El pequeño mundo del hombre : varia fortuna de una idea en las letras españolas

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El pequeño mundo del hombre : varia fortuna de una idea en las letras españolas

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

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EL

Pt1EQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE VARIA FORTUNA DE UNA IDEA EN LAS LETRAS ESPAÑOLAS por FRANCISCO RICO ✓

.Al hombre llaman el pequeño mundo Lope de Yega

EDITORIAL CASTALIA

España y españoles MADRID

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DEPÓSITO LEGAL: V.

325 - 1970

ARTES GRÁFICAS SOLER, S. A. - JÁVEA,

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30 · VALENCIA (8) . 1970

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A OON ANTONIO RODRfGUBZ·MOÑINO

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C R I T E R I o s y supuestos del presente libro están esbozados en las páginas 42 - 45. Nótese, por otra parte, que modernizo ligeramente la graf-íade los textos y cuando es preciso altero la puntuación de las ediciones utiliu,das ; pero, si obrar asl no afecta al asunto que persigo, me ciño a aquéllas sin entretenerme en proponer enmiendas, aun en caso de que den lecturas dudosas. El lector que quiera saber a poca costa con qué libro va a gastar el tiempo hallará alguna indicación en las págs. 267 - 268. El azar de las lecturas, durante varios aiíos, me proporcionó la mayor parte de los materiales presentados aquí. La Introducción fue redactada en Baltimore, en abril de 1967 (en la

feliz primavera de Johns Hopkins); el resto de la obra, en Sant Cugat del V al/es, entre julio de 1968 y marzo de 1969 (Daniel en profecía). Gonzalo Menéndez Pida/,y Antonio Carreira, tan queridos amigos, me han conseguido las figuras 3, 4 y 6. Don losé Manuel y Alberto Blecua me han dado -como suelenútiles referencias. Don Antonio Rodriguez-Moñino, el generoso maestro de siempre, me ha brindado óptimos consejos sobre el estilo y estructura de mi trabajo: y ha querido vestirlo de seda (aunque se quede según reza la fábula) en la preciosa serie de España y españoles.

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INTRODUCClóN

"AL hombre llaman ---escribía Lope de Vega- el pequeño mundo". Por una vez, don Hermógenes no hubiera sido pedante diciéndolo en griego para mayor claridad: "Av6proxo~11-txpo~ xóaµo~. Que a fin de cuentas Lope estaba traduciendo del griego; y, como Lope, otros mil aplicados a escudriñar las correspondencias entre el hombre y el mundo. Vamos a suponer, con Demócrito, que todos sabemos lo que es el hombre. En cuanto al otro término en juego, dejémosle a Femando de Herrera el cuidado de matizarlo : Por afirmación de los filósofos es el mundo toda la universidad, la cual consta de cielo, estrellas y elementos, f ormada con capacidad esférica, cuyo fin y principio no se puede definir y determinar por su forma. Pitágoras, según Plutarco en el segundo De las opiniones de los filósofos, fue el primero que a toda la complexión de las cosas universales llamó mundo, por aquella elegante digestión de cosas que se ven en él ; porque los griegos lo nombraron cosmos por el ornato, y los latinos mundo por su limpieza. Dice Aristóteles en el libro De mundo (o sea Teofrasto o Nicolao Peripatético) que el mundo es una trabazón mesclada y junta del cielo y tierra, y de aquellas naturalezas que se contienen entre el cielo y la tierra; y así dice Tulio en el segundo De la naturaleza de los dio,es: "El mundo es casi una casa común de dioses y hombres, y ciudad de unos y otros". Divídese en el mundo superior, que es el cielo (y, así, el mesmo Cicerón llamó -si no me acuerdo mal- "mundo luciente"), y en inferior, que es la tierra (Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones, Sevilla, 1580, pág. 338). 1 1

Las referencias son al Pseudo Plutarco, De placitis philosophorum, 11, i, 1 (es decir, Aecio, apud H. Diels, Doxographi Graeci, Berlín, 1965,' pág. 327); Pseudo Aristóteles, De mundo, 11, 391b; Cicerón, De natura deorum, 11, lxii, 154; Cicerón sólo usa el sintagma "lucentem mundum" en una apostilla a su versión del Timeo, X, 35 (sobre 40a). 11

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Durante veinte siglos es tal cosmos uno y vario, ordenado y ornado ( xóaµ.oc;vale 1!buenorden', y alude en primer término al de la sociedad), esférico, hermoso, limpio 2 , el que los doctos hallan reflejado o resumido en el hombre, mundo menor, microcosmos; y el que por extensión (del primitivo xóaµ.oc;'concierto, aderezo ... ') o por contraste (frente al xóaµoc; humano) designan como mundo mayor, macrocosmos, megacosmos. Cabe también proceder en el sentido contrario y humanizar el universo en una La senda u otra medida, convertirlo en un µ.axpoc;dv6pID7toc;. puede andarse, y de hecho se ha andado a menudo, en las dos direcciones. Pero la imagen fértil de veras en la cultura de Occidente 3 (imagen, desde luego, con muy diversos grados de realidad) ha sido la que camina -o por lo menos dice caminar- de lo mayor a lo menor: "Av6pID7toc; 1-uxpoc;xóaµ.oc;. La historia del pensamiento helénico camina a su vez hacia una concreción de tal idea. Obviamente, la búsqueda de un ªPX~ Por supuesto, la de Herrera es erudición de acarreo, llegada de cualquier poliantea. Sobre el concepto de "universitas" (la "universidad" de Herrera), vid. M. D. Chenu, La théologie au douzieme siecle, París, 1957, en el índice, s. v.; cf. además E. R. Dodds, loe. cit. en mi pág. 21, n. 19. 2 Cf. W. Kranz, Kosmos, publicado como vol. 11 del Archiv für Begriffsgeschichte, Bonn, 195S-51, con ricos índices, págs. 267-282; para el período más antiguo, Ch. H. Kahn, Anaximander and the Origins of Greek Cosmology, Nueva York, 1960, págs. 219-230 ("The in Early Greek Cosmology"); sin olvidar Usage of the Term x?a11-o~ nunca, en general, el aún precioso Pierre Duhem, Le systeme du Monde. Histoire des doctrines cosmologiques de Plato•n a Copernic, París, 1914-1958. 3 Breve y muy irregular, pero útil exposición de conjunto trae G. P. Conger, Theories of Macrocosms and Microcosms in the History of Philosophy, Nueva York, 1.922; una presentación sistemática (quizá con exceso de teoría y por lo mismo inexacta más de una vez), en Rudolph Allers, "Microcosmos: From Anaximandros to Paracelsus", en T, 11 (1944), págs. 319-407. Buen artículo en J. Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Buenos Aires, 1965, s. u.; vid. también The Eneyclopedia of Philosophy, Londres y Nueva York, 1967, V, págs. 121125. C. von Korvin Krasinski, Mikrokosmos und Makrokosmos in religionsgeschichtlicher Sicht, Düsseldorf, 1960, es estudio doctrinal, de nulo interés para mi objeto; otro tanto hay que decir de M. M. Hare, Microcosm and Macrocosm: An Approach to the Synthesis of the Real, Nueva York, 1966, y de un par de libros de G. P. Conger posteriores al de 1922. Algún repertorio muy científico incluye entre las monografías sobre nuestro tema la pintoresca novela de M. Duffy, The Microcosni, Londres, 1.966.

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INTRODUCCIÓN

(o de más de uno), principio de todas las cosas, supone la búsqueda de un vínculo primordial entre el hombre y el mundo ; pero además, en la especulación jonia, el mundo está transido de subjetividad, explicado en los términos de la experiencia diaria y pintado con los colores de la vida : la realidad de la materia y las leyes del orbe son también dominio de la moral y de la política. Para Anaxímenes, el principio era el aire (tal vez un aire divino); con lo que el paralelismo surgía muy naturalmente: "como nuestra alma, que es aire, nos contiene y domina [ ao¡xai:et], así también aliento y aire abarcan todo el cosmos" (13 B 2).' Cabe discutir la interpretación del detalle y aun del sentido último, 5 pero con el fragmento seguramente, nos hallamos ante la más antigua forma de analogía entre el '. hombre y el mundo establecida explícitamente por un pensador \ griego; y, en cualquier caso, volveremos a encontrarla reelaborada una y otra vez como parte de formulaciones más amplias . y precISas. Según Pitágoras (el Pitágoras de una facción de los pitagóricos), los números ofrecen "multitud de semejanzas con las cosas que existen y vienen a ser" : más que ofrecen el fuego, la tierra y el agua, al fin reductibles a ciertos principios matemáticos (58 B 4). Los astros -con la perfección de la esferase mueven en órbitas -con la perfección del círculo- en tomo al fuego central ; la regularidad de los movimientos y la variedad de intervalos y velocidades, la relación de las partes al todo -como en una lira-, • producen una harmonía y son ' '-,susceptibles de notación aritmética (y aun de visualización en ,figuras geométricas). El universo, pues, tiene una afinación. canta, interpreta una sinfonía ; ;pero el sonido y el silencio sólo se perciben por contraste: si llOhubiéramos nacido dentro de, ella, oiríamos esa música del cosmos (58 B 35 sigs.). Por otro lado, "todas las cosas vivas deben .considerarse como afines" 1

' En H. Diels, Die Fragmente der Vorsokratiker, 5 ed. W. Kranz, Berlín, 1934-S4. 5 Vid. un detenido análisis en G. S. Kirk-J. E. Raven, The Presocratic Philosophers, ~ Cambridge, 1964, págs. 1S8-162. 1 Aparte mi pág. 25, n. 33, para el período antiguo cf. las referencias de W. K. C. Guthrie, A History of Greek Philosophy, l (Cambridge, 1962), págs. 223-224.

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•.

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(14 A 8a). El cosmos ciertamente es cosa viva y, tal en Anaxímenes, respira (58 B 30); en cuanto al alma, consiste también en "una suerte de harmonía, _por..9~~ la !1~r:rn~ní~es mezcla y -~~!~~sis-decontrarios, y el cuerpo es compue_s!o_4~~O!}trario~" (44 A 33).Así,-claro es que hombre y mundo conciertan,-iñuestran una conformidad esencial ( y nada de extraño que Focio atribuyera al oscuro maestro de Samos el aserto formal de que la creatura humana es un microcosmos). 7 Desde siempre, la inteligencia griega rastreó el juego de fuerzas contrastadas y conjugadas en la realidad. Anaximandro creía en la justicia cósmica, rectora de cuanto hay ; y "al ver que los cuatro elementos [que él no debía de llamar así] se trasmudan los unos en los otros, juzgó que ninguno de ellos podía . tenerse por el fundamento [ óxoxctµ.Evov ], antes debía serlo alguna otra cosa": no es el cambio del elemento lo que explica el fenómeno físico, sino "la separación de los contrarios a través del _movimiento eterno" (12 A 9). Heráclito acuña que "la 1 guerra es padre de todas las cosas" (22 B 53), la unidad es varia ' y conflictiva ; y Alcmeón explica que la buena salud consiste en la taovoµ.ía,el equilibrio de las cualidades opuestas, lo húmedo y lo seco, lo frío y lo caliente, lo dulce y lo amargo (24 B 4). Empédocles pinta de modo memorable un universo de cuatro "raíces" y dos grandes fuerzas que lo estructuran. "Con la tierra --dice una vez- conocemos la tierra ; con el agua, el agua ; con el aire, el aire luciente ; con el fuego, el fuego voraz ; el amor, con el amor ; el odio, con el odio terrible" (31 B 109). Lo igual conoce lo igual : el hombre conoce el mundo porque es como el mundo, aun en antipatías y simpatías ; y la salud es también equilibrio. Vale la pena insistir en el "también". Los dos magnos volúmenes de Diels seguramente han deformado

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7 En los Excerpta e Vita Pythagorae, en la Bibliotheca, CCXLIX (PG, CIII, col. 1585; ed. Bekker, pág. 440 a): "Al hombre se le llama pequeño mundo, no porque conste de los cuatro elementos ... , sino porque tiene las mismas potencias que el mundo. Pues en el mundo hay dioses, cuatro elementos, brutos animales y plantas, y el hombre tiene todas estas potencias : la razón por la divina", etc. Como digo, el aserto principal es perfectamente pitagórico ; la explanación parece influida por Aristóteles y los estoicos: cf. abajo, págs. 23-24. Vid. también C. Láscaris y A. M. de Guadán, "Contribución a la historia de la difusión del pitagorismo", en Revista de Filosofía, XV (1956), págs. 181-207.

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INTRODUCCIÓN

un poco nuestra estimativa, acostumbrándonos a desintegrar en fragmentos aislados la filosofía presocrática. Y sin embargo la originalidad de cada pensador sólo se aprecia debidamente por la referencia a un fondo común y a una tradición ininterrumpida. 8 Una y otra aparecen particularmente claros en varios de los más antiguos tratados hipocráticos. El principio del De carnibus, por ejemplo, se diría notablemente fiel a la cosmología de Anaxágoras, pero el autor lo da como tejido de "opiniones comunes" (1). Y sin duda lo eran muchas de las impugnadas en el De natura hominis, por más que hoy nos esforcemos por etiquetarlas con un nombre y una fecha : "Por mi parte -se escribe ahí- no digo en absoluto que el hombre sea aire, ni fuego, ni agua, ni tierra... Se lo dejo a quienes les apetezca hacerlo... Entre los tales, alguno afirma que el uno y el todo son aire; otro, que fuego; un tercero, que agua; un cuarto, gue tierra... En cuanto a los médicos, unos sostienen que el hombre es sangre ; otros, que bilis ; menos, que flema... " (1, 11). Todos yerran ; en verdad, "el cuerpo del hombre contiene en sí sangre, flema, bilis y atrábilis : en ellas consiste la naturaleza del cuerpo y de ellas depende la enfermedad o la salud" (IV). En cada estación del año predomina un humor en el hombre (verbigracia, la flema, más fría, en invierno), y en el desequilibrio amenazan los achaques ; para restablecer la iaovoµía, pues, habrá que corregir la µovapx_íade un principio con el desarrollo del opuesto. El ciclo de las estaciones, que (es fama) acunó la doctrina de los contrarios en la especulación milesia, reaparece ahora en la naturaleza del hombre; y, lo mismo en el hombre que en el cosmos, la relación de los principios opuestos se entiende en términos de. vida política. 9 Decir que todo ello se apoya en la analogía del macrocosmos y el microcosmos es en buena medida decirlo también del 8

En subrayarlo así reside, a mi ver, la mayor aportación de Ch. H. Kahn, Anaximander and the Origins of Greek Cosmology, imprescindible además para la historia de las ideas de "elemento", "cualidad", "ley natural", etc., entre los siglos VI y IV; sobre el De carnibus y el De natura hominis, mencionados en seguida, págs. 207 y 125-6. 9 Cf. G. Vlastos, "lsonomia", en American Journal of Philology, LXXIV (1953), págs. 337-366.

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conjunto de la reflexión presocrática. Un muy antiguo De hebdomadibus ("setenario", se dirá más tarde) apura tal analogía desde un punto de vista singular. El número siete -se explica ahí- preside el universo entero : las siete fases de la luna, los siete vientos, las siete épocas del año, las siete edades de la vida, las siete partes del cuerpo (cada una con otras siete secundarias) y las siete de la tierra ... 10 El hombre y el cosmos constan, desde luego, de siete esferas : la séptima es en uno la piel y en otro el firmamento ; la sexta abarca en aquél el calor subcutáneo y en éste los astros ; la quinta, el calor de venas y entrañas, y el sol ; la cuarta, fronteriza, el diafragma y la luna, sedes de la inteligencia ; la tercera, el aliento y el aire ; la segunda, la sangre y los ríos, la yejiga y los lagos, el recto (con los humores viscerales) y los mares; la primera, huesos, carne y esperma, en el hombre, y piedra, tierra y calor y humeda~. en el mundo. "Ergo omnis constitutio uniuscuisque formarum sic continetur" (VI). 11 Pues bien, andado un siglo largo, el De diaeta supone el mismo sistema de correspondencias (libre, con todo, del fetichismo del siete) y las rastrea entre el mundo y el feto,d1to1-Li11:1¡atc; -coüólou (X). Y llega más allá: las artes humanas, piensa, también contrahacen la actividad cósmica y las funciones del cuerpo ; basta volver los ojos al alfarero, cuyo tomo imita la rotación del universo, al albañil, al músico, al tejedor ... (XI-XXIV). A la vez, la equivalencia de macrocosmos y microcosmos proporciona una buena clave para la interpretación de los sueños : soñar algo anormal de las estrellas, valga por caso, anuncia Nótese en particular la descripción del mundo griego como un cuerpo: "Terra autem omnis septem partes habet: caput et faciem, Peloponesum, magnarum animarum habitationem. Secundum Isthmus, medulla, cervix. Tertia pars, inter viscera media praecordia, Ionia. Quarta. crura, Hellespontus. Quinta, pedes, Bosporus transitus, Trachias et eirrius. Sexta, ven ter, Aegyptus et pelagus Aegyptium. Septima, ve1 inferior et longabo intestinum maius, Euxinus Pon tus et Palus Meotis ·· (XI); comp. Aristófanes, Los caballeros, vs. 75 sigs. 11 Para la interpretación del texto, no poco difícil, son importantes W. Kranz, "Kosmos und Mensch in der Vorstellung frühen Griechentums", en Nachrichten von der Gesellschaft der Wissenschaften zu Gottingen, Philol.-hist. Klasse, I, ii (1936-38), págs. 121-132; y R. Joly, Recherches sur le traité pseudo-hippocratique "Du régime", París, 1960, págs. 37 sigs. 10

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INTRODUCCIÓN

alguna-anormalidad en la piel ; sofiarlo de un río, en la sangre, et cetera (LXXXIX). La tesis de Freud sobre el egocentrismo de todo suefio halla así una primera confirmación racional en nuestro oscuro hipocrático del siglo IV antes de Cristo. 12 En el v después de Él, David el Armenio atribuyó a Demócrito la definición del hombre como microcosmos. Demócrito, cierto, escribió una misteriosa Pequeña cosmología; pero el testimonio de David es de lo más dudoso que puede ser un testimonio. Y sin embargo Diels seguramente lo interpretó con acierto (tácito), al completarlo, en el mismo apartado (68 B34), con una cita de Galeno : "Los antiguos filósofos, indagadores expertos de la naturalem, dicen que también el animal es como un pequeiio mundo". En efecto: "Demócrito", en el comentario de David, posiblemente vale ni más ni menos que "los antiguos filósofos". "Macrocosmos" y "microcosmos" son voces ausentes del Timeo platónico, pero el diálogo entero está trascendido por el paralelo de ambos conceptos 13 (y el comentario de Proclo lo deja bien claro, de las primeras a las últimas páginas ; véase solo 2c y 348a). En el Timeo madura y recibe nueva luz toda una tradición intelectual. En el Corpus Hippocraticum, por ejemplo, la doctrina del microcosmos recién espigada tiene 12

Vid. E. R. Dodds, The Greeks and the lrrational, Los Ángeles y Berkeley, 1964,' págs. 119 y 133. 13 Es muy litil A. Olerud, L'idée de macrocosmos et de microcosmoa dans le "Timée" de Platon. ~tude de Mythologie comparée, Uppsala, l 9S1, en especial págs. 1-98. También se trata ahí de los presocráticos (con perspectiva muy distinta de la mía) y se examina el debatido problema de las fuentes orientales de la idea microcósmica, puesto sobre el tapete por un célebre estudio de A Gotze, "Persische Weisheit im griechischem Gewande", en Zeitschrift für lndologie und lrani&tik, ll (1923), págs. 60-98, 167-177, y profundiz.ado por R. Reitzenstein y H. H. Schaeder, K. Reinhardt, W. K.ranz (cf. mis págs. 12, n. 2, y 16, n. 11), H. Hommcl ("Mikrokosmos", en Rheinisches Museum für Philologie, XCII [1943-44], págs. 56-89), K. Ronnow (cf. A. Olerud, págs. 1-12, y lPJbibliografía, 223-234; comp. X. Zubiri, Naturaleza, historia, Dios, ~drid, 19S9, pág. 1.72, y P. Laín Entralgo, La antropologla en la obra dé fray Luis de Granada, Madrid, 1946, págs. 105-111); Olerud compara el Timeo con las cosmologías in.doiranias, pero no atiende a las cuestiones suscitadas por la posible tfansmisión: vid. al propósito M. Mol6, Culte, mythe et cosmologie dans r lran ancien. Le probleme zoroastrien et la tradition mazdéenne, París, 1963, págs. 114-115, 406-411 ("L'idée de l'homme microcosme"), etc.; para la tradición india, cf. también Ajit Mookerjee, Tantra Árt, París, 1967 (que sólo conozco a través del Timea Literary Supplement, 19 de octubre de 1967, pág. 976). 2

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primordialmente un alcance práctico, especializado: 14' si el mundo y el hombre comparten la misma naturalem, la salud de éste exgie imitar el equilibrio de aquél, para curar a éste el médico debe conocer a aquél. Platón cree otro tanto, pero -médico de almas- marca el acento en el sentido moral y religioso de tal imitación y tal conocimiento del universo, Todo divino, modelo y norma de cuanto es. Verbigracia : "Dios inventó y nos dio la vista a fin de que pudiéramos contemplar las revoluciones de la inteligencia por el cielo y aplicarlas luego a los giros de nuestro pensamiento, ambos conformes, aunque los unos turbados y los otros imperturbables; y a fin de que estudiándolos y participando de la verdad natural de los cálculos imitáramos los movimientos de Dios, libres de todo error [pese al mal llamado ferrar' de los planetas; cf. 39c], y reguláramos los nuestros errados" (47bc). Claro está que la idea del cosmos como norma ética del hombre (más o menos explícita en Anaximandro, Pitágoras y aledaños) no niega la analogía material, antes se apoya en ella. El mundo consta de los mismos elementos que el hombre, fuego, aire, agua y tierra (31b-32c; 42e 15-43a, 73b); mas los posee íntegramente, en la totalidad, y por ello ni enferma ni envejece (33ab), en tanto "el exceso o el defecto" o las alteraciones de tales elementos "acarrean los desarreglos y malestares" humanos (82a). Si el cuerpo se alimenta y muda (43a), el universo conoce cambios elementales en su interior (56c-58c); y si los procesos cósmicos son una suerte de 'tpocp~ (33c), el cuerpo también se deja llamar oupavóc;:"Las partículas de la sangre, diseminadas por dentro de nosotros y contenidas en la estructura de cada ser vivo, como en un cielo, están obligadas a imitar el movimiento del universo', (8lab, y en general 80e-81b). Las venas por donde fluye esa sangre semejan las acequias de un jardín regado por una fuente 1" Para matizar esta generalización (que bien lo necesita), nada mejor que releer el capítulo IV, i, de la clásica Paideia de W. Jaeger ("La medicina griega como paideia"). 15 Aquí anota Calcidio, CCIII (CPMA, IV, pág. 222): "Unde opinor hominem mundum brevem a veteribus appellatum ; nec immerito, quia totus mundus et item totus homo ex isdem sunt omnibus, corpore quidem easdem materias habente, anima quoque unius eiusdemque naturae"; en idéntico sentido, Proclo, 292 a.

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INTRODUCCIÓN

manantial (77c; cf. 79a). Cuando el cuerpo respira, libera un fuego que va a unirse al fuego cósmico, estimula la entrada del aire exterior -a través de los poros- y da pie a una admirable colaboración de macrocosmos y microcosmos (79). Como también del ojo se filtra un fuego que corre a fundirse con el "hermano" de fuera : "lo semejante da con lo semejante", y nace el ver (45bd). El mundo es, desde luego, esférico, como conviene a su perfecta belleza y exige el hecho de contener dentro de sí todas las figuras posibles (35b) ; en cuanto al hombre, "los dioses, imitando la esfericidad del todo, enclaustraron las dos revoluciones divinas en un cuerpo esférico, en lo que llamamos la cabeza" (44d). (Llegado a esta altura del comentario, escribía Proclo, 348a: "Cumple considerar al hombre como un cosmos entero, porque es un microcosmos : tiene, en efecto, inteligencia y razón, y un cuerpo divino, pero mortal, como el universo".) A la cabeza obedecen como a señora las demás partes ; y en ella, cual en una acrópolis (90a), habita lo más noble del alma, cuya cualidad inmortal nos convierte en-unas plantas celestes y nos mantiene erguidos, apuntados hacia lo alto (90ab). El alma, entiende Platón, es principio de la vida, manifiesta en el movimiento regular enderezado a un fin ; es intermediaria entre lo idéntico y lo diverso, lo indivisible y lo divisible, la teoría y la concreción (34). El alma del mundo y el cielo vienen a ser una cosa (así, el pobre lector del Timeo nunca está muy seguro de si le hablan de teología o de astronomía); el alma, a la vez, es condición de la inteligencia ; y alma e inteligencia en un cuerpo constituyen el universo (30b). Pues el hombre consta voü~ y aw11a, ordenados con igual composigualmente de ~ux~, tura (34bc). Y si el alma del mundo (Platón la imagina como si se tratara de la cuerda de una lira) está dividida en intervalos harmónicos (según las series 1, 2, 4, 8 y 1, 3, 9, 27, combinadas en 1, 2, 3, 4, 8, 9, 27), el alma del hombre responde a las mismas progresiones 35d ; 43d) ; u y en ambas se hallan los Vale la pena observar que en el Timeo no se trata de la música de las esferas (y sí en la República, 617 ab); de la música instrumental y vocal, sin embargo, se afirma que nos ha sido dada "en pro de la harmonía", "cuyos movimientos son afines a las revoluciones de nuestra alma" (47 d). 18

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dos círculos de lo idéntico y lo diverso (para el cosmos puede hablarse también del Ecuador y la Eclíptica) y se dan parejas circunvoluciones, al fin mecanismo del conocimiento (36bc, 37 ; 43d-44a, 90d, etc.): Timeo debía mostrarlo con una armilla (cf. 40c). Lo dicho del alma humana, por supuesto, vale únicamente para el voü~, divino e imperecedero. radicado en la cabeza (que, de hecho, es nuestra "raíz", 90ab ; y el hombre. así, una planta vuelta del revés). Pero por debajo del alma racional, y con alguna comunicación con ella, en el pecho, mora el alma de las pasiones, del arrojo viril y la fogosidad bélica; y por debajo de ésta, en el vientre, ya totalmente aislada, tiene guarida el alma de la nutrición y los deseos (49c-71a).11 El hombre debe alcanzar el equilibrio físico y espiritual, la perfecta 'justeza', ejercitando a una las tres almas y el cuerpo, según el modelo cósmico (87c-90d). Con el sentido de la vista, por ejemplo, puede contemplar el cielo y tomarse semejante a él (47bc, 90d); gracias a la gimnasia, remedar la buena disposición del universo (88d89a). Cuando Sócrates, en la República, propone examinar "la naturaleza de la justicia en las ciudades", antes de estudiarla en el individuo, "intentando descubrir en los rasgos del menor objeto la similitud con el mayor" (369a), 18 piensa en un hombre tan harmónicamente desarrollado como aconseja Timeo (vid. también 17c, y Proclo, lle). Y Platón, de paso, se diría que nos descubre la fuente de su doctrina de las tres almas, paralelas a las tres clases de la sociedad ideal y como ellas cabalmente organizadas : "lo mismo que la ciudad se divide en tres especies, también se divide en otras tres el alma de cada individuo" (580d y sigs.). Que, en efecto, la ciudad de mejor gobierno será "la que se parezca lo más posible a un solo hombre", y donde, si sufre un miembro, sufra a la vez "toda la comunidad corporal" (462 cd). La república emula al mundo, al emular al hombre que, como cumple, cuide con igual mimo las diversas Apoyado en tal doctrina, explica Calcidio, CCXXX: "Certe hominis membra sequuntur ordinationem mundani corporis". 18 La traducción del par de citas de la República es la admirable de J. M. Pabón y M. Femández Galiano, enfrentada al original, Madrid, 1949. 17

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INTRODUCCIÓN

partes del cuerpo y del alma, "imitando la forma del universo" (88c). Hemos vuelto a la norma última. Con palabras del Gorgias: "Dicen los sabios, Calicles, · que el cielo y la tierra y los dioses y los hombres, los mantienen bien ligados la amistad y el principio del orden [ xoa11tóTJl~] y la mesura y la justicia ; y por ello, amigo, llaman al universo •orden de las cosas' [atrl 'taü'ta xóa110~]no desorden [dxoa11ía]ni desarreglo". 11 La voz "microcosmos" suena una vez, como un eco, en el libro octavo de la Física. Una objeción posible contra la eternidad del movimiento -se dice ahí- es la que cree comprobar que en ocasiones no hay en nosotros sino sosiego y, un minuto después, sin ayuda ninguna, empezamos a movemos y a andar en danza. Conque alguien notará : "Pues si esto ocurre en el pequeño mundo, también en el grande, y si en el mundo, también en el infinito" (252b 27-28). Pero ni el argumento le hace mella, ni Aristóteles vuelve a emplear el marbete de r.uxpo~ xóa110~a ningún propósito. Claro que los principios rectores de su visión del mundo se aplican por igual al todo y a las partes, y claro que el Estagirita propone más de una analogía entre el hombre y el universo. Una página (de fecha muy discutible) del De partibus animalium infiere que la naturalem obra siempre con un fin por la comparación del cielo con los seres vivos y mortales (641b 12-18), no de otro modo que en el Filebo se deduce la realidad de una inteligencia universal. Un pasaje (de fecha tan discutible como discutida) del De caelo pinta el cielo !µ.~oxo~, animado y con el ·principio de su movimiento dentro de sí (288a 29-30) : 20 y ello aunque el libro va en línea recta contra el Timeo y el alma del mundo de Platón. Etcétera. No es de aquí discutir las posibilidades de una lectura de Aristóteles 21 caladas las gafas del macrocosmos y el microcosmos. 11

Vid. el comentario de E. R. Dodds en su importante edición, Oxford, 19S9, págs. 338-339. Sobre el paralelismo de la ciudad y el cuerpo, cf. también Leyes, 964d-965a; sobre el hombre y el mundo, Filebo, 29-30 (y, al propósito, Proclo, In Timaeuni, 62d); desde luego podría añadirse buen número de otros pasajes. 20 Vid. J. Moreau, A.ristote et son école, París, 1962, págs. 23-25. 21 Como la de W. K. C. Guthrie, "Man as Microcosm", en Proceedings of the European Cultural Foundation, Atenas, 1966, a juzgar por

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EL PEQUEÑO MUNOO DEL HOMBRE

Sí parece imprescindible notar que la posteridad edificó mil veces con enseñanzas aristotélicas en el lugar común de la microcosmía del hombre. Fue Aristóteles quien dejó establecido para lo porvenir que existe una jerarquía del ser y, dentro de ella, todos los animales aparecen ordenados en una sea/a naturae, según su grado de perfección. 22 Quien, en el De anima, explicó que del alma vegetativa de las plantas al alma racional de los hombres, a través del alma sensitiva y del alma locomotriz de los brutos, hay una gradación de poderes y dignidades, en donde cada etapa supone y contiene todas las anteriores, como el cuadrado al triángulo (11, 3, 414a29-415a13; etc.). Y ahí mismo aludió a la verosímil existencia de seres superiores que compartieran con el hombre la facultad intelectiva (414a 18-19). Pensaba seguramente en los eternos e inmóviles a que la Metafísica atribuye la marcha de los planetas (1073a 23-34); 23 pero no es de extrañar que durante muchos siglos la puntada se entendiera como referida a los ángeles. Con semejantes materiales, pues, se elaboró la versión "aristotélica" de la doctrina del microcosmos (en que Aristóteles es a menudo un tatarabuelo ignorado) ; un influyente pasaje de Gregorio el Grande bastará como muestra (entre decenas) de la vulgata ortodoxa: "Omnis creaturae nomine signatur horno ... Omnis autem creaturae aliquid habet horno. Habet namque commune esse cum lapidibus, vivere cum arboribus, sentire cum animalibus, intelligere cum angelis... Omni ergo creaturae praedicatur Evangelium, cum soli homini praedicatur" (Homiliae in Evangelia, en PL, LXXVI, col. 1214). Versión, por supuesto -por el supuesto de la historia, en última instancia-, donde "omnis creatura" vale decir "omnia", 'el universo', y donde se funden inseparablemente las teorías psíquicas y los asertos sobre la gran cadena del ser. la referencia de Donald Levi, en la citada Eneyclopedia of Philosophy, V, pág. 123 a. 22 Cf. A. O. Lovejoy, The Great Chain of Being, Cambridge, Mass., 1936, pág. 58. 23 Cf. la nota de Sir David Ross, en su valiosa edición del De anima, Oxford, 1961, pág. 233.

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INTRODUCCIÓN

Por lo demás, es obvio que la monarquía intelectual de Aristóteles había de influir decisivamente en la comprensión del hombre y el mundo, y por ahí, al sesgo, en los intentos de asemejar o identificar uno y otro, ya con perspectiva no aristotélica, o aun malgré Aristóteles. El cosmos del De caelo, por caso, no puede en ningún modo cifrarse en el hombre: no cabe alear el mundo sideral, incorruptible, y el mundo de so la luna, el de los elementos corruptibles. u. Mas son los elementos del De generatione et corruptione, cada uno dependiente de dos cualidades opuestas, los que de hecho darán pie una y cien veces a la especulación microcósmica. 25 La Política no deja de comparar a~ hombre y al estado, 21 pero no extiende la analogía al universo en modo significante. Con el tiempo, los tratadistas tomarán buena nota de la dualidad de cuerpo y alma señalada por Aristóteles en la ciudad y en el individuo, y la hallarán también esencial en el mundo regido por Dios. Los ejemplos podrían multiplicarse: no por ellos variaría la ambigua posición del Estagirita en nuestra historia. Al cobijo del Pórtico, Zenón de Citio enseñaba a vivir según la naturalez.a (Laercio, VII, 87: I, 552), 21 y Crisipo definía: "horno ortus est ad mundum contemplandum et imitandum" (De natura deorum, 11, 37: 11, 1153). No nos suena a nuevo. Los pitagóricos habían fijado el ideal humano en la contemplación de los cielos, Anaxágoras lo repitió casi con las palabras de Crisipo y en ellas diría uno compendiados varios H Por lo menos si no se da "quinta quaedam natura, ab Aristotele inducta ... , deorum... et animorum", un "quintum genus, e quo essent astra mentesque", conviene notar con Cicerón, Tusculanas, 1, xxvi, 6S, y A cademica posteriora, 1, vil, 26. La celebérrima cuestión no afecta a nuestra historia (o, en todo caso, no en España), sino muy tangencialmente: cf. abajo, págs. 104, n. 93, y 262, n. 376. 25 Cf. G. A. Seeck, Ober die Elemente im der Kosmologie des Aristoteles, Untersuchungen zu "De generatione et corruptione" und "De caelo", Munich, 1964, para un buen planteamiento general. 26 Por ejemplo, 177 a S-10, 1.302b 34-40, 1325b 14-30 (pasaje en que también aparecen Dios y el mundo, pero con alcance muy distinto del consagrado por la posteridad). 27 Las últimas cifras remiten a los Stoicorum veterum fragmenta, ed. J. von Arnim, Leipzig, 190S-1924, que cito a fin de facilitar la consulta de otros testimonios paralelos.

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EL PEQUEÑOMUNDODEL HOMBRE

lugares del Timeo. 28 La doctrina de la conformidad entre el macrocosmos y el microcosmos, en los estoicos, 29 es nuevamente encrucijada de física, moral y religión. El universo se les presenta como "animal rationale", organiz.ado por la ao111td.6eta de todas y cada una de sus partes y transido por iguales aová.11et~que el hombre: ªº "sic natura mundi omnis --decía Zenón- motus habet voluntarios, conatusque et adpetitiones ... , et bis consentaneas actiones sic adhibet ut nosmet ipsi qui animis movemur et sensibus" (De natura deorum, 11, 58 : 1, 172). Y también como nosotros mismos, el universo se rige por un ~,e11ovtxóvdivino, "totius naturae principatus" (id., 11, 30). En el hombre, puede radicar en la cabeza, el pecho, el corazón; en el mundo, lo familiar es localizarlo en el éter, "summus deus" (Academica priora, 11, 126: 1, 154). Crisipo· y Posidonio 31 explican que el espíritu y la providencia penetran el mundo como el alma al cuerpo (Laercio, VII, 138: 11, 634). La ecuación está en germen en un fragmento de Anaxúnenes (arriba, pág. 13) y subyace a todas las cavilaciones sobre el alma del mundo (a propósito de Platón, lo notaba ya así Nemesio de Emesa, PG, XL, col. 580). Pero son los estoicos quienes la fijan en su versión familiar, al tiempo que la inmortaliza el Somnium Scipionis, 26, por boca del Africano: "Deum te igitur scito esse, si quidem est deus qui viget, qui sentit, qui meminit, qui providet, qui tam regit et moderatur et movet id corpus, cui praepositus est, quam hunc mundum ille princeps deus ; et ut mundum ex quadam parte mortalem ipse deus aetemus, sic fragüe corpus animus sempitemus movet" ; o, más lapidariamente, una epístola de Séneca, LXV, 24: "Quem in hoc mundo locum deus obtinet, hunc in 28 Cf. sólo A. S. Pease, en su monumental edición del De natura deorum, Cambridge, Mass., 1958, 11, págs. 630-631. 29 Doctrina seguramente no constitutiva, ni mucho menos original, contra lo difundido por L. Stein, Die Psychologie der Stoa, Berlín, 1886, I, págs. 205 sigs., pero sin duda característica y muy influyente. 3 ° Comp. arriba, pág. 14, n. 7; y vid. S. Sambursky, Physics of the Stoics, Londres, 1959, págs. 36-37, etc. 31 Sobre el alcance de nuestro tema en Posidonio, puede verse K. Reinhardt, Poseidonios, Munich, 1921., págs. 343-422, y Kosmos und Sympathie, Munich, 1936, págs. 308-376 y passim, aunque con especial cuidado : todo ahí son hipótesis sobre hipótesis.

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INTRODUCCIÓN

homine animus ; quod est illic materia, id in nobis corpus est" ; y cuya substancia traduce Macrobio, al comentar el Somnium a beneficio de la posteridad, 11, xii, 11 : "Ideo physici mundum magnum hominem et hominem brevem mundum tesse dixerunt''. H Para Cleantes. en cambio, el ~,e1-1-ovtxóv es el sol, corazón del mundo y. en la harmonía de las esferas. plectro de la lira cósmica (Clemente, Stromata, V, viii. 48: 1, 502). 33 El Apolo órfico y la cítara pitagórica aparecen aquí entreverados con una imagen que Calcidio (C) y Proclo (171cd) rastreaban ya en el Timeo: "solem cordis obtinere rationem... dicunt" ; y que Plutarco no olvida al formular (con muy otras premisas) un paralelo entre el hombre y el universo. ambos gobernados por un A.ó 1o~ tutelar: un principio racional que ha puesto en el sitio debido los elementos y los miembros del cuerpo. los astros y los ojos. el sol y el corazón, la luna y el hígado. la tierra y las entrañas, el mar y la vejiga (De facie in orbe lunae, XV, 928). ª' Pero la cosmología de Cleantes reaparece triunfal en el Somnium Scipionis. El sexto libro del De republica ciceroniano. en efecto, consagra el "principatus" solar y lo integra en un esquema -taracea de lugares comunes- donde no faltan las afirmaciones explícitas (26. citado arriba) y, en cualquier caso, destinado a sugerir multitud de reflexiones microcósmicas : en la visión de un mundo en que el girar de las esferas engendra un "dulcis sonus", que los doctos son capaces de imitar Vale la pena citar tambi6n, por su larga popularidad, un pasaje del De civitate Dei, VII, 6, con un testimonio conexo: "Dicit ... Varro ... deum se arbitrari esse animam mundi, quem Graeci vocant x?ot.t,ov, et hunc ipsum mundum esse deum ; sed sicut hominem sapientem, cum sit ex corpore et animo, tamen ab animo dici sapientem, ita mundum deum dici ab animo, cum sit ex animo et corpore". Cf. además S. Isidoro, Etimologlas, VIII, vi, 21. 33 Cf. R. M. Iones, "Posidonius and Solar Eschatology", en Classical Philology, XXVII (1932), págs. 113-135; P. Boyancé, Études sur le "Songe de Scipion", Limoges, 1936, págs. 78-104; Orphei Hymni, ed G. Quandt, Berlín, 1955, sobre VIII, 9, y XXXN, 1.6,págs. 8 y 27. H Trae buena nota la edición de H. Cherniss, en la Loeb Classical Library, 1957, págs. 94-95. No se olvide, en nuestro contexto, la memorable definición del sol como "mundi oculus" en las Metamorfosis, N, 32

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Bina mihi positis lucent altaria flammis, ad duo templa precor duplici circumdatus aestu carminis et rerum : certa cum lege canentem mundus et inmenso vatem circumstrepit orbe vixque soluta suis inmittit verba figuris (1, 20-24);

y vuelve a aftorarle frente al pequeño mundo del hombre, morada de Dios también: An dubium est habitare deum sub pectore nostro in caelumque redire animas caeloque venire, utque sit ex omni constructus corpore mundus aeris atque ignis summi terraeque marisque hospitium menti totum quae infussa gubernet, sic esse in nobis terrenae corpora sortis sanguineasque animas animo, qui cuneta gubernat dispensatque hominem? Quid mirum, noscere mundum si possunt homines, quibus est et mundus in ipsis exemplumque dei quisque est in imagine parva? (IV, 886-89S)

Séneca, ya lo veíamos, no hubiera dudado en suscribir el pasaje. Y en las Quaestiones naturales no es menos explícito : "Placet natura regi terram, et quidem ad nostrorum corporum exemplar" (111, xv, 1-5); porque la tierra nace, muere, enferma, tiene venas, arterias, humores, alientos, tal como nuestros cuerpos (111,xxix, 2-3; VI, xiv, 1-2, y xxiv, 2). No con otros supuestos exclamaba Marco Aurelio: "Todo lo que concierta conmigo, concierta contigo, oh mundo" (IV, 23); "¿o acaso puede haber algún orden [xóaµ.oc;]en ti, [hombre}, si hay desorden [dxoar.ía] en el universo?" (IV, 27) Son todavía las enseñanz.as de Zenón. "Díjose entonces Dios : 'Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza ... '" (Génesis, I, 26). Cuando Filón, en la encrucijada de Alejandría, medita el primer relato bíblico de la creación del hombre, una tradición de muchos siglos lo lleva a meditar a la vez la doctrina del microcosmos. ¿Pues qué es la imagen de Dios sino la inteligencia humana? (De

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

"nervis ... atque cantibus" (18); un mundo que es "templum" para una divina contemplación (15, 17, 20, 24). Pero el hombre bien formado -explica Vitruvio- es a su ·\ vez la medida y el principio de simetría de todas las cosas: y las proporciones humanas, 35 inscribibles en las dos figuras perfectas del cuadrado y del círculo y fáciles de expresar matemáticamente, han de reflejarse muy en particular en los templos, "maxime in aedibus deorum" (111, i, 4). Solino aclararía siglos más tarde: "Quantus manibus expansis inter digitos longissimos modus est, tantum constat esse inter calces et vertices : ideoque physici hominem minorem mundum indicaverunt" (1, 93, con extracto de Plinio, VII, 77). Hombre y mundo, macrocosmos y microcosmos, son, pues, otros tantos templos. De la Germ.ania antigua a Java, de Babilonia a la Europa del siglo XVII, es común que los lugares destinados al culto se construyan según un paradigma cosmogónico. 36 Así, no era difícil casar a Cicerón, Vitruvio y Solino. O a otros cien, desde luego : a Flavio Josefo, por ejemplo, que explica cómo la división del Tabernáculo en tres partes es figura de mar, tierra y cielo, en tanto el candelabro representa los siete planetas (Antigüedades judaicas, m, v sigs.); 37 y al Apóstol que precisa: "templum Dei estis" (I Corintios, m, 16). En los Astronomica de Manilio, un temblor religioso domina al poeta ante el santuario del universo : 38 35 Sobre cuyo sentido cósmico, cf. F. Saxl, Verzeichnis astrologischer und mytholo gischer illustrierter H andscriften des lateinischen M ittelalters, 11 (Heildelberg, 1927), págs. 40 sigs. 36 Cf. M. Eliade, The Sacred and the Profane, Nueva York, 1961, cap. I ("Sacred Space and Making the World Sacred"), págs. 20-65. 3 7 Vid. la versión amplificada de la General esto ria, ed. A. G. Solalinde, I (Madrid, 1930), págs. 484-488, donde se desarrolla el paralelismo cósmico (como en el Libro de Astrología atribuido a Enrique de Villena, según J. M. Millás Vallicrosa, Estudios sobre historia de la ciencia española, Barcelona, 1949, pág. 411); Sacadia ben Y osef (t 942), por otra parte, lo completa con referencias explícitas al hombre: cf. S. Karppe, Etude sur les origines et la nature du Zohar, París, 1901., pág. 171. Aparte lo dicho en seguida sobre Filón y el Libro de los secretos de Enoch, para la idea del microcosmos en el pensamiento judío postbíblico, cf. G. P. Conger, op. cit., págs. 37 sigs.; para los textos hebreos españoles, vid. más abajo, págs. 66, n. 25 ; 82, n. 64, y 106, n. 97. 38 Vid. A. M. J. Festugiere, O. P., La révélation d'Hermes Trismégiste, II: Le Dieu cosmique, París, 1949, págs. 233-238 ("Le monde · temple de Dieu").

