El Perito incógnito y el Curioso aprovechado: Tratado de minería inédito del Virreinato del Río de la Plata. Estudio preliminar, transcripción y glosario por Edberto Oscar Acevedo. 9783964563910

Precioso documento sobre el estado de la minería en el Virreinato del Río de la Plata, hasta hoy inédito, escrito por Fr

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El Perito incógnito y el Curioso aprovechado: Tratado de minería inédito del Virreinato del Río de la Plata. Estudio preliminar, transcripción y glosario por Edberto Oscar Acevedo.
 9783964563910

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INDICE
Presentación
Estudio preliminar
El Perito incognito y el Curioso aprovechado
Glosario

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Francisco de Serra Canals El Perito incógnito y el Curioso aprovechado

teci Textos y estudios coloniales y de la Independencia Editores: Karl Kohut (Universidad Católica de Eichstätt) Sonia V. Rose (Universidad de París-Sorbonne) Vol. 5

Francisco de Serra Canals

El Perito incógnito y el Curioso aprovechado Tratado de minería inédito del Virreinato del Río de la Plata

Estudio preliminar, transcripción y glosario por Edberto Oscar Acevedo

Vervuert - Frankfurt • Iberoamericana - Madrid 1999

Composición tipográfica:

Jutta Spreng Vera Schubert

Die D e u t s c h e B i b l i o t h e k - C I P - E i n h e i t s a u f n a h m e Serra C a n a l s , F r a n c i s c o de : El Perito incògnito y el C u r i o s o a p r o v e c h a d o : T r a t a d o de m i n e r í a inédito del Virreinato del Río de la Plata / F r a n c i s c o de Serra Canals. Estudio preliminar, transcripción y glosario de E d b e r t o Oscar A c e v e d o . - M a d r i d : I b e r o a m e r i c a n a ; F r a n k f u r t am Main : Vervuert, 1999 (Textos y estudios coloniales y de la independencia : Vol. 5) ISBN 84-95107-23-6 (Iberoamericana) ISBN 3-89354-335-X (Vervuert) © Iberoamericana, Madrid 1999 © Vervuert Verlag, F r a n k f u r t am Main 1999 R e s e r v a d o s t o d o s los d e r e c h o s D i s e ñ o de la portada: F e r n a n d o de la Jara Este libro está impreso íntegramente en papel e c o l ó g i c o b l a n q u e a d o sin cloro. I m p r e s o en A l e m a n i a

INDICE Presentación

7

Estudio preliminar

9

I.

Noticia sobre minas

9

II.

Acerca de Serra Canals

III.

Los proyectos mineros y el Estado.

10

Primera época (1777-1783)

16

IV.

Minería y población

18

V.

Complicaciones y decadencia. Segunda época (1784-1798)

29

VI.

Consideración sobre el personaje

49

VII.

La obra

50

VIII. Nuestra edición Bibliografía

57 58

El Perito incógnito y el Curioso aprovechado

63

Dedicatoria

65

Prólogo del Autor

67

Capítulo I

o

71

Capítulo 2

o

79

Capítulo 3

o

81

Capítulo 4

o

85

Capítulo 5

o

90

Capítulo 6

o

98

Capítulo 7 o

102

Capítulo 8

o

106

Capítulo 9

o

110

Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo

10° 11° 12° 13° 14° 15° 16°

111 121 124 129 133 143 147

Capítulo 17° Tabla de los capítulos que contiene este Tratado Láminas

152 159 161

Glosario

179

Presentación Es muy posible que, para la Monarquía española, frente a las necesidades económicas acuciantes, en una época de reformas como era el siglo XVIII hispanoamericano y, más concretamente, ante la disminución y decadencia de la explotación minera altoperuana (que había sido uno de los nervios y soportes de la estructura imperial), cualquier posibilidad en el sentido de hallar nuevas fuentes extractivas podía llegar a ser (y era) vista como muy atrayente. Esto lo sabían tanto los mineros —incansables en sus demandas y pretensiones de ayuda y reconocimiento oficial— cuanto los funcionarios regionales dispuestos, en general, a presentar un cuadro halagüeño a partir de las primeras perspectivas. Resumía el pensamiento oficial este escrito del ministro Gálvez en 1771: "Pues siendo la minería el origen y único manantial de la riqueza numeraria que da espíritu y movimiento a las demás ocupaciones de los hombres y al universal comercio [...], pide de justicia las principales atenciones del gobierno" (cit. por Hernández Sánchez Barba 1958, 450). Por otro lado, si bien la explotación minera en Uspallata (Mendoza) nunca llegó a ser floreciente, hubo interesantes propuestas y dió origen, nada menos, que a El Perito incógnito y el Curioso aprovechado, que considero la primera obra sobre minería y metalurgia escrita en lo que luego sería la República Argentina. Como dos destacados historiadores se han ocupado ya, respectivamente, de la situación de las labores extractivas en Mendoza y de la personalidad de don Francisco Serra Canals, autor de la obra (Martínez 1961; Comadrán Ruiz 1979), declaro que mi intención es presentar todas las ideas y planes de ese infatigable catalán en lo que hace a la minería, para que pueda tenerse un barrunto de sus conocimientos —que luego vertirá en la obra que publicamos— así como también acerca de cuál fue la política oficial sobre ese tema, ambas cuestiones encuadradas en los momentos inmediatamente previos a la redacción de su importante libro.

Estudio preliminar I. Noticia sobre minas Aunque descubiertas hacia 1638, las minas de Uspallata estuvieron sin beneficiar (o sus labores no fueron más que precarias y esporádicas) durante más de un siglo. Pero, por real cédula del 7 de septiembre de 17681, se ordenó fomentar de diversas maneras los trabajos en aquella región de Mendoza. En tal documento, entre otras cuestiones que ya comentaremos, se hacía eco el monarca de la representación que don Francisco Xavier de Olivares había hecho a don Ventura de Santelices como superintendente de Potosí "acerca de lo mucho que importaba fomentar el mineral de Uspallata". Por su parte, el virrey Amat comentaría que, desde 1761, se estaba en la activación de los mineros del cerro de Kempu, "en la Provincia de Cuyo", del rescate de sus pifias, etc., y que —como había informado en carta del 3 de mayo de 1764— cuando había estado en Chile había promovido "los adelantamientos del mineral de Uspallata". Luego, ya virrey peruano, había dado licencia para introducir 80 negros y algunos delincuentes en esas labores y para que llegase el necesario azogue. A la vez, había enviado un beneficiador o perito, con lo que se obtuvo dos piezas de plata en pifia, comprobándose "ser las más ricas y ventajosas platas que hay al presente en aquel reino". Lo que sí consideraba imposible Amat era la reducción forzada de los indios comarcanos propuesta por Olivares para esos trabajos. Sobre todo ello habían informado, además, el presidente de Chile, Guil y Gonzaga, el 11 de diciembre de 1765 y el corregidor de Potosí, Jaime San Just, el 6 de diciembre de 1766. Igualmente, habían escrito al respecto, el minero Francisco Sánchez de Villasana desde Mendoza, el 25 de agosto de ese mismo año y el corregidor de la ciudad, don Félix José de Villalobos, el 17 de mayo de 1767.

1

Archivo General de Indias (en adelante A.G.I.), Buenos Aires, 59.

10

Aunando noticias y criterios y recogiendo los datos más útiles, aquella real cédula del 7 de septiembre de 1768 disponía que se enviara azogue para Uspallata, que el corregidor mendocino interviniera en los pleitos civiles y criminales que allí se produjeran, que se enviaran negros y que todo fuera regulado y controlado por el virrey peruano (Martínez 1961, cap. V). Esta es la situación que va a encontrar y en la que habrá de situarse don Francisco de Serra Canals; como se ve, con algunas promisorias expectativas.

II. Acerca de Serra Canals Nacido en Barcelona, en 1739, era hijo de Antonio de Serra, industrial en tejidos y de una hija o pariente de un socio de aquél, Esteban Canals. Según nos dice en El Perito incógnito (p. 151 del ms.), en la condal ciudad, por 1763, se había aplicado "al arte de ensayador, refina y apartamiento del oro y la plata". Llegó a Mendoza en 1770, de paso para Lima. Parece que se detuvo en nuestra ciudad "con el fin de examinar la ley de los metales que producen las minas de Uspallata". Luego, decidiría establecer allí una compañía "para la labor de aquel mineral y beneficio de sus metales"2. Hacia esta época, ocurrió un levantamiento indígena, por lo que se preparó una expedición de castigo. Serra fue encargado entonces por el cabildo de "la limpieza de las armas que estaban en pésimo estado y [de] la habilitación de las milicias", misión que cumplió eficazmente (Comadrán Ruiz 1979, 10). Pero, además, al poco tiempo, se halló pleiteando por razón de unos peones que había contratado para comenzar las labores

2

Del cabildo. Mendoza, 18 de marzo de 1777. A.G.I. Buenos Aires, 86. Comadrán Ruiz 1979, 9. Es probable que, para este tiempo, ya estuviera casado con María de Fabre, con la que tendría siete hijos.

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mineras3, después de haber logrado la adjudicación de unos "desmontes antiguos y modernos que están fuera de las bocaminas"4. Según Ricardo Donoso, en 1771 Serra se había querellado contra don Juan Martínez de Rosas —hombre fuerte si los había entonces en Mendoza— "por el despojo de la mina Santa Margarita", situada en Uspallata. "Había hecho llegar sus quejas hasta el Rey, alegando de nulidad y agravio un decreto proveído por el corregidor y gobernador de armas de Mendoza, en la causa que seguía" contra el nombrado. La Audiencia de Santiago, "por auto del 14 de enero de 1772, despachó provisión compulsoria y citatoria", pidiendo los autos, y en sentencia del 11 de abril siguiente, declaró que Serra había probado su acción, no así Martínez de Rosas, y adjudicó al demandante la mina en disputa (Donoso 1963, II, 563). Más tarde, hay constancias sueltas de su actividad. En ese 1772, se dice que a Serra y a Francisco Febres se les vendieron en Chile 15 quintales de azogue para el mineral de Uspallata, "con plazo de un año para su paga"5. Ya para entonces, parece que Serra, junto con Antonio Ferramola, debían a Martínez de Rosas, encargado de azogues, 500 libras de este mineral, según contrato firmado el 24 de julio de 1770. Dos años después, Serra y Ferramola eran emplazados a pagar; la deuda había subido y se añadía a la cuenta del primero 1.312 pesos, 4 reales, por otros quintales tomados en Chile6. Parece que Serra viajó —seguramente a Santiago y es posible que a Lima— entre 1773 y 1774. De regreso en Mendoza, se encontró con que, por no haber pagado aquellas cantidades de azogue, estaban o habían sido embargados sus bienes. Para salir de esa situación, decía haber entregado al administrador "dos piedras preciosas

3

Archivo Histórico de Mendoza (en adelante, A.H.M.) Colonial. Carpeta 97. Por ese entonces, Serra nombraba "Hospellata" al sitio de la futura explotación minera. 4 Que pidió el 6 de julio de 1770: se le concedieron tres días después y tomó posesión de ellos el 1 de septiembre. Idem, id. 5 A.H.M. Colonial. Carpeta 97. 6 Idem, id.

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que, por su intrínseco valor, exceden al importe de la expresada partida" (de la deuda)7. De cualquier manera, esto no parecía ser impedimento para nuestro hombre. Por 1774 ya tenía compradas 1.500 cuadras de tierra en Uspallata a doña Mónica Obredor viuda de Pacheco y al convento de San Agustín, y construido un ingenio para laborar minas de oro y plata en "Santa Margarita" y en "Ballejos". El se manifestaba esperanzado en que esa empresa le iba a rendir "porción de metales" que significarían "cientos y más marcos de plata"8. Sin embargo, y aunque se le devolvieron alhajas y bienes, Juan Martínez de Rosas seguía insistiendo en que Serra debía aún 3.050 libras de azogue, a 7 pesos la libra. Lo cierto es que ya había empezado a obtener ganancias el industrioso catalán. En cajas reales, hacia 1777, registraba 26.000 pesos, en distintos géneros, "los que caminan para la [ciudad] de Buenos Aires, caudal sujeto a la compra e internación de 100 negros esclavos"9. Según dirá en la obra que ahora publicamos, habría hecho un viaje a Lima en 1776, pero desconocemos sus entretelones. Que gozaba del favor de la autoridad que entonces había en Mendoza, no lo puede certificar nada mejor que estas palabras del corregidor Jacobo Badarán: "siempre he hallado en él un sujeto cabal, de bella índole, notoria urbanidad, particular talento e integridad"10. Estas condiciones deben de haberle servido para que, desde Chile, se lo nombrara teniente de justicia y juez de minas en Uspallata a partir del 30 de octubre de 1773 (confirmando una designación de Badarán) y, luego, el 14 de septiembre de 1775,

7

Declaración de Serra. Mendoza, 8 de febrero de 1774. A.H.M. Colonial. Carpeta 97. 8 Idem, id. Véase también Comadrán Ruiz 1979, 10. 9 El 28 de abril de 1777 se le concedían seis meses de espera. A.H.M. Colonial. Carpeta 97. 10 Mendoza, 18 de enero de 1777. A.G.I. Buenos Aires, 86. Véase también Comadrán Ruiz 1979, 11.

