El realismo en el arte contemporáneo

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N

N53

EMILIO NIETO

Eh

REALISMO EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO

MADRID CASA EDITORIAL DE MEDINA Y NAVARRU Calle del Rubio, nüni.

25

EL REALISMO EiV

EL

ARTE CONTEMPORÁNEO.

EL REALISMO EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO

EMILIO NIETO

MADRID IMPRENTA DE LA BIBLIOTECA DE INSTRUCCIÓN Y RECREO Calle del Rubio,

núm. 25

1

EL REALISMO EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO.

I.

Es un hecho innegable que

moderna tienden, á convertir

el

al

las corrientes

de

la

vida

parecer, con impulso irresistible,

culto de las Bellas Artes en una repro-

ducción acabada y

fiel

de moda. Público y

de

la

reahdad. El realismo está

artistas,

en fuerza de esa mutua

par que los identifica los distingue,

influencia que á

la

haciendo que

primero reciba de

el

los

segundos inspi-

raciones concretas, con arreglo a las cuales modela su gusto, y que no

son por otra parte sino

reflejo

exacto, transitoria cristalización de! vago espíritu artístico

que palpita en

el

seno de

la

misma multitud

á

quien se dirigen; público y artistas, repetimos, buscan

con exclusivismo, cada

compendio de toda

dia

belleza

más acentuado, positiva en

representación de los hechos, en

la

la

cifra

y

minuciosa

el análisis

concien-

6

zudo de

los

exterior

como en

de una

elementos apreciables, el

interno,

tesis trascendental,

en

en

así

el lógico

mundo

el

desarrollo

merced á medios sensibles

adecuados.

Desconocerlo seria cerrar los ojos á

Por este camino marchan decididamente

más viriles, animados por cidos de que sólo de

tal

el

común

la

evidencia.

los ingenios

aplauso y conven-

manera pueden alcanzar sus

obras vigorosa y fecunda entonación. Nuestra patria es quizá el país que por

sabido resistir fuertes

la

mayor espacio de tiempo ha

invasión, encastillado detras de los

muros de su

tradicional idealismo; pero al fin

se ha visto forzado á dejar paso franco á la nueva ten-

dencia, y

la

reacción por esta producida ha adquirido

extraordinarias proporciones, revistiendo las formas

absurdamente exageradas con que aparece en ción vecina, intermediario casi otros y el resto del

mundo

piraciones nos trasmite

la

na-

obligado entre nos-

culto,

cuyas ideas y as-

siempre con

el sello

de su

genialidad característica.

Hoy

es el realismo

moneda corriente entre nosotros,

aunque por fortuna no tanto todavía como en Francia,

donde impera en absoluto, acrecentando

sin

me-

dida sus extravíos y dando patente ejemplo del ex-

tremo á que es capaz de llevar ese pueblo, tornadizo y ligero por naturaleza, envuelto en el torbellino

de

la

7

moda

y arrastrado por su ansia inagotable de noveda-

des, una dirección que, estudiada en su origen, reducida á racionales términos,

tima

como

pudo haber sido tan

se levanta en son de protesta:

cuando

tal

legi-

saludable. Alli ni una sola voz poderosa

formúlase de vez en

ó cual aislada queja contra determinados

excesos que ya presentan un relieve sobradamente escandaloso; pero de ordinario los artistas,

público y

la crítica, el

parecen connaturalizados con

la

esencia

duda

del género hasta el punto de considerarle, sin

por una especie de tácito convenio,

como

la

manifes-

tación necesaria del Arte moderno.

En España no

falta

quien reclame contra

tagio que de algunos años acá

mas ya porque

el

el

con-

venimos padeciendo;

mal no se ha mostrado todavía ante

nosotros en toda su desnudez, habiendo sidocontadísi-

mos

los

que se han atrevido á

llevar

en sus obras

doctrina realista á las últimas consecuencias, ó

porque cuidados de otra índole atención y absorben

la

muy distinta ocupan

la

ya la

actividad de todos en los aza-

rosos tiempos que corremos, lo cierto es que no se ha

tratado este asunto con el detenimiento que exige su

importancia. Alguna diatriba apasionada, escrita á ligera

en un

momento de mal humor, más

rica

la

en in-

vectivas y sarcasmos que en razones, y propia acaso

por su exaltada intransigencia en sentido contrario

8

.



mismo que se

para inclinar los ánimos á favor de. lo censura; tal ha sido lo único que á cido en periódicos y revislns

el

la critica

ha mere-

creciente imperio del

realismo artístico. Si algún sabio escritor ha diluci-

dado en serio cuestión de tamaña trascendencia,

lo

ha hecho en trabajos destinados por su índole y por su forma á andar sólo en manos de un escaso número de personas doctas, á quienes, precisamente por serlo, no eran tan necesarias sus luminosas observaciones. Para la

multitud impresionable, para

el

llamado vulgo, cuyo

gusto se va extraviando de dia en dia, nada se ha escrito;

omisión tanto más extraña, cuanto que

de que se

trata es

el

punto

de tan obvio examen que puede po-

nerse en claro sin necesidad de profundo estudio, pre-

sentándonos como inexplicable que

hoy privan en otros

ideas que

pasión, el ciego

la

impulso de viciados sentimientos y

la

esferas,

influencia

de

hayan hecho

olvidar ciertas verdades triviales y casi erigido en teoría artística lo

que es en puridad una aberración insos-

tenible.

Hemos á llamar

dicho

la

al

comenzar este bosquejo, destinado

atención de

la crítica

sobre

el

tema que

le

encabeza, y á exponer de paso algunas consideraciones, que el realismo caracteriza el Arte tal

punto, que

moderno hasta

sólo por raro caso se advierte en él la

tendencia contraria. Basta observar tan general ¡nflu-

9 jo; basta hacerse

cargo de

nido á imponerse en

el

la

vitalidad

con que ha ve-

estadio de las artes bellas, en

todos los paises civilizados, para comprender desde

luego qué á algún poderoso motivo debe su aparición,

que alguna legítima exigencia

menor grado, pues

le

abona en mayor ó

los extravíos del gusto, hijos

clusivamente del capricho de un dia ó de pueril á lo nuevo,

la

ex-

afición

no marcan nunca tan profundas

huellas ni producen una evolución tan sistemática.

A

algo, en efecto, ha respondido el espíritu realista, por lo

no

menos en su origen, justifique,

lo cual

quizá disculpe, ya que

muchos de sus abusos; pero de

esto ha-

bremos de hablar más adelante. Limitémonos ahora á hacer constar

el

hecho de su exclusivo predominio en

la esfera artística.

11

II.

El furor realista es hoy á todas luces evidente.

Mas

antes de examinar sus efectos, siquiera sea con rápida ojeada,

debemos advertir que en nuestro

análisis

prescindiremos del arte arquitectónico. Todas las arles bellas,

equivocadamente

clasificadas por Taine

artes imitativas y de invención, aspiran,

como ya

mos, á idéntico resultado, distinguiéndose sólo en

modo de

en

vereel

realizarle. Bajo tal respecto, la Arquitectura

es á

la

Escultura lo que

la

por

la

palabra hablada.

Ambas

su medio propio,

la

Música á

la

Poesía traducida

significan, cada

abstracción de

la

idea

que

una en

las otras

individualizan y precisan. Parecía, pues, que debieran

correr suerte análoga por

Pero

la

la

analogía de su carácter.

Arquitectura, á diferencia

de

la

Música, en

virtud del objeto á que se aplica, no puede producir casi

nunca obras exclusivamente

bellas, sino

que éstas

12 tienen que ser de onlinario útiles al propio tiempo.

Pocas construcciones hay que no se destinen á algún fin

de

como era

vida, aparte del estético.

la

en que

la griega,

uno de

actividad

En

humana, ó como

que es

civilizaciones

creación puramente artística

primeros móviles, sino

los

á todos los fines se religioso,

la

de

la

la

el

primero de

Edad Media, donde

imponía con exuberante fuerza

casi el

mismo

la

fin artístico

el

en su as-

piración al infinito misterio, pudo el elemento bello

arquitectónico eclipsar al elemento utilitario, y sobre-

poniéndose á

él,

condensarse en esas portentosas obras

que hoy contemplamos con asombro imponderable.

Pero en nuestros

días, aquellos ideales

muy

primer puesto á otros ñar que en por

la

distintos, y

han cedido

el

no es de extra-

Arquitectura haya llegado á prevalecer,

el contrario, el

aspecto

útil,

de

tal

modo, que

del

antiguo esplendor con que iluminó el cielo del Arte,

no resten

sino aislados

ha matado á

la

y fugitivos

destellos.

El libro

Catedral, según predijo el Arcediano

de Nuestra Señora. El estudio, pues, de

la

arquitectura

moderna, importantísimo siempre, no ofrece, en

el

caso particular que nos ocupa, interés tan decisivo

como

el

de

las

demás

arles,

que sean eminentemente Entre

las cuatro

rácter, dos

hay en

cuya naturaleza requiere

bellas.

que principalmente tienen ese calas cuales,

por sus condiciones res-

13 peclivas, es

mo:

la

menos

Escultura y

extremos de

más

ostensible

escala: expresión

la

la

primera de

lo

preciso y determinado, es ea medio de su inma-

terialidad necesaria

copia

influencia del raalis-

líi

Música. Ocupan estas artes los

la

la

aun cuando más siendo

el

mejor

se

arte material por excelencia;

el

segunda de

generalidad del sentimiento,

la

empeña en

reflejo

en

una actúa en

espiritual: la

particularizarle, sigue

lo sensible el

lo

puramente

espacio trasformando

fragmento de materia inerte en material de un objeto dado;

de

la

la

un

imagen también

otra se desarrolla

en

el

tiempo y en transitorios fenómenos, cuya vaguedad contrasta con anterior,

la fijeza

propia de los productos de

aspira á exteriorizar la esencia

sujeto; aquella vive en el

mundo de

io

la

intima del concreto, y

reducidos sus recursos á las tres dimensiones de los cuerpos, acierta únicamente á significar la idealidad

suprema del modo más rudimentario y parcial que cabe dentro de

la

esfera artística; ésta se agita en un

orden relativo de subjetividad y de abstracción, y nunca,

porque su carácter se

lo veda, consigue, al objeti-

var sus creaciones, reproducir

terminado. Por eso

mediata de

la

lo

particularmente de-

Escultura, m;:nifestacion in-

la

fantasía

naturalista, arte

de

lo

más

definido, exige un gran fondo de realidad para todas

sus obras,

al

paso que

la

Música, hija del espiritualis-

14

mo humano, el

mundo

arle de la

mayor

alturas de lo ideal, que es rio.

Ni en

indefinición posible en

externo, ha de permanecer siempre en las

la

una

ni

ser tan marcadas

en

como

otra

la

como en

las

su ambiente necesa-

han llegado por eso á

demás

las oscilaciones

hacia lo verdadero ó hacia lo fantástico, que llenan historia toda de las arles.

la

Próximas respectivamente

á los dos polos inmóviles entre los cuales tiene lugar la

gran función generadora de

ble obedecer con la

lo bello,

no

misma docilidad que

los agitados vaivenes

que imprime

la

les es da-

el

centro á

corriente de los

siglos.

No

es difícil, sin embargo, reconocer en

tura y la Música contemporáneas el sello de

dominante.

Examínese un busto, una

grupo decualquier renombrado

la

Escul-

la afición

estatua,

un

artista, salvo rarísimas

excepciones, y se encontrarán tesoros de observación

verdaderamente inapreciables. El cincel ha trazado

con

fidelidad

pasmosa

los

contornos de

la figura

ó figu-

ras que se trata de representar. Detalles anatómicos allí

que revelan largas horas de estudio en un an-

fiteatro

ó delante de un modelo animado. El traje es

hay

un prodigio de indumentaria, y ral,

tan humana, que completa

la actitud

la

conjunto y en sus accesorios, ofrece casi se siente palpitar la

tan natu-

obra. Esta, en su tal

verdad, que

vida detras de aquel trozo de

15

mármol. Pero ese busto, esa estatua, ese grupo, sólo inspiran

al

contemplarlos una profunda admiración

del talento de su autor. Apláudense su perseverancia

en

el trabajo,

dad.

su esfuerzo analizador,

con que ha logrado

ria precisión

Y nada más. Sereno

espectáculo

presencia

como cuando

la

extraordinaexteriori-

reflejar la

un

datos de

estudia los

problema para resolverle. ¿Qué ha de sentir ve no es sino mero trasunto de

aquel

el espíritu

la realidad

lo

si

que

que

le ro-

dea? Aquellas figuras son las figuras hum;inas con sus

mismos sidera leza

atractivos

allí

como

y deformidades. El hombre se con-

retratado, y encuentra retratada si

se colocara delante de

la

natura-

un espejo. Si

obra representa á Hércules, no se halla en

ella

la

la

personificación de la fuerza, sino el producto del va-

ciado de un atleta cualquiera. Si finge á Venus, no se advierte el tipo ideal de

belleza femenina,

la

sino

la

copia perfecta de una mujer hermosa. Creaciones de esta índole, ó

no inspiran emoción alguna, ó

san, débese á

la

cau-

belleza intrínseca de lo reproducido;

de ninguna manera

La Música es

si la

al

el arte

camento. Nunca,

ni

medio de reproducción. que hoy goza de mayor predi-

en los tiempos más

felices

y

flore-

cientes para las otras artes, ha alcanzado tan vigoroso

desarrollo

como en nuestros

instrumental,

la

ópera y

la

dias,

en que

el

concierto

zarzuela son el espectáculo

16

A muchas

predilecto del público.

causas, cuya

enume-

ración nos distraería de nuestro objeto, obedece se-

mejante boga, y no es

menor, seguramente,

la

de esta manifestación de

carácter

propio

Época

presente individualista, en

la

destruido, ó al

crítico ha

la

cual

lo

el

bello.

el espíritu

menos quebrantado,

las

grandes creaciones objetivas, lazo de unión entre

hombres y pueblos en edades que ha de

en el

la

la ciencia,

como en al serlo,

cada uno con-

la

vida práctica, es realista en

no puede despojarse de plano de

toda necesidad estética; y la

á

autonomía de su sentimiento Época positiva

Arte; pero

por

cuyo acentuado

más holgura

subjetivismo permita con servar

anteriores, claro está

preferir, entre otras, el arle

como

especie de vértigo que

casi á Irasformar la Escultura,

en una menguada copia de

la

quiera que arrastrada

embarga, ha llegado

la

la

Pintura y

humana

la

Poesía

naturaleza, ape-

nas encuentra otro medio de satisfacer aquella necesidad, cuando alguna vez

la solicita,

que refugiarse en

Música, cuya vaguedad indefinible

el santuario

de

salva de

borrasca deshecha donde naufragan sus

la

la

hermanas. Es decir, que nuestro la

siglo

busca con avidez, porque es quizá

ideal que en su cielo contempla.

ribado los ídolos que

le

ama la

la

la

Música y

única estela

Después de haber der-

rodeaban se postra ante aquél,

que, colocado á altura inaccesible, se

le

aparece con

17

mano pro-

indecisos contornos fuera del alcance de su

fanadora.

Pero

si

la

Música no ha llegado,

por su fortuna, tingue;

si

se

á

perder

la

ni llegará

indeterminación que

flotan para tornarse eco servil

de

lo

embargo, que se procure

moda en cuanto ramente,

dis-

comprende que sus inagotables tesoros

de armonía no pueden descender de

es, sin

nunca la

lo tolere su

el furor

la

región donde

sensible, natural

de última

vestirla

rebelde condición. Prime-

onomatopéyico de algunos ha pre-

tendido, aunque sin fruto, traducir con ella los

más

nimios detalles del pensamiento y de los hechos, for-

jando una especie de conversación de sonidos violenta

y

ridicula sobremanera.

Reconocido

desdichados ensayos, que

al arte

al

fin,á costa de

musical no es dado

pasar sin desnaturalizarse de cierta imitación general

y abstracta de

lo objetivo,

y que cuando intenta par-

ticularizarla, sobre producir algo parecido á

ticulado balbuceo, exige siempre á pié,

un

inar-

modo de busca-

un texto explicativo que manifieste de palabra

lo

que se ha querido expresar; reconocido esto, repeti-

mos,

el

realismo moderno ha buscado una nueva fór-

mula para indicar su propensión, y ya que no con realidad exterior, ha pretendido confundir

con

la

la

la

música

realidad científica.

Así se ha visto y se ve á algunos compositores des-

2

18 deñar con injusto exclusivismo cifrando en absoluto

la

belleza melódica,

resorte artístico en una

el

com-

instrumeiitacion. Vencer las dificultades de

plicada

ésta, conseguir la

mayor simultaneidad de sonidos po-

sible, desarrollar

un tema dado en un trabajo ingeniode aquel espí-

so, rico en materia musical, pero falto ritu vivificador

que es en

el

á

fin,

que

nervio de

resiste al la

por

análisis,

inspiración engendradora

la

notas, henchidas de sentimiento,

que combina con

lo

mismo

producción estética; sustituir,

el

de sencillas

talento observador

frialdad elementos fónicos,

como

el

químico combina en su laboratorio sustancias diferentes,

como

y

nuas;

él verificar

tal es el

acciones y reacciones conti-

procedimiento que siguen hoy ciertos ar-

Llevado á sus últimas consecuencias, produce

tistas.

esos extravagantes fragmentos que solemos escuchar,

cuando no con hastío, con

la

más profunda

Amalgama confusa de acentos extraños oye

sorpresa.

para quien los

haber hecho un previo examen de su conteni-

sin

do, fatigosos unas veces para

la inteligencia

como un

largo cálculo de álgebra superior, desagradables otras al oido,

tienen

do de

exentos siempre de verdadera belleza, de todo

más que de obras

artísticas

en

el

exacto senti-

la frase.

Bien es cierto, para nuestro consuelo, que semejantes

enormidades son en

la

música actual

reflejo úni-

19

camente de

que predomina en

la inclinación

las otras

arles bellas, y carecen por lo tanto de consistencia.

En

la

tros,

con

mayor parte de

las

composiciones de los maes-

hoy favoritos del público, se armoniza la

rica

la

melodía

instrumentación, y al emanciparse sus

autores del convencionalismo antiguo, no desconocen las leyes

inmutables de

la

belleza.

Algunas de esas

composiciones representan en este sentido un notable progreso. La Música vive y se perfecciona de dia en dia

como

arte, á pesar

unos cuantos. Ya

de los insensatos extravíos de

hemos

lo

dicho: los esfuerzos del

realismo son impotentes contra

Pero ¿y

muy

la

Pintura y

la

ella.

Poesía? Por desgracia ofrecen

distinto espectáculo.

