Ensayos Sobre Microhistoria

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Ensayos sobre microhistoria DARío G BARRIERA t'

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COLECCIÓN HISTORIA

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HISTORIOGRAFÍA

HISTORIA AMBIENTAL / Hl5TORIA REGIONAL / CRÓNICA / HISTORIA Y REGIONAL :\lICROHlSTORIA / DE LA HISTORIA ENSE?';ANZA DE LA HISTORIA

UTOPíA,A,e

. :;;wjrilord. Mºrdia Edlwrial J¿l'd 2002

COORDINACIÓN LAURA EUGENiA soLfs V ANDARi MANUEL MENDOZA

ISBN 968·5709·00·9

prohistoria

i Ensayos sobre

microhistoría DAR;O

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Primera Edición:

Jndice

BARR:ERA

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~ovjembre

de 2002

Coedición Red Utopía, A.e. I jitalljdfora MOrdía I prohistoriQ PORTADA. T1POGRAFfA y D1SE~O :NT"SRTOR

Vandar¡ M. MendoLá So:!s

'·¡;MI.IlSA·;.

ISBN 968·5709-00-9

=·c.ó':;ÉS DE Li\MICROHISTORiA. ESCAUS DE

Derechos re5ervados confo';:D.e ala ley, por ia presente edición,

© prohistoria

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© jítalljdfora M°R.HIA Artes Crdfia(.J

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© RED UTOI!fA, ASOC1AC1Ó>< CIVIL

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Mordia, Michoacán1 "'"'iéxíCQ, 58000

"ABAS" DE U MICROHISTORIA.

C'omtinicate C()1J.~ e. m.E D1TO R:

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DESPUÉS DE LA

microhistoria

DE LA «MICROHISTORLA. LOCAU. ,.n.~'''~L'H, A LA. «MICROHISTORIA DE ESCALA"

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observación y principios de andlisis: " la. microhistoria al microandlisis radical.

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DARÍO

G.

BARRIERA

MICROHISTORIA A LA ESPAÑOlA

[147]

EL HISTORIADOR COMO ACTOR.

ÉXITO Y FRACASO DE LA ;"1!CROHISTOR:.".

[159]

'YSiNaibd UNA ENTREVISTA ESPECIALA. CARLO GINZBURG GINZBCRG COC-;VERSA CON AORIANO SOFRI EN FEBRERO DE

1982)

[211)

mmmm_m'lBiNi·M·J!SS¡;¡g

CfI

ace poco más o menos tres años publi cábamos en Argentina un conjunto . textos en donde se abordaba el tema la micro historia. 1 Hoy, agotado el número, se reeditan aquellos trabajos gracias a la buena disposición de editorial jitalljdfora y José Mendo­ za Lara. A los mismos se ha agregado una biblio­ y, este texto, que sirve a la manera de pre­ sentación. La ocasión es propicia pues para, a la distancia -temporal y física- aquilatar algunos supues­ tOS y exponer otros. Para comenzar, me gustaría retomar una frase algo estridente de nuestro en­ trevistado, Giovanni Levi, que con el paso del tiempo -para mi gusto- fue ganando peso. El autor de La herencia inmaterial propinaba, en

HANSEL y GRETEL VlSITAi\ TliRfN. PISTAS

BIBLIOGR;\FICAS PARA DESA>JDilR LA EXPERIENCV\ MICRO}IISTÚRlC,,"

[263)

Cfr. BARRIERA, Darío -coordinador- «La microhistoria en la encrucijada», dossier publicado en Prohistoria, III, 3, Rosario 1999, pp. 175 a 295.

[7]

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ENSAYOS SOBRE ~lICROHISTORIA

O"SPUÉS

1998, un diagnóstico concluyente: «hoy nadie hace microhistoria».2 En e! momento, recuerdo, re­ flexionaba casi automáticamente sobre la autori­ dad que los actores detentan para cerrar los pro­ cesos que han abierto. Pensé, en suma, que se tra­ taba un gesto de autoridad. Sin embargo, la afirmación de Levi está profundamente imbuida de historicidad. de la afirmación apunta a subrayar se trató de un proceso del que se puede tomar distancia. Lo mismo puede encontrarse también en enunciados que son ligeros sólo en apariencia y que por aulas y pasillos universita­ rios como «clichés» -por ej. cuando Antonio Annino, Jacques Revel o G. Levi, entre otros, pro­ ponen que la rnicrohistoria es la vía italiana a la crisis de una historia social que debe hacer frente al agotamiento de! modelo explicativo estructu­ ral-materialista 3 , así como en e! inteligente traba­ jo que Pons y Serna dedican en este volumen al «éxito y fracaso la microhistoria».

_A MICROH;STORIA...

9

~Pero

qué es, entonces, lo que aparece con más cuando Levi decía ya nadie hace rnicrohis­ '. ";a? Sencillamente que constituyó una experien­ :.::", fruto de un proceso y que, en consecuencia, :::;be ser considerada en cuanto tal. Por lo tanto, ,,, necesario preguntarse cuál es el contenido de :esa experiencia y, en el ir despejando qué =uas prácticas historiográficas -asociadas con :::sre proceso- no lo son. Para esto, realizaré un -ecorrido muy rápido que algunos luga­ res comunes sobre la microhistoria, la historia 10­ y los enfoques regionales, para finalizar luego :on algunas consideraciones sobre lo que implica adopción historiográfica del miaoanálisis radi­ como experiencia en marcha. ~ _=rza

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La micro historia como 1odern EI/ropean Intellectua! History. (5' New Perspectives. Cornell UniversiryPress, 1981, 4 LEVI Giovanni "On microhistori», in Peler ~ed.­ New ' in HistoricalWriting, Polity Press, 1991,.P' 95, cuando se refiere a Barth; GINZBURG, Carlo «Microbstoty: Two or Theer Things that 1 Know about It», in Critical 20, Aurumn 1993, 10-35, especialmente p. 22, ___ ~

y microteoría, que sostienen entre sí una relación problemática. En sociología, esta relación quizás no sea tan antagónica, pero la relación entre les micro y macro del fenómeno social, es tam­ bién percibida como uno de los problemas teóri­ cos más arduos. 5 La sociología moderna o acadé­ mica nació, a fines del siglo como un macro­ proyecto, como una reacción a la psicología. El enfoque micro sociológico, por su parte, es una nueva tendencia, una reacción a la perpectiva ma­ cro de la sociedad, desarrollada en los años 195 Os. y 1960s. slogan de la microsociología fue «bring men back in». La micro sociología se interesó por la cotidiana, los acontecimientos relativamen­ te triviaÍes y reiterados, los hábitos, las costum­ bres. Las discusiones acerca de la conexión entre lo micro y lo macro, empezaron también relativamen­ te tarde, alrededor de los 19805. 6 La historia de la distinción macro-micro es to­ talmente diferente en economía y sociología. En -,...,~~~~-­

; COLLINS, Randail Theoretical Socio!ogy, Harcourt Brace ]avanovich, 1988, pp. 373-410; MOUZELIS, Nicos "The Poverty of Sociological Theorp>, in 27,4, 1993, p. 667. 6 KNORR-CETINA, Karin & A. V. -eds.Advances in Socia! and Methodology. Tot./lard an Integration oflvficro-and A1clcro-Socío !ogies, Routledge & Kegan Paul, 1981; HECHTER, Michael -ed.- TÍJe lvficrofoundations of}4acrosociology, Temple Press, 1983; ALEXANDER, Jeffrey c. et al.--eds.- The A'ficro­ Macro Link, University of California Press, 1987.