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superintendente de las obras del Rey y del público de la Provincia de Cuyo11. El cabildo de Mendoza también lo recomendaba al mencionar que se debían a su fatiga y desvelo la plantificación de un ingenio en el mismo valle de Uspallata, a 15 leguas de distancia [...], venciendo las dificultades que parecían insuperables para la conducción de maderas y otros materiales (que no podían llevarse sino en carros) por caminos fragosos [...]; con [lo] que se logró establecer aquella máquina con los edificios y oficinas correspondientes [...]; emprendió el laboreo de minas [...] impendiendo en todo esto los crecidos gastos que son notorios. Pero le faltaba gente y otras proporciones de que carece esta ciudad, no pudiéndose sufragar a proporción de las ideas de este sujeto, que se vió precisado a comprar algunas piezas de esclavos negros para emplearlos en aquel trabajo que siguió algunos años, sin que su eficacia, desvelo y providencias tomadas por los gobernadores, especialmente por el Marqués de Sobremonte, hayan sido suficientes para proveer de los peones que necesita para el fomento de aquel mineral y operaciones del ingenio, sin embargo de lo cual se sacaron muchos marcos de plata. Concluía el cabildo mencionando que Serra era "sujeto de mérito, capaz de desempeñar cualesquiera confianzas"12. Y efectivamente, tenía levantado un ingenio, pero escaseaban los peones para las tareas principales. Hacía Serra la figura de un hombre tesonero y

11 12

De Serra Canals a Sobremonte. s/f. A.G.I. Buenos Aires, 86. Del cabildo. Mendoza, 18 de marzo de 1777. Doc. cit. (Nota N° 2).

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emprendedor, al que no arredraban los inconvenientes. Por eso podía decir el corregidor Badarán que estaba empeñado en alcanzar éxito, "a pesar de la contraria experiencia que, cotidianamente, le han alegado los prácticos del país", por lo que había podido comprobarse "que no es imposible todo lo que parece cuando la ejecución de los proyectos recae en un espíritu como el suyo". Si hasta llegaría a escribir, hiperbólicamente que, con sólo la ayuda de "18 esclavos", había construido "el famoso ingenio que no tendrá parangón en estos países". Es más: afirmará "que de torpes y bisoños operarios con que empezó la citada tarea, ha podido su desvelo sacar a los más de ellos primorosos peones y algún otro excelente beneficiador". Sin tomar en cuenta ahora la dosis de exageración que evidencian esas palabras, preferimos anotar en seguida un punto importante en relación con el tratado de minería que luego iría a redactar Serra, pues se dice que, para alcanzar todo aquello, "le fue preciso dedicarse él mismo a estudiar la facultad del beneficio [de los metales] por haberse hallado, a lo mejor, sin el único beneficiador que había en este país"13. Otro informe acerca de su carácter expresa que era "dócil y de particular urbanidad e integridad" y de "una legalidad grande"14. Serra había obtenido una real cédula (San Ildefonso, 26 de septiembre de 1776) que lo autorizaba a introducir 100 negros esclavos bozales. Pero, en 1778, tenía 34 ó 35 piezas entre varones y hembras15. Por lo demás, su forma de actuar parece haber sido siempre un poco riesgosa, dependiendo de créditos y préstamos. Por 1778, se presentaba Ramón Rosas, abogado de la Audiencia de Chile, solicitando cobrar 2.668 pesos, 6 reales, que Serra y sus fiadores debían 13

De Badarán, Mendoza, 18 de enero de 1777. Doc. cit. (Nota N° 10). Las cursivas en ésta y las citas siguientes son nuestras. 14 Del procurador Pedro Espinóla. Mendoza, 19 de febrero de 1777. A.G.I. Buenos Aires, 86. 15 Declaración de losé Almeida. Mendoza, 16 de junio de 1778. A.H.M. Colonial. Carpeta 97.

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a Juan Martínez de Rosas, su padre. Por eso, volvieron a embargársele sus bienes que ahora consistían en géneros y objetos de la tienda de don Basilio Crúzate (que, al parecer, era su administrador) entre los que había piezas de bretaña, cintas finas de tisú, sortijas, carmesí inglés, zapatos, tijeras, rosarios, etc. Posiblemente, Serra no estaba entonces en la ciudad16. Por este tiempo, él había delineado perfectamente la existencia en Mendoza de un grupo de presión, al que denominaba "las tres casas reinantes de Cuyo", presididas por don Juan Martínez de Rosas, don José Sebastián Sotomayor y don Juan Luis Corvalán (y sus respectivas familias), todos bajo la influencia poderosa y protectora del doctor don José Perfecto de Salas. Era tanta la indignación de Serra ante los turbios manejos de este personaje —que lo perjudicaba en sus intereses y proyectos— que concluía una de sus notas pidiendo no solamente el castigo para ese "duende" o ministro "imperfecto", sino que decía aspiraba a labrar su mérito en Cuyo, siempre que el Rey se dignara "confiar en mi persona el mando de aquella jurisdicción"17. En fin: en 1779 se querellaba contra Nicolás Corvalán por despojo de 21 piezas de esclavos negros. La Audiencia fallaría en su favor en 1784, ordenando se le repusieran (cf. Donoso 1963, II, 564). Hacia 1780, apurado por sus deudas, este hombre —que vivía o tenía tres cuartos en la calle de la Merced (los cuales iban a ser rematados) y que había chocado fuertemente con el ambiente mendocino bastante cerrado en sus capas superiores y muy poco proclive a sus arrestos de renovación económica— exclamará: "¡Oh, Dios mío: porqué tanto me persiguen estas gentes! Ya me parece que

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Actuaciones en Mendoza, 11 de abril de 1778. A.H.N. Colonial. Carpeta

97. 17

El también tendría, al parecer, un protector, pues dice en seguida: "asunto de que se halla bien impuesto el Excelentísimo señor don Victorio de Navia, de quien siendo Vuestra Excelencia servido, podrá informarse". Cf. Donoso 1963, II, 563.

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oigo la suma verdad que dice: Te persiguen porque todas tus opera ciones se dirigen [al] servicio del Rey y del común, claro está"18.

III. Los proyectos mineros y el Estado. Primera época (1777-1783) Interesará, a esta altura, conocer paralelamente qué tipo de intervención tuvieron las autoridades superiores del flamante Virreinato ríoplatense en esta cuestión. Hacia 1777, una carta al virrey Cevallos del oficial real de Mendoza, nuestro conocido Juan Martínez de Rosas, muestra que, para la subsistencia de los minerales de Uspallata, era preciso considerar tres cosas: 1) si era o no posible utilizar indios de mita para trabajar, o familias de naturales, "pues las peonadas de por acá, como son labradores, peones de carretas y arrias, los más se huyen con los salarios"; en su defecto, podría traerse negros; 2) la necesidad de que hubiera plata en las cajas reales para el cambio de pifias o planchas a fin de que el minero tuviese donde venderlas, "sin andar mendigando [a] mercaderes o transeúntes para que se las paguen, quienes, regularmente, los estrechan al menor precio"; 3) que puedan los mineros conducir libremente sus pifias a esta capital.19 Ante esto, el virrey pidió informes al Tribunal de cuentas y al fiscal.20 Contestó el primero por medio de don Francisco de Cabrera, diciendo que le parecía inaccesible el recurso a las mitas de los indios por estar distantes de Uspallata, aunque contemplaba se pudieran sacar algunas familias de la zona norte de Mendoza y de San Juan, como de Corocorto, Las Lagunas y Jáchal; que, a todos, debía atraerlos "el azoguero" Serra Canals "sin violencia"; que así como el virrey peruano Amat había dispuesto, años atrás, que se enviasen delincuentes, Cevallos podría hacer lo mismo, siempre que, de esto,

18 19 20

De Serra Canals a Sobremonte. Doc. cit. (Nota N° 11). Mendoza, 8 de diciembre de 1777. A.G.I. Buenos Aires, 59. Buenos Aires, 16 de diciembre de 1777. A.G.I. Buenos Aires, 59.

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también se encargase Serra. Por lo demás, la cuestión se hallaba aprobada por la real cédula del 7 de septiembre de 1768, que conocemos. En cuanto al segundo punto, decía que se podía hacer y que la Real Hacienda debía habilitar al minero y asegurar el recojo del quinto real, pero el oficial no debía remitir dinero a Buenos Aires sino las planchas o pifias y barras que acopiara. Sobre el tercer punto, afirmaba que lo podían hacer así los mineros si les convenía21. Como el fiscal reprodujo este informe, Cevallos dispuso pasase todo a Junta general de Real Hacienda22. Mientras tanto, el teniente de corregidor y juez de minas de Uspallata, Manuel Martínez Caballero, denunciaba al virrey el "infeliz estado en que se halla este mineral, así por la falta de peones, como [por] el ningún fomento que tenemos cuatro pobres que actualmente trabajamos en dicho mineral", quienes nada conseguían a cambio "de los cortos marcos que salen". Pues siempre se les contestaba "a los pobres mineros: no hay plata" en la Real caja. Sin embargo, afirmaba, "este mineral promete crecidos intereses"23. Agregó Cevallos esta noticia al expediente enviado al Tribunal de cuentas y éste repitió su anterior dictamen. Y la Junta general, que recibió también esto, dispuso que el fiscal diera su parecer24. En esta misma fecha, Serra Canals expondrá su punto de vista, comenzando por decir que Martínez Caballero no se hallaba "tan impuesto en la materia como él", por lo que pasaba a afirmar —de acuerdo con la real cédula de 1768, en que el monarca aprobaba lo proyectado por el virrey Amat sobre la apertura de un banco con suficiente dinero para habilitar a los mineros de Uspallata ya que allí, a diferencia del Perú, no había "mercaderes de plata" que adelantaran numerario a cambio de las pastas o pifias— que se podía instalar esa institución, siempre que tal banco (las mismas cajas reales) rescatara el marco de plata a 7 pesos y 2 reales, "como hasta

21 22 23 24

Buenos Aires, 29 de diciembre de 1777. A.G.I. Buenos Aires, 59. Buenos Aires, 10 de enero de 1778. A.G.I. Buenos Aires, 59. Mendoza, 9 de febrero de 1778. A.G.I. Buenos Aires, 59. Buenos Aires, 4 de abril de 1778. A.G.I. Buenos Aires, 59.

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hoy se ha practicado" y a aquellos que no resultasen habilitados "se les pagaría a 7 pesos, 4 reales marco", descontando siempre el quinto real. A continuación aclaraba: "el rico y famoso mineral de Uspallata no necesita tanto de fondos para su habilitación como de gastadores [peones trabajadores] para el fuerte trabajo", de los que se carecía, salvo que un corregidor recogiera a la gente ociosa —que abundaba— y la obligase al laboreo de minas. Según él, existían vagos y haraganes, mujeres y matrimonios e indios y mestizos con los que, recogidos en el valle de Uspallata, "se lograría el fruto que proponen las leyes 1, 4, 10, tít. 3, Libro 6 o de la Recopilación"25. La última, precisamente, le venía de perlas, pues se refería a formar población de indios cerca de las minas, donde se recojan y sean doctrinados, para que no haya que llevarlos desde lejos "por repartimiento o mitad". Y la ley 17, cap.1526 alude a que se auxilie a los dueños de minas, como la 4 y la 5. A Serra, la experiencia le había mostrado que "el valle de Uspallata es útilísimo y posee todas las proporciones conducentes a una famosa población". Si se verfificaba ésta, "se restablecería la saca de plata"27.

IV. Minería y población Es interesante observar cómo, en su pensamiento, un tema y una tarea en ejecución, la explotación minera, comenzaba a unirse con un proyecto: el de la futura población. Y de qué manera el primero

25

Las leyes 1, 4 y 10 del tít. 3 o , Libro 6 o de la Recopilación se refieren, respectivamente, a "que los indios sean reducidos a poblaciones", "que en cada reducción haya iglesia con puerta y llave" y "que cerca de donde hubiese minas se procure fundar pueblos de indios". 26 Aclaro que alude al tít. 15 (no capítulo) del recientemente citado Libro o 6 , cuya ley 17, como la 4 y la 5 (y aún otras) tratan del "servicio en las minas". 27 De Serra Canals a la Junta, s/f. (posiblemente del 4 de abril de 1778). A.G.I. Buenos Aires, 50.

