ya que el más mínimo cambio en los parámetros cruciales puede tener consecuencias muy graves; esto es lo que se conoce como el efecto mariposa (Hodgson, 1995 [1993]: 313). Una pequeña perturbación fruto del azar, que afecte a elementos muy sensibles de un sistema social, puede ser amplifica­ da por el propio sistema, generando consecuencias impredecibles e incontrolables por los mecanismos de autorregulación del mismo, Al igual que el orden puede surgir del caos, el caos puede surgir del orden; estructura y orden pueden convivir con el caos; por tanto, la existencia del azar, en forma de perturbación interna o externa, que genera un cambio estructural, es lo que explica la evolución indeterminable de un sistema social* del cual podemos estudiar su estructura pero sobre el que no podemos realizar prediccio­ nes fiables (Hodgson, 1995 11993]: 347). Como alternativa a estas dos visiones algunos científicos sociales han planteado que la existencia de finalidad en un sistema social es la que determina su evolución. La finalidad o intencionalidad sería la capacidad que posee todo sistema de dirigirse a su fin. Con este enfoque lo que se hace es invertir la flecha del tiempo, entendiendo que el presente no está determinado por el pasado, sino por el futuro; la expl icación causal de la evolución de un sistema social es sustituida por una explicación ideológica, en la que las causas son vistas desde sus consecuencias. La existencia de un código o programa sub­ yacente en el sistema, que se desvela en su funcionamiento a lo largo del tiempo, es lo que determina su evolución; por tanto, el conocimiento de Ja finalidad de un sistema social será lo que nos permita predecir su futuro. Este enfoque ideológico es, en princi­ pio, tan determinista como el enfoque dialéctico de naturaleza causal (Martín Serrano, 1975: 82-85). Una cuarta propuesta de explicación de la evolución del sistema sociaJ la encon­

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tramos en la voluntad, en el libre albedrío, en la creatividad humana, expresados en sus diversas facetas (decisión, elección, resistencia, innovación, tecnología, política...). Esta creatividad humana sería una causa no causada, diferente del azar, y capaz de influir en el futuro de un sistema social. En un sistema social los elementos capaces de generar orden, bien sea manteniendo la estabilidad, bien sea generando un cambio estructural, son los agentes, por lo que las decisiones discrecionales se convierten en la clave de la evolución de dicho sistema. Podemos definir al agente como una organización o una individualidad, que vive en sociedad y toma decisiones, es decir, que combina sus varia­ bles-instrumentales con sus variables-objetivo según su información y su potencialidad y recurriendo a la memoria para elaborar su proyecto (Perroux, 1984: 81). Dado que la creatividad genera orden y cambio, la evolución de la economía ha de recaer sobre la creatividad de los agentes (Dopfer, 1991: 51). Estos cuatro enfoques lejos de ser incompatibles, son complementarios bajo una perspectiva postmoderna. La evolución del sistema económico está parcialmente determi­ nada y parcialmente indeterminada; según el principio de indeterminación parcial de Thorp, no hay posibilidad de que en un momento dado pueda ocurrir literalmente cualquier cosa, sino que existe la posibilidad de que ocurran varias cosas y al final ocurre una de ellas (Hodgson , 1995 [1993]: 315). Esta indeterminación parcial supone que los resultados posibles de la evolución de un sistema social están condicionados tanto por restricciones internas como por restricciones externas, es decir, el espacio social es anisótropo y no todas las direcciones y sentidos son equiprobables (Ibáñez, 1994 [1988]: 25), Asumido que los agentes, en sus diferentes manifestaciones individuales y colec­ tivas, son unos elementos claves para explicar la evolución de un sistema social, convie­ ne aclarar que sus acciones están parcialmente determinadas y parcialmente indetermi­ nadas. El comportamiento humano tiene facetas deliberadas (elección) y no deliberadas (hábitos). En el caso de la elección, los agentes cuentan con el libre albedrío, lo que supone que pueden actuar en función de una variedad de formas posibles, y lo que es más, pueden cambiar de objetivos sin necesidad de que exista un estímulo externo: en este caso, nos encontramos con una causa no causada, con una primera causa, por lo que algunas elecciones son reales y en ellas se manifiesta la voluntad de los agentes. Sin embargo, los agentes tienen poderes de imaginación y creatividad limitados, entre otras cosas por su experiencia y los hábitos de pensamiento propios de la cultura a la que pertenecen; por eso, la indeterminación real, fruto del libre albedrío, está restringida y el conjunto de posibilidades de elección de los agentes queda limitado, permitiendo incluso que puedan hacerse predicciones (Hodgson, 1995 [19931: 307-315). El pasado, la cultura y las instituciones, en general, influyen, pero no determinan las decisiones de los agentes, por tanto, la evolución de todo sistema social es incierta, aunque al mismo tiempo existe en éste un cierto grado de orden o estabilidad. Dicho orden viene marcado esencialmente, aunque no de forma exclusiva, por el comporta­ miento no deliberado de los agentes, por los hábitos, por las instituciones, por la autorregulación automática del sistema social (Hodgson, 1995 [1993]: 315-327). El término instituciones es entendido aquí, según la definición de Veblen, como los principios de acción, acerca de la estabilidad y la finalidad, sobre los que los agentes prácticamente no tienen dudas (Bortis, 1990: 79). Las instituciones, así definidas, serían hábitos sociales que determinan acciones reguladoras, no deliberadas sino automáticas. Este automatismo no se refiere al hecho de que los agentes actúen sin voluntad, sino a que sus actuaciones no tienen como objetivo la regulación del sistema social, aunque por lo general sí tendrán un objetivo en la mayoría de los casos de carácter micro. La agregación de estas actuaciones deliberadas a nivel m icro conduce a una autorregulación automática del sistema (Hodgson, 1991:159). Las elecciones reales de los agentes suelen producirse en momentos de incerti-

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dumbre, por ello la creatividad es mucho más probable cuando la cultura y las institucio­ nes se ven alteradas sustancialmente y la inestabilidad se apodera del sistema social. La estabilidad de un sistema social, por su parte, viene de la mano de la estabilidad institucional, que configura las reglas del juego. Sin embargo, en períodos de crisis las instituciones son cuestionadas por su incapacidad para restablecer la estabilidad del sis­ tema, por lo que las acciones de los distintos agentes pueden perder cohesión; en este punto el futuro del sistema social se vuelve incierto. En este contexto, una leve perturba­ ción, que en un período de estabilidad resultaría irrelevante, puede producir una cascada de eventos que lleve al sistema a un nuevo orden con nuevas reglas del juego; éste es precisamente el momento de los creadores de futuro, cuya acción puede ser la citada perturbación. A partir de estos períodos de inestabilidad del sistema se puede producir un cambio estructural Cuando las instituciones no son capaces de neutralizar los efectos de una pertur­ bación y el sistema entra e n crisis, algunos agentes empiezan a cuestionarlas y a lomar decisiones, que pueden ser entendidas como una nueva perturbación y que pueden con­ vertirlos en creadores de futuro. En los casos en que estos agentes disconformes se orga­ nicen y se constituyen determinados grupos de presión, sus actuaciones podrían amplifi­ car la inestabilidad del sistema social Frente a este tipo de autorregulación, y como complemento, tendríamos la delibe­ rada, basada en las decisiones de los agentes. Cuanto más poder tengan los agentes decisorios, es decir, cuanto mayor sea su capacidad para imponer su voluntad al conjunto de los restantes agentes, mayor será su participación en el proceso de regulación. En algunos casos, un único agente, individual o colectivo, tiene suficiente capacidad para regular el sistema en momentos de estabilidad; en este caso estaríamos ante el cerebro o gobierno del sistema. En otros casos, ningún agente, individual o colectivo, tiene sufi­ ciente capacidad para regular, en momentos de estabilidad, el sistema por sí sólo, pero, si se coordina con otros agentes, conjuntamente sí pueden llegar a tomar decisiones reguladoras; en este caso la coordinación consciente hace las veces de seudo-cerebro o seudo-gobierno del sistema. Sin embargo, ante una situación de catástrofe, inestabilidad o crisis extrema, es decir, cuando el sistema social está en una situación no autopoie'tica, la inestabilidad puede llegar a provocar una ruptura de la regularidad institucional (Lavvson, 1985: 920) y de la capacidad de coordinación de los agentes decisorios o de la capacidad de éstos para imponer su voluntad al conjunto de los restantes agentes; dicha ruptura puede venir provocada por una fuerte alteración de naturaleza militar, política, social, económica o tecnológica que conducen a la pérdida de la autopoiesis del sistema social, pudiendo ser interpretada como un cambio de etapa equivalente a una bifurcación (Hodgson, 1991: 161). Dichas situaciones no autopoiéticas se corresponderían con profundas crisis es­ tructurales del sistema social, caracterizadas por la imposibilidad de recuperar la estabi­ lidad estructural dentro del mismo marco institucional (Boyer, 1992 [1987]). Es bajo la fase no autopoiética, en situaciones de bifurcación, cuando el sistema social se vuelve altamente sensible a pequeñas alteraciones, que pueden llegar a afectar a la evolución del mismo; de ser ello así, el sistema social sufriría una mutación inician­ do una nueva senda evolutiva caracterizada por un marco institucional diferente al exis­ tente con anterioridad y que tendría como manifestación más importante el cambio es­ tructural del sistema social A partir de todas las consideraciones anteriores podemos concluir que el estudio de un sistema social autopoiético se apoya en conceptos tales como: abstracción; subjetivi­ dad; globalidad; interdependencia; estructura: funcionamiento; entorno; finalidad; autorregulación; autopoiesis; alopoiesis; estabilidad; entropía, evolución; transformación; cambio; crisis; y mutación. Nosotros vamos a tratar de combinar dichos conceptos en el estudio de la economía mundial como un sistema socioeconómico autopoiético m undial

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El sistema socioeconómico autopoiético mundial La aplicación del análisis sistémico a la realidad social mundial, nos permite en­ tender ésta como un complejo de elementos interactivos que puede considerarse como una sola entidad; es decir, la adopción de esle enfoque m etodológico supone la modelización de dicha realidad social por medio de un sistema social mundial concep­ tual Como tal. dicho sistema será subjetivo, es decir, dependerá de la interpretación que el sujeto haga de la realidad social mundial. Como economistas, adoptaremos una pers­ pectiva económica y nos centraremos en el estudio de las dimensiones económicas de la realidad social mundial, por lo que elaboraremos un sistema socioeconómico mundial conceptual; pero insistimos en lo socioeconómico, porque lo económico no puede ser separado quirúrgicamente de lo no económico, ya que su interrelación es tan estrecha que resulta imposible, y ello nos obliga a tener en cuenta aspectos políticos, sociales y culturales a la hora de estudiar la realidad social mundial desde una perspectiva econó­ mica, Así el sistema socioeconómico mundial está referido a una totalidad, la economía mundial, entre cuyos elementos (empresas, familias, regiones, países, estados, ciudades, sectores productivos...) existen una serie de relaciones de interdependencia y de flujos de mercancías, de servicios, de capitales, de divisas, de trabajo, de personas, de energía, de información..., los cuales pueden darse de forma permanente o esporádica, Los elementos y las interrelacioncs permanentes (intercambio de productos in­ tensivos en capital por productos intensivos en mano de obra, traspaso de mano de obra del sector primario a los sectores secundario y terciario, inversión extranjera directa en países con escaso capital...) son los que definen la anatomía o estructura del sistema socioeconómico mundial; aunque también influyen de forma importante en la fisiología o funcionam iento de dicho sistema, yaque los flujos de diversas naturaleza que se dan en el mismo (movimientos de capitales, de trabajadores, de mercancías...) dependen en gran medida de la propia estructura del sistema. Sin embargo, el sistema socioeconómico mundial también posee elementos e interrelaciones que se dan de forma esporádica, que aparecen y desaparecen sin pauta alguna» que son coyunturales; éstos forman igualmente parte del sistema, pero su impor­ tancia es escasa mientras éste se encuentre en una fase de estabilidad estructural (un movimiento masivo de personas de unos países a otros como consecuencia de un con­ flicto bélico local, una caída de la bolsa de algunos países por unos rumores de adopción de determinada medida de política económica...). Además, el sistema socioeconómico mundial posee un entorno con el que man­ tiene relaciones. En este caso, dado que se trata del sistema socioeconómico con mayor dimensión posible, no existe un entorno socioeconómico del sistema, como le sucede a los sistemas socioeconómicos nacionales; sin embargo, sí existe un entorno físico con el que el sistema socioeconómico mundial mantiene relaciones, es el llamado ecosistema mundial. Este entorno aporta al sistema socioeconómico mundial su base física, que incluye tanto los recursos naturales como los recursos ambientales necesarios para el funcionamiento de dicho sistema. La población también podrían ser considerada, y de hecho muchos autores lo hacen, como un recurso natural generado por el ecosistema, por cuanto la reproducción es un proceso natural; esto ha podido ser cierto durante bastante tiempo, sin embargo, en la actualidad la reproducción humana dista mucho de ser un proceso exclusivamente natural, en la medida en que los métodos de control de la natali­ dad (anticoncepción y reproducción asistida) hacen que sea el propio sistem a socioeconómico mundial el que regula, aunque no determina, la reproducción de sus elementos vivos. Por otro lado, los residuos de las actividades del sistema socioeconómico mun­ dial son flujos de salida de éste y de entrada en el ecosistema, cuya capacidad de reciclaje

