El libro de los estados, Don Juan Manuel y la sociedad de su tiempo : con un glosario terminológico
 9788473170062, 8473170067

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EL LIBRODE LOS ESTADOS Don Juan Manuel y la sociedad de su tiempo CON UN GLOSARIOTERMINOWGICO

EDICIONES ]OSE PORRUA TURANZAS,

S. A.

MADRID

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© José Ramón Araluce Cuenca Dep. legal M. 37.143.-1976 I. S. B.N. 84-7317-006-7

IMPRESO EN ESPARA PRINTED IN SPAIN Ediciones José Porrúa Turanzas, S. A. Cea Bermúdez, 10.-Madrid

TALLERES GIÚFICOS PORR'ÜA,

S. A.

Josa, 10.-MADaro-29

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Para don Víctor R. B. Oelschlager, con afecto 'Y gratitud.

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OF CALIFORNIA

INDICE Pdgs. INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. CAPITULO

I: PERFIL BIOGRAFICO .................

Antecedentes familiares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Primeros años y juventud . . . . . . . . . . . . . . . . . . Madurez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Retrato psicológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

... ... ... .. .

CAP1TULO 11: EL LIBRO DE LOS ESTADOS ........

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CAPITULO111: LA TEORIA DE LOS ESTADOS . . . . ..

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Justificación política, moral y psicológica . . . Exposición del tema literario .................... Planteamiento del problema temático . . . . . . Distinción y relación entre estados y oficios El derecho en el Libro de los estados . . . . . . ¿Qué es el Libro de los estados? .................

Emperadores y reyes . . . . . . . . . . . . . . . . . . Infantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I..a.~ta nobleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . lnfanzones e hid~gos a fuero . . . . . . . . .

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- Págs.

Caballeros y escuderos . . . . . . . . . . . . . . . . . . Naturales, vasallos y hombres de criazón El estado llano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Oficios y oficiales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

... ... ... ...

93 96 102 108

BIBLIOGRAFIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

113

GLOSARIO TERMINOLOGICO... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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INDICE ALFABETICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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INTRODUCCION

Hace ya bastantes años que, como becario del Instituto de Estudios Políticos de Madrid, tuve la suerte de seguir estudios con el profesor José Antonio Maravall en aquella institución. Mi formación intelectual en aquel momento era la de licenciado en derecho y las ideas del profesor Maravall, incorporando elementos sociológicos al estudio de la historia de las instituciones, abrieron un nuevo camino a mis inquietudes y a mi desarrollo intelectual. Mi futuro profesional, tal como yo lo planeaba en aquellos momentos, quedó truncado como el de otros muchos jóvenes de hace veinticinco años, y la marea de la vida me puso en contacto con el gran filólogo y medievalista Víctor R. B. Oelschlager, profesor de la Universidad del Estado de Florida. Tengo que agradecer a estos dos grandes pensadores el haber sembrado en mí la semilla que ha producido las líneas que siguen. La lectura de un trabajo inédito del profesor Oelschliiger sobre las clases sociales en el Libro de los estoaos, de don Juan Manuel, me llevó a interesarme en el estudio de este autor «moderno» del siglo XIV. Como con frecuencia ocurre con autores medievales, nos hemos encontrado con la dificultad, que nos ha servido de incentivo, de carecer de material crítico. Don Juan Manuel -11

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es autor que se encuentra en cualquier antología de la literatura castellana, y su obra El conde Lucanor o Libro de Apolonio ha sido reproducida y adaptada alcastellano moderno en distintas ocasiones, entre las que se encuentran los recientes trabajos de Daniel Devoto y de Reinaldo Ayerbe-Chaux. Pero el resto de sus obras yacen en un relativo olvido editorial. l. González Llubera preparaba una edición crítica que no llegó a realizarse, y las obras editadas por Martín de Riquer no incluyen por el momento el texto al que nos referimos. Es urgente, pues, una edición crítica de esta obra, así como una edición paleográfica. Ya que por el momento la labor arriba señalada se sale de nuestras posibilidades, nos hemos resuelto a emprender una labor más modesta, pero no por ello menos necesitada. El estudio literario sociológico del Libro de los estados tiene, además, para nosotros, el interés especial de relacionar nuestra presente dedicación de docencia con nuestro pasado académico. Para nuestro propósito nos hemos servido de varios tipos de material bibliográfico. Como al escribir estas líneas no conocíamos todavía la existencia de la edición de l. R. McFerson y R. B. Tate, recientemente publicada por las prensas de la Universidad de Oxford, nos hemos ayudado de la edición que para la Biblioteca de Autores Españoles hizo en 1828 don Pascual de Gayangos, y que a pesar de su antigüedad es la única completa a la que hemos podido acudir. Para llegar al estudio de la obra en sí misma, hemos acudido en primer lugar a los fu eros y leyes vigentes en el siglo XIV y a los ordenamientos contemporáneos de don Juan Manuel. Para justificar identificaciones y conclusiones nos hemos remontado en el estudio de las instituciones legales y sociales a sus fu entes germánicas, -2-

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godas, romanas, para dar de esta manera justificación a la gradación y clasificación del autor. Esto nos ha lle• vado a investigar la vida de Castilla en los siglos XIII y XIV. Hemos comprobado de esta manera los conocimientos que sobre esta materia tiene este hombre de letras que al mismo tiempo es señor temporal del reino. Pero también hemos procurado ver cómo se reflejan estas consideraciones de un comentarista o glosador en las colecciones legales, promulgadas o privadas, estas últimas de gran importancia, ya que la mayoría eran de este tipo, aunque su contenido no lo fu era. Así veremos si las palabras de don Juan Manuel nos hablan de una Utopía social y literaria o tienen algún fundamento real y legal. En segundo lugar debemos mencionar el estudio directo del texto comentado: la escasez de estudios parciales o totales del Libro de los estados es notoria, y un estudio profundo de la materia es necesario; hemos tenido ocasión de examinar múltiples referencias parciales a uno u otro punto del texto comentado. Con gran frecuencia estas citas son las mismas en la mayoría de los estudios examinados, lo que nos hace dudar que procedan directamente del análisis textual. Las valiosas quedan incorporadas al texto en su caso adecuado. Una vez centrados sobre la obra misma, y provistos de los datos necesarios que puedan confirmar nuestras palabras, hemos presentado aquí nuestras conclusiones de acuerdo con el siguiente plan : Estudio de la personalidad del autor. Creemos necesario este estudio obtenido, no de. fu entes secundarias, sino de los propios escritos de don Juan Manuel. Este tiene una habilidad especial para mencionarse a sí mismo, aún en obras en las que su personalidad es irrelevante. Sus obras se encuentran salpicadas de tal modo -3-

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de sus propias actividades, que cualquiera de sus obras puede llama~e autobiográfica, especialmente el Prólogo genera/, que a sus obras puso don Juan Manuel, el Tratad,o de las armas o el Libro de los castigos, además de las frecuentes alusiones a sí mismo que pone en boca tle un personaje del libro, sea este El conde Lucanor, el del Caba/,lero r el escudero o el Libro de los esto,dos. Pero como comprendemos que estudiar a nuestro autor solamente a través de sus propias palabras nos haría pecar fácilmenté de parcialidad, hemos acudido a la Crónica de Alfonso Onceno y al Poem,a del mismo rey, como fuentes contemporáneas, para completar el retrato psicológico que nos interesa aquí. Examen metodológico del Libro de los estoaos. Aquí examinaremos la técnica literaria de don Juan Manuel, su idea de división en «capítulos» y el uso de formas literarias para atraer la atención del lector. Para ello hemos acudido a estructurar sus partes para dar al lector una visión inmediata de la sociedad juanmanuelina. Como resultado de este estudio esquemático hemos discutido en esta sección las distinciones entre estado, estamento, clase y oficio que se encuentran en don Juan Manuel, así como sus alusiones a materias legales o forales. Estudio sociológico o análisis de la sociedad medieval a través de los ojos de don Juan Manuel. Esta parte la podemos subdividir en los siguientes temas: a) justificación del tema del libro; b) justificación moral del sistema social que propugna; y c) exposición detallada de este sistema social. Esta última parte, el estudio sociológico, es el que ocupará una gran parte del trabajo que presentamos, ya que el análisis de los niveles sociales presentados por el autor, y su glosa, necesitarán una serie de acla- 4-

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raciones que justifiquen el uso de la bibliografía básica fundamental que cerrará estas páginas. Hemos procurado reducir a un mínimo el número de llamadas a notas fuera del texto para dar mayor movilidad de lectura al conjunto. Unicamente se incorpora en notas aquel material que no teniendo relación directa con el Libro de los estaaos nos parece aportar alguna luz a su visión temática. En lugar de notas el lector encontrará dentro del texto llamadas a páginas de las obras mencionadas. Unicamente cuando nos referimos o reproducimos un texto del Libro, nos referiremos a los capítulos en números romanos -los que nos da Gayangos en su edición- y no a la paginación de la misma obra. De esta manera esperamos que si este estudio prueba sus armas como elemento de trabajo, no se quede anticuado cuando aparezca, y esperamos que sea pronto, una edición crítica de esta obra de don Juan Manuel. No quiero acabar estas líneas sin expresar mi agradecimiento a mi colega y amigo el profesor Joaquín Gimeno Casalduero, por su aliento y ayuda en la revisión de estas líneas.

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CAPÍTULO PRIMERO

PERFIL BIOGRAFICO

l.

Antecedentes familiares.

Como indica Víctor R. B. Oelschliiger en su trabajo inédito sobre la teoría de los estados de don Juan Manuel, es éste un escritor del ·siglo XIV que en el siglo xx hubiera podido ser profesor de sociología. Su manera de enfrentarse con los problemas sociales no corresponde naturalmente con las teorías actuales en la materia. Tampoco establece don Juan Manuel sus categorías mediante estadísticas o investigaciones de campo, lo que es perfectamente explicable. Pero para los conocimientos, o mejor dicho para la falta de conocimientos y de trabajos previos en la materia, hemos de conceder que don Juan Manuel se desenvuelve en este terreno con una autoridad y claridad mental que le acercan a las preocupaciones que la sociedad actual tiene sobre su composición y su razón de existir. Sus obras literarias podrían servir de hase para un análisis de grupo representativo y naturalmente como premisa para un estudio de la evolución de la sociedad española, principalmente la castellana, aunque no exclusivamente, durante los últimos siglos de la Edad Media.

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La posición política y social de don Juan Manuel le coloca en una situación excepcionalmente ventajosa para realizar estudios en este terreno. No es nuestro propósito dedicar estas líneas a un trabajo de tipo histórico, ya que investigaciones de este contenido han sido realizadas con gran acierto con anterioridad. Pero sí nos interesa mostrar la visión que de sí mismo tenía don Juan Manuel, así como su justificación personal de los hechos políticos, sociales y familiares que le llevan a actuar como lo hace. Para ello lo mejor es seguir sus propias palabras, en sus escritos, tanto en los que abiertamente habla de sí mismo y de su familia, como en aquellos en los que la intención no es tan obvia. Según nos cuenta el mismo don Juan Manuel, su padre fue el último hijo que don Fernando 111de Castilla y de León tuvo con su primera mujer, doña Beatriz de Suabia, perteneciente por línea paterna a la casa imperial alemana del mismo nombre, y por línea materna a la casa de los Angelo, príncipes y emperadores de Constantinopla. Con doña Beatriz de Suabia tuvo don Fernando los siguientes hijos: Alfonso o Alonso, que rein6 en Castilla a la muerte de su padre y que la historia titula el Sabio, Fadrique, Fernando, Enrique, Felipe, Sancho, Manuel, Leonor, Berenguela y María. Con doña Juana de Ponthieu, su segunda mujer, tuvo a Fernando, Luis y Leonor. Don Manuel, padre de don Juan Manuel, sufrió la suerte común a los infantes no herederos, es decir, que se encontró a la muerte de su padre completamente a merced de su hermano mayor, el infante heredero don Alfonso. Esta situación la comentará · más tarde el propio don Juan Manuel al escribir en el capítulo LXXXIV del Libro de los estados: -8-

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... et ellos non han ninguna cosa de suyo sino lo que les dan su padre o su hermano, et porque han a mantener muchos et muy altos et muy honrados estados ...

Es, pues, evidente que la situación económica de un infante no era de envidiar. El rey don Fernando se encontró a la hora de la muerte con que dejaba al resto de sus hijos muy bien heredados, mientras que su hijo don Manuel, «que era muy mozo», quedaba desamparado económicamente. Como el rey no tenía más de qué disponer le entregó como único patrimonio la espada lobera, unas armas que poner en su pendón y su bendición. Esto nos lo cuenta don: Juan Manuel en su Tratado que fizo don Juan MQ,Tl,lJ,el sobre las armas que fueron dadas a su padre el infante don Manuel. Este Trata,d,ofue publicado junto al resto de las obras de don Juan Manuel por Gayangos en el siglo XIX, aunque Argote de Molina parecía ignorar su existencia al escribir su Principio y sucesión de la rea/, casa de los Manueles (1). (1) PASCUAL DB GAYANGOS, Escritores en prosa anteriores al siglo XV (Madrid: Biblioteca de Autores Españoles, tomo LI, 1912). Gayangos incluye las siguientes obras de don Juan Manuel: a. Pr6logo general que a sus obras puso don Juan Manuel. b. Libro del caballero y del escudero.

c. Tractado que fizo don Juan Manuel sobre las armas que fueron dadas a su padre el infante don Manuel. d. El libro de los castigos o consejos que fizo don Johan Manuel para su fijo, et es llamado por otro nombre El libro infinido. e. De las maneras del amor. f. Libro de los estados. g. Libro de los frailes predicadores (título puesto por Gayangos). h. Libro de Patronio. i. Tractado en que se prueba por razón que Sancta Maria está en cuerpo et alma en Parayso. Aquí indicaremos en el texto el Libro de los estados como Estados, seguido en números romanos del capítulo a que pertenece la cita. En las referencias al Tratado de las armas usaremos la palabra Tratado, seguida de la página del texto de Gayangos.

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Es interesante notar la justificación del apellido Manuel que da don Juan Manuel y la descripción de esas armas familiares. Respecto a lo primero, don Juan Manuel parece achacar la imposición del nombre a un sueño que tuvo doña Beatriz estando encinta. Este sueño fue interpretado por don Remón o don Raymundo de Losana, obispo de Segovia y más tarde arzobispo de Sevilla; de su interpretación sacó el obispo la conclusión de que el nombre más adecuado era Manuel, «en que ha dos cosas : la una es uno de los nombres de Dios; la otra, que Manuel quiere decir 'Dios connusco'»~ A Gayangos no parece convencerle esta justificación, ya que entre los ascendientes de doña Beatriz, hija de la princesa Irene de Grecia, hay un emperador Manuel de Constantinopla. Lo mismo dice Argote de Molina en su Principio y sucesión, en que hace constar simplemente que fue «Por la buena memoria del emperador Manuel de Constantinopla parece haber usado el infante don Manuel deste nombre». Aunque la descripción heráldica no nos interesa aquí primariamente, conviene notar la descripción que de las armas da don Juan Manuel en el Trmado: Et cuando el rey entendió que era tiempo paral' dar armas, dicen que dijo que pues el arzobispo don Remón, que era ya arzobispo de Sevilla, acertara tan bien en le poner nombre, que quería que él que acordase que armas le daría. . . . devisol' estas armas, como las nos agora traemos, que son cuarterones blancos et bermejos, así derechamente como las traen los reyes. Et en el cuarterón bermejo do anda el castiello de oro, puso el un ala de oro con una mano de home en que tiene una espada sin vaina. Et en el cuarterón blanco en que anda el león, puso ese mismo león. Et así son las nuestras armas alas et leones en cuarterones, como son las armas de

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los reyes castiellos et leones en cuarterones tado, 258).

(Tra-

Como hace notar Gayangos, Argote de Molina debió desconocer el Tratado de las armas al escribir su genealogía, pues describe las armas de los Manuel de la manera siguiente : . . . confirma esto aver usado por armas de un ala dorada y mano de ángel con una espada desnuda en campo roxo. La mano de ángel por alusión del apellido de Angelo usado en el linage de sus abuelos, y bf espada que es símbolo de valor, victoria y imperio, como dice Pierio en sus Hieroblíphicas. También usó por armas del león roxo en campo de plata de las armas reales de Castilla y de León, en escudo de cuarteles ...

En la explicación que a continuación de la descripción nos da don Juan Manuel no, se menciona que la mano sea de ángel, sino de hombre, sin hacer referencia a la familia de su abuela. Respecto a la espada, don Juan Manuel nos da una explicación de su signif icado simbólico, encerrado en tres palabras: «fortaleza, porque es de fierro; la segunda, justicia, porque corta de ambas partes; la tercera, la cruz» (Tratado, 258), Argote de Molina, por su lado, nos dice que la espada es «símbolo de valor, victoria y imperio, como dize Pierio en sus Hieroblíphicas». Ninguno de los dos parece aludir a una razón heráldica más directa y obvia : el propio don Juan Manuel nos dice que la espada lobera de San Fernando fue la única herencia que recibió el infante don Manuel de su padre. Muy lógico parece ser integrar esta honrosa herencia en los cuarteles de unas armas, que como todas ellas, indican orgullo de una gloriosa ascendencia hereditaria. -11-

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Creció el infante don Manuel al amparo de su hermano mayor don Alfonso, formando una sola casa, como con orgullo recuerda don Juan Manuel: ... ca bien creed que el rey don Alfonso et mío padre en su vida, et el rey don Sancho en su vida, et yo siempre, nuestras casas fueron unas, et nuestros oficiales siempre fueron unos (Tratado, 262).