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opificio mundi, :xxm,69) 39 Y por otra parte, comenta Filón, de la razón para abajo, "el alma es en el hombre como el cielo en el cosmos" : si a una la forman los cinco sentidos, el habla y la facultad reproductiva, la otra contiene los siete círculos de los planetas errantes (Quis rerum divinarum heres, XLVIII, 232-233). A nuestro exegeta le prenda la maravilla del número siete : es el de los días de la Creación, desde luego, y su principado se extiende a cuanto existe, "al cielo y a la tierra, a los confines del universo" (De opificio, XXXVIII, 111); Filón puede mostrarlo con docenas de ejemplos (y confirmados por Solón, Hipócrates, Pitágoras, Platón), que a menudo dan ceñidas analogías del hombre y el mundo (id., XXXV, 103-XLII, 127): y, por si fuera poco, "el razonar es en nosotros cual el sol en el cosmos" (Quis heres, LID, 263). Mas como en otro sentido "º el cielo -imagen de Diosestá a medio camino entre el Creador y la creatura humana -reflejo de aquella imagen-, el hombre es, "a decir verdad, un breve [~pax_óc;] cielo" (De opijicio, XXVII, 82). Aunque, por supuesto, por lo que toca al cuerpo, comparte los cuatro elementos con el mundo visible (id., LI, 146-147),y en proporción pareja además: "Por tal motivo, han dicho algunos ... que el hombre es un mundo breve, y el mundo, un hombre extenso" (Quis heres, XXXI, 155). Difícilmente puede hallarse aquí una alusión al Libro de los secretos de Enoch (cuyo original, con todo, debe remontarse a la época y al ambiente de Filón), donde Adán, el hombre original, se afirma compuesto de siete sustancias que lo convierten en otro universo: "En primer lugar, la carne, de tierra ; en segundo, la sangre, de rocío ; en tercero, los ojos, del sol ; en cuarto, los huesos, de piedra ; en quinto, la inteligencia, de la presteza de los ángeles y de nube ; en 39

e.

Cf. Bréhier, Les idées philosophiques et religieuses de Philon tf Alexandrie, París, 1950, 3 págs. 121-169; J. Danielou, Philon d' Alexandrie, París, 1958, págs. 172-5; y las valiosas págs. 16-19 de G. P. Conger, op. cit., con más referencias.

'º La doctrina de Filón sobre la imagen de Dios en el hombre no se deja reducir a unos pocos rasgos unívocos (cf. sólo V. Nikiprowetzky, "Problemes du recit de la Création chez Philon d'Alexandrie", en REJ, IV [1965], pág. 298, n. 3); aquí sencillamente importa notar que recurre a la idea del microcosmos tanto si tal imagen es el alma, como si es el ciclo: tan maleable es, pues, la idea como la imagen.

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INTRODUCCIÓN

sexto, las venas y el cabello, de la yerba de la tierra; en séptimo, el alma, de mi aliento [el de Dios] y de viento" (XXX, 8; en R. H. Charles, Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament, 11 [Oxford, 1913], pág. 449). Imposible saber quiénes fueron esos lvtot que acuñaron la designación de ~pax_óc;xóaµ.oc;, 'mundo breve, abreviado' ; pero ciertamente Filón les prestó un altavoz de extraordinaria resonancia y los glosó con buen tino. El hombre, dice una vez, reúne multitud de potencias comunes a otros reinos de la Creación: los huesos tienen la cohesión ( !Etc:) de las piedras y la madera; las ufias y el pelo crecen como las plantas ... (Legum allegoria, 11, vii, 22-23). De hecho, hay tantos árboles en el macrocosmos como en el braquicosmos, que árboles o ramas son los órganos de los sentidos, las piernas y las manos, todas las facultades externas e internas: ¿no dice el salmista que Dios "plantó" el oído? (De plantatione, VII, 28-31). La moraleja de todo ello está clara en cien lugares. Adán, por ejemplo, era "ciudadano del mundo", y como el primer sabio, lo son los demás : ahora bien, si toda ciudad debidamente ordenada tiene una 1toA.t'tEta,obviamente el ciudadano del mundo habrá de tener la misma del mundo entero, habrá de acatar "la justa razón de la naturaleza" (De opificio, L, 142-143); y conociéndose a sí mismo, conocerá al mundo y a Dios, porque "ciudad de Dios" son el universo y el alma del sabio (De somniis, 11, xxxvii, 248; cf. De migratione Abrahami, XXXID, 184-185).u Toda la obra de Filón es una larga y bellísima exégesis del Libro a la luz de la fe judía y de la filosofía griega. La síntesis nos resulta hoy familiar y tal vez corremos el peligro de resbalar un poco distraídos por las páginas del gran alejandrino. Y, sin embargo, pocas versiones más afortunadas de nuestro .u Vid. tambi6n, en el dudoso libro I del De providentia, en armenio, un razonamiento que sin duda tiene muy presente el pasaje de la Física de Aristóteles citado arriba, pág. 21: "Etenim si nec providentia est nec universalis motor, nihil omnino in mundo moveri poterit. Quis enim dicere potest, totius mundi compositio inanimata quum sit, animatos motus fieri posse in natura perfectae criaturae? Quod si non constat, argumenti loco sit civis huius mundi horno ipse, qui tamquam pa"us mundus in magno mundo factus est, quum sine anima nequeat corpus actiones suas perficere", etc. (1, 40; en las Opera omnia, ed. C. Richter, VIII [Leipzig, 1830], págs. 24-25).

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tema, que las propuestas por Filón en el trance de una interpretación alegórica. Tal cuando nos explica que la escala de Jacob es símbolo del aire (de la tierra al cielo), en el cosmos, y símbolo del alma (de los sentidos a la inteligencia), en el hombre (De somniis, 1, xxii-xxiii, 144-146); tal cuando entiende que los ornamentos del Sumo Sacerdote son una réplica precisa del Universo, 42 y quien los lleva, si no puede ser digno del Señor, sí debe intentar serlo del mundo, hacerse él mismo mundo abreviado, ~pax_óc; xóa11oc; (De vita Mosis, 11, xxvi, 133-135). La procesión de Plotino va y viene entre el Uno y lo vario ; las Ennéadas (por obra de Porfirio) empiezan preguntándose "qué es el ser vivo y qué es el hombre" (1, i), y acaban meditando "del bien y del Uno" (VI, ix). A medio camino se fija un jalón interesante : "Porque el alma no es sólo muchas cosas, sino todas las cosas, las superiores y las inferiores, en el entero dominio de la vida ; todos y cada uno somos un mundo inteligible [xóa11oc;VOlJ'tóc;]"(ill, iv, 3). Así, dentro del universo del alma nos esperan las más estupendas aventuras: tal la de huir del cuerpo y, recogiéndonos en la intimidad de nosotros mismos, contemplar una belleza prodigiosa y divina; para después regresar al pensamiento y al cuerpo, en un viaje de ida y vuelta que es igualmente el de todas las cosas (IV, viii, 1). A Plotino no le da mucho quehacer el explicar, incidentalmente, desde su concepción del mundo el lugar común de la microcosmía humana, para entonces ya comodín presto a admitir el primer valor que quisiera dársele. Existen, dice, el Uno, luego el Ser y la Inteligencia, y en tercer lugar la naturaleza del Alma universal : "como en la realidad hay los tres grados dichos, así es fuerza creer que también los hay en nosotros" (V, i, 10). Y según ocurre con la tríada del sol, la luz ·y la luna, simultáneos y escalonados, el Alma del mundo destella una claridad que va perdiéndose poco a poco en la tiniebla de las cosas ; pero el Alma no las deja abandonadas, sino las ·ordena con la razón, "igual que los conceptos seminales [ o[ lv a1tép11aatA.ó 1ot] modelan y dan forma a los seres vivos 42

Es curioso hallar una coincidencia parcial con las doctrinas ira-nias: cf. M. Molé, op. cit., págs. 410-411.

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INTRODUCCIÓN

como a pequeños mundos" (IV, iii, 10). No conviene insistir demasiado. De hecho, no interesa ahora descubrir en las Ennéadas tal o cual formulación concreta, sino dejar constancia de que los futuros comentaristas del microcosmos podían encontrar algún apoyo ocasional en la extraordinaria autoridad de Plotino. De Anaxímenes para acá (y para allá, según el testimonio de Fernando de Herrera), venimos viendo subrayada la unidad última del cosmos ; cuando no más explícitamente, en el simple ·uso del término. Al paso, hemos dado también con una doc•trina afín, que hallábamos bautizada a propósito de los estoicos : la de la simpatía entre las partes del universo, la solidaridad o interdependencia de cuanto existe en el orbe. Ambas ideas -y en particular desde el helenismo-- cuentan entre las primordiales de la antigua astrología, popular o ilustrada. 43 La astrología aspira a leer lo futuro en los cuerpos celestes, cuerpos al fin vivos, con afectos, humores, sexo, conciencia y tal vez divinidad ; porque claro está que, siendo todo uno, y a través de efluvios, acciones y reacciones, cuando se da en el cielo ha de darse también en la tierra y, con más motivo, en el microcosmos del hombre. Fírmico Materno expone bien varios principios astrológicos : "Scire itaque nos principe in loco oportet ... quod ad imaginem speciemque mundi formam hominis ac statum totamque substantiam deus ille fabricator hominis natura mostrante perfecerit ; nam corpus hominis ut mundi ex quattuor elementorum commixtione composuit ... , ut omnium istorum coniunctio temperata animal ad formam divinae imitationis omaret, et· ita hominem artificio divinae fabricationis composuit, ut in parvo corpore omnem elementorum vim atque substantiam natura cogente conferret, ut divino illi spiritui, qui ad sustentationem mortalis corporis et caelesti 43

Para el tema que nos ocupa ahora, remitiré sólo a tres grandes libros bien conocidos: A. Bouché-Leclercq, rastrologie grecque, París, 1899, sobre todo págs. 77 sigs. 318 sigs. ; F. Cumont, Les religions orientales dans le paganisme romain, París, 1929 3 , págs. 253 sigs.; y A. M. J. Festugiere, O. P., La révélation d'Hermes Trismegiste, I: L'astrologie et les sciences occultes, París, 1950 2 , sobre todo págs. 89 sigs. [Añádase ahora el excelente estudio de Luis Gil, Therapeia, Madrid, 1969.]

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mente descendit, licet fragile sed tamen simile mundo pararet hospitium. Hac ex causa hominem quasi minorem quendam mundum stellae quinque, Sol etiam et luna ignita ac sempiterna agitatione sustentant, ut animal, quod ad imitationem mundi factum est, simili divinitatis substantia gubemetur" (Mathesis, m, pról., 2-3). Un poema órfico, de fecha muy dudosa, " pintaba al mundo como un hombre gigantesco : el cielo era la cabeza ; el sol y la luna, los ojos ; el éter, el entendimiento ; el aire, la parte superior del tronco; la tierra, el vientre; el mar, las piernas ; las rafees del suelo, el Tártaro y los límites de la tierra, los pies (Orphicorum fragmenta, CLXVIII; ed. D. Kem, Berlín, 1922, págs. 201-2). En la astrología, es más bien el cielo lo que se proyecta sobre el hombre: el Zodíaco, por ejemplo, se despliega sobre el cuerpo, y la cabeza viene a coincidir con Aries, el cuello con Taurus, los hombros y los brazos con Geminis, y así hasta que los pies se igualan a Piscis (cf., entre muchos, Manilio, 11, 453-65) ; ' 5 y con los planetas puede establecerse una serie similar, en que el sol, como ya sabemos, corresponde al corazón, la luna a la bóveda craneal, et cetera. De la posición de los cuerpos celestes depende, pues, la situación y el porvenir de los cuerpos humanos, que reproducen a aquellos en una versión reducida, como microcosmos. Tal doctrina, la 11-.aloOsaia, que había de mover la imaginación de los artistas, " no se limitaba a predecir, sino que también se aplicaba a curar, según el arte iatromatemática: es inútil, verbigracia, operar un miembro enfermo cuando la luna está en la "casa" del signo del Zodíaco de que depende tal " Cf. A. Olerud, op. cit., págs. 114-128 ("Le macranthropos orphique"), aunque muy condicionado por las exigencias de su tesis; para los órficos (y pitagóricos) sigue siendo impagable C. A Lobeck, Aglaophamus, sive de origine theologiae mysticae graecorum, Berlín, 1829, 11, págs. 908-947 ("De macrocosmo et microcosmo"). 45 O, para citar a un "español", Prisciliano, segdn Orosio, Commo· nitorium de errore priscillianistarum, 2, en CSEL, XVIII: '7radidit ... in membris corporis coeli signa esse disposita, id est, arietem in capite, taurum in cervice, geminos in brachiis, cancrum in pectore et cctera". 41 Vid. F. Saxl, loe. cit., en la pág. 26, n. 35, y J. Seznec, La survivance des dieux antiques, Londres, 1939, págs. 63-66 (y 49, de donde tomo un ejemplo).

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INTRODUCCIÓN

miembro, porque la luna es planeta húmedo y se producirían complicaciones ; la acción de un medicamento depende de la hora en que se confecciona ... "1 Pero para leer en el cielo y diagnosticar en la tierra hay que saber aritmética y geometría, mitología y psicología, fisiología e historia natural. Pues, en la magia, ¿cómo conocer qué plantas o minerales producirán un cierto efecto, en tal conjunción de astros, sobre un determinado individuo, sino atendiendo a la analogía constitutiva del macrocosmos y el microcosmos? Ella es, en breve, principio de unidad de todas las ciencias, en un mundo coherente. El éxito de la astrología va de la mano con el auge de las religiones y los saberes orientales en el ámbito helenístico. Lo que en la Edad Media y en el Renacimiento fueron a menudo los árabes o "le révérend Pere en diable Picatris, recteur de la faculté diabologique" (como se lee en el Pantagruel), en el Imperio Romano podían serlo los caldeos o el faraón Nequepso: los bárbaros estaban de moda. Egipto y Thoth-Hermes Trismegisto, en especial, se vieron aclamados como cuna y maestro de incontables doctrinas. Cuando Manilio, así, se pregunta "quem primum interius licuit cognoscere terris / munere caelestum", la interrogación se le vuelve en loa del Trismegisto: "Tu princeps auctorque sacri, Cyllenie, tanti" (1, 256, 30). Y si el hermetismo filosófico en realidad tiene bien poco de egipcio, no parece que pueda decirse otro tanto del astrológico. Como sea, en ambas vertientes hay materiales a que aludir aquí. El Corpus Hermeticum, en concreto, está plagado de definiciones del hombre como pequeño mundo o mundo del mundo, y, a la inversa, del mundo como hombre, apoyadas en la teoría de la unidad y simpatía universales. Tal en el muy influyente Asclepio, 10: "Effector mundi deus et eorum, quae insunt, omnium, simul cuneta gubemando cum homine Buen número de otros ejemplos y una exposición general de la medicina astrológica pueden encontrarse -para citar de nuevo a un autor español, a quien no será posible volver a referirse- en las obras de Amau de Vilanova, especialmente De conservanda iuventute, Medicinalium introductionum speculum y Capitula astrologiae de iudiciis infirmitatum secundum motum planetarum: cf. L. Thomdike, A History of Magic and Experimental Science, 11 (Nueva York, 1923), págs. 8568S7, y los prólogos de J. Carreras i Artau y M. Batllori a las Obres Catalanes de Arnau, 11: Escrits medies (Barcelona, 1947). "1

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ipso, gubematore conpositi. Quod totum suscipiens horno, id est curam propriam diligentiae suae, efficit ut sit ipse et mundus uterque ornamento sibi, ut ex hac hominis divina conpositione mundus, Graec.e rectius xóa110~,dictus esse videatur. Is novit se, . et mun d um ... ,, nov1t Y en el hermetismo astrológico pululan las aplicaciones prácticas. El pasaje de Fírmico Materno aducido arriba se dice inspirado precisamente en Asclepio (II, i, 1-2); y según Olimpiodoro, "Hermes se representa al hombre como un microcosmos, pues todo cuanto hay en el macrocosmos, lo hay también en el hombre. En el macrocosmos hay animales terrestres y acuáticos; y, así, el hombre tiene pulgas, piojos y lombrices intestinales. En el macrocosmos hay ríos, fuentes, mares : en el hombre, entrañas. En el macrocosmos hay animales aéreos : en el hombre, mosquitos. En el seno del macrocosmos brotan soplos como los vientos : en el hombre, flatulencias. El macrocosmos contiene el sol y la luna : el hombre, los dos ojos, el derecho en relación con el sol y el izquierdo con la luna. El macrocosmos tiene el cielo : el hombre, la cabeza. En el macrocosmos están los doce signos del cielo : e igualmente en el hombre, de la cabeza, es decir, de Aries, a los pies, referidos a Piscis" (apud Festugiere, op. cit., pág. 127). Un poema hermético conservado por Estobeo extiende las concordancias a los siete planetas (frag. XXXIX), el Liber Hermetis expone la melotesia decánica y, en fin, la voz de Thoth seguirá oyéndose durante siglos para decir, de cien modos distintos, que el hombre es un pequeño mundo. Pero no hemos mencionado aún la más duradera de las religiones orientales introducidas durante el Imperio: el cristianismo. La herencia de la filosofía y de la física antiguas había fecundado ya el judaísmo de Alejandría. Los cristianos aprovechan la lección y no vacilan en "expoliare aegyptios,,, en aplicar a la exégesis bíblica o volver a lo divino en otro contexto (nunca muy alejado de la Escritura) cuanto de útil ofrecía la cultura clásica. En tal tarea -se ha observado muy justamente-, "el conocimiento del universo conserva el sentido religioso que ya tenía en las doctrinas surgidas del platonismo, pero enderezado desde ahora al Dios creador del Génesis y del Sal-

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INTRODUCCIÓN

mo 118", 48 al Logos de San Juan. El tema del microcosmos lo ilustra de maravilla. Partamos de una página de Clemente de Alejandría, de estilo tan bello como trabajado. El cántico nuevo del Verbo -se lee en el umbral de la Exhortación- ha hecho hombres de las piedras y de las fieras, devuelto la vida a los muertos, acordado las disonancias del universo, henchido el mundo de harmonía: no con la música tra~ de Tubal, sino con la voluntad de Dios, música de Davidl El Verbo, "despreciando la lira y la cítara, instrumentos sin alma, concierta el mundo y, sobre todo, el pequeño mundo, el hombre, su cuerpo y su alma, por medio del Espíritu Santo ; con ese instrumento de muchas voces cele·bra a Dios, canta a una con ese instrumento, el hombre; 'gue tú eres mi cítara, mi flauta y mi templo' " (PG, VID, 57, 60). 19 Gregorio de Nisa se deja llevar por otra suerte de música divina. ¿Por qué es tan grato oír el canto de los SalmosZ Sin duda ~_porqueel. cosmos enterq consiste en harmonía, y complace hallarla concertada a _la vez con el hambre. y con las trovas de David_._ "Si el universo todo es como una harmonía musical, y Dios el autor e intérpret~ como dice el Apóstol ; si el hombre ·-~es un ~u~ijQ __ universo, a la vez que réplica del concertador del universo, por fuerza la razón ha de descubrir en el megacosmos lo que ve en el microcosmos, pues la parte y el todo son homogéneos": y la naturaleza humana refleja el mundo "como en un espejo" (PG, XLIV, 441). Es una buena prueba de la existencia del alma: se llama al hombre mundo menor, dicen los sabios, porque consta de iguales elementos que el mayor ; y a ser cierta tal doctrina, "como parece", la visión del cuerpo habrá de arrastrar a la inferencia del alma, según la del orbe empuja a la de Dios (PG, XL VI, 28). ·San Juan había dicho que el mundo no podría contener todos los libros necesarios para referir los hechos de Jesús (XXI, 25) ; e Isidoro de Pelusio notaba que era inútil pretender que los abarcara el hombre, "mundo compendiado" (PG, Las frases entre comillas las tomo de J. Fontaine, loe. cit. infra (pág. 40, n. 60), pág. 648, n. 1. 49 Cf. también M. Spanneut, Le stoicisme des Peres de l' Eglise de Clément de Rome a Clément d' A.lexandrie, París, [1957], págs. 414-416. 0

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LXXVIII, 337). Tan ortodoxa se ofrecía la idea, que en algún texto litúrgico de Alejandría no duda en calificarse al hombre y xóaµ.ooxóaµ.o~.50 Tan conocida la sabían los de xoaµ.oxoA.tUl~ Padres griegos, que Gregorio Nacianceno puede abreviar todas las glorias humanas recordando la vieja designación de microcosmos (PG, XXXVI, 57 ; cf. 632). Máximo el Confesor la desmenuza varias veces (así en PG, XCI, 684-5, 688), 51 y de Máximo iba a extraer Juan Escoto Eriúgena otro nombre afortunado para el hombre: "officina omnium" (PL, CXXII, 530). Orígenes, al propósito de una exégesis alegórica, había afirmado que dentro del hombre hay largamente de qué ofrecer todo género de sacrificios : hay rebaños de bueyes, ovejas y cabras, más las aves del cielo; y apoyado en el Génesis, XV, 5, y Mateo, V, 14, añadía: ."Date cuenta de que eres también Otm~.muodo,_en..pequeño.y dentro de ti están--eLsol, la-:Iüha y S estreHas",-Dios mismo; "y viendo que tienes todo cuanto tiefte-el-mUBQO.. -aodudes que hay en tu interior los animales que ae inmolan en los holocaust9s" (PG, XII, 449-450). Nilo lo aplica a la edificación de un corresponsal, en una brevísima carta con rotundidad de epigrama: "Eres mundo_g~!m~do ; contempla, pues, en ti ~ismo toda la creación y considéralo todo en relación a ti. No atiendas a lo de fuera, mira dentro de ti, vuelve el pensamiento entero a la bodega intelectual del alma y, sin necesidad de imágenes, prepárale el templo al Señor" (PG, LXXIX, 252). Y Nemesio de Emesa elabora la versión definitiva, en griego, de un tema tradicional. u Dios -explicaresumió y vinculó en el hombre toda la creación, en el último día : y haciéndolo cifra y nudo de todas las cosas, ] de lo caduco y lo etersituándolo en la frontera [ iv µ.E6opiot~ no, le presentó una alternativa bien clara : o darse a la carne y descender a terreno y bestial ("Comparatus est cum iumen5

° Cit.

por F. Brightman, Liturgies Eastern and Western, Oxford,

1896, págs. xxviii, 16, apud G. P. Conger, op. cit., pág. 32. 51 Cf. ahora L. Thunberg, Microcosm and Mediator, The Theological Anthropology of Maximus the Confessor, Copenhagen, 1965. 52 Baste recordar la insistencia de Posidonio sobre la idea del hombre como aJvaeap.o~, lazo de unión de cielo y tierra (vid. la bibliografía citada en la pág. 24, n. 31). Cf. también W. Jaeger, Nemesios von Emesa, Berlín, 1914, págs. 101-4, 135-6.

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INTRODUCCIÓN

tibus insipientibus ... ", que dice el Salmo), o entregarse al espíritu y almrse a celeste (PG, XL, 512-3; cf. 532-3). 13 Pero el 4v8pm1to~iuxpo~ xóa11-o~ tenía poco que ver con la pureza de la fe. Los Padres podían perfectamente combatirlo cuando lo hallaban explanado por un maniqueo (como ya el primero de ellos: cf. PG, X, 1441)" o por un gnóstico (tal el árabe Monoimo, impugnado por Hipólito, en PG, XVI, iü. 3358), y aceptarlo sin problema en tanto lugar común. Gregorio de Nisa, ya lo hemos visto, daba por cierta una vez la doctrina de la m.icrocosmía del hombre, compuesto de los mismos elementos que el cielo y la tierra ; pero en otra ocasión la negaba con no poco brío. Pues ¡bonito elogio, si compartimos tal composición con los mosquitos y los ratones! No, la grandeza del hombre es ser imagen de Dios (PG, XLIV, 177, 180). 55 Tertuliano -como los estoicos, Filón y tantos más- deducía la existencia de Dios del paralelismo de macrocosmos y microcosmos (PL, I, 432-3); 51 pero otro africano, Arnobio, protestaba contra los orgullosos que lo aceptan sin reparar en que cualquier bien humano es prenda gratuita de la bondad de Dios: "Hic est ille pretiosus ... mundus minor qui dicitur?", se enoja (PL, V, 851). Lactancio casa el Génesis con las citas de Empédocles y el Trismegisto, para rastrear en el hombre las dualidades del mundo : "Ficto enim corpore, inspiravit ei animam de vitali fonte spiritus sui, qui est perennis, ut ipsius mundi ex contrariis constantis elementis similitudinem gereret. Constat enim ex anima et corpore, id est, quasi ex caelo et terra, quandoquidem anima qua vivimus velut e caelo oritur a Deo, Desde luego cabría multiplicar las referencias a los Padres griegos. Vid. por ejemplo Epifanio, PG, XLI, 205; Severiano, LVI, 443 ; Cosme, LXXXVIII, 368; Juan Damasceno, XCIV, 920 sigs., etc. 5 ' Cf. L. Thomdike, A History of Magic and Experimental Science, I (Nueva York, 1923), pág. 382; y R. Allers, loe. cit., pág. 366. Para Prisciliano, el hombre -microcosmos agónico- es la única realidad en que coexisten el bien y el mal que escinden el universo: casi es inútil apuntar el sabor maniqueo del principio ; cf. R. López Caneda, Prisciliano. Su pensamiento y su problema histórico, Santiago de Compostela, 1966, págs. 137, 140-141, 143, 150-151. 55 Vid. R. Leys, S. J., L'image de Dieu chez Saint Gregorie de Nysse, París, 1951, páp. 66-7; J. Quasten, Patrologia, 11 (Madrid, 1962), págs. 277, 306-307. u Comp. J. Quasten, Patrologla, I (Madrid, 1961), pág. 547. 33

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corpus e terra, cuius e limo diximus esse formatum ... Nam terrae ratio in carne est, humoris in sanguine, aeris in spiritu, ignis in calore vitali ... Ex rebus igitur diversis ac repugnantibus horno factus est, sicut ipse mundus ex luce ac tenebris, ex vita et morte : quae duo inter se pugnare in homine praecepit, ut si anima superaverit, quae ex Deo oritur, sit immortalis et in perpetua luce versetur ; si autem corpus vicerit animam ditionique subiecerit, sit in tenebris sempitemis et in morte" (PL, VI, 319-320); lo cual desde luego que no le impide poner infinitos reparos a las viejas especulaciones sobre el cuerpo del mundo (742 sigs.). Pese al ejemplo de Ambrosio (PL, XIV, 265: "cognoscamus humani corporis fabricam instar esse mundi"), Agustín no parece haber sentido sino escaso interés por el tema. Y sin embargo a menudo recoge opiniones que en lo futuro habían de ir muy ligadas al mismo, y justamente en la versión del "divino africano". Así, define con exactitud la posición central del hombre, "medium quoddam ... inter pecora et angelos ... infra angelis sed supra pecoribus : homini cum pecoribus mortalitatem, rationem vero cum angelis" (De civitate Dei, IX, 13). Insiste en la correspondencia entre las edades del mundo y las del hombre, y poco menos que fija la doctrina de la imagen de la Trinidad en el alma. 51 O halla en el universo un "magnum carmen cuiusdam ineffabilis modulatoris" (Epístolas, 111, cxxxviii, 5), canto que puede alcanzar el alma bien templada (id., clxvi, 13). Pero sólo una vez arriesga -aun con sordinauna formulación segura de la idea. En efecto, al comentar el pasaje de la Epístola a los Romanos, VIII, 22, donde se escribe que "toda criatura" gime y está de parto en espera de la gloria por venir, Agustín explica: "·tOmnis creatura' in homine numeratur". Mas, desde luego, no porque en el hombre se hallen realmente los ángeles, el cielo, la tierra y el mar, con cuanto en ellos hay ; 58 sino porque el ser humano reúne alma racional, Cf. ahora O. du Roy, L' intelligence de la foi en la Tri nité selon Saint A gustin, París, 1966, fundamental para el estudio de las fuentes neoplatónicas de la idea. 58 No es, pues, muy buena versión (como cabía esperar al desgajar la frase de su contexto, tomándola de cualquier repertorio) la de Juan 51

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INTRODUCCIÓN

alma sensitiva y alma locomotriz, y es tan flexible en lo moral, que puede equipararse a cualquier grado en la escala del ser. " ~Omnis creatura' in homine est, quia et intelligit spiritu et sentit anima et localiter corpore movetur" (De diversis quaestionibus LXXXIII, cap. LXVII, 5, en PL, XL, col. 68). Fácil es de ver que el concepto se enuncia con cautela ; y quizá tal tibieza esté en relación inteligible con la desazón del Agustín maduro por haber pensado, en otros tiempos, que Dios era un "corpus ... lucidum et inmensum et ego -dicefrustrum de illo corpore" (Confesiones, IV, xvi, 31); y con su prevención continua frente a las teorías sobre el alma del mundo. Un falso Boecio (Mario Victorino, según parece), el del Liber de diffinitione, legó a la Edad Media un cliché sin explicación, como ejemplo ocasional, en un contexto muy otro: " "Av6pwxo~ea'tt 1uxpóxoaµó~-et~,id est, horno est minor mundus" (PL, LXIV, 907); y el Boecio auténtico lo colmó de un sentido exponiendo la consonancia de la "musica mundana", la "musica humana" y la "musica instrumentalis" (PL, LXIII, 1171 sigs.). Más arriba (pág. 22) leíamos en Gregorio Magno: "Omnis creaturae nomine signatur homo"; ahora conocemos ya la filiación agustiniana de la glosa, pero bueno será advertir que la versión memorable fue la del pontífice Magno, y no la del obispo de Hipona. 59 En los popularísimos Diálogos, aquél añade todavía una precisión: "Homo itaque sicut in medio creatus est, ut esset inferior angelo, superior iumento, ita aliquid habet commune cum summo, aliquid commune cum infimo" (PL, LXXVII, 321); y en los no menos difundidos Morales de Aranda, Lugares comunes de conceptos, dichos y sentencias, Madrid, 1613, 2 fol. 106: "En un hombre está y consiste toda criatura". 59 Baste un ejemplo, entre muchos posibles. A "Gregorio, en los Morales", y no a Agustín, refiere la versión castellana de la Confessio amantis la idea de "que el homne es propiamente el mejor [sic] mundo, et pruévalo por esta guisa: que el homne, en cuanto tiene alma, es semejante al ángel, e en cuanto sentido es semejante a las animalias, e en cuanto acrecimiento es semejante a los árboles, e como las piedras han hueso, así lo ha él. E por esta guisa el hombre de su propia calidad es así como un mundo pequeño, y cuando yerra toma a mal el mayor mundo, se rebuelve e la tierra e la mar e el firmamiento" (J. Goer, Confisión del amante, ed. [H. Knust] - A. Birsh-Hirschfeld, Leipzig, 1909, pág. 15).

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remata la serie con un comentario enteramente original del Libro de Job, XI, 8-9: "Cuneta tamen ad solum referri hominem possunt, ut ipse sit caelum, cum iam per desiderium summis inhaereat ; ipse inf emus, cum, tentationum suarum caligine perturbatus, in infimis iacet ; ipse terra, quia in bono opere fixae spei ubertate fructificat; ipse mare, quia in quibusdam trepidatus quatitur, et aura suae mutabilitatis agitatur. Sed caelo est excelsior Deus ... , infemo profundior ... , terra longior ... , mari latior ... " (PL, LXXV, 929). Párrafo aparte merece San Isidoro de Sevilla. Todo el caudal de la cultura antigua (en su versión de la "tardía Antigüedad") aparece en su vasta obra codificado ad usum Medii Aevi. Nuestro tema no es la excepción: de hecho los escritos de Isidoro son un mundo abreviado de afirmaciones microcósmicas. '° Para empezar, en las Etimologías aparece por primera vez en latín, como una sola palabra, la designación de "microcosmus" : "Hace ratio quemadmodum in mundo est ex volubilitate circulorum, ita et in microcosmo in tantum praeter vocem valet, ut sine ipsius perfectione etiam horno symphoniis carens non constet" (111,xxiii, 2). El pasaje sirve de conclusión, muy apropiadamente, a un párrafo "De numeris musicis" con que"'se remata la sección "De musica". Hemos vuelto, como tantas veces, al principio de nuestra historia : a la harmonía cósmica, presente lo mismo en el cielo que en el hombre, de los pitagóricos. Con ellos, en efecto, Isidoro vincula el macrocosmos y el microcosmos a través de los números. A los cuatro "mundi elementa", así, corresponden las cuatro estaciones, las cuatro cualidades combinadas en el hombre, las cuatro virtudes y los cuatro vicios, "mortalium quoque rerum quatuor vitae ... , initium, augmentum, status et declinatio" (Liber numerorum, V, 23-24). El seis aparece en las edades del hombre, el ritmo de los tiempos, los grados de las cosas (de piedra a ángel), los "naturalia officia" y movimientos del mundo (VII, 31-32). Por Para la doctrina de microcosmos en Isidoro, vid. la espléndida tesis de Jacques Fontaine, lsidore de Séville et la culture classique dans r Espagne wisigothique, París, 1959, págs. 376-377, 423-424, 662-666 y ca. ; sin olvidar su artículo "lsidore de Séville et l'astrologie", REL, XXXI (1953), págs. 282-284, y su edición del De natura rerum, Traité de la nature, Burdeos, 1960. 10

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INTRODUCCIÓN

otra parte, el hombre vive siete semanas de años, tiene siete orificios en la cabeza, siete vísceras y siete miembros relacionados o relacionables con los planetas, las fases de la luna, los días, las "transfusiones elementorum", etc. (Vlll, 44-47). Isidoro insiste en el paralelismo elemental, para precisarlo y enriquecerlo. En las Etimologías, expone la asociación y diso~ ciación de los elementos en el cuerpo (XL i. 16). y los relaciona con los cuatro humores y las cuatro cualidades (IV, v). En el ·-- - De ,úaúra- rerum: define : . "Mundus est universitas omnis quae constat ex caelo et terra. De quo Paulus apostolus ait: 'praeterit enim figura huius mundi' [I Corintios, VII, 31]. Secundum mysticum autem sensum, mundus conpetenter horno significatur, quia sicut ille ex quattuor constat humoribus uno temperamento conmixtis. Unde et veteres in communione fabricae mundi constiterunt, siquidem graece mundus cosmos, homo autem micros cosmos, it est minor mundus est apellatus" (IX, 1-2); y en seguida explica que la región oriental es cabeza "et quasi facies" del mundo (IX, 3), según las cinco zonas del globo pueden representarse "in modum dexterae nostrae, ut pollex sit circulus articos", etc. (X, 1); aparte ilustrar las concordancias del mundo, el año y el hombre con un gráfico (figura 1) de los que valieron al tratado, en la Edad Media, el título de Liber rotarum (XI, 3). En las Diferencias, propone además muy netas correspondencias astrológicas : "Caput namque ad coelum refertur, in quo sunt duo oculi, quasi duo luminaria solis et lunae. Pectus aeri coniungitur, quia sic inde emittitur spiraminis ftatus, sicut ex aere ventorum spiritus. Venter autem mari assimilatur, propter collectionem omnium humorum, quasi congregationem aquarum. Vestigia postremo terrae comparantur, eo quod sunt ultima membrorum arida, sive sicca, sicut et terra" ; con una culminación trascendente : "Iam vero in capitis arce mens collocata est, tanquam in caelo Deus, ut ab alto speculetur omnia, atque regat. Factus est autem horno ad contemplationem caeli rigidus et erectus" (11, xvii, 48-50). La resonancia platónica de las últimas frases sin duda nos invita a reconocer el sentido ético de tantas y tantas analogías como apunta Isidoro. Y en las Sentencias todavía añade otra, trenzada en una meditación de la caducidad de las cosas :

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

"Horno ... ex rerum universitate compositus, alter in brevi quodammodo creatus est mundus. Ratio mundi de uno consideranda est homine. Nam sicut per dimensiones aetatum ad finem horno vergit, ita et mundus per hoc quod distenditur tempore deficit, quia unde horno atque mundus crescere videtur, inde uterque minuitur" (1, viii, 1-2). No se trata ya tanto de filosofía natural (nota muy bien el prof. Fontaine), como de "física moralizada" : y quizá quepa decir otro tanto de las más vigorosas afirmaciones de la microcosmía del hombre, por más de aos mil años. Las indicaciones anteriores aspiran sólo a refrescar en la memoria del lector algunas nociones y un puñado de textos pertinentes al tema de este libro : la varia fortuna de la idea del hombre como pequeño mundo en las letras españolas. Son confesadamente esquemáticas, y en algún caso buscan un compromiso entre la realidad literal y la interpretación futura de la realidad (habrá ocasión de insistir sobre ello). Por otro lado, me ha parecido oportuno detenerlas en San Isidoro, es decir, en el ámbito geográfico de la Península y en el momento histórico en que están ya diseminados todos los datos esenciales sobre los que bordará la posteridad. 61 Un libro como éste es siempre una hipótesis de trabajo ; es, también, un ejercicio de ascética. El autor recorta a su anVuelvo a tomar el hilo por el siglo XIII, a partir del cual el tema del microcosmos aparece en España sin solución de continuidad; he procurado ensamblar orgánicamente las referencias al período anterior (paupérrimo, a mi propósito), y desde luego voy dando cuenta de la introducción de los elementos más o menos nuevos. Para el período que corre del siglo VII al XIII, cf. en especial G. Paré, Le "Roman de la Rose" et la scolastique courtoise, París-Ottawa, 1941, págs. 112-115; Ph. Delhaye, Le "Microcosme" de Godefroy de Saint Victor. Étude théologique, Lille-Gembloux, 1.951,págs. 137-174; M. T. d'Alvemy, "Le cosmos symbolique du XIIª siecle", en AHDLMA, XX (1953), en especial págs. 51-54, 78-80; T. Gregory, Anima mundi. La filosofia di Guglielmo di Conches e la scuola di Chartres, Florencia, 1955, págs. 103105; M. D. Chenu, La théologie au douzieme siecle, París, 1957, págs. 3343; R. Lemay. Abu Ma'shar and Latin Aristotelianism in the Twelfth Century, Beirut, 1962, págs. 281-284; H. Schipperges, "Einflüse arabischer Medizin auf die Mikrokosmosliteratur des 12. Jahrhunderts", en Antike und Orient im Mittelalter, Berlín, 1962, págs. 129-153; J. M. Evans, "Microcosmic Adam", en MAe, XXXV (1966), págs. 38-42. 61

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INTRODUCCIÓN

tojo tal o cual tema (concepto, imagen, procedimiento, etc.); lo señala en diversos textos y en diversas épocas, e intenta captar su sentido en unos y otras, a la luz de toda la trayectoria del tema y en la esperanza de que cada formulación (o un número considerable de ellas) ilustre nuevos aspectos del texto o de la época ... Si ocurre así, si el tema resulta ser significativo y sintomático, la hipótesis inicial se confirma y el trabajo posterior se justifica ; y en tal caso al autor se le impone a menudo el ejercicio de ascética (y prudencia) de explicar suficientemente el carácter y alcance de cada versión del tema, y no intentar apurar todas sus implicaciones. Cuando los términos en juego son nada menos que el mundo y el hombre, la perti- . nencia de la empresa parece asegurada, por más que puedan malograrla las limitaciones del responsable de ella (en mi caso, muchas y obvias); y, desde luego, el tal ejercicio se plantea ante cada página, a caballo entre la necesidad de concisión y el deseo de claridad. Posiblemente mis fuerzas no han sido bastantes para la envergadura de la empresa. En cualquier caso, me daría por más que satisfecho si estas páginas cumplieran la modesta función ancilar de un inventario de temas y problemas. Perseguir la fortuna de un asunto relativamente estable permite afinar, parece, en el contraste de estilos e individualidades. Pero debo confesar que no me siento muy a gusto con las corrientes críticas (especialmente en boga en los países de lengua inglesa, por razones bien claras) ansiosas de identificar, de una vez por todas, lo literario y lo individual. Casi hasta ayer, de hecho, la literatura se concibió como un lenguaje tradicional, aplicado a dar vueltas y más vueltas a un puñado de nociones y procedimientos. Es fácil, hoy, despreciar la retórica ; pero pocas claves mejores de la literatura de ayer que un manual de retórica. Lo que tal vez rechazamos hogaño como lugar común, pecado contra el arte, pudo ser antaño lo definitoriamente literario, artístico. Libros como el presente (a haber salido según debiera) son, diría yo, contribuciones a una "gramática histórica" de la literatura, del lenguaje tradicional de la literatura. Como lectores, quizá nos interese más lo singular y lo ajeno a la norma; como historiadores, nuestro deber es levantar acta, también, de lo genérico y lo sumiso a la regla.