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depende de la intensidad y concentración de dichos flujos, mientras que la explotación de recursos naturales y ambientales son flujos de salida del ecosistema y de entrada en el sistema socioeconómico mundial, cuya intensidad depende del grado de explotación, del stock existente y/o de la capacidad de renovación de los mismos por parte del ecosistema mundial. El entorno suministra al sistema socioeconómico mundial uno de los factores productivos, la tierra, mientras que la interacción entre ambos sistemas permite la exis­ tencia de actividades como la agricultura, la ganadería, la pesca, la silvicultura, la mine­ ría y la producción de energía. Así mismo, recientemente, han aparecido en el sistema socioeconómico mundial una serie de actuaciones y de actividades productivas dedica­ das precisamente a regular los flujos con el ecosistema y a tratar de reducir el deterioro ambiental generado por la actividad económica. El tema de la finalidad del sistema socioeconómico mundial es controvertido. Cabría sostener que el sistema funciona sin finalidad alguna o que, dado que no existe un cerebro del sistema o gobierno mundial, no se puede tener conciencia de la finalidad del mismo. Otra opción es considerar como finalidad la mejora o el mantenimiento del sta­ tus de los agentes con poder; habrá veces que la consecución de la finalidad lleve al sistema a excluir de sus beneficios a la inmensa mayoría de los agentes, mientras que en otras ocasiones, en función del poder que determinados agentes vayan adquiriendo, el sistema socioeconómico mundial permitirá la ascensión social de algunos de ellos. Sin embargo, parece más plausible, a juzgar por el funcionamiento de los mecanismos de autorregulación, que la finalidad del sistema sea el mantenimiento de su propia estabili­ dad estructural, o su recuperación cuando ésta se pierde. La estabilidad estructural del sistema socioeconómico mundial se conseguiría gracias a la actuación de los mecanismos de autorregulación automática y deliberada del mismo. Entre los primeros tendríamos todas las instituciones mundiales, es decir pautas y normas de comportamiento que son aceptadas por la mayoría de los agentes que ope­ ran en la economía mundial; en la actualidad, con la expansión del neoliberalismo como ideología dominante, la mayoría de dichas instituciones son coherentes con dichos plan­ teamientos. Un ejemplo de ello son los movimientos de capitales a corto plazo, que se desplazan de unos mercados financieros a otros (flujos), gracias a la existencia de liber­ tad de movimientos de capitales entre países (regulación liberal), según la evolución de determinados indicadores macroeconómieos y políticos. Otro ejemplo lo encontramos en los movimientos migratorios internacionales (flujos) cuando los diferenciales de ni­ veles de vida entre países tienen suficiente entidad; si las oportunidades se concentran excesivamente en un territorio y la población se concentra en un territorio diferente, la población de forma automática se desplazará hacia donde existen mayores oportunida­ des, pese a los intentos de regulación de ámbito nacional. También existen automatismos en los mercados internacionales de mercancías y servicios; por ejemplo, ante un conflic­ to bélico importante suele subir el precio del petróleo y caer la demanda turística, desen­ cadenando así una serie de actuaciones que tienden a que la estructura socioeconómica mundial no se desestabilice. E incluso existen automatismos en el plano productivo; por ejemplo, ante el agotamiento de un recurso estratégico se buscan recursos sustitutivos o ante la subida del precio de mano de obra en algunos países la actividad productiva de determinadas empresas se traslada a otros. Por otro lado, también existen mecanismos de autorregulación deliberada, que no tienen porque ser necesariamente un gobierno mundial a modo de cerebro del sistema; bastaría con que existieran formas de coordinación deliberada de los agentes que opera­ sen en el sistema con la intención de regular el mismo (interdependencia compleja; Keohane y Nye, 1988 [1977]). De hecho podemos hablar de la existencia de un “protogobierno mundial", constituido por el Sistema de Naciones Unidas (al que pertenecen organismos especializados, órganos conexos y programas diversos -FMI, BM, OMC, OIT, OMS, FAQ, ONUDI, O M T UNCTAD, PNUD, PNUMA, UNICEF.. las Nacio­

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nes Unidas, por medio de sus diferentes instrumentos institucionales, tratan de regular los flujos y relaciones de muy distinta naturaleza que se dan en la economía mundial y en otras dimensiones de la realidad social del planeta. También podemos hablar de un "seudogobierno mundial", que sería el G-7, foro formado por los gobernantes de los siete países más ricos del mundo (Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia) en el que participa también el Presidente de la Comisión Europea y al que en los últimos años se invita a participar al Presidente de Federación Rusa; dicho foro toma decisiones sobre la regulación de la economía mundial que los gobiernos de los países participantes se encargan de ejecutar, tratando también de convencer a otros gobiernos para que actúen en el mismo sentido. Pero no son los únicos mecanismos de autorregulación deliberada del sistema socioeconómico mundial; también otros agentes se coordinan para tratar de influir en la regulación del mismo, como por ejemplo la Trilateral, el Foro Económico Mundial, los movimientos antiglobalización o el Foro Social Mundial. La Trilateral es una asociación de hombres y mujeres de negocios e intelectuales liberales de diferentes países del mun­ do que durante años han funcionado como poderes fácticos con enorme influencia sobre los gobiernos de muchos países y que han defendido una regulación liberal de la econo­ mía mundial (desregulación), es decir, la reducción de la autorregulación deliberada a favor de la regulación automática por medio de los mecanismos del mercado mundial. En la actualidad, el papel de la Trilateral lo desempeña el Foro Económico Mundial que cada año se reúne en Davos (Suiza), con la excepción del año 2002 en que se reunió en Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Por otra parte, en los últi­ mos años, han surgido los llamados "movimientos anti-globalización" que son agrupa­ ciones informales de diferentes colectivos de corte progresista (sindicatos, partidos polí­ ticos de izquierda y centro izquierda, partidos nacionalistas, organizaciones no guberna­ mentales de solidaridad, asociaciones de defensa de derechos humanos, asociacioncs ecologistas, asociaciones pacifistas, asociaciones de carácter religioso, asociaciones de carácter étnico-cultural...) distribuidas por todo el mundo y coordinadas por medio de internet, que vienen organizando foros alternativos y manifestaciones coincidiendo en tiempo y lugar con los encuentros multilaterales de gobernantes de diferentes países y con reuniones de los organismos internacionales, y que tienen como objetivo frenar la regulación liberal de la economía mundial y convencer a los organismos internacionales, a los distintos gobiernos y la opinión pública de todos los países del mundo de la necesi­ dad de articular formas de regulación de la economía mundial que tengan efectos econó­ micos, sociales, políticos y ambientales beneficiosos para la mayoría de la población del planeta. Estos colectivos han comenzado ya organizarse, de forma que han conseguido constituir un Foro Social Mundial, que comenzó a reunirse cada año en Portoalegre (Brasi l) para luego ir cambiando de sede, coincidiendo con el Foro Económico Mundial, y que pretende impulsar una regulación efectiva del proceso de globalización. Todos estos m ecan ism o s de au to rre g u la c ió n p e rm ite n que cl siste m a socioeconómico mundial goce de estabilidad estructural, es decir, que presente un orden a nivel macro, caracterizado por la permanencia de la mayoría de las interrelacioncs estructurales, a pesar de que exista desorden o inestabilidad a nivel micro. Bajo la estabi­ lidad del sistema socioeconómico mundial se esconde una gran inestabilidad de regio­ nes, países, estados, sectores productivos, empresas..., algunos de los cuales se encuen­ tran en situación de crisis o recesión mientras que otros lo están en expansión. De hecho, cl fenómeno del subdesarrollo puede ser así interpretado no como una disfuncionalidad del sistema socioeconómico mundial, sino como un proceso consustancial con el propio desarrollo de dicho sistema; el subdesarrollo de determinadas zonas o países periféricas ha sido y seguirá siendo de gran utilidad para el desarrollo de las zonas o países centra­ les, yaque la estabilidad estructural de los centros es la que más influye en la estabilidad estructural del sistema socioeconómico mundial y ésta tiene como contraparte la inesta­

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bilidad estructural de las periferias, que son las que acumulan la mayor parte de la entropía del sistema. Así pues, el mantenimiento de la estabilidad estructural del sistema socioeconómico mundial se basa en la concentración de una mayor entropía en las peri­ ferias en beneficio de los centros gracias a los procesos de autorregulación continua de dicho sistema, por lo que el mismo puede ser considerado como un sistema autopoiético. Sin embargo, unas veces la entropía se traslada al entorno físico del sistema socioeconómico mundial (destrucción de ecosistemas con fines productivos, contamina­ ción...)» mientras que otras veces, cuando existía un sistema socioeconómico capitalista occidental en lugar del sistema socioeconómico mundial, la entropía se trasladaba tam­ bién al entorno socioeconómico del mismo. La distinción entre sistema socioeconómico mundial alopoiético y autopoiético no tendría mucho sentido, pues aceptada la existencia de algún mecanismo de regula­ ción, éste debe pertenecer necesariamente al sistema, ya que no existe ningún sistema de ámbito superior al que pueda pertenecer un mecanismo de regulación externo al sistema económico mundial (salvo que se asuman planteamientos de naturaleza ecológica -el ecosistema planetario regulando el sistema socioeconómico mundial- o metafísica -una divinidad universal que regula el sistema económico mundial-). Sin embargo, siguiendo un ejemplo de Maturana (recogido por Beyme, 1994 [1991]: 222-223), ningún país podría ser enteramente socialista porque el sistema socioeconómico mundial es capitalista, y ello nos plantea un inconveniente. La existen­ cia durante tres cuartos de siglo de países socialistas dentro de un sistema socioeconómico mundial capitalista, o la resistencia de Cuba a abandonar el socialismo, hacen pensar que estos sistemas socioeconómicos nacionales, son (Cuba) o han sido durante mucho tiem­ po (URSS) sistemas autopoiéticos, lo cual parece ser una paradoja. Una explicación de todo ello podría estar en que el sistema socioeconómico mundial no se ha conformado como tal hasta la década de los noventa, en que la mayoría de los países socialistas iniciaron una transición hacia el capitalismo; e incluso aún en la actualidad es un sistema socioeconómico cuasi-mundial, en la medida en que existen zonas del planeta que en la práctica se comportan como un entorno (países socialistas, comunidades indígenas aisla­ das...). De hecho durante la era del mundo bipolar no puede hablarse de un sistema socioeconómico mundial, sino de un sistema socioeconómico capitalista occidental con un entorno del que formaría parte otro sistema socioeconómico socialista oriental (o viceversa). Si consideramos al sistema socioeconómico mundial como autopoiético, podríamos tratar a los sistemas socioeconómicos nacionales como alopoiéticos, es decir, regu­ lados desde el exterior. Sin embargo, éste es otro punto controvertido, ya que los siste­ mas socioeconómicos nacionales han dispuesto tradicionalmente de una gran capacidad de autoorganización y de hecho poseen un organismo regulador por excelencia, el "go­ bierno nacional"; pero, por otro lado, el proceso de globalizacíón y el aumento de la descentralización del poder al interior de los sistemas nacionales limita cada vez más la capacidad de autorregulación de los sistemas socioeconómicos nacionales; la conforma­ ción de órganos de decisión a diferentes niveles (local* estatal, nacional, regional y mun­ dial) hace que la dimensión nacional ya no sea la más adecuada para la identificación de un sistema socioeconómico autopoiético. En estos momentos nos encontramos en una fase muy avanzada del proceso de transición desde muchos sistemas socioeconómicos nacionales autopoiéticos hacía un único sistema socioeconómico mundial autopioético (globalización) en el que la capacidad de autorregulación se está concentrando en el plano mundial, dejando para los planos inferiores (regional, nacional, estatal y local) los mecanismos de regulación de menor trascendencia y que no afectan a la estabilidad estructural del sistema socioeconómico mundial, por lo que en dichos pianos sólo po­ dríamos localizar sistemas socioeconómicos alopoiéticos o subsistemas espaciales. De todos estos subsistemas espaciales, los que más importancia tienen son los