Bajo la protección del rey don Alfonso casó don Manuel con la infanta doña Constanza, hija del rey don Jaime de Aragón y hermana de la reina de Castilla, doña Violante. La condición para este matrimonio fue la conquista del reino de Murcia por su futuro suegro, con la ayuda del rey de Castilla. Don Jaime quería que su hija Constanza fuera reina para protegerla de su propia hermana Violante, que según dice don Juan Manuel, le tenía «grand desamor et grand envidia» (Tratado, 260). No consiguió don Manuel el reino de Murcia, pero sí la comarca de Elche y una zona que los moros llamaban Alhof ra, no exactamente como reino independiente, sino como señorío de mayorazgo, con la condición de que él y sus descendientes «trojiesen su casa y su fazienda en manera de reyes et así lo fizieron siempre después acá» (Tratado, 263). En estas condiciones establecidas entre don Jaime, don Alfonso y don Manuel basó el hijo de este último sus pretensiones reales y principescas que marcaron de una manera muy compleja sus luchas políticas y la razón inspiradora de sus obras didácticas. Su justificación ha sido la razón de que nos remontemos en estas líneas a las ramas del árbol genealógico de don Juan Manuel, no según las palabras de un rey de armas, sino en las propias del interesado. Don Manuel tuvo dos hijos de doña Constanza de -12-

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Aragón: don Alfonso Manuel, que murió de corta edad, y doña Violante, que casó con el infante don Alonso de Portugal. Casó don Manuel en segundas nupcias con la hija del conde de Saboya, doña Beatriz. De este segundo matrimonio no tuvo más hijos que don Juan Manuel (Tratado, 264), a quien las letras y la historia conocen con frecuencia erróneamente con el título de «el infante» don Juan Manuel, título que don Juan Manuel jamás se da a sí mismo.

11.

Primeros años y juventud.

Nació don Juan Manuel en el castillo de Escalona el martes 5 de mayo de la era hispánica de 1320, es decir, 1282 del calendario gregoriano, hijo legítimo de don Manuel Fernández, infante de Castilla, y de doña Beatriz de Saboya, hija del conde soberano de dicho estado italiano. Quizás haya alguna explicación freudiana en la manera en que don Juan Manuel menciona a sus progenitores : siempre alude a ellos con indicación epitética de su posición social : «mi madre, la condesa», o «el infante, mío padre»; y mientras menciona con frecuencia el nombre de su padre, Manuel, sólo hemos podido encontrar un caso en que mencione el nombre de su madre, Beatriz (Tratado, 261). Es patético el afán constante de este hombre de no dejar olvidar por un momento su ascendencia real, y, como veremos más tarde, su firme voluntad de mantenerse él y sus descendientes en este círculo de poder y alianzas reales. Don Manuel murió en Peñaf iel cuando don Juan Manuel no contaba más que dieciocho meses de edad, el día de Navidad de 1321 de la era hispánica. No menciona en sus escritos don Juan Manuel cómo llegaron -13-

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a manos de su padre los señoríos de Peñaf iel y de Escalona, ya que según palabras del propio autor no había heredado de don Fernando más que la espada lobera y la bendición del rey santo. Es esto quizás una muestra más de la protección de los infantes herederos hacia sus hermanos menores, al entregarles en vasallaje tierras realengas. El caso es que don Juan Manuel mantuvo el señorío sobre ambas villas mandando edificar el castillo de Peñafiel con dineros de su primo el rey don Sancho IV, como menciona él mismo en el Trat,ad,o, y se hizo fuerte en el castillo de la segunda años más tarde frente al rey don Alfonso XI, según nos dice el Poema del mismo rey, citado aquí según la edición de Yo Ten Cate (2) : 296 que don 1ohan le f azia

a Toledo muy gran guerra e con muy gran cavallería le corría la ssu tierra. 297 Quando el rey esto oyó ayuntó la su compaña por las tierras sse salió commo el león con ssaña. 298 Sobre Escalona bolvió, cercóla con la ssu gente e luego la conbatió el buen rey ssañudamente 299 E muy bien se def endia

Se mostró orgulloso don Juan Manuel de la crianza recibida directamente del pecho de su madre la condesa (2) Poema de Alfonso XI, edición de Yo Ten Cate (Madrid: Recista de Filología Española, 1956). La edición de Yo Ten Cate es a doble página, con edición paleográfica y crítica. Nosotros usamos aquí, por su más fácil lectura, la edición crítica. Se menciona en el texto como Poema y las estrofas van por esta edición.

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y del pecho de una hija de Diego González de Padiella,

«infanzón muy honrado». Por desgracia para don Juan Manuel, en un momento dado ninguna de sus dos nodrizas pudo proveerle del alimento necesario, y así la condesa tuvo que darle leche de otra mujer que no debía ser de tan limpia sangre como ella y la hija de Diego González. Y por lo tanto : . . . si en él algunt bien hubiese, que siempre cuidaría que muy grant -partida dello era por la buena leche que había mamado; et quando non ficiese lo que debía, que siempre tendría que era por cuanto mamara otra leche que non era tan buena (Estados, LXVII).

Es ésta una manera bastante original, aunque determinista, de echar la culpa de los errores y maldades cometidos que, como veremos más tarde, no son escasos en la vida de don Juan Manuel. La educación del hijo de un infante era asunto serio y no podía ser dejada en manos de cualquiera. Era costumbre ya de la corona visigoda, y siguió siéndolo en el mundo tardío medieval, la entrega por los padres de exaltado nacimiento de sus hijos a un infanzón o aún a un rico hombre para que atendiera a las necesidades del futuro rey o de los infantes. A esto alude Claudio Sánchez Albornoz en la página 778 de sus Estudios Jobre las instituciones medieval,es españolas al decimos que los infanzones aparecen en algunos textos cuidando de los hijos en su señor. José María Castro y Calvo trata el tema de la educación del príncipe de una manera mucho más extensa en su obra El arte de gobernar en las obras de don Juan Manuel, en la que dedica una tercera parte de su estudio a la educación de los prín. c1pes. -15-

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Desde muy niño es entregado don Juan Manuel en manos de hidalgos que completen la crianza que tan bien había empezado la condesa. Recibió como ayo a Gómez Ferrandes y como encargado de su educación al caballero Alfonso García, «que me criaba et non se partía de mí» (Tratado, 262). En el mismo Tratado nos dice que su padre había sido criado por don Pedro López de Ayala en Pampliega y Villalmunio. La niñez de un príncipe de la Edad Media acababa pronto en mocedad, y más aún en el caso de don Juan Manuel, hijo varón y heredero, por muerte de su medio hermano, de su padre, muerto, como decíamos más arriba, cuando don Juan Manuel no contaba más que dieciocho meses. Además, parece ser, por las propias palabras de don Juan Manuel, que su primo el rey don Sancho sintió por él un gran cariño; esto parece deducirse de las palabras del rey en su lecho de muerte. Le aconseja sobre su futuro, que parece predecir tormentoso: . . . Lo primero, porque perdedes en mí a un rey y un señor, vuestro primo cormano, que vos crió y que vos amaba muy verdaderamente, et que non vos finca otro primo cormano en el mundo que aquel pecador del infante don Juan, que anda perdido en tierras de moros (Tratado, 263).

Ya a los dos años había tenido que hacer caballeros para mantener un derecho otorgado por su tío Alfonso X a su padre. Esto es otro punto de orgullo para don Juan Manuel, ya que «por estas razones que vos he dicho f acemos nos caballeros, non lo seyendo nos, lo que non se falla que ficieron ningunos fijos de infante en España» (Tratado, 262). A los doce años no cumplidos marchó al reino de -16-

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Murcia, defendiendo la frontera frente a los moros. Sus vasallos, teniendo en cuenta su corta edad, lo dejaron en la ciudad de Murcia y, cruzando el río, vencieron en Vera a Jahzam Ahenbucar-Avenzayen en la era de 1332. Y a que aquel señorío de Elche y Alhof ra dado a su padre todavía estaba en sus manos, es natural que como vasallo de su primo defendiese la frontera de éste, y para ello recibió el título de Adelantado del reino de Murcia, único título de que hace alarde al escribir su Libro infiniáo. La carrera política de don Juan Manuel no había hecho más que empezar. Sus infortunios comenzaron verdaderamente con la mayoría de edad de Fernando IV, su sobrino segundo. Este, en 1309, entregó a Jaime de Aragón aquel señorío medio reino que tanto había costado a don Manuel y a doña Constanza, su primera esposa. Se refiere don Juan Manuel amargamente a esta acción real, «et porque el rey don Fernando dio al rey de Aragón aquella tierra que era mía» (Tratado, 261). Esta frase nos muestra que don Juan Manuel no estaba muy cierto del carácter independiente de aquél «como regno et señorío apartado, que nunca obedesció a ningún rey» y aunque su padre y los herederos de éste habían recibido aquel señorío con la condición de que «trojiesen su casa y su f acienda en manera de reyes», no parece que esta realeza llegara nunca a convertirse en efectiva, ya que siempre se refiere a su padre como infante castellano y nunca como «rey de Elche y Alhofra». Recibió del rey don Fernando IV el señorío de Alareón a cambio de sus tierras alicantinas. Lo recibió como mayorazgo, mientras que sus tierras de Escalona y Peñafiel las tenía por razón de vasallaje, como más adelante explicaremos al aclarar este término. Signo indudable del vasallaje de las tierras de Peña- fiel es la manera y el motivo de la edificación de su -172

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castillo, tal y como lo cuenta el propio don Juan Manuel: ... et estando aquí un día el rey don Sancho, díjome quel' pesaba mucho porque yo era tan mal labrador, et porque dejaba aquella muela de aquel castillo estar así yerma. Et mandó a Pedro Sánchez, su camarero, que me diese dineros con quel' labrase, et con aquellos dineros labré yo este castillo mayor de Peíiafiel (Tratado, 260).

Estos dineros se entregan a un primo del rey, mozo de doce años; pero indican, a través de la forma cortés empleada por el rey, o quizás por el propio don Juan Manuel al transcribir las palabras del soberano, que éste tiene voz y voto en las decisiones relativas al señorío, cumpliendo así los dos requisitos que se necesitan por parte del vasallo para aceptar el vasallaje según don Juan Manuel: acatar el señorío del señor y tener de éste tierras o dinero, como el propio don Juan Manuel reconoce: Ya desuso vos dije que los vasallos son por razón del bien fecho que el señor se aviene con ellos, et les promete de les facer bien cuando primeramente son sus vasallos, et este bienfecho es segund las costumbres de la tierra; ca en unas tierras usan en dar los señores a los vasallos todo aquello porque se avienen con ellos en rendas señaladas que los señores han en lugares señalados ... (Estados, LXXXVII).

La minoría de don Fernando IV le coge todavía muy mozo para intentar hacer un papel activo en el reino frente al rey niño o su madre, la reina regente. Sus relaciones con ésta no parecen ser muy cordiales. Don Juan Manuel es primo de doña María de Molina, así como de su marido, don Sancho IV, por ser los tres -18-

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nietos de Fernando 111. Pero mientras a éste siempre se refiere don Juan Manuel en el Tratado de las arm& como «mi primo y señor el rey don Sancho», a la reina no la nombra nunca sino como «la reina doña María» o «la dueña doña María, madre del rey don Fernando» (Trawdo, 262, y Estados, LXXXV). Esto se debe al fuerte carácter de la reina y su defensa de los derechos de su hijo y de su nieto, frente a las ambiciones políticas y territoriales del «hijo del infante don Manuel». En esta época vuelve a Castilla aquel «infante pecador>>, contra quien le había puesto en guardia don Sancho, su propio hermano. La amistad entre los dos primos se debe desarrollar entonces, ya que don Juan Manuel alude a su participación al lado de este don Juan en una contienda entre éste y don Fernando, declarando que «el infante don Johan, que era su primo, et se amaban más que hoines en el mundo» (Estados, LXXXV). Interesante quizás el influjo que pudo tener este infante traidor en el desarrollo de su primo más joven y que todavía no está muy seguro de qué ideas le conviene mantener para su propio henef icio. Pero sí aprendió una cosa de todas estas luchas intestinas dentro de la familia real : la necesidad del secreto en el propósito, de no dar a conocer sus verdaderas intenciones a nadie si quiere que su deseo se lleve a cabo. Nos hace una alabanza de los beneficios que acarrea el saber cerrar la boca a tiempo. Creemos que éste es uno de los momentos en que se muestra más a la altura del papel real que él mismo quiere otorgarse y que sus triunfos diplomáticos se debieron principalmente al ejercicio de esta virtud de la discreción. Al contarnos sus problemas con motivo de las guerras que sostiene contra el rey de Castilla, nos habla de las precauciones guerreras que toma para salir airoso del conflicto : -19-

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Otrosí todas las cosas que fiziere débelas facer mucho en poridad, lo más encobiertamente que podiere: et dígovos que me dijo don Johan, aquel mío amigo, que una de las cosas de que mucho le aprovecharon en las guerras que ovo, que fue las que fizo con gran paridad, et las que más le empescieron fue en las que non fue la poridat guardada. Et díjome algunas vegades riéndose et como en manera de solaz: dígovos en buena fe, Julio mío amigo et mío amo, que en los grandes fechos que hobe de facer que las paridades que me fueron mejor guardadas fueron las que non dije a ninguno (Estados, LXX).

Esta capacidad de secreto debió guiar las palabras del arzobispo de Santiago, don Rodrigo de Padrón, cuando al intervenir en aquella polémica entre el rey, el infante don Juan y don Juan Manuel, equiparó por su educación a este último con los infantes y no con los hijos de infantes, pues según el arzobispo «los hijos de los infantes fueran muy bien si fueran mejores» (Estados, LXXXV). También indica el arzobispo que don Juan Manuel no debe ponerse a la altura de los hijos de los infantes por aquello de que «más vale home andar solo que mal acompañado», refiriéndose a la fama que ya de antiguo tenía el desdichado infante don Juan. Pero el arzobispo no cuenta con la poridad en los planes de este joven príncipe que empieza a usar a los miembros de su familia para sus propios fines. Murió don Fernando IV en 1310, cuando don Juan Manuel ya tenía treinta años. El reinado de Alfonso XI fue el marco de sus actividades políticas y guerreras y los años que median entre la minoría de Alfonso y la toma de Algeciras son de gran interés en la vida de este hombre que, sobrino, primo, tío, nieto y abuelo de reyes, intentó escalar el trono de costado, utilizando a -20-

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su hija como cebo y no consiguiendo otra cosa que la infelicidad de ésta, al desposarla con un rey que la rechaza y luego con otro que la ofende. María de Molina asumió de nuevo la regencia, esta vez en nombre de su nieto, Alfonso, pero ya no se encontraba con fuerzas para defender a otro rey niño. En el consejo de regencia, establecido por cortes de Valladolid de 1314, se nombraron tutores del rey a los infantes de Castilla don Felipe y don Juan el Tuerto, y también a don Juan Manuel. El objetivo político de acabar las luchas internas no se realizó y los tutores siguieron con sus rencillas, como antes de ser nombrados para sus cargos de gobierno. Durante la minoría del rey murieron en Granada sus tíos, los infantes don Pedro y don Juan. Murió la reina al cumplir el rey los catorce años, no sin haber hecho proclamar antes la mayoría de edad del rey. Lo primero que hizo éste fue convocar a sus tutores para avenirse con ellos y asumir las riendas del reino, según nos dice el Poema de Alfonso XI. Se reunió con ellos en Palencia: Enbió a los sus tutores Grandes cartas con mandados Que luego sin detenencia A plafo cierto e día Fuesen con él en Palencia Dar cuenta de la tutoria (Estrofas 157 y 158.)

El gran cariño que don Juan Manuel sentía por su primo, el infante traidor don Juan, se continuó en el hijo de éste, llamado don Juan, hijo del infante don Juan. La coalición de estos dos ricos hombres no es nada favorable al rey, quien, para atraerse a su lado -21-

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a don Juan Manuel, sigue los consejos de su consejero Alvar Núñez : Ricos omnes son onrrados Altos de generación E estdn muy apoderados En Castilla e en León. (Estrofa 169.}

Lo mejor para separar a estos dos amigos, sigue aconsejando Alvar Núñez, es acercar al trono a uno de ellos: Por don loan enbiat Luego ayna sin dudan~a Et con su fija casat Que laman donna Constanza (Estrofa 172.)

El rey pide consejo a su ayo, Martín Ferrandes, que opina también que ésta es la mejor manera de acabar con las banderías que están destrozando a Castilla con luchas internas. Además, para alejar a don Juan Manuel del corazón de Castilla, recibe de su fu tu.ro yerno -por ahora solamente desposado con doña Constanzael cargo de adelantado, que corresponde al título de gobernador militar de zona fronteriza. El propio don Juan Manuel alude a sus problemas fronterizos y a sus luchas con el moro del lado de Granada: . . . en una entrada que fiziera a tierra de moros que fue con el Maestre de una orden que el rey don Jaime de Aragón fiziera que llaman la orden de Montesa . . . (Estados, LXX).