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

Así, aunque he aspirado siempre a allegar los materiales y las falsillas imprescindibles para la interpretación cabal de cada variante del tema, no he podido ni soñar en ser exhaustivo, ni he querido cortar todas las secciones según el mismo patrón. Más bien he pretendido hacerlas complementarias, presentando sucesivamente las diversas formas posibles de enfocar cada cristalización del asunto básico. Por lo mismo, unas veces me he detenido más en las filiaciones que en las estructuras ; otras veces he atendido a las afinidades antes que a las discrepancias ; aquí he preferido rastrear el fondo, allá reconocer la forma (dos entidades mejor delimitadas de lo que se piensa : este libro debiera convencer a los más acérrimos impugnadores de tan venerable deslinde). He procurado, sin embargo, que los varios enfrentamientos de la materia ofrecieran un diseño coherente : para los pioneros de una época, por ejemplo, he insistido en los problemas de fuentes ; para las obras en que una cultura alcanza la madurez, me he demorado quizá en los análisis de estilo ; los textos propiamente literarios suelen ir bien discernidos de los paraliterarios, pero a la vez conjugados con ellos, de modo que ambos se iluminen mutuamente. (En el subtítulo, el terreno de estudio se fija en las "letras españolas": por "letras" entiéndanse fundamentalmente las ilustres "litterae humaniores" ; en cuanto a lo de "españolas", adviértase que para la Edad Media he tomado en cuenta toda la producción peninsular en latín o en romance, mientras para el período posterior me he concentrado en las obras castellanas.) He recurrido escasamente a la paráfrasis y a extraer abstracciones de los textos, y he sido muy parco en aducir paralelos extranjeros 62 Innumerables pueden espigarse (además de en los lugares citados en las notas 2, 3 y 61) en E. M. W. Tillyard, The Elizabethan World Picture, Londres, 1943, págs. 84-86, 111-114, etc.; J. B. Bamborough, The Little World o/ Man, Londres, 1952; H. Jantz, Goethe' s Faust as a Renaissance Man, Princeton, 1951, s. u.; M. H. Nicolson, The Breaking o/ the Circle, Nueva York, 1962; E. Garin, La cultura filosofica del Rinascimento italiano, Florencia, 1961, págs. 146-153, etc.; K. M. Hall, Pontus de Tyard and his "Discours Philosophiques", Oxford, 1963, s. u.; W. J. Bouwsma, Concordia mundi: The Career and Thought of Guillaume Poste/, Harvard, 1957, s. u.; D. Hirst, Hidden Riches. Traditional Symbolism from the Renaissance to Blake, Londres, 1964, s. u., etc., etc. 62

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DE LA EDAD MEDIA AL SIGLO DE ORO

DIEGO GARCÍA

L A alegoría es un principio de unidad : nada hay gratuito ni aislado en la creación, porque toda res puede valer como signum y ligarse reveladoramente a otra res. La interpretación alegórica, por ello, proporciona un tramado para dar coherencia a la realidad entera. Así lo entendían muchos en la Edad Media y así queda bien claro en el Planeta (1218) de don Diego García de Campos, canciller de Castilla. Las trescientas páginas del libro habrían quedado muy menguadas, si don Diego no hubiera tenido siempre presente que cada aspecto de sus temas (la triple invocación de las Laudes Gallicanae, la Virgen María, los ángeles... ) podía y debía entenderse como signum a la vez que como res, como realidad singular a la vez que como expresión de otras realidades. No es que el Planeta recurra tal cual vez a semejante concepción : es que sin ella nunca se habría escrito. Los números vinculados a las cosas, en particular, están preñados de sentido. Don Diego, así, reúne bajo el título de Planeta los siete tratados de la obra "propter librorum numerum congruentem" (ed. M. Alonso, Madrid, 1943, pág. 200); y el orden de cada uno vale ya como una indicación del contenido. El número cuatro, "in pavimento seculi" (pág. 155), conforma al universo, al igual que al largo prólogo del Planeta, "tamquam pavimentum palatio" (pág. 161). Cuatro son en el uno las partes del mundo, las estaciones, los ríos del Paraíso, las "rote" o sentidos de la Biblia, las virtudes. . . Y calcando tan conocidas correspondencias, 1 cuatro son en el otro los fines del libro, las circunstancias de su redacción, las sílabas de 1

Cf. por ejemplo L. Spitzer, Classical and Christian Ideas of World Harmony, págs. 67 sigs.; J. Fontaine, lsidore de Séville, págs. 369 sigs.

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INTRODUCCIÓN

(no rne entusiasma. en verdad. ese comparatismo superficial :ue no se da por satisfecho si no acumula a cada propósito d e~ 0 cuatro puntos de cotejo en otras tantas lenguas y épocas: MaríaRosa Lida denunció alguna vez ciertas meu:las de . nas con capachos). Por lo general estudio sólo las formulac1ones e... 1, • • • • h b.1 ~Pi1c1tasde la idea del hombre como microcosmos : s1 u ~ra registrado también los pasajes donde se dan algunas ~~ru~. pero no la conclusión. hubiera tenido que escribir ar.íos libros como este. Ahora bien. la presente monografía a descubrir en otras partes tales premisas y las conUsiones inherentes y echará luz de rechazo, sobre obras no exani· ' ' llladas o sólo mencionadas al paso.

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

"Rodericus" (el cronista Toledano, a quien se dedica el Planeta) y aun los miembros de muchos períodos sintácticos. El mundo realiza la cuadratura del círculo : es redondo, "propter perfectionem", y se divide, "propter stabilitatem" (pág. 155), en cuatro regiones fertilizadas por las "fuentes claras corrientes" (diría Berceo) de los Evangelios. En la Escritura, además, hay abundantes testimonios de la dilección de Dios por el cuaternario. Ad hoc tandem hanelabat michrocosmus, videlicet omnis homo, qui fabrefactus ad similitudinem machrocosmi quatuor humores habet pro quatuor elementis. Habet namque pro igne coleram, pro acre sanguinem, pro aqua ftemma, pro terra melancoliam (pág. 1S8).

Es, por supuesto, la versión "canónica" de la vieja doctrina del De natura hominis (cf. arriba, pág. 15), la versión fijada en el helenismo y divulgada con notable fidelidad por manuales y enciclopedias. 1 San Isidoro le había prestado particular atención (cf. págs. 40-41), y no la ignoraba ni el clérigo más rudo (como el autor de la ilustración a un manuscrito de Burgo de Osma [Jigura 2] que da una ingenua variante "realista" de las ruedas isidorianas). Don Diego, pues, pasa por ella de corrida, para subrayar otros puntos más decisivos del paralelismo entre hombre y mundo: Nec solum in materia set in forma michrocosmus consonat machrocosmo. Si enim extensis brachiis se conquadraverit in stateram, quatuor mundi plagas planissime representat. Quippe 2 Vid. C. Fredrich, Hippokratische Untersuchungen, Berlín, 1899, págs. 33 sigs.; G. Sarton, "Remarks on the Theory of Temperaments", en lsis, XXXIV (1943), págs. 205-208; y (por dar sólo un ejemplo de la difusión del dato en enciclopedias y textos elementales) el pasaje del Lucidario español citado por J. Nachbin, en RFE, XXIII (1.936),pág. 7: "Así com el mundo es compuesto de cuatro elementos, a semejan~ de esto es compuesto el cuerpo del homen de cuatro humores", etc. Es totalmente errónea la afirmación -aún repetida- de que la correspondencia entre humores y elementos se conoció en Occidente gracias a Constantino Africano (comp. R. Allers, "Microcosmos", pág. 346, n. 59).

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DIEGO GARCÍA

habet caput pro orientali, pedes pro occidentali, sinistram pro septentrionali, dexteram pro australi.

Vitruvio, a propósito de la planta de los templos, había explicado que el cuerpo humano, extendido, se inscribe perfectamente tanto en un círculo como en un cuadrado (cf. pág. 26). Por ello aclaraba don Diego, en la página anterior, que Salomón construyó el Templo según esquemas cuaternarios : por ello "et quia quatuor principales virtutes debent in quadrato homine pariter conquadrari" (pág. 157). Esas cuatro virtudes son, desde luego, las cardinales; y, así, no es extraño que tras señalar ahora la correspondencia de la figura humana con las cuatro regiones del mundo, fijadas por los cuatro puntos cardinales, s don Diego insista en que el alma fiel y feliz también recibe el cuádruple riego de los Evangelios, fructifica en las

ª Desde antiguo se indicaron concordancias precisas entre las partea del cuerpo y las del mundo (cf. arriba, pág. 16, n. 1O; y C. A. Lobeck, Aglaophamua, 11, págs. 91S-920; O. P. Conger, Theoriu .. ., pág. 26); el Libro de los secretos de Bnoch, v. gr., explica que las letras del nombre de Adán no son sino Norte, Sur, Este y Oeste (loe. cit. en la pág. 29); un pseudo San Cipriano rcelabora la noticia, añadiendo que el cuerpo del primer hombre se formó con tierra de las cuatro regiones del globo, PL, IV, col. 912, y el dato aparece ya como lugar comón en Beda, In Genesim, IV, y en Honorio de Autun, PL, CLXXII, col. 141 y 1117. Particular inter6s tiene aquí el tratadillo De mensura astrolabii, obra seguramente de Lupitus o Llobet de Barcelona (siglo x), donde lo equiparado son las edades de la vida humana y los puntos del horizonte con las correspondientes fases del día: "Ergo totius mundi diversitatem notam reddere cupientes [philosophi] in quaternas partes hanc diviserunt, ad imitationem scilicet minoris mundi, id est hominis, qui nascendo orientis solis pergerit teneritudinem, atque iuventutis calore meridiei fervorem, senectutis etiam frigiditatem [sic] aquilonaris partis rigorem, occidua mortis sorte occasum" (ed. J. M. Millás Vallicrosa, Assaig ti historia de les idees físiques i matematiques a la Catalunya medieval, Barcelona, 1931, pág. 296); aunque lo más de la obrita es adaptación indirecta de Mi§illih (cf. pág. 1S3), Uobet aquí se inspira probablemente en enseñanzas isidorianas (cf. arriba, págs. 40-41). Las correspondencias señaladas en el Planeta parecen también un desarrollo de noticias de Isidoro (cf. arriba pág. 41; Etimologías, 111, xxx: "Caput autem eius [mundi] et quasi facies orientalis regio est ... "; y J. Fontaine, lsidore de Séville et la culture classique dans l'Espagne wisigothique, pág. 471), a favor, como digo, de las tradicionales especulaciones sobre el homo quadratus (vid. E. de Bruyne, Estudios de estética medieval, Madrid, 19S8, en el índice, s. u., y en especial vol. 11, págs. 364 sigs.; O. de Champeaux y Dom S. Sterckx, O. S. B., lntroduction au monde des symboles, Yonne, 1966, págs. 242 sigs.). 4

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

cuatro virtudes, ejercidas de cuatro maneras, consigue las cuatro "dotes corpori", responde a los cuatro cantos del oficio eclesiástico, transparenta los cuatro brazos de la cruz... (páginas 158-159). El número cuatro "prestat enim exemplar elementis et climatibus, fluminibus et evangeliis, et formam templis et edificiis et tabulis et mensuris" (pág. 160); y, lo que más importa, a través de él se equiparan el orbe divino, el humano y el físico. Tal equiparación es, al fin, fundamento teórico de las variadas formas de pensamiento alegórico a que una y otra vez recurre el Planeta como a modus procedendi; y seguramente en ningún otro lugar se expresa más a las claras que en la definición de la microcosmía del hombre.

LIBRO DE ALEXANDRE

Las disertaciones eruditas casi se llevan la mitad del Libro de Alexondre.' Mas no disuena la combinación de discursos doctos y relatos de aventura, porque el héroe a cuya gloria se dedica el poema es a un tiempo "tesoro de proeza" y "arca de savieza" (ed. R. S. Willis, Princeton-París, 1934; O 1557), y su "clerecía", así, legitima la inserción de mucho fárrago sabio. Desde las primeras estrofas, en efecto, Alejandro aparece adornado "de grant esfuer~o e de grant sapien~ia" (P 6). El mismo Aristóteles puede envidiarle : Filio eres de rey, tú has grant clereszía, en ti veo agudeza cual para mí querría, de pequeño demuestras muy grant cavallerfa ... (P 52);

y hasta los parciales de Darío deben reconocer : ' Cf. R. S. Willis, "'Mester de clerecía'. A Definition of the Libro de Alexandre", en RPh, X (1956-57), pág. 219; valioso artículo del ·que tengo presentes varias observaciones.

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LIBRO DE ALEXANDRE

sabe de cleres~ía cuantas artes y son, de franqueza e de esfuer~o más que otro varón. (P 151)

Muchos pasajes proclaman la doble excelencia del Conquistador en las armas y en las ciencias. Pero más que atender a tales definiciones abstractas, importa notar que la condición de "sabidor e bien letrado", amén de "bon filósofo, maestro acabado" (1260), no es un mero rasgo ornamental en el retrato de Alejandro (como lo es la "sapientia" aliada a la "fortitudo" en el panegírico de tantos magnates antiguos), 5 sino un componente básico de su personalidad plasmado en hechos una y otra vez: y funciona, por lo mismo, como elemento estructural de la narración. Pienso que nunca se advierte ello más claramente que al recrear el poeta los dos grandes móviles de la actividad de Alejandro : _el ansia de fama bélica, caballeresca, y el ansia de conocimiento. 6 La primera empresa del joven príncipe se dice ya encaminada a "buscar aventuras, su esfor~io provar" (O 127); con todo, fízolo mayormente por las tierras veyer, los pasos e los puertos de las sierras saber. (P 128)

Dadas tales premisas, es perfectamente natural que el Alejandro maduro se propusiera partir a Etiopía para "veyer dó el sol nasce, dó nunca fue poblado" (P 1184). Como lo es que el afán de exploración que tantas veces pone en marcha al protagonista se conjugue sin violencia con la predilección del poeta por los excursos geográficos : 7 cara y cruz de una misma moneda, dicho y hecho. Vid. E. R. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, trad. y adiciones de M. y A. Alatorre, México, 1955, págs. 254 sigs. 6 Son fundamentales al propósito las conclusiones de M. R. Lida de Malkiel, La idea de la Fama en la Edad Media castellana, México, 1952, págs. 190 sigs. 1 Cf. el copioso índice de los mismos en R. S. Willis, art. cit., pág. 219, n. 26. 5

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BL PEQUERO MUNDO DEL HOMBRE

Particularmente notable es el papel de pareja sed de saber en la parte final del Libro. Cuando las gentes de Alejandro le reprochan su "fiera cobdicia" (2274), no contenta con el imperio ya conquistado, en realidad están malinterpretando los designios del héroe : Asmava el bon home la mar atraversar, a lo que nunca pudo home cabo fallar, et buscar otras yentes de otro semejar, por sosacar manera nueva pora guerrear. Saber del sol dó na~, [el Nilo de dó] mana, el mar qu6 trae forcia cuando fier na montaña ... (O 2269-70)

El autor español (siguiendo a la Alexandreis, aunque reelaborada con óptimo tino) justifica los planes guerreros de Alejandro poniendo en su boca palabras que rezuman afán de gloria : Non conto yo mi vida por años nin por días, mas por buenas faziendas e por cavallerías ; (2288)

pero (apartándose decisivamente de Gaitero de Chatillon) le hace insistir en la docta meta de sus aventuras bélicas : Cuanto havemos visto ante no lo sabiemos, se ál non apresi6ssemos en balde veviemos... Enviónos Dios por esto en aquestas partidas, por descobrir las cosas que azién escondidas ; cosas sabrán por nós que non serién sabidas ... (O 2290-91)

Tal insistencia explica que el poeta se aleje del "escrito", de la fuente latina principal, para narrar "una fazaña... grave de creer (2305}'! el descenso de Alejandro a las profundidades del Océano, "por saber qué fazen los pescados" (O 2306), por penetrar los secretos marinos (2309). Tal insistencia, a la vez, refuerza muy diestramente la motivación del desenlace : el mismo deseo soberbio de escudriñar los arcanos de la Creación

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LIBRO DB ALEXANDRB

que lo mueve a acometer la empresa despierta la "saña e grant rencura" divinas qµe llevan a Alejandro a la muerte (2325 sigs.). No le basta, sin embargo, el "grant emperio" (O 2315) del mar. Ante los árboles del Sol y de la Luna, el Conquistador se pregunta "sel podrié en el mundo nulla cosa scapar" (O 2489) ; y apenas vaticinado, en efecto, "señor... del mundo a poca de sazón" (O 2490), se le aviva el apetito de saber: no quiere simplemente dominar el mundo, quiere también conocerlo. abarcarlo todo con la inteligencia. Asmó una cosa andando por la carrera, cómo aguisarié poyo e escalera por veyer todo el mundo cómo yazié o cuál era. (P 2496)

El artificio es memorable : Alejandro se eleva por los aires en alas de dos grifos hambrientos. ª Desde lo alto se le ofrece un panorama nunca visto: montes, valles, ríos, mar ("mas cómo yazié o non nunca lo pudo asmar", P 2504), puertos, galeras... África se extiende a sus pies, mostrando "por cuál logar serié más rafez la entrada" (O 2506) para someterla. El poeta no puede referir cuanto se ofreció a los ojos del héroe ; pero sí afirma que ... en una hora sopo mientes parar lo que todos abades non lo sabrián asmar. (2507)

Porque Alejandro Icontempló, en resumidas cuentas, una síntesis de todo conocimiento : vio al mundo y, con él, al hombre. Solémoslo leer, dizlo la Escritura, que es llamado "el mundo" el home por figura ... (O 2508) Para las posibles fuentes del episodio, cf. R. S. Willis, The Debt of the Spanish "Libro de Alexandre" to the French "Roman ti Alexandre", Princeton-París, 1.935,págs. 39 sigs.; y vid. M. R. Lida de Malkicl, "Datos para la leyenda de Alejandro en la Edad Media castellana", en RPh, XV (1961-62), pág. 423 y n. 18. 8

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

Ciertamente : San Agustín había entendido como referido al mundo el "omnis creatura ingemiscit" de la carta a los Romanos, VIII, 22 (cf. arriba, pág. 38); Gregorio Magno había hecho otro tanto con el "praedicate Evangelium omni creaturae" de San Marcos, XVI, 15 (cf. arriba, pág. 22); Isidoro había explicado que la "figura huius mundi" de que habla San Pablo "horno significatur" (cf. arriba, pág. 41). Con el apoyo de tan altas autoridades, la vieja noción de la microcosmía del hombre había llegado a filtrarse en la Glossa ordinaria; 9 y el poeta del Alexandre, así, podía permitirse acreditarla con la Escritura, antes de darle un desarrollo bien trabado : Quien comedir se quisier e asmar la f echura, entendrá home que es razón sen presura. Asia es el corpo, segundo mio creente, sol e luna los ojos que nacen de Oriente ; los bra~os son la cruz del rey omipotente que fu muerto en Asia por amor de la gente. La pierna que decende del siniestro costado es el regno de África por ella figurado : toda la mandan moros, un pueblo renegado, que oran a Mafomat, un traedor provado. Es por la pierna diestra Europa notada : ésta es más católica, de la fe más poblada ; tienen Petrus e Paulus en ella su posada, En PL, CXIV, cC\I.243 (sobre el citado pasaje de San Marcos): ''fOmni generi humano', quod habet aliqui.d commune omni creaturae, angelis, pecoribus, lignis, lapidibus, igni et aquae, calido et frigido, humido et arido, quia minor mundus horno dicitur" ; y col. 498 (sobre Romanos, VIII, 22): "Omnis creatura. Hor¡o". Glosas que olvida M. D. Chenu, La théologie au douziéme siecle, pág. 39, n. 4; vid., por otro lado, T. Gregory, Anima mundi, Florencia, 1955, págs. 102-3. De la Glossa ordinaria el dato pasó alguna vez a ilustrar la "Biblia" pagana; en efecto, Juan Pérez de Moya, Filosofía secreta, ed. E. Gómez de Baquero, Madrid, 1928, I, págs. 55-56, al alegorizar el mito de Saturno, escribe: "Tómase aquí la generación del hombre por la generación de todas las cosas, porque el hombre se dice 'toda criatura'. Así le llama San Marcos, porque en el hombre cifró Dios todo lo que hay en el mundo, dándole ser, como a la piedra ; ser y ánima vegetativa, como a las plantas y árboles; ser y ánima sensitiva, como a los animales; ser y entender y raciocinar, como a los ángeles. Y por esto los filósofos le llaman 'microcosmus', que quiere decir 'mundo menor'". 9

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LIBRO DE ALEXANDRE

ésta es la diestra del obispo santiguada. La carne es la tierra, que es mucho pesada ; el mar es el pellejo [P piélago] que la tien ·~creada ; las venas son los ríos que la tienen temprada, fazen diestro e seniestro mucha tomavicada. Los huessos son las peñas que al~n los collados ; los cabellos de la ca~a, las yervas de los prados ; crían en esta tierra muchos malos venados, que son por majamiento [P mandamiento] de los nostros [P santos] [pecados. (0 2508-13)

Nuestro autor borda sobre el tradicional mapamundi isido-1 riano (figuras 3 y 4), 10 que tanto le deleita recordar al lector de sus versos cobra (cf. 277-280, 2578); 11 y el µaxpo~av6pro1to~ realidad apenas se coteja con aquél. Asia, desde luego, por su volumen y por su posición, se identifica inmediatamente con la parte superior del cuerpo ; a Asia, a la región oriental, corresponde la cabeza, con los ojos, "quasi duo luminaria solis et lunae" (todo ello según las enseñanzas de San Isidoro: cf. arriba, págs. 41 y 49) ; de Asia, por otro lado, brotan los brazos -la cruz de Cristo-, según la habitual representación cartográfica, influyentísima en el arte religioso y en la iconografía de la realeza. 12 La equiparación de África a la pierna 10

Para cuya historia, Gonzalo Menéndez Pidal, "Mozárabes y asturianos en la cultura de la Alta Edad Media", en BRAH, CXXXIV ( 1954), págs. 166 sigs. u Comp. también, entre otros, General estoria, ed. A. G. Solalinde, I (Madrid, 1930), pág. 44, con cita de la A lexandreis. E. K. Wright, Geographical Lore of the Time of the Crusades, Nueva York, 1965, 2 págs. 147 sigs., apenas trae nada de interés para nuestro tema. 12 Piénsese en el retablo de Guardiola, por Luis Borrasá, donde Cristo apoya la mano en un globo del mundo, del que arranca una gran cruz; o en las representaciones similares de Berruguete, Damián Forment, etc. (cf. G. Menéndez Pidal, art. cit., págs. 174 sigs.). Y añádase que aparece también rematada por una cruz la esfera que simboliza la dignidad imperial: vid. P. E. Schramm, Sphaira, Globus, Reichsapfel, Wanderung und Wandlung eines H errschaftszeichnes von Caesar bis z.u Elizabeth 11., Stuttgart, 1958, y Las insignias de la realeza en la Edad Media española, Madrid, 1960, págs. 126-134, entre otros muchos trabajos del mismo autor; y comp. más abajo, pág. 211, y Castigos y documentos, en BAAEE, LI, pág. 111 h.

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRB

izquierda, y de Europa a la derecha, se desprende al punto de la figura. Como se impone la correspondencia entre la piel y el océano que cerca la tierra (O 2512 b), incomprensible para quien no tenga presente la imagen y favorecida, a mayor abundamiento, por el recuerdo de la Biblia (Salmo cm, 6: "Abyssus sicut vestimentum amictus eius"). 13 Apurado el mapa, las restantes semejanzas no debían presentar problemas para un hombre medianamente leído (bien el poeta del Alexandre, bien su fuente: y la inteligencia con que maneja muy varios materiales, en otros momentos, permite atribuirle el crédito al autor español). En efecto, la definición del hombre como microcosmos (o del cosmos como hombre) venía aceptándose casi unánimemente desde siglos atrás, y pocos clérigos dejarían de conocerla glosada en más de un sentido. Es bien comprensible, así, que al echar mano del concepto básico contaminaran en la memoria diversas explicaciones de tan sufrido lugar común ; e incluso, supuesta la falsilla para desarrollarlo y justamente por ser varios los modos de hacerlo. parece natural que se sintieran particularmente autorizados a proceder con mucha libertad, a podar o aumentar a su conveniencia los cánones de concordancias entre hombre y mundo. Las ilustradas por nuestro poeta en las coplas 2512 y 2513 (aparte ahora el paralelismo del mar y la piel) las conocemos ya perfectamente: "la carne es la tierra", v. gr., en el De hebdomadibus (cf. arriba, pág. 16); "las venas son los ríos", en las Quaestiones naturales (pág. 27) ; 14 "los huessos son las peñas", en la Alegoría de Filón (pág. 29); la identificación de "los cabellos" y "las yervas" se lee en el Libro de los secreLa Semeia~a del mundo sigue fielmente la lmago mundi de Honorio -a su vez tan apegado a Isidoro-, cuando afirma: "La tierra es cercada en derredor de las aguas, como cuan cerca el homne un paño de orla" (ed. W. E. Bull y H. F. Williams, Berkeley y Los Ángeles, 1959, pág. S); cf. PL, CLXXII, col. 122, con cita del salmo CIII. u Cf. también el pasaje que J. M. Millás Vallicrosa, Estudios sobre historia de la ciencia española, pág. 18, transcribe del Libro de astrología atribuido a Enrique de Villena (obra que es realmente lamentable que permanezca inédita): "la terra toda es foradada de dentro et llena de venas et cavas por donde van et passan las aguas que salen de la mar et van et vienen por medio de la terra de dentro et de fuera, a una parte et a otra, segunt fazen las venas en el cuerpo del homne". 13

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LIBRO DE ALBXANDRB

tos de Enoch (págs. 28-29); y aun la misma alusión oscura a un "majamiento" similar al de los "malos venados" coincide -para aclararse- con el pasaje hermético según el cual los parásitos del hombre equivalen a los animales terrestres (página 34). El autor del Libro de Ale.xandre no precisaba estar familiarizado con cada una de esas obras (ni con otra serie parejamente copiosa): más fácil es que partiera de algún texto en que ya se hallaran sedimentadas por la tradición las más de las semejanzas que señala, y lo completara con las reminiscencias de sus lecturas o con su libre inventiva. Más o menos a mga de los varios catálogos propuestos por la Antigüedad, entre los siglos VII y XII circularon profusamente las retahílas microcósmicas, y se las halla en piems tan dispares (por citar sólo un par de casos relacionados con la cultura hispana) como cierto fragmento sobre la creación de Adán 15 o el Liber de numeris pseudoisidoriano. 11 Pero tal versión intermedia se El fragmento -no posterior al siglo X:- se halla en el célebre códice de Roda, y de ahí lo toma Dom Jean Leclercq, ''Textes et manuscrits de quelques bibliotheques d'Espagne", en H ispania Sacra, 11 (1949), pág. 96. Con ejemplar cautela, al registrarlo en su lndex Scriptorum Latinorum Medii A.evi Hispanorum, I (Salamanca, 1958), pág. 152, núm. 623, se pregunta M. C. Díaz y Díaz: "an Hispani auctoris?" Reza como sigue (y sobran los comentarios sobre su latín): "Unde factus est corpus de A.dam. Factus est corpus eius de octo partes. Prima parte de limo tcrre. Secunda parte de mare. Tertia parte de sole. Quarta parte de vento. Quinta parte de nubibus. Sexta parte lapidibus. Septima parte de luce mundi. Octava quod Adam est. Prima parte unde dicitur de limo terre factus est corpus eius. Secunda parte de mare factus est sanguis eius. Tertia parte de sole facti sunt oculi cius. Quarta parte de vento factus est anclitus et flatus eius. Quinta parte de nubibus facta sunt cogitationes eius perversas et vanas. Sexta parte [de] lapidibus facti sunt ossi eius. Si supertraxerit de limo terre erit piger in omnes partes. Si supertraxerit de mare erit sapiens et profundus. Si supertraxerit de sole erit formosus et speciosus. Si supertraxerit de vento erit fortis ad vellum et erecundus ad credendum. Si supertraxerit de nubibus erit lebis et luxuriosus. Si supertraxerit de lapidibus erit duros et abarus. Si supertraxerit de luce mundi erit bonus sanctus et repletus de spiritu sanctum". El texto está próximamente vinculado a la Vita A.dae et Evae, a juzgar por el extracto de una versión en Inglés Medio que transcribe J. M. Evans, en Medium Aevum, XXXV (1966), pág. 40; con todo, no hallo equivalente en la ed. de W. Meyer, en A bhandlungen der philosophisch-philologischen Klasse der Koniglich Bayerischen A kademie der Wissenschaften, XIV : 3 (1878), págs. 221-250. 11 En PL, LXXXIII, col. 1295: "Duabus substantiis constat horno, imagine et similitudine Dei factus, id est, anima tantum et corpore; sed 15

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diría imposible de localizar entre las muchas que concuerdan parcialmente con el Alexandre: quizá quepa precisarlo, con todo, el día que conozcamos con certeza las fuentes de que procede el episodio entero de la ascención aérea del Conquistador. 17 Sí parece bastante claro, en cualquier caso, el sentido del pasaje. Recordaba el ansia de conocimiento -en particular geográfico- como móvil importante de la actividad de Alejandro : a la expedición guerrera precede una y otra vez la curiosidad científica, el deseo de "las tierras veyer", descubrir "el sol dó nasce" o "el mar qué trae forcia". Pues bien: la visión del mundo en imagen humana, abarcado de una sola vez, al final de su carrera, da cumplimiento al afán de saber que inspiraba ya las primeras empresas del joven príncipe. En ella culmina la sed de "sapientia" que lo guiaba ("sopo mientes parar / lo que todos abades non lo sabrián asmar", 2507), como los logros de su "fortitudo" culminan en la inmediata sumisión del mundo entero (2515 sigs.). Y así queda apurada la doble caracterización del héroe como "tesoro de proeza" y "arca de savieza": el mundo, que se entregó a su inteligencia, se entrega ahora a su imperio. Bueno será evocar aún. por otra parte. las palabras de ~ probación con que apostilla Dios la osada expedición subma rina de Alejandro :

in bis duabus substantiis in unum inter se coniunctis, multae videntur esse species. In corpore etenim humano novem sunt mensurae sine dubio compositae: id est, quatuor principales, quae sunt terra, aqua, aer, ignis; et aliae quinque subsequenter species, id est, sal, fenum, flores, lapides, nubes. Et ut in melius de bis omnibus intelligas, lege sic: terra in homine est crassitudo et gravitas carnis; aqua autem sudor et salivae; aer vero ipsa anhelatio humida, frígida, atque calida, spirans per os et nares; ignis in homine, qui in stomacho coquit cibos et in calore sanguinis; sal in salsitate sanguinis et sudoris et lacrymarum et urinae, quia hace omnia in homine salsa sunt; fenum autem in capillis et pilis; flores in varietate oculorum ; lapides in gravitate et duritia, quia lapides ossa terrae dicuntur; nubes instabilitas mentium et cogitationum". No me es accesible la tesis de R. E. McNally, Der irischen "Uber de numeris", Munich, 1957, donde se examinan las fuentes de la obra. 17 Si dependiera de algún modelo árabe, como no cabe desechar (cf. loe. cit. en la pág. 53, n. 8), sería particularmente verosímil ver en las coplas 2512-3 el influjo de los Hermanos de la Pureza (cf. abajo, págs. 61 sigs. y en especial, 92-93).

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Él sopo las sobervias de los pe~s iudgar, lo que en sí tenié non lo sobo asmar ; (O 2330)

y no otro es el pecado que precipita el fin del Conquistador. Pienso que el vuelo por las alturas refuerza implícitaiµente tal

modo de plantear el desenlace. Alejandro, en efecto, logró alzarse a ver el mundo en figura de hombre: y ganó y conoció al mundo, pero no al hombre que era él mismo (la paradoja está muy clara en el popular epitafio de Alejandro traducido por Sánchez de Vercial y Pérez de Guzmán: "En ego qui totum mundum certamine vici... " 11 ). Como sea, la pintura del mundo en forma humana, en las coplas 2508 sigs. del Libro de Alexandre, no es digresión erudita impertinente -según se tiende a pensar-, sino pieza clave en la estructura· del poema.

EN

TORNO A ALFONSO EL SABIO

Por la constelación de la ochava esfera, a la parte de las estrellas de septentrión, corre la figura del Inflamado. "Es -explica el tratado de Alfonso el Sabio- cuerno de home que tiene la cara sañuda, et la mano sinistra al~ada et tenduda adelantre, cuerno qui demuestra carrera o logar por do vaya". Ceñido y arremangado, por la prisa ; cubierta la cabeza, "cuerno conviene a home esfor~ado" ; descalzo, a modo de ligero y valiente, el Inflamado parece abrir camino "a compaña que viniesse después dél por aquel logar". Et todas estas cosas sacaron los filósofos por grande imaginatión et por grande demostratión de las propiedades et de las vertudes que ya~en en esta figura. Ca la imaginatión según __ natura aduce la cosa a entendimiento o a memoria, et la memoria a la obra, et la obra a complimento de la cosa que home demanda. Et por ende todos los saberes fueron fallados, porque las cosas que home no podía fazer por fuer~a de su cuerpo, fiziesse por entendimiento et por arte de saber. 18

Cf. M. R. Lida de Malkiel, en RPh, XV (1961-62), pág. 416.

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

Ca estas son dos cosas que estreman al home de las_ otras

animalias, entendimiento et arte de saber. Ca, por lo ál, si el home es más fermosa faición que las otras animalias, cuanto a nuestra vista, o porque es formado a la figura de Dios, según el dicho en la ley, "fagamos all hombre a nuestra figura et a nuestra semejanza", pero las animalias más se pagan entre sí de verse una a otra que la semeje, que non de ver all home. Et si es por razón de valentía, muchas animalias hay que son más valientes que los homes et muy más ligeras et más comedoras et fazen más hijos et han menos enfermedades et viven más. Et por ende todas las cosas que naturalmientre han a fazer los miembros del cuerpo, más complido \ lo han ellas que non los homes. Mas entendimiento et razón . es lo que estrema ali home dellas et lo faze más acabado que , a todas. Et aun sin esto llega a conoscer por su entendimiento Dios et las cosas celestiales, que ellas non pueden conoscer por entendimiento ni por razón mostrar. Et por ende todo home deve pugnar de crecer su entendimiento, ca cuanto más lo ha, más complido home es (Alfonso X, Libros del saber de astronomla, ed. M. Rico y Sinobas, I [Madrid, 1863], págs. 23-24).

Y a los sofistas quitaban hierro a la superior dignidad del hombre, al subrayar los aspectos en que los animales aventajan a los racionales ; y ya el mito de Protágoras los compensaba recordando las artes y los saberes humanos (cf. Protágoras, 321; y abajo, pág. 64, n. 22). Pero lo interesante del texto alfonsí es la beligerancia que concede a la opinión de los propios brutos. Las "animalias" -más satisfechas "de verse una a otra ... , que non de ver ali home"-, sorprendentemente, dejan oír su voz al propósito. La poco amena prosa técnica de los Libros del saber de astronomía se colorea aquí con un rasgo de apariencia fabulística. La fábula, en efecto, al proponer ejemplos tomados del mundo animal, lo supone superior al humano en alguna medida. Más en concreto, la narrativa oriental matiza a veces la afirmación de la alta jerarquía del hombre aduciendo las cualidades en que pueden dejarlo atrás los animales. Se lee, así, en el Calila y Dimna:

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Sefior, sepas que las naturalezas de las criaturas son de muchas maneras, et non es ninguna cosa de cuantas Dios crió en el mundo, de las que andan en cuatro pies o en dos pies o que vuelan con alas, más santa nin más mejor que el homne. Et en los homnes ha buenos e malos, et acaesze a las vezes que en los vestiblos e en las bestias e en las aves hay alguna que es más leal e más conoscedora del bien fecho que el homne (ed. J. Alemany, Madrid, 191S, págs. 426-7). 1 •

Pero ciertamente no es Calila y Dimna la obra que se vislumbra al fondo del comentario a la figura del Inflamado, por entre la ganga de las nociones más trilladas en todas las escuelas medievales. Cuando la iniciativa cultural de los 'abbasies ha cuajado ya en el mundo islámico y el califato se desploma por momentos, a mediados del siglo décimo, cuarto de la Hégira, nace y pronto florece en .los aledaños del movimiento isma1li la sociedad de los Hermanos de la Pureza, Ijwan al-~afi'. Una vasta enciclopedia de cincuenta y dos secciones (las Rasa'"il ljwan al~afa'), de variopinta sustancia y andadura, nos conserva el grueso de sus enseñanzas. 20 "Nuestro propósito --explican los Hermanosabarca ineludiblemente todo cuanto permite al 19

Vid. también el capítulo 11, donde la tradicional enumeración de las miserias que afligen al hombre "desque es concebido en el vientre de su madre fasta que cumple sus días" (pág. 45), se equilibra con la advertencia de que "el home es la más noble criatura et la mejor que en este mundo sea" (pág. 51). Comp. M. Asín Palacios, Obras escogidas, 11-lll (Madrid, 1948), pág. 47, sobre el Libro de los animales de Yat,.iz. 2 ° Cf. últimamente S. H. Nasr, A.n lntroduction to lslamic Cosmological Doctrines. Conceptions of Nature and Methods Used fo-r its Study by the lkhwan al-$afii, al-Biriin'i, anti lbn Sina, Cambridge, Mass., 1964, págs. 25-104, con rica bibliografía (los textos de las Rasii'il citados en seguida, en las págs. 30, 44, 69, 39, respectivamente); y S. M. Stem, "New lnformation about the Authors of the Epistles of the Sincere Brethren", en Jslamic Studies, 111(1964), págs. 405-428. El lector español puede ver en primer término M. Asín Palacios, Obras escogidas, 11-111, págs. 502, 573-6, etc., y M. Cruz Hemández, Historia de la filoso/la española: Filoso/la hispano-musulmana, I (Madrid, 1957), págs. 59-62. Casi todos los escritos de Iog Hermanos fueron traducidos al alemán por F. Dieterici, en especial en los dieciséis vols. de Die Philosophie der Araber im IX-ten und X-ten Jahrhünderten, Leipzig, 1858-1891, versión a la que deberé referirme más de una vez, aunque nunca he podido manejarla íntegra.

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hombre mejorar su vida en la tierra y asegurar su felicidad y salvación en la eternidad". Las ciencias -piensanson un camino a tal fin, no tanto por sí mismas, como por revelamos la harmonía y belleza del universo e invitamos a cruz.ar la frontera de la existencia material. Según los Hermanos, devotos y filósofos, "el mundo entero es uno, como una ciudad es una, o como un animal es uno, o como un hombre es uno" (cf. abajo, págs. 66-68) ; la analogía del todo y las partes (la ao11,cá6etaclásica), causa de semejante unidad, sólo se deja expresar en el lenguaje simbólico de los números. Pero el propio cosmos es un símbolo, "como una pintura" del mundo de las ideas, y además un vestigio de la grandeza de Dios. Claro, pues, que la relación de Dios y el universo es la del uno y los otros números : por emanación, el Uno ha creado el dos del Intelecto y el tres del Alma del mundo, principios de cuanto existe, hasta el noveno grado (cf. abajo, pág. 67). En la gran cadena del ser, el hombre es meta de la emanación y posee la más alta medida de dignidad entre las cosas creadas, cuyas perfecciones resume (cf. abajo, págs. 64-65); "la unidad del alma y la complejidad del cuerpo lo convierten en el 'antípoda de Dios'", del que ha salido y al que debe volver: y, cuando perfecto, purificado por la contemplación (por el recuerdo de su origen divino), tiene verdadera naturaleza de ángel. Pero los perfectos son pocos : el hombre corriente y moliente se halla a medio camino entre ángel y animal ; y es, fundamentalmente, un pequeño mundo. Nunca antes y quizá nunca después la doctrina del microcosmos se planteó tan radical, exhaustiva y sistemáticamente como en las Rasa''il Ijwan al-$afa'. A ella se dedican dos tratados completos (11, 12 ; m, 3), pero apenas hay sección de la enciclopedia en que cada aspecto de la naturaleza, la vida social, la cultura o la religión no se explique por referencia aJ paralelismo de macrooosmos y~--dave de ~odo conocimiento. Las semejanzas son incontables : a las propuestas por la antigüedad grecolatina (y tal vez por algunas cosmologías orientales), los Hermanos añaden cuantas les sugieren las peculiares circunstancias en que viven y la aplicación del principio de analogía como forma de pensamiento. La rotación

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de los cielos -valga un solo ejemplo- equivale a las vueltas de los peregrinos en tomo a la Ka'ba; el apogeo y perigeo de los astros, al ir a la Meca y venir de la Meca, a la propagación de las fuerzas de los seres superiores al centro de la tierra, y de ahí al punto de partida ; y todo ello ocurre también en el hombre, cuya alma cruza las esferas para regresar al mundo de la eternidad, de donde vino. (La conclusión, dicho sea de paso, es que el cosmos participa en los ritos del Islam y a la vez en la realización espiritual del hombre.) Todos los saberes, dicen los Ijwan al-~afa', los han aprendido en cuatro "libros": el primero lo componen las matemáticas y las ciencias naturales ; el segundo, la Torá, los Evangelios y el Corán ; el tercero, las ideas ("en el sentido platónico", aclaran); el cuarto, las intuiciones angélicas de los purificados. Es obvia la filiación pitagórica, neoplatónica y hermética de muchas páginas de semejantes libros ; mas los Hermanos no podían leer en ellas -ni, al parecer, en otras- una afirmación tan entusiasta de la· microcosmía humana: no cabe, pues, regatearles la originalidad en nuestra historia. Esas y otras doctrinas, siempre equidistantes de religión } y filosofía (sobre todo, filosofía natural), a menudo se plasman en las Rasa'il en formas amenas y no desprovis~s de belleza literaria: abundan sobremanera los exempla rápidos, y aun en varios tratados figuran largos apólogos y fábulas. Es el caso del ~libro octavo de la segunda parte, un verdadero manualito de zoología que lleva como apéndice (diez veces más extenso que el texto básico) una Disputa de los animales y el hombre. 21 Lo disputado es justamente la dignidad del uno, su dudoso derecho a esclavizar a los otros. Tras algunos escarceos previos, el rey de los genios convoca a una asamblea en que ambas partes confrontan sus argumentos. El primero que ante ella se aduce -por uno de los sabios humanos, desde luego, que al final se alzarán con la victoria- no es otro que el de los Libros del saber de astronomía: "la belleza de nuestra figura" (pág. 9), la "más hermosa faición" del hombre. Y la réplica de los animales lo 1

21

Uso la traducción de Dieterici, Der Streit zwischen Mensch und Thier, Berlín, 1858; pormenorizado examen en M. Asín, loe. cit., págs. 575-602; y cf. abajo, págs. 91 sigs., sobre Turmeda.