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subsistemas regionales; de hecho, entre quienes no aceptan la existencia de un sistema bocioeconómico mundial autopoiético, abundan los que consideran que la transferencia de la autopoiesis se está produciendo entre los sistemas socioeconómicos nacionales y los sistemas socioeconómicos regionales, bien como paso previo a la conformación de un sistema socioeconómico mundial, bien como contratendencia de dicha conforma­ ción. Los subsistemas regionales serian subdivisiones del sistema socioeconómico mun­ dial en virtud de la intensidad regional de los flujos comerciales, financieros y migratorios; si identificamos los territorios regionales con mayor dinamismo económico, podríamos observar como éstos se comportan con centros de gravedad de una constelación de paí­ ses más o menos cercanos con los que mantienen intensas relaciones. Lo habitual sería la existencia de flujos de salida del centro, hacia la periferia, de capital (inversiones extran­ jeras de diferente naturaleza) y de productos de elevado valor añadido (bienes y servicios con alto contenido tecnológico) y flujos de entrada en el centro, con salida en la periferia, de capital (repatriación de beneficios de las inversiones extranjeras), de productos de escaso valor añadido (materias primas y productos con escaso contenido tecnológico) y de trabajo (inmigrantes). Con estos criterios pueden identificarse subsistemas regionales con independencia de la existencia de procesos de integración en marcha; entre ellos encontraríamos un subsistema americano (con centro en Estados Unidos y Canadá y periferia en América Latina y el Caribe), un subsistema euromediterráneo (con centro en la Unión Europea y la EFTA y periferia en los Países de la Europa Central y Oriental incluida Rusia-, y en los países del Magreb y de Oriente Medio) y un subsistema pacífico-occidental (con centro en Japón, y tal vez en Australia y Nueva Zelanda, y una perife* ria muy heterogénea formada por los Nuevos Países Industriales del Sudeste Asiático, las Economías Dinámicas Asiáticas y China); quedarían dos zonas que podrían conside­ rarse subsistemas de menor entidad, con es el caso del Subcontinente Indio, donde la India sería un centro de dinamismo débil, y el Africa Subsahariana, donde el centro de débil dinamismo sería Sudáfrica; aunque también el Subcontinente Indio podría incor­ porarse dentro del subsistema pacífico-oceidental, que podría denominarse entonces subsistema asiático-pacífico, y el África Subsahariana podría incorporarse dentro del subsistema euromediterráneo, que podría denominarse entonces euromediterráneo-afri­ cano. Cabría hablar también de subsistemas funcionales, entre los primeros podríamos identificar el subsistema productivo, el subsistema comercial y el subsistema financiero (o monetario-financiero), como partes del sistema socioeconómico mundial; igualmente podrían identificarse otros subsistemas funcionales, pero consideramos que con estos tres se incluirían casi todas las dimensiones de la actividad económica mundial. Dichos subsistemas tendrían unos mecanismos de regulación, denominados regímenes (Keohane, 1998 [1986]) (régimen productivo mundial, régimen comercial mundial y régimen fi­ nanciero mundial), que no son más que divisiones funcionales de los mecanismos de autorregulación del sistema socioeconómico mundial; algunos de dichos mecanismos de autorregulación serían automáticos, mientras que otros serían deliberados. Entre los mecanismos de autorregulación deliberada de los diferentes subsislemas funcionales po­ dríamos incluir la OIT, la ONUDI, la FAO y la OMT (subsistema productivo), la OMC y la UNCTAD (subsistema comercial) o el FMI y el Grupo Banco Mundial (subsistema financiero). El sistema socioeconómico mundial se ve sometido continuamente a múltiples perturbaciones; unas provienen de su entorno físico (sequías, inundaciones, terremo­ tos...), otras de la propias contradicciones internas del sistema (crisis cíclicas, intensifi­ cación desproporcionada de determinados flujos de mercancías, capitales y trabajado­ res...) y otras de la creatividad de sus agentes (innovaciones tecnológicas, guerras, frau­ des a gran escala, atentados terroristas...). La mayoría de dichas perturbaciones son neu­

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tralizadas por los mecanismos de autorregulación automática, aunque en algunos casos los mecanismos de autorregulación deliberada se ven obligados a intervenir para garan­ tizar la estabilidad estructural del sistema. Sin embargo, a veces, determinadas perturba­ ciones, de forma aislada o combinadas con otras, superan la capacidad de autorregulación automática del sistema socioeconómico mundial, mientras que los mecanismos de autorregulación deliberada son igualmente incapaces de neutralizarlas, por falta de efi­ cacia, por actuación tardía o por falta de coherencia de las medidas adoptadas; en estos casos, la inestabilidad se apodera del sistema socioeconómico mundial, las instituciones se debilitan y el poder se dífumina. entrando el sistema en una fase no autopoictica caracterizada por la exislencia de una crisis estructural profunda debido a la incompati­ bilidad del marco institucional con el restablecimiento de la estabilidad estructural. Cuando tuvo lugar la crisis de los setenta-ochenta (crisis de patrón cambios-oro, crisis energéticas, crisis del fordismo, crisis de la deuda, crisis del socialismo real, crisis del Estado del Bienestar...) los mecanismos de autorregulación deliberada y automática del sistema socioeconómico mundial (o sistema socioeconómico capitalista occidental, si se prefiere) fallaron y durante algún tiempo no fueron capaces de garantizar la estabi­ lidad estructural; hasta que no se produjo un cambio institucional importante, basado en un nuevo conjunto de valores sobre el funcionamiento más adecuado del sistema (neoliberalismo), los mecanismos de autorregulación no recuperaron su capacidad operativa. Así desde mediados-finales de los ochenta, la autorregulación del sistema vuelve a garantizar la estabilidad estructural hasta el próximo período de fuerte inestabilidad. A raíz de la salida de dicha crisis, cl sistema socioeconómico capitalista occiden­ tal co m enzó a expandirse por m edio de integración de países de su entorno socioeconómico, procedentes de la desintegración del sistema socioeconómico socialis­ ta oriental. Mientras el sistema socioeconómico capitalista occidental consiguió sobrevi­ vir gracias a una mutación que lo transformó en lo que hoy conocemos como sistema socioeconómico mundial, el sistema socioeconómico socialista oriental se extinguió, w La citada mutación del sistema socioeconómico mundial no fue otra cosa que la adopción del neoliberalismo como conjunto de valores que rigen el funcionamiento del mismo; es decir, se produjo un cambio en el genotipo del sistema, cuyo desarrollo ha generado una nueva estructura socioeconómica mundial. La mutación propició un cam­ bio brusco de los elementos y las intcrrelaciones permanentes del sistema, es decir, un cambio estructural. Así pues, el sistema socioeconómico mundial no sólo sufre transformaciones es­ tructurales lentas a lo largo de extensos periodos de estabilidad, sino que su evolución viene marcada también por cambios estructurales bruscos surgidos a raíz de momentos de fuerte inestabilidad. En dichos momentos las instituciones que hacen de mecanismos de autorregulación automática se modifican para adaptarse al nuevo genotipo ideológico (por ejemplo, a raíz de la crisis de los setenta-ochenta se establece a nivel mundial la libertad de movimientos de capitales o la libre fluctuación de la monedas en los merca­ dos de divisas...); y también lo hacen los organismos internacionales que hacen las veces de mecanismos de autorregulación deliberada (cambio de funciones del FMI, transfor­ mación del GATT en OMC, nacimiento del G-7, del Foro Económico Mundial y de los movimientos anti-globalización...). Estos nuevos o reformados mecanismos de autorregulación garantizarán la esta­ bilidad estructural del sistema socioeconómico mundial mientras no se de una combina­ ción de perturbaciones lo suficientemente desestabilizadora. Ello puede ocurrir en cual­ quier momento, sin que pueda precisarse a priori si las crisis por las que va a atravesar el sistema socioeconómico mundial serán o no crisis estructurales profundas hasta que las mismas se desarrollan en su plenitud; en el momento en que los agentes perciban que el sistema se encuentra en medio de una crisis estructural profunda, éstos se apresurarán a romper con las instituciones y a iniciar estrategias de supervivencia o a construir nuevos

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mecanismos de autorregulación del sistema conforme a los valores que consideren más adecuados, y dependiendo de qué agentes puedan controlar una mayor cuota de poder, así serán los nuevos valores imperantes, las nuevas instituciones y los nuevos organis­ mos de decisión del sistema socioeconómico mundial. Esbozada así una interpretación postmodema de la economía mundial considera­ mos que la misma puede servir de punto de referencia para la construcción de una Economía Política Global Postmodema cuyas características se enuncian en el apartado si­ guiente.

Hacia una Economía Política Global Postmodema Una Economía Política Global Postmodema, como subdisciplina científica en­ carga del estudio de la economía mundial, ha de tener a nuestro juicio tres característi­ cas: un enfoque metodológico global de la economía mundial; una perspectiva política de la economía mundial; y un planteamiento filosófico postmoderno. El enfoque metodológico global lo aporta el análisis sistémico. Dicho análisis permite estudiar la economía mundial como un todo, ya que ésta es diferente de la eco­ nomía internacional, en la que las partes» las naciones, eran el punto de referencia básico, pues se trataba de estudiar las relaciones económicas que se daban entre las mismas; ahora el enfoque es diferente» ya que una modelización de las relaciones entre las partes no sirve para explicar una realidad social mucho más amplia y compleja, y se requiere de un modelo que explique las relaciones entre las naciones, pero también entre otros agen­ tes transnacionales que antes eran casi irrelevantes. Por otro lado, los procesos de autorregulación que se dan en el sistem a socioeconómico mundial ponen de manifiesto que la economía mundial y la política mundial están íntimamente relacionadas. En nuestra opinión, y adoptando una perspec­ tiva económica, pues tratamos de explicar la economía mundial y no la política mundial, nos interesa la determinación, parcial, de la economía mundial por la política mundial; o lo que es lo mismo, consideramos que la economía viene explicada esencialmente por sí misma y por la política, y que, por tanto, todo análisis que trate de dar una explicación exclusivamente económica de la realidad, yerra. Cabría hablar de otro modelo de Econo­ mía Política, la que explica la política esencialmente por sí misma y por la economía, pero como economistas, dicho enfoque nos interesa menos. Y por último, el planteamiento filosófico postmoderno supone asumir determina­ das concepciones de la realidad que vienen a romper con el pensamiento moderno que arranca del siglo XVIII. Las teorías de la autorregulación de los sistemas o autopoiesis son el marco referencia de una Ciencia Postmodema, caracterizada también por la acep­ tación del indeterminismo objetivo y subjetivo, por la flexibilidad de la metodología científica, por la combinación de orden y caos en la explicación de los fenómenos, por el principio de indeterminación parcial, por la concepción de un universo participativo y en continuo cambio. Confiamos en que las ideas vertidas en este trabajo contribuyan al debate sobre la forma más adecuada de abordar el estudio de la economía mundial.

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La Recuperación del Observador en la Construcción del Dato: Una lectura constructivista Eduardo Aguado López y Rosario Rogel Salazar puedes medir, tu conocimiento es escaso e insatisfactorio. Leyenda inscrita en Social Science Research, Universidad de Chicago

Introducción Hay pocas cosas que hayan suscitado tantos debates y polarizado significativamente la discusión en las ciencias sociales como el asunto de la medición. Desde su inicio, la cuestión sobre la pertinencia y las posibilidades de la cuantificación como forma de conocimiento de la realidad se gestó en medio de la exigencia en la adquisición del status de cientificidad. Sin embargo, en la actualidad, esta reflexión adquiere nuevas dimensio­ nes: Por un lado, existe mayor consenso entre las comunidades epistémicas sobre la especificidad del objeto de estudio de las ciencias socioculturales, así como acerca de la necesidad de considerarlas como ciencias interpretativas, lo que se ha traducido en una proliferación de investigaciones de corte ‘cualitativo5 en oposición a las ‘cuantitativas’. Por otro lado, a pesar de la expansión y maduración de las metodologías y técni­ cas de corte interpretativo, la cuantificación sigue utilizándose y en diversas áreas ha adquirido gran madurez; tal es el caso de los estudios de opinión pública y la mercadotecnia, Sin embargo, es preciso reconocer que es muy común encontrar diversos trabajos de investigación que recurren a la cuantificación sin realizar una crítica a los indicadores construidos; es decir, que utilizan las técnicas estadísticas y los datos sin alguna vigilan­ cia epistemológica. De esta forma, reconocer a io s datos’ no sólo como una mera convención, o como un elemento que complementa o sustenta una investigación, sino, sobre todo, ad­ vertirlos en su vertiente de construcciones analíticas, tan abstractas como las cualitati­ vas, permite reconocer la relevancia de esta reflexión como uno de los temas cruciales en los estudios de filosofía de la ciencia, donde la construcción del dato pocas veces se analiza en su vertiente de problema u obstáculo epistemológico. En este sentido, las presentes reflexiones parten del reconocimiento de la partici­ pación del sujeto en la construcción del conocimiento, con el énfasis sobre todo en que el acto de medir y cuantificar no excluye al sujeto de conocimiento (investigador). Estas premisas se sitúan frente a aquellas que postulan al sujeto cognoscente como el encarga­ do de recoger — de manera pasiva— los datos que se supone corresponden a hechos observables. Se propone, por tanto, reconocer cómo todos estos supuestos no son más que formas particulares de abordaje que le otorgan al sujeto formas específicas de inter­ vención. Con esto se busca ubicar la discusión sobre la construcción del dato en un plano epistemológico, con un particular énfasis en el problema de la construeción-correspon-

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dencia, frente a aquellas posturas que Jo han reducido a su vertiente eminentemente téc­ nica, que advierte el problema como una mera correspondencia entre precisión-exacdtud. Asimismo, al reconocer la importancia del papel del sujeto en el proceso de cons­ trucción del dato, se busca subrayar la necesidad de mantener una constante vigilancia epistemológica en todo proceso de investigación. En resumen, estas líneas proponen enfrentar el problema de la intervención e interpretación en la construcción de datos para la investigación en ciencias sociales (1).