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Como sabemos que la orden de Montesa no fue creada hasta 1317, esta entrada tiene que corresponder a esta época. Conviene conocer cuándo tiene lugar este nombramiento de Adelantado de la Frontera, ya que él mismo se titula así en algunas de sus obras, y así podremos fechar sus escritos. Pero la suerte volvió de nuevo la espalda al flamante Adelantado. Con él lejos de Castilla, Alfonso XI, dando muestras de sus dotes de gobernante y de su sangre fria, hace matar en Toro a don Juan el Tuerto, que había sido su tutor. Desembarazado de este enemigo cercano, pensó que don Juan Manuel ya no ofrecía peligro y que, por lo tanto, su alianza no podía serle ya henef iciosa. Sintiendo de pronto la presión de la Iglesia sobre matrimonios consanguíneos, declaró nulos sus esponsales con doña Constanza y pidió inmediatamente al rey de Portugal la mano de su hija la infanta doña María. Para completar el cuadro, envió mensajeros que suprimiesen a don Juan Manuel, entonces en Sevilla, y que «a vida non le dexasen/por oro nin por auer» (Al/ onso XI, estrofa 262). Don Juan Manuel se enteró de la situación en que se encontraba y es muy probable que entonces escribiera en su Libro de los estados: «por ende según el doloroso tiempo en que yo lo fiz •.• ». Con gran disimulo salió de Sevilla como si fuera a cazar, «A~or en mano llevaba ... » (estrofa 264), y no paró hasta llegar a sus tierras de Murcia, donde se sintió a salvo de la saña del rey. Don Juan recuerda más tarde las circunstancias de sus guerras con su señor natural, expresando su dolor y su pena ante la actitud poco amistosa de su pariente y ex-yerno. Dice por boca de Julio, el predicador castellano en Libro de los estad,os al referirse en tercera , . persona a s1 mismo : -23-

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. . . siempre le fallé en grandes guerras, a veces con los grandes hombres de la tierra, et a veces con el rey de Aragón, et a veces con el rey de Granada et a veces con amos; et agora cuando de allí partí estaba en grant guerra con el rey de Castiella, que solía ser su señor (Estados, XX).

También alude don Juan Manuel a la manera poco honrosa que empleó el rey para eliminarle : Otrosí oí decir a aquel don Juan, que vos dije que es tanto mi amigo, que muchos homes le quisieron matar tan bien con yerbas como por manera de asesinos, como por armas a falsedad (Estados, LXII).

Este párrafo parece indicar claramente la manera que señalaba el Poema de Alfonso XI, que usó el rey para deshacerse de su ya no deseado suegro. Pero el astuto rey don Alfonso no contaba con los recursos de don Juan Manuel. El Poema de Alfonso XI, siempre favorable al rey, no se atreve a condenar la actitud de don Juan Manuel de hacer guerra a un señor que le ha intentado matar y que además le ha injuriado al rechazar a su hija después de unos esponsales de seis años. Don Juan Manuel, hecho fuerte en sus tierras de Escalona, arrasó las tierras de Toledo en vengaza de estos hechos reales. Don Alfonso intentó castigar a don Juan Manuel, pero éste se atrinchera en su magnífico castillo sobre el Alberche, de tal manera que aunque el rey le atacó «sañudamente», tan bien se defendía que el soberano siguió su camino hacia Valladolid, según dice el Poema de Alfonso XI: E apriessa cavalgó con el ssu pendón onrrado e a Cordova legó e oyó un tal mandado

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Que don 1ohan le f azia a Toledo muy gran guerra e con muy gran cavallería le corria la ssu tierra Quando el rey esto oyó ayuntó la su conpaña por las tierras sse salio commo el leon con saña Sobre Escalona bolvio fercola con la ssu gente e luego la conbatió el buen rrey ssañudamente E muy bien sse def endia e el buen rrey cavalgó dexóla e fué ssu vía a Valladolid legó

(Estrofas 295 a 299.)

111. Madurez. El año de 1325 de la era hispánica presenta para don Juan Manuel un buen momento en su carrera política. El Poema de Alfonso XI sigue con atención las actividades de don Juan Manuel en lo que respecta a sus relaciones con el rey de Castilla. Mientras seguía fu era de la obediencia de su señor natural y pariente, le llegan mensajeros del rey de Portugal para pedirle la mano de su hija Constanza, ya rechazada por Alfonso XI pero todavía en su poder: Todos yuntados estdn por guerra tomar con él; esto fué por don Juan fijo del infante don Manuel. Seyendo en el ssu estrado muy bueno e muy real llegavale mandado de aquel rey de Portogal.

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Dixieron: «Varón onrado rico omne de gran linaje tengades por guisado de oir este mensaje Que es bueno sin dudanfa vuestra fija doña Constanfa enbiavosla el rey pedir Quierla cassar noblemente con don Pedro, noble infante». Diz: «Dargela he de buenamiente e téngome por bienandante. El cassamiento trataron teniéndolo por derecho ricos homes sse f ablaron para ayuntar este fecho

(Estrofas 529 a 534.)

Como don Juan Manuel se encontraba desligado de su señor natural, la intención del rey de Portugal era conseguir el vasallaje de este rico hombre tan importante en Castilla. Don Juan Manuel se muestra de acuerdo y le envía su respuesta : Con Johan Nunnes de Lara del noble rey natural su mensaje enbiava al noble rey de Portugal De sy le fiso omenaje luego por sus mensajeros e fisole vasallaje por sus buenos caballeros

(Estrofas 535 y 536.)

Lógicamente estas nuevas no fueron del agrado del de Castilla. Manda correr y robar las tierras de Peñaf iel -26-

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y además se niega a entregar a su ex-desposada, a pesar

de que el rey de Portugal le envió recado de que se lo agradecería. El rey castellano se niega a hacer a don Juan Manuel este «plazer»: Doña Constan,a non leuarán A Portogal bodas fazer a ssu padre don lohan non taremos tal plaz,er (Estrofa 545.)

El Poema de Alfonso XI nos presenta aquí dos veces a una misteriosa dama que, rindiendo homenaje a don Alfonso, le pide que tenga piedad de don Juan Núñez de Lara y de don Juan Manuel, que se han levantado contra él. La Crónica del rey Al/ onso Onceno parece identificarla como Juana Núñez, suegra de don Juan Manuel, ya casado con doña Blanca Núñez, que en Argote de Molina aparece como doña Blanca de la Cerda, hija de don Juan Núñez de Lara. Yo Ten Cate, en su edición del Poema, dice que no ha podido identificar a la dama que intercede por don Juan Núñez de Lara, aunque identifica a través de la Crónica a la que lo hace por don Juan Manuel (3). La proximidad de los dos casos, el tipo de petición y la relación existente entre los dos ricohombres, hacen muy posible que fuera en el primer caso, como lo es en el segundo, doña· Juana Núñez, dama de gran prestigio y ricahembra señora de Vizcaya. Doña Juana era hábil embajadora y tiene éxito

(3) Cr6nicas de los reyes de Castilla (Madrid: Biblioteca de Autores Espafioles, tomo LXVI, 1919). «Crónica del rey Alfonso Onceno», capítulo XXVII. Sobre esta Cr6nica y el descubrimiento de una Gran crónica de Alfonso XI conviene ver los trabajos de Diego Catalán Menéndez Pidal.

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en su petición, ya que don Juan Núñez abandona Lerma y don Juan Manuel viene a reconocer, según el Poema, su pleitohomenaje a su señor natural. La dama pinta a su yerno como «viejo y anciano», y que además está sin «villa nin castillo, en que pueda escapar», aunque tiene que prometer al rey recibirle en cualquier villa o castillo que tuviese: por este Rey de piadat rey noble señor fiel a don lohan perdonad Fijo del infante don Manuel. Es viejo e anfiano válale vuestra messura véngavos besar la mano con tal pleyto e postura Que vos faga vasallaje muy bien e sin engaño con fijos dalgo omenaje que nunca vos f aga daño nin otro mal nin bolifio e nin guerra nin despecho mas que vos f aga servifio e ame vuestro plovecho e en las villas que tovier que vos acojan a qualquier ora e sy el esto non quisier echaldo del mundo fuera e vos, noble rey caudillo, podédeslo desbaratar: non ha villa nin castillo en que pueda escapar». El buen rey fizo ssu rruego desta muy noble sseñora las nuevas ssopiera luego don Juan a poca de ora e el pleyto otorgó teniéndose por culpado.

(Estrofas 590 a 596.)

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Muy posiblemente a don Juan Manuel no le hizo gracia esta descripción de su salud y condiciones físicas y económicas, ya que tenía en estos momentos unos cuarenta y ocho años y por sus escritos vemos que se encontraba en perfecto estado de salud mental, mientras que el mismo poema dice que sus actividades guerreras continúan todavía unos doce o trece años más. El rey de Portugal no estaba de acuerdo con la situación que creaba la vuelta de don Juan Manuel a la obediencia del rey de Castilla, pues su hijo estaba desposado con doña Constanza Manuel, aunque ésta no había salido todavía del reino de Castilla. Al tener el rey castellano necesidad de la ayuda del portugués, su suegro, para la conquista de Tarifa, éste exigió como pago de su ayuda la entrega de la hija de don Juan Manuel para llevar a cabo el matrimonio tanto tiempo demorado. Don Alfonso, con quien se encontraba don Juan Manuel, accedió por fin a esta entrega, dando lugar al martirio de esta pobre princesa en tierras portuguesas, al llevar en su compañía como dama a doña Inés de Castro (4) . Tenemos noticias de dos empresas guerreras más en las que interviene don Juan Manuel: en la primera se une a los reyes de Castilla y Portugal para luchar contra el rey moro de Benamarín y participa en la toma defi(4) Noticia histórica más completa sobre este hecho lateral a la vida de don Juan Manuel se encontrará en A.NroNIO BALLESTEROS Y BERETl'A, Historia de España (Barcelona: Salvat Editores, 1948), vol. 111, págs. 144-45. El tema histórico se convirtió en literario ya con el Cancionero de Resende, y en el siglo de oro proliferaron las obras sobre el tema, tal como indican HURTADOy GoNzmejor; ... (Estados, LXXXIV.)

Estas notas sobre el infante heredero tienen interés a la luz de la historia. De los tres reinados que alcanzó don Juan Manuel -Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI- no conoció más infantes herederos que los hijos de éste último, muy pequeños todavía cuando escribió esta obra. Fernando IV y Alfonso XI tuvieron consejo de regencia, es decir, que por su edad no actuaron nunca políticamente como tales infantes. Sancho IV, a cuyo cargo estuvo don Juan Manuel, como vimos anteriormente, no fue un modelo en la materia, causando a su padre don Alfonso X guerra y abdicación, hasta el punto de hacer derogar la ley castellana de representación y hacerla sustituir por el principio germánico, existente en el reino visigodo, de sucesión por asociación al trono (10). Don Juan Manuel no llegó a conocer per(10)

BALLESTEROS.,op.

cit .., págs. 58 y S9.

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sonalmente estos problemas, pero muy posiblemente experimentó sus consecuencias, y aquí nos da la teoría ideal de comportamiento de los herederos, se siga prácticamente o no. Categoría de especial significado pa1a el autor del Libro de los estados es la que comprende a los infantes no herederos, entre los que se cuenta su propio padre. Lógicamente es un estado muy honrado, es decir, de grandes beneficios y al que deben respeto los demás del reino. Por otro lado, estos infantes son tenidos por señores naturales, lo que llevaba consigo los privilegios que más tarde expondremos al examinar este término de «natural». Pero este honor y esta naturaleza no los hacen precisamente señores poderosos por sí mismos. Y a hablamos más arriba de la situación económica en que se encontraban, debido a la tendencia unificadora patrimonial de algunos reyes, ·que hace que don Juan Manuel diga: . . . et como el su estado es más alto et más honrado que todos los otros, si non lo mantienen como deben, esles muy grant vergüenza et grant mengua et ellos non an ninguna cosa de suyo sinon lo que les da su padre o su hermano ... (Estados, LXXXIV).

La práctica, que en el caso de don Manuel se mostró adversa con él a la muerte de su padre don Fernando 111, parece que era contraria a este desamparo económico. Tenemos buen ejemplo de esto en la Crónicade Al/ onso Onceno, cuando el cronista nos indica no sólo el nacimiento de los hijos legítimos del rey -don Fernando y don Pedro-, sino también el de los ilegítimos -don Sancho, don Enrique y don Fadrique-, con clara mención de las propiedades y mayorazgos que entrega a éstos, «e diole casa et vasallos ~t pusole tierra cierta -77-

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apartada» (11) . El sentido patrimonial que se desarrolla en Castilla a partir de Femando I da sentido a estas palabras. En la división de los infantes tenemos como última categoría a los hijos de los infantes. Don Juan Manuel tiene aquí todo el peso de autoridad en la materia que le da el ser él mismo uno de ellos. Esto no le hace ser blando con sus iguales : indica que no suelen ser tan bien criados como los infantes, que con frecuencia son consentidos y halagados y se «ha de fazer cuanto ellos quieren sin trabajar ellos mucho por ello». Esto le lleva a una reflexión que parcialmente hemos citado anteriormente, pero que aquí interesa hacer resaltar : . . . ca cierto creed que en mal punto fue nascido el home que quiso valer más por las obras de su linage que por las suyas. Otrosí les empesce mucho porque ellos tienen que han de mantener el estado et la honra de los infantes sus padres, et los infantes mantienense como los reys sus padres, et así torna el pleito que los fijos de los infantes tienen que han de mantener estado de reyes . . . et si los fijos de los infantes non les hace Dios mucha merced . . . non ha en el mundo estado más aparejado para non facer todo lo que cumple . . . (Estados, LXXXV).

No hay duda que la experiencia de sus propios problemas, de los que se encuentran plagados las crónicas de la época, le hace hablar así, y más teniendo en cuenta la fecha en que acaba su libro, cuya primera parte, la que aquí estudiamos, dice en su último capítulo acabar en el pueblo de Pozancos, del obispado de Sigü.enza, en mayo de 1330. (11) Crónica de Alfonso Onceno, capítulos CV, CXXVIII y CXXXVII. Gimeno (Imagen, 61) menciona la creación del condado de Trastamara a favor de Alvar Núñez.

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El gran problema para todos estos infantes es el de la salvación del alma, motivo de su enumeración y catalogación. No menciona específicamente el problema de la salvación de los infantes herederos, ya que los equipara a los reyes y lógicamente el infante heredero se convierte en rey antes de morir. Así, pues, ha de aplicarse al infante heredero la misma regla que a los emperadores y a los reyes, es decir, que tienen en su estado las mejores condiciones para salvar el alma. No son tan afortunados los infantes no herederos, y no digamos los hijos de los infantes. Estos se encuentran en gran peligro no sólo para su alma, sino para su cuerpo también y necesitan de gran bondad y entendimiento, «ca han de mantener muchos et muy altos estados et muy honrados estados et non han con qué lo cumplir». En el caso específico de los hijos de los infantes dice don Juan Manuel que es un estado muy peligroso si «Dios non les hace mucha merced, et señaladamente en darles entendimiento et muy grant esfuerzo»; y Julio contesta al infante don Johas a guisa de comentario que «non tengo por maravilla de les acaescer esto que vos decides, et tengo que face Dios mucha merced al que es de tal estado, si face tales obras que pueda ser atnado de Dios et loado de las gentes» (Estoáos, LXXXV). El último punto que vamos a tocar respecto a los infantes es el de la educación. José María Castro y Calvo ha estudiado este punto en relación al conjunto de las obras de don Juan Manuel en su obra El arte de gobernar en las obras de don Juan Manuel, y allí remito al lector para un más amplio estudio, reduciéndonos aquí a lo que se nos dice sobre ello en el Libro de los esta-

dos (12). (12) José María Castro y Calvo dedica una gran parte de su obra a la educación del príncipe. Trata de los ayos, maestros y conse-

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La crianza de un infante heredero es de suma importancia para el reino y, por lo tanto, a ello dedica don Juan Manuel algunos comentarios. En primer lugar, la crianza del niño de pecho tiene gran importancia, como ya mencionamos al hablar de la propia crianza de don Juan Manuel, ya que la leche de la madre o del ama puede causar todo un determinismo vital. Una vez fuera de este peligroso estado, se entregaba el infante -o para lo que es igual, al hijo de un rieoal cuidado· de un amo para que lo criara, hombr~ de donde la expresión de cariño de la época, «es mi criado», es decir, una especie de hijo adoptivo: . . . : lo uno es que este fecho del infante, vuestro fijo, que es mio señor et mio criado, . . . (Estados, XVII) . ... Et luego que el niño nasció, toméle por criado en mi guarda, et desque fué entendiendo alguna cosa, punné yo en le mostrar et le acostumbrar lo mas et lo mejor que yo pude. . . . (Estados, XX.) Otrosí los que crían los fijos de los señores, bien asi como pueden facer mucho bien en criarlos et en castigarlos porque sean buenos et bien acostumbrados, bien así pueden errar si en alguna cosa menguan desto falagando a sus criados porque estén mejor con ellos, ó encubriéndoles, ó loándoles cuando en alguna cosa non ficieren lo que deben; ca por lo que ellos entonce les consienten toman ellos muy grant dubda para adelante en los sus cuerpos et en las sus faciendas . . . (Estados, XCV).

jeros, de los fundamentos de la educación y sus clases: moral, social, científica y religiosa. Una parte de ella se dedica a ver lo que entiende don Juan Manuel por «el saber».

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Estos criadores recibían el nombre de «amo» (13) y eran inf anzones u hombres de criazón, términos que estudiaremos más adelante. Bajo su tutela crecía el infante, alejado de los continuos viajes y de la inseguridad del mundo trashumante característico de la corte castellana. De esta manera se aseguraba un sentido de hogar y de alejamiento de los problemas de un palacio real, nunca el mejor sitio para formar una cabeza estable o incitar al estudio o la reflexión. Don Juan Manuel nos da una descripción detallada de las etapas que sufre esta educación. De los amos dice que han de ser «homes buenos entendidos, de que haya siempre buenas razones et buenos consejos, et aprendas buenas maneras et buenas costumbres» (Estaaos, LXVII). Además de estos amos, tienen que tener mozos según su edad, es decir, servidores que les atiendan. En cuanto a las costumbres de los infantes sobre el comer y el beber, repite las indicaciones dadas en las Partidas (14) casi al pie de la letra. La educación propiamente dicha de un infante empieza a los cinco años, en que deben empezar a leer, «pero con falago y sin premia», latín y las crónicas de los grandes hechos, para que aprendan cuánto malo les viene a los emperadores y reyes que «f icieron malas (13) La protección privilegiada que alcanzaba a los amos que criaban a los hijos de los nobles se llamaba amatium. Hubo de ser contenida por los reyes, prohibiéndola o limitándola, y exigiendo a los amos autorización del tenente terrae para criar a los hijos de los nobles y aun de los reyes (Cortes de León). Noticia de ANGELES GARciA RIVEs, «Clases sociales en León y Castilla» (Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1920), pág. 380. (14) El título de la ley V, del título VII de la Partida 11, dice: «Qué cosas deben acostumbrar los ayos a los fijos de los reyes para ser limpios et apuestos en el comen. La ley puede verse en MARGARITA PBAA,Antologta de Alfonso el Sabio (México: Editorial Porrúa, 1973), pág. 129.