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ENSAYOS SOBRE !v!ICROHISTORIA

INDICIOS, M..\RGENES y MONADAS ...

la primera, la teoría micro explica el comporta­ miento de los actores económicos individuales (consumidores, empresas, desocupados) y la macroteoría, indaga las relaciones entre variables económicas agregadas (producción, empleo, pre­ cios ... ) dentro de un área extensa. Las palabras macro y micro fueron introducidas en economía con algún retraso. Esto sucedió recién hacia fines de los 1940s y comienzos de los años 1950s. 7 Por ejemplo, el clásico manual de Paul Samuelson, Economía, comenzó a utilizar estos conceptos re­ cién en la edición de 1958. 8 Lo interesante en cuanto al uso de metáforas espaciales en la descripción del enfoque micro es que, en un primer momento, en los textos de eco­ nomía, el aspecto temporal fue privilegiado fren­ te al espacial. Los conceptos utilizados inicialmen­ te fueron macrodinámica y m icrodindmica. Esta última refería a situaciones donde todos los re­ cursos económicos eran completamente emplea­ dos, permaneciendo constantes el stock de capi­

tal y producción. El nuevo enfoque fue macrodiná­ mico, cuando se trataba de analizar situaciones con subempleo. El máximo exponente de este tipo de análisis fue John Maynard Keynes. Detrás suyo puede identificarse a su maestro, Alfred Marshall, y su revolucionario manual de 1890, PrincipIes 01 Economics, que marca la fundación de la moderna economía académica. Marshall había introduci­ do ya una do ble división de la teoría económica de acuerdo a un criterio temporal. Siguiendo a Marshall, los fenómenos económicos se dividían en dos categorías, los pertenecientes a períodos cor­ tos (o período del mercado) ya períodos largos. El período corto cubre las actividades econó­ micas desarrolladas en un período de mercado, que es tan corto que los productores no tienen el tiempo suficiente para adecuar su actividad a las fluctuaciones de la demanda y la competencia; el stock de capital y el nivel de producción perma­ necen constantes. El cuerpo de la teoría econó­ mica desarrollado por Marshall cubría sólo este período corro. La teoría del período largo hubiera requerido el tratamiento de la sociedad como un organismo, y demandado un «tratamiento más filosófico». Este tipo de análisis debía ser total­ mente diferente al tratamiento extremadamente formal y matemático dado al período corto, en­ tonces, no podía tener, siguiendo a Marshall, la misma «definición y precisión de pensamiento».

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The New Palmgrave. A Dictionary o[Economics, vol III, 273­ 275,461-463. 8 La marginalidad de la discusión metodológica acerca de las microfundaciones de la macroteoría en economía, puede ser percibida desde el hecho mismo que los dos tratados más populares de medodolorría económica de comienzos de los 1980s. -el de Blaug (1980) y el de Caldwell (1982)- igno­ ran estos desarrollos, aún en sus versiones revisadas (de 1992 y 1994 respectivamente.)

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INDICIOS, IvLARGENES Y MÓNADAS.,.

ENSAYOS SOBRE :'HCROHISTORiA

Sin embargo, Marshall no publicó jamás una sola página sobre el período largo (o sobre macroeco­ nomía) y una peligrosa división surgió en la teo­ necesario subrayar que el cri­ ría económica. 9 terío orginai la división entre macro y micro temporal y no espacial. teoría en economía Esta diferencia, también es generalmente deSTa­ cada en las discusiones sociológicas. 10

3. Ginzburg 1)S. Foucault: sobre cultura popular. Muchos microhisroriadores, creo, pueden ser cri­ ticados por ignorar la cualidad temporal del micronivel, a favor de una mayor atención presta­ da a otrOS aspectos. EsTO, se supone, resulta de la elección del objeto. Pero no se le presta especial atención y no es generlamente mencionado cuan­ do se discute el enfoque microhistórico. ll Sin

COLEMAN, D. C. Hi5tory and theeconomic Pasto An Account ofthe Rise and Pall 01 Economic in Britain, Clarendon Press, 1987, p. 128. 11] COLLINS, Randall "On the Micro-foundarions of Macro­ sociology», in The American ¡ouma! o(Sociology, 86, 1981, 984-101'4. Es iluminadora la formulació"n realizada por DeWalt y Pelto, acerca de los tres aspectOs de la conexión enne nive­ les macro y micro-tiempo, causalidad y espacio. Desafortuna­ damente. no continuaron trabajando sobre las mismas. DE WALT, Bíllie & PELTO, Pertri -eds.- lvfícro and Macro Levels 01Analysis in Anthropology. !ssues ir¡ Theory and Research, Westview Press, 1982, pp. 1 a 21. !l DAVIS, Naralie Zemon "The Possibilities of rhe Past.», in lOl/mal olInterdisciplinary History 12, 1981, pp. 267-275; "The

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embargo, en este sentido, el trabajo de Carlo Ginz­ burg puede ser tomado como una excepción. En mi opinión, la mayoría los trabajos de Carlo Ginzburg están basados en una enorme tensión temporal. Me refiero especialmente a Historia Nocturna, Queso ... , y Ecstasies,", En estos traba­ jos, el aspecto más interesante, el resultado que Ginzburg quiere comunicar a sus lectores, surge de la colisión de un acontecimiento excepcional con la consolidada estructura de la cultura popu­ lar. Este momento especial revela las estrucruras, cuya importancia es muy difícil, sino imposible de ver, en otra temporalidad. Los microhistoriado­ res, en realidad, tratan de descubrir cosas más grandes con sus microscopios y sus magníficas lentes. Este aspecto del proyecto microhistórico no está adecuadamente ilustrado por la metáfora espacial descripta como una focalización de la aten­ ción hacia áreas pequeñas, El Queso y los Gusanos es el mejor ejemplo de la estrategia narrativa de Guinburg, donde la ar­ ticulación de las estructuras de largo plazo con acontecimientos de corta duración crea conflictos

Shapes of the Past'" in Storía della Storíographia, 17, 1990, pp. 28-38; LEVI, Giovanni "On rnicrohisrorv.... li, cít. GINZBURG, Cario «Microhistory: Two ... », ~it. MUIR, Edward & RUGGIERO, Guido -eds.- Microhístory and the Lost Peoples The Europe, John Hopkins University Press, 1991, pp, vii-xviii.