L La vieja disputa excluyente y reduccionista: métodos cuantitativos frente a métodos cualitativos Los científicos sociales se dedican a producir "sistemas de creencia de su socie­ dad” (Schwartz y Jacobs, 1984; 21); es decir, estos ‘personajes’ tienen un papel funda­ mental en la conformación de las maneras de conocer, que incluso han llegado a califi­ carse de correctas, legítimas, científicas, verdaderas, etcétera. Sin embargo, estas formas de conocer no han sido siempre iguales, ni proceden de la misma forma: en las últimas décadas asistimos a un giro en las formas reconocidas de hacer ciencia; incluso, la tradi­ ción dominante que privilegió la medición de los procesos sociales ha perdido terreno ante las visiones contemporáneas de corte más interpretativo. Cabe entonces preguntarse por las formas en que proceden las comunidades epistémicos (2) para legitimar ciertos sistemas de creencia, dentro de los cuales se ubica también una forma de ‘hacer’ ciencia. En este sentido, resulta de gran ayuda rastrear las formas de pensamiento que han llevado a lo que hoy consideramos el problema epistemológico en la construcción del dato, aunque antes de proceder a ello es preciso reconocer que las formas y estrategias de validación (en términos de fundamento) de lo que puede considerarse, o no, conocimiento científico (demarcación) se han modificado con el tiempo (3). Por ejemplo, a mediados del siglo xix se enarbolaba una concepción empirísta de la ciencia, donde la validación científica se cimentaba en la recopilación de leyes que expresaran regularidades — correlaciones— entre fenómenos observables (Martínez, 1997). Esta concepción empirista radical no fue, sin embargo, la concepción predomi­ nante de ciencia en el siglo xviii, cuando Descartes apoyaba una concepción mccanicista del mundo frente a la propuesta de Newton de intentar explicar la regularidad de fenó­ menos en términos de leyes de aplicación universal que permiten modelar matemática­ mente los fenómenos (4). La concepción dominante de la ciencia en el siglo xix consideró que no había diferencias lógicas fundamentales entre ciencias naturales y sociales — el ideal de cien­ cia ‘unificada’— ; con ello, la forma de hacer ciencia social empezó a impregnarse de los principios de las ciencias naturales: monismo metodológico; conocimiento nomotético; correspondencia entre conceptos, observaciones empíricas y hechos u objetos: la expe­ riencia como criterio último de verdad; la demarcación del conocimiento científico de aquel que no lo es y la neutralidad de las aseveraciones. Es así que la precisión, ta exactitud, el control, la predicción y la contrastación con la realidad se convirtieron en factores imprescindibles en la definición de la ‘ver­ dad", Por ejemplo Comte, en su física social, define con claridad lo que consideraba criterio de demarcación entre lo que es científico y lo que no lo es; así, convierte al dato empírico en criterio de verdad, donde toda proposición que no pudiera reducirse a los hechos sería metafísica; es decir, no científica. Asumir lo empírico como lo eminente­ mente observable se constituyó en lo dominante en la ciencia moderna (De la Garza, 1987). A partir de ello puede entenderse la propagación de la medición en la actividad científica — tanto natural como social.

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Como se advierte, el interés por la medición es antigua. Podríamos ubicar su relevancia desde los orígenes de la ciencia moderna, cuando la posibilidad de traducir proposiciones cognitivas al lenguaje matemático empezó a constituirse en signo de ma­ durez y objetividad. Así, cuantificar los procesos sociales y culturales se erigió en una particularidad del procedimiento científico, ideal que aún se persigue en nuestros días. Veamos algunos argumentos esgrimidos por quienes se manifiestan a favor de los méto­ dos cuantitativos. Por ejemplo, Mario Bunge (1975; 22) considera que si bien la medi­ ción ”no es una condición indispensable para que el conocimiento sea científico [... 1 la ciencia procura siempre medir y registrar los fenómenos''; de igual forma, en otro trabajo (1980) afirma que si bien las ciencias sociales estudian cuestiones culturales en lugar de naturales, ello no impide que sean matematizables. De esta manera, Bunge intenta formalizar y cuantificar diversos conceptos prove­ nientes de la sociología (como dependencia, explotación, clase social), y ante las críticas a este proceder argumenta que: es preferible un concepto simple y claro a una palabra que no designa ningún concepto preciso [...] la insistencia en que la realidad es demasiado compleja para ser apresada en fórmulas matemáticas no es sino una forma de oscurantismo. De oscurantismo y a veces también de defensa de la ignorancia (Bunge, 1980: 153). En la misma vertiente, Donsbach (1995), presidente de la World Association for Public Opinions Research (wapor), considera que ante la pérdida de terreno de la medi­ ción, es momento de tomar la ofensiva y reafirmar la posición: Tratamos de establecer lo que la gente piensa y tratamos de probar hipótesis me­ diante la aplicación de categorías predefinidas a un número grande de unidades de análi­ sis. Nuestro procedimiento es un proceso de reducción en tres pasos: frecuentemente medimos el total de la población, medimos sólo tramos específicos de nuestros encuestados y reducimos la complejidad en nuestros datos en ciertas estructuras, como por ejemplo, la correlación entre variables. En esencia, m edim os... Por tanto, somos imprecisos en la descripción de las idiosincrasias individuales de los encuestados, porque nunca seremos capaces de atrapar la totalidad de sus opiniones y actitudes. Pero, por otro lado, es exac­ tamente esta reducción lo que nos permite conseguir dos objetivos: la evidencia sistemá­ tica que va más allá de los casos individuales y que conduce a teorías o leyes, así como a la intersubjetividad', evidencia que es influida lo menos posible por las creencias subje­ tivas del investigador. Si creemos que el objetivo de cualquier ciencia es encontrar leyes generales que encuentren amplios consensos, entonces éste es el camino (Donsbach, 1995; 53). Sin embargo, es preciso aclarar que no todo aquel que utilice datos debe ser con­ siderado fiel seguidor de los métodos cuantitativos. Es importante diferenciar los objeti­ vos y los sistemas de notación en que se producen y exponen las observaciones e indaga­ ciones acerca de la realidad. Como lo plantean Schwartz y Jacobs (1984), la diferencia entre la sociología cualitativa y la cuantitativa puede reconocerse a partir de los sistemas de notación utili­ zados para describir el mundo. Los que utilizan los métodos cuantitativos asignan núme­ ros a las observaciones cualitativas. En este sentido, producen datos al contar y ‘m edir’ cosas. Las cosas medidas pueden ser individuos, grupos, sociedades enteras, actos de lenguaje y así sucesivamente. Los investigadores que proceden mediante métodos cuali­ tativos, en cambio, describen sus observaciones en lenguaje natural. Difícilmente hacen cuentas o asignan números a estas observaciones. La aplicación de sistemas de notación corresponde a grandes diferencias en cuanto a valores, metas y procedimientos para rea­ lizar investigaciones e interrogar a la realidad.

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Hacia Nuevos Consensos Sí bien es cierto que asistimos a una redefínición de las formas en que procede y se legitima el conocimiento, el quiebre de expectativas cifradas en la tradición empírica ha sido significativo, precisamente porque se han trastocado sus pilares fundamentales, porque se han fracturado en el discurso y en el quehacer sus principios de validez cientí­ fica: la posibilidad de arribar al establecimiento de leyes (5) y la garantía de objetividad. En las últimas décadas ha tenido lugar un cambio espectacular en la concepción tradicional de la ciencia. Por un lado, dentro de la filosofía de la ciencia natural, el domi­ nio del empirismo lógico ha venido perdiendo peso ante críticas como las de Khun, Toulmin, Lakatos, entre otros. En su lugar ha surgido una ‘nueva filosofía de la ciencia’ que desecha muchos supuestos de los puntos de vista precedentes. En esta nueva concep­ ción se rechaza la idea de que puede haber observaciones teóricamente neutrales; ya no se canonizan como ideal supremo de la investigación científica los sistemas de leyes conectadas de forma deductiva, entre otros. Sin embargo, el reconocimiento más impor­ tante es la consideración de la ciencia como una empresa interpretativa, de modo que los problemas de significado, comunicación y traducción adquieren una relevancia inme­ diata y central para las teorías científicas (Giddens y Turner, 1990), Este viraje en los principios del proceder científico se encuentra relacionado con la discusión sobre los objetivos asignados al conocimiento; es decir, la disputa entre una tradición explicativa y comprensiva, polémica, alrededor de la cual se ha escrito gran cantidad de trabajos desde las más diversas posturas, por lo que no puede ser resuelta en unas cuantas líneas — más cuando no es la pretensión central del presente texto. En todo caso, proponemos plantear otra perspectiva para abordar la discusión. La disputa entre metodologías cuantitativas y cualitativas se ha presentado de una forma excluyente. Por ello, ante el reconocimiento de la especificidad de lo social, cabe preguntarse ya no necesariamente por los límites (ventajas o desventajas que parecieran claras) de la cuantificación; sino por la forma en que ésta puede contribuir a aprehender lo social. Esta apertura exige superar la estructura binaria — dual, dicotómica, que ha sido la critica central al positivismo— en que se ha construido el pensamiento y que sólo admite una posibilidad, una sola elección entre dos opciones: • • • •

verdadero/no verdadero (falso) exacto/inexacto (ambiguo) científieo/acientífico (común, ordinario) objetívo/no objetivo (subjetivo), etcétera.

La estructura dual que reclama (por exclusión) todo para sí, que al reconocer elimina lo distinto, lo diverso, ha sido la forma en que se ha arribado a la discusión cuantitativo/cualitativo: • • • • • •

empírico/crítico consenso/disenso estático/dinámico cerrado/abierto determi nado/indetermin ado homogéneo/heterogéneo

Ahora bien, una estructura conceptual ya no dual, sino triangular (Conde, 1995) permitiría superar este reduccionismo y reconocer, o al menos pensar en el intermedio; es decir, permitiría matizar posturas, reconocer universos de realidad no incluidos en perspectivas que adquieren especificidad por oposición. 197

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Según Ortí (1995), Ja recuperación de la dimensión cualitativa frente a la absolutización metodológica cuantitativista obedeció a lo siguiente: *

*

*

Desde el punto de vista teórico: Fue una reacción critica frente a la negación cuantitativista del universo social y frente a la carencia de sentido de la produc­ ción masiva de datos cada vez más precisos y menos relevantes para la compren­ sión de la situación y de ios problemas sociales e históricos concretos. Desde el punto de vista ideológico: Fue una reacción critica frente al conservadu­ rismo de las representaciones sociales a partir del cana] o embudo de la encuesta precodificada como forma privilegiada de análisis de lo social. Desde el punto de vista sustantivo: Reacción critica frente al desconocimiento de la especificidad, riqueza, profundidad y complejidad del orden simbólico y de sus formaciones (inexactas/no cuantificables) de las formas lingüísticas y los discur­ sos sociales Sin embargo, el principal problema de esta reacción — que pugnaba por rescatar al sujeto y revalorar la subjetividad— fue haber caído en un absolu­ tismo cualitativista que negó de facto toda posibilidad y sustantividad a la pers­ pectiva cuantitativa (Ortí, 1995). Así, una vez reconocidos y aceptados los límites de dicha propuesta metodológica, se impuso la discusión bajo una nueva perspec­ tiva. El eje de la discusión, entonces, implica modificar el centro problemático y p la n te a r un h o rizo n te de c o n o c im ie n to a través de la id e n tific a c ió n / problematización de las formas en que la cuantificación permite aprehender la realidad, pero ahora sin calificarla de válida o no, lo que se inserta en un discurso autoritario de corte ‘académico’. En síntesis, se impone volver a la discusión problematizando y no calificando.

