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Spanish Pages [85] Year 1916
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M· RIGOBERTO
PAREDES
EL KOLLA8UYU Estudios Prehistóricos
J
y Tradicionales
LA PAZ Tip. Comercial de Ismael rgote
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Biblioteca Naciol\Af
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PARTE PRIMERA Tiempos primitivos I Opiniones sobre la procedencia del hombre del altiplano.-Tradiciones prehistóricas.-Los kollanas y la destrucción de la capital de su imperio.
gDe dónde proviene el misterioso habitante de la altiplanicie andina~
Es la pregunta que se han heci10 sabios insignes, sin poderse dar unn respuesta concluyente. Los estudios antropológicos de mayor mérito, lo suponen autóctono. Simonin, dice: 4;el indio americano es el producto del suelo americano> (L). Otros Jo creen inmig rante del continente asiático o tal vez de algun:i isla oceánica. (1). Esta tradici6n se halla corroborada por el padre Anello Oliva, quien afirma que el nombre original de Tiahuanacu, ha sido Chucara, y aun refiere que callí moraba el gran jefe Hwyustus, quien dicen ellos era el señor del mundo> (2). Empero, el P. Cobo, difiere de esta opini6n y dice: cEI nombre que tuvo este pueblo antes que fuese señoreado de los Incas, era Taypi-cala, tomado de la lengua a;ymará, que es la materna de sus naturales, y quiere decir cla piedra de enmedio;i;; porque tenían por opini6n los indios del Callao, que este pueblo estaba enmedio del Mundo, y que del salieron después del Diluvio los que tornaron a poblar> (3). No séría estraño que hubiese tenido ambos nombres o que el último correspondiese a alguna secci6n o barrio del mismo puehace al respecto La "Prensa" de Oruro, correspondiente al 17 de septiembre de 1914: "En el lugar denominado Toraca (a) .... sobre la línea del ferrocarril de Machacamarca a Huanuni; más o menos a 16 kilómetros de la primera, al efectuarse los trabajos de movimiento de tierra se han encontrado infinidad de monolitos de piedra que por sus dimensiones hacen comprender que esos monumentos han debido tener gigantescas proporciones. "Esos monumentos atestiguan al primer estudio que se les dedica que, fueron hechos en la edad de la piedra y tallados con sílex, por consiguiente su antigüedad, es indiscutible> (a). Toraca proviene de las palabras aymaras Tliuru, fuerte, hakke, hombre. (r) La denominación de Tiahuanacu, según la mayor parte de los cronistas, se deriva de las palabras Tiay-huanacu, siéntate huanacu, frase dirigida por uno de los Incas al mensajero que llegó del Cuzco a ese pueblo, en tiempo admirablemente corto. Los indios .por espíritu de adulación al soberano, conservaron el dicho como nombre del lugar en sustitución al que hasta entonces. había teEs una majadería buscar etimologías fuera de la lengua nido. quechua. Los términos son tan claros que cualquier otra interpretación se hace forzada y a rbitraria. (2) Historia del Perú y Varones insignes en santidad de la Compañía de Jesús, por el P . Anello Oliva, 1598. Publicada por Juan Francisco Pazos Varela y Luis Varela y Orbegoso. Lima, 1895, págs. 38 y 39 . Huyustos ¿no será una mala prónunciación de la palabra aymara H11.yst1f.a, que quiere decir, el que nos cri\) o mejor di cho, el creador? El nombre es netamente kolla y es inútil buscar interpretaciones en la lengua quechua o en cualquier otro dialec to indígena . (3) Historia del Nuevo Mundo por el P. Bernabé Cobo de la Compañia de Jesús . Publicada por primera vez con notas y otras ilu straciones por Marcos Jimenes de la Espada. Tomo IV. Sevilla, 1893 , pág. 63 . 2
-6blo. No faltan en la antigüedad pueblos que tuvieron varias denominaciones. La vasta extensión territorial del imperio de los kollanas, se puede colejir fuera de las tradicioDes, del desdoblamiento geogr6tico de su lengua, pues, en todo el continente hoy americano, existen nombres de lugares pertenecientes o derivados de elhi. Por 0tra parte, no se puede negar que todos los dialectos y lenguas habladas en este continente tienen raices y palabras que perte.necen al idioma de los kollanas. El quechua mismo, está formado con palabras tomadas en gran parte de 11.quella len g ua, la cual, con respecto a los dialectos indígenas, tiene el mismo rol qne el latino con las lenguas romances. De tn,l suerte se mezclan aveces los idiomas aymara y quechua, cque no es facil descubrir si muchas palabras, especialmente nombres de poblaciones> dice Wiesse, (1). Las invasiones a las que se atribnye haber 1tniquilado los restos del poderío de los kollanas, parece que vinieron del sudeste y sudoeste del continente. Cieza de Leon, probablemente se refiere a esa tradición, cuando dice: cTambién cuentan lo que tengo descrito en la primera parte (a), que en la isla de Titicaca, en los siglos p1tsados hubo unas gentes barbadas, blancas como nosotros, y que saliendo del valle de Coquimbo un capitán que había por nombre Cari, ll~gó a donde ahora es Chucuito, de donde después de haber hecho algunas nuevas pohlaciones, pasó con su gente a la isla y dió tal guerra a esta gente, que los mató a todos> (2). A su vez, el indio Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamq ui Salcamayhua, se expresa así: cDizen que en tiempo de Pwrwnpaclia todas las naciones de Tahnantinsayu bin.ieron de hazia arribo. de Potossi, tres o qnatro exercitos en forma de g-uerra, y assi los vinieron pohlando, tomando los lugares, quedándose cnd a nna de las compañías en los lugres b¡¡,Jdíos> (3). Terminad¡¡, la dominación de los kollanas surgieron multitud de pequeños Pstados. que estuvieron en guerra constn.nte. Debe ser esta la edad denominada por Huaman Poma de Ayala, la de los .Aukka-runas, y en la que se construyeron las fortalezas llam adas pucwras. A esta misma época, debe referirse el cronista indio Santa Crnz Pachacnti, al decir: (1). En medio de aquel desconcierto y decaimiento de la civilización implantada por los lrnllana.s, lo único que permaneCió incólume fue la lengua enseñada por éstos y algunos de sus monumentos. En efecto, em lengua llamada después aymara, se conservó, casi en su primitiva pureza, sin adu lterarse, a pesar de las continuas in vasi ones de gentes estrañas y del roce con ést11S. También quedó el nombre Kolla, para designar a la raza con la que habían constituido aquel vasto imperio. Exaltada por los suyos la casta de los kollanas, hRsta lo sublime, su nombre se hizo sinónimo de divino y Kollana se llamó siempre al hombre superior, al soberano, o a la comunidad principal y cabeza de\ un pueblo o circunscripción territorial.