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ENSAYOS SOBRE ;"!ICROH1STORIA

INDICIOS, MARGENES Y MÓNADAS...

atrapantes, que pueden ser resaltados en el texto que los historiadores crean para sus lectores. Para mu­ chos profesionales, esta tensión temporal merece ob­ jeciones. Lo difícil de aceptar y entender, es la exis­ tencia autónoma de la estructura de larga duración de la cultura popular. Se preguntan cómo alguien puede creer que tales estructuras, largas y general­ mente ocultas, existen realmente, siendo que su tenda no está ampliamente documentada. ¿Cómo puede alguien hablar de la existencia autónoma de una radical cultura campesina, si al mismo tiempo está influída por la cultura dominante en la misma sociedad?12 Dominick La Capra, por plo, encuentra inadmisible incluso en principio que la cosmovisión del molinero Menocchio pudiera haber estado basada en la antigua cultura campesi­ na, ya que teme que de este modo, reforzaría de guna manera las relaciones hegemónicas en la historiografía profesional. Si la cultura popular es también un nivel importante de la cultura, enton­ ces, quienes la estudian, hacen también un impor­ tante trabajo en historia intelectual que, de acuerdo a La constituiría «".una bizarra y viciosa pa­ radoja según la cual una relación vicaria con los opri­ midos del pasado, sirve de pretexto para pretensio­ nes de dominación contemporáneas». ,3

Acontecimientos excepcionales en la historia de los conflictos sociales crean «archivos de 5ión», que sacan a la luz cosas que habían existido en un nivel que no producía documentación per­ durable. Son estos «archivos de represión» los que han sido usados muv a menudo en estudios recientes sobre la cultura popular. Esta situación paradójica, en la cual es el «enemigo» quien ar­ chiva y preserva información sobre lo «marginal» y lo «bajOl) ha dado lugar también a nuevas obje­ ciones frente a este tipo de investigaciones. Algu­ nos observadores han expresado que, quizás, «•• .la cultura popular existe solamente en el acto de re­ presión», postura que parece subyacer a la crítica que La Capra hizo de Queso ... Es también en este pumo en el que el mismo Ginzburg ha sido más cntlCO. refiero aquí a su crítica frente a la actitud foucaultiana de «populismo negro)}, en el prefacio de El Queso ... La crítica se vuelve más interesante en tanto parece revelar un inesperado punto débil en las ideas metodológicas de Foucault.

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12 LA CAPRA, Dominick Universi1:y Press, 1985, pp. 45-69 13 Idem. p. 69

6- CritÍcism, Cornell

I

crítica de Ginzburg a Foucault es similar a la que Mikhail Bakh tin realizara a Febvre por haberse concentrado solamente en la cultura oficial en su estudio sobre la cosmo­ visión de Rabelais. Esta limitación de la pers­ pectiva se justifica por 51 en la medida q~e se

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ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA

INDICIOS, MÁRGENES Y MÓNADAS ...

o Davis describen mundos y personas totalmente diferentes a nosotros, alternativas que la moder­ nización destruyó, lugares nostálgicos a los que podemos escapar en sueños.

Le Possession du Loudun, de Certeau revela su interés por los fenómenos marginales. Este enfoque fue también propuesto en su artículo metodológico más conocido «La Operación... », que en muchos de sus puntos de partida se acerca Ginzburg «Indi­ al programático artículo CiOS ... )}. por ejemplo remarcable, la similitud en sus respecrívas visiones acerca de la investiga­ ción histórica como esencialmente diferente de las otras ciencias sociales. Los puntos de De Certeau fueron desarrollados en oposición a la monografía de Paul Veyne Cómo se escribe la hútoria (1970).24 En el contexto esta discusión, De Certeau toma posición respecto de varias cuestiones fun­ damentales. Una de ellas es la relación entre la historia y las (otras) ciencias sociales. Ya en esta relación, De Certeau cultivaba su enfoque margi­ nal. En su concepción, la historia no se opone a los modelos creados por la investigación científi­ ca social. Propone que la historia analiza las des­ viaciones de estos modelos. 25 Su concepto de «des­ viación signitlcante» no está realmente muy lejos

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6. Otras micmhistonas. El enfoque sostenido por Ginzburg y Levi es sólo una de las formas para definir la microhistoria. Es interesante compararlo, entonces, con otrOS conceptos de microhistoria. Propongo recupera~ primero las propuestas de Michel de Ceneau. SI bien no es considerado frecuentemente en esta línea, merece atención no sólo como un cultor de la microhistoria sino También como uno de los pocos historiadores que han producid~ contribu­ ciones meTOdológicas interesantes e mfluyentes. Estoy pensando aquí fundamentalmente en «La Operación histórica» (1974) Y en su :nonog~afía Le Possession du Lottdun (1970), pubhcada cmco años antes de la «primera ola)}, aunque hay que admitir que JI Benandantí de Ginzburg fuera pu­ blicado ya en 1966. Por supuesto, podemos tam­ bién recuperar muchos trabajos británicos ante­ riores al «mágico año de 1975», o por ejemplo a George Rudé y sus precursores uabajos de fi~es de los 19505. y comienzos de los 19605. La dIfe­ rencia radica en que estos estudios no produjeron ideas metodológicas nuevas.

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24 Cfr. La discusión entre De Cerreau y Veyne, a comienzos de

los 1970s., compilada ahora en REVEL, Jacques y HUNT,

Lynn Histories. French Construcríons olthe Past, The New I'ress,

1995, pp. 299-318.

25 DE CERTEAU, Michel The Writting 01 History, Columbia,

1988 rI9721.2~

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INDICIOS, MÁRGENES Y MÓNADAS."

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ENSAYOS SOBRE MTCROHISTORIA

de lo «excepcional normal)} inventado por los microhistoria d ores .ltal'lanos. 26 De Certeau se refiere a Fernand Braudel cuan­ do introduce la idea áreas marginales y menos de frontera como objetos de estudio episte­ punto ~s que estos , mológicamente fértiles. nómenos nítidos y fáciles de manepr revelan mas y son menos complicados para analizar que .0trOS considerados más centrales. Las áreas margmales tienen claras relaciones con sus centros, existe una continuidad por definición. En su artículo acerca del concepto de civilización, Braudel habla de «micro elementos de civilización»."'