La Suspensión del Autoritarismo Metodológico: hacia una propues­ ta crítica e incluyente Como puede desprenderse de lo planteado anteriormente, en los últimos años hemos asistido a un viraje en los planteamientos ‘científicos’, cuyo resultado más impor­ tante ha sido poner en tela de juicio el discurso tradicional de la ciencia como sistema legal, unificado y objetivo, Sin embargo, más allá de la pertinencia o no de cada una de las formas de hacer y validar la actividad científica, lo cierto que es que esa polémica permite considerar nuevas dimensiones o espacios de la realidad. Por ejemplo, la identificación del papel que juega la incertidumbre 110 elimina la certeza, sino que le exige nuevas formas de constitución y fundamentación al reconocer los nuevos planos o niveles de la realidad; en una palabra, una redefinición. El reconoci­ miento del azar no elimina la determinación; la aceptación de la diferencia de lo hetero­ géneo no elimina la posibilidad de la homogeneidad. El escenario por el que discurre la ciencia social se dirige al reconocimiento de la complejidad de lo real, por lo que parecería reduccionista — e incluso contradictorio— pensar que las nuevas dimensiones conocidas del mundo social y natural permitirían excluir las que se aceptaban anteriormente. Es claro que deben ser redefinidas (mas no excluidas), pero sólo eso, al menos por el momento. De ahí la relevancia de propuestas como la de Conde para sustituir la estructura conceptual dual por una triangular (Conde. 1995). Desde esta perspectiva, resulta de suma importancia retomar la idea de que la ‘verdad’ es necesariamente polisémica, con una dimensión autorreferencial que implica la adquisición de sentido (validez/cientificidad/certidumbre) en función de su propio espacio de referencia en el cual tiene validez propia; es decir, tiene campos de validación en un contexto particular en el cual esa misma ‘verdad’ es construida de manera particu­

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lar. Así, los diferentes conceptos de ‘verdad’ nos trasladan a la necesidad de reconocer diversos sistemas de veridicción (sistema de construcción y desconstruccíón de lo que se llama realidad), los cuales tienen estrategias (métodos/técnicas) de construccióndesconstrucción de la realidad (Zavala, 1998), Esta perspectiva permite plantear la necesidad de renunciar a la "pureza’ de los géneros o perspectivas, sobre todo si se reconoce que hay una dimensión cualitativa en lo cuantitativo y viceversa. Así, siguiendo a Gutiérrez (1995: 27), podría proponerse un modelo como espacio continuo, cuyos extremos no están definidos por lo cuantitativo de un lado y lo cualitativo por el otro, oponiéndose y excluyéndose, sino por "una gradación que va desde el énfasis en la técnica y la ausencia de una reflexión epistemológica, hasta el énfasis precisamente en la reflexión metodológica y epistemológica’'. Como dice Gutiérrez (1995), si aceptamos que en ningún ámbito de la actividad humana existe una realidad dada, independíente de] sujeto, entonces es necesario consi­ derar la totalidad de las técnicas y prácticas de investigación como configuraciones his­ tóricas (contingentes, coyunturales, sintomáticas) destinadas a la invención o construc­ ción de realidades, dinámicas, actores, etcétera. Los datos, los textos, los procedimientos de análisis no constituyen intuiciones del proceso de investigación o derivaciones ‘natu­ rales* del método científico, sino, principalmente, efectos de significado, juegos de len­ guaje, ámbitos semióticos de circulación. No son objetos dados sino construidos. Las técnicas no recogen después de rastrear algo que estaba al principio simplemente, sino que seleccionan, escogen, captan, construyen un resultado, un producto, un sentido en el contexto de la lingüisticidad de lo social. Si se parte de que el conocimiento debe atender a todos los niveles de la realidad, los cuales tienen distinta naturaleza epistemológica, pueden distinguirse — desde la pro­ puesta de Conde (1995)— al menos tres: a) el nivel o campo de los hechos, conformado por relaciones de indicación o designación de la proposición, en cuanto puesta en evidencia de lo que acontece o se hace en un espacio-tiempo determinado; b) el nivel o campo de la significación, de la proposición, donde las significacio­ nes son referidas a sí mismas, a un sistema de signos; c) el nivel o campo de las motivaciones, referido a las fuerzas motoras, pulsiones, deseos, que corresponden a la interacción social; es decir, a la intencionalidad y sentido (consciente o no). El reconocimiento de niveles o campos de la realidad no implica desconocer las limitaciones de cada enfoque. En este sentido, la perspectiva analítica por la que se opte permitirá definir, pero al mismo tiempo limitar el nivel de realidad con el cual se trabaja, Por esa razón, la estrategia de oponer las perspectivas ya no tendrá sentido pues serán planos diversos, mas no excluyentes, de Ja realidad. De lo que se trata es de saber en qué nivel se está y a dónde se quiere llegar; si se quiere cualificar o se quiere cuantificar un proceso social, o si se quiere hacer ambas cosas a la vez. Cada estrategia contiene sus propios límites para captar, reflejar, traducir e interpretar la realidad (Conde, 1995). P areciera que en la últim a d écad a se ha fo rtalecid o la p ersp ectiv a de complementariedad — en sustitución a la de exclusión/oposición— , al menos así lo mues­ tran los estudios coordinados por Delgado y Gutiérrez (1995) y los de Cook y Reichardt (1986), entre otros trabajos que reúnen diversas reflexiones en las que se privilegian los métodos cualitativos, pero no se desconocen los cuantitativos. La presente propuesta se encuentra muy alejada de pretender una simbiosis o síntesis de elementos opuestos bus­ cando un supuesto ‘equilibrio' ecléctico, sino más bien pensar — a partir de principios

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epistémicos sobre la realidad— en la utilización de la dimensión, regular, homogénea, cuantificada de la realidad. En este sentido, se insertan estas reflexiones sobre las posibilidades de incorpora­ ción de la cuantificación en el análisis, explicación y comprensión de lo social, a partir del reconocimiento del sujeto en el proceso de construcción, e iniciar, desde este nuevo punto, un debate epistemológico alterno. Se plantea un proceso inverso en la discusión, en cierto sentido de desconstrucción; es decir, analizar las propiedades asignadas a la cuantificación a partir de los descubri­ mientos y consensos alcanzados en los últimos debates sobre la conformación del cono­ cimiento: superación de la teoría del reflejo que sólo permitía imaginar un sujeto pasivo, negación de la correspondencia entre hecho y dato, y sobre la supuesta neutralidad, etcé­ tera. Todo ello podría superarse si el sujeto es incorporado en el proceso de construcción del conocimiento. Si es así, podría argumentarse a favor de la reíncoporación del sujeto.

La Recuperación del Olvido Moderno: el observador Si bien la ciencia moderna — al menos en su concepción que data del siglo xix— consideró que no había diferencias lógicas fundamentales entre la ciencia natural y la social, en etapas posteriores del desarrollo científico se advirtió la urgencia de establecer esa diferencia. Fue precisamente por esta coyuntura que las ciencias del hombre se en­ frentaron a la discusión en torno a su estatuto epistemológico, reflexión en la cual ha sido crucial el papel de la interpretación de la acción humana y la forma en que ésta puede diferenciarse de los objetos y los acontecimientos naturales. Al respecto, pensadores como Wílson, Cohén, Alexander y Giddens, entre otros, afirman sin ambivalencias que ''la ciencia social es fundamentalmente diferente a la ciencia natural" (Giddens y Turner, 1990: 13). De esto se deriva el reconocimiento de la ciencia social como fundamentalmente interpretativa. Sin embargo, pese a que existe concor­ dancia al considerar que la realidad y el conocimiento en las ciencias del hombre son. básicamente, una construcción social, no queda claro — y mucho menos consensado— qué es lo construido. Ahora bien, lo que aquí interesa resaltares la incorporación del sujeto en el proce­ so de conocimiento, que para el caso de las ciencias sociales se traduce en el paradigma del observador implicado, y que en términos de la física cuántica hace referencia a la lógica del principio de incertidumbre, el cual consiste en reconocer que todo observador modifica lo que observa por el solo hecho de observarlo — desde una perspectiva y no de otra— , y con su presencia — altera la conducta de quienes observa— (Zavala, 1998). Al respecto, Fried, Latour y Morin coinciden en afirmar que: Dentro de la concepción clásica de la ciencia, la idea del sujeto ha perturbado el conocimiento. La objetividad sólo podía ser alcanzada si se le excluía. El mundo de la cientificidad era el mundo del objeto, el mundo de la rigurosidad científica, mientras que el mundo de la subjetividad era el mundo de la filosofía, de la reflexión y la especula­ ción. Ambos dominios se consideraban legítimos pero mutuamente excluyentcs (Fried, 1996: 22). Desde esta perspectiva de construcción/interpretación podría resignificarse el criterio — hoy en crisis— de ‘verdad’, el cual descansa en el principio de objetividad como factor inherente del uso del ‘método científico’, cuando pareciera ser un factor atribuido al discurso científico o académico (6). En la ciencia clásica la subjetividad aparece como contingencia, fuente de errores (el noise del lenguaje de la informática, el ruido que es absolutamente necesario elimi­ nar). Por eso la ciencia clásica excluyó siempre al observador de su observación y al pensador, el que construye conceptos, de su concepción, como si fuera prácticamente inexistente o se encontrara en la sede de la verdad suprema y absoluta. Más tarde, en el siglo xx, hemos asistido a la invasión de la cientificidad clásica en las ciencias humanas

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y sociales. Se ha expulsado al sujeto de la psicología y se lo ha reemplazado por estímu­ los, respuestas, comportamientos. Se ha expulsado al sujeto de la historia, se han elimi­ nado las decisiones, las personalidades, para sólo ver determinismos sociales. Se ha ex­ pulsado al sujeto de la antropología, para ver sólo estructuras, y también se lo ha expul­ sado de la sociología (Morin, 1996: 68), Creíamos que teníamos un conocimiento cierto, objetivo, neutral y comprobado porque habíamos excluido al observador, al investigador. Considerábamos que cl conoci­ miento era un reflejo fotográfico. El método científico era el garante de la no participación del sujeto. Al reconocer el proceso de traducción e interpretación como factores inherentes al conocimiento, la concepción de los procesos cognitivos como reflejo del mundo externo aparece como obstáculo para la comprensión de la complejidad del mundo. En esta misma línea de análisis, Latour (1993) realiza aportaciones sustantivas al proponer la unificación de ciencia y política. De hecho, plantea, como programa de in­ vestigación, re-unir lo des-unido, el conocimiento exacto y el poder; es decir, la natura­ leza y la cultura. Latour considera que la división entre ciencia y poder se remonta al siglo xvii, cuando el filósofo naturalista Boyle y el filósofo político Hobbes discuten y se 'distribu­ yen’ los poderes científicos y políticos. Ajuicio de Latour, Boyle construía sus argumen­ tos desde una ciencia y una teoría política; mientras Hobbes hacía lo mismo pero desde una teoría política y una ciencia; de esta forma, el ‘hecho científico’, el 'soberano’ y los ‘ciudadanos’ son sólo una invención histórica y política. Sin embargo, se ‘distribuyen’ los poderes científicos y políticos (7). Pues si bien la constitución moderna inventa una separación entre el poder científico — encargado de representar las cosas (Boyle)— y un poder político — encargado de representar los sujetos (Hobbes)— , ello no implica que a partir de ese momento los sujetos se mantengan apartados de las cosas. Por un lado, los seguidores de Boyle argumentan que no son los hombres los que hacen la naturaleza, ésta ha existido desde siempre y también desde siempre ha estado allí; nosotros nos limitamos a descubrir sus secretos. •

Por otro lado, los seguidores de Hobbes dirían que son los hombres y únicamente los hombres quienes construyen la sociedad y quienes libremente deciden su destino.



Por otro lado, los seguidores de Hobbes diríanque son los hombres y únicamente los hombres quienes construyen la sociedad y quienes libremente deciden su destino Asimismo, una tercera garantía de solidez para ambos sistemas argumentativos advierte una separación completa entre el mundo natural (aunque construido por el hombre) y el mundo social (aunque sostenido por la naturaleza).



Por último, se parte de una eliminación de la presencia divina (de Dios) tanto en la naturaleza como en la sociedad.

El principio de disociación entre ámbitos analíticos — es decir, qué ‘debe ser’ materia de estudio de lo social y qué de lo natural, pero sobre todo cómo establecer una línea de demarcación entre ambos saberes 'científicos’ y los ‘pseudocientíficos’— se constituyó en el proyecto fundamenta] del pensamiento moderno desde la Ilustración. La racionalidad instrumental exigía fragmentar el saber, dividir los objetos del mundo, se­ pararlos de forma tal que no pudieran ser captados como elementos constitutivos de una sola unidad mundo. Las reflexiones retomadas de estos autores permiten sostener de manera firme que, independientemente de las reacciones que haya generado, el sujeto fue excluido del conocimiento, como antes le fue usurpada su posibilidad de construcción histórica.

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II. El Proceso de Construcción del Dato

Inicio de un problema epistemológico Si se define como una cuestión epistemológica la respuesta a la interrogante de ¿en qué medida nuestras teorías pueden ser concebidas como una búsqueda de descrip­ ciones 'verdaderas" de lo que es el mundo 'real’? (Chalmers, 1996), entonces, interpelar el papel que tiene — o puede tener— el dato, las técnicas cuantitativas y el uso de las matemáticas en este proceso permite situar la discusión en este orden. De hecho, uno de los signos de la 'crisis’ en las ciencias sociales es, sin duda, el cambio de dirección en el debate; es decir, el viraje de cuestiones de teoría social a epistemología (Castañeda, 1987). Por eso es necesario llegara un consenso sobre algu­ nos de los aspectos medulares, para trasladar nuevamente la discusión a la teoría social. La cuestión de la cuantificación se traslada al plano epistémico cuando se busca discernir sobre la relación y/o correspondencia entre concepto/dato y la realidad; es de­ cir, remite al tradicional debate epistemológico sobre la relación pensamiento/realidad, donde la cuestión de la correspondencia entre datos y hechos implica preguntarse sobre la forma en que dicho proceso refleja (tradición) o traduce (propuesta) a la realidad (8). Ahora bien, sí consideramos que ‘el dato’ forma parte de las más diversas produc­ ciones conceptuales, entonces es también parte constitutiva del conocimiento general, el cual es una construcción, "pero una construcción que expresa a cierto nivel propiedades reales" (De la Garza, 1987: 290). Por lo tanto, analizar el proceso de producción del dato es interrogarse sobre uno de los momentos teóricos en la construcción del conocimiento, el cual se encuentra cir­ cunscrito por mediaciones prácticas y culturales. Todo esto nos lleva a considerar al dato como una reducción formal de lo dado, que privilegia los aspectos regulares de lo perci­ bido; nos permite considerar que "el desarrollo de una epistemología del dalo equivale a considerar los espacios perdidos de la percepción tanto como las sugerencias conceptua­ les para su constitución" (Prada, 1987: 311). Estos espacios perdidos de la percepción — o universos excluidos— se generan en el traslado de lo observado — considerado como lo dado— al dato; de aquí se des­ prende una pregunta: ¿qué posibilidades existen de recuperar universos excluidos si se reconocieran los diversos momentos teóricos en su constitución? A este respecto, Prada (1987) plantea que rescatar los espacios perceptuales ‘perdidos’ exige replantearse la relación del sujeto cognoscitivo con la realidad y concebir dicho proceso dirigido desde la teoría: el dato contiene teoría y la teoría contiene datos. La generación de dalos es un momento teórico que permite organizar la percepción. ¿Cómo puede construirse el dato sino mediante la teoría? ¿Cuál es el papel del dato en la aprehensión/reconstrucción? ¿Cuál es la correspondencia entre concepto e indicador? ¿Qué criterios se utilizan en la definición de las dimensiones del concepto? ¿Qué criterios sustentan la concreción de una dimensión en indicador? ¿Qué efectos se derivan del hecho de que las investigaciones que utilizan datos estadísticos hayan sido generadas con criterios técnico-burocráticos? ¿En qué medida es posible incorporar la cuantificación a estrategias de corte más cualitativo? En una lógica de redcfinición de los factores que permiten el conocimiento, estas y otras cuestiones fundamentales no pue­ den dejar de ser discutidas. Estas y otras preguntas rebasan el objetivo de las presentes reflexiones. A continuación sólo se presentarán algunas ideas sobre la cuestión de la neutralidad y correspondencia.