Daremos de

él

una idea,

si

bien procurando encerrarnos en estrechos límites para

que no adquiera

el

presente

estudio

proporciones, contrarias á su objeto.

desmesuradas

li

21

III.

La Pintura no es ya con sus glorias todo

el

llenó con las suyas el auxiliar

la

gran arte plástica que llenó

período del Renacimiento,

mundo

humilde de ésta, á

meros tiempos

la

la

antiguo

la

riqueza del color para embellecerla,

los cuerpos.

Logrando

una amplísima esfera propia, físicos

que á

las

De

cual prestara en los pri-

pasó á ser arte independiente, idealizando

dimensión de

como

Escultura.

libre

la

tercera

así conquistar

de los obstáculos

obras esculturales marcan un círculo

reducido, pudo expresar la naturaleza entera, en con-

junto y en detalle, no sólo lo real, sino también lo fantástico, capaz de alguna realización externa, el or-

den, en

fin,

de

lo visible

en todas sus inacabables ma-

nifestaciones.

Desde entonces, mera de

la

Pintura ha venido siendo

las artes del diseño.

la pri-

Conserva hoy esta su-

22 premacia; mas entre

muy

la

espléndida vida que ostentó

principalmente en los siglos

XV y XVI

y su con-

dición actual, ¡qué diferencia!

Hoy

la

clusiva

idea religiosa, fuente fecundísima y casi ex-

de inspiración en épocas anteriores, apenas se

traduce en obras de arte. La Pintura, como

como el

la

Música y

la

Poesía,

Escultura, busca en otros asuntos

la

tema de sus producciones. Ya veremos más ade-

lante por qué esta reacción, en favor de lo

una necesidad

En

pintura histórica, que es

par en parte

el

humano, es

artística del siglo presente.

puesto de

la

la

que ha venido á ocu-

sagrada, existen algunos

cuadros contemporáneos, que conservan sin duda vinculada

la

buena tradición

ciones, que

como

ponen más de los lienzos

los

tales,

pictórica; pero son

excep-

en vez de negar, confirman y

relieve nuestra decadencia. Casi todos

de Historia que hoy se aplauden presentan

mismos rasgos

distintivos.

Parecen acabada expo-

sición de figuras académicas sabiamente combinadas

entre

sí.

dad en

Verdad en los tipos

verdad en

el color,

y en

las actitudes,

el dibujo,

verdad en

ción, verdad en la perspectiva, verdad

la

ver-

ac-

rigorosa en

todo, hasta en los menores accidentes, es lo que consxituye el mérito capital de tales composiciones. Si el artista

ha acertado á resucitar

sin quitar ni poner nada; si

la

escena,

tal

como pasó,

ha llevado su concienzuda

23 minuciosidad hasta revolver archivos y desenterrar

empolvados cronicones para colocar á secundarios en

recha ó á

la

el

los

personajes

lugar exacto que ocuparon á la de-

izquierda del protagonista, para vestir á

éste con traje de tal color, que es el que usaba, para

devolver á aquél su habitual postura, para reintegrar al

de más

allá

en

el

pleno dominio de

arruga que borrara de su rostro

la

olvido de los siglos;

estudio de las la

la

mismas

la

deque

si,

se confunde con esa realidad,

si

mente

forja la

nos

la

del poeta, sino



falto,

ó por

samente subalterno,

lo

el factor ideal

Pero con preferencia á el dia la

la

de género.

podríamos llamar

le dijera

que en

menos ocupa un lugar lastimo-

ha de mezclarse para engendrar

en

el

el ar-

propio, y seguramente escu-

charía con compasiva sonrisa á quien

tiva

como

muestra, entonces

se trata cree haber cumplido su misión.

Quédase satisfecho de

su trabajo

el

en suma, ofrece su obra

bellezas é imperfecciones que debió reunir

frió análisis del crítico

tista

ó de

imperdonable

ha puesto igual esmero en

si

localidad, y

realidad retratada;

no como

la cicatriz

el

la

que con

los

producción

hechos

artística.

pintura histórica, se culElla, el

retrato y la

que

efectista, se distribuyen entre sí el

favor del público, viniendo á ser las genuinas expre-

siones del gusto moderno.

El pintor de género que,

íiel

á la inclinación rei-

24 nante, rinde culto al realismo, traslada á lienzos ordi-

nariamenle de pequefios dimensiones, á veces microscópicos, ya escenas de costumbres de

ó de riza

las pasadas,

un

época actual

la

ya alguna figura suelta que caracte-

Busca de propósito siempre un

tipo cualquiera.

asunto

trivial

para

cuadro, mostrando cierto singular

el

llegar

en

ó

al

de pretexto, no de motivo

le sirva

en este punto á

la calle

carta,

que

suprema

la

empeño en

frivolidad.

entrar en un salón,

la

Un

saludo

lectura de una

una partida de ajedrez, un apretón de manos y

otros mil pequeños accidentes por el estilo, suelen ser el

argumento de

argumento es

la

la

composición. Mal decimos:

dados de un personaje,

dama ó

los

su

primorosa casaca recamada de borla

riquísima mantilla de una

arlesonados y los tapices que adornan una

estancia. Estos lienzos, pintados con paciente proligi-

dad,

suelen ofrecer un

conjunto agradable por su

buen color y discreta entonación; algunos respiran cierta gracia maliciosa; oíros revelan

un estudio acer-

tado de costumbres sociales; todos, no obstante su valor relativo, carecen

En

ellos

ración,

de

y

de esencial importancia

no se advierte si

el

menor

alguna hay, es

lo accesorio

refiere á algo

que por



la

estética.

rastro de seria inspi-

inspiración del detalle,

nada

significa

cuando no se

fundamental y permanente. Siendo su

principal destino cubrir las paredes de

un

lujoso gabi-

25 nete, llenan tivos en

muy

como

objetos decora-

compañía del vaso de porcelana y del grupo

de bronce, con vista,

bien su puesto

ventaja de que, mientras recrean

la

recuerdan

íirbol, las

tal

como

vez,

la

la

hoja recuerda el

grandezas tradicionales de

pintura ver-

la

dadera.

Por último,

de seguir que ser

ni

la

la

pintura de efectos y el retrato,

más

ni

menos que

jeto que se propongan.

probación,

si

han

marcha generalmente admitida, tienen

la crítica

Como

es también

primera pretende sustituir nión de muchos,

la

al

puntual copia del ob-

aquí es

más

más

fácil la

com-

inexorable.

La

paisaje por ser, en opi-

menos propensa que

éste á lo arbi-

trario

y convencional. Se reduce á copiar un frag-

mento

aislado de la naturaleza, por ejemplo,

de

penetrando una habitación ó atravesando

sol

copas de unos árboles;

la

un rayo las

luna al asomar entre dos

montañas; un arroyo despeñándose en forma de cascada; unos cuantos nubarrones, etc., etc. ¡Ay del

que

al trasladar al lienzo

más

ligera libertad,

toque bajo

el

algo de esto se permita

especioso pretexto de que así embellece

el espectáculo sin alterarle! ¡A^y

ta

que

se atreva á dulcificar

también del retratis-

una línea ó á atenuar un

levísimo defecto, ó á dar al rostro de tratada,

la

agregando ú omitiendo cualquier

además de su expresión

la

persona re-

ordinaria, algo de esa

26 expresión espiritual que aparece sólo en

momentos

dados, y que refleja sintéticamente sus condiciones de inteligencia ó de carácter!

Uno

y otro serán condena-

dos sin remisión como soñadores, como ignorantes,

como

reaccionarios falsificadores del arte real y po-

sitivo.

No es de

extrañar nada de esto, dado

el

lamentable

extravío del gusto sobre que venimos llamando la atención.

Lo

singular es que quienes así piensan no ha-

yan ya erigido un

do que

el

altar á la

mejor empleo de

esmerada coloración de

las

cámara oscura, y declaralos pinceles consiste

en

pruebas fotográficas.

la

27

IV.

De fin al

la

Pintura

hemos de pasar

á la Poesía para dar

lexámen que nos hemos propuesto del realismo

moderno, como hecho observable en todas

las

mani-

festaciones del Arte, con objeto de oponerle luego una

exposición de lo que debe ser según los rectos principios estéticos, por todos admitidos en el fondo, aun-

que enunciados bajo formas distintas y á veces contradictorias.

La Poesía es

sin disputa el arte superior entre los

llamados bellos por antonomasia. Débese cía á su condición

tal

suprema-

eminentemente comprensiva, que

deja abarcar en su imperio la fenomenalidad sin restricción alguna.

Nmla

parte encuentra limites

le

humana

se le resiste, en ninguna

infranqueables su potencia

productora, gracias al medio de expresión que le es

28

más

peculiar, á la pala])ra, el signo

y más

de unión entre

mundo

el

más exacto

fiel,

pensamiento que sirve de lazo

flexible del

objetivo y el subjetivo, tras-

portando de ésteá aquél todos los elementos dados y posibles, desde la última diferencia á la

neralidad.

Y

al

más amplia ge-

propio tiempo que ese signo realiza tan

cumplidamente su misión, no pierde nunca su carácde simbolo de

ter

la

reproducirla

como

impone

idea, ni se

informa de su esencia, antes

al

á ella, ni la

contrario se limita á

en esto de los me-

es. Diferenciase

dios de que se valen las otras artes, los cuales, no sólo

trasladan al orden externo de un

siempre y limitado sino que

al

la

modo

imperfecto

imagen creada por

el

expresan, confundiéndose lo exteriorizado.

el

medio de exteriorizar y

La Escultura,

la

Pintura y

objetivan parcialmente, las dos primeras en

y la

la

artista,

hacerlo se consustancializan con lo que

última en

el

tiempo,

la

concepción

Música

la el

espacio

artística.

En

Poesía esa objetivación es total; pero no tiene

lugar en el recinto físico, sino en el imaginativo del

que

lee ó escucha la obra poética.

tatua, el cuadro y la

En

aquellas,

la

es-

partitura, resultado del enlace de

sus múltiples signos respectivos, componen lo significado,

la

producción bella.

conjunto, considerado en

nos puros. La obra

En

sí,

ésta, las palabras y su

no son otra cosa que

artística es la concreción

sig-

imagina-

29 provocada en

ria

el

espíritu por las ideas

que estos

simbolizan.

El pintor,

el escultor

músico,

el

y

poeta, aspiran á suscitar en

hombres los tres rial,

la

mismo que

lo

mente de

imagen viva percibida en su

la

primeros descienden para ello

y su creación se

en

fija

él

interior.

al

el

demás

los

Pero

campo mate-

y llega sensibilizada, de-

terminada en una ú otra forma,

que

á la fantasía del

la

examina. El poeta confía su inspiración á un verbo

como en

impalpable que, llevándola

conduce desde

alas

la

al estadio,

también ideal, de los demás, y

íntegra

sita

y pura de todo'contacto con

no dejando de su paso una

serie

la

á través

de tenue

región ideal del sujeto

mariposa,

de

allí la

la

depo-

materia,

ella otro rastro

que

de notas convencionales, sin valor alguno

sustantivo. Así sucede, que la vista del cuadro y de

estatua, la audición de

en

el

la

la

pieza de música despiertan

acto el sentimiento de lo bello.

La obra

poética

necesita antes ser concebida, y para quien no entiende el

idioma en que está escrita, para

significado del símbolo, es sólo

de trazados ó de acentos que

el

que ignora

el

una arbitraria mezcla

ni el

menor

efecto artís-

tico le produce.

Este poder que tiene

mente

la

la

Poesía de objetivar total-

subjetividad del artista, siquiera sea en un

me-

dio también subjetivo respecto délo sensible, constituye

30 su virtud esencialmente

do por

la

mano

el

mármol modela-

del escultor representa el primer es-

fuerzo que hace

con

sintética. El

el

genio para traducir

exclusivo auxilio de

la

la

belleza ideal

cantidad extensa.

Pintura, la cantidad intensa, el color, le abre

En

la

más ancho

horizonte, permitiéndole ya reflejar cuanto á sus ojos

aparece en

dido en un lución.

el

Universo, pero todo inmóvil, sorpren-

momento

La Música,

al

preciso de su incesante evo-

revés, trasmite ese suceder va-

liéndose del sonido y del intervalo,

engarzar en

él

la rica

siste la vida real.

mas no

Cada una de estas artes

acierta á

que con-

particularizacion en

refleja la idea

generadora con factores más ó menos analíticos de lo creado.

La Poesía no prescinde de ninguno, antes cierta

con otros que

ella sólo

los

espacio, que se llama imaginación, hace surgir un

do con formas corpóreas,

con-

puede asimilarse, y en ese

luz, colores,

mun-

armonías, su-

cesión, sentimientos, pasiones, todos los fenómenos,

en

fin, así físicos

como

viviente se engalana. el

mismo

espirituales,

Y por

con que

la

realidad

ser síntesis hasta en esto,

signo de que se vale para sus creaciones es

á la vez pictórico cuando se mira escrito, y musical

cuando se pronuncia. Por eso

la

Poesía, siempre que se quiere reunir en

una obra varias artes bellas para formar una compues-

SI

subording á

ta,

resistencia



con tanta facilidad las otras, como

opone á subordinarse. Así se observa, por

más complejo de

todos, al que

ejemplo, que

al

reúne

objetivación ideal poética con las objeti-

la total

arte

vaciones sensibles particulares de cultura, de la Música y de artes do

como

la

Mímica,

al arte teatral,

la

Pintura, de

la

Es-

menor importancia,

se le da de ordinario el

nombre de dramático, tomándole de la Poesía, que aunque es sólo uno de sus componentes, ejerce indudable predominio, haciendo girar á su alrededor todos

demás.

los

Y no

se aduzca

como argumento en

contra de lo di-

cbo

la

composición musical denominada ópera. Para

que

la

música prevalezca sobre

la letra

en

la

represen-

tación, preciso es, en primer lugar, que la entonación

de

las frases líricas

y los acordes de

casi imperceptibles las

dejando llegar

el

orquesta hagan

frases literarias del libro,

al auditorio sino

bra é indefiniendo

la

no

alguna que otra pala-

conjunto, es decir haciéndole

musical. Preciso es, además, que ese libro carezca de

novedad ó de verdadera importancia contrario, el espectador no podría

artística.

menos de

De

lo

seguir con

especial interés la acción que á su vista se desenvolviese,

pasando

la

música, por admirable que fuera, á

la

categoría de accidente del espectáculo.

Desarrollándose

la

Poesía en tan amplia esfera, pu-

32 diendo expresarlo todo de todas las maneras imaginables, se alcanza sin

esfuerzo que las dos tendencias

que se han disputado siempre busca

la

rada de gido

imitación severa de lo

puramente

como campo

el la

fantástico,

predilecto

reino del arte, realidad y

la

que

enamo-

la

han de haberla esco-

desús combates.

Idealis-

tas de ayer y realistas de hoy, en ella han perpetrado, sin

duda, las demasías de mayor bulto.

Ni

el

lirismo puro, ni

usa con frecuencia

la

la

epopeya, son vestiduras que

Musa contemporánea, poco

de una parle á enterar

al

afecta

público de sus personalisimos

sentimientos, é incapacitada de otra para inspirarse en los

grandes ideales que arrebatan á un pueblo entero

en periodos dados, por no aparece colectivo

que mueva y

razón de que hoy

la sencilla

ideal alguno ante su

vista

arrastre los

como impulso

ánimos de todos

con fuerza incontrastable. ¿Qué nos importa

lo

que

por su propia cuenta cree y piensa un poeta cualquiera, ni

cómo hemos de

dedicar

mucho tiempo

roso entretenimiento de llorar ó sonreír con la

al

éi

gene-

cuando

atmósfera que nos rodea se halla cubierta de tan

temerosas nubes, nuncio seguro de tormentas próxi-

mas

á estallar?

sonar

la

¿A nombre de qué y de quién ha de

trompa épica en nuestras fraccionadas socie-

dades, en las cuales cada individuo busca dentro de el arrojo indispensable para



grandes ó pequeñas em-

33 presas, porque, enseñado á dudar por sistema, ape-

nas siente plena individualidad?

fe

en otra cosa que en su misma

Lo que

guir paralelamente á

la

tiene

lo

Poesía es sela

inves-

práctico, con tanto

motivo cuanto que, según parece,

en que expresar

la

camino de

ciencia el

demanda de algo

tigación en

que hacer

más

hemos convenido

bello, sin otro fin ulterior,

no es

ocupación de bastante monta para un hombre serio. Estudiar

el

mundo en que vivimos, proponer

la solu-

ción de ios graves problemas que nos abruman, encar-

nar en los hechos, uno tras otro, los heterogéneos

dogmatismos subjetivos que aparecen en nuestro ho-

como

rizonte, y desaparecen en seguida

arco

iris,

humanos,

tal

como actúan en

aquilatar su alcance

los colores del

y los pensamientos

las pasiones

exponer

la

y aprenderá

exterioridad, para

dirigirlos,

aventurar

conjeturas sobre lo que mañana, cuando se armoni-

cen

las

la idea

oposiciones que nos trabajan, podrá llamarse

de nuestro

siglo, hacer,

con carácter individual sible al

la

en suma, á retazos y

epopeya que no nos es po-

formular de otro modo; esto es

poeta, y esto lo que realiza

mediante

tulado épico-lírico, cuyas expresiones tes son el

Digan

drama y lo

la

lo

que se exige el

género

ti-

más importan-

novela.

que quieran

los preceptistas,

idénticas

cuahdades esenciales determinan uno y otra, 3

si

bien

34 en su factura difieren nolablcmente. La novela es un

drama que tor. El

lienc por escenario la imaginación del lec-

drama

como

llarse

es una novela dispuesta para desarro-

acción real con ayuda de otras artes be-

Compónense ambos de

llas.

referencias de sucesos,

pinturas de localidades y diálogos en que los interlo-

cutores indican sus afectos y pasiones. Que en vela predominen los dos primeros elementos

en

corado de

la

el

actor y de advertencias sobre el de-

escena,

amén de

fundamental que

existe; bien al contrario,

únicamente

blico,

y

como

el

á

tal

cual relación puesta

de los personajes, en nada desvirtúa

labios

identidad

cia

no-

drama, en donde se reducen á una serie de aco-

el

taciones para

en

la

más que

al distinto

que por

ello el

la

entre los dos géneros

obedece aquella circunstan-

modo como

se dan al pú-

autor de novelas no cuenta

poeta dramático con otros artistas dedicados

á completar y desenvolver sus brevísimas observacio-

nes.

En

definitiva,

lo

mismo

son obras poéticas en que funde con reflejo

de

lo la

el

drama que

lo lírico se

la

novela

enlaza y con-

épico, para desarrollar una acción total, vida.