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—que todavía no ha dado frutos ciertos o de magnitud— parecía ahora subordinarse al segundo que recién se empieza a diseñar, pero que parecería ser la única salida que se encontraba para poder asegurar un conjunto humano fijo, lo que es decir, la mano de obra indispensable para las labores extractivas. Ese vecinadario debería costearse —continuaba Serra— del ramo de Poblaciones, según glosa de la real resolución en capítulo 4 o , N° 25, Tomo I, Librería de Jueces, es decir, interpretando libremente la real cédula que prohibe la imposición de arbitrios a los vasallos sin consulta al Rey. Y apuntaba que esos arbitrios se gastaban "en el inútil fuerte de San Carlos". De cualquier forma, escribía: "Ofrezco verificar el pueblo a mi costa". Una vez concluido, pedía se le resarcieran los gastos impendidos en caseríos e iglesia, sacándolos del ramo citado. Con esto se aseguraría la explotación de ese mineral, el cual "suplirá en parte la decadencia del de Potosí", ya que los de esta zona "en el día se estaban beneficiando de 3 a 5 marcos cajón y los de Uspallata a 14 y 30", con lo que se ve el aumento que tendrían "los reales quintos". Para todo esto, que parece una forma de llamar la atención y un señuelo para que se lo ayudase, concluía con una vuelta a lo concreto, es decir al azogue, elemento esencial para toda explotación y que debía llegar desde España a Buenos Aires, bien que, "por el momento, no hace la mayor falta por hallarse aquel mineral con algún corto repuesto"28. El panorama, como se entenderá, parecía enriquecerse con las observaciones y aportes diversos que se sumaban. El fiscal opinaría que el banco para auxilio de los mineros podía formarse con el dinero que hubiera en las cajas y en la cantidad que esta Junta determinase para ese exclusivo fin. La plata, según él, debía rescatarse a 7 pesos, 2 reales, en Mendoza. Esto, para comenzar. En cuanto al punto 2° del escrito de Serra, expuso que se debían reclutar los vagos y delincuentes en todo Cuyo y en Tucumán para trabajar en las minas. Agregaba que aquel había

28

Idem, id.

20

levantado "un ingenio de almadanetas, capaz de moler más metal en una semana que los trapiches que se han construido en Mendoza en un mes". En su criterio, la Junta debía hacer con Serra "el asiento que previene la ley 9, tít. 5, Libro 4"29. Mientras tanto, el vierrey resolvía que Serra pasara a exponer "los medios más adaptables para la verificación de ambos puntos"30. Ni lerdo ni perezoso, el aludido reafirmará que era evidente la utilidad que iba a prestar el Banco de rescates. Sus fondos podrían ser unos 20.000 pesos, siempre destinados a la habilitación de mineros, repartiendo las cantidades a proporción del entable de la faena que tuviese el interesado, quien deberá presentar, precisamente, toda la plata que redituase su labor al erigido Banco, "en pago de las partidas que tuviesen adelantadas". Insistía en que el rescate fuera a 7 pesos, 2 reales, pero estimaba que serían necesarias unas "ordenanzas sobre que debe girar este tan importante asunto". Y entonces, apuntaba: "presento los adjuntos capítulos que podrán tenerse presentes en la determinación" futura31. No resistimos resumirlos porque, aparte de que se hayan puesto en vigencia o no, muestran al proyectista que era Serra manejando con responsabilidad esta alternativa institucional: "Formación de Ordenanzas conducentes para el buen gobierno de la habilitación del mineral de Uspallata y formación del Banco de rescate" 1. Que esté a cargo del superintendente que se nombre la administración del Banco, con un fondo de 20.000 pesos; llevará un libro de habilitación; constarán en él las partidas que adelantase a los mineros que pidiesen fomento, cuyos valores irán firmados y 29

Buenos Aires, 20 de mayo de 1778. (Fdo.) Dr. Pacheco. A.G.I. Buenos Aires, 59. La ley 9, tít. 5 o , Libro 4 de la Recopilación, dice: "Que el poblador principal tome asiento [i.e. firme contrato o acepte concesión] con cada particular que se registrase para poblar". 30 Buenos Aires, 18 de mayo de 1778. A.G.I. Buenos Aires, 59. 31 De Serra Canals a la Junta. Doc. cit. (Nota N° 27).

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con fiador abonado o, en su defecto, prendas o alhajas que el deudor presentase, mediando tasación, asegurando una quinta parte de su principal; se admitirá en reemplazo hipoteca de casas, haciendas, solares, con intervención de escribano. 2. Si el minero habilitado levanta la labor por dos meses será reconvenido para que entregue y pague la partida adelantada. Si no, se procederá contra sus bienes. Luego, se efectuará almoneda. 3. Todo minero y azoguero deberá entregar toda la plata al Banco, so pena de descamino de todas las partidas, más 25 pesos de multa. 4. A l habilitado por el Banco se le rescatarán las piñas a 7 pesos 2 reales marco y a los no habilitados a 7 pesos, 4 reales, según costumbre del Perú. 5. De todas las partidas de plata que rescatase el Banco satisfará el quinto a Su Majestad, "que ascienda a 9 y Vi% que entregará a las cajas reales". 6. El superintendente consultará con el teniente de dicho mineral sobre las partidas que los mineros pidiesen adelantadas, para que sean arregladas a la labor y peonadas, sin excederse en la habilitación. 7. El superintendente no podrá tener negocio con los mineros sobre habilitación en géneros ni avíos, pues la paga se hará con plata sellada, so pena de suspensión en su cargo. 8. Los mineros fundidores no deberán cesar el fuego de las minas hasta que las planchas o copellas levanten penacho, que es la señal de quedar bien fina y purificada la plata, ni que tampoco el Banco la reciba sin esta demostración. 9. A las piezas de plata piña se les imprimirá un número como marca correspondiente a la partida que el minero tuviese en el libro de habilitación para que todos los años se tomen todas las partidas que cada minero haya entregado y se las coloque otra vez en el horno de refoga hasta que queden bien caldeados y purificados, y después se cotejará su peso. En caso de merma, repondrá el azoguero.

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10. El superintendente llevará entradas y salidas por semanas, y todos los años formará carta-cuenta con razón de los suplementos que haya hecho para ver el ingreso y aumento de fondo del Banco. 11. Al superintendente se le asignará el 1 y Vi % de las cantidades de plata que rescatare del fondo del Banco; si éste aumenta, será suficiente el 1%. Deberá dar fianza. 12. Si esos fondos crecen para abastecer la habilitación, se devolverá el principal de 20.000 pesos al Real haber. 13. Si una vez hecho eso igual hubiese sobrante, lo retirará el Real haber 32 . Continuando con su exposición, Serra dirá que como la explotación de "aquel inagotable mineral" por aquellos "atenuados vasallos" mendocinos no se podía realizar, exclusivamente, "con sólo el espíritu del Banco y sí con la multitud de peonadas que indispensablemente se necesitan", habría que levantar la población comentada, aunque en ella los galpones que servirían para la "aplicación de las mujeres y demás gente [a la] que no se le pudiese dar destino en la labor de minas" no se tasarían, pues él los pagaría "de su cuenta". Todo esto debía hacerse según la ley 1, tít. 12, del Libro 4 o de la Recopilación, que habla del repartimiento de casas, solares y tierras, para que en cuatro años las pudieran vender, etc. Para esto, debía echarse "mano de una corta posesión que los Padres dominicos tienen en aquel valle", la cual, "por razón de necesidad recae al real haber", amén de que en una mensura que se verificó en 1765, quedaron erigidas por aquel juez agrimensor unas treinta cuadras de tierra" para poder asentar la población pensada. Eran tierras "baldías y de Su Majestad", que él ahora pedía "en forma de derecho", según la ley 4 (tierras que podían adjudicar los virreyes siempre que no se perjudicara el derecho de terceros). Solicitaba, además, "unos sitios que llaman la ciénaga de Yangara y dos potreros contiguos a esta, que se denominan la Quebrada del Tigre y Chiquero", hacia el norte, para la cría de ganado. Acerca

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s/f. ni firma. A.G.I. Buenos Aires, 59.

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del salario a pagar a esa gente, ofrecía cumplir lo dispuesto en Ordenanzas del Perú (cf. Martire 1979); para los de los obrajes, la paga que se previene en el tít. 3, Libro 2 de las citadas Ordenanzas, y para los peones que llaman barreteros, se les abonaría conforme a la Ord. 16, tít. 10, Libro 3 o . A los demás, paga y comida según la 17 del mismo código. Insistía en el reclutamiento de gente necesaria para las labores mineras, según leyes 3 y 4, tít. 4, Libro 7, y 13, tít. 19, Libro 4 de la Recopilación33. En suma, que esta población laboral formada por vagos y delincuentes "de no mayor delito" (ley 4, tít. 5, Libro 7) más indios y negros y mulatos, formaría la base del futuro asiento minero de ese lugar34. Hasta ese tiempo, Uspallata no era asiento de ninguna población fija o estable. Intentos de colonización del lugar —importante sitio de paso o comunicación en la ruta a Chile— habíanse registrado desde el siglo XVI, con encomiendas y mercedes reales, más algunas estancias con ganado. Los indios habían sido catequizados, ocasionalmente, sobre todo por los jesuítas, pero lo que más parecía importar y atraer eran las posibilidades mineras. Al irse los jesuítas, los padres dominicos habían levantado, en la fundición, una capilla dedicada a San Pedro de Verona y los agustinos habían construido una similar en Paramillos, lugar muy cercano. Pero, ahora, se trataba de otra cosa o, por lo menos, de algo de más enjundia y seriedad en cuanto a proyecto. Ante esta avalancha de proposiciones y solicitaciones, el virrey Vértiz pidió entonces informe al contador de Oruro, don Blas Gascón, quien se encontraba a la sazón en Buenos Aires. Sujeto de experiencia en estos trances, va a responder que debía auxiliarse a

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Leyes 3 y 4, tít. 4, Libro 1° de la Recopilación. Respectivamente: "Que los virreyes y justicias procuren aplicar a los españoles ociosos al trabajo". "Que los españoles, mestizos e indios vagabundos sean reducidos a pueblos, y los huérfanos y desamparados donde se críen". Y la ley 13, tít. 19, del Libro 4°: "Que los españoles, mestizos, negros y mulatos libres sean inducidos a trabajar en las minas". 34 De Serra Canals a la Junta. Doc. cit. (Nota N° 27).

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Serra Canals con los fueros y exenciones establecidas por la ley 11, tít. 5, Libro 4, y por la 6, tít. 6, del mismo Libro afirmando, además, que veía como necesaria la erección de un banco en Uspallata. En cuanto a fundición, como allí no la había, se podrían llevar los marcos a fundir a Santiago de Chile. Exponía que si se descubrían las vetas anunciadas, comenzarían las riquezas inagotables de la Monarquía española y que el intento de Serra "podrá hacer antes de mucho más ruido que el socavón del cerro de Potosí". Por tanto, en su concepto, era merecedor de apoyo ese proyecto, al que ponía bajo un símil excesivo pero guiado por su afán de que se arriesgara en el plan: no consistió en otra cosa el descubrimiento de las Indias, recordaba, sino en haber querido la Católica Señora Reina Doña Isabel, gloria de España, favorecer a Colón35. En vista de todo lo anterior, el virrey, evaluando la importancia del asunto planteado en cuanto explotación minera con perspectivas, así como también "lo que tiene de falible esta esperanza y las dificultades que presenta la situación del país", más "la falta de práctica y conocimiento de sus naturales en las artes [...], y la falta de caudales" y que, en "las providencias con que, a su efecto, debe ocurrirse, tienen dos capitales y embarazosos objetivos": uno, la provisión de gentes idóneas para el trabajo "de minas, y el otro, la del auxilio pecuniario que se necesita tanto para los mineros como para la venta o rescate de las platas". Y como no había en Cuyo personas como los mercaderes de plata del Perú, ni caudales, "y teniendo en cuenta que a los mineros de Potosí se les había cobrado en azogue" los dineros confiados para sus habilitaciones, más el hecho de tener que poner "precio a las pastas antes de examinar su ley por el ensaye" lo cual —"pese a las precauciones de Serra [¿en sus Ordenanzas?]— puede prestarse a fraudes", por lo que no parecía "que se pueda hacer a costa de la real hacienda", mandaba:

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Buenos Aires, 26 de octubre de 1778. A.G.I. Buenos Aires, 59. Cf. Acevedo 1998.

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— que se junten las gentes para labrar las minas de Uspallata y se forme y edifique la población que propone Serra; — que éste afiance —según la ley 6, tít. 5, Libro 4 de la Recopilación— los gastos de esa villa, que se le pagarán del ramo de Poblaciones y que, dentro de dos años, como máximo, deberá tener "situados y avecindados" en ella, por lo menos treinta vecinos, cada uno con casa y animales (según la ley, 10 vacas, 4 bueyes —o 2 bueyes y 2 novillos— y 1 yegua, 20 ovejas, gallinas y gallo). De no hacerlo, perderá 1.000 pesos de oro que se le sacarán de sus bienes o de sus fiadores; todo para la población, según la ley 1, tít. 7, del Libro 436. Había además que modificar el plano, agregando casa para el concejo y cárcel, ejido y dehesas y tierras de regadío (según leyes 7, 13 y 14, tít. 7)37. Se llevaría registro de pobladores (leyes 18 y 19) y de caudales y se designaría cura y demás autoridades. La villa se llamaría San Carlos de Uspallata. Todo lo anterior, por supuesto, estaba sujeto a confirmación de ese superior gobierno y de Su Majestad. Los potreros se concedían a Serra por el tiempo de la real voluntad, según la ley 4, tít. 12,

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Dice esa ley: "Que las nuevas poblaciones se funden con las calidades de esta ley. Acerca del plano con que se iba a trazar exponía el virrey que debía modificarse el diseño de la plaza, y en cuanto a las casas reales, tiendas y edificios para propios, resolvía que de allí debían salir las calles, con 600 pies de largo y 400 de ancho, con casas para los vecinos y que se corrigiera el error "cometido así en la traza de esta ciudad, como en todas o las más de las poblaciones de esta América meridional en los rumbos de las calles con gran inconveniente de los habitantes de ellas", por lo que debía disponer" que los ángulos y esquinas debían mirar a los cuatro vientos y no las calles, para que todas reciban el sol". (Fdo. Vértiz) Buenos Aires, 16 de enero de 1779. A.G.I. Buenos Aires, 50. Véase "Plano de Uspallata" en Martínez 1961 frente p. 136. 37 Leyes 7, 13 y 14, tít. 7, Libro 4, respectivamente: "Que el territorio se divida entre el que hiciere la capitulación y los pobladores, como se ordena". "Que se señale ejido competente para el pueblo". "Que se señale dehesas y tierras para propios".