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La ilusión de la objetividad: ¿es posible la neutralidad y correspon­ dencia? En el momento en que ya no es posible sostener la correspondencia directa entre datos y realidad — entendida como mundo empírico— se asiste a la fractura del funda­ mento y exposición discursiva de la ciencia tradicional, empírica y positiva. Dicha falta de correspondencia desde los indicadores como referentes (media­ ción) implica una forma de traducción/interpretación no claramente definida y acotada, donde se reconoce la intervención del sujeto, el cual deja de ser ese ente pasivo que capta, recoge y registra la realidad sin intervención, para transformarse en un ente activo, donde el conocimiento se constituye en objeto/sujeto, lo que reivindica el papel de la teoría en el proceso de recorte/construcción de la realidad. Al respecto, cabe preguntar: ¿cómo se gesta la fractura de los pilares de la ciencia empírica? Pues bien, quizá en este punto resulte pertinente recordar que la ciencia empí­ rica exige que tanto las teorías como las hipótesis se califiquen de ‘verdaderas’ o ‘falsas’ en función de su contrastación con la experiencia (9) (observación empírica capturada por los datos); y es precisamente en este punto donde surge la polémica ya que, como destacan Piaget (1985), Glasersfeld (1996), Foerster (1994) y Watzlawick (1994), entre otros, no hay sensaciones puras, es decir, independientes de la reflexión de los sujetos. Todo conocimiento es una selección/traducción/interpretación. En este sentido, si bien el dato empírico tiene la misión de verificar, siempre se tratará de un dato ‘contaminado’ de valores, prejuicios, intereses, etcétera. Por eso la sensación pura no existe, pues la percepción nunca es la suma de sensaciones puras, sino que ellas aparecen como percepciones totalizantes en las que siempre hay un componen­ te de construcción conceptual por parte del conocimiento. En resumen, las percepciones siempre son históricas e invariablemente poseen un componente cultural. Así, el "dato empírico estará más claramente determinado por la conceptualización teórica y el recor­ te de realidad externa que lleva a la generación de datos estará normado por los propios conceptos que se quiere verificar’' (De la Garza, 1987: 286), Piaget y García (1985) dirán que no existe una frontera delimitable entre los apor­ tes del sujeto y los del objeto, y que la aproximación al conocimiento ocurre en función de sucesivas logicízaeiones y matematizaciones. Así, la objetividad va incrementándose en la medida que dichos procesos van enriqueciéndose. Esto fue mostrado por Foerster al identificar que todas las señales enviadas desde los elementos sensoriales a la corteza cerebral son iguales. A este fenómeno lo denominó 'codificación indiferenciada"; signi­ fica que si una neurona de la retina envía una señal 'visualf a la corteza, esa señal tendrá exactamente la misma forma que las que provienen de las orejas, la nariz o los dedos. No hay ninguna distinción cualitativa y ningún indicio de lo que pudieran significar. Esto fue corroborado por Maturana en el campo de la visión cromática, lo que permite cues­ tionar fuertemente la idea de que distinguimos unas cosas de otras por la información que recibimos del mundo externo (Glaserfeld, 1996). Ahora bien, si partimos de reconocer que no hay construcciones cognitivas (ni cuantitativas ni cualitativas) independientes de los sujetos, surge una pregunta: ¿cómo se expresa el problema de la correspondencia en el dato ‘reflejado’ por los indicadores?, en tanto eso permite sostener el rescate del sujeto y definir los ámbitos problemáticos de discusión. Al respecto, vale la pena señalar cómo plantean esta situación dos de los pila­ res de la ciencia empírica: Boudon y Lazarfeld por un lado, y Mayntz et al. por el otro. Según Boudon y Lazarfeld (1974), el paso de los conceptos a indicadores sigue tres etapas: 1. Descomposición, delimitación de las dimensiones, propiedades, elementos, etcétera.

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2. Búsqueda de los indicadores ‘adecuados’ a las dimensiones definidas (cabe precisar que no se mencionan reglas ni principios claros para la selección de indicadores). 3. Combinación de los indicadores escogidos en un ‘índice’. Por su parte Mayntz, Holm y Hubner (1975), antes de fijar su posición respecto a la operacíonalización de conceptos, definen límites al problema de la correspondencia entre concepto y realidad. Consideran que el concepto no es nunca idéntico a los fenó* menos a los que se refiere su contenido figurativo. De esta forma, proponen tres fases de los datos en el proceso de investigación.

Universo de posibles dimensiones de la unidad investigada

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'

Observaciones conceptual mente estructuradas de propiedades manifiestas



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\ Observaciones registradas (Datos)

;

inferencia de la pertinencia de la unidad a una clase de propiedades

Para los fines de estas reflexiones, lo que importa destacar de estos autores es el rescate de la teoría en la generación del dalo, pues afirman que los empiristas han puesto en duda la dependencia teórica de la investigación debido a un concepto muy estrecho de teoría, lo que no les permitió percatarse que las mismas delimitaciones del campo de objetos de la ciencia social y la calificación de los fenómenos son decisiones teóricas. Textualmente establecen: Importa destacar que la obtención y el análisis de los datos, en todas sus fases, dependen de una teoría sobre la realidad social. Sobre todo, los datos mismos sólo pue­ den obtenerse recurriendo aconclusiones teóricamente fundadas (Mayntz. et a L 1975). De esta forma, Mayntz y su equipo establecen una diferencia entre validez y fia­ bilidad del indicador, pues mientras la primera incluye todo aquello a lo que su conteni­ do significativo remite, la fiabilidad se refiere a la producción de los mismos resultados bajo las mismas circunstancias y que sean independientes del investigador que los utiliza (Mayntz, et aL, 1975: 47). Tanto los trabajos de Boudon y Lazarfeld como los que encabeza Mayntz men­ cionan continuamente la dificultad en la definición de dimensiones y la búsqueda de indicadores, debido a la característica polisémica de los conceptos. Sin embargo, es en este mismo punto en el que reciben críticas tanto de Cicourel (1982) como de De la Garza (1987), quienes enfatizan la debilidad de la exposición de Lazarfeld y Mayntz por no contar con reglas claras en la identificación de las dimensiones y su conversión a indicadores. Así, desde esta crítica parecería arbitrario — lo que no indica caprichoso o falto de fundamento— definir cuáles son las dimensiones de un concepto, y aún más proble­ mático hallar un consenso sobre los indicadores. En este sentido, la decisión involucra un problema teórico y una cuestión de interpretación, lo que derivará en que todo indica­ dor siempre será discutible. Uno de los problemas del papel de la interpretación en este proceso es que prác­ ticamente nunca se hace explícito en la investigación; se enuncia, pero es poco usual que se hagan explícitas y se argumenten las razones, teóricas (construcción del objeto) o prácticas (disponibilidad de los datos), del procedimiento en el cual descansarán las ase­ veraciones. Al respecto, Zemelman (1989) muestra dos problemas:

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1. La deseontextualización del indicador, pues en el momento en que se registra una magnitud, se han excluido — desde esta forma de recorte de la realidad— las características específicas que permitieron que el fenómeno adquiriera esa mag­ nitud y características; es decir, no recupera el proceso que generó y configuró la realidad manifiesta en el indicador. 2. La falta de vigilancia epistemológica en su construcción, pues considerar que las dimensiones ‘están a h í\ y no reconocer la participación del investigador en la generación del indicador, hace imposible una relación crítica —vigilancia epistemológica— que le otorgue un papel más adecuado al indicador en la activi­ dad de reconstrucción de la realidad. En este mismo sentido, Zemelman (1989) afirma que hay que distinguir entre indicatum (por ejemplo desintegración social) e indicador (criminalidad). Es evidente que el indicatum puede encontrar otras formas de expresión a través de otros indicadores (por ejemplo, tasa de suicidios, violencia familiar, uso de drogas, etcétera). Un recorte u otro permite incluir algunas dimensiones, pero es inevitable la exclusión de otras. Es este momento de construcción el que requiere una permanente vigilancia que implique la reconstrucción epistémica del indicador donde se muestren, se hagan evidentes y se ar­ gumenten los universos excluidos e incluidos. Esto puede mostrarse en las investigaciones de corte empírico en general, donde un claro ejemplo son los estudios sobre pobreza y marginación.

La necesidad de vigilancia epistemológica y de recupera­ ción de los universos excluidos Los estudios empíricos sobre pobreza y marginación en América Latina La finalidad principal de este apartado es poner de manifiesto la necesidad de recurrir a una constante vigilancia epistemológica en todo proceso de investigación, y hacer particular énfasis en lo apremiante de esta labor para el caso de los estudios de base empírica. Para esto se toman como ejemplo diversos trabajos que se han realizado en torno al problema de la pobreza y la marginación. Sin embargo, antes de continuar es importante resaltar que la intención de recurrir a este ejemplo no implica una extensa revisión de lo que se ha escrito — y medido— en torno a este tema; por el contrario, se recurre a estos estudios como un ejemplo que no pretende ser exhaustivo sino ilustrativo. De igual forma, tampoco trata de discutir la calidad o relevancia de los trabajos ni las estrategias metodológicas o técnicas seguidas en cada uno; simplemente se busca exponer el problema de la correspondencia entre concepto, dimensiones e indicadores. Recurrir a una ejemplificación — que en este caso se realiza tomando como base los estudios sobre marginación y pobreza, pero que podría ser cualquier otro— resulta relevante en tanto permite conocer una de las razones de la divergencia dentro de las investigaciones y de éstas con los programas de gestión. En principio, sería posible encontrar consenso al asociar los términos "pobre’ y ‘pobreza’ con un estado de necesidad, de carencia; se relacionan así estos dos fenómenos con lo necesario para el "sustento de la vida*. Sin embargo, en esta última definición ya no es posible encontrar un consenso: ¿qué es lo necesario?, ¿qué es lo básico? Si se aceptara que lo ‘básico' es lo definido como necesidades básicas (salud, vivienda, educación y alimentación), cabría preguntar­

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se: ¿cuánto y de qué calidad debe ser la salud, la vivienda, la educación y la alimenta­ ción? Como puede apreciarse, identificar las dimensiones de un concepto — en este caso de pobreza— es un problema teórico que acaso sólo puede ser resuelto en este plano; es decir, el momento teórico está en la determinación, como construcción concep­ tual, de ¿qué son las necesidades básicas? El segundo momento, el empírico, trata de responder a las preguntas de ¿cómo determinar la presencia y la ausencia de las necesi­ dades básicas? y ¿qué efectos tendrá mi medición en mi concepto?, es decir, ¿el instru­ mento medirá, captará, la plenitud del fenómeno? (Boltvinik, 1990). Hay en todo esto un profundo problema de conceptualización. Por ejemplo, es diametralmente diferente acercarse mediante una definición que considere la pobreza como la carencia en la satisfacción de las necesidades básicas o a través de conceptual izar! a como la carencia de capacidades básicas para cubrir las llamadas necesidades básicas. La primera aborda los síntomas (ingreso, consumo, no acceso), mientras en la segunda se identifican las causas (capacidades) para satisfacer las necesidades. En la primera el pobre es pobre porque no tiene acceso a determinados bienes, mientras en la segunda es pobre porque no puede dejar de serlo (Boltvinik, 1990). Por ejemplo, el cuadro muestra cómo diversas investigaciones conocidas — y re­ conocidas— sobre e1 tema están muy lejos de llegar a un acuerdo o consenso, ya no digamos sobre la forma de 'captar’ el fenómeno; sino, principalmente, en la conceptua­ lización de ‘pobreza’ que se desprende de la medición; en otras palabras, ¿cuáles son las dimensiones del fenómeno que expresa el concepto? Los trabajos aquí seleccionados como ejemplo de la traducción de conceptos en indicadores para el caso de la pobreza se advierten bastante alejados de un consenso en la forma en que los indicadores considerados captan, reflejan o traducen las propiedades y características del fenómeno. ¿Qué razones —e implicaciones— tiene tomar en cuenta la alimentación como dimensión? Son los menos los trabajos que la incluyen, ¿Acaso obedece a la falta de información sobre el rubro? Si la falta de disponibilidad fuera la razón —lo que explica la conformación de múltiples índices— , se encontraría otro obs­ táculo; es decir, al de la correspondencia y relevancia se le sumaría el de existencia y acceso, lo que podría traducirse en la construcción a partir de criterios de accesibilidad, que hace más laxo aún el problema de la correspondencia. Al analizar las dimensiones que incluyen las investigaciones se manifiesta la di­ ferencia, la cual se intensifica al momento de escoger los indicadores que representen o reflejen la dimensión seleccionada. Pareciera evidente que las razones de uno u otro procedimiento son de orden teórico, de recorte y acercamiento a la realidad. No sólo hay diferencias significativas en el número y tipo de indicadores considerados, sino que no pareciera haber justificacio­ nes para ‘recoger’ o no tomar en cuenta una u otra dimensión. Cuando nos acercamos a la manera en que diversas investigaciones ‘cortan’ la línea de la pobreza (cuadros 1 y 2). la cual define la condición de pobreza o no — expre­ sada en pesos de 1984— , vemos tal heterogeneidad que difícilmente podría sostenerse y seguir refiriéndose al mismo fenómeno. La distancia en la medición de la pobreza en los ejemplos expuestos son abismales, de más de cuatro veces entre los polos, Es decir, en la propuesta de Psacharopoulos y la de Hernández Laos, ¿dónde está la objetividad y la neutralidad en esta medición? ¿De qué manera el fenómeno se impone?