II Tradiciones sobre Makuri y Tunapa.-Expulsión de Tunapa y destino ele su cruz. -Fin del dominio de Makuri . La única tradición posterior a la ruina de la n.ntigua Chncarn y que debe corresponder a una época relati vamente no muy remotll, es la referente a .Makwri. El período anterior a esta tradición, que debió ser de muchos siglos, se encuentra encenn.do en la más completa oscuridad. Parece que durante él las sociedades humanas de estn. parte del continente do rmita ran en un estado de completa bn.rbarie, sin poder clarse cuentll de sí. No se nota nada notable que pueda interrumpir el silencio de esos largos años cal ificados por los indios de oham aca-pacha, tiempo oscuro. Probable es que en aq uella edad, la sociednd descompuesta, con la destrucción cle la capital de los kollanas, viviese absorbida por una espantosa anarquía, debilitados los resortes de la cultura legada por aquéllos, y embruteciéndose cada día más y más. Cuando el homb re de la altiplanicie su fría esa regresión, apareció Mak1tri, caudillo brotado de la estirpe de los mandones de Umasuyu, por consiguiente, de la parcialidad de los pacahajas (2), que 11s1, se Jlamab1rn los habitantes de la banda oriental del lago Titicaca, n contraposición a los moradores de In. banda occidental (r) (2)
Tres relaciones de Antigüedades Peruanas, etc., pág. 235. Paca-lzaja, quiere decir de la parte de las águilas. 3
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y de algunas islas, que se nombraban lupi-hakke o sea hombres semejantes ni rayo solar o talvez, desprendidos del sol. El célebre caudillo omasuyeño, de recuerdos indelebles para los indios por sus conquistas y crueldades, suponen que fné un capitán invencible, que durante el período de su terrible mand o recor rió y devastó casi todos los pueblos enemigos de su raza. S us c1mquistas creen, que fueron innumerables, y que los kollns de amhfl s riberas del lago Titicaca, seguÍfln gustosos sns banderas. En lo que se encuentran también conformes las trndi ciones, es en que Makuri fué un conquistador de corte tártaro. sangninario e implacable. Dicen que jamás excusó beber la sano-re 11.nn caliente de sus víctimas, servida en copas labradas del cránoo de los jefes enemigos que había vencido, a qnien es, antes los había hecho despellejar para que retobasen tambores con la piel, fuern de que les hacía arrancfl.r los dientes para collares de sus concubinas. Por todas partes este terrible caudillo sembraba el t error, no ll evando en sns conqnistas más enseña que la destrucción. Con él se supon e 4ue los p acahaJas, llegaron a su período de npogeo y grandeza, siendo temicios por todas las tribus sabedoras de las proezas de s n g ran jefe. A esa é poca de recuerdos imperecederos para los kollas, se remonta la tradición de la presenci a de un rnro pe rso na je, a quien llnman Twnapa ó Ttwna;pa, que pred icaba doctrinas semejantes a las de los españoles. En la mC'moria colectivn de los inrlios hn podido ser tan tenaz esta tmd ición porque SP. encuentrn vin culada con la de ltfaku1i, cuyo nombre lo" conservan con orgullo, como algo que los levanta y nlienta en el estado Y más adelante agrega que Tal jefe era llamado cinche, (1). Varios de esos jefes llegaron a apoderarse del mando de los pueblos, de cuya defensa se habían encargado, en forma definitiva, convirtiéndose en soberanos, que después de haber retenido el gobierno por vida, lo trasmitían a sus sucesores en herencia. Descendiente de uno de ellos, en la altiplanicie, parece que fué Manco Oapac, pues, este nomhre proviene de las palabras ayll)aras, mall;u,, jefe, y kkapa, activo, qui en probablemente vencido en ulgun!t !!Uerra intestina huyó hast;t el Cuzco. Los indios lo recuerdan como capitán kolla, denotado .Y clestrnnado por jefes poderosos; lo presentiw refugiado en la isla sagrada de Tití ka1'ka, donde se sostuvo contra sus perseguidores por mucho tiempo. Acosado constantemente por éstos, dicen, que se fugó del lago, y acompañado de su esposn. y de sus mejores soldados fuéa a'lilnrse entre las tribus del norte, viv iendo en la cueva denominada Pacm·i-tam;pu,
( 1) Cita tomada de las Anotaciones a la "Historia Indica del Capitán Pedro Sarmiento de Gamboa" por el Dr. H ans Steffen . ' 4
-14 a corta distancia del Cuzco. Poco a poco, con suma astucia y habilidad, pudo imponerse a los moradores del lugar, que debieron ser de una culturn muy inferior a él, hacienclo que estos acataren su autoridad creyéndole un ser sobrenatural, y cuando consiguió por completo sn intento, se proclamó soberano de aquellas pobres gentes. Tal suponen que fué el origen del imperio incaico ( 1). (1) Fray Andrés de San Nicol ás, en su libro Imágen de N. S. de Copacabana: Portento del Nuevo Mundo, etc. Año de 1663, en Madrid por Andrés García de la Iglecia, conceptua a Manco Capac como hijo de un capitán de la región del lago, es decir, como a un kolla, y no como indio quechua. Es inadmisible la hipótesis, que considera a Mallcu-Kkappa, como náufrago venido de tierras lejanas. Solo un conocedor íntimo de la lengua y costumbres de las tribus radicadas en esta región, pudo dominarlos y fundar un imperio. Miguel Cabello Balboa que llegó al Perú en 1566 da por cuna de Manco Capac Pacaritampu, identificado el sitio con Tambo Tocco; pero agrega: "Muchos indios pretenden que los hermanos que aparecieron en Pacari T ambo ... . eran oriundos de Titicaca, y que en dicho lugar eran manufacturados los vestidos ~on que se presentaron en la primera vez. Historia du Perú, (versión francesa de la Miselánea austral por Tenaux Compans), pág 144. Pedro Pizarro que vino a l Perú con su deudo Francisco Piza . rro, en la breve noticia sobre lo Inca y su origen, dice: R tos indios dicen que un inga fu é el primer eñor. Uno dicen que salió de la isla de Titicaca que es una isla que tá en un a laguna en el ollao .... Otros indios dicen que este señor salió el e Tambo: este Tamho esta en Condesuyu seis leguas del Cuzco poco más o menos" Histori ;i de.l Descubrimiento y Conquista de la Provincia del Perú . Reimpreso en el tomo II de Historiadores primitivos de' e· dia) , pág 470. Antonio de Herrera que era cronista Real de Indi as, critico de rara agac id ad para su tiempo, afirma que lo indio. del Cuzco aseguraban que los primero hombres salieron del lago Titicaca G:irci laz o ele la Vega a firma igualmente que el In ca Manco Capac y su esposa Mama Ocllo, aliero n del Lago Titicaca Gom ara dice en su crónica publicada en 1552, en lo q11e al Inca atañe: " u naturaleza fué de Tiquicaca que e una laguna en el oll;.o, cuan:nta legu a del Cuzco, la cual quiere decir isla de P/01110." Primera y segunda Parte de la Hi toria General de Indias. Reimpresión de edia. Tomo J pág 23r. Lo. testimonios citados y los de otro a utore. , manifie tan que el primer In ca tuvo su origen en la isla Titica a, conformándose as!, en parte, on las tradición anotada. Zára te, consigna au n en u Historia del De cubrimiento y Conquista de la Provincia del Perú, que, "en tod a las provincia. del Pen\ había curacas. . . E s to seño res mantenlan en paz sus indios .. . sin tener señor general toda la tierra hasta que e.le la parte del C:ol lao por una gran laguna que allí h y llamado Titicaca, que tiene ochenta legua de boya , vino u1111 ¡;e11tt' 11111)' belicosa, que ll amaron i11g ns".
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15 III
Región ocupada por los Kollas. -Diversas tribus de esta nación. Esfuerzos de los In cas para imponer la lengua quechua y destruir la de los Koll as.