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contrarresta haciendo fuerza del mismo criterio relativista que el texto alfonsí : "La belleza de la forma es distinta en cada especie, y por eso, entre nosotros, los machos no aprecian la belleza de las hembras de otro género, y tampoco las hembras la de otros machos ; como no aprecian los negros la bellem de los blancos, ni los blancos la de los negros ... Así, [los hombres] no os podéis ufanar ante nosotros de una bella figura" (pág. 13). Pues bien, por encima de otras menos significativas, la coincidencia de los Libros de astronomía y la Disputa ·en el punto en que ésta se aparta de la tradición 22 (y de modo bien singular, apurando las posibilidades de la ficción urdida como vehículo de enseñam.a) permite postular el influjo de la segunda sobre los primeros, más o menos directamente. La superior dignidad del hombre leída en los astros y matizada por el cotejo con los animales nos ha llevado del macrocosmos al microcosmos y puesto en la pista de los ljwan al-~afa'. Hay que decir ya que en el abigarrado panorama intelectual del mundo musulmán las doctrinas de los Hermanos consiguieron muy amplia audiencia; y que ilustrar tal afirmación ilustra vivamente el tema de este libro. Por desgracia no es aún tan clara como sería deseable la historia del Sirr al-asrar, el 'secreto de los secretos' (militares, higiénicos, políticos, cosmológicos ... ) plasmado y difundido en forma de epístola de "Aristóteles'' a su discípulo Alejandro. En cualquier caso, parece seguro que la ya revuelta serie de consejos que Yal}ya ibn alBatrik (t 815) tradujo del rumí al árabe, hubo de acrecer su desorden con adiciones desde fecha muy temprana. Por tal modo, del Sirr al-asrar llegaron a circular principalmente dos versiones bien diferenciadas : la occidental, breve 22

No hallo nada similar en el copioso expediente sobre la superioridad de los animales reunido por A. O. Lovejoy y G. Boas, Primitivism and Related Ideas in Antiquity, Baltimore, 1935, págs. 389-420; ni en los varios estudios que siguen la fortuna del tema en otras épocas (así G. Boas, The Happy Beast in French Thought of the Seventeenth Century, Baltimore, 1933), o concretamente en la literatura española (cf. A. Reyes, Obras completas, VI :(México, 1957], págs. 182-248; J. E. Gillet, Torres Naharro and the Drama of Renaissance, ed. O. H. Green, Philadelphia, 1961, págs. 275-8; M. Bataillon, Erasmo y España, trad. A. Alatorre, México, 1950, I, págs. 329, 431-2; O. H. Green, Spain and the Western Tradition, 11 [Madison y Milwaukee, 1964], pág. 141 y ca.).

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(en la Península traducida al latín -parcialmentepor un 23 Juan de España, al hebreo por Yehudá al-1:larizí, al castellano en la Poridat de las poridades), y la oriental, larga (representada, v. gr., por el Secreto de los secretos, de Juan Femández de Heredia, basado en el texto latino de Felipe de Trípoli). En ambas recensiones, más concretamente, el asunto fundamental del cuarto discurso son los "castigos" a propósito de la ' selección de los colaboradores del rey ; pero, sobre ese cañamazo, en ambas se descubren interpolaciones llegadas de las Rasa' 'il Ijwan al-$afa. Así, el discurso en cuestión se remansa, al fin de un catálogo de las cualidades del buen ministro, para afirmar la excelencia y la universalidad del hombre, a zaga de un pasaje de las Rasail: H l

Sepades, Alexandre, que el homne es de más alta natura que todas las cosas bivas del mundo, et que no ha manera propria en ninguna creatura de cuantas Dios fizo que no la haya en él. Es esfor~do como león, es covarde como liebre, es malfechor como cuervo, es montés como leopardo, es franco como gallo, es escasso como can, es duendo como paloma, es artero como gulpeja, es sin arte como oveja, es corredor como gamo, es perezoso como osso, es noble como elefante, es amansado como asno, es ladrón como piga~, es l~no como pavón, es guiador como alcotán, es perdido como nema, es velador como abeja, es foidor como cabrón, es triste como araña, es manso como camello, es bravo como mulo, es mudo como pescado, es fablador como tordo, es sofridor como puerco, es malaventurado como búho, es seguidor como caba1lo, es dañoso como mur (Poridat de las poridades, ed. LI. A. Kasten, Madrid, 1957, pág. 49; cf. pág. 79). Sobre el cual cf. ahora L. Thomdike, "John of Seville", en Speculum, XXXIV (1959), págs. 24-27, sin olvidar la nota de C. Sánchez Albornoz, "Observaciones a una página de Lemay sobre los traductores toledanos", en CHE, XLI-XLII (1965), págs. 313-324. 24 En Dieterici, Die Philosophie, VII

z

Figura 8.-J. B. Villalpando, In Ezechielem Explanationes, 11 (Roma, 1604), pág. 449. Los tríglifos y métopas del Templo de Salomón se relacionan entre sí de acuerdo con 1as proporciones musicales que presiden macroco~mos y microcosmos

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nuestro autor como en los astrólogos de dos milenios atrásque la unidad de los saberes dependía en último extremo de la analogía de todas las creaturas. 200 Torres se imaginaba muy claramente la viva "figura del mundo" : 2 º1 Ya, gracias a Dios, hemos visto este cuerpo orgánico de la tierra, especialmente su media región, y hemos anatomizado sus principales cavidades, que sin duda tienen grandísima semejanza con el cuerpo del hombre. Porque la superficie de la tierra es como un tegumento o pellejo de estas cavidades o regiones; la matetria lapídea o petrosa es la ossatura, que sostiene lo momio o craso de la tierra, como lo hacen los huessos en el cuerpo humano ; los cuatro humores que nadan en la humanidad aquí se encuentran. Porque ¿ qué otra cosa es el agua salada que una flema? ¿Qué este sulfur, que una cólera? ¿Qué estas porciones negras y tostadas, que la melancolía? Y, últimamente, ¿qué son estas venas sino unos conductos llenos del quilo más precioso, que sale de las decocciones que se celebran en estos fondos, como lo hace el estómago en las cocciones del alimento? Piensen Vmds. en esta similitud y comparación y hallarán en este reino 202 cuantas tareas, oficios, celebraciones, organos y exercicios contiene, altera, transmuta y forma la parte animal del hombre 208 (A natomla, I, pág. 48). 200 El doctor Diego Cisneros, Sitio, naturaleza y propiedades de la ciudad de Méjico, Méjico, 161.8,lo plantea como principio metodoló¡ico: "En la medicina, así como en todas las ciencias y artes, se usa de tres instrumentos, que son la razón, la experiencia y el analogismo ... El analogismo... no es otra cosa que un trámite o semejanz.a que se hace de una cosa a otra semejante, del cual usamos muchas veces en la medicina y aun casi siempre". Y, desde luego, la obra trata "de la necesidad que tienerl los médicos de la ciencia de la astrología para ejercitar perfectamente la medicina, y que Galeno e Hipócrates fueron excelentes astrólogos". Ambos textos se citan en B. J. Gallardo, Ensayo, 11,col. 467. Comp. M. Foucault, Las palabras y las cosas, trad. E. C. Frost, México, 1968, págs. 26 sigs. 201 Título de "otro papel, que no he querido imprimir", dice en su Vida, ed. F. de Onís, Madrid, 19S4, pág. 187. 202 Paralelamente, Torres habla un poco después de "la maravillosa monarquía del hombre" (pág. 79). 2 ºª Al fondo del pasaje (y pienso que a través de cualquier vulgata médica) seguramente suena en particular el recuerdo del De hebdomadibus hipocrático (cf. pág. 16) y de las Quaestiones naturales de Séneca

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Y con no menor nitidez se representaba el proceso vital en el hombre ; verbigracia, si por la tierra corren espantables torrentes sulfurosos, un poco de azufre desechado de las venas confunde el discurso, anubla el juicio ... Unos átomos tan mínimos, que apenas son perceptibles a la vista, desordenan con daño irreparable la armazón, harmonía, movimiento y nobilíssima estructura del milagroso mundo racional (Segunda parte de los desahuciados del mundo y de la gloria, 1736; m, pág. 125).

Andémonos con mucho ojo, pues, antes de ponderar las virtudes literarias de un pasaje como la autoanatomía que don Diego inserta en su Vida: Tengo, como todos los hijos de Adán, higado, bazo, corazón, tripas, hipocondrios, mesenterio y toda la caterva de rincones y escondrijos que asegura y demuestra la docta anatomía. Estos son -según aseguran los filósofos naturaleslos nidos y las chozas donde se esconden y retiran los apetitos revoltosos, los afectos inexcrutables y las pasiones altaneras y porfiadas. Dicen que habitan en estas interiores cavernas de la humanidad... (ed. cit., pág. 67).

Hablar de los "nidos", "chozas" o "cavernas" del cuerpo puede antojársenos hoy simple metáfora afortunada; en un cierto sentido sí lo era, 2 º4 mas para Torres conllevaba un elemento de (cf. pág. 27), textos que también pudieron inspirar a Afvarez de Miraval, La conservación de la salud [cf. arriba, pág. 148, n. 180], fol. 56 vo.: "Parece la tierra un animal muy perfecto, porque a semejan~ de un cuerpo animado le sirven por huesos las piedras, por venas y arterias tiene las cavernas de los ríos y las fuentes, y en lugar de sangre, el vino que produze ; en lugar del cora~ón y pulmón, los nobilísimos metales del oro y de la plata y otras piedras preciosas; por las partes de fuera, en lugar de pelos tiene las yervas y plantas, y en lugar de los excrementos, muchas cosas inútiles que produze". Cf. al propósito L. S. Granjel, "La obra de Alvarez de Mira val", en su libro Médicos españoles, Salamanca, 1967, en especial pág. 98; G. Sarton, Seis alas: hombres de ciencia renacentistas, Buenos Aires, 196S, pág. 222; F. M. Cornford, Plato's Cosmology, Londres, 1937, 330-331; M. Foucault, Las palabras y las cosas, pág. 31. 2 º4 Como era metáfora llamar "formidable de la tierra bostezo" a la gruta de Polif emo (estr. 6, entre múltiples paralelos antiguos y

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realidad incomparablemente mayor que para nosotros, bien ajenos a la convicción que don Diego ponía -nada menosen boca de Hipócrates: 205 "Creímos que con haber dicho que el hombre es un mundo abreviado se acababa toda la ciencia" (Co"eo del otro mundo; 11, pág. 268). Mejor que acabar, empezaba ahí. De Juan de Aviñón a Torres Villarroel volaron casi cuatrocientos años. Podríamos habemos remontado más allá, a Arnau de Vilanova (cf. pág. 33, n. 47) o atrás todavía. Y podríamos ahora colmar el trecho entre uno y otro con multitud de testimonios concordantes. Porque en el ínterin se remozaron ciertos métodos, se propusieron varios sistemas relativamente originales, aparecieron nuevas enfermedades, pero el planteo microcósmico se alteró en muy corta medida. Firmemente lo mantiene, por ejemplo, Francisco López de Villalobos, 206 y, por lo mismo. nada de extraño hay en que al enfrentarse con un mal modernos; cf. C. C. Smith, "An Approach to Góngora's Polifemo", en BHS, XLII [1965], pág. 228, con varias observaciones de interés); o como lo era equiparar el "sol" en la frente de Polifemo, "cielo humano", al "ojo" del cielo, "cíclope celeste" (estr. 53, siempre en el poema gongorino; y cf. abajo, pág. 217, n. 294); pero sin duda metáforas favorecidas por la familiar analogía de macrocosmos y ~icrocosmos. Según advertí, no trato ahora de las imágenes por ese estilo si no van asociadas a una formulación directa de mi tema básico. 2 º5 No para desmentirle, desde luego, sino para insistir en que, en lo trascendente, "la ciencia toda consiste en saber vivir sin que le engañen [a uno] las passiones proprias y las ajenas". 206 Entre muchos posibles, citaré un texto suyo donde así lo muestra, al explicar "por qué razón los doctores llamaron celeste a este calor natural": "Si yo no me engaño, justamente meresce llamarse celestial porque no procede de elemento, mas engéndrase en el corazón de aquel su movimiento perpetuo, que nunca cesa en tanto que le dura la vida. Que ningún movimiento de cuerpos corruptibles hay en toda la universidad de natura que así parezca al movimiento de los cuerpos celestiales como es el movimiento del corazón y de las venas pulsantes, porque se mueven, como el cielo, sin cansancio ni pena, y muévese el corazón según sus partes, no mudando su lugar, como el cielo; y muévense los pulsos con el movimiento del primer móvile, que es el corazón; y muévelos a todos un movedor que no es móvile, que es Natura. Y así el corazón como los pulsos contienen dentro de sí un cuerpo muy semejante a los cuerpos celestes, que es el espíritu ... , y este espíritu recibe la virtud et influencia del cielo, por la gran conformidad y semejanza que tiene con él" (Los problemas de Villalobos, en BAAEE, XXXVI, pág. 441 a).

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hasta entonces desconocido (el morbo gálico, verosímilmente "made in America") 2 º 1 no dude en achacar su origen a los planetas: Astrólogos dicen que por conjunción de Saturno y Marte el tal daño ha sido. Saturno es seftor de la adusta pasión, y Marte, de los miembros de la generación, por donde este mal en el comienzo ha venido. Y el hallarse Marte en este lugar tan mal con Saturno, enemigo muy fiero, cuando ahora los actos queremos usar de Venus y Marte, vamos a mirar no esté allí Saturno, que es mal compafíero. 208 (El sumario de la medicina, con un tratado de las pestlf eras bubas, ed. E. García del Real, Madrid, 1948, pág. 405)

En efecto, los astrólogos proponían juicios de ese cariz y seguramente contribuyeron en mayor grado que los mismos galenos a la popularización de la que antaño se llamó iatromatemática. En los lunarios, reportorios y almanaques perpetuos que tan pródigamente difundió la democratización de la imprenta, 2 º9 rara vez faltaban uno o varios capítulos de medicina astrológica : cuándo conviene sangrarse, en qué conjunción hay que evitar un alimento o preparar un remedio, en qué fechas debe uno precaverse contra ciertas enfermedades... La trama de relaciones, por otra parte, resultaba particularmente accesible cuando ilustrada con láminas melotésicas : un simple vistazo ponía de manifiesto el influjo de planetas y signos zodiacales sobre los diversos órganos (cf. figura 6). Y también a este º Cf. G. Sarton, Seis alas: Hombres de ciencia renacentistas,

2 7

pág. 204. 208 Otro tanto se lee en el Remede contre la grosse vérolle, Lyon, 1501, cit. por Karl Sudhoff, Aus der Frühgeschichte der Syphilis, Leipzig, 1912, pág. 157. 2 º9 Un inventario de tales libros en el siglo XVI puede extractarse de F. Picatoste, Apuntes para una biblioteca cientlfica española del ·siglo XVI, Madrid, 1891, con ayuda del índice incluido en las págs. 404-

405.

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nivel de divulgación se hacía presente el viejo deseo de una "scientia universalis": Bemal Pérez de Vargas, ufano y a la vez seguro de recomendar inmejorablemente su libro, notaba que quien "en esta sciencia [la astrología] se hoviere de ocupar y entender... tiene grande necessidad de la ayuda de la filosofía natural y de muchas otras artes y sciencias, mayormente de teología" (Fábrica del universo, Toledo, 1563, prólogo sin numerar). Y, cierto, al iniciar su tratado ponderando el paralelo de las fases de la luna, las estaciones y las etapas de la vida humana -con el corolario de las edades del mundo-, ofrecía una visión unitaria del saber enteramente satisfactoria para la época. 21 º La analogía microcósmica le permitía tratar de la esencia del tiempo y moralizar sobre la duración de la vida del h9mbre (libro 1), elucidar la noción de movimiento y describir los cuerpos celestes (11), exponer la astrología judiciaria (III) y la natural (IV-V), extenderse sobre la flebotomía y los eclipses 21

°

Compárese la tabla de concordancias incluida en Jerónimo Cortés, El non· plus ultra del lunario y pronóstico perpetuo, ed. Barcelona, 1638, pág. 22: Las cualidades Los 4 elementos Las 4 partes del mundo Los cuatro vientos Las 4 partes del año Los 4 humores Las 4 edades del hombre La calidad de los doze signos

Caliente y húmeda

Caliente y seca

Fría y húmeda

Fría y seca

Aire

Fuego

Agua

Tierra

Mediodía

Occidente

Oriente

Septentrión

Meridiano

Poniente

Levante

Tremontana

Primavera

Estío

Invierno

Otoño

Sangre

Cólera

Flegma

Melancolía

Niñez Geminis Libra Aquarius

Juventud Aries Leo Sagitarius

Vejez Cancer Scorpius Piscis

Decrepitud Taurus Virgo Capricornius

Los gráficos por ese estilo circularon en Occidente desde principios de la era cristiana (véase, por ejemplo, el de Antíoco de Atenas, en F. Boll y C. Bezold, Sternglaube und Sterndeutung. Die Geschichte und das Wesen der Astrologie, Berlín, 1931,' pág. 54). Todavía en el siglo XIX, por otro lado, siguen registrándose ediciones del Lunario de Cortés (cf. F. Picatoste, op. cit., págs. 58-59).

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(VI), incluir un lunario y un calendario (VII) y añadir unas buenas tablas de cronología (VIII) : todo orgánicamente, sin cambiar de tema.

En esa capacidad de explicar con unos pocos principios el sistema del universo entero reside verosímilmente la clave del éxito perenne de la astrología. ~11 En medicina, desde luego, ni los más revolucionarios llegaron a desentenderse de ella hasta fecha muy tardía. Se ha llamado a la anatomía "la única disciplina [médica] realmente nueva en el Renacimiento", 212 y no cabe regatear a Juan Valverde de Hamusco el mérito de pionero en tal dominio: sin embargo, incluso en la Historia de la composición del cuerpo humano (Roma, 1556) se dejan sentir el prejuicio astrológico y el fundamento microcósmico (Ill, xxx). 213 Posiblemente sea cierto que ambos afectaron "both profoundly and unfavourably" 214 el progreso de la anatomía; más discutible parece, en cambio, que éste atentara seriamente contra aquéllos. O por lo menos no atentó en titanes como Leonardo de Vinci (recuérdese que el gran error anatómico de Leonardo -"ver" y dibujar los inexistentes canalillos del "septum cordis"- le viene de Galeno, y no -digamos- del De hebdomodibus o el De diaeta); 215 ni en figuras ilustres como Valverde; ni, por supuesto, en medianías como Luis Lobera de Avila, 216 la parte más original de cuyo Libro de anatomía, incluido en su Remedio de cuerpos humanos y silva de experiencias (Alcalá de Henares, 1542), es justamente una "Declaración en suma breve de la orgánica y maravillosa composición del microcos211 Sobre la astrología en la vida y en la literatur~ españolas han escrito excelentes páginas O. H. Green, Spain and the Western Tradition, 11, págs. 21.2 sigs., y J. Caro Baroja, Vidas mágicas e Inquisición, Madrid, 1967, 11, págs. 147 sigs. 212 J. M. López Pi ñero, "La medicina del barroco español", en RUM, XI (1962), núms. 42-43, pág. 484. 213 Vid. L. Alberti, La anatomía y los anatomistas españoles del Renacimiento, Madrid, 1948, pág. 101 y n. 15. 214 Ch. Singer, A Short History o/ Anatomy and Physiology jrom the Greeks to Harvey, Nueva York, 1957, pág. 15, y cf. 64-69. 215 Vid. E. Panofsky, "Artist, Scientist, Genios: Notes on the 'Renaissance-Dammerung' '\ en el colectivo T he Renaissance: Six Essays, Nueva York, 1962, págs. 139, n. 19; G. Sarton, Seis alas,

pág. 222.

Sobre quien págs. 15-40. 216

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debe verse L. S. Granjel,

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Médicos españoles,

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mos o menor mundo que es el hombre". 211 Y tanto pesaba la tradición, que la obrita desarrollaba una analogía no demasiado usada (el cuerpo es "una torre muy hermosa"), pero destacaba la más común en el propio epígrafe. Si así se ligaba la idea de microcosmos a una facultad tan esencialmente empírica como la anatomía (el mismo Lobera preceptúa que debe adquirirse "per corporum mortuorum experientiam"), 218 fácil es comprender que tampoco la desecharan las doctrinas médicas especulativas, por más que se presentaran con alharacas de innovadoras. No pocas trae la Nueva filosofía de la naturaleza del hombre (Madrid, 1587), que, aunque desde la portada se dice "compuesta por doña Oliva Sabuco", hoy sabemos obra de su padre don Miguel. El núcleo del sistema de Sabuco es la teoría del jugo nérveo: 219 "jugo blanco, que nombran quilo", elaborado por "compressión en la boca, cocción en el estómago por los vilos y evaporación por la vía lata en el sueño", y que, desde el cerebro, donde está la raíz del hombre (cf. arriba, pág. 88), desciende a alimentar el cuerpo, informa la sangre, produce el semen y en general preside nuestra fisiología (págs. 242 y 146, en la citada edición de 1888). Así, "la causa y oficina de los humores de toda enfermedad es el celebro" (pág. 241) ; a él se subordinan aquellos : si el jugo blanco cumple su proceso satisfactoriamente, el hombre gozará de buena salud, se hallará en "cremento"; si el quilo se distribuye de forma anómala, sobrevendrá la enfermedad, el "decremento". Pues bien, Sabuco no se cansa de ajustar tan novedosa construcción a la pauta microcósmica : 22 º se atreverá a "dezir y afirmar cosas nuevas y poner nueva secta, contraria a la opinión común recibida y guardada de tan grandes varones antiguos como Galeno, Hipócrates y Avicena'' (pág. 235), pero no a prescindir de la hipótesis fundamental de la medicina clásica. El Título LXII del Coloquio del conocimiento de sí mismo, 217

Reimpresa por L. Alberti, op. cit., págs. 247-255. Vid. L Alberti, id., pág. 62. 219 Cf. L. S. Granjel, Historia de la medicina española, Barcelona, 1962, pág. 50; y Humanismo y medicina, Salamanca, 1968, págs. 15-74. 220 Cf. sobre todo págs. 270-272, 366-367, 383 y 427, con una tabla de "Similitudines parvi et magni mundi". 218

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centro de gravedad de toda la construcción, lo consagra Sabuco a tratar el asunto por extenso : ... llamaron los antiguos al hombre "microcosmos", que dice ~mundo pequefio', por la similitud que tiene con el macrocosmo, que dice 'mundo grande', que es este mundo que vemos. Porque así como en este mundo hay un príncipe, un motor y primera causa, que es Dios que lo crió, rige y goviema, y de esta nacen todas las otras causas segundas para hacer, mover y causar y criar lo que les fue mandado, assí en el mundo pequeño, que es el hombre, hay un príncipe que es causa de todos los actos, afectos, movimientos y acciones que tiene, que es entendimiento, razón y voluntad, que [es] el ánima, que decendió del cielo, 221 que mora en la cabeza, miembro divino y capaz de todos los movimientos del cuerpo, como dixo Platón ... (pág. 124).

Parece obvio que Sabuco recoge fielmente la enseñanza estoica sobre el "principatus" (cf. arriba, pág. 24), y que el interés por situarlo en la cabeza -apartándose de Aristóteles y aun de la Biblia-, si a nadie podía sorprender demasiado, 222 está 121

La edición de 1888 y B. Marcos, Miguel Sabuco (antes doña Oliva), Madrid, 1923, pág. 203, que debe seguirla, traen "que descendió del celebro"; F. M. Torner, en su excelente librito Doña Oliva Sabuco de Nantes, Madrid, ca. 1936, pág. 15S, da la lectura que yo adopto y que creo justificada por otros pasajes (v. gr., pág. 53: "el ánima divina celestial"; 141.: "el origen y nacimiento del ánima del hombre fue del cielo", etc.); justamente la Inquisición mandó tachar esas cuatro palabras, sin duda por estimar que podían entenderse en contra de la doctrina de la creación singular de cada alma. 222 Cf. J. Huarte de San Juan, Examen de Ingenios, VI, en BAAEE. LXV, pág. 426 a: "Antes que naciese Hipócrates y Platón, estaba muy recibido entre los filósofos naturales que el corazón era la parte principal donde residía la facultad racional y el instrumento con que nuestra alma hacía las obras de prudencia, solercia, memoria y entendimiento. Y así, la divina Escritura, acomodándose a la común manera de hablar de aquel tiempo, llama en muchas partes corazón a la parte superior del hombre; pero venidos al mundo estos dos grandes filósofos, dieron a entender que era falsa aquella opinión y probaron con muchas razones y experiencias que el cerebro era el asiento principal del alma racional; y así lo recibieron todos, sino fue Aristóteles, el cual, con ánimo de contradecir en todo a Platón, tornó a refrescar la primera opinión y con argumentos tópicos hacerla probable". La Inquisición, sin embargo, ordenó expurgar el pasaje en que Sabuco niega

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precisamente en función de su singular doctrina del cerebro como centro vital del individuo. Más peculiares son tal vez el inmediato deslinde de tres "celdas" o ventrículos cerebrales (frente a los cuatro que venían reconociéndose desde Galeno) H 3 y la rápida explicación de la lunaridad del hombre en los términos de la "vera medicina" : También por otra semejanza se dijo el hombre "[mundo] pequeño" ; porque assf como en este mundo todas la's cosas que tienen vida (ora sea en la parte vegetativa sola, como las plantas ; ora sea en la vegetativa y sensitiva, como los animales ; ora sea en la vegetativa, sensitiva e intelectiva, como los hombres) todas tienen una reliquia y sabor de la luna, que están en cremento o están en decremento ; 2 u y assí el hombre o está en cremento, que es la salud (recibiendo y aumentándose esta raíz principal y haciendo su oficio, que es tomar y dar, con gusto y gana de comer), o está en decremento y enfermedad, dexando y arrojando lo que tenía recibido por las dichas caídas, catarros y ftuxos del príncipe de esta casa o mundo pequeño (págs. 125-126).

Y no es éste un simple paralelo funcional, sino -como varias veces se explica- 225 resuelto también en una concreta tipología de influjos. Pero la pieza decisiva en la analogía microcósmica quizá sea la que Sabuco aduce en tercer lugar, presentando la nutrición del cerebro por el jugo blanco y, luego, la que "el corazón, miembro cámeo y no apto para las especies" (pág. 125), pueda intervenir en el conocimiento : y ello, pese a que el autor lo ponía "sub correctione Sanctae Matris Ecclesiae". 223 Cf. también pág. 141, y Huarte de San Juan, pág. 427 a. 2 2' Cf. Francisco Santos, Periquillo el de las Gallineras, Madrid, 1668, Discurso I : "Equívoca la luz de aquel lucero ... , luna, en fin, retrato del pequeño mundo, digo del hombre, tan parecida en sus humanas imperfecciones, pues ya crece, ya mengua, nace, muere, ya es algo, ya es nada ... Equívoca, digo, la luz de este retrato de la criatura humana ... " 2 H Por ejemplo, en la pág. 68 : "La mudanza de otra luna y del tiempo, cuando quiere llover o vuelve el aire frío o contrario, también en su proporción hace este daño en el muo.do pequeño --que es el hombre-- como en este mundo grande, porque todo celebro tiene aspecto a la luna, aunque el hombre no siente esta mudanza y decremento, porque es en el celebro, donde no se siente a sí mismo", etc.

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distribución anómala del quilo como enteramente iguales a bien conocidos procesos meteorológicos : También tiene el mundo pequeño otra semejanza con el grande, que assí como en este mundo los vapores de la tierra y de la mar suben arriba y allí se juntan y se hacen nube y caen en forma de agua cuando llueve, assí suben en el hombre los vapores del estómago al celebro y estos causan el sueño: assí se juntan y toman forma de quilo; y toman a caer en la enfermedad en forma de cólera y fleugma, y precede la ventosidad, como cuando quiere llover, y cae por las causas ya dichas (pág. 126; cf. 47).

Aquí Sabuco casaba ya decididamente lo más nuevo de su sistema con lo más viejo de la tradición médica: más viva, pues -por más creadora-, en las páginas del licenciado alcaraceño, que en los infinitos tratados y manuales que repetían a la letra la antropología de Hipócrates.

FRAY LUIS DE LEÓN

Probablemente no hay página más decisiva para comprender a Luis de León que la escrita por Marcelo en el arranque del diálogo De los nombres de Cristo. Andando el imprescindible camino de la definición a lo definido, 226 Marcelo propone una doble explicación de la naturaleza del nombre, sustituto de la realidad y a su vez realidad en "nuestra boca y entendimiento" (Obras completas castellanas, B. A. C., Madrid, 1944, pág. 392). Porque se ha de entender que la perfección de todas las cosas, y señaladamente de aquellas que son capaces de entendimiento y razón, consiste en que cada una de ellas tenga en sí a todas las otras y en que, siendo una, sea todas cuanto le fuere posible ... Cf. "Estructuras y reflejos de estructuras en el Guzmán de Alfarache", en MLN, LXXXII (1967), pág. 174 y n. 9; añádase B. Pérez de Vargas, Fábrica del universo, ed. cit., fol. l. 226

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FRAY LUIS DE LEÓN

Parece, en principio, la ortodoxia aristotélica (cf. arriba, pág. 136); pero fray Luis la dobla de un sentido religioso que, si no ajeno a la Metafísica, se nos antoja más profundamente congenial con el Platón que tiende a identificar grado de perfección y grado de participación en la divinidad, 221 y con el Plotino que describe la Inteligencia cósmica (cuyo más fiel retrato es la inteligencia humana: cf. Ennéadas, VI, ii, 22) y cada una de sus partes como un ser y poseer todas las cosas (ID, vüi, 8): 228 ... porque en esto se avecina a Dios, que en Sí lo contiene todo. Y cuanto más en esto creciere, tanto se allegará más a ti, haciéndosele semejante. 229 La cual semejanza es Vid. por ejemplo las referencias cómodamente reunidas en G. Fraile, Historia de la filosofía, I (Madrid, 196S), págs. 3503S1. Como es harto sabido, la doctrina de la participación va ligada íntimamente a la idea de la jerarquía universal: y si ambas son esenciales en el neoplatonismo, antiguo o renacentista, también afectaron en una medida sustancial a otras corrientes de pensamiento, tal la escolástica (cf. A. O. Lovejoy, The Great Chain of Being, en el 1ndice, s. u. "plenitude"; J. E. Sullivan, The lmage of God, págs. 1.7-21 y passim; P. O. Kristeller, ll pensiero filosofico di Marsilio Ficino, páginas 180-212, y Le thomisme et la pensée italienne de la Renaissance, Montreal-París, 1967, págs. 97-100; O. Gonz.ález de Cardedal, Teologla y antropologla, págs. 66-78, etc.); de ahí -creola imposibilidad de referir a un solo autor o a un solo texto el planteamiento de fray Luis a tal propósito : contentémonos con no perder de vista su filiación platónica. 228 Aduce este último texto A. Guy, El pensamiento filosófico de fray Luis de León, Madrid, 1960, pág. 150. Guy se pregunta si fray Luis "frecuentó el pensamiento de Plotino y, en caso afirmativo, cómo lo asimiló a su propia especulación" (pág. 151). Apresurémonos a advertir que se trata de doctrinas difundidísimas en el Renacimiento; comp., por .ejemplo, el pasaje recién citado con un texto del H eptaplus de Pico della Mirandola, ed. cit., pág. 302 : "Id quid esse aliud potest quam quod hominis substantia... omnium in se naturarum substantias et totius universitatis plenitudinem re ipsa complectitur. Dico autem re ipsa, quia et angeli et quaecumque creatura intelligens in se quodammodo continet omnia, dum plena formis et rationibus omnium rerum omnia cognoscit. At vero quemadmodum Deus non solum ob id quod omnia intelligit, sed quia in seipso verae rerum substantiae perfectionem totam unit et collegit, ita et horno (quamquam aliter, ut ostendemus, alioquin non Dei imago, sed Deus esset) ad integritatem suae substantiae omnes totius mundi naturas corrogat et conuit". 229 Vid. además el Panegyricus Divo Augustino (o, más bien, de vera sapientia), en M. Fr. Luysii Legionensis Opera, VII [Salamanca, 1895], págs. 368-369: "Et quamvis res omnes aliae aliis similes sint, tamen nescio quo pacto fit ut quo alia res melior praestantiorque est et quo magis bonitate, dignitate, splendore distat a caeteris, eo illius similitudo 22 7

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-si

conviene decirlo así- el pío general de todas las cosas, y el fin y como el blanco a donde envían sus deseos todas las criaturas (pág. 392).

"Todas las cosas", "todas las criaturas" -dice Marcelo- pían o gimen por asemejarse a Dios, por acercársele. La alusión a San Pablo es diáfana : "exspectatio creaturae revelationem filiorum Dei exspectat... Omnis creatura ingemiscit et parturit usque adhuc". Y que fray Luis, como tantos más, la entiende a la luz de la glosa agustiniana ("Omnis creatura: horno"; cf. arriba, págs. 54 y 100, n. 84) queda de manifiesto bien poco después, siempre por obra del agudo Marcelo: En los bienes de naturaleza, todas las criaturas se avecinan a Dios ; y solas, y no todas, las que tienen entendimiento, en los bienes de la gracia ; y en la unión personal, sola la humanidad de Nuestro Redentor Jesucristo. Pero aunque con sola esta humana naturaleza se haga la unión personal propiamente, en cierta manera también en juntarse Dios con ella es visto juntarse con todas las criaturas, por causa de ser el hombre como un medio entre lo espiritual y lo corporal, que contiene y abraza en sí lo uno y lo otro ; y por ser, como dijeron antiguamente, un menor mundo o un mundo abreviado (pág. 413).

Así, el hombre se alza a la perfección -alzando con él a todas las cosas- precisamente en tanto "menor mundo", por ser atque imago ali qua extet in pluribus. Ponamus exemplum in Deo... Et quae enim res est, quae hoc ipsum, quod est, quod viget, quod vivit et sentit quodque in aliquo munere et in operis functione aliqua excellit, Deo non sit similis? Habet enim ille innumeris bonis cumulatum et exaggeratum decus omnisque generis praestantiam et excellentiam summam. Ex quo efficitur ut nulla in rebus creatis vel sit vel fingí possit laus, nullum decus, nullus ornamentum, nulla egregia índoles, splendor nullus, nulla denique honesti pulchrique species, cuius in illo non sit, non dico similitudo aliqua et effigies, sed ipsa potius absolutio atque perfectio... Necque, si vere aestimare velimus res, vel per se singulae vel in unum collectae, omnes aliud sunt, quam de perfectissimo illo et modis omnibus absolutissimo exemplari, quantum licuit quantumque fas fuit, translatum exemplum. Hace Deus. Quid vero, secundum Deum, homine vere sapiente aut ínaius est aut melius? At quo melior est, eo ad piures habet similitudinem ... "

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FRAY LUIS DB LEÓN

lazo o aóv~eaµ.o~de lo visible y lo invisible (lo había formulado nítidamente Nemesio de Emesa, populariz.ado San Agustín, codificado Santo Tomás y aceptado sin vacilación toda la cristiandad); 230 y por ser, además, usufructuario de la inteligencia. Justamente lo iba a aclarar Marcelo cuando cortamos el hilo de su discurso : Consiste, pues, la perfección de las cosas en que cada uno de nosotros sea un mundo perfecto, para que, por esta manera, estando todos en mí y yo en todos los otros, y teniendo yo su ser de todos ellos y todos y cada uno de ellos teniendo el ser mío, se abrace y eslabone todo esta máquina del universo y se reduzca a unidad la muchedumbre de sus diferencias... (págs. 392-393)

Ahora bien, es imposible que las cosas "materiales y toscas" estén "unas en otras". Imposible, a no tener ellas un ser real, "pero más delicado", capaz de hacer acto de presencia, inmaterialmente, "en un mismo tiempo en muchos lugares" : el nombre. Y aquí Marcelo echaba mano (en forma tácita) de la definición aristotélica del alma como 1tm~ á1táv"ta o, en la versión escolástica, "quodarnrnodo omnia" (cf. arriba, págs. 148 y 171); evocaba aún el "mundo inteligible" del hombre, según Plotino (cf. pág. 30), y concluía que la aprehensión de los nombres en la mente (y por ende en la palabra) toma efectiva la microcosmía humana : Cf. arriba, págs. 36 y 38; Summa theologica, I, q. 76, 3: "anima humana... est in confinio spiritualium et corporalium creaturarum et ideo concurrunt in ipsa virtutes utrarumque creaturarum" ; M. Ficino, Theologia platonica, Ill, 2 (con una secuencia de ideas notablemente próxima a la de fray Luis): "Omne opus quod constat ex pluribus tune est perfectissimum, quando ita ex suis membris conglutinatur, ut unum fiat undique, sibi constet et consonet, ncque facile dissipetur ... Deus et corpus extrema sunt in natura... [Anima] talis existit, ut superiora teneat, inferiora non deserat, atque ita in ea supera cum inferís colligantur... Sic cum utrisque con veni t, appetit utraque ... , copula mundi"; R. Allers, "Microcosmus", págs. 322, 35S, 361-362, 384, 390-391; T. Gregory, Anima mundi, pág. 104, y n. 3; O. González de Cardedal, Teología y antropologla, págs. 79-80. Para España, vid. sólo M. A. de Camós, Microcosmla, 111, pág. 7 a; M. Z. Hafter, Gracián and Perfection, Cambridge, Mass., 1966, pág. 28 y n.; y más arriba, pág. 133. 230

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FRAY LUIS DE LEÓN

esa perfección --esa microcosmía- del hombre no es cosa distinta de un reducir "a unidad la muchedumbre" de las cosas, de modo que, "quedando no mezcladas, se mezclen, y permaneciendo muchas, no lo sean, y... extendiéndose y como desplegándose delante los ojos la variedad y diversidad, venza y reine y ponga su silla la unidad sobre todo" (pág. 393). Fray Luis tiene una viva conciencia del universo. Para él (como para todo el pensamiento antiguo y en particular para la prole platónica y estoica), el cosmos es un tramado unitario de afinidades y concordancias : Atque profecto nulla res est in tanta quantam et oculis et mente conspicimus rerum multitudine et varietate, quae non habeat cognationem cum alia. Neque solum singulae singulis cognatae sunt et affines, sed universae omnibus singulaeque universis mirabiliter consentiunt. Ex quo existit ille mundi totius plenus admirabilitate concentus ... (Panegyricus, en Opera, VII, pág. 368).

Tal es la compostura que Dios ha dado a la creación: descubrirla e imitarla conduce a la plenitud moral, lleva al hombre al íntimo ajuste consigo mismo, a la paz. Porque en el ser que dio a las criaturas y en la manera como las ordenó y en la ley que les puso, nos ensefió que nuestro bien y saber verdadero consiste en reconocer su ley y en cumplirla. Que si crio a todas las demás cosas con orden, y si las compuso entre sí con admirable harmonía, no dejó al hombre sin concierto, ni quiso que viviese sin ley, ni que hiciese disonancia en su música (Exposición del Libro de Job, XXVIII, 28, en Obras, pág. 1150). 233

mística universal, cuyo solo fin adecuado es asemejarse cada vez a Dios -la realización en sí por cada ser de un microcosmos--; en fin, la paternidad inefable del Señor, que encierra en su seno todo lo creado y que reconcilia en Él lo uno y lo múltiple, en la riqueza de sus tres Personas, expresión de una misma esencia trascendente. Se adivina ya como la idea de paz, la de amor y la de concierto se enlazan a estas vastas intuiciones fundamentales". 233 Las implicaciones políticas y sociales del pasaje están claras en el párrafo que inmediatamente le sigue (pág. 1151: "Y si a todo para

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EL PEQUEÑO MUNOO DEL HOMBRE

Por manera que, en conclusión de lo dicho, todas las cosas viven y tienen ser en nuestro entendimiento, cuando las entendemos y cuando las nombramos en nuestras bocas y lenguas (pág. 393).

La perfección del hombre estriba, pues, en ser un microcosmos, avecinándose a Dios, "que en Sí lo contiene todo" (pág. 392), porque en su saber se hallan "las ideas y las razones de todo" (pág. 430; cf. abajo, pág. 201); y avecinándose a Cristo, que -en voz de San Pablo, gustosamente citado por Marcelo-- lo "recapitula todo, lo no criado y criado, lo humano y lo divino, lo natural y lo gracioso" (pág. 413 y cf. 498). 231 Pero si el hombre es un microcosmos por atesorar en la inteligencia la realidad nominal de todas las cosas, claro está -y ahora se advierte la profunda pertinencia del razonamiento en el pórtico de nuestro diálogo- que entender los nombres de Jesús será una manera óptima de aproximarse a la perfección divina y una suerte de imitación de Cristo. El pasaje, sin duda, "contiene ... todo fray Luis". 232 Pero por el momento me interesa subrayar sólo una de sus dimensiones : 231

Por lo mismo, también "en esta alma [de Cristo está] el conocimiento de todas las artes y ciencias" (pág. 430). Cf. E. R. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, pág. 772; y añádase J. de Pineda, Diálogos familiares de la agricultura cristiana, en BAAEE, CLXI, pág. 314 a, con consideraciones muy próximas a las de fray Luis: "Allegándonos algo más a lo de la generación del hombre, por sus materiales corporales comienza a merecer nombre de "microcosmos" o ~mundo pequeño', porque en la compostura del cuerpo se incluyen todos cuatro elementos en razón de sus cualidades, y en la virtud del alma intelectiva hay capacidad pasiva para la inteligencia de todas las cosas del mundo.-Por haberlas sabido todas el Redentor, dice cabalmente San Buenaventura que Él sólo mereció perfectamente ser llamado "microcosmo" [sic] entre los hombres, y todos los demás hombres ansí se le igualarán en merecer el tal apellido como se le parecieren en el saber" (cf. San Buenaventura, Obras, B. A. C., Madrid, 1945-1949, vol. 11, págs. 116 sigs. [De scientia Christ11, y VI, pági. nas 735 s1gs., s. u. ''Cri sto ") . 232 Así lo nota A. Guy, op, cit., pág. 89; y continúa: "En él aparecen todos los grandes temas luisianos ... : la idea de perfección, motor de la actividad cósmica toda entera, la noción de un dinamismo irresistible que empuja los seres hacia su fin propio; la tendencia de todas las criaturas a realizar su íntima fraternidad en un abrazo espiritual sin igual ; la busca y el logro de la unidad más allá de la multiplicidad inicial, constitutiva y elemental, que respeta y garantiza; la dialéctica

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También ahora, pues, el hombre se nos aparece como un microcosmos : pero ya no en tanto posee -en los nombres- todas las cosas, sino en tanto reproduce en sí la unidad cósmica, es decir, la harmonía de la multiplicidad. A este nivel, ser un microcosmos significa acatar las leyes de la creación. Y de ahí el sentido profundo de la "vida retirada", en amorosa meditación de la Naturalem, oyendo a "las aves / con su cantar süave no aprendido" (Poesías, ed. A. C. Vega, O. S. A., Madrid, 1955, pág. 440), espontáneamente acordado a la unidad, al concierto de todas las criaturas. De ahí que volver los ojos al cielo, en la noche serena, sea fuente de sosiego. "Homo ortus est ad mundum contemplandum et imitandum", se había dicho (vid. págs. 23-24 y n. 28). Cuando el hombre mira a lo alto, distingue el modelo de paz, orden, concordia, que debe aplicar a su propio yo: ... cuán amable cosa sea la paz, esta vista hermosa del cielo que se nos descubre ahora y el concierto que tienen entre sí aquestos resplandores que lucen en él nos dan de ello suficiente testimonio. Porque ¿qué otra cosa es sino paz -o ciertamente una imagen perfecta de paz- esto que ahora vemos en el cielo y que con tanto deleite se nos viene a los ojos? Que si la paz es, como San Agustín [De civitate Dei, XIX, 13, 1] breve y verdaderamente concluye, "una orden sosegada", o un tener sosiego y firmeza en lo que pide el buen orden, eso mismo es lo que nos descubre ahora esta imagen ... Porque luego, como convencidas [nuestras almas] de cuánto les es útil y hermosa la paz, se comienzan ellas a pacificar en sí mismas y a poner cada una sus partes en orden... (De los nombres de Cristo, en Obras, págs. 597-598)

su bien le es necesario que conserve el lugar en que le puso Dios", etc.), y más aún en De los •nombres de Cristo (págs. 599-600: "Porque, lo primero, la paz pide orden ... , que lo alto esté en su lugar y lo bajo

por la misma manera; que obedezca lo que ha de servir", etc. "Pide, lo segundo, sosiego la paz. Porque, aunque muchas personas en la república o muchas partes en el alma y en el cuerpo del hombre conserven entre sí su debido orden y se mantengan cada una en su puesto", etc.). Cf. arriba, págs. 107 sigs.; y A. F. G. Bell, Luis de Le6n, Barcelona, s. a., págs. 294 sigs.