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Cuadro 1 Discrepancias en las líneas de pobreza para México Pesos de junio 1984 mensual por persona Pobreza extrema Pobreza moderada PE/PM 50.0 2,113 4,225 3,124 13,072 23.9 52.0 3,487 6,705 9,572 45.9 4,391 53.0 8,673 4,601 n.d. 4,651 59.3 8,740 14,743

Investigación Psacharopouios et al. (1993) Levy (1991) CEPAL (1990) Banco Mundial (1995) INEGI-CEPAL (1993) Székely (1993) Hernández-Laos (1990)

-

Fuente: Lustig, 1996.

Cuadro 2 Discrepancias en la proporción de hogares con pobreza

Dólares

Línea de pobreza

Ingreso No ajustado Ajustado 1984 1989 1984 1989

Pobreza extrema Psacharopouios et al. (1993;

34.2

6.8

6.4

0.9

2.2

Levy (199!)

50.6

15.1

14.0

22

6.4

CEPAL (1990)

56.5

18.9

16.8

3.2

7.6

141.6

58.4

54.9

26.9

37.6

68.5

26.6

23.2

5.8

11.9

Levy (1991)

211.9

74.0

72.3

44.4

55.9

CEPAL (1990)

108.6

46.5

42.9

16.1

26.3

Hemández-Laos (1990)

238.8

78.7

76.7

49.6

61.0

Hemández-Laos (1990)

Pobreza moderada Psacharopouios et al, (1993;

Fuente: Lustig, 1996. Efectivamente, nadie duda que para emprender acciones que tiendan a mitigar el problema de la pobreza es preciso tener una idea de la magnitud del problema; sin embargo, ¿quién y bajo qué parámetros contabilizará? ¿Quién y cómo se definirán los universos incluidos? y ¿por qué razón? ¿Con qué argumentos se sustentará la exclusión de otros universos analíticos? E videntem ente, todas estas preguntas tendrán respuestas estrechamente relacionadas con la participación del sujeto en el proceso de conocimiento. No se intenta con esto descalificar los trabajos utilizados como ejemplo, tan sólo indicar que hay tantas realidades como formas de construirlas. Quizá no se trata de concepciones más cercanas o alejadas del concepto de ‘verdad’ o de i a realidad’; por el contrario, sólo se trata de posturas diferentes.

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Conclusiones La pérdida de la certeza que atraviesa la cultura contemporánea lleva a una nueva conciencia de la ignorancia, de la incertidumbre.Fried, 1996 A raíz de las reflexiones anteriormente anotadas es posible desprender diversas hebras de sentido que permitirían conectarnos con un sinfín de obstáculos epistemológicos, con una gran diversidad de problemas metodológicos y teóricos; todos ellos englobados, sin duda, en el campo de fundamentación del quehacer de las ciencias sociales. Sin embargo, quisiéramos destacar— como reflexiones finales— tan sólo algunas ideas particulares en torno a la importancia que reviste la vigilancia epistemológica en los procesos de construcción del 'dato’, así como la necesidad de construir procesos cognitivos que tiendan hacia la recuperación de universos excluidos. Probablemente la idea más importante que subyace en estas reflexiones — desde nuestro particular punto de vista— tiene que ver con la necesidad de considerar a la 'vigilancia epistemológica’ como una labor imprescindible en el uso de la cuantificación. Esta constante atención que debe prestarse durante el proceso de construcción del dato podría contribuir a diferenciar entre objetividad y exactitud, y así emprender un viraje que lleve a preocuparnos un poco más por la abstracción conceptual que está detrás de cada medición, y no tanto por ser cada vez más exactos en nuestra medición como anhelo de objetividad. En otras palabras, evitar asignarle a los trabajos de medición significados que rebasan sus propias posibilidades. Lo anterior no implica, de ninguna manera, rechazar el uso de los datos en la teoría social. La intención, más bien, es señalar la confusión — bastante común— de identificar la medición con ‘los hechos’; de asumir la cuantificación como ‘reflejo fiel de la realidad5. Con esto se propone reflexionar sobre el problema de la relación pensamiento/ realidad en el marco de la fractura que ha sufrido la tradicional concepción empirista de la ciencia, para así resaltar el papel del sujeto en la construcción del conocimiento. El hecho de reconocer que toda cuantificación parte de un recorte del objeto, a partir de ciertas formas regulares que presenta, nos lleva a pensar en la vigilancia epistemológica como este reconocimiento de la existencia de diversos universos incluidos y excluidos en el análisis, lo que permite plantear la discusión sobre su relevancia. Por último, sólo quisiéramos destacar que de las anteriores reflexiones podría concluirse que la correspondencia que la ciencia manifiesta no es entre conceptos y hechos (datos), sino entre enunciados y hechos interpretados, lo que se contrasta con las diferentes interpretaciones de la realidad; es decir, se contrastan teorías con teorías y teorías con observaciones cargadas de teorías.

Bibliografía



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Notas (1) Se publicaron la mayor parte de las ideas expuestas en Eduardo Aguado y Rosario Rogel Salazar, 2000. "El rescate del sujeto en la construcción del dato", Quivera, N° 2, FaPUR/UAEM/Plaza y Valdés, Toluca, México. (2) La comunidad epistémica se define como aquella que delimita un conjunto de razones accesibles, de ^cuerdo con la información de que puede disponer, con su nivel de tecnología, con el desarrollo de su saber previo y con el marco conceptual básico que supone. Para juzgar la objetividad de una justificación aducida, sólo son pertinentes los juicios de los miembros de esa comunidad epistémica (Villoro, 1998), (3) El problema de la demarcación entre ciencia y pseudociencia tiene grandes implicaciones. Sobre la institucionalización de este debate pueden encontrarse múltiples evidencias de aseveraciones reconocidas por la comunidad científica, pero rechazadas por otras comunidades, como la teoría de Copérnico. También existen casos en que miembros de una comunidad científica proscriben una comente, como es el caso del Comité Central del Partido Comunista soviético cuando definió como pseudoeientífica la teoría genética de Mendel. Para profundizar al respecto, véase a De Bernal (1979), Lecourt (1978) y Chalmers (1996). (4) De esta forma, el ideal científico se construyó a partir de preguntarse por las consecuencias de determinadas causas, pero sin llegar a cuestionar las causas finales (el origen), pues ello implicaría estar pisando el terreno de las explicaciones teleológicas. De esta forma, ajuicio de Martínez (1997), un defecto epistemológico de la ciencia moderna en ciernes se erigió en un ideal metodológico, donde la explicación científica tenía que acoplarse a las 'causas verdaderas’, pero sin tocar las finales.

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Perspectivas Autorreferenciales

(5) Desde el punto de vista de las ciencias naturales, Prigogine (1996) afirma que la idea de leyes de la naturaleza’ es probablemente la más original en la concepción occidental de ciencia. Sin embargo, no es posible alcanzar la certidumbre ni en el ámbito natural ni en el social. La inestabilidad, laaleatoriedad y el caos son factores constitutivos de la historia, por ello se hace necesario revisar el concepto de leyes de la naturaleza para incluir la probabilidad y la irreversibilidad. Este cambio permite vislumbrar el fin de la ciencia convencional (6) El c o n c e p to /p rin c ip io de o b je tiv id a d ha sido su stitu id o por el de intersubjetividad. Es vital reconocer las implicaciones de este cambio: la representación/correspondencia es sustituida por la interpretación/evocación, que exige, después del reconocimiento, trasladar la discusión sobre el papel del sujeto en la construcción del conocimiento y las posibilidades y redefiniciones de la certeza. Es decir: hay que privilegiar "la lógica del descubrimiento en oposición a la lógica de la prueba, que invita a trabajar en la organización de la relación con la realidad como proceso de apropiación y no sólo como correlato que requiere de ser sometido a contrastación" (Zemelman, 1987: 77). Desde esta perspectiva, el dato puede ser interpelado una vez que se ha superado la estrechez de considerar a la verificación de hipótesis como el único criterio de verdad en el proceso de construcción de la realidad. (7) A ju ic io de Latour (1993), Boyle no implanta simplemente un discurso científico, así como Hobbes no sólo plantea un discurso político. "Boyle crea un discurso científico del que la política debe ser excluida, mientras que Hobbes concibe una política científica de la que la ciencia experimental debe ser excluida”. (Latour, 1993: 49). (8) En este punto cabe precisar que la no correspondencia en la relación 'pensamiento/realidad’ elimina la posibilidad de reducir el papel de los datos al de simple verificador de hipótesis, lo que puede derivar en otras posibilidades de aprehender lo real. (9) Según Chalmers (1996), el positivismo lógico fue una forma extrema de empirismo, en la cual sólo la verificación apelando a los hechos justificaba las teorías, y ellos sólo tenían significado en tanto podían derivarse de este modo.

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Perspectivas Autorreferenciales

Perspectivas Autorreferenciales en Ciencias Sociales Luis González Bravo

Introducción (1)

La ciencia tradicional se fundamenta, a menudo controvertidamente, en la posibi­ lidad de acceder a la realidad y de construir ciencia a partir de un método. Un método que a través de su propia constitución y rigurosidad asegura el acceso a la verdad y al objeto. Sin embargo, en las ultimas décadas, se ha venido deconstruyendo este proyecto ingenuo. Pareciera ser, por lo menos desde el paradigma constructivista, que la posibili­ dad del acceso a una verdad objetiva y externa es una empresa imposible. Un proyecto quimérico por al menos dos razones básicas, que considero punto de partida para el presente ensayo: primero, el observador es un sistema operacionalmente cerrado que realiza distinciones dentro su dominio de experiencias y, por lo tanto, no accede a un objeto externo y segundo, derivado de lo anterior, es absolutamente imposi­ ble que un observador externo estudie un fenómeno liberándose de sus "propias visiones de mundo”. Así no existe una objetividad a priori, dada de antemano, sino más bien una objetividad consensuad dada por un acuerdo de intersubjetividades. Estas dos implicancias han dado lugar a un amplio debate en las ciencias sociales. El objetivo del presente ensayo pretende abordar algunas consecuencias no menos im­ portantes de la perspectiva constructivista y en general desde las ciencias sociales: el perspectivismo y sus implicancias metodológicas» principalmente desde el lugar de lo otro y la ambivalencia.

Las Resonancias de un Cambio de Paradigma El reconocimiento de que la investigación objetiva ya no es posible sino más bien que es imposible “sostener una calidad y status de observador incuestionable" (Arnold 1992:99), ha puesto a la investigación en ciencias sociales en más de una disyuntiva. Ya no es posible, insisto, hacer calzar verdades externas con esquemas del inves­ tigador ni tampoco, pretender que el observador puede prescindir de tales esquemas (Arnold 1992, Mallorquín 1999). Las preguntas potenciales que surgen entonces, entre muchas otras, podrán ser ¿desde dónde el observador dice lo que dice?, o ¿cómo puede decir lo que dice ? Las salidas o efectos metodológicos de este cambio de paradigma oscilan entre un relativismo absoluto y un empirismo absoluto. Siguiendo a Arnold (1992), podemos decir que se trata de "reconocer esos niveles emergentes de complejidad reducida que llamamos culturas, sobre que posición poder hacerlos, como estimar su extensión y per­ durabilidad, bajo que condiciones deben ser presentados los registros de investigación y

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Perspectivas Autorreferencial es

bajo que procedimientos pueden ser elaborados” (p. 106). Arnold (1997), señala incluso algunas estrategias metodológicas que podrían de­ rivarse de este cambio paradigmático. Sin embargo me gustaría detenerme más que nada en las consecuencias de la asunción del perspectivismo. Se han establecido ocho distinciones derivadas de las pro­ posiciones sistémicas, de las cuales a nosotros nos interesará la numero dos: Ma través del reconocimiento de su perspectivismo, los investigadores se orientan- y orientan a su público- con respecto a la posición a través de la cual experimentan y generan sus expli­ caciones. Ello abre paso, consistentemente, a las exploraciones y los multimétodos, como propone Paul Feyerabend (1974)” (Arnold 1992:108). ¿Qué sucede cuando el investigador reconoce su perspectivism o?, ¿Qué implicancias tendrá el reconocer que no puede aprehender a un otro externo?, y más aún, ¿qué implicancias tendrá el reconocer que no es capaz de ver sus propios marcos de distinciones?