La de Walter Benjamin como historia­ dor fue reforzada en 1981 cuando fuera publica­ do su Das Passagen- lVerk. Este manuscrito incon­ cluso es uno de los textOs más comentados ac­ tualmente. Desafortunadamente, Benjamin es considerado menos un historiador que un filóso­ fo de la historia. 28 Pienso que Susan Buck-Morss estaba en lo cuando escribió Benjamín no era tanto un filósofo de la historia como un historiador de la filosofía. A de que el manuscrito está compuesto de de in­ vestigación, también admite el concepto de libro planificado -ya que no son sólo apuntes, sino notas que han sido trabajadas y en ocasiones ex­ tensamente comentadas, y algunas de ellas no son notas en absoluto, sino las reflexiones de Benjamin acerca de su método o su objeto- ya estas notas son al mismo tiempo el manuscrito.

En la edición española (Hacer la Historia, Barcelona, 197~~, p. 46, la expresión más cercana es "".el detalle que consnruye N. de los T. " Benjamin escribía en los 19305. sobre París Fernand On 1980, p. 20v. Es como la Capital del Siglo XIX. Con esta expre­ interesante observar que incluso un detractor ran tenaz de la microhistotía como John H. Eliiar, propone u,na estrategIa d~ sión críptica, Benjamin quería decir que, en el si­ microhistórica que se acerca a las Ideas de Braudel glo XIX, París era mucho más que la capital de v De sobre las áreas o acontecimientos margmales ~omo epistemológicamente críticos. Cfr. ELLIOT, John .;. r,r' l d CompaYrlt;"c An lnnaugurai Lect.. lvat¡Ona an ",. 4! ~ 199're ~~~----------011 10. may . 1­ ae'1:,vered befire o the Univcrsitv, d" D Clarendon Press, Oxford, 199 L , donae 'Ice que ," ero 28 La excepción es Hans quien ha mencionado que como las sí se tiende a expre­ "Walter Benjamins, Ernst Blochs und Theodor Adornos los valores y costumbres metropolitanas, ba!o emphatische und philosophish-spekulativ überh6hre destilada y frecuentemente rarificada; un estudlO Herausgebung des Einzelnen, Besonderen und Konkreten in des de las s~ciedades coloniales ofrece otra forma, Geschichte." MEDICK, Hans "Micro-Hisrorie}), en SCHULZE, potencialmente promisoria, de enfocar la cuestión de,las iden­ Winfried -Hg.- Sozialgeschichte, Alltagsgeschichte, Mikro-His­ torie, Vandenhoeck & 1995-,-p.49. __ tidades colectivas distintivas y procesos de formaclOn de las identidades». "_ _ ~ .-----=====~=,/.".r

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INDICIOS, :-'1.~RGENES y MÓN,~DAS, ••

ENSAYOS SOBRE :>'HCROHISTORIA

Francia. Su pensamiento era, sin embargo, abso­ lutamente único y exuaordinario. Había estudia­ do los pasajes de París como un ut-fenómeno de la modernidad, como un collage de cuadros que expresan lo inconciente o el mundo soñado de la temprana era industrial. Benjamin vió la vida co­ mercial antigua en los pasajes parisinos como una mónada que reflejaba el mundo en la ciudad de manera comprehensiva. Los pasajes eran como miniaturas del mundo que los rodeaba. Las ideas básicas acerca de este tipo de meto­ dología de la investigación histórica había sido ya revelada en su malograda disertación de 1928. En su prefacio crítico metodológico, Benjamin se re­ firió a Leibniz y su concepto de mónada. «La es una mónada lo que, en resumen, significa: cada idea contiene la imagen del mundo».29 En la más abarcadva, pero desafortunadamente fragmentada parte epistemológica del manuscri­ tO de París, Benjamin continúa su pensamiento monadológico. Está imeresado en «... sólo lo tri­ vial, la basura». Para él, «.. .la historia se en imágenes, no en relatos» y la cuestión es « .• tectar el cristal del acontecimiento total en el lisis del momento pequeño, individual",30

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7. Conclusión, La nueva microhistoria ha sido descripta como el estudio la excepción normal. Esta es una de las respuestas al problema de cómo los historiadores estudian la relación macro-micro: sin embargo esta respuesta fue la que se dio a los críticos, que des­ confiaban de toda la idea de microhistoria. De­ trás de esto está la convicción de que los únicos vínculos o conexiones posibles entre micro y macro serían las «excepcionalldades» (personas ~ acon­ importantes) y ('lICROHISTORIA

INDICIOS, MARGENES Y MÓNADAS ...

do concepto de Alfred Marshall «the represen­ tative firm». En sí mismas, estas categorías de lo es totalmente nuevo para las ciencias sociales. Además, pienso que pode­ mos introducir como sub grupos de esta categoría los microenfoques descriptos más arriba (indicios, márgenes y mónadas) y compararlos con la discu­ sión en las ciencias sociales acerca de las microfun­ daciones de la macro teoría.

luto, son utilizadas categorías más concretas. Ade­ más, la discusión histórica está más orientada metodológicamente, mientras que en las otras ciencias sociales se discuten teorías (o sus modos de conceprualizar).

L

1.- Como en el caso de «excepcional» y «nor­ mal» incluso estos conceptos (indicios, márgenes y mónadas) pueden ser distinguidos por su ca­ rácter concreto. Cuando se discute la relación micro-macro, las ciencias sociales están utilizan­ do de manera similar muchos conceptos abstrac­ tos que de alguna manera son más universales. En las discusiones historiográficas, si la impor­ tancia de esta relación no es reconocida en abso­

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2.- N o hay correlato en las ciencias sociales para la discusión sobre indicios, márgenes o mónadas. Quizás algunas líneas de investigación se acerquen, pero son sorprendentemente más concretas que en la investigación histórica. Pode­ mos mencionar, por ejemplo, la idea ya expresada por Émile Durkheim, de considerar los suicidios como un indicador de la salud de una sociedad o comunidad. Además, muchos de los conceptos utilizados en la discusión científica sobre la rela­ ción entre los niveles micro y macro parecen in­ dicar que se necesita una tercera substancia. Pala­ bras como «vínculo», «nexo» o «fundación» indi­ can la materialidad de la conexión como espacio, o un tercer elemento existiendo entre estos nive­ les. El hecho de que la naturaleza de este «tercen> elemento no esté definida, da la impresión de abstracción y generalidad. 3.- Es interesante advertir cómo varias ciencias sociales, incluso la historia, han comenzado a for­ mular sus propios conceptos para analizar la co­ nexión entre 10 micro y lo macro al mismo tiem­

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El"SAYOS SOBRE MJCROHISTORIA

