El Posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo
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Fredric Jameson

El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado Fredric Jameson

El fin de la ideología, del arte o de las clases sociales; la crisis del leninismo, la soclaldemocracia o el Estado del bienestar; tomados en conjunto, todos estos fenómenos pueden considerarse constitutivos de lo que cada vez con mayor frecuencia se llama posmodernismo, hipotético producto de una ruptura radical que por lo general se remonta al final de la década de los años cincuenta o a principios de la de los sesenta. Andy Warhol y el pop art, John Cage, los Beatles y los Rolling Stones, el punk y la new wave, Godard y el video experimental... La lista podría ampliarse indefinidamente, pero, ¿implica todo ello un cambio o una ruptura más fundamental que los periódicos cambios de estilo y de moda determinados por el antiguo imperativo modernista de la innovación estilística? A través de un espléndido análisis de todas sus características y componentes, Fredric Jameson propone en este texto una consideración del posmodernismo a la luz del concepto de norma hegemónica o de lógica cultural dominante, relacionándolo con las más ambiciosas generalizaciones sociológicas que anunciaron el advenimiento o la inauguración de un tipo de sociedad completamente nuevo y a menudo bautizado como "sociedad postindustrial". El resultado es la apertura de una rigurosa reflexión sobre las formas más eficaces que hoy puede adoptar una política cultural radical.

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Frederic Jameson

El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado

Barcelona • Buenos Aires • México

Título original: Postmodernism or Ihe Cultural Logic o! Late Publicado en inglés por N e w Left R e v l e w Ltd., O x f o r d

Capilalism

T r a d u c c i ó n de J o s é Luis Pardo Torio Cubierta d e Mario Eskenazi

y Pabto Martín

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SUMARIO Introducción El triunfo del populismo estético El posmodernismo como pauta cultural dominante

9 11

I. La desconstrucción de la expresión .... «Zapatos de labriego» «Zapatos de polvo de diamante» El ocaso de los afectos Euforia y autoaniquilación

23 23 27 30 35

II. La posmodernidad y el pasado De cómo el pastiche eclipsó a la parodia De cómo el «historicismo» eclipsó a la Historia La moda «Nostalgia» El destino de la «historia real» La pérdida del pasado radical

41 41

III. La ruptura de la cadena significante .. «China» El collage y la diferencia radical

61 66 72

15

45 46 53 57

IV. Lo sublime histérico La apoteosis del capitalismo V. El posmodernismo y la ciudad El hotel Bonaventura La nueva máquina

75 79 87 88 98

VI. La abolición de la distancia crítica .... 101 La necesidad de mapas 111 El símbolo y la cartografía social 117

INTRODUCCIÓN

'Estos últimos años se han caracterizado por un milenarismo invertido en el que las premoniciones del futuro, ya sean catastróficas o redentoras, han sido sustituidas por la convicción del final de esto o aquello (el fin de la ideología, del arte o de las clases sociales; la crisis del leninismo, la socialdemocracia o el Estado del bienestar, etc., etc.): tomados en conjunto, todos estos fenómenos pueden considerarse constitutivos de lo que cada vez con mayor frecuencia se llama posmodernismo. La cuestión de su existencia depende de la hipótesis de una ruptura radical o coupure que por lo general se remonta al final de la década de los años cincuenta o a principios de la de los sesenta. Tal y como el término mismo sugiere, tal ruptura se relaciona casi siempre con la decadencia o la extinción del ya centenario movimiento modernista (o bien con su re-

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EL POSMODERNISMO

pudio estético o ideológico). Así, el expresionismo abstracto en la pintura, el existencialismo en la fi­ losofía, las formas finales de la representación en la novela, las películas de los grandes auteurs o la escuela modernista en poesía (tal y como se ha ins­ titucionalizado y canonizado en la obra de Wallace Stevens), son todos ellos considerados hoy como el final, extraordinariamente floreciente, de un pri­ mer impulso modernista de cuyo agotamiento y des­ gaste ellos mismos dan fe. El catálogo de sus suce­ sores presenta, pues, un aspecto empírico, caótico y heterogéneo: Andy Warhol y el pop art, pero tam­ bién el realismo fotográfico y, más allá de él, el «neoexpresionismo»; en música, la impronta de John Cage, pero también la síntesis de los estilos clásico y «popular» que encontramos en composi­ tores como Phil Glass y Tferry Riley, e igualmente el punk y el rock de la nueva ola (los Beatles y los Stones representarían ahora el momento modernista de esta tradición más reciente y de rápida evolución); en cuanto al cine: Godard y el postgodardismo, así como el cine y el vídeo experimentales, pero tam­ bién un nuevo tipo de películas comerciales (sobre las que se hablará con detalle más adelante); Burroughs, Pynchon o Ishmael Reed, por una parte, y el nouveau román francés y sus herederos, por otra, pero también las formas nuevas y provocati­ vas de crítica literaria basadas en una nueva estéti-

