El Problema De La Lengua En America

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El Problema De La Lengua En America

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EL PiioBir;?; DE LA

LEÑ61JA

iiu POR

A M A D O

A L O N 5 O

E S P A S A - C A U ’E, s . a . M A D R 1D

1935

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Madrid, 19B5 Fubllshed in ¡ípaln

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A., lilos Robas, 2S,— MAKItID

S 'H P ágina»

E l problema argentino de la lengua,»,,...,,,,.,,.,.,..

9

Expresión y comunicación, pág, 11.—-Ijerígua escrita y lengua ora!, pág. 16.— Tradición literaria y tradición

oral, péff. 23,-T-Trsdioión y tradicionalismo, pftg, 32.—* Lengua literaria-, afán ñ» universalidad, pAff. 44,— Locallzación del problen», p£g< 48.-—Intárdependencia da - .

lengua oral y estírala, pásr. 86.— Horma, cultora, pá~ g-ina 72,— Normas locales y normas generales, pág i­ na 77.— Desvalorizarían de laa noim aa, p&g, 88.— Bue­ nos Aires, capital idíom ática del Río de la Plata, p á­ g ina 99,— El destino futuro de la lengua, pág-, 102,— Posición final, pág. 118,

Ruptura y reanudación de la tradición idíomática ..................... en América........... ............— Preferencias mentales en el habla del gancho...... Hispanoamérica, unidad cultural. . . Indice de m ate ria s..,,,,,,.,,,,,.,.,,.,,,,,.,,,,,,..,,,,,,.,. Indice de nombres propios...,.............................. Indice ds palabras c itad as,,,,,,,.,,,..,,,,.,,,,,.,,,,....

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E L P R O B L E M A A K G E Í' DE LA LEN GUA

A J.-vp.-r', L U ~,c, COM PAÑERO EN ESTAS PREOCUPACIONES

Problema de lengua, problema de pasión. De veras, lo que excita a las gentes es el conflicto; el problema* a unos pocos. Yo quisiera ahora ponerme a discurrir sobre el ■ tema separando con cuidado de los valores y poderes afectados sus intereses teóricos. E l conflicto se vive, el •problema se contempla, Y la busca ele las bases auténticas del problema es de por sí placer y recompensa suficiente» aun descontando la ven­ taja práctica que se pueda derivar para nues­ tra actitud ante el conflicto,

Expresión

y c o m ti n i e a e i ó n

El conflicto más doloroso y frecuentemente sentido es el del escritor ante la resistencia de su medio de expresión. A hí centra el poeta todo posible problema de lengua, ya que las gentes hablan como les viene a la boca y se entienden.

¿Es que ei problema lo es exclusivamente de expresión y no de comunicación? Reservamos ei nombre de c o m u n i c a c í ó n para ei acto de participar al prójimo la armazón lógica y ra­ cional de nuestro pensamiento, Comunic.tr es referirse racionalmente a los objetos en quu pen­ samos y consignar sus relaciones pertinentes,, todo por medio de términos y giros convencio­ nales, esto es, aptos para la intercomprensión. Lo lógico -es el esqueleto» lo que mantiene consis­ tente y arquitecturado nuestro pensar, Lo lógico ■es una melodía pura y descarnada, una sucesión ele precisas referencias a objetos, que es como una sucesión de tonos bien afinados. E x p r e s a r s e , .en cambio, es hacer valer eficazmen­ te las resonancias afectivas y valorativas, los i c t u s de la voluntad y los timbres coloristas de la fantasía que sinfoiiizaii y ritm an la delgada melodía de lo racional, No es, claro está, que co­ municación y ‘expresión correspondan a la duali­ dad de inundo exterior y intuido interior; un sen-; timiento, un querer, una representación j’antasístiea, pueden ser comunicados o expresados. S í yo cuanto de palabra o por escrito un suceso de que lie iido espectador o que lie imagmado, lo puedo hacer de manera que cada una de las palabras empleadas se refiera exclusivamente a lo que ocurrió y a cómo ocurrió; puede no apa­ recer un solo yo, un solo m í Sin embargo, el oyente o lector va a percatarse ele la impresión

