El peligro de creer 9788415589273

Cómo los médiums, médicos alternativos y otros nos engañan, nos sacan el dinero y juegan con nuestros sentimientos y sal

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Spanish; Castilian Pages 224 [535] Year 2017

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El peligro de creer
 9788415589273

  • Commentary
  • Deinformación, Bulos, falsas creencias, medicinas alternativas, contra la razón y la ciencia

Table of contents :
Índice
Cubierta
Capítulo 1
Agradecimientos

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Índice Cubierta Capítulo 1 Agradecimientos

Ilustración de cubierta: Marta Bellvehí [martabellvehi.com] Fotografía del autor: Luisa Idoate Diseño de la publicación: Léeme Libros © Luis Alfonso Gámez 2015, de los textos © Jose A. Pérez Ledo 2015, de su prólogo © Léeme Libros 2015, de la presente edición Léeme www.leemelibros.com [email protected] Edición: Léeme Libros Corrección: Lorena López Maquetación: Rearview Mirror ISBN: 9788415589273 Materia: PDZ

. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970 / 932720447).

Lo maravilloso (Jose A. Pérez Ledo) Creer hace daño 1. Espíritus ante las cámaras Dios tiene voz de mujer Abuelos y minifaldas Cruzando al Más Allá «No pretendo convencer a los escépticos» 2. Juegos de niñas La sensación del vecindario «El amanecer de una nueva era» De Rochester al mundo «La mayor patraña del siglo» Un esqueleto en el sótano 3. Magos contra médiums Superpoderes en el laboratorio Dos hermanos en un armario El proyecto Alfa El novelista y el mago Un aristócrata con visión de rayos X «Quería creer» 4. «Gritaba, pero nadie me oía» Mesas giratorias Un juguete llamado güija Un caballo prodigioso La comunicación facilitada Detectores de bombas y zahorís 5. Adivina, adivinanza Nuestro destino, en las estrellas Amor y Zodiaco El influjo de la luna llena El brazo de la te ¡Conviértase en brujo! 6. Guais y orientales Un pato para salvarlos a todos

La memoria del agua ¡Que le corten la cabeza! No a las vacunas La nada mata El último error de Steve Jobs La tortura de Hércules Magia en los hospitales Tarta de manzana con estiércol 7. Las ondas del mal Tumores cerebrales y televisión ¿Matan los teléfonos móviles a las abejas? Epidemia fantasma Estudios y más estudios ¿Dónde están las pruebas? El negocio del miedo 8. Todas las mentiras conducen a la verdad

Agradecimientos Obras consultadas

Lo maravilloso Conocí a Luis Alfonso Gámez en el aeropuerto de Sevilla. «Qué raro que no hayáis coincidido antes –me dijo un amigo común– siendo los dos de Bilbao». Yo le expliqué que, a pesar de lo que se cuenta por ahí, no todos los de Bilbao nos conocemos. Gámez, así le llama todo el mundo, vestía de negro, con un abrigo largo casi hasta los pies. Le di la mano, me presenté, se presentó. Me dijo que había leído mi blog un par de veces. «Y yo el tuyo», respondí. «Me gusta mucho lo que haces, eso de desenmascarar mitos y pseudociencias». Sus ojos se iluminaron y aquel hombre de casi cincuenta años tuvo, de pronto, no más de diez. «¿Te interesa el escepticismo?», me preguntó, y yo dudé. Lo cierto es que, por entonces, no tenía del todo claro qué era eso del escepticismo, pero dije que sí, por supuesto, me encanta. No hizo falta más. «Acabo de escribir sobre el Apolo 11», me dijo. «¿Puedes creer que todavía haya gente que niega que llegásemos a la Luna? Hace dos días salía una cantante negándolo en Televisión Española. ¡En Televisión Española! ¿Cómo puede una televisión pública dar cabida a esas barbaridades? Decía que la bandera estadounidense ondea, y, claro, una bandera no puede ondear en la Luna. ¡Pero es que ni siquiera se había molestado en mirar la película original! No es tan difícil, basta con entrar en la web de la NASA y buscarla. Y no ondea, ¡la bandera no ondea! ¿Y eso de las estrellas? Dicen que todo está trucado porque no se ven las estrellas. ¿Pero es que esa gente no ha hecho una foto de noche en su vida? ¿En qué foto nocturna se ven las estrellas? No hace falta saber de óptica, creo yo, para darse cuenta de eso». Todo eso me lo dijo sin apenas respirar, con muchos aspavientos y con ese vozarrón que la naturaleza (no confundir con Dios) le ha dado. Los turistas nos miraban, preguntándose, supongo, qué demonios le pasaría a aquel tipo que con tal vehemencia defendía el honor de Neil Armstrong y Buzz Aldrin en pleno aeropuerto de Sevilla.

Han pasado seis años desde entonces. En este tiempo he compartido con Gámez un buen montón de cenas, cafés, cervezas y también un programa de televisión que trataba, precisamente, de aplicar una mirada escéptica a diversos temas científicos y pseudocientíficos. A su lado he aprendido que el escepticismo constituye la más valiosa herramienta para enfrentarse a la enorme cantidad de ruido de nuestro tiempo. Un punto de vista sustentado en un solo pilar: el pensamiento crítico. Es probable que usted ya sepa de lo que hablo y simpatice con la causa. Pero también es posible que no lo haga, o no lo tenga claro, y eso sería estupendo. Quizá consuma usted homeopatía o cualquier otra medicina alternativa. Es posible que alguna vez en su vida haya acudido a un tarotista o a un médium, sólo por probar. Si es así, le advierto de que este libro podría cambiarle la vida. No tiene por qué preocuparse, está usted en buenas manos. Gámez ha dedicado toda su carrera a la detección, investigación y denuncia de las más variadas falsedades. Su biblioteca al respecto es tan absurdamente voluminosa que, me consta, ha tenido que repartirla por las casas de varios amigos. Su conocimiento sobre los temas que trata aquí es apabullante. Y, sin embargo, este libro no apabulla. Al contrario: sorprende, atrapa, y le deja a uno hambriento de más páginas. Por desgracia para nosotros, a Gámez no le falta trabajo. Basta con echar un ojo a los medios de comunicación, verdaderos altavoces acríticos de superchería. Es tristemente habitual encontrarse con reportajes que presentan la homeopatía como medicina (no lo es) o la grafología como un método fiable para determinar la personalidad de un sujeto (tampoco). Eso por no hablar de los futurólogos que, cada madrugada, estafan impunemente a los incautos en las televisiones privadas. Con todo lo dicho podría pensarse que este libro trata de fraudes y estafadores. De personas que se aprovechan de la credulidad de otras para obtener un beneficio económico. Pero lo cierto es que El peligro de creer no trata de eso, sino justamente de lo contrario. Verá. Un día, tras una larga jornada de grabación, Gámez y yo entramos a un bar a reponer fuerzas. Mientras esperábamos a que

el camarero nos sirviera, Gámez me preguntó: – ¿Por qué crees que alguna gente sigue resistiéndose a admitir que llegamos a la Luna? – No lo sé –dije–. A lo mejor les gusta la idea de una gran conspiración. Ya sabes: gente rodando en un plató, con trajes de astronauta, naves de cartón y todo eso. Una gran farsa sostenida durante medio siglo. Si lo piensas, una conspiración a esa escala sería algo maravilloso. – ¡Pero haber llegado a la Luna –me respondió el hombre de diez años–, eso sí es maravilloso! Y justamente de eso trata este libro. De cómo la verdad es siempre más maravillosa que la más maravillosa de las fabulaciones. Jose A. Pérez Ledo Bilbao, abril de 2015

Creer hace daño Creer no hace daño a nadie. Es lo que suele decirse aunque, en realidad, sí que hace daño. Y mucho. Para empezar, quien pone su fe en afirmaciones sin base científica o racional se daña a sí mismo por el mero hecho de depositar la confianza en individuos que no hacen lo que aseguran hacer o en seres o fuerzas que no existen. Además –dejando a un lado los fanatismos religiosos, cuyas terribles consecuencias conocemos todos–, en muchas ocasiones la fe en lo extraordinario quebranta gravemente el bolsillo, la salud, a los seres queridos y hasta al conjunto de la sociedad. Este libro analiza los riesgos de fenómenos sociales contemporáneos que mucha gente considera inofensivos: la creencia en personas capaces de comunicarse con los muertos y con otros poderes sobrenaturales, la tecnofobia y el auge de las mal llamadas medicinas alternativas. Sondeos hechos en los últimos años apuntan que entre el 20% y el 25% de los españoles cree en la astrología, y algunos menos en el espiritismo y en los adivinos. Incluso entre los ateos, el destino está escrito en las estrellas para más del 15% y alrededor del 10% considera posible comunicarse con los muertos. Hablamos de millones de personas: gente que lee el horóscopo del periódico como si fuera el pronóstico del tiempo, va a la consulta del tarotista o médium como quien acude a la del psicólogo, y llama a los servicios telefónicos de videncia o a los espacios televisivos de adivinación y espiritismo como quien consulta al médico. El de los brujos es, sin duda, un gran negocio. Como lo es la denominada medicina alternativa. No hay barrio de cualquier gran ciudad española sin acupuntor, iridiólogo, homeópata, quiropráctico, reflexólogo, practicante del reiki o de cualquier otra terapia exótica, generalmente presentada como oriental y milenaria, aunque muchas veces no sea ni lo uno ni lo otro. La mayoría de las farmacias vende homeopatía, productos con presentaciones similares a las de los medicamentos, pero que no lo son porque no han demostrado efectividad alguna, para los cuales no es necesario receta y que, sin embargo, algunos médicos

recomiendan contra dolencias graves. Y un número creciente de padres opta por no vacunar a sus hijos porque no cree que las vacunas sirvan para algo; es más, muchos piensan que causan graves trastornos. Este último es, como veremos, el ejemplo más claro de colectivo social cuya superstición pone en peligro no sólo a sus hijos, sino también a mucha otra gente. Si alguna vez ha ojeado el horóscopo o –como yo– se ha quedado hipnotizado ante un adivino televisivo, si le sorprende que los espíritus transmitan a un médium intimidades tanto de personajes populares como de gente de la calle, si conoce a alguien con homeópata, quiropráctico o acupuntor de cabecera, encontrará en estas páginas respuestas a preguntas que seguramente se habrá hecho en alguna ocasión: ¿hay personas que ven el futuro?, ¿condicionan las estrellas nuestras vidas?, ¿es verdad que los muertos hablan con ciertos individuos?, ¿por qué las medicinas alternativas se llaman así?, ¿por qué la medicina pública no cubre tratamientos que a mucha gente parecen ir bien para superar enfermedades? Dar con las respuestas a esas preguntas exigirá, a veces, desviarnos de la ruta directa para comprender mejor el fenómeno del que hablemos, sus orígenes y realidad. Porque el objetivo último de este libro no es que usted crea lo que yo le cuente, sino que se pare a pensar y forme su propia opinión, y también que aprenda a ver más allá de lo que muchas veces vemos cuando nos enfrentamos a lo aparentemente extraordinario. Para eso, además de las fuentes que cito en cada capítulo –con la dirección de internet donde encontrarlas, si es el caso–, al final incluyo la lista de libros consultados para quien desee ir más allá. Empecé a interesarme por los misterios paranormales en la adolescencia, hace bastantes años. Al principio mi curiosidad se centró en las observaciones de platillos volantes. El fenómeno ovni todavía me apasiona, pero por razones distintas a las de los quince años. Entonces me intrigaba la causa física de las visiones de ovnis y creía que podía haber algo revolucionario detrás, incluidas –¡por qué no!– inteligencias no humanas. Ahora lo que me atrae son los orígenes culturales y la construcción del mito de los visitantes

extraterrestres. Una vez que los platillos volantes se cayeron de mi panteón de misterios, amplié poco a poco mi campo de intereses a otros enigmas paranormales e incluso a las llamadas terapias alternativas. El replicante Roy Batty dice en Blade runner (1982), poco antes de morir, que ha visto cosas que los humanos no creeríamos. Yo también he visto en casi cuatro décadas cosas increíbles. De algunas trata este libro.

Espíritus ante las cámaras Todos tememos a la muerte. Incluso aquéllos que creen en otra vida mejor después de ésta hacen todo lo posible por retrasar ese tránsito y sufren cuando pierden a un ser querido. Fuera de iglesias y mezquitas, nunca he estado rodeado de tantos creyentes declarados en la vida después de la muerte como el 25 de abril de 2012. Había anochecido y me encontraba a las puertas del Palacio de Congresos de Bilbao. A las 22 horas iba a asistir a una actuación de Anne Germain, la médium inglesa del programa Más allá de la vida de Telecinco. La entrada me había costado 80 euros y estaba nervioso, aunque por un motivo diferente al de las cerca de 300 personas que me iban a acompañar en la sala. Ellos esperaban que la vidente les pusiera en contacto con algún familiar muerto; yo me sentía como cuando, en mis tiempos de estudiante, de cara a un examen creía que me sabía la lección, pero temía que hubiera algún tema que se me hubiera pasado estudiar o quedarme en blanco. Había dudado mucho acerca de gastarme 80 euros en el espectáculo espiritista de Germain. La curiosidad periodística me incitaba a aprovechar que visitaba mi ciudad para presenciar su actuación en directo, pero lo que hace me parece tan repulsivo que engordar su cuenta corriente se situaba, para mí, en el límite de lo moralmente asumible. Hay dos tipos de personajes en el mundo de lo paranormal y la pseudociencia que me asquean: los que aseguran curar enfermedades por métodos de efectividad no demostrada y los que dicen comunicarse con los muertos. Curanderos –e incluyo en esta categoría a los llamados médicos alternativos– y médiums explotan el dolor físico y psíquico ajeno, esos momentos de debilidad que puede tener cualquiera cuando enferma, está al borde de la muerte o ha perdido a un ser querido y necesita consuelo. Todos sabemos, directa o indirectamente, lo vulnerables que podemos ser en esas situaciones. Al final, pudo el periodismo y allí estaba yo, a la entrada del Palacio Euskalduna, esperando a que saliera el público de la sesión anterior para acomodarme en la butaca 10 de la fila 10 de la sala A-1.

Hasta agosto de 2010 no había oído hablar de la médium inglesa, y eso que intento estar al día de la actualidad paranormal. Fue entonces cuando Telecinco la presentó como la estrella de un nuevo programa, Más allá de la vida, conducido por Jordi González. «Con ayuda de la prestigiosa médium Anne Germain, intentaremos poner en contacto a nuestros invitados con sus seres queridos», decía el anuncio que emitió la cadena en los días anteriores al estreno. La primera entrega la protagonizaron Jorge Cadaval –uno de Los Morancos–, Antonio Gala y Carmen Martínez-Bordiú, con desigual resultado. El humorista y la nietísima del dictador Francisco Franco se emocionaron, dando por hecho que quien hablaba por boca de la vidente eran algunos de sus parientes muertos. O fingiéndolo, porque los personajes populares que iban al programa de Telecinco cobraban entre 3.000 y 12.000 euros por prestarse al juego. A Martínez-Bordiu, la médium le transmitió mensajes de consuelo del espíritu de su hijo Francisco, muerto en accidente de tráfico en 1984 a los doce años. A Cadaval le impactó que su padre le dijera desde el Más Allá que estaba muy orgulloso de él, algo que a todo el mundo le gustaría escuchar de su progenitor. Pero lo del literato fue otro cantar. Las revelaciones de la vidente no le emocionaron. Gala pareció en todo momento receloso y, al final, sentenció visiblemente dolido: «Lo más hiriente, lo más hondo para mí, ha sido cómo ha contado Anne Germain, de una manera natural, que mi madre ha dicho, según ella: “¡Hijo, te amo!”». Y el presentador le cortó antes de que dejara en peor lugar a la vidente, ya que la relación entre el escritor y su madre no había sido la habitual entre madre e hijo, y los espíritus habían patinado. Jordi González había asegurado aquella noche a los telespectadores que la médium y su equipo podían haber buscado información de los invitados famosos en la hemeroteca, para que ella se la devolviera luego como proporcionada por los espíritus, pero que no lo habían hecho. Que la vidente de Telecinco iba a recurrir a toda la documentación terrenal a su alcance estaba claro desde el primer momento. Por mucho que el presentador intentara convencernos de lo contrario, una vez vista la primera entrega, parecía claro que las revelaciones de los muertos a Germain sobre

los personajes populares eran una mezcla de material procedente de la prensa rosa, generalidades y cosas que sus interlocutores le contaban ante las cámaras. En octubre de 2012, el diario El Mundo publicó unos documentos, filtrados por un extrabajador del programa, que demostraban que, además, el equipo de la médium obtenía información de los famosos en entrevistas previas1. «Murió hace siete años de una hemorragia cerebral. Tenía 40 años. Fue repentino y devastador», se contaba de una hermana del bailaor Antonio Canales en el informe sobre éste, donde también se indicaba la inclinación del artista por la alfarería. En el de Leandro de Borbón, hijo ilegítimo Alfonso XIII y la actriz Carmen Ruiz Moragas, se recogía que su madre le leía poesías. «No hay un solo famoso que haya visitado el programa que no haya sido sometido a investigación», escribía la periodista Ana María Ortiz en El Mundo. Cuanto más detallado era el informe, más acertadas eran las revelaciones de los espíritus a través de la médium, que, por supuesto, hacían en gran parte referencia a la información facilitada antes por los propios invitados. Pero ¿qué ocurría si alguien se cerraba en banda en las entrevistas previas? Pasó una vez. «Es el único de todos los invitados que he conocido que no me ha dado ningún detalle. No los he obtenido después de arduas investigaciones», reconocía el autor del informe sobre el actor y director de cine Santiago Segura. Tras su cara a cara con la vidente en el plató, cuando González le pidió que se pronunciara sobre las habilidades de Germain, Segura soltó su bomba. «¿Te soy sincero? Lo he pasado muy mal y me he angustiado mucho porque, de verdad, quería sorprenderme. No quiero ser el desgraciado que tiene que decir que el Ratoncito Pérez no existe. Además, todo el mundo me ha hablado muy bien de Anne Germain. Pero es que no ha dado ni una». Y añadió: «Ha dicho que cantaba por la casa, y mi madre no cantaba por la casa. Es que decía cosas que me acercaban, pero otras que me alejaban. Pero es que, por desgracia, yo soy un tío bastante racional y analítico, y las que me acercaban las diría cualquier madre. ¡Qué madre iba a querer que su hijo tuviera estos pelos absurdos!». Muchas madres

han guardado en su momento los dientes de leche de sus hijos, y la médium de Telecinco colocaba los del actor en una cajita cuando él sólo tenía constancia de un diente envuelto en papel de plata, que se perdió. «A tu padre le gusta mover la cartera y también le gusta mover tus llaves», le dijo otro día Germain a un más que impresionable Kiko Rivera. Y el hijo de Paquirri y la tonadillera Isabel Pantoja se emocionó, o lo simuló. ¡Cómo si fuera algo extraordinario que uno extraviara en casa las llaves, la cartera o el móvil!

1. Dios tiene voz de mujer Seis meses antes de las revelaciones de El Mundo, sentado entre el público en el Palacio Euskalduna de Bilbao, quería ver si era capaz de detectar sus trucos. Mi mayor temor era que la médium tuviera infiltrados entre los espectadores y un pequeño auricular por el cual le transmitieran información de los asistentes más extravertidos o a los que hubieran sonsacado antes de entrar en la sala. ¿Por qué? Porque sabía que otros presuntos dotados recurren desde hace décadas a ese método. Lamentablemente, yo no disponía de medios técnicos para detectar emisiones de radio, como hizo en 1986 el ilusionista James Randi con el telepredicador Peter Popoff, así que, si la médium de Telecinco recurría a esa argucia, estaba vendido. El Asombroso Randi fue en su juventud escapista y a los 24 años batió, el 7 de febrero de 1956, el récord de Harry Houdini de permanencia dentro de un ataúd metálico bajo el agua. Aguantó 107 minutos, frente a 93 de Houdini. Él siempre ha dicho que hay que tener en cuenta que jugó con ventaja: cuando superó la marca, era más joven que Houdini cuando la estableció. Como la mayoría de los ilusionistas, mientras estuvo en activo, Randi conoció a mucha gente convencida de que hay individuos con poderes extraordinarios. «Cuando actuaba como mago, había espectadores que me decían que habían consultado a adivinos. Yo les intentaba explicar que no había nada prodigioso en lo que habían vivido, que todo eran trucos; pero estaban enfermos, necesitaban creer en lo sobrenatural. En aquella época no me dedicaba profesionalmente a destapar fraudes. En un momento dado, decidí que, cuando cumpliera 60 años, me retiraría de los escenarios y me dedicaría a eso y a dar conferencias», me contaba en mayo de 2012 durante una visita a Bilbao2. El reverendo evangelista Peter Popoff recorría a mediados de los años 80 Estados Unidos predicando la palabra de Dios y haciendo

curaciones milagrosas. Las más espectaculares podían verse después en su programa de televisión, que emitían canales cristianos de todo el país. Aseguraba que era capaz de curar cualquier mal por la gracia de Dios y lo demostraba en grandes salas de conferencias llenas de enfermos rebosantes de fe. Siempre hacía lo mismo. Decía el nombre de alguien del público a quien no había visto antes, y adivinaba dónde vivía y qué mal padecía. El espectador, sorprendido, se acercaba hasta él, o viceversa, y el predicador le sanaba entre aplausos y aleluyas. «El efecto de Popoff sobre sus seguidores era tal que en varias ocasiones pidió al público que se librara del Diablo tirando sus medicinas al escenario. Docenas de personas se acercaban y lanzaban sus botes al estrado. Digitalis –un fármaco para el corazón–, tabletas de nitroglicerina, medicamentos contra la diabetes y muchas píldoras no identificadas eran despreciadas por personas que podrían necesitarlas para seguir con vida», destacaba en 1987 el neurocientífico Al Seckel3. El 23 de febrero de 1986, el telepredicador actuaba en el Auditorio Cívico de San Francisco. Randi y un joven mago, Steve Shaw, habían asistido a varias demostraciones previas de Popoff mezclados entre el público. Habían detectado la presencia de un pequeño auricular en el oído izquierdo del reverendo y sospechaban que recibía a través de él toda la información sobre los enfermos a los que simulaba curar por intercesión divina. Se propusieron probarlo y, además, demostrar que llegado el caso el predicador era capaz de sanar a alguien de una enfermedad que no sufría ni podía sufrir. Para ello, montaron una compleja operación que involucró a miembros de varias organizaciones racionalistas estadounidenses durante semanas. Como los cómplices de Popoff exigían a los asistentes que respondieran a cuestionarios o rellenaran tarjetas con sus datos antes del espectáculo, Randi pidió a los escépticos infiltrados entre el público de diferentes ciudades que facilitaran datos distintos para cada uno de esos dos tipos de posibles fuentes de información, para saber a cuál recurría Popoff más frecuentemente. «Algunos críticos

pusieron reparos a este plan, diciendo que parecía que sólo queríamos poner trabas a los métodos de los sanadores por la fe, pero no es así. Nuestro objetivo era demostrar, más allá de toda duda, que los sanadores por la fe no reciben información del cielo, sino de encuestas hechas entre la audiencia», explica Randi en su libro The faith healers [Los sanadores por la fe]4. Además de los enfermos ficticios entre el público y de Shaw, el mago echó mano de su colega Robert Steiner y de Alec Jason, un especialista en electrónica. Un día antes de la actuación de Popoff en San Francisco, Jason se acercó hasta el auditorio con un escáner para registrar todas las emisiones de radio que había en aquel momento. A la noche siguiente, con el predicador ya en el escenario, volvió con el escáner conectado a un ordenador a través del cual ordenó al detector de frecuencias que ignorara todas las captadas el día anterior. «Casi inmediatamente, el equipo se paró en los 39.170 megahercios, y Jason le hizo a Steiner el signo del pulgar hacia arriba», recuerda Randi5. Las primeras palabras que oyeron y grabaron de Elizabeth Popoff, la mujer del reverendo, fueron: «Hola, Petey. Te quiero. Te estoy hablando. ¿Puedes oírme? Si no puedes, tienes un problema porque estoy hablando». En 2012, el cineasta español Rodrigo Cortés copió esa escena y se apropió de las palabras de la esposa del telepredicador en la película Luces rojas sin mencionar en los créditos a Randi, con quien ni siquiera contactó6. En la película de Cortés, Popoff es rebautizado como Leonardo Palladino – interpretado por Leonardo Sbaraglia– y Randi como Margaret Matheson, psicóloga a la que da vida Sigourney Weaver. Su esposa le chivaba a Popoff, por ejemplo, que alguien situado a su izquierda, a pesar de estar en silla de ruedas, podía dar unos pasos. Entonces, él voceaba el nombre del enfermo y lo que le pasaba, se acercaba al hombre, le daba un golpe en la frente con la palma de una mano y gritaba: «¡Levántate! ¡Dios te ama!». El enfermo se ponía en pie, la multitud estallaba en aplausos, muchos lloraban... Y las cámaras del programa de televisión de Popoff cambiaban de objetivo rápidamente antes de que el enfermo cayera

rendido en la silla. El evangelista simulaba curar lo mismo un cáncer de estómago que el alcoholismo. Randi y sus colaboradores no sólo consiguieron grabaciones de la mujer de Popoff diciéndole por radio cómo se llamaba cada enfermo, dónde vivía, el mal que sufría y otros detalles incluidos en la ficha que la víctima había rellenado antes, sino que también lograron que el telepredicador sanara a una misma persona de varios males que no padecía. El gran aliado en esta empresa fue Don Henvick, un cartero. «Antes de que acabara nuestra investigación, Don Henvick fue curado por cuatro sanadores, en seis ciudades, de seis enfermedades diferentes, bajo seis nombres diferentes y dos sexos. Créanme, como Bernice [una de sus identidades femeninas], Henvick no es una belleza. Durante esta campaña, se sometió a asombrosos cambios. Se afeitó la barba y luego la mayoría del cabello, se tiñó una franja de pelo gris, llevó gruesas gafas, anduvo con muletas, hizo dieta y perdió 18 kilos, usó pelucas y disfraces divertidos... Todo por la causa. Por esos medios demostró que muchos sanadores por la fe –Popoff, entre ellos– obtenían la información mediante subterfugios y la presentaban luego como si procediera de Dios», explica Randi7. En San Francisco, Popoff curó a Tom Hendrys de alcoholismo; en Anaheim, a Virgil Jorgenson de artritis; y, en Detroit, a Bernice Manicoff de un cáncer de útero que la había dejado en silla de ruedas dos años antes, lo que hizo que la mujer se pusiera en pie entre aleluyas del público. Los tres enfermos eran la misma persona: Don Henvick. Las conversaciones grabadas entre el revendo y su esposa eran del tipo de: – Virgil Jorgenson. Virgil –le chivaba Elizabeth Popoff a su marido a través del auricular. – ¡Virgil! –decía él en voz alta ante el auditorio. – Jorgenson –recalcaba ella. – ¿Es Jorgenson? –preguntaba el telepredicador al público. – Por la parte de atrás. Sufre artritis en las rodillas. Tiene un bastón. – ¿Quién es Virgil?

– Tiene un bastón. – ¿Estás listo para que Dios te cure esas rodillas?–le dice al hombre. – Tiene artritis. También está rezando por su hermana, que está en Suecia. – ¡Oh! ¡Gloria a Dios! Te diré que Dios va a tocar a esa hermana que tienes en Suecia8. Randi destapó el fraude de Popoff el 22 de abril de 1986 en The Tonight Show, el programa de Johnny Carson en la NBC, en el que ya, en 1973, había dejado claro que Uri Geller carecía de poderes sobrenaturales y recurría a trucos de ilusionismo para doblar cucharas y otros prodigios. Millones de personas vieron 60 segundos de la actuación del predicador tal como se había emitido en su programa de televisión y, luego, con el audio captado por el equipo de Alec Jason. Poco después, Popoff se declaró en bancarrota, pero enseguida volvió a las andadas y ahora le va muy bien. «Sólo cambió el nombre de su ministerio, pero sigue haciendo lo mismo, simulando curar a la gente con el poder divino», lamenta Randi9. El televangelista tiene, entre otras cosas, una lujosa mansión y un caro deportivo gracias a los millones de dólares –más de 23, sólo en 2005– que recibe en donativos de gente desesperada que confía en sus inexistentes milagros. No hay datos económicos de sus ingresos de años posteriores porque Popoff convirtió su empresa en una organización religiosa, libre, por tanto, de impuestos.

2. Abuelos y minifaldas Anne Germain no recurre en sus actuaciones a nadie que le diga al oído nada sobre sus víctimas. Antes de ir a su espectáculo en Bilbao, creía que podía utilizar en el teatro ese tipo de ayuda. Al ver en directo a la médium de Telecinco, comprobé que sus trucos son tan burdos que no necesita que le cuenten nada por un auricular. En esencia, pone en práctica la lectura fría, una técnica que conocen muy bien los mentalistas, ilusionistas expertos en simular poderes como la telepatía, la telequinesia, la adivinación del futuro y la comunicación con los muertos. La lectura fría permite hacer creer a un individuo que uno sabe de él algo que en realidad no sabe, a partir de lo que él mismo dice, de su aspecto y reacciones, y de generalizaciones que encajan como anillo al dedo en la inmensa mayoría de la gente. «Para tener éxito con la lectura fría, todo lo que usted necesita hacer es contar a la gente que es humana –todos somos más iguales que diferentes– e incorporar lo que ellos le cuentan, verbal o no verbalmente, a su discurso como si fuera parte de la revelación», explica la divulgadora científica australiana Lynne Kelly en The skeptic’s guide to the paranormal [La guía de lo paranormal del escéptico]10. Como todos sus colegas, la médium inglesa tiene a su favor un público entregado que, ante todo, quiere creer. Eso me quedó claro en cuanto vi que, antes de que saliera al escenario en Bilbao, había gente en el patio de butacas que ya estaba llorando. Los diez primeros minutos de la función son una bienvenida del presentador de televisión César Heinrich. Dice que es nuestro anfitrión y nos explica que no vamos a asistir a un espectáculo, sino que vamos «a vivir una experiencia». Somos unas 300 personas; la mayoría, mujeres. «Lo que van a sentir hoy aquí va a ser algo único, irrepetible», promete. Luego, proyectan en la pantalla una breve hagiografía de Anne Germain. Inmediatamente después, ella entra por una puerta lateral de la sala e inicia el recorrido hasta el

escenario por el pasillo central del brazo de Heinrich. ¡Comienza el espectáculo! El público aplaude, se levanta, llora. La ovación llega a ser atronadora, y Germain todavía no ha abierto la boca. Estoy rodeado de creyentes y me siento un bicho raro. En la pantalla gigante, en las imágenes del público que recogen varias cámaras de televisión, destaca una joven con un osito de peluche en brazos que llora desconsolada. Está en primera fila. La vidente sube al escenario. Derrocha cercanía. Asegura que ella es para los espíritus «como un teléfono y que, al igual que ocurre con los teléfonos, a veces hay algún cable cruzado». Explica que pueden registrarse interferencias desde el Más Allá y hacer que ella transmita como procedente de un espíritu un mensaje que, en realidad, es mezcla de lo que dicen varios. Pide a los presentes paciencia, que no lleguemos a conclusiones precipitadas, que abramos nuestros corazones a más de un espíritu «porque, en muchas ocasiones, una presencia se acerca con otra». Vamos, que los espíritus hacen viaje en grupo. «Si conecto con vosotros y no entendéis el mensaje, no digáis que no inmediatamente. Dadme tiempo para conectar con la persona. Tengo que ir haciendo preguntas. ¿De acuerdo?». Dice que puede recibir un mensaje para una persona que contenga, a su vez, otro para otra. Explica que, a veces, puede imitar en sus movimientos a los muertos «hasta cierto punto». Y añade que, si cualquiera cree que el mensaje que escucha es para él, se considere destinatario del mismo porque – repite– puede estar recibiendo mensajes de más de un espíritu, aunque los presente como de uno solo. El discurso es perfecto: garantiza que ella nunca falla. La introducción acaba con la médium advirtiéndonos de que la sala está llena de espíritus, familiares de los asistentes, que ella ve, pero nosotros no. Nos anima a saludar a esas entidades del otro lado levantando los brazos y agitándolos con las manos abiertas, girando el cuerpo hacia todos lados porque las presencias están por todas partes. Unos segundos después, el público, entusiasmado, agita los brazos al aire girándose hacia un lado y otro, saludando a los espíritus. Es increíble. Y preocupante. Da miedo que un burdo estafador maneje tan fácilmente a adultos educados.

Es mejor el preámbulo que la actuación propiamente dicha. Una vez que Germain empieza a conectar con el Más Allá, al escéptico no le sorprende nada, excepto la infinita credulidad de la gente. La médium dice generalidades que repite descaradamente con sus diferentes víctimas, hace que le cuenten cosas y se confunde mucho, pero no importa. Nadie se para a pensar; no han pagado para eso. Lo han hecho para creer que van a hablar con su abuelo, su madre o el hijo que perdieron. Y para llorar, para llorar mucho. La médium lo sabe, y el anfitrión también. Los elegidos no suben al escenario. Heinrich pasea por el patio de butacas con el micrófono y hace que se pongan de pie. Si habla con una pareja que se presenta como tal –no como un matrimonio o como novios–, en un momento dado de la conversación Germain les dice que su abuelo, o quien toque, le cuenta que hace tiempo que piensan en regularizar la situación. Lo dijo dos veces en la sesión a la que asistí. La primera le salió mal: la pareja negó que pensara casarse ni firmar papel alguno. Entonces, la vidente cambió automáticamente de tema. La segunda pareja asintió, lloró y se dio el sí, quiero ante la médium mientras sus rostros se proyectaban en la pantalla gigante. Al día siguiente supe que él era Luis Hermosa, concejal del PP de Bilbao, y ella la cantante Susan Laster, que en la actualidad se presenta en Twitter como coach y maestra de reiki. Nada más levantarse de su butaca, el político conservador, de traje, indicó que había ido al teatro con su pareja, usando esa palabra y no otra. Germain aseguró entonces que veía el espíritu de una mujer mayor cerca de él. «Parece muy maternal. Parece una madre, una abuela», especuló. «Mi abuela», confirmó Hermosa. «Tu abuela –le dijo al concejal– opina que la falda de tu pareja es un poquito demasiado corta. Preferiría que cubriera sus rodillas». Acto seguido, se dirigió a la cantante y le señaló que veía a su lado «una figura paternal». «Mi abuelo», apuntó la mujer. Después de informar a Laster de que a su abuelo muerto le gustaba su novio, destacó que los dos espíritus coincidían en que la pareja llevaba tiempo hablando de casarse –ellos asintieron mediante gestos– y que había llegado el momento de que diera ese paso. «Sí», replicó el concejal

bilbaíno desde el patio de butacas. Él y su novia tenían ya los ojos húmedos, estaban emocionados. La escena acabó como tenía que ser: los dos mirándose y asintiendo con la cabeza, con su imagen proyectada en la gran pantalla de la sala como si se tratara de un almibarado final de película. Cuando en mayo de 1988 se supo que Ronald y Nancy Reagan consultaban a la astróloga Joan Quigley y que los consejos de ésta llegaron a influir en la agenda del entonces inquilino de la Casa Blanca, a muchos les pareció una excentricidad propia de los yanquis. «El modelo de clase política norteamericana, por oposición a lo que ocurre en Europa, es pródigo en ejemplos de hombres poco cultos, escasamente o en absoluto interesados por el mundo más allá de sus fronteras y con una formación técnica no siempre brillante», sentenció un editorial de El País11. Cuatro días después, el mismo diario publicaba un reportaje según el cual destacados políticos vascos y navarros tenían como consejera a Maritxu Güller, la bruja buena del monte Ulia, en San Sebastián. ¿Nombres? Entre otros, el político franquista José María de Areilza, el nacionalista vasco Carlos Garaikoetxea, los socialistas Juan María Bandrés, Txiki Benegas, Gabriel Urralburu y Enrique Múgica, quien dos meses después sería nombrado ministro de Justicia12. «Yo no creo en las brujas; creo en Maritxu», decía Benegas, quien recordaba que la adivina le había dicho de niño que sería ministro, lo mismo que le vaticinó a Areilza y vaya usted a saber a cuántos niños más. Ya ven, de derechas e izquierdas, nacionalistas y no nacionalistas; todos unos crédulos de tomo y lomo. No es de extrañar que en la España del siglo XXI haya políticos, como el bilbaíno Luis Hermosa, que den pasos vitales porque se lo sugieren sus parientes muertos. Bueno, eso creen ellos. Los mensajes que lanza Germain desde el escenario son todos del estilo de: «Mamá te quiere mucho»; «Eras la niña de los ojos de papá»; «Tu abuelo dice que cada vez te pareces más a tu madre»… Se repiten en diferentes variantes a lo largo de la sesión. Así, la médium informa a varias mujeres jóvenes de que a sus respectivos abuelos les parece que visten faldas demasiado cortas. ¿A qué

abuelo le parece apropiada la vestimenta de una nieta? La gente traga. La vidente acierta con generalidades o cuando pregunta y, si mete la pata, cambia de tercio sin que pase nada. Esta técnica – unida a una cuidada edición– la usaba también en Telecinco para impresionar al público y al famoso de turno. La joven del osito de peluche acaba siendo, cómo no, una de las elegidas. La médium conecta con un niño. «¡Mi mamá! ¡Mi mamá! ¡Quiero a mi mamá!», dice con voz infantil dirigiéndose a la chica y caminando por el escenario como si fuera un niño pequeño. «Quizá se trate de dos niños de dos familias distintas; pero que han ido al mundo espiritual a la vez», puntualiza. La muchacha llora. «¡Es mi mamá! ¡Quiero a mi mamá», repite la vidente, que añade, acto seguido, que, si no se trata de un niño pequeño, es alguien que llamó a su madre «en el momento de partir». Sigue hablando de «una presencia con el comportamiento típico de un niño que no puede estarse quieto» y dice a la muchacha que siente que ella y sus acompañantes, dos tías, eran como madres para el niño. Todo se va aparentemente al traste cuando, tras más de cinco minutos en los que Germain habla continuamente de un niño o un adolescente, la joven del peluche asegura que reconoce en el espíritu a su padre muerto. ¿Qué hace entonces la médium? Ni se inmuta. Explica que todo es muy confuso para ella porque está hablando con un niño, y la joven del peluche soluciona el entuerto: «Ella perdió un bebé», dice indicando a una de sus tías. Ya está, problema resuelto: la espiritista sentencia que ha conectado con el feto abortado y se queda tan ancha. ¿Pero no estaba la chica convencida de que era su padre? Asistir a una actuación de Anne Germain es una fantástica clase práctica de pensamiento crítico. Conoces la teoría del efecto Forer – la tendencia a asumir como dirigidas a uno descripciones tan generales que pueden encajar con cualquiera– y la lectura fría, y las has visto en la práctica en la tele, pero en la pequeña pantalla existe el montaje –que elimina fragmentos poco interesantes para el telespectador– y mantienes un cierto distanciamiento con las víctimas. En el teatro, te rodean, ves que se trata personas normales –como tus compañeros de trabajo, parientes, amigos o tú

mismo– y asistes al espectáculo como uno más, pero de un modo diferente. Los seguidores de la médium se quedan en la superficie, no profundizan en lo que les cuenta ni en cómo se lo cuenta. Estoy entre ellos, pero mentalmente aislado, como si viera todo desde fuera, como cuando asisto a un oficio religioso. La gente sufre muchísimo. Se ve en sus rostros; se percibe en su voz y en su lenguaje corporal. Ansían conectar con sus seres queridos muertos. Si creen conseguirlo, se derrumban y lloran a mares. La médium sonríe, les sonsaca todo lo que puede y recurre a tópicos y mentiras. Heinrich ofrece a cada víctima el micrófono y un paquete de pañuelos de papel. Los cámaras graban primerísimos planos de rostros llorosos que se proyectan en la pantalla gigante y en el monitor que tiene la médium en el escenario, a sus pies, para ver las reacciones de sus interlocutores más lejanos en el patio de butacas. Es un espectáculo obsceno. Es todo tan descaradamente fraudulento que en varios momentos me dan ganas de levantarme y gritar a los asistentes: «¡Cómo podéis ser tan ingenuos! ¡Os están engañando!». Me quedo sentado, en silencio. He pagado la entrada y quiero vivir la experiencia hasta el final para luego contarla. A fin de cuentas, ningún medio de comunicación español se ha dignado a hacerlo antes que yo. Creo que es lo mejor, como antes he pensado que lo era engordar la cuenta corriente de la médium y sus patrocinadores, a pesar de que me repugna lo que hacen, para asistir a una sesión de espiritismo como si fuera un creyente más. Pasa la medianoche cuando todo acaba y salgo del teatro alucinado. No puedo evitar pensar que mis acompañantes en el patio de butacas son ciudadanos adultos, con derecho a voto. «Desmontando a la médium farsante», decía El Mundo en su primera página el 7 de octubre de 2012. ¿Cómo que médium farsante? ¿Es que hay algún médium, vidente o adivino auténtico? ¿Es por eso que tuvieron que pasar más de dos años antes de que un gran diario español revelara lo obvio, que el espectáculo televisivo y la actuación teatral de la vidente de Telecinco eran sendos fraudes? Ya en el verano de 2010 denunciamos el engaño en nuestros respectivos blogs los periodistas Mauricio-José

Schwarz, Javier Cavanilles y yo mismo. «Anne Germain utiliza el bien conocido truco de la lectura en frío y la pesca de datos», escribía Schwarz13. «La verdad es que sólo se me ocurren dos explicaciones posibles [para lo que hace Germain]. La primera: Anne tiene unos poderes que nadie entiende, pero permiten zanjar la polémica sobre si hay vida después de la muerte. La segunda: los guionistas se han leído un par de revistas del corazón, le pasan los datos, y ella simula que los va descubriendo», apuntaba Cavanilles14. «Los trucos son tan burdos, el fraude es tan evidente, que hasta han sido revelados recientemente en una serie de ficción, Leverage, durante un episodio, The future job, que se centra en el desenmascaramiento de un médium», añadía yo15.

3. Cruzando al Más Allá Cuando la médium inglesa debutó en España, las tretas de los espiritistas televisivos eran ya de sobra conocidas. Consisten en hacer uso de la lectura fría y, en algunos casos, documentarse previamente acerca del sujeto, bien con topos mezclados entre el público, bien en la hemeroteca si se trata de un famoso. La primera técnica es la que empleaba Anne Germain en su gira teatral y cuando hablaba con el público de Más allá de la vida. Al primero que vi practicarla en la televisión fue a John Edward, un espiritista estadounidense cuyos trucos reveló el divulgador científico Michael Shermer en la revista Scientific American en 200116. Tengo grabados varios programas de su serie Cruzando al Más Allá y empleo fragmentos en mis charlas para que público de todas las edades detecte por su cuenta el engaño. Topé con Edward y su Cruzando al Más Allá en enero de 2005. Lo emitía en español el canal People+Arts, y me enganché al espectáculo. No pude evitarlo. Cada segundo que pasaba me parecía más increíble lo que veía y oía, y más sorprendente el éxito que tiene en Estados Unidos. Mucho antes de Germain, Edward ya simulaba comunicarse con los muertos en un plató de televisión ante un público devoto que se emocionaba y rompía a llorar cuando

transmitía los supuestos mensajes de los difuntos. El típico diálogo del dotado con sus seguidores era el siguiente: – Hay una referencia en la familia a un payaso o a alguien vestido de payaso –dice Edward mirando al público, a la espera de que alguien se dé por aludido. – Tengo un sobrino que se vistió de payaso para Halloween y para su cumpleaños, y vino a enseñárselo a los niños –comenta una mujer. – ¡Vale! ¿Aún está aquí? ¿Murió? – Sí. – ¡Vale! Creo que esto es para usted –concluye el médium en referencia al mensaje que presuntamente está recibiendo del Más Allá–. ¿Quién es la mujer que falleció por cáncer de pulmón o pecho? – Mi hermana. – ¡Vale! ¿El marido también está aquí? – No; era soltera. – ¿Su marido ha fallecido? – Sí. – Porque me dice que está con el marido. ¡Bien! Hay una conexión con el marido. Tengo que identificar a Frank o Fran… Edward pregunta y pregunta, cubriendo todas las posibilidades –«¿Aún está aquí? ¿Murió?»–, pasa rápido sobre los errores –la soltería de la hermana–, se aprovecha de la información que le da su interlocutor cuando le pregunta directamente –«¿Su marido ha fallecido?»– y sigue con generalidades con las que cualquiera puede identificarse. Así, lanza al auditorio, compuesto por alrededor de un centenar de personas, preguntas tan concretas como si alguien conoce a una Ellen o le interroga a una mujer sobre si le dice algo una A como inicial de un conocido. Conocido quiere decir desde el marido hasta el portero de la finca de un tío abuelo, y puede estar en el estudio o no, vivo o muerto hace tiempo. Así es imposible fallar. Basta ver un episodio de Cruzando al Más Allá para detectar las trampas, las mismas que practican todos los adivinos, desde al que consultan reyes y magnates hasta el de un canal de televisión local.

Edward usa un cóctel de lectura fría y generalizaciones. Esto último lo hacen a diario los fabricantes de horóscopos de prensa, radio y televisión. Siempre es la misma estafa, el mismo engaño. Ofrecen como personalizadas predicciones que se adaptan a cualquiera con frases como: «La relación de pareja necesita más intimidad»; «No tome decisiones económicas a la ligera»; «Ser perfeccionista le llevará a mejorar en su trabajo»; «No haga sufrir a los demás innecesariamente»; «Le vendría bien frecuentar un poco más a sus amigos»; «No a las dietas por su cuenta, consulte a un especialista»…17 Es el efecto Forer. En 1948, el psicólogo estadounidense Bertram Forer (1914-2000) hizo un test a sus alumnos y luego, a partir de los resultados, entregó a cada uno una descripción de su personalidad y le pidió que puntuara su grado de identificación con el texto de 0 (nada) a 5 (total). De 39 estudiantes, 25 concedieron al perfil psicológico un 4 y trece, un 5. La nota más baja fue un 3. De las trece afirmaciones que contenía cada descripción, la mayoría consideró acertadas entre 8 y 13, y sólo uno 5. «Los datos demostraron claramente que el grupo había sido engañado», sentenciaba Forer un año después en el Journal of Abnormal and Social Psychology18. Se la había dado con queso a sus alumnos. Todas las descripciones eran la misma, como pudieron comprobar después de haber calificado cada uno su perfil personal. La descripción comodín la había construido Forer con frases tomadas de un libro de astrología. El experimento se ha repetido desde entonces en numerosas ocasiones, siempre con los mismos resultados. Da igual la edad, el sexo, la educación, la clase social y las creencias del individuo: los seres humanos tendemos a identificarnos con una descripción en la que encajaría cualquiera si nos dicen que el análisis ha sido personalizado. Como puede comprobarse en el diálogo anterior de Cruzando al Más Allá, Edward hace un gran número de afirmaciones y preguntas en muy poco tiempo. Shermer ha llegado a contar casi una por segundo durante el primer minuto de un episodio del programa. «Piensen en ello: en un minuto Edward dispara sesenta nombres, colores, fechas, enfermedades, condiciones, situaciones, parientes y

otros. Va tan rápido que tienes que parar la cinta, rebobinar y volver a escucharlo para poder seguirle», indica el director de la revista Skeptic. A la hora de ver las seis entregas que tengo grabadas de Cruzando al Más Allá, he hecho en muchas ocasiones lo que dice Shermer. Es la mejor manera de comprobar que el dotado acierta muy poco y que la mayor parte de las veces es la gente la que le da información de la que luego él se apropia. Una escena de la serie de animación Padre de familia, en la que el patán de Peter Griffin asiste al programa de Edward, retrata fielmente lo que pasa en Cruzando al Más Allá y otros espacios parecidos: – Siento una A. ¿Su nombre empieza por A? –dice Edward mirando a Griffin. – No –responde éste. – ¿Por B? – No. – ¿C? ¿D? ¿E? ¿F? ¿G? ¿H? ¿I? ¿J? ¿K? ¿L? ¿M? ¿N? ¿Ñ? ¿O? ¿P? – ¡Peter! ¡Me llamo Peter! –salta del asiento un entusiasmado Griffin. – ¿Se llama Peter? – ¡Jo, usted como brujo es el no va más!19 El éxito de Edward no se basa únicamente en la lectura fría y las generalizaciones, ya que tampoco es cierta la sentencia con la que se abría cada entrega de Cruzando al Más Allá: «Lo que están a punto de ver es real. John Edward no conoce ningún dato sobre las personas con las que va a conversar». El periodista científico Leon Jaroff, fundador de la revista Discover y miembro del Comité para la Investigación Escéptica (CSI)020 se hizo eco en marzo de 2001 en un artículo en la revista Time del testimonio de un hombre, Michael O’Neill, que asistió a una grabación y comprobó que, durante la larga espera antes de entrar en el estudio, los ayudantes del médium se mezclaban con los invitados, conversaban con ellos y les hacían rellenar tarjetas con su nombre y árbol genealógico. Según O’Neill, en contra de lo que parece en la tele, el programa tiene

además una concienzuda labor de edición gracias a la cual se eliminan muchos fallos de Edward y se presentan como aciertos videncias que no lo son. El presunto dotado también fue cazado en 2001 en Dateline, un espacio periodístico de la NBC, intentando colarle a un miembro del equipo como un mensaje de ultratumba algo que esa persona le había contado poco antes. Mientras le entrevistaba el reportero John Hockenberry, Edward empezó a decir que sentía la presencia de un tal Anthony, que era el padre de alguien que se encontraba en la habitación y que no había podido estar junto al fallecido en el momento de la muerte. Un cámara identificó al espíritu como su padre. «Acertó con Anthony. Es bastante bueno», admitió Hockenberry poco después, todavía impresionado, ante el investigador escéptico Joe Nickell. Éste le respondió: «Hemos visto a médiums que, antes de las sesiones, se pasean entre la gente, la saludan y charlan con ella para enterarse de cosas»21. Había pasado algo parecido. Según averiguó Nickell, horas antes de su demostración para el periodista, el cámara había grabado a Edward en diferentes localizaciones, habían hablado y le había contado el episodio de la muerte de su padre. Cuando, en una entrevista posterior, Hockenberry recriminó a Edward que le habían cazado haciendo trampas, el médium tuvo que admitir que antes de contactar con los espíritus había charlado con el cámara y que éste «había dicho algo» sobre la muerte de su padre. Ver espacios como Cruzando al Más Allá y Más allá de la vida exige tener un estómago a prueba de bomba por la crueldad de sus protagonistas con personas que sufren. Lo bueno es que desmontarlos con el mando a distancia puede abrir a mucha gente los ojos sobre los manejos de los estafadores del futuro y del Más Allá, usen la bola de cristal, el tarot, la güija o cualquier otro artefacto. Porque la mayoría de la gente no es tonta, sino que carece de información veraz a la hora de juzgar fenómenos como la mediumnidad. Eso, unido a la angustia propia de la pérdida de un ser querido, convierte a muchos en víctimas potenciales de personajes como Germain, Edward y James Van Praagh, un

médium que ha convencido de sus extraordinarios poderes al actor Ted Danson, popular por su papel de camarero en la serie Cheers y, más recientemente, por su participación en CSI: Las Vegas, hasta el punto de que el intérprete cree que él mismo es capaz de hablar con los espíritus. Por iniciativa de su esposa, la también actriz Mary Steenburgen, Danson recibió en su casa una visita de Van Praagh seis meses después de la muerte de su padre. «Antes de conocer a James, me despertaba cada mañana ligeramente deprimido. Echaba de menos a mi padre. Después de aquella tarde, sentí que no tenía que añorar una relación pasada, ya que, de hecho, todavía mantenía la relación con mi padre», recordaría años después el intérprete. El vidente le dijo, entre otras cosas, que su padre estaba en el Cielo. Según el actor, desde entonces siente que tiene «una comunicación literal» con su progenitor y se despierta todos los días «con una sonrisa»22. Un par de días después del encuentro y con conocimiento de Van Praagh, la CBS propuso a Danson dar vida al médium en el telefilme La puerta del Más Allá (2002). Lo hizo. Desde entonces, el actor es un ferviente creyente en el espiritismo. «Estoy seguro de que no pasará mucho tiempo antes de que todos hablemos con personas que han fallecido. Es una tendencia creciente», declaró cuando se estrenó la película. En sus apariciones televisivas, Van Praagh sigue la misma estrategia que Edward: pregunta mucho, hace muchas afirmaciones vagas –procedentes de los espíritus, según él– para acertar unas pocas y dar el pego, y obtiene información de los sujetos antes del programa para luego devolvérsela en el plató debidamente aderezada. Entre bastidores se interesa, por ejemplo, por la profesión del muerto con el que cada uno quiere contactar y, ante las cámaras, si alguien le ha hablado de un bombero, dice ver un uniforme o una profesión relacionada con el fuego. «Es un tipo listo», admite Shermer23. Van Praagh, coproductor ejecutivo de la serie de televisión Entre fantasmas, sabe que la pérdida de un ser querido es siempre terrible y se aprovecha de ello.

Danson, por su parte, ya había vivido un episodio fantasmal sin enterarse durante el rodaje de Tres hombres y un bebé (1987). En un momento en el que su personaje y su madre están en su apartamento, asoma detrás de unas cortinas una silueta humana que supuestamente no tenía que estar allí. Fue descubierta cuando la película salió a la venta en vídeo, y los expertos en fantasmas la atribuyeron al espíritu de un niño asesinado en la casa donde se había rodado. «Esta escena es la clara demostración de que, gracias a una cámara de cine, pueden registrarse presencias y manifestaciones que el ojo humano no está capacitado para detectar», sentenciaba el ufólogo español Bruno Cardeñosa en Antena 3 en 2001. Sin embargo, ya en 1990 la revista People y otros medios habían desvelado que la escena se había rodado en un estudio –y no en un piso encantado– y que el fantasma correspondía a un standee de Danson, un silueta de cartón a tamaño natural creada como parte de un trabajo de su personaje – un actor de publicidad– y que se ve con claridad en otro momento del filme.

4. «No pretendo convencer a los escépticos» Nada más publicarse el reportaje de El Mundo sobre sus trucos, Anne Germain emitió un breve comunicado en su página de Facebook. Decía: Nunca he ocultado que recibo un perfil de los invitados, incluso lo he comentado aquí, en Facebook. No los conozco y mi equipo me prepara unas notas que me entrega poco antes de entrar al programa. No es información secreta ni confidencial. Es más, lo habitual es que luego me deje los papeles olvidados porque no son importantes. Si realmente basara todo el programa en esa breve información, sería más sencillo aprendérmela de memoria en mi casa que recibirla impresa en el camerino poco antes de empezar. Además, no llevo pinganillo, ni en el programa ni en la gira. Siempre lo he dicho, no pretendo convencer a los escépticos. Trato de transmitir lo más claramente posible los mensajes que percibo de sus seres queridos a las personas que acuden a mí.

«La polémica y la veracidad sobre los poderes de la médium Anne Germain vuelven a estar en entredicho», escribían en Fórmula TV tras salir a la luz la historia de los informes24.No, los poderes de la vidente nunca estuvieron en entredicho. Jamás. Nunca hubo duda alguna de que no se comunica con los muertos. No hacían faltan documentos que confirmaran lo obvio. Quien tiene que demostrar algo es quien dice que lo hace, y la médium de Telecinco nunca ha demostrado que se comunique con ningún espíritu; sólo que sabe aprovecharse de la debilidad humana. Al igual que Edward y Van Praagh, es una embaucadora, alguien sin escrúpulos que hace negocio del dolor ajeno. Y muy buen negocio. Desconocida como médium en su país, Germain llegó a cobrar en España 15.000 euros por cada entrega de Más allá de la vida y 10.000 por cada actuación teatral. Entre el 10 de agosto de 2010 y el 23 de agosto de 2012, Telecinco emitió veintiséis episodios del programa. Se sentaron ante la médium, sobre todo, personajes del mundo del cotilleo y del espectáculo. En marzo de 2012, la cadena anunció que suspendía las grabaciones. La última entrega, protagonizada por la tertuliana Mila Ximénez y la actriz Carolina Cerezuela, la siguieron 888.000 personas (el 6,3% de las que estaban ante la televisión en aquel momento), menos de un tercio de las 2.749.000 (15,4% de cuota de pantalla) que habían visto a la cantante sevillana María Jiménez y a Vicky Martín Berrocal el 5 de diciembre de 2010, cuando más gente siguió el programa. En su gira teatral, Germain visitó Bilbao, Málaga, Las Palmas, Zaragoza, La Coruña, Badajoz, Valencia, Barcelona y Madrid en 2012; y Cartagena, Valladolid y Marbella en 2013. En total, más de 60 actuaciones –permanecía en cada ciudad varios días durante los que actuaba en sesiones dobles– cuyas entradas costaban entre 30 y 120 euros, y que en su primer año fueron vistas por más de 30.000 personas, según Subealescenario, la promotora de la gira25. Un sencillo cálculo eleva las ganancias de la médium inglesa durante sus dos años en activo en España hasta los 900.000 euros sólo por el programa de televisión y el espectáculo teatral, a lo cual habría que sumar los ingresos por otras vías, como su libro Más allá

de las lágrimas26 y posibles sesiones privadas. Un dineral y nada nuevo en el espiritismo moderno, un credo cuyas fundadoras ya se habían forrado en el siglo XIX.

Juegos de niñas Hasta 1848, la conexión con el mundo espiritual estaba reservada a sacerdotes, brujos, hechiceros y místicos. Ellos eran los únicos intermediarios entre ésta y otras supuestas realidades. Pero entonces todo cambió gracias a dos niñas de once y catorce años. Se llamaban Catherine (Kate) y Margaretta (Maggie). Eran las hijas menores del herrero John David Fox y su esposa Margaret Smith, y tenían cuatro hermanos que hacía tiempo se habían independizado: Ann Leah, Maria, Elizabeth y David. El matrimonio y las dos niñas se instalaron en una pequeña cabaña alquilada en la aldea de Hydesville, a unos 32 kilómetros al este de Rochester (Nueva York, Estados Unidos), el 11 de diciembre de 18471. Era algo provisional hasta que acabaran la granja que construían en las inmediaciones, cuyas obras se habían interrumpido con la llegada del invierno. John David Fox y Margaret Smith se habían casado en 1812 y levantado su primer hogar en el condado de Rockland, a unos 20 kilómetros al norte de Nueva York. En 1813 tuvieron a su primera hija, Emily, que murió en la niñez. La siguieron Ann Leah (1814), Maria (1816), Elizabeth (1818) y David (1820). Según Mariam Pond, biógrafa de la familia y casada con un nieto de David, el herrero era un hombre «trabajador, honesto y piadoso», pero tenía una debilidad, el alcohol2. Su afición a la bebida y al juego rompió el matrimonio tras el nacimiento de su único hijo varón, y John David vivió alejado de su familia durante unos quince años. La pareja acabó reconciliándose, y nacieron Maggie y Kate en 1834 y 1836, respectivamente. Las niñas pasaron sus primeros años de vida a orillas del lago Ontario, en Canadá, pero hacia 1840 la familia se trasladó a Rochester y, en 1847, cuando John David tenía 60 años y Margaret 51, se mudó a la cercana Hydesville. Si le pasaba algo al matrimonio –de edad avanzada para la época–, las niñas tendrían cerca a sus hermanos mayores, tres de los cuales vivían en un radio de pocos kilómetros: Leah en Rochester, Maria en Palmyra y David en Arcadia. El hogar temporal de los Fox tenía dos plantas: la cocina, la sala de estar y dos dormitorios estaban en la baja, y una habitación ocupaba toda la superior. «Amueblada con sólidas piezas de arce y cerezo,

era la típica casa rural de la zona», apunta Pond3. Habían alquilado la cabaña a Artemus Hyde, hijo del colono que había dado nombre a la aldea, Henry Hyde, quien había llegado al lugar en diligencia en 1810 y hecho fortuna con una taberna. El 29 de marzo de 1848, tres meses y medio después de instalarse en Hydesville, los Fox empezaron a escuchar extraños golpes en la casa. Aquella noche, los cuatro dormían en la misma habitación. John David y Margaret se levantaron de la cama y, alumbrados por velas, buscaron la fuente del ruido. No la encontraron. Les parecía que todos los golpes tenían un mismo origen. «Aunque no muy alto, producía chirridos en los armazones de la cama y en las sillas, que podían sentirse si ponías las manos sobre la silla o cuando estábamos en la cama. Era un movimiento trémulo, más que una sacudida. Podíamos sentirlo de pie en el suelo. Continuó esa noche hasta que nos dormimos. No pude dormirme hasta cerca de las doce», dejó escrito la mujer en una declaración fechada el 11 de abril, publicada por el abogado y periodista ocasional E.E. Lewis en forma de opúsculo junto con las de otros testigos del fenómeno4. En ese documento, la madre de familia asegura que no cree «en casas encantadas o apariciones sobrenaturales». Según Mariam Pond, por la mañana Margaret barajaba dos posibilidades: que todo fuera una broma de sus vecinos o que los ruidos los hubiera causado un zapatero que vivía cerca y se hubiera puesto a trabajar a deshoras. Al día siguiente, jueves, los golpes fueron a más. «El 30 de marzo nos molestaron toda la noche. Los ruidos se oían en toda la casa. Mi marido salió del cuarto y se puso al otro lado de la puerta mientras yo me quedaba dentro, y los golpes se produjeron en la puerta que había entre nosotros. Oímos pasos en la despensa y bajando las escaleras. No podíamos descansar, y llegué a la conclusión de que la casa estaba encantada por algún espíritu infeliz e inquieto. Había oído hablar muchas veces de esas cosas, pero nunca había visto nada parecido», escribió la mujer. Esta referencia a lo ocurrido el segundo día no aparece en la declaración del opúsculo de E.E. Lewis, pero sí en la versión que incluye Ann Leah Fox en The missing link in modern spiritualism [El eslabón perdido en el

espiritismo moderno], libro que firmó con el apellido de su tercer marido5. Las dos versiones del documento de la madre de Maggie y Kate se han publicado en la literatura espiritista indistintamente y posiblemente ambas sean ciertas, dado que las variaciones en el texto son mínimas. El viernes, la familia se metió en la cama pronto con la intención de ignorar los ruidos y descansar. Margaret lo necesitaba; se sentía casi enferma por la falta de sueño. Su marido no estaba todavía en el cuarto cuando comenzaron los golpes. «Yo me acababa de acostar», recuerda ella. Las pequeñas, que dormían en una cama separada, escucharon el sonido y trataron de hacer ruidos similares chasqueando los dedos. «Mi hija menor dijo mientras daba palmadas: “Señor Splitfoot, haz lo que yo haga”. Instantáneamente, el sonido le respondió con el mismo número de golpes. Cuando se detuvo, el sonido cesó por un corto espacio de tiempo y, entonces, Margaretta dijo dando palmadas: “Ahora, como hago yo. Cuenta uno, dos, tres, cuatro…”. Y los golpes volvieron a sonar como antes. Le daba miedo repetirlo. Kate dijo entonces en su simplicidad infantil: “¡Oh, mamá! Sé lo que pasa. Mañana es el Día de los Inocentes y alguien intenta tomarnos el pelo”»6. Margaret no creyó a la pequeña de la casa y se le ocurrió un modo de poner a prueba el origen de los golpes. «Le pregunté al ruido las edades de mis hijos, sucesivamente. Al instante, me dio cada una de las edades de mis hijos correctamente, haciendo una pausa entre cada uno de ellos el tiempo suficiente para individualizar hasta el séptimo, cuando hizo una pausa más larga y luego dio otros tres golpes contundentes correspondientes a la edad de la pequeña que murió, mi hija pequeña»7. Margaret preguntó: «¿Es un ser humano el que responde a mis preguntas tan correctamente?» Al no recibir respuesta, aventuró: «¿Eres un espíritu? Si lo eres, da dos golpes». Se escucharon dos golpes. Acababa de nacer el espiritismo moderno. La mujer se interesó entonces por su misterioso interlocutor. «Si fuiste herido, da dos golpes». Los dio. «¿Fuiste herido en esta casa?». Se escucharon otros dos golpes. Golpe a golpe, se escribió una historia8.