INTRODUCCIÓN

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ca de la textualidad o écriture... La lista podría ampliarse indefinidamente; pero, ¿implica todo ello un cambio o una ruptura más fundamental que los periódicos cambios de estilo y de moda determinados por el antiguo imperativo modernista de la innovación estilística? 1

El triunfo del populismo estético Es, no obstante, propio de la arquitectura el que las modificaciones de la producción estética sean en ella más espectacularmente visibles y el que sus problemas teóricos se hayan elaborado y articulado de forma más notoria; en realidad, fue a partir de los debates de la arquitectura cómo empezó a emerger mi propia concepción del posmodernismo, que expondré en las páginas siguientes. Más decisivamente que en otras artes o medios, las posiciones posmodernistas en arquitectura son inseparables de una implacable recusación del modernismo y del llamado «estilo internacional» (Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, Mies); en tal recusación, el 1. El presente ensayo es una reelaboración de algunas conferencias y otro material previamente publicado en TheAntiAesthetic, compilado por Hal Foster (Port Townsend, Washington: Bay Press, 1983) y en Amerika Studien/American Studies, 29/1 (1984).

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EL POSMODERNISMO

análisis y la crítica formal (de la transformación modernista del edificio en algo cercano a la escultura o en un « p a t o » m o n u m e n t a l , según el término de Robert Venturi) se a c o m p a ñ a n de una reconsideración de los niveles urbanísticos y de las instituciones estéticas.'El modernismo se asienta pues en la destrucción del tejido u r b a n o tradicional y de su vieja cultura de vecindario (mediante la ruptura radical del nuevo edificio utópico modernista con el contexto que le rodea); además, el elitismo profético y el autoritarismo del movimiento m o d e r n o son despiadadamente denunciados como u n gesto imperial del Maestro carismático. E n consecuencia, el posmodernismo en arquitectura se presenta lógicamente como u n a especie de populismo estético,- tal y como sugiere el propio título del influyente manifiesto de Venturi, Aprendiendo de Las Vegas. Sea cual sea la forma en que valoremos en última instancia esta retórica populista, le concederemos al menos el mérito de dirigir nuestra atención a u n aspecto fundamental de todos los posmodernismos enumerados anteriormente: a saber, el desvanecimiento en ellos de la antigua frontera (esencialmente modernista) entre la cultura de élite y la llamada cultura comercial o de masas, y la emergencia de obras de nuevo cuño, imbuidas de las formas, categorías y contenidos de esa «industria de la cultura» tan apasionadamente de-

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nunciada por todos los ideólogos de lo moderno, desde Leavis y la «nueva crítica americana» hasta Adorno y la escuela de Francfort. En efecto, lo que fascina a los posmodernismos es precisamente todo este paisaje «degradado», feísta, kitsch, de series televisivas y cultura de Reader's Digest, de la pu­ blicidad y los moteles, del «último pase» y de las películas de Hollywood de serie B, de la llamada «paraliteratura», con sus categorías de lo gótico y lo románico en clave de folleto turístico de aero­ puerto, de la biografía popular, la novela negra, fan­ tástica o de ficción científica: materiales que ya n o se limitan a «citar» simplemente, como habrían he­ cho Joyce o Mahler, sino que incorporan a su pro­ pia esencia. Pero sería erróneo considerar esta ruptura como un acontecimiento exclusivamente cultural: en rea­ lidad, las teorías de la posmodernidad — t a n t o las apologéticas como las que se atrincheran en el len­ guaje de la repulsión moral y la denuncia— presen­ tan un acusado parecido de familia con las más am- I biciosas generalizaciones sociológicas que, en buena parte al mismo tiempo que ellas, anunciaron el ad­ venimiento o la inauguración de u n tipo de socie- i dad completamente nuevo y a m e n u d o bautizado como «sociedad postindustrial» (Daniel Bell), aun­ que designado también frecuentemente como «so­ ciedad de consumo», «sociedad de los media», 1

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«sociedad de la información», «sociedad electró­ nica» o de las «altas tecnologías», etc. Dichas teo­ rías tienen obviamente la obligación de demostrar, en su propia defensa, que la nueva formación so­ cial en cuestión ya no obedece a las leyes del capi­ talismo clásico, esto es, la primacía de la produc­ ción industrial y la omnipresencia de la lucha de clases, En consecuencia, la tradición marxista ha opuesto una vehemente resistencia a estas teorías, salvo por la honrosa excepción de ErnesLMandel, cuyo libro El capitalismo tardío no intenta mera­ mente analizar la originalidad histórica de esta nue­ va sociedad (que él entiende como una tercera eta­ pa o un tercer momento en la evolución del capital), sino también demostrar que se trata, en todos los niveles, de una fase del capitalismo más pura que cualquiera de los momentos precedentes. Volveré más tarde a este argumento; baste por el momento subrayar una tesis que he defendido con mayor de­ talle en otro lugar : que toda/posición posmoder' nista en el ámbito de la cultura —ya se trate de apo­ logías o de estigmatizaciones— es, también y al mismo tiempo, necesariamente, una tomadejpostura implícita o explícitamente política sobre la na­ turaleza del capitalismo multinacional actual. 2

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