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Libro 438. Se urgía la colaboración de las justicias de Cuyo, Córdoba, Tucumán y Paraguay para que destinaran los delincuentes condenados a penas de servicio (ley 4, tít. 5, Libro 7)39 y se ordenaba que los vagabundos de cualquier origen fueran remitidos a Uspallata por la fuerza. Debía abrirse sala de fundición de metales y se iba a nombrar un ensayador40. Serra pidió en este año al superintendente de real hacienda don Manuel Ignacio Fernández que mandara despachar 100 quintales de azogue para Uspallata y a él, concretamente, 6 cajones41. Por esa razón, ese funcionario solicitó manifestase su parecer, otra vez, a don Blas Gascón, quien respondería que tal envío era una "providencia muy necesaria" porque, sin azogue, "ninguno puede pensar en trabajar las minas". Así lo había hecho siempre el supremo gobierno y si bien en el Cuzco, La Paz y Arequipa no se trabajaban antes minas, sin embargo, por ser tierra de vetas y a fin de provocar a las gentes a su trabajo, siempre ha mantenido azogue en las cajas respectivas". En cuanto a la petición personal de Serra, decía no saber con qué fin solicitaba esos 6 cajones (i.e. unos 9 quintales y con precio de 500 pesos) porque ni aquí ni en Buenos Aires le servían, ni le daba alguna ventaja conducirlo a su costa, ni le saldrían más baratos ni se sabía si su ingenio podía servir de hipoteca. Pero, si el intendente no mandaba los 100 cajones, que se le dieran esos 6 a Serra. Y si se enviaban aquellos, éste podía tomar lo que necesitase42. El fiscal opinó que debía enviarse azogue, pero que no se le hiciera una venta particular a Serra "por no parecer regular", re-

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Ley 4, tít. 12, Libro 4: "Que los virreyes puedan dar tierras y solares a los que fueren a poblar". 39 Ley 4, tít. 5, Libro 7: "Que los negros y mulatos libres trabajen en las minas y sean condenados a ellas por los delitos que cometieren". 40 (Fdo. Vértiz). Buenos Aires, 16 de enero de 1779. Doc. cit. (Nota N° 36). 41 Buenos Aires, 5 de marzo de 1779. A.H.M. Colonial. Carpeta 89. 42 Buenos Aires, 8 de marzo de 1779. A.G.I. Lima, 1352. Y A.H.M. Colonial, Carpeta 89.

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produciendo el final de la nota del oficial real de Oruro consultado, agregando que nada decía él sobre cantidad de plata para el Banco ni de quintales de azogue "porque no tiene noción alguna de los mecanismos que se usan en estos beneficios"43. Finalmente, Fernández resolvió que se solicitaran conductores del mayor abono para transportar 100 quintales de azogue, dirigidos al oficial real de Mendoza, para que los vendiera al minero Serra y demás solicitantes, negocio sobre el cual se le daría una instrucción separada. Después, se iba a establecer la fundición "siempre que el número de metalarios o mineros acreditara permanencia de las extracciones" y en Mendoza, se debían acopiar caudales que rindiesen las cajas sufragáneas para empezar a formar el banco proyectado44. De acuerdo con esto, unos meses después, ordenaba Fernández al oficial real mendocino que retuviera en su poder los caudales de las cajas de esa ciudad, San Juan y San Luis, pero que se suspendiera el establecimiento del Banco de rescates "y que los mineros fueran a Mendoza a vender sus metales, y no a los particulares, ni que tampoco se trate de casa de fundición en Uspallata ni en Mendoza". Todo obedecía a la necesidad de no pensionar —es decir, no gravar— a la Real Hacienda45. En su Memoria de 1784, el virrey Vértiz diría que como "la riqueza de la tierra [era] el nervio principal para su conservación", resultaba importante no descuidar los trabajos que se efectuaban en Uspallata, sobre todo "por la mucha ley de sus metales ya ensayados". Agregaba que sobre esta explotación se había informado el 6 de agosto de 1779, como así también respecto de "la población que en el valle de este nombre y como necesaria al mismo fin propuso hacer —y aseguró con fiador— don Francisco Senra [sic] Canals", todo lo que encontraba abundantemente justificado por la legislación

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(Fdo. Dr. Carrancio). Buenos Aires, 22 de marzo de 1779. A.H.M. Colonial, Carpeta 89. 44 Buenos Aires, 16 de abril de 1779. A.H.M. Colonial. Carpeta 89. 45 Buenos Aires, 8 de junio de 1779. A.G.I. Lima, 1352.

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conocida. Terminaba diciendo que de todo el asunto se hallaba encargado el gobernador intendente, Marqués de Sobremonte, "como que aquella mina pertenece a su distrito" (Memorias 1945, 125). Con posterioridad, se afirmará que Serra Canals, "minero principal", se hallaba en descubierto (esto es, debía) todo el azogue que se le había dado con fianzas por cuenta de la remesa que había hecho el asentista Pedro Andrés de Azagra, "como consta de autos seguidos en el Juzgado de este corregidor"46. Y respecto de 22 cajones recibidos en la Contaduría de Mendoza, también se comentará: "siendo el único minero don Francisco Serra y Canals, que se halla al presente en la suya de Uspallata, y éste no haber ocurrido hasta ahora por azogue alguno..." 47 . Hasta aquí, podríamos decir que Serra, aunque con serias dificultades derivadas, para mí, de su escasez de fondos, ha comenzado las tareas de beneficiador de metales en Uspallata. Tenía ingenio, finca, alfalfares, algunos esclavos, y, probablemente, otros negocios. Pero había empezado a depender de la ayuda oficial, tanto para el abastecimiento de azogue cuanto para los más ambiciosos proyectos, como el banco o la fundición. Y encima, se había comprometido a levantar un pueblo, lo que parecía esencial para las labores mineras, pero que representaba otra clase de empresa con serias dificultades, como había advertido acertadamente el virrey. Y, por si esto fuera poco, entre 1780 y 1783 había acometido otra obra importante para la región, cual fue la "saca" del río Tunuyán para unir con el Desaguadero... 48 .

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Mendoza, 9 de enero de 1781 (Copiador de correspondencia). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 47 Mendoza, 18 de noviembre de 1783 (Copiador de correspondencia). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 48 Todos los antecedentes en Martínez 1961, 72-80.

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V. Complicaciones y decadencia. Segunda época (1784-1798) A partir del gobierno del Marqués de Sobremonte en la Intendencia de Córdoba del Tucumán, y, más concretamente, de la visita que realizara a Mendoza, podríamos establecer un nuevo período en los proyectos mineros de Serra Canals. En efecto, el intendente hablará, de manera general, sobre la "fertilidad del país" [Mendoza] a la que se agregaba "la multitud de minas de plata, oro, cobre, plomo y hasta de alquitrán" que allí había, aunque esa "misma fertilidad" era el impedimento de su laboreo, decía, ya que, "teniendo los hombres tan a mano su sustento, nada se aplican al trabajo y es negocio arduo el encontrar peones para ellas ni para otras faenas de los hacendados". Las minas de plata "descubiertas, están en las montañas inmediatas al valle de Uspallata", al noroeste de la capital, Mendoza; las de oro "se hallan también allí, pero no de mucha ley". En cuanto a las de plata, repetía que su calidad era "excelente", pero que poco se trabajaban por la razón antes expuesta y, también, por la "pobreza del vecindario". Esto lo había llevado a poner el mayor empeño en fomentar "la población que don Francisco de Serra Canals contrató en dicho valle", el cual mostraba "proporciones para ello, con el fin de tener a mano gentes para las labores, criadas en aquel clima, que es más frío que el de Mendoza por estar al pie de la cordillera". El había dictado varias providencias "para animar" a los que ya tenían algunas minas en explotación y, decía que "se va rescatando en aquellas cajas reales", con la esperanza puesta en que se consiguiera un buen facultativo o beneficiador y, a la vez, que se prestasen caudales a los que a eso se dedicasen. Concluía: "he procurado se les habiliten los trapiches y aun les he dejado modelos que solicité de los mejores para el efecto"49. Con todo, podríamos afirmar que, desde comienzos de 1784 habían ido creciendo los problemas y las dificultades. La extracción

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Sobremonte a Loreto. Córdoba, 6 de noviembre de 1785. Visita de la Provincia. En: Torre Revello 1946, Apéndice N° 3.

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era escasa; apenas se usaba el azogue. El oficial real de Mendoza informaba a Fernández que se había llamado a Serra y éste había dicho "que su Majestad tiene ordenado el que se tengan azogues en este paraje por el conocimiento de que hay mineral" y que se debía dar al primero que lo solicitara o, si no, venderlo en Chile 50 . Luego, con respecto a las posibles fundición y callana, dirán los funcionarios de la contaduría de Mendoza que, por ahora, parecía poco probable que se instalaran, "por hallarse suspensas y sin giro alguno las labores de las minas de Uspallata". Agregaban: El único minero que se ha aplicado a este trabajo y que tiene ingenio con todos los aperos y útiles necesarios, es Francisco Serra y Canals, sujeto hábil e inteligente en el beneficio de los metales, [pero que] se halla por todos medios destituido de poder trabajarlas 51 . Por esto, se resolvería detener "por ahora" el establecimiento de fundición y callana; estimular a Serra pagándole "el marco de plata a 7 pesos, 4 reales (siendo de la ley de 12 dineros menos uno o dos granos") y que quedara en Mendoza la mitad de los 22 cajones de azogue y la otra se vendiera en Chile52. Precisamente, hacia este país había partido Serra en junio de 1784. Pensaba volver apenas se abriera la cordillera 53 . Pensando siempre en estimular a Serra con respecto a la población futura de Uspallata, Sobremonte le escribía avisándole que habían llegado a Buenos Aires 83 personas entre indias y párvulos, apresadas en el interior, más allá de Salinas de Santa Isabel (donde

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Mendoza, 11 de enero de 1784 (Copiador de correspondencia). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 51 Mendoza, 3 de julio de 1784 (1). (Copiador de correspondencia). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 52 Mendoza, 3 de julio de 1784 (2). (Copiador de correspondencia). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 53 Mendoza, 23 de julio de 1784. De un año a esta parte, sólo se habían sacado 300 marcos de plata. A.H.M. Colonial. Carpeta 95.

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habían muerto 93 indios). Era probable que otra expedición, salida de Córdoba, pudiera haber aprehendido varios indios más. Todos eran candidatos a ser remitidos para vivir en el futuro pueblo minero. Por lo tanto, Serra debía asistir a la Junta que se haría en Mendoza con el comandante José Francisco Amigorena y José Antonio Palacios (nuevo oficial real) para ver y tratar acerca del asentamiento de esas familias indígenas, su educación y demás, así como también sobre si se podrían llevar otras desde Misiones. Esto, y el tema de cómo se podría asegurar a los indios, "si lo será el tenerlos con cadena o braga que no les impida el trabajo fuerte del mineral". Además enviaba al oficial Gaspar Lozano la Real Ordenanza de Minería de Nueva España (del 22 de mayo de 1783) para que tuviera presente lo mandado en el art. 11 de la real cédula del 5 de agosto de ese año agregada a la Ordenanza de Intendente, en el que se disponía examinar sobre el terreno y con los mineros cuáles reglas contenidas en el corpus mexicano eran adaptables a sus empresas54. Pero debía tenerse presente, también, que la Real Ordenanza de Intendentes apuntaba en su art. 56 que todos los sujetos inquietos y de mal vivir tenían que aplicarse al trabajo de las minas y, por el 135, que los intendentes cuidaran que en sus provincias se observasen las Ordenanzas que regían en el Perú (claro, esto era antes de dictarse la Ordenanza de Nueva España). (Cf. Acevedo 1959, 74). Corresponde hacer ahora una importante aclaración. Serra había escrito un mes antes exponiendo que no podía verificiar su propuesta de construir el pueblo de Uspallata debido al "corto rédito del ramo de Poblaciones", que "no llega a soportar el mero interés de un tres por ciento de lo que pedía el principal de la obra y habilitación de pobladores", agregando que los vagos y ociosos eran escasamente útiles, pues "poco prueban al yugo minerativo". Para la población proyectada, deberían sacarse dos familias de cada uno de los 37 pueblos de las misiones guaranís. El clima — "temperamen-

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Buenos Aires, 24 de mayo de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50.