Por eso no hay drama que no

lle-

gue á convertirse en novela, desliendo hábilmente su contenido, ni novela que, condensándole, no pueda ser drama.

35

Fijándonos ahora en los géneros particulares en

que esta clase de obras se divide, no necesitamos detenernos á demostrar que no son las producciones de carácter histórico sino las de costumbres, las que se

acomodan mejor te.

á las tendencias de la época presen-

Sobre comprobarlo

justifican

de sobra

la

experiencia de cada dia, lo

las consideraciones

que acabamos de

hacer, para explicar el predicamento de que gozan el

drama y fin

la

novela; pues dado que éstos tengan algún

generalidad de las gentes, no es sin duda, vol-

la

viendo dicho

la vista atrás,

fin realizado.

parte se equivoque;

y

según se desea

trascendental fuera del estético,

por

el

como nuestro

Puede que

mas de

género histórico no

pitante

como

el

le

siglo piensa ver

acierte

en parte, y en

todas maneras así lo cree,

ofrece un interés tan pal-

contemporáneo.

36 Suelen, sin embargo,

el teatro

y

el libro resucitar

episodios de pasados tiempos, y principalmente aquellos

que encierran algún

cial.

Cuando obras semejantes son, como sucede con

alto sentido político ó so-

frecuencia, los primeros ensayos de poetas inexpertos,

que apasionados de un

tipo por lo

que de

él

leyeron

en cualquier reducido compendio, pretenden sin más consejo renovar su memoria, ni merecen el

de históricas,

más de un

ni

nombre

aunque rebosen inspiración viven

dia para el público, el cual, y esta vez

con

fundado motivo, no puede tolerar su candido anacronismo. Cuando, por

de

contrario,

se deben á alguno

pocos elevados genios que hoy nos quedan,

los

aparecen

vemos

el

como

destellos luminosos, á

cuyo resplandor

surgir las grandezas del pasado, impregnadas

del encanto inefable que les presta la fantasía del artista,

y á veces logran, ¡oh maravilla! no obstante su

lucha con las corrientes de

mento

la

la

moda,

fijar

por un

mo-

atención de la multitud y recoger aplausos

casi tributados á la

fuerza;

mas no

se libran de

seguida á descansar pacíficamente en olvido, á fuer de

el

ir

en

panteón del

momias galvanizadas por un supremo

esfuerzo. Por último, cuando las tales producciones históricas están corladas por el patrón realista

mo-

derno, ofrecen los mismos caracteres que hemos notado

al

tratar

de

la

Pintura en los cuadros de esta

37 índole, con

la

circunstancia de que aquí es

más

fácil

y expedito hacer alarde de empalagosa erudición, propio tiempo que

el

al

socorrido recurso de las digre-

siones permite dar al espiritu crítico un ensanche

¡li-

mitado.

Y no decimos más

acerca de- estas obras, porque

para determinar genuinamente

mano tenemos

novela de costumbres.

que es

pedir.

la

el

realismo literario, á

para nuestra ventura

A

fe

que en

drama y

el

ellos

la

no hay más

Buena prueba de su maestría en

la

inmensa popularidad de que gozan. En

materia, la

nación

vecina, sobre todo, no cabe duda de que se ha llegado á la verdadera perfección, pues libros

hay de este gé-

nero de que se han hecho cuarenta ediciones consecutivas

y composiciones teatrales, representadas durante

quinientas noches sin interrupción. Nosotros, los españoles, todavía necesitamos andar bastante para colo-

carnos á tanta altura; pero en honor de

perdemos ilusos,

el

ánimo no nos

término de

Porque

el

la

falta

linaje

si la

suerte nos ayuda y

llegaremos quizá

muy

pronto

al

jornada.

quid divinum del arte

divino, siquiera sea ea el

no

verdad, no

obstinados en conservarse libres de este que

llaman desdichado contagio, el

la

tiempo, y mal que pese á unos cuantos

realista (si algo

nombre, cabe en tan huma-

de inspiración) no es como otros, que,

38

muchedumbres,

fuera del alcance de las

sólo para po-

quísimos escogidos llegan á hacerse asequibles por completo. El realismo, nivelador por naturaleza, odia los privilegios

y no niega nunca sus favores á quien,

con mediano ingenio nada más, se empeña en alcanzarlos.

Con

estudio, con

laboriosidad con detenida

observación, á nadie será imposible hacer un drama ó

una novela á

la

francesa, aunque carezca en absoluto

de eso que denominan genio poético, antes tan preconizado, y hoy,

si

no suprimido por

reducido

inútil,

menos á desempeñar funciones secundarias. La ha de estar calcada estrictamente sobre del

mundo

exterior,

si

no en

remos muy en breve hay singulares libertades), en

el

la

fábula

ejemplar

el

fondo (pues

realistas

al

como ve-

que se permiten

apariencia, en los pasaje-

ros accidentes que sallan á la vista; y esto con minuciosidad tan exquisita, que los sucesos que

gan parezcan como un espejismo de

lo

la

compon-

que estamos

viendo todos los dias. Los personajes que tomen parte

en

la acción, fotografía

tienen que hablar ellos

moverse y

familiar,

también de personajes vivos,

como hablan gesticular.

sus modelos, y

No hay

como

frase ociosa, giro

exclamación acostumbrada, mohin

insignifi-

cante que pueda omitirse. ¿Quién dice omitir,

si

pre-

cisamente esas pequeneces, de que antes se prescindía,

son las que ahora sirven para delinear mejor los

39 tipos?

¿Qué verdad, que inlercs puede haber en una

obra, verbi gracia, donde los criados no usan el mis-

mísimo lenguaje que se escucha en artesanos el del la

plazuela, y

taller, ni las

donde

las

acuerdan de ofrecerse por

la

la

las cocinas, ni los

mujeres del pueblo

el

de

personas de buen tono no se casa

al

despedirse

si

se

ven

vez primera, ó de encargarse mutuamente re-

cuerdos para

la familia si

son antiguos conocidos? Pues

respecto á descripciones de lugares, tampoco puede olvidarse el

montón de hojas

secas, la teja rola, el

bache del camino, ni ninguna olra análoga fruslería,

aunque maldito

que importen para

lo

el

conjunto.

Las pasiones humanas se han de analizar con mayor

esmero cuanto más bajas y mezquinas sean, complaciéndose en exhibir esta disección ante el

el

público con

impudor con que se expone un cadáver sobre

mesa

mo, no ha de

faltar

pleitos, preciso será

su curso de Patología;

un tratado de Derecho;

loco, su locura merecerá

de cualquier manicomio:

un estudio digno si le

los

si

si

tiene

se vuelve

del director

da por embriagarse para

olvidar sus penas, no se le permitirán

que

la

del anfiteatro. Si alguno de los héroes cae enfer-

de un borracho vulgar; y

si

menos

traspiés

aburrido decide

morirse, ha de estar agonizando el tiempo necesario

para lucir toda

la

pintoresca colección de hipos, con-

tracciones, estertores y otros

amenos

prodigios, fruto

40 de

más concienzuda observación

la

clínica

que en

los

hospitales pueda hacerse.

Esta es

la

entonación general del drama y de

vela realistas.

En

la

no-

ajustarse á ella en principio convie-

mas no

nen todos

los cultivadores del género;

de

respecto do lo que debe haber detras de

diferir

tamaña vestimenta. Unos,

á quienes

dejan

podemos llamar

realistas puros, consecuentes con la razón capital del

procedimiento, quieren un fondo adecuado á

La inverosimilitud es su eterna servan que en

la

vida

común

pesadilla,

la

forma.

y como ob-

las pasiones heroicas, los

caracteres sublimes, los tipos acentuados, ya en el sentido del bien, ya en el del mal, los sucesos importantes

y los conmovedores espectáculos abundan tan

poco,

que constituyen verdaderas excepciones, en-

ciérranse en lo vulgar con escrupuloso empeño, sin

admitir nada que tenga asomos de extraordinario, y

contentándose con haz-

de

la

tierra.

rastrear

humildemente sobre

de hechos menudos llevados á cabo por raquíticas ras en

el

la

Son sus obras mezquinas relaciones figu-

seno de una sociedad pigmea. Fáltales inte-

rés, fáltales

belleza y les falta también reahdad, aun-

que otra cosa crean

,

porque

pequeño con sistemática la posibilidad

de

lo

al

reproducir sólo lo

porfía, niegan

estúpidamente

grande.

Otros, penetrados de que por el camino que siguen

41

no se

los anteriores

parte alguna, é imbuidos

llega á

de una especie de realismo

buscan, por

idealista,

el

contrario, recursos y situaciones de efecto que impre-

sionen los ánimos vivamente. Poro temerosos de caer

en pecado de herejía para con

los suyos,

san á escarcear por los campos de

emplean en

la

ésta, á veces sin darse cuenta

se propa-

si

imaginación,

de

no ya

ello,

idealizar el Universo embelleciéndole, sino en afearle

cuanto les es dable. Adonde se destaca una desarmonía, el

adonde prevalece

mal asoman

la

el

desorden, adonde

bierto alguna cancerosa llaga, allí

aplican, á

el vicio

cabeza, adonde se muestra

modo de

allí

acuden

al

ó

descu-

solícitos,

y

microscopio, su fantasía para

pintar luego aquella monstruosidad con las

enormes

proporciones que á su vista afecta. Verdaderos idealistas

de

lo

deforme dan vida

que oprimen

el espíritu

engendros

á repulsivos

en lugar de elevarle, y que

inspiran profundísima repugnancia. El ideal que per-

siguen, es un ideal opuesto lista

quieren serlo

al

más que

del arle. la

En

realidad

su afán rea-

misma, y

la

despojan de todo átomo de belleza natural para que

ningún descontentadizo

les

acuse Ue haberla poetiza-

do. ¡Extraños adoradores que se deleitan en mutilar

su propio ídolo!

Por último, otra tendencia, matiz antecede, pudiera llevar

el

distinto

de

la

nombre de idealismo

que rea-

i2 Inspirada en ei apetito desordenado de

lista.

nalidad, á

se quiere

la

parque en

dará toda creación

como verdad una de lograrlo,

mente este

las

forjada

la origi-

propósito utilitario que hoy

el

bella, aspira á presentar

idea ó una teoría absurdas, y á fin

envuelve en una acción cuidadosa-

con dalos extraidos del mundo

modo, merced

á

real.

De

una habilidad que no puede des-

conocerse, se ha conseguido ofrecer, palpitantes de realismo y desnudas, por tanto, del menor aliño imaginativo, obras cuyo pensamiento es sustancialmente falso.

Las mayores aberraciones en materia de mora-

lidad ó de organización social,

han aparecido

que

relieve tan rudo y terrenal,

casi se

así,

con

nos ha anto-

jado ceguedad no darles carta de existencia positiva entre nosotros.

Que

á tanto alcanza el ingenio

aun en

medio de sus más lamentables extravíos.

Muchos

libros

modernos pudiéramos nombrar como

ejemplo de cada una de

las tres direcciones antedichas,

y quizá también no pocos en que binadas en cierta medida. sin

embargo, siguiendo

las tres se hallan

la

conducta observada

tar de las otras artes bellas.

La razón

no juzgar necesarias semejantes quizá perdería con ellas sentido general en

com-

No mencionaremos ninguno,

el

al tra-

es obvia. Sobre

citas,

creemos que

presente estudio algo del

que debe entenderse. No hemos

analizado un género artístico, que en medio de otros

43 diversos, tenga su propia y peculiar representación en

nuestro siglo. los géneros

Hemos acusado un

y á todas

menor grado. ¿A qué descender duales,

si

alcanza

en mayor ó

á aplicaciones indivi-

do quiera como ambiente mal-

existe por

sano que vaga por

contagio que á todos

las artes

atmósfera? Si en cualquier pro-

la

ducción que se contemple se perciben sus efectos y se advierten huellas de su paso, aquí ligeras, allá

qué empeñarse en

definidas, ¿para

más un

localizarle en

punto dado?

Examinada, pues, y más prolijamente quizá de que á nuestro propósito conviniera, el

realismo ejerce en

el arte

como sobre

las

al

lo

que

de esa influencia,

causas que han podido motivarla, y

preguntarnos de paso

tenden algunos,

influencia

moderno, réstanos ahora

discurrir algo sobre la legitimidad asi

la

la

si

debe ser

el

Arte, según pre-

reflexión precisa de la verdad, si

revés consiste en un proceso puramente fantástico

y convencional, ó

si

es de condición

más compleja y

de más armónico sentido. Tales son las cuestiones

consagrarnos.

En

á

el análisis

cuyo estudio hemos de que de

procuraremos reducirnos á decir dispensable para

la

lo

ellas

hagamos,

absolutamente in-

inteligencia del

punto

especial

que nos ocupa. Impropia del tono de este escrito, del

fin

que se propone y de su carencia de pre-

44 tensiones científicas, es una exposición razonada severa.

No

y

escribimos un libro de Estética. Limitá-

nionos á conversar un ralo sobre Arle con nuestros lectores, y en entretenimiento tan agradable para nos-

otros, usar estilo dogmático seria

una inoportunidad

del peor guslo. Gracias que hablando lisa y llanamente, sin

pretender mayor mérito que el de presentarles

con claridad algunas ideas de capital importancia, se-

gún

las

concebimos, y sin olro intento que ponerles

de manifiesto

la

falsedad de ciertas vulgarísimas afir-

maciones, consigamos no vernos privados á por enojosos pañía.

,

lo

de su solicitada y envidiable

mejor,

com-

45

VI.

Si,

después de

ung ojeada sobre

dirigir

el

Universo,

nos resolvemos á registrar

la

profundidad de sus senos,

colocándonos en fuerza de

la

abstracción entre dos in-

mensidades,

la interior

tenso que en un

y

la exterior,

momento

como punto

inex-

inapreciable del tiempo las

enlaza sin confundirse con ninguna de ellas, no tanto

nos sorprende tes,

como

la

el incalculable

número de sus acciden-

perfecta independencia- que en

su relación ostentan todos y los caracteriza.

la

medio de

esencialidad propia que

La naturaleza, poruña parte, muestra

bañados en mares de luz sus mil tesoros haciéndolos destacarse

uno á uno de manera tan concluida y

precisa, que fuera delirio dudar de su existencia. Por otra, el espíritu

en su espacio peculiar suscita imáge-

nes, ideas, sentimientos y deseos cuya realidad es in-

46 negable. Parece que todo esto existe por

sí,

que cada

determinación particular no necesita de otra alguna para conservarse, y tiene por genuina condición esa inmovilidad sustancial con que se nos revela sin que suceder, que en ocasiones

el

la

cambia ó

deba mirarse más que como un

la

destruye,

externo en

detalle,

ciertos casos, interno en otros y causado siempre por

una fuerza que no es

el

objeto

mismo,

el cual, si

bien

á impulso de ella altera su forma, no por eso deja de

seguir imperturbable en el fondo.

Un si

análisis detenido,

no fuese del todo

de que aquí daríamos noticia

inútil

para nuestro propósito, ha

venido á desvanecer tamaña ilusión, y ya derna, siguiendo

la

marcha

la

ciencia

mo-

por Kant, de-

iniciada

muestra, sin permitir lugar á duda, que los fenóme-

nos observables, lo

íntimo de

se agregue

la

la

el objeto sin

lo

mismo en

la

exterioridad que en

conciencia, nada son

como

á ellos no

subjetividad del que los considera,

algún sujeto, y

el sujeto

sin

que

un objeto

cualquiera en mutua correspondencia, no pueden concebirse, y que por tanto, sólo en la representación se

dan ambos factores del conocimiento, por más que en interés

del análisis

mismo

sea posible abstraer éste

ó aquél, á sabiendas, por supuesto, de que es abstracción y no una realidad lo

tal

que se estudia. Y

asimismo enseña que esa inmovilidad que vemos en

47 las modificaciones del espíritu

rior,

y en

mismos comprendidos

vienen de hallarnos nosotros

en

movimiento y

el

za,

pues

variación que á todo alcan-

la

obedeciendo

por

nuestro punto de apoyo á bio,

orden exte-

las del

que esa definición perfecta que acreditan, pro-

la

necesidad

inexcusable

ley constante del

cam-

no podemos apreciar éste, como sucedería

nos fuera asequible

el

absurdo de seguir

universal sin formar parte integrante de

parados y

no incurriríamos en

fijos,

que permanece

que en vez de imaginar teligencia, por virtud

como

Entonces,

error de creer

Lo

cual quiere decir,

los objetos, presentes á la in-

de los

análisis

experimental y ra-

otras tantas entidades positivas con de-

terminada consistencia, por

como

él.

si

proceso

que á nosotros mismos nos arras-

lo

tra en su incesante evolución.

cional,

el

el

las

que pasa

el

soplo vital

ráfaga de viento que las orea ó las agosta, ya

limitándose á rozar su superficie, ya penetrando en su interior, para traducir luego sus efectos, ora

de fuera

á dentro, ora de dentro á fuera, en hechos transitorios,

jetos;

extraños á

la

esencia inalterable de los tales ob-

que en vez de imaginarlos

asi,

repetimos, hay

que verlos como realizaciones continuas, signo más ó menos expresivo de presente es á

la

la

realización total, en

donde

lo

vez una afirmación y una negación

de su propio contenido, no algo que

es, sino algo

que

48 va siendo y dejando de ser á un tiempo mismo: y que

de consiguienle

mero

vida, considerada por

la

filosófico á la clase

como

ria

muchos como

atributo de ciertos seres, debe pasaren el estadio

la

de categoría absoluta, tan necesa-

relación, la cantidad y la calidad.