La naci6n Kolla o Kollarswyu, como después se di6 en llamar a los pueblos y tribus dominados en tiempos inmemoriales por la casta de los kollanas y que seguían hablando la lengua de estos, oeupabs una vasta extensi6n territorial en el continente. La lengua. kollana, denominada {J/!jm(Jfra por los primeros jesuitas, que aprendieron y propagaron el conocimiento de este idioma, estaba más generalizada que el queclvua. El Padre Ludovico Bertonio en la interesante introducci6n a su obra sobre el aymara, incluye a los Canchis y Canas, que ocupaban la. regi6n desde Puno n Quiquijamt en el valle de Villcnnota, como pertenecientes a los aymaras ( l ). , dice Max Uhle , continua Uhle, (1). . Cieza de Leon mani6esta que el límite de la nación kolla, hncia el norte era el pueblo de Ayaviri, por cuyo motivo, sin duda, se le llamó así, porq 11e Hayavvri está compuesto de lfts palabras aymams: Haya, lejano, y huvri, porción. La famosa raya de Villcanota, era la que, por esta parte, dividía ambos dominios, es decir, el de los Incas y kollas, antes que éstos fuesen sojuzgados por aquellos (2). ( 1) Actas del XVIIº Congreso Internacional de Americanistas. Sesión ele Buenos Aires 11-23 de mayb de 1910 . Publicado por Robert Lehmann-Nitsche, Secretario general del Congreso, etc . , i9r2, págs. 315, 316 y 317. Hemos suprimido las notas y aclaraciones en que apoya sus acertos el eminente escritor y arqueólogo Uhle, a fin de no recargar de citas nuestro trabajo. (2) Hablando de Vilcanota, dice el obispo Reginaldo ele Lizárraga "Volviendo a nuestra laguna Villcanota, será tan grande como seis cuadras; es digno de memoria lo que en ella hay. Este asiento es muy alto y muy frío; la laguna y camino real entre dos cordilleras nevadas, vierte a dos partes dél un desaguadero a mano del norte que es el principio de este río grande de Quiquijana, el que j11ntánclose con el de Apurimac, Amanea y, Vil lea Jauja y otros, hace el famoso río de Marañón, que dijimos desembocaba en la Mar del orte con 80 leguas de boca. La otra vertiente o desaguadero hace el río que llamamos de Chungara y Ayaviri, que entra en la laguna dF, Chucuito, y ésta desagua por una parte a la Mar del Sur. Un poco más adela nte, como media !egua, vemos una pared de piedra de mampuesto que co rre desde la nieve de un puert0 al otro ,
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cAl oriente tienen (los Kollas) lns montañas de los Andes> dice el menciorin.do cronista, (1). En esta dilatada extensión de tierras, que por el sud se aproximaba basta las cercanfos de Tucumán (2), habitaban al noreste y snd del lago Titicaca, los tare-caliajas (3), los paca-Awjas; al este y sudeste los 1Jurpacas. Los pacarli~jas, comprendían a los kwrnci-si¿yus, y siwa-sucas: ll egando estos últimos hasta kkararcollo, donde tenían establecido un peqneño pueblo. La región correspondiente a la antigua provincia de Paria, que actualmente comprende en gran parte el departamento de Oruro, era en ciertos puntos ocupada por los urus y en otros por kollas. Estios últimos, según los lugares, tenían denominaciones di tintas, ya se ll amaban carangas o lipis. Seguían a estos, por ol sudeste, lo famosos charcas (4) compuestos de las tribus de los chullRas, cliayantas atravesando el cami no real. Esta pared dicen los antiguos se hi zo por concierto entre los ingas y los indios del Collao, los cuales, trayendo guerras muy reñidas entre si, vinieron en este medio que se hiciese esta pared en el lug;ir dicho, de un estado ele un hombre, no muy ancha; la cual sirviese como de muralla para que ni los ingas Rompieron pasasen a conquistar el Collao, ni los Collas el Cuzco. por su mal los Collas las paces y quisieron conquistar los ingas, más estos revolviendo sobre los otros, lo conquistaron y no pararon Esta pared se vé al día de hoy desde la nieve de un hasta Chile. cerro, y atravesando el valle y camino real sube ha. ta la nieve del otro" La descripció n de las Indi as del R . O. Lizárraga . Publicado por don Carlos A. Romero en la Revista Histórica de Lima, 1907, pág. 261 y 459· (1) Hi storiado res primitivos de In dias. Colección dirigida por don Enrique Vedia. Tomo II, Madrid 1906, pág. 442 . (2) Tucumán es nombre comp letamente aymara, proviene de las palabras t11ctt, térmi no y !tuma, agua. (3) Parece que estos lares, fueron trasportados por los In cas En la prode las cercanías del Cuzco, y radicadas en esta región . vincia ele Muñecas, y que más antes hada parte de Larecaja, hablan sus moradores dos lenguas, aymará y quechua, y este estad o bil ingüe, por las tradiciones y vestigios existentes só lo data de la conquista in caica (4) Bertonio en la introducción a su notable obra sobre el aymara, com;igna expresamente a los chauas, como pertenecientes a la nación kolla. Garcilazo de la Vega, se expresa ele ellos así: "De Cha yanta .... fue (Inca) a otras provincias que hay en aq uella comarca que ll aman charca, debajo ele este nombre se encie rran muchas provincias ele diferentes naciones y lenguas, y todas ellas so'n del distrito Collasuyu. Las más prin cipales son Tztrutum, Sipisipt Clwqui, y a l Levante destas, que es así a los Antis, hay otras pro5
-1 chayanitacas, qwi,llacas (1) sipi ip1' , cundti-curidus
ampara
hasta los confine de Tucumán , di tribuido en grupos, con ari otra denominaciones. Todas estRs tribus hablaban la lengua aymara, con ligeras modificaciones, pertenecfan a lo. nación kolla, con ~ cepción de Jo urus que tenían un dialecto especial y eran u tributar'os. Los cha1·cas denominaban a su jefe K an·i, como lor- lupaca residía en lugar nombrado hoy T apa-kari. Eran n.quellos unas veces tributarios de los p ncahajas y otras independientes. E!ita importante y numerosa tribu fné reducida poi· los Incns con lll trnslución que hicieron de parte de ellos a otras regiones con las matanzas de que fueron víctimas, después de las derrotas que sufrieron. En los últimos tiempos del imperio incaico se hallan tan diezmados, que Huayna Capacc, con ánimo de repohln.r el valle de II.kocha-pampa, donde habían sido cat'i esterminados los charcas, , dice Sarmiento de Gamboa, (2). Noticia qne se halla consignada en id éntica forma por Un.bello Balboa, en su obra. Actualmente, de los antiguo& charcas han pellejaban el cadáver. y separando del tronco el cráneo y las canillas, los desc1trnaban y hacían de las últimas flautas y labraban de la calavera el vaso destinado u sus libaciones bélicas. El resto de los miembros, lo 1trrojaban al fuego para que se consumiese sin dejar vestigio de su existenci9, y su alma no volviese a resucitar más. Suponían ellos que el sonido de las fl1tutas y del tambor forrado con la piel del vencido, ponía en fuga a sus compañeros vivos que de nuevo se presentaban a combatir. Otras veces sacrificaban a los prisioneros en aras de sus ídolos o Ñuacas, siendo en este caso frecuente, el extraerles los sesos por medio de una trepanación craneana y ofrecerlos a la deidad, rogando que privase a los contrarios de sentido y juicio y los tornase tontos y cobardes. La máxima guerrera de los kollas ern que no había que dar cuartel al vencido, «porque el perdonado de hoy es el enemigo de mañana~, y así eran implacables y sanguinarios. Su canto guerrero se componía de la siguiente letra: dice Sarmiento de Gamboa, (1). (1) "Segu nda pa rte de la hisstori a general lla mad a yndica, la q ua! por mandado del E xmo . S. d on Francisco de To ledo virrey-gobernador y cap t. gene ral de los rey nos del Piru y mayordomo de la casa r eal de Casti lla com puso el ca p t. Po. Sarmiento de Gamboa." Ei"ta importa nte obra se pub licó 1906 en las Me mor ias de la Socie- • dad Real de Ciencias de Gotti nga por el profeso r Dr. Richa rd P ie tsc hman n. El d istin guido amer icanista Si r Cleme nts R . Markham, publicó una t radició n de ell a al inglés, de donde hemos tomado los pár rafos insertos y que se ci tarán desp ués. ve r tién dice el P. Cobo, (1) , cy de tal manern, dice Cieza de Leon , que pocos o ning uno quedaron vivos, y los que escaparon, es público que andaban po r las sementeras llamando á sus roa.ro res, muerto de mucho ti ropo, y lameotitndo su perdición con gemido de grao seotimi nto, d In de trucción q ue por ellos y por sn pu eb lo había venido> (2). Después de haber llevado a cabo tan cru el deva tnci6n Pacha Kutecc se dirigió en busca de Chuchi Capacc, que lo esperaba n .Pucara a In cabezR de un num e roso ejército. Tan pronto como se afrontaron ambos combatie ntes, se tmhó la batalla, la CLml duró mucho tiempo sin decidirse en favor de ning uno de e llos. e ~l In· ca Yupanq11i, que estaba muy avezado a In lu chR., llevaba su ayuda personal a cadR. parte, dando ordenes. combatiendo .r dirig-iendo palabras a sus tropas. Viendo qne los kolla re iAtía n con tR.nto denuedo, .Y se p ara.ba o de modo inconm ov ible en la peleR., vol viendose hRciR sus gentes dijoles e n a lta voz: e¡ Oli Incas det 01f.z-
col ¡ Cm¡,qui tadores de toda la tie1"ral ¡, No teneis vtJ?•güenza d que gentes tan ilnf &riores a vo,~o'flro. , y tani desig1.¿ale. a vo8ot1'os en las arma se asemejen a vosotrros y se rred 8ta11 tanto tiempo Di0
cho esto volvió al combate, y las tropas con tal r eproche, a rren1eti eron contra el enemigo de tal s uerte, que fue deshecho y puesto en derrota. El Inca Yupanq ui , que era diestro lidiador comprendi6 que la coronación de la victoria estribaba en Ja ciipturn de 'h uchi Capa.ce. Aunque hallábase en IR refriega, bnscaba a u adver ario por dogniera, y divisandolo e n medio de s us huesteA, {I)
Historia del
uevo
~undo,
etc.
Tomo lll, pág. 164
y 165. (2) 442 .
H istoriadores primiti vos de Ind ias, etc.
Tomo II, pág.