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to"— de Uspallata, "con corta diferencia, es paralelo de aquella región, pues contando 35 grados no tiene que extrañar la naturaleza". Añadía que ya había tenido y experimentado con algunos y que otros se habían instalado bien en Montevideo. Declaramos no entender bien esto, pues parece que Serra o exageraba a sabiendas o simplemente, mentía. ¿Era por necesidad que igualaba climas y desechaba trastornos y sufrimientos? En fin; pedía 3.000 vacas, ofrecía el trabajo de un hijo suyo de 22 años que había estudiado desde los 7 en el colegio de los P.P. Esculapios y seguido la Academia y Matemáticas en Barcelona y con todo y a pesar de las dificultades, parecía renacer en él aquel optimismo de los primeros tiempos, al decir que los obrajes "se hallan en la más apetecida perfección, como que puedan [sic] poner tres cajones de harinas diarias en beneficio, mediante el corriente ingenio de almadanetas y trapiche por sutil, que acabo de construir"55. En presencia de ese escrito, Sobremonte dirá a Gaspar Lozano que lo expuesto por Serra debía ser resuelto por la superioridad; remitíale copia del mismo para que se tratara en la junta que se iba a reunir en Mendoza y le ordenaba que, mientras tanto, junto con Amigorena, hicieran un reconocimiento del terreno para ver las posibilidades propuestas por Serra. Es posible —decía el intendente— que éste no tenga "las facultades para llevar adelante su propuesta" y, de ser así, en la Junta debía pensarse en otros medios56. El oficial Lozano le responderá que Serra había viajado a Chile con su familia y que había prometido regresar en la próxima apertura de la cordillera. Era su parecer que el minero había formulado una proposición "sin facultades y totalmente sin arbitrios para esta empresa", aunque debía reconocerse que tampoco ayudaba la generalizada pobreza de Mendoza. Añadía que, de ese modo u otro, se

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Mendoza, 28 de abril de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50. Buenos Aires, 10 de junio de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50.

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haría la reunión con Amigorena y el provisto ministro de real hacienda, Palacios57. Dicha junta se formalizó el 10 de julio de 1784. Sus tres componentes (Serra ausente) dirán que no ha adelantado la explotación minera de Uspallata por falta de arbitrios y "posibles" en Mendoza y por no haber sujetos expertos. De cualquier manera, afirmarían que convenía dar principio a la población. Y como la propuesta de Serra había sido aprobada según contrato firmado con el virrey el 16 de enero de 1779, bajo fianzas que aquél había dado en Buenos Aires, "más un mil pesos de oro de pena" (aunque ahora había dicho no poder cumplirla), se veía como conveniente "que tome a su cargo la conducta y dirección de esta obra, porque tiene conocimientos en arquitectura y también en construir ingenios". En cuanto al grupo humano y su habitat, debería formularse un plan de gastos y suplir la real hacienda lo que hiciera falta hasta que el intendente destinara el ramo del que saldrían las sumas a invertir. Pero, mientras tanto, debía suspenderse la llegada de esos indios cautivos, porque parecía que para dar principio a la población había que contar con que Uspallata, como lugar, carecía de todas las ventajas de que hablaba Serra y lo único cierto era su limitada extensión, lo rígido del clima, la escasez de agua, la poca fertilidad para la siembra de granos, etc. ¿Qué era Uspallata entonces? La "población se reduce a una capilla pequeña y casi arruinada. La casa en que habita don Francisco Serra y trabajó para vivir él, con dos viviendas en que se comprenden los cortos alfalfares" y otra casa o rancho donde moraba el maestro de postas, "sin otra población alguna". Es decir que había que levantar habitáculos antes de trasladar a los indios, como se pensaba, comenzando por el acarreo de materiales. Lo rígido del clima para los naturales de otra zona iba a obligarles, en el invierno, a que se fueran de Mendoza. En cuanto a la afirmación de que

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Mendoza, 30 de junio de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50.

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el temperamento de Uspallata fuera igual al de Misiones, "por estar en un mismo paralelo", se hacía "más que difícil de creer". Con todo, decían, "en el día no hay más labor ni otro ingenio que el de don Francisco Serra, el que está del todo suspenso". A pesar de esto su dueño "ha vivido en la firme creencia" del éxito en la extracción, "sin prever lo que tiene de falible esta esperanza". Es más, afirmaban que, hasta ese momento, no había hecho otra cosa que presentar en los tribunales "la utilidad que resultará"; por eso había proyectado la población, pedido que llegasen azogues, que se pusiese un banco de rescates, fundición y callana, "como si, efectivamente, se hallase el mineral en estado boyante". ¿Y qué resultaba? Que "la experiencia ha hecho ver lo contrario", pues, aunque se habían remitido 67 cajones de azogue por la Intendencia general para el fomento del mineral de Uspallata, "no se logró su efecto ni la venta de una libra después de tres años que tuvo de demora en esta real caja" y, finalmente, se mandó que el azogue pasase a Chile, lo que se cumplió. (De otra partida, con 22 cajones, igual a 33 quintales, la mitad ya había salido con el mismo destino). En resumen: no se veía de dónde podrían salir los fondos, pese a la insistencia de Serra— teniendo en cuenta que el ramo de Poblaciones se aplicaba al fuerte de San Carlos, con 25 hombres y un comandante 58 . Un mes después, en Buenos Aires, se decidía esperar a que Serra completase con su exposición este expediente, pero se ordenaba que, previamente, se efectuase el reconocimiento personal de los terrenos para la población, con planos y presupuesto de costos59. Es importante, para redondear el panorama, apuntar que en noviembre de ese 1784, el cabildo de Mendoza se dirigirá a Sobremonte indicándole que, por la lista adjunta, podía verse el incremento que estaba tomando la explotación minera. Daba nombres como los de Juan Antonio Aragues quien, con Gerónimo Rodríguez, tenían una mina de oro y otra de plata; Juan Antonio Sarmiento y

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Mendoza, 10 de julio de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50. Buenos Aires, 10 de agosto de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50.

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Agustín Puebla, otra mina de oro y de plata; Gregorio Encinas, una mina de cobre; Tomás Suárez y Santos Ventos, tres minas de plata; Ventura Camilo, una mina de oro; Fermín Martínez de Virgala, una mina de cobre y otra de plomo; Francisco Gallardo, una mina de oro y otra de plata; Miguel y Mauricio Robles, una mina de oro; Antonio Allende, una de plata y Antonio González otra de plata. Pedía, para favorecer y ampliar los trabajos, que llegara gente a Mendoza y, sobre todo, peritos, y decía que se tenían cajones de oro pero que les faltaba "método a esos mineros" para beneficiar los metales60. La respuesta de Sobremonte no se hizo esperar, demostrando gran satisfacción por esas noticias alentadoras. A la par, aprovechaba para indicar al ayuntamiento medocino que, para dar licencias de explotación, debía tener presente lo indicado en las leyes 1 y 2, del tít. 19 del Libro 8 de la Recopilación, siempre que se adaptasen las condiciones a la Ordenanza de Minería de Nueva España. Y que procurase que fueran desde Chile los facultativos necesarios, mientras llegaban los de Europa. Por último, que a los presidiarios trabajadores tenían que pagárseles 1 real diario61. A fines de ese año, Palacios con Pedro Oscáriz (reemplazante de Lozano) y Amigorena dirán, antes de que compareciese Serra, haber pasado "oficio político a los alcaldes ordinarios" de Mendoza para que reuniesen a todos los mineros, tanto antiguos como nuevos, a fin de exponerles las ventajas del plan del gobernador intendente. Al principio, no hubo respuesta (¿ni interés?) de parte de los convocados; luego, se los citó para el día 24 de diciembre en el valle de Uspallata, donde debían acordar "lo más preciso para el laboreo". Mientras tanto, se dispuso que no se extrageran piñas de plata de esa jurisdicción sin que antes se presentase en las reales cajas. Esto se publicó por bando el 18 de enero de 178562.

60 61 62

Mendoza, 13 de noviembre de 1784, A.G.I. Buenos Aires, 50. Córdoba, 26 de noviembre de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50. (Fdo. Esc. Pedro Simón Videla). A.G.I. Buenos Aires, 50.

36

Sobremonte, entusiasmado, escribía a Gálvez, lleno de esperanzas en que todos esos establecimientos constituyeran "a aquel lugar en un real de minas de la mayor consideración, pues ni es dudable la riqueza que encierran aquellos terrenos ni la sobresaliente ley de sus metales"63. Para fines de ese mes de enero, Serra aún no había llegado. Se le reclamaba y urgía su regreso y su concurrencia a la Junta proyectada64. José Antonio Palacio le escribía que era necesaria su presencia "para que, con su dictamen, se esclarezcan y resuelvan todos los puntos que penden de ella", según marcaban "las disposiciones del expresado gobernador"65. Entre tanto, los miembros de la Junta se disponen a hacer el reconocimiento del valle de Uspallata y de sus minas con los mejores prácticos. En el acuerdo tenido el 4 de febrero, expusieron que habían visto y recorrido "el citado valle en todas sus partes, y observado su corrida situación, aguadas, cerros", etc. Que, como tal, corre desde la desembocadura del río de Mendoza hasta el boquete que forman los cerros nombrados los Tambillos66. Mientras se seguía en la espera de Serra y corrían doce largos días, se produjo la reunión con los mineros a quienes se les leyeron las disposiciones y sugerencias de Sobremonte que apuntaban a activar las labores. A ello respondieron con estas noticias:

63

Córdoba, 6 de enero de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50. Uspallata, 27 de enero de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50. 65 Mendoza, 16 de febrero de 1785. A.H.M. Colonial. Carpeta 98. 66 Sigue una breve e interesante descripción que, entre cerros y arroyos, sitúa el ingenio y molino fabricados por Serra Canals y la población pensada, sobre la cual se opina, "estaría mejor situada en la planicie al norte del ingenio, a pocas cuadras de él". Mendoza, 17 de diciembre de 1784. A.G.I. Buenos Aires, 50. El plano está reproducido en Martínez 1961, frente a pág. 128. 64

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Mineros

Minas

Calidad

Rendimiento

Berndo. y Juan Ant. Sarmiento

de plata Rosario y Belén

Soroche

fundido: 1 marco por quintal67

Dionisio Juárez (barretero)

mina en Belén

plancha de plata

Miguel Gerónimo Santa Gertrudis

30 marcos por cajón

Ant. Allende y Juan Pereyra

35 marcos por cajón 60 marcos por cajón

San Nicolás y San José

Ant. Morales del Rosario (maestro herrero)

igual calidad que los Sarmiento

Francisco Serra Canals

esperan información

Santa Margarita Vallejos

Todos coincidieron en la falta de operarios y en que deberían beneficiarse con azogue68. Y sigue lo más importante, como conclusión anotada por los miembros de la Junta: "No se encuentran más sujetos que al presente tengan labores en las minas"; había muchas "abandonadas y desiertas"69. ¿En qué quedamos? ¿No acababa de citar el cabildo a otros como Aragues y Rodríguez, Encinas, Suárez, Ventos, Camilo, Martínez de Virgala, Robles, González y demás?

67

"pero que, ligada con el metal de la de Belén que es guía seca, produce a razón de 2 marcos por quintal, o cien por cajón". Reunión del 5 de febrero de 1785. Buenos Aires, 50. 68 Idem, id. 69 Entre estas, ya trabajadas, están la Mina grande, en la corrida de Santa Margarita, que trabajaron Villasana y Francisco Escalante; la vetilla de San Romualdo, por Juan Corvalán y la de los Caveros. Estas últimas, de 30 años a esta parte. Idem, id.

38

¿No indica esto una tremenda precariedad e inestabilidad en esos trabajos? Entonces, ¿para qué hacerse tantas ilusiones70? Por fin, el 18 de febrero de 1785 se realiza la Junta de Población y Minas de Uspallata, con Palacios, Oscáriz, Vicente Ximénez (comandante de armas) y Amigorena (comandante de fronteras) y nuestro hombre, don Francisco de Serra Canals (cuyo arribo a Uspallata se había producido el 13). Este sigue con su idea acerca de la necesaria población a levantar, "pero con distinto modo de adelantarla, por hallarse en un estado menos ventajoso de cumplir en la actualidad". Esto dio origen a que la Junta le pidiera que pusiese por escrito sus ideas. Dejando de lado que lo dicho era un reconocimiento tácito de que no le había ido bien en sus labores de minero, Serra se concretó, así intimado, a insistir en varios puntos. Por ejemplo: que fueran a Uspallata familias de indios guaraníes "mansos" algunos de los cuales debían saber carpintería, otros ser albañiles o herreros o tallistas, que se aplicara a Uspallata el ramo de Poblaciones y no al inútil fuerte de San Carlos (si dijo esto así, hubiera sido interesante verle la cara a Amigorena). En resumen, han transcurrido casi dos años en discusiones sobre la futura población de Uspallata y nada se ha empezado a concretar. Agreguemos que Serra se hallaba enemistado con el ex contador Lozano quien, según él, había hecho fracasar su obra del río Tunuyán. Como conclusión, yo diría que si económicamente le había ido mal a Serra, social y políticamente parecían no resultarle mejor las cosas, toda vez que se ganaba enemigos con rapidez.