Determmar con arreglo á dichas

¡deas de qué míir

ñera tiene lugar esa realización; estudiar en



y en

sus resultados los dos elementos que sin remedio han

de constituirla,

lo realizado,

ser algo, así

como también

la

hecho y

lo finito, el

oposición á todo esto, lo indefinido,

la

la

necesidad de

función de uno y otro

que se llama actividad, ver cómo moldea esta

el

objeto

en estados sucesivos, manteniendo siempre unida á la

él

pura subjetividad, exponer los conceptos trascen-

dentales de las causas, de los ñnes y de las fuerzas,

demostrando que toda fuerza ha de ser viviente que

las

llamadas brutas tengan otro carácter que

sin el

de límites que á aquella se oponen á modo de protesta

de

lo

ya hecho contra

el

agente que

lo

trasforma y

hacer por último, sobre tales bases, una construcción viva del Universo, de

hacerse; todo esto,

muy

filosofía especulativa,

sideraciones aun

la

manera

que puede

sobre requerir extensísimas con-

para trazar de ello un breve bos-

quejo, sería enteramente ajeno al

mos

parcial

en su lugar en un trabajo de

tema que nos he-

propuesto. Para tener una verdad primera de que

49 formarnos desde luego idea de este

partir, bástanos

Universo, no

como una

síntesis, sino

como una

sinte-

tizacion interminable, en pr.rte definida é indefinida en parte, iluminada por el resplandor de la ciencia y cubierta á

vez de

la

donde

saria,

la

de una ignorancia nece-

las tinieblas

Naturaleza y

el Espíritu, los

des polos, representantes de

lo

dos gran-

creado y del poder

creador, se envían sin cesar sus efluvios y se resuel-

ven en concreciones siempre pasajeras, que engendran el

variadísimo

desarrollo del

donde de esta suerte

la vida,

jetiva el sujeto bajo mil

objetos todos, con su

mundo fenomenal, y

en continuo trabajo, ob-

formas distintas y subjetiva los

fluir

perpetuo que constituye

la

verdadera permanencia, á semejanza de caudalosa corriente,

que mientras pasa, dura, y

si

se detiene, desa-

parece, quedando las ondas que arrastrara perdidas

en insalubre lago, cadáver descompuesto de un

Este concepto de tancia

comenzó

la

á ser reconocida por Schelling en el

segundo período de su pensamiento la

existencia

rio.

plena realización, cuya impor-

filosófico, tiene

actual su cumplimiento

como

le

en

tienen

todas las ideas, particularizándose. Así vemos esparci-

dos datos analíticos de

la

ciones parciales que

consumaia, cada cual á su ma-

nera. la

A

los

la

función viviente y sinletiza-

primeros corresponde en

negación pura,

la

subjetividad

el

mundo

irreductible i

ideal

que

50

acompaña rebelde

examen, más y más

al

deamos con mayor empeño

se determina,

se aleja,

las

y

conforme son-

profundidades de

la

que por eso deje nunca de dibujarse en

concienciri, sin el

modo

cuanto de alifun

á

extremo de nuestro horizonte como vaporoso fan-

tasma divisado en sueños, siempre ante nosotros y

En

siempre fuera del alcance de nuestras manos.

mundo

tenemos

real

el

chos aislados, significado por siderado en

sí,

aparte de

en nuesti-a mente,

no como un con

y

él

le

la

la

el

orden mineral. Con-

vida que

mineral aparece

la

idea le presta

como un

suceso,

sui'cder. A(;tividades exteriores tropiezan

trasforman. Si así no fuera,

contacto de

librar del

mo

el

el

otro elemento, el de los he-

la

vida,

si

se le pudiese

permanecería

el

mis-

invariablemente, inmóvil, muerto, sepultado en

eternidad de su forma.

En cambio,

humana son condensan

los

vida

la

las

vegetativa,

de

la

animal

y

la

dos factores analíticos que acabamos

de mencionar. El vegetal expresa ción

la

sintetizaciones parciales en que se

la

primera aspira-

Naturaleza hacia el Espíritu.

Se com-

pone y se descompone en estados sucesivos impulsado por

el

misterioso

agente que se ha introducido

hasta en el último de sus átomos. Pero este agente, asi individualizado,

Actúa,

sí;

mas con

no se distingue de

lo

que

le

rodea.

actividad absolutamente ciega: su

51

espontáneo desenvolvimiento asimila

las sustancias

á su lado halla, sin extender su acción fuera pacio en que se produce.

encadenado aún

línea vertical, parece

mayor, de huir de otra esfera

más

Fórmase de ese modo un

á la tierra,

la

que

del es-

ser

pero cuyo crecimiento, en

que responde

deseo, cada dia

al

materia bruta para agitarse en

perfecta. Es, sin

embargo, su deslino

arrastrar una vida rudimentaria, y

si

se

le-

separa del

suelo que le esclaviza, muere. El animal enriquece

la

realización vegetativa con una nueva circunstancia: el

conocimiento. Se distingue ya del orden exterior, aun-

que no sea más que como un hecho diferente. Conoce, pues, ese orden bajo su aspecto fenomenal,

le analiza

y se determina á obrar. No es ya su actividad ciega,

como la Ve

lo

no ve

del vegetal, sino limitada á

que se lo

halla delante

de

él; la

que se oculta detrás;

un punto de

vista.

realidad particular:

el sujeto.

Observa, com-

para, recuerda, juzga y en su virtud verifica actos lo

mismo que experimenta efecto é ignorando

la

sensaciones, entendiendo el

causa. Muévese por impulso pro-

pio sin saber que lo hace. Vive, en vivir

fin,

como pudiera

una persona presa de constante sonambulismo.

A inmensa

altura sobre

taca la del ser

la

existencia animal se des-

humano que añade

nocimiento. Sin otra diferencia que cernir, ala vez que lo externo,

la

al

conocer

la

aptitud para dis-

el

reco-

propia interioridad,

52 á cumplirse la sinletizacion

llega la

que representa por

hombro reúne

la

sola



el

más amplia

posible,

orden universal. El

vida vegetativa y la animal y sobre

Por eso se dice con razón

ellas realiza la del espíritu.

que encierra y compendia

el

universo entero. Es

aun

tiempo todo parcial, parte del todo y armonía de ambas

Como

cualidades.

todo parcial, reviste aspecto

aparece en sus evoluciones fecto:

como

tamente,

como

el

finito

y

animal más per-

parte del todo, refleja, aunque incomple-

lo infinito:

como

ser armónico, indetine los

hechos observados para convertirlos en ¡deas, y define en sus actos

de su esencia. Es criatura

la infinitud

con instintos, apetitos y medios proporcionados á su necesidad

particular;

transitoria

de

la

pero es también

eterna necesidad.

No

la

encarnación

comprende en

su plenitud, porque entonces sería superior á aquello

que

le

envuelve. Manos aún llega á realizarla del todo,

porque en

tal

caso, ya no existiría semejante necesi-

dad, ni tampoco quien viviera para cumplirla. Sólo á

condición de reconocerse limitadas por una muerte y

una ignorancia precisas se dan en cia

y

la vida.

Y justamente

aunque particularizada, subordinar la ley

la

la actividad, si

el

hombre

la

cien-

por esa limitación, concibe, idea absoluta á que debe

ha de proceder conforme á

de su naturaleza.

Resulta, pues, que

la

realización

humana

difiere

de

53 las otras

en que se verifica, no ya libremente,

es propio de todas (como que nada hay lo

fatal

lo

cual

más que

hecho de algún modo), sino con clara conciencia de que

lo realizado

y de

ella surjan

derechos y deberes para

la idea

aquí también, que sea

una dirección

fija

lo realiza.

De aquí que en el sujeto,

y de

única susceptible de recibir

la

de acuerdo con esa idea generadora,

es decir, una verdadera realizaciones no va

finalidad. El fin

más

allá

consiste en su conservación

medios asimilables por

el

de

las otras

de su contenido especial:

como

tales por

no ser sino

hombre, quien puede apro-

vecharlos en cuanto simboliza el

fin total

de

lo

creado,

á cuyas exigencias claro es que ha de someterse todo, incluso él mismo, hasta anular su entera personalidad

como vano

accidente,

si

asi lo decretaran los

tos del orden superior que representa.

manda-

vil.

Ese coDceplo informar

el

allísiniTi,

proceso

esa necesidad ideal que debe

humano en

sus actuaciones indi-

viduales y colectivas para que el tal,

hombre

viva

como

es lo que se llama el Hien. «Nombrarle equivale á

dar su definición,» dice De Marsan.

Y con

idea fundamental y primera no se

la

efecto,

puede

como

incluir

en

un género superior y señalar en seguida su diferencia, único

modo de

bien es

la

que se conoce. Afirmar que

conformidad con

que debe ser en

mismo que

definir

la

vida, ó

la

esencia

el

del ser, ó lo

perfección absoluta, es lo

la

decir: el Bien es el Bien. Ni

hay tampoco

precisión de determinar su sentido, porque el Bien y el

Mal (que es su negación), brotan inmediatamente en la

conciencia

como conceptos

parcialmente realizados en

el

capitales y se observan

mundo de

los

hechos.

56

Es

la

Razón

conoce

de

la facultíid

que no concibe

las ¡deas,

y

el

que declara

de Bien y Mal, manifiesta que des-

las

la

idea pura y su pura nega-

ción, confesando por tonto

que no es criatura racio-

la

afirmación de

nal. Inútil fuera

otra

parte,

empeñar con

ambas

si

debate alguno. Por

él

ideas no pueden negarse

sin

incurrir en la grosera contradicción de pretender raciocinar, aniquilando la base de todo raciocinio, forzoso

es también admitir que el Mal y realidad,

de

la

en

la

mundo

á lo

que debe ser

que en*absoluto no debe

exterior, lo

mismo

uno que

lo

han de aparecer, aunque en parte, porque ran en su totalidad, tituir

la

parlicularizacion

idea. Si el espíritu llama Bien á lo

en absoluto, y Mal el

Bien existen en

el

dado que ésta no es sino

si

lo

ser,

otro,

aparecie-

y lo ideal vendrían á cons-

lo real

una misma esencia, y en

el

acto desaparecerían

por no haber nada que de algo se distinguiese. El principio y

el fin del

hombre, son pues,

la reali-

zación del Bien en general, y su medio las realizacio-

nes concretas del mismo que se

A veces, en

uso de

la libertad

condición limitada y infinito

le

ofrecen en

vida.

moral, deja prevalecer su la

expresión de lo sacrifica ese bien

sobre

general á su bien particular; pero

al

subordinar de

mudable y

el

fondo á

forma, conoce desde luego que destruye

la

armonía

este !a

la

compele y

finita

y abstracto que

le

modo

lo

permanente

á lo

de su esencia y que produce

hombre,

mos

los

visto

demás el

el

A

mal.

distinción del

seres, que sólo tienen

de

aspecto

únicamente su bien particular y aun esto cia de

que

lo es:

como

todos parciales, sin

concien-

cuando en sus producciones se

de alguna manera

el

ya he-

cumplen

refleja

Bien absoluto, puede decirse que

se realiza en ellos, no que le realizan los que carecien-

do de su conocimiento no han podido quererle.

Mas una vez señalado como fin humanóla

realización

del Bien, ocurre al instante preguntar de cuántas

neras puede verificarse.

ma-

Sabemos que su cumplimiento

ha de ser limitado, y desde luego alcanzamos que esta

no sólo á su cantidad, sino

limitación se referirá,

también

á

su condición cualitativa, á

la

forma genérica

que haya de revestir según cada caso, con preferencia á cualquiera otra. Si no surgiese bajo la unidad

idea

variedad de esas formas,

la

de su abstracción, carle direcciones

senda de tarea en indica. la lleva

Ó

la

extremo

la

la

el

primer paso en

la

y determinar cuáles sean éstas,

fácil,

se busca

de

Bien no saldría

cual sería su forma única. Mar-

distintas es

la realidad,

el

porque su mismo contenido

las

producción del bien en aquel que

á cabo; ó se observa en el objeto producido; ó

considerando esa producción como

hija del espíritu

individual del sujeto, se encuentra el bien en cuestión

en

la

conformidad que presenta con

la

realidad exte-

58 rior ó interior á

que corresponde, que siempre será

objeto respecto del concepto particular expresado. realización subjetiva que aparece por el primer

se apellida Moralidad:

la

que se patentiza

objetiva,

por el segundo, Arte; y Verdad,

que se consigue por

La

camino

objetivo-subjetiva

la

el tercero.

Ocioso parece decir después de

que dejamos ya

lo

consignado, que aunque las tres formas del Bien adquieren

muy la

vida

real

separadamente resolviéndose en

como

diversas manifestaciones,

misma

idea , se resisten las

más de

fases

las

que son de

veces á una se-

gregación absoluta, y pueden y deben combinarse en toda obra humana. algo apreciable en

La Moralidad, la

si

ha de significar

existencia, tiene

que objetivarse

en actos del sujeto moral, y esta objetivación debe ser armónica, adecuada, perfecta, es decir, una obra de Arte. Los

mismos caracteres han de ofrecer

cione.s entre el

sujeto

y* el

las

rela-

objeto en que consiste

la

Verdad. Para expresarlas en una serie ordenada, el

hombre de tica.

ciencia necesita verdadera aptitud artís-

El trabajo científico y

la

obra de Arte deben

cumplirse por puro y desinteresado amor es,

moralmente. Por último,

los

actos

creaciones del artista, para merecer les,

el

al bien,

esto

buenos y las

nombre de

ta-

requieren una conformidad no transitoria y de

detalle, sino esencial

con

los objetos

que

los

inspiran

59 y que informan la

las

llamadas leyes artística y moral de

humanidad. Sólo

así logrará

cualquier realización

reproducir con exactitud, dentro de sus límites,

la

idea total del Bien.

Arte, Verdad y Bondad, son tres fines distintos; pero

su distinción no excluye, antes exige que se identifiquen en cierta medida.

Como

puntos de vista dife-

rentes y aun opuestos, alguno ha de predominar en

cada caso, fundando fieran.

la

Como modos de

unidad á que los otros se rela

misma

esencia,

de alguna

manera tendrán que darse todos bajo esa unidad del que prevalezca. El sabio que no aspire con su trabajo

más que

al

medro personal ó exponga sus doctrinas

oscura y desconcertadamente;

el

hombre de

virtuosos

propósitos que incurra en error por no haber adquirido conciencia clara de sus deberes antes de obrar, ó

no imprima á su conducta un sentido sistemático, y el artista

que prescinda de estudiar

las reglas á

halla sometida su actividad, ó la ejercite

que se

con dañadas

intenciones, podrán realizar el bien en sus respecti-

vas esferas, pero

al

mismo tiempo habrán

mal, bajo otro concepto.

nes armónicas de

la

No

realizado el

serán sus obras expresio-

naturaleza humana, sino fragmen-

tarios productos de espíritus,

si

imperfectos siempre

por su limitación ineludible, más imperfectos todavía

por

el

exclusivismo de sus tendencias. Bien

al

con-

60 trario del resplandor del día,

muestra de

la

que

al

darnos lejana

deslumbradora claridad del Sol, aunque

ilumine unos objetos

más que

otros, entre todos re-

parte proporcionalmente sus tesoros, serán

de luz que penetra en

que

la

como

hilo

cámara oscura y alumbra

toca, pero deja el resto

sumergido en

lo

las tinieblas.

61

VIII.

Indagado ya y

el

concepto del Arte en sus diferencias

en su relación,

hombre en

humana y

respecto de los

general, y reconocido

demás

como

fines

del

realización

objetiva dei Bien, á su estudio, en lo

que se

roza con el tema propuesto al trazar estas líneas, de-

debemos reducirnos desde ahora. Y no para llegar á

más

largo y

tal

más

se crea que

extremo hemos seguido un camino erizado de dificultades de lo que al

caso con venia. Las consideraciones

que anteceden,

extracto sumarísimo de cuanto habría que decir en

un trabajo de índole más severa que

el

presente, nos

parecen indispensables para que no pueda acusárse-

nos de que discurrimos sin hallar antes un seguro ci-

miento de nuestra argumentación. Esta, por otra parte,

podrá ser

mucho más breve y

concisa,

porque no

62

momento

hnbrá necesidad de descender á cada

á

cierto género de explicaciones, inútiles después de las

acabamos de adelantar.

ideas generales que

Desde luego sabemos que Arte y Mal son términos incompatibles. El mal nunca es artístico, aunque otra

cosa se diga y se piense vulgarmente. Es, por trario, la

lo es

de

negación del Arle en

la

Moral y de

la

la

el

humano, aun

más acabado, defectos, lunares, desarmonias

que acusnn á que

como

esfera objetiva,

Verdad en sus estadios cor-

respondientes. Si aparecen en todo acto

en

con-

el

el

la

existencia del mal, débese precisamente

Arte,

como

función de un ser

finito,

no ha

conseguido borrarlos por estarle vedado realizar en absoluto su idea.

Cuando un criminal exlraordinnria

lleva

habilidad;

se preparan y efectúan ciales

á

cabo su

con

delito

cuando con gran talento

punibles perturbaciones

so-

ó se hacen odiosos inventos, ó se exponen

doctrinas absurdas ó abominables, y en su vista se

habla de arte para

que semejante

sumar

el

mal, conviene tener en cuenta

el

frase alude á la

hecho, no

al

manera

especial de con-

hecho mismo. En esas ocasio-

nes hay sin duda una realización exterior de bien,

una obra

artística

en

el

conjunto dé medios concordes

y proporcionados en todas sus partes para llegar fin

propuesto; pero en este

fin,

considerado en

sí,

al

como

63 de

nial positivo, aparte

que

las circunstancias accidentales

acompañan, no hay, no puede haber arte alguno.

le

Por último, cuando un poeta presenta un tipo infa-

me

ó repugnante que en

puede ser seguramente por

la

comete iniquidades

tasía,

creación, fruto de su fansin

cuento, su exhibición

Pero aquí

artística.

tanto el Bien, resallarán, ya en

lo

ración con que se

le

el

Arte, y

el tino

é inspi-

bosqueje, ya en las buenas pren-

das ó generosas cualidades que por fuerza han de advertirse en él, por lo

degradado que

sea,

humano una expresión completa

ya en tud ó

el la

pues no concibe

del Mal absoluto,

contraste que su mnldad ofrezca con

la vir-

belleza de otros personajes, poniéndolas

de relieve como

las

más

sombras vigorosas de un cuadro

destacan y acentúan los efectos de

la luz.

Satanás,

personificación cristiana del mal, brilla á veces

la

como

concepción estética señalada. Los brillantes colores

con que se hace su pintura, su audacia sobrenatural, su serenidad, su constancia, sa y la

la

magnitud de su empre-

manera como define con su oposición

ex-

las

celsitudes del Bien, son bellezas extraordinarias en que el

Arte resplandece. Lo contrario sucedería

y nada más que

Mas

si

el

resulta indudable

ción lo que

el

si el

Mal,

Mal, representara.

que

el

Bien es en resolu-

Arte realiza, asimismo observamos que

suele proponérsele por dos

muy

distintos motivos.

En

64 ocasiones, el artista aspira únicamente á significar ese bien,

como

sin otro

su mente le forjara, con un objeto sensible,

pensamiento que ostentarlo y causar en

ánimo de cuantos

le

el

contemplen una impresión pro-

funda que, ora se traduzca en

risa, ora

en llanto, ora

en terror ó en sorpresa, levante su espíritu y les inspire

Y entonces

admiración.

aplica toda su actividad á con-

seguir que su obra muestre, tanto en los detalles

en

la totalidad,

apariencia que se llama Belleza.

bien en el objeto mismo.

En suma,

un

fin ulterior. sí

objetiva el

Otras veces, por

no deje de intentar esa objetivación,

en

como

ese orden, esa simetría, esa armónica

la

más que

subordina á

Quiere obtener un producto que siendo

bello, sobre todo

y ante todo sirva para satisfa-

cer alguna necesidad intelectual, física ó moral de sus

semejantes.