El espíritu se identificó como un buhonero que había sido asesinado en la casa cuando tenía 31 años. Dijo que había dejado viuda y cinco hijos, aunque su esposa ya había muerto. El asesino, que entonces vivía en la cabaña, había enterrado su cuerpo en el sótano. «Las niñas estaban sentadas en la cama, aterrorizadas y abrazadas». Antes de continuar, Margaret preguntó al espíritu si seguiría comunicándose si llamaba a sus vecinos y les invitaba a participar en la conversación. Sonaron dos golpes. «Si se buscara por todos los palacios y cancillerías del año 1848, no se encontraría una estancia más histórica que aquel pequeño dormitorio», escribió ochenta años después Arthur Conan Doyle (1859-1930), espiritista devoto y padre de Sherlock Holmes9.

1. La sensación del vecindario Aquella noche la casa de los Fox se llenó de gente. La primera en llegar fue Mary Redfield, a quien había ido a buscar John David por petición de su esposa. Entró en la cabaña a las 20 horas, y se encontró a su vecina y sus dos hijas «nerviosas» y «muy pálidas», según su declaración del 14 de abril. Se sentó junto a ellas en la cama, y Margaret dijo al espíritu que contara hasta cinco y, después, hasta quince. Sonaron cinco y quince golpes, respectivamente. «Luego le pidió que dijera mi edad, y dio 33 golpes, según todos pudimos contar. Es mi edad», admitía Mary Redfield, quien llamó a su marido, con quien la historia se repitió, y ella entonces salió en busca de otros vecinos10. «La señora Redfield vino a casa para llevar a mi esposa a la de los Fox. Parecía muy nerviosa. Mi mujer quería que yo fuera con ellas, y accedí. Cuando me contaron para lo que querían que fuera, me reí de ellas y ridiculicé la idea de que hubiera algo misterioso en todo aquello. Les dije que era una bobada, que daríamos con la causa del sonido y tendría una fácil explicación», recordaba William Duesler el 12 de abril11. Cuando el hombre llegó a la cabaña, eran las nueve de la noche y ya había allí más de una docena de personas, «algunas tan asustadas que no querían entrar en el dormitorio». Se sentó en la cama y, tras ver cómo el espíritu respondía con ruidos a Margaret, quiso saber si

él también podía hacer preguntas. La entidad accedió, con los golpes de rigor, y empezó un interrogatorio centrado en el asesinato que supuestamente había tenido lugar allí. El espíritu confirmó a Duesler que había sido asesinado en la casa unos cinco años antes, que no le había matado ninguno de los allí presentes ni nadie de sus familias, que había sido un antiguo inquilino llamado John Bell quien le había rajado el cuello con un cuchillo de carnicero mientras dormía para apropiarse de sus 500 dólares, que le había enterrado en el sótano y el crimen había quedado sin castigo. Charles Redfield bajó al sótano y se fue colocando en diferentes lugares al tiempo que Duesler preguntaba al espíritu si estaba sobre su tumba. Así supieron dónde tendrían que excavar si querían encontrar el cuerpo. El hombre preguntó al buhonero la edad de cada uno de los presentes, el número de hijos de cada familia y el de muertos, antes de interesarse por los años que tenía cuando había sido asesinado, la familia que había dejado atrás y otros detalles. En un momento determinado, Duesler pidió al espíritu que diera un golpe si la primera letra de su nombre era la A. Silencio. Si era la B. Silencio. «Cuando llegué a la C, escuché el sonido». Luego, hizo lo mismo con la inicial del apellido. «Cuando pregunté si era la B, comenzó el ruido». Interrogó a la entidad sobre si podían seguir hasta completar su nombre y apellido. Silencio. Así que la conversación volvió a girar sobre el asesinato y la vida personal de los allí reunidos. Duesler preguntó al espíritu si la doctrina universalista era la verdadera. Silencio. A continuación preguntó si era falsa. Sonaron tres golpes. Preguntó, entonces, si la doctrina metodista, la que los reunidos profesaban, era la auténtica. Sonaron más golpes, para tranquilidad espiritual de los congregados12. A medianoche dieron por terminada la sesión con la seguridad de que el buhonero volvería a manifestarse a la noche siguiente, ya que así se lo había confirmado a una pregunta de Duesler. John David Fox y Charles Redfield se quedaron de guardia en la cabaña, Margaret pasó la noche en el hogar de los Redfield, y las niñas, con otros vecinos.

A la luz del día, el sábado no se escuchó en la casa ni un ruido, pero, en cuanto anocheció, el espíritu del buhonero volvió a hacer de las suyas. Cuando hacia las siete de la tarde Duesler llegó a la cabaña, había unos trescientos curiosos en las inmediaciones. Mientras se repetían muchas de las preguntas y respuestas del día anterior, grupos de vecinos se repartieron por las estancias y el exterior para descartar que alguien pudiera estar engañándoles. «No hay sitio en la casa donde alguien pueda esconderse para producir esos sonidos», aseguraba David Fox en su declaración del 11 de abril13. Para el hermano de las niñas, las preguntas se hacían y contestaban de tal modo que «no creía posible que un ser humano estuviera implicado y pudiera mantener el engaño tanto tiempo sin ser descubierto». «Para mí, es un misterio que soy incapaz de resolver», coincidía Duesler, quien había vivido en la casa siete años antes y «nunca había escuchado un ruido de ese tipo». Los golpes de la cabaña de los Fox eran ya la gran atracción de Arcadia. El domingo, 2 de abril, se repitió el fenómeno y al día siguiente un grupo de hombres empezó a excavar en el sótano. No hubo suerte. Dieron con agua a menos de un metro de profundidad y no pudieron continuar la búsqueda del cuerpo del buhonero. La familia se mudó a la granja de David Fox y su esposa, situada a unos tres kilómetros. Entre tanto, Ann Leah, que vivía en Rochester, ignoraba lo que sucedía en casa de sus padres. Casada a los 14 años con un hombre que la había abandonado poco después de tener una hija, daba clases de piano para ganarse la vida y fue semanas después del jaleo de Hydesville cuando se enteró de lo que había sucedido. Mariam Pond cuenta que fue el propio E.E. Lewis quien, pariente de una de las alumnas de la mujer, le preguntó una mañana de finales de abril o comienzos de mayo si su madre era Margaret Fox y si tenía un hermano que se llamaba David. Ann Leah, que usaba el apellido de casada –Fish–, respondió que sí, y su interlocutor le pasó el opúsculo que había publicado14. Tras leerlo, la mujer emprendió viaje a Hydesville por el canal de Eire, que desde 1825 unía Buffalo, en los Grandes Lagos, con el río Hudson y, por tanto, Nueva York. Embarcó en Rochester con su hija

adolescente, Lizzie, y dos amigas en el paquebote nocturno. Horas después llegaron a Newark y alquilaron una carreta para viajar hasta la granja de su hermano David. «Encontramos a mi madre destrozada por los recientes acontecimientos. Nunca sonreía, y sus suspiros y lágrimas resultaban desgarradores», recuerda Ann Leah en su libro. Aunque «muy alegre por naturaleza», Margaret estaba hundida, deseaba morirse y «era imposible animarla»15. El espíritu se había mudado con los Fox, y se había registrado un nuevo avance en la comunicación con los muertos. Había sido obra de David, quien ideó un método que permitía a la entidad construir frases: recitaba el alfabeto y pedía al espíritu que señalara con golpes la letra elegida. Así supieron que el buhonero se llamaba Charles B. Rosna o Rosma16. Ann Leah permaneció dos semanas en la granja, a cuyas ventanas se asomaban vecinos curiosos cada dos por tres. Antes en la cabaña y ahora en casa de David, el espíritu se manifestaba sólo en presencia de Maggie y Kate, así que decidieron distanciarlas para ver qué pasaba, y Ann Leah partió hacia Rochester con la menor. «Esperábamos que, separando a las dos niñas, podríamos poner fin a la perturbación. No nos habíamos alejado muchas millas por el canal, sin embargo, cuando nos dimos cuenta de que los golpes nos acompañaban. Quedamos consternadas. Yo no sabía qué hacer», admite la mujer.

2. «El amanecer de una nueva era» Ya en Rochester, la primera noche Ann Leah y Lizzie compartieron habitación con Kate. Nada más apagar la luz, Lizzie gritó al sentir una mano fría que le tocaba la cara y otra que bajaba por su espalda desde los hombros. Poco después, salió volando una Biblia que Ann Leah guardaba bajo la almohada. La noche siguiente el alboroto fue mayor. «Mesas y todo en la habitación debajo de la nuestra se movía de un lado a otro. Las puertas se abrían y cerraban, con el mayor ruido posible. Entonces, ellos [se refiere a los espíritus] subieron por las escaleras y entraron en el cuarto de al lado (nuestro dormitorio estaba comunicado con esa habitación). Parecía que participaban muchos actores en la actuación y asistía

numeroso público. Era una perfecta representación de un espectáculo de pantomima. Tras la primera escena, hubo un gran aplauso del público de espíritus. Inmediatamente después, un espíritu se puso a bailar, como con zuecos, durante unos diez minutos. Esto divirtió mucho a la audiencia, y fue seguido de un fuerte aplauso», según la mayor de las hermanas17. Fenómenos similares se repitieron durante las siguientes semanas, siempre por la noche. Ann Leah concluyó que la casa estaba encantada y decidió mudarse, después de asegurarse de que en su nuevo domicilio no se había cometido ningún crimen18. Como había ocurrido con sus padres al abandonar la cabaña, Ann Leah tampoco encontró en su nuevo hogar de Rochester la tranquilidad que parecía ansiar. Al día siguiente del traslado, llegaron desde Hydesville su madre y la pequeña Maggie. La primera noche no pasó nada. Pero la segunda, ya con las dos mujeres y las tres niñas reunidas, los espíritus volvieron al ataque. Hubo susurros, risas, ruidos, pasos y sacudidas de la cama, que hasta se llegó a levantar del suelo. Aterrorizadas, por la mañana las mujeres pidieron al joven Calvin Brown, quien se había criado con la familia tras la muerte de sus padres, que fuera a vivir con ellas. Sin embargo, la presencia del hombre no intimidó a los espíritus, que siguieron haciendo de las suyas. La familia empezó entonces a contar lo que ocurría a sus amigos más próximos, los Post, los Bush y los Granger, que participaron en las primeras sesiones espiritistas dignas de tal denominación. En noviembre de 1848, el periodista Eliab Capron se sumó a los amigos y amigos de amigos que frecuentaban la casa de las Fox en Rochester. «Era escéptico sobre casi todo lo relativo a la inmortalidad, pero un hombre honesto, y pronto pasó a estar completamente convencido de la verdad del espiritismo», recuerda la hermana mayor19. Como todos los que asistían a las sesiones mediúmnicas. Ann Leah comenzó a comunicarse con el Más Allá mediante el sistema ideado por su hermano David: recitaba al alfabeto y pedía a su interlocutor de ultratumba que diera golpes al sonar la letra elegida. «El primer mensaje que recibimos de los espíritus en Rochester –dice

en su libro– fue: “Queridos amigos, debéis proclamar estas verdades al mundo. Es el amanecer de una nueva era, y no debéis intentar mantener el secreto más. Cuando cumpláis vuestro deber, Dios os protegerá, y los espíritus buenos velarán por vosotros”»20. Los muertos querían que se corriera la voz y, además, habían empezado a llegar hasta la casa noticias de todo el país sobre otros videntes que también recibían ya mensajes de los espíritus. «El movimiento fue tomando grandes vuelos, no limitándose ya a los llamamientos hechos por un ser asesinado en demanda de justicia. El buhonero fue el explorador que vino a abrir camino a los métodos de investigación psíquica y, una vez iniciado el movimiento, millares de inteligencias se precipitaron tras el humilde espíritu», escribiría décadas después Doyle21. Según Ann Leah, para la posterior proyección pública de las hermanas, fue decisivo un mensaje de su «reverenciado abuelo» materno, Jacob Smith. Decía: «Mis queridas niñas, llegará el día en que entenderéis y apreciaréis este gran don. Debéis permitir que vuestros buenos amigos se reúnan con vosotros y entren en comunión con sus amigos del cielo»22. Corría septiembre de 1849 cuando la familia se mudó a otra casa mejor. Hasta ese momento, habían considerado «degradante» cobrar a alguien por contactar con sus seres queridos fallecidos, pero la actividad de los espíritus había perturbado hasta tal punto sus vidas que no sabían cómo iban a ganarse el pan, asegura Ann Leah en sus memorias. Los espíritus acudieron al rescate y les animaron a hacer una demostración pública de su don. Dieron a dos seguidores de las chicas, George Willets –pariente de unos amigos– y Capron, instrucciones precisas: el primero se encargaría de la logística; el segundo prepararía una charla basada en el relato de los hechos ocurridos desde marzo del año anterior. «Los espíritus nos propusieron que celebráramos sesiones en casas particulares que tuvieran grandes salones para probar la habilidad de los espíritus de comunicarse mediante sonidos ante mucha gente», recordaría el periodista23. Comprobaron así que los sonidos eran lo suficientemente fuertes como para escucharse con claridad en un gran auditorio, tras lo cual alquilaron la Sala Corintia, el teatro más

grande de Rochester, para una actuación el 14 noviembre. La expectación y la publicidad en la prensa hicieron que se agotaran las 400 entradas puestas a la venta, a 25 centavos de dólar cada una. Aquella tarde, sólo Maggie y Ann Leah estaban en la sala. Kate se encontraba fuera de la ciudad en casa de unos amigos. El Rochester Daily Democrat había aventurado que las Fox serían desenmascaradas y tenía preparado un artículo sarcástico en esa línea, pero lo que sucedió llevó al periódico a demorar la sentencia. Durante la conferencia de Capron, los espíritus se manifestaron para entusiasmo de parte de los asistentes, desconcierto de otros y sospecha de no pocos. El público acordó que un comité de vecinos, elegido allí mismo, investigara los hechos y presentara sus conclusiones en la Sala Corintia veinticuatro horas después. Los cinco hombres seleccionados sometieron a las hermanas a pruebas en un salón de los Hijos de la Templanza y en casa de unos vecinos, preguntándoles cosas a las cuales los espíritus no siempre respondieron correctamente24. El comité no detectó fraude alguno y así lo contó al día siguiente, jueves, en el teatro, donde los asistentes designaron un segundo grupo para estudiar el fenómeno. Tampoco la segunda comisión pilló haciendo trampas a las hermanas, que fueron examinadas de arriba abajo por un grupo de mujeres en busca de artilugios con los que podían hacer los ruidos. Cuando el viernes por la tarde el segundo comité expuso sus conclusiones en la Sala Corintia, el público eligió un tercer grupo de sabios que tampoco llegó a ninguna parte. Las hermanas habían superado con éxito tres actuaciones ante cientos de curiosos, y tres comités de investigación no habían encontrado indicios de fraude.

3. De Rochester al mundo Algunos sospechaban que en las manifestaciones del Más Allá había gato encerrado. «En una de las comisiones de investigación de Rochester había un joven doctor de apellido Langworthy. Se disgustó mucho al verse obligado a reconocer su total incapacidad para determinar la causa de los sonidos y ser obligado [era el portavoz] a informar a la audiencia de que ellos [los miembros del comité] admitían que los ruidos no los hacían las chicas», explica Capron25. Médico y miembro del segundo grupo investigador, H.H. Langworthy había llamado la atención sobre el hecho de que, cuando inmovilizaban las piernas y pies de las jóvenes, los sonidos cesaban. En los meses siguientes, mandó a varios periódicos una carta en la que decía: «Colocando a las niñas en una mesa y poniendo nuestras manos en sus pies, el golpeteo se detenía. Al atar sus vestidos en los tobillos con cuerdas, también cesaba». Añadía que, cuando se escuchaban ruidos en puertas y mesas, las jóvenes siempre estaban en contacto con ellas. La que prendió en la gente fue la versión de Capron y Willets sobre lo ocurrido en la Sala Corintia y el trabajo de los tres comités de investigación, publicada el 8 de diciembre en el New-York Weekly Tribune, el periódico más influyente de Estados Unidos. Descartaba cualquier posibilidad de engaño y apostaba por el origen ultraterreno de los ruidos. Los autores dudaban, eso sí, entre si el fenómeno sería pasajero, y dejaría de darse tras la muerte de su generación «o de las personas que parecen servir de medios para esta extraordinaria comunicación», o si la Humanidad se encontraba «ante el inicio de una nueva era» en la que los espíritus se manifestarían habitualmente en el mundo de los vivos. Al año siguiente Capron escribió, en colaboración con su amigo Henry Barron, un opúsculo titulado Singular revelations [Revelaciones singulares]26. Defendían que los crujidos no se debían a causas sobrenaturales, sino que «las leyes que gobiernan esta

comunicación entre inteligencias inferiores y superiores [eran] perfectamente naturales», aunque todavía desconocidas para el ser humano. El éxito de las actuaciones en la Sala Corintia animó a las hermanas Fox a abrir su casa al público –hasta entonces, habían tenido acceso a ella únicamente sus amistades y las amistades de éstas– y, poco después, recibieron su primera gratificación una tarde que pusieron en contacto con su madre muerta a Duncan McNaughton, «un hombre alto, con un fuerte acento escocés», que acudió a ellas acompañado de amigos. «Fue la primera vez que nos ofrecieron dinero por nuestro tiempo. Lo ofrecieron desde la bondad y la buena fe, creyendo que era lo que justamente nos correspondía. Pero a nosotros nos parecía humillante. No habíamos necesitado este tipo de ayudas, ya que mi hermano nos proporcionaba provisiones desde la granja y, con lo que aún quedaba de lo que yo había ganado dando clases [de piano], yo tenía suficiente para nuestros propósitos, y tenía toda la intención de volver con la madre a vivir en la vieja casa. Aún así, nuestros amigos insistieron en que no debíamos rechazar su amable regalo. Ese primer dinero lo recibimos el 28 de noviembre de 1849», recuerda Ann Leah. No fue el último, ni tampoco volvieron a la tranquila vida rural27. A partir de entonces, las sesiones mediúmnicas de Rochester fueron de pago. «Venían a vernos multitudes, y ella [Ann Leah] cobraba de 100 a 150 dólares por noche. Ella guardaba el dinero. Venía gente de todas partes. Muchos se convencían nada más escuchar los ruidos. A todas las preguntas contestábamos mediante golpeteos», reconoció Maggie en 188828. La caja diaria ascendía, traducida a dinero actual, a entre 3.000 y 4.500 dólares, y la comunicación con los espíritus tenía siempre lugar en una habitación mal iluminada. Con el tiempo el repertorio fantasmal fue ampliándose e incluyendo, además de los golpes, movimientos de la mesa alrededor de la cual se sentaban los asistentes, materializaciones de objetos, apariciones de manos blancas… En la primavera de 1850, las hermanas emprendieron una gira que en junio las llevó a instalarse en el hotel Barnum de Nueva York, hasta donde atrajeron a

numerosos ciudadanos ilustres –novelistas, historiadores, jueces, científicos, periodistas y senadores– a sus tres espectáculos diarios y las sesiones privadas con las que completaban la jornada. Allí las conoció Horace Greeley, editor del diario New-York Tribune y uno de los periodistas más influyentes de la época. Abolicionista y defensor de los derechos de las mujeres y de los trabajadores, Greeley había visto morir de cólera a su hijo Pickie a los cinco años en 1849, y él y su esposa Mary ansiaban volver a hablar con el pequeño. El periodista se convirtió a la fe espiritista y asumió la defensa pública de las Fox, convencido de «la integridad y buena fe» de las hermanas. «La prensa fue casi unánime en combatirlas. Brillante excepción entre sus compañeros fue el ya citado Horace Greeley, quien las defendió en su periódico en un notable artículo», recuerda el creador de Sherlock Holmes29. «Cualquiera que sea el origen de los ruidos, afirmamos que no eran fruto de fraude cometido por las señoritas en cuya presencia se produjeron. Su conducta y manera de comportarse no son las de unas embaucadoras, y nadie que las conozca a fondo puede creerlas capaces de trampa tan torpe, impía y peligrosa. Y, además, no es posible que semejante engaño hubiera podido durar tanto tiempo. Un escamoteador realiza un truco y rápidamente pasa a otro sin dar tiempo al público para estudiarlo. No está semanas y semanas haciendo el mismo experimento a la vista de los espectadores que acuden allí casi exclusivamente para ver si descubren la trampa», escribió Greeley en su periódico el 30 de septiembre de 1850, cuando las mujeres ya habían vuelto a casa30. El espiritismo prendió con fuerza en una sociedad con una altísima mortalidad infantil. «Según las noticias procedentes de Rochester se extendían, padres, viudas y viudos en duelo, o aquéllos que simplemente perseguían emociones de otro mundo, se reunían en clubes y salones, escuelas e iglesias, para contactar con los muertos», indica Mitch Horowitz en Occult America [América oculta]31. En Estados Unidos, 217 de cada 1.000 niños blancos morían antes de cumplir el año, cifra que se elevaba hasta los 340 para los negros32. Los médiums se multiplicaron. Capron asegura

que, dos años después de los hechos de Hydesville, superaban la cincuentena en los condados del oeste del estado de Nueva York, donde había nacido el movimiento. A finales de la década de 1850, sólo en Filadelfia existían más de 300 círculos espiritistas. ¿Cuánta gente abrazó la nueva fe en sus inicios? La proliferación de publicaciones y clubes espiritistas apunta que hacia 1860 había más de 1,5 millones de fieles, que ascenderían a varios millones antes de fin de siglo. Ya con competencia –a mediados de la década de 1850, había unos 40.000 médiums en el país–, las hermanas Fox permanecieron en contacto con los espíritus el resto de sus vidas, si bien con desigual fortuna. Ann Leah se casó con un banquero y siguió ejerciendo con éxito de intermediaria entre el mundo de los vivos y el de los muertos. «Continuó siendo alabada entre los espiritistas como una especie de reina madre», sostiene Barbara Weisberg en su biografía del trío33. Sus hermanas no tuvieron tanta suerte. Maggie se prometió a Elisha Kane, un explorador polar de buena familia que estaba convencido de que las Fox eran un fraude. Por desgracia, Kane murió en 1857 antes de que se casaran, y la joven acabó dándose a la bebida. Como Kate, que en solitario era una médium del montón. Ann Leah murió en 1890 en la opulencia y enemistada con sus hermanas pequeñas. Kate y Maggie denunciaron al final de sus vidas el espiritismo como un fraude. Fallecieron en 1892 y 1893, respectivamente, infelices, alcoholizadas y pobres.

4. «La mayor patraña del siglo» «El espiritismo es una maldición», sentenciaba Maggie el 27 de mayo de 1888 en una carta enviada desde Londres al New York Herald. «No importa en qué forma se presente, el espiritismo es, ha sido y será siempre una maldición y una trampa para todos los que se metan en él. Ningún hombre o mujer sensata puede pensar lo contrario. He descubierto que los fanáticos son tan abundantes entre los hombres y mujeres inferiores como entre los más instruidos. Todos son iguales. No pueden mantener su fanatismo controlado, y aumenta con los años. Todo lo que conseguirán con su

estúpido fanatismo será perder dinero, que se les reblandezca el cerebro y una muerte lenta», advertía la antigua médium en un texto en el que no daba detalles sobre la naturaleza del fraude34. Algunos salieron a la luz el 24 de septiembre de 1888 cuando el New York Herald publicó una entrevista con la mujer a su regreso de la capital británica. El titular era: «Dios no lo ha ordenado. Una celebrada médium dice que los espíritus nunca volverán»35. Maggie, una «mujer pequeña y magnética de mediana edad, cuyo rostro reflejaba las huellas de mucho dolor», recibió al reportero en su apartamento de la calle 42 de Manhattan y le prometió que iba a denunciar públicamente el fraude espiritista. «Es una idea que he tenido en la cabeza desde hace muchos años, pero nunca antes he tenido la determinación. He pensado en ello día y noche. Me resistía a lo que he sido. Como solía decir a quienes querían que les guiara en una sesión espiritista: “Ustedes me están llevando al Infierno”. Luego, al día siguiente, ahogaba mis remordimientos en vino. Era demasiado honesta para seguir siendo una médium. Es por eso que dejé las actuaciones». La vidente aseguraba que al principio todo había sido cosa de Ann Leah. «Cuando el espiritismo comenzó, Kate y yo éramos unas niñas, y esa anciana, mi otra hermana, nos convirtió en sus herramientas. Mamá era una mujer simple. Era una fanática. La llamo eso porque era honesta. Creía en estas cosas. El espiritismo empezó de la nada. No éramos más que niñas inocentes. ¿Qué sabíamos? ¡Ah, crecimos para saber demasiado! Nuestra hermana nos utilizaba en sus actuaciones y ganó mucho dinero. Ahora se vuelve contra nosotras porque es la esposa de un hombre rico, y se opone a nosotras tanto como puede». «¿Es todo un truco?», le preguntó el periodista. «Por supuesto», respondió Maggie, y demostró cómo hacer ruidos con las articulaciones de los pies. «No me importa nada el espiritismo. Por lo que a mí respecta, he terminado con él. Lo considero una de las más grandes maldiciones que el mundo ha conocido», declaró Kate Fox al New York Herald el 9 de octubre de 1888, a su llegada a Nueva York de un viaje al Reino

Unido36. La pequeña de las Fox también acusaba a la hermana mayor de todas sus desgracias. Decía que siempre había tenido celos de Maggie y de ella. «El espiritismo es una patraña de principio a fin. Es la mayor patraña del siglo. No sé si ella les ha dicho esto, pero Maggie y yo empezamos en esto cuando éramos unas niñas muy pequeñas, demasiado jóvenes, demasiado inocentes, para saber lo que estábamos haciendo», se justificó antes de calificar de falsedad todo lo que su hermana Ann Leah cuenta en The missing link in modern spiritualism, el libro, publicado tres años antes, en el que atribuye a otros miembros de su familia –abuelos, tíos y hasta hijos– poderes de mediumnidad y videncia. «No hay nada más que falsedad en ese libro, de principio a fin, excepto el hecho de que Horace Greeley pagó mi educación. El resto no es nada más que un montón de mentiras», sentenció Kate. Las confesiones de las dos hermanas tuvieron gran repercusión. «Todos los periódicos de todas las ciudades de Estados Unidos, y muchos en Europa, repitieron las historias publicadas en Nueva York. La opinión general en todas partes, donde el deseo no era todo lo contrario, era que el espiritismo, como tal, había recibido su golpe de gracia», asegura Reuben Briggs Davenport en The deathblow to spiritualism [El golpe de gracia al espiritismo]37. Maggie recibió numerosas cartas de médiums y creyentes a quienes, de repente, se había abierto el suelo bajo los pies. Así, un tal E.F. Bunnell le preguntaba el 2 de octubre desde San Francisco si las afirmaciones que le atribuía un diario local eran ciertas. Estaba angustiado. «He sido un creyente en los fenómenos [espiritistas] desde el principio a través de usted y de su hermana, creyéndolos verdad desde entonces. Ahora tengo 81 años y me queda, por supuesto, poco tiempo en este mundo, y siento una gran ansiedad por saber a través de usted si me han engañado todo este tiempo en un asunto de interés vital para todos nosotros»38. El sufrimiento que los médiums infligen a quienes tienen fe en ellos puede ser desgarrador. Amanda Berry desapareció en su barrio de Cleveland el 21 de abril de 2003, un día antes de su decimoséptimo cumpleaños, cuando volvía a casa andando desde una

hamburguesería cercana. Año y medio después, el 17 de noviembre de 2004, su angustiada madre, Louwana Miller, y Sylvia Browne, una de las videntes más famosas del mundo, coincidieron en el plató de The Montel Williams Show, un programa de la CBS en el que colaboraba la adivina. «No está viva, cariño. Tu hija no es de las que no llamarían por teléfono», dijo Browne39. La mujer se hundió. «La he perdido», declaró después de dieciocho meses de lucha. Creía «al 98%» en la vidente y aquella Navidad ya no compró un regalo para su hija. Se rindió. «No me malinterpreten. No quiero creerlo. Quiero tener esperanza. Pero, después de año y medio, ¿qué más puedo hacer?», se lamentó ante los periodistas. Louwana Miller murió en 2006 de un fallo cardiaco, «con el corazón roto», según su familia40. «¡Ayúdenme, soy Amanda Berry! He estado secuestrada y perdida durante diez años. Y estoy aquí. Ahora soy libre», escuchó un operador del servicio de atención de emergencias de Cleveland el 6 de mayo de 2013. Amanda había conseguido escapar de la casa donde un hombre, Ariel Castro, la había retenido junto a otras dos muchachas, Michelle Knight y Georgina DeJesus, a las cuales había secuestrado en 2002 y 2004, respectivamente. Las tres mujeres habían sufrido abusos sexuales y múltiples abortos y, cuando fueron liberadas, compartía cautiverio con ellas una niña de seis años, hija de Amanda. Poco después, cientos de personas exigían en las redes sociales a Sylvia Browne que reconociera su error al aventurar años antes que la joven había muerto y pidiera perdón por el daño causado a la familia. No lo hizo. Calló. Seis meses más tarde, el 20 de noviembre de 2013, la vidente moría en un hospital de San José (California) a los 77 años, cuando ella había predicho que viviría hasta los 88. El 16 de mayo de 2003, Larry King había preguntado a Browne en su programa de la CNN: «¿Sabes cuándo vas a morir?». «Sí, a los 88 años», había respondido ella. Se confundió por once. De hecho, iba a ser la anfitriona de un crucero psíquico por el Caribe en marzo de 2014. «Me encanta ir de crucero con mis fans porque el tiempo que pasamos juntos es aún más íntimo y exclusivo que en mis actuaciones teatrales», decía en la página web del viaje el mismo

día de su muerte. Un fallo más en una larga y provechosa carrera dedicada a engañar a los más ingenuos. Sylvia Browne alardeaba de acertar «entre el 87% y el 90%» de las veces. Sin embargo, Ryan Shaffer y Agatha Jadwiszczok se tomaron en 2010 la molestia de revisar 115 casos criminales sobre los que había hecho predicciones y descubrieron que no había dado ni una. Las pruebas en contra de la afirmación de la adivina de que ayudaba a la Policía y a familiares de las víctimas resultaban tan «devastadoras» que los autores no entendían «cómo alguien con un historial tan triste encabeza constantemente las listas de libros más vendidos»41. A su éxito como escritora, Browne sumó una rentable carrera en la televisión –fue colaboradora en Larry King Live y The Montel Williams Show– y la radio, además de espectáculos teatrales similares a los de Anne Germain. Creyente en la reencarnación y en que podía ver tanto vidas pasadas como el futuro, fue condenada en 1992 a un año de libertad vigilada y 200 horas de trabajo comunitario por fraude en inversiones. Anunció en su día que Brad Pitt y Jennifer Aniston tendrían un hijo, que Bill Clinton había sido calumniado en el caso Lewinsky y que Michael Jackson sería declarado culpable en un juicio por abuso sexual a un menor. A diferencia de Browne, Maggie y Kate Fox confesaron el engaño no sólo en la prensa, sino también ante cientos de personas en el auditorio de la Academia de Música de Nueva York, alquilado a tal efecto por el Colegio de Abogados de Nueva York, que quería echar a todos los médiums de la ciudad. Fue el 21 de octubre de 1888. «Estoy aquí esta noche, como una de las fundadoras del espiritismo, para denunciarlo como un fraude de principio a fin, como la más enfermiza de las supersticiones y la blasfemia más malvada que ha conocido el mundo», dijo Maggie. Contó que, cuando empezaron los ruidos en la cabaña de Hydesville, ella tenía ocho años y Kate, seis, aunque en realidad tenían catorce y once. «Éramos unas niñas muy traviesas y buscábamos simplemente aterrorizar a nuestra querida madre, una mujer muy buena y muy impresionable. Cuando nos íbamos a la cama por la noche, solíamos atar una manzana a un cordón que movíamos hacia arriba

y hacia abajo, haciendo que la manzana golpeara el suelo, o bien dejábamos caer la manzana al suelo, haciendo un ruido extraño cada vez que rebotaba. Mamá escuchó esto durante un tiempo. No lo entendía y no sospechaba que fuéramos capaces de un truco así, porque éramos muy jóvenes»42. Cuando la casa se llenó de vecinos curiosos en la noche del 31 de marzo de 1848, las niñas tuvieron más difícil hacer el truco de la manzana sin que les pillaran, así que empezaron a provocar crujidos en el armazón de la cama. Y fue en Rochester, ya con Ann Leah, donde descubrieron otro modo de hacer ruidos. «Mi hermana Kate fue la primera en observar que podía producir ciertos ruidos con los nudillos y las articulaciones de los dedos [de las manos], y que el mismo efecto podía conseguirse con los de los pies. Tras comprobar que podíamos hacer crujidos con nuestros pies –primero con uno y luego con ambos–, practicamos hasta hacerlos fácilmente con la habitación a oscuras», explicó Maggie, que añadió que «los golpes son simplemente el resultado de un perfecto control de los músculos de la pierna, por debajo de la rodilla, que rigen los tendones del pie y permiten acciones de los huesos del dedo del pie y el tobillo que no son comúnmente conocidas». Era lo que había sospechado el médico H.H. Langworthy, integrante del segundo comité que había examinado a las Fox durante sus actuaciones en Rochester en noviembre de 1848. Y no sólo él. A la misma conclusión había llegado el reverendo John Austin, quien el 27 de marzo de 1850 escribió en el New-York Tribune que los golpes seguramente eran crujidos de los dedos de los pies y que él había visto a varias personas en Auburn que podían hacer los mismos ruidos. En diciembre de ese año, otro reverendo, de apellido Potts, subió al escenario de la Sala Corintia de Rochester y replicó los sonidos del Más Allá con las articulaciones de los pies. En enero de 1851, el reverendo Charles Chauncey Burr explicó en el NewYork Tribune que sabía cómo hacer, con los dedos de los pies, ruidos como los que se escuchaban en presencia de las Fox de tal modo que nadie le descubriera. Tres médicos de la Universidad de

Buffalo, Austin Flint, Charles A. Lee y C.B. Coventry, coincidieron en el diagnóstico en febrero de 1851 en el Buffalo Comercial Adviser y, un mes después, en el Buffalo Medical Journal: el origen de los misteriosos crujidos era la dislocación de los huesos de las rodillas, los tobillos y los dedos de los pies. En junio de 1857, el Boston Courier ofreció 500 dólares a cualquier médium que pudiera demostrar que se comunicaba con el Más Allá. El tribunal estaba compuesto por cuatro destacados científicos de Harvard: el naturalista Jean Louis Rodolphe Agassiz, el astrónomo Benjamin Apthorp Gould, el químico Eben Norton Horsford y el matemático Benjamin Peirce. Examinaron a Ann Leah y Kate Fox durante dos días y concluyeron que los ruidos eran de origen fisiológico y se producían sólo si se dejaba a las médiums actuar a sus anchas y no se establecía una vigilancia especial sobre sus piernas. Norman Culver, concuñada de David Fox, había firmado el 17 de abril de 1851 una confesión en la que explicaba algunos de los métodos de las chicas. «Durante unos dos años, fui una sincera creyente en el espiritismo, pero algunas cosas que vi cuando visitaba a las niñas en Rochester me hicieron sospechar que engañaban a la gente», contó43. La visita de una prima de Culver le dio la oportunidad de estrenarse como médium. Ante la ausencia de Maggie, se ofreció a Kate para ayudarla, diciéndole que seguramente conocía la mayoría de las respuestas a las preguntas de su prima y podía indicárselas. Kate aceptó. Era algo a lo que estaba acostumbrada, según dijo Maggie en su confesión de 1888: «En todas nuestras sesiones de espiritismo, mientras estábamos bajo su cargo [se refiere a Ann Leah], sabíamos cuándo decir sí y no mediante golpes gracias a las señales que ella nos hacía, y que nadie más conocía». Norman se sentó junto a Kate y le tocaba el brazo cada vez que llegaban a la letra correcta cuando recitaban el alfabeto a la espera de la respuesta de los espíritus, según el método inventado por David Fox en Hydesville. «Fuimos capaces de responder correctamente a casi todas las preguntas. Después de ayudarla así varias veces, me reveló el secreto. Los ruidos se producían con los pies».

Tras una semana de práctica guiada por Kate, Norman aprendió a hacer crujir las articulaciones de los dedos de los pies y dos trucos claves: costaba menos hacerlo si antes se metían los pies en agua caliente y, para dar con la respuesta correcta a las preguntas de los clientes, muchas veces bastaba con fijarse en sus gestos. «Esta técnica, conocida como lectura muscular, la usan mucho los espiritistas. También revelaron [las hermanas Fox] cómo eran capaces de hacer que los crujidos parecieran proceder de varias partes de la habitación. Colocando el pie en la base de una mesa o una puerta, podían hacer que el sonido pareciera surgir de la parte superior. Si querían que el sonido resonara desde una pared distante, sólo hacían los ruidos más fuertes y miraban seriamente a un punto de la pared. Apoyando un dedo en el tablero a los pies de la cama, el sonido reverberaba a través de la habitación», explica el filósofo Paul Kurtz44.

5. Un esqueleto en el sótano Ni las confesiones de Maggie y Kate ni los desenmascaramientos públicos de las tres hermanas mataron al espiritismo, que en siglo y medio se ha trasladado de los oscuros gabinetes a los platós de televisión gracias a personajes, como John Edward, James Van Praagh y Anne Germain, tan faltos de escrúpulos y tan auténticos videntes como Anne Leah, Maggie y Kate Fox. Desde marzo de 1848, los médiums han engañado a muchas personas que han confiado en ellos y gastado dinero buscando el consuelo del Más Allá, pero ha habido otras que han sufrido las consecuencias de la credulidad ajena sin comerlo ni beberlo. El primero fue John C. Bell, uno de los anteriores inquilinos de la cabaña de Hydesville y acusado por el espíritu del buhonero de haberle asesinado para robarle 500 dólares. «Ellos [los vecinos] estaban convencidos de que alguien había sido asesinado en la casa. Preguntaron a los espíritus acerca de ello a través de nosotras y [pidieron] que diéramos un golpe si la respuesta del espíritu era sí y tres si era no, como haríamos después. El asesinato, concluyeron, tuvo que cometerse en la casa. Recorrieron

las proximidades intentando averiguar los nombres de la gente que había vivido en la casa. Finalmente, encontraron a un hombre de apellido Bell y dijeron que ese pobre inocente había cometido un asesinato en la casa, y que los ruidos venían del espíritu de la víctima. El pobre Bell fue rechazado y considerado por toda la comunidad como un asesino», recordó Maggie en la confesión de 1888. Menos de una semana después de que ella y Kate simularan contactar con el espíritu del buhonero y acusaran a John C. Bell del asesinato, 44 vecinos de Arcadia firmaron, el 5 de abril de 1848, una declaración exculpando a un hombre «honesto y honrado, incapaz de cometer un crimen», de «los informes estúpidos y supersticiosos contra él»45. Tras los fallidos intentos iniciales de recuperar el cadáver del buhonero supuestamente enterrado bajo la cabaña, el asunto cayó en el olvidó. Hasta que en noviembre de 1904 unos escolares que jugaban en la vieja casa encantada de Hydesville se toparon con unos huesos en el sótano, entre la fachada y un falso muro interno derribado por la lluvia, según informó el Boston Journal. Los niños llevaron los huesos a William H. Hyde, dueño de la propiedad e hijo de Artemus Hyde, quien se la había alquilado en 1848 a John David y Margaret Fox. Éste, convencido de que eran humanos, empezó a excavar entre los muros y desenterró «vértebras, costillas, huesos de brazos y piernas, un omóplato y una clavícula», según The New York Times46. Avisó inmediatamente a los descendientes de las Fox y a la Orden Nacional de Espiritistas, y puso la casa bajo vigilancia. El hallazgo reivindicaba la figura de las fundadoras del movimiento espiritista hasta a los ojos de algunos estudiosos de lo paranormal que no creían en la mediumnidad de las hermanas. «Creo que se demostró que los crujidos se debían a las dislocaciones de los huesos. No sé qué pensar del descubrimiento de este esqueleto en el sótano. Es posible, como han demostrado investigadores de nuestra sociedad, que las Fox supieran a través de la energía psíquica del asesinato y que los huesos estaban escondidos en el sótano», explicaba al diario neoyorquino John D. Quackenbos, miembro de la Sociedad para la Investigación Psíquica (SPR)47. ¿Pero había motivos para creer que, como inicialmente publicaron el

Boston Journal y The New York Times, el descubrimiento confirmaba la historia del buhonero asesinado? Joe Nickell, del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), visitó hace unos años el Museo de Lily Dale, localizado en la ciudad que le da nombre y dedicado al espiritismo. Entre las piezas de su colección, están el baúl del buhonero y restos de los cimientos de la cabaña de Hydesville, que fue desmontada y trasladada a Lily Dale en 1916, habitada durante años por una médium que decía comunicarse con las Fox y destruida por un incendio en los años 50. Sin embargo, no hay constancia documental de que alguna vez existiera un buhonero llamado Charles B. Rosna o Rosma. Además, frente a la presunción de que en la cabaña de los Fox se había levantado una falsa pared para ocultar el cadáver, lo que Nickell constató es que el supuesto muro era una de las cuatro paredes de la casa original, que posteriormente se amplió mediante «la adición de nuevos muros alrededor de los viejos» para convertir «una cabaña en una casa de campo»48. No hay ninguna prueba de que el baúl expuesto perteneciera a ningún buhonero, y el propio conservador del Museo de Lily Dale reconoció a Nickell que tampoco la hay de que la pieza se encontrara entre los restos de la casa en 1904, ya que quien primero la mencionó fue, en la década de 1920, una médium local famosa por sus montajes fraudulentos. ¿Y los restos humanos? Más de lo mismo. Lejos de tratarse de un esqueleto casi completo, lo descubierto en el sótano de la casa de los Fox en 1904 se reducía a unos cuantos huesos y ni siquiera todos humanos, según un médico que los examinó para The Occult Review, una revista esotérica británica, y con quien contactó después el Journal of the American Society for Psychical Research. «Nos informó de que había encontrado allí un cierto número de huesos, pero que eran sólo unas pocas costillas y extremos de huesos, y había una superabundancia de algunos mientras que faltaban otros. Entre ellos, también había algunos huesos de pollo. No había nada que indicara que hubieran estado enterrados allí, y bien podían haberlos puesto los niños por divertirse. También nos ha informado de que, unos días más tarde,

supo que un vecino había puesto los huesos allí como una broma y ahora estaba demasiado avergonzado como para confesarlo», precisa el editorial del número de marzo de 1909 del Journal of the American Society for Psychical Research49. «Las evidencias indican que el descubrimiento de 1904 fue un fraude; al igual que la posterior aparición del baúl», concluyó Nickell en 2008. Quizá, como apuntaban en la revista espiritista citada, se trató de una broma que se fue de las manos a su autor. Como había ocurrido medio siglo antes con los juegos de dos niñas. Kate Fox se lo había advertido a su madre cuando ésta pensó que habían contactado con un espíritu: «¡Oh, mamá! Sé lo que pasa. Mañana es el Día de los Inocentes y alguien intenta tomarnos el pelo». Margaret Fox no creyó a su hija pequeña, y nació el espiritismo.

Magos contra médiums «Si nos preguntaran “¿qué ha probado la investigación respecto al espiritismo?”, honestamente sólo podríamos responder: “Que es un fraude, una falsedad, una locura y nada más”», sentenciaba el mago John Nevil Maskelyne en 1892 en The supernatural? [¿Lo sobrenatural?], libro firmado conjuntamente con el psiquiatra Lionel A. Weatherly. «No existe, ni nunca ha existido, un médium de ninguna clase que no haya usado trucos o engaños. Es una afirmación radical, pero, sin embargo, un hecho indiscutible, como las siguientes líneas de la historia de esta religión probarán», concluía después de décadas de investigación el que con el tiempo fue el patriarca de una famosa estirpe de ilusionistas1. Nacido en Cheltenham (Reino Unido) en 1839, John Nevil Maskelyne decía descender del quinto astrónomo real, Nevil Maskelyne (1732-1811), quien probó experimentalmente el método de cálculo de la longitud a partir de la posición de la Luna. Sin embargo, más allá de la coincidencia de nombre y apellido, no hay pruebas concluyentes de que el astrónomo, conocido por sus aportaciones a la navegación marítima y al cálculo del tamaño del sistema solar, fuera antepasado directo del mago. Maskelyne tenía nueve años cuando Kate y Maggie Fox empezaron a simular que contactaban con el Más Allá, pero no se topó con el espiritismo hasta la veintena, cuando trabajaba como aprendiz en un taller de relojería de Cheltenham. Allí cultivaba una de sus grandes pasiones, la de los ingenios mecánicos. Constructor de varios autómatas, acabó siendo un reconocido inventor en la época victoriana. A él se debe, por ejemplo, la cerradura de los baños públicos de Londres que sólo se abría si se metía un penique por una ranura. Su nieto Jasper Maskelyne, también ilusionista, cuenta en White magic. The story of Maskelynes [Magia blanca. La historia de los Maskelyne] que un día entró en el taller de relojería un hombre con pelo largo y barba que llevaba a reparar un raro aparato. «Le explicó con cierto detalle [al joven Maskelyne] que se había roto un muelle y que quería que lo cambiara, pero desvió hábilmente cualquier pregunta sobre su finalidad». Cuando regresó a por la máquina, el

misterioso individuo trató de comprar el silencio del muchacho con medio soberano de oro, pero el chico, que creía tener delante a un ladrón de casas, «rechazó amablemente el soborno»2. Maskelyne formaba parte de un grupo de jóvenes aficionados a la magia. Dos días después, en una de las reuniones, uno de los aprendices de mago informó de que un espiritista estadounidense estaba actuando en Devinzes y hacía que las «manos invisibles» de los muertos respondieran a las preguntas de los vivos mediante golpes en una mesa. La descripción física del médium se correspondía con la del visitante del taller de relojería, y Maskelyne dedujo que el aparato que había arreglado permitía que alguien golpeara a hurtadillas una mesa sin que la audiencia se diera cuenta. Se lo contó a sus amigos y, aquella noche, los jóvenes magos se conjuraron: denunciarían públicamente a todos los médiums que emplearan trucos. Como Devinzes estaba lejos para ellos, el grupo decidió esperar a que algún espiritista recalara en Cheltenham. Entretanto, Maskelyne empezó a ofrecer espectáculos de magia con George Albert Cooke, quien sería su socio de por vida. A principios de 1865, corrió el rumor de que iban a visitar la ciudad dos famosos médiums estadounidenses, los hermanos Ira Erastus y William Henry Davenport. Los lugareños pidieron entonces a sus vecinos ilusionistas que, para preservar el buen nombre de Cheltenham, se unieran al comité que iba a controlar que los espiritistas realmente hicieran lo que decían hacer y no recurrieran a trucos. Maskelyne y sus amigos aceptaron el reto. Ira Erastus y William Henry Davenport habían nacido en Buffalo, al norte del estado de Nueva York, en 1839 y 1841, respectivamente. Hijos de un agente de policía, comenzaron a pasar cosas raras a su alrededor entrada la adolescencia. «Su padre fue el primero en hablar acerca de los hechos extraños que ocurrían en la casa. Cuchillos, tenedores, cucharas y platos saltaban a la mesa, y ésta bailaba. El joven Ira fue lanzado por los aires desde una habitación trasera de la casa y aterrizó en la calle a veintiún metros de distancia. Otra vez, cuando Ira Erastus repartía periódicos, se sintió repentinamente indispuesto y perdió la consciencia. Cuando volvió

en sí, estaba en un banco a orillas del río Niágara, en un punto solitario. Es más, se encontraba en la nieve sin ninguna huella a su alrededor que indicara cómo había llegado allí», cuenta el ilusionista John Mulholland en su libro Beware familiar spirits [Cuídate de los espíritus familiares]3. Este mago destaca que, dada la cercanía entre Buffalo y Rochester –distan unos 118 kilómetros–, en el improbable caso de que los Davenport no hubieran oído hablar de las hermanas Fox, su padre seguro que sabía de las andanzas de las muchachas y apunta a él como el inventor de éstos y otros episodios fantásticos en torno a los jóvenes. Los espíritus se comunicaban con Ira cuando dormía y hablaban a través del muchacho en estado de trance. Así contactó con ellos un tal George Brown, quien explicó que le había asesinado una banda de ladrones en la ciudad de Waterloo, y, posteriormente, John Hicks, cuñado de los hermanos que acusó a su viuda de haberle envenenado. Sin embargo, cuando se exhumó el cuerpo, no se encontró ninguna prueba del presunto crimen. Como en el caso de las Fox, las primeras sesiones de los Davenport se abrieron en 1854 gratuitamente a amigos y vecinos, pero pronto empezaron a cobrar la entrada por indicación del espíritu del tal George Brown, y el padre dejó el trabajo de policía. Los asistentes a las sesiones de la pareja acabaron convencidos de que los espíritus no sólo llevaban volando de un lado a otro a Ira, sino también a William. Y eso que nunca vieron levantarse del suelo a ninguno de los dos porque, durante esos presuntos vuelos, la habitación siempre estaba a oscuras. Uno de los jóvenes se sentaba en un extremo del cuarto, se apagaba la luz, se encendía poco después, y la silla y el chico estaban al otro lado de la habitación. Cualquier persona sensata concluiría que el muchacho había cruzado a oscuras la estancia con la silla a cuestas; los fieles de los Davenport creían, sin embargo, que el joven y la silla habían volado sobre sus cabezas por arte de magia. Tanta ingenuidad puede parecer increíble, pero es común entre los aficionados y estudiosos de lo paranormal.

1. Superpoderes en el laboratorio John Taylor, físico de la Universidad de Londres, era en 1975 uno de los veinte científicos más importantes del mundo, en opinión de los lectores de la revista New Scientist. También creía en los extraordinarios poderes de Uri Geller, famoso por simular doblar cucharas y adivinar, mediante el poder mental, lo que alguien había dibujado en un papel metido en un sobre. Ambas proezas puede duplicarlas con un poco de práctica cualquier ilusionista, pero Geller, que en su Israel natal había actuado como mago en clubes nocturnos, aseguraba –y sigue haciéndolo– que lo hacía mediante psicoquinesia –la capacidad de mover o alterar objetos con la mente sin tocarlos– y percepción extrasensorial. «Uri Geller sólo sabe cuatro trucos de magia. ¡Cuatro trucos! Cualquier buen ilusionista conoce entre treinta y cuarenta que hace extraordinariamente bien. Geller sólo cuatro y muy simples. ¡Cualquiera puede hacer lo que él hace! Pero sigue presentándolo como algo más que magia, como algo woo-woo», denuncia James Randi, quien desenmascaró al israelí en los años 70 en Estados Unidos4. El mago español Jorge Blass lo confirma: «Puedo repetir todos los efectos de Uri Geller»5. En su época, el prestidigitador José Luis Ballesteros viajó por toda España haciendo demostraciones en las que dejaba claro que un ilusionista puede pasar por un dotado de poderes psíquicos en cuanto quiera, siempre que no haya un colega cerca. Así, Ballesteros exhibió sus poderes ante periodistas el 28 de octubre de 1975. Aquel día, iba a presentarse en Madrid el libro Uri Geller al descubierto. Ramos Perera, presidente de la Sociedad Española de Parapsicología, lo había escrito a toda prisa tras la actuación del dotado israelí en Directísimo, programa de TVE conducido por José María Íñigo, el 6 de septiembre. La intervención televisiva de Geller, en la que dobló cucharas y puso en marcha relojes, había asombrado a España. La presentación del libro de Perera se suspendió «en consideración a la enfermedad del jefe del Estado»,

informó Abc al día siguiente. Después de casi 40 años de dictadura, Franco agonizaba. Aunque el acto se había cancelado, los periodistas no se enteraron a tiempo y acudieron a la cafetería donde, acompañado de Ballesteros, Perera tenía previsto presentar su obra. «De una manera oficiosa, el mago José Luis Ballesteros nos hizo unas cuantas pruebas entre amigos, a los que allí nos encontrábamos. Dobló y rompió cucharas. Y en mis propias manos hizo que se doblara una llave, no sin antes advertirnos de que lo que él iba a hacer tenía truco, lo mismo que lo tenían las actuaciones de Uri Geller, pues –según él– el israelí actuó en televisión igual que cualquier mago, pero con una forma nueva de magia. Todos los que estábamos allí no pudimos saber dónde estaba el truco hasta que el autor del libro citado nos puso de manifiesto algunos de los métodos empleados por el joven israelí, de quien tanto ha hablado el pueblo español», escribía la reportera de Abc que asistió a la demostración6. «A un ilusionista es muy difícil que se la den», dice Blass. De hecho, a todos los dotados de poderes paranormales, incluido Geller, se les esfuman cuando tienen enfrente a un mago o a alguien incrédulo que sabe dónde mirar. Perera dio los siguientes consejos a los periodistas para que evitaran que Geller les engañara: Relojes. Que se constate el tipo de avería que tiene la máquina, antes de la experiencia, pues es la única manera de saber realmente si se ha arreglado o no. Agitar el reloj y darle cuerda antes de la prueba, para tener la seguridad de que no se pone en marcha por sí solo. Acercárselo al oído para comprobar que no anda y, desde ese momento, no tocarlo. Piezas metálicas. Asegurarse de que las cucharas, tenedores o llaves no se encuentran rajados. Comprobar el grado de dureza de la pieza. Colocar el objeto sobre una superficie dura y tratar de doblarlo suavemente evitando hacer palanca. Si el objeto se lo entregan a Uri Geller, vigilen siempre sus dedos y no pierdan nunca de vista el cubierto o las llaves. Controlen si se lo acerca a alguna parte del cuerpo donde pueda tener oculto un mecanismo

de torsión. Si aún se logra romper el objeto, désenlo a analizar a un químico por si hubiera tratado el metal con algún producto. Dibujos. Llevar hecho el dibujo dentro de un sobre porque, si se hace delante de Uri Geller, nadie podrá tener la seguridad de que éste no lo haya visto o seguido los movimientos del lápiz. Cuando le diga que lo reproduzca mentalmente, tener cuidado de no mover la cabeza o los ojos porque, de la trayectoria de éstos, un prestidigitador con práctica puede deducir la figura que se ha trazado. Dibujar algo diferente a lo que por lo general se hace: una casita, un círculo, un monigote. Si Geller pide el dibujo, aunque esté bien cerrado, es imprescindible no perderlo nunca de vista, recuérdese que él ha asegurado que en su época de espía aprendió a abrir sobres sin que se notase. Ninguna precaución similar se había tomado durante la intervención de Geller en TVE en 1975, ni se tomaría cuando reapareció en ETB en 1986, también de la mano de Íñigo –aunque esta vez no dobló cucharas porque se había dejado la cubertería preparada en el hotel de San Sebastián donde se alojaba–, ni tampoco en Antena 3 en 2013, apadrinado por un entusiasmado Pablo Motos. Sin embargo, sí se pusieron controles en The Tonight Show ¡nada menos que en 1973! Geller esperaba que su aparición en el espacio de entrevistas de Johnny Carson de la NBC, el programa más importante de la televisión estadounidense, fuera una más de su exitosa gira televisiva norteamericana. Resultó un fiasco. Ilusionista aficionado, Carson pidió consejo al mago James Randi, quien no disponía de tiempo para viajar hasta Los Ángeles –desde donde se emitía el programa–, pero le hizo por teléfono unas recomendaciones tan simples como efectivas: que los cubiertos, relojes y demás parafernalia fueran nuevos, comprados por el equipo del programa, que ni el israelí ni sus ayudantes pudieran tocarlos en ningún momento bajo ningún pretexto antes de la prueba y que, en caso de que Geller intentara demostrar sus poderes, Carson no le quitara el ojo de encima ni aunque la emisión se interrumpiera por anuncios. Nada más entrar en el plató de The Tonight Show, Geller se llevó la primera sorpresa: sobre una mesa, había cubiertos, relojes y latas de película fotográfica de cuya existencia no había sabido hasta

entonces y que el presentador no le dejaba tocar. Llegado el momento, y visiblemente incómodo, intentó adivinar, sin tocarlas y haciendo pases mágicos por encima, cuál de las latas de película contenía agua. Cejó en su empeño porque, dijo, no se sentía con fuerzas. Tampoco dobló cucharas ni puso en marcha relojes. Aquella noche no se sintió con fuerzas para nada. «Fallé delante de 40 millones de personas», admitió después. Es lo que ha pasado siempre que ha sido sometido a estrictos controles o ha actuado ante ilusionistas: el efecto Geller se ha desvanecido. «Todo lo que hace, supuestamente paranormal, podría repetirlo un ilusionista; nunca admite controles en sus demostraciones públicas»; «hay abundantes testimonios de que ha hecho trampas» e «incluso él mismo ha llegado a reconocerlo en ocasiones»; «sus mayores fracasos han ocurrido cuando, sin que él lo supiera, se le ha sometido a algún tipo de control»; y «carece de pruebas concluyentes, científicamente controladas, sobre la veracidad de sus poderes», sentenciaba Perera en su libro7. John Taylor no sabía nada de magia cuando en 1975, junto a él y ante las cámaras de la BBC, Geller hizo sus trucos revistiéndolos de superpoderes. Aquello impactó al científico. «Me sentí como si todo el esquema que yo tenía del mundo se viniera abajo de repente. Me veía a mí mismo desnudo y vulnerable, rodeado por un universo hostil e incomprensible. Transcurrieron muchos días antes de que consiguiera hacer frente a esa sensación», escribió en su libro Superminds: an enquiry into the paranormal [Los extraños poderes de la mente, 1975]8. Así que se puso a estudiar a niños que hubieran experimentado doblamientos de metales tras la actuación de Geller en la televisión pública británica. Lo hizo con la candidez propia de un investigador parapsicológico. «Los controles de Taylor eran increíblemente inadecuados –explicaba Martin Gardner, divulgador científico e ilusionista aficionado, en la revista The Skeptical Inquirer en 1979–. Por ejemplo, los niños debían introducir clips en sus bolsillos y posteriormente sacar uno retorcido. No obstante, Taylor estaba convencido de que cientos de muchachos en Inglaterra tenían el poder mental necesario para deformar objetos metálicos.