70

Además, se presentaron Santiago Benso, natural de Génova, "con tres clases de metales de distintas minas, a saber: uno paco, otro negrillo y el restante acerado", sacados de la estancia de la Cruz, enfrente del cerro de platas y cerro pelado. Declaró no tener fondos para trabajar esas minas. También compareció Ventura Nilo, que había pedido licencia para trabajar una mina en el Valle de Uco. Y, por fin, Francisco Gallardo, que había descubierto una de plata en el Cepillo, al oeste del fuerte de San Carlos. Idem, id.

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Dada la insistencia de Serra, en que se debía comprar ganados, en que don Juan de Santander desalojara unos potreros (¿otro lío?) y en que para los primeros gastos del asentamiento se necesitarían unos 5.000 pesos que podrían sacarse del ramo de Temporalidades con calidad de reintegro 71 , resolvió la Junta en acuerdo tres puntos: 1) buscar medios para formar la población propuesta; 2) encontrar el modo de establecerla con gentes capaces; y 3) fomentar el laboreo de minas. Se dijo entonces que, para lo primero, debían entregarse a Serra los indios vagos y delincuentes a fin de que trabajasen tanto en la población cuanto en las minas, pero manteniéndolos a su costa y con el "pasto espiritual" que les brindaría un sacerdote. La población, así, debía levantarse a sus expensas y "a dirección de su ingenio" pero —he aquí otra novedad— con el apoyo de la mitad del destacamento veterano que se hallara en Mendoza 72 . Serra pedía se le anticiparan ganados, que compraría con los 7.000 pesos que debía y tenía que pagar el ex administrador del ramo de Poblaciones, don Juan de Gamboa, y que lo que faltare se agregase del ramo de Temporalidades. Todo lo que sigue en su escrito es una lucubración sobre la comercialización de los vinos que se podría hacer comprándolos el Estado a los productores y vendiéndolo después, con lo que se obtendría, según él, una ganancia de 40.000 pesos que se podrían aplicar a Uspallata y San Carlos. Indicaba varios cambios acerca de la pensada población. Hablaba de construir 50 casas para indios misioneros y otras tantas para trabajadores y hacía cálculos. Así, suponía que se gastarían 8.000 pesos en la traída de indios, 5.000 en la construcción de viviendas y 2.500 en los auxilios para el viaje de aquéllos. Total: 13.500 pesos que, restados de los 20.000 (mitad de los 40.000 de ganancias comerciales por el vino: adjudicándose la otra parte a San Carlos) harían que

71

Escrito de Serra. Mendoza, 25 de febrero de 1785. A.G.I. Buenos Aires,

72

Mendoza, 25 de febrero de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50.

50.

40

aun quedaran 6.500 pesos para invertir en sacerdotes, pago de alimentos, etc. El se pondría al frente de todos los trabajos73. Si la Junta había destacado en Serra su aplicación, actividad, celo y constancia, otro tanto hacía el cabildo mendocino apuntando, a requerimiento de Sobremonte, que era muy adaptable la población planeada en Uspallata, que se le debían entregar a aquél los 7.000 pesos de Gamboa más otros 5.000 de Temporalidades. Pero, respecto de su "especioso proyecto de la compra de vinos" —acerca del cual decía que "ya insinuó este cabildo a Su Majestad como el único que se ofrecía ventajoso a los efectos que ahora se promueven"— aceptaba algunos precios propuestos por el minero pero modificaba otros74. Dos meses largos después, en Córdoba, Sobremonte ordenaría se sacase copia de todo esto para enviar al Rey y al virrey de Buenos Aires75. En la descripción de su visita a Mendoza, el intendente diría que las minas de plata de Uspallata eran excelentes y las de oro no demostraban tener mucha ley, pero que faltaban "los ánimos" para trabajarlas. Además, se debía fomentar la población proyectada por Serra Canals "con el fin de tener a mano gente para las labores". Estas aumentarían "si se logra facultativo y avío de caudal para los que se dediquen a ellas". Al presente, escribía, había "cantidad de metales para moler" y él había "procurado se les habiliten sus trapiches". Para esto, siguiendo el modelo de la Ordenanza de Minería de Nueva España", había dado precisas instrucciones a los alcaldes. Terminaba comentando que el cobre que se había descubierto era de muy buena calidad76. Y al virrey, Marqués de Loreto, con la misma fecha, dirá que la población diseñada en Uspallata podía "atraer ventajas" para las labores mineras si los habitantes lograban habituarse al "clima frío

73 74 75 76

Mendoza, Mendoza, Córdoba, Córdoba,

9 de mayo de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50. 18 de mayo de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50. 30 de julio de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50. 6 de noviembre de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50.

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y rígido". Agregará que ofrecía bastante seguridad el presidio pensado pues, con sólo una "regular vigilancia" les sería sumamente difícil fugarse a los allí recluidos. Empero, no debía pensarse en reunir muchos indios infieles, "particularmente aquellos de edad que son más expuestos a sublevarse para buscar su libertad: pueden ser más útiles los jóvenes, mujeres y párvulos" que suman hasta 40 ó 50 personas, las cuales, con otras tantas familias de indios guaraníes servirían para dar inicio a esa población. En cuanto a las minas de plata, reiteraba en que "son de la mejor ley, pero las de oro no prometen tenerla grande". Para moler, se contaba con dos trapiches: uno de Serra Canals en Uspallata y otro que había en Mendoza pero se carecía de un "beneficiador hábil que extraiga los metales sin el desperdicio que ocasiona la ignorancia". Las vetas de cobre, vuelve a repetir, parecen ser excelentes. Para empezar las construcciones del pueblo y las casas fuertes "para custodiar vagos, delincuentes o indios que se destinen como forzados", podría comenzarse por poner una crujía en el mismo asiento de minas (a fin de tener la gente a mano en las labores) y otra en la población, o sea, en el valle, "que distará seis leguas de la primera". Ya había dispuesto la ayuda "del destacamento veterano y otros auxilios para contener la gente que allí se le fuese enviando". Confiaba en recobrar esos 7.000 pesos de Gamboa pertenecientes al ramo de Poblaciones y los 5.000 que se pedían al de Temporalidades. La población se consolidaría en dos o tres años pero, para esto, iba a ser necesario ayudar a las familias pobladoras "con un socorro diario como se dio a las que vinieron de España para la costa patagónica", o en su defecto, tomar algo de la Renta de Naipes la cual, en la Provincia, ascendía a 3.000 pesos al año. Pero, cuidado: entendía que las facultades a otorgar a Serra Canals debían modificarse, "pues la dirección y título que suele abrogarse de superintendente de estas obras es indebido"; había que tratarlo sólo "como mero contratante, habiendo en el día gobernador intendente en la Provincia a quien por toda razón corresponde este conocimiento" y era quien lo promovía "como lo manda su propio empleo". Por tales razones él, Sobremonte, iba a quedarse en Mendoza todo

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el tiempo que fuera necesario "para vigorizar estas ideas", si así lo permitía el virrey77. Digamos también que el rescate de la plata se cumplía en las reales cajas y, en lo referente a ese grupo militar y sus funciones, que el intendente dió comisión al capitán Vicente Ximénez —comandante ya nombrado por nosotros— para que, acompañado por un cuerpo militar integrado por un sargento y nueve soldados, custodiara "a los presidiarios que se destinaran a las labores de las minas de Uspallata hasta el número que pueda subsistir". Se le señalaban varias prescripciones, que ya hemos detallado en otro trabajo (Acevedo 1959, 72-73). Más importante que esto será saber que Sobremonte dictó unas detalladas instrucciones destinadas a formalizar la extracción minera en ese lugar "bajo las reglas de la Real Ordenanza de Minería de Nueva España del 22 de mayo de 1783".Ya sabemos que ésta se había pasado a los gobernadores intendentes para que la comunicaran a los reales asientos de minas a fin de que allí "se observen las ventajas de su adopción definitiva, debiendo informar sobre sus resultas al Rey, por la vía reservada de Indias". A su turno, Sobremonte había remitido esa Ordenanza a los oficiales reales de Mendoza pero, hasta que se establecieran en el territorio rioplatense la Diputación de Minería y el Real Tribunal que aquélla creaba, procedió a dictar un conjunto de artículos que enmarcaban legalmente todos los aspectos de esa actividad, sujeta a la vigilancia de los alcaldes de Mendoza, comenzando por decir que por cuanto la distancia al paraje en que se halla el lavadero necesita de un juez pedáneo que exista en él o sus inmediaciones, he nombrado para que sirva este encargo a don Francisco Serra Canals, cuyas facultades serán las de hacer sumarias en los crímenes que se cometan y remitir los reos, conocer en demandas verbales hasta en cantidad de cincuenta pesos, impedir los desórdenes y

77

Córdoba, 6 de noviembre de 1785. A.G.I. Buenos Aires, 50.

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ofensas a Dios nuestro Señor, celar que no haya juegos de envite, robos, heridas, quimeras, amancebamientos públicos, embriagueces, concurso de mujeres perdidas y otros excesos de esta especie, jurando el cargo y quedando anotado en los libros de cabildo, como correspondiente para dar razón de su conducta en cualquier caso de residencia; y en este concepto, se le ha de despachar el correspondiente título78. Agregaba el futuro virrey que este juez era subordinando o "dependiente o diputado de los alcaldes de Mendoza a quienes se les reservaba, como verdaderos jueces de minas, "el conocimiento en el señalamiento de estacas y pertenencias de los lavaderos y vetas [...], con intervención de los ministros de real hacienda"79. Serra Canals se presentó el 11 de junio de 1785 ante el cabildo mendocino, manifestando su título de juez pedáneo. Se le recibió el juramento de práctica y "quedó en posesión de dicho empleo" 80 . ¿Podría verse una aparente contradicción entre ese nombramiento del 13 de mayo de ese año dado a Serra de juez pedáneo y el hecho de que el 6 de noviembre el intendente no le adjudicara el oficio de superintendente de las obras de la población de Uspallata? En realidad no, pues lo apoyaba y destacaba como minero emprendedor, pero entendía ser él, Sobremonte, el verdadero impulsor de la fundación de Uspallata, vistos los inconvenientes que tenía Serra para cumplir con sus promesas. Con posterioridad, dirá éste que tuvo ese título hasta 1791 y que, el 5 de diciembre de ese año, el teniente y asesor de Sobremonte, don Nicolás Pérez del Viso, lo designó "juez privativo de aquellas minas y su distrito, con inhibición de las justicias ordinarias en todos los negocios pertenecientes a lo gubernativo, directivo y eco-

78

Mendoza, 13 de mayo de 1785. Art. I o . A . H . M . Colonial. Carpeta 98.

79

Idem, id. Art. 2 o . El resto del articulado se encuentra transcripto en

Acevedo 1959, 75ss. 80

A . H . M . Colonial. Actas capitulares. Carpeta 16.

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nómico de minería". Pero siempre hará constar que en ninguno de estos cargos había percibido sueldo y que había actuado en ellos "sin más interés que el pedir que rezasen a las ánimas del Purgatorio"81 . Todo lo que va a seguir, en resumen, no parecerá más que un compendio de lo hasta aquí expuesto, dado que la actividad de Serra Canals como minero parecería concluir hacia 1790. Luego, otras empresas (y otros conflictos) lo atraerán, entre ellas, la mencionada saca del río Tunuyán (hasta 1788), la saca de las Lagunas de Guanacache (1789-1800) y, fundamentalmente, el puente a construir sobre el río Desaguadero (1782... 1792... 1794...) con largo pleito con el cabildo y personajes de Mendoza desde 1800 a 1806 por lo menos, originado en el derecho de pontazgo. En esas tareas, y por ellas, durante años, Serra viviría nuevas complicaciones de todo tipo, pero fundamentalmente, económicas, judiciales y sociales. Sus labores como minero, en consecuencia, iban a pasar a segundo término y, con ellas, su preocupación por fundar en Uspallata. Pero esto no ocurriría de golpe. Veamos. Por ese 1785, en Mendoza, Sobremonte había dado posesión a Serra de la veta La Mina Grande que había sido de Francisco Villasana82, lo que sería confirmado en una inspección posterior, probablemente de 1790 ó 179183. Y, a la vez, remitía muestras de cobre para ser analizadas en España84. Pero, ante el pedido del mismo gobernador intendente sobre que se hiciese un cálculo del consumo anual de azogues en el laboreo de

81

A Sobremonte. s/f. A.G.I. Buenos Aires, 86. Mendoza, 14 de mayo de 1785. Tomó posesión el 18. A.H.M. Colonial. Carpeta 97. 83 A.H.M. Colonial. Carpeta 98. 84 Córdoba, 6 de diciembre de 1785. Analizadas por el catedrático de Química, Pedro Gutiérrez Bueno, contestó "que el mineral del oes-noroeste debe beneficiarse pues, repetido el ensaye, ha dado un 14% de cobre puro; en cambio, el del norte es piedra arcillosa mezclada con malaquita y produjo un x h % de cobre; merece abandonarse". Madrid, 3 de enero de 1790. A.G.I. Lima, 1352. 82

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Uspallata, los oficiales reales contestábanle diciendo que ya habían informado que Serra Canals pedía se le enviase urgentemente ese producto pues, sino, "tal vez paren los beneficios con perjuicio de la caja e interesados, que claman por este ingrediente, con conformidad a los precios últimamente dispuestos.85 Un mes después, informaban que había en almacenes 64 quintales de azogue porque, de la remesa última de 68, Serra había sacado 4. Añadían que creían que él le iba a dar el total consumo, pero que les había expuesto que le ha faltado la gente precisa a sus beneficios, y sólo ha verificado los pocos que se infieren por aquella corta cantidad; ha cesado la venta de este efecto por ahora hasta que, en el verano, se restablezcan los beneficios con mejores auxilios, según tiene expuesto dicho Serra86. Es importante constatar que en 1779 y en 1783, el precio del azogue se había mantenido constante en 60 pesos el quintal y que, en este 1786, ha subido a 86 pesos, 2 reales. Esto también puede haber influido en la decadencia de las labores87. Por eso, en 1787, Pedro Espinóla y Juan de Godoy, vecinos de Mendoza, le dirán a Sobremonte que se dedicarían al beneficio de las minas si se les daban fondos de la Real Hacienda88. Esta situación de iliquidez y carencia de caudales se repetirá hasta el cansancio. O sea: el azogue se vendía poco o nada en esa región, "no como en Chile o Potosí", dirán los oficiales reales.