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obras et fueron medrosos et flacos de corazón». Además de la educación del alma, hay que atender a la del cuerpo y en primer lugar tienen que subir a caballo desde pequeños hasta que «se atrevan a poner espuelas a cualquier caballo» (LXVII). Como hay que acompasar estas dos enseñanzas, don Juan Manuel nos da con detalle un horario que se ha de seguir, empezando el domingo oyendo misa, si fu era cantada mejor. Es curioso que en día de fiesta no pueda cazar ni leer, seguramente ocupaciones consideradas trabajosas, mientras que tiene libertad para cabalgar, «et trebejar>>, término al que nos hemos referido más arriba, porque estas ocupaciones las toma como placer y no como obligación. En cambio, el lunes ha de levantarse «de grant mañana», para oír misa, y después ejercitarse en la casa con sus armas para que se acostumbre al peso de ellas. Dedicada la mañana a los ejercicios físicos, por la tarde se dedicará a los intelectuales, y «debe oír su lección et facer conjugación et declinar et derivar, o facer proverbio o letras». Así debe pasar la semana hasta llegar al sábado, en que debe repetir y confirmar las lecciones del día : . . . et como es dicho pasar asi toda la semana leyendo un dia et cazando otro, et el sábado repetir et confirmar todas las lecciones de la semana; en los dias que fuere á caza debe guisar que tarde un dia mucho el comer, et otro que coma mas de mañana, et que las viandas no sean siempre unas ... (Estados, LXVII.)

Llega a mencionar don Juan Manuel cómo ha de ~er la cama, diferente con frecuencia para que no se acostumbre y, además, se ha de hacer ruido cerca de él para que éste no le impida el sueño. Vemos, pues, que teóricamente el estado de los in-

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fantes recibía una atención digna del lugar que ocupaban en la sociedad de su tiempo.

111. La a/,ta nobleza.

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En los dos epígrafes que siguen nos proponemos dividir en dos apartados -los más compactos- el grupo social que sufrió más estratificación durante la Edad Media. Esta división que intentamos es extraordinariamente difícil y compleja, y sus divisiones y subdivisiones con frecuencia se entremezclan, de tal modo que parece usarse el mismo término con o para dos acepciones distintas. En ninguno de los documentos que hemos examinado, desde el siglo IX hasta las Cortes de Alcalá de Henares, de 1348, existe la menor discriminación de términos, por lo que nuestra labor ha sido principalmente abstraer nociones similares. Hemos anticipado que el término noble como sustantivo aparece en los reinos germánicos. Ahora diremos aquí que el vocablo noble en esta época no tiene acepción sustantiva, sino simplemente adjetiva y, además, aparece raramente como denominación estamental en los documentos del período (15). La designación genérica utilizada para las clases superiores es la de hijosdalgo, o fijosdal,go. Mayer recoge varias etimologías de hidalgo que refuta y a su vez es corregido por Sánchez Albornoz (16). Aquí hacemos notar exclusivamente su

)

(15) VIcroR R. B. OELSCHLAGER, A Medieval Spanish Word List (Madison: University of Wisconsin Press, 1940),pág. 141. Corominss, en su Diccionario ya citado, lo incluye bajo el artículo conocer (volumen I, pág. 884), y dice: «Formas cultas: Noble (doc. de 1184. Berceo; etc.), descendiente semiculto del latín nobilis 'conocido', 'ilustre', 'noble', derivado de noscere...•·

,

(16)

CIAUDIO SiNCHEZ

ALBoRNOZ, Espafia,

un enigma histórico

(Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1962), vol. I, págs. 620 a 670.

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valor como designador genérico, en el que se incluyen todas las divisiones que seguirán, disminuyendo paulatinamente los grados hasta llegar al denominativo hidalgo a secas, es decir, sin ningún otro distintivo o consideración de nivel. Don Juan Manuel mantiene este valor genérico en el Libro de los estados al referirse a los emperadores, ya que dice que el emperador «es tan fijodalgo como sus hermanos menores», y, además, «los otros sus hermanos, que tan fijosdalgo son como él. .. » (LXVIII). Las Cortes de Valladolid confirman este concepto al decir que « ..• los ricos homes et infanzones et caballeros et otros qualesquiera que han algo ... » (17). Esto indica que todo individuo de estas clases superiores se consideraba a sí mismo como hidalgo. Es decir, que dentro de ésta se pueden después hacer todas las divisiones necesarias, pero partiendo de este punto. Dentro ya de esa categoría de hidalgo, nos vamos a permitir, como sistema de trabajo, dividir a éstos en dos grupos que por otro lado estaban perfectamente delimitados en la vida medieval. El primero tiene nombre conocido, y bajo éste se encierra un número determinado de estados. Nos referimos a los grandes, ricoshombres o señores. Este es el grupo que vamos a estudiar en este apartado, bajo la impresión que de él nos da don Juan Manuel. En el apartado siguiente veremos el nivel inferior de la hidalguía, que resulta más difícil de clasificar con un nombre común a todos ellos. Nos dice don Juan Manuel que estos grandes reciben el nombre de príncipes : «este nombre llaman a todos los grandes señores del mundo; et el estado segund ha (17) Cortes de Valladolid, era de 1345 (Femando IV). GALOSbtCHBZ, Libro de los fueros de Castiella (Barcelona: Universidad de Barcelona, Facultad de Derecho, 1924), ley XXXI.

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poder et riqueza así es honrado» (LXXXVIII). Al mencionar el rey Morován a su hijo su situación en el reino, le habla de esto también : «podredes tomar placer con vuestros grandes homes; que habedes, loado sea Dios, asaz dellos •••» (XV). Mayer nos confirma estas palabras en su obra ya citada, al decirnos que «se pone al príncipe en el mismo lugar del señor» (Mayer, 205), y nos asegura que la misma persona se conoce con el nombre de senior y dominas en Navarra, Alava, Vizcaya y Castilla la Vieja. El senior tiene a su cargo distritos o regiones (Mayer, 202). El término preferido en Castilla y el que usa don Juan Manuel con más frecuencia es el de ricohombre, pues así como el de hijosdalgo indica el origen de algo conocido y, por lo tanto, limpio, el término de ricohombre indica honra, en su valor medieval en que se mezcla un concepto físico de posesión y otro espiritual de esfuerzo. Las Partidas nos dan una definición clara del valor de la honra como algo ganado por el hombre por hecho conocido, por el lugar o bienes que tiene o por su propia bondad (II, título 13, ley 17). El que tiene más de esto es más rico que los otros, de donde procede la denominación. Esta cambia en León a «ricachones de la tierra», y se otorga como designación de estado para la alta hidalguía -término que considero más castizo que el de alta nobleza por las razones que venimos dando- en un tratado entre Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla en 1207, según comenta García Rives (374). Don Juan Manuel hace grandes esfuerzos para demostrar la diferencia entre ricohombre y hombre rico, indicando que en aquél va la honra, que es riqueza, por delante, mientras que en éste, al poner detrás el calificativo, hace que no haya honra u orgullo en este tipo de posesiones : -85-

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Señor infante, debedes saber, que así como les dicen ricos homes, les pudieran decir homes ricos; ca rico home et home rico á do paresce que es uno, mas ha entre ellos muy grant diferencia; ca en diciendo home rico, entiéndese cualquier home que haya riqueza, tanto ruano como mercadera; ca si quiera manera es de fablar cuando dice uno á otro: ¿Vistes fulano cómo es home rico? Mas cuando dicen rico home, ponen la riqueza, que es honra, delante, et quiere decir que es mas honrado que las otras gentes, por los caballeros que ha por vasallos et por el pendon que puede traer. Et estos ricos homes non son todos de una guisa nin son eguales en linaje nin en honra nin en poder; ca algunos dellos ha y que son de muy grant sangre et viene del linaje de los reys; et otros que, como quier que son del linaje de los reys, que casan los fijos et las fijas con los fijos et las fijas de los reys, et ha y otros que son de gran sangre, mas non tanto nin tan honrados como estos que desuso dicho es. (Estados, LXXXIX.)

En el Libro de los estados los ricoshombres se encuentran divididos en cuatro grupos: duques, marqueses, condes y vizcondes. Esta división nos hace ver que este estado general necesita una designación específica de conformidad. Estos son los títulos de que pueden disfrutar los ricoshombres, pero como su honra -riqueza, hechos, lugares- no tiene como base el título anterior, se puede ser ricohombre en la edad media y no tener más título que el de «señor». Es decir, que en la clasificación de don Juan Manuel encontramos algo que ha desaparecido en el concepto moderno de la alta nobleza : en el siglo XIV se puede ser ricohombre y no tener título distinto que la denominación de «señor», mientras todos los titulados entraban en la categoría o estado de rico-

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hombre. En el reino español desaparecieron todos los señoríos como títulos del reino, a excepción de dos de ellos : el d~ Rubianes, perteneciente a la casa de Aranda, y el de Lezcano, perteneciente a la casa de Infantado, los dos con grandeza de España. Los dos títulos tradicionales procedentes del mando militar son los de conde y duque. Según Mayer, ha habido una confusión en las nomenclaturas que puede explicarse de distintos modos. El prefiere la de que a mediados del siglo VII, el comes y el dux aparecen unidos y se usaban indistintamente como denominaciones de jefes militares (Mayer, 134). Don Juan Manuel menciona en primer lugar al duque, diciendo que entre los grandes señores no hay nadie en mejores condiciones para salvar el alma y guardar su honra y sus estados : Et dígovos que segund el mio entendimiento, que de los grandes se:fíores non hay ningunos que mejor puedan salvar las almas et guardar sus honras et sus estados que los duques, de los emperadores et de los reyes afuera, si les non embargasen las grandes guerras et las grandes contiendas que han de haber, et las grandes cosas que han de facer, en guisa que, demás de lo han de renda, han menester muy grant cuantía de haber; et por estas dos cosas non es el estado sin peligro tambien de las almas como de los cuerpos. (Estados, LXXXVIII.)

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Hace notar que si bien es un rango muy elevado, no es de linaje de reyes, aunque sí el más honrado de todos los inferiores a éste (LXXXVI). Nos da su etimología como procedente del latín dux con el significado de caudillo distinguido por tener «muy grandes tierras et gente», poseyendo la tierra de dos maneras : por herencia y por feudo o vasallaje. También menciona que el -87-

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duque ha de ser no s6lo ricohombre, sino también hombre rico, porque para mantener su condición no le bastan las rentas : «tiene necesidad de un gran haber» (LXXXVIII). Entre los ricoshomhres aparece la posición de conde, y ésta deja a don Juan Manuel perplejo. El mismo nos asegura que es un estado muy extraño porque «caben en él muchas maneras de homes». Para procurar aclarar el problema, divide los condes en tres grupos: primero, unos que son tan honrados como los reyes, ref erencia clara a los condes independientes, como el de Barcelona, o su propio abuelo, el conde de Saboya; otros tienen más de cincuenta caballeros, con lo que se refiere al mando mesnadero que todavía tenía hasta cierto punto este título. Y, por último, se refiere a que algunos reyes llaman condes a sus hijos, es decir, que esta designación toma un matiz real, en este caso una clara referencia a Alfonso XI y su actitud hacia sus hijos ilegítimos. También nos intenta dar una definición de conde con matiz etimológico, ya que partiendo del latín comes intenta sacar a la palabra un significado de «compañero del rey», pero compañero en el sentido de igual: Et este nombre de conde fue sacado del latín, ca por el conde dicen en latín comes, et comes en latín tanto quiere decir en romance como «compafiero», et en esto dan á entender que los condes que son compañeros de los reys, cuyos naturales son, et los condes en sus condados pueden facer todo aquello que los duques et los marqueses et los príncipes en sus tierras. (Estados, LXXXVIII.)

No es de extrañar que don Juan Manuel se muestre perplejo, y que su etimología no resulte muy convincen-

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te. Aún hoy día los eruditos disienten en este respecto : Mayer sostiene que hay una diferencia entre cómites exercitus y cómites civitatis, asignando un origen godo a los primeros y un origen romano a los segundos. Sánchez Albornoz no está de acuerdo con Mayer y sostiene en su obra En torno al feuda/,ismo que hay que dif erenciar entre cómites y comitatus, siendo aquéllos de origen romano y representando el mando militar (duces), mientras que los segundos ya estaban en la comitiva del jefe tribal godo, cuando todavía no se habían arrogado estos jefes tribales las prerrogativas imperiales (Feudalismo, 23). Vuelve a hablar de este punto en su obra posterior, Estudios de las instituciones medieva/,es españolas, al tratan del prefeudalismo hispanogodo (Instituciones medietJales, 74 7) • Aunque los argumentos de Sánchez Albornoz nos parecen mucho más sólidos que los de Mayer, es un hecho que para los conocimientos documentales del siglo XIV la confusión denominativa de dos ocupaciones o puestos estamentales muy similares en cuanto al poder y la honra se justifica plenamente . Además de referirse a estos dos estados tradicionales en la Península Ibérica, don Juan Manuel menciona específicamente otros dos, los marqueses y los vizcondes. No dedica mucha atención a éstos, por ser dignidades o nombres poco comunes en Castilla en esta época. Los menciona como curiosidad o detalle erudito, indicando que los marqueses toman su nombre de las marcas italianas y que el vizconde quiere «indicar en romance home que está en lugar del conde» (LXXXVIII) . Lo más interesante es que don Juan Manuel menciona estas cuatro categorías en el mismo capítulo, el LXXXVIII, y mientras nos refiere cómo es el estado de duque el mejor entre los grandes para salvar el alma, no hace -89-

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ninguna referencia en este sentido respecto a los condes, marqueses o vizcondes. Nos explica su diversidad de origen, sus funciones y aún sus poderes terrenales. Pero o se olvida de que éstos también tienen un alma que salvar, o piensa que la indicación general de grande hombre es bastante para hacer la equiparación. IV.

lnfanzones e hida/,gos a fuero.

Nos hemos referido en la sección anterior a la hidalguía de mayor poder político y económico, formada por los ricoshombres, en su mayoría titulados. Pero la categoría inferior de la clase privilegiada foralmente tiene gran importancia en Castilla y en León, ya que ellos forman la rótula sobre la que se articula la sociedad en general. A esta nobleza secundaria pertenecía Rodrigo Díaz, y todo el Poema del Cid es un canto a la lucha entre la clase de los ricoshomhres y esta nobleza menos poderosa. Esta categoría estamental está compuesta por los infanzones y los hidalgos en sentido restringido. La delimitación de los infanzones no está todavía solucionada. Mayer nos da su etimología· diciendo que esta palabra «no puede ser sino la voz 'infans' reforzada ••• El sufijo 'on' indica el mayor, el de más edad entre varios hijos» (Mayer, 89). Las Partidas dicen que «es nobleza que viene de padre e de abuelo fasta el quarto grado» (II, título 21, leyes 2 y 3), y también «et como quier que éstos vengan antiguamente de buen linage et hayan grandes heredamientos, pero no son en cuenta destos grandes señores que desuso deximos» (II, título 21, ley 13). El principio general parece ser que la exención de tributos sobre la tierra que poseían es el signo de infanzonazgo, según García Rives (381), aunque Mayer (76), -90-

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sostiene que es reqws1to también que vivan en ellas, Sánchez Albornoz no cree que esto fu era necesario, y su afirmación está fundada en el Fuero de Castrojeriz de 97 4, en el que el conde independiente de Castilla García F ernández otorga a los caballeros de la villa el estatuto jurídico y fuero de infanzón (Una ciuda,d hispano-cristiana hace un milenio, 63). Es requisito que tengan solar cierto, es decir, una casa exenta de tributos y servidumbre en la que se ostenten las armas o blasón. El infanzón recibe también en Navarra el nombre de Cavero, por ser cabo o cabeza de la familia, es decir, el primogénito (Mayer, 82). Vemos en esto que otro carácter del infanzón es ser el primogénito, que dado el mayorazgo favorecido por la legislación germánica, recibía las tierras de heredad de la familia, es decir, el patrimonio. Don Juan Manuel da a esta clase la importancia que merece, pues ya nos indica cómo los infantes se entregaban para su educación a un infanzón. Indica que su nombre no es general en España, ya que en Arag6n se llaman mesnaderos. Reproduce la definición de las Partidas al decirnos que son «caballeros que luengo tiempo ha que por sus buenas obras f icieron los señores más bien et más honra que a los otros sus iguales et por esto fueron más ricos et más honrados que los otros caballeros» (Estados, XC). Su diferenciación genérica con los caballeros la vamos a estudiar en la sección siguiente. También hace hincapié sobre la necesidad de tener «solares propios et ciertos», es decir, una casa exenta de tributación, y para relacionarlos con el resto de los hidalgos, don Juan Manuel nos dice que «casan a sus fijas con algunos de aquellos ricos homes que desuso vos dije» (XC). Recuérdese a este respecto al infanzón Rodrigo Díaz de Vivar, que casa con Jimena, ricahembra -91-

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hija del conde de Oviedo y pariente cercana de Alfonso VI de Castilla y León. Menciona don Juan Manuel la salvación del alma de los inf anzones, pero sin decidirse sobre las condiciones en que se llevará a cabo. Todo lo más que nos dice es que «deben pedir merced a Dios que les acorra con la grant piedad que ha en sí», con lo que seguimos ignorando si considera que este estado es peligroso o no para la salvación eterna, aunque nos asegura que ayuda o perjudica la manera como hacen «sus facienda&, sus casamientos et sus obras» (XC). En el mismo nivel de nobleza se encuentran los hidalgos en sentido estricto. Ya hemos visto que son hidalgos desde el emperador abajo hasta este punto en la escala, pero lo mismo que hay hidalgos que doran su hidalguía con títulos, distinciones o tierras heredadas, como hemos visto en las tres secciones precedentes, aún hay un último escalón, que no goza de otro título. Estos hidalgos son los segundones, que por su sangre son todavía miembros de este estamento, pero que no tienen medios de fortuna propios heredados, ya que acabamos de ver que éstos pasaban al hermano mayor. Siguiendo la misma regla que usaba para su clasificación de los infantes, don Juan Manuel es consecuente al no clasificarlos aparte. Nos ha ido diciendo que todas las categorías o estados vistos anteriormente son hidalgos, pero no clasifica este estado independientemente, lo que por otro lado hace contemporáneamente el Ordenamiento de Alcalá de la era de 1348, en su título XXXII, ley LXV, «De cómo sea guardada a los fijosdalgo la franqueza et la nobleza que han». También tienen los hidalgos un carácter económico : la posesión de quinientos sueldos de oro, que los pone por encima de otras clases más económicamente débiles, como cita Sánchez Albornoz -92-

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en su Libro de los fueros de Castüla, en la página 91. En otro lugar hablaremos de las ceremonias que han de seguir los hidalgos para dejar de serlo, y las que han de seguir en caso de que quieran recuperar esta situación, ceremonias y situaciones que no interesan a don Juan Manuel debido a su concepto de una sociedad cerrada, como dice Maravall, en la que la movilidad es un fenómeno exótico.