Curiosamente, Taylor nunca vio de hecho doblar nada. En un momento dado, una cuchara estaba derecha y, posteriormente, aparecía retorcida. Taylor llamó a esto el efecto timidez. Se colocaban varillas metálicas en el interior de unos tubos de plástico lacrados, y los niños se los llevaban a casa. Luego regresaban con los tubos aún lacrados y las varillas dobladas. Un muchacho asombró a Taylor materializando un billete de cinco libras esterlinas dentro de un tubo»9. Que un hecho prodigioso no suceda ante miradas indiscretas –el efecto timidez de Taylor– es campo abonado para el fraude. El físico Brian Pamplin y el sociólogo Harry Collins investigaron a seis niños dotados de poderes paranormales entre mayo y septiembre de 1975 en la universidad inglesa de Bath. Taylor creía que los pequeños superdotados no hacían trampas. Pamplin y Collins pusieron a prueba tal supuesto con seis menores de entre ocho y trece años. «A, B y F son niñas de once años. C es una niña de trece años, mientras que D y E son niños que tienen diez y ocho años, respectivamente. Se entró en contacto con todos ellos con la ayuda de la prensa y la televisión locales», explicaron en la revista Nature10. Querían «obtener fotografías o grabaciones de vídeo del momento del doblamiento» de objetos metálicos con el poder de la mente. Los resultados fueron demoledores para la credibilidad de trabajos, como el de Taylor, basados en la confianza en la integridad de los sujetos a examinar. Pamplin y Collins hicieron las pruebas en una habitación del laboratorio de psicología de la Universidad de Bath que tenía en una pared un gran espejo de un solo sentido como los de las salas de interrogatorios de las películas y series policiacas. El niño se encerraba en la estancia con las varillas y cucharas a doblar, acompañado de un adulto cuyo cometido de cara al pequeño era vigilarle, pero que tenía instrucciones para relajar los controles periódicamente después de los primeros veinte minutos. Al otro lado del espejo, los investigadores hacían la vigilancia real, equipados con cámaras de vídeo y máquinas de fotos. «Los experimentadores estaban especialmente alerta en esos periodos [de relajación del

vigilante del cuarto] y en todos los casos, excepto en el de C, vieron y fotografiaron a los sujetos haciendo trampas. A puso la varilla bajo un pie para doblarla; B, E y F recurrieron a las dos manos para doblar la cuchara con un considerable esfuerzo muscular; mientras que D trató de esconder las manos bajo la mesa para doblar la cuchara con las dos fuera de la vista del observador». Ninguno de los pequeños hizo magia.

2. Dos hermanos en un armario Los Davenport pusieron pronto en marcha en Buffalo un espectáculo que les diferenciaría de otros médiums y con el que viajarían por medio mundo. Cuenta el ilusionista John Mulholland que al principio, durante las sesiones, se ataron a las sillas para demostrar que ellos «no participaban físicamente en las manifestaciones» y, después, «colgaron una cortina alrededor de una de las esquinas de la habitación, y muchas cosas sucedían detrás de la cortina, donde los hermanos estaban sentados y atados a sus sillas». Cuando el espíritu de un antiguo gobernador de Jamaica les animó a salir de gira por Estados Unidos, sustituyeron los cortinajes por «una gran caja», que acabó convirtiéndose en un armario de tres puertas11. Uno de los hermanos se acomodaba tras la puerta izquierda; el otro, tras la derecha; y, detrás de la central, había una guitarra, una trompeta, un violín, una pandereta y dos campanas. Los Davenport se sentaban frente a frente, atados entre sí y de pies y manos con una cuerda. Cuando se cerraba el armario y las luces de la sala se apagaban, empezaban a sonar los instrumentos y, cuando la luz volvía y se abrían las puertas, los hermanos seguían atados. En 1855, un año después de debutar como médiums, llegaron con su montaje al barrio neoyorquino de Bowery, al sur de Manhattan, donde había numerosas salas de espectáculos. Público y periódicos se dividieron entre quienes creían que lo que pasaba en el escenario era algo sobrenatural y quienes pensaban que se trataba de un montaje teatral, apoyados estos últimos en que varias veces los espectadores habían encendido luces en medio de la oscuridad y pillado a los hermanos haciendo cosas que se suponía que no hacían. «Los Davenport no tienen ninguna pretensión de intervención sagrada. No ofrecen ninguna explicación ni la dan si se les pide, pero, como hombres sensatos, hacen lo que dicen que hacen y dejan a la audiencia que llegue por sí misma a la conclusión que le plazca», escribió un reportero del diario neoyorquino The

Sun 12. Los hermanos optaron por la ambigüedad, aunque sus subalternos alimentaron siempre la creencia espiritista. Recorrieron Estados Unidos durante casi diez años acompañados por William Fay, un joven que en Buffalo se había encargado de controlar las entradas a sus sesiones, y al principio también por su padre, quien pronto dejó de viajar con ellos. En agosto de 1864, se embarcaron hacia el Reino Unido junto con su representante, Fay y el ministro protestante J.B. Ferguson, que hacía las veces de maestro de ceremonias. La gira inglesa empezó a finales de septiembre con varias sesiones privadas en la casa londinense del actor y dramaturgo irlandés Dion Boucicault. Asistieron políticos, aristócratas, artistas, científicos y periodistas. Los hermanos les deslumbraron. Así contó en la prensa el anfitrión lo que pensaban los invitados a la segunda demostración: Al terminar la sesión, comentamos todos lo que habíamos visto u oído. Lord Bury manifestó que, en resumen, la opinión de los reunidos parecía estar de acuerdo en declarar que los hermanos Davenport y el señor Fay, después de una rigurosísima prueba y de la más meticulosa vigilancia de todas sus acciones, procedían de modo que no podían por menos que reconocer que en todo ello no había rastro de trampa de ninguna especie, que indudablemente no estaban convenidos para representar farsa alguna, y que todos los testigos de lo ocurrido declararíamos espontáneamente en el círculo social a que cada uno pertenecíamos, y dentro de los límites en que las propias investigaciones nos permitieran formar opinión, que los fenómenos ocurridos en nuestra presencia no eran obra de escamoteo. Todos estuvimos conformes con aquellas manifestaciones13. No compartía esa opinión uno de los asistentes a otra de las sesiones, el actor Henry Irving. Incrédulo, comentó los hechos con dos colegas, uno de ellos ilusionista aficionado. Los tres comprobaron poco después lo fácil que era duplicar los efectos de los Davenport y, el 25 de febrero de 1865, presentaron en Manchester una parodia de la actuación. «Si tenemos éxito en

destruir las pretensiones blasfemas de estos traficantes de espíritus sin licencia, este encuentro no habrá sido en vano», dijo Irving al comienzo del espectáculo, en el que interpretaba al reverendo Ferguson14. La representación fue un éxito. Tuvieron que repetirla, y el gerente del Teatro Real de Manchester les propuso que la hicieran diaria. Pero Irving tenía planificada su carrera artística en otra dirección y prefirió perder el trabajo a seguir con la parodia espiritista. Nada más llegar al Reino Unido, los Davenport habían topado también con la oposición de John Henry Anderson, el ilusionista británico que sacó su arte de la calle y lo metió en los teatros. Conocido como El Gran Mago del Norte, consideraba el espiritismo una farsa peligrosa y, durante una gira previa por Estados Unidos, había dedicado tiempo en sus actuaciones a exponer el fraude de los Davenport. «Reproducía todo el espectáculo, pero sin la elegancia de la que hacían gala los hermanos Davenport. Además, no revelaba cómo duplicaba los efectos», indica Mulholland15. Otros prestidigitadores replicaron los prodigios de la pareja, que se llevó más de un susto por espectadores enfurecidos. «A principios de 1865, hicieron viajes por provincias y, en Liverpool, Huddersfield y Leeds, el público los trató con violencia. En Liverpool, dos individuos les ataron las manos tan brutalmente que les hicieron sangrar, siendo preciso que el señor Ferguson cortara las ligaduras para evitarles tal suplicio. Los Davenport se negaron a continuar la sesión, lo cual fue causa de que el populacho se arrojara al estrado y destrozara aparatos y muebles. Lo mismo ocurrió en Huddersfield y Leeds como resultado de una bien orquestada campaña de oposición», asegura Doyle16. Aunque no existía la campaña de la que habla el novelista, los hechos ocurrieron tal como cuenta, si bien es cierto que años después Ira le dijo a Harry Houdini (1874-1926) que la culpa de la revuelta de Liverpool la tuvo Ferguson, al precipitarse en liberarles de sus ligaduras. Los Davenport llegaron a Cheltenham el 7 de marzo de 1865. «Era una demostración rutinaria de los hermanos dentro de su gira provincial. Sin embargo, tuvo una influencia indirecta en la escena

mágica de la Inglaterra victoriana mayor que ninguna otra actuación de ese siglo», asegura Lamb en su obra sobre la magia de la época17. El joven Maskelyne acudió a la representación de los médiums «con la mente abierta; estaba dispuesto a admitir que la comunicación con los muertos era real. Pero no estaba dispuesto a dejar pasar ningún truco que pudiera descubrir, porque el espiritismo estaba atrayendo a muchísima gente infeliz que había perdido a sus seres queridos y estaba predispuesta a la credulidad cuando los Davenport y su amigo expresbiteriano [J.B. Ferguson] les ofrecían elocuencia y el sonido de campanas a cambio de una cara entrada», explica el nieto del mago18. La representación comenzó como era habitual. Ferguson explicó que los hermanos habían recibido de Dios el don de contactar con el Más Allá, y que los espíritus temen la luz y sólo pueden comunicarse en la oscuridad. Después, los Davenport se metieron en el armario y fueron atados entre sí, de pies y manos, y a la bancada; y los nudos, examinados por un comité de ciudadanos que también inspeccionó el armario. Se apagaron las luces y se corrieron las cortinas para evitar que ni un rayo de luz incomodara a los espíritus, que iban a hacer sonar los instrumentos y, como había ocurrido en otras ocasiones, en un momento determinado lanzar alguno fuera del armario por la puerta central. Pero Maskelyne, que estaba cerca del escenario, tenía un plan. «Me senté en un lateral, vigilante, a la espera de una pequeña sorpresa que había planeado con la ayuda de otro miembro de nuestro club de magia. Cuando creí que la puerta central se iba a abrir, golpeé el suelo con un pie. A mi señal, un amigo hizo que la cortina que cegaba una de las ventanas se corriera un poco, dejando entrar un lanzazo del sol de la tarde justo cuando la puerta central se abría y los instrumentos empezaban a volar hacia afuera. En la luz, vi claramente a Ira Davenport lanzar los instrumentos fuera del armario», escribía años después John Nevil Maskelyne19. Pidió que se encendieran las luces; Ferguson intentó convencerle de que arreglaran las cosas en privado. No lo consiguió. Se hizo la luz. Los Davenport estaban sentados en el armario atados de pies y

manos. El joven mago se levantó y dijo a sus paisanos: «Señoras y caballeros, he descubierto cómo hacen el truco». Maskelyne explicó a sus conciudadanos que se trataba de una cuestión de destreza y se comprometió a reproducir los efectos de los médiums después del oportuno entrenamiento. Tres meses más tarde, el 19 de junio de 1865, él y Cooke replicaron todos los prodigios de los Davenport y exhibieron algunos más ¡a plena luz del día y sin la ayuda de los espíritus! «Tanto se pareció la representación a la original que los espiritistas no tuvieron otra alternativa que referirse a nosotros como los médiums más poderosos, algo que era para ellos más rentable que negar la ayuda de los espíritus», recordaba en 1892 el ilusionista20. Para el mago de la era victoriana que desenmascaraba médiums, el principio básico doctrinal del «gigantesco engaño» del espiritismo era que «aquéllos que tienen mucho dinero y nada de cerebro están hechos para aquéllos que tienen mucho cerebro y nada de dinero»21. Una máxima aplicable a todo el gran negocio del esoterismo. En 1911, Harry Houdini visitó a Ira Davenport en Maysville (Nueva York), donde se había retirado. El médium le confesó que su espectáculo se basaba en trucos y le explicó cuál era el método que empleaban él y su hermano para liberarse de las ataduras y, después, volvérselas a poner rápidamente22. En 1883 y 1884, Maskelyne ofreció en el Salón Egipcio de Piccadilly, en Londres, más de 200 representaciones en las que reproducía y explicaba cada truco de los Davenport. Los hermanos estadounidenses fueron los primeros embaucadores que cazó, pero hasta su muerte desenmascaró a innumerables médiums y, además, creó escuela: Harry Houdini y James Randi recogerían su testigo, sucesivamente, en la denuncia de los fraudes paranormales. «He hecho lo mismo que Houdini y Maskelyne. Lo mismo. Hace poco, recibí en California una gran distinción del Castillo Mágico, una muy famosa fraternidad de magos. Me galardonaron por mi trayectoria profesional. Fue en un gran teatro de Los Ángeles lleno de ilusionistas. Al agradecer el premio, aproveché la oportunidad para recordar que la Sociedad de Magos de Estados Unidos, de la

que fue presidente Houdini, y la Hermandad Internacional de Magos tuvieron en su momento sendos comités dedicados a la lucha contra el ocultismo en los medios», me contaba Randi en Bilbao en mayo de 201223.

3. El proyecto Alfa «No hay nada paranormal en lo que hago», dice el mentalista Banachek. En la mesa, una cuchara retorcida, un tenedor doblado y otro con un diente separado del resto unos 40 grados. Inutilizados por arte de magia. Los ha doblado ante mis narices sin que viera cómo. Estaban como nuevos cuando los ha cogido de una mesa del NH Deusto, el hotel donde se aloja durante una fugaz visita a Bilbao dentro de una gira por clubes de ilusionistas españoles. Es martes, 30 de septiembre de 2014. Ayer estuvo en Oviedo; mañana viaja a Valladolid. Esta noche actúa a puerta cerrada para sus colegas vascos, a los que asombrará y enseñará trucos en el cuartel general del Mago Oliver. Steve Shaw –su nombre real– nació en Middlesex (Reino Unido) en noviembre de 1960, se crió entre Sudáfrica y Australia, y en 1976 se estableció en Estados Unidos. Simula habilidades fantásticas como la adivinación, la telepatía, la telequinesis y la mediumnidad. Considerado uno de los mejores en su especialidad, diseña ilusiones para Penn & Teller, Criss Angel y David Blaine, entre otros. Además, es el director del reto paranormal de la Fundación Educativa James Randi (JREF), que ofrece desde 1996 un millón de dólares a quien demuestre poderes sobrenaturales en condiciones controladas, sin trampas ni trucos de magia. «Recibimos muchas solicitudes, pero muy pocas pasan los filtros preliminares –admite–. Hay personas que creen tener poderes extraordinarios y no entienden que les pongamos condiciones para que la demostración sea científicamente admisible; otros proponen auténticas locuras. Un tipo me aseguró una vez: “Puedo impedir un terremoto antes de que ocurra”. Le respondí: “Vale. ¿Cómo podemos probarlo?”. Me dijo: “Predeciré cuándo va a haber un terremoto. Tú consultas con un auténtico adivino que valide mi predicción y, seis meses antes de la fecha, me concentro e impido el terremoto”. Le expliqué que, si existiera algún auténtico adivino, ya se habría llevado el millón».

Shaw vivía en Sudáfrica cuando entró en contacto con la magia. Su madre se había divorciado de su padre, un ingeniero eléctrico que trabajaba para el Ejército estadounidense, antes de cumplir él un año. Se había vuelto a casar, había tenido otros dos niños, y los cinco se habían mudado del Reino Unido a Sudáfrica. Y un día la mujer desapareció. Abandonó a Steve y sus dos hermanos pequeños, que se quedaron a cargo de su padrastro. Cuando Uri Geller visitó el país en 1974 con su número de doblar cucharas y parar relojes, Steve tenía catorce años. «Recuerdo estar escuchando a Geller por la radio, coger una aguja entre mis dedos y que él decía: “¡Concentraos! ¡Concentraos! ¡Podéis doblarla!”. Creí que había doblado la aguja. No mucho; sólo un poquito. Pero lo creí». Su fe en el israelí duró poco. Después de una breve estancia con su padre biológico en Australia, adonde viajó animado por sus abuelos paternos, con quienes siempre había tenido contacto, se trasladó a Estados Unidos con su familia americana. Entró en el instituto, compaginó los estudios con varios empleos y cayó en sus manos The magic of Uri Geller [La magia de Uri Geller, 1975], el libro del ilusionista James Randi, ya entonces un popular cazacharlatanes. «Entonces supe que Geller usaba trucos de magia. Me puse a inventar mis propias maneras de doblar cosas y, en el instituto, mis compañeros acabaron robando cubiertos de la cafetería para que se los doblara». Creían que tenía poderes. Poco después, escribía una carta a Randi en la que le aseguraba que, si se presentaba la oportunidad, podía hacerse pasar por psíquico y convencer a parapsicólogos de que tenía poderes. «No esperaba que me respondiera; pero lo hizo y me invitó a visitarle si pasaba alguna vez por Nueva Jersey, donde vivía entonces. Ahorré dinero y fui a visitarle. Resultó decepcionante. Randi no me pidió que doblara una cuchara ni que hiciera nada. Sólo quería conocerme, saber cómo era. Si se presentaba la oportunidad de engañar a parapsicólogos, él no me iba a enseñar nada y así luego podría decir: “Miren, este chico es autodidacta. ¿Se imaginan lo que hubiera sido capaz de hacer si yo le hubiera adiestrado?”. Además, me pidió que no dijera a nadie que era mago para no quedar al descubierto si investigaban mi pasado». Shaw guardó el secreto en

el instituto y pronto se presentó la ocasión de demostrar sus habilidades en el laboratorio. James S. McDonnell (1899-1980), presidente y cofundador de la empresa aeronáutica McDonnell-Douglas, era un creyente en lo paranormal. En 1979, donó medio millón de dólares a la Universidad Washington de San Luis (Misuri) para que pusiera en marcha el Laboratorio McDonnell de Investigación Psíquica. Su director, el físico Peter Phillips, anunció en los medios que querían investigar las capacidades psicoquinéticas, de alterar la materia con el poder de la mente. Recibieron 300 solicitudes de posibles candidatos. «Les escribí una carta diciéndoles que podía hacer lo que querían y me pidieron que les visitara –recuerda Shaw–. Días después, Randi me llamó para decirme que se iba a poner en marcha el Laboratorio McDonnell. Le conté que me habían aceptado en el proyecto. Y me dijo: “Me ha telefoneado otro joven mago al que también han aceptado. Se llama Michael Edwards”. Cuando conocí a Mike en un aeropuerto, camino del Laboratorio McDonnell, conectamos inmediatamente». Randi se ofreció a Phillips para asesorar a su equipo y, de paso, le recomendó una serie de medidas de control para las pruebas. Recibió la callada por respuesta. Entonces, puso en marcha con Shaw y Edwards, de 18 y 17 años, respectivamente, el proyecto Alfa. Su objetivo era demostrar que, por mucho dinero del que los parapsicólogos dispusieran, la calidad de sus investigaciones no mejoraría y que, además, no aceptarían la ayuda de magos y, por eso, les engañarían con simples trucos de ilusionismo. Randi les dijo a los dos adolescentes que, si en algún momento los parapsicólogos les preguntaban si recurrían a trucos, les tenían que responder: «Sí, y nos ha enviado James Randi». Los jóvenes participaron en 180 horas de experimentos en el Laboratorio McDonnell durante tres años. «Al principio, hacíamos efectos con cosas muy pequeñas porque no sabíamos si había cámaras o nos estaban viendo de algún modo», recuerda Shaw. Pronto comprobaron que los controles eran casi inexistentes. «Nos dimos cuenta de que podíamos engañar a los científicos». Lo hicieron a lo grande. «Cada vez que les engañábamos, se lo contábamos a Randi con todo lujo de detalles. Dos o tres semanas

después, él escribía una carta a Phillips explicándole que, si tuviera que hacer una cosa determinada –la que nos habían pedido a nosotros–, podría hacerla así, así y así. Describía exactamente cómo lo habíamos hecho Mike y yo, pero los parapsicólogos nunca cayeron en la cuenta del engaño». Una vez le pidieron a Shaw que probara a alterar una cinta de vídeo con el poder de la mente. Se puso frente a la videocámara, se concentró mirando al objetivo y, de repente, los investigadores vieron en sus monitores un destello al que poco después siguió otro. «No me miraban. Miraban a sus pantallas. Mientras simulaba concentrarme, había deslizado una mano hasta el lateral de la cámara y jugado con el control de brillo». En otra ocasión, pusieron una serie de objetos metálicos en una mesa, los cubrieron con un acuario boca abajo y sellaron todo. Iban a dejarlos así una noche, vigilados por una cámara de fotos, para ver si Edwards y Shaw eran capaces de alterarlos con sus superpoderes. La cerradura de la puerta era buena, y Phillips llevaba la llave al cuello. «Dejamos una ventana abierta y, por la noche, Mike y yo entramos por ella, apagamos la cámara, levantamos el acuario, doblamos y revolvimos todo, encendimos la cámara y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, Phillips me preguntó si había dormido bien. Le dije que no mucho, que había soñado que iba al laboratorio y todo se doblaba. Se fue y volvió gritando: “¡Ha ocurrido! ¡Ha ocurrido! ¡Has soñado con ello y todo se ha doblado!”». Durante un experimento telepático, Edwards y Shaw fueron retados a adivinar los dibujos metidos en unos sobres cerrados. A cada uno de ellos le daban un sobre, le dejaban tenerlo un rato en las manos y después lo inspeccionaba un investigador para descartar cualquier manipulación. Entonces, el joven anunciaba su predicción. Acertaron muchas veces, aunque no el 100% porque hubiera resultado sospechoso. ¿Cómo lo hacían? Los sobres estaban cerrados con grapas. Las quitaban con las uñas con cuidado, echaban una ojeada dentro y las volvían a poner en su sitio. En una ocasión, a Edwards se le cayeron las grapas y, para evitar que le cazaran, abrió el sobre delante del experimentador para comprobar su predicción sin que el

científico le llamara la atención por romper el protocolo. Hacían lo que querían. Sus poderes fueron refrendados por otros parapsicólogos a los que visitaron durante aquellos tres años. «Berthold Schwarz fue más fácil de engañar que los científicos del Laboratorio McDonnell. Creía en cualquier cosa». Un día les contó que conocía a una mujer que sacaba fotos del cielo normales y corrientes, pero, cuando las revelaba, aparecían en ellas ovnis que eran invisibles al ojo humano. «“¿Podríais hacerlo?”. Dije que sí. Siempre decía que sí a todo. No tenía nada que perder. Cogí la cámara y fotografié el cielo, unos coches, el aparcamiento... Cuando revelaron las fotos, Berthold vio en ellas a una mujer dando a luz, a Jesucristo y cosas así. Todo lo que yo había hecho era escupir en el objetivo sin que él se diera cuenta. Cuando Berthold me enseñó las fotos, yo también veía esas cosas. Era como buscar formas en las nubes»24. Otro parapsicólogo, Otto Schmit, de la Universidad de Minnesota, compró unos relojes digitales baratos y les preguntó si podían alterarlos paranormalmente. Edwards sacó uno del laboratorio a hurtadillas a la hora de comer, lo metió dentro de un sándwich, pidió que se lo calentaran en el microondas, y el reloj se volvió loco. Schmitt lo consideró una prueba de los extraordinarios poderes de la pareja. En julio de 1981, Randi lanzó dos rumores en una convención de magos en Pittsburgh. «Según uno, Mike, Randi y yo estábamos engañando a la gente del Laboratorio McDonnell; según el otro, Mike, Randi, la gente del Laboratorio McDonnell y yo queríamos engañar a la comunidad científica». Días después, los parapsicólogos se lo contaron, entre risas, a los dos jóvenes. «En ningún momento nos preguntaron si había algo de verdad en los rumores, lo que nos habría obligado a confesar». Semanas más tarde, Randi se encontró con Phillips en la reunión anual de la Asociación Parapsicológica en Siracusa (Nueva York) y le pidió un vídeo con los prodigios de Edwards y Shaw que había entusiasmado a los asistentes a ese encuentro. El mago envió al físico un detallado informe de los trucos que veía en la cinta. Phillips estrechó los controles sobre los jóvenes, se acabaron los milagros, y Randi destapó el pastel del proyecto Alfa

en la revista Discover. Dos aprendices de mago habían engañado a la flor y nata de la investigación psíquica, víctima de su credulidad y prepotencia. «¡Randi ha hecho retroceder la parapsicología cien años!», lamentó Berthold Schwarz. De Randi dicen desde las filas de la credulidad que tiene superpoderes. Nada nuevo. «J.N. [Maskelyne] era constantemente acusado, a menudo por personas que deberían haber tenido más inteligencia, de ser capaz de descubrir los trucos de los médiums y de otros, como demostró en el caso de los Davenport, simplemente porque estaba aliado con el padre del engaño [el Diablo]», recuerda su nieto25. Algo parecido sospechaba de Houdini su amigo Arthur Conan Doyle.

4. El novelista y el mago «Los dinosaurios retozan en el cine para Doyle. El espiritista desconcierta a magos de fama mundial con imágenes de bestias prehistóricas», rezaba un titular de The New York Times el sábado 3 de junio de 192226. El novelista había asombrado la noche anterior a los asistentes al encuentro anual de la Sociedad de Magos de Estados Unidos, presidida por Houdini, con una película de «monstruos de hace millones de años» jugando, apareándose y matándose. «Sean esas imágenes una broma del famoso autor y campeón del espiritismo a los magos o auténticas como sus fotos de hadas, es algo que no se reveló», apuntaba el diario. De familia católica y médico, Arthur Conan Doyle se adhirió a la naciente religión cuando todavía no era un escritor de éxito. Había leído sendas obras del juez y legislador estadounidense John Edmonds y del naturalista inglés Alfred Russel Wallace, ambos devotos espiritistas, y le habían convencido. «Después de sopesar la evidencia, no podía dudar más de la existencia de los fenómenos [mediúmnicos] de lo que podía dudar de la de leones en África, a pesar de que he estado en ese continente y nunca he tenido oportunidad de ver uno», decía en una carta publicada en la revista espiritista Light el 2 de julio de 1887. Tras haber celebrado nueve o diez sesiones en su casa con amigos sin obtener ninguna prueba concluyente de la realidad de la comunicación con el Más Allá, la participación en una reunión dirigida por «un viejo caballero con fama de tener una considerable energía mediúmnica» le llevó, «después de muchos meses de investigación», a estar «absolutamente seguro de que la inteligencia puede existir al margen del cuerpo»27. En noviembre de ese mismo año, llegaba a las librerías Estudio en escarlata, su primera novela protagonizada por Sherlock Holmes, el detective racional por excelencia. El escritor participó en incontables sesiones espiritistas e investigó fenómenos extraños como miembro de la Sociedad para la

Investigación Psíquica (SPR), en la que ingresó en 1891, pero mantuvo sus creencias en un discreto segundo plano durante más de 30 años, hasta que una sucesión de muertes le llevó a sacarlas a la luz. En 1918, fallece su hijo Kingsley, al que sigue en 1919 su hermano Inner y, poco después, dos cuñados y dos sobrinos. El espiritismo vive un momento de auge a consecuencia de la Primera Guerra Mundial y sus más de 16 millones de muertos, y Doyle se convierte en su principal apóstol. Casado en segundas nupcias con la médium Jean Leckie en 1907, un año después del fallecimiento de su primera esposa por tuberculosis, el ya famoso novelista expone su credo en dos opúsculos: La Nueva Revelación (1918) y El mensaje vital (1919). Confiesa que en su juventud había sido «un ferviente deísta», convencido de que la muerte es el final de todo. «Tal era mi estado de espíritu cuando los fenómenos espiritistas atrajeron mi atención. Siempre había considerado este tema perfectamente absurdo; había leído sobre el desenmascaramiento de los médiums falsarios y me preguntaba cómo podía prestar fe un hombre sensato a semejantes cosas». Él, que «consideraba el espiritismo como una vulgar ilusión de los ignorantes», cambia de opinión tras comprobar que «hombres cuyos nombres constituían un galardón en las ciencias» –como Wallace, el químico William Crookes y el astrónomo Camille Flammarion– creen en la vida después de la muerte28. Otros sabios, como el naturalista Charles Darwin y el neurocientífico español Santiago Ramón y Cajal (18521934), no comparten ese entusiasmo. «Pena da pensar que, en los absurdos de la moderna brujería, hayan caído hombres de ciencia como Crookes y Richet, y filósofos como Krause y W. James. Yo confieso, un poco avergonzado, mi irreductible escepticismo. Y me fundo, aparte ciertas razones serias (comprobación de las supercherías de los médiums e imposibilidad de demostrar la identidad de los aparecidos), en los siguientes frívolos motivos: en ninguna de las invocaciones de ultratumba publicadas en libros y revistas espiritistas he encontrado una suegra duende turbando la felicidad de su yerno, ni un espectro de poeta chirle infernando, con bromas pesadas, la vida de sus críticos», dejó

escrito el Nobel aragonés29. Ramón y Cajal asiste a exhibiciones mediúmnicas y le sorprende lo que ve: «Lo admirable en aquellas sesiones no eran los sujetos, sino la increíble ingenuidad de los asistentes, que tomaban cual manifestaciones sobrenaturales ciertos fenómenos nerviosos (autosugestión sobre todo) de los médiums, o la mera coincidencia de hechos, o los efectos del hábito mental, o, en fin, los fáciles y conocidos ardides del cumberlandismo, tan exhibido después en los teatros»30. El cumberlandismo debe su nombre a Stuart Cumberland, nombre artístico del periodista británico Charles Garner (1857-1922), un mago famoso en su tiempo por descubrir objetos escondidos mediante la lectura de los movimientos musculares involuntarios de los sujetos que los habían ocultado. Quien primero practicó este arte, y de uno de cuyos discípulos lo aprendió Cumberland, fue el mentalista estadounidense J. Randall Brown (1851-1926)31. «Sir Arthur cree de verdad. En su gran mente, no hay ninguna duda», admite su amigo Houdini32. El novelista atribuye algunas proezas del mago húngaro-estadounidense a que tiene poderes paranormales, algo que éste niega. «Sería difícil determinar cuándo fue la primera vez que sir Arthur y yo hablamos sobre espiritismo, pero, desde esa primera charla hasta ahora, nunca hemos estado de acuerdo. Nuestros puntos de vista difieren; no creemos en lo mismo. Sé que trata al espiritismo como una religión. Él cree que es posible y que puede comunicarse con los muertos. No hay ninguna duda de que sir Arthur es sincero en su creencia, y esa sinceridad ha sido fundamental en nuestra amistad»33. A pesar de sus discrepancias, se admiran mutuamente, aunque eso no impide que se enfrenten en la prensa a través de cartas en las cuales Doyle defiende su fe y su amigo americano la ataca. Para el escritor, el espiritismo es una religión compatible con todas las demás, pero con mayores pruebas a favor de su realidad; para el maestro de la ilusión, un engaño. Houdini es probablemente el mago más famoso de todos los tiempos. Nacido en Budapest en 1874 como Erik Weisz en el seno de una familia judía, con cuatro años llegó a Estados Unidos con su padre, rabino, su madre y cuatro hermanos. Pronto se sintió cautivado por la

gimnasia, la acrobacia y la prestidigitación, y en la adolescencia adoptó Houdini como apellido artístico en honor al ilusionista francés Jean Eugène Robert-Houdin (1805-1871). Como parte de su repertorio artístico, al principio de su carrera llegó a actuar como médium. «En aquel tiempo, apreciaba el hecho de que sorprendía a mis clientes y, aunque era consciente de que les engañaba, no veía ni entendía la gravedad de trivializar tal sentimiento sagrado [se refiere al duelo] y el resultado funesto que inevitablemente seguía. Para mí, era una broma», recordaba en 1924. Al morir su madre el 17 de julio de 1913 mientras él está de gira por Europa, es tal el dolor que le invade que se siente culpable de haber simulado en sus inicios hablar con los muertos: «Me di cuenta de que rayaba lo criminal»34. Hasta entonces, no había visto en ninguna sesión espiritista nada que desafiara a la razón; pero creía en la existencia de un ser superior y de otra vida después de la muerte, e idolatraba a su madre. Y fue de médium en médium intentando conectar con ella. En vano. Sólo descubrió los trucos con los que engañan a la gente y cómo ésta se engaña a sí misma, además de desenmascarar a otros pícaros.

5. Un aristócrata con visión de rayos X Uno de ellos fue Joaquín María Argamasilla de la Cerda y Elio, quien alardeaba, antes que Superman, de tener visión de rayos X. Su padre, Joaquín Argamasilla de la Cerda y Bayona, décimo marqués de Santa Cara y pilar del carlismo navarro, presidía la Sociedad Española de Estudios Metapsíquicos35. En noviembre de 1922, había descubierto que su hijo podía leer trozos de papel impresos y manuscritos metidos en una caja metálica y había bautizado esa nueva facultad humana como metasomoscopia. Así lo contaba en El Imparcial, el 16 de febrero de 1923, el ingeniero y amigo de la familia Joaquín Menéndez Ormaza: Un buen amigo mío, rico, titulado, cultísimo y escritor notable, me habló hace un par de meses de cómo había observado en un hijo suyo, mozo de 17 años, con motivo de sus partidas familiares de tresillo, la extraordinaria e incomprensible facilidad para conocer algunas veces (no siempre) las cartas del juego por

transparencia, según afirmaba. No hice caso de tales fantasías ni cuando me refirió otras habilidades realizadas posteriormente por su hijo. Últimamente, con ponderaciones que yo atribuí al amor paternal, me aseguró mi amigo que su hijo leía con pasmosa facilidad escritos para él totalmente desconocidos y encerrados en una caja metálica. Del escepticismo sistemático a la candidez hay un término medio, una posición tan incómoda como inquietante: la de dudar y sonreír con cierto aire de superioridad…36. El cronista había visitado a Argamasilla, «acompañado por una personalidad de máxime relieve en las letras patrias». Creían ambos que iban a presenciar «juegos de prestidigitación o combinaciones pseudocientíficas». Tras una demostración a cargo del joven, Menéndez Ormaza y su amigo se fueron de la casa convencidos de los poderes del muchacho. «Al salir a la calle, mi acompañante y yo no sabíamos qué decirnos»37. El 8 de marzo de 1923, el notario y político madrileño Cándido Casanueva y Gorjón levanta acta de los prodigios que hace el joven ante su padre, el diplomático y escritor Francisco A. de Icaza, el ingeniero Manuel Maluquer y Menéndez Ormaza, para quien el documento del fedatario deja «bien sentada la realidad del fenómeno de la visión al través de los cuerpos opacos con todas las garantías posibles de la humana certeza»38. ¡Como si un notario, por serlo, supiera de ilusionismo y estuviera, además, capacitado para validar un experimento científico! Posteriormente, Maluquer elabora una peculiar teoría según la cual los causantes del fenómeno son unos misteriosos rayos que llama NH. Las habilidades del adolescente, quien con el tiempo se convirtió en undécimo marqués de Santa Cara, se limitan a acertar con los ojos vendados la hora que marcan las manecillas de un reloj de bolsillo con tapa y lo escrito en un papel arrancado al azar de un libro o revista y metido en una caja de metal. Dice que su visión de rayos X funciona siempre que el metal no esté pintado. Sale de la habitación, los experimentadores meten un papel en la caja o mueven las agujas del reloj, regresa, se venda los ojos, toma la caja o el reloj cerrado entre las manos y adivina lo escrito o la hora. La visión del joven la

bloquean únicamente «la porcelana, el cristal, el carbón y, en general, las [materias] malas conductoras de la electricidad. El papel también lo es hasta el punto de que, si se interpone uno de seda, la visión se interrumpe»39. Joaquín María Argamasilla de la Cerda y Elio es un fenómeno en la España de la época. «Fue sometido en diferentes ocasiones a pruebas en el Museo de Ingenieros Militares, en diversos centros, en el Palacio Real ante sus majestades los reyes y en su casa misma ante hombres de ciencia, que se rodearon de todas las precauciones que pudieran garantizar la veracidad del fenómeno»40. En esas exhibiciones, controladas siempre por su padre, deslumbra a científicos de primera línea que certifican sus poderes, como el físico Blas Cabrera, el ingeniero e inventor Leonardo Torres Quevedo y el médico Amalio Gimeno y Cabañas, conde de Gimeno, exministro y presidente de honor de la Sociedad Española de Estudios Metapsíquicos. «Yo no puedo hacerle más que dos afirmaciones absolutas. La primera, que el fenómeno existe y que creo en su veracidad. La segunda, que es absolutamente imposible explicarlo con las hipótesis físicas modernas. Todo esto que habrá usted oído de los rayos X es pura fantasía. No tiene usted más que fijarse en que estas teorías no explican en absoluto cómo es necesaria la existencia del metal para la visión, ni otras particularidades experimentales del fenómeno», explica Cabrera –amigo de Albert Einstein y anfitrión del genio cuando en 1923 visitó España– al químico Miguel Masriera41. Por encargo de la reina María Cristina, Ramón y Cajal preside en abril de 1924 una comisión científica para estudiar los hechos. La forman Cabrera, el histólogo Jorge Francisco Tello y el neurólogo y psiquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora –ambos discípulos del Nobel aragonés–, el médico Juan Negrín –que sería presidente del Gobierno de la República entre 1937 y 1939–, el cardiólogo Luis Calandre y el oftalmólogo Manuel Márquez. Los experimentos se suspenden el día antes de su inicio «al sentir el vidente la desaparición de esta facultad»42. Un don que recupera poco después para viajar a Francia

para ser examinado por Charles Robert Richet (1850-1935), Nobel de medicina y apasionado de la metapsíquica. El conde de Gimeno había aprovechado un viaje a París para informar del fenómeno a Richet. El fisiólogo francés, que había acuñado el término metapsíquica, consideró la posibilidad de viajar a España para estudiar al joven dotado. Al final, los Argamasilla – padre e hijo– van a París invitados por el Instituto de Metapsíquica Internacional, dirigido por el médico Gustave Geley. Según la prensa española, Richet escribe dos cartas a Gimeno en las que le dice: «Gracias a usted, hemos podido comprobar la sorprendente lucidez de Joaquín Santacara [sic]. Ello es verdaderamente maravilloso. Estamos en días de descubrir nuevos rayos. Nos encontramos en presencia de uno de los mayores descubrimientos de nuestros días. Comprobadas estas asombrosas facultades, nos es preciso continuar los estudios». Los renombrados científicos y aficionados a la metapsíquica que ponen a prueba a Argamasilla pasan por alto un detalle revelador para cualquier aficionado al ilusionismo. «La condición para el eventual éxito [de Argamasilla] era que el lugar estuviera muy bien iluminado puesto que, según sus propias manifestaciones, las experiencias que había realizado en condiciones contrarias fracasaron», destaca el mago argentino Enrique Márquez43. El joven viaja poco después a Estados Unidos para ser examinado por la Sociedad de Boston para la Investigación Psíquica. «Ha venido a este país a convencer a los científicos de que puede ver a través del oro, la plata, el cobre y otros metales, e hizo su primera demostración antes de una reunión ayer en el hotel Pennsylvania», dice The New York Times el 7 de mayo de 192444. Argamasilla lleva cartas de presentación de Richet, Geley y varios científicos españoles que aseguran que «había superado todas las pruebas y había demostrado concluyentemente a su satisfacción que podía leer a través de metal». Sin embargo, Houdini no cree que el español, de 19 años cuando llega a Nueva York, tenga «visión supranormal». Sabe que uno puede vendarse los ojos de tal modo que siga viendo – es un arte que dominan los prestidigitadores– y pilla a Argamasilla

levantando ligeramente el pañuelo que tapa sus ojos, abriendo subrepticiamente la tapa de un reloj y echando una mirada dentro sin que nadie más se entere. Comprueba, además, que el truco de la caja metálica sólo le sale si lo hace con dos de su propiedad que le permiten echar un vistazo al interior por la holgura del cierre. La historia que se cuenta en España es muy diferente. «La opinión publicada en la prensa refleja el respeto que el país tenía a la familia del marqués. El hecho de que el hijo del marqués estuviera implicado hizo que el caso fuera más convincente: ¿por qué un joven aristócrata iba arriesgar innecesariamente su reputación y tomarse la molestia de simular esa habilidad? ¿Quién iba a atreverse a contradecir a un marqués apoyado por prestigiosos científicos?», destacan las historiadoras de la psicología Annete Mülberger y Mònica Balltondre45. Así, Miguel de Zárraga, corresponsal en Nueva York del diario Abc, envía una crónica en la que sostiene que «los ingenuos neoyorquinos están un poco desconcertados ante los experimentos, realmente asombrosos, que Joaquín María de Argamasilla les brindó con la mayor modestia» y que Houdini había hecho el ridículo al intentar replicar los poderes del joven español. «Todos los grandes periódicos norteamericanos han proclamado el triunfo de Argamasilla, y se burlan donosamente del atrevido Houdini», sentencia46. Si bien es cierto que Houdini yerra a la hora de adivinar la hora de un reloj de tapa y dice que sus agujas marcan la una y diez minutos cuando apuntan a las doce y diez, el marqués y su hijo vuelven a casa derrotados ante los científicos y la opinión pública estadounidense, para la que el joven queda como un charlatán. El primer relato fidedigno de lo ocurrido en Estados Unidos que se publica en nuestro país es obra de Rodríguez Lafora, el principal crítico español de Argamasilla. En agosto de 1925, el neurólogo y psiquiatra cuenta en el periódico El Sol cómo «Houdini ha venido a demostrar que los psicólogos, los médicos y los físicos son tan fáciles de engañar como los abogados, los artistas o los sacerdotes. Cualquier prestidigitador les sorprende, exactamente los mismo que a los otros profesionales que no se consideran técnicos»47. Se refiere

a los desenmascaramientos de la médium estadounidense Mina Crandon, conocida por sus seguidores como Margery, y de Argamasilla. «No se contentaban allí [en Estados Unidos] con las afirmaciones de Richet y de los sabios españoles que lo atestiguaban. Querían comprobar por sí mismos la realidad del fenómeno. Pero los hombres de ciencia americanos son, al parecer, menos pedantes que los de Europa y aceptaron la colaboración de un mago o prestidigitador profesional, Houdini, que es el que les ha revelado los secretos y trucos de estos pretendidos fenómenos». Días después, Argamasilla se queja, en una carta a El Sol enviada desde Biarritz, de haber sido presentado «como un embaucador y un farsante que ha logrado engañar, con una pretendida facultad nueva de visión, a centenares de personas sabias y legas, hasta que un comité de doctores de Nueva York, con mayor perspicacia», proclama su «falta de honradez» y le echa «al montón de los impostores»48. El joven asegura que él y Houdini habían mantenido un encuentro privado en el que había demostrado sus poderes al mago, quien, «maravillado del éxito», vio en su habilidad «un filón a explotar» y le propuso asociarse, algo a lo que el aristócrata se negó. Como represalia, añadía, el ilusionista había empezado entonces a decir que todo lo que hacía el joven eran trucos que podía replicar. «Él no pudo cumplir su palabra, con lo que mi triunfo fue completo, y de ello dieron cuenta los periódicos de América y algunos corresponsales de Madrid», escribe. Rodríguez Lafora pide entonces al vidente que, como él había hecho en su artículo de denuncia, cite «las revistas y artículos de hombres respetables de Norteamérica que aceptaron su nueva facultad». No lo hace. No puede. No existen. Houdini explica en un librito las artimañas del psíquico español, a quien considera «un inteligente manipulador», y acaba con la carrera paranormal de Argamasilla en Estados Unidos49. Cuenta cómo el joven mueve tanto la caja metálica con el papel en su interior como el reloj de tapa hasta casi su barbilla, de tal modo que puede, a través de la rendija de la primera y abriendo rápidamente el segundo, llegar a ver lo escrito en el papel y la hora que marcan las manecillas, respectivamente, gracias a un hueco entre la venda, la nariz y la

cara. Otra vez, es Rodríguez Lafora quien en España explica los detalles en tres artículos sucesivos publicados en El Sol, ilustrado uno de ellos con imágenes del libro del mago. El neurólogo propone una serie de sencillos experimentos para poner a prueba los poderes del muchacho y llama la atención sobre los fallos cometidos hasta ese momento por los experimentadores, sólo explicables por su ingenuidad. «Entre los numerosos absurdos chocantes de las pruebas del señor Argamasilla, está el de que dice generalmente que no ve a través del cartón o papel, y en cambio lo hace a través de los algodones y pañuelo o venda que se pone ante los ojos, olvidando que la pasta de papel es de composición parecida a aquéllos. ¿Cómo no se le ha ocurrido a ningún investigador suprimir el algodón y el pañuelo de los ojos del vidente y, en cambio, ponerlo envolviendo las cajas metálicas? Si no impedía el paso de los rayos a través de los párpados, tampoco lo impediría al envolver las cajas metálicas. Éstas y otras contrapruebas parece incomprensible que se les hayan escapado a hombres de ciencia e investigación», escribe50. Argamasilla se indigna, se niega a responder a las «acusaciones injuriosas» de Rodríguez Lafora y amenaza con «proceder consecuentemente», al tiempo que envía varias cartas de científicos e intelectuales en su apoyo. En una, Torres Quevedo, Cabrera, el conde de Gimeno y el biólogo Joaquín María de Castellarnau aseguran que ellos tomaron en su momento todas las precauciones posibles para evitar cualquier engaño y afirman «rotundamente que es absolutamente imposible» que Argamasilla use «ninguna rendija de las cajas metálicas para ver los objetos que había dentro de ellas». Ramón María del Valle-Inclán, apasionado del ocultismo y amigo del marqués, firma una segunda carta en la que dice que Rodríguez Lafora «carece de toda autoridad» para juzgar el caso: «Hablar de lo que no se ha visto y suponernos tontos a los que hemos tenido plena comprobación, acusa más ligereza que sentido científico». No todos los que han presenciado los prodigios de Argamasilla comparten la opinión de Torres Quevedo, Cabrera, el conde de Gimeno, Castellarnau y Valle-Inclán. El escritor y político Luis

Araquistáin asiste a una exhibición del joven en compañía de su amigo Juan Negrín51. Ve a Argamasilla abrir la tapa del reloj subrepticiamente para ver la hora y se da cuenta de que es incapaz de leer la parte del papel metido en la caja metálica que queda fuera de su campo de visión. Eso, unido a que el muchacho no adivina la hora de un reloj con la tapa atada, la necesidad de tener siempre la apertura de la caja hacia él y su negativa a someterse a los controles pedidos por Houdini, lleva a Araquistáin a concluir que Argamasilla «ve bastante bien en los cuerpos opacos, y todavía mal a través de los cuerpos opacos», y a desmarcarse de los «testimonios de tantos sabios españoles». «Este asunto – extraordinario como tema de literatura picaresca– no encierra, para mí, el menor interés científico», coincide Negrín52. Meses después, en una conferencia en Palencia, Rodríguez Lafora dice que el éxito entre algunos científicos de renombre de sujetos como Argamasilla, que llegó a ser director general de Cinematografía y Teatro durante el franquismo (1952-1955), se debe a que «los hombres de ciencia son generalmente cándidos por estar acostumbrados a investigar la verdad, y van a buscarla directamente, sin estar habituados al trato con los que premeditadamente se valen del engaño»53. «Las personas que desean creer en los fenómenos supernormales no están capacitadas para investigar estos fenómenos. Un investigador simpatizante no sólo carece de capacidad crítica, sino que incluso ayuda al médium y le facilita los trucos, y aún afirma luego con toda sinceridad que ha visto el fenómeno y que ha controlado bien», sentencia el neurólogo54. A la hora de poner a prueba a alguien presuntamente dotado de poderes paranormales, el mejor aliado de un científico es un mago, alguien que ha hecho del engaño de los sentidos un arte y un modo de vida. Por eso individuos como Uri Geller nunca se someten voluntariamente al escrutinio de un prestidigitador.

6. «Quería creer»

Doyle y Houdini se conocieron en abril de 1920, cuando el ilusionista actuaba en Brighton (Reino Unido) y todavía no se había topado con Argamasilla. Dos años después, durante la gira americana que le llevó a intervenir ante los miembros de la Sociedad de Magos de Estados Unidos, el escritor y su esposa invitaron al matrimonio Houdini a visitarles en Atlantic City. El 17 de junio de 1922, tras pasar las dos familias el día en la playa, Jean Leckie, el novelista y el mago se sentaron alrededor de una mesa en la habitación de los Doyle del hotel Ambassador. La médium y esposa del escritor iba a invocar a un espíritu. La sesión empezó con una plegaria de Doyle, tras la cual a la mujer «las manos le temblaban y golpeaban la mesa, le vibraba la voz y pidió a los espíritus que le dieran un mensaje». Leckie escribió un mensaje de la madre de Houdini, repleto de frases cariñosas y tranquilizadoras. «Estaba dispuesto a creer, incluso quería creer», reconocía el mago años después55. No pudo. Su madre se había comunicado con él desde el Más Allá en inglés, cuando nunca lo había hablado ni leído; había garabateado una cruz al principio del mensaje, cuando era judía; y, además, no había hecho ninguna referencia a que aquel día era su cumpleaños. El incidente marca el principio del fin de la amistad de Doyle y Houdini. Para el mago, Jean Leckie no es diferente de los otros dotados de poderes paranormales que ha desenmascarado. El novelista, por su parte, admite que los intermediarios con el mundo espiritual hacen trampas, pero sólo a veces. «Muchos médiums – como Eusapia Palladino– han podido incurrir en fraude cuando les faltaban sus facultades, mientras que en otros momentos no puede ponerse en duda la autenticidad de su talento», escribe56. A ojos del inocente Doyle, que cazaran a un médium o vidente haciendo trampas no implicaba que las hiciera siempre. El escritor tenía poderosas razones para creer. Frente a quienes desde la teología consideraban el espiritismo algo demoniaco, replicaba: «Resulta difícil admitir que quienes expresan semejantes opiniones hayan tenido nunca una experiencia personal de los efectos consoladores y verdaderamente elevados de estas comunicaciones sobre aquéllos a quienes benefician»57. Consuelo

es la palabra que explicaba entonces, y ahora, el éxito de los médiums. La visión que tenía Doyle de la otra vida no era el Cielo cristiano, pero casi. «El más allá es un mundo en el que reina la simpatía. Sólo se reúnen en él aquéllos a quienes une ésta. El marido huraño y la esposa frívola no son una plaga para su inocente sociedad. Todo allí es paz y dulzura. Es la larga cura de reposo después de la tensión nerviosa de la vida terrestre y antes de los nuevos acontecimientos futuros. La existencia es sencilla y familiar. Agrupaciones felices habitan dominios agradables en donde saborean todos los encantos de la belleza y la música». Es un mundo sin ricos ni pobres, «un lugar de regocijo y alegría». No hay infierno ni cielo, sino «una ascensión gradual en la escala de la existencia sin ningún cambio monstruoso que nos haga pasar instantáneamente del estado de hombre al de ángel o demonio»58. Doyle predica este credo en 1920 y 1921 en un viaje por Australia y Nueva Zelanda, en 1922 y 1923 por Estados Unidos y Canadá, y en 1928 por África. Cuando le dice a Houdini que ha sacrificado muchas cosas por la divulgación de su fe, el escapista es tajante: «En mi opinión, no es ningún sacrificio convencer a la gente que ha sufrido recientemente una pérdida de la posibilidad y realidad de comunicarse con sus seres queridos. Para mí, los pobres seguidores que sufren y buscan con ansia un alivio a ese dolor del corazón que sigue al deceso de un ser querido son el sacrificio»59. La ingenuidad del novelista parece no conocer límites. Cree en las hadas y, cuando Elsie Wright y su prima Frances Griffiths, de 16 y 10 años, respectivamente, se fotografían con varias en el bosque inglés de Cottingley, dedica al fenómeno un libro entusiasta, El misterio de las hadas (1920). «Habrá cada vez más cámaras fotográficas. Aparecerán otros casos bien autentificados. Estos pequeños seres que parecen vivir a nuestro lado, que no se distinguen de nosotros más que por una ligera diferencia de vibración, nos resultarán familiares. El simple hecho de pensar en las hadas, aunque no se las vea, añadirá encanto a cada arroyo, a cada pequeño valle, y hará que sea romántico todo paseo por el campo. Creer en la existencia de las hadas hará que el espíritu

materialista del siglo XX salga del atolladero enfangado en el que se encuentra hundido, y hará que reconozca que la vida está llena de encanto y misterio. Una vez lo haya admitido, el mundo ya no encontrará tan difícil aceptar el mensaje espiritual, apoyado por hechos psíquicos, que tan a menudo le ha sido revelado ya con tanta convicción», vaticina60. Para Doyle, el ser humano está a punto de descubrir un nuevo mundo, como Cristóbal Colón. «También nosotros estamos a punto de explorar un nuevo continente, que no está separado de nosotros por océanos, sino por principios parapsíquicos sutiles, pero insuperables. ¡Cuánto temo esta perspectiva! El que esos pequeños seres sufran debido a su contacto con nosotros y un [fray Bartolomé] De las Casas lamente su suerte»61. En 1983, ya ancianas, Elsie y Frances confiesan que los seres del bosque eran siluetas de hadas que una de ellas había copiado del Princess Mary’s gift book (1914), que habían recortado, reforzado con cartón y sujetado a la vegetación y al suelo con alfileres de sombrero. Si Doyle hubiera sido un poco menos crédulo, lo hubiera descubierto: un cuento suyo formaba parte del libro en el que habían aparecido originalmente las hadas de Cottingley para ilustrar un poema de Alfred Noyes. Después de sorprender a Houdini y sus colegas en Nueva York con las primeras imágenes de la película El mundo perdido (1925), presentándolas como si fueran de origen psíquico, Doyle funda una editorial dedicada a lo esotérico, The Psychic Press, abre una librería paranormal en el centro de Londres, The psychic bookstore, y en 1927 publica su gran obra sobre la comunicación con los muertos: El espiritismo. Su historia. Sus doctrinas. Sus hechos. Houdini no la lee. Ha muerto un año antes y pasa a la historia como el más grande de los magos y la bestia negra de los espiritistas.

«Gritaba, pero nadie me oía» Oí hablar por primera vez de Rom Houben el 23 de noviembre de 2009 en un informativo de Cuatro. Decían que, tras sufrir un grave accidente de tráfico, había pasado 23 años tratado como si estuviera en estado vegetativo cuando en realidad no era así. Aseguraban que el hombre había estado todo ese tiempo consciente, aunque atrapado en su cuerpo sin poder comunicarse con el exterior. Era lo que su madre había creído desde el principio y, por eso, había buscado durante años un especialista que confirmara que su hijo no era un vegetal. La tortura de madre e hijo había terminado en 2006 gracias a la revisión del caso por Steven Laureys, un brillante neurólogo de la Universidad de Lieja (Bélgica), y a una técnica, la comunicación facilitada, que había demostrado que, aunque pareciera lo contrario, el enfermo estaba consciente y tenía unas inmensas ganas de vivir. «Quiero leer, hablar con mis amigos por medio del ordenador y aprovechar mi vida, ahora que la gente sabe que no estoy muerto», decía con la ayuda de un ordenador y una logopeda después de más de dos décadas aislado del mundo1. La historia era aterradora desde el punto de vista humano; pero fantástica desde el periodístico. Lo tenía todo para cautivar al público: un hombre desahuciado en plena juventud y sometido a un largo e inimaginable tormento, una madre que se había resistido a rendirse y había llamado a todas las puertas hasta dar con un médico que había descubierto un destello de consciencia donde otros no veían nada, un novedoso método de comunicación que podían usar otros enfermos en su situación y un final feliz. Por eso, después de aparecer en televisión, Houben salió en periódicos y revistas de medio mundo contando su historia. Nos enteramos así de que había sido un chico feliz, aficionado a las artes marciales, al que le gustaba jugar con su perro, hasta que en 1983, a los 20 años, sufrió un accidente de tráfico a consecuencia del cual su cerebro no recibió oxígeno durante varios minutos. Los médicos le diagnosticaron coma irreversible. Sin embargo, su madre, Fina, no se resignó y no sólo siguió pidiendo opiniones

alternativas a expertos de Europa y América, sino que además trató a su hijo siempre como si fuera consciente de lo que pasaba a su alrededor. «Cuando estaba en casa, lo teníamos en medio del salón. Nos lo llevábamos de vacaciones. Hemos estado en la Costa Azul, hemos viajado en literas de tren. La última vez que fuimos a la playa fue hace dos años. Él estaba en el meollo, como suele decirse. En la boda de su hermana, nos lo llevamos y se quedó despierto hasta las dos de la mañana», explicaba a la prensa tras la resurrección del hombre2. Steven Laureys dirigía un grupo de estudio del coma en el Centro de Investigación del Ciclotrón de la Universidad de Lieja cuando, en 2006, sometió a Houben a un nuevo método de diagnóstico que reveló, según el científico, funciones intactas en su cerebro. El neurólogo aseguraba que su equipo había detectado, además, que el paciente era capaz de mover un poco un pie y usarlo para responder a preguntas simples con síes y noes. De ahí se pasó a la comunicación facilitada. Esta técnica se basa en que un asistente o facilitador –de ahí el nombre– ayuda a una persona impedida a comunicarse. En este caso, la logopeda Linda Wouters sostenía con una mano un dedo del hombre, lo pasaba sobre un teclado de ordenador y pulsaba aquella tecla sobre la que sentía una ligera presión del dedo. Así, Houben podía escribir lentamente palabras, frases... La mujer explicó a la agencia AP que, cuando ella iba a cometer un error y pulsar la tecla equivocada, él la corregía con un leve movimiento del dedo. Poco a poco, el hombre fue adquiriendo fluidez y comunicándose cada vez con mayor facilidad. «En su recuperación ha sido determinante que Rom sea inteligente y con una buena formación. Cuando sufrió el accidente en el que perdieron la vida dos personas, estudiaba Ingeniería, hablaba francés, neerlandés e inglés, y tenía conocimientos de alemán», explicaba un periodista después de hablar con los médicos que habían obrado el milagro3. El enfermo estaba encantado. Había comenzado para él una nueva vida. «No olvidaré nunca el día en que finalmente descubrieron lo que no funcionaba. Fue mi segundo nacimiento»4. Los medios se

hicieron eco de ésta y otras sobrecogedoras declaraciones del hombre, como: «Me convertí en el testigo de mi propio sufrimiento mientras los médicos y las enfermeras intentaban hablarme, hasta que, finalmente, tiraron la toalla»; «En algunos momentos la soledad fue horrible, pero sabía que mi familia creía en mí»; «Noto una gran diferencia ahora que he regresado y estoy en contacto de nuevo con el mundo». Su madre recordaba cómo había querido despedirse de su padre recientemente fallecido: «Este año me preguntó si podía ir a plantar un arbolito en la tumba de su padre. Y así lo hicimos. También escribió una pequeña carta con la ayuda de la logopeda. Tenía necesidad de vivir su duelo y decir adiós a su padre». Un diario español publicó un texto escrito por Houben para el boletín del centro de rehabilitación donde estaba ingresado5. Entre otras cosas, decía: «Hace casi 25 años mi mundo y el de mi familia se paró súbitamente. Un accidente de tráfico cortó el cordón umbilical entre mi cuerpo y el exterior de manera brutal. El diagnóstico: síndrome del encarcelamiento. Estaba para el resto de mi vida encerrado en un cuerpo que no podía controlar... Y alguien había tirado la llave para siempre». Todos estaban entusiasmados: la madre de Rom, lógicamente, porque había recuperado a su hijo; el médico, porque había sacado adelante a un paciente y de paso se estaba haciendo famoso; los periodistas, porque es una historia de ésas a las que a todos nos gustaría hincar el diente; y el público, porque demostraba que, hasta para quienes parece que no queda esperanza, hay alguna. Los fundamentalistas cristianos aprovecharon el caso para arremeter contra la eutanasia. «¿Cuántos Roms habrá en el mundo? ¿Cuántos enfermos serán desvalorizados por tener una discapacidad? Ahora Rom tiene 46 años y no quedan dudas [de] que nos enseña muchas cosas, la más importante sin duda: “Quiero vivir”», advertía el periodista peruano Alejandro Lostaunau en su blog, alojado en el sitio de internet de la asociación ultracatólica española Hazte Oír 6 . La comunicación facilitada es una técnica que algunos terapeutas empezaron a usar en Estados Unidos en los años 90 para que se expresaran autistas, deficientes mentales y gente con graves

lesiones cerebrales aislada del mundo. El problema es que las pruebas experimentales han demostrado repetidamente que en este tipo de comunicación la voz que se oye siempre es la del facilitador o asistente, nunca la del impedido. Aunque tampoco puede descartarse el fraude por parte del facilitador, lo habitual es que éste tienda a achacar al sujeto sus propios movimientos inconscientes y, por consiguiente, las respuestas nunca procedan del individuo paralizado. Por eso la Asociación Psicológica de Estados Unidos, la Academia Estadounidense de Psiquiatría, la Asociación para el Tratamiento Científico del Autismo y la Asociación Estadounidense para las Discapacidades Intelectuales y de Desarrollo, entre otras organizaciones, consideran que la comunicación facilitada carece de todo crédito y que recurrir a ella vulnera toda ética. Por lo menos, hasta que se pruebe que funciona, algo que sería muy fácil si fuera real. «Se enseña una imagen de un objeto (por ejemplo, un gato) al facilitador y otra de otro objeto (por ejemplo, un perro) a Houben. ¡No se deja que uno vea las fotos del otro! Y se ve lo que se teclea: ¿gato o perro? Como control, se enseña a los dos la misma y se ve lo que se teclea. Predicción: se tecleará siempre lo que vea el facilitador. ¿Alguien puede, por favor, hacer este sencillo test?», pedía Michael Shermer, director de la revista Skeptic, dos días después de que los medios empezaran a informar del caso7. Shermer recordaba que, cuando se han hecho experimentos en esa línea con niños autistas, lo tecleado coincide con lo visto por el facilitador y por el incapacitado sólo cuando ambos ven la misma imagen. Steven Novella, neurólogo de la Universidad de Yale, coincidía en que había pocas dudas de que la comunicación era «obra del facilitador, no de Houben»8. Proponía otro sencillo experimento que demostraría definitivamente que era el paciente quien hablaba: que el facilitador no supiera ninguna de las lenguas que conocía Houben y tecleara respuestas coherentes en alguno de esos idiomas, siguiendo las indicaciones del dedo del enfermo. Eso probaría definitivamente que el hombre indicaba de algún modo al facilitador

qué teclas pulsar, ya que éste desconocía el idioma en el que respondía el joven. Arthur Caplan, director del Centro de Bioética de la Universidad de Pensilvania, consideraba que, «dadas sus lesiones [cerebrales], Houben no debería ser capaz de generar ningún tipo de presión en los dedos»9. Entonces, ¿qué podía estar pasando? Shermer, Novella, Caplan y otros creían que o estábamos ante un fraude perpetrado por la facilitadora o Houben respondía a las preguntas que le hacían del mismo modo que los espíritus a través de la güija.