DE LA «MICROHISTORIA LOCAL» (MEXICANA)

po. te desarrollo paralelo en cuestiones metodológicas nos está indicando algo, porque las conceptualizaciones han sido muy diferentes. Esto muestra que los estudios históricos, al menos en cuesLÍones metodológicas, consLÍtuyen un modo de investigación independiente y original. Aun­ que fácilmente puedan percibirse influencias de las otras ciencias, está claro que al menos los con­ ceptos, tienden a ser típicos para «una» ciencia. 4.- La comparación con las otras ciencias so­ ciales puede también brindar una nueva compren­ sión sobre el significado del «advenimiento de la nueva microhistoria». No fue sólo (o no del todo) el «renacimiento de la narrativa», o el «renaci­ miento de la historia de las mentalidades);, aun­ que también hubo algo de esw. En este artículo he tratado de mostrar que significó nuevas mane­ ras para descibir y analizar la relación macro-micro (conexión de acontecimientos o personas con la estructura) desde el punto de vista metodológico. Además, este enfoque -en el que se comparan las discusiones sobre la relación macro-micro en historia y otras ciencias sociales- ha mosuado que la idea postestructuralista de la imponancia de las discontinuidades no ha sido tan relevante o fértil en este punto.

11

a la «ÑIICROHISTORIA DE ESCALA» (ITALIANA).

CARLOS A. AGUIRRE ROJAS

«No hay razones, excepto las de una tra­ dición filosófica nunca revisada, para suponer que menos generalidad sea lo mismo que me­ nos valor epistemológico o científico». Norbert Ellas, 1986.

.

o~·.encionar hoy en México, dentro de j

. la comunidad de historiadores, el ", término de I- la evidentia in narratione. Por eso, por un lado, el historiador puede combatir expresamente el escepticismo y el relativismo: hay una realidad histórica de la que quedan vestigios recuperables que nos permiten acceder aunque sea parcialmente a un mundo

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ENSAYOS SOBRE "lICROHISTORIA

antiguo. por otro, postula la fuerza de la retórica, la consciencia de un modo expresivo, enunciativo, que haga convincente el hallazgo. ¿Quiere eso decir que, a la postre, el poder de persuasión es lo que da consistencia a la conexión, a la conjetura? Ginzburg se ha defendido de esta deriva sofística o escéptica sosteniendo que la retórica no es sólo encandilar con artificios o artimañas, como se entiende en su acepción ciceroniana. Retórica es también, añade pro domo sua, el arte de la convicción basado en pruebas, de acuerdo con el sentido aristotélico que esta techné tenía. Sin embargo, opondríamos nosotros, la fuerza persuasiva que tienen ciertos pasajes de queso y los gusanos no son resultado de la prue­ ba entendida al modo de la retórica aristotélica, sino de la verosimilitud, del dramatismo o, sim­ plemente, de la imaginación estética con que re­ viste la escena o la conjetura. En ese caso, pues, logros de la obra dependerían estrechamente la cualidad personal, de la capacidad indivi­ dual que el historiador tenga para revelar ese sado, para hacerlo persuasivo, para ubicarnos allí. no quiere decir necesariamente que «inven­ te», sino que los mismos datos, las mismas maciones se transmiten de tal modo que e! relato nos traslada empáticamente al escenario. Por eso,

EL HISTO'ZIADOR COMO AUTOR ...

207

:'rente al desinterés que Grendi manifiesta por la narración, por adoptar el problema de! relato como asunto central de la microhistoria, Ginzburg lo hace uno de sus instrumentos básicos. En efecto, el éxito de El queso y los gusanos -y por extensión de la escritura del autor- se debe -entre otras razones- a la forma narrativa. Como sabemos desde Émile Benvenisre, el historiador clásico de los griegos es el que estuvo allí y, por tanto, fue testigo directo de 10 que aconteció y por eso nos lo transmite con poder de convicción, hacien­ do hablar a los protagonistas y dando carnalidad, profundidad y zozobra a los contendientes. Esto último es lo que, por ejemplo en nuestro siglo, con e! triunfo de la historia científica, parece ha­ berse perdido. Los historiadores habrían cedido esta noble tarea a otros profesionales y sólo en fecha reciente habrían recuperado esta meta anti­ gua que, en principio, no tiene por qué ser in­ compatible con la verdad y con la explicación. Los antropológos, por ejemplo, de quien tanto han aprendido los historiadores las últimas dé­ cadas, son aquellos que basan su persuasiva en la observación participante, en el hecho sim­ ple pero esencial de haber estado allí, hecho sobre el que se ha extendido Geertz en una obra célebre (El antropólogo como autor) en la que desvela el recurso retórico de la presencia. Pues bien, la na­

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

EL HISTORIADOR COMO AUTOR...

rración de Ginzburg atrae, seduce, porque, según determinados procedimientos, la impresión que extrae el lector es que el narrador le conduce has­ ta allí, a aquel lugar inaccesible espacial y tempo­ ralmente. Hay dramatismo, hay escenificación, hay actuación y hay observación. Y hay, además, conjeturas razonables y aventuradas, interpreta­ ciones autoriales que detienen el relato y que dan la medida de una imaginación y de una intuición audaces. Se expresaría como un investigador que conforme narra añade también las conexiones que dan sentido a las huellas inconexas con las que tropezó en principio. De eso, el mejor ejemplo es el que encarna Sherlock Holmes, pero por exten­ sión también los otros dos «detectives» (Dupin y Peirce) a los que reunieron Eco y Sebeok. Se ex­ presada también como un psicoanalista que debe enfrentarse ante síntomas censurados, deforma­ dos y a los que tiene que dar orden y coherencia, filiación y causa. Los casos clínicos de Freud, con interpretaciones disputadas, discutidas, son so­ bre todo espléndidos relatos que dan congruen­ cia a unos representantes de pulsiones emergidos anárquicamente, por asociación libre. La narra­ ción es orden y el historiador también puede ser un autor.

El historiador como autor. ..

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yo he aprendido mucho de mi madre. No me es fácil hablar de mi madre sin traicionarla, pero ella es una intelectual al mismo tiempo muy culta y muy distinta de las intelectuales vin­ culadas a los libros. Por ejemplo, el hecho de que la cultura en sentido antropológico, es mucho más importante que la cultura libresca, aunque estas palabras no serían las suyas, lo he aprendido de ella. En resumen, que no solo la calidad humana de las personas, sino también su comprensión de la realidad, son independientes y algunas veces hasta inversamente proporcionales a la magnitud su cultura escrita. Así, para mi madre, el ma­ yor o menor dominio de la cultura escrita, no ha sido nunca una jerarquía de valores importante. En su familia, el primer lugar lo tenía la inteli­ gencia y después la belleza. Y mi madre ha necido siempre a un ambiente intelectual y bur­ gués, con la excepción de ese periodo de confina­ miento, ambiente al cual se encontraba ligada muy profundamente. Me he dado cuenta de esto, regresando por primera vez a Pizzoli con en el año de 1960, cuando se descubrió una lápida dedicada a mi padre. Entonces, para mí, es muy claro el hecho que tomarse en serio el discurso de las btujas (y todavía con mayor razón, el discurso del moline­ ro Menocchio, que expresa no una creencia, sino una interpretación personal de la realidad), im­

plicaba el rechazo de la jerarquía docta, de la iden­ tificación entre inteligencia y cultura escrita. Y en este sentido, mí madre se siente probablemente cristiana, pero sólo en el sentido del Tolstoi del libro La guerra y la paz -aunque ya el hecho de el viejo Tolstoi, arase los campos con el champagne y con el cubo de hielo a un lado, es una cuestión absolutamente diferente.