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el Inca atacó a estas a la cRbeza de su guardia, tomandole pr1s10nero entregole a un soldado para que le llevase al campamento y, pusieronlo en cobro. El Inca y su ejercito dieron entonces fin y remnte a la victoria y lanzaronse en la persecucion, hasta que todos los Sinchis y capitanes que pudieron ser habidos fueron capturados> .(1 ). Seg ún Sarmiento de Gamboa, Pacha Kutec pnsó a Hatun Colla despu és de su victoria, donde permaneció, sin avanzar más adelante, hasta que loi:; pueblos que obedecían a Chucbi Capacc fueron reducidos y en prueba de ello le trajeron muchos y valiosos presentes de oro, plata, vestidos y otras cosas preciosas. El P. C'obo, mejor informado en esta parte, manifiesta que siguió adelante en sus conquistas. En efecto, los wma-swyus esperaron al Inca a orillas del río Huaychu, reforz11.dos con algunos restos del ejército vencido en l?ucara, y allí le dieron una sangrienta y encarnizadfl batalla. Vencidos por el mímero, se rindieron a discreción los que quedaron, los cuales, fueron castigados duramente por el Inca. En est a. acción de nrmas murió heróicamente el mallcu, que comandaba a los i¿ma-wyitS. Est11 es la batalla que Gnrcilazo de la Vega atribuye a Ml! yta Capacc y cuyas huellas quedan a pesar del trascurso del tiempo. Después de su triunfo retrocedió el Inca a Chucuyto con objeto de rE'- parar sns hu estes debilitadas por tantas bat11.llns y asegurarse de la fidelidad del K ari , qu e se le brindaba como 11.li11.do y no dejn.r a retaguardia un pu eblo que fácilmente podía tornarse en nemigo. En Chucuyto fu é bien recibido por sus momdores, que rlei:;de lueg·o, se pusieron n. sus órdenes. El Inca para mostrarles , u complAcencia, se detuvo al g unos días en el lugar. Los de Juli , otm, ciudad importante de los lttpacas, que no participa han de los mismos sentimientos, ofrecieron resistencia al Inca y solo se sometieron dominados, más que por la fuerza de las ar mas por la m11.iía y engaño de los conquistadores Los pacaha(jas, a la (1) bra citad a d e a rm iento d e Ga mboa. El P . Co bo no trae lo deta lles an te rio re , e con reta a d eci r, en s u importa nte obra que el In ca se en ca min ó a busca r a Col/a- Cap acc, de ~ pn é d e la primera ba ta ll a cP eleó con el segu nJa vez en P uwra, y ta rn bien lo enció . Mu r i ro n much 1 im o Collas en ambas ba ta llas ; los que esc:i.p:lron e pu. ieron e n huida y desp ués v olviero n rend idos y se pu. iero n e n ma no del In ca>. Historia del Nu evo M undo. To mo III, páo-. 16 . .\ . n vez, a rmiento de Ga mboa , tampoco men c iona la p ri mera hn alta .
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aproximaci6n de las fuerzas incaicas, se parapetaron tras el puente del Desaguadero y allí se sostuvieron por varios días. El Inca p. ra ganar el paso y dominar a los contrarios, envi6 parte de su ejército a buscar vado ocho leguas mas abajo, lo que oblig6 a los pacaharjas a retirarse al cerro sagrado de ch:uca paca, donde, de pués de una porfiada resistencia fueron vencidos. El Inca ordenó lit matanza de los c.aquingoras que habían sido los que más tenaces y fieros se mostraron en la contienda, é hizo destruir el pueblo que había sido la residencia de Tacuilla, situado en aquella región. Con este triunfo, no quedaban otros caudillos de importancia con quienes combatir, sometiéndose voluntariRmente los dem:ís pueblos ele Kolla-suyu, al dominio del Inca, obligados por el temor que este había difundido en los ánimos con sus frecuentes triunfos y actos de crueldad. Pacha Kutec, dejando gobernadores en todos los pueblo conquistados, regresó al Cuzco llevando consigo prisionero a ChnchiCapacc y a otros jefes. Hizo entrada triunfal a la capital de su imperio. Los prisioneros fueron colocados delante de la litera del Inca, vestidos de trajes talares, cubiertos de borlus en señal de mofa. Habiendo llegado al templo del 801, cautivos y despojos fueron ofrecidos a la imágen del rey de los astros. El Inca y su sacerdote, pusieron Ja planta sobre todos estos despojos y cantivos, cosa que significaba insigne honor para el soberano. Cuando creyó éste haberlos humillado co~pletamente, hizo cortar Ja cabeza a Chuchi Capacc y mandó colocar en la casa llamada Hasahuasi, y a los otros prisioneros los hizo encerrar junto cun las fi eras en la casa SMncahuasi (1). Estas dos casas constituían las cárceles del imperio, edificadas especialmente para hacer sufrir los mayores tormentos a los detenidos. La conq uista del Kolla-snyu, acrescentó notablemente lo lími tes de la denominaci6n incaica a la par de los tesoros del Inca y de la casa del Sol, pues, el soberano donó a esta cuantas cosas eran necesarias a su servicio en servidumbre y tierras, fuera de lo mucho que se rescr v6 para sí. Dispuso también, que las deidad es del Cuzco fueran adoptadas en las comarcas ccnquistadas, ordenando nuevas ceremonias para su culto y aboliendo algunas antiguas, y que se reverenciasen, a su vez, varios ídolos traídos del Kolla-suyo.
( 1) Hrrsa -hucisi, es casa de pesa r y Samra-ltuasi casa que hace soñar. Tenía este nombre por las víb0ras, sapos y otras sabandijas, de que estaba poblada esta horribl e pri sión .
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VII Divergencias de los cronistas.-EI Inca Túpacc Amaru Yupanqui.Levantamiento de los kollas.-Derrota de los quechuas y caída del Inca.-Exaltación de Tupacc Yupanqui.-Desastre de Pucara.-Triste fin de los caudillos koll as.-Sucesos posteriores. Según Cieza de Leon la formidable insurrección de los kollas ocurrió en los últimos días del gobierno de Pacha Kutecc o Pacha.cutí Inca Yupa;nqui , y según el P. Cobo en la de su hijo Túpaoc Inca Yupanqwi. Estas diferentes relacioltes provienen de que ambos ignoraban la existencia de un Inca intermediario entre Pachacutecc y Túpacc, que fue Túpacc Amaru Yupanqui, a quien por su aficiones pacíficas lo llam11ban los suyos muy de ordinario el buen lncrt Y:upanr¡ui. (1) . Todos los prisioneros fueron exterm:nados y parece que sólo se concedió la vida a los niños y mujeres, que fueron entregados a los soldados del Inca. (2)
(1) Histort'a del Nuevo Mundo por el P. Bernabé Cobo, etc. Tomo III . Sevilla, 1892 , pág. 121. (2) Sarmiento ele Gamboa, c uenta esta campaña, en la forma siguiente: "Cuando el Inca Yupanqui proseguía con tales medidas, sus hijos habían llevado a cabo la conquista del Collao. Cuando llegaron a las proximidades de Charcas, Jos naturales de Paria, Tapacarf, Cochabamba, Poconas y Charcas replegáronse a la comarca de los Chichas y Chnves, c on el propósito el e hacer una resistencia combinada contra los In cas, quienes llegaron cuand0 sus adversarios hall ábanse congregad os, es pera ndo el a taque . Las huestes del Inca formaban tres divisiones . Un escuadrón de 5 , 000 hombres bajó de la serranía, otro de 20 , 000 de Ja dirección del mar, y el resto del camino directo . Llegaron a los parapetos en que estaban los charcas y sus aliados, y trabaron el combate con ellos. Los In cas salieron victoriosos y cogiero n un gran botín de P,_lata, sacada por los naturales ele las minas de Porco," " H istoria Indica," traducida del inglés. Sarmiento de Gamboa cree que los que debelaron el levantamiento de los kollas, fueron los hijos de Pacha Kutecc, en vida de éste, nombrados Amartt Tupacc Inca y Apu Paucar Usmt, cuando es un hecho que aquel soberano estuvo ya muerto entonces y q ue dada la • importancia de esta conflagración, fu é el sucesor de su hijo Amaru, tam bié n descendiente suyo, Tupacc In ca Yupanqui, quien comandó en aquella campaña.
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Obtenida esta victoria, se dirigió el Incn a debolnr a los kollas, residentes en la región denominada posteriormente 'aru.ngas. T_,os naturales del lugar se sostuvieron en esta parte con valentÍI\ y dieron mucho que hacer n. los soldados del Inca. itiRdo en un cerro, resistieron allí por mucho tiempo, pretiriendo mantenerse de cueros pel1tdos que asaban, antes qne rendirse. Por esa causa y en tono despreciativo los llamaron llka?'a, canea o asnclores de cueros pelados, nombre con el que sus descendientes fueron conocidos después. Al fin pudieron sojuzgar por el hambre a esos valientes kollas, que estenuados y reducidos a pequeño número depusieron sus armas en poder de los soldados del Inca, quien mostró su benignidad, concediéndoles la vida. Tal fué la famosa y definitiva conquista del Kolla-snyu, cuyos habitantes difícilmente se sometieron al yugo incaico, y aun después de esta debelación sangrienta, nunca ahogaron en su pecho las esperanzas de reconquista · sn perdidR indepen dencia. El Inca impuso a las poblaciones vencidas fuertes guarniciones militares, que debían ser sostenidas por los naturales con bastimentos y mujeres. Trasportó parte de las poblaciones al norte del Cuzco y para reemplazar éstas trasladó de aquellos lugares igun.J número de habitantes. Con este sistema de colonización denominado mitemaes, se pobló de quechuas algunos . Jugares de Larecaja, Chncuyto, Charcas .Y Cochabamha, introduciendo en el Kolla-suyo las diferencins étnicas, desconocidas hasta entonces. Desde aquella época los kollas no volvie-ron a levantarse más, concretando su labor política a proveer , en lo sucesivo, de soldaclos ague· rridos a los ejércitos del Inca. Santa-Cruz PHchacuti, manifiesta en su citada relación, que los kollas formnban siempre la vanguardia de los ejércitos del Inca Huayna-Caapacc. Recién de aquella época data que se hablen en el Kolla-suyu dos leng:uas: Ja de los conquistadores y la de los vencidos, o sea quechua y aymara, como después se las denominó por los jesuitas. haciendo extensivos tales nombres a las dos grandes naciones que formaban la mayoría del imperio de Tahua-ilntmsuyu (1).