Y

trabajar para

que en

mas

al efecto

él

se dedica preferentemente á

aparezca, por encima de las de-

cualidades, su perfecta aptitud

cuado al decir,

fin

como medio ade-

á que se destina; esto es, su Utilidad.

que objetiva

el

bien,

aún más que en

la

Es

forma

del objeto, en su carácter de condición para otro bien

diferente.

De

este

modo se

diversifica el

concepto del

Arte, formándose dos ramas que parten del tronco co-

mún;

arte bello y arte útil.

Cierto que

ambas producen

belleza en

mayor ó me-

nor grado y engendran utilidad, por serlo y no pe-

65 quena en

el

orden ideal

la

emoción provocada por

las

creaciones puramente bellas; poro toman sus nombres del elemento que

exigencias debe

do

artista

mas

si

de

predomina en cada

el

cuyas

cual, y á

otro someterse. Pretende el llama-

agradar

lo bello

al

público y conmoverle;

por acaso notara alguna vez que para alcan-

zar este resultado, por transitorio eslravío del gusto, tenia

que

que se

sacrificar algo de lo

ideal artístico, después de

como

revela

le

maduro examen, obligado,

está en conciencia á prescindir de toda mira extraña á su misión y á exponer aquel en cibiera.

Empéñase

artista

el

de

la

forma que

lo útil

sus obras con atractivos que les presten apariencia, embelleciéndolas hasta

su habilidad lo permitan tales

la

donde su

más

que

grata

fantasía y

pero nunca consiente que

encantos disminuyan ni menos desvirtúen

rito esencial fin á

;

con-

le

en engalanar

las caracteriza,

el

mé-

su idoneidad para el

que se destinan, antes en aras de esa idoneidad

sacrifica sin

temor cuantas bellezas grandes ó peque-

ñas considera perjudiciales á su propósito. La composición poética, el cuadro, la partitura, la estatua, son,

entre otras, las producciones que deben

mera tendencia. Inspíranse en discurso del

hombre

variados efectos de

científico

la

la

la

segunda

vida á

la pri-

el libro

ó

el

y del moralista y los

industria, propios para las de-

mas necesidades humanas. 5

66

Es costumbre colocpr entre

las

dos determinaciones

capitales del Arte, una nueva que llaman compuesta bello-útil,

ó

y que consideran muchos estéticos, en nues-

tro concepto con sobrada inexactitud, las anteriores. Basta, en tra, tener presente

que

como

síntesis

de

pruebadeesta afirmación nuesla

Utilidad y la Belleza

no son

elementos opuestos, susceptibles de confundirse en un todo que los comprenda y que de ellos se distinga con fines diversos á

genuina virtualidad, sino

que puede

di-

rigirse la actividad artística, por lo cual cabe armoni-

zarlos

más ó menos,

armonizan siempre,

y ya si

hemos visto que de hecho

se

bien á condición de que alguno

prepondere marcadamente. No una

síntesis,

una suma

tan sólo de lo bello y de lo útil representa el arte, que

para patentizar mejor

la

certeza de nuestro aserto, no

ha conseguido adquirir nombre privativo suyo y el

de

las

dos que en

él se

lleva

reúnen. Resultado de

la

coincidencia en una obra de actividades movidas por

impulso,

más

bien que contrario, diferente, no indica

actividad nueva. Las producciones que se le atribu-

yen, ó pertenecen predominantemente á alguno de los

géneros antes indicados, ó pertenecen á

la

par á uno y

otro, prestándose á análisis independiente bajo cada

concepto.

O

son obra bella, ó son obra

este es el caso

menos común) dos

y

reunidas en un objeto,

útil

la otra,

útil,

ó son (y

obras, bella la

una

como sucede,

67 por ejemplo, en ciertos monumentos arquitectónicos.

De cualquier manera, no merecen

descaminados andan (en la época actual

que sostienen

los

muy

clasificarse aparte.

más, se comprende cuan

Sin añadir una palabra

la

opinión

generalizada) de que las crea-

ciones del arte bello, sea cual fuere su naturaleza, y

en especial lar

las poéticas,

cuidado un

fin

deben proponerse con singu-

moral ó

científico

Ocioso entretenimiento llaman

los

que

las justifique.

que

así

piensan á

todo trabajo artístico que no encierre erudita enseñanza, ni combata algún vicio social, ni atesore sana

y ejemplar doctrina. Que

los alardes

de saber

le

hagan

indigesto, que el afán intemperante de propaganda ó

de polémica

que

el

le

llene de digresiones inaguantables

continuo sermoneo

le

asemeje

i

y

pesada plática

de dómine regañón, son defectos que fácilmente suelen perdonarle.

duzca á

No

le

toleran, en cambio, que se re-

lucir brillantes galas

de

estilo

y de lenguaje, á

delinear acabados tipos, á expresar conmovedoras lu-

chas de afectos, á poner por

fin

de manifiesto con ins-

pirado arranque las maguiticencias inagotables de

la

naturaleza y del espíritu. ¿Y el pensamiento del autor?

preguntan en casos

tales.

¿Donde está

el

problema que

se trata de resolver? ¿Para qué escribir sin objeto? ¿A

qué perder

el

tiempo en futilidades que ningún resul-

tado práctico consiguen?

68

como

Si,

fuerza de

costumbre que del íntimo convencimien-

la

to, sienten, sin

finible

embargo, viva emoción y deleite inde-

ante una obra verdaderamente bella, con ese

deleite y

con esa emoción se dan sin saberlo cumplida

respuesta. Si nada experimentan, la

más en

suele suceder, quienes así hablan,

belleza es para ellos

escuchan con alma

indiferente y ojos enjutos, tanta

razón tienen en decir lo que dicen por á su persona, cuanto

expresión de

la

si

como idioma desconocido que

lo

que respecta

les falta para señalar

como

regla

general y constante lo que es por fortuna rarísima

excepción hasta en los períodos de mayor decaimiento literario.

El dilema, después de todo, es indudable.

conoce en

el

Arte uno de

los fines capitales

y entonces hay que cumplirle sin mira

zando tajas

lo bello sólo

porque es

se re-

la vida,

ulterior, reali-

bello, aparte

de

las

ven-

que á otros órdenes puedan trascender, y cuando

estas resulten, han de brotar,

como por

plena espontaneidad, del fondo de

más

O

de

la

accidente, con

obra estética,

bien adivinadas por el público que expuestas por

el artista.

O

limitar su

cometido á servir de dócil instrumento para

el

fines extraños,

Arte en todas sus manifestaciones debe

y sentado este principio, con igual de-

recho, por su idéntica condición esencial, será

gar que tengan finalidad legítima

la

Moral y

la

lícito

ne-

Ciencia.

69

IX.

El arte bello se denomina así,

porque estriba su

fin

como hemos

único en expresar

forma de belleza. ¿Y qué es

la

Belleza?

el

visto,

bien bajo

¿Cómo

se nos

revela en la vida? ¿Cabe esclarecer el vago concepto

que de

mos

ella

nos suministra cuanto hasta ahora lleva-

dicho? Algo importa, con efecto, añadir sobre

asunto tan trascendental, siquiera no hagamos más

que apuntar

ideas,

cuyo cabal desenvolvimiento

llena-

de un abultadísimo vo-

ría sin esfuerzo las páginas

lumen.

Las leyes de con

la

lo bello

no lucen ante

decisión y fijeza que otras,

por ejemplo. Hay en

las

la

de

inteligencia la

verdad,

un fondo íntimo, indeter-

lo bello

minado, que se resiste á todo

análisis.

elementos, hqs hacemos cargo de

la

Estudiamos sus

respectiva inüuen-

70 cia

que ejercen,

tica;

pero

al

los

graduamos con exactitud matemá-

componerlos para establecer

sintético, advertimos

que

falta

allí

el

concepto

algo que se ha es-

condido ú nuestras miradas escrutadoras. En vano aplicamos de nuevo

que

el espíritu

la

más

severa reflexión. Todo lo

puede ver, visto

lo tiene:

todo lo cientí-

ficamente delerminable, determinado está. Pero lo que concierta y une esos rasgos visibles para

la

inteligen-

marca medida y posición,

lo

que cons-

cia, lo

que

les

tituye el objeto bello en

permanece ignorado como

sí,

enigma indescifrable. Conocer qué

verdadero, saber por

lo

lo es, distinguirlo del error,

certidumbre y á

la

marcar límites

á la

duda respecto de cada fenómeno

en particular y respecto de todos en general, y elevarse con el conjunto de estos datos á síntesis parciales

exactísimas; nada

más

llano

y asequible una vez ad-

quirido el concepto fnndamental de nir lo bello

de

lo feo

con

la

la

verdad. Discer-

exclusiva aplicación de

la

idea formada de ambos, exponer en su vista el proce-

dimiento seguro para hacer grandes obras de arte, trazar reglas para su creación,

estudio de la ciencia, nada ftLa belleza

más

como

más

se trazan para el

imposible y absurdo.

se siente que se explica,» se dice

de ordinario, y nosotros podríamos añadir: «como verdad, más se explica que se siente, y

más

el

la

bien moral

se quiere que se siente y que se explica. «

Porque

71 sin

duda,

dad,

las tres

formas generales de nuestra

bien obran siempre prestándose

si

debajo de

modo de

la

mutuo

activi-

auxilio

unidad del ser humano, sin que haya

considerar aparte sus resultados,

como no

sea en virtud de la abstracción, justifican su diferencia

con ejercitarse especialmente en alguna de

ma-

las

neras asimismo especiales del cumplimiento del Bien. Cualquiera diría que

son

como

tres agujas

zadas sobre un giran á

la

el

pensar,

el

sentir y el querer

magnéticas diversamente polari-

mismo

eje.

Cuando

el espíritu las agita

vez trazando arcos de círculo concéntricos,

pero siempre tiende cada una á su polo positivo. forzoso sentir y querer fieste,

mas

to, asi

como

lo

que en la

verdad para que se mani-

prevalece es su conocimien-

virtud implica ánimo y voluntad firme

del bien, conocido el

la

ella

Es

y sentido, y

la

belleza se define por

sentimiento aun conociendo lo bello y queriendo

efectuarlo.

Por eso en la

la

esfera del Arte se advierte

que sobre

simple relación de sujeto á objeto, que determina el

conocer para

la inteligencia,

prepondera

la

intimidad

en que objeto y sujeto se compenetran, atrayéndose ó repeliéndose según su conformidad ú oposición, que es lo distintivo del sentimiento. liza, critica,

síntesis

alumbra

la

en que consiste

La

inteligencia

ana-

mente. El sentimiento crea

la

lo bello, la cual, si bien se

da

j 72 á la inteligencia

no

en

el

niomenlo de aparecer (pues

sería incognoscible) por lo

mismo que no ha

si

sido

forjada por ella reílexivamenle, ánles ha nacido con

plena espontaneidad, claro está que conservará siempre su indefinición característica. Véase por qué toda la

sabiduría del

mundo,

sin

ayuda del sentimiento, no

alcanza á apreciar ni á producir un átomo de belleza.

Véase también por qué hombres ignorantes,

si

poseen

en alto grado ese sentimiento creador que se llama genio, pueden engendrar maravillosas obras estéticas

de cuya trascendencia apenas se formen confusa idea. Sea de juicio

ello lo

que fuere, nadie pondrá en

que sentimos y conocemos

como propiedad de

los

lo bello

objetos,

tela

de

en particular

independiente de

nuestra privada apreciación subjetiva, que por falta de

educación incurre en error no pocas veces!

Y

esa

propiedad objetiva cuya contemplación nos mueve á unirnos estrechamente con aquello en que resplandece, sin

más

interés

que

el

de experimentar un goce

purísimo, no puede menos de ser forma concreta del Bien. Si

tal

no fuera, nuestra esencia no pretendería

confundirse con

la

suya, pues lejos de haber acuerdo

entre ambas, resultaría oposición inconciliable. Siendo la

belleza particular, forma del bien objetivado por ser

bien en

sí,

tendrá que corresponder á

exterior del Bien en general

como

la

la

naturaleza

parte corresponde

73 -j1

todo, y esta exterioridad será

general. Objetivamente

la

unidad de su conjunto y por

lo

cordancia perfecta entre expresarse.

Belleza también en

armonía entre varios

finalidad, se caracteriza por la

elementos bajo

la

idea del bien, con sustantiva

Luego

expresado y

lo

lo

los objetos serán bellos para

otros en cuanto reúnan estos requisitos. consiguiente el contenido de

Tiene por tanto para

lo real

la

Belleza

la

y materia de

de

idea

la

con-

que debe nos-

Tal es de

lo bello.

cualidad de ser forma

la

la idea.

Refleja en la

riencia de lo particular, la generalidad

senta ante el espíritu á ésta, que es

apa-

y pre-

forma pura con

la

realidad aparente. Concretamente, es

ideal,

la

parte subjetiva

de un objeto cualquiera: en abstracto, representa única objetividad asignable

su concepto nos

la

ofrece

al sujeto.

como

la

De todas suertes,

algo ajeno ó nosotros

mismos, cuyas manifestaciones llegan por medio, ya de los sentidos exteriores, ya del interno, es decir,

que se nos revela en

lo sensible.

provoca se traduce en

acabamos de

«uprema

decir.

la

De

inteligible es la

dad entre

lo

Y

el

sentimiento que

inteligencia

ello se

del

armonía, porque

expresado y

lo

modo que

desprende que su ley la

conformi-

que ha de expresarse,

armonía es también de ambos factores. No de otro

modo

lo

entienden en definitiva cuantos filósofos

la

han estudiado desde Hegel y Krause hasta Cousin,

74 Taine y Spencer, á pesar de sus diferentes puntos de partida.

Todo

objülivo, cuyas partes,

ordenadamente

dadas, reproduzcan en su aspecto vario las

agrupa, siendo á

la

la

unidad que

vez todos dentro de sus res-

pectivos límites en materia y en idea, pero fuera de ellos

á ese

elementos dependientes entre



y sobordinados

mismo todo que constituyen donde ;

nado concuerde en

totalidad y

ritu determinante,

y éste en su

lo

determi-

en detalles con

el espí-

fase particular

venga

á concertarse con lo general de su esencia; donde el

medio realizado se enlace con

el

fin

realizable, cir-

cunscrito al objeto mismo; en resumen, armonía del

todo con

las partes,

de

las partes

con

el

todo, de cada

demás y con sus propios componentes,

parte con las

hecho con

idea concreta con

de

lo

la

abstracta, y de la condición con lo condicionado;

hé aquí

concebido, de

análisis

la

ó mejor dicho, hé aquí

Belleza,

la

arroja el

lo

de su concepto

como

.lo

que

objetividad

final del Bien.

Considerado dicho concepto en su estática integridad; excluido déla función en que actúa; separado de

como

sus relaciones; visto

todo lo definido, es soluta,

la

de esa belleza

ni partes, á

en efecto,

contradicción perenne de

fórmula única de

que algunos dan

¡a

la

belleza ab-

sin fin ni condiciones, ni límites, el

nombre de

belleza de Dios, pero de

divina. Es,

un Dios-idea

al

75 cual no so puede asignar atribulo alguno positivo sin destruirle, porque significa la negación de todo lo

aparece, la

la indefinición

que

de cuanto se define. Decir que

belleza absoluta de Dios tiene verdadera

realidad,

equivale á hacerla imposible; mientras que concebirla

como

idea pura es, al revés, hacerla necesaria.

esfera, lo

mismo que en

ñan en mostrar

la

demás,

las

esencia divina

los

En esta

que se empe-

como una

totalidad

existente, unidad indistinta del Bien, dada en el

po objetivo, sea

el

que fuere

el

con su obra

llegar á su objeto, aniquilan

cam-

camino seguido para la

gigantesca

concepción que intentaban consolidar, y entre sus ruinas sepultan

el

darnos hecho

Universo entero. El insensato afán de

el

todo conduce á

todo es, nada puede ser, y

si

la

nada, porque

nada puede

ciencia, ni progreso, ni cambio, ni vida. la belleza

ella está

refunde en

la

realidad

como

se

lo bello

toda idea, y necesitando

distinguirse de algu para ser lo que son, desde

el instante

en que resultan confundidas,

otra, ni existe su conjunto,

tinto, la la idea

Siendo real

ya producida objetiva-

mente. El Arte es imposible. La idea de

y

si

no hay

absoluta, no hay belleza realizable ni reali-

zada en parte: toda

ambas

ser,

ni existen

porque éste es

una

lo indis-

negación de lodo. La absoluta realización de

borra aquí, pues,

la

idea y la realidad.

No

se

imagina objeto actual ni posible que subsibta donde

76 todo es

lo

mismo,

lo absoluto, lo infinito, lo eterno, la

nada.

En

lugar de ese Dios que mata el Universo matán-

dose á

hemos manifestado,

de

ciencia,

la

según

propio, la idea absoluta, entendida

si

antes

es el Dios que cabe dentro

que no sólo cabe, sino que se impone

con necesidad ineludible y es fuente próvida y fecunda

de cuanto

existe.

Sombra eterna que acompaña

determinado, signo de

la

á lo

perpetua indeterminación,

Espíritu indefinido inseparable de una definición cualquiera, rodea los objetos todos sal.