V.

Caba/,leros y escuderos.

Hemos preferido separar en una sección especial estas dos categorías tan unidas entre sí, porque no forman en realidad un estamento determinado. Aquí veremos en lo que basamos esta afirmación. El caballo ha sido en el mundo medieval una bestia que gozó de especial distinción, y en la Península Ibérica esto no fue excepción. Sánchez Albornoz dedica unas páginas bellísimas al noble bruto en su obra En torno a/, f eudaUsmo (87 a 95) . En ellas nos cuenta cómo la Lex Visigotorum se ocupa de su precio, haciendo ver su posición destacada en el mercado económico. En los Fragmentos Gaudesianos se equipara el precio de un caballo al de un siervo. El papel de la caballería se mantiene en la Edad Media española y el valor del caballo es signo distintivo de clase. Alfonso XI dio un Ordenamiento en Truji1lo por el que mandaba que los hidalgos cabalgasen a caballo, y en las Cortes de Alcalá de 1348, ya mencionadas, hubo una petición para la conservación de los caballos, de tal manera que se llegaba a la pena de muerte para el que intentara sacar un caballo del reino, como menciona Jordán de Asso (237). Estos detalles nos hacen ver que solamente un grupo

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reducido de guerreros podían disponer de este medio de lucha, ya que el valor de un caballo era tan alto. De esta manera aparece la caballería como distinción que acaba convirtiéndose en equivalente de nobleza. El elemento económico es importante, pues el caballo no es una bestia de trabajo del campo, donde un mulo produce mucho más, y por otro lado come como cuatro vacas, sin la producción de leche, trabajo y carne que se obtiene de éstas. De todas maneras se mantiene una separación entre caballeros villanos y caballeros nobles, no siendo el simple hecho de montar a caballo suficiente signo estamental. Es errónea la equiparación del hidalgo y el caballero, partiendo de la aseveración de don Juan Manuel de que caballero es «el postrimero estado que ha entre los fijosdalgo» (XC). Caballero e hidalgo no son vocablos equivalentes. Nos lo demuestra el propio don Juan Manuel en su TroJado de las armas, en el que nos dice que él no era caballero (Tratado, 263), y en la Crónica de Al/ onso Onceno se nos cuenta cómo mucho después de ser rey pensó Alfonso XI hacerse caballero con muchos hijosdalgo que no lo eran, como aparece en el capítulo CL de la Crónica. Don Juan Manuel nos dice que son muchos los caballeros que no son infanzones . . . como quier que los infanzones son caballeros, son muchos mas los otros caballeros que no son infanzones, et este es el postrimer estado que ha entre los fijos dalgo, et es la mayor honra á que home fijo dalgo puede llegar, et el caballero lieva nombre de caballería, et la caballería es órden que non debe ser dada a ningun home que fijo dalgo non sea derechamente; ... (Estados, XC).

ya que los hidalgos pueden serlo en cualquier circuns-

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tancia, desde el emperador hasta el hidalgo a fu ero. Tenemos aquí un caso semejante al que teníamos al hablar de los ricoshombres, en el que decíamos que todos los títulos del reino pertenecían a la clase de los ricoshombres, pero que no todos los ricoshombres tenían títulos. Lo mismo ocurre con la distinción entre hidalgo y caballero: para ser caballero noble hacía falta ser hidalgo, pero se podía ser hidalgo sin ser caballero. De todas maneras reconoce nuestro autor que la caballería aumenta el honor y la honra, porque «es la mayor honra a que home fijodalgo puede llegar et el caballero lleva nombre de caballería». Es extraño que este hombre, que tantos elogios hace de este honor, que ve a sus iguales y superiores recibir la orden de caballería, y que tiene el privilegio de armar caballeros, tenga a orgullo el no serlo. No establece una teoría completa de la caballería en esta obra porque ya lo ha hecho en otra anterior. Pero no deja de hacer un resumen de los capítulos de ella y decirnos que «es un libro muy provechoso». Sobre la salvación del alma de los caballeros nos dice que «guardando lo que deben los caballeros según la orden que toman son en estado muy aparejado para salvar el alma», pero que «cuanto menos la guardaren, tanto se meten en mayor peligro para salvarla» (Estados, XCI). Don Juan Manuel acude a la misma premisa que había establecido respecto a la relación entre el emperador y el infante heredero a la hora de la salvación, para hablarnos de la situación del escudero : no hay problema de la salvación del alma de éste, puesto que siendo su estado un paso hacia la caballería, se salvará en las condiciones del caballero, cuyo estado es su desarrollo natural. Lo mismo pasa con los escuderos que son «fijos de los caballeros ... et ante que sean ca-

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balleros». Nos da la etimología de la palabra como procedente de la latina scutifer, es decir, el que lleva el escudo. Nos dice que debe usar de las armas para acostumbrarse a su manejo, pero que también tiene que ayudar a los caballeros a llevar las suyas. Indica que los «escuderos no son tan honrados como los caballeros», con la salvedad de que esto es sólo antes de que sean caballeros. Su salvación la logrará no en su estado de escudero, que es transito;rio, sino en el definitivo de caballero y según la conducta que en éste tenga.

VI. Natura/,es, vasaUos y hombres de criazón. El Libro de los estados trata de la condición de las personas en la sociedad castellana. Pero si bien esta condición es individual por lo que respecta a la escala social, ésta está formada no sólo por los travesaños aislados que constituyen los estamentos, sino que necesita las ligaduras que aseguren la trabazón interna y que relacionen los escalones entre sí. Aunque estas ligaduras no son propiamente estados, por su importancia en el edificio social don Juan Manuel no deja de dedicarles un número considerable de capítulos en su estudio. Don Juan Manuel no escapa a la regla general de que lo que nos interesa o nos preocupa es lo que atrae nuestra atención y así vemos que de los varios estados es el de infante el que más abundante material ofrece, ya que él se considera en ese nivel. Lo mismo pasa en materia de naturaleza y vasallaje, a los que más arriba nos referimos como las ligaduras que atan la sociedad estamental, pues él es lo uno y lo otro, y en ambos sentidos tiene subordinados y superiores. Nos da el autor de la obra su definición de naturaleza diciéndonos que «ellos et los de donde ellos vienen son -96-

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pobladoses visquieron en su heredat (del señor), son

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naturales; los que de luengo tiempo nascieron et vivieron et murieron en su señorío et non saben de otro, esles ya naturaleza» (Estados, LXXXVI). Aquí tenemos que el concepto de naturaleza no se adquiere más que por nacimiento y por la continuidad en el sitio durante generaciones. Es un concepto que, salvando las distancias políticas y temporales, se acerca mucho al de nacionalidad, pero hay que tener en cuenta que en el concepto medieval de naturaleza, al contrario del renacentista de nación, no hay atracción de la tierra, sino hacia la persona del señor. Nos asegura también que es «el mayor deudo que es entre los homes que han de amar et servir al señor», indicando con ello que la naturaleza ata más que ningún otro lazo que no sea de sangre. La ligadura entre el señor y el natural presenta tres condiciones especiales del natural hacia el señor : no puede matarle ni herirle en combate, no puede combatirle villa ni castillo, ni poner fu ego a la tierra del señor (LXXXVI). El señor no está desprovisto de obligaciones, pues debe dar a entender a sus naturales que les ama y que se fía de ellos, debe confiarles a ellos primero sus castillos, sus oficios, sus secretos y sus capitales, y hacerles honra de esta manera; además, no debe quebrantarles sus fueros, es decir, su derecho personal (LXXXVII) . Estas obligaciones mutuas han de ser guardadas y solamente en caso grave se puede uno desnaturalizar y el señor no puede matar al natural sin oírle, ni le puede tomar la heredad ni engañarle con su mujer. Como hemos visto en el perfil histórico hiográf ico de don Juan Manuel, él tenía razón para saberse bien todas estas reglas, pues es natural de los reyes Fernando IV y Alfonso XI, y éste principalmente no respeta -977

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las condiciones propias de su relación estamental. No mencionamos aquí ejemplos concretos sobre el problema, del que las obras de don Juan Manuel, la Crónica y el Poema de Al/ onso XI son ejemplo casi constante. No menciona, en relación a la naturaleza estamental, la razón o forma de salvar el alma, pues naturaleza no es en sí un estamento, sino parte o forma de alguno de los otros estudiados, siendo condición estamental y no estamento en sí. Establece, sin embargo, la diferencia que hay entre vasallo y natural. Mientras esta segunda manera no puede cambiarse, por razones obvias de su definición, la condición de vasallo varía con frecuencia en estos reinos en ebullición, en que las alianzas y convenios se hacen y se rompen con gran facilidad. Esto es así porque el vasallaje es una relación contractual que depende de los beneficios que se obtengan mutuamente de la relación entre el señor y el vasallo. Así, hablando de los duques, nos dice don Juan Manuel que «son vasallos y naturales de los emperadores et de los reyes» (LXXXVI). Mayer nos dice que las tres condiciones necesarias para constituir esta relación son : 1) servicio contractual personal, 2) vínculo jurídico de índole patrimonial que procede de la entrega de bienes para el servicio, y 3) el hecho de que estos dos elementos no se fusionan (Mayer, 195). El vasallo, según el Fuero Viejo, puede ser de dos maneras : a) los asoldados, que son principalmente éstos que acabamos de mencionar, y b) aquellos que los ricoshomhres crían y arman y a los que dan heredades. Estos son principalmente los hombres de criazón, a los que nos referiremos al final de este apartado. Se integran en el Fuero Viejo, en el libro I, título IV, ley 11. Las referencias al vasallaje en la obra de don Juan -98-

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Manuel son continuas, ya que en este tiempo de partidismos era la única manera de conocer las personas con las que el señor podía contar en caso de necesidad. Esta manera visible la constituía una ceremonia doble, porque se necesitaba una manera formal establecida tanto para darse en vasallaje a un señor como para retirarse de esta situación : . . . et la manera de cómo son sus vasallos es que cuando primeramente se aviene en aquello que les ha de dar et quieren ser sus vasallos, débenle besar la mano et le decir estas palabras: «Señor don fulano, bésovos la mano et só vuestro vasallo•. . .. et nunca de este obligamiento puede ser partido fasta que se despida dél besándol' la mano et diciendo: «Señor don fulano, bésovos la mano et non só vuestro vasallo». Et como quier que tambien en el vasallaje como en el dipidiemiento se debe facer por sí mismo; pero si quisiere, bien lo puede facer otro home fijo dalgo que le bese la mano et le diga estas palabras que de suso son dichas; (Estados, LXXXVI.)

Don Juan Manuel nos describe cuidadosamente la ceremonia de entrega, indicando las palabras sacramentales. Si el vasallo puede salir libremente del servicio del señor, sufre penas graves en caso de que se separe del señor, sin realizar la ceremonia prescrita, bien personalmente o en forma vicaria. Si la constitución de un vasallaje necesitaba un «dar» por parte del señor, este dar variaba con la costumbre del lugar, ya que unas veces podía consistir en tierras --que era lo más f recuente-- y otras en una renta entregada al vasallo; pero en un caso como en otro tenía que entregarse verdaderamente lo prometido y no podía quitarse por un simple antojo del señor. Si bien la razón de constitu-

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ción del vasallaje y de la naturaleza es completamente distinta, las obligaciones mutuas son similares, en lo que concierne al conocimiento de la hacienda del señor, los secretos de éste y el buen entendimiento que debe haber entre los dos : . . . en todo consejo granado que el señor demanda . al vasallo ha menester y seis cosas: la una es que el consejero que haya recibido tantos bienes del señor, porque sea tenudo del' amar et de haber grant cuidado de los sus fechos. La segunda que sepa mucho de su facienda. La tercera que sea de muy buen entendimiento. La cuarta, que sea de muy grand poridat. La quinta, que sepa todo aquel fecho et non le encubra ende nada. La sexta, que siga al consejero mesmo pro ó daño, si el consejo se errare ó se acertare. (Estados, XVI.)

Hemos mencionado más arriba las palabras del propio autor sobre los duques que son naturales y vasallos. La relación no lleva aparejada ninguna nota de hidalguía. Al tratar aquí don Juan Manuel principalmente de los estamentos superiores, parece que hace especial hincapié en el vasallaje y la naturaleza de estas clases, pero no implica que un hombre libre, aunque no hidalgo, no pueda darse en vasallaje a otro que le pueda proteger y que, además, pueda mejorar su suerte económica. Pero la relación personal toma mayor importancia política y social cuando se establece entre los grandes y los miembros de la familia real. También es interesante que una misma persona pueda ser natural de un señor y vasallo de otro. La relación de vasallaje es temporal y puede variar con la situación, mientras que nadie puede variar las condiciones del nacimiento propio. Como última relación personal trata don Juan Ma-

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nuel de los hombres de criazón. No pertenecen generalmente éstos a las clases hidalgas, sino a las heredades y aún a las ciudades, entre cuyos ruanos o mercaderes, que estudiaremos a continuación, los grandes señores escogían algunos jóvenes y los criaban en su casa, con la intención de hacerles más tarde oficiales de la tierra y de la casa. Estos hombres de criazón constituyen una clase importante por sí misma, pues reciben no sólo una educación esmerada, sino que siendo hombres libres reciben de los señores que les han educado los puestos de confianza de la casa, como, por ejemplo, la tenencia y administración de los bienes del señor, y por estar tan cerca de éste se convierten en privados y conocedores de la situación en que se encuentra su patrimonio. Don Juan Manuel no parece considerarlos como hombres de esfuerzo, lo que indica que no son hidalgos, porque dice de ellos que «no se atreven a tanto como los nobles defensores» (XCIII). Viven una vida regalada, generalmente se encargan de la educación de los fu tu.ros señores, pero como esta posición tiene mucha& tentaciones, don Juan Manuel no deja de mencionar que pueden ser escarmentados en cuerpos y haberes por parte del señor, pero esto les pone también en gran peligro de perder el alma,como con facilidad ocurre con. las personas que manejan el dinero ajeno: Otrosí los mayordomos el su oficio es que deben saber todas las rendas de los señores et todo lo que los señores dan et despienden, et deben tomar las cuentas de los que algo recabdan por los señores, tambien de lo que se despiende cadal dia, como de lo que se coge et se recabda por su mandado. Et si el mayordomo en alguna cosa yerra por cobdicia, ó por mala enetencion, ó por descuidamiento, ó por mengua de buen recabdo, en guisa que el señor pierda alguna cosa por su mengua, ó que -101-

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faga algun tuerto á aquellos á que toma la cuenta por lisonjera al señor ó por mala voluntad que los haya, ó por cobdicia de levar dellos algo, todas estas cosas van sobre sus almas. (Estados, XCIV.)

Esta es la relación que existe entre los señores y los hombres de criazón, pero estudiaremos con más detenimiento su vida al tratar los oficios que les corresponden.

VII.

El estado llano.

Las ambiciones clasificatorias estamentales de don Juan Manuel sufren un colapso al quererse enfrentar con la gran masa del pueblo. La hidalguía es ya en este siglo XIV una masa importante y amorfa, pero que en lo que a don Juan Manuel concierne gira a su alrededor. Está acostumbrado a tener que hacer la clasificación de su propia comitiva, formada en su mayor parte por infanzones, hidalgos, vasallos y hombres de criazón, todos los cuales ya tienen sentido aquí, después de analizar la razón de su ser en la estructura señorial. Pero la masa popular carece para él de subdivisiones precisas. Y aunque sepa establecer estas divisiones competentemente, no debe concederles una rigurosidad tan exacta como la perfecta, para él, de sus iguales o inmediatos seguidores. Reconoce que existen dos estados más, además del de los defensores. Lo contrario hubiera sido ingenuo e indigno de un cerebro como el suyo, pero mientras el estado de los oradores le merece todo un libro de cincuenta capítulos, que forma la segunda parte del Libro de los estados, el estado llano no le ocupa más que unos pocos capítulos en los que recoge y agrupa en grandes bloques aquella parte del pueblo castellano que sería más interesante estudiar : el hormiguero humano que lucha por -102-

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un pedazo de pan y por la supervivencia en ciudades sin estructura urbana, compuestas de elementos heterogéneos y cuya jerarquía interna, establecida por los gremios, está ya en pleno desarrollo en los primeros años del siglo XIV. Don Juan Manuel no ve más que la masa informe que él llama de los labradores. Estos pueden ser clasif icados en labradores propiamente dichos y los habitantes de las ciudades, es decir, aquellos que, protegidos por la formación del concejo y amparados por los reyes de la avaricia del señor vecino, mantienen su libertad individual. Los labradores villanos se dividen a su vez en tres grupos: el nivel superior o ruanos, el intermedio o mercaderes y, por último, el ínfimo nivel de la sociedad, los menestrales : . . . cuando vos fablé desuso en el estado de los oficiales, vos di á entender que los oficiales non habían á seer del estado de los nobles defensores; et esto fiz porque los mas de los oficiales, tambien de las tierras como de casa de los señores, son del estado de los ruanos et de los mercaderes, ... (Estados, XCIII) . . . en pos de estos estados que son en casa de los señores, ha y otras gentes por las villas et por las tierras á que llaman menestrales, et estos son de muchos estados, ... (Estados, XCVIII).