(1) La tradu cc ión de e tas tres palabras compuestas sería : '' L as c1tatro naciones unidas.''
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Los quechuas eran odiados por los kollas, porque aquéllos desempeñaban con éstos el doble papel de señores y espías, y fué esta la causa porque los últimos aceptaron la denominación española sin ofrecer resistencias y hastR. cierto punto con agrado al principio (1). Los trasportados dt uno a otro lugar, suspiraban siempre por su primitiva morada, sin poder adaptarse en la que se les había impuesto, y cuando se les presentaba la ocasión de trasladarse a parajes más aparentes para ellos, lo hacían sin reparo. Túpacc-Yupanqui al regresar victorioso al Cuzco visitó las ruínas de Tiahuanacu, que le causaron asombro, y las islas del lago; sobre todo, mostró mucho interés en aportar R la isla Titicaca, de donde, según la tradición existente, procedían sus primitivos antepasados (2). Una leyenda generalmente admitida por los kollas, referíR que el dios totémico de éstos, el tigre, después de cumplir su misión sobre la tierra, SP. había retirado a esa isla, donde convertido en 1·oca o piedra protegía a los que iban a implorar su amparo. El Inca se embarcó en Y arnpupata, desp11és de muchas cerembnias y sacrificios, acompañado de un persomtl numeroso y selecto. Al pisar el suelo de la isla, se postró, manifestando mucha veneración al lugar. (1). A la anterior relación cabe observar que Oon, es un nombre desconocido entre los aymaras, en cuya lengnn no sig-nifica nndn. Esta deidad, propia de los yu,ngas y cliinclias, juntamente con Pacha-ccrtmacc ha debido ser intród ncida posteriormente, aunque con debil resu lta dice Wiesse, «produjo a la htrgn la asimilneión y confusión de los dioses más importantes de la ~ diversas naciones que componían el Tahua.ntinsuyu. Entonces Kon tendió _n unificarse en una sola deidad con Huiraccocha y Pacha Ccmacc, los otros ídolos mn.vores de las distintas razas pernanas. La confusión se hizo después definitiva, porqne los españoles y los indios neófitos, cada nno por su parte, se afanaron en aparentar que un solo había sido adorado bajo los tres nombres de Kon, Huiraccocha y Pacha ( ,) Orig en de las Indias dd Nu evo Mundo , e I ndias Occtden!ales, averig uado con ttn discurso de opimo11cs por el Padre Presentado .F. R. Gre) (1). Efectivamente ha debido provenir de los antecedentes anotados, el que insistan los cronistas en repetir el nombre de Huerakkocha unido a los de Kon y Ticce, cuando estPs deidadec; han sido siempre diferentes de la anterior. Además, nótese que Kon, según las tradiciones de los habitantes de las costas del .norte, fué el que formó los valles, las montañas, creó hombres y mujeres para poblar la tierra; que enojado por las faltas de algunos convirtió tierras feraces en arenales secos y estériles, como son los de la costa, hasta que fué desterrado por Pacha Ccmacc, que transformó a los hombres de Kon en gatos y otros animales negros y creó nuevos pobladores. Ambos dioses desempeñan el mismo papel que Huerakkochn en la mitología Kolla, con ligeras divergencias, reu nirlos sería confnnrlir tres creadores del universo en una misma persona. Del examen de las mitologías indígenas de los primitivos pobladores de América, resulta que cada pueblo, diferente de otro en lengua y costumbres, tenín una divinidad suprema, que si bien con iguales atri botos que los demás de sn clase, con distintos nombrf's, lo qne talvez ha sido cansa para que se confunda a unas y otras, snponiéndolas comunes a todas las tribus, como ha suced ido con Pacha Oamacc y Kon Tice Vi racocha. De R.q uí proviene el error de los que quieren hnscar interpretaciones en esos nom bres unidos, sin tene1· en cuenta que significado separados, cada nno, la misma idea, semejante afún r es ulta un absurdo. El mito de Hite-rakkocha, pndo haber sido imaginarlo por el primitivo habitante del a,ltiplano de In contemplación de lit salida d l sol que en efecto, mirado de los campos cercanos al Titicaca, parece ~urgir del fondo de las azules aguas del lago. En los r efüwe. de la g-rnn portada de Ti11huanacu , se nota que ellos se refü~ ren n. algo q ne ti ne relación con esta idea. Los ind ios del lu g11r n el ti mpo de In conquista, confundían el sol con Huerakkocha, (1) La. ivilizaci on e prJm1 t1 va a rl o. Wi . , etc., pág r3r y 132.
del Perú, etc. por el Dr.
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y en sus adoraciones llamaban indistintament e al sol con este últi-
mo nombre. Max .Ohle cuenta, que en la misma época relacionab n los indios un mito, según el cual, cel sol antes de levantarse estaba escondido en el fondo del lago Titicaca. Y en la portada,> continua, Creyendo los indios que efectivamente provenían de las cuevas, cerros, ríos, lagunas y fuentes, rendían culto a esos sitios llamándoles A chachi las. El lago Titicaca considerado como la cuna sagrada del dios H u erakkocha, los picos nevados de la cordillera andina, tenidos como las cabezas prominentes y encanecdas de la tierra., constituían para los kollas los grandes y venerados A cliachilas. Junto a este culto se hallaba el de la Tie1·ra a la que le daban el título de P acha-m ama c:Atribuian a la tierra . .. ... tres propiedades. La \ irtud interna inagotable que la reverdece siempre y distribuye la vida por doquier, manifestándola en t()da; la fuerza inquebrantable que la mantiene en el espacio; y por fin y sobre todo S il origen extraterrestre , celestial, pues, la consideraban como elaboreada por Dios mismo, en los espacios in5nitos y por lo tanto materia divina> (1). En s 11 homenaje h11.cían fiestas espléndidas, fnera de que le ofrecfan frecuentes sacrificios y libaciones. , dice Arriaga, (2). Tenfa.n tales preocupacione s res pecto de la tierra, que cmdquier enfermedad atribuían a su enojo: (3). De todo enfermo que fallecía y de cuya dolencia no podían darse cuen · ta, decían qne la tierra se lo había comido, y para evitar más víctimas le hacían ruucbas ofrendas. 7
(r) Dr. H. Girgois. El Oculto entre los aborígenes de la América del S ud, etc. Barcelona, 1901, pág. 223 . ( 2) E x tirpación de las I dolatrías, etc., pág 1 I. (3) Vil lagomez. Carta pastoral de E x ortación é instrucción contra las I dolatrías de los indios del Arzobispado de L ima, r 64 r, pág. 47.