85

Mendoza, 8 de febrero de 1786 (Copiador de correspondencia 17861792). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 86 Mendoza, 23 de junio de 1786 (Copiador de correspondencia 1786-1792) A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 87 Mendoza, 28 de enero de 1788. (Copiador de correspondencia 17861792). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 88 Mendoza, 6 de agosto de 1786 y 6 de mayo de 1787. A.G.I. Lima, 1352.

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Aquí, si estos minerales no se fomentan, no saldrá un cajón de azogue en todo el año; ¿Qué quiere usted que se arbitre? A Vuestra Señoría no se le oculta que los más de los muy pocos mineros que trabajan en esta sólo extraen el metal de fundición y que aun estas pequeñas labores no se verificarán si no fuera quitando puentes y estribos porque, para lo demás [es decir, para organizar una extracción minera con todos los requerimientos] no hay uno que tenga fundamento89. Falta de brazos, no hay capitales, no llegan técnicos, no se organiza la labor como para que se use el necesario azogue (el cual, ha subido de precio): ¿qué más se puede pedir? He aquí, condensado, el problema y, tal vez, la explicación —junto con la escasez en su rendimiento— del porqué de la desaparición progresiva de Serra Canals en el escenario de la minería de Uspallata. Tiempo después, el virrey Marqués de Loreto decía que a los mineros de aquella zona "quizá convendría atenderlos" en alguna parte "para fomentarlos", siempre que no resultara perjudicada la Real Hacienda y dado que sus "empresas y trabajos" podían "resultar en beneficio del Erario y del Estado". Pero en cuanto a lo solicitado por Godoy y Espinóla, que solamente trataban de trabajar minas de cobre, acerca de que lo obtenido en la extracción se los comprara la Real Hacienda y ésta lo transportara a España, consideraba que era una propuesta "inconveniente y arriesgada" porque, si se aceptaban esas condiciones, todos se dedicarían al cobre y no habría quien trabajara en la extracción de la plata90. Por tratarse de un documento trunco y sin fecha —pero que, por el sello, pertenece a 1790 ó 1791— insertamos noticias de una inspección que se efectuó por "su merced" a las minas nombradas 89

Mendoza, 30 de diciembre de 1788. (Copiador de correspondencia 17861792). A.H.M. Colonial. Carpeta 95. 90 De Loreto a Valdés. Buenos Aires, 25 de noviembre de 1789. En: Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza [Buenos Aires] IV (1927; ap. 1936) 140-141.

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Santa Ana, la Compañía y Santa Margarita, "pertenecientes a don Francisco Serra Canals y, entrando en ellas [...] se encontraron varios frontones y piques y en corriente trabajo, con cuatro socavones —dos a pique y dos a frontón— a cuerpo de cerro"; el ancho de cada una era de una vara y sus profundidades de más de cuarenta estados. Trabajaban cuatro barreteros y cuatro apiris. Sus metales eran pacos. Su beneficio por azogue daba de catorce a dieciseis marcos de plata. Se observó que no se acataba la Ordenanza (de Minería) "en los principios de sus labores por faltarles los puentes y estribos que asegurasen la subsistencia", lo cual había sido reparado actualmente. Se le mantuvo en su posesión. Se le previno "la escrupulosa observancia" de la Ordenanza, así como también que "fuesen satisfechos y mantenidos los peones y sirvientes, como confesaron y se demostró se hallaban, y la obligación de éstos"91. Creemos, sin arriesgar mucho, que este texto revela que era muy escaso el trabajo en la explotación de Serra Canals. Años más tarde, el mismo Sobremonte —siempre tan interesado en el fomento de Uspallata— comentaba haber recibido una representación de varios mineros pidiendo se instalase el Banco de Avíos o Habilitaciones. Pero se sacaba prontamente el lazo de encima pasando todo a la Junta superior de Real Hacienda que era la que podía resolver92. En ese mismo año 1791, el virrey Arredondo se refería a los "atrasos de aquella población" (Mendoza) y su campaña apuntando, entre las cosas que ayudarían a su recuperación, "el fomento y laboreo de las minas de Uspallata". Agregaba que estas no habían progresado por falta de fondos y de inteligentes. Refería lo que sabemos: que Sobremonte había instado a los mineros dándoles noticia de las nuevas máquinas que los técnicos alemanes estaban construyendo en Potosí. Añadía que en Uspallata había empezado don Ramón Sáez a realizar experimentos "en unas brozas de metales casi despreciables" por medio "de una máquina de dos barriles,

91 92

(Fdo. José Lagos) A.H.M. Colonial. Carpeta 98. Mendoza, 15 de setiembre de 1791. A.H.M. Colonial. Carpeta 93.

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construida a imitación de las de Potosí, con poco costo y menos conocimiento, y su correspondiente trapiche", que había hecho cuatro experimentos en esas brozas "por no arriesgar los mejores metales" y que le habían producido a razón de 6, 7 y 8 marcos por cajón. Tras estos buenos resultados había continuado con los metales llamados de pintería, habiendo sacado de 16 quintales de harina 26 libras de pella en 16 horas de trabajo de la máquina (unos 30 marcos por cajón). Con todo, volvía a remachar sobre algo conocido y dicho ya muchas veces: se necesitaba que el Rey auxiliase con un fondo de la Real Hacienda en Mendoza de 20.000 pesos "para fomentar con él a los vecinos que quieran dedicarse al laboreo". Es más: diría que sería beneficioso que allí hubiese callana y fundición. Y para no quedarse en puras solicitudes y proyectos, ordenó Arredondo que se remitieran 200 quintales de azogue a Mendoza y que "un facultativo minero alemán discípulo de Nordenflich" fuera enviado a esa ciudad por el virrey de Lima. Pero —concluía— lo principal era que llegasen aquellos caudales para los mineros, como ya había pedido su antecesor, Loreto, el 25 de noviembre de 178993. En fin; por 1797, se reconocía "el empeño" que Serra Canals había puesto en todas sus operaciones, "aunque con la desgracia de habérsele sucitado embarazo, que ha impedido el buen efecto de algunas"94. Con estos datos, nos atreveríamos a calcular que, para ese tiempo, ya Serra había abandonado el trabajo concreto de explotación minera en Uspallata, que le atraían otras actividades, que vivía con otras preocupaciones y que pronto se trasladaría a Buenos Aires para seguir de cerca las cuestiones litigiosas que se le habían ido planteando al chocar con varios contradictores en sus progresistas proyectos y obras. Este debe haber sido el tiempo en que, con apun-

93

A Pedro de Lerena. Buenos Aires, 26 de marzo de 1791. A.G.I. Buenos Aires, 78. 94 Cordoba, 15 de febrero de 1797. A.G.I. Buenos Aires, 86.

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tes y reflexiones, reuniendo experiencia con conocimientos teóricos y prácticos, maduró y escribió el texto que ahora publicamos.

VI. Consideración sobre el personaje Antes de pasar a tratar del libro de Serra, querríamos decir dos palabras acerca de la imagen que nos hemos ido formando de este individuo, por lo menos hasta 1790. Hombre tozudo pero legalista, que se metió a minero en Uspallata porque vio buenas perspectivas económicas, que ya conocía el oficio pues era inteligente y hábil, pero que, al intentar conseguir sus fines —y no solamente económicos— chocaría con inconvenientes como: a) falta de medios propios o, por lo menos, carecer de una gran solvencia; b) escasa ayuda oficial concreta, más bien promesas y palabras alentadoras; c) ningún apoyo social (y económico) poderoso en Mendoza; d) dificultades o complicaciones insuperables de sus propios planteamientos (clase de operarios, terrenos, imposibilidad de establecer instituciones de crédito: banco de rescates, sala de fundición, etc.). Arriesgado y empedernido, ofreció levantar el pueblo de Uspallata porque dióse cuenta de que, sin un asentamiento humano estable, era imposible realizar los trabajos de explotación proyectados. Esto, en un primer momento. Después, se echaría para atrás, porque todo parecería complicársele. El había dicho: "quien obra con conocimiento, rara vez tropieza con la imprudencia" y, a la verdad, que conocimientos teóricos y prácticos tenía —como lo prueba, acabadamente, la obra que escribió— pero, si nos aplicamos concretamente a la minería, podríamos decir que su empresa fracasó o, lo que es lo mismo, que casi nunca anduvo bien. ¿Era un perseguido por el infortunio? ¿O uno de esos a los que se les debe aplicar aquello de que "el que mucho abarca poco aprieta"? ¿O, simplemente, alguien cuyos buenos propósitos se veían superados por las dificultades? ¿Porqué se metía en tantas cosas a la vez (minería, puentes, irrigación, etc.)? ¿Sería porque pensaba que lo que fuera obteniendo como ganancia en una obra podría ser

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invertido en la otra? Al mismo tiempo, ¿no tendría una veta de utopista o imaginativo víctima de su propio mito que lo convencía de poder impulsar grandes cosas (explotaciones mineras, población de Uspallata, traída de indígenas lejanos, etc.)? Creemos que no debe tachárselo de tal sino —aun admitiendo lo difícil que es siempre definir a un hombre y más cuando no ha triunfado— como un individuo emprendedor, aventurero y hasta pionero proyectista que, tal vez, se equivocó en las coyunturas posibles, creyéndolas más fáciles y tratando de vencer obstáculos insalvables en esos tiempos en que, sin la ayuda imprescindible del Estado no podían salir a flote sus emprendimientos (aunque debe reconocerse que, hasta el día de hoy, la explotación minera —que siempre es lenta y requiere grandes inversiones durante años— sigue estando casi en pañales en Mendoza). En fin; con todo, no dejó de ser, siempre, animoso y optimista. Por eso pudo escribir aquello de: "Débese contar por uno de los infelices, aquél que se ve abatido de los infortunios, originados de la constancia y vivo celo de servir a Su Señor natural y al común". Y como prueba de que, todavía a los 60 años, seguía pensando en que podía ser útil por sus obras o sus empresas, Serra Canals, acertadamente, escribiría las interesantes páginas de El Perito incógnito y el Curioso aprovechado que son el mejor testimonio de un individuo emprendedor, incansable, preocupado e ingenioso pero que, como autor, quedaría relegado a la posteridad.

VII. La obra En el Archivo General de Indias, de Sevilla, Sección V, Audiencia de Buenos Aires, Legajo 441, se hallaba hace unos años un ejemplar de El Perito incógnito y el Curioso aprovechado, manuscrito de 175 páginas, de 21 cms. por 15 cms., encuadernado en piel, con decoración de hierros dorados en el lomo, con 1 h. bl., 6 h. Pról., más —después del texto con 17 capítulos— 2 h. con índice y 8 ilustraciones. Se encuentra, actualmente, en la Sección Mapas y Planos,

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Libros Manuscritos, 23. Su data: Buenos Aires, 4 de febrero de 1799. Es una obra que, en forma dialogada —método que el autor, don Francisco Serra Canals seguiría en otra suya, titulada El celo del español y el indiano instruido— pretende ser un tratado práctico de minería y, especialmente, de la extracción y beneficio de la plata. ¿Porqué escribió Serra esta obra? Él mismo lo dijo en 1801, estando en Buenos Aires: "con objeto de adelantar las labores de las minas, he tenido el honor de escribir y dedicar a Vuestra Majestad..." (ver nota 97). Y, en la dedicatoria, escribió que su "asunto [i.e. contenido] es dar una breve pero suficiente instrucción para el beneficio de metales de plata". Las suyas serán "nociones generales" con el fin de "instruir, desde los principios [i.e. comienzos] en el arte, naturaleza, circunstancias y versación en el laboreo de minas" para darles "luces a los que, por primera vez, tratan de instruirse" en esta cuestión (Prólogo). También expresará que, como los conocimientos de ese arte están en poder de "ciertos beneficiadores" que, contentándose con poseerlos no los difunden "ni cuidan de hacer partícipes de esta tan útil y precisa instrucción a los muchos que la necesitan", con ese fin y aun sabiendo todo lo que había aportado el libro de Alonso Barba Arte de los metales (Madrid, 1640), su propia "experiencia y continuada práctica" lo autorizaban a redactar, "por un método sencillo, claro y metódico", la suya, "para poder instruir en el arte del beneficio" a "toda persona de mediana inteligencia". Por otra parte, circulaba también "la grande obra titulada Elementos de Mineralogía" en la que se hacía "el examen más prolijo" de "la física experimental para el conocimiento de todas las sustancias del reino mineral"; pero ésta no arrojaba "ninguna luz [...] que sea provechosa acerca del beneficio de los metales de plata" (Prólogo). Esperaba que los peritos no despreciarían su obra, bien que, de preferencia, ella iba dirigida, repetía, "a todos aquellos que no se hallan perfectamente impuestos de un arte tan delicado" (ibíd.).