Envuelve exteriormenle

netra en

el

humano;

últimos átomos apreciables, lo

que en

Sujeto univer-

interioridad de los seres organizados; se

la

ingiere en el fondo del espíritu

real

como

reino inorgánico; pe-

el

llega hasta los

mismo en

espacio

el

de las ideas; y de ese modo, con

el

límite

que crea su aparición salvadora, naturaleza inerte, animales, hombres, hechos,

nociones, sentimientos,

todo cuanto vemos y concebimos, es, permanece.

no bastando esa distinción, que aparecería, se identifica con define;

en

ella se

jar de ser lo

la

si

misma

realidad

expresa parcialmente y

que es y venir á ser

obrando sobre todo

lo

creado á

Y

fuera ilimitada des-

lo la

la

que

hace de-

que no era, bien vez,

como

Sujeto

puro, bien diversificándose en mil generalidades subjetivas

que reproducen de alguna manera su esencia:

77 de donde se engendra

el

gran espectáculo del movi-

miento universal, del suceder, de merables evoluciones, de

la

vida en sus innu-

la

trasformacion y de

la

continuidad, del pasado y del futuro, cuyo simple contacto es el presente, de lo libre y lo necesario condi-

cionándose, de

la idea

viniendo'á ser realidad, de

realidad convirtiéndose en idea, del bien y

el

la

mal con-

firmándose mutuamente, de lo absoluto determinando lo relativo y viceversa. El

Dios así entendido,

trario del anterior, es la afirmación

al

con-

de todo. La belle-

za absoluta, reducida en él á puro concepto, no des-

conoce, requiere indispensablemente ciales

que

el

mundo

ostenta,

las bellezas par-

y apenas sale de su

vaguedad para relacionarse con ese mundo, procura solicita su incesante realización

cicio

de

la

actividad artística.

con

el

continuo ejer-

79

En

frente del concepto de lo bello, destácase, con-

forme decimos,

la

belleza particulnr, propia de la na-

turaleza y del espíritu, cuya formacic^n al

hombre, ó

no pertenece

á él se debe, no ha sido creada con el

si

exclusivo ánimo de producirla. Llámase belleza real, y

excusamos advertir que

indica lo realizado de la idea á

que corresponde, y que ningún objeto puede carecer en absoluto de

ella,

presentar algo,

pues no dejando ninguno de re-

por imperfecto y grosero que se

le

imagine, siempre tendrá, sino otra clase de armonía, la

que guarde su forma con su fondo.

por tanto, lo

lo

absolutamente feo

mismo que no

fealdad y

la

el

existe,

mundo, por

absolutamente bello. La

existe lo

belleza, la idea

en

No

y su negación, condensa-

das en grado diferente, componen

la

exterioridad de

80 todos los fenómenos perceptibles que calificamos de feos ó de bellos, según lo

En

junto.

que predomina en su con-

Desde

esio nos ofrecen variadísima escala.

el

fragmento de oscuro pedernal hasta

la

vida

humana, anlcel dictado de

distancia incalculable.

Una

serie

de

el sacrificio

altos deberes,

media

de bellezas, en per-

fecta progresión ascendente, enlaza, sin embargo, los

dos extremos, que

menos real,

no por

misma La

ideal,

si

y éste

bien muestran, aquél la realidad la

ello dejan

idealidad

mayor dentro de

lo

de quedar comprendidos en

la

categoría.

belleza del reino físico-químico, la

más

sencilla

en composición, se distingue principalmente por las

dimensiones de los objetos en que reside, por

la

in-

tensidad de las fuerzas que los agitan, ó por su relación con entidades de índole superior. Los astros,

la

aunque bellos en

si,

tierra, la luz, el torrente, el aire,

deben en gran parte su atractivo á

la

extensión de

la

materia y á los efectos que producen sus combinaciones. La vida, armonía de las armonías, imprime al

vegetal una belleza

animal, donde

mucho más

el sentir

y

el

del espíritu concertada con

elevada y

conocer revelan la

fase

más

dan

la

de

la

la

al

vida

del cuerpo. Por úl-

timo, en el hombre, compendio de toda belleza real, se

mayor

clase

de

naturaleza inerte en su

delicada y completa, las de

la

vida

vegeta-

81

y animal y

tiva

las

de

la

paración

más excelsa que

termina

la

vida inteligenls, sin

las anteriores,

grandezas de

la

voluntad moral, las creaciones de

y sometiendo con grabada en

libre arbitrio á la ley eterna

el

fondo del alma

de su existencia terrenal, es

la

expresión suprema de

la

belleza asi percibida.

que vemos, en una armonía todavía

Consiste, por lo

más complicada que lagenuina de la ria,

como que no

belleza real ordina-

se reduce á manifestar el acuerdo

de

esencia y del accidente bellos, conservados en su

puesto respectivo y dirigidos á un sino que retrata

la

fin

el sacrificio

de

de consuno,

oposición en que, por caso excep-

cional, el desenvolvimiento de la vida lo transitorio á las

puede ponerlos,

necesidades de lo

constante. El triunfo de la idea general que el

hombre

representa sobre su consistencia particular y

cuando un dra la

que

perecedera ley

la

belleza creada.

Por eso apellidan sublime á

y

conciencia. El

la

humano, conociéndose intimamente, juzgándose

lleva

la

la

matices del sentimiento, y so-

bre todo los profundos misterios de

la

de-

portentosa actividad del pensamiento, las

fantasía, los infinitos

ser

com-

como que

lo

conflicto las hace inconciliables,

finita,

no engen-

sublime, según pretenden ciertos estéticos, por

desarmonía que resulta, pues todo

es forzosamente feo: lo engendra por

lo la

inarmónico

armonía 6

altí-

82 sima derivado del sacrificio mismo. entre

la

vida y el deber de

blime: al acto heroico que

contradicción

1-a

un hombre no aparece sula

borra con

el

predominio

del deber conviene este titulo, porque entonces el

hombre ha cumplido abnegación

su destino total y disipado con su

desacuerdo producido. Debe entender-

el

como

se, por tanto, la belleza sublime

nía del ser

humano con

ordinaria, con

misión de

la

la

misma armo-

que motiva

fin

belleza

la

diferencia de que aquí subsiste la su-

la

parte

exigen que

les

su

el

al

todo, y allá circunstancias fata-

todo absorba á

la

parte en un

mo-

mento dado. La por

belleza cómica es lodo lo contrario: la absorción

de

el detalle

que haya

lo

superior en significado; pero para

tal efecto,

parece indispensable que lo ab-

sorbido tenga solo cierta superioridad relativa res-

pecto del detalle que lo absorba; y además que

cho se

lleve á Cíibo por error del sujeto,

en

la

el

he-

creencia

de que procede con rectitud y con acierto. Quien, á sabiendas de

lo

que hace, sobreponga

fundamental y mucho más idea del bien,

como

si

lo accesorio á lo

esto fundamental es,la

quiera que realiza el mal, inspi-

rará lástima, desprecio, odio, repugnaucia, nunca la risa franca

y espontánea que

lo

cómico suscita.

Prolongaríamos demasiado y sin necesidad sente estudio,

si

dejando correr

la

el

pre-

pluma hiciéramos

83 sobre lo cómico y

sublime algunas de

lo

las

conside-

raciones á que se prestan. Nos contentaremos, pues,

en gracia de

ambas

la

brevedad, con

la

rápida mención de

clases de belleza, añadiendo que, á nuestro en-

tender, únicamente el

hombre

las realiza.

seres no representan bajo su contenido

qué consisten, y aun esto

particular en

¿Cómo han de darse en

Los demás

más que

ellos el triunfo

de

lo

general

sobre lo transitorio ni su viceversa? En cuanto á

cómico,

así se

lo

sin conocerlo.

lo

reconoce generalmente. Mas por loque

toca á lo sublime, es costumbre señalar una excepción á favor de

la

naturaleza inorgánica con los llamados

sublimes de extensión y de fuerza, sin éstos tienen jetivas

más

fijarse

en que

bien el carácter de apreciaciones sub-

que de verdaderas realidades. Una constela-

ción, una tempestad,

un volcan, por ejemplo, nos

parecen en efecto sublimes, no siendo más que fenó-

menos

bellos,

porque nuestro espíritu relaciona casi

instintivamente tes todos

con

la

apariencia finita de sus

las ideas abstractas

fuerza ilimitadas.

En

su aspecto: créase, á nosotros

De

al

rigor, la lo

componen-

de extensión ó de

subhmidad no está en

sumo, idealmente dentro de

contemplarlos.

todas suertes,

la belleza real,

ordinaria, sublime

ó cómica, presenta á nuestros ojos, hasta en sus

más

escogidos ejemplares, un sello notorio de imperfec-

84 cion.

A

objeto,

veces deslumhra

impresión primera de un

la

con tanto exlrcmo, que nos sentimos inclina-

dos á creerle perfecto; mas luego viene

enemigo sin

remedio grandes

vista libres

formidad.

ese

de toda belleza, y encuentra

irreconciliable

parecer encantador.

el análisis,

donde nada dejaba de

faltas allí

No hay

perspectiva ni golpe de

de accidente molesto ó de lamentable de-

No hay

ser vivo que

condición con lunares que

le

no acuse su incompleta

afeen, ni

hombre, cuyo

carácter no denuncie inconsecuencias ó debilidades,

extrañas á su fondo, que

le

desvirtúen en parte, y cu-

yos actos no sean susceptibles de más cumplido y íirtislico

desempeño. Siempre

piedad, la inconexión,

propio y lo coherente.

expresarse

la

Tan

más

desorden,

parcial

idea en la realidad,

pierta inevitablemente el

ción

el

acompañan á

acertada.

Las

lo

la

impro-

ordenado,

manera

que su

lo

de

tiene

vista

des-

pensamiento de una realiza-

bellezas reales son

como

las

obras de arte destinadas á causar efecto á considerable

altura.

ilusión

En

lontonanza sorprenden:

vivo afán con que busca aquello que

Con el

de cerca

cede y se explica que no basten para aplacar

la

la

el

Bien

la

la

el

humanidad en

rodea.

idea de ese bien objetivo en la mente, y con

espectáculo de tanta y tanta belleza incompleta

ante sus ojos, una vez penetrado de su misión y de

la

85 posibilidad de llevarla á feliz término, natural es

que

idea, á la par

que

el

hombre jconvierta en pasión esa

en dóciles instrumentos esas bellezas realizadas, y que

ganoso de engrandecerlas, se arroje confiado cir la belleza artística.

Notemos como

lo

á

produ-

consigue.

87

XI.

Desde

el

instante en que surge dentro del ser ra-

cional la conciencia de su subjetividad, ó lo que es igual,

desde que se distingue de los objetos, no hay

duda de que comienza su vida arrollo

continuo

hecho, un

inteligente,

cuyo des-

puede seguirse paso á paso.

fenómeno cualquiera,

le

ha revelado

aparecer su cualidad de sujeto; y conforme van

gando nuevas impresiones de

lo

exterior,

Un al lle-

va preci-

sándose más y más su interioridad. Puesto en contacto por

medio de

los sentidos corporales

y de su

sentido íntimo con todo lo que no es él mismo, los

cuerpos, los sucesos, sus propios pensamientos, sus

impulsos, todo lo que reviste forma de algo, penetra,

digámoslo

asi,

en ese sujeto, á

la

par que éste sale á

su encuentro; y su unión estrechísima, sin

la

cual no

podrían distinguirse, porque nada serían el olro, (la

mundo

origen

uno para

el

intermedio de

fantasía,

la

con apariencia Kcnsible, poblado de imá-

ideal

genes, que

mundo

al

si

afirman

creta, lo niegan

como

lo rea!

como

su expresión con-

abstracciones de los elementos

materiales; donde el individuo ve reflejado punto por

punto

lo exterior,

y

lo exterior se

ción individual, y donde en

y

lo particular se convierte

tes necesarios de

modo de extremos

mundo

la

fin, la

cambia en formaidea se particulariza

en idea.

síntesis,

del eje, á

Y

á fuer de lími-

inmóviles y

fijos,

al

cuyo derredor gira ese

imaginativo, se levantan, de un lado,

la

gene-

ralidad de la idea, el sujeto en su pureza indefinible,

del opuesto, la realidad material, los objetos con

y

sus

peculiares determinaciones.

La imaginación, «dato primero Milsand, es por

lo

donde se reproduce tidos

del

hombre» según

que vemos como campo espiritual lo sensible,

que nos trasmiten

ora mediante los sen-

lo corriente,

memoria, especie de sentido de

lo

vidad obra respecto de

fué,

lo

que

ora merced á

la

pasado, cuya acti-

como

los

otros

respecto de lo que está sucediendo. Así conocemos la realiiiad,

idea.

Ambas

y así también podemos discernirla de brotan á

la

vez para nosotros,

la

como que

son elementos de una función viva, y no hay medio

de concebirlas de hecho con entera separación. Nos

89 encontramos, pues, á un tiempo mismo con manifestaciones parciales objetivas en forma de imágenes, y con

una amplia generalidad, símbolo de nuestra esencia

Y

individual.

significando ésta el bien,

como ya sabe-

mos, á condensarla primero en esas imágenes, modificándolas, y á traducirla después en hechos, de acuerdo

con

concebido, ha de dedicarse nuestra actividad

lo

para cumplir

el fin

Empezamos por

de

la

existencia.

sentirnos afectados exterior ó in-

teriormente y por percibir en seguieta ticulares en la

fantasía los

como

ideas par-

fenómenos causantes de

esas afecciones. Atropelladamente penetran de conti-

nuo

sin dejarnos

miento

los

momento de

va distribuyendo

reposo, y el entendi-

y ordenando

con relación

á los conceptos capitales á que se refieren. Cada

conserva

las

proporciones de

senta; los objetos

materiales se ven con su dimen-

sión, su color y sus

demás

atributos; nuestros senti-

mientos y nuestros propósitos las manifestaciones del espíritu lo

mismo que

se

uno

realidad que repre-

la

formulan.

llevar, al parecer, del

como de

A

ellos

son en

los otros

sí;

hombres,

veces nos dejamos

movimiento que nos envuelve, y

en un estado de pasividad relativa, recibimos impresiones continuas, sin fijarnos con especialidad en nin-

guna,

como

tinado á

ir

si la

mente fuera sólo limpio espejo des-

reflejando lo que tiene

delante:

otras,

90 queriendo aplicar á alguna

la

atención, fluctuamos in-

decisos, saltando de ésta á aquella, sin saber por cuál

siempre brota,

decidirnos:

al

ánimo ó espontáneamente, un ó un suceso, bien traido por

fin,

por esfuerzo del

detalle,

la

una ocurrencia

memoria, bien obser-

vado en aquel instante, que se destaca sobre

común y en cuyo Cae entonces

el espíritu

fondo

como

sobre aquel objeto,

presa, y ejercitando con

águila sobre su

el

favor nos resolvemos de repente. el

más vigor y

con plena conciencia sus facultades, ya descompone, critica,

desmenuza y desciende á

hondos de

lo analítico,

los

abismos más

ya agrupa elementos, amon-

tona conceptos y conceptos y se eleva á las altas regiones

de

la síntesis,

más

ya une los dos procedi-

mientos, agitándose en vertiginosos giros, aureolas de luz que iluminan las inmensidades de su alma.

todas suertes, procura y consigue, con

el

actividad, confeccionar algo suyo propio, tellean bellezas

nunca

escondidos arcanos, ó

vistas,

brilla

ó se divisa

De

uso de

la

donde cenla

clave de

serena y apacible

la

gran-

deza moral.

Porque aun cuando general del

el

espíritu

mismo modo, según

según también

la

facultad

actúa siempre en

su punto de visia y

que predomina,

así

ofrecen

sus actos con preferencia alguno de los tres aspectos del Bien

de que anteriormente nos hemos ocupado.

91

Hay hombres empuja con

á quienes el genio de la

fuerza

irresistible

ideales de todas las cosas,

abstracción

á estudiar los datos

como medios de

su perfecto

conocimiento. La necesidad de realización les inspira

deseo insaciable de

mueven en

la

lo

verdadero, y para hallarlo se

esfera de la idea, sin mirar lo sensible

más que como un

vasto arsenal de recursos aprove-

chables para su trabajo. Idealizando

realidad, se

la

limitan á desentrañar las relaciones entre los fenóme-

nos, las cuales ordenan y exponen metódicamente con

intento de interpretar las leyes del Universo, no el

Universo mismo. Por eso es

la

obra científica fruto de

domi-

una disección implacable de cuanto cae bajo

el

nio de

el acierto

de

la

inteligencia,

operación y en

la

y consiste su mérito en la

exactitud del resultado.

Otros hombres muestran

decidida

propensión á

investigar el Bien en los mandatos de su conciencia.

No

les

tanto

preocupan

como

la

exterioridad ni su razón de ser

su propio sujeto, cuyo superior significado

penetran; y vuelta á

él la vista sin cesar,

verdadero egoísmo, en

desdeñándose de

fijar

él

poseídos del

concentran su actividad,

largo tiempo

la

mente sobre

lo

realizado en la vida, incluso su personalidad, por considerarlo transitorio y deleznable.

por

sí,

ó

al

menos

son destellos de

á

Sus actos nada valen

nada aspiran: valen en cuanto

lo absoluto y

anuncios de

la identifica-

92 cion voluntaria de un individuo con Otros, en

en

en

el

fin,

no tan firmes

tal

moral.

ley

la

vez en

el

querer y

pensar, experimentan irresistible ansia de vivir

lo sensible.

La riqueza del color

los

enamora;

la

proporción ó desproporción de las líneas los afecta fuertemente;

la brillantez

y exuberancia de formas,

bajo las cuales se determinan una idea ó un senti-

miento, los cautivan, y

el

incesante suceder de

la

exis-

tencia los arrastra en su torbellino casi sin notarlo.

Estos hombres de los circundan,

fe

vigorosa en las objetivaciones que

de sensibilidad exquisita, de fecunda,

aunque acaso desordenada espontaneidad, cuya fantasía refleja

con preferencia

lo

más concreto y pretende

concretar todas las generalidades, y cuya individuali-

dad pugna

sin

descanso por desbordarse en

agitaciones, con su actividad, tan desigual teriosa,

con iluminaciones extraordinarias

el

como mis-

los

la

que

verda-

Arte inciden-

talmente, pero sus actos serán en el fondo

recimiento de lo que ya existía ó

febriles

á la par

con extraños desvarios, estos hombres son deros artistas. Los demás realizarán

mundo

el

con sus

exterior, con sus inspirados arrebatos,

el

escla-

sumisión á un

precepto eterno: las obras de los últimos son las que

únicamente merecen

el

nombre de creaciones.

93

Xll.

El artista ve siempre en las cosas su aspecto plástisu configuración sintética. Hasta cuando analiza

co,

conserva presente

de nuevo prescinde

como

ya

los

de

la

elementos abstraídos, ó de

él

refunde

lo contrario,

absolutamente. Puede suceder,

ellos

hemos visto, que

un sentimiento sea la

imagen del todo, y en

lo

la

sombra de una idea ó de

que aparezca primeramente en

imaginación, sirviendo de base á su actividad; en

cuyo caso

la sensibiliza

que mejor resalte

la

y moldea cuanto puede para

armonía de su forma; y no con-

tento con esto, pide á la realidad presente ó á

guarda en

la

memoria

definiciones cada vez

cisas para irlas arrojando á

modo de

la

más

que pre-

vestiduras sobre

aquel esqueleto ideal, sin reposar hasta que logra dejarle

encarnado en una ó varias concreciones, copia

94 individualísimo. Ahórrase este trabajo

exacta de lo si la

imagen primera, suscitada en su

fantasía, tras-

como

mite fielmente fenómenos externos, tales

humanos, acontecimientos ó espectáculos de leza,

seres

natura-

bien entonces necesita en cambio sorprender

si

en los

la

fenómenos

tales

la

razón fundamental que los

motiva para que sirva de unidad y como de núcleo á la

formación

artística.