que el suceso me.ha causado: va a comprender y a compartir mí indignación, mi miedo, mí de­ solación, m í hilaridad, sin necesidad de que yo califique aquello de indignante, anienazador, desolador o cómico. Es m á s: puedo 'empozar por calificar el hecho de indignante y el lee tur no se in dig n a; de cómico, y no se ríe. Es el senti­ miento mismo actuando, rezumando del relate», lo que tiene virtud de contagio. E l obispo lepro­ so acaba de derramar en las nimios de! niiio Pablo “todo un cofrecillo de estampas 'primoro­ sas”. Yo también podría describir: “el niño es­ taba sentado en el guelo, repasándolas y con­ tándolas”. Y añadir: “aquella visión me enter­ neció”, o bieíi: “el recuerdo de aquella escena me'enternece”." Esto sería referirme lógicamen­ te a m i propio sentimiento, nombrándolo, dán­ dole una jerarquía y una medida qu fiscaliza. E l lector queda enterado de \ ’J ■ 1 siento o sentí y, sin duda, no del 1 . •>h .*.• m i sentimiento. Pero ¡qué dístim . . ■; h emoción ;en la frase de Gabriel M ir ó !: Fahl repasó y las contó sentadilo en los recios ronés, Y a no se comunica al lector que el i lista se ha enternecido, sino que se le pre; la ternura misma ante los ojos. Ese sentí que designa lógicamente la actitud corporal drf ensión. en el uso, sino según un especial prestigio social idealizado, Permítasenos, como aclaratorio, nn ejemplo antiguo. La pronnneiaHóíi d (aspirado) en logar de la / inicial de pa­ rdos!, que aparece en las otras lenguas roman­ ees, era popvdarí " en Castilla no sólo al na­ cer nuestra dfer. _ sino quizá muchos siglos antes. El maestro de la filología española, don .Ramón Menéndez Pidal, conjetura que ocurrió desde que los iberos se pusieron a aprender el latín dos siglos antes de Cristo, De cualquier modo, en el siglo XI era ya pronunciación muy sksosds en i oda i . m sociales de Castilla. Y, sin embargo, ‘ . r literatura castella­ na. escribid, y de • k 3 siguió oscribkndo, Pi'i-í- o 1, fariña, etc, lid po~ poorrismo s. por / existía; su extensión social era casi rompióta, si no completa; su antigüe­ dad, remotísima, Y, a pesar de todo, la litera­ tura lo repelió y eligió la / como más. apropia­ da a la espeeísl tensión espiritual y a la mayor dYsiidsd en los gestos verbales, que son carae-

terísticas de la actitud estética frente a la vitalista del lenguaje. Es de suponer que ¡había casos de concurrencia, casos en que pronunciaban a veces f algunos clérigos, algunos magnates, los que representaban^ en fin, por entonces el ¡ma­ yor grado ele cultura, Una / se oponía también casi siempre a la h — clientes palabras del ;*'dh , ] 1 ;-.-v ” • d - d*1 francés, Jos tres idiomas que conocían por ofi­ cio los juglares y por devoción los poetas. Y , desde luego, f veían las gentes en el latín — la lengua entonces de la suprema dignidad— , aun en los latines chapuceros de los notarios. Trama sutil de asociaciones que convirtió a la f, de vida raquítica en la lengua oral, en símbolo de jerarquía social y poética. Tanto, que el poe­ ta de Mió Cid escribía ultracorreetamente Alvar Fannez, un apellido que siempre íué Hannez, y fo n ia ; pareja del francés honte. Y todavía en ei siglo xv la imprenta intentaba regularizar el uso de la / desechando la h. ¿Qué mueve al hombre en tensión y trance de lengua poética a rechazar ciertos procedi­ mientos de idioma que no le son ajenos ai luíbíaTt En todi> lenguaje se debate una bu ti nom i a de fuerzas que son el espíritu de rua­ rlo o localista y el espíritu ele im iv " Jad. Compárese cómo escriben Lugones, Rubén Da­ río, Rodó, Ainado Ñervo, M artí, los García Cal­ derón, Juan Ramo 1^7. y compárese cómo bebían

en el Plata, Centroamériea, Antillas, Pqní, Mé­ jico y España. En seguida se ve que el espíri­ tu do universalidad predomina en la lengua de la literatura y que el espíritu de campanario se va afirmando a medida que se desciende por las capas culturales de cada país, de modo que lus más numerosas y hondas diferencias, entre d>la de Buenos Aires, La Habana, Lim a, Ydco y M adrid están en las clases más incul­ tas, Y id revés: cuanto más culto es un grupo, social de Buenos Aires, Lima, Méjico, Madrid 'o LadHabitita» más se aproxima su lengua..-rela­ tivamente a su región— a la lengua 'general y menos particularismos tiene, Así, pues, si la lengua literaria rechaz.i cier­ tos elementos ídioináticos de la lengua hablada es porque de algún modo repugnan a su espí­ ritu de universalidad, porque se le aparecen como peculiarismos .geográficos y sobre todo sociales, y, por tanto, como limitaciones.. Pero además* y sobre todo, otros localismos que el escritor emplea en su. conversación son evitados é1 en la lengua literaria© porque los reputa de iin momento de escasa tensión, espi•I i bti CiJLs

La otra particularidad de la lengua esc cita, la de retener elementos idíoináticos ya desapare­ cidos de la oral, tiene otra explicación. E n toda, lengua literaria sobreviven innumerables arcaísmos. ¿Por qué? SÍ oponemos los móviles

vitales respectivos de Ja lengua conversacional y ele la poética aaüól, activo v valuralívo; ■éste, estético y fiinocional-— veremos, ain. adatorios, que la lengua literaria ha tenido razones que no tenía la > ('"nía para retener cierto" elementos idiomá Borges lia cacti lo calila desde Carriego se han llenado de uu. aeatalo piadoso y conmovedor, algunas pala-loas como costúrenla y otras-. No cabe duda de ijua Burgas misino 110 sólo revive una emoción análoga cuan­ do lee esas palabras en Carriego, sino que, al acudir a ellas en .sus necesidades de expresión poética y personaje lo hace con una emoción p a ­ riente de la de .Carriego, ¿A cuántos otros escri­ tores jóvenes les sucede lo mismo? i a lie aquí el nacimiento de una trac i•ción, trasmisión. También, hay uu modo social, t.í‘-:''-a ■" aeimanal de emoción y valoración en p; sobrador y otras, vivas hoy en la Iea,c_ ^ ... Ja.da y de frecuente aparición en la literal Be posible que una futura revolución t diciones y distribución del traba, >íre del uso hablado f!a palabra c