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FRAYLUIS DE LEÓN

Sucede que el hombre está compuesto "e triplici et diversa natura", vegetativa, sensitiva e intelectiva : Et quoniam in mundo hoc universitateque rerum tres alios mundos [cf. arriba, pág. 158, n. 195] concludi conspicimus, et intelligentibus et corpore expertibus animis unus constans, alter aethereos orbes continens (in quo flammeus Solis lucet globos micantque siderum aeterni ignes), tertius sub Luna positus (in quo alternis omnia oriuntur et occidunt); eadem in homine, qui non sine vera et physica ratione "minor" a sapientibus viris appellatus est "mundus", sit corporis animaeque partitio (Panegyricus, en Opera, VII, págs. 371 y 372).

Ahora bien, esa naturaleza racional e intelectual, como "aethereo et divino genere atque satu edita", es particularmente sensible a la visión del orbe supralunar; y de él toma ejemplo para regir al cuerpo de igual modo que Dios al universo : Cum se erexerit ad cognatas sibi similesque naturas ae-

thereas et immortales contemplandas, et illarum rapidissimos motus rata proportione concordes consentientesque conspexerit, atque illum mundi omatum et universi ordinem seriemque innumerabilium rerum nexarum inter sese atque nodis amabilibus illigatarum animadverterit, et inde ad universi auctorem gradum faciens studioque elata ipsum omnis boni atque pulchri fontem videndi aciem mentis suae difixerit in Deum ipsum probeque didicerit omnia supera, media, intima ab immoto eo cieri et in suos quaeque fines agi universaque regi summa aequitate summaque iustitia ; haec igitur intuens atque bis bonis atque divinis cogitationibus erudita, qu~m in universo ordinem consensumque conspexit quaque mundum regi a Deo ratione summa temperationeque vidit, eius ordinis atque rectionis exemplum in se suumque corpus transferat, ut quemadmodum in mundo Deus, sic ratio atque sapientia in homine praesidens reliquas omnes partes ... regat ... (ibid., págs. 372-373)

El orden de los cielos y el orden del hombre, así, se corresponden enteramente, al realizar el uno y los otros el designio 12

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divino; y, claro está, bajo la noche sosegada, la correspondencia se extiende también al mundo sublunar: Mas ¿qué digo de nosotros, que tenemos razón? Esto insensible y aquesto rudo del mundo, los elementos y la tierra y el aire y los brutos se ponen todos en orden y se quietan luego que, poniéndose el sol, se les representa aqueste ejército resplandeciente [de las estrellas] (De los nombres de Cristo, en Obras, pág. 598).

Por lo mismo, no se trata de una mera afinidad intelectual: o, si lo es, se apoya en un fundamento físico innegable, en un sistema de la Naturaleza que es al tiempo sistema de la vida religiosa y moral, de la política, de la justicia. Paralelamente, la microcosmía humana se cumple en los más varios planos. Por supuesto, la "orden sosegada" del universo -del todo y de las partes que lo reflejan, el hombre en primer lugarpuede describirse en términos musicales. Toda relación adecuadamente conjugada fue para los antiguos una suerte de música, perceptible por la razón, si no por el sentido. Fray Luis ha hablado de "concierto" y "harmonía", en el sentido absoluto de 'acuerdo ... , avenencia', y 'compostura ... por la proporción', respectivamente, que define Covarrubias ; pero también, en forma menos equívoca, de "disonancia" y "música". ¿Cuál es la consonancia -sin sonido- del hombre? Volvemos a Pitágoras y al más temprano pensamiento griego (cf. arriba, págs. 13-14): Como la cuerda en la música, debidamente templada en sí misma, hace música dulce con todas las demás cuerdas sin disonar con ninguna, así el ánimo bien concertado dentro de sí y que vive sin alboroto y tiene siempre en la mano la rienda de sus pasiones y de todo lo que en él puede mover inquietud y bullicio, consuena con Dios y dice bien con los hombres y, teniendo paz consigo mismo, la tiene con los demás (De los nombres de Cristo, en Obras, pág. 607). La salud es un bien que consiste en proporción y harmonía de cosas diferentes y es una como música concertada que hacen entre sí los humores del cuerpo (id., pág. 774).

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FRAY LUIS DE LEÓN

Alma y cuerpo son música (como lo es el vínculo de ambas), en tanto "mezcla y síntesis de contrarios": lo habían explicado los pitagóricos (44 A 33, cit. arriba, pág. 14) y, recordándolo en el De anima (407 b 27), Aristóteles les había asegurado la inmortalidad de su doctrina. Sería casi una injuria buscarles fuentes directas a las afirmaciones de fray Luis: el maestro salmantino las pronunciaba con la misma tranquilidad con que hoy decimos que seis y seis son doce y el agua hierve a cien grados, sin necesidad de autorizar el dato, bien indiscutido de la cultura más elemental. Del mismo calibre era el deslinde de una "música de los cielos", discernible por la inteligencia y el corazón que ha restablecido su propia harmonía ; música que, para empezar, se "mira": Quien mira el gran concierto de aquestos resplendores eternales, su movimiento cierto, sus pasos desiguales y en proporción concorde tan iguales ... (Poesías, ed. cit., pág. 475);

y que, observada en su cualidad abstracta, puede "oírse" en algún modo: Llama [el Libro de Job] "música de los cielos" a las noches puras, porque con el callar en ellas los bullicios del día y con la pausa que entonces todas las cosas hacen, se echa claramente de ver y en una cierta manera se oye su concierto y harmonía admirable, y no sé en qué modo suena en lo secreto del corazón su concierto que le compone y sosiega (Exposición ... , XXXVIII, 37, en Obras, pág. 1280).

¡Naturalmente que suena en el corazón! Es, al fin, la sola música de la unidad y la proporción: en el hombre la origina la templanza del alma y de los humores ; en el cielo, la regularidad de los movimientos, la sujeción a un plan perfectamente establecido. Nos hallamos, insisto, no ante lugares comunes, sino ante los rudimentos del saber de la época. La división de la música

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en mundana, humana e instrumental, corolario de esa idea metafísica de la harmonía, se enseñaba con las primeras nociones del "quadruvium". Fue Boecio quien la propuso en su versión más estable (cf. pág. 39) y, sin salir de España, la hemos visto nonnalrnente admitida ya desde Gundisalvo y el Setenario (cf. pág. 75). Si la buscáramos, la hallaríamos en otros cien lugares. 2 3' En Gil de Zamora, por ejemplo, para quien la música cósmica depende tanto del ritmo de los tiempos como del girar acompasado de los astros. 235 O en Guillermo Puig ("de Podio"), que subraya en la música humana la conformidad psicofísica. 231 O en Domingo Marcos Durán, quien opina que la música instrumental (en parte) viene a "complir e suplir los defectos de natura" (Lux bella, Sevilla, [1492], 1518, etc.; comento sobre 11, v). 237 Todo ello y más en la misma línea se remonta mediata o inmediatamente al De musica de Boecio, 238 por muchos que sean -si alargamos el enfoque- los caminos que nos llevan a él. Y a enriquecer la tradición, evocando la concordancia de las tres especies de música y otra más pura música divina, se consagra uno de los mejores poemas de fray Luis (Poesías, ed. cit., págs. 449-452): 239 u. Cf. F. J. León Tel10, Estudios de historia de la teorla musical, Madrid, 1962, págs. 220 (ms. escurialense), 226 (Ramos de Pareja), 261 (F. J. Bermudo), etc. Pueden añadirse otros textos a los citados en ese útil trabajo: así Enrique de Villena (si no es Andrés Rodríguez), Libro de astrologia, resumido por J. M. Millás Vallicrosa, Estudios sobre historia de la ciencia española, pág. 421; o C. Mosquera de Figueroa, apud Gallardo, Ensayo, 111,col. 135. 235 Ars musica, en M. Gerbert, Scriptores ecclesiastici de musica sacra, 11 (Milán, 1931 2 ), págs. 376-377; cf. F. J. León Tel10, ibid., pág. 145, y E. de Bruyne, Estudios de estética medieval, 11, págs. 123 y 130. 236 Ars musicorum, Valencia, 1495, fol. v.; cf. F. J. León Tel10, ibid., pág. 236. 237 Cf. F. J. León Tel10, ibid., págs. 234-235. 238 Comp. el excelente análisis de E. de Bruyne, op. cit., 1, páginas 13-43. 23 9 A cuya comprensión han hecho últimamente útiles contribuciones D. Alonso, Poesía española, Madrid, 1957, 3 págs. 170-191; E. Orozco Díaz, "Sobre una posible fuente de fray Luis de León", en RFE, XXXVIII (1954), págs. 133-150; A. Guy, op. cit., págs. 253-261; L. Spitzer, Classical and Christian Ideas of World Harmony, págs. 112115; O. Macrí, en su ed. de las Poesie, Florencia, 1950, págs. 147-150; 2

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FRAYLUIS DE LEÓN

El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada, por vuestra sabia mano gobernada.

El aire, ciertamente, se serena, porque el sonido es "aeris percussio indissoluta usque ad auditum" (según define Boecio, PL, LXIII, col. 1173), y si tal percusión es musical configura el ambiente de forma que no puede menos de resultar proporcionada, sosegada, como fiel al patrón único de la harmonía. Desde luego no nos las habemos con una música cualquiera: las melodías de Salinas, organista de la seo y catedrático de la universidad de Salamanca, brotan de una "sabia mano". Vieja era la disputa que oponía la "músi~a especulativa", puramente intelectual, a la "música práctica", abierta a la percepción del más zote. 240 Los cultivadores de la segunda solían burlarse de las especulaciones de los definidores de la primera, filósofos, matemáticos, astrólogos o astrónomos ... Y estos, si no negaban las virtudes de la buena música práctica, insistían en la necesidad de penetrar en ella hasta dar con la música especulativa que ineludiblemente le sirve de soporte. Porque nada de valor hará la mano más hábil si no la gobierna la razón: "Ratio vero quasi domina imperat, et nisi manus secundum id quod ratio sancit efficiat, frustra fit. Quanto igitur praeclarior est scientia musicae in cognitione rationis, quam in opere efficiendi atque actu tantum, scilicet quantum corpus mente superatur ... Manuum vero opera nulla sint nisi ratione ducantur" (Boecio, ibid., cols. 1195-6). A este propósito, el mismo Salinas, aceptando (sin el menor entusiasmo) la obligada distinción de música mundana, humana e instrumental, la completaba con otra igualmente triple. Existen -diceuna música irracional, "cuiusmodi sunt cantus avium ... , nec proprie 'musica' dici potest"; una música "quae cf. también R. O. Iones, "Neoplatonism and the Soledades", en BHS, XL (1963), págs. 7-10. 24 º Vid. sólo S. Corbin, "Musica spéculative et cantus pratique", en Cahiers de civilisation médiévale, V (1962), págs. 1-12.

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intellectum tantum movet, intelligi quidem potest, audiri vero non potest", y en ella se incluyen la mundana y la humana ; y, en fin, otra música "quae sensum simul et intellectum movet", y no es sino la instrumental (De musica libri septem, Salamanca, 1577, págs. 1-2). La dualidad de esta última, cumpliendo el paso del sentido al entendimiento, es la que en el poema de fray Luis pone al espíritu en condiciones de apreciar otras especies de música no audible. A cuyo son divino, mi alma, que en olvido está sumida, toma a cobrar el tino y memoria perdida, de su origen primera esclarecida.

"Son divino'' no parece una simple hipérbole: el son de Salinas refleja en una cierta medida la estructura harmónica del universo, desde siempre albergada en la mente divina; y, por otro lado, en tanto que la refleja se aproxima a la perfección y "se avecina a Dios" (cf. arriba, pág. 171). No injustamente, pues, y entendiendo la definición en su sentido más inequívocamente religioso, .afirmaba Bartolomé Cairasco de Figueroa que la música "del cielo es un retrato" (Templo militante, I [ed. Lisboa, 1613], pág. 493). Ahora bien, el alma tiene su origen en el cielo, de donde desciende "al bajo polo" a través de las esferas (la oda "En el nacimiento de doña Tomasina" se complace en imaginar la jornada punto por punto) ; al entrar en el cuerpo, pierde el conocimiento que había adquirido en la contemplación celestial (en el mundo de las ideas, según la ortodoxia platónica), queda "en olvido ... sumida". Luego, el ejercicio intelectual provoca la anámnesis, devuelve la "memoria perdida". "En efecto, el hombre tiene que comprender... yendo de numerosas sensaciones a una sola cosa comprendida por el razonamiento. Esto no es sino la reminiscencia de aquello que en otro tiempo vio nuestra alma cuando marchaba en compañía de la divinidad ... Por esta razón es justo que sólo eche alas la mente del filósofo... " (Fedro, 249

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FRAY LUIS DE LEÓN

be). 2 u Saber es recordar, remontarse al origen: y cuando ese

ejercicio intelectual lo suscita el "son divino" de una música, es particularmente hacedero que el alma rememore su principio también divino. "Nam ideo in hac vita omnis anima musicis sonis capitur ... , quia in corpus defert memoriam musicae, cuius in caelo fuit conscia" (Macrobio, In Somnium Scipionis, 11, 3). Y como se conoce, en suerte y pensamientos se meJora ; el oro desconoce que el vulgo ciego adora, la belleza caduca, engañadora.

Cobrar conciencia de la raigambre divina del alma supone desdeñar cuanto no pertenezca al mismo linaje, toda la hermosura que pueda huir: 242 pero no huye la perfecta harmonía a cuya contemplación ha empujado la música, 24. 3 porque "ex mutabilium numerorum in inferioribus rebus consideratione evehitur animus ad immutabiles numeros, qui in ipsa sunt immutabili veritate" (San Agustín, De musica, VI, en PL, XXXII, col. 1162). Traspasa el aire todo hasta llegar a la más alta esfera, y oye allí otro modo de no perecedera música, que es de todas la primera. 241

Cito por la traducción anotada de M. Araujo y J. Marías, Buenos Aires, 1948, pág. 136. 242 Comp. E. de Bruyne, op. cit., pág. 16. 243 Como, según ya sabemos, puede empujar la noche serena, a través de un similar proceso microcósmico: "el silencio de todo pone sosiego y paz en el pensamiento ; y como no hay quien llame a la puerta de los sentidos, sosiega el alma retirada en sí misma; y desembarazada de las cosas de fuera, éntrase dentro de sí y, puesta allí, conversa solamente consigo y reconócese. Y como es su origen el cielo, avecínase a las cosas de él y júntase con los que en él moran; los cuales influyen luego en ella sus bienes como en sujeto dispuesto, por cuyo medio se adelanta y mejora" (Exposición ... , IV, 12, en Obras, pág. 897).

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Así, la música instrumental ha logrado revelar al alma la música "que es de todas la primera": · no se trata -entiendo-de la música mundana (la de las esferas. los tiempos. los elementos). sino. aún más arriba. 2 " de la música divina -la idea de la harmonía en el mismo Dios-. 2' 5 a la que responden todas las que encierra el universo. En el De cánsolatione Philosophiae, m, ix. muy a la vista del Timeo, se la había evocado imprimiendo su huella en la Creación, mundum mente gerens similique imagine formans perfectasque iubens perfectum absolvere partes (vs. 8-9);

y Sancho Rueda. maestresala del Obispado de Osma. continuando la sugerencia de Boecio -como otros muchos-, la hacía explicamos en qué forma actuaba desde la bóveda de los cielos al pequeño mundo del hombre : En la mente divina colocado estuvo eternamente mi concento ; por mí el un cielo y otro y firmamento se mueven a compás tan acordado. Yo doy vida al Zodíaco, y, govemado por él, Apolo sube tan contento : faltar jamás podrá un solo momento, por mí siendo regido y alumbrado. La tierra, el agua, el aire, el fuego, van haziendo entre sí dulce harmonía, los brutos animales y las a ves ; del sueño el microcosmo buelve luego, contempla al sumo bien y en él ponía sus [?] nobles conceptos altos y suaves. (Apud Pedro Cerone, El Melopeo Nápoles, 1613, pág. 222)

y maestro,,

Nótese que "la más alta esfera" es el Empíreo, morada de Dios, ajena a todo movimiento y, por ello, a la "música mundana" propiamente dicha; cf. O. H. Green, Spain and the Western Tradition, II, págs. 46-48. 245 Según fray Juan Bermudo, Libro 1 de la declaración de instrumentos, Osuna, 1549, fol. iii, "si queremos dezir ser la sciencia de la comprehensión que Dios de Sí mismo tiene 'música divina' muy a propósito hablaríamos". 24 '

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FRAY LUIS DB LEÓN

El soneto es casi miserable ; pero no me parece demasiada desvergüenza colarlo entre las estrofas de fray Luis, porque enuncia a las ciar.as lo que ellas simplemente sugieren y, "ex contrario", destaca su elaboración única de una materia harto manoseada. Ha Ve cómo el gran maestro, [a] aquesta inmensa cítara aplicado, con movimiento diestro produce el son sagrado con que este eterno templo es sustentado.

La primera concreción de la música divina, del "son sagrado", es la música mundana; y, dentro de ella, la música de las esferas. 2-' 1 Para los pitagóricos, "el cielo entero es harmonía y número" (58 B 4 •= Metafísica, 985 b ; cf. arriba, pág. 13), porque las velocidades y las distancias de los planetas se hallan en la relación de las concordancias musicales, Hs lxstv -coo~-cfuv ªºfifOlVtfuv A.ó 1oo~ (58 B 35 •= De caelo, 290 b). Oaro está que la hipótesis sólo podía forjarse a partir de una experiencia de la música instrumental ; pero la leyenda prefirió invertir el Baste recordar de nuevo el notable trabajo de Leo Spitzer: en él se hallarán abundantes muestras, en varias 6pocas y literaturas, de los temas roz.ados en la oda a Salinas. 247 Amplia bibliografía sobre el tema trae S. Corbin, art. cit, pág. 3, n. $; añádase M. Th. d'Alvemy, "Les muses et les spheres célcstes", en Classical... Studies in Honor of B. L. Ullman, 11 (Roma, 1964), págs. 7-19. Ha Las interpretaciones concretas de tal relación fueron múltiples. V. gr., Plinio, Naturalis historia, 11, xxii, 84, refiere que, para Pitágoras, de la tierra a la luna había un tono, medio de la luna a Mercurio y de éste a Venus, uno y medio de Venus al Sol, etc. Boecio, De música, I, 20 ("Qui nervi quibus sidcribus comparentur"), en PL, LXIII, cols. 1192-3, presenta dos sistemas diversos, uno propio y otro deducido de Cicerón (donde la luna es la proslambanomenós o la, etc.). A Plinio sigue, por ejemplo, Honorio de Autun, en PL, CLXXII, col. 140 (remito a Honorio, entre los muchos que sustentan igual doctrina, porque sobre él versa el valioso artículo de E. Orozco Díaz, RFE, XXXVIII, págs. 141147); a Boecio-cicerón, Bartolomé Ramos de Pareja, Música práctica ,[1482], ed. J. Wolf, Leipzig, 1901, págs. S7-S8 (vid. F. J. León Tel10, op. cit., pág. 227); y Cairasco de Figueroa, Templo militante, I, pág. 493, imagina un sistema en que "el vario movimiento / de planetas contrarios / es longo, breve, mínima, corchea ... " Vid. también M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas, Madrid, 1947, 11, pág. 496. 241

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influjo y suponer que la música instrumental -mejor dicho, la música de cuerda- surgió como mera imitación del concierto de las esferas ("quod docti homines nervis imitati", Somnium Scipionis, 18). Y si la lira o la cítara imitaban la música astral, por fuerza los cielos debían ser una suerte de instrumento de cuerda. En este punto, por otro lado, tal concepción venía a coincidir con el mito órfico que interpretaba la cítara de Apolo (y a Apolo se le hizo a menudo padre de Pitágoras) como símbolo del universo. Se comprende que la base científica y la belleza mítica aseguraran la popularidad a la imagen de la "inmensa cítara" (para referencias, cf. arriba, págs. 13, n. 6, y 25, n. 33); y que ella, a su vez, contribuyera a difundir la representación de la divinidad como xopucpafo~o 'texvh1i~("el gran maestro", repite fray Luis) del concierto de los cielos. 249 Inolvidable fue, en particular, la invocación del himno órfico (cf. arriba, pág. 25, n. 33):

"tu totum caelum canora cithara temperas", que traducía Marsilio Ficino, al destacarla en la Theologia Platonica, IV, 1 (y vid. II, 9). Mas, desde luego, ni la música mundana se limita a las esferas, ni únicamente los cielos pueden imaginarse como instrumento de cuerda. Si, por ejemplo, Macrobio advierte que la "lyra Apollinis chordarum septem tot caelestium sphaerarum motus praestat intellegi", también observa que el tetracordo de Mercurio "significat... vel totidem plagas mundi, vel quattuor vices temporum quibus annus includitur, vel quod duobus aequinoctiis duobusque solstitiis zodiaci ratio distincta est" (Saturnales, I, xix, 15); y si Boecio consigna que Terpa.ndro añadió una séptima cuerda a su instrumento "secundum septem scilicet planetarum similitudinem", no olvida que las Cf. A. S. Pease, ed. De natura deorum, pág. 1019, con bibliografía; vid. también el texto de Gregorio de Nisa cit. arriba, pág. 35. 249

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FRAY LUIS DE LEÓN

cuatro de Orfeo equivalían a los cuatro elementos (De musica, I, 20, en PL, LXIII, col. 1183).25 º No nos apresuremos, pues, a reducir el alcance de la "cítara" de fray Luis : en su intención, pudo valer sólo por los cielos ; pero pudo valer igualmente por toda la máquina del mundo. 251 Ni supongamos -si sentimos la tentación de hacerlo- traída por los pelos y mal encajada la alusión al "eterno templo" del universo. Templo es éste, sin duda, como teatro de la grandeza de Dios y ordenado "desde su principio" al servicio de Cristo (fray Luis lo nota, por ejemplo, en Opera, I, pág. 137, y Obras, pág. 414); y a mayor abundamiento, "templo de claridad y hermosura" lo había reconocido la antigüedad, de Platón a Cicerón y Proclo, 252 como todo sagrado y modelo sumo (idea ciertamente grata a nuestro autor: cf. arriba, pág. 176). Pues bien, en tanto templo, el cosmos se sustenta en unas proporciones musicales, en un "son sagrado", que deben esforzarse por reproducir los arquitectos humanos, 253 si quieren que sus obras no traicionen el dechado auténtico de la harmonía (vid. abajo, pág. 192). "La correspondencia -señala con acierto el Padre Vega, pág. 342- se va sucediendo de modo admirable. El músico Salinas es sustituido por ~el gran maestro'; la música terrena, por la celeste; la catedral de Salamanca, por el tetemo templo' del mundo". Y como está compuesta de números concordes, luego envía º Vid. también C. A. Lobeck, Aglaophamus [cit. arriba, pág. 32, n. 44], págs. 942-946; J. Fontaine, lsidare de Séville et la culture classique dans l'Espagne wisigothique, pág. 434. 251 Así en El Criticón, I, 4: "~Lira acordada' le apodó Pitágoras [al universo], que con la melodía de su gran concierto nos deleita y nos suspende"; o en El divino Orfeo calderoniano: "está tan ejecutada / en la fábrica perfecta / del instrumento del mundo, / que, en segura consecuencia, / es Dios su músico, pues / voz y instrumento concuerda" (cf. abajo, pág. 254, n. 359, y E. R. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, pág. 789). 252 Cf. supra, pág. 26 y n. 38; y P. Boyancé, Études sur le "Songe de Scipion", págs. 116 sigs.; F. M. Comford, Plato's Cosmology, página 1O1 ; A. S. Pease, ed. cit., pág. 631. 253 Sobre Dios como arquitecto (según fray Luis lo pinta en una oda "A Felipe Ruiz", pág. 485), cf. A. S. Pease, ed. cit., pág. 182; comp. más arriba, pág. 141, n. 164. 25

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

consonante respuesta ; y entrambas a porfía mezclan una dulcísima harmonía.

Volvemos ya al punto de partida : el alma se ha alzado a la música mundana y a la música divina, gracias a la música instrumental, porque ella misma es música humana y "está compuesta de números concordes". 25 ' "Números", claro, tanto matemáticos como rítmicos, cadenciosos. El "locus classicus'~ (obviamente en deuda con la especulación pitagórica) se encuentra en el Timeo, allá donde se precisan los intervalos harmónicos en que se divide el alma del mundo (35 b- 36 b ; cf. arriba, pág. 19), según progresiones presentes también en el alma del hombre (43 d; cf. 47 d, 80 a, y, sin embargo, Fedón,, 85 e). Con tal fundamento, justamente, pudo hablarse de la cítara que es el alma (y aun todo el hombre), concepto no poco grato a Filón, elegantemente desarrollado por Clemente de Alejandría y ya nu~a trascordado. 255 Y con tal fundamento explícito y tal noción claramente apuntada, fray Luis imagina la "consonante respuesta" del alma al concierto de la harmonía universal: el microcosmos está templado al mismo tono que el macrocosmos y, así, se pliega a la norma (física y moral) de la Creación entera . . . .Oh, suene de contino, Salinas, vuestro son en mis oídos, por quien al bien divino El lenguaje de fray Luis es profundamente tradicional. Cf., como muestra, Nicolás Monardes, op. cit. [pág. 159, n.], pág. 3: "Porque cierto es, como dize Platón, que este nuestro cuerpo está compuesto de números, de tal manera que, cuando están ordenados y concordes, todo está en salud y sosiego ; y en desconcertándose uno, todos andan sin proporción ni orden ... "; J. de Mariana, Tratado contra los juegos públicos, 1609, en BAAEE, XXXI, pág. 431: "no hay duda sino que [la música] acarrea grande deleite, porque, como estamos compuestos de números, lo cual declaran el pulso de las arterias [cf. ya Plotino, Ennéadas, l,, iii, l] ... , de aquí viene que con los números grandemente nos prendamos". 255 Vid. L. Spitzer, op. cit., págs. 1.5, 146-147, etc.; Clemente, Le Protreptique, trad. C. Mondésert, París, 1949, pág. 47 y n.; H. Rondet, "Notes d'exégese augustinienne: 'Psalterium et cithara' ", en Recherches de science religieuse, XLVI (1958), págs. 408 sJgs.; S. Corbin, loe. cit., pág. 10. 254

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DE ARQUITECTURA

despiertan los sentidos, quedando a lo demás amortecidos.

Esa tensión del hombre hacia el mundo y hacia Dios es central en el pensamiento -y en el sentimiento- de fray Luis : resolverla implicaba potenciar la microcosmía humana ; y la oda a Salinas muestra un óptimo camino para lograrlo.

DE

ARQUITECTURA

La catedral de Santiago de Compostela ofrecía al peregrino medianamente instruido el buen orden de una estructura acomodada "ad hominis statum" : la cabeza coincide con el altar de San Salvador, la nave vale por el cuerpo, los cruceros son los brazos, las ocho capillas corresponden (quizá) a los palmos de la estatura ... O por lo menos así lo entendía la quinta parte del Liber Sancti Iacobi, 258 y así hubiera confirmado Vitruvio que debía ser. El De architectura, en efecto, fija como pauta de simetría de todo edificio -y en primer lugar del templo-las proporciones humanas: "Namque non potest aeXpta'tq>.Humanista tan ducho como fray Luis de León traducía "que Dios en Cristo recapituló todas las cosas"; y apostillaba: Adonde la palabra del texto griego es palabra propia de los contadores y significa lo que hacen cuando muchas y dif erentes partidas las reducen a una, lo cual llamamos en castellano "sumar". Adonde en la suma están las partidas todas, no como antes estaban ellas en sí divididas, sino como en suma y virtud. Pues de la misma manera dice San Pablo que Dios "sumó todas las cosas en Cristo", o que Cristo es como una suma de todo... (De los nombres de Cristo, en Obras, ed. cit., pág. 498)

Fray Luis sacaba no poco caudal del versículo, interpretándolo a la luz de la doctrina del cuerpo místico (ibid., págs. 413 sigs., 498 sigs., 211 y cf. arriba, pág. 174); don Francisco Terrones del Caño hallaba ratificado en él su ideal estilístico : ... es muy loada la brevedad ... La más maravillosa cosa del mundo es el hombre, y en él está abreviado todo el mundo; y entre los hombres, el más maravilloso es Cristo, en quien abrevió, encerró y sumó Dios todo el linaje humano y todo el mundo; que eso quiere decir San Pablo, que "in Christo instauravit (alias recapitulavit) quae in caelo et in terra" (Instrucción de predicadores, ed. F. G. Olmedo, Madrid, 1946, págs. 120 y 121-122).

Pero más deducía aún Miguel Servet. 279 Gracias al testimonio paulino, concretamente, Servet podía afirmar: Immo corpus ipsum Christi est ipsissima plenitudo, in quo omnia complentur, concurrunt, recapitulantur et reconciliantur, scilicet, Deus et horno, coelum et terra, circumcisio et 278

Vid. además M. Bataillon, Erasmo y España, pág. 764. Sólo transitoriamente me han sido accesibles las obras de Servet. Para mi presentación me sirvo en particular de la Historia de los heterodoxos españoles, IV, vi, 2-3, y de M. Solana, Historia de la filoso/la española ... del Renacimiento, 11, págs. 629-679. 279

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EL PEQUEÑO MUNOO DEL HOMBRE

praepucium (Dialogorum de Trinitate libri duo, Haguenau, 1S32, fol. 7);

y de ahí llegaba a concluir que, pues Jesús es "particeps omnium creaturarum" (fol. 15 vo.), a todas dará esencia e informará: lpse Pater hanc essentiandi vim ita Christo totam tribuit, ut ille alias res omnes essentiet. Omnia per ipsum Christum et in ipso sunt et consistunt, ut docet Paulus (Christianismi restitutio, [Viena del Delfinado], 1553, I, lv, pág. 128).28 º

Así ha sido desde toda la eternidad, porque, antes de encarnarse, Cristo existía como el Logos o Verbo, como idea o imagen de todas las cosas en la mente divina: 281 Ab aetemo erant in Deo rerum omnium imagines seu repraesentationes, in sapientia ipsa, in Verbo ipso Dei, ut in archetypo mundo vere lucentes (ibid., pág. 134).

Que Dios tiene ideas --entiende Servet-, es fácil demostrarlo racionalmente. ¿Acaso no es Dios quien introduce "species et ideas mentibus hominum"? Sin duda, y "ad imaginem... Dei species rerum concipit horno" (ibid., pág. 138). Ahora bien, "si Dios hizo el microcosmos a imitación de algún ejemplar y respondiendo a éste, es innegable que en Dios existen ideas ejemplares. En el microcosmos se contiene y sintetiza cuanto hay en el universo. Luego en Dios hay idea ejemplar de todo el universo. El mismo ejemplar del hombre lo contiene todo, como todo se contiene en Cristo y como en una misma alma hay ejemplares de muchas cosas". 282 Pero no sólo eso: puesto que Cristo lo es todo, todo debe explicarse por Cristo ; y º Cf. también pág. 269 ("Unus Christus divina et humana in unius sui corporis plasmate recapitulat, sicut et reliqua omnia in ipso sunt. Creata et increata unum in ipso sunt, Deus et horno unum in ipso sunt"), y M. Solana, op. cit., pág. 669. 281 En los De Trinitatis erroribus libri septem, Haguenau, 1531, fol. 119, Servet ya se refería a Cristo como "prototypus, imago illa seu prima mundi figura". 282 M. Solana, op. cit., pág. 676. 28

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EL MICROCOSMOS A LO DIVINO

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puesto que el Logos es hl luz, la luz debe constituir el principio cosmológico de la Creación. "Verbum illud, in quo omnia consistunt, lux est" (ibid., pág. 145). 283 Así, en el pensamiento del grande y desdichado Servet, la concepción de Cristo como auténtico microcosmos convierte a la física en un simple apartado de la teología. Igualmente lo es la anatomía en la primera parte de la Introducción del símbolo de la fe, el portentoso hexamerón de fray Luis de Granada. Evocando a Galeno (cf. arriba, pág. 195, n. 267), fray Luis certifica cuán bien "dicen... los estudiosos desta sciencia de la anatomía que ella nos es una certísima guía y maestra para llevamos al conocimiento de nuestro Hacedor y de aquellas tan principales perfecciones suyas que aquí andamos rastreando por medio de sus criaturas" (BAAEE, VI, pág. 244 b). Tal rastreo, continuado a lo largo de muchas páginas de prosa feraz y llena de vida, ha ido elevando a nuestro autor -a través de los días de la creación y los grados del ser- hasta la ~maravilla' del hombre (pág. 192 y n. z), "mundo menor" donde se echa renglón para ~sumar' todas las cosas (cf. arriba, pág. 201): 284 283

Cf. M. Solana, op. cit., págs. 671-672, 677-678. "Habiendo ya tratado deste mundo mayor y de sus partes principales, síguese que tratemos agora de la fábrica del mundo menor y de sus partes, que es el hombre, que no menos sirve para el conoscimiento de nuestro señor Dios ... Pues todo lo que hasta aquí se ha dicho de la fábrica deste mundo mayor nos da claro testimonio desta providencia y destas perfecciones divinas que andan en su compañía, y no menos sirve para esto lo que está dicho de la fábrica del mundo menor, que es el hombre... Y la razón por que el hombre se llama mundo menor, es porque todo lo que hay en el mundo mayor se halla en él, aunque en forma más breve. Porque en él se halla ser, como en los elementos, y vida, como en las plantas, y sentido, como en los animales, y entendimiento y libre albedrío, como en los ángeles. Por lo cual lo llama Sant Gregorio [en nota: Hom. 29 in Evang.] 'toda criatura', por hallarse en él la naturaleza y propriedades de todas las criaturas. Y por eso lo crió Dios en el sexto día, después dellas criadas, queriendo hacer en él un sumario de todo lo que había fabricado, como hacen los que dan o toman cuentas por escrito, que, al remate dellas, resumen en un renglón la suma de toda ella: de modo que aquel solo renglón comprehende todo lo que en muchas hojas está explicado. Y lo mismo en su manera paresce haber hecho el Criador en la formación del hombre, en el cual recapituló y sumó todo lo que había criado. De aquí es ... " (pág. 343 b). 284

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

De aquí es que con mayor facilidad conoscemos por aquí ['por el hombre'] las perfecciones divinas, que si extendiésemos los ojos por todo el mundo, que es cosa que pide muy largo plazo. Y por esta causa los cosmógrafos hacen una mapa, en que pintan todas las principales partes y nacion~s del mundo, para que con una breve vista se vea debujado lo que en su propria naturaleza no se pudiera ver en muchos años. Pues así podemos decir que el hombre es como una breve mapa que aquel soberano artífice trazó, donde no por figuras, sino por la misma verdad, nos representó cuanto había en el mundo. Y cuanto esta mapa es más pequeña y familiar y más conoscida de nosotros -pues anda en nuestra compafiía-, tanto nos da más claro conoscimiento del Creador (pág. 243 b).

La imagen, si no nueva (cf., por ejemplo, págs. 49 y 55-56), resulta en el contexto doblemente afortunada: el microcosmos refleja al macrocosmos como un mapa al ecúmene ; y es "mapa", por otro lado, en tanto constituye la "certísima guía" que jamás puede extraviamos en el camino hacia Dios. En efecto, si hemos llegado al hombre por medio de los eslabones de la cadena del ser, para estudiarlo a él deberemos seguir una vía rigurosamente paralela, 285 que nos alzará hasta el Señor. Centauro angélico, "como si... fuera juntamente ángel y caballo" (pág. 247 a; cf. 263 b), el hombre compila lo vegetativo, lo sensitivo y lo intelectivo. Al primer nivel, "así como [Dios] no quiso que hubiese en el mundo lugar vacío ... , de tal manera trazó el gobierno de nuestros cuerpos, que lo que en una parte sobraba como superfluo en otra fuese necesario" (pág. 248 a). En cuanto creatura sensitiva, los espíritus animales actúan en el organismo cual la luz en el cosmos (cit. arriba, pág. 131); y también "des ta manera aquel artífice soberano ... quiso proporcionar el gobierno deste mundo menor con el del mayor" (pág. 256 a). En fin, por la facultad intelectiva, el individuo es a un tiempo réplica del universo e imagen 285

"Pues conforme a esta división susodicha trataremos primero de la facultad del ánima vegetativa, que tenemos común con las plantas ... , y después trataremos de las otras dos facultades del ánima, que son la sensitiva y intelectiva ... " (pág. 247 a). .

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EL MICROCOSMOS A LO DIVINO

de Dios : sobre todo -fray Luis no se cansa de repetirlo- 281 "porque lo que obra Dios en este mundo mayor, eso obra nuestra ánima en el mundo menor" (pág. 265 b). Y ya ha llegado fray Luis adonde pretendía: la dualidad de alma y cuerpo, supuesto el paralelo microcósmico, nos fuerza a deducir un Dios invisible de la contemplación de la realidad. La consecuencia edificante no se hace esperar: el gobierno divino en el mundo proporciona al alma el ejemplo moral pertinente para la "plenaria jurisdición y señorío dentro deste territorio de su cuerpo" (ibid.). Tal es -ya lo sabemos- el principio del ajuste universal : "que estando el hombre bien ordenado, todo este mundo que le sirve está bien ordenado ; mas, por el contrario, estando él desordenado, también lo está el mundo, pues sirve a quien no sirve al común Señor de todo" (pág. 267 a). 281 "Monarquía espiritual", exactamente igual que el Padre Granada (pág. 262 b)i1 llama fray Marco Antonio de Camós a la que traduce al regimiento de la conducta la soberanía de Dios en el cosmos. Camós, apoyándose en referencias marginales a "Sant Agustín, Bonaventura, Juan Gersón y otros", distingue precisamente "tres mundos" (Microcosmía y govierno universal del hombre cristiano, Barcelona, 1592, 111, págs. 5 b-6 a). Existe en primer término -apuntaun mundo "puramente espiritual, el cual es aquella universal congregación de los angélicos espíritus, por sus coros y en su orden, con sus obras y espirituales hechos ordenada, a gloria y servicio de Cf. también págs. 245 a, 2SS b, 262 a ("Y este movimiento dice Aristóteles [vid. supra, n. 41] que es semejante al movimiento de los cielos inferiores, los cuales se mueven conforme al movimiento del cielo superior (que llaman el primer móvile), el cual se mueve de Oriente a Occidente ... Porque así como es cosa conveniente que los cielos inferiores sigan el movimiento del superior, así lo es que estas pasiones de la parte inferior de nuestra ánima sigan el regimiento y imperio de la parte superior della. Mas cuando siguen otro norte --que es cuando, dejada la razón, se mueven por la imaginación y aprehensión de las cosas sensuales, que es una guía muy ciega-, entonces van descaminadas, por seguir este adalid tan ciego. Y este movimiento compara el mismo filósofo con el movimiento contrario de los planetas, los cuales se mueven de Occidente a Oriente: dando a entender que no es cosa decente que los inferiores no se conformen con sus mayores"). 281 Para un estudio extenso y muy valioso del tema de esta última sección, cf. P. Laín Entralgo, La antropo/ogla en la obra de fray Luis de Granada, págs. 104-130. 288

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

Dios", quien impera "en unidad y concordia de una monarquía divina" (pág. 6 a). A tal monarquía imita "este mundo visible inferior", donde los cielos siguen al primer móvil, el Sol presta su luz a todos los astros, los elementos se escalonan por debajo del fuego, las plantas se fundan en una raíz, los animales reconocen reyes de su especie... Y como "quiso Dios que la unión de estas cosas al hombre inferiores se juntasse en esse hombre, al cual hizo a su imagen y semejan~" (pág. 6 b), él y no otro •preside la tierra; y él es el tercer mundo -"mundo menor"- y "horizonte" o confín de cuanto existe. 288 Por manera que a la misma tra~ y modelo de los demás mundos, espiritual y material, tiene en sí quien en él presida con imperio monárquico ... , porque todos los mundos tres que aquí consideramos van conforme aquel mundo arquetipo que con ideas eternas está en la mente del Artífice (pág. 7 a).

En otras palabras : De todo lo... dicho, no... resulta otra cosa que provar ser el mundo reduzido a un principio, ora entendamos por este vocablo, "mundo", el mundo espiritual o el material y sensible, que ordinariamente llamamos "mundo", o el hombre, según quisieron los filósofos llamarle deste nombre, "mundo menor" (ibid.).

El lector no ignora la pertinencia política de la idea (cf. arriba, págs. 107 sigs., 175). Camós, desde luego, tampoco la pierde de vista: 289 pero, fraile devoto, lo que de veras le importa es la "A este hombre llamaron también los sabios de este mundo por un nombre que significa ~mundo menor', por razón de la semejanza que hay del mundo inferior a esse hombre, y porque contiene en sí lo que las cosas del mundo inferior contienen (como dixo el Filósofo), pues tiene ser con las cosas inanimadas, cresce con las plantas y siente con los animales. Tiene más que es el último y más alto eslavón de la correspondencia que en sí tienen todas las criaturas inferiores a él, y el que prende con las que le son superiores. Por lo cual le llamaron algunos 'horizonte' entre las dos naturalezas, es a saber, que se juntaron en él la naturaleza espiritual con las cosas que son corporales, participando de ambas naturalezas. Por manera que a la misma tra~ ... " (pág. 7 a). 289 Vid. por ejemplo, 11, i, págs. 1-11: "Del cuerpo y partes de la república". 288

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LOPE DE VEGA

tal reducción de toda realidad al principio divino que debe animarla. A ponerlo de relieve en multitud de organismos (morales, sociales, religiosos... ) dedica lo más de su libro. Descubrirlo en una entidad cualquiera significa justamente definir a esta como microcosmos del "mundo arquetipo". Pero, a su vez, cada entidad bien reglada, microcósmica, vale como dechado para el hombre y puede ser meta de la actividad humana. Así, la perfección del individuo consiste en acentuar su condición de "mundo menor" e ir creando tantos mundos menores cuantas obras lleve a término. Nada de extraño, pues, en que el código de conducta que Camós escribe "para todos los estados y cualesquiera de ellos" se intitule Microcosmía y govierno universal del hombre cristiano.

LOPE DE VEGA

-¿Qué

es hombre?

-Un pequeíio mundo, hecho a la imagen de Dios ...

El diálogo ocurre en la jornada segunda de El cuerdo loco (ed. J. F. Montesinos, Madrid, 1922, pág. 74). Para entretener a Leonido, el príncipe Antonio se somete ahí a un interrogatorio que abone su cordura. "¿Qué es Dios?" "¿Qué es cielo?" "¿ Qué es el alma?" "¿ Qué es sentido?" De todo da cuenta Antonio tan satisfactoria como rápidamente. La respuesta a la cuestión "¿qué es hombre?" no se sale de la regla: tratarlo de microcosmos era aducir una definición perfectamente discreta, aceptada por todos los "doctos y cortesanos" y que a "los ignorantes que asisten a los bancos" 290 no podía resultar extraña por entero, aun conservando el punto de misterio capaz de hacerles admirar la inteligencia del joven príncipe que la recordaba. Lope sabe que se está gastando los cuartos con un concepto suficientemente conocido y no le duele sacarle punta en escena Ho Véase el "Prólogo dialogístico" a la Décimasexta parte de las comedias de Lope, Madrid, 1621.