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Adriano Sofri:

Has hablado de Dreyer. ¿Cuáles otras películas te

gustan más?

CarIo Ginzburg:

«Deshonrada» de Sternberg, con Marlene Die­

trich, que es el más bello film de toda la historia

del cine. !\1ás bello todavía que «Venus rubia»,

En general, la relación con las imágenes, es tan importante para mí como la cultura escrita. lectura también maniática, de los significados las imágenes, nos lleva a reconstituir un de visión al cual no estamos habituados. Como en el caso del tren de los hermanos Lumiere, cuan­ do los espectadores se tiraban aterrados las sillas. O la ruptura extraordinaria marcada por la llegada del primer plano. Aunque es ria también, la velocidad con la cual aprende a decodificar los significados. la variedad de los medios con los en un

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MICROHISTORIA

film, se alude a la representación de un sueño, ya como su reconocimiento se ha convertido en un lugar común. El tiempo de desciframiento im­ puesto por una pintura, como «La flagelación» de Piero de la Francesca, nos reenvía a un mundo totalmente

Adriano Sofri: ¿ Tal vez porque

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tendencialmente sordo, y sordo completamen­ si me comparo respecto del tan grande papel verdad, no tiene la música para mis hijas). bstante, que la relación entre palabra escrita e .magen es una relación complicada. Ha sido así, :ambién, respecto de la relación entre la pintura :: la fotografía. La pintura tenía una gran canti­ dad de usos y la fotografía no ha abarcado más que una parte de esos usos, pero no todos. En general no existe el progreso: existen, más bien, algunos progresos. Pero el problema es el del pre­ cio que se paga por estos progresos, de aquello que se destruye para que estos progresos se reali­ cen. Se trata del libro que mata a la Catedral, del cual hablaba Víctor Hugo. Un hecho nuevo, de los últimos años, es el de la emergencia de ciertas tendencias que contrastan con el progreso tecno­ lógico. Por ejemplo, el regionalismo. Como en el caso del catalanismo en España, en donde existe ahora un editor que tiene en proceso de publica­ ción, en versión catalana, los cien libros más im­ portantes de la historia la humanidad. Sería como traducir Platón en Sardo. Existe entonces un proceso doble, en el que al mismo tiempo que el inglés se convierte en la lengua universal y jun­ to a ello, reaparecen los dialectos. Es un poco como en el modelo medieval, donde teníamos el latín universal y las lenguas vulgares habladas.

son más naturalistas?

CarIo Ginzburg: No, no sé si sea verdad. Pienso en un amigo mío, un médico lucano, muy bueno para narrar, que cuenta las cosas muy lentamente, con grandes pausas, y después, de improviso, en lo que trans­ curre un guiño de ojo, empieza a hablar con un ritmo condensado. ¿Qué cosa es entonces «natu­ ra!»? cine es más bien completamente irreal. Y esto me fascina, tanto sobre las páginas como so­ bre la pantalla, esta manipulación del tiempo, esta sucesión contracciones y de hipertrofias.

Adriano Sofri: ¿Pero cuál es entonces el destino de la palabra en un tiempo dominado de estaforma por las

CarIo Ginzburg: verdad que también la alta cultura es hoy una cultura las imágenes (y de la música, pero yo

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En realidad, los progresos no hacen tabla rasa en aquellos lugares en donde se instalan. No sólo sería desastroso que eso ocurriera, sino que de hecho nunca sucede de este modo. Así, pienso que la palabra escrita conservará su posición. Y ade­ más, una posición vital según entiendo: porque una sobrevívencia de los libros, sólo al modo de los bisontes polacos dentro de las reservas, sería algo bien triste. Por ejemplo, como con la irrever­ sibilidad del cine, que lo hace diferente del libro, en el cual se puede ir hacia adelante, se puede regresar e ir hacia atrás, se puede uno detener.

,ilencio, pero, estrictamente, es superior sólo tec­ nológicamente. Sería muy grave que la cultura del silencio fuese barrida o eliminada. Es la interre­ iación entre los dos, entre el silencio y la voz, lo que es interesante, aún cuando alguien presuma que todo puede decirse, que todo es verbalizable. y aún cuando esto contradice el caso de mi pro­ pio trabajo, cuando yo he intentado traducir en palabras el sentido de los silencios: por ejemplo, como cuando Menocchio calla durante los inte­ rrogatorios.

Adriano Sofri:

Pero también el cine permite hoy la reversibilidad,

como en el caso de una cinta normal grabada.

Adriano Sofri:

¿Qué relación has tenido con una terapia de la pa­ labra como es el psicoandlisis?

CarIo Ginzburg:

Carlo Ginzburg:

Una vez pensé que tenia necesidad de un psicoa­ nalista. Entonces me han indicado dos posibili­ dades. El primero me ha parecido un tonto a pri­ mera vista. Voy entonces con el segundo, que era alto, que tenía bigotes grises y me dije entonces, ésta es la persona que yo necesito. Me siento en­ tonces, confiado, y me dice inmediatamente: «esa silla es mi silla», y mientras me movía de ella y me disculpaba, me he enterrado sus anteojos. Me dijo que debía de volver después de cinco meses. En ese lapso he conocido a Luisa, y la cuestión se ha terminado para siempre.