£] Lugar de lo Otro en las Ciencias Sociales El concepto de lo Otro en la sociología de la postmodernidad emerge, entre mu­ chos otros, como un tema central. Si bien no hay una definición universal de los que llamamos postmodernidad, podríamos decir que se caracteriza por 1) el fin de las meta narrativas o metarrclatos y 2) por la ausencia de fundamento raíz» Este "descentramiento" se ha abordado desde distintas miradas, sin embargo, un elemento central es la crítica a la racionalidad. La racionalidad como un criterio ordena­ dor, que impone orden frente al caos ha sido cuestionado. Parece ser que de hecho, la ajenidad se ha infiltrado profundamente en la existencia contemporánea. Este hecho puntual recrea un interés mucho más amplio que la postmodernidad ha mantenido en lo que llamaremos el reverso de la distinción inclusión/exclusión: lo Otro, lo Ajeno, lo indeterminado, lo oculto, lo caótico. Este interés ha sido abordado por la sociología de la postmodernidad principal­ mente con un interés asociado a la problemática étnica, el problema del extranjero, y como este nos confronta con el reverso del proyecto de orden de la modernidad. Bauman, ha desarrollado este punto ampliamente (Bauman 1991), mientras que Hopenhayn (2000) ha expuesto algunas reflexiones acerca de su impacto en la convivencia. Con respecto al Otro, nos dice Bauman 'lo otro del orden no es otro orden: tan solo es el caos de la alternativa. Lo otro del orden es el hedor de lo indeterminado e impredecible. Lo otro es la incertidumbre, cl origen y arquetipo de todo temor. Los tropos del otro orden son: indeterminación, incoherencia, incongruencia, incompatibilidad, ilogicidad, irracionalidad, ambigüedad, confusión, inexpresividad, ambivalencia" (Bauman 1991:81). Esta Otredad, cargada de indeterminación, ha sido objeto de interés para algunas disciplinas de las ciencias sociales, como por ejemplo la antropología. Sin embargo, esta Otredad antropológica termina siendo autorreferencial (Quiroz 1997): Entonces la pregunta es: ¿esa exterioridad es realmente exterior, es decir, esta allá afuera? La experiencia y la historia antropológica algo nos enseña en ese aspecto. En el principio, el otro era lo más otro posible, lo más diferente, y se acuñó un término: exotismo. Los exotismosf con el tiempo fueron, sutilmente unas veces y trágicamente otras, desapareciendo. Ese otro se nos fu e pareciendo y haciéndose cada vez más seme­ jante hasta casi confundirse con nosotros... ...estas ideas tienen que ver con el concepto de autorreferenciaf que ”no es una particularidad de la conciencia, sino algo que existe en el mundo de la experiencia" y obliga a cuestionar si "es real aquello que el conocimiento indica como real" o final 213

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mente si "hay que preguntarse p o r las causas de las causas una tarea sin fin sino la pensamos con esperanzas de aproximación que encuentran su seguridad última en el funcionamiento de la complejidad (Luhmann 1991:474). Este concepto tiene que ver también con la idea de que la propia investigación de sistemas es un sistema; sólo puede form ular su concepto básico incluyéndose a sí misma (Luhmann 1991:477). Es decir la investigación es un sistema que se usa para comprender sistemas, uno de los cuáles es la propia investigación de sistem as. De esta m anera se produce un conocim iento autorreferencial (recursivo)f compuesto por "innumerables experiencias con el objeto ".

La Observación Autorrefereneia] como Paradoja Si bien la teoría Luhmannianaestá cruzada por paradojas (incluyendo a la moder­ nidad como una de ellas), vale la pena detenerse en aquellas que se fundamentan en el propio sistema que hace distinciones, o sea, un sistema observador. Esta opción expositiva, desde mi punto de vista, no es gratuita. Por lo menos por tres razones básicas: 1) desde la perspectiva luhmanniana, siempre un sistema se autoorganiza en relación al entorno. 2) siempre una observación es autorreferencial en la medida que remite al mismo sistema que la realiza. 3) así ni el sistema ni la observación son posibles sin el entorno, si se me permite, sin la alteridad. Arnold y Robles (2000) sin embargo nos advierten de algunas de las paradojas de esta observación. Los mecanismos para realizar la distinción que el observador realiza se invisibilizan durante el tiempo que esta está en curso. El observador no puede ver que estructuras o funciones están a la base de sus distinciones, y es más, tiende a percibirlas como una propiedad del entorno. Ramos, por su parte, en 1997, enumera las tres parado­ jas de esta observación. Primera: n el observador es el tercer excluido y, por lo tanto, es ciego para sus propias observaciones, pues no ve lo que no ve'1 (Ramos 1997:140). Segunda: “el observador excluido de su observación (Ia paradoja) está incluido en su observación’' (Ramos 1997:140) Tercera: "el autoobservador es un heteroobservador para sí mismo. El ciego ( Ia paradoja) que se observa en sus heterobservaciones (2a paradoja) observa en realidad a otro cuando se observa a sí mismo: es el mismo y un otro como observador y como observado” (Ramos 1997:140). Sin embargo, el observador regular (por ej. el dentista social), a pesar de que sus distinciones permiten marcar un solo lado de la diferencia, sigue acumulando observa­ ciones, siempre de una manera autorreferencial. La paradoja arriba cuando el observador intenta aplicar sus criterios de distinciones a las distinciones que realiza. Esta autoimplicación elíptica no se puede evitar en una investigación social don­ de la heteroobservación y la autoobservacíón tienen lugar. Es más, es parte del juego. Como en toda la obra luhmanniana, las paradojas lejos de ser concebidas como paralizadoras de la comprensión la estimulan. Esta autoobservacíón de segundo orden o la heteroobservación, realizada por otra investigador son las únicas salidas. Esta observación de segundo orden, como dicen nuestros autores, no es algo nue­ vo en las ciencias sociales en la medida que el tema de lo latente ha sido abordado de distintas maneras: el funcionalismo antropológico, la crítica ideológica, el psicoanálisis o la sociología del conocimiento. Sin embargo se debe señalar que la han abordado más como falsa conciencia que como un segundo nivel de observación. Me detendré en este punto más adelante. Retomando, la observación no solo es posible gracias a la existencia del Otro, de un entorno, sino que además, contiene dentro de si misma la ajenidad: el observador se es ajeno a si mismo. 214

Perspectivas Autorreferenciales

Como dice Quiroz (1997) "De esta manera el juego identidad/alteridad se puede ver como una construcción autorreferencial que se realiza desde la posición del observa­ dor-antropólogo cuando observa. La interiorización del reconocimiento de la alteridad significa reconocer al otro en uno mismo'1. ¿Pero como es posible esta aberración?, ¿o esta serie de asesinatos ?, a saber: la muerte de la racionalidad ordenadora, la muerte del objetivismo> la muerte del sujeto, y además, la muerte de una exterioridad exclusivamente externa,

La Ambivalencia Sin embargo, la muerte de esta exterioridad exclusivamente externa no es nueva. Se viene desarrollando hace bastante tiempo, desde distintos frentes. Por ejemplo, desde el existencialismo, Sartre nos ha llevado al terreno de la ambivalencia como falta de fundamento existencial y como imposibilidad de aprehender a otro-sujeto. Nos ha convocado a comprender la complejidad de la existencia humana en el mundo: desde la falta de un fundamento raíz que justifique nuestra existencia nos confrontamos con el problema de la libertad, y como dotarnos de un sentido. Sin embar­ go, el uso de esta libertad remite profundamente a la angustia: la libertad no es elegida, se nos impone, Y luego, el otro elemento que constituye ía facticidad de nuestra existencia es el ser-para-otro. Soy en un mundo en que hay otros: soy en la mirada del Otro. Otro que creemos aprehender como sujeto, pero que es objeto ante nuestra mirada. Este análisis existencial nos recuerda a lo que ha sido objeto de nuestra discusión. No podemos aprehender en la ciencia social los objetos externos, y h a b i t u a l r r r . r - s confrontamos con la falta de fundamento de nuestras distinciones. Desde la sociología Smelser, en 1998, presenta algunas contribuciones teóricas al concepto de elección racional, a partir del concepto de ambivalencia afectiva. Revisa en particular, los aportes que la psicología, en particular el psicoanálisis, ha generado para su descripción. Resume entonces, después de revisar los aportes de Freud, Bleuer, E. Eríckson: MLa psicología de la ambivalencia tiene un ingrediente final. Ya que la ambivalencia en un aspecto poderoso, persistente, irresoluble, volátil, generalizable y provocador de ansiedad de la condición humana, la gente se defiende contra experienciarla de muchas maneras" (Smelser 1998:6). Esta confrontación con un espacio de afectividad no ordenado por la racionalidad nos lleva a la idea de inconsciencia que está a la base de la ambivalencia: no logramos controlar no ordenar nuestra contradicción. A esta revisión de la ambivalencia afectiva a partir del psicoanálisis se le puede añadir una ambivalencia epistémica, un poco menos conocida. Esta alude a que desde el psicoanálisis, lo que el ser humano distingue del mundo externo siempre está determina­ do por su propia estructura psíquica. Coloma (1992) indica que a pesar de todo d e s fu e r­ zo científico de Freud, este reconoce que Hel mundo externo para el sistema conciente es el Aparato Psíquico" (Freud 1900, en Coloma 1992:65) (2) ¿No es acaso esta indicación plenamente consistente con la idea de autorreferencia revisada en este ensayo? Es más. El psicoanálisis puede llegar a plantear que en la diada analista analizado "más que aportar conocimientos, se ahonda desconocimiento" (Coloma 1992:63). En resumen, para el psicoanálisis no solo cualquier aproximación al sujeto es autorreferente sino que además, está cruzada por el desconocimiento, e implica desde el analista, una tensión hacia la reflexividad (3). Sin embargo, está reflexividad no es gratuita para el conocimiento. En primer lugar, nos llama a retomar el escepticismo frente a la racionalidad que la filosofía y otras disciplinas científicas y artísticas han venido desarrollando desde finales del siglo pasa­ do: Nietzsche, el surrealismo, la Terapia Sistémica, la física cuántica, la poesía, etc. En segundo lugar, al cuestionar la unidad del sujeto investigador, está cuestionando al suje­ 215

Perspectivas Autorreferencial es

to, tal como nos ha sido heredado por la Ilustración (Robles 2000).

Conclusiones La comprensión de esta reflexividad que permite ir creando y recreando al indivi­ duo-investigador, puede ser iluminada por las corrientes que por lo menos en psicología, en las últimas décadas han ido bosquejando, a esta mente compleja. Pensemos por lo menos en los desarrollos en psicología social comunitaria (Alfaro 2000), en la terapia sistémica, en la narrativa, en la psicología transpersonal. Estos enfoques tienen en co­ mún no solo la idea de un sujeto cuyos límites transcienden sus límites físicos y en constante interacción con un mundo de otros dominios de relaciones, sino que están en perfecta consonancia con una posición constructivista, reflexiva e interdisciplinaria. Se imaginan a un Otro y a un si mismo multidimensional, emergiendo en relacio­ nes más que preexistiendo a priori. Asumen la reflexividad como una posición indispen­ sable en una psicología de lo complejo (4). Así, este investigador no solo deberá ser capaz de paradojizarse a sí mismo, de confrontarse a sí mismo y a la Otredad de su autorrefereneia sino que además podrá cuestionar, por ejemplo, la propia distinción entre teoría y acción (5). El hacer distincio­ nes sobre la cuestionable dicotomía investigación/acción (propia de la modernidad), qui­ zás, nos permitiría imaginarnos un investigador definido una y otra vez por sus propias y múltiples reflexividades e intervenciones, y por lo tanto profundamente vinculado a su momento histórico y a la modernidad en sí misma. Sin embargo este último caso, así como muchos otros requerirán, de una ciencia social capaz de transitar libremente de un lado a otro de la distinción (Robles 2000) y un investigador-reflexivo capaz de confrontarse una y otra vez con sus propios puntos cie­ gos y sus propias otredades. Un investigador-ironista (quizás introspectivo) que relativice como posición metodológica sus propios juegos de distinciones (Rorty 1996, en Beriain e Iturriate 1998), tensándose hacia la paradoja. Una paradojización surcada por peligros, pero llena de oportunidades.

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