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

una y otra vez. Bien en serio, como en la meditación de Zardán sobre la versatilidad del hombre (Barlaán y Josa/al, ed. J. F. Montesinos, ~adrid, 1935, pág. 63): ¡ Que tenga puesto Dios un mobimiento al sol, al cielo, por diversos años, y a los planetas, y que al hombre sólo le sufra movimientos tan estraños ! Gira la luna el cielo y sigue Apolo sus paralelos, pero no discrepa ni altera un passo en este ni otro polo ; y el hombre en quien no hay cosa que no quepa, como es pequeño mundo, en solo un día no hay mudanza inventada que no sepa.

O bien con sus ribetes de ironía (más frecuentemente: es mucho lo que puede hacer el ingenio de Lope con la familiar noción). En Virtud, pobreza y mujer, por ejemplo, Don Carlos, desesperado por los desdenes de Isabel, se lamenta : -El mundo quiere abrasarse Julio. -No sé, vive Dios, Julio. dónde nos vamos los dos, si no hay otro en que salvarse. Don Carlos. -En la tierra, sólo sé que el hombre es mundo menor ... (BAAEE, LII, pág. 213 a)

Don Carlos.

Y en Santiago el verde (ed. R. A. Oppenheimer, Madrid, 1940), Lisardo, que se perece por la ingrata Teodora, reflexiona : Alexandro no probó la conquista de un desdén, y por eso dizen bien que todo el mundo venzió. Pequeño mundo se llama el hombre, así la mujer ...

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LOPB DE VEGA

Luego es el mundo venzer la condición de una dama. (pág. 16)

Aquí, como muy a menudo, el lugar común ha dado pie a unas meras agudems ocasionales ; pero en alguna comedia llega a fructificar en toda una jugosa contienda dialéctica. Al iniciarse Angélica en el Catay, Reinaldos y Roldán están a punto de llegar a las manos. ¿ Cómo puede decir Roldán que en nadie han de caber sus amenams? Reinaldos.

Roldán.

-¿Qué, aun no vale un hombre honrado, por lo menos caballero, para ser amenazado, trayendo otro tanto acero como agora traes al lado? Pues, desa suerte, bien fundo que han de caber en mi nombre, si he de ser mundo segundo ; que, en efeto, cualquier hombre se llama "pequefio mundo". 291 -El preciarte de discreto haciendo lances en mí, aunque de pequefio efeto, me ha obligado a que de ti no tenga tan buen conecto ... Si mundo pequeño es llano que es hoy tu persona sola, serás como el que en la mano, a la hechura de una bola, suele traerla a la mano. Este, en su coronación, le vi una vez ; y si quieres ser de aquesta condición, guárdate de que me alteres.

211

En la edición de la Real Academia Española, esta última quintilla se pone en boca de Roldán, mientras las siguientes se atribuyen a Reinaldos, quien, según ello, se preguntaría a sí mismo : "¿No me dirás la razón?" Corrijo, pues, de acuerdo con lo que parece exigir el sentido de la escena ; con todo, pienso que aún podrían proponerse otras formas de redistribuir el diálogo. 14

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

Reina/dos. Roldán.

-¿No

me dirás la razón? -Si, siendo mundo, eres bola, con la punta del pie sola te haré que vayas apriesa desde esta margen francesa hasta la playa española. Y tanto podrás rodar, que, si el mundo es circular, en llegando al canto dél, caigas al otro por él, si no te detiene el mar. -¡ Notables puntapiés son! Reina/dos. Bien decían estos días, hablando de tu opinión, que tienes tus valentías allá en tu imaginación ... Si lo que imaginas fueras, tan furioso e iracundo y tan lleno de quimeras, como otro Nerón quisieras cortar la cabeza al mundo. El pequeño que en la mano ponen al Emperador es la cifra del mayor, el nombre de soberano y de absoluto seiior. Y eso mismo soy cifrado, por quien Carlos se ha llamado soberano y absoluto: que a mí me debe el tributo del mundo que yo le he dado. -¿De tu mano le tomó Roldán. y eres el mundo? -Eso dice Reina/dos. quien ve que el mundo soy yo. 292 -Mira que se contradice Roldán. ser el mundo y quien le dio ... (ed. Academia, XIII, págs. 415-416) 292 Comp. la "rodomontade" de Rodamonte, en la misma comedia, pág. 419 a: "A mirar el mundo ponte, / y me verás luego a mí".

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LOPE DE VEGA

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Los donaires salen prendidos unos de otros : si Reinaldos es el mundo, claro que Roldán podrá hacerlo rodar de un puntapié y claro que cortarle la cabeza será cumplir el deseo de Calígula (Lope recuerda mal: la frase no es de Nerón) inmortalizado en la biografía de Suetonio (XXX, 60 : "Utinam populus romanus unam cervicem haberet ! "). Pero, a su vez, si Reinaldos es un microcosmos al mismo título que el globo del mundo simboliza la dignidad imperial (cf. arriba, pág. 55, n. 12), mal podrá presumir de haber sometido el orbe para Carlomagno. Aunque, si en él se cifra el dominio universal del Emperador, no debe sorprendemos que reivindique su propia . , m1crocosm1a... ¿Son únicamente sutilezas verbales? En principio, sí, pero no desprovistas de sustancia dramática: las alusiones al "pequeño mundo" que es Reinaldos nos llevan insensiblemente al marco de la acción (el imperio carolingio, evocado a través de la referencia a la "bola" que empuñaba Carlomagno en su coronación) y a la prehistoria del personaje (que está convencido de haber conquistado el universo para su soberano). Y, por otro lado, sirven para introducir con buen tino el núcleo de la fábula. Roldán, en efecto, continúa:

Reina/dos.

Roldán.

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-Mas si el mundo todo eres, déjame aquesta mujer que impedirme gozar quieres : que en ti podrás escoger entre otras tantas mujeres. -No, que aquesta no es el mundo, porque bien lo dice el nombre, en quien ser del cielo fundo ; y si es digna de algún hombre, es de mí, y de ti segundo. Angélica no es del suelo, que es su nombre celestial : bien nos muestra que es del cielo ; y de gozar prenda igual, tan solo es digno mi celo. -Bien has dicho, porque amor un infierno de disgusto

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

ha apuesto en mi con su ardor; y el que es infierno no es justo goce del cielo el favor. Mas, pues el cielo conoces, de que has dado testimonio con tantos fieros y voces, haré oficio de demonio, para que tú no le goces. (pág. 416)

Naturalmente. Nada tiene que hacer el infierno de Roldán con una "angelicata criatura" (como decían los "stilnovisti") ; pero tampoco en el microcosmos de Reinaldos habrá sitio para quien es doblemente Angélica. La intriga está en marcha. Mundo menor y mundo celestial, con todo, no son siempre términos que se excluyan entre sí, como en Angélica en el Catay. Ejemplos cantan, y en El castigo del discreto (ed. W. L. Fichter, Nueva York, 1925) Felisardo se lo demuestra a Roberto cumplidamente : Felisardo. -Quien al cielo está mirando y alaba al cielo, ¿en qué peca? -Pues ¿ quién es el cielo aquí? Roberto. Felisardo. -El rostro desta mujer. Roberto. -¿Su rostro? -¿Quiéreslo ver? Felisardo. Roberto. - ¡ Sí, por Dios ! -Escucha. Felisardo. -Di. Roberto. -La luna es [su] barba hermosa; Felisardo. sus labios Mercurio son, por su mucha discreción y retórica famosa ; el cielo de Venus es su lengua, y del Sol sus ojos ; al Dios Marte y sus despojos en sus blancos dientes ves. -¿En sus dientes? Roberto. -Sí, que son Felisardo. puntas de armas del dios Marte,

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EL PEQUEÑO MUNOO DEL HOMBRE

"Incierto" autor de las Flores de poetas ilustres carea con destreza los dos términos en juego: tema (cf. también arriba, pág. 142, n. 167). Un

Señora, vuestra hermosura, valor y merecimiento han hecho a mi atrevimiento rico y de buena ventura. Que viendo el cielo tan bello de ese rostro milagroso, cuyo sol maravilloso es el dorado cabello, tomé la pluma con celo de celebraros en suma ... Mas ¿quién con sola una pluma podrá volar a ese cielo? Oelo sois, como es notorio, pues, cuando de vós carece, el alma que os vio padece las penas del purgatorio; y así, sin ningún consuelo y de toda gloria ajena, es ánima que anda en pena hasta ver aquese cielo. Si un mundo abreviado es cualquier hombre que hay criado, vós sois un cielo abreviado, que el mundo está a vuestros pies. Cielo sois, cuyo arrebol son las mejillas rosadas, con los rayos esmaltadas de vuestro divino sol. (BAAEE, XLII, pág. 9b)

¿Deduciremos de aquí que cuantas veces un poeta trata de "arrebol" a unas mejillas y de "sol" a una rubia melena está planteando la ecuación de hombre y mundo? Desde luego que no. Pero pasajes como el espigado en El castigo del discreto nos invitan a no desatender la posibilidad de que la pauta microcósmica aparezca tras alguna descripción a primera vista

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Roberto.

Felisardo.

y, assf, está en aquella parte su cielo y forma escuadrón. Júpiter son sus mexillas de blanco y roxo matiz ; Saturno está en su nariz. -¡ Qué notables maravillas! La astrología le llama, a Saturno, cruel y airado ; no es sin causa tan sonado, si es la nariz desta dama. El cielo de las estrellas ¿adónde estará? -En su frente, siendo rayos de su oriente pestañas y cejas bellas ; sus oídos son los polos.

Es demasiado para la paciencia del gracioso ; mas sus objeciones vienen a estrellarse contra la seguridad con que Felisardo racionaliza sus piropos: ¿por qué no ha de ser cielo la dama, si el hombre es microcosmos e imagen de Dios? Roberto. Felisardo.

-No digas más disparates. Aunque, como tú la trates, no serán aquestos solos. -Necio, este mundo pequeño es cifra del superior, y no pienses que es error si en él al cielo te enseño ; porque más que el cielo alcan~a el alma que le ennoblece, que más que el cielo merece quien es de Dios semejan~. (págs. 96-98)

El concepto está perfectamente delimitado. Y cuando Lope apunta que en una doña Ana cualquiera "cifróse el cielo" (Los Porceles de Murcia, ed. Academia, XI, pág. 575 b) o en los ojos de una moza se encierra "un cielo -aunque en cifraentero" (La varona castellana, ed. Academia, VIII,- pág. 208 b), fuerza es notar que nos da una variación galante de nuestro

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muy convencional de la belleza femenina. Parejamente, es fácil que no sospecháramos tal pauta en las deliciosas décimas anónimas del Cancionero de 1628 (ed. J. M. Blecua, Madrid, 1945), si el autor no mencionara en forma explícita "el mundo breve" qu_ees su ena~orada : Vientos de sol soberano exhalación son ardiente, y hoy por modo diligente, de nieve de aquella mano ; pues bien entendí que en vano el abanillo exercita contra el calor que marchita las flores con sus enojos, que quien sopla a tales ojos ardientes brasas incita. Pues que en vós el mundo breve de elementos se compone, más bien quisiera le abone el agua en helada nieve ; luego vuestro rostro prueve si los dos, mejor que humanos, en vós se ven soberanos, pues no será mucho ruego que en sus ojos tenga el fuego quien tiene el aire en sus manos ...

Como posiblemente no repararíamos en que la misma pauta organiza el juramento de Grisanto a Marcela, en La fuerza del interés, de Gaspar de Aguilar, si el uno no acabara calificando a la otra de "mundo abreviado": Juro por el gran poder del dios que le pintan ciego, por la morada suprema que revolverse acostumbra, por el sol que nos alumbra, por el fuego que nos quema,

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por el agua que nos bafia, por el aire que nos templa, por la tierra que contempla toda esta máquina extrafia, por el tiempo arrebatado que me niega la ocasión, y por ti, que en discreción eres un mundo abreviado, que jamás me olvidaré del amor que está en mi pecho ... (Poetas dramáticos valencianos, 1929, Il, pág. 169 b)

Madrid,

Pronto veremos, por otro lado, que si el esquema se prestaba bien a ponderar los encantos de la amada, podía reflejar con no menos viveia la pasión del amante (cf. págs. 229 sigs.). Lope echaba en cara a los gongorinos fabricar "metáforas de metáforas". 293 Y con igual motivo se le podría acusar a él -y a todo su tiempo, ansioso siempre de discantar sobre los datos de la cultura tradicional- de construir ~conceptos de conceptos'. No le bastará, así. retratar ~__!!l_mu~como pequeño munqC?_:especializando e intensificando el planteo, la convertirá en pequeño cielo. Pero, si lo es y si el amor (según tan elegantemente explica -La dama boba) infunde una nueva ciencia en los enamorados, ¿cómo habrá que bautizar al saber que nace en el galán prendado de una dama? "Filosofía", propone primero el protagonista de El mármol de Felisardo, "pues la filosofía / de la admiración nació" (cf. Teeteto, 155 d, y Metafísica, 982 b) ; pero se corrige : Que si astrología fuera, mejor hubiera acertado, pues sois el cielo cifrado, donde sus estrellas viera ; viera el sol, viera su lumbre, sus polos, norte y luceros, Apud A. Collard, Nueva poesia. Conceptismo, culteranismo en la crítica española, Madrid, 1967, págs. 14-15. 293

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y de todo el cielo, en veros,

la celestial pesadumbre. (ed. Academia, XIV, pág. 229 b)

Felisardo tiene razón ; 2 " pero olvida que a la astrología también le interesa el microcosmos humano. El propio Lope se lo hace confesar, en La Arcadia, a la propia Astrología, 295 quien enuncia una nítida división del universo en tres mundos : 211 De cielos y elementos ordenado este mundo inferior se ve, sensible ; el superior mental mundo, invisible, de espíritus y ideas habitado. El infinito, en el tercero grado, es inefable, inmenso, inaccesible, de la increada esencia incomprehensible, de quien cielo, ángel y hombre fue criado. El cuarto llaman el pequefto mundo, como epítome y cifra que es el hombre de tantas cosas y criaturas bellas. 2"

Otro tanto piensa Quevedo, Poesla original, ed. J. M. Blecua, Barcelona, pág. 518: "También tiene el amor su astrología ... , / juzgando por tu cielo", etc. Y es, así, por entero consecuente con la tradición metafórica que, v. gr., lo lleva a dirigirse "A una dama tuerta y muy hermosa" (pág. 349) con requiebros como el siguiente: "Para agotar sus luces la hermosura/ en un ojo no más de vuestra cara,/ grande ejemplar y de belleza rara / tuvo en el sol... / Imitáis, pues, aquella arquitectura / de la vista del cielo ... " 295 Cf. J. W. Crawford, ''1be Seven Liberal Arts in Lope de Vcga's Arcadia", en MLN, XXX (1915), págs. 13 sigs., donde se muestra el influjo de Alfonso de la Torre en el contexto del soneto citado ; y comp. F. G. Halstead, "The Attitude of L. de Vega toward Astrology and Astronomy", en HR, VII (1939), en especial págs. 214-219. 298 Cf. arriba, pág. 158, n. 195. En cuanto a la doctrina, Lope parece muy al arrimo de Filón (Dios sabe a través de qué fuentes); en cuanto a la forma, vid. G. Pico della Mirandola, Heptaplus, ed. cit. [arriba, pág. 123, n. 131], págs. 184, 192: "Tres mundos figurat antiquitas. Supremum omnium ultramundanum, quem theologi ~angelicum', philosophi 'intellectualem' vocant ... Proximum huic caelestem; postremum omnium sublunarem hunc, quem nos incolimus... Est autem praeter tres quod narravimus, quartus alius mundus in quo et ea omnia inveniantur quae sunt in reliquis ... "

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Mi teórica y práctica le infundo, que es conocer e investigar mi nombre, cielos, planetas, círculos y estrellas. (BAAEE, XXXVlli, pág. 129 a)

Mas volvamos a la etapa anterior. Si la mujer hermosa es un cielo en cifra, ¿no lo será la Virgen con mejor razón? Por lo menos, así lo cree la madre de San Isidro, en la comedia que escenifica la niñez del Patrón de Madrid : En vós, de vós y por vós, Virgen, está, viene y tiene el alma el favor que viene de Dios, ¡ oh madre de Dios ! A buscar vengo a los dos, porque en vós, cielo abreviado, 297 se halla Dios, como en sagrado centro, celestial Sefiora, porque sois cándida aurora y previene al sol dorado. (ed. Academia, IV, pág. 506 b)

Para cumplir el ciclo, he aquí nuestro tema vuelto a lo divino: María tiene más derecho que mujer alguna al título de "cielo", puesto que en ella reside el mismo Dios. Sólo el arrobo místico puede conseguir otro tanto : "encerrar en este pequeño cielo de nuestra alma... [a] el que la hizo" (Camino de perfección, XLVII).

298

Con todo, en el microcosmos existen vestigios divinos, y ya hemos visto que Antonio (en El cuerdo loco) y Felisardo (en El castigo del discreto) no descuidan ponerlos de relieve (cf. págs. 207 y 213). En El Cardenal de Belén (ed. E. Aragone, Zaragoza, 1957), como cabía esperar de un Padre de la Iglesia, La edición académica trae "cielo animado", que creo errata indudable. 298 Cf. M. Morales Borrero, El centro del alma en los escritores españoles del Siglo de Oro, Madrid, 1968 (resumen de una tesis doctoral). 297

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San Jerónimo ahonda aún más en la doctrina ; y vuelto al "divino Theos, majestad suprema", medita : Si al triángulo santo que contiene tu círculo divino, el pensamiento tal vez, como veloz, confuso viene, en mi pequeño mundo mira atento tu semejanza, pues el alma tiene memoria, voluntad y entendimiento. (pág. 59)

Ciertamente : sabemos bien que las potencias del alma reflejan a las personas de la Trinidad (cf. arriba, pág. 95), que la imagen divina en el hombre lo es del Dios uno y triple. El plural del Génesis, I, 26, bastaba para autorizarlo: "Faciamus hominem ad imaginem et similitudinem nostram" (comp. arriba, pág. 144). Y tan a menudo se había echado mano del texto para razonar la microcosmía humana, que aducir el uno llevaba muy fácilmente a proclamar la otra. En cierta medida, incluso la simple evocación del Génesis (cuyo primer capítulo sugería que el hombre supera -y por tanto recopila- todo lo creado previamente: cf. pág. 203, n. 284) arrastraba a nuestro tema: Aquel divino pintor de la fábrica del orbe, que puso tanto artificio en las dos tablas mayores ... , hizo otro mundo pequeño y a su semejanza diole forma y ser, que la materia dio a la tierra, limo entonces ... (BAAEE, XXXVIII, pág. 260 a)

Son versos del romance "A la creación del mundo", apretado inventario de cuantos animales y vegetales le vienen a Lope a los puntos de la pluma. Don Eugenio Asensio 299 ha indicado Prólogo a su citada edición de L. de Vega, Huerto deshecho, pág. 21, n. 26. 299

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cómo actúa la tradición de los comentarios al Génesis tras esas series enumerativas, tras esas inacabables descripciones de la Naturaleza en que se complacen los autores del XVII. La dependencia es indudable. Y. por ello, no debe sorprendemos que cuando tema y estilo de un poema muestren la huella de los hexamerones, el recuerdo del Génesis no tarde en hacer presente al "pequeño mundo" donde se recapitulan los seis días del trabajo divino. Tal interacción (sumamente característica del "modus procedendi" de la literatura antigua) aparece en el mismo arranque de la silva sobre "El siglo de oro", bellísimo retrato de la primavera de la vida terrena: Fábrica fue la inmensa arquitectura deste mundo inferior que el hombre imita, pues como punto indivisible encierra de su circunferencia la hermosura ... (Poeslas líricas, ed. J. F. Montesinos, Madrid~ 1952, 11, pág. 145)

Y no falta en la "Descripción de La Abadía, jardín del Duque de Alba": Es pequeño el jardín, de aquella forma que al hombre llaman "el pequeño mundo", en quien se cifra su grandeza y forma, de aquel mundo mayor otro segundo ; de suerte que el artífice conforma, con más valor y ingenio más profundo, al grande paraíso este pequeño, muestra del cielo y del valor del dueño ... (BAAEE, XXXVIII, pág. 452 b)

El jardín se imagina otro Paraíso, y el poema mismo, catálogo de sus perfecciones, se convierte en un microcosmos, igual que el hombre : el Génesis se trasparenta por partida doble. Todavía en El Cardenal de Belén, en una de es.as lecciones de rudimentos escolásticos que Lope gustaba de endilgar al

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público de los corrales, San Jerónimo (anacrónicamente a zaga de Martín Cortés: cf. pág. 199, n. 275) establece una "distinción ... de las criaturas", que vale la pena recordar aquí. Antes vimos al Padre preocupado por el dogma de la Trinidad ; ahora le oiremos definir una concepción trinitaria del mundo (y no debe ser casual que a lo uno y lo otro correspondan los dos paréntesis teóricos más notables de la comedia): La criatura del mundo de tres suertes os quiero declarar: corporal una, como los elementos ; otra, hijos, es espiritual, como los ángeles ; otra dellos compuesta, como el hombre. (pág. 103)

A su vez, en la "corporal naturaleza" se hallan cuerpos lúcidos, cuerpos opacos y cuerpos transparentes ; y si son igualmente tres los grados del ser, también el mundo se distingue de tres suertes. Eusebio. -¿Y cuáles son? Jerónimo. -La una, el Arquetipo. Lamberto. -¿Qué es Arquetipo? Jerónimo. -Dios, que de "archos" viene, que es ~príncipe', y de "typus", que es ~figura', porque es la principal y es el ejemplo deste mundo sensible. Eusebio. -¿Cuántos dices? Jerónimo. -Tres digo, con el hombre, que se llama "pequeño mundo" destos tres. Oídme ; San Juan, en el capítulo primero: "In · mundo erat" ; veis el primer mundo, adonde estaba Dios. Eusebio. -Bien, ¿y el segundo? Jerónimo. -"Et mundus", dice luego, que "per ipsum factus est". Eusebio. -¿Y el tercero? Jerónimo. -El que se sigue: "et mundus eum non cognovit". (pág. 104)

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Un león irrumpe en escena, y San Jerónimo (afortunadamente, pensarían tal vez algunos espectadores) no puede proseguir la disertación. Pero Lope nos ha dicho ya cuanto por el momento nos interesaba. No le dolerá repetírnoslo en otros lugares. Así, el deslinde de la naturaleza "compuesta" del hombre reaparece en el octavo soneto de La Circe, admirable de construcción y muy próximo en la letra a Pico della Mirandola (lo ha mostrado Dámaso Alonso): 300 Este vínculo noble de las cosas celestes y terrestres, tan fecundo que encierra en sí, como pequeño mundo, tantas naturalezas prodigiosas ; este de uniones alma tan gloriosas, como es el mundo angélico profundo, celeste elementar y rey segundo de cuantas formas le han servido hermosas, terrena parte con los brutos tiene, aunque por la suprema inteligencia conviene con la angélica sustancia. Pues si con tal desigualdad conviene, ni te admires, don Félix, de su ciencia, ni tampoco te espante su ignorancia. 301

Y la reducción al hombre de las "tres suertes" de mundo sugiere a Lope (nuevamente muy al arrimo del mirandulano) Poesía española. Ensayo de métodos y limites estillsticos, Madrid, 1957, 3 pág. 464. El contenido del poema podría parecer en principio demasiado común para referirlo a una fuente única; con todo, el prof. Alonso deja fuera de duda que el soneto nació en un período de la actividad de Lope en que éste recurría con frecuencia a Pico, y señala un pasaje del Commento ... sopra una canzona de amore ... , ed. cit., págs. 478-479, que se le arrima muy particularmente en lo literal. Sólo añadiré que el primer verso recuerda, más que a cualquier otro, a un texto del libro V del Heptaplus, pág. 304: "[horno] caelestium et terrestrium vinculus et nodus est". 301 Vid. además en el son. XV de La Circe una magnífica variación sobre el tema de la dualidad de ángel y bestia en el hombre, ejemplificada en la malandanza del centauro Neso; Lope concluye aplicando la anécdota a su condición de enamorado: "Ser hombre y bestia me causó la muerte, / que no te codiciara como bestia, / si con la parte superior te amara". 300

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todo un cuajado ciclo poético. 3 º2 El núcleo es un soneto que Lope amará tanto como para imprimirlo tres veces y comentarlo en prosa y verso:. 303 La calidad elementar resiste mi amor, que a la virtud celeste aspira y en las mentes angélicas se mira, donde la idea del calor consiste. No ya como elemento el fuego viste el alma, cuyo vuelo al sol admira, que de inferiores mundos se retira a donde el querubín ardiendo asiste. No puede elementar fuego abrasarme; la virtud celestial, que vivifica, envidia el verme a la suprema alzarme. Que donde el fuego angélico me aplica, ¿cómo podrá mortal poder tocarme, que "eterno" y "fin" contradicción implica?

"La intención deste soneto -llamemos así al argumento-fue pintar un hombre que, habiendo algunos años seguido sus 'pasiones, ~biertos los ojos del .entendimiento, se desnudaba dellas y, reducido a la contemplación del divino Amor, de todo punto se hallaba libre de sus afectos" (La Circe, ed. J. M. Blecua, en L. de Vega, Obras poéticas, vol. I [Barcelona, 1969], pág. 1312). ¿Cómo se realiza el tránsito de las "pasiones" al "divino Amor"? Sencillamente, gracias al paralelo de macrocosmos y microcosmos. Existen -nótese"tres fuegos, 1

302

Comp. Heptaplus, ed. cit., pág. 188: "Haec satis de tribus mundis, in quibus illud in primis magnopere observandum, unde et nostra fere tota pendet intentio, esse hos tres mundos mundum unum, non solum propterea quod ab uno principio et ad eundem finem omnes referantur, aut quoniam debitis numeris temperati et harmonica quodam cognatione atque ordinaria graduum serie colligentur, sed quoniam quicquid in omnibus simul est mundis, id in singulis continetur" (vid. también págs. 192, 300-304, etc.; y arriba, pág. 124, n. 134). Es quizá el texto de Pico que mejor recoge la quintaesencia de todo el ciclo en cuestión. 303 Cf. D. Alonso, op. cit., págs. 456-462, con un excelente análisis, que me hace posible abreviar mucho mis apuntes. Vid. también C. V. Aubrun, "Idées de L. de Vega sur le systeme du monde", en BHi, LXIV bis (1962), págs. 304-317.

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correspondientes a tres mundos. El calor es en nosotros calidad elementar ; la celestial es la virtud que calienta ; la angélica es la idea del calor. Fuego es el elemento en nosotros, fuego es el sol en el cielo y fuego el entendimiento seráfico ; pero difieren en que el elementar abrasa, el celeste vivifica y el sobreceleste ama". 3 º' Pues bien, supuesta la estructura análoga del hombre y de los restantes mundos, supuesto que la naturalem humana "conviene" con todos ellos, nuestro desengañado personaje puede purificarse del fuego "elementar" por "la contemplación de los orbes celestiales" (pág. 1312); y, mudado aquél por "el segundo fuego del segundo mundo", almrse "a la contemplación del mundo angélico" (pág. 1315). La afinidad de todo lo creado engarza una cadena en que cualquier eslabón refiere al correspondiente en el nivel contiguo y al entero sistema de que él forma parte. Así, del mismo modo que el sol ilumina y da vida al mundo inferior por la virtud que recibe del mundo superior --comunicando, pues, ambos orbes-, 305 el "honesto amor" de Amarilis es "luz" que remite a Belardo a la región del puro espíritu : Como el sol es la causa conficiente que forma con su propia fuerza el día, tu honesto amor infunde al alma mía dulce templanza de tu fuego ardiente. 306 "Así lo disputa divina y sútilmente Pico Mirandulano en su Heptablo", concluye Lope, pág. 1312. Cf., en efecto, Heptaplus, pág. 188 : "Est apud nos calor qualitas elementaris, est in caelestibus virtus excalfatoria, est in angelicis mentibus idea caloris", etc. 305 Vid. E. Asensio, loe. cit., págs. 13-15, donde se explica e ilustra en Lope cómo "el concierto del hombre y el mundo ... ha sido amorosamente expuesto por el neoplatonismo florentino de Marsilio Ficino y Pico della Mirandola, que entre ambos encuentran una relación hecha de luz y amor" (pág. 13). No es caso de insistir aquí en el empleo por Lope de la metafísica de la luz (la luz, que es síntesis del universo) cuidadosamente elaborada por el pensamiento renacentista; vid. sólo E. Garín, L'umanesimo italiano, págs. 116 y 224-225. Cf. también arriba, pág. 99. 306 Recuérdese que el sol equivale en el mundo al corazón humano (vid., por ejemplo, M. Ficino, De Sol e, VI: "Physici veteres Solem •cor caeli' nominaverunt"), y véase en La Dorotea, ed. E. S. Morby, pág. 262, una explicación afín del proceso amoroso, calcada del comentario de Ficino al Banquete platónico, VII, iv (texto que Morby 304

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Sin que ninguno rebelarse intente, sujetan los sentidos su porfía ; que el cuerpo a quien tu luz y virtud guía, de cuanto no es el alma, vive ausente. Rendido al fin a la suprema parte, no quiero aun con los ojos ofenderte, mas espíritu solo contemplarte ... (La Circe, son. 11)

Lope dibuja nítidamente la escala de correspondencias, la procesión de un elemento desde "el Arquetipo" (que decía el Cardenal de Belén) hasta el microcosmos ; y casi es inútil advertir la coloración platónica (más concretamente, el texto suena a Plotino y el Pseudo Dionisio) del soneto en que persigue el brillo de la luz divina en cada uno de los mundos creados: De la beldad divina incomprehensible a las mentes angélicas deciende la pura luz, que desde allí trasciende el alma deste punto indivisible. A la materia corporal visible da vida y movimiento, el sol enciende, conserva el fuego, el aire, el agua extiende, la tierra viste amena y apacible. Enseiia nuestro humano entendimiento de un grado en otro a contemplar la cumbre de donde viene tanta gloria al suelo. Y entre los ecos de tu claro acento, halla mi honesto amor tan alta lumbre, que en oyendo tu voz penetra el cielo. (La Circe, son. VII)

reproduce en su n. 155 ad loe.): "Como el sol, cora~n del mundo, con su circular movimiento forma la luz, y ella se difunde a las cosas inferiores, assí mi cora~n, con perpetuo movimiento, agitando la sangre, tales espíritus [vid. arriba, pág. 131, n. 151] derrama a todo el sujeto, que salen como centellas a los ojos, como suspiros a la boca y amorosos concetos a la lengua". 15

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El canto harmonioso de la dama, pues, enciende al enamorado y lo empuja a recorrer, paso a paso hacia arriba, el camino a "la beldad divina". Nos hemos desplazado horizontalmente (de luz a voz, de voz a luz), pero verticalmente alcanzamos la misma meta. Si la lumbre del amor nos enlaza a las lumbres superiores, a la propia idea de la lumbre, la música es divina concordancia deste mundo inferior y del angélico. Todo cuanto hay en todo, todo es música : música el hombre, el cielo, el sol, la luna, los planetas, los signos, las estrellas ... 301 (Los locos de Valencia, en BAAEE, XXIV, pág. 131 b)

Es una auténtica "cadena de harmonía" (La Arcadia, en BAAEE, XXXVIII, pág. 128 b). Y, lógicamente, toda música bien acordada (la "voz divina" de Amarilis igual que el "son divino" del maestro Salinas) templa el alma al tono del Arquetipo de la harmonía y la alza hasta el mismo Dios : Canta Amarilis, y su voz levanta mi alma -desde el orbe de la lunaa las inteligencias, que ninguna la suya imita con dulzura tanta. De su número luego me trasplanta a la Unidad que por sí misma es una ; y cual si fuera de su coro alguna, alaba su grandeza cuanto canta. Cf. La Dorotea, ed. E. S. Morby, pág. 397, n. 54, y A. S. Trueblood, "Al son de los arroyuelos", en Homenaje a RodríguezMoñino, 11, pág. 280. Vid. además Novelas a Marcia Leonarda, ed. F. Rico, Madrid, 1968, pág. 118; Las aventuras del hombre, ed. Academia, 11, pág. 291 b: "Consonancia que componen/ del cuerpo orgánicas cuerdas, / de una parte, y, de la otra, / del alma nobles potencias" ; refundición de Barlaán y Josafat, ed. cit., pág. 111, n.: "Quien hizo aquesta harmonía / y música celestial, / con que el orden natural / nos sustenta, alumbra y cría; / quien hizo estos elementos, / que, con ser continua guerra, / pacíficamente encierra / el hombre en sus movimientos .. !'. 3o 7

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Apártame del mundo tal distancia, que el pensamiento en su Hacedor termina, mano, destreza, voz y consonancia. Y es argumento que su voz divina algo tiene de angélica sustancia, pues a contemplación tan alta inclina. (La Circe, son. IV)

"No hay belleza sin moral", podría rezar el axioma implícito en el poema. Pues el goce estético exige el ajuste de sujeto y objeto, y tal ajuste sólo se da en cuanto uno y otro responden ( en diversos grados, naturalmente) al modelo arquetípico, en cuanto se pliegan a la norma divina, forzosamente provista de contenido ético. El razonamiento vale para la música y vale para las otras artes (vid. arriba, págs. 195-196). Como nuestra alma en el canto y música con tan suave afecto se deleita que algunos la llamaron "harmonía", inventaron los antiguos poetas el modo de los metros y los pies para los números, a efeto de que con más dul~ura pudiessen inclinar a la virtud y buenas costumbres los ánimos de los hombres (La Dorotea, ed. E. S. Morby, pág. 44).

Por lo mismo que se adecua a la constitución natural del hombre 308 (y del mundo, 309 según hemos visto), la poesía allana la senda a la virtud. Es aún un correlato de la microcosmía humana. Cf. también lo que dice Leonardo Bruni, apud W. H. Woodward, Vittorino da Feltre and Other Humanist Educators, Nueva York, 19632 , págs. 130-131. 309 Comp. Femando de Vera, Panegírico por la poesia, Montilla, 1627, fol. 33 vo., donde se advierte que la poesía "tuvo más noble origen... en Dios, el cual lo dispuso y ordenó todo con tal medida, que no es otra cosa (como dize Pitágoras) sino una cierta manera de verso limado o una música peregrina (como [dize] Platón) de muchas naturalezas y una correspondencia; y San Agustín [dize] que todo es un hermoso epigrama o soneto, compuesto de diferentes elementos que sirven de consonantes y ligaduras a esta poesía, y que, assí, compuso Dios el mundo en verso" (cf. arriba, pág. 38). 308

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

QUEVEDO

La tardanz.a en llegar a la plenitud vital, que Plinio el Viejo (más memorablemente que cualquier otro autor) había lamentado en el hombre (Naturalis. historia, VII, i), 310 revelaba para Quevedo "la dignidad en que se aventaja lo racional a lo vegetativo y sensitivo, pues requiere su ejercicio más estudiosa disposición de la Naturaleza" (Providencia de Dios, en Obras completas en prosa, Madrid, 1945, pág. 1211 a). Contempla a la criatura humana -propone don Francisco-- antes de que se incendie con "la lumbre del entendimiento", y nada descubrirás en ella sino miseria ; en cambio, deja que prenda en el niño la chispa de la inteligencia, mírale hombre, y considera la harmonía de aquel vivo edificio, admirando en cuán poco bulto se ven epilogados el superior e inferior orbe, abreviados sin ofensa de su dignidad, menos espaciosos, no menos cultos (pág. 1211 b).

Pues el hombre es mundo en cifra en la misma medida en que goza de razón (cf. pág. 148 y n. 180). Sólo ella, ciertamente, le permite escudriñar "los claustros del cielo" y desenvolver las entrañas de la tierra ; sólo el "discurso" sujeta al imperio humano "la majestad de los elementos". Gracias al entendimiento, el hombre ha vencido a las aguas, puesto tributo a la tierra, aprisionado el aire en bombas y fuelles, domesticado el fuego, sometido a todos los seres vivos (págs. 1211 b-1212 a). Y si por la razón ha ascendido (lentamente) a lo más alto en la escala de las criaturas y, desde ahí, ha logrado adueñárselas en su integridad, prívese de ella y se privará de "la vitoria universal de todo" (pág. 1212 b): Vuelve, pues, a desandar tu ser y y tu vida, desde este estado en que dominas, con solo tu entendimiento y la alma, aves, peces, animales, tierra, agua, fuego y aire, a lo que fuiste antes que la alma racional te ennobleciese : hallaráste 31

º Cf. el trabajo citado en la pág. 118, n. 123.

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una masa vergonzosa de asco y horror, sazonada con veneno (pág. 1212 a).

Nos encontramos ante una microcosmía dinámica : la mera analogía de constitución 311 no basta a realizarla; en principio material de deshecho, "masa vergonzosa", el hombre ha de ganarse la condición de mundo menor, apropiándose con la inteligencia el universo entero, elemento por elemento. El amante desdeñado, sin embargo, viene a parar en un perfecto microcosmos por una senda algo distinta. Porque no simplemente "todo se encierra" en él, sino que él mismo se ve "en todos estos elementos", como en su 'lugar natural': Está la ave en el aire con sosiego, en la agua el pez, la salamandra en fuego, y el hombre, en cuyo ser todo se encierra, está en sola la tierra. Yo solo, que nací para tormentos, estoy en todos estos elementos : la boca tengo en aire suspirando, el cuerpo en tierra está peregrinando, los ojos tengo en agua noche y día y en fuego el corazón y la alma mía. (Poesía original, ed. J. M. Blecua, Barcelona, 1963, pág. 436)

Joseph G. Fucilla ha indicado que el madrigal no pasa de una versión de Luigi Groto. 312 No obstante, el petrarquista Cf. por ejemplo Providencia de Dios, pág. 1206 a: " ... repartiendo médicos por las cuatro estaciones del año el gobierno de las cuatro calidades para correspondencia pacífica de los humores ... " ; y comp. Virtud militante, en las citadas Obras, pág. 1115, donde se imagina cómo los cuatro elementos pueden acusar de ingrato al hombre. 312 J. G. Fucilla, Estudios sobre el petrarquismo en España, Madrid, 1960, págs. 202-203; el poema de Groto reza así: "Gli elementi, ond' ha vita ognun di noi, / si consumano in me, donna, per voi. / 11 foco, appoggio al natural calore, / si spenge a quel con cui m' infiamma amore. / La aer, che fa ch'io spiri, / si consuma in sospiri. / L' acqua, che ministrar gli humor costuma, / in pianto si consuma. / La terra, ond' ho le membra, in preghi e' en passi, / per piani e poggi consumando vassi. / Cosí la vostra inessorabil guerra / in me consuma foco, aere, acqua e terra". 311

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italiano no fue el primero en contrastar en lo erótico la verdad de la hipótesis fundamental de la medicina antigua. Quirós, el elegante poeta del Cancionero general (Valencia, 1511). 313 había descrito muchos años atrás la composición elemental del enamorado; y para aproximarse más a Quevedo, frente a Groto -diría uno-, había incluido una alusión a las criaturas que pueblan los cuatro reinos de agua, aire, fuego y tierra. En efecto, Quirós construye el poema en cuestión (un parlamento "consigo mismo") sobre una serie de cotejos entre una realidad exterior (el hierro en la fragua, la leona que devuelve la vida a las crías, el ave fénix ... ) y su propia circunstancia amorosa; y, para concluir, "aplica": ... Propiamente me sostiene amor en cuatro elementos, los mismos que el mundo tiene ; mas dámelos con que pene, de la causa por cimientos de mi pena... De aire y fuego me fundó, de agua y tierra hizo suelo y estarme en un ser mandó : y veis aquí cómo yo nunca llegaré a mi cielo ... El huego, por mayor pie~a. do rebivan mis enojos, en mi cora~ón s'empie~a; ell aire está en la cab~, ell agua siempre en los ojos que despierta ; todo lo otro es tierra muerta, tan enxuta, que fruto, yerba ni fruta no se acierta ... Y aquellos cuatro animales que los elementos tienen, 313 Uso el facsímil publicado por la Real Academia Española Madrid, 1958, por obra y con valioso prólogo de don Antonio RodríguezMoñino.

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Cuanto naturaleza estrafio engendra en dilatado mundo, cual en mundo abreviado amor y la belleza en mi pecho trasladan imitado ... (Llrica poesla, Madrid, 1620, fol. 89) 315

¿Nació, pues, de Petrarca la multitud de poemas destinados a glosar las penas del querer no correspondido haciendo fue17.a de los elementos que compila el amante (y, por lo mismo, evocando más o menos explícitamente su calidad de pequeño mundo)? 311 Sería demasiado afirmar. Pero sí es cierto, en cualquier caso, que el ejemplo petrarquesco ayudó a configurar el cliché poético ; y que, por otra parte, el madrigal de Quevedo -aun derivado directamente de Luigi Groto- sólo cobra pleno sentido en la perspectiva de toda una tradición. El Quevedo satírico (o el alma satírica de Quevedo, que diría Agustín G. de Amezúa) no gusta menos que el Quevedo moralista o el Quevedo poeta amoroso de apelar al pequeño mundo del hombre. ¿Por qué pequeño mundo? Don Francisco nos ha dado ya varias razones para justificar el título. Y en un sangriento soneto, sin duda escrito a raíz de la difusión del Polifemo gongorino, todavía añade un par de complementos poco limpios. Pues ¿no será el hombre un microcosmos, conteniendo el "orbe" y la "antípoda faz" de que trata todo el poema? 315 El poema es más fácilmente accesible en J. G. Fucilla, op. cit•• págs. 272-273. 316 Quevedo sin duda tiene presente tal patrón en más de un lugar, aunque lo realice sólo en parte: cf., así, en la ed. de J. M. Blecua, los núms. 298, 378, 422, 441. Valga todavía un ejemplo, que, parodiándolo, certifica la popularidad del motivo. Entre las Poeslas varias recogidas por J. Alfay (Zaragoza, 1654), figura una de Antonio de Silva que transcribe el supuesto diálogo de un galán y un cántaro, con el que aquel confunde a su dama: "Galán. -V ós sois mi cuarto elemento. / Cántaro. -Los cuatro están en los dos; / la tierra y el agua en mí, / el fuego y el aire en vós" (ed. J. M. Blecua, Zaragoza, 1.946,pág. 203). Comp. E. M. Wilson, "The Four Elements in the lmagery of Calderón", en MLR, XXXI (1936), en especial pág. 36 y n. 2; E. M. W. Tillyard, The Elizabethan World Picture, Middlesex, 1963, págs. 113114; M. H. Nicolson, The Breaking o/ the Circle, Nueva York, 196S, págs. 14-15.