1. Mesas giratorias Poco después de que David Fox se pusiera, en 1851 en Hydesville, a recitar el alfabeto y pedir al espíritu del buhonero que contactaba con sus hermanas Maggie y Kate que diera golpes al sonar la letra correcta, surgió el fenómeno de las mesas parlantes. Un grupo de personas se sentaba alrededor de una mesa, preferiblemente de tres patas, con las manos apoyadas en ella y se concentraba para que ésta se tambaleara y diera golpes con sus patas o girara en un sentido determinado, después de establecer un código de comunicación con el supuesto espíritu. Aunque los participantes tenían que esperar a veces mucho tiempo hasta que el mueble empezaba a girar, el espectáculo podía acabar con los reunidos corriendo alrededor de la mesa hasta que ésta iba tan rápido que perdían el contacto físico con ella y se paraba. Para mensajes más complejos que un sí o no, se recurría al orden de las letras en el alfabeto. «El objeto móvil daba una cantidad de golpes que correspondía al número de orden de cada letra. Se llegaba así a formar palabras y frases que respondían a las preguntas que se habían formulado», explica Allan Kardec, pseudónimo del pedagogo y espiritista francés Hippolyte Léon Denizard Rivail (1804-1869)10. A mediados de 1853, las mesas parlantes causaban sensación en Estados Unidos y Europa Occidental, España incluida. Arthur Conan Doyle participó en muchas sesiones de mesas giratorias. En una de ellas, en la década de 1890, un espíritu femenino dijo al novelista y a las dos mujeres que le acompañaban que «la esfera en que vivía rodeaba la Tierra, que ella conocía los planetas, que Marte estaba habitado por una especie mucho más avanzada que la nuestra y que los canales eran artificiales»11. En aquella época, los canales de Marte eran tan reales para mucha gente como el de Suez, abierto en 1869, y el de Panamá, que había empezado a construirse en 1880. El astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli había visto en el mundo vecino lo que consideraba

cursos de agua naturales, de los cuales el astrónomo aficionado estadounidense Percival Lowell había empezado a hablar en periódicos y revistas en 1894 como obras de ingeniería. Según Lowell, Marte se moría de sed, y sus habitantes habían construido una gigantesca red de canales para transportar el agua almacenada en los polos hasta las secas regiones ecuatoriales. Hoy sabemos que en el planeta rojo no hay canales, ni marcianos inteligentes. El mundo descrito por el espíritu que movió aquella mesa para Doyle y sus correligionarias no existe, por mucho que al escritor le consolara que su fantasmal interlocutora dijera que en el Más Allá también rezaban, «tenían placeres, entre otros el de la música», y que «las condiciones generales de la existencia eran infinitamente más favorables para la felicidad que las de la Tierra». «Cuando la sesión la dirigía un médium profesional, era fácil atribuir el movimiento a empujones conscientes de la mesa por el médium, una de las muchas trampas de éstos. Lo que, sin embargo, hacía del movimiento de mesas algo convincente y fascinante era que habitualmente tenía lugar en reuniones informales y privadas a las que sólo asistía un grupo de amigos y en las que el engaño podía descartarse. Hasta era posible que un solo individuo se sentara a la mesa y ésta se moviera a pesar de que el sujeto jurara que no había hecho ningún intento consciente de moverla. La palabra clave es consciente», indica el neurólogo Terence Hines12. Al principio, las mesas parlantes fueron un enigma y, como tal, atrajeron la curiosidad de los científicos. Uno de ellos fue el físico y químico británico Michael Faraday (1791-1867), autor de contribuciones clave al electromagnetismo y la electroquímica. «El efecto producido por los giradores de mesas se ha atribuido a la electricidad, al magnetismo, a la atracción, a alguna energía física –desconocida o no reconocida hasta ahora y capaz de afectar a los cuerpos inanimados–, a la revolución de la Tierra e incluso a agentes diabólicos o sobrenaturales. El filósofo natural puede investigar todas estas supuestas causas menos la última, demasiado relacionada con la credulidad o la superstición como para requerir su atención», decía en una carta al director de The Times el 30 de

junio de 185313. Estaba convencido de que el fenómeno se debía a movimientos musculares involuntarios de los participantes, pero quería dar una «opinión sólida, basada en hechos», a quienes se la pedían. «Por eso la prueba que busqué y el método seguido en la investigación fueron de la misma naturaleza que los que adoptaría en cualquier otra investigación física», explicaba en la revista The Athenæum dos días después14. Los colaboradores de Faraday son personas «muy honorables, y muy claras en sus intenciones, buenos giradores de mesas, muy deseosos de tener éxito en establecer la existencia de una energía peculiar, completamente sinceros y muy eficaces». Queda descartado el engaño intencionado, dice. «Con algunos la mesa se moverá hacia la izquierda o la derecha dependiendo de lo que deseen, con otros el sentido del primer giro es incierto; pero todos coinciden en que la mesa mueve sus manos y no sus manos la mesa». Con cartón, gomas, papel de lija, un lápiz, madera, pegamento y otros útiles al alcance de cualquiera, el científico comprueba, primero, que el movimiento se produce aun cuando se interpongan objetos de diversos materiales entre las manos de los participantes y la superficie de la mesa y, después, que el mueble se mueve no por una energía misteriosa, sino por empujones inconscientes de los reunidos a su alrededor. Un sencillo artefacto le permite descubrir que, aunque los sujetos creen no hacerlo, en realidad empujan o tiran del mueble involuntariamente. Consiste en cuatro o cinco cartulinas superpuestas, dos de ellas más grandes que el resto. Una de las grandes se fija a la mesa como base, de tal modo que no pueda moverse. Con un pegamento suave –que limita, pero no impide, el deslizamiento de las hojas–, se adhiere a ella una cartulina que mida un centímetro menos de longitud y anchura. A esta segunda, se pega otra un centímetro menos larga y ancha, a la que se adhiere otra aún más pequeña. Con las cuatro cartulinas apiladas de mayor a menor, se dibuja una línea recta en su eje central que atraviesa todas, y se tapa el conjunto con la quinta cartulina, del mismo tamaño que la primera. Puestas cada una de las manos del girador de mesas sobre

el dispositivo, la deformación de la línea recta, invisible al sujeto del experimento gracias a la cartulina superior, revelaría si éste ha movido el mueble o no. Así, si la mesa se hubiera movido hacia la izquierda y la línea recta se hubiera convertido en el equivalente al signo de apertura de paréntesis, por el avance de las cartulinas más pequeñas respecto de la base, resultaría evidente que el sujeto había empujado la mesa. Si la recta se hubiera convertido en algo similar al signo de cierre de paréntesis, significaría que la mesa habría tirado de las manos del sujeto y éstas habrían quedado atrás en su avance, frenando cada una la cartulina central de su respectivo montón, hecho que no ocurrió durante los experimentos de Faraday. «Era evidente, pues, que la mesa no seguía a la mano ni a la persona, ni se había movido de forma simultánea con la mano», sentencia el científico en The Athenæum. En una segunda fase del test, otro aparato da al girador información en tiempo real sobre lo que realmente hace: un indicador se desplaza hacia la izquierda si el sujeto empuja la mesa hacia la derecha y viceversa. En cuanto el individuo se da cuenta de lo que está pasando, la mesa se detiene. «La energía se esfuma sólo porque los sujetos son conscientes de lo que en realidad están haciendo mecánicamente y entonces son incapaces de seguir engañándose a sí mismos inconscientemente», explica Faraday. No es el único que llega a esa conclusión15. «Que la mesa se mueve porque la empujan los concurrentes (no existiendo entre ellos un médium de fenómenos físicos) lo demostraron años atrás Chevreul, Faraday y otros experimentadores, colocando encima de aquélla substancias apropiadas, como esmeril, talco, materias lubrificantes o que revelaran el movimiento de las manos. Pero que el acto sea inconsciente es una atenuante que no me permito aceptar en muchos casos, optando, por mi parte, por el fraude, o mejor por la guasa consciente en la mayoría de los mismos. He ensayado el fenómeno algunas veces con compañeros sinceros, y la mesa ha permanecido siempre tan quieta, a pesar de haber esperado mucho tiempo, que un microsismógrafo colocado sobre la misma no hubiera marcado el menor movimiento», escribe el astrónomo

español José Comás Solá en 190816. Cuando no hay fraude, como en el caso de los giradores de Faraday, las mesas se tambalean y rotan no por mediación de espíritu alguno, sino debido a que nuestras creencias y expectativas se reflejan en movimientos musculares inconscientes. El médico y zoólogo inglés William Benjamin Carpenter (1813-1885) bautizó este fenómeno como efecto ideomotor en 1852, aunque se conocía desde décadas antes, y está en el origen de otros aparentes prodigios17.

2. Un juguete llamado güija La tabla o cartón con letras y números por la cual, desde hace generaciones, adolescentes de todo el mundo intentan –y algunos lo consiguen– hacer correr un vaso con el poder de la mente nació como un juguete en el siglo XIX. La güija fue el último eslabón evolutivo de los tableros parlantes de los albores del espiritismo, gracias a los cuales podían recibirse mensajes complejos sin el desgaste físico que suponían en muchas ocasiones las mesas tambaleantes o giratorias. Bastaba con que cada participante pusiera un dedo sobre un puntero para que éste se moviera por la mesa indicando las letras del mensaje que el espíritu convocado quería transmitir. Era mucho más sencillo y rápido que esperar a la sucesión de golpes o de giros de una mesa. Los primeros tableros parlantes aparecieron en la década de 1870, pero antes los espiritistas experimentaron con la escritura automática. Según Allan Kardec, fueron los propios espíritus los que animaron a sus seguidores a «adaptar un lápiz a una cesta u otro objeto» para superar el «lento e incómodo» sistema de las mesas parlantes. «Dicho consejo fue transmitido simultáneamente en Estados Unidos, en Francia y en otros países. Éstos son los términos en que lo recibió en París, el 10 de junio de 1853, uno de los más fervientes adeptos de la doctrina, que hacía ya varios años –desde 1849– se ocupaba de la evocación de los espíritus: “Ve al cuarto de al lado y toma la cestita; átale un lápiz; colócala sobre el papel; pon los dedos en el borde”. Unos instantes más tarde, la cesta se puso en movimiento y el lápiz escribió de modo muy legible esta frase: “Esto que os he dicho, os

prohíbo expresamente que se lo digáis a nadie; la primera vez que escriba, lo haré mejor”»18. Los espiritistas no guardaron el secreto, modificaron el dispositivo para su comodidad –sustituyendo la cesta por una tablilla a la que habitualmente se referirán como planchette, lo que podría apuntar al origen francés de la técnica o ser simple esnobismo– y empezaron a recibir largos discursos desde el Más Allá. El dispositivo típico era una tablilla con forma de corazón, con dos ruedas bajo cada una de las aurículas y un agujero en la punta para meter un lápiz como tercer punto de apoyo. El médium posaba la mano sobre la tablilla, ésta empezaba a moverse por la mesa, y el lápiz a escribir, por voluntad de los espíritus. Si el uso de las mesas tambaleantes resultaba tedioso y agotador, el resultado de la escritura automática mediante tablilla era muchas veces difícil de leer, así que algunos espiritistas optaron por sujetar el lápiz directamente con la mano y otros empezaron a usar la planchette como indicador sobre un tablero con las letras del alfabeto, los diez números y expresiones como sí, no y adiós. Nació la güija. Tal como la conocemos hoy, la güija apareció en la segunda mitad del siglo XIX. ¿Exactamente cuándo? Nadie ha llegado a precisarlo. En octubre de 1871, William Benjamin Carpenter cuenta, en Quarterly Review, el caso de dos mujeres de su confianza que se comunicaban con los espíritus mediante el «original método» de unir a la tablilla un puntero «de tal modo que indicara las letras y números sobre una cartulina». «Una de ellas era una firme creyente en la realidad de su comunicación con el mundo de los espíritus, y su planchette estaba en continuo movimiento bajo sus manos, indicando letras y números en la cartulina como si se tratara de un telégrafo sobre el que actúa la comunicación galvánica», dice al recordar una sesión a la que asistió con otros dos amigos médicos19. Carpenter estaba convencido de que ése y otros hechos aparentemente paranormales tenían explicación psicológica. Así que le dijo a la mujer que creía que era su cerebro, a través de sus músculos, el que movía la tablilla y le sugirió una manera fácil de comprobarlo: le vendaba los ojos, hacían preguntas a los espíritus y,

si realmente la guiaban ellos, la planchette respondería coherentemente, aunque la médium estuviera cegada. «Si son sus propias manos las que mueven la tablilla, ésta no dará respuestas lógicas excepto bajo la guía de su vista», le advirtió. La mujer rechazó someterse al experimento. Ésa es la realidad de la güija: los espíritus aciertan cuando los participantes ven el tablero y alguno de ellos conoce la respuesta a las preguntas. Es sólo un juego que, cuando todos los reunidos alrededor de la mesa son honrados, funciona por el efecto ideomotor y, cuando hay algún pícaro, por la voluntad de éste. La güija fue al principio algo artesanal que la gente confeccionaba pintando letras y números en un tablero de cartón o madera, pero pronto hubo un gremio que vio en ella un negocio: el juguetero. El 28 de mayo de 1890, Elijah Bond presenta en Baltimore (Maryland, Estados Unidos) una solicitud de patente como juguete de la «ouija o tablero de la fortuna egipcio». El fin del juego, explica el autoproclamado inventor del artilugio, es que «dos o más personas puedan divertirse haciendo preguntas de cualquier tipo para que las conteste el dispositivo utilizado, operado por el toque de la mano, de manera que las respuestas se obtengan a través de las letras de un tablero»20. Le adjudican la patente número 446.054 el 10 de febrero del año siguiente en beneficio de Charles W. Kennard y William H.A. Maupin, dos de los socios de la juguetera Kennard Novelty Company, firma que siete días antes ha registrado la marca Ouija. La compañía vende su «maravilloso tablero parlante» de madera a 1,5 dólares, presentándolo en la caja como algo «misterioso y entretenido», «divertido, científico e instructivo». Abren fábricas en Nueva York, Chicago y Londres. Bond y Kennard abandonan la empresa en 1892 por discrepancias con el resto de los accionistas. Uno de ellos, William Fuld queda al frente de la rebautizada Ouija Novelty Company. Los socios mayoritarios licencian en 1898 la comercialización de la güija, los tableros parlantes se multiplican y los beneficios aumentan. Fuld intenta reescribir la historia para pasar a ella como el inventor del juguete –el 27 de febrero de 1927, The New York Times titula su obituario: «El inventor del tablero de la ouija

muere al caer de un tejado»– y acaba haciéndose con los derechos de la patente y la marca, que sus herederos venden en 1966 a la juguetera Parker Brothers, hoy parte de Hasbro21. A pesar de la insistencia con que los divulgadores de lo paranormal hablan de los peligros de la güija, éstos son tan reales como los del Monopoly, otro juego de tablero de Hasbro, a la hora de crear especuladores inmobiliarios. Desde su nacimiento, hay casos de personas demasiado susceptibles o desequilibradas a quienes perturban los mensajes de la güija, pero son minoría. La mayoría, sin embargo, lo toma durante décadas como un juego inocente hasta que, en su novela El exorcista (1971), William Peter Blatty hace que una sesión de güija sea el detonante de la posesión de la joven Regan MacNeil, la endemoniada más famosa. «El exorcista es un fenómeno cultural contemporáneo», sostiene el escritor estadounidense Mark Opsasnick, quien a finales de los años 90 se sumergió en la historia para desentrañar lo que había de realidad en ella. La novela de Blatty llegó a las librerías en 1971 y fue un éxito de ventas. Dos años después, William Friedkin trasladó al cine el duelo entre los padres Merrin y Karras y Satanás. La truculencia de varias escenas –la cabeza de la joven poseída girando locamente, su rostro plagado de llagas, los vómitos…– echó a algunos espectadores de las salas de proyección, donde hubo más de un ataque de histeria. Lo más sobrecogedor, no obstante, era que se decía que la historia de la pequeña Regan se basaba en hechos reales. Blatty aseguraba que El exorcista estaba inspirado en una noticia que había leído en la prensa en 1949, cuando estudiaba literatura inglesa en la Universidad de Georgetown. La había publicado The Washington Post, y su protagonista era un adolescente de catorce años de un barrio humilde de Mount Rainier (Maryland) al que unos sacerdotes católicos habían liberado de Satanás. Uno de los religiosos había llevado un diario de los hechos, al cual el novelista había tenido acceso. El poseído –identificado como Roland Doe para respetar su intimidad– había sido objeto de un exorcismo oficiado por el padre Albert Hughes en el Hospital Universitario de Georgetown22. Pero ese primer ritual no

dio el resultado deseado. Cuando el cura recitaba plegarias para expulsar al Diablo, el joven le hirió en un brazo con un muelle del colchón. El sacerdote sufrió una crisis nerviosa y, poco después, murió. El exorcismo definitivo corrió a cargo del padre jesuita William S. Bowdern y se celebró en el Hospital de los Hermanos Alexianos, en San Luis. Los sacerdotes Raymond Bishop, autor del diario, y Walter H. Halloran asistieron al exorcista mientras el joven poseído, muy violento, gritaba, maldecía y blasfemaba. En 1997, Opsasnick se propuso averiguar si la historia real difería de la ficción en aspectos claves, además del sexo y la edad del protagonista: el chico de catorce años que en El exorcista es una chica de doce. Pasó «cientos de horas charlando con los vecinos más viejos de Mount Rainier», y llegó a hablar con Halloran y con el supuesto poseído, quien «se graduó en la universidad y tuvo una larga y lucrativa carrera como ingeniero de la NASA en Greenbelt, Maryland». Los resultados de la investigación vieron originalmente la luz en Strange Magazine y, años después, como parte de un libro23. Opsasnick confirmó que la historia había ocurrido en Maryland, pero no en Mount Rainier, sino en Garden City, en el seno de una familia luterana de origen alemán que tenía un hijo de catorce años. Los fenómenos extraños comenzaron pocos días después de que Roland y su tía Tilly, creyente en el espiritismo, comenzaran a jugar con la güija. El 18 de enero de 1949 empezó a oírse ruido de arañazos en el cuarto del joven, donde la cama se movía y los objetos salían disparados por los aires. El adolescente creía estar poseído. Nueve días después, moría de esclerosis múltiple a los 54 años tía Tilly, la mujer que había iniciado a la familia en el espiritismo. A partir de ese momento, la madre de Roland no tuvo muy claro si detrás de la posesión de su hijo estaba el Diablo o la pariente fallecida. Preocupados, los padres mandaron al niño a pasar una noche con un pastor evangelista, quien acabó llamando a un médico que recetó fenobarbital –un sedante– a toda la familia. A finales de febrero y principios de marzo de 1949, Roland estuvo ingresado tres días en el Hospital Universitario de Georgetown22, pero allí nadie le exorcizó. El, según la leyenda, infortunado padre Hughes

intentó bautizarle, aunque no tuvo éxito. Ni hubo agresión ni el cura murió poco después: falleció en octubre de 1980 después de una larga vida en activo. El padre Bowdern y sus ayudantes entraron en escena el 9 de marzo, y el exorcismo se practicó en abril. Nada en él se pareció a lo contado por Blatty. Aparecieron estigmas sin significado en el cuerpo del muchacho; pero no puede descartarse que se autolesionara. Ni el joven habló otras lenguas que el inglés, ni cambió su tono de voz, ni hizo gala de una fuerza extraordinaria, según reconoció el padre Halloran en 1997 a Opsasnick, quien se convenció de que Roland sufría «de algo que la moderna psiquiatría podía haber diagnosticado correctamente». «La creencia en las posesiones florece en épocas y lugares donde impera la ignorancia sobre las enfermedades mentales», indica el investigador Joe Nickell24. De hecho, Satanás ha retrocedido según ha avanzado la psiquiatría y sólo posee a quienes creen en él, así que la mejor protección contra el Diablo es ignorarle.

3. Un caballo prodigioso A finales del siglo XIX y principios del XX, un caballo asombró al mundo con su capacidad para hacer operaciones aritméticas, sus habilidades lingüísticas y su memoria. Le llamaron Hans el Listo. Su dueño, el profesor de matemáticas alemán Wilhelm von Osten, lo había entrenado durante cuatro años. El resultado era increíble. «Por supuesto, nuestro inteligente caballo era incapaz de hablar. Su principal modo de comunicación era golpear con la pata delantera derecha. También lo hacía mediante movimientos de la cabeza. Así, sí lo expresaba asintiendo con la cabeza y no, con un movimiento deliberado de lado a lado; y hacia arriba, superior, hacia abajo, derecha e izquierda, girando la cabeza en esas direcciones. En esto demostró una capacidad asombrosa para ponerse en el lugar de sus visitantes. Cuando se le preguntaba qué brazo había levantado cierto caballero frente a él, Hans respondía rápidamente con un movimiento hacia la derecha, a pesar de que desde su perspectiva parecía ser la izquierda. Hans también caminaba hacia las personas o cosas que se le pedía señalar y traía, de una fila de telas de colores, la pieza del color que se le pedía. Teniendo en cuenta sus limitados medios de expresión, su maestro había traducido un gran número de conceptos a números: las letras del alfabeto y las notas musicales se indicaban mediante golpes. En el caso de los naipes, uno significaba as; dos, rey; tres, reina…», explica el psicólogo alemán Oskar Pfungst (18741932), en el libro que dedicó al fenomenal caballo25. Además de contar, Hans resolvía problemas matemáticos y sabía escribir y leer en alemán. O, al menos, eso parecía. Sumaba, restaba, multiplicaba y dividía, y hasta hacía operaciones con fracciones. Si le preguntaban cuánto suman 2/5 y 1/2, respondía que 9/10, dando nueve golpes primero para el numerador y diez después para el denominador. ¿Cuántos ángulos hay en un hexágono? Seis, pateaba. Ante una tabla con el alfabeto y combinaciones de letras, cuando le enseñaban una imagen de una

mujer protegiéndose del sol con una sombrilla y le preguntaban qué tenía en la mano, deletreaba pateando la fila y el puesto en el que estaba cada letra o combinación: schirm [sombrilla]. También acertaba cuando le preguntaban, por ejemplo, a qué número apunta el minutero de un reloj cinco minutos después de las siete y media. Era un prodigio. Se entiende que Hans despertara «el interés de todo el mundo. Le dedicaron una avalancha de artículos en periódicos y revistas, y dos monografías intentaron dar una explicación. Fue protagonista de coplas populares y su nombre se cantó en vodeviles. Apareció en postales y en las etiquetas de bebidas alcohólicas, y su popularidad quedó demostrada con su reencarnación en forma de juguete infantil», recuerda Pfungst26. Le visitaban todo tipo de personalidades, y la opinión pública se dividió entre quienes creían que su cerebro era portentoso y quienes sospechaban que todo era un montaje. En el verano de 1904, una comisión de trece especialistas –con veterinarios, maestros, psicólogos, militares y el dueño de un circo– estudió a Hans. «Los que suscriben –comienza su informe del 12 de septiembre– se reunieron con el propósito de investigar la cuestión de si existe o no algún tipo de truco en las hazañas del caballo del señor Von Osten, es decir, influencia o ayuda intencionada por parte del preguntador. Después de una cuidadosa investigación, están unánimemente de acuerdo en descartar la existencia de señales en las condiciones que se mantuvieron durante esta investigación»27. Durante sus pruebas y «a pesar de la observación más atenta», los expertos no fueron capaces de detectar «movimientos u otras formas de expresión que pudieran haber servido como señal» al caballo de la respuesta que tenía que dar en cada caso. The New York Times informó de las conclusiones del comité el 2 de octubre y recalcó que uno de los miembros de la comisión, Paul Busch, director de circo, «había advertido abiertamente antes [del estudio] de que era extremadamente escéptico sobre el asunto y creía que al caballo le habían enseñado unos pocos trucos inteligentes como a otros bien conocidos caballos de circo. Ahora, sin embargo, admite que estaba confundido»28. Aunque el diario neoyorquino anunciaba en el titular

de la información que el comité había concluido que «el caballo en realidad razona», no era ése el dictamen de la comisión. El grupo de sabios había tenido como único objetivo detectar un posible truco intencionado e incluso señales involuntarias del adiestrador. No había descubierto nada de eso, y tampoco había ido más allá. «Un caballo que resuelve multiplicaciones y divisiones correctamente mediante golpes con la pata. Personas de honor intachable que en ausencia del adiestrador han recibido respuestas correctas y nos aseguran que en el proceso no han hecho el más mínimo signo. Miles de espectadores, amantes de los caballos, instructores de trucos de primera clase, y ninguno de ellos es capaz de descubrir, durante muchos meses de observaciones, cualquier tipo de señal. Ése era el enigma», recordaba en 1907 el psicólogo Carl Stumpf, miembro de la comisión de expertos29. Inmediatamente después del dictamen que dejaba todo en el aire, el psicólogo y biólogo Oskar Pfungst quiso averiguar qué se escondía tras las proezas de Hans. Durante semanas, estudió el caso con la colaboración del químico y etnomusicólogo Erich Moritz von Hornbostel y del propio Stumpf. Sus conclusiones fueron más sorprendentes que las habilidades del caballo y su trabajo todavía es materia de estudio para psicólogos e investigadores sobre inteligencia animal. Durante las pruebas a las que le sometió Pfungst, las habilidades del animal desaparecían cuando quien le preguntaba ignoraba la respuesta a la interrogante o el caballo no podía verle. Hans era muy inteligente, aunque no en el sentido que creía mucha gente. Ni sumaba, ni restaba, ni multiplicaba, ni dividía. Ni sabía alemán, ni tenía una memoria prodigiosa. Para conseguir sus premios –un trozo de pan o zanahoria–, respondía a las expectativas puestas en él no sólo por su adiestrador, sino también por otras personas. A pesar de que el primer comité de sabios no había detectado ninguna señal humana que guiara a Hans, éstas existían. La más evidente era que el preguntador tendía, involuntariamente, a inclinarse hacia adelante para ver mejor cómo pateaba su respuesta y que esa inclinación aumentaba cuanto más larga era la respuesta esperada. El caballo

interpretaba esa señal como una indicación para empezar a dar golpes. De hecho, bastaba una ligera inclinación de cabeza de su interlocutor para que el caballo comenzara a patear sin que nadie le preguntara nada. Dejaba de dar golpes en cuanto el humano se enderezaba según se llegaba al número de golpes correcto. «Hans era sensible a pequeños movimientos hacia arriba de la cabeza y hasta al levantamiento de cejas y la dilatación de los orificios nasales; cualquiera de estas señales era suficiente para que dejara de patear. Pfungst demostró que cualquiera podía hacer que Hans empezara a dar golpes y que cualquiera podía hacer que parara en cualquier momento mediante una de esas señales», explicaba en 1965 el psicólogo Robert Rosenthal, estudioso de los efectos de las expectativas de los profesores sobre los estudiantes30. Veintitrés de los veinticinco sujetos con los que probó Pfungst enviaron a Hans esas señales involuntarias producto del efecto ideomotor. Hasta él, cuando ya sabía cuál era el mecanismo que explicaba las habilidades del caballo e intentaba evitarlo conscientemente, las mandaba. Si no podía ver al preguntador, Hans fallaba, como también lo hacía cuando el humano no conocía la respuesta. «Por ejemplo, cuando un número escrito o los objetos que tenía que contar se ponían ante el caballo, pero eran invisibles para alguien más, y especialmente para el preguntador, no daba la respuesta correcta», destacaba Stumpf en un informe el 9 de diciembre de 190431. 105 años después, una prueba similar habría salvado del ridículo al neurólogo Steven Laureys.

4. La comunicación facilitada «Le he enseñado [a Rom Houben] objetos cuando estábamos solos él y yo en la habitación y después, con su facilitadora, ha sido capaz de dar las respuestas correctas… Ésa es la realidad», declaró el científico a The Times el 25 de noviembre de 2009. «Naturalmente, le puse a prueba para descartar la posibilidad de que fuera en realidad la terapeuta la que estuviera expresándose en los escritos», dijo ese mismo día a Der Spiegel 32 . Laureys vendió en los medios de comunicación la idea de que, gracias a Houben, había demostrado

experimentalmente que algunos pacientes en estado vegetativo podrían no estarlo realmente y ser conscientes de lo que ocurre a su alrededor. Sin embargo, cuando después Arthur Caplan, Steven Novella y Michael Shermer, entre otros, pusieron en duda tal afirmación y la comunicación facilitada, el neurólogo se escudó en que «se tenían que hacer más pruebas». Las hubo. En febrero de 2010, miembros de la Sociedad de Investigación para la Evaluación Crítica de la Pseudociencia y lo Paranormal (SKEPP) belga sometieron a Houben a una serie de test. «Nos sorprendimos al enterarnos por el personal del instituto [médico en el que estaba ingresado el hombre] de que en más de dos años todos los intentos de establecer comunicación con el paciente mediante la detección y codificación de pequeños movimientos de los ojos o cualquier otra parte del cuerpo habían fallado», explicaban meses después Maarten Boudry, Roeland Termote y Willem Betz. La logopeda Linda Wouters, la facilitadora que había salido con el hombre en las televisiones de medio mundo, no estaba disponible y la sustituyó otra. Cuando, con Wouters como mediadora, habían preguntado a Houben si estaba dispuesto a someterse a pruebas, el hombre se había negado porque, decía, no se fiaba de los científicos. Con la nueva facilitadora había cambiado de opinión. Las pruebas fueron sencillas. «En un test, pedimos a la facilitadora que saliera de la habitación mientras nosotros mostrábamos a Houben una palabra grande impresa, que le leímos en voz alta varias veces. A continuación, hicimos volver a la facilitadora para que ayudara al señor Houben a que nos dijera la palabra. Aunque era una palabra bien formada, la respuesta era totalmente equivocada. Hicimos la misma prueba con un dibujo grande y simple, y arrojó idéntico resultado. En otra prueba, ocultamos el teclado de la vista del facilitador en medio de una respuesta. Inmediatamente, el tecleo se transformó en un galimatías y pronto se detuvo por completo. Después de las pruebas de la SKEPP, un psicólogo y un asistente de Laureys dieron a Houben unos auriculares y le pidieron que escribiera las palabras que sólo él podía oír. Los resultados fueron también negativos: la comunicación facilitada no estaba reflejando los pensamientos del paciente en absoluto, sino sólo la imaginación y

expectativas de la facilitadora». Exactamente lo que habían predicho Novella y Shermer, que a Laureys le habrían bastado unos sencillos test para comprobar que la supuesta comunicación con Houben era un artificio. Los resultados de los experimentos de la SKEPP no tuvieron el eco mediático del anuncio inicial: no hubo páginas enteras en los grandes periódicos ni reportajes en los informativos de televisión. Así que seguramente mucha gente todavía piensa que hay pruebas de que los enfermos en estado vegetativo realmente no lo están. En general, para contar la historia de Rom Houben como lo hicieron a finales de 2009 la mayoría de los medios de comunicación, no hacemos falta profesionales de la información. «Los periodistas no pueden ser meramente reporteros. De lo contrario, se hacen cómplices de las estructuras de poder en vez de sus guardianes. No basta con relatar lo que ocurre. No basta con entrevistar a celebridades que poco saben de ciencia, medicina, economía o historia (en ocasiones no saben nada) y tratarlos como si fueran expertos. Se necesita el periodismo investigativo serio para que desvele lo que ocurre en el circo del desgobierno, en el absurdo mundo de lo paranormal, en el burdel cotidiano de los cultos. De lo contrario, el cuarto poder abdica (algunos pensamos que esto ya ha ocurrido)», advierte el astrofísico Daniel R. Altschuler en su libro Extraterrestres, humanos, dioses y estrellas33. Es lo que pasó en este caso: prácticamente todos los que informaron sobre él creyeron ciegamente en lo que les contaron el neurólogo y la madre del enfermo cuando, lamentablemente, no era verdad y lo lógico hubiera sido sembrar una duda razonable. «Los test han demostrado que [Houben] no tiene la suficiente fuerza ni control muscular en su mano derecha para trabajar sobre el teclado. En su esfuerzo por ayudar al paciente a expresarse, parece que la terapeuta asumía el control sin quererlo. Este tipo de autoengaño sucede siempre cuando se usa este método, conocido como comunicación facilitada. En la prueba más reciente, se enseñaron a Houben quince objetos sin que estuviera presente la terapeuta. Después, se suponía que [el hombre con la ayuda de la asistenta] iba a teclear la palabra correcta, pero no acertó ni una

vez», contaba finalmente Der Spiegel 34 . Lamentablemente, Laureys no aprendió la lección. Después de las pruebas, seguía creyendo que la comunicación facilitada puede servir en algunos casos como medio de expresión para pacientes en coma y aseguraba que un enfermo con el mismo daño cerebral que Houben había respondido así correctamente a quince preguntas hechas con los controles preceptivos. «Esto significa que es realmente necesario verificar todos los casos», sentenciaba el investigador, que aún no ha publicado un artículo en esa línea en ninguna revista científica. Me cuesta creer que la facilitadora inicial de Rom Houben fuera inocente. No dudo de que el efecto ideomotor esté detrás de algunas presuntas respuestas de un paciente de este tipo dadas mediante ese sistema, pero ¿de las largas parrafadas y hasta de artículos como los publicados en la prensa? Naturalmente, puedo estar confundido. De hecho, Boudry, Termote y Betz opinan lo contrario y ellos han conocido en persona a los protagonistas. Los psicólogos han descubierto –indican– que el aparente funcionamiento de la comunicación facilitada basta para que «el facilitador se autoengañe y atribuya sus movimientos inconscientes al paciente», algo que se ve reforzado por su proximidad al enfermo. Incuestionable es, sin embargo, la angustia que las precipitadas afirmaciones de Laureys han tenido que transmitir a familiares de enfermos en coma, muchos de los cuales seguramente no se han enterado después de que nada de lo que anunció el científico en noviembre de 2009 ha sido demostrado ni de que Houben nunca ha dicho lo que dicen que ha dicho, porque su cerebro lleva 23 años en estado vegetativo. Por desgracia, hay todavía ejemplos más dramáticos del coste que puede tener ignorar el efecto ideomotor.

5. Detectores de bombas y zahorís El millonario británico James McCormick, fabricante y vendedor de detectores de bombas que se utilizaron durante años en Irak después de la Segunda Guerra del Golfo, fue condenado en mayo de 2013 a diez años de cárcel por fraude. Los aparatos que vendía, a entre 11.000 y 40.000 euros la unidad, eran un timo, según el

tribunal londinense que le juzgó. «El dispositivo es inútil, el beneficio indignante y su culpabilidad como estafador tiene que ser considerada de primer orden», decía el magistrado. En la sentencia, el juez destacaba que los detectores de bombas de ATSC, la firma de McCormick, habían «creado [en Irak] una falsa sensación de seguridad» y provocado indirectamente numerosos muertos y heridos. Confirmaba así que el detector ADE 651 era el culpable de la facilidad con que los coches bomba atravesaban el cordón de seguridad que protegía el centro de Bagdad. No había control policial de la capital iraquí en el que no se empleara el artilugio –que también utilizaban entonces fuerzas militares y policiales de China, Kurdistán, Líbano, México y Tailandia–, y las bombas habían seguido explotando en la capital de Irak. ¿Inexplicable? No. La causa era que los aparatos fabricados por McCormick funcionaban según los principios del zahorismo. Un zahorí es alguien que asegura tener el don de localizar en el subsuelo desde agua hasta metales preciosos y, a veces, de diagnosticar enfermedades, así como de detectar variaciones en una energía que únicamente él capta. También se les conoce como rabdomantes, radiestesistas y geobiólogos, denominación esta última con la que intentan rodearse de un halo científico. En sus búsquedas de agua o vetas sobre el terreno suelen llevar en las manos péndulos, varillas o ramas de madera con forma de Y, cuyo movimiento indicaría la presencia de lo que buscan. Algunos dicen ser capaces de encontrar todo tipo de sustancias y hasta a personas desaparecidas usando un mapa y un péndulo que giraría en un sentido determinado sobre el punto donde se encontrara el objetivo. El zahorismo es una práctica tradicional que cuenta todavía con buena imagen en el medio rural. «Tenemos los mejores zahorís», alardean en su publicidad en radio e internet empresas españolas dedicadas a la excavación de pozos de agua. Sin embargo, estamos ante un fenómeno tan digno de crédito como las mesas parlantes y la güija. Los primeros experimentos científicos sobre el zahorismo se remontan a hace más de dos siglos. El médico francés Pierre Thouvenel (1745-1815) dedicó en 1781 un libro a Barthélemy

Bléton, quien decía tener la facultad de encontrar no sólo agua, sino también carbón35. Para Thouvenel, las habilidades del rabdomante se debían al magnetismo animal. Un año después de la publicación de la obra, Bléton viajó a París para someterse a una serie de pruebas. «Un periódico informó de que, ante muchos miles de espectadores, siguió un acueducto subterráneo en los Jardines de Luxemburgo durante 15.000 yardas sin error36. Se dice que el ingeniero jefe de las obras hidráulicas aseguró que el trazado fue tan preciso que, si se hubieran perdido los mapas de su oficina, el rastro de Bléton habría servido para reemplazarlos. Es posible que el Journal de Paris cayera en este caso en el sensacionalismo y también que un observador avezado descubriera en el paisaje indicaciones distintas a las de su diafragma que le permitieran seguir las tuberías enterradas», apuntaba en 1883 el ingeniero de minas Rossiter Raymond en la revista Transactions of the American Institute of Mining Engineers 37 . En otro experimento en la iglesia nueva de Saint Genevieve, donde se sabía que no había agua en los primeros 30 metros bajo la superficie, Bléton, sin embargo, «descubrió en numerosos puntos grandes y pequeñas corrientes de agua». Thouvenel justificó el fallo diciendo que las facultades de su protegido habían sido alteradas por las corrientes de aire húmedo del templo. En otras ocasiones, los experimentadores descubrieron que, con los ojos vendados, el zahorí pasaba sobre cursos de agua sin inmutarse. Tras estudiar los casos de Bléton y otros populares rabdomantes, el químico francés Michel Eugène Chevreul (1786-1889) concluyó en 1854 que el péndulo explorador –que giraba sobre ciertas sustancias–, la varilla del zahorí y las mesas parlantes eran diferentes expresiones de un mismo fenómeno. «Una vez adquirida la facultad de hacer girar la varilla en un sentido o en el otro, así como el convencimiento en dicha varilla, puedo explicarme fácilmente el porqué una pregunta dirigida a la persona que la mantiene entre sus manos despierta en ésta, sin motivo aparente, un pensamiento cuya consecuencia es un movimiento muscular capaz de imprimir a la varilla la dirección correspondientes al sentido

de la respuesta que parece más verosímil para esta persona», escribió Chevreul38. Llamó al fenómeno, que ya había descrito en una carta en 1833, el principio del péndulo explorador porque fue en ese objeto en el primero que lo comprobó. Hoy lo conocemos como efecto ideomotor. ¿Cómo se explica entonces el éxito de los rabdomantes? «Hay agua bajo la superficie de la Tierra prácticamente en todos los sitios. Esto explica por qué muchos zahorís parecen tener éxito», indica el Servicio Geológico de Estados Unidos39. En contra de lo que mucha gente cree, la mayoría del agua subterránea no se encuentra en forma de pequeños o grandes cursos o depósitos, sino embebida entre las rocas. Por eso, si usted contrata a un rabdomante para que le diga dónde excavar un pozo en una finca, acabará encontrándola, pero puede que tenga que profundizar más que si hubiera confiado en un geólogo. Porque los zahorís no tienen ninguna facultad especial para encontrar nada; sólo creen tenerla, como había gente que creía en la inteligencia de Hans el Listo. Los hallazgos de Oskar Pfugnst sobre el prodigioso caballo sirvieron no sólo para explicar otros casos de animales inteligentes, sino también para ahondar en los mecanismos inconscientes implicados en fenómenos como el zahorismo. Después de 45 años de práctica en los que había localizado agua, petróleo, plata y otras sustancias, un clérigo septuagenario acudió a la Universidad de Minnesota para que estudiaran su don. Corrían los años 20 del siglo pasado y se hizo cargo de la investigación el psicólogo William S. Foster (1886-1926), quien sometió al zahorí a unas simples pruebas. En la primera, cuenta su colega Robert Rosenthal40, el rabdomante debía localizar las conducciones que suministraban el agua a dos edificios del campus. Acompañado por un experimentador que sabía por dónde pasaban las tuberías, fue capaz de establecer su trazado subterráneo. Foster sospechó que, como los magos practicantes del cumberlandismo y Hans el Listo, el hombre se había guiado por señales involuntarias emitidas por el científico que conocía el trazado de las conducciones y diseñó experimentos encaminados a probar su hipótesis.

En uno usó como objetivo una cajita con monedas de plata y relojes de oro, y como campo de pruebas el interior de un edificio. Con el zahorí en el segundo piso, en el primero había una escalera de trece peldaños que se movería de un lado a otro y en la que se colocaría la cajita en diferentes peldaños. El clérigo tenía que localizar con su vara tanto el punto bajo su suelo en el que se encontraba la cajita como la profundidad. Lo consiguió en el 77% de 26 intentos en los que tenía a la vista a una serie de sujetos que podían verle tanto a él como dónde se ponía la escalera y que habían sido aleccionados para evitar dar pistas inconscientemente. Cuando Foster eliminó a esos observadores, los aciertos del clérigo cayeron del 77% al 29%, achacable, según el psicólogo, a que el zahorí se guiaba por el tenue ruido del experimentador subiendo y bajando escalones que llegaba del piso de abajo. La siguiente prueba fue la definitiva. Dibujaron sobre una mesa catorce cuadrados en línea con otros catorce del suelo. Los laterales de la mesa se blindaron de tal manera que el zahorí no pudiera ver nada debajo del mueble. Un experimentador ponía la cajita por azar en el cuadrado del suelo que tocara y abandonaba la sala antes de que entrara en escena el zahorí. El científico que recogía los datos no sabía dónde había puesto su compañero la cajita. Se hicieron 28 intentos, y el fracaso fue total. «Como en el caso de Hans el Listo, cuando no había nadie que supiera la respuesta correcta y pudiera emitir señales involuntarias al sujeto, los aciertos caían a lo esperado por azar», resume Rosenthal. El detector de bombas de McCormick saltó a la fama el 3 de noviembre de 2009 cuando The New York Times alertó de su uso en Bagdad y de que militares estadounidenses consideraban que no era más que una varita de zahorí, como la de Barthélemy Bléton y el clérigo de Minnesota, disfrazada de equipo de alta tecnología41. El teniente coronel retirado Hal Bidlack, de la Fuerza Aérea estadounidense, decía que funcionaba «según los mismos principios que la güija», y Dale Murray, jefe del departamento de los Laboratorios Sandia que prueba dispositivos militares, explicaba que su funcionamiento carecía de bases científicas y tenía la misma

efectividad a la hora de detectar bombas que cualquiera por azar. «La teoría detrás de la radiestesia y la teoría detrás de la forma en que detectamos explosivos es muy similar», admitió McCormick en la BBC42. Su compañía aseguraba que el ADE 651 podía detectar «todas las drogas conocidas y sustancias que contengan explosivos», y las olía a 650 metros de distancia en tierra y hasta a 5.000 metros desde el aire. Sin embargo, en 2008, el diario The Times ya había demostrado que el ADE 651 era incapaz de detectar material pirotécnico metido en una bolsa de papel a pocos metros de distancia. Tecnológicamente hablando, éste y otros detectores similares son un timo descarado. El 22 de enero de 2010, expertos de la Universidad de Cambridge abrieron uno de esos ingenios y constataron ante las cámaras del programa Newsnight de la BBC que carecen de componentes para hacer lo que el fabricante sostiene: el aparato consiste en una empuñadura de plástico y una varilla, carece de batería u otra fuente de energía y de componentes electrónicos. Para esa fecha, el Ministerio del Interior iraquí había gastado ya más de 85 millones de dólares en dotar a sus fuerzas de seguridad del dispositivo. Aunque las víctimas de las bombas terroristas no dejaban de aumentar, al responsable iraquí para el control de explosivos, el general Jehad al-Jabiri, las pruebas le importaban un bledo. «Sé más de explosivos que nadie en el mundo», declaraba en noviembre de 2009 a The New York Times, y añadía que prefería el detector de ATSC a los perros adiestrados porque los controles con éstos son más lentos. ¿La ventaja? Que los canes descubren mediante el olfato las bombas que ni siquiera huele el caro detector británico. El Gobierno de Bagdad se reafirmó el 22 de febrero de 2010 en su intención de seguir utilizando el aparato porque, según ellos, funcionaba. El Ejército mexicano ha utilizado el equipo de ATSC y otros similares (también de fabricación británica) para detectar drogas, explosivos y armas, con el éxito previsible. La Policía de Chiapas seguía usando estos dispositivos en mayo de 2014, denunciaba entonces el bloguero mexicano Andrés Tonini. ¿Cómo es posible que se

destinen ingentes cantidades de dinero público para adquirir una carcasa de plástico vacía con una varilla metálica? «Una de dos, o les vieron la cara de tontos y les vendieron espejitos por oro, o alguien por ahí se está quedando con una buena comisión», me comentaba Tonini en 2010.

Adivina, adivinanza «Tenaces, vitales, enérgicos, activos, calculadores, prudentes, vanidosos, envidiosos, grandes amantes, aunque infieles en potencia, así son los nacidos bajo el signo de Escorpio, figura astral a la que desde hoy esta ligada la infanta doña Leonor». Así empezaba la crónica astrológica que, con motivo de su nacimiento, la agencia Efe dedicó en 2005 a la primogénita de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, entonces Príncipes de Asturias1. Los de ese signo zodiacal «no se paran ante nada y suelen cumplir todos sus objetivos en la vida, aunque para ello tengan que hacer grandes sacrificios. Son irritables y vanidosos, pero la generosidad les puede, por lo que serían incapaces de cometer abusos de poder; además, una de sus obsesiones es proteger a los más débiles», seguía el texto, que explicaba que, «si doña Leonor tiene hermanitos, les defenderá a capa y espada; eso sí, ella será la dueña y señora de la casa». Añadía: «El hecho de haber nacido el 31 de octubre sitúa a doña Leonor en el decanato de Libra, de ahí que pueda heredar algunas de las características de este signo, como son el equilibrio, la armonía, la sociabilidad y la intuición, aunque también el pesimismo y la melancolía». Año y medio después, la agencia Efe volvía a las andadas con el nacimiento de una nueva hija del matrimonio. «Segunda hija Príncipes nace, como Alfonso XIII, bajo el signo de Tauro», titulaba el teletipo de rigor2. Explicaba que los tauro son personas «persistentes, de buen corazón y a quienes no les gustan las prisas». Y puntualizaba que «la pequeña hija de los Príncipes de Asturias ha dado muestras de esa última inclinación porque, al contrario que su hermana mayor que nació con tres semanas de adelanto, ha esperado a que su madre saliera de cuentas para abandonar su refugio durante nueve meses». ¡Impresionante! «A los tauro, aseguran los expertos en horóscopos, les encanta sentirse seguros y son muy cariñosos y fieles. En contrapartida, a veces pecan de ser celosos, posesivos y algo codiciosos», continuaba la nota. «Tienen buen gusto y son amantes de la música, materia en la que la nueva infanta de España tendrá como gran maestra a su

abuela materna, la reina Sofía. Tampoco son ajenos a todo aquello que suene a comodidad, a estabilidad o a placer, y las cosas naturales presentan para ellos un atractivo irresistible. No soportan las presiones y lo de estar mucho tiempo en casa no es lo suyo, aunque disfrutan con la reflexión y no les convencen los cambios». La colección de generalidades en las que puede encajar cualquiera continuaba hasta el final del despacho, que se cerraba con una lista parcial de famosos tauro –Salvador Dalí, Juan Pablo II, William Shakespeare y Leonardo da Vinci– muy bien elegidos. Porque bajo ese signo también nacieron, entre otros, el pedófilo y caníbal Albert Hamilton Fish y Herman Webster Mudgett, autor confeso de veintisiete asesinatos. Menos mal que los tauro, según Efe, son «tranquilos por naturaleza». Por cierto, la infanta Leonor, por su parte, es del mismo signo zodiacal que Charles Manson, el asesino de Sharon Tate, y Coral Eugene Watts, que mató a decenas de mujeres en Estados Unidos. ¡Que nadie se asuste y encierre a esas dos niñas bajo siete llaves! A pesar de los famosos criminales con los que comparten signo del Zodiaco, no hay que ponerlas bajo vigilancia. Más o menos, una duodécima parte de los criminales es tauro, otra escorpio, otra cáncer… Pasa lo mismo con los deportistas, los médicos, los periodistas, los cantantes, los informáticos… Por eso es una tontería destacar a Dalí, Juan Pablo II, Shakespeare y Leonardo como ejemplos de lo que puede llegar a ser Sofía de Borbón, una niña privilegiada, pero no por ser tauro, sino por ser hija de quien es. Naturalmente, los dos despachos citados eran, ante todo, ejemplos de peloteo real, práctica a la que se apuntaron también videntes famosos. Aramis Fuster dijo que Leonor de Borbón será feminista y «sabia»; Leonor Alazraki, que «será una persona fuerte, sociable e independiente y con mucha personalidad», además de que vivirá en el extranjero una temporada –¡qué clarividencia!–; y Octavio Aceves adelantaba que será «muy inteligente»3.

1. Nuestro destino, en las estrellas Las constelaciones son agrupaciones de estrellas que quien observa el cielo ve cercanas entre sí, aunque pueden estar muy alejadas en profundidad. No son universales y dependen de lo que nosotros creemos ver al unir estrellas con líneas imaginarias. La Osa Mayor no ha sido una osa para todas las culturas: algunas eslavas y la árabe veían en ella un carro, y los indios norteamericanos, un cucharón. Las contradicciones no acaban ahí. La astrología occidental se basa en doce constelaciones situadas en la eclíptica –el plano de la órbita aparente del Sol alrededor de la Tierra–, mientras que la babilónica comprendía 18 y una de las escuelas chinas actuales, 26. Si uno es escorpio –como Leonor de Borbón–, se supone que lo es porque en el momento de su nacimiento el Sol pasaba por delante de las estrellas de la constelación de Escorpio, ¿no? Pues no. Eso era así cuando se sentaron las bases de la astrología, pero no en la actualidad. El primer zodiaco babilónico data de hace unos 3.000 años. En su viaje alrededor del Sol, nuestro planeta gira sobre sí mismo y cabecea como si fuera una peonza, y su eje completa un círculo, en sentido inverso al de la rotación, cada 25.800 años. Por eso el polo norte celeste apunta hoy a la Estrella Polar mientras que hace 5.000 años señalaba a Thuban, en la constelación del Dragón, adonde volverá a apuntar dentro de 20.800 años. El fenómeno se conoce como precesión de los equinoccios y hace que el paso del Sol por delante de las constelaciones zodiacales también se desplace. De ahí que, cuando nació la primogénita de los actuales Reyes de España, el Sol no estuviera delante de Escorpio, como cuando se estableció el horóscopo hace tres milenios, sino de Libra. Además, los astrólogos dividen los 360º del viaje del Sol por el cinturón que forman las constelaciones zodiacales en partes iguales entre sus doce constelaciones preferidas –hay más en el plano de la eclíptica–, concediendo 30º del imaginario círculo a cada una cuando, en realidad, no tienen todas las mismas dimensiones. Virgo abarca 44º

de la eclíptica, Libra se extiende por 23º y Escorpio tiene tan sólo 7º: el Sol está en la actualidad en este último signo entre el 23 y el 29 de noviembre; siete días frente a los 18 que permanece en Ofiuco, signo zodiacal ignorado4. Nada de eso importa a los astrólogos, que elaboran los horóscopos y atribuyen los signos del Zodiaco según donde estaba el Sol hace miles de años y a partir de sólo doce constelaciones elegidas arbitrariamente. No acaban ahí los sinsentidos de la astrología. Constelaciones situadas en la eclíptica Constelación Intervalo de la eclíptica (grados) Aries 24,5 Tauro 36,5 Géminis 28,5 Cáncer 20 Leo 35,5 Virgo 44 Libra 23 Escorpio 7 Ofiuco 18 Sagitario 33,5 Capricornio 29,5 Acuario 22,5 Piscis 37,5 Cetus 0 ¿Por qué se establece el signo del Zodiaco según el momento del nacimiento y no el de la concepción? ¿Qué pasa con las cartas astrales anteriores a 1930, cuando se descubrió Plutón? ¿No demuestra la falsedad del montaje que, durante siglos, los astrólogos fueran incapaces de detectar la influencia de un mundo desconocido, Plutón, en la personalidad de la gente? ¿Por qué lo mantienen en sus vaticinios y no han incluido a Eris, mundo del Cinturón de Kuiper que es más grande que Plutón5? Los astrólogos no pueden explicar por qué personas de todos los signos mueren al mismo tiempo en

catástrofes naturales, accidentes y ataques terroristas, ni los diferentes destinos de los hermanos gemelos. Tampoco nos dicen cuál es el mecanismo por el que influyen los planetas en nuestras vidas. Si fuera la fuerza de la gravedad, la madre, el médico y el edificio del hospital deberían tener más peso en la carta astral que la mayoría de los objetos celestes. Tradicionalmente, los astrólogos han hablado de vibraciones cósmicas tan indetectables para la ciencia como las diferentes energías que dicen manipular los terapeutas alternativos. A ras de suelo, las cosas no van mejor. Un estudio realizado por Roger Culver y Philip Ianna sobre 3.011 predicciones de astrólogos estadounidenses entre 1974 y 1979 reveló que sólo el 11% fueron correctas, cuando cualquier persona medianamente informada puede tener hasta un 20% de aciertos. En 1978, R.N. Hunter y J.S. Derr analizaron 240 predicciones de terremotos hechas por 27 adivinos y el nivel de aciertos tampoco superó el esperado por azar. Sin ningún ánimo sistemático, llevo años recopilando vaticinios de videntes con similares resultados. Veamos otro ejemplo real como el del inicio de este capítulo. El vidente Octavio Aceves dijo en 2000 que don Felipe de Borbón iba a dar pronto con su media naranja. «Este año el Príncipe conoce por fin a su novia, a la mujer de su vida. No sé si habrá boda en 2001, pero la cosa va en serio»6. En enero de 2002, anunció que la esposa del Príncipe no sería española, «sino más bien extranjera, probablemente centroeuropea, grandota y de cabello castaño, tirando a rubio»7. Y, en diciembre de ese mismo año, que la boda se celebraría en 2004 y que la novia sería centroeuropea «o, por lo menos, noble»8. El año lo acertó –por fin–, pero con la prometida no dio una: era asturiana, plebeya y divorciada. No le fue mejor a su colega Aramis Fuster, quien a finales de 2002 también veía a don Felipe casado: «Eva Sannum nunca ha dejado de ser la novia del Príncipe, y la Casa Real no tardará en anunciar el compromiso de ambos»9. «Nada más casarse, Letizia quedará embarazada de una niña. Muy seguido, vendrá un varón que heredará el trono, pues no se va a cambiar la Constitución en este sentido. Luego llegará otra

hija», auguraba Aceves en mayo de 2004 con motivo de la boda de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz10. El matrimonio ha tenido dos niñas. En diciembre de 2003, el vidente argentino había adelantado que la primogénita de los Príncipes de Asturias nacería «a los diez u once meses de la boda». Lo hizo al año y medio. Astrólogos y adivinos se anuncian en los periódicos. Salen en la tele. Cobran por adivinar el futuro a través del teléfono. Alardean de que les consultan empresarios y gobernantes. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando sus dones –de existir– harían un servicio a la Humanidad, callan. Ningún astrólogo o vidente previó el 11-S ni el 11-M; ninguno dio la alerta del terremoto del Índico de diciembre de 2004 ni del de Japón de marzo de 2012; ninguno vio en 2007 la terrible crisis económica que se nos venía encima. No dan una. Por eso tienen que ganarse la vida como lo hacen: ninguno ha sido capaz de prever el gran premio de un juego de azar ni el próximo gran invento en el que invertir para hacerse multimillonario.

2. Amor y Zodiaco «Esta relación se vencerá por el aburrimiento y la falta de entendimiento. Estos dos elementos no son afines y, aunque sientan por un momento alguna atracción sexual, no habrá solidez de ningún tipo», advertía en marzo de 2007 el portal esotérico español El Espejo sobre la afinidad amorosa entre Aries y Piscis. Más de 154.000 matrimonios desafíaban entonces ese negro vaticinio en Inglaterra y Gales, según una muestra que abarcaba un tercio del censo británico en la que el sociólogo David Voas, de la Universidad de Manchester, había encontrado más de diez millones de pruebas contra la astrología. Su estudio, el más grande hecho sobre la validez del horóscopo en el amor, deja claro que quien busca a su pareja a través de los astros pierde el tiempo y el dinero. Todo empezó cuando Voas supo que alguien había encargado a la Oficina de Estadística Nacional (ONS) del Reino Unido una tabla censal que relacionara signos astrológicos y matrimonios. Cuando el informe llegó a sus manos vio algo que le llamó la atención. «Mostraba una pequeña, pero sorprendente, tendencia de la gente del mismo signo a casarse entre sí. Era curioso y decidí pedir una nueva tabla que incluyera al detalle el día y el mes de nacimiento de cada miembro del matrimonio», me explicó en su día. Quería poner a prueba la creencia popular según la cual, en una pareja, la combinación de los signos del Zodiaco influye en la afinidad y está en el origen de que una relación prospere o fracase. Lo primero que constató es que ni siquiera los astrólogos están de acuerdo en qué signos casan bien y cuáles no, ni en el grado de compatibilidad entre ellos. Así que optó por «buscar pruebas de cualquier combinación de signos que fuera más o menos frecuente de lo esperado por azar» en el censo de Inglaterra y Gales. «Si se diera la más mínima tendencia a que los virgo se sintieran atraídos por los capricornio o a que a los libra les gustaran los leo, debería reflejarse en las estadísticas matrimoniales. Cuando tienes una población de diez millones de parejas, basta con que una de cada

mil esté influida por los astros para que haya 10.000 parejas más de las esperadas en cualquier combinación de signos». Además, existía la posibilidad de que los resultados se vieran condicionados por el teorema de Thomas, denominado así porque lo formuló el sociólogo estadounidense William Isaac Thomas (1863-1947). Establece que, «si los individuos definen una situación como real, esa situación es real en sus consecuencias». Traducido a la afinidad romántica entre signos del Zodiaco, implica que podrían darse algunos emparejamientos en mayor o menor medida que por azar si un número suficiente de personas creyera en la astrología a la hora de elegir compañero. Voas descubrió en los datos de la ONS que la sorprendente tendencia a matrimonios del mismo signo del estudio previo que le había llamado la atención se debía en realidad a un error en las respuestas al censo. A la hora de rellenar los impresos, el miembro del matrimonio encargado de hacerlo había escrito su fecha de nacimiento también en la casilla correspondiente a su pareja. Este error se daba, asimismo, en lo que refiere al sexo del compañero en un número de casos significativo. Según el censo, en 2007 había en el Reino Unido 10.900 parejas casadas cuyos dos miembros eran del mismo sexo, aunque en el país no existía el matrimonio homosexual. «Si la gente se confunde en el sexo de su pareja, no resulta muy sorprendente que tenga problemas con su fecha de nacimiento», razonaba el sociólogo. En diez millones de matrimonios no encontró influencia de los astros en los emparejamientos. «Los números son exactamente los que predijimos basándonos en el azar». La inexistencia del efecto del teorema de Thomas implica, además, que poquísimas personas tienen en cuenta el Zodiaco cuando del amor se trata, decía el investigador, quien dudaba de que su trabajo convenciera a algún creyente. «La gente suele ignorar las pruebas que entran en conflicto con sus creencias. Ya ha habido muchos estudios científicos negativos sobre la astrología antes». Tampoco creía que los astrólogos se fueran a plegar a la evidencia. «Argumentarán que hace falta una carta astral completa para predecir la personalidad con exactitud», aventuraba.