El labrador puede encontrarse en una doble situación. Existen unos pequeños propieta~ios en tierras de realengo, es decir, de dependencia directa del rey, que defienden sus tierras de la servidumbre señorial y a sí mismos del vasallaje. Mayer (43) nos dice que fueron poco numerosos, pero Sánchez Albornoz dedica su obra La pequeña propiedad y los hombres libres en el reino astur-leonés a estudiar el origen de la propiedad de los hombres libres no hidalgos, ya en el reino postvisigodo. -103-

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Por otro lado, u.na clase de labradores, más abundante, y a la que, incidentalmente, don Juan Manuel no menciona en absoluto. Son aquellas personas ligadas a la tierra o al señor que cultivan la tierra para éste o a cambio de una parte de los productos (Mayer, 252). Las clases principales de éstos son los labradores solariegos y los de behetría (18). Su estudio no corresponde aquí, puesto que no se mencionan en el Libro de los estados directamente, aunque hay dos citas que indican que don Juan Manuel no ignoraba su existencia, simplemente no le concierne su situación de dependencia. La primera cita «todas estas maneras de menestrales y aún los labradores que labran por sí mismos» (XCVIII), implica que hay otros que no lo hacen por sí mismos, es decir, son dependientes, aparceros o quinteros; la segunda cita se refiere a la relación de los ruanos que «la tierra se aprovecha de ellos porque ... facen labrar la tierra ••. » (XCIII), lo que indica que hay otras personas que lo hacen por ellos. Labrar para don Juan Manuel no tiene el mismo sentido usual en nuestros días. En castellano moderno, labrar comúnmente implica el trabajo de la tierra, y si hablamos de un labrador entendemos una persona que hace producir la tierra con su trabajo. Para don Juan Manuel el sentido de la palabra es mucho más amplio. En primer lugar, nos cuenta cómo su primo Sancho IV le acusa cariñosamente de ser un mal labrador porque deja yerma de castillo la muela de Peñaf iel. Es más, le da dineros para que la labre, es decir, para que cons-

(18) CLAUDIO

SÁNCHBZ

AI..BoRNOZ, La pequeña propiedad y

los

hombres libres en el reino astur-leonés (Buenos Aires: Instituto de Cultura Espafiola, Universidad de Buenos Aires, 1947).

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truya un castillo sobre ella (Tratado, 261). También nos dice ya en el Libro de los estados que entre los placeres está el del laborar: « ... Otrosí en el laborar ha y placer et ha mucho bien, ca las labores •.. et en labrándolo, et en veyendo como labran... et aun preguntando por las labores a los que de ellas vienen» (Estados, LXXXII). El último sentido de la palabra, en la que ya entra su acepción estatutaria, es el de los «labradores que labran por sí mismos, así como boyeros, et yunteros o pastores, o hortelanos et molineros et otros de menores estados» (Estados, XCVIII). Esta última clasificación sí tiene para don Juan Manuel valor de clase y, por lo tanto, nos dice sus posibilidades de salvar el alma, siempre que: ... hagan lo que deben lealmente y sin cobdicia; mas por el aparejamiento que han para non facer todo lo mejor, et porque muchos de éstos son menguados de entendimiento, que por torpedad podían caer en grandes yerros non lo entendiendo, por ende son sus estados muy peligrosos para salvamiento de sus almas (XCVIII).

Hay que reconocer a don Juan Manuel un poco de parcialidad en enjuiciar las calidades morales del ser humano. Porque dar más crédito a la hora de la muerte a un señor medieval que a un boyero -implica llevar demasiado lejos el determinismo social, o si se quiere, el carácter carismático de las clases rectoras. Si bien encuentra muy natural que reyes y emperadores se salven «porque Dios les puso en ese estado», no hay razón para que las mismas facilidades no se encuentren entre las clases o estamentos inferiores. Porque si Dios hizo aquel servicio a los gobernantes, ¿quién les puso a los labradores en peligro de salvar sus almas? Nos parece -105-

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que don Juan Manuel aquí no se detiene a pensar en la peligrosa teoría que se desprende de sus palabras. Este problema de la salvación pone en pie de igualdad a los labradores propiamente tales con el resto de los miembros de este estamento. En estas condiciones se encuentran los menestrales, entre los que reconoce : . . . muchos estados, así como tenderos, et alfayetes, et orobces, et carpinteros, et terreros et maestros de facer torres, et casas et muros, et zapatos et frenos, et selleros, et albaitares, et pelleros et tejedores, et de otros menestrales que non facen gran mengua de ser todos escriptos en este libro (XCVIII).

No entra don Juan Manuel en más detalles sobre estas personas, salvo decirnos que «ha y otras gentes por villas et por tierras» (XCVIII), es decir, que los menestrales no estaban reducidos a ejercer un oficio como los descritos arriba integrados en una comunidad de trabajo, como apoya Mayer (247) en su estudio de la organización gremial. Don Juan Manuel proporciona datos e ideas que habría que tener en cuenta para el estud;o de los gremios. Hemos dejado para el último estudio de esta sección la clase formada por los ruanos. Según Mayer, son éstos un grupo especial, denominado así por la construcción peculiar de las poblaciones en que vivían, ya que éstas estaban formadas por casas agrupadas y separadas por calles regularmente trazadas. Estos núcleos recibían el nombre de rúa (Mayer, 54). En la Crónica general, de Alfonso X, capítulo 1.039, se habla de «todos los ciudadanos, caballeros et ruanos et el otro pueblo». Don Juan Manuel no está muy cierto de dónde tiene que clasificarlos, porque en el mismo capítulo, con diferencia de líneas, nos dice que no son labradores, como esta-

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mento, pero que los tiene que clasificar como tales. No viven con los señores, es decir, que ni dependen de ellos ni son señores ellos mismos. No pueden incluirse entre los nobles defensores, es decir, los hidalgos, porque no defienden la tierra con las armas o con las manos. Pero, por otro lado, ni labran, ni son mercaderes, mientras tienen a otros que labran para ellos : . . . como quier que los ruanos et los mercaderas non son labradores, pues que non viven con los señores nin defienden la tierra por armas et por sus manos; pero porque la tierra se aprovecha dellos porque los mercaderos compran et venden, et los ruanos facen labrar la tierra, et dar ganados, et bestias, et aves así como labradores, por esta razon los estados de los ruanos et de los mercaderes encierranse en el estado de los labradores. (Estados, XCIII.)

,

Verdaderamente se encuentran como flotando estamentalmente entre la clase hidalga y el pueblo, con características de ambos, y, sin embargo, no pueden, con razón, incluirse ni en una ni en el otro. El estudiar de dónde procede esta clase, cómo pudo sobrevivir en un estado medieval basado más en la fuerza que en el derecho y cómo se desarrolló más tarde, sobrepasa este estudio. Junto a los ruanos aparecen clasificados los mercaderes, diferenciándolos de aquéllos principalmente en que éstos compran y venden, lo que no hacen los ruanos; pero aparte de esto, don Juan Manuel no ve otra materia de diferenciación y así trata de ellos en el mismo capítulo (XCIII). Mayer los clasifica de clase intermedia ciudadana y nos dice. que hay una diferencia entre mercator y artesano, pero que los mercaderes han de clasifi-

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carse entre los comerciantes al por menor. La salvación tanto de los ruanos como de los mercaderes la refiere don Juan Manuel a la de la clase general de labradores que hemos mencionado más arriba.

VIII.

Oficios y oficia/,es.

Hemos ido siguiendo las enseñanzas de don -Juan Manuel en su recorrido de la sociedad de su tiempo. Lo hemos hecho despacio y con detalle en aquellos casos en que el autor se detenía; más rápidamente cuando él enumera sin precisar el contenido. Pero una vez vista la estructura, tenemos que estudiar la cubierta de ésta, es decir, cómo se emplean estas personas en un estamento u otro. Ya aludíamos a esto en la segunda parte y aquí vamos a examinarlo con más detalle. Al hablarnos de los emperadores, don Juan Manuel nos dice que «trayendo la su corte muy complida de buenos oficiales cuales pertenescen para cada oficio, et que cada uno de ellos lo sepa muy bien servir et sea pagado et se tenga por honrado de aquel oficio» (Estados l,XIII). Estos buenos oficiales ya han sido mencionados aquí como formando parte de la casa del emperador y de su mujer, pero conviene separar a los oficiales nobles de los no nobles, (XCIII). Don Juan Manuel incluye en el primer grupo a los nobles defensores que sirven al rey en el gobierno del reino en nombre de éste bajo el título de adelantados en las f ron ter as y merinos en las zonas ya aseguradas. Además de estos oficios que corresponden a las denominaciones modernas de gobernador de provincia, los nobles defensores representan al rey en algunas alcaldías y alguacilazgos, es decir, al frente de ciudades reales o castillos. Mientras estos oficios llevaban al favorecido lejos de la corte, don -108-

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Juan Manuel menciona otros tres que le sujetan junto al monarca. En primer lugar el máximo honor militar de llevar el pendón real, es decir, el puesto de armiger o alférez, al que don Juan Manuel dedica grandes elo. gios: Et cuanto al alférez que tiene el pendon, puede facer mucho bien, et non puede facer en él ninguna cosa que sea peligro para el alma, salvo si fuere tan sin ventura, que por alguna entencion ó con miedo ficiere alguna desaventura porque el señor fuese muerto ó vencido o desbaratado. Et, loado sea Dios, tal cosa como esta nunca oí decir, et es por cierto que á muchos alférez cortaron las manos, et mataron teniendo los pendones de sus señores, et faciendo mucho bien con ellos. (Estados,

XCIV.)

En segundo lugar, dentro de la casa real, el jefe de ella es también un noble defensor y lleva tradicionalmente el nombre de mayordomo o primero de la ca8a. Bajo él se agrupa otra serie de oficios que mencionaremos. Y en tercer lugar, como ya hemos indicado en las págs. 79 y ss., los encargados de la crianza de los hijos del noble señor (XCIII). Estos cargos se repetían en proporción descendente en las casas y territorios de los grandes señores; y mientras un gran señor era el mayordomo del rey, un infanzón o un hidalgo lo era de ese mismo señor. Existen otros oficios que desempeñar a las órdenes de estos oficiales mayores o nobles, y éstos son los que llama don Juan Manuel «oficiales de casa y tierra». Eran desempeñados por los hombres de criazón, a los que nos hemos referido, y nos dice que «hacen lo que no pertenesce a fijosdalgo» (Estados, XCIII). Entre ellos están los administradores y recaudadores de rentas, y -109-

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los oficiales que servían en la casa del rey o del noble señor bajo el mando del mayordomo. Entre éstos dedica especial atención a las obligaciones del chanceller y a las del físico, indicando la importancia que tiene que éste sea fiel a su señor, pues de él depende la vida de éste y la de toda su familia : ... el mas honrado oficio et de mayor pro, et que forzadamente ha de saber lo mas de la facienda del señor et las paridades, es el chanceller; que el oficio del chanceller es que él debe tener los sellos del señor et mandar facer las cartas todas, tambien las mandaderas como las de ponimiento, como las de gracia et de respuestas . . . siempre los señores escogen tales chancelleres que sean sus criados ó de sus padres, et que hayan con ellos muchos debdos para los servir, et que sean leales ... mas si el chanceller es cobdicioso ó malicioso et de mala entencion, puede facer muchas malas obras ... (Estados, XCV) . .

Otrosí los físicos de casa de los señores han un oficio muy extraño, que en parte es mayor que todos, et en parte non lo es tanto; ca cuanto el señor ha de facer ha de fiar en él su cuerpo et la vida del mismo et de su mujer et de sus fijos et de toda su compaña, en tanto es el mayor oficio et en que ha mester de mayor lealtad et mayor entendimiento que en todos los otros oficios; ... (Estados, XCVI).

Ya establecida la diferencia entre estos oficiales, nos habla don Juan Manuel de sus ideas sobre la organización del ejército, llamando a sus componentes «defensores no nobles» (Estados, XCII). Los incluye entre los oficiales de las tierras, y nos da su definición : «homes que viven en las villas ... non son fijosdalgo, nin viven por mercadur~a nin por menesteres que fagan -110-

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o labren por sus manos» (Estados, XCII). Todos ellos no tienen el mismo oficio, sino que representan los antecedentes de los cuerpos militares modernos. Menciona entre ellos a los adalides, alcadenes, ballesteros, otros hombres de a caballo y de a .pie, escuchas, atalayas, atajadores y peones. En la descripción de todos estos oficios no hay mención de la salvación del alma, puesto que éstos son oficios y no estados. Cada uno de estos oficiales debe acudir al estamento a que pertenece para saber la suerte que le espera en el otro mundo y poner los medios de atajar una posible condena. Pero si don Juan Manuel pasa por alto la cuestión del alma, menciona el problema moral de la obediencia al señor de todos estos oficiales. Dice que «Jesucristo nos mandó que ... honrásemos et obedesciésemos a los reys et a los grandes señores» (Estados, XIX). El acatamiento de este precepto era esencial para mantener un orden tan complejo como el que hemos expuesto hasta aquí.

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GLOSARIO TERMINOLOGICO

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GLOSARIO TERMINOLOGICO

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GLOSARIO TERMINOLOGICO

Indice de los términos estudiados con referencia a su relación interna. Las referencias se establecen por orden de cercanía de la relación.

Ayo

oficio, merino, defensor. oficio, menestral, labrador. oficio, defensor. oficio, merino, defensor. oficio, menestral. oficio, defensor. oficio, defensor. oficio, defensor. ayo, oficio, infanzón, criazón. oficio, quintero, labrador. oficio, menestral. guerrero, defensor, vasallo. oficio, defensor. oficio, escucha, defensor. oficio, amo, criazón, infanzón.

Ballestero Behetría Boyero

oficio, defensor. solar, natural, vasallo. oficio, labrador.

Caballero O.marero Cavero Conde Copero

hidalgo, escudero, defensor, estado. oficio, criazón. infanzón. ricohombre, hidalgo, defensor, oficio. oficio, criazón.

Adelantado

Albaltar Alcalde

Alcalde Alfayete Alférez

Alguacil

Almocadm Amo

Aparcero Artesano

Asoldado

"!:,:1ºr A ya

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Criado Criazón Chanceller Defensor Despensero Doncella Dueño, dueña Duque Emperador Escucha Escudero Estado Feudalismo Físico Fuero Gremio

Guerrero Hidalgo Infante Infanzón Labrador

Maestre Marqués Mayordomo

Menestral Mercader

Merino Mesnadero Mozo Natural Nobleza

criazón, natural, vasallo, amo, ayo. natural, vasallo, defensor, oficio. oficio, criazón. estado, oficio, nobleza. oficio, criazón. oficio, criado, dueña. señor, criado, doncella, mozo. ricohombre, hidalgo, defensor, estado. estado, señor, rey. oficio, atalaya, defensor. hidalgo, caballero, defensor, estado. oficio, defensor, orador, labrador. señor, rey, emperador. oficio, criazón. nobleza, estado. menestral. oficio, estado, asoldado, defensor. estado, caballero, infanzón, natural, vasallo. mozo, rey. estado, hidalgo, mesnadero, solar, natural, vasallo, defensor. estado, menestral, ruano, mercader. oficio, menestral. ricohombre, hidalgo, defensor, estado. oficio, criazón, merino, despensero, defensor. oficio, labrador. oficio, labrador, ruano. oficio, adelantado, defensor. infanzón, estado, hidalgo, caballero, natural, vasallo. infante, doncella. vasallo, señor, rey. estado, defensor, fuero, villano, señor. -120-

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estado, defensor, criazón, menestral, labrador. oficio, labrador, menestral.

Oficio

Orebce

oficio, menestral. oficio, criazón. estado, rey, emperador, señor. oficio, aparcero, labrador. señor, estado, emperador. estado, nobleza, defensor, hidalgo, señor, dueño. estado, mercader, labrador. estado, hidalgo, defensor, emperador, rey, ricohombre. señor, infanzón, behetría, natural, vasallo.

Pellejero Portero Princlpe

Quintero Rey

Ricohombre Ruano

Sefior

Solar

señor, natural, hidalgo, behetría. estado, hidalgo, vasallo, natural, caballero. oficio, labrador. oficio, criazón.

Yuntero 7.anquero



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ABREVIATURASUSADAS EN EL GLOSARIO Beneyto

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Castro

Corom.

DRAL EEH

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O

Espasa

Diccionario enciclopédico abreviado (9 vols.).