Tanto mejor. Para mÍ, el descubrimiento de la cultura no verbal ha sido una de las conquistas más importantes. Porque he crecido en medio de un exceso de presencia verbal, no sólo en contra­ posición con la cultura manual, sino también con la música o con otras expresiones. La palabra es­ taba en el centro de todo: pero ahora ya no estoy convencido de esto. Pienso mas bien en un con­ trol de la comunicación vocal que abarque los si­ lencios y su significación. La cultura de la pala­ bra es tecnológicamente superior a la cultura del r

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El silencio ha sido engullido por la palabra, pero existe también un silencio que no funciona solamente como pausa entre las palabras. Y vice­ versa. Sería necesaria una especie de convención moratoria, para circunscribir, para controlar esa escalada de la palabra. Así, a la sexualidad, por ejemplo, no le importan para nada los discursos. Dicho esto, y reconocidos los límites de la cul­ tura verbal, es claro que yo sigo siendo parte de esta última.

mite libros. Después, decidió irse a vivir entre las poblaciones indígenas de América, en cuya vida se sumergió completamente, pero respecto de las cuales se mantuvo como alguien diferente. Des­ pués volvió a Europa y se dedicó a estudiar a Botticelli. Tal vez existe en mi, un componente de «cora­ za» psicológica, que me impide ir más allá de la frontera entre lo que estudio y mi propia vida personal. No me gusta aquello que alguna vez se llamaba e! irracionalismo. Es verdad, sin embar­ go, que la razón ha autorizado mistificaciones y obscenidades de toda suerte. E igualmente, exis­ te una forma de evasión de esta razón, que es pa­ rasitaria y estulta. «En las salas de concierto ale­ manas, está prohibido mitsingen, es decir tararear», recordaba Benedetto Croce, contra la idea de! crí­ tico como artista. La crítica como simple coro, la mímesis de la crisis como un medio para contro­ larla, produce, sobre todo en las páginas, efectos grotescos. Por lo tanto, estoy más bien en e! largo plazo, por una especie de buen sentido ilumínís­ tico, por llamarlo de esta manera. Cuando he conocido el personaje de Morelli, he recordado a mi abuelo, Giuseppe Levi, que pertenecía a la mÍsma cultura de Morelli, y que era de la región de Trieste, de la escuela vienesa y positivista. Hace muy poco tiempo, MusattÍ ha recordado que, durante la guerra, se había ubica­

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Adriano Sofri: Un visitante frecuente de otras culturas, como lo eres tú, ¿qué relación directa ha tenido con pociones, con drogas o con rituales exóticos?

CarIo Ginzburg: Ninguna. Como para Marcial «lasciva no bis pa­ gina, sed vita proba)}. Tengo una fuerte repugnan­ cia cultural a la mezcla entre el arte y la vida (y también, a la mezcla oficio-vida). Si es necesario desconfiar de la politización de! arte, con mayor razón hay que desconfiar de la estetización de la vida. ~~ aturalmente, también aquí las cosas son mas complicadas. Observa por ejemplo una historia como la de Aby \x7arburg, hijo de una gran familia de banqueros, que re­ nunció a su derecho de primogenitura a cambio de una cuenta abierta para poder adquirir sin lí­ m-



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do en un lugar muy cercano a Ivrea con el profe­ sor Levi, al cual Adriano OlivettÍ había confiado una traducción de un libro de Jung. A la mitad del libro, Levi pidió a Musatti que fuese él quien continuara la traducción, porque Levi no enten­ día nada. Lo comprendo perfectamente, y tengo sim­ patía por este positivismo de finales del siglo XIX. Cuando era muchacho, he leído muchos ensa­ yos de Benedetto Croce, que había encontrado en mi propia casa, con la dedicatoria a mi padre. Estos ensayos me han atraído y al mismo tiempo me han suscitado un cierto rechazo. Después, cuando habré tenido unos 17 años, he leído a Lukacs, su ensayo sobre el realismo crítico, y me he sentido profundamente ofendido del modo en que trataba a Kafka y a Dostoievsky. Tuve enton­ ces, una especie de necio proyecto de estudio, re­ ferido a la idea de afrontar de una manera no irra­ cionalista, problemas y fenómenos ignorados por el racionalismo en sus diferentes formas. Hoy, aquella vieja idea, se ha convertido en el esfuerzo de constituir una lucidez crítica de tipo racional, pero conociendo y comprendiendo los fenóme­ nos irracionales, sin traicionarlos y sin simplemen­ te hacerles el coro, sin repetirlos, sin mitsingen detrás de ellos. En los Estados Unidos, en la ciudad de Wi­ lliamstown, he visto un pequeño cuadro de Goya. Hay ahí un gigantesco espantajo, y una pequeña

persona de rodillas frente a él, en la tierra y con las manos apretadas. Es una denuncia contra la superstición, pero en el cuadro se advierte tam­ bién, un respeto extraordinario por el pequeño hombre que reza. En el fondo, esa es la sustancia del gran libro de Marc Bloch sobre Los reyes tau­ maturgos: es el engaño desenmascarado, pero jun­ to a un profundo respeto por los escrufulosos que han sido engañados. (Y estoy tentado a decir, que un problema similar, se plantea hoy respecto de la cuestión de los adictos a la heroína). Y no está dicho ahí, para nada, que la comprensión de la realidad que tenían estas personas, fuese inferior. Pues aquí se encuentra la doble motivación que yo señalo: se trata de desmistificar, pero también y al mismo tiempo, de comprender. Existe un pensamiento de Bertold Brecht, en sus diálogos con Walter Benjamin, que me gusta mucho: no es necesario partir de las buenas cosas viejas, sino más bien de las malas cosas nuevas. El camino para comprender, pasa por esta ruta. Por otra parte, en mi vida estoy ligado a las cosas vie­ jas, y sufriría si tuviese que ser propietario de un automóvil. ~o tengo deseo de poseer una televi­ sión, y evito los medicamentos. Una vez, hablan­ do con mi hija Lisa y con algunos otros mucha­ chos que eran sus amigos, me he escuchado decir, que el verdadero estado de la embriaguez se al­ canzaría, en el momento en que alguien lograra

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Adriallo Sofri:

embriagarse solamente con agua simple. No es­ toy seguro de haberme dado a entender demasia­ do bien, y por lo demás, yo mismo no tengo las ideas totalmente claras a este respecto. Pero se trata de la relación entre tener y ser. ¿Está bien tener muchas cosas? Quisiera, a veces, liberarme también de todos los libros, pero por hedonismo, no por ascetismo. No fantaseo con mi futuro. Me divierto con mi trabajo, pero si alguien me dijese que, dentro de veinte años, ha­ bré dejado totalmente esta actividad, no protes­ taría y no estaría demasiado sorprendido. Me gus­ taría andar por la vida de una manera ligera. De hecho, tengo ya demasiadas cosas. (Aunque, por fonuna, todavía no un automóvil). U na persona como yo, que busca sus estímulos en la propia realidad, debe por lo tanto continuar constru­ yendo el camino, hoy y siempre. En cambio, quien continúa sintiendo la necesidad de te­ ner cosas, es porque está todavía dentro de ellas, limitado por ellas. Por lo demás, la vida impone continuamente separaciones, a veces temporales y a veces defini­ tivas, de personas a las que uno ama, de tal suerte que me parece que no vale la pena permanecer atado a los objetos. Tal vez por eso es que yo no los defiendo.