Más. derecho es quizá este co-

mienzo de una obra exclusivamente rior;

cuada á

ó

el

la

que

bella

porque teniendo que componer

la

el ante-

realidad ade-

idea concebida, mediante la observación

t-ecuerdo,

más que una

se corre el riesgo de no conseguir

pálida semejanza de ella

de muchos de sus rasgos

típicos,

rán vida, frescura y relieve á causa hay que atribuir

el

lo

con

,

lo cual falta-

creado.

vago ambiente

desprovista

No

respiran algunas producciones, notables por

conceptos, tales

como

la

á otra

artificial

que

muchos

esplendidez de sus galas,

el

esmero de

la

la finura y

minuciosidad de apreciación en los detalles.

ejecución, la alteza de su sentido y hasta

La base arbitraria en que se apoyan, íes da, á pesar de todo, una contextura aérea que la

la

habilidad, y

aun

sobra de realismo, ostentado ex profeso en los acci-

dentes, podrán acaso disimular, nunca desvanecer por

completo. Adviértese así desde

el principio

cuan cierto

es que el artista, al revés del sabio, no consigue pro-

95 ducir cuando quiere, sino cuando

la

inspiración le

brinda á hacerlo.

No el

fuera justo, sin embargo, rechazar por ilegítimo

procedimiento de que hablamos, dando por sentado

que

la

tista,

pasividad exclusiva es prenda obligada del ar-

y que éste debe esperar siempre pacientemente

á que una impresión del orden exterior venga á fecun-

bien en lanzarse con

darle. jMuy al contrario, hará

un concepto elevado, en de-

frecu3ncia, movido por

msnda de no

b

particularizaciones con que envolverle; pero

conviene olvidar

camino,

ni tener

el

escollo que

ligeramente

como

presenta este

real lo

que su fan-

tasía le formule; antes le interesa observar

con dete-

nimiento, estudiar con calma y no apresurarse á dar

cuerpo material á su idea mientras no esté convencido

de

la

perfecta realidad y de

de

la

imagen adquirida.

Mas ya y de sobre

'ella

la

surja á prior i la

se

tome

la

idea recibida en

la

exactitud irreprochable

imagen sensible individual

idea, ya se elabore á posteriori la

que esa idea habrá de ser miento de

la

mente, siempre resultará lo

que se llama

el

pensa-

obra. Servirá en lo sucesivo de guia al

artista para admitir lo

siquiera sea remota,

que con

ella

guarde relación,

y para rechazar por inoportuno lo

que no quepa dentro de su unidad. Sin su concurso, la

producción

artística consistiría

más en una

serie

de

96 inconexos que en un organismo perfecto.

ret^izos bellos

CoQ pensamiento

y con

espacio imaginativo de

la

viva representación en el

realidad que le traduce en

la

forma de figuras humanas, fragmentos de leza ó símbolos externos de la Divinidad,

la

natura-

puede ya

la

inspiración artística ejercitarse. Levántase, en efecto,

del fondo del espíritu

como obedeciendo

el

concepto de

lo bello absoluto,

á mágico conjuro,

y puesto en

frente de la belleza imperfecta que la fantasía repro-

duce, se trueca en necesidad intensa de realización. Principia entonces el misterio impenetrable. Profun-

dísimo sentimiento agita

el

alma del

su actividad en dirección de metida ésta

influjo del sujeto,

al

marse poco

la

poco

á

sin dejar

artista

imagen

comienza á trasfor-

de ser

la

líneas se acentúan; su color adquiere

osténtase su carácter de una manera

y precisa; desaparecen

lo exterior su

on

el

misma. Sus

mayor

más

realce;

sistemática

los rasgos inoportunos ó

tradictorios; luce á cada instante

fin,

y mueve

sensible. So-

con-

con más claridad en

íntimo significado; va destacándose, en

conjunto y en cada una de las partes, con

limpidez siempre creciente, esa armonía total á que he-

mos dado

el

nombre de

belleza: todo ello llevado á

cabo por una fuerza, apreciable sólo en sus consecuencias, que se asimila elementos desconocidos y con ellos (acciona

y perfecciona

el objeto.

Por su parte,

el

97 entendimiento, que desempeña

modera

los

cesar su

fin

libre

cho ó á

señala sin

la

y cuida de encerrarla dentro del pensala

obra; pero

la

deja absoluta-

en su esfera, limitándose á juzgar

la

lo

he-

nada en

la

cual es por consiguiente espontánea.

Y

distribuirlo,

producción,

papel de ordenador,

ímpetus de esa actividad,

miento determinado de

mente

el

sin intervenir para

mundo

entretanto, nuevas imágenes van llegando del

objetivo y agrupándose en derredor de la primera; y el

genio artístico actúa sobre ellas de igual modo, hasta

que

al

cabo queda sensiblemente compuesto

artista se

propuso crear. Entonces,

su mente

el

cuadro,

el

lo

que el

el escultor

ve en

grupo estatuario ya formado,

pintor el

el

poeta el tipo, la personificación ó

la

serie

de hechos enlazados en que ha de consistir su obra. Para



propios

la

creación artística existe ya. Fáltales

únicamente detallarla con esmero y luego trasladarla al

orden

físico, si

ha de existir también para los demás.

Antes de hacerlo en

definitiva,

ces apenas trazado en el espíritu

y el

las

más de

ve-

las

primer bosquejo,

siente el artista necesidad de fijarle en algo material

para que no se borren sus contornos á impulso de

imágenes extrañas, llegadas posteriormente á tasía, que,

tenda reducirla, está sin remedio abierta á tiples

la

fan-

por grande que sea el aislamiento á que pre-

impresiones de

la vida.

En

las

múl-

su vista, sobre 7

el

98 lienzo, sobre el papel ó en

rápidos y decisivos loques

de

la

obra, haciendo un

el

la

como

de punto de apoyo pedido á

mármol, formula con

todavía confusa síntesis

la

plan ó boceto, especie

materia para no per-

derse entre las vagas nieblas de

que quedan apuntados la visión

los

la idealidad,

en

el

lineamenlos principales de

contemplada.

Entre todos, es

el

músico quien primero tiene que ir

condensando su crea-

facultad

imaginativa, tan apta

valerse de este medio para ción, tanto porque

la

para reflejar las formas de los cuerpos, las distancias

y las sucesiones de fenómenos, se resiste mucho á

mostrar

el

efecto

como porque la

de

la

combinación de sonidos,

indeterminación de

la belleza

musical,

de que ya repetidamente hemos hablado, exige de continuo expresiones definidas que

la

vayan precisan-

do. Por eso el artista á que nos referimos, en cuanto

adquiere te

la

idea de su composición, se dedica, median-

diversos ensayos fragmentarios,

casi

simultáneamente en

dad externa. Conforme

la

á

desarrollarla

imaginación y en

siente, va copiando

la reali-

en notas

lo

sentido; y sólo asi logra trasmitirnos esa impalpable

generalidad propia de su arte, semejante á tenue ráfaga de viento que hay que sorprender cuando pasa, y

que fuera

delirio

Los estudios

empeñarse en conservar inmóvil.

del músico son ya la base de la par-

99 titnra,

como

bosquejos de los demás artistas anun-

los

cian el cuadro,

la

estatua y el libro.

Su examen y su

corrección, con presencia del ideal, sirven para aclarar éste, y permiten rectificarle, ó irle sucesivamente

enriqueciendo con los datos indispensables para que

quede completo. Cuando por

tal

se le tiene,

da prin-

cipio la ejecución verdadera de la obra, en la cual

la

actividad que antes se movía, desde el concepto puro

de

lo

bello á la

imagen

procede desde ésta á

la

sensible, para

identificarlos,

materia con idéntica intención.

Genio y talento advertimos

allí;

sentimiento inexplica-

ble aquél, que creaba las bellezas; expresión éste de

que

la inteligencia

las

ordenaba y repartía. El genio

aquí consiste en una aptitud especial, llamada habilidad,

para interpretar fielmente todo lo imaginado;

el talento,

en

la

plena posesión y juicioso ejercicio de

las reglas técnicas á

que está sujeto

el

material sobre

que se actúa. Ambas condiciones son indispensables,

mismo

para concebir que para ejecutar una obra

artística;

pues por masque, en consideración aloque

lo

en cada uno prepondera, se denomine de ordinario artista

de genio

y de talento brilla

al

al

que produce extraordinarias bellezas, que, fallo de inventiva tan poderosa,

por su discreción y su buen gusto, es evidente

que, careciendo de aquél, nada podría inventarse, y sin éste, sería lo creado

un caos informe.

100

Verdad que, por

lo regular,

cuando alguna de

dos calidades predomina notablemente, suele

las

la otra

aparecer con menguadas proporciones; y asi sucede

que en obras de grandiosa inspiración abundan á me-

nudo las

el

desarreglo y

incoherencia, mientras que

la

composiciones pulcras y atildadas hasta

el

extre-

mo, son muchas veces pobre compendio de bellezas vulgarísimas. Porque ni tente y avasallador, se

yugo de

la

sentimiento, cuando es poá soportar el

razón, ni una inteligencia clara y culti-

vada puede jamás suplir ticas

el

acomoda siempre

una sola producción

la

ausencia de dotes

artís-

No

habrá, con todo, quien cite

bella,

en cuyo desempeño no ha-

de primer orden.

yan tomado alguna, aunque desigual parte,

el

genio y

el talento.

Por

lo

demás,

la

actividad desplegada por el artista

su ideal, no merece comparación

para exteriorizar

con aquella otra de que hizo gala pale ahora función

más bien

forjarle.

al

pira exclusivamente á trasladar con acierto

ya modelado.

Y

la

as-

un objeto

cualquiera alcanza que debe ser

presa superior, bajo todos respectos,

Ocú-

como que

imitativa,

em-

de componer

ese objeto sacando sus atributos del fondo indistinto subjetivo, á la

de copiarle punto por punto, dándole

apariencia material.

El pintor,

el

músico y

el

escultor,

obligados á

101

condensar

minos que pectivos,

imagen dentro de

la

les

imponen sus medios de expresión resque dar á

tienen

factura

la

mucha mayor importancia que gún sabemos,

reducidos tér-

los

de

poeta,

el

obra

la

pues, se-

signo de que se vale éste,

la

pala-

bra, no llega á confundirse con lo significado,

como

sucede con

grupo

el

el lienzo, la pieza

escultura!. Sin

concertante y

una disposición nativa y

sin

el

minucioso

conocimiento de los requisitos necesarios para labrar el

mármol, de

los efectos

de

de los principios

la luz,

técnicos del dibujo, de los que presiden al concierto

de

los sonidos

y de todo cuanto

operan se refiere,

al

material sobre que

ni el escultor sabría

cel, ni el

músico podría componer,

virían de

nada sus pinceles.

Pero

sin negar, antes

que además con

el

manejar

el

cin-

ni al pintor ser-

consignando de buen grado,

del estudio y de

la

práctica adquirida

constante ejercicio hay en esta actividad una

clase de inspiración propia, preciso es reconocer que así la

y todo, aparece sometida y como condicionada por

actividad artística fundamental,

productora de lo

que ha de copiarse. La expresión torpe ó incompleta, que muchos atribuyen á su

falta

de destreza para in-

terpretar lo que piensan, estriba las

en la

la

indecisión ó

imagen

la

sensible.

más de

las

veces

debilidad con que se ha percibido

Quien siente con vigor, quien ve

102

claramente en

la fantasía

el

objeto ideal, tendrá que

luchar quizá con grandes dificultades; no atinará acaso á

presentarle con

esmerada habilidad que otros

la

acreditan en obras de

menor

valer; pero, sin

género

de duda, logrará siempre vencer los obstáculos que se le opongan y

fijar

acertadamente su creación.

Y

si

esto afirmamos del artista en general, ¿qué diremos del poeta, que

si

bien necesita conocer las leyes del

lenguaje é inspirarse en los buenos hablistas para escribir taja,

con gallardía, tiene

al

fin

en su abono

ya advertida anteriormente, de no ser

ven-

la

el libro

sino mezcla de notas convencionales que provocan

pero no reflejan

la

belleza artística?

Con mayor motivo

es aplicable á él lo que dejamos indicado.

Cuando le

el ideal,

contempla en

la

obra de arte para su autor, apenas imaginación, lo es también para los

demás, por quedar expresado materialmente, aquél

examina de nuevo,

le retoca, le corrige,

pasarle, halla otros defectos y torna á corregirle.

en

el

le

vuelve á re-

mismo empeño continuara indefinidamente

Y

si al

cabo un dia no se decidiese, con cierta dolorosa resignación, á renunciar á todo

examen

nerle al público en seguida.

que un

artista

No

ulterior y á

es

fácil,

expo-

en efecto,

quede plenamente satisfecho de su obra,

por perfecta que fuere, porque nunca habrá alcanzado á llenar con la imagen concebida la necesidad supre-

103

ma que

simboliza lo Bello absoluto, ni á reflejar en

materia toda

la

delicada idealidad de esa imagen.

es deslino de lo que se va realizando mostrar

mayor

imperfección conforme adquiere determinaciones

y más

estrictas; y es la Idea

la

Que

como nube inmensa,

más di-

visada á altura extraordinaria, que para fertilizar la tierra

ha de irse deshaciendo en gotas de

menuda

lluvia.

f?Sf-;

105

XIII.

De

la

observación, acaso sobradamente prolija, que

acabamos de hacer, resulta que

la

obra artística nace

de una misteriosa pero indudable compenetración de la

realidad y de

la

esencia intima del artista, verificada

en dos ocasiones distintas,

En

luz.

la

primera,

el

gen sensible provoca

al

concebirla y

darla á

al

objeto manifestado por

la

la

ima-

aparición de ciertos factores,

salidos de los abismos de la subjetividad que en aquella

se refunden,

formando

ideal se exterioriza,

por

lo

sión.

el ideal:

en

la

tomando cuerpo en

la

segunda, el materia, ó

menos aprovechándola como medio de expre-

Por eso, con profundo sentido, usamos

bra concepción para calificar lo bello

en

llegan á

la

el espíritu.

fantasía,

el

la

pala-

hecho de producirse

Los fenómenos de

la

vida real

y con su presencia fecundan ver-

106

daderamente

sujeto, promoviendo

al

una creación, ambos. De

síntesis de los elementos constitutivos de

aquí que esta creación no sea un mero producto exterior al artista,

rado,

merced

nica.

Es suyo en

participa du su

un

que llama suyo por haberle configu-

al ejercicio la

misma

interés superior

de una actividad

forma como en sustancia. Así

casi

mecá-

fondo, porque considera coa

le

al que le inspiran sus obras de

amorosamente como

otra índole: así se une con él

fuera

el

si

un pedazo de su alma.

Bien es cierto que todo producto humano, consu-

mado

objetivamente según idea, y por ende todo

artístico

lo

en general, implica en mayor ó menor grado

esa compenetración de la idealidad y

la

materia. Cual-

un

quier hombre, al realizar un

acto de su vida, le da

matiz peculiar; realiza en

su idea aun sin pensarlo

ni quererlo.

Un

puntualmente de preparar

en

en

él

fotógrafo, por ejemplo, al

lo real, inocula

los ingredientes

su espíritu en para

la

trasladar la

manera

prueba negativa,

expuesta á los rayos del

el

tiempo que

la

mezcla que hace de los reactivos para lavarla,

la deja

en todo su procedimiento, en la copia,

fin,

sol,

dirigido á obtener

que una vez hecha, presenta por eso mismo

determinada entonación. Por otra parte,

que lleve su indómita idealidad hasta

la

el

soñador

más exaltada

estravagancia y se obstine en forjarse fantasmas y vi-

107 siones convencionales, no podrá, por grande que fuere

su empeño, dejar de columbrarlos bajo alguna apariencia real.

de

las del

Algo tendrán de

mundo

las

formas animales ó

inorgánico, siquiera estén

mons-

truosamente entendidas y combinadas, porque no co-

nocemos

otras, ni nos es dable inventarlas tan en ab-

soluto diferentes que á ellas no puedan referirse.

Pero

al arte

que

talmente bajo la otra.

Como

el

no

lleva por fin lo bello

alianza entre la realidad

y

la

le

basta

la

idea, indicada acciden-

exclusivo predominio de la una ó de

su mayor armonía posible es el único

propósito que abriga, claro está que armonizadas de-

ben resplandecer en de reducir

la

el

fondo mismo de

la

obra. Lejos

actividad su potencia creadora al

me-

dio de expresión, ha de crear efectivamente la cosa

expresada. Es necesario, pues, que

do á cabo trascienda

el

concierto lleva-

á todos los extremos, y en todas

parles se perciba. Hacer que lo real sea ideal sin per-

der su realidad: hé aquí

el

tradictorio en los términos

al

parecer con-

que resuelve

el artista ins-

problema

pirado con maravilloso acierto, de un

simo: respetando

jando en

lo

ella la idea

modo

esencial de esa realidad,

de

sencillí-

y

refle-

la belleza.

Para que así suceda, fuerza es que los dos elementos logren vigorosa y cumplida vitalidad. falta

Cuando por

de genio ó por extravío del gusto, como acontece

108 en

los

tiempos presentes,

idealidad del

la

artista

no

se revela apenas en su trabajo, que viene á ser tra-

sunto servil de hechos ó de personas, puede decirse

que no existe obra de arte del original será, que

bello. Si resulta belleza,

no de

copia. Si el talento

la

analítico ha llegado hasta sorprender el físico

de los sucesos fotografiados y

talle psicológico

habrá dado

el

Y nada más;

no hay belleza

Cuando, por

la

las

hom-

pues donde no hay crea-

Producciones semejantes

artística.

tético, sino la áspera

do se

leve de-

de los caracteres expuestos, señales

no despiertan en quien

ficada á los

menor rasgo

más

autor de ser excelente cronista ú

bre de ciencia. ción,

el

contempla

impresión de

la

el

sentimiento es-

verdad desnuda.

el contrario, la realidad

desmanes de una

queda sacri-

fantasía sin freno; cuan-

mutila ó desfigura, prescindiendo de alguna

de sus esenciales circunstancias, tampoco hay obra artística.

Al ver pintados tipos que no guardan analo-

gía con lo

humano, bien por su aspecto, bien por su

conducta;

al

presenciar una serie de hechos enlazados

con asombrosa incongruencia;

al considerar,

en

fin,

una concepción que aun abundando en excelentes aspiraciones, carece de color, de claro-oscuro, de exactitud

y de vida, se

la califica

de

porque no se halla conforme con el objeto real

que

la inspira.

falsa,

la

y con motivo,

idea á que responde

Imposible es que interese

109

y conmueva. ¿A quién importan los delirios

En donde

y

de una imaginación calenturienta?

cambio, cuando aparece una legitima creación, la

espléndida belleza ideal se encarna en una

realidad palpitante y lo

las elucubraciones

que piensa,

donde

halla adivinado el

que siente y

lo

lo

hombre

que quiere con des-

lumbradora brillantez, con precisión nunca vista y encerrado dentro de un conjunto armónico, todo aquel

que

la

repara ó

escucha se encuentra subyugado por

la

afecto irresistible; y absorto de admiración, sigue paso á paso dócilmente el

que

camino señalado por

asi ha sabido identificar

grandes objetividades que

le

artista

el

su pensamiento con las

rodean.