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son los mismos cuatro males, principales inmortales qu'en mis carnes se mantienen ... Son los cuatro que [he] contado amor y desconfian~a y menosprecio y desgrado ... (fol. ccviii)

La progenie de la obrita me parece indudable. La canción CXXXV de los Rerum vulgarium fragmenta empieza por afirmar que no existe "diversa e nova / cosa... in qualche stranio clima" (1-2) que no ofrezca semejanza con el apesadumbrado autor: "a tal son giunto, Amore" (4). Y, ciertamente, la pasión de Petrarca se deja confrontar con el ave fénix, la piedra imán, el "catoblepas" y varias fuentes célebres. Pues bien, Quirós (o un posible modelo intermedio) debió partir del esquema de la canción petrarquesca ; y ella misma -que no en balde iba a buscar los términos de comparación a diversos dominios de la Naturaleza: fénix o aire y fuego, imán y animal o tierra, fuente o agua- pudo sugerirle apurar al máximo el planteo : el amante no sólo se aparecía ya similar a los seres prodigiosos de las colecciones de "mirabilia", sino también a los "cuatro elementos, / los mismos que el mundo tiene", revelándose, así, un auténtico microcosmos. 314 Y la prueba evidente de que la pieza de Petrarca invitaba a semejante interpretación (y a imitarla en consecuencia) es que Antonio López de Vega, cuando la adapta al castellano, pone por delante una definición de la microcosmía del enamorado y subraya ostensiblemente la correspondencia con los elementos : Un poema anónimo del Cancionero de Gallardo, ed. J. M. Azáceta, Madrid, 1962, págs. 151-169, procede en igual sentido: "semejanza de mi mal / verse en todo [lo] criado / ya es posible", dice el autor; tras un largo repertorio de comparaciones (muchas tomadas del Canzoniere) termina nombrando "la tierra de qu'es formado / mi ser", el agua de las lágrimas, "el aire de mis sospiros", el ''corazón/ abrasado ... / de estas llamas". Falta, con todo, una alusión tan clara como la de Quirós al mundo menor que es el amante. Por otro lado, cabe preguntarse si nuestro anónimo contaminaba a Petrarca y Quirós, o bien se inspiraba en el modelo (desconocido para mí) de este último. Cf. J. Gimeno Casalduero, en RPh, XVIII (1964-65), págs. 242-243; y F. Rico, en RJ, XV (1964), págs. 373-374. ~ 14

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Este ciclope, no siciliano, del microcosmo sí orbe postrero ; esta antípoda faz, cuyo hemisfero zona divide en término italiano ... 317 (Poesla, ed. J. M. Blecua, pág. 1197)

Semejante degradación de nuestro tema (sabemos cuán celebrado en el siglo XVI) ¿puede tal vez entenderse como prueba de que "el Barroco, con su fuerza individualista, rechaza cuanto el Renacimiento exaltó como alma del mundo clásico"? 318 Difícilmente. De hecho, no sólo Quevedo recurre a la idea con perfecta y repetida seriedad, sino que en punto a sarcasmo sobre el viejo motivo no alcanza a tan conspicuo ~hombre del Renacimiento' como don Diego Hurtado de Mendoza. En efecto, don Diego (si la atribución es exacta) había puesto en solfa, con desgarro, todo el repertorio de bordoncillos de la antropología tradicional (cf. arriba, págs. 138, n. 161, y 88); y fuerza es reconocer que el renacentista se ensaña con el lugar común aun más bravíamente, en actitud más envilecedora, que el barroco: Dicen que dijo un sabio muy prudente que el hombre era milagro, y fue loado ; otro dijo que era árbol trastornado, mas cada cual habló del acidente. Quien dijo que era mundo abreviado declaró la razón cumplidamente, porque sobre su centro está posado, un ánima lo rige que él no siente. Ánima no sentida y movedora, tú que árbol y milagro y mundo dentro y mayores honduras ves al cabo, 317 Cf. Gracias y desgracias del ojo del culo, en Obras ... en prosa, pág. 89 a: "bien mirado, es el más perfecto y bien colocado dél rdel cuerpo'], y más favorecido de la naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella; su sitio es en medio, como el sol ... ". 318 J. de Entrambasaguas, [G6ngora y Lope en la coyuntura del Renacimiento y del Barroco], Discurso, Madrid, 1962, pág. 27.

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mira el ojo del culo, que es el centro, y si árbol no tuviere, mi señora, hallarásle dos centros en el rabo. (Obras poéticas, ed. W. Knapp, pág. 436)

Valga el caso por lo que valga: si para más no, para recomendar prudencia llegado el momento de caracterizar un autor o una obra a la dudosa luz de una época. Pero el concepto no ha agotado su fuerza. Quevedo lo evoca y lo potencia indirectamente donde quiz.á no lo esperaríamos. El Sueño de la muerte, así, esboza un espeluznante retrato de la proverbial Dueña Quintañona y lo remata calificándola de "abreviación del otro mundo" (Obras, pág. 248 a): 319 sintagma que no revela todo su contenido mientras el lector no lo carea con nuestra venerable definición del hombre. 320 Un cotejo similar, pero en forma explícita, propone cierto soneto "al oro, considerándole en su origen y después en su estimación" : Este metal que resplandece ardiente y tanta invidia en poco bulto encierra ... , este en dineros ásperos cortado, orbe pequeño, al hombre le compite los blasones de ser mundo abreviado ... (Poesla, págs. 95-96, vs. 1-2, 9-11)

Se me antoja reveladora la correspondencia entre los dos versos iniciales y el primer terceto : por un lado, el oro condensa mucha envidia (por amarillo y por codiciado) en escaso volumen ; por otro, el dinero puede enorgullecerse de ser "mundo abreviado", de lograrlo todo. 321 Imaginar aquello ha arrastrado Cf. A. Mas, La caricature de la femme, du mariage et de ramour dans r reuvre de Quevedo, París, 1957, pág. 65. 32 º Quizá otro tanto ocurre con el segundo verso de un villancico incluido por Pedro de Padilla en el Tesoro de varias poesías, Madrid, 1580, fol. 222: "Aunque mi alma fuera / infierno abreviado .. ." Comp. también el Viaje de Turquía, donde se trata de la galera y . de Roma como "infierno abreviado" (NBAE, 11, págs. 21a y 93a); y el Guzmán de Alfarache, que llama a la cárcel "infierno breve" (La novela picaresca española, I, pá¡. 867 y n. 15). 321 En el Sueño de la muerte, el Dinero aparece en pleito con los tres enemigos del alma: "Para ser el Mundo, dice que vosotros decís 319

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a Quevedo a recordar la microcosmía humana, arquetipo -se diría- de cualquier linaje de reducción de lo grande a lo pequeño, 322 sin merma (antes con ventaja) de las cualidades originales. Textos cantan, y en cierta famosa diatriba contra Góngora *microcosmar (de) vale 'producir un compendio (atestado de)': Microcosmóte Dios de inquiridiones ... (Poesia, pág. 1202)

Y ahora volvamos al pasaje de la Providencia de Dios aducido al principio (pág. 228). Es causa de admiración -viene a decirse ahí- advertir "en cuán poco bulto" ("en poco bulto", reza el poema al oro) tiene el hombre "epilogados el superior e inferior orbe, abreviados sin ofensa de su dignidad, menos espaciosos, no menos cultos". Con alguna frecuencia hemos descubierto que nuestro tema va asociado al elogio de lo diminuto y artificioso (cf. págs. 138; 141, n. 164; 194), e incluso sirve para proclamar el ideal estilístico de la brevedad (pág. 201). 323 En la Providencia de Dios, no debe escapársenos el uso de tecnicismos literarios para describir el excelso microcosmos del hombre: "epilogar", "culto". Porque ¿no sugieren que •no hay más mundo que el dinero'; al que le quitan el dinero decís que le echan del mundo, y que todo se da por dinero" (Obras, pág. 238 b). 322 Cf. los versos de la "Descripción de La Abadía" citados arriba, pág. 220; y, del mismo Lope, el soneto a una dama que resumía todas sus complacencias en un mico, al que luego mandó disecar: "Mas fue de no querer castigo justo / que fuese un animal tan negro y feo / el micocrosmos [sic, sea errata o creación burlesca] de tu necio gusto" (ed. J. M. Blecua, págs. 1409-1410). También Jáuregui asocia íntimamente al hombre microcosmos con otro proceso de abreviación, en unas décimas a San Ignacio: "En ese mundo abreviado / del cuerpo y su trabazón, / es la esfera el corazón / del fuego donde ha cifrado / Dios la divina afición" (ed. J. Jordán de Urríes, Biografía y estudio critico de Jáuregui, Madrid, 1899, págs. 1.27-128).Vid. además M. H. Nicolson, The Breaking o/ the Circle, págs. 57-61. 323 Es importante, al propósito, la loa de 1607 editada en NBAE, XVIII, núm. 123: "Todas las cosas pequeñas / tienen notable donaire ... / Los hombres, por excelencia,/ filósofos admirables/ llamaron "mundo pequeño" / que cuatro elementos hacen... / El hablar ha de ser poco; / que lo substancial y grave, / como dice Cicerón, / no está en retóricas artes ... " Cf. el trabajo cit. en la n. 176.

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ellos que, al ponderar la dignidad del hombre en tanto síntesis del universo, don Francisco establecía un paralelo (quizá inconsciente) con la dignidad del estilo que encierra mucha sustancia en pocas palabras? Sin duda resulta tentador relacionar esas líneas con la concentración e intensidad de tantas páginas de Quevedo, con su complacencia en lo sentencioso y conciso. La concordancia es arriesgada, pero tal vez fructífera. De ser cierta, el estilo quevedesco, tan amigo de la formulación braquilógica, del laconismo preñado de sentido, estaría favorecido 324 por la misma configuración mental que empujaba a nuestro autor a exaltar la valía de lo minúsculo que contiene a lo mayúsculo en otros órdenes de cosas 325 (según ocurre, primordialmente, en el microcosmos humano): un solo rasgo intelectual explicaría preferencias expresivas y predilecciones temáticas. GRACIÁN

¿ Valdrá para Gracián lo que tal vez ·pudiera valer para Quevedo? La célebre proclamación de que "lo bueno, si breve, dos vezes bueno", de que "más obran quintas essencias que fárragos" (Oráculo manual, CV, ed. M. Romera-Navarro, Madrid, 1954, pág. 207), ¿responderá a la misma dirección de pensamiento que lleva -digamosa calificar un diamante de "cifra de la riqueza" (El héroe, 11, en Obras completas, ed. A. del Hoyo, Madrid, 1960, pág. 13 b) 326 y a ponderar el amor que "todo el espacio de una eternidad lo abrevia en un instante" (Agudeza y arte de ingenio, VIII, en Obras, pág. 270)? Y, si es así, si el matiz positivo de semejantes acuñaciones se hermana -por ejemplo- con el implícito en la afirmación de Además de por muchas otras razones, claro está: cf. sólo E. R. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, en el índice, s. u. "brevedad", y O. H. Green, Spain and the Western Tradition, IV, pág. 201. 325 Vid., por ejemplo, la alusión a una flor como "encarnado / oloroso rubí, Tiro abreviado" (Poesía, pág. 335), y la mención de unos ojos "en donde Dios / ha abreviado tanta esfera" (pág. 445). 326 Yerra el editor al explicar "cifra" como 'escritura enigmática': aquí se trata de la "cifra" de "cifrar" ~recopilar una cosa y reducilla a pocas razones' (cf. S. Gili y Gaya, Tesoro léxico, I, pág. 550 b). 3 2'

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que en un determinado género de discurso "cffranse... otras muchas especies de sutileza" (ibid., L, pág. 453 b), ¿será el hombre microcosmos arquetipo de lo máximo reducido a lo mínimo? No cabe contestar tales preguntas con absoluta seguridad, ni aun para darles respuesta parcial. Nunca sabremos con certeza en qué formas precisas cuaja una determinada visión del mundo, cuál ,es el vínculo decisivo entre "estilo lingüístico y estilo de vida". 327 Contentémonos con señalar, a propósito de nuestro tema, el parentesco de ciertas convicciones doctrinales y ciertas convicciones retóricas. "Mucho celebrava" Andrenio, recién asomado a la Naturaleza, "el ver tanta multitud de criaturas con tanta diferencia entre sí, tanta pluralidad con tan rara diversidad" (El criticón, 1, 3, ed. M. Romera-Navarro, Philadelphia, 1938-1940, vol. I, pág. 130); cosa bien comprensible, "porque ¿a quién no pasma ... un concierto tan estraño, compuesto de oposiciones?" (pág. 137). Y, ciertamente, al punto acudía Critilo a explicarle "que todo este universo se compone de contrarios y se concierta de desconciertos" (ibid.). Pero, además, otro tanto sucede con la sociedad y con el hombre, que, por lo que tiene de mundo, aunque pequeño, todo él se compone de contrarios : los humores comien~an la pelea, según sus parciales elementos... La parte inferior está siempre de ceño con la superior ... El mismo inmortal espíritu no está essento de esta tan general discordia... (pág. 138)

No hay duda, pues, de cuán certero se ofrecía el diagnóstico del Libro de Job: "la vida del hombre no es otro que una milicia sobre la haz de la tierra" (ibid.). 328 Y, quién lo diría, Alejandro Magno no llegó a triunfar en esa guerra, "haviendo conquistado todo un mundo" ; el porqué y la paradoja eran viejas (cf. más arriba, pág. 59): "porque no tuvo valor para vencerse a sí, mundo pequeño'' (El criticón, 11, 8, vol. 11, Como titula K. Heger una sección de su libro Baltasar Gracián. Estilo y doctrina, Zaragoza, 1960, págs. 175 sigs. 328 Un abundante inventario de otras formulaciones del principio ---a.pita} en el ideario de Gracián- puede hallarse en H. Jansen, Die Grundbegrifle des Baltasar Gracián, Ginebra, 1958, págs. 177 sigs. 327

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pág. 264). Mas, advertido ello, en verdad sorprende la "maravillosa, infinitamente sabia providencia de aquel gran moderador de todo lo criado, que, con tan continua y varia contrariedad de todas las criaturas entre sí, templa, mantiene y conserva toda esta gran máquina del mundo" (vol. I, págs. 138139). Reconocemos fácilmente la teoría cósmica de la "concordia discors" (cf. sólo págs. 14 y 75, n. 46), y tampoco nos sorprende su interpretación ejemplar, que Gracián reitera en El discreto, VI, para que ningún antojadizo se satisfaga alegando que "todo es desigualdades este mundo y que sigue a lo natural a lo moral''. 329 Ocurre así, pero al cabo todo el universo ... viene a ser harmonía. Pues si el hombre es un otro mundo abreviado, ¿qué mucho que cifre en sí la variedad? No será fealdad, sino una perfecta proporción compuesta a desigualdades (Obras, pág. 94 a).

En otras palabras : la conciliación de los factores opuestos, en el mundo igual que en el hombre, es clave del ser y fuente perpetua de pasmo y maravilla. Cuando de tal modo se formulan ley natural y ley moral, ¿cómo podrá sorprendemos la ley literaria proclamada en la Agudeza y arte de ingenio? Ahí, en efecto, y al tratar en concreto "De la agudeza de improporción y disonancia", pero sentando doctrina que impregna prácticamente cada página de la obra, Gracián determina : "Estas son las agradables proporciones e improporciones del discurso: concordancia y disonancia del concepto, fundamento y raíz de casi toda la agudeza, y a que se viene a reducir todo el artificio conceptuoso, porque o comienza o acaba en esta harmonía de los objetos correlatos, como se verá en todas las demás especies ; por eso se le proponen en primer lugar al ingenio" (V, en Obras, pág. 259 b). Valga un "primor deste artificio", donde se aprecie claramente hasta qué punto condice con la bipolaridad de la naturaleza humana el casar términos enfrentados del concepto ; y sea Cf. también El criticón, I, 3, vol. I, pág. 137: "De lo natural passa la oposición a lo moral". 329

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"aquel responder muy al contrario" de cierto predicador, un primer día de Cuaresma, llegado a la "plausible cuestión de la definición del hombre" : El griego dirá que es un microcosmos, un mundo pequeño ; Platón, que es medida de todas las cosas ; Aristóteles, la harmonía del universo; Plinio, cifra de todo lo criado; 330 acerón, vínculo del mundo ... Mas yo, con la autoridad del mismo Dios, diré que es tierra, que es polvo y nieto de la nada: "Memento, horno, quia pulvis es et in pulverem reverteris" (Agudeza, XXXIX, en Obras, pág. 422 a).

La más perfecta continuidad -bien se advierte- articula en Baltasar Gracián la idea del mundo y del hombre y la teoría del estilo (por no detenemos en la práctica, donde toda especie de contraposición tiene su asiento). 331 No se trata, por supuesto~ de una dependencia mecánica ni exclusiva, ni tampoco de una singularidad de Gracián y su tiempo. 332 La imagen de un cosmos conflictivo había cristalii.ado, a nivel lingüístico, en las antítesis 330

No doy con el texto aludido, a no ser que se trate de la Naturalis historia, VII, 1 : "Principium iure tribuetur homini, cuius causa videtur cuneta alia genuisse natura magna ... " En cualquier caso, si la "cita" fuera una interpretación libérrima de tal pasaje, habría que achacarla a la fuente de Gracián, a que también pudo haber recurrido Robert Burton, The Anatomy of Me/ancho/y, I, i, 1: "Man ... , the Abridgement ami Epitome of the World, as Pliny [calls him]". Tampoco las exhaustivas concordancias de H. Merguet, s. u. "vinculum", "copula". etc., permiten documentar _enCicerón el dicho que en seguida se le atribuye. 331 Cf. las valiosas observaciones de J. M. Blecua, "El estilo de El criticón, de Gracián", en AFA, I (1945), págs. 25-27; y H. Hatzfeld, "El barroquismo del Oráculo manual de Gracián", en sus Estudios sobre el barroco, Madrid, 1964, págs. 345-362; O. H. Green, Spain and the Western Tradition, IV, págs. 221-222, 242-243. Para ciertos intentos (al parecer descaminados) de señalar la pertinencia estilística de nuestro tema en las letras inglesas, cf. F. A. Yates, en The New York Review of Books, XII, núm. 6 (27 marzo 1969), págs. 37-38. [Sobre Gracián, cf. ahora F. Ynduráin, Relección de clásicos, Madrid, 1969, págs. 217253.] 332 Las contraposiciones "barrocas", en sus diversos planos de realización, han sido estudiadas repetidamente : cf ., por ejemplo, A. Cioranescu, El barroco o el descubrimiento del drama, La Laguna, 1957, págs. 251-287, etc.; D. Alonso, Góngora y el "Polifemo", Madrid, 1961, págs. 74-75; La novela picaresca española, I, págs. cxxxi-cxxxii, n. 36, con varias referencias; E. Moreno Báez, Reflexiones sobre el Quijote. Madrid, 1968, págs. 93-99.

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de Sófocles (nada extrañas a Heráclito y al dualismo del daimon anual), 333 o en los balanceados párrafos de Alano de Lille (vid., por ejemplo, más arriba, pág. 75). Pero infinitos coetáneos compartieron sus presupuestos físicos y metafísicos, sin dejar que plasmaran en lo formal. Nada arguye ello contra nuestro caso: la insistencia de Gracián sobre la "concordia discors" universal y humana no puede menos que antojársenos nacida en la misma región de la inteligencia (inteligencia .histórica, también) en que se enraíza la dilección del jesuita aragonés por la "concordia discors" estilística. "Comien~o por la hermosa naturaleza, passo a la primorosa arte y paro en la útil moralidad". Así se esboza el método de El criticón, en el prólogo a la primera parte (vol. I, pág. 98), y el esbozo ilumina amplias parcelas de las "opera omnia" gracianas. Con todo, en las páginas anteriores, hemos caminado de la naturaleza a la moral, y de la moral al arte. No ha sido una senda arbitraria. En el núcleo de su pensamiento, Gracián establece dos parejas de términos complementarios : naturalem frente a artificio, naturaleza frente a moral ; pero, en su complementariedad respecto a la naturaleza (y, por tanto, también cuando llega el momento de ordenar los tres factores en una progresión), artificio y moral son fácilmente intercambiables. 3 H Verbigracia. Componían al hombre todas las criaturas, tributándole perfecciones, pero de prestado ; iban a porfía amontonando bienes sobre él, mas todos al quitar. El cielo le dio la alma ; la tierra, el cuerpo ; el fuego, el calor ; el aire, la respiración; las estrellas, los ojos; el sol, cara; la fortuna, haveres; la fama, honores ; el tiempo, edades ; el mundo, casa ; los amigos, compañía ; los padres, naturaleza, y los maestros, la sabiduría (El criticón, 11, 7, vol. 11, pág. 224).

He aquí, pues, el principio natural de la microcosmía humana. 335 Con él por delante, el tránsito a lo artificioso se cumple con Vid. M. R. Lida, Introducción al teatro de Sófocles, Buenos Aires, 1944, págs. 45 y 148. 3 34. Cf. K. Heger, op. cit., págs. 214-215. 335 Una versión más diluida puede leerse en El criticón, I, 9, vol. I, págs. 264 sigs., donde la cabeza se describe como "retrato de los celestes 333

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toda limpieza; porque como el mismo "estilo natural" se perfecciona "por más erudición o por más preñez de agudeza" (Obras, pág. 507 a), el individuo se confirma en tanto pequeño mundo cuando lo trabaja el arte: Y pues le hizo la naturaleza al hombre un compendio de todo lo natural por su eminencia, hágale el arte un universo por exercicio y cultura del gusto y del entendimiento (Oráculo manual, XCID, pág. 190).

Cierto, tan afines son microcosmía y plenitud intelectual, que la una se describe complacidamente en términos de la otra: Es el hombre aquel célebre microcosmos, y el alma su firmamento ... Lo que es el sol en el mayor, es en el mundo menor el ingenio ... El galante genio ... , los que más moderadamente erraron, lo llamaron inteligencia asistente al menor de los universos (El discreto, I, en Obras, págs. 78-79).

Como nos prometía El criticón, hemos pasado "a la primorosa arte". Podemos ya desembocar "en la útil moralidad": Hizo la naturaleza al hombre un compendio de todo lo natural ; haga lo mismo el arte de todo lo moral (El discreto, VII, en Obras, pág. 95 a). 336

El paralelo con el aforismo del Oráculo es perfecto: el mismo planteamiento vale para proponerle al hombre que se convierta en un pequeño mundo del arte y en un pequeño mundo de lo moral ; e incluso que se mueva de un terreno a otro, puesto que es grande la similitud entre ambos. Que si en el microcosmos artificioso el ingenio tenía oficio de sol, en el microcosmos moral no falta la correspondencia : orbes", se advierte que "los huesos llenan todos los días del año" y "los cabellos... son raíces deste humano árbol" (cf. arriba, pág. 88), en tanto "los ojos son en el cuerpo lo que las lumbreras en el cielo y el entendimiento en el alma", etc., etc. 338 Comp. J. A. Maravall. "Las bases antropológicas del pensamiento de Gracián", en RUM, VII (1958), núm. 27, págs. 442-443, sobre este pasaje. 16

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La virtud es el sol del mundo menor, y tiene por hemisferio la buena conciencia (Oráculo manual, CCC, pág. 585).

Naturaleu, arte y moral, por tanto, están estructuradas en forma rigurosamente análoga. Podríamos, desde luego, comprobarlo a otros propósitos. Pero baste haberlo observado para el tema del microcosmos, no sólo por tratarse de nuestro objeto actual, sino también por ser la categoría de pensamiento que mejor asegura la coherencia de la "Weltanschauung" graciana, al establecer la reducción de unos dominios a otros en el marco de un universo correlativo. 337 En última instancia, a ello íbamos: parece obviamente a7.aroso (aunque necesario) tender puentes entre la cosmovisión y el estilo de un determinado autor; pero la empresa resulta mucho menos arriesgada cuando nos las habemos con uno, como Gracián, que justamente postula la unidad y la analogía de los diversos planos de la realidad.

CALDERÓN DE LA BARCA

La apelación a "aqueste pequeño / mundo del hombre" (A María el corazón, en Obras, m, pág. 1148 a), 338 o, por las buenas, al "otro mundo pequeño" (El árbol del mejor fruto, en id., pág. 1006 b), pulula en toda la obra de Calderón, bien como simple "concepto imaginado'', bien en forma de "práctico concepto" (vid. Sueños hay que verdad son, en id., pág. 1215 a). Comedias, autos sacramentales, dramas, prosas 339 -por Cf. M. Foucault, Las palabras y las cosas, pág. 39. Cito por las muy accesibles Obras completas, ed. A. Valbuena Prat y A. Valbuena Briones, I (Madrid, 19665 ), 11 (19602) y 111 (1967 2 ), con alguna excepción a favor de otras ediciones más cuidadas. 339 En el Tratado defendiendo la nobleza de la pintura (ed. F. M. Nifo, Cajón de sastre, IV [Madrid, 1781], págs. 25-43; ed. E. R. Curtius, en RF, L [1936], págs. 90-97), se define tal arte como uremedo de las obras de Dios y emulación de la Naturaleza", capaz de "copiarle el alma" al mismo "raciónal mundo pequeño" (ed. Curtius, pág. 91); y aunque no enteramente explícita, parece obvio que Calderón tiene presente la antigua doctrina que funda el goce estético en la concordancia de sujeto y objeto a través de su común reflejo del dechado universal, de la "idea" divina. Cf. arriba, pág. 195, n. 269; vid. también 337

338

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más que pocas se conserven-, no hay género ilustrado por don Pedro que se muestre reacio a la idea. Conocemos, por caso, una de sus encamaciones tardías : el refinado piropo que contasta el microcosmos del hombre y el "pequeño cielo" de la mujer (cf. arriba, págs. 212 sigs.). Podríamos creerlo reservado al poema lírico o al discreto amoroso de las comedias, y, a primera vista, hallarlo en las de Calderón 340 parecería confirmar nuestro prejuicio : ... en su casa un cielo vi, que cielo era el que incluía tan hermoso serafín, y aun él era el cielo mismo: que, si has oído decir que es pequeño mundo el hombre, yo pienso que será, así, la mujer pequeño cielo ... (Hombre pobre todo es trazas, 11, pág. 204 a)

1,

en Obras,

No afectaría demasiado a nuestro "parti pris" descubrir que la agudeza trasciende a algunos pasajes de un drama tan robusto como La vida es sueño, ii : s4.i ... Leía

una vez, en los libros que tenía, ·que lo que a Dios mayor estudio debe M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas, ed. cit., 11, págs. 405-406; E. R. Curtius, loe. cit., pág. 123, y Literatura europea y Edad Media latina, págs. 776-781; M. Ruiz Lagos, "Algunas relaciones pictóricas y literarias en el teatro alegórico de Calderón", en Cuadernos de arte y literatura, I (Granada, 1967), págs. 22-42; no me ha sido accesible E. J. Gates, "Calderón's lnterest in Art", en PQ, XL (1961), págs. 53-67. 34 ° Cf. también Nadie fíe su secreto, i: "que si el hombre es breve mundo, / la mujer es cielo breve" (Obras, 11, pág. 94 a); o la variación que introduce el debate de finezas de Flérida y Nise, en Peor está que estaba, i (en id., págs. 317-318). 34.l O como En esta vida todo es verdad y todo es mentira, i: "Como al cielo vi, / y siendo el hombre en el suelo / breve mundo, en su azul velo / bien que vi la mujer fundo ; / pues si el hombre es breve mundo, / la mujer es breve cielo" (Obras, I, pág. U 18 a).

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era el hombre, por ser un mundo breve [comp. pág. 100]; mas ya que lo es recelo la mujer, pues ha sido un breve cielo au y más beldad encierra que el hombre cuanto va de cielo a tierra ... ; 343

sabido lo cual, por cierto, no debe sorprendemos que Segismundo desarrolle la ecuación y, viendo que Rosaura no quiere permanecer donde él está, suplique a la muchacha: Oye, mujer, detente ; no juntes el ocaso y el oriente, huyendo al primer paso : que juntos el oriente y el ocaso, la lumbre y sombra fría, serás sin duda síncopa del día. (Ed. M. de Riquer, Barcelona, 1961, pág. 115)

Pero tal supuesto previo sobre el ámbito genérico del motivo se esfumaría al comprobar su presencia en el propio dominio del auto sacramental. No hay más fortuna que Dios, así, nos lo ofrece en clave de canción: Alábese la Hermosura de que, si en algún concepto el hombre es pequeño mundo, la mujer pequeño cielo ... (Ed. A. A. Parker, Manchester, 1962, 2 págs. 31 y 34)

La Hermosura inquiere, muy intrigada, "quién esa letra compuso" ; y no parece raro que la premie con una joya, pues, en El gran teatro del mundo, es ella misma quien proclama otro tanto en un notable soneto : 342

J. G. Fucilla, "'Un mundo breve' and 'un breve cielo'", en RoN, V (1963), núm. 1, págs. 53-54, aduce por todo precedente del pasaje el poema anónimo citado más arriba, pág. 214. 343 Cf. arriba, pág. 143, y, por ejemplo, la descripción de la hermosa Justina en El mágico prodigioso, ii (Obras, 1, pág. 628).

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"Pequeño mundo" la filosofía llamó al hombre ; si en él mi imperio fundo, como el cielo lo tiene, como el suelo, bien puede presumir la deidad mía que el que al hombre llamó "pequeño mundo" llamará a la mujer "pequeño cielo". (Obras, 111, pág. 215 b)

El concepto, pues, en una versión perfectamente caracterizada, se deja notar en todos los grandes registros teatrales de Calderón. Entonces, ¿podrá tomarse como muestra de la "pobreza de inventiva" que el Menéndez Pelayo ª" joven censuraba en nuestro autor? La respuesta ha de ser forzosamente negativa. Si algo se echa de ver no menos que la frecuencia del tema, ello es la varia sustancia que don Pedro le extrae. Verifiquémoslo aduciendo ejemplos de otro linaje. Hemos tenido ocasión de tropezar aquí y allá con el más obvio : reconocerle la condición de microcosmos no presupone necesariamente un juicio de valor sobre la dignidad o la miseria del hombre (cf. más arriba, págs. 149 sigs.), como sí lo presuponen, en cambio, otros elementos de la antropología clásica (v. gr., la compostura erguida). 345 Calderón, concretamente, echa mano del motivo lo mismo para evocar la insignificancia del "pequeño mundo de lodo" (No hay más fortuna que Dios, ed. cit., pág. 19), que para razonar la superioridad de la condición humana: El hombre, a quien hiciste, ¡ oh supremo Criador! , del orbe dueño, siendo mundo pequeño, a quien más noble ser que a todos diste ... Las fieras y brutos de especies diversas, Vid. simplemente Estudios y discursos de crítica histórica raria, 111 (Madrid, 1946), pág. 29S. s 45 Cf. el libro citado en la pág. 118, n. 123. 3 ·"

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por pequeño mundo, al hombre respetan ... (El año santo de Roma, "Loa")

346

Bien es cierto que la tradición había insistido con mayor énfasis en la interpretación positiva, y don Pedro no lo hace de otro modo. Al fin, eso pedía (desde el Hexamerón ambrosiano) una venerable maner~ de leer el Génesis (cf. arriba, págs. 38 y 219): si Adán fue creado el último día, es porque coronaba, compendiándolas, todas las obras anteriores. Lo dice El divino Orfeo: Ya que agua, aire, tierra y fuego, firmamento, sol y luna, estrellas, frutos y flores, pieles, escamas y plumas vienen a mi voz, de todas con majestad absoluta la Humana Naturaleza goce ufana, porque en suma conozcan las criaturas que la Naturaleza de todo triunfa. (Obras, III, pág. 1842 a).

Pero, además, eso pedían ciertos principios fundamentales de la "imago mundi" calderoniana. El universo, así, se ofrecía trabado en "aquella unida cadena / que todas las cosas junta" (ibid., pág. 1840 b), la cadena áurea de la llíada, la "vast chain of being" que aún celebraban Pope y Meléndez Valdés. 347 Don Pedro no sólo la había evocado conceptualmente, sino que había llegado a visualizarla en escena (vid. en particular La No figura tal loa en la edición de Obras completas; tomo la cita de A. Farinelli, La vita e un sogno, Turín, 1916, 11, pág. 314. 34 7 Además del clásico estudio de Lovejoy, cit. arriba, pág. 22, n. 22, puede verse E. Wolff, Die Goldene Kette, Hamburgo, 1947. Para España, en adición a los datos aducidos en las páginas anteriores y más abajo (pág. 276-278), cf. por el momento J. E. Gillet, Torres Naharro and the Drama of the Renaissance, págs. 136-142; E. Asensio, ed. L. de Vega, Huerto deshecho, pág. 15; O. H. Green, Spain and the Western Tradition, 11, pág. 358 a. 346

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inmunidad del sagrado, en id., págs. 1116-1117). La noción -vale la pena apuntarlo-- subyace también a su conocida "maniera" de generar metáforas trocando los atributos o los componentes característicos de diversos dominios de la creación (v. gr., El alcaide de sí mismo, en Obrar, 11, pág. 804 b: "a Margarita bella, / que fue del cielo flor, del campo estrella"). 348 O, en otro orden de cosas, proporciona los puntos de referencia para que Segismundo y tantos más contrasten en la Naturaleza lo excepcional de su adversa fortuna. El infeliz príncipe de Polonia, en celebérrimo monólogo de La vida es sueño, se compara a las aves, a los brutos, a los peces, a los arroyos, y se descubre injustamente engarzado en la gran cadena del ser: 349 la privación de la libertad y el talante que lo convierte en "un hombre / que de humano no tiene más que el nombre" (ed. cit., pág. 118), 350 en efecto, vedan a Segismundo ocupar el puesto debido en la jerarquía de las criaturas. Parejamente, Adamo, en Los alimentos del hombre, se reconoce inferior a "tronco, ave, pez, bruto y fiera" (Obras, 111, pág. 1621 a), mientras no la alumbra la razón; 3 s-1 sólo cuando ella aparece, se eslabona correctamente a las restantes criaturas, mejorándolas por el entendimiento y la semejanza divina. 352 Integrarse como le cumple en la cadena del ser significa para el hombre conseguir la condición de microcosmos : 348 Cf. E. M. Wilson, ''The Four Elements in the Imagery of Calderón" en MLR, XXXI (1.936), págs. 34-47 (el ejemplo citado, en la pág. 38); y E. Asensio, id., pág. 20-21. Aún parece certero el juicio de Guillermo Schlegel, apud A. Valbuena Prat, Calderón, Barcelona, 1941, pág. 208: "Cuando [Calderón] reúne los más apartados objetos, los más grandes y los más pequeños, las estrellas y las flores, el sentido de sus metáforas es siempre la relación de las criaturas con el Criador común, y esta arrebatadora harmonía, este concierto del universo, es de nuevo para él la imagen del amor eterno, que todo lo comprende". 349 Para que no falte el elemento del fuego, el monólogo termina diciendo: "En llegando a esta pasión, / un volcán, un Etna hecho, / quisiera sacar del pecho / pedazos del corazón" (ed. cit., pág. 64). 350 Vid. E. M. Wilson, en Critica[ Essays on the Theatre of Calderón, ed. B. W. Wardropper, Nueva York, 1965, págs. 69-70. 351 Compárese, en especial, el planteamiento de Quevedo, arriba, págs. 228-229. 352 Comp. E. Frutos, "Origen, naturaleza y destino del hombre en los autos sacramentales de Calderón", en Revista de Filoso/la, IV (1945), págs. 345-347; y La filosofía de Calderón en sus autos sacramentales, Zaragoza, 1952.

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Y la razón para esto fue ... , si a ellos les dio instinto, darle a él el entendimiento, con tantas prerrogativas para ser mundo pequeflo; como que no hay criatura, no solo en la tierra, pero aun en el cielo, de quien e1nos hubiera compuesto. Común es con la insensible piedra, que en cualquiera centro ocupa lugar; común con el tronco, y, demás de esto, con las plantas, en que nace y crece; con la ave luego y los demás animales, en el vital sentimiento; con el ángel, en que entiende y discurre ; y si me elevo a más, diré que con Dios, pues, a semejanza hecho suya, en la porción del alma con él conviene en lo eterno ... (pág. 1622 a)

Preso, "monstruo en forma de hombre", Segismundo se halla como extrañado de la "scala Naturae"; Adamo, el hombre enterizo, se incluye en ella en la misma medida en que la recapitula. Segismundo se angustia por no ser un microcosmos, por no tener cuanto tienen las demás criaturas (su famoso soliloquio va volviendo del revés el repertorio de analogías de hombre y mundo) ; Adamo, en plenitud de facultades, domina el universo. ¿ Y qué quiere decir todo ello? Las consecuencias, según Calderón, son muchas. En La gran Cenobia, así, Aureliano se consume en la ambición del cetro imperial ; ella, que no la prudencia, le invita a consolarse, reflexionando:

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Pequefio mundo soy, y en esto fundo que, en ser señor de mí, lo soy del mundo ... (Obras, I, pág. 72 a)

Es sólo un modo de endul7arse la amargura, pero Aureliano no sospecha hasta qué punto lo confirmará su destino : pues, coronado ya emperador, cede a la soberbia y a la crueldad; y, perdiendo el dominio de sí mismo, pierde también trágicamente el poder y la vida. Cuando el hombre no es microcosmos cabal, dueño de sí, el macrocosmos se le rebela (en seguida lo comprobaremos en forma msá tajante). Y no hay excusa para dar pie a esa rebeldía : Hombre. Gracia.

-Si mis sentidos me llevan tras sí, ¿qué puedo yo hacer? -No irte tú tras tus sentidos, sino obligarlos a que ellos se vengan tras ti, que para eso el hombre es rey de todo el pequefio mundo de sí mismo ...

En el ejercicio efectivo de tal reinado está la clave de la salvación: abdicarlo es frustrarse para este mundo y, sobre todo, para el otro. De ahí la doble ansia del Cuerpo, cuando la Muerte va a pronunciar su sentencia : ... Espera, espera, que vale mucho un momento. Mira que va en un instante a decir el ver resuelto todo un mundo, porque el hombre es todo un mundo pequeño ... (El pleito matrimonial del alma y el cuerpo, en id., pág. 91 a)

Pero microcosmía y salvación tienen otro más trascendente punto de enlace, escenificado en El diablo mudo. Ahí, el

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Hombre, poseído por el demonio -por el pecado original-, vaga por la tierra ciego y sin habla, sordo y desnortado. "Pequeño mundo" en teoría, no lo es de hecho por la manquedad de los sentidos. Mas el Peregrino -Jesúsexpulsa al diablo de su interior y, entregándosele Él mismo por luz, vida, camino y verdad, le restituye en la auténtica microcosmía y se revela como el legítimo propietario de los nombres que la Biblia adjudica al Hijo de Dios : Judalsmo. Peregrino. Judalsmo.

-¿Quién

eres?

-La Luz del mundo. -¡ Raro desvanecimiento! ¿Tú la Luz del mundo? Peregrino. -Sí. Y quien me fuere siguiendo no pisará las tinieblas, porque soy, después de serlo, el Camino de la Vida, y aun Vida y Camino. Judalsmo. -¿ Y eso quién lo dice? Peregrino. -Y o lo digo, que soy, sobre todo esto ... , Judalsmo. -Di, ¿quién? Peregrino. -La misma Verdad. Judaísmo. -¿Luego eres, en un supuesto, Verdad, Luz, Camino y Vida? Peregrino. -Claro está ... . .. Oye atento. El Hombre es pequeño mundo. Judaísmo. -Así lo dice el proverbio. sin vida, cuando hay Peregrino. -¿Está otro que la manda dentro? Judaísmo. -Sí, pues su vida no es suya hoy en el uso. -¿Está ciego? Peregrino. Judaísmo. -Ciego está. -¿Luego, sin luz, Peregrino. mal podrá el Conocimiento hacer que encuentre la senda?

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Judaísmo.

Peregrino. Judaísmo.

Peregrino.

Judaísmo.

Peregrino.

Judaísmo.

Peregrino.

-La consecuencia concedo. -¿Mudo y sordo no está? -Sí. -¿La verdad no es un concepto que se escucha o que se dice, y está el mudo y sordo ajeno de oír ni decir verdad? -¿Cómo he de negarlo? -Luego si es pequeño mundo el Hombre y este está sin vida, ciego, sordo y mudo, quien le dé oído, voz, senda y aliento será Luz, Vida y Camino, y Verdad también, supuesto que, a no restituirle en todo, ni fueran Verdad sus hechos, ni Luz, Camino ni Vida. -Es así. -Pues oye atento, y atento también el grande Mundo en el mundo pequeño. Impuro, tirano huésped de ese amotinado reino de potencias y sentidos, desocúpate a su dueño la posesión que no es tuya ... (Obras, 111, págs. 957-958)

Con rigor de silogismo, el fragmento pone en claro que la plenitud del hombre, la integridad de su microcosmía, no se deja ·separar ·de la Redención (que, por vía de argumento, se demuestra gracias a aquélla): sin la Redención, o disipando sus beneficios por el pecado, el hombre será "pequeño mundo", sí, pero "pequeño mundo de lodo" (cf. arriba, pág. 245). La interpretación de nuestro motivo, por tanto, resultará pesimista _u optimista según el platillo que considere en la perpetua balanza de la antropología cristiana: naturaleza caída o naturaleza redimida.

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a quien prestar obediencia en nombre de Dios. Desde luego, el Poder ha previsto constituir al Hombre en heredero ; y aunque la Sabiduría le advierte contra su posible ingratitud, el Amor razona que mal parecería no engendrar al ser a quien se destinaban los trabajos de los seis días anteriores (cf. página 246): Si todo ese suntuoso aparato, en quien admiro en el Fuego lo brillante, en el Aire lo lucido, en el Mar lo prodigioso, como en la Tierra lo rico, para el Hombre lo criaste, y es él el que te ha debido la tarea de seis días, ¿no disuena a un amor pío hacerlo para él, y no hacerle a él ... ? (pág. 1391)

El argumento convence al Poder: creará al Hombre, pues, dotándole de entendimiento y albedrío ; y si sabe usarlos debidamente, reinará sobre el universo. Así se lo prescribe el Padre a los Elementos : Si procediere benigno, atento, prudente y cuerdo, obedecedlo y servidlo, durando en su vasallaje. Mas si procediere altivo, soberbio e inobediente, no le conozcáis dominio ... ¿Juráislo así? Los cuatro. -Sí, juramos. Tierra. -Y yo, en fe de que lo admito, de los limos de la tierra con este polvo te sirvo para su formación. Agua. -Yo,

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Por el momento, y salvo algún atisbo parcial, nos hemos movido en la región del "concepto imaginado" (cf. pág. 242). Pero Calderón es antes que nada un gran dramaturgo, amo y señor del "práctico concepto", y aquí debe interesamos muy en particular su versión propiamente teatral de nuestro tema. En ninguna otra pieza, qui7.á, la hallaremos más cuajada que en el auto de La vida es sueño, 353 donde vienen a plasmarse escénicamente todas o casi todas las variaciones de la idea espigadas hasta ahora. 3 H Recuérdese el hilo argumental.355 En el principio de los tiempos, los cuatro Elementos 356 sostienen una áspera lucha, deseoso cada uno de imponer su dominio a los restantes. Mas la Santísima Trinidad llega para dirimir el pleito: el Poder (el Padre) los separa, la Sabiduría (el Espíritu Santo) determina sus "puestos y oficios" respectivos, el Amor (el Hijo) los vincula y adorna. A la confusión y el caos suceden, así, la unidad y la harmonía, reflejo de la Divinidad ; y como en ellas consiste la música mundana (cf. arriba, págs. 180 sigs.), resulta perfectamente apropiado que Calderón la haga sonar en las tablas y nos presente a los Elementos entonando "dulces cantos e himnos". El orden de la Creación -la ley natural, que exige la jerarquía-, con todo, pide "un virrey, / alcaide, juez o ministro", 353

En la redacción impresa por Pando y reproducida 11ltimamente por A. Valbuena Prat, en Obras, 111, págs. 1383-1407. La versión manuscrita la publicó el mismo Valbuena en la RHi, lxi 0.924), págs. 258293, y luego en Obras, 111, págs. 1861-1875. 354 Casi es inútil advertir que muchos pasajes y situaciones de La vida es sueño se repiten con pocos cambios en otros autos caldero• nianos (Andrómeda y Perseo, La cura y la enfermedad, El veneno y la triaca, etc.). 355 Para un análisis más detenido, complementario del mío, vid. A. A. Parker, The Allegorical Drama of Calderón, Oxford, 1943, págs. 197229, que me ha sido muy útil. 356 Téngase en cuenta que por "elemento" Calderón entiende no sólo el 'cuerpo simple' propiamente dicho, sino también los 'seres y atributos asociados' a él. Así, por ejemplo, la mención del Fuego implica referencia al firmamento, al sol, a la Salamandra, al relámpago, etc. (cf. la tabla de E. M. Wilson, en MLR, XXXI [1936], pág. 43, y el abstruso libro de V. Bodini, Segni e simboli nella "Vida es sueño", Bari, 1968, págs. 45-50 y passim); y. así, en el auto de La vida es sueño, el Aire se simboliza por unas plumas, etc. Los cuatro Elementos, pues, valen por la totalidad de las criaturas.