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Emergente del culto a la tierra, era la veneraci6n que tributan l9s kollas a la piedra, .Kala, haciendo mochaderos con sus propias manos en las alturas o en los pasos elevados, con el nombre de Apaohita. El indio que llegaba a lugares donde no habían Apaohitas, descansaba un momento en el siti o, encendía una fogata y dando tres vueltas al rededor de ella, arrojaba al fuego la coca que había venido gastando en su camino, recojía guigarros de forma y colores especiales, los calentaba al fuego solicitando la especial protecci6n de la P acha-mama, y form aba un montonsi to pequeño, que debía ser acrescentado por los viajeros que viniesen tras él. Creía que esos montones de gui garros le protejerían contra cualquier desgracia, ohiji, que podía sobreven irle en su viaje (1). Al presente no han olvidado esfl. costumbre, pues, el indio que llega a la parte más alta de ~u camino y encuentra esos montones, ape nas deja su fardo, invoca y pronuncia tres veces la palabra apao/1,i ta, y le ofrece ya un pelo de sus cejas, que sopla en el aire, ya la coca qne está mascando, ya nn guigarro que arroja al mont6n, ya un puñado de tierra, ya fi g ura sobre el mont6n una casa o ponen yerbas, que significan productos o trapos de va riados colores, que se consideran industrias. Tiene tal fé en la protección de las piedras acumuladas en aquel paraje, que cuando se aproxima 1rna tormenta, no se itleja de allí, donde permanece de cuclillas, resguardado por el montón, .Y seguro de que nada podrán contra él los rnyos, vientos y tempestades. Al ll egar los naturales al borde de UD río , en homenaje del Aoliachiln, que representa esit corriente, casi siempre, toman y beben agua en el hu eco de la mano , antes de atravesa rl o; al menos
(r) Arriaga cuenta las prácticas que tenían lo s indios al respecto, como sig ue : "Cosa muy usada era antiguamente, y aora no lo es menos, quando suben algunas cuestas o Cerros, o se cansan en el cami no , llegando a alguna piedra grande, que tien en señalado para este efecto. escupir sobre ella (y por esto ll aman á es ta piedra, y a e. ta seremonia Tocanca) coca 6 maiz mascado, otras veces dejan all í las ujutas, o calzad o viejo, o manojillos de hi cho, 6 paja o ponen otras piedras pequeñas encima, y co n esto dicen, que se les quita el cansancio. A estos montecillos de piedra suelen ll amar, corrompiendo el vocablo Apachi tas, y dicen algunos , que los adoran, , y no son ino las ·piedras que han ido amontonando con supertición, ofreciendoles á quien les quita el cansa ncio y le ayuda á llevar la carga, que esso es Apachita" . . .. Extirparion de las l dolatríiis, etc., pág. 37,
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si el río es caudaloso. Con este acto creen merecer la comp~si6n del Achachila acuático, y no ser ahogados. Cuando aun desconfío n de él. creen hacer propicio su amparo, arrojando al agua alguna especie o alimento que llevan en su atado. Adoraban a los astros, sobre todo al sol, que lo confnndía n con el dios Huerakkocha. a las estrellas, hua-ra!iwtras, al arco iris ku'f"lvmi (1). El culto a la luna, paxi, se halla vinculada a la de la diosa Ati, que suponían los kollas ser el símbolo de la noche. El templo de Ati estaba eregido en la isla, qne lleva su nombre Koya Ati, la reina Ati, o como vulgarme nte se dice Coatí, donde en los tiempos primitivos tenían sacerdote s y sacerdotiz as siendo muy concurrid o su templo. Los sacerdote s de Ati, dice Herrera, Cuando sobrevino la conquistR incaica ese culto se encontrab a en completa decadencia, y para restablecerlo , el Inca Tupacc Yupanqui , fundó allí un monasteri o de doncellas y reedificó el templo y construyó otros edificios, volviendo a la isla de Coatí su antiguo explendor , Runque con ritos esotéricos y ceremonial dü:tintos del antiguo. c:El cnlto de Ati era doble: culto de adoración y de amor; culto de temor y horror. Es fácil de explicar esta antítesis. Lit luna que regnluha, para los pueblos. primiti,·o s, el período de las estaciones, era el Dios que produce, que otorga, cuando llena es majestuosa de resplando r; pero se oscurece y parece desRparecer .Y esconderse, sin ninguna duda pnrn hacer el mal , tan fácil de realizarse durante lns noches oscuras. También lns enfermedarles se empeoritn, los locos suelen ser más malos. De·alll los dos cultos tan diferentes> (2). Por estas razones tenla.o mucha veneración a In lunl\ los pueblos primitivos . (1) "Tambien por malagüero y que era para morir o para algun otro daño grave, cuando veian el Arco del Cielo, y a v~ces por buen pronósti co. lo, y e (1) El nombre de este monolito quiere decir maíz 11111dre. ... egt1 n Quiroga. " Una Mamazara, levantándose en medio de los andt::nes o de la labranzas . . . . proteje á la . ementera de maíz, la que prospera bajo u patrocinio, evitando el gusano en la raíz y presevánd ila de lo hielos, de la piedra de lo viento ardorosos, de las dan Qu iroga. La crnz en Amtrira, lango t.i y de otras plaga . " ttc. Buenos Ayre 1C U. (7) Dio a de los ve ti dos. ( ) Patata de forma e!>traña.
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se de afiijírlos más. Cuando contin~an las desgracias, le hacen varios sacrificios para calmar su enojo, implorándole tenga compa· sión de ellos. A estas divinidades malignas , las adoraban en lugares solitarios y desolados, en todo paraje lúgubre, porque suponían que la morada de aquéllos debía ser siempre tétrica y desesperante, así como la de sus dioses reputados celestiales creían que debía estar en lugares prominentes y despejados, propim; para infundir consuelo en el alma, esperanzas y alegría en el corazón del creyente, por Jo que les rendían culto en sitios elevados. Además, los laykkas, que eran los sacP.rdotes del diablo buscaban los lugares silenciosos y oscuros con preferencia, para que los procedimientos y medios falsos de que se valían, causasen efecto en los creyentes, can tivándoles el ánimo, con un teittro preparado de antemano o capaz de infundirles por si mismo honda impresión. El rnJO constituía otrn divinidad para los indios, los cuales le veneraban co11 el nombre de A.pu illcpa o sea, seño1· rayo, atribuyéndole un pode1· inmenso sobre todas las cosas, considerándolo muy severo .V vengativo. Le instituyeron sitcerdotes que presidía.n sn culto y a sns aras conducían en sacrilicio llamas blancas. Los kollas creían titrnbién en J3 existencia del alma o ajctyu y en el viaje de éste por regiones misteriosas de donde regresitba en determinadas épocas a velar por los snyos antes de reencarnarse en el mismo cuerpo. Con objeto de que el día de la resurrección, no careciesen de nada en su nueva vida terrenal, enterraban con los cuerpos de los difuntos, útiles, muebles, halajas de plata y alimentos que les habían servido en su primera existencia, como en otra parte ya dijimos. Hoy mismo admite el indio la idea de que los muertos resucitan corporalmente y vienen ni mundo en busca de los vivos. con quienes tienen obligaciones que llen:1.1· o a cuidar los tesoros que ocultaron en vida. Eu las noches cuando aulla el perro, escucha miedoso, poseído de pavor, porque cree que algún miembro finado de su familia se 11proxima a buscarlo y llevárselo. Esta creencia la tiene tan arraigada, que cuando alguien fallece y a poco tiempo muere otro pariente o amigo íntimo del extinto, o algún animal de la propieditd de éste, supone que el muerto se lo llevó consigo para su compañero . o para hacer uso de él. ' ~~! alma de qui en dejó de existir sin dar noticia a nadie del tP.soro escondid o por él, aseguran los naturales que anda penando. Las lu ces, g-enernlmente azu ladas, que uelen verse en lit no-
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che en los campos, en los alrededores de los pueblos y dentro de las casas desocupadas, luces que se levantan del suelo, flamean, ·se apagan y vuelven a presentarse, no son para ellos sino almas en pena, que se manifiestan también por otros fenómenos extraordinarios, como golpes, ruidos, silbidos, ayes o lamentos, que sólo cesan cuando se ha desenterrado el tesoro y en su lugar se ha sepultado nnn llama negTtt o conejos; si así no se ha hecho, creen seg-ura la-muerte de quien ha encontrado tal riqueza. Siguen los indios rindiendo culto a los muertos, como sus antepasados: una calavera o un hueso humano es objeto de veneración para ellos. En las capillas que tienen o en el interior de las tumbas antiguas, se enpuentran casi siempre, una vela o mecha, que arde junto a esos restos humanos. En algunas partes la calavera o hueso es dorada con pan de oro o plata. El personal del culto era constituído entre los kollas por los li1tillkas o sacerdotes, qne eran en realidad los que también dirigían el Estado. siendo los priucipales los encargados de los sacrificios y los liicliu1'is o confesores. Adscritos a ellos, aunque formando un orden aparte, estaban los brujos y hechiceros o laykkas entre quienes los llamados cliamiacani,~ enrn considera.dos peligrosos porgue les atribuían el ejercio de la magia maligna y de que estaban en contacto con el anchanch1t y los a·ukkas más malos, siendo su mensajero el hucu o buho, que en las noches . lóbregas se presta ha n. ese corretaje. LosyrdÍ1'is eran los sabios y los letrados semejRntes a los arnau· tas del imperio incaico, y tenfan intervención en las ceremonias del culto en ciertas circunstancias, pero, sin confundirse con los propiamente sace.rdotes o hechiceros. Entre los yr1tiris los más notables han sido los kallrihitayrtS, que eran los encargados de curar los enfermos, y los astrónomos. _ Los Incas tomaron gmn pitrte de la constitución religiosa de los kollas al organizar el culto a sus dioses, aunque modificándola y mejorándola notablemente. A la cabeza del sacerdocio del im perio colocaron el V?:llac Uma, pontífice de Sol en Coricancha; seg-uiánle los Huillcas, «que habían de ser como prelados en los pueblos y provincias (1)>. Estos eran pocos, apenas había en to( i) Cost111nb res antiguas de los Naturales del Perit, en la obra Tres Relaciones de Antigiiedades Perua nas publicadas por el Ministerio de Fomento . Carta-Prólogo de D. Marcos Jimenez ele la E s pada . Madrict , 1879 .