Shawn Carlson, un joven físico de la Universidad de California, se propuso en 1985 realizar un experimento sobre el horóscopo que tuviera el visto bueno metodológico tanto de la comunidad científica como de la astrológica. Hasta entonces, todos los estudios que habían arrojado resultados positivos para esa práctica eran rechazados por los científicos y todos los que daban resultados negativos lo eran por los astrólogos. «Mi propósito era evitar esas críticas mediante el diseño de un experimento que cumpliera con las rígidas especificaciones de las comunidades científica y astrológica», explicaba el 5 de diciembre de ese año en la revista Nature 11 . Quería comprobar la realidad del principio fundamental de la astrología y lo primero que hizo fue establecer una definición de ese principio con la ayuda de sus practicantes. Fue ésta: «La posición de los planetas (de todos, el Sol y la Luna, y otros objetos definidos por los astrólogos) en el momento del nacimiento puede emplearse para determinar los rasgos generales de la personalidad del sujeto y sus tendencias temperamentales y de comportamiento, y para indicar los principales problemas con los que va a encontrarse». Los astrólogos coincidieron en que ésa es la esencia de una carta astral y, entonces, Carlson diseñó dos experimentos para comprobar la precisión de esos documentos a la hora de definir la personalidad. Reclutó a los sujetos a través de anuncios en la prensa y en la universidad. Para evitar sesgos, rechazó tanto a los totalmente escépticos como a los que habían encargado su horóscopo alguna vez. Fueron elegidos 83 individuos para el grupo experimental, y los astrólogos hicieron la carta astral de cada uno a partir su fecha, hora y lugar de nacimiento. En la primera prueba, cada participante recibió tres cartas astrales, la de él y dos de sus compañeros elegidas al azar. Se le pidió que dijera con cuál se sentía más identificado. Cada sujeto tenía un tercio de probabilidades de elegir al azar la carta correcta, por lo que los científicos determinaron que un nivel de aciertos próximo al 33% invalidaría la hipótesis astral, y los astrólogos aventuraron que «al menos la mitad» serían capaces de identificar correctamente su horóscopo. Sólo el 33% eligió su carta astral. La segunda parte del

experimento se centró en los astrólogos. Carlson quiso ver si eran capaces de identificar un perfil psicológico con su horóscopo correspondiente. Entregó a cada astrólogo tres perfiles psicológicos y la carta astral correspondiente a uno de ellos, y le pidió que emparejara los documentos. Los astrólogos sólo emparejaron correctamente el perfil psicológico con su carta astral en el 34% de las ocasiones, lo esperado por azar. El horóscopo es algo que puede hacer cualquiera sin pararse a pensar mucho ni, por supuesto, mirar a las estrellas. Sólo hace falta hilar generalidades: «Es una persona tenaz y, a veces, tiene que hacer frente a la incomprensión de los demás para sacar adelante sus proyectos»; «Su sensibilidad le predispone a sufrir desengaños personales, por lo que debería ser más cerebral en sus relaciones». Éstas me las he inventado, como hacían hasta hace poco los periodistas en las redacciones cuando se traspapelaba la columna astrológica del día y había que llenar los huecos de los doce signos. Ésa era una alternativa; la otra, recuperar un horóscopo de unos meses antes. Ambas cosas se hacían y no me consta que ningún lector se diera cuenta alguna vez de que la predicción no la había hecho el astrólogo de turno o no correspondía a la fecha, y se quejara.

3. El influjo de la luna llena Muchas personas que consideran la astrología una majadería están convencidas, sin embargo, de que la Luna ejerce un poderoso influjo sobre nuestro comportamiento. Esa influencia del satélite terrestre, que alcanza su máxima expresión en el mito del hombre lobo, provocaría en las noches de luna llena un aumento de suicidios, accidentes de tráfico, agresiones sexuales, crímenes violentos, incendios provocados y partos. Es una creencia generalizada entre la gente de la calle y también entre los profesionales de las urgencias hospitalarias. Más o menos cada 28 días, una crisis lunar debería azotar las ciudades y desbordar los servicios de emergencias. ¿Es así? Veamos lo que dicen las pruebas. Una investigación realizada durante dos años por los psiquiatras Stephen Bauer y Edward Hornick en el Centro Hospitalario Municipal del Bronx, en Nueva York, reveló que no había relación alguna entre el número de pacientes que acudía a las urgencias de psiquiatría y el ciclo lunar12. Los enfermos recurrían al servicio de emergencias en cantidades parecidas todos los días, independientemente de que coincidieran con luna llena, menguante, nueva o creciente. Alex Pokorny y Joseph Jachimczyk, de la Escuela de Medicina Baylor de Houston, hicieron a principios de los años 70 un análisis de 2.494 homicidios ocurridos en el condado de Harris, en Texas, durante catorce años13. Su conclusión fue que la distribución de asesinatos no era estadísticamente diferente a lo esperado por azar. Donald Templer, David Veleber y Robert Brooner, de la Escuela de Psicología Profesional de California, aseguraron en 1982 haber detectado un incremento desproporcionado de accidentes de tráfico en Estados Unidos en las noches de luna llena o nueva14. Tras publicarse el trabajo, James Rotton, de la Universidad Internacional de Florida, e Ivan Kelly, de la Universidad de Saskatchewan, llamaron la atención sobre el hecho de que la mayoría de las trágicas noches

incluidas caía en fin de semana, cuando siempre ocurren más siniestros por razones que nada tienen que ver con el satélite terrestre. Templer, Brooner y Mark Corgiat reanalizaron los datos y aplicaron índices correctores para fines de semana y periodos vacacionales: el efecto lunar se desvaneció15. Entre junio de 1989 y julio de 1990, John Smyrk y Roslyn Fekitoa pusieron a prueba la afirmación según la cual en plenilunio no sólo hay más accidentes, sino que también los pacientes que se someten a operaciones sangran más16. Escogieron para el estudio el hospital Hornsby Kuring-gai, uno de los más grandes de la región metropolitana de Sídney, y controlaron durante ese año los niveles de consumo de sangre. No encontraron pruebas que respaldasen la idea de que los accidentes sean más frecuentes ni de que en la mesa de operaciones se sangre más en noches de luna llena En España, el escéptico aragonés Eduardo Giménez comprobó en 1993 que los fetos no tienen especial inclinación por abandonar el seno materno en días de luna llena. Tras analizar los nacimientos registrados en Zaragoza en 1990, llegó a la conclusión de que el número de alumbramientos «no depende para nada de la fase lunar. Así, durante la fase de luna llena, únicamente se produjeron máximos en tres ciclos lunares de los doce anuales. Por contra, hubo cuatro mínimos; es decir, se dieron más nacimientos en creciente, menguante y nueva que durante luna llena»17. Encontró, eso sí, un ciclo semanal, ya que los médicos tienden a programar los partos para que ocurran en días laborables. Años después, los médicos Juan Carlos Melchor y María Unamuno examinaron 79.830 partos atendidos en el hospital vizcaíno de Cruces entre 1987 y 2001. Descubrieron que los alumbramientos se distribuían prácticamente por igual entre las cuatro fases lunares y que tampoco nacían en luna llena más niños prematuros18. Una creencia muy extendida entre las gentes del campo es que, dependiendo de la fase lunar en que se siembre, se recogerá una cosecha más o menos abundante. Los Escépticos de Canberra (Australia) se interesaron por el asunto en 1991, cuando un periódico local informó en su sección de jardinería sobre las mejores épocas

para plantar verduras de acuerdo con el ciclo lunar y el signo del Zodiaco por el que pasase el satélite. A partir de la información proporcionada por la Sociedad de Cultivadores Orgánicos de Canberra, que facilitó las semillas, se hicieron veintidós plantaciones en días buenos y malos desde el punto de vista astrológico. Un mes después, se recogió la cosecha y se pesó. No se detectó «una diferencia significativa en tiempo de germinación ni peso, aunque las semillas fueron plantadas en buenos y malos momentos, de acuerdo con la supuesta influencia astrológica»19. Los partidarios del efecto lunar suelen argumentar que, como somos agua en un 70%, la Luna tira de nosotros como de los mares. La órbita de la Luna alrededor de la Tierra es ligeramente elíptica. Sus dos extremos se llaman apogeo y perigeo, cuando está más lejos y más cerca, respectivamente. Aunque la distancia media entre ambos mundos se sitúa en los 384.400 kilómetros, en determinados momentos puede superar los 406.000 y reducirse hasta casi los 356.000. La Luna provoca mareas más fuertes cuanto más cerca está, algo que no tiene nada que ver con la fase en la que se encuentre; es decir, con la luminosidad. Las mareas vivas coinciden siempre en luna llena o nueva, pero no se deben al efecto exclusivo del satélite, sino a que en esas dos fases el Sol (S), la Tierra (T) y la Luna (L) están alineados –STL, en luna llena y SLT, en nueva–, y la estrella y el satélite suman fuerzas. «El tirón de la Tierra sobre una persona se llama peso. De promedio, el tirón gravitacional de la Luna supone sólo tres partes por millón del peso de uno; para un hombre de 90 kilos, es alrededor de 0,28 gramos. Pero el tirón de la Luna sobre usted es irrelevante porque también tira de la Tierra. Lo que importa es la diferencia entre su peso en presencia del efecto gravitacional de la Luna y el que tendría si no existiera la Luna. A lo sumo, esa diferencia sería de sólo 0,01 gramos, menos que el efecto de un mosquito en su hombro», explicaba George Abell, astrónomo de la Universidad de California, en 197920. Ésa es la auténtica influencia de la Luna, enamorados aparte.

4. El brazo de la te Llegará el día en que un adivino examine para un medio de comunicación las entrañas de un animal para adelantar un resultado electoral. Todo es cuestión de tiempo. Hasta entonces, siempre nos quedará la grafología, según la cual la caligrafía de Barack Obama revela que «es un diplomático nato, una persona decidida, de gran nivel intelectual y a la vez una persona de acción, que la compagina con la reflexión»21; la letra de José Luis Rodríguez Zapatero demuestra que es un «acomplejado», un «torpe para relacionar ideas», un «autoritario», un «materialista descarnado» y un «receloso –e incluso envidioso– de la gente de talla»22; y las efes de Franco, Hitler y Mussolini indican «una tendencia al ensañamiento, una desesperada obsesión por volver las cosas hacia atrás y reincidir sobre varias cosas»23… Para la grafóloga Nuria Pereira, la escritura de Obama revela que «es un hombre de principios al que le gusta respetar las tradiciones y donde [sic] el apoyo de su familia es crucial y le ayuda a proyectarse en su trabajo». Según César Vidal, las tes de Rodríguez Zapatero «responden a la te del brazo en alto, así denominada porque recuerda al saludo fascista y, a la vez, es signo de autoritarismo». Y, en opinión de Germán Belda, la letra de Franco muestra que «tenía los objetivos muy marcados en la vida. Planificaba perfectamente, era un gran estratega. No ponía énfasis en los ideales ni era amante de los alardes materiales». Los grafólogos aseguran deducir el carácter de una persona a partir de su escritura, si las letras se inclinan a uno u otro lado, van separadas, son muy grandes o pequeñas, las tes tienen el travesaño de un modo determinado… Algunos se hacen llamar grafopsicólogos porque son psicólogos que practican la grafología y se han hecho un hueco en el mercado de la selección de personal. Hay en la prensa española ofertas de trabajo que piden el currículo del aspirante manuscrito para someterlo al análisis de uno de estos especialistas. Los estudios

controlados demuestran, sin embargo, que, si no cuentan con más información que la letra manuscrita, los grafólogos no aciertan sobre el autor de un texto más que los legos, como ocurre en los ejemplos anteriores, aunque el de Vidal sobre Rodríguez Zapatero sea un perfil más fruto de la inquina que de otra cosa. Aciertan lo obvio siempre y cuando conozcan al sujeto objeto de análisis. En una prueba ciega –en la cual se pida describir la personalidad tras un texto cuyo autor no está identificado–, usted y yo podemos ser tan buenos grafólogos como el mejor: ellos pueden deducir, como cualquiera, cosas de lo que hemos escrito –un currículo contiene mucha información–, pero no de cómo lo hemos escrito. ¿Cómo lo sabemos? Porque se han hecho las correspondientes pruebas eliminado el sesgo del currículo, pidiendo a todos los participantes que escriban las mismas frases y suprimiendo así cualquier información adicional que pudiera dar el contenido del manuscrito. No existe nada parecido a una interpretación científica de la personalidad por la escritura. «La grafología es simplemente una rama del grupo de prácticas pseudocientíficas conocido como lectura de caracteres», explican los psicólogos Scott O. Lilienfield, Steven Jay Lynn, John Ruscio y Barry Beyerstein24. Al mismo grupo de prácticas pertenecen la interpretación de la personalidad a partir de las rayas de la mano, la forma del cráneo, los rasgos de la cara… Estamos ante una arte adivinatoria que debe su inmerecida fama a que mucha gente confunde a los grafólogos con los peritos calígrafos, que son expertos en determinar falsificaciones y autorías de documentos mediante el análisis de la caligrafía, las tintas, el papel… El peritaje caligráfico es una técnica; la grafología, brujería, un timo que se convierte en timo al cuadrado en la grafoterapia. «Con la escritura podemos cambiar la conducta y formar niños más amables», afirma la psicografóloga Pilar Besumán, quien dice que ha trabajado en el colegio madrileño Los Rosales, donde estudió el rey Felipe, y en el equipo de selección de personal de una multinacional25. Esa apelación a la autoridad es tan falaz como la del curandero Txumari Alfaro cuando, en mayo de 2008 en ETB,

defendió lo bueno que es beber la propia orina diciendo que lo hacía Gandhi y fue premio Nobel. Ni Besumán ha demostrado nunca sus habilidades ni Gandhi recibió ningún Nobel. En cualquier caso también ha habido algún Nobel pederasta y, que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido reivindicar ese comportamiento porque un laureado lo practicara. La orina es, como las heces, un desecho metabólico, la basura que genera el organismo en el proceso de obtener energía de los alimentos. Es ilógico, además de una cochinada, volver a meter en el cuerpo los desperdicios de los que éste se ha librado. Lo de modificar la conducta cambiando la letra, de ser cierto, tendría repercusiones interesantes. ¿Hay una caligrafía buena, que nos haga ciudadanos modelo? Si es así, ¿por qué no obligar a adoptarla a todos los reclusos y reformarles mediante la letra? Besumán sostiene que «un pequeño agresivo se puede canalizar con una letra amable. Hay letras con las que podemos llevar a los niños a la agresividad, pero también conducirles a la amabilidad. Hay rasgos del carácter que se pueden prevenir si aprenden desde pequeños a escribir con letras inteligentes». ¿Pruebas? Las mismas que existen de que el futuro está escrito en los posos del té. En marzo de 2010, Juan José Millás firmaba un reportaje en El País Semanal que incluía el retrato psicológico de una serie de líderes políticos a partir de sus rasgos faciales hecho por los morfopsicólogos Deogracias y Esther Mellado26. En junio de ese mismo año, el diario Sport recurría al morfopsicólogo Julián Gabarre, autoproclamado «máxima autoridad mundial en la especialidad» y que también es grafólogo, para explorar la personalidad de los candidatos a la presidencia del FC Barcelona porque «la cara de un individuo ofrece toda la información sobre su personalidad»27. Y, en abril de 2011, los morfopsicólogos José Guillermo Pastor y Manuel Gallardo Vicent analizaban para El Mundo la personalidad de Guillermo y Catalina de Inglaterra «a través de sus rasgos faciales»28. Son sólo tres ejemplos del tratamiento que recibe en los grandes medios una práctica según la cual la personalidad se refleja en el rostro. La morfopsicología fue inventada en 1937 por el psiquiatra francés Louis Corman (1901-1995) y está en la onda de la craneometría,

usada por los nazis para diferenciar por las medidas del cráneo a arios de quienes no lo son; la frenología, que clasifica las personalidades por la forma del cráneo y las facciones; la fisiognomía, que juzga a la gente por sus rasgos faciales y de la cual la morfopsicología es una versión modernizada; la metospocopia, que determina el carácter por las arrugas, en especial las de la frente; y la grafología. Sus practicantes sostienen que la cara es el espejo del alma. Literalmente. Creen, por ejemplo, que una boca pequeña demuestra que alguien es ahorrador y una nariz carnosa implica capacidad de afecto. Como los grafólogos, aciertan en su descripción de la personalidad únicamente cuando el rostro es de un personaje conocido, a pesar de lo cual también son consultados por empresas a la hora de seleccionar personal, como si lo que dicen tuviera más validez que la lectura de las líneas de la mano. Al igual que con la grafología, bastaría con un poco de voluntad para someter a prueba la morfopsicología. Les voy a decir lo que yo haría si, como periodista, me encargan un reportaje sobre esta práctica. Conseguiría fotos de asesinos, víctimas, altos directivos, obreros sin cualificar, buenas madres, malas madres, hijos delincuentes, genios, maltratadores… Todos desconocidos para el entrevistado y retratados en situaciones neutras. Se las enseñaría al morfopsicólogo y le pediría que me describiese la personalidad de cada individuo. Me apuesto lo que quieran a que no acertaría más que lo previsible por azar. Claro que Gabarre sostiene, astutamente, que «el 90% de los seres humanos tenemos tendencia para delinquir; que lo hagamos o no depende del entorno en que nos movamos»29. Así que, si acierta a identificar a un delincuente, acierta; y, si falla, siempre puede decir que el criminal no lo es por el entorno o que no se ha revelado como tal todavía, pero que sus rasgos faciales demuestran su tendencia a delinquir. Sale cara, gano yo; sale cruz, pierdes tú. «Todas las rayas que vieres en las manos, oh curioso lector, significan que la mano se dobla por la palma y no por arriba, y que se dobla por las junturas; y por eso están las grandes en las coyunturas désas, como es cuero delicado, resultan las otras menudas. Y para

ver que esto es así mira que en el pescuezo y frente, caderas, corvas y codos y sangraduras y nalgas, por donde se arruga el pellejo y en las plantas de los pies hay rayas. Y así había de haber, si fuera verdad (como hay quirománticos), nalguimánticos, y frontimánticos y codimánticos y pescuecimánticos y piedimánticos», escribió Francisco de Quevedo en su Libro de todas las cosas y otras muchas más (1631). Hay quienes creen leer la personalidad en las rayas de la mano, otros lo hacen en las arrugas de la cara, los hay que dicen que se refleja en las huellas dactilares y ¡también hay quienes leen las rayas del culo! El vidente ciego alemán Ulf Buck se gana la vida desde hace años palpando las líneas del trasero, algo que también hace Jacqueline Stallone, la madre del actor Sylvester Stallone. Según ella, la nalga izquierda es una ventana al pasado de la persona y la derecha, al futuro. Es todo cuestión de echarle cara.

5. ¡Conviértase en brujo! Jamás sospeché que un programa informático de confección de cartas astrales pudiera tener alguna utilidad para mí. Aún así, cuando en 2003 la revista Más Allá regaló uno, lo guardé. Dos años después, eché mano de él por primera vez y, desde entonces, lo utilizo en mis charlas para fomentar el espíritu crítico. Para la experiencia, pido al organizador con antelación el nombre, lugar, fecha y hora de nacimiento de una decena de asistentes y, unos días antes de la charla, me meto en mi gabinete secreto, me pongo el capirote de astrólogo, bajo las luces, enciendo el ordenador y arranco el programa informático, que elabora cada carta astral según el día, la hora y el lugar indicados. Tengo que ser sincero: me importa un bledo si el programa presenta con fidelidad la posición de los planetas en la fecha y lugar correspondientes, así que nunca lo he comprobado. Sólo me interesa la carta astral de colores llena de rayas y símbolos como efecto especial: otorga verosimilitud al documento que acompaña, tres párrafos que definen la personalidad del destinatario. La definición del carácter es, en todos los casos, la misma; sólo cambian de género sustantivos, adjetivos y artículos, también para reforzar la idea de individualización. El perfil personalizado se basa en el escrito por el

psicólogo Bertram Forer para su famoso experimento de 1948, al que yo he añadido un par de adornos astrológicos. El resultado final es el siguiente: Necesita que los demás le quieran y le admiren; pero es crítico consigo mismo. Aunque tiene ciertas debilidades de carácter, generalmente es capaz de compensarlas. Posee considerables capacidades que no ha utilizado aún en su propio beneficio. La cuadratura del Sol con Neptuno muestra que suele desestimar su propia capacidad para triunfar y, por ello, a veces no hace realidad sus ideas. Es disciplinado y demuestra autocontrol exteriormente, pero tiene tendencia a ser inquieto e inseguro interiormente. En ocasiones, tiene serias dudas sobre si ha tomado la decisión correcta. Prefiere un poco de cambio y variedad, y no está satisfecho cuando se encuentra bloqueado por restricciones o limitaciones. Marte hace que sea independiente, entusiasta y a menudo autodidacta. Se siente orgulloso de sí mismo como pensador independiente y no acepta las declaraciones de los demás sin pruebas suficientes. Necesita tiempo para aceptar ideas nuevas, aunque una pequeña vertiente bohemia y literaria hace que a veces actúe sin pensar y lamente después las consecuencias. A pesar de que sabe que no debe ser siempre así, no le gusta enfrentarse a los hechos de una forma fría y objetiva, y su sensibilidad le ocasiona dificultades de relación. Saturno eclipsa parcialmente las posibles tendencias científicas que pueda tener, aunque a veces surgen inesperadamente. Considera imprudente ser demasiado sincero, mostrándose a los demás tal como es. Tras grapar cada carta astral con su interpretación correspondiente – masculina o femenina–, la meto en un sobre donde escribo el nombre del destinatario. Los sobres los entrego al principio de la charla. Mientras hablo de otras cosas con el resto del público, los que participan en el experimento leen la interpretación que de su cielo natal les digo que ha hecho un astrólogo amigo mío. Les explico que, como era un favor y no he pagado nada, el adivino se ha limitado a retratarles en unas pocas líneas. En general, los

participantes dan una buena nota al astrólogo cuando les pregunto si se sienten identificados con el perfil. Poco más tarde, todos se echan a reír cuando pido a uno que lea la primera frase; a otro, la segunda; a otro, la tercera… y comprueban que todos los perfiles son el mismo. Después de explicarles que la razón última del éxito del horóscopo es el efecto Forer y debatir sobre lo que hemos hecho, les animo a realizar un experimento en casa durante la próxima reunión familiar. Lo primero que hay que hacer es coger el periódico, abrirlo por el horóscopo y pedir a los presentes, uno a uno, que le digan cuál es su signo. Luego, hay que leer a cada uno una predicción que no se corresponda con su signo: al aries la de los tauro, al capricornio la de los leo… Nadie notará que le están tomando el pelo ni sentirá la predicción como ajena hasta que no se descubra el engaño. Supongo que algunos de los espectadores de todas las edades que han asistido a esta charla habrán hecho el experimento en casa, convirtiéndose en promotores del pensamiento crítico a través del horóscopo. Si usted se anima a hacer algo parecido a lo que yo hago con la carta astral, hay muchos programas en internet que dibujan la posición de los planetas –también funciona el engaño sin gráfico, pero es más divertido con él– y puede usar la descripción anterior. Piénselo: el mejor antídoto contra la astrología puede ser, a veces, la propia astrología. Claro que si lo suyo es el Lado Oscuro… A todos nos gustaría vivir sin trabajar, o trabajando lo menos posible. No es tan difícil si uno carece de escrúpulos. Hay cantidad de incautos con dinero dispuestos a gastárselo en cosas como la adivinación del futuro y el espiritismo. ¿Ha pensado alguna vez en convertirse en vidente? ¿Le gustaría embolsarse cerca de 100 euros por media hora de trabajo? A estas alturas, ya sabe que no hace falta ninguna preparación ni aptitud especial para ejercer de adivino o médium y forrarse, así que siguiendo cuatro trucos puede emprender una lucrativa carrera. Michael Shermer creó en 2008 una sencilla guía para convertirse en vidente o médium, de la que el siguiente decálogo es una versión libre30. Son lecciones que sólo

exigen un poco de práctica y pueden hacerle rico. Deje a un lado la vergüenza y la ética; estamos hablando de ganar dinero fácil a costa de la credulidad ajena, algo que no está perseguido por la ley. Así que póngase manos a la obra: 1. Monte un escenario apropiado. Haga que el visitante se sienta cómodo en su consulta, pero también impresionado. Decore la estancia con cartas astrales, imágenes de famosos dotados como Nostradamus, velas y libros, muchos libros que, a ser posible, parezcan viejos. 2. Sea simpático y humilde. Hable educada y suavemente, sonría, mire a los ojos… Explique a su cliente que su don es algo que tenemos todos, pero que usted simplemente lo ha cultivado. Vaya preparando el terreno para posibles errores: admita que nadie acierta siempre. 3. A todos nos preocupa básicamente lo mismo: la salud, el dinero y el amor. Recuerde lo que decía la canción de 1967 de Cristina y los Stop: «Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. El que tenga esas tres cosas que le dé gracias a Dios». La mayoría de sus clientes estarán preocupados por alguna de estas tres cosas. Téngalo en cuenta. 4. Empiece con generalidades: «Necesita que los demás le quieran y le admiren; pero es crítico consigo mismo. Aunque tiene ciertas debilidades de carácter, generalmente es capaz de compensarlas. Posee considerables capacidades que no ha utilizado aún en su propio beneficio…». Frases de este tipo siempre impresionan a pesar de tratarse de vaguedades que se adaptan a cualquiera. 5. Céntrese después en objetos y situaciones comunes a casi todos: hable de accidentes infantiles, objetos heredados, llaves desaparecidas, aparatos que han dejado de funcionar de repente, cicatrices de la niñez, primeros amores no correspondidos… 6. Sonsaque información al incauto sin que se entere. Hágale preguntas como si fueran afirmaciones –«¿Cómo lo interpreta? ¿Le afectó mucho?»– y deje que hable: le proporcionará mucha información que luego él creerá que le ha dado usted.

Es lo que hacen los videntes telefónicos en la televisión. Puede comprobarlo grabando una de sus sesiones y viéndola después avanzando y retrocediendo: nunca adivinan nada. 7. Utilice jerga propia de un saber oculto. Si hace cartas astrales, diga: «La cuadratura del Sol con Neptuno muestra que suele desestimar su propia capacidad para triunfar y, por ello, a veces no hace realidad sus ideas». ¿Qué es «la cuadratura del Sol con Neptuno»? No importa; el cliente no va a pararse a pensar en ello. Si echa el tarot, puede decir lo mismo, sustituyendo «la cuadratura del Sol con Neptuno» por «la Rueda de la Fortuna» o cualquier otra carta que salga. La jerga y la parafernalia –la bola de cristal, el mazo del tarot…– son elementos imprescindibles del decorado. 8. Consulte libros de psicología y sociología para deducir lo que preocupa a sus clientes. Una cosa es la biblioteca de su gabinete –puro decorado– y otra la que puede utilizar para mejorar su técnica. La literatura científica le servirá para conocer las preocupaciones de la gente según su edad, grupo social, educación… No olvide los sondeos demoscópicos –le vendrán bien para saber lo que en cada momento preocupa más a sus conciudadanos– ni la situación nacional e internacional: quien más, quien menos, casi todo el mundo teme en épocas de crisis por su situación económica, por ejemplo. 9. Diga a la gente lo que quiere escuchar. A todos nos agrada oír que las cosas nos van a ir mejor en el futuro, que no somos suficientemente reconocidos en el trabajo o que las oposiciones que estamos preparando nos van a solucionar la vida. No se preocupe porque el futuro le desmienta. Durante una sesión puede predecir muchas cosas –entre ellas, incontables obviedades–, así que los fracasos siempre puede atribuírselos a su margen de error. Además, la gente tiene tendencia a acordarse sólo de los éxitos de los videntes. 10. Tenga siempre excusas a mano. Si no acierta algo, puede decir que pasó hace mucho tiempo y que el hecho de que su cliente no lo recuerde resulta inquietante, o sugerir que es algo

que quizá no haya ocurrido todavía. Achaque cualquier fallo o titubeo a malas conexiones espirituales, energías negativas y otras influencias extrañas. En una sesión espiritista, culpe a sus clientes de no poner el suficiente interés en conectar con sus parientes muertos. Recuerde, además, que usted siempre ha dicho que nadie acierta siempre. Con este decálogo y un poco de práctica, estará listo para abrir un consultorio con garantías de éxito y quien sabe si disfrutar de acaudalados clientes, montar un servicio telefónico y ser invitado a fiestas en Marbella e incluso a residencias reales. Piénselo, el mundo está lleno de incautos que son engañados por videntes y espiritistas porque quieren y sin que las autoridades tomen medidas para evitarlo.

Guais y orientales Todos sabemos lo que puede pasar si tomamos una sobredosis de medicamentos: que acabemos como Marilyn Monroe. Sin embargo, en los últimos años he ingerido en varias ocasiones de una sola vez una caja entera de un sedante vendido en farmacias y, por si eso fuera poco, lo he mezclado con alcohol sin que los efectos hayan ido más allá de un desagradable sabor dulzón. No es que mi organismo sea algo extraordinario –no lo es, créanme–, es que el presunto fármaco no es tal, aunque se presente como tal, lo receten médicos y se venda en farmacias. Sedatif PC –ése es su nombre comercial– es un producto de la multinacional francesa Laboratorios Boiron indicado «para aliviar los trastornos emocionales y de ansiedad que pueden venir acompañados de posibles trastornos del sueño». A diferencia de un medicamento de verdad, puedo tomar una caja de 40 pastillas de este sedante sin que acto seguido ni dé un bostezo ni haya que lavarme el estómago para evitar una grave intoxicación. ¿Cómo es posible? Porque Sedatif PC es un producto homeopático. La homeopatía es la más exitosa de las mal llamadas medicinas alternativas, técnicas –como la acupuntura, el reiki, la quiropráctica y las flores de Bach, entre otras– que tienen en común no haber demostrado su efectividad, aunque muchas personas dicen que a ellas les funcionan. Los principios fundamentales de la homeopatía, establecidos por Samuel Hahnemann (1755-1843) hace dos siglos, son que una sustancia que provoca los mismos síntomas que una enfermedad puede curarla y que, cuanto más pequeña es la dosis de esa sustancia, mayores son sus efectos. Según ese razonamiento, como en dosis normales la cafeína provoca insomnio, la lógica homeopática establece que para tratarlo basta con dosis infinitesimales de cafeína. La preparación de un producto homeopático empieza con una parte de un ingrediente, la tintura madre o principio activo –la cafeína, por ejemplo–, que se disuelve en 99 partes de agua, alcohol o lactosa: el resultado es una dilución 1 CH o centesimal hahnemaniano, llamado así en honor al inventor de la homeopatía. Luego, se toma una parte de esa primera dilución y se mezcla con otras 99 del

disolvente elegido (2 CH); seguidamente, se toma una parte de esa segunda dilución y se mezcla con otras 99 del disolvente (3 CH); y así sucesivamente. En la primera dilución, tenemos una centésima parte de principio activo; en la segunda, una diezmilésima; en la tercera, una millonésima; y en la sexta, una billonésima. ¡Y no hemos hecho nada más que empezar! En el mercado hay productos homeopáticos a 30 CH y hasta 300 CH. En una dilución 30 CH, hay el 0,00000000000000000000000000000000000000000000000000000 0000001% de principio activo y, en una 300 CH, el 0,00000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 000000000000000000000000000000000000000000000000000000 0000001%. ¿Qué significan estos números con tantos ceros más allá del papel? Según las leyes de la química, por encima de los 12 CH o menos del 0,0000000000000000000001%, es altísimamente improbable que haya una sola molécula de sustancia activa en un preparado. Es lo que se conoce como límite de Avogadro, por el físico y químico italiano Amadeo Avogadro (1776-1856). Una dilución 13 CH –habitual en la homeopatía de venta en farmacias– equivale a disolver un tercio de una gota de agua en todos los océanos de la Tierra.

1. Un pato para salvarlos a todos Imagínese que compra en la farmacia Oscillococcinum, un remedio de Boiron recomendado «tanto en el tratamiento sintomático de los estados gripales como durante el periodo de exposición gripal». Su principio activo es un extracto de corazón e hígado de pato diluido a 200 K. ¿Qué significa eso? La K hace referencia a una variante del método tradicional de las diluciones de Hahnemann (CH) inventada por el homeópata ruso Semión Kórsakov, quien consideraba demasiado laborioso sacar una centésima parte de una mezcla para diluirla en otras 99 partes de disolvente una y otra vez. «El método de Kórsakov es muy simple. Se llena un frasco de tintura madre, se vacía, y lo que queda en las paredes y el fondo se usa como base para el siguiente paso. El frasco se llena de agua, se agita, se vacía otra vez, y tenemos una dilución a 1 K. Volvemos a llenarlo de agua, agitarlo y vaciarlo, y ya tenemos una dilución a 2 K. Y así sucesivamente… Hay diluciones a 30 K, 100 K, 200 K y hasta 1.000 K. Por convención, muchos homeópatas lo equiparan al método centesimal, de modo que 1 K equivaldría a 1 CH, aunque otros consideran que sería igual a 1,5 CH y otros, más prudentes, prefieren no establecer ninguna equivalencia», explica el abogado Fernando L. Frías, miembro del Círculo Escéptico y uno de los más activos defensores del pensamiento crítico en España. Aún suponiendo, tirando por lo bajo, que 200 K sea lo mismo que 200 CH, Oscillococcinum nunca contendrá una molécula de pato. «El resultado sería una dilución de una molécula de extracto por cada 10400 moléculas (es decir, un uno seguido de cuatrocientos ceros) de agua. Sin embargo, en todo el universo físico sólo hay aproximadamente 1080 (un uno seguido de ochenta ceros) partículas elementales (electrones y protones). Por lo tanto, una dilución de 200 CH ¡iría muchísimo más allá del límite de dilución de todo el universo visible!», explica el físico Robert L. Park1. Usted tendría que beberse varios universos para ingerir una molécula de

principio activo del Oscillococcinum. Por supuesto, la población mundial de patos no corre ningún riesgo porque basta con un corazón e hígado de ese animal para producir Oscillococcinum para toda la Humanidad por los siglos de los siglos. Sedatif PC, el sedante homeopático, está compuesto, según Boiron, por varios principios activos disueltos a 6 CH. Eso sería como echar una gota de lo que sea en 20 piscinas olímpicas. De ahí que un análisis de este somnífero mediante resonancia magnética nuclear realizado en 2011 en la Universidad del País Vasco (UPV) para Escépticos, la serie de ETB crea-da y dirigida por Jose A. Pérez Ledo y conducida por mí, revelara que no tiene nada más que azúcar. Dos años después, un equipo de Espejo público, el magacín matinal de Susanna Griso en Antena 3, acudió a la UPV para que analizaran un jarabe vendido por un curandero como un repolarizador magnético celular que cura el cáncer. Un reportero del programa visitó el mismo laboratorio que había hecho el examen de Sedatif PC para Escépticos y salió en pantalla con el brebaje anticáncer en la mano derecha y una caja del sedante de Boiron en la izquierda. El resultado fue el esperado: el jarabe milagroso anticáncer tenía agua, alcohol y alguna esencia. Nada que pueda curar nada. Así se dijo el 2 de mayo de 2013 en Espejo público, y Griso comparó el brebaje con las pócimas milagrosas de los buhoneros del viejo Oeste. El análisis de Sedatif PC para Espejo público dio el mismo resultado que el de Escépticos, según me confirmaron tanto en los laboratorios de la UPV como en la cadena. Sin embargo, Griso y su equipo no dieron a conocer los resultados públicamente. Ocultaron a los espectadores de Antena 3 que el producto de Boiron es sólo azúcar y, por lo tanto, tan efectivo como medicamento como el repolarizador magnético celular anticáncer del curandero. ¿Por qué? En la redacción del programa me dijeron que «por falta de tiempo». ¿Tanto tiempo hace falta para decir que un somnífero homeopático es sólo azúcar? No, bastan cinco segundos. Lo que ocurre es que Griso cree en ésta y otras de las denominadas medicinas alternativas, y las promociona cada dos por tres en Espejo público, así que no iba a tirar piedras contra su propio tejado.

Hahnemann estableció las bases de la homeopatía en 1810 en su libro Organon der rationellen heilkunde [Órganon del arte racional de curar]. En aquella época, los médicos eran auténticos matasanos que aplicaban con frecuencia sangrías, purgas y venenos. Si la dolencia no era grave, era muy probable que el paciente saliera de la consulta peor que como había entrado. Frente a eso, los inútiles remedios de Hahnemann no hacían nada, ni bueno ni malo, por la ausencia de principio activo y daban tiempo al organismo enfermo para activar sus propias defensas y superar la enfermedad, si ésta no era grave. «A medida que la reputación de Hahnemann crecía, la confianza de los pacientes en su curación aumentaba. La creencia suscitaba el efecto placebo y permitía que los mecanismos de reparación de su propio cuerpo funcionaran sin que el estrés los alterara», resume Park. En los ensayos clínicos de una terapia como la homeopatía, se administra a una parte de los sujetos el remedio a probar y a otra, una sustancia inocua con la misma presentación. Ni el experimentador que la da ni el individuo que la recibe saben si lo que tienen entre manos es el fármaco o el placebo. Es lo que se conoce como estudio doble ciego y persigue que las expectativas de los participantes no contaminen los resultados del ensayo. Para ser considerado un tratamiento médico, el remedio tiene que ser más efectivo que el placebo. Todos los médicos y farmacéuticos han estudiado química en la carrera y deberían saber que nada se puede disolver infinitamente, además de conocer el poder del placebo. Si resulta sorprendente que, aún careciendo de formación científica, uno pueda tragarse que una sustancia que provoca normalmente unos efectos cause los contrarios si se disuelve muchísimo y que éstos sean mayores cuanto más disuelta esté, ¿cómo se explica que haya profesionales de la sanidad que abracen la homeopatía? Porque es un gran negocio, pero no sólo por eso. En opinión de Edzard Ernst, el primer catedrático de medicina alternativa del mundo, el éxito de la homeopatía se debe a que «sus practicantes son muy empáticos, dedican tiempo a los pacientes, les intentan entender… Es como una minipsicoterapia. Va a tu consulta un paciente y te cuenta que sufre dolores de cabeza desde hace

años. Le das un remedio homeopático y cuando regresa te dice que no ha vuelto a tenerlos. Eso no te lleva a pensar que lo imposible es posible, pero has visto que la homeopatía funciona»2. El peso de la experiencia personal llega a tal extremo que los homeópatas rechazan los resultados experimentales, que niegan sistemáticamente a su técnica mayor efectividad que el placebo. En el caso de los farmacéuticos que venden homeopatía, Ernst cree que sólo hay un móvil: el dinero. «Mantengo una lucha constante con los farmacéuticos, a quienes acuso de actuar como meros vendedores y no como profesionales sanitarios con ética. Como vivimos en una economía de libre mercado, pueden vender lo que quieran, pero deberían advertir a la gente de que los productos homeopáticos no tienen nada y no hacen nada». Actitudes como la del médico alemán ponen en peligro el negocio multimillonario de la venta de azúcar y agua a precio de oro con la excusa de que tienen unos poderes sanadores que nadie ha visto ni explicado nunca de un modo científico. De ahí que seis laboratorios homeopáticos de su país llegaran a orquestar una campaña de descrédito contra Ernst en internet, según reveló en junio de 2012 el diario Süddeutsche Zeitung. Las compañías Deutsche Homöopathie-Union, Biologische Heilmittel Heel, Staufen Pharma, WALA Heilmittel, Weleda y Hevert se confabularon para abonar 43.000 euros anuales al periodista Claus Fritzsche para que escribiera artículos atacando a Ernst y los enlazara de tal modo que ganaran influencia en Google, que así podría llegar a ofrecer ese material injurioso en los primeros resultados de una búsqueda sobre el médico alemán3.

2. La memoria del agua Sólo una persona ha ganado dos premios Ig Nobel, galardones que son una parodia de los Nobel y fueron creados en 1991 por Marc Abrahams, director de la revista Annals of Improbable Research. Originalmente se concibieron para reconocer descubrimientos que «no pueden o no deberían ser reproducidos», se entregan en la Universidad de Harvard y distinguen anualmente investigaciones insólitas y ridículas. En la segunda categoría, fue reconocido doblemente, en 1991 y 1998, el biólogo francés Jacques Benveniste, quien murió en 2004 sin ver admitidos por la ciencia sus dos grandes hallazgos: que el agua tiene memoria y que esos recuerdos pueden transmitirse por la línea telefónica e internet. Benveniste anunció en la revista Nature en junio de 1988 que el agua puede recordar la presencia de una sustancia disuelta en ella después de que no exista ni una molécula de esa sustancia4. Aseguraba que su descubrimiento explicaba el funcionamiento de los preparados homeopáticos, en muchos de los cuales –como ya hemos visto– no hay ni rastro de principio activo. La dirección de la revista publicó el artículo sumida en la incredulidad. Después, un equipo de especialistas –encabezado por John Maddox, director de Nature, y en el que estaba el mago James Randi– viajó hasta el laboratorio del científico, en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica (Inserm) francés, y detectó graves fallos metodológicos que invalidaban los resultados y los hacían irrepetibles. «Vimos que no habían hecho el experimento en condiciones de doble ciego. Repitieron el experimento como tenían que haberlo hecho desde el principio, y las pruebas de la memoria del agua desaparecieron. Todo había sido un fallo de protocolo. En vez de ser simples observadores, los científicos habían interferido en el experimento y proyectado sus deseos en los resultados, que se esfumaron con el doble ciego», recordaba Randi en 20125. Además,

Maddox y sus colaboradores descubrieron que varios miembros del equipo de Benveniste estaban a sueldo de Laboratorios Boiron. Ya fuera del Inserm, el biólogo continuó con sus investigaciones. Publicaba sus resultados cada vez en revistas menos importantes, y creó la empresa Digital Biology Laboratory. La firma estaba llamada a liderar la nueva industria farmacéutica, basada en un principio complementario del de la memoria del agua y también descubierto por Benveniste: que los recuerdos del líquido pueden transmitirse por teléfono. Los despachos de farmacia no tendrían que almacenar los remedios homeopáticos; bastaría con que el agua con memoria de la sustancia deseada transmitiera por teléfono su información desde el laboratorio de origen. El trabajo en el que explicaba al mundo tan impresionante avance le valió su segundo Ig Nobel. La memoria del agua forma ya parte de la historia de los fraudes científicos junto con el hombre de Piltdown, la fusión fría de Stanley Pons y Martin Fleischmann, y las primeras inscripciones en lengua vasca y el primer Calvario de la historia del yacimiento romano español de Iruña-Veleia, entre otros hallazgos sorprendentes que el tiempo y la experimentación han desmentido. Todavía hay, no obstante, quienes defienden que la homeopatía funciona gracias a la memoria del agua, pasando por alto que ésta nunca se ha demostrado y que su existencia plantearía más preguntas que respuestas y haría innecesaria la industria homeopática. El agua no surge de la nada, sino que tiene un ciclo en el que pasa por la atmósfera, se filtra por las rocas, entra en contacto con miles de sustancias, la consumimos los seres vivos… «¿Es que sólo recuerda los buenos elementos que hemos echado en ella en un momento determinado? Pensar que el agua tiene memoria y que, además, puede seleccionar aquello que más le conviene al enfermo resulta alucinante. Es concederle al agua memoria, bondad, conocimientos médicos e inteligencia», apunta el biólogo marino Vicente Prieto, miembro del Círculo Escéptico. De ser real la memoria del agua, todos los controles de calidad carecerían de sentido, tanto en lo que se refiere a la potable como la de mar en la que criamos moluscos y peces. El líquido conservaría el recuerdo de todos los microorganismos, metales pesados y

sustancias, tóxicas o no, con las que ha estado en contacto en algún momento. Como, según los principios de la homeopatía, una sustancia en disolución infinitesimal cura las enfermedades que normalmente causa, estaríamos protegidos contra todo mal sólo con abrir el grifo y bebernos un vaso de agua. ¡El negocio homeopático carecería de sentido! Otros homeópatas van más allá de la memoria del agua. «No tenemos la última respuesta de cómo funciona la homeopatía; pero sí sabemos cómo no: a través de los mecanismos clásicos de molécula-receptor. Los que decís que la homeopatía no es científica os apoyáis en conceptos y argumentos del siglo XIX. Hoy, la ciencia que explica cómo funciona el Universo es la física cuántica», me dijo en diciembre de 2011 el médico homeópata Guillermo Basauri en una reunión privada concertada por Laboratorios Boiron6. «¿Me estás diciendo que los mecanismos de la homeopatía se encuentran en la física cuántica?», le pregunté. «¡Claro!», respondió. En ese momento, tiré mentalmente la toalla porque la mecánica cuántica es a la homeopatía y otras paparruchas lo que la genética a la cosmética, el comodín al que agarrarse para parecer científica ante los legos. Sea la memoria del agua, la física cuántica o la energía chiripitifláutica, la búsqueda de una explicación científica a la homeopatía tendría sentido si ésta funcionara, pero es que no es así. Dos siglos después de que Hahnemann formulara sus principios, la homeopatía no ha demostrado curar nada, así que no hay nada que explicar. Ya en enero de 1911 la prestigiosa revista médica The Lancet reclamaba en un editorial una legislación contra curanderos y médicos alternativos, homeópatas incluidos: «La profesión médica, gobernada y, hasta cierto punto, protegida por leyes médicas de considerable antigüedad, está a la espera de un día en que la Legislatura salvaguarde no tanto a la profesión como al público, hoy explotado sin obstáculos por cualquier codicioso charlatán o peligroso curandero precavido lo suficiente como para mantenerse al margen de las normas citadas»7. La revista británica se hacía eco así de lo manifestado en una carta al director por un

lector que preguntaba, a un defensor de la homeopatía que había dicho que «las absurdas doctrinas de Hahnemann se abandonaron hace tiempo», cuáles eran entonces los principios científicos de esa práctica. En agosto de 2005, The Lancet publicó una comparación de 110 ensayos clínicos de preparados homeopáticos y otros 110 de medicamentos convencionales8. Los autores del trabajo concluían que los primeros curaban sólo por la fe del paciente en el producto y en quien se lo había prescrito. «Este hallazgo es compatible con la noción de que los efectos clínicos de la homeopatía son efectos del placebo», sentenciaban los investigadores. «Ahora, los médicos tienen que ser valientes y honestos con sus pacientes acerca de la ausencia de beneficios de la homeopatía, y consigo mismos acerca de los fallos de la medicina moderna a la hora de cubrir la necesidad del paciente de atención personalizada», argumentaba la revista en un editorial que destacaba que, «cuanto más se diluyen las pruebas en favor de la homeopatía, mayor parece ser su popularidad»9. Esta opinión negativa sobre la práctica homeopática no es un hecho aislado. Los participantes en la conferencia anual de la Asociación Médica Británica (BMA) exigieron en junio de 2010 al Servicio Nacional de Salud (NHS) británico que dejara de financiar este tipo de remedios y cuatro hospitales homeopáticos, lo que suponía un desembolso anual de cuatro millones de libras a las arcas públicas10. Decidieron, además, que los futuros médicos no reciban formación en homeopatía, y que los remedios fruto de esa práctica se etiqueten como placebos y no como medicinas. Tom Dolphin, del comité de médicos jóvenes de la BMA, calificó la homeopatía de «tontería al cuadrado» y Peter Bamber, del comité de asesores de la organización, añadió: «Si usted quiere comprar una botella de agua, vaya al supermercado». Cuando los defensores de esa práctica argumentaron que, aunque no haya pruebas de su efectividad, los enfermos que acuden a la homeopatía se sienten mejor, Mary McCarthy, una médica generalista de Shropshire, replicó: «Muchas cosas hacen que te sientas mejor: un día soleado, el olor del mar, un

abrazo, la terapia de compras…». Y añadió respecto a la homeopatía: «Se puede hacer daño al desviar pacientes de los tratamientos médicos convencionales». En España, un informe sobre las terapias alternativas elaborado por un grupo de expertos para el Ministerio de Sanidad concluyó en diciembre de 2011 que, «en general, las revisiones [científicas] realizadas concluyen que la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta, los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios y resulta difícil interpretar que los resultados favorables encontrados en algunos ensayos sean diferenciables del efecto placebo»11. El dictamen se basaba en el análisis de «nueve estudios [sobre la homeopatía] que pueden considerarse científicos. Los ensayos se referían a un amplio abanico de supuestas utilidades, como gripe y otras infecciones, cáncer y efectos adversos de la quimioterapia, osteoartritis, inducción al parto, asma, demencia, depresión y cólico del lactante». «La homeopatía, un placebo demasiado caro»12, titulaba Diario Médico el 16 de diciembre de 2013 un editorial en el cual recordaba que esta práctica no ha demostrado nunca efectividad alguna y pedía que quedara claro en el etiquetado de sus productos en España. La definición de medicamento «es un esquema bastante amplio, pero en el que hoy por hoy no cabe la homeopatía. Basta con darse una vuelta por las bases de datos científicas para comprobar la inexistencia de estudios que la avalen, salvo los promovidos por los propios fabricantes y publicados en revistas alternativas de dudoso rigor», sentenciaba el texto. El editorial de Diario Médico destacaba que la homeopatía ha sobrevivido «entre la defensa apasionada de unos pocos médicos y farmacéuticos, y sus pacientes, y el escepticismo de la mayoría de los profesionales sanitarios». La situaba entre las terapias fideístas, «en las que sólo importa la capacidad de autosugestión para conseguir una aparente curación o alivio», que son –y esto lo digo yo– el equivalente adulto al «cura, cura, sana, culito de rana» infantil13.

3. ¡Que le corten la cabeza! En febrero de 2010 y tras varios meses de investigación, el Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes británica urgió al NHS a que dejara de financiar la homeopatía porque «no existe ninguna prueba de que funcione más allá del placebo»14. Los expertos solicitaban además a la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) que impidiera que las etiquetas de los productos homeopáticos incluyeran afirmaciones sobre su uso médico sin que su eficacia haya sido demostrada. «Como no son medicinas, los productos homeopáticos no deberían tener licencia de la MHRA», decían. «El Gobierno se muestra renuente a la hora de abordar la idoneidad y la ética de la prescripción de placebo a los pacientes, algo que generalmente se basa en algún grado de engaño al paciente. La prescripción de placebo no es compatible con una elección informada por parte del paciente –algo que el Gobierno considera muy importante–, ya que implica que los pacientes no tienen toda la información necesaria para hacer una elección consciente. Más allá de cuestiones éticas y de la integridad de la relación médico-paciente, la prescripción de placebo es mala medicina. Su efecto es poco fiable e impredecible, y no puede constituir la única base de cualquier tratamiento en el NHS», sentenciaba el comité. No pasó nada. «El príncipe Carlos movió los hilos y, al final, el Gobierno decidió que había que seguir ofreciendo a los pacientes la posibilidad de elegir. Poder elegir es muy importante, pero, para hacerlo, tienes que estar bien informado: la homeopatía no tiene nada y no hace nada», me explicaba un año después Edzard Ernst, que había formado parte del grupo de sabios como uno de los mayores expertos europeos en medicinas alternativas15. Carlos de Inglaterra es un devoto de todo tipo de prácticas de efectividad no comprobada, además de vender remedios mágicos, al estilo de los buhoneros de las películas del Oeste, a través de su empresa Duchy Originals. Esta firma comercializa productos como la Tintura desintoxicante de alcachofa y diente de león, que dice que elimina toxinas del cuerpo, al módico precio de unos catorce euros por 50

mililitros (280 euros el litro). «Bajo el estandarte de la atención médica holística e integral, promueve un arreglo rápido y un curanderismo descarado», sostiene Ernst, para quien el hijo de Isabel II «contribuye a empeorar la salud de su país al fingir que todos podemos sobrepasarnos y luego tomar su tintura y estar bien otra vez», cuando «el cuerpo dispone de un poderoso mecanismo para ocuparse de ello por sí solo y no hay pruebas de que el diente de león o la alcachofa mejoren esa función»16. Nacido en Alemania en 1948, hijo y nieto de médicos, Ernst completó su formación reglada con estudios de acupuntura, homeopatía y otras terapias alternativas, y dio sus primeros pasos profesionales en un hospital homeopático. «Estuve seis meses y aprendí cómo trabajan los homeópatas. Una vez que acabé el doctorado, empecé a pensar como un científico y, entonces, mi fascinación por la homeopatía aumentó», me contó en 201117. «Había visto que los pacientes mejoraban con la homeopatía a pesar de que, como científico, sabía que aquello no podía funcionar. Empecé a aplicar el método científico a la homeopatía, esperando que alguien diera con la respuesta porque ganaría no uno, sino dos Nobel –el de química y el de física–, tendrían que reescribirse los libros de texto… Pero la explicación nunca llegó». Empezó a investigar y concluyó que la homeopatía sólo funciona por la fe del paciente en el terapeuta y lo que le receta, lo que se conoce como efecto placebo. Su prestigio hizo que en 1993 le invitaran a poner en marcha la cátedra de medicina complementaria de la Universidad de Exeter. Se convirtió así en el primer catedrático de esa disciplina en el mundo, y el heredero británico le pidió una copia de su discurso inaugural. «Esto es grande, pensé. Me emocionaba que alguien tan influyente como el príncipe Carlos estuviera interesado en mi trabajo. ¿Qué podía ser mejor que tener apoyo en las alturas?», recuerda en su libro A scientist in Wonderland [Un científico en el País de las Maravillas]18. No tardó en descubrir lo confundido que estaba. En seguida comprobó que, desde los años 80, el príncipe de Gales «había promocionado la medicina alternativa infatigablemente, mostrándose

a menudo reacio o incapaz de distinguir entre el auténtico cuidado de la salud y la flagrante charlatanería, entre la medicina y el aceite de serpiente, o entre la verdad y algunas obsesiones de su propia cosecha». Carlos de Inglaterra «parecía ser un firme defensor de la sinrazón y un formidable oponente a cualquier intento de trasladar la ciencia o el pensamiento crítico a la medicina alternativa». Se ha llegado a jactar de ser «un enemigo de la Ilustración», destaca el científico. En Exeter, Ernst sometió las terapias alternativas a los mismos filtros experimentales que las convencionales. Constató que la mayoría carece de efectividad –aunque cree que la acupuntura podría tener alguna utilidad contra el dolor– y que la homeopatía y la quiropráctica, amén de inútiles, son peligrosas porque animan a abandonar tratamientos eficaces, y la segunda puede causar además graves lesiones. El establecimiento de su cátedra coincidió en el tiempo con el de la Fundación del Príncipe para la Salud Integral, creada por el heredero y que cerró en 2010 entre acusaciones de fraude y blanqueo de dinero. Al principio, hubo cierta relación entre ambas instituciones, pero pronto se distanciaron por las críticas de Ernst a las terapias alternativas. En 2005, la fundación de Carlos de Inglaterra publicó una guía que recomendaba acupuntura contra las adicciones, osteopatía contra el asma y cosas por el estilo. «Era un canto a la charlatanería pagado con dinero de los contribuyentes», sentencia el científico, quien se opuso entonces públicamente por primera vez a los dictados del hijo de Isabel II. Las afirmaciones infundadas de esa guía «tienen el potencial de causar la muerte a muchos pacientes», asegura. Ese mismo año, retiró su nombre de un informe, elaborado por el economista Christopher Smallwood para la fundación del heredero, que pedía la inclusión de la medicina alternativa en la sanidad pública. «Era un documento peligroso y vergonzosamente deficiente». En agosto, le pidió su opinión un periodista de The Times a quien alguien había filtrado el informe, y Ernst lo describió como basura. Poco después, el secretario personal del heredero escribió a la Universidad de Exeter, acusándole de haber filtrado el documento, cosa que no había hecho. «Lo que siguió fue el periodo más desagradable de mi vida profesional». La Universidad de Exeter abrió una investigación

interna, con incontables interrogatorios y el escrutinio de todo su correo electrónico y físico. «Tuve que contratar un caro asesoramiento legal, mi calidad de vida saltó por la ventana y hasta mi salud se deterioró». Al final, después de trece meses en los que se sintió «tratado como basura», Ernst fue declarado inocente, pero en los años siguientes su departamento sufrió un brutal recorte de fondos que desembocó en su desmantelamiento en 2011. Y perdió el trabajo. Lo tiene claro: todo fue una maniobra del príncipe de Gales para quitarle de en medio. En su libro A scientist in Wonderland, titula el capítulo dedicado a este episodio «Off with his head!» [¡Que le corten la cabeza!]. Ernst lamenta que el heredero británico nunca haya querido debatir sus estrafalarias ideas con científicos. «En la mejor tradición de los viejos dogmáticos, el príncipe Carlos esquiva estudiadamente cualquier cosa que pueda exponer o amenazar sus erróneos puntos de vista». Como él, hay otros científicos que han dejado claro que el hijo de Isabel II juega con la ventaja de su apellido a la hora de promocionar sus peligrosas ideas. Así, cuando en 2004 el príncipe elogió en una conferencia una dieta que, según él, curaba el cáncer, el cirujano oncológico Michael Baum, especialista en el tratamiento de tumores de mama, firmó en The British Medical Journal una carta abierta a Carlos de Inglaterra en la que, entre otras cosas, decía: «El poder de mi autoridad viene del conocimiento atesorado durante 40 años de estudio y 25 de investigación sobre el cáncer... Su poder y autoridad se deben a un accidente de nacimiento»19. Al parecer, eso es suficiente, incluso en una democracia como la británica, para silenciar a científicos que le contradigan e incomoden a uno.