Estados

Huerta

F. V.

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Adelantado -, -, -,

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s. m. (Véase: E. Mayer, Hist. de las lnstit., 11, pp. 199 y ss.), Cast. Norte, DL-44, 1214. ADBNANTATO, Rioja Baja, DL-112, 1169. (Oelsch.) derivado de DELANTE, procedente del lat. tardío !NANTE, «delante, enfrente»; ad delante, doc. de 913: Oelsch. (Corom.) Caudillo a quien se encomendaba el gobierno y defensa de un territorio fronterizo con los dominios musulmanes. Por extensión se aplicó al presidente .o justicia mayor del reino, provincia o distrito determinados, y capitán general en tiempos de guerra. Estábanle subordinados todos los merinos, tanto los del reino como los de las comarcas, villas y alfoces (Bspasa). es propiamente Corregidor o Gobernador de una provincia; llamado así porque debe adelantarse a los demás tenientes en el gobierno, régimen y jurisdicción. Los principales adelantamientos eran tres: Castilla, Andalucía y Murcia ... (Santayana, c4, n. 3) (Nota de Asso, p. 78) (F. V.) el tít. XIV, L. I: «Los Alcalles mayores de la nuestra Corte, é los Adelantados de la frontera, é del Regno de Murcia ... • En nota a la p. 24, Asso comenta: «Los Alcaldes, ó Jueces de Alzadas eran los que, juntamente con el rey o en su ausencia con el Adelantado de la Corte, conocían de los negocios en apelación. Ley I, tít. 4, part. 3, y ley 19, p. 2.• Tft. XX, ley VII: «Como lo dicho es en las leyes antes desta han a guardar los Adelantados e Merinos mayores de Castilla e León e de Gallicia e de Asturias e de Alava e de Guipuzcoa» . . . «el Adelantado que fuere puesto por cada uno de los Adelantados Mayores de la Andalucía, é del Regno de Murcia, que sea Ome de buena fama é abonado.• La ley X del mismo título habla de la guarda de la honra de los siguientes cargos y por este orden: «Los nuestros Consejeros, é los Alcalles de la nuestra Corte, o el nuestro Alguacil mayor, é los nuestros Adelantados de la frontera, é del Regno de Murcia, é los Merinos Mayores de Castilla, é de León, é de Gallicia» ... (Ord. Alcald). Los mayores et mas honrados oficios . . . han de facer justicia, defender la tierra, pararse a la guerra, oir las alzadas,

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librar los pleitos ... debedes entender eso mismo de los merinos, ca eso mismo es lo uno que lo ál, et non ha otro departimiento entre ellos, sino que en algunas tierras Uarnan adelantados y en otras merinos. . .. (Estados, CXIII ). m. Gobernador político-militar de provincia fronteriza. (Alfonso XI confirió este cargo dignatario a don Juan Manuel en 1322.) Cab. 446, 14. Inf. 38a 11//2. Justicia mayor? Est. 98b, 16 (Huerta). Cfr. OFICIO, MERINO, DEFENSOR.

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Albaltar del ár. baitar, y éste del gr. chippiatrós», id., compuesto de «hippos», «caballo• e «iatrós•, «médico•, l.• doc. Partidas (y alveidar en doc. gallego de 1023). (Corom.) Veterinario (DRAL). albeytar, m. Veterinario. Est. 101b, 35 (Huerta). Cfr. LABRADOR,OFICIO.

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Alcaide s. m. (Véanse Mz. P., Cid, 11, 444-5, y Cejador, V oc, p. 22). Escalona, Muñ.oz, 1130. Otras formas: ACAYAZ, ALCABD, ALCABT, ALKABT, ALCAYD, ALCAYDE, ALKAIDE, ALCAIT, ALKAITE,ALCAYAZ. ALCAIAD, ALCAYAD, ALCAIADE, ALCAIAT, ALCAYATH. ALCHAIT, ALCHAITE. (Oelschl.) del ár. qdid, 'capitán, gobernador de una ciudad', participio activo del verbo qdd, 'mandar', 1.• doc. 1076. Deriv. Alcaidía (h. 1500. ¿Romance Viejo?, Granada, 15S2). (Corom.) en nota a la p. 37, dice Asso: «Los Monteros hacían el Oficio de Alcaydes, o Carceleros, 1.6, t. 29, p. 7. Don Pedro de la Escalera Guevara en su libro Orfgenes de los Monteros de Espinosa distingue a los Monteros de Bavia y de Esp~ sa por lo que respecta a su origen y ocupación ... • Para Asso, ambos Monteros ejercían el empleo de Alcaydes de la Cárcel, «que en aquellos tiempos era muy estimado y honroso• (Ord. Alcalá). Cfr. OFICIO, DEFENSOR.

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Alcalde -, -,

s. m. Sepúlveda, Muñ.oz, 1076; F. Logr. Herguet, 1095. Otras formas: ALGALDE, ALKALDE, ALCALLE. (Oelschl.) del ár. qddi, «juez», participio activo de qáda, «resolver, juzgar», t.• doc. 1062-63,Oelsch. Empieza a aparecer a fines del siglo XI y no se hace frecuente hasta el XII. Neuvonen, 108-110.Desde entonces convivió alcalde con la vieja palabra latina juez, y se distribuyeron las dos denominaciQnes entre

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los varios tipos de funciones judiciales (vid. M. P. Cid, pp. 445-7.) (Corom.) «Los alcaldes de Corte eran los Jueces que conocían en primera instancia de los negocios que se trataban en la Corte de el Rey y ante quienes litigaban sus derechos, L. 18, t. 9, p. 2, y L. 30 y 91 del Estilo. Del Ordenamiento de Toro sobre la justificia de la Corte (1371), confirmado en Burgos (1379), se desprende la distinción entre Oidor (Pet. 35) y Alcalde de Corte (ley 2). Los Alcaldes se llamaban Alcaldes de Cárcel en las Cortes de Madrid de 1410.• (Nota de Asso, página 2.) La ley IV del tít. XIII hace una distinción entre los «Alcalles de la Villa y los Alcalles del Rey», para los plazos de apelación. ( Ord. Alcald.) los alcaldes han ese mesmo poder (que los adelantados) en aquellas villas, según la manera de sus oficios e los fueros de los lugares... (Estados, XCIII). alcalle. m. Juez, ministro de Justicia. Inf. 38a, 17. Est. 46b, 24. Luc. 204, 14; 205, 12, 13, 15, 16 y 22; 204, 9 ( «alcalle•, P.). Alcaldía. f. Oficio de alcalde. Est. 98b, 10 (Huerta). Cfr. OFICIO, DEFENSOR, MERINO.

Alfayete -, -,

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Alfayalde, s. m. oficial o sastre, (Oelschl.) ant. 'sastre', del ár. hayydt, id. t.• yate, 1239. En la lucha con sastre, bó por triunfar éste en castellano. Estados: cfr. oficio, menestrales. alfayate. m. Sastre. Est. 101b, 31 Cfr. OFICIO.

Madrid 21, F. Pita, 1201. doc. alfayath, 1234; alphaque aparece en 1302, aca(Corom.) (Huerta).

Alférez o Armlger -,

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Alférez, s. m., Burgos, Esp. Sg. 27, 1152. Otras formas: AFAIRET, ALFERAZ, ALFERIZ, ALFERIS, ALFIARAZ, ALFIERAZ, ALFIERAT, ALFIEREC, ALFIEREZ, ALFIERECE, ALFIERET. (Oelschl.) ALFEREZ, 'abanderado en el ejército', ant., 'subteniente', mod.; del ár. fdris, 'jinete, caballero'; derivado de fdras, caballo (de donde ALFARAZ).1.• doc. Alfier~ 932, alferic, 1068, alférez, 1171. El nombre se explica porque en la caballería era costumbre confiar el estandarte real al jinete más diestro o valiente, que pudiera mantenerlo siempre erecto. Neuvonen, 62-65. ARMIGER, del lat. ARMA, n. pi. (genit.: ARMOTUM), id. 1.• doc. Cid. Compuesto culto: armígero, de armíger, con gerere, 'llevar (algo) puesto'. ( Corom.)

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... «el señor en medio, cerca del su pendón, así que la cabeza del caballo del alférez esté á la pierna derecha del señor»... (LXXII). .. . «al alférez que tiene el pendón, . . . a muchos alferes cortaron las manos et mataron teniendo los pendones de sus señores» .. . (Estados, XCIV). Habla Sánchez Albornoz de un Rodrigo Muñoz (nota 64, p. 57), que era armíger del rey en 955. En la página 91 describe el cortejo del rey en León y habla de los schola regalis o militia palatii, «mandados por el armfger regio, que enarbola la insignia del monarca». En la nota 60 de la misma página dice: «Textos tardíos acreditan que el alférez llevaba la insignia real en los combates.» (León S. X.) Alférez, alferes, alfieres. m. Oficial abanderado. Est. 82a, 39//2. Lugarteniente. Test. 701, 33. Docum. 267, 13; Z'l3, 7. (Cfr. Partidas, 11, 71) (Huerta). Cfr. OFICIO, DEFENSOR.

Alguacil -, -, -,

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ALGUAZIL, s. m., Tudela, Esp. Sg. 34, 951. Otras formas: AGUAZIL, ALGAIAZIL, ALGUACIL, ALUACIL, ALVACIL, ALUAZIL, ALVAZIR. (Oelschl.) del ár. wazir, 'ministro, visir', de la raíz w-z-r, 'soportar un peso'. t.• doc. aluazil, 1075; alguazil, 1115, aguazil, en el Cid (línea 749). (Corom.) título dado a los merinos ya antes de Enrique 11, y los convirtió en «meros executores de justicia», p. 10, nota. Lib. I, tít. 11, ley 111: Sayón del Rey era el Alguacil del Rey, cuyo empleo se tenía por bastante (sic.) honorífico. Véase el cap. 23 del Fuero o Concilio de León, era 1050 ó 1058, como quieren otros, reynando D. Alonso el V, del qual damos noticia en nuestras Instituciones en la p. 8 de la Introducción, p. 9, nota. (F. V.) Título XX: «De la pena de los Judgadores et de los Alguaciles que toman dones; et del oficio de los Monteros» ... ; Ley 111 del mismo título: «Como los alguaciles deben usar de su oficio.» ... «los Alguaciles de la nuestra Corte ... que guardaren presos . .. Et los ornes del Alguacil que prendieran sin mandamiento del Alcalle» ... Ley IV: «Si los alguaciles o Merinos o los otros oficiales non comprieren lo que los Alcalles mandaren» ... Ley VI: ... «andan muchos que se dicen Alguaciles», y para que la gente ... «sean ciertas de ... conoscer al nuestro Oficial, et sepan a quien demandar»; ordena que «sean dos alguaciles por el Alguacil mayor en la nuestra Corte, e estos que puedan poner por sí sendos Alguaciles que sean por ellos en el oficio, é non mas». Ley VIII dice que lo dicho de los Alguaciles de la Corte sea guardado por clos Merinos, e los Alguaciles, e Jueces, e

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sus Omes, é Carceleros de las Cibdades, é Villas e logares de nuestros Regnos» ... (Ord. Alcald) • . . . clos alguaciles que los señores ponen han ese mesmo poder en aquellas villas segun la manera de sus oficios y los fueros de los lugares» . . . «non pueden judgar, pero pueden prender, facen las guardas de noche, et de las armas vedadas, et de los carcelajes, et de los otros derechos que han segunt las costumbres» . . . (Estados, XCIV). alguazil, m. Oficial inferior de justicia. Luc. 146, 11//2. Gobernador con jurisdicción civil y criminal. Est. 98b, ~/ /3. «alguazil mayor». Test. 701, 37 (Huerta). Cfr. OFICIO.

Almocadén -,

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ant. 'capitán de tropas de a pie', del ár. muqdddam, 'jefe, capitán'. participio pasivo del verbo qdddan, 'poner como jefe'; l.• doc. 1256-63(Partidas). Dozy, Glos., 167; Eguilaz, 2X1; Neuvonen, 156-7. Variantes castellanas: almocadén (1.• Crón. Gral.); almocatén (15n), almucatén, en un ms. de la Crón. Gral.; almocacén, sólo citado en el Dic. Militar de Almirante, es forma corrompida. (Corom.) m. Capitán de tropa a pie. st. ene,15 (Huerta). Cfr. OFICIO, DEFENSOR.

Amo -, -,

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s. m. Cid. Mz. P., 1140; F. Guadal. Keniston, 1219, Berceo, Milg. S78. (Oelschl.) del hispanorromano AMMA, 'nodriza', 'dueña de casa', voz del lenguaje infantil, de creación expresiva, 1.• doc. Berceo. Deriv. Amo, ant. 'ayo' (1019: M. P., Cid, 404; hasta 1600: Sigüenza; ejemplos de esta ac. en RABM. 1873, 111, 222; IV, '3r/; dueño (Apol.), sacado secundariamente de ama. (Corom.) ( de ama y éste del vasco amd, 'madre') m. cabeza de, o sefior de la casa o familia / / duefio poseedor de alguna cosa / / el que tiene uno o más criados, respecto de ellos / / mayoral o capataz / / persona que tiene predominio o ascendiente decisivo sobre otra u otras. (Espasa.) los que crian los fijos de los señores ... criarlos et castigarlos . . . pueden errar falagando a sus criados . .. o encubriéndoles o loándoles cuando non ficieren lo que deben. ( Estados, XCV.) habla Sánchez Albornoz de la recepción hecha por la reina do:fia Elvira al abad de San Justo de Anión. La reina le recibe «teniendo a su derecha al rey junior Ramiro, que desatento a su discurso jugaba con la espada de García Yfiiguez, su amo».

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En nota 25 a la p. 137 se refiere a una confirmación por «Garsea Buneconi amo regis» (León S. X). m. Ayo? Est. 49a, 13 (Huerta). Cfr. AYO, OFICIO, INFANZON.

hecha

Aparcero -,

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PARCERA, s. f. 'aparcera, manceba' Vignau, Glos. Sahg. 937. PARCIONERO, PARCONERO, s. m. Berceo, S. Dom. 26, Sac. 128, PARTICION, s. j. Cid, Mz. P. 1140. Documenta PARTICIGON, PARTIZION, PARTICION, PARTITJON(E). (Oelschl.) partícipe, el que toma parte en una obra, ant., 'compañero' dial. 'el que va a partir con otro en un contrato, especialmente agrícola', del lat. tardío PARTIARIUS, 'partícipe, aparcero' (derivado de PARS, PARTIS, parte), con a- por influjo de la locución 'ir a partir', y análogas. l.• doc. parcera, 937; aparcero, 1234, M. P., D. L. 318.9; 1241, F. Juzgo. (Corom.) Cfr. QUINTERO.

Artesano -, -,

-,

ART, s. Cid, Mz. P. 1140, ARTE, Cast. Norte, D. L.-38, 1144. ARTERO, adj. Berceo, Loores, 46. ARTIFICIO, s. m. Gl. Sil. 92, Mz. P. Orfg., S. X2; Berceo, Milg. 722. (Oelschl.) ARTE, 'conjunto de preceptos para hacer bien algo', del lat. ARS, ARTIS, f. «habilidad, profesión, arte». t.• doc. art. en el Cid; arte, 1144. Deriv. Artesano (h. 1440: Tafur), del it. artigiano, derivado de arte, según el modelo de cortigiano-egiano. (Corom.) (del b. lat. artesanos, y éste del lat. ars, artis, arte) m. y f .. Persona que ejercita un arte u oficio meramente mecánico con útiles de trabajo y elementos de producción propios y que viene a ser como el empresario de su actividad. ( Espasa.)

-,

«según v. Below (Probleme der Wirtschafts geschichte, pá196 y ss.), los primeros industriales de las ciudades fueron artesanos que transformaban las primeras materias por ellos adquiridas para su venta posterior». P. 32, nota 32. ginas

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(León S. X.) Cfr. OFICIOS, MENESTRALES.

Asoldado -,

SUELDO, s. m. moneda, Carcastillo, Muñoz, *1129; F. Guadalfj. Keniston, 1219. Documenta SOLDO, SOLIDO, S01..LIDO, SOLO, SUELDO. SOLDADA, s. f. Cid., Mz. P. 1140; F. Guadalfj., Keniston, 1219; Berceo, SDom. 700, Milg. 136.

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SOLDADERO, s. m. Berceo Milg. 314, SMill. 95. (Oelschl.) sueldo, del lat. tardío SOLIDOS, 'cierta moneda de oro, du• cado', que es propiamente el adjetivo clásico SOLIDOS, sólido, sustantivado. l.• doc. soldo, 1062-3; sueldo, 1129. (Oelschl.) Deriv.: Asoldar, asoldadar (no explica). (Corom.) Lib. I, tít. IV. Dos maneras de vasallos; la segunda, «vasallos asoldados, que por fuero deven salir con él de la tierra a servirle fasta quél' ganen pan e señor» ... cluego, puedense quitar de aquel Rico ome los vasallos asoldados, e puedense venir al Rey, e ser suos vasallos»; ... (F. V.) Título XXXI, trata de «Como han de servir los Vasallos al Rey, ó á otro señor, por las soldadas o tierras o, dineros que dellos tienen.» La ley única de este título establece que las soldadas puedan ser en tierras o en dineros. (Ord. Al-

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cald.)

S. Albornoz menciona los «milites de la militia regis» en la comitiva del rey, distintos de los lanceros y arqueros (p. 64). En la p. 91 vuelve a hablar de la schola regalis o müitia palatii, que identifica documentalmente en la nota 59 de la misma página. (León S. X.) Soldadas, II, 62-4, 67, 70, 72-4, 87, 185. Stipendia e infanzones castellanos, 11, 406 (EEH). Cfr. VASALLO, GUERRERO, DEFENSOR.

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Atajador -, -,

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TAIADOR, adj. Cid, Mz. p. 1140. TALLATOR, s. m. 'el que cortaba las viandas para la mesa del rey', lbarra, SJPeña, Doc. 37, 1073. (Oelschl.) TAJAR, del lat. vg. TALEARE, 'cortar', derivado del lat. TALEA, 'retoño, hijuelo que se transplanta', 1.• doc. tagare (-tajare), 2.• mitad siglo x, Glosas de Silos; tajar, Cid (línea 2411). Deriv. Atajador. (Corom.) que ataja, adj. (que toma por el atajo). Tajador, adj., que taja // Tajo para la carne. Tajar, dividir una cosa en dos o más partes. Tallador, grabador en hueco o de medallas. (Espasa.) m. Explorador. Est. 97c, 18. (Huerta.) Cfr. DEFENSOR, OFICIO.