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do el reino diez. Uno de éstos, con jurisdicci6n en Kolla-suyu habitaha en ·1a isla de Titilckarka. Después venían los Yana-huillcas. El grupo anterior formaba en el imperio incaico el sacerdocio de ele\ ada gerarquía y a sus miembros correspondía enseñar sola y esclusivamente lo que a la religi6n atañía. De ellos se dice que salían los jueces y visitadores del imperio en lo religioso. Los adivinos· llamados Huatuc eran los que consultaban el oráculo; y los que hacían agüeros por el vuelo de las aves, por los intestinos de los animales que ellos u otros sacrificaban , por la contemplaci6n de ln.s estrellas o constelaciones, tenían por nombre Hamwrpa y su oficio no comprendía matar ni abrir el vientre de los animalas, lo cual correspondía a otros ministros, porque ellos no hncían mas que revisar los intestinos y sangre, la postura en que se hallaban, y por nhí dar sus vaticinios buenos o malos. De entre estos ministros se eligían los destinados a servir de confesores o lchur1:s; quienes para desempeñar el cargo rendfa examen ante cuatrn rmwutas y un hatun-hwillca. El exámen recaía sobre el perfecto conocimiento que debía11 tener los l chu1·is de los dioses, ritos, ceremonin.s y leyes establecidas, de los peen.dos y penitencias que debían dar en cacln. caso, de las c11lpas reservadas para que el gTan Villac unw, pudiera perdonarlas; de manern. que cuando los hallaban aptos en todas estas materias les discernían su nombramiento. La te1·cera categoría, estaba compuesta por los hechiceros o hmn11s, por los carniceros o desolladores, nacrr.c, quienes eran como siervos y ministros de la primera y segunda orden. Su oficio prin cip!ll era aderezRr los templos, limpiarlos y proveer de todo lo necesario para los sacrificios, tales como leña, fl.orns, ramos, animales, ropa, col!a , sebo conchas, pan, vino, nueces, fruta y útiles de serv1c10. F,llos mataban a la res, la desollaba y abrían el vientre; acompañaban a los demá" mini"tro" en lns procesiones y ll evaban la n.ndns del ídolo. En In R elación de las costuH1 b1'f!8 antiguas de los Natur·ales del J >t!J"Ú, se menciona ademns la existencia de reli gi osos indios, que vi vía.o a manera de lo - fwacoretas cristianos en parajes apartados, i n lo Yencrados y consultados por la. gentes. e les conocía con el nomhr de hwl/loa q1¿1'.lli o u..~cavillullu v andaban macilento por el mucho ayuno y penitencias, vestidos de pardo o negro, con hts mitntn ruuy la.rg-a .v los J>1.bellos cortados hasta las orej as como melenn; no bebían chicha, y no podfon casarse después que hafan , u voto cfo P1Ti r n su rl io. es en esta \'ida ÍEmdo los más eu7
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nucos. CuM1do estaban en poblado, andaban de d0s en dos o de tres en tres, no a la paT como los religiosos, sino uno en pos· de otr . Eran muy visitados estos religiosos por los fieles, y cuando moríam eran enterrado s por los demás solitarios convecinos, con grandes llantos y supersticiones. hl Viltac-um u, según Cieza, competía en razones y aún jugaba con el Inca, quitába y ponía sacerdotes y tenfa poder sobre todos los oráculos y templos. Se le pinta en la R elación citada, célibe y casto, sobrio hasta no comer sino pan de mruiz, yerbas .V raíces, viviendo casi siempre en el campo, corto en palabras, honesto y sencillo en el traje, ·sino era en las fiestas principales, donde parecía vestido de una larga túnica sin cinto y de una sobrepelliz blanca con flecos rojos, calzado de lana fina y cubierta la cabeza por una tiara llena de pedrería que llevaba en su frente un sol de oro, con una gran diadema, largas plumas de guacamayu y una especie de gola de oro que en forma de media luna le caía debajo de la barba. En los últimos tiempos salía nombrado este pontífice del sol , de entre los miembros de la familia reinante, y por lo común era tío o hermano del monarca. Pero antes hubo de ser dignidad hereditari a en determina do linaje perteneciente al ay llu de Ta7'puntay. Pero los sacerdotes del imperio incaico no eran ni los deposi tarios de la ciencia ni los maestros de la aristocrac ia ni de la plebe. 8 u creencia estaba reducido a sabe1· el complicado cer.emonial de su religión, los días de ayuno y los _de fiesta ; sus deberes a oficiar por turno en los templos y abstenerse en tanto de todo deleite, siempre. que no hubiesen hecho voto de castidad perpetuR. Contribuí an también al esplendo·r del culto ln.s vírgenes consagradas al sol, llamadas akllas, lasque debían ser de sirngre noble o muy hermosas. Las solía hnber donde quiera que hubiese templo y no eran en parte alguua escasas en número. Pasaban de doscientas en muchos pueblos; y de mil en la corte. Vivían recojidas en espaciosas casas de piedra decoradas eon no menos lujo que de los pR.lacios, denominadas aklla-hiiasis; y estaban de niñas bajo la guarda y tutela de unas matronas llamadas mamctcimas. C1trecfon de relaciones h1tsta con sus padres; ni ver podían a hombre nacido como no fuese al Inca. A la que quebranta ba su voto de castid ad se la enterraba viva. Podía sustraerse a tan horrendo castigo asegurando que el sol había fecundado su seno; más no si reconocía u su malhadado cómplice. Podfan, con todo, pasar y pasah1tn con
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frecuencia a ser concubinas del Inca. Algunas hasta contraían matrimonio con varones designados poi; el soberano. Había, no ya respeto, sino veneraci6n por estas vírgenes. Ellas eran las que hilaban la finísima lana de las vicuñas y las te- . gían para los vestidos del monarca y las colgaduras del templo; ellas la que preparaban el pan y la chicha para las g randes fiestas; ellas las que guardaban noche y día el fuego sagrado que en el solisticio de junie encedía el Sumo Sacerdote, por i ricci6n cuando no por el espejo c6ncavo. Se consideraba poco menos que divino cuanto salía de sus manos. , dice Lorente, . A la peste.- A la chicha.-. De la misma manera se dirigían plegarias al fuego, al trneno, al valle, á. la piedra que guardaba las chacras, al oron que tenía las mieses, á los útiles de cocinn, y á cualquie1· otro poder de la naturaleza ú obra de arte, á todos los que se atribuía una madre, ó espíritu que era la causa de '3 U virtud. Así animaban los Indios al universo poblándolo de seres que presidían á la acción de todas sus partes; y con la imaginación impresionable de niños conversaban y trntaban con todo porque á todo habían prestado ideas y sentimientos> (1).
(r) t
Historia Antigua !el Perú por Sebasti án Lo rente.
860, pág 28 I
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IX Caracter del régimen incaico.-Organización administrativa del im perio.-Tributos. -Distribución de los contribuyentes.-El tributo de mujeres.-Severidad con que se castigaba a los rebeldes .Aniquilamiento de la energía de la raza.-Gobierno y condición en la que se tenia al Inca.
. cÁbrense en seguida vías de comunicnción esmeradamente conservadas y con su rtidos paraderos; la contabilidad más rigurosa rige la producción; el trabajo ¡;e ej ecutii poi: todos, reglamentado hasta el último detalle, para su ma.vor eficacia, sin cansar los brr-zos del obrero, á fin de que no se inutilice. Todos trabajnn para el Inca, y el Inca previsor a todos sustenta, y para j11sti6cnr su privilegiada suerte, se declara hijo de la divinidad, señora y dueña de todo lo creado, haciendo de las consultas á los oráculos, pagadas en oro, uno de sus mejores rendimientos. Jamás á la alta banca judaica pudo ocurrir un sueño más dorado ~ .(1). Este famoso imperio, constituido en esa forma, se dividía en cuatro grandes componentes, con las denominaciones de Kolla-siiy1i, AntÍ-SWl.JU, Chinoha-suyu y Cunti-s1¿yu. Cada uno de estos se encontraba gobernado por una antoridad suprema con el nombre de Ooapaoo, a cuyo cargo estaba todo lo tocante al buen gobierno de su parte. «Demás de estos cuatro tenia el inga nn secretario:., dice el licenciado Fernando Santi llán, «el cual 1tntes que ningún negocio vinieRe delante del inga se informaba y enteraba en él, y después lo daba á entender al inga en relación, y 6. c~fo. Capac en su distrito; y después que el ing1t y el Capac lo trataban, aque llo q11e determinaban, este secretario lo daba á entender á las partes- delante del inga y del Capac> (2). (1) Ensayo sobre la América P recolonbina por Narciso Santenach y Cabañas, etc. Toledo 1898, pág. 39 (2) Relación del oríg en, descendencia, p olítica y gobierno de los I11ras, por el Licenciado Fernando Santillán . " Inserta en la obra. " T res relaciones de antig üedades p erua11as ," publicada por Marcos Jimenez de la Espada en 1879, pág. T7 .