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para amasar ese limo, te daré el cristal. -Yo, luego, porque cobre el quebradizo barro en su materia forma, te daré el vital suspiro que hiriendo en su faz le anime. -Y yo, aquel fuego nativo, que con calor natural siempre le conserve vivo.

Aire.

Fuego.

(pág. 1392 a)

357

A la Sombra, que anda ya conspirando con el Príncipe de las tinieblas, corresponde extraer la quintaesencia de semejantes promesas : la Trinidad va a dar vida al Hombre para que, de todo el mundo dueño, sea otro mundo pequeiío. (pág. 1393 b)

Y he aquí, por fin, a nuestro personaje. Como a tal "mundo pequeño", 358 los Elementos, que antes hicieron oír la música cósmica, le cantan ahora la música humana, eco de aquélla : la harmonía del macrocosmos concierta con la harmonía del microcosmos. 359 Y rara vez un artificio estilístico poco menos 357 En la versión manuscrita, pág. 1865 b, el Verbo concluye la escena paralela con las siguientes palabras : "Y o de los cuatro compuesto / a traerle me anticipo ... " 358 En su primera aparición en escena, sin embargo, no aparece en esa calidad: recién nacido, se halla aún "de libertad ajeno", y las palabras que pronuncia (punto por punto ajustadas al monólogo de Segismundo) constituyen un inventario de lo que no posee, de lo que le falta para ser un microcosmos (pág. 1394). En el mismo sentido, a mayor abundamiento, la versión manuscrita, pág. 1.866. 359 La creencia en semejante concierto reaparece a menudo, en Calderón, en la imagen del hombre y del mundo como otros tantos instrumentos musicales : cf. arriba, pág. 187, n. 251, y J. Sage, "Calderón y la música teatral", en BHi, LVIII (1956), en especial págs. 284-292 (Sage, pág. 300, nota que "las intervenciones musicales [en los autos] ... simbolizan la harmonía cósmica" [aunque pienso que no tan sistemáticamente como postula su valioso estudio], pero no atiende a La vida es sueño).

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que fósil se habrá vuelto tan pertinente, tan vivo, como en la canción de los Elementos : pues, en ella, la diseminación y recolección de las cuatro pluralidades correlativas 360 se ajusta prodigiosamente a la imagen del hombre como recolector de todas las criaturas diseminadas por el universo. (Música).

- ¡ Venid, corred, volad, Elementos, a dar obediencia al príncipe vuestro! Tierra. - ¡ Flores, sus sendas cubrid, venid, venid ! Agua. - ¡ Fuentes, sus espejos sed, corred, corred! Aire. - ¡Auras, su calor templad, volad, volad! Fuego. - ¡ Rayos, su pompa asistid, lucid, lucid ! (Música) y - ¡Y en fin, jurándole rey los cuatro. de alcázar, monte y jardín, venid, corred, volad, lucid ! ... Los cuatro. -Por ti, a su obediencia todos le ofrecemos ... Tierra. - .. .la Tierra sus flores .. . Agua. - ... el Agua, su espejo .. . Aire. - ... sus auras, el Aire .. . Fuego. - ... sus luces, el Fuego .. . (Música). -Sirviéndole a un tiempo luces, auras, espejos y flores el Agua, la Tierra, el Aire y el Fuego. (pág. 1395 b)

"La más perfecta criatura", en efecto, se mira en el espejo del Agua, ciñe un acero templado al Fuego, engalana el chapeo Cf. D. Alonso, "La correlación en la estructura del teatro calderoniano", en su libro Seis calas en la expresión literaria española, Madrid, 1956, 2 págs. 149-152, 174-177, donde se hallará, finamente analizado, algún otro texto paralelo. Comp. también L. Spitzer, Lingüística e historia literaria, Madrid, 1955, págs. 317-318. 360

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con plumas del Aire y recibe las flores de la Tierra. 311 Mas, ebrio de vanidad, prendado de la Sombra y fiando en su loco Albedrío, despeña al Entendimiento, pierde el dominio de sí mismo (cf. pág. 249) y muerde "la vedada fruta". Nunca lo hubiera hecho : apenas consumada la rebelión, el orbe todo empiez.a a temblar. Fuego. Tierra. Agua. Aire. Luz.

Sombra.

Hombre.

-Es que mis rayos se anublan ... -Que se estremecen mis montes -Que mis cristales se enturbian .. . -Que mis vientos se embravecen .. . -Pues todo el orbe caduca, grande dafio hay. Elementos, ¿qué es esto? -¿A quién lo preguntas, si mejor de ti podrás saberlo, viendo la pura luz de la Gracia apagada de la Sombra de la Culpa? - ¡Ay de mí, infeliz, que todo el orbe he dejado a escuras ! (pág. 1399 b)

"¿Qué es esto?" Que el pecado ha roto el vínculo del Amor e introducido el desorden en el mundo ; y que, alterado el microcosmos, se ha alterado el macrocosmos. 362 Los Elementos, que le servían, ahora acosan al hombre: Hombre. Tierra. Hombre. Agua.

-¿Tierra? -¿Qué es lo que procuras de mí, si ya son sangrientas espinas mis rosas turbias? -¿Agua? -No esperes de mí

En la versión manuscrita, pág. 1870 a, el Hombre se dice en seguida : "pues sumas / juntas flores, fieras, aves, / montes, ríos, mares, grutas, / sol, luna, estrellas y signos, / todos a la Gracia adulan ... '' 362 Cf. C. Bandera, "El itinerario de Segismundo en La vida es sueño", en HR, XXXV (1967), págs. 71-72. Vid. arriba, págs. 197, 205, etc. 311

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CALDERÓN DE LA BARCA

Hombre. Aire. Fuego.

sino procelosas lluvias que tal vez al mundo aneguen. -¿Fuego, Aire? -En mí no presumas más que ráfagas que talen. -Y en mí, rayos que destruyan. (pág. 1400 a)

Del hombre ha quedado "la escultura / del barro no más" (cf. págs. 245 y 251) y se ha hecho presente el reverso de la microcosmía (cf. págs. 247-248): Pues no hay criatura ninguna de que ya no tiemble yo, viendo en todas cuatro esferas que afilan contra mí, graves, uñas y picos las aves, presas y garras las fieras. Si miro al Sol, me da enojos, pues no me alumbra y me abrasa ; frío, el Aire me traspasa ; si piso, toda es abrojos la Tierra ; el Agua, que fue claro espejo, me retrata feo ; si la sed me mata, turbia está ; y si el hambre ve frutas, que a ellas no me atreva dice, y por partido toma que pan de dolores coma y agua de lágrimas beba. (págs. 1401-1402)

La situación, con todo, no es irrevocable. El Hombre, dispuesto a recobrar su heredad, se acoje al Entendimiento y somete al Albedrío ; luego, el mismo Dios se encama para sufrir la muerte en su lugar y restituirle la Gracia. Vuelto el Hombre a ella, todos los Elementos "volverán a la obediencia" y, por si fuera poco, se le entregarán en una nueva forma, capaz de asegurar su vida perdurable : el Agua, en el Bautismo ; la Tierra, 17

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

"en las espigas y vides" de la Eucaristía; el Aire, en la fórmula de la Consagración; el Fuego, en el Amor. Fuego. Agua. Aire. Tierra. Los cuatro.

-Pues en feliz norabuena .. . -porque a todo el universo .. . -conste en todas cuatro esferas .. . -se publique cómo el Hombre .. . -en Aire, Agua, Fuego y Tierra, Concha, Espiga, Voz y Afecto, tiene, goza, incluye y sella Gracia, Venia, Amparo, Asilo, Piedad, Refugio y Clemencia. (pág. 1407 b)

" ¡Feliz Mundo, que se ve / en el Hombre restaurado ! ", cabría repetir ahora (La inmunidad del sagrado, en Obras, m, pág. 1131 b). La Redención, ciertamente, lleva hasta el cabo la microcosmía humana (cf. págs. 250-251), abriéndola para asumir el otro mundo de la fe. El auto de La vida es sueño, así, pone sobre las tablas, "en idea / representable" (La segunda esposa, "Loa", en id., pág. 427 a), la mayor parte de las variaciones sobre el tema que Calderón se había limitado a apuntar en las restantes piezas examinadas. Obra del último día, el hombre, sin embargo, no obtiene la integridad de "mundo pequeño" si privado del gobierno de sí mismo (culpable o inocentemente, ya por arrebatársele la libertad, ya por no haber alcanzado o haber perdido el entendimiento) ; como tal frustración introduce el desorden en la jerarquía del ser, el universo entero se le toma hostil ; pero cuando el hombre vuelve a ser libre, cuando se guía por la razón y queda limpio de pecado, Cristo lo convierte en microcosmos a lo divino... Son, digo, variaciones sobre un solo motivo, con la suficiente independencia para presentarse aisladas y probar la rica inventiva de Calderón (cf. arriba, pág. 245); mas, en la sabia trama de La vida es sueño, se trenzan en un designio unitario y pleno de sentido conjunto : resumen -nada menos- "la historia teológica de la Humanidad", 363 de la 363

Vid. A. Valbuena Prat, Calderón, pág. 199.

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MIGUEL DE BARRIOS

Creación y el pecado original a la Redención. Como siempre, don Pedro se nos muestra uno y vario. 364

MIGUEL

DE BARRIOS

Fisonomía intelectual y cronología aconsejan despedir en Miguel de Barrios (1635-1701)365 el período más brillante en la historia de nuestro tema. Miguel en España y en Bruselas, Daniel Leví en Amsterdam -donde vive públicamente la fe de sus mayores-, testigo de la agonía de la Casa de Austria y cambista del oro de un Siglo por la calderilla de un "fin de siecle", el fecundo escritor de Montilla es un ejemplo insigne de alma dividida. 366 Barrios (aun conservando siempre a punto un decidido "soy español") 367 hubo de abandonar la Península; pero ni quiso ni pudo hacer otro tanto con la educación que en ella había recibido. No sorprende verlo atareado en celebrar la ley mosaica con las formas y según los gustos literarios de sus compatriotas "lindos": por muy unidos que fueran a un espíritu cristiano, mal podía Barrios forjar otros nuevos. A quien recuerda los anatemas de las juderías medievales contra los fieles proclives al saber gentil, 368 sí admira un poco, en cambio, su perseverancia en trasegar al servicio del hebraísmo autoridades y temas predilectos del pensamiento católico. El drama intitulado Contra la verdad no hay fuerza (págs. 249 sigs.), por ejemplo, es prácticamente un auto "sacramental", no poco fiel a la técnica y estilo de Calderón. Ahí, las figuras alegóricas se identifican con las víctimas del Santo Oficio y la Cf. simplemente A. A. Parker, op. cit., pág. 17. El más reciente trabajo de conjunto es el libro de Kenneth R. Scholberg, La poesla religiosa de Miguel de Barrios, Ohio State University Press, Madrid, s.d.; las págs. 121-341 contienen una amplia antología, a la que remiten todas mis citas. 366 Comp. J. A. van Praag, "Almas en litigio" ["Gespleten Zielen'\ en el original], en Clavileño, núm. 1 (1960), págs. 14-26, y "Sobre el sentido del Guzmán de Alfarache", en EDMP, V (Madrid, 1954), páginas 287-288. 367 Cf. en particular K. R. Scholberg, op. cit., pág. 31. 368 Vid. E. Asensio, en MLN, LXXXI (1966), pág. 617, pero sin olvidar lo que el mismo maestro apunta en AEM, IV (1967), pág. 345 y n. 28. 364

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EL PEQUEÑO MUNDO DEL HOMBRE

apoteosis eucarística se sustituye por el quidu§ ha-§em, la 'sanctificación del Nombre' en boca de los mártires. Y, sin embargo, lo notable de veras es el relieve que Barrios concede al personaje del Albedrío. 319 Pues el asunto de la predestinación y el libre arbitrio -debatido "ad nauseam" por la teología cristiana y exacerbado en rencillas de escuela o de confesiónhabía interesado en muy escasa medida a la ortodoxia judía. Fueron justamente sefarditas afincados en los Países Bajos, hombres como Abrabam Pereyra o Menasseh ben Israel, quienes pusieron de moda el problema entre los sabios de la sinagoga. Ben Israel, en particular, lo había estudiado por largo en la cuarta parte de su célebre Conciliador (Amsterdam, 1651): y a él y a su continuo apoyarse en padres y doctores (Agustín, Tomás, Suárez ... ), amén de en patriarcas y rabíes, acudió Barrios para componer un largo romance ("Esfuerzo harmónico ... Describe, defiende y prueba la verdad del libre albedrío") que resuelve la cuestión en forma que hubiera merecido la anuencia del mismísimo Molina. 31 º Y lo hace, además, con método perfectamente aceptable en cualquier seminario: las objeciones y las defensas se ordenan casi al modo del "articulus" escolástico, las fórmulas consagradas ("Aquello y no esto concedo", pág. 146) aparecen en el momento preciso, etc., etc. La última sección del romance, no obstante, adopta un tono harto más literario: Barrios, inspirándose en el Epicteto y Focilides quevedesco, desarrolla la antigua imagen del gran teatro del mundo : y en su escenario, quizá recordando la Fabula de homine (cf. arriba, págs. 121-123) y dándole la vuelta al monólogo de Segismundo (cf. págs. 247-248), concluye con advertir que el hombre no sólo posee cuanto las demás criaturas, sino también la libertad que les falta a ellas, movidas por instintos ciegos o por leyes inquebrantables. Conque juzgo que atropello la fanática opinión describiendo cómo el hombre tiene de todo porción. 369 37

Cf. K. R. Scholberg, op. cit., pág. 119. ibid., págs. 90-92, y J. A. van Praag, loe. cit. en la n. 366.

° Cf.

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MIGUEL DE BARRIOS

Del bruto lo sensitivo, el señorío del sol, la razón del serafín 311 y el albedrío de Dios. (págs. 1SS-1S6)

Así, igual en un drama alegórico que en un poema doctrinal, Barrios amplía el horizonte de su judaísmo con el aporte de fuentes y contenidos (que no simplemente moldes) que parecerían exclusivos de la España católica. Desde luego, no desmiente la compleja filiación de nuestro autor la que él consideraba su obra maestra, el Imperio de Dios en el teatro universal (según reza el título en la versión definitiva), centenar largo de octavas reales consagrado a cantar el primer día del Génesis. En ellas, y para desazón de los devotos a quienes disgustaba tropezar con nombres ausentes de la Torá, 372 San Agustín, Alejandro de Hales y Duns Escoto conviven amigablemente con la Cábala y el Kuzarí; y, en los márgenes, profetas y talmudistas se codean con Diego de Estella, Cristóbal de Fonseca o Luis de Granada. 373 En tal marco, las frecuentes afirmaciones microcósmicas se hallaban doblemente favorecidas: pues si la exégesis cristiana las había menudeado a propósito de las primeras páginas de la Biblia (cf. arriba, págs. 219, 246, etc.), también los comentaristas hebreos ilustraron el Génesis 31 ' con la idea del olam qatan. 375 Barrios la emplea lo mismo en un toque ornamental ("El ojo, sol del hombre, ve y no alumbra ; / no ve y alumbra el sol, ojo 311

Nótese que Barrios busca un elemento representativo de cada uno de los tres mundos en que tradicionalmente se repartía la Creación (cf. arriba, pág. 158, n. 195) y que él mismo enuncia en su Triunfo del govierno popular (1684): "Al universo Dios crió en seis días / y en mundos tres lo dividió: el primero / monárquico, con altas jerarquías; / noble, el segundo, con celeste fuero; / de elementos se ve y de compañías / mixtas y racionales el tercero" (págs. 59-60). 312 Vid. K. R. Schoelberg, op. cit., pág. 99. 373 Cf. E. Glaser, en HR, XXXIII (1965), pág. 341. 37 ' Muchas referencias trae G. P. Conger, Theories of Macrocosms and Microcosms, págs. 37-46. Cf. también más arriba, pág. 26, n. 37. 375 Es el título, equivalente a ~microcosmos', que lleva en la versión hebrea el libro de Yosef ibn ~addiq mencionado más arriba, págs. 66, n. 25, y 106, n. 97.

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del mundo", pág. 186) que en el núcleo de un enjundioso razonamiento. Que Dios, verbigracia, es el Uno de donde arranca la procesión de los seres (el 7t:póoao~,que diría Plotino), se confirma en el modo en que la pauta divina se hace visible tanto en la cronología humana como en la universal : Del Criador y del último ['día'] criado dan muestras de tener celestes guías los días en el curso continuado, las gentes en contar los siete días. Comenzó Adán la cuenta y lo ordenado del que impera en las altas jerarquías, porque admiren venir de un tipo y dueño gran hombre el mundo, el mundo orbe pequeño. (pág. 203)

La primera redacción del Imperio de Dios en el teatro universal se imprimió bajo el epígrafe de Imperio de Dios en la harmonía del mundo. Pero entre las variantes que distinguen ambas ediciones no figura la estrofa antepenúltima: De cielo, fuego y aire, de agua y tierra, consta el teatro en donde con voz santa la paz discorde de concorde guerra del infinito Autor las glorias canta. Responde al cielo que su amor encierra y el cielo al elemento en que levanta el menor mundo al Rey divino el vuelo de tierra, de agua, de aire, fuego y cielo. (pág. 221) 376

Cosa bien comprensible que el cambio de título no acarreara modificación de la octava : si se marcaba el acento en ''la harmonía del mundo", el microcosmos la testimoniaba también ; si lo importante era la proclamación de la gloria de Dios Adviértase que, además de los cuatro fijos, mundo y hombre tienen aquí en común el quinto elemento de Aristóteles, "e quo essent astra mentesque" (cf. arriba, pág. 23, n. 24), al que se llama "cielo": acaso Barrios se inspiraba en Maimónides (vid. pág. 104, n. 93). 3 76

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MIGUEL DE BARRIOS

por "el teatro universal", resultaba que el hombre se unía al coro de alabanzas y, además, lo sincopaba. En uno y otro caso, la alusión al motivo microcósmico -diestramente subrayado por el paralelismo de los versos inicial y final- se prestaba muy bien a rematar el poema sugiriendo la trascendencia ética del asunto anunciado desde la cubierta : lo que se predicaba del mundo debía aplicarse a la conducta del hombre. Son muchos los contextos de Barrios abiertos a la noción que perseguimos. Entre ellos, un romance coleccionado en el Triunfo del govierno popular inquiere cuál sea "la mayor perfección de las cosas creadas" ; y si plantea el problema en términos de Platón y Aristóteles, le da respuesta según los más piadosos cánones hebreos. El todo y la perfección son uno, se leía en la Metafísica (cf. arriba, págs. 136 y 171); y la enseñanza platónica se transparentaba en el sabido axioma para mostrar que ~todo' y 'perfección' solo pueden concebirse en tanto reflejo de la divinidad. La más perfecta de todas [las cosas] es la que a todas comprehende, semejante al Hacedor que las circunda y mantiene. La grande obra universal nombre de perfecta tiene, por la orden o el amor que une partes diferentes. La noble fábrica humana tanto a las obras contiene, que es, si compendio de todas, de su Autor copia viviente. Y la mayor perfección, por lo que incluye, parece o el mundo, que es hombre grande, o el hombre, que es mundo breve. (pág. 129)

Ahora bien, puesto que hombre y mundo son reductibles el uno al otro, puesto que ambos lo encierran todo en su interior, la piedra de toque de la perfección suma no puede ser ya

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únicamente el planteo platónico-aristotélico. Para reconocer aquella, en efecto, Barrios echa mano de otro criterio: la perdurabilidad. Así, pronto resulta obvio que "el universo se ofrece" obra de mayor dignidad que e] microcosmos, por mucho más "firme en las mudanz.as". Pero, a su vez, ¿qué podrá superar la inmutabilidad y la fortalez.a de la ley de Moisés, que amanece nueva cada día? Nada, claro está, colige el ortodoxo autor. Luego ni el mundo ni el hombre tan gran perfección obtiene como la ley que, por firme, a toda criatura excede. (pág. 130)

Retengamos la conclusión : el hombre, incluso cuando trata al universo de tú a tú, se anonada en su fugacidad, "desde / que por serpentino engaño / quedó sujeto a la muerte" (pág. 129). En tanto microcosmos, es mucho y aun todo; pero el tiempo y el pecado lo vuelven nada. Barrios declara el concepto en un excelente soneto ("Desengaño 11") del Coro de las musas (1672), donde imagina que "habla el cadáver de Adán": El primer hombre fui, que, por Dios hecho, le semejé, de todo cifra hermosa ; y, con ingratitud al cielo odiosa, el quererme hacer grande me ha deshecho. Dominé el mundo, a mi altivez estrecho, y por comer la fruta venenosa, de la muerte en la cárcel espantosa, me viene grande el más pequetlo trecho. Denominéme, de adamá (que 'tierra' denota), Adán (que es •hombre'), por tal modo que he vuelto a mi materia inanimada. Lo que esta losa hasta mi nombre encierra, cuando Adán fue pensaba que era todo y, leído al contrario, ya soy nada. (pág. 227)

La paradoja implícita en los versos cuarto y quinto, por otro lado, había merecido trato independiente ("Desengaño I") en

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el mismo poemario, y engastada también en la montura microcósmica. Adán, siéndolo todo, acabó en nada, y fue irónico castigo de su desmesura. ¿ O acaso no es desmesura que el mundo mayor no calme las apetencias del menor? Como el vidrio, en un soplo fue criado el hombre, tan de sí ambicioso dueño, que, cabiendo el gran mundo en el pequeño, en el mayor no cabe el abreviado ... (pág. 226)

Es paradoja y, en otro pasaje del autor, se muda en paronomasia, dirigida al mismo Dios : "Mundo me hiciste vivo y me hice inmundo" (pág. 180).377 En manos de Barrios, la microscomía humana puede resolverse en una cadena de metáforas con no menor fortuna que en un álgebra de conceptos. Y verdadera grandeza tienen las imágenes de su "Acto séptimo de contrición" (en los Días penitenciales, 1684), donde el poeta evoca el orbe del pecado y el arrepentimiento : Señor del mundo, mundo soy pequeño, de Ti criado para obedecerte. Soñéme sol, y tierra ya me sueño, con ríos que visible cumbre vierte. En las culpas lucí y ya en mi despeño lo que evaporo en nube se convierte, porque, cuando las culpas tienen nube, el llanto entonces a tu gracia sube. (pág. 180)

Aquí, la añosa definición del hombre ha florecido en una larga y penetrante metáfora. Otras veces, puro fósil, se nos presenta tan huérfana de connotación, que el escritor no duda en ligarla a un símil en rigor inconciliable con ella : Como se recordará, se trata de un viejísimo juego de palabras: cf., por ejemplo, Carmina Burana, II, i (Heildelberg, 1941), pág. 82; L. Vázquez de Parga, Textos históricos en latín medieval, Madrid, 1952, pág. 16; Ábaco, núm. 2 (1969), pág. 62; La novela picaresca española, I, pág. 514 y n. 25; M. A. Didier, en Studia monastica, V (1963) pág. 276. 3 ,,,,

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Nave el pequeño mundo se dibuja, el ángel viento, popa la cabeza, el juicio timón, la Ley aguja ... (pág. 213)

La antítesis me parece extremadamente significativa. A esas alturas de la tradición occidental, y en Miguel de Barrios, que la compendia toda, el motivo microcósmico chocheaba, perdía el sentido, de viejo ; pero aún era capaz de dar señales de vitalidad creadora.

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FINAL L E N T A y quizá penosamente, el pequeño mundo del hombre nos ha ido relatando una singular aventura a lo largo y a lo ancho de las letras españolas. Fortuna profundamente significativa la de nuestro tema. Unas veces lo hemos visto proyectando un tramado capaz de presidir el desarrollo de todo un auto sacramental (como La vida es sueño) y otras anudando los hilos conductores de un extenso poema (tal el Libro de Alexandre). Hemos descubierto en él una de las llaves maestras a la visión de un cosmos perfectamente trabado y unitario. Y, así, se nos ha mostrado esencial en la elaboración de una ciencia plenaria de la realidad : ciencia que no sólo funde medicina y astrología, cosmografía y cronología, sino que da cuenta por igual de la apreciación estética (de la música o de la arquitectura, digamos) y de los principios de la política. O se nos ha revelado (en el Planeta de Diego García) base del simbolismo y la alegoría como formas de pensamiento : si todo está en el hombre, todo es uno y a todo nos remite toda cosa. Lo hemos hallado vuelto a lo divino, para Cristo, concepto presto a ilustrar las relaciones de hombre y Dios, y aplicado al discreteo amoroso ; convertido en núcleo de un entero sistema intelectual (en Llull o en Sibiuda) o degradado en materia de burlas (en Hurtado de Mendoza, sin ir más lejos). Nos ha proporcionado la piedra de toque para aquilatar una faceta del humanismo de Luis Vives y la guía para reconocer la complejidad de tradiciones que actúan en un Anselm Turmeda o en un Miguel de Barrios. Nos ha permitido desentrañar la difícil filiación de ciertos textos (así varias porciones de las Partidas y de la Poridat de las poridades) y caracterizar, por contraste, algunas directrices culturales (una filosofía literaria, vulgar, por ejemplo, frente a una filosofía austeramente técnica). Con él hemos confirmado la variopinta vena artística de un Lope de Vega y la firmeza ideológica de un don Juan Manuel. Ha 267

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denunciado a nuestra Inquisición de lectores motivos centrales en el pensamiento y en el sentimiento de fray Luis de León ; y tal o cual veta no desdeñable de Cervantes y Servet (por recordar dos de los tres grandes Migueles españoles). Hemos presenciado cómo recibía tributo de Quevedo, Gracián y Calderón, amén de cómo era parte a iluminar su gigantesca fisonomía estilística. Lo hemos pillado en contradicción consigo mismo, justificando la dignidad y la miseria del hombre, justificado con la autoridad de quien no lo aceptó. Ahora lo hemos visto informar una variedad de poema erótico y luego ser piem casi fija en la explicación del Génesis. Se nos ha presentado como fondo de una cadena de metáforas y como piedra angular de un razonamiento teológico. Etcétera, etcétera. Los enfoques han sido múltiples, y la cosecha -piensovalía el esfuerzo de la siega. Unas veces nos importaba el tema microcósmico precisamente en tanto tal: comprobar su capacidad de metamorfosis, verlo determinar esta concepción del mundo y ser determinado por aquélla, valuar su poder sugestivo... Otras veces nos importaba en primer término como senda a un autor o síntoma de un texto : en él leíamos una actitud, examinábamos una relación o un nudo de relaciones, discerníamos un estilo ... Ambos planteamientos eran complementarios. Porque el posible interés de nuestro recorrido quizá no sea tanto lo que nos haya enseñado sobre el tema, los autores o las obras, como habemos permitido delimitar uno de los elementos más estables en el lenguaje tradicional que son (en medida importante, aún por precisar) las antiguas letras españolas. Miguel de Barrios muere en 1701. Después de él, apenas recuerdo alguna figura de talla pareja (por lo menos) que apele a la idea microcósmica con la frecuencia, hondura u oportunidad que en tantos autores y a igual propósito hemos descubierto páginas atrás. La fecha de 1701 es demasiado llamativa para no asociarla (aun provisionalmente) 1 a tal observación y conTómese lo que sigue, en efecto, como un mero tanteo del terreno, sujeto a la confirmación o enmienda de los especialistas en el período. De las varias facciones que animan la cultura española dieciochesca, me 1

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FIN

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cluir que el hombre microcosmos se desvanece con el siglo XVIII. Pero digamos, mejor, 'con las luces del siglo xv111'. Son ellas, pienso, las que alumbran otros dominios e intereses intelectuales, un mundo y un hombre nuevos, y dejan en la tiniebla nuestra milenaria noción. Por descontado, esas luces no empiezan a brillar el uno de enero de ningún año, ni a un mismo tiempo para todos. 2 Torres Villarroel 3 y cantidad de colegas médicos ' se niegan a verlas casi en el umbral del XIX y perseveran en mantener el vetusto sistema de correspondencias : los espíritus equivalen a los tres órdenes cósmicos, los planetas reinan sobre órganos y humores, etc. etc. Veamos, en cambio, la Esfera en común, celeste y terráquea (Madrid, 1675), de José Zaragoza. ·Los viejos tratados de cosmografía, con el modelo de Sacrobosco al frente, reservaban un lugar de honor para la doctrina microcósmica : en especial, el paralelo del primer móvil y la razón, de las esferas y las pasiones, se hallaba en el núcleo de sus enseñanzas (cf. arriba, págs. 73, n. 41; 199, n. 275; 205. n. 286). Zaragoza, por el contrario, gasta el más diligente cuidado en evitar hasta el mínimo rastro de tales planteamientos antropomórficos ; y si por un momento se ha referido al lado izquierdo o derecho de la tierra, se apresura a subrayar que "cierto es que el mundo no tiene diestra ni siniestra" (pág. 226): al autor del Libro de Alexandre debieron agitársele los huesos en la tumba (cf. pág. 56). Astrónomo práctico de primera categoría, Zaragoza trabaja justamente en aplicar las recientes conquistas de la ciencia "al derrumbamiento de las bases de la he concentrado en la más innovadora y, a la larga, trascendente. Ignoro cuál fue la situación entre Jos autores de segunda y tercera fila que prolongaron (con escaso talento, según la opinión común) los supuestos doctrinaJes y las modas de la literatura del Siglo de Oro: sospecho, sin embargo, que poco podían aportar a la historia de la idea microcósmica. 2 Cf. el útil libro de O. V. Quiroz-Martínez sobre La introducci6n de la filoso/la moderna en España. El eclecticismo español en los siglos XVII y XVIII, México, 1949; y R. P. Sebold, en HR, XXXV, págs. 247-9. 3 Cf. arriba, págs. 159-163, y las valiosas observaciones de R. P. Sebold, ed. Torres Villarroel, Visiones y visitas, Madrid, 1966 (Clás. Cast., 161), págs. xl-xli, etc. ' Comp. L. S. Granjel, "Panorama de la medicina española en el siglo xvm", en RUM, IX (1960), núm. 35, pág. 677.

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world" (Advancement of Learning, en Works, ed. 1. Spedding et al,., VI, pág. 241). ¿ Y qué obra más definidora del espíritu coetáneo que la Eneyclopédie de Diderot y sus pares? Pues, en ella, la voz "microcosme" se lleva unas pocas líneas resueltamente despectivas, un intento de refutación (intento malogrado, porque el redactor del artículo limitaba arbitrariamente el alcance del concepto: comp. arriba, pág. 149), y una patente de caducidad: "Quelques anciens philosophes ont appellé ainsi rmicrocosme'] l'homme, comme par excellence et comme étant, selon eux, I'abrégé de tout ce qu'il y a d'admirable dans le grand monde ... Mais si l'homme est l'abrégé des perfections de l'univers, on peut dire aussi qu'il est l'abrégé de ses imperfections. Au reste, le mot de "microcosme', non plus que celui de 'macrocosme', ne sont plus usités" (vol. X [Neuchatel, 1765], pág. 487). Parejas acometidas frontales son en extremo significativas, pero no pueden confundirse con la norma. Nuestro tema no es tanto objeto de impugnación como de olvido. La Europa culta se desentiende de un asunto que, en el mejor de los casos, nada puede aportar a las cuestiones que realmente la apasionan. No salgamos de España y comprobémoslo en el más entusiasta cruzado de la modernidad, fray Benito Jerónimo Feijoo. 9 Sabemos, por caso, que el pequeño mundo del hombre había sido considerado múltiples veces el más ilustre ejemplo de reducción de lo máximo a lo mínimo y, por lo mismo, testimonio óptimo de la suma ciencia del divino artífice (cf. págs. 235236). Y también el Padre Feijoo está convencido de que "los extremos del arte buscaron el extremo opuesto, ostentando sus primores en lo mínimo", y de que "el Criador ... en todo hizo brillar... su sabiduría, pero más sensiblemente... su arte en lo más chico" (111, págs. 377 a y 378 a). A mostrarlo dedica el discurso inicial del octavo tomo del Teatro crítico. Pero ¿lo prueba acaso con el mismo motivo que Heitor Pinto o Luis de Granada (cf. págs. 141, n. 164, y 203)? Nada de eso. Feijoo recurre a la atestación del microscopio (fue quizá el primer 9

Cito por la BAAEE, LVI, CXLI y CXLII, volúmenes a los que refiero como I, II y 111, respectivamente, y donde figuran el Teatro critico y una treintena larga de las Cartas eruditas.

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cosmología clásica", 5 llámense ellas 'alma del mundo' u 'orbes cristalinos' de los aristotélicos. Y semejante empresa se dejaba conciliar difícilmente con las especulaciones microcósmicas. & El siglo de las luces, así, amanece (relativamente) temprano para Zaragoza ; tarde o nunca, para incontables galenos españoles. Intentemos hilar algo más delgado y precisar en qué sentido atentaba la cultura de la Ilustración contra la supervivencia del hombre microcosmos. Lo primero que se echa de ver, quizá, es que en general no nos la habemos- con un ataque derecho, sino de flanco. Por supuesto, no faltan las embestidas abiertas, de dolorosa contundencia, ni entre los pioneros ni entre los exponentes ya cuajados de la nueva dirección intelectual. ¿ Quién podrá reclamar el título de adelantado con más justicia que "el grande y sublime genio de Francisco Bacon, Conde de Verulamio" (Teatro crítico universal, IV, vii, 39)? Ahora bien, olvidando pecadillos juveniles, 1 el gran canciller de Inglaterra, en nombre del sentido común y de la experiencia más elemental, arremetía: "The ancient opinion that man was 'microcosmus', an abstract or model of the world, hath been fantastically strained by Paracelsus and the alchemists, 8 as if there were to be found in man's body certain correspondences a111dparallels, which should have respect to all varieties of things, as stars, plants, minerals, which are extant in the great J. M. López Piñero, "La introducción de la ciencia moderna en España", en Rev. de Occ., IV (1966), núm. 35, pág. 153, y "Galileo en la España del siglo XVII", en id., núm. 40, pág. 106; ambos trabajos son adelantos de un libro, Ciencia y medicina modernas en la España del siglo XVII, sin duda de la máxima importancia. 6 Za¡agoza no niega la influencia astral, pero sí le pone cautelosa sordina; y aun advierte: "no es cosa de mi asunto" (pág. 129). Compárense las supervivencias de nuestro tema en personalidades tan revolucionarias como Keplero, Harvey y Newton, apud M. H. Nicolson, The Breaking o/ Circle, págs. 131-134, 148-155. 1 Cf. M. H. Nicolson, ibid., pág. 9, n. 7, y G. P. Conger, op. cit., págs. 66-67. 8 Sin embargo, "el microcosmo de [los] alquimistas ... , nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo" (Jorge Luis Borges, El Aleph, Buenos Aires, 1962, 3 págs. 188-189), aunque imaginado según el modelo humano, no era propiamente el hombre: cf. J. R. de Luanco, La alquimia en España, Barcelona, 1889-1897, I, págs. 96, 121, 226 (sobre el influjo de Paracelso, 171 sigs.), y 11, pág. 190. 5

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español que tuvo uno) 10 y se alboroza ante la delicadísima anatomía de los insectos y la sorprendente existencia de los microbios. Sólo tras tan apasionante investigación, da por satisfecho el "asunto propuesto, descubriendo lo máximo en lo mínimo, el ente mayor de todos en los entes minutísimos, la infinita grandeza de Dios en esos átomos vivientes. Antes de que se inventase el microscopio, Dios, aunque invisible, se hacía visible en los entes visibles : 'lnvisibilia Dei, per ea, quae facta sunt, intellecta, conspiciuntur' [Romanos, 1, 20]. Después que se inventó el microscopio, se hizo aun más visible en los entes invisibles (quiero decir, en los que eran invisibles antes de la invención del microscopio)" (Ill, pág. 384 a). Para llegar a idéntico fin, el microscopio ha sustituido con ventaja al microcosmos. El microscopio, por otro lado, le dice más al Padre Maestro sobre el ser del hombre, que todo el rosario de lugares comunes de la antropología tradicional. La filosofía de las escuelas, cuya "física" era "pura metafísica" (según lamenta Feijoo, 1, pág. 80 a), había prestado escasa atención a la idea microcósmica (cf. arriba, págs. 151-153). No era ajena a ésta, sin embargo, su definición del hombre como "animal mortal racional" (cf. pág. 86). Y fray Benito no vacila en someterla a una crítica apretada y negativa (II, págs. 353-354). Mas, para dejar patente de una vez la debilidad de los viejos sistemas, no se le ocurre mejor procedimiento que proponer "la admirable fábrica del cuerpo humano ... a los ojos de un filósofo escolástico y de un anatómico científico" (111, pág. 462 b). El escolástico poco puede decir que no sea simple perogrullada: que el cuerpo "se nutre, luego tiene facultad nutritiva ; crece, luego tiene virtud aumentativa o acretiva ; se mueve, luego tiene facultad locomotiva, etc." (ibid.). Nada, en fin, que conduzca a ninguna parte. El "anatómico científico", en cambio, "éntrase... de golpe en los órganos, que es donde está todo el busilis ... Aquí es donde no da paso, al cual no encuentre alguna maravilla... En la contextura de cada una se van descubriendo piezas más y más 10

Vid. G. Marañón, Las ideas biológicas del Padre Feijoo, ahora reimpreso en la BAAEE, CXLI, pág. xxxv.

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sutiles, sin término, hasta que su extremada delicadeza se huye al examen de todo microscopio" (pág. 463 a). Y ahora sí empieza a saberse algo cierto sobre el hombre (y el Creador). Porque, "en hechos de anatomía, las observaciones modernas deben ser preferidas, con grandes ventajas, a las antiguas, ya porque hoy se cultiva con mucha mayor aplicación que en los siglos pasados esta parte de la física, ya por el grande auxilio del microscopio, de que los antiguos carecieron" (1, pág. 482 b). Infinidad de veces, desde Aristóteles, se había tomado el corazón por "principio del sentido y movimiento" (pág. 483 a), centro vital del ser humano. Pero la anatomía científica comprueba que semejante papel corresponde en realidad al cerebro. Y "de aquí se infiere que los atributos que vulgarmente dan al corazón, de 'fuente de la vida', 'sol del microcosmo', y otros semejantes, con que se quiere significar que es la pieza principalísima de la máquina animada, que con su movimiento alienta y hace jugar todas . las demás, son opuestas a la verdadera filosofía" (pág. 484 b). El razonamiento es muy característico. Feijoo no combate directamente la superstición microcósmica: le importa más socavar los cimientos que la apoyan, para que se derrumbe con el resto del edificio. A las definiciones incontrolables, Feijoo y su tiempo prefieren las descripciones de "la verdadera filosofía", 11 prestas a la confirmación empírica. Y, por supuesto, la definición del hombre como pequeño mundo no resiste ninguna suerte de verificación. El desdén con que el Padre Maestro alude al sintagma "sol del microcosmo" transparenta un juicio terminante sobre nuestro tema: para él, sería una pura metáfora, como lo era muchas de las nociones que lo apuntalaban. El paralelo de hombre y cosmos descansa, por ejemplo, en la creencia en un universo trabado por irremediables antipatías 11

"La descripción explica la cosa mostrando todos los caracteres y señales distintivos de ella, de modo que, en las ciencias naturales y en la historia y en la política, son mucho más a propósito las descripciones para mostrar las cosas que las definiciones", escribe Andrés Piquer, Lógica moderna, Valencia, 1747, págs. 190-191. Cf. A. Sanvisens Marfull, Un médico-filósofo español del siglo XVIII: el doctor Andrés Piquer, Barcelona, 1953, págs. 114-US; J. Sarrailh, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, trad. A. Alatorre, México, 1957, pág. 428. 18

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y simpatías, donde cada término de una relación analógica sufre la misma suerte de los restantes, a los que puede influir y por los que puede ser influido. La contemplación del curso sosegado de los astros, así, sosiega al espíritu (cf. págs. 176178) ; la lumbre de un "honesto amor" eleva hasta la luz "de la beldad divina" (cf. pág. 225), etc., etc. (hemos recogido múltiples afirmaciones de tal afinidad). Feijoo, claro está, no comulga con semejantes ruedas de molino. Y erran -adviertequienes aceptan "la misteriosa mixtura de las cosas elementales con las celestes... , cierta simbolización simpática entre algunas cosas elementales y los astros" (II, pág. 292 b); quienes "imaginan . . . una harmonía como mágica entre los cuerpos celestes y sublunares" (1, pág. 414 a). Pero concédaseles, por vía de argumento, que están en lo cierto : bastará una sencilla reflexión "para convencer de vanas todas las observaciones astrológicas que se hicieron en todos los pasados siglos. Y es que desde que se inventaron los telescopios se han descubierto tantas estrellas ... , que exceden en número a las que observaban los astrólogos anteriores ... La ignorancia de los astros nuevamente descubiertos traía consigo necesariamente la ignorancia de sus influjos ... Luego todas las observaciones astrológicas que se hicieron antes de la invención del telescopio fueron inútiles y vanas ... " (1, pág. 29 a). Por otro lado, "¿no es necedad que Aries domine en la cabeza, teniéndola demasiada, y Pisces en los pies, no teniéndolos?" (1, pág. 225 b) La tosca consecuencia de que, pues el carnero es cabezudo y los peces se parecen a los pies, los signos del Zodíaco tienen algún poder sobre los miembros resulta sencillamente disparatada. Se funda, en efecto, en una apreciación vulgar, lúcidamente denunciada por Andrés Piquer (a zaga, supongo, de Descartes): 12 "Suelen los hombres colocar bajo una misma especie las cosas que tienen entre sí semejanza ... , y por esto se gobiernan para atribuirlas unas mismas cualidades". 13 Y Feijoo no tolera tan torpe discurrir: "La verdad del caso es que ·'simpatía' y 'antipatía', 'amor y 'odio', y las 12 13

Cf.