4. No a las vacunas La MHRA ordenó en enero de 2013 a Ainsworths, la compañía homeopática proveedora de Isabel II y Carlos de Inglaterra, que dejara de vender pastillas de azúcar etiquetadas como vacunas contra el sarampión, la meningitis, la rubeola y la tos ferina. Ainsworths tiene su base en Londres. Vende remedios homeopáticos y flores de Bach para uso médico y veterinario20. En 1980 fue reconocida como la suministradora de homeopatía de Isabel II, la reina madre y el príncipe de Gales. La distinción de proveedor real se considera en el Reino Unido un sello de calidad y se otorga a compañías que proporcionan bienes y servicios durante al menos cinco años a cualquiera de los miembros de la pareja real o al heredero. La autoridad médica actuó contra Ainsworths tras la emisión por la BBC de un reportaje de investigación que mostró cómo la compañía etiquetaba pastillas homeopáticas como si se tratara de vacunas contra enfermedades que pueden ser mortales. El propietario de la firma, el farmacéutico Anthony Pinkus, rechazó ante las cámaras de la BBC que el etiquetado de sus productos fuera engañoso y pudiera llevar a sus clientes a pensar que se trataba de vacunas, y añadió que nunca recomendaba sus remedios para la prevención de enfermedades infantiles. Sin embargo, cuando los periodistas le enviaron un mensaje de correo electrónico haciéndose pasar por la madre de un niño que pedía consejo contra la tos ferina, Pinkus le recomendó no vacunarlo y usar sólo uno de sus productos homeopáticos, como él había hecho con sus hijos. A la publicación de este libro, en mayo de 2015, los sellos que acreditan a Ainsworths como proveedora de Isabel II y el príncipe de Gales encabezan todavía la web de la compañía. Los defensores de las vacunas homeopáticas son tan peligrosos como los antivacunas. Como éstos, juegan a la ruleta rusa no sólo con la salud de sus hijos, sino también con la de todos los demás. «El Reino Unido ha sufrido recientemente el peor brote de tos ferina

desde los años 80. El año pasado, trece bebés murieron de esa enfermedad», destacaba en 2013 el periodista Sam Smith en su crónica sobre el caso de Ainsworths21. En España, Rafael Bengoa, exconsejero de Sanidad del Gobierno vasco y asesor de Barack Obama, advertía en 2011 en la serie Escépticos de ETB del riesgo de las denominadas vacunas homeopáticas, ya que «los padres piensan que su hijo tiene protección ante una enfermedad y no la tiene»22. El movimiento antivacunación tiene su origen en una investigación del médico británico Andrew Wakefield publicada en 1998 en la revista The Lancet. Tras examinar a doce niños autistas, él y sus colaboradores aseguraron que había una conexión entre la administración de la triple vírica –vacuna que protege contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis (paperas)– y ese trastorno23. Aunque la comunidad científica recibió el hallazgo con escepticismo por lo pequeño de la muestra, el estudio tuvo un gran impacto mediático en el Reino Unido. Muchos padres empezaron a tener miedo de que la triple vírica o vacuna SPR convirtiera a sus hijos en autistas y, en los diez años siguientes, el índice de vacunación en el país cayó del 92% al 85%, y los casos de sarampión se dispararon. Wakefield se convirtió en el líder del movimiento antivacunas mundial, impulsado en Estados Unidos por Jenny McCarthy, conejita Playboy, y su entonces novio, el actor Jim Carrey, celebridades que encabezaron la lucha contra las vacunas en ese país. Ella empezó a decir en 2007 que su hijo Evan, nacido cinco años antes, era autista a causa de la vacuna triple vírica. El eco televisivo de las insensateces de McCarthy y Carrey, a las que prestó un apoyo entusiasta la periodista Oprah Winfrey, minó la confianza de mucha gente en las vacunas y ha supuesto, desde entonces, un incremento en los casos de rubeola, sarampión y paperas registrados en Estados Unidos. En junio de 2007, 5.500 padres de autistas exigieron al Gobierno estadounidense indemnizaciones por entender que el síndrome lo causa la vacuna SPR. Se consideraban víctimas de una vasta conspiración urdida por el Ejecutivo y las farmacéuticas. Un año después, McCarthy anunció que su hijo se

había curado del autismo. Los médicos que examinaron al niño dijeron, sin embargo, que había sido diagnosticado erróneamente y nunca había sufrido ese trastorno, que es incurable. Ningún otro equipo científico obtuvo los mismos resultados que el de Wakefield. En 2004, diez de los coautores de la investigación original retiraron su firma del artículo que había desatado la tormenta. Instantáneamente, The Lancet publicó una rectificación poniendo en duda las conclusiones del trabajo, que acabó retirando de sus archivos en febrero de 2010. Oficialmente, es como si nunca se hubiera publicado. En mayo de ese mismo año, el Consejo General Médico del Reino Unido prohibió a Wakefield ejercer en el país por su actitud deshonesta e irresponsable en ese estudio. Y, en enero de 2011, después de siete años de investigación, el periodista Brian Deer desveló en The British Medical Journal que Wakefield había planificado una serie de negocios para obtener millones aprovechándose del miedo hacia las vacunas que su fraudulenta investigación iba a infundir al público24. Detrás del montaje, había una compleja trama de intereses económicos, incluido el Hospital Real Gratuito de Londres en el que trabajaba el médico. Los gestores de ese centro, descubrió Deer, empezaron a hablar con Wakefield de montar posibles negocios basados en el miedo a la triple vírica cuando todavía no habían acabado sus investigaciones, y las conversaciones se relanzaron nada más publicarse el artículo de The Lancet que causó el pánico. Uno de los proyectos, creado a nombre de la esposa de Wakefield, pretendía desarrollar vacunas con las que reemplazar la vacuna SPR, un kit de diagnóstico de la enterocolitis autística y otros productos que «sólo podían tener alguna probabilidad de éxito si se minaba la confianza del público en la triple vírica». El cirujano británico y sus socios calculaban que iban a ganar hasta 33 millones de euros anuales en Estados Unidos y el Reino Unido sólo con la comercialización de pruebas para la detección de la enterocolitis autística, enfermedad inventada por ellos en el artículo que conectaba la triple vírica con el autismo. Además, desde febrero de 1996, Wakefield estaba en contacto con Richard Barr, un abogado

del movimiento antivacunas que quería demandar a las farmacéuticas y buscaba pruebas científicas en su apoyo, y que financió secretamente buena parte de los trabajos del médico. La investigación de Deer sacó a la luz, asimismo, que Wakefield no tuvo nunca intención de confirmar los sorprendentes –y falsos– resultados de la investigación publicada en The Lancet. Cuenta el periodista cómo, a principios del siglo XXI, el médico británico rechazó financiación para repetir las pruebas con 150 pacientes con la justificación de que su libertad académica podía verse comprometida, algo que, al parecer, no ocurría con los centenares de miles de libras que recibía del abogado Richard Barr. La investigación de Wakefield sobre la triple vírica y el autismo está considerada como uno de los mayores fraudes científicos de la historia y ha propiciado caídas en los índices de vacunación en el Reino Unido, Estados Unidos y otros países desarrollados. La creencia de que las vacunas causan autismo se debe, en parte, a que los primeros síntomas del mal suelen detectarse a la misma edad en que los niños reciben la triple vírica, pero la ciencia ha demostrado que no hay ninguna relación entre ambos hechos, más allá de una coincidencia temporal. Los brotes de sarampión han vuelto a ser habituales en Estados Unidos, donde la enfermedad se consideraba erradicada desde 2000, y la mayoría de las personas que la contraen no han sido vacunadas. La antivacunación se fundamenta en «la ignorancia y el egoísmo», dice Félix Goñi, director de la Unidad de Biofísica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad del País Vasco (UPV)25. «Si yo no vacuno a mi hijo en una sociedad de personas vacunadas, casi con toda seguridad no le va a pasar nada, ya que hay una probabilidad muy baja de que alguien le contagie. Es lo que se conoce como inmunidad de rebaño. Claro que puede ocurrir que una infección, que al niño vacunado le produzca una enfermedad leve y pasajera, al no vacunado le provoque una grave. La idea de que las vacunas son peligrosas es ridícula y tiene su origen en la ignorancia», sentencia. «El riesgo de complicaciones de las vacunas es mínimo y, desde luego, mucho menor que el de renunciar a ellas», confirma Guillermo Quindós, catedrático de

microbiología de la UPV. El aumento de niños no vacunados pone en riesgo la salud de los lactantes, de aquellos pequeños que no pueden ser inmunizados por circunstancias particulares, de quienes nacieron antes de las campañas de vacunación masivas y no pasaron la enfermedad, y de quienes han perdido o tienen debilitadas las defensas ante los agentes infecciosos, como los receptores de trasplantes de médula ósea, los diabéticos y los infectados por el VIH. Las vacunas han acabado con enfermedades como la viruela y han hecho que la poliomielitis haya desaparecido de Occidente y esté a punto de erradicarse. La OMS calcula que la inmunización evita cada año en el mundo entre dos y tres millones de muertes sólo por difteria, tétanos, tos ferina y sarampión. Mientras en los países pobres dan la bienvenida a las campañas de vacunación masiva como una vía para mejorar la calidad de vida, hay quienes en el mundo rico rechazan caprichosamente las vacunas y propician el resurgir de enfermedades que creíamos arrinconadas, como el sarampión, que puede provocar ceguera, encefalitis y hasta la muerte. Ante la amenaza que la antivacunación supone para la salud pública, las autoridades deberían plantearse medidas más allá de las siempre necesarias campañas de información. En Australia, por ejemplo, los padres que no vacunan a sus hijos van a pagar más impuestos. Visto que el 11% de los menores de cinco años del país no está vacunado por voluntad paterna y que esa actitud supone un riesgo para el conjunto de la población, el Gobierno ha decidido que quienes no inmunicen a sus hijos no tendrán derecho a los beneficios fiscales que se aplican hasta que los menores cumplen cinco años. Suponen en total unos 1.700 euros por niño que ahora se pagan a las familias en tres plazos –al año, a los dos y a los cinco–, tras comprobar que el pequeño ha recibido todas las vacunas prescritas. «Sabemos que la inmunización es fundamental para la salud a largo plazo de los niños y, por eso, queremos asegurarnos de que son vacunados en el momento adecuado», dijo la ministra de Sanidad, Nicola Roxon al anunciar la medida en 201126. Ella y la entonces titular de la cartera

de Familia, Jenny Macklin, creían que el castigo fiscal es un «fuerte incentivo para la vacunación»27. La iniciativa del Gobierno australiano da a quienes no vacunan a sus hijos donde más puede dolerles, en el bolsillo. La antivacunación está en el origen del repunte de enfermedades como el sarampión, la rubeola, la difteria y las paperas en el mundo desarrollado, lo que pone en peligro vidas y tiene, además, un gran coste económico. Así, la contención en 2011 de un brote de sarampión en Utah (Estados Unidos), con sólo nueve infectados, costó cerca de 300.000 dólares, según la epidemióloga Karyn Leniek28. ¿Por qué tanto dinero por sólo nueve enfermos?, se preguntará usted. Porque hubo que contener la infección en dos hospitales, hacer análisis, administrar vacunas, contactar con 12.000 personas que podían haber estado expuestas al virus, colocar a 184 en cuarentena… «Si por darle un sopapo a un crío te la has cargado, ¿cómo debemos castigar a unos padres que ponen en peligro la vida de sus vástagos y la de las personas que le rodean, teniendo en sus manos el instrumento que puede evitarlo? A mí esa me parece una conducta criminal y, por tanto, creo que se merece una sanción penal», sostiene Goñi. «¿Tiene que asumir la sociedad un gasto social y de salud impresionante porque haya un niño que no se ha vacunado libre y gratuitamente? No proteges a tu hijo, contrae la polio en un viaje de estudios a la India y, luego, ¿quién va a mantener a esa persona en silla de ruedas?», se pregunta el pediatra Javier Arístegui, infectólogo y profesor de la UPV29. Dado que la biología permite en la actualidad determinar el individuo origen de un brote vírico, sería deseable que se legislara para que, si se trata de un niño que no ha sido vacunado por voluntad de sus padres, éstos hagan frente a todos los gastos ocasionados por su decisión y no se detraiga ese dinero de las arcas públicas.

5. La nada mata Los colegios de médicos sostienen que la práctica de terapias como la homeopatía ha de limitarse a los facultativos porque eso protege a los pacientes, ya que son profesionales capacitados para tratar las enfermedades como es debido y desviar a sus clientes a especialistas en caso de necesidad. Los homeópatas, por su parte, suelen recalcar que, a diferencia de los fármacos convencionales, sus remedios carecen de efectos secundarios. «Los medicamentos homeopáticos, en diluciones extremadamente altas, utilizados bajo la supervisión de profesionales se consideran seguros», coincidían los autores del informe de 2011 sobre las terapias alternativas encargado por el Ministerio de Sanidad español. Es lógico que los productos homeopáticos no tengan efectos secundarios porque no los tienen primarios más allá del placebo; pero la realidad demuestra que poner la salud en manos de homeópatas, por muy médicos que sean, es jugar con fuego y que la inocuidad de sus remedios no es garantía de nada. A finales de 2011, un médico colegiado que practica la homeopatía en Vizcaya retiró a un hipertenso el tratamiento convencional –el que funciona– para controlar la tensión arterial. El enfermo confió en el facultativo, dejó de tomar el fármaco y empezó a consumir el inútil producto homeopático que le recetó. Después de cuatro meses, ingresó en el servicio de urgencias de un centro sanitario aquejado de una crisis hipertensiva por seguir los consejos del homeópata. Soy hipertenso y consciente del riesgo que supone no tomar disciplinadamente la pastilla de rigor cada mañana. Por eso, cuando un amigo me contó el caso de este paciente –un pariente muy próximo a él–, no lo podía creer. ¿Cómo puede haber un médico que juegue de ese modo con la salud de un enfermo? ¿Cómo puede haber un colegio de médicos que, por mucho título que tenga, ampare a un charlatán que retira la medicación a un hipertenso y le da como sustitutivo pastillas de azúcar?

A mi amigo le dije que, si no podía lograr que su familiar dejase la homeo-patía, al menos, le convenciese para que la compaginase con la medicación de verdad. No es la mejor solución porque seguirán timándole, pero así no pondrá su vida en peligro. Por fortuna, el enfermo se recuperó tras volver a tomar los fármacos convencionales que nunca debió abandonar, pero ¿cuánta gente habrá por ahí que siga las irresponsables recomendaciones de facultativos colegiados, como el homeópata vizcaíno, con trágicas consecuencias? Es imposible saberlo. Como los de otros curanderos, los pacientes de los homeópatas sienten hacia éstos una gran empatía y se resisten a denunciarles, aunque hayan puesto en peligro su vida. La principal consecuencia de la confianza en ellos es el abandono de la medicación. Desde el punto de vista del enfermo, es lógico: si la homeopatía funciona, ¿para qué seguir tomando fármacos que pueden provocar molestos efectos secundarios? El problema es que la homeopatía es nada, y la nada puede ser mortal. La historia de Penelope Dingle, una australiana que murió de cáncer a los 45 años en 2005, es terrorífica. Rondaba la cuarentena y tenía dificultades para quedarse embarazada cuando confío para ello en una homeópata, Francine Scrayen. En 2001, descubrió sangre en sus heces, ante lo cual Scrayen le diagnosticó hemorroides y le recetó productos homeopáticos. Dos años después, en febrero de 2003, sus médicos le detectaron cáncer de colon. Le dijeron que tenía muchas posibilidades de superarlo si se sometía a cirugía y quimioterapia, pero ella se negó. Su marido, el toxicólogo Peter Dingle, de la Universidad de Murdoch, también estaba en contra de que fuera tratada convencionalmente, aunque no de la cirugía: «No estoy a favor de la quimioterapia y la radioterapia porque las pruebas científicas indican que, si bien conllevan algún beneficio, ambas tienen consecuencias bastante negativas. La quimioterapia y la radioterapia nunca fueron una opción para Pen»30. Nada más recibir el diagnóstico, la enferma y su marido se pusieron en manos de Scrayen, quien, según los diarios de la mujer, le dijo que la homeopatía podía curarla y que debía rechazar cualquier otro tratamiento médico, incluidos los fármacos contra el dolor. Penelope

Dingle luchó contra el cáncer con una inútil mezcla de remedios homeopáticos y complementos alimenticios hasta que en octubre de 2003 no aguantó más y optó por someterse a una intervención quirúrgica de emergencia. Era demasiado tarde. El cáncer se había extendido. Era lo que su cirujano le había advertido desde el principio y a lo que el matrimonio había hecho caso omiso en beneficio de la homeopatía. Poco antes de admitir la posibilidad de la cirugía, una de las hermanas de la mujer pidió ayuda a una amiga enfermera, Deborah Combes, a la que impactó el estado de la enferma: «No estaba preparada para eso… Pen yacía desnuda en el baño, demacrada». Pesaba unos 35 kilos y no había ido al médico en meses. «Sudaba, estaba sin aliento y con terribles dolores». La agonía fue larga: murió el 25 de agosto de 2005. La mató su fe en una medicina que no es tal, y no es un caso aislado. Ryan Alexander Lovett, de siete años, murió en Calgary (Canadá) en marzo de 2013 a consecuencia de una infección por estreptococos porque su madre le trató con homeopatía en vez de llevarle al médico para que le recetara antibióticos que le habrían curado en unos días31. En septiembre de 2009, el Tribunal Supremo de Nueva Gales del Sur (Australia) condenó al homeópata Thomas Sam y a su esposa, Manju Sam, a ocho y cinco años de cárcel, respectivamente, como culpables de «homicidio por negligencia criminal»: su hija Gloria había muerto en 2002 a los nueve meses por complicaciones de un eccema que le diagnosticaron cuando tenía cuatro y que el matrimonio trató con homeopatía, en vez de con la medicación indicada por el pediatra, lo que causó un terrible sufrimiento al bebé durante meses hasta que falleció32. Sin llegar a ese extremo, la literatura científica recoge, por ejemplo, el caso de cinco mujeres suecas que visitaron a mediados de los años 90 países africanos azotados por el paludismo o malaria y contrajeron la enfermedad al no tomar los medicamentos antimaláricos habituales recomendados para todo viajero a zonas de riesgo y optar por remedios homeopáticos33. «Estamos preo-cupados por esta incidencia y tememos que una menor confianza en la moderna profilaxis médica de la malaria anime algunos individuos a probar alternativas

totalmente ineficaces», advertían los médicos autores del artículo. Hay miles de casos similares a éstos34. Sorprendentemente, en España la homeopatía no sólo se vende en las farmacias, sino que, además, se llega a recomendar en medios de comunicación públicos. Así, Entre todos, el espacio de fomento de la caridad que presentó Toñi Moreno en La 1 de TVE, animó el 14 noviembre de 2013 a una madre sin recursos a que, a la hora de proteger a su hijo asmático de nueve años, optara por la homeopatía frente a unas vacunas contra el asma que podían costarle 400 euros y, el 2 de enero de 2015, en La mañana, Gualberto Díaz, homeópata y director médico de Boiron en España, y Pilar León, farmacéutica del programa, defendieron la «utilidad real» de ese tipo de productos para mitigar resfriados y gripes, y hasta eludirlos. En el colmo del descaro, Díaz llegó a decir que, si uno contrae un catarro o una gripe, todos los niños y personas mayores de la casa deberían tomar remedios homeopáticos para «prevenir el contagio». Todo vale para vender pastillas de azúcar o agua con azúcar etiquetadas como medicamentos.

6. El último error de Steve Jobs Steve Jobs murió el 5 de octubre de 2011 a consecuencia de un cáncer de páncreas, aunque, en última instancia, le mató su fe en las medicinas alternativas. El cáncer de páncreas suele ser fatal. «Raramente se encuentran tumores en fase temprana, los cuales son operables o tratables. El problema es que normalmente, cuando se detecta el tumor, ya está muy expandido y resulta imposible su tratamiento o extirpación», explica el bioquímico vasco Sergio Pérez Acebrón, científico del Centro Alemán de Investigación sobre el Cáncer (DKFZ), en un artículo en el que demuestra con datos que la medicina está curando esa enfermedad35. Sin embargo, el tumor que los médicos de Jobs descubrieron en octubre de 2003 era un raro tipo de cáncer de páncreas operable, conocido como de células de los islotes. De haberse sometido inmediatamente a una intervención quirúrgica, el paciente habría sobrevivido hasta quién sabe cuándo.

Pero, en vez de confiar en la medicina, lo hizo en terapias alternativas y perdió un tiempo precioso. El mortal error del hombre que revolucionó la informática de consumo fue un secreto hasta que en marzo de 2008 lo contó Peter Elkind en la revista Fortune: «Budista y vegetariano, el director general de Apple era escéptico de la medicina convencional. Jobs decidió recurrir a métodos alternativos para tratar su cáncer de páncreas, con la esperanza de evitar la operación mediante una dieta especial»36. Tras la muerte del magnate, su biógrafo, Walter Isaacson, confirmó que Jobs «intentó tratarse con dietas. Fue a espiritistas. Probó con la macrobiótica y no se operó [hasta que fue demasiado tarde]». «No quise que abrieran mi cuerpo. No quise ser violado de ese modo», contó a su biógrafo ya al borde de la muerte. Acabó en el quirófano el 31 de julio de 2004. La batalla estaba perdida: el cáncer había avanzado hasta límites imparables. ¿Qué habría sido de Steve Jobs si se hubiera operado nada más detectarle el tumor? ¿Seguiría vivo? Es imposible saberlo, pero no hay duda de que su confianza en terapias inútiles impidió cualquier posible curación porque, aunque la medicina científica no lo cura todo, la llamada medicina alternativa no ha curado nunca nada. Nunca. «Dadas las circunstancias, todo hace suponer que la elección de Jobs de la medicina alternativa ha conducido finalmente a una muerte innecesariamente temprana», escribió en su momento el experto en cáncer de páncreas Ramzi Amri, de la Universidad de Harvard, quien recordaba que «Jobs fue un jipi antes y ahora era un escéptico en la medicina convencional. Su reacción ante la enfermedad le dio a ésta tiempo de extenderse»37. «La fe de Jobs en la medicina alternativa probablemente le costó la vida. […] Tenía el único tipo de cáncer de páncreas que es tratable y curable. […] En esencia, se suicidó», sentenció Barrie Cassileth, jefa de medicina integrativa del Centro Oncológico en Memoria de Sloan-Kettering de Nueva York38. La denominada medicina integrativa combina la basada en la evidencia o científica con terapias cuya efectividad no ha sido demostrada como, en el caso del prestigioso hospital

neoyorquino, la acupuntura y el toque terapéutico, así que Cassileth no es sospechosa de animadversión contra ese tipo de prácticas. El caso del cofundador de Apple demuestra que ni los más inteligentes están inmunizados frente a los charlatanes de la salud, como no lo están frente a adivinos, médiums y otros estafadores. «Ser capaz de entender y desarrollar la tecnología, de entender el mercado e innovarlo, de tener grandes sueños y la capacidad de hacerlos realidad, como hizo Jobs, no está reñido con mantener un pensamiento mágico, irracional y secuestrado por quienes afirman disponer de conocimientos que se deben de creer sin dudarlo, y sin que se les pueda exigir probarlo o se exhibirán como víctimas, incomprendidos y perseguidos por los malvados racionalistas. Ser un gran científico, capaz de entender y utilizar el método científico para alcanzar extraordinarios logros e incluso los máximos reconocimientos, como el Premio Nobel, tampoco es garantía de tener la actitud necesaria, en la vida cotidiana, para evadir el pensamiento supersticioso, las creencias irracionales, los sesgos cognitivos y las falacias de razonamiento», recordaba el periodista científico Mauricio-José Schwarz días después de la muerte de Jobs39. Como la pérdida de un ser querido, una grave enfermedad nos puede convertir en fácil objetivo de desaprensivos que, para sacarnos el dinero, nos prometerán cualquier cosa. El 14 de octubre de 2014, dentro del programa En la caja, el canal de televisión Cuatro vendió a millones de españoles la barbaridad de que el cáncer puede curarse con una dieta. El fragmento de cinco minutos que trata del asunto fue publicado en la web de la cadena con los siguientes título y subtítulo: «Odile superó un cáncer con múltiples metástasis gracias a su dieta. El 40% del cáncer se da en países desarrollados». Horas después de que yo denunciara en internet el disparate, Cuatro cambió ese titular por «Odile asegura que la comida sana le ayudó a superar el cáncer que padecía», pero mantuvo el subtítulo. El contenido del reportaje era tan irresponsable y falso como el primer titular. El conductor de En la caja, Juanra Bonet, era al principio del reportaje cauto y hasta escéptico acerca la idea de que el cuerpo

pueda curarse a sí mismo, defendida por una crudivegana40. «Si yo produzco mi enfermedad, ¿por qué no me voy a poder sanar a mí mismo?», decía la mujer. El presentador consideraba ese discurso «precioso», pero «un cuento infantil». Ella añadía: «Yo no creo en la quimioterapia. Si me enfermara, yo no me haría por ningún motivo quimioterapia». En ese momento, tenía que haber intervenido en el programa un oncólogo y dejar las cosas claras. Sin embargo, la réplica se limitaba al presentador apuntando que ése es «el camino de los milagros» y, cuando la mujer decía que, si de ella dependiera el tratamiento contra el cáncer de otra persona –un hijo, por ejemplo–, nunca recurriría a la quimioterapia, Bonet tranquilizaba su conciencia apostillando que, «afortunadamente, estamos ante algo muy hipotético». ¿De verdad lo cree? Bonet pasó de escéptico a creyente después de hablar con Odile Fernández, una médica del Servicio Andaluz de Salud que ha superado un cáncer de ovarios y ha escrito Mis recetas anticáncer, libro en el que dice que se curó gracias a la dieta que siguió. En 2010 los médicos le dijeron a Fernández que tenía un 5% de probabilidades de vivir más de cinco años. Hizo todo lo que le recomendó el oncólogo –cirugía y quimioterapia– y añadió una dieta especial. Como parece haberse curado, concluye que su sanación se debe a la dieta que ahora comercializa en forma de libro. «Odile era un argumento andante. En ese momento es cuando ya empiezo a tomar nota bastante en serio», decía el presentador tras entrevistarla. La propia paciente reconocía que se operó y se sometió a quimioterapia. Lo lógico sería achacar al tratamiento médico su victoria sobre el cáncer. Que Fernández crea que ha sido la dieta la que le ha curado tiene tanto fundamento como que, si hubiera seguido el tratamiento indicado y a la vez rezado –supongo que no lo ha hecho porque se declara agnóstica–, atribuyera su recuperación a Dios. «No hay ninguna dieta anticáncer», sentenciaba Andrés García Palomo, jefe de oncología del Hospital de León, a principios de 201341. El especialista añadía que «la dieta tiene que respetar los criterios que siempre hemos establecido como una alimentación

saludable. Es decir, tiene que haber una cantidad diaria de hidratos de carbono, muy pocas grasas y una cantidad mediana de proteínas». Comer bien y tener otros hábitos saludables –como hacer ejercicio, no fumar y no beber, o hacerlo con moderación– es la mejor prevención contra el cáncer, aunque no sea infalible. Los expertos calculan que la mala alimentación está en el origen del 35% de los casos de la enfermedad. Pero, ¡ojo!, que una dieta equilibrada haga que se reduzcan las probabilidades de padecer el mal no significa que, una vez detectado un cáncer, una alimentación determinada vaya a revertir el proceso. No hay dieta que cure el cáncer. Además, cuando alguien está en tratamiento, es fundamental que, para que éste tenga éxito, siga las indicaciones nutricionales de su oncólogo, no las del primer libro que encuentre por ahí, incluido el de Fernández. «La cirugía, la quimioterapia y la radiación pueden tener un impacto negativo directo (o mecánico) o indirecto (o metabólico) en el estado de nutrición. El éxito del tratamiento del cáncer estará determinado por la capacidad del paciente para tolerar el tratamiento, el cual, a su vez, estará afectado por el estado de nutrición anterior al tratamiento. El clínico a cargo del tratamiento debe evaluar el estado de nutrición de referencia y conocer los posibles efectos de los diferentes tratamientos. Los pacientes que reciben tratamientos agresivos contra el cáncer generalmente necesitan la gestión agresiva de la nutrición», advierten en la web del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos42. Cualquier enfermo de cáncer que crea que por comer ciertos alimentos se va a curar puede poner su vida en grave peligro y cualquiera que no siga las indicaciones nutricionales de su oncólogo, sufrir complicaciones durante el tratamiento. El titular original del vídeo de Cuatro –«Odile superó un cáncer con múltiples metástasis gracias a su dieta»– era falso, y el subtítulo, engañoso. «El 40% del cáncer se da en países desarrollados», decía. La idea que transmite esa frase es que antes la vida era más sana –lo que sostiene la protagonista del vídeo– y por eso hay menos cáncer en los países en vías de desarrollo o pobres, donde vive la mayoría de la población mundial. ¿Pero es verdad? No. Es

cierto que se detectan anualmente más nuevos casos de cáncer en el mundo rico que en el pobre, pero cabe suponer que se debe a que en muchos de los países menos desarrollados la mayor parte de la población no tiene a su alcance una buena asistencia médica porque, por otro lado, más del 60% de las muertes por cáncer se producen en esos países. Además, el cáncer es más frecuente a edades avanzadas, y la menor esperanza de vida en los países en desarrollo también podría explicar esa menor detección. Hablando en plata: en el mundo pobre se detectan menos cánceres, pero muere más gente de cáncer. «El 60% de las muertes por cáncer ocurre en los países pobres, y se calcula que, en 2025, esto aumentará a 75%… ¡Será una plaga terrible!», advertía el oncólogo peruano Elmer Huerta en septiembre de 201443. El blog de Odile Fernández estuvo encabezado durante un tiempo por la sentencia: «Cuando la alimentación es mala, la medicina no funciona. Cuando la alimentación es buena, la medicina no es necesaria». Esta máxima puede llevar a algunos a pensar que basta con comer sano para curarse de la enfermedad, como hizo el cofundador de Apple. Jobs era un genio, pero fue, al igual que otros muchos a diario a nuestro alrededor, víctima de su credulidad. Aunque parezca increíble, quienes viven de engañar a personas aquejadas de graves enfermedades, de jugar con el muy humano deseo que encontrar una cura al mal, suelen salir impunes de sus atropellos. «Si una mujer tiene un cáncer de mama y le dicen que retrase el tratamiento científicamente probado en favor de terapias alternativas no contrastadas, eso es casi criminal», me decía en 2011 el físico Pedro Miguel Etxenike. Yo también lo creo. Algo deberían hacer los legisladores para impedir que haya quien se lucre con tratamientos inútiles que pueden llevar a personas desesperadas a muertes prematuras y dolorosas. El cáncer no se cura con reiki, ni con una dieta, ni con flores de Bach, ni con homeopatía, ni con acupuntura, ni con equilibrios energéticos. Si uno confía en la medicina, puede que supere la enfermedad y viva muchos años. Si uno confía en las llamadas terapias alternativas, no habrá alternativa a la muerte. Los colegios

de médicos tendrían que dejarse de pamplinas y de llamar complementarias a unas prácticas que han demostrado la misma efectividad que las bendiciones religiosas. Mientras las califiquen de complementarias, habrá muchos que creerán que sirven para algo, que complementan los tratamientos convencionales de algún modo, cuando no es así. Siempre habrá alguien tentado, como Jobs, de sustituir lo que funciona por algo que no y le costará la vida o, en el mejor de los casos, sufrirá un calvario.

7. La tortura de Hércules Kevin Sorbo interpretó entre 1995 y 1999 en la televisión al protagonista de Hércules, una serie vagamente basada en el héroe clásico. En septiembre de 1997, con 38 años, el actor –un tipo cachas y sano– empezó a sentir dolor intermitente, hormigueo y frío en su brazo y mano izquierdos. «En aquel momento, estaba promocionando la película Kull, el Conquistador. Durante el viaje publicitario, varios médicos me echaron un vistazo, pero no creían que fuera algo serio. Yo tenía lo que parecía una explicación racional: me había lesionado recientemente el nervio cubital, el hueso de la risa», contaba en noviembre de 2011 en Neurology Now, una revista de la Academia Estadounidense de Neurología44. Pero un día, mientras levantaba pesas, sintió un dolor punzante que le bajaba por el brazo e inmediatamente pidió hora a su quiropráctico. La quiropráctica la inventó el apicultor y tendero canadiense Daniel D. Palmer (1845-1913). Apasionado del espiritismo y la anatomía, en la década de 1890 se dedicó a la sanación magnética. Decía curar imponiendo las manos. Según la leyenda, en 1895 el conserje del edificio de Davenport (Iowa) donde trabajaba le contó que 17 años antes se le había salido de sitio una vértebra y se había quedado sordo. Palmer dedujo que la causa de la sordera del hombre era que la espina dorsal no estaba alineada y, ni corto ni perezoso, le puso la vértebra en su sitio, tras lo cual el conserje recuperó la audición. Con el tiempo, el sanador concluyó que las enfermedades las causan bloqueos en la columna, que llamó subluxaciones, al flujo de la

energía vital, que llamó inteligencia innata. Esa energía vital de Palmer es tan indetectable e inexistente como las que manipulan acupuntores, practicantes del reiki, reflexoterapeutas y otros sanadores alternativos. Los quiroprácticos actuales son fieles al fundador y sostienen que su técnica «ayuda a la inteligencia innata a expresarse, dejándola fluir por todo el organismo», y que la mayoría de las enfermedades se deben a bloqueos energéticos de la columna que ellos solucionan mediante bruscas manipulaciones vertebrales. «Después de examinarme, [el quiropráctico] dijo que tenía mucha tensión en mi cuello y hombro. Luego, hizo crujir mi cuello, algo que nunca había hecho, y dijo que creía que la manipulación ayudaría a aliviar parte de la tensión», recordaba Sorbo en 2011. Cuando volvía a su casa de Los Ángeles al volante de su coche, empezó a sufrir de visión borrosa, vértigo y zumbidos en los oídos. Al día siguiente, cuando se levantó, tenía dificultades para hablar y andar. Su pareja, la actriz Sam Jenkins, le llevó al hospital, y le diagnosticaron un aneurisma, una dilatación en la pared de una arteria que, si se rompe, puede provocar una hemorragia grave y hasta la muerte. Cuando le operaron, los médicos comprobaron que había sufrido tres trombos. «Aparentemente, el aneurisma había estado produciendo coágulos de sangre durante algún tiempo. Tuve por todo el brazo bloqueos que dejaban mis dedos fríos, con hormigueo y adormecidos». La edad, el estado físico y los antecedentes familiares llevaron a los médicos a concluir que el paso por la consulta del quiropráctico, combinado con el aneurisma, había disparado los trombos. «De hecho, el suyo era el típico cuadro que presentan los pacientes con daños arteriales provocados por la manipulación quiropráctica», apunta Fernando L. Frías45. Sorbo acabó recuperándose, aunque pasó «dos años de infierno» antes de volverse a sentir él mismo y ha perdido el 10% de visión, tiene aún problemas de equilibrio y sufre dolores en el brazo y migrañas. «Le dije a mi esposa que nunca había entendido el suicidio hasta entonces. Para gente que no fuera tan fuerte como yo –soy una persona con mucha fuerza de voluntad–, algo así sería demasiado. Fue horrible. Literalmente, pasé en cuestión de segundos de ser un chico de unos 30 años –en tan

buena forma como la mayoría de los atletas en sus 20– a ser un tipo de 90»46. El del Hércules televisivo no fue un accidente aislado. Hay en la literatura médica «más de 500 [casos] documentados de pacientes que han sufrido un derrame cerebral tras la manipulación del cuello [por un quiropráctico] y muchos han muerto posteriormente», destacaba el médico Edzard Ernst en abril de 201247. «Tenemos informes en revistas científicas de parálisis diafragmática producto de la manipulación cervical quiropráctica, libros completos sobre la quiropráctica vista desde la perspectiva de las víctimas, organizaciones de víctimas de la quiropráctica en el Reino Unido (donde se relatan casos de horror como el de un derrame del tallo cerebral a consecuencia de un ajuste quiropráctico o el de una disección bilateral de las arterias vertebrales a cargo de otro curandero quiropráctico), e incluso afirmaciones como la del Consorcio Ictus, un grupo de 100 investigadores médicos canadienses que, en un estudio de 65 víctimas de derrames, descubrió que casi un tercio tenía su origen en manipulaciones quiroprácticas», detalla el periodista Mauricio-José Schwarz48. La yudoca olímpica canadiense Kim Ribble-Orr se recuperaba en 2006 de un accidente de automóvil y preparaba el salto a las artes marciales mixtas, además del ingreso en la Policía, cuando fue a la consulta de su masajista, Scott Spurrell, porque padecía fuertes dolores de cabeza. Ni corto ni perezoso, el terapeuta, que había hecho un curso de medicina china durante varios fines de semana, le dijo que podía mitigar el dolor insertando una aguja de cinco centímetros en un músculo situado entre la clavícula y las costillas. Lo hizo y todo cambió para la deportista. Ribble-Orr empezó a sentirse mal nada más abandonar la clínica. Volvió temiendo haber sufrido un neumotórax –la entrada de aire en el espacio entre los pulmones–, pero el terapeuta le dijo que era un espasmo muscular y la mandó a casa. Le dijo que, si los síntomas empeoraban, fuera al hospital. Al día siguiente, entraba con un colapso pulmonar en un centro médico donde tuvo que permanecer ingresada quince días. Desde entonces, uno de sus pulmones funciona al 55%, y se agota

subiendo unos escalones. Por supuesto, ha tenido que despedirse del deporte y de sus pretensiones de entrar en la Policía, además de que una enorme cicatriz le cruza el costado izquierdo hasta media espalda. «Ha arruinado mi vida», declaraba la mujer a National Post en julio de 2013 en referencia al terapeuta alternativo49. El acupuntor que le perforó la pleura fue condenado por un tribunal de Ontario a sólo un año de suspensión profesional. El de esta yudoca canadiense no es el primer caso de neumotórax provocado por un acupuntor. Ya en 2000, un estudio constató en Japón que un 9% de los neumotórax registrados en el país tenían su origen en esta medicina alternativa, cuyos efectos secundarios más comunes son el síncope, el neumotórax, la hemorragia subaracnoidea, el taponamiento cardiaco e infecciones. Los riesgos de la acupuntura son conocidos y peligrosos, mientras que, tras décadas de estudios, no hay constancia de su efectividad más allá del placebo. La acupuntura se basa en que la estimulación de determinados puntos equilibra el flujo de una supuesta energía vital que discurriría por unos canales que sus practicantes llaman meridianos. Por supuesto, no hay ninguna prueba de que existan ni esa energía vital ni esos canales, a pesar de lo cual otra terapia alternativa que se fundamenta en la misma idea ya se practica en algunos hospitales públicos españoles.

8. Magia en los hospitales El reiki es una terapia de nombre japonés que parte de la idea de que por nuestro cuerpo fluye una energía vital universal. La inventó en 1922 el monje budista japonés Mikao Usui. Según sus practicantes, cuando esa energía se bloquea, enfermamos y sufrimos trastornos de los cuales podemos curarnos si uno de ellos elimina esos bloqueos energéticos mediante la imposición de manos. Naturalmente, esa energía vital sólo la detectan los practicantes de esta terapia. En primavera de 2011, cuando me sometí a una sesión de reiki para el episodio sobre medicinas alternativas de la serie de televisión Escépticos, la terapeuta admitió que esa energía es indetectable para la ciencia. Poco después, me dijo lo mismo un acupuntor coreano. Mientras me clavaba agujas en las manos, me explicó que todo era cuestión de equilibrar la energía. Le pregunté si esa energía era la misma que la del reiki y la de la reflexología, me respondió que no, que era otra y que el ser humano todavía no podía detectarla con sus máquinas50. Es lo que siempre dicen quienes practican terapias mágicas, que las energías que manipulan todavía no están al alcance de nuestra tecnología. La realidad es que tampoco están al alcance de ellos, aunque algunos lo crean. La variante occidental del reiki se llama toque terapéutico. A mediados de los años 90, habían sido adiestrados en esta técnica en Estados Unidos más de 43.000 sanitarios, la mitad de los cuales la practicaba en clínicas, hospitales y consultas. Un especialista en toque terapéutico hace sobre el cuerpo del paciente movimientos con las manos similares a los de un ilusionista cuando va a hacer levitar a su ayudante. Emily Rosa tenía nueve años cuando, en 1996, vio un vídeo en el que la enfermera Dolores Krieger, inventora del toque terapéutico, y otras colegas aseguraban sentir un campo energético humano cuyos desequilibrios causan las enfermedades y poder restaurar el orden en él y, por consiguiente, devolver la salud al paciente. Impresionada,

la pequeña decidió someter la primera afirmación a examen dentro de un proyecto científico escolar: «Quería ver si realmente podían sentir algo»51. Diseñó un sencillo experimento para comprobar el principio fundamental del toque terapéutico, una prueba que podría trasladarse a cualquier otra de la terapias alternativas en las que hay una energía misteriosa de por medio. Sólo necesitó un trozo grande de cartón, un cuaderno, un lápiz y una moneda, además de la colaboración de practicantes de la terapia. Krieger se negó; pero otros veintiún tocadores terapéuticos, con entre uno y 27 años de experiencia, aceptaron participar en la prueba. La escolar y el sanador se sentaban a una mesa, enfrentados y separados por el cartón a modo de biombo. Dos agujeros en la base de éste permitían que las manos del terapeuta pasaran al otro lado, apoyadas sobre la mesa y con las palmas hacia arriba; pero el cartón impedía que viera nada. La niña echaba entonces una moneda al aire para decidir sobre qué mano del sujeto pondría una de las suyas, preguntaba al sanador cuál de sus manos percibía un campo energético humano y lo apuntaba todo en el cuaderno. Emily Rosa repitió la prueba diez veces en catorce sujetos y veinte en otros siete. Teóricamente, los practicantes del toque terapéutico tenían que haber acertado la mano sobre la que la escolar ponía la suya en el 100% de los casos. Si no detectan la energía, ¿cómo iban a reequilibrarla? Sin embargo, los aciertos se redujeron a 123 (44%) de 280 intentos, lo esperado por azar, lo que puede hacer cualquiera. Una niña de nueve años había desmontado el principio básico de una práctica seguida por miles de sanitarios estadounidenses al demostrar que son incapaces de detectar el campo energético que dicen ajustar para curar enfermedades. En realidad, ese halo mágico existe sólo en su imaginación. Dos años después, la muchacha se convirtió en el autor más joven que ha publicado un artículo de investigación en la revista de la Asociación Médica Americana, donde dejó claro que el toque terapéutico es una patraña52. En España hay hospitales públicos, como el 12 de Octubre y el Ramón y Cajal de Madrid, en los que se usa el reiki para paliar los

efectos secundarios de la quimioterapia y la radioterapia en los pacientes con cáncer. Uno de los formadores del personal sanitario es John Curtin, un maestro de reiki que dice que «numerosos estudios» apuntan a que «el cáncer tiene un fuerte componente emocional»; que el resfriado y la gripe –no los distingue– son procesos de purificación del cuerpo para eliminar sustancias tóxicas; y que la causa de la hipertensión son las emociones reprimidas. Nada de esto tiene el menor sentido y tampoco hay ninguna prueba de que el reiki –ni su variante occidental el toque terapéutico– sea más efectivo que el placebo.

9. Tarta de manzana con estiércol Imagine que tiene una enfermedad no mortal, su médico le propone someterse a un innovador tratamiento y le dice: «Mira, esta terapia carece de base científica; es más, contradice cosas firmemente establecidas. Y no ha sido probada en cultivos celulares ni en animales de laboratorio. Pero creo que tendrías que someterte a ella». ¿Qué le respondería? Yo le diría que ni loco, que con mi salud no se juega. Sin embargo, todos los días hay gente sometiéndose a pruebas de terapias que desafían el conocimiento científico y que no han demostrado efectividad alguna, y esos ensayos se hacen con el visto bueno de organizaciones médicas, centros sanitarios y autoridades. «En los últimos 20 años, ha surgido un nuevo fenómeno en los ensayos clínicos. Modalidades de la medicina complementaria y alternativa (CAM) o medicina integrativa (IM) basadas en principios con una probabilidad infinitesimalmente baja de éxito, o que incluso violan leyes bien establecidas de la física y la química, se están probando en ensayos clínicos aleatorios (ECA). Los proponentes de la CAM justifican con frecuencia tales ECA con el argumento de que por fin van a resolver de una vez por todas qué modalidades de CAM o IM funcionan y cuáles no. Nuestra respuesta es que se trata de un punto de vista equivocado que ha llevado a la infiltración de la pseudociencia en la medicina académica», escribían, en agosto de 2014 en la revista Trends in Molecular Medicine, el oncólogo David Gorski y el neurólogo Steven Novella, de las universidades de Wayne

y Yale, respectivamente, y responsables del sitio web Science-Based Medicine53. Citaban como ejemplos de tratamientos mágicos la homeopatía y el reiki, y abogaban por la suspensión de todas las pruebas en humanos de ese tipo de terapias. «La homeopatía consiste en diluir las sustancias hasta que no queda nada y más allá, mientras que el reiki es, en esencia, un tipo de curación por la fe que sustituye las creencias cristianas por el misticismo oriental, como queda demostrado por la sustitución de la palabra dios por una energía universal que los maestros de reiki dicen ser capaces de aprovechar para canalizar su energía curativa en los pacientes», explicaba Gorski. Los ensayos clínicos de terapias no validadas científicamente son, decían, intentos de probar si la magia funciona. Además, llamaban la atención sobre el hecho de que esos experimentos violan los principios de la medicina científica, que establecen que las pruebas en humanos no deben hacerse hasta que no se haya acumulado la suficiente evidencia científica a favor del tratamiento en cuestión. En la acupuntura, la homeopatía, el reiki y otras prácticas, se salta directamente al ensayo clínico sin investigación básica ni pruebas de laboratorio que respalden la efectividad de la nueva terapia. Sumen a eso el malgasto de recursos públicos y no olviden que la buena imagen de las llamadas medicinas alternativas –alimentada también por la existencia de ensayos clínicos– hace que muchas veces los enfermos sufran graves consecuencias e incluso mueran al abandonar el tratamiento convencional que funciona por el remedio mágico. Gorski y Novella sostienen, muy sensatamente, que no deberían llevarse a cabo experimentos con humanos de terapias biológicamente no plausibles o basadas en prácticas, como la homeopatía, la acupuntura y el reiki, cuyos «efectos son indistinguibles del placebo». «El estudio de tratamientos altamente inverosímiles es un caso perdido. Es poco probable que este tipo de estudios demuestre beneficios y es poco probable que los defensores [de estas terapias] dejen de practicar esos tratamientos cuando los resultados sean negativos. Ese tipo de investigación sólo

sirve para dar legitimidad a prácticas cuestionables», decía Novella. «Si el sistema médico es actualmente demasiado impersonal, y los enfermos se amontonan en las consultas debido a que un médico tiene que ver más y más pacientes para cubrir su sueldo y los gastos, entonces la respuesta es encontrar una manera de arreglar esos problemas, no abrazar la charlatanería. Integrar la pseudociencia en la medicina basada en la ciencia no va a hacer que la medicina basada en la ciencia mejore. Uno de nuestros blogueros, Mark Crislip, tiene un fantástico dicho para esto: “Si mezclas estiércol con tarta de manzana, eso no hace que mejore el sabor del estiércol, sino peor la tarta de manzana”. Con la CAM o medicina integrativa, eso es exactamente lo que estamos haciendo, y estos ensayos clínicos de magia son sólo ejemplos de ello», sentenciaba Gorski. De hecho, los dos grandes centros de investigación sobre las medicinas alternativas de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos –el Centro Nacional para la Salud Complementaria e Integral (NCCIH) y la Oficina de Medicina Complementaria y Alternativa para el Cáncer (OCCAM)– no han desarrollado ninguna terapia efectiva contra ninguna enfermedad desde 1992, cuando nació el primero, pese a haber gastado miles de millones de dólares en estudios sobre el reiki, la homeopatía, la quiropráctica, la acupuntura… Si mañana nos enteráramos de que una multinacional farmacéutica está ensayando en humanos un fármaco que no ha probado antes en cultivos y animales de laboratorio con buenos resultados, sería un escándalo, ¿no? Entonces, ¿por qué asumimos como normal que se prueben en enfermos terapias que carecen de base científica y que no han demostrado ninguna efectividad ni siquiera en el laboratorio? ¿Sólo porque nos dicen que son orientales y naturales?

Las ondas del mal Ángela Jaén se suicidó en su casa de Pinto (Madrid) el 28 de noviembre de 2012. Tenía 65 años. Se abrió las venas porque no podía aguantar más el sufrimiento que, decía, le causaban las ondas de radiofrecuencia. Salía a la calle protegida por una especie de burka, una tela con hilos de plata que la cubría de la cabeza a los pies y que, según sus vendedores, actúa como una jaula de Faraday: frena las radiaciones electromagnéticas1. «El velo de metal que llevaba mi madre le ayudaba, lo malo es que la pobre ya se había contaminado demasiado, debido a la antena de telefonía que tenía a 60 metros de su piso. Sufría unas convulsiones espantosas, su cuerpo se había convertido en una pila», contaba días después uno de sus tres hijos, Ángel Martín2. La infortunada decía padecer hipersensibilidad electromagnética, una enfermedad no reconocida oficialmente. Los afectados presentan una gran variedad de síntomas –dolores de cabeza, mareos, fallos de memoria, insomnio, erupciones…– que achacan a la exposición a las ondas de telefonía y de wifi, líneas de alta tensión… A una enferma, Minerva Palomar, el Juzgado de lo Social número 24 de Madrid le concedió en 2012, a los 42 años, la incapacidad permanente y absoluta, y una pensión de 1.600 euros mensuales. Según destacaba el diario El Mundo en diciembre de 2012 y han repetido muchos medios desde entonces, se calcula que en España existen unos 300.000 afectados de hipersensibilidad electromagnética, si bien «sólo unas docenas precisan del burka para sobrevivir». La mayoría de los enfermos son mujeres. ¿Hay motivos para la alarma? Vivimos entre ondas electromagnéticas desde que nacemos hasta que morimos. Lo son la luz del sol y la de la bombilla, lo son las ondas de radio y las de televisión, los rayos X y los gamma… Sin ondas electromagnéticas no existiría la vida; pero eso no implica que todas sean inocuas. Las hay nocivas, como los rayos X y gamma. Se conocen como radiaciones ionizantes. Pueden romper los enlaces moleculares y, por consiguiente, provocar en el ADN mutaciones que desemboquen en tumores. Estamos expuestos a cantidades inocuas de rayos X a diario, pero, si se traspasa cierto

umbral, sus efectos pueden ser graves, desde quemaduras hasta cánceres. Por eso, cuando nos hacemos una radiografía, el técnico sale de la sala. Una exposición aislada para someterse a una exploración médica no supone riesgos y tiene el beneficio de ayudar a diagnosticar enfermedades, pero exponerse –como un técnico sanitario que no se protegiera– a decenas de radiografías al día sería fatal. Como los rayos X, los gamma se producen en reacciones nucleares naturales y artificiales, y en violentas explosiones de estrellas. La atmósfera de la Tierra nos protege de los rayos gamma de origen espacial, aunque, si estallara una supernova en nuestro vecindario cósmico, no nos serviría para nada: nuestro planeta quedaría esterilizado. Por fortuna, en las inmediaciones del Sol, no hay ninguna estrella candidata a morir como supernova. Las radiaciones gamma y X son, por ese orden, las más energéticas del espectro electromagnético, las únicas ionizantes y las más peligrosas. Después vienen los rayos ultravioleta, la luz visible, la infrarroja, las microondas del horno y de la telefonía, las ondas de radio y de televisión, y las de la corriente eléctrica. Aunque la radiación ultravioleta puede hacer que desarrollemos un cáncer de piel –por eso es importante usar protección al tomar el sol–, lo más que puede pasarnos por exponernos a la luz visible, sea natural o artificial, es que sintamos un aumento de temperatura. Un fotón de rayos X es unas 10.000 veces más energético que uno de luz visible y unos 1.000 millones de veces más que uno de los emitidos por un móvil o antena. «La radiación media de las antenas de telefonía móvil es inferior a la que recibiríamos de una bombilla de 100 W situada a un kilómetro. Y, aunque la radiación de los hornos microondas y los móviles es del mismo tipo, en los primeros es 1.000.000 de veces más intensa», explica el físico Alberto Nájera, especialista en radiología y medicina física de la Universidad de Castilla-La Mancha. Sin embargo, mujeres como Ángela Jaén y Minerva Palomar dicen ser electrosensibles y sufrir una tortura al exponerse a las ondas de los móviles y la wifi. ¿Es posible?

1. Tumores cerebrales y televisión

Todo empezó hace más de veinte años en un plató de televisión. El 21 de enero de 1993, el periodista Larry King invitó a su programa de la CNN a David Reynard, un viudo de St. Petersburg (Florida). El hombre había demandado al fabricante de teléfonos NEC y la operadora GTE Mobilnet porque estaba convencido de que la radiación de un móvil había sido la causante del tumor cerebral que había matado a su esposa, Susan, a los 33 años. El tumor se había formado en el lado izquierdo de la cabeza, por el que ella solía usar el teléfono, y «tenía exactamente la forma de la antena»3. El móvil había sido un regalo de Reynard a su mujer por su cumpleaños, en agosto 1988. En mayo de 1990, tras el nacimiento de su único hijo, diagnosticaron a Susan un tumor cerebral maligno. En la demanda presentada contra NEC y GTE Mobilnet el 8 de abril de 1992 en Florida, se argumentaba que «el tumor fue el resultado de la radiación emitida por el teléfono celular (o) el desarrollo del tumor fue acelerado y agravado por las emisiones del teléfono». Susan Ellen Reynard murió en el verano de 1992 y, a partir de ese momento, su viudo se volcó en la lucha contra la telefonía móvil. Al día siguiente de su aparición en Larry King Live, las grandes compañías del sector cayeron en la bolsa, y muchos clientes cancelaron sus contratos. Los portavoces de la industria intentaron frenar el pánico, diciendo que vivimos rodeados de radiación electromagnética natural y artificial, y que la de los móviles no es nociva. Thomas Wheeler, presidente de la Asociación de Telefonía Celular y Servicios de internet, aseguró siete días después, en una rueda de prensa, que miles de estudios no habían encontrado prueba alguna de que los móviles fueran un riesgo para la salud y prometió financiar más investigaciones. No sirvió para nada. El mal ya estaba hecho. «Los periodistas corrieron tras la historia, el programa 20/20 de la ABC emitió su propio informe aterrador, las acciones de los fabricantes de teléfonos celulares se desplomaron y, en todo Estados Unidos, los móviles se apagaron», escribió el abogado y periodista Michael Fumento el 16 de febrero en el Investor’s

Business Daily. En su artículo, titulado «Do celular phones really kill?» [¿Matan realmente los teléfonos móviles?], decía: Algunos lo han llamado una respuesta razonada. Pero otros dicen que se nota que hay un serio problema con el cerebro en este país, y que no tiene nada que ver con el uso del teléfono celular. «Es espantoso», ha dicho Alexander Langmuir, exjefe de epidemiología de los Centros para la Prevención y el Control de las Enfermedades sobre la controversia del móvil. «Es totalmente irracional». De hecho, las acciones han recuperado la mayor parte de sus pérdidas, y los vertederos de la nación aún no se han llenado con teléfonos celulares desechados. Pero es una apuesta segura afirmar que el esfuerzo de la industria por ampliar su base de clientes se verá afectado por este susto. Y, sin duda, muchos de los que siguen usando los teléfonos sufrirán la ansiedad de pensar que podrían estar «marcados por la muerte», como se dijo en la promoción de un programa de entrevistas. En lo que algunos han descrito como el ambiente circense y tecnófobo que ha rodeado la polémica sobre los teléfonos celulares, los hechos científicos se han oscurecido, incluidos algunos importantes que rápidamente podrían haber calmado la histeria4. Fumento recordaba que los tumores cerebrales no son, desgraciadamente, algo raro; que «la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer preveía que este año [1993] se diagnosticarían en el país 17.500 y que dos tercios serían mortales»; que, como diez millones de estadounidenses usaban entonces el móvil, sólo por azar habría en ese grupo alrededor de 180 casos y 120 muertes por esa causa; y que, en vez de hablar de eso, los medios habían presentado «como un asunto de terrible importancia que, además de la esposa de Reynard, un par de presidentes de empresas que utilizan el móvil también habían muerto recientemente de cáncer cerebral», cuando era lo que cabía esperar en una casuística normal. Seguidamente, hablaba de las desconocidas causas de

esos tumores y de cómo no se conocía ninguna conexión entre el uso del móvil y el cáncer. Un sondeo de opinión hecho tras la aparición de David Reynard en el programa de Larry King reveló que prácticamente la mitad de los estadounidenses había oído hablar de la historia de su esposa. La demanda de Reynard fue desestimada en 1995 por falta de pruebas, y lo mismo ha pasado con todas las que se han presentado después. Incluida la del neurólogo Chris Newman de 800 millones de dólares contra Motorola y Verizon, compañías a las que culpaba del tumor cerebral que padecía, y que le mató. También Newman recibió su dosis de atención televisiva por Larry King, quien le llevó a su programa el 9 de agosto de 2000, en una emisión titulada: «Do cell phones cause cancer?» [¿Causan cáncer los teléfonos móviles?]. Motorola y Verizon excusaron su asistencia, indicando que no había pruebas científicas de ninguna conexión entre la telefonía móvil y el cáncer. Reynard volvió a aparecer en Larry King Live siete años después. Entonces, Ian Smith, columnista especializado en medicina de la revista Time, dijo varias veces ante las cámaras que la evidencia acumulada no apuntaba a ninguna relación entre móviles y cáncer, y llamó la atención sobre el hecho de que hay estudios y estudios: «La palabra clave aquí es prueba, y es que hay estudios acerca de todo y cualquiera puede hacer uno. Pero uno de los problemas que veo, sobre todo en lo que se refiere al periodismo, es que esta investigación muestra esto y esta otra algo completamente diferente. Pero ¿cuál es la esencia de los estudios? Sin entrar en los detalles esotéricos, el problema es que cualquiera puede hacer un estudio, pero eso no lo convierte automáticamente en uno bueno. Y muchos de esos estudios se basan en pruebas realizadas con animales, test que tienen conclusiones diferentes a las que tendrían con seres humanos. Decir que alguien detectó en un laboratorio actividad biológica en una célula no significa que esa conclusión pueda trasladarse sin más al ser humano»5. John Moulder, de la Escuela de Medicina de Wisconsin, coincidía con el columnista de Time en cuanto a la inocuidad de los móviles y

añadía que, «probablemente, si no causan cáncer, nunca seremos capaces de probarlo, porque no hay forma de demostrar que algo no causa cáncer». Ante esa sentencia, King intervino certeramente: – No se puede probar una negación. – Así es. – Yo podría decir que la laca causa cáncer, y usted no podría probar que no. – Bueno, de hecho, lo he visto en internet. – ¿En serio? Bueno. – Bueno, en internet he visto que todo cura o causa el cáncer, o ambas cosas. Especialista en la investigación de las bases biológicas del cáncer, cuando King le recordó que el Gobierno británico había recomendado que los niños no usaran el móvil y que un experto había dicho que eran una población de «especial riesgo», Moulder fue tajante: «Desde un punto de vista de salud biológica, no hay ninguna razón por la cual los niños se enfrenten a un peligro mayor que los adultos. No creo que los niños necesiten usar teléfonos celulares, pero el Gobierno británico recomendó que los menores de 16 años no los usen, excepto en casos de emergencia, no afirmó que hubiera alguna evidencia de peligro. Votaron lo que en la Unión Europea llaman el principio de precaución, que dice que, si usted no está absolutamente seguro de algo, debe tomar precauciones». El principio de precaución puede invocarse «cuando la información científica es insuficiente, poco concluyente o incierta, y cuando hay indicios de que los posibles efectos sobre el medio ambiente y la salud humana, animal o vegetal pueden ser potencialmente peligrosos e incompatibles con el nivel de protección elegido», según una comunicación de la Comisión Europea de febrero de 20006. Como veremos, no hay ninguna prueba ni sospecha racionalmente fundada de que las emisiones de radiofrecuencia provoquen cáncer ni ninguna otra dolencia. Así que es un sinsentido reclamar el principio de precaución en este caso.

2. ¿Matan los teléfonos móviles a las abejas?

Como dijo Smith en Larry King Live, «el problema es que cualquiera puede hacer un estudio, pero eso no lo convierte automáticamente en uno bueno». En mayo de 2011, algunos medios de comunicación informaron de que los teléfonos móviles están matando a las abejas, basándose en un artículo publicado en la revista científica Apidologie 7 . Los titulares eran del estilo de: «Los teléfonos móviles podrían contribuir al colapso de las colmenas, según un estudio»8, «Las emisiones de los móviles están realmente matando a las abejas, según un estudio»9 y «Los teléfonos móviles matan a las abejas»10. Parecía que íbamos directos al abejicidio planetario, al fin del mundo tal como lo conocemos. Daniel Favre, del Instituto Federal Suizo de Tecnología, había examinado el efecto de móviles colocados dentro de colmenas. Para ello, había utilizado cinco colonias de abejas en las cuales, entre febrero y junio de 2009, había grabado en audio las variaciones en el comportamiento de los insectos en presencia de terminales telefónicas inactivas, en reposo y en funcionamiento. Según el investigador, en los dos primeros casos no pasaba nada, a diferencia de cuando los dos teléfonos colocados en cada colmena llamaban uno al otro. El primer móvil enviaba al segundo la señal de un canal informativo de radio para que la comunicación no se cortara automáticamente, y la conexión se establecía después de que sonara el tono de llamada entre cinco y diez segundos. Con los dos teléfonos conectados, las abejas obreras se excitaban hasta el punto de producir con sus alas el zumbido de alarma que puede llevarlas a abandonar masivamente la colonia. Cuando la emisión duraba 30 minutos, la colmena recuperaba el nivel normal de ruido dos o tres minutos después de haberse apagado los móviles; cuando se prolongaba más allá de 20 horas, las abejas necesitaban más de doce horas para tranquilizarse. «Los resultados de este estudio piloto muestran claramente que la presencia de teléfonos móviles en la proximidad de las abejas tiene efectos dramáticos, al inducir a las obreras a emitir la señal de alarma. En condiciones naturales, la alerta de las obreras anuncia el abandono de la colmena o que hay algún problema grave en ella»,

escribía Favre. El investigador añadía, no obstante, que no había registrado ningún abandono de colmena ni siquiera cuando los móviles estuvieron funcionando hasta 20 horas ininterrumpidamente, lo que le llevaba a pensar que deben de darse otras causas para que el éxodo tenga lugar. Además, en este estudio las terminales estaban dentro de las colmenas, algo que no ocurre en el mundo real. ¿Cómo llegó al autor a la conclusión de que eran las ondas electromagnéticas, y no el calor y el ruido de los móviles metidos en mitad de la colonia, lo que alteraba a las abejas? No se sabe, y ése es un fallo clave de este trabajo. Por otra parte, Favre no hablaba en ningún momento de abejas muertas. Fueron algunos medios de comunicación los que se inventaron tal extremo. Sólo hay que leer el artículo de Apidologie para comprobar que lo más que llega a decir es que «los campos electromagnéticos podrían contribuir a la desaparición de colonias de abejas», que es lo que él cree, pero que no está demostrado. Un experto de la Universidad de Sussex, Norman Carreck, calificó en The Daily Mail la investigación de interesante, pero añadió que «no prueba que los teléfonos móviles sean responsables del síndrome del colapso de las colmenas (CCD, por sus siglas en inglés). Si das golpes en una colmena o la abres para examinarla, obtienes los mismos resultados. Y en Estados Unidos muchos casos de CCD han tenido lugar en áreas remotas alejadas de las señales de los teléfonos móviles»11. El CCD empezó a darse a escala global a comienzos del siglo XXI. Consiste en la desaparición masiva de obreras de una colmena, con la consiguiente muerte de la colonia. Genera grandes pérdidas no sólo entre los apicultores, sino también entre los agricultores en general, ya que hay muchos cultivos cuya polinización depende de las abejas. Sus causas se desconocen, aunque se ha achacado a pesticidas, pérdida de hábitats de las abejas, ácaros y enfermedades, así como a posibles combinaciones de esos factores. No faltan, obviamente, quienes culpan del fenómeno a las plantas modificadas genéticamente y a los teléfonos móviles, aunque no haya pruebas en ninguna de esas direcciones. De

momento, puede estar tranquilo, nadie ha demostrado que su móvil mate abejas; a no ser, claro, que le caiga a alguna encima. La errónea interpretación de un artículo científico no es algo raro y tampoco siempre culpa de unos autores de investigaciones y periodistas excesivamente entusiastas. A veces, la responsabilidad recae en los sistemas de control de calidad de las revistas científicas, a las que también se las cuelan. Uno de los pilares del avance del conocimiento es que los hallazgos deben darse a conocer en revistas donde, antes de su publicación, cada trabajo lo analizan especialistas en el área de que se trate, colegas cuya identidad ignora el autor del estudio original. Si el artículo habla de chimpancés, será juzgado por expertos en esos primates; si trata de una tormenta en Júpiter, lo leerán especialistas en las atmósferas de los planetas gigantes. De ahí que el sistema se denomine de revisión por pares. Esos revisores pueden hacer puntualizaciones, pedir al autor explicaciones y hasta rechazar el artículo. De hecho, las revistas más importantes –Nature, Science, The New England Journal of Medicine, Cell…– rechazan el 99% de los artículos que reciben. Los controles no terminan ahí. Una vez que el trabajo ve la luz, la comunidad científica lo examina con lupa e intenta replicar los resultados. Así es como se descubren muchos fraudes en ciencia. Pero, aunque a la larga el error se corrija, el sistema puede fallar y afirmaciones cuestionables presentarse avaladas por una revista de prestigio. Éste fue el caso de Oscar, un gato con supuestos poderes extraordinarios. En julio de 2007, David Dosa, médico de un hospital geriátrico de Rhode Island (Estados Unidos), contaba en The New England Journal of Medicine cómo era un día en la vida de Oscar, un felino que recorría las estancias de la tercera planta del centro y tenía un sexto sentido: siempre que un paciente moría, él había estado descansando en su cama poco tiempo antes. «Nadie muere en la tercera planta a menos que Oscar le visite y pase un rato con él», escribía Dosa en la prestigiosa revista12. El médico firmó un libro, Making rounds with Oscar: the extraordinary gift of an ordinary cat [Haciendo rondas con Oscar: el don extraordinario de un gato común, 2010], en el que ahondaba en los poderes del animal.

Muchos medios de comunicación contaron la historia del «gato capaz de prever la muerte»13 y el «ángel de la muerte a cuatro patas»14. En los reportajes se decía, entre otras cosas, que hasta ese momento la mascota había predicho con exactitud cincuenta fallecimientos y que era una especie de alarma animal para el personal médico del centro, que, cuando lo veía en la cama de un paciente, ya sabía que éste iba a morir en unas horas. Ninguno de los medios que cubrieron el caso de Oscar barajó otra posible explicación, apuntada irónicamente por Norm Sperling, miembro de los Escépticos del Área de la Bahía de San Francisco, con el mismo fundamento que la propuesta por Dosa: que el felino fuera un asesino en serie. Imagínese que, en vez de un gato, hablamos de un enfermero cuyos pacientes mueren sistemáticamente poco después de que él pase un rato con ellos. ¿Qué pensaría, que el enfermero predice las muertes o que se los carga? Aunque se presentó al público como un estudio científico, el texto de The New England Journal of Medicine sobre Oscar es una narración de barra de bar, en poco más de una página, de un día en la vida del gato: cuenta cómo se pasea por la tercera planta del centro y pasa un rato con una enferma que muere poco después. Dosa asegura que el felino «ha presidido la muerte de más de veinticinco residentes» y que «su mera presencia al lado de la cama es percibida por médicos y enfermeras como un indicador de muerte inminente». No hay nada en el texto que indique que se ha hecho un estudio sistemático de los hábitos del animal, descartándose, por ejemplo, que preste más atención a aquellos pacientes que el personal también atiende más por encontrarse más graves. Dosa sólo habla de sensaciones; no hay pruebas. Ésos son los mimbres de esta historia. ¿Es que el animal únicamente se echaba cabezaditas en las camas de los pacientes que iban a morir en pocas horas o que, entre las camas que visitaba, estaban ésas? ¿Cuánto tiempo pasaba en otras camas? ¿A cuántos enfermos visitaba al día? ¿Estaba más tiempo con los que luego morían o con los que seguían vivos? Estamos ante

la típica confirmación de hechos a posteriori: cada vez que fallece un paciente, alguien pregunta si se ha visto a Oscar por la habitación y, en ocasiones, alguien responde que ha estado por allí. Nadie se fija en qué otras habitaciones ha visitado la mascota y, de este modo, se eliminan los casos negativos y parece que el gato prevé la muerte. «Es más, Dosa admite que, “a efectos narrativos”, ha hecho “algunos cambios que se alejan de los acontecimientos reales” y que “algunos de los personajes que aparecen en este libro están compuestos a partir de material de múltiples pacientes”. En otras palabras, no hay ninguna razón para intentar evaluar la evidencia anecdótica: ha sido manipulada –en el interés de contar una buena historia, por supuesto–, por lo que carece de valor científico», destacaba el investigador Joe Nickell en su crítica de Making rounds with Oscar 15 . Otro hecho omitido en todas las informaciones es que la tercera planta del Centro de Enfermería y Rehabilitación Steere de Providence, como se llama el geriátrico, está dedicada a la atención de ancianos con alhzéimer, párkinson y otros males incurables, la mayoría no conscientes del mundo que les rodea y en el estadio final de la vida. Un estudio serio debería haber tenido en cuenta todo lo anterior y, además de incluir los casos negativos, descartar, por ejemplo, que el gato se acurrucara en las camas de los pacientes moribundos simplemente porque no se mueven y no le molestan. Por todo esto, resulta inexplicable que una revista científica se hiciera eco de la historia de Oscar, protagonista de unos hechos más propios de publicaciones esotéricas de quiosco. No es un caso aislado. Lo mismo pasó con dos artículos publicados en 2010 en Virology Journal y PLOS ONE, dedicados al primer paciente de gripe documentado de la Historia y a un mecanismo meteorológico que explicaría la retirada de las aguas del mar Rojo al paso de Moisés, respectivamente. «La Biblia describe el caso de una mujer con fiebre alta curada por nuestro Señor Jesucristo». Así empieza un artículo que publicó el 21 julio de 2010 el Virology Journal y que el director de esa revista retiró el 13 de agosto, tras las críticas en internet, por no cumplir los

criterios científicos de la publicación y basarse en especulaciones sin fundamento. En el texto, Kam L.E. Hon y dos colaboradores, de la Universidad China de Hong Kong, especulaban sobre la enfermedad que sufría la mujer, suegra del apóstol Pedro, cuya curación milagrosa a manos de Jesús narran tres evangelistas. Después de analizar la narración bíblica, considerar que la sanación fue instantánea y descartar cualquier implicación demoníaca a partir de la sintomatología, concluían que pudo ser gripe. El artículo, titulado «Influenza or not influenza: analysis of a case of high fever that happened 2000 years ago in biblical time» [Gripe o no gripe: análisis de un caso de fiebre alta ocurrido hace 2.000 años en tiempos bíblicos], es un delirio de principio a fin16. Tras un comienzo que ya lo dice casi todo con la mayúscula de Señor, la primera cita bibliográfica corresponde a la Biblia porque ¡la única fuente documental de los autores son los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas! Los investigadores destacan, por ejemplo, que «Lucas no cuantifica la fiebre porque la escala Fahrenheit de temperatura no se inventó hasta 1724». Vaya, ¡qué pena! «La Biblia describe que, cuando Jesús tocó a la mujer, la fiebre desapareció instantáneamente», prosiguen, y deducen de ello que «eso implica que la enfermedad no era probablemente una infección bacteriana aguda grave (tal como una septicemia) o una endocarditis subaguda, que no se resolvería de manera instantánea. No se trataba probablemente de una enfermedad autoinmune como el lupus eritomatoso sistémico con afectación de múltiples órganos, ya que la Biblia no menciona ninguna erupción cutánea o afectación de otros órganos. La curación instantánea también hace poco probable una etiología maligna subyacente. Parece que el posible diagnóstico es una enfermedad aguda infecciosa autolimitada. La breve duración, fiebre alta e interrupción brusca de la fiebre hacen que sea probablemente gripe». Impresionante, ¿no? Hon y sus colaboradores admiten la curación instantánea de la gripe gracias a la intervención milagrosa de Jesús; pero, paradójicamente, restan poder mágico al fundador del cristianismo porque vienen a decir que no habría resuelto con la misma efectividad dolencias más

graves. ¿Es que no se acuerdan de que, según los Evangelios, Jesús de Nazaret devolvió la vista a ciegos y resucitó a muertos? Con el mismo rigor con que determinan que lo que sufría la protagonista de ese episodio bíblico era gripe, descartan la intervención satánica. «Una consideración final que uno podría hacer es si la enfermedad era causada por un demonio o diablo. La Biblia siempre dice si una enfermedad es causada por un demonio o diablo (Mateo 9:18-25, 12:22 y 9:32-33; Marcos 1:23-26, 5:1-15 y 9:17-29; y Lucas 4:33-35, 8:27-35, 9:38-43 y 11:14). Las víctimas tenían a menudo lo que parecían convulsiones cuando se expulsaba al demonio. En nuestro caso, no se indica ninguna influencia demoníaca y la mujer no tiene convulsiones o sintomatología residual». Amén. Los tres firmantes de este disparate trabajaban entonces en el departamento de pediatría del hospital Príncipe de Gales de Hong Kong. Da miedo pensar qué pasaría por sus cabezas cuando se enfrentaban, por ejemplo, a una epilepsia infantil, si dudaban entre la ayuda de un neurólogo o de un exorcista. Este artículo nunca tenía que haberse retirado de Virology Journal porque nunca tenía que haber pasado el primer filtro del control. Algo parecido sucede con otro trabajo publicado un mes después en PLOS ONE y del cual se hicieron eco las principales agencias de noticias y muchos medios españoles y extranjeros con títulares como «El viento pudo separar el mar Rojo para Moisés»17 y «El viento separó el mar Rojo para Moisés»18. Un modelo informático, desarrollado por investigadores del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica (NCAR) de Estados Unidos y la Universidad de Colorado, demostraba que un viento del este de 100 kilómetros por hora podría abrir el mar Rojo cerca del Mediterráneo durante un periodo de cuatro horas, dejando el lecho seco en un tramo de tres o cuatro kilómetros de longitud por cinco de anchura. «Las simulaciones encajan bastante bien con el relato del Éxodo», explicaba Carl Drews, coautor del artículo, titulado «Dynamics of wind setdown at Suez and the Eastern Nile delta» [Dinámica del viento en Suez y el delta oriental del Nilo]19. Muchos medios repitieron las conclusiones del trabajo y

las declaraciones de Drews, científico creyente militante, sin pararse a pensar en que el hecho de que una simulación informática encaje con una ficción no convierte esa ficción en realidad. Porque el Éxodo, la huida de los israelitas de Egipto, es un invento de los autores del Antiguo Testamento, al igual que el personaje de Moisés. Por eso es una estupidez especular sobre el mecanismo que pudo abrir las aguas del mar Rojo al paso de la masa de desharrapados liderada de Moisés. Da igual quién lo diga y dónde se haya publicado el estudio de marras. En este caso se columpió todo el mundo: PLOS ONE, por publicar un estudio que incluyera referencias a hechos ficticios como si fueran reales; Eurekalert!, el servicio de información de la prestigiosa Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), por difundir una nota de prensa en esa línea, titulada «Parting the waters: computer modeling applies physics to Red Sea escape route» [Dividiendo las aguas: una simulación informática aplica la física a la huida por el mar Rojo]20; y los periodistas y medios que se hicieron eco del estudio acríticamente y, en su carrera por dar la noticia más sensacional, vendieron como Historia una ficción religiosa. ¿A que ahora se entiende mejor cómo pudieron algunos medios dar la falsa noticia de que las radiaciones de los móviles matan a las abejas? Seguramente, se debió a una combinación del ansia de un científico por llamar la atención sobre un estudio, en realidad, anodino, y la necesidad que tenemos los periodistas de historias llamativas. En ciencia hay estudios y estudios, revistas y revistas. Los resultados de un estudio aislado no valen nada si no se han publicado en una revista científica y sometido al juicio de los pares. Y siempre hay que leer todo artículo atentamente –o pedir a un especialista que te lo interprete– porque no es lo mismo bombardear a las abejas con emisiones de radiofrecuencia, como parecía deducirse de las informaciones periodísticas sobre el artículo de Apidologie, que someterlas al calor y ruido provocados por un móvil conectado a una emisora de radio y metido en la colmena. Posiblemente, el experimentador hubiera obtenido los mismos

resultados metiendo entre las abejas un receptor de radio sintonizado con una emisora comercial cualquiera, aunque, lógicamente, nadie se hubiera alarmado por ello. Pero, más allá de los testimonios de presuntos afectados, ¿existe alguna prueba de que las emisiones de los móviles y de la wifi puedan resultar perjudiciales para la salud?

3. Epidemia fantasma Más de dos décadas después del caso de Susan Ellen Reynard, los epidemiólogos siguen sin haber detectado un aumento de los tumores cerebrales a pesar de que en 2013 había en Estados Unidos más de 350 millones de líneas de móvil –frente a los 10 millones de 1993– y en el mundo más de 6.500 millones, cuando en 1995 había sólo 91 millones. El Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos no había registrado hasta 2007 un incremento en la incidencia de esos cánceres y otros del sistema nervioso central que pudiera vincularse «al explosivo crecimiento del uso del móvil» en el país durante las pasadas dos décadas21, y ese mismo resultado han dado estudios posteriores hechos en Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia. «Cabe esperar que, si hubiera algún efecto derivado de la masiva exposición a la telefonía móvil, éste debería reflejarse en las tendencias de incidencia de tumores cerebrales. Estos cambios no se han observado en los estudios realizados en varios países», constataba en enero de 2011 el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), un organismo auspiciado por la Universidad Complutense de Madrid22. Formado por científicos, su objetivo es «aportar elementos de juicio, información y asesoramiento de carácter científico y técnico a las administraciones públicas y al conjunto de la sociedad en los debates que pudieran generarse sobre cuestiones relativas a las radiofrecuencias y la salud». Dos años después, el CCARS reiteraba en su informe anual que «los estudios realizados en los países nórdicos, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Taiwán y Shanghái a lo largo de periodos de variada extensión no han encontrado una relación causal entre el uso de los teléfonos móviles y los tumores cerebrales sobre la base de que no se han detectado aumentos en las tasas de incidencia de tales tumores»23. «Las ondas de la telefonía no son capaces de hacer nada a nuestras moléculas, de causarnos daños», me aseguró Félix Goñi,

director de la Unidad de Biofísica de la Universidad del País Vasco y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la primera vez que le pregunté sobre la supuesta peligrosidad de las ondas de radiofrecuencia, allá por 2007. Lo mismo me respondió entonces el físico vasco Joseba Zubia: «Las ondas de telefonía no causan enfermedades, más allá de las psicosomáticas». No se trata de afirmaciones gratuitas. Están avaladas por miles de estudios publicados en revistas con revisión por pares y, lo que es más importante, por todos los metaanálisis –exámenes de estudios anteriores, los trabajos científicamente más concluyentes– que se han hecho. Veamos algunos ejemplos. Los niños y adolescentes que usan el teléfono móvil habitualmente no corren un mayor riesgo de sufrir un cáncer cerebral que los que no lo hacen, según un estudio publicado en 2011 en el Journal of the National Cancer Institute, la revista de investigación contra el cáncer más importante del mundo24. A pesar de la inquietud social por los riesgos del móvil para la población infantil, no había hasta ese momento ninguna investigación sobre la posible relación entre el uso de ese dispositivo y los tumores cerebrales en niños. El trabajo lo dirigió Martin Röösli, epidemiólogo del Instituto Suizo de Salud Pública y Tropical, y se llevó a cabo entre 2004 y 2008. Participaron centros de investigación de Dinamarca, Noruega, Suecia y Suiza, cuyos expertos entrevistaron a todos los niños y adolescentes de entre 7 y 19 años con cáncer cerebral (352), así como a otros 646 sujetos como grupo de control. El 55% de los pacientes (194) y el 51% de los individuos del grupo de control (329) dijeron utilizar el móvil habitualmente. Los investigadores no encontraron ninguna prueba de que un mayor uso del aparato se corresponda con una mayor incidencia del mal ni de que hayan aumentado los tumores localizados en las áreas del cerebro más expuestas a la radiación de los dispositivos. «La ausencia de una relación exposición-respuesta, ya sea en términos de cantidad de uso del móvil o por la localización del tumor en el cerebro, argumenta en contra de una asociación causal [entre teléfonos y cáncer cerebral]», concluían.

«De acuerdo con prácticamente todos los estudios realizados en adultos expuestos a las ondas de radiofrecuencia, no existen pruebas convincentes de que los niños que usan teléfonos móviles tengan un mayor riesgo de desarrollar un tumor cerebral que los niños que no los utilizan», indicaban en un editorial adjunto John Boice y Robert Tarone, del Instituto Internacional de Epidemiología, una organización integrada por investigadores del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos25. «No obstante, si alguien sigue preocupado por la remotas posibilidades [de que las radiaciones de los móviles causen cáncer], podría considerar hacer llamadas cortas y usar un auricular o altavoz en el teléfono. Y, atendiendo a lo que se conoce acerca de los riesgos reales, debería evitar el uso del móvil mientras conduce porque está demostrado que esa distracción aumenta el riesgo de accidentes y lesiones graves», añadían. Los dos expertos llamaban la atención sobre el hecho de que, después de más de 20 años de estudios, no hubiera ninguna prueba de que los móviles supongan un riesgo para la salud. «Los resultados de estas investigaciones epidemiológicas son muy consistentes y tranquilizadores, y han llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y al Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos a decir que no hay evidencia concluyente o consistente de que la radiación no ionizante emitida por los teléfonos móviles esté asociada con un mayor riesgo de cáncer». Boice y Tarone aprovechaban la ocasión para puntualizar que la entonces reciente decisión de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), un organismo dependiente de la OMS, de incluir las radiaciones del teléfono móvil «como posiblemente cancerígenas para humanos» estaba basada en pruebas limitadas e inadecuadas, según reconocieron los propios autores del informe. El 31 de mayo de 2011, la IARC hizo público un comunicado en el que sostenía que el uso del móvil «podría suponer algún riesgo» de contraer glioma (tumor cerebral maligno) y neuroma acústico (tumor del oído benigno), y que las pruebas eran «lo suficientemente sólidas» como para incluir su utilización en el grupo 2B de la clasificación de carcinógenos de la OMS. Nada más

conocerse la decisión empezaron a multiplicarse en internet titulares que destacaban que usar el móvil podría ser mortal, que esos dispositivos pueden provocar cáncer cerebral. Inquietantes, pero erróneos. Pero ¿qué decía la IARC? El comunicado de la agencia de la OMS decía en el párrafo de resultados: Las pruebas fueron revisadas críticamente y en general evaluadas como limitadas entre los usuarios de teléfonos móviles para el glioma y el neuroma acústico, e inadecuadas para llegar a conclusiones para otros tipos de cánceres. Las pruebas de las exposiciones ocupacionales y ambientales antes mencionadas se consideraron igualmente inadecuadas. El grupo de trabajo no cuantificó el riesgo; sin embargo, un estudio del uso pasado de teléfono móvil (hasta el año 2004), mostró un 40% más de riesgo para los gliomas entre los grandes usuarios de la categoría más alta (promedio reportado: 30 minutos diarios durante un período de 10 años). Las cursivas de limitadas e inadecuadas no son mías, sino del documento original. A pie de página, los autores explicaban esos dos términos (las negritas tampoco son mías): Pruebas limitadas de carcinogenicidad: se ha observado una asociación positiva entre la exposición al agente y el cáncer, para la cual el grupo de trabajo considera creíble una interpretación causal, aunque no puede descartar con seguridad razonable el azar, el sesgo o la confusión. Pruebas inadecuadas de carcinogenicidad: los estudios disponibles son de insuficiente calidad, consistencia o potencia estadística como para permitir llegar a una conclusión respecto a la presencia o ausencia de una asociación causal entre la exposición y el cáncer, o no hay datos disponibles sobre el cáncer en los seres humanos. A pesar de que en el dictamen se dice que no hay pruebas concluyentes de una relación causa-efecto entre móviles y cáncer, y que los trabajos son de insuficiente calidad científica, Jonathan Samet, de la Universidad del Sur de California y presidente del grupo de trabajo, afirmaba que «la evidencia, que se sigue acumulando, es

lo suficientemente sólida como para llegar a una conclusión y la clasificación 2B. Esta conclusión significa que podría haber algún riesgo y, por lo tanto, tenemos que vigilar de cerca el vínculo entre los teléfonos móviles y el riesgo de cáncer». El director de la IARC, Christopher Wild, añadía en la nota de prensa que, «dadas las consecuencias potenciales para la salud pública», hay que seguir haciendo estudios y, entre tanto, tomar medidas para reducir la exposición a las ondas usando los dispositivos de manos libres y los mensajes de texto, por ejemplo. Además, se indicaba que los expertos habían examinado cientos de artículos, incluidos cuatro pendientes de publicación en revistas científicas que, al parecer, vinculaban los móviles con el cáncer, y que el informe de la IARC iba a ver la luz en el número de julio de The Lancet Oncology. En España, aquel mismo día, el secretario general de Sanidad, José Martínez, advirtió de que el estudio no determinaba que hubiera una «relación clara» entre el uso de móviles y el cáncer; la Asociación Española Contra el Cáncer calificó el trabajo de «revisión de estudios anteriores, sin la robustez científica deseable»; el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica, Emilio Alba, indicó que no está demostrada «una relación causal clara» en el cáncer y el uso del móvil; y el presidente de la Fundación Instituto Valenciano de Oncología, Antonio Llombart, destacó que en los últimos años no se ha detectado en nuestro país un aumento de los tumores en el sistema nervioso central. Cosas parecidas dijeron expertos por todo el mundo, en un intento de tranquilizar a la población. Un mes después vio la luz el informe que justificaba el alarmante anuncio de la IARC y resultó decepcionante desde un punto de vista científico26. Lo único nuevo del texto publicado en The Lancet Oncology era que hacía referencia a un análisis combinado de estudios hechos en Suecia que habría detectado, en los usuarios de móvil durante más de un año, un aumento del riesgo de sufrir glioma del 30% respecto a quienes no lo utilizan. El artículo en cuestión, titulado «Risk of brain tumors in relation to estimated RF dose from mobile phones: results from five Interphone countries» [El riesgo de

tumores cerebrales en relación con la dosis de campos de radiofrecuencia de los móviles: resultados de cinco países participantes en el estudio Interphone], se había publicado el 9 de junio en la revista Occupational and Environmental Medicine 27 . Sus autores afirmaban que los «resultados sugieren que podría haber un aumento del riesgo de glioma en el área del cerebro más expuesta para los grandes usuarios del móvil a largo plazo». Pero, acto seguido, añadían: «Estos resultados son inciertos (a la luz de las incertidumbres asociadas con la localización del tumor, la dosis de radiofrecuencia calculada y tamaño de la muestra) y deben ser replicados antes de que se puedan tomar como una prueba de relación causa-efecto». No había nada demostrado. Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. El artículo de la IARC publicado en The Lancet Oncology demuestra que la inclusión de la telefonía móvil como carcinógeno estaba basada en pruebas tan extraordinariamente débiles como el estudio de Occupational and Environmental Medicine. Semanas después, Boice y Tarone contaban en el Journal of the National Cancer Institute que varios miembros del grupo de trabajo de la IARC consideraban la evidencia insuficiente para incluir la radiación de los móviles en el grupo de carcinogenicidad 2B, el mismo en el que está el café. Es decir, se había impuesto la opinión de los alarmistas. «Visto en este contexto, “posiblemente cancerígenos” no es una señal para abandonar los teléfonos móviles y volver a los fijos. Más bien, es una señal de que hay muy poca evidencia científica en cuanto a la carcinogenicidad del uso del móvil».

4. Estudios y más estudios En febrero de 2014 se publicaron en el Reino Unido los resultados del programa de Investigación sobre Telecomunicaciones Móviles y Salud (MTHR), un estudio de once años coordinado por el Departamento de Salud británico. «Cuando el programa MTHR se puso en marcha, había muchas incertidumbres científicas sobre los posibles riesgos para la salud de los teléfonos móviles y la tecnología relacionada. Este programa independiente se ha

completado y, a pesar de una exhaustiva investigación, no hemos encontrado evidencias de riesgos para la salud de las ondas de radio producidas por los móviles y sus estaciones base», aseguró David Coggon, de la Universidad de Southampton y presidente del comité de sabios. Es muy probable que usted no haya oído hablar de este trabajo. Los medios de comunicación españoles lo ignoraron. No es algo raro. Por cada estudio que genera llamativos titulares al achacar a las ondas de radiofrecuencia efectos perniciosos para la salud, hay cientos que no encuentran conexión alguna y de los que ningún medio informa. Y pongo estudio en cursiva porque, hasta el momento, no hay constancia de ninguna investigación científica, digna de tal calificativo, que haya encontrado una relación causa-efecto entre las ondas de telefonía y el cáncer. El programa MTHR costó más de quince millones de euros, aportados por el Gobierno británico y la industria de las telecomunicaciones. «Para garantizar que ninguno de los organismos financiadores pudiera influir en el resultado de la investigación, los proyectos fueron seleccionados y supervisados por un comité de gestión independiente» formado por académicos especialistas en la materia. Durante once años se hicieron estudios que dieron como fruto unos 60 artículos en revistas científicas y en ninguno se detectó conexión alguna entre móviles y cáncer, algo que encaja con el conocimiento y la evidencia acumulados incluso desde antes de que estallara esta histeria. Uno de los casos que sembró mayor inquietud en la opinión pública española fue el del colegio público Antonio García Quintana de Valladolid, donde se detectaron cinco casos de cáncer en niños y dos en adultos entre 2000 y 2003. La comunidad de padres achacó desde el principio el fenómeno a un bosque de antenas –las había de todo tipo– que se levantaba en la azotea de un edificio adyacente. La historia recibió mucha atención de la televisión, en la radio y en la prensa. El 21 de diciembre de 2001, el titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Valladolid, José Alberto Rodríguez Carretero, ordenó la retirada de todas las antenas de telefonía del edificio, al considerar que podían ser un riesgo para la

salud y detectar irregularidades en las concesiones para su instalación, aunque reconocía que no podía probarse una relación causa-efecto entre los tres casos de cáncer entonces registrados y esos dispositivos. El Informe final de la comisión de investigación de la agregación de tumores infantiles en alumnos del colegio público García Quintana de Valladolid y otro posterior, elaborado tras registrarse un nuevo caso, son concluyentes28. El primero, de 23 de mayo de 2002, establece que los datos «no apoyan la hipótesis de una relación causal entre las antenas instaladas en el edificio de la calle López Gómez 5 y la aparición del cluster de tumores infantiles», y añade que «cabe recordar que dicha hipótesis no ha sido apoyada suficientemente por los datos de la literatura científica disponible, sin perjuicio de lo que en el futuro puedan aportar nuevos estudios sobre la materia». El segundo, de 2 de diciembre de 2003, ratifica en todos sus términos el anterior29. El grupo de sabios estaba formado en ambos casos por oncólogos, pediatras, hematólogos, biólogos moleculares, expertos en protección radiológica, médicos especialistas en salud pública y epidemiólogos de la Universidad Autónoma de Madrid, el Centro Nacional de Sanidad Ambiental, el Hospital Clínico de Salamanca, el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), la Consejería de Sanidad de Madrid, el Centro de Salud de Villarramiel (Palencia), la Universidad de Valencia, el Instituto de Salud Carlos III, la Consejería de Sanidad y Bienestar Social de Castilla y León, el Instituto de Biología Molecular y Celular del Cáncer de Salamanca y la Clínica Universitaria de Navarra. ¿A qué se debía, entonces, la acumulación de casos de cáncer en el colegio público vallisoletano? Al azar. «¿Estabas hace cinco horas en el aeropuerto de Barcelona?», pregunté el 27 de marzo de 2014 por teléfono a alguien a quien no conocía en persona. Acababa de meterme en un coche en el aeropuerto de Sevilla, adonde había llegado desde Bilbao tras una escala de cuatro horas en Barcelona. Me encontraba en la capital andaluza para dar una charla sobre cómo a todos nos pueden

engañar. «Sí, estaba en el Prat», me respondió mi interlocutor. «Pues te voy a incluir en mi conferencia de esta tarde», le dije. Dos días antes de esa escena, en la redacción del periódico donde trabajo había estado varias horas a la espera de una foto para unas páginas dedicadas a un acto que iba a presentar una semana más tarde. Era un retrato de Josu Aurrekoetxea, directivo de Global In Media, una empresa que analiza para las cadenas de televisión españolas el impacto de sus producciones en las redes sociales. Nunca había hablado con él antes y era la primera vez que veía su rostro. Metí la foto en la página y me fui a casa. 36 horas después, caminaba por la terminal del aeropuerto barcelonés cuando me crucé con alguien cuya cara me sonaba. Fue todo muy rápido, pero mi cerebro acabó conectando aquel rostro con la foto del periódico. ¿Era el mismo hombre? Mientras desayunaba en Barcelona, decidí llamar a Aurrekoetxea nada más llegar a Sevilla. Iba a empezar mi charla hablando del azar y la causalidad que solemos buscarle, recordando otra sorprendente coincidencia que me había ocurrido mes y medio antes. Si él no era el tipo con quien me había cruzado, no pasaba nada; si lo era… Casualidades dentro de casualidades, dentro de casualidades… El 12 de febrero de 2014, celebrábamos en Bilbao el Día de Darwin con unas conferencias en la biblioteca municipal30. Lo hacemos desde 2007. Soy uno de los organizadores y en 2014, minutos antes de entrar en la sala, fui a recoger a la ventanilla de préstamo de libros unas tarjetas publicitarias del acto para mi archivo. La mujer que estaba en la cola delante de mí había pedido uno de los tres volúmenes de la Divina comedia, de Dante. Al darle el libro el bibliotecario le comentó que, cuando leyera la narración del viaje al Infierno, vería los terribles castigos que se le habían ocurrido al autor. Sin darle ninguna importancia, recogí las tarjetas y me fui a escuchar las conferencias, una sobre neandertales y otra sobre la posibilidad de resucitar especies extinguidas. Fueron muy interesantes, así que pronto me olvidé de Dante y su infierno. Lo primero que hice al día siguiente, nada más sentarme en mi mesa de trabajo, fue leer un artículo recién publicado en la revista

científica italiana Meccanica. Trataba de una nueva investigación sobre la sábana santa de Turín31. Los autores defendían la idea de que la imagen del lienzo era un subproducto de emisiones de neutrones, consecuencia de un fuerte terremoto ocurrido en el año 33 en Jerusalén. Esas partículas también habían alterado la cantidad de carbono 14 de la tela hasta el punto de rejuvenecerla más de mil años. Por eso el examen del radiocarbono de 1988 la había datado «entre 1260 y 1390 (±10 años)», y no en el siglo I. Eran unas conclusiones disparatadas. Si tuvieran algún atisbo de realidad, el mundo estaría lleno de telas impresas mágicamente cada vez que un temblor de tierra hubiera pillado a alguien entre las sábanas y, además, conoceríamos otros objetos de todas las épocas con alteraciones similares en el carbono 14. No es así. Lo que más me sorprendió, no obstante, fue que una de las fuentes que citaban los autores para defender la existencia del providencial terremoto era una obra de ficción: «Ese suceso es también mencionado por Dante Alighieri, en el Canto XXI del Infierno, como el terremoto más violento que nunca había sacudido la Tierra», escribían. Tan ridículo como si un ufólogo citase la película Ultimátum a la Tierra (1952) para apoyar la idea de que nos visitan extraterrestres en platillos volantes; pero allí estaba la Divina comedia cruzándose en mi vida por segunda vez en menos de 24 horas. Pocos días después, el poeta italiano volvió a llamar mi atención. Estaba en casa viendo el último episodio de la decimotercera temporada de la serie de televisión CSI: Las Vegas cuando, de repente, el forense que interpreta Ted Danson explicó a uno de sus colaboradores que el autor de los crímenes en serie que investigaban se inspiraba en los tormentos que narra Dante en el infierno de la Divina comedia. ¡No podía ser! ¿Me urgía alguien desde el Más Allá a que leyera ese clásico? El matemático inglés John Edensor Littlewood, (1885-1977), profesor de la Universidad de Cambridge, estableció que podemos esperar vivir un milagro al mes, entendiendo como tal «un evento extraordinario que tiene un significado especial y ocurre con una frecuencia de uno entre un millón». Asumía Littlewood que, durante

las horas que estamos alerta –que él cifraba en ocho diarias–, percibimos un estímulo por segundo por cualquiera de los sentidos, lo que supone 3.600 a la hora, 28.800 al día y un millón cada 35 días. Así pues, cada poco más de cuatro semanas vivimos un aparente milagro. El mío de febrero de 2014 fue Dante; el de marzo, Josu Aurrekoetxea. Naturalmente, podía haberles buscado a ambos causas misteriosas. Es lo que hacen quienes no son conscientes de la gran cantidad de estímulos a los que estamos expuestos ni de nuestra memoria selectiva. Todos hemos soñado alguna vez con alguien con quien no habíamos tenido contacto en mucho tiempo y, al día siguiente, nos ha llamado o nos han contado algo de él. Pero ¿se acuerda usted de cuántas veces ha soñado con esa persona y no ha pasado nada? No, ¿verdad? Yo tampoco, ni me acuerdo de muchos otros libros, películas, cuadros, composiciones musicales y personas que se han cruzado en mi vida desde febrero de 2014, pero sí de Dante y su Divina comedia. Desde aquella tarde en la biblioteca, me he topado con esa obra más veces que las aquí contadas, pero es que ya voy buscándola. Soy yo el que persigo a Dante, no él a mí. Aunque a primera vista no parezcan relacionados, la concentración de casos de cáncer en el colegio vallisoletano y mis repetidos encuentros con Dante tienen un mismo origen: el azar. Ésa fue la conclusión a la que llegó el comité científico que examinó los tumores del centro escolar de Valladolid y desestimó cualquier relación con el bosque de antenas próximo. El azar no es algo con lo que los humanos estemos acostumbrados a lidiar. «Hay cosas que suceden por azar y, sin embargo, buscamos una interpretación causal. Esto tiene una razón evolutiva. A los animales les viene bien descubrir las causas de las amenazas para evitarlas. Por ejemplo, al ser humano le ha venido muy bien crear la teoría de que las cosas que son de color rojo queman, pero llevamos eso demasiado lejos. Nos hemos pasado de frenada y, con la gran capacidad intelectual que tenemos, vemos causas donde no las hay. Nuestra mente no está preparada para asumir el azar, está sesgada para buscar causas», me explicaba en febrero de 2014 el matemático Jesús María Sanz Serna, catedrático de la Universidad de Valladolid y

miembro de la Real Academia Española de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales32. Véamoslo con un ejemplo. Supongamos que un día han nacido en un hospital ocho bebés, cuatro varones (v) y cuatro hembras (h). «¿Cuál de los órdenes siguientes de nacimiento es el más probable: vvvvhhhh, vhvhvhvh o vvhvhhvh? –preguntaba el matemático en un momento de nuestra conversación–. La respuesta es que los tres son igualmente probables, pero nos sorprenderíamos de que la secuencia fuera la primera. No estamos preparados para el azar». Entre 2000 y 2003, el colegio público Antonio García Quintana de Valladolid registró más casos de cáncer que los esperables, pero en el conjunto de la ciudad, de la provincia, de la comunidad autónoma y del país no se registró ninguna anormalidad. La casualidad concentró los casos de cáncer en ese centro educativo, como los podía haber acumulado, o no, en otro sitio. Entonces, si, según la ciencia, no hay nada que temer de las antenas de telefonía y las ondas de radiofrecuencia en general, ¿qué pasa con personas como Ángela Jaén y Minerva Palomar?

5. ¿Dónde están las pruebas? En 2005, James Rubin, Jayati Das-Munshi y Simon Wessely, del Instituto de Psiquiatría de la Universidad del Rey, de Londres, publicaron en la revista Psychosomatic Medicine un metaanálisis titulado «Electromagnetic hypersensitivity: a systematic review of provocation studies» [Hipersensibilidad electromagnética: una revisión sistemática de los estudios de provocación]33. Analizaron 31 estudios en los que habían participado 725 afectados de hipersensibilidad electromagnética. Descubrieron que 24 de los 31 trabajos no habían dado con ninguna prueba de la existencia de esa patología y que, de los siete aparentemente favorables a su existencia, los resultados de tres se debían a errores estadísticos, los de otros dos eran mutuamente incompatibles y los de los dos restantes no habían podido ser replicados por sus autores, algo básico en ciencia. Así que concluyeron que esta presunta enfermedad «no está relacionada con

la presencia de campos electromagnéticos», aunque quienes dicen padecerla sufran efectos muy reales34. La OMS se pronunció en esa misma línea en diciembre de 200535. Tras reconocer que hay personas que aseguran sufrir problemas de salud por su exposición a los campos electromagnéticos y que los síntomas son no específicos (enrojecimientos de la piel, sensación de quemazón, fatiga, palpitaciones, náuseas…), pero pueden llegar a resultar discapacitantes, dictaminó que «no existe una base científica para vincular los síntomas de la hipersensibilidad electromagnética con la exposición a los campos electromagnéticos. Es más, la hipersensibilidad electromagnética no es un diagnóstico médico, ni está claro que represente un único problema médico». En ese documento, la OMS recuerda que «la mayoría de los estudios indican que las personas con hipersensibilidad electromagnética no pueden detectar la exposición a los campos electromagnéticos con algo más de precisión que las personas que no muestran hipersensibilidad electromagnética. Estudios a doble ciego bien controlados y conducidos han mostrado que los síntomas no tienen correlación con la exposición a los campos electromagnéticos36. Se ha sugerido que los síntomas experimentados por algunas personas con hipersensibilidad electromagnética podrían deberse a factores ambientales no relacionados con los campos electromagnéticos. Los ejemplos pueden incluir el parpadeo de luces fluorescentes, resplandores y otros problemas visuales con monitores de vídeo, y el pobre diseño ergonómico de los puestos de trabajo con ordenadores. Existen también algunas indicaciones de que estos síntomas podrían deberse a condiciones psiquiátricas preexistentes, así como a reacciones de estrés resultado de la preocupación acerca de los efectos para la salud de los campos electromagnéticos, más que a la exposición a los campos electromagnéticos en sí misma». Nada ha cambiado desde que se publicaron el documento de la OMS y el metaanálisis de Rubin y sus colaboradores. En junio de 2011, después del dictamen de la IARC, la organización supranacional decía en otra nota informativa:

La principal consecuencia de la interacción entre la energía radioeléctrica y el cuerpo humano es el calentamiento de los tejidos. En el caso de las frecuencias utilizadas por los teléfonos móviles, la mayor parte de la energía es absorbida por la piel y otros tejidos superficiales, de modo que el aumento de temperatura en el cerebro o en otros órganos del cuerpo es insignificante. En varios estudios se han investigado los efectos de los campos de radiofrecuencia en la actividad eléctrica cerebral, la función cognitiva, el sueño, el ritmo cardíaco y la presión arterial en voluntarios. Hasta la fecha, esos estudios parecen indicar que no hay pruebas fehacientes de que la exposición a campos de radiofrecuencia de nivel inferior a los que provocan el calentamiento de los tejidos tenga efectos perjudiciales para la salud. Además, tampoco se ha conseguido probar que exista una relación causal entre la exposición a campos electromagnéticos y ciertos síntomas notificados por los propios pacientes, fenómeno conocido como hipersensibilidad electromagnética37.

6. El negocio del miedo Esta realidad es ajena a quienes están convencidos de que sufren hipersensibilidad electromagnética y a los periodistas, muchas veces bienintencionados, que se hacen eco del padecimiento de esas personas en la creencia de que existe ese mal. El 2 de marzo de 2013, La 1 de TVE emitió el telemaratón solidario Todos somos raros, todos somos únicos, dedicado a las enfermedades raras, llamadas así porque afectan a muy pocas personas. Se recaudaron casi 1,2 millones de euros para investigar sobre ellas. Es algo encomiable que una televisión pública haga visibles a los socialmente invisibles. Sin embargo, el programa presentado por Isabel Gemio echó un borrón al incluir entre esas patologías dos que no existen: la hipersensibilidad electromagnética y la sensibilidad química múltiple o alergia a los productos químicos de síntesis. Hay enfermedades raras en cuyo tratamiento el coste «se dispara y prácticamente todo lo que tiene una familia se destina a intentar arreglar esa situación. Hablamos de la sensibilidad electromagnética o química múltiple», comenzó diciendo Alfredo Menéndez, conductor de Las mañanas de Radio Nacional de España, identificando como una lo que serían dos dolencias. Y, antes de seguir, planteó a la audiencia tres inquietantes preguntas: «¿Se imaginan vivir sin hablar por teléfono móvil? ¿Se imaginan tener que vivir sin ver la televisión? ¿Se imaginan no poder abrazar a un familiar porque ha usado un jabón o un detergente en su ropa?». Tras esa introducción, el periodista entrevistó por teléfono a dos afectadas por ambas patologías, Marisa Sánchez y Angélica Gato. Contaron el calvario que viven, que les ha separado de sus seres queridos. La primera explicó que ver a su hijo, que trabaja en una peluquería, es «muy difícil» porque, para que «se limpie totalmente de químicos», tiene que lavarse durante una semana entera con bicarbonato. «El mundo no está preparado para estas enfermedades», lamentó la segunda. El presentador añadió que, por si eso fuera poco, los médicos consideran a estos enfermos locos,

les acusan «de estar fingiendo unos síntomas que a ellos les abrasan en el día a día». Fueron ocho minutos alarmistas en la televisión pública cuya cumbre coronó Ángel Martín, hijo de Ángela Jaén, la mujer que se suicidó en noviembre de 2012 para escapar del martirio que padecía por las ondas de radiofrecuencia, según ella. Presentó a su madre como la mujer «más feliz del mundo» hasta que, «debido a una antena de telefonía móvil, cogió el síndrome de hipersensibilidad y se desbarató su vida». Dijo que, huyendo de las ondas, sus padres se mudaron de casa nueve veces en un año y medio, y que los médicos se reían de la mujer. «Nadie sabe lo que significa huir del aire. Pero no son gente especial. En este tema, estamos todos incluidos… Vamos a estar todos afectados». La wifi, los teléfonos móviles y las sustancias químicas de síntesis están «desestabilizando el sistema nervioso inmunitario [sic] de la gente. A esta gente le llaman los canarios de la mina. Están avisando de lo que ya nos viene a todos», auguró Martín. Parecía un mensajero del Apocalipsis. «Esta gente se está cociendo en sus casas por la wifi del vecino, por una antena, por el [teléfono] inalámbrico. Una vez que se ha desarrollado esta patología, no pueden vivir y tienen que huir». Elvira Roda tenía 28 años cuando, en 2004, «cayó aquejada de sensibilidad química múltiple mientras trabajaba como diseñadora en el Instituto de Tecnología Cerámica de Castellón, coincidiendo con una desratización que se hizo con los empleados dentro». La joven estuvo internada varios meses en un centro privado de Dallas y, en 2008, Francisco Hernando, El Pocero, la trasladó a España en su avión privado, «higienizado para la ocasión». Vive en un búnker en Alboraya (Valencia), minimizando el contacto con todo lo que pueda provocarle una crisis, episodios que se caracterizan, en su caso, por «fotofobia, taquicardias, sequedad glandular, fibromialgia, espasmos pulmonares, estragos en los sistemas inmunológico y digestivo», y que se producen por el simple hecho de que un camión se pare delante de su casa con el motor en marcha. «Para tener acceso al búnker de Elvira y contarle al lector cómo vive hay que renunciar a asearse con los champús y colonias al uso (el olor de los químicos le desata una crisis); lavar días antes la ropa

con abundante bicarbonato, ponerla a secar y repetir la operación (para eliminar restos de suavizantes y detergentes); utilizar lo mínimo la grabadora y el móvil (por los campos electromagnéticos); y por supuesto estar dispuesto a esperar: una persona así – incomunicada, aislada, enferma, involucionada– necesita más tiempo que el resto para contestar a una pregunta», contaba en 2010 un periodista38. La mujer gasta 4.000 euros mensuales en una supuesta medicación sin conservantes ni colorantes que le traen de Andorra. «Muchas personas con diagnóstico de sensibilidad química múltiple sufren mucho y son muy difíciles de tratar. Las investigaciones bien diseñadas sugieren que la mayoría de ellos tienen un desorden psicosomático por el que desarrollan múltiples síntomas en respuesta al estrés. Si esto es cierto –y creo que lo es–, los pacientes de la ecología clínica39 corren el riesgo de diagnósticos erróneos, malos tratamientos, explotación financiera y retrasos de la atención médica y psiquiátrica. Además, las compañías de seguros, los empleadores, otros contribuyentes y, en definitiva, todos los ciudadanos se ven asediados por dudosas afirmaciones de invalidez y daños. Para proteger al público, las juntas estatales de licencias [médicas] deberían analizar las actividades de los ecólogos clínicos y decidir si la calidad general de su cuidado es suficiente para que se mantengan en la práctica médica»40, resume Stephen Barrett, experto en pseudomedicinas y pseudoterapias. No es una opinión aislada, sino la mayoritaria en la comunidad científica. Los experimentos científicamente controlados han revelado que quienes creen padecer sensibilidad química múltiple no distinguen entre sustancias sintetizadas en el laboratorio y placebos, sustancias inocuas. Así, tras revisar 37 estudios, Das-Munshi, Rubin y Wessely concluyeron en 2006 que los pacientes reaccionan ante las sustancias químicas «cuando pueden discernir las diferencias entre las activas y simuladas, lo que sugiere que el mecanismo de acción no es específico de la propia química y podría estar relacionado con las expectativas y creencias previas»41.

«El fenómeno de la sensibilidad química múltiple es una manifestación peculiar de nuestra tecnófoba y quimiófoba sociedad. La han rechazado como enfermedad orgánica la Academia Estadounidense de Alergia e Inmunología, la Asociación Médica Estadounidense, la Asociación Médica de California, el Colegio Estadounidense de Médicos y la Sociedad Internacional de Toxicología y Farmacología», escribió el químico, toxicólogo y farmacólogo Ronald E. Gots en la revista Clinical Toxicology en 199542. Tampoco la OMS la reconoce como enfermedad. Para Gots, quien ha examinado las historias clínicas de decenas de afectados, la sensibilidad química múltiple es «una etiqueta para las personas que no se sienten bien por una variedad de razones y que comparten la creencia de que la culpable de su mal es la sensibilidad química». Y añade: «Existe [la enfermedad] porque el paciente lo cree y un médico valida esa creencia». La hipersensibilidad electromagnética y la sensibilidad química múltiple son tan reales como la licantropía y las posesiones demoníacas. Son patologías de origen mental que existen en la medida en que alguien cree que las antenas o todas las sustancias químicas de síntesis le afectan hasta el punto de convertir su vida en una tortura, y hay presuntos expertos que refuerzan esa creencia. También hay gente que sufre un calvario porque se cree poseída por el Diablo, y eso no demuestra que el demonio exista, aunque un exorcista lo certifique. Al igual que la mejor forma de evitar una posesión satánica es no creer en Satanás, para no sufrir de hipersensibilidad electromagnética o sensibilidad química múltiple basta con no creer en la nocividad de las ondas de telefonía o de sustancias químicas artificiales en principio inocuas. Sin embargo, como hay personas que se creen afectadas, hay desaprensivos dispuestos a sacarles los cuartos. Existe en España un entramado de entidades que han hecho del pánico electromagnético un negocio. Forman parte de él Geosanix, la Organización para la Defensa de la Salud, la Fundación Vivo Sano y la Fundación para la Salud Geoambiental, entre otras. Predican que las ondas de radiofrecuencia provocan terribles

enfermedades, en contra de todas las pruebas científicas, y comparten sede en el 6º derecha del número 36 de la madrileña calle Príncipe de Vergara. Como si fueran una hidra, juntas, pero a la vez separadas, fomentan el miedo electromagnético y le sacan partido: venden artilugios para frenar las ondas; ofrecen asesorías legales y medioambientales a quienes se consideran afectados por patologías como la hipersensibilidad electromagnética; y hasta cuentan con la colaboración de médicos que diagnostican esa patología y también la sensibilidad química múltiple. Inventar una enfermedad, convencer a la gente de que la tiene y venderle un remedio inútil puede ser un magnífico negocio. Si se despoja del burka a la hipersensibilidad electromagnética, sólo quedan declaraciones de afectados, sobrecogedoras, pero que no demuestran que su padecimiento tenga una causa orgánica y, mucho menos, que ésta sea las ondas de radiofrecuencia. La hipersensibilidad electromagnética existe únicamente en la medida en que hay gente que cree que la padece, y se aprovechan de ella vendedores de productos inútiles. Estos últimos hacen su agosto gracias a la ingenuidad de las víctimas y, también, al periodismo irresponsable y alarmista que, ante una afirmación extraordinaria, cae rendido en brazos del charlatán de turno que le da titulares increíbles y nunca consulta con científicos de verdad porque la historia se iría abajo. Dejar a los llamados electrosensibles en manos de supuestos expertos, que en realidad sólo venden productos y servicios milagrosos, es como abandonar a alguien que se cree poseído por el Diablo ante el crucifijo de un exorcista.

Todas las mentiras conducen a la verdad1 A finales de los años 90 formaba yo parte de una lista de correo electrónico en la que hablábamos de ciencia y fenómenos paranormales. La mayoría éramos escépticos. Un buen día, un miembro nos avisó de que había encontrado una web donde te animaban a participar en un experimento telepático. Si decías que sí, el siguiente paso consistía en elegir mentalmente una carta de un grupo de naipes de la baraja francesa. Después, la pantalla se fundía en negro y te avisaban de que ibas a volver a ver el mismo grupo, pero ya no estaría tu carta. Acertaban. Daba igual cuántas veces repitieras el experimento, cuando aparecía el segundo grupo de cartas, nunca estaba la tuya. «¡Esto asusta!», reconoció el descubridor de la página en su primer mensaje. Recuerdo la noche en que me topé con la enigmática web. Estaba sentado en el suelo de mi actual despacho, todavía sin muebles y con el ordenador encima de una caja de libros, cuando aparecieron en la pantalla del ordenador las cartas, elegí una, desaparecieron, volvieron a aparecer y allí no estaba la mía. Me sorprendió. Como no había forma de que al otro lado de la línea telefónica alguien pudiera saber qué carta había elegido, se me ocurrió una posible explicación: no había en el segundo grupo ninguna carta del primero. Así, eligiera la que eligiera, siempre desaparecería la mía. Volví a hacer el experimento, pero apuntando en un papel las cartas del primer grupo. Cuando aparecieron las del segundo, no había allí ninguna del primero. No fui el único de la lista de correo que cazó el truco a la primera. Otros también lo hicieron y hasta con menos esfuerzo: bastaba con elegir dos cartas en vez de una para saber cuál era el truco. Como muchos cuando topan con lo extraordinario, algunos miembros de aquella lista de correo escéptica no tuvieron en cuenta que les podían hacer trampas. La realidad de fenómenos como el espiritismo, la videncia, la homeopatía, la electrosensibilidad y muchos otros depende de nuestra fe y candidez. Si somos confiados, nos podrán convencer de su existencia; si no, lo tendrán más difícil. Como han comprobado en estas páginas, desconfiar y estar en guardia ante lo extraordinario no

es ninguna tontería. Creer en lo increíble puede salirnos muy caro: podemos perder dinero, la salud y, en ocasiones, hasta la vida. No basta con que seamos inteligentes para protegernos de este tipo de engaños; tenemos que saber dónde y cómo mirar. Alfred Russel Wallace y Steve Jobs fueron genios, pero, aún así, el primero creía en el espiritismo y el segundo murió prematuramente por su confianza en las medicinas alternativas. Cuando era un crío pensaba –ingenuo de mí– que lo que leía en periódicos, revistas y libros, o aquello de lo que hablaban en la radio y en la tele, no podía ser mentira. ¡Cómo iban a permitirlo los directores de esos medios y de las editoriales! ¡Cómo iba alguien a contar algo que sabe que es falso y exponerse a que le llamaran mentiroso! Poco a poco, aprendí que la mentira puede ser un gran negocio, que nadie sabe de todo y que a cualquiera –incluido yo– le pueden dar gato por liebre. Por muchos fenómenos fraudulentos que uno conozca, siempre habrá uno nuevo. No vale, por tanto, con saber mucho de lo paranormal. Tenemos que aprender a pensar críticamente. Es lo único que puede protegernos de los vendedores de misterios y de remedios mágicos, personajes de los que más hay que desconfiar cuanto más famosos sean porque, si un principio hay en esos gremios es que, cuanto más renombre tiene uno, más mentiroso y tergiversador es. Así pues, la próxima vez que vea en la televisión a un ufólogo, un parapsicólogo, un vidente, un periodista del misterio o un médico alternativo de renombre, desconfíe de él. Por mucho que echemos en falta a nuestros seres queridos, no van a volver ni se van a manifestar a través de médiums. Disfrutemos de la vida y de los recuerdos que tenemos de ellos. Como el que más, echo en falta a quienes quise, sigo queriendo y ya no están entre nosotros; pero no creo en el Más Allá en ninguna de sus formas porque no hay ninguna prueba objetiva de que exista. Si la hubiera, no hablaríamos de religión ni de espiritismo, sino de ciencia, y los espíritus nos transmitirían conocimientos útiles y no se limitarían a decir que nos quieren y otras obviedades que sólo sirven de consuelo a los más crédulos. Lamentablemente, hay tantas pruebas de una vida después de la muerte como de una vida antes del nacimiento.

Si los adivinos adivinaran algo estarían todos en algún paraíso, tumbados al sol sin dar golpe tras haber ganado millones en los juegos de azar o en inversiones. La medicina científica no lo cura todo, pero la medicina alternativa no cura nada. Si lo hiciera sería simplemente medicina. Imagínese que la homeopatía sirviera para algo más que engordar las arcas de las multinacionales del sector y los bolsillos de médicos y farmacéuticos sin vergüenza. Sería incluida inmediatamente en la sanidad pública porque un poco de agua resolvería problemas cuya solución precisa en la actualidad de costosos equipos, medicamentos y tratamientos. Si conoce a algún homeópata o devoto de esa práctica, anímele a que pida anestesia homeopática la próxima vez que vaya al dentista. Si el zahorismo fuera real, no harían falta geólogos ni sofisticados equipos de prospección para descubrir agua ni yacimientos metalíferos y petrolíferos. Si la telepatía existiera, no habría secretos; ninguno. Y podríamos seguir así con todos los fenómenos que llenan las revistas y los programas esotéricos de radio y televisión. Por norma, si para que algo funcione hay que creer en ello, es que no funciona y, si sólo un experto o un grupo muy reducido defiende la existencia de una enfermedad de la que nadie más ha conseguido pruebas tras décadas de investigación, es que el mal no existe y estamos ante un negocio de venta de remedios inútiles para enfermedades inexistentes. No es casualidad que sea el mismo médico el que sistemáticamente habla en los medios de comunicación españoles de las amenazas de la hipersensibilidad electromagnética y la sensibilidad química múltiple, las diagnostica y recomienda a sus pacientes que compren sustancias que cuestan cientos de euros mensuales para minimizar sus efectos. Como dice la frase de Expediente X que encabeza estas líneas, a veces las mentiras pueden llevarnos hasta la verdad. Martin Gardner (1914-2010) fue uno de los maestros de la divulgación científica y el pensamiento crítico. Creía que «una de las mejores maneras de aprender algo sobre cualquier rama de la ciencia es descubrir en qué se equivocan sus chiflados»2. Hace años se puso de moda entre ciertos colegas escépticos renegar de la denuncia de las –por ellos

llamadas– chorradas paranormales por considerarla una pérdida de tiempo. Había que pasar, decían, a una nueva fase en la lucha contra el pensamiento mágico. En su opinión, carecía de sentido seguir saliendo a contestar a quienes sostienen que la Tierra es plana, que hay niños que parecen imanes humanos y que algunas personas son capaces de detectar corrientes subterráneas de agua gracias a una misteriosa energía, por ejemplo. Las afirmaciones paranormales –y aquí uso el término en el sentido más amplio posible– son para mí como una muñeca rusa que esconde en su interior algo que resulta siempre más atrayente que el envoltorio, por muchos prodigios que éste exhiba. Seguramente, usted nunca se había parado a pensar en cómo alguien puede engañar a la gente echándole las cartas o simulando hablar con sus muertos. Simplemente, da por hecho que es un timo. Espero que, tras leer estas páginas, admire el mecanismo psicológico que hay detrás. Resulta prácticamente imposible convencer a un creyente del sinsentido de su fe, pero eso no significa que debamos renunciar a exponer el engaño. Al contrario. Desvelar las tretas de los adivinos y los médiums ante un público normal puede ser una especie de inmunización ante lo irracional para esas personas. Un vídeo en el que John Edward, o Anne Germain, habla presuntamente con espíritus puede servir para sembrar la semilla de la duda en quien lo ve, para animarle a que interiorice un simple mensaje: ignorar cómo alguien hace algo no implica que ese algo sea sobrenatural. Que yo no sepa algo no significa que sea inexplicable. Cuando alguien suspende el espíritu crítico ante banalidades como la güija y la telequinesia, es más fácil que también lo haga ante afirmaciones peligrosas, como que el VIH no causa el sida y que las vacunas provocan autismo. Hace décadas que sigo la prensa esotérica española y he comprobado que en ella viven en feliz armonía bobadas aparentemente inocuas con mentiras peligrosas, el negocio de los videntes con el de quienes venden todo tipo de remedios milagrosos y dicen que lo que mata no es el cáncer, sino la quimioterapia y la radioterapia. Esas publicaciones han creado una realidad paralela en la cual lo que no funciona en el mundo real lo hace en las ficciones disfrazadas de periodismo que llenan sus

páginas. Y, claro, si uno cree que seres de otros mundos secuestran a humanos para introducirles sondas anales o que hay gente capaz de ver el futuro –aunque nunca acierte el número del próximo sorteo de la lotería–, ya está sin defensas y dispuesto a dar verosimilitud a la conspiración más delirante, a recurrir al reiki y a creer que los móviles provocan cáncer, aunque no haya ninguna prueba de ello. Son cosas diferentes, sí; pero, cuando los extraterrestres, los superpoderes, los fantasmas y los dioses han minado las defensas de la razón, los vendedores de dietas milagro, de homeopatía, de protectores contra las ondas electromagnéticas y de cosméticos que activan los genes de la juventud tienen vía libre. Por eso creo que es fundamental la crítica de las chorradas paranormales.

Agradecimientos Este libro hubiera sido imposible sin el trabajo de todos los autores que cito –escépticos y creyentes–, sin la gente con quien he hablado de los temas más variados desde hace años, sin los libreros de segunda mano a través de los cuales he adquirido muchos de los títulos consultados y sin las instituciones que, como la Biblioteca Nacional de España, han empezado a digitalizar sus fondos para que cualquiera pueda acceder a ellos a través de internet. Además, los documentalistas Jesús Oleaga, Pablo Fernández-Polanco y Salvador Robles; los periodistas Antonio Calvo, Chiqui de la Fuente y Pedro Vallín; el mago Enrique Márquez, y los escépticos Barry Karr y Douglass Smith me han facilitado material indispensable sobre algunos asuntos. Estoy también en deuda con el matemático Julián Aguirre, el traductor y comunicador Xosé Castro, el médico Adrian Hugo Llorente, el físico Alberto Nájera, los astrofísicos José Félix Rojas y Agustín Sánchez Lavega, y el médico y microbiólogo Guillermo Quindós por atender mis consultas y hacer puntualizaciones en varios capítulos. Los periodistas César Coca y Mikel Iturralde, los ingenieros César Higuero y Unai Macías, los biólogos y divulgadores Juan Ignacio Pérez Iglesias y José Carlos Pérez Cobo, y el informático Javier Pedreira (Wicho) leyeron una primera versión de este libro y detectaron errores e incongruencias que yo había pasado por alto. Las aportaciones de todos ellos han mejorado considerablemente el original. Cuando este libro era poco más que una idea, el director y guionista de televisión Jose A. Pérez Ledo, con quien tuve el placer de grabar la serie Escépticos, dijo en una cena en broma que le gustaría escribir el prólogo. Tomé nota mentalmente y se lo pedí meses después. José Antonio Menor, de Léeme Libros, confió en mí en todo momento, me dio total libertad a la hora de escribir estas páginas e hizo sugerencias y correcciones claves. El título y el enfoque son en parte culpa del sociólogo Luis Rull, organizador del EBE, el gran encuentro sobre internet que se celebra anualmente en Sevilla. Cuando en 2011 me pidió que diera

una charla ante el plenario de ese congreso, le propuse hablar sobre los riesgos de la credulidad. Aceptó y titulé mi conferencia El peligro de creer. Esa intervención fue dos años después el germen del que surgió este libro. Mi familia me ha apoyado en todo desde que tengo uso de razón y ha aguantado mis locuras como si fuera algo normal. Sin ellos –los que están y los que, por desgracia, ya no están–, nunca hubiera hecho lo que he hecho. Especialmente sin mis padres, Margarita y Luis Alfonso, mi abuela Margarita y mi tía Juli. Mi esposa, la periodista Luisa Idoate, además de estar siempre ahí desde hace años, me animó desde el principio de este proyecto – como ha hecho con todas las aventuras en las que me he embarcado– e hizo una impagable lectura crítica del original. Cualquier posible error es sólo responsabilidad mía.

Obras Consultadas A , Daniel R. [2009]: Extraterrestres, humanos, dioses y estrellas. Divagaciones desde la frontera entre la sociedad y la ciencia. Prologado por Wilfredo Mattos Cintrón. Equipo Sirius. Madrid. 414 páginas. B C C C

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Notas [←1] Ortiz, Ana María [2012]: «Desmontando a la médium que habla con los muertos». El Mundo (Madrid). 7 de octubre.

[←2] Gámez, Luis Alfonso [2012a]: «“La gente cree en lo paranormal por miedo a la muerte”, dice James Randi». Magonia. 28 de mayo. http://magonia.com/2012/05/28/la-gente-cree-en-lo-paranormalpor-miedo-a-la-muerte-dice-james-randi/

[←3] Seckel, Al [1987]: «God’s frequency is 39.17 MHz: the investigation of Peter Popoff». The Skeptic Tank. http://www.skeptictank.org/popoff2.htm

[←4] Randi, James [1989]: The faith healers. Prologado por Carl Sagan. Prometheus Books. Buffalo. 146.

[←5] Ibid., 147.

[←6] Gámez, Luis Alfonso [2012b]: «Sigourney Randi». CSI. 8 de agosto. http://www.csicop.org/specialarticles/show/sigourney_randi/

[←7] Randi [1989], op. cit., 152.

[←8] Steiner, Robert A. [1986]: «Exposing the faith-healers». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 11, Nº 1 (otoño). 28-31. http://www.csicop.org/si/show/exposing_the_faith-healers

[←9] Gámez [2012a], op. cit.

[←10] Kelly, Lynne [2004]: The skeptic’s guide to the paranormal. Allen & Unwin. Crows Nest. 41.

[←11] El País [1988]: «Reagan y los astros». El País (Madrid). 11 de mayo. http://elpais.com/diario/1988/05/11/opinion/579304807_850215.ht ml

[←12] Galaz, Mabel [1988]: «Todos preguntan a Maritxu». El País (Madrid). 15 de mayo.

[←13] Schwarz, Mauricio-José [2010]: «‘Todoenuno’ de telebasura rosa y esotérica». El Retorno de los Charlatanes. 27 de junio. http://charlatanes.blogspot.com.es/2010/06/todoenuno-detelebasura-rosa-y.html

[←14] Cavanilles, Javier [2010]: «Una médium de opereta». Desde el Más Allá (Más o Menos). 13 de agosto. http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/desde_el_mas_alla/2010/0 8/13/una-medium-de-opereta.html

[←15] Gámez, Luis Alfonso [2010]: «‘Más allá de la vida’: los trucos de los médiums de la tele para simular que se comunican con los muertos». Magonia. 9 de agosto. http://magonia.com/2010/08/09/mas-alla-la-vida-trucos-losmediums-la-tele-para/

[←16] Shermer, Michael [2001]: «Deconstructing the dead. ‘Crossing over’ to expose the tricks of popular spirit mediums». Scientific American (Nueva York). Vol. 284, Nº 2 (agosto). 29. http://www.michaelshermer.com/2001/08/deconstructing-thedead/

[←17] Frases extraídas de las predicciones del horóscopo de un día elegido al azar en un periódico español.

[←18] Forer, Bertram [1949]: «The fallacy of personal validation: a classroom demonstration of gullibility». Journal of Abnormal and Social Psychology (Washington). Vol. 44, Nº 1. 118-123.

[←19] Henry, Mike; y Henry, Patrick [2005]: «El lío Cleveland-Loretta Quagmire» [«The Cleveland-Loretta Quagmire»]. Padre de familia [Family Guy]. Temporada 4ª. Episodio 55. Fox Broadcasting Company. 12 de junio.

[←20] El Comité para la Investigación Escéptica (CSI) –hasta 2006, Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP)– es la organización científica más importante dedicada al estudio de lo extraordinario. Fue fundada en 1976 por el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov, el divulgador científico Martin Gardner, el periodista Philip J. Klass, el filósofo Paul Kurtz, el ilusionista James Randi y el astrofísico Carl Sagan. Tiene su sede en Buffalo (Nueva York, Estados Unidos) y publica la revista The Skeptical Inquirer. http://csicop.org

[←21] Nickell, Joe [2010]: «John Edward: spirit huckster». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 34, Nº 2 (marzo-abril). 19-22. http://www.csicop.org/si/show/john_edward_spirit_huckster/

[←22] Redacción [2002]: «Danson’s visit with the dead». Hollywood.com. 26 de abril. http://www.hollywood.com/static/tvinterview-living-with-the-deads-ted-danson

[←23] Shermer, Michael [1998]: «Talking twaddle with the dead». Skeptic (Altadena). Vol. 6, Nº 1 (enero). 48-53. http://www.skeptic.com/reading_room/talking-twaddle-with-thedead/

[←24] Redacción [2012]: «Un extrabajador de ‘Más allá de la vida’ denuncia que el ‘show’ de Anne Germain es una estafa». Fórmula TV (Madrid). 7 de octubre. http://www.formulatv.com/noticias/27286/trabajador-mas-alla-dela-vida-denuncia-estafa-anne-germain/

[←25] Efe [2013]: «La mentalista Anne Germain, «dolida y confusa», dice que sigue con su gira». La Vanguardia (Barcelona). 28 de marzo. http://www.lavanguardia.com/gente/20130328/54370773307/men talista-anne-germain-dolida-confusa-sigue-gira.html

[←26] Germain, Anne [2011]: Más allá de las lágrimas. Aguilar (Madrid). 224 páginas.

[←1]

Hydesville no existe en la actualidad; pero, a mediados del siglo XIX, formaba parte de la ciudad de Arcadia.

[←2] Pond, Mariam B. [1947]: The unwilling martyrs. Spiritualist Press. Londres. 18.

[←3] Ibid., 20.

[←4] Lewis, E.E. [1848]: A report of the mysterious noises, heard in the house of Mr. John D. Fox, in Hydesville, Arcadia, Wayne County. Rochester. 5-9. http://magonia.com/files/ee_lewis_mysterious_noises_1848.pdf En este informe se echan de menos los testimonios de Kate y Maggie, las auténticas protagonistas de la historia.

[←5] Underhill, Ann Leah [1885]: The missing link in modern spiritualism. Thomas R. Knox & Co. Nueva York. 6. http://www.gutenberg.org/files/40485/40485-h/40485-h.htm

[←6] En Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y otros países, el Día de los Inocentes se celebra el 1 de abril.

[←7] Evidentemente, aunque Margaret Fox habla de su «hija pequeña», se refiere en realidad a su primogénita, Emily, que murió en la infancia.

[←8] Underhill [1885], op. cit., 7.

[←9] Doyle, Arthur Conan [1926]: El espiritismo. Su historia. Sus doctrinas. Sus hechos [The history of spiritualism]. Traducción de A. Díaz Retg. Biblioteca del Más Allá. Madrid 1927. 49.

[←10] Salvo que se indique lo contrario, los testimonios de lo acaecido en la cabaña de Hydesville aquellos días de marzo y abril de 1848 proceden de la obra de E.E. Lewis.

[←11] Lewis [1848], op. cit., 10-16.

[←12] El universalismo y el metodismo son dos ramas del protestantismo.

[←13] Ibid., 27-29.

[←14] Otros autores aseguran que le dio la noticia una amiga o la madre de una alumna. En los textos de la época y los libros posteriores –incluidos los de Ann Leah Underhill y Mariam Pond–, se ofrecen versiones distintas, cuando no contradictorias, de algunos de los hechos fundacionales del movimiento espiritista.

[←15] Underhill [1885], op. cit., 32.

[←16] Weisberg, Barbara [2004]: Talking to the dead. Kate and Maggie Fox and the rise of spiritualism. Harper San Francisco. San Francisco. 46.

[←17] Underhill [1885], op. cit., 35.

[←18] El relato de Ann Leah sobre lo ocurrido en Rochester, publicado en su libro The missing link in modern spiritualism, hay que considerarlo una ficción interesada. Es la versión de alguien que siempre quiso alimentar el misterio alrededor de ella y sus hermanas, como comprobará el lector en las páginas siguientes. En la literatura de la época, no hay otro testimonio de los espectaculares fenómenos que narra vinculados a las Fox: levitación de mesas, ovaciones masivas…

[←19] Underhill [1885], op. cit., 57.

[←20] Ibid., 48-49.

[←21] Doyle [1926], op. cit., 62.

[←22] Underhill [1885], op. cit., 51.

[←23] Capron, Eliab W. [1855]: Modern spiritualism: its facts and fanaticism, its consistencies and contradictions. Bela Marsh. Boston. 91.

[←24] Los Hijos de la Templanza era una asociación partidaria de la prohibición del alcohol, fundada en Nueva York en 1842.

[←25] Capron [1855], op. cit., 390-391.

[←26] Capron, Eliab W.; y Barron, Henry D. [1850]: Singular revelations: explanation and history of the mysterious communion with spirits; comprehending the rise and progress in western New York, generally received as spiritual communications. Capron and Barron. Auburn. 96 páginas. http://www.nasm.org.au/pdf/Explanation%20of%20the%20Mysteri ous%20Noises%20Capron%201850.pdf

[←27] Underhill [1885], op. cit., 103.

[←28] Redacción [1888]: «Spiritualism exposed: Margaret Fox Kane confesses to fraud». New York World (Nueva York). 21 de octubre. En Houdini, Harry [1924a]: A magician among the spirits. Cambridge University Press (Col. «Cambridge Library collection»). Cambridge 2011. 8.

[←29] Doyle [1926], op. cit., 68.

[←30] Weisberg [2004], op. cit., 114.

[←31] Horowitz, Mitch [2009]: Occult America. The secret story of how mysticism shaped our nation. Bantam Books. Nueva York. 55.

[←32] En 2013, 5 de cada 1.000 bebés blancos y 12 de cada 1.000 negros morían en Estados Unidos antes de cumplir el año.

[←33] Weisberg, Barbara. Talking to the Dead. Kate and Maggie Fox and the Rise of Spiritualism, Harper Collins (2005).

[←34] Davenport, Reuben Briggs [1888]: The death-blow to spiritualism. Being the true story of the Fox Sisters, as revealed by authority of Margaret Fox Kane and Catherine Fox Jencken. C.W. Dillingham. Nueva York. 30-31. http://www.gutenberg.org/files/33506/33506h/33506-h.htm

[←35] Davenport [1888], op. cit., 32-38.

[←36] Ibid., 55-58.

[←37] Ibid., 65.

[←38] Ibid., 70.

[←39] Redacción [2004]: «Amanda Berry is dead, psychic tells her mother on Montel Williams’ show». Cleveland Plain Dealer (Cleveland). 18 de noviembre. http://www.cleveland.com/metro/index.ssf/2013/05/amanda_berry _is_dead_psychic_t.html

[←40] Bhattacharjee, Rita [2013]: «Psychic under fire for wrongly predicting Ohio abductee’s death». MSN News (Seattle). 7 de mayo. http://news.msn.com/us/psychic-under-fire-for-wronglypredicting-ohio-abductees-death

[←41] Shaffer, Ryan; y Jadwiszcz, Agatha [2010]: «Psychic defective: Sylvia Browne’s history of failure». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 34, Nº 2 (marzo-abril). 38-42. http://www.csicop.org/si/show/psychic_defective_sylvia_brownes_history_of_failure/

[←42] Según la lápida de su tumba en el cementerio de Cypress Hills (Nueva York) y el árbol genealógico que incluye en su libro Mariam Pond, a finales de marzo de 1848, Kate y Maggie habían cumplido 11 y 14 años, respectivamente. Ya sea por mala memoria o por descargarse de responsabilidad frente a su hermana mayor, a quien siempre culparon del montaje espiritista, las dos mujeres se quitaron años en sus confesiones.

[←43] Capron [1855], op. cit., 421-422.

[←44] Kurtz, Paul [1985]: «Spiritualists, mediums and psychics: some evidence of fraud». En Kurtz, Paul (Ed.) [1985]: A skeptic’s handbook of parapsychology. Prologado por Paul Kurtz. Prometheus Books. Buffalo. 183.

[←45] Lewis [1848], op. cit., 38-39.

[←46] Redacción [1904]: «Headless skeleton in Fox sisters’ home». The New York Times (Nueva York). 24 de noviembre.

[←47] La Sociedad para la Investigación Psíquica (SPR) se fundó en 1882 en Londres para estudiar «la gran cantidad de fenómenos discutibles designados por términos tales como hipnótico, psíquico y espiritista». Fue la primera organización parapsicológica. Su primer presidente fue Henry Sidgwick, profesor de filosofía moral de la Universidad de Cambridge.

[←48] Nickell, Joe [2008]: «A skeleton’s tale: the origins of modern spiritualism». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 32, Nº 4 (julioagosto). 20. http://www.csicop.org/si/show/skeletons_tale_the_origins_of_mod ern_spiritualism/

[←49] Journal of the American Society for Psychical Research [1909]: «Editorial». Journal of the American Society for Psychical Research (Nueva York). Vol. 3, Nº 3 (marzo). 191.

[←1] Weatherly, Lionel A.; y Maskelyne, John Nevil [1892]: The supernatural? Cambridge University Press (Col. «Cambridge Library collection»). Cambridge 2011. 183.

[←2] Maskelyne, Jasper [1936]: White magic. The story of the Maskelynes. Stanley Paul & Co. Londres. 15-16.

[←3] Mulholland, John [1938]: Beware familiar spirits. Charles Scribner’s Sons. Nueva York. 49.

[←4] Gámez [2012a], op. cit.

[←5] Gámez, Luis Alfonso [2003]: «La sabiduría de los brujos». Magonia. 15 de julio. http://magonia.com/2003/07/15/la-sabidurialos-brujos/

[←6] Fuentes, Carmen [1975]: «El ilusionista José Luis Ballesteros realizó las mismas pruebas que Uri Geller». Abc (Madrid). 29 de octubre.

[←7] Perera, Ramos [1975]: Uri Geller al descubierto. Prologado por Vintila Horia. Sedmay Ediciones. Madrid. 90.

[←8] Citado por Gardner, Martin [1981]: La ciencia. Lo bueno, lo malo y lo falso [Science. Good, bad and bogus]. Traducción de Natividad Sánchez Sáinz-Trápaga. Alianza Editorial (Col. «El libro de bolsillo», Nº 1.365). Madrid 1988. 289.

[←9] Ibid., 290.

[←10] Pamplin, Brian R.; y Collins, Harry [1975]: «Spoon bending: an experimental approach». Nature (Londres). Vol. 257, Nº 5.521 (4 de septiembre). 8.

[←11] Mulholland [1938], op. cit., 52-53.

[←12] Ibid., 54.

[←13] Doyle [1926], op. cit., 171.

[←14] Lamb, Geoffrey [1976]: Victorian magic. Routledge & Kegan Paul. Londres. 56.

[←15] Mulholland [1938], op. cit., 59.

[←16] Doyle [1926], op. cit., 171-172.

[←17] Lamb [1976], op. cit., 75.

[←18] Maskelyne [1936], op. cit., 20.

[←19] Ibid., 22-23.

[←20] Weatherly y Maskelyne [1892], op. cit., 190.

[←21] Ibid., 183.

[←22] Houdini [1924a], op. cit., 17-37.

[←23] Gámez [2012a], op. cit.

[←24] Se conoce como pareidolia la ilusión que hace que percibamos un estímulo sin sentido o ambiguo como algo definido. La evolución ha modelado nuestro cerebro para buscar patrones donde no lo hay. Eso seguramente fue una indudable ventaja en su momento al llevarnos a identificar en manchas aisladas entre la maleza posibles depredadores, aunque no veíamos al animal entero; pero conlleva que veamos caras y otras cosas en las nubes, en mesas de mármol y en muchos otros sitios donde no hay nada.

[←25] Maskelyne [1936], op. cit., 13.

[←26] Redacción [1922]: «Dinosaurs cavort in film for Doyle». The New York Times (Nueva York). 3 de junio.

[←27] Doyle, Arthur Conan [1887]: «A test message». Light (Londres). Vol. 7, Nº 339 (2 de julio). 303. http://www.sshf.com/encyclopedia/index.php/A_Test_Message

[←28] Doyle, Arthur Conan [1887]: «A test message». Light (Londres). Vol. 7, Nº 339 (2 de julio). 303. Doyle, Arthur Conan [1918 y 1919]: La Nueva Revelación. El mensaje vital [The New Revelation. The vital message]. Traducción de Alfonso Siglas. Valdemar (Col. «El club Diógenes», Nº 64). Madrid 1997. 15-17.

[←29] Ramón y Cajal, Santiago [1901, 1920 y 1934]: Obras selectas (Mi infancia y juventud. Charlas de café. El mundo visto a los ochenta). Prologado por Juan Fernández Santarén. Editorial Espasa-Calpe (Col. «Austral summa»). Madrid 2000. 606.

[←30] Ramón y Cajal, Santiago [1919 y 1923]: Recuerdos de mi vida. Edición de Juan Fernández Santarén. Editorial Crítica (Col. «Clásicos de la ciencia y la tecnología»). Madrid 2006. 392.

[←31] Banachek [2002]: Psychophysiological thought reading or muscle reading and the ideomotor response revealed. Magic Inspirations. Houston 2011. 8-19.

[←32] Houdini [1924a], op. cit., 138.

[←33] Ibid., 140.

[←34] Ibid., XI.

[←35] Metapsíquica era el nombre que recibía la parapsicología a principios del siglo XX.

[←36] Menéndez Ormaza, Joaquín [1923]: La luz negra o la visión al través de los cuerpos opacos. Librería San Martín. Madrid. 36.

[←37] Menéndez Ormaza [1923], op. cit., 38-46.

[←38] Ibid., 77-81.

[←39] Marqués de Santa Cara [hacia 1924]: Un tanteo en el misterio. Ensayo experimental sobre la lucidez sonambúlica. M. Aguilar. Madrid. 277.

[←40] Redacción [1924]: «Un tipo de metapsiquia». La Vanguardia (Barcelona). 10 de enero.

[←41] Masriera Rubio, Miguel [1924]: «La metasomoscopia (II y último)». La Vanguardia (Barcelona). 16 de febrero.

[←42] Rodríguez Lafora, Gonzalo [1924]: «Sobre la visión a través de los cuerpos opacos». El Sol (Madrid). 10 de enero.

[←43] Márquez, Enrique [1991]: «Harry Houdini, un capítulo de su lucha contra el fraude». El Ojo Escéptico (Buenos Aires). Vol. 1, Nº 3 (diciembre). 14-15. http://www.elojoesceptico.com.ar/revistas/eoe03/eoe0311

[←44] Redacción [1924]: «Challenge super-sight». The New York Times (Nueva York). 7 de mayo.

[←45] Mülberger, Annette; y Balltondre, Mònica [2012]: «Metapsychics in Spain: acknowledging or questioning the marvelous?». History of the Human Sciences (Londres). Vol. 25, Nº 2 (abril). 108-130.

[←46] Zárraga, Miguel de [1924]: «‘Abc’ en Nueva York. El maravilloso Argamasilla». Abc (Madrid). 24 de mayo.

[←47] Rodríguez Lafora, Gonzalo [1925]: «Espiritismo, videncia y engaños». El Sol (Madrid). 1 de agosto

[←48] Argamasilla de la Cerda, Joaquín María; y Lafora, Gonzalo R. [1925]: «Una carta y una respuesta. Espiritismo, videncia, engaños». El Sol (Madrid). 8 de agosto.

[←49] Houdini, Harry [1924b]: Houdini exposes the tricks used by the Boston medium Margery to win the $2500 prize offered by the Scientific American. Also a complete exposure of Argamasilla, the famous Spaniard who baffled noted scientists of Europe and America, with his claim to X-ray vision. Adam Press Publishers. Nueva York. 38 páginas.

[←50] Rodríguez Lafora, Gonzalo [1926]: «La visión a través de los cuerpos opacos: el caso Argamasilla». El Sol (Madrid). 17, 18 y 19 de febrero.

[←51] Araquistáin, Luis [1926]: «La visión en los cuerpos opacos». El Sol (Madrid). 23 de febrero.

[←52] Negrín, Juan [1926]: «Opinión del doctor Negrín». El Sol (Madrid). 2 de marzo.

[←53] Febus [1926]: «Conferencia del doctor Rodríguez Lafora. Los fenómenos espiritistas supernormales». El Sol (Madrid). 22 de mayo.

[←54] Rodríguez Lafora, Gonzalo [1927]: Don Juan, los milagros y otros ensayos. Prologado por Luis Valenciano Gayá. Alianza Editorial (Col. «El libro de bolsillo», Nº 591). Madrid 1975. 193.

[←55] Houdini [1924a], op. cit., 152.

[←56] Doyle [1918 y 1919], op. cit., 30.

[←57] Ibid., 37.

[←58] Ibid., 164-166.

[←59] Houdini [1924a], op. cit., 164-165.

[←60] Doyle, Arthur Conan [1922]: El misterio de las hadas [The coming of the fairies]. Prólogo y epílogo de Christopher y Letitia Clemens. Traducción de Jerónimo Sahagún. José J. de Olañeta, Editor (Col. «Hesperus»). Palma de Mallorca 1998. 49.

[←61] Bartolomé de las Casas (1474-1566) fue un fraile dominico español, obispo de Chiapas, cronista de Indias y defensor de los derechos de los indígenas americanos frente a los abusos de los conquistadores.

[←] Villa, Carmen Elena [2009]: «El falso coma de Rom Houben no es un caso aislado». Zenit. 25 de noviembre. http://www.zenit.org/es/articles/el-falso-coma-de-rom-houben-noes-un-caso-aislado

[←2] Efe [2009]: «El belga diagnosticado por error de coma aguantó 23 años gracias a su familia». El Mundo (Madrid). 24 de noviembre. http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/11/24/neurociencia/1259089994.ht ml

[←3] Missé, Andreu [2009]: «Prisionero en su propio cuerpo. “Gritaba pero nadie me oía”». El País (Madrid). 29 de noviembre. http://www.elpais.com/articulo/ reportajes/Gritaba/nadie/oia/elpepusocdmg/20091129elpdmgrep_4/Tes

[←4] Agencias [2009]: «Vuelta a la vida 23 años después». Público (Madrid). 26 de noviembre. http://www.publico.es/actualidad/vuelta-vida-23-anosdespues.html

[←5] Houben, Rom [2009]: «Escuchaba, veía, sentía, pero sólo dentro de mí». El Mundo (Madrid). 29 de noviembre. http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2009/737/12594492 01.html

[←6] Lostaunau, Alejandro [2009]: «Lo creyeron en coma por 23 años, pero lo escuchaba todo». El Influyente 77. 26 de noviembre. http://blogs.hazteoir.org/alex/2009/11/26/

[←7] Shermer, Michael [2009]: «The coma man hoax: Rom Houben’s ‘communication’ is ‘ideomotor’ ouija board effect». The Huffington Post (Nueva York). 25 de noviembre. http://www.huffingtonpost.com/michael-shermer/the-coma-manhoax_b_371269.html

[8] Novella, Steven [2009]: «Man in coma 23 years: is he really conscious?» Neurologica Blog. 25 de noviembre. http://theness.com/neurologicablog/index.php/man-in-coma-23years-is-he-really-conscious/

[←9] Caplan, Arthur [2009]: «Coherent after coma? Not so sure». NBC News (Nueva York). 24 de noviembre. http://www.nbcnews.com/id/34132340/ns/health-health_care

[←10] Kardec, Allan [1857]: El libro de los espíritus [Le livre des esprits]. Traducción de Gustavo N. Martínez. Consejo Espírita Internacional. Brasilia 2011. 28-29.

[←11] Doyle [1918 y 1919], op. cit., 22.

[←12] Hines, Terence [1988]: Pseudoscience and the paranormal. A critical examination of the evidence. Prometheus Books. Buffalo. 23.

[←13] Filosofía natural es como se llamaba hasta mediados del siglo XIX lo que hoy conocemos como física. Por eso la obra en la cual Isaac Newton plasma las bases de la mecánica clásica, la ley de la gravitación y el cálculo se titula Principios matemáticos de la filosofía natural (1687).

[←14] Faraday, Michael [1853]: «Experimental investigation of tablemoving». The Athenæum (Londres). Nº 1.340 (2 de julio). 801803.

[←15] La explicación del dispositivo ideado por Faraday se la debo al ingeniero César Higuero, miembro del Círculo Escéptico, a quien pedí ayuda para ver el aparato. Además, Higuero ha fabricado con dos tablillas, varillas cilíndricas de madera, gomas elásticas y papel un prototipo operativo del segundo dispositivo de Faraday, más complejo porque incluye un indicador que informa al girador de sus empujones inconscientes a la mesa. El Círculo Escéptico es una asociación española, de la cual el autor de estas líneas es socio, que fomenta el pensamiento crítico, para lo cual trabaja en colaboración con el Comité para la Investigación Escéptica (CSI) y la Fundación Educativa James Randi (JREF), entre otras entidades. http://circuloesceptico.org

[←16] Comas Solá, José [1908]: El espiritismo ante la ciencia: estudio crítico sobre la mediumnidad. Editorial Atlante. Barcelona. 62.

[←17] Carpenter, William Benjamin [1852]: «On the influence of suggestion in modifying and directing muscular movement, independently of volition». Proceedings of the Royal Institution of Great Britain (Londres). Vol. 1. 147-153.

[←18] Kardec [1857], op. cit., 29. Los adeptos de la doctrina apuntan en ediciones comentadas de la obra que el espíritu quiso decir que escribiría mejor «la próxima vez» que recurriera a ese sistema y no «la primera vez», que era precisamente ésa.

[←19] Carpenter, William Benjamin [1877]: Mesmerism, spiritualism, etc., historically and scientifically considered. D. Appleton & Company. Nueva York. 140-141.

[←20] La patente de la güija no achaca el movimiento de la planchette por el tablero a espíritus ni nada parecido. http://magonia.com/files/patente-ouija.pdf

[←21] Fuld decía que el nombre del juguete era la combinación de sí en francés (oui) y en alemán (ja). Sin embargo, Bond contaba que una cuñada suya, que era médium, había preguntado al tablero cómo quería ser llamado y éste había respondido que ouija, palabra que significaría –en vaya usted a saber qué idioma– buena suerte.

[←22] Roland Doe es una variante de John Doe, el alias usado en Estados Unidos para referirse a alguien desconocido o de quien se quiere ocultar la identidad para preservar su privacidad.

[←23] Opsasnick, Mark [2007]: The real story behind ‘The exorcist’. A study of the haunted boy and other true-life horror legend from around the nation’s capital. Xlibris Corporation. Filadelfia. 11-44.

[←24] Nickell, Joe [2001]: «Exorcism! Driving out the nonsense». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 25, Nº 1 (enero-febrero). 20-24. http://www.csicop.org/si/show/exorcism_driving_out_the_nonsens e

[←25] Pfungst, Oskar [1907]: Clever Hans (The horse of Mr. Von Osten). A contribution to experimental animal and human psychology [Das pferd des herrn von Osten (Der Kluge Hans). Ein beitrag zur experimentellen tier-und menschen-psychologie]. Introducción de Robert Rosenthal. Prologado por James R. Angell. Traducción de Carl L. Rahn. Henry Holt Editions in Psychology. Nueva York 1965. 19. http://www.gutenberg.org/files/33936/33936-h/33936-h.htm

[←26] Ibid., 25.

[←27] Ibid., 253.

[←28] The London Standard [1907]: «‘Clever Hans’ again. Expert commission decides that the horse actually reasons». The New York Times (Nueva York). 2 de octubre.

[←29] Pfungst [1907], op. cit., 1.

[←30] Ibid., XI-XI.

[←31] Ibid., 261.

[←32] Boudry, Maarten; Termote, Roeland; y Betz, Willem [2010]: «Fabricating communication: the case of the Belgian coma patient». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 34, Nº 4 (julioagosto). 12-15.

[←33] Altschuler, Daniel R. [2009]: Extraterrestres, humanos, dioses y estrellas. Divagaciones desde la frontera entre la sociedad y la ciencia. Prologado por Wilfredo Mattos Cintrón. Equipo Sirius. Madrid. 86.

[←34] Dworschak, Manfred [2010]: «Neurological rescue mission: communicating with those trapped within their brains». Spiegel Online (Hamburgo). 13 de febrero. http://www.spiegel.de/international/world/neurological-rescuemission-communicating-with-those-trapped-within-their-brains-a677537-2.html

[←35] Thouvenel, Pierre [1781]: Mémoire physique et médicinal montrant des rapports évidens entre les phénomènes de la baguette divinatoire, du magnétisme, et de l’électricité. Didot le Jeune. Londres. 267 páginas.

[←36] Una yarda equivale a 0,91 metros.

[←37] Ellis, Arthur J. [1917]: The divining rod. A history of water witching. Government Printing Office. Washington. 19-20. https://archive.org/stream/diviningrodahis00elligoog

[←38] Chevreul, Michel Eugène [1854]: De la varilla adivinatoria, del péndulo llamado explorador y de las mesas giratorias desde el punto de vista de la historia de la crítica y del método experimental [De la baguette divinatoire du pendule dit explorateur et des tables tournantes du point de vue de l’histoire de la critique et de la méthode expérimentale]. Traducción de Jorge Guerra Escofet. Editorial Humanitas. Barcelona 1992. 229.

[←39] Servicio Geológico de Estados Unidos [1988]: Water dowsing. Denver. 14 páginas. http://pubs.usgs.gov/gip/water_dowsing/pdf/water_dowsing.pdf

[←40] Pfungst [1907], op. cit., xvi-xviii.

[←41] Nordland, Rod [2009]: «Iraq swears by bomb detector US sees as useless». The New York Times (Nueva York). 3 de noviembre. http://www.nytimes.com/2009/11/04/world/middleeast/04sensors. html

[←42] Morris, Steven [2009]: «Boss who sold bomb detectors to Iraq arrested over fraud». The Guardian (Londres). 10 de enero. http://www.theguardian.com/uk/2010/jan/22/bomb-detectors-iraqarrest

[←1] Amo, Carlos del [2005]: «Tenacidad y vitalidad rigen el signo zodiacal de Leonor, Escorpio». Efe (Madrid). 31 de octubre.

[←2] Varela, Amaya [2007]: «Segunda hija Príncipes nace, como Alfonso XIII, bajo el signo de Tauro». Efe (Madrid). 19 de abril.

[←3] Redacción [2005]: «Una multa, predicciones y un número de lotería». El Mundo (Madrid). 1 de noviembre.

[←4] Culver, Roger B.; y Ianna, Philip A. [1988]: El secreto de las estrellas. Astrología: ¿mito o realidad? [The Gemini syndrome]. Traducción de Dafne Sabanes Plou. Tikal Ediciones (Col. «Eleusis»). Gerona 1994. 87.

[←5] El Cinturón de Kuiper es una región de cuerpos helados situada más allá de la órbita de Neptuno. Se extiende entre las 30 y las 100 unidades astronómicas (UA) del Sol. Una UA es la distancia que separa el Sol de la Tierra: equivale a unos 150 millones de kilómetros. La mayoría de los objetos del Cinturón de Kuiper tiene de 10 a 50 kilómetros de diámetro, aunque los hay grandes, como Eris –con 2.326 kilómetros de diámetro–, Plutón, Makemake y Haumea, catalogados desde 2006 como planetas enanos.

[←6] Furundarena, A. [2001]: «Qué será, será…». El Correo (Bilbao). 7 de enero.

[←7] Furundarena, Arantza [2001]: op.cit.

[←8] Urrutia, Isabel [2002]: «Futuro imperfecto». El Correo (Bilbao). 29 de diciembre.

[←9] Urrutia [2002], op. cit.

[←10] Redacción [2004]: «El futuro de los novios». El Correo (Bilbao). 23 de mayo.

[←11] Carlson, Shawn [1985]: «A double-blind test to astrology». Nature (Londres). Vol. 318, Nº 6.045 (5 de diciembre). 419-425.

[←14] Bauer, Stephen; y Hornick, Edward [1968]: «Lunar effect on mental illness: the relationship of moon phase to psychiatric emergencies». The American Journal of Psychiatry (Arlington). Vol. 125, Nº 5 (noviembre). 696-697.

[←13] Pokorny, Alex; y Jachimczyk, Joseph [1974]: «The questionable relationship between homicides and the lunar cycle». The American Journal of Psychiatry (Arlington). Vol. 131, Nº 7 (julio). 827-829.

[←12] Templer, Donald; Veleber, David; y Brooner, Robert [1982]: «Geophysical variables and behavior: VI. Lunar phase and accident injuries: a difference between night and day». Perceptual and Motor Skills (Missoula). Vol. 55, Nº 1 (agosto). 280-282.

[←15] Templer, Donald; Veleber, David; y Corgiat, Mark [1982]: «Geophysical variables and behavior: XIV. Lunar phase and crime: fact or arfifact». Perceptual and Motor Skills. (Missoula). Vol. 57, Nº 3 (diciembre). 993-994.

[←16] Smyrk, John; y Feitoa, Roslyn [1991]: «Effect of lunar phase on blood usage in a Sydney Hospital». The Skeptic (St. James). Vol. 11, Nº 1 (otoño). 10-12.

[←17] Giménez, Eduardo [1993]: «¿Les gusta a los niños nacer los días de luna llena?». La Alternativa Racional (Zaragoza). Nº 30 (otoño). 37-38.

[←18] Apezteguia, Fermín [2003]: «La Luna pierde influjo». El Correo (Bilbao). 15 de octubre. http://magonia.com/files/influjo-luna.pdf

[←19] Meek, Drew [1991]: «A test of lunar effects on crop germination times and yield». The Skeptic (St. James). Vol. 11, Nº 1 (otoño). 13-15.

[←20] Abell, George [1979]: «Review of the book ‘The lunar effect: biological tides and human emotions’. By Arnold. L. Lieber». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 3, Nº 3 (primavera). 68-73.

[←21] Montañés, Érika [2012]: «Lo que la firma del zurdo Barak Obama esconde». Abc. (Madrid). 9 de noviembre. http://www.abc.es/20121109/elecciones-estados-unidos/abciobama-firma-personalidad-201211082046.html

[←22] Vidal, César [2006]: «La grafología de un acomplejado». Época (Madrid). Nº 1.247 (27-28 de mayo). 18-22.

[←23] Ruiz Mantilla, Jesús [2010]: «La escritura del horror». El País Semanal (Madrid). Nº 1.743 (21 de febrero). 12-16. http://elpais.com/diario/2010/02/21/eps/1266737209_850215.html

[←24] Lilienfield; Scott O.; Lynn, Steven Jay; Ruscio, John; y Beyerstein, Barry [2009]: 50 grandes mitos de la psicología popular. Las ideas falsas más comunes sobre la conducta humana [50 great myths of popular psychology. Shattering widespread misconceptions about human behaviour]. Traducción de Josep Sarret Grau. Biblioteca Buridán. Barcelona 2010. 255.

[←25] Gómez, Luis [2008]: «Con la escritura podemos cambiar la conducta y formar niños más amables». El Correo (Bilbao). 24 de abril. http://www.elcorreo.com/vizcaya/20080424/vizcaya/escriturapodemos-cambiar-conducta-20080424.html

[←26] Millás, Juan José [2010]: «El rostro del poder». El País Semanal (Madrid). Nº 1.748 (28 de marzo). 42-58. http://elpais.com/diario/2010/03/28/eps/1269761214_850215.html

[←27] Gámez, Luis Alfonso [2010]: «¿Elegirán los socios del Barça a su nuevo presidente por la cara?». Magonia. 10 de junio. http://magonia.com/2010/06/10/elegiran-socios-del-barsa-sunuevo-presidente-la

[←28] Pastor, José Guillermo; y Gallardo, Manuel [2011] «Lo que su rostro esconde». El Mundo (Madrid). Abril. http://www.elmundo.es/especiales/2011/bodareal/los_novios/rostros.html

[←29] Checa, Arturo [2009]: «La cara te delata». El Correo (Bilbao). 30 de noviembre. http://www.elcorreo.com/vizcaya/20091129/masactualidad/sociedad/cara-delata-habla-200911292042.html

[←30] Shermer, Michael [2008]: Learn to be psychic in 10 easy lessons. 6 páginas. http://www.skeptic.com/downloads/10_Easy_Psychic_Lessons.pd f

[←1] Park, Robert L. [2000]: Ciencia o vudú. De la ingenuidad al fraude científico [Voodoo science. The road from foolishness to fraud]. Traducción de Francisco Ramos. Ediciones Grijalbo (Col. «Arena abierta»). Barcelona 2001. 85.

[←2] Gámez, Luis Alfonso [2011]: «“Con la homeopatía, los farmacéuticos nos están timando”, dice el médico y divulgador Edzard Ernst». Magonia. 5 de julio. http://magonia.com/2011/07/05/con-homeopatia-farmaceuticosnos-estan-timando-dice/

[←3] Lubbadeh, Jens [2012]: «Schmutzige methoden der sanften medizin». Süddeutsche Zeitung (Múnich). 30 de junio. http://www.sueddeutsche.de/wissen/homoeopathie-lobby-im-netzschmutzige-methoden-der-sanften-medizin-1.1397617

[←4] Benveniste, Jacques; y otros [1988]: «Human basophil degranulation triggered by very dilute antiserum against IgE». Nature (Londres). Vol. 333, Nº 6.176 (30 de junio). 816-818.

[←5] Gámez [2012a], op. cit.

[←6] Gámez, Luis Alfonso [2011]: «Los homeópatas se refugian en la física cuántica: crónica de una larga conversación con gente de Boiron». Magonia. 1 de diciembre. http://magonia.com/2011/12/01/los-homeopatas-se-refugian-enla-fisica-cuantica-cronica-de-una-larga-conversacion-con-gentede-boiron

[←7] The Lancet [1911]: «The promise of 1911». The Lancet (Londres). Vol. 177, Nº 4.558 (7 de enero). 37.

[←8] Shang, Aijing; Huwiler-Müntener, Karin; Nartey, Linda; Jüni, Peter; Dörig, Stephan; Sterne, Jonathan A.C.; Pewsner, Daniel; y Egger, Matthias [2005]: «Are the clinical effects of homoeopathy placebo effects? Comparative study of placebo-controlled trials of homoeopathy and allopathy». The Lancet (Londres). Vol. 366, Nº 9.487 (27 de agosto). 726-732.

[←9] The Lancet [2005]: «The end of homeopathy». The Lancet (Londres). Vol. 366, Nº 9.487 (27 de agosto). 690. http://magonia.com/files/the-lancet-editorial-homeopatia-2005.pdf

[←10] Triggle, Nick [2010]: Doctors call for NHS to stop funding homeopathy. BBC. 29 de junio. http://www.bbc.co.uk/news/10449430

[←11] Varios Autores [2011]: Análisis de situación de las terapias naturales. Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Madrid. XI + 97 páginas. http://magonia.com/files/informemedicinas-alternativas-2011.pdf

[←12] Diario Médico [2013]: «La homeopatía, un placebo demasiado caro». Diario Médico (Madrid). 16 de diciembre. http://www.diariomedico.com/2013/12/16/opinionparticipacion/editorial/homeopatia-placebo-demasiado-caro

[←13] El fideísmo es una corriente teológica que establece que a Dios no se puede llegar por la razón, sino sólo por la fe, la fides latina. Una terapia fideísta es, por consiguiente, aquélla cuya aparente efectividad se debe a la fe que en ella y en quien la practica deposita el paciente.

[←14] Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes [2010]: Evidence check 2: homeopathy. The Stationery Office Limited. Londres. 216 páginas. http://www.publications.parliament.uk/pa/cm200910/cmselect/cms ctech/45/45.pdf

[←15] Gámez [2011], op. cit.

[←16] Smith, Rebecca [2009]: «Prince Charles is ‘exploiting the gullible’ with dodgy detox remedy, scientist argues». The Telegraph (Londres). 10 de marzo. http://www.telegraph.co.uk/news/health/news/4967749/PrinceCharles-is-exploiting-the-gullible-with-dodgy-detox-remedyscientist-argues.html

[←17] Gámez [2011]. op. cit.

[←18] Ernst, Edzard [2015]: A scientist in Wonderland. A memoir of searching for truth and finding trouble. Imprint Academic. Exeter. 135-156. Salvo que se indique lo contrario, las citas de la polémica entre Carlos de Inglaterra y Ernst provienen de esta parte de la obra del científico alemán.

[←19] Baum, Michael [2004]: «An open letter to the Prince of Wales: with respect, your highness, you’ve got it wrong». The BMJ (Londres). Vol. 329 (10 de julio). 118.

[←20] Las flores de Bach son un invento del homeópata británico Edward Bach, quien en 1930 aseguró que las gotas de rocío sobre una planta calentadas por el Sol absorben las propiedades sanadoras del vegetal. No hizo ningún experimento para llegar a esa conclusión. La idea le vino a la cabeza de repente, al igual que las propiedades de cada una de las 38 plantas en las que basó otros tantos preparados que servirían, según él, para tratar estados emocionales y espirituales. Porque Bach creía que las enfermedades en esencia se deben a conflictos entre los propósitos del alma y nuestras decisiones personales. Para él, eso explicaría que, al exponer a dos personas a un mismo patógeno, una enferme y otra no. Las esencias florales que llevan su nombre se administran con cuentagotas y son preparados tan diluidos en una solución hidroalcohólica que no contienen principio activo alguno. Se trata de homeopatía floral. Sus defensores sostienen que las flores de Bach transmiten la energía y las vibraciones de las plantas, sea eso lo que sea. Los ensayos científicamente controlados no han revelado que sean más efectivas que el placebo.

[←21] Smith, Sam [2013]: «Homeopathic ‘vaccine pills’ should be withdrawn, says regulator». BBC. 13 de enero. http://www.bbc.com/news/uk-england-devon-20991335

[←22] Pérez Ledo, José A. [2011]: «¿Homeopatía?». Escépticos. Episodio 8. ETB 2. 7 de noviembre. http://magonia.com/laprimera-temporada-de-la-serie-escepticos-de-etb-al-completo/

[←23] Wakefield A.J.; Murch, S.H.; Anthony, A.; y otros [1998]: «Ileallymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children». The Lancet (Londres). Vol. 351, Nº 9.103 (28 de febrero). 637-641.

[←24] Deer, Brian [2011]: «Secrets of the MMR scare. How the vaccine crisis was meant to make money». The BMJ (Londres). Vol. 342, Nº 7.789 (15 de enero). 136-142. http://www.bmj.com/content/342/bmj.c5258

[←25] Gámez, Luis Alfonso [2012]: «“La medicina alternativa no es medicina”, dice el biofísico Félix Goñi». Magonia. 20 de enero. http://magonia.com/2012/01/20/la-medicina-alternativa-no-esmedicina-dice-el-biofisico-felix-goni/

[←26] Redacción [2011]: «Immunise or lose benefits, parents told». Abc. 5 de diciembre. http://www.abc.net.au/news/2011-1125/immunise-or-lose-benefits-parents-told/3694236

[←27] Metherell, Mark [2011]: «Tax threat to parents who don’t have their children immunised». The Sydney Morning Herald (Sídney). 25 de noviembre. http://www.smh.com.au/action/printArticle? id=2795361

[←28] Tinder, Paul [2011]: «Utah measles outbreak cost $300.000». Vaccine News Daily. 25 de octubre. http://vaccinenewsdaily.com/news/280265-utah-measlesoutbreak-cost-300000/

[←29] Apezteguia, Fermín [2012]: «Mi niño no se vacuna». El Correo (Bilbao). 22 de enero. http://ciencia.elcorreo.com/bichoshumanos/2012-01-24/mi-nino-vacuna-20120124.html

[←30] Stolley, Giordano; y Pownall, Angela [2010]: «Cancer treatments ‘of no benefit to my wife’». Yahoo! News (Sunnyvale) 16 de junio. https://au.news.yahoo.com/thewest/a/7404663/cancertreatments-of-no-benefit-to-my-wife

[←31] Gavura, Scott [2013]: «Use of homeopathy kills child». Science Based Pharmacy. 23 de noviembre. http://sciencebasedpharmacy.word-press.com/2013/11/23/use-ofhomeopathy-kills-child

[←32] Arlington, Kim [2009]: «Parents failed Gloria, jailed for ‘cruelty’». The Sydney Morning Herald (Sídney). 29 de septiembre. http://www.smh.com.au/national/parents-failed-gloria-jailed-forcruelty-20090928-g992.html

[←33] Carlsson, Tony; Bergqvist, Liv; y Hellgren, Urban [1996]: «Homeopathic resistant malaria». Journal of Travel Medicine (Malden). Vol. 3, Nº 1. 62.

[←34] El escéptico Tim Fairley presenta en su página web What’s the harm? (http://whatstheharm.net) una relación de casos en los que la confianza en las llamadas medicinas alternativas se ha pagado cara. No se trata de un listado exhaustivo por falta de medios, pero los casos reseñados sirven para hacerse una idea del riesgo de confiar en tratamientos no demostrados científicamente. Siguiendo la estela de Fairley, Isidoro Martínez, miembro del Círculo Escéptico, ha creado la web Qué mal puede hacer (http://quemalpuedehacer.es) con el objetivo de informar al público hispanohablante de los riesgos de las terapias altern1ativas).

[←35] Pérez Acebrón, Sergio [2011]: «Estamos curando el cáncer (de verdad)». Tall & Cute. 15 de febrero. http://tallcute.wordpress.com/2011/02/15/estamos-curando-elcancer-de-verdad

[←36] Elkind, Peter [2008]: «The trouble with Steve Jobs». Fortune (Nueva York). 5 de marzo. http://archive.fortune.com/2008/03/02/news/companies/elkind_jobs.fortune/index.htm

[←37] Amri, Ramzi [2011]: «Why did Steve Jobs choose not to effectively treat his cancer?». Quora. 15 de octubre. http://www.quora.com/Why-did-Steve-Jobs-choose-not-toeffectively-treat-his-cancer

[←38] Szabo, Liz [2013]: «Book raises alarms about alternative medicine». USA Today (Tysons Corner). 2 de julio. http://www.usatoday.com/story/news/nation/2013/06/18/bookraises-alarms-about-alternative-medicine/2429385/

[←39] Schwarz, Mauricio-José [2011]: «Steve Jobs: la víctima». El Retorno de los Charlatanes. 21 de octubre. http://charlatanes.blogspot.com.es/2011/10/steve-jobs-lavictima.html

[←40] Los crudiveganos son vegetarianos estrictos que sólo comen alimentos crudos, no calentados por encima de los 46,7º C.

[←41] Díaz, H. [2013]: «Mitos y verdades de la alimentación durante el tratamiento oncológico». Abc (Madrid). 4 de febrero. http://www.abc.es/local-castilla-leon/20130204/abci-puedecomer-mientras-dura-201302032145.html

[←42] Instituto Nacional del Cáncer [2014]: «La nutrición en el tratamiento del cáncer». Instituto Nacional del Cáncer (Bethesda). 4 de diciembre. http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicosapoyo/nutricion/HealthProfessional

[←43] Pajares, Gonzalo [2014]: «“El cáncer mata mucho más en países pobres”». Perú 21 (Lima). 10 de septiembre. http://peru21.pe/opinion/cancer-mata-mucho-mas-paises-pobres2198074

[←44] Childers, Linda [2011]: «Hidden Hercules: actor Kevin Sorbo reveals his secret battle with stroke». Neurology Now (Minneapolis). Vol. 7, Nº 5 (octubre-noviembre). 26-28 y 30-31. http://journals.lww.com/neurologynow/Fulltext/2011/07050/Hidden _Hercules__Actor_Kevin_Sorbo_reveals_his.15.aspx

[←45] Frías, Fernando L. [2011]: «La otra prueba de Hércules». El fondo del asunto. 25 de octubre. http://yamato1.blogspot.com/2011/10/la-otra-prueba-dehercules.html

[←46] Gostin, Nicki [2011]: «Kevin Sorbo’s ‘true strength’: ‘Hercules’ star says strokes were blessings in disguise». The Huffington Post (Nueva York). 19 de octubre. http://www.huffingtonpost.com/2011/10/19/kevin-sorbo-truestrength-hercules_n_1017368.html

[←47] Ernst, Edzard [2012]: «Chiropractic manipulation of the spine may cause strokes and even death». Notes & Theories. 27 de abril. http://www.theguardian.com/science/blog/2012/apr/27/chiropracticmanipulation-spine-strokes

[←48] Schwarz, Mauricio-José [2005]: «Palmer, la quiropráctica y sus víctimas». El Retorno de los Charlatanes. 15 de enero. http://charlatanes.blogspot.com.es/2005/01/palmer-laquiroprctica-y-sus-vctimas.html

[←49] Blackwell, Tom [2013]: «Canadian olympian’s ‘nightmare’ after acupuncture needle collapses her lung». National Post (Toronto). 4 de julio. http://news.nationalpost.com/2013/07/04/judoacupuncture-needle

[←50] Durante la grabación para ETB de la serie de televisión Escépticos, dirigida por Jose A. Pérez Ledo, me sometí a varias prácticas alternativas. Lo más que llegué a sentir son cosquillas en las manos con la acupuntura y relax con la reflexología podal. Esta última terapia se basa en la idea de que en la planta de los pies tenemos un mapa completo de todos nuestros órganos y que, masajeando la zona correspondiente, se estimula un órgano concreto. Por supuesto, el masaje en los pies resulta placentero; de ahí que me relajara durante la sesión.

[←51] Redacción [2001]: «Healing touch: Emily Rosa». PBS. http://www.pbs.org/safarchive/3_ask/archive/qna/3282_erosa.htm l

[←52] Rosa, Linda; Rosa, Emily; Sarner, Larry; y Barrett, Stephen [1998]: «A close look at therapeutic touch». JAMA (Chicago). Vol. 279, Nº 13 (1 de abril). 1005-1010. http://jama.jamanetwork.com/article.aspx?articleid=187390

[←53] Gorski, David; y Novella, Steven [2014]: «Clinical trials of integrative medicine: testing whether magic works?». Trends in Molecular Medicine (Cambridge). Vol. 20, Nº 9 (septiembre). 473476.

[←1] Durante la grabación del episodio sobre antenas y salud de la serie de televisión Escépticos, envolví mi móvil en varias capas de una tela de ese tipo comprada a una empresa que la comercializa como sistema de protección para electrosensibles y mantuve una conversación telefónica con el director, Jose A. Pérez Ledo, sin problemas.

[←2] Rego, Paco [2012]: «Mujeres ‘burka’ españolas». El Mundo (Madrid). 9 de diciembre.

[←3] Mukherjee, Siddhartha [2011]: «Do cellphone cause brain cancer?». The New York Times (Nueva York). 13 de abril. http://www.nytimes.com/2011/04/17/magazine/mag-17cellphonest.html

[←4] Fumento, Michael [1993]: Do celular phones really kill? Investor’s Business Daily (Los Ángeles). 16 de febrero. http://fumento.com/cell/ibdcell.html

[←5] Redacción [2000]: «Do cell phones cause cancer?». Larry King Live. CNN. 9 de agosto. http://edition.cnn.com/TRANSCRIPTS/0008/09/lkl.00.html

[←6] Comisión de las Comunidades Europeas [2000]: «Comunicación de la Comisión sobre el recurso al principio de precaución». Bruselas. 2 de febrero. 29 páginas. http://www.magonia.com/files/principio-de-precaucion-ce.pdf

[←7] Favre, Daniel [2011]: «Mobile phone-induced honeybee worker piping». Apidologie (Les Ulis). Vol. 42, Nº 3. 270-279.

[←8] Heussner, Ki Mae [2011]: «Cellphones may contribute to bee colony collapse, study suggests». Abc News (Nueva York). 13 de mayo. http://abcnews.go.com/Technology/cellphones-contributebee-colony-decline-study-suggests/story?id=13597625

[←9] Couts, Andrew [2011]: «Cell phones signals really are killing the bees, study shows». Yahoo! News (Sunnyvale). 13 de mayo. http://magonia.com/files/Cell-phones-signals-really-are-killing-thebees-study-shows-Yahoo-News.pdf

[←10] Nieves, José Manuel [2011]: «Los teléfonos móviles matan a las abejas». Abc (Madrid). 16 de mayo. http://www.abc.es/20110516/ciencia/abci-telefonos-movilesmatan-abejas-201105160752.html

[←11] Derbyshire, David [2011]: «Why a mobile phone ring may make bees buzz off: insects infuriated by handset signals». The Daily Mail (Londres). 13 de mayo. http://www.dailymail.co.uk/sciencetech/article-1385907/Whymobile-phone-ring-make-bees-buzz-Insects-infuriated-handsetsignals.html

[←12] Dosa, David [2007]. «A day in the life of Oscar the cat». The New England Journal of Medicine (Boston). Vol. 357, Nº 4. 328–329. http://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMp078108

[←13] Reuters [2010]: «Las ‘enseñanzas’ de Oscar, el gato capaz de prever la muerte. El Mundo (Madrid). 1 de febrero. http://www.elmundo.es/america/2010/02/02/estados_unidos/1265 080523.html

[←14] Informativos Telecinco y Agencias [2010]: «Un ángel de la muerte a cuatro patas». Telecinco (Madrid). 2 de febrero. http://www.telecinco.es/informativos/angel-muertepatas_0_975450053.html

[←15] Nickell, Joe [2010]: «Oscar, the death-predicting cat». The Skeptical Inquirer (Buffalo). Vol. 34, Nº 4 (julio-agosto). 58-59. http://www.csicop.org/si/show/oscar_the_death-predicting_cat/

[←16] Hon, Kam L.E. ; Ng, Pak; y Leung, Ting F. [2010]: «Influenza or not influenza: analysis of a case of high fever that happened 2,000 years ago in biblical time». Virology Journal (Londres), Vol. 7 (julio), 169. http://www.virologyj.com/content/pdf/1743-422X-7169.pdf

[←17] Reuters [2010]: «El viento pudo separar el mar Rojo para Moisés». El Mundo (Madrid). 22 de septiembre. http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/22/ciencia/1285142856. html

[←18] Redacción [2010]: «El viento separó el mar Rojo para Moisés». BBC News (Londres). 22 de septiembre. http://www.bbc.co.uk/mundo/ciencia_tecnologia/2010/09/100922_0 409_mar_rojo_moises_israelitas_exodo_vientos_jg.shtml

[←19] Drews, Carl; y Han, Weiqing [2010]: «Dynamics of wind setdown at Suez and the Eastern Nile delta». PLOS ONE (San Francisco / Cambridge). Vol. 5, Nº 8 (agosto). http://www.plosone.org/article/fetchObject.action? uri=info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0012481&represent ation=PDF

[←20] Centro Nacional para la Investigación Atmosférica [2010]: «Parting the waters: computer modeling applies physics to Red Sea escape route». AtmosNews (Boulder). 21 de septiembre. http://www2.ucar.edu/atmosnews/news/2663/parting-waterscomputer-modeling-applies-physics-red-sea-escape-route

[←21] Inskip, P.D.; Hoover, R.N.; y Devesa, S.S. [2011]: «Brain cancer incidence trends in relation to cellular telephone use in the United States». Neuro-Oncology (Oxford). Vol. 12, Nº 11 (noviembre). 1147-51.

[←22] Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud [2011]: Informe sobre radiofrecuencias y salud (2009-2010). Las Rozas. III + 69 páginas. http://ccars.es/sites/default/files/Informe_CCARS_2009-2010.pdf

[←23] Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud [2013]: Informe sobre radiofrecuencias y salud (2011-2012). Las Rozas. IV + 95 páginas. http://ccars.es/sites/default/files/INFORME_2011-2012.pdf

[←24] Röösli, Martin; y otros [2011]: «Mobile phone use and brain tumors in children and adolescents: a multicenter case-control study». Journal of the National Cancer Institute (Oxford). Vol. 103, Nº 16 (16 de agosto). 1.264-1.276. http://jnci.oxfordjournals.org/content/103/16/1264.full.pdf+html

[←25] Boice, John D.; y Tarone, Robert E. [2011]: «Cell phones, cancer, and children». Journal of the National Cancer Institute (Oxford). Vol. 103, Nº 16 (16 de agosto). 1.211-1.213. http://jnci.oxfordjournals.org/content/103/16/1264.full.pdf+html

[←26] Baan, Robert; y otros [2011]: «Carcinogenicity of radiofrequency electromagnetic fields». The Lancet Oncology (Londres). Vol. 12, Nº 7 (julio). 624-626.

[←27] Cardis, E.; y otros [2001]: «Risk of brain tumours in relation to estimated RF dose from mobile phones: results from five Interphone countries». Occupational and Environmental Medicine (Londres). Vol. 68, Nº 9 (septiembre). 631-649.

[←28] Varios Autores [2002]: Informe final de la comisión de investigación de la agregación de tumores infantiles en alumnos del colegio público García Quintana de Valladolid. 23 de mayo. http://magonia.com/files/informe-antenas-colegio-valladolid-1.pdf

[←29] Varios Autores [2003]: Informe sobre la agregación de tumores infantiles en alumnos del Colegio Público García Quintana de Valladolid, en relación con un nuevo caso de cáncer hematológico diagnosticado en un alumno de dicho centro. 2 de diciembre. http://magonia.com/files/informe-antenas-colegiovalladolid-2.pdf

[←30] El Día de Darwin se celebra el 12 de febrero, natalicio de Charles Darwin. Desde 1999, colectivos vinculados al humanismo y la divulgación programan ese día en todo el mundo actos culturales para conmemorar el descubrimiento de la teoría de la evolución por selección natural, obra de Darwin y Alfred Russel Wallace, y promover la cultura científica.

[←31] Carpinteri, A.; Lacidogna, G.; y Borla, O. [2014]: «Is the Shroud of Turin in relation to the Old Jerusalem historical earthquake?». Meccanica (Roma). 11 de febrero.

[←32] Gámez, Luis Alfonso [2014]: «Usted vive un milagro al mes… y es algo normal». El Correo (Bilbao). 14 de febrero. http://www.elcorreo.com/vizcaya/20140223/masactualidad/sociedad/usted-vive-milagro-algo-201402221915.html

[←33] Rubin, James; Das-Munshi, Jayati; y Wessely Simon [2005]: «Electromagnetic hypersensitivity: a systematic review of provocation studies». Psychosomatic Medicine (Tampa). Vol. 67. 224-232. http://www.iddd.de/umtsno/emfkrebs/rubin2005emf.pdf

[←34] Un metaanálisis posterior de otros 17 artículos publicados entre 2005 y 2009 tampoco encontró ninguna indicación de que la exposición a emisiones de radiofrecuencia suponga riesgo alguno para la salud. Ver Rustle, Martion; Frei, Patricia; Mohler, Evelyn; y Hug, Kerstin [2010]: «Systematic review on the health effects of exposure to radiofrequency electromagnetic fields from mobile phone base stations». Bulletin of the World Health Organization (Ginebra). Vol. 88, Nº 12 (diciembre). 887-896. http://www.who.int/bulletin/volumes/88/12/09-071852/en/

[←35] Organización Mundial de la Salud [2005]: «Campos electromagnéticos y salud pública. Hipersensibilidad electromagnética». Hoja Descriptiva (Ginebra). Nº 296 (diciembre). http://www.who.int/pehemf/publications/facts/ehs_fs_296_spanish.pdf

[←36] En un estudio a doble ciego, para ver si hay gente capaz de detectar los campos electromagnéticos de radiofrecuencia, dividiríamos por azar a los pacientes de hipersensibilidad electromagnética en dos grupos y se formarían, del mismo modo, otros dos grupos con no afectados: a un grupo de cada tipo se le sometería a emisoras en funcionamiento y a otro a emisoras apagadas. Ni los sujetos ni los experimentadores sabrían previamente a qué grupo pertenece cada individuo ni si una estación concreta está en emitiendo o no.

[←37] Organización Mundial de la Salud [2011]: «Campos electromagnéticos y salud pública: teléfonos móviles». Nota Descriptiva (Ginebra). Nº 193 (junio). http://www.who.int/entity/mediacentre/factsheets/fs193/es/index.ht ml

[←38] Simón, Pedro [2014]: «Diez años en la pecera». El Mundo (Madrid). 2 de febrero. http://www.elmundo.es/espana/2014/02/02/52edb038ca4741aa6 28-b456b.html

[←39] La ecología clínica es una terapia alternativa. También se la conoce como medicina ambiental.

[←40] Barrett. Stephen [2011]: «Multiple chemical sensitivity: a spurious diagnosis». Quackwatch. 18 de marzo. http://www.quackwatch.com/01QuackeryRe-latedTopics/mcs.html

[←41] Das-Munshi, Jayati; Rubin, James; y Wessely Simon [2006]: «Multiple chemical sensitivities: a systematic review of provocation studies». The Journal of Allergy and Clinical Immunology (Milwaukee). Vol. 118, Nº 6 (diciembre). 1.257-1.264.

[←42] Gots, Ronald E. [1995]: «Multiple chemical sensitivities: public policy». Journal of Clinical Toxicology (Los Ángeles). Vol. 33, Nº 2. 111-113.

[←1] Carter, Chris [1997]: «Redux» [«Redux»]. Expediente X [The X files]. Temporada 5ª. Episodio 1. Fox Broadcasting Company. 2 de noviembre.

[←2] Gardner, Martin [1992]: Extravagancias y disparates [On the wild side]. Prologado por Vladimir de Semir. Traducción de Jordi Fibla. Ediciones Alcor (Col. «Campo de Agramante»). Barcelona 1993. 7.