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El P. Cobo manifiesta qúe esos cuatro dignatarios formaban el consejo del soberano, pero no dice· que se llamaban Oapac, sino Apucanas, ·con residencia en el Cuzco (1). La administración política del imperio incaico tenía por base la población y no el territorio. Es así, corno cuarenta mil jefes de familia llamados pu1·ic formaban una guarnan o provincia y estaba gobernada por un funcionario superior nombrado Tukuy rikoj (el que todo lo ve). A la cabeza de diez mil familias se ponía una autoridad que tenía por nombre Humt, a la de mil, el Apu-lvuar(J¡nka; cada quinientos, puri c, tenían un mandón denominado Piska.pachaj-oamayoj, sujeto al anterior. Cada cien familias formaba una pacha}, que tenía por Jefe un Llajta-camayoj o regidor de aldea. Subalternos a estos eran los que tenían a su cargo cincuenta familias y a éstos les seguían los que cuidaban de nueve, debiendo incluirse la del cuidador para llegar a diez. Todos los que gobernaban de ciento para arriba, se decían comunmente cwracas (2). Entre estos gobernadores había muy grande subordinación y respeto. Los cinco decuriones de a nueve súbditos estaban sngetos al de cincuenta y dos de éstos n.l de ciento; y por este orden los menores a los mayores hasta el más principal e inmediato al J~ey.
En cada gobernación babfo un pueblo principal, que hacía de cabeza del distrito y en el cual existían palacios reales, fortale:r,as, y templos al sol, monasterios de m amacunas, depósitos de vituallas para sustento de los ministros y criarlos del Inca, y de la gente de guerra que pasase por allí. En estos pueblos residía el Titkuy ·1·ikoj con amplias atribuciones parn administrar justicia, y castigar 11 los delincuentes conforme a la gravedad de los cielitos, hasta condenarlos a la pena de muerte; sahro si el culpable ern noble~ en cnyo caso, la causa no se resolvía sin dar parte al soberano; lo mismo se bacía en los negocios árduos y de importancia. Este elevado fun cionario tenía facultad para alistar gente y formar ejército, si se ofrecía alguna guerra o habfa alg-ún levan(1) Se afirma que el apuwna o vir ey, nombrad o para el Ko llasuyu, residía en '!' ia huanacu. . (2) La denominación de cac iq ues, con que ?espués se co noció a estos funcionario s, fu é im po rtada por los conqu1stado1:es de la I sla Española, de donde tomaron pa ra apli car la a tocios los Jera rcas q ue e ncontraron en este em isfer io . 18
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tamiento. Salía frecuentemente a visitar su distrito para interiorizarse de todas sus necesidades; hacía recojer los tributos y ren· tas reales, cuidando de que se depositen en los tambos o se remitan al Cuzco; elegía las mujeres que constittúan el tributo para el Inca y el sol, repartiendo las sobrantes a los muracas y a los indios hatun runas, sin perjuicio de reservarse para sí algunas, aunque con licencia del soberano. Hacía empadronar a los que nacían al año y los que entraban en la edad de tributar. De todo lo cual le daban cuenta los cwracas muy detalladamente y él la llevaba al Inca, cuando iba a la Corte, que era una vez al año, para la fiesta del Raymi y entonces le informaba del estado de su gobernación y le entregaba el tributo. En suma el Tukuy-rikoj vigilaba a Jos funcionarios subalternos, y los castigaba cuando maltrataban a los súbditos y procuraba interiorizarse de cuanto ocurría en su jurisdicción para remediar donde fuese menester. El nombramiento de cu1·acas, recaía comunmente en los jefes natos de los pueblos sometidos, cuando éstos lo merecían por sus actos, aunque modificando los límites y condiciones de su gobernación. En la sucesión de estos cargos se cuidaba de que el reemplazante sea el hijo varón más hábil del extinto y la forma de in· vestirlo del cargo, consistía en hacerlo sentar e n un banquillo o duho, del cual tomaba posesión y sentado en él ad111inistraba justicia, sin que nadie más que él tuvi ese derecho a US!tr de ese mueble. Faltando hijos del muerto, Je suc~dfa el hermano y a la muerte de éste no Je ree mplazaba su hijo, sino el sobrino que dejó de heredar; si el finado no tenía hijos ni hermano, se nombraba por curaca la segunda persona del señorío, siempre que el designado tu viere requisitos para serlo. Los Apu lwa;rancas nombraban a los Pacha(}-kamayoj con consentimiento y aprobación de los curacas más principales, y no les podían quitar su cargo mientras vivi esen sino por algún delito grave y entonces les sucedían sus hijos. Los funcionarios subalternos de a cincuenta y de a diez indios eran eleg·idos por los Pacha(}-kamayoj con facultad para removerlos cuftndo desempeñnsen mal su oficio, no siendo hereditario el puesto. Las 11,trihuciones de todos estos funcionnrios eran perfectamente conocidas. Los Hun1ts conocfan de los agra vi os pequeños y culpas livianas, sin que les fuese permitido aplicar la pen H. de muerte; repii.rtían las tierras de labor a los súbditos, señalando a cada, uno la parte que necesitaba; distribufan el :t2ua indispensable
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para regar sus chacaras y sementeras; mandaban trabajar las minas de oro y plata qu e habían en su distrito. Ellos tenfan la facultad de hacer juntar en la plaza una vez al año; a los mancebos y j6venes casaderas y ordenar a cada cual escojiese la mujer con quien deseitba matrimoniarse, teniendo que recibir por esposa, a la designada por el H wnu, si no lo hacía . . Los decuriones cuidaban de ver cómo vivían los que estaban a su cargo y de acusarlos cuando cometían Rlgún delito ; así mismo, daban parte de las necesidades que tenían a quien debía remediarlas, ellos llevaban el censo de los que nacían y morían, de los mancebos y mujeres que llegaban a la edad de casarse, de los viejos y eontrahechos que se hallaban en su decuria. El decurión estaba obligado s61o a dar parte a su superior en grado para que éste lo trasmitiera al qu e estaba sobre él , debiendo así subir el aviso de grado en grado hasta el Inca, q uien de esa manera, se encontraba al cabo de Jo que ocurría en su imperio y del número de indios qu e había en cada provincia aptos para la guerra o que debían paga rle el tributo. Con objeto de facili tar el buen gobierno del imperi o, la población se encont raba dividida por edades, en doce categorías. La primera se lhtmabn Puñuj-runa o sea ge nte durmiendo, estaba compuesta por personas de sesenta años para arriba, exentas de pagar tri hntos y p restar servicios, siendo mantenidas con la hacienda del Inca. Los awraüas las tenían en mucha cuenta y recibían sus consejos. La segunda, denominábase OhaupisiJrcu, medio viejo. y entraban en. ella de cin cuenta años hasta sesenta; también éstRS no t ri butabnn ocu pándm:e sóln de benefi ciar sementeras de coca., ají y otras legum bres. La tercera clase se llamaba Pwrij y estabn constituída po r indi viduos de vein ticinco años de edad hasta cincuenta; éstos lle\'ahn n todo el t rabajo, po r qne de ellos ~A.ca.bao para la g uerra, pagahan el t ri buto, lo llevaban al Cuzco, liibraban las sementerns del loca, del sol y de los cnracas. La cuarta, nombrába e Imalwayna, casi mozo, ent raban en ella ele veinte años arr iba; eran ayuda ntes de sus hermanos y parientes. LR. quinta, (}ucapalla, cogedor de coca, formnda de los de di z y s i años R \ einte; e encargaban de recojer la cocll del Inca .y ele los curacas. LA. sextR, denominábase Puylla-huayna muchacho que t"etO:.m, E:'l'R de )os de ocho años a los diez J SeÍS. La séptima Tatlan1·13..~e (1). En la. e. culturn. serñmica indu trin fohril, lo, indio- se encontmhan un tirnto adelantado ; en cambio en la dPmÍl nrte sus conocimi ntos ran . uperficiales y rudimentario . Empero, rs gran estndo, que por su npn.rentei-: bondndef;. parecía ólidnmflnte constituido y e unllnba eu s 11 npojPo, adolecín del defocto ele u 01-ganizn.ción nntimltuntl. que lo hncfo demasiado débil e inconsistenLe, de tal suerte, que ni prim 1· choque con ali· mentos esLrnñas . erín clestrnido, como uce