Y

las

pavorosas

catástrofes le infunden efectivo terror, y las risueñas

escenas provocan su alegría, y las desgracias tristecen, le

y

los

entusiasman.

Y

positiva, del escondido fondo de su

mismo tiempo una emoción vaga

cendiendo, ascendiendo, llena

el espíritu

sutil

va as-

y penetra en

demás sentimientos, despojándolos de su artística,

vida

é inefable, no

como vapor

de su amargura. Emoción

la

pecho se levanta

parecida á ninguna otra, que

los

en-

debajo de estas impresiones, aná-

logas á las que experimenta en los trances de

al

le

arranques de abnegación ó heroismo

acritud ó

que todo

lo

con-

vierte en placer purísimo con su contacto, mezcla ex-

traña de deleite, sorpresa, esperanza y tierna melan-

no eolia;

mediante

la

cual nos sentimos engrandecidos y

elevados sóbrela mezquina existencia mundana,

que es

la

calidad de representante en soluto.

como

revelación sublime hecha á nuestro ser de su la

tierra del Bien

ab-

111

XIV.

Ahora bien, señalar estrictamente

el

grado de rea-

lismo ó de idealismo que debe prevalecer en cada obra, es cosa de todo punto imposible. ciencia marcar

la

Cumple

regla general de que ya

á la

hemos ha-

blado, reconociéndose en seguida incompetente para suplir la inspiración del artista, quien, resuelto á con-

servar

la

purarla

genialidad de la imagen sensible, ha de de-

como

su delicado instinto. Según la

le dicte

naturaleza del arte que cultive y según también el gé-

nero particular á que dentro consagrado, producirá

de este arte se halle

la síntesis

de lo real y lo ideal,

de una ú otra manera. Ya hicimos constar pio del presente estudio, que

mayor extremo de

realidad,

entre ellas fluctúan

la

la

y

Pintura y

al

princi-

Escultura requiere

la

la

Música

el

el

contrario:

Poesía, inclinándose

112 con preferencia

la

primera del lado del realismo, por-

que sobre ser necesario caudal más abundante de datos materiales para prestar cuerpo

con

el pincel,

que para hacerlo con

Influyen también notablemente

pensamiento

pluma, no

la

dable reflejar la vida del espíritu con

dad de recursos de que echa maao

al

le

es

varie-

la infinita

la ficción poética.

los

asuntos de las

producciones en

el sello particular

artista histórico

puede desde luego permitir más en-

sanche á

la fantasía

que aquel que se ocupa de acon-

tecimientos contemporáneos, pues

pasado es una idea respecto de eso se exime de

en

la

que ostentan. El

al fin

lo actual;

obligación de vivir

la

época á que pertenezca

y

al

cabo

el

pero no por

mentalmente

suceso que pretenda

el

conmemorar, abstrayéndose de

la corriente del siglo

y atesorando cuantas observaciones sean precisas para darle el colorido y

El retrato y ticas lindantes

el

la

entonación convenientes.

busto son las manifestaciones artís-

con

la realidad,

porque aspiran á

la

simple copia de una figura humana. Yerrará grande-

mente,

sin

embargo, quien

las asigne

sión en el sentido literal de

la frase.

tan pobre

No

se

á una persona fijando en el lienzo su semblante alcanza á verle el pintor en un la vida;

que no es

el

momento

mi-

retrata

como

ordinario de

estado accidental del sujeto lo

que le caracteriza, sino su plena individualidad, revé-

113 lada en una serie de actos, cuando débil ^y pálida-

mente, porque ningún suceso de interés definirla,

cuando

excitación que

con notoria claridad, infunden

le

las

mueve

le

gracias á

á la

Sor-

circunstancias.

prender esa individualidad, descubrir siquiera sus ras-

gos más salientes y componer con actitud de

la

hacerlas perder

ha de animar bre.

De

ellos la fisonomía y

persona retratada, idealizándolas sin

la

el

parecido; tal es el propósito que

al artista si

pretende merecer este

modo, concretándose á

otro

nom-

imitar lo que

tenga delante, su cuadro, acaso ejecutado con primor, carecerá, no obstante, de uno de los requisitos imprescindibles para obtener el título de obra bella.

Desde

el

busto y

el

retrato van dibujándose en es-

cala ascendente, bajo el punto de vista de los

demás temas, en número

servir de base á

la

incalculable,

la

idealidad,

que pueden

creación artística, conforme es

más

extenso su contenido y se desprenden mejor de las exigencias de lo individual para traducir lo genérico, hasta llegar á las concepciones de asunto religioso, las

más

idealistas

de todas, por consistir su realidad, cual-

quiera que sea

la

fuente á que se acuda, en

la

elevada

sensibilización de la idea de lo absoluto.

Inmenso horizonte tiene aquí el los prodigios la fe

artista

donde exhibir

de su inspiración, buscando á

la

luz de

aquellas perfecciones excelsas, aquellas arrobado-

8

114 ras armonías, aquellas infinitas grandezas de que

la tier-

ra sólo puede dar mezquina y mal combinada muestra.

Pero no basta á su genio cruzar,

libre

do enojosas tra-

bas, regiones tan propicias para el Arte. Si no hay en

su derredor quienes, movidos por impulso semejante al

suyo, se arrojen á imitarle y vayan siguiendo á al-

guna distancia su atrevido vuelo, bien pronto se perderá de vista tes;

y no habrá nadie capaz de admirar los sublimes

espectáculos que descubra,

sobre la

le

por aquel espacio sin lími-

al alz;irse

la

haz de

mirada

al

como

nadie, sin levantarse

podrá jamás acompañar con

la tierra,

ave caudal cuando rasga los aires

como

flecha desprendida del arco y desde lo alto del firma-

mento

clava en el Sol

la

osada pupila.

Quiere esto decir que las bellezas soñadas por

numen jetivas,

el

místico serán, sin remedio, solo bellezas sub-

que

él

nada más eslime,

si

no descansan en

una de esas grandes objetividades que se llaman giones positivas. Porque

si la

creencia que inspira esas

bellezas no sirve de lazo de unión, tan fantástico fuerte, entre los diversos

dad entusiasta,

si

miembros de una

como

colectivi-

es por el contrario pura aspiración

personal, con dificultad podrá el que tarla bajo las

reli-

la

profese concre-

formas exteriores y particularísimas del

Arle; y aunque gracias á extraordinario esfuerzo consiga hacerlo, aquella creación

no hallará sonoro eco

115 sino en el fondo del alma de su autor.

¿Cómo ha de

arrebatar á los demás, habiéndoles un lenguaje que no

entienden? Necesita el

hombre ver y

tocar por do quiera

mani-

festaciones ardientes y espontáneas de la fe colectiva

que engendra

las religiones, para

imágenes

artísticas

que

al

choque de esta

mente con enérgica decisión

realidad broten en su ,

símbolo

del

misterio

Cuando esto no sucede, su fervor creyente lo

se refugia en

escondido del espíritu, traduciéndose en emanacio-

nes puramente ideales, ó á lo el

las

divino.

severo ropaje de

la

sumo pretende

vestir

ciencia con la intención de con-

vencer á aquellos á quienes comprende que no podría impresionar con

el

idioma del sentimiento. Por

en aquellos tiempos de exaltada piedad

lo cual,

religiosa,

en

que las sociedades, movidas por unánimes convicciones corrían hacia el ideal eterno, cuyas magnificencias vis-

lumbraban tan claramente, que eran sus destellos minación perenne de seno de

la

masa

la vida,

ilu-

con frecuencia surgían del

electrizada genios potentes, que llenos

de intuición excepcional, acertaban á interpretar visiones celestiales y las intensas solicitudes del

las

amor

divino por todos adivinadas y sentidas. Natural era

que

la

idea de Dios, presente en todas partes, se con-

densase sin trabajo en monumentos arquitectónicos maravillosos, en acabadas esculturas, en conciertos de

116 sonidos impregnados de angélica armonía, en prodigios de color y de dibujo y en

pasmo y encanto de

En

las

nuestros dias,

la

poemas inmortales,

generaciones sucesivas. tendencia á

lo

desaparecer, porque esto es imposible

Humanidad

subsista,

absoluto, sin

mientras

fuera ajena de este lugar, se manifiesta de

mucho más espíritu

de

subjetivo. libre

ha respetado

la

la

merced á causas cuya exposición

Viven

examen que hoy todo esfera

un modo

las religiones, lo

pero

el

invade no

donde actúan, y ora franca-

mente, ora señalando matices casi imperceptibles, tiende á convertir en individual

la fe colectiva.

Parece

que Dios ha descendido del Empíreo, á cuya altura ostentaba para todos los mismos caracteres, viniendo á encerrarse en

conciencia de cada hombre. Fal-

la

tando, pues, ó por

quebrantada

la

épocas, carece

lo

menos hallándose en extremo

fecunda exterioridad religiosa de otras el arte bello

de uno de sus capitales

recursos; y el artista que abriga creencias positivas,

apenas acierta á trazar de tras

ellas

un pálido diseño; mien-

que con doble motivo, quien

Deísmo

racionalista,

como

cifra

su fe en un

quiera que sólo actúa sobre

su propia idea, da á luz, aunque

le

adornen excelentes

dotes, concepciones impalpables y monótonas, expresión

elocuente, cuando más, de la vaguedad de un

sentimiento, que

demanda en vano

tigura sensible

117 para brillar en el cielo del Arle con lumbre definida.

Con

ser Víctor

Hugo

el

primer poeta del

valen sus inspiraciones religiosas la

vida y de

la

al

siglo,

¿qué

lado del calor de

ascética grandeza que rebosan en las de

Fray Luis de León y Santa Teresa de Jesús?

I

119

XV.

¿Tendremos ahora que entretenernos en demostrar que

tendencia realista pura,

la

y se practica,

tiende

cuenta pleta

al

aquí,

lo

como hoy

se en-

y de cuyos extravíos dimos

comenzar este estudio, es

de toda belleza

de tener

tal

artística?

la

negación

com-

¿Habrá quién, después

inverosímil paciencia de seguirnos hasta

piense que

todavía

cumplidamente que

el arle

necesitamos probar

copia exacta de

la

realidad? ¿Será preciso añadir

que

y

el idealismo,

el realismo

más

no puede ser jamás

la

aún

nombres usados para

designar las dos corrientes que en opuesto sentido realización de lo bello, ésta

pretenden arrastrar

la

hacia

y aquella hacia la sensible, tie-

la

esfera ideal,

nen legítima existencia mientras se respetan recípro-

camente de algún modo, pero son aberraciones im-

120 perdonables en cuanto

la

una intenta destruir á

la

otra y erigirse en norte exclusivo del artista?

Fuera

inútil

lodo

lo

que dejamos expuesto

si

tu-

viéramos que decir una palabra más acerca de estos puntos, y

recordando nuestros lectores

si

como hemos

caracterizado

el

la

manera

gusto moderno, no se

hiciesen cargo de cuan funesta es la senda seguida

por los que, queriendo según afirman regenerar

ingenioso, pero apto tan sólo para traernos á

moria

el

mecanismo, quizá

arte, le rebajan hasta convertirle en

¡a

me-

pasado ó suministrarnos del presente cir-

el

cunstanciada noticia.

Es

cierto

que ese realismo, llevado hoy á

la

más

repugnante exageración por sus fanáticos adeptos, representó en su origen una tendencia razonable. ¿Y

cómo

no,

si

nuevas necesidades y nuevos ideales im-

ponían un estudio cada vez más profundo del hombre

y de

la

naturaleza? Durante

Edad Media, á

la

lo

mismo

contemplación de

cuidado de considerar

el arte

lo el

el

largo período de la

que

la

ciencia, dirigidos

sobrenatural, no se habían

aspecto terreno de las cosas,

teniéndolas por deleznables ilusiones, donde única-

mente cabía videncia. la

traslucir los dictados

Fué

el

de

la

Divina Pro-

Renacimiento enérgica protesta de

libertad y de la grandeza

humanas, desconocidas

por un exuberante misticismo: merced á su esfuerzo

121

logró

el arle

reunir en admirable consorcio las

huma-

nas bellezas de las civilizaciones griega y latina, y sublime

idealidad

después

de

siempre á

del espíritu

seguir

la

comenzó ese

ideas,

rumbos

marcha

cristiano.

distintos,

iniciada

la

Y cuando

obedeciendo

en otros órdenes de

espíritu á perder su condición Je

inspirador de todas las empresas artísticas, conforme

fueron abriéndose nuevos horizontes, se hizo cada

más

dia

que

preciso hablar á

el artista

la historia

nombre de

que buscaba

el

realidad para

la

asunto de sus obras en

ó en los hechos actuales, acertara á ejecu-

dignamente.

tarlas

El realismo, por tanto,

como tendencia

á la apre-

ciación concienzuda de los riquísimos detalles de la vida,

como

valladar opuesto á imaginaciones soñado-

ras propensas á dar carta de existencia á todos sus desvarios,

como censura de

convencional ocupa

el

esos engendros en que lo

lugar de lo positivo por

de observación reposada,

el

la falta

realismo, repetimos, re-

ducido á tales términos, ha producido siempre beneficiosas consecuencias,

y en nuestro

siglo,

más que

otro alguno obligado á llevar el arte por derroteros prácticos y

humanos, ha podido y debido ejercer un

notable influjo.

Por desgracia, de

tal

manera

la

reacción va ya tan lejos, procura

arrollarlo todo,

que

si

ayer parecía

122 prudente arbitrio favorecerla, hoy

desatinada

sería

ceguedad no oponerse á sus estragos, nacidos más

que de propósito deliberado, de tal

que ha venido á adquirir en

forma

distintiva

el ansia crítica

de

la

la

las

preponderancia faregiones del arte

actividad contemporánea.

no reconoce fácilmente barreras

No hay nada que no

nada de que no se dude. Libre odiosas ligaduras que antes

ni obs-

examina con inexorable

táculos. El análisis detiene y frialdad cuanto existe.

la

Hoy

la

se discuta;

la inteligencia

de

las

oprimieran, aspira á en-

señorearse del Universo y quiere llegar á conocerle hasta en el último de sus átomos; afán nobilísimo

á

cuyo extraordinario desarrollo se deben sorprendentes conquistas, orgullo de nuestra época. La ciencia impera sin rival, y en la embriaguez de sus triunfos, se re-

así propia; intenta llegar á

siste á trazarse linderos

todas partes, saberlo todo, erigirse en manifestación

única de

la

humana

naturaleza.

Y

el

artista, hijo

de

su siglo, impresionado por lo que ve y olvidado de su misión, se propone

en sus obras

la

como

los

demás

verdad, nada

llando su sentimiento

si

hallar

más que

la

y describir

verdad, aca-

se niega á auxiliarle humilde-

mente, desdeñando como extravio cualquier arranque

de inspiración, menospreciando todo aquello que no le

parece demostrable, tratando, en

fesárselo,

de reducir

el arte á

fin,

acaso sin con-

un procedimiento ex-

123 perimental, y sus producciones á modelos de cienlífica

observación.

empeño que, cuando no

¡Deplorable lleza al

descomponerla, nos encierra

estrecho circulo de

aniquila la be-

menos en

al

el

realidad! ¡Obcecación increíble

la

que nos hace recordar algunas veces con envidia aquellos

tiempos,

si

tan inferiores á los nuestros bajo

mu-

chos conceptos, tan superiores en cambio en idealidad artística!

Sí: el

momento oportuno

mal alzando

como en

mundo

la

es el presente para atajar

voz en pro de los fueros de

la idea,

otras ocasiones se alzó para defender los del

objetivo. El

contagio se ha generalizado lo

bastante para temer sus resultados; y á plumas mejor

cortadas que batir

la

que traza estas

líneas,

cumple com-

con objeto de evitarlos en interés del porvenir del

arte bello.

No haya miedo de que vuelvan

extravíos.

La atmósfera en que vivimos

fractaria

á ellos, que

si

los antiguos

es tan re-

antes hubo necesidad de con-

tener los arrebatos del genio para que no se volatilizase en los espacios de la fantasía, urge ahora levantarle

un poco de

la

superficie

de

la tierra

para que no

se inmovilice, materializándose.

Convencer belleza,

al artista

no á reproducir

de que está obligado á crear la

la

creada; estimularle con el

ejemplo de los que en nuestros dias continúan

fieles

124 á

las

buenas tradiciones; excitarle á inspirarse en los

grandes sentimientos, nunca muertos en dad, por

más que en

la

guados; moverle á guardar cuidadosamente

mismo y en



alcanza

el

la

objetividad,

conocimiento, y sin

posible; aconsejarle

que adivina la

que en

los

lo

la fe

en

que no

cual no hay creación

que procure ver

ricos y los de la época presente, sintética particular

Humani-

ciertos periodos estén amorti-

los

más

hechos histó-

en su apariencia

menudos accidentes

importancia, y que analice en buen hora

el

sin

objeto que

se proponga, con tal de que luego no prescinda de forjar

con

lo analizado

y su idea

el

conjunto armónico

en que ha de consistir su obra: todo esto deben hacer quienes, con

mayor autoridad y más conocimien-

tos que nosotros, estén penetrados,

de

la

trascendencia que para

la

como

lo estaraos,

vida de los pueblos

tiene la acertada realización del fin artístico.

Y

aquí damos por terminado nuestro trabajo. E;n-

pezámosle con

el intento

de condensar en reducido

espacio algunas observaciones sobre

tema que

le

el

importante

sirve de epígrafe; pero poco á poco, la

abundancia del asunto, su íntima relación con otras cuestiones y

el

natural deseo de indicarlas, fueron ha-

ciendo correr nuestra pluma, hasta que casi sin saber

cómo nos encontramos con un

folleto

en vez de

los

dos ó tres brevísimos artículos que pensábamos escri-

125 bir.

Bien conocemos que

que

le

la

modestia del propósito

engendró anda reñida con

las excesivas

porciones que ha llegado á adquirir. Tal

publicamos, sin embargo, abrigando

ranza de que no sea enteramente

la

como

proes, le

lisonjera espe-

inútil

su lectura.

Quizá sirva siquiera de pretexto á otros estudios mejor hilados y

menos enfadosos, con

lo cual

raciones habrán quedado satisfechas. Noviembre, 1874.

FIN.

nuestras aspi-

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