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En cuanto a cómo está escrita, expresará que "es una obra producida sin aliño95 y en un estilo cerril" y, además, "desinteresada", hecha en obsequio del Rey por quien, confiesa que "sólo la razón de minero es, para mí, título suficiente de recomendación" (Dedicatoria). Se creía habilitado para exponer su saber y, así, podía escribir en 1801, comentando haber sido juez diputado de minas en Uspallata durante 26 años: Esta práctica, Señor, y continuas tareas me han proporcionado los conocimientos necesarios para discernir las calidades de los metales de plata y las mayores ideas para su más pronto y provechoso beneficio y disposición de nuevas máquinas útiles al mayor adelantamiento de la minería. He tratado, igualmente, de la proporción de azogues que consulten beneficiar los innumerables metales que el crecido precio de este ingrediente no permite su aprovechamiento como lo comprenderá Vuestra Majestad96. Solicitaba humildemente que el monarca aceptase su libro, añadiendo a aquel título de minero que tenía a gala, el de azoguero antiguo, de restaurador y habilitador del mineral de San Lorenzo de Uspallata en la Provincia de Cuyo, de beneficiador de las varias clases de metales de plata, de

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Usará, igualmente, la expresión "sin aliño" cuando se refiera a su otra obra, ya citada. 96 Continúa: "si se digna hacerse leer la obra que, con objeto de adelantar las labores de las minas, he tenido el honor de escribir y dedicar a Vuestra Majestad, la cual, con su informe, dirige a vuestras reales manos este Virrey, Marqués de Avilés". Buenos Aires. 8 de abril de 1801. Ya en 1777, se decía que él se había ocupado de la explotación minera, "enseñando el método y forma de beneficiar los metales, estudiando la facultad del beneficio". Mendoza, 19 de febrero de 1777. (Fdo. Pedro Espinola). Todo, en A.G.I. Buenos Aires, 86.

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inventor de algunas máquinas de ventajosa utilidad y, en fin, el de haber gastado muchos años y consumido mis pocos haberes en tan penosas tareas (Dedicatoria). Aclarado todo esto, en la Dedicatoria o Envío y en el Prólogo en el que Serra Canals —es decir, el Perito, ya comienza a exponer su saber como enfrentando y dialogando con el Curioso, al decir: "No pienses, Curioso, que mi aplicación y pericia presume aventajar a la que poseen..."— cabe agregar que, a partir del Capítulo I van hablando ambos como si, realmente, estuvieran entrando en una boca mina. Allí nomás, comienzan las explicaciones y demostraciones, por ejemplo: qué es una mina (p. 4)97, qué el soroche o puna, etc., y el autor, por medio del diálogo, va introduciendo al lector, primero en la simple curiosidad (y hasta en la ilusoria ambición) acerca de la posible riqueza a descubrir y, luego, en el trabajo mismo que se hacía en las minas en cuanto a vetas, socavones y demás. No negamos que algunas páginas constituyan tediosas descripciones y comentarios sobre los diversos métodos practicados para el beneficio de la plata, su extracción y sus variados tratamientos. Pero, en medio de ellas, hallará el lector datos interesantes relativos, por ejemplo, a cuántos obreros ocupaba una labor de minería, sus sueldos, las ganancias que se podían obtener de la explotación de un yacimiento, etc. A partir de la pág. 22, se destaca la importancia del empleo del azogue y de la sal; luego se describe una máquina de almadanetas y se la ilustra (p. 28) haciéndose todos los comentarios sobre el trabajo con las harinas o argamasa en las canchas, las distintas formas en que actúa el azogue según sus proporciones, los agregados de ceniza, estiércoles, cal, etc., que deben hacérsele, los repasos que hay que darles a los cuerpos que se van formando, cómo se los pisa diariamente para que se mezclen bien sus componentes, los distintos

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El número de página, colocado entre paréntesis después de ésta y las próximas citas, remite a la paginación del manuscrito.

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grados de calor o frío que pueden presentar los metales, cómo, al fin, el azogue recoge la plata, etc., etc. Esto hasta el Capítulo 5. Sigue el empleo del plomo para los metales pacos (p. 54 y ss.) y el de los negrillos que, por lo común, necesitan ser tratados por el fuego (p. 61 y ss.). Todo lo relativo a la fundición por medio de hornos está en p. 74 y ss., así como el beneficio de la plata por el cocimiento (p. 78 y ss.). Más adelante, se dedica el Perito a comentar el nuevo método de los mineros alemanes usado en Potosí en 1790, conocido por máquinas de toneles (Capítulo 10). El autor formula sus apreciaciones criteriosamente, deslindando lo que de progreso trajo este procedimiento pero, a la vez, exponiendo sus críticas y, en fin, la razón del fracaso que acompañó a ese experimento. Con todo, reconocerá el avance extraordinario del beneficio por toneles y explicará porqué se oponían a él muchos peritos beneficiadores (p. 81 y ss.) Claro que, muy pronto, va a hacer la comparación del sistema empleado (e inventado) por él mismo para Uspallata, de otra máquina de toneles o trapiche, cuya descripción se hace, así como se vuelve a insistir en la gran necesidad de azogue. Después de haber tratado los distintos sistemas para la obtención de la plata, pasa a considerar el beneficio del oro (p. 96 y ss.), distinguiendo la obtención de los placeres o aventaderos y volviendo a recalcar las ventajas de la máquina de toneles. Un aspecto especial concede la obra al tema de las visitas a las minas (p. 101 y ss.), indicando el autor que deberían hacerlas los peritos mineros y no los ministros de justicia. El Capítulo 12 va dedicado, en seguida, al azogue: su extracción en España y en América; su importación, precios, posible libertad de comercialización y demás (p. 107 y ss.). La citada obra Elementos de mineralogía es analizada críticamente por sus aportes y su utilidad en la física, aunque contribuye muy poco, según Serra Canals, para el beneficio de los metales de plata (p. 117 y ss.). Este asunto lo lleva a incursionar en una defensa de los mineros españoles y sus métodos ante el extranjerizante criterio favorable a los sajones.

55 Continúa luego dando noticia de todos los yacimientos mineros situados en Ecuador, Perú, el Río de la Plata (con especial mención de Potosí, San Luis, San Juan y, naturalmente de Uspallata), además de Chile (p. 125 y ss.). Esto le sirve para comentar ligeramente algunas situaciones y recoger noticias fantásticas sobre riquezas en tierras de indios (como el "Reino del Gran Paititi"), pero reconoce que esto lo ha sacado "de un manuscrito fecho a principios del pasado último siglo" (p. 131). Destaco lo que parecería confirmar nuestra presunción respecto de que Serra había abandonado años antes sus trabajos extractivos. Dice en p. 143: En la jurisdicción de Mendoza se halla el mineral de Uspallata, en el cerro de San Lorenzo, con una multitud de vetas de metales pacos y otros de fundición, cuyas labores no se han profundizado a causa de que los naturales de dicha Provincia son poco afectos a la labor de minas. Tras haber tratado superficialmente sobre "el genio de los indios", (p. 140), dedica el Capítulo 15 a la diferente consideración que hacen del trabajo en las minas los americanos y los peninsulares. Si bien para España cita a varios autores que probarían que desde antiguo hubo explotaciones mineras, reconoce que sus coterráneos se aplican más a la agricultura y la labranza, o a las artes y manufacturas y a las letras o a las armas. En cambio, en este Nuevo Mundo sucede todo lo contrario; los patricios tienen poco a qué aplicarse (según el vulgar modo de pensar); los padres de familia no tienen más giro que dar a sus hijos que el comercio; las letras no tienen más que dos destinos: muchos frailes (pero pocos verdaderos religiosos); la abogacía está en su punto, pues para cada pleito hay seis letrados; la labranza más es arte y ocupación de las mujeres que de los hombres; trabajar en artes y oficios mecánicos esto sólo se ve en los esclavos y en personas de cuasi igual naturaleza, de modo que una vana

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preocupación de que están poseídos, un entusiasmo y fanatismo les retrae de toda debida aplicación (p. 147). De ahí que una salida común, en América, era inclinarse al "noble arte de la minería" (p. 148). Destaquemos, en todo caso, que en páginas anteriores (103-104) ha citado el artículo 6 de la Ordenanza de Minería, en el que se habla de premiar los méritos de los dedicados a estas faenas. El capítulo 16 está referido al fósforo como material de iluminación, su preparación y la conveniencia de su empleo en reemplazo de las velas en el interior de los socavones (p. 153 y ss.). El último capítulo contiene una serie de curiosos datos sobre preparaciones secretas, "traducidos del idioma francés y alemán", esto es, un recetario acerca de cómo formar metales parecidos al oro y a la plata, cómo aumentar la proporción de plata que tenga el plomo, cómo hacer más fuerte o, al revés, ablandar el hierro, cómo cambiar la plata en oro, etc. La obra concluye con el consabido Indice o Tabla de los capítulos que la componen; pero, a continuación, siguen las ocho láminas con sus leyendas y aclaraciones correspondientes y respectivas (y que nosotros también reproducimos para el lector) 98 .

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Un último dato interesante queremos agregar sobre esta obra y su autor. En el volumen III de La minería Hispana e Iberoamericana (Sexto Congreso Internacional de Minería. Bibliografía. León, Cátedra de San Isidoro 1970, 164-165), se menciona un "Tratado del Beneficio de Minas de Plata por amalgama según se practica en América, dispuesto en forma de diálogo por el minero y azoguero Don Francisco de Serra Canals. Ms. autógrafo fechado en Madrid, 7 de marzo de 1806. En 4to, XVI, 260 pgs. y 8 Láminas perfectamente dibujadas a lápiz. Perteneció a D. Casiano de Prado y hoy lo posee D. Eugenio Maffei", agregándose que "en América se lo conocía con el nombre de El Perito incógnito". Y, finalmente, "la copia autógrafa de que hemos hecho mención fue adicionada por el autor en Madrid". Esto último probaría que Serra Canals vivía aun en 1806.

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VIII. Nuestra edición Corresponde, para finalizar, decir dos palabras acerca de la edición de este texto. Se ha respetado siempre la redacción del autor, aunque a veces ciertas expresiones no sean tan inteligibles como sería de desear. Pero, al propio tiempo, se ha modernizado la ortografía y la puntuación con lo que se facilita la lectura y se ha suprimido el uso antojadizo de mayúsculas, manteniéndolas, claro, para el Perito y el Curioso porque son personificaciones nominales. Igualmente, se han resuelto las abreviaturas. Se coloca entre paréntesis, al margen del texto, el número de página del manuscrito. Se ha mantenido el emplazamiento de la Tabla y de las láminas, es decir, al final del manuscrito. Se reproduce la carátula del manuscrito, al igual que la Dedicatoria del mismo (pp. 59-62). Por último, para facilitar el entendimiento de muchos términos, se ha organizado un Glosario sintético al final del libro.

Edberto Oscar Acevedo

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Bibliografía Acevedo, Edberto Oscar. 1959. Algunas reglamentaciones para Mendoza en el siglo XVIII. En: Revista de Historia del Derecho [Buenos Aires] 10, 61-81. —. 1998. El contador Blas Gascón, crítico y algo más. Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia (Investigaciones y Ensayos Nro. 47). Comadrán Ruiz, Jorge. 1979. Estudio Preliminar a Francisco de Serra y Canals, El celo del español y el indiano instruido. Buenos Aires: CEIHC-Platero. Donoso, Ricardo. 1963. Un letrado del siglo XVIII, el Doctor José Perfecto de Salas. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 2 tomos. Hernández Sánchez-Barba, Mario. 1958. La sociedad colonial americana en el Siglo XVIII. En: Jaime Vicens Vives (coord.). Historia social y económica de España y América. Barcelona: Editorial Teide. Tomo IV, Vol. I. Langue, Frédérique; Carmen Salazar-Soler. 1993. Diccionario de términos mineros para la América española (siglos XVI-XIX). Paris: Éditions Recherche sur les civilisations. Martínez, Pedro Santos. 1961. Historia económica de Mendoza durante el Virreinato (1776-1810). Madrid: Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo; Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo. Martire, Eduardo. 1979. Historia del Derecho minero Buenos Aires: Editorial Perrot.

argentino.

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PERITO, JmooniíD,
, • * Olíaf ¿s urtez oéza aducida sm aüíonc, y etnuti est¿¿ó