A mi me sucede a veces lo contrarío, de sentirme abm­ mado de mis relaciones con las personas, por una

suerte de obligación de reencontrarse, material y

afectivamente, y entonces tener la actitud de vincu­ larme más a las cosas, de sentir que defender las co­ sas, es como un modo de defender a las personas.

Pero es verdad que este es un estado de ánimo conser­

vador, literalmente hablando.

CarIo Ginzburg:

Claro, en este último sentido, esta «piedad» por las

cosas, la siento yo también muy fuertemente. Sien­

to el deterioro de los objetos como si fuese la muerte.

A los quince años he escrito un poema épico, titulado «El día del juicio», en 980 versos. Para que me entiendan bien, cuando hablo de versos, hablo por ejemplo de frases como «Bum, bam, bom bom! el ruido de los tambores». En ese poe­ ma había de todo, incluso ángeles que no sola­ mente mataban a los hombres, sino que también destruían las cosas, y entre estas últimas, tam­ bién los frescos de Piero de la Francesca en la ciu­ dad de Arezzo. (Todo se terminaba en el Paraíso, con un reencuentro en el cual no faltaba ningu­ no, es decir donde estaba yo, mis amigos, San Pa­ blo, Stalin, las muchachas). Es verdad que los intereses de un investigador se cristalizan muy precozmente. Porque es cierto m

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gar a tener momentos vertiginosos, aunque lo mis­ que el interés por todo aquello que sobrevive a la mo me ha pasado, obviamente, en otras líneas. muerte, me había sido transmitido de alguna y existen también otras situaciones, en las cua­ manera a arte, a través de los cuadros me he sentido igualmente gozoso, no sé, por de pintura, y después a través de los libros. Por ejemplo en un viaje aéreo, en una fiesta en Nueva eso, he hablado en mi artículo «Espía. Raíces de York, dentro de un gran automóvil alquilado. No un paradigma indiciario», a propósito del proble­ en lo que se refiere a este punto, ninguna ma del único y de la copia. Existe aquí resistencia de tipo moral. un sentimiento de pérdida, que es muy afín al ideas me vienen, en cambio, mucho más sentimiento provocado por la extinción de espe­ difícilmente al leer libros. Respecto de las pági­ nas impresas tengo reacciones mas bien lentas. cies vivas. cambio, la conversación me gusta y en ocasiones me hace pensar. Pero la cosa que me gusta más Adriano Sofrí: caminar vienen ideas a la mente cami­ intensamente, es el hecho de escribir: incluso manualmente. Estar ahí, retomar innumerables nando, o leyendo, y qué relación tiene ésto con el en tu casa? viajar o con el hecho de quedarte veces la página, sobre lo cual tengo incluso reglas hecho maniáticas, como la puntuación, o también la fo­ Carlo Ginzburg: bia por las asonancias. por pasear y leo por el gusto de leer. Aun­ que pienso mucho caminand~. que es Adriano Sofri:

cuanto a la cuestión de que te vengan las Ideas, ¿Qué cosa es lo que estds investigando ahora?

bueno, la mejor cosa es leer una novela en el tren. Viajar es andar a pie o en el tren, porque si vas en CarIo Ginzburg: el avión, estás en el avión y no hay nada más El Sabbat. Es un libro que retoma el conjunto de eso. Aunque también puedes viajar en autobús: todas las investigaciones sobre la brujería, y tam­ existen algunos viajes en autobús formidables, bién sobre los cultos de la fertilidad, con algunas como por ejemplo el viaje de Gubbio a Umbertide. sorpresas. Estoy escribiendo ahora el prefacio. Al En el tramo de ferrocarril al cual estoy más acos­ respecto, yo procedo de la siguiente manera: es­ tumbrado, el tramo de Bologna a Roma, me ha cribo primero la carátula del libro, volteo la pági­ sucedido, leyendo y mirando hacia fuera, el lle­

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na y escribo la dedicatoria, si es que esta existe, después escribo el prefacio, el primer capitulo y así hasta el final. Aunque no creo que este sea el mejor modo de escribir un libro. En el tiempo en que trabajé sobre los benandanti, tuve la sensación de que había levan­ tado una pequeña loza que cubría un hoyo, y de que entonces había logrado ver hasta el centro mismo de la tierra. Y entOnCes volví a cerrar la loza: en aquellos tiempos, estaba clamorosamente impreparado para este problema. En sustancia, se trata de la interrelación entre ciertas estructu­ ras de larguísima duración y «el complot», que es, por lo demás, el problema que estaba ya en el centro del libro sobre Los reyes taumaturgos. Como una tendencia de mediano plazo, en los años más recientes, se ha desarrollado una esci­ sión que consiste en que, mientras por un lado se piensa en términos de tiempos largos, del otro y de manera totalmente independiente, se es partí­ cipe de una especie de «teoría del complot}). Pero esta es una escisión irreflexiva, que no ha sido ra­ zonada. La crisis de la idea de revolución, ha lle­ vado al primer plano de la escena a los tiempos largos, a la viscosidad de las estructuras sociales; pero el complot, la conspiración, la revolución y, en sustancia, la misma acción política, quedan entonces fuera de esta concepción de los tiempos largos. Pero, en el fondo, el complot no es más

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que la forma exasperada de la acción política, y lo es de una manera muy cierta: hoy, vivimos en medio de complots. ¿No valdría la pena que los historiadores del tiempo largo, de un lado, yaque­ llos que son historiadores «hiperpolíticos» del otro, establecieran un diálogo? ¿Qué cosa habría suce­ dido si AJí Agca hubiese matado al Papa? Nadie se ha preguntado, verdaderamente, cuándo triun­ fan los complots y qué consecuencias derivan de su triunfo, ni tampoco que relación tiene todo esto con los tiempos largos. Y este, es el mismo problema que, en política, se ha presentado bajo la forma del debate de la oposición entre evolución y revolución, y que en la ciencia es la discusión en tre el caso y la necesi­ dad. Paradójicamente, el conocimiento de la lar­ ga duración, de la inercia de las estructuras socia­ les y mentales en nuestra sociedad, coincide con el conocimiento opuesto, de una contingencia que incumbe a toda la humanidad, incluso hasta el punto de amenazarla con su destrucción total: la catástrofe nuclear. No se trata tanto, entonces, de pronunciar un juicio moral sobre la posibilidad de la acción po­ lítica, sino mas bien de ver las condiciones su actuación, su incidencia y su compatibilidad. En este sentido, es por ejemplo instructivo el hecho de que una acción política, como la que ha desaro­ liado el Movimiento de Solidarnosc en Polonia,

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acción que, más que cualquier otra, había tratado de adecuar los cambios que provocaba a las con­ diciones imperantes, que dicha acción ¡se encuen­ tra hoy aplaJtada por los milllares y por la URSS siendo acusada de '