Atalaya -, -,

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s. f. ? 'atalayero'; Cid, Mz. P. 1140 (linea 1673). (Oelschl.) m. ant. 'centinela diurno', de la raíz árabe t-1-c, 'estar en lo alto, acechar, atalayar'; concretamente parece ser el ár. ta.14.yic,plural de talica, 'centinela', avanzada de un ejército. t.• doc. 1017. (Corom.) atalaynes, atalayes, posible aragonesismo por atalayas. Cen-

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tinela de atalaya. Est. 97c, 17. Docum. 562, 8. Cfr. atalayeros, Partidas, 11, 280. (Huerta.) -,

Cfr. DEFENSOR, OFICIO, ESCUCHA.

Ayo -, -,

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AIO, s. m. 'ayo', Vignau, Glas. Sahg., 1107. (Oelschl.) origen incierto, probablemente sacado del femenino aya, y éste del lat. AVIA, 'abuela', en el sentido de mujer de edad que cuida los niños. 1.• doc., ayo 1107; aya, princ. s. xv, Canc. de Baena. Bien mirado, no es de extrañar que el masculino aparezca primero que el femenino, pues en la literatura en prosa y en la épica de los ss. XII-XIV apenas había ocasión de hablar de ayas, limitadas al círculo íntimo de la familia, pero sí había de tratar de ayos y educadores de jóvenes nobles. Es dificil decidir entre las dos etimologías propuestas. got. *HAGJA, 'guardián, cuidador' (a. alem. ant. heio, a. alem. med. heie); o lat. AVIA (Schuchardt, Rom. Lehaw. im Berb. 46-50; C. Michaelis, 1. c.; B. Richter, Bh. ZRPh., LXXXII, 39). (Corom.) (del vasco ayoa, guardián) m. y f. Persona encargada de custodiar niños y jóvenes y de cuidar de su crianza y educación en las casas principales. (Espasa.) m. Ayo. Est. 62c, 10. Inf. 34c, 33. Crón. 247. Cfr. Partidas, 11, 46. (Huerta.) Cfr. AMO, OFICIO, INFANZON.

Ballestero -,

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-,

s. m. Gonz. Pal. Mozar. Doc. 924, 1144, Berceo, Milg. 244. (Oelschl.) del lat. BALLISTA, ballesta. t.• doc. med. s. XIII, Calila (24, 237), Fn. Gonz., 1.• Crón. Gral. (14h44). Deriv. Ballestero (s. XIII). (Corom.) el que usaba la ballesta y se servía de ella en la guerra. -de corte: Cada uno de los porteros del rey y de su consejo que tenían obligación de cumplir mandamientos de los Alcaldes. -mayor: jefe de los ballesteros del rey, oficio antiguo de la casa real de Castilla. (Espasa.) Ley IV del tít. XX: si los alguaciles no cumplen lo que les mandan los alcaldes, «mandamos a cualquiera de nuestros Ballesteros de la nuestra Corte . .. que lo cumpran• ... En nota a la página 36, dice Asso que los Ballesteros «eran los Porteros o Ministros que executaban las órdenes del Rey: en la Pet. 19 de las Cortes de Burgos de 1367 se llaman Ballesteros de nómina. El Código núm. 2 pone siempre Cavalleros en vez de Ballesteros». La ley única del título xxx1·menciona otra vez a los Ballesteros, aunque aquí parece tener otro sentido: «Et qual-

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quier

que non troxiere

tantos

omes á cavallo armados e

non armados, é omes de pie, lanceros, é escuderos, é balles-, -,

teros, é los non troxiere guisados• ... (Ord. Alcald.) (ballestero) valestero. m. Balestero. Est. 80c, 11. (Huerta.) Cfr. DEFENSOR, OFICIO.

Behetría -,

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BENEFETRIA, s. f. behetría. (Véase E. Mayer, Instituciones, I, 150-60), Alf. VI, Delalande, 107S; Oña, P-6, 1105. (Orig. 91). Documenta: BENEFACTORA, BENEFECTRIA, BENEFACTRIA, BIENFETRIA. (Oelschl.) del bajo latín espaíiol BENEFACTORIA, derivado de benefactor, «bienhechor•, porque las behetrías tenían derecho a elegir como señor a quien les hiciera más bien. 1.• doc. benef etria 107S, Oelschlager; benefectría, 1078, M. B. Orig. 31. (Corom.) en lo antiguo, población cuyos vecinos, como dueños absolutos de ella, podían recibir por seiior a quien quisiesen. Objeto: amparo y protección. Tenían el derecho a remover al señor que les agraviase. -cerrada: el señor tenía que ser elegido entre parientes del mismo linaje. -de mar a mar: la que podía elegir señor sin sujeción a linaje determinado, por haber sido extranjeros sus conquistadores y haberse ausentado de los reinos de España. (Espasa.) En la nota 1 a la p. 33, donde está el tít. VIII del lib. I, Asso pone una nota: «De las behetrías que son en Castilla. Ambrosio de Morales, lib. 17, cap. 3S, hace vocablo corrompido de benefactorla ... la calidad de las behetrías que escogían Señores para bienhechores y protectores suyos.• La ley 3, tít. 25, part. 4 (parece referirse Asso al Concilio o fuero de León de 1050 ó 1058), da una idea harto confusa de la behetría, quando dice que es «heredamiento suyo quito de aquel que vive en él, é puede rescibir señor á quien quisiere que mejor le faga». Quien habló con tal qual comprehensión de las behetrías es don Pedro López de Ayala en la Crónica del Rey don Pedro, año 2, cap. 14. A continuación transcribe Asso textualmente la explicación de López de Ayala, de la que sacamos algunos trozos: « ..• behetrías de mar a mar que quiere decir que los moradores y vecinos en los tales lugares pueden tomar señor quienes ellos querrán, y de cualquier linage que sea. E los lugares de las behetrías son unos que toman señor cierto, de cierto linage, y de parientes suyos entre sí, ... Otrosí un libro fue hecho en su tiempo de este rey D. Pedro, en que fabla de los señores, ó caualleros, do son naturales, é de quales beh& trías, é es llamado el libro del Becerro, y traenlo simpre en la Camara del Rey, aunque como quier segun dicen algunos caualleros antiguos ay algunos yerros ... •

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La nota de Asso es de gran extensión sobre esta materia. (F. V.) tít. XVIII, ley 11: ... «en las behetrías, que pueda el natural peydrar por el derecho de la devisa qualquier de las cosas sobredichas.» Asso pone en nota a la p. 29, que «el derecho de devisa era muy privilegiado y lo pagaban los Pueblos a los Naturales de la Behetrías en reconocimiento del Señorío del primer señor.» (Ord. Alcalá.) I, 144, lHI, 11, 80; Hombres de, 11, 54; Señ.orfo de hombres libres, 11, 403, -6 (EBH). beneficio, m. Derecho, emolumento, prebenda eclesiástica. Bst. 117b, 4 (Huerta). Cfr. NATURAL, VASALLO, SOLAR.

Boyero -,

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BUEY, s. m. Gonz. Pal. Mozar. Doc. 127, 1176. Cuenca, DL305, *1184. Documenta: BOBE, BOE, BOY, BOi, BOVE, BUE, BUEY, BUEE, BUY. (Oelschl.) BUEY, del lat. BOS, BOVIS, id. l.• doc. orígenes, doc. de 1184 ( Oelschl.), etc. Deriv. Boyero (h. 1330, Juan Manuel) (Corom.) Cfr. OFICIO, LABRADOR.

Caballero -,

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s. m. Peñafiel, André, 942; Sepúlveda, Muñoz, 1076. Documenta: CABALLERO, CABALEYRO, CABAL ERO, CAUALER, CAUALIERO, CAVALLARIO, CAVALLER, CAVALLERO, CAUALLERO, CAVELLERO, CAVALLERO (adj.). CABALLERIA, CAVALLERIA, s. f. Berceo, SMill., 265; SDom., 129. 'Obligación de servir con caballo al rey en nombre del monasterio'; lbarra, SJPeña, Doc. 77, 1072. Documenta: CAVALERIA, CAVALLERIA, KAVALAIRIA. CABALLERIZA, s. f. Gonz. Pal. Mozar., doc. 23, 1135; doc. 898, 1167. (Oelschl.) caballo, del lat. CABALLUS, 'caballo castrado, caballo de trabajo, caballo malo, jamelgo', que ya en latín vulgar se empleó en el sentido fr. caballo en general. 1.• doc. 932, Oelschl. En la Edad Media, .ca vallo y congéneres sustituyeron completamente a equus en todas las lenguas romances. Deriv. Caballero (1076), ejs. en Cuervo, Dice. 11, 3-7, del Iat. tardío CABALLARIUS (S. V.); caballeriza (Guevara: 1539-42) y caballerizo en Nebrija. (Corom.) Asso dice en la nota a la p. 26 del Fuero vi.ejo, que ya explicó en sus Instituciones (lib. I, tít. 5, cap. 3, párr. 3), quienes se entendiesen por Caballeros. En la misma página escribe sobre la diferencia en la des-

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honra hecha por un Fijosdalgo caballero a otro y por un Caballero a un Escudero, «porque en aquellos tiempos era muy notable la diferencia entre las dos clases de Nobles•. (F. V.) Título XVIII, ley IV: « ••• los Cavalleros ó otros que mantengan cavallos é armas ... • En el tít. XXIX, ley 11, se habla de quiénes han de guardar las leyes del Ordenamiento debido al señorío y jurisdicción diversa, y establece que lo harán «los Perlados, como Ricos omes, é Ordenes de Cavallería, é otras Eglesias, é Monesterios, é Cavalleros, é otras personas del nuestro Señorío• ... Asso vuelve a mencionar esta lista en este orden en nota a la página 75. (Ord. Alcalá.) el postrimer estado que ha entre los fijosdalgo, et es la mayor honra a que home fijosdalgo puede llegar . . . los caballeros deben ser escogidos . .. deben ser fechos caballeros . . . (Don Juan Manuel hace referencia aquí a lo ya dicho por él en su libro de la Caballería, y a otro suyo, el Libro del Caballero y del Escudero.)

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-, -, -,

Caballería, . .. orden que non debe ser dada a ningún home que fijodalgo non sea derechamente ... el caballero lleva nombre de caballería ... (Estados, xc;) su extensión y nacimiento, 11, pp. SOy ss. (EEH). clasificación, extensión y accesión. (Beneyto, 103.) (caballero), cavallero, cauallero. m. Caballero, hidalgo. Pró. Gen. 443, 9. Cab. 452, 20. Luc. 25, 7.//2. Gente de a caballo. Est. 85d. 38//3. Caballero de armas. Luc. 61, 23. (Huerta.) Cfr. ESTADO, DEFENSOR, HIDALGO, ESCUDERO.

Camarero -,.

CAMA, s. f., 'pierna, muslo' (cfr. francés jambe y en el Alex. camba; véase la discusión de Ford Old Spanish Readings, 87), Cid, Mz. P. 1140 (línea 3085). Documenta: CAMB, CAMPA. CAMARA, s. f., Cid, Mz. P. 1140 (línea 2286b); Berceo, Milg., 514. Documenta: CANBRA. ¿CAMARERO?, s. m. («¿camarero? de la Reina»), Gonz. Pal., Maz.ár., doc. 326, 1203. CAMARERO, Rioja Alta, DL-83, 1206. (Oelschl.)

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CAMARA, del lat. vg. CAMARA (lat. CAMERA), 'bóveda', y éste del gr. ckamára», 'bóveda, cuarto abovedado'. 1.• doc. Cid . ... El significado del latín clásico es sólo 'bóveda', pero San Agustín y Casiodoro le dan la ac. romance de 'cuarto, habitación', que ya tiene antecedentes en griego ... (Corom.) Deriv. Camarer~a ( 1206; Oelschl.) ... los señores han en sus casas otro oficial que non pueden excusar, que ha nombre camarero, et este ha de tener et de guardar todas las joyas del sefior que son de oro et de plata et piedras preciosas, et paños et todas las cosas que perte-

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nesca para cumplimiento et apostamiento de la cámara del señor; . .. debe recabdar et traer todos los dineros que el señor ha de traer consigo .. . ha de haber su derecho de los dineros que da por mandado del señor ... . . . debe dormir en la cámara do dormiere el señor ... . .. debe guardar la puerta de la cámara ... . .. debe vestir et desnuyar al señor ... . .. debe saber todas las privanzas encubiertas . . . ( Estados, XCVI). m. Jefe de la cámara, criado distinguido en las casas de los grandes. Est. 100b, 43. Inf. 38a, 20. Test. 701, 36: «camarero mayor». Cfr. part. 11, 68. (Huerta.) Cfr. OFICIOS, HOMBRES DE CRIAZON.

Cavero -,

CABERO, CAVERO. Adj. «último•,

Berceo, Milg., 136, 339;

SDom., 753.

-,

-,

Trae Oelschliiger diversas acepciones de la palabra «cabo»: CABO, 'de mi persona', Apol., 159b (Orig., 360-61). CABO, 'cabeza', Calatayud, Esp. Sag., 49, 1131. CABO, 'fin, término', Salvador, L. Serr ., 1074 y 1124. antiguo y aragonés cavero, 'caballero', probablemente derivado de cabo, en el sentido de 'jefe', para el cual véase Cronicón Villarense, BRAE, VI, 210; M. P., ASNSL, CXIV, 250; Tilander, Fueros de Aragón, S 68, 3, y p. 304; el mismo, en RFE, XXII, glos. Cfr. INFANZON, DEFENSOR.

Conde -,

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s. m. Cid, Mz. P. 1140 (línea 960, etc., comde, línea 957, etc., cuemde, línea 1980, etc.). Documenta: COMDE, COMITE, COMPTE, COMT, COMTB, CUEMDE, CUEN, CUEND, CUENDE, KOMDE, QUBNDE. CONDESSA, s. f. Cast. Norte, DL-40, fin XII. Documenta: COMDESSA, COMETESSA, COMETISSA, COMIDESA, COMTESSA. (Oelschl.) del lat. COMES, -ITIS, 'compañero', que en el Bajo Imperio se aplicó a los nobles que vivían en el palacio imperial y que acompañaban al soberano en sus expediciones, y acabó por convertirse en el nombre de un escalón determinado de la jerarquía feudal. 1.ª doc. Konde, 999, conde, cid; Cej. IV, s. 13. Para los Comites Palatini de los reyes longobardos y carolingios y para sus antecedentes del Bajo Imperio romano, véase Du C., que cita testimonios de inscripciones halladas en Roma con referencia a Teodosio y otros emperadores. Vizconde (Partidas), tomado del b. lat. vice com.itis, 'en lugar del conde'. (Corom.)

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condes, estado entre los grandes homes . .. estado muy extraño et caben en le muchas maneras de homes . . . los hay que son: hijos de los reyes .. . mas ricos y poderosos que los duques e aun que algunos reys; los hay que tiene más de cincuenta caballeros . .. unos son tan honrados como los reys, otros son de pequeño poder ... comes quiere decir «compafiero», . . . los condes en sus condados pueden hacer lo que los duques en sus. ducados ... (Estados, LXXXVIII). S. Albornoz los pone en la comitiva del rey; y en la nota 95 de la p. 64 dice, hablando de los comites palatii: «Estos eran los oficiales mayores de la corte leonesa, y los magnates de mayor dignidad que con el título de consiliarii o comites formaban parte del Palacio.» En la nota 13 de la p. 79 dice: «Comitatos, mandationes y commissos» se Jlarnaron las circunscripciones 9dmjnistrativas en que el reino se hallaba dividido. «Nada permite distinguirlos entre sí.• Menciona en esta obra a varios condes, habla del conde palatino Nepociano (p. 8): «El conde gobernaba la ciudad auxiliado por el merino y el sayón» (p. 14). El conde presidía la justicia con el concillium o asamblea general de vecinos. Al mercado hace llegar dos magnates, uno de ellos Asur Femández, conde de Monzón (p. 43), y el otro recibe el nombre de conde don Arias; en la p. 49 habla de los «condes gallegos•, y en la siguiente, del conde Osorio Gutierres, hijo de Gutier Osoriz., etc. (León S. X). Condes, 11, 395-6 (EEH). m. conde, título. Est. 71b, 13; 94b, 2. Cfr. Partidas, II, 12. Condesa f. Condesa, título. Est. 53a, 16; 76d, 41. (Huerta.) Cfr. RICOHOMBRE, DEFENSOR, HIDALGO, OFICIO.

Copero -, -,

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COPA, s. f. S. Albornoz, León, 194, 939; Covar., L. Serr., 1112. COPERO, s. m. (n. pr.). Gonz. Pal. Mozár. Doc. 365, 1209. (Oelschl.) del lat. vg. CUPPA, id. 1.• doc. orígenes del idioma (doc. de 939 en Oelschl.). Deriv. copero (adj. rueda copera, 'rueda del ollero', Alex. m. 'el que tenía por oficio ·dar de beber a su sedor': Nebr., APal. 362d). (Corom.)

OelschJiger lo menciona en su artículo «Dos correcciones al texto del Libro de los estados de don Juan Manuel». RFE, 1934, XXI, p. 399. En él hace referencia a la correlación de este nombre común entre varios oficios medievales. Beneyto, Historia. social..., habla de cuparios o albendarios en los fueros de León y Castrocalbón. S. Albornoz, en nota a la p. 52, habla de los cuberos y de

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los tejedores, «de cuya vida en León habla otro artículo del Fuero (de León), el XX», ... repite estos dos nombres en la p. 83. En la p. 136 describe la mesa en la casa de un magnate leonés; en el apéndice IV enumera las piezas del ajuar de casa, entre ellas: caneas, escudillas